Universidad Autónoma
de Santo Domingo PRIMADA DE AMERICA / Fundada el 28 de Octubre de 1538
NOMBRES/ID: Luis Eduardo Pineda Medina (100339929) Ozmairy Tavarez (100339221) Raquel Villanueva Salas (100285847) MATERIA: Introducción a la Sociología PROFESOR (A): Carlos Castro Medina SECCIÓN: H9 HORARIO: 7:00PM / 10:00PM TEMA: Trabajo Final LIBRO: Tiempo Muerto AUTOR: Avelino Stanley FECHA DE ENTREGA: Nov. Del 2014
FIRMA DE ALUMNO: Luis Eduardo Pineda Medina FIRMA DE PROFESOR: Carlos Castro Medina
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III.
REFERENCIAS ESCRITAS “Tiempo Muerto”
Diario Libre Stanley es incluido en ediciones de Mc Graw-Hill
http://www.diariolibre.com/noticias/2006/06/08/i98798_stanley-incluido-edicin-graw-hill.html Por Diario Libre Santo Domingo, República Dominicana
La literatura dominicana se va reconociendo en el exterior. Lo corrobora una vez más el hecho que la casa editorial Mc Graw-Hill, una de las de mayor prestigio en el mundo anglosajón, lanzara en el mes de abril el libro "Lecturas literarias: Moving toward linguistic and cultural fluency thorough literature". Incluye un fragmento de la novela "Tiempo muerto", del muy talentoso, aclamado y orgulloso escritor dominicano Avelino Stanley. El libro "Lecturas Literarias", de la autoría de Anne Lambright, Sharon W. Foerster y Ramonita Marcano-Ogando, está orientada al proceso de enseñanza de español a estudiantes universitarios de lengua materna inglesa de Estados Unidos y Canadá. Además del fragmento de "Tiempo muerto", de Avelino Stanley, con la que obtuvo el Premio Nacional de Novela en 1997, el libro incluye a los autores Carmen Laforet y Camilo José Cela, de España; Reynaldo Arenas, de Cuba; Ángeles Mastretta y Elena Poniatowska, de México; Ricardo Talesnik, de Argentina; Antonio Skármeta, de Chile; Julio Ramón Ribeyro y José María Arguedas, de Perú; Fernando Contreras Castro, de Costa Rica; y, Claribel Alegría, de la Republica del Salvador. Los textos de Avelino Stanley tal como “Tiempo Muerto” y Reynaldo Arenas incluidos en "Lecturas Literarias" sirven como modelo de la literatura en la región del Caribe, ya que cuentan sobre los orígenes de estos poblados de personas humildes y trabajadoras. Ambas obras aparecen en el capítulo "Las conexiones personales y familiares". La obra se desarrolla en seis capítulos y un apéndice, su formato es de ocho un cuarto por diez pulgadas y cuenta con 168 páginas.
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Hoy Digital Entrevista a Avelino Stanley http://hoy.com.do/entrevista-a-avelino-stanley-2/ Por León David Santo Domingo, República Dominicana
León David: Acabas de publicar una nueva novela: Por qué no he de llorar. ¿Qué añade esa creación a tu trayectoria novelística? Avelino Stanley: Después de haber escrito uno de mis mas grandes éxitos en la literatura “Tiempo muerto” (1997) escribí el primer borrador de Por qué no he de llorar. Lo dejé descansando y me embarqué en otro proyecto, Al fin del mundo me iré, novela aún inédita que me costó mucho esfuerzo. Terminada esa obra volví a Por qué no he de llorar, que para mí ha significado una especie de respiro porque es una novela ligera, de extensión media y sin mayores complejidades estructurales. Apenas dos planos que se entrecruzan como aspectos paralelos de una historia central. Esa obra es una especie de reafirmación de mi trabajo novelístico. León Davis: ¿qué juicio te merece la novela dominicana contemporánea? ¿Crees que ya se avizora en el horizonte la cervantes criolla? Avelino Stanley: Para mí la novelística dominicana ha tenido su verdadero despertar en los últimos veinticinco a treinta años. Antes de 1975 se publicaban novelas de forma aislada. En el periodo señalado no sólo han seguido publicando obras en este género los autores veteranos, a ellos se han unido los que surgieron en los 80. Y a estos dos grupos también se agregan otros autores que sin ser de generación alguna han surgido con proyectos novelísticos de mucha valía. Independientemente de lo que ellos signifiquen para los premios internacionales, lo más importante es que se está enarbolando con mucha solidez la bandera de la novelística dominicana contemporánea. Y en esa faena están incluidos todos los autores del país. León David: ¿cuáles son tus novelistas preferidos y por qué los prefieres? Avelino Stanley: Hay novelistas a quienes he tenido como preferidos pero resulta que siempre se termina adoptando sólo una de sus obras en particular. Para la lengua española creo como fundamental que quien se inicia en el mundo de la novelística tiene que conocer El Quijote, de Cervantes. Luego para mí hay diversos autores que han significado mucho en mi proceso de aprendizaje. Algunos de ellos son Flaubert y su obra Madame Bovary, Sthendal y su obra Rojo y Negro, Dostoievski en varias de sus obras, Mijail Sholojov con El don apacible y esa obra de él que he leído casi hasta recitar de memoria, El destino de un
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hombre. Igual han sido claves para mí Faulkner y Jhon Steimbek, de este último también he releído infinitas veces La perla. Miguel Ángel Asturias es necesario hasta por su prosa. A García Márquez no lo puede detestar quien no lo ha leído. Y ningún dominicano puede preciarse de ser narrador si no relee la cuentística de Juan Bosch. Por supuesto que la narrativa de estos tiempos ha sido renovada por un vasto número de autores europeos, asiáticos y latinoamericanos. León David: también eres cuentista; desde el punto de vista del quehacer del escritor ¿son iguales las exigencias del género cuento que el de la novela? Avelino Stanley: Como género te diría que las exigencias son iguales. Por supuesto es imposible comparar una novela con un cuento. Lo preciso es que comparar una novela con un libro de cuentos para apreciar el peso de la exigencia de ambos géneros. Tampoco se puede comparar una novela buena con un mal libro de cuentos, ni lo contrario, porque ahí se pierde de inmediato el equilibrio. En definitiva lo importante es buscar el mayor de los logros en los géneros que uno decide a cultivar porque la buena literatura siempre estará por encima de la que no lo es sin importar el género. León David: nunca, que yo sepa, has escrito poesía. ¿acaso consideras la poesía un género menor? Avelino Stanley: ¿Género menor? No. Todo lo contrario. Para mí la poesía es la manifestación de la belleza mediante el uso de lengua en su máxima expresión. Es cierto, muy pocas veces he escrito versos. Apenas alcanzo a coquetear con la poesía para dejar constancia de su presencia en mi prosa. Creo que la poesía sólo desaparecerá cuando desaparezcan los sentimientos de los seres humanos. León David: en términos generales, ¿cómo ves el panorama literario de nuestro país? Avelino Stanley: El panorama literario dominicano, mirándolo como tal, está en condiciones aceptables. Hay una cantidad importante de autores produciendo buen trabajo en los distintos géneros. Lo tétrico del panorama literario dominicano está hacia afuera. La cantidad de gente que aprecia y valora el trabajo literario del país es sumamente reducida. Y las autoridades que deben trabajar para transformar esa realidad, bien, gracias. Despilfarrando recursos en nimiedades. Bastaría con echarle una mirada al destino del presupuesto de la Secretaría de Educación y al de la Secretaría de Cultura en los últimos años para que se vea cuál ha sido el esfuerzo realizado para aumentar la cultura de la lectura. León David: ¿cómo se relaciona la literatura y la política? ¿crees que son incompatibles?
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Avelino Stanley: Los matrimonios entre la literatura y la política, cuando se dan, terminan en incompatibilidad de caracteres. Ambos oficios demandan demasiado tiempo y uno de los dos perece por abandono. Pero una cantidad grandísima de literatos termina diezmado por la política y muchas veces esto se da hasta por la rabia de ver gente con tantos niveles de torpeza e irresponsabilidad dirigiendo los destinos de un país o en puestos congresionales y municipales. León David: ¿por qué nuestra literatura no es más conocida fuera del país? ¿será que no alcanza los estándares de excelencia internacionales? Avelino Stanley: Las razones de nuestra escasa difusión son muchas. Una de ellas es que poquísimos gobernantes dominicanos se han preocupado para que el resto del mundo sepa que hay un país llamado República Dominicana a pesar de existir desde hace más de ciento cincuenta años. En 1982 en Inglaterra mucha gente me preguntó que si Dominicana era Dominica, que dónde era eso. En 1995 hubo gente en Buenos Aires que me preguntó que dónde quedaba este país. Si no se conoce el país, qué van a conocer a sus escritores. ¿Qué gobierno dominicano ha dirigido política alguna para difundir los autores locales en el exterior? Por demás los autores dominicanos, de manera aislada, no tienen cultura de buscar individualmente difusión internacional. Imagínate, esa misma gente de Buenos Aires que me preguntaba en 1995 que dónde quedaba este país, algunos incluso escritores, a continuación me pedían direcciones de editoras a las cuales ellos pudieran enviar sus originales a ver si se los publicaban. León David: ¿qué puede hacer el estado que cuenta con una secretaría de cultura para brindar respaldo a los escritores dominicanos? Avelino Stanley: Lo primero sería nombrar funcionarios capaces que tengan una visión de conjunto de los males culturales del país y planifiquen la dirección de su quehacer. Que no despilfarren los recursos oficiales dando palos a ciegas. Funcionarios que incluyan la necesidad de difusión de la literatura dominicana hacia el exterior como parte de sus objetivos. Pero eso requiere un proceso de dignificación que primero tiene que comenzar por las altas esferas oficiales, donde esa especie raramente se ve. León David: ¿qué es lo peor que podría ocurrirle al país cultural en un futuro próximo y cómo evitarlo? Avelino Stanley: Lo peor del futuro cultural dominicano es el presente que estamos viviendo. Se puso en las manos de un grupo de personas una Secretaría de Cultura nueva que fue por décadas la esperanza de todo el sector cultural del país. Pero lamentablemente hemos tenido que verlos haciendo lo mismo que se hacía cuando esta no existía. Improvisar. Poner en ejecución las acciones culturales, no como producto de una
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planificación, sino lo que les llega a la mente y luego a eso no se le da continuidad. Simular realizaciones que luego el propio resultado las delata. Dedicar el 70% del presupuesto de la cartera en salarios. A la hora de evaluar ¿cuál será el referente? Es decir el alto grado de incapacidad gubernamental que se observa a nivel de todo el aparato del Estado también está presente en la Secretaría de Cultura. ¿Habrá algo peor que verlos alardeándose con decir que se ha hecho lo mejor de todos los tiempos? Creo que no. ¿Que cómo evitarlo? Bueno, será que como detenerlos. Eso tendrá que determinarlo la colectividad.
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Listín Diario Giovanni Di Pietro responde y considera que Avelino Stanley no leyó toda su obra con detenimiento y que desconoce algunos de sus libros http://listindiario.com/ventana/2010/6/4/144816/Giovanni-Di-Pietro-le-responde-a-Avelino-Stanley Por Giovanni Di Pietro San Juan, Puerto Rico
El amigo Avelino Stanley nos sorprende con una obra de crítica literaria publicada por el Banco Central en la cual aborda la novelística nacional desde 1980 hasta 2009. Ya había oído hablar indirectamente de esta obra y, muy recientemente, también oí hablar de ella por parte de su autor en una entrevista de tres entregas en el Internet. Se sostenía que, en esta obra, él iba a poner el punto sobre las -íes en el espinoso problema de dicha novelística. Es más, que también iba a acabar conmigo, desenmascarándome por la falsía crítica que supuestamente soy. Que Avelino tomara esta posición no me sorprende. Esto por el simple hecho de que, en el pasado, nuestros caminos se han cruzado con relación al quehacer crítico, él sosteniendo obviamente una opinión bastante negativa del trabajo realizado por mí en el área. Me acuerdo que hasta tuvimos una polémica en los periódicos: él insistiendo que Bienvenida y la noche (1994), de Manuel Rueda, no era una novela y que no servia para nada; yo manteniendo una opinión diametralmente opuesta. Otras escaramuzas se presentaron. Esta vez tenían que ver con mis reseñas de dos de sus novelas, Catedral de la libido y Tiempo muerto. Estas reseñas salieron en El Siglo, pero están reproducidas ahora en mis últimos libros publicados, Lecturas dominicanas (UASD, 2007) y Entre los nuevos (Unicornio, 2010), respectivamente. Pese a todo esto, yo no he dejado de pensar en Avelino como un amigo desde el día en que Manuel Núñez nos presentó en un muy concurrido “pica pollo” de la Lincoln y él me entregara un ejemplar de Catedral de la libido, hace ya mucho tiempo, período casi mítico para mí, cuando sólo estaba arrancando con mi crítica sobre la novelística nacional. Lo que quiere decir que, pese al título de este escrito y pese a lo que Avelino expresa en las páginas de su obra, desde mi parte, todavía seguimos siendo amigos. Y amigo soy o me considero de unos cuantos intelectuales y novelistas que se profesan acérrimos enemigos míos, ¡Dios sabe por cuál razón!, pues yo simplemente me he llevado de la regla que dice que, en asuntos de literatura, la amistad siempre toma y tiene que tomar un segundo lugar. No se puede asumir la actitud de que porque somos amigos, yo, como crítico, no puedo criticar la obra que se publica. Si así fuera, mejor nos olvidamos no solo de criticar obras literarias, sino, además, de leerlas. ¿Para qué hacerlo? Ahora bien, al leer ese título tan desalmado de mi escrito, rápido se pensará que aquí me estoy vengando de Avelino por lo que el libro contiene acerca de mi crítica. Nada más lejos de la verdad. Yo sostengo y he sostenido desde siempre que, una vez publicada, cualquier obra toma su propio camino en la vida y que tiene que enfrentarse tanto a los buenos, como a los malos encuentros que se dan. O sea, que una obra literaria es como un hijo: uno lo trae al mundo, pero después, si quiere madurar y sumar algo, tiene que vivir su vida por su propia cuenta. Entonces, yo me estoy relacionando a esta obra de Avelino puramente desde una perspectiva objetiva, y si este escrito lleva el título que lleva, debe achacarse a la idea de hacer interesante y no aburrida su lectura.
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Amigo Avelino, tú tienes todo el derecho de decir lo que dices en esta obra y a sostener lo que sostienes. De hecho, personalmente festejo la existencia de este estudio sobre la novelística nacional, pues más estudios se hacen y publican mejor para su desarrollo y entendimiento. Sin embargo, revisándolo, me percato que tiene graves fallas, algo que hubiera preferido que así no fuera, y eso por las expectativas que se crearon en mí cuando primero me empezaran a llegar noticias al respecto. Lo que te has permitido es sólo hacer un “perfil” de la narrativa dominicana de 1980 a 2009. Pongo entre comillas esa palabra porque es ahí donde está el quid del asunto. Si la obra es un perfil, no puede ser el estudio a fondo que, a mí entender, se sostiene y has sostenido que es. Hacer una lista de los elementos que hacen una novela moderna, todos sacados de un crítico que nunca estudió los novelistas del país, no es escribir con empeño acerca de la novelística nacional. Pero, admito, esa lista es sólo una premisa a lo que vas a sostener después. En la pág. 62, concedo, aparece otra larga lista de elementos que es tuya y que está relacionada con nuestra novelística, o más bien su auge en ese período que la obra cubre. Pese a esto, tienes que convenir que hacer listas no nos dice nada acerca del área que nos concierne. La primera parte de este supuesto estudio crítico, ¿qué propone? Que en el desarrollo de la novelística del país hubo un antes y un después: antes de 1980 y después de esa fatídica fecha. ¡Gran descubrimiento! ¿Qué se supone debería decirnos esto? Todo el país cambió alrededor de los años ochenta y, por consiguiente, también tenía que cambiar su novelística, pues de una forma u otra las artes siempre reflejan los cambios sociales que ocurren. Podemos decir lo mismo de cualquier otro país en el mundo y hasta empleando esa misma fecha. De modo que, desde esta perspectiva, creo que es innegable la conclusión a la cual llegamos ineludiblemente, o sea, que, con este argumento tuyo, la montaña sólo parió un ratón. Sin embargo, tu idea no se queda aquí, sino que continúa expresando que la novelística dominicana antes de 1980, por la cual se nota cierto matiz de desprecio por tu parte, según un esquema que te inventas, es, como dices, “lo inferior”, mientras que la que le sigue y llega hasta 2009 seria “lo superior”. Admito que no necesariamente estás sosteniendo que “inferior” y “superior” se refieren aquí a conceptos valorativos; pero, lo sugieres, pues entiendes que la novelística que empieza con 1980 lleva a cabo una renovación y, siendo esto así, siendo moderna, sería de por sí mejor que la que le precedió. En efecto, creo que, al darte cuenta de haber metido la pata en este asunto, tú mismo te retractas de ese nebuloso argumento y rápido agregas: “Jamás debe incurrirse en el error de ver ‘lo inferior’ como algo descartable.” (pág. 13) No contento con esto, y para asegurarte que los críticos no te vayan a caer encima aplastándote por ese disparate, ahora optas por el proceso ternario de Hegel, cuando agregas: “Pero por la misma dialéctica esto que se presenta como ‘lo superior’ en algún momento se constituirá en etapa superada y pasará a ser ‘lo inferior’ con respecto a los logros del futuro.” (pág. 13) Pero, amigo Avelino, ¿de qué diablos estás hablando? Tú estás sosteniendo aquí que en las artes existe algo así como el progreso y un progreso que no tiene fin en el tiempo. ¿Cuándo es que vamos a tener la gran novelística del país, entonces, cuando la segunda venida de Cristo? Yo he sostenido y vengo sosteniendo desde largo tiempo que la mejor novelística dominicana no se encuentra después de 1980, sino antes y, en efecto, mucho antes de 1980. Es mi opinión y la he respaldado con numerosos ensayos y libros, entre los cuales uno que, por alguna razón que no logro entender, nunca mencionas: Las mejores novelas dominicanas (1997). Esta obra, pese a los errores que pueda contener en término de estilo, ahora que leo tu estudio, se me presenta por lo acertado que estuvo y todavía está en su tesis. ¿Dónde se encuentra la gran novela dominicana? ¿No es antes de 1980? Podemos pelear acerca de cuál es, si Enriquillo, La
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sangre o La mañosa, pero no es posible sostener que después de estas obras vinieron otras de esa misma envergadura. Una novela como Caonex, de J. M. Sanz-Lajara, si descartamos su perspectiva ideológica trujillista y nos concentramos puramente en los resultados estéticos, es mejor que cualquier cosita que vino después de 1980. Que esa novela reproduce los esquemas literarios decimonónicos no significa nada, ya que lo que cuenta es su nivel estético, de ninguna manera sus raíces literarias, las cuales tanto este novelista como los novelistas que sostienes como epígonos en tu estudio no pueden evitar. O sea, que se puede poseer todas las técnicas novelísticas más avanzadas que quieres y, sin embargo, ser novelistas mediocres. Dime tú, ¿no es cien veces preferible leer a Dickens que a cualquier novelista de pacotilla de los más recientes? Amigo Avelino, es que te estás empeñando en defender lo nuevo por lo nuevo. Si algo es nuevo, para ti eso significa automáticamente que es superior a lo viejo. Discurso más absurdo que ese, no lo hay. Porque, explícame, ¿dónde es que vamos a meter a Homero, Virgilio, Dante, Boccaccio, Petrarca, Cervantes, Shakespeare, etc. etc.? Con esa actitud, deberíamos echar al pobre Manuel de Jesús Galván en el zafacón literario y pronto hacerle seguir al desdichado Tulio Manuel Cestero también. Es que es innegable, amigo Avelino, que los novelistas anteriores a los años ochenta estaban culturalmente más preparados que los que tú estás alabando y defendiendo simplemente porque dominan las nuevas técnicas de la novela. La literatura light, amigo mío, no se la inventaron los novelistas anteriores al régimen de Trujillo ni los que pertenecieron a ese mismo período; se la inventaron, como muy bien sabes, los que empezaron a escribir a partir de l980. En la novelística nacional, de 1980 a 2010, si excluimos la obra de nuestro común amigo Roberto Marcallé Abreu, la única novela que vale la pena es, ¡anatema para ti!, Bienvenida y la noche, o sea, exactamente esa que sostuviste y sigues sosteniendo que no es una novela. Una vez terminas con tus 63 páginas “teóricas”, que ya he dicho se resumen a muy poco, a causa de esas listas que introduces y los disparates que apenas termino de esbozar, pasas a aplicar lo que sería tu método crítico en sentido científico. Escoges 32 novelas y las comentas brevemente, diciendo que son excepcionales, explicando su temática y externando un juicio crítico que es siempre el mismo: es una novela excelente porque contiene estos aspectos técnicos en especifico, los cuales, como es obvio, suman sólo al manejo del arte de novelar moderno que, para ti, es el sine qua non del éxito de la obra a la cual te refieres. Eso me acuerda de esos críticos despistados que sostenían que Joyce era un gran novelista porque usaba la técnica “moderna” del flashback. Y así todos admiraban a este escritor irlandés por esa técnica, olvidándose que eso no era nada nuevo, sino que Homero la había empleado en La odisea. Este método tuyo, amigo Avelino, me hace dar las gracias a Dios que yo no me considere y nunca me he considerado un crítico literario bona fide, por lo aburrido que cierta crítica, como la que desgraciadamente estás empleando aquí, resulta y que siempre me produjo los más profundos bostezos. Yo entiendo que la crítica no puede ser una simple receta de cocina, que es lo que tú haces. Y entiendo, además, que no tiene que poner a dormir a nadie. Más bien, tiene que despertar interés en el lector, ser un reto para él, pedirle que llegue a sus propias conclusiones. ¿Cómo? Presentándole con una lectura (no un “resumen”, como dices con relación a mí) detallada y a fondo en la cual se le explica lo que, desde su punto de vista, el crítico entiende sería el sentido de la novela en cuestión. Al terminar con esa lectura, el lector está libre de hacer su propio análisis. Pero por lo menos hay una lectura de verdad de por medio. De ningún modo se trata, como es tu caso, de unas frasecitas convencionales que se repiten de uno a otro comentario y que se limitan a decir que esta novela es lo último y no hay duda de eso.
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Ya que sacas a colación mi crítica en tu obra, quisiera ahora puntualizar algunas cosas. De las 31 novelas que presentas, yo he analizado a fondo en ensayos bien largos y documentados por lo menos la mitad. Estaré ciego, seguro, o no me explico cómo es que no encontré en esas novelas todos esos méritos que tú encuentras. Cuando en tu discurso te refieres a mi crítica, eres bastante selectivo. Por ejemplo, te la pasas hablando de mi primera publicación, Temas de literatura y de cultura dominicanas (INTEC, 1992), una obra que no se refiere a la novelística dominicana en sí, sino que trataba de ser un estudio de las tendencias culturales que se registraban en el país a principios de los años ochenta; sin embargo, nunca mencionas Las mejores novelas dominicanas, obra que sí se relaciona exclusivamente con la novelística. Eso sí, mencionas los títulos de Quince estudios de novelística dominicana (2006) y Lecturas de novelas dominicanas (2007), como también La narrativa de Roberto Marcallé Abreu (2006). Pero mencionar los títulos no significa conocer el contenido de esas obras. De haberlo conocido y estudiado de verdad, otras, pienso yo, hubieran sido tus apreciaciones de mi crítica. Es curioso, además, que, aunque hables de Julia Álvarez, nunca te refieras a mi colección de ensayos, La dominicanidad de Julia Alvarez (2002). Si no conoces este libro, déjamelo saber y te envío un ejemplar por correo rápido. Y es absurdo que, en tu afán de alabar a Junot Díaz y hablar de Viriato Sención, tampoco hagas ninguna referencia a mis ensayos sobre ambos. El ensayo sobre Viriato deberías por lo menos conocerlo, pues es el que me dio fama de crítico de mala leche, como sabes. Mencionas, claro está, mi ensayo acerca de Distinguida señora, de Carmen Imbert Brugal, y otros acerca de una que otra novelista, pero eso es porque aquí tu propósito es echarme en contra a las mujeres, para que me despedacen como al desventurado Orfeo de la fabula griega. ¿Cómo es esto? Por el simple hecho de que, en la pág. 94, siempre citando de Temas de literatura y de cultura dominicanas, me adjudicas una pésima opinión de las novelistas dominicanas. Lo haces manipulando dos citas: una que se refiere a la pobre calidad de los novelistas; otra, a la calidad de las novelistas. Nota que he dicho sólo “la calidad” en el segundo caso. Tienes que notarlo porque, si te vas a esas dos citas en el texto original (Temas…, pág. 12), te darás cuenta que ahí estoy poniendo la calidad de las novelistas por encima de la de los novelistas. En su contexto correcto, decía que la novelística producida por mujeres en el país no se conocía, y que eso era algo lamentable pues, según mi entender, algunas eran mejores novelistas que los hombres. Y, en efecto, desde un principio yo he sostenido una posición herética en la crítica literaria dominicana, una que dice exactamente lo que acabo de enunciar. Cuando hice pública esta tesis en un encuentro crítico de escritoras, ya para 1995, las organizadoras se regocijaron. Era, me expresaron, el primer critico que se atrevía a decir algo bueno acerca de las novelistas, a reconocerles sus méritos. En otro encuentro anterior, Ludin Lugo se me acercó para decirme bromeando que no sostuviera esa tesis en voz alta, si no quería que los novelistas me ahorcaran. Yo, amigo Avelino, si algo he hecho de que sentirme orgulloso como crítico ha sido sostener sin ambages esa tesis que señalo. Yo, por ejemplo, puse en el mapa novelístico a Carmen Natalia y a Melba Marrero de Munné, para no mencionar a Amelia Francasci, una novelista totalmente olvidada. ¿Qué otro crítico lo ha hecho? A veces he pensado que debo tener algo de masoquista en mí para haber seguido adelante por tanto tiempo con mi manía de escribir acerca de la novelística del país, cuando tanta gente se la pasa acusándome de tantas cosas malas y calumniándome por junta. Hubo un tiempo, en efecto, en que dejé de escribir sobre la novelística nacional. No tocaba novelas ni quería verlas. Por tres años se fueron acumulando sobre mi escritorio y, cuando ya no pude más, me vino la idea de enviárselas regularmente a mi amigo Carlos X. Ardavín, para que las depositara en la biblioteca de Trinity University, en San Antonio, Texas, donde enseña. Esa colección ha ido
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aumentando con el tiempo, y creo que es una muy buena colección, pues contiene originales con dedicatoria a mí y firma de sus autores. Yo simplemente me dediqué a la poesía, y sostengo que, en todos los sentidos, valgo más como poeta que como crítico literario. Sigo dedicado a la poesía y, ya que la musa últimamente se olvidó de mí, decidí incursionar en la traducción. He hecho traducciones al italiano y al inglés de amigos poetas, como también de Franklin Mieses Burgos y Manuel del Cabral. Todo este material está engavetado por falta de recursos o interés de otros en su publicación. En una ocasión, un novelista que había criticado acremente, visitó esta isla y me preguntó si había leído su última novela, a lo cual le contesté que no, aunque la tenía, y que era porque ya yo no estaba en eso. Supongo que se puso contento con la noticia. Si crees que ésta es sólo una anécdota chistosa, no lo es. A cada rato recibo por correo o a través de otras personas las novelas que se van publicando en el país y que los mismos novelistas me hacen llegar. Tengo de nuevo una pila encima de mi escritorio, pero sin ningún deseo de leerlas. Sigo enviándoselas a Ardavín, sin duda. Sin embargo, de vez en cuando me viene la gana y me animo a leer alguna. Muchas veces es porque se habla tanto de la obra que no me resisto a ver si es verdad todo lo que se dice al respecto. Leo siempre, por ejemplo, las novelas de Andrés L. Mateo. Las leo porque, aparte de ser buen novelista, quiero descubrir ciertas cosas que se quedaron pendientes con él desde sus primeras novelas. Leo todas las novelas de Marcallé Abreu, pues insisto que es el mejor novelista del país. Pero esa es sólo mi opinión, y no le exijo a nadie que la comparta conmigo. O leo ciertas novelas que se presentan dentro de alguna coyuntura especial, y que sería un crimen de mi parte dejar de leerlas. ¿Por qué traigo esto a colación? Simplemente porque, amigo Avelino, tú mismo estás también en ese jueguito, o sea, enviándome novelas tuyas para tantearme y ver si escribo acerca de ellas. Me regalaste Catedral de la libido y me llegó Tiempo muerto, como sabes. También, por los mismos fines, me has enviado tres veces Hasta el fin del mundo me iré, dos veces en el original y una en italiano. En ésta hasta aparezco como personaje, lo que te agradezco mucho, aunque tienes que admitir que no es el tipo de personaje que encaja bien con mi propio carácter. Pero en esto entra en juego tu imaginación de novelista, supongo. Ahora cabe preguntar: Si soy ese crítico tan fatal que dices, ¿cómo es que siempre me envías tus novelas? ¿No debería ser lo contrario? La respuesta a esta incógnita me la proporcionó alguien en una ocasión, cuando me dijo: Avelino se queja de tu crítica, pero él mismo reconoce que su Catedral de la libido empezó a venderse sólo después que salió esa reseña. Bueno, ahí lo tienes, querido amigo Avelino. Como tú, por ahí andan muchos novelistas dominicanos que me envían sus novelas por la misma razón tuya. Al final, creo que debería molestarme, pues es obvio que se me está usando como crítico: por delante, a la luz del día, se dicen muchas barbaridades en contra mía, mientras que por detrás, en la sombra, tal parece que a muchos les conviene que yo lea sus novelas y que diga algo, aunque sea malo, acerca de ellas. Entonces, si eso no es reconocerme como crítico válido, no sé lo que es.
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Vetas Digital Entrevista al escritor Dominicano Avelino Stanley
http://vetasdigital.blogspot.com/2007/01/entrevista-al-escritor-dominicano.html Por Clodomiro Moquete Santo Domingo, República Dominicana
Vetas.- Me gustaría que puedas rememorar tu infancia, y todavía antes que tu infancia tus raíces. Eres cocolo (1), un cocolo "jabao" (2), es decir, de tez clara. Ese color, ¿es por el lado del apellido Stanley o lo es por el Rondón? ¿Eres del "batey central" del ingenio azucarero o de un batey distante? ¿De cuál ingenio azucarero? AVELINO STANLEY.- Soy un hijo de la humildad por los dos costados. Mi madre es de la sección Machatalupe, de Higüey (Este de República Dominicana). Y mi padre, un cocolo que vino a República Dominicana a trabajar en la industria azucarera desde Nevis-Saint Kitts. Mi papá era hijo de una negra de Nevis y de un norteamericano (por lo que decía él, blanco de ojos verdes e hijo de puta como muchos yanquis) y, mi madre, una higüeyana muy buena moza ella. ¿El resultado? Heme aquí, este "jabao". Nací en La Romana y desde meses mis padres se radicaron en el Ingenio Consuelo (eso debe equivaler a batey central para ti). No niego mi suerte, y parte de esa suerte fue haber caído en manos de las monjas en el poblado de Consuelo, unas excelentes educadoras que vinieron del Cánada justo el año que yo nací, en 1959, y se radicaron allí, donde fundaron la Escuela Divina Providencia. Guiado por mis padres, y educado por ellas, ahí está la suerte: mi disciplina, mi formación, mi permanente sentimiento a favor de los más desposeídos, a favor de la justicia social. Clodomiro Moquete- Háblame de tu adolescencia. Como la generalidad de los muchachos dominicanos de la zona rural y suburbana, ¿hiciste tu carro de ruedas de jabilla? ¿Jugaste bolitas? ¿Embollaste el trompo? ¿Sabes lo que es un trompo sedita y un trompo carreto? Avelino Stanley- En el Ingenio Consuelo viví hasta los 14 años. De los carritos de rueda de javillas que hice, no resistía la fragilidad de las ruedas. De las bolitas que jugué, no me gustaban las discusiones que se armaban por la trampa. Hice muchos trompos y rompí muchos botones cuando los "recogía" y les tiraba a los botones para ganar; pero por igual, ese juego no me atrajo del todo. Mi gran pasión de niño, en lo que invertí muchísimas horas de mi infancia fue haciendo y volando chichiguas (cometas, papalotes). Siempre quería tener más y más hilo (mi padre me lo traía por bollitos desde el ingenio, pues trabajaba en la centrífuga, cerca de donde se cosían los sacos de azúcar) porque quería que mi chichigua fuera la que volara más alto, más lejos. Me encantaba verla allá, cerca de las nubes, lanzando "cabezadas" o "serenita", toda enseñoreada. ¡Qué pasión tan inolvidable! Esa pasión la fui sustituyendo por los clubes culturales, desde los doce años me atrajeron
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los clubes y en ellos, primero en el Ingenio Consuelo y después en La Romana (a partir de los catorce años) comencé a conocer las injusticias sociales. Recuerda que en La Romana el movimiento obrero fue cobardemente postrado por las fuerzas del “balaguerismo” (ref. J. Balaguer). Mi respuesta fue formar parte, desde esa edad, de grupos de poesía coreada. Las poesías que declamábamos, siempre, eran "poesía de protesta". De ahí me surgió la pasión por la literatura. Como ves, entre la pasión por la chichigua y la pasión por la literatura no hay diferencias, pues en ambas, con muchísima frecuencia, hay que estar en las nubes. Clodomiro Moquete- Vi en tu oficina un afiche en que aparece el rostro azorado de un mozalbete promovido por un grupo universitario al cargo de presidente de la Federación de Estudiantes Dominicanos, FED, en la UASD (Universidad Autónoma de Santo Domingo). En esos años de tu primera juventud, ¿cuál era tu militancia política? ¿Cómo fue aquella experiencia? Avelino Stanley- Como parte de la realidad que viví, desde muy joven tuve que trabajar. Sin abandonar mi pasión por la literatura, terminé involucrándome en el movimiento sindical que resurgió en La Romana cuando el PRD (Partido Revolucionario Dominicano) volvió al poder en 1978. Con la ausencia del método de las desapariciones de los dirigentes de allí, el PRD hizo lo mismo con el movimiento sindical. Lo pateó. Yo estuve entre los cancelados. Durante la lucha por la reposición, el abogado Fidias Aristy me recomendó irme a estudiar a la UASD. "Allí hallarás un escenario más propicio para tus inquietudes". Escuché sus consejos. Cuando llegué a la UASD, noviembre de 1980, acabando de cumplir en ese mismo mes 20 años, ya tenía definida mi militancia en el Partido Comunista Dominicano, PCD. Por supuesto, me enrolé con la organización estudiantil del partido, la Fuerza Juvenil por el Socialismo, FJS. Fue esa institución la que me postuló a la presidencia de la FED en 1986. Claro, sólo gané mucha experiencia. Buena experiencia esa y la de mi militancia, pues la formación teórica y la base moral se me acentuaron con esa militancia. Conocí allí mucha gente de gran corazón, como también algunos charlatanes, estos últimos tienen la virtud de colarse en todas partes. Clodomiro Moquete- ¿Cómo se inició tu aventura literaria? Estudiaste economía, tengo entendido. ¿Llegaste a la literatura por vocación o buscando otros horizontes? Avelino Stanley- En 1977, con dieciocho años, gané un premio de poesía en un concurso que organizó el Club Cultural José Ingenieros en La Romana. Luego, en diciembre de 1978, gané el primer premio de ensayos en el Concurso Literario de Navidad. Oye el título del ensayo: "Enfoque de la situación socioeconómica de la región oriental". Eso daba "comunismo full". A partir de ese momento comenzó mi militancia en el Círculo Literario Luciérnaga, que luego, al fundirse con el Círculo Literario Romanense, pasó a llamarse Colectivo de Escritores Romanenses. Justo para ese tiempo tuve que decidir qué estudiar. Como los familiares me insistían en que "los literatos se mueren de hambre", decidí
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estudiar economía para vivir de esa carrera y seguir escribiendo. Al final, cuando terminé la carrera, el primer empleo que conseguí, fue en la literatura, como corrector de prueba en la Editora Corripio. No sé si nací para carpintero, pero ahí me cayeron los clavos. Clodomiro Moquete- En noviembre de 2006 se cumplen 25 años de la publicación de tu primer libro. Bueno, ha sido una historia de mucho ajetreo y de trabajo intenso, lo sé. ¿Valió la pena haber publicado un libro hace 25 años? Avelino Stanley- Un libro a los veintidós años, como sabrás, es un libro que debe mirarse críticamente. Eso intenté hacerlo desde el primer momento. Todavía, después de unos nueve títulos publicados, lo he seguido haciendo. Y lo seguiré haciendo. El mejor espejo para un autor superarse, es mirar su propia obra sin pasión, con objetividad. Luego uno la compara con las primeras y con la buena lectura que se hace de la obra de los maestros, y ahí se da una magnífica fórmula para la superación. Pienso que lo que ha valido la pena no es haber publicado un libro hace veinticinco años, sino haber logrado que esa pasión se mantenga, que esa pasión esté incluso en un punto más alto.
Clodomiro Moquete- Participaste afanosamente en cuanto concurso literario aparecía en el horizonte. Y me dijiste una vez que lo hacías buscando el dinero de la recompensa. Después que eres un escritor que recibió un premio como el Nacional de Novela, por “Tiempo muerto”, ¿qué ha sido más importante, el mérito del premio o el signo de peso? Avelino Stanley- Sí, participé en concursos, pero creo que en vez de "afanosamente" diría que con mucho entusiasmo y, la verdad, no recuerdo haberte dicho que lo hacía "buscando el dinero". Pude decirte, y te lo reafirmo, que lo hacía buscando el reconocimiento. De concursos provinciales, regionales y nacionales debo tener más de diez premios (primeros, segundos y terceros lugares y menciones de honor). Sin embargo, siendo ya un adulto de edad y en la literatura, sólo exhibo tres premios que son los que considero verdaderos premios a mi obra de adulto. Esos premios son el Nacional de Novela, a “Tiempo muerto”, en 1997; el Premio Sin Fronteras, a la novela “Equis”, otorgado en el 2002 por la Asociación Mundial de Educación Especial con sede en Madrid, y el Premio Ciudad de Viareggio, al cuento "Piel acosada", en Italia. Por su puesto, siempre fue y sigue siendo mi norte escribir y dar a conocer lo que escribo, por tanto, creo que lo importante para mí es la difusión de mi obra. Clodomiro Moquete- Un cuento premiado en Italia, por una importante casa editora, una novela (“Al fin del mundo me iré”) publicada por la reconocida Editorial Planeta, y otras aventuras que sin duda desconozco, ¿te dan el toque en que puedes considerarte un autor satisfecho? Avelino Stanley- En la vida de un creador la satisfacción no debe existir. Puede existir
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satisfacción con una obra determinada. Pero la satisfacción como una totalidad no debe existir, porque entonces vendría el conformismo y luego el descenso de la obra. Siempre, todo creador, debe entender que su obra siguiente tiene que superar la anterior. Eso es lo que creo y eso es lo que hago, crear más, pero con más calidad. Clodomiro Moquete- Tu función oficial, en una subsecretaría tan demandante como la de Creatividad y Participación Popular, ¿qué ha sido como experiencia para un intelectual? ¿Estás satisfecho? Avelino Stanley- La experiencia ha sido invaluable. Porque en esa posición he podido conocer mejor la realidad del quehacer cultural en República Dominicana y en otros países. Un problema muy generalizado en toda América Latina, y que también es parte nuestra, es la urgente necesidad que existe de formar académicamente la gente que quiere dedicarse a la gestión cultural. En gestión cultural, como en cualquier otra rama social, no se puede actuar en base al empirismo. Por tanto, no podría estar yo conforme sabiendo que esa realidad lacera el quehacer cultural en general del país, el público, el privado y el de cualquier gestión. Trabajamos en transformaciones de muchas situaciones que lo requieren con urgencia, incluida la formación. Esperamos dejar un aporte. Clodomiro Moquete- Después de dos años de gestión en la Secretaría de Cultura, ¿qué debe hacer José Rafael Lantigua que no ha hecho? ¿Qué debe corregir el secretario de Cultura? Avelino Stanley- Clodo, recuerda que son dos años, pero partiendo de cero. Los amigos de la gestión anterior, que partieron de cero porque iniciaron la Secretaría de Cultura, se quedaron en el intento. Entonces, partiendo de cero, el Secretario José Rafael Lantigua ha tenido que comenzar por reorganizar la casa, por remozar las edificaciones, por enfrentar el desorden en lo administrativo y en las estructuras de la Secretaría. Eso consume tiempo y energía. Sin embargo, a dos años, puedes ver que no solo hay realizaciones de acciones, sino que esas realizaciones son con acciones y transformaciones. Te pongo sólo cuatro ejemplos, entre muchos otros. En Patrimonio Cultural se ha reorientado todo el ordenamiento que había allí para dirigir la conservación de lo que es nuestro patrimonio cultural tangible e intangible. En Bellas Artes ya se ha concluido con una revisión curricular de la enseñanza de arte, pues los programas eran de la era de Trujillo (19301961) y en este 2006 ya se iniciaron las clases con nuevos programas. En materia de carnaval, se está cambiando el caos por la organización a la par que se acentúa la creatividad y la conciencia por la identidad en esa importante manifestación folklórica. Y, la Feria del Libro, el mejor y mayor espejo de la gestión actual, fue transformada y superada en la versión del 2005. En estos momentos está entre las dos mejores ferias del libro en América Latina. Como puedes ver, no solo se trabaja en realizaciones, sino con la conciencia de que esas realizaciones busquen las transformaciones que nos inserten en el logro de un desarrollo cultural. Siempre habrá crítica, pero creo que el Secretario Lantigua
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tiene la visión de conducir la cultura por la autopista que demanda el momento. Clodomiro Mioquete- Ya me contaron que tienes una mansión de lujo en un balneario de primera categoría en una zona turística de primera clase. La pregunta no tiene mala leche, puedes creerlo, pero no sé cómo conseguiste tanto dinero para una inversión como esa. Avelino Stanley- Mi respuesta ha de ser un estímulo para los que escriben. Mi esposa, Vicky, cuando comenzamos en 1998, como vio que yo regalaba los libros me preguntó: "¿Oh, y con qué tú me vas a mantener?" Y yo: "¡Es que los libros no se venden en este país". "Pues hagamos algo, me dijo ella, yo tomo la venta de los libros, la fama es tuya y el dinero es mío". De esa manera armó una maquinaria de venta en lectores amigos y en centros de estudios de todo el país. Eso te explica que mis libros tengan reediciones frecuentes, incluidas unas quince reimpresiones de “Tiempo muerto”. Vendiendo libros construimos la casa, que es además donde vivimos. ¡Ah! Y algo que no dijiste… Clodomiro Avelino
Moquete-
Stanley-
Que
¿Qué
la
Clodomiro
casa
cosa
también
es
Moquete-
a
no prueba
de
¡Ah!
dije? terremoto. ¿sí?
Avelino Stanley- Sí, porque fuimos vendiendo libros y construyendo. Y el momento más fuerte, el que demandaba más recursos, fue precisamente en los dos últimos años del gobierno del Hipólito Mejía, que duró de 2002 a 2004, un verdadero terremoto en donde el que no cayó fue por fuerte. Y en medio de ese terremoto levantamos la casa. Clodomiro Moquete- Tú siempre con tus vainas, Avelino. Dime, ¿Tu disciplina te ha permitido
seguir
escribiendo
a
la
par
que
tu
vida
de
empleado
público?
Avelino Stanley- Claro que sí. Porque la ventaja de la pasión por un oficio es que eso se hace parte de la forma de vida de uno. He corregido bastante un libro de cuentos que tengo inédito; he escrito una novela y he boceteado otra con bastante detalles. He escrito varios artículos. Pero, sobre todo, lo que más he escrito, como te debes imaginar, son informes. Clodomiro Moquete- ¿Qué podemos esperar que salga hoy de un tintero de 25 años? Un escritor con 25 años de experiencia y con una novela tan universal como “Al fin del mundo me iré”, ¿se irá por un nuevo derrotero? Avelino Stanley- En el libro inédito de cuentos se trabaja bastante con las distintas formas de fe que hay en la República Dominicana y en el Caribe. La novela ya escrita, de la que todavía prefiero no dar pistas, es un tema que yo no había tratado. Y los temas que
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tengo en el tintero, sí, son dominicanos, son caribeños, pero todos son nuevos. Sólo te advierto que necesito mucha tinta, pues los temas pendientes son diversos.
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