Resumen del capítulo “La palabra en la novela”, Mijaíl Bajtín La novela y los problemas de la estilística tradicional
Antes del siglo XX, la prosa literaria se entendía como palabra poética, en un sentido estrecho, y se le aplicaban las categorías de la estilística tradicional o se recurría al análisis de características valorativas (expresividad, plasticidad, vigor, claridad, etc). No obstante, al no encontrar en ella la esperada forma poética, se le negaba toda toda significación artística, y por lo tanto, se consideraba carente de toda elaboración estilística. Esto conllevó a que se ignorara la necesidad de realizar análisis estilísticos de la novela y se limitara su estudio a análisis meramente temáticos. En los años veinte, la palabra novelesca empieza a ocupar un lugar en la estilística con el origen de una serie de análisis dedicados concretamente a la estilística de la novela y con el surgimiento de intentos por comprender y definir lo que diferenciaba la estilística de la prosa artística de la poesía. Dichos análisis evidenciaron que las categorías de la estilística tradicional y la concepción misma de la palabra poética no eran aplicables a la palabra novelesca. Para Bajtín, más que el estilo del escritor lo que interesa es el estilo del texto por ello criticó todos los intentos de análisis estilísticos de la novela que se habían limitado únicamente a descripciones lingüísticas del lenguaje del novelista, así como aquellos que se enfocaban únicamente en señalar elementos individuales de la novela que pudieran, o parecieran poder, clasificarse dentro de las categorías tradicionales de la estilística. Algunas de estas categorías y métodos de análisis de la lingüística tradicional eran la lengua poética, la individualidad lingüística, la imagen, el símbolo y estilo épico. Dichas categorías estaban orientadas hacia los géneros unilinguajes y monoestilísticos, es decir, hacia los géneros poéticos, en el sentido restringido de la palabra (no artísticos en general, sino específicamente líricos); por lo tanto, si quería analizarse el género novelesco a la luz de tales categorías, no quedaba más opción que forzar sus unidades. Para Bajtín la novela es el resultado de una combinación de estilos, un sistema de combinaciones de lenguaje organizado desde el punto de vista artístico. Su especificidad reside en estar conformada por una serie de unidades (estilístico-compositivas) subordinadas a una unidad mayor. Justamente, el principal problema de la estilística tradicional al enfrentarse al análisis del género novela consiste en que no es capaz de reconocer las combinaciones de lenguajes y estilos y su subordinación a una unidad superior. Otro problema de la estilística tradicional es concebir la obra literaria como un sistema cerrado que no supone supone nada nada fuera fuera de sí mismo, mismo, ignora ignorando ndo el medio en que se forma forma el enunciad enunciado, o, viéndolo viéndolo únicamente como un enunciado individual, sin contexto, autosuficiente, y que no presupone nada más que un lector pasivo. La palabra
Para Bajtín, la palabra surge de una intención que la lleva a trazarse un camino hacia el objeto que quiere nombrar, y en este trayecto, la palabra se encuentra con la palabra ajena y no puede evitar interactuar con esta pues su naturaleza es dialógica. Es así como, la palabra se sumerge en la inagotable y contradictoria diversidad del objeto, fuente de diálogo. La palabra es semiajena. Se convierte en propia cuando un hablante la toma y la llena con su intención, sin embargo, antes de eso una palabra no se halla en un lenguaje neutral, sino en los labios
ajenos, a servicio de intenciones ajenas, por ello el hablante debe tomarla y apropiarse de ella. Este proceso de apropiación es complejo y difícil. Asimismo, la actitud ante la palabra ajena determina, en parte, el objetivo del estilo, pues la selección y combinación de sus elementos estará determinada por dicha actitud. El plurilingüismo en la novela
Para Bajtín, el género dialógico por excelencia es la novela, pues los diferentes lenguajes sociales - el lenguaje de los negocios, el jurídico, el comercial, el laboral, el deportivo, el político, el científico, el académico, las diversas jergas, el habla descuidada de la calle, etc. – en la realidad cotidiana no funcionan separados, sino que viven en contacto y sus relaciones dialógicas se ilustran en la novela. La novela se construye mediante las estratificaciones de dichos lenguajes sociales, así como las estratificaciones de distintos géneros. Estos géneros pueden ser tanto literarios (novelas, piezas líricas, poemas, escenas dramáticas, etc.) como extraliterarios (costumbristas, retóricos, científicos, religiosos, etc.). Todos estos elementos se ordenan de manera particular al incorporarse a la novela y se convierten en un sistema artístico en función de las intenciones del autor. Por otra parte, Bajtín señala tres formas evidentes de inclusión y organización del plurilingüismo en la novela: el juego humorístico de los lenguajes, los discursos de los héroes y los géneros intercalados o encuadrados. En las fronteras entre el discurso del autor y el ajeno existen tres clichés sintácticos: el habla directa, la indirecta y la directa ajena. La novela puede entrecruzar estos tres clichés y alcanzar resultados muy variados. El hablante en la novela
Según Bajtín, menciona que el novelista no conoce un lenguaje único, ingenuo y contestable, más bien es estratificada y plurilingüe. Además, están los casos que más contienen un lenguaje apologético y polémico por ser único y definitivo. Esto es lo que delimita el objetivo entre la palabra contestado, contestable y contestatario en la novela. Es necesario que los hombres aporten su palabra ideológica específica. Entonces, el principal objeto de la novela es el hablante y su palabra. Bajtín propone tres elementos para comprender esta premisa: a) El hablante y su palabra son el objeto de la representación verbal artística. Es representada artísticamente por medio de la palabra del autor. b) El hablante es un hombre social, históricamente concreto y determinado. c) El hablante en la novela es un ideólogo y sus palabras son ideogramas. De cierta manera, explica que el actuar del hablante está condicionado por una posición ideológica. Seguidamente, se concentra en el problema de la palabra ajena.Esto lo ejemplifica con las frecuentes citas de “he oído” “me han dicho”. Aquí, hace un a diferencia entre el héroe épico que puede confundir su ideología con la del autor y el héroe novelesco que puede callar pero mantener su ideología, ya que vive y actúa su propio universo ideológico. El problema de la palabra ajena, y las extensiones y variaciones semánticas -por medio de los procesos de “encuadernamiento” contextual- y de factores pragmáticos que se dan en la transmisión cotidiana, así como las repercusiones que estas tienen al manejar la representación de la palabra ajena, como la apropiación y la desnaturalización del sentido, se advierten los procedimientos artísticos prosísticos de la representación bivocal y hasta bilingüe de la palabra en situaciones cotidianas. Afirma, que la introducción de la palabra ajena no se
delimita a los clichés gramaticales, es decir, no puede ser introducida por comillas o enunciaciones directas o indirectas. De esta forma, explica las dos formas de transmisión del discurso ajeno: el “de memoria” y “con sus propias palabras” y asegura que este último, en alguna medida es una narración bivocal acerca de la palabra ajena, ya que las propias palabras no deben diluir por completo la especificidad de las ajenas. Entonces, la palabra ajena reúne las bases de la visión ideológica del mundo propio y de nuestra conducta, y lo denomina palabra autoritaria e intrínsecamente convincente. Estas dos categorías pocas veces aparecen juntas, ya que sus debidos procedimientos se concentran en su divergencia, es decir, la palabra autoritaria está relacionada con los discursos políticos, religiosos, adultocentristas entre otros; mientras que la palabra intrínsecamente convincente carece de autoridad y reconocimiento social. La palabra autoritaria, es una suerte de palabra de los antepasados, es preexistente, por lo tanto, puede organizar un gran número de otras palabras pero se une a estas, permanecido distanciada en este sentido. Debido a su preexistencia, la palabra autoritaria difícilmente tiene cambios semánticos, ya que esta estructura es inamovible. Específicamente en la prosa, gracias a estas características, es que la palabra autoritaria solo transmite, no se representa; es introducida como cuerpo ajeno a la creación artística, ya que no hay un movimiento dialógico a su alrededor. En contraposición, se encuentra la palabra intrínsecamente convincente, a la que se le atribuye el proceso de la formación de conciencia individual, es decir, la vivencia de una ideología propia. Al comenzar el procesos de pensamiento independiente, se ha realizado la separación de la palabra intrínsecamente convincente y la palabra autoritaria. La palabra intrínsecamente convincente está relacionado con la categoría de transmisión de “su propia palabra”. La importancia del hablante en diferentes esferas es lo que ejemplifica la importancia de este tema, como el jurídico, el político, el científico, el humanístico y el filológico. Este último tiene dos formas de transmisión y representación: a) la palabra objetualizada, que no se beneficia de un enfoque dialógico y es de compresión abstracta. b) la penetración dialogística, que revela nuevos elementos y por esto se materializan. Finalmente, hace un repaso de la importancia de la palabra en la retórica, la política y el periodismo. En cuanto a las palabras ajena, en la novela se presentan en formas de enunciados, de los personajes de la novela y en géneros intercalados; o están supeditadas a la tarea de la representación artística del hablante y su palabra. De esta forma, en cada enunciado se perciben los lenguajes sociales (lenguaje concreto y vivo), su lógica y la necesidad intrínseca. La imagen en la novela del lenguaje social es presentada por un ideograma social, debido al carácter de sociolecto. Afirma, que las observaciones externas y directas de los lenguajes de los personajes son parte del género novelesco, pero con ellas no se construye una imagen del lenguaje en la novela. Para Bajtín, los procesos de la creación de la imagen en la novela son incluidos en tres categorías: la hibridación, la correlación dialogística de los lenguajes y los diálogos puros. La primera la define como una mezcla de dos lenguajes sociales en el marco de un mismo enunciado; es el encuentro en un mismo lugar de dos conciencias lingüísticas separadas por la época o diferencias sociales y se mezcla por medio de un procedimiento artístico intencional, que permite la iluminación de otro lenguaje.. Por otra parte, los procesos internos dialogonizados permiten la estilización, que es la imagen artística de los ajeno. Es por medio de la iluminación de otro lenguaje que la estilización permite evidenciar ciertos elementos y ensombrecer otros. Es un tipo de iluminación del lenguaje recíproco. La imagen que permite crear por medio de la estilización es la imagen más reposada y acabada artísticamente. Finalmente, la confrontación dialógica de los lenguajes puros, en conjunto con la hibridación es un gran medio para la creación de las imágenes del lenguaje. Este diálogo puro es un
diálogo tanto de las fuerzas sociales como de las épocas históricas, es aquí donde confluyen los diálogos temático-pragmáticos de la novela. El argumento de la novela está subordinado a la correlación y revelación recíproca de los lenguajes, es decir, debe mostrar y probar las diferentes ideologías y lenguajes sociales: funciona como representación de sus hablantes y sus mundos ideológicos. La novela es un híbrido desde el punto de vista del lenguaje y que la principal tarea del género novelesco es la creación de imágenes de los lenguajes. Por medio de esto, aspira al conocimiento de los lenguajes del plurilingüismo. Dos líneas estilísticas en la novela europea
La novela se propone como una descentralización de carácter semántico y verbal del conjunto ideológico. Por ello, plantea la importancia del juego de los lenguajes sociales y para que este sea observable la necesidad de familiarizarse con la palabra como fenómeno objetivo, característico e intencional. Para ello propone percibir la forma interna del lenguaje ajeno y del lenguaje propio. Hace un recorrido por los problemas de apropiación de los lenguajes y la palabra ajena, y el aspecto hipotético del dominio del mito sobre el lenguaje, para introducir un repaso histórico de la novela europea. De esta forma, expone la prosa novelesca en la antigüedad como un fenómeno bivocal que se desarrolló principalmente en la sátira, la novela realista, y las biografías, los géneros históricos y epistolares, pero enfatiza que de se dio de forma embrionaria. En otra categorización, expone las novelas “sofísticas” que se caracterizan por una estilización clara y consecuente en forma de monólogo. Esta novela acepta una gran variedad de estilizaciones y de géneros que la constituyen. Permiten introducir el relato del autor, de los personajes, las descripciones entre otras, de forma acabada y que dan paso a reflexiones en sus temas filosóficos, científicos y morales. Esta novela, se encuentra totalmente descentralizada de los paradigmas ideológicos: no está enraizada a una realidad ideológico-cultural. Dentro de estas novelas, se expresa cierta estilización paródica, en la medida en la que se introducen reflexiones detalladas con pedantería, en medio de un clímax narrativo. De esta forma, la cataloga como la primera línea estilística de la novela europea. En relación a la segunda línea de géneros heterogéneos que es la antigüedad. Sin embargo, ambas líneas contribuyeron a la prosa novelesca en manifestaciones posteriores, por lo que se expresa que si bien se dividen en variantes estilísticas, también se cruzan para crear un plurilingüismo general. En cuanto a la novela caballeresca esta estaba claramente delimitada en su conformación ideológica, por el público al que estaba dirigido, pero a la vez contiene una gran cantidad de lenguajes vinculados al universo lingüístico-cultural. Se expresa que esta novela no hay ingenuidad lingüística. ya que pudo incorporar elementos de la palabra ajena para la unidad de clase y casta a la que estaba dirigida. De manera paralela presenta la novela en prosa, la cual nace en un proceso de traducción libre de obras ajenas.. En este caso, el lenguaje propio no tenía resistencias al traductor, lo cual causa una ruptura entre el lenguaje y el material que expone. Así, es como se conforma su propia forma de exposición.. El ejemplo por excelencia que hace de la novela caballeresca encuentros entre una variedad de palabras (la ennoblecida, la paródica y la vulgar) es el Quijote creando imágenes agitadas y bivocales. Muy en relación, expone la novela pastoril que percibe de manera diferente la aprehensión del lenguaje ajeno, ya que no se puede llegar a él evadiendose de la realidad, sino envolviendo con él esa realidad. Se define una nueva forma de utilizar el lenguaje de forma artística, el cual denomina enmascaramiento de la realidad circundante. La innovación de la que da una pincelada la novela pastoril se desarrolla en su totalidad en la novela barroca. Es considerada la novela de prueba por la enciclopedia de material que significa para
géneros posteriores. En general, se enfatiza en la novela de prueba del héroe y de su palabra que era diferente a las ideas de sacrificio, martirio y tentación. La idea de la prueba se reorganiza con un un gran contenido ideológico, es aquí donde aparecen la prueba de vocación, redestinación y la puesta a prueba por la vida, la de la genialidad, la del reformador moral, de la mujer emancipada entre otras. La prueba tiene una repercusión en la novela de aventuras, la cual tiene dos vertientes: la nueva novela barroca de la prueba, (Dostoievski) que predomina la novela de aventuras y la otra vinculada a la novela picaresca. (el Lazarillo). La idea de la prueba no tiene relación con el proceso de formación del hombre, ya que puede conocer la crisis, pero no la transformación por medio de ella, parten del hombre ya formado, por esto tanto la novela caballeresca como la barroca son típicas por la postulación de la nobleza innata. La palabra de la novela barroca es una palabra patética, que se define a través de la polémica. Esta palabra patética se combina con la prueba, esto genera que todos los aspectos (héroe, autor y cuerpo verbal) generen un plurilingüismo. La novela barroca, desemboca en dos vertientes: la novela de heroico- aventurera y la novela psicológica-sentimental que está ligada a lo íntimo y relacionado con lo patético, perdiendo la proporciones políticas. Al ser la novela la que genera el plurilingüismo de lenguaje literario, se categoriza según las líneas estilísticas, es decir, la de la primera línea van de arriba hacia abajo mientras que los de la segunda línea van desde la profundidad del plurilingüismo a las esferas del lenguaje literario. Dentro de la conformación de la novela se presentan tres categorías que presentan discursos específicos como lo son el pícaro (el engaño graciosos), el bufón (humor-ridiculización) y el tonto (la incomprensión). Hacia el siglo XIX se continúa la filiación de las líneas estilísticas. La primera de carácter más dogmático y la segunda línea por de la prueba y la autocrítica de la palabra literaria. Estas corrientes se pueden seguir hasta la novela hoy. Sin embargo, se aleja esta evolución de la novela moderna. La novela de los siglos XIX y XX son de carácter mixto, aunque predomina un alínea estilística de la segunda línea. Finalmente, explica las complicaciones metodológicas del estudio de la palabra, ya que describir el lenguaje de la novela es absurdo, porque no hay una descripción para ello. Además, como proceso artístico requiere un proceso estilístico que descubra todos los lenguajes. Para ello se debe tener una conciencia profunda del plurilingüismo. Este análisis debe de estar enfocado en los procesos de transformación, que son la canonización y la reacentuación. El primero de ellos se debe a la capacidad del lenguaje de adentrarse en la cotidianidad de la época de forma consciente. El segundo proceso se trata de la capacidad de marcar las distancias entre los acentos del autor. Este fenómeno se debe de tener en cuenta para el estudio objetivo estilístico de las obras, por medio de su trasfondo dialogizado del plurilingüismo de la época respectiva. Fuente:
Bajtín, Mijaíl. “La palabra en la novela”. Teoría y estética de la novela. Madrid: TAURUS, 1989. 77–236. Print.