PSICOLOGÍA, PSIQUIATRÍA
Y PSICOANÁLISIS
PSICOPATOLOGÌA GENERAL
KARL
JASPERS
PSICOPATOLOGIA GENERAL T raducción de la quinta edición alem ana por el
Dr. ROBERTO O. SAUBIDET D e l H ospital N acional d e Alienadas, Buenos Aires
y
DIEGO A. SANTILLÁN
CUARTA EDICION R EIM PR E8IO N
EDITORIAL í
\ BET A
B u en o s A ir e s
TrruLo
d e l o r ig in a l e n a le m a n : " A llg e m e in e P s y c h o p a t ö lo g ie ” C opyright by
E d ito r ia l B e ta
Buenos A ires
1977
H echo el deposito de L ey
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
JUSTIFICACIÓN DE LOS TRADUCTORES “Yo no entiendo m ucho d e eso, pero .publíquelo, que parece ser muy im portante” . Con estas palabras despidió Nissl, el famoso neuropatólogo, al joven psiquiatra que le interrogaba sobre el m érito de las pruebas que h ab ía som etido al juicio del maestro. Y tenía razón Nissl. Q uién sabe si llegó a com prender la trascendencia d e ía obra que h abía de juzgar, pero au n sin “entender m ucho de eso” alentó con su enorm e autoridad la publicación de la p rim era edición de la Psicopatología general qUe, desde ese año 1913 en adelante, se iba a transform ar en la p u erta de e n trad a ineludible a toda form ación psiquiátrica seria. E n las ediciones de 1919y 1922 aum entó el volumen prim itivo del libro llegando en esta últim a — la tercera— a contar 458 páginas (en a le m á n ). L a solidez de la obrá, la am plitud de la visión y en especial el enfoque metodológico le daban caitácter de definitiva. De esta edición se hizo la excelente traducción francesa (Félix Alean, 1933) difundida entre nosotros. Pero Jaspers era desde 1921 titu lar de filosofía en Heidelberg y toda su actividad intelectual, desde entonces, le m antuvo alrededor de los más centrales problemas filosóficos. Por eso sorprendió al m undo psiquiátrico la edición de 1946. Por sugestión de F. Springer, de la célebre editorial que ya 30 años antes le había apoyado ju n to con W ilm ann en la prepa ración de la p rim era edición, pudo, ayudado p o r K. Schneider y Oehlkers, no ya reelaborarla sino m odificar “u n a vez más el conjunto” . N o nos corresponde como traductores y menos en este lugar, com entar la obra ni presentar al autor. Rem itim os al lector a los trabajos de H onorio D elgado — el sudam ericano que m ejor conoce a Jaspers— y en especial a v. X , n. 4, p. 413 de la Revista de Neuropsiquiatría de Lima, donde, aunque en form a sucinta, estudia la presente edición. N uestra labor, con ser ardua, es m ás modesta. Damos en español el pensam iento de Jaspers. H abía que hacerlo. Resulta penoso ver gene raciones de jóvenes bien intencionados que, por no conocer el idioma, se h an visto obligados a prescindir del m ás profundo pensador psiquiátrico contem poráneo. Ju n to a las habituales dificultades de toda traducción del alem án (jam ás será posible decir exactamente lo mismo en idiomas dife« rentes), en Jaspers hemos tenido perm anentem ente u n a que a veces parecía
u p erab le: y es »que el rigor term inológico es precisam ente u n a d e las -eas m ás im portantes que él m ismo se im pone p a ra recién entonces ie n ar los métodos. Nos apresuram os a reconocer que tal im pedim ento mosr podido superarlo — dentro de nuestras posibilidades— utilizando m inos y a acuñados p o r las últim as generaciones de psiquiatras españoque conocen ta n bien la m o derna psiq u iatría alem ana. E n algunas tas aclaram os nuestras mayores d udas — en especial con Sarro y López :>r— pero el núm ero total es excesivo p a ra nom brarlos uno p o r uno. E n aspecto filosófico, nuestra m ejor fuente de term inología española la Demos al grupo que ju n to a O rteg a y Gasset tra d u je ra p a ra R evista de tridente y que, al menos en p arte, con tin ú a tra b a ja n d o en las ediciones 1 Fondo de C u ltu ra Económ ica de M éxico. H acia el final de la obra se q u eja Jaspers de la fa lta de u n a figura nial en la historia de la psiquiatría. Pensam os nosotros que él mismo u n a figura genial. E n la necesidad im postergable de poner al alcance 1 lector español su obra psiquiátrica m ás im portante, encontram os lestra m ejor justificación. R. S. D. A. S.
PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN Este libro quiere dar una visión de conjunto del dominio entero de la psic o patología, de los hechos y puntos de vista de esta ciencia; y además abrir a los interesados un acceso¡ a la bibliografía. E n lugar de exponer dogmáticamente los resultados obtenidos, quisiera introducir predom inantem ente en los problemas las cuestiones que se plaritean y los métodos; en lugar de un sistema en base a una teoría, quisiera dar¡ un ordenam iento fundado en el conocimiento metodológico. ■E n la psico patología existe una señe de modos de consideración de las cosas, una serie de caminos paralelos que se com plem entan, pero sin per* turbarse m utuam ente. M is esfuerzos se dirigieron a la particularización de esos caminos, a su separación neta, lo m ism o que a la exposición de la multilateralidad de nuestra ciencia. Se hizo el intento de señalar su puesto a todas las tendencias empíricamente fundadas, a todos los dominios psicopatológicos de interés, para procurar al lector — en tanto que posible— una vñsión real d e toda la psico patología, no una opinión m eram ente peirsonal, una escuela o una corriente de moda. En m uchas partes no se ha podido eludir sim plem ente el registro de relatos de hechos hasta aquí comprobados, todavía inconexos y de algunos ensayos todavía titubeantes. E s sin embargo peligroso estudiar en psic opatolo gía solamente el tem a; no hay que aprender psicopatología,sino observar, interrogar, analizar y pensar psico patológicamente. Quisiera ayudar a los estudiantes a hacerse de un saber ordenado, que ofrezca el punto de vincu lación en los nuevos fenóm enos observados y que haga posible situar e> nuevo saber que adquieren en el “lugar” correspondiente. K arl
H eidelberg, àbril 1913.
J aspers.
DEL PRÓLOGO D E LA SEGUNDA EDICIÓN . . . La exigencia fue diversamente aum entada por los ejemplos. Pero nte todo se dedicó esmero a la elaboración conceptual ulterior de nuestro tamen psico patológico. Las confusas generalidades que arrastramos son imerosas. H e intentado aclararlas en lo posible. Pero las intenciones -ofundas que se expresan a m enudo en ellas, no deben ser sim plem ente legadas y dejadas de lado cuando no se llega a su pleno'esclarecimiento. E l detallado resumen del contenido, el registro de nombres y la diver dad de tipos de' impresión deberán hacer destacar en (a lectura prime* m ente lo interesante, pasando po r alto, según la necesidaid, las meras 'lomeraciones de material, y tener en cuenta las discusiones de conceptos te se hallan en otro lugar. Los diversos capítulos tratan de m antener un m to de vista propio; pero se com pletan en la m edida en que los conptos empleados inevitablem ente en m uchos pasajes no se vuelven a definir cada lugar. Desde el punto de vista médicp se ha expresado la opinión que este ro es difícil para los estudiantes, porque se tratan en él tam bién los oblemas últimos y más graves. Frente a éso mantengo la convicción de e una ciencia se puede entender por com pleto, en sus problemas centra, o ño se puede corrí,prender en absoluto. Considero repudiable ajustarse lemasiado bajo nivel. Hcty que tener en cuenta a los estudiantes ver daA ros, a los que estudian por la cosa m ism a, aun cuando sean una minoría, profesor debe forzar a los estudiantes a elevarse al nivel de lo cientí7 . Esto es contrariado por los compendios, que trasmiten “para, la íctica” un saber aparente externo y fragm entario que a veces es tam bién is peligroso en los hechos que el desconocimiento total. N o se debe strar sólo una fachada de la ciencia. E n la decadencia de la instrucción 'el trabajo intelectual en nuestros días, es un deber no concertar ningún npromiso. Este libro ha encontrado realmente el camino hacia los estuntes; m e siento justificado para desearlo tam bién en lo sucesivo en sus nos. K arl Ja s p e r s .
H eidelberg, septiem bre de 1919.
DEL PREFACIO DE LA TERCERA EDICIÓN = . . .E n lo demás, el carácter metodológico del libro siguió siendo deci sivo, H a y que aprender, en el diluvio de las razones psico patológicas, lo que se sabe y lo que no se sabe, cómo y en qué sentido y en qué límites se sabe algo, con qué medios es adquirido y cimentado ese saber. Porque la ciencia no es un frasco liso de exactitudes equivalentes e iguales, sino un ordenamiento estructurado de especies m u y distintas de validez, de importancia y de esencialidad. K arl J a s p e r s . H eidelberg, noviembre de 1922.
PREFACIO DE LA CUARTA EDICIÓN E l propósito de este txigiój sin embargo, una m agnitud del trabajo de psico patología como por básicos.
libro ha permanecido inalterado. L a realizador reforma co m p eta . Era necesaria tanto fror la investigación hecho desde hace dos decenios en el ahondam iento de mis propios conocimientos
E l libro se ha planteado un alto objetivo. Desearía satisfacer, en rela ción con su objeto, la exigencia de la voluntad universal de saber. Quisiera servir a los médicos y a todos los que tienen que tratar con el hombre temáticam ente. L a tarea consistió en apropiarse el m atetial elaborado por la investiga ción, en adquirir y ofrecer vivam ente un cuadro total. L o que se presenta en prim era línea a los psiquiatras, luego a los internistas, a los psicólogos, a los psicoterapeulas, finalm ente a los biólogos y a los filósofos sobre las almas hum anas enfermas, tuvo que ser m editado en sus fundam entos y reunido en una estructura ajustada a la realidad; el medio de unificación fue la ilustración metodológica. L a tarea en todo su alcance serió, cum plida cada vez y siempre iólo im perfectam ente. Empero que lo haya logrado mejor que antes. Agradezco al profesor K u rt Schneider de M unich (x). Con su aguda crítica y sus preciosas, indicaciones no sólo m e ha dado sugestiones, sino que alentó m i trabajo con su actitud aprobatoria y estimulante. A l profesor Oehklers de Freiburg debo información y esclarecimiento en discusiones sobre problemas biológicos. E l capítulo sobre la herencia fué revisado y mejorado por él..
Dt>y gracias u m i editor, el D r. F erdinand Springei*. Por su deseo presado en 1941 de v$r reelaborado el libro confeccionado hace treinta, os a iniciativa suya y de W ilmanns, y por la liberalidad con que me jó en cuanto a la m agnitud de la obra y al tiem po para -el trabajo, fué fpertado m i impulso. Después de haber vacilado, fu i dom inado cada z más por la tarea de proyectar, en lugar de una simple reelaboración, i conjunto enteramente nuevo. ; E l profesor Cari Schneider me ha aliviado el trabajo gratamente por autorización para el libre uso de la biblioteca de la Clínica neuropsiquváca de Heidelberg y por la buena disposición que ha mostrado siempre nbién frente a las dificultades en la adquisición de libros. K arl
J aspers,
Heidelberg, julio 1942.
E l libro, terminado en 1942, no pudo ser impreso entonces. Ahóra nece en la form a preparada sin alteraciones ni tachaduras. Sólo he regado algunas pocas indicaciones sobre la bibliografía de los últimos >s. K arl Ja spe r s Heidelberg, marzo 1946.
ABREVIATURAS DE LOS TÍTULOS DE REVISTAS Arch. Psychol. (D .) AU. Z. Psychiatr. AUg Z . Psychiatr. D tsch. med. Wschr. Dtsch. Z. Nervenk. Fschr. Neur.
J. Psychiatr. Jb. Psychiatr. (O .) Mschr. Krim inalbiol. usw. Mschr, Psychiatr. M ünch. med. "Wschr. Neur. Zbi. Psychiatr. neur. Wschr. Z. angew. Psychol. Z. Neur. Zbl. Neur. Zbl. Nerven'hk usw. Zbl. Psychother.
A rchiv für Psychiatrie. A rchiv Jiir die gesam te Psychologie. A llgem eine Z eitschrift für Psychiatrie. D eutsche M edizinische W ochenschrift. D eutsche Z eitschrift fü r Nervenheilkunde. Fortschritte der N eurologie, P sych iatrie"und ihrer G renzgebiete. Jahrbücher für Psychiatrie und Neurologie. Journal fü r Psychiatrie und Neurologie. M onatsschrift für Krim inalbiologie ( antes M onatsschrift fü r K rim in al psychologie und S trafrech tsreform ). M onatsschrift für Psychiatrie. M ünchener M edizinische W ochenschrift. Neurologisches Z en tralblatt. Psychiatrisch-Neurologische W ochenschrift. Z eitschrift für angewandte Psychologie und Charakterkünde. Z eitschrift für die gesamte N eurologie und Psychiatrie. Z en tralblatt fü r die gesam te Neurologie und Psychiatrie. Z en tralblatt für N ervenheilkunde und Psychiatrie. Zentralhlatt für Psychotherapie.
Las demás revistas, lo mismo que éstas, son citadas de acuerdo a la nomen clatura de P eriódica m edica y se las reconoce sin dificultad.
E n esta introducción se actualizará el espacio abierto en que se mueve el conocimiento psicopatológico. N o se echará el cim iento firm e en el que se h ab rá de levantar el edificio; pues el cim iento propio correspondiente" se d a rá en cada uno de los capítulos. No se inform ará tam poco sobre experiencias, pero se in ten tarán discusiones sobre los modos de las expe riencias y sobre el sentido de la psicopatologia general. § 1.
D elim itación de la psicopatologia general
a) L a p siq u iatría como profesión p ráctica y la psicopatologia como ciencia. E n la profesión psiquiátrica p ráctica, se tra ta siempre de los seres hum anos individuales y enteros, ya sean puestos a disposición del psiquiatra p a ra la custodia, la atención y. la curación, o haya de hacer un peritaje ante los tribunales, ante otras autoridades, ante la ciencia de la historia sobre u n a p erso n alid ad ,'y a sea porque el enferm o acu d a á su consejo en el consultorio. M ientras su trabajo entero tiene que ver* con u n caso individual, tr a ta el p siquiatra de estar a la a ltu ra de las exigencias que se le hacen en tales casos individuales; en cambio el psicopotólogo queda en el dominio de los conceptos y las reglas gene rales. El psiq u íatra en la vocación p ráctica es u n a personalidad viviente, que capta y actúa, p a ra lo cual la ciencia sólo es u n m edio auxiliar; en cam bio p a ra el psicopatòlogo esa ciencia es en sí m ism a el objetivo. Sólo busca conocer, caracterizar y analizar, pero no al hom bre particular, sino al hom bre en general. N o p reg u n ta sobre la utilidad de su ciencia como medio auxiliar — eso se establecerá por sí mismo con el progreso de los resultados— , sino que se preocupará de reconocimientos, de verdades, de lo obligadam ente demostrable, o de lo claram ente distinguible. . N o quiere la interpretación afectivá o lai em patia (E in fü h len ) o la contem plación o visión en sí — esto sólo es p a ra él m aterial, cuyo rico desarrollo le es indispensable— , sino que busca lo expresable en conceptos, lo com unica ble, lo que se puede exigir en reglas y se d e ja com prender en algunas relaciones. Esto le pone p o r u n lado límites que tiene que conocer, p a ra no traspasarlos indebidam ente, le d a p o r o tra p a rte u n amplio dom inio que tiene el derecho y la obligación de tom ar enteram ente en posesión. Sus límites consisten en que no puede disolver nunca enteram ente al
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hom bre individual en conceptos psicológicos. C uanto más llega a con ceptos, cuanto más reconoce y caracteriza como típico, regular, tanto más reconoce que en todo individuo se oculta algo incognoscible p a ra él. Como psicopatólogo, le basta saber de la infinitud inagotable de todo individuo; como hom bre puede, independientem ente de ello, ver todavía más; pero si otros ven más, algo incom parable, no debe hacerlo e n trar en la psicopatología. Las valoraciones éticas, estéticas, metafísicas, sobre todo, son p or completo independientes de las valoraciones y de las disecciones psioopatológicas. Pero tam bién, ap arte de tales valoraciones, que no tienen n ad a que ver con la psiquiatría en general, las opiniones instintivas, u n a intuición personal que no se puede com unicar, juegan u n papel en las profesiones prácticas. Se ha acentuado que en psiquiatría, por m uchas razones, todavía no nos encontramos en la etapa de la ciencia, pero que la “pericia” ( K ennerschaft) significa más aún. La ciencia exige el pensam iento conceptual, que es sistemático y comunicable. Sólo en tanto que se haya desarrollado tal pensam iento puede darse la psicopatología como ciencia. L o que en psiquiatría es “pericia” y arte, que no puede ser expresado, sino a lo sumo transm itido a individuos receptivos en el tra to personal, no es objeV. tam poco de exposición en libros y no puede encontrarse lógicamente en ellos. L a enseñanza psiquiátrica es más que comunicación de conocimientos conceptuales, es más que enseñanza científica. U n libro sobre psicopatolo gía sólo puede ofrecer ciencia y es valioso únicam ente en tan to que hace eso. Con clara conciencia de la im portancia de la pericia p a ra la práctica y p a ra todo análisis de los casos individuales, sólo queremos lim itarnos aquí, conscientemente, a lo que §e puede adquirir de modo científico. El dominio de la psicopato.'ogía se extiende así, también, a todo lo anímico que se puede c ap tar en conceptos de significación constante y de comunicabilidad. Poco im porta que el mismo fenóm eno objeto de con tem plación estética, de valoración ética o de interés histórico, sea inves tigado tam bién psicopatológicam ente. Se tra ta de dos mundos que no se estorban en absoluto. E n tre pericia y ciencia, además, no existe ninguna frontera definitiva, más bien se mueve la fro n tera de la ciencia cada vez m ás allá en la pericia. Pero la pericia no es relegada nunca por eso, sino que adquiere nuevos dominios. Allí donde la ciencia es posible, la preferirem os siempre a la pericia. L a pericia personal, intuitiva ‘— que naturalm ente se equivoca m uy a m enudo— , la desaprobarem os en todas partes donde puede ser reconocida lo m ismo científicamente. El objeto de la psicopatología es el acontecer psíquico realm ente cons ciente. Querem os saber qué y cómo experim entan los seres hum anos, que remos conocer la dimensión, de las realidades anímicas. Y no sólo el
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vivenciar ( erleben) de los hombres, sino que tam bién queremos inves tigar las condiciones y las causas de las que depende, las relaciones en que está y las m aneras como se expresa objetivam ente. Sin embargo, no es nuestro objeto todo acontecim iento psíquico, sino sólo el “patoló gico” . Lo mismo que en un problem a p articu lar de la m edicina som ática resulta dudoso si el objeto es fisiológico o patológico, y la fisiología y la patología están realm ente sometidas la u n a a la otra, y tra b aja n con los mismos conceptos fundam entales, invadiéndose m utuam ente sin fronteras precisas, tam poco están separadas en principio la psicología y la psicopa tología. Corresponden u n a a o tra y aprenden u na de otra. N o hay nin guna fro n tera estricta entre ellas, y muchos problemas son elaborados tánto por psicólogos como p o r psicopatólogos. Esto se debe a que el concepto de la enferm edad no es unitario, que hay diversos conceptos de enferm edad, y que todos ellos, que pueden ser captados de modo preciso teóricam ente, tienen que ad m itir en la aplicación a la realidad- casos fron terizos y transiciones. N o atribuim os ningún valor a un concepto preciso de la enferm edad psíquica y nos entregamos ante todo al hábito de la división del trab ajo hecha hasta la actualidad en la elección de la m ateria. No atribuim os ningún valor cuando se dice que tam bién otras cosas son morbosas, o que esto o aquello no es morboso. E n la discusión del con cepto de enferm edad ta n sólo entrarem os en la últim a p arte del libro. Confesamos de antem ano que tenemos que proceder a veces con cierta arbitraried ad en la separación de nuestro m aterial del dom inio total de la psicología, al que pertenece la psicopatología, como la fisiología p a to lógica a la fisiología. b) Psicopatología y psicología. L a psicología estudia la llam ada vida psíquica norm al. U n estudio de la psicología es p a ra el psicopatólogo ta n necesario en principio como un estudio de fisiología p a ra el an a tom opatólogo (1). El hecho que esto no se haga realm ente en muchísimos (1) No podemos, ciertam ente, mencionar un libro sobre psicología que pudiera servir al mismo tiempo como un complemento para el estudio de la psicopatología. La psicología, lo mismo que la psicopatología, está dividida en muchos campos. H ay que conocer los partidos y los objetos unos tras otros para saber algo de psicología. Para los problemas psíquicos conexionados con la fisiología de los sentidos y los fenómenos corporales, la Psicología fisiológica de W u n d t , anticuada en muchos aspectos, es la obra principal. I l n tanto que co m p leto ,. el m anual de E b binghaus (en la nueva elaboración de B ü h le r) debe ser_ preferido. N o en el principio, pero nueva en la pureza metodológica, es la fundameotación fenomenológica de las investigaciones psicológicas fomentada por H u s s e r l, En la misma dirección hay muchos trabajos de la escuela de K ülí >íe, U n a breve exposición popular de esa tendencia de la investigación la da M esser : E m pfindung und D enken. Para la introducción en partes seleccionadas de la psicología m oderna, el libro de B u m k e : Psycholo gische Vorlesungen, bien escrito, inspirado por un sentido de realidad {Wiesbaden, Bergmann, 1919)._ Los modernos manuales son recomendables con reservas, pero es apropiado para tener una visión de la bibliografía el Lehrbuch der experim entellen, Psychologie, de S. J . F röbes (Freiburg, 1er. vol. 1917; 2? vol., 1920). M esser, A .: Psychologie (7-9 m il, S tuttgart, 1922). E lsenhans , T h .: Lehrbuch der Psychologie, 3» edición (por Giese, G ruhle y Dorsch, Tu* binga, 1937).
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casos, se debe a que la psicopatología elabora m ucho que no es tom ado todavía en lo “norm al” correspondiente por la psicología, y que en muchos casos el psicopatólogo, buscando en vano consejo en la psicología, tiene que hacer su propia psicología. L a psicología oficial se ocupa, con lim itación excesivamente estricta, casi sólo de procesos tan elementales que en las verdaderas enferm edades mentales pocas veces son perturbados, fu era de los casos de lesiones lieurológicas, orgánicas, del cerebro. El p siq u iatra necesita u n a psicología' de horizonte más amplio, que le transm ita el pensam iento psicológico d e los milenios y que comience a abrirse cam ino nuevam ente tam bién en la práctica oficial. c) Psicopatología y m edicina som ática. El objeto de la psicopa tología, decíamos, son los procesos psíquicos reales, sus condiciones y cau sas y sus consecuencias. L a investigación de las conexiones lleva necesa riam ente a la representación teórica de los mecanismos extraconscientes y, finalm ente, en muchos casos a los procesos corporales palpables como causas más lejanas de los fenómenos psíquicos. C uerpo y alm a form an u na unidad indisoluble hasta en cada proceso aislado. E stán en u n inter cambio recíproco, en psicopatología m ucho m ás que en psicología normal. Por u n a parte son fenómenos corporales que ordinariam ente se les tom a por puram ente físicos, codependientes de los procesos psíquicos, p o r ejem plo el proceso de la digestión, la m enstruación, todo el estado alimenticio, incluso quizás en ciertas circunstancias la m ayor p arte de las funciones corporales. Por o tra p a rte los más altos procesos psíquicos tienen sus causas parciales en las condiciones físicas. Esas relaciones h an tenido p o r consecuencia la estrecha vinculación de la psicopatología con la m edicina somática. D ejando de lado que el tratam ien to de los seres hum anos p a rti culares exige naturalm ente u n a form ación m édica a fondo, no se puede adquirir u na visión de las causas de los procesos del alm a sin conocimiento de las funciones físicas, especialmente de la fisiología del sistema nervioso. Así la neurología, la m edicina in tern a y la fisiología son las ciencias auxi liares rriás im portantes de la psicopatología. N o obstante esta relación entre la investigación de las funciones corpo rales, hasta las más altas funciones de la corteza cerebral, y la investiga ción de la vida psíquica, a pesar de la innegable unidad íntim a de lo psí quico y lo corporal, no hay que olvidar sin em bargo que am bas series de investigación no tropiezan nunca de m an era que se pu eda h ab la r de u n a subordinación de determ inados procesos psíquicos a determ inados procesos corporales, de u n paralelism o de fenómenos psíquicos y físicos. Es como cuando se explora u n continente desconocido desde dos partes, pero los
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exploradores no se encuentran, porque qu ed a siem pre entre ellos u n vasto territorio im penetrable. D e las cadenas causales entre lo psíquico y lo corporal conocemos siempre únicam ente los eslabones terminales. D esdé ambos se avanza m ás allá. L a neurología h a reconocido que la corteza d el cerebro, ju n to con el tronco cerebral, es el órgano corporal m ás subordi n a d o a lo psíquico y h a llegado en la doctrina de las afasias, agnosias y apraxias a las más altas etapas de su vida de indagación, pero parece casi como si, cuanto m ás avanzase, tan to m ás am pliam ente retrocediese de ella lo psíquico. L a psicopatologia .persigue lo psíquico hasta los límites de la conc iencia, pero en esos límites no puede h allar absolutam ente ningún proceso físico que corresponda directam ente a las ideas delirantes que se presentan espontáneam ente, a los afectos espontáneos, a las alucinacio nes, etc. E n numerosos casos que se acrecientan con el conocimiento cada vez mayor, la causa de las alteraciones psíquicas es hallada en las enfer medades del cerebro, pero luego se dem uestra siempre que esas enferm eda des del cerebro no están vinculadas a determ inadas alteraciones psíquicas, sino que en ellas se producen casi todos los cambios psíquicos posibles, aun cuando tam bién es distinta la frecuencia (por ejemplo en la parálisis). En resum en, se desprende de estas observaciones que es absolutam ente necesario pensar, en la investigación de las alteraciones corporales, en las causas psíquicas y, en la investigación de los cambios psíquicos, en las causas físicas. Como la neurología y la m edicina in tern a tienen que ser estudiadas independientem ente p o r todo psicopatòlogo, renunciam os a d a r aquí algunos principios elementales e insuficientes sobre cosas neurológicas y de m edicina intern a, que se pueden estu d iar m ejor en los numerosos libros de texto (la investigación neurològica, la teoría de las alteraciones pupilares, los reflejos, las perturbaciones de la sensibilidad y de la motilidad ). Pero además se exime este libro p o r principio de la servidum bre en que se en cuentran la form ación conceptual psicopatologica y el m odo de investigación y enfoque — en base ai dogma: “L as enferm edades m en tales son enferm edades del cerebro”— frente a la neurología. N uestra tarea científica ú nica no es u n a construcción sistem ática im itada de la neurològica con la perm anente visión del cerebro — u n a construcción q ue llegó a ser cada vez más fantástica y al mismo tiem po cada vez m ás super ficial— 3 sino u n desarrollo de los puntos de vista p a ra la investigación de las cuestiones y problem as, de los conceptos y relaciones desde los fenó menos psicopatológicos mismos. Es p a ra nosotros comprensible que ten dremos estrechas vinculaciones con los problem as neurológicos (dependen cia de algunos defectos psíquicos particulares de afecciones cerebrales localizables: afasias, etc., reconocim iento de algunas enferm edades m en tales como apoyadas en enferm edades cerebrales: parálisis, arterioesclero-
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sis, etc., hipótesis de la misma relación en muchos otros casos: demencia precoz). d) M etodología. Filosofía. La psicología y la m edicina somática son las dos ciencias a las que está más estrecham ente ligada la psicopatoIogía. Relaciones más lejanas las tiene, naturalm ente, como cualquier o tra ciencia, con todos los dominios del conocer hum ano. Destacamos uno solo de esos dominios a causa de su significación especial: el sentido (Besinnung) metodológico que se adquiere en la form ación filosófica. En la psicología tan to como en la psicopatología, existe el hecho que se pueden hacer pocas afirm aciones, quizás ninguna afirm ación, que no sean objetables de algún m odo o en alguna parte. Si por tan to alguien quiere asegurar m ejor el derecho de sus afirm aciones y descubrimientos y elevarlos por encim a de la oleada de las fantasías psicológicas que ap a recen todos los días, debe ofrecer casi siempre al mismo tiem po conside raciones metodológicas. Pero no sólo la afirm ación particular, sino ta m bién cualquier método en la psicopatología es ocasionalmente disputado. Y a es mucho cuando dos investigadores están de acuerdo sobre el método y sólo disputan en torno a u n hallazgo adquirido gracias a él de u na m a nera entonces siempre fecunda. C o m parada con esta situación en que se encuentra la psicopatología, la investigación som ática en la psiquiatría m archa en nuestros días por caminos firm em ente cimentados, constantes. Innum erables colaboradores aspiran a los mismos fines en la histología del sistema nervioso central, en la serología, etc. E n cam bio se discute oca sionalmente hasta la posibilidad de u n a psicopatología. Se h an hecho oír voces que sostienen que desde hace tiem po no se h a avanzado en ese terre no y que no se puede avanzar, pues se tra ta en todas partes de “psicología vulgar” , sólo aprovechable p a ra fines psiquiátricos, que estaba y a en pose sión de los viejos psiquiatras. Se aferran a los fenómenos corporales recién descubiertos p'ura ir m ás allá tam bién en lo psíquico, o se espera todo de experimentos, en los que finalm ente sale a luz algo contable, visible, u n a curva. Sólo u n a cosa no hacen esos críticos: no se ejercitan en el análisis psicológico y no em plean el trab ajo m ental considerable que es necesario todavía en el arte de la observación psicológica, p a ra esclarecer suficientem ente y adqu irir conceptos y diferencias comunicables, fu n d a mentos de todo conocim iento ulterior. En este estado de cosas es comprensible que todo psicopatólogo se preocupe forzosamente de la metodología. Por la misma razón no podemos pasar por alto en este libro las observaciones metodológicas. Allí donde se discute, hay que hacer su defensa y esclarecer. U n a ciencia discutida tiene que mostrarse en prim era línea por sus resultados efectivos, y espe
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cialmente, si éstos no son muy fácilm ente accesibles, proceder por fundamentaciones metodológicas contra las objeciones metodológicas (*). Para el psicopatólogo, un estudio filosófico a fondo, ap arte de esto, no tiene ningún valor positivo p a ra su conocim iento concreto. N atu ral mente, no ap renderá n ad a p a ra su ciencia de la filosofía que pueda en cierto m odo tom ar. Pero este estudio tiene prim eram ente un valor nega tivo. El que se h a esforzado p o r elaborar a fondo la filosofía crítica, está protegido contra los numerosos interrogantes, las discusiones superfluas y los prejuicios castradores, que juegan no raram en te un papel en psicopatología en las cabezas no filosóficas. E n segundo térm ino, el estudio filosófico tiene un valor positivo p a ra la actitu d h u m ana del psicopatólogo en la práctica y p a ra la claridad de sus motivos en el conocer. § 2.
Algunos conceptos fundam entales
N uestro tem a es todo el hom bre en su enferm edad, en tanto que es enfermedad psíquica y está psíquicam ente condicionada. El que supiese lo que es el alm a del hom bre, de qué elementos m ás o menos se compone, p o r qué fuerzas últim as es m ovida, presentaría desde el comienzo u n esbozo de la construcción del alm a; suprim iría en el gran diseño lo que después es suprim ido parcialm ente. Pero aquel para quien el alm a del hom bre es algo infinitam ente vasto, cuya totalidad no abarca de ninguna m anera, y que p enetra en ella investigando con diversos m éto dos, no se d e ja rá dom inar por ningún esbozo del conjunto. No conocemos ningún concepto básico que haya com prendido simplemente al hom bre, ninguna teoría por la que se h ay a reconocido su realidad como un acontecer objetivo en el todo. N uestra actitud científica básica es por tanto: libertad p a ra todas las posibilidades de la investigación em pírica, defensa contra la desviación de querer poner a la hum anidad bajo un solo denom inador. E h lu g ar de discutir un esbozo del todo, preferim os algunos horizontes en que se nos presente nuestra realidad psíquica. Prim eram ente: nuestro tem a es el hom bre; ¿qué significa p ara el estar enferm o que el hom bre no sea u n anim al? E n segundo lugar: nuestro tem a es el alma del hom bre; ¿cóm o es objetivada el alma, es decir, cómo se vuelve objetiva p a ra nosotros? E n tercer lugar: el alm a es conciencia; ¿qué quiere decir consciente e inconsciente? En cuarto tér (1) D e los estudios metodológicos debidos a la plum a de psiquiatras, son dignos de G a u ps ».: Uber die Grenzen psychiatrischer Erkenntnis, Zbl. Nerveahlc. usw. 1903. Wege und Ziele psychiatrischer Forschung, Tubinga 1907. EI estudio de los filósofos proíes:onales, que perm anecen en lo general, recompensa a m enudo menos t^ue -el estudio de los trabajos metodológicos de los- investigadores empíricos que poseen al mismo tiempo la abun dancia de la visión concreta. E n este sentido, es valioso p ara los psicopatólogo?, el contacto p ardal próxim o con los problemas: W eb e r , M a x : Gesammelte Beiträge zur Wissenschaftslehre, Tubinga, M ohr, 1922. ' le e r :
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m ino; el alm a no es una cosa, sino el ser en su m undo; ¿qué quiere decir m undo interior y m undo circundante ? Q uinto: el alm a no es u n a condición definitiva, sino devenir, desarrollo, evolución; ¿qué significa diferenciación de la vida psíquica? a) Hombre y animal. Som áticam ente el hom bre p a ra los médicos apenas difiere del anim al como objeto de la anatom ía, de la fisiología, de. la farm acología, de la patología y del tratam ien to somático. Pero en la psicopatólogía el problem a del hom bre, se puede decir, es perm anente, pues el espíritu y el alm a h u m ana están presentes en todas las enferm e dades psíquicas. Se discute si existen en los animales en general enfermedades mentales. Los animales tienen enferm edades del cerebro y nerviosas. Se puede inves tigar, p o r ejemplo, la herencia de la siringom ielia en los conejos. H ay fenó menos como el de la condición de ariscos de los caballos, la llam ada hipno sis de los animales (que no tiene n a d a que ver con la hipnosis del hom b re ), las reacciones de espanto. H ay en los animales “psicosis sintom áti cas” p o r enferm edades orgánicas del cerebro: perturbaciones de la p e r cepción de los sentidos, de la estática, de los movimientos, alteración de la m anera “de ser” en el andar, el m order, apatía, etc. U n ejem plo: los perros y gatos se comportan algunas veces en la insuficiencia experimental de las glándulas paratiroideas de tal modo que Blum (* ), que comunica esas observaciones, habla de una “zona de contacto entre las manifestaciones morbosas motrices y psíquicas” . V ió “ataques de salvajismo, en los cuales un gato corrió como un poseso por el establo, saltó por las paredes lisas, atacó y mordió a otro gato pací fico, para caer, al fin, agotado” . V ió también a perros y gatos “permanecer en posi ciones no comunes e incómodas; luego, movimientos repentinos de retroceso; maneras de andar que no se observan en el-anim al normal, como marcha en desfile o paso de caballo, o una posición duradera de la cabeza como la de un toro que ataca, o bam bolearse hasta caer, retroceder o arrastrarse hacia atrás, incluso cuando tuvo que haber sido percibida una pared como obstáculo. U n perro víctim a de una fantasía alucinato n a olfatea y mira fijam ente donde no se advierte lo más mínimo. A m enudo rasca en la hojalata de su casilla*o se entierra con el hocico en un rincón vacío, ladra y no tiene en cuenta al mundo- circundante. El gato persigue con los ojos evidentemente una visión; da manotazos en el vacío y retira lentam ente la pata.”
N o se h a descripto u n a v erdadera enferm edad m ental “funcional” en los animales (especialm ente la teoría de la histeria de los animales no está fu n d a d a ). L a esquizofrenia y la locura circular existen en verdad en todas las razas hum anas, pero no en los animales. “Q ue en los animales haya (1) B i .u m , F .: Arch. Psychiatr. (D .)> 96, 215 (t9 3 2 ). Sobre to d o este tem a: D exlf .r : Uber Hie psycrotischen Erkrankungen der Tiere. M schr Psychiatr., 16, E rg H . 99. D e x l e r : Die Erkrankungen des Zentralnervensystem der Tiere. H andbuch der normalen und pathologischen Psysiologie de Bethe, Bergmann, etc., vol. X , p. 1232, 1927. S o m m e r , R o b e r t : Tierpsychologie, Leipzig, 1925. L o r e n z , K .: D urch Domestikation verursachte Störungen arteigenen Verhallens. Z. angw. .Psychol., 59 (1940).
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enferm edades m entales y ante todo enferm edades mentales hereditarias, no se h a dem ostrado”, dice Luxenburger, que protesta co n tra “las in terp reta ciones antropom órficas de los anim ales” . El contraste con la m edicina som ática es extraordinario. El problem a de lo fundam entalm ente hum ano eñ las enferm edades m entales obliga a ver en ellas, no u n fenóm eno n a tu ral general, sino u n fenóm eno n atu ral específicamente hum ano. D onde el hom bre es propiam ete hom bre, no hay ninguna analogía con el anim al. El hom bre tiene u n a posición singular. Con él se produjo en el m undo algo que es sim plem ente extraño a los animales. El problem a consiste en saber q u é es eso. El hom bre, aunque físicamente integrable en la serie zoológica de las form as, es sin em bargo corporalm ente único: no sólo por la m archa erecta y otros caracteres particulares, sino quizá p o r su consti tución som ática específica, que ofrece, dentro del conjunto de todas las form as de la vida, m ás posibilidades y está menos especializada que cual quier o tra form a de vida, y ciertam ente el cuerpo, como expresión de la esencia h um ana, lo distingue de todos los animales. Psíquicam ente hay un salto m ás completo. N o hay en los animales risas ni llanto, la inteligencia del m ono no es espíritu, no es pensam iento auténtico, sino sólo aquella atención ágil que en nosotros es u n a condición de nuestro pensar, pero no es éste mismo. Como rasgo básico del hom bre se tiene desde los orígenes: la libertad, la reflexión, el espíritu. El anim al tiene su destino natural, cum plido autom áticam ente por las leyes naturales, el hom bre en cambio tiene u n destino que puede cum plir p o r sí mismo. Pero en ninguna parte es el hom bre u n ser puram ente espiritual, pues hasta en las últim as ramificaciones de su espíritu es movido p o r necesidades naturales. E n tiempos anteriores se im aginó y construyó los ángeles como seres p u ra m ente espirituales. El hom bre no es anim al ni ángel, sino que entre los dos tiene las m odalidades de ambos, pero de tal modo que no puede ser ninguno de ellos. O tro problem a consiste en saber cómo distingue tam bién su enferme dad la posición singular del hom bre. E n las enferm edades somáticas es tan idéntico a io s animales que las investigaciones en éstos sirven en todas partes p a ra la interpretación de su vitalidad somática, aunque no es traspasable sin más de m odo totalm ente idéntico. El concepto de la enfer m edad psíquica, sin em bargo, adquiere en el hom bre u n a dimensión por com pleto nueva. P ara el hom bre mismo es base de su enferm edad su imperfección, su franqueza, su libertad y su posibilidad ilimitable. P ara él es vitalm ente imposible, en com paración con los animales, una perfec ción originaria. T iene que conquistarla como form a progresiva de su vida. E n cuanto a la m era perfección, está quizás más cerca de ella el anim al.
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E n psicopatología, en todo caso, es evidente p a ra cada cam po de in vestigación, que siempre se h a vuelto el hom bre objeto como hom bre, y que las observaciones en los anim ales no enseñan n ad a esencial, Y ad e más está el límite: lo que ocurre en el hom bre p o r la enferm edad psíquica ' no se h a agotado con las categorías de la exploración científica. El hom bre como creador de obras espirituales, como creyente religioso, como ser que obra éticam ente, trasciende de lo que puede ser sabido y conocido de él en la investigación em pírica. L a psicología y la psicopatología de los animales — si existe— , es de interés por los siguientes motivos: enseña prim eram ente a conocer los fenómenos elementales de la vida que volvemos a en contrar en el hom bre y a juzgar en la visión de ese vasto horizonte objetivam ente: las costum bres, el aprendizaje, los reflejos condicionales, los automatismos, el com portam iento en la prueba y el error, las expresiones típicas de la inteligen cia (W. K ö h l e r : Intelligenzprüfungen an A nthropoiden). E n segundo lugar nos enseña lo propio, de naturaleza distinta a los animales, nos m uestra que ninguna de esas formas anim ales es precursora del hom bre, todas son ram as diversas del gran árbol de lo viviente. E n contraste con ellas podemos aproxim arnos más a la interpretación de lo específica m ente hum ano. • b) L a objetivación del alm a. Podemos concebir e investigar sólo lo que se nos ha vuelto objetivo. El alm a como ta l no es en m odo alguno, objeto. Se convierte en objeto por aquello que se m uestra perceptible en el m undo: en manifestaciones som áticas concom itantes, en expresión com prensible, en com portam iento, en actos; adem ás se m uestra en com unica ciones por el lenguaje, dice lo que quiere y piensa, produce obras. E n todos esos hechos que son dem ostrables en el m undo, tenemos efectos del alm a ante nosotros, fenómenos en los que percibimos directam ente el alm a, o desde los cuales volvemos al alm a. El alma mism a no es p a ra nosotros ob jeto. La-experim entam os ciertam ente eii nosotros como vivenciar conscien te y nos representamos el vivenciar de los otros, sea por las manifestaciones objetivas, sea por las comunicaciones de informes sobre el propio vivenciar. Pero también ese vivenciar es m anifestación. El alm a misma podemos h a cérnosla objetiva por imágenes y comparaciones. E n realidad perm anece siendo lo que se abarca, lo que no se convierte en objeto, sino que se nos aparece desde todos los hechos aislados vueltos objetivos. Q ue el alm a no es u n a cosa,, y que el h ab lar del “alm a” engaña por la objetivización, lo vemos luego claram ente: 1. El alm a equivale a con ciencia, pero igualm ente y desde determ inados puntos de vista, incluso esencialmente, es tam bién lo inconsciente. 2. El alm a no se puede cap tar como objeto con cualidades, sino como ser en su m undo, como u n todo
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del m undo interior y del m undo circundante. 3. El alm a es devenir, des arrollodiferenciación, nada definitivo y acabado. c) L a conciencia y lo inconsciente. L a conciencia tiene triple significación: prim eram ente es la interioridad de un vivenciar y como tal se halla en contradicción con la inconsciencia y lo extraconsciente. E n segundo lugar es conciencia objetiva, un saber de algo, y se halla como tal en oposición a u n a vivencia in terior como lo inconsciente, en donde no se produce todavía la escisión entre el yo y el objeto. E n tercer lu gar es autcreftexión, conciencia. de sí mismo, que experimento en verdad en la escisión-objeto-sujeto con contenidos queridos, pero cuya vivencia no co nozco expresam ente y por eso no atrae mi atención. L a conciencia es la m anifestación ineludible del alm a, cuando por conciencia es entendida toda m anera de u n a interioridad vivida, aun don de falta la escisión en yo y objeto, m ás bien tiene lugar un m ero sentir un objeto y no ser consciente de él. Donde en este sentido no hay con ciencia alguna, no hay tam poco u n alma. Pero la vida psíquica no se com prende como m era conciencia y desde .la conciencia. P ara poder proceder a explicaciones, hay que atrib u ir a la vida del alm a realm ente vivida u n a subestructura extraconsciente teóri cam ente im aginada p a ra los fines de la explicación. L a fenomenología y las comprobaciones objetivas de estados particulares quedan sin teoría al guna en la vida psíquica realm ente experim entada, y se ocupan solamente de lo dado; pero la explicación no puede darse sin nociones teóricas de mecanismos extraconscientes, de aparatos, sin lo im aginado. L a vida del alm a directam ente accesible, realm ente experim entada es como la espum a que n ad a en la profundidad de u n océano. Esas honduras son inaccesi bles, sólo explorables indirectam ente por rodeos teóricos. Las nociones teóricas no pueden ser probadas n unca en sí mismas, sino sólo en. sus consecuencias; no tienen su valor sólo por su fa lta de contradicción y por su carácter cerrado, sino ta n solo por su fecundidad p a ra la expli cación de lo psíquico realm ente vivido y p a ra la agudización de la ob servación. T o d a explicación de lo psíquico tra b a ja con mecanismos ex traconscientes, con procesos inconscientes que no se representan nunca naturalm ente, sino sólo de m odo com parativo y m etafórico, según se piense corporal ó psíquicam ente. En contradicción con la costumbre centenaria, se hace valer desde hace tiempo, con razón, un repudio de todas las teorías, que a menudo son muy fácilm ente imagi nadas y conducen a una confusión incurable, especialmente en la mezcolanza obscura de hechos. Por consiguiente, trataremos por principio de ser lo más parcos posibles en nociones teóricas, sirviéndonos de ellas sólo con plena conciencia de su esencia y de sus lím ites siempre existentes.
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Se ha disputado mucho respecto de si existen procesos psíquicos in conscientes. -En este problem a hay que distinguir entre los procesos psí quicos que, sin ser advertidos p o r el que los experim enta, h an sido realm ente experim entados, y aquellos verdaderam ente extraconscientes, y realm ente no experim entados. Los procesos psíquicos inadvertidos se les puede advertir en circunstancias favorables y com probar de ese m o do su realidad; los extraconscientes, en principio, no se les puede ad vertir nunca. L a extensión de nuestro saber sobre el am plio dominio de la vida psí quica inadvertida, la aclaración de la vida del alm a p a ra la conciencia { — saber) es u n a ta re a im p o rtan te de la psicología y de la psicopatología. R ealizar en sí esa aclaración, es condición de la* veracidad y del desarrollo de to d a existencia h u m an a p articu lar, y fom entarla adecua dam ente, uno de los caminos de la psicoterapia. Los procesos extraconscientes, en cambio, cuando no son procesos cor porales que podamos percibir, no se pueden dem ostrar nunca. Pero es innegable que uno de los medios de explicación más inm ediatos y utilizables p a ra los fenómenos psíquicos conscientes es im aginar los extracons cientes como causas y efectos. Son p o r ta n to imágenes teóricas de pensa miento, sobre cuya conveniencia y fa lta de contradicción se puede disputar, pero cuya realidad no puede y no debe ser dem ostrada en absoluto. L o extraconsciente aparece en diversas form as: como posiciones adquiridas p o r la m emoria, sean hábitos adquiridos o actitudes, y como disposiciones, sea de las habilidades o aptitudes, sea de los caracteres. A m enudo un hom bre tiene la conciencia de que se le presenta o le dom ina u n a vi vencia proveniente de la p ropia profundidad extraconsciente, desconocida. L a am bigüedad de aquello que se llam a inconsciente se aclara convenientem ente en el siguiente resumen: a) Lo inconsciente es pensado según su procedencia de la conciencia. C om o tal es: I. lo m ecanizado, es decir lo que se hizo una vez conscientem ente y ahora puede ser hecho inconscientem ente, lo que es automatizado, por ejem plo, andar, escribir, ir en bicicleta; 2. lo no recordado y sin em bargo eficaz (los llamados com plejos de repercusión de acontecimientos anteriores); 3. lo recordable, lo que está disponible como material de la memoria. b ) Lo inconsciente es pensado conforme a la falta de relación con la atención. Com o tal es: 1. lo inadvertido, pero sin embargo experim entado; 2. lo no querido, no deseado o no propuesto, pero sin embargo hecho; 3. lo no recordado (que antes era consciente, pero que en seguida íué algo olvidado y ahora no es ya concebido; los seniles no saben con frecuencia cuál era instantes antes su intención (voy a otra habitación, ¿qué es lo que q u ería?); 4. lo que no se ha vuelto objetivo} lo que no se ha condensado en la palabra. c) Lo inconsciente es pensado com o un p o d er, com o origen. Com o tal es: 1. lo creador; lo viviente; 2. el refugio, lo oculto, e! fundam ento y el objetivo . Se quiere
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decir: todo lo esencial, todo lo que nos arrebata, todo lo que nos lleva, todo im pulso, toda fantasía, figuración y formación, lo grande y lo pernicioso, nos viene de lo inconsciente; toda perfección se convierte al fin en inconsciente, a! que volvemos. d) Lo inconsciente es pensado como, el ser. El sentido del ser es afirmado: 1. como^o^reaT'jisí^üica (sin embargo, lo mismo qué lo psíquico no se puede equi parar sim plem ente con la conciencia, en tanto que ésta asienta en lo inconsciente, es determinada por él y actúa en ese sentido, de igual modo no se puede declarar la conciencia com o algo que se agrega meramente, algo accidental de lo real p síq u ic o ); ese real psíquico ha sido m últiplem ente pensado: por ejem plo, como un juego que se realiza en sí de los elementos básicos (H erbart), cuya manifestación se convierte en la vida consciente del alma; como estratos de lo inconsciente hasta lo incons ciente más profundo (K ohnstam m , F r e u d ); como lo inconsciente personal, que se agrega al hombre particular desde su biografía; como lo inconsciente colectivo (Ju n g ), que actúa en cada hombre como un motivo general de la hum anidad; siem pre es este inconsciente como un ser en sí, que es lo real, por el que nosotros somos; ^2. com o eljr e r afcoluto (esto es como un concepto m etafísica: para el ser absoluto — com o el ser, la nada, el devenir, la substancia, la forma y casi todas las categorías— tam bién lo inconsciente es utilizado como una equivalencia para pensar lo impensable; ese concepto no nos afecta para nada en la psicología).
d) M undo interior y m undo circundante. H ay algunas catego rías que se m anifiestan en la interpretación de todo lo viviente y frente al alm a se transform an hasta en las graduaciones más sublimes de su sen tido, pero tam bién se com portan analógicam ente. A eso pertenece la vida como existencia en su m undo. T o d a vida se realiza como codeterm inación de u n m undo interior yt de un m undo circundante (von U e x k ü Il)^ U n fenóm eno originario de la vida es: vivir en su mundo. Por eso no se debe investigar la existencia som ática como el ’cuerpo anatóm ico con sus fun ciones fisiológicas en u n espacio cualquiera, sino tan solo como una vida en su am biente, en el que es construida y se realiza, en u n a adaptabilidad al m undo perceptible y al m undo de la acción. Esa vida entera originaría como existencia con y en su m undo es todavía im aginada como existencia hum ana, pero es ensanchada por el hombre m ediante su estructuración y elaboración consciente en su m undo, y luego por su saber acerca de su universo en general. Es trascendido en otros m undos posibles. L a explo ración em pírica de esa relación fundam ental tiene que volverse de tanto en tanto a determ inados amoldamientos y particularizaciones de la rela ción de dentro y de fuera, por ejem plo: 1. En la reducción fisiológica queda una relación de excitación y reacción; en la reducción fenom enológica, la relación intencional del yo y del objeto (sujeto y objeto). 2. La vida individual se desarrolla de las disposiciones y el am biente, es decir de poderes innatos que son despertados y formados según la naturaleza del m edio o quedan adormecidos y detenidos en su desarrollo normal. Disposiciones y medio am biente actúan primeramente en el procesó biológico inconsciente que tratamos de re conocer causalmente. Además se configuran de modo para nosotros lógicam ente com prensible en la vida consciente, en qué un ambiente, como origen y condiciones va
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riables de vida, se gravan en el ser humano y son admitidos e influidos por él. Com o naturaleza de un desarrollarse, el individuo está con su disposición frente al medio, con el que entra en relación mutua y convive destino, acción, sufrimiento. 3. Especialmente despierta el ambiente la situación (*) en que el individuo echa mano a sus posibilidades o las desperdicia, o en las que se decide. Él mismo suscita las situaciones, las hace manifestarse o no las deja surgir en una complicación com prensible. Obedece órdenes, reglas y convencionalismos dé un m undo y los convierte en herramientas con las que se abre camino. Finalmente choca con “situaciones fronterizas”, con lím ites insuperables de la existencia — la muerte, el azar, el dolor, la culpa— , en las que puede despertar en ;1 lo que llamamos existencia: una realidad del ser uno mismo. 4. Cada cual tiene su m undo (2). Pero hay un mundo objetivo, un m undo general para todos. Este mundo general es para la “conciencia sobre todo” , con cura. participación se forma la exactitud de nuestro pensamiento y nuestra opinión. La conciencia individual es un capítulo de la general, de la posible sobre todo; proluce la concreción histórica, pero tam bién las ilusiones y equivocaciones. 5. El alma se encuentra en su mundo y suscita un mundo. Adquiere expresión tn el mundo para otros. Crea obras en el mundo.
Así se modifica la relación fundam ental de interior y exterior en trasaciones de los sentidos tan am plias que se tra ta de realidades enteranente heterogéneas. Pero queda lo análogo de u n a relación básica de lentro y fuera, del ser en un m undo que es común a toda vida y a todo >siquismo, y al hom bre en cada u n a de sus realizaciones. e) L a diferenciabilidad de la vida del alm a. L a realidad psíquia más altam ente diferenciada hace posible el conocimiento más claro. L o imple y lo prim itivo recibe su luz de lo com plicado y desarrollado, no al evés. Por eso busca el investigador a los hom bres de más a lta cultura de m ayor riqueza psíquica. L o m ás altam ente diferenciado es lo raro, ‘ero lo raro no es la curiosidad, sino como caso clásico, como extrem o, orno totalm ente desarrollado, justam ente p u n to de orientación p a ra el onocimiento. Los casos raros, no los casos masivos, son los que ilustran (sicológicamente, los que aclaran tam bién la m ultitud de los casos triiales. , La m edida de la d iferendalidad de la vida del a m a es un echo básico que se m anifiesta en todos los fenómenos. La distinción entre lo que es corriente y lo que es raro, es ciertamente impormte, en particular también para los puntos de vista médicoprácticos, pues lo masivo 5 lo fastidioso y lo que preocupa nos sorprende. Pero no es lo penetrado, lo reconoido ni lo más necesario naturalmente como tal o lo propiamente real. Otro problema > por qué algo es raro y algo frecuente, por qué, por ejemplo, son tan extraordinaamente escasos los paranoicos del tipo que ha definido K raepelin, pero en cambio >n tan claros en su aparición; o por qué era un fenómeno común el tipo clásico e histeria en el ambiente de Charcot, y hoy apenas se observa. (1) Sobre el concepto de la situación, ver ¡ni Geiilige Situation der Z eil, p. 19 y sígU., srlín, 1931. (2) Sobre los conceptos de m undo, v er m i Phitosophte, vcJ. I , p . 61 y sigts., Beri, 1932. Además mi Psyckologie der W ellanschauungen, p . 122 y sigts., 3» ed., p . 141 sigts., Berlín, 1919.
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L a vida psíquica como conjunto varía hasta la riqueza del desarrollo de grandes hom bres. El mismo haschisch suscita en u n hom bre u n a eufo ria em botada, u n a alegría ruidosa, en otros u n a vivencia rica, legendaria, bienaventurada. L a m ism a enferm edad, p o r ejem plo la dem encia precoz, es caracterizada en algunos por u n a m ísera fantasía de celos y algunas burdas ideas de persecución; en S trindberg se desarrollaron esos conteni. dos en ra r a abundancia y el sentido alterado de la vida se convirtió en ori gen de la m odalidad de sus creaciones poéticas. T o d a enferm edad psíqui ca corresponde en sus modos de aparición al nivel psíquico del afectado. N o sólo en relación con la riqueza del contenido, sino tam bién en la form a de los procesos psíquicos particulares, son posibles los fenómenos psíquicos ta n sólo a p a rtir de u n determ inado nivel de diferenciación; por ejem plo las representaciones obsesivas, los fenómenos de despersonalización se dan ta n solo en etapas de diferenciación relativam ente elevadas; las re presentaciones obsesivas, en las que es necesario u n alto grado de con ciencia de la p ro p ia vida del alm a, no son observadas en los niños y se m anifiestan a m enudo en individuos que están diferenciados ya. Esto se aplica tam bién al g ra n com plejo de las quejas subjetivas de inhibición,, que sólo aparecen en seres que se observan a sí mismos y que son capa ces de tales sufrimientos. El concepto de la diferenciación debe ser analizado. Se entiende por tal, prim ero el aumento de los modos de vivencia cualitativos. En segundo térm ino el análisis de los modos de vivencia confusos en • diversos modos claros, en base a los cuales la vivencia total se vuelve más rica y más honda: el fenómeno unitario de etapas infe riores se analiza en etapas superiores; el vago instinto se determina por los conteni dos. El aum ento del análisis significa al mismo tiempo aumento de la claridad y de la conciencia. D e presentimientos, sentimientos, pensamientos indeterminados surgen presentimientos, sentimientos y pensamientos claros, concretos, expresivos. Frente al estado indíferenciado de la inocencia aparecen mezcladas las contradicciones en lo psíquico. D e ese m odo se afirma en tercer térm ino la diferenciación como análisis y síntesis de la conciencia del objeto. Las posibilidades del pensar, del aprehender y del comportarse, de la distinción y la comparación se m ultiplican. En cuarto lugar se llama diferenciación a! proceso de volverse conscientes en la autoreflexión. Debemos distinguir entre diferenciación efectiva, que es exprim entada por el sujeto, pero que no necesita ser consciente, y la conciencia de la diferenciación, que se muestra en la autoobservación. Alguien puede — aunque raramente— tener una representación ob sesiva, sin hacer el intento de aclararse lo que experimenta propiamente. M ayormente la diferenciación y la conciencia de la propia experiencia van paralelas. Sin embar go, una mera consideración de todos los sentimientos posibles indiferentes puede dar la impresión de un aumento de la diferenciación. En quinto térm ino: Para la com prensión de una personalidad es decisiva la conciencia del nivel de la diferenciación en gue se encuentra. En tanto que se añaden a la diferenciación además fuerza y vitalidad, .existen diferencias de nivel con respecto al conjunto de la personalidad, que K lages ha señalado en su concepto del nivel de la forma. Aquí hay un lím ite de lo conceptualm ente accesible. Y sin embargo, — al menos si queremos comprender
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personalidades— tenemos que poder movernos con una cierta seguridad fuera de esos lim ites. N o sólo la escritura, sino todo el com portam iento y la acción de un hombre son comparables con los de otro sólo cuando se trata en ambos casos del mismo nivel de forma.
Estas diferencias no b astan p a ra ad q u irir en to tal u n a concepción realm ente clara y determ inada. U n a presentación de grados de la diferen ciación y de tendencias o direcciones de la diferenciación, lo mismo que de grados y tendencias del análisis no es posible actualm ente p a ra los fenó m enos psicopatológicos con suficiente fundam ento. Tenem os que conten tarnos con el p u n to de vista general q u e existe aquí. Pero podemos distinguir dos causas de diferenciación. U n a causa está en la disposición individual, la otra en el círculo cultural. Las psicosis en los imbéciles (T) tienen modos de m anifestarse relati vam ente pobres: se experim enta menos y m ás prim itivam ente, las ideas delirantes apenas son sistem atizadas, algunas m odalidades de ellas (por ejem plo la del pecado) no se producen ya den tro de u n cierto plano. Las excitaciones se m anifiestan en estados tan m onótonos como desm esurados de gritos y aullidos, de ap atía y de torpeza em botada. El círculo cultural en donde el hom bre crece / vive, desarropa más o menos su disposición individual. El hom bre viye de la historia con su p articipación en el espíritu objetivo, p o r el cual llega ta n solo a ser él mismo en el desarrollo individual. Los sordom udos sin instrucción quedan en la eta p a de los idiotas. L o que en la p a rte sociológica se convierte en tem a, existe de hecho ya en todos los fenóm enos del alm a en cad a capítulo. Así observamos — lo que es com prensible— , que los círculos culturales superiores tienen u n m odo de m anifestárseles fenóm enos psíquicos m orbo sos m ucho más rico que los inferiores. P o r consiguiente, la extensión de la psicopatología, que frente a los anim ales es estéril, es dependiente en buena p arte del m aterial que le llega de los estratos de cu ltu ra superior. P o r este motivo los médicos poseen eñ los sanatorios particulares, en los hom bres instruidos, u n m aterial incom parablem ente valioso. P o r o tra p arte, es conocida la m onotonía de la h isteria en los hom bres simples. N aturalm en te n uestro interés v a ta n to a la vida psíquica menos dife renciada como a la m ás diferenciada. Gomo el análisis de lo diferenciado será siem pre el m edio por el que podem os ilu m in ar tam bién las etapas inferiores, así oscila el interés del investigador de m an era típica hacia am bas tendencias. Algunos, dom inados p ó r la form ación científiconatu ral. consideran el térm ino m edio, los fenóm enos de la m asa como el verdadero objeto de investigación los otro? m enosprecian, no m enos u n i (1)
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lateralm ente, esos estudios y elevan a objeto único altam ente desarrollada. E n la esfera artística de las de los franceses (*) se hizo valer de m odo análogo en la evolución de las novelas de costumbres a las
la vida psíquica ra ra “novelas psicológicas” el cam bio de criterio novelas de carácter.
f) Visión retrospectiva* E n los puntos de vista expuestos hemos presentado el horizonte en donde se nos aparece lo psíquico. Com ún es a todos la variación de sentido, por lo cual se adm ite la contraposición siempre afirm ada de figuras múltiples. L a discusión de los cinco puntos de vista debería h acer percibir de antem ano la am plitud de nuestra reali dad. Pero a! mismo tiempo deberá volver claro lo poco que se h a dicho c o n las categorías generales como tales: im p o rta en todo caso, en su apli cación, tener siem pre consciente determ inado sentido y sostenerlo. H ab lar con estas categorías generales suele ser tam bién fútil en virtud de su im precisión. ' ’ § 3.
Prejuicios y presuposiciones
Allí donde aprehendem os algo, hemos aportado ya lo que hace posible y form a nuestra aprehensión. Si n uestra aprehensión es falseada de ese modo, hablam os d e prejuicios; si nuestra aprehensión es fom entada e inspirada, hablam os de presuposiciones o hipótesis. a) Prejuicios. U n procedim iento ilustrativo de nuestro autoconocimiento crítico consiste en hacer consciente lo que habíam os pensado in conscientemente como algo n atu ral p o r sí mismo. Fuentes de los prejuicios son, entre otras, el impulso a la concepción u n itaria del todo, que podría darse p o r satisfecha con nociones básicas simples y conclusivas; además, por eso, la inclinación a la generalización o a d ar carácter absoluto a puntos de vista particulares, a métodos, a categorías, adem ás a la con fusión entre posibilidad de saber y convicción de fe. Los prejuicios pesan en nosotros inconscientem ente, sin em bargo, co rno u na presión paralizante. U n a tarea esencial en todos los capítulos consistirá en resolverlos. C aracterizam os m ás adelante algunos en u n a forma llevada al extrem o. Conocidos así, son advertidos tam bién en los esbozos en que se nos presentan a menudo. 1. P r e j u i c i o s f i l o s ó f i c o s . H ubo tiempos en que la especu lación, el pensam iento deductivo de un principio, que se quería reconocer y explicar sin m ucha experiencia, e ra apreciado m ás altam ente que la in vestigación laboriosa de detalles; tiempos en los que la filosofía quería (1) De « a s novelas de carácter dijo Bourget en oposición a las novelas de costumbres: ; ‘il devra choisir les personnages ches lesquelles cette vie intérieure soit le plus am ple".
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producir “desde arrib a” lo que sólo podía d a r la experiencia “desde abajo” . A ctualm ente esa tendencia parece liquidada p o r entero, pero todavía se agita aquí y allá en construcciones em brolladas, obscuras. Su espíritu está envuelto en la sistematización usual de la psicopatología general, pero es claram ente reconocible. Al justificado rechazo de la construcción filosó fica m eram ente deductiva, infecunda, se une por desgracia a m enudo el otro prejuicio, el que im agina que sólo la recolección de experiencias particulares tiene justificación, que el ciego am ontonam iento es m ejor que el pensam iento. El pensam iento, que clasifica los hechos, que pro porciona un plan del trab ajo , que crea concepciones de conjunto y hace posible una investigación apasionada de los objetos científicos fecundos, h a perdido m ucho la estim ación general. L a actitud filosófica deductiva se unió m ayorm ente con valora ciones éticas y otras, con u n a tendencia moratizadora y teológica} habló de pecados y de pasiones, a través de los cuales surgían las enfermedades m entales, y dividió las cualidades hum anas en buenas y malas. M axim ilian Jakobi h a criticado aniquiladoram ente en sus escritos, en la prim era parte del siglo IX , esa “filosofía en falso lu g ar” . Si dicha filosofía de la cosmovisión como expresión de la actitu d hum ana ante el m undo tiene la m ayor significación, en la ciencia np tiene lugar. E ntre concepciones del m undo se d a a m enudo sólo la lucha sin discusión p o r el poder: entre las opinio nes científicas, en cambio, es posible siempre la discusión y la convicción. L a psicología y psicopatología difícilm ente se m antienen libres de valora ciones que son expresión de u n a concepción del m undo, pero la separación entre conocer y valorar debe estimularse por todo psicopatólogo. No es que se le deba rehusar como hom bre el valorar, al contrario: pero juzgará tan to más veraz, clara y hondam ente cuanto m ejor haya conocido antes. Necesita u n a tran q u ila inm ersión en los hechos de la vida del alm a, sin tom ar posición en seguida; debe poder aproxim arse a los individuos librem ente, con interés incondicionado y sin prejuzgar. Esa separación del conocer y del valorar es en verdad fácilm ente comprensible en prin cipio, pero exije en la realización u n a m edida ta n a lta de autocrítica y de objetividad que está todavía lejos de ser algo espontáneo y natural. 2. P r e j u i c i o t e ó r i c o . Las ciencias naturales se apoyan en amplias teorías bien fundadas, que d an un fundam ento unitario a la in terpretación de los hechos. L a teoría de los átomos y la teoría celular son tales. E n la psicología y la psicopatología no hay ningUna de esas teorías dominantes. En estas ciencias no es posible, por tanto, ningún sis tem a teórico u n itario — o lo es sólo como construcción personal. E n lugar de llegar a los elementos, mecanismos y reglas últimos, por los que se com prende todo lo psíquico o tiene que ser com prendido un día, avanza-
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xnos p o r caminos especiales, trabajam os según métodos singulares, que nos m uestran aspectos aislados de la vida del alma. E sta mism a se nos presenta no sólo como u n todo infinito, sino tam bién como u n todo que se resiste a la sistematización lógica, como u n océano que recorrem os ju n to a las costas y de tan to en ta n to p o r alta m ar, pero sólo por la superficie. ; A tribuir la vida del alm a a algunos principios universales y domi narla por decirlo así en principio, es falso en el planteam iento, porque es imposible. Lo que aprovecham os como pensamientos teóricos, que tienen un parentesco form al con las teorías científiconaturales, son inten tos (hipótesis) p a ra fines especiales lim itados del conocimiento, no p a ra el conocim iento del alm a en su totalidad. y Donde im pera un prejuicio teórico, influirá en la aprehensión de los hechos típicos. Se ven los hallazgos siempre en el esquem a de la teoría. L o que se aplica a ella y la confirm a, interesa. Lo que no tiene ninguna relación con ella, no es en m odo alguno percibido. L o que habla contra ella, es velado o interpretado de otro modo. L a realidad es vista p o r los anteojos de la teoría. Por eso es nuestra tarea ejercitarnos constante mente en aprehender puram ente los hallazgos, haciendo abstracción de los prejuicios teóricos que pesan en todo instante sobre nosotros. Pero como todo hallazgo sólo es perceptible en virtud de determ inadas categorías y métodos, esto hay que hacerlo consciente en toda com probación de la naturaleza de las cosas, según lo establecido antes, que “en todo hecho está ya la teoría” . Aprendem os a ver así las realidades y a saber que no son en p arte alguna la realidad en sí, q ue no son ?n p arte alg u n a* toda la realidad. 3. Prejuicio som átic a Se adm ite tácitam ente que la ver dadera realidad del hom bre como todo lo biológico es u n acontecer so mático. Es reconocido el hom bre donde es reconocido som áticam ente; hab lar de lo psíquico es provisorio y significa sólo un sucedáneo sin verdadero valor de conocimiento. Por eso se propende a discutir todo lo psíquico como si se tuviese en la m ano ya la cosa lo mismo que lo somático, o como si los pensam ientos actuales estuviesen en el cam ino de un descubrim iento somático inm inente. M ientras que la legítim a investi gación. sólo hace esbozos, que dan sim ultáneam ente motivo a investiga ciones reales, a verificaciones o refutaciones p o r los hallazgos somáticos, se d a aquí validez a la m era fantasía como u n a supuesta anticipación heurística, que en los hechos, sin em bargo, sólo es la m anifestación deta llada del prejuicio sin valor de conocimiento. O al menos se m antiene el prejuicio en la form a de disposición resignada en toda la consideración psicológica, por ejemplo en la opinión que todo interés psicológico p o r la
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esquizofrenia se extinguirá en el m om ento en que se haya conocido el proceso somático de la enferm edad que constituye su cimiento. El prejuicio somático vuelve siempre, tan to si se disfraza en lo suce sivo más fisiológica o anatóm icam ente, o, sin precisión, biológicamente. Al comienzo de este siglo se decía más o menos: lo psíquico como ta l no se puede investigar, es solamente subjetivo. E n tanto que se puede hablar de ello científicamente, tiene que ser presentado anatóm icam ente, físicamente, como función corporal; p o r eso es m ejor poseer u n a cons trucción anatóm ica provisoria que u n a m era investigación psicológica. Pero tales construcciones anatóm icas h a n sido enteram ente fantásticas (M eynert, W em icke) y, son llam adas con razón " mitologías del cerebro”. Son asociadas cosas que no tienen entre sí ninguna relación, como células de la corteza e imágenes m nem ónicas, haces cerebrales y asociaciones psi cológicas. F a lta a esas construcciones somáticas todo fundam ento en tan to que no es conocido un solo proceso cerebral preciso al que esté subordinado un determ inado proceso psíquico como fenóm eno paralelo directo. L a localización de los diversos campos sensoriales en la corteza cerebral, de las afasias en el hem isferio izquierdo, significan sólo que esos órganos tienen que q u ed ar intactos p a ra que sea posible un deter m inado proceso psíquico; sin em bargo, en principio no distintam ente a los mecanismos motores, etc., como instrum entos necesarios p a ra el fun cionam iento intacto del ojo. Se h a ido más allá en los mecanismos neurológicos, pero se está infinitam ente lejos de los fenómenos que irían paralelam ente con lo psíquico. Se h a adm itido del todo erróneam ente que se h a echado pie firm e en el reino de lo psíquico con el descubrim iento de las afasias y apraxias. El problem a de saber si lo psíquico y lo corporal están en paralelism o o en relación m utua, no se puede decidir, por tanto, em píricam ente. No conocemos un solo caso en que sea posible com probar em píricam ente lo uno o lo otro. Lo psíquico y los fenómenos corporales que nos son accesibles — en ta n to que ambos se convierten i n objetos explorables— están separados por un infinito ám bito de su cesos interm edios que no conocemos. Podemos h a b la r en la práctica tanto en el lenguaje del paralelism o como en el de la acción recíproca — en verdad m ayorm ente en el últim o. Y lo podemos hacer tan to m ás cuanto que en todo m om ento se logra tra d u c ir un modo de expresión al otro. Pero por lo que se refiere a la tendencia a trad u cir lo psicológico en procesos somáticos de n aturaleza fantástica o real, se aplica con de recho lo que dice Janet: Si h ay que pensar siempre anatóm icam ente, hay que resignarse y no pensar n ad a cuando se tra ta de psiquiatría. 4. P r e j u i c i o p s i c o l ó g i c o e i n t e l e c t u a l i s t a . D e la comprensión em pática se desarrolla no raram ente un prejuicio psicológico.
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Se quiere “com prender” todo y se pierde el sentido crítico de las fron teras de lo psicológicamente comprensible. Esto ocurre cuando es apli cada la psicología, com prensiva como explicación causal con la presuposi ción de la determ inación universal significativa de toda vivencia. Pero especialm ente se inclinan a eso los no expertos en psicología y los de predisposición somática. Así la m ala voluntad, el querer esquivar el pe ligro, son hechos responsables de m uchas cosas. T al interpretación no se basa finalm ente en la psicología, sino en prejuicios m oralistas no aclara dos. Algunos médicos somáticos tienen u n a repulsión m anifiesta contra lo histérico, están en su interior irritados cuando no pueden h alla r física* m ente n ad a de acuerdo con las categorías usuales p a ra ellos. L o conside ran todo entonces como u n a m aldad y sólo cuando se llega a ciertos extremos entregan el caso al psiquiatra. L a tosquedad y la simplicidad de lo psicológico se encuentra justam ente en los médicos que no quieren saber n ad a de psicología. En la vida psíquica hay relaciones en que alguien, consciente del objetivo, obra p o r motivos racionales. A hora bien, existe u na difundida propensión a adm itir “razones” conscientes como motivo de toda acción en los hombres. E n realidad esas relaciones racionalm ente comprensibles en la vida psíquica hum an a juegan sólo u n papel mínimo. Los impulsos irracionales y los estados de ánim o suelen im p erar tam bién allí donde el individuo quiere creer que o b ra p o r motivos conscientes racionales. L a exageración en la búsqueda de relaciones racionales, esa “psicología intelectualista”, es un obstácu'o p a ra la penetración comprensiva en las rela ciones del a c tu a r hum ano. Se sobreestim an los efectos de la p ru eb a lógica frente a las persuasiones sugestivas, se corre dem asiado al h ab lar de “dem encia” donde se h alla lo irracional y no se obtiene ninguna con cepción de la riqueza infinita de la vivencia hum ana. 5. P r e j u i c i o r e p r e s e n t a t i v o . L o aním ico se nos vuelve objetivo en la expresión y la obra, en la conducta y la acción, en el proceso somático y en las m anifestaciones del lenguaje. Pero lo aním ico mismo no lo podemos actualizar objetivam ente fuera de la imagen y la comparación. Lo experimentam os y realizamos, lo imaginamos, pero no lo vemos. C uando hablam os de lo anímico hablamos siem pre en imágenes, m ayorm ente en imágenes espaciales. Así se aplican en el pen samiento psicológico, por decirlo así, diseños del alma y eso de diversa naturaleza: la vida psíquica es u n a corriente de la conciencia. L a con ciencia es como u n espacio en el que todos los fenómenos psíquicos, com o figuras en u n escenario, van y vienen. El espacio se pierde ei} lo. infinito hacia lo inconsciente. El alm a es edificada en estratos, en estra-
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tos de la conciencia, de la vivencia, de las funciones del carácter. Se compone de elementos que se asocian y se com binan alternativam ente. Es movida por fuerzas básicas, disoluble en factores o componentes, se le puede describir como una cosa p o r las cualidades. No podemos prescindir d e estas y aquellas representaciones espaciales como elementos auxiliares. N o h arán daño, si no probam os n ad a p o r su interm edio, sino que sólo querem os hacer más fácilmente accesible lo hallado sin eso. H a ocurrido con frecuencia, sin em bargo, que la im agen es olvidada como im agen y tom ada como construcción válida, que se apoderó de to d a la vida psíquica y la convirtió en prejuicio. C uanto m ás inteligibles eran las imágenes y -más despertaron al mismo tiem po la apariencia de u n a exposición com pleta, tanto más dom inaron las cabezas. Así h a n significado la disolu ción de lo psíquico en elementos atóm icos, la representación del funcio nam iento p o r analogía con el m ovim iento de los corpúsculos (m ecánica de la representación) o de las asociaciones psicológicas según la analogía de las combinaciones quím icas (quím ica psíquica), y a veces no por imágenes y comparaciones, sino por representaciones que responden real m ente a la cosa. Se está tam bién propenso siempre p o r lo dem ás a hacer de las imágenes ‘'prejuicios representativos” . 6. Prejuicios médicos en relación con lo cuantitativo, con la percep tibilidad y el diagnóstico. D e las ciencias naturales exactas llega el. pre juicio que sólo las comprobaciones cuantitativas son trabajos científicos, que la investigación de lo solam ente cualitativo en cambio es siempre subjetivo y arbitrario. Los métodos estadísticos y experim entales, que realizan algo acerca de ciertos problem as por mediciones, recuentos, for maciones de curvas, son en esta opinión la única investigación científica. D onde tal investigación directa no es posible, se tra b a ja aún con concep* tos cuantitativos, aun cuando no se puede pensar m ás en ellos. Asi, p o r ejemplo, en construcciones seriam ente pensadas en el curso del tiem po, la “intensidad” de la representación es hecha causa de representacio nes obsesivas, causa de fenómenos histéricos, causa de ideas delirantes y causa de errores sensoriales, en tan to que la representación m uy intensa “es proyectada hacia fuera” . Se quería hacer valer sólo lo perceptible por los sentidos como objeto de investigación. Las investigaciones de los fenómenos corporales, de los rendim ientos y de los productos son en verdad m uy valiosas. Pero, no obstante, se puede p e n e tra r en lo psicológico siem pre si se im agina d i rectam ente lo psicológico, que es especialm ente cualitativo. L o psicológico no es perceptible nunca sensorialmente de m odo directo, lo es en la expre sión. T al evidencia im plica que toda psicop ato logia que quiera sólo ate-
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nerse a lo perceptible por los sentidos, h a de ser necesariam ente u n a psicología sin lo propiam ente psíquico. E l diagnóstico es lo últim o en la interpretación psiquiátrica de un caso. Pero a p arte del diagnóstico de los conocidos procesos del cerebro, es lo menos esencial en el trab ajo realm ente psicopatológico. C onvertido en lo principal, se vuelve u n a anticipación de algo que está al fin ideal de la investigación. Im p o rta al análisis que el caos de los fenómenos no sea u n obstáculo p a ra el conocimiento con un nom bre diagnóstico, sino que se vuelva tran sp aren te p o r visión panorám ica y en un encadenam iento de diversa naturaleza. D iagnosticar es en psiquiatría a m enudo un estéril girar en círculo, con lo cual sólo m uy pocos fenómenos caen en el cam po visual del saber consciente. b) Presuposiciones. F ren te a los prejuicios hay que m antener la misión de reconocer la realidad de la vida psíquica con todos los medios y desde todos los lados. El impulso a la realidad, que es propio de todo investigador en la ciencia em pírica, exige en las partes somáticas de la psiquiatría com probaciones histológicas, neurológicas, y rechaza las cons trucciones y los pensam ientos anatóm icos sobre m eras posibilidades. E n psicopatología el fundam ento real de nuestra investigación es la vida psíquica com prendida, la que se nos hace presente p o r el com portam iento sensorialmente percibido y a través de las m anifestaciones habladas. Q u e remos sentir, com prender, m ed itar lo que pasa realm ente en el alm a de los hombres. El impulso general hacia la realidad es en psicopatología el impulso hacia la vida psíquica real, que queremos reconocer en parte como objetos científico-naturales perceptibles p o r los sentidos. Rehusamos dis cutir esa vida psíquica real, cuya com prensión nos d a la plenitud de nuestros conceptos a través de ideas va cías, provenientes de prejuicios, o hacer sustituir aquella p o r construcciones anatóm icas o de otra especie. Sin la capacidad y el placer de im aginar lo psicológico en su plenitud, no hay posibilidad alguna de h acer psicopatología. Pero el investigador no es investigador como u n a m era razón que se ría u n a form a vacía, en la que se resum iría lo aprehendible desde fuera. M ás bien el investigador, con to d a su vivacidad, es el instrum ento indispensa ble de su conocer. E n él tiene que haber presuposiciones, sin las cuales sería estéril su investigación. Tenem os que esclarecer los prejuicios p a ra librar nos de ellos, pero las hipótesis necesarias tenemos que com prenderlas; o bien son rudim entos objetivos del pensam iento que tenemos que hacer por vía de ensayo; o son fundam entos en nosotros mismos, movimientos de los contenidos del propio ser, sin los cuales no podemos ver n ad a esencial; tales hipótesis o presuposiciones son las ideas dirigentes, el alm a
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y la existencia del investigador; esas hipótesis deben ser ahondadas, hay que tra ta r dé ilum inarlas; hay que adm itrlas. No son nunca motivos de la exactitud de u n a opinión, sino origen de su verdad y esencialidad. Los falsos prejuicios son hipótesis al fin fijadas, que pasan falsa m ente por absolutas, apenas advertidas y no conscientes, y son disueltas por la aclaración. Hipótesis legítimas están en el investigador como condi ciones de su capacidad de ver y com prender; son adm itidas propiam ente p o r medio del esclarecimiento. Lo más característico que reconoce el psicopatólogo se d a en el trato con seres humanos. L o que experim enta así es dependiente de cómo se d a la situación al hom bre y cómo colabora terapéuticam ente a su pro ducción, ilum inándose al mismo tiempo él mismo y los otros. N o opera sólo u na percepción indiferente, como al leer una m edida, sino u na com prensión abarcativa en la visión del alm a. H ay una especie de presencia en el interior de los otros seres hum a nos, en un a ten tativ a de transform arse uno mismo en u n teatralism o, el cual, por decirlo así, es inspirado p o r substancia; h ay una espontaneidad en la actitud que se entrega y escucha sin desviación del motivo. El psicopatólogo es dependiente de su capacidad de visión y de expe rim entación, de su am plitud, de su franqueza y plenitud. H ay una gran diferencia entre los hombres que andan ciegos por el piundo de los en fermos a pesar de los ojos abiertos, y la distinción que establece una percepción clara en, u n a sensibilidad activa. El estremecimiento del alm a pro p ia con los acontecimientos en otros favorece en el investigador la. objetivación pensante de tal experiencia. L a conmoción no es todavía conocimiento, sino fuente de las concepcio nes que proporcionan el m aterial ineludible p a ra el conocimiento. La frialdad y el estremecimiento m arch an juntos y no se pueden oponer la una al otro. La fría observación por sí sola no ve nada esencial. Sólo ambos pueden llevar al conocim iento en el intercam bio m utuo. El psico patólogo que ve realm ente, es u n alm a en vibración que dom ina constan tem ente lo visto, llevándolo a u n a form a racional. L a crítica de los fundam entos del conocimiento en la propia esencia se pregunta frente a los objetos: ¿ E n qué disposición los interpreto?¿ H a n adquirido falso o legítim o rango en la esencia y peso p a ra la in ter pretación de la realidad? ¿ Q u é saco de ellos? ¿C óm o actúan en mi conciencia? U n trab ajo en la esencia de uno mismo es necesario p a ra el que reconoce. T a n sólo u n conocer en el que se identifica el que conoce, es un pleno conocer; ese conocer puede elevarse, no sólo extenderse nive ladoram ente.
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El investigador y el médico tienen que conquistar u n m undo interior d e concepciones. U n recuerdo de las imágenies vistas, de los estados m or bosos concretos, de las visiones biológicas totales, de los com portam ientos esenciales, en u n a p alab ra su experiencia histórica personal tiene que estar a su disposición como objeto de com paración. Además u na com prensión estru ctu rad a debe hacerle posible la clara interpretación de lo que quiere. § 4.
M étodos
Si se lee la bibliografía psiquiátrica, se encuentra mucho palabrerío sobre posibilidades, m ucho inevidente, m ucho de im aginario sin el conte nido de u n a experiencia típica. P o r eso tenemos que preguntam os siem pre en el estudio de los trabajos como en u n a investigación propia: “ ¿C uál es el hecho típico? ¿Q u é es lo que puedo ver? ¿Cuáles son los hallazgos de los que se h a p artid o o que se pueden alcanzar? ¿Cóm o es indicado lo que se agrega m entalm ente? ¿Q u é experiencia debo realizar p a ra seguir el pensam iento?” F rente a pensamientos pobres en experiencia hay que preguntar si se les debe rechazar como vacíos. Hay que hacer que los pensam ientos hagan posible nuevos hallazgos o que los hallazgos dados se presenten a la vista más significativos o produzcan conexiones más prolíficas. E n lo posible h ay que dejarse ro b ar menos tiempo por la ilum inación de divagaciones inobjetivas y diseños juguetones. A ello ayuda el conocimiento metódico y la claridad. H ace posible in terpretar consciente o inconscientem ente de qué se tra ta en cada caso. Enseña a ver los límites entre la investigación em pírica, por u na parte, y los esfuerzos vacíos, las repeticiones indiferentes, las compilaciones sin es tructura, p o r otra. T odo progreso en el conocimiento de los hechos específicos es siempre un progreso sim ultáneo en el método. A m enudo, pero no siempre, el método es tam bién consciente. N o todos los grandes pasos del conoci miento son dados de antem ano con autocrítica m etódica. Pero esa auto crítica pu rifica y asegura lo que fue adquirido realm ente. El objeto de la investigación m etódica es siempre tín objeto desta cado no la realidad en el todo; es algo p articu lar, un aspecto o algo en perspectiva, no el acontecer en su totalidad. ^ a) M étodos técnicos. El objeto de nuestra investigación es accesi ble en clínicas, consultorios, hospitales, en colecciones, informes, en institu ciones técnicas de investigación, etc. N uestro estudio depende de los puntos de enfoque de los hechos que h an sido hallados. El descubrim ien to consiste m uy a m enudo en señalar algo que se puede observar. El
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prim ero que contó los suicidios y halló al mismo tiem po cifras com para tivas {poblaciones, estaciones del añ o ), hizo u n descubrimiento, aunque al comienzo sólo halló un m étodo técnico. L o que im porta es h a lla r observable algo h asta entonces inobservado, dirigir la m irada a posibili dades en donde los hechos son técnicam ente captables. 1. C a s u í s t i c a . Los fundam entos para la investigación están tam bién en la exploración oral de los enfermos, en. la penetración en su conducta, sus movimientos de expresión, sus relatos., Además tratam os de obtener todo m aterial que nos dé inform ación sobre el estado actual y sobre todo el pasado, en ta n to que ese m aterial sea accesible en el caso individual: autodescripciones del enfermo, anam nesis por él y por familiares, actas surgidas de conflictos con las autoridades, actas personales, informes de los conocidos, superiores, etc. Los casos en p articu lar quedan como fundam ento de la experiencia d e la psicopatologia. L a descripción de tales casos e historias de enfer mos — desde la exposición de fenómenos singulares hasta la biografía abarcativa— se llam a casuística. Los métodos casuísticos proporcionan el grueso de nuestros conocimientos e intuiciones. A parte de esos medios aplicados, fácilm ente captables, la ciencia psiqppatológica h a desarrollado aún métodos especiales que son poco apropia dos p a ra la investigación regular, y que sólo lo son como medios de exploración de las relaciones: los m étodos estadísticos y experim entales. 2. E s t a d í s t i c a . Los métodos estadísticos (*) h an sido utilizados prim ero como u n a aplicación de los modos de investigación sociológicos a los problem as psicopatológicos. L a estadística crim inal, la estadística de los suicidios, pueden contribuir aquí. Luego han sido provechosos, en casos particulares de psiquiatría especial, las cifras: duración de la p a rá lisis, edad de los enfermos, distancia entre la infección luètica y la decla ración de la parálisis, edad del enferm o y comienzo de su psicosis, curvas anuales de las admisiones hospitalarias, etc. Finalm ente la estadística h a adquirido u n a significación destacada en la investigación de la heren cia y en el cálculo de correlaciones en la caracterología, las teorías de la capacidad, las teorías de los tipos de constitución física. L a tendencia científiconatural hacia lo exacto h a hecho contar y m edir en psicopatolo gia lo que parece contable y medible. Los métodos estadísticos significan un gran problem a en sí mismo. U nas observaciones b astarán al respecto: ( i) H aoeN F. W .: Staiische U ntersuckungen über Geisteskranken. y muchos trabajos ulteriores, por ejem plo: Ailg. Z . Psychiatr., 70, 804.
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aa) Los resultados estadísticos no afirman, en relación con un caso individual, algo obligado, sino a lo sumo algo probable (generalmente en proporción m oderada). El caso individual no puede ser sumado en el conocimiento estadístico. Si conozco el porcentaje de mortalidad de una operación, no por eso sé cómo resultará el caso individual. Si conozco la correlación entre tipos constitucionales y psicosis, no por eso sé absolutamente en el caso individual si el tipo constitucional tiene allí esa im portancia. El caso individual puede quedar totalmente al margen de un conoci miento estadístico. bb) Lo decisivo es que al comienzo el material de partida sea claro. Lo que no es reconocible por todo investigador, no puede ser sumado por su sentido. U n procedimiento exacto, edificado sobre hipótesis inexactas, lleva a los más notables engaños. cc) D onde son empleados métodos matemáticos para la elaboración de los nú meros más allá de la evidencia directa de las cifras, es necesario un alto grado de crítica y de capacidad m atemática para conservar claramente la transparencia de todos los caminos y del sentido de los resultados y no caer en el espacio fantasmal de los resultados matemáticos aparentes. dd) Las comprobaciones estadísticas conducen a correlaciones, pero no signifi can como tales conocim ientos causales. Son indicaciones de posibilidades, provocan la interpretación. La interpretación causal necesita suposiciones (teorías) con las que se ensaya si uno está o no de acuerdo. En tal interpretación, es cada vez mayor el peligro por el número creciente de suposiciones auxiliares. Hay que reconocer dónde se ha llegado al lím ite en el que hay que interpretar, con las hipótesis hechas, todo caso de resultados numéricos, en los que ningún caso ya puede refutar la teoría, porque los factores admitidos con sus combinaciones posibles no excluyen nada más, sino que transforman en una confirmación, por una operación de cálculo, todo ha llazgo, así por ejem plo en la periodicidad de los sucesos de la vida, de Friess, y su configuración íntim a. Pero ya en las simples cifras comparativas amenazan los erro res de interpretación y a menudo no son fáciles de descubrir. La fuerte impresión de las cifras no puede hacer enmudecer la advertencia que dice exageradam ente: con los números se puede probar todo.
3. Experimento. Los métodos experim entales estuvieron un tiempo en psicop ato logia en la prim era línea del interés. Se había se parado del resto la psicopatología experim ental como la verdadera psicopaíología científica. E sta lim itación tiene que aparecem os errónea. Los experim entos son aprovechables en ciertas circunstancias y son valiosos elementos auxiliares, pero lograr resultados experim entales no puede ser el objetivo .del conocimiento. Los buenos experim entos puede hacerlos sólo el psieopatólogo adiestrado psicológicamente p a ra interrogar y que sepa apreciar las respuestas. L a m era form ación experim ental es u na habilidad técnica, no da todavía ninguna capacidad p a ra el trabajo psico lógico. Por eso fué hecho en la psicopatología experim ental tam bién más de un trab ajo pseudoexperim ental. H an sido hechos experimentos d eta llados que sacan a relucir algunas cifras, pero que no enseñan nada, y que no tienen p o r base ningún punto de vista, ninguna idea. En las brillantes investigaciones de K raepelin sobre la curva de trabajo, en las
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medidas de la mem oria, ensayos de asociación y de testimonios, entre otros, se h a hecho'" algo valioso. Si se com paran, adem ás, los conocimien tos de la psicopatología en general con los conocimientos experim entales, a veces difícilmente se contradecirá a M obius (1), que escribió: “Todo lo que se saca a flote es, burdam ente dicho, baratillo” . En todas partes hay que p la n te a r claram ente el problem a de la m e cida en que se consigue m etódicam ente lo real, determ inado desde la ;orriente infinita y obscura de la realidad; construir gráficos, obtener :ifras, curvas, esquemas e imágenes, en u n a palabra, im aginar figuras in las que puede ser interpretado lo real e integrado. E l descubrim iento ie un modo de h acer inteligible los hechos, de m anera que sean recono cibles idénticam ente, es siempre el desenlace de la nueva exploración. Los métodos técnicos de investigación — experimentos, mediciones, rele n to s — proporcionan a los que investigan observaciones accesorias, ncidentales, en enfermos p a ra los cuales son útiles los procedimientos y jue causan impresión, m ientras su sentido específico perm anece deficiente. Exámenes de inteligencia producen situaciones de observación que muésran una conducta interesante del enfermo, que no es registrada en el »rotocolo objetivo. M ediciones de la estructura del cuerpo perm iten sunergirse en la figura del cuerpo, exponerla de todos modos, sin que las ifras sean en ello de im portancia. Pero se llega a u n a falsa estimación leí método cuando es confundido su sentido objetivo con lo que es visile con respecto a su realización o aplicación. b) M étodos lógicos concretos de la aprehensión y la exploración. i.n la práctica del conocer, necesitamos diversos métodos en el mismo íomento. En el conocimiento científico los separamos en tres grupos, con ellos las especies básicas de los contenidos del conocer: la apreensión de los hechos típicos particulares, la exploración de las rela\ones, la captación de las totalidades. 1. A p r e h e n s i ó n de los h e c h o s t í p i c o s pari c 11 1 a r e s, Desde la corriente viva de la realidad del alm a se nos pre m ian los hechos típicos particulares. Innum erables, se ordenan en algunos rupos fundam entales distintos según el m étodo de nuestra aprehensión. aa) El prim er paso para la captación científica de lo psíquico es un ¡mizar, limitar, distinguir y describir determ inados fenóm enos experiientados, que son así claram ente representados y llamados regularm ente >n un térm ino preciso. Así describimos tipos de percepciones engañosas,
(1)
M obíus,
P.
J .:
Die
Haffrtungtlosigkeit aller
Psychologie, 2»
ed.,
Halle,
1907.
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de vivencias delirantes, de procesos obsesivos, los tipos de la conciencia de la personalidad, de los instintos, etc. Aquí hacemos total abstracción del origen de los fenómenos, de la independización de los mismos, de las nociones teóricas sobre sus basam entos, nos dirigimos sólo a lo- real m ente experim entado. L a descripción de las vivencias y de los estados psíquicos, de su diferenciación y de su establecim iento, de modo que se pueda significar lo mismo siempre con los mismos conceptos, es la tarea de la fenomenología. bb) Lo que es representado en fenomenología lo sabemos sólo indi rectam ente p o r las autodescripciones de los enfermos, que interpretam os por analogía con nuestros propios modos de experiencia. Esos fenómenos se llam an subjetivos en oposición a los objetivos, que son directam ente m ostrados en sus existencias. Los fenómenos objetivos los percibimos, pero de. m anera fundam entalm ente diversa: como m anifestaciones somá ticas concomitantes, por ejemplo la frecuencia del pulso en la excitación, la dilatación de las pupilas en el miedo; como expresión, por ejemplo los rasgos alegres o tristes del rostro; como rendimientos, p o r ejemplo, realizaciones de la m em oria, realización del trabajo; como actos, com portam iento; como obras producidas en el lenguaje y el arte. Todas esas objetividades responden a la p regunta sobre qué grupos básicos de hedhos típicos objetivos de la vida del alm a existen. La distinción muy utilizada de los hechos subjetivos (vividos directamente por enfermos, imaginables por el observador sólo indirectamente) y objetivos (mostrables en el mundo como directam ente perceptibles) no es única. Pues el sentido de la ob jetividad es múltiple. N o es el mismo en el pulso contable, en la memoria medible, en la m ím ica comprensiva. Las significaciones que adquiere la oposición de lo sub jetivo y de lo objetivo son las siguientes: 1. O bjetivo es todo lo que aparece perceptible por los sentidos: reflejos, m ovi mientos regístrables, actos, modo de vida, etc., todos los esfuerzos medibles, como los rendimientos del trabajo, de la memoria, etc. Subjetivo es todo lo que es captado por eí situarse (H ineinverssetzen) en lo psíquico, por la actualización de lo psíquico. 2. Objetivos son los contenidos racionales, por ejemplo de ideas delirantes, compren didas por el mero pensar en esos contenidos, es decir racionalmente, sin situarse en lo psíquico. Subjetivo es lo propiamente psíquico, captado por el em patizar y covivenciar, por ejem plo la vivencia delirante originaria. 3. O bjetivo es finalmen te llamado una parte de lo que acaba de ser subjetivo: lo psíquico captado por la introyección directa en los movimientos de expresión, por ejemplo el miedo de un enfermo. Frente a ello es subjetivo lo que sabemos m ediatam ente por los juicios del enfermo, como cuando quien no tiene objetivamente m iedo nos dice que en verdad tiene miedo. 4. Existe el hecho característico que experimentamos psíquicamente, sin saber sobre el m odo de nuestra vivencia. Guando los enfermos, por ejem plo, quedan inhibidos, lo que podemos comprobar por la lentitud de las reacciones u objetivamen te por la empatia, no necesitan ser conscientes de ello subjetivam ente. Cuanto más indiferenciada es la vida psíquica, tanto m enos es consciente de ello subjetivamente. Así tenemos las oposiciones de inhibición objetiva e inhibición subjetiva, fuga de
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deaa objetiva y el “impulso del pensam iento” subjetivamente sentido (un cambio de as representaciones experimentado com o desordenado y sin»sosiego). 5. Mientras que odos los fenómenos que estuvieron hasta aquí en la parte subjetiva como en la objeiva son tema de investigación científica, hay un último sentido de la oposición >bjetivo-subjetivo, al afirmar que los síntomas objetivos son las cosas demostrables, [iscutibles, y subjetivos los no demostrables, los no discutibles, las cosas vagas que e basan sólo en impresiones infundables, en caprichos puramente personales.
2. E x p l o r a c i ó n de las r e l a c i o n e s (comprender e x p l i c a r ) . L a fenom enología nos d a u n a serie de fragm entos de 3 psíquico realm ente vivenciado. L a psicología funcional, la psicología Mnática, la psicología de la expresión, los actos y m undos de los enfer mos y sus manifestaciones m entales m uestran siempre otro tipo de hechos, 'reguntamos en qué relaciones están todos ellos. E n algunos casos comrendemos cómo lo psíquico surge con toda evidencia de lo psíquico. lomprendemos de este m odo, único posible frente a lo psíquico, si el tacado se Vuelve colérico, el am ante engañado celoso, si surge de tales cuales motivos una decisión o u n hecho. En fenomenología im agína los cualidades individuales, estados individuales considerados estables, emprendemos estáticam ente; aquí captam os el desasosiego de lo psíquico, I movimiento, la relación, un proceder separadam ente; comprendemos h étic am e n te (psicopatología co m prensiva). Pero no sólo los fenómenos ibjetivam ente experim entados, sino tam bién lo psíquico visto directalente en la expresión, luego los hechos y m anifestaciones, los actos y el tundo de los enfermos —percibido todo al comienzo estáticam ente— lo emprendemos en tales relaciones genéticas. Pero en el amplio sentido de “com prender” separamos dos significados distintos jnbién terminológicamente, como comprender estático y genético. En los capítulos bre fenom enología, psicología de la expresión, etc., tratamos del com prender está70, del imaginar estados psíquicos, del conocer cualidades psíquicas. El com prender enético, la empatia, el comprender las conexiones psíquicas, el tamizar psíquicaente y el manifestarse psíquicam ente es nuestra tarea en la segunda parte del jro. Las palabras “estático” y “genético” las agregamos a la palabra “compren* :r” cuando la relación exige la m anifestación de la distinción para evitar los alentendidos. D e lo contrario “comprender” en sí solo significa, según la relación i un capítulo, el comprender genético, en otro sólo el estático.
Sin embargo, llegamos pronto a los lím ites, especialmente en psicoitología, con la comprensión genética. Se le llam a tam bién explicación ¡icológica^ que se opone com o fundam entalm ente distinta con razón la explicación objetiva, a la v erd ad era explicación. Lo psíquico apace como algo nuevo, de u n m odo to talm ente incom prensible p a ra nosros. Lo psíquico sigue a lo psíquico de u n a m anera incom prensible ira nosotros. Sigue lo u n o a lo otro, no v a separadam ente. Las etapas íquicas de la evolución en la vid a psíquica norm al, las fases y p eno-
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dos en la anorm al son esas consecuencias tem porales incomprensibles. El corte longitudinal de lo psíquico no puede ser com prendido genéticam ente de modo más o menos completo, tiene tam bién que ser explicado cau salmente ¿ como objetos científiconaturales, a los que no se ve “desde dentro”, en oposición a los psicológicos^ sino sólo “desde fuera” . Para eludir ambigüedades, empleamos la expresión "comprender” (V ersteh en ) siempre para la visión de lo psíquico obtenida desde dentro. A l hecho de conocer relaciones causales objetivas, que sólo es visto desde fuera, nc lo llamamos nunca comprender, sino siempre explicar. Comprender y explicar tienen, pues, una signi ficación firme, que en el curso de la lectura se volverá cada vez más clara con el aumento de los detalles. La palabra begreifen (captar) la empleamos, en cambio, en Mentido indeterminado para ambos (en casos problemáticos o c u a n d s e refiere a comprender y explicar al mismo tiem p o). D e la visión de la oposición en principio del comprender estático con respecto a la percepción sensual exterior, al comprender genético con respecto a la explicación causal, depende la posibilidad de un estudio ordenado y de una clara exploración en psicopatologia. Se trata aquí de últimas fuentes del conocimiento totalmente distintas. H ay investigadores que, inclinados a negar las verdaderas fuentes del (fonocimiento propiamente psicológicas para la ciencia, sólo quieren hacer valer lo percepti ble por los sentidos como tal, no lo entendido como “objetivo” a través de lo sensorial. N o hay nada que objetar, mientras no se pueda aportar una prueba de la justifica ción de una última fuente del conocimiento. Pero se puede exigir consecuencia en todas las circunstancias. Esos investigadores, para no incurrir en contradicción, tienen que dejar de hablar en general de lo psíquico, de pensar en lo psíquico como cien tíficos; tienen que cesar de hacer psicopatologia, limitarse más bien, en su estudio, a .los procesos cerebrales y a los procesos físicos. Tienen en consecuencia que cesar de aparecer como expertos ante los tribunales, pues no saben científicam ente nada de aquello que se les pregunta, según la propia opinión; deben apreciar no el alma, sino sólo el cerebro; no pueden dar información como expertos más que sobre lo corporal. Tienen que renunciar en consecuencia a la manera usual de las his torias clínicas, etc. T al consecuencia podría imponer respeto y sería digna de un investigador; la negación y la duda tenaces por las objeciones generales como por ejem plo: eso sólo es subjetivo, y ótras, es un nihilismo infecundo de parte de tales investigadores, que de ese modo pueden persuadirse de que su incapacidad no está en ellos, sino en las cosas.
3, C a p a c i t a c i ó n d e l a s t o t a i i d a d e s . T oda investi gación distingue, separa, tom a u n algo singular e individual como objeto y busca en ello lo general. Pero aquello de que se separa, es en realidad un todo. E n el conocer lo p articu lar hay u na falta, si el todo, en y por lo que es, es olvidado. Pero ese. todo mismo no se convierte directam ente en objeto, sino sólo a través del individuo, y se convierte en objeto, no como él mismo, sino com o un esquem a de su esencia. El todo mismo' perm anece idea. Sobre el todo se pueden h acer form ulaciones de categorías como las siguiente«• el todo está, antes de las partes; el todo no es la sum a de las partes, sino más, es un origen, una figura independiente; el todo no
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se puede com prender, p o r tanto, ,por sus elementos; el todo en su tota lidad puede persistir, cuando las partes faltan o se alteran. No se puede derivar el todo de los elementos (m ecanism o), ni los elementos del todo (hegelianismo). M ás bien hay u n a polaridad: se debe ver el todo a tra vés de los elementos, los elementos desde el todo. N o existe el camino de la síntesis comprensiva del todo por los elementos, ni el camino de la derivación comprensiva de los elementos desde el todo, sino que existe el círculo. El todo infinito es u n a determ inación alternativa de particu laridades y de totalidades. Tenem os que analizar hasta lo infinito y refe rir lo analizado a su todo correspondiente. E n lo biológico está conte nido todo lo particular-causal en la acción recíproca en un todo viviente en sí. E n el entender genético es ahondado el “círculo herm enéutico” : desde los hechos típicos especiales debe ser entendido el todo, que por su parte es condición p a ra la comprensión de aquellos hechos especiales. "b En la medicina somática existe ya el problem a. C uando se tom aba a las enfermedades p o r demonios, se sostenía que el hom bre está enfermo o no lo está-contiene en sí un demonio determ inado, está poseído como hom bre entero, “ totalm ente” enfermo. U no de los pasos más fecundos en el conocimiento se dió cuando se partió de ésto: el cuerpo como tota lidad no está enfermo, sino que se h a form ado la anomalía, localizada en alguna parte, en determ inados órganos anatómicos o funciones bioló gicas, y ejerce desde allí efectos más o menos amplios sobre otros cárga nos y funciones, sobre el cuerpo entero. Se advierte entre la anom alía y la totalidad del cuerpo llam ado “sano” como proceso vital, la relación de reacción y compensación. A hora bien, se podrían distinguir las enfer medades puram ente locales, parciales, que no tienen repercusiones en el resto del cuerpo y por eso indiferentes — bajo otro concepto del valor, quizás, defecto exterior— , y las que justam ente por sus efectos sobre el cuerpo entero, que reacciona ahora a ellas, se vuelven im portantes p a ra el valor de la vida. Se conoció entonces, en lugar de las numerosas enfermedades que afectaban a todo el cuerpo y eran indeterm inadas, muchas enfer m edades parciales y determ inadas, que constituyen fenómenos totales, sin tener su fuente en la totalidad del proceso de la vida del cuerpo. Sólo quedaba un resto de ningún modo inesenciál de anomalías de la vida física, que parecen descansar de antem ano en el todo de ese cuerpo según la dis posición, en la llam ada constitución. Pero finalm ente se encuentran nue vamente relaciones, en algún punto, con esa
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Esta oposición del todo y de las partes existe tam bién p a ra la capta ción de la vida psíquica: sólo que aquí es científicam ente m ás obscuro, más com plicado, m etódicam ente más polidimensional que en el dom inio corporal. E n cada capítulo ju g ará u n papel la relación de los miembros con el todo. E n los puntos cruciales decisivos será discutido detenidam ente el sentido de la totalidad, en la cu arta p a ríe se convertirá en el tem a como conjunto empírico, en la sexta como todo abarcativo, que escapa a la captación em pírica. Sólo con sentido general hacemos aquí algunas manifestaciones. Si hablam os del “todo del ser hum ano” este todo es algo infinito, no reconocible como totalidad. Se constituye sobre u n a m ultitud de funcio nes psíquicas particulares. Tom em os como ejem plo algo individual, lo más lejos posible del todo: así la ceguera ante los colores, la, falta de m em oria del sonido, la extraordinaria m em oria p ara los números, son anomalías — dicho com parativam ente— de partes del alma, que tal vez — tanto m ás en el curso de la vida entera— , finalm ente, tienen tam bién efectos sobre la personalidad total. Así podemos pensar como aislado m ucho que es individual: como función particu lar del alm a, como ins trum ento de la personalidad, y podemos oponer enfermedades de eso qüe es individual, como p o r ejem plo de la memoria, a anomalías fundam en talm ente distintas, que parecen descansar de antem ano en el todo, no p a rtir de las partes singulares del alm a. P ara com parar casos extremos: hay pacientes que tienen, en virtu d de perturbaciones del cerebro, gra ves defectos de la m em oria, perturbaciones del lenguaje y parálisis m o toras, a consecuencia de las cuales parece aniquilada la personalidad to tal. E n u n a observación m ás detenida se advierte, sin embargo, que ésta aparece en condiciones favorables, inalterada en su anterior carácter, que se paraliza y vuelve incapaz de expresión al mismo tiempo, pero que existe, según la potencia, intacta. E n oposición a ello hay pacientes cu yos “instrum entos” trab ajan todos excelentemente, pero que, como personalidacies enteras, parecen anómalos d e algún m odo, algunas veces de una m anera que apenas se puede definir. Los viejos psiquiatras gustaban de lla m a r. p o r eso a las enferm edades m entales “enfermedades de la personalidad” . Esta com paración general del ser hum ano en su totalidad y de las partes singulares del alm a no es la única dirección del análisis, sino .que, p ara la aprehensión psicológica, hay m uchas especies de elementos y to ta lidades. Frente a los elementos fenomenológicos está el todo del estado m om entáneo de conciencia; frente a la m anifestación particular, la m ani festación to tal; frente a los síntomas, el complejo sintomático. T otalidades
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abarcativas son la constitución del hom bre, la unidad no sológica, la to talidad biográfica del individuo. Pero tam bién estas últim as totalidades empíricas son siempre solo relativas, de ningún m odo son el todo del ser h u mano. Esto, lo abarcativo-del ser hum ano, surge de u n a libertad que no existe como objeto p a ra la explotación em pírica del hombre. N uestro trabajo científico avanza sólo cuando analiza, cuando refiere lo particular a lo particular, pero m uere y no puede distinguir lo esen cial de lo accesorio si queda en eso; luego cae en la comodidad de su m ar solamente lo disperso. Tiene que estar inspirado siempre por las vidas de aquellas totalidades, sin sucum bir a la desviación de querer captar esas totalidades por u n a fácil anticipación; en tal anticipación se embriaga el investigador con lugares comunes y se estrecha por un supuesto dom inio del todo, p o r u na supuesta contemplación de las fuer zas psíquicas omnicomprensivas. N uestro trabajo de investigación tiene finalm ente que conservar como horizonte últim o la conciencia d e la am plitud del ser hum ano, en el cual todo lo em píricam ente explorable en los hombres no es más que parte, aspecto, relativo, aunque sea la totalidad em pírica más abarcativa. Q ué es propiam ente el-hombre, ése es el gran problem a en la frontera de todos los conocimientos acerca de él. c) Desvíos lógico-formales ineludibles, a vencer constantem ente. L a circunstancia que la com probación de los hechos y la m archa del pensam iento en u n a investigación son justas, no basta p ara hacer surgir el conocimiento. H ay extravíos en la investigación correcta en que queda uno paralizado sin saber propiam ente p o r qué, en que los esfuerzos extraordinarios parecen term in ar en la nada. Todo investi gador hace esa experiencia. H ay que ap render a en fren tar consciente m ente el peligro com prendiendo en qué consiste. In ten to señalar algunos de esos peligros. 1. S u p e r a c i ó n p o r l a i n f i n i t u d . U n a experiencia bá sica que reaparece en todas partes será presentada prim ero con algunos ejemplos: aa) Si proccdo en la descripción clínica según el principio de no emitir ninguna clase de juicios, sino de describir todo lo que es descriptible, de admitir l o ’ que el enfermo dice, de recoger lo que se puede saber sobre él, caigo, además si toman la dirección la escrupulosidad formal y la asiduidad, en la exposición de historias clínicas que no tienen fin, de modo que se convierten en gruesas carpetas que nadie puede leer. Pues la cantidad de lo indiferente es disculpado en vano diciendo que podrá tener alguna vez sentido desde nuevos puntos de vista para ulteriores investiga dores. H ay pocos hechos que puedan ser admitidos intuitiva y esencialm ente al m e nos sin un saber instintivo en torno a su posible sentido. Sólo cuando son desviadas
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de ideas dirigentes, de la visión originaria de algo esencial y la interpretación de los hechos y la exposición, es superada la infinitud, no ciertam ente por la abrevia ción de los juicios usuales en esquemas. bb) Sumar lo sumable es una de las comprobaciones de hechos más certeras. Pero las sumas puedo hacerlas infinitam ente. Algunas cifras pueden despertar un interés m om entáneo, sobre todo en alguien que hace por primera vez las operaciones. Pero el comienzo de un sentido está tan solo allí donde se produce la comparación de las cifras desde determinados puntos de vista; pero también allí es todavía infi nito. N o importa hacer de todo el proceso aritmético el instrumento de una idea del conocim iento, que penetra en la realidad, que no se expresa sólo infinitam ente en números. Así son hechos en vano experimentos m inuciosos, que sacan a relucir algunas cifras, pero que no enseñan nada si no hay ningún pensamiento com o base de todo el proceso, que ponga un alto a la infinitud, dominándola por un punto de vista m etódico formativo. ce) U n proceso preferido es el cálculo de la correlación entre dos hechos típicos, que oscila entre la hom ogeneidad (coeficiente de correlación = 1) hasta la total falta de relación (coeficiente de correlación = 0 ) . Las cualidades del carácter, las capacidades, las ianidadcs de herencia, los resultados de la acción en los ensayos de tests, etc., son exam inados por la estadística en relación con la m edida de su ho mogeneidad. Donde se aplica tal cálculo de la correlación, suele satisfacer al co mienzo extraordinariamente, Parece, sin embargo, haber mostrado obligadamente conexiones reales. Pero cuando luego hay que acumular infinitamente tales correlaciones, es indiferente de golpe toda correlación con la cantidad sin fin de las correlaciones m ediocres siem pre. Pues la correlación no da más que un hecho exterior, que es un último efecto; no me dice nada de la relación real que se oculta en las correlaciones adquiridas por la estadística de masas. En el mundo está casi todo en alguna relación con el todo. T an sólo cuando en la infinitud se tiene la restricción de la importancia de una correlación por un pensamiento nuevo y determinante, y en la conexión llega a un m ovim iento del conocim iento, que tiene todavía otras fuentes y es dirigido en todo por una idea, es obtenida una superación de la indiferencia de las comprobaciones. Aquí, com o en todas partes, no se debe dejar engañar uno por una exposición sa brosa. Sólo el principio metódico y la conducta subsiguiente en la investigación y la exploración llevan a la superación de lo infinito. dd ) En todas partes la exposición de elem entos de una realidad, y la explicación d e los fenóm enos concretos por combinación y perm utación de esos elementos, es un proceso infinito y por tanto muerto. Si com o mero juego de la razón puede ser también exacto, no se ha reconocido, sin embargo, nada esencial con él. Importa sólo poseer las fórmulas para derivar toda realización posible en todo tiem po según la necesidad, pero no tiene sentido realizar este o aquel juego de la permutación aá hoc sin conciencia del sentido total de dicho proceso. ee) Si estudio la fisiología de los reflejos, la complicación en las influencias mutuas de los reflejos elementales es tan extraordinaria que caigo rápidamente en lo infinito, después de la comprobación de algunos reflejos “condicionados” en la realización concreta de todas las combinaciones posibles. El conocim iento de la in tegración de los reflejos dom ina esa infinitud al comprender los principios de la estructura, al hacer muestras de confirmación y una selección de los ensayos esen ciales que iluminan lo infinito y lo hacen abarcable en principio.
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ff) En todos los dominios del conocim iento ocurre simplemente de m odo análo go: se pueden exponer y combinar sin fin complejos sintomáticos clínicos. Se pueden amontonar descripciones fenom enológicas de vivencias, m ultiplicar los exámenes d e los resultados por tests, etc.
E n todo m om ento el investigador tiene que hacer la m ism a expe riencia: tiene que hacer pasajeram ente el cam ino de lo infinito, in te n ta r la infinitud p a ra experim entar el golpe y— lleno del m aterial que había en ese camino— adquirir la id ea q ue ordena, q ue estructura, que hace visible y esencial. T odo paso de auténtico descubrim iento es u n a supe ración de la infinitud. Es un e rro r básico de u n a actitud de investiga ción nueva en to d a actividad, no descubrir la infinitud y después d e u n tiempo de continuidad qu ed ar estérilm ente en la m era repetición. H ay que ser tenaces y poder cesar, h ay que descubrir la tarea del aguijón y encontrar en la infinitud experim entada el rudim ento de nuevas posi bilidades. Es verdad, es siempre necesario u n tiem po de sumersión en lo infinito. Todo trabajo de descubrim iento es seguido por meros tra bajos de analogía, que vuelven a h acer lo mismo con otro m aterial, que confirm an, ensanchan, hasta que hacen evidente lo infinito en la repe tición. Pero los pasos progresivos, lo mismo que el pulso en el ritm o de la investigación, se dan desde la conciencia, que se vuelve cad a vez más esencial, de la situación investigadora, cuando llega la idea como la solución de u n enigm a en lo infinito h asta allí sólo obscuram ente cons ciente; luego aparece claram ente el problem a al mismo tiem po qué la respuesta. El principio de estas discusiones sobre el peligro de lo infinito es ía siguiente visión: todo lo real en su existencia concreta, todo lo m ental en sus posibilidades es infinito. El conocim iento es el descubrim iento de interpretaciones en las que lo infinito es dom inable y superable p o r las visiones limitadas, pero de tal m odo que la finitud, productivam ente tom ada, es ajustada a la esencia de la cosa, sale de ella y no le es; impuesta violentamente. De los modos de la infinitud que giran a nuestro alrededor, veamos todavía algunos típicos. L a infinitud de las construcciones auxiliares. P ara la interpretación áe los hechos necesitamos representaciones auxiliares que no tienen su valor como tales, sino como m edio p a ra ensanchar la experiencia h a biendo posibles interrogantes como elementos del buen éxito. Pero es ;ostum bre atribuir tam bién u n sentido a tales representaciones auxiliares nadvertidas. Se hacen distinciones conceptuales cad a vez m ás am plias, ;e desarrollan construcciones teóricas, se m ueve uno en meros pensanientos en función de esos pensam ientos mismos. E n la lectura de lite
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r a t u r a psiquiátrica, de los m anuales tanto como de los trabajos espe ciales,hay que apreciar u n a vez sola conscientemente cuanto se mueve s i n ideas, sin intuiciones, sin verdadera pru eba experim ental en lo p u ra m ente ideal o m ental, p a ra ver el peligro que hay en ello. Las posibili dades ideales son en sí mismas infinitas. Es un juego de la cabeza des arrollarlas, distinguirlas en el gusto, en el arte ornam ental de ía conduc ción de las líneas de ideas, en la fuerza de seducción. Pero m antener en jaque esa infinitud es condición de trabajo m ental auténtiqo. L a infinitud queda restringida por el postulado que el pensam iento debe m anifestarse y verificarse en la intuición experim entable, de m anera que ayude a la experiencia, pero no de m odo que la experiencia existente quede envuelta en pensamientos que no agreguen nada. L o que parte desde la experiencia viviente y la concepción, sin volver a ella, cons truye u n m undo im aginario en lo infinito. P o r tanto, en todo m étodo hay que p re g u n ta r cómo aum enta, ahonda, conform a la visión, cómo eleva el conocimiento de lo idéntico, ensancha la experiencia, aum enta el poder - - o lo que en ella lleva al vacío dé la abstracción, con meros conceptos, con papel y cálculos, con esquemas en un m undo enm ara ñado, que no ayuda a mi visión de lo real, que no estim ula mi acción, sino que obra desde el vacío en el vacío.
La infinitud del todo posible. Si u n a explicación teórica elige sus medios inadvertidam ente, de m odo que la combinación de los factores disponibles y de las posibildades de modificación h ag a comprensible todo caso que se produzca, en form a que nunca pueda un caso con tradecir la teoría, entonces se h a caído en la infinitud que lo explica todo y que p o r tan to no explica n ad a m ediante un juego constantem ente repetido en las combinaciones preferidas. U n a teoría al comienzo u ní voca choca con resistencias. H ay realidades que se contradicen. Se for m an teorías auxiliares que ahora explican tam bién lo nuevo, h asta que en un límite determ inable quizás se h an hecho tantas hipótesis que son explicables de antem ano todas las posibilidades imaginables que puedan producirse. El destino de todas las teorías u n tiempo dominantes, con sistió en caer en ese confuso juego de encantam iento, donde lo explican todo y por tan to no explican nada, y dan a los creyentes sólo el juego sin fin de la aplicación, de las posibilidades de com binación que no dejan nada fuera. Siempre que las explicaciones se vuelven más com plicadas, el investigador debe estar en guardia, p ara no caer, en el calle jón sin salida de u n círculo m ental, que lo incluye en la infinitud del todo posible, lo hace de golpe omnisciente, y no puede volver aj moverse fuera del nim bo de u n impulso tautológico. La infinitud bibliográfica. El que investiga quiere saber lo que se
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ha explorado antes de él. El que representa un dominio del saber, tiene que conocer la bibliografía en q u e se asienta. Justam ente la solidez de in a vasta actividad puede llevar aquí a la infinitud, que adquiere im portancia, conserva, reúne y agrupa las ideas como tales, las opiniones, as distinciones, sólo p oique tienen un sentido cualquiera. L a infinitud le la inform ación surge cuando lo concordante no es reconocido en li versas palabras y fórm ulas, donde la falta de claridad de una m itad :s conservada todavía allí donde la claridad en el todo hace tiempo que ía sido alcanzada; cuando, sin exam en, en u n a visión total del azar le las ideologías de los autores, adquiere un puesto; cuando, frente a a bibliografía, no se produce la contracción a las líneas esenciales, a a jerarq u ía real de su contenido, sino que el inform e sum ado lo iguala odo en la nivelación de opiniones. H ay que ad quirir, frente a la canidad inconmensurable de la bibliografía, la capacidad de distinción que 10 confunde los esfuerzos vanos de Sisifo con el legítimo conocimiento. 2. A t a s c a m i e n t o e i la g e n e r a l i z a c i ó n a b s o l u t a V e r a b s o l u t i e r u n g ) . Casi todos los métodos de investigación los objetos se inclinan a generalizarse en absoluto como los verdaderos, senciales, centrales. Se piensa al f:n h ab er alcanzado el auténtico camio. Se quiere subordinar todos los hallazgos a ese punto de vista cen*al, que no es concebido m etódicam ente, sino ontològicam ente. Se cree :har m ano a la realidad misma, no ya moverse explorando en p ersp eo va en una diversidad de métodos. Pero en realidad se concluye siempre i la generalización absoluta de conocimieritos parciales. Pues todo coocimiento es particular. C ontra ese extravío im porta posesionarse de >dos los métodos y puntos de vista, no p a ra hacerlos ju g a r a unos un tra otros, no la biología contra la ciencia del espíritu o la inversa, d el alma contra el cerebro, no la nosología co n tra la fenomenología, e la generalización absoluta surgen los prejuicios. Tam bién las teorías h an surgido en la psicología directam ente de la ícesidad falsam ente satisfecha de dom inar el todo con u na sola m an era ; explicación, con un núm ero lim itado de elementos. E l resultado son s “sistemas” de naturaleza constructiva, burdos conceptos de clase, liquiición aparentem ente definitiva del todo, que sólo puede ser analizado t particular. Las teorías científiconaturales son siempre el modelo. Alenmos en su lugar un resumen global de los métodos y puntos de vista que ) carezcan de claridad que no generalicen m ás allá de los límites impuess, pero que dentro de sus límites se apliquen sistem ática y puram ente. Este libro fué desde el comienzo un enemigo de todos los fanatismos, que generaan una interpretación con gusto partiendo de la voluntad humana de autoridad /alidez. Aunque esto es casi inevitable y tiene sentido en un trabajo particular por
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causa del entusiasmo del descubridor en la etapa de la investigación y en persecución de todas las consecuencias posibles, sin embargo en el esbozo de una imagen total debe ser rechazado. La lucha contra el propio fanatismo — pues ¿quién no se inclina a él?— es la condición para esbozar un todo, en tanto que éste puede nacer real mente de la idea del todo y no de una generalización absoluta. Ese todo no puede estar nunca terminado. En oposición a io cerrado y acabado de una formación teórica, desde un principio objetivo supuestamente reconocido de la cosa, la pers pectiva señala muchas direcciones, exige moverse en diversos planos, m antener los ojos abiertos viva e ilim itadam ente, — y sin embargo estar en posesión segura de la sistemática adquirida hasta allí y no ser absolutamente caóticos. Es un asunto espinoso el querer integrar en un todo la multiplicidad de la inves tigación. T odo investigador está propenso a encontrar injustamente rdativizados los resultados en su dominio, rechazará que alguien que no ha cooperado en su especiali dad intervenga con su juicio, y liquidará fácilm ente como meras consideraciones lógi cas lo que resulta de la naturaleza de la cosa por la interpretación del todo. La construcción dei todo acabaría violentamente en realidad si fuese ontológica; por tanto, en verdad, no puede tener la forma de un saber de lo existente total, sino la forma de la cognición (B ew usstheit) total de los m étodos, en donde tiene que hallar su puesto todo posible saber de lo existente. Ese saber acerca de los métodos mismos tiene que estar de tal modo fundado que quede abierto y deje espacio a nuevos métodos. La actitud básica de este libro por tanto consiste en combatir toda genera lización absoluta, señalar las infinitudes, penetrar las ambigüedades — pero reconocer toda experiencia auténtica, captar a su manera, comprender todo saber posible y apropiárselo y darle su lugar natural si cabe en la estructura de los métodos.
3. N o c i ó n a p a r e n t e p o r l a t e r m i n o l o g í a . El co nocimiento claro cristaliza tam bién en térm 'nos claros. Las impresiones felices o desgraciadas en el concepto y la palabra ti:nen una extraordi naria im portancia p a ra el efecto y la difusión, para la comprensibilidad o incomprensibilidad de los conocimientos. Pero sólo donde el conoci miento mismo es claro, puede ser objetiva y esencial la terminología. Cuando se exige siempre una terminología un itar'a p ira los conceptas psi cológicos o psicopatológicos, la dificultad no está en las palabras, sino en los conceptos mismos, SÍ hubiese conceptos claros,' la terminología sería fácil. F o rjar chora una term inolegía, por ejemplo por una comi sión, nos parece del todo imposible. F altan para ello todavía com pleta mente los conceptos firmes generalm ente admitidos, que se habrían de bautizar. Sólo se puede pedir que todo el que se dedique a los trabajos psicopatológicos, conozca los conceptos que han estado ligados a las p a labras por investigadores distinguidos y asocie conscientemente sus pala bras a determ inados conceptos. En el m em ento actual no está todavía prohibido traspasar a los trabajos y discusiones científicas las palabras psicológicas recientes, en la m últiple significación que tienen en el uso del lenguaje. Y se trata siempre, infructuosamente, de proponer una cantidad de nuevas palabras en lugar de hacer trabajo de investigación.
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d) iencáa$.
L a dependencia de los m é to d o s psicopatológicos de otras L a . medicina es sólo u n a de las raíces de la psicopatología. obre el trasfondo de las concepciones biológicas abarcativas, son reconoidos como biológicos los fenómenos psicopatológicos, por ejemplo las lorias de la herencia, p ara ver lo que puede ser com prendido en tales anexiones de la realidad del hom bre y de las enfermedades mentales, an sólo cuando lo palpable biológicamente es claro, se vuelve también aro lo propiam ente humano. Donde el objeto es el hom bre y no el hom bre como u n a especie ana ta!, se m uestra que la psicopatología, según su esencia, no sólo es una a m a de la biología, sino tam bién u n a ciencia del espíritu. P ara el édico aparece en la psiquiatía un m undo extraño a todas las otras sciplinas. Lo mismo que adquiere u n a instrucción p rep aratoria p o r la íímica, la física, la fisiología, así necesita aquí o tra instrucción previa. 5ta situación h a hecho que la psiquiatría, en tan to que está a cargo de édicos que no poseen u n a instrucción en las ciencias del espíritu, no té, como ciencia, a u na altu ra equivalente, de modo que el joven méco hace más o menos accidentalm ente su estudio psiquiátrico y algunos iquiatras son, científicam ente, dilettantes. Para comprender en cierto modo m etódica y seguramente a los otros y formarse 0 mismo en psicopatología, hace falta por tanto un estudio especial f1). Nuestra jliografía psicopatológica está invadida por trabajos insuficientes. Sólo en los prof anas somáticos, de patología del cerebro, forenses, de asistencia' y administración 1 expertos el término medio de los psiquiatras oficiales.
Según K an t (2) pertenece el peritaje jurídico del estado m ental a la npetencia de la facultad filosófica. Esto es exacto en u n a consideración fico-metodológica pura, pero es prácticam ente falso. El que no sea ídico no puede tra ta r a los enfermos m entales, p a ra lo cual es indisnsable la m edicina somática. En consecuencia, solamente los médicos inen tam bién las experiencias efectivas necesarias p a ra el peritaje judi1. E n la frase kantiana, sin em bargo, es justo que el médico es com en te en la m edida en que podría pertenecer a la facu tad de filosofía mismo tiempo por su instrucción y su saber. P a ra esto no tiene valor e un psiquiatra (lo que ocurrió en la historia de la psiquiatría) aprenda m em oria un sistema filosófico determ inado y lo traspase (esto es peor : si no estudiase absolutam ente n a d a ), sino que se requiere la aproción de los puntos de vista y de los métodos de pensam iento de las ncias del espíritu.
(1 )
K ülpe:
(2 )
K a n t:
“ M edizin und A n th ro p o lo g ie,
Psychiatrie” . S 5 t.
Z . Pathopsychol.,
I
((1 9 1 2 ).
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E n realidad en la psicopatología se reúnen los rriétodos de casi todas las ciencias. Biología y morfología, medición, estadística y m atem áticas, ciencias del espíritu comprensivas, métodos sociológicos, todos encuentran su aplicación en ella. Esta dependencia de la psicopatología de las otras ciencias, cuyos métodos y conceptos se le aplican, es constitutiva p a ra ella. Tiene que ver con el ser hum ano entero, ciertam ente con el ser hum ano enfermo. Lo propio de ella puede destacarse claram ente tan sólo dentro de los cuadros de la interpretación aportados de todas partes. Su deficiencia básica consiste en que m uy a m enudo los métodos traspa sados son empeorados o falseados, a veces se convierten en métodos ap a rentes. P ero su impulso tiende a p oner en el nivel en que el conoci miento del objeto puede ser propiam ente logrado y com prendido en su significación por los m étodos que en otros lugares h an adquirido su alta perfección, frente al objeto único, indispensable p a ra toda la concepción del m undo y del hombre. El vehículo sociológico de ese conocimiento es la práctica de los hos pitales, clínicas, sanatorios, los consultorios médicos y psicoterápéuticos. Prim eram ente el conocimiento científico es sólo u n a consecuencia de la necesidad práctica y perm anece circunscripto mayormente por ésta. R aras veces, pero entonces m uy eficazmente, h a abierto nuevos caminos el im pulso originario del conocimiento de investigadores dirigentes en este terreno. f¡f e ) Exigencias hechas a los métodos; crítica m etodológica y m eto dología descam inada. Resum amos lo que se debe exigir de los m éto dos: deben hacernos gan ar terreno en determ inadas esferas del saber, ahondar nuestra concepción y ensanchar el m undo de lo experim entable p a ra nosotros. Luego deben enseñarnos los factores causales que pro ducen la conexión del devenir, del acontecer; y deben mostrarnos las relaciones comprensibles cuya realización está ligada a hipótesis psicopatológicas. Pero no deben em brollarse en hueras posibilidades m en tales, que no acercan a la concepción ni a la experimentación. El va lor de los métodos se m uestra en lo que puedo ver, juzgar y hacer a través de ellos en el trato con individuos. L a crítica m etodológica tiene p o r tanto sentido p a ra exam inar ca d a vez un saber en su origen y fundam entación, p a ra reconocer la inutilidad de u n querer saber desde falsos métodos, p a ra hacer cons ciente el ordenam iento del saber en su diversidad de métodos, p a ra lim piar el camino del conocer, hacerlo viable y abarcable. Como todo cam ino científico, así tam bién el metodológico tiene sus peligros. H ay u n a degeneración de la metodología en el recuento vacío
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6 lógicoformal de conceptos. Esa aritm ética, que queda siempre adhe rid a a lo más externo, ese m ero m anipuleo de conceptos tiene un efecto destructivo. L a fuente de nuestro conocimiento es siempre la concep ción viviente. Y ocurre que un autor que puede ver algo nuevo, no encuentra tam poco formulaciones enteram ente inobjetables en concep tos. Aunque tenga razón, la lógica form al— ciertam ente sólo por fue ra— puede demostrarle contradicciones e inexactitudes. En la crítica fecunda, en cambio, es interpretado lo esencial y acercado y sólo m ejorada la form ulación que esclarece el método. Esta corrección ne cesaria, aun cuando tam bién form al, se convierte en un peligro, cuando es pasada po r alto la verdadera significación del entendimiento. Se puede decir en casos raros: p a ra un problem a, los conceptos prem atu ros, exactos, claros, pero sin contenido, son el mom ento m ás bien m or tales que provechosos. Además: las discusiones m etodológicas tienen sentido sólo cuando ton realizadas' sim ultáneam ente con un m aterial concr eto y son mos cadas en sus efectos. Las abstracciones metodológicas no intuitivas son orturantes. E n la ciencia empírica hay sólo una lógica concreta. Los ñeros argum entos sin investigación de hechos o sin exposición de m acrial quedan en el aire. Im aginar métodos que no son realizados al nismo tiempo, y que quizás no son realizables, conduce a habladurías netodológicas hueras. Finalm ente hay discusiones metodológicas que operan con m eras \ ategorías, negando de hecho, de modo puram ente racional, todo ensayo \ jositivo de un conocimiento, y por eso son estériles en la exactitud párente. U n ejemplo es la objeción típica contra las distinciones claas de conceptos: se separa lo que es “uno” (cuerpo y alm a, ciencia y ida o desarrollo de u n a personalidad y proceso morboso, o percepión y representación, etc.). O lo separado es ligado p o r “ transiciones” ¡ue hicieron prácticam ente ilusoria la distinción. Sin em bargo, por erdadera que sea la tesis de la unidad en todas partes, suele ser falsa 11 aplicación con respecto al proceso del conocimiento. El conocer pasa or la distinción. L a verdadera u nidad precede como asimiento inconsiente y es en todas partes idea que estim ula a la asociación lo sepaado bajo puntos de vista claros. Pero el conocimiento mismo no puee anticipar la unidad, que es realizada más bien en la práctica, en la calidad del individuo vívente. El conocimiento es diferenciados parcular e integrado, esencial p o r las oposiciones y por todo esto abierto ara el movimiento hacia la unidad. H ab lar de las transiciones suele :r el diván del pensar y del observar. L a consecuencia de esa crítica párente m etódica, negativa y racional no es de ningún m odo el for-
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talecim iento de la unidad legítim a, sino que es confusión. Lo am orfo del entusiasmo por la unidad lleva a un confusionismo en que dom ina la ceguera en lugar de la am plitud del conocer dueño de sus herram ientas. A la publicación de trabajos psicopatológicos hay que hacerle algunas exigencias; No es permitido razonar sim plemente sin limitación. Con toda consideración de las informaciones se debe compenetrar uno de las grandes concepciones transmitidas, apropiarse las distinciones esenciales, conquistar una clara conciencia del método. Sólo así se podrá controlar el propio trabajo, de modo que no se ofrezca lo anticuado como nuevo descubrimiento, quizás en forma peor aún, que no se incurra en las m e ras posibilidades del pensamiento, que no se deslice en las infinitudes, que no se caiga bajo el obscurecimiento de conocimientos adquiridos en presentimientos y cuchicheos.
§ 5.
L a misión , de u na psicopatología genera! y resum en de este libro.
La psicopatología general no tiene ia misión de recapitular todos los resultados, sino de form ar un todo. Su función consiste en el escla recimiento, 3á ordenación, la cultura. T ie re que esclarecer el saber en les tipos básicos de los hechos y en la m ultiplicidad de los métodos, resu mirlos en ordenamientos naturales, finalm ente l evarlos a la autoconciencia en e! todo cultural del hombre. Cum ple así una tarea específica que va más allá de la investigación especial del conocer. No basta una m era agrupación didáctica, aprovechable práctica y m nemotécnicamente, sino sólo aquela form ación didáctica que coincide con la captación esencial de la cosa. L a psicopatología general está en la continuidad de las aprehensio nes totales intentadas hasta allí, se orienta en ellas y puede servir de salida a nuevos ensayos — sea en la contradicción, sea en la construcción o en el avance. Echemos una ojeada a las exposiciones existentes. Cuando apareció por primera vez mi psicopatología (1 9 1 3 ), existían los libros m m in g h a u s y de S t o r r i n g , después aparecieron los de K r e s t c h m e r y G r u h l b ( l ). Es verdad que tienen una intención distinta y sería injusto ponerlas en el mismo plano según su finalidad o también sus valores. Pero cada uno es expresión de una concepción total, de una estructuración formativa de la materia infinita. U n a psicopatología general no es sólo la exposición didáctica de lo ya existente, más bien realiza un trabajo consciente en la ordenación del todo. Todo psiquiatra se caracteriza por la especie del ordenamiento en que tiene una imagen total más o menos compleja, móvil o rígida. U n libro sobre psicopatología quiere cooperar en ese cuadro total o en el m odo de pensar en el todo, en donde todos los métodos particulade
E
(1 ) E m m in g h a U S : Allgemeine Psychopathologie zur E inführung in dai Studium der Geistesstörungen, L e i p z i g , 1878. S t ü r r in c : Vorlesungen über Psychopathologie in ihrer Bedeutung für die normale Psychologie, Leipzig, 1900. K r e s t s c h m e r : M edizinische Psycho. l o g i i , ein Leitfaden für Studium und Praxis, 5* e d . , 1 9 3 9 . G r u k l e : Psycholog e des Abnorm en ie n el H andbuch der vergleichenden Psychologie, editado por Kaik», voi. 3, SecciÓD 1, Munich, 1922; apareció tam bién aparte}.
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es tienen su sentido y sus límites. Libros que aspiran justamente a una exposición Dtal, tienen por tanto su importancia decisiva por el modo como ven el todo y' como acen aparecer ese todo en la sistemática visible y en la dirección del pensamiento, lientras intento caracterizar comparativamente los trabajos existentes, espero poder íostrar más claramente el contraste del propósito (no de la realización) de mí sicopatología. E m m i n g h a u s (1878) eligió una distribución m édica como es usual en otras espeialidades clínicas. Trata sucesivamente la nosología (sintomatología, diagnóstico, urso, duración y terminaciones de la locu ra), la etiología (predisposición, causas esencadenantes, e tc.), finalmente la anatomía patológica y la fisiología. Procede de todo puramente descriptivo, tiene la concepción total m édica y científico-natural no robada, evidente. Psicológicamente salen a relucir diversos puntos de vista en irticular, sin ser conscientemente criticados y desarrollados. L a psicología natural »tidiana es la determinante, pero algo descolorida por una terminología científica y >r la exterioridad de la psicología oficial de su tiempo. L a excelencia del libro está i el resumen total, al modo usual del m édico, pero de ese m odo es borrado el lismo que separa siempre a la psiquiatría de todas las otras especialidades clínicas nientras una síntesis real es posible sólo después del esclarecimiento consciente de j principios y métodos en parte heterogéneos). U n a ventaja es la exposición adecúai, completamente viva, la rica mención bibliográfica, que hacen de la obra todavía >y una obra de consulta, si se busca la vieja literatura. U n a ventaja está también las amplias perspectivas (por ejem plo en la psicología de ios pueblos), que, a sar del cuadro médico, son posibles; perspectivas procedentes de la vieja cultura iquiátrica, y que en esa forma no han tenido largo éxito. El tipo de ordenamiento ídico que empleó Emminghaus, como se había utilizado antes, ha quedado usual las partes generales de los m anuales psiquiátricos.
El libro de S t ó r r i n g (1900) tiende a otro objetivo: quiere tratar la psicopato;ía en su significación para la psicología normal. En ello pone com o base de antemo el interés teórico y son decisivas las teorías psicológicas de W undt. Juegan allí gran papel las teorías sobre la génesis de los fenómenos, con los métodos que i parecen ya anticuados de aquella psicología. L a división se hace según el viejo uema: funciones intelectuales, procesos del sentim iento, procesos de la voluntad, i embargo son empleadas para las funciones intelectuales unas 400 páginas, para sentimientos 35, para los procesos tle la voluntad 15. Como la unidad del libro teórica, se llega a una dirección de pensamiento fugaz, pero el valor del libro siste ampliamente dependiente del valor de las teorías. Si ha sido dado a conocer ún material interesante de la literatura, el resultado fué, sin embargo, tan pe ino qi*^ se dejó de lado con decepción el libro, cuyo título atrajo. U n a im agen il teórica mucho más provechosa que un ordenam iento médico, como el que hizo minghaus, pero tiene, sin embargo, una forma muy estrecha frente a la enorme lidad de las psicosis. El libro de K r e t s c h m e r (1 9 2 2 ) no se puede poner sin más ni más al lado de dos mencionados hasta aquí. El objetivo es predominantemente didáctico y abarca psicología en tanto que interesa a los m édicos, sin separar — con razón—- en icipio lo normal y lo patológico. Kretschmer adquiere igualmente a través de una ía su imagen total, la figura del todo. Es el pensam iento de los estratos de la l del alma, que encuentra paralelamente en la historia, la filogenia y la ontogenia n o sucesión evolutiva) y en el hombre maduro (com o sim ultáneo). A ello se de un segundo pensamiento: el de los tipos de personalidad y los modos de reac
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ción. Pero ambos pensamientos son extremadamente esquematizados. El mismo acen túa la rígida simplificación en pocas fórmulas y conceptos auxiliares y apela a la ciencia n a tu r a l, que se ha aproximado así a su objetivo de la dom inación de las cosas. Se plantea por objetivo mostrar, “en construcción estrictamente científiconatural, los pocos mecanismos biológicos básicos que vuelven en todo lugar”, “a los que se puede reducir la abundancia confusa de la rica vida real”. En ello se incurre en una equi vocación. Mientras que la ciencia natural exacta, en el efecto m utuo del diseño teó rico y de la observación que lo confirma o lo rechaza paso a paso, de m odo obliga torio g e n e r a l, y algunas veces a saltos, anticipa una nueva fundam entación, de tal modo que el planteam iento del problema también hace posible una decisión exacta, tales teorías en la psiquiatría hasta aquí y también en Kretschmer, tienen siempre más o menos el carácter de un ensayo que hace posible las agrupaciones y que m otiva las observaciones. Kretschmer proporciona un nuevo ejem plo de psicología comprensiva, qiíe po dría disfrazarse científiconaturalm ente — en correspondencia con el ambiente de la fa c u lta d de m edicina, y eso sólo pudo hacerlo a causa del ínfimo sentido para la lógica en las ciencias naturales exactas y en sus métodos. La concepción de sus “sim plificaciones’1 la expresa él mismo m uy bien una vez: “Para llevar algo de vida a la materia seca, me he servido a veces de giros un poco extraños y de fórmulas agudiza das”. En tal rimplificación teórica y dominio aparente de la abundancia llega en toda intuición a la valoración de una especie de omnicomprensión, rubricada de manera maravillosamente rápida, aplicada al expresionismo, a los conceptos clasificadores so bre las personalidades históricas y aparece, visto históricoespiritualmente, animado por la enorme fantasía de algunos neurólogos: “La psicología de la neurosis es la psico logía del corazón humano en general. , . U n conocedor de la neurosis es eo ipso un conocedor del hombre” . Es característico que el estilo está literalmente matizado. N o se advierte ningún respeto ante la infinitud de todo individuo; frente a los pro blemas infinitos del alma, ninguna extrañeza. En cambio pone en la mano consignas fácilmente apropiables, cuya' utilización procura la conciencia satisfecha del cono cimiento penetrante del hombre. Pero tampoco logra Kretschmer con ese procedi miento trazar una figura real de la totalidad de la vida psíquica, más bien queda en suspenso en una elección de los problemas. En el lenguaje pesan más las imágenes que la agudeza conceptual, se advierte más el efecto de la expresión que una idea. V El libro de G r u h le (1 9 2 2 ) me parece estar en una contradicción acabada con el de Kretschmer. El esmero del trabajo, la sequedad del estilo son típicas ya exterjormente. Gruhle busca un ordenamiento en lo posible poco prejuzgable, no violenta con ninguna teoría el todo, sino que elige un esquematismo totalm ente abstracto en donde es agrupada, la materia. Son distinguidas anormalidades de la m edida (can tidad), de la especie (ca lid a d ), de las funciones (actos) y estas últimas en verdad como actos intencionales y com o conexiones de temas; sólo brevemente son agre gadas observaciones sobre las anormalidades de los vínculos entre los procesos fisio lógicos y psicológicos y el desarrollo ■psíquico. D e ese m odo adquiere Gruhle, en virtud de conceptos extraordinariamente amplios, que — como calidad y c a n tid a d ^ permiten una división com pleta de todo lo existente, aunque sólo sea exteriormente, al mismo tiempo grandes com partimentos, en donde puede arrojar los fenómenos contándolos simplemente. N o desarrolla con base m etódica quizás el concepto decisi vo ni lo hace pasar form aíivam ente com o fermento ideal por el capítulo correspon diente. M ás bien se trata, com o Gruhle mismo dice una vez, de establecer “jalones fronterizos por decirlo así”, “dentro de los cuales es apilado el material psicopatológico que parece importante, y que pertenece allí, sin lo cual no sería posible su elabo-
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ración sistemática y su ordenamiento interior”. Y dice Gruhle esto, en verdad, en relación con un capítulo que, com o m e parece, tiene más orden interior. El orden formal, ampliamente e x te r n o , permite sumar ciertamente los amplios y abstractos conceptos, pero no permite la aparición de una imagen concreta del todo. La crítica insobornable y la claridad formal han llegado en Gruhle al extremo en la renuncia a la formación creadora, de m odo que queda paralizado en la abundancia de lo real sin distinción de importante y de no importante (que sin embargo sólo surge por jas ideas, no por los ordenamientos formales) y se desliza ante la substancia de los problemas. Gruhle no imagina nada y ha conseguido que se pueda casi sostener que en el libro no habría un sólo párrafo “inexacto”. Con toda la ausencia de interés querida, la exposición tiene un encanto que es sensible desde lejos por la alta cultura del autor, su gusto y su distancia de las cosas, de tal modo que se obstrva: si le fuese fácil un modo de escribir literariamente elegante, no tendría ese foim alism o y esa sequedad, pues nada teme más que la confusión entre literatura y ciencia. Si se toma el libro como lo que quiere ser, com o acumulación de material, es en extremo útil. Por la reunión de una bibliografía enorme, la utilización de trabajos antiguos, olvidados, raros, hay que estarle agradecido. La intención de mi libro (1 9 1 3 ) se-aparta de todos los aparecidos antes y des pués. Si he de caracterizar ese propósito, señalaré, como autor, inevitablemente, esen cialm ente, las ventajas. Q uisiera por eso decir de antem ano que, según mi convic ción, por este propósito no deben ser suprimidos los otros ensayos. M ás bien hay que aconsejar a todo el que quiera penetrar más hondam ente en los problemas de \ la psicopatología, que lea comparativamente las distintas exposiciones totales. Sólo de ese modo, controlándolas unas por las otras, se apropiará del dominio posible del todo.
Actualizo el propósito de mi libro: a) D ogm ática del ser y conciencia metodológica. Describí en 1913 el sentido de mi sistematización m etodológica: “ En lugar de violen ta r el dominio total p o r u n sistema en base a u n a teoría, se in te n ta rá separar puram ente los caminos p articulares de investigac.ón, los puntos de vista, los métodos, hacerlos destacar así m ás claram ente y exponer tam bién la m ultiplicidad de la psicopatología. D e ese modo no serán excluidas teorías ni en general un p u n to de vista cualquiera. C ualquier imagen del todo quisiera ser aprehendida, cap tad a según su im portan cia y sus límites y salir a flote. Pero lo principal sigue siendo siempre ;1 pensam iento indagador, p a ra el cual to d a imagen total sólo vale des3e un punto de vista; quisiera dom in ar esas imágenes de la totalidad nuevamente en su totalidad y no puede clasificarlas finalm ente m ás que ¡fcgún los métodos y las categorías de donde h an surgido. Señalamos el cam ino p o r el que vamos a la concepción de algunos ispectos aislados del alm a; T odo capítulo de este libro debe presentar «na parte singular de esa especie. E n lu g ar de en contrar un sistema de ■lementos y funciones, que nos señale en todas partes, en la psicopatoogía, de igual modo, el cam ino del análisis (como en la quím ica el onocimiento de los átom os y las leyes de la asociación), tenemos que
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c o n te n ta m o s con realizar sólo diversos modos de consideración. E n lu gar de un orden teórico podemos poseer sólo un orden metodológico” . E n esta autocaracterización se expresa u n a contradicción cientí fica, que no se puede ver b astante radicalm ente. O bien se refiere en Jo sabido objetivam ente ya a la cosa misma, el ser en sí, y se cree te nerla enteram ente, o sabe de la perspectiva, de lo m etódicam ente fundado y al mismo tiem po restringido de todo conocimiento. O bien se busca una satisfacción en el saber sobre el ser o se sabe uno en el horizonte abierto del movimiento infinito. O bien se tiene el centro de gravedad en una teoría del ser, que se cree conocer, o en la sistematización de los métodos conscientes, con los que se ilum ina lo infinitam ente obscuro. Ó bien se descartan todos los métodos como armazones pasajeramente ne cesarios., p ara poseer supuestam ente la cosa misma que se h a conquis tado, o se disuelve nuevam ente toda la dogmática del ser como error pasajero ineludible en favor del m ovim iento del conocimiento que n u n ca se d a rectilíneo y acabado, sino que está abierto a la experiencia y a la investigación ilim itadas.
La conciencia metodológica nos m antiene listos frente a la realidad que hay que interp retar de nuevo siempre. L a dogmática del ser nos encierra en un saber que se coloca como u n velo ante toda nueva ex periencia. Así se establece la actitud metodológica básica contra la generalizadora absoluta, la indagadora contra la estabilizadora. Pero no hay que olvidar: el m étodo es creador sólo en el empleo, no en la reflexión sobre él. Los prim eros decubridores que ensancharon el conocimiento p o r la realización de métodos, no se entend'eron a veces ellos mismos (pagaron su m ala comprensión con la dogm ática rígida de sus nuevas opiniones). L a conciencia metodológica como tal, en cambip, no es creadora, sino sólo esclarecedora. Establece las condiciones y el espacio en donde pueden crecer los nuevos descubridores, m ientras que toda dogm ática paraliza los nuevos descubrimientos. El ingenuo placer del conocimiento quisiera p en etrar en seguida el todo y echa m ano codiciosamente a las teorías tentadoras que parecen perm itir de golpe la posesión del conjunto. El conocer crítico quiere en cambio al mismo tiem po límites y} anchura, por u n a parte claro saber sobre los límites de la im portancia d e cada punto de vísta particular, de todo hecho, por o tra p arte la am plitud por la obtención laboriosa, con tinuada durante toda u n a vida, de todos los caminos posibles iel cono cimiento. La m ás grande am p itu d relativa y al mismo tiem po la más grande claridad sobre la naturaleza positiva del- conocer me pareció que era accesible por u na sistematización metodológica.
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b) El ordenam iento m etodológico com o principio de estructu ración. O rdenam iento metodológico quiere decir h acer conscientes to jas las maneras de aprehensión, todas las form as de observación, todas las formas de pensamiento, los caminos de investigación, las actitudes básicas en el conocer, y aplicar eso ai m aterial de experim entación que :orresponde en todo instante. De ese modo es distinguido seguram ente o particular, son desarrollados pu ram en te los órganos de la. aprehensión r de la investigación, tocados los límites que se m uestran en todo caso, ■nsayadas y al mismo tiem po com paradas las aprehensiones posibles de o total. El adiestram iento en ios métodos pone a la crítica segura en elación con el sentido y los límites de cada saber, y estim ula la esffonaneidad en el reconocim iento de los hechos. La realidad está ante la vista como un todo singular por intervalos, analizamos, al conocer, y todo hecho realm ente establecido en m etódiam ente obtenido. De ahí se deduce prim eram ente que todo conocíniento sólo se refiere a u n particu lar; el todo, antes de analizarlo, no lo emos visto nunca; lo tenemos ya analizado cuando lo vemos. E n seundo lugar, hecho típico y m étodo dependen estrecham ente uno de tro. Solo tenemos el hecho típico p o r el m étodo. E ntre hecho típico y íétodo no hay u n a separación radical, sino que el uno existe por el otro. Por eso u n a articulación según los métodos es u n a articulación obtiva de lo que és, tal como es p a ra nosotros. Es la función móvil del >nocer, en la que se nos m uestra el ser empírico. Con la estructuración^ ? los métodos y la indicación de lo que se m uestra en ellos, vemos ai ismo tiempo las especies fundam entales de los hechos típicos; sólo así Iquirimos de tanto en tanto com probaciones unívocas y la proporciónitera de las posibles conquistas firmes, L a división metodológica en ana una estructura en el m aterial de hechos similar a esta división. En e l desarrollo totalmente J o g r a b l e y claro coinciden objeto y m étodo. L a divi>n según el uno es al mismo tiem po la división según el otro. A esto parece contdecir la frase: todo, objeto debe verse con diversos m étodos. Sin embargo, con esa igencia justa se entiende que un hecho hasta allí aprehendido sólo exteriormente mo un objeto, denominado como el individuo particular que allí está com o enf^r* :dad, como alteración de la conciencia, com o memoria, etc., debe investigarse con tersos métodos. T al objeto no está penetrado y determinado en sus límites. Es una fetividad grosera, no distinguida claramente en su conjunto. L o que es real como jeto se muestra tan sólo en el método. Si y en qué grado el objeto, que debe ser icado con muchos métodos, es realmente un objetó y además el m odo de su ser lado, se vuelve definitivamente claro tan sólo por un método especifico. , ■
M ucho m ás fácil parece u n a estructuración de nuestro saber allí nde dom ina u n a teoría del ser. Pocos ppncipios y elementos llevan a ' posesión del todo. Yo tengo, la realidad misma en la m ano. D e ah í
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el éxito pasajero siempre de los sistemas sugestivos, en los que la cosa misma parece haber sino com prendida a fondo, en que todo el que llega puede posesionarse rápidam ente del todo y tiene todavía que hacer por el pensar m eram ente repetidor, confirmativo, aplicativo, term inativo y parece realizar* trabajo de conocimiento. M ás difícil, pero m ás verídica es la división metodológica. N o es sugestiva ni cómoda, no es conquis table rápidam ente, no perm ite un dominio grandioso del todo. Pero ejerce el conocer real, anim a los impulsos de investigación, estim ula e l propio poder. M u estra lo que h a sido adquirido, hace ver lo que se seña la por caminos especiales y queda abierta a la existencia hum ana entera.. El trabajo de la división metodológica y del ordenam iento en u na exposición total es p o r ta n to interm inable. No significa el esbozo de un esquema acabado, sino el esfuerzo constante para elevar el pensa miento estructural de las investigaciones reales, p ara hacerlo consciente y ponerlo en relación. c) L a idea del todo. L a clasificación^ m etódica d a un armazón, pero no basta. En ella y con ella, es buscado algo que está por encima de ella, el todo. E n este sentido hay que form ular la ta rea de una expo sición to tal de m últiples modos. ! Con tacto feliz tienen que ser destacados los tipos básicos de lo real. H ay que ad q u irir concepciones actuales estructuradas, abrir los espa cios de la experiencia p o r m edio de orientaciones específicas. H ay que separar lo que h asta allí sólo h a sido reunido externa"m ente. H ay que poner ju n to lo que corresponde; h ay que esclarecer lo característico p o r lo que es m antenido unido. D e ese modo hay que encontrar estructuras básicas de tal modo que sean creadoras las divi siones de la exposición. Tiene que darse una concentración en los principios, lo que desapa rece del cam po visual ta n fácilm ente en las exposiciones usuales. H ay que tra z a r las simples líneas básicas, buscar u na condensación en lo esencial. Lo más externo y lo m ás fundam ental tiene que ser decisivo. H ay algo de descubrim iento — sin que se requiera adquirir un nuevo conocimiento individual— en el hallazgo de ordenam ientos fundam en tales. Y todo ordenam iento encontrado se convierte, por sus divergen cias, en aliciente p a ra u n a más honda penetración. Se hacen experien cias específicas cuando se quiere estar seguro en el todo. Lo problem ático que hay en todo el saber tiene que m ostrarse a intervalos por una eje cución real de la concepción total. L a actitud básica de la razón im parcial quiere percibir los límites crí ticamente y llegar en el ordenam iento a la espontaneidad de su acción.
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d) L a im portancia objetiva de las divisiones. Si las dívísones básicas y las estructuraciones son esencialmente objetivas en p a r ticular, tiene que surgir un cuadro que se g rab a en el lector cada vez más p er suasivamente en el progreso y la visión retrospectiva, en tanto que no h a brotado de las m eras anticipaciones lógicas, sino de la realidad. U n a articulación estéticam ente satisfactoria y didácticam ente cómoda, es verdad tan sólo si se m uestra aju stad a a la realidad en el uso. H criterio de su verdad es si crece con ella la visión concreta. U n a división entrañ a, por tanto, un juicio objetivo, si no es u n a agrupación espontánea. Significa ya una posición del conocer. L a estructuración debe hacer claras, p o r los diversos puntos de vista, las líneas básicas, las cosas principales y accesorias, la escala en el m ovi miento. D ebe d a r gravitación, p o r ubicación en su lugar, a un hallazgo quizás inobservado hasta entonces. Debe, al contrario, hacer tam bién relativa toda gravitación por la ubicación en su lugar. Debe m antener libre el espacio p a ra todo lo posible aun en la experiencia, que tiene que poder encontrar su lugar. Aún cuando los diversos capítulos m uestran siempre un m étodo espe cifico y el m undo de la intuición que les corresponde, si bien las form as básicas de la aprehensión y de la investigación, y las imágenes de ios hom bres se suceden unas a otras, sin em bargo, en la realización efectiva no se lleva a cabo sin esfuerzo. D onde se agrega sin violencia algo que corresponde, se h a cum plido u na tarea de la exposición articuladora; donde se m uestra la violencia de algo divergente, está d ad a la indicación de defectos en la división. A dvertir éstos y dejarse im pulsar por ellos es, en todo instante, la tarea. U n investigador no llega con su impulso más que hasta los límites que se le h an im puesto; en ellos se detien% porque no se le ocurre n ad a más. Los sucesores deben aprovecharlo y superarlo. L a división de mi libro en total y en detalle no es, pues, accidental, sino m editada. Ruego al lector que ahonde en el sentido de las estructu raciones, que examine luego los capítulos y no se fatigue en la percepción de los pensamientos fundam entales hasta la últim a p atte . T a n sólo p o r el libro entero se m uestra el espacio total desde el que se perciben las pers pectivas especiales de los diversos capítulos. c) R evista de este libro. Esbozamos en tosca anticipación las p a r tes principales: E n la prim era parte aparecen los hechos típicos particulares empíricos de a vida psíquica. Las vivencias subjetivas y los estados somáticos, los endimientos objetivos y los hechos significativos son vistos sucesivamente :n expresión m undo y obra. T o d a esta p arte ejercita al mismo tiem po los
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órganos de aprehensión del psicopatólogo y, m uestra los resultados ia« mediatos. E n ia segunda y en la tercera parte nos dedicamos a las relaciones de la vida psíquica y, más precisamente en la segunda, a las com prensi bles, en la tercera a las causales. Las relaciones no son conocidas direc tam ente p o r la admisión de los hechos, sino m ediatam ente, en la investi gación, por la verificación en los hechos. Estas dos partes .ejercitan tam bién los órganos de investigación del psicopatólogo. Y a que el hombre, entre espíritu y naturaleza es al mismo tiempo am bas cosas, p a ra su c o n o cimiento son exigíbles igualm ente todas las ciencias. Lo que se investiga en la segunda parte, presupone u n dominio de las ciencias del espíritu; lo que se indaga en la tercera, u n dom inio de la biología. E n la cu arta parte, después de lo predom inantem ente analítico, sigue algo predom inantem ente sintético. Se tra ta de saber cómo es concebible la totalidad de la vida psíquica. Lo que aquí aparece a la vista, despierta la concepción total del clínico. Este ve al hom bre entero individual, piensa en la u nidad nosológica, en su diagnóstico, en la constitución qu e lo entraña todo, y en la biografía, en cuya totalidad tan sólo se m uestra cada individuo. L a quinta parte considera la vida psíquica anorm al sociológicamente y en la historia. L a psiquiatría es distinguida del resto de la m edicina tam bién por el hecho que el alm a hum ana recibe su sello entero de la circuns tancia que el hom bre no es sólo u n a c riatu ra natural, sino un ser cultural. Los procesos psíquicos morbosos dependen, en su contenido y en su forma» del círculo cultural y repercuten en él. L a quinta p arte presenta la visión histórica de la realidad hum ana. En la sexta p a rte llegamos a u n a discusión term inal sobre el todo del ser humano. En esta parte no son hechas comprobaciones empíricas ya, sino que más bien tiene lugar u n a reflexión filosófica. Las totalidades específicas 'que tuvieron en cada capítulo un sentido directivo, son todas relativas. T am poco la concepción general del clínico abarca em píricam ente el todo del ser humano. Siem pre es e! hom bre m ás aún de lo que se reconoce en él. L a discusión final no aum enta, por tanto, nuestro saber, sino que esclarece nuestra actitud filosófica básica en la que realizamos todo saber y todo cono cer del hombre. Eí tem a de este libro consiste en m ostrar lo que sabemos. Sólo en el apéndice son caracterizadas fundam entalm ente las tareas prácticas. Se traza en u n a breve reseña la historia de la psicopatología como ciencia. f) O bservaciones sobre esta revista. 1. E m p i r i s m o
y
filosofía.
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cinco partes, empírico radical, llevar u n a lucha no infructüosa contra todas las vacuidades de las consideraciones especulativas, contra la dogm ática teórica y contra todo saber absoluto del ser. E n la sexta p a rte (y en esta introducción), en cambio discuto los problem as filosóficos, sobre los cuales parece ineludible p a ra los psicopatólogos llegar a alguna claridad en p a rte de ellos. No sólo lleva el empirismo ingenuo a los límiles auténticos en que se inicia el filosofar, sino que tam bién, al contrario, sólo una conciencia filosófica hace posible la actitu d investigadora em pírica de confianza. -La relación entre filosofía y ciencia no es tal que los estudios filosóficos pue dan encontrar su aplicación e’n la ciencia — un esfuerzo siempre infecundo, aun cuando repetido en todo tiem po p a ra cam biar de nom bre filosófica m ente los hechos empíricos— , sino tal que el filosofar produce una actitud interior provechosa p a ra la ciencia por el establecim iento de límites, la con ducción interior, la base alentadora del deseo ilim itado de saber. U na lógica filosófica debe com portarse indirectam ente como lógica concreta, no nece sita preocuparse de la filosofía porque ésta le enseñe algo positivo p a ra su ciencia, sino porque le form a espacio interior libre p a ra sus posibilidades de saber. 2. E l e n s a m b l a m i e n t o d e l o s c a p í t u l o s . Si descri bimos los fenómenos experim entados, se recordarán ya, ocasionalmente, las relaciones de causalidad y de comprensión en que se encuentran; al contrario, en la m ayoría de los otros capítulos se hace en algún lado fenomenología. Así la idea delirante debe ser considerada fenomenológicamente, desde el punto de vista psicológico funcional, en relaciones de comprensión. El suicidio es un hecho unitario, tan externo que se puede contar su aparición; hay que investigar con muchos métodos, según lo» motivos comprensibles, según la edad, el sexo, la estación del año, la conexión con psicosis, con situaciones psicológicas, etc. Así aparecen tam bién los mismos hechos en diversos capítulos, en lo cual lo que en ellos es “lo mismo”, se vuelve cada vez más exterior con el conocimiento creciente. T am bién los movimientos científicos (por ejemplo el psico análisis, la doctrina de la estru ctu ra corporal de K retschm er) aparecen en muchos pasajes, siempre esencialmente, cuando encierran m etódica m ente diversos factores (sea en unidad adecuada, sea en mezcolanza am bigua). Tam bién tienen lu g ar m últiples ensamblamientos entre los ca pítulos. H ay que com prender que ese ensam blam iento es obligado y en qué sentido es conveniente. ,En dirigida lizan ya en tem a
todo capítulo se determ ina prim ero sólo u n método y la visión a lo que ese m étodo m uestra. Pero los métodos eventuales u ti otros métodos, hacen resonar en rudim entos lo que se convierte en otros capítulos, lo que aquí no es todavía o no es ya tem a
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(la fen om en ología de u n a param nesia, p o r ejemplo, es sólo comprobable cuando el hecho es tom ado tam bién desde el pun to de vista psicológico funcional, y las deficiencias funcionales de la m em oria son analizadas tan sólo en común con la fenomenología de la vivencia). O dicho de otro modo: todo m étodo tiene u n a relación con los objetos que le correspon den, pero lo que se m uestra así tiene al mismo tiem po relaciones con otros objetos, que son aprehendidos con otros métodos, y señalan hacia ellos. L o que se considera como el mismo hecho, tiene que aparecer p o r tanto en varios capítulos que se com plem entan. Pero entre los otros puntos de vista se d a tan pronto un hecho típico como otro. El aisla miento de un método no se produce más que por un tiempo. N ingún método deja encerrar en sí su objeto. Por eso es natural, en les d'verses capítulos, sea de hecho, sea expresam ente, referirse a los otros. T odas las separaciones son en alguna p arte antinaturales. L a coherencia de las cosas exige que se hagan qu ed ar notorias las relaciones de los métodos. En p articu lar actúa el hecho básico que todo hom bre en algún sentido : es uno, y son m ultilaterales las relaciones posibles entre los hechos explorables en él. P ara concebir un ser hum ano hacen falta los puntos de vista de todos los capítulos. E n ningún capítulo es acabada la aprehensión., L a separación de los capítulos es necesaria p a ra la claridad, la aso ciación de los capítulos es necesaria p a ra la verdad y la integridad de la aprehensión. Así los temas de ellos están en relación unos con otros, no en contigüidad m ecánica. E n todo capítulo se sigue un cam ino m etódica específico, un modo p ropio de ver, de actualizar y de fundam entar. 3. E l a i s l a m i e n t o d e l o s m é t o d o s y l a i m a g e n g l o b a l . E n todo capítulo — exageradam ente expresado— es tocado el campo entero de los hechos psicológicos, aunque sólo desde un solo punto ■de vista. Pero no hay ningún hecho típico completo, á considerar d i versamente, si no que en todo m étodo se m uestra algo específicamente co rrespondiente a él y más allá, con límites indeterm inados, algo más inesenci¿l para los hechos en cuestión. L a totalidad de lo que se m uestra eri todos los métodos, no se articula como u n a realidad unitaria total. T a m poco hay un m étodo universal que m uestre todo lo que es. Así, sólo podemos concebir clara y unívocam ente realidades particulares con métodos particulares. Por eso choca la voluntad de conocimiento siempre en el límite, y a veces avanza por un camino en cuyas consecuencias es presionado por el momento, pero hay todavía m uchos caminos cuyo dominio es igualm ente condición del saber crítico. Pero la im agen total, como sólo es u na to ta- . lidad de métodos y form as, queda siem pre inacabada; no se redondea.
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N o sólo queda abierta a lo que el fu tu ro le a p o rta en nuevo m aterial de hechos, sino tam bién a lo que puede ser claro después en nuevos métodos de pensam iento y puntos de vista. P o r eso el defecto probable de m i libro es que los distintos capítulos todavía están im puros, que h ay algo en ellos que u n día quizás sea suprim ido, porque procede de otro p rin cipio independiente que no se h a vuelto todavía consciente. Es adem ás un defecto que la totalidad de los capítulos, cada uno de los cuales qui siera m ostrar un últim o p u n to de vista en la realización del m aterial, no d a ninguna g aran tía de integridad, que m ás bien son posibles probable m ente y p o r tan to necesarios otros capítulos. Finalm ente q u edará siempre 2á ta re a de desarrollar todos los capítulos, no com o enum eración, sino como u n a conexión m etodológica. E sta conexión d a ría u n a verdadera im agen global de am plitud infinita. Es accesible, no como sistema de la realidad, sino sólo como sistem atización de los métodos. H ay un m alentendido cuando se h a designado m i libro como “obra principal de la tendencia fenomenológica” . L a actitu d fenomenológica es un punto de vista y se h a expuesto detalladam ente en un capítulo de este libro. Pero la idea del libro es justam ente que sólo es u n p unto de vista e incluso sólo un pun to de vista subordinado. g) Principios técnicos de la exposición. 1. E v i d e n c i a p o r e j e m p l o s . L as experiencias en el fondo debe hacerlas uno mismo. U n libro puede alen tar o com pletar esas ex periencias pero no reem plazarlas. L o que se puede ver de u n a m irada, experim entar en el trato y en la conversación, descubrir en las investigaciones de hechos, no puede proporcionarlo la exposición m ás m inuciosa de un libro. Pero allí donde se h an hecho experiencias propias, se pueden entender experiencias extrañas, im aginarlas en la fantasía, utilizarlas p a ra el propio conocer. S u p lan tar la experiencia por descripciones intuitivas, será siempre algo im perfecto. A pesar de todo, la reproducción de ejem plos concretos es el único camino, p a ra lograr lo que es posible. P or eso en este libro han sido dados m ás o menos detalladam ente tales ejemplos en todas partes, según el objeto. Todos los ejemplos que he dado de las propias experiencias de mi juventud, h an quedado. Además he tom ado ejemplos característicos y fáciles de recordar de los trabajos de otros autores. H ay que ay u d ar al lector a recoger el tesoro de la experiencia; aun cuando ésta sólo sea dig n a de confianza si interviene la propia visión, ' puede ser, sin em bargo, p re p a ra d a y confirm ada por los informes e inter pretaciones de u n libro.
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Q u ed a la dem anda de que todo pensam iento se realice tam bién in tuitivam ente. E n u n a exposición lograda no debe haber intuición, que no haya sido aprehendida en ideas, ni pensamientos que no reciban su sen tido por la intuición. Im p o rta la intuición plástica en estructuras claras, que no contengan dem asiado ni dem asiado poco. T ienen que perm anecer firmes los puntos de referencia de la fantasía interior, p a ra orientarse en las tinieblas hacia las form as claras. Estos puntos de apoyo en las intui ciones y conceptos deben h acer posible que en todo tiem po se sepa y diga lo que se m en ta intuitivam ente. •2- F o r m a s d e e x p o s i c i ó n . U n a form a de exposición del todo debe ser legible continuam ente, no sólo existir p a ra consulta. L a tarea consiste en la dirección de las líneas y en la concentración que des taca lo esencial. E n todas partes se debe asp irar a estrechas determ ina ciones de conceptos, hasta la brevedad jurídica de la redacción. Pero lo configurado es destacado de lo infinito, real, y de lo acci dental. A unque se manifiesten en lo posible algunas m eras enum eracio nes, incidencias, casualidades, deben ser puestas todas ellas sin em bargo en la cuenta y hacerlas q u ed ar perm anentem ente visibles. Como en el estudio h ay que volver siempre desde las infinitudes en que se h a en trado, la exposición no debe h acer desaparecer lo no dom inado en todo tiempo presente, sino hacerlo surgir m asivam ente. L o incidental es con servado tam bién en la com unicación de hechos interesantes de algún modo, que quizás n o significan al comienzo n a d a m ás que lo que se esta blece con asombro: es así. Pero no h ay que olvidar u na cosa: la infinitud, la incidentalidad son características de la falta de conocimiento. Donde entendem os, no conocemos aún. E n cad a capítulo aparece en prim er plano un punto de vista. El lector puede apropiarse ante todo de la serie de esos puntos de vista. E n cada capítulo, según su interés, con la utilización del índice, puede ser pasad a por alto en la lectura m ás de u n a página. 3. L á b i b l i o g r a f í a . U n problem a consiste en cómo dom inar la bibliografía, la ancha corriente en continuo curso, de las publicaciones. Q ueda siempre u n a enorm e proporción, aun cuando se haga abstracción de las repeticiones infinitas, de la tu rb ia oleada de u n a confusión de m o tivos de pensam iento accidentalm ente enunciados, de giros del lenguaje, de la falta de estru ctu ra de lo inform ado indiferentem ente. SÍ se quiere apropiar lo positivo, hay que estar atentos ante todo a lo siguiente: p ri m ero a los hechos típicos, a los casos, las biografías, las autodescripciones, los informes y todos los otros materiales; en segundo lugar a lo que real mente es conocido, a las nociones, que quedan en pie; en tercer lugar a lo visto plásticam ente, las imágenes esbozadas, las formas, tipos, las fórm ulas
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■concisas; en cuarto lugar a las actitudes básicas en que son captados los conocimientos, la “disposición” que se m uestra en el estilo y el juicio — ésta es u na actitud fundam ental del conocimiento, una interpretación no refle ja d a del todo, la filosofía oculta o 3a determ inación sociológica por oficio y tareas, o la actitud básica práctica en la acción y en la voluntad de ayu d a r. ¿Q u é publicaciones hay que m encionar expresam ente? Es del todo imposible, aunque sólo sea aproxim adam ente, d a r indicaciones bibliográ ficas completas. N uestra ta re a es d istinta a la de los tratados, que h an adquirido u n a m agnitud ex trao rd in aria (a). Como no aspiramos a lo cpm pleto de los hechos, sino a los tipos de lo real, tenemos que elegir entre la bibliografía: Prim eram ente deben ser m encionados los trabajos que h an hecho época, los que cim entaron u n a dirección de la investigación, los trabajos originales clásicos. E n segundo lug ar deben ser citados en lo posible nue vos trabajos de resum en, que hacen accesible u n dominio por las indica ciones bibliográficas. E n tercer térm ino deben ser citados como ejemplos, p a ra muchos análogos, los trabajos sobre esferas especiales de investi gación; la elección es a rb itra ría y no merece que insistamos en ella. L a gran ta re a de u n tam izado real de la bibliografía apenas se h a hecho en sus comienzos. En la ciencia p articu lar existe el mismo problem a que, en grande, se nos d a en las bibliotecas inconmensurables. H ay que llacer una clasificación de los trabajos, hay que conocer los valores autén ticos, y no hay que confundir con ellos el to rrente de lo escrito. Debe ser excluido lo que no es esencial, y sin em bargo debe ser catalogado p a ra que lo tengan a m ano los especialistas. No es posible u na valoración definitiva de todo y u n a lim pieza por u n tribunal intelectual. En lo recha zado puede encontrarse algo com pensatorio, útil p a ra u n futuro investi gador. H asta hoy no poseemos en psicopatología, casi en todas partes, tnás que catálogos bibliográficos niveladores. h) L a misión de la cu ltu ra psicopatológica. U n a exposición total tra b a ja en algo que, m ás que u n m ero saber, es la cu ltura del psicopatólogo. E jercitará el pensam iento psicopatológico en un saber articulado, en Una concepción disciplinada, en u n a experim entación m etódica. Con servando u na gran tradición quiere servir a esa tradición, dándole form a. El saber como tal es im po rtan te ta n sólo cuando se convierte en cultura del ver y del pensar.
(1) Para e l dominio de la literatura h a y que señalar lo s tratados, las p u b I ic a c :one> c í n t r a l e s y los informes de investigaciones. E I H andbuch der Psychiatrie de A s c u a p f e n m jr o ; e l H andbuch _ der Geisteskrankheiten de Bum ke; Zeniralblatt fü r die gesamte Neurolcgi* u nd Psycriatrie, ^ Berlín, desde 1910; Fortschritte der Neurologie, Psycriatrie und ihrer X*)renz£ebiete, Leipzig, desde 1929. Además la sección bibliográfica de muchas revistas.
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M i libro quisiera ayudar al lector a ad q u irir u n a cu ltu ra psicopatoJógica. Es ciertam ente m ás simple aprender un esquem a y estar a la altu ra <íe todo aparentem ente con u n p a r de consignas. L a cu ltura nace del conocer los límites en el saber ordenado y en la capacidad m ental intui tiva, que puede moverse en todas las direcciones. P a ra la cultura psiquiá trica hace falta la propia experiencia con el dominio de la intuición alerta en todo instante — eso no puede darlo ningún libro— y luego la claridad de conceptos y la m ovilidad m ultilateral de la aprehensión -—esto últim o es lo que quisiera fom entar mi libro.
Primera
p a r t e
LOS HECHOS TÍPICOS PARTICULARES DE LA VIDA PSIQUICA
f í?) | Los hechos son el terreno de nuestro conocimiento. Escudriñarlos en ; toda su am plitud, esa es la actitu d fund am en tal de la investigación em pí rica. Sólo en ellos se verifican nuestros pensam ientos. L a aprehensión de hechos es siempre aprehensión de hechos partículatés. Estos n o son de u n a sola especie. L a claridad exige el ordenam iento de sus tipos básteos. Ese ordenam iento puede ser externo, según los mate* ríales que son su p u n to de p a rtid a : historia clínica, protocolos de invesf tìgación, exposiciones de enfermos, fotografías, actas de diversas au to ri dades, testimonios de la escuela, enum eraciones, informes, etc. Pero es esencial u n ordenam iento que tenga en cuenta prim ero los principios de la perceptibilidad que d a n su carácter a los hechos. E n este sentido téc nico hay q ue distinguir cu atro grupos de hechos: fenómenos vivenciados; Junciones o rendim ientos objetivos; m anifestaciones corporales conco m itantes; objetividades significativas (expresión, acciones, obras) : 1. U n a de las m anifestaciones del alm a es su vivenciar. Se le llam a así por analogía con la corriente de la conciencia, de ese proceso indivisible de 3a corriente que no fluye nunca del mismo m odo en los incontables indivi duos. ¿Q u é hacem os cuando la reconocemos? Los procesos siempre fluidos se petrifican p a ra nosotros en la objetivación fenom enològica en m odelo firme. H ablam os de u n a percepción engañosa, de u n a pasión, de u na idea, como si tuviésemos as: determ inados objetos, que existiesen un tiem po al menos tal com o nosotros los pensamos. Lá. fenomenología actualiza esas vi vencias subjetivas de los enfermos, lo q u e existe y ocurre en su conciencia. Á los hechos subjetivas del vivenciar son opuestos todos los otros he chos como objetivos. Los cam inos p a ra c ap tar esos resultados objetivos son la valorización de la función o rendim iento, la observación som ática, ia com prensión d e la expresión, del hecho y de la obra. 2. L as funciones ( Leistungen) del alm a, p o r ejem plo, las funciones la aprehensión, las funciones de la m em oria, los rendim ientos del tra —kaje, las funciones de la inteligencia, son objetos de la psicologia de las
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funciones o rendimientos. M ide las funciones cualitativa y cuantitativa m ente. Lo común es que el hallazgo sea aprehendido como cum plim iento de u na tarea, seá una tarea planteada p o r un investigador o planteada inintencional pero efectivamente por la situación real. 3. Las manifestaciones corporales concomitantes de la vida psíquica son objeto de la psicología somática. Observamos u n proceso físico, corpo-* ral, que no es expresión comprensible de lo psíquico, que no tiene sentido, que no es alm a, sino que tiene u n a relación de hecho con lo psíquico, como realidad psicológica im penetrable, o coincide con él. 4. Las objetividades significativas o con sentido del alm a son las per ceptibilidades, que, com prendidas sólo como sentido, m uestran su origen psíquico. Existen fundam entalm ente tres tipos de hechos: comprendemos la manifestación corporal y el movimiento directam ente psíquico (psico logía de la expresión); comprendemos el hacer, el actuar y el conducirse en un m undo (psicología del m u n d o ); comprendemos los productos espi rituales en la obra literaria, artística, técnica (psicología de la o b ra ). Como cuatro grupos principales, tratarem os los hechos en cuatro capítulos. Se m ostrará en ello: ^ a) Todo hecho hace surgir inm ediatam ente los interrogantes'. ¿P o rq u é es así? ¿por m edio de qué? ¿a qué fin ? L a respuesta a tales preguntas será tem a de las partes posteriores. Experim entam os constantem ente la satisfac ción en lo m eram ente objetivo, pero experim entam os tam bién la satisfacción específica en la aprehensión justa del hecho típico como tal: ¡eso existe! ¡ algo así se produce! Y el reino de los hechos típicos es m ucho más vasto que los hechos que se pueden explicar y com prender m ediante relaciones. b) Los hechos aparentem ente idénticos en su condición de inmediatos pueden ser p o r completo diversos genéticamente. Por eso puede volver del conocimiento de las relaciones u n a luz sobre el hecho mismo, con lo cual son advertidas en su m anifestación las diversidades que quedaron invisibles en el prim er contacto. L a realidad que se oculta detrás de los hechos exte riores (asesinato, suicidio, equivocación sensorial, de’irio, etc.) es hetero génea. Por eso en el hecho se llega siempre m ás allá de él, si se le quiere aprehender clara y confiadam ente como idéntico consigo mismo. ■ c) Todos los hechos típicos particulares tienen su característica en el cuadro de un todo perteneciente a ellos alternativam ente: así los fenóme nos experimentados en el estado de conciencia, los síntomas somáticos en el todo de u n a un id ad alm a-cuerpo, las funciones en el todo funcio nal de la inteligencia, la expresión, la conducta y la o bra en u n todo que se llam a nivel de form a, totalidad espiritual y así p o r el estilo.
Las m anifestaciones subjetivas de la vida psíquica enferm a
(Fenom enología)
L a fenom enología(*) tiene la misión de presentarnos intuitivam ente los estados psíquicos que experim entan realm ente los enfermos, de consi derarlos según sus condiciones de afinidad, de limitarnos y de distinguirlos lo más estrictam ente posible y de aplicarles términos precisos. ¿¡ Ya que lo psíquico extraño, no puede, como lo físico, ser percibido di rectam ente, p a ra obtener una introyección o comprensión de él, hemos de tra ta r siempre, según el caso, de describir u n a serie de manifestaciones ex ternas del estado anímico, estudiar las condiciones, comparaciones y sim bolizaciones sensorialmente intuidas, m ediante una representación sugestiva. Para ello nos sirven ante todo las autodescripciones o confidencias de los enfermos, que provocamos y examinamos en la conversación personal, y podemos form ar de m odo más com p eto y claro que en la form a escrita, redactada por los enfermos mismos que a m enudo es más rica en conte nido, pero que en cam bio debe tom arse con precaución. El que experi m entó por sí mismo, encuentra con facilidad la descripción adecuada. El psiquiatra que solamente observa, se esforzará en vano por form ular lo que puede decir el enferm o de sus vivencias. Estamos, pues, a merced del “juicio psicológico” de los enfermos. Sólo por los enfermos nos son comunicados los fenómenos patológicos más esenciales y más visi bles. Ellos mismos son los observadores, nosotros no tenemos sino que examinar su credibilidad y su capacidad de juicio. O casionalm ente se han tom ado las informa ciones de los enfermos por excesivam ente dignas de fe: se ha dudado de ellas luego (1) V er mi artículo: “ Die phänomenologische Forschungsrichtung tn d e r P sycho Pathologie” , Z . N e w ., 9, 391 (1912). L a palabra fenomenología ha sido empleada p o r Hegel para la totalidad de las manifestaciones del espíritu en la conciencia, la historia y el pensa miento. Nosotros la empleamos para el dom inio m ucho más estrecho de la vivencia psíquica ind'vidual. Husserl empleó la palabra al comienzo para designar la “ psicología descriptiva”
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demasiado radicalmente. Las autodescripciones psicóticas n o sólo son insustituibles, sino que dan también muchos resultados dignos de confianza. Los enfermos fueron los descubridores de muchos conceptos básicos. La comparación de muchos enfermos muestra que las descripciones se repiten idénticam ente. Algunos individuos son mere cedores de la más alta fe y al mismo tiem po capaces. Sin embargo n o sólo los enfer mos histéricos son inseguros, sino que también la gran masa de las autodescripciones psicopáticas debe set- considerada muy criticamente. Los enfermos informan por com placencia, lo que se espera* buscando efecto cuando advierten nuestro interés.
L a representación, o actualización de lo que ocurre realm ente en el enfermo, de lo que experim enta propiam ente, cóm o se d a en él algo en la conciencia, cómo se le insinúa a!go, es el comienzo, en el que hay que hacer abstracción de conexiones, de vivencias como totalidad, de lo aña dido m entalm ente con vistas a algo, de lo pensado como fundam ental, de las representaciones teóricas. Sólp lo realm ente existente en la conciencia debe ser representado, lo n o dado realm ente en la conciencia no existe. T e nemos que d ejar de lado todas las teorías recibidas, las construcciones psicológicas, las m eras interpretaciones y apreciaciones, tenemos que diri girnos puram ente a lo que podemos entender en su existencia rea], a lo que podemos distinguir y describir. E sta es u n a tarea difícil, según ense ñ a la experiencia. Esa especial im parcialidad fenomenologica en la con tem plación tiel fenómeno como tal, no es don originario, sino adquisición laboriosa después d e u n dènso trabajo crítico y a m enudo de esfuerzos vanos. Como nosotros, de niños, dibujam os prim ero las cosas, no como las vemos, sino como las pensamos, igualm ente pasamos como psicópatalogos p o r u n a etap a en la que nos imaginam os lo psíquico de algúi» modo, hasta la captación directa, sin prejuicios, de lo psíquico tal como es. Y es u n esfuerzo siempre nuevo y u n bien que hay que conquistar incesantemente p o r la superación de los prejuicios: la actitud, la dispo sición fenomenològica. La absorción penetrante en el caso individual, ensena fenomenològi cam ente, a m enudo, lo general respecto de incontables casos. Lo que se h a aprehendido u n a vez, se vuelve a encontrar m ayorm ente. Im p o rta menos en la fenomenología el am ontonam iento de incontables casos, que la con tem plación interior, com pleta en lo posible, de los casos particulares. E n la histología se exige que se informe, en la investigación de la corteza cerebral, de cada fibrilla, de cada corpúsculo. A nálogam ente exige la fenomenología: hay que informarse de todo fenóm eno psíquico, de toda vivencia que se m anifieste en la exploración de los enferm os y en sus autodescripciones. N o se puede u n o d a r p o r satisfecho con la im pre sión total y con algunos detalles destacados ad hoc> sino que hay que sa ber de todo porm enor, cómo h a de ser aprehendido y juzgado. Si se procede u n tiem po dé esa m anera, entonces p o r u n a p arte serán m enci
PSICOPATOLOGÍA
GENERAL
maravillosas cosas que se vieron a m enudo y que el que sólo trabaja con la impresión global, que no se h a hecho consciente, y según la tendencia m om entánea de su capacidad de Impresión, encuentra cada vez más asom broso e inexistente; p er o por o tra p arte se aprecia lo que es realmente desconocido p a ra uno, y se cae en fundado asombro. N o hay ningún p e ligro de que ese asombro cese alguna vez. En fenomenología im porta, pues, ejercitar la contem plación exacta de lo experim entado directam ente por los enfermos, para hacer reconocible lo idéntico en lo múltiple. Es necesario apropiarse interiorm ente de un rico m aterial fenoraenoiógico de contemplación. Eso nos d a medidas y orientaciones en la investigación de nuevos casos (1). - T am bién tiene u n valor la descripción de fenómenos asombrosos, in esperados. Vale la pen a conocerlos como tales, por ejem plo los fenóme nos fundam entales de la conciencia ele la existencia. Además la visión de lo anorm al enseña a m enudo a esclarecer lo normal. Pero tiene poco sentido el h acer distingos lógicos p o r caminos abstractos sin ejemplos evidentes. Tratam os prim eram ente los fenóm enos singulares que hay que consi derar aislados, como por ejem plo las percepciones engañosas, los estados afectivos, las excitaciones instintivas y, en segundo término, estudiamos las cualidades de los estados de conciencia;, que pueden dar, según su espe cie, a lera fenómenos considerados anteriorm ente, un matiz especial y hacen aparecer distinta su. im portancia en el conjunto de la vida psíquica ( 2).
(1) ios. nombres
Buenas autodescripciones se encuentran en otros lugares (las cito después sólo con de lo» autores de l?s publicaciones): Paradis artificiéis (alem án), M inden (íin añ o ). B erinoek y M ayer -G r o s s j Z. N eur., 69, 2 0 9 -{ 1925). D a vid , J. J . : “ H alluzinationen” . Die neue Rundschau, 17, 874. E ng elk en : All,?. Z . Psychitr., 5, 506. F e h rm n : Die Schizophrenie. Selbstverlag, 1910. F is c h e r, F a .: Z . N eur. 121, 544, 124, 24T. F o r s l : Allg. Z . Psychiatr., 34, 960. F r a n k e s . y J o e l : Z . N eu r., 28, 148 (1515). I d e l e r : D er Wahnsinn, p, 322 y sigla., 365 y sigts., etc., Bremen, 1848. Religiöser W ahnsinn, vol. I, p. 392 y sigts,, Hallt:, 1848. J a k o b i : Annalen ¿er Irrenanstalt zu Siegburg, 256 y sigts-, Colonia, 1837, JAMA'j: Die religiöse Erfahrung in ihrer M annigfaltigkeit (a le m á n ;, Leipzig, 19Ö7. Ja n e t : Les obstsiions et la ptychastenie. J a sp e r s Z . N eur,, 14, 158 y sigts. K a n d in s ik y : Arch. P'ychiatr. ( D ) , 71, 453, K ritische und klinische Betrachtungen i m Gebiet der Sinnestäuschungen, Berlin, '.885. K ie se r: Allg. Z . P s y c h i a t r 10, 423. K lin k e : / . Psychiatr,, .35, 275 <191*1-). M av sa -G ro ss: Z. N eur., 62, 222. M ay e r-C ro ss y Stéinep.: Z. N e w ., 73, 28S. M k ik e rt: Alkaholwahnsinn, Dresde, 1907. N erval: Aurelia (alem án ), M unich, 1910. Q v in cey , T h . bz: Unkenntnisse eines O jny m issen (alem án), S tuttgart, 18f!6. R y c u n s k : : Arch, Psychiatr. (D .), 28, 626. SCHMroT* C e r h a r d : Z. N eur., 141, 670. Schneide«, K u r t : Pathopsydwlogie im Grundriss, es* el H andwörterbuch der psychische Hygiene, Berlin, 1931. S c h rz s e r: D enkw ürdigkeiten eines Nervenkrankes, Leipzig, 1903. S c h w a rí : Z. N eu r., 44. S e rk c : / . Psychiatr., .i'1, 355 (1913), 7„ N eur., 44, 21. Stdt IDENMai RR: Die Magie als experimentelle Naturwissenschaft, Leipzig, 1912. W olny: Erklärungen der Tollheit non Haslam, Leipzig, 1889. (2) Ö sterreich : J. Psychiatr., 8. J anet : Les obsessionjt ei la psychasthenie, 2» ed.» prtaej-o p or K urt Schneider , desde 1934-_ por K . F. Scheid , desc.e 1939 por W eitbrecht. en: Fortschritte der Neurologie, Psychiatrie und ihrer Grenzgebiete, Leipzig, 1929 y sigts. B a u d e l a ir e :
Pnimera
sección
Fenómenos singulares de la vida psíquica anorm al a) L a división de la to talid ad u n ita ria de los fenómetros. E n toda vida psíquica desarrollada, existe este fenómeno p rim ’tivo no reductible- en m odo alguno, que un sujeto está frente a los objetos, que un yo se sabe dirigido a contenidos. Podemos por consiguiente oponer una conciencia del objeto a una conciencia del yo. Esta prim era separación perm ite describir por sí las objetividades anorm ales (por ejemplo las percepciones alteradas, las percepciones engañosas) y luego interrogar los modos de la conciencia alterada del yo. Lo que hay de estado en la conciencia del yo y de objetivo en aquello a que soy dirigido, son unificados, sin embargo, p o r un movi m iento: Soy conmovido por lo dado desde fuera; soy est?m u h d o desde dentro a cap tar lo exterior. Si comienza la descripción por algo objetivo, se pasa a la im portancia de esa objetividad p a ra el yo; si comienza por los estados del yo, por los sentimientos, p o r las disposiciones, por los impulsos, se pasa a lo objetivo, donde se ilum inan esos estados. L a orientación interna hacia los objetos es ahora en verdad u n fenó meno básico ineludible de toda vida psíquica comprensible, pero la sepa ración de los fenómenos mismos no se puede obtener todavía d e ese modo. Lo experimentamos inm ediatam ente, es u n a totalidad unitaria, que divi dimos para poder describir los ienómenos. E n todo instante, la totalidad un itaria está fundada en el modo de la vivencia del espacio y del tiem po, de la conciencia del cuerpo, de la con ciencia de la realidad. Además se divide el todo por la oposición de estado de ánimo e instinto, y todos estos factores se vuelven a dividir a su vez. Todas esas divisiones las abarca finalm ente la d stinción de los fe nómenos en inmediatos y mediatos. T odo fenómeno tiene u n caiácter de vivencialidad inm ediata. Pero el alm a es esencial, y está constantem ente por encim a de lo inm ediato en el pensar y en la voluntad El fenómeno originario que hace posible el pensar y el querer lo llamamos reflexibilidad, la vuelta del vivenciar sobre sí y sobre el contenido. Así surgen fenómenos, incluso toda vida psíquica hum ana está inspirada por reflexibilidades. L a vida psíquica consciente no es, pues, un aglom erado de fenómenos ©articulares aislables, sino u n todo u n itario en constante movimiento, del
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que describiendo, destacamos hechos singulares. Ese todo unitario es alte por el estado de conciencia, en el que se encuentra de tanto en tan to el alma. Todas las distinciones que hacemos tienen validez pasajera y han de ser, en alguna parte, no abandonadas, sino superadas.
ra b le
V x)e esta visión de la totalidad unitaria resulta: 1. Los fenómenos só!o se pueden describir en una parte limitable y determinada, de modo que en muchos casos son reconocibles como idénticos. El aislarlos hace a los fenómenos más puros y más precisos de lo que son en realidad. Pero sólo con la admisión provisoria de esa deficiencia llegamos en general a visio nes precisas, a intensidad en nuestra observación y a agudeza en nuestra exposición 2. Los fenómenos pueden ocurrir diver sám ente.en nuestras des cripciones, según sea preferido u n aspecto de su aparición (por ejemplo los caracteres de la percepción en la conciencia del objeto y en los sentim ientos). V! b) F orm a y contenido de los fenómenos. P ara todos los fenóm e nos a describir hay que tener presente: su form a debe distinguirse del contenido, variable de tanto en tan to ; por ejemplo, el hecho de la percep ción engañosa, del hecho si su contenido es un hom bre, u n árbol, fi guras am enazantes o paisajes tranquilos. Percepciones, representaciones, actos del juicio, sentimientos, instintos, conciencia del yo son form as de los fenómenos psíquicos; caracterizan el modo de existencia en que están p^eser.tcs p a ra nosotros los contenidos. En la descripción de la vida psí quica concreta es, en verdad, ineludible la captación de los contenidos de terminados que tienen los individuos, pero fenom enológicam ente nos inte resan las formas. Según el punto de vista del m om ento — ya se piense en el contenido o en la form a de lo dado— las investigaciones fenome n o lo g ías o del contenido son accesorias. P ara los enfermos lo único im portante son en absoluto los contenidos. De la especie de lo dado, a me nudo no pueden darse cuenta; confunden alucinaciones, pseudoalucinaciones, conciencia delirante, etc., pues no h a n distinguido nunca cosas tan secundarias p a ra ellos. Pero los contenidos m odifican tam bién la m an eja como son vivenciados los fenómenos, dan a estos en el conjunto de la vida psíquica su peso y dan la dirección p a ra su autoaprehensión e interpretación. Disgresión sobre form a y contenido: La oposición de forma y contenido es uni versal en todo conocer. Tam bién en psicopatología está en uso constante la oposición desde los más simples sucesos psíquicos hasta las totalidades. D e las numerosas sig nificaciones destacamos las siguientes: 1. En toda vida psíquica hay siempre un sujeto dirigido a algo su bjetivo. A esto objetivo se le llam a, en el más amplio sentido, el contenido de la vida psíquica; en cambio a la manera como el individuo tiene el objeto ante sí (por percepción, repre-
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scntación o id e a ), se la llama la forma. Por ejem plo, los contenidos hipocondriacos son del mismo modo contenidos de voces que llaman, de ideas obsesivas, de ideas sobrevaloradas, de ideas delirantes. En el mismo sentido se habla de contenidos d e la angustia y de otros estados afectivos. 2. Se presenta la form a de las psicosis frente a contenidos especiales: por ejem plo, las fases periódicas de malhumor disfórico com o forma morbosa frente al comportamiento especial en las mismas (embriaguez, im pul so ambulatorio, suicidio) como contenidos. 3. Com o forma se interpretan diversas alteraciones generales de la vida psíquica captables solo psicológicam ente, como p o f ejem plo la vida, psíquica esquizofrénica o la vida psíquica histérica. En esas formas aparecen todos los instintos y deseos humanos,« todos los pensamientos y fantasías posibles como contenidos. Se realizan en ellas de un m odo especial, esquizofrénico o histérico. Las formas tienen el interés más grande para los fenomeuclogos. Los contenidos les parecen más casuales. Pero los contenidos son esenciales para los psicólogos com prensivos, de manera tal que las formas de su aparición pueden parecer inesencíales.
c) Transiciones entre los fenómenos. Parece que muchos enfermos pueden ten er ante los ojos del espíritu los mismos contenidos, en ráp id a sucesión, en tas m ás diversas formas de lo dado fenomenológicamente. E n tanto que vuelve en u n a psicosis aguda m ás o menos el mismo con tenido de celos en las form as m ás diversas (de sentimientos, como aluci naciones, como delirio), se podría hablar, de u n a m anera m al entendida, de ‘‘transiciones” entre las diversas formas. Este térm ino general de “ tran siciones'* es, sin em bargo, el cojín de la pereza del análisis. Es verdad que la vivencia individual m om entánea es u n entrelazam iento m utuo de m u chos fenómenos separables en la descripción: que, por ejemplo, u n a viven cia alucinatoria es inspirada p o r !a evidencia de la vivencia delirante,, que luego los elementos sensoriales tienen que reducirse cada vez m ás y que en el caso p articu lar no se puede establecer a m enudo si h a n existido y cómo existieron. Las claras diferencias de los fenómenos, los abismos fenomenológicos (por ejem plo entre corporeidad y figuración), en opo sición a las transiciones fenomenológicas (por ejemplo de cogniciones a alucinaciones) quedan p o r tan to en pie. C a p ta r claram ente esas diferen cias, ahondarlas, m ultiplicarlas y ordenarlas, es u n a ta re a científica, la única que puede ayudam os en el análisis de los casos. d) L a división de los grupos d e fenómenos. E n la serie de los p á rra fos siguientes describiremos los fenóm enos-anorm ales, yendo de lo obje tivo a la. vivencia-espacio-tiempo, a la conciencia corporal y a la concien cia de la realidad con las ideas delirantes, luego desde estados afectivos, el impulso y la voluntad, a la conciencia del yo, y finalm ente a los fenómenos reflexivos. Los limites de los párrafos están dados p o r fenóme nos palpables de tanto en tan to por sí mismos según su intuibilidad y p a r ticularidad, no condicionados p o r un esquem a pasajero, abstractam ente deducido. Es imposible ord en ar y clasificar de m odo sistem áticam ente sa~
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tisfactorio los hechos fenomenológicos, al menos p o r ahora. L a fenome nología, uno de los fundam entos de toda la psicopatología, está todavía en los comienzos. N o querem os o cultar este estado p or la descripción de
los fenómenos, pero tenemos que ordenarlo de algún modo provisoria m ente. El m ejor ordenam iento, es el que m arca con evidencia lo que resulta n atu ralm en te de la cosa, y el que al mismo tiempo pueda incitar por la
discrepancia, desde la concepción más honda — no desde la 'agrupación lógica— a a b arcar de nuevo la totalidad de los fenómenos. § 1,
Conciencia del objeto
/ . Advertencias psicológicas previas: “Objeto", en el sentido más amplio, llama" mos a todo lo que está frente a nosotros, lo que tenemos delante de nosotros con los ojos internos, espirituales o con los ojos externos del órgano de los sentidos, a lo que captamos, pensamos, reconocemos, a todo aquello a que podemos estar dirigidos respecto de algo que está en frente, sea real o irreal, evidente o abstracto, claro u obscuro. Los objetos son para nosotros actualizados en percepciones o representacio nes. En las percepciones está el objeto ante nosotros corporalm ente (otras expresio nes ‘‘com o sensiblemente presente”, .con el sentimiento de la captación viviente, con carácter de objetividad) en las representaciones im aginativam ente (como ausente, con carácter de subjetividad). En las percepciones y en las representaciones distin guimos tres elem entos: el m aterial sensible (por ejemplo, rojo, azul, tono en la altura, e tc .), orden espacial y tem poral y el acto intencional (la dirección supuesta a algo, la objetivación). El material de la sensación es “anim ado” en cierto modo por el acto, obtiene su importancia de el con la objetividad. Se llama a ese acto también pensam iento, conciencia de significación. Existe además el hecho fenom enológico que esos actos intencionales ocurren también sin la base del material de la sensación. Para nosotros puede estar presente algo enteramente inevidente como un mero saber en torno a algo, por ejemplo, en la lectura rápida. Tenem os presente del todo claro el sentido de las palabras, sin representarnos intuitivam ente los objetos aludidos. A ese tener presente no intuitivo de un contenido se le llam a cognición (B ew usstheit). Esta a su vez puede ser corpórea, en relación con la percepción» cuando por ejem plo sabemos del estar tras nosotros “alguien”, sin percibirlo y sin representarlo (se dice en el lenguaje corriente que se tiene el “sentim iento” de que hay alguien a llí), o puede ser una cognición ideal, correspondiente a la representa ción, como las que se producen mayormente.
í
Nos im aginam os cómo son dados de m odo anorm al ios objetos en las vivencias originarias: J)
a) A nom alías de ía percepción.
:J 1. A l t e r a c i o n e s d e l a i n t e n s i d a d d e l a s s e n s a c i o n e s . T odos los sonidos son altam ente oídos, todos los colores lum i nosamente vistos: u n a te ja ro ja parece u n a llam a, el acto de cerrar u n a p uerta retu m b a como un cañonazo, un crujido de la m ad era se convierte én estallido, el viento en tem pestad (en los delirios tóxicos, al comienzo de la narcosis, en envenenam ientos, antes de los ataques epilépticos, en psicosis agudas).
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U n psicópata que ha recibido hace años un disparo leve en la cabeza, escribes “Desde que tuve la lesión en la cabeza experim ento temporalmente una extraordinaria agudización dél oído, y eso en intervalos de 4-8 semanas, nunca de día, sino por la noche en la cama. La transición es sorprendente y repentina. Rumores, que casi no se oyen en estado norma!, aparecen en m í con sonoridad absoluta, terrible m ente clara. Involuntariamente trato de quedar en perfecta inm ovilidad, pues ya el ruido de la ropa de la cama y de la almohada m e causa un malestar extraordinario. El reloj de bolsillo en la mesita de noche parece convertirse en el reloj de la torre; el ruido habitual de los coches y los trenes que pasan y que ordinariamente no m e molesta, llega al oído como un alud estruendoso. Bañado de sudor, m e quedo en una rigidez instintivamente buscada para comprobar luego, de repente, que todo ha vuelto al estado normal sin transición alguna. Dura este fenóm eno unos 5 m i nutos, que me parecen sin embargo infinitam ente largos” (K urt Schneider).
Al contrario, parece ocurrir tam bién u n a reducción de la intensidad. El m undo circundante parece m ás oscuro, el gusto es soso, todo tiene casi el mismo sabor (m elancolía). U n esquizofrénico describe: Los rayos del sol palidecen ante mí cuando, vuelto hacia ellos, hablo en alta voz. Puedo mirar tranquilamente al sol y apenas soy deslumbrado en medida muy ligera, mientras que en los días sanos, como también en otros seres, no m e hubiese sido posible mirar hacia el sol un m inuto (Schreber).
L a insensibilidad o la sensibilidad reducida contra los estímulos dolo rosos (analgesia e hipoalgesia) se producen en lo local y en lo general. L a analgesia local es m ayorm ente neurológica, algunas veces psíquicam ente condicionada (histeria), la general aparece como histérica, como hipnóti ca, como condicionada p o r emociones violentas (por ejem plo en soldados en la batalla) y como signo de predisposición especial (sólo como hipoalgesia). L a hiperalgesia tiene las mismas condiciones múltiples. 2. T r a s l a c i o n e s d e c a l i d a d d e l a s s e n s a c i o n e s . AI leer vemos las blancas páginas repentinam ente rojas, las letras verdes. Los rostros ajenos tienen un tono p ardo notable, los hom bres parecen chinos o indios. A l comienzo de la embriaguez de m escalina observó Serko en sí mismo que todas las percepciones reales recibían un colorido infinitam ente rico, de modo que experimentó una verdadera em briaguez de colores: “Los objetos más inaparentes, nunca observados de otro m odo, como colillas de cigarrillos, fósforos .quemados en el cenicero, vasijas multicolores en el montón de basura de un lugar de construcción lejano, visible desde la ventana, manchas de tinta en el escritorio, las hileras monótonas de los libros se iluminaban al mismo tiempo en una brillantez de coloridos que es difícil de describir. Y especialmente los objetos vistos indirectamente atraían la atención sobre ellos en forma irresistible por su colorido absolutamente v iv a z .. . Incluso las sombras en el techo de la habitación y las paredes y las sombras pálidas que reflejaban en el suelo los muebles, tenían un tono de color fino, tierno, que daba un encanto legendario a toda la habitación.”
3. S e n s a c i o n e s zofrénico describe:
anormales
simultáneas.
U n esqui
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T oda palabra que hablo o que es pronunciada en m i proximidad, todo acto de individuo, por insignificante que sea, ligado a un rumor cualquiera, lo siento al mismo tiem po como un golpe dirigido contra mi cabeza, y son causa de sentimientos d o l o r o s o s . El sentimiento doloroso se expresa como unos estirones por detrás en mi cabeza, que pueden estar asociados al arrancamiento de una parte de la substancia ósea de mi cráneo (Schreber). u n
En tales casos, que no que tam bién se producen reales, no de las conocidas tion coloree, sinopsia) que
son raros en los procesos esquizofrénicos, pero en otros, se tra ta de sensaciones sim ultáneas asociaciones entre u n sonido y un color (auUi~ se dan en la representación (1).
b) Caracteres anormales de la percepción. En la percepción h ay u n a serie de cualidades que nos son comunes como cósa conocida y como cosa extraña, como sonido, como disposición. Estos caracteres de la p er cepción aparecen de las siguientes m aneras anormales. 1. Extrañeza del m undo de la percepción (2) : Es como si lo viese todo a través de un velo; como si lo oyese todo a través de un muro. Las voces de los hombres m e parecen llegar de la lejanía. Las cosas no parecen como antes, están alteradas, son raras, parecen achatadas como relieves. M i propia voz me suena extraña. Todo me parece asombroso, nuevo, como si hiciese largo tiempo que lo dejé de ver. Es com o si hubiese puesto una piel sobre m i cuerpo. Yo mismo me toco a veces, para persuadirme de m i existencia corporal.
Tales son las quejas de los enfermos que experim entan un grado ligero de esa perturbación. Esos enfermos no se cansan de describir la altera ción, la rareza de sus percepciones. Las percepciones son extrañas, singu lares, espectrales. Sus expresiones son totalm ente plásticas. N o tienen palabras directas significativas de su percepción alterada. N o piensan considerar el m undo realm ente alterado, sólo les parece a ellos que. todo es distinto, y hay que com probar siempre en eso que ven la verdad n o ta blemente aguda y clara, la oyen, la palpan. Se tra ta de u na perturbación del proceso de la percepción que no se refiere a los elementos de la sen sación, ni a la aprehensión del significado, ni al juicio sobre la percep ción. Tiene que haber en la percepción norm al alguna o tra cosa distinta^ que no advertiríam os si esos enfermos no presentasen sus quejas carac terísticas. E n grados superiores de la perturbación, las descripciones soii cada vez más notables. Todos los objetos me parecen tan nuevos y desconocidos que m enciono los nonv bres de las cosas que veo: las toco varias veces para persuadirme de su realidad'.
(1) Sobre la teo ría de las sinestesias, v er B l e u l e r : Z . PsychoL, 65, 1 (1913). A*js c h ü t z , C iíoro: -Die Farbe-Ton-ProbUm im psychischen Gesamtbereich, H alle, 1929 {Deutsche Psychologie, vol. V , cuaderno 5) (es investigado detalladam ente u n casó ta ro interesan)c]. (2 ) ö s t e r l i c h : J, Psychiatr., 8. J a n e t : Les obsessions el la psychasthenie, 2* « f . , ía rís , 1908.
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Piso en el suelo y no adquiero, sin embargo, el sentimiento de la realidad. Los enfermos se sienten desorientados, opinan que no hallan el camino, mientras que, en verdad, lo conocen tan bien como antes. En el ambiente realmente desconocido ac acrece el sentimiento de extrañeza; me aferré con espanto al brazo de mi am igo, sentí que estaría perdido si me abandonase por un m omento. Todos los objetos pa recen estar infinitamente lejos (no confundir con las equivocaciones corpóreas de ale jam ien to), la propia voz nos parece que suena en lo infinito, los enfermos opinan que no son oídos ya por los demás. Sienten como si se hallasen lejos de toda rea lidad, en los espacios siderales, en espantoso aislamiento. Todo es como un sueño. Como el espacio es infinito, sienten que no existe el tiempo, que siempre queda el mismo momento, o que transcurren infinitos espacios temporales. Estoy en una tumba, completamente aislado, nadie se encuentra a mi alrededor. Yo lo veo todo negro; aun cuando brilla el sol, lo veo todo negro. Esos enfermos lo ven, sin em bargo todo y no tienen ninguna perturbación en la parte sensorial de la percepción.
En esos grados superiores se m uestra el verdadero juicio, no enturbia do, al principio, cuando los enfermos son explorados con toda exactitud, pero los sentimientos son tan imperiosos que no pueden reprim ir sus efectos. T ienen que tocar p a ra ver si están realm ente allí, tienen que persuadirse por el contacto de la existencia de la superfìcie de la tierra. L a perturbación psíquica se vuelve al fin tan grave que no se puede h a blar de juicios, los enfermos, en su m ayoría espantados e intranquilos— tienen además otras perturbaciones violentas— , experim entan los senti mientos como realidad y no son accesibles en modo alguno a las consi deraciones criticas. E] m undo se les h a esfumado. N o hay n ad a más. Ellos solos viven en terrible soledad entre infinitudes. Tienen que vivir eternam ente, pues sienten que no hay más tiem po. N o existen tam poco ellos mismos, su cuerpo está m uerto. Sólo u n a existencia aparente es to davía su destino to rtu ran te. T Lo mismo que el m undo de la percepción puede ser experim entado como extraño y desconocido, como m uerto, así puede tam bién ser experi m entado anorm alm ente como enteram ente nuevo y de belleza dominante: T od o recibió otra apariencia. V i en seguida en todo un rasgo de la m agni ficencia d iv in a .. . Era como si hubiese llegado a un nuevo mundo, a una nueva existencia. Todos los objetos estaban rodeados de un nimbo, mis ojos espirituales estaban tan iluminados que vi en todo la belleza del universo. Los bosques resona ban con música celeste (Jam es).
3. Estas descripciones m uestran ya que los objetos no sólo fueron percibidos sensorialmente, sino que están provistos de un carácter afectivo. El caso más im portante, en que lo sensual no só'o es visto como m eram en te sensual, sino que es entendido 3o psíquico, es la penetración en el alma de otros hombres (E in fü h len ). Los fenómenos patológicos consis ten en u n fracuso de esa em patia — los demás parecen muertos, los enfermos sostienen que sólo los ven exteriorm ente, pero que no son ya conscientes de la vida psíquica de los otros o — en u n em palizar pene-
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¿-ante y- torturante— la vida psíquica d e los otros se im pone con enorm e vivacidad al enferm o pasivo o bien en una penetración engañosa y fantás tica— se entiende ,'o psíquico que no es absolutam ente real. U n enfermo con encefalitis letárgica informa: “También tuve durante ese tiem po una sensación increíblemente sutil para imponderables, disposiciones afectivas « otras por el estilo, menor desentono entre mis dos camaradas de cuerpo, por ejemplo, la destacaba inm ediatam ente” . El enfermo dice que él mismo no parti cipaba en los sentimientos que percibía, sino que solamente los registraba. “N o era una participación natural” (Mayer-Gross y Steiner). U n aumento de la capacidad de sentir o penetrar en el alma ajena, de la riqueza en entendimiento sutil de los estados diferenciados del alm a es vivenciado, entre otras cosas, al comienzo de procesos. U n enfermo experimentó largos años antes de la iniciación de su psicosis aguda, un aumento creciente de esa capacidad de sentir, que él mismo consideró anormal. Las obras de arte eran para él hondas, ricas, impresionantes, como música em briagadora; los seres humanos le parecían TPiSg complicados que antes; las almas femeninas creía captarlas más m últiples que í nunca. Las obras literarias le proporcionaban noches de insomnio.
U n a m anera de no poder entender la vida psíquica de los' otros es obsetvada característicam ente (tam bién al comienzo de procesos). Los otros hombres parecen al enferm o tan admirables e incomprensibles que considera enfermos m entales a los sanos, en lugar de considerarse tal él mismo ( transitivismo de W ernicke). c) Escisión de la percepción. Así se puede llam ar a los fenómenos que describen los esquizofrénicos, y que aparecen idénticam ente en em briagueces tóxicas. * “U n pájaro trina en el jardín. O igo el ave y sé que trina, pero que es un pájaro y que trina, son cosas ampliamente separadas. H ay allí un abismo. Casi temí no poder reunir esas cosas. Como si el pájaro y el trino no tuviesen nada que ver entre sí” (Fr. Fischer). En la embriaguez de m escalina: “Cuando abrí los ojos, vi ante mí, en dirección a la, ventana, sin concebir ésta com o ventana, todos los colores, m anchas verdes y celestes; sabía que éstas eran las hojas de un árbol y entre ellas el cielo visible, Pero no era posible referir esas sensaciones a cosas distintas en el espacio con diversos valores locales ( Mayer-Gross y Steiner).
d) Percepciones engañosas. Después de la descripción de todas las percepciones anormales en que no son vistos nuevos objetos irreales, sino sólo objetos reales de otro modo, volvamos ahora a las verdaderas per cepciones engañosas en las que son percibidos nuevos objetos engañosa mente (*). Desde los tiempos de Esquirol son distinguidas las ilusiones (I) M üller , J ohann es : Über die phantastischen Gesichtsersckeinungen, Coblenza, 1826. H agen: Allg. Z. Psyckio.tr., 25, 1. Kahlbaum : Allg. Z. Psychiatr.% 23. K andinsky : Kritische und klinische Betrachtungen im Gebiete der Sinnestäuschungen, Berlin, 1885, Un loforme detallado sobre las percepciones engañosas Io escribí en Z . N eur., Referatenteil, 4, 289 (1911). V er además mi trabajo: ‘‘Z ur Analyse der Trugw ahrnehinungen1*, Z.. ATíur., 460. Nuevos trabajos: W. M ay sr-G ro ss y J o h a n n e s S te in e r: PathologU der Wahrnehmung, en el Handbuch der GeiteskrankteiUn, vol. 1, Berlín, 1928.
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y las alucinaciones. Son llam adas ilusiones todas las percepciones surgidas d e percepciones reales p o r transform ación, en las que las excitaciones ex ternas de los sentidos se com binan con elementos reproducidos en u n a unidad en que las excitaciones sensibles directas no son distinguibles de las reproducidas. Las alucinaciones son percepciones corpóreas que no h an surgido de percepciones reales p o r transform ación, sino que son ente ram ente nuevas. aa) E n las ilusiones podemos distinguir tres tipos: las ilusiones de ía inatención, las ilusiones afectivas y las pareidolias. 1. Ilusiones de la inatención. La investigación experim ental de la percepción h a dado por resultado que casi en toda percepción son adm i tidos algunos elementos reproducidos. L a escasa excitación de los sentidos externos, a. causa de la breve duración de la atención, es casi siempre complem entada. Por ejemplo, al oír u n a conferencia se com plem enta y se advierten los complementos ta n sólo cuando se h a equivocado ú na vez. Se pasan por alto casi todas las erratas de im prenta en u n libro y se com plem enta o corrige exactam ente en el sentido de la coherencia. Todas es tas ilusiones son m ejoradas de inm ediato al dirigir hacia ellas la atención. A quí corresponden parcialm ente los desconocimientos, adem ás las percep ciones inexactas y falsas, que se producen, por ejemplo, en paralíticos, delirantes y otros. T ales desconocimientos juegan un papel en la falsa léctura, en la falsa audición, en la transform ación de las impresiones ópti cas de esos enfermos. 2. Ilusiones afectivas. E n u n a m arch a solitaria nocturna por un bos que, se tom a u n tronco de árbol, u n a form a rocosa p o r u n a figura h u m ana. El melancólico ve, en el m iedo de ser asesinado, los vestidos en la pared como un cadáver colgado, le suena u n ruido indiferente como ruido de cadenas con las que va a ser atado. P o r su contenido afectivo, estas ilusiones son casi siem pre comprensibles. 3. Pareidolias. Sin emoción, sin juicio de ía realidad, pero tam bién sin tener que desaparecer los cuadros quiméricos en la ' atención, form a la fantasía creadora con las impresiones im perfectas de los sentidos, con las nubes, con las superficies de las paredes, y otras, cuadros ilusionistas de nitidez corpórea. Johannes M üller describe esto: Esta plasticidad de la fantasía m e ha intrigado a m enudo en los años de in fancia. U n a cosa recuerdo más visiblemente. Por la ventana de la habitación, en la casa paterna, miraba a una casa de la calle, de aspecto algo viejo, en donde e l' revoque, en algunos lugares, estaba m uy ennegrecido, pero en otros había caído en masas multiformes, para hacer ver allí un color más antiguo, muy antiguo. Cuando miraba a través de la ventana la pared llena de hollín de la casa vecina, conseguía, e n los ^contornos del revoque caído y en el que había quedado, reconocer algunos
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que recibían, incluso, por l a contemplación reiterada, una expresión ente aju sta d a .. . Cuando quería llamar la atención de l o s demás taínbicn sobre cómo estaba obligado a ver en el revoque caído toda clase de rostros, nadie q u e r í a darme la razón, pero yo lo veía con toda claridad. En años ulteriores eso se me hizo imposible, y aunque tenía claramente en el sentido todavía mis figuras, no podía volver a encontrarlas en los contornos de que habían surgido. ro s tro s
ra m e n te
Ilusiones análogas se observan en enfermos. Para la conciencia serena aparece como algo extraño lo que los enfermos pueden observar, ver surgir y desaparecer, m ientras que las demás ilusiones son destruidas por la aten ción o se transform an con la emoción de que han nacido. U n a enferma de la clínica de H eidelberg veía en plena presencia de espíritu, tejidas en la manta de la cam a y en la pared, cabezas de hombres y animales; veía mamarrachos haciendo muecas y señalaba com o tales las' manchas del sol en Ja pared. Sabía siempre que se trataba de ilusiones. D ecía: la vista produce un rostro de cada concavidad y de cada prominencia. Otra enferma se asombraba: “Las cosas se convierten en c u a d r o s ... Los agujeros redondos en la ventana (agu jeros de disparos) se convierten en cabezas. Se mueven siempre contra mí, como para morderme”. com o
Otro enfermo describe sus ilusiones, experimentadas en la caza: “En lugar de la urraca veía a m enudo aquí y allí, en los árboles y matorrales, siguiendo las som bras, pero en contornos muy claros, figuras burlescas, sujetos panzudos con piernas delgadas y torcidas, largas y gruesas narices, o elefantes con larga trompa que m e miraban con ojos esparrancados. En el suelo parecían hormiguear, a veces, lagartos, ranas y sapos. A veces eran fantásticamente grandes. M e rodeaban todas las formas animales posibles y figuras diabólicas. T odo matorral, toda rama, adquiría formas extraordinarias que me perseguían irritadas. Otra vez apareció en cada árbol, en cada arbusto, una figura de m uchacha, cada caña parecía querer adornarse con una figura tal. En las nubes que pasaban vi figuras de muchachas, riendo encan tadoramente, y cuando el viento movía las ramas, me saludaban figuras femeninas. El soplo del viento se convertía en su murmullo” (Staudem aier).
Todas las ilusiones en las que se tra ta de hechos sensorialmente ex perimentados, deben distinguirse de las interpretaciones intelectuales. Si el metal brillante es tenido por oro, el médico por un fiscal de Estado, esas interpretaciones no cam bian n ad a en el proceso de la percepción sensual. Los objetos de la percepción, que quedan idénticos a sí mismos, sólo son juzgados falsamente. Además las ilusiones deben ser separadas de las llam adas alucinaciones funcionales. G uando el agua m ana de la ca nilla, u n enferm o oye voces; cuando es cerrada la canilla no las oye más. Oye el fluir del agua y las voces sim ultáneam ente unas ju n to a las otras. Mientras que en las ilusiones están contenidos elementos reales de la p er cepción, aparecen aquí alucinaciones, en ocasión de percepciones de los sentidos, que quedan en pie como tales, con ellas y ju n to a ellas, y des aparecen nuevam ente con el cese de la percepción de los sentidos. bb) Las alucinaciones propiam ente dichas son percepciones corpóreas engañosas que no han surgido de percepciones reales por transform ación
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sino que son enteram ente nuevas, y que se presentan ju n to y sim ultánea m ente a las percepciones reales. P o r el últim o carácter se distinguen de las alucinaciones de los sueños. Estas alucinaciones propiam ente dichas se pueden comparar en la vida normal con las conocidas persistencias de imágenes que surgen en la retina, los fenómenos más raros de la memoria de los sentidos (la audición posterior engañosa, pero corpórea, de p a la bras oídas antes; la vista de objetos microscópicos después de días de trabajo intenso, etc., fenómenos que se producen en un cansancio fu e rte ), los fenómenos fantásticos de la visión, clásicamente descriptos por Johannes M üljer, y las actualm ente famosas imágenes ópticas intuitivas subjetivas. : U n ejemplo de la m em oria de los sentidos es la siguiente autodescripción (del consejero privado Tuczek, M arburgo, que la puso amistosamente a nuestra disposi c ió n ): “H abía estado ocupado ininterrumpidamente durante gran parte del día re colectando manzanas. Encima de una escalera, manejaba el colector de manzanas, mirando constantemente hacia las copas de los árboles y tirando de las tijeras recolectoras ligadas a la punta de un palo largo. Cuando volvía luego, de noche, por las calles apenas iluminadas de la ciudad hacia la estación, al avanzar fui sensible mente molestado por el hecho de ver ante mí constantemente la rama cargada de manzanas. El fenómeno fué tan imperioso que tuve que avanzar con el bastón por delante — sacudiendo el aire vacío— ; duró varias horas hasta que fui a la cama y me dormí”. De las autoobservaciones de Johannes M üller sobre los fenóm enos fantásticos de la visión, damos el siguiente fragmento: “Las noches de insomnio se m e hicieron más cortas cuando podía ambular despierto entre las propias criaturas de mi vista. Cuando quiero observar esas imá genes luminosas, miro en la obscuridad del cam po visual con los ojos cerrados, perfectamente tranquilos; con un sentimiento de relajam iento y el mayor sosiego en los músculos oculares, me sumerjo enteramente en la calma sensorial del ojo o en la obscuridad del campo visual. Eludo todos los pensamientos, todo j u ic io .. . Sí al comienzo el campo visual obscuro es todavía rico en muchas particularidades de luz, en nieblas, en colores ambulantes y alternativos, aparecen pronto en su lugar imágenes limitadas de objetos m últiples, al comienzo en un resplandor apagado, pero pronto más preciso. Q ue son realmente luminosas y á veces también coloreadas, de eso no hay duda alguna. Se mueven, se transforman, surgen a veces a los lados del campo visual con una vivacidad y una precisión de la imagen com o no las vemos nunca tan claras al margen del cam po visual. El menor movimiento de los ojos las hace desaparecer com únmente, también la reflexión las barre del lugar. Son figuras raramente conocidas, de ordinario figuras singulares, hombres, animales que no he visto nunca, espacios iluminados en los que no estuve j a m á s ... N o en la noche solo, en todo instante del día soy capaz de esos fenómenos. H e pasado con los ojos cerrados en su observación algunas horas de descanso, lejos del sueño. N o ne cesito a menudo más que sentarme, cerrar los ojos, abstraerme de todo y aparecen .involuntariamente estas imágenes habituales amistosas desde la temprana juven tud . . . A menudo aparece la im agen luminosa en el campo visual obscuro, a m e nudo se ilumina también ante la aparición de las diversas imágenes poco a poco la obscuridad del campo visual con una especie de suave luz interior diurna. Poco después aparecen las imágenes. T an notable como la aparición de las imágenes luminosas fué, desde que sigo observando estos fenóm enos, la ilum inación gradual
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del campo visual. Pues ver aparecer en el día, con los ojos cerrados, la luminosidad del día y ver ambular las figuras lucientes como productos de la vida propia de los sentidos,, y todo esto en estado de vigilia, lejos de toda superstición, de toda fantasía, con reflexión serena, es en extremo maravilloso para el observador. Yo puedo distinguir del modo más preciso en qué momento se vuelven luminosos los fantasmas. Estoy largo tiempo sentado con los ojos cerrados; todo lo que quiero imaginarme es mera representación, lim itación representada en el obscuro cam po visual, no luce, no se mueve orgánicamente en el campo visual; de repente aparece el factor de la simpatía entre lo fantástico y los nervios de la luz; instantánea mente están ahí las figuras luminosas sin ningún estímulo, por la representación. El fenómeno es repentino, no es im aginado primeramente nunca, representado y luego vuelto luminoso. N o veo lo que quisiera ver; no puedo menos de dejar que aparezca lo que tengo que ver reluciente sin estímulo alguno. La objeción de corto alcance que ese fenóm eno sólo puede ser representado luminosamente com o en el sueño o, como se dice, imaginado, cae aquí naturalm ente por sí sola. Yo puedo imaginar y representarme largas horas, pero si no existe la disposición para el fe-nómeno luminoso, nunca recibirán estas representaciones la apariencia de la vita lidad. Y repentinamente aparece una luz, no imaginada primeramente, contra mi vo-Iuntad, sin ninguna asociación reconocible. Pero ese fenómeno^ que soy capaz de ver luciendo en estado de vigilia, luce tan ciertamente como el rayo, que capto como fenómeno visual subjetivo por la presión sobre el ojo” . Las imágenes ópticas intuitivas son fenómenos de los sentidos comprobables en la mitad de todos los jóvenes y en algunos pocos adultos (los llamados eid éticos). Si a ios eidéticos se les pone por delante en papel gris figuras de flores, de frutos y de cualquier otro objeto, pueden ver, después de retiradas las figuras, el objeto con todos los detalles en el papel, quizás también delante o detrás del plano del papel. En la distinción de las imágenes no son complementarios, pueden invertirse y transformarse, no son copia m ecánica, sino accesibles por representaciones ideales a la modificación. Se pueden volver a despertar en la memoria tras largo tiempo. Según J a e n s c h , un eidético podía leer antes del examen vastos textos de la imagen óptica intuitiva (Auschauungsbilde) 1.
cc) Con las alucinaciones se h a confundido m ucho tiempo u na clase de fenómenos que, en una investigación más detenida, no se dem uestran de modo alguno percepciones corpóreas, sino una especie singular, notable de representaciones. Kandinsky h a descrito prolijam ente ese fenómeno como pseudoalucinaciones. Veamos prim eram ente el hecho típico con u n ejemplo: El 18 de agosto de 1882 tom a D olinín por la noche 25 gotas de tintura de opio y continúa trabajando en el escritorio. U n a hora después advierte una gran li gereza en el curso de sus representaciones. Después de haber interrumpido el tra bajo. observa (con una conciencia de ningún modo obscurecida y sin la menor in clinación al sueño o a la modorra) en el curso de una hora, con los ojos cerrados, rostros y más rostros de personas vistas ese día, rostros de sus viejos conocidos que hace mucho que no ha vuelto a ver, personalidades del todo desconocidas; entre ellas aparecen de tanto en tanto páginas de papel cubiertas de impresiones, además (1) U r b a n t s c h i t s c h : Ü btr s u b j e k t i v e optische Anschuungsbilder, Víena, 1907. SiLBKren: Bericht übcr eine M ethode, gewisse symboliscke Halluzinationsersc.heinu.ngen kertootzurufen. Jb. Psychoanal., 1, 513 (1909). J aen sch , E . R .: Über den A ufbaa der W akrnekm ungswelt u nd iltre Struktur ¿m Jugendalter.
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sobresale reiteradas veces la imagen de una rosa amarilla; finalmente, cuadros en teros que se componen de varias personas diversamente vestidas en las posiciones más variadas (pero siempre sin m ovim iento). Esos cuadros aparecen por un mo m ento y luego desaparecen, seguidos de inm ediato por nuevos cuadros (que no están en ninguna relación lógica con los anteriores). Son agudamente proyectados hacia fuera y parecen de ese modo hallarse ante los ojos, pero al mismo tiem po no están en relación alguna con el cam po visual negro de los ojos cerrados: para ver las imágenes, hay que desviar la atención del cam po visual negro; al contrario, la fijación de la atención en el últim o interrumpe la aparición de las imágenes. N o obstante los diversos ensayos, no se ha conseguido corñbinar la im agen subje tiva con el obscuro campo visual, a f in ' de que lo primero apareciese com o una parte del último. N o obstante los contornos precisos y los colores vivaces, no cata tante el hecho que esas imágenes parecen estar ante el sujeto qué las ve, no poseen e l carácter de la objetivid a d ; para el sentim iento directo de D olinin parece que, aunque las ve con los ojos, no es con aquellos ojos exteriores del cuerpo que ven el campo visual negro con las manchas luminosas brumosas que aparecen allí a veces, sino con otros ojos, interiores, que se encuentran detrás de los externos. L a dis tancia de esas imágenes de los ojos interiores que miran, es distinta, de 0,4 a 6,0 m ., pero lo más frecuente es que la visión clara resulta de la distancia, que en este caso es pequeña a causa de miopía. La magnitud de las figuras humanas cam bia desde el tamaño natural hasta el tam año de la figura de un retrato fotográfico de gabinete”. Las condiciones más favorables de la aparición fueron las siguientes: “Actividad arbitraria del pensam iento interrumpida en lo posible completam ente, en lo cual la atención, sin ninguna tensión forzada, tiene que estar dirigida sólo a la actividad interna de aquel sentido (en las autoobservaciones de D olinin, de la v ista), cuyas pseudoalucinaciones se desea observar. L a apercepción activa de las iirágenes pseudoalucinatorias, que se presentan espontáneamente, se afirman sólo más largamente en los puntos visuales de la conciencia de lo que se habrían man tenido sin el es/uerzo activo por parte del observador. L a desviación de la atención hacia la actividad subjetiva de otro sentido (por ejem plo, de la vista al oído) interrumpe parcialmente o también por entero la pseudoalucinación del primer sentido. La pseudoalucinación cesa igualm ente al fijar la atención en el cam po negro de los ojos cerrados, en los objetos reales circundantes, cuando los ojos están abiertos, así como también con el com ienzo de la actividad espontánea o volun taria del pensamiento abstracto (K andinsky).
Se advierte en esta descripción sin m ás que los fenómenos no san vis tos con el “ajo interior” en el cam po negro de los ojos (com o en las visiones fantásticas) y que les falta la corporeidad (carácter de la obje tividad, K andinsky) de las percepciones. P ara dom inar la m ultiplicidad de esos notables fenómenos de la representación, de los que D olinin no h a ilustrado más que un caso especial, hagamos prim eram ente un resu m en de las características que distinguen fenomenológicamente la percep ción norm al y la representación norm al. Percepción
Representación
1. Las percepciones son corpóreas (poseen carácter de objetividad)
Las representaciones son imaginarias (poseen carácter de subjetividad).
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2. Las percepciones aparecen en el e sp a c io objetivo exterior.
Las representaciones aparecen en el espacio representativo subjetivo interno.
3. Las percepciones tienen un diseño determ inado, están com pleta mente y con todos los detalles ante nosotros.
Las representaciones tienen un di seño indeterm inado, están incomple tam ente y, sólo en algunos detalles ante nosotros.
4. En las percepciones los diver sos elementos de la sensación tie nen tod’a la frescura sensorial, p o r ejemplo la ilum inación de los co lores.
En las representaciones hay oca sionalmente algunos elementos ade cuados a esos elementos de la per cepción. Pero relativam ente a- la m ayoría de los elementos, las re p re sentaciones no son adecuadas. Al gunos individuos lo im aginaban to do ópticam ente de color gris.
Las representaciones se descom 5. Las percepciones son consíanles y pueden ser retenidas fá- ponen y se desm enuzan y deben ser creadas siempre de nuevo. cilm ente de la m ism a m anera. 6. Las percepciones son inde Las representaciones son depen pendientes de la voluntad} no p u e dientes de la voluntad, pueden ser den ser suscitadas arbitrariam ente provocadas según el deseo y ser m o y no pueden ser alteradas. Son ad dificadas. Son producidas con u n mitidas con el sentimiento de p a sentim iento de actividad. sividad. , '> Respecto del p u n to segundo, h ay que advertir que el espacio objetivo y el espacio subjetivo de la representación pueden coincidir aparentem en te, por ejemplo en las representaciones ópticas, cuyo objeto está detrás de nosotros. Puedo representarm e delante de mi, entre las cosas objeti vas, otra, pero no la veo entre esos objetos (entonces sería u n a alucina c ió n ); más bien hay siempre u n salto de u n espacio a otro, que ambos parecen cubrirse en este caso, pero sin em bargo están separados p o r u n abismo. Del resum en dado podemos deducir fácilm ente las características de las p" udoalucinaciones. Es decir, sólo las características m encionadas bajo los puntos prim ero y segundo (corporeidad-im aginación, espacio exteriorespacio interno) son oposiciones absolutas que separan siempre sin tran sición la percepción y Ja representación por un abismo. E n los otros caracteres no se m anifiesta tan to esta oposición. M ás bien pueden las re presentaciones, que siem pre siguen siendo im aginarias y quedan en el espacio interior, adquirir sucesivamente todos los caracteres que h an sido
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atribuidos más arriba a las percepciones. Así se d a un a diversidad infi nita de fenómenos representativos entre las representaciones normales y las pseudoalucinaciones im aginadas, que podemos ahora caracterizar del siguiente m odo: las pseudoalucinaciones carecen de corporeidad y apare cen en el espacio subjetivo interior, pero con trazos determ inados, en todos los detalles (punto 3 ), en p lena adecuación a la percepción de .'os ele mentos de las sensaciones (punto 4 ) , ante los ojos del espíritu.' De golpe aparecen ante la conciencia, con los porm enores más acabados, en todos los rasgos y detalles más sutiles de u n a im agen sensorial. N o se desvan&cen en seguida, sino que pueden ser sostenidos como fenómenos constantes, hasta que desaparecen de golpe (punto 5 ). Finalm ente no pueden ser creados arbitrariam ente o ser alterados, el sujeto está frente a ellos recep tiva y pasivam ente (punto 6 ). Estos fenómenos im aginados no son sin em bargo los ordinarios, los m ás comunes. Son m ás bien de naturaleza m uy variable y ofrecen por lo general sólo algunos de los rasgos descritos. Así aparecen unas represen taciones m uy pálidas, poco detalladas, pero contra la voluntad e indepen dientem ente de ella. O fenóm enos constantes, muy detallados, pueden ser creados arbitrariam ente. Así u n enfermo podía imaginárselo todo m u cho más claram ente después de u n a psicosis aguda. V eía con el ojo interior todo el tablero del ajedrez con figuras para ju g ar a ciegas. Eso se desvanecía pronto. H asta aquí las pseudoalucinaciones sólo han sidp com probadas en la vista y el oído como imágenes y voces interiores. N uestra exposición de la vida de los sentidos en las percepciones en gañosas o ilusorias tiene que ser en todas partes diferenciada, así entre ilusiones y alucinaciones, entre fenómenos de los sentidos y de las repre sentaciones (es decir entre las alucinaciones y las pseudoalucinaciones). Esto no im pide que en la realidad se produzcan “ transiciones” , en tanto que u n a pseudoalucinación se transform a en una alucinación o se produce una rica vida patológica de los sentidos en que se combinan los fenóme nos. Pero análisis claros se obtienen ta n sólo cuando se hacen separaciones precisas, por .’as únicas que se tiene luego u n a m edida. Ilusiones, alucinaciones y pseudoalucinaciones, aparecen en m ultiplicidad ex traordinaria, desde los fenóm enos más elem entales como chispas, llam as, humo, es tallido, hasta la percepción de objetos formados, oír voces, ver figuras y paisajes. A l recorrer los dominios de los sentidos, adquirimos siempre una cierta idea concreta. Sentido de la vista ( l ). Las cosas reales son agrandadas o empequeñecidas o vistas de través, o los objetos se m ueven, las imágenes saltan en las paredes, los muebles se animan. Las alucinaciones ópticas en el delirio alcohólico son nume rosas y alternantes, en los epilépticos son a m enudo intensivam ente coloreadas (1) D escripción de alucinaciones ópticas, en S e r r o Z. N eur., 45.
Z. N eur., 44 y e n M o r g e n t h a l e r :
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y
* azul) e impresionantem ente grandiosas. En las psicosis agudas han sido h °*adas alucinaciones “panorámicas” escenificadas. Algunos ejem plos: W ° aa) En el espacio representativo. U n a enferma esquizofrénica ve en vigilia h o r r o r o s a s . Llegan a ella, no sabe cómo. Sabe ella misma que no existen, p Jas imágenes avanzan contra ella. V e un cem enterio con tumbas semiabiertas, ve figuras ambulantes sin cabeza. Las imágenes son torturantes. Puede hacerlas - d e s a p a r e c e r apartando con energía la atención hacia objetos externos. 'lY l • bb) Con los ojos abiertos} en el cam po visual extendido, sin ordenación en el D ^ sbacio objetivo. “Las figuras se agrupaban alrededor de mí en una distancia de 3-6 m. Eran grotescas figuras hum anas, que causaban un estruendo como una algarabía de voces. Las figuras estaban en el espacio, pero era como si tuviesen su propio espacio correspondiente a su naturaleza esencial. Ese nuevo espacio con sus habi' t á n t e s aparecía tanto más claramente cuanto más eran desviados mis sentidos de las cosa?' conocidas. Podía dar exactam ente la distancia, pero las figuras nunca i' dependían de los objetos de la habitación, no eran cubiertas nunca por ellos. /ANo podían ser percibidas nunca al mismo tiempo con una pared, una ventana, etc. Las objeciones de mi ambiente de que esas cosas sólo podía imaginármelas, ño podía aceptarlas; no podía hallar nada afín entre las representaciones y mis percepciones. En las representaciones me parece que no están en ningún espacio, que son como imágenes descoloridas en mi cerebro o detrás de los ojos, mientras que en mis percepciones experimento desde fuera un fondo, pero tam poco se refiere al mundo de los sentidos. T odo lo que contenía, era para m í com o la realidad, ' formas llenas de vida. Tam bién más tarde hubo para mí en el m undo ordinario ; otro con su espacio especial, y la conciencia pasaba a voluntad al uno o al otro. Am bos; mundos no los puedo comparar con las percepciones del uno ni con las del otro” (S ch w a b ). Serko describe sus percepciones engañosas en la em briaguez de m escalina: “Aparecen siempre en su campo visual propio, constante, en forma de láminas, micros cópicas, y siempre fuertem ente empequeñecidas, no se integran de m odo alguno en el ambiente real, forman más bien un m undo en sí, y en verdad un m undo teatral en miríiatura; no tocan en lo más m ínim o el contenido m om entáneam ente existente dé la conciencia; son siempre tenidas por su b je tiv a s.. . Son cinceladas de la m a nera más sutil y revisten colores claros, aparecen con preferencia en la perspectiva profunda y se alteran co n sta n tem en te.. , En el m ovim iento de los ojos no cambian su posición en el espacio’1. Los contenidos están “en m ovim iento ininterrum pido: los modelos, de tapetes alternan con ramos de flores, volutas, bóvedas, portales góticos y así sucesivam ente: un eterno aparecer y desaparecer, un incesante atribular es la ^ característica de estos errores de los sentidos” . cc) fondo negro de los ojos. El reverso esquizofrénico de la descripción da ’Müller, es lo siguiente: “Con íos ojos cerrados fue percibida en esas condiciones una luz lechosa difusa, de la que se destacaban á m enudo, en colores brillantes, mara villosas formas de plantas y animales exóticos. L a luz crepuscular m e pareció estar en los ojos mismos, pero las formas oran com o una vivencia del alma, parecían de <>tro mundo. La percepción de la luz no era siempre la misma. Si m i disposición afectiva era buena, era más clara, pero con cierta depresión moral (por ejem plo, wntawón, excitación) o con desarmonías corporales (por ejem plo, después de una comida excesiva), era más obscura o aparecía una noche negrísima. Esta luz se presentaba después de 1-2 m inutos con los ojos cerrados. Cuando pasaba en el tren por un túnel, cerrando los ojos, se volvía todo pronto claro, creía erróneamente entonces Que el tren había vuelto a salir al campo libre. Cuando abría repentinam ente los ojos,
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m e dominaba todavía la noche absoluta del túnel. L a luz desaparecía, no justam en te porque abría los ojos, sino porque me esforzaba por ver hacia fuera con los ojos abiertos. A l dejar de fijar la mirada, pod ía ver esa luz, incluso de día, también, con los ojos abiertos, sólo que de m odo confuso. Las formas no aparecían en todo m omento. Las plantas no eran com o las habría podido crear en la representación,, me asombraba sobre la belleza y la gracia de la forma, había algo m agnifícente en ello, era como si las formas de las plantas que conocía fuesen sólo descendientes, degenerados de aquellas. Las formas animales eran idénticas a las especies antedi luvianas, tenían todas algo de bondadoso. Algunas veces llamaban la atención partes extrem adamente salientes, pero yo m e admiraba de lo armónico que era en aquellas, singularidades todo el resto de la form a corporal, de modo que se expresaba de esa manera un tipo. N o tenían m ovim ientos, aparecían com o formas plásticas y desapa recían otra vez después de algunos m inutos (S chw ab). dd) Integración en el espacio objetivo. Kandinsky describe su propia psicosis: “Algunas de mis alucinaciones eran bastante confusas. Otras brillaban con to d o s loa. colores como objetos reales y ocultaban com pletam ente los objetos reales. D u ran te una sem ana vi en una y m ism a pared cubierta con tapices de un color, u n a serie de imágenes al fresco, encuadradas en marcos dorados, m agníficos paisajes, marinas* también retratos” . ¡
En el trabajo de U h th off (*) es descrito el caso siguiente: V ieja coroiditis^ Escotoma central positivo. Así unos 20 años sin m anifestaciones de im portancia U n día, una sensación vaga en la cabeza y cansancio. El mismo día advirtió la enferma repentinamente com o si viese desde la ventana “un emparrado” en el pavi mento del patio, que se m ovía y cam biaba de tam año. Ese fenóm en o d e las hojas duró unos días, luego resultó un árbol con brotes. Cuando va a p ascar por la calle, ve aparecer el árbol entre los arbustos reales com o en una brum a. En una observación más exacta distingue las hojas reales de las “fingidas”, las últim as son “com o pintadas”, su color es más azulado, “las hojas de la. fantasía están com o encoladas, mientras que las naturales se apartan de la pared” . D espués de u n tiem po ve la paciente tam bién “flores de belleza supr a terrestre, en todos los colores posibles, además pequeñas estrellas, arabescos, pequeños jarrones de flores” . En u n estudio más detenido dió la enferma, inteligente, todavía los siguientes datos sob re los fenóm enos: Las hojas, arbustos, etc., se muestran localizados en la parte defectu osa del. campo de visión positiva central, y el tam año se altera con la d istan cia. En 10 cm., por ejem plo, el fenóm eno tiene un diám etro de unos 2 cm. P royectad o en una casa de enfrente, es tan grande que cubre toda una ventana. En los m ovim ien tos de los ojos cambian también los fenóm enos, incluso advierte justam ente la enferm a en esa traslación que no son objetos reales. Con los ojos cerrados desap arecen estos fenómenos y dejan entonces puesto a formaciones típicas ( “estrella d o r a d a sobre fondo negro y por eso, alrededor, a m enudo, un anillo concéntrico azul y rojo” ). Las cosas alucinadas ocultan el fondo, son opacas.
U n enfermo con proceso esquizofrénico describe: “U n a vez tuve u n o s días la visita de una hermosa dam a joven . . . U n par de días después m e encon trab a en m i cama. Cuando me di vuelta hacia el otro lado, vi con m i gran asom bro a la dere cha, junto a m í, la cabeza de la m uchacha en cuestión, com o si h u biese estado acostada conmigo en la cam a. Estaba m ágicam ente ilum inada, de b elleza deslum brante, etéream ente transparente y en la habitación casi obscura h a b ía u n a luz ( 1) U H 'n i O F F : "B titra g c zu M schr. Psychiatr., 5, 241, 370'.
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En el primer m om ento quedé totalm ente deslumbrado por lo maravilloso, pero ¿n seguida se hizo claro para mí de qué se trataba, tanto más cuanto que al ¿usmo tiempo una voz ronca, desagradable me murmuraba burlescamente desde adentro. M e di vuelta indignado y sin volver a preocuparme del fantasma, y con una fuerte imprecación m e puse del lado izquierdo. Después m e dijo un a voz interior más amable: La señorita ha vuelto a irse” (Stau dcnm aier), U na m uchacha esquizofrénica informa: “Al comienzo me preocupaba m ucho de la captación con. la vista del «espíritu» santo, com o llam o a los pequeños restos blancos, trasparentes, que flotan en el aire o saltan de los ojos a mi alrededor y dan Ja sensación de luces muertas, es decir, frías. Veo también que la piel de los seres humanos hace brotar finísim os rayos negros d amarillos. V eo cruzado el aire por otros rayos y estratos n o ta b le s ... El día entero he tenido miedo a los anim ales salvajes, que se filtraban por las puertas o - s e deslizan lentos y negros junto a la pared, hasta que se m eten debajo del sofá y desde allí vigilan con ojos cente lleantes. M e he asustado de los hombres decapitados que andan por los pasadizos, de los cuerpos sin alma de los asesinos que hay por el suelo. Guandoi los contemplo directam ente desaparecen; los atrapo con la vista” (G ru hle). V S e n t i d o d e l o í d o . En la psicosis aguda oyen los enfermos m elodías, ruidos, silbidos y rechinam iento de máquinas, un estruendo que k s parece más fuerte que el tronar de los cañones. Tanto aquí como en los estados crónicos aparecen a menudo las voces, los “invisibles” que gritan a los enfermos todo lo posible, les hacen preguntas, Ies insultan y les dan órdenes. Por lo que se refiere al contenido de las voces, se trata de algunas palabras o de frases enteras, de voces aisladas, de confusión de voces o de voces infantiles' ordenadas, de voces de conocidos o de des conocidos, o de voces indefinibles, en manera alguna humanas. Se oyen voces inju riosas, que acompañan los actos de los enfermos con observaciones, o se trata de palabras absurdas, de repeticiones vacías. Algunas veces oye el enferm o en alta VOZ sús propios pensamientos (sonoridad del pensam iento). p y s. D e una autodescripción (K ie se r ): “ Son para mí tan asombrosos y terribles,' como son humillantes los ejercicios y experimentos acústicos — y también musicales— que han sido hechos desde hace casi veinte años con mis oídos y con m i cu erp o. . . Tina y misma voz resonó a m enudo sin interrupción alguna hasta dos o tres horas. Se escucharon también conversaciones largamente sostenidas sobre m í, mayormente *de contenido injurioso, en las que se im itaba con frecuencia la voz de personas conocidas: pero esas exposiciones no contenían más que escasa verdad y en su mayor parte se trataba de las mentiras y las calumnias más infamantes contra m í persona y a m enudo también contra otros. A m enudo se ha dicho que era yo quien dccía todo esto... Los pillastres querían así hacer chistes, se servían en sus com u nicaciones y noticias de la onom atopeya, de la paronomasia y de otras figuras de] lenguaje y representaban un perpetu um m obible parlante. Esos tonos continuados infaltablemcnte eran oídos con frecuencia sólo en la proximidad, pero a m enudo a una media, a una hora de distancia. Brotaban de mí cuerpo y surgía el ruido y el rumor más diverso, especialm ente cuando entraba en la casa o llegaba a una aldea o upa ciudad, por lo cual vivo desde hace muchos años casi como un ermitaño. Y además me suenan los oídos casi incesantem ente y a m enudo con tanta fuerza que se oye desde bastante lejos. En particular en los bosques y en los matorrales, principalmente en tiempo ventoso y tormentoso, es excitado un duende que aparece a menudo horrible, dem oníaco, también cualquier árbol aislado com ienza a emitir ruidos y sonidos de palabras y palabrotas al acercarme yo, incluso con
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tiem po en caima. L o mismo ocurre con las aguas; en general s o n utilizados todos los elementos para torturarme” . . U n enfermo oye meses enteros voces en la calle, en el negocio, en los vagones del ferrocarril, en el restaurante. Se le llam a y se le habla, en general bastante por lo bajo, pero bien clara y acentuadam ente. D icen , por ejem plo: “Conózcalo, es el loco H agem ann”. “Ahora se m ira otra vez la m ano” . “Póngase cóm odo, usted sufre d e dolor de espaldas” . “Es un hombre iín carácter” , etc. Schreber describe las alucinaciones funcionales, oídas simultáneamente con ru dos reales, pero sólo con m otivo de ruidos reales, no en silencio. “ Tengo que meditar también en la circunstancia que todos los ruidos que percibo, es decir aquellos de cierta duración mayor, com o el paso de los trenes ferroviarios, el chirrido de los barcos a cadena, la m úsica de algún concierto, etc. parecen hablar. Se trata aquí, en oposición al lenguaje del sol y de los pájaros admirados natural m ente, sólo en un sentim iento subjetivo: el sonido de las palabras habladas o desarro lladas por m í se com unica por sí mismo a las impresiones auditivas sentidas por m í sim ultáneam ente del ferrocarril, de los barcos a cadena, de los zapatos chillones, etc,; n o se m e ocurre sostener que el ferrocarril, los barcos a cadena, etc. hablan real m ente, como ocurre con el sol y con los pájaros” . A m enudo los enfermos esquizo frénicos oyen las voces localizadas en su cuerpo, en el vientre, en la cabeza, en los ojos, etc. D e las voces auténticas hay que distinguir las pseudoalucinaciones, las voces interiores ( “voces espirituales” ) : Perew¿low, un paranoico crónico, distinguía un hablar directo de las voces de fuera por paredes y tubos, del hablar por m edio de la corriente, en la que sus perseguidores le obligaban a oír algo interiormente, pero en lo cual esas voces internas no están localizadas fuera ni son corpóreas. D e las últim as distingue nuevam ente los pensam ientos “hechos” sin ninguna audición interior. A quí las ideas son dirigidas a su cabeza sin ninguna otra m editación (K andisky). La señora Kr. dijo que tenía dos memorias. Por la una podía recordarse intencionalm ente de todo com o los demás, por la otra aparecían involuntariam ente ante su conciencia voces e m ágenes interiores Las “voces” juegan un gran papel especialm ente en los esquizofrénicos, son incontables sus calificaciones e interpretaciones, por ejem plo (citado según G r u h le ): lenguaje de m ediación, lenguaje de relación, m agia del habla, lenguaje secreto, griterío, etc. V v f? G u s t o y o l f a t o . N o hay en estos dom inios de los sentidos ninguna objetivi dad formada. En principio, y a veces tam bién en la práctica, se puede distinguir entre las alucinaciones, que aparecen espontáneam ente, y las percepciones engañosas, en las , que loa olores y las sensaciones objetivas del gusto son olidos y gustadas diversamente. U n enfermo m ental describe: “Con el gusto ocurre algo singular: saboreo laa com idas arbitrariamente, la col com o m iel o también de otra m anera, a m enudo encuentro en las comidas la sopa tan poco salada que quiero echarle m ucha sal; en el mismo m om ento, sin haber hecho eso, m e sabe de repente salada” (K o p p e). O tros enfermos se quejan de gusto a carbón, de olor a azufre, de aire m aloliente.
; ' La cooperación de diversos sentidos. E n la “ percepción sensorial a veces se tiene presente u n objeto, no u n sentido determ inado. E l objeto aparece com o el mismo a través de varios cam pos sensoriales. P o r eso es tam bién com plem entado u n sentido p o r otro en la alucinación.
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Pero es tam bién m uy distinta u na confusión de las sensibilidades, qüe suprim e precisam ente u n a clara objetividad. H ay vivencias intuitivas, cuya in ten ción objetiva no se pone de m anifiesto en un determ inado dominio sensorial, sino que se deslizan unas en otras en la conciencia, m antenida
en vano, de la significación de los elementos sensoriales que alternan en rem olinean te escape. N o se tra ta de la alucinación conjunta de varios sen tidos, sino de u n a realización de las sinestesias en modos .de percepción dominantes. Hay, percepciones reales que se h an vuelto u n a m ism a cosa con las alucinatorias e ilusorias. Bleuler describe cómo “saborea” el jugo en la punta de los dedos. E n la em briaguez de la m escaiina: Se cree oír rumores y ver rostros y todo es sin embargo una misma cosa... lo que veo, lo oigo, lo que huelo, lo p ie n so .. . Soy música, soy reja tanteante, todo es lo m ism o. . . Luego las ilusiones auditivas, que eran al mismo tiem po percepciones ópticas, ornamentación oriental, puntiaguda... N o pensé en todas estas cosas quizás, sino que las sentí, olí y mis m ovim ientos eran ellas... Estaba todo claro, absolutamente cierto. T oda crítica es absurda frente a la vivencia de lo imposible (B erínger).
e) Anomalías de la representación, recuerdos engañosos. Hemos descrito la fenom enología de las percepciones anorm ales. Con las jjseudoalucinaciones llegamos a la fenomenología de las representaciones anormales. i En las representaciones hay u n a anom alía que corresponde a la enaje nación del m undo de la percepción, u n a anom alía, no de la representación misma, sino de ciertos aspectos de las representaciones denom inables caracteres de la representación, Algunos enfermos se quejan de que no están absolutam ente en condiciones d e representarse algo? de que sus repre sentaciones son obscuras, sombrías, no vivientes, afirm an que sus represen taciones no llegarían a su conciencia. v: U na enferm a de Forster se quejaba: “Yo no puedo representarme siquiera cómo soy, com o son m i esposo y mis hijos... En cuanto miro un objeto, sé ya lo que es, pero cuando luego cierro los ojos, desaparece por entero, luego es justamente como si debiera representarse, parece como si fuese aire. U sted, doctor, m antiene sin embargo un objeto en el pensam iento, pero yo no tengo de inm ediato ninguna idea de él, me parece com o si fuese to¿lo negro en el pensam iento” . Forster encontró en su investigación que la enferm a podía describir realm ente bien los recuerdos y que poseía una excelente capacidad de fijación de lo& colores, etc.
Así, pues, no se tra ta de incapacidad real p a ra la representación senso-. rial, sino que se com porta aquí com o en la enajenación del m undo de la percepción: los elementos sensibles y la m era dirección a un objeto no constituyen totalm ente la percepción ni Ja representación. Se agrega algo más. Este algo es, en la representación, de im portancia tan to m ayor cuanto que aquí los elementos sensoriales son m uy pequeños en número, inadecua-
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dos y .pasajeros. T rabajam os en las representaciones, aparentem ente, a m enudo sólo con esos “caracteres” agregados. Si éstos desaparecen, es comprensible, como dice el enferm o, que no p u ed a representarse n ad a más. E ntre las representaciones son de im portancia especial los recuerdos, es decir, aquellas representaciones que aparecen con la conciencia, que nos actualizan anteriores percepciones, cuyo contenido h a sido vivenciado alguna vez, cuyo objeto es o fué real. Lo mismo que las percepciones pueden inducir al juicio a error com o percepciones engañosas, pueden hacer esto los recuerdos engañosos. Veremos después en las teorías de la m em oria cóm o casi todos los recuerdos están un poco desfigurados, cóm o son u na mezcla de verdad y de fantasía. D e estas m eras falsificaciones del recuerdo hay que distinguir radicalm ente las alucinaciones del recuerdo (K ah lb au m ). Prim eram ente un ejem plo: U n a enferma (proceso esquizofrénico) cuenta durante la desaparición de una fase aguda de ansiedad paranoide: desde hace unas semanas se le ha ocurrido m ucho de lo que antes le había pasado con Em il (su a m a n te ): “justam ente com o si alguien se lo hubiese dicho” . H abía olvidado com pletam ente los sucesos. Después habla del tiem po “en que me vinieron a la mente tantas cosas”. Aquellas cosas eran por ejem plo: “En todo caso Emil me ha hipnotizado, pués m e encontré a veces en un estado que yo misma m e m aravillaba; una vez tuve que arrodillarme en la cocina y comer en la artesa del cerdo, se lo ha contado después triunfalmente a su m ujsr... tam bién tuvo que entrar en el cubil de los cerdos, no sé cuanto tiem po y cóm o entré, pero m e di cuenta cuando volví a salir del cubil agachada... Tam bién ha clavado Em il una vez dos tablas, y yo debía decir que quería ser crucificada, luego tuve que ponerme encim a con el rostro hacia abajo... U n a vez me pareció com o si hubiese cabalgado en el palo de la escoba... U n a vez me pareció com o si Emil me tuviese en sus brazos, y había un viento terrible... U n a vez he estada en el pantano y íui sacada de allí.... U n tiem po antes tuve que hacer un paseo con Em il, sabe exacta^ m ente lo que ocurrió bajo una linterna, pero no sabe com o volvió a casa.
Tres caracteres son típicos de estos casos, habitualm ente observados (*), Los enfermos tienen conciencia de que recuerdan lo olvidado. T ienen el sentimiento de haber estado en un estado anormal de conciencia, hablan de em botam iento, de desmayo, de semisueño, de semi vigilia, de u n “ estado característico”, de un estado de hipnosis. En tercer lugar se encuentran signos de que los enfermos tienen la im presión de que tuvieron que haber sido entonces un “instrum ento sin voluntad”} de que no habrían podido hacer nada, de que tenían que hacerlo, de que fué hecho todo. E n tales casos la forina que adquiere la expresión hace suponer ya que el recuerdo de que se tra ta es engañoso, pero en casos particulares (O tik er), se conoce, p a ra la m isma época a que se refiere el recuerdo engañoso, la conducta real (1) O t i k e r : ÁUg. Psychiatr. Z ., 54. V er ta m b i é n el caso en S c h n e id e r : Z. N eu r., 28, 90. Sobre una posible relación cu tre falseamiento del recuerda y sueño: B lu m e : Z. N eur., 42, 206.
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de los enfermos, y se puede controlar la inexactitud de sus exposiciones. ,, : -:r Se tra ta en tales recuerdos engañosos del fenóm eno siguiente: aparece -Y w en jos enfermos la representación de u n a vivencia anterior con el senti miento vivo del recuerdo, m ientras que en verdad no recuerda realm ente nada, sino que todo es inventado. Pero hay fenómenos evidentem ente idénticos, en los que no todo es inventado, en los que escenas reales son transform adas de ese modo, por ejem plo una inocente escena de u n a posada en una vivencia de envenenam iento y de hipnosis. Y finalm ente hay tales recuerdos engañosos tam bién de contenido enteram ente inofensivo: u n enfermo afirm a que h a tenido visitas u n a hora antes, m ientras que en verdad estaba sólo en la cam a. A quí queda el carácter del “recuerdo” finalm ente sólo ju n to a la im presión del fenóm eno “elem ental” , y a veces se pueden distinguir subjetivam ente tales cosas todavía de los desplaza mientos del recuerdo e n la psicología nonnal. fv/A,/ -
T al “recuerdo” de supuestas vivencias entretanto “olvidadas” puede, en ciertas circunstancias, ser difícil de distinguir de la aclaración del recuerdo de experiencias reáles en un estado crepuscular ( 1). En un caso se recordó un alto funcionario del Estado, paso por paso, de los pormenores de un asesinato sádico que creía haber cometido un tiem po antes. H abía indicios de posible realidad. Pero después de su muerte — la autoacusación detallada se encontró entre sus papeles— n o se pudo llegar a una decisión por los dem ás síntomas psicopáticos del hombre ni por los datos objetivos. Los fenómenos mismos, tal como han sido descritos, indican, por los siguientes rasgos, una conexión realm ente experim entada: esclarecimiento paulatino del recuerdo partiendo de datos aislados, que las asociaciones habrían podido alentar. Faltaban signos de im potencia del querer, de sugestibilidad, etc.
O tro fenóm eno de recuerdo engañoso parece como un déjft vu convertido en realidad en la conciencia del enferm o. U n a enferm a (dem encia precoz) cuenta: Le h a llam ado m ucho la atenciór que en la clínica vió rostros que había visto unas semanas antes en su casa, por ejem plo una figura de bruja que andaba por la sala de noche com o guardiana. Tam bién a la superiora la ha visto antes en indumentaria negra en Pforzheim. “Lo que experi menté en el jardín últim am ente, con el doctor G., cuando me preguntó por qué no trabajo, lo he contado a mi ama de casa hace ya cuatro semanas. H e reído terrible mente y le pregunté admirada que quería decir” . En la conversación en el pabellón le parece como si hubiese estado a veces allí. Cree en general que ha estado ya en un manicomio ( 2).
Prim eram ente se distinguen estos fenómenos, que en la esquizofrenia no son muy raros, del juicio de la realidad de lo déjà vu, que h a sido experim entado, pero no tenido por real. Pero tam bién la vivencia mism a causa otra impresión. Esa conciencia de lo ya visto y de lo ya experi m entado se refiere a veces sólo a algunos aspectos del presente, a veces a (1) (2)
A l t e r : “ Ein Fall von Selbstbeschuldigung” . Z. N eur., }5, 470. O tros casos e a P ic k : Ftchr. Ptychol., 2, 204 y ïigsu (1914),
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to d a la situación m om entánea; a veces aparece por breve tiempo, a lo sum o 'unos minutos, a veces en cambio acom paña durante semanas al proceso psíquico. Las alucinaciones del recuerdo y esa forma especial de lo d éjà vu son fenóm enos bastante característicos fenom enológicam ente. N o son, fenom enológicam ente, recuer dos engañosos los errores sobre el pasado que m encionam os en los siguientes grupos: a) L a s m entiras patológicas. Los relatos procedentes de la fantasía sobre el pasado son creidos al fin realmente por el inventor. Esos falseam ientos van en su extensión desde los inocentes relatos de cazadores a la transformación quimérica del pasado entero. b ) Interpretaciones de vivencias no observadas antes. Escenas inocentes adquie ren para el que recuerda una significación del todo nueva. U n encuentro con un oficial significa el propio origen regio, y otras cosas. c) Confabulaciones. Así se llam an todos los recuerdos engañosos alternantes, no sostenidos o sostenidos sólo breve tiem po. Aparecen en formas m últiples. Gomo con fabulaciones del pasado constituyen sólo el relleno de los vacíos de una memoria seriamente dañada, por ejem plo de los seniles. E n los mismos enfermos, además, después de graves lesiones de la cabeza, etc., aparecen confabulaciones p rod u ctiva com o parte del com plejo sintom ático de Korsakov. Los enfermos cuentan largas historias de un accidente que han tenido, de un paseo, de sus actividades, mientras en el m om ento correspondiente han estado tranquilamente en la cam a. Finalm ente son un fenómeno característico las confabulaciones fantásticas, comunes en los pro cesos paranoides: el enfermo, cuando tenía 7 años, ha estado en una gran guerra; en M annheim ha visto com batir entonces ejércitos enormes; se le concedió una distinción especial, pues era de alta alcurnia; una vez hizo un viaje con gran séquito a Berlín a ver a su padre, el em perador; eso hace ya m ucho tiem po. H a estado transformado en un león, Y así por el estilo. U n enfermo llam aba a todo ese m undo fantástico “la novela’’. El contenido de estas confabulaciones suele ser influible por e l investigador. Se pueden introducir ocasionalm ente historias del todo nuevas. Por otra parte, s? observa en algunos casos, por ejem plo después de lesiones de la cabeza que uno de los contenidos confabulatorios es m antenido tercamente.
f) Cogniciones corpóreas í 1). A las percepciones engañosas, a los errores del recuerdo, a las pseudoalúcinaciones, etc., cuyo centro de g ra vedad está en todas partes en lo sensorialm ente contem pladoj les agre gamos u n a equivocación ab stracta, pero no p o r eso menos vigorosa, la equivocación de la cognición (2). U n enfermo sentía que U guien iba junto a él o más bien directam ente detrás de él. Cuando se daba vuelta, se volvía ese alguien en la misma forma, de m odo que el enfermo no podía verlo, quedaba siempre en el mismo lugar, sólo se acercaba o se alejaba a veces algo más. El enferm o no lo ha visto nunca, nunca lo oyó, nunca tocó su cuerpo y s:n embargo sentía con extraordinaria precisión que ese alguien
(1) N o es posible dar, en castellano, una idea exacta del significado de “leibhajtige Bew utsiheiten" . Usamos el térm ino cognición, propuesto por López Ibor, ya que es p re ferible a intelección usado p o r Lange, siguiendo a los franceses, que lo adoptaron desde Descartes. N . de los T . I (2) V er mi artículo sobre las cogniciones corpóreas, en Z . Pathopsyckol., 2 (1913)
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estaba allí. A' pesar de lo opresivo de la experiencia y a pesar de que temporalmente se dejaba engañar, juzgaba, sin embargo, que en realidad no había nadie allí.
Si com param os ta l fenóm eno con los fenómenos normales, podemos pensar en lo siguiente: se sabe que en la sala se sienta alguien detrás de uno, porque se le h a acabado de ver; se va p o r u na habitación obscura y repentinam ente se vuelve uno atrás porque se piensa que hay u n a p ared delante, etc. E n todos los casos hay u n saber en torno a algo presente, que en el m om ento, sin embargo, no es algo concreto. Pero m ientras los fenóm en os norm ales están fundados o bien p o r pasada percepción o por sensaciones m om entáneas reales que se pueden advertir con atención (a'teración. del sonido, ciertas sensaciones del tacto por e l aire, en la con cien cia de la p a re d ), aparecen las cogniciones patológicas de m odo enteram ente prim ario y con ese carácter de im puesto, de cierto, de cor póreo. E n oposición a las cogniciones que llevan ante el alm a algo ausente o irreal (cogniciones ideales, cogniciones delirantes), llam am os a estos fenómenos cogniciones corpóreas. De las cogniciones corpóreas se va, p o r transiciones, a alucinaciones. Algo quedó siempre y constantemente igual hasta el día de hoy: es decir, sentí y vi a mi alrededor en una distancia de 3-4 m. una pared circular, compuesta de una substancia que m e era hostil, siempre ondulante, de la que en ciertas condiciones ^pueden surgir nuevam ente dem onios (S ch w ab ).
Vs Por otra p a rte hay transiciones hacia vivencias delirantes prim arias: “los enfermos se sienten “observados” , sin que nadie esté en su proxim idad. U n enferm o decía: “N o m e sentía libre, eso era debido quizá al m uro” .
§ 2. / í V'
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Vivencia del tiempo y del espado •
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A dvertencias psicológicas y lógicas. Espacio y tiem po son lo om nipresente en lo sensorial. N o son primariamente objetivos, sino que comprenden todo lo objetivo. K ant los llam a formas de intuición. Son universales, ninguna sensación, ningún objeto sensible, ninguna representación se da fuera de esas formas. Con el espacio y el tiempo realizamos la existencia interior total del mundo para nosotros presente. La vivencia espacial-temporal de la existencia no podem os superarla sensorialmente y no podemos tam poco abandonarla, sino que estamos siempre en ella. N o percibimos espacio y tiem po por tanto com o otros objetos, ^ino que los percibimos con los objetos y en la vivencia sin objetos todavía estamos en el tiem po. Espacio y tiem po no existen por sí; también álli donde están vacíos, los tenemos sólo en vinculación a objetos, que los llenan o limitan. Espacio y tiem po, inderivables y originarios, existen siempre en la vida psíquica normal lo mismo que en la anormal. N o pueden desaparecer. Sólo son m odificados como existen, en su manifestación, el m odo de vivenciarlos, la apreciación de la extensión y de la duración. Espacio y tiem po son reales para nosotros sólo con su repleción. Es verdad que los pensamos en la contem plación com o vacíos, aun cuando nos representamos tam
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bién vanam ente e! vacío. Como, v a d o s tienen un carácter básico común, de naturaleza cuantitativa: dim ensiones, hom ogeneidad, continuidad, ilim itabilidad; pero sus.par tes no son casos de un concepto genérico espacio o tiem po sino parte de un todo intui tivo. Con cada repleción se vuelven cualitativos. Si espacio y tiem po pertenecen el uno al otro, sin embargo son radicalm ente distintos uno de otro, el espacio es xnültiíorm idad de la misma especie, el tiem po acontecer sin espacio. Ambos son — si quereanos actualizar tautológicam ente ese carácter originario^- la separación del ser alejado d e sí mismo, el espacio lo contiguo, e l tiem po lo sucesivo. Podemos abandonar lo espacial en nuestra experiencia en favor de una expe riencia sin objeto, el tiem po queda siempre allí. ¿O hay también una brecha del tiem po en la experiencia? Todos los místicos lo dicen. E n la brecha del tiem po es experimentada la eternidad como suspensión del tiem po, como nuno stans. Pasado y futuro se han vuelto presentes en el sonambulismo. C om o espacio y tiem po sólo existen realm ente con su repleción, tenemos el problema de lo que hay que considerar justam ente como espacio y com o tiempo. La universalidad de espacio y tiem po llevó a m alentenderlos como el existir fundam en tal; sin embargo es falso generali 2 ar espacio y tiempo com o existir mismo, su vivencia com o vivencia básica. Si todo lo que existe para nosotros tiene form a espacial y temporal, sea realmente, sea en la intuición de significaciones que representa en el sím bolo, sería sin embargo un error atribuir al espacio y al tiem po lo que los realiza en contenidos. Si todo ser hum ano tiene su propia figura de destino en la espacialidad y en la temporalidad, en el m odo com o ambas se llenan en el presente abarcativo, son sin embargo sólo vestidura, cuya significación se vuelve importante tan sólo por el com portam iento de los hombres. N o com o vivenciar específico' del espacio y del tiem po, sino com o significación, se convierten espacio y tiem po en un idiom a y forma del alma, a quienes no hay que hablar, cuando espacio y tiem po son tem as en si mismos. Aquí nuestra tarea consiste en la espacialidad y la tem poralidad com o tales en su vivenciar. Q ue esa vivencia, donde es alterada, puede dar una m odificación a todos los contenidos y puede experimentar m odificaciones desde los contenidos del alma por su parte — por ejem plo en la conciencia de la significa ción— , es otro problema. Espacio y tiempo existen ambos para nosotros en diversas figuras básicas,, cuyo terreno común no es directamente claro por sí. En el espacio debe distinguirse: prihnero como lo percibo yo en m i orientación presente desde el centro de m i cuerpo en su estructura cualitativa de izquierda y derecha, de arriba y abajo, de lejos y cerca, es el espacio, que aferró tanteando y m oviéndom e, que capto con una mirada, donde estoy en mi puesto; en segundo lugar, el espacio intuitivo del mundo tridimensional en el que m e m uevo, en el que llevo conm igo constantem ente mi espacio inm ediato de orientación; en tercer lugar, el conocim iento del espacio hasta las m atem áticas de los espacios no euclidianos, que son objetos abstractos de una construcción ideal. D e xivtevo es algo m uy distinto qué significados siento en las figuras del espacio, en lo espacial com o tal, en el espacio alterado. En el tiem po debe distinguirse: el tiem po vivido, el horario objetivo, el tiem po cronológico y el histórico, el tiem po como histo ria de la existencia del hombre. Para fines fenom enológicos de la psicopatología no tiene im portancia partir de iod os estos problemas extraordinariamente importantes desde el punto de vista filosófico. M ás bien es fecundo sólo elaborar intuitivam ente los fenóm enos anormales reales y ver en caso dado lo que pueden contribuir a la clara interpretación, tal vez, aquellos conocim ientos sobre espacio y tiem po.
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a) Espacio ( x) . L a intuición del espacio puede ser exam inada según la función en grandes líneas. E n el vivenciar espacial norm al esas ap re ciaciones, sin em bargo, pueden ser defectuosas según la función. O el fen óm en o del espacio mismo es experim entado de o tro modo, sea in con scien tem en te, y entonces sólo es com probable en el efecto p o r las de-, ficien cias de la función, sea conscientem ente, de m odo que el enferm o advierte y describe la vivencia espacial alterad a en la m edida d e su con cepción espacial norm al recordada o conservada actualm ente todavía. 1. O curre que todos los objetos son vistos m ás pequeños ( microipsia) o, al contrario, m ás grandes ( m acropsia)3 o todos torcidos, en u n a parte mayores, en o tra menores ( dismegalopsia) . H a y u n a doble vista y hasta una vista séxtuple (todas las variantes en los delirios febriles, en la epilepsia, en psicosis esquizofrénicas agudas, pero tam bién en estados psicasténicos), ! Neurosis d e l agotam iento. TJn alum no del seminario recargado de trabajo ve tan pronto letras y notas, tan pronto pared y puertas pequeñas a lo lejos; la habitación es como un largo corredor. Otras veces le parece que sus m ovim ientos adquieren grandes dim ensiones (y un ritm o v e lo z ), cree dar pasos de longitud gigantesca ( 2). Lubarsch (citado por Binswanger) informa sobre las vivencias del cansancio por la noche en la cam a, en la edad entre los 11 y los 13 añ os: “M i cam a se prolon gaba y ensanchaba con la habitación hasta lo inconmensurable, los sonidos dei reloj, los latidos del corazón resonaban com o mazazos, y una m osca que pasaba volando tenía el tamaño de un gorrión” . U n presunto enfermo esquizofrénico: “H abía tiempos en que todo lo veía adquiría dimensiones enormes; los hombres parecían gigantes, todos los y las distancias se m e aparecían en un gran telescopio; es siempre com o ejemplo, al mirar hacia fuera, lo hiciera por unos prismáticos de campaña. más perspectiva, profundidad y claridad en todo” (R ü m k e).
que yo objetos si, por M ucha
/ 2. L a vivencia de la in fin itu d del espacio aparece como transfor mación de to d a la vivencia del espacio. :. U n esquizofrénico: “V eía aún la habitación. El espacio m e parecía extenderse, crecer hasta lo infinito, y estaba al mismo tiem po com o desprovisto de todo. M e sentía abandonado, entregado al espacio infinitam ente am plío, amenazante ante m í a pesar de su nulidad. . Era el com plem ento de m i propío vacío... El viejo espacio corpóreo se levantaba com o un fantasm a desde el otro espacio” (Fr. F ischer). Serko describe el sentim iento de la infinitud del espacio en la embriaguez de mescaíina. L a dim ensión profunda del espacio parece extendida, la pared se aleja. Se ensanchan los espacios difusam ente hacia todos lados.
3. Como contenidos de la percepción, tam bién la espacialidad tiene “caracteres de sentim iento” . L. Binswanger hab ía de espacio acorde. (1) B i n s w a n g e r . L. : “ D a i Raumproblem. i n d e r Psychopathologie” . Z , 398 (1933). (2) V e r a o u t h : Ü ber M ikropsîe u n d M akropsie” . D tsch. J. N c r v tn h tilk .,
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(1903).
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H ay, po r así decirlo rasgos psíquicos esenciales en el espacio, que p u e den darse como realidad 'am enazante o feliz. Y a en los ejemplos ante riores no es separable agudam ente — au n q u e conceptualm ente es de dis tin ta esencia— lo que es alteración de hecho de la percepción, de lo que sólo es alteración del estado afectivo ante lo percibido. U n esquizofrénico de Cari Schneider dijo: L o veía todo com o en el telescopio. Las cosas parecen más pequeñas y m ás distantes, pero no realm ente m ás pequeñas, sino más pequeñas en el espíritu. . . al mismo tiem po sin conexión éntre sí y sin conexión con él. Los colores son más apagados, la significación es m ás apagada. T odo está lejos, es más bien un alejarse espiritual*
A quí son evidentem ente caracteres esenciales del sentim iento los fenó menos descritos m ás arrib a com o alteración d e la percepción. E n los siguientes ejemplos de experiencias esquizofrénicas, parece estar en p ri m er plano el significar com o vivencia de realid ad ; peí o tam bién la per cepción mism a puede ser alterada. U n esquizofrénico informa: “Se m e alejó repentinam ente el paisaje com o por u n poder extraño. Creía ver interiorm ente que detrás del cielo vespertino azulado se extendía un segundo cielo negro, de una espantosa anchura. T od o se volvió infinito, abarcativo. . . Sólo sé todavía que el paisaje otoñal fué envuelto por un segundo espacio, sutil e invisible. Este segundo espacio era obscuro o vacío o espantoso. T an pronto parecía moverse un espacio, tan pronto se confundían am bos. . . Es falso hablar solamente, de espacio, pues el mism o se producía en m í. Era un continuo interrogante dirigido a m í” (Fr. F isch er). Otro esquizofrénico: Cuando considera los objetos, está a m enudo todo vacío, tan pronto aquí, tan pronto allí. “El aire está todavía entre los objetos, pero no los objetos mismos” . O tro dice lo siguiente: V e propiam ente sólo el espacio entre ‘los objetos. Los objetos existen todavía, pero no en buen orden. El espacio entera m ente vacío le llam a la atención (Fr. F isch er),
b ) T iem po . A dvertencias prelim inares: 1. S aber acerca^ del tiem p o . Se refiere al tiem po objetivo y a la función en la apreciación exacta o falsa de los períodos de tiem po, además a la aprehensión falsa delirante de la esencia del tiem po (cuando, por ejem plo, dice un enferm o que su cabeza es un reloj, que hace el tiem p o ), o bien otro: “el tiem po nuevo es hecho así, haciendo girar el mecanismo negro-blanco” (Fr. F ischer). 2. V ivencia d e l tiem po. L a vivencia subjetiva del tiem po no es una apreciación particular del tiem po, sino una conciencia total del tiem po, para la cual el m odo de la apreciación del tiem po puede ser, entre otros, sólo un signo. 3 T ra to con el tiem po. E l hom bre tiene que tratar con la situación básica d e la temporalidad, com o se halla en el m om ento, por ejem plo, en el poder esperar, en el hacer m adurar, en el decidir, luego en la conciencia biográfica total de su pasado y de su todo vital. L o primero importa a la psicología funcional, lo tercero a la psicología compren siva; aquí es nuestro tem a lo segundo. Tenem os que describir fenómenos, pero n o explicarlos o comprenderlos tam bién sim ultáneam ente. Fuera de esos tres interrogantes, el saber del tiem po, la viven cia del tiem po, d trato con el tiem po, hay finalm ente todavía el problem a biológico del acon tecer t'ém poral de la vida y tam bién de la vida psíquica. T od a vida (los insectos de un
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día o el hombre) tiene el tiem po que corresponde a su especie, la longitud de su forma de vida, la periodicidad de su curva vital. Este tiempo vital es un tiem po objetivo, biológico, cualitativam ente lleno. En el proceso fisiológico tiene lugar una valorización del tiem po, por ejem plo para la entrada de los impulsos hormonales, que producen oportunamente la pubertad, además en toda regulación, que n o es sólo un proceso químico rápido distinto tal vez por la temperatura, sino una construcción rítmica, un ensamblamiento tem poralm ente ordenado de las excitaciones; finalm ente en el maravilloso “reloj de la cabeza” , que puede determinar exactamente* según el propósito previo al dormir y después de la sugestión hipnótica extraconsciente, el término del tiem po exactam ente C1). F r e n t e a la realidad de este tiem po vital son posibles preguntas com o éstas: ¿Tiene el acontecer tem poral, cuando es distinto en su naturaleza, tam bién dentro de la especie de su oscilación en vigor, im pulso, aceleramiento o detención? ¿Puede ser perturbado ese acontecer com o acontecer total, no sólo en los elem entos de los factores activos en él? ¿ E n nuestra vivencia del tiem po, por ejem plo, el acontecer como tal es consciente y por tanto transformado por toda perturbación del acontecer? ¿Q ué percibe nuestra vivencia del tiem po, tal vez un acontecer objetivo m undial, como al percibir las cosas con los sentidos, o el acontecer vital, un algo o uno mismo en su fondo, o ambas cosas? H acer estas preguntas equivale a ver que falta su res puesta. Es siempre el círculo indeterm inado de un gran enigm a cuando Carrel escri be: “posiblem ente alcanza su valorización del tiem po, realizada por los tejidos, el umbral de nuestra conciencia y explica el profundo sentim iento indefinible que hay en nosotros como de aguas que fluyen silenciosam ente, en las que oscilan nuestros estados de conciencia com o el resplandor de una linterna en la obscura corriente de un río poderoso. Advertimos que nos transformamos, que no somos idénticos a nuestro yo anterior. Y sin embargo nos damos cuenta de que permanecemos la misma esencia”. N o podemos explicar ni derivar la vivencia del tiem po, sino sólo describirla. El problema de la casa es ciertam ente imprescindible en las vivencias anormales del tiempo, pero no se pueden dar hasta aquí respuestas demostrables.
Para los fenóm enos de la vivencia del tiem po son esenciales los siguientes e le mentos. El saber acerca del tiem po (y la orientación actual, de hecho, del tiem po) tiene lugar sobre la base de la vivencia del tiem po, pero no es vivencia del tiem po. Esta vivencia de estar dirigido a, de un devenir, en ella está la conciencia del nresente igual en el tiem po, no hay ninguna conciencia del transcurso del tiempo. La con ciencia del transcurso del tiem po es un a vivencia de continuidad originaria (la durée de Bergson, el tem ps vécu de M inkow ski). L a vivencia del tiem po, es, además, una vivencia del estar dirigido a, de un devenir, en ella está la conciencia del presente como realidad entre e l pasado com o recuerdo y el futuro com o esbozo. Finalm ente existe la vivencia temporal de la ausencia de tiem po, del ser com o eterno presente, como superación del devenir (2).
(1) U n hallazgo singular lo destacó E h r e n w a l d (Z. N eur., 134, 512). En dos casos de Korsakow, en donde estaba gravem ente perturbado el sentido del tiem po, pudo ver w a lim h con reacción aproxim adam ente exacta la sugestión hipnótica de despertar a dete» minada hora. Un sentido prim itivo, inconsciente, del tiem po p arecía conservarse, ■ Ú entm follaba la in terp retació n consciente del tiempo. (2 ) D e la bibliografía sobre la vivencia anorm al del tiem po: S t r a u s s , E . : M) ckr, Psychiatr.t 65, 240. G ebsatziX : N er venar zt, 1, 275. Además del mism o: Die Stdrungen des W erdtns und des ZeiterU bens in Gegenwarlsprobleme dcr psychiatrisch-neurologischen F o t tehung, ed itad o p o r R oocenbau, S tuttgart, 1939. F x sch er, F ra n z : Z . N eur., 121,. 544; 124, 241. K loss, G .: N ervenarzt, 11, 225 (1938) ( Storungen des Zeiterlebens in dcr endogenei» D epresnon).
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1. C o n c i e n c i a del t r a n s c u r s o m o m e n t á n e o del t i e m p o . 'L a experiencia norm al del transcurso m om entáneo del tiem p o oscila de m anera comprensible. L a ocupación interesante, variable, d a la conciencia de ómo pasa el tiem po rápidam ente; la desocupación, el vacío en acontecim ientos, la espera produce el sentim iento de que el tiem po pasa lentam ente y causa aburrim iento. Pero no siempre. H a y enferm os m entales que no hacen n a d a d u ra n te años, sin sentir a b u rri m iento. H om bres agotados y cansados pueden tener e! sentim iento del vacío sin hastío. E n cambio, no de m an era comprensible, sino desde las fuentes elem entales del proceso vital, es sentido anorm al el curso del tiem po en ataques, psicosis, o intoxicaciones: aa) Precipitado o lento. K lien (*) inform a sobre un joven que tenía ataques, en los cuales corría asustado hacia la m adre y decía: “i Ahora comienza otra vez m adre, qué es esto, ahora va todo tan rápido! ¿H ablo yo más aprisa, hablas tú más Tapidamente?” L e parecía com o si la gente e n la calle anduviese más aprisa.
E n la em briaguez de m escalina tenía Serko la impresión d e que el fu tu ro próxim o se precipitaba: “Se tiene primero un sentim iento característico com o si se hubiese perdido el dom inio del tiem po, com o si éste le arrastrase a uno, com o si no se fuese ya capaz d e retener los m omentos que pasan para vivirlos; se trata de aferrarse a ellos, pero desaparecen y corren” .
bb) Pérdida de la conciencia del tiem po. Es verdad, m ientras haya conciencia, no puede hab er desaparecido todo sentido del tiem po. Pero puede reducirse a u n mínimo. Enfermos, p o r ejem plo, en grave agota m iento, pueden decir que no sienten el tiempo. Alü donde se pierde la actividad, desaparece consiguientem ente tam bién la conciencia del trans curso del tiempo. Cuando, en la embriaguez de la m escalina, dism inuyen los m omentos del tiem po que se precipitan, en la cumbre de la intoxicación se pierde también el tiempo. Serko: “Es decir, en las alucinaciones abundantes se tiene un sentim iento com o si se nadase en una corriente ilim itada del tiem po, en alguna parte y en algún m om en t o . . . H ay que imaginarse activam ente siempre, con cierto esfuerzo, de modo retros pectivo, la situación temporal, para escapar por m om entos a ese desvanecim iento del tiem po. Por m omentos sólo, pues la tensión cede, se deja uno llevar, así se tiene nuevam ente en seguida el tiem po infinito. Según Beringer, “es una vida liberada, por el m om ento, del pasado y del futuro".
cc) Pérdida de la realidad de la vivencia del tiempo. El sentimiento d e lo actual, de la presencia y ausencia, de la realidad, está originaria^
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: Z. Psychopáth., 3, 307 (1917).
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m ente vinculado con la conciencia del tiempo. C on la desaparición dei tiempo, desaparece lo actual y la realidad. Sentimos la realidad como actu alid ad tem poral; o sentimos como si la nada fuera intem poral. Algu nos psicasténicos, depresivos, la describen: es como si quedase siempre el mismo m om ento, com o si hubiese u n vacío sin tiempo. Sin embargo, no viven el tiem po que conocen. U n enfermo depresivo tiene el sentim iento como si el tiem po no quisiera avanzar Esta vivencia no tiene en verdad el carácter elem ental de los casos precedentes, pero en el sentimiento que se simboliza a sí mismo y el tiempo sim ultáneam ente hay tam bién algo de elem en tal: “El m inutero avanza enteramente vacío, el reloj marcha v a c ío ... son las horas perdidas de los años, pues no podía trabajar”. El tiem po vuelve atrás, ve en verdad que el m inutero se mueve hacia adelante, pero le parece como si el tiem po efectivam ente no marchase con él sino que estuviese quietó todo. “El mundo es un único fragmento que no puede ir adelante ni atrás, en eso está todo mi temor. El tiem po está perdido para m í, ¡los minuteros son tan livianos!” En la ojeada retrospectiva después de la curación: “Pasaron para m í enero y febrero, por decirlo así, com o un a nada, en su sentido habitual. Es un fragmento único y queda paralizado. N o podía creer que el tiem po avanzase realmente. Com o yo trabajé siempre y no saqué nada de provecho, tuve el sentim iento que volvíam os todos atrás. Yo no term inaba ya nada” (K lo o s ).
d d ) Vivencia de la detención del tiem po. U n enferm o esquizofrénico informa: D é repente me invadió un estado: los brazos y las piernas parecían hincharse. U n dolor espantoso me cruzó por la cabeza, y el tiem po quedó inmóvil. Sim ultánea mente se presentó a m i alm a de una manera casi sobrehumana la im portancia vital de ese m omento. Luego fluyó el tiem po otra vez com o antes. Pero el tiem po detenido era como un portal (Fr. Fischer).
2. C o n c i e n c i a de la e x t e n s i ó n del t i e m p o del pasado reciente. Es comprensible que, después de u n día de mucho trabajo y de ricos acontecim ientos, se tenga la conciencia de un día largo, m ientras que u n día vacío, que pasó lentam ente, es im aginado por la conciencia retrospectiva como breve. C u an to m ás vivaces imaginemos los acontecimientos pasados, tan to m ás corto nos parece el tiem po trans currido; cuanto m ás acontecim ientos nos hayan afectado desde entonces, tanto más largo. Sin em bargo hay u n m odo de recordar el transcurso del tiempo, que de esa m anera no es de ningún modo comprensible, sino que tiene por base algo nuevo, elemental. Después de una psicosis aguda rica en acontecim ientos, escribe un paranoico: ‘ D e la totalidad de mis recuerdos se ha establecido en m í la impresión com o si el espacio de tiem po, que abarca, según la admisión hum ana ordinaria, sólo 3-4 meses, en realidad tuvo que haber abarcado un tiempo enormemente largo, com o si noches aisladas hubiesen tenido la duración de siglos”.
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En la embriaguez de m escalina experim entó Serko una sobreestimación sub jetiva del tiem po transcurrido. El tiem po le pareció extendido. Incluso lo experi mentado le parecía en la lejanía. Se ha informado sobre una abundancia dom inante de acontecim ientos en algunos segundos, por ejem plo, en la caída o en el sueño. U n investigador francés de los sueños com unica (citado según W interstein) : “Soñaba con el dom inio del terror de la revolución, con escenas de asesinato y de tribunales, con condenas, con el viaje al lugar de la ejecución, con la guillotina, sentía cóm o era separada su cabeza del tronco y despertó: las colgaduras de la cam a habían caído y le habían dado en las vértebras del cuello” . “El fin del sueño es su origen” . La credibilidad de informes sem ejantes no puede ser puesta en duda. Pero no es posible que en un segundo se haya experim entado sucesivamente lo que en el recuerdo es consciente com o una sucesión. T ien e que haber actos que resumen la actualización m om entánea intensiva y que luego son descompuestos en el recuerdo en una sucesión. Psicasténicos y esquizofrénicos informan sobre experim entos sublimes de pocos minutos com o si hubiesen tenido duración eterna. “En el aura del epiléptico, un segundo es vivido como eternidad o com o sin tiem po” (Dostoievski ).
3. L ,a c o n c i e n c i a d e l p r e s i e n t e e n r e l a c i ó n c o n e l p a s a d o yj e l f u t u r o . Se h an descrito fenómenos notables, pero m uy distintos. aa) El déjà vu y jamais vu: por momentos invade a los enfermos la conciencia de que todo lo que ven, lo h an visto ya exactam ente, que lo han experim entado u n a vez ya de m odo igual. Los mismos objetos, las mismas personas, las mismas posiciones y com portam ientos exactos, ju sta m ente esas palabras, ese tono de voz sorprendentem ente exacto, todo fué u na vez así. Al contrario, existe el jam ais vu en la conciencia, el verlo todo por prim era vez, en el que lo percibido es como desconocido, nuevo, incomprensible. bb) La discontinuidad del tiem po. Algunos esquizofrénicos com uni can, por ejemplo, que uno tiene de m om ento en m om ento la impresión de haber caído del cielo. El tiem po parece vacío. F alta la conciencia del curso del tiem po, de la continuidad del tiem po (M inkow ski). U n en fermo (K orsakow ) de Boum an se siente (por ejem plo en el traslado de un hospital a otro) como transportado repentinam ente de u n pueblo a otro. Dos momentos están directam ente continuos, no hay duración tem poral entre ellos. cc) Los meses y los años se adelantan rapidísimamente. “El m undo corre y cuando es otoño, está ya allí la prim avera, antes no era ta n rápido” (esquizofrénico, Fr. Fischer). dd) E l pasado se encoge. El enferm o de Boum an sentía un pasado de 29 años com o de u n a longitud de a lo sumo 4 años, y en ellos los diversos intervalos estaban acortados en la m ism a proporción.
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Conciencia
del
GENERAL
futuro.
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El futuro desaparece:
U na enferm a depresiva que sufre de un “vacío terrible” y tiene el sentim iento de la falta de sentimientos, informa: “N o puedo prever nada, com o si np existiese ningún futuro. M e parece siempre que cesa ahora todo y que el m añana no existe en manera alguna” . Saben ciertam ente que m añana es también un día, pero esa conciencia es distinta a com o era antes. Incluso los próximos 5 minutos no están ya ante ella com o antes. Estos enfermos no tienen decisiones, ni inquietudes ni espe ranzas para el. porvenir. Tam poco en el pasado tienen los períodos, de tiem po en el sentim iento. “Conozco el núm ero de los años, pero no ya el cálculo del tiem po'' (K loos).
Esta no es u n a vivencia elem ental del tiempo. U n cambio de dispo sición en la percepción e interiorización de todas las cosas se advierte también en la vivencia del tiem po. Paraliza el tener presente los conte nidos — están ahí, pero p a ra los enfermos de m anera que lo saben, pero no lo sienten. Como todo, así se sumerge tam bién el futuro: el concepto del tiem po existe y el exacto saber acerca del tiempo, pero no la vivencia del tiempo. 5. L a v i v e n c i a e s q u i z o f r é n i c a d e l a s u s p e n s i ó n de 1 t i e m p o , d e l e n s a m b l a m i e n t o d e l o s t i e m p o s , d e l d e r r u m b e d e l t i e m p o . M u y notables vivencias, al mismo tiempo elem entales y significativas, de actualidad sensorial y m al agüero metafísico, son com unicadas p o r esquizofrénicos, a veces en breves episo dios pasajeros, como transform ación de la vivencia del tiempo. U n esquizofrénico describe un episodio: “Ayer a m ediodía miré el r e l o j . . . Me sentí como retrotraído, com o sí algo que ha pasado volviese a mí. Era com o si las once y m edia fuesen nuevam ente las once, pero no sólo el tiem po volvía atrás, sino también lo que en ese tiem po se había producido en mí. D e golpe no eran sólo las once otra vez, no, era un tiem po pasado hace m u ch o. . . En m edio del tiempo vuelvo a mí mismo desde el pasado. ¡Q u é espantoso era! Pensé que quizás el reloj, estaba atrasado, tal vez el sirviente ha hecho una ju g a r r eta .. . Y luego llegó a mí un sentim iento de terrible espera; yo podía ser arrastrado a lo pasado... Era de mal agüero que se jugase así con el t ie m p o ... U n tiem po extraño comenzó a aparecer. T odo se m ecía confusam ente, y me dije nervioso: Lo aferraré to d o .. . Luego vino la com ida de m ediodía y todo fué como de ordinario” (Fr. Fischer). U n esquizofrénico dice: “N o hay más presente, sino sólo un retraso. El futuro se encoge cada vez más. El pasado es apremiante, se arroja sobre mí, m e tira hacia atrás. Soy com o una m áquina que está fija en el lugar y trabaja. Trabaja de m odo que lo desgarra casi todo, pero queda en el mismo lu gar. . . V ivo m ucho más Tapi damente que antes. Este es el contacto con las cosas viejas. Siento que eso m e lleva. Me dejo arrastrar, para que al fin se vea llegar un fin, para llegar al descanso. Guando me adhiero a era celebridad, entonces soy arrastrado con ella. . . El tiempo se persigue y se devora a sí mismo, y yo estoy en m edio de é l“ (Fr. F ischer). Otra enferma esquizofrénica describe el ensamblamiento torturante de vacío, inexistencia, detención del tiem po, vuelta del pasado: “La vida es ahora como una cinta giratoria. Pero no hay nada en ella. Gira así y es siempre ig u a l. . . N o he
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En la embriaguez de mescalina experim entó Serko una sobreestimación sub jetiva del tiem po transcurrido. El tiem po le pareció extendido. Incluso lo experi m entado le parecía en la lejanía. Se ha inform ado sobre una abundancia dominante de acontecimientos en algunos segundos, p o r ejem plo, en la caída o en el sueño. U n investigador francés de los sueños com unica (citado según W interstein) : “ Soñaba con el dom inio del terror de la revolución, con escenas de asesinato y de tribunales, con condenas, con el viaje al lugar de la ejecución, con la guillotina, sentía cómo era separada su cabeza del tronco y despertó: las colgaduras de la cam a habían caído y le habían dado en las vértebras del cuello". “El fin del sueño es su origen”. La credibilidad de informes sem ejantes no puede ser puesta en duda. Pero no es posible que en un segundo se haya experim entado sucesivam ente lo que en el recuerdo es consciente com o una sucesión. T ien e que haber actos que resumen la actualización m omentánea intensiva y que luego son descompuestos en el recuerdo en una sucesión. Psicasténicos y esquizofrénicos informan sobre experimentos sublimes de pocos minutos com o si hubiesen tenido duración eterna. “En el aura del epiléptico, un segundo es vivido como eternidad o com o sin tiem po” (D ostoievski).
3. L a c o n c i e n c i a del presiente en r e l a c i ó n con e l p a s a d o y- e l f u t u r o . Se h an descrito fenómenos notables, pero muy distintos. aa) El déjà vu y jamais vu: por momentos invade a los enferm os la conciencia de que todo lo que ven, lo h a n visto ya exactam ente, que lo han experim entado u n a vez ya de m odo igual. Los mismos objetos, las mismas personas, las mismas posiciones y com portam ientos exactos, justa* m ente esas palabras, ese tono de voz sorprendentem ente exacto, todo fué u n a vez así. Al contrario, existe el jamais vu en la conciencia, el verlo todo p o r prim era vez, en el que lo percibido es como desconocido, nuevo, incomprensible. bb) L a discontinuidad del tiem po. Algunos esquizofrénicos com uni can, por ejemplo, que uno tiene de m om ento en m om ento la impresión de haber caído del cielo. El tiem po parece vacío. F alta la conciencia del curso del tiempo, de la continuidad del tiem po (M inkow ski). U n en¡ferm o (Korsakow) de Boum an se siente (por ejem plo en el traslado de un hospital a otro) com o transportado repentinam ente de u n pueblo a otro. Dos momentos están directam ente continuos, no hay duración tem poral entre ellos. cc) Los meses y los años se adelantan rapidísim am ente. “El m undo corre y cuando es otoño, está ya allí la prim avera, antes no era ta n rápido” (esquizofrénico, F r. F ischer). d d ) E l pasado se encoge. El enferm o de Boum an sentía un pasado de 29 años com o de u n a longitud de a lo sumo 4 años, y en ellos ios diversos intervalos estaban acortados en la m isma proporción.
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Conciencia
del
GENERAL
futuro.
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El futuro desaparece:
U na enferm a depresiva que sufre de un “vacío terrible” y tiene el sentim iento de la falta de sentim ientos, inform a: “N o puedo prever nada, com o si no existiese ningún fu tu ro . M e parece siempre que cesa ahora todo y que el m añana no existe en manera alguna” . Saben ciertam ente que m añana es también un día, pero esa conciencia es distinta a com o era antes. Incluso los próxim os 5 m inutos no están ya ante ella como antes. Eetos enfermos no tienen decisiones, ni inquietudes ni espe ranzas para e l.porvenir. T am poco en el pasado tienen los períodos, de tiem po en el sentimiento. “Conozco el número de los años, pero no ya el cálculo del tiem po'’ (K loos).
Esta no es una vivencia elem ental del tiempo. U n cambio de dispo sición en la percepción e interiorización de todas las cosas se advierte también en la vivencia del tiempo. Paraliza el tener presente los conte nidos — están ahí, p ero p a ra ios enfermos de m anera que lo saben, pero no lo sienten. Como todo, así se sumerge tam bién el fu tu ro : el concepto del tiem po existe y el exacto saber acerca del tiempo, pero no la vivencia del tiempo. 5. L a v i v e n c i a e s q u i z o f r é n i c a d e l a s u s p e n s i ó n del t i e m p o , del e n s a m b l a m i e n t o de los t i e m p o s , d e l d e r r u m b e d e l t i e m p o . M uy notables vivencias, al mismo tiempo elem entales y significativas, de actualidad sensorial y m al agüero metafísico, son com unicadas p o r esquizofrénicos, a veces en breves episo dios pasajeros, como transform ación de la vivencia del tiempo. U n esquizofrénico describe un episodio: “Ayer a m ediodía miré el r elo j. . . Me sentí como retrotraído, com o si algo que h a pasado volviese a mí. Era com o si las once y m edía fuesen nuevamente las once, pero no sólo él tiem po volvía atrás, sino también lo que en ese tiem po se había producido en mí. D e golpe nu eran sólo las once otra vez, no, era un tiem po pasado hace m u c h o .. . En m edio del tiempo vuelvo a m í mismo desde el pasado. ¡Q u é espantoso era! Pensé que quizás el reloj, estaba atrasado, tal vez el sirviente ha hecho una ju g a r r eta .. . Y luego llegó a m í un sentimiento de terrible espera, yo podía ser arrastrado a lo pasado... Era de mal agüero que se jugase así con el t i e m p o ... U n tiem po extraño comenzó a aparecer. T odo se m ecía confusam ente, y m e dije nervioso: Lo aferraré t o d o .. . Luego vino la com ida de m ediodía y todo fué como de ordinario’* (Fr. Fischer). U n esquizofrénico dice: “N o hay más presente, sino sólo un retraso. El futuro se encoge cada vez más. El pasado es apremiante, se arroja sobre mí, me tira hacia atrás. Soy com o una m áquina que está fija en el lugar y trabaja. Trabaja de m odo que lo desgarra casi todo, pero queda en el mismo lu g a r. . . V ivo m ucho más ta p i damente que antes. Este es el contacto con las cosas viejas. Siento que eso me lleva. Me dejo arrastrar, para que al fin se vea llegar un fin, para llegar al descanso. Cuando me adhiero a era celebridad, entonces soy arrastrado con ella. . . El tiempo se persigue y se devora a sí mismo, y yo estoy en m edio de é l“ (Fr. Fischer), O tra enferma esquizofrénica describe el ensamblamientu torturante de vacío, inexistencia, detención del tiem po, vuelta del pasado: “L a vida es ahora como una cuita giratoria. Pero no hay nada en ella. Gira así y es siempre ig u a l. . . N o he
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sabido que la muerte tenga ese asp ecto. . . Sobrevivo ahora en la eternidad. . . Fuera de mí continúa, las hojas se m ueven, los otros van por la sala, pero para m i no transcurre el tie m p o .. . A veces, cuando se anda por fuera en el jardín, rápida mente, arriba y abajo, y las hojas se agitan al viento, quisiera interiorm ente poder correr también, para que el tiem po vuelva a pasar. Pero entonces quedo en el mismo s itio .. . El tiem po está paralizado; se oscila incluso entre pasado y fu tu r o .. . Este es un tiempo aburrido, extendido sin f in . . . Poder comenzar de nuevo y luego volver a dar el gran salto con el verdadero tiem po, sería exacto. Pero no v a . . . M e vuelve atrás, más aún, d e n t r o ... Esto es lo que se desvanece, se eclipsa. El tiem po*se hunde en el p a s a d o .. . Los muros han caído, antes todo estaba fír m e .. . ¿Si yo sé dónde estoy? Sí, lo s é . . . El tiem po es interrupción” (Fr. Fischer). U n esquizofrénico describe un ataque: “En un paseo vespertino por una calle a n im a d a ... repentinamente un sentim iento de m a le s ta r ... Poco después apareció ante mí una pequeña superficie plana, del tam año de una mano. En la superficie había un relucir, un ir y venir de hilos oscuros... L a confusión se hizo más fuerte. Yo mismo m e sentí atraído hacia ello. Propiamente era un juego confuso de m ovi m ientos que se había puesto en el lugar de m i persona. El tiem po cayó y quedó quieto. Propiamente era otra cosa. Pues el tiempo apareció, súbitamente, como se había desvanecido. Ese nuevo tiem po era infinitam ente multiforme, com o ensam blado, apenas comparable con lo que nosotros llamam os de ordinario tiem po. E n tonces me vino a la cabeza la idea que el tiem po no sólo estaba delante y detrás de m í, sino también en otras direcciones todavía. Eso lo deduje del espejo de colores. Poco después estaba olvidada la perturbación” . Otra experiencia del mismo enferm o: “El pensam iento estaba paralizado, todo estaba paralizado, como si no hubiese más tiem po. Y o mismo m e sentí com o un ser sin tiem po, claro y transparente, com o si pudiese verme hasta el f o n d o .. . Sim ul táneam ente oí a lo lejos una leve m úsica y vi esculturas semiilum inadas. T odo ello en una corriente incesante del m ovim iento, por lo cual se elevó de m i propio estado. Esos movimientos a lo lejos eran en cierto m odo una folie para mi estado” . Todavía una experiencia del m ism o: “Yo estaba com o cortado de mi pasado. Como si no hubiese existido nunca, tan sombrío. Como si comenzase la vida tan sólo ahora. Luego cambió el pasado. T od o se confundió, pero no de m odo palpable. Se contrajo, se confundió y a r r o lló .. . com o cuando una tienda de ta b la s .. . o como cuando se aplasta y estrella un cuadro con relieves en perspectiva” (Fr. F ischer).
c) M ovim iento. Percibir el m ovim iento incluye al mismo tiem po espacio y tiempo. Perturbaciones de la percepción del m ovim iento son ante todo investigadas como perturbaciones funcionales en defectos neurológicos. Como vivencia anorm al, la descripción de la vivencia del tiem po h a incluido ya el m ovim iento: así, lo saltigrado: que no es percibido ningún m ovimiento, sino el objeto o el hom bre mismo ahora aquí, ahora allí, pero sin continuidad del tiem po en m edio, adem ás la aceleración o lentificación de los m ovim ientos vistos, etc. H ay percepciones de m ovim ientos, sin que lo m ovido se ap arte del lugar: Bajo el efecto de la escopolam ina: “Repentinam ente veo cóm o la plum a — me parece rodeada de una envoltura de polvo— viene hacia m í con m ovim ientos sutiles, ondulantes a m anera de una oruga. Parece aproximarse, Pero al mismo tiem po
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advierto que la distancia de la línea transversal en donde se tocan la m adera y el ñaño del escritorio no se ha acortado en modo alguno” (M annhcün, cit. según Schneider, C .: Z. N eur., 1 3 1 ),
§ 3.
Conciencia corporal
A dvertencias psicológicas. ■El propio cuerpo es consciente para mí com o m i existencia y al mismo tiempo lo veo con ios ojos y lo toco con las manos. El cuerpo es la única parte del m undo que es simultáneamente sentida por dentro y — en su s u p e r f i c i e — percibida. Es un objeto para mí y yo soy ese cuerpo mismo. Es verdad me siendo físicamente y me percibo como objeto de dos maneras, pero ambas están indisolublemente unidas. Sensaciones del cuerpo, con las que se me construye un objeto consciente, y sensaciones de los sentimientos de m i estado corporal, son las mismas inseparables, aunque distinguibles: Las sensaciones del sentim iento fluyen juntas en la conciencia del estado corparal. La conciencia de la existencia del cuerpo — normalmente un fondo de la concien cia inadvertido, ni perturbador ni alentador, sino indiferente— puede experimentar ín toto alteraciones extraordinarias; en el estado de la libido, en el estado de angustia en la superación del dolor es afectado el cuerpo hasta la última fibra, absorbe a los h o m b r e s en la aniquilación o en el estímulo. El cuerpo se convierte para nosotros en objeto en la conciencia del propio cuerpo que, sin aislamiento objetivo o sin fortificación, como concepción de la imagen espa cial que tenemos por delante, es nuestro acompañante en todo m ovim iento físico. Head y Shilder f 1) han esclarecido ese fenómeno. Según H ead, las impresiones espaciales — las quinestésicas, las táctiles, las ópticas— forman modelos organizados de nosotros mismos, que se pueden llamar esquemas corporales. Como captamos sen saciones corporales y realizamos movimientos, estas reciben, por relación con anterio res impresiones del cuerpo, según nos son presentadas inadvertidamente en el esquema corporal, su lugar y su posición. Conciencia del estado corporal y esquema espacial del cuerpo constituyen como conjunto lo que Wernicke llamó som atopsiquis. La conciencia del estado del cuerpo ce descompone fisiológicam ente según las sensaciones específicas de los sentidos que la construyen. Todas las sensaciones participan, algo menos las del ojo y del oído, que entrañan, sólo en las excitaciones más violentas junto al contenido objetivo que está fuera, al mismo tiempo una sensación del cuerpo; más el gusto y el olfato; siem pre las de la sensibilidad general. Estas se clasifican en 3 grupos: en las sensaciones de la superficie del cuerpo (térmicas, hápticas, hígricas, entre o tr a s); en las sensa ciones del propio movim iento y de la situación en el espacio (sensaciones quinestésicas y del aparato vestibular) ; en las sensaciones de les órganos (que hacen sensible el estado de los órganos internos). Los fundamentos fisiológicos de esas sensaciones están en las terminaciones histológicam ente conocidas de los nervios. Es problemático *i están agotadas con éstas todas las sensaciones. La conciencia del cuerpo es aclarable jenom enológicam ente por la actualización de nuestra vivencia total del cuerpo. Así, por ejemplo, la proximidad del cuerpo a la conciencia del yo es más grande en las experiencias de la actividad por músculos y movimientos; más lejanas ya son las sensaciones del corazón y de la circulación; los más distantes son los procesos vegetativos. Tenem os un sentimiento específico de nuestra esencia corpórea en nuestro m ovim iento y actitud, en la forma, en la (1) S childer, P aul : Das Körperschema, tigerten Körpers, Berlin* 1923.
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ligereza y la gracia, o en la pesadez y en la dificultad de nuestro aparato motor, en la esperada impresión de nuestra corporalidad sobre los otros, en la constitución d e lo débil y lo fuerte, de la alteración del estado. T odo esto es factor de nuestra persona vital. M uy variable es la m edida del se r uno o del distanciam iento que realizamos entre nosotros y nuestro cuerpo, hasta el m áxim o distanciam iento en la observación m édica de nosotros mismos, cuando ios dolores son para nosotros sólo síntomas, nuestro cuerpo es com o un objeto extraño de comprobaciones anatómicas y en realidad consideramos el ser uno, indisoluble, de nuestro cuerpo com o nuestra vestim enta, com o lejano y de ningún m odo idéntico. Es notable que no nos circunscribimos a los lím ites de nuestro cuerpo con núes* tra conciencia corporal. Sentim os en la punta del bastón con que. tanteamos el cam ino en la obscuridad. Nuestro espacio propio, propiam ente e l espacio de nuestro cuerpo anatómico, se extiende tan lejos com o esa sensación de ser-una-misma-cosa con nosotros. Así pertenece el autom óvil que m anejo, cuando lo dom ino por com pleto, al espacio propio y es com o un cuerpo ensanchado en donde estoy presente en todas partes con m i sensación. £1 espacio extraño com ienza en el lím ite donde choco con mi sensación en los objetos que llegan de él. M i conciencia corporal puede librarse del espacio objetivo y convenientem ente orientado, de la realidad espacial, ya sea negativam ente (com o pérdida de sentim iento vital y de seguridad en el m arco), o positivam ente (com o adquisición de sentim iento vital y de libertad) en la danza f 1),. La vivencia del propio cuerpo está, feriom enológicam ente, estrecham ente ligada a la vivencia del sentim iento, del instinto, y de la conciencia del yo. H ay que distinguir la descripción fenom enológica de la corporalidad vivenciada de la discusión de la im portancia del propio cuerpo para los hombres en las relaciones comprensibles efectivas, de tendencia hipocondríacas, narcisistas y simbólicas y con e llo en el efecto para la conciencia de si mismo.
a) M iem bros am putados. Es asom broso cómo son sentidos -los m iem bros am putados. Es la realización del esquem a corporal h ab itual que queda después de la am putación, que no es sólo u n m ero saber que flo ta librem ente del propio cuerpo, sino u n a m an era de aprehender h o n d a m ente grab ad a por la vida entera, en que las sensaciones eventuales del cuerpo son un todo. Com o creemos ver en la m ancha ciega norm al del ojo, así el m iem bro perdido es sentido como real todavía, la laguna ab ierta en el esquem a corporal es colm ada. Esta sensación tiene q ue estar ligada a la licalización en la corteza del cerebro. Pues H ead vio, en un caso, en u n a lesión correspondiente de la corteza cerebral, desaparecer el m iem bro fantasm a. Riese (2) , por ejem plo, describe una pierna am putada sana: la pierna perdida era sentida en todos los m ovim ientos del cuerpo, se distendía en la rodilla cuando se levantaba, se arqueaba al sentarse, se extendía cóm odam ente con todos los m iem bros en el cansancio. A l preguntarle sobre la realidad, el paciente sabía naturalmente que la pierna no existía ya, pero adm itía una especial realidad “suya” . (1) K a tz ,
Stra u s,
E .:
“ Die Form en
des R äum lichen” .
N ervenarzt, 3 (1930). D t sch. Z. N erven kk., 127 (1 9 3 2 ).
(2 ) R ie s e : "N eu e Beobachtungen a m Phantom glied” . D .: Z ur Psychologie ¿¿r A m p u tierten , L eipzig, 1921.
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b) Perturbaciones neurológicas. E n trastornos cerebrales localiza dos está pertu rb ad a la capacidad de orientaeión en el propio cuerpo y eso muy d iversam en te. Así, es suprim ida en algunas partes del cuerpo o en todo, por ejemplo, la capacidad de reconocer el lugar de una excitación en la superficie del mismo, o la situación de un miembro. Los enfermos no pueden encontrar la nariz, la boca o los ojos con la m ano. O b:en es perturbada la orientación p a ra la distinción de izquierda y de derecha en el propio cuerpo. Los^ enfermos no pueden m encionar la p a rte de una ex citación sensible. C óm o es a lterad a con eso la conciencia del cuerpo (fe n o m en o lò g ica m en te), no lo sabemos (*). El mareo es, prim ero, u n m arco giratorio, segundo u na sensación de caída, tercero u n m areo general no sistemático como inseguridad de la co n cien cia sin girar de los objetos y sin sensación de caída. Se tra ta de tres fenómenos heterogéneos. Lo com ún es la inseguridad total de la situación y de la posición. La inseguridad se da normalmente tn la transición crítica de un estado a otro, sea en condiciones físicas del ambiente, sea por motivos psíquicos, surge neurològica mente por razón som ática (especialm ente por el m ecanismo vestibular); despierta neuróticamente en relación con alteraciones psíquicas en conflictos. El marco es una experiencia del existir en total, que pierde su terreno y com o tal es símbolo de lo más exterior, que todavía no ha producido el existir presente en claridad ordenada, por lo cual el mareo podría ser para los filósofos la expresión del origen de sus opiniones básicas que van al todo del ser.
c) Sensaciones corporales, percepciones de la form a del cuerpo, alucinaciones de los sentidos corporales, etc. Podemos ag ru p ar distin tamente: 1. A l u c i n a c i o n e s de los s e n t i d o s c o r p o r a l e s . Se pueden distinguir las percepciones engañosas térm icas (el piso es ardoro samente cálido, sensación intolerable de calor) de las hápticas (yiento frío sopla sobre los enfermos^ p ican gusanos e insectos, en todas partes pica). E ntre las últim as se h an separado las alucinaciones hígricas (per cepción de m ojado y de líquidos). Son interesantes las alucinaciones en el sentido muscular (C ram er) (2) . El cuerpo' se levanta y se hunde, la cama es elevada. Los enfermos se sumergen, vuelan, se sienten ligeros como plum as, sin peso. U n objeto pesa en. la m ano notablem ente poco, o mucho. Los enfermos creen hacer movimientos m ientras en realidad están inmóviles, orientan el propio lenguaje sin h ab lar (alucinaciones en el mecanismo del lenguaje. Las voces son interpretadas en parte como (i) Vcr Schilder: Das Körperschema. Bi* Btitrag zur Lehre von Btwuutiein det Körpers, Berlin, 1923. ( 2 ) CttAM mt: Die Hallutinationen im Muskttrinn, Freiburg, 1889.
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alucinaciones en el m ecanism o del lenguaje. U n a parte de esas alucina ciones son señaladas como alucinaciones del m ecanismo vestibular. 2. S e n s a c i o n e s vitales, E n las sensaciones del senti m iento es consciente el estado vital del cuerpo. Son innum erables los datos de los enfermos sobre sensaciones corporales. Se sienten petrificados, rese cados, encogidos, se sienten cansados, vacíos, se sienten huecos o llenos. E n tales sensaciones es alterado el sentim iento de la existencia corporal. El enferm o se siente com o simple po m p a de jabón, siente que sus m iem bros son de vidrio u otras cosas, según dicen las incontables descripc'ones. Poseemos u n a gran variedad de datos sobre sensaciones enigmáticas, además, en los esquizofrénicos/ Es difícil sej>arar las experiencia^ sen soriales reales de las interpretaciones deliroides p a ra llegar en las últim as a la aclaración de los procesos sensoriales que les sirven de base. 3. V i v e n c i a s co rp o ra le s “ h e c h a s ” . C on las sen saciones corporales pueden coincidir las vivencias corpóreas como “hechas” desde fuera. Los enfermos no interp retan así las sensaciones de los órganos anorm ales correspondientes, sino que las perciben directam ente ‘Vesde fuera” . Así se observa que los mismos enferm os conciben exactam ente d o o res y sensaciones en enferm edades corporales (angina, reum atism o articu la r ), en cambio experim entan sus sensaciones particulares como dadas desde fuera. Los esquizofrénicos experim entan cómo son excitados en lo sexual, cómo son sexualm ente violados, cóm o es hecho el acto sexual sin la presencia de la persona extraña. Y cómo se les arranca con tenazas los cabellos y los dedos de los pies, etc. 4. P o s i c i o n e s del c u e r p o v i v e n c i a d a s . El cuerpo crece, se vuelve m ás fuerte, se vuelve torpe y pesado; al m ism o tiem po que el cuerpo se vuelve cad a vez m ayor la alm ohada, la cam a (1). L a cabeza y los m iem bros están hinchados, algunas partes están retorci das, los miem bros se vuelven alternativam ente m ás grandes y más pequeños. U n a auto descripción, que en su evidencia hace comprender por analogía algu nas experiencias de los psicóticos, la da Serko en la em briaguez de m escalina: “Siento m i cuerpo extraordinariamente plástico y extraordinariamente sutil, d e ta lla d o .. . D e golpe se tiene la sensación com o si el pie se hubiese separado del tobillo; se le siente separado del cuerpo bajo el tobillo am putado. ¡Entiéndase biení N o sólo se tiene la sensación d e que falta sim plem ente el p i e .. . se tiene más bien dos sensaciones positivas, la del pie y la del tobillo am putado con los signos locales alucinados de la remoción lateral. . . Luego se tiene la sensación com o si se hubiesr hecho girar la cabeza 180 grados, el vientre se vuelve una masa blanda líquida, el rostro ha adquirido dimensiones gigantescas, los labios se h in ch an. . . los bra2 os se
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(1 ) K le i n , E .: “ Ü b e r H a llu z in a tio n e n d e r 78 (1928) (e n le sió n ce re b ral y e n c e fa litis ).
K o rp e rv e rg ro s se ru n g ” .
Wschr.
PsychiatT.,
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vuelven propiam ente como de madera con contornos agudos com o las figuras de los juguetes de Nuremberg, o crecen como largos brazos simiescos, la m andíbula inferior cuelga desm esuradam ente, . . Entre muchas otras, tuve también la alucinación de que mi cabeza se había separado del cuerpo y se m ecía libremente en el aire un jnedio metro distante hacia atrás. L a sentía realmente oscilando, pero, sin embargo, como perteneciente a mi yo. Para controlarme, dije en alta voz un par de pa l a b r a s y también las voces me parecieron venir desde atrás a alguna d ista n cia .. . Más singulares y más barrocas son las transformaciones. Asi, por ejem plo, mis piés adquirían formas de llaves, se convertían en resortes, en cartílagos, la m andíbnla inferior se volvía típicam ente idéntica a lo del párrafo de la amputación, el pecho parecía licuarse” .
L a unidad de la conciencia corporal con el espacio, en donde el cuer po'siente las cosas, adquiere en las alteraciones de la conciencia formas grotescas. - U n enferm o se siente “como los signos de agua en el papel en donde se escribe” . Serko describe respecto de la em briaguez de jnescaíina: “Algunas veces se dan las alucinaciones hápticas de fusiones muy singulares y difíciles de describir con las del dom inio ó p tico . . . En el cam po visual, difusa mente ilum inado, se constituye por m ovim iento vivaz de un roce, una espiral de luz que se mueve a un lado y a otro, cambiando rápidamente en el campo visual. Al mismo tiempo, se llega en el dominio háptico a las transformaciones ya mencionadas, en las que una pierna adquiere la forma de un resorte. L a espiral de luz y las espirales hápticas se ensamblan en la conciencia, es decir, las mencionadas espirales que se alucinan ópticam ente se les siente también hápíicam ente. . . Se siente uno corporal y ópticam ente” . En la embriaguez deí haschisch: L a persona del ensayo dice que “el cuerpo es como una cáscara, como un sarcófago, en donde el alma es extendida o colgada al mismo tiempo. Eí alm a es m uy tierna, transparente, tejida de vidrio, flota en esa envoltura firme. Los miembros se ven a sí jiism os, todos los sentidos están unidos en uno sóío. La cáscara es pesada e inm óvil, el núcleo es el que siente, piensa, experimenta. E so no era una im agen, sino una realidad, tem ía que se le pudiese herir” (Fránkel y J o e l). U n esquizofrénico: '“V i el nuevo yo como un niño recién nacido. D e él partía toda fuerza, pero no podía penetrar enteramente todavía mi cuerpo, era dem asiado grande, yo tenía necesidad de que se tomase una pierna o un brazo, para que el cuerpo pudiera ser rellenado. Después íué mejor, sentí finalmente al yo sobresalir del cuerpo, penetrar en el espacio” (Schw ab).
Los fenómenos mencionados no son de una sola clase. Pero es d i fícil distinguirlos. Las figuras en que es vivido anorm alm ente e l' es quem a corporal, no tienen, evidentem ente, ninguna analogía con el vivenciar norm al del cuerpo. Sensaciones vitales de los sentidos, vivencias simbólicas de significación, perturbaciones neurológicas palpables encajan unas en otras. L a conciencia del yo hace representarse un a por otra. d) El doble. H eau tosco pía se llam a al fenóm eno que consiste en percibir el cuerpo, en el m undo exterior, como u n segundo yo, sea en verdadera percepción, sea en m era representación, en delirio, en la cog
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nición corpórea. H ay enfermos que h ablan con su doble. no es unitario O ).
El fenómeno
1. Cuando Goethe vio por últim a vez “en ím petu y confusión” a Federica y se alejaba de ella hacia Drusenheim , le ocurrió lo siguiente: “N o me vi con los ojos del cuerpo, sino con los del espíritu, a m í m ism o, en el mismo camino, a caballo, venir al encuentro, y en una indum entaria que nunca había usado: era parda, con algo (fe oro. En cuanto m e sacudí de ese sueño, la figura desapareció del todo” . “La maravillosa im agen ilusoria m e dió en aquel m om ento de la separación algún sosiego” . H ay que advertir: confusión — estado soñador—- con los ojos del espíritu, y la satisfacción por el sentido de la aparición: él mismo cabalgaba al encuentro de sí mismo hacia Sesenheim, volverá. 2. U n a esquizofrénica de M enninger-Lerchenthal se queja de que se ve desnuda por detrás, tiene el sentimiento de no estar vestida y se ve de.nuda y’ siente frío; es el ojo mental. 3. U n esquizofrénico (Staudenm aíer) ; “M e im aginé, por ejem plo, por la noche al ir y venir por el jardín en lo posible vivazm ente, que existían además otras tres figuras. Poco a poco se formó la alucinación visual correspondiente. M e parecía entonces que iban delante de mí, vestidos com pletam ente igual, tres ‘‘Staudenmaîer” con el mismo ritmo. Quedaban quietos, cuando quedaba quieto yo, extendían las manos cuando yo lo hacía.” 4. U n enfermo de Potzl con hem iplejía y deficiente autopercepción, sentía com o extraña la m itad paralizada del cuerpo. Declaraba, al contemplar su mano izsuierda paralítica, que era probablemente de un paciente contiguo. En delirios nocturnos declaró que, a la izquierda, estaba junto a él, en la cam a, una persona extraña que quería echarle a un lado.
Se tra ta , pues, de un fenóm eno exteriorm ente idéntico y en realidad esencialmente distinto, que puede aparecer en estados oníricos, en lesionas orgánicas del cerebro, en delirios febriles, en la esquizofrenia, siempre con un a alteración al menos ligera de la conciencia: sueño de vigilia, em briaguez tóxica, sueños, delirio. L a identidad consiste en que el esquem a corporal de nu estra pro p ia figura adquiere realidad en el es pacio fuera de nosotros. § 4.
L a conciencia de la realid ad y las ideas delirantes
El delirio fue en todos los tiem pos algo así como el fenóm eno fu n d a m ental de la locura; delirante y enferm o m ental eran un a m ism a cosa. ¿ Q u é es el delirio? Es en realidad un problem a básico de la psicopatología. Sólo se ha respondido en lo exterior y adem ás falsam ente, cuando se llam ó al delirio u n a representación al revés, m antenida incorregible m ente. No podemos esperar resolver rápidam ente la cosa con u na defi nición. El delirio es u n fenóm eno prim ario. T en er esto presente es la tarea prim era. El vivcnciar den tro del cual tiene lu gar el delirio, es la experiencia y el pensam iento de la realidad. (I ) (1932).
MF.N\!Mi3Ea-l.HRCHENTHAL:
“ Eine
H allu/ination
G oethes".
Z.
N eur.,
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A dvertencias lógicas y psicológicas sobre la conciencia de la realidad. Lo que en cada instante suele ser para nosotros perfectam ente evidente, suele ser tam bién enigmático: así el tiem po, el yo, así también la realidad. Si tenemos que decir qué es realidad respondem os: lo que es en si, cuando la distinguimos de los que nos parece: lo o bjetivo , cuando la distinguimos del error subjetivo com o pensado con va lidez general; el ser propiam en te, cuando la distinguim os de las meras consecuencias y disfraces. O la llamamos lo que existe en el espacio y en el tiem po, cuando la dis tinguimos com o realidad de la existencia ideal de lo objetivo válidam ente pensado, por ejem plo los objetos matemáticos. Estas respuestas son respuestas lógicas. Determ inamos por ellas un concepto de la realidad. Pero a la realidad pensada tiene siempre que agregarle para nosotros algo, la realidad vivenciada. La realidad pensada es sólo convincente cuando es expe rimentado un m odo de la prbsencia, que entraña la realidad misma. Según el concepto, dice K ant, cien táleros pensados no se pueden distinguir de cien táleros reales. La diferencia se advíprtp tan sólo en la práctica. La vivencia de la realidad no se puede derivar, ni poner en el mismo grado con otros fenóm enos afine¡¡, m ía describir sólo indirectam ente com o un fenóm eno ori ginario. Justamente porque puede ser perturbada patológicam ente, se aviva la atención, y se puede advertir en su esencia. La descripción del fenóm eno tiene que tener en cuenta, en todo caso, los siguientes factores: 1. R eal es lo que percibimos corporalmente. A diferencia de nuestras repre sentaciones, todos los contenidos de la percepción tiene una cualidad, que no está en las sensaciones de les órganos, por ejem plo, del ojo o del oido, sino en el m odo de lo sentido, algo originario inderivabíe, que es la realidad sensorial (y normalmente en conexión con excitaciones del m undo exterior). Esto originario se puede describir, denominar, volver a dominar, pero no derivar ( x). 2. L a realidad está en la conciencia del ser com o tal. Incluso cuando percibimos corporalmente, puede faltarnos la conciencia de la realidad. Esta se pierde en la “extrañeza” del m undo de la percepción y de la propia existencia; tiene que haber una experiencia originaria de la existencia y fué llamada por Janet fonction du réel. La frase de Descartes cogito ergo sum p ssa com o exacta también para hombres en la vivencia de la extrañeza, en la que dicen paradójicamente, no existo, pero com o de bo vivir eternam ente com o tal no-ser, la realización de la frase de Descartes no ,se puede im poner lógicam ente; para ello hace falta la conciencia originaria del existir, especialmente la conciencia de la existencia misma: existo, con lo cual al mismo tiem po es experimentada la existencia de las cosas fuera de m í com o igualm ente reales. 3. R eal es lo que nos ofrece resistencia. La resistencia es lo que contiene el m o vimiento de nuestro cuerpo, y resistencia es todo lo que im pide directamente la reali zación de nuestra aspiración y de nuestro deseo. Alcanzar un objetivo contra la resis tencias, lo mism o que estrellarse en las resistencias, significa experi nc'a de la realidad. Por eso toda vivencia de la realidad tiene una raíz en la práctica. Pero lo que en la práctica es realidad, es constantem ente un significar de las co3as, procesos, situaciones. En la significación puedo captar la realidad. La resistencia en el m undo es ci amplio cam po de lo real, que lleva la conciencia de la i calidad desde lo inm ediato palpable hasta la percepción de las significaciones de las cosas, con que cuento (I) K lo ss, G erhard: Das Reahtatsbewusslsein in der W akrnehm ung und Trugw akrnehm ung, Leipzig, 1938. Este excelente trabajo orienta claram ente, sobre ]osintentos hechas hasta aquí, y hace un intento nuevo, según me parece) tam bién vano. D e ese modo ,el fenóm eno p rim ario es tan to más sensible.
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prácticamente, ante las cuales me comportc en todo instante, que me llena com o lo que espero, en lo que creo com o en algo que existe. Esa conciencia de la realidad «le penetra en una claridad más o menos ordenada como saber acerca de la realidad que me concierne, que está encajada en la realidad general, com o se m e ha estruc turado y desarrollado en su contenido por la tradición y la cultura en que he crecido y en que fui educado. Lo que hay ahí realm ente para nosotros, tiene muchas etapas de certidumbre, acerca de ló cual, generalm ente, no estamos totalmente claros. Sólo necesitamos hacer la prueba de resolver si algo es real o no para ver lo seguros que estamos de esa realidad. D e ia certidumbre directa de la realidad hay que distinguir el juicio de la reali dad. U na percepción corpórea engañosa puede ser reconocida como engaño en el jui cio y queda sin embargo en p ie ; así las simples imágenes persistentes, las alucinaciones de los enfermos mentales. Tam bién donde es reconocido el engaño, puede tratarse de inatención, com o si su contenido fuese reai, como cuando un amputado siente su pier na perdida com o miembro fantasma y quiere luego pisar con ella y cae, o cuando el botánico Nageli quiere colocar un vaso de agua en la mesa alucinada en su campo visual. El juicio de ía realidad surge de la elaboración ideal de las experiencias di rectas. Estas son probadas sucesivamente: como real vale sólo lo que m antiene la prueba y se confirma por ella, por tanto también sólo lo que es accesible al saber común idéntico y no es sólo subjetivam ente privado. U n juicio de la realidad puede transformarse en una nueva vivencia directa. V ivim os constantemente con esa clase de saber adquirido sobre la realidad que no tenemos ante los ojos explícitam ente. Carecterísticas de la realidad, como son captadas en el juicio de la realidad, son pues: la realidad no es una experiencia singular en sí, sino sólo lo que se muestra real en la conexión de la experiencia, finalm ente en toda la experiencia. L a realidad es relativa, es decir en tanto que es reconocida tal y se muestra hasta aquí que puede también ser diversa. La realidad es abierta, y sd basa en la visión y en su certeza, no en la corporeidad y en la vivencia directa de la realidad com o tal, que más bien son m iem bros en todos los puntos de apoyo, ineludibles, pero constantemente probados. Por eso la realidad del juicio de la realidad er. algo que flota, algo m ovido en la razón.
Si queremos caracterizar el campo del delirio, se puede delimitar: la conciencia del ser y del existir ausentes es tratada como enajenación o extrañeza del mundo de la percepción y la volveremos a encontrar en las perturbaciones de la conciencia del yo. La corporeidad errónea se pre senta con las equivocaciones sensoriales. Pero el delirio es una transforma ción en la vasta conciencia de la realidad (que se anuncia secundariamen te en juicios de la realidad), que se construye sobre esas experiencias, en el mundo de la práctica, de las resistencias y de las significaciones, pero donde la corporeidad alucinatoria engañosa sólo juega un papel transitorio, no suficiente junto a los modificaciones de experiencias bá sicas cuya captación nos causa las mayores dificultades (x). ■ .
a) El concepto deí delirio. El delirio se comunica en juicios. Sólo donde se piensa y iuzga, puede surgir un delirio. En ese sentido se (i)
Schmidt ,
Jahrc (1914-1929)"’.
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llam an ideas delirantes a los juicios patológicam ente falseados. El con tenido de tales juicios puede estar presente tam bién de modo rudim entario, pero no p o r eso m enos eficaz como m era cognición; entonces se suele h ab lar de “sentim iento” , que es, sin em bargo, un saber obscuro.. Ideas delirantes se llam a incluso de m odo vago a todos los juicios falseados que tienen los siguientes caracteres externos en u n a cierta m e dida — no circunscripta con precisión: 1. L a convicción extraordinaria con que se afirm a uno en ellas, la certeza subjetiva incomparable. 2. L a condición de no influibles por la experiencia y p o r las conclusiones irrefu tables. 3. L a im posibilidad del contenido. Si tratam os de p en etrar tras esos caracteres m ás externos en la esencia psicológica de las ideas deli rantes, tenemos que distinguir prim eram ente entre las vivenciás origina rias y los juicios expresados fundados en ellas, es decir entre fenómenos vivientes de contenidos delirantes y juicios rígidos, reproducidos, dis cutidos, disim ulados en to d a ocasión favorable. Luego tenemos que distinguir, según el origen del delirio, dos grandes clases: unos h an sur gido p a ra nosotros com prensiblem ente de fenómenos afectivos, de aconteci mientos conm ocionantes, ofensivos, que despiertan el sentim iento de culpa y otros, de percepciones engañosas o de la vivencia de la extrañeza del m undo de la percepción en la conciencia alterad a, etc.; los otros no pueden ser seguidos psicológicam ente más atrás, son fenom enológicam ente algo últim o. A los prim eros les llamamos ideas deliroides, a los últimos, auténticas ideas delirantes. E n estas últim as intentarem os acercam os al verdadero hecho típico de la vivencia delirante, aún cuando no logremos im aginarnos clara y concretam ente ese proceso ta n extraño. En toda auténtica percepción engañosa es sentida la im posición de tener el objeto por r e a l; esa vivencia de la im posición queda en pie incluso después d e la corrección del falso juicio sobre la realidad, cuando éste se ha formado en la relación total de la percepción y del saber. Si tal corrección fuese comprensible por la situa ción entera, y queda, sin embargo, el que experimenta, en el falso ju icio sobre la realidad, a pesar del conocim iento de los contramotivos, y de la plena lucidez sin abrigar la m enor duda, incluso con ía dism inución de las dudas iniciales, se trata también de una auténtica idea delirante: pues ella no nos es comprensible ya desde la percepción engañosa solam ente. En la idea deliroide proveniente de las percepciones engañosas existe sólo una tendencia, una propensión al juicio de realidad (o sólo una seguridad del todo transitoria), en ,1a idea delirante cesa toda duda. Otros factores psíquicos, aparte de las meras percepciones engañosas, se han vuelto activos. Son los que trataremos de investigar.
C uando el enferm o nos cuenta en la conversación los contenidos de sus ideas delirantes, tenem os ante nosotros en todas las circunstancias u n producto secundario. U n a form ulación del juicio ya hab itu al se nos p re senta de u n a m a n e ra que se distingue quizás sólo p o r el contenido, de o tro juicio norm al. E n n u estra investigación se encu en tra siempre el
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problem a: ¿qué es la vivencia p rim aria dad a p o r la enferm edad y q ué cs secundario en la form ación, nacido com prensiblem ente de aquella viven cia? H ay tres aprehensiones: la p rim era niega u n a v erdadera vivencia delirante, todas las ideas delirantes son p a ra ella comprensibles, secunda rias; la segunda cree que u n a falta de crítica hace surgir ideas de todas las vivencias posibles en la debilidad de la inteligencia; la tercera no resulta sin u n a vivencia delirante característica fenom enològicam ente, que tra ta de c ap tar como elem ento propiam ente patológico. L a primera con cepción es sostenida m ás o m enos p o r W estphal (*). Sostiene que existe prim ero la conciencia de u n a alteración de la pro p ia personalidad. Com o se siente uno observado, p o r ejem plo, en u n uniform e que lleva por p ri m era vez, así creen los paranoicos ad v ertid a tam bién p o r el am biente su alteración, que en verdad sólo n o tan ellos mismos. Del delirio de ser vistos surge el delirio de ser observados, y de él el delirio de ser perse guidos. Esa relación com prensible juega un g ran papel en especial en los desarrollos paranoicos de una personalidad, dando contenido tam bién en las psicosis; puede h acer com prensible u n a idea sobrevalorada, en ge neral ideas delirantes secundarias, pero no d a en lo esencial del verdadero delirio. L o mismo en la derivación de ideas delirantes desde afectos, p o r ejem plo de la desconfianza. A quí no se vuelve claro ningún fenóm eno específico i de la vivencia (de la vivencia d elira n te), sino u n a relación comprensible del origen de errores tenaces. Si el e rro r se convierte en delirio, tiene que añadirse algo nuevo, que h a de ser captable tam bién fenom enològicam ente como experiencia (vivencia). L a segunda concep ción cree que la causa — o en fo rm a m o derada— , que la condición previa del delirio radica en u n a debilidad de la inteligencia. Se está inclinado a buscar en el paranoico paralogism os y yerros lógicos, p a ra descubrir esas debilidades. F ren te a eso h a expuesto y a Sandberg (2) con razón que los paranoicos no tienen u n a inteligencia de ningún m odo peor que los sanos. Los locos tienen el m ismo derecho a com eter yerros lógi cos que los sanos. Es falso considerar esto ccm o un síntom a morboso y tenerlo en otros casos por norm al. Se en cu en tran todos los grados de debilidad m ental sin ideas delirantes y las ideas delirantes m ás fa n tásti cas e increíbles en inteligencias superiores. L a crítica no es destruida, se pone al servicio del delirio. El enferm o piensa, exam ina los motivos y contram otivos, lo mismo que hace el cuerdo. P o r tan to se pro d u ce.en los enfermos paranoicos lo mismo que en los sanos un escepticismo superior como actitu d m ental, que d a tam bién u n colorido a la form a de expresión del contenido del delirio., P a ra la captación del delirio es de im portancia (1 ) (2)
W b s tth a l: S a n d b e ro :
AUg, Z. Psyekiatr., 34, AUg. Z. 'Ptyckialr., 52.
252 y
sigts.
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fundam ental librarse del prejuicio que debe tener por base u n a debilidad de la inteligencia. De la ú ltim a depende sólo la form a del delirio. N o una debilidad de la inteligencia, sino una m odificación típica de las fu n ciones psíquicas es lo que tenemos que adm itir cuando, y después de la desaparición de la vivencia delirante, u n hom bre totalm ente lúcido, en casos raros, sin todos los otros síntom as morbosos, afirm a u n delirio im posible de conocer, cuando dice sim plemente: “Así es justám ente” , “n o puedo d udarlo” , “lo sé” . El erro r en las verdaderas ideas delirantes está en el m aterial, el pensam iento form al qued a del todo intacto. L as p er turbaciones form ales del pensam iento llevan a falsas representaciones, a asociaciones confusas, a opiniones enm arañadas (en los estados agudos) que no tienen como tales el carácter de ideas delirantes L a tercera con cepción, que h ay vivencias delirantes especiales fenom enológicam ente, bus ca esas vivencias p rim arias originarias. A i delirio corresponden m etódicam en te, según el punto de vista, diversas m ane ras de consideración; fenom enológicam ente se convierte en tem a com o vivencia; psicológico-funcionalm ente com o perturbación del pensam iento] en la psicología d el trabajo, com o producto espiritual; en las relaciones comprensibles com o m ovim ientos motivado de su devenir con contenido; en la consideración nosológicobiográfica pre gunta si es captable por una ruptura de la curva de la vida o en relación con un desarrollo continuado de la personalidad.
b) V ivencias delirantes prim arias. Si intentam os acercarnos a esas vivencias p rim arias del delirio, advertim os pronto que no podemos im agi narnos m uy concretam ente form as vivenciales que nos son totalm ente ex trañas. Q u ed a siem pre u n g ra n residuo de incomprensible, de inconcebi ble, de abstracto. No obstante, se h a hecho el intento (a). A parecen en los enfermos sensaciones prim arias, sentimientos vivaces, disposiciones de áni mo, cogniciones ( Bewusstheiten) : “Pasa algo, dime qué es lo que pasa” , así se expresó u n a enferm a de Sandberg ante su esposo. Al preguntarle qué ocurría, sostenía la enferm a: “Sí, no lo sé, p ero h ay algo” . P ara los en fermos es de m al agüero que ocu rra algo que ellos presienten. T odo tiene para ellos u n a nueva significación. El am biente es distinto, no tal vez sen sorialmente im perfecto — las percepciones qued an inalterables en la p a rte sensorial— , m ás bien existe u n a alteración que se acerca, sutil, que lo en vuelve todo con u na luz incierta, de m al aspecto. U n a habitación antes in-1 diferente o am able provoca ah o ra un estado de ánim o indefinible. H ay algo en el am biente de que el enferm o no puede darse cuenta; u n a tensión des confiada, incóm oda, nefasta le dom ina (S andberg). L a p a lab ra “tem ple”, hum or, p o d ría d a r m otivo, p o r ejem plo, a la confusión con tem ples y
1870.
(1) H acens Fixe Ideen, Studien a u f dem G ebiete der ärztlichen Seelenkunde, Erlangen, Sandbero: Allg. Z . Psyckiatr., 52.
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sentimientos psicasténicos. En ei “temple delirante” (V /a h n stim m u n g ), sin embargo, hay siempre un “algo”, aunque enteramente obscuro, germen de un valor y una significación objetivas. Este temple delirante general, sin determinados contenid 5, tiene que ser por completo insoportable. Los en fermos sufren horriblemente, y ya la adquisición de una representación determinada es como un alivio. Surge en el enfermo “un sentimiento de inconsistencia y de inseguridad, que le impulsa instintivamente a buscar un punto sólido en qué afirmarse y aferrarse. Ese complemento, ese for talecimiento y consuelo lo encuentra sólo en una idea, lo mismo que los sanos en análogas circunstancias. En todas las situaciones de la vida en que nos sentimos deprimidos, amedrentados y sin ctínsejo, la repentina conciencia de un conocimiento claro, sea verdadero o .falso, tiene en sí ya un efecto tranquilizador y el sentimiento provocado en nosotros por aque lla situación pierde ceteris paribus a menudo, por ello, mucha de su fuer za a medida que el juicio gana sobre ella en claridad; por otro lado, nin gún terror es mayor que el que se da ante un peligro todavía indetermi nado (Hagen). Surgen luego convicciones de determinadas persecuciones, delitos, acusaciones o inversamente delirio de la edad de oro, la creencia en la elevación divina, en una santificación, etc. Pero es dudoso que tal delimitación del progreso, en lo que concierne a la evolución, sea justo en todos los casos. En algunos el delirio parece estar presente de modo inmediato con plena claridad. Pero en aquel pri mer caso podría dudarse si los enfermos han hallado para su vivencia el contenido adecuado, y se tratará de investigar más la vivencia originaria, los sentimientos, las sensaciones mismas de ese contenido — aunque esto sólo es posible en pequeña medida. Ese conterúdo es pensado quizás sólo por azar y nunca con precisión y en todo caso es vivido muy diversamen te a como lo es un contenido idéntico en un individuo comprensible para nosotros. Imaginemos el sentido psicológico de esa vivencia delirante de la rea lidad en las nuevas significaciones del am biente: todo pensamiento es pen samiento de significaciones. Si existe aMí directamente la significación en ío sensorialmente perceptible, representado, recordado, la significación tie ne el carácter de la realidad. Nuestra percepción no es nunca una fotogra fía de las excitaciones de los sentidos, sino al mismo tiempo la percepción de una significación. U na casa existe para ser habitada por seres huma nos, los hombres en la calle van a sus quehaceres. Si veo un cuchillo, veo directamente un instrumento para cortar, mientras que en un ins trumento desconocido de cultura extraña, no veo en verdad su significa ción, pero sí un material configurado significativamente. Tales significa ciones no nos son manifiestas en nuestras percepciones, pero están pre
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sentes para nosotros.
Ahora bien, las vivencias primarias d e l delirio son a este ver significaciones. La conciencia de la significación ex perim enta una transformación radical. El saber inmediato que se impone de las significaciones, es la vivencia primaria del delirio. Si clasifico el m aterial sensual en que experimento esta significación, puedo hablar de p ercepciones delirantes, de representaciones delirantes, de recuerdos deli rantes, de cogniciones delirantes, etc. No hay ninguna vivencia ante la que no se pueda poner la palabra delirio cuando, en la doble estructura del saber objetivo, la conciencia de la significación se ha convertido en v iven cia delirante (Kurt Schneider, G . Schmidt) (1). a n á lo g a s
Procedam os a u n a descripción más detallada: percepciones deliran tes, representaciones delirantes, cogniciones delirantes: aa) Percepciones delirantes van -de la vivencia de significación obscura á! claro delirio de observación y auto-referencia. Las cosas significan repentinamente .algo muy distinto. U n a enferma ve en la calle hombres uniformados: son soldados españoles. V e otros uniformes: son soldados turcos. Todos los soldados son reunidos aquí. Es una guerra m undial (esta observa ción procede del período antes de 1914). La misma enferma ve unos pasos más allá a un hombre con chaqueta parda: es el difunto gran duque que ha resucitado. Dos hombres con capas de gom a son Schiller y Goethe. En algunas casas ve andamíos: toda la. ciudad ha sido dem olida. U n a enferma ve en la calle un hombre. Sabe inmediatamente: es su amante del tiempo pasado. Tiene en verdad un aspectr distinto. Se ha enmascarado con una peluca y otros cambios. N o coincide con las cosas reales. D e tales experiencias dijo una enferm a: Es tan seguro y claro que todas las percepciones opuestas no le hacen dudar a uno.
No se trata aquí de interpretaciones conformes al juicio, sino que es experimentada directamente la significación en la percepción completa mente normal e inalterada de los sentidos. En otros casos ■—muy a me nudo en el comienzo de procesos—■ a las percepciones no se les atribuye todavía ningún significado claramente manifiesto. Los objetos, las per sonas y los acontecimientos son de mal talante, provocan horror o son raros, notables, enigmáticos o supersensibles, supraterrestres. Los obje tos y los acontecimientos significan algo, pero no significan nada deter^ minado. -Ese delirio de la significación lo vuelven evidentes los siguientes ejemplos: A un enfermo le llama la atención un camarero en el café. Saltaba delante de, él rápida y sospechosamente. En casa de un conocido le llam ó la atención el extra ordinario com portam iento, de tal modo que no quedó tranquilo. En la calle era todo muy distinto. Algo tenía que ocurrir. U n transeúnte le lanzó una mirada muy pen e trante, tal vez era un detective. Luego ilegó un. perro, que estaba com o hipnotizado, S c h n e id e r, K u rt: “'E m e Schwierigkeit im W ahnprohlem ” . Neruenarzt, 11, 462 K u rt Schneider reconoce sólo percepciones delirantes como bimembres y d istin g u e «stas como específicas de todas las otras fuentes del delirio, las ‘‘ocurrencias d e lira n te s ” . (!)
(1938).
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como' un perro de caucho movido por un mecanismo. H abía muchos seres en el ca> m ino: había seguramente en marcha algo contra él. Todos hacían ruido con los paraguas, como si hubiese dentro un mecanismo. En otros casos llam an la atención de los enfermos los rostros claros, la belleza inhabitual del paisaje, el cabello dorado notable, la hermosura dom inante del sol. T ien e que ocurrir alguna cosa. Cambia el m undo. Está por nacer una nueva era. Las lámparas están embrujadas y no quieren arder. D eb e haber algo antinatural tras ellas. El niño se ha vuelto com o un m ono. Los hombres h^n sido “confundidos”, son “figurantes”, tienen todos aspecto antinatural. Los letreros están torcidos en las casas, las calles son sospechosas. M archa todo “m uy rápidam ente” . El perro rasca muy raramente la puerta. “M e pareció”, es el giro continuo del lenguaje de tales enfermos, que sin embargo no pueden decir por qué les pareció propiam ente, y qué es lo que presumían detrás. Ellos quieren llegar a la claridad por sí mismos.
Significaciones más determ inadas las reconocen los enfermos en el delirio de auto-referencia, en el que los contenidos y los procesos de la percepción son experim entados como en notoria relación con la persona del enfermo. Por comportamientos, por palabras ambiguas son hechas “alusiones silenciosas” . Tras ellas es aclarado a los enfermos todo lo posible de manera indirecta. Los hom bres se refieren en forma de observaciones inofensivas, com o por ejem plo, “los clave les son hermosos”, “la blusa sienta bien”, a cosas m uy distintas de lo que aparentan; pero ese otro sentido lo entienden ellos para sí. Todas las gentes miran a los enfer mos asi, “como si tuviesen que decirles algo” ; “se me ha ocurrido que creí que se hacia todo contra m í; todo lo que ocurría en M anheim , ocurría para '■’"asquearme, para engañarme” . Las gentes conversan en la calle, notoriam ente siempre sobre c\ enfermo. Ciertas palabras al pasar se refieren a él. En el periódico, en los libros, en todas partes se encuentran esas cosas que tienen referencia al enfermo, que se aplican a su biografía, que significan advertencias, injurias. Si se quiere explicar algo com o azar, lo rechaza el enfermo indignado. Esas “diabólicas casualidades” no son absolu tam ente tales. Los encontronazos en la calle son evidentem ente intencionales. E l que el trozo de jabón esté en la mesa, donde no estaba antes, debe significar evi dentem ente una injuria, etc.
De los informes de u n enferm o que, m ientras continuaba realizando su trabajo, percibía todo el día m uy realm ente referencias im aginarias, damos lo siguiente: “Apenas fuera de la casa, alguien me rodea, me m ira fijam ente, se trata de llevarme a propósito al paso de un ciclista. U n par de pasos m ás: una niña de la es cuela me sonríe alentadora y prim orosam en te.. Llegado al negocio, advierte enton ces “chuscadas” y “hostigam ientos” de los otros empleados. “A las 12 del día estoy expuesto nuevam ente a otros insultos. Salen niñas de la escuela. M e impongo el esfuerzo de limitarme a ver pasar las criaturas. Q uiero sólo ver una m uchacha, de jando simplemente de lado todo juego u l t e r i o r ...” “Pero los muchachos quieren atribuirme intencionalm ente algo punible e inm oral frente a ellas, hacen girar los hechos en contra mío. N o se piensa en proceder contra el abuso de mirár fijam ente y de atem orizar.. . Ellos lo hacen y se ríen d e m í en la cara en m edio de la calle. Se me ponen en el cam ino especialm ente, de m odo m uy repulsivo, caricaturas: yo debo deducir de sus rasgos un a identidad con terceras personas. L os m uchachos ha
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blan luego con la policía sobre m í, fraternizan con los obreros. . . El escándalo de jjúrarme fijam ente y de señalarme continúa incluso durante m i com ida. Antes de entrar en mi casa tiene que lanzarme siempre alguien una mirada im bécil que no jere decir nada, para irritarme. Los nombres de los policías y de las personas parti culares no me son conocidos.” El enfermo pide que cese el “lenguaje de los ojos”, e induso ha em pleado un juez que le interrogó. En la calle “se acercaron a m í los l i c í a s varias veces, a escondidas, los hice retroceder entonces por las miradas. D e ese modo se formó una cierta b a n d a .. . N o m e quedó otro rem edio que ponerme a la defensiva y no proceder nunca ofensivamente contra nadie.”
U n herm oso ejem plo de delirio de auto-referencia con m ultitud de re ella mism a, en u n a psicosis esquizofrénica curad a después de unos meses, en u n a enferm a de 17 años, lo d a G. Schm idt (1). H e aquí u n o s fragmentos:
fe re n c ia s a
M i enfermedad se m anifestó primeramente por inapetencia y asco ante el suero. También se interrum pió el período. Además se produjo una depresión. N o hablaba ya, libremente. N o tenía ningún interés', estaba triste, terca, me asustaba cuando se me hablaba. > M i padre (propietario de un restaurante) me dijo: el examen de cocina (que tenía lugar al día siguiente) es, sin embargo, una pequenez, y se echó a reír con un tono tan raro que parecía que se reía de m í. Los huéspedes m e miraban tan curio samente como sí sospechasen algo de mis ideas suicidas. Estaba sentada junto a la caja, los huéspedes m e m iraban; se me ocurrió pensar si habría tom ado algo. T enía desde hacía cinco semanas el sentim iento de haber hecho algo malo. Tam bién la madre me miraba a veces de m odo penetrante, extrañamente. Eran más o m enos las 9 y m edia de la noche (había visto gentes de las cuales temía que la raptasen). M e desnudé. Q uedé tiesa en la cam a y no m e moví, para que no m e oyesen. Pero acechaba alerta, de m odo exacto, todo ruido. Creí firme mente que los tres habían entrado en tropel y m e amordazaban. Por ia m añana escapé. Guando iba por la plaza, el reloj estaba al revés, había quedado parado al revés; pensé que marcharía del otro lado. En ese instante pensé ■que el mundo se hundía. Al llegar al nuevo d ía quedó todo quieto. V i entonces en la calle m uchos militares. Cuando estuve cerca de los soldados, pasaba uno. A h, 6Í, pensé, ¿no se van •a presentar ahora? ¡Saben bien que son perseguidos! M e m i raban siempre. M e pareció com o si el m undo girase a m í alrededor. Luego vino la tarde. M e parecía que no salía el sol cuando yo tenía malos pensamientos. En cuanto tenía buenas ideas, el sol volvía a lucir. Luego pensé que los carruajes marchaban hacía atrás. Cuando pasaba un carruaje por delante, no oía absolutamente nada. Pensé que había gom a debajo seguramente. N o pasaban ca miones, carros de carga. En cuanto m e acercaba a un auto, me parecía com o si yo irradiase algo que paralizaba de inm ediato al a u t o .. . Y o lo había referido todo a mí, como si estuviese hecho para mí. Las gentes no me miraban, com o si quisieran decir que era demasiado m ala para ser m irada. En la comisaría tuve la impresión de que no estaba en la comisaría, sino en el más aHi. U n em pleado tenía el aspecto de la muerte. Pensé que el hombre estaba ya muerto y que tenía que escribir a m áquina hasta que hubiese expiado sus pecados. (I)
S c h m io t , G e r h m k i:
Z.
X t-u r.,
¡71,
57rt (1911).
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En todo sonido creía: Ahora buscaban a uno, cuya vida h a terminado (tan sólo des pués se m e hizo claro que los sonidos partían de la m áquina de escribir que anuncia ba el borde de las lín eas). E-ntoncesí esperé que se m e viniese también a buscar. U n joven empleado de policía tenía una pistola en la mano, tuve m iedo de que m e matase. N o tomé el té que me ofreció, im aginando que estaba envenenado. Es peré anhelante que llegase la m uerte. . . Era como un escenario, y las marionetas no eran estos seres humanos. Pensé que eran sólo envolturas. L a m áquina de escribir me pareció retorcida, no había en ella letras, sino signos del más allá, según creía. Cuando fui a la cama, pensé, alguien está dentro, pues la m anta estaba muy levantada. Sentí Ja cama como si hubiese gentes dentro. Pensé que todos estarían maldecidos. L a cortina la tomé por tía Elena. Los muebles negros eran también de rnal agüero. La pantalla de la lámpara sobre la cam a se m ovía siempre, pasaban figuras en tropel sin c e sa r .. . Por la mañana escapé del dormitorio y me puse a gritar: ¿Q ué soy yo? ¡soy el diablo! Q uería quitarme el camisón y correr a la calle, pero mi madre m e descubrió... La propaganda lum inosa era muy escasa. N o pensé en el m om ento en el obs curecim iento por causa de la guerra. Encontré que eso era del todo extraordinario. Los cigarrillos lucientes de las gentes me daban miedo. ¡A lgo ocurre allí! Todos me miraban, tenía el sentim iento de que estaba directam ente ilum inada, que yo era visible y los otros no. En la clínica privada: H e encontrado antinatural aun todo lo que había utili zado especialm ente para algo. H e tom ado al m édico por un asesino, porque tenía el cabello negro, la nariz arqueada. Y un hombre, fuera, que em pujaba un carro de manzanas, me pareció un m uñeco. Iba tan apresurado, tan rápido como en el cine... En la casa no estaba entonces todo com o antes. Era en parte más pequeño. N o era todo acogedor como an tes; era frío y extraño. . . M i padre había procurado un libro. D ijo que había sido escrito especialm ente para mí. N o he creído que yo hubiese vivido todas las escenas descritas, sino qué era más bien com o si se aplica sen a m í. Me he indignado de que se supiese eso. H oy veo claro, así, cóm o están las cosas realm ente. En cambio he im aginado en tonces en cada asunto m ínim o algo extraordinario. Era una verdadera enfermedad.
En la embriaguez de haschisch son experimentadas ideas de referen cia que suenan de lejos a esquizofrénicas: U n sentimiento de inseguridad se abre camino, la falta de naturalidad de las co sas. El embriagado Se siente en la condición del inferior y es llevado a una situación de desconfianza y de defensa. Entonces incluso la frase más banal 1c parece examen e inquisición, la risa más inofensiva parece burla. U n a mirada enteram ente inintencional lleva a la reacción: “ ¡N o me mires tan groseramente!” Se ven gestos am ena zantes, se acechan trampas, se oyen alusiones. Cuando parecen aumentar en la em briaguez las fuerzas, se llega a ls ideas de referencia del yo hipertrofiado. Lo que ocurre, ocurre propiam ente por él, pero no contra él, sino para éi (Fránkel y J o e l).
bb) Representaciones delirantes aparecen como nuevas coloraciones y nuevas significaciones de los recuerdos de la vida; o como una ocurrencia repentina: yo podría.muy bien ser el hijo del rey Luis; lo confirma un claro recuerdo, como el del desfile a caballo, hace decenios ante el em perador.
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U n enfermo escribió: “En una de las noches se m e presentó de repente y del todo natural y espontáneam ente la idea que la señorita L. era la causa probable dft esas cosas simplem ente terribles que he tenido que sufrir los últimos años (influencia telepática entre o tr a s). . . N o puedo hacer aquí esta afirmación com o comprobada. Pero examine usted lo que escribo aquí, del todo espontánea y objetivam ente. Lo que le escribo no ha surgido de ningún m odo de la reflexión especulativa, sino que se me ha im puesto todo repentin am ente de m odo inesperado ,en forma natural. T en ía el sentimiento com o si se m e hubiesen, caído las escamas de los ojos, porque m i vi da en los últimos años se ha desarrollado de esa m anera del todo determ inada.”
ce) L as cogniciones delirantes son un elem ento com ún, especialm ente en psicosis agudas ricas en acontecim ientos, en que los enferm os poseen el conocimiento de enorm es sucesos m undiales, sin tener en ello a veces ni siquiera un rastro de vivencias sensibles precisas. Tam bién en las vi vencias concretas se m ezclan variadam ente tales cogniciones, entre las for mas en que son dados a los enfermos los contenidos. E n su g ran m ayoría, en form a de cogniciones son tam bién dados los contenidos en u na vivencia delirante profunda, como lo expone el siguiente ejemplo: U na m uchacha lee la Biblia. Lee sobre la resurrección de Lázaro. Ella mism-i se siente en seguida com o M aría. M arta es su hermana, Lázaro, el enfermo, su pri mo. Experimenta con toda vivacidad (sentim iento, no necesariamente vivacidad sen sorial) el suceso que lee com o vivencia propia (K lin k e).
Fenom enológicam ente es siempre lo mismo: aparte del hecho que con tenidos ilusorios, alucinatorios o pseudoalucinatorios son experim entados sensorialmente, hay u n a especie de vivencias en que la plenitud senso rial no está esencialm ente alterada, m ientras que se liga, con el conoci miento de determ inados objetos, como norm alm ente, a u n a vivencia del todo distinta. Sólo el pensam iento ya de los objetos hace darles u n a cierta realidad, sin que hay an tenido p o r eso que ser m aterializados por los sentidos. A lo pensado ta n to como a lo percibido se asocia la nueva significación especial. Como to d a vivencia delirante p rim a ria es u n a vivencia de significacio nes, no hay nin g u n a ocurrencia delirante unim em bre. P or ejem plo invade al enfermo repentinam ente la convicción del incendio en u n a ciudad leja na con todos los detalles (S w edenborg); sin em bargo, sólo en razón de la im portancia de la visión in terio r que le acosa, tiene el carác ter de realidad. U n rasgo básico de la p rim era vivencia de significación, en el deli rio, es la “vinculación sin m otivo” (G ru h le). Sin motivo, irrum piendo en la conexión de la vida psíquica, aparece allí la significación. Luego a p a recen las vivencias reiteradas siem pre en su sentido de significación en u n a conexión nueva. Es facilitado el sentido, y la disposición p a ra determ i nadas vivencias significativas m atiza entonces casi todos los contenidos
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percibidos en esas significaciones. El m otivo de un delirio a h o ra d iri gente se convierte en el esquem a de interpretación de to d a percepción u lterio r (G. Schm idt).
c) L a incorregibilidad. D e las vivencias delirantes auténticas des critas, de las percepciones engañosas y de todas las otras experiencias p ri m arias antes m encionadas, que pueden d a r m otivo al engaño del juicio, surgen en ab ig arrad a m ezcolanza las form aciones delirantes que se en cuentran en los casos individuales. Después de la p rim era producción de ideas delirantes a p a rtir de las vivencias, d a el enferm o, en muchos casos, el segundo paso, el de aferrar esas ideas como verdades, el de m antener las contra todas las otras experiencias y co n tra todos los motivos en una convicción que supera a la certidum bre norm al, incluso p a ra sofocar en absoluto las ocasionales dudas iniciales. Digresión psicológica. N orm alm ente son adquiridas las convicciones en la cohe' herencia de la vida y del saber com ún. L a experiencia mom entánea de la realidad existe sólo cuando se integra en una realidad de validez común o críticam ente pro bada. A la experiencia de la realidad sigue el juicio de la realidad. T oda expe riencia individual es corregible, pero la experiencia total en su coherencia es algo estable, difícil o de ningún m odo corregible. El m otivo de la incorregibilidad no tenem os que buscarlo nunca, por tanto, en un fenóm eno individual, sino en el todo de la condición humana. Este todo no lo abandona ningún hombre fácilm ente. Cuando oscila la realidad común creída; los hombres no saben qué hacer. ¿Q u é es entonces real? Sólo las costumbres, los restos, las casualidades. La realidad es vinculada a lo próximo y a lo presente y este es insostenible. Pero la incorregibilidad no tiene sólo este motivo. El fanatismo, por ejem plo, con que son sostenidos los juicios en una discusión o defendidos dogm áticam ente por largos períodos, no dem uestra siempre que su contenido es creído realm ente también com o realidad, sino sólo que, según la fe del que juzga, la representación de ese ‘ juicio tiene en realidad los efectos por él deseados; ya sea sólo según su obscuro ins tinto para él mismo. Lo que es creído efectivam ente com o realidad se muestra de cisivo sólo en la conducta; pues lo creído realm ente com o realidad únicam ente obliga a las consecuencias de una acción correspondiente. Los juicios fanáticos, en verdad no creídos, pueden por eso ser en todo tiem po abandonados; son en tal sentido co rregibles. Pero los juicios auténticos de la realidad, com o expresión de un a creencia en la realidad, según la cual se obra, son difícilm ente corregibles (por ejem plo, la creencia en el in fie r n o ); pero si son corregidos, se tiene entonces una revolución en la interpretación de la vida. Tam bién los errores de los sanos sor* incorregibles en am plia proporción. Es asombroso cómo la mayor parte de Jos seres hum anos creen en realidades y se man tienen inconvencibles en la discusión, aunque esos errores apenas aparecen a un experto científico del dom inio correspondiente de otro m odo que com o un delirio. Las “ideas delirantes” en la vida de los pueblos, que se han discutido tan a m enudo, no son ideas delirantes sino contenidos de fe de las masas, que con el andar de los tiem pos cambian com o sus ilusiones; sólo los altos grados de absurdidez son conser v a d o s con la palabra delirio, com o el delirio de las brujas, que, sin embargo, tam poco necesita ser un delirió en el sentido de la psicopatalogía.
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L a incorregibilidad es, m etódicam ente, u n concepto de la psicología funcional y p o r lo ta n to de la psicología com prensiva, no de la fenome nología. Fenom enológicam ente existe sólo el problem a de si la incorre gibilidad tiene especies de n aturaleza distinta, que señalen los fenómenos experimentados como base de la incorregibilidad. Se puede form ular en breves palabras: El extravío de los sanos es extravío común. L a convicción tiene sus raíces en eso, en lo que todos creen. L a corrección no se produce p o r razones, sino p o r transform ación de la época. El extravio delirante de individuos es el apartam iento de lo que todos creen (de lo que “se” cree); la incorregibilidad no se puede dis tinguir psicológicam ente de la infabilidad en el verdadero sentido, que se. m antiene interiorm ente co n tra u n m undo. El verdadero delirio es incorre gible a causa de u n a alteración de la personalidad, cuya esencia hasta aquí no pudim os describir, sin h a b la r y a de form ular 'conceptualm ente, pero que tenemos que suponer. Lo decisivo no es u n a “intensidad” cualquiera de la evidencia directa, sino la afirm ación de la evidencia en la reflexión y la crítica existentes. Y esto no es comprensible como alteración de la función de pensar, de u n acto, ni como confusión, ni como fanatism o nor m al de los seres dogmáticos. H a b ría que in form ar del caso ideal utópico de un paranoico que poseyese el alto nivel del exam en crítico — p o r ejem plo como investigador n ato — y en el que la incorregibilidad sería visible como fenómeno p u ro en todo escepticismo -— y entonces no sería y a p a ranoico. E n la clara conciencia y en la co n tinuada posibilidad de exanien por parte del enferm o no puede ser lograda, sin em bargo, la corrección. No se puede decir que todo su m u n d o se h a transform ado, pues en lo em pírico y lo lógico puede com portarse am pliam ente como u n a razón sana. Pero es transform ado cuando en él o en ella dom ina abarcativam ente un conocimiento transform ado de la realidad de tal modo que u n a correc ción ten d ría que darse como u n derrum bam iento de la existencia misma, como es realm ente en ta n to que conciencia de la existencia del enfermo. El Hombre no puede creer lo que suprim iría su existencia. Pero tales fór mulas quieren h acer nuevam ente com prensible lo que es incom prensible: la incorregibilidad específica esquizofrénica. Sólo esto h ay que m antener, que eso existe tam bién en las form as m entales conservadas, con ju sta ca pacidad de pensar y la m ás clara orientación de la conciencia. Pero p o r o tra p a rte hay que ver lo que es propiam ente incorregible. Esto se ve m ás claro que en la conversación, en las prácticas del enferm o. El sentido de la realidad no es en todo caso siem pre el mismo, como el de la realidad norm al. El delirio de ser perseguidos de esos enferm os no parece siempre como la vivencia de los perseguidos reales, los celos no son los de uno justificado realm ente p a ra los celos, au n cuando existe a m enudo tam -
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bien u n a coincidencia en el m odo de la acción. P or eso la conducta d e los enfermos frente al contenido d elirante es con frecuencia notablem ente inconsecuente. El contenido determ inado obra entonces casi como u n símbolo p a ra algo enteram ente distinto. A lgunas veces es constantem ente confundido tam bién el coiítenido, m ientras que el sentido del delirio que d a invariable. L a creencia en la realidad pasa p o r todas las etapas, desde el m ero juego de lo posible sobre u n a doble realidad — la em pírica y la ilusoria— h asta la conducta unívoca correspondiente a la sola y absolu ta realidad del contenido delirante. E n la p a rte del juego es corregible cada contenido p articu lar, pero no el com portam iento en to tal; en la p a rte de la realidad absoluta la incorregibilidad es tam bién absoluta. Si es claro p a ra nosotros que los caracteres de la -idea delirante au téntica se com ponen de u n a vivencia delirante primaria y d e la transfor mación de la personalidad, es ilustrativo que u n a idea delirante p u eda ten er tam bién un contenido verdadero, sin cesar de ser u n a idea deliran te (por ejem plo la idea que h ay g u erra m u n d ial). L a exactitud es casual y aparece de hecho m uy raram en te (lo m ás frecuente en el delirio de los celos). U n pensam iento norm al justo está fundado en experiencias nor males y p o r eso es valedero p a ra otros, u n a idea delirante tiene su fuente en la vivencia prim aria, e x tra ñ a a la experiencia general, no en razona mientos. Se le conoce por la m an era como el enferm o tra tó luego de ra zonarlo. Así un delirio de celos puede ser reconocido en caracteres típi cos sin saber si el afectado tiene o no m otivos p a ra los celos. El delirio no cesa de ser delirio, aún cuando la esposa del enferm o (a veces ta n sólo a causa de su delirio) le sea infiel. d) L a elaboración delirante. C on el p rim er paso p o r el cual se aclara u n delirio, tam bién se piensa. Esto puede ten er su razón en el m odo antisistem ático, confuso de las psicosis agudas y de los estados defectuales perm anentes. Y sin em bargo buscan tam bién aquí coherencia los enfermos. O bien ocurre de m an era m ás sistem ática en estados crónicos, lúcidos. E n el últim o caso, en base a las vivencias prim arias, que deben ser puestas en relación sin contradicción con las percepciones reales y los conocimientos dé los enferm os, es hecha al mismo tiem po p o r el pensa m iento u n a elaboración delirante, que a veces insum e to d a la energía de u na personalidad inteligente. Así surge el sistema delirante, que es ente ram ente comprensible en su coherencia, a veces em inentem ente agudo y ta n sólo se nos vuelve incom prensible en las últim as fuentes de las vi vencias prim arias (^). T ales sistemas delirantes pertenecen a las creaciones (1) Ejemplos de sistemas delirantes ingeniosos se d an en W o lln y : Erklärungen der Tollheiten von Haslam, Leipzig, 1Ö89, en especial la n o ta de la p. 14 y sigts.; S cb eb esí Denkwürdigkeiten *ines Nervenkranken, Leipzig, 1903.
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objetivas que tienen m etódicam ente su puesto en la psicología de la obra (Werkpsychotoghfi). ^ e) A uténticas ideas d eliran tesx e ideas deliroides. Sólo aquellas ideas delirantes que en cu en tran como fuente u n a vivencia patológica prim aria, o exigen como condición previa p a ra su explicación u n a tran s formación de la personalidad, son llam adas p o r nosotros ideas delirantes auténticas. E n ellas unimos u n grupo de síntomas más elementales. E n cambio a aquellas ideas delirantes que jhan surgido com prensiblem ente p a ra nosotros de otros procesos psíquicos, que podemos seguir psicológica^ mente en las emociones, los instintos, los deseos y temores, p a ra cuya explicación no necesitam os nin g u n a transform ación de la personalidad, sino que m ás bien se entienden p o r la disposición perm anente de la p er sonalidad o p o r u n estado de ánim o transitorio, las llam am os ideas de liroides. A las ideas deliroides pertenecen las equivocaciones pasajeras provocadas p o r percepciones engañosas y otras p o r el estilo, las ideas m e lancólicas y m aníacas (delirio nihilista del pecado, del em pobrecim iento, etc.) C1) y ante todo las ideas sobrevaloradas. Idea sobreualorada se llam a a aquellas convicciones acentuadas por un estado afectivo m uy fuerte, comprensible p o r la personalidad del individuo y por su vid a y que, a causa de esa fuerte acentuación, que identifica al mismo tiem po la personalidad con la idea, son tenidas falsam ente por verdaderas. Psicológicam ente no existe ninguna diferencia entre la perse cución intensiva de u n a idea v erd ad era p o r u n investigador, u na repre sentación apasionada de u n a convicción política o ética y esas ideas sobrevaloradas. L a falsedad es destacada propiam ente p o r esta convicción frente a aquel otro fenómeno. Las ideas sobrevaloradas aparecen en p er sonas psicopáticas, pero tam bién en los dem ás seres sanos como delirio inventivo, como delirio de celos, como delirio reivindicatorío, etc. Se distinguen del m odo m ás riguroso de las ideas delirantes legítimas. L as ideas sobrevaloradas son realm ente ideas aisladas, que se desarrollan com prensiblemente de la personalidad y la situación, las ideas delirantes legí timas son los productos de la cristalización, de ningún modo centrados en un plinto, de vivencias delirantes obscuras, de relaciones propias d i fusas, enigm áticas, que no son b astante comprensibles p o r la personalidad ni por la situación, que m ás bien son los síntomas de u n a fase de la enferm edad o de un procesó reconocible p o r otros síntomas. f) El problem a de las ideas delirantes metafísicas. E l delirio de los enfermos aparece no raram en te en su vivencia m etafísica. A quí cesa toda valoración com o exacto o como falso, como verdadero o no verdadero (1) L a atrib u ció n comprensible de las ideas melancólicas al estado afectivo resulta sólo bajo el supuesto de la alteración pasajera de to d a la vida psíquica, en que se encuentran melancólicos graves.
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— no es decisiva en el delirio en relación con la realidad em pírica, aunque sea m ayorm ente acertada. Podemos estu d iar la vivencia esquizofrénica ligada, establecerla en su condicionalidad y sin em bargo com prender que las concepciones metafísicas surgidas en esa vivencia delirante (imágenes, símbolos) adquieren im portancia cultural p o r otros motivos m uy distinto' en las cabezas de los sanos. Realidad (W irk lich k eit) es la realidad en el espacio y el.tiem p o. Pasado, fu turo y presente son para los sanos reales, pero en los diferentes m odos del ya no, todavía no y ahora. El constante m ovim iento en el tiempo puede hacerlo aparecer todo irreal, el pasado no es ya, el futuro no es todavía y el presente desaparece de manera incontenible. L a realidad tem poral no es la realidad m isma. Esta realidad está atravesada en el tiem po y toda conciencia m etafísica es la experiencia y la cer tidumbre de esa realidad. Si es auténticam ente comprendida, la llamamos creencia; si es objetivada es una existencia palpable en el m undo (es decir, si es nuevamente mera realidad), la llamamos superstición. L o m ucho que el hombre tiende a tal res paldo absoluto en la realidad del mundo, lo muestra el desconcierto infinito y la desesperación en que suele caer cuando se le priva de ese carácter absoluto de su su perstición. La superstición es también el delirio normal. Sólo la creencia, el trascen der en el m undo, sin caer en la inconsistencia absoluta, puede, perm aneciendo sobre ambas, estar segura del ser en el simbolismo de toda existencia por causa de la incondicionalidad de su propia vida y acción.
Se dice que la conmoción del yo se refleja en la vivencia de la ru ina del m undo de los esquizofrénicos. Esto, sin em bargo, no es u n a com pren sión suficiente, L a vivencia de la ru in a del m undo, es, según su conte nido, un a pro fu n d a vivencia religiosa — p a ra la existencia de los seres hum anos de una verdad simbólica que recorre los milenios— , y h ay que considerarla como tal, y no sólo como fenóm eno psicológico y psicopatológico al revés, si queremos com prenderla. L a experiencia religiosa sigue siendo lo que es, así el que la realice sea un santo o un enferm o m ental, o ambas cosas a la vez. El delirio es la form a m orbosa de m anifestación del saber y del ex travío, cuando se tra ta de la realidad em pírica; de la creencia y la su perstición, cuando se tra ta de la realidad m etafísica. § 5.
Sentim ientos y estados afectivos
A dvertencia psicológicas. M ientras existe una claridad bastante general respecto a lo que es una sensación, una percepción, una representación, una idea, quizás tam bién respecto a lo que es un m ovim iento instintivo, o un acto de voluntad, con res pecto a la palabra y al concepto “sentim iento” im pera falta de claridad ya sobre el sentido de la palabra en los casos especiales. Ordinariamente se llam a “sentim iento’' a todo lo psíquico que n o se puede poner en el mismo plano con los fenómenos de la conciencia del objeto ni con los m ovim ientos instintivos y los actos de la voluntad. Todas las formaciones psíquicas no desarrolladas, obscuras, todo lo im palpable, lo que escapa al análisis, se llam a “sentim iento” ; en una palabra, todo lo que no se sabe llamar de olro m odo. A lguien tiene un sentim iento de disgusto, un sentim iento de que algo no es exacto un. sentim iento com o si la habitación fuese dem asiado e str o
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u n sentim iento de claridad, de desasosiego, etc. Estos hechos, en extrem o diversos,
com o sentim ientos, los ha analizado la psicología muy im perfectamente. N o se sabe lo que es un elem ento del sentimiento, qué elementos hay, por ejem plo, cómo se les debe ordenar, mientras que se han ordenado e investigado del mejor m o do los elementos de las sensaciones. Se habla, si no se puede menos de hacerlo, de sentimientos, pero hay pocas investigaciones científicas sobre ellos, mientras que es amplia la bibliografía tanto sobre los fenómenos patológicos de la conciencia del objeto como sobre las reacciones instintivas perversas. N o se sabe cóm o se debe c o menzar. Sin embargo, algunos psicólogos ( x) han echado las bases para un análisis del sentimiento y se puede uno orientar sobre las tendencias principales y los puntos de vista de los mismos. Esa orientación m etodológica es de valor. Se estará más seguro en la apreciación de las afirmaciones hechas sobre los sentim ientos, mientras que un análisis detallado de todos los sentimientos lleva a una colección infinita de pormenores cansadores, en su .mayoría de trivialidades ( 2). H agámonos primeramente un resumen sobre los puntos de vista en que se dividen los sentim ientos: 1, Puramente fenom enológico, según la manera de su ser: a) Existe la gran oposición de los sentimientos, por un lado los que son parte de la conciencia de la personalidad y estados del yo, y por otro los sentimientos que crean ún tono a la conciencia del objeto, por ejem plo m i íristeza y la tristeza del. paisaje (G eiber). b) Los sentimientos se pueden ordenar, en parte, en dimensiones opuestas, de las que se distingue, por ejem plo en W undt, placer-disgusto, tensión-solución, excita ción-calma, T ales oposicicncs han sido piesentadas en mayor número, por ejem plo los sentimientos importantes y fútiles (L ip p s), por ejem plo un sentimiento noble, una emoción viva, un dolor profundo, por una parte, la cólera, el sentim iento de lo cómico, por otra c ) Los sentimientos son inobjetivos, meros estados sin contenido (sentimiento de estado, de un encontrarse) o son dirigidos a objetos y se pueden clasificar desde eílos. 2. Según los o bjetes a. que están dirigidos los sentimientos (M einong W ita sek ); los sentimientos fantásticos ,dirigidos a meras suposiciones, están frente a los senti mientos reales que tienen en vísta objetos reales; los sentimientos de valor 6e dirigen al hombre sensible mismo o a extraños, y pueden, en ambos casos, ser afirmativos o negadores (orgullo-hum ilacíón, am or-odio). U n a división, de acuerdo a los conte nidos especiales, por ejem plo sentimientos sociales, patrióticos, de fam ilia, religiosos, no lleva a una división de los sentim ientos, sino a lo sumo a un ordenam iento de los contenidos infinitam ente numerosos, que pueden tener, posiblemente, el valor de sentimientos. Las expresiones numerosas de esta especie a disposición del lenguaje, son apropiadas para la descripción de lo concreto en su m ultiplicidad, no para, un análisis general fenom enológico. 3. Según el origen, por "decirlo así, en la sucesión de los estratos de la vida psí quica: se distinguen sentimientos localizados de sensaciones, sentimientos corporales totales (sentimientos vita les), sentimientos psíquicos (por ejem plo la tristeza y la alegría), sentimientos espirituales (por ej. de la dicha) (Scheler, K urt Schneider). 4. Según la im portancia del sentim iento para la vida y según los objetivos de la vida, como expresión de los cuales pueden ser concebidos los sentimientos: los sen d e s ig n a d o s
(1) G eiger : “ Das Bewusstsein von G efühlen” . M ünch, phil. Abh. {Th. Lipps zum CO. Geburtstag G ew idm et). ‘‘Ü ber Stim m ungseinfühlung” . Z . A estr., 1911, K u l pe : Zur Psycho logie der Gefühle. Sexto congreso de psicología, Ginebra, 1909. (2) Si se quiere leer lo que se ha dicho sobre los sentimientos en general, psicológica mente, sin hondo esclarecimiento, consúltense los libros de texto de psicología de H öffdino y Jodl;^ además la obra de N a h l o w s k v : Das G efühlsleben, 3» ed., Leipzig, 1907. R ib o t: ¡Psicología de los sentim ientos, 1896; alem án, 1903.
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timientos del placer, por ejem plo, valen com o expresión de estimulo, los sentimientos de disgusto com o expresión de inhibición en el cum plim iento de los objetivos de la vida. 5. Son distinguidos sentimientos particulares dirigidos a determinados objetos o que son meros factores del todo y sentim ientos totales. E n éstos se hallan toda« las cualidades separables, denom inadas sentimientos, fundidas en un todo eventual. Ese todo son los estados sentim entales. L a característica de esos estados sentimentales del todo se m anifiesta en m u chas direcciones. H ay “estados sentimentales” de irritabilidad, de sensibilidad, de excitabilidad disminuida o aumentada. Sobre la base de las sensaciones de los órganos, com o expresión de estados vitales, de instintos, necesidades, tendencias, dis posiciones orgánicas, existe un “sentim iento vital” . 6. En la distinción de la intensidad, y duración se basa la vieja y utilizable d i visión: sentim iento, afecto, estado de ánim o o tem ple. Sentim ientos se llam a a los movimientos psíquicos particulares típicam ente arraigados. Afectos se llam a a los sucesos del sentim iento, com plejos m om entáneos, de gran intensidad, y con m ani festaciones corporales concom itantes y consecutivas. E stado de ánim o o tem ple se llam a a la disposición o estado interior del sentim iento duradero, que da un colo rido propio a toda la vida psíquica por la duración de su existencia. 7. Los sentim ientos deben ser distinguidos de las sensaciones. Los sentimientos son estados del yo (com o triste o alegre), las sensaciones son elementos de la per cepción del ambiente y del propio cuerpo (com o colores, sonidos, sensaciones de calor, sensaciones de los órganos). Sin embargo, hay una diferencia en la serie de las sensaciones, que va desde las puramente objetivas a las de los estados corporales. L a vista y el oído dan sensaciones puram ente objetivas; las de los órganos, sensacio nes vitales; las sensaciones de situación y de equilibrio son predom inantem ente de estado. Entre ellas están las sensaciones que al m ism o tiem po son de estados vitales y objetivas. Sensaciones de la piel, del gusto, del olfato: hambre, sed, cansancio, excitación sexual son indivisibles y, al mismo tiem po, sensaciones inseparables (com o elem entos de la percepción del cuerpo) y sentimientos (com o placer y displacer), de manera que se habla de sensaciones del sentim iento (C . S tu m p f). Las sensa ciones corporales com o sentim ientos son al mismo tiem po factores de los instintos, com o en el hambre, que lleva a la com ida; en el cansancio, que im pulsa al desean so, en las sensaciones sexuales. Así son sensación, sentim iento, afecto e instinto un todo.
En los estados anorm ales del sentim iento se h a hecho u na separación previa. H ay: 1. estados afectivos anorm alm ente aum entados y distinguidos por un matiz especial, pero genéticam ente comprensibles en su origen vivencial; 2. estados afectivos que no se pueden perseguir retrospectivam ente m ás allá, endógenam ente surgidos, comprobables como algo psíquicam ente últim o, explicables sólo p o r causas extraconscientes (proceso corporal, fase, período, etc.). Así, p o r u n lado, está la tristeza norm al frente a la tristeza en verdad comprensible, pero desm esurada, que lleva en sus manifestaciones a hechos de violencia, insensatos, de la m uchacha que abandona por p ri m era vez la casa p a te rn a ; p o r el o tro lado el m al h um or que aparece enteram ente sin m otivo externo, que luego es interpretado subjetivam ente como tristeza.
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Si tratam os de im aginarnos los estados’anormales del sentim iento, ofre ce el len g u a je num erosas denom inaciones, por e jem p lo tristeza, melancolía, alegría, placer, etc. Se conocen estados de ánim o característicos, p o r ejem p lo la alegría n atu ral, la alegría desbordante del hipom aníaco, el m alh u m or del depresivo, la bienaventuranza satisfecha y el sentim iento del bienestar del paralítico eufórico, el contento exaltado y pueril del h eb efrén ico. T ratem os de conocer, fu era de estos estados de sentimientos triviales, los notables y característicos. a) A lteraciones de los sentim ientos del cuerpo. E stán ligadas en en ferm ed ad es corporales con la angustia de los cardíacos, la opresión de los ataques de asm a, e l am odorram iento d e la encefalitis, la incom odidad de las enferm edades infecciosas iniciales, las innum erables sensaciones que conoce como síntom as la m edicina interna. Los sentim ientos corporales son u n fundam ento de todo el estado sen tim ental. Su alteración en psicosis y p sic o p a tía s— apenas perceptibles en lo interno— es frecuente, en especial en los esquizofrénicos. Pero d e la m ultiform idad dé esos sentim ientos vitales y de los órganos tenemos sólo pocos conocimientos p o r autodescripción. K u rt Schneider ve u n sentamiento vital alterado como núcleo de la depresión ciclotímica. L a tristeza de esa depresión vital es localizada en los miembros, en la frente, el pecho, la región del estómago. Una enferma dice: “Siempre una opresión así en el estómago y en el cuello. Como sí no desapareciese en absoluto, tan firm e está. Luego me parece que tengo que estallar, tanto m e duele el pecho.” O tra describe esos sentim ientos de opresión en el pecho y en el vientre y dice: “Esto más bien tristeza” ; y otra dice del pecho: “Tengo dentro una terrible m elancolía.” Junto con la tristeza vital existen también otros sentimientos vitales discordantes (K urt Schneider).
b) A lteración de le» sentim ientos d e energía y de rendim iento. Tenemos constantem ente u n sentim iento del propio poder, en base al cual ponemos la confianza en nosotros, sin ser conscientes expresam ente de ese sentim iento que nos mueve. E n los enfermos depresivos el sentim iento de la insuficiencia pertenece a las quejas m ás habituales. E n parte esos senti mientos son la conciencia de u n a insuficiencia real, en p arte sentimientos prim arios infundados. L a conciencia de ser inútiles p a ra el m undo real, incapaces p a ra to d a acción necesaria, ineptos p a ra definirse, indecisos, inhábiles, el sentim iento d e no poder p en sar más, de no entender m ás, de haber perdido to d a m em oria, son la to rtu ra de m uchos estados anorm a les, en los que no necesita existir u n a correspondiente insuficiencia real, pero a m enudo existe efectivam ente en grado m oderado. Esas quejas a p a recen frecuentem ente con las m anifestaciones d e la inhibición objetiva, como inhibición subjetiva. c) A patía. A p atía llam am os a la fa lta d e sentimientos. Si esta fa lta
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es total — como suele o cu rrir pasajeram ente en psicosis agudas— , puede darse el caso que el sujeto vea y oiga en plena Conciencia, en plena orien tación, que conserve en la m em oria lo observado, pero que deje p asar con la m ism a plena indiferencia — “m uerto con los ojos abiertos”— todos los acontecimientos, y a le tra ig a n suerte, placer y estím ulo o sean adecuados p a ra llevarle, como peligro am enazante, el dolor y la destrucción. F a lta entonces tam bién el estímulo p a ra obrar: la ap atía tiene p o r .consecuencia la abulia. Es como si la p a rte de la vida psíquica, que denom inam os con ciencia del objeto, esa p a rte que sólo ab arca el m undo objetivam ente con la razón, estuviese aislada. C om parable a un a p arato fotográfico, esa razón puede ad q u irir u n a im agen del am biente, pero ninguna concepción que se convierta en vivencia. O bjetivam ente se n o ta la fa lta de to d a excitación del sentim iento en el abandono de la to m a de alim ento, en el indiferente d ejar h acer lesiones, quem aduras. E n tales circunstancias el enferm o m o riría si no fuese m antenido p o r la alim entación artificial y el cuidado. H ay que distinguir esta a p a tía de los estados agudos de em botam iento afectivo de personalidades anorm ales en las que existen siempre — aunque groseram ente— numerosos sentim ientos. d) El sentim iento de la fa lta de sentim iento. E l sentim iento de no tener más* sentim ientos, es un fenóm eno notable que aparece en los psicópatas periódicos, en los depresivos, pero tam bién en el comienzo de todos los procesos. N o se tra ta de apatía, sino de un to rtu ran te sentir un no sentir f1) . Los enfermos se quejan de que no pueden sentir ya ninguna alegría, ningún dolor. N o ten d rían ningún cariño p a ra sus fam iliares, todo les es indiferente. Al com er creen no p ercibir satisfacción alguna, la m ala com ida no Ies sabe m al. Se sienten vacíos, yermos y m uertos, no tienen n inguna alegría de existir. Se q u ejan de que no hay en ellos ninguna sim patía intern a, nin g ú n interés. U n a esquizofrénica: “N o hay n ad a m ás en m í; soy ta n fría y ta n inmóvil como u n trozo de hielo, todo está com o congelado” (F r. F ischer). Los enferm os sufren enorm em ente bajo ese vacío del sentim iento subjetivam ente sentido. Pero la m ism a an gustia, que dicen no sentir, es reconocible como existente realm ente en síntomas físicos. E n casos ligeros se q uejan del em botam iento de los sentimientos, de sentim ientos obscuros, de sentim ientos extraños. e) A lteración de la aprehensión sentim ental de los objetos. un simple aum ento o exageración de los sentim ientos:
H ay
“Todo pensam iento que antes era sentido com o ligeramente desagradable, sobre el cual se pasaba normalm ente con facilidad, m e proporcionaba un sentim iento de angustia torturante, casi corporal. Los m ás pequeños remordimientos de conciencia se (1)
“Fühlen eines Nichtfühlens”.
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convirtieron en una opresión sentida en la cabeza, es decir casi en una angustia ( E ncephalitis lethargica, M eyer-Gross y S tein er).
c o rp o ra l”
U n m ero aum ento de las tonalidades naturales en el contenido de los sentimientos se m uestra tam bién en la siguiente descripción del comienzo de una psicosis aguda: “U n a impresión singularmente desamparada me la causó el baño de ta p a d e r a .. . Los cerrojos y llaves de celdas en el m anojo de llaves de las celadoras, las dos extre-* midades me causaban la impresión de que podían servir para pincharle a uno loa ojos. Esperaba que el pesado m anojo d'í llaves pudiera caer a uno en la c a b era desde el cinturón de la guardiana y no podía soportar cuando, lo que ocurría en todo m om ento, caía chirriando en el suelo a causa de su p e s o . .. Las celdas en su vacío, en donde por la noche era encerrada apresuradamente, para dejarme a merced de m í misma, la ausencia de todo confort, de todo a d o r n o ... todo eso lo sentía hondam ente h u m illa n te ... M uy penosam ente me afectaban las m aldiciones y el lenguaje grosero de algunas enfermas. Sufría formalmente por ello, mucho más de lo que hubiese ocurrido en los días sanos” (F orel).
Además hay alteraciones del carácter de los sentimientos que son per cibidos en los objetos. Esas alteraciones pu ed en corresponder a las sensa ciones simples como sentamientos sensoriales anormales: El sentim iento del tacto era desagradablemente afectado al echar m ano a m ade ra (se m e daban lápices envenenados), lana, papel, en tanto que percibía una contrac ción abrasante de todos los miembros. El mismo sentimiento designado con la palabra “abrasamiento’1 se me presenta ante el espejo, cuya “irradiación” me recorre ' cáusticamente (por eso huyo del esp ejo). Los que mejor se dejan echar m ano son todavía la porcelana, el m etal, las cucharillas de plata, las delgadas telas de lino, o mi propio cuerpo en determinados lugares. Además se agrega que siento com o tonos venenosos y diabólicos la fuerza lum inosa de los diversos colores (flores, e tc .), que tienen una irradiación dolorosa, por ejem plo, el rojo, el pardo, el verde, el negro (negro de imprenta, sombras profundas, moscas negras) mientras que el color lila, el amarillo y el blanco son simpáticos a la vista (G ru hle), T odos los sentidos pueden disfrutar más. intenso que antes (R ü m k e).
Incluso el gusto es distinto y más
Tales caracteres del sentim iento poseen ah o ra todos los contenidos de la conciencia del objeto, las form as, figuras, la naturaleza, el paisaje y los seres hum anos. Se puede h ab lar de u n a fisonomía de las cosas que expresa su esencia aním ica. Sólo sum ariam ente sabemos de las transform aciones de tales caracteres del objeto. E n un caso oímos que el m undo exterior se vuelve frío, extraño: “Veo b rillar bien el sol, pero no lo siento brillar” . E n otros casos se destacan fuertem ente sentim ientos positivos en los objeíos. E n calm a notable, el enferm o tiene u n a visión clara, rica en sentim iento del am biente; todo es significativo, m aravilloso, sagrado. Sin pensam ientos, disfruta de las sagradas im presiones de u n m undo aparentem ente lejanc p a ra él (en la fiebre ligera, en estados periódicos, efecto del opio). L a n a turaleza es soberbia, como si estuviese ahí la edad de oro. El paisaje real
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d a la im presión de un cuadro de T h o m a o de H ans von M arees. El sol luce incom parablem ente herm oso (todo en el comienzo de las psicosis agudas). O son sentim ientos de u n a acentuación de los objetos en e! sen tido de lo espectral, de lo sobrenatural, de lo p enetrante, de lo espantoso. “L a naturaleza la vi infinitam rntc más hermosa que an tes; m ucho más calurosa, m agnífica y tranquila. L a luz en el aire era m ucho más brillante, el azul más profundo, el juego de las nubes más im ponente, mayor el contraste entre la obscu ridad de las nubes. El paisaje era claro, lleno de colorido, plenam ente profundo” (R ü m ke).
U n a especie singular de estos sentim ientos, que están frente a nos otros en los objetos, son las em patias en otros seres hum anos. Se observa en los enfermos, p o r u n a p arte, u n a fuerte em patia, anorm al que Ies to rtu ra ; p o r o tra p arte, se advierten quejas de que los otros individuos son como autóm atas, como m áquinas, sin alm a. f) Sentim ientos sin objeto. L a irrupción elem ental del vivenciar genéticam ente incom prensible, se m u estra en los sentimientos sin objeto, que tienen prim ero que buscar o p ro d u cir su objeto p a ra llegar a la autocomprensión. Prim ero se d a n esos sentim ientos que quizás no encuentran su objeto y sin em bargo quedan. A m enudo, p o r ejemplo, es la angustia sin objeto en los estados de depresión, la alegría sin contenido (euforia) en las m anías, la excitación erótica obscura en la p u b ertad inicial, los sen tim ientos al comienzo del em barazo, al comienzo de psicosis. E n la tenden cia casi ineludible a d a r a los sentim ientos u n contenido, los enfermós im aginan a m enudo uno, pero no siempre. Es y a u n signo de razón crí tica cuando los sentim ientos son descritos realm ente como inobjetivos. Expongam os aquí algunos de esos sentim ientos sin contenido.
1. U n sentim iento frecuente y to rtu ran te es la angustia. El miedo es dirigido a algo, la angustia es inobjetiva. Como u n a sensación específica sentim ental del corazón, la angustia es vital, divisible en angustia estenocárdica (en la angina pectoris) y en angustia de sofocación (en el ham bre de aire, p o r ejem plo, en los trastornos descom pensados de la circulación). Pero la angustia es tam bién u n estado psíquico prim ario, en analogía con la angustia vital siem pre referid a a la existencia en conjunto, penetrándola y dom inándola. D esde u n a angustia violenta sin contenido, que lleva a la perturbació n de la conciencia y a actos de violencia brutales contra sí mismo y contra otros, h asta la m edrosidad ligera sentida como ex trañ a e incom prensible, la h ay de todos los grados. L a angustia está ligada a sensa ciones corporales, a u n sentim iento de presión, de sofocación, de estrechez. A m enudo es localizada, p o r ejem plo, como an g u stia precordial, a veces como angustia cefálica. U n enferm o dijo que tenía el im pulso a e n tra r corporalm ente dentro, como con el escarbadientes en u n diente dolorido.
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La angustia existencial, una. disposición básica del existir que se vuelve n o to r ia en situaciones fronterizas, ese origen de la existencia, no es captable fenomenológicamente. 2. A ía angustia está ligado a m enudo u n sentim iento vivaz de inquie tud. Ese estado afectivo de excitación interior puede aparecer aislado tam bién, sin angustia. Esos sentim ientos son caracterizados después p o r los enfermos com o “excitación nerviosa” , como “fiebre” . E n grados menos graves aparece el estado como sentim iento de tener que hacer todavía algo, de no h ab er term inado alguna cosa, como sentim iento de búsqueda, de querer aclarar. E n las psicosis ricas en experiencias llega el sentim ien to del desasosiego a la expectación y el aprem io, a u n no poder ag u a n tar más las impresiones totales, de m odo que sólo se codicia u n a cosa: dis* tracción y descanso. U n esquizofrénico en la fase inicial describió sus nuevas inquietudes a diferencia de las inquietudes ordinarias, en las que, por ejem plo, no puede trabajar, salta a me nudo, va de paseo. Las nuevas inquietudes son poco más o menos substanciales, toda -la naturaleza es penetrada por ellas o es disuelta en ellas. Se pasea en la habitación de un lado a otro, no puede salir; ir de paseo en ese estado no es conveniente: “N ada en el mundo me tortura tanto. Salgo de esa esfera. Quiero desligarm e, no es posible, cada vez es peor. V ien e la obsesión de romperlo todo. Pero no quiero decidirm e a comenzar una pequenez, pues luego seguiría lo demás. Entonces sim plem ente, golpea ría a mi alrededor. Si arrojase un vaso al suelo, todo lo demás vendría por sí mismo. También la fuerza de represión es socavada sistemáticamente. Es tan d'ficil contener se que a veces desearía: si se hubiese llegado, sin embargo, al fin” .
3. Los sentim ientos anorm ales de felicidad (*) son múltiples p o r las significaciones obscuras experim entadas, que no se vuelven m uy objetivas p ara los enfermos. R ecorren la escala en tera de los sentim ientos p u ra mente sensoriales de p lacer hasta los éxtasis místico-religiosos. Sentim ien tos sublimes (2) se producen como fases en los psicasténicos y estados de éxtasis em briagadores en los esquizofrénicos. U n entusiasm o m aravilloso llena a estos enfermos, todo es p a ra ellos conmovedor, significativo. E sta dos afectivos suaves, sentim entales, generosos aparecen tam bién en la reconvalescencia de enferm edades, en ligeros estados febriles, en la tu b e r culosis. Algunas descripciones de esquizofrénicos: “U n a m añana m e despierto con el sentimiento más feliz de haber resucitado o nacido de nuevo. ¡ Lejos del mundo, arrobamiento dichoso, un sentim iento desbordan te de liberación de todo lo terrestre!. . Desde el sentimiento ligero de dicha com ienzo a preguntarme: ¿Soy el sol? ¿Q uién soy? D ebo ser el favorito de la d iv in id a d .. . El tío A ., transformado en dios, me vendrá i b u sca r.. . Naturalm ente volaremos y precisamente hacia el sol, el lugar de residencia de los resu cita d o ;.. “En el senti miento de mi condición esclarecida m e pongo a cantar y a hablar patéticam ente. (t) (2)
Rümke, H . C .: Phanomenologle and K lìnik dei Glücksgefühls, Berlín, Psychasthenie, I , p . 388 y sigts.
J anet:
1924.
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rehusó el alim ento: no tengo ninguna necesidad de comer, espero el paraíso, donde se alimentará uno de frutas” (G ru hle). “Fui elevado por ligeras nubes, era com o si a cada m inuto se librase el espíritu más de sus lazos, y un éxtasis y una gratitud sin nombre llenaron m i c o ra z ó n .. . Co* menzó en mí una vida celeste enteramente nueva... Estaba indescriptiblem ente conten to, lo veía todo ilum inado... M e sentí maravillosamente bien y alegre,.. M i estado era entonces envidiable... En m i alm a viví verdaderamente un sabor previo del cielo... M i voz se hizo de golpe clara, cantaba constantem ente” (Engelk^n) . Otro enfermo llamaba a sus sentimientos de éxtasis “voluptuosidad del alma’*. Esa voluptuosidad fué sentida com o divina y considerada como el contenido de la dicha eterna. D el todo contentos de sí mismos, esos enfermos disfrutan de su bien aventuranza inagotable. Sin embargo, en esos estados juegan un gran papel notoria m ente más que de ordinario, las sensaciones corporales. U n esquizofrénico en la fase inicial distinguía tres especies de sentimientos de dicha en él: 1. una “dicha intuitiva”, en la que era creador. Se sentía pleno y fron doso y de un júbilo permanente. Sim bólicamente se puede representar por un a esfera de la que surgen otras esferas en una m asa sólida ú n ica; 2. una “felicidad” experim en tada en un nivel muy diverso. Está uno com o en el aire, el sentimiento del. cuerpo es sin embargo amortiguado. Está a veces por encim a de sí mismo; 3. mientras que ja “dicha intuitiva” es frecuente, la felicidad rara, ha tenido una vez un ataque de senti miento de dicha, que se encuentra a nivel con el primer tipo, pero que simbólicamente es exprcsable por la elevación cada vez mayor de una ola; com o si se dilatase en la altura, mientras de ordinario se elevarían una sobre otra masas prsadas. Ese senti miento de dicha se acrecentaría de sí mismo. L a felicidad es en cambio un sosiego Es por eso “del todo natural”, es decir, sin contenido alguno. Tam bién la dicha física existía allí equivalente a la psíquica; pero lo corporal quedó “en la superficie” . Era como si aquella ola se vaciase poco a poco y se aclarase por dentro, como si fuese obscura por fuera, sólo una piel. Era algo que impulsaba todavía cada vez más alto. Existía solamente por sí, sin relación alguna. A l final decrecía rápidam ente y dejaba un agotam iento psíquico tías ella. El sentim iento de dicha no tenía contenido y, sin embargo, era claro. La dicha experim entada en otras condiciones no era tan “delga da”, era un sentido de dicha más formado. El enfermo tenía la conciencia de que a’go así no se podía volver a soportar. N o se podría soportar porque lo arruinaría a uno desde dentro corporalmente. Cómo se asocia el sentim iento de' dicha con el delirio de autoreferencia y se convierte en su fuente, lo muestra el siguiente caso: “Era como si todos pudieran contemplar mi dicha y como si mi aspecto hiciese felices a los o tr o s .. . Era como si yo fuese algo divino. En las estaciones venían ancianos para echar una mirada toda vía al compartimento en donde yo e sta b a .. . C ada cual hacía lo m ejor que podía para recibir de m í una mirada, incluso oficiales, altos funcionarios, señores y damas con niños desfilaban ante mis ojos, en la esperanza de que quisiera m irarlos.. . Sí, encuentro todo muy hermoso, pero tengo que saber qué y quién so y . . . ¿ N o soy yo la misma, me he vuelto otra?. . . Entonces llegaban las lágrimas a mis ojos, porque tenía que seguir cada vez más lejos; pero m e sentía infinitam ente dichosa. H asta los animales se ponían contentos cuando me veían; los cisnes abrían las alas en m i honor” (R ü m ke).
g) Cóm o de sentim ientos sin objeto surgen mundos. Los senti mientos nuevos, jam ás conocidos p u g n an por la n atu ralid ad . E n ellos hay posibilidades infinitas, que sólo llegan a ser conscientes cuando pro
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ducen un m undo en la contem plación, la representación, la form ación y el pensam iento. D e las vivencias inauditas de dicha, p o r tanto, lleva el camino continuadam ente al conocer. Así comienza la vivencia de la feli cidad con u n a conciencia de la clarividencia, sin que exista u n contenido comunicable, realm ente claro. Del m odo m ás fausto creen los enfermos cap ta r el sentido m ás profundo. Conceptos como ausencia de tiempo, mundo, Dios, m uerte, se convierten en enormes revelaciones que, sin em bargo, después de la declinación del estado — eran sólo sentimientos— no pueden ser reproducidos o descriptos de m an era alguna. Este sentim iento de la clarividencia, de la profunda penetración en la esencia de las cosas, se m anifiesta por ejem plo en la autodescripción de Nerval: “M e pareció como, si lo supiese todo y se descubriesen ante m í los misterios del m undo en esas horas sublimes.*’ U n a enferma escribió: “M e pareció como si lo viese todo claro y preciso, com o si hubiese en m í una comprensión nueva y maravillosa de todas las cosas” (G ru hle). O tra: "Era como si hubiese recibido un sentido especial, mucha clarividencia, com o si pudiera percibir lo que otros seres y yo misma antes no habla mos percibido” (K urt Schneider). El enfermo que describió sus tres especies de sentimientos de dicha, cuando se hallaba todavía críticam ente y sin formación delirante ante sus vivencias, ha desarro llado en el curso ulterior de su enfermedad experiencias místicas y religiosas, en tanto que en ella se oculta “el carácter de lo infinito” . Guando llega además a expe riencias objetivas (cogniciones corpóreas, e tc .), dice de éstas: lo que veo tiene el carácter de un tamaño infinito; eso es lo que me hace estremecer. U n día el enfermo me dijo que “había visto a D ios” ; era “el punto culm inante de su vida” . H a “ alcan zado su sentido”. D uró toda una hora. Era una expansión de sí mismo, una “exten sión de mi alm a”. L a excitación era increíblemente fuerte. Al fin l egó la tranquila bienaventuranza en D ios y entonces penetró D ios en él. En com paración con las ante riores vivencias de la dicha, puso su experiencia de D ios junto al tipo de la ola que se elevaba siempre, pero como si su cresta, soltándose poco a poco, se extendiese en lo infinito en una esfera. L a vivencia tiene “un carácter singular” . L a descripción es aquí sim bólica, de m odo m uy distinto que en las anteriores vivencias de dicha. E l contenido era Dios, evidente, p eio sólo como figura sentida. Todo era enteramente incomparable; nada es representable, y no tiene ninguna com unidad con nuestras representaciones de los sentidos. Otras formulaciones del enferm o fueron: L lego a Dios, no él a mí. Y o lo hago irradiar. Com o si abarcase el mundo entero, pero como si lo abarcase fuera de m í; com o si mi alm a saliese y luego abarcase a Dios.
Con el sentim iento de dicha, la clarividencia, la vivencia de Dios se unen a m enudo sentimientos de gracip. y luego conduce el cam ino ráp id a mente desde el m u n d o . de los sentim ientos hacia lo objetivo y hacia el delirio. El enferm o se siente ajeno a todos los pecados, sagrado, como hijo de Dios, y luego como Mesías, profeta, virgen. Al círculo de esos estados de sentim iento no corresponden únicam ente las vivencias de las esquizofrenias iniciales. Pertenecen tam bién las em bria gueces a consecuencia de tóxicos (opio, m escalina), aparecen clásicam en te, en los breves m om entos previos al ataq u e epiléptico. T am bién pertene
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cen quizás al círculo de la vivencia sana, es decir no captable en síntom as específicos diversos (las ricas descripciones de los éxtasis de los místicos no se pueden clasificar todas en m odo alguno psiquiátricam ente). Dostoievski ha descrípto en diversos pasajes sus vivencias del aura epiléptico: “Y yo sentía que el cielo caía hasta la tierra y m e tragaba. Sentí a D ios com o una verdad profunda, augusta, y m e sentí penetrado por él. Sí, hay un dios, grité; lo que ocurrió después no lo sé. ¡ N o sospecháis qué sentim iento m agnífico de felx id a d penetra al epiléptico un segundo antes del ataque! N o sé sí la felicidad dura segundos, ¿oras, pero, creedme, no quisiera cambiar por ella todas las alegrías de m i vida. “Sí, vale !a pena entregar la vida entera por tal m o m e n to .. . En esos m inutos se m e vuelve comprensible la profunda frase maravillosa: Llegará un día en que no habrá más tiem po. “Hay segundos en que siente uno repentinam ente la eterna armonía que llena la e x isten cia .. . Es como si de golpe toda la naturaleza fuese sentida en uno mism o y dijese: Si -esta es la verdad... Esto n o es sólo amor, esto es más que amor. Es horrible que esos sentimientos sean tan claros y la alegría tan v io le n t a ... E n esos cinco segundos viví toda una existencia y Habría entregado m i vida por e llo s .. . ¿Para qué todo el desarrollo, si el fin h a sido alcanzado ya?”
L a aparición de nuevos m undos en la transform ación esquizofrénica de los hom bres m arch a a la p a r con el extrañam iento en el m undo n a tu ral com ún. Los enfermos advierten cómo pierden el contacto con las cosas, se sienten lejos y solitarios. “ ¿ Q u é ocurre en el m u n d o ? .. . yo no pertenezco más. a él” (Fr. Fischer). § 6.
Im pulso, instinto y voluntad
A dvertencias psicológicas. A quí, com o hasta ahora, la fenom enología tiene que ver sólo con lo realmente experim entado, no con algún mecanismo cualquiera extraconsciente. Estos hacen, por ejem plo, com o m ecanismos m otores, que las excitaciones instintivas experimentadas y las decisiones de la voluntad tengan éxito, aparezcan hacia fuera; dan a las vivencias, antes que nada, capacidad de efecto. Los efectos de los actos de voluntad, cuya producción está enteramente fuera de la conciencia, son internos, por ejem plo, la aparición de determinadas representaciones d e recuer dos, o externos, por ejem plo, las funciones motrices. D e ello se hablará en el capítulo sobre las m anifestaciones objetivas. E n este lugar no tenemos que hablar m ás que de lo inm ediatam ente vivenciado. De. la psicología de las vivencias del instinto y de la voluntad í 1) extraemos unos pocos conceptos básicos. Se forma uno una visión general sobre la fenom eno logía de estas vivencias, pensando en una serie ascendente — interrumpida por la aparición de elementos esencialm ente n u evos: Distinguim os la vivencia de un im pulso primario sin contenido y sin dirección, el instinto natural que tb n d e inconsciente* m ente a un fin, y el acto de la volu ntad que produce representaciones conscientes de finalidad, con el conocim iento de medios y consecuencias. Im pulsos, excitaciones instintivas, representaciones de finalidad aparecen juntos com o motivos en lucha. Frente a esos motivos que entretanto se manifiestan com o m aterial, aparece después de ponderaciones, vacilaciones, luchas, una decisión, el (i)
und Denken,
R o tz e s Medizinische Psychologie, p. 287-325. J a p p s, T h .: F o m Fühlen, 2» e d ., Leipzig, 1907. W e n t s c h e r , E l s e : Der Wille, Leipzig, 1910.
Wollen
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típico “quiero” o “no quiero” . Esta conciencia de la volu ntariedad, junto con la vivencia de la excitación d el instinto y junto con la vivencia de la escapatoria a evasión, tam bién de la contraposición, no es un fenóm eno reductible.' Sólo cuando es experim entada de alguna manera la elección y la decisión, hablamos de vo’untad, de acciones arbitrarias. Si faltan esas vivencias, si más bien el instinto pasa al m ovi m iento sin trabas y sin acto de la voluntad, hablamos de acción instintiva. Si hay en segundo plano un a posible voluntad se experim enta el sentim iento de ser m ovido y dom inado; si falta aquel fondo, se produce un funcionalism o biológico forzoso sin voluntad. A los fenómenos del impulso, del m ovim iento instintivo, de la lucha, de la v o luntariedad se agrega la conciencia de los efectos de los m ovim ientos instintivos o decisiones volitivas en las descargas motrices o en las consecuencias psíquicas. Esas consecuencias son experim entadas com o queridas o instintivas de m odo característico — como partiendo de m í, com o perteneciendo a mí— , com o cuando aparecen espontá neamente por ejem plo com o ataque convulsivo. U n a especie particular de fenómeno# volitivos internos es la dirección de la atención voluntaria o involuntaria, cuyas con secuencias consisten en una aclaración o precisión del contenido correspondiente.
a) Acciones impulsivas. C uan d o los m ovimientos instintivos llegan a la descarga diversam ente, sin lucha, sin decisión, pero sin em bargo b a jo el control oculto de la personalidad, se h abla de acciones instintivas. Si los fenómenos no son contenidos, n i contenibles, ni controlados, se h a bla de acciones im pulsivas (x). Anorm ales se les llam a cuando no es con cebible nin g u n a posibilidad p a ra nuestra com prensión em patizante, p o r la que h ab ría n podido ser reprim idas. Se d a n a m enudo en psicosis agudas, en confusiones m entales, en es tados indiferenciados de desarrollo. Acciones impulsivas, es verdad, pero no acciones patológicas impulsivas, son en cam bio las acciones m ás co munes de la v id a cotidiana. U n esquizofrénico inform a sobre las primeras etapas del proceso la siguiente acción im pulsiva que le llam ó la atención inm ediatam ente: “Entonces tuvim os una reunión social. AI regreso m e dom inó de repente, com o desde un cielo sereno — antes no había pensado en ello— la idea: tienes que nadar vestido por el río. N o fue ninguna com pulsión, de la que m e diera perfecta cuenta, sino sim plem ente un vio lento im pulso, de m odo que no reflexioné un m inuto, sino que salté directam ente al agua. Cuando advertí el agua, noté por primera vez que era un disparate y volví a salir. T odo eso m e ha hecho pensar m ucho. Por primera vez era algo inexplicable, enteramente esporádico y enteram ente extraño” (K ro n feld ).
Son num erosos los m ovim ientos impulsivos, a m enudo inconcebibles, en las psicosis agudas y en estados transitorios. Suelen llegar ellos ráp i dam ente a la descarga m otriz. U n enferm o sale repentinam ente del estado de estupor y salta de la cam a, golpea con la cabeza co n tra la p a red, m uerde, corre. Al d ía siguiente es accesible, sabe del asunto, dice 0 )
1908, 350.
In fo rm e
de
F B rs te r
Z ih e n : Mschr.
y / A sc h a ffe n h u k q
s o b re
Psychiatr., 11, 55, 393.
la
im p u ls iv a . Z. Nervenhk.t Chanti-Ann., 30, 351,
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R au sch xe:
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qu e h a sido irresistible. O tro golpea al m édico en el pecho con el puño en u n a conversación tran q u ila; después pide perdón, se le im puso irresis tiblem ente de repente el sentim iento de que el m édico le e ra hostil. El puro impulso del m ovim iento (resolución del instinto en el placer de m o verse sin sentido) e im pulso de actividad (resolución en determ inadas ocupaciones), son algo comunes en estados agudos. El im pulso del m ovi m iento puede aparecer aislado en algunos dominios, por ejem plo como verborrea en lo demás en plena calm a. E n la encefalitis epidém ica, especialm ente en los jóvenes, en el estado agudo y en el inm ediatam ente consecutivo se observan acciones impulsivas, agresividades repentinas, actos de brutalidad. T hiele que sometió estas ac ciones impulsivas a ú n a ex acta observación (a), describe el impulso como u n a tendencia de descarga originariam ente sin objetivo y sin dirección, de un desasosiego y de u n a tensión to rtu ran tes. Ese impulso se transform a ta n sólo p o r el efecto de la situación y la o portunidad, en u n a acción de contenido determ inado. El im pulso, com o instinto privado d e su m eta, encuentra prim ero un objeto, el instinto busca su objeto, la voluntad im po ne el objeto querido. b) Conciencia de la inhibición de la voluntad. U n a p erturbación característica es la conciencia de la inhibición de la voluntad, que se p re senta como inhibición subjetiva de los m ovim ientos instintivos (quejas so bre el desinterés, de no ten er placer en n a d a ya, d e falta de todos los motivos, etc.) o como inhibición subjetiva del im pulso voluntario (que jas sobre la incapacidad p a ra to m a r u n a decisión en situaciones reales dadas, sobre la incapacidad de resolución). Existen m ayorm ente con esa inhibición subjetiva u n a inhibición objetiva, que no corresponde, Pero puede ser experim entada intensam ente tam bién sin inhibición objetiva, c) Conciencia de la im potencia de la v o luntad y sentim iento de fuerza. U n fenóm eno notable es la vivencia de la com pleta im po tencia de la voluntad. C aracterístico es el sentim iento de la pasividad y de la entrega resignada en las psicosis agudas ricas en vivencias. Es a m enudo difícil de distinguir si se tr a ta de la vivencia de actos de volun ta d ausentes o de la conciencia de u n a incapacidad de efectos objetivos del acto voluntario. Se pone de relieve claram ente, p o r ejem plo en la escena siguiente: L a enferma estaba acostada. Oyó ruido y llam ados a la puerta. Entró “algo”, se acercó hasta su cama. Lo sintió y n o pod ía moverse. Le subió por el cuerpo com o
fl) epidem ica” .
T hiele, R .: “ Zur K enntnis d e r psychischen Residuärzustpnde nach M schr. Psychiatr., 1926, Beih. 36.
Encephalitis
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una mano hasta el cuello. Pero no pudo siquiera gritar, no pudo levantarse, estaba poíno hechizada.
Tam bién, sin ningún contenido experim entado, ocurre a enfermos que en plena conciencia, no pueden moverse ni hablar. El enferm o causa en los otros la im presión d e u n borracho; se ríen de él, se encoleriza, pero no puede responder. El pleno recuerdo después del estado m uestra obje tivamente que tuvo conciencia de io ocurrido. T ales estados son descriptos en parte como ataques narcolépticos. F riedm ann (1) los caracteriza así: “Los ojos vueltos hacia a rrib a e inmóviles, con las pupilas algo dilatadas y que reaccionan, la rigidez de la capacidad de pensar con la cognición conservada, la actitu d floja e inm óvil'del cuerpo o en su lugar la conti nuación auto m ática de la ú ltim a acción, que estaba justam ente en m a r cha; el despertar, m ayorm ente, sin d e ja r p erturbación alguna. Se en centran tam bién en histéricos y especialm ente en enferm os ocasionales del grupo esquizofrénico, que hablan de tales ataques de rigidez en plena conciencia.. R epentinam ente — como después de u n a sacudida— no si gue al impulso de la voluntad ningún m ovim iento m ás del cuerpo, ya sea del cuerpo entero o de algunos dominios del movimiento. El cuerpo es sentido como rígido y tieso, com o pesado, como sin fuerza, como sin vi da. M ayorm ente invade a los enferm os ese estado en la cam a, a veces estando sentados y hasta de pie, distinto de u n a parálisis p o r la rápida desaparición. U nas declaraciones de tales enfermos (según K loss) (2) : Se esforzó por hablar pero no pudo. N o pudo tam poco levantarse de la silla, no pudo hacer señar, hacerse entender, com o si hubiese sido atado. En ello sentim iento de angustia — N o pudo volver a mover la boca repentinam ente en m edio de la oración, y tam poco pudo mover un sólo miembro. Era algo así c o m j cuando se muere. N o tenía m iedo: “H e pensado, ya volveré a despertar; he rezado m ucho tiem po con el espíritu.” L uego pasó todo. L a próxima vez, sin embargo, declarado m iedo mortal. Ambas veces el sentimiento que todo el cuerpo estaba inanimado. - —T en ía el sentim iento de estar hechizado, no podía levantar los pies del suelo, tuvo que quedar de pie en, el mismo lugar .(sólo unos segundos).
N o se tr a ta de u n a parálisis m otriz, tam poco de perturbaciones psicógenas, sino d e u n proceso elem ental en el que jaita la transformación del impulso de la voluntad en m ovim iento corporal. C uál es la base de esta perturbación, no lo sabemos. L o único que sabemos fenom enològicam en te de nuestros m ovim ientos en la vivencia, es el esfuerzo con la rep re sentación del objetivo del m ovim iento. Pikler h a analizado el hecho (3) . Si dirigimos la v oluntad a u n a p a rte de nuestro cuerpo, p a ra m overla, el (1)
F r i e d m a n n : Dtsch. G e rh a rd :
(2) K l o s s , 9, 57 (1936). (3) P i k l e r , HO, 286 (1929).
J u liu s :
Z. Nervenhk., 30. “Über katapleptische Zustände bei Schizophrenen”.
Nervenarzt,
“Über die Angriffspunkte des Willens- am Körper”.
Z. Psycho!.,
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p u nto consciente de ataq u e no ab arca nervio y m úsculo, sino que m ás bien la voluntad a p u n ta a la superficie de la p a rte del cuerpo, y en ver dad en el p u n to que está delante, en ese m ovim iento, de todos los otros puntos de la p a rte del cuerpo (p o r ejem plo, al ag a rra r, en las superficies de los dedos). L a voluntad, pues, no tiene p u n to alguno dinám ico de ataque, sino que llega al p u n to p o r el cual es concebido el movimiento. D ónde está el p u n to de ataq u e de hecho, dónde la relación entre el hecho psicológico experim entado y todo el proceso m uscular y nervioso hetero géneo, en extrem o com plicado, nos es del todo im penetrable. E n los casos patológicos sólo vemos drásticam ente que ésto, perfectam ente n atu ra l de ordinario, puede faltar sin parálisis. Se experim enta la im potencia de los impulsos del m ovim iento, la fa lta de la m agia norm al del efecto de la voluntad sobre el m ovim iento corporal. Tam bién en el dominio del propio curso del pensam iento y de la re* presentación, que nos es norm alm ente n atu ral, existe esa vivencia de la im potencia, de la incapacidad de eficacia. Los enfermos se sienten como trastornados, n o pueden concentrarse en ningún trabajo, los pensam ientos desaparecen justam ente cuando los necesitan, se intercalan pensam ientos que no corresponden. Se sienten adorm ilados, dispersos. Adem ás de su incapacidad p a ra el tra b a jo viene el disgusto an te el trabajo. Pero las actividades m ecánicas les resultan fáciles y las realizan con placer en ciertas circunstancias. Eso distingue esos estados de la inhibición y d el cansancio. A parecen a m enudo al comienzo de procesos. Enferm os in teligentes, dicen ellos mismos que eso es m uy distinto del cansancio, que conocen m uy bien. E n algunas psicosis agudas experim entan los enfermos lo contrario de la vivencia que acabam os de discutir: u n sentim iento monstruoso de fuerza. Es como si lo p u dieran todo. B rotan de ellos efectos inconm ensu rables. P ueden realizar cualquier cosa. Físicam ente se sienten con fuerza gigantesca. N i siquiera cien hom bres p o d rían dom inarlos. Sienten que sus energías p en e tra n tam bién a lo lejos. A eso se une a veces u n senti m iento de ex traó rd in aria responsabilidad, la conciencia d e realizar h e chos capaces de m over el m undo. N erval describe: “Entonces tuve la idea que había crecido m ucho y que derri baría por una oleada d e fuerzas eléctricas todo lo que se m e acercase. H abía algo cóm ico en el esmero con que m antenía a raya m is fuerzas y preservaba la vida d e los soldados que m e habían sujetado”. U n a esquizofrénica escribió: T odas las gentes a quienes m e dirijo creen abso lutam ente lo que digo. N adie trata de engañarm e; la mayoría no cree en sus propias palabras. T en go una influencia indescriptible en m i am biente. M s im agino que m i vista em bellece a los otros, y ensayo esc poder m ágico en mis enfermeras. T od o el m undo depende de m í en su bien y en su dolor. T ien e que ser m ejorado y redim ido por m í“ (G ru hle).
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O tros enfermos se m aravillan ai comienzo de las psicosis agudas sobre la extraordinaria fuerza y claridad de su pensamiento. Los pensamientos acuden en m asa h a c ia ellos, ta l como lo desean, con facilidad jam ás ex perim entada y en abundancia m aravillosa. D om inan todo problem a, Ies parece, como jugando. Sus fuerzas espirituales se h a n m ultiplicado. § 7,
C onciencia del yo
A dvertencias psicológicas. Situamos la conciencia de objetos frente a la concien-* cia del yo. A l igual que habíamos de diferenciar las diversas maneras en que nos son dados los objetos, así también, en la conciencia del yo, en el modo com o el yo es con scien te d e si m ism o, no tenemos que ver con un fenómeno simple. L a conciencia del yo tiene cuatro caracteres form ales: 1. el sentim iento de actividad, una conciencia de la actividad; 2. la conciencia de la unidad: yo soy uno en el mismo m om ento; 3. la conciencia de la identidad: soy el mismo siempre; 4. la conciencia del yo en opo sición a lo externo y a los otros. D entro de esos caracteres formales tiene la conciencia del yo una serie de etapas de desarrollo, desde la existencia más simple, pobre, a la más rica con plenitud vuelta consciente en la vivencia de sí misma. En esa manifestación y desarrollo de contenido se vuelve consciente de sí mismo el yo como personalidad. En tanto que dejamos de lado algunos de aquellos criterios for males obtenemos anormalidades típicas de la conciencia del yo. Echamos finalm ente una mirada a la conciencia anormal de la personalidad.
a) A ctividad del yo. L a conciencia del yo existe en todos los pro cesos psíquicos. El “yo pienso” acom paña a todas las percepciones, repre sentaciones, ideas. Los instintos son estados del yo que avanzan con fuerza, los sentimientos, en cambio, estados que son pasivos. Especialm ente es expe rim entada en toda vida psíquica u n a actividad originaria, incomparable. Si lo psíquico, sea como percepción, sensación del cuerpo, recuerdo, repre sentación, pensam iento, sentim iento, recibe ese tono especial de la acción “mía”, del “yo”, “personal”, se llam a personalización,. C uando esos elemen tos psíquicos aparecen realizados con la conciencia de no pertenecerm e, de ser extraños a m i, de ser autom áticos, de surgir desde otra parte, se les llama fenómenos de despersonalización. 1. A l t e r a c i ó n de la c o n c ie n c ia del existir. Aun grupo de fenómenos de conciencia ausente de la propia acción, pertene cen la enajenación del m undo de la percepción, la ausencia de la sensación normal del propio cuerpo, la incapacidad subjetiva p a ra la representación y el recuerdo, las quejas de la inhibición del sentim iento, la conciencia del autom atism o de los procesos volitivos. D e ese grupo de fenómenos notoria mente afines describimos aquí, según las quejas de los enfermos (*), sólo la conciencia de la pérdida del sentim iento del yo como conciencia del existir. (I) Ö s te rre ic h
Obras principales: J a n e t: L es obsessions et : D ie Phänomenologie des Ich, Leipzig, 1910.
la psychaslhenie,
2*
ed., Paris,
1908.
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En grados ligeros del fenómeno, los enfermos se encuentran a sí m ism os extraños. Se sienten cambiados, otros, m ecánicos. Kablan figuradam ente de estado crepuscu lar, dicen que no son ellos mismos de manera natural. Am iel escribe en su diario: “M e siento sin nombre, impersonal, con la m irada rígida como la de un muerto,, el espíritu vago y general com o la nada o lo absoluto. Estoy fluctuante, como si no existiese” . Los enfermos dicen: N o soy más que una máquina, un autómata. N o coy yo el que siente, habla, come, no soy yo el que sufre, no soy yo el que duerm a N o existo ya. N o soy. Estoy muerto. M e siento como nada. U na enferma dice que no vive, que no puede moverse, que no tiene ninguna razón y ningún sentimiento. Tam poco ha existido nunca, sólo ha creído que existía. Otra enferma dijo: “Lo peor es que no existo.” “ H asta tal punto no existo que no puedo lavarme ni beber.” Tam poco ella es la nada, pero no existe. H ace solo com o si existiera. Todo lo que hace, no lo hace desde un yo-soy (K urt Schneider).
Este es el fenóm eno singular en que el hom bre existente no puede sentir m ás su existir. El pensam iento básico de Descartes; cogito, ergo sun, no puede ser pensado más que exteriorm ente, no realizado y a de hecho. 2. A l t e r a c i ó n de la c o n c i e n c i a de e j e c u c i ó n . desaparición del sentim iento de la existencia se puede in terp retar como el decaim iento de la conciencia de la ejecución, que acom paña norm alm ente a todo proceso psíquico. E n la n atu ralid ad de nuestra acción no adverti mos lo esencial que es la unidad de la vivencia en realización. Es para nosotros n atu ral que, cuando pensamos, somos los que piensan, que un pensam iento es nuestro pensam iento y que las ideas que se nos ocurren — y que nos hacen decir tal vez que es como si no yo, sino él pensase— , son sin em bargo sim ultáneam ente pensam ientos nuestros, realizados por nosotros. L a alteración de esa conciencia de ejecución puede ocurrir en direccio nes que nos son com pletam ente incomprensibles, no em patizables, no re p re se n ta re s. Com prendem os todavía u n a especie de fenómenos obsesivos, en los que el que los sufre no puede liberarse de m elodías, representaciones, frases que se le im ponen p o r fuerza. Pero lo que se aferra torturadam ente es, sin embargo, realizado p o r enfermos obsesivos entonces como pensam ien to propio. M uy distintos son los fenóm enos m entales de esquizofrénicos, que hablan de
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“Se es influido artificialm ente, se tiene la sensación sugestiva de que alguien pendiese del espíritu y del corazón, lo mismo que si alguien m ira al jugar las cartas por sobre los hombros y se mezcla en el ju ego.{ U n paciente esquizofrénico).
Al igual que Ies son hechos pensam ientos a los enfermos, les son tam bién robados. U n pensam iento desaparece con el sentimiento de que ocu rre desde fuera. Inm ediatam ente aparece entonces u n nuevo pensam iento sin conexión alguna. Este es el hecho: U n a enferma nos describe lo siguiente: cuando quiere pensar en algo, por ejemplo en asuntos comerciales, le son robados de repente todos los pensamientos, como cuando se corre una cortina. Cuanto más se esfuerza, tanto más violentos son los dolores (es com o si se le quitase de la cabeza un cord ón). Sin embargo logra conservar los pensam iento o recuperarlos.
Apenas podemos ponejr de m anifiesto lo que es experim entado en ese “hacer pensam ientos” y “ro b ar pensam ientos”, y tenemos que conten tarnos con com probar p o r así decirlo, desde fuera, según el tipo de la des cripción, este fenómeno, por o tra p a rte fácil de reconocer. N o lo confun dimos con lo extrañ o de u n contenido, ni con la insuficiente m otivación de la idea, ni con las m anifestaciones obsesivas. O tra de las m aneras en que son dados los pensam ientos, se, vuelve a distinguir de la norm al. Los pensam ientos no son preparados, tam poco son hechos; los enferm os no se defienden contra eso. Pero los pensam ientos, sin em bargo, no son los suyos, no son como ellos piensan com únm ente, les han sido impuestos. Esos pensamientos surgen, los enfermos los adm iten como algo que llega de p a rte ex trañ a, como u n a inspiración. “N o los he leído nunca, ni oído. V ienen sin ser llamados, n o m e atrevo a sostener que habrían brotado en m í, pero me alegro de saberlos sin que los haya pensado. M e vienen en todo m om ento adecuado. M e parecen regalados, y no me atrevo a comunicarlos com o propios” (G ru hle).
L a idea de “ser hecho” ( G emachtsein) abarca todo tipo de actividad, no sólo los pensam ientos internos, tam bién el an d ar, el hablar, el obrar. Son los fenómenos de la acción voluntaria influida. N o se tra ta de lo que atestiguan las quejas frecuentes de los psicópatas y depresivos: es como si ellos mismos no obrasen, como si fuesen u n m ecanismo inerte, como si fuesen autóm atas. D e este fenóm eno h ay que distinguir radicalm ente la vivencia elem ental de la influencia o sugestión real. Los enfermos se sienten inhibidos y obstaculizados, pero desde fuera. N o pueden hacer lo que quieren, se les contiene la m ano cuando quieren to m ar algo; es un poder psíquico. Se sienten tironeados por detrás, inmovilizados, petrificados. R e. pentinam ente no pueden continuar, como si estuviesen paralíticos, y de gol pe desaparece todo o tra vez. El lenguaje les es silenciado. Al contrario, les son hechos m ovimientos que no querían en m an era alguna. Se m aravillan
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porque fue llevada su m ano a la frente, porque echaron m ano a otro; No "querían ” hacerlo. Es p a ra ellos u n poder incom prensible y extraño. U n enferm o de Berze dijo: “N o he gritado en absoluto, rugió desde m í el nervio de la voz” . “Las m anos se inclinan hacia aquí y hacia allí, yo no las dirijo, y no puedo tam poco contenerlas”-. Se tra ta de fenómenos que no podemos im aginar m uy concretam ente. P o r u n lado existe todavía u n a similitud con un acto de voluntad, p o r otro con u n m ovim iento reflejo que pasa y sólo es observado. Es “hecho” en la ejecución, no en sí mismo. Algunos pasajes de u n a autodescripción hacen esto más claro. Es algo notable: “La aparición del milagro del rugido, en el cual los músculos que sirven al proceso respiratorio... son puestos en m ovim iento de tal m odo que me veo obligado a emitirlo, si no em pleo un esfuerzo del todo singular, en su rep resión.. . lo que no siempre es posible, dada lo repentino del impulso, o que sólo sería posible con una atención incesantem ente dirigida a este p u n t o .. . A veces se produce el ru gido en una repetición tan rápida y frecuente que para m i resulta un estado casi inso portable... En tanto que las vociferaciones consisten en el em pleo de palabras articu ladas, mi voluntad naturalm ente no deja de intervenir. Sólo el rugido inarticulado es en realidad puramente coactivo y autom ático... toda mi musculatura es som etida a ciertas influencias, que sólo pueden ser atribuidas a una fuerza que actúa desde fuera... Las dificultades que se me ponen en el cam ino al tocar el piano resisten a toda descripción. La parálisis de los dedos, las alteraciones de la dirección de los ojos, el desvío de los dedos hacia teclas que no corresponden, la aceleración de los tiempos por la puesta en m ovim iento prem atura de los músculos de los dedos” ... Aná logas vivencias en el dom inio de las acciones internas de la voluntad son los pensa mientos hechos”, el “robo del pensam iento” y otras por el estilo (Schreber),
Tam bién los movimientos instintivos son experim entados como "h e chos” , especialm ente los sexuales: U n esquizofrénico describe “goces, suprasensuales con m uchachas jóvenes sin contacto personal... U n a hermosa m uchacha coquetea con la vista al pasar por delante atrae la atención sobre ella. Se conocen, lo mismo que una pareja amorosa. Después de un tiem po hace cierta indicación hacia su seno, quiere producir desde lejos, por vía telepática, sin contacto personal, la excitación sexual, para producir, lo m ism o que en un abrazo real, una polución” . U n a enferma declaró: “A m í m e ha hecho el carácter” ,
b) L a u nidad del yo. L a vivencia de la unidad del yo puede sufrir alteraciones singulares. E n algunas oportunidades, p o r ejem plo cuando se habla, se puede advertir que se sigue hablando como autom áticam ente; aunque se h abla debidam ente, sin em bargo se observa uno a sí mismo, se escucha uno a sí mismo. Si esta escisión d u ra m ucho, surgen perturbaciones en el curso del pensam iento, pero p o r el m om ento se pueden experim entar aquí sus comienzos, sin ser perturbados, lo que los enfermos nos describen de modo explícito como desdoblam iento de su personalidad (1). N o nos (1) J a n e t : Les obsessions ei la psvehastkenie. 2* Di* Phänomtnologie des Ich, Leipzig, 1910, 422-509.
e d .,
Paris,
i908, 319-322.
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referimos aquí a los hechos que nos son comunes en las fórm ulas: h ab itan dos almas en m i pecho, la razón y el insHnto están en lucha, etc. N o nos dejarem os ex trav iar p o r los modos de expresión de los enfermos, q ue in ter pretan las representaciones obsesivas com edesddblam iento, o p o r su juicio, de que están desdoblados, lo que se apoya en aígunos argum entos (p o r ejemplo en las alucinaciones autoscópicas). T am poco confundirem os esta modificación con el llam ado “desdoblam iento de ía personalidad”, que existe objetivam ente en la conciencia alternante. L a vivencia real del des doblamiento, la vivencia de la propia escisión, existe cuando am bas series de procesos psíquicos están desarrolladas al mismo tiem po de tal m odo que se puede h ab lar de personalidades que vivencian ambas, en modo carac terístico, que existen en am bas partes relaciones de sentimientos que no coinciden con las de la o tra p arte y que m ás bien se h allan enfrentadas m utuam ente. L a vieja autodescripción del sacerdote Surin (1) es m uy evi dente a pesar de su crédula form ulación dogm ática: “La cosa ha llegado tan lejos que D ios, como creo, ha perm itido, a causa de tois pecados, lo que no se ha visto quizás nunca en la iglesia, que el diablo abandone el cuerpo del poseso (que exorcisó el padre) y, pasando al m ío, m e arrojé al suelo y m e maltraté varias horas com o un energúmeno en m edio de los más violentos m ovim ien tos. N o puedo describir lo que ocurre entonces en m í, y cómo ese espíritu ee reúne con el mío, sin privarme, sin embargo, de la conciencia y de la libertad de m i alma, en tanto que se afirma com o otro yo, como si yo tuviese dos almas, de las cuales un a es puesta fuera de la posesión y uso de su cuerpo, y poco a poco es relegada a un rincón, mientras que la que penetro dom ina sin impedimentos. Ambos espíritus lu chan en el mismo ámbito del cuerpo, y el alma está como dividida. C on un a parte de su esencia está som etida a las impresiones del diablo y con la otra obedece a sus pro pios movimientos, o a los que D ios le ha prestado. A l mismo tiem po siento una profunda paz después de la com placencia de D ios, sin saber de donde viene a m i e l furor terrible y el asco contra él, la rabia por arrancarme de él, de dónde todo el asombro; conjuntam ente siento una gran alegría y serenidad- de que el diablo se vuelque en quejas y griterío. Siento la m aldición y tem o, es com o si fuese atravesado por los aguijones de la desesperación en el alma extraña, que poco a poco es la m ia, mientras la otra alm a, llena de confianza, estalla librem ente en burlas y m aldiciones contra el promotor de mis sufrimientos. El griterío de m i boca llega igualm ente d e ambas partes, y sólo con esfuerzo puedo distinguir si predom ina en ello el goce o el furor rabioso. El violento temblor en que caigo a la aproximación del sacramento, me parece proceder tanto del espanto ante su presencia, como de la cordial y suave veneración del mismo, y no m e es posible detenerlo. Cuando a impulsos de un alm a quiero hacer sobre m i boca la señal de la cruz, la otra m e retiene con la mayor rapidez, y m e pone los dedos entre los dientes, para que los m uerda lleno de rabia. Casi nunca puedo rezar más fácil y sosegadamente que durante tal excitación; m ien tras mi cuerpo se revuelca en el suelo y los sacerdotes mer colm an de m aldiciones com o a Satanás, siento una alegría indescriptible por haberme vuelto Satanás, no en virtud de la rebelión contra D ios, sino por la miseria de mis pecados” (el cura parece haber caído en un proceso esquizofrénico en el curso ulterior). (1)
Id e u e r:
Versuch einer Theorie des religiösen Wahnsinns,
v o l.
I, p. 39 y ligti.
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Estas vivencias de desdoblam iento, que h an sido escasam ente descri tas, son en extrem o notables. U n yo se siente desdoblado y es sin em bargo uno, vive en am bas relaciones de sentim ientos, que perm anecen separadas, y sin em bargo, sabe de ambas. El hecho de ese desdoblam iento no se puede poner en duda. Su form ulación te n d rá que hacerse siempre de esa m anera contradictoria. c) Id en tid ad del yo. U n a tercera característica de la conciencia del yo es la conciencia de ser idénticam ente el mismo en el tiem po. H a y que indicar m anifestaciones de enferm os del g rupo esquizofrénico, que afirm an de su vida an terior — antes de la psicosis— que no era n absolutam ente los mismos, que h an sido otros. U n enferm o dijo: “AI relatar m i historia, soy consciente d e que sólo f\ié una parte de m i yo actual la que experimentó todo esto. H asta el 23 de diciembre de 1901 no puedo designarme con el yo actual. El yo de entonces m e parece hoy un pequeño enano que está dentro de mí. Es desagradable para m i sentim iento y penoso para m i senti m iento de la existencia, describir las experiencias hasta allí en primera persona. Puedo hacerlo con el em pleo de contrarrepresentaciones y en tanto que soy conscien te de que el “enano’ rigió hasta el día m encionado más arriba, pero entonces terminó su papel (Schw ab),
d) Conciencia del yo e n oposición a lo externo. L a c u a rta carac terística de la conciencia del yo es la clara oposición a u n m undo exterior Según las m anifestaciones enigm áticas de los esquizofrénicos, parece como si los enfermos se identificasen con objetos del m undo exterior. Sufren p o r las actuaciones de los otros: alguien hila, dicen; ¡p o r qué me hilas ahí! O : ¡p o r qué me golpeas ahí! cuando es golpeada u na alfom bra” (K ahlbau m ). U n esquizofrénico inform a: “V i ante m í u n torbellino confuso, o m ejor: m e sentí yo m ismo rem olinear en un espacio estrecham ente circuns crito” (Fr. Fischer). En la em briaguez de m escalina: “Sentí el ladrido de un perro como u n contacto doloroso con m i cuerpo, el p erro estaba allí ladrando, mi yo sufría el dolor” (M ayer-G ross y S tein). En la em briagez del haschisch: “Acabo de ser u n a ta ja d a de n a ran ja ” (Fránkel y Josi, p. 102). Corresponden aquí otras descripciones de enfermos, que se sienten des aparecer por com pleto m om entáneam ente. Son “ como u n punto m atem á tico” o viven sólo en los objetos. B audelaire describe algo idéntico en la intoxicación del haschisch: “Entre tanto ocurre que la personalidad desaparece y toda objetividad, com o es propio de los poetas panteístas, se revela en vosotros, de tal m odo anormalm ente que la consideración de las cosas del m undo exterior os hace olvidar vuestra propia exis tencia y os vierte pronto en aquella. Vuestros ojos se fijan en un árbol m ecido armónicamente por el vien to; en algunos segundos se vuelve aquello, que en el cere bro de un poeta debería ser sólo un a comparación com pletam ente natural, un hecho
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para vosoíros. Atribuís en seguida al árbol vuestras pasiones, vuestro anhelo o vuestra m elancolía; sus gemidos y sus oscilaciones son los vuestros y pronto sois el árbol. Lo mismo el ave que se cierne en el azul del c ie lo ; primeramente representa el anhelo inmortal de mecerse por encim a de las cosas hum anas; pero ya sois vosotros mismos el ave. S u pon go: estáis sentados y fumáis. Vuestra atención quiere dirigirse un p °co demasiado largam ente a las nubes azules que encapan de vuestra p ip a .. . Por una analogía singular vosotros mismos os sentís irradiar, atribuís a vuestra pipa (en la que os sentís m etidos y oprimidos com o el tabaco) la extraordinaria capacidad de fumaros a vosotros” . U n esquizofrénico describe: “El sentim iento del yo era tan pequeño que se presentaba la necesidad de com pletarlo por otra persona, asi como la exigencia de la proximidad protectora del yo más f u e n c . . . yo m e figuraba ser sólo un fragmento de un hombre" (S chw ab).
Aquí se podrían agregar todavía algunas manifestaciones de enfermos cuyas vivencias h an de consistir en alguna supresión de la separación clara del yo y del am biente. N o raram ente afirm an los esquizofrénicos que el m undo entero conoce los propios pensamientos. A todas las preguntas responde u n enferm o: “U sted sabe ya lo que m e p regunta” . Los enfermos ven en el aspecto de los otros hombres, que conocen de inm ediato los pensamientos que acaban de tener. O experimentan (lo mismo que en los pensa mientos “hechos” o “robados” ) aquel estar abandonado en todo. ‘‘Creo que no puedo ocultar m is,pensam ientos ya, tiene la experiencia en los últim os años. Todos los pensamientos son adivinados. Advierto que no puedo m antener ya indepen dientemente las ideas,”
e) C onciencia de la personalidad. C uan d o la m era conciencia for.mal del yo se llena de u n contenido, hablam os de conciencia de la persona lidad. E sta, en su plenitud, es objeto de la psicología genéticam ente com prensiva. Algunos rasgos básicos de su fenom enología son los siguientes: 1. H a y u n a diferencia en el m odo como el hom bre se apropia de su vivencia. M uchos m ovim ientos instintivos son sentidos por la personalidad como m anifestaciones n aturales de su esencia y de su condición del m o mento. Son experim entados como enteram ente comprensibles p o r la perso nalidad, como sus propios m ovim ientos instintivos. E n tre ellos puede h a berlos m uy anorm ales, como los instintos sádicos y m asoquistas, como la tendencia al dolor, entre otros. O tro s m ovim ientos instintivos los siente la personalidad como extraños, an tinaturales, incomprensibles, no los experi m enta como propios, suyos, sino com o impuestos. Frente a esa oposición fenomenológica de los movimientos instintivos, experim entados subjetiva mente como comprensibles o como incomprensibles, está la oposición de los movimientos instintivos objetivam ente comprensibles o incomprensibles p a ra el observador. A m bas oposiciones no coinciden de m odo alguno. Los impulsos de las perversiones instintivas sexuales, al comienzo de procesos, en la vejez, p o r ejem plo, experim entados subjetivam ente como propios, pueden ser considerados objetivam ente coino del todo nuevos, incom pren-
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sibles, condicionados p o r el proceso. P o r o tra p arte, pueden ser tom ados los impulsos instintivos hechos insuperables por la costum bre, como extraños, subjetivam ente y, en cambio, como comprensibles objetivam ente. 2. El sentim iento de la alteración de la propia personalidad sobreviene tam bién norm alm ente, en especial en el período de la pubertad. E n ese tiem po, en el que desde la obscuridad de lo incom prensible aparecen im pul sos tan diversos del alm a y vivencias de nueva naturaleza, es experim entada u n a fuerte conciencia de llegar a ser otro y nuevo, ya sea dolorosa o jubi losamente, paralizadora o alentadoram ente. Se puede com parar con esto m ás fácilm ente la conciencia de los enfermos, que al comienzo de procesos se vuelven conscientes de lo nuevo y lo enigm ático. Se sienten distintos, aparece en ellos u n sentim iento de la inseguridad de la conciencia de la personalidad, u n sentim iento de algo extraño, co n tra lo que tienen que com batir, y finalm ente la conciencia de ser subyugados. Algunos enfermos dicen que piensan y sienten de otro m odo qüe antes, que se h a producido en ellos u n a pro fu n d a transform ación. O tros sienten u n cam bio después de u n a psicosis aguda como subjetivam ente agradable: son m ás indiferen tes, menos excitados, menos fácilm ente “ensimismados”, son tam bién m ás habladores que antes, menos parcos y m ás seguros en su conducta. U n enferm o escribió: “Estoy desde hace años en un estado de gran debilidad física, de modo que me he vuelto, a causa de este estado corporal enfermizo, cada vez más, un hombre desapasionado, tranquilo y reflexivo, lo contrario de lo que tenía que esperar en consideración a las influencias (efectos telepáticos)” . U n a enferma se quejó: “Sueña m ucho consigo misma, pero no se encuentra ya, tiene que buscar a los seres humanos en sí” . “H ace dos años he com enzado a decaer” . “M e he perdido a mí misma, estoy indefensam ente cambiada” (G ru hle).
3. L a inestabilidad de la conciencia de la personalidad es sentida de la m anera más diversa en las psicosis agudas, ricas en vivencias. U n a au todescripción que m u estra la conciencia de esa inestabilidad incluso d u ra n te la vivencia, aclara este fenóm eno, que los enferm os mismos califican a veces como jugar un papel: “Lim itando con la idea propiam ente delirante y sin em bargo distinta de ella, todo el curso de m i enferm edad quisiera ser aquel estado frecuente en que yo, m ovi da por una especie de inspiración, sem i sabiendo y queriendo, creé un papel que realicé jugando y declam ando; m e encarné en él y de acuerdo a él obraba, sin considerarme sin embargo idéntica a la persona representada” . L a enferma jugaba a la “personificación de las olas del mar” a “la agitación de un potrillo fogoso” a “una hermana joven de la Sulam ita en. él Cantar de los cantares o a la hija de Al-, fred Eschers”, a “una joven francesa”, o a “la agricultura”, en lo cual la finca era 1 el patio de las celdas (F orel).
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E n psicosis similares encarnan los enfermos el Mesías, la esencia di vina, brujas, personalidades históricas. E n las psicosis paranoides (en las que Bonhoeffer (*) describió la inestabilidad de la conciencia de la p e r s o n a l id a d ) se m antiene, p o r ejemplo, ricam ente entretejido y por largos períodos, un papel de inventor famoso. O curre en tales transform aciones, en p a rte fantásticas, que los enfermos son conscientes de su naturaleza anterior: son los mismos que ah o ra se h an convertido en Mesías, etc. f) Personificaciones escindidas. E l desdoblam iento y la m ultipli cación del yo puede tener lugar de tal m anera que aparezcan frente a los enfermos poderes extraños, que obran como personalidades m ultiformes en sus medios, que persiguen notoriam ente objetivos, poseen un determ i nado carácter, son amistosos u hostiles. L a etapa más baja de tales form a ciones unitarias es la llam ada alucinación conjunta d e diversos sentidos. La personalidad que el enferm o h a alucinado ópticam ente, la oye hablar al mismo tiem po (2) . Voces, alucinaciones ópticas, influjos, desdoblamien tos de la conciencia del cuerpo pueden agruparse p ara form ar finalm ente verdaderas personificaciones como las llamó un enferm o (Staudenm aier) de m anera acertada. Staudenm aier, profesor de química, ha descrito estas personificaciones en sus experiencias patológicas. N o las tenía, como otros enfermos de ese grupo (esquizo frenia), por espíritu o esencia extraña, sino más bien por partes independizadas de su subconciencia” . Seguimos su exposición (que tiene parentesco con la citada más arriba del padre Surin) : “Poco a poco se destacaron concretamente diversas alucina ciones y volvieron a menudo. Por fin se constituyeron personificaciones formales, por ejemplo las im ágenes visuales más importantes aparecieron en relación regular con las correspondientes representaciones auditivas, de modo que las figuras que surgieron comenzaron a hablar conmigo, a darme consejos, a criticar mis actos, etc. U n defecto del todo característico y general de esas personificaciones es que siempre tienen por real lo que sólo im aginan o Imitan y que en consecuencia hablan y obran también en serio. M e esforcé largo tiempo por continuar analizando una cantidad de ellas. Unos ejemplos solam ente: H ace unos años tuve, al presenciar ejercicios militares, ocasión de ver y oír hablar reiteradamente a una personalidad real desde la proximidad inmediata. Algún tiempo después tuve claramente la alucinación com o si volviera a oírle hablar. Al principio no di mayor atención a la voz que aparecía a menudo y desaparecía otra vez por largó tiempo. Pero finalm ente se desarrolló en mí cada vez más frecuente y más fuerte también el sentim iento com o si la per sonalidad correspondiente estuviese en mi proximidad, haciéndose presente con fuerza por sí misma en relación con la voz interior. Después aparecieron personificaciones de otras personalidades reales de manera análoga, es decir la personificación de difuntos, por ejem plo Napoleón. Poco a poco me dom inó al mismo tiem po un senti miento característico, estimulante, de ser el soberano y el gobernante de un gran pueblo; se elevaba y ensanchaba claramente mi pecho casi sin intervención por m i (1) Bonhoeffer : “ Klinische Beiträge A tt’s Sam m l, 7, H alle, 1907. (2) S pet c h : Z . Psychopath, 2.
zur
Lehre
von
der
Degenerations psychosen” .
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parte, toda m i actitud corporal se volvió tiesa y militar — una prueba de que la personificación correspondiente había conseguido en m í una importante influen cia— , y oí, por ejem plo, hablar a la ” oz interior con solemnidad m ayestática: soy el emperador alemán. Después de un tiem po me cansé, intervinieron violenta mente otras representaciones y el porté se aflojó nuevam ente. D e la suma de las personificaciones regias que aparecieron se desarrolló lentam ente el concepto “al teza” . M i alteza tiene una gran aspiración a ser una personalidad distinguida, es decir principesca y gobernante la menos — en una aclaración ulterior por m i parte—* a ver y a imitar a tales. La alteza se interesa m ucho por los. espectáculos militares, por la vida distinguida, por la presentación im ponente, por la com ida y la bebida selectas y abundantes, por el orden y la elegancia en la vivienda, por la buena indu mentaria, la buen actitud del cuerpo, firme, militar, el deporte, la caza y otros ejer cicios y trata de influir en ese sentido m i modo de vida, deliberando, previniendo, ordenando, amenazando. En cambio es enem iga de los niños, de las cosas menudas de la broma y de la vanidad, notoriamente porque conoce las personalidades reales casi sólo por su aparición com edida en público o por fotografías. Es también enem iga de los periódicos cómicos con c aricatu raste beber agua, etc. Además soy físicamente algo pequeño”. U n papel idéntico al de “alteza” lo juega la personificación “niño” con voz infantil, necesidades infantiles y alegrías infantiles, y la personificación “Cabeza redonda”, que tiene su alegría principal en chistes y cosas alegres. Las voces de todas estas personificaciones son diversas. Se puede hablar con ellas com o con personalidades extrañas. “Sólo hay que quedar ordinariam ente en el dom inio especial que representan, y alejar todo lo extraño; pues tan pronto com o se presen tan otras cosas, por ejem plo diam etralm ente opuestas, todo el idilio suele desapa recer” . Las personificaciones claras fueron precedidas de otras oscuras y confusas: “Algunas veces parecen sueltos todos los diablos. V i reiteradam ente muecas diabó licas, m ucho tiempo, con plena claridad y precisión. U n a vez, estando eh la cama, tuve muy claramente el sentim iento de que alguien me ataba una cadena al cuello. Enseguida percibí un mal olor a azufre y una voz interior terrorífica que me decía: “Ahora eres mi prisionero, no te volveré a soltar. Soy el diablo” . A m enudo eran pronunciadas las peores amenazas. L o he experim entado en m í m i m o: los relatos de la Edad M edia que parecen a los hombres modernos com o cuentos terroríficos sobre los malos espíritus, así com o los datos espiritistas sobre e'p H tu s ruidosos y burlescos, no son inventados de la nada. “Las personificaciones trabajan sin cohe rencia alguna con la personalidad consciente, sobre la que cada una trata de obtener pleno dom inio. Por eso existe un a lucha permanente con esas personalidades / entre las personalidades mismas, algunas de las cuales ayudan a las personalidades conscientes” : “Muy claramente puedo observar también a m enudo cómo dos o más personificaciones cooperan para sostenerse o cóm o tratan de entenderse entre sí secre tam ente, para combatirme a m í, al .viejo — este es el m ote que me han ap’icado y que emplean regularmente— y para irritarme (hasta un cierto grado idénticam ente a como pueden cooperar en una red com plicada de estaciones te'egráficas dos o más telegrafistas sin conocim iento de los dem ás), o bien cómo se com baten y se insultan m utuam ente” . “Justamente a causa de la influencia amplia, a m enudo directamente patológica, de algunos centros y personificaciones, pude observar siempre hasta la evidencia con qué violentos esfuerzos combaten las mismas, m uchas veces con el em pleo de la fuerza muscular, para expulsar representaciones y sentim ientos que les son desagradables e imponer en m í sus deseos y representaciones gratas y mejorar y hacer más influyente en general su posición en el organismo” . Todas las personifi caciones tienen algo de específicam ente unilateral, algo de incom pleto. N o son totali-
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dades, sino entes parciales, posibles por otro lado sólo com o “partes” escindidas de la subconsciencia junto a una personalidad consciente. En estas descripciones se ha indicado también el juicio que tienen Staudenmaier de esos fenómenos. Es m ucho más claro por lo que sigue: “El inexperim entado adquiere absolutamente la impresión como si estuviese en el juego una personalidad misteriosa, invisible y com pletam ente extraña. Esa voz interior sabía pasar en la antigüedad, según su calidad, com o de naturaleza divina o diabólica” . Pero esta interpretación es falsa para Staudenmaier. Ciertamente, se siente poseído del mismo modo que los santos medioevales, pero no por poderes extraños, sino por partes escin didas de su propia naturaleza inconsciente. "Las considero seres vivos que, si han sido imaginados para determinados fines unilaterales y les ha sido fijado en el organismo de una vez para siempre un lugar preciso, sin embargo poseen una cierta existencia particular. Pero incluso a causa de su posición unilateral y de su misión tienen tam bién una cierta m emoria singular y persiguen intereses particulares, que 1 1 0 necesitan .coincidir en m odo alguno con los del yo consciente. O sea en las naturalezas nerviosas alcanzan a m enudo, porque son capaces de diversas pasiones, una influencia extraor dinaria en las disposiciones de ánimo, en todo el modo de vida y acción del yo cons ciente. Com o son capaces de aprender algo, pueden llegar a ser, como en mí, final mente, seres parciales formalmente inteligentes, con los que hay que contar en serio” . Mientras que el hombre normal sólo sabe por los sentimientos obscuros de la influen cia de su subconsciencia, Staudenm aier puede relacionarse por el lenguaje con las personalidades escindidas y experimentar m ucho más claramente de lo que es posible de otro modo. Ciertam ente, Staudenmaier no cree en la diversidad de principio de esosi seres escindidos de la subconsciencia normal: “Hay también las etapas interm e dias más diversas desde la com pleta unidad psíquica autocràtica del hombre normal hasta la escisión patológica formal y la amplia emancipación de partes singulares del cerebro” . Staudenm aier “podrá reconocer que el hombre representa psíquica mente nada m enos que una unidad pura. Es cierto, no hay que olvidar que s*' trata entonces de un estado que va directam ente a lo patológico. Pero para el juicio de la calidad psíquica del hom bre es de gran im portancia, sin em bargo, la posi bilidad de tales fenóm enos
§ 8 Fenóm enos reflexivos A dvertencias psicológicas. N o solo soy consciente en el sentido de la vivencia interior, sino que estoy vuelto hacia m í (reflejado) en la conciencia de mí mismo. En la reflexión no sólo sé de m í, sino que obro sobre m í: no sólo acontece en mí, sino que me propongo, suscito, formo en m í un acontecim iento. Puedo atraer r e a l i d a d poco a poco en m í, puedo provocarla y guiarla. El desarrollo del ser hum ano en el individuo y en la historia no solo es una transformación com o en todo proceso biológico, sino un trabajo interno del alma y del espíritu consigo mismos, un manifestarse en oposiciones y envolturas, en la dialéctica de todos los contenidos. Así no hay ya una vida psíquica pura e inmediata. Con el pensamiento y la voluntad com ienza la reflexión y con la reflexión la alteración proporcionada por ella de todas las vivencias inmediatas. Pero donde cesa de ser determ inante lo inm e diato, no sólo hay aum ento, desarrollo, adquisición de nuevas dimensiones de ia experiencia, sino también nuevas perturbaciones características. Por ejem plo, h inm ediación más sim ple no sólo puede ayudar al propósito reflexivo de los instintos poco a poco, sino que puede tam bién confundirlos y suprimirlos. Las perturbaciones surgen cuando los mecanismos de la realización y d é la
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inclusión de la reflexión no tienen en la inm ediación su curso, por un proceso para nosotros por com pleto impenetrable y que esi, frente a toda reflexibilidad, lo que resta de natural, inofensivo e ingenuo de nuestra vida. L a vida psíquica de los hombres no puede ser simplem ente inm ediata como la de los animales o la de los idiotas. D onde la vivencia fué puramente elem ental, ha sido perturbada; donde fué puramente reflexiva, igualm ente. El hecho que los fenómenos inm ediatam ente experimentados no quedan sólo in mediatos, sino que están en la corriente de la transformación por la reflexión, no suprime para los más su carácter inm ediato, como lo hem os dicho diversam ente. Pero este hecho básico hace que tengamos que tener abiertos constantem ente nuestros ojos para las transformaciones reflexivas en la investigación. Pero ante todo nacen de él mism o aquellos nuevos fenóm enos psicopatológicos, que queremos describir en tres ejemplos. L a intención que hay en la reflexión puede prim ero llevar a ló ilegítim o, con predisposición histérica en com portam ientos y disposición interna para producir engañosamente una apariencia vivida com o realidad; en segundo térm ino, llevar los instintos al desorden hasta en las funciones corporales; tercero, puede llevar a viven cias psíquicas características, ios fenóm enos obsesivos, tan solo posibles en el terreno de la reflexión y de la voluntad. R eflexión e intención son ineludibles en los tres casos para la aparición de estos fenómenos com pletam ente no queridos. L a importancia incalculable de la reflexión, cuando es llenada con contenidos, se discute en las relaciones de comprensión. T an sólo allí aparecen esenciales las manifestaciones patológicas, que no se discuten aquí más que fenom enológicam ente. Se convierten en un elem ento del destino vital y deben comprenderse según el des tino vital de su contenido. Aquí tenemos que ver sólo con fenóm enos experimen tados, su especie y- su forma, no con su contenido y su significación.
a) V ida psíquica elem ental y m ed iata por pensam iento. N u estra vida psíquica norm al cotidiana es siem pre desarrollada reflexivam ente en una de sus raíces: esto es sensible en contraste con las experiencias psicóticas elementales. Com param os u n a legítim a idea delirante con u n m ero error, u n a cognición corpórea con la vivencia “como si” existiese algo así, u n estado m elancólico con la depresión nerviosa a consecuen cia de u n acontecim iento indeseado, u n a legítim a alucinación con la representación fantástica, que se p royecta como ilusión en el espacio, u na vivencia del propio desdoblam iento con el sentim iento como si h u biese “dos almas en m i pecho” , u n a excitación del instinto con u n m ero deseo, el im pulso del m ovim iento con la descarga m otriz comprensible de estados de ánim o diversos, y veremos, p o r u n lado lo dado elem en tal, experiencias inm ediatas y últim as, y p o r el o tro algo desarrollado, que llegó a ser, que se apoya en pensam ientos y elevaciones, algo com parativam ente am ortiguado y secundario, p o r m ucho que p u ed a d ejar se de ver ya el afecto m om entáneo, la emoción visible. L o elem ental no es psicológicam ente influible, en cam bio sí lo es lo m ediato p o r pensa mientos. L o elem ental no tiene prim ariam en te contenido, adquiere ta n sólo luego sus contenidos; lo de pensam ientos p arte, al contrario, de los contenidos. F ren te a lo genéticam ente incom prensible, a lo que surge
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nuevo en las almas con violencia prim itiva, de existencia imposible de captar, está lo que h a llegado a ser y se h a desarrollado com pren siblemente. L o pu ram en te elem ental como tal se m uestra añadido, como e n fe r m e d a d .
Pero si lo que h a llegado a ser com prensiblem ente, es lo sano, como tal en sí no es ilegítim o, no es engañoso, sino realidad im p ertu rb ad a de la vida psíquica que se desarrolla. Sin em bargo lo m ediato puede llegar a ser perturbación. E n todas partes, p enetrando en relaciones ocultas, difícilm ente captables, cae lo engañoso en lo m ediato. D onde la inmediación h a cesado, h a term inado el m odo de vida del estar bien hecho (como ocurre en la vida de los anim ales), m ás allá de la verdad y de la falta de verdad. E xperim entó, pero no puedo fiarm e de ello simplemente. Pretendo ser del todo legítimo, y lo soy, sin em bargo, en la intención; me vuelvo ilegítim o en la im itación. E n ello puede el hom bre alcanzar lo extraordinario en la predisposición histérica. U n a vida psíquica entera mente desviada, m ediata, no fu n d ad a en ninguna esencia, por ta n to plena m ente incierta, dudosa, puede ser experim entada m om entáneam ente como del todo elem ental, abarcativa, absoluta. U n joven esquizofrénico vivió junto con u n a m u je r histérica que ten ía algunas de sus alucinaciones, que sentía igualm ente algunos de sus tem ores; de ella dijo el enferm o: “C uan do se está contam inado se está nervioso; cuando se experim enta por prim era vez, no se es nervioso en absoluto. E n mí es todo eso m ucho m ás tranquilo y m ucho m ás claro” . b) P erturbaciones de los instintos y de las funciones corporales. Nuestra vida se m antiene, sobre todo en la m arch a de las funciones corporales, p o rq u e nos entregam os constantem ente a la guía incons ciente de nuestros instintos. Pero estos mismos son á su vez desarro llados p o r el ejercicio y son adquiridos y enriquecidos p o r la acción inicialm ente consciente. Cómo ocurre esto en detalle, es algo in finita m ente com plejo y nun ca enteram ente abarcable. L o biológicam ente congénito y lo históricam ente adquirido se convierten en u n a unidad. L a re flexión, inevitable tam bién p a ra su desarrollo y seguridad, puede p roducir perturbaciones. Funciones com o el vaciam iento de la vejiga, la marcha, la escritura, el acto se xual no pueden realizarse. Surge un fracaso tan catastrófico com o ridículo para el afectado. Quiere saber qué debe 'hacer, pero la atención y la intención no hacen más que empeorar la perturbación. L a angustia ante la incapacidad la aum enta ftun n ás. La atención esmerada en torno a la salud del cuerpo produce malestares hipo condríacos. Se desarrollan cuadros subjetivos de enferm edades con efectos parciales objetivos, porque la reflexión sobre el cuerpo y las sensaciones corporales, las espe ranzas y los temores finalm ente obligan a la conciencia del hombre a entrar por fuerza en una vida que se preocupa esencialm ente del cuerpo.
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c) M anifestaciones obsesivas (r ) . 1. G e n e r a l i d a d e s so bre obsesión psíquica. L a experiencia de u n a obsesión o compulsión psíquica es un hecho últim o. N orm alm ente puedo ya sentirm e em pujado, forzado, dom inado, no sólo p o r poderes exteriores y por otros hombres, sino p o r m i pro p ia vida psíquica. Este hecho notable, que me opongo a mí de esa m anera, que quiero seguir u n a im pulsión instintiva y sin em bargo lucho co n tra ella, que quiero yo rtiismo y no quiero al mismo tiem po, tenemos que im aginarlo como norm al para nosotros, a fin de com prender los fenómenos especiales que descri bimos como representaciones obsesivas, impulsos obsesivos, etc. en la psicopatología. Normalmente vive el yo libremente en las percepciones que hace, en la angustia que siente, en los recuerdos o ensueños a que se entrega; sea que se entregue a eso sin elección, sea que elija voluntariam ente hacia qué ha de ser dirigida su atención, qué ha de hacer objeto de su emoción. Cuando el yo en esa elección no es ya dueño, cuando no tiene ninguna influencia en el objeto que quiere convertir en contenido eventual de la conciencia, cuando más bien el contenido de la conciencia persiste con tra esa voluntad del contenido m om entáneo, entonces, se sitúa el yo frente a ese contenido, que no puede expulsar} pero que quisiera expulsar, en pie de lucha, y ese contenido recibe el carácter de obsesión psíquica. N o es ésta una obsesión com o, por ejem plo, en el caso en que un acontecim iento que se produce desde fuera repentinamente, atrae nuestra atención, sino una obsesión desde dentro. El hombre, frente a la sucesión de los contenidos a que se dirige, en lugar de la conciencia normal de la dirección (K.. S chn eid er), tiene más bien la conciencia obsesiva de no poder escapar a su conciencia.
C uando en la vivencia instintiva se despierta ta n pronto ésta, tan pronto aquella dirección de la atención; ta n p ro n to éste, tan p ronto aquel deseo, no hablam os de obsesión psíquica. D e ah í se deduce que sólo en la. etapa de la vida psíquica voluntariam ente dirigida es posible en gene ral la obsesión psíquica. Sólo en tanto que los procesos psíquicos contienen u na vivencia de actividad, pueden ser procesos obsesivos. D onde no tiene lugar "una dirección voluntaria, donde no se d a u n a elección, como en idiotas y en niños en períodos precoces de desarrollo, no hay tam poco nin g una compulsión u obsesión psíquica. Y a que todos los procesos psíquicos, en tanto que la atención es de pendiente de la voluntad, pueden aparecen con el carácter de la obse sión o compulsión, cuando se quiere destacar ese carácter, se h a dado (t) Análisis y delim itación de las representaciones obsesivas lo s ha d a d o , F r ie d m a n n (M schr. Psychiatr., 21), Sobre to d o lo que h a s id o denom inado fenóm eno o b s e siv o , inform a el libro de L ü v v e n f e l d (D it psychischen Zwangserschcinungcn, Wiesbaden, 1904) y la crítica de B ü m k e (A U ’s Sam nil, H alle, 1906). El ú l ti m o lia delim itado y reducido el concepto en el viejo sentido c r e a d o prim ero por \ V e s p h a l . Inform e crítico global por K u r t S c h n e i d e r : Z . N eur. (R e d .), 1919. S c h n e id e r K u r t : D ie psychopathischen Persönlichkeiten, 5» ed.. w. (55-75, 1942. B in d e r , H .: Z u r Psychologie der Zwangsvorgänge, B erlin, 1936. S t r a ü s s : M schr, Psychiatr., i)ti, 61 y sigts. (1938). B a r o n V . G e b s a t t e l : “ Die W elt des Zwangs kranken” . M schr. . Psychiatr,, 99,~ 10 y sigts, (1938).
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a casi todos, ocasionalm ente, la acentuación de la p alabra obsesión. C u an do, por ejemplo, el yo, a pesar de su voluntad, no es capaz de a p a rta r su atención de u n a alucinación, de u n a sensación, de u n a representación de angustia, se h abla de alucinaciones obsesivas, de sensaciones obsesivas, de angustia obsesiva. Los límites de la obsesión posible están allí donde están los límites de m i voluntad. U ñ a percepción sólo puede tener el ca rácter de obsesión en tanto que no puedo desviar mis órganos sepsoriales de ella o cerrarlos a la excitación. L a obsesión de que se habló hasta aquí se refiere sólo a la form a de la aparición de contenidos psíquicos. Los contenidos como tales pu e den estar llenos de sentido y de acuerdo con la personalidad; por ejem plo la angustia ante un parto la experim enta u na m ujer con toda su personalidad, no solo el yo m om entáneo; su angustia es totalm ente ju sti ficada; pero la experim enta con el carácter de la obsesión, pues se esfuerza en vano p o r p asar a otros pensam ientos. Pero esa m ujer puede com pren der que su angustia es injustificada; no se identifica con la angustia, la considera, al contrario, infundada, necia; no es su angustia. A quí la repre sentación de la angustia es ál mismo tiem po obsesiva y, por el contenido, extraña propiam ente al yo, aunque tam bién posible. E n otros casos el contenido de u n a representación puede ser absolutam ente ilógico; enton ces aparece drásticam ente el carácter de lo extraño (un enferm o tiene mie do después de cada paseo d e que, sin advertirlo, haya pinchado los ojos a alguien con el p arag u as). Este hecho, que pu ed an ser experim entadas re presentaciones de angustia, impulsiones, ideas, etc., en las que el individuo está obligado siempre a pensar, m ientras que está enteram ente convencido de lo infundado de la angustia, de lo absurdo del impulso, de la imposibi lidad de la idea, se le designa en sentido estricto y propio con las p a abaras representaciones obsesivas, impulsos obsesivos, etc. E n un sentido más estricto llam am os tam bién procesos obsesivos a aquellos procesos contra cuya existencia se defiende prim eram ente el que experim enta, y cuyo contenido le es en segundo térm ino infundado, absurdo, incomprensible o relativam ente incomprensible. Si querem os tener u n resumen rápido sobre les procesos obsesivos, formamos u n prim er grupo de procesos (en sentido a m p lio ), en los que sólo el carácter de la obsesión subjetiva con contenido indiferente es el signo distintivo (obsesión m ental fo rm al). A la conciencia pueden im ponerse siempre u n a representación, u n a idea, u n recuerdo, u n problem a; el ejem plo típico es el de ser perseguido p o r melodías. O pueden im ponerse, no sólo contenidos singulares, sino tendencias de pensam iento, por ejem plo la m an ía de contarlo todo, de deletrear los nombres, de m editar sobre problem as insolubles y necios (m an ía de cavilar), etc?
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El segundo grupo de los procesos obsesivos en el sentido, estricto en los que- se agrega, com o segunda característica, lo extraño del contenido, n o obstante su acentuación afectiva mayor, se puede a su vez dividir en : 1.. A fectos obsesivos: como sentimientos que a p a recen sentidos com o extraños, inm otivados, contra los cuales el que cayó objeto de ellos se defiende sin éxito. 2. L a obsesión de leu. validez, la obsesión de tener p o r verdadero algo cuya im posibilidad se com prende en seguida. 3. Los impulsos obsesivos, los impulsos instintivos senti dos como absurdos, en contradicción con la p ro p ia personalidad, p o r ejem plo a m a ta r al propio hijo. Si se abarcan grupos enteros de tales movimientos instintivos, que vuelven siempre, se h abla de m anías obsesivas, p o r ejem plo las m anías de la exageración, de las cuales e$ un. ejem plo la m anía de la limpieza. 2. Obsesión de validez. L as ideas obsesivas son carac terizadas p o r el hecho que el individuo cree en u n contenido significati vo y sin em bargo sabe que el contenido es falso. Existe u n a com petencia entre convicción y saber lo contrario, que se distingue tan to de la d u d a como de la firm e convicción. U n ejem plo: Erna A, había tenido ya diversas fases de su psicosis afectiva. Siem pre vol vió a recuperarse com pletam ente. D esde hace unas semanas está nuevam ente mal, tiene nostalgia, está triste. Estuvo en el hospital. A llí la provocaron dos hombres, que la tomaron por la cabeza y los hombros. Los rechazó: “E n el hospital no quiero hacer el amor” . Pronto apareció en ella el pensam iento que los dos hombres pudieron haber hecho algo con ella, y tal vez tendría ahora u n hijo. Ese pensam iento, no fundado en nada, la dom inó cada vez m is. Referim os sus m anifestaciones: “T od o el* día m e anda por la cabeza cóm o ocurrió todo eso: ellos no habrán sido tan insolen tes” . “A lgunas veces m e apartaba del asunto, pero volvía siempre a él” . Sus pensa mientos giran en torno a esta cosa sola. Cree fijam ente que tendrá un h ijo, pero luego dice inm ediatam ente: “N o lo sé seguro, tengo siempre duda”. C uenta la cuestión a la hermana. Se ríe de ella. T en ía que ir a hacerse revisar por el m édico. Se resistió» porque el m édico se reiría de ella a causa de su idea “absurda” . E l m édico no encon tró nada. Eso la tranquilizó por un día. Pero luego no lo creyó más. Q uizás n o había querido más que consolarla. “N o cree a nadie” . Creyó que no volvería a x n e n a tru a r. Cuando vino la menstruación, hubo nuevam ente un sosiego mom entáneo. Pero n o estaba sin embargo, "segura, no estaba convencida. “Trato de explicarm e. M e siento allí y m edito: ah, todo esto es verdad, no he sido un a m ala m uchacha. Y luego pienso nuevam ente, sí. M e digo: un buen d ía estará sin em bargo ahí” . Y así m edito todo el día, esa tontería. Siempre vuelve a disputar en m í: habría podido ser as! habría podido ser, y siempre lo m ism o”. Está espantosamente intranquila. O pina siempre que está gruesa ya del hijo, todas las gentes lo ven en ella. “ Pienso que sería horrible que ocurriese”. A veces ríe la enferm a — com o sabe ella misma— sobre el absurdo que piensa. Preguntada por su enferm edad, niega que esté en ferma, pero dice en seguida: “Yo sé que siempre ha pasado” . Resum iendo podem os establecer que los pensam ientos d e los enfermos están ■agrupados todos en torno a una idea básica, que vuelve incesantem ente a hf con
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GENERAL
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ciencia contra la voluntad de los enfermos (obsesión m ental) y cuya exactitud se impone contra la verdadera convicción de los enfermos (obsesión de la validez).
L a obsesión de la validez debe separarse de otros tres fenómenos: de la idea delirante, de la idea sobre valorada y de la d uda norm al. E n la idea delirante h ay u n juicio ligado con plena convicción a la concien cia, no solo de la validez, sino de la seguridad absoluta; en la obsesión de la validez no se h ab la de la conciencia de la seguridad. En las ideas sobrevaloradas tenemos u n a fuerte creencia de que la cosa es muy seria, la vida psíquica es p a ra el afectado norm al e inal terada, m ientras que en la obsesión, de la validez siente la obse sión como morbosa.. E n la duda existe u n a ponderación reflexiva de. los motivos, que lleva a la indecisión, experim entada como u n juicio psicológicamente unitario, m ientras que en la obsesión de la validez exis te sim ultáneam ente la convicción y el conocimiento de lo contrario. Fi guradam ente se pu ed e co m parar la característca de 3a obsesión de la validez con la competencia: lucha de los campos visuales en el esteroscopio (F rie d m a n n ). Existe u n a lucha perm anente entre la conciencia de la validez y la conciencia de la falsedad. Ambas se presionan m utuam ente hacia u n lado y hacia otro, pero ninguna puede tener la supremacía, m ientras que en el juicio de la d uda norm al no es sentida la inexactitud ni la falsedad, sino que p a ra el sujeto el asunto queda in deciso en ese acto unitario. 3. T endencias obsesivas y acciones obsesivas. Las tendencias q u e se presentan en nosotros cuando la acción que de ellas resulta es importante., llevan en ciertas circunstancias a u n a lucha de motivos. L a decisión ocurre de doble m anera: o bien con el sentimiento d e la afirm ación de la personalidad y la conciencia de la libertad o con el sentim iento de la derrota y la conciencia de ser obli gado. Este es u n fenóm eno general y norm al. Si en el últim o caso se agrega adem ás la conciencia de lo extraño de la excitación instintiva, la conciencia de que la m ism a no corresponde a la propia esencia en general, que es absoluta, incom prensible, entonces hablam os de u n a acción obsesiva. Si no llega a la acción, y es vencida esa excitación instintiva, se habla de tendencia obsesiva. Es m uy com ún que los individuos afectados p o r tales fenómenos obedezcan a tendencias obsesivas inofensivas (por ejemplo, em pujar sillas, expresar palabras co n juratorias), en cambio se resisten con éxito a impulsos llenos de consecuencias criminales, p o r ejemplo, el ase sinato de u n niño o a la tendencia suicida (por ejemplo, el impulso de arrojarse a u n ab ism o ). Las tendencias obsesivas son en parte comprensibles como acciones obsesivas secundarias, que resultan de otros procesos obsesivos. Por ejem plo, un hombre que
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tiene la representación con la obsesión de la validez, que ha hecho una promesa incumplible, te hace dar un testimonio escrito de que no es tal el caso. Acciones secundarias son también las numerosas acciones defensivas que surgen sobre !a base de los procesos obsesivos, com o el lavarse por m iedo a los bacilos y otras cosas parecidas. Las acciones obsesivas se convierten en un ritual, cuando deben llenar una exigencia para la defensa contra la desgracia — m agia contra m agia— , cuya ejecución es tanto más. torturante cuanto que es incum plible. Pues se exige exactitud en la ejecución, imperturbabilidad ante desviaciones, participación de toda el alma; toda posibilidad de una equivocación suscita dudas sobre la eficacia, exige para seguridad nuevas am pliaciones de las acciones y, en caso de nueva duda, repetición desde el comienzo, de modo que un resultado, un acabamiento del todo de la acción exigida se vuelve imposible. Cuando se ha obedecido a tendencias obsesivas, apa rece, lo mismo que en las acciones impulsivas, un vivo sentimiento de alivio. Si en cambio se hace resistencia, aparecen violentos estados de angustia u otros, por ejem plo descargas m otrices. Para librarse de la angustia tienen que com eter los enfermos acciones insensatas, aunque tam bién inofensivas. La angustia ante la an gustia provoca ya éstos y en un circulo vicioso tiene lugar el aum ento torturante del fenómeno.
4. F o b i a s . A taca a los enfermos de u n modo increíble un a angus tia espantosa ante situaciones y realizaciones del todo naturales: p o r ejem-, pío ante los espacios cerrados, ante el tránsito por u n a plaza (agorafo b ia). Esto es lo que se h a descrito prim ero: Cuando los enfermos deben cruzar una plaza o se encuentran en una calle de sierta ante largas y altas fachadas de casas y en ocasiones idénticas, “aparece en ellos un enorme sentim iento de angustia mortal, ligada a un temblor general, a la depresión del pecho, a palpitaciones del corazón, a sensaciones de escalofrío o de un calor que sube a la cabeza, transpiración, un sentim iento de estar encadenado al suelo o de debilidad paralizadora de las extremidades, con m iedo a caer” ( 1).
(1 )
Y V e s tp iia l:
Arch. P s y c k i a t r 3, 138, 2 1 9 (1 8 7 2 ); 7, 37 7
(1 8 7 7 ).
S e g u n d a
sección
El todo momentáneoi: el estado de conciencia E n este lugar de la consideración fenomenològica de lo vivenciado de hecho y de lo vivenciable, tropezamos por p rim era vez con e- pensa miento de la totalidad, y eso como el tipo de todo el estado psíquico experim entado en el momento. Los fenómenos no surgen como individuales; hay causas raras que sólo producen u n fenóm eno especial. Siem pre hay u n todo del estado de conciencia bajo cuya condición aparecen en general tan sólo fenómenos particulares. N uestra descripción los destacó, los aisló, puso u n a colección en ciertas agrupaciones y ordenam ientos. Esto es en verdad ineludible, porque sólo las distinciones claras conducen a concepciones de u n todo significativas., por lo estructuradas. Pero a todas las distinciones qu e da ligada u n a deficiencia. G uando hablábam os de hallazgos fenomenológicos individuales, lo hemos hecho bajo la presuposición provisoria de que el estado total de la v'da psíquica en que se producen esos hallazgos, es siem pre el mismo. L la mamos a ese estado norm al el lúcido y conscientem ente claro. E n realidad, sin embargo, el estado total de la vida psíquica es en extrem o distinto. Como los elementos fenomenológicos tam poco son en todas partes les mis mos, sino que tienen u n a característica propia en su existencia según se encuentren el estado total y todos los otros elementos, resulta que el análisis de un solo caso no puede consistir en un simple desm enuzam iento en tales elementos, sino que tiene que hacerse en la observancia perm anente, ele m ento adquiere su color por el estado y la relación en que aparece. Ese hecho fundam ental es alcanzado siempre por la diferencia del contenido de la conciencia {en el m ás am plio sentido, en donde los elementos descriptos hasta aquí pertenecen a los contenidos) y la actividad de la Con ciencia. T odo elem ento particular, toda percepción aislada, to d a repre sentación, todo sentim iento es distinto en la conciencia confusa y en la conciencia clara. C uanto m ás se alejan de nosotros las cualidades genera les del estado de conciencia, tanto m ás difícilmente adquirim os u n a evi dencia adecuada, ya se trate de su naturaleza entera o de sus fenómenos individuales. L a vida psíquica en el enturbiam iento profundo de la con
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ciencia es en p arte o del todo inaccesible a nuestra investigación fenomenológica. D e im portancia decisiva p a ra la apreciación de todos los fenómenos subjetivos es p o r tanto si aparecen o no en p lena claridad de conciencia. Alucinaciones, pseudoa’ucinaciones, vivencias delirantes e ideas delirantes en plena claridad de conciencia} no son ya referibles a u n a alteración p a sajera de la conciencia com o síntom a parcial, sino que son sínto mas de procesos m ucho m ás hondos en la vida psíquica. Se puede hablar de legítimas alucinaciones e ideas delirantes propiam ente sólo en la claridad de la conciencia. E ntre los estados de conciencia alterad a hay muchos norm ales (como el acto de dorm ir y soñar) y accesibles á todo hombre^ otros ligados a condiciones específicas. Si queremos im aginarnos los estados psicóticos interiorm ente, nos atenem os p a ra la comparación a las propias experien cias (en el sueño, en el adorm ecim iento, en los estados de fatiga) 5 y algunos psiquiatras h an probado las experiencias en embriagueces tóxicas (m escalina, haschisch, etc) p a ra conocer esas “psicosis m odelo”, lo que quizá p odría tener alguna afinidad con la vivencia de algunos enfermos mentales. A dvertencias psicológicas. Por “conciencia” entendemos primeramente la interio ridad real de la vivencia (en oposición a la exterioridad del proceso biológico explorab le), en segundo término la escisión su jeto-objeto (un sujeto que opina es diri gido hacia objetos que percibe, representa, p ien sa), en tercer lugar el conocim iento de la conciencia en torno a sí m ism a (conciencia de s í ) . Inconsciente se llam a por tanto en primer lugar lo no existente interiorm ente de m odo alguno, lo que nunca se produce com o experiencia, en segundo lugar lo no conocido como objeto, lo no advertido (lo que en tanto quizá» es, sin embargo, percibido y por eso es después reconocible), en tercer térm ino lo que no ha llegado ai conocim iento de sí mismo. A l todo de la vida psíquica m om entánea lo llam amos conciencia. Esta entraña aquellos tres factores. L a interioridad de una vivencia y con ella toda conciencia falta en el desmayo, en la narcosis, en el sueño profundo sin ensueños, en el com a, en el ataque convulsivo epiléptico y en esos estados que llamamos globalm ente de incons ciencia. Pero si existe alguna m anera de vivencia interior, hablamos de conciencia, aun cuando la claridad del conocim iento objetivo sea confusa, la conciencia de :í mismo débil o no exista en m odo alguno. La claridad de la conciencia exige que tenga claramente ante mí lo que pienso, lo que sé y lo que quiero, lo que hago, lo que siento, mi vivencia, vinculado a m i yp, y que se m antenga en conexión por el recuerdo. Para que pueda hablarse de fenómenos psíquicos conscientes, tienen que ser advertibles también en alguna parte y ser elevados así a la conciencia clara. Gráficamente nos representamos la conciencia com o escenario al que vienen y del que van los fenómenos psíquicos particulares; o como el m edio en que se mueven. Esta conciencia, propia de todo fenóm eno psíquico como psíquico, cambia su naturaleza de manera m uy diversa. H ablando gráficam ente, por ejem plo, el escenario se vuelve muy estrecho (estrechez de la con cien cia), el ambiente confuso (obnubilación de la conciencia), etc.
p s ic o p a t o l o g ia
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1. L a conciencia clara dentro de todo el estado de conciencia se llam a atención. Se denom ina así a tres fenóm enos estrechamente vinculados, pero separables con ceptualm ente: 1. L a atención es la vivencia de la orientación del espíritu a un objeto. Esta, cuando es acom pañada de la conciencia, que procede de condiciones internas, puede ser predom inantem ente activa; puede s e r predom inantem ente pa siva cuando es experim entada com o una atracción, com o un encadenam iento a un objeto. Esta es la oposición entre la atención voluntaria y la involuntaria. 2. Se pama grados de atención a los grados de claridad y n itidez de los contenido de la conciencia. Se trata de una preferencia por ciertos contenidos de conciencia, que Liepm ann llam a, en un sentido m etafórico, energía de la atención y Lipps, teó ricamente, fuerza psíquica aplicada a un fenóm eno psíquico. Esta claridad y nitidez suelen estar ligadas a aquellas experiencias del sentirse atraído o de estar dirigido hacia un objeto, pero pueden — sobre todo patológicam ente— aparecer enteramente sin aquella experiencia, oscilar y desaparecer. 3. Se llam a también atención á los efectos que los dos primeros fenóm enos tienen sobre el curso ulterior de la vida psíquica. Los claros contenidos de la conciencia dan preferentemente los funda mentos d e las ulteriores asociaciones, son m antenidos en la m emoria con singular f a c i l i d a d . Representaciones directrices, tareas, representaciones finalistas, o como se quiera llam ar a esta cosa única, cuando son comprendidas atentam ente en el sentido de los dos primeros conceptos, actúan sobre la aparición de ulteriores re presentaciones de manera que las asociaciones correspondientes, útiles, son prefe ridas autom áticam ente a todas las demás asociaciones (tendencias determ inantes). Así nuestra conciencia m om entánea no es en todas partes homogénea. En torno al pun to de fijación de la conciencia se extiende un cam po visual que se vuelve cada vez más obscuro hacia la periferia. Sólo un punto está en la conciencia más clara, desde él parte en todas direcciones una serie de fenómenos menos conscientes, que por lo general no advertimos y que sin embargo dan com o conjunto, com o atm ósfera; a la conciencia entera, la disposición, la significación y las posibilidades. D el centro de la conciencia clara parten m atices hasta lo indistinto, lo nunca concretam ente perfilado contra lo inconsciente. En la autoobservación m etódica pueden ser investi gados esosi grados de conciencia (grados de atención, niveles de conciencia) í 1). 2. El estado de conciencia en conjunto, nuestra vida psíquica entera m om en tánea puede poseer grados diversos de conciencia, e ir desde la conciencia más clara, a través de los grados de perturbación de la conciencia, hasta la incons ciencia. Sim bólicam ente nos representamos la conciencia como una ola. L a con ciencia clara, precisa, es la cresta de la cía. En las etapas hasta la inconsciencia la ola se vuelve m ás baja, m ás achatada hasta la com pleta fusión en la inconsciencia. Pero no hay una simple sucesión d e etapas, sino una m ultiplicidad de alteraciones en el todo, por ejem plo: restricción de la m agnitud de la conciencia, falta de claridad en la escisión de sujeto y objeto, y en la articulación desde lo amplia-m ente pasivo de la m era interioridad de los sentimientos hasta la clara cognición en pensamientos, im agtn, símbolo.
L as alteraciones de la conciencia y las perturbaciones del estado de conciencia no son unitarias. Son condicionadas por causas m uy distintas: por la conm oción cerebral, p o r las enferm edades corporales que conducen a psicosis, p o r los efectos tóxicos, por las ^reacciones psíquicas anormales, ( i)
en Phii.
V er W e s tp h a l:
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Arch. PsychoL, 21.
S o b re
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ía
c o n c ie n c ia :
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pero se dan tam bién en los sanos en el dorm ir y el soñar, y en los estados hipnóticos. E n consecuencia tam bién son m uy distintas las especies de alteraciones de la conciencia. Si preguntam os en qué son iguales todas las alteraciones de la conciencia, sólo queda lo negativo de la desviación del estado de claridad norm al, de la continuidad y, ligazón del yo. El esta do norm al de conciencia ■ —incluso el m uy diversam ente realizado y capaz de m uy distinto grado de claridad y d e am plitud de los sentidos— , está poco m ás o menos en el centro, desde donde tienen lugar hacia varios sectores, desviaciones, alteraciones, ensancham ientos, pérdidas. T écnica de la investigación. H ay dos caminos, com o siempre, en la c; mprensión de los enfermos, para adquirir claridad sobre su proceso psíquico. Intenta ir os, por las conversaciones y toda clase de experiencias, que deben establecer una relación espi ritual entre los enfermos y nosotros, participar (m itzu leb en ) en la vida interior de ellos, o nos hacem os describir por ellos mismos lo que les ocurre, y aprovechamos las autodescripciones después de transcurrida la psicosis. Cuanto más alterado el es tado total de la vida psíquica, tanto má<» estamos a m erced de esas autodescrip ciones posteriores. Si el estado total de la vida psíquica en los individuos está en líneas generales intacto — individuos que por lo demás pueden presentar las perturbaciones psíquicas más graves: ideas delirantes, alucinaciones, transformación de su personalidad— , solemos decir: el enfermo está lúcido (b e so n n en ). Llam am os lucidez ( B esonnenheit) , al estado de conciencia en que los contenidos, en ausencia de un afecto intenso, poseen lai claridad y la pureza m edias, en que el curso de la vida psíquica es orde nada y dependiente de representaciones de fines. Signos objetivos de la lucidez son la orientación ( “la conciencia presente de la totalidad ordenada de su mundo indivi dual) y la capacidad d e reflexionar sobre los problemas, de percatarle de algo. Ese estado de conciencia es el más apropiado para una comprensión recíproca. Con la alteración creciente del estado psíquico total se vuelve cada vez más difícil ponernos en relación con el enfermo. La condición de un a relación espiritual entre nosotros y el enfermo es su fijabilidad. Llam am os fijabilidad a la capacidad de reaccionar ante las cuestiones y problemas de m odo que la reacción resulte con seguridad de la com prensión del problema. M ientras el hombre normal es fijable sobre todos los proble mas, esta fijabilidad disminuye con la alteración del estado psíquico total. Los en fermos no reaccionan ya de m anera comprensible ante una cuestión, pero consiguen quizás todavía provocar a veces un a reacción ante cuestiones apremiantes y repetidas. Son fijables todavía por cuestiones fáciles y sin im portancia, com o la personalidad, el origen, el lugar ; no se interesan ya por problemas difíciles, por preguntas acerca de sus ideas. Son capaces aún de captar excitaciones ópticas pero no responden a la excitación por el lenguaje. En la m edida en que los enfermos son fijables de alguna manera, podemos entrar con un cierto éxito en el cam ino de la comprensión directa. Si, en cambio, sólo se ocupan de sí mismos, raramente nos bastan los escasos puntos de contacto para llegar a una representación convincente de sus experiencias internas.
§
1.
A tención y oscilaciones d e la conciencia
a) A tención. L a atención es la condición de la claridad de la vi vencia. Si tenemos presente el segundo concepto discutido m ás arrib a de la atención, la clarida'd y. nitidez de los fenómenos psíquicos, el g rado de
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conciencia, y el nivel de conciencia, es ilustrativo, sin más, que tenem os que saber, de todo fenóm eno psíquico que encontramos en los enfermos, para el conocimiento pleno, con qué atención h a sido sentido, es decir, en qué nivel de conciencia h a sido vivenciado. Si al respecto no se h a di cho nada, suponemos que fue vivido con plena claridad y nitidez. L a ausencia de atención o la atención plena pueden ser condición de la aparición de las equivocaciones de los sentidos. Por ejemplo, algunos errores sólo son posibles en los estratos inferiores de los grados de atención. Desaparecen inm ediatam ente cuando se l.'eva hacia ellos la atención plena. Los enfermos se lam entan de que las voces “no pueden ser percibidas” , de •que hay u n “artificio de los infiernos” (B insw anger). O tras ilusiones de los sentidos — especialmente en psicosis en m ejoría— sólo son experm entables en la m ás clara atención. Si la atención se dirige a alguna otra parte, des aparecen. L a oración de u n Padre N uestro lleva a la desaparición de Jas voces, el exam en de u n objeto exterior hace desvanecer las pseudoalucinaciones ópticas. L a im portancia del grado de atención p a ra las equivocacio nes de los sentidos se puede observar m uy bien en los delirantes alcohólicos y en ellos fue investigada por Bonhoefer (1). Si h a sido m a r q u id a la aten ción p o r el exam inador, ante el cual debe responder el enfermo, a un nivel medio, las equivocaciones de los sentidos se vuelven ^aras; sí disminuye la atención^ p a ra lo que existe siempre la propensión en un enferm o abando nado a sí mismo, aparecen en ese dom inio ilusiones numerosas y percep ciones engañosas panorám icas. Si, al contrario, el que la observa concentra la atención con to d a energía, especialmente en el dominio óptico de los sentidos, aparecen en ese terreno num erosas equivocaciones aisladas. U n a conexión notable existe a veces entre la aparición de los fenómnos psíquicos “hechos” y el grado de conciencia subyacente. C uando el enferm e está ocupado, no percibe n a d a ; si an d a sin ocupación, aparecen ataques “he chos” de vértigo, presiones en la cabeza, emociones de cólera, cuchicheo?, que sólo puede dom inar p o r u n a gran fuerza de voluntad, p o r ejem plo apretando los puños. P o r eso buscan tales enferm os torturados la com pa ñía, la conversación, el trabajo, o em plean otros medios de distracción (ora ciones, recitados de frases inconexas) p a ra librarse de las “influencias”, de las voces. Los pensam ientos “hechos” , fabricados, que Schreber experim en taba cuando estaba inactivo, cuando quedaba sentado, los llam aba “pensa mientos no m entales” (N ichtdenkungsgedanken). P ara la dependencia de los fenómenos esquizofrénicos de la atención, de la provocación y .retención arbitraria, tenem os los siguientes ejemplos de autodescripción: “Tuve entonces el sentim iento de estar constantem ente entre crim inales y dia(H
Jena,
Bonkoeffer:
1901,
Die akuten
Geisteskrankheiten
der G ew ónkeitstrivker,
p.
19
y
sigts.,
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blos, de ver y oír, en cuanto cedía lo más m ínim o la atención intensa sobre Jos obje tos perceptibles del mundo circundante. N o existía siempre, sin embargo, la fu e n a para apartar la atención de esos dem onios, o para dirigirla a los objetos reales. Todo intento de hacer esto, para escuchar la conversación de un conocido que tuviese más de algunas frases, era seguida por tal desasosiego (porque se amontonaban las figuras am enazantes) que el alejam iento rápido o el despido eran n ecesa rio s.. . Era en extre m o difícil dirigir la atención por algún tiem po hacia el objeto; m i espíritu deslizábase inm ediatam ente a otras- regiones, desde las que en seguida, com o provocados) se lan zaban sobre m í los demonios. D ebo destacar que ocurría voluntariam ente ese hecho de deslizarme hacia afuera o de ceder al comienzo, que era buscado por m í. . . pero ahora esa operación se hacía por sí sola, era más bien una debilidad, m e sentía em pujado a ello irresistiblem ente. . . Por la noche, aí intentar dormir, ya al cerrar los ojos, era inevitable la entrada en el torbellino, mientras por el día podía más bien reprim irla; era un sentimiento como de ser obligado a girar en el círculo, tras lo cual aparecían entonces pronto las figuras. Así tenía siempre que quedar en la cama alerta y atento hasta que horas después el enem igo se retiraba algo. Lo único que podía hacer era no fomentar la cosa voluntariam ente “dejándom e llevar” . D e una fase ulterior informa el enferm o: V eía siempre, cuando quería, esas figuras, y podía deducir así mi p ropio e s ta d o .. . Para m antener el dom inio sobre eras cosas, m e sen tía obligado a expresar palabras interiores de defensa; tenían el fin de hacerme reflexionar más vigorosamente en ,mi nuevo yo, que quería ocultarse de tanto en tanto. Por ejem plo: “Yo existo” (frente a las oscilaciones dé mi vida psíquica y corporal). O em pleaba sólo palabras aisladas com o “energía”, “vida” . Estas palabras, protectoras tenían que estar siempre listas; pasaron en el curso de unos 10 años enteramente al sentim iento; las sensaciones creadas por las palabras protectoras, se habían acum ulado, por decirlo así, de m odo que no era preciso pensar en toda ocasión de nuevo, pero en los casos de oscilaciones singulares tenían que ser todavía em pleadas y tienen que serlo aún en forma algo alterada. El enfermo tenía la posibilidad de poder ver, de estudiar en todo m om ento las figuras según e l deseo, pero no estaba obligado a verlas (después de perturbaciones corporales y psíquicas aparecían ciertam ente por sí solas y volvían a ser peligrosas) (S chw ab).
b) Oscilaciones de la conciencia. L as oscilaciones de la conciencia podem os com probarlas, en los grados m ás ligeros como oscilación periódica de la atención (W u n d t), en nosotros, en todo instante, en condiciones ex perimentales. E n ningún m om ento qu ed a a la m ism a a ltu ra en la vida psíquica la cresta de la ola, sino que realiza a cada instante oscilaciones, au n cuando sean pequeñas. E n grados superiores observamos esto en nos otros en la fatiga, en grados m ás elevados aún,, patológicam ente, en las oscilaciones periódicas de la conciencia (*), que p ueden llevar a reducciones q ue vuelven regularm ente hasta la com pleta ausencia de la conciencia. Hemos observado a u n enferm o en el que ocurría esto varias veces p o r m inuto. E n los epilépticos, las oscilaciones proséxicas norm ales de la conciencia m edidas en la reacción a las excitaciones apenas perceptibles de los sentidos, son m ucho mayores que en los sanos (2). (1 S t f h t z : A rch. Psychiaír., 46, 199. J a n e t: Nevroses e t idees fixes, p . P íychasthenii, p . 2 3 7 -3 7 7 . (2) Wie&sma: T h e Psychology of Epilepsy. “ J . m en t. Sci.” , 96, 482 (1923).
6 9 -1 0 8 .
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Hay que distinguir todas estas oscilaciones de la conciencia de ataques d e p e titm al, de ausencias, etc., que conducen de m odo com pletam ente irregular a una in te rrupción de la conciencia acompañada de fenómenos motores ligeros. Además no hay que confundirlas con las interrupciones de la fijabilidad y de la reactibilidad que ee observan extraordinariamente a m enudo en los enfermos del grupo esquizofré nico (la llam ada interceptación). D e repente no nos responden más, quedan m i rándonos fijam ente, parecen no entender nada. Después de un tiem po, m inutos o segundos, cesa esto para volver luego a comenzar de nuevo. Se puede comprobar ulteriormente con frecuencia que los enfermos han atendido y han percibido exce lentem ente en el m om ento de la fase inaccesible. Esas interrupciones se producen o bien del todo sin fundam ento com o expresión del proceso morboso o deben atri buirse a com plejos de tonalidad afectiva, alcanzados por las preguntas del inves tigador, o son comprensibles com o desvío ( A blenkung) por voces u otras alucina ciones. E n el últim o caso se observa que los enfermos han aprehendido mal 5o que dijo el examinador.
Las oscilaciones de la conciencia hasta la com pleta ausencia se obser van en los psicópatas, y en m uchas psicosis de naturaleza aguda y cróni ca. Los enfermos mismos se quejan de que pierden en el m om ento sus pensamientos. “ El reloj está p arad o ” . H a n sido descriptas como eclipses mentales (Ja n e t). D e la embriaguez de haschisch informa una persona objetó de ensayo: ‘ Es como si volviese en m í de una inconsciencia, para volver a caer en ella después de un tie m p o .. . La alteración de la conciencia ha avanzado entretanto más. En lugar de las ausencias sin experiencia, se presenta ahora algo com o una segunda conciencia. Se siente ésta com o otra duración temporal propia. Subjetivam ente parecen separarse dos cursos de vivencias distintas entre sí. En la vivencia subjetivam ente inalterada de la situación de ensayo sigue la vivencia de un existir de m uy larga duración, indiferenciado; no puedo separar en esa segunda vivencia m i yo del m undo experi mentado. N o obstante experim ento, perfectam ente alerta, ese segundo estado vacío, no como en sueños. Esa conciencia alternante explica tam bién la sobreestimación elevada del tiem po: m e parece que han transcurrido horas ya desde, el comienzo de la embriaguez. El curso del pensam iento es extraordinariamente dificultado. T oda marcha del pensam iento es recortada en el próximo cambio de la conciencia” ( J).
c) Perturbaciones de la con¡dencia(2) . Declives, perturbaciones, es trecham ientos de la conciencia se d a n en las form as m ás variadas como consecuencia y concom itancia de experiencias particulares. Gomo vacío de la conciencia, que puede ser interrum pido en todo m om ento volunta riam ente, vivimos u n nivel p o r debajo de la cresta de la ola, p o r ejem plo en la vaguedad m ental o incolora de los largos viajes p o r ferrocarril. E n violentas emociones, en estados de angustia, adem ás en m elancolías p ro fundas, com o en los estados m aníacos está m uy dificultada la concentra ción, es decir, la posibilidad de darse cuenta de algo, de m editar sobre (1) B eh rin g f.r: Nervenarzt, 5, 341. (2) Obsérvese qué “ perturbaciones" corresponde m ejor a la palabra “ Tribüngen” , que obnubilación, como en general se la traduce. Es preferible, además, reservar obnubilación para “ B e n o m m e n h e i t (N. de los T .)
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algo, de obtener u n juicio. Las respuestas a preguntas simples se obtienen ta n só.'o después de vanos intentos frecuentes y con visible esfuerzo de los enfermos. Los contenidos de las ideas deliroides n o son sometidas p o r esta razón a crítica alguna; el juicio de la realidad sobre eventuales errores de los sentidos no es tom ado en consideración. L a conciencia está ente ram ente colmada con la emoción, de m odo que juicio y crítica son grave m ente perturbados de m an era comprensible. Este es m ás todavía el caso cuando se agrega en los estados depresivos u n a inhibición prim aria de todas las funciones. T am bién estos estados m erecen el pom bre de u n a conciencia anorm al, que en los últim os casos pueden convertirse en vacíos duraderos de conciencia. d) Elevaciones de la conciencia. Se discute sí h a y elevaciones de la conciencia, u n a vivacidad extraordinaria, u n a claridad anorm al y luego fenómenos anormales correspondientes. K u rt Schneider considera necesa ria un a claridad elevada de la conciencia p a ra la aparición de algunos estados obsesivos. “Esa claridad característica de la conciencia se encuen tra expresada en encefalíticos con síntom as obsesivos” . D e o tra m anera, m uchas autodescripciones de grados místicos de trance, señalan super vigilia (Ü berwachheit) . W eber y Ju n g describen diversamente, en cambio en el au ra de los ataques epilépticos, u n a extraordinaria claridad de con ciencia en la conciencia estrechada. U n o de sus enfermos describió: “en el!o se vuelve del todo claro el pensam iento” ; recuerdan las autodescrip ciones por Dostoievski del a u ra : “ que ilum inó p o r decirlo así el cerebro, que decuplicó la sensación de la vida y de la conciencia de sí” . Z u tt (1) describe la super vigilia y la vivacidad del interés, la abre viación del período de trabajo y de reacción, la superación de masas enteras de m aterial por aprehensión, todos esos fenómenos dados des pués de tom ar pervitina. Sin em bargo señala al mismo tiem po la dism inu ción de la capacidad de concentración, el acose de pensamientos, la reduc ción de la capacidad p a ra ord en ar las impresiones, p a ra la contempla¡ción profunda, el desasosiego del interés (Interessiertkeit) vacío, el im pulso huero a la ocupación. Esa super vigilia im plica u n a dism nución de la diferenciación y de la claridad del munido. T an to en el cansancio como en ese exceso de vigilia, desaparece el m undo. Por eso construye Z u tt u n a polaridad de la conciencia entre el sopor y la excesiva vigilia de tal m odo que la cim a de la claridad está siempre en el centro. Los fenó menos aquí observados m uestran nuevam ente la m ultilateralidad y el ca rácter enigm ático de lo que llam am os en conjunto estado de conciencia*
(1)
Z u t t : “ Ü ber die potare S tru k tu r des Bewusstseins” .
N ervenarzt,
16, 145
(1943).
p s ic o p a t o l o g ìa
§ 2.
g e n e r a i.
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El do rm ir y la hipnosis
a) Sueños. H ack er (*) h a in ten tad o p o r prim era vez a clarar fenóm enológicamente, d e m odo metódico, la vida del sueño, reflexionando m ás de u n año inm ediatam ente después de despertar en las formas en que se le presentaban sus experiencias del sueño y tom ando notas en el m o mento. L a característica de la vida del sueño se m uestra en las tres direcciones siguientes: 1. Faltan los elementos que existen constantem ente en la vida psíquica en vigilia. F alta u n a verdadera conciencia de la personalidad, de m anera que son realizadas acciones que serían del todo extrañas a ella en estado de vigilia, sin que eso llam e la atención en lo más m ínim o en el sueño. F alta la actualización de lo pasado. F alta la conciencia en las relaciones evidentes de las cosas que se presentan, de m odo que el que sueña, por ejemplo, hab la con el médico que lo diseca a él mismo sobre sus músculos de las piernas, o contem pla su propia cavidad abdom inal; sin que nad a de eso le parezca extraño. F altan los verdaderos actos de voluntad con la conciencia: quiero realm ente, ya p o r el hecho que no existe un senti m iento de la personalidad, sino sólo u n a conciencia m om entánea del yo. Cuando el sueño se vuelve enteram ente rudim entario, sólo quedan final mente fragm entos psíquicos discontinuos. Así pudo com probar H acker una vez, en el m om ento de despertar, que acababa de pronunciar en el sueño algunas palabras ininteligibles que com prendió u n a vez despierto; carecían en él tan to de la conciencia de la significación como de la concencia de que eran palabras, faltab a inclusive la conciencia de que estaba presente u n objeto en el yo. E ran en cierto modo m aterial sensible que al no ser objetivado, quedaba superfluo. 2. Desaparece la relación entre los fenóm enos psíquicos. L a vida psí quica se disuelve p o r decirlo así. Se descomponen las relaciones de form a, las tendencias articulantes de la voluntad. F alta la actualización del pasado y del futuro: el que sueña no vive m ás que el instante. U na escena reem plaza a la otra, a m enudo la precedente es to ta'm ente olvidada. Las cosas más contradictorias son experim entadas sin asom bro unas tras otras, incluso mezcladas. D e los elementos atentam ente captados no parten ten dencias determ inantes de ninguna clase, sino que las cosas m ás heterogéneas se suceden como en Ja fuga de ideas según principios casuales, siempre variables, de asociación. L a más asom brosa disolución de la relación con siste en que lo percibido sensorialmente es aprehendido por un acto de obje(1) H acker : “ Systematische Traum be obaehtungen m it besonderer Berücksichtigung der Gedanken” . A rch. Psyckol. (D .), 21. K ö h le r : A rck. Psyckol. (D .), 23. H o c h e, A .: Das träumende Ic h , Jena, 1927. K r a e p k l jn , E .: “ Die Sprachestörungen in T rau m ” . Psychol, Arb., 5, 1.
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tivación im propio. H ack er soñó, p o r ejemplo, que buscaba una substancia’ quím ica p a ra el análisis; alguien, le entregó el dedo gordo del p ie; eso era p a ra él, naturalm ente, u n a simple substancia quím ica; al despertar pudo observar en la representación retrospectiva inm ediato tan to esa p er cepción sensible del dedo gordo del pie com o la conciencia de la signi ficación de la substancia quím íca. E sa disolución de la relación entre m aterial sensible y conciencia de la significación correspondiente (acto de objetivación) es en el sueño m uy com ún. 3. A parecen nuevos elementos. Son las representaciones del sueno que nó se pueden llam ar alucinaciones, ideas delirantes, falsificaciones del recuerdo. Pero esos contenidos tienen u n a vivacidad que no les correspon d e como m eras representaciones. L o nuevo surge a n te todo en las iden tificaciones, en las mezcolanzas y las separaciones m ás maravillosas. H ack er n o soñó evidentem ente con situaciones y acontecimientos cohe rentes, con el mismo relieve extraordinario q u e h a n experim entado otros individuos en el sueño. Pertenecía a aquellos que olvidan enteram ente sus sueños, si no se presentan inm ediatam ente al despertar los fragm entos todavía captables. Otros, en cambio, p ueden ser perseguidos todo el día p o r u n sueño que está vivam ente presente en su espíritu. N o obstante, Ja abundancia sensorial, en general es sobreestim ada la evidencia real m ente experim entada en el sueño. Esto nos lo m uestra el siguiente ejemplo, en el que el sujeto del m ism o se encontraba observando su vivencia d u ran te el sueño: U n amigo m ío, que no está preparado psicológicam ente y no persigue ningún interés psicológico, había pensado ya algunas veces: parece, sin embargo, com o si en sueños se viesen cosas que n o .se han visto nunca en realidad; tal vez se pueda experim entar en sueños sobre cosas que la realidad no m uestra nunca; quiero fijarme exactam ente cuando vuélva a soñar. M e contó un día al hablar al mismo tiem po de su últim o sueño: “he tenido que haber dormido m ucho ya cuando advertí que soñaba y que podía despertar cuando quería. Pero inm ediatam ente me vino a la concien cia: no, continúo soñando, quiero ver lo que pasa. Se m e hizo claramente consciente la pregunta: ¿pojdré ver en sueños algo que no he visto nunca en la realidad? Continué en verdad señando y eché m ano a un libro para ver exactam ente las le tras. En cuanto tuve el libro ante los ojos, desaparecieron las letras; no podía leer nada. Tom é todavía otros objetos para mirarlos atentam ente. Pero lo vi todo como se ven comúnmente las cosas cuando se está en la habitación, un poco más im presionantes. Si quería ver pormenores, se desvanecían. Después de un tiem po desperté sin embargo y miré el reloj. Eran las 3. M e sorprendió m ucho que se «Midiera soñar y además observar en el sueño” .
b) E l adorm ecim iento y el despertar. E l adorm ecim iento y el des p e rta r hacen experim entar estados intermedios,. C ari Schneider (x) des-
/ (1) S c h n p j d e r , C a r i. : Psychologie der Schtzophrenen, p. 12 y otras. Sobre la vivencia del adormecimiento, ver M a y e r - G r o s s en el Handbuck de Bumke, tomo I, p. 433-438.
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cribe la vivencia del adorm ecim iento. Se vuelve u n o fugitivo, im penetra ble, pierde la articulación. Lo que es pensado, sentido, percibido, represen tado, se escapa y desliza, se entrem ezcla, se confunde, m ientras que pueden ser experim entados al m ism o tiem po u n m odo in audito de vivencia, pro fundas significaciones, presencia de lo infinito. L a propia actividad s e su m erg e en la tom a y la entrega, hasta que, a pesar de la unidad de la conciencia del yo se disuelve. Por eso al dorm irse se dan a m enudo en. los sanos las llam adas alucinaciones hipnagógicas. E n su dependencia del estado de conciencia son características ciertas percepciones engañosas al despertar. Los enfermos tienen el sentim iento de que son despertados p o r las percepciones engañosas.. Pero si despiertan, ¡a percepción engañosa se desvanece. L a señorita M . sintió por la noche claram ente cóm o se le arrancó un m echón d e cabello repentinam ente de la izquierda de la nuca con gran energía. En el mism o momento vió brevem ente salir de lo profundo una llamarada, que desapareció en seguida. D espertó en el acto, y cuando estuvo despierta, no pudo advertir nada. Sin embargo sabía fijam ente que no era un sueño. Era r e d . Fué despertada por eso. Estaba entre el sueño y la vigilia, de manera que, al despertar del todo, desapareció. Idénticam ente le fué hecho algo dos veces, en la clínica, por la noche, en los órganos sexuales. Breve y rápidam ente fueron hechos m ovim ientos como en el contacto se* xual. Cuando abrió los ojos, no había nadie allí. N o eran seguramente sueños, sino malos poderes. O tra vez vió cóm o al despertar se levantaba todavía la m anta d e la cama. Fehrlin inform a: “A m edia noche desperté de repente. Sentí cóm o m e abrazaba una figura fem enina y cóm o m e cubrió el rostro con su cabellera. (Rápido, rápido, gritó, tiene usted que morir! Luego desapareció todo” . En algu-. nos enfermos se repite a m enudo este despertar en la misma noche, de m odo que por el día están abatidos y cansados. Los contenidos del despertar así son m uy variados. T ienen siempre algo repentino^ a m odo de un relám pago.
c). Hipnosis. L a hipnosis es afín e idéntica al dorm ir. E n el estado de hipnosis, comienza u n a productividad característica, en la visión do imágenes, ejecución de recuerdos en form a de nueva realización. L o que es propio de ese sentido, no se com prende desde u n principio conocido, pero puede ser delim itado con precisión. N o es u n a transform ación psí quica comprensible, sino u n acontecer vital d e n aturaleza propia con relaciones activas de sugestión. Se tra ta de u n fenómeno prim itivo de la vida psíquico-corporal que se m uestra como alteración del estado de conciencia. Lo que ocurre en las alteraciones de la conciencia e n el sueño, e n la hipnosis, en ciertos estados histéricos, tiene relaciones de* afinidad entre sí, j)ero sería captable claram ente en las diferencias. §
3.
A lteraciones psicóticas de la conciencia
L a alteración de la conciencia en psicosis agudas, en delirios febriles, estados crepusculares es, sin duda, de n aturaleza m uy distinta. Basta oom-
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p a ra r la obnubilación de ios procesos orgánicos, la perplejidad oniroide en psicosis agudas, la confusión en los delirios febriles, con la conducta relati vam ente ordenada y coherente en algunos estados crepusculares p a ra adqui rir la impresión de que no se puede tra ta r de u n a especie de conciencia alterada. Pero no podem os establecer p o r ahora, sin embargo, distinciones penetrantes. Describiremos aquí los tipos d e obnubilación (B enom m enh eit), de la conciencia perturbada y de la conciencia alterada. a) P o r obnubilación nos referimos a los estados interm edios entre la conciencia y la falta de conciencia. N o se experim enta nada nuevo, sino sólo menos progresos psíquicos. Las percepciones son tan obscuras como los recuerdos. A parecen escasas asociaciones, los actos de pensam iento no prosperan ya. Todos los procesos psíquicos son m ás lentos y dificultosos. E n consecuencia, los enfermos no tom an interés en nada, son apáticos, se vuelven estúpidos, carecen de toda espontaneidad. Si se habla con ellos, es difícil excitar su atención y fijarla, apenas se les puede hacer reflexionar son muy fatigables, pero en casos puros se m uestran oñentados. Existe pro pensión al adorm ecim iento sin sueños, es decir a los estados designados com o sopor y com a con im posibilidad de despertar. b) L a conciencia perturbada existe en todas partes donde tienen lugar procesos vivaces,* donde son posibles percepciones engañosas, emociones, experiencias fantásticas parcialm ente coherentes, pero sin em bargo siem pre de m odo que no existe ya u n a relación penetrante en los procesos psíquicos. AI contrario, la vid a psíquica se desm enuza p o r decirlo así, sólo se desarrollan algunos grupos de vivencias sin relaciones m utuas, fmaU m ente quedan actos particulares totalm ente aislados, se h a producido u na descomposición de la conciencia. Es evidente que entonces los contenidos se vuelven en extrem o contradictorios (p o r ejemplo, ideas delirantes opues tas que alternan rápidam ente) y no se recuerda nada. c) Conciencia alterada se llam a a los estados que lim itan bastante cla ramente* con la vida psíquica norm al, y en los que existe un a relación rela tivam ente ordenada, de m odo que los enfermos en ciertas circunstancias no llam an la atención. L a conciencia es restringida a algunos dominios, no se deja acercar otra cosa. Sólo es concebido lo que se somete a la ten dencia interior. W estphal describió esa conciencia alterada: “H ay estados, de la duración de m inutos h asta horas, en los que la conciencia puede ser tan profundam ente alterad a que el individuo en cuestión se m ueve en u n círculo de ideas que parece com o separado de su círculo norm al. E n consecuencia de ello y tam bién de los sentimientos y de' las excitaciones de la voluntad vinculadas a eso, realiza actos que son enteram ente extraños al contenido ordinario de su pensam iento y no tienen, ninguna relación con
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él, sin qu e p o r elio sea suprim ida la capacidad de acciones coherentes y hasta cierto grado lógicas entre si” . Esta conciencia alterad a es prim ero otra y en segundo lu g ar Escindida en e! recuerdo de la conciencia norm al. N o sólo h ay estados crepusculares histéricos de esta especie, sino que tam bién pertenecen a ésto fenómenos aparentem ente elementales, como en la epilepsia. d) L a conciencia del aura antes de los ataques epilépticos ( 1) es u n a transform ación de la conciencia realizada con extraordinaria rapidez en la transición a la inconsciencia. E n ella desaparece el m undo exterior, pre dom inan las experiencias internas, se estrecha la conciencia y puede ele varse a la m ás a lta claridad en u n m om ento en el estrecham iento ( V ereng u n g ); del m iedo inicial puede surgir en la claridad m ental u na dicha inaudita h a sta lo espantoso y lo insoportable, en q ue convenza la incons ciencia y la caída del ataque. Para todas las clases de perturbaciones psicóticas de la conciencia hay una serie de síntom as objetivos, que en casos aislados existen más o menos o no existen, de m odo alguno. Son los siguientes: 1. El desinterés frente al mundo exterior; los en fermos interpretan mal, son difícilm ente fijables, obran sin tener en cuenta la situación real. 2. L a desorientación, estrecham ente ligada a lo anterior. 3. La falta de relación y por tanto lo incomprensible de la conducta. 4. Las perturbaciones de la capacidad de fijación y de la meritòria dentro del estado, la reflexión difícil y la amnesia consiguiente.
§
4.
F orm as d e las relaciones vivenciales fantásticas
Las alteraciones del estado de conciencia son un terreno fecundo p ara las vivencias patológicas. Los estados aparecen brevem ente en todo m o m ento del d ía com o semi-sueño; si son de m ás duración, como psicosis que se extienden p o r días y semanas. Son especialm ente ricas en experiencias alucinatorias (u n a separación de alucinaciones legítimas y de pseudoalucinaciones y de m eras cogniciones no es ya posible. E n el semisueño ce acerca alguien a la cam a, el enferm o siente la aproxim ación, siente que se Je echa m añ o al cuello y que es estrangulado. O vive en escenificaciones vivas, paisajes, aglomeraciones hum anas, cám aras m ortuorias, tum bas. N o raram ente perciben los enfermos la alteración de la conciencia, m ientras se produce. A dvierten al comienzo cóm o les dom ina y al final cómo vuelven en sí: ¡P ero h e estado soñando! E n casos ligeros están tam bién enfrente, durante el estado de alteración.. Se hallan típicam ente perplejos, sienten que no pueden pensar, que tienen que recapitular dónde están propiam ente, qué querían h acer. Los histéricos p ueden caer m ás o menos voluntaria m ente en u n estado crepuscular a través de u n ensueño anorm al en estado de vigilia. (1)
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Z. Neur., 170, 211.
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Los contenidos irreales de esas experiencias psicóticas tienen u n a re lación entre sí, construyen p o r decirlo así u n m u n d o y u n destino conti nuadam ente. E stán apartados, como estas relaciones, de la experien cia ordinaria real, lim itados como u n proceso pasajero a u n a época tem po ralm ente circunscripta (días o meses o años) de la vida. Sobre las especies de estas, variadas experiencias querem os d a r u n breve resumen. Si queremos entender el caso singular claram ente en su característica, tenemos que ser conscientes de ciertas diferencias descriptivas fundam entales. 1. U nas experiencias son realizadas en perturbaciones de la conciencia¿ las otras, más raras, llenan el alm a en u n a alteración de la conciencia, que no excluye la plena vigilia. E n las prim eras se advierte la perturbación de la conciencia en la suplantación general p ro fu n d a de los niveles de la ac ción de la vida psíquica, en la relación m enor, en el recuerdo obscuró; las experiencias en vigilia son de m ayor claridad, de u na coherencia ta n penetrante que la experiencia psicòtica se aproxim a a la experiencia real, y son recordadas em inentem ente claras. H ay tam bién recuerdos claros de vivencias incoherentes en el estado de vigilia. 2. Algunas formas de vivencia tienen lugar en distanciamiento entero del am biente real. El alm a está en otro m undo y no tiene ninguna c'ase de relaciones con la situación real. Las otras experiencias se entretejieron de m anera notable con la percepción reíd, el am biente efectivo, desconocido ilusoriamente de u n modo correspondiente a la vivencia psicòtica, y sJn interpretadas m uy distintam ente según su significación. 3. Relativam ente al com portam iento subjetivo de los enfermos con su vivencia psicotica, pueden contraponerse dos extrem os: O bien el enfrem o se h alla frente a los contenidos por decirlo así como espectador; no inter viene en absoluto, es pasivo incluso indiferente; está vuelto tranquilam ente hacia los contenidos en serena contem plación, contenidos que pasan p o r de lante de él como visiones solemnes o en u n ropaje m ás rico, en todos los do minios de los sentidos. O bien iparticipa activam ente, se encuentra en medio de los acontecim ientos; es alcanzado del m odo m ás vivo por las emociones que agitan su alm a, en form a placentera o tortu ran te ; v a de la bienaventu ranza celeste a las profundidades del infierno; es tan pronto Mesías redentor del m undo, como el diablo en la figura más culpable. Si las prim eras viven cias tienen un carácter preferentem ente escénico, el d s las segundas es más dram ático. Si las prim eras son más propias de sueños, según palabras de Nietzsche, form ando claros objetos, las últim as tienen m ás de embriaguez. 4. L a relación de los actos particulares de las vivencias oscila entre percepciones engañosas particulares, cogniciones, etc., totalm ente demoli das, arrancadas, en las que no podem os h a b la r de u na vivencia en el sentido de este párrafo, y un proceso progresivo continuado con acontecí-
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mientos firm em ente localizados en lo tem poral, que designan etapas y puntos cruciales de los destinos psicóticos. E n los raros casos ilustrados se puede perseguir justam ente u n a sucesión de fases p o r largas períodos, en que el enferm o es conducido p o r decirlo así en separación relativam ente precisa, lo mismo que D ante, p o r el infierno, el purgatorio y el paraíso. L a relación se encuentra m ás en los contenidos racionales inteligibles de la vivencia o en el estado afectivo subjetivo com o de embriaguez. O bien se observan algunas vivencias de situaciones arrancadas y un a confusa sucesión de tales o se ve cómo duran te u n tiem po surge u na escena de las otras. G eneralm ente vive el enferm o con todos los sentidos en r»u viven cia psicòtica, en la que está enteram ente absorto, a veces es preferido un sentido, especialmente el sentido de la vista. 5. Los contenidos o bien son sensorialmente plenos y ricos o a pesar de la intensidad de la vivencia están presentes sólo en la form a de cogni ciones y de pálidas representaciones. Los contenidos según su significación son, o bien los naturales, que corresponden a las vivencias de la vida coti diana (como p a ra el delirante, p o r ejemplo, que experim enta su oficio y los inconvenientes que le ocurren en él posiblem ente) o son los fantásticos, enteram ente imposibles en la realidad. El enferm o está en el centro del acontecer m undial, siente ju n to a él los ejes del m undo; podero-as tran s formaciones cósmicas están en conexión con su destino: extraordinarias tareas le esperan; todo depende de él; con su fuerza enorme lo puede todo, incluso lo imposible, 6. Las vivencias son plenam ente unitarias. P ara los enfermos no hay más que u n a sola realidad, que es la psicòtica. O bien.se producen viven cias, y precisam ente de naturaleza fantástica, en las que el enferm o vive sim ultáneam ente en dos mundos, el real, que puede aprehender y juzgar justam ente, y el psicòtico. E n su doble orientación puede moverse en la realidad correctam ente hasta u n cierto grado a pesar de su vivencia cós mica. Sin em bargo la realidad psicotica es p a ra él la verdadera, el m undo real se h a .vuelto p a ra él apariencia, pero puede abarcarlo como tal justa mente, en el grado que sabe : esos son médicos y yo estoy en K celda de los furiosos, soy locam ente religioso en el m undo aparente, etc. A m enudo ocurre que el enferm o, pleno de vivencias psicóticas en las psicosis agudas, olvida quién es, dónde está. Pero luego suele ser sacudido p o r aconteci mientos im portantes, impresiones profundas (traslado al establecimiento, visita de p a rie n te s), T am bién pueden volver los enfermes a la realidad verdadera p o r u n m om ento, p o r llam ados enérgicos. Luego vuelve de inm ediato la doble orientación: todo lo que hace está doblem ente m oti vado, él m ismo es doble o m últiple. “H e pensado al mismo tiem po m uchi-
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simo de d i v e r s a s esferas”, dice un enferm o. El enferm o cae de modo típico en colisión con la realidad, cuando experim enta u n proceso suprasensible por el que al fin tam bién debe ser alterado algo en la realidad; la reaüdad debe desaparecer y así por el estilo. L uego aparece la “vivencia de la catástrofe m arcada” con la consiguiente indiferencia de los sentimientos, p a ia dejar de inm ediato el puesto a nuevos contenidos. Estas diferencias son m uy generales y sólo son señalables como puntos de vista del análisis. U n ordenam iento objetivam ente fundado de las formas psicóticas de vivencia no lo poseemos. D e su inabarcable variedad destaca mos sólo algunos tipos concretos. Nos lim itam os a la m era descripción (a) 1. H ay sueños en estado de vigilia en individuos tam bién anorm ales por lo demás. U n hom bre en la cárcel se im agina que tiene fabulosas sumas de dinero, construye palacios, edifica ciudades. Fantasea en tal m edida, qu^ no es ya consciente de la realidad o de la irrealidad. D ibuja grandes píanos en el papel de envolver y siente del m odo m ás evidente cómo se com porta en esa nueva situación, cómo obra, cómo dispensa favores a las gentes. Ese fantaseo puede com enzar repentinam ente por u n a idea casual y luego ser continuado con la conciencia de que es plena realidad. El hom bre hace grandes com pras que no puede pag ar nu n ca p a ra u na am ante im agi naria, realiza un papel de consejero escolar y se com porta en su visita a las escuelas, en virtu d de su convicción de la realidad, tan naturalm ente, que no llam a la atención en él n ad a anorm al, h asta que un a contradicción demasiado crasa con las condiciones reales pone fin repentinam ente a la realidad de la fantasía (pseudología phantastipa). E n los histéricos puede producirse fácilm ente u n a cierta alteración de la conc'encia en el curso de ese fantasear despiertos. Los enfermos viven entonces en situac'ones imafinarias, que se presentan alucinatoriam ente con claridad a los sent dos. E n la proxim idad de tales vivencias se ubican las fantasías experim entadas tam bién ocasionalm ente en enferm edades corporales febriles, de que h a , inform ado H oepffner (2). 2. Las vivencias delwoides (3) , especialm ente en el delirio alcohólico, son caracterizadas p o r u n a gran evidencia sensorial, p o r u n nivel de acción profundo de la vida psíquica y en consecuencia por u n a m enor cohesión. Su contenido es totalm ente natu ral, en cierto grado posible, correspondiente a la realidad h a b itu a l; es casi siempre angustiosam ente acentuado, consiste en persecuciones, mallos tratos y otras experiencias diversam ente penosas y repulsivas. ( 1 ) S o b r e v iv e n c ia s f a n t á s ti c a s t r a e m a t e r i a le s : W . M ayer -G r o s s : Selbstschilderungen dtr Verwirrtkeit (die oneroide Eriebnisform), B e r lí n , 19 2 4 . ( 2 ) H o e p f f n e r : Z . Neur., 4, 6 7 8 ( 1 9 1 1 ) . ( 3 ) L i e t m a n n : Arck. Psychialr. ( D ) , 27. B S n h o e f f e r : Aíschr. P sy ch ia tr 1.
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3. Propiam ente características son las vivencias ilusorias llenas de bien aventuranzas infinitas que algunos individuos reciben en la intoxicación de haschisch y de opio. Baudelaire reproduce la autodescripción de una mujer que después de la toma de haschisch se encontró en un aposento cubierto de paneles, lujosamente instalado (cíelo raso dorado, delante una red geom étrica de un enrejad o). L a luna apareció. D ijo: “A l comienzo estaba m uy asombrada cuando vi grandes frescos extenderse ante mí y a mi lado y en todas partes. A llí había arroyos claros y verdes paisajes se refleja ban en las aguas tranquilas (se adivina aquí el efecto de los paneles reflejados por los espejos). Cuando levanté la vista, Vi un sol poniente, como m etal líquido que ee enfría. Era el oro del ci^lo raso; sin embargo el enrejado me hizo pensar que m e encontraba en una especie de jaula o en una. casa abierta por todos lados, separada de todo lo m aravilloso sólo por los barrotes de m i m agnífica prisión. M e eché a reír al .comienzo de mi ilusión; pero cuanto más fuerte fué el encanto, tanto más vida, claridad y realidad despótica adquirió, Y entonces dominó m i espíritu la representa ción de estar encerrada sin — tengo que confesarlo— dañar m ucho las diversas alegrías que tenía en el espectáculo alrededor y sobre mí. M e consideraba encerrada por largo tiem po, por millares de años al fin, encerrada en esa soberbia jaula, en medio de esos cuadros de hadas panorámicos, bajo ese horizonte maravilloso. Soñaba: •—L a Bella Durm iente del bosque tiene que soportar aquí una expiación— ; soñaba con una futura liberación. Y por sobre m í volaban aves tropicales relucientes, y com o m i oído percibía el sonido de las esquilas al cuello de los caballos que se encontraban lejos, en la carretera, confundían ambos sentidos sus impresiones en una idea única, y atribuí a los pájaros esos m aravillosos tonos de cobre y creía que cantaban con picos de metal. Evidentem ente murmuraban sobre mí y se alegraban de mi prisión. Los m o nos saltaban alrededor, los sátiros hacían toda suerte de cabriolas, todos parecían ale grarse de esa prisionera echada allí, condenada a la inmovilidad. Todas las divinidades mitológicas entretanto me miraban con una sonrisa amable, como si quisieran alen tarme a soportar pacientem ente ese encantam iento; y todas esas pupilas se deslizaban hasta el ángulo palpebral, com o si m e tocasen con una m irada. . . ; sin embargo tengo que confesar que el placer de considerar esas formas y esos colores radiantes y de imaginarme en el centro de un drama fantástico, absorbía mayormente todos mis ()ensamíentos. Ese estado duraba m ucho, m ucho. . . ¿D uró hasta la m añana siguiente? N o lo sé. V i de repente él sol de la m añana en m i habitación; sentí n n vivo asombro, y a pesar de todos los esfuerzos de la m emoria que pude hacer, m e fué imposible saber sin embargo si había dorm ido o si había estado som etida pacientem ente a un insom nio encantador. En aquel m om ento era todavía de noche y ahora de día. Y entretanto había vivido m ucho, oh, m ucho. . . El conocim iento del tiem po, o más bien la m edida del tiempo había sido suprimida, y así toda la noche fue m edible para m í sólo por la abundancia de mis pensamientos. M ientras hube de presentarme en e ros puntos de vista, m e pareció com o si hubiesen durado unos segundos solamente o com o si no tuviesen puesto en la eternidad” . L a autodescripción de S eik o de la embriaguez de m escalina muestra la siguiente com binación: V e colores e n masa, alucinaciones ópticas en campo visual separado sin relación con el espacio objetivo, alucinaciones hápticas, perturbaciones del sentido del tiempo, una felicidad sentim ental, un estado de ánim o encantador, legendario que surge ya a través de los colores, las alucinaciones y la perturbación del sentido del tiempo, y todo eso en plena claridad de juicio y justa apreciación de la realidad.
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4. Todas las formas de vivencia m encionadas hasta aquí son superadas por la continuidad, la riqueza, la im portancia de los contenidos p ara la v id i ulterior de la personalidad por las vivencias de la psicosis esquizofrénica aguda (*). De esas vivencias destacamos dos casos, sin que agoten por eso aproxim adam ente siquiera Ja riqueza de esos procesos. a) Significación no continuada, pero llena de algo misterioso, llena de enigmas, sin contenidos form ulados precisam ente pero conservando la .v i vencia esquizofrénica frecuentem ente en el comienzo de los procesos. La señora K olb 'había tenido m ucho tiempo en su oficio de costurera diversas ideas delirantes de autorreferencia. £ « septiembre tuvo otro presentim iento: “Me parece que tengo com o un velo, creo que experimentaré pronto algo que no sé toda vía” . Pensaba *—sin motivo— que un señor A . se casaría con ella. Le llamaba la aten ción en toda ocasión que se hiciese algo en el negocio; ella no debía saber para quién iba a ser — tal vez un ajuar para ella misma. C ada vez le llam ó más la atención. Cuando fué el dom ingo a casa, le pareció com o si hubiese estado alguien en la habi tación y hubiese dejado algunas cosas en desorden. En la m añana del lunes diversas cosas de su trabajo no marchaban bien, y tuvo la impresión como si la cortadora le diese encargos enteram ente falsos. Todas las gentes tenían algo “raro” , pero ella no sabía en qué grado. Se maravillaba de todo. El que la fuese a buscar su hermano, la llenó de alegría. Le parecía singular que la hubiese saludado tan am abkm ente. En la calle le pareció que pasaba m ucha gente. En la casa le dom inó de repente con gran fuerza el sentim iento: tienes que quedar de p ie; tienes que quedar firme; tienes que hacer algo singular. N o obstante la invitación de su cuñada para que fu? se a comer, para que se tranquilizase y no charlase tanto, no se movió del lugar. Final m ente, hacia la noche, fué llevada al hospital. Eso le pareció un juego. . . Guando vió la ventana enrejada, se asustó. Recibió una inyección — evidentem ente a causa de su excitación. En su habitación del hospital miraban muchas muchachas por una ventanilla que había en la, puerta. Y al hacerlo guiñaban los ojos. U n a gritó desde el techo: ¡miserable! En el jardín, a pesar de la noche obscura, vió blancas figuras. Q uedó despierta teda la noche, pues era para ella com o un voto, porque habría dicho al comienzo: D ios mío, no iré a la cama. El martes leyó en el libro de los Evangelios. Toda la tarde vió gentes1 en el jardín, que iban como a un entierro. L o tuvo luego por una representación de T ell de su am ante (hacía meses había visto rea’m ente una representación de T e ll). Finalm ente intervino ella misma. L a hermana hizo una señal a las gentes del patio, con lo que cesó el eepectáculo. V ió entonces una estufa en el techo y una cruz plana. La ilum inación de la lám para la encontró maravillosa. En el centro había dos estrellas. Le pareció estar en el cielo, se admiró de la energía con que cantaba/m ientras que antes no había cantado en absoluto. Tuvo la ocurrencia de contar los puntitos en la v en tan a: entonces la dom inó algo como otra fuerza que le hizo contar hasta 12.000. Constantem ente oía llamar, siempre ocurría algo. En el libro de los Evangelios las letras se ponían azules. Creía que se quería poner a prueba su fe o que se le quería obligar a hacerse católica. En la puesta del sol se trans formaba el sol en sangre. En la noche siguiente quedó de pie junto a ía ventana. V ió en la calle una mano que se m o v ía : era el diablo. Estando así, sintió llegar un poder de la derecha y de arriba, miró por tanto siempre a la izquierda. T enía el “presen i l ) U n caso singularmente, rico (D r. M en d e l), sobre el que no vuelvo otra lo he publicado en Z . N eu r., 14, 210-239 (1913).
vez a q u í,
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tim iento” de que el poder estaba a la derecha, allí había también el m ayor-calor, y desde arriba gravitaba una presión sobre el pecho. Era un poder espiritual, no corporal. Estaba del todo encogida, no podía volverse a la derecha ni a la izquierda ni mirar hacia arriba. T odavía se produjo m ucho notable y enigm ático; siete días después había pasado todo.
b) M ucho más rica es la vivencia en el caso siguiente. L a nueva signi ficación de todo lo percibido y pensado, la bienaventuranza experim entada, el sentim iento de fuerza, las vinculaciones mágicas, la extraordinaria tensión en espera de grandes acontecim ientos con incapacidad de fijar u n a idea, hasta la transición final en plena confusión, se vuelven m uy evidentes. L a enferm a (Engelken) tuvo relaciones amorosas con W ilhelm X , cayó lenta mente por etapas de depresión y m anías en su psicosis y describió el curso ulterior, después de haber sido curada de la fase aguda, del siguiente m odo: “Lloraba espan tosamente, estaba fuera de m í por com pleto, llam aba a personas distantes que tne eran queridas. Era com o si todo estuviese reunido a mi alrededor. Pero en un m inuto lo había olvidado todo, y tom aba la supremacía una alegría radiante. T o d o el mundo giraba en torno a m i cabeza, m ezclaba muertos y vivos, yo era el centro, en tom o a m í giraba todo. O í las voces de difuntos m uy claramente, entre ellas tam bién la de W ilhelm X . T uve una alegría indescriptible a la idea de llevar a m i madre un nue vo W ilhelm vivo {había perdido un hermano de ese nom bre) . . . Pero el enigm a se me hizo demasiado difícil, dem asiado confuso, estaba terriblemente excitada, suspiraba indescriptiblem ente por sosiego... M i hermano se acercó a m í asustado, como una es tatua de mármol, parecía del todo desconocido con el que había en m í. . . N o puedo describir m i estado mejor que com parándolo con una fuerte embriaguez de cham pagne. . . T odavía vi otras personas, una dam a maravillosamente hermosa. M e im a giné ser la doncella de Orleáns, y que tenía que combatir por el amado. Estaba terri blemente abatida, pero tenía sin embargo fuerzas sobrehumanas. Entre tres no podían sujetarme, creí que en ese m om ento él com batía y actuaba de otro modo. N o quería quedar ociosa, el círculo de acción para mis fuerzas espirituales estaba cerrado, que ría ejercitar mis fuerzas físicas. H e debido llorar a m enudo violentam ente, pero de ello no m e recuerdo. T enía necesidad de hacer feliz al m undo entero por el propio sacrificio, para resolver toda m ala relación; el año 1832 había sido profetizado com o importante, pareció que debía 'hacerlo im portante yo. Si todos los seres humanos hubiesen estado dominados por el sentim iento que me dom inaba a m í, todo el mundo tenía que ser un paraíso; me tuve por un segundo redentor, para hacer al m undo dichoso e im portante por m i amor; quería interceder por los pecadores, curar a los enfermos, despertar .a los muertos y secar así las lágrimas, y una vez realizada por mí esa obra, entonces serían felices p r su posesión. Grité a los muertos todo lo que me permitían las fuerzas. Era como si me encontrase en el osario, com o si estuviese entre momias que debía despertar por mis voces. La imagen del redentor y la suya se fusionaban, tan puras y suaves estaban ante m í; luego tam bién com o el asesino de m i padre, com o un extraviado, por el que tenía que rezar; trabajaba terriblemente y no hallaba descanso más que en el canto. . . En toda idea tenía que poner primeramente orden y lógica, luego buscaba otra nueva. M i cabello m e pareció u n lazo entre nos otros. Si lo arrojaba hacia él, m i voz interior m e proporcionaba nuevos pensam ientos en lo que tenía que trabajar. La mayor insignificancia tenía una alta significación pa ra m i... M i últim o trabajo francés había sido: “N apoleón en Egypte” . T od o lo apren dido, oído, leído se me presentaba com o vivido. Napoleón, decía yo, ha acabado de
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volver de Egipto, no ha muerto de cárícer al estóm ago: yo era la m uchacha maravi llosa en. cuyos ojos estaba su nom bre; con él volvería también m i padre, que era un gran admirador suyo. Asi día y noche, hasta que fué traída aquí (al m a n ico m io ). . . Mis acompañantes fueron terriblemente torturados por m í, no querían dejarme m i voluntad y yo no quería soportar eso. Rom pí todo, para aparecer ante él sin adornos. Rom pí las cintas porque se les llam a a m enudo m ariposas; no quería ser veleidosa más tiempo, quería declararme prisionera. Estaba aquí com o entre extraños; pero usted (se dirige al m édico) me pareció como un buen genio, en el que confié absolutamente co m o en un hermano... Aquí, pensé, se decidirá mi destino. Hermosísimas parecían las gentes, la casa como un palacio de hadas. . . Pero la broma duraba m ucho,para m í; todo se m e hizo frío e insensible a mi alrededor, al respecto tenía que procurarme luz. . . Con W ílhelm X estaba siempre en relación, me hacía signos en la ventana o en la puerta sobre lo que debía comenzar, y m e alentó a tener paciencia; tam bién habló .una señora de R ., a la que quería m ucho; le respondí y estaba firm em ente persuadida de que estaba aquí. Es imposible decir todo lo que pasó en m í, pero fué una vida activa, podría considerar ese tiem po com o el más feliz de m i vida. Cuál fué después m i estado, lo ha observado usted mismo, Q ue hizo falta m ucho esfuerzo para arrancarme de ese hermoso sueño, para hacer predominar nuevam ente del todo la razón, es cosa que me ha quedado hasta aquí bastante extraña. T oda mi enfermedad ha dejado en mi ánim o muchos rastros, una cierta falta de energía no puedo negarla en m odo alguno. Q uisiera afirmar que mis nervios están algo agotados, no tengo alegría en el trato con las gentes, ni excitabilidad, placer y refle xión para emprender algo. El recuerdo de mi estado ha quedado en m í dem asiado vivo para no advertir una gran recaída.”
C
a p í t u l o
s e g u n d o
Los rendimientos objetivos de la vida psíquica (psicología de los rendimientos) a) Psicología subjetiva y objetiva. E n el prim er capítulo hemos estudiado lo psíquicam ente vi v endado. N o nos hemos preguntado cuáles son los hechos objetivos, perceptibles p o r los sentidos, por los cuales en casos particulares nos es posible el acceso al alm a de otros individuos. Hemos visto hasta aquí el a lm a “desde d entro” , ahora queremos conside rarla por decirlo así “desde fuera” . Después de la psicología subjetiva, tratarem os ahora de la psicología objetiva. Los fenómenos objetivos de la vida psíquica que se m anifiestan hacia fuera son apreciados prim ero como rendim iento (psicología de los rendi m ientos) o en segundo lugar son comprobados y registrados como fenóm e nos concom itantes y consecutivos de los procesos psíquicos (psicología so m ática) , o en tercer lugar son com prendidos como hechos significativos del cuerpo y sus m ovimientos en la expresión psíquica (ps:cología de la expre sión), de la existencia y la conducta en el m undo (psico.ogía del m u n d o ), y. de las producciones espirituales (psicología de la o b ra ). E n todo caso se abre p o r determ inados métodos de nuestra aprehensión un dom inio ca racterístico de hechos típicos psíquicam ente notables. E n el capítulo actual el tem a lo constituyen los rendimientos de la vida psíquica. L a claridad m etodológica exige que se establezca el sentido de “rendim iento” como guía p a ra la aprobación de las objetividades captables aq u í: el rendim iento existe p o r la m edida de un algo general, sea la exacti tud de u na percepción (p o r ejem plo la exacta percepción del espacio y la apreciación del tiempo, u n a aprehensión), de la m em oria, del lenguaje y del pensam iento, etc., sea la naturaleza de u n a percepción (por ejem plo ver predom inantem ente form as o colores), de u n a aprehensión, etc.; o sea u n a m edida cuantitativa: can tid ad del esfuerzo del trabajo, m agnitud de la fati ga, am plitud de la m em oria.
b) El esquema neuroíógico básico del arco reflejo y el1 esquema psicológico básico de la tarea y el rendimiento. El viejo esquema básico de la neurología es la representación del organismo, al que se (1) “ Leistungspsyckologie” se trad u ce tam bién, por “ psicología, de las funciones” . Según el texto usamos uno u o tro térm ino. E n general preferimos “ rendim ientos” , considerando la oposición que hace el a u to r más adelante, en tre “ Leistung” y “ Funktion” . (N . de .los T . ) .
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lleva la excitación y que reacciona después de la elaboración interna (proceso de excitación) con movimientos o bien con otros fenómenos obje tivam ente perceptibles. Ese proceso fisiológico de excitación es u n aconte cer que se debe im aginar como infinitam ente complicado. E n especial los reflejos son imaginados como construidos sobre reflejos en u n sistema de funciones entremezcladas, desde el reflejo p atelar a los actos instintivos. E n la triple división: conducción centrípeta (sensible) del órgano de los sentidos, proceso central, condución centrífuga (m otriz) al órgano efector; esta curva del reflejo del todo p o r debajo de lo psíquico, es un concepto fundam ental de la fisiología del sistema nervioso. En la representación del “ arco reflejo psíquico” el esquem a es traspasado a la vida psíquica, al que deben pertenecer los procesos centrales de ese arco reflejo de los procesos psíquicos; en lugar de la excitación sensible debe actuar, p o r ejem plo, una im agen del recuerdo; en el lugar de la excitación motriz, u na representación del movimiento. Por la fisiología de los sentidos, de u n lado, la f'siología de los fenómenos motores, p o r otro, esa psicología objetiva tiene el más estrecho contacto con la neurología. E sta enseña a aquélla cómo lo psí quico tiene p o r base aparatos extraordinariam ente complicados, cuya inte gridad es condición p a ra la aparición de la percepción y el recuerdo y cómo es estímulo interior p a ra la actividad que se m anifiesta hacia fuera. L a in vestigación de los estratos superiores de este ap arato es u n dom inio fronte rizo entre psicología y neurología. Las perturbaciones de ese aparato son analizadas al mismo tiempo psicológica y neurológicam ente como agnosias, apraxias, afasias. Lo característico de la investigación del arco reflejo psíquico, es que busca siempre su fundam ento en funciones captables por los sentidos y al mismo tiem po localizables. Frente a este esquema del m ecanism o de los reflejos vio la psicología desde hace m ucho las funciones vivientes en u n a luz distinta. H ay u n salto entre los hechos que se vuelven visibles, cuando s;guen reacciones som áti cas a las excitaciones, aquellos que son com prendidos como funciones, que llenan tareas. El objeto no es ya u n proceso m aterial y físicamente captable del cuerpo, sino que son funciones en el am biente, ejecuciones significa tivas, reacciones no ya a excitaciones, sino a situaciones. E n la investigación no sólo se hace actu ar a las m eras excitaciones, sino que se presentan proble mas, p o r ejemplo, los problem as de reconocer en breve tiem po objetos pre sentados, aprender de m em oria sílabas, h acer adiciones, y no se registran ya meros movimientos sino que se valorizan las funciones o según la d u ra ción, la exactitud o inexactitud. T a re a (*) y rendim ientos son los conceptos (1) Sobre el concepto y la significación de las tareas: W a t t : Arch. Psychol. (D .), 289 y sigts. A c h : Uber die IVillensIqtigkeit und das D enken, 1905. K u l p e : “ G ottinger ' gelehrte Anzeigen” , p . 595 y sigts., 1905.
4,
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básicos y el ensayo por la presentación de tareas el ensayo fundam ental de esta psicología objetiva. El aparato de los reflejos y el aparato de las funciones se m uestra en dos puntos de vista m etódicam ente distintos. De ninguno de esos ap a ratos se puede decir que es la vida misma. Al contrario: ambos son ais lamientos artificiales, sea que en u n caso se piense en el mecanismo de un proceso autom ático, en otro caso en el todo de un rendimiento. Ambcs son inseparables en la vida. Por eso repercute el punto de vista psicológico de la tarea y de la función, sobre la investigación neurològica. Los reflejos, así se reconoc'ó son acontecimientos aislados artificialm ente, en condiciones de ensayo o prueba. N o se puede explicar p o r los refiejos ninguna reacción real de la vida en su am biente natural. H ay reflejos, pero só’.o u n a lim itación en el concepto de los reflejos puede, in ten tar com prender suficientemente las reacciones reales de la vida por los reflejos. H ay que concebir la vida según se adapta, según se com porta convenientemente p a ra su conservación y ampliación, según no sólo se ejerce y aprende involuntariam ente y sin intenciones, sino según se ajusta y se mueve en cada momento, cómo es activa en ella un sentido que se designa como principio teleologico o como función form ativa o como “acción integrativa” (Sherrington). Los movimientos de los músculos no son sumas de reflejos, sino com porta miento con sentido adaptado a u n a vida en el am biente y la situación. “Nuestras funciones psicofísicas (en oposición a las funciones fisiológi cas) no pueden ser representadas en el esquema de la extensión neurofisiológica de la excitación, sino en eJ esquem a de una relación entre el sujeto orgánico y su am biente. L a integración de mi cuerpo en mi m undo es la función, cuya solución ejecuta el acto eventual” . . . por ejem plo: tela excitación de los sentidos en el órgano vestibular obra de modo que en una situación dad a es posible la o rie n ta c ió n .. . con que queda en pie una coherencia entre nuestras acciones” (v. W eizsácker). El mismo invest:gador escribe en ocasión de un análisis del ascenso y el descenso de la m ontaña: ‘ “Evidentem ente surgen las funciones reales en u n a ligazón continua circular de organismo y am biente, de am biente y organismo, co mo las dos partes de un todo. Pues siempre determ ina tam bién el orga nismo lo que ac tú a sobré él desde el am biente, y el ambiente lo que es excitado por el organismo. Todo estímulo es ya u n a elección, es decir una hechura, un m oldeam iento, toda excitación u n cam bio de parecer, de estado de ánim o, es decir u n a hechura, un moldeamiento. Podemos desig n ar como círculo de configuración, esa vinculación circular” ( 2) . (1 )
N ervenarzt, 4, 520
(2 )
R of
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tr a d u c e
v.
por
W e iz s ä c k e r :
“ c ir c u lo
D er Gestahkteis, Leipzig, 1940.
fo rm a l” .
Al contrario, el punto de vista fisiológiconervioso del arco reflejo actúa en la psicología de las funciones. Los conceptos fundam entales de la neu rología son traspasados a la psic opatología, como teoría, como im agen y a veces también como analogía real acertada. Recordemos por ejemplo algunos conceptos básicos de la fisiología nerviosa: 1. La fatiga — el debilitam iento de la función por su realización en la duración del tiem po— es un proceso que se observa de manera análoga desde la más alta vida psíquica hasta los procesos nerviosos más elem entales. 2. El ejercicio es interpretado como un elemento parcial de las funciones mnémicas del sistema nervioso en general: las funciones ejercidas como respuesta a las excitaciones dejan repercusiones que alivian la función en otras excitaciones o en excitaciones parciales o en excitaciones más débiles. 3. Excitación y paralización son los polos opuestos en el proceso vital del sistema nervioso. 4. Inhibición se llam a el hecho que los reflejos son debilitados o re primidos por centros superiores o por otras excitaciones simultáneas. Si se suprimen esas otras excitaciones se excluye el centro superior, se m anifiesta vivazm ente el reflejo. Encadenam iento (B ahnung) se llam a al hecho que no se produce una reac ción sola ante una de las dos excitaciones desiguales, pero sí cuando son hechas las dos excitaciones simultáneamente o en un breve intervalo (hay reflejos simples y condi cionados y cadenas de reflejos). Se habla de suma de las excitaciones cuando la reac ción no se produce ante una excitación, sino tan sólo ante varías excitaciones sucesivas de igual naturaleza. U n a excitación es dem asiado débil, pero varias débiles iguales suman un efecto. 5. Se llam a shock a la suspensión de la función sin destrucción, producida en el sistema nervioso por lesiones de toda clase (tam bién excitaciones vio len tas). Después de un tiem po reaparece por sí misma la capacidad funcional de las partes caídas en el estado de shock.
Todos estos conceptos de la fisiología nerviosa h an hallado su empleo en la psicología: con indudable derecho h asta aquí sólo los de la fatiga y el ejercicio, de la excitación y de la paralización. Lo psíquico juega en los reflejos un papel ya, cuando, p o r ejemplo, los perros de Pawlov, después de recibir el alim ento acom pañado de u n tañido de cam pana, segregan después ju g o gástrico al oír el tañido de la cam pana (sin ali m e n to ). No se puede distinguir en qué m edida se tra ta de m eras im á genes en otras traslaciones, en que m edida se tra ta de algo realm ente idén tico; así, p o r ejemplo, cuando se in terp retan los efectos de la educación como inhibiciones y encadenam iento de los reflejos, cuando se pone en relación la complicación creciente de las “funciones” psíquicas, por ejem plo las funciones de la m em oria, las funciones del lenguaje — en lo cual la función m ás com plicada presupone la m ás simple— , con la construcción en form a de hileras ( etangenfórm igen) en la morfología del sistema nervioso o cuando de la fisiología de ios reflejos (la actividad integrativa se hace surgir u n a depresión p o r la sum a de todas las pequeñas excitaciones de u n a situación penosa (p o r ejemplo, el empleo de gobem an-
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fca), o cuando se explica como shock la com pleta paralización de toda vida sentim ental en las emociones violentas ( 1). Por la visión del sistema nervioso es afirm ada u n a diferenciación que puede hacerse en todas p artes en la exploración de la vida psíquica, donde tiene lugar la exploración causal: entre las manifestaciones (vivenciadas o visibles com o rendim ientos) y las funciones ( “F u n k ü o n e n ’) ellas m ’smas no visibles y que se m uestran en las manifestaciones. Las funciones no son algo m entalm ente agregado, sino que son hechos en los rendim ientos y vivencias. Como ellas mismas, no son conscientes de sí: siempre es incom prensible como tal el efecto de un acto de voluntad en los órganos del movi miento, de la atención en la sucesión de contenidos m entales, de les actcs de pensamiento en el juego del lenguaje desde la conciencia. Funciones com plicadas entran en acción, cuando aparecen las vivencias simples inm ediatas y los rendimientos. O al revés: funciones simples, “funciones básicas”, son la condición p a ra un am plio dom inio de las manifestaciones. c) El antagonism o de los dos esquem as básicos. Reconocemos tanto m ás tangiblem ente p a ra nuestra razón cuanto m ás claram ente des componemos en elementos y com prendem os m ecánicam ente el proceso co mo construcción desde esos elementos, Vemos tan to m ás clara la realidad cuanto más plásticam ente percibimos las totalidades, las formas, los círcu los, las figuras en que se realiza. Ambas tendencias tienen su sentido es pecifico, pero am bas fracasan cuando u n a quisiera fundam entar o term i n ar por sí sola el conocimiento. Descomponemos en elementos, pero en verdad no podemos reconocer nun ca el todo p o r los elementos, o bien porque caemos e n infinitas complicaciones o bien porque el todo es más que la sum a de los elementos. Vemos las totalidades, pero en la represen tación m ás clara podem os verlas más evidentes aú n y sin em bargo no reconocerlas en su origen y función. Por eso im puisa al final el análV s nuevam ente a concebir la originalidad de las totalidades como aquello de donde es conducido el m ovim iento de los elementos, e im pulsa la vis’ón de la totalidad al final a analizar p a ra entender, El entrelazam iento de am bas tendencias — fundado en la esencia de lo viviente, que, si es convertido en objeto, es explorable en esos dos as pectos de su aparición hasta lo infinito— , exige clara separación y claro ir lo uno ju n to a lo otro, pero im pide u n a obscura confusión en la que lo uno debe aparecer por lo otro. Tom em os un ejem plo fisiológico: í l ) P o r analogía con los procesos neurológicos ha tratad o A. Pick de hacer com prensibles en m uchos trabajos los fenómenos psicológicos. H a obtenido en verdad una abundancia de observaciones minuciosas v h a resum ido su interpretación v su m étodo: ftcK , A .: D ie neurtiiogtsche Forschungsñchlung in der Psychopalholegít, B erlín: Kargwr, 1921- Los numerosísimos trabajos de Pick, siem pre tratan d o un detalle relativo a todos los asuntos, contienen m ucho de valioso, o ue p o r desgracia está cubierto por u n a m anera inconveniente de citas infinitas. Sería deseable h acer la prueba de un ordenam iento abrevia do de los resultadc» reales.
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Por inhibiciones y encadenam ientos mutuos, los reflejos — que aparecen aislados sólo en el esquema fisilológico, no en la realidad— en el sistema nervioso, incluso en las regiones inferiores de la m édula, están ligados en Una trama funcional en que actúan unos junto a otros, unos sobre otros, unos contra otros y se estructuran en una jerarquía de funciones que interviene en un todo. Sherrington mostró lo com plicado que son ya reflejos tan periféricos com o el patelar en sus relaciones de dependencia. Alteraciones de la posición de la pierna correspondiente o tam bién de la otra pierna y muchas otras cosas influyen en él. A esa m últiple acción m utua de los reflejos, de naturaleza inhibitoria, encadenadora, reguladora hasta en las capas más altas del. sis tema nervioso, la llam ó Sherrington integración” ( 1). L a actividad, integrad ora del sistema nervioso hace extraordinariamente variables los efectos reflejos de las excita ciones según las otras excitaciones y condiciones. H ay perturbaciones de la coordi nación de los reflejos; se produce por causa de enfermedades una caída en la jerar quía de las funciones.
E n tal exposición se en tra involuntariam ente en el m ecanismo de la . influencia m u tu a y la m odificación de todos los reflejos y en el origen independiente de la form ación de la totalidad. Parece un m om ento como si el todo fuese com prendido por los elementos, pero esa com prens’ón, por falta de apoyo a causa del p unto de vista enteram ente diverso de la pro pia perm anencia del todo, conduciría sólo a lo infinito de las com plTcacÍones inabarcables. Por eso se vuelve indirectam ente sensible p o r tal procedim iento justam ente la dependencia del origen de las totalidades y exige que sea expresado m etódicam ente. M ecánicam ente los reflejos son partes del conjunto de los reflejos. G lobalm ente son los miembros. El miembro no es com prendido nu n ca por la parte. Hechos típicos notables m anifiestan drásticam ente la ex’stencia de las totalidades: A pesar del fracaso tosco (por ejem plo en lesiones del cerebro) de funciones elementales de la percepción (en exám enes de rendimientos aislado?, extraños a la vida) tiene lugar un buen rendim iento de la percepción en situaciones “com plicadas” de la vida, que se puede repetir experim entalm ente por tareas correspondientes. U n ciego psíquico, que en el em ayo no reconoce ninguna forma, puede sin embargo m o verse justamente en la habitación y en Ir- calle. H ay encefalíticos que no pueden marchar ’h acia adelante, pero que pueden andar hacia atrás y hasta bailar (E. Straus). O un parkinsoniano tieso cum ple bien, repentinam ente, un baile u otro jueg 9 y muestra justam ente una fisonom ía graciosa de movimientos (L. Binsw anger). Es verdad que las deficiencias ertán ocultas allí y se muestran en problemas específicos insolubles, pero el poder en total es mayor que el que resulta de las fun ciones singulares.
D entro de la investigación biológica es un proceso común que se cree haber captado la vida m ism a en su totalidad originaria y haberla con tem plado enteram ente en experim entos exactos, y al fin, sin embargo, no se ha logrado más que u n ensancham iento de la visión m ecan‘cista, un ensancham iento soberbio fre n te a las simplicidades procedentes, pero nm guna penetración en la vida misma, sino sólo en sus mecanismos; algo (1 )
ShekriN 'T O N ,
C.
S .:
T h e Integrative
Aciion
of
the Nervous System ,
1906.
PSICOPATOLOGÌA
GKí SKHAL
m
así como ocurre con le« ' ‘organizadores” de Spem ann, o con los genes de la ciencia de la herencia.. Al fin h a n sido com prendidos nuevam ente ele mentos y el problem a de la totalidad aparece en nueva figura. Pero los ele mentos. pueden ser ellos mismos “ totalidades” frente a o tra especie d e elementos y ellos mismos elementos en u n pensam iento m ecanicista. Este entrelazam iento es u n rasgo básico del saber biológico y psicológico^ Ík¡t6* de ser claro solam ente cu an d o se sabe eventualm ente lo que se hace. El antagonism o de las dos tendencias de la investigación debe ,hacerse consciente y no ser olvidado. Sólo así se previene uno contra polémicas absurdas y p o r tan to vanas, como las que tienen lugar según la situación espiritual en el juego de u n a tendencia contra la otra. H ay repulsión con tra todo lo entero, lo form ado, porque es racionalm ente im palpable; se quiere dejar al arte y a la poesía lo que no es objeto científico. Y hay repulsión contra los elementos y mecanismos; se quiere liquidar esas abs tracciones artificiosas y extrañas a la realidad. L a u n a rechaza la in ter pretación desde el todo, la o tra la interpretación desde los elemento». Hoy están en. m uchos aspectos en las teorías de la totalidad y tte Ja fo » ma. H ay en ellas u n m iedo a moverse en general en los conceptos1
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ra, más intuitiva de los hechos psíquicos que les corresponden. entre sí, pueden ligarse y no necesitan contradecirse.
D ependen
1. C o n c e p t o s b á s i c o s . El curso de la vida psíquica es im ag'nado com o asociación de elem entos que se reúnen en com plejos y se suscitan m utuam ente en la sucesión temporal de la conciencia. Los elem entos se llam an representaciones. Las percepciones del mundo exterior aportan el m aterial para esas representaciones internas. El alma puede volverse tanto al mundo externo en la percepción como entre garse en m ovim iento interior a r.us representaciones. Las representaciones, los elem en tos de ese desarrollo, son construidas en unidades por el acto de ver en ellos un objeto. En esos actos son captadas constantem ente las totalidades e:tructuradas ■ — figuras— que se forman de lo aprehendido objetivam ente y de lo que ocurre en el alma. 2. E 1 m e c a n i s m o a u t o m á t i c o d e l a a s o c i a c i ó n . El curso de Ja vida, psíquica ofrece a nuestra investigación dos aspectos. Comprendemos por una parte cóm o “surge” el motivo de los impulsos, del m otivo la decisión y la acción, o comprendemos cómo nacen de la conciencia del fin del que piensa, el pensam iento o la conexión de los pensamientos. Por otra parte tratamos de explicar objetivam ente ■ cóm o “sucede” autom áticam ente un elem ento de la conciencia a otro, cómo transcuxre mecánicam ente una mera sucesión de procesos psíquicas. El proceso autom ático, en cuyo fundam ento sólo es posible aquella primera vida psíquica, puede ser consi derado separado en sí' mismo. L a explicación objetiva de la existencia o de la suce sión de elem entos psíquicos, o bien es posible por la relación con procesos corpora les tangibles— los conocemos en el mecanismo de la percepción, luego en todas las localizad ores neurológicas— o psicológicam ente por los conceptos, que se agrupan en la teoría del mecanism o d é la asociación. Nos im aginam os lo psíquico desmenuzado en incontables elem entos, que pasan unos tras otros por la conciencia com o una cadena. Esos elementos dejan tras si algunas disposiciones extraconscientes, desde las que pueden volver nuevam ente a ser conscientes. T odo lo psíquico aparece o bien por excitaciones exteriores o por la actualización de tales disposiciones, que han sido adquiridas por excitaciones anterio res. Las disposiciones son imaginadas ligada* entre sí. N o se actualizan casi nunca por sí solas (representaciones que aumentan lib rem ente), sino casi siempre por éstímu’o de esas relaciones (asociaciones). Esas asociaciones son de dos clases: o bien son ori ginarias, iguales en todos los hombres (asociación por similitud, o del todo general: por conexión ob jetiva), o son adquiridas, según las experiencias especiales precedentes de las diversás asociaciones (asociaciones según la experiencia o en general: según la relación subjetiva). Así aparece un proceso psíquico de asociación por sim ilitud, cuan do en la percepción de un color rojo pienso en otros colores; de asociación por expe riencia, cuando en una percepción de un olor pienso en la casa de Rom a, en la que tuve la misma percepción olfativa, y son suscitados en m í los sentim ientos que estaban ligados a aquella situación. L a ligazón de asociación extraconsciente, que tomamos teóricam ente por causa del curso psíquico, es siempre inconsciente según su concepto; pero tam poco es siempre consciente la conexión de la sim ilitud objetiva o de la expe riencia casual subjetiva en la aparición de la nueva representación. Tenem os senti m ientos y pensamientos, cuya procedencia no podem os descubrir en detalle ni .,iqu‘iera reflexionando. A veces se consigue explicar por ejem plo la aparición de determinados sentimientos por aquella experiencia anterior y la actual sensación olfativa. Lo mismo ocurre en la mayor parte de las explicaciones de los fenóm enos psíquicos de los enfer mos. L a asociación la encontramos, por ejem plo, en los productos del lenguaje de los afásicos, en el desarrollo de las representaciones en la fuga de ideas, etc.
p s ic o p a t o l o g ía
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C od este cuadro grosero tenemos que contentarnos para aproximarnos a los con ceptos del elem ento y de la ligazón asociativa.. Por ias asociaciones tratamos de expli car lo que aparece de nuevo en el desarrollo de la representación. Pero no siempre aparece algo nuevo, sino que quedan aferradas las representaciones incitadas, vuel ven siempre por sí mismas en breves pausas. A ese aferram iento de elementos psíqui cos se llam a perseveración. Después de lo precedente es natural que no sólo per manezcan “pegadas” representaciones sino tam bién sentimientos, ideas, cogniciones finalistas, m odo de reacción, etc. 3. C o n s t e l a c i ó n y t e n d e n c i a s d e t e r m i n a n t e s . E-n el cur so de las representaciones hay a cada instante posibilidades incontables de procesos asociativos. Pero sólo pocas de esas posibilidades se vuelven actuales. ¿D e qué modo se produce la elección? Ocurre en todo caso, no sólo por una representación, la última, sino por. todo el com plejo de experiencias previas, por la cooperación de representa ciones antiguas que se han obscurecido tan solo en el alejam iento del punto central de la conciencia: se produce incluso por representaciones estimuladas ya fuera de la con ciencia, pero no se imaginan bastantes fuertes para entrar en la conciencia. Todas es tas condiciones en extremo com plejas de la tendencia de la asociación eventualm ente elegida son llamadas su constelación, y de las condiciones particulares se dice que ac túan constelativam ente. Fuera de la constelación se .investigó más detenidam ente toda vía un segundo factor en principio fundam entalm ente distinto, que ocasiona la elec ción de determinadas asociaciones de entre la infinidad de las posibles. Es decir, las, representaciones de finalidades (representaciones superiores) — la conciencia que el curso de las representaciones, para conducir a determinados fines, debe realizar una tarea suficientem ente-:- tienen tales efectos que las representaciones correspondientes son preferidas si existen en eí individuo, respectivo en general sus condiciones asocia tivas. Estos efectos se pueden comprobar objetivam ente en experimentos. Se llam a tendencias determ inantes (A ch ) a las causas extraconscientes vinculadas a la con ciencia del fin. H ay que distinguir entre: 1) la cognición finalista, que es mentida subjetivam ente; 2 ) el éxito de la elección en las representaciones evocadas, que se comprueba objetivam ente; y 3 ) las tendencias determinantes, que se imaginan teóri camente para la explicación de la elección objetivam ente comprobable de las repre sentaciones y consideradas en conexión con la cognición finalista. Las tendencias determinantes no sólo parten de la cognición finalista racional (id e a l), sino de toda clase de ideas, de representaciones estéticas de totalidad, de elementos afectivos, etc. 4. L i g a z ó n a s o c i a t i v a y a c t i v a s d e l a a c c i ó n . En los modos de asociación (asociación por sim ilitud y por experiencia), en la constelación y en las tendencias determinantes hemos conocido los principios según cuyo desarrollo se explican objetivam ente los procesos psíquicos^ Los elementos están reunidos en las asociaciones y son suscitados según la constelación con la cooperación de tendencias determinantes. Para utilizar sensatamente esos principios de explicación hay que saber qué son propiam ente los elem entos suscitados y entre los cuales existen ligazones o pueden ser creadas. Si imaginam os un ejem plo, encontramos inm ediatam ente que haselementos extraordinariamente diversos: elem entos de sensación ligados entre sí, per cepción y representación, representaciones ligadas unas a otras, representación y pen samiento, representación y sentim iento, sentimientos y com plejos enteros de pensa mientos, etc. T odo puede estar asociado con todo en lo psíquico. Se puede inclinar a admitir, lo que han hecho m uchos psicólogos, que todo lo psíquico se puede atribuir al fin a simples elem entos, las sensaciones y los sentimientos simples, con cuya ligazón asociativa se edificarían las formaciones más complicadas. Todas aquellas asociaciones *e referirían luego a ligazones entre tales elem entos últimos. Este es un error que se
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basa en la confusión de dos vinculaciones totalmente distintas, la ligazón asociativa y y la ligazón de la acción o activa. Debemos aclararnos la diferencia de ambas, pues es imposible un empleo correcto del concepto de asociación sin tenerla en cuenta. Se puede crear en los idiotas y también en los papagayos asociaciones entre las palabras y la percepción de determinados objetos. Si ven un objeto, pronuncian la palabra, sin saber que existe entre ambos una relación de sentido. Esta es una ligazón aso ciativa, en donde la aparición de un elemento — designamos aquí percepción y pala bra como elementos— suscita el otro. Si un hombre comprende que una palabra sig nifica un objeto, experimenta en esa comprensión una ligazón activa o de acción: palabra y objeto constituyen para él ahora una nueva unidad, mientras que en la liga zón meramente asociativa la conexión no existe para el que la experimenta (en cuya conciencia un elemento sólo sigue automáticamente al otro), sino para el observador. Dicho de modo general: numerosos elementos son concebidos en la vida psíquica de golpe en uh acto y captados como un todo que es algo nuevo frente a los diversos elementos. Una idea se construye sobre otras ideas, sobre representaciones y percep ciones, que en conjunto se convierten en ideas, en unidad para el sujeto. Esta experiencia unitaria es, desde el punto de vista psícológicoasociatívo, nuevamente ün elemento. Todo lo que es concebido y experimentado en un acto com o un todo es un elem ento.
Con ello nos hemos aproximado a la respuesta sobre el problema de lo que es el elemento para la psicología de la asociación. Podemos proyectar un esquema gráfico (ver fig 1) para recibir una visión de los elementos: se hallan estratificados en muchas capas horizontales, de tai modo que quizás diversos elementos del estrato inferior son resumidos por ligazón activa en un estrato superior (por ejemplo, abajo los elementos de la sensación en el pensamien to de una relación). Mientras las ligazones activas o por actos en este esquema son re presentadas por direcciones de arriba abajo, las ligazones de asociación sólo existen en las horizontales. Toda ligazón activa es en O elemento el estrato superior un elemento que se aso A ligazón activa cia, y en los estratos superiores se asocian - - ligazón asociativa las ligazones más complicadas de los actos. Fig. 1 Esquema: L igazones activas
Ligazones asociativas
1. Las asociaciones se suceden me cánicamente unaí a otras , están •unas ju n to a otras.
2. Las asociaciones se producen in~ conscientemente, una ligazón aso ciativa no es un objeto para el que la experimenta. 3. Cuanto más bajo es el nivel de las asociaciones activas, tanto más . llamativas son para el observador las ligazones asociativas en el len guaje y en los actos. (!)
B eiung er :
Spannweite
des intentionalen
Las ligazones activas se forman unas sobre otras en conjuntos superiores,, que son nuevamente sentidos como, unidades (i ) . Las ligazones activas se producen conscientemente. La ligazón es un objeto para el sujeto. Cuanto más elevado es el nivel de las ligazones activas, tanto más llaman la atención del observador las re laciones de com prensión de la vida psíquica consciente. Bogens.
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5. E l e m e n t o s y f i g u r a s . La unidad de lo aprehendido en la ligazón activa y de lo efectuado en el movimiento se llama figura. No percibimos sensaciones, sino que nuestras percepciones, representaciones y contenidos ideales se nos presentan figuradamnte. No realizamos contracciones musculares, sino figuras de movimiento. El sencillo acto de la aprehensión unitaria del objeto no resultaría si en ese maravi lloso tejido de las condiciones previas de nuestra vida psíquica, no nos ^rájese constan temente el proceso ordenador lo.que domina la dispersión .en factores particulares. Las sensaciones se convierten en las percepciones en miembros de un todo. Las con tracciones musculares son dominadas por esbozos Jdeomotores. Se habla para desig nar las figuras en ia diferencia de sensaciones y contracciones, por ejemplo las imágenes del sonido de las palabras y de las fórmulas del movimiento. Como están en función esas figuras, se ha investigado ante todo en la psicología de la percepción y en la psicología del movimiento, en las perturbaciones de las agnosias y de las apraxias. La función de la figura es la ligazón arquitectónica por decirlo así de los elementos sensoriales y motores para la unidad significativa en el objeto concebido, en el esbozo ejecutable de movimiento y en la unidad de lo sensorial y de lo motriz en general; así en todas las percepciones y acciones motrices, así también en la comprensión del lenguaje y en el hablar. Las figuras se convierten, en tal aprehen sión, en los elementos del proceso psíquico. E2 concepto de elemento no significa en la psicología nunca las unidades “últi mas”, sino unidades que funcionan como tales en un determinado punto de vista. Según el punto de vista, trabajaremos por tanto con otras unidades como elementos, y lo que para un punto de vista es un sistema complicado para otro es un elemento.
e) L a sucesión g ra d u a l de las totalidades. Sobre los reflejos que sólo aparecen aislados en condiciones experimentales artificales, está como p rim era totalidád la función eventual. Es el cum plim iento de u n a ta rea que sólo tiene su sentido como conjunto. Pero todo rendim iento singular es nue vam ente algo particular. Sobre los rendim ientos particulares está el conjunto de los rendimientos. Este conjunto condiciona cada rendim iento particular, puede corregirlo y modificarlo. T a n solo el rendim iento ejecutado por el todo tiene su plena realización p o r causa del peso de su sentido posible. Ese conjunto de ren dimientos lo concebimos según diversos puntos de vista: como el fun d a m en to psicológico de los rendim ientos en las funciones básicas — como el estado m om entáneo presente en el m odo de desarrollo de la vida psíquica— y como la capacidad duradera de rendim iento que se llam a inteligencia. El conjunto de los rendim ientos no es todavía lo últim o. Está en su to talidad en m anos de la personalidad comprensible, p a ra lo cual, aunque ella m isma vive dentro, es sin em bargo como u n instrum ento. D onde se habla de tareas, está el interrogante: ¿qué tareas? ¿ p ara qué y p o r quién son presentadas? A quí presupone la psicología de las funciones la existencia de las tareas y de su sentido. Pero si esto es captado y afirm ado, si las fu n ciones sirven de m edio y por qué de m edio, esto tiene otras fuentes en los hombres. Por eso la psicología de la función n o abarca nunca al hom bre entero, sino el m ecanism o que está a disposición de éste. E l mecanismo
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psicofísico es, p o r decirlo así, hasta en las funciones m entales m ás com pli cadas, la subestructura de la personalidad comprensible. Se podría construir el jalón fronterizo ideal, quedando in tacta la personalidad en todas las per turbaciones de las funciones del mecanismo psicofísico, según la potencia, a ú n cuando no pudiera actu a r más. Si echamos u n a m irada a los contenidos que pueden estar presentes en el hom bre en el m édium de ta rea y función como realización exacta, la m era función es algo pobre, pero ineludible : sus mecanismos tienen que funcionar, si debe realizarse lo esencial del hom bre que se sirve de ellos. L a funcionalidad asocia eL alm a del m odo más estrecho con el mecanismo neurológico. Desde él hasta el pensam iento justo hay üna sucesión gradual en las funciones coherentes, que son u n a herram ienta p a ra los hombres mismos, f) Los experim entas en psicopatología f1). El dom inio de psicología de las funciones es el dom inio principal de la psicopatología ex perim ental. Es conveniente p o r tanto incluir algunas observaciones en este lugar sobre los tipos de experimentos psicológicos. 1. P l a n t b a m i i b n t o d e p r o b l e m a s . L a estructura básica de todos los experimentos es el planteam iento de problem as y la observación de ios rendimientos, reacciones, m odo de com portam iento. T ales problem as son p o r ejemplo los siguientes:
1. Problema, reconocer un objeto en un tiempo breve, medible (por el taq toscopio): ensayo de aprehensión. 2. Problema, expresar la primera palabra que se le ocurra a uno rápidamente ante una excitación verbal; ensayo de asociación. 3. Pro blema, estudiar un material presentado: ensayo de capacidad de fijación, de apren~ der. 4. Problema, contemplar exactamente un cuadro y dar luego una descripción espontánea complementada por un interrogatorio sobre puntos especiales, o leer con el mismo objeto de un relato: ensayas de a p titu d para la exposición. 5. Problemas, hacer sumas, ejecutar movimientos medibles; en ello es medida la función e investi gada su dependencia de numerosas condiciones: ensayos de trabajo. Ejemplo: ensayos de asociación. Los experimentos de asociación ( 2) han ido utilizados a menudo por la facilidad técnica ds su preparación. Son pronunciadas palabras dé excitación y dada la orden de reaccionar rápidamente con una palabra, Ja primera que se venga a la mente. O se presenta la tarea de entregarse sin objetivo a las ocurrencias que se presenten y expresarlas sin ninguna contención. El procedi (1) Sobre la psicopatología experim ental: K raepel W : “ D er psychologische Versuch in d e r Psychiatrie” . Psychol. Arb., 1 (1896). S o m m e r : L ehrbuch der psycho pathologischen U ntersuchungsm ethoden, 1899. U n resum en lo dìó G reoor : L eitfaden der experim entellen Psychopathologie, B erlín, 1910. De años recientes: S c h n eid er , E r n s t : Psyc hedía gnosi isches Praktikum , Leipzig, 1936. Conferencias y discusiones «n Z . N eur., 161, 444-511. Sobre psicotècnica y exámenes de capacidad: M ün sterberg , H . : G rundzüge der Psychotechnìk, Leipzig, 1914. Greste, F .: H andbuch der psychotechnischem Eignugsprüf ungen. H alle, 1925. P o ppelreu ter , W .: Psychologische B egutachtung der Eriverbsbeschränkten en el H andbuch der biologischen Arbeitsm ethoden, de A bderhalden, sección 6, p a rte G , vol. I , p. 401. (2) A sohaffenbubq: Psychologische Arbeiten de K raepelin, vol. 1, 2, 4. Juno: J . Psychiatr., 3 , 4 , 5 . I s s e r l i n : M schr. -Psychiatr., 22, 4 1 0 , 5 0 9 ; M ünch, m ed. W s c h r 1907, I I .
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miento extraordinariamente tosco de los ensayos de asociación se ha demostrado provechoso, menos por la exactitud que por todo lo que llega a la observación y te vuelve objetivable. En los ensayos de asociación se observa; 1. La duración de las reacciones par« ticulares (con el reloj de m edición); 2. La reproducción exacta o falsa de las diver sas asociaciones después de terminado ei ensayo; 3. El número de las asociaciones que corresponden a determinadas categorías , por ejemplo asociaciones de sonidos, asociaciones de contenido, etc. La división de las asociaciones se hace de acuerdo con muchos esquemas, cuyo valor sólo se puede juzgar según su propósito eventual. 4. Gomo reacciones cualitativamente características de la asociación, son enumeradas la reacción egocéntrica, las terminaciones de frases, las definiciones, las expresiones de exactitud, las acentuaciones del sentimiento que llaman la atención, etc. Son descubiertas en base a los experimentos de asociación: 1. La riqueza de las asocia ciones a disposición de un individuo determinado. Esa conclusión de la riqueza de las asociaciones experimentales es una conclusión muy insegura; 2. Son descubiertos com plejos sentimentalmente acentuados, que dominan la vida psíquica del individuo correspondiente (del cotejo de las asociaciones, que muestran duración de reacción aumentada, capacidad deficiente de reproducción, fenómenos concomitantes notables; una conclusión a menudo convincente, pero siempre insegura); 3. Son descubiertas especies singulares del curso de la representación, por ejemplo fuga de ideas o incoherencia catatónica. Estas se presentan en el ensayo lo mismo que espontánea mente y en la conversación.
2 E-i s e n c i d o m ú l t i p l e d e l a s o b s e r v a c i o n e s e x p e r i m e n t a l e s . L a diversidad de los ensayos es g ran d e: de simples medios auxiliares de la investigación hasta la preparación técnica costosa y com pleta, desde el registro de las funciones hasta las infinitas posibilida des de observaciones causales, desde la observación exclusiva p o r el director del ensayo hasta la autoobservación de la persona exam inada. a a ) M edios auxiliares de la investigación. H ay ensayos muy simples, como la descripción de cuadros, las observaciones de las alucinaciones de los sentidos p o r la presión sobre los ojos, la nueva descripción de u n relato, la aprehensión y descripción de las figuras de Klex, prueba de R ohrschach, etc. A quí no se tra ta de verdaderos experimentos, sino de medios auxiliares de investigación, que se com portan como artificios de la conver sación ordinaria (*). M ás complicados son los preparativos p a ra la inves tigación de las afasias, apraxias, agnosias. H ay que hacer planteam ientos de problem as cuidadosam ente variados en las situaciones^ para hacer objetiva m ente visibles la función y¡ la falta de función en clara lim itación en momentos específicos (sutilm ente desarrollados por H e a d ), bb) Experim entos exactos. Su característica es la obtención de cifras y m edidas claras. P o r ejemplo, los ensayos con trabajo continuado, (1) Numerosos son los artificios mencionados en las técnicas de investigación, espe cialm ente p ara el exam en d e !a inteligencia; adem ás, para la investigación de enferm os difícilm ente accesibles, v er L ie p m a n n : K lein e H ilfsm iitel, etc. D tsck. tned. IVschr., 1905, I I .
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los ensayos de aprendizaje, los ensayos taquistoscópicos. A quí es valorada alguna cosa cuantitativam ente, las condiciones del ensayo son variadas de m odo preciso y establecidas sin discusión posible relaciones del dependen cia de las funciones. cc) Exposición técnica de los fenóm enos objetivos. Se busca u n a do cum entación lo m ás am plia posible de la descripción conjunta de las manifestaciones en los experimentos, de descripciones del com porta m iento, d e la fijación d e las funciones, escritos, movimientos. A esto pertenecen tam bién los medios auxiliares técnicos p a ra la “exposición” ob jetiv a de los fenómenos del movimiento, las m anifestaciones del sonido con aparatos registradores, cinem atógrafo, fonógrafo. d d ) L a autoobservación en condiciones experimentales. M ientras que los ensayps m eram ente ohjetivos exigen en verdad buena voluntad, com prensión de la prueba y accesibilidad en la persona objeto del experim ento, pero ninguna capacidad psicológica ni la m ás m ínim a autoobservación, esta especie de ensaya sólo es posible en individuos psicológicamente capaces, hábiles p a ra la autodescripción im parcial. Sus resultados son apropiados tanto en la dirección de la psicología de las funciones como en el ahonda m iento de la fenomenología (1), lo mismo que p a ra la interpretación de las fallas funcionales p o r las observaciones fenomenológicas. Estos experi m entos sólo establecen condiciones apropiadas en las que se puede llegar a h acer claram ente consciente en la autoobservación, la característica de ciertos fenómenos psíquicos. Así se interroga tam bién a los enfermos sobre lo que experim entan al ejecutar los* esfuerzos interrum pidos. L a descripción fenom enològica se tra ta de ponerla en relación con las fallas de la función, p a ra interpretarlas psicológicamente, e n especial en las perturbaciones m o trices y en las de la percepción. ee) Observaciones en ocasión del experim ento, no a través del experU m ento. Los ensayos en la psicopatologia tienen en gran parte su valor por las observaciones que se hacen con m otivo de los mismos. N o son ensayos como los experimentos científiconaturales, en los que se registra y se mide simplemente. E l paciente es puesto en condiciones en que se m uestra más rá p id a y m ás claram ente que en la m era conversación. Las observaciones imprevistas constituyen el atractivo p a ra el investigador. Además tal obser vación psicológica es inevitable, p a ra p o der in terp retar justam ente, por ejem plo, los valores numéricos a adquirir. Sólo en la observación, no en '( 1 ) Es m érito de la escuela de K ü lp e (B ühler, M esser, Selz) haber desarrollado esta especie de ensayos psicológicos. V er los trabajos de esta escuda en Arch. Psyehol. (D .). Para la critica, consúltese a MCller, E lía s : Z u r Analyse der C cdSchtnisst^tigkeit, etc., p. 61 y sigts., Leipzig, 1911. V er W undt : “ U ber Ausfragexperunent, e tc .” . Psyehol. Stud,
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las cifras se m uestra si se produjo una inteceptación esquizofrénica (Spe~ rrung), o si las pausas condicionadas p or afectos prolongaron el tiempo, o si un com portam iento era indolencia o im perturbabilidad. Los resultados del ensayo m ecánicam ente adquiridos son en absoluto inútiles. ff) E l objetivo del exam en experim ental es un rendimiento individual o una función básica, o la inteliigencio, o el carácter, o la constitución. En todo ensayo tienen que estar intactas m uchas funciones, p a ra que se pro duzca el rendim iento buscado. Sólo en la presuposición de la integridad de las restantes, pueden estos ensayos exam inar u n a función particular deter m inada. D e ahí, por ejem plo, que los ensayos de asociación, ios ensayos de exposición, los ensayos de trabajo, sean em pleados ta n to -p a ra la investiga ción de funciones singulares como p a ra la característica de la personalidad entera, sea como caracteres de la constitución (ritm o, tipo sensorial, e tc.), sea com o expresión del carácter, gg) M uchos ensayos son un m edio p ara penetrar en lo inconsciente, p a ra ilum inar las biografías ocultas, así los ensayos de asociación, el test de Rorschach. 3. S o b v r e e i v a l o r d e l o s e x p e r i m e n t o s . L a psicopatología experim ental no h a logrado u n a valoración unánim e. P o r u n a p arte es considerada infecunda y vacía, p o r otra es tenida como el único m étodo científico en la psicopatología. U n juicio m editado tiene que presentarla como u n m odo de investigación ineludible de la psicopatología en su dominio. Pero no tiene el derecho a declararse método único. Lo esencial es el planteam iento claro de los problemas, posible sólo sobre la base de la c u ltu ra psicológica global. D onde los experimentos son apro piados p a ra las respuestas, se in te n ta rá n ; donde no, se tra ta rá de llegar al objetivo ,con otros métodos, con simp’e observación y penetración en la vida psíquica de los enfermos, p o r m étodos casuísticos, estadísticos, sociológicos. El ensayo crea hechos típicos, objetividades directam ente, conocimien tos que de o tro m odo no llegan así ante los ojos o no llegan tan simple y rápidam ente. M uchos fenóm enos psíquicos se vuelven ta n sólo notorios p o r la objetivación de la relación con el paciente. Lo que queda oculto en el diálogo, se m uestra inadvertidam ente en el distanciam iento de la situación experimental.. M ás a ú n : Los experimentos de la psicología norm al, como los de la fisiología de los sentidos, h a n tenido ei resultado significativo de hacer consciente lo infinitam ente com plicadas que son, incluso en los procesos fenom enológicam ente m ás simples, la génesis somática, las funciones y las relaciones d e dependencia que no se m anifiestan claram ente en el experi*
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m entó ni se pueden fun d am en tar som áticam ente. Los experimentos psicopatológicos, vistos desde su fondo, confirm an este resultado. H ay que distinguir,sin embargo, lo que es realm ente visible en el experim ento y lo que se presenta como el fundam ento del proceso p o r conclusiones y teo rías. Se quisiera com prender u n m ecanismo psicofísico en sus funciones en aquellas regiones en que no es ya posib’e u n a vinculación directa con los fundam entos somatofisiológicos. Esto se hace p o r los esquemas con ceptuales de la neurología, que son traspasados, o p o r los conceptos de la discutida psicología de la asociación, del acto y de la forma.
Prim era
sección
L os rendim ientos individuales Los rendim ientos son divididos según las tangibilidades. L o que se puede observar objetivam ente, exam inar e investigar p or el planteam iento de problem as, y lo que adem ás tiene relación con u n sentido funcional d e alguna clase, se resum e en los grupos que m anipúlateos desde la percep ción, sobre la aprehensión y la orientación, la m em oria, el mecanism o m otor h asta el lenguaje y el pensam iento. Se tra ta aquí de las fallas fu n cionales p articulares visibles inm ediatam ente. Su descripción produce en todo caso la im agen funcional de u n individuo. Tenem os que realizar p ri m eram ente u n inventario de rendim ientos individuales de ca rá cter típico. § 1.
Percepción
Las excitaciones que alcanzan a las terminaciones de los nervios sensitivos, no llegan absolutamente todas a la conciencia. Al contrario, hay una multitud de nervios centrípetos que desencadenan reflejos complicados, sin que se tenga un rastro cons ciente de todo el. proceso, que es más bien enteramente automático. Gomo lo han comprobado los cirujanos, el estómago y los intestinos, normalmente son casi del todo insensibles, y sin embargo suscitan en los numerosos nervios meoanismcs reflejos de la naturaleza más delicada. La conservación del equilibrio físico, la realización de muchos movimientos, no sólo contracciones singulares de músculos, sino complicadas sinergias, se dan sin conciencia, de modo mecánico. Sin embargo el límite de separa ción entre los mecanismos fisiológicos y los procesos psicológicamente condicionados no es estricto. Pueden ser hechos conscientes tanto meros reflejos, como por ejemplo la respiración, y procesos conscientes pueden automatizarse, como por ejemplo lo» movimientos al aprender a andar en bicicleta. Es comprensible por sí mismo que todas las perturbaciones del sistema nervioso sensitivo, en tanto que es fundamento p‘ara la producción de la percepción, causan también perturbaciones de esa percepción, así, por ejemplo, las anestesias, parestesias» todas las perturbaciones por procesos morbosos en el aparato visual (hemianopsia, dislocación de las percepciones visuales por lesiones en la coroides, etc.) y las res tantes anomalías investigadas en neurología. Estas perturbaciones deben clasificarse, fisiológicamente, según su naturaleza más periférica o central. Cuanto más se hallen en los estratos superiores de los mecanismos nerviosos, tanto más nos aproxi mamos a los fenómenos psíquicos. Y sí el camino hasta allí es infinito, y si bien todo nuevo descubrimiento de la fisiología nerviosa no asienta dentro de los límites de lo psíquico, sino solo en un estrato superior de los mecanismos nerviosos que sirven de base a lo psíquico, solemos mencionar sin embargo, como perturbaciones de la percepción en la psicopatología, las más altamente situadas de esas anoma
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lías tangibles de acuerdo con la fisiología nerviosa. A ello pertenecen los fenómenos de déficit en los dominios de los sentidos, algunas pocas de las percepciones enga ñosas y ante todo las agnosias.
a) H ay simple falla o déficit en dominios de los sentidos: sordera con g èn ita, ceguera de los colores, tam bién anosm ia, en lo cual no es conocido n a d a a m enudo del aspecto corporal del déficit. Las m últiples p e rtu rb a ciones de la percepción a consecuencia de la alteración del m aterial de la sensación en las anom alías locales de los órganos de los sentidos y de las vías nerviosas, h asta los cam pos de proyección en la corteza cerebral, son descriptas en los m anuales de neurología, de enferm edades de la vista y d el oído. b) E n la m ayor p arte de las percepciones engañosas, no sabemos n ad a acerca de sus causas, no conocemos n inguna de sus condiciones, de las q u e po d ría quizás depender su aparición. E n algunas percepciones enga ñosas, sin embargo, conocemos si no las causas únicas, al menos las cau sas cooperantes (ver m i conferencia, l. c., p . 314-324); Se h a n observado percepciones engañosas a consecuencia de anom alías de los órganos de los sentidos, a consecuencia de enferm edades localizadas de la región del cerebro correspondiente (en especial fenóm enos elementales luminosos y de ruido s), estados de m areo en anom alías del a p arato vestibular. Se observaron particularm ente alucinaciones hem ianópticas en lesiones de los lóbulos occipitales. Adem ás se h a advertido en algunas percepciones en gañosas u n a dependencia d e la aparición de excitaciones exteriores. Se pueden provocar, p o r excitaciones queridas, percepciones engañosas en ■órganos predispuestos, que casi siem pre tienen alucinaciones espontáneas. Son conocidas las visiones suscitadas p o r la presión sobre los ojos cerra dos en delirantes febriles y en algunos otros enfermos. Pero todos estos hechos son dem asiado toscos como p a ra que podam os p enetrar a través de ellos en los mecanismos extraconscientes que sirven de base en las percepciones engañosas. c) Se llam a agnosias í 1) a las perturbaciones del conocim iento y del reconocim iento en la percepción re c ib id a 'sensorialmente. U n a enferm a ve la habitación con los m uebles después de u n a lesión cefálica, pero no los reconoce como muebles, no sabe qué clase de objetos son, está perpleja, y -no sabe que son sus m uebles. Puede, pues, percibir sensorialmente, pero desconoce la significación de io percibido. E n las agnosias son realizadas, en efecto, percepciones en que las sensaciones son objetivadas en el acto in (I) Wilbkand: D ìe S teU n b lin d h eit, 1887. L issmjer : A rch. Psychiatr. (D .) 21, y *igt». M O tx u t: Arch. Psychiatr. (D .), 24, 856 y sigts. L bepmann : N eu r. Z bl., 27, 609 <1910).' K 0 lf £ : Z . P sychopatkol.,. 1, 224 y sigts.
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tencional, pero lo percibido no es conocido como objeto determ inado, y menos aun reconocido. F alta la anexión a las experiencias adquiridas, la reproducción, que hace posible en todas las percepciones el conocimiento. Lo que está presente propiam ente en la conciencia en tales casos, h a sido esclarecido hasta cierto grado en u n enferm o de Goldstein y G elb ( l ) con herida de bala en la cabeza. “El paciente tiene en el campo visual manchas coloreadas e incoloras en una cierta distribución. Ve muy bien si una determinada mancha está más arriba o más abajo, más a la derecha o más a la izquierda que otra, o si es estrecha o ancha, si es grande o pequeña, si es corta o larga, si está más cerca o más lejos, pero no más; pues las diversas manchas juntas suscitaron una impresión de revoltijo, pero no, como en los normales, el de un todo específicamente caracterizado, establecido” . El enfermo no reconoció ninguna clase de formas, ni siquiera lo derecho y !o torcido. Pero cuando seguía las formas con la cabeza, podía reconocerlas. N o veía los movi mientos. Así relató lo siguiente: Cuando veía aproximarse el tren eléctrico, lo “veía a unos 5 m. de distancia” ; después comúnmente no veía “nada” y “luego estaba repentinamente ante él.” Un tren en marcha, que “reconoció” claramente, no lo ha visto moverse. Dedujo el movimiento solamente del ruido. Cuando una vez quiso ir de paseo con su cuñada, salió ésta de la casa antes que él y él la siguió a una distancia de unos 20 metros. Pero se imaginó entonces que su cuñada estaba quieta, que no se movía, y se asombró mucho de que no pudiera alcanzarla; la dis tancia no se volvió más corta. . . Lo que vió el enfermo sólo era un '“tan pronto aquí”, “tan pronto allí” : la impresión del movimiento, como en condiciones norma les, esa condición específica como las situaciones particulares aisladas entre sí, no Ja tenía. En el dominio táctil el enfermo tenía en cambio impresiones muy cla ras del movimiento.
Las agnosias ópticas (ceguera psíquica) aparecen en las destrucciones de ambos lóbulos occipitales. U n a relación de las perturbaciones funcio nales individuales con las perturbaciones del cerebro finam ente localizadas no h a sido confirm ada p o r los hechos. Se distinguen según los sentidos las agnosias ópticas (ceguera psíquica), las agnosias acústicas (sordera psí quica) y las agnosias táctiles (esteroagnosias). d) Lo que h a sido com probable hasta aquí en anomalías de la percep ción sólo fenomenológicamente, es conocido y explicable en parte quizás por exámenes objetivos y m edidas como función deficiente, por ejemplo algunas perturbaciones del sentido del tiem po. De las perturbaciones de la vivencia del tiempo (que hasta aquí sólo se les puede estudiar fenom enoló gicamente) hay que distinguir las perturbaciones de la aprehensión del tiempo, que pueden ser exam inadas en apreciaciones de la duración. T a m bién en la aprehensión del espacio es posible u n a vinculación en casos (1) G oldstein y G e l b : “ Z u r Psychologie des optischen W ahrnehm ungs-und Erkennugsvorgang” . Z . N eu r., 41, 1 (1918). Estas investigaciones traspasadas de lä “ psicología de la forma.” ( Gestalptychologie) fecundam ente a la psicopatología han sido continuadas en X. i'sychol., 83, 84, 86 (1919) hasta 192P y en las series corrientes de “ Psychologische Analysen hirnpathologischer Fälle” .
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raros a las alteraciones tangibles de la fu n d ó n , p o r ejem plo en las restric ciones del cam po visual (*), que se pueden interponer como fenómenos de cansancio o como perturbación de la atención y distraibilidad. § 2.
A prehensión y orientación
Las agnosias son perturbaciones del conocimiento, es dec:r són propiamente perturbaciones de la aprehensión. Pero como aparecen limitadas a dominios espe ciales de los sentidos, las situamos con las perturbaciones de los mecanismos de la percepción. Si ahora hablamos, en sentido estricto, de perturbaciones de la aprehensión (2), no podemos delimitar éstas precisamente respecto de las primeras; ños referimos ahora a las perturbaciones que se manifiestan al mismo tiempo en lodos los dominios, porque están en conexión con toda la vida psíquica; £e distin guen así de aquellas agnosias que, lo mismo que las perturbaciones de los órganos de los sentidos en la vida psíquica normal, aparecen como anomalías más periféricas en un mecanismo que sirve de base a la vida psíquica. Mientras que la percepción y la aprehensión son un todo fenomenológicamente, la descomposición objetiva de lasfunciones puede separar el m ecanism o de /a percepción , como el proceso que con duce por los mecanismos nerviosos a la conciencia un contenido evidente, de la aprehensión como el proceso que lleva a la integración de semejante contenido e» nuestra experiencia, en nuestro conocimiento adquirido hasta aquí.
L a aprehensión puede prim eram ente estar retardada, en segundo lu gar puede faltar frente a objetos difíciles, y. en tercer lugar, puede conducir a falsos resultados. Eso puede ser com probado groseram ente en to d a con versación, p o r la lectura de pequeños relatos, p o r la presentación d e ‘cua dros ( 8). Se puede m edir de m anera m uy precisa el tiem po de la apre hensión e investigar más exactam ente la dependencia d e las falsas aprehen siones de la constelación de las direcciones suscitadas po r la asociación en ex perim entos con el taquistoscopio,, un aparato que perm ite la exposición de cuadros, letras, palabras en u n tiem po m uy breve, medible. Todas estas investigaciones conducen a la división provisoria de las perturba ciones de la aprehensión en tres grupos, formados según la procedencia de la per turbación. 1. Es función del grado de inteligencia. En objetos más difíciles fracasa la aprehensión a causa del estado de defecto duradero. No hay a disposición nin gún conocimiento que permita la integración. 2. La aprehensión se altera en rela ción a perturbaciones de la capacidad de fijación (en la vejez, en el complejo sinto mático de Korsakof). Todo lo que llega a la conciencia es olvidado inmediatamente. Para la aprehensión de una larga relación tiene que ser conservado también lo que se acaba de percibir. Ahí se ha olvidado va lo pasado cuando aparece la parte próxi ma del todo a aprehender. 3. La aprehensión es dependiente del estado de conciencia y de las maneras de desarrollo alteradas de la vida psíquica. En las perturbaciones de la conciencia el todo es aprehendido obscuramente, a menudo ilusoriamente» diversamente claro algún detalle, pero no el todo. En los estados maníacos la apre(1 )
22,
(2 ) 543.
(3)
K u e n : A rck. Ptyehiatr. (D .) 42, 3 5 9 . H e i l b k o n n e b : M sehr. Psychiatr., 17, 4 4 1 R esum en en G r e c o » ,. l e c c i ó n c u a rta .
R ehm :
y
sig ts .
H e ilbro n n er : M sehr. Psychiatr. ( D .) t 17, 105.
Z . N eu r., K rú n fsld :
55, 154. A reh. Psychol.
( D .) ,
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tensión es muy variable de acuerdo a la dirección rápidamente alterable de los inte reses y a la gran influibilidad por las constelaciones accidentales, que conducen al falseamiento. En los estados depresivos la aprehensión está inhibida, no conduce a un fin, a pesar del esfuerzo subjetivo intenso. Se puede medir objetivamente en tales casos la atención y la desatención contando las fallas y los desconocimientos en la aprehensión de las series de letras ofrecidas mediante el taquistoscopio.
U n a función muy com pleja, pero fácilm ente accesible de la aprehen sión, es la orientación sobre la situación real e v en tu al sobre el am biente y la propia personalidad. Se distingue la orientación local, tem poral, la orientación sobre ia propia persona y sobre las personas circundantes. Algunas de esas variantes de la orientación pueden ser m antenidas en las perturbaciones de las restantes. P o r ejemplo, la com pleta desorientación sobre el lugar, el tiempo y el am biente con la orientación exacta sobre la propia personalidad es un síntom a característico de delirium tremens. L a desorientación no es, sin embargo, u n síntom a unitario. Puede haber sur gido de m anera m uy distinta y en consecuencia tener diversa significación. No es m ás que la últim a función errónea, fácil de hallar objetivam ente, de un a serie de m últiples actos de aprehensión. El siguiente esquema d a un resum en de los tipos de desorientación. 1. Desorientación amnésica. Esta corresponde a la perturbación de la aprehen sión a consecuencia de olvido inmediato de lo que se acaba de experimentar en los trastornos graves de la capacidad de fijación. Los enfermos (por ejemplo seniles) imaginan que tienen 20 años, las mujeres vuelven a tomar su nombre de solteras, escriben el año 1860; se imaginan que están en una escuela c en la casa, cuando están en la clínica; toman al médico, que para ellos sigue siendo un desconoci do, tanto por un maestro, por un funcionario judicial, como por el alcalde. 2. La des orientación delirante. Los enfermos tienen en plena lucidez representaciones deli rantes y deducen de ellas que, por ejemplo, el tiempo ha sido postergado tres días, mientras saben perfectamente que los que le rodean sostienen otra fecha; concluyen que están en la cárcel, mientras que saben muy bien que el ambiente declara la casa un manicomio, etc. Aquí se vincula la doble orientación', los enfermos están al mismo tiempo exacta o falsamente orientados. Saben por ejemplo, exactamente* dónde están, qué fecha es, que.están mentalmente enfermos, pero también que todo eso sólo es apariencia, que en verdad existe la edad dorada, que no hay más tiempo válido. 3. La desorientación apática. Los enfermos no saben dónde están, qué fecha tenemos, porque no piensan absolutamente en eso. Pero no están falsamente orienta dos. 4. La desorientación en las perturbaciones de la conciencia . 'Los enfermos no perciben más que el detalle. En iugar de la aprehensión del ambiente real aparecen las experiencias alternantes de las perturbaciones de la conciencia, que condicionan a menudo una multitud de desorientaciones fantásticas (análogamente a los sueños).
Perturbaciones de la orientación se dan en numerosas psicosis agudas y en m uchos estados crónicos. Son fácilm ente reconocibles e im portantes p ara la apreciación del caso. H ay en todo caso que cerciorarse sobre las cuatro direcciones de la orientación. L a com probación de que un enfermo
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está orientado, o de la naturaleza de u n a desorientación, d a su direccón a todas las investigaciones ulteriores. Se h a distinguido e investigado, según sus contenidos, las perturba ciones de la aprehensión, por ejem plo en el desconocimiento de las per sonas (*). El fenóm eno es una perturbación objetiva de la función, pero ésta es muy distinta según la naturaleza y el origen. § 3.
Memoria (2)
A dvertencias psicológicas. — Hay que distinguir tres cosas: 1. La capacidad de fijación (M erkfáh igkeit), es decir la capacidad de llevar al depósito de la memoria
nuevo material; aquí se distingue la capacidad de aprender (reiterada presentación del material) de la capacidad de fijación, en sentido estricto (una sola presentación), 2. La m em oria, el gran depósito de disposiciones duraderas, que pueden presentarse en la conciencia en ocasión apropiada. 3. La capacidad de reproducción, la capacidad de hacer pasar de la memoria a la conciencia en un determinado momento y, en condiciones determinadas, un material dado. La capacidad de fijación y la capacidad de reproducción son funciones, la memoria es la posesión permanente de disposi ciones. En los tres dominios hay perturbaciones psicológicas designadas todas como perturbaciones de la memoria, pero que por su esencia tienen que ser distintas. Ya' en situación normal funciona la memoria con fallas, en todas partes tiene sus límites y sus oscilaciones la fidelidad (o seguridad), la persistencia y la disponibilidad de la memoria. Los vastos experimentos de los psicólogos han establecido leyes intere santes, por una parte leyes de la fijación (por ejemplo dependencia de la atención, del interés, del estudio del todo o de las partes, influencia por la producción simul tánea de otras asociaciones: inhibición generativa), por otra parte leyes de la repro ducción (por ejemplo influencia por otros procesos psíquicos simultáneos, inhibición por asociaciones que se agolpan al mismo tiempo hacia la conciencia; inhibición efectual). De singular importancia es saber que no hay una memoria con capacitación general para eso, sino que se compone de muchas m em orias especiales. Así se observa — en verdad raramente— memoria fenomenal del tiempo en individuos porlo demás débiles mentales. En tanto que hablamos ahora de memoria, tenemos presente un mecanismo que funciona más o menos bien como un aparató. Pero la memoria se encuentra simul táneamente en relaciones com prensibles con el matiz afectivo, la significación, el deseo de olvidar. Nietzsche dijo una vez: “Esto he hecho, dice mi memoria; esto no puedo haberlo hecho) dice mi orgullo; finalmente cede la memoria” . Es algo muy distinto si se trata de la memoria de lo aprendido (conocimiento) o de la memoria de la experiencia personal de la vida (recuerdos). Y en relación con la personalidad esos recuerdos a su vez son enteramente distintos; o bien son todavía activos, significativos, todavía no distanciados, o se han vuelto por decirlo así históricos, un conocimiento por objetivación en el distanciamiento de la personalidad presente. De las vincula(1) S c h e id , W er n e r : “ Ü ber Personenverkennung” . Z . Weur., 1.57, 1, 1936. _ (2 ) R ib o t : Das G edächtnis u n d seine Störungen. E n alem án, 1882. E l trab ajo recapi tularlo de O ffn er después de los grandes progresos experim entados de E b b in g h a u s y G . E . M ü l l e r : Das Gedächtnis, B erlin, 1909. U n a elaboración de! m aterial obtenido hasta aquí coa nuevas investigaciones la d a G . E. M ü l l e s : “ Z u r Analyse d e r G edächtnistätigkeit und des Vorstellungsablaufs’', 3er. vol., Erg Bd. d . Z . PsychoL, 1911 y sigts. Para la psicopatologia: R a u s c h b u b o : Das kranke Gedächtnis., Leipzig, 1911. S c h n eid er , K u r t : D ie Störungen des Gedächtnis en el H andbuch der Geisteskranheiten de B u m k e , voli. I, p . 508, 1928.
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cienes comprensibles en que se encuentra la memoria han sido examinadas experi;:}< ntalmente las vinculaciones entre placer o displacer de la experiencia y la ten dencia a la conservación exacta o al olvido ( 1). _ Las experiencias de matiz alegre son más fácilmente conservadas que las de matiz desagradable, éstas son conservadas más fácilmente que las indiferentes. Es una vieja doctrina que nos olvidamos pronto de los dolores. El optimismo del recuerdo nos hace mantener del pasado ante todo lo agradable. Los recuerdos de violentos dolores después de operaciones, en el parto, de emociones muy fuertes, desaparecen. Se sabe finalmente todavía sólo que era muy fuerte, muy torturante, enteramente extraordinario, pero no se tiene ningún recuerdo intuitivo de la vivencia. ¿Es que las vivencias desagradables son de antemano malamente percibidas o es que son más difícilmente reproducidas? ¿O es que se piensa menos en ellas y en consecuencia son más rápidamente olvidadas? Del olvido de las obligaciones, de las tareas desagrada bles, de las escenas penosas por el simple no pensar en ello, hay que distinguir, una represión intencional o involuntaria de lo desagradable, que conduce a una escisión real (imposibilidad de la reproducción).
Entre las perturbaciones de la m em oria se distinguen las que aparecen a consecuencia de u n estado anorm al de la conciencia (amnesias) y las que se producen en el estado norm al de la conciencia. a) Amnesias, Se llam a amnesias a las perturbaciones de la m em o ria que se extienden a un período de tiem po delimitado, del que no se puede recordar nad a o se recuerda poco (amnesia p a rc ial), o a experien cias tem poralm ente menos estrictam ente circunscriptas. E n ellas hay que distinguir las siguientes especies: 1. N o se tra ta en modo alguno de u n a perturbación de la m em oria. E n u n a p rofunda obnubilación de la con ciencia no se p u d o aprehender nada, es decir tam poco fija r nada. N o llegó n a d a a la m em oria, por tanto tam poco es reproducido n ad a en ella. 2. Existió en u n período de tiempo propiam ente la capacidad de aprehensión, pero la capacidad de fijación fué profundam ente perturbada, no se conservó nada,. 3. Pudo en u n estado anorm al advertirse algo pasa jeram ente, pero las disposiciones de la m em oria h an sido destruidas p o r un proceso orgánico. Del m odo m ás claro se encuentra este proceso en la» amnesias retrogradas, p o r ejem plo después de graves lesiones de la cabeza, en las que h a sido totalm ente extinguido lo experim entado en las últim as horas o días sanos antes del accidente. 4, H ay amnesias altam ente nota*bles, que sólo consisten en u n a perturbación de la capacidad de reproduc ción. E n posesión de la m em oria, se h a conservado todo, pero- no puede ser evocado. La evocación se consigue, p o r ejemplo, en estado hipnótico. Estas amnesias las h a estudiado J a n e t (2). Los enfermos no se podían recordar de determ inadas experiencias (amnesias sistem áticas), de épocas delimitadas (amnesias localizadas) o de todo el período anterior de la vida (1) N em ecek:
(2)
V er P e t e r s : “ Gefühl u n d Erinnerung” . Psychol. Arb., 6, 197 (1911). Fschr. Psychol., 2, 226 (1914). J a n e t : D er Geisteszustand der H yslerischen, fk 65 y sigts., Viena, 1894.
B eters
y
(amnesias generales). E n el com portam iento de los enfermos llama la atención que su posesión de la m em oria juega realm ente un papel, que no se com portan como alguien que hubiese perdido las disposiciones de la memoria, que no son perturbados subjetivam ente por la amnesia, que se encuentran indiferentes ante ella, que la amnesia es contradictoria y final m ente que puede ser suprim ida, sea por sí misma — a veces periódicam ente—, sea por la hipnosis. E n las amnesias particulares concretas participan a veces varias de esas cuatro especies, aunque tam bién u n a de ellas es la que se m anifiesta prin cipalmente. Especialmente característica es la m anera como es conservado algo del período amnésico — u n a am nesia suele raram ente ser com pleta— y el m odo como puede ser evocado algo particular. H ay que oponer aquí
(3)
S c h ild e r:
M ed. K lin ,
1923, 60*.
H yp n o se . 10, 86
Diss., (1 9 0 0 ).
Z ü ric h ,
1093
R u f f in ,
H .:
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delimitadas tenemos que ocuparnos, y, en verdad mucho más frecuente mente, de las‘perturbaciones de la memoria, que se refieren a nuestro ol vido cotidiano, a simple capacidad deficiente de fijación, etc., como al aum ento. Separamos nuevamente en esas perturbaciones de la memoria la capacid ad de reproducción, el gran depósito de las disposiciones de la memoria, y la capacidad de fijación. 1. P e r t u r b a c i o n e s d e l a c a p a c i d a d d e r sp r o d u c c i ó n . U n a m ala m em oria es confundida a m enudo, en los hebefrénicos p o r circunlocuciones e interceptaciones, en los melancólicos por quejas subjetivas e inhibición, en lús m aníacos p o r la fuga de ideas y la incapacidad de concentración (1). E n todos estos casos es rebajada quizás pasajeram ente la capacidad de reproducción, pero la m em oria existe y se m uestra conservada incólum e u n a vez desaparecidas las alteraciones pasa jeras. L os enfermos sólo son incapaces de recordarse por u n tiem po. U n a perturbación de la capacidad de reproducción se encuentra tam bién a m e nudo en los psicasténicos: lo saben todo m uy bien, pero justam ente en el m om ento en que necesitan algo — p o r ejem plo en el exam en— no se re cuerdan de nada. L a incapacidad histérica de reproducción, que se re fiere siempre a complejos enteros, en los que se tra ta menos de un no recordarse m om entáneo que de u n a separación de un dom inio de recuer dos delim itable, determ inado, la hemos m encionado ya al hab lar de las amnesias. 2< P e r t u r b a c i o n e s d e l a m e m o r i a p r o p i a m ente d i c h a . N uestro caudal mnésico es aum entado o afirm ado en verdad sin cesar, p o r u n lado por la capacidad de fijación, pero al mismo tiempo está en todas partes en descomposición. Las disposiciones de la m e moria desaparecen en el curso del tiem po; olvidamos. Especialmente en la vejez y en los procesos orgánicos puede ser destruido el caudal mnésico de m anera excesiva. Com enzando p o r los acontecimientos de los últim os años es q ú itad a a los enfermos la m em oria de su propio pasado. Sufren tam bién pérdidas de la riqueza del lenguaje: Ies desaparecen palabras para hechos concretos, m ientras les quedan largo tiempo todavía p a ra hechos abstractos, las conjunciones, etc. G eneralidades, giros comunes, las cate gorías m ás comunes persisten, m ientras que se pierde todo lo individual, lo concreto. De los recuerdos personales de vida desaparecen prim ero los últim am ente adquiridos, la pérdida se extiende lentam ente a períodos ante riores, los recuerdos de la infancia y de la juventud son los que persisten más, incluso a veces se vuelven especialmente vivaces. (1) Sc h u l t z , J . H .; “ U ber psychologische Leistungsprüíungen an n trv ö s e n Kriegs*, teilnehm er” '. Z . N eu r., 68, 326. Im portante .p a r s las debilidades de fijación y de rep ro ducción en algunas depresiones y en la auténtica neurastenia del agotam iento.
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3. P e r t u r b a c i o n e s de la c a p a c i d a d de f i j a c i ó n . E n los enfermos no puede grabarse n a d a más, m ientras que es posible que tengan a disposición el caudal mnésico anteriorm ente adqui rido. Estas perturbaciones h a n sido investigadas experim entalm ente. Es pecialmente los problem as de aprender parejas de palabras, sean vinculadas sensata o absurdam ente, y la m edición de la ejecución se h an dem ostrado utilizables. Se tiene la posibilidad de determ inar cuantitativam ente la p er turbación de la capacidad de fijación. G. E. S t ó r r in g (*) observó u n caso de pérdida aislada, total de la ca pacidad: de fijación sin otras perturbaciones psíquicas que las q ue. son consecuencia de esta pérd id a funesta. Este caso excelentemente descripto es único y extraordinariam ente instructivo. U n cerrajero de 24 años ha sufrido el 31 de m ayo de 1926 un envenenamiento por gases. Es visto en 1930. El caudal m nésico del tiem po antes del 31 de mayo se ha conservado. Desde entonces no pudo pasar nada más a la memoria. Do» horas después ha desaparecido toda impresión. U n a pregunta larga es olvidada cuando el interrogante llega al final de la frase. Sólo son respondidas preguntas breves. Ayer es para él constantemente el 31 de mayo de 1926, lo que está en contradicción ccn eso le deja perplejo por un m omento, pero pronto vuelve a olvidar la contra* dicción. Se casó con la novia después del accidente. N o lo sabe; por eso a l a pregunta: “¿Está usted casado?” responde: “N o, pero m e casaré pronto” . La palabra me casaré ia dice ya vacilando; no sabe en general por qué la pronuncia. A! mirar por la ventana e l paisaje invernal, nombra exactam ente como invierno la estación delaño. Si se le cubren los ojos, dice un m omento después que es verano, porque hace mucho calor. En el próximo m omento, con la vista en la estufa encendida, es nue vamente invierno, porque la estufa arde. En la investigación usual de la piel por excitaciones dolorosas con alfileres, es olvidado de inm ediato todo pinchazo, pero el sentimiento de displacer persiste. Por eso es ofrecida la m ano de nuevo sin des confianza; pero el sentimiento de displacer se sum a, hasta que al fin, repentina mente, se produce una reacción elem ental de angustia y de fuga. Como está a su disposición toda la experiencia de su vida anterior, interpreta justam ente, reconoce las cosas, tiene un juicio exacto sobre todo lo que puede estar presente en él en resumen en un m om ento. R econoce a los individuos que ha cono cido hasta 1926. El que entró en contacto con él después, a pesar del trato fre cuente, com o el m édico, le es siempre enteram ente extraño y nuevo. N o es que sea, por ejemplo, torpe y distraído, sino alerta y atento, presente en la situación, obser vador, capaz de alegrarse, espontáneo en el m ovim iento, en el lenguaje. Su vida sentimental es la antigua, su personalidad está enteramente alli en sus reacciones, estimaciones, alegrías, en lo que le es penoso. Con respecto a lo anterior existe una mayor intensidad de los sentim ientos (su m ujer dice: siente más ahora que an te s), porque además toda experiencia es para él repentina y por tanto Je excita más fuertemente. Sus sentimientos son más puros que antes, porque sólo son condicionados por lo que acaba de experimentar. V ive del todo en el presente» pero no en el tiem po. Los sentimientos centrales, condicionados por !a persona (I ) Stókjung, G.E .r “ Ü ber de» ersten reinen Fall eines M enschen isolierten V w lust d er M erkf'áhjgkeit’*. Arch. Psychoí. (D .), 81, 257 (1931). el mismo caso: G k ü n tim i. y S to rrim g : M schr. P syckiatr., 74 y 77.
m ít volligen Antes sobre
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lidad aparecen más fuertemente que los periféricos, más indiferentes. Su" persona lidad es tan sensible en el ambiente que actúa de modo manifiesto simpáticamente. Los actos espontáneos tienen, con respecto al sosiego anterior, un comienzo abrupto y una mayor celeridad. Antes del comienzo está exteriormente inquieto. Los senti mientos instintivos tienen q u e'llegar por adición a uña intensidad suficiente para llevar luego de repente a la descarga. El enfermo no sabe nada de su perturbación de la m emoria y no la advierte tampoco. Si la advirtiese, olvidaría en seguida esa comprobación. Pero tam poco advierte por qué toda impresión desaparece en él de inmediato, aun cuando quiera reflexionar acerca de ella. En lugar de eso no sabe q u é hacer en ciertas situaciones y se vuelve inquieto, no porque descubra el olvido, sino porque le queda todavía un sentim iento de actividad, aun cuando no sabe ya lo que debe o lo que quiere hacer, si no le es m anifestado de nuevo a cada segundo. La perplejidad es tan frecuente que se ha grabado en la expresión de su rostro. Stórring compara la perturbación con un pizarrón repentinamente endurecido, en el que han quedado legibles las viejas impresiones, pero en donde los nuevos signos no dejan ya ninguna clase de impresiones.
L a falta de ejercicio de Ja m em oria afecta a m enudo a la capacidad de fijación y a la capacidad de reproducción al mismo tiem po con u n a extin ción de Jas disposiciones existentes de la m em oria. Se avanza m ás p o r la descripción del cuadro funcional en el com portam iento entero y en particu lar. U n a descripción excelente de la pérdida de las funciones de la m em oria en un K orsakof alcohólico, la da, p o r ejemplo, W. Scheid (*). Se m ues tran numerosas lagunas de la m emoria, las fallas están distribuidas al azar, igualmente al azar se obtienen funciones de fijación. Se h a visto u na ausen cia com pleta tam bién después de vivencias muy excitantes, m ientras que son conservadas pequeñeces. Situación y actitud ante la vida son de im portancia p ara las funciones singulares de la memoria. c) ’ Falseam iento del recuerdo. Hemos descripto h asta aquí fallas de la m em oria, sean del conocimiento general, sean de los recuerdos perso nales. F rente a esas fallas existen como fenómenos fundam entalm ente dis tintos los falseamientos del recuerdo. Estos se dan am pliam ente tam bién en Jos sanos. Los ensayos de declaración (2), h a n contribuido considerable m ente a la exposición. Estos ensayos que, como la m ayor parte de los ex perimentos con “tareas” , dan u n corte transversal de toda la vida psí quica, h a n hecho visible, en su aplicación a enfermos mentales, algún fenóm eno m ás claram ente que en la investigación ordinaria y lo han ex puesto num éricam ente ( 3). E n las enferm edades mentales juegan u n gran papel los falseamientos (1) Scheid . Werner : “ Z u r Pathologie des K orsakow-Sy ndroms’5. Z . N eu r., 51, 340 (1934). (2) Stehn, W .: Beitr. Psychol. Aussage 1. R odenwaid : U ber Soldatenaussagen, B eitr. Psychol. Aussage 2. Baerwald: Z . angew. Psychol. 2. S t ö h r : Psychologie der Aussage, Berlin, 1911. (3) R oemer: K lin Psichol. u. nerv. K rankh. 3. Eppelbaum: Allg. Z . Psychiatr, 68, 763.
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de los recuerdos ( 1). Existe la fanfarronería d e los paralíticos, las fantasías arbitrariam ente entretejidas de ciertas dem encias paranoides, que se p re sentan con la pretensión de recuerdos y son com unicadas así, las esquivadones del recuerdo por analogía con las alucinaciones. F rente a algu nos estados se cree entender cómo, en graves perturbaciones de la capaci dad de fijación, con p érd id a sim ultánea del antiguo caudal mnésico, los enfermos llenan su p érd id a p o r invenciones del m om ento (confabulaciones). No h an perdido la capacidad de pensar, la inteligencia, el juicio. Conciben la situación, son incapaces sólo p o r la p érd id a de las asociaciones jriás necesarias de llegar a u n resultado exacto. In v en tan involuntariam ente lo que les parece adecuado y lo cu en tan ; aunque están en cam a desde hace semanas, dicen que h a n estado en el m ercado, que h a n trabajado en la cocina. W . Scheid observó en su enferm o con el K orsakof alcohólico, cómo éste tuvo presente lo realm ente recordado (con desfiguraciones como en las fabulaciones), pero era en él como un recuerdo onírico (¿h e soñado e s to ? ); de m odo que dudó si era un sueño o si era m ás bien algo real. Scheid presenta la vivencia del recuerdo así: N orm alm ente recordam os reali dades pasadas como ocurridas en u n determ inado período de tiem po en la continuidad de las acontecim ientos con su antes y después en determ i nados instantes. S u b jetiv am en te'p u ed en ser sentidas como tales recuerdos algunas confabulaciones, pero e n ellas se d a absolutam ente u n a certidum bre m ucho m enor de la realidad, pues se la recuerda sin el fondo real, sin relación causal ni tem poral en el conjunto del recuerdo. T am bién podemos recordar norm alm ente algo sin relación de lugar y tiem po, pero enton ces dudam os si lo recordado fué soñado solam ente o no, buscamos vincu larlo a nuestros demás recuerdos.. Así ocurrió al enfermo del síndrom e de K orsakof: la fa lta de vinculación le hizo aparecer soñado lo exactam ente recordado. § 4.
M o tricid ad
Desde el p u n to de vista del “ arco reflejo psíquico”, todo proceso psí quico desemboca finalm ente en los fenóm enos m otores, con cuya ayuda se m anifiesta el resultado de la elaboración in tern a de los estímulos. Desde el p u n to de vista de la comprensión interna se pone en m ovim iento la con ciencia de la voluntad; al acto volitivo está subordinado un mecanism o m otor extraconsciente, que d a a ese acto volitivo ta n so’o la capacidad de eficacia. (1 )
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K ra e p e lin :
(1886-1887).
Ü b er
Erinnerungsfalschungen” .
Arch.
Psyckiaír.
(D .).
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Podemos investigar, pues, desde dos sectores, los numerosos y en parte grotescos fenómenos del m ovim iento de los enfermos mentales. O bien tratam os de conocer el m ecanismo del m ovim iento mismo con sus p ertu r baciones, que pueden existir independientem ente de toda anom alía psíquica. Este cam ino es el que sigue la neurología. O tratam os de obtener conoci mientos de la vida psíquica anorm al y de la conciencia de la voluntad de los enfermos, cuyas consecuencias normales se m anifiestan en los movim ien tos llamativos. E n tan to que hemos reconocido esa relación, los movim ien tos son p a ra nosotros “acciones” que comprendemos, como p o r ejem p’o el placer del m ovim iento de los m aníacos exuberantes ante la alegría, la necesidad de m ovim iento de los ansiosos. E ntre esos dos fenómenos motores llamativos, los n eu ro ló g ico scomo perturbaciones del mecanismo del movi miento, y los psicológicos, como consecuencia de la anorm alidad psíquica en un mecanismo norm al del m ovimiento, están los fenómenos motores psicótícos, que registramos, sin com prenderlos de m odo suficiente de uno u otro modo. Los neurológicos se llam an perturbaciones de la m otilidad, los psicótícos, perturbaciones motrices, los psicológicos no son aprehendidos prim ariam ente como fenómenos del movimiento, sino como acciones y como expresión. a) Perturbaciones neurológicas del movim iento. A la m otilidad y a su regulación pertenecen tres sistemas: el sistema piram idal (al enfer m ar: simple parálisis), el sistema extrapiram idal en los ganglios basales y del cerebro m edio (al enferm ar: alteraciones de tono, de la mímica y de la gesticulación, la p érd id a del equilibrio de los movimientos, p o r ejem plo la falta de los movimientos inconscientes de péndulo de los brazos al andar, los movimientos coreicos y atetósicos), el sistema m edu’a r y del cerebelo (al enferm ar: ataxia, perturbación de la coordinación del m ovi m iento por ausencia de factores sensoriales). Las perturbaciones de la m otilidad tiene que conocerlas la psicopatología, p a ra no proceder inexpertam ente en el cam po psicológico. Los movimientos mímicos automáticos, p o r ejemplo la risa espasmódica en la parálisis bulbar, no son de ninguna m anera expresión de u na inferioridad . psíquica, sino efecto de excitación locaüzable en el cerebro. b) A praxias. El conocim iento neurológico aum enta de nivel en nivel en el mecanism o nervioso, como si se aproxim ase cada vez más al centro del alma, a la conciencia psíquica de la voluntad. Como la perturbación m ás elevada descubierta hasta aquí aparece la apraxia (*). E sta consiste en que, en p lena integridad de los procesos psíquicos, por u n a parte, con (1) L iepm ann : Die Störungen des Handelns bei G ekirnkranken. Apraxie. Drei A ufsätze aus dem Apraxiengebeit. K arger, Berlin.
Das R rankheittbild der
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exacta función de la taxia y de los mecanismos m otores desde la corteza a la periferia (es decir sin ataxia y sin parálisis) y, por o tra parte, teniendo el enfermo representación.norm al del objetivo, no puede hacer el movi m iento conveniente. Por ejem plo, quiere encender u n fósforo, pero en lugar de rasparlo en la caja lo pone detrás de la oreja. Las fórm ulas del m ovim iento no están a disposición p a ra la coordinación de los movimien tos en la acción oportuna. E sta perturbación h a sido localizada por Liepm ann en el cerebro y la h a observado incluso unilateralm ente: un enfermo podía ejecutar con un brazo los movimientos adecuados, con el Otro brazo _ era apráxico. Las perturbaciones neurológicos y estas apraxias tienen algo d e com ún frente a la m otricidad psicòtica y norm al: sólo pueden ser reconocidas todas como perturbaciones del m ecanismo m otor cuando aparecen en u n a vida por lo demás psíquicam ente sana y poseen localización cerebral. Es probable que entre los mecanismos de la p raxia y el impulso consciente de la voluntad esté escalonada to d a u n a serie de funciones extraconscientes. Nuestros conocimientos se h an form ado aquí de abajo arriba. Pero más allá de la apraxia m otriz desaparecen en u n dom inio todavía desconocido. c) Perturbaciones psicóticas del m ovim iento. C uando separamos de los fenómenos motores de los enfermos m entales, p o r u n a parte los que son con seguridad puram ente neurológicos y, p o r la otra, los movimientos comprensibles p o r motivos anorm ales seguram ente como procesos psíquicos (en mecanismos normales extraconscientes) y com o acciones, queda aún u n a gran cantidad de fenómenos asombrosos y grotescos que p o r ahora sólo podemos describir, registrar y luego in terp retar sólo hipotéticam ente de m anera más o menos plausible (1) . W em icke.distingue las perturbaciones del m ovim iento aquinéticas de las hiperquméticas, Ambas fueron opuestas po t él a las perturbaciones par aquinéticas, los movimientos que pasan m a logrados delante de su objeto. 1. D e s c r i p c i ó n . Estados aquinéticos. a) Tensión m uscular. Las m andíbulas son fuertem ente com prim idas, las ma,nos apretadas, los p á r pados convulsivamente cerrados, la cabeza es m antenida días enteros rí gida por encim a de la alm ohada. E n el intento de m over pasivam ente algún m iem bro se advierte resistencia. Esas tensiones son el fundam ento del nom bre catatonía. Se designan aho ra como síntom as catatónicos, sin embargo, no sólo esas tensiones, sino tam bién to d a m anifestación m otriz incom pren sible, que describimos aquí, b) Flexibilitas cerea. Consiste en u n a pequeña
(1 ) K l e is t : U ntersuchungen zur K enntnis der psychomotorischen Bewegungsstörungen bei Geisteskranken, Leipzig, 1908. O tras investigaciones, etc. e n 1909. H omburger , A .: M otorik, e n e t Handbuch der Geistekrankheiten, d e B u m k b , vol. IX , p. 211-264.
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tensión, pero fácilm ente superable; los miembros se dejan poner copio cera en las actitudes más diversas, en las que persisten luego lo mismo que en las anteriores posiciones. Se llam a tam bién a este fenóm eno catate psia. D e él existe exteriom iente u n a transición al fenómeno comprensible que los enfermos m antienen casual y pasivam ente, que no ofrecen ninguna resis tencia a los movimientos, sino que los presentan naturalm ente, c) In m o vi lidad apática. Los enfermos perm anecen inmóviles como en los casos ante riores: pueden m over todos ios miembros, a veces con notable facilidad; pero vuelven a caer siguiendo su propio peso, d ) Posiciones estatuarias, bizarras. K ahlbaum com paró a algunos enfermos con estatuas egipcias. Q u ed an en u n a posición enteram ente inexpresiva, como petrificados; el uno se sienta de tal o cual modo en el alféizar de la ventana, el otro está de pie en u n rincón, etc. Estados hiperquinéticos. E n los estados de excitación m otriz se habla d e impulso al movimiento. Sin embargo, no sabemos n ad a a m enudo de u n “impulso” y nos limitamos más bien a expresiones indiferentes como “ excitación m otriz” . Los antiguos decían: “locura del m ovimiento” . Estos movimientos diversos aparecen sin objetivo, sin que se advierta u n a em o ción alegre o de angustia u otros fundam entos psíquicos. Los enfermos inmóviles parecen -a veces com o figuras egipcias, así como m áquinas inani m adas. O btenem os en la investigación de casos particulares nuevam ente la impresión de que u n a vez se deben a fenómenos de inervación, o tra a acciones comprensibles, y que se vuelvan a encontrar ambos cuando las inervaciones se com plem entan con movimientos comprensivos de expre sión (movimientos complementarios, W em icke). Pero al respecto no puede •ser expuesto nada de validez general. Tenem os que lim itam os por ah ora a describir exteriorm ente los tipos de m ovimiento que se producen. M uchos m ovimientos recuerdan en su apariencia externa los m ovim ientos atetósi¿os, coreicos y los obsesivos, com o ocurren en las anomalías del cerebelo y de las vías que parten de él. Los enfermos hacen singulares contorsiones del cuerpo, se revuelcan, se extienden rígidos de espalda, dislocan raramente los dedos, agitan los miembros. Otros movim ientos dan la im presión com o si las reacciones respondiesen a sensaciones físicas. Los enfermos se echan mano al vientre en m edio de contorsiones y encogi mientos, oprimen las manos sobre las partes genitales, m eten el dedo en la nariz, abren la boca y m eten la mano eñ ella, cierran los ojos, se inclinan a un lado o se m antienen firmes como si tuvieran que impedir la calda hacia el otro lado. Tam bién otros m ovimientos tienen el aspecto de m ovim ientos de expresión. Aquí pertenecen todas las clases de muecas, todos los comportamientos grotescos, que desde los tiempos antiguos han parecido com o característica de la locura: Gesticulaciones que recuerdan el éxtasis entusiasta o el espanto terrible o las nimiedades bobas de los niños. Los enfermos corren con la cabeza contra la pared, agitan los brazos al aire, tom an una actitud de predicadores o de maestros de esgrima. L a mayor partes de los movimientos son rápidamente interrumpidos. Aparecen en su lugar otros nuevos. O al revés, ciertos
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movimientos son repetidos sin fin semanas y meses enteros. Tam bién pueden ser señalados aquí la danza, los brincos, las cabriolas, el salto y el ejercicio, los innum e rables movimientos rítmicos. O tro grupo de movim ientos se puede resumir desde el punto de vista de su producción de modo estereotipado en conexión ccn algunas impresiones de los sentidos. L os enfermos echan m ano a todas las cosas, las vuelven hacía un lado y hacia otro, siguen sus contornos con el índice, imitan los movi mientos que se producen (ecop raxia), lo repiten todo (ecolalia). A todos los objetos que advierten, les dan nombres. T odos estos movimientos tienen, por característica que se producen ininterrumpidamente en repetición estereotipada. Finalm ente hay un grupo de movimientos singularizado por especial com plejidad y sim ilitu d con acciones convenientes. U n enfermo da un salto y hace caer el sombrero a un transeúnte, otro hace ejercicios militares, un tercero emite repentinamente palabras injuriosas. En todos estos casos hablamos de actos impulsivos. Especialm ente impresionantes son esos actos impulsivos cuando un enfermo inm óvil días enteros realiza repentinam ente una acción de esas, para quedar luego en la inercia.
En todas las perturbaciones m otrices descriptas se puede hacer la ob servación que están restringidas a determinados dominios. Se observa a enfermos que en m edio de u n a desm esurada y¡ absurda verborrea, perm a necen en lo demás, desde el punto de vista motor, plenam ente tranquilos y, al contrario, otros se entregan m udos a sus movimientos extravagantes. L as tensiones m uscu'ares son localizadas a m enudo con preferencia en algunos dominios musculares: por ejem plo, los párpados y las m andíbulas son contraídas rígidam ente, m ientras que se deja m over fácilm ente las a r t’culaciones del brazo. • Todavía es notable otra observación. M uy llam ativo es en los estados aquinéticos el com portam iento distinto en los movimientos espontáneos y en los movimientos que deben hacerse por orden (entre los m ovimientos de iniciativa y los reactivos, W em icke). A m enudo realiza sus necesida des el enfermo, en todo lo demás inmóvil, deglute su comida, la lleva por sí mismo a la boca. M ientras existen estos movimientos de iniciativa, no reaccionan los enfermos en general a la exhortación que se Ies hace, E n los ensayos p a ra in citar a los enfermos a m ovim ientos reactivos por exhorta* ción, planteam iento de problemas, se puede sentir que el enfermo comien za u n movimiento, de m an era que se adquiere la impresión de que h a com prendido la ta re a y h a querido ejecu tar el m ovimiento con exacta repre sentación del fin ; pero el m ovim iento no continúa, es interrum pido sim plem ente por otro m ovimiento o se paraliza o aparecen en su lugar am plias tensiones, o es ejecutado u n m ovim iento enteram ente opuesto (negativismo) o bien es realizado de m odo enteram ente correcto el m ovimiento pedido después de largas vacilaciones, en m edio de contracciones musculares y pequeños ensayos de movimiento. T o d o esto, p o r ejemplo, se puede obser v ar en la exhortación a levantar la m ano. E n tales experiencias se adquiere la impresión de que el enferm o se esfuerza m ucho. L a cabeza enrojece, se
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cubre d e sudor. Los ojos m iran al investigador a m enudo con u na singu la r pro n titu d , sin u n a expresión comprensible segura. M uy a m enudo se puede observar en los enfermos catatónicos una “reacción en el últim o instante” (K le íst). Se h a esforzado uno largo tiem po ju n to a la cam a con ellos. E n el m om ento en que nos levantamos y nos m archam os, dicen algo. Si se vuelve atrás, no se les saca n ad a más. Por eso es u n a vieja regla la de prestar atención en los casos de catatónicos en el m om ento de m arc h ar p a ra obtener eventualm ente la ú nica m igaja posible. O curre que el enferm o que no habla u n a palabra, escribe sin em bargo la respuesta a u n a pregunta, o bien u n enferm o inmóvil dice que no puede moverse. Pero más que la impresión de que se tra ta en tales casos de perturbaciones en el m ecan:smo del movimiento, frente a las cuales el enferm o estaría como en u n a apraxia m otriz, no se da en estos casos. Y tales manifestaciones son m uy raras entre todos los fenómenos que llamamos simplemente “motores” y que nos son todavía com pletam ente enigmáticos. Todos estos fenómenos incomprensibles del movim iento, son llamados catatónicos por una extensión del concepto primitivam ente más preciso. Se dan con frecuencia en el gran grupo de los procesos esquizofrénicos. También en idiotas profundos aparecen fenóm enos idénticos, en lo externo, que Plaskuda ( x) describe: “S e encuentra en idiotas m uy frecuentem ente oscilación rítm ica del tronco superior, m ovim ientos giratorios de la cabeza, muecas, chasquidos de la lengua, m ovim ientos castañeteantes de la m andíbula inferior, m ovimientos de remolino con los brazos rotación de las piernas, correr en círculo”. En niños som áticamente enfermos, en perturbaciones de la conciencia se observa también la catalepsia ( 2).
2. Interpretación. Hemos señalado suficientemente que no es posible todavía la interpretación de todos los fenómenos motores descriptos. L a interpretación neurológvca, pro)jectada por W ernicke en su teoría de las psicosis de la m otilidad, h a sido ensayada en vano por K leist bajo el estím ulo de las m odernas doctrinas sobre la apraxia, pese a sus excelentes descripciones. Es posible, incluso probable, que en algunas perturbaciones catatónicas de 1a, m otilidad, u n a alteración neurológica tangible constituya u n factor. Esto entonces no sería psíquico, sino la perturbación de un mecanismo que está frente a la voluntad; estarían ligados con u n a p ertu r bación en la psiquis y en la voluntad misma. Existen anomalías de movi mientos en las verdaderas enferm edades neurológícas de los ganglios subcorticales ( cuerpo estriado) , que pueden estar ligados tam bién a notables anom alías psíquicas (falta de iniciativa), comparados con las catatonías. Sin embargo, desde el punto de vista psicológico, la diferencia parece justam ente lo m ás llam ativo y la com paración sólo puede ser fecunda tanto (1) P la s k u a a : Z . N eur., 19, 597. (2) Sobre la aparición de síntomas catatónicos, ver el Schneider: Z . N eur., 73, 1. . .
resumen
y
la bibliografía en
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p o r la puesta en relieve de lo neurológico com o p o r la comprensión en claro contraste de la perturbación psíquica catatónica (1). L as perturba ciones postencefálicas, exteriorm eñte idénticas a las perturbaciones catatónicas del movimiento, son m uy notables. Existe rigidez en los músculos en ausencia de espontaneidad de los movimientos. Los cuadros dan primeramente la impresión como si fuesen del todo catatónicos: “Están acostados de espaldas con la cabeza encorvada, que no toca la almohada. M antenim iento de actitudes pasivamente dadas largo tiem po, lo mismo si son incó modas o no. Fijación de la posición final de una acción o detención del m ovim iento e n m edio de una acción, por ejem plo al llevar la cuchara a la boca, quedar quietos con la m ano a m edio cam ino, quedar tiesos los brazos al marchar ( 2) . Pero el estado interior es muy diverso del catatónico. Los enfermos están frente a su pertur bación. Por difíciles que sean süs movimientos espontáneos, son fácilm ente ejecutados a la orden y por estímulo externo (de ahí que los enfermos mismos utilicen artificios psíquicos: alentarse a sí mismos, enfurecerse, entusiasmarse, a fin de que n o se paralice el m ovim iento). En la desviación de la atención se acrecienta su tensión m uscular y los movimientos son dificultados (estas contracciones crecientes de los músculos en la atención desviada perturban el su eñ o), en la dirección de la atención al m ovim iento querido por la voluntad extraña produce una relajación y un alivio d el movimiento. Son frecuentes los fenómenos iterativos: inflación rítmica de los •carrillos, chasquidos de los dedos, vaivén rítm ico de la lengua. Pero éste no poder detenerse lo sienten los enfermos com o obligado. En todo los pacientes son mesurados, ordenados, orientados, no psicóticos, no se encuentra ninguna clase de negativismo, ninguna resistencia, ninguna voluntad opuesta. Se describen encefalíticos graves con palabras que casi recuerdan obligadamente las catatonías. “Físicam ente son seres com pletam ente paralizados” con “mímica inmóvil y mirada rígida”, se habla de “aquellos seres silenciosos, que no dicen una palabra, casi tiesos como estatuas”. Se informa sobre “algún ataque furioso, sobre gritos repentinos aparentemente inm otivados, sobre aquel llanto sin razón visible, incluso sobre los ataques espontáneos para estrangular de encefalíticos todavía jóve nes frente a las personas de su ambiente íntim o” (D orer). Además es descripto el ensamblamiento de m ovim ientos voluntarios y de movi mientos neurológicam ente condicionados. M ovim ientos que los enfermos parecen realizar voluntariamente después de la encefalitis epidém ica, ponen sin embargo los miembros en actitudes que pertenecen al grupo de los m ovim ientos coren os o atetósicos o de los espasmos de torsión ( 3).
L a interpretación psicológica la h a dado K raepelin. Especialmente las observaciones de movimientos iniciados e interrum pidos, de la reacción en el último m om ento, del negativismo, h a n ofrecido u n a comprensión p o r el mecanismo psíquico de la representación y la contrarrepresentación, del deseo y del rechazo. Parece como si en los enfermos toda representación (1) V er por ejem plo: F ra n k el , F .: “ Ü b er die psychiatrischer Bedeutung der E rkran kungen der subkorticale Ganglien und ih re r Beziehungen zu r K atatonie” . Z. N eur., 70, 213, Q u é distintas son de las perturbaciones cata tónicas de los movimientos, conocidas psiquiátrica mente como las legítimas, y cómo son puram ente neuroló&rcas estas perturbaciones de la motilidad por lesión de los ganglios subcorticales, lo m uestra el trabajo de O . F o e r s t e r : ■“ Z u r Analyse und Pathophysiologie d er striären. Bewegungsstörungen'’. Z. N eur., 73, /. (2) S teiner: Z . N eu r., 78, 558 (1922). (3) R o th f e ld : Z . N eu r,, 114,- 28!.
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■evocase u na contrarrepresentación, todo deseo u n rechazo, y no solamente eso, sino que los fom entasen incluso y les hiciesen alcanzar la supre m acía. U n enferm o que quiere levantar la m ano, no lo haiiá justam ente p o r eso. Este hecho lo h a denom inado K raepelin interceptación y m uchas de las perturbaciones del m ovim iento las h a interpretado por la intercep tación volitiva. O tros movimientos los interpretó como expresión de la personalidad alterada. Como todo hom bre m uestra en sus movimientos su esencia, así las personalidades enferm as se reflejan en actitudes afectadas y en movimientos grotescos, en la “pérdida de la gracia” . O tros m ovim ien tos los interpretó W em icke adm itiendo la aparición repentina autóctona d e representaciones psicológicamente .infundadas, finalistas, y su realización im pulsiva. O tras las interpretó nuevam ente como inervaciones autom áticas, com plem entadas p o r movimientos psicológicamente motivados (movimien tos com plem entarios), así cuando una contracción del brazo es comple m en ta d a p o r u n movimiento de prensión. Ocasionalm ente podemos obtener u n a visión de su vivencia en las perturbaciones m otrices por la autodescripción de u n enfermo. Se m uestra entonces bien cómo los movimientos m ás sorprendentes pueden tener u n a m otivación psicológicamente com pren sible (lo que no excluye que posean al m ismo tiem po tam bién u n fu n dam ento o rg á n ic o ): U n a enferma en una psicosis aguda, en la que casi era inaccesible, ha desgarrado sin cesar sus ropas interiores y ha hecho otros numerosos movimientos incompren sibles. En su autodescripción después de declinar la fase aguda escribe al respecto (G r u h le ): “En un estado como en sueños tuve la inspiración: Si no te avergüenzas d e desgarrar tu camisa frente a un 'hombre, en el mismo m om ento todos los seres humanos irán al paraíso. Ese hombre te elegirá com o su novia celeste y serás la reina del cielo. Este fué un m otivo del desgarrar activo de mi ropa interior. O tra representación es que, com o ser divino, no podía tener encim a vestim enta alguna, y que tam poco debía comer” . “M ovimientos que son para los, espectadores espectáculos penosos, significan para los enfermos entretenim iento inocente (por ejem plo las cabriolas)”. “MÍ gusto por la caída tenía causas variables. U n a vez obedecía a voces escuchadas: ¡C ae, Claudina! (su nom bre). Otra vez era que el m undo sería redim ido sólo por m i caída, pues caería muerta, pues caería en un plano, a plomo sobre mi rostro. N o tengo nunca el valor para la ejecución y caigo, com o se sabe, de rodillas o sobre las asentaderas” , “ O lvidé explicar el andar con los dedos de los pies temporalmente. La reducción de peso me causó un a.m agnífica sensación ange lical, de m odo que el andar de puntillas era para mí un regocijo” .
§ 5.
L enguaje
A dvertencias psicológicas. D esde el punto de vista del “arco reflejo psíquico”, el lenguaje es sólo una parte especialm ente desarrollada de todo el arco reflejo: la comprensión del lenguaje, pertenecería a la percepción y la aprehensión; el habla, b los fenómenos motores. Sin embargo desde ese punto de vista se vuelven claros sólo algunos fenóm enos del lenguaje, no el verdadero lenguaje.
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El habla debe distinguirse de las meras m anifestaciones acústicas. Estas son m ás bien una expresión involuntaria, pero como tales no son lenguaje. Son gritos, inter j e c c i o n e s , silbidos, etc., no palabras y frases. Les falta la voluntad de comunicación. El habla existe allí solamente donde se asocia con las palabras articuladas un sen tido menfado en ellas. El lenguaje objetivo és un sistema de signos., vueltos his tóricos en la tradición, de que se sirve com o medio el que habla, que ha crecido en ese lenguaje. El habla debe distinguirse tam bién de los m ovim ientos de expresión. Estos son. lo anímico involuntario hecho visible en la m ímica, el sonido, la actitud. El habla, en cambio, es comunicación voluntaria de contenidos objetivos, sea en el com porta- ■ m iento, sea en el lenguaje sonoro. Cuando hablo, tengo la intención de decir algo al que escucha, algo que entiende. Hay que distinguir el lenguaje del habla. El lengaje es la formación espiritual objetiva en que participan más o menos los individuos com o en lo general de un a comunidad de lenguaje. El habla es la ejecución psicológicam ente real del individuo en particular. Tenemos que ver aquí primeramente con el habla como proceso psico lógico, todavía no con el lenguaje como obra. H ablar y com prender están estrechamente vinculados. Se realizan en el tráfico con muchos. Como aquí hablar y entender se producen como com unicación de un. sentido mentado en lo hablado, este sentido y no el lenguaje y las palabras, está en el campo de atención del que habla y del que entiende. En la soledad se sirve el hombre del lenguaje para com prender él m ism o suspensamientos, su voluntad. Aun cuando hablar y pensar no son la misma cosa, sin embargo todo desarrollo del pensam iento está ligado al lenguaje. El pensam iento al operar manualmente con objetos, en la ejecución de hecho de trabajo inteligente, en el comportamiento es, en verdad, m udo, pero tiene en las cosas com o signos y* m edios de la acción una analogía con el lenguaje. Pues ningún pensamiento puede ser real sin puntos de referencia en alguna visión o contemplación. Las cogniciones n o intuitivas se atienen a signos cuya significación intuitiva no es actualizada, aunque es pensada con ellos. El signo es entonces el m ínim o sensorial. Cuando se nos ocurren produ ctos lingüísticos, orales o escritos, pueden tener dos. m otivos enteramente distintos. El producto lingüístico puede primeramente ter anor m al, porque lo anormal es expresado cor. un mecanism o normal del lenguaje. Por los productos lingüísticos vemos las perturbaciones elementales del pensam iento, de los sentimientos, de la conciencia, que se muestran en el lenguaje en sí normal como su contenido y muestran su carácter como fenóm enos de expresión. R econocem os a través de un hablar intacto en el producto notable del lenguaje la aparición de u n a perturbación psíquica básica. En segundo lugar él producto lingüístico puede ser anorm al, porque el aparato del habla m ism o es alterado en su mecanismo. S ólo en el últim o caso hablamos de verdaderas perturbaciones del lenguaje. Estas nos son incomprensibles, porque son procesos surgidos extraconscientemente, mientras que nosotros tratamos de interpretar y de comprender directam ente los productos anor m ales del lenguaje en su contenido y su carácter de expresión tan sólo secundaria m ente, com o resultado de la vida psíquica anormal. Estos productos del lenguaje interpretables neurológica o psicológicam ente están, en tercer lugar, frente a lo s ininterpretables, cuyo análisis nos hace conocer las verdaderas perturbaciones d e t lenguaje.
Distinguimos los trastornos articulatorios del lenguaje, las afasias, las perturbaciones psicóticas del lenguaje.
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a ) T rastornos articulatorios. Los trastornos del habla como pro ceso ordenado de los movimientos musculares se llam an trastornos articula torios en oposición a las perturbaciones del habla central misma, que pone prim ero en m ovim iento dichos músculos. Los trastornos articulatorios son perturbaciones tangibles neurològica m ente, en cuy^ esencia está el ser posibles enteram ente sin peitürbación psíquica. Por paralizaciones de músculos particulares o perturbaciones de la inervación sale la palabra deform ada o m altrecha (no en vano se exa m inan las perturbaciones articulatorias demostrables haciendo pronunciar difíciles composiciones de p alab ras), Ejem plos son los balbucees de síla bas, el lenguaje “em badurnado” , la disartria, el tartam udeo de los paralíti cos, adem ás el lenguaje escandido de la esclerosis en placas. A los trastornos articulatorios del lenguaje se vincula el tartam udeo condicionado ta n di versam ente, y tam bién dependiente de lo psíquico; tartam udeo se llam a a los movimientos clónicos de los músculos del habla, con los que se produce u n a continua repetición de jas consonantes o vocales del comienzo de las palabras, en lugar de convertirse en miembros de las palabras habladas (x) . L a perturbación articulatoria en la p arte motriz corresponde en la p a rte sensorial al hecho evidente de que u n sordo no puede com prender nada. D e la sordom udez de los que no pueden oír ni hablar por sordera congènita o precozmente adquirida se distingue la m udez con audición: el no poder h ab lar de los débiles mentales, que pueden oír, es decir que no tienen ninguna perturbación dei lenguaje. b) Afasias. H a y enfermos (después de apoplejías, herida ce ebral, tu m o r cerebral) que no hablan más. Se les tom aba antes a m enudo por dem entes. Pero se ve sin embargo cjue, al dirigirse a ellos, quisieran evi dentem ente hablar. Se esfuerzan, se m ortifican y todo su com portam iento m uestra que existe la personalidad. O tros enfermos hablan, pero no en tienden. Fue un gran descubrim iento cuando se reconoció que se tra ta de u n trastorno del lenguaje, de u n a perturbación particular de los ins trum entos, no de la personalidad y de la inteligencia (aun cuando la pertu rb ació n casi nunca aparece sin que se haya alterado a g o el estado to ta l). Y u n segundo gran descubrim iento fué que el síntoma tiene por base en los diestros u n a destrucción de la circunvolución frontal izquierda' inferior o de la zona tem poral vecina. Pero estas perturbaciones dél len gu aje son extraordinarias, incluso enorm em ente diversas. Se Ies distribuyó (1) H o e p fn e r : “ V om gegenwärtigen Stande der Stotternforschung” . Z . P sychothtr 4 , 55 (1912). G u tz m a n n : Die dysarthirischen Sprachstörungen, 1911. F r ö s c h e ls : 7.. N ettr., 33, 317 (1916). F r ö s c h e l s , E.: Lehrbuch der Sprachheilkunde, 3? ed., Leipzig y V iena, 1931 ^no sólo tra ta del tartam udeo, sino tam bién de las afasias).
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por grandes ^esbozos fundam entales (W em icke) de u n a psicología del habla, que se dividió en h ab la y comprensión, repetición y h ab lar espon táneo, reflexionar, leer, escribir, etc., de tal m odo que en distintos lugares de la corteza cerebral izquierda se ubicaron los diferentes elementos; la estructura psicológica fué encarnada en la estructura cerebral. Así resultó la “clásica doctrina de las afasias” : Las afasias son, en relación al lenguaje, lo que las agnosias y apraxias en 'general. Los enfermos oyen bien, pero no entienden (afasia sensorial). A quí se p u ed e distinguir nuevam ente una comprensión del sonido de la palabra de una comprensión del sentido de la palabra. Otros enfermos pueden mover todos los músculos del len guaje, pueden utilizarlos para otras cosas que para fines del lenguaje, pero no pueden expresar ninguna palabra ( afasia, m o triz). A quí hay nuevam ente que distinguir la incapacidad para expresar palabras de la incapacidad para encontrar palabras (afa sia am nésica). En el primer caso no se"puede repetir una palabra; en los últimos, en cambio, sí. La afasia sensorial está ligada preferentem ente a destrucciones en e i lóbulo tem poral; la motriz, a destrucciones en la parte posterior de la tercera cir cunvolución frontal; ambas, en diestros, en el lado izquierdo (* ). H ay que distinguir los procesos psíquicos al hablar y al com prender. En la parte comprensiva tenemos que distinguir: 1. El oír del mero ruido como el de la tos o el de los sonidos inarticulados. 2. El oír im ágenes sonoras de palabras sin comprensión* por ejem plo cuando oímos las palabras en un idiom a que nos es extraño. Lo mismoocurre en las imágenes de escritura, que leem os, pero no podem os entender, en lasimágenes del m ovim iento de la palabra, que captamos por la repetición, pero nopodemos asociar a un sentido. 3. La comprensión del sentido de palabras y frases. El siguiente esquem a según L iepm an (algo m odificado) da un conjunto provi sorio sobre las afasias: En el análisis de las afasias distingue la doctrina los com ponentes psíquicos (fe nom enológicam ente) representados (señalados en el esquema por círculos vacíos) y las asociaciones psíquicas (líneas punteadas y a rayas) por una parte; por la otra,, los com ponentes no representados psíquicam ente, ligados a determinados dominiosanatóm icos de la corteza (círculos llenos) y a haces nerviosos (líneas negras). En tanto que se im agina en el esquema las asociaciones (subiendo a la izquierda las sensoriales, bajando a la derecha las m otrices) suprimidas o los círculos destruidos o bloqueados, se puede deducir una gran diversidad de especies posibles de afasias^ Los diferentes elementos representados son:
1 . Los com ponentes anatóm icos: a ¡i to y
el el el la la
campo acústico de proyección en la corteza cerebral, campo motor de proyección en la corteza cerebral, cam po óptico de proyección en la corteza cerebral, parte gráfica (que inerva la m ano) del campo motor de proyección era corteza cerebral;
2 . Los componentes psicológicos: a . componentes acústicos (comprensión del sonido de la palabra), m. componentes verbomotores, (1) De las exposiciones breves la m ejor es seguram ente la de Liepmann en el L ehr buch der Neurologie_ de C urschm ann. T oda la bibliografía es considerada p o r von Mona» kov en los Ergebnissen der Physiologie. U n a excelente exposición m oderna en el resum en crítico de T h ie lle en el H andbuch der G eiteskrankheiten, vol II , 1928.
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o . componentes ópticos, gr. componentes gráficomotores, B. Comprensión del sentido de las palabras(com ponentes “conceptuales” ).
B
' O ído, ojo.
M ano, Lengua., etc.
Las operaciones usadas en la investigación de los enfermos afásicos (llam adas tam bién funciones se pueden explicar por la integridad de los siguientes caminos. H ablar espontáneo: B — a— m •— n — lengua. a \ Escritura espontánea: B-— | o— gr— mano m / Comprensión dei lenguaje: oído — a — B /a — B Comprensión de la lectura: ojo— o j \m R ep etición : oído — a ■ — m — lengua Copiar: Ojo.'— o — gr— mano
m Escribir al dictado: oído— a —V/\o — gr •— mano , Lectura en alta voz: ojo— o— a— m ■ — lengua. Las destrucciones de y y no son afásicas, sino trastornos articulatorios del lenguaje (disartria, anartria). Las destrucciones hasta a y [X hacia arriba condicion aa la dure 2 a de oído, las lagunas tonales, la sordera, y respectivamente la ambliopía, la ceguera. D e los cuadros afásicos diversos y muy variables, individualm ente hay que destacar los tipos siguientes: A fasia m otriz pura, m es destruida o bien no funciona. Es conservada la com prensión del lenguaje, toda la lectura y escritura; es destruida la palabra espon tánea y la repetición (y la lectura en alta v o z ). Esta forma es rara; en cambio, es más frecuente la afasia m otriz to ta l: por la participación de m a través de o-m en todas las funciones que utilizan la vía o-B, es perturbada también la lectura y la.
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escritura, en cambio la copia (que se hace sin m ) es conservada. T ales enfermos suelen ser parcos en palabras y luego nuevam ente explosivos. Intentan hablar y luego se interrumpen rápidamente. Afasia, sensorial pura, a es destruida o bloqueada. Es conservada el habla espon tánea, destruida la comprensión del lenguaje, la repetición, etc. Esa forma es muy rara, en cambio es más frecuente la afasia sensorial total. El habla espontánea nece sita normalmente también la vía sobre a; de ahí ahora la perturbación del lenguaje espontáneo, pero no como mudez verbal como en la afasia motriz, sjno com o parafagia. L a par afasia consiste en desfiguraciones de las palabras hasta el grado que no se puede reconocer ya sentido alguno en la sucesión de sílabas. H ay que atribuirla a que las imágenes del sonido de la palabra (a ) no son excitables del m odo ordinario y que siempre, simultáneamente, a consecuencia de vinculación asociativa (por ejem plo asociaciones de sonidos) con imágenes sonoras de las palabras (M ehringer y M ayer), “flotantes" o “errantes”, conducen a desviaciones, desfiguraciones, trans formaciones, anticipaciones. Los enfermos suelen hablar parafásicamente con nume rosísimos neologismos. H an perdido el control, pueden parecer maníacos. Están asombrados e indignados de que no se les entienda. Afasias transcorticales. Son aquellas afasias en las cuales las vía s: oído -a-m -len gu a se han conservado: en consecuencia se ha conservado la repetición. En la afasia motriz transcorticaí el camino B-m es desviado: los enfermos no pueden encontrar las palabras cuyo sentido poseen, pero pueden reconocerlas de inm ediato y expresarlas justam ente cuando se Ies mencionan. En grado menor se llam a a esta forma afasia am nésica. En la afasia sensorial transcorticaí los enferm os'pueden repetirlo todo, pero no comprenden el sentido de las palabras.
C ontra la consistencia entera de esta: doctrina clásica ^de^ la afasia se h a n hecho im portantes objeciones. L a psicología de esta doctrinales exclu sivamente la psicología insuficiente de la asociación, según la cu
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agotada; «o fué ya corregible. H a hecho en verdad prim eram ente a’go descriptivam ente tangible en la confusión de los fenómenos, aun cuando no los h a penetrado según su esencia, pero luego no fué capaz de u na reducción y de una transform ación fecunda y tuvo que ser rechazada en principio y por entero, p a ra d ejar el puesto a una aprehensión nueva y mejor, que surje de otros principios. Esta novedad se dió propiam ente en su comienzo ya en W emicke mismo, cuando presentó el “concepto de la palabra” como función básica, en la que estaban vinculados, en unidad indisoluble, sus elementos senso riales y motores. Las representaciones unitarias del lenguaje debían ser entonces, en investigadores ulteriores, función de un campo unitario del lenguaje en la corteza, s in , localización de los elementos motores y sen soriales y otros. Head fué el que llegó más le j o s ( ^ . Rechazó todo el esquema clásico. U na división de las formas de las perturbaciones del lenguaje en perturbaciones del hablar, del leer, del escribir, del entender no corresponde a los hechos típicos. N o existen funciones psíquicas básicas correspondientes a tales ejercicios, tampoco aquéllas que son localizables. H ead mismo refino primero el m étodo de investigación, lo enrique ció y obtuvo en un trabajo de decenios un esquema interesante de investigación. Su nueva interpretación de los resultados elude un esquema constructivo teórico. Su tema es: en las perturbaciones de la formulación simbólica o de todo comportamiento en que entre el designio y la ejecución, juegan un papel los símbolos verbales u otros. SÍ no se puede descomponer el lenguaje tampoco en funciones elementales —-senso riales, motrices— , se requieren sin embargo imágenes típicas para la visión esencial; como tales desarrolló Head cuatro grupos, la afasia verbal, la sintáxica, ly nominal, la semántica. H ead s'e conforma. Es más fiel a la realidad que la doctrina clásica de la afasia. Para ello carece de la apariencia de una simple penetración radical del todo. N o dibuja teorías psicológicas en el espacio del cerebro, sino que da, sin teorías, cuadros clínicos. El problema de saber si esos son solamente cuadros clínicos, o si ha sido hallado en los cuadros al mismo tiempo algo funcional, destacado, queda en pie. Se llega en Head más cerca que antes, evidentem ente, de la realidad del lenguaje en sus perturbacions. H ead no es seducido por una creencia cerebral preconcebida, psicológicam ente no interrogada. La validez de sus exposicio nes positivas tiene que mostrarse todavía. A la larga el criterio de las descripciones clasificadoras es si es posible por ellas la aprehensión másdestacada, más rica, más ajustada a la esencia y más pobre en cambios. H asta qué punto h a llegado en eso Head, sólo puede examinarlo un especialista, a cuya disposición estén numero sos casos. La evidencia dada por la literatura no basta. N o puede dar una imagen tan tentadora y clara — aún cuando aparente— como la que proporcionaba antes la teoría clásica.
Es un hecho de interés p a ra la psicopatología general que se encuentra en la investigación de algunas afasias, u n a oscilación muy considerable de la capacidad de rendim iento dentro de breves espacios de tiem po (2) .
L a s t:
(1) H ead: Aphasia and kindred disorders Nervenarts, 3, 222 (1930). (2) S te rtz - M schr. Psychiafr., 32, 363,
of
speach,
Cambridge,
1926.
Informes
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Los rendimientos decrecen con el cansancio por la investigación. Llegan a veces durante la investigación a su punto más bajo, que en m uy breve tiempo es nueva mente superado. Se pueden referir esas oscilaciones a la m edida de la atención dirigida por los enfermos a los problemas presentados: como toda función dañada, la función perturbada del lenguaje es todavía capa 2 de rendim iento en un alto nivel de atención. D e ese modo se explicaría también que el afásico sea perturbado con siderablemente, por un lado por los afectos del desconcierto, de la sorpresa; por otra parte, que alcance a veces rendim ientos inesperados con gran interés, con la exci tación debida a una situación que presenta una exigencia clara. Por lo demás tampoco se puede perder de vista a veces una “oscilación espontánea de la función cerebral” .
c) Perturbaciones psicóticas del lenguaje ( 1). L as perturbacion psicóticas del lenguaje se refieren a aquellas funciones del lenguaje que no se pueden explicar actualm ente por los mecanismos neurológicos ni se pueden entender sólo como expresión o comunicación de contenidos anormales de procesos psíquicos. Tenemos, pues, que ver con u n dominio restringido desde dos partes. Por el m om ento sólo tenemos ¡a tarea de registrar simplemente los fenómenos psicóticos del lenguaje. Constituyen un grupo propio de síntomas “objetivos” . 1. M u tism o y v e r b o r r e a . E n co r respandenci a con l oposición entre inmovilidad y excitación motriz* distinguimos el mutismo y la verborrea (dejando de lado los contenidos del lenguaje). E l m utism o es comprensible como intencionalm ente querido o como expresión de u n a inhibición psíquica o como surgido de u n mecanismo histérico. Pero en muchos casos no podemos interpre cario de ninguna m anera y tenemos que adm itirlo primero como totalm ente incomprensible. En extrem o diversos son los fenómenos de la excitación m otriz en el mecanismo del lenguaje, que se llam a verborrea (Redegrang),. Los enfer mos hablan sin que nos sea comprensible esto por emociones, sin el propó sito del entendim iento y4de la comunicación, absurdam ente, sobre todo lo posible. Incesantem ente el día entero, durante días y semanas, prosiguen su corriente oratoria. H ablan a veces por lo bajo y apenas pasan de un obscuro m urm ullo, a veces se esfuerzan increíblem ente en persistentes gri teríos; se vuelven pronto roncos p o r esa causa, lo cual no pertu rb a la ver borrea. Algunos parecen dirigirse a sí mismos, darse a sí mismos aliento; otros hablan de m anera enteram ente m aquinal. N o raram ente existe la inclinación a las modulaciones rítmicas, L o vivenciado en esas descargas motrices verbales, no lo sabemos en muchos casos. Pero dos tipos de vivencia, sin embargo, nos han sido ase ( 1) Heii.droíínei! : “ Sprachstörungen bei funktionellen Psychosen tnit Anschluss aphas'.schcr Störungen” . Zbt. N ervenkk., 1906, 465. M aterial tom ado taquigráficam ente de pro ductos del lenguaje se encuentra en L iebman y E del: Die Sprache der Geisteskranken, Halle, 1903. ^
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gurados por las autodescripciones de los enfermos. 1. Algunos experi m entan una exacta verborrea com o im pulsión instintiva. Este im pulso a hablar tiene graduaciones. Algunos enfermos pueden reprim irlo; otros tienen que ceder a él, pero lo sienten como penososo y morboso; otros se abandonan tam bién a su impulso y se entregan sin. restricciones al flujo verbal. 2. O tros enfermos sienten el movimiento del mecanismo del len guaje como espontáneo y están frente a él como espectadores. D e esas re producciones espontáneas hemos conocido y¡a u n ejem plo en el estado de rugido del enfermo. U n a descripción de Kandinsky: Repentinam ente D olinin sintió que su lengua comenzaba, no sólo sin su deseo, sino incluso contra su voluntad, a expresar en voz alta y también con extrema rapidez aquello q u e . en ningún caso habría debido ser expresado. E n el primer momento el enfermo se sintió afectado y asustado por el hecho de ese proceso e x t r a o r d i n a r i o ; pues sentir de repente en sí de golpe, al alcance de la mano, un autómata enteramente m ontado, es en sí bastante desagradable; pero cuando co menzó a comprender el sentido de aquello que mascullaba su lengua, aum entó más aún el espanto del enfermo, pues se demostró que confesaba abiertamente .su culpabilidad en graves delitos de Estado, atribuyéndose, entre ellos, planes que no había tenido nunca. Y no obstante eso, su voluntad no tenía poder para contener la lengua que se había vuelto autom ática.
De estos casos al parecer ciaros conduce u n a serie a aquellos en los cuales los fenómenos son los mismosj pero en los que no se puede hablar ya de u n a oposición entre el yo y el torrente verbal. 2. ¿D e d ó n d e t o m a su m a t e r i a l la ver b o r r e a ? (*). 1. D e las operaciones propias del mecanismo del lenguaje por la reproducción sin sentido de frases usuales, de versículos de la Biblia, de versos, de cifras, de meses, de m elodías; por la producción de frases absurdas en form a g ram atical; finalm ente por la producción de formaciones agramáticas, asociaciones de sonidos, complementos de palabras, finalm ente por gritos inarticulados. 2. Por la perseveraci\ón. Conocimos la perseveración p o r la falla, p o r el hecho de qu ed ar adheridos. Este quedar adheridos se puede observar én ciertas condiciones previsibles, por ejemplo, en los afásicos. Al quedar adherido se añade la verborrea, que tom a su m aterial de tales contenidos perseverantes, p o r lo que hablam os de verbigeración (KahU b a u m ). V erbigeración se llam a al fenóm eno que los enfermos repiten ap a rentem ente con el carácter de u n discurso, m onótonam ente, palabras singu lares, fragm entos de frases o giros absurdos, sin que corresponda a esas repeticiones y a su contenido alguna significación o sin que sea vivido por los enfermos. Kandinsky observa que a veces es sentida vivazmente por los enfermos la condición forzosa del impulso de verbigeración (análoga( l ) Según H eii.bronner : “ Sprachstörungen bei aphasischer Störungen” . Zbl. N ervenhk, 472 y sgts.
funktionellen
Psychosen
m it
Ausschluss
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m ente al rugido mencionado más arriba o al lenguaje autom ático de D o linin). U n o de sus enfermos llam ó a ese lenguaje involuntario “mi autoparlar” o “mi autoparla”. Incluso cuando quería pedir algo por favor, tenía que expresarse en tal forma: “Autoparlado, autoparlar, p e r m íta m e .. . Autopar lado, autoparlar, permí ta m e .. .A u to p a r la d o .. . permita un p a p ir o .. . N o para fumar uno mism o, yo quiero f u m a r .., pero por a u to p a r la d o ... autop arlar.. . yo mismo parlo a u s te d .. . deme algo para fu m a r ..
H ay que distinguir de estas verbigeraciones que d an la impresión de algo automático, las verbigeraciones emotivas, especialmente las angustiosas. E n violentos estados de angustia repiten los enfermos sin sentido y per plejos siempre las mismas frases: O h Dios, oh Dios, qué desgracia ésta. O h Dios, oh Dios, qué desgracia ésta, y otras cosas p o r el estilo. 3. C uando enfermos improductivos buscan justam ente m aterial para su verborrea, se lo entregan las excitaciones externas de los sentidos fuera de los produc tos propios del mecanismo del lenguaje y de la perseveración. Impresiones acústicas son repetidas simplemente (ecolalia), todos los objetos son deno m inados sin sentido, etc. 4. De las tres fuentes de m aterial m encionadas h asta aquí se distingue la fuga de ideas por su productividad. L a verbo rrea, que puede extraer su m aterial de ella (verborrea por fuga de ideas) se distingue por la riqueza de los contenidos, por las asociaciones en m asa que varían, en ciertas circunstancias p o r el chiste y los giros acertados. Estos, p a ra manifestarse, es decir hacerse objetivos, necesitan tan to la fuga de ideas como la distraibilidad de la verborrea. E n su defecto, quedan co m o meros fenómenos subjetivos (fuga de ideas interna, distraibilidad in te rn a ). L a verborrea en las inhibiciones de pensam iento no es rara. Es pecialm ente en enfermos con procesos demenciales es frecuente la verborrea sin fuga de ideas. 5. Con el nom bre de confusión del lenguaje se resum en modos de hab lar en verdad fundam entados m uy diversamente, en los que, bajo la “form a de lenguaje aparentem ente coherente a veces en frases, a veces en fragm entos constantem ente interrum pidos, nada es com unicado o comprensible (*). Existen seguram ente formulaciones a las que tam poco asocian los enfer mos una huella de sentido; otras formulaciones nos son quizás incomprensi bles como observadores. U n a com prensibilidad relativam ente am plía m ues tr a todavía el siguiente fragm ento d e u na ca rta de u n catatònico en len guaje confuso: “Por razones análogas y naturales te hago saber que he hecho diversos exám e nes que se basan en nuevos progresos introductorios del tiem po y se refieren a todos los derechos naturales de la libertad. L a autoayuda es en toda situación la m ejor (1) U n caso singular de confusión del lenguaje ha sido detenidam ente descripto por O m > : E in seltener Fall vom Verwirrteìt. Diss., M unich, 1889.
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y la más económ ica. Q ué es orgullo nacional lo sabemos; de qué honor se trata, de eso soy consciente, y que conocim ientos existen en sentido estricto, esos son mis secretos. Respeto ante m i causa, que se vincula a lo anteriormente citado. Ejercito iiempre m i vista y mano por la patria. Así mi asunto debe ser rotundamente reconocido. Así te com unico que soy conocido ya aquí com o primer fiscal de Estado, etc.” (O tto ).
Frente a los productos de confusión del lenguaje colocamos productos in coherentes que no m uestran ya ninguna form a de frase.
Ju n to a contenidos comprensibles, aparece este tipo de lenguaje en la carta que sigue, de un catatónico a su m ujer: ,ftE n -la casa, ¿está enfermo? Sí. S in . intereses ni preocupaciones de lo que viene. ¿Q ué les pasa? Y o, el m olinero. D e noche intranquilo. Se oyen voces tristes. $í cuñado ah! en F. Señora niños sanos. Si ahora todos ahí, que tal, bien a m í también muy bien. M e alegro”.
3. P e r t u r b a c i ó n d e l l e n g u a j e e n l a c o n v e r * ¿ ■ a c i ó n . N uestra descripción h asta aquí tom ó sus conceptos de fenó menos cem o los que m uestra el enferm o abandonado a sí mismo. O tros conceptos surgen cuando se considera el com portam iento del producto del lenguaje en el juego de las preguntas y las respuestas en la conversa ción con el investigador. A quí aparece el síntom a de la pararrespuestas. (Vorbeiredens). M ientras que en las perturbaciones afásicas del lenguaje (especialmente en la afasia sensorial) los enfermos em iten expresiones des figuradas con la conciencia de u n determ inado sentido (p arafasia), esta patología tiene u n contenido preciso, que está, en relación clara con la pre gunta y la exacta respuesta. Sin em bargo n o es d ad a ninguna respuesta exacta, ninguna solución justa, aunque existiría p a ra ello la capacidad intelectual. Todos los problem as aritm éticos los resuelve el enferm o, por ejemplo, agregando u n a cifra: 3 X 3 = 10, 6 X 7 = 4 3 . ¿C uántas patas tiene la vaca? Cinco, etc. (1). Las pararrespuestas no tienen ninguna sig nificación psicológica, unitaria. A parecen como síntom a de la “pseudodemencia” en los estados histéricos, cuando el estar enferm o corresponde a un deseo del enferm o (por ejem plo en la prisió n ), o se m anifiesta como resultado del negativismo o com o expresión de brom as tontas en los hebefrénicos. 4. I n t e r p r e t a c i ó n psicológica. El lenguaje de las psicosis, en especial la confusión del lenguaje, se tra ta de explicarlo psico lógicamente. Así se intentó hacerlo p o r los principios de asociación con 1a ayuda del m aterial de naturaleza sensorial (procedente de la aprehensión de las excitaciones de los sentidos) y del m aterial ideógeno (procedente (1) Hey, J ulius : Das Cansersche S ym pton, B erlín, 1904. Ganser: Arch. Psychiatr. ( D .) , 30-38. R a e c k e : AUg. Z . Psychiatr., 38. H e n n e b e r o : Atlg. Z . Psychiatr., 61. P i c k m u e s t r a e n M ichr. Psychiatr. q u e e l h a b l a r c o n p a r a r r e s p u e s t a s p u e d e c o r r e s p o n d e r a u n p e n s a r l a t e r a l i n e x a c t o (V o rb tid en ken ).
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de la actualización de las disposiciones de la m em oria (x) . Se presenta el problem a si todas las construcciones pueden ser explicadas como sur. gidas por vías asociativas, o si se presentan construcciones “independien tes” . Se asocian elementos, según la sim ilitud (por ejem plo asociaciones del sonido), según la experiencia, según la relación de contenido, etc., a lo que se añaden las perseveraciones de los elementos un a vez evoca dos. Como “elementos” son utilizados las sílabas, las palabras, los frag mentos de frases, un “sentido” m entado, etc. E ntre los conceptos especiales psicológiccasociativos, que sirven p ara la clasificación de las construccio nes anormales del lenguaje, juega u n papel la contam inación. Así se llam a a la mezcla de dos elementos del lenguaje p a ra form ar u n tercero (por ejemplo überstaunt —superasom brado— form ado con las palabras überrascht —sorprendido— y erstaunt — asom brado). Lo mismo se d a en cam bios de palabras y de sílabas entre sí, anticipaciones, posposiciones, etc. § 6.
Pensam iento y juicio
El pensamiento se d a en to d a función, desde el acto de la percepción hasta el lenguaje. Pero de la perturbación del juicio hablam os ta n sólo cuando la percepción, la orientación, la m em oria, el sistema m otor, el lenguaje están en orden o se pueden distinguir sus perturbaciones especí ficas de lo que produce un falso juicio. L a función del juicio es m edida en la verdad objetiva. C uando los juicios de un individuo se a p artan del térm ino m edio de u n a validez pública eventual, cuando su contenido es afirm ado caprichosam ente, cuan do conducen a u n a perturbación de la convivencia razonable, se presenta el problem a si eso tiene una causa m orbosa que se pueda reconocer entre otros en el hecho típico del juicio. L a dificultad consiste e n que aquellos caracteres son tam bién los dé los juicios que abren nuevos caminos, crea doram ente, p o r hombres extraordinarios. C uando p o r tanto la m era in adaptación a lo habitual es el aliciente exterior p a ra la búsqueda de una perturbación, tiene' que examinarse desde otras conexiones si existe real m ente u n a perturbación del juicio. El hecho objetivo, pero exterior, son los juicios que se a p artan de los reconocidos generalm ente válidos, sean esos juicios luego, desde el p unto de vista objetivo, falsos o verdaderos. E l problem a consiste en saber qué caracteres deben tener tales juicios, para corresponder bajo los hechos típicos de las perturbaciones de la función Distinguimos las perturbaciones de la inteligencia y las perturbaciones
' (1 ) K r a e j p e l i n : “ Ü ber Sprachstörungen im T rau m e” . PsyckoL A rb., N eurol^ 1908; Mayer: Versprechen und Verlesen. S tuttgart, 1895.
5,
P fe r sd o r ff;
ZbU
PSICOPATOLOGIA
GENERAL
¿el pensam iento (que se discutirán ambas en la próxim a sección) del delirio (que se discutirá a q u í). El delirio es uno de los grandes enigmas, pero esto, se advierte tan sólo cuando se consigue determ inar claram ente los hechos del delirio. Si se quiere llam ar delirio a los juicios falsos incorregibles, a esa realidad hum ana universal, ¿quién dejará entonces de ser delirante, en tanto que es capaz en general de u n a convicción. Llam ar ideas delirantes a ilusiones fecundas en la vida de los pueblos y en la vida de los individuos, quiefe decir que se trataría como enferm edad lo que es u n rasgo básico del ser hum ano. El problem a es m ás bien en qué está fundada la incorregibilidad, y cómo de ese modo son reconocibles como delirio modalidades específicas de falsos juicios. D e cuatro m aneras es interpretado el delirio psicopatológicamente: psicológicofuncionalmente, feñomenológicamente, por compresión gené tica y p o r com prensión de su conjunto significativo. a) Psicológicofuncionalmente aparece delirio sólo allí donde no es base del juicio falso u n a perturbación de la inteligencia ni u n a perturba ción por el estado de conciencia m om entáneo, alterado. El mecanismo del pensam iento y la fuerza del juicio del enfermo están en orden, pero en su pensam iento hay algo que le d a un a evidencia inconmovible donde los demás y tam bién otros enfermos ven el error. Pero si el pensam iento mismo está en orden, si puede ser aprovechado ingeniosamente él mismo incluso p a ra el desarrollo del delirio, entonces el delirio no es ninguna perturbación del pensamiento. L a consideración psicológicofuncional es en verdad la prim era, pero m uestra negativam ente que el delirio no es n in guna perturbación funcional verdadera, sino que surge de lo hondo lo que aparece en los juicios delirantes, que no tiene por sí mismo carácter de juicio; Ejem plo de la función m ental elaboradora del delirio: U n esquizofrénico (obre ro fabril, luego agente de policía) experimenta los típicos fenómenos, m ovimientos de sus miembros "hechos” y oye con ello veces. Piensa en hipnosis a distancia y en telepatía, dirige su sospecha hacia una determinada persona, hace denuncias contra ella, recoge informaciones propias por un detective privado y se convence finalm ente de que su sospecha no tiene fundamento. Escribe: “Como no puede ser ninguna persona la que influye sobre m í; com o, según yo mismo sé, no existe ninguna ilusión de los sentidos, surge en mí el problema sobre quién puede ser ahora. La manera como soy m olestado y torturado, así'com o el sentido inherente a las conver saciones y movimientos del cuerpo, dan la respuesta. Es decir que hay en m í un ser malévolo, supraterrestre que influye sobre m í y me tortura incesantemente. El pro pósito de esa influencia es arruinarme física y m entalmente. ¿ Se basan mis vivencias en los mismos procesos que los de los enfermos mentales o es mi caso un caso especial a is la d o ? ... M e siento com prometido en interés de la hum anidad a exponer Ja convicción de que si los procesos que se dan en mí se apoyan en las mismas
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presunciones que las de los enfermos mentales, la interpretación hasta aquí de los médicos que las voces oídas por algunos enfermos mentales se deben a alucinaciones de los sentidos, no es e x a c ta .. . T anto si mi caso es idéntico al de los enfermos mentales como si representa un caso singular, puede sacarse en ambas circunstancias la conclusión de que hay una nueva vida después de la muerte” (W ilderm uth).
b) Fenomenológicamentc se m ostró en el delirio u na vivencia pro pia de él, radicalm ente extraña a los sanos, algo prim ario que existe antes del pensamiento, aun cuando sólo es ilum inado en el pensamiento mis ino. Ese elemento prim ario a su vez no se agota con lo que aparece como vivencia singular que irrum pe en la conciencia como u n fenómeno entre otros. T a l fenómeno podría dom inarlo el enferm o críticam ente. Lo prim ario tiene que estar en conexión con u n a transform ación radical de Ja personalidad, sin lo cual sería incomprensible la insuperab'Hdad del delirio, su incorregibilidad en esencia diferente a la de otros errores. c) E n las relaciones comprensible» genéticam ente comprendemos cómo u na creencia delirante liberada de la intolerabilidad, es la redención de u n a realidad, y garantiza u n a satisfacción específica que puede ser el m otivo de que sea sostenida. Pero justam ente cuando esa comprensibilidad no sólo se refiere al contenido, sino tam bién al desarrollo del delirio, suprime el diagnóstico del delirio. Pues esa comprensibilidad nos hace concebibles los extravíos universales del hom bre, no el delirio. Es el es fuerzo que no llega nunca al objetivo, del hom bre que filosofa p a ra al canzar aquel estado del alm a en el cual seria posible la corrección de todo extravío, aquella ingenuidad del gran am or vidente en el m undo, aquella franqueza de la razón que puede soportar lo que es real y verídico, que se afirm a en la duda y en el interrogante, donde no es posible la respuesta concreta, y que se m antiene en la disposición p a ra la comunión, que imposibilita toda rigidez de las afirmaciones categóricas. El que no este* mos en ese estado ideal, sino ligados a intereses de la existencia y a lo tolerable, es el motivo de nuestro com ún extravío, cuyo acrecentam iento designamos como extravío deliroide, sin que se dé aquí el delirio verdadero. d) El delirio se m uestra en conjunto ta n sólo como el hecho típico, que le configura al portador un m undo. El delirio tiene u na expresión a través de su estilo, m uestra al mismo tiem po u n a esencia que se vuelve notoria por él. Tiene contenido a través del m undo, que configura aguda m ente para los individuos enfermos. Y en la elaboración se convierte en una creación espiritual. Previas a esas direcciones de la investigación está el hecho exterior del delirio como falta de ftinción,, cuando lo medimos en la verdad objetiva — supuesto que estemos en posesión de esa medida. Esa falta de función es hecha visible en el contenido. Se distinguen las ideas delirantes, cuyo
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es im portante personalmente, porque se refiere al individuo, como de influencia, el delirio de persecución, el delirio d e pequeñez, el delicio d e l pecado, el delirio de empobrecimiento, etc., de las ideas deli rantes objetivas, cuyo contenido se refiere a un interés general: presuntos conocimientos, delirio de inventor, la presentación de tesis teóricas, por ejemplo sobre la identidad de Bacon y Shakespeare, las llamadas ideas fijas de contenido objetivo, que al mismo tiempo tienen un carácter como si esos pensamientos particulares confiscasen al hom bre entero. El portador de tales ideas se com porta como si todo su sentido de la vida estuviese en la idea eventual, no de otro m odo exteriorm ente que los grandes creadores, que se gastan p o r su causa, sólo con la diferencia de la estrechez, de esa atmósfera de em botam iento forzado. Ambas tendencias de los contenidos del delirio se asocian de m anera que el contenido objetivo se convierte sim ultáneam ente en asunto enteram ente personal, por ejem p’o la defensa del derecho significa al mismo tiempo en los querulantes la defensa de m i derecho. L a división de todos los contenidos delirantes afectaría todos los inte reses vitales y los contenidos espirituales del hombre. Es como si el m undo entero del hom bre pudiese ser fundido de nuevo en la figura del com por tam iento deliroide, con todas las transiciones a lo ‘“norm al” (en la dife rencia de las genuinas ideas delirantes), pero, sin embargo, de tal m odo que, jun to a la m archa del espíritu, van como u na parodia de esa m archa sus figuras deliroides. El psicopatòlogo tiene que ser prudente en la agru pación, bajo el nom bre de delirio, de hechos típicos del extravío incorre gible. Pero frente a la objetividad del m undo que se le m uestra aquí tiene m otivo p a ra proceder a filosofar sobre el sentido de la verdad por vías no preconcebidas, p ara poder abarcar la realidad con su aprehensión.
c o n te n id o e l d e lir io
D elirio - —dicho así generalm ente— es una palabra para designar m anifestacio nes del todo heterogéneas. Es la “exterioridad” del falso juicio solamente lo que per mite llamar igual a cosas tan diferentes, como por ejemplo el “delirio” de los pueblos primitivos, de los dementes (paralíticos, e tc .), de los paranoicos. El hom bre p ri m itivo tiene una vida psíquica poco diferenciada, que se trata de caracterizar en relación con sus contenidos de creencias, diciendo que no ha aprendido a captar percepción y representación de la fantasía como distinto según la fuente, que las diversas especies de deducciones, por ejem plo la deducción por analogía, con criterios enteramente externos, para él poseen en todo la misma evidencia. En el paralítico es desintegrada la vida psíquica de m odo característico por enfermedades orgánicas del cerebro, cuya condición no es comparable con la indiferenciación de los hombres primitivos. En esta alteración paralítica, toda representación que aparezca tiene realidad, todo pensam iento — a menudo sin consideración al deseo y objetivo, a menu do sin conmoción y sin consecuencias en la vivencia— es pensado simplemente com o exacto, todo contenido com o real. Así resulta, por ejem plo, el cuadro del delirio d e grandezas cóm odo, desmedido y feliz, que cam bia en todo momento o incluso se transforma en lo contrario. Tam bién se trata de algo del todo distinto en el paranoico.
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Plena diferenciación, crítica aguda y capacidad extraordinaria de pensamiento no impiden su convicción sobre el contenido de Jas ideas delirantes. H a tenido ciertas vivencias, que para él poseen un valor más grande aún que el de la experiencia general. H a elaborado esas vivencias con la experiencia restante y ha adquirido así con toda seriedad, con profunda conm oción su sistema delirante, que m antiene cons tantemente. N o le faltan en modo alguno las representaciones contrarias. Pero las rechaza con juicio crítico. N o le falta diferenciación, para distinguir las fuentes distintas de nuestro conocim iento. Pero él apela a su fuente, ya sea natural o suprasensible.
£1
conjunto de las funciones
Perturbaciones de las funciones individuales actúan en el estado to tal del hombre. Ese efecto puede ser catastrófico en perturbaciones de fu n ciones delim itadas en sí, como en la ya descrita perturbación de la capa cidad de fijación, en afasias graves, en perturbaciones motrices, etc. El estado total del hom bre es transform ado, pero ese todo es concebible luego p a ra nosotros desde la perturbación particular señalable. Inversam en te, las funciones particulares adquieren su m odificación y su sentido en su dependencia del conjunto del estado funcional. Si dirigimos la m irada a ese conjunto, to d a com probación funcional particular se convierte en sín toma de u n proceso total no tangible directam ente. E n lugar de registrar solamente u n a serie de fallas de la función, se nos agrupan las fallas. Esto ocurre de diverso modo, según im aginam os el todo dom inante. El todo, a que estamos dirigidos con nuestra observación, o bien es la base psicofístca de las funciones, que aparece en todas ellas, o bien es la manera even tual del curso actual de la vida psíquicay o es la capacidad funcional d u ra dera que se llam a inteligencia. Todos estos conjuntos aparecen en clara conciencia, no son causados p o r perturbaciones de la conciencia ni por la alteración de la c o n c ie n c ia^ ). Cuando las funciones particulares no sólo son resultados o productos de apa ratos aislados, sino tales com o los miembros de todo el aparato funcional, éste a su vez no es un todo cerrado en sí, sino herram ienta del hombre, cuyo espíritu marca la herramienta, com o por su parte perm anece dependiente de las herramien tas dadas y de las posibilidades para su realización. Todas las funciones espi rituales tienen en com ún el ser funciones racionalmente mensurables en la forma de la “conciencia en general” ( 2). Así son restringidas a un dom inio de la existencia humana, que en verdad es claram ente circunscripto, pero que nunca es el hombre mismo, nunca el hombre entero.
§ 1.
L a base psicofísíca de las fundones
N o tenemos en verdad ninguna visión d e las funciones básicas de la existencia psíquica vital; la propensión al conocimiento total precitado h a querido, aunque en vano, cap tar algunas veces ya el todo. Pero posee (1) Para toda esta sección ver la conferencia de K . F. S c h e i d : . “ Die Psychologíe des erworbenen Schwachsinns” (19Í9-1932). ZbL N eu r., 67, 1. (2) Sobre este concepto, v er por ejemploj mis lecciones sobre R azón y Existencia, p . 31 y sigts., G roninga, 1935.
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mos, sin embargo, interrogaciones en las que parece volverse reconocible, p a ra nosotros obscuramente, u n basam ento abarcativo de nuestra existen cia en lo biológicamente fundam entado. Tenem os que enum erar esas inte rrogaciones. H an aparecido en Jas investigaciones de Jas fallas funcionales de los enfermos del cerebro, luego frente a los hechos fijados en la curva de trabajó1, y en las variaciones individuales de los numerosos tipos fun cionales. E n toda ocasión se dirige el objetivo de la investigación a un fun dam ento de los múltiples fenómenos, lo que es considerado acontecer vital básico. a) Funciones psicofísicas básicas. E n Ja investigación de las llas funcionales a consecuencia de destrucciones orgánicas del cerebro, se h a m ostrado que — tam bién en la localización de la lesión en el cerebro— Jas perturbaciones funcionales no son caracterizables a m enudo por u n a sola falla funcional determ inada. Se quisiera, p o r tanto, buscar siempre e l todo de u n a función básica psicofísica, que no se m anifiesta en u n a d i rección funcional única, sino indirectam ente en múltiples fallas funcionales. Se quisiera ver lo que se m uestra en ellas de com ún, lo que en la m ultipli cidad de las perturbaciones presentan todas como portadoras o prevalencia. Esto es un todo, porque se m uestra en m uchos fenómenos, pero algo ele m ental, porque es una función básica, u n a entre otras. Pero las funciones básicas no son directam ente señalables como las falias de rendim ientos especiales, que hay que m ostrar como tales inm ediatam ente. El procedim iento de la investigación tra ta de penetrar en la conexión de la perturbación, prim ero p o r el recurso de las autodescripciones de los enferm os evocadas m etódicam ente en la conversación, en segundo lugar por la ob servación de la dirección que tom an las funciones posibles todavía. C uando se sabe dónde y cómo siente el enferm o sus dificultades, se pueden adver tir las perturbaciones cuando la función objetiva aparece aún en orden. C uando se conoce por la observación objetiva, en relación con la autodescripción del enfermo, la dirección de la función todavía existente, las fun ciones “indirectas” , y se com para con las normales, se llega al p unto esencial de la perturbación. Cuando éetas se com paran nuevam ente con las m úl tiples funciones del enfermo, se tiene la esperanza de que se encontrará lo com ún a todas, si es que existe. Esta orientación de la investigación — to m ada por Gelb y Goldstein, H ochheim er, Benary, entre otros— no h a que d ado sin resultados. De ejem plo nos sirve el caso que se ha vuelto famoso de u n ciego psíquico (el informe utiliza totalm ente las formulaciones de los autores) (x) .
(1) H ochheimer, W .: Analyse eines “ Seelenblinden” von der Sprache aus. Psyc Forsck., 16, 1 ( 1 9 3 2 ) . Sobre el mismo caso antes: G elb y G oldstein: Psychalogtsche A nalyst hirnpathologischer Falle. Vol. I, Leip 2Íg, 1920. Be.vary: Psychol. Forsck., 2, 2 0 9 ( 1 9 2 2 ) . G o l d s t e i n : M schr. Psyekiatr., 5 4 ( 1 9 2 3 ) .
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El enfermo fué herido durante la guerra en la nuca, por esquirlas de una mina, a los 23 años. Se volvió psíquicam ente ciego, es decir no podía reconocer las formas y los movimientos en el espacio (ver más arriba, la descripción del mismo enferm o). La i n v e s t i g a c i ó n detallada mostró, sin embargo, que también después de la mejoría de las funciones, las fallas en conjunto no pudieron en modo alguno ser captadas com o agnosia óptica. Se lee al enfermo, con el que se ha conversado fluidam ente, sin advertir nada extraordinario, una carta que -ha escrito al m édico poco antes. N o reconoce la propia carta al oírla. Se le muestra la carta. N o reconoce tam poco su propia escritura. T an sólo cuando lee su firma dice: “¡E sta es mi fir m a !.. . Sí, no la habría reco nocido” . El comportamiento del enfermo puede ser normal en largas conversa ciones, hasta que a la presentación de problemas, com o el reconocim iento de esa carta, la conducta cambia repentinam ente. La falla funcional es asombrosa. La persona antes alegre y que hablaba sin dificultdes se vuelve apenada y excitada. En una investigación sé sientan alrededor muchos oyentes. U n a hora después se pregunta al enfermo: ¿ V é usted propiamente también a los otros allí? Respuesta: ¡Ahora sí! El enfermo está limitado, a lo que atrae inm ediatam ente su atención. Para él no existen al mismo tiem po dos ek-mentos del ambiente. A la pregunta; ¿C óm o se encontraba en invierno? responde: “N o puedo decirlo ahora. Sólo lo que es mom entáneo” . Pasado y futuro son para él actuales y no los puede representar. N o se los imagina. Así ocurre con todo lo que no es presente. “Se puede decir lo que es alguna cosa, pero no imaginarla” . ¿Q ué es una rana? “¿ R a n a ? ., . ¿Q u é es una r a n a ? .. . R ana: cuak, cuak. Algo que salta”. ¿Cuál es su color? “R a n a .. . rana: una rana de zarzal. ¡A h , el color! ¡Zarza verde; L a rana de zarzal es verde. ¡A sí!” El enfermo no puede re presentarse imágenes internas intencionalm ente en oposición a imágenes que apa recen, por ejemplo, involuntariamente. En lugar de tal re-presentar-se interno apa rece en él la repetición de la respuesta. ¡C uente algo! “Eso no va, tiene que decir alguien: Sabe usted acerca de esto o de aquello” Saludo: ¿H ay algo nuevo? “Por ejem plo ¿qué?” O : “Bien ¿qué ocurrió la últim a vez?” “Cuándo, dónde, áh, ocurrió m ucho, pero no lo sé ya“. O ; ¿Puede recordarse de algo que hayamos hecho aquí en el curso del tiempo? “ Mucho. ¿Por ejem plo?” El “por ejem plo” del enfermo es estereotipado. N o vale la pena dirigirse a imprecisiones. Su conciencia sólo es posible apoyándose en lo que existe firmemente. N o puede responder a problemas generales. Se habla de robos. “A m í al menos nadie me ha quitado nada todavía” ^ El investigador habla de un reloj robado en la estación. Al oír la palabra estación interrumpe el enferm o: “ ¡S í, robado en la estación! Exacto. A llí se me robó también algo. M i baúl grande”. El enfermo no tiene a mano sus contenidos de recuerdo. Lo que se le ocurre es m otivado cada vez por una palabra. Si la palabra no hace las veces de la clave de un tesoro, no se abre ningún acceso a la vivencia. El enfermo no sabe que sabe. N o puede disponer de su posesión. El enfermo está sujeto a que se anuncie en él algo “por sí mismo” . Sólo resulta ki que se produce en él espontáneam ente. N o hay un orientarse espontánea y volun tariamente a contenidos propios. En su lugar tienen que cooperar las palabras expresadas y lo que viene con ellas. E n lugar de los impulsos del yo iparece la palabra impulsora, que sustituye el acto de recordarse. Desde el enfermo se habla, por tanto, com o desde un disco puesto en acción automáticamente. L o que queda firme son sólo meras palabras. En lu jar de laa representaciones de recuerdos, aparece la m emoria del lenguaje.
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Las preguntas se convierten para él en problemas cuando las pronuncia él mismo. La palabra hace entonces el efecto del proceso automático hasta el punto debido, o lleva al enfermo a una situación viviente, tangible para él, en la que se le ocurre algo más. Su acc’ón es una acción con ayuda de palabras no queridas. Pero no es sólo la palabra lo que excita a los enfermos, sino también, una cosa concreta, perceptible, por ejem plo un m agneto que le es presentado. N o habla d e manera puramente espontánea. Su lenguaje se com pone propiamente sólo de res puestas, y de respuestas a problemas determinados que se refieren directamente a l objeto o a las cosas presentadas. Este enfermo sabe de sus perturbaciones. N o se entrega sim plemente a ellas. Es consciente de ellas y encuentra vías de la suplantación de la función. Después de haber recitado h as campanas de Schiller, responde a la pregunta sobre su signi ficación y sobre si se .imaginó gráficamente el contenido: “ ¡Pero eso es eso! Guan do me dispongo a contar, viene tal com o está en el cerebro. N o puedo pensar at mismo tiempo. Se desarrolla sin p la n .. . Las palabras llegan así. Pero si hay que hablar de la . sign ificación .. . Eso es lo dificultoso” , ¿L a significación? “N o, eso brota así. Cuando se aferra, marcha solo. Entonces brota sin dificultad”. H abla de su ligazón a “puntos de referencia” “por una palabra o un par de palabras que se m antienen firmes” . En tal perturbación básica extraordinaria, llam a la atención su inteligencia. Tiene una habilidad singular para las fórmulas. Sorprende la prontitud y la firmeza de sus giros verbales.
Sólo es estudiada aquí u n a pequeña parte de los hallazgos. Su acum u lación deberá ayudar a encontrar la visión de ¡o general. N o se está to d a vía en claro sobre cuáles son los fundam entos de la perturbación, pero la opinión obligada que debe servir aquí de base unitaria, se h a fortalecido en los investigadores. H an intentado form ular la perturbación básica, en lo cual se han em pleado ineludiblem ente conceptos que tienen u na signifi cación más estrecha que aquella pa ra ia que deben valer ahora, por ejem plo: 1. El enfermo no puede visualizar. F a lta algo que es necesario ta n to p a ra el reconocimiento de las percepciones como p a ra la evocación de per cepciones anteriores en representaciones, algo que corresponde lo mismo a la percepción form ada que a la elevación de recuerdos. El agnóstico óptico tiene en verdad la perturbación que prim ero llam a la atención en u n do minio sensorial. Pero lo que le sirve de base es universal. Preguntado sí puede representarse la música, dice: “No. Por ejem plo en la ópera. G uando comienza la música se está nuevam ente en ella” . L a situación tiene que ser concreta, si el enfermo debe vivir dentro de la misma. 2. El enferm o no puede ejecutar nada a través de la visión global si m ultánea, sino sólo por procedim iento s u c e s iv o especialmente la repetición. D onde es necesario tener un hecho dado sim ultáneam ente como conjunto estructurado, fracasa. C uando, en cambio, p a ra el cum plim iento de la tarea basta un procedim iento sucesivo, cum ple pasablem ente, incluso bien. Se abre u n a función básica que aparece en el hecho de “ tener procesos simul táneos de conjunto”, en “figuras -simultáneas*\
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Corno en lo óptico la visión global juega u n papel principal, es ante todo aquí drásticam ente visible la perturbación. Pero lo u nitario en la e s tructura ordenada de lo óptico debe ser aquí sólo un caso de lo unitario de lo espacial sim ultáneam ente estructurado, incluso sin espacio en el altíia. Q ue lo unitario es en todas partes de la misma especie, se deduce de la función básica que se m uestra por doquier en el dominio de la percepción, de la representación y del pensam iento. El concepto de lo óptico no debe s e r extendido según esta interpretación. 3 . 'E l enfermo sólo puede ejecutar lo que se imagina en los propios movimientos. D e ahí los continuos movimientos al escuchar, al aprehender, al pensar, de ah í el lenguaje, la repetición de la solución de problemas. Tiene lugar u n a “reorganización de la función total” . E n tan to que se logra un, objetivo p o r m edio del lenguaje y del autom ovim iento, sucede q ue, donde no se da, la falla es definitiva. El mismo rendim iento objetivo es, en ¡a función, radicalm ente distinto según la vía hacia el mismo. Este cam ino es en los sanos m últiple, en los enfermos circunscripto. E n nuestro caso está lim itado al m ovim iento como m edio. E n ello se m uestra la buena in teligencia del enferm o en la invención de funciones supletorias. Al mismo tiempo se cree reconocer u n a función básica, que sólo se m anifiesta en los. enfermos m ás llam ativam ente: la estrecha, conexión de toda la vida psí quica con la m otilidad, con los movimientos efectivos y con las represent taciones del m ovim iento (R ibot, K leist), p o r lo que se puede com parar la significación central de la categoría del m ovim iento p a ra la aprehensión del m undo de ciertos filósofos (Aristóteles, en la época m oderna en la reali zación sistemática de A.. T ren d elen b u rg ). 4. N o p o d er visualizar, incapacidad p a ra las figuras simultáneas, cohe sión con los movimientos constantem ente realizados, esas tres form ulaciones deben aplicarse a la m ism a función básica. L o que es perturbado en ella, se llam a tam bién reducción a lo concreto. Estos enfermos son incapaces dé ajustarse interiorm ente a lo posible, a lo abstracto, a lo pensado y de operar con esa genéralidad p a ra lograr el objetivo de la función. Por eso encuentran los rodeos p a ra el rendim iento m ediante la ligazón a lo concreto: cosas, situaciones reales, palabras expresables y fójm ulas; eluden en la vida las situaciones que ellos no pueden cum plir; buscan procedim ientos auto máticos, y llegan en la vida, a pesar de defectos tan profundos, notable m ente lejos, si son inteligentes en sí. Si es p ertu rb ad a u n a función básica en los casos descriptos (agnosias), hay entonces ciertam ente funcipnes básicas numerosas en este sentido. Dan algunas indicaciones respecto de ellas: 1. L o que en los ciegos psíquicos descriptos es el últim o y eficaz recurso de la» posibilidades funcionales, el lenguaje, es*á destruido centralmente en los afásieos.
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2. T al vez hay fallas en un estrato instintivo vital, cuyo ordenam iento con hambre, sed, saciedad y los demás ritmos somáticos inspira una conexión ineludible de todo nuestro desarrollo de la conciencia. En relación con su enfermo de Korsakof dice W. Scheid: “Tales regulaciones vitales, en tanto que escalonan el día, juegan un papel decisivo, evidentem ente, para la orientación temporal” í 1). 3. También son distintas las perturbaciones del “impulso” ( 2) (ver t. I I ) . 4. Referencia a una función básica es quizá la fijación aumentada, la persevera c ió n (s ). Se observa este fenóm eno a m enudo en los estados orgánicos'de defecto, afasias, demencias. Las actitudes se m antienen más allá del m om ento de su sentido, y son especialmente notables en reacciones frustradas que siguen a problemas plantea dos. Por ejem plo, queda una palabra, que vuelve siempre en todas las respuestas, aun cuando no venga a cuento: o queda la designación “pavo” que se aplicó a la im agen exacta al ser mostradas imágenes, y se aplica ahora a todas las aves ^ o quedan los "‘tipos de visión” cuando, por ejem plo, no es leído correctamente ya un reloj, sino que en su lugar se describen detalles, aunque se ha conservado la capacidad para la lectura, como se ha comprobado antes. T ales “temas centrales” dom inan, en casos idénticos* días enteros, en proporción moderada, todas las reacciones. La perseveración es en muchos casos un fenóm eno secundario, que aparece en la vida psíquica defectuosa en lugar de la función real. En este caso pudo establecer Heilbronner un aumento de la frecuencia de perseveraciones proporcionales a la dificultad de la tarca o de los problemas. En otros casos la perseveración es comprensible por la acentuación del interés, por complejos, etc. Tam bién en otros cazos parece ser un fenóm eno indepen dien te: determinados contenidos persiguen justamente a los in d i viduos, los dominan de una manera que no se puede descartar una excitación espon tánea (por ejem plo en el cansancio). 5. A otra función básica se refiere la perturbación m ental ruinosa en la chorea H un tin gton( 4) : los coreicos no pueden dominar su sistema motor capaz en sí de funcionar normalmente o no aciertan lo que se proponen voluntaria o involuntaria mente. Al igual que ic» movimientos, que se inician, se deslizan, ocurren espontáneos, así cae el curso del pensamiento por caminos secundarios, es interrumpido y extraviado por otros elementos mentales. “Esto desaparece sim plem ente”. “Pienso en algo distinto qué no corresponde a eso” . “H e sabido que era otra cosa, no hice más que charlar” . “M e equivoco muy a m enudo y hablo m u c h o ... todo confuso, ¿no es verdad? L o que no corresponde, ¿no es así”. “A hora he vuelto a saltar fuera”. En una. palabra, todas las funciones que necesitan un sistema motor dom inado, los movim ientos corporales, el lenguaje o el pensamiento, son perturbados por la inter vención de impulsos involuntarios de m ovim iento. Los impulsos no llegan a su objetivo, hay una interrupción y un nuevo empezar y m uchos comienzos se interrum pen definitivam ente y sin 'haber llegado a término. Adem ás los coreicos — con excepción del descenso com pleto del final— no muestran ninguna incapacidad inte lectual ni de pensamiento. Fracasa la directiva. N o encuentran lo que buscan. N o pueden afirmar lo que imaginan y lo que quieren. 6. Los métodos del análisis funcional, por la asociación de exámenes de la (1) V er B ürger, P rinz y K a ila : Z. N eur., 14, 553 (1930). (2) V er también A. H auptmann : “ D er M angel -an An trieb-von innen gesehen” . A r d i, PiychiatT. (D .), 66 (1922). (3) H eilbronner: M sch. Psychiatr., 17, 429 y sigts.; 18, 293 y sigts.. Brodmann •. J . PsyehiaU., 3, 25. R oen an : Z. N eu r., 162, 51. (4) H ochheimer, W .: “ Z u r Psychologie des C horeatikers” . / . Psychiatr., 47, 49 (1936). M aterial crítico respecto a la psicologia médica, aplicado a la corea; bibliografía, en Fschr. N ev r., 8, 455 (1936).
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con autodescripciones provocadas, los empleó Zucker en esquizofrénicos ( 1). las maneras en que tienen las representaciones (por problemas, para re presentarse cosas o el desenlace de relatos, por la comparación de diferencias e x p e r i m e n t a b l e s entre los errores sensoriales espontáneos y las representaciones de contenido similar, por la observación de la relación entre errores sensoriales y su r e p r o d u c c i ó n voluntaria, e tc .). H alló a s í cóm o son dificultadas las representaciones o llegan tardíamente, cóm o se confunden entre claridad y falta de claridad, se quiebran o amenazan quebrarse. Se refiere aquí a diversos grados para interpretar una pertur bación de la función, que llega a la vivencia del robo de pensam iento y desde allí conduce por un lado a pensamientos, y por otro hasta las pararrespuestas y la incoherencia. fu n c ió n
I n v e s tig ó
En. todas estas investigaciones son presupuestas tres diferencias: prim ero entre fenómenos vivenciables (fenom enología), segundo entre rendim ientos determinados (psicología de los rendim ientos), tercero entre funciones b á sicas. Las tres estarían entre sí en la relación de tal m odo que las dos prim e ras tienen su origen en la función básica, que por su parte es reconocida sólo por la aparición en el rendim iento y la vivencia. El rendim iento ursin o se vuelve claro por el m odo como fes vivenciado. E n la búsqueda de las funciones básicas surge la tendencia a no dar validez como tales a las simples fallas tangibles del rendim iento. L a pertu rb a ción de la capacidad de fijación, por ejemplo, no es más lo que indica el nombre, sino, u n a perturbación en- la actitud o en la adaptación, a conse>cuencia de la cual se produce u n trastorno en la reproducción que se m ani fiesta como u n derecho de la capacidad de fijación(2). Pero este m étodo se vuelve problem ático en cuanto se comienza a in terpretar las funciones b á sicas im aginadas. Entonces no se hacen ya análisis de la función, sino teo rías. No se com prende ya claram ente lo u n itario de los grupos funcionales, de modo que el hecho típico pueda ser interpretado en estructura m ás p re cisa; los hechos típicos conocidos son u n medio p a ra fom entar el interés en la elaboración m ental a que sirven de fundam ento. Además es perdida la fecundidad del m étodo, donde se contenta con la determ inación de la fu n ción básica por un concepto generalísimo, com o p o r ejemplo la configura ción (G estaltheit) . L a perturbación de la figura o form a existe siempre, es un concepto funcional universal, tan general como la inteligencia y el pensam iento exactos. L a descripción de las alteraciones de la form a de las imágenes psíquicas es u n buen m étodo, la derivación de la form ación de formas com o función básica es insignificante, porque es dem asiado general. Tam bién las. fórm ulas generales de la perturbación de la actitud objetivadora (cütegorial) m e parecen en verdad exactas, pero im productivas en el em pleo. Los investigadores repiten entonces siempre lo mismo. (1)
Z u c k er . K onrad : “ Funktionsanalyse in d e r
110, 405 ( 1 9 3 9 ) . (2 )
G rü n th a l:
M schr. P s y c h i a t r 35 ( 1 9 2 3 ) .
Schizopherenie” .
Árch. Psychiatr. ( D .) ,
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La búsqueda de las funciones básicas debe distinguirse: 1. de la investigación de las. fallas tangibles particulares de la función y sus consecuencias, com o por ejem plo la perturbación de la capacidad de fijación. El principio que todas las perturbaciones funcionales son perturbaciones totales, no debe ser llevado al extremo. Justamente en oposición a él queda en pie el problema de las perturbaciones singu lares de la función y sus consecuencias; 2. del análisis especulativo de un proceso básico vital m etafísicám ente visto com o fuente de vivencia psíquica y de com porta m iento comprensible (v. Gebsattel, Strauss). En las funciones básicas que acaban de ser discutidas, es observada la vía de la función; de la com binación de análisis funcionales y de la fenom enología surge una investigación metódicam ente progresiva; la función básica misma se vuelve evidente en los fenómenos singulares.
L a significación de esta tendencia de la investigación es indiscutible. L a aplicación de la fenomenología p ara el análisis de las funciones, el análisis de la función p o r el cam ino a la función, la captación de la reorganización, la captáción de las fallas ju n to con las funciones positivas o de aquellas funciones de totalidad restantes aún, que se destacan llam ativam ente por él hecho que están allí las fallas, todo eso ofrece u n a visión de las relaciones: funcionales, inaccesibles de otro m o d o .‘ Los investigadores que intervienen esperan a.Tgo extraordinario y desprecian los procedim ientos usados hasta aquí. Presuponer las funciones aisladas y considerarlas como piezas de un edificio, es un error. Los efectos de la falla funcional son burdos hallazgos. Los incontables registros de fallas son insignificantes. Con la m edida de las fallas se puede comenzar p a ra la orientación prim aria. P ara la com prensión de las disposiciones psíquicas alteradas de un enferm o no se gana con .eso absolutam ente nada. El encuentro de las funciones que se han vuelto difí ciles o imposibles p a ra los enferm os es sólo u n prim er paso. M ucho m ás interesa lo que el enfermo siente como difícil. T a n sólo el análisis d e la vivencia —por autodescripciones— conduce al descubrim iento de la esencia de u n a perturbación funcional. Con térm inos generales como inteligencia, atención, m em oria, es bloqueado el progreso del conocimiento psicológico. L a perturbación básica unitaria, el m odo básico de com portam iento, no es alcanzado como perturbación de la inteligencia (dem encia), perturbación de la atención, perturbación de la m em oria. En eso hay m ucha exageración. Estas investigaciones no han aportado de m odo alguno tam poco resultados, en el dom inio visible de lo que se esperaba, p a ra construir u n a teoría p o r la cual fuesen superfluas las descrip ciones “toscas” y los sistemas de ordenación. Estos interesantes estudios h an tenido todos hasta aquí u n defecto notable. Pese a toda la sutileza y ener gía de los hallazgos singulares, quedan en la n ad a poco a poco las investi gaciones en conjunto. E n el cam ino es visto algo, pero no llega a adquirirse un resultado acabado. Es un verdadero comienzo y u n sistema m etódico, la técnica de investigación no debe perderse. Pero h ay en los trabajos de los investigadores que se h a n ocupado de eso h asta ahora una infinitud que
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no es superada p o r ninguna concentración ciara. F alta toda decisión en ese c o n o c im ie n to . L a oscilación puede satisfacer como precaución. Pero es también la consecuencia de la am bigüedad de los resultados de la inves tigación. A d em ás toda esta tendencia de la investigación está p or ahora restrin gida a las fallas funcionales en los defectos orgánicos cerebrales. A quí es de gran im portancia hab er ayudado a la visión de que los focos cerebrales circunscritos raram ente llevan a alteraciones psíquicas circunscritas, sino que, por lo general, m uchas funciones h a n sido alteradas m ás o menos. E n qué grado es posible determ inar funciones psicológicas básicas aú n más allá de las afecciones cerebrales orgánicas conocidas hasta hoy, no puede ser previsto. b) L a función del trab ajo . T odas las funciones se convierten en trabajo, cuando h a n sido cum plidas en esfuerzo continuado p a ra u n objetivo de la existencia, absorben al individuo entero, dependen de su fatiga y de su-descanso y son tam bién accesibles a la apreciación cuanti tativa. El organismo psicofísico con sus fuerzas aparece en la m ultiplicidad de su función de trab ajo con ciertas cualidades básicas. En. tanto que se fijó objetivam ente rendim ientos comprobables del trabajo, cuantitativam ente determ inados, y se observó éste en condicio nes variables, se comenzó a descubrir los factores de que depende en lo esencial la función m ecánica del trabajo (1) . L a naturaleza del trabajo, estim ulado en las investigaciones experi mentales, fué casi siempre la sum a de cifras de la m ism a calidad. Q ué diferencias en trañ an las especies del trab ajo profesional, por ejem plo si entrañan m ás trab ajo intelectual o físico, de eso sabemos poco. E n el análisis del trab ajo hay que distinguir bien los fenómenos subjetivos, la sensación de cansancio y alegría del trabajo, de los obje tivos, la fatiga y la capacidad p a ra el trabajo. Esas funciones objetivas del trabajo se pueden percibir gráficam ente en la curva del trabajo, ins cribiendo en la abcisa el tiempo, en las ordenadas la cantidad del tra bajo hecho continuam ente en la u n id ad de tiem po. E n tre los com ponen tes más im portantes de esa curva están las curvas de la fatiga, que desde el comienzo se reduce y después de pausas vuelve a elevarse rápidam ente por el descanso, y la curva del ejercicio, que al comienzo se eleva ráp i Experim entalm ente decisivos fueron los trabajos de K r a e p e l i n y d e sus d i s c í p u l o s . resumiéndolos: K r a e p e lin ; “ Die Arbeitskurve” , en los Philos Studien d e 19, p . 459, 1902. U n a exposición crítica, con referencia a l a significación d e p ara la apreciación de la s funciones reales del trabajo de l a v i d a , l a d a Max VVeber : “ Z u r Psychophysik d er industriellsn A rbeit” . A rckiv. Sozíalw. u. Sozialpol, 2729. Sobre ulteriores ensayos de su Instituto inform a K raU pelin: “ Arbeitspsychologiiche Un« tersuchungen” . Z . N eu r.t 70, 230 (1921). Al
(1) respecto,
W u n d t , vol. lo s resultados
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K A
a a
.
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dam ente, luego de m odo lento, y b a ja después de pausas (l ) . A ello se añad en ante todo las curvas de estimulo, que se elevan al comienzo del trabajo, siendo estas elevaciones y, las del final explicables p o r las ten siones de la voluntad, y tam bién las del hábito, que se produce frente a las excitaciones que derivan la atención y aparece en una curva al co mienzo en ascenso, luego horizontal estable(2) . L a fatiga y el ejercicio son los conceptos m ás im portantes. L a fatiga ( 3) está frente a la recuperación y, como cualidad del me canismo psícofísico, la fatigabilidad frente a la recuperabilídad. L a últi m a es de diversa duración, según se trate d e sim ple fatiga (que se atribuye al efecto de productos del cansancio) o d e agotamiento (que se explica por desaparición de substancia). Se distingue la fatiga m us cular y, la fatiga nerviosa, y se d u d a si h ay fatiga general o u n a fatiga parcial p a ra determ inadas funciones de trabajo. K raepelin es de opinión que solo h abría u n a fatiga generai. Ejercicio (4) es el aum ento de la facilidad, de la celeridad y de la pre cisión de u n a tarea p o r su repetición. Esto ocurre en parte p o r la meca nización de tareas psíquicas originariam ente más intencionales^ m ás vo luntarias que se vuelven m ás reflejas, mecánicas. Pero adem ás hay que adm itir alteraciones en el m ecanism o fisiológico, que influyen en el ejer cicio. L a capacidad tanto p a ra el efercicio corno p a ra la conservación del ejercicio es distinta según los individuos. K raepelin distingue por tanto la capacidad para el ejercicio' y la solidez del ejercicio. M ientras que la fatiga es u n fenóm eno pasajero y íugitivo, q ueda en pie siempre un resto duradero del ejercicio. Las nociones enum eradas como fatigabilidad, recuperabilídad, capa cidad de ejercicio, solidez del ejercicio, distraibilidad, capacidad de h a bituarse p familiarizarse, estim ulabilidad deben concebirse como cualidades básicas del mecanismo psicoftsico (K raepelin dice: d e la personalidad). E n condiciones patológicas esas cualidades pueden estar alteradas, K raepelin h a investigado su dependencia de la ingestión de alimentos, del sueño, de la absorción de tóxicos (alcohol, cafeín a). E n lesiones cere brales aparece u n a lentificación enorm e del rendim iento del trabajo con u na gran fatigabilidad ( &) . Se encuentran otros casos en los que se da, con (1 ) (1 9 2 8 ).
G ra f.
O .
L .:
“ Die Arbeitspause in
Tfaeorie
und
Praxis” .
P sych o l.
A r b
6.
460
(2) Sobre la exposición gráfica d e la curva de tra b a ja y sus com ponentes, ver K ía e p e u n : “ D ie A rbeitskurve” , e n ios Philosophiscke S ludían de W u n o t, vol. 1 9 , 1 9 0 2 . (3 ) O fp n e r, M .: DU geisíigt E rm üdnug, 2a. cd.» B erlín, 1928. ( 4 ) K e r n , B . I . í W irkum toTm en der U bung., M ü n s te r , 1 9 28. (5 ) B v s c h : Z . N eu r., 4 1 , 283. Con el método d e l a s adiciones en las lesiones cere b r a l e s t r a b a j ó igualmente Langelüddeic«: Z . N eu r., 58, 2 1 6 . Ensayos con ergógrafos los hizo B appert : “ Z u r F rase d er koperlinchen Leittungsíaigkeit bei H irn v e rle m e n ” . N eur., 73,
239.
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n a c id a d
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rendim iento muy; pequeña, u n a capacidad pequeña de ejer
cido Pero tam ^ ^ n m enof fatigabilidad, porque propiam ente no se pro* duce* n in gún esfuerzo; la insuficiencia es aquí condicionada psíquica mente. Specht y P la u t(1) h a n hecho investigaciones y análisis de la cur va del trabajo en las neurosis. L a ráp id a fatigabilidad del neurótico, así como la debilidad de voluntad del histérico, se pueden distinguir en ios ca sos extrem os del rendim iento m enor intencional de los sim uladores conscien tes. Generalm ente en la investigación del rendim iento del trabajo en los neu róticos debemos contentam os con los análisis subjetivos. Las sensaciones de desagrado y los sentimientos de displacer o disgusto en el ejercicio, su aum ento con la dificultad del trabajo p o r u n a parte, el no poder querer, el sentimiento de la im potencia, el no poder ir m ás allá/ p o r o tra parte, son los dos com ponentes principales. L a debilidad de la voluntad depen de involuntariam ente de la conciencia de perd er los ingresos por la pres t a c i ó n de trabajo. L a activación del proceso judicial p o r rentas m ultiplica considerablemente todas las quejas y esta debilidad de la voluntad (neu rosis de la lucha p o r los ingresos o ren tas). N o es raro que la investi gación culmine en ej hecho que la reducción efectiva del rendim iento del trabajo en ia vida es el síntom a objetivo de tales enfermos. Las investigaciones tangibles sobre los rendim ientos del trabajo h an conducido en conexión con ciertas concepciones generales del tiem po a una estimación especial de aquellas “cualidades básicas de la personali dad” . Frente a eso debe señalarse que no se tra ta m ás que de m anifes taciones p uram ente mecánicas, autom áticas, aprendibles, a ejercer por todos; finalm ente, tam bién, sólo de “rendim ientos” a valorar cu antitati vamente, justam ente de aquel “trabajo” q ue no raram ente es u n a carga. Los rendim ientos cualitativos, la actividad productiva en todo trabajo, especialmente en arte, ciencia y m odo de vida no entran en esta curva de trabajo. Pero como u n a exposición objetiva de las funciones de los apa>ratos nerviosos sobre las que descansa nuestra vida, y no como análisis de alguna “personalidad”, los estimaremos en su valor. c) T ipos de rendim iento q u e v arían según los individuos. Cuando K raepelin habló en el análisis d e su curva de trabajo de las “cualidades básicas de la personalidad”, que vió en los grados de va riación individual de la fatigabilidad, de la recuperabilidad, de la m a leabilidad (Ü b b a rkeit)i etc., h a cim entado u n a form a de aprehensión capaz de ser m uy am pliada. E n todos los rendim ientos fijables experi m entalm ente, se pueden observar tam bién tales diferencias individuales. (1 ) ¿274.
Spech t:
N ew . Zbl.,
dreh. Psychoí. (D .), 3, 1906,
481.
245
(1 9 0 4 ). .
P laut:
Münch med. Wschr., 1906,
K» A R L
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J
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Las diferencias se pueden m edir en p arte, en parte ordenar en polarida des típicas, en oposiciones o en m ultiform idades polimembres. Así se han distinguido los “tipos d s representaci6n” ; si una persona prefiere en sus representaciones y recuerdos el dom inio sensorial, óptico o acústico o quines* tésico, si es eidètico o no, y qué clase de eidetico es. Así hay adem ás tipos mnésicos, tipos* verbales, tipos m entales, tipos .aprehensivos, tipos motores, diferencias “de tempos”, modos del ritmo, etc.
Se tra ta de algo m uy heterogéneo. Lo com ún es que u n a com proba ción sea posible en el ensayo objetivo de tarea-rendim iento, y que las diferencias sean buscadas en la intención de hallar ciertas cualidades psicológicas básicas de las variaciones del hom bre que. se llam an consti tucionales., El tem a no es la personalidad comprensible, que se llam a carácter, sino u n a persona vital que se m uestra en capacidades de ren dimiento. U n problema muy discutido es el de la destreza y de la zu rdería, D erecha « izquierda es una orientación básica en el espacio para el cuerpo y una formación m orfológica del cuerpo mismo. Parece un problema enteram ente específico que el individuo en su sistema motor prefiera la m ano derecha o la izquierda. Pero la zurdería es también com o una característica constitucional, que no sólo es objetiva com o signo corporal, sino por el m odo del rendim iento. Y se ha tratado de hacer comprensible en la relación de la naturaleza esencial y d e \la biografía personal d e un ser hum ano, mientras otros no vieron en eso más que un hallazgo accidental particular, Los hechos i 1) : El número de los zurdos es casi siempre minoritario. La frecuencia es dada en un 4 por ciento en Rusia, en un 13 por ciento en Alsacia, en Stutgart en un 10 por ciento en los niños y 6,6 en las niñas. 25 por ciento de los instrumentos de la edad de piedra habrían sido elaborados por zurdos, los habi tantes de las islas Célebes son en mayoría zurdos. Se disputa si la destreza o la zurdería es una ventaja o tiene significación indiferente. Leonardo y M enzel eran zurdos. La zurdería tiene una fuerte tendencia hereditaria. T ien e una corre lación con perturbación del lenguaje. El 61 por ciento de los niños, el 81 por ciento de las niñas que muestran defectos graves del lenguaje, eran zurdos o esta ban en relación con la zurdería (S ch iller). “L a supremacía de una mitad del cerebro es necesaria para la formación de los centros superiores, en especial del centro del lenguaje” ; por eso hay que rechazar el esfuerzo en pro de la mism a actividad en ambas manos.
§ 2.
El curso actual de la vida-psíquica
E l conjunto del estado actu al lo consideramos desde diversos puntos d e vista: como alteración de la conciencia y perturbación de la conciencia_, como fatiga y agotam iento, adem ás com o el m undo en donde se realiza la vida. C iertam ente to d a m an era del ser to tal está ligado con (1) Schiller, Mame; "Problem e um die L in kshándigkeif’. Z . N eur., 140, 496 (1932). Sobre todo el problem a de “ diestro y zu rd o ” e l inform e de H . B O rosr: Neruenzartz, 2, 464.
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p ero nuestro conocimiento sólo puede ser claro en la s d ife r e n c ia De las alteraciones d e l estado (de la conciencia y d e l todo bio lógico) y de las alteraciones del m undo (como totalidades con sentido, c o m p r e n s i b l e s ) distinguimos la alteración a discutir aquí, consistente en la m a n e ra del c u n o de la vida púquicat, que se presenta ante todo en el modo de coherencia e incoherencia del pensamiento. Pero este modo de curso im pone su análisis como u n a disfunción e intercam bio de ciertos rendimientos normales en el todo. Esas alteraciones se conocen d e sd e la antigüedad con el nom bre de fuga de ideas, inhibición d e l pen sa m ie n to , e incoherencia o confusión. Desde el punto d e vista diagnós tico se distinguen a maniacodepresivos (fuga de ideas e inhibición d e l p e n s a m ie n to ) de los esquizofrénicos (incoherencia y confusión). a) Fuga, de ideas e inhibición del pensam iento. Lo que sé en tiende por fuga de ideas (*) e inhibición de pensamiento, lo haremos e v id e n te prim ero p o r algunos ejemplos d e carácter heterogéneo: otros c io n es
O bjetivam ente se muestra la fuga de ideas, por ejemplo, en el siguiente producto lingüístico de una enferma que “conversó” de esta manera con el médico. Respondió a la pregunta si había cambiado en los óltim cs años: “Sí, era m uda y tonta, pero no sorda, conozco a Id a D aube que ha muerto, probablemente por inflam ación del ciego; no sé sí era ciego; ciego Hesse, gran duque de Hesse, la hermana Luisa, gran duque de Bade, el hombre ha muerto el 28 de septimbree de 1907, com o yo he vuelto, si rojo-oro-rojo” . Tales enfermos interrumpen por cualquier m otivo su marcha de pensamientos, comienzan a hacer esto y en seguida algo distinto, no man* tienen ningún objetivo, pero están ocupados siempre y tienen una infinidad de ocu rrencias. N o pueden persistir en la cosa, caen constantemente en lo accesorio, pierden los hilos y no pueden recuperarlos. N o terminan nada que hayan comenzado, saltan, son de corto aliento en el pensam iento, se adelantan a asociaciones externas. Frente a éstos se comporta el enfermo con inhibición de pensam iento casi en todo aspecto al re vés. N o emprende nada, no ccm ienza ninguna tarea, le cuesta emitir una palabra, re flexiona con el mayor esfuerzo en un problema, no se le ocurre absolutamente nada. Q ué es lo que experim entan los enfermos su bjetivam en te, se m anifiesta a veces en autndescripctones. U n tipo de fuga de ideas, especialmente en los esquÍ2 ofrénicos, lo describen los enfermos como impulso del pensam iento (G edan ken dran g). La Sta. S. se lam entaba: “N o puedo m antener pensamiento alguno, todo danza confusam en te a mi alrededor... A sí, pues, n o puedo captar ninguna idea, no tengo ninguna volun tad... Ah, pfuí, sólo se me ocurren insensateces” . La enferma de Forel expuso asi: “En m i cabeza, com o un mecanismo de relojería, una cadena obligatoria, ininterrum pida de ideas m antenía su marcha incontenible. En las asociaciones más maravillosas se anudaba ocurrencia a ocurrencia, pero siempre en una cierta conexión de miembro a miembro. ¡ Q ué representaciones no se han agolpado en mí cabeza, qué asociaciones singulares de ideas no se han dado! H a vuelto siempre a ciertos conceptos, a ciertas (1 ) H eilbronner: M schr. Psychiatr., 13, 2 7 2 y sigts.; 17, 4 3 6 y sigts, L ie p m a n n : Über Ideenflucht, H alle 1 9 0 4 . A schaffenburq : Psycho!. Arb. 4 ( 1 9 0 4 ) . _K ü l p e : Psychologie und M edizin, p. 2 2 y - sigts. B i n s w a n g e r , L . : Über Ideenflucht, Zürich, 1933. Llamamos fuga de ideas aquí a la perturbación en el desarrollo efectivo de toda la vida psíquica, no a. un m ero producto lingüístico, que pudiera ser producido en la form a de fuga de ideas tam bién por una persona n o ideo-íugiúva.
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representaciones, por ejem plo: “D roit de France! ¡T ann in! ¡Bárbara! ¡R o h á n ! Formaban poco a poco etapas en la caza de ideas, y yo expresaba rápidamente luego, por decirlo en una. consigna, el concepto en que habían llegado justamente las ideas inquietas, especialmente también en ciertos momentos de mi vida cotidiana, como al entrar en la sala, cuando eca abierta la puerta de la celda, cuando iba a comer, cuando alguien se aproximaba a mí, etc., por decirlo así para no perder el hilo o para echar m ano a un cierto punto de referencia en la loca sucesión de ideas que desbor daban de mi cabeza” . U n esquizofrénico informa: “Las ideas se volyieron cada vez más rápidas. Yo mismo no podía captar ya cada pensam iento singular. Creía que iba a perder el juicio. El m ovim iento de las ideas lo sentía todavía; pero no veía ya su contenido. Al fin no fui consciente de los pensamientos, sino que me volví vacío” . U n a enferma de 30 anos con un estado postencefalítico describe la alteración in terior del curso de las ideas en unión con los fenóm enos obsesivos: “N o podía quedar sentada cinco minutos sin pensar en algo. Los pensam ientos van más rápidamente de lo que yo puedo hablar; conozco la respuesta m ucho antes de que pueda decirla. Es constantemente como si se rodase una película en mi espíritu. T od o pasa com o un rayo. Y la más insignificante f »equeñez, todo lo conservo. . . Si no doy la respuesta en seguida, y se piensa que no he entendido, se repite entonces todo. Y o no puedo responder de inm ediato. Ocurre esto: Cuando pienso por el d ía alguna cosa, luego se me ocurre otra vez y de nuevo y siempre” (D o r er ). Grados leves de inhibición del pensam iento aparecen en la siguiente auto* descripción: “M is sentimientos se hallaban en cambio constante. M is días alegres se mostraban interesados por todo, en acción consciente del fin, en alicientes' indivi duales, en juicio preciso sobre cosas y personas y mi propia persona y en una deter m inada tensión. En esos tiempos buscaba toda la com pañía posible, emprendía mu chas cosas, porque todo me causaba placer. La transición de un estado de ánim o a otro no era tan repentina, sino que progresaba cada día un poco más. En otro estado tenía el sentimiento de ausencia de todo interés, de torpeza} de imprecisión respecto de cosas sobre las cuales debía tener m i propia opinión. M e esfuerzo entonces especialmente por ocultar mis defectos y en casos dados recordaba cóm o había hablado en mis buenos días. Principalmente m i escritura es variable, también mi m anera de andar. En el últim o tiem po vino además una indiferencia com pleta y un fi acaso de mi receptividad. Teatros, conciertos no causaban ninguna impresión en mis nervios. Simplemente no he podido relatar entonces, nada de eso. En Sa conversación he perdido el hilo, es decir no podía agregar una idea a otra ya. M e volví insensible para las bromas en la conversación, porque no las entendía’* (la enferma se ha vuelto demente paranoide en el curso de los años siguientes). Otros enfermos se qu ejan: H e perdido enteram ente la memoria y no soy ya capaz de seguir una conversación. M e siento com o paralítica, no tengo más comprensión, estoy del todo embobada. Repetir el contenido de algo leído u oído me es imposible por completo. N o tengo más voluntad, no poseo un rastro de energía ni de fuerza para obrar. N o .puedo decidirme a nada. Sólo hacer un m ovim iento m e cuesta úna gran '^solución.
1. Interpretación de la f u g a de i d e a s y de l a i n h i b i c i ó n d e p e n s a m i e n t o . Si se quisiera hacer eviden te lo que es característico en todos estos fenómenos, se partiría, por ejem plo, de la oposición entre la aceleración y la lenificación. Pero esto eviden tem ente no corresponde a lo esencial de las perturbaciones. L a acelera
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del curso, por lo demás norm al, no sería m ás que un signo de salud. en u n curso, p o r lo demás inalterado, se observa, p o r ejemplo, en p e r so n a lid a d e s epilépticas, sin que exista por otra parte u n a simili tud con los fenómenos de inhibición a que nos hemos referido aquí. Se aproxima m ás la oposición entre excitación e inhibición. P ero a ú n c u a n d o corresponda a u n a realidad de esos cursos, perm anece sin em bargo muy imprecisa. Si intentam os p en etrar en la estructura de éstos, partimos nuevam ente con preferencia de la oposición entre el curso d e la representación pasiva, m ecánica, asociativa y el del pensam iento acti vam ente' dirigido por las representaciones de fines (representación do m inante, tendencia d eterm in an te). El acontecer asociativo proporciona la substancia, el activo el ordenam iento del pensamiento. Veamos entonces inm ediatam ente: p o r un lado hay u n a inhibición o excitación, u n a rique za del acontecer asociativo, por o tra p arte un retraim iento de las repre sentaciones de fines activam ente eficaces con sus tendencias determinantes. Si las tendencias determ inantes son disminuidas (prim ero porque n o aparece en general ninguna cognición finalista, en segundo térm ino por que éstas no desarrollan ningún efecto, en tercer lugar porque cam bian demasiado ráp id am en te), es influido el curso de la repiesentación sólo por la constelación de elementos de la asociación. Excitaciones externas de los sentidos así como las representaciones evocadas por ]a constelación casual, según todos los principios posibles de asociación, proporcionan el m aterial del contenido de la conciencia. Tenemos la im agen objetiva de Ja fuga de ideas. L a p alab ra “idea” en la “fuga de ideas” no se refiere sólo a las representaciones, sino a todos los “elementos” que pueden ser pensados como elementos en las cadenas asociativas. Y tam poco las re presentaciones de fines son sólo representaciones, sino factores todos ellos que condicionan u n a selección, u n a estructura en el desarrollo del contenido psicológico. Estas son necesidades lógicas (estéticas) de la situación (con versación, discurso, com unicación, p ro b lem a). D e este esquem a se pueden derivar los tipos diversos de curso inhibido o de la fuga de ideas objetiva y subjetivam ente ex p e rim e n ta d o s^ ). 2. T i p o s d e c u r s o p e r t u r b a d o , aa) La clásica fuga de ideas. El proceso asociativo es excitado, los contenidos acuden en m ása de todas partes a la conciencia. Esto en sí sólo significaría u na m ayor productividad. Pero a eso se agrega que las tendencias determ inantes c ió n
Id en tificación
(1) H e dejado en pie esta reproducción de la interpretación tradicional, a pesar de que h a sido agudam ente criticada y rechazada (por Hónigswah!, L. Binswanger). T am bién en la fuga de ideas, en toda representación, en todo “ elem ento” hay un acto m ental. No se tra ta de un suceder m ecánico, sino constantem ente todavía de í* realización del “ yo pienso” . Esto_ ts exacto, pero no es ninguna objeción contra aquel análisis. La in terpretación tradicional es buena como descripción clara, no como teoría del proceso verdadero, para in terp retar el cual no existe hasta hoy ninguna sólida y aprovechable. La. contraposición de acto y .m aterial está en la vivencia misma y es rechazada s.'n razón.
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son paralizadas y desaparecen cada vez más, que tendencia firm e de selección entre las asociaciones, cia, según las condiciones casuales, se entrem ezclan bles de asociación, conceptuales, sonoros, lingüísticos,
no se da ya ninguna y que, en consecuen todos los modos posi etc.
Se ha preguntado por la causa de la fuga de ideas, pero hasta aquí sólo se encontraron respuestas insuficientes. L a fuga de ideas no es consecuencia de una aceleración del curso de la representación, no es consecuencia de un impulso de hablar, no se puede comprender por el mero cambio rápido de los principios de asociación (por ejem plo de la asociación de sonidos), ni por el predominio de especies inferiores de asociación (en la falta de especies conceptuales de asociación). Su causa está en procesos de naturaleza desconocida fuera de la conciencia, su significación total sólo se puede describir interpretativamente por la consideración de ambos aspectos del curso del pensamiento, el acontecer asociativo y las tenden cias determinantes.
bb) L a i n h i b i c i ó n c l á s i c a es justam ente lo contrarío de la fuga de ideas en lo que se refiere al proceso asociativo. L a utilización del m aterial intelectual es influida (el m aterial no es destruido como en la dem en cia). N o aparecen asociaciones de ninguna clase, no en tra nada en la conciencia, existe inclinación al vacío completo de la conciencia. Surgen asociaciones escasas, pero así es dism inuida en eficacia, como en la fuga de ideas, la tendencia determ inante; los enfermos no pueden concentrarse. Después de largos esfuerzos aparece a veces u na reacción, a m enudo los enfermos enm udecen enteram ente y quedan largos períodos en un profundo estupor. cc) L i g a z ó n e n t r e la f u g a de id e a s y la i n h i b ició n del p e n sa m ie n to . Parece que la fuga de ideas y Ja inhibición del pensam iento pueden asociarse. H ay igualm ente fugas de ideas ricas o pobres, fuga de ideas ricas en palabras (impulso de hablar) y pobres en palabras (m udas). Si los enfermos son conscientes de su curso m ental perturbado, la fuga de ideas aparece en sus quejas como impulso del pensamiento, la inhibición como inhibición subjetiva. El todo es u na inhibición m ental ideo-fugitivaí1). Los enfermos se q uejan de que. no pueden librarse del cúm ulo de ideas, de que atraviesa su alm a u n a cacería penosa de represen taciones. O se quejan de que n o pueden pensar ya, de que no aparece en ellos u n a sola idea más. Si los enfermos son conscientes tam bién de la desaparición de las tendencias determ inantes, se esfuerzan sin em bargo enérgicam ente por poner orden en el desarrollo de sus ideas y exrperim entan la com pleta ineficacia de su concentración en representaciones finalistas y dominantes. Entonces experim entan sim ultáneam ente la exci(1 )
SCHRfiDER:
Z.
N eu r., 2.
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ta cìó n el impulso a l pensam iento p o r el curso asociativo de la repre sen tación excitada y la inhibición en la incapacidad de dom inar en esà
caza salvaje u n solo pensam iento coherente. dd) D i s t r a i b i l i d a d ( 1) * C uando el curso de la representación no es o no es ya suficientem ente precisado por tendencias determ inantes, surge la fuga de ideas, en caso de que el tem a del curso de la representa ción sea disputado p o r asociaciones que adquieren u na productividad acrecentada. S i el tem a o m ateria d e las representaciones es determ inado po r impresiones exteriores de m anera irregular, se habla de distraibilidad. Si se tiene, com o accidentalm ente, objetos de cualquier clase, como el reloj, las llaves, u n lápiz; si se juega con la cadena del reloj, si se golpea, se hacen sonar las llaves es advertido todo p o r el enferm o de in m ed iato lo nom brará y lo estim ará todo. S a lta enseguida a o tra cosa, a u n a m an ch a e n la p ared, a la corbata del médico, a todo lo que es advertible en su am biente de algún modo. E s ilustrativo que la fuga efectiva de ideas y la distraibilidad se presentan por lo general juntas, pero eso no se d a siempre. U n enferm o es del todo im productivo en asociaciones, p ero toda excitación de los sentidos atrae su atención. Al contrario, en otros enfermos el curso de la representación consiste ente ram ente en asociaciones ideo-fugitivas, de las que no pueden ser a rra n cados ni siquiera p o r excitaciones sensoriales. Pero el distraerse no aparece por cualquier excitación de los sentidos. Se advierte a m enudo una selección según los dominios de intereses o al m enos según dominios coherentes objetivos de algún modo. Esta distraibilidad comprensible en cierto m odo, conduce, por transiciones, al extremo opuesto, es decir, a un distraerse por no im porta qué excitaciones sensoriales: todos los objetos son “nombrados” al azar, todas las palabras repetidas, todos los m ovim ientos imitados. Si se trata, en casos de distraibilidad pura, en torno a un com portam iento de la atención compren-, síble finalm ente para nosotros según su contenido, se nos presentan esos “síntomas de eco” como un proceso autom ático. Si en el primer caso, sin embargo, la excitación sensorial captada por la atención desviada elabora psicológicam ente de m anera va riable, queda en el últim o sólo una reacción de èco siempre igual y autom ática. Preferimos no hablar de estos casos de distraibilidad, lim itando más bien esta expresión a aquellos casos en que adquirimos la convicción de que se produce en la conciencia del enfermo un cambio de la dirección de la atención, una atracción y nueva distracción de m odo para nosotros posteriormente vivenciable.
b) L a confuJsión. Los esquizofrénicos se qu ejan de fatiga, de falta de concentración, reducción de sus rendim ientos intelectuales, debilidad de la m em oria. Esas m últiples quejas adquieren u n determ inado sentido cu an d o el observador com prueba la disgregación objetiva y p erturba ti) H e h lb ro n n e r: M schr. Psychiatr., 13, 277 y sigts.; 17, 431 y sigts. (* ) A falta de u n térm ino m ejor, traducim os Ablenkbarkeit po r distraibilidad. H a de recordarse, sin em bargo, que la palabra alem ana no implica un “ pasivo quedar ahí luego del desvío” , com o h a ría suponer el vocablo q u e hemos elegido. N . de los T .
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dones reales del curso del pensam iento. B eringer(1) destacó casos no ta n confusos que im posibilitaban la autoobservación y los informes de los enfermos, y vio que en verdad los informes subjetivos (a diferencia de algunas quejas m aniaeodepresivas de inhibición) correspondían a un h a llazgo objetivo. Las quejas eran: Los pensamientos son tan fugitivos com o recortados, pierden la coherencia, se precipitan. Peor es cuando los enfermos están abandonados a sí mismo?, y m ejor en los problemas y en la conversación. U n enfermo dijo: “Yo olvido las ideas m uy pronto. Cuando quiero anotar algo, un m om ento después n o sé nada más. Las ideas se precipitan, no son pensadas ya claram ente. M e pasan com o relámpagos por la cabeza, pero en seguida llegan otras y están en e l m om ento allí, aunque una fracción de segundo antes todavía no había pensado en eso. T engo el sentim iento de una disgregación. N o tengo absolutam ente en la m ano mi curso de ideas. Los pensamientos no son claros: pensamientos que no se tienen nítidam ente, que rozan a uno sólo de alguna manera, pero de los que, sin embargo, se sabe que ha existido algo. Junto a los pensam ientos principales van siempre pensamientos secundarios. Se confunden, no se llega a ningún objetivo, se vuelven cada ve 2 m ás fuertes, todo va de través, de manera que brota una confusión que no tiene ningún sentido. Y e mismo tengo que reírme de que eso sea posible. T engo el sentim iento del empobrecimiento de ideas. M e parece que lo que veo y pienio no tiene color, es insulso, es muy poco m ultilateral. Así el concepto de la escuela superior se ha reducido a m i pupitre” .
Así, pues, en la pasividad es sentida penosam ente la cantidad de los entrecruzam ientos; en la actividad, la pesadez del curso m ental y la pobreza de pensamiento. E n los exámenes de rendim ientos se dió, a pesar de la fijabilidad y de la buena voluntad, u n a capacidad de fijación dism inuida, y u n considerable em peoram iento en la aprehensión del sentido de la estructura lógica de relatos. Los contrasentidos no fueron captados, el com plem ento de las la gunas fué dificultado. El enferm o que dió aquella autodescripción, no pudo escribir a u n conocido u n a sim p’e noticia j escribió 14 páginas, co menzó siempre de nuevo, sin llegar al final. C ari S chneider(2) * h a descripto sutilm ente el pensam iento incoheren te y confuso de los esquizofrénicos, así la fusión (integración no inten cional de contenidos heterogéneos) lo embolismático (am ontonam iento de fragm entos del pensam iento, heterogéneos y objetivam ente condicio nados), el resbalón (la destrucción que se produce, sin intención previa, de la cadena de ideas), el descarrilam iento o sustracción (la interpola ro n , que se d a sin intención usurpadora, de contenidos m entales en lugar ie un a coherencia o b jetiv a), etc. (1) B e r in g e r : “ Beitrag zur Analyse schizophrener D enkstörungen” . Z . N e u r 93 (1924). (2) Schneider , C arl: Psychologie der Schizophrenen. L eipzig 1930. * Para traducir la term inología -d e Schneider usamos los académicos términos propuestos *r López Ibor (ver: Probl. Enf . M e n t., F.d. Lahor, pág. 171). (N . de los i
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Se h a tratad o de aclarar ese pensam iento — o m ás bien toda esa m a nera de curso del proceso psíquico— p o r la comparación con el pen sam ien to en estado .d e fatiga, con el pensam iento al adormecerse (S. Schneider), y con el pensam iento ‘‘arcaico” de los pueblos primitivo* (S torch). Pero sólo se puede tra ta r de com paraciones. E n la fatiga y en el adorm ecim iento, lo prim ario es u n a alteración de Ja conciencia, en el pensam iento arcaico u n estado del desarrollo histórico del espíritu hum ano (viviente en lo esencial p o r la tradición, no p o r la herencia biológica). Pero en los esquizofrénicos el hecho empírico consiste en un a particu lar perturbación prim aria en el desarrollo de la vida psíquica. § 3.
L a inteligencia
Llam am os inteligencia al conjunto de todas las capacidades y de todos los instrum entos convenientem ente aplicados, utilizables p a ra no im porta qué rendim ientos en la adaptación a los problem as de la vida. a) Análisis de la inteligencia. Distinguimos prim eram ente las con diciones previas de la inteligencia, en segundo lugar el inventario in te lectual, los conocimientos, en tercer térm ino la inteligencia propiam ente dicha, A las condiciones previas de la inteligencia pertenecen, p o r ejem plo, la capacidad de fijación y la m em oria, el grado de fatigabildad, el mecanismo de los fenóm enos m otores y el ap arato del lenguaje, etc. Se h a confundido a m enudo esas condiciones previas con la verdadera inteligencia. E l que no tiene m em oria alguna no puede hablar, se cansa siempre en el m ás breve plazo, n o puede m ostrar ciertam ente su inte ligencia.. Pero luego encontram os en él como causa la perturbación de u na función delim ítable, a consecuencia de la cual aparece la falta de actuación de la inteligencia, no u n a perturbación de la inteligencia misma. L a delim itación de tales funciones, como tam bién de las funcio nes psicofísicas básicas, es del m ayor valor p a ra el análisis y la distin ción de las anom alías de la inteligencia. Con orgullo habla Liepm ann del progreso que constituye el hab er destacado la afasia así com o la apraxia “ de la viscosidad indiferenciada del concepto de dem encia” . En tiem pos antiguos se h a tom ado a m enudo falsam ente p o r dem entes a los afásicos. N o confundirem os con la verdadera inteligencia, en segundo térm ino, el caudal intelectual, los conocimientos. P artiendo de u n gran caudal intelectual, se puede deducir la existencia de ciertas capacidades, que fueron necesarias en la adquisición de lo ahora reproductible de m odo p u ram en te m nem ónico. Pero existe tam bién ahí u n a am plia independen cia entre la verdadera inteligencia (capacidad de juicio) y la m era
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capacidad de aprender. Se pueden apren d er formaciones ideales muy“ complicadas, y las dotes p a ra aprender son confundidas a m enudo con la inteligencia. En psicopatoíogía, la com paración de la posesión de conocimientos con las capacidades p o r el m om ento todavía existentes y débiles proporciona a veces características del defecto adquirido m ás bien que de la debilidad m ental innata, en la que conocimientos y capa cidades suelen estar entre sí en u n a relación m ás conceptual. M uy débi les conocimientos son en general u n signo de debi.idad m ental, grandes conocimientos no son ningún índice d e inteligencia. U n exam en del caudal de conocimientos perm itirá, pués, indirectam ente, en casos extremos, u n juicio sobre la debilidad m ental. Pero es m ucho m ás im portante el exa m en de los conocimientos mismos p a ra averiguar con qué m aterial de contenidos trab aja u n individuo. T a n sólo con el conocimiento de la m ag nitud de ese m aterial (es decir d e la imagen, del m undo del individuo) (W eltb ld ) se puede entender sus acciones, su com portam iento, su m odo de vida, se puede concebir exactam ente lo que opina propiam ente en la con versación. C uanto m enor es el alcance de esa posesión intelec tual, ta n to m ás podemos observar que las significaciones d e las^ palabras que em plea son otras p a ra él que p a ra nosotros.. Las palabras que utiliza van en su significación objetiva más allá de la' signi ficación atribuida realm ente. Las palabras m anifiestan engañosam ente una riqueza de ideas más grande que la que el enferm o posee. L a m agnitud de la posesión intelectual de u n a persona depende, aparte de su cap acid ad receptiva y de su interés, preferentem ente del am biente de que procede y en el qíue vive. El conocim iento del nivel medio en el estado* intelectual de los diversos círculos sociales es, por tanto, u n a m edida im p ortante p a ra tener u n juicio sobre u n individuo particular. P o r lo gene ral, n o se puede im aginar bastante lo pequeño que es el nivel medio (*), R odenw aldt encontró en la m ayoría de sus soldados u na falta com pleta de orientación social, de desconocimiento de los derechos políti cos, incluso de la legislación social. A u n p a r de millas de distancia de la aldea natal cesa la orientación geográfica. E n conocimientos históricos -asi no se podía establecer nada. M ás de la m itad no sabía explicar exacam ente quién era Bismarck. E n los exám enes de conocimientos se suele ener presente tanto el saber escalar como el conocimiento tomado e la vida. Este últim o (conocimientos que h a n sido adquiridos por iteres espontáneo y en el oficio) perm ite u n a conclusión m ás fácilmente >bre el grado de inteligencia. Es asombroso que, según las investiga (1) R o»E N vvA L t.T : “ Aufnahem des geistigen Inventars G esunder ais M asstab für fektprüfungen bei K ranken” . M sckr. Psyckialr. 17 (1905). Lange, J .: “ Ü ber InteJligcnzprügen a n N orm alen” . Psyckol. Arb. 7 (1922). J
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ciones hechas hasca aquí, la m ayoría de los individuos apenas tiene nociones del t o d o exteriores sobre su propio oficio, Nos dirigimos en tercer térm ino a la inteligencia propiam ente dicha. Esta es extraordinariam ente difícil de captar. A penas podem os darnos cuenta de cuáles y de cuántos puntos de vista distintos sirven p a ra llam ar inteligente a alguien. H ay seguram ente u n a g ran can tidad de dones dis* tintos de los cuales algunos se pueden, quizás, destacar todavía exacta* mente, y existe adem ás, no sólo u n a serie de inteligencias mayores o m eno res sino u n árbol ram ificado de disposiciones diferentes. Es d u doso que haya u n a inteligencia general, u n a capacidad general d e ren d i miento que tiene que m ostrarse e n todo aspecto com o u n “facto r c e n ita l de la inteligencia” . Pero se está siem pre inclinado a adm itirla. Es lo q u e los viejos psicólogos llam aban fuerza del juicio (U rteilskraft). Sin embargo, las m anifestaciones de la inteligencia son m uy distintas. H ay seres vivaces, d e aprehensión ráp id a, q ue deslum bran p o r su habili dad y que son tenidos p o r extraordinariam ente inteligentes, pero que, en. un exam en m ás atento, se m uestran m ediocres y superficiales. H ay in¿ teligencias prácticas, que saben elegir lo justo en todo m om ento, ráp id a mente, de en tre la sum a inm ensa de las posibilidades y que se a d a p ta n ágilmente a los nuevos problem as, y las inteligencias teóricas, q u e se com portan en el m om ento directam ente como débiles m entales, pero que en el trabajo aislado y tranquilo p ueden realizar objetiva, exacta y fecunda m ente eminentes tareas intelectuales. “ U n m édico, u n juez o u n estadista pueden tener e n la cabeza m uchas herm osas regías patológicas, jurídicas o políticas, en ta l grado que pueden ser en ello maestros acabados, y sin embargo se equivocarán fácilm ente en su aplicación, bien porque carecen de buen sentido n atu ral y com prenden abstractam ente lo general, pero no pueden distinguir si u n caso concreto pertenece a elIo3 o tam bién porque no h a n sido bastante dirigidos p a ra ese juicio p o r ejemplo» y ocupaciones reales” ( K a n t) . E n la investigación clínica n o hemos pasado m ás allá de u n p a r de aspectos m uy generales de la inteligencia. Ponemos u n valor singular en adquirir u n a visión de la capacidad de juicio, de la capacidad m ental, d et sentido de lo esencial, de la capacidad p a ra aprehender los puntos de vis ta y las ideas que tiene u n individuo. El que, en presencia de u n p ro blem a difícil, d eclara que no sabe alg u n a cosa o que n o es capaz, nosparece m ás inteligente q ue el que se d eja absorber p or u n detalle esencial, o se lim ita a él. Adem ás, ju n to a la capacidad del juicio, es .característico p a ra nosotros la espontaneidad, la iniciativa. A lguien puede dem ostrarse m uy razonable cuando se le hacen exigencias o preguntas, p ero abandonado a sí mismo se vuelve apático y qu ed a sentado allí, m udo.
b) T ipos de dem encia. L a característica del concepto de inteli gencia, considerada como el todo de u n individuo, desde el aspecto de las dotes, im plica que siem pre el análisis sólo destacará algunos rasgos, que no precisan del todo lo propiam ente oginado en este concepto. Tenem os tam bién p o r tanto u n a m ejor visión de algunos tipos característicos de inteligencia que del concepto de la inteligencia en general. Intentem os describir algunos tipos de inteligencia p ertu rb ad a : 1. O s c i l a c i o n e s d e l a p r o d u c t i v i d a d . Com o inteli gencia caracterizam os en general u n a disposición d u radera, como dem encia un defecto duradero. C uando no es posible tener de. los enfermos en psico sis agudas, en estados confusionales, estuporosos, ideo-fugitivos, inhibidos, u n rendim iento de la inteligencia, no hablam os de perturbación de la inte ligencia. Hacemos, esto sólo si en estados d e lucidez, ordenados, acce sibles, es decir en la falta de perturbaciones agudas, no pueden producirse esos rendim ientos. E n estados agudos no arriesgamos generalm ente u n ju i cio sobre la inteligencia que el enferm o tuvo antes de la fase aguda y la que puede tener después. Pero esta separación de las perturbaciones duraderas y fugaces n o se puede hacer en todos los casos estrictam ente. E n especial las reducciones de la productividad espiritual que se advierten a m enudo en personas que tra b a ja n intelectualm ente (artistas, sabios) y q ue aparecen en fases pasajeras, largos períodos o el fin en form a d u ra d era en los psicasténicos, son perturbaciones difíciles de clasificar. Se ‘ tra ta a m enudo de fases pasajeras en que los enfermos tienen vivos sen tim ientos de insuficiencia : sienten que la m em oria les falta, que no pueden pensar ya, etc. Pero realm ente no sólo tienen sentimientos infundados d e insuficiencia. Son de hecho incapaces de concentrarse, leen sólo m e cánicam ente, sin c ap tar el sentido, piensan siem pre en el m odo como trabajan, están orientados hacia sí mismos, no hacia la cosa. Pierden real m ente la, visión general de sus trabajos, no tienen en verdad m ás ideas espontáneas, sin lo cuál todo trab ajo se paraliza. T a ’es personas h an sufrido u n a pérdida de su productividad, que puede ser pasajera o d u rable. Al contrario aparecen tam bién fases de productividad especial, de la m ás rica creación. Se tra ta en todos estos casos de alteraciones, no d e la inteligencia entera, sino justam ente de la productividad. D e ordi nario esas fases son identificadas con depresiones e hipom anías. 2. D e b i l i d a d - m e n t a l c o n g è n i t a . Desde la lim itación d e ' la productividad en la inteligencia reproductiva vivaz conducen series de capacidades decrecientes, pasando p o r la sim plicidad y la estrechez m ental, a los grados profundos de la debilidad m ental. A los grados ligeros se les llam a debilidad, a los m edianos im becilidad, a los graves idiocia. Se tra ta d e u n desarrollo m ás pobre de la vid a psíquica en todas las direcciones,
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de una d iferen ciación que puede ser tom ada como u n a variación de la disposición h u m an a hacia ios valores inferiores a los medios. E n las etapas inferiores se parece la vida psíquica cada vez m ás a la anim al. C o n buen desarrollo de los instintos necesarios p a ra la vida, queda paralizada toda experiencia en la vivencia sensorial del individuo, no se aprende n ad a nuevo, n o es abarcado ningún concepto; p o r eso no es posible ninguna acción m etódica consciente. C on la falta de puntos d vista generales, estos individuos son incapaces de elevarse hasta las ideas y pasan su existencia en el estrecho horizonte de sus impresiones sen soriales accidentales de cada día. Sin embargo, se evidencia en las etapas m ás bajas como en las m ás altas de la diferenciación hum an a que la dotación no es un poder unitario, sino u n a m ultiplicidad de m uchas, capacidades desigualm ente desarrolladas. Así llam an la a te n d ó r los imbéciles a m enudo p o r su habilidad en determ inadas direcciones o in cluso por capacidades espirituales, com o talento aritm ético o por la com prensión unilateral y la m em oria p a ra la música (1) . Las formas de debili dad congenita de integración anorm al de la inteligencia no se pueden distinguir en la actualidad psicológicamente, de las form as orgánicas congénitas de debilidad m ental ( 2). 3. “I m b e c i l i d a d d e s a r m ó n i c a ” ( Verhältnisblödsinn)■*. La formación in n ata d e la inteligencia se puede separar en principio, pero no efectivamente en todas partes, de la form ación de la personalidad. Bleuler h a llam ado “im becilidad desarm ónica” (3) , a las form as de m a nifestación sorprendente en las que se reúnen aparentem ente capacidades de rendim iento elevadas con incapacidades asombrosas, porque la propor ción de la capacidad d ad a no corresponde a los grandes problem as elegidos por sí mismo y p o r tan to el fracaso es inevitable. L a relación de razón y afanes es p ertu rb ad a. El instinto desmesurado presenta problem as a la razón y pose a los individuos en situaciones p a ra las que no están p rep a rados. Esas' gentes, provistas a m enudo de u n a m em oria predom inante mente m ecánica y lingüística, “aparecen al observador superficial como pensadores m últiples, al que estudia más atentam ente como confusos” . Son incapaces “de h allar en la experiencia directivas utüizables p a ra su actuar” , sufren de autosobreestimación incorregible y de falta totail de autocrítica. D el im pulso de valorización de sí mismos, de la necesidad de causar im presión de esa “ tontera de salón” , aparecen en el lenguaje, libre mente, num erosas asociaciones. Surge la apariencia de la fuga de ideas; (1) W itz e l: “ Ein Fall von phänom enalem R echentalent bei einer Im bezillen” . Are k. P s y c h o l 38. (2) S ollier: Der Id io t und der Im bezille (en alem án ), 1891. _ * Utilizamos la traducción propuesta por el D r. José de V illaverde, en la edición española del “ L ehrbuch” de Bleuler y ya difundida en la especialidad. (U . de los T - ). (3) Bleuler: Allg. Z . Psyckiatr. 71, 537 (1914). Böchnek, L .: Allg. Z . Psychiatr, 71.
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pero no es u n a legítim a fuga de ideas, sino un explayam iento comprensible de “ocurrencias” en masa, que sobrepasan sin em bargo los elementos del lenguaje y de u n a m em oria m ecánica. E n lugar de desarrollar pensa mientos, se expande un saber caótico, en lugar de expresar valoraciones y estudios responsables se pierden en sonoridad ingeniosa de palabras. El lenguaje, no el pensam iento, tiene la dirección. E n lugar del pensamiento consciente del fin, aparece la em briaguez del supuesto espíritu propio, pero que sólo reproduce verbalm ente lo que se h a leído. E l individuo engaña p o r “su creencia, que recuerda la pseudologia fántástica, de que lo que dice procede m ás o m enos de él mism o” . P ara tem a, elige con gusto los m ás altos problemas. 4. D e m e n c i a o r g á n i c a . L a dem encia orgánica adquirida debe ser distinguida en sus diversas especies tanto de la debilidad m ental congènita como de la dem encia esquizofrénica. El proceso orgánico suele destruir prim eram ente, en la m ayoría de los casos, las condicionéis previas de la inteligencia, la m em oria y la capacidad de fijación, a veces tam bién el mecanism o del lenguaje; así, p o r ejemplo, surgen en la demencia senil cuadros en que u n individuo olvida to d a su vida, no pusde hablar debida m ente, sino que sólo puede hacerse entender con grandes dificulta des, m ientras que en su actitud y sus actos se puede com probar todavía la naturaleza propia del hom bre instruido, su sentido de lo esencial, en ciertas circunstancias u n a cierta capacidad de juicio. E n otros casos de dem encia arterioesclerótica, paralítica y en grados profundos de dem encia epiléptica, se descompone la inteligencia entera progresivam ente a consecuencia del proceso cerebral. Los enfermos tienen, finalm ente menos capacidad de juicio y m enos propensión, a dirigir s a atención a lo esencial, como u n débil m ental congènito, y se m anejan así en sus m anifestaciones con fragm entos de su anterior adquisición intelec tual, de m odo que, en oposición a la debilidad m ental congènita, aparecen cuadros contradictorios que suelen h acer pensar directam ente en algún proceso orgánico. - Los enfermos tienen reducciones extremas de la capaci dad de aprehensión, se d ejan llevar en su conciencia de la realidad p o r impresiones accidentales sin efecto alguno de contrarrepresentaciones, ca recen de toda iniciativa y caen finalm ente en los estados dsmenciales m ás graves, en los que solam ente vegeta todavía u n cuerpo. P ara todas las dem encias orgánicas es característica, en los grados avanzados, la falta de noción de enferm edad. Sólo cuando el proceso or gánico se circunscribe en lo esencial a las condiciones previas de la inte ligencia (m em oria, e tc ), suele existir u n a conciencia intensa de la enfer m edad (por ejem plo en la arterieesclerosis). E n oposición a la dem encia
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en la dem encia senil y arterioesclerótica hay al comienzo a m e nudo un vivo sentim iento del propio retroceso (*). 5 D e m e n c i a e s q u i z o f r é n i c a . Y a en la dem encia orgáni ca es difícil separar la “personalidad” de la “inteligencia” . L a dem encia esquizofrénica, aquella dem encia que sufre la m ayoría de los réclusos d e los manicomios, los verdaderos locos, es m ás difícil todavía de captar desde el pilano de la inteligencia. Incluso se puede d u d ar si la inteligencia perjnanece aquí del todo in tacta y si todas las alteraciones se basan, en alteraciones de la pei-sonalidad. U n a separación de casos de la últim a es pecie, que son la m ayoría, y de las perturbaciones de la inteligencia se guramente demostrables, si se lograse, sería de im portancia fundam ental para la aprehensión de estas enferm edades. N o se encuentran pertu rb a ciones de la actividad d e Ja m em oria y de las otras condiciones previas de la inteligencia, ninguna p érd id a d e conocimiento, sino u n déficit del pensar y del actuar, que se designa com o hebefrénico. Se tra ta tam bién dé una falta del sentido p a ra lo esencial, al menos p a ra lo esencial sólo e¿ el m undo real com ún, objetivo, empírico, Se h a caracterizado a los esquizofrénicos p o r su falta de contacto con la realidad y se les h a contra puesto, p o r ejem plo, a los paralíticos, que m antienen, en grave destruc ción, sin em bargo, u n contacto con su realidad y conservan en toda desorientación su conciencia de actualidad (M inkow ski). La. heterogenei dad de los orgánicos y de los equizofrénicos, aquellos, siempre naturales, aún en la ruina, y éstos, enloquecidos, es cierta. T am bién en los esquizo frénicos se añade en m uchos casos u n a p érd id a de la espontaneidad, u n estancamiento ( Hipidammern) que sólo pueden ser interrum pidos por es tímulos, pero entonces responden de un m odo bizarro. E n lugar de u n a descripción -general, dam os u n caso de grado leve de esa demencia, p a ra poner de m anifiesto la característica de estas debilidades del juicio (no se tomen los productos del enferm o p o r chistes intencionales): El enfermo Nieber. está plenam ente orientado, es sereno, vivaz, le gusta hablar y habla bien, siempre jovial en sus relaciones o listo para las respuestas prontas; no tiene ningún^ perturbación aguda. A l ingreso pid e de rodillas una pronta liberación. Si se le pusiese en libertad hoy, se presentaría ocasionalmente en la clínica. Sin embargo, marcha sin dificultad a su lugar y no vuelve al deseo de liberación. E n lugar de ello tiene pronto otros planes. H abla de ellos, quiere presentar una diser tación para obtener el título de ingeniero en Tubinga. “D ebe ser caracterizado allí el plan de vida de mi vida. Llegaré seguramente u graduarme, si n o hago ninguna falta intencional” . Quiere ser em pleado com o fotógrafo en la administración de la clínica, desea diversas habitaciones propias, atención de primera clase y m uchas (I) U n análisis psicológico intuitivo d e u n a dem encia progresiva después de una lesión cerebral en la guerra, lo dan Eliasberg y I'evcmtwanoek: “ Z u r psychologischen n n d pathologischen U ntersuchung und Theorie des erworbcnen Schwachsinns” . Z . N eu r. 75, ^ 516 (1922), O bservan la “ a ctitu d to ta l” del paciente y la "descomposición y el em pobrecim iento de las situaciones” .
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otras cosas. Sin embargo, no persigue m uy lejos sus deseos, se ocupa m ás bien de pormenores siempre variables, que proíito vuelven a ser dejados de lado y olvi. dados. H ace poesías, incontables memorias, cartas a las. autoridades, a los médicos, a otros establecim ientos, a los príncipes, escribe un ensayo: “El papel higiénico; improvisación de J. H . Nieber”. H e aquí algunas frases características del vastv escrito: “Se han escrito ya ensayos y han sido impresos, sobre la inmortalidad del grillo, sobre la peligrosidad del fusil y sobre la discutibilidad de las doctrinas darwinianas de la descendencia. ¿Por qué no habría de tener reconocim iento y recom pensa un tratado sobre el papel higiénico? N o creo haber fijado dem asiado alto el precio de 30 marcos por un cuaderno m anuscrito. El aspecto políticosocial de este tem a debe hallar especial estimación. Reproduzco, por tanto, una estadística que ofrece a los pequeños políticos lo m ism o que a los economistas un material' bienvenido para d isc u s io n e s... etc.” . El enfermo dibuja con infinito esmero una letra de cambio con todas las rayas usuales del papel y la envía al asilo anterior para el pago de sai m antenim iento: “M e parece suficiente la suma de 1000 marcos paira la atención, inclusive los honorarios médicos” . A l interrogarle en la conversación sorprende siempre por los giros singulares; “L a psiquiatría no es otra cosa que la investigación del derecho y de los beneficios del derecho en su relación con los seres humanos)”. “Sostengo el punto de vista que no hay enfermedades mentales” . L a psiquiatría tiene la misión de ofrecer una existencia a gentes que nó han nacido para vivir de su trabajo” . Se puede estar propenso a interpretar los discursos y el com portam iento de tales personas com o una burla a su ambiente. Pero no es el caso. T od a su vida es asi y es continuada durante decenios en los asilos sin necesidad de ningún esfuerzo serio con ese fin. 6. D e b i l i d a d m e n t a l s o c i a l m e n t e c o n d i c i o n a d a Según la génesis, que coincide con las diferencias de los caracteres psico lógicos, se h a distinguido entre la debilidad m ental congènita y la dem encia adquirida a través de u n proceso; en la últim a, nuevam ente, se distingue la dem encia orgánica y la esquizofrénica. O rigen muy distinto tienen otros estados, q u e nos d an la im presión, sin más, de debilidad m en tal, y que no se pueden atrib u ir a procesos patológicos congénitos o a d quiridos, sino en gran p arte, al am biente m u y anormal en que vivieron los individuos: debilidad m ental socialm ente condicionada. “ M ala educación, deficiente concurrencia a la escuela, privación d u radera de estím ulo inte lectual, restricción del interés a la lucha por el p an y la conservación del yo vegetativo, la m ala alim entación, la vida irregular — son sin d uda circunstancias que producen defectos de alto grado del saber y del juicio y u n a tendencia de pensam iento en su conjunto exclusivamente egoísta, m o ralm ente inferior” (B onhoeffer). E n vagabundos de to d a clase, en pros titutas, en rentistas acomodados, que no h a n hecho ni experim entado n u n ca n ad a desde la infancia, en las personas em pobrecidas en la vida indefi nid a de los sanatorios a consecuencia de enferm edad física o de m ales tares nerviosos, en los internados de toda clase por largos años, se obser van diversas form as de debilidad m ental atribuible al medio ambiente. 7. E s t u p i d e z , e m o t i v a y p s e u d o d e m e n c i a , Son con-
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¿odíelos defectos de la inteligencia con los estados agudos, con alteraciones Jas depresiones, hipom anías, confusiones, Además son fácilm ente c o n f u id o s con el fracaso de todas Jas capacidades en la reacción em o tiva, en Ia estupidez emocional (Ju n g ), como surge no sólo en los exáeino tam bién en la revisación m édica y en m uchas ocasiones de g j v l l v 9) ( * -* _ • t t algún modo excitantes en sujetos predispuestos. Finalm ente, hay u n a con fusión con las perturbaciones de la inteligencia próxim as, en los estados de pseudodemencias de las psicosis carcelarias, que pueden prolongarse largo tiempo en ciertas condiciones con u n a relativa lucidez, pero que h an de ser vinculadas solamente al efecto del com plejo carcelario en la predisposi ción histérica y acaban todas p o r curarse. c) E xám en de la inteligencia (x). ¿C óm o nos form am os un jui cio sobre la inteligencia de u n individuo? Siem pre sólo por las m anifes taciones efectivas que se producen y p o r el com portam iento en ocasiones en que debe responder a problem as. Finalm ente, no basta toda u n a vida, al menos en los carriles estrechos e n que tienen q ue vivir su vida la m ayor parte de los seres hum anos, p a ra h acer aparecer todas las disposiciones de la inteligencia. El conocim iento de los destinos y manifestaciones de la vida es la fuente m ás im portante p a ra nuestro juicio sobre la inteligencia. Sin embargo, no nos contentam os con eso. Quisiéramos adquirir e n breves exploraciones, igualm ente, u n juicio fundado. Esto se consigue tam bién en cierto grado, aunque, incluso en la clínica, observaciones accidentales proporcionan a veces u n a visión m ás profu n d a que las investigaciones me tódicas. Estas resurgen’ en la conversación com ún. Com o médicos h a cemos determ inadas preguntas, dem ostradas útiles a través de m últiple ex periencia (por ejem plo preguntas diferenciadoras, la diferencia entre el error y la m entira, entre el saber y el creer, etc., problem as aritm éticos de naturaleza no com plicada, p . ej.: 117-29; preguntas sobre el m odo como el enferm o tom a posición ante su situación, cómo juzga las cosas desde su vida,profesional y sus condiciones personales^ e tc .). Finalm ente se h a in tentado elaborar m étodos m ás complicados. P or ejem plo, se presenta el problema en u n texto del que h a n sido eliminadas m uchas palabras y sílabas y se pide que se com plete el texto según el sentido (Ebbinghaus: m étodo de la reconstitución), se hace describir cuadros de m em oria (ensayo sobre el relato, de Stem , n a rra r nuevam ente cuentos, etc. E n estos casos tam bién se busca apreciar num éricam ente el rendim iento, El resultado de las experiencias hechas hasta ahora en la investigación (1) M i conferencia: Z . N eur. R eí. T eil. 1, 14G1 (1910). S te rn : Die Psychalogischen M tth o d en der Intelligenzprüfung an d ihre Anw endung bei Schulkínder. 2? c d ., I.eipztg, 1916. Sobre el examen d e niños según el m étodo Binet-Sim on, v er ios informes de B oecktao: Z . angew. Psychol. 3, 230, 259 ; 5, 105-203; 6, 495-518 (1909-1917). Bueno és G e rh a rd K lo o s : .¿nfciiuRf ru r Jntelligenzprüfung. Jena, 1941.
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de la inteligencia es el siguiente: se puede obtener sólo u n juicio sobre toda la orientación de las dotes si existen rendim ientos en esa mism a dirección. De los rendim ientos en ensayos de reconstitución, en experimentos de m em oria, etc., n o se puede deducir nin guna conclusión segura relativa a los rendim ientos en otras direcciones. Somos capaces, en efecto, de form am os u n cierto cuadro de la inteligencia de u n a persona m ediante la utilización de todas las fuentes (anamnesis, conversación, experim ento), pero no godemos juzgar esto aplicable definitivam ente a todos los casos y problem as posibles. U n exam en de la inteligencia, que quizás en Jos p ri meros años perm itiría un juicio respecto de los oficios y rendim ientos para los que u n a persona es buena si no se aplica a rendim ientos técnicos rela tivam ente simples y a m eras cualidades del mecanisrho psicofísico, es u n a exigencia utópica. Solo los éxitos y fracasos que aparecen en el curso del desarrollo de la vida, a m enudo totalm ente sorpresivos, perm iten un juicio a posteriora Sin embargo, en casos extremos de m ala predisposición, se puede restringir el círculo de las posibilidades p a ra el porvenir. Prác ticam ente es posible, de u n a m asa de individuos que se ofrece p a ra un trabajo determ inado, seleccionar experim entalm ente un núm ero de los re lativam ente m ás aptos, descontando errores aislados. Sin d u d a se aplica esto, p o r ejemplo, a la selección de los ciegos p ara los colores. Pero cuando se quiere seleccionar de esta m an era p a ra las profesiones intelec tuales, se corre el peligro de encontrar justam ente a los m ás inte ligentes quizás como ineptos ( x) . j E n toda la estim ación cuantitativa de la inteligencia hay que distinguir la m ayor a ltu ra de los rendim ientos posibles u n a vez, y la relación entre los rendim ientos verdaderos y falsos, útiles e inútiles, preciosos y sin valor p ara una persona (B leu ler). O curre que u n individuo considerado poco inteligente según el segundo pun to de vista, produce un alto rendim iento según el prim er p unto de vista, y al revés.
(1)
V er m i Idee
der U niversität,
octavo
capítulo,
B erlín,
1946.
C
a p í t u l o
t e r c e r o
Los síntomas de la vida psíquica en las manifestaciones corporales concomitantes y consecutivas (psicología somática) H ay u n a m u ltitu d de m anifestaciones corporales, objetivam ente com probables, que aparecen sin voluntad n i finalidad consciente, adem ás sin que sean estimables com o “rendim iento” objetivo significativo valorable en él m undo o comprensibles como expresión del alm a; aparecen cuando exis ten ciertos procesos psíquicos, sea que precedan a éstos o que sean sim ul táneos. Se tra ta de hallazgos del cuerpo que tienen relación con lo psíquico o pueden tenerla, sin ser comprensibles fisiognòmica o m ím icam ente. Son sólo, prim eram ente, hechos somáticos, objetivos, sin alma. Advertencias previas sobre cuerpo y alm a. L a unidad de cuerpo y alma com o conjunto viviente aparece presente en todo individuo. Es el hecho de la unidad del individuo como cuerpo el que produce el alma o la hace aparecer. Pero esa indudable unidad cuerpo-alma no está ante loa ojos por eso com o objeto reconocible. Lo que vemos, pensamos, captam os es siem pre algo destacado, algo singular de la unidad a lo que debe interrogarse cóm o se comporta con la unidad del todo. Por eso hablar de la unidad cuerpo-alm r, cuando es sospechosa de falta de veracidad en el camino del análisis psicológico y somático, no sólo es infecundo, sino paralizante. Verdadera es la unidad cuerpo-alma ún ica mente com o idea, que m antiene todos los análisis com o un conocim iento provisorio ante la afirm ación absoluta ( A bsolutierung) y conserva el problema de la relación de todo con todo en lo viviente del cuerpo y el alma. L a unidad es difícilm ente incluida en su inm ediación o no es accesible com o objeto del conocim iento, más bien sólo la idea que puede conducir al conocer particular y determinado como tal, de lo viviente. a) Las separaciones de cuerpo y alma. La separación de cuerpo y alma puede aparecer como pensam iento más claro, sin necesidad de mayor fundam entación. Sin embargo, el problema es; siempre qué es en cada ocasión cuerpo y qué es alma. A lm a se llam a, por ejem plo, a lo interior inm ediatam ente vivenciado (los objetos de la fenom en ología), a lo que produce rendimientos significativos, a lo que aparece en la expresión, a la unidad del yo, a una substancia psíquica básica, etc. Cuerpo es, por ejem plo, la forma m orfológica de lo viviente, los movim ientos significativos vivientes, los procesos químicos, físicos, biológicos, las localizaciones cerebrales, etc. Si el alma es el todo, ese todo psíquico no es em píricamente palpable, com o no lo es el cuerpo, cuando abarca indefinidam ente todo lo que ocurre en el espacio. Sólo en enfoques determ inados, destacados del todo, no como alma en general o como cuerpo en general, tenemos un objeto empírico.
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Si se ha separado de algún m odo lo psíquico y lo corporal, tenem os el problema de su relación. Este problem a es fecundo en todas partes donde adm ite determinada forma en los temas de investigación objetivam ente captables. Conduce, sin embargo, al absurdo donde es planteado en el todo y en principio. Discutirem os ambas cosas más detalladam ente: b) L a integración de cuerpo y alm a en las exploraciones. La integración de lo corporal y de lo psíquico está com probada de manera diversa en hechos que, utilizando todavía im precisamente los conceptos cuerpo y alma, p od em os' formular toscamente: Lo corporal actú a sobre el alm a (tóxicos, enfermedades físicas, lesiones del cerebro, e tc .). Lo- psíquico actúa sobre el cuerp o: O bien en la relación de propósitos volunta rios (sistem a m otor) o en manifestacionesi consecutivas no deseadas (palpitaciones cardíacas, hipertensión, m etabolism o alterado, e tc .). Lo psíquico aparece com prensible en lo corporal (expresión del alma en la forma y el m ovim iento del cuerpo). Q ue la integración existe, se com prueba en general em píricam ente; esa com probación conduce luego a determinadas maneras de comprender lo que se entiende eventualm ente por alma y cuerpo. Cóm o es posible la integración, y qué ocurre pro piam ente en ella, escapa a la observación. Por ejem plo, sí m u e v o , m i m ano a! escribir, sé lo que quiero y m i cuerpo obedece a esa voluntad finalista. L o qué ocurre es señalable, en parte, en los aspectos neurológicos y fisiológicos, pero el últim o acto de la traducción del propósito psíquico en acontecim iento corporal es tan inaccesible e incomprensible com o la m agia, pero es una m agia real, no ilusoria. Así acontece con todas las integraciones psíquico-corporales. c) La integración del cuerpo y del alm a en general. Si se quiere com prender en total y en principio la integración de lo psíquico y de lo corporal, se cae en pensamientos metafísicos, y de tal manera que todo pensam iento posible conduce a absurdos. Y a sea dualísticam en te, en el paralelismo de lo físico y de lo psíquico o en acción recíproca, ya sea m onísúcam ente de m anera m aterialista (lo psíquico com o un epifenóm eno agregado o a una cualidad del cuerpo) o espiritualista (lo corporal sólo com o fenóm eno de una substancia psíquica única real) con cada uno de esos pensam ientos, se llega a consecuencias imposibles. Para la investigación em pírica importa, en tanto que cuerpo y alm a son separados, sobre todo la categoría de la acción recíproca de ambos — el alma actúa sobre el cuerpo, el cuerpo actúa sobre el alma— , sin que se haya expresado con ello algo absoluto o de validez teórica. Lasi dificultades m etafísicas han surgido desde que D escartes separó absoluta mente alma y cuerpo. Descartes realizó por primera vez y con razón la di .tinción de lo interno y de lo externo, de los estados psíquicos vivenciados y del acontecer corporal en el espacio. Son dos realidades incom parables, observable cada cual p o ; sí misma, descriptible, examinable, la res cogitans v la res extensa. En la distinción radical de la descripción de las vivencias psíquicas (fenom enología) y de las observaciones somáticas, esa separación esclarecedora tiene hasta hoy su buen sentido. Pero el error comenzó por el hecho que por alm a sólo se entendió primeramente la vivencia interior consciente; por cuerpo, sólo el proceso m aterial en el espacio, m ecánicam ente explicable, y eií segundo lugar esos aspectos de lo separado externam ente se convir tieron en substancias del ser. L a plenitud de lo real, que en lo esencial n o es viven cia psíquica interna ni proceso corporal espacial, sino que es algo distinto en m edio de ambos, com o rendim iento significativo, expresión com prensible, acción
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mundo, creación espiritual, salió de la escisión dualista cuando fué generalizada de modo absoluto (vera b so lu tiert). L a separación de Descartes tiene su dom inio donde es exacta y donde muestra los hechos en análisis metódico. Pero desaparece en lo abarcativo de la vida. Descartes quiso superar la vieja concepción, gradiosa a su manera, de lo vivien te según se m antenía desde Aristóteles a Santo Tom ás; la concepción d e la sucesión de etapas desde el alm a nutritiva sobre la sensible hasta la pensante en 1» totalidad del ser físico-espiritual. En el alm a inmaterial del hombre está la “forma substancial” del cuerpo hum ano. El cuerpo es por decirlo así ennoblecido, el alma materializada. N o es afirmada una diferencia fundam ental de esencia de lo físico y de lo psíquico. El estudio de la psicología de Santo T om ás vale la pena todavía hoy. Es el modelo originario y la realización d e un gran tipo. Sus clasificaciones merecen ser meditadas. Exponem os algunas: Tom ás distingue el conocim iento sensorial y el poder sensorial com o inm edialam ente dependientes del cuerpo, de la razón y del poder espiritual com o m ediatam ente dependientes del cuerpo. Lo sensorial se divide prim ero en los: sentidos externos, el tacto, el gusto, el olfato, el oído, la vista; en segundo lugar, en las capacidades sensoriales internas, entre las cuales el sentido general (por el se vuelven conscientes las diversas sensaciones de los sentidos y es captado lo sensible general-movimiento y sosiego, unidad y m ultiplicidad, tam año, figura; es el centro en el que se agrupan en una unidad todos los sentidos), la im aginación (conserva las impresiones y las reproduce en la representación y la fan tasía), el juicio sensorial (los instintos, los impulsos instintivos, la capacidad instintiva d e estim ación superan la percepción e incluyen un ju icio; son un a especie de participación en la razón, la m em oria sensorial (conserva las experiencias sensoriales provistas con un signo del tiem po). A esto se añade en tercer térm ino la capacidad sensorial del appetitus concupiscibilis, irascibilis y las pasiones ( p a c io n es) . La concepción básica del todo cuerpo-alm a puede m odificarse de maneras m úl tiples, pero su rasgo fundam ental sigue siendo una noción absoluta del uno reconoci ble, como la tuvo la nueva concepción de Descartes en tanto que noción absoluta de las dos substancias. D ad o que la vieja concepción daba un a im agen del tod o, conser vaba la plenitud sin abandonar la unidad del cuerpo y el alm a, y tenía presente en todo lo psíquico, lo som ático y en todo lo somático, lo psíquico, ha sido renovada a menudo contra D escartes hasta hoy. A sí últim am ente en el “psicoide” de Bleuler. Quería reunir en el concepto de lo psicoide lo común a la vida som ática y al alm a: las funciones m ném icas, la integración y la conveniencia de las estructuras y de las fuerzas. Pero el defecto está aquí, com o siempre en tales esbozos, que con la concep ción total se adquiere un esquem a de la idea pero no un objeto explorable del conocim iento real. U n a generalización absoluta del ser substancial de la unidad cuerpo-alma se vuelve contra las otras dos especies absolutas d el ser, alm a y cuerpo. Para nosotros el tipo de concepción de Tom ás debe rechazarse lo mism o que el de Descartes. Im porta en verdad abandonar las generalizaciones absolutas en favor del conocim iento preciso, aunque particular, que avanza paso a paso, pero nunca es dueño del conjunto. Pues el todo, sim plem ente por la esencia del conocim iento que realiza el hombre en el tiem po, es im posible p a ia éste. El conocim iento es verídico sólo en el espacio de lo abarcable que nos queda abierto. Si queremos reconocer lo que tiene efectos tanto psíquicos com o físicos en un todo desbordante, qué es prim ero entre ambos, desaparece para nosotros en la claridad de hechos determ inados, palpa bles, que no son nunca ese todo.
d) La coincidencia de cuerpo y alma como hecho explorable.
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dencia del cuerpo y el alma la vivencia cada cual en sí. Esa vivencia es, en las sensaciones corporales, objeto de la fenom enología y de la psicología somática. Se vé el papel de las sensaciones corporales para la percepción de los propios procesos físicos, y además en los sentim ientos, instintos, pasiones. Pero esa vivencia no es ningún m edio ,de conocim iento generalm ente válido de la unidad alma-cuerpo, sino que es, com o vivencia misma, un objeto del conocim iento de las relaciones cuerpo-alm a. Adem ás el alma y el cuerpo son para nosotros una misma cosa en la expresión. D o n d e percibimos la alegría del rostro, no separamos el alm a y el cuerpo, no tenemos dos cosas, que tendrían relación entre sí, sino un todo, que separamos tan sólo secun dariamente en m anifestación corporal e interioridad psíquica. Este hecho de la visión de la expresión es. un fenóm eno originario de nuestra captación del m undo, infinitam ente rico en contenidos, enigm ático en principio, constantem ente real y presente. Si queremos 'hablar de una coincidencia de cuerpo y alma com o de un hecho explorable, sólo la encontramos aquí. A quí existe, previa a toda reflexión, ■como m edio y objeto, cognoscibilidad específica ( “comprensible” ) , lo que no puede ser alcanzado en ninguna otra parte, después de la separación dei cuerpo y el alma. Pues de cualquier m odo que distingamos tam bién lo psíquico y io corporal, p o c em o s hallar después de la separación integraciones empíricas, pero no pensar úna •coincidencia o una identidad de ambas, dejando ya de lado el ponerlas ante la vista. Si se quisiera adscribir, por decirlo así, estructuras psíquicas a las estructuras corporales, se caería en pensamientos teóricos, inevidentes, absurdos ante una consi deración más detenida: por ejem plo, si las im ágenes del recuerdo debieran estar en las células ganglionares, las asociaciones psíquicas en los haces; por ejem plo, sí las figuras psíquicas debieran tener su base y su esencia en las figuras físicas del cerebro: por ejem plo, si se estatuye el fundam ento de la libertad sólo en la incalculabilidad estadísticam ente captable del proceso atom ístico. L a supuesta coinci dencia de lo corporal y lo psíquico en alguna parte del cerebro es una fantasía del pensamiento racional abstracto, siempre una hipótesis vacía irrepresentable, que comenzara con la representación de Descartes de la glándula pineal, com o asiento
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nerccpctón. Podem os decir en resumen: Sólo donde vemos y sentimos originaria* Jncnte el alm a en el cuerpo, el cuerpo en el alm a hay una coincidencia (pero ^ r e strin g id a a la m anifestación comprensible; en ninguna parte donde tenemos sepa rados el alma y el cuerpo y preguntamos por su relación puede hallarse una coincidencia. e) Los dom inios de la exploración en donde aparece la relación cuerpo» nfrrt*. E l resultado de nuestra actualización es: el problema cuerpo-alm a existe sólo en ámbitos de investigación en cuyo dom inio o bien queda su unidad como objeto originario o es supuesta m etódicam ente su separación en determ inada form%. H ay además numerosos dominios, de investigación donde no es problema o tema ni la separación, ni la unidad, sino que son investigadas realidades del hombre, que existen por sí mismas, sin tener que ser referidas a aquella problemática. Así tenemos que vérnoslas en la psicopatología con muchos objetos en cuya exploración es inesencial el problema de la separación o de la unidad del cuerpo y del alma, com o por ejem plo, las acciones, los rendim ientos, las creaciones en el m undo, las relaciones de comprensión, la biografía, la mayor parte de los problemas históricos y sociológicos Las relaciones cuerpo-alma son investigadas : 1. En la psicología de la expresión, en la que es com prendido en lo corporal el sentido de la mímica y de la fisiognómica, 2. En las conexiones causales, en las que son buscadas respuestas al problema de los modos, de existencia del cuerpo y cóm o obran sobre el alm a. 3. En los problemas de la estructura corporal y la constitución como fundam en to de la tipología del alma. 4. En los hechos típicos som áticos, que son una consecuencia de procesos psíquicos. Estos son los que consideraremos, en el capítulo presente (psicología som ática). Es la relación extrem a más pobre de sentido entre el alma y el cuer po, comparada, por ejem plo, con la expresión. Pero veremos qué lejos aparece un sentido investigabíe tam bién aquí, en ciertas relaciones comprensibles, bajo condi ciones anormales*
Los hallazgos psicologicosomáticos los ordenam os en tres grupos. Pri m eram ente hay hechos básicos pskosom áticos generales', las sensaciones corporales, las m anifestaciones corporales concomitantes y constantes; el sueño, la hipnosis. Existen en todo individuo o se les puede producir. Les describimos a continuación al mismo tiem po con algunas perturbaciones correspondientes. H ay en segundo lugar u n a dependencia de las enfermedades corporales del alm a; algunas surgen p o r vías psíquicas, otras enferm edades puram ente somáticas no se desarrollan en p arte alguna totalm ente independientes de procesos psíquicos. H ay en tercer lugar hallazgos somáticos sorprendentes en psicosis que no se pueden referir a enferm edades orgánicas conocidas y que sin embargo son idénticos a ellas. Tenem os que registrarlos p o r el m omento. Es posi ble que tengam os en ellos síntomas de enferm edades orgánicas todavía desconocidas que actú an sobre las psicosis correspondientes; es posible tam bién que existan aquí conexiones del todo diversas.
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§ 1. Los hechos psicosomáticos básicos a) Sensaciones corporales. El proceso corporal es percibido ob jetivam ente p o r el observador extraño en síntomas visibles; los hechostípicos somáticos son establecidos p o r los m étodos de investigación de la m edicina, de la clínica y de la fisiología. Pero todo individuo realiza la percepción del propio cuerpo en sus sensaciones corporales. Su cuerpo se le vuelve objetivo, puede observar, p o r las sensaciones corporales, su cor poralidad cam biante. E n las sensaciones corporales hay ciertam ente m ás que la m era sensación objetiva de algo, que está fuera de m i cuerpo: las sensaciones del sentimiento de la p ropia existencia. Pero junto al as pecto que las sensaciones del cuerpo h acen perceptible tam bién cosas que llevan a la observación como algo enfrente de mí, está el problem a, prip e r o si y en qué m edida tiene lugar u n a coincidencia entre las sensaciones corporales y los procesos efectivos del cuerpo, y en segundo lugar h a s ta dónde llega la percepción del propio cuerpo (pues Ja m ayoría de los pro cesos orgánicos se desarrollan im perceptiblem ente fuera de la conciencia), y adem ás qué im portancia tienen las quejas somáticas, las descripciones, las percepciones de los enfermos p a ra el conocimiento del cuerpo. U n a coincidencia segura existe raram ente. A parte de las sensacionescausadas por procesos originariam ente orgánicos, existen las sensaciones de las alteraciones de los órganos, que acom pañan constantem ente a la vida psíquica como proceso somático o que h a n surgido psicogénicamente a veces de m anera especial; por ejemplo, los efectos vasomotores en la piel percibidos en las sensaciones de calor y de frío, en la relajación mus cular el sentim iento de peso, en el peristaltism o psicogénamente acelenado los dolores intestinales. Finalm ente existe u n a gran cantidad de sen saciones corporales sin causa corporal dem ostrable, motivados por la. aten ción, la espera, la inquietud. El círculo de las sensaciones corporales es norm alm ente estrecho. Pero> la perceptibilidad se puede ensanchar con límites indeterm inables. La. atención interna intensa sobre el propio cuerpo, como la describe J. H . Schultz en el adiestram iento autógeno, conduce al descubrimiento de vi vencias de órganos, que no se basan en la sugestión, ni son sólo sensaciones; norm ales de transform ación ilusionista, sino que ap o rtan un ensancham iento dem ostrable de la percepción real del cuerpo. Sabemos, p o r enfermos, acerca de sensaciones subjetivas extraordina riam ente numerosas. Digamos aquí lo fundam ental de lo psiccsomáticoTodas las “sensaciones de órganos” , las “sensaciones corporales” , los “do lores”, los “sentimientos vitales” , las “sensaciones falsas” se pueden clasificar en los tres grupos siguientes:
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1 . Alucinaciones y pseudoalucinaciones. Respecto de las mismas se habló ya más arriba. 2 . Procesos corporales en los órganos o en el sistema nervioso que no son comprobables todavía objetivam ente p o r el investigador, se advierten subjetivamente ya p o r los enfermos. A pesar de todos los errores y de Ja falta de discernim iento m edio de los hombres,, es de interés para el médico someter los síntom as subjetivos a exam en exacto teniendo en cuenta la ca pacidad dei paciente p a ra la objetividad. Puede quizás recibir indicacio nes sobre procesos orgánicos o conseguir descubrir la fuente psíquica de l a s sensaciones ilusorias (consideradas orgánicas), 3 . L a. m ayoría de las personas no tiene frente a las sensaciones del cuerpo u n a tran q u ila actitud contem plativa; más bien aparecen falsifica ciones por el m iedo y otros procesos psíquicos. Esas falsificaciones son por sí mismas u n a n ueva realidad. E n conexión con las alteraciones psí quicas son experim entadas sensaciones que al parecer no tienen ningún fundam ento corporal fuera de los fundam entos somáticos directam ente postulantes de la vida psíquica. Esas sensaciones son del todo depen dientes de lo psíquico. U n ejem plo son las sensaciones histéricas y otras (*). De singular interés son los dolores. Los más violentos dolores pue den no ser sentidos: la operación del brazo de u n herido puede ser hecha en casos raros en u n estado de entusiasmo bélico sin narcosis, m ien tras el operado cuenta su hazaña. Los m ártires h an sufrido sin dolor tor turas y m uerte. P o r otra pante, p u eden aparecer violentos dolores sin base orgánica com probable; tales dolores son entonces interpretables como sím bolos, como medios inconscientes p a ra u n fin, como contenidos de la a n gustia, L a atención puede au m en tar el dolor por la preocupación, aliviarlo p or la observación objetiva, hacerlo olvidar por la distracción (2). E n general se puede decir que las descripciones, sobre todo de los neu róticos, acerca de sus percepciones corporales son en verdad u n hallazgo, pero apenas p ueden utilizarse como salida p a ra u n conocimiento de pro cesos aním icocorponales. Confiarse a ellas como a observaciones de legí timas percepciones de los sentidos, equivaldría a tra ta r las fantasías vividas por los neuróticos como observación de hechos ( 3) . e je m p lo m e n c io n e m o s : S a m b e r g e r : ' ‘L íb e r d a s J u c k g e f ü h l ” . Z . N eur. “ Ü b e r D a u e r s c h w in d e l ’ 1. N eur. Z b l., 151/, 22 0 . (2) M o h r, F r itz : “ S c h m e r z u n d S c h m e r e b e h a n d lu n g ” . Z . Psychater. 10, 2 2 0 ( 1 9 1 8 ) . (3 ) V . v . W e iz s X c k e r h a i n t e n t a d o e n u n d e te n i d o t r a b a j o c a s u í s ti c o ( “ K o r p e r g e s c h e h e n u n d N e u r o s e ” . Infernal. Z . Psyehoanalyse 19, 16 (1 9 3 3 ) “ a s o c i a r e l c o n o c im ie n t o a n a to m o i w o l ó g i c o c o n e l p s ic o a n a lí t ic o d e u n a m a n e ra m e tó d ic a ” . E s t u d ia la s f a n t a s ía s v o lu b le s d e u n p s ic ó p a t a c o n p e r t u r b a c i ó n d e l a m ic c ió n , p a r a p e n e t r a r e n las c o n e x io n e s p s ic o fís to ló g ic a s . E x p e r im e n ta l a “ s u p o s ic ió n d e q u e e i e n f e r m o n o s h a d e s c u b i e r t o p o r m e d i o d e t u s v iv e n c ia s s o b re e l p r o c e s o m á s d e l o q u e p o d e m o s p e r c i b i r d e o t r o m o d o ” . E l e n f e r m o “ n o s h a c o n t a d o e n e l a n á lis is , e s v e r d a d , s ó lo u n a i m a g e n , p e r o u n a i m a g e n a c e r t a d a , e o p u n t o s i m p o r ta n t e s d e s ú p r o c e s o o r g á n i c o . Se p u ed e c o n fia r q u e p a ra e l e n fe rm o *'*us ¡d e a s , i m á g e n e s y f o r m u la c io n e s t e n d r í a n u n v a lo r d e r e p r e s e n ta c ió n - p a r a a lg o q u e n o s ie n te d i r e c t a m e n t e , e s d e c i r p a r a f u n c io n e s d e s u s is te m a n e rv io s o ” , v . W e iz S a c k e * . o p i n a (1 )
A
m odo
de
JO, 2 2 0 ( 1 9 1 8 ) . O p f e n h e i m :
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b) M anifestaciones corporales concom itantes perm anentes. Y a en todos los procesos de la vida psíquica norm al, especialmente en todos, los afectos, se pueden observar m anifestaciones corporales concom itantes o bien simplemente o establecerlas experim entalm ente con ayuda de a p ara tos, y eso hasta las más ligeras excitaciones del alma. En la vergüenza y el espanto se da el enrojecim iento y la palidez. El asco pro duce vómitos. En los m ovim ientos emotivos son derramadas lágrimas. En el m ied o palpita el corazón, tiemblan las rodillas, palidece el rostro, aparece un sudor írío^ se seca la garganta, se ponen los pelos de punta, se ensanchan las pupilas, avanzan, los globos oculares. En la tensión ansiosa se produce diarrea o acrecentado im pulsa a orinar f 1) . M uchas otras em ociones aumentan la secreción urinaria. La impresio nabilidad psíquica inhibe la secreción de las mucosas respiratorias, de las glándulas, salivares, de las glándulas lagrimales (tam bién en la m elancolía).
Por medio de aparatos (2) se pueden observar con exactitud altera ciones de la respiración y de los latidos cardíacos, de la presión arterial» del volum en de los órganos (traslación de la m asa sanguínea en el cuerpo por vasodilátación y vasoconstricción local variable), oscilaciones dentro de u n circuito galvánico tom ando dos lugares de la piel, m o vimientos de las pupilas. L a dependencia de la secreción de jugo gástrica . de influencias psíquicas se m uestra en la inhibición en caso de disgusto y en el sueño; el aum ento, en representaciones ópticas o acústicas de alim entos y en sentimientos de placer (3). Estas m anifestaciones corporales conco m itantes pueden ser u n m edio auxiliar en la investigación de los enferm os mentales por la observación de la alteración de su intensidad y de la form a de curso, p a ra volver a los procesos psíquicos que les sirven de base. Así, por ejemplo, es de interés saber si en un estado de estupor la conciencia está enteram ente vacía o si ocurre algo en los enfermos. U n a valoración fundam ental del fenóm eno d el reflejo psico galvánico para la estim ación de los procesos psíquicos de los enfermos mentales, la debemos a Gregor (4). Se pone en dos lugares de la piel, por ejem plo las manos, electrodos y seen su procedim iento “ poder presuponer los métodos del psicoanálisis y con él la parte p rin cipal de su conocimiento como tan consolidados’1 que “ podemos atrevernos a acercarnos tam bién desde o tro punto de vistfe a resultados adquiridos antes por un psicoanálisis” . No puedoaceptar la presuposición, y, en el cam ino de la exposición e interpretación de este caso de trastorno -de la micción me (alta todo convencimiento. (1) E n animales observaron Beromm Ín y K atsch (D tsch, med. Wschr. 19i3) por_ u n a ventana de celulosa en la pared estomacal, la palidez repentina y la paralización del intes tino en excitaciones desagradables. A la oferta de alim ento el m ovimiento intestinal e s excitado a la vísta del mismo. ( 2 ) Los trabajos anteriores en la Psicología jisiofvgica de W u n d t. L e h m a n n : D ie körperlichen äusserungen psychischer Zustände. Leipzig, 1899, Los m ás modernos en: W eber, E r n st : D er Einfluss psychischer Vorgänge auf den K örper. B erlin, 19KL V ebaodth: “ Das psycbogaivanische R eflexphänom en” . M schr. Psychiatr. 21, 397_; 23, 204v Resumen de la cuestión: L eschke : “ D ie körperlichen Begleiterscheinungen Seelischer V or gänge»,. A rch. Psychol. (D .) 21, 435 (1911); 31 y sigts. (1914). (3) Después del descubrim iento d e la dependencia p o r Pavlov, esta relación ha sido investigada a menudo, así p o r S chrottenbach : Z . N eur. 69, 254 (índice bibliográfico). (4) G regor y G orn : “ Z u r psychopathologischen und klinischen B edeutung de» psychogalvanischen Phänom ens” , Z. N eur. 16, 1 (1913). V er además G regor y Z aloz.c c k i : K lin. psych. u. nerv. K rankh. 3, 22. G regor: Arch. Psychol. (D .) 27, 241. (1913), L a in fluencia del fenóm eno psicogalvánico p o r sugestión en la hipnosis la com probó F. G eoroi: Arch. Psychiatr. (D .), 62, 271 (1921).
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úne por un hilo; así se puede derivar del cuerpo una débil corriente g a l^CS señalar gráficamente las oscilaciones de la fuerza de esa corriente en. vánica ^ tiempo. Las oscilaciones de esa corriente son condicionadas en parte r * 1a en parte fisiológica, en parte psíquicam ente. Se ha logrado por el refinam iento la* técnica y de la observación crítica separar los últim os efectos persuasivamente una buena parte. L a curva se observa com o curva de reposo o en sus oscilaciones CI1jas excitaciones externas. Se observan formas características del desarrollo de la curva de reposo o la reducción o el aumento de las reacciones psicogalvánicas a las excitaciones, o finalmente un com portam iento distinto según la especie de las excitaciones (sonido de campana, excitación dolorosa por pellizco de la piel, presentación, de un problema aritmético, pronunciación de palabras acentuadas sentim entalm ente a consecuencia de “com plejos”, e tc .). En particular se ha establecido lo siguiente por Gregor: 1. Las formas de des arrollo de la curva de reposo deben ser interpretadas como expresión de procesos internos, psíquicos; sin embargo no de m anera clara hasta aquí. L a forma de desarrollo que se eleva rectamente la interpreta Gregor com o “curva em otiva” . 2. Una reducción o supresión de las reacciones psicogalvánicas se encuentra en embo tamiento afectivo duradero (m uchos estados finales cata tónicos, parálisis, epilepsias, demensias arterioescleróticas), en estados transitorios de inercia afectiva, en interés afectivo ausente (así en las m elancolías curables, como en los estados de estupor catatónico), además al parecer en algunos fenómenos de inhibición y de agotam iento de naturaleza psicasténica, 3. U n aumento de las reacciones psicogalvánicas se encuen tra, por ejem plo en los problemas de cálculo, que significan un mayor esfuerzo en estados de inhibición. 4. A las distintas excitaciones se reacciona diversamente. Así reaccionan los psicasténicos inhibidos más fuertemente ante los problemas m atem áti cos, los dementes (por ejemplp m uchos paralíticos, epilépticos) más fuertemente a las reacciones corporales dolorosas. D e los hallazgos singulares es digno de tener en. cuenta que los estados congénitos de debilidad m ental, también de los grados más profundos, al contrario de las formas adquiridas de em botamiento afectivo, muestran reacciones de altura normal; que, además, en las excitaciones hebefrénicas y para líticas de carácter hípom aníaco faltan todas las reacciones, mientras que en las legítimas hipom anías existen siempre clara y vivamente. Otra m anifestación concom itante de los procesos psíquicos — afectivos— son los m ovinúentos papilares, y en verdad la pupila, aunque no intervengan excitaciones externas, muestra casi constantem ente la llamada inquietud pupilar. Esta acompaña al m ovim iento psíquico, a las oscilaciones de nuestra conciencia en la atención y enel esfuerzo intelectual; corresponde a la curva psicogalvánica del reposo. En la» impresiones psíquicas, en todo esfuerzo espiritual, en toda em oción, especialm ente en la excitación dolorosa se dilata la pupila. En grados extremos de angustia las pupilas están dilatadas al m áxim o y se vuelven rígidas a la luz. En el sueño las pu pilas se reducen. Tanto la inquietud pupilar como aquella dilatación reactiva desapa recen en los estados dem cnciales graves, especialmente en la dem encia precoz (fen ó meno de B u m k e )(1). Se muestran también otras m anifestaciones concom itantes de los procesos psíqui cos en la presión arterial (2), en la frecuencia del pulso y la re.piraclón ( 3) en ios(1)
B um ke:
Die Pupillen S t ö r u n g e n bet
Ceistes-und
N ervenkrankheiten.
2*
ed.,
Jena,.
U nruhe
der
1911. (2) K n a u e r: Z. A'e u r . 30, 319. Geisteskranken” . Z . N eur. 34, 449. (3) W iersma : Z. N eur. 19, 1.
E nebuske:
“ Von
d er vasomotorischen
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exámenes pletismográficos ( a) (en los cuales son registradas las oscilaciones en vo. lum en de diversas partes del cuerpo, condicionadas por la repleción variable de {03 vasos, por ejem plo del brazo). En la angustia aum enta la presión arterial extraordi nariamente. Se encuentra elevación de la presión arterial tanto en lai m anías como en las m elancolías, más en las últim as. L a frecuencia del pulso es aum entada en el trabajo intelectual, en los sentim ientos de disgusto ; es reducida pasajeramente en la atención a las excitaciones, en el espanto y en la tensión, en los sentimientos de placer; se observa un aum ento de esa excitabilidad en los “vasomotores”, neuró patas, enfermos de Basedow, agotados, reconvalecientes. T ípico en la catatonía es el sistema vascular tenso (que se presenta pletism ográficam ente com o rigidez del vola» m e n ), la musculatura rígida del iris, la tensión de los m úsculos estriados (todos estos síntomas deben considerarse com o consecuencia de una inervación autónoma, no com o una consecuencia de procesos psíquicos -— de Jong ). W einberg ( 2) observó simultáneam ente el pietismograma, el electrocardiograma, el fenóm eno electrogalvánico, la respiración y la pupila. Todo' reacciona al mismo tiempo y en un sentido ante cualquier proceso psíquico — por ejem plo el mero sonido de un timbre— y eso de m odo que “el aum ento del nivel de conciencia” a consecuencia de la excitación produce los fenómenos que se basan en la acrecentada “excitación del sim pático” .
Berger (3) descubrió u n a débil corriente eléctrica provocada por el cerebro. Ese gráfico — el electroencefalogram a— m uestra varias curvas, determ inadas individualm ente y características p a ra cada individuo en particular. Son los signos de un proceso fisiológico que tiene tam bién estre chas relaciones con el proceso psíquico. E ntre Ja vigilia y el sueño existe u n a fuerte diferencia de las ondas ; la conciencia, la atención, toda activi dad aparecen en u n a alteración del gráfico de las ondas. Las m anifestaciones corporales concom itantes d e los procesos psíquicos no tienen im portancia en su diversidad, dé la que sólo hemos m encionado poco, fuera del hecho que ponen universalm ente ante los ojos aquella vinculación de psiquis y soma. L a pretensión de que esos fenómenos son consecuencia de los sucesos psíquicos, es unilateral. L a relación, en tanto que se produce, es tam bién u n a relación que vuelve a repercutir en el alma. Cóm o ocurre esto en particulan, sólo se com prende p o r el conocimiento de las conexiones fisiológicas. Estas se d a n enteram ente en círculos: el pro ceso psíquico suscita u n a serie de fenómenos somáticos, que a su vez alteran el proceso psíquico. E n las manifestaciones concom itantes que aparecen rápidam ente, de las que se habló aquí, esto es menos claro. En las investigaciones sobre secreciones internas, resultaron visiones más cla ras en procesos que exigen m ayor tiem po, desde u n a m edia hora a largos (1) J o n g , H . de: Z. N eur. 69, 61 (allí también u n detallado índice bibliográfico de los trabajos sobre la cuiva' pie tosmográ fica). El registro sim ultáneo de la curva de la presión sanguínea y d e la curva del volumen constituye el fundam ento del lib ro de H . B ic k e l: Die wechíelseitigen Beziekungen zvoischen psychischem Geschehen u n i Blutkreislauf m it besonderer Ber&cksickligung der Psyckosen. Leipzig, 1916* (2) W einberg : Z. N eur. 85, 543; 86, 375 (1923); 93, 421 (1924). (3) B e r g e r , H .: A rch. Psyckiatr. ( D .) , 87, 527 (1929). Allg. Z . Psychiair. 108, 554 (1938). Ju n o , R ic h a rd : “ Das EJefctrencephalogramm u n d s.eine klínische Anwendung” . Nervenaret 12, 559; 14, 57, 104 (1941).
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nacios de tiempo,
del alm a p a rte n las excitaciones e inhibiciones relati rápidas, por ejem plo a la m usculatura lisa de los vasos; los efec tos sobre las glándulas endocrinas son más lentos. S e vé el círculo: alm a sistema nervioso vegetativo, glándulas endocrinas, producción de horm o nas, efectos de las horm onas sobre los procesos somáticos y de ambos sobre el sistema nervioso y el alm a. H ay sin duda muchos círculos. D e tales es fijable objetivam ente cada vez sólo un miembro en los registros experimentales. L a com prensión del todo crece con el conocimiento fisio lógico de aquel círculo, de su construcción recíproca y de su efecto m útuo. A m en u d o sólo conocemos prim eram ente pruebas incomprensibles. Pero estas nos hacen presentir el com plicado mecanismo psicofisiológico, que ha llevado casi solo a concepciones fisiológicas más precisas en los ensayos con animales. L a v:\da psíquica está ligada en los movimientos más leves como en las conmociones m ás violentas al p,oceso somático hasta en las últimas ramificaciones. Las manifestaciones somáticas concom itantes alternan en su fuerza y naturaleza en el mismo individuo y entre diversos individúes. Se dice: la capacidad vegetativa de reacción no es constante. R ubor, secreción lacri m al, y salival, fenómenos dermográficos, reflejos del corazón etc. son en su grado extraordinariam ente distintos. T am bién las drogas como la ad re nalina, la pilocarpina, la atro p in a tienen u n efecto alternativam ente fuerte y divergente en su naturaleza. Se puede h ab lar de una conformación cons titucional del sistem a vegetativo y com probar que un merdo de reacción tiene poco que ver con la estru ctu ra psíquica del hom bre o se cree hal ar, inversamente, correlaciones a los tipos básicos de estructura corporal y de temperam ento. E n algunos casos aparecen hallazgos múltiples. Por ejem plo, en ciertas personas se hinchan los plexos cavernosos de íá nariz en la excitación psí quica. Se encuentra u n a influencia m u tu a de los músculos de la nariz y de los genitales. Con buen tino una intervención terapéutica —sea so m ática, sea psicológica— en el círculo de acción vegetativopsicológico tiene éxito en su perturbación, pero el estudio m etódico es difícil. v a m e n te
c ) Sueño. A dverten cias psicológicas í 1) : El sueño no es un fenóm eno universal de la vida (es algo m uy distinto de la alteración de todos los procesos vítales en el cam bio del día y de la n och e). Pero la diferencia entre estar derpierto y dormido, por tanto también la conciencia en la vigilia, se encuentra en todos los vertebrados de sangre caliente; no es pues nada específicam ente humano. La conciencia está condicionada por la función de un estado vitai, animal, de naturaleza enteram ente primitiva. Aún en el perro sin cerebro continúa existiendo el cam bio de sueño y vigilia. La (1) Resum en: Ebbecke, U .: En el H andbuch der Psychologie, vol. 17 (ilethe und Bergm ann) 1926. P5 tzl : Der Schlaf. M unich 1929. D er Schlaf, editada por Sarason, M u nich, 1929. P ara u n público general. W i n t e r s t e i n , H a u s : Schlaf und Traum . B erlín, 1932,
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localización de una función en el tronco cerebral vinculada ron la ctínciencia y sueño (por ejem plo en la substancia gris del tercer ventrículo), es m uy probable. El sueño es imprescindible para nuestra vida. Ante todo proporciona al cerebro descanso. La obstaculización permanente del sueño (en verdad apenas realizable) tiene por consecuencia la muerte. Pasamos dormidas una tercera parte de nuestra vida. El sueño no es paralización,sino quietud. Es algo teóricam ente distinto de )a narcosis, pues la narcosis no actúa com o reconfortante. Los narcóticos no actúan reparadoramente por la falta de conciencia, sino a través del sueño natural producido posteriormente por su intermedio. En cam bio el sueño hipnótico es susño legítim o, distinto del normal sólo por la relación con el hipnotizado, pero no en principio, pues también en el sueño normal puede deslizarse una relación, por m edio del lenguaje, con el que sueña. El sueño es una función de los centros nerviosos, de los que parten todas -las alteraciones corporales en el sueño: len ific a ció n del ritmo de la respiración y de la circulación de la sangre, disminución del metabolism o y de la temperatura del cuerpo, disminución de algunas secreciones glandulares, disminución de la reacción a la; excitaciones, inm ovilidad. Pero, en el sueño queda, a diferencia de lo que sucede en la inconciencia, en la narcosis, etc., el alm a viviente en su reacción a las excita ciones significativas. El soldado que duerme en el vivac puede despertar al m ínim o estímulo de un llam ado telefónico im portante; la madre, por las ligeras m anifes taciones del bebé. N otable e indudable es el despertar puntual en un momento prefijado ( “reloj cefálico” ). Se puede distinguir entre duración del sueño y profu n didad del sueña. El que tiene poca necesidad de sueño desde el punto de vista de la duración, suele dormir muy profundamente. El sueño profundo repone más, rápidam ente que el superficial. La duración m edia del sueño es en el primer año de vida de 18 horas, desde los siete a los catorce años todavía 10 horas, luego 8 horas hasta los cincuenta años, por encim a de los 60 se reduce a m enudo a 3-4 horas. La fuerza de las excitaciones necesarias para despertar tiene normalmente en la curva de la profu ndidad del sueño su mayor intensidad después de dormirse por una a dos horas, luego se eleva lenta mente y mantiene un sueño ligero hasta la m añana. Anormal es una curva que muestra la mayor profundidad hacia la madrugada. Se ha encontrado una relación de las curvas del sueño con los tipos de los trabajadores matutino:, (norm ales) y los obreros vespertinos. E l sueño se produce por causas fisiológicas y psicológicas: La fatiga objetiva y el cansancio subjetivo preparan. La fuerte fatiga en un órgano se m anifiesta en todos los otros. Las sustancias de la fatiga se extienden por el cuerpo. Cuanto más dura el estado de vigilia, tanto mayor y más forzoso puede ser el cansancio hasta la incapacidad de continuar m anteniendo el éstado de vigilia. Si, com o es com ún, el cansancio no dom ina todavía, la condición principal del sueño es el restablecim iento de una situación con exclusión m áxim a de excitaciones externas: obscuridad, silencio, descanso m ental, una postura relajada sin tensiones musculares. La plena exclusión de todas las excitaciones im pone el sueño: un enfermo de Striim pell, que sufre de extensas fallas de las sensaciones sensitivas y sensoriales, se duerme inmediatamente si se le venda el ojo derecho que ve aún y se le tapona el oído izquierdo que todavía oye. En condiciones normales es imposible una exclusión total de excitaciones. Entonces aparece el éxito tanto más. fácilm ente cuanto más reducida es la excitabilidad por las substancias de la fatiga. Pero ante todo se requiere un efecto autosugestivo de la conciencia: ¡quiero dormir y dormiré! L os
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f is io l ó g ic o s preparatorios y psíquicos sugestivos actúan juntos. Entre las - j . j0_eS fisiológicas del sueño son consideradas probables por experiencias: c0 k a importancia de una inhibición de los reflejos. Pavlov, que ob;ervó que los con a t e n c i ó n sostenida, son dominados por un cansancio invencible, pretende Ja inhibición es sueño localizado, y, el sueño inhibición extendida. Es posible ^UC ja concentración de la atención en un objeto como causa del sueño hipnótico
esté vinculada con esto. El sueño tiene una relación con el tvonco cerebral. Experimentos con anim ales (Jos gatos, se duermen a la excitación eléctrica en determinadas zonas del tronco c e r e b r a l ) , cómo si en él hubiese localizados lugares de bloqueo que inhiben las e x c ita c io n e s , sin bloquearlas completam ente. Son. puestas en actividad si queremos d o r m i r n o s y producimos la situación apropiada para ello, o imponen al sueño, incluso contra nuestra voluntad, cuando estamos cansados.
Las perturbaciones del sueño.{*) aparecen en form as extraordinaria mente diversas., como perturbaciones del dorm ir, del despertar, de la n a tu raleza del sueño y como insomnio. Se duerm e norm alm ente con rapidez, casi en pocos segundos. Pero se tarda muy a m enudo y en especial tratándose de personas que padecen también de los dem ás síntom as nerviosos. Luego se pueden distinguir d i versas fases y observar numerosos fenómenos especiales (2). Después que se ha desarrollado en eí aum ento constante del cansancio la etapa de la som nolencia, se produce de repente, casi de golpe, la transición a la etapa de la disociación. Estos obscurecimientos repentinos p ara el sueño pueden repetirse varias veces, produciéndose siempre u n pequeño despertar en la somnolencia y con ello un oscilar de la conciencia, entre sueño y despertar. En ese m om ento aparecen fenómenos sensoriales diversos, pseudoalucinatorios, y tam bién corpóreos (alucinaciones hipnagógicas). Las visiones aparecen de repente y. desaparecen con igual rapidz, son oídas palabras y frases sueltas, o son vividas relaciones que no se pueden separar ya del soñar y que pasan a él. Entre los factores que llevan al adorm ecim iento puede fracasar la necesaria autosugestión. L a voluntad violenta de dormirse en la d u d a si aparecerá el sueño, es u n obstáculo: “el que quiere dorm ir, qut.da des« pierto” . La voluntad tiene que llegar a ser sugestión, un aprobar y es perar, tiene que volverse pasiva en la actividad. N o h a de buscar im po nerse, sino que debe entregarse. Eí despertar se produce norm alm ente con rapidez. E l individuo vuelve de inm ediato en sí entera y claram ente. Las perturbaciones del despertar se m uestran en u n a prolongación del proceso, de m odo que se introduce un estado de em briaguez de sueño o de somnolencia entre el sueño y la (1) Sobre la esencia y tratam iento del insomnio, los informes de G aupp. G o ld sch b id er y Faust: W iesbaden (K ongr. inn. M ed. 1913). (2) T köm ner: “ Die Vorgänge beim Einschlafen” , / . Psychialr, 17, 343.
plena vigilia (*). Estos estados pueden ser tan anorm ales que el hom bre ejecuta autom áticam ente actos sin saber después n ad a de ellos. L a naturaleza del sueño es, por u n a p arte, a veces anorm alm ente pro funda, de modo que a los enfermos les parece después como si hubiesen estado muertos, u, otras veces, anorm alm ente liviana, de modo que los enferm os no se sienten repuestos, tienen sueños vivos, inquietos o angustiosos y un sentim iento como si sólo hubiesen dorm ido a me dias y, estando despiertos en una m itad, hubiesen contem plado así a la m itad durm iente. L a duración del sueño es, p o r ejemplo, en algunos estados depresivos m uy larga. Los enferm os tienen siempre la necesidad de dorm ir y d u er m en a veces ininterrum pidam ente 12 horas. E n otros casos, la duración del sueño está anorm alm ente acortada. Los enferm os se duerm en, pero vuelven a despertar en seguida y q uedan despiertos luego toda la noche; o consiguen tan sólo dorm irse hacia la m adrugada. Las modalidades del insomnio son m uy diversas. H ay que suponer que tam bién son m últiples las causas. N o se sabe si existe un insomnio causado por localización de la enferm edad en el tronco cerebral. D e la zona reponsable del letargo, puede esperarse, tam bién, insomnio por excitación p a to lógica de otra especie. El sueño m uestra a veces fenómenos extraordinarios, desde los m oto res (sacudidas, m asticación, rech in ar de los dientes) hasta el habla en sue ños y transform aciones de la conciencia idénticam ente a la hipnosis con am bulación en sueños y acciones notables con am nesia subsiguiente. d) Efectos somáticos en la hipnosis. E n qué m edida tiene lugar desde el alm a una influencia sobre el cuerpo, lo enseñan drásticam ente las experiencias sugeridas en la hipnosis. Las observaciones de efectos corpo rales sugeridos en la hipnosis eran al comienzo tan sorprendentes, que se tuvo todo por ilusión, por engaño. Pero el hecho de los efectos corporales generales se ha establecido aq u í como innegable. Se, obtiene ruborizam iento sugestivo con form ación de am pollas en la piel y cicatriz subsiguiente — p o r la sugestión de que se aplica u n a m oneda al rojo— ; se h a producido fiebre, postergación del tiem po de la m enstruación; naturaleza específica de la secreción del estómago p o r la sugestión de determ inados alimentos, alteración del metabolismo por emociones sugeridas y situaciones del a m biente, secreción pancreática en la adm isión hipnótica apaléente de alim ento, curación de verrugas, etc. (2) Estos son, en parte, fenómenos de excepción, (1)
Pe l z :
“ Ober cine
eigenartige Storung
d er Erw achens” .
Z.
N eur.
2,
688.
(2) Form ación de ampollas en la piel: Kohnstamm y Pinner: Verh. dtsch. dsrm. Cet. 10 (1908). H e lle r y Schulz: Münch. med. Wschr. 1909 II, 2612. Schindleb: Núrvtntysiem und Spontanblutungen. B erlín, 1927 (tam bién sobre los estigm atizados). P o lla s :
“ Zur
K linik
d er
Stigm atisation” .
Z.
N eu r.
162,
606
(1938).
F iebre:
M okr*
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que resultan en casos raros (y por eso son discutidos, como la formación ¿e am pollas de quemaduras con cicatriz consecutiva), pero en parte efectos que se obtienen fácil y frecuentemente, En efecto, en la hipnosis son idénticas las acciones sobre el cuerpo, que j H. Schultz h a descripto en el estado alcanzable por autosugestión, que él llama adiestram iento autógeno. Es asombroso oir cómo se logra en casos particulares reducir considerablem ente la frecuencia del pulso de 76 a 44 o elevar h asta 144 (*). Lo que es posible en este sentido, lo h an hecho del modo más extrem o, no los occidentales, sino los hindúes. T al vez los estig m a s (como en Francisco de Assís) se pueden com prender p o r autosuges tión en analogía con las am pollas de quem aduras en la sugestión hipnótica. Lo que actúa en la sugestión de la hipnosis, son las representaciones in tuidas, corpóream ente im aginadas, con su poder de dom inar el sentim ien to y el estado de ánim o. Son realizadas las reacciones normales correspon dientes a la situación sugerida (frío en la nieve), con aum ento del metab olism o. El sistema nervioso vegetativo sigue entonces a la vivencia —que es im aginada— a pesar de las excitaciones reales enteram ente distintas del ambiente efectivo. N o se puede obtener, por ejemplo, por sugestión direc ta, aum ento de tem peratura, secreción de jugo gástrico, aum ento del m eta bolismo, sino p o r el rodeo sobre los estados intuitivam ente sugeridos que cuando son reales, tienen tales efectos. Los efectos en la hipnosis son comprensibles en p arte como reflejos con. dicionados en el sentido de Pavlov (H a n s e n ). L a representación de u na comida como realm ente presente es la señal p a ra la secreción estomacal. Pero cuando la comida, p o r ejemplo, se le h a m ostrado repetidam ente al perro, sin dársela en realidad, falla luego el reflejo condicionado de la se creción estomacal. Igualm ente fracasa el influjo somático de la sugestión hipnótica cuando en el curso de los días se in ten ta reiteradam ente, sin rea lidad subsiguiente, y al fin cesa del todo, sobre la secreción estomacal. Si falta continuam ente la confirm ación real en el reflejo condicionado, cesa el reflejo. El reflejo incondicionado sigue siendo el fundam ento del proceso psicògeno influible. Pero n o qu ed a agotada con esa interpretación fisio lógica la totalidad de tales relaciones psicosomáticas. H asta qué p u n to pueden llegar los efectos de las influencias psíquicas M ünck, med. Wschr. 1914 II , 2030. K o h n stam m : z . N eur. 23, 379. Observaciones -.obre estados morbosos que suscitaron fiebres, experim entados poco antes. E i c h e b e r g ; D tsch. Z . N ervenkk, 68-69, 352 (1921). M enstruación: K o h n o t^ m m : Ther. Gegenw. 1907. C ura ción de verrugas: Bioch : K lin . Wschr. 1927 II , 2271 Alteraciones del metabolismo: G iu ra : M u n c k . M e d . Wschr. 1921, A lteración d e la modalidad de secreción de jugo gástrico: H evbb: A rck. Verdgskrkh. 27-29 (1920/21). Secreción pancreática: H aN sen: Dtsch, Arch. klin. M ed. 157 (1927). l ì ) Schultz, J . H .: Das autogene Training, p. 75. Lep2¡g, 1932.
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sobre el cuerpo, no se puede a b arcar todavía. H asta ahora la investigación h a hallado cada ve¿ m ás extenso ese cam po de acción. D e u n a inanerá com pleja, todavía apenas ab a r cable, interviene un factor psíquico en muchí» a simos procesos corporales, p o r eso pueden tener su origen en la psiquis efectos sorprendentes y ante todo graves perturbaciones de los procesos corporales. Weizsäcker {Ä rztlich e Fragen, p, 31, Leipzig, 1 9 3 4 ), dice; “ Haríamos mejor su hacer más comprensible lo m entalm ente incom prensible por la investigación que en ver en los “m ilagros” de los estigmas de la histeria y de la hipnosis la excepción de la regla, que nos libera, como excepción, de la consecuencia de presumir algo aná logo en todo síntom a en patología” . Weizsäcker quiere buscar el sentido comprensible de todas las enfermedades. Pero ¿ penetrará siempre a lo somático eficazm ente el alm a hasta en las más graves enfermedades orgánicas? El que pueda mostrar esto /n forma convincente conquistaría el saber hum ano, no sólo nuevos dom inios, sino que estaría en el camino de un conocim iento radicalm ente nuevo de iodo el proceso corporal. Lo dudo y sospecho que hay aquí, a pesar de todo, estrechas fronteras Pero el problema m antiene su derecho.
§
2.
L as
perturbaciones
som áticas
en
su
dependencia
del
alm a
T odo el cuerpo puede ser aprehendido como un órgano del alm a. Si eí cuerpo está gravem ente enferm o, las excitaciones psíquicas pueden p erju d icar quizás por el esfuerzo de los órganos ligados a ellas. Pero éste es un caso fronterizo raro. Lo psíquico actúa por sus contenidos y tendencias, pero éstas sólo actúan com o causa de enferm edad cuando el alm a está en ferm a. Por eso puede mostrarse, cuando el alm a no está en orden, tam bién esto en lo corporal. Las enferm edades corporales en relación con el alm a son m últiples y p o r lo general im penetrables. Actualizamos prim eram ente los hechos típicos, luego las pau tas de su interpretación. a) G rupos principales condicionalidad aním ica.
d e las perturbaciones corporales
en su
1. D e s m a y o s y a t a q u e s c o n v u l s i v o s . Ambos pueden presentarse en relación directa con las excitaciones psíquicas. Pero esos fenómenos son conocidos tam bién como condicionados orgánicam ente, acon tecimientos corporales que aparecen sin orígenes psíquicos. E n particular, el ataque convulsivo orgánico epiléptico debe ser distinguido de los ataques convulsivos histéricos psicógenos. Gruhle ( 3) describe los ataques convulsivos psicógenos. “El hombre vigoroso, sentado pacifica y entretenidam ente en el largo corredor, suspira de repente profun dam ente, echa mano al aire y cae en tierra. Q ueda en tierra respirando al principio pesadam ente, la m ano ha desgarrado la chaqueta y la camisa en el pecho. D e re-
(1 )
Gruhle:
Psychiatrie
fü r
A r:te,
2?
e d .,
p.
93,
B e r lín ,
1922.
| 7 >: |
•
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pente comienzan las convulsiones,: tan pronto con un brazo, tan pronto con los dos al mismo tiempo, golpea a su alrededor bastante fuertemente, el cuerpo se incorpora y vuelve a caer, las piernas son encogidas tan pronto aisladamente, tan pronto juntas y vueltas a extender. Se pcdrían caracterizar del mejor modo todos esos movimientos como un desordenado pataleo. El rostro está dolorosamente descom puesto, los ojos son cerrados tan pronto firmemente, tan pronto giran de m odo salvaje. A los pin chazos de la aguja se fortalece el pataleo, al menos a los dos o tres primeros pin chazos, Juego cesa la reacción. Las pupilas difícilm ente se pueden examinar a m e nudo, pues los enfermos se revuelcan a un lado y otro o cierran los ojos con fuerza. Si se consigue, sin embargo, controlarlos, están por lo general muy dilatadas (pupi las de m iedo, pupilas de dolor) y reaccionan mal. O casionalm ente se produce incon tinencia de orina, por I d común cuando los enfermos mojaban ya antes la cama. Se oye a m enudo que esos ataques tienen algo de teatral. Esto en muchísimos casos no es exacto. Después de unos 5-10 m inutos, los movim ientos *se vuelven más suaves y cesan paulatinam ente. El hombre cubierto de sudor y a m enudo muy agotado cae en un largo sueño y despierta sólo Con recuerdos muy vagos” . En cambio describe Gruhle el ataque epiléptico: “El ataque epiléptico comienza de repente. El enfermo advierte bien los avisos ( “aura” ) del comienzo del ataque (sensación de em paiidecim iento, ver rojo, ver pequeño o grande, ver chispas, ver rá pido aum ento angustioso de los objetos, rumor, sonar campanillas, sensaciones olfa tivas), pero no se puede expresar ya. Entretanto avanza de golpe el enfermo todavía, en algunos casos, como si hubiese recibido un poderoso impulso, luego se produce el ataque. Ya en la caída se descompone el rostro, la boca queda torcida, fluye saliva espum eante, a m enudo sanguinolenta (por mordedura de la len gu a). Los ojos han quedado rígidos en dirección a alguna parte. Algunos estremecimientos vio lentos recorren el rostro. La cabeza es vuelta hacia un lado o procura, por decirlo así, girar un par de veces violentam ente hacia esa parte. Los dientes rechinan oprimidos unos contra otros, diversas regiones musculares, a m enudo casi toda la musculatura del cuerpo es contraída al máximo por unos segundos. U n estertor y un gargarizar singular salen de la boca. La respiración parece fuertemente dificultada. Entonces se produce la tensión. Repetidos impulsos clónicos recorren la musculatura del cuerpo, luego comienzan las verdaderas convulsiones. Entretanto se dan algunos m ovim ientos com o para limpiarse. El sudor cubre el cuerpo. El rostro está general mente azulado, a m enudo blanco como el yeso. Se elimina la orina. Las pupilas están rígidas. El reflejo de la córnea desaparece. El epiléptico no reacciona a Jas excitaciones externas, lo hace ocasionalm ente a violentos estímulos dolorosos por algunos desasosiegos del cuerpo. Duran raramente más de 5 m inutos. . . A menudo se pasa del ataque directam ente al sueño profundo. Después del despertar se tiente el epiléptico sin fuerzas y cansado. T ien e dolores de cabeza y ánimo triste. Su recuerdo del m om ento del ataque está extinguido (amnesia to ta l)” .
Este ataq u e es p a ra las epilepsias el síntom a cardinal. Pero el m eca nismo convulsivo no sólo aparece en actividad en esas enferm edades, sino, ocasionalm ente tam bién, en la esquizofrenia y en casi todas las enferm eda des orgánicas del cerebro. El ataque es, según su esencia, orgánico ( 1), Por eso es m uy diverso de los ataques psicógenos,que tienen una m anifesta (1) De aparición ra ra también en los psicópatas, ha sido Rescripto, ción, con el nombre de “ ataque epiléptico afectivo” , por ejem plo por BratZ: "D ie affektepileptischen Anfälle d er N europalhen und Psychopathen” . M schr. Psyckiatr. 29, 45, .162 (1911). Stahlmann : Allg. Z . Psychioir. 68, 799.
como reac
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ción en extrem o d istinta; especialm ente en ios tiempos de C harcot, Briquet y otros en París y luego en todas partes h an sido involuntariam ente fomen tados en las clínicas y abundantem ente descriptos (attitudes passionelles, etcétera). 2. P e r t u r b a c i o n e s f u n c i o n a l e s de los ó r g a n o s . Casi todas las funciones fisiológicas de los órganos sufren ocasionalmente el efecto de un proceso psíquico. Perturbaciones del estómago y de los intes tinos, perturbaciones del corazón, trastornos vasomotores, secretorios, de la vista, del o íd o (l ) , de la voz (2) , perturbaciones de la m enstruación (falta o aparición p rem atura de la m enstruación) etc., en ciertas circuns tancias ‘se pueden atrib u ir a influencias psíquicas, a vivencias determ inadas o a un estado de ánim o perm anente. Se observan diversam ente en en fermos nerviosos perturbaciones funcionales que no pueden ser puestas en relación en el caso individual con determ inados procesos psíquicos, pero que, sin em bargo, según la frecuencia de la aparición, tienen que ten er re lación d e algún m odo con la anorm alidad psíquica en su conjunto (3) . Adem ás pertenecen aquí numerosos hallazgos neuroiógicos, cuando ap a recen sin fundam entos orgánicos; parálisis y perturbaciones de la sensibili dad (no circunscritas según las estructuras anatóm icas, sino según las re presentaciones de los enferm os), tics, contracciones, temblores, mareos, etc. E n lo referente a las incontables variaciones de esas manifestaciones corporales, especialmente de los histéricos, hay que rem itir a ios libros de neurología (4). Los efectos m ás notables de las conmociones psíquicas son el encaneci m iento repentino del cabello, de que inform a M ontaigne, e igualm ente la aparición de u n a alopecia areata ( 5). L a fiebre p o r motivos psíquicos, dis cutida m ucho tiem po, es rara, como todos esos fenómenos en general, pero h a sido dem ostrada hoy ( ° ) . A pesar de la estrecha relación con lo psíquico aparecen todas esas perturbaciones somáticas ante la conciencia de los enfermos como algo ente (1)
K&MMEL, W .: “ Entsstehung, Erkennung, Behandlung und B eurteilung seelisch H örstörungen bei Soldaten” . B e itk aoai. usw. O h r. usw. (de Passow y Schaefer),
v e r u r s a c h te r 11, H . M
(2)
(1 9 1 8 ).
Eeck, K .: “ U ber E rfahrungen m it Stim m störungen bei K reigsteilnehm ern” .
Bet tr.
Beitr. (3) W illMa n n s : Die leichten Fälle des manisehdepressiven Irreseins (Z yklothym ie) und ihre Beziehungen zu Störungen der Verdauungsorgane. Leipzig, 1906. D h e y f u s : Nervöse Dyspepsie. Jena, 190. H om buhger: ‘'K örperliche Störungen bei funktionellen Psychosen D tseh. m ed. Wschr. Berlin, 1909 1. _
(4 )
V er
esp e d a lm e n te
B riq u e t,
Ch a u c o t ,
Gm.E
de
BaBINSKI y l u e x p o s ic io n e s r e c a p i tu i a d o r a s d e B in sy v a n g R R : d e LEWANDOW8S.Y: Die Hysterie. B e r li n , 1914. (5) P o ü lh m an n : M ünch, m ed. Wsehr. 1915 I I .
la
T o l-re tte ,
Die
H ysterie.
R ic h b s , V ie n a ,
M ö b iu s , 1904; y
(6) Ver G l a s e » : “Beitrag zur Kenntnis des zerebralen Fiebers”. Z. N eur. 17, 493. Ver na4s arriba los efectos de la hipreosis. Resumen en Lewandow&xy: H ysterie, p. 63 y ugtt. La disertaci6n de W e j n e r t : Über Tem peratursteigerungen b tt gesunden M enschen (Heidel berg 1912) contiene un indice bibliogräfico de an grupo de problemas afines.
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ramente extraño, justam ente como una enferm edad corporal. Fenóm enos histéricos se observan al igual, por sí solos, y como m anifestaciones con comitantes de todas las otras anom alías orgánicas y funcionales del sistema nervioso. A la m asa principal de esas perturbaciones somáticas se les llam a órgarioneurosis. Con esto no se quiere decir que un órgano cualquiera p u ed a llegar a ser neurótico por sí solo. N eurótica es el alma y elige por decirio así éste o aquel órgano y se hace sentir en él por perturbaciones, ya que ese órgano sea por sí un locus minoris resistentiae y por tanto fácilm ente accesible a la perturbación, sea que, por alguna relación comprensible del alm a, ese órgano aparezca “sim bólicamente” esencial. Las órganoneurosis han sido dem asiado fácilm ente diagnosticadas durante .un t'em po. Casi se olvidó que el fundam ento del diagnóstico era menos un hallazgo positivo que el negativo somático ausente. Por eso se h a hablado con razón de u n a “reducción de las órganoneurosis” por la investigación más exacta de la m e dicina interna. El concepto tuvo que ser restringido, pero no s u p rim id o ^ ). Con la reducción de jas órganoneurosis llegó un m ovimiento contra puesto : el creciente conocimiento de la significación del factor psíquico también en las enferm edades originariam ente somáticas, orgánicas. 3 . E n f e r m e d a d e s o r i g i n a r i iam e n t e s o m á t i c a s de p e n d i e n t e s d e l a l m a , N i siquiera las enferm edades orgánicas son independientes de la psíquis en su desarrollo. Se reconoce generalm ente: Enferm edades originariam ente corporales pueden sufrir influencias desde el alma. Lo condicionado psíquica o corporalm ente se puede separar entonces con dificultad. El alm a busca, p a ra su influencia patológica en el cuerpo, por decirlo así, caminos abiertos. Si p o r ejem plo se diesen dolores articu lares por causa de u n reum atism o articular, después de la curación de la enferm edad, podrían continuar existiendo psicogénicamente los dolores o ser suscitados de nuevo. En el período de curación de casi todss las enfer medades corporales no es indiferente el com portam iento psíquico. L o qu e es psíquicam ente influible} no es de ningún m odo enferm edad psíquica o psíquicam ente condicionada.
O tro problem a es si anom alías orgánicas con alteraciones anatóm icas pueden surgir tam bién por vías psíquicas. Este parece ser el caso.
(1) von B escm akn: D eisch. m ed. W schr., 53, 2057 y sigts. (1927): “ D ijo u n viejo clínico que entre 10 pacientes de estóm ago, 9 tendrían dispepsia nerviosa; así hoy _ni siquiera la proporción opuesta es ya exacta” . “ La suposición de lo nervioso o neurótico no me parece que sea para un gran núm ero de casos o tra cosa que una salida demasiado cómoda, si la conexión real de un sufrim iento no es absolutam ente abarcada” . “ En la práctica el diagnóstico de neurosis se convierte en la m ayoría de los casos en falso diagnóstico” .
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G lucosuriase encuentra a menudo en los estados de angustia y de degresión (*), La aparición de Ja diabetes está vinculada a veces a excitaciones psíquicas, el ■mpeoram iento de la diabetes es común a causa de ellas. Se ha observádo la enfermedad de Basedow aguda después de un susto. En qué 1 grado pueden intervenir en la enfermedad de Basedow efectos psíquicos complejo», lo muestra un caso de K ohnstamm ( 2), El Basedow por susto, que se desarrolla en poca« horas, es m uy raro. A menudo preceden a su m anifestación inquietudes de larga duración, preocupaciones y angustia. El curso está muy condicionado psíquica mente, según se reconoce ( 3). La colitis m em branosa puede producirse por excitaciones psíquicas y ser curada por vías psíquicas. Se es generalmente de opinión que el asm a, aunque posible por una disposición somática, es dependiente de condiciones psíquicas en su aparición, evolución o-cu ración. Es verdad que la investigación de los internistas muestra lo primarías que son aquí las disposiciones y los procesos somáticos. Pero la aparición y los ataques aislados pueden ser influidos psíquicam ente y a su vez pueden retirarse por razónrs psíquicas. L a conexión psíquica no im plica que lo psíquico mismo esté perturbado, más bien el asma, com o otras m anifestaciones corporales concom itantes, es posible por excitaciones psíquicas normales. Pero com o sólo algunas personas sufren asma, no puede ser ésta considerada com o una forma de reacción psicógena com o las ma nifestaciones concom itantes generales somáticas, sino como una disposición somática para esa enfermedad ( 4) . Se ha expresado la opinión que por vía de las perturbaciones nerviosas pura mente reactivas del estóm ago se llega, por sobre las anomalías crónicas funcionales, a la úlcera duodenal; de m odo que el hombre que llega, en el curso de agitaciones com erciales, finalm ente, a la úlcera duodenal, no la habría tenido en una vida fosegada.
Sobre la m anera com o pueden llevar a enfermedades, orgánicas, anató micas, las consecuencias som áticas prim eram ente funcionales, da A lk an (5) los siguientes ejem plos: La contracción duradera de los músculos lisos produce en el dom inio afectado sufrimiento y anem ización; de ahí se llega a daños necrobióticos, tanto más cuanto que las secreciones que llegai» al tejido (jugo gástrico) son fortalecidas psicogenéticam ente ( ulcus ventriculi, colitis ulcerosa). Espasmos en los órganos cavítarios en forma de tubos conducen a ‘hipertrofia muscular de las partes situadas, encim a, con ensancham iento (dilatación del esófago, hipertrofia del ventrículo izquierdo en la hipertonía). El espasmo duradero o la paralización en los órganos tubular«s conduce, en los líquidos acumulados, a transformaciones (cálculo colesterínico solirario de
M ita :
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Kohnstamm: Z . R ahm :
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seelischer
Ursache.
Stuttgart.
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GENERAL
La com probación de la psicogénesis de enferm edades orgánicas se ha reducido hasta aquí, sin em bargo, en la verificación irrefutable, a un pe
típico en amplio círculo. U ltim am ente ha planteado V. v. Weizsácker (M a fondo el problem a y h a tratado de profundizarlo p or los relatos d e los enferm os. La dificultad de persuadirse la encuentra prim eram ente en la coexistencia de casos negativos y positivos, es decir cuando se vió evi dente un caso psíquico, se m anifiesta el caso próxim o como uno en el que no se encontraría “n ad a” psíquico, en segundo lugar en la falta de nuestro co n ocim ien to sobre, la significación psíquica de los órganos internos, sí; por ejemplo, el hígado tiene que ver con la irritación y la envidia, en tercer lugar en lo saltigrado ( Sprunghaftigkeit) de la relación de lo psíquico y lo físico. Pero en casos de angina tonsillaris, diabetes insipidus, y otros, opi na que se puede ver cómo la enferm edad juega un papel, por ejem plo, én los momentos decisivos de la vida. U n a visión general form ulable concep tualm ente no se h a proyectado todavía. S u tem a es biográfico. La influencia desde el alm a en sufrimientos orgánicam ente condiciona dos puede llegar muy lejos. M ejorías del estado subjetivo por sugestión e hipnosis son posibles y la de la sugestión es, en la terapéutica m édica ge neral, de gran im portancia. T am bién objetivam ente puede ser alcanzado al go extraordinario. El entretejido de lo orgánico y de lo psíquico puede obrar grotescamente. Así habla M arx (2) de u n caso de la clínica de C ushing: “U n niño de 14 años ingresa con una grave diabetes insípida con cantidades de bebida, hasta de 11 litros. Resulta que el m uchacho ha comenzado con onanism o y siente su exceso de bebida como posibilidad de una purificación y redención de cu conflicto de conciencia. Por un tratam iento psicoanalítica es “curado” hasta el punto de reducir la cantidad de líquido ingerido a 1,5 litros. Es encontrado una m añana muerto en la cama y la autopsia muestra un tumor del cerebro medio. Aquí la sed ha adquirido relación con la vida instintiva y mental del enfermo como síntoma de una anom alía orgánica del sistema nervioso central, relación que el en fermo se esforzó por superar. En ello las relaciones eran tan estrechas que desde allí fué posible una acción terapéutica sobre la sed y la poliuria” .
4. P e r t u r b a c i o n e s f u n c i o n a l e s de a c t o s v i t a l e s c o m p l e j o s . M ientras m uchas funciones corporales pueden ser p ertu r badas, sin que en el m om ento de perturbación el sujeto haya experim entado psíquicam ente otra cosa que lo que experim entaría un enferm o que estuvie se solo ante meros sufrim ientos corporales, en otros casos hay u n a p ertu r bación funcional (se tra ta siempre de funciones com p’icadas en las que (1) W eizsäcker, V . v .: Studien zur Pathogenese, Leipzig, 1£35. (2) M arx, H .: Innere Sekretion H andbuch der inneren M edizin, de Bergm ann y otros, vol. VI, 1, p.- 422).
interviene de algún modo la voluntad) en clara conexión con u n a p ertu r bación psíquica simultánea. Las funciones no pueden ser ejercitadas, m ien tras el enfermo experim enta angustia, inhibiciones, pasividad repentina o confusión. Al cam inar, al escribir, al evacuar la vejiga, en el acto sexual, etc. ocurre esto de modo semejante. Calam bre de los escritores, trastornos de la micción, impotencia sexual, vaginismo, etc. son el resultado. R udim entos de tales perturbaciones las hay en todas partes. Se pone uno rojo cuando teme ruborizarse, se cam ina y se habla de m odo no n a tural cuando se cree uno observado. Incluso los reflejos se hallan bajo ta l influencia. El reflejo de la tos y del estornudo podemos fortalecerlo por la desviación hacía él de la atención, y sobre todo, el último, suprim irlo tam bién de ese m odo (la apuesta de D arw in con sus amigos de que no podrían estornudar más al tom ar rap é; se esforzaron convulsivamente, lagrim earon los ojos, pero D arw in ganó la ap u esta). b) O rigen de las perturbaciones somáticas. L a relación del a m a con los ataques simpies, con las perturbaciones de los órganos, con las funciones de la acción com pleja es extraordinariam ente com plicada, por simple que a veces parezca ser en el caso singular. En todas partes existe en particular la-conexión entre el a¡lma y el cuerpo en toda plausibiUdad, en general, sin embargo, es im penetrable y de naturaleza m uy distinta. Los mecanismos extraconscientes son notoriam ente variados. Los órganos y las condiciones físicas previas tienen que ser por decirlo así acogedores dél alm a. Es como si el alm a eligiese los órganos en que se m anifiesta por perturbaciones, o las funciones en cuya ejecución interviene enredándose. Los eslabones fisiológicos interm edioi se dejan adivinar en parte, Así se ve hoy al sistema nervioso vegetativo realizar su trabajo de m ediación junto con el sistema endocrino entre el sistema nervioso central, subordinado más íntim am ente a Jo psíquico, y el resto del cuerpo. Este sistema neurohormonal regula, sin nuestra conciencia, la actividad de los órganos. H an de ser accesibles desde el cerebro constantemente influjos del alma y, en ciertas, condiciones, los influjos son muchos. A los individuos cuyo sistema vegetativo es singularmente excitable, y responde al más leve influjo psíquico, los llamó v. Beigm ann “estigmatizados vegetativos” .
En particular se han intentado algunas explicaciones. Así, se atribuyen los desmayos, cuando son suscitados por condiciones psíquicas (espanto, visión de la sangre, espacios repletos), a la anem ia del cerebro por la con tracción de las pequeñas arterias cerebrales. Respecto de los modos d e aparición de las perturbaciones corporales se puede esbozar el siguiente esquem a: 1. Puram ente automáticas, como las palpitaciones, el tem b’or y otr aparecen gran cantidad de perturbaciones funcionales de los órganos. U n ejem plo son las perturbaciones en el aparato digestivo por variaciones afec tivas: las. sensaciones subjetivas anorm ales, la alteración del apetito, la
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diarrea o el estreñimiento. Sólo podemos com probar y registrar los fenó menos por analogía con las m anifestaciones generales concomitantes de los procesos psíquicos en el acontecer corporal. 2. Perturbaciones corporales, cuando se repiten, a veces ya después de u na sola vez, tienen la propensión a fijarse. Persisten aun cuando no quede el m otivo psíquico, y son sentidas luego p o r el individuo como enferm edad corporal, que aparece en las ocasiones más distintas (reacciones h ab itu a les). O u n a reacción surgida p o r p rim era vez en violentas conmo ciones afectivas (por ejem plo el dolor localizado, la convulsión) vuelve después, con los motivos m ás insignificantes, idénticam ente, de m anera que recuerda por asociación la prim era (en analogía con los re te je s condicio nados de P av lo v ). Pueden desarrollarse y fijarse perturbaciones funcionales en dominios, que esta ban en actividad justam ente durante una em oción. En el teléfono es sentida una comunicación en extremo excitante, luego la- mano que tiene el auricular queda com o paralítica, aparece el calambre de los escritores en ella, etc. Al tocar el piano, un cansancio experim entado de hecho en las manos y los brazos en conexión con una emoción de celos en un concurso es sentido com o un com plejo de sensaciones independientes que ahora aparece por ejem plo al oír m úsica (si los celos son m o tivados por la capacidad del otro).
3. M ientras en estos casos no existe ninguna relación entre el conteni do de la vivencia psíquica y las consecuencias corporales singulares, sino sólo sim ultaneidad, y hay que recurrir, p a ra la explicación, a u n a irritan bilidad anorm al o au m en tad a por el estado de la enferm edad, existe u n a gran can tid ad d e fenómenos físicos cuya naturaleza especial es comprensible por la vivencia, la situación, o los conflictos del hom bre. Por ejem plo: por u na dirección específica de la atención a u na función, por la obser vación de algunas pequeñas perturbaciones, p o r determ inadas inquietudes y temores surgen sensaciones falsas ( M issem pfindungen) y trastornos fun cionales que se llam an malestares hipocondríacos. Al comienzo sólo se tem e que se vuelvan reales en el curso del tiempo. Tales perturbaciones corporales, cuyo contenido es comprensible por el contenido de la previa representación psíquica, pueden aparecer tam bién repentinam ente, p o r ejem plo la paralización de u n brazo después de u na caída, la sordera después de u n a bofetada, etc. Lo com ún de todos estos fenómenos, m uy distintos tam bién entre sí, es: 1 . la relación comprensible entre el motivo y la con secuencia; 2 . el efecto sobre procesos corporales que, sin ello, son independientes enteram ente de la voluntad y de la representación, por ejem plo: la capacidad sensorial, la m enstruación, la actividad digestiva; 3. el circulus vitiosus: m ientras en lq. vida sana del cuerpo y del alm a, p o r ejem plo las m anifestaciones corporales concomitantes de los sentimientos au m en tan retrospectivam ente esos sentimientos y los real:zan de acuerdo
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con u n sentido en aum ento progresivo, aquí, en cambio, tcdo el procesoque aparece corporalm ente perturbador, autom ática y accidentalm ente es un m aterial que es abonado por las tendencias psíquicas, de modo que ligeras perturbaciones se convierten en graves enfermedades. A aquel mecanismo que, aunque se da en todos los hom bres en pequeño grado, en algunos se h a desarrollado de u n a m anera que dom ina la vida, y en otros tan sólo aparece a través de circunstancias morbosas (por ejem plo enfermedades orgánicas) o por graves vivencias, le llamamos mecanis m o histérico. I.a palabra “histérico” es em pleada en sentido múltiple- Psícágeno es <1 con cepto más amplio. H istérico designaría el rasgo básico del carácter de estos fenó menos, que ocultan comprensibilidades, com o significaciones, pero que están ocultas, vinculadas a algún m odo de desplazam iento, de inversión, de autoengafio y de engaño a Jos demás. Hay en esas perturbaciones siempre un proceso en que interviene, cu algún lugar, una falta de veracidad. El cuerpo se- convierte en lenguaje ambiguo y,, como el lenguaje, es utilizado para ocultar o para manifestar ■—pero no intencionalm ente, sino subconscientemente, sólo instintivamente ajustado a un fin.
Si resumimos estos tres grupos en tres térm inos p a ra el uso, pode mos hablar de consecuencias corporales automáticas, de reacciones fija das y de síntomas histéricos. Sin embargo los tres están en estrechas rela ciones.. T anto las consecuencias corporales autom áticas puras como las reacciones histéricas se fijan. Y en las perturbaciones corporales fijadas de causa psíquica apenas se pueden separar los componentes, histéricos de los autom áticos. En el caso particular hay por lo general una com plicación de todos los elem en tos que sólo se pueden separar abstractamente o en casos fronterizos. Así en el caso siguiente de Wittkower ( J): U n a m uchacha de 18 años ve un accidente ferroviario, en el que un obrero fué triturado por un convoy en marcha. En la excitación tuvo una sensación de vómitos, no comió nada durante varios días. V om itó en lo suce sivo todas las mañanas en las primeras horas de clase. D esde entonces tuvo fobia al ferrocarril, estados de angustia y de llanto. Fantasías obsesivas de trituramientos, en los que se veía a sí misma o ,a un miembro de la fam ilia como víctima.
El tercer grupo —la comprensibilidad de los fenóm enos somáticos en las relaciones psíquicas — necesita u n a discusión m ás detallada. No nece-. sitan esa discusión en verdad las comprensibilidades que se han p re sentado ya en nuestra exposición: 1 . el efecto'sobre !a vida corporal por Ja atención, la inquietud, el temor, la espera; 2, El acoplamiento de u n proceso orgánico a una conmoción psíquica por la sim ultaneidad de su prim era y reiterada aparición (u n a analogía con los reflejos condicio nados de P a v lo v ): u n trau m a psíquico originó diarrea, vómitos, asma, en lo sucesivo puede repetirse esa perturbación somática con los m ás (1)
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bServenant, 3, 206.
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Jcves estímulos; 3, la em ancipación de fenómenos somáticos, condicionados, en su origen psíquicam ente, de su condución de manifestación y la exis tencia independiente y el desarrollo de tales procesos somáticos. Lo fisioló gico es aquí en verdad casi en todas partes obscuro, pero lo psicológico es simple y claro. Tampoco necesita discusión detenida la dependencia del acontecer vital del estado de ánimo. T o d a la disposición interna del alm a, su im pulso o su desesperanza, su tono alegre o depresivo, su inclinación a la a c t i v i d a d o al abandono actúan constantem ente sobre el estado corporal. Es una vieja experiencia, difícilmente demostrable en casos aislados, el alto grado en que los cursos evolutivos de le enferm edad, tam bién de procedencia orgánica, dependen de la actividad psíquica; lo que significan la voluntad de vivir? la esperanza, el valor. En la vida cotidiana se hace esta experiencia. El cansancio subjetivo es m enor en el trabajo aleare. En nuevas perspectivas y esperanzas puede aparecer un aum ento enorm e del sentimiento de vigor y de la capacidad de acción. El cazador abatido se siente nuevam ente fresco cuando encuentra la caza después de larga búsqueda infructuosa. Por sobre todas estas .comprensibilidades se h a intentado aprehender en el proceso somático el contenido de la corporalidad específica como sig nificativa psíquicam ente, el acontecim iento somático como esencial en la conexión del destino psíquico y m oral-intelectual, pero de modo que la conexión es inconsciente p a ra el enferm o; sin em bargo está abierta teó ricamente a su conciencia, y de modo que el esclarecimiento puede tener un efecto curativo sobre el fenóm eno corporal, retrospectivam ente, por su propia comprensión, cuando m archa con la comprensión la transform ación de la actitud psíquica interna. Aquí comienza un campo de la interpretación que para nuestro conocimiento es peligroso y atrayente. Apenas hay duda de que aquí puede ser reconocido lo básico, pero la evidencia de la visión y del engaño radical no parecen estar ligados en ninguna p arte más a m enudo que aquí. Aquí se abre una riqueza de posible investigación, que casi parece infinita, pero comienzan tam bién las ambigüedades confusionistas y la satisfacción engañosa con u n a . interpre tación honestam ente ofrecida. De la vasta literatura que se ocupa de tales problemas, nos limitamos aquí a d a r algunos ejemplos. 1. Fenómenos histéricos en sentido estricto — parálisis, perturbaciones de la sensibilidad, etc.— están en relación con representaciones psíquicas, intenciones, fi nalidades, que desaparecen de la conciencia de un modo difícil de imaginar, pero que, sin embargo, no son absolutam ente inaccesibles a ésta. La sim ulación puede pa sar a la histeria, pero entonces se ha producido una realización y no es posible ya hablar de simulación.
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2. Los procesos de la transformación han sido hechos comprensibles como sa lida de la energía, por ejem plo en los deseos sexuales reprimidos, por conversión, en un proceso corporal que señala simbólicamente el origen, que pasa como despla zam iento y reemplazo de la satisfacción inm ediata im pedida (F reu d ). 3. El acontecer inconsciente es pensado además diversamente diferenciado: d enfermo se castiga por decirlo así a causa de un síntoma, de un impulso instintivo o de una acción molestos para su conciencia; un enfermo deja caer su voluntad, se vuelve flojo y se entrega y entonces es fácilm ente accesible a toda, clase de enfer¡nedades amenazantes. 4. Los órganos expresan algo que no dice la voluntad consciente: hematurias, flujo blanco, eczemas vulvares, serian expresión del rechazo de la cohabitación y se curarían con la alteración de la situación correspondiente.
Todas estas relaciones de cuerpo y alm a no son evidentes, sino Indu cidas. Son plausibles por la posible relación del mom ento de la aparición y de la desaparición, incluso en muchos casos casi seguras, pero quedan siempre iej'os de aquella unidad de cuerpo y alm a intuible en los legítimos fenómenos de expresión. Al problem a por qué en las conmociones psíquicas o afecciones de Jarga duración, una vez son afectados los órganos de la respiración, otra vez el corazón y la circulación, otra vez el estómago y los intestinos, a este problem a de la elección del órgano se tiene por respuesta que una debilidad del órgano, dada en la constitución o adquirida p o r enferm edad, d a lugar a u na predisposición de un órgano, a un lo cus minoris resistentiae. U n a enferm edad de la vesícula abre el camino a la predisposición al vó mito. Respecto dé esto da H eyer (x) una respuesta m uy distinta; Estados somáticos que pueden ser psíquicam ente condicionados son, en el apa rato digestivo: los vómitos, la acrofagia; en el circulatorio: sentimientos de angustia; en el aparato respiratorio: el asma, la estenocardia. Todos estos estados son al mismo tiempo de significación sim bólica; no sólo experimentados orgánicamente, sino vividos también como significaciones. Los órganos son un lenguaje oculto por el que el alma oye y por el que puede hablar. El vómito es expresión cte lo repulsivo (N apoleón vomitó cuando oyó que sería llevado a Santa E len a). L a aerofagia significa tragar algo, por ejem plo algo opresivo, contra lo que no se puede defender uno. Angustia significa al mismo tiempo angustia ante la vida, ante sus fundamentos, ante la plena realización de lo hondo de las posibilidades. Asm a significa no soportar el aire, es decir la atmósfera que ha surgido de la si tuación, conflictos, personas en ese lugar. Estenocardia (la neurosis diafragmática, en que el diafragma se contrae, v cuya consecuencia es el dolor y las palpitaciones) significa, como fijación convulsiva de la respiración, una tensión a la que .1 0 sigue ninguna solución (cuando en el acto sexual, a la tensión y el aum ento no sigue la solución y satisfacción). Siempre expresa el individuo por sus órganos sim bólicamente hechos insoportables de la vida, sin saberlo. Para llegar a una comprensión más profunda distingue H eyer circuios vitales: (1)
H eyer, G ustav : D.er Organi¡mus der S e d e,
M unich,
1932.
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el círculo de vida vegetativa (aparato digestivo), el circulo de vida anim al (la vida de la sangre: sangre, corazón y circulación), el círculo de vida pneum ática (la respiración). Estos círculos vitales tienen una esencia que se relaciona simbólica" mente con esencialidades psíquicas: 1. “La vida del intestino, es com o la de las plantas, tranquila, oscura, es la profunda e inconsciente esfera terrenal de la existen cia” ; por esa vida van los movimientos, en ondas, como en la naturaleza las olas de las mareas. 2. “L a vid a de la sangre es la de la pasión ardiente, de los afectos, del temperamento y de los instintos, es la esfera de la impulsión sexual” ; en esa vida no rige la onda sino el ritm o, la contracción y la decontracción, es una vida com o Ja del animal errante y rapaz. 3. L a respiración tiene igualmente naturaleza polar; ese decurso polar de tensión y relajam iento lleva un elem ento próximo al yo. “Esto ligero y liviano, semejante al aire y al éter de la respiración, nos hace sentirnos más altos, más. libres, más espontáneos que en el proceso terrestre de la digestión y en el proceso del círculo anim al”. Las aves simbolizan el aire y la respiración. D el mismo m odo que los diversos, círculos vitales (sistemas de órganos de la digestión, de la circulación, de la respiración) “están ligados a determinados senti mientos básicos o primitivos o generales, que tienen cada uno eventualm ente diverso carácter'1, así se dice al revés que tales decursos psíquicos específicos se manifiestan en los correspondientes sistemas de órganos” . Limitém onos al ejem plo principal: en la circulación — vehículo del inundo impulsivo de la pasión y del instinto— la per turbación básica es la angustia, angustia primeramente a causa de la falta de firmeza del elem ento vital (com o en la esclerosis coronaria, la anem ia, e tc .), angustia en segundo término, por causa de la opresión de la sangre, es decir del im pulso, de la pasión. Angustia es la perturbación de la unificación del hombre con el animal movido por su sangre, es decir angustia de que ese animal sea en nosotros dem asiado débil o angustia de que nos dom ine y devore. Por eso hay neurosis cardíacas, no sólo en los individuos q u e no cum plen la voluntad de la sangre (o tam bién de la sexualidad) y la reprim en, sino exactam ente igual en aquellos que abandonan su yo espiritual por demasiado apego a la naturaleza” . Las neurosis cardíacas surgen, pues, “del conflicto con el m undo del im pulso y de lo terrestre no arriesgado, lo mismo que de la frustrada ilum inación espiritual del individuo”.
Este resum en m uestra cómo tales interpretaciones están entretejidas unas en otras: prim ero, las relaciones vitales, fisiológicas, como entre el corazón y la angustia, la sexualidad y la angustia; en segundo térm ino significaciones simbólicas posibles, en Jas cuales los órganos son sentidos como símbolo de lo psíquico; en tercer término, simbolización mística, en la que se expresa una; interpretación metafísica de la vida. L a reso nancia m u tu a de lo heterogéneo, no sin encanto p a ra el juego de nuestra fantasía, es insoportable p a ra el conocimiento. H echos empíricos m ani fiestos, extraordinariam ente difíciles de aislar y de cap tar claram ente, esbo zo de posibilidades vivenciales de relaciones comprensibles con lo orgánico, presentim ientos d e significaciones metafíscas, trascendentes — to do esto ju n to form a u na confusión en la que así no se puede continuar. Lo que sigue siendo verdad es sólo el recuerdo general, enteram ente deter m inado, de que con los esquemas simples habituales el acontecer aním ico-corporal no es agotado ni aproxim adam ente, ni bastante ínter-
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pretado en sus hechos típicos y menos aún com prendido de veras. Gomo instancia negativa, justificada contra el contento en las simplicidades fisiológicocausales, esta fantasía de tal fig u ra que surge en la psicote rapia carece de todo valor auténtico p a ra el conocimiento. Los estudios amplios de von W eizsäcker sobre la patogenia psíquica, incluso en graves enferm edades orgánicas, están ligados todos a talefc direcciones interpretativas, sin aprobarlas directam ente. Parece aprove charlas de m anera ocasional, pero evita con prudencia to d a in te rp re ta ción dem asiado precisa en favor de la concepción biográfica, en la cual lo somático juega un papel en el curso dram ático del destino psíquico y m oral de la vida, sin que se haya fijado u n a form a general de rela ción comprensible, aplicable como conocim iento causal. Se leen con al gún asom bro sus historias clínicas, se está en cam ino de tom arlo todo p o r posible y al fin no se sabe nada. § 3.
H allazgos somáticos en las psicosis.
U n últim o g rupo de síntom as corporales, que observamos en los; enfermos, no se puede referir h asta aquí en general de m odo alguno a lo psíquico. Son m ás bien signos corporales de los procesos de la en ferm edad corporal, los cuales son quizá tam bién causa de la enferm edad psíquica; en todo caso están en relación con ella. N o tenemos que v er con los síntom as de determ inadas enferm edades orgánicas (p o r ejemplo en procesos cerebrales), sino sólo con aquellos hallazgos somáticos que registramos provisoriam ente como síntomas físicos en las psicosis, sin reconocerlos como signos de u n a enferm edad conocida. Así se pueden registrar ante todo en el grupo de la esquizofrenia ciertos aum entos de los reflejos^ alteraciones pupilares, adem ás m anos y pies azulados, se creción sudorípara de olor fuerte característico, la “c ara ungüentosa*% pigmentaciones y perturbaciones tróficas. L o que se puede observar directam ente h a sido com plem entado hace m ucho p o r determ inaciones en el curso Hel tiempo, p o r ejem plo el peso del cuerpo y !a falta de m enstrua ción, en los últimos se hizo esto p o r investigaciones fisiológicas con todas las sutilezas de los m étodos de la m edicina interna. Así, se h an acum ulado en p a rte comprobaciones hasta lo infinito, en parte cla>ros cuadros somáticos de la aparición de procesos fisiológicos en las psicosis. Tom em os algunos ejemplos: a) Peso del cuerpo. del peso del cuerpo, que en traordinariam ente amplio. Se ción y profundo m arasm o en
U n im p o rtan te síntom a físico es la oscilación los enfermos mentales alcanza u n grado ex observa la caída hasta la com pleta dem acra las psicosis agudas, se ve el aum ento del peso»
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del cuerpo duran te la curación de la fase aguda (de m odo q ue el com portam iento del peso del cuerpo es un signo im portante de la tendencia m om entánea del curso de la en ferm edad). Este aum ento de peso tiene lugar tanto en la vuelta a la salud como en la entrada en el estado d e m e n c ia l duradero después de una fase aguda (el aum ento de peso sin m ejoram iento psíquico es p o r tanto un síntom a serio). En el últim o caso, po r sobrealim entación llam ativa el individuo tom a un aspecto grue so y como hinchado. Se observa adem ás reducción de peso en vivencias psíquicas graves, en preocupaciones y afectos depresivos duraderos, en perturbaciones nerviosas de to d a clase (reducción de veinte libras y m ás). E n qué grado el com portam iento del peso es manifestación conco m itante de u n proceso patológico orgánico, que a su vez ocasiona igual m ente las perturbaciones corporales, en qué grado la alteración de peso es consecuencia directa de la vida psíquica, esto es difícil de decidir en el caso individual. Parecen darse am bas relaciones. Yo observé un en fermo con neurosis traum ática que en cada ingreso en el hospital, a pe sar de la excelente alim entación, perdía varios kilos, probablem ente por que la situación l e excitaba siempre en extremo. R e ic h a rd t(x), que hizo investigaciones exactas sobre las relaciones del peso del cuerpo p o r u n a p a rte y las enferm edades mentales y del cerebro p o r otra, halló ocasionalm ente u n a am plia independencia entre peso del cuerpo y estado m ental, de m odo que no se podrían establecer leyes seguras de n inguna clase. Por ejem plo observó fuertes oscilaciones en algunas psicosis agudas graves. Pero en general encontró curvas de peso estacionarias en estados de debilidad m ental, estados term inales, frecuentes engordes y enflaquecim ientos endógenos en enferm edades del cerebro, por ejem plo parálisis, especialmente enflaquecimientos excesivos en el com plejo sintom ático de la catatonía. Oscilaciones del peso, de corta duración, h a n sido reconocidas en oposición a las de larga d u ra ción, com o variaciones del m etabolism o hídríco. b) Cese m enstrual L a falta de m enstruación es u n fenómeno frecuentes en las psicosis. H aym ann (2) encontró que se produce cese menstrual: en la p a r a n o ia ............................. en 0 % en la histeria, la psicopatía y los estados degenerativos ........... en 11 % de los casos en la locura maniaco-depresiva en 34 % en la dem encia p r e c o z ............. en 60 % (1) Reichardt: Untersuchungen über das Gehirn, II. T eil: H irn und K örper, Jena, 1912. Rehm O . : “ Ü ber K örpergew icht und M enstruation bei akuten und chroaischen Psychosen” . A rc k. Psychiatr. (D .), 61, 385 (1919). (2) Haymanns: “ M enstruations Störungen bei Psychosen” . Z . jyeur., 15, 511 ( 1 3 1 o ) .
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y de esta ú l t i m a ..................
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en
formas paranoides en 36 en 50 formas hebefrénicas en 93 form as catatónicas ........ en parálisis, tum ores y otras enferm edades orgánicas del cerebro .................... en 76
% % %
de los casos
%
Las m enstruaciones se retiran, en la m ayoría de ios casos después que se h an iniciado ya los fenómenos psíquicos. L a falta coincide tem poral m ente en u na gran p arte de los casos, con la reducción dsl peso; las mens truaciones vuelven con el aum ento del mismo (curación o estado demencial crónico). c) H allazgos de perturbaciones endocrinas. E n casos aislados fué hallado el síndrome de Cushing en esquizofrénicos, desapareció nueva m ente con el progreso de la enferm edad. U n tum or hipofisíario fué ex cluido. El hallazgo m uestra sólo que “los procesos nosológicos esquizofré nicos tienen inclinación a extenderse al dom inio de los procesos horm ona\
d) Investigaciones fisiológicas sistem áticas p a ra -la obtención de cuadros somatopatológicos típicos. Las num evosas investigaciones sobre el metabolismo, los hallazgos en la sangre, los análisis de orina, etc. son ensayos ambiguos, preciosos en ciertas circunstancias como indicacio nes, pero que son interm inables y no llegan a ningún resultado. Así, por ejem plo, en algunos casos de esquizofrenia, especialmente en la form a catatónica, tam bién én los estupores paralíticos, se h a encontrado u n a dismi nución del ritm o del metabolismo, otros hechos típicos se h an destacado en parálisis, esquizofrenia, epilepsia, psicosis circular con los medios de la m oderna patología del metabolismo. U n cambio ap o rtaro n los trabajos extraordinariam ente laboriosos y es m erados de Gjessmg (a), Este no se contentó con hallazgos particulares en muchos enfermos, p a ra com pararlos estadísticam ente (un procedim iento que en todas partes sólo puede buscai indicaciones, pero no puede ser m é todo de investigación), sino que hizo investigaciones en serie en pocos (1) V oss, Z , N eu r., 165. e tc .” .
S .:
“ Das Cushingsche
Syndrom
ais
Initialersclieinung
bei
Schizopherenie” .
(2) G je ssin o , R . : “ B ítragc zur K enntnis dnr P a t h o p h y s i o l o g i e des katatonen Suipona, Arch. Ihychiatr. (D .), 96, 319, 393 (1932); 104, 355 (1936); 109, 525 (1939).
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líennos diariam ente d u ran te largos períodos, a fin de observar la altera ción del cuadro somatològico y com pararlo con la alteración dèi estado psicòtico; en segundo lugar no investigò u n fenòm eno fisiològico singular, sino que exigió u n cuadro global de la investigación sim ultánea de la san g re, de la orina, de las deposiciones, la com probación del metabolismo basai, etc.; en tercer term ino eligió algunos casos cuidadosam ente: diag nósticos absolutam ente claros, cuadro típico, adecuación individual para la investigación. Publicó ciertos casos con to d a precisión. E ntre ellos son notables en especial algunos casos habituales, clásicos: El estupor catatònico se produce repentinamente. El despertar se sigue crítica mente. En la etapa preestuporosa hay ligera inquietud motriz. En el periodo de vigilia se encontró: metabolismo basai dism inuido, frecuencia del pulso aminorada — presión arterial dism inuida, menos glucem ia, leucopenia y linfocitosis— , retención de nitrógeno (a esa form a de m anifestación del período de vigilia lo llam a Gjessing síndrome de reten ción ). E.n el com ienzo del estupor se encontró: oscilaciones vege tativas marcadas (variaciones pupilares, de la frecuencia del pulso, del color del rostro, de la sudoración, del tono m uscular). En el período de estupor se encontró: Mayor metabolism o — m ayor frecuencia del pulso, mayor presión arterial, mayor glu cemia, ligera leucocitosis— , m ayor emisión de nitrógeno (G jessing llam a a esta forma de m anifestación síndrome de la com pensación). Los síntomas aparecen en cambios periódicos, en com ún con los estupores que duran de dos a tres semanas. Iguales hallazgos hizo G jessing en estados de excitación catatònica. Pero num e rosos casos de estupor y de excitación transcurren irregularmente. Sin embargo, el autor encontró siempre acum ulación de nitrógeno — trastorno vegetativo— , emisión del nitrógeno, y, sin duda la acum ulación de nitrógeno en el período de vigilia.
El propósito es obtener u n cuadro químicofisiológico del fenóm eno como u n síndrom e coherente en sí, que es u n a correlación de determ inadas formas de estupor catatònico y de excitación catatònica. Gjessing renuncia a las explicaciones causales (si el cuadro es condicionado desde la psiquis o desde el cuerpo por u n a enferm edad orgánica), sostiene sólo que se trata m ás bien de u n a excitación de la base del cerebro que se m anifiesta periódicam ente. E n los estados anorm ales la retención de nitrógeno del período de vigilia es an u la d a ; en el estupor o en la excitación se p ro duce por decirlo así u na curación de la retención de nitrógeno; E n Ío sucesivo se h an hecho m ás investigaciones valiosas que m ostraron nuevos enigmas en el cuadro somático del fenóm eno: las más graves alte raciones sin hallazgo patológico causal correspondiente del t.po de los grupos de enferm edades internas: Jahn y G rewing (2) encontraron hem oconcentración, elevada neoform a. (1) J a h n y H . G r k w i n g : ' ‘U ntersuchungen ü b er die körperlichen Störungen bei katatonen Stuporen u n d d er tödlichen K a tato n ie'’. Arch. Psychiatr. (D .), 105, 105 (1936).
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ción de glóbulos rojos (aum ento de los eritrocitos y de las formas' juve niles, y la méctula de los huesos largos se mostró en la autopsia, en lugar de am arilla, coloreada de rojo) con,,destrucción dism inuida de los gló bulos rojos — un hallazgo no destacado p o r lo demás en ninguna enfer medad. Señalan estos hallazgos de la sangre, en com ún con otros fenó menos somáticos, una invasión de la sangre por u n veneno-—, alguna subs tancia tóxica procedente del m etabolismo de la albúm ina, que obra idén ticam ente a la histam ina en la experiencia con animales. Se tra ta de casos de catatonía a m enudo mortales, descriptos hace ya m ucho tiem po: El cuadro de esta catatonía m ortal es descripta del siguiente m o d o í1) : L a agitación motriz intensa parece aumentar bajo el desarrollo incontenible de enormes fuerzas corporales tendientes al autoaniquilam iento. Gravísima acrocianosis. La piel húm eda de las extremidades, es fría y saturada de lugares en los que, por la presión o el golpe, las 'huellas de la sangre se convierten pronto en manchas amari llas. L a presión arterial inicialm ente aumentada, cae. L a excitación cede con el colapso circulatorio. Los enfermos quedan en la cam a sin fuerzas, con la expresión >de tensión interna, a m enudo con obnubilación de la conciencia. Aún con piel fría, la temperatura del cuerpo llega a m enudo a 4 0 grados. La autopsia no da una im agen clara sobre la causa de la m uerte y ningún resultado que pueda señalar una •causa esencial de la enfermedad. Otro cuadro típico lo describe K . F. S ch eid (2). Encontró en esquizofrénicos •en períodos de tiempo limitados, altas temperaturas con considerable aum ento de la velocidad de sedimentación de los glóbulos rojos y síntomas de aum ento de neoiorm ación y destrucción en la serie roja. En general la neoformación y la des trucción se m antienen niveladas, pero en la hemolisis tempestuosa se produce a menudo anemia. Falta el síntom a de una enferm edad corporal grave que sirva de base al episodio febril.
Se tra ta siempre de cuadros particulares o de u n tipo estrecham ente delim itado, nunca de un conocimiento de la patología somática de la esqui zofrenia en general. Por eso no h an sido encontradas leyes generales, queda la rareza de los casos clásicos, quedan las contradicciones provi sorias, así cuando, frente a la ausente destrucción sanguínea de las cata tonías mortales de Ja h n y de Greving, K. F. S cheid(3) halló, en los brotes icatatónicos, tam bién u n a destrucción sanguínea au m entada: dism inución de! contenido de hemoglobina, aparición de productos provenientes de la desintegración del pigm ento hem ático. N aturalm ente se está cerca de pensar en u n a enferm edad somática, que se com porta fundam entalm ente como las otras enferm edades somáiticas. E n favor de ello hablan los síntomas somáticos drásticos, como p o r .otra parte, psicológicamente, la sim ilitud de las vivencias con las del efecto (1) Staudeh: Arch. Psychiatr. (D.), 102, 614. (2) Scheid, K. F.: Febrile Episoden bei schizophrenen Psychosen, Leipzig, 1937; ver ScHEtp, K. F.: “Die Somatopathologie der Schizophrenie”. Z. Neur*, 163, 585 (1938). (3) Scheid, K, F.: Nervenarzt, 10, 228.
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de la mescalina (y de otros venenos) parece señalar como causa u n agente quizás alguna vez dem ostrable. E n contra habla, em pero, la falta de u n hallazgo anátom opatológico que m uestre la causa, y adem ás lo radical mente divergente en alguna p arte en lo somático (ejem plo en los tipos de trastornos circulatorios). Los nuevos hallazgos son im presionantes. Su significación es oscura. Es decisivo sí en principio la m ism a enfer m ed ad puede presentarse en los anim ales o si to d a ella es específicamente hum ana. Pero en todo caso es adem ás u n fenóm eno de la naturaleza h u m ana, u n proceso en aquel fu ndam ento del hom bre en donde no rige todavía u n a separación en tre el cuerpo y el alm a.
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Los hechos objetivos significativos Los fenómenos com prendidos en el m undo sensible como manifestación del alm a, son los llam ados hechos objetivos significativos (*).. Tales hechos son la form a f isiognómica, el m ovim iento mímico, el lenguaje y la escri tura, los productos artísticos y las acciones con finalidad consciente. Son empero, manifestaciones heterogéneas, casi incomparables. H ay un signifi cado objetivo del pensam iento, de la obra de arte, de la finalidad de la ac ción que, como tal, no es de m odo alguno psicológica y cuya comprensión no significa p o r eso ninguna comprensión de lo psíquico. . . Comprendemos racionalm ente, por ejemplo, el significado de u n a frase, incluso sin com prender a la persona que la expresa, incluso sin pensar en m anera alguna en elía. H ay un m undo objetivo del espíritu en el cual nos movemos sin pensar en el alm a, de la que nace el espíritu para la consideración psicológica. Separamos, por eso los hechos típicos objetivos significativos, en diversas esferas: 1. El alm a del hom bre se expresa en el cuerpo y en sus movimientos. Esta expresión es involuntaria. Se vuelve objetiva p a ra el observador, pero no p a ra el individuo a quien hay que com prender (sección p rim e ra ). 2. El hom bre vive en su m u n d o : por su com portam iento, por su con ducta, por su acción, p o r !a form ación de su am biente y de sus relaciones de com unidad. Lo que es, aparece en sus acciones y actividades. Estas son p a ra él un contenido sabido (sección segunda). 3. El hom bre hace objetivos sus contenidos en el lenguaje, la obra, la concepción ideológica, entendidos como m undo del espíritu. A barca lo que ha com prendido, producido, creado y lo que quiere crear (sección te rc e ra ). Estas tres esferas im plican en prim er lugar contenidos de los que no sólo tenemos que ocuparnos psicológicamente, y sobre todo no psicológi cam ente, al comienzo. L a apropiación in tern a de esos contenidos, la segura capacidad p a ra percibirlos com prensivam ente, es supuesto previo para su consideración psicológica. Ésta ciertam ente no tiene entonces fronteras. (1) Preferimos trad u cir “ sin n h aít” sería m ás iitetal. (N . de los T . ) .
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Ante la obra espiritual m ás sublime se puede p reg u n tar aún p o r su pro cedencia psíquica, p o r la expresión involuntaria realizada en e lla ,.p o r su efecto en la vida psíquica, p o r su im portancia como apoyo p ara el alm a, etc. Es evidente que el m u n d o de lo comprensible no se h a agotado con el aspecto psicológico de eso comprensible. El hecho que desde otros puntos de vista el espíritu sea considerado como m undo de los significados, em an cipado del alm a entera, el hom bre como un ser racional libre, no lo olvi daremos ciertam ente, pero como psicopatólogos no tenemos por ello, otro interés que el de que la com prensión de ese sentido objetivo es supuesto previo, p a ra com prender psicológicamente la existencia de ese sentido en el alm a de un individuo real. Ya en la psicología de la expresión, p o r tanto, la percepción inm ediata en el ver y oír al otro es dependiente de la for m ación y am plitud d e la personalidad del psicopatólogo. N o h a de sor prender, entonces, que algunos se contenten con trivialidades y vulgaridades, y que otros adviertan ante todo la lim itación de su comprensión de la expresión y con ello de su acceso al alm a ajena y que ante cualquier in dividuo empírico m antengan la actitud p rudente que sigue al no ver claro justam ente cuando se h a com prendido ya m ucho. E n cada u n a de las tres direcciones de los hechos típicos objetivos sig nificativos observamos porm enores que, sin embargo, sólo tienen su esencia en un todo, que no tenemos ante los ojos precisam ente como u n hecho típico particular. Este todo es, en el conjunto de los fenómenos de Ja expresión, el inconsciente nivel de form a (K lag es); p a ra la existencia del hom bre en su m undo, la figura del m undo, y en la objetivación por el saber y la obra, la consciente totalidad de un espíritu. Las tres esferas, aunque tienen cada u n a u n principio característico, m archan generalm ente juntas. H ay, en todo, p o r ejemplo, algo del carácter de la expresión, que sólo en la p rim era es principio dom inante. Ciiando se objetiva en el m undo un contenido pensado, cuando hay u n a finalidad y un propósito de acción, h alla sin em bargo la consideración psicológica que no existe lo puram ente racional o la finalidad p u ra en u n individuo empírico, Según el m odo como es expresado el pensam iento, desde el tono de la voz al estilo del lenguaje; según cóm o es realizado el propósito, desde las formas corporales del m ovim iento a las m aneras individual m ente singulares de com portam iento en la situación concreta, todo ello es una atm ósfera de la expresión en que todas las manifestaciones psíquicas quedan en lo sucesivo im pregnadas. Pero adem ás está el hecho que tal individuo tiene precisam ente esos pensam ientos, persigue justam ente ese propósito, expresión misma, p o r ejem plo, de la “personalidad” o de uns singular disposición de ánimo. T am bién los “rendim ientos”, en sí n<
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expresivos, tienen en su m anifestación personal u n a vertiente expresiva: lo
motriz se convierte en m otricidad de la expresión, el lenguaje tiene carácter de expresión p o r el tono y la form a, el trabajo p o r la m ím ica concomi tante de su ritm o y estilo. L,a división básica de todos los hechos típicos singulares, repetida otra vez en esquema, siguió el curso siguiente: las manifestaciones subjetivas — la vivencia— son objeto de la fenom enología. Las m anifestaciones objetivas no fienen significado (obje to de la som atopsicologla) o son significativas. Las significaciones son valoradas como rendimientos y medidas (psicología del rendim iento) o comprendidas com o hechos típicos objetivos, significativos. Estos son o bien expresión (psicología de la expre sión) o vida en un m undo (psicología del comportarse en su mundo o brevemente psicología d e l m u n do) o productos espirituales (psicología de la obra).
T o d a objetivación significativa resulta de u n impulso del alma. Tam bién hay en el fondo de todo lo querido u n algo no deseado, u n algo incitante. E n el im pulso originario en sí podemos distinguir: 1. Existe el impulso a la expresión en el sentido estricto de u n involuntario y un “ dejar aparecer en la expresión, sin finalidad, excitaciones psíquicas, lo que co rresponde a u n a capacidad m ás o menos grande de expresión de los in dividuos y las razas. 2. H ay el impulso de representación, que lleva en la expresión algo sem ivoluntario, en que el individuo, que se d a form a configurada, se d a validez y significación al mismo tiem po ante u n es pectador real o im aginario, o, ante sí mismo. R epresentarse es u n carácter básico del ser hum ano, corresponde como factor positivo ineludible a su vida, Pero puede engañarse en la autorrepresentación: form a, escena, com portam iento, en lugar de ser un efecto de la vida, se convierten m ás bien en la verdadera vida — como m om entaneidad constantem ente variable o como actitu d petrificada— y aparecen en lugar de la vida substancial. 3. Existe u n a necesidad de comunicación, el hom bre quiere ponerse en vin culación po r com prensión m u tu a con otros, prim ero enteram ente p o r com prensión de contenidos objetivos, de opiniones objetivam ente orientadas, d e representaciones finalistas, de pensam ientos; tan sólo después se agrega la comunicación del alm a mism a. El lenguaje es el instrum ento m aravi lloso, enigm ático hallado p o r el individuo p a ra esa comunicación. 4. Existe el impulso de actividad, de la acción en persecución de propósitos, del aprovecham iento de situaciones y problemas, E n cad a u n a de esas cuatro direcciones de u n im pulso originario se d a la significación, a diferencia del impulso puram ente vital de m ovim iento. E n todas las objetividades significativas vuelve a darse la regla que los casos extraordinarios, diferenciados, ricos, enseñan p o r lo com ún que ■desde ellos irrad ia luz sobre los otros y que aquí la experiencia es adqui rid a menos p o r la cantidad de los casos que por la honda penetración eir
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el caso singular. Por eso aquí los casos particulares tienen en principio otra significación que en los dominios somáticos. E n los últim os u n caso es siempre “u n caso de” . . e n la psicología de la expresión, en cam bio, el caso individual puede ten er significación ejem plar.
Primera s ec ci ó n E xpresión del alm a en el cuerpo y los movimientos (psicología de la expresión) a) M anifestación corporal concom itante y expresión aním ica. M ientras que hab.'amos de m anifestaciones corporales concom itantes de lo psíquico sólo cuando registramos sim plemente u na relación y así la co nocemos — p o r ejemplo entre el m iedo y la dilatación pupilar— , hablam os en cam bio de expresión de lo psíquico siempre que comprendemos u n a vinculación entre la m anifestación corporal y lo psíquico que Lega allí a la expresión — p o r ejem plo cuando en la risa comprendemos directam ente ja alegría, Los fenómenos de la expresión son, por u n a p a rte siempre objetivos, en tanto que percibidos sensorialmente, en tan to que representan hechos que se pueden fotografiar, y conservar como docum entos; p o r o tra parte, son siempre subjetivos en tan to que, como sensorialmente per cibidos, no son todavía expresión, sino que se vuelven tales tan sólo por u n a com prensión del sentido y la significación. El estudio de las m ani festaciones, de la expresión tiene, p o r tanto, por condición previa, otro tipo de evidencia que l a . del registro de hechos somáticos puram ente objetivos. Se h a dicho, es cierto, que to d a com prensión de la expresión se apoya en deducciones por analogía de la p ro p ia vida psíquica referidas a la extraña. Estas deducciones p o r analogía son u n fantasm a. Es m ás bien el hecho que com prendem os repentinam ente y de inm ediato, sin re flexionar, en u n acto único al mismo tiem po con la percepción sensorial; adem ás, que no hem os percibido nu n ca en nosotros mismo la expresión p o r nosotros com prendida (excepto en el caso en que u n civilizado m oderno se estudia e n 'e l espejo), que niños que n o hablan todavía com prenden ya la expresión m ím ica; y, finalm ente que, hasta animales, en proporción lim itada, com prendan la expresión. Se ha querido explicar la comprensión de la expresión p o r u n proceso psicológico de em patia. Sea exacta o falsa esta explicación, es ella m ism a u n problem a psicológico, no metodológico. Pues el resultado de la com prensión de la expresión está inm ediatam ente allí, es p a ra nuestra conciencia algo últim o, y en verdad algo inm ediata m ente objetivo: no nos percibim os en los otros, sino a los otros o t \ sentido como algo existente p o r sí, tal vez la vivencia de los otros como algo, que no hemos tenido nosotros mismos nu nca así. N o obstante, la
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comprensión de la expresión es algo q u e n o podem os to m a r de ningún m odo por ejemplo, a través d e su inm ediación sim plem ente como válido y exacto. N o.es este el caso en la simple percepción sensorial: cad a una de ellas es controlada p o r el co njunto de nuestro saber; en lo sensorial inm ediato hay engaños. Así ocurre tam bién en la com prensión de la expresión, solo que los engaños son aquí m ás num erosos, los controles más difíciles — p ara el control em pleam os secundariam ente tam b ién de ducciones p o r analogía-—, cada expresión singular puede ser am bigua y siempre comprensible solamente en relación con u n todo. Entonces la viva-.' cidad y la m ultiplicidad de la com prensión de la expresión es en nosotros muy distinta. Existe u n a relación en tre l a . com prensión y la am plitud, profundidad y abundancia de la p ro p ia experiencia, destino y vivencia posibles. Por eso la pobreza espiritual se resiste con gusto, en general, contra la validez de cualquier com prensión de la expresión, p a ra aplicarla ella misma trivial y violentam ente den tro de la estrechez de los propios prejuicios. Pero no podemos olvidar que poseemos todo el conocim iento de la vida psíquica ajena sólo por el cam ino de la com prensión de la expresión. T odo simple rendim iento y to d a m era m anifestación corporal concom itante, y tam bién la com prensión de los contenidos espirituales como meras objetividades, nos enseñan a conocer desde fuera el alm a. Es un error básico de m étodo, ni de confundir los puntos de vista, p o r ejemplo, el de llam ar simplemente fenóm enos de expresión a todas las m a nifestaciones corporales concom itantes y consecutivas de lo psíquico. L o son sólo en tanto que son “com prendidas” com o expresión de lo psíquico, tal la mímica. Pero un aum ento del peristaltism o intestinal p o r afectos no es u n movim iento de expresión, sino u n a m anifestación concom itante sintom á tica. A hora bien, el límite de la expresión comprensible no está definitiva m ente claro. No “com prendemos” las pupilas dilatadas com o m anifes tación de la angustia, pero cuando sabemos de eso y lo hemos visto a m e nudo, ese saber puede aparecer inm ediatam ente com o visión de la angustia en las pupilas, pero sólo cuando la angustia es cap tad a, al m ism o tiem po, además, en su expresión legítim a. Pues u n a p u p ila dilatada, com o tal, no está ligada p a ra nosotros, interiorm ente, con la angustia, sino que puede tener otras causas, p o r ejem plo la atro p in a, en la que pensam os con idén tica rapidez. Igualm ente ocurre cuan d o alguien corre a c a d a instante al baño. E n u n a situación tal y con los dem ás fenómenos legítimos de ex presión sabemos que la causa es u n a em oción vio’enta, de lo contrario tendríam os que pensar prim ero en u n a perturbación fisiológica. b) L a com prensión de la expresión. Vemos in m ediatam ente en la form a y el movimiento percibidos u n a m anifestación de la esencia o del temple psíquico. Si reflexionamos sobre la m anera de esa visión, tenemos
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que dudar, en prim er lugar de su significación p a ra la captación d e la . Pues hay p a ra nosotros u n simbolismo enteram ente u n iv er sa l: vemos todo figura y todo m ovim iento en el m undo inm ediata mente como inspirados por u n tem ple, u n a significación, com o u n a esencia, que no sólo es cuantitativa en lo m atem ático y no sólo cualitativa en lo sensorial. Para la claridad m etódica es bueno actualizar las maneras de n u estra v is ió n de la s fo r m a s ( G e s t a l t e n ) . realidad em pírica.
El primer paso consiste en destacar puramente una forma en la confusión d e manifestaciones. Se seleccionan las condiciones favorables'en que se las e, llá m e s e l a s fenómenos primitivos, formas fundamentales, o simplemente formas. Ahora tiene que hacerse el análisis, se quiere ver lo que son esas formas^ cóm o se trans forman, se desarrollan y cómo construyen el todo de las cosas. Aquí se bifurca el camino de la investigación. la s
O bien se trata de m atem atizar, es decir de derivar las formas fundam entales por el pensamiento y la construcción cuantitativas. En tanto que se consigue esto, se es, por decirlo así, segundo creador de formas, pues se puede hacerlas, dominarlas, disponer de ellas. Al mismo tiempo lo así reconocido es pensado en mecanism os, es finito y las infinitudes son dominadas por fórmulas matemáticas. O se trata de quedar cerca de las formas reates, que no se someten a ninguna matemática ni a cuantificación ya que tienen carácter infinito. Se estudio la morfo logía (G o eth e), se observa el devenir de las formas yv sus infinitas metamorfosis, se recurre a la ayuda de esquemas, se esbozan tipos, pero no se les necesita a éstos más que como indicadores, para hallar un lenguaje para los planes estructurales o Jas formas fundam entales, por ejem plo de los animales y las plantas, sin deducir de ello su esencia (com o 'ha hecho falsam ente H áeckel en su m orfología general). No son formas espaciales básicas m atem áticam ente delimitables, sino figuras vivien tes, cuyas estructuras formales m atem atizables son sólo uno de sus aspectos. E l m étodo morfológico no quiere deducir, sino conducir a la contem plación de sí m ism o en visión dinámica y articulada. Lo que se ve así, es el conjunto de caracteres fundamentales, de aquello que, en el mundo llega a la m anifestación espacial. Con la visión clara se vincula ahora inmediatamente un “tem ple”, que es el sentido y significación de las form as, su alma. D esde el “efecto éticorsensorial” de los colores hasta las almas de las formas animales y de las im ágenes humanas, se revela, por decirlo así, un interior que se da inm ediatam ente en lo externo. Se quisiera discurrir sobre esa alm a, com prenderla, hacer evidente y m etódica su aprehensión. A quí se bifurca nuevam ente el camino. O bien, se traduce falsamente en un sentido racional que se puede conocer. Las cosas, formas, m ovim ientos, significan algo. La S ignatura rerum es un a fisiognómica universal de todo lo que existe, de tal manera que por un sistema inmenso de significaciones dom ino esas cosas com o signos: el camino hacia la superstición de un saber aparente^ que — en notable analogía de su racionalismo con la expli cación m ecánica deí mundo— se distingue del últim o conocim iento (en su esfera,, exacto y triunfal) por el engaño radical y la inutilidad (astrología, farm acéutica m édica de la Signatura rerum , e tc.). O se m antiene uno cerca del alma de las cosas, sin interpretar nada, y des arrolla sus órganos en la contemplación vivencia! de H interioridad de todo. E i
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“puro contemplar reflexivo de lo« fenómenos" (Goethe), coincide con la visión fi. liognómica, que no sabe , sino que ve. U na contemplación de las almas (Klages las llama imágenes) es la s u b s t a n c i a de nuestra ligazón con el mundo, es capas de un ahondamiento inabarcable, es a cada paso un obsequio, inaccesible a una adquisición metódica, y queda ligada a lo que muestra la franqueza de nuestra actitud, la legitimidad df; nuestra disposición. La claridad empírica de este modo de percepción será alcanzada más tardíamente, ha sido encauzada hasta hoy en la superstición y la fantasía, y está constantemente expuesta a una defensa ruinosa para sí misma, por pruebas racionales, por sistematismo conceptual, por cercamiento mediante la razón.
D entro de ese m undo universa! de la contem plación del alm a de todas las cosas está situada la com prensión de la expresión, con la que tendremos que ver aquí. T am bién en las form as y movimientos del cuerpo hum ano vemos un alm a, u n interior, los vemos como expresión. Pero hay una diferencia m ás radical con to d a com prensión m íticonatural del alm a: lo que com prendem os en el hom bre como expresión psíquica es empírica m ente real; el alm a nos es accesible, está allí-'c o m o algo que respondef con lo que tratam os como poder empírico real. Por eso el problem a de cisivo : ¿ Q u é fenómenos son expresión de vid a psíquica real, •sólo condi cionados de m anera accidental p o r procesos somáticos? ¿Y cuáles son expresión de no otra m anera como lo es cada form a de u n a ram a, la figura de la nube, el m ovim iento del agua? N uestra receptividad para form as y movimientos es condición previa p a ra percibir la expresión en general, pero tiene que agregarse algo, p a ra destacar de ahí el conocimiento de una realidad psíquica em pírica. L a respuesta en abstracto se puede d a r fácilm ente. L a certificación empírica se realiza prim ero p o r la conexión dem ostrable entre la expresión com prendida y la realidad del hom bre accesible en la com unicación lin güística y en todos ios otros modos, en segundo térm ino m ediante la com probación de u n a m anifestación de expres’5 n p o r los otros, y en tercer térm ino p o r la constante relación de cad a hecho p articu lar con u n todo: al igual que en to d a com prensión, en la com prensión de la expresión es tam bién engañoso y pobre lo particular, el todo e 3 construido verda deram ente con los elementos particulares, pero tam bién es precisam ente com prendido lo p articu lar desde el todo. Este círculo pertenece a la esencia de toda com prensión —> por eso tam bién a la psicología de la expresión. Lo dudosa que es la comprensión de la expresión, que frente al individuo particular aparece como un conocimiento de su carácter, se mue&tra en una expe riencia que se puede 'hacer con toda fisiognómica, con toda mímica, con la grafologia. En la aplicación concreta son casi siempre llamativas, parecen inspiradoras; tienen en verdad un éxito variable según la moda, pero siempre grande. L a inter pretación en el caso particular es mayormente obligada donde no se da un ambiente;
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realmente crítico. 'Esto se debe entre otras cosas al hecho que en lo comprensible está ligado lo contrapuesto y por eso dice siempre algo si se em plea el auténtico modo dialéctico de expresión; además, en el hecho que en el caso particular casi siempre es muy llam ativo algo en “temple” y esencia; no hay más que exponerlo elo cuentemente y desarrollarlo con riqueza verbal; finalm ente, en el hecho que se tenga entretanto suerte en la combinación y ocasionalm ente que se acierte también en lo más personal, mientras lo no ajustado es rápidamente olvidado por una dis posición sugerida (que se puede comportar muy críticam ente). Guando el psicólogo conoce por primera vez en la juventud la caracterología, la grafología, la fisiognójnica — en cualquiera que sea la forma o estructura— es para él como una reve lación ,tanto más seductora cuanto que con ese proceso se vincula por lo general una concepción del m undo como conocim iento substancial de la esencia. Pero el paso hacia la ciencia, al m ism o tiem po que el paso a la filosofía libre, se dan en él cuando se libera de ese hechizo, sin perder los verdaderos impulsos que allí existen.- Su experiencia fundamental, la primera vez decepcionante, es que — por ejemplo con su grafología— a pesar del proceso más simplista, pudo hallar el reco nocimiento más entusiasta. H ay que haberse avergonzado de ese engaño para llegar a ser un psicólogo crítico.
’ c) T écnica de la investigación. L a investigación de la m anifesta ción expresiva puede hacerse en dos direcciones: 1. Se investigan los m ecanism os extraconscientes, que son condición de aparición de la expresión. En el lenguaje conocemos, en la afasia motriz v sensorial, tales perturbaciones del aparato extraconsciente. Perturbaciones correspondientes en el dominio del lenguaje de los gestos son llamadas am im ia y param ímia; por ejem plo, el enfermo abre la boca cuando quiere decir que sí por los movimientos de la cabeza, o en general no logra ejecutar un solo movimiento. Finalm ente, hay cxcitaciunes> espontáneas en los movim ientos mímicos expresivos, que no significan ya expresión de lo psíquico, sino que son sólo una perturbación del aparato extraconsciente. Se conoce así en algunos enfermos cerebrales (parálisis pseudobulbar) una risa y un llanto explosivos, que se producen como respuesta a una excitación cual quiera. En todos estosi casos, exam ina la neurología perturbaciones en el aparato extraconsciente de los m ovim ientos de la expresión. A hora bien, esos mecanismos se pueden exam inar también en el funcionam iento normal, registrando exactam ente los movimientos de la expresión lo mismo que meras m anifestaciones corporales conco m itantes y analizándolos según su función corporal. Así trató Duchenne (') de es tablecer, en las diferentes variedades de la expresión del rostro, por la comparación con los efectos de las excitaciones eléctricas de haces musculares aislados, qué haces han participado en cada expresión particular. Lo mismo se ha logrado con la ba lanza de escritura de K raepelin una curva de presión singular y constante en todo individuo en el acto de poner un p u n to ; Sommer ha hecho visibles los m ovimientos de los músculos del rostro en la expresión m ím ica (2). 2. Si agregamos algo en todos estos casos a nuestro conocim iento de los m eca nismos extraconscientes, em pleando para ello también auxiliares técnicos para el registro objetivo y la conservación de movimientos de expresión (fotografía, cine matografía, huellas de pasos), no por eso enriquecemos nuestro conocim iento de lo (1) D u c h e n n e : M écanisme de la Physiognomie hum aine, 1862. ( 2 ) V er además T r o t s e n b u r g : “ Ü ber U ntersuchung v o n H andlugen” (A rck. Psychiatr. (D .), 62, 728), que registra la presión de la mano en u n a pelota de goma y exam ina com parativa m ente la curva en el tiem po en condiciones diversas y en individuos distintas.
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psíquico. La a m p l i a c i ó n de nuestro conocimiento de Io psíquico por la extensión de nuestra "comprensión" a las manifestaciones no comprendidas hasta ahi es el segundo modo, genuinamente psicológico, de la investigación de los fenómenos de expresión. Todo el mundo está habituado y es experto, en la vida cotidiana, en comprender de inmediato la expresión. Ese comprender debe ser hecho consciente por una psicología de la expresión, aumentado, ahondado y vuelto más seguro. Que algo por el estilo es posible lo sabe el que se interesa por primera vez serenamente en el estudio grafològico. La escritura manuscrita — que no es más que una* de las numerosas formas de expresión— nos revela efectivamente un aspecto nuevo y desconocido del alma. Para el estudio consciente de la expresión y el ensanchamiento consciente de la comprensión de la expresión, hay algunas condiciones técnicas previas: hay que retener los materiales de la corriente fluida de las manifestaciones empíricas de los hombres, y hay que reunirlos a fin de tenerlos listos en todo momento para ía comparación. Los movimientos son difícilmente conservables, sólo cinematográfica mente e incluso así en estrechos límites, porque en los momentos psíquicos impor tantes no puede ser aplicado el aparato o bien obraría perturbadoramente. Se está a merced de la descripción y de la vista siempre renovada de nuevos casos, en tanto que hay algo repetible y que se produce con frecuencia o en tanto que el artista retiene dibujados momentos del movimiento. Frente a ello está la exce lencia de la escritura que — en tanto que el que escribe está en cierto modo ejer citado— establece, movimientos muy complicados para la comparación en todo ins tante. La forma del cuerpo, la forma fisiognòmica se puede establecer más bien por fotografia, pero también aquí existen no pocas dificultades. Vemos que sólo una parte de los fenómenos de expresión se puede establecer por decirlo así antes de toda descripción y sin ella. Pero también en esta parte es entonces claro que la descripción metódica es la primera condición para una posesión científica que quiera hacer consciente, comprender y ensanchar la com prensión inmediata de la expresión. Por eso el desarrollo científico de la grafologia fué condicionado por un análisis técnicamente hábil, objetivo, ajustado a la diver sidad, todavía enteramente apsicológico, de la forma de la escritura (fué creado en lo esencial por Preyer), y el de la fisiognòmica por una descripción más segura de las formas del cuerpo.
d) 'R esum en. D en tro de las m anifestaciones de expresión distin guimos: prim ero la fisiognòmica. Se llam a fisiognòmica a la teoría de las formas duraderas del rostro y del cuerpo (de la estructura del cuerpo), en tanto que pueden ser com prendidas como expresión en a ’go psíquico que aparece en ellas. E n segundo térm ino la mímica. M ím ica se llam a a la teoría de los movimientos actuales del rostro y del cuerpo, que son in dudablem ente expresión de procesos psíquicos m om entáneos y surgen y desaparecen rápidam ente. E n tercer lu g ar la grafologia: la investigación de la psicología ¡de la expresión considera la escritura como movim iento mímico estabilizado y por eso fácilm ente exam inable en el objeto concreto.
PSIC pPA TO LO G IA
§ 1.
GENERAL
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Fisiognóm ica
L a fisiognómica es el dom inio m ás problem ático de la expresión. Se Jja d udado d e que exista allí propiam ente expresión. Sólo aquellos estados
fisiognómicos persistentes, surgidos de movimientos mímicos frecuente?, se dejarían com prender; p o r decirlo así, representan u n a mímica rígida (por ejemplo las “arrugas del pensador’’ en la fre n te ). Esto puede ser repre sentado como p a rte de Ja m ím ica y no tiene ningún principio propio. C uando el psiquiatra piensa en el aspecto característico de muchos que sugieren desde la p rim era m irad a un diagnóstico, no le aparecerá m uy a m enudo eso como expresión de algo psíquico. Así, pues, no pertenecen a la expresión de lo psíquico todas las manifestaciones que, debido al proceso corporal, pu ed en ser visibles desde afuera, en el hábito. e n fe rm o s,
Por ejemplo, las formas pesadas, infladas del mixedema, los signos de parálisis en el rostro, los miembros y el lenguaje de los paralíticos, el temblor y la transpi
ración, la rubicundez y la hinchazón de los delirantes alcohólicos; el hábito corporal miserable de las psicosis en enfermedades graves; el adelgazamiento, las arrugas de la piel, en enturbiamiento del limbo corneal y los demás signos de la vejez.
Es todavía algo distinto cuando, p o r ejemplo, vemos a u n jiboso y le atribuimos actitudes ético-sociales am argas y malignas. L a jiba h a sido adquirida quizás p o r u n a tuberculosis de colum na én la infancia; p o r tanto no tiene n ad a de psíquico, pero a veces tal y cual sufrim iento físico puede provocar, p o r el desarrollo de resentimientos, tales consecuencias psí quicas, que ah o ra las sospechamos quizás con injusticia en los jorobados; o, en caso que la expresión del rostro y el com portam iento haga aparecer realmente tal resentim iento, la joroba fortalece p a ra nosotros esta im pre sión. U n a expresión fisiognómica no puede darse aquí tam poco. E n ge neral tenemos que representarnos que la constitución física d e u n indi viduo determ ina desde tem prano su conciencia de sí mismo, su conducta. Si uno es pequeño o grande, de vigor vital o débil y enfermizo, si es hermoso o feo en algún sentido, esto es, au n cuando no tuviese n ad a que ver originariam ente con el alm a, de efecto perm anente a través de toda la vida, sobre el m odo de sentir frente a sí m ism a y frente a los otros. El individuo se m odela según su cuerpo, se fusiona psíquicam ente con él de m odo que el aspecto corporal y el alm a se com plem entan aun cuando en la form ación (B ildung) original no fuese así. Hacem os p o r lo demás la experiencia que, en diversos individuos, su aspecto corporal y su n a tu raleza parecen adaptarse en diferente m edida: en unos se presum e el todo Como un id ad com pleta, otros parecen, según su naturaleza, no dispuestos p a ra la corpulencia que tienen, o que su delgadez no corresponde en ab soluto a su flema. E n todos los casos actúan originariam ente factores corporales en la configuración externa del cuerpo, a la que se adapta el
alma, pero que no corresponden en esencia con el alm a como expresión suya. Si suprimimos, pues, de* la im presión total de la apariencia corporal, toda la m ím ica m óvil de u n individuo; si adem ás le suprimimos lo que es m ím ica rígida, tam bién lo que es m anifestación de enferm edad coiporal y, finalm ente, lo que en ocasiones, por nuestras asociaciones es ligado a lo psíquico com o causa corporal com prensible de variaciones aním ica^ sin ser realm ente su m anifestación, entonces no nos queda m ás que esto: la forma corporal durad era del cuerpo de u n individuo entendida como su fisonomía, que representa su individualidad singular, surgida con él y que sólo experim enta u n a variación lenta y restringida dentro de u n cierto m argen en el curso de la vida, luego de fijarse en el período puberal, o algo m ás tarde. E n tanto que ese h áb ito corporal no está ligado a u n a perturbación especial de un órgano (con acciones horm onales), como por ejem plo en el m ixedem a, la acrom egalia, etc., sino que realm ente repre senta en conjunto la form ación in d iv id u al de ese ser, lo llamamos fisiognómico. Si vemos tales fisonomías, nos form am os inm ediatam ente u n a im agen de una vida psíquica correspondiente, ciertam ente im precisa, paro (como u n a atm ósfera psíquica p o r decirlo así correspondiente. Si perse guimos tales impresiones, si tratam os de ad q u irir conocim iento desde el “sen tim iento”, son posibles dos caminos m etódica y lógicam ente p o r completo heterogéneos. Es necesario m antenerlos ambos separados, cuando al h a blar de tales cosas se quiere tener conciencia de lo que se dice y se piensa. 1. La visión fisiognòmica percibe directamente esencia psíquica en Jas formas del cuerpo. Las descripciones de la forma o estructura corporal con la especie dei carácter que le corresponde tienen una evidencia típica. Se es inmediatamente per suadido como por una obra de arte, cuando el fisíognomista muestra con su convin cente exposición lo que es. Que somos impresionados como si fuese así, de eso no se puede dudar en caso alguno. Pero es dudoso que se pueda obtener aquí algún método de investigación y ensanchamiento de la mera impresión. Si hubiese realidad aquí, el siguiente pensamiento tendría un sentido: de la disposición hereditaria de un individuo y de todo ser llega al desarrollo una “esencia” que .no se puede im parar en alma y cuerpo. Esta separación tiene, en verdad, en lo demás, su buen sentido, pero aquí no, porque en lo corporal debe “aparecer” la esencia, la esencia que es alma y cuerpo, abarcándolos a ambos. Tendríamos los dos- puntos de vista de la realidad exterior en lo biológico y de la existencia psíquica, no corporal de la vivencia, y sus relaciones mutuas^ para oponer al pensamiento de una esencia vin culada a ambas partes, siempre individual, pero típicamente matizada, y que con diciona el más interno carácter del hombre. Aparecería algo unitario en los rasgos del carácter, que se podría advertir en el comportamiento y en los actos y •—para llegar a lo más extremo, lo más maravilloso— en las formas de la oreja, en las que, indeterminadamente, es verdad, y todavía del todo desprovisto de contenido, es visto algo esencial del carácter por los individuos de mentalidad fisiognòmica, que se ex presan incontrolablemente en forma de juicios sucintos cuando hablan por ejemplo de jiba ética, de la cresta metafísica, del lóbulo sensual, etc. Es bueno tener pre-
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gente las posibilidades lógicas con claridad. Se puede rechazar como cosa de juego todo ese campo de estudio. Cuando se ha aclarado uno su sentido una vez, no se p e r m i t i r á que tales esfuerzos se insinúen bajo formas aparentemente exactas y se v e r á n con interés los esfuerzos puros de esc género, sin temer una perturbación en e l edificio d e la ciencia. El que de la manera aquí delimitada lee rasgos de ja e s e n c i a del hombre, puede contemplar igualmente en el simbolismo universal de la naturaleza la esencia del mundo. Se llamaba a todo esto antes filosofía natural. Hay en e l l o •metafísica, pues la esencialidad que se expresa simultáneamente en e l ca rácter y formas de la oreja, es tan honda que apenas parece accesible a la inves tigación empirica. S i se quisiera aplicar los métodos: hacer leer el carácter de al guien por la oreja y examinar luego biográficamente con todos los medios, por d a t o s empíricos, la seguridad del acierto, se tendrían siempre alguna vez resultados de naturaleza asombrosa —-que considero posibles- según observaciones propias— , resultado que no representarían conocimientos, sino que procederían de la intuición inmediata, indominable. D e ahí el absurdo de querer elevar tal intuición a la con dición de una doctrina de jibas, crestas, de medidas y querer hacer posible a todos l a lectura casi mecánica en la oreja, lo que toda una vida no revela suficientemente: l a última esencia de un individuo. Tales intuiciones de las formas como expresión de la esencia no han de hacerse objetivamente, porque se trata de la infinitud de una forma, no de un hecho medible. Son relaciones mutuas de formas y medidas, no formas aisladas y medidas apuntables. Pero estas relaciones no son a su vez por menores medibles, sino que se pierden en una infinitud que nunca coincidirá con cantidad y ratto. 2. Otro camino totalmente distinto es el de la investigación objetiva que renun cia a la intuición comprensiva, y busca relaciones entre formas corporales determinables y cualidades determinables del carácter en la enumeración de la frecuencia de su coincidencia. En, este caso no se piensa ni se encuentra ninguna relación esencial ni nada visible como manifestación de un alma, sino que se busca una correlación estadística. Aun cuando sólo una cantidad de casos empíricos de tipos corporales esté en relación, no con el tipo psíquico esperado, sino con otro o con el opuesto, queda por ello excluida una relación terminante, necesaria, entre forma corporal y naturaleza del alma, o bien aparece problemática. Semejante correlación estadística conduce a un problema, no a un conocimiento del tipo de relación. Pero tal correlación, sólo con dificultad puede ser hallada también de manera exacta estadísticamente. Pues tanto las formas corporales como los caracteres no se dejan llevar ante los ojos de manera unívocamente medible y enumerable, sino sólo en tipos. Esos tipos, sin embargo, no son conceptos de una misma especie, en los que se pueda encajar con certidumbre un caso individual. Más bien los tipos, en la realidad son rara vez “puros”, correspondientes a un esquema; genera'mente son “mezclados”. Son pautas que sirven para comparar, no realidades como especies a las que un caso pertenece o no pertenece. Pero en la mezcla no son tampoco men surables, de modo que se pudiera decir, como en el contenido de albúmina de la orina: tanto o cuanto de tal tipo existe en este caso. Allí, pues, es imposible una enumeración como procedimiento exacto. Diversos observadores que no estuviesen en relación alguna entre sí, hallarían en el mismo material diversas cifras. Pero en ningún caso se trata aquí de fisiognomica, sino de la misma especie de conoci mientos que buscan la vinculación de la diabetes, la enfermedad de Basedow o la tuberculosis con la demencia precoz, sólo con la diferencia que las relaciones* últimas son exactamente enumeradas y halladas ausentes o existentes y en qué proporción, pero la relación entre constitución corporal y carácter no puede ser enumerada exac-
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lamente; aquí quizás hay algo totalmente desconocido, que no deja parecer del todo indiferentes tales ensayos estériles. Pero aún cuando eso subyacente pudiera ser hallado en el primer camino, sería inaccesible a todo conocimiento cuantita tivo y exacto.
Los dos caminos descriptos son, m etódicam ente, en absoluto heterogé neos. P ara el prim ero se abre en el simbolismo de las form as corporales una am plitud infinita de significaciones posibles, pero surge enseguida el estrecham iento engañoso en categorías preconcebidas, unilateralidades y banalidades. P ara el segundo se pierde la form a en la aprehensión obje tiva de los caracteres enum erables, si se le quiere precisar exactam ente, y( esa exactitud se m uestra cuando se llega a los elementos simples, gt la infinidad de correlaciones, que se vuelven cad a vez m ás insignificantes pre cisamente en la acum ulación de. sus comprobaciones. El simbolismo fisiognómico exige que se confirme su verdad p o r la investigación exacta, pero se pierde él mismo en ello. Las simples precisiones objetivas pueden llegar a ser m aterial de la fisiognòmica, p ero carecen de to d a significación simbólica intuíble. Q uedam os en este capítulo en el p rim er camino, que tiene presente, él sólo, lo verdaderam ente fisiognómico y nos hace reflexionar, en esté m odo maravilloso de nuestra contem plación del cuerpo, de la cabeza y de las manos. D e tres m aneras son em itidos juicios fisiognómicos : 1. Formas particulares, rasgos particulares son pensados como sín tomas del carácter, se les aprovecha, en ta n to que signos d e la esencia del individuo. Este es el objetivo frecuente de la fisiognomica que quiere convertirse en doctrina científica y es sim plem ente absurda. N o sólo por el hecho que toda clase de afirm aciones de esa índole es rápidam ente re fu ta d a p o r la experiencia, sino p o rq u e es, de antem ano, grotesco afirm ar que se darían en form as toscas y medibles caracteres en los que se tra ta de imágenes altam ente diferenciales, captables, aú n en lo conceptual, sólo im precisam ente (a ). 2. E n lugar de deducir de los signos cualidades como síntomas, expe rim entam os internam ente el efecto de form as significativas. Nos dejam os sum ergir en las totalidades morfológicas, de las cuales no se concluyé nada, ( l ) Aquí corresponden tam bién las obras «obre frenologia, que se basa e n una teoría, d e la localización de las cualidades dei carác te r en zonas determ inadas del cerebro y de la visibilidad del desarrollo m ayor o m enor d e esas zonas en la superficie del cráneo. C reada p o r 7 m x , ha desempeñado u n papel todo el siglo XIX y todavía hoy h a experim entado un supuesto renacim iento p o r M ö b iu s , que quiso reconocer el “ órgano m atem ático” en u na em i nencia frontal lateral por com paración em pírica (M ö b iu s , P . J . über die Anlage tu r M athem atik, Leipzig, . 1900). Vier sobre frenología por ejem plo: S ch rv e, G u s ta v : Phrenologische Bilder, 3* e d ., Leipzig 1874. Además p ertenece a q u í ta m b ié n la 'quiromancia, en ta n to que deduce rasg03 del carácter d e los signos de la m an a (n o m e refiero a la lectura del destino). Véase por ejem plo v. S c h j» z n c k .-N o tz in o : H andlesekunst u n d Wissenschaft, E n que m edida la m ano es objeto tam bién de consideración fisiognòmica, puede verse p o r ejem plo en K O h n e l, G . : Z . N eu r., 141 (1 9 3 2 ). G r ie s e , F r . : D te Psychologie der Arbeiterhand» W ien und Leipzig, 1927.
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sino que es visto en ellas directam ente lo psíquico, de m odo que la n a tu raleza unitaria, q u e aparece en la configuración del cuerpo, de la cabeza y de la m ano, es contem plada interiorm ente. Apenas se tra ta aquí de u n a form ulación y com unicación; sólo parecen posibles las versiones a r tísticas. Las desviaciones im perceptiblem ente débiles que alteran en el rostro el “carácter” entero, los rasgos que no se pueden “señalar” por el cálculo ni la reflexión, sino sólo p o r la visión del artista, luego n u evam ente la enorme am plitud de juego de las desviaciones, que n o a l teran el carácter, sino que a lo sumo lo caricaturizan — todas estas cosas ■hacen concebible que la fisiogómica hasta hoy no sea transm isible; y que estemos llenos de cuadros fisiognómicos, de tipificaciones, y de sig nificaciones sin concepto gracias a las producciones de los a r tis ta s ^ ) . H asta aquí hay todavía u n a oposición insuperable sntre ver u n a form a y m edir u n tam año, u n a proporción. Para grandes dimensiones el ins trum ento de m edida es m ás seguro que nuestras estimaciones, pero en las relaciones morfológicas sutiles, de im portancia fisiognòmica, la m i rada, sin embargo, es m ucho más sensible y exacta. 3. Finalm ente hay en la figura del cuerpo una significación evidente mente no psicológica de la form a, cap tad a p o r los artistas que desnatura lizan las form as del cuerpo de acuerdo con su visión, eligen form as en extremo largas, o. gruesas, torcidas, salientes, sin que se dé p o r eso u n a caricatura que destaque exageradam ente los rasgos del alm a. L a form a hum ana es sum ergida en el simbolismo universal de todas las form as y figuras del m undo, el individuo es visto quizás en u n a significación m e tafísica pero no ya psicológica. A quí no se tra ta ya de la fisiognomica. Pero científicam ente existe el problem a hasta aquí insoluble, respecto de dónde se separan y por qué medio, el simbolismo fisiognómico especial del alm a hum an a y el simbolismo metafisico universal del m undo. Desde aquí se m anifiesta u n a d u d a tam bién sobre la fisiognòmica hum ana, en cuanto debe d a r el prim er paso p a ra u n conocimiento com unicable con ceptualm ente. Sólo, en el cam po de lo que se tra ta en el segundo punto — el simbo lismo de las totalidades morfológicas— , podría crecer u na fisiognòmica em píricam ente im portante. E sta podría in ten tar d a r u na teoría m etódica y el ejercicio de la visión fisiognòmica o u n a doctrina del contenido de determ inadas significaciones fisiognómicas: M etódicam ente pueden ser desarrolladas las disposiciones innatas p a ra la visión, de figuras significativas por la m ención de medios p a ra el (l) ■ Sobre la fisiognómica en el a rte , ver por e je m p lo : B u u le : D e r sch o n e M e n s c h im A l tertum , p . 427-454 (literatu ra, tam bién sobre los antiguos fiaiognomistas, p. 695-696), M unich, F . .H irt, 1912. W o w z o l d t , W .: D ie K u n st des Porträts, Leipzig, 1908.
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ejercicio, la guía de la m irada p o r la descripción de las formas, p o r re presentaciones esquemáticas, p o r fotografías elegidas y constrastadas desde puntos de vista claros, por análisis de las obras de grandes a rista s, por indicaciones p a ra la observación e n lo viviente hasta las mediciones que, aun cuando en sus resultados num éricos enseñan poco, son aliciente para la visión clara. Esta vía m etódica se conserva siempre p o r la experiencL efectiva de la visión fisiognòmica, en la que el observador no se sacia aunque en el ensancham iento perm anente de su contem plación de la esen cia hum ana no adquiera un aum ento dte su conocim iento general. O btiene por decirlo así u n saber visual, no u n saber del c o n c e p to ^ ). Desde el p u n to de vista del contenido son expresadas determ inadas significaciones fisiognómicas, dadas divisiones de tipos fundam entales, es quemas de polaridades y dimensiones, en las que caben de algún m odo entonces todos los seres hum anos. E sta sistem ática de los tipos fisiognómicos fué siempre problem áticá. H istóricam ente existe una rica literatura fisiognòm ica. Los viejos hindúes po seían tales experiencias. Por ejem plo distinguían tres tipos (y tenían en cuenta en ello el esqueleto, el volum en Bel cuerpo, el tam año de los genitales, el cabello, !a voz) y concebían esos tipos del ser hum ano en la figura de la liebre, del buey y del caballo. En la antigüedad fueron tratados estos problemas (*). La comparación de los tipos humanos con tipos anim ales conserva siempre algo im presionante, que va más allá de lo meramente chistoso, pero toda palabra al respecto parece yá exce siva. En el siglo x vm la fisiognòm ica ha ocupado al m undo culto ( 3), se con virtió en una m oda. Lichtenberg la ha analizado críticam ente, pero no dejó al mismo tiem po de ensayarse; él mism o en e l l a ( 4). H egel trató de entenderla y de liquidarla (*). Siempre se procuraba que lo consistente y captable sin duda de la fisiognòm ica, es decir la comprensión de los rasgos del rostro com o m ím ica rígida, fuese puesto en el primer plano y se contentaba con ello. Pero una vez más y del m odo más instructivo ha desarrollado C. G . Carus (*) desde el m undo espiritual del rom anticism o una teoría fisiognòm ica sistem ática am plia que puede recomendarse a todo fisiognom ista ulterior para un autoexam en comparativo. Carus quiere “contemplar y com prender el mundo en general com o símbolo de la divinidad, el hombre com o sím bolo de la idea divina d e l alma” . Por éso el simbolismo abarca por una parte todo el dom inio del cosmos, como por otra parte el dominio de la morfología y de la fisiología en su cam po propio. El simbo lismo es para el contem plativo, no com parativo, inm ediato, no m ediato. Carus es tudia “el resultado de los hechos formadores de la idea, la organización y aquí en especial todo el aspecto exterior del hom bre” . L a im agen de su ser interior psíquico, (1) V er los n o ta b les análisis d e L . F . C la ü s s : Passe n n á Seele. ( 2 ) V e r la b ib lio g rafía e n Bulle. (3 ) L avate» : Physiognomische Fragmente « r B eförderung der M enschenkenntnis u n d Menschenliebe. L eipzig, 1755 y sigts. G oethe participó tam bién en el asunto (C ottasche Jubilaum íg^bé S S , p . 20 y sgtx.) ; adem ás, K l a c k s : Graphologische M onatshefte, 5 91-99 (1901). (4 ) L ic h te n b e rg : Ü bet Physiognom ik w ider die Physiognomen, G otinga, atoritraos en sus escritos. ( 3 ) H e g el : Phänomenologie des Geistes (e d ic ió n Lassons, p . 203 y s ig ts .). (6 ) C a s u s : C. G .: Sym bolik der .menschlichen Gestalt, Leipzig, 1833.
1778. Además
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tiene que presentársenos por eso más clara y más comprensible. E s decisiva penetrante, “una capacidad para descubrir el núcleo por la e n v o lt u r a , la naturaleza de la idea psíquica por el símbolo de la figura’\ Carus q u ie r e hacer entonces de la contemplación inconsciente un saber y un conoci m iento, quiere conocer los principios según los cuales deben ser juzgadas' las incon t a b le s individualidades, y mostrar el arte de aplicar esos principios en el caso con creto particular. Carus tiene algo de sugestivo en sus discusiones generales, senti mos algo afirmativo que hemos experim entado siempre, de lo que no podem os decir n a d a determinado ni pormenores, pero Carus quiere también, m ediatam ente, un cono cimiento conceptual, y aquí le ocurre a él en esto com o a todos los fisiognomistas hasta aquí. En los detalles no es convincente. Carus exam ina con m edidas (organ o s c o p i a ) , describe l a s superficies del cuerpo según su m odelación característica (fisiognòm ica), observa la alteración de las formas por el m odo de vida (patognóm ica). Recurre a todo lo que es accesible en las ciencias naturales y utilÌ2 able conio material de la contem plación fisiognómicointerpretativa. D e esa m anera desarrolla una gran riqueza, tiene siempre presente el todo y se vuelve a lo más pequeño. H a creado la primera y hasta hoy fundamental sistem ática “científica” de la visión fisiognomica. U n m oderno ensayo fisiognóm ico, que se pudiera comparar a los antiguos en cuanto a penetración, riqueza, profundidad del saber acerca de los seres-hum anos parece no existir. Pero es m oda hablar hoy de lo “fisiognóm ico”. Se interpreta y se ve, donde antes se explicaba y captaba o se asombraba uno e interrogaba. E l concepto de lo fisiognóm ico cubre todas las ocurrencias extraordinarias. Y sin embargo — aun cuando no aprendemos nada en ello— no quedamos del todo in diferentes C ). t u c a r á c t e r ,' u n a v is ió n
Si recordam os lo que hemos expuesto respecto al m étodo y a la historia de la fisiognòmica, no nos libraremos de la d u d a respecto a una indagación científica que pudiera dar resultados seguros en lugar de la intuición, pero de ninguna m anera estaremos inclinados a ignorar este cam po entero y a dejarlo sucum bir. A un cuando no es posible ningún conocimiento exacto, qu ed a sin em bargo u n a form ación de nuestro sentido de las formas, un aum ento y u na educación de nuestra capacidad de reac ción ante las formas, y todo esto es fom entado p o r la presentación de figuras que constituyen u n todo intuitivo, de las que nos apropiam os sin concederles el derecho a la aplicación em pírica dem ostrativa;, más bien nos crean p o r su orientación u n a atm ósfera sin la cual seríamos más pobres’ en nuestra concepción de la realidad psiquiátrica. Incom parable m ente actú a aquí el arte;, pero no obstante el psiquiatra por su parte puede in tentar ofrecernos tales figuras como “tipos” . Esto ss h a hecho en efecto y nos impresiona, no p o r los resultados conceptuales, sino por el esfuerzo “artístico” que enriquece nuestra intuición sin concepto. 1. U n ensayo sem ejante fué la teoría de la degeneración un tiempo célebre. E n las desviaciones morfológicas de las form as corporales (signos (l ) Citemos un ensayo que se consagra' a la fisiognòmica hum ana y reproduce sin ¡néíodo las impresiones de 1» experiencia fisiognòmica y iu interpretación para la concepción d&l m undo: K assner, R udolf: Die Grundlage der Physiognomik, Leipzig, 1922.
de degeneración, stigmata degenerationis) debía ser visible la degeneración de toda lá esencia del hom bre, de su carácter y de su propensión a las anomalías neuróticas y psíquicas, especialmente su disposición criminal. Tales anormalidades m orfológicas son: la proporción del cuerpo que se aparta fuertemente del término m edio, com o por ejem plo la relación del tronco con las piernas largas; formas del cráneo raras como la turricefalia, anom alías de los huesos como mentón ausente, excesiva pequenez de la apófisis m astoide; deformacio nes de los dientes, paladar alto; m alform aciones com o el labio leporino; excesivo ó deficiente vello de la superficie del cuerpo, especialm ente los m echones aislado«; se tuvo fuerte interés por las formas de la nariz y de. las orejas, por ejem plo los lóbulos de las orejas aumentados de tam año, las orejas grandes y en asa, la acen tuación del tubérculo de Darwin, las orejas móviles.
Esta teoría de la degeneración tra ta de echar u n a mirada, en el subs trato profundo de la vida, de donde surgen sim ultáneam ente fenómenos corporales y psíquicos. D ebía m anifestarse la degeneración del alm a — en psicopatías, psicosis, debilidad m ental— sim ultáneam ente con las des viaciones corporales de la form a correspondiente. Y a la doctrina tuvo, p a ra los contem poráneos, algo intuitivam ente plausible. Pero no pudo sostenerse m ás que en u n círculo reducido cuando quiso ser, en lugar de ■una im agen intuitiva de la figura, u n a doctrina. Como desviación (sin el pensam iento de la degeneración progresiva) tienen que ser interpretadas ciertas constituciones que se acum ulan en lasfamilias, les dan su sello y son reconocibles a veces p o r ligeros signos que o rientan hacia ellas (*). E n tales casos coinciden los signos de degenera ción con anom alías del sistema nervioso ó de otros sistemas orgánicos. A parecen, a través del curso defectuoso del desarrollo, corresponden a típicos complejos sintomáticos de signos morfológicos y funcionales (por ejem plo el temblor, la dureza de o íd o ). E l ejem plo m ás im portante es el status dysraphicus. Se h a acentuado a m enudo lo frecuentem ente que se encuentran aque llos estigmas en la vida psíquica sana y vidas psíquicas anorm alm ente graves sin estigmas. E sta doctrina h a tenido u n a significación histórica. A unque h a sido refu tad a críticam ente, tiene p a ra nosotros sin embargo todavía u n a razón, que no podem os reconocer en verdad, pero que nos im pide desistir com pletam ente de h a b la r de ella. N o podemos deducir prácticam ente ninguna consecuencia, pero aquellas formas no nos son in diferentes. L a degeneración es un concepto que, cuando se le quiere pre cisar agudam ente en relación con los hechos empíricos, escapa a uno de la m ano. El concepto tra ta de expresar algo sobre las fuentes últim as de la vida y no lo logra, sin em bargo. Pero puede no obstante m antener nuestro (1 )
C u rtíu s ,
F . : Über D egenerationszeicken. Eugen, e t c . , 3, 2 5
(1 9 3 3 .
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¿ so m b ro y nuestras interrogaciones y proporcionarnos una terminología com ún intuitivam ente visible p a ra lo que no h a tenido hasta aquí ninguna teoría aplicable. A dem ás significa esa doctrina ya, desde el comienzo, un abandono de la fisiognòmica propiam ente dicha, enseña a tra ta r los signos de degeneración como síntomas, trastrueca la visión fisiognòmica en un $aber científico n a tu ra l aparente. E l simbolismo desaparece, pero la re lación particu lar restante de síntom a con enferm edad degenerativa como afirm ación m édica debería pod er refutarse en absoluto(J). 2. K r e t s c h m e r ( 2) h a hecho u n ensayo m uy distinto es verdad por el contenido, pero m etódicam ente com parable, p a ra p oner la estructura corporal en relación con las cualidades psíquicas. Distingue, ju n to a los tipos displásticos que aparecen sólo en u n pequeño núm ero de individuos, tres formas del cuerpo: el tipo leptosomo (asténico), el atlético y el píc nico. D e su descripción tom am os las frases siguientes: a) L eptosom o: poco crecim iento en grosor con un crecim iento no dism inuido ■en talla, individuos flacos y estirados, espaldas estrecha», caja torácica estrecha y achatada, ángulo costal puntiagudo, el rostro fugitivo por el desarrollo deficiente del m entón y al mismo tiem po frente huidiza, dando lugar a un perfil anguloso, con la punta de la nariz como, cim a, y excesiva longitud de la misma. Se vincula a esto el carácter esquizotím ico, al cuerpo delgado, de nariz puntia guda, de ángulos marcados, corresponde una naturaleza penetrante, pobre en sen tim iento, incisivam ente aguda. b ) P ícnico: figura sólida, rostro ancho y suave sobre un cuello m acizo corto, tendencia a la gordura, cavidad torácica profundam ente abombada, gran vientre, formación grácil del aparato locom otor (cintura escapular y extrem idades), cráneo grande, redondo, ancho y profundo, pero no elevado, m odelación plástica de la su perficie, arm onía de las proporciones principales. Pertenece a esto el carácter ciclotím ico o sintónico. T ales individuos son natu ralezas parejas, abiertas. A la estructura conveniente del cuerpo corresponde su carácter mesuradOj de corazón blando, naturalm ente dócil. Son enérgicos en su am biente, abiertos* y tratables, más bien serios que alegres. c) A tlé tic o s: anchas espaldas en gran corpulencia, fuerte desarrollo d el esque leto y de los músculos. Piel gruesa, estructura ósea ruda, manos y pies grandes, lostro alto, cabeza alta y recia, m entón fuerte y saliente. Contorno del rostro: for m a oval pina. A nchas m andíbulas y arco superciliar acentuado. Se destaca la es tructura ósea, facial frente a la del cráneo. Corresponde a esto una naturaleza tranquila y cachacienta hasta llegar a lo pesado y torpe. A parentem ente inconm ovible a causa de la pobreza y lentitud de las reacciones. R epulsión a todo m ovim iento. Parco en palabras. L a falta de todo lo ligero y flùido llevó a K retschmer a su denom inación com o tem peram ento vis coso. “El espíritu de la pesadez dom ina sobre el todo” .
L a teoría de K retschm er sobre la dependencia de estructura corporal ( i) L o m b r o s O : Die Ursachen and Bekämpfung des Verbrechens {en alem án), Berlín, 1912Critica de esta obra en B a u e r : Uber jugendliche M örder“ . A tch. Kriminalanthrop., 11, 1 6 0 (*) K fltn c R H E t, E .: K 5{¡erbau u n d Charakter, B erlin, 1921, 13* y 14* edición, E . y W . E n k e : Die. Persönlichkeit d er A thletiker, Leipzig, 1936.
K ä e ts c h m e * ,
1940.
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y del carácter es p a ra él sólo un m iem bro en la am plia conexión d e u n a aprehensión del hom bre entero, que discutimos* de acuerdo con el sentido, en otro lugar. A quí sólo diremos u n a cosa: los tipos significan figuras vistas intuitivam ente, que esclarecen y enriquecen nuestra visión, como el arte, no com o el concepto. Nos figuram os ver eventualm ente, en la fi g u ra corporal — como en la degeneración m orfológica la desviación psí quica— un tipo singular de carácter que h a descripto notablem ente K retschxner — pero esto no tiene nin g u n a im portancia em pírica, no justifica nin g una conclusión, es refutado em píricam ente como afirm ación de validez generad p o r u n solo caso claro y no es rechazado p o r nosotros sin em bargo en su sentido propio. El libro de K retschmer com ienza: “El diablo del vulgo es- generalm ente flaco y tiene una afilada barba en el estrecho m entón; los diablos gordos tienen un tinte de estupidez bondadosa. El intrigante tiene una joraba y tose ligeramente. L a vieja bruja tiene descarnado tostro de ave. D on d e aparece alegría y licencia tenemos al grueso caballero Falsstaff, de nariz roja y con una calva reluciente. L a m ujer del pueblo con sano sentido común se muestra baja, redonda y apoya los brazos en las caderas. Los santos aparecen m uy altos, de largos miem bros, transparentes, pálidos y góticos. E n una palabra: la virtud y el diablo han de tener una nariz aguda y'~el hum orism o' una nariz gruesa” . Y pone com o lem a lo que César dice de Casio: “D eja que m e rodeen hombres gordos, con las cabezas’ calvas y que duerm an bien por la noche. Ese Casio tiene un a m irada hu eca; piensa dem asiado; esas gentes son peligrosas... ¡Si fuese más gordo!”. De las insuperables exposiciones que siguen después sobre la constitución cor poral leptosom a y pícnica, del carácter esquizotím ico y ciclotím ico, dice Conrad con razón, subrayando así lo extraño a la ciencia, en especial a la ciencia natural: “T odo intento de mejorar el diseño habría m olestado y echado a perder, com o un retoque en las obras de los viejos maestros1’. Y M ax Schm idt expresa su corres pondiente entusiasmo: K retschm er “h a dado un a descripción de los dos tipos que casi parece inspirada. Cuando se hacen pasar por el recuerdo los distintos pacientes esquizofrénicos y circulares con que ha tropezado uno en su cam ino, adquieren-forma involuntariam ente de acuerdo con esos dos tipos” . E n D inam arca — así concluye el autor danés— hay dos casos históricos, Cristian V I I y G rundtvig: “L a im agen de estas dos personalidades es el sím bolo de los tipos característicos de las dos enfer m edades m entales. El pequeño esquizofrénico C ristian V I I , tierno, asténico, leptosomo, con m atiz degenerativo, y el alto G rundtvig, ancho, gordo, pícnico, ciclotím ico” . E n verd ad: el efecto es com o la energía persuasiva directa de un a obra, de a rte, el efecto de la descripción, es visible en la fuerza que obliga al lector a ver con los ojos de Kretschmer. Pero justam ente es planteado así el problem a d e l sentido de esa verdad. Se puede decir con C onrad: “Q ue es cierto que en los cuerpos flacos, de largas extrem idades y de pecho estrecho no habita un alm a vivaz, cordial y alegre y que en el cu erp o' gordo, de cortas extrem idades y ancho n o hay un alma seca, senti mental, virtuosa” . N o, esto es cierto en la contem plación fisiognóm ica intuitiva de la naturaleza — en consecuencia no necesita ninguna investigáción ulterior. Em pí ricamente no es en absoluto cierto y es constantem ente refutado por ejem plos contrarios.
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Por eso n o se h a contentado con aquella visión intuitiva inm ediata, sino que se ha contado la frecuencia en que coinciden específicam ente determinados tipos de carácter y de estructura corporal. En lugar de un a relación de esencia aparece la mera correlación. Pero aquí se entró en otra dirección radicalm ente distinta del conocim iento. Las correlaciones se dan también entre fenóm enos que no po:een ninguna conexión esencial intuitiva evidente. D onde son halladas correlaciones, se interroga respecto de su causa. L a unidad fisiognòm ica no puede ser esa causa, pues primeramente no es ninguna causa según su esencia, sino un algo intuible por comprensión, y en segundo lugar debería tener lugar sin excepción, si es causa, la coincidencia. En el cam ino de las correlaciones m etódicam ente seleccionadas, 3 on adquiridos conocim ientos m uy diversos d e los fisiognómicos.
Q ued a en la fisignómica la situación paradógica. l'io se sabe propia m ente n ad a y sin em bargo, por el sentido del impulso al conocimiento, se desea, p o r lo menos, intuición, p a ra llenarse de figuras e imágenes, donde faltan, juzgando bien, conocimientos exactos. Justam ente estará m ás lejos de anticipaciones y esquem atism o el que hace esto. L ichtenberg decía ya : “H e hallado siem pre que fueron gentes de m ediano conocimiento del m un do las que m ás m e prom etieron de u n a fisiognomica artificial. Gentes de gran conocim iento del m u ndo son los m ejores fisiognomistas y los que menos esperan de las reglas” . Y : “la fisiognomica es, después de la p ro fecía, la m ás engañosa de todas las artes hum anas que haya podido em pollar jam ás u n a cabeza exhubérante” .
§ 2. Mímica L a fisiognòm ica se refiere a la form a estable del cuerpo como signo de la esencia psíquica, la m ím ica se refiere al m ovim iento corporal como m a nifestación de la vid a psíquica. E n lo fisiognómico no hay ningún p rin cipio que haga com prensible la relación de alm a y cuerpo y que pueda servir m etódicam ente de criterio p a ra la verdadera com prensión, en la m ím ica hay en cam bio tales principios. Sólo en la mímica, no en la fi siognòmica, nos-encontram os en el terreno de las opiniones discutibles. a) D ivisión d e los m ovim ientos corporales. P a ra ten er clara m ente presente los m ovim ientos mímicos comprensibles, es necesaria la diferenciación. Prim eram ente no pertenece de ningún m odo a la m ím ica lo que corresponde a las manifestaciones concomitantes y consecutivas de los procesos del alm a anteriorm ente discutidos, como el enrojecim iento y la palidez, el tem blor de las rodillas, la rigidez paralizante, el tem blor en el angustia, etc. A quí se tra ta de movimientos que no “com prendem os” di rectam ente, sino que sólo p o r experiencia ponemos en relación con el alm a sin visión in terio r de la misma. E n segundo lugar los m ovim ientos voluntarios no son m ovimientos m í micos. Los m ovim ientos voluntarios tienen u n fin buscado, los m o
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vimientos mímicos expresivos son involuntarios y libres d e propólitca. A estos movimientos voluntarios pertenecen tam bién los adem anes, gestos, signos (por ejemplo el sacudim iento de la cabeza, el sentim iento, los gui ños, etc.) qué, de diverso significado en los diversos pueblos, quieren, con vencionalm ente, expresar y com unicar algo. Son próxim os al lenguaje como un m edio imperfecto de entendim iento. L a m ím ica en cam bio n o se propone ni quiere com unicar nad a, h ab la de m odo general hum ano, in cluso parece comprensible en p a rte a los animales. Los movimientos propiam ente m ím icos, la alegre expresión del rostro,, o la expresión de tensión, inquietud, etc., son tam bién involuntarios y sin finalidad propuesta. Sin em bargo tienen tam bién todos los movimientos, voluntarios u n a parte mím ica, nin g u n a igual a las otras, aún cuando p e r sigan el mismo fin; cam bian según los individuos y estados de ánim o. El modo como alguien m e m ira, m e d a la m ano, la m anera com o anda, el tono de su voz, todo es expresión invo lu n taria; ju n to al contenido vo luntario en finalidad y sentido es al mismo tiem po mímico. D entro de los movimientos mímicos parecen sin em bargo seguir exis tiendo algunas diferencias esenciales: 1. U n a m ultitud de m ovim ientos m ím icos en m atices infinitos acom paña cons tantem ente al acontecer psíquico, lo hace aparecer visible en la expresión, com prensible com o el juego incesante de una resonancia inauditam ente sensible, que se transparenta en el rostro, en la m irada, en la voz. En parte, esos fenóm enos de ex presión son com unes al hombre y al anim al. 2. R isa y llanto (') tienen existencia propia. Son reacciones a una crisis del com portamiento hum ano; son en tales crisis pequeñas catástrofes de lo corporal, en que esto se desoíganiza por decirlo así, sin escapatoria. Solo que esa desorganiza ción es todavía símbolo, com o es sim bólica toda m ím ica, pero en la risa y el llanto es im penetrable, porque ambas son respuestas en el lím ite. R isa y llanto son pro pios del ser hum ano, comunes a todo él y no aparecen en ningún animal. 3. En el Umite entre la expresión y la m anifestación som ática co n com itan te; :stán los m ovim ientos que, a pesar del carácter de reflejos, parecen tener algo desxpresivo: por ejem plo el bostezar, el estirarse en el cansancio ■ — propio tam bién de os animales. . ' 4. Todos los m ovim ientos pueden caer en la repetición rítm ica. Esencia y sig~ lifícación universal del mism o han sido com prendidas por K la g es(2).
b) Principios del com prender m ímico. E scapa a nu estra expeiencia que los procesos morfológicos de form ación que se consolidan en. as formas fisiognómicas surgen de impulsos psíquicos. Q ue en cambio, uestros movimientos corporales tienen u n a conexión con el alm a, su: {*) P lessn er, H .: Lachen und Weinen. Eine Untersuchung nach den Grenzen menschlichen erhalten:, Arnheim, 1941 (nueva investigación a fondo de la posición singular de la risa y del tnto). (2) Klmjes, L .: Vom Wesem des. Rhythmus, en P a l l a t c H r tK E R : Künstlerisch* Körper— hulung, Breslau, 1923. Impresión aparte en Karapen a. Sylt, 1933.
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disposición, sus fines voluntarios, o su esencia, es p a ra nosotros u n a ex periencia constante. E l com prender el m ovim iento como m ím ica es por tanto fundado, com probable y discutible. Esa relación entre el alm a y el movimiento como su “expresión” se h a reducido a principios, que hacen conscientes, controlan, articulan y finalm ente ensanchan nuestras inm edia tas interpretaciones videntes. Los principios de la expresión que se aplican en general a todo movim iento, a los voluntarios y a ios involun tarios, a la m ím ica del rostro, de la m arch a y de la actitud, o a la escritura como resultado de m ovim ientos, h a n sido reconocidos y form ulados por im portantes investigadores (*). Existen ante todo dos principios: í . T od a actividad interna es acom pañada de un m ovim iento sim bólico adecua do, de manera comprensible. Sentim ientos amargos se expresan, por ejem plo, por los movimientos que se ejecutan en un sabor amargo. E l pensam iento agudo se acompaña de una mirada fija, firme, dirigida a la proximidad, com o si se fijase la vista sen sorialmente en un objeto concreto. En los legítim os m ovim ientos mímicos el hom bre no es consciente en m odo alguno del símbolo, y el observador, que percibe directamente Ja amargura o la atención concentrada, no sabe al com ienzo cóm o la percibe. L a im agen es aquí m anifestación inm ediata del alma. Algunos investiga dores, Piderit para la m ím ica, K lages más am pliam ente y luego en especial para la escritura han perseguido hasta los pormenores esas imágenes simbólicas. 2. Los m ovim ientos son influidos por una elección involuntaria de formas y maneras, que “convienen” a la “personalidad”, que le parecen hermosos, adecuados, distinguidos, firmes o deseables de algún otro m odo. Es un im pulso hacia la propia “exposición”, que m odela toda m ím ica a través de “las imágenes directrices perso nales” . L a expresión inm ediata “natural” forma entonces una expresión más cons ciente, que se vuelve más objetiva ya para el que la experimenta. Los diversos ideales personales y sociales se expresan en formas qué han sido comprendidas de tal m odo por K lages, por primera vez ante todo en la escritura. ' 3. M ovim ientos m ím icos frecuentem ente repetidos dejan en el cuerpo, especial mente en el rostro, sus huellas. La fisiognóm ica, en tanto que comprende residuos de movimientos mímicos, las formas firmes comprendidas com o m ím ica rígida, es una parte de la mímica. Es el dom inio de la fisiognóm ica, que es1 posible fundam entar y explorar em píricam ente(2).
c) O bservaciones psicopatológicas. 1 . Descripciones de la m ím ica de los enferrfios y de las form as fisiognómicas perm anentes que surgen a
i 1) P iderit, T h . : G rundzüge der M im ik und Physiognomik, Braunsuhweig, 1853. M ás am pliam ente expuestos en la obra cap ital: M im ik und Physiognomik, D etm old, 1867, 3? ed., 1919. Después de este estudio la obra fundam ental: K lages, L . : Ausdrucksbewegung und G estaltungskraft, Leipzig, 1913; 5? cd. con el títu lo : Grundlegung der Wissenschaft vom A usdruck, Leipzig, 1936. D arw in: L a expresión de las emociones en el hom bre y en los animales, es en verdad un libro excelente, p e ro . contiene poco respecto al verdadero problem a de la expresión, tra ta más bien el supuesto desarrollo filogenético de los movimientos de la expresión y no distingue tampoco en tre la verdadera expresión y las manifestaciones corporales concom itantes de los procesos psí quicos. V er adem ás: B u h le r , K .: Ausdrucktheorie, Jena, 1933. L ersch , P h.: Gesicht und Seele; M unich. 1932. F isch er, G . H .: Ausdruck der Persönlichkeit, Leipzig, 1934. S t r e h le , H .: Analyse ¿es Gebanrens, B erlin, 1935. (2) Elaborado con ricas observaciones por Fmxz Lange: Die Sprache des menschlichen Antlitzes, eine wissenschaftliche Physiognomik, M unich, 1937.
través de ella, h a n sido dadas ocasionalm ente, y nunca en form a sistemá tica. U n a enum eración al azar puede señalar, p o r e je m p lo ^ ) : E l placer d e l m ovim iento d e l m aníaco, que por causa de la satisfacción en el m ovim iento como tal, en un im pulso para dar salida a su desbordante excitación alegre, ejecuta sin objeto ni fin m ovim ientos sólo por los m ovim ientos mismos; el im pulso de m ovim iento del angustiado, que busca sosiego, liberación, corre a un lado y a otro en desesperación, se da con la cabeza contra la pared, repite ade manes monótonos. Los rasgos del m aníaco, imperturbablemente alegres, correspondiendo en todo a la alegría natural; la alegría no natural, boba, exagerada del hebefrénico; la d olorosa mueca que solo se m anifiesta ligeram ente en el ángulo d e la boca y en los ojos, del ciclotim ico; la expresión de honda tris tez silenciosamente rendida del grave ma lestar, y su fijación en la m elan colía de larga data; la expresión fría, aparente mente vacía de la m elancolía en m utism o, cuyo dolor no se quiere creer del todo, aunque cuente respecto de sus pensam ientos; los rasgos descompuestos y la excita ción desesperada en la angustia horrorosa de la m elancolía agitada. L a expresión onírica ausente de algunos con perturbación de la conciencia que se abandonan a vivencias fantásticas; la expresión huera de algunos estados cre pusculares histéricos, que puede ser fácilm ente transformada en expresión de terror, medrosidad o de asombro dirigido. El rostro vacío, inexpresivo, de m uchos enfermos dem enciados y movedizos. Los autómatas humanos con cara de expresión petrificada (en parte constantemente sonriente, en parte altiva, en parte del todo m uda, en parte to rtu rad a); la “pérdida de la gracia”, el aire pesado de m uchos procesos dem enciales; el paranoico lleno de sosiego estoico y de deprecio, que n o se preocupa de las gentes comunes que le rodean, que avanza con dignidad, gravem ente; la m irada penetrante de la paranoica, su rostro superior, desconfiado, inquisitivo, irritado; la m irada repentina de aigunos catatónicos estuporosos. L a expresión variable a m enudo, suave, soñadora con ojos velados de las histé ricas, su expresión facial coqueta, sem iconscientem ente interesada, desmesuradamente exagerada. Los rasgos inestables del rostro con la m irada inquieta del neurasténico; la expresión torturada, descompuesta de algunos hebefrénicos en la iniciación, tras las cuales se encuentran asombrosamente pocos fundam entos psíquicos. El rostro de píllete del joven ineducable, la expresión animalesca brutal de la "legítima “m oral i n s a n i t y “Los ojos tristes de u n a anim al indóm ito”, que percibe Heyer en la naturaleza instintiva infantilm ente ligada. Homburger ha descrito m uchos aspectos de la “m otricidad de la expresión” (2). Heyer describe el estado de algunos psicópatas: “en todas partes individuos duros, contraídos; toda m anifestación motriz es querida, nada es blando, dócil, ágil y ligero. L a actitud entera es de tiesura com o de tabla” .
Se h a observado la significación de la actitu d del cuerpo y del tipo de m ovim iento no sólo com o expresión del alm a, sino en la retroactividad de i 1) O ppenheim : All. Z. Psychiatr., 40, 840. L a bibliografía se encuentra en T h . K irs Gesichtsausdruck und 'seine Bahnen beim G esunden u n d beim K ranken, besonders Geisteskranken, B erlin, Julius Springer, 1922. (*) En el vol. 9 del H andbuch der Geisteskrankheiten de Bumke, 1932; adem ás en Z. N cur., 78, 562 (1922); 85, 274 (1923). C H O Pf : p e r
beim
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ja eXpresiÓR sobre el alm a. C on la posición y la actitud del cuerpo m archa una actitud y una disposición interior del individuo. D e ahí la posible s i g n i f i c a c i ó n de la gim nasia y, de la naturaleza de la gim nasia p ara el es tado e s p iritu a l1)- U n caso único es la posición del cuerpo al dorm irse(*). “Cada cual tiene su cerem onial p a ra dorm ir o se atiene a la existencia de ciertas condiciones, cuyo incum plim iento le p ertu rb a al adorm ecerse’* (Freud). 2. R isa y Hanto m erecieron un interés especial. Es notable que se den estos fenómenos com o exigencia orgánica en la parálisis bulbar, sin que intervenga un motivo psíquico. Se observó la variada risa esquizofrénica, ia m elancolía sin lágrimas, los depresivos que entre sollozos p ugnan en vano por alivio. 3 . El bostezo (3) es un proceso m otor com plicado involuntario, que parece vinculado al desperezarse. S e produce espontáneam ente después del despertar, en el cansancio, en el sentim iento de hastío. Parece ser u n proceso puram ente corporal, que, en determ inadas condiciones, se convierte en movimiento de expresión. U n a serie de tales reflejos hasta el “estor nudo” es im aginable que no se conviertan en m ovimiento expresivo. E l desperezarse lo com prende L an d au er (4) de m odo puram ente fisiológico, pero en m eras consideraciones. 4. E ntre los movimientos de los enferm os mentales han llam ado la atención desde hace tiem po los m ovim ientos rítmicos y las estereotipias. Se com paran los m ovim ientos rítm icos de los idiotas y de los catatónicos dementes con los m ovim ientos circulares de los animales de presa ence rrados. Sin em bargo, no se h a logrado todavía un análisis re a l(5). Las estereotipias son definidas p o r K lási(c) com o “m anifestaciones en el do minio m otor, lingüístico o ideológico, que son repetidas frecuentem ente por una persona, d u ran te largo tiem po y siem pre del mismo modo, y que, totalm ente em ancipadas de lo que acontece alrededor, es decir autónom as, no expresan u n estado de alm a n i se ajustan a u n fin en la realidad ob jetiva**. Su origen y su sentido son m uy diversos: restos de anteriores m o vimientos significativos, m ovim ientos que provienen de u n m undo deli rante, ceremonias, m ovim ientos defensivos contra alucinaciones corporales, etcétera. Gracias a K l a g e s el concepto del ritm o h a recibido \in sentido preciso y estricto en oposición al compás, a la cadencia. El ritm o como expresión (1) P o r ejem plo F aust , J .: A ktive Entspannungsbeliandlung, 2® ed., S tu ttg art, (2) T hormes, H .: N ervenarzt, 4, 197 (1931). (3) L evy, E .: Z . N eu r., 72, 161. (4) Landauer; Z . N eu r., 58, 296, (5) Ver F auser : A ll. Z . P s y e h i a t r 62 (1905). (6) K lä s i: Über die B edeutung u n d Entstehung der SterotypU n, Berlin, K arge,
1938.
1922.
viviente, infinitam ente móvil, está frente a la cadencia como repetición m ecánica, inerte. Siguiendo el p u n to de vista de Klages, L angelüddéke^) h a exam inado los esquizofrénicos, los m aníacodepresivos y los parkinsonianos. § 3.
La escritura
L a éscritura, a causa de su fijación duradera, que perm ite u n a inves tigación más a fondo, pero tam bién debido al ínfim o papel que suele ju g ar en ella la simulación, es ante todo ap ro p iad a p a ra los estudios de los movimientos de la expresión. E n la m ím ica restante, la m ayoría de los individuos hacen, en parte, teatro. Desde los movimientos de timidez ! (rascarse la cabeza, tironear el vestido), que lo mismo que algunas risas sólo quieren o cultar algo, hasta los movimientos mímicos de la vida co tidiana, vueltos naturales y habituales p o r el uso frecuente, y que nada signi fican, se construye el hom bre a su alrededor u n m uro de expresión ilegí tim a, tras el cual se oculta y con el cual engaña. E n la escritura eso juega un papel m ucho m enor. E n cambio la investigación de la escritura tiene la desventaja de que sólo en las escrituras cursivas y en cierto m odo cultivadas conduce a resultados im portantes. Nos llevaría m uy lejos si quisiéramos detenernos en la com prensión grafológica de los rasgos del^ carácter, de las disposiciones tem peram entales y de los estados de ánimo, en las alteraciones regulares de la escritura en los afectos, en el curso del desarrollo personal, en los estados, espiritualm ente anormales, en condi ciones experim entales variables ( z) . C ad a rasgo singular del escrito tiene — de acuerdo con todo lo com prensible, que siempre es com prensible sólo en el conjunto—^ tan compli cadas relaciones y posibilidades ta n num erosas del sentido que sólo des pués de investigaciones a fondo se llega a u n a noción relativam ente clara. Cómo la m era presión con q ue se escribe, en la que, com o expresión d e la investigación com prensiva, casi e n trañ a el conocim iento de la persona lidad entera, nos lo enseña u n artículo de K Iages(3). E l anterior m étodo no científico de la interpretación de determ inados “signos” en la escritura,, está fundam entalm ente abandonado. (1)
LahoklOtoeke, A .:
“ Rhythm us u n d
T ak t bei G esunden u n d
Geisteskranken” .
Z .
N tu r ., 113, 1 ( 1 9 2 8 ) .
(2) K u g e s : Die Probleme der Graphologie, Leipzig, 1910. Handschrift und C harakter , 2» ed., Leipzig, 1920. Además hay que c ita r los Graphologischen M onatshefte, M unich, 18971908, y Ja Graphologische Praxis, M unich, 1901-1908. Además P r e v e r , W . : Z u r Psycholpgit des Schreibens, H am burg, 1895; reim presión en 1912. M eyer, G .: Die wissenschaftlichen Grundlagen der Graphologie,- Jena, 1901. S a u d e c k , R ob. : Wissenschaftliche Graphologie, M u nich, 1926. Experimentelle Graphologie, B erlin, 1929. '■ (3) K l a c e s ; “ Z u r T heorie des Schreibdrucks” . Graphei., M . 6 y 7.
P SICO P ATO LOGIA
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L a escritura de los enfermos m entales{1) h a sido investigada preferen temente en el aspecto de las perturbaciones neurológicas,, es decir según su contenido, casi n ad a según su form a como expresión de lo psíquico. H ace ya tiempo se h a descripto la típica escritura de la P .G .: omis'ones 3 repeti ciones de letras, faltas de sentido, tem blor y fenómenos atáxicos en la conducción de la plum a. T am bién es notable la escritura característica de algunos procesos demencicdes: repetición de las mismas palabras y letras en escritos ordenados, arabescos extremos y ornam entos en form a am ane rada y estereotipada^ E n m uchos estados demenciales orgánicos se pierde la escritura finalm ente en u n g arab atear totalm ente informe. Los tras tornos agmficos son análogos a los afásicos: los enfermos, en ciertos as pectos espiritualm ente sanos, no pueden leer o escribir ninguna p alab ra o am bas cosas a la vez. Escriben letras y sílabas sin sentido, lo mismo que cuando, por ejem plo, el afásico sensorial h abla con parafasia. L a escri tura m uestra alteraciones típicas en el tam año, la presión y la form a en los estados maníacos y en los depresivos (G. M eyer, L o m e r).
(1) K öster: Die Sch rift bei G eiteskranken, Leipzig, 1903. ErlenmqyeR: Die Schrift, G o ld sc h eider: A rch . Psychiatr. (D .), 24, K r a e p e u n : Psychologische Arbeiten (a rtícu y D ibhl ).. L omer: “ Manischdepressives Irresein” , Z. N eur., 20, 447. Arch. Psychiatr. (D .), 63, 1. Atig. Z . Psychiatr., 71, 195. S ch ö n feld , W. y K . M en zel: T u berkulose, Charakter u n d H andschrift, B rünn-Prag-Leipzig, 1934 (con catálogo bibliográfico sobre enferm edad y esc ritu ra ). J axoby, H . : H andschrift und Sexualität, B erlín, 1932. U noer, H .: “ G eisteskrankheit und H andschrift” . Z. N eu r., 152, 569 (1935). 1897.
los de G ooss
Seg und a s e c c ió n E xistencia del hom bre en su m undo (psicología del m undo) Frente a los hechos típicos de la “expresión” colocamos todas las otras objetivaciones significativas del alm a, a las cuales es común que en ellas es pensado, perseguido, hecho u n sentido p o r los individuos mismos. E n todo, esto, antes de com prender el alm a, tenem os que haber com prendido ese sentido. Así, com prendem os en lo sensorialmente dado del lenguaje, de la p alab ra escrita, de la acción, el sentido objetivo, el contenido racio nal, el fin buscado o pensado, la visión estética. Si es una capacidad sensorial de percepción p a ra form as y movimientos y u n a segura influibilidad p o r ella el supuesto, sin el cual no se ve nada, así¡ la am plitud de nuestra com prensión de los m undos objetivos espirituales y la am plitud de nuestras experiencias es condición del com prender el sentido de uno de esos hechos típicos objetivos. Esa com prensión es el prim er paso, p or sobre el cual recién es cap tad o ese sentido mismo com o expresión d e ' la naturaleza de u n alm a directam ente con la m ism a problem ática que se daba en la captación de la expresión. D entro de esas objetividades significativas distinguimos nuevam ente, por u n a p arte la acción en el m undo, y por o tra las producciones en la obra espiritual. E n am bas es necesaria p a ra la clara aprehensión en analogía con la descripción m etódica de la escritura, de los m ovimientos y formas del cuerpo, u n a descripción de la acción y de las obras. C uanto m ás esen cial se vuelve el contenido, tan to m ás supera la tarea d e lo cotidianam ente n atu ral y activa, p o r fin, el uso de los conceptos y métodos de las ciencias del espíritu correspondientes (p o r ejem plo, de la lingüística, del arte, e tc .) . E n psicopatologia nos lim itam os hasta aquí, casi enteram ente, a las obje tividades m ás simples de esta especie. A hora bien, todas esas objetividades significativas tienen u n aspecto, que las d eja com prender involuntariam ente, como expresión del alm a, algt> que se llam a su tono, su m elodía, su estilo, su atmósfera. Hasta aquí todo es expresión y, con ello, según el antiguo térm ino, “fisiognómico” en el sen tido m ás am plio. C uando G oethe se ocupó de la fisiognòmica de L avater, ensanchó su sentido y la llenó con la apariencia total del hom bre: La fisiognòm ica “deduce desde lo externo hacia lo interno. ¿Pero qué es lo externo en e l hombre? j Verdaderam ente no su figura desnuda, su com portam iento
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irreflexivo, que señalan sus fuerzas internas y su juego! A m biente social, costum bres, posesiones, vestidos, todo le m odifica, todo le envuelve. Penetrar hasta su fondo más íntim o a través de todas esas envolturas; encontrar in c lu so .e n esas determinaciones* extrañas puntos firmes desde los cuales se pueda concluir respecto de su esencia parece en extremo difícil, m ás aún, imposible. 5 Pero estemos tranqui’.os! L o que rodea al individuo no sólo actúa sobre él, él obra tam bién a su vez sobre sí mismo, y en la m edida que se m odifica, m odifica de nuevo las cosas a su alrededor. Así la indum entaria y el arreglo del hogar de un hombre perm iten concluir seguramente sobre su carácter. L a naturaleza forma los individuos, éstos se transforman y la transformación es tam bién natural; el individuo que se ve situado en el vasto mundo, circundado, encerrado, se crea un estrecho universo personal a su imagen. Sin duda el am biente social y las circunstancias pueden determ inar siempre lo que debe rodear al hombre, pero el m odo com o se deja determinar es en extremo importante. Puede organizarse indiferentem ente com o otros de sus iguales, ya que la m oda lo quiere así. L a indiferencia puede llegar a la negligencia. Lo mismo se puede comprobar puntualidad y celo, también si avanza y trata de equipararse a la próxim a etapa, o si más bien parece, lo que es bastante raro, retroceder un grado de la escala. Espero que nadie m e interpretará m al por e l hecho que ensanche así el dom inio de los fisiognom istas”.
Esta es u n a concepción orgánica de conjunto del hom bre y de su com portam iento en su m undo, que tiene que fo rm ar el trasfondo dé nuestros eventuales análisis particulares. Con ese propósito hay que ordenar prim e ram ente los conceptos: L a admisión particular de los resultados distingue: la conducta en la' actitud, los gestos, el darse el individuo a sí m ismo y a su am biente— , la formación del am biente en la vestim enta, la vivienda, el m edio físico— , el m odo de vida en la m anera de a c tu a r en el m undo, en la elección de los caminos, en el conjunto de conducta, form ación del am biente y com porta m iento cotidiano regularm ente repetido y las acciones como los actos sin gulares, im portantes y eficaces de la actividad voluntaría finalista en plena conciencia de su sentido. E n los hallazgos particulares llegamos a la aprehensión del m undo de los enfermos, es decir de aquello que experim entan de hecho en la realidad, en donde se m ueven como en su realidad. Se h a tenido presente justam ente la transform ación del m undo, la m odalidad de su vida en su m undo, y la nueva figura del m undo de los enfermos, en donde adquieren ta n sólo sen tido y transparencia los porm enores. § 1.
Hallazgos particulares del comportamiento en el mundo
a) C onducta. L a conducta, incluso tam bién en las nim iedades in significantes en la vida diaria, es p a ra nosotros interpretable como sínto m a de u n a personalidad, de u n a disposición. Esas interpretaciones las d e ja mos m ayorm ente de lado a causa de su inseguridad y de su vaguedad. E n
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lugar de eso, describimos en los enfermos el “hábito” , caracterizam os su conducta. Esa conducta no es p a ra nosotros de valor como síntom a objetivo en sí, sino que somos guiados en eso p o r la idea de posibles interpreta ciones.. M uchos comportamientos singulares merecen sólo ser nombrados: el acto de roerse las unas, la destrucción de las cosas que llegan al alcance (desgarramiento de la ropa) y otros. Se encuentra en los antiguos psiquiatras descripciones sobre cómo se com portan los enfermos de los establecimientos durante sus reuniones al aire libre, en la casa, en el trabajo, y se 'hallan clasificaciones que los dividen, por ejem plo, en sociales, solitarios, inestables, silenciosos, caminadores, coleccionistas, etc.
Describir las clases extraordinariam ente diversas de la conducta tanto en los estados crónicos com o en las psicosis agudas, es tarea de la psiquia tría especial. E n ello im porta menos la enum eración de incontables ra'sgos particulares que. los típicos complejos de la conducta. Tom em os algunos ejemplos de éstos: La conducta catatònica, y tam bién hebefrénica( 1) se distingue por el patetis mo, por la pose teatral. Los enfermos declam an y recitan con gestos extravagantes y vivaces. Son presentadas trivialidades con una expresión magistral, com o si se tratase de los supremos intereses de la hum anidad. U n a preferencia fuera de lugar por las cosas m ás elevadas y graves se m uestra en forma amanerada, estereotipada. L a actitud del cuerpo y la indum entaria son dispuestas raramente. Así el profeta se deja crecer el cabello y asume una pose de dignidad en su indumentaria ascética. L a conducta hebefrénica es expuesta gráficamente en la siguiente carta, que escribió un enfermo, por lo demás enteramente sereno y ordenado, después que esca pó de junto a su padre en un paseo fuera del establecimiento, siendo inm ediatam ente alcanzado otra vez: “ ¡ M i queridísimo p a p á !. . . Por desgracia no me habías comprendido. N o estoy enfermó de m odo alguno; habrías tenido que contenerte; por tu carrera he vuelto lam entablem ente ahora al establecimiento. ¿ Por qué has corrido detrás de mí y no me has entendido ? . . . Espero que comprendas que no me falta en absoluto n a d a ., . que comprenderás que tengo que volver indefectiblem ente a mi piano. T e ruego nuevamente de corazón que me perdones, que te has apasionado un poco al correr tras m í. . . N o seas malo conm igo, te saluda y besa cordialm ente vuestro triste Karl, que no pudo escapar del establecimiento, no pudo, no pudo. (V en pronto a buscarme!” En la exploración de enfermos que quieren ocultar consciente o inconsciente mente, se observan a m enudo circunloquios característicos (D n im h eru rareden ). Pre guntado un enferm o por sus voces anteriormente mencionadas, respondió: “Mientras se vive, se oyen voces, se puede formar así fácilm ente una hipótesis errónea; la expresión: se oyen voces, es propiam ente una expresión jurídica. Yo he oído algunas al comienzo, pero cuando pasé m edio año en el establecim iento, he llegado a la convicción que no puede hablarse de oír voces en sentido popular”. Lugares com u nes, generalidades, son a veces lo único que se les escucha : “Eso m enos” , “ ahí no (1) K a h lb a l’M: D ie K atatonie, p. 31 A rck., 52.
y sígts.
H
ecker:
“ D ie HebepWrenie” .
Virckou)t
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puedo decir nada cierto”, “en ello hay algo que no es verdad”, ‘'si he de ser asi, entonces quiero decir tam bién otra vez” . En los estado agudos de estos procesos se ven incontables m odales y muecas. Los enfermos se comportan en form a totalm ente incomprensible (algunas veces con motivación clara en las autodescripciones posteriores). El uno besa siempre solem nem ente la tierra, los otros se entregan a una especie de ejercicios m ilitares, apretan los puños, golpean en las paredes y los muebles, adoptan posiciones curiosas. A l com ienzo de las psicosis m uestra la conducta no raramente una intranquili dad, una prisa, u n estado de distracción. U n a insensibilidad aparente frente a otros acontecim ientos es interrum pida por repentinas explosiones sentimentales. Son hechas a los circunstantes preguntas inseguras, perplejas, son manifestadas repulsio nes y simpatías exageradas ante los familiares. Se observan acciones repentinas, del todo inesperadas, viajes, deam bulaciones nocturnas. Es com o si volviera “la edad dél pavo” . Cambian las inclinaciones y los intereses. Los enfermos se vuelven religiosos, se vuelven en lo erótico indiferentes o desenfrenados. N o parecen inte resarse más que por sí mismos y quieren encerrarse en sí mismos. Su expresión cam bia a los ojos de los observadores próximos, se vuelve antinatural. A l comienzo es m olesto ver esos m atices, com o el de la sonrisa que se vuelve más bien una m ueca, etc. La conducta de los enfermos alegres, excitados ( m aniáticos) y la de los tristes, inhibidos (depresivos) es comprensible sin esfuerzo. En algunas psicosis reactivas, histéricas, es singularm ente característica la con du cta pueril. Los enfermos se conducen com o si fuesen nuevam ente niños (retou r a Venfance, J a n e t). N o pueden calcular, calculan todo groseramente de modo falso, se m ueven con la inseguridad de un niño de corta edad, hacen preguntas ingenuas, com o éste, exteriorizan variaciones emotivas infantiles y obran así ridiculamente. T ienen el aspecto de ignorarlo todo, quieren ser m im ados y cuidados, se jactan de m aneta infantil: “O h, puedo beber grandes vasos de cerveza, 70-80 vasos*\ T a l con ducta constituye un elem ento esencial del com plejo sintom ático de Ganser. Para la observación de la conducta de un paralítico: un com erciante hábil y desenvuelto de V iena abandona su puesto a los 33 años. U n os días después está en M unich y roba allí a su compañero de habitación una cartera con 60 marcos, un reloj y un chaleco. A l día siguiente se com pra una m otocicleta por 860 marcos, pagada con un billete de m il marcos, tiene consigo otros billetes de m il marcos y además una cartera con unas 250 piezas "de un penique. N o sabe andar en m oto cicleta y la pone en movim iento. Al d ía siguiente la hace reparar en Nurenberg. Cuenta que quiere seguir viaje a Karlsruhe, donde es m édico y se hace enviar allí ía moto. Esta es devuelta unos días después desde Karlsruhe por no haber sido retirada. En Karlsruhe, más adelante, com ete el enfermo robos en el hotel. V endió al zapatero, por tres marcos, zapatos robados. Ante éste se hace pasar por redactor del diario de Badén y cuenta que quiere partir para América. Luego se compra tres pares de m edias y un aparato fotográfico; es arrestado sin em bargo por la noche y llevado en H eidelberg al m anicom io. A llí está el hombre abandonado sin advertir la propia situación; refiere a todos los, robos; todo el m undo tropieza una vez; en lo demás se somete contento y apático a su internación. Se d eja alentar con ideas agradables. Su m emoria y su capacidad de fijación son m uy malas. D ice absur dos todo el día. Los síntomas corporales comprobados de inm ediato aumentan rápidam ente, y cae en la dem encia paralítica grave.
b) Form ación del am biente. L a vivienda, el vestido y la instala ción del am biente circundante son u n a irradiación de la naturaleza hu m a
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na, en ta n to que el individuo los altera involuntaria o conscientemente. D e eso en los enferm os vemcs poco en nuestro tiempo. Los asilos con paredes lisas e instalaciones superhigiénicasj donde todo es desnudo y frío, im personal y extraño, no d a n lugar p a ra esas manifestaciones. E n los m ani comios apartados, sin em bargo, se puede ver todavía cómo los enfermos se form an singular y am orosam ente su am biente en algunos estados cróni cos, las colecciones, los adornos típicos, los arreglos curiosos; aquí se pue de ver tam bién cómo m uchos enfermos se ligan a ese m undo suyo, cómo su dicha depende de la posesión de u n a pequeña habitación propia, c) El m odo de vida. El m odo de vida del enferm o se compone de conducta y de acciones que se repiten siempre, de ellos procede su com por tam iento ante los individuos, el oficio y la familia. E n el curso de la vida de un enferm o se reconoce a m enudo claram ente si se tra ta del desarrollo de u n a constitución perm anente o si se m anifiesta una alteración en todo su com portam iento, a p a rtir de u n ano determ inado. L a m edida en que el destino depende en buena parte tam bién de las circunstancias creadas p o r el individuo mismo, diversamente singulares y mínim as, es, m ás de lo que suele creerse ordinariam ente, característica tam bién de la naturaleza de un hom bre. Incluso las grandes felicidades son comprensibles a veces p o r la actitu d del hom bre, que experim enta en una ocasión inm ediatam ente u n cambio de suerte, donde todos los dem ás han pasado de’ largo sin advertir nada. E n este sentido tratam os tam bién de com prender el destino de u n individuo en p arte por él mismo, d ) Acciones. U n enferm o m ental, como vive fuera del asilo en la sociedad hum ana, no suele llam ar prim eram ente la atención por los sínto mas q ue h a n de ser luego p a ra nosotros los síntomas elementales más im portantes y característicos (p o r ejem plo las vivencias subjetivas), sino que se destaca p o r su com portam iento social significativo. Esto es “exterior” desde el p u n to de vista del análisis psicológico. Pero en particular algunos actos son tan llam ativos que aparecen a m enudo en el centro de la consi deración como funestos p a ra la com unidad y los enfermos. Com o para el am biente circundante observador siempre fué lo saliente el con ten ido de las actividades de los enfermos, así partió también la psiquiatría científica primero de esa m anera de ver. A l nombrar los m odos de acción característicos p o r el contenido y al clasificarlos com o enferm edades, se creó la teoría de las m onom anías que, por referirse sólo a lo externo, fué abandonada pronto. D e los términos de esa teoría se han m antenido algunos en pie: cleptom anía (*) , pírom anía, dipsom anía ( 2), ninfom anía, m onom anía asesina, etc. (1) SCHMiwr, G .: Zbl. N eu io l., 92 (1939). (2) Gaüjpp: D ie D ipsomanie, ,Jena 1901.
D e los actos más llamativos de los enfermos, los más im portantes son Jos viajes, el suicidio, la sitiofobia y ante todo el crim en. L os viajes ( 3) se observan en los paranoicos, que van de un lugar a otro para escapar a las persecuciones, en los dementes que no pueden adaptarse socialm ente y son arrojados a una vida de vagabundaje por los caminos, en los m elancólicos, que deambulan sin objetivo en su angustia, pero especialmente en ciertos estados deter minados, los llamados estados de fugas. Los estados de fugas son, no consecuencia de enfermedades de larga duración, sino deambulaciones que se presentan repentinam ente, por lo general sin relación suficientem ente comprensible con los estados psíquicos previos. Son emprendidos sin plan y sin objetivo previamente determ inado. “Los estados de fugas se pueden interpretar en la gran mayoría de los casos com o la reacción morbosa de individuos degenerativam ente predispuestos ante los estados disfóricos. Esos estados disfóricos pueden ser malestares sentimentales autóctonos; pero pueden también ser desenca denados por factores externos insignificantes en sí. La tendencia a escapar puede hacerse habitual; luego, incentivos cada vez más pequeños pueden ser eficientes5’ (H eilbronner). El suicidio ( 2), si es condicionado psicóticam ente, nace de la angustia, del dis gusto total de la vida y de la desesperación en los m elancólicos, de impulsos repen tinos en los procesos dem encíales. N o raramente se intentan suicidios deseados sólo a medias — el individuo procura que un azar favorable vuelva sin embargo a sal varlo. Pero la mayor parte de los suicidios no son ejecutados por enfermos m enta les, sino por predispuestos anormales (psicópatas). Las cifras del porcentaje de suicidios de los enfermos m entales entre los suicidios en general oscilan en los auto res entre 3 y 6 6 por ciento. Gruhle admite que, por ejem plo, del 1 0 - 2 0 por ciento de todos los suicidas obran en virtud de una legítim a psicosis. Los suicidios de los verdaderos enfermos mentales se destacan por la especial brutalidad y por la tena cidad de la repetición en el caso de frustración y son reconocibles a menudo eri eso. En enfermos, mentales graves se producen a veces autom utilaciones brutales: los enfermos se pinchan los propios ojos, se cortan el pene, etc. (3). L a sitiofobia ( 4) surge de diversas fuentes psicológicas: propósito consciente de quitarse la vida de ese m odo; com pleta falta de apetito; asco ante la com ida; m iedo al envenam iento; interceptación a toda exigencia (los enfermos com en a veces luego cuando nadie los ve) ; inhibición de toda la vida psíquica hasta el estupor. Otro& enfermos en cambio com en de todo, sea o no comestible, m eten en la bcca todo lo que encuentran, comen excrementos, beben la orina. A m enudo fundamentan los enfermos ulteriormente su negativa a tomar ali mentos. Por ejem plo: “Yo no percibo ya m i cuerpo físico y m e considero com o un ser espiritualizado que vive del aire y del am or. . “N o tengo ninguna necesidad de comer, espero el paraíso, donde se alim entará uno de frutas. Además, la com ida provoca mi repulsión, porque la juzgo carne humana o animales vivos que se m ue ven ante ms ojos’' (Gru)hle). (1) M ayer, L udw io: D er W andertrieb, D iís. W ürzburg, 1934. Stier, E .: Fahnenflucht und unerlaubte Entfernung, H alle, 1918. H eilbronner: “ Ü ber Fugue und fugueähnliche Z ustände” . Jb. Psychiatr., 23, 107 (Í903). (2) Excelente exposición ,de co n ju n to que inform a sobre íodo: G r u h l e 2 H . W .t Selbstmord, Leipzig, 1340. U na discusión filosófica del suicidio en mi Philosophie, vol. I I . p . 300-314, 1932. (3) F reymuth : Allg. Z . Psychiatr., 51, 260. F lügge: Arch. Psychiatr. (D .), 11, 184. (4) K kvecer: AUg. Z . Psychiatr, 69, 326 (1912).
p s ic o p a t o l o g ìa ,
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Sobre los numerosos crím enes com etidos por enfermos m entales y psicópatas, orienta detenidam ente los textos de psicología criminal ( J ). El paranoico perseguido no sólo redacta panfletos, anuncios en los periódicos, no' sólo hace denuncias a la justicia, sino que cae también en asesinatos para de fenderse; n o sólo escribe cartas de amor a altas personalidades* sino que incluso realiza en la calle ataques a la supuesta amada. El m elancólico desesperado lleva a cabo el asesinato de toda la fam ilia y se suicida. El enfermo en estado crepuscular se vuelve violento por efecto de un a ocurrencia delirante repentina o por excitacio nes accidentales, etc. U n acontecim iento singularmente espantoso son los asesinatos incomprensibles en la etapa previa o en la esquizofrenia de com ienzo. Falta la m otivación suficiente, el hecho es ejecutado con frialdad, faltan la comprensión y el arrepentim iento; tales individuos hablan con extraña indiferencia de lo que han hecho. Aunque de hecho ya enfermos, no son reconocidos en su ambiente como tales y a m enudo tampoco por los m édicos, ellos mismos» se consideran sanos, sólo que resulta imposible en realidad comprender su acción. T an sólo el tiem po hace el diagnóstico seguro ( 2) .
§ 2.
L a transform ación del m undo
T odo ser vivo y tam bién todo individuo vive en su m undo circundante, ■es decir el m undo aprehendido por el sujeto apropiado, llevado en él a la .actuación, y sobre el cual ac tú a p o r su parte. El ambiente objetivo es, todo lo que existe p a ra el observador, tam bién sin que obre sobre el sujeto, y característico p a ra éste por el hecho de vivir como si ese am biente no exis tiese. L a im agen del m undo es lo que se ha vuelto objetivam ente consciente del m undo circundante p a ra el individuo. M undo circundante y am biente objetivo com prenden juntos m ás de lo que cap ta la im agen del m undo: lo inconscientem ente presente como m undo circundante, lo que actú a de he cho, lo que existe en el sentim iento y la disposición; lo que fue activo sola m ente como am biente objetivo, pero ausente de hecho p a ra el conocimiento. El m undo concreto del individuo se realiza siempre históricam ente, está en u n a tradición, existe en todo m om ento por la sociedad y la com unidad. C óm o vive el hom bre en el m undo y cómo aparece distinto el m undo mismo a él, es asunto a exam inar en lo históricosociológico. A parece u na riqueza de imágenes diversas, que son llam adas, por ejemplo, según las actividades dom inantes eventuales del individuo: el individuo vital, el individuo econó m ico, el hom bre de poder, el hom bre de oficio, el obrero, el campesino, etc. Siem pre es el m u n d o objetivo eventual el espacio en el cual el individuo busca sus cam inos y sus rodeos, y está allí el m aterial con el que se constru ye eventualm ente su m undo, (1) v. K ra fft-E b in o : G erichtliche Psyckopathologte. C ra m e r: G ericktliche Psychiatri«. H o c h e : H andbuck der kerichtlicken P¡y chía trie, 3» cd. Además: Aíonatsschrift fü r K rim inalbiolcgie und StrafreehtnefoT m . H asta a h o ra 32 años. (2) G ia s e r : “ Tfituugsdelikt ais Symptóm von beginnender Schizophrcnie” . z. _ N tu r .. 150, 1 (1934). W ilm a n s, K .: “ Ü ber M orde im Prodrom alstadium der Schizophrenie” . Z. N e u r 170, 583 (ID40). A dem ás: B ü ro b r-P rin u : M schr, K rim inalbioL, etc., 32, 149 (1941). ¡Schottky , J o h .: “ Ü ber Brandstiftungen von Schizophrenen” . Z. N eu r., 173, 109 (1941).
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El investigar todo esto no es tarea de la psicopatología. aunque para los psicopatólogos es esencial estar orientados en estas consideraciones e in fo rm a d a realm ente sobre los m undos concretos, de los que proceden los enfermos p o r ellos observados o cuyas historias clínicas h an de efectuar. H ay el problem a si existen transform aciones psicopatológicas del m u n do, " m undos” específicos en psicosis y psicopatías. O si todos los m undos “anorm ales” sólo son realizaciones de form as y contenidos singulares, que según su esencia son generales, históricos, m ás allá de lo sano y de lo en fermo. U nicam ente el m odo de realización, la exclusividad de su dominio, su tipo de vivencia sería anorm al. E n todo caso es de alto interés ca p ta r claram ente esos m undos anorm ales como tales, donde h a n aparecido intuitivam ente. Pues p o r una contem plación total del m undo transform ado fueron hechos coherentes y con sentido la conducta, los actos, los modos de conocimiento y las opi niones en p articu lar y se vuelven comprensibles como imágenes de con junto, aunque esto como u n todo perm anezca genéticam ente incom pren sible ( 1). En prim er térm ino debemos in te n ta r separar dos cosas : L a m ultiplici dad histórica de los m undos con sus m etam orfosis en el proceso históricoespiritual y la diversidad ahistórica de lo psicopatológicam ente posible. Siempre tiene validez la frase hegeliana (que recuerda L. Binswanger) : L a individualidad es lo que el m undo es como suyo. Pero esta concreción puede ser exam inada históricoespiritualm ente o psicopatológicam ente. E l problem a si y cuando las imágenes psicopatológicas del m undo ahistóricas en sí, p o r ejemplo, se h a n vuelto históricoespiritualm ente im portantes, es u n objeto de investigación histórica, en la que n o se pudo obtener hasta aquí respuestas unívocas. El hecho típico de un “m undo” es un fenóm eno subjetivo-objetivo. L o mismo que de los sentimientos n acen pensam ientos que aclaran el sentim ien to mismo y lo aum entan retroactivam ente, así surge el m undo de u na dispo sición total del sujeto, que se m anifiesta subjetivam ente en estados de án i mo, sentimientos, objetivam ente en opiniones, contenidos, ideas, imágenes. ¿Cuándo es anormal un “m u n d o ”? El m undo norm al posee la objetivi dad de algo que vincula a los individuos, de algo com ún, en donde se en cuentran, adem ás ese m undo es realizador, eleva, lleva la vida al desarrollo. Podemos llam ar anorm al a un m undo, prim ero cuando la causa de su ori gen está en un proceso específico em píricam ente conocido (por ejem plo el (1) H ay valiosos comienzos de este m odo de consideración: VON G ebsattel , E. S th a v s, von Bayf.r, L . B insw anger, K u n z . T ra to en este lugar sólo el aspecto descriptivo de esta» investigaciones. L o que se ensayó en ella« en psicología “ genéticoconstructíva” y “ a n tro pología” , se discutirá en otro lugar. Si a veces parece com o si conocidos hallazgos fuesen perifraseados de o tro m odo p or estos autores, lo nuevo y lo esencial está justam ente en « a perífrasis, que lleva la m irada a una aprehensión en el todo y así 3 nuevos interrogantes.
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esquizofrénico), aún cuando eñ ese m undo tengan lugar produc positivas; en segundo lugar, cuando el m undo separa, en lugar de unir, a los individuos; en tercer térm ino, cuando el m undo actúa restrin giendo progresivam ente, encogiendo, no ensanchando y elevando; en cuarto lugar, cuando e l m undo se pierde, cuando desaparece el sentimiento de la “posesión asegurada de bienes intelectuales y sensibles, que proporciona el terreno firm e en el que puede llegar arraigada la v id a afectiva al des arrollo de sus fuerzas y a la alegría en el florecer de las mismas” (Id elér). Para niños que, arrancados p rem aturam ente de su m undo, pierden el terreno y caen en la nostalgia destructora, en psicosis iniciales, la trans form ación del m undo puede convertirse en catástrofe aniquiladora. p r o c eso cio n es
Q ué lejos conduce u n enfoque de los mundos, sólo puede m ostrarlo la experiencia. Las form ulaciones generales sobre el todo suenan en verdad im portantes, pero se desgastan rápidam ente, Im p o rta en qué grado se con sigue exponer concepciones concretas del m undo precisa y persuasivamente. r Q ué m undo percibim os en los enfermos, con los enfermos? Inform o sobre los ensayos: a) M u n d o esquizofrénico. L a v ida psíquica esquizofrénica, espe cialm ente el pensam iento y el delirio, debe analizarse como vivenciar indi vidual íenom enológico (vivencia deliran te p rim a ria), y como u n a p e rtu r bación dei pensam iento mismo (pensam iento esquizofrénico). E n ambos casos se observa la form a de la perturbación. Si en ello se siente con razón v en taja frente a las viejas divisiones del contenido del delirio, es re chazado en cam bio, sin razón el problem a de los contenidos posibles de la perturbación, el problem a de la específica form ación esquizofrénica del inundo. H ay sin d u d a u n a relación típica y frecuente de contenido y psico sis: delirio de catástrofes, delirio cósmico, delirio de gracia —y a menores, pero sin em bargo, tam bién característicos todavía— : delirio de persecución delirio de celos, delirio de casam iento, etc. Y a en la relación con la vivencia delirante prim aria, es decir cuando es m antenido su contenido con convic ción, hay u n efecto de la personalidad transform ada. V on Bayer ( x) dice muy bien que en el delirio de los esquizofrénicos se descubre su m undo, y propiam ente m ás palpable, más evidente, m ás diferenciado que en los otros fenómenos psicopatológicos. Y en cu en tra que la esencia de la vida psíquica esquizofrénica no se puede precisar suficientem ente nunca sólo por las alteraciones form ales de la vivencia, los modos de ejecución, la p ertu rb a ción de funciones. M ás bien queda siempre el hecho que la esquizofrenia entraña transform aciones del contenido de la vivencia. N o sólo son rellenos accidentales de estructuras form ales extrañas en sí con contenidos hum anos (I)
Bayer, W . v ,: “ Ü ber konform en W ahn” .
Z . N etir., 140, 398 (1932).
generales, sino que tam bién constituye el carácter de la perturbación originalidad de los contenidos mismos.
una
Pero no hay un m undo esquizofrénico unitario, sino m uchos mundos en el círculo de los esquizofrénicos. Si se tratase de u n a conform ación ente ram ente unitaria del m undo, los esquizofrénicos tendrían que entenderse entre sí y constituir u n a com unidad. L o contrario es el caso. Casi n u n ca se com prenden, m ás bien los com prende a ellos un sano. Pero hay excep( -ones. Estas han de ser del m ayor interés. Pues . por la com unidad del com prender esquizofrénico se nos vuelve intuíble indirectam ente la objetividad de u n m undo típico. Esa com unidad es difícilm ente posible, es cierto, pues p o r su p arte tiene que surgir siempre lo mismo que to d a com unidad de los sanos, históricam ente, y no existe allí sin más, n atural. L a falta de lucidez en las psicosis agudas excluye toda com unidad. En los estados crónicos finales, sin em bargo, existe u n atascam iento individua! y una especie de delirio egocéntrico en que la com unidad q u ed a allí tam bién casi excluida. T en d rían q ue darse condiciones favorables p a ra establecer alguna vez u n a com unidad esquizofrénica, históricam ente surgida. Q u e es en general posible y luego ocasionalm ente real, es u n hallazgo im portante. Así observó von Bayer: Los cónyuges sufren sim ultáneam ente un proceso esquizofrénico, dejan surgir sus form aciones delirantes en com unidad y desarrollan con los hijos (qu e siendo sanos sólo son “inducidos” ) un delirio de fam ilia de contenido com ún con la consecuencia de acciones comunes. Desarrollan una interpretación com ún sobre el origen y las etapas de la persecución contra ellos dirigida; se envía gentes a la casa para espiarlos. U n aparato vibra, despide nubes y vapores m alolientes en la casa, hace aparecer retratos y figuras en el techo. El esposo tiene alucinaciones más bien visuales, la mujer sobre todo auditivas. El esposo robo de pensam iento, la m ujer influencias m ágicas esquizofrénicas. L a coincidencia está en el contenido, no> en lo funcional de la anomalía. Adquieren un entendim iento en un saber com ún acerca d el m undo, en donde las singularidades individuales de las vivencias especiales son adm itidas en el todo com ún: somos perseguidos, el m undo está, donde quiera que lo encontramos, en todas partes, en persecución contra nosotros. Así viven esos enfer mos con sus hijos, apartados del m undo com o víctim as de la desgracia com ún. La persecución, la amenaza, se extiende constantem ente en su am biente, autoridades, público, católicos, etc., todos actúan contra ellos, las persecuciones no vienen de una dirección, sino de todas partes, del conjunto del m undo circundante, d e cerca y de lejos. Esa persecución es caracterizada por el hecho que los perseguidores son ladinos y falsos. Las alusiones ocultas, un ser controlados, m entados y burlados al pasar por delante y -maquinaciones misteriosas adquieren la mayor im portancia. Estos enfermos están en un m undo de enem igos, siempre nuevos, alim entados por vivencias recientes, comprendidos en com unidad. L a consecuencia son los actos en com ún, por ejem plo las m edidas defensivas contra los, “aparatos”, las m odifica ciones en la construcción de la vivienda, planes para la búsqueda de los persegui dores, etc., de lo cual, al fin, la consecuencia es que los cónyuges son internados en un manicomio.
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Los medios de com unión son naturalm ente los mismos que en los sanos, form ación racional, fundam entación, inform ación, sistematización, reno
vación y confirm ación diarias. Pero el contenido de la com unión es el delirio procedente de la fuente de} vivenciar esquizofrénico, que en virtud de la convivencia de hecho de la fam ilia puede llegar a ser u n d eliria com ún a todos. No se puede d a r respuesta p o r desgracia al problem a si los enfermos se com prenden entre sí en algo que no comprendemos nosotros, y cuya respuesta positiva p o r sí sola establecería el contenido específicode u n m undo esquizofrénico. El interrogante es en esto, p o r el m om ento, siempre, m ás esencial que la respuesta em pírica encontrada hasta ahora. E n este caso de von Bayer, según el contenido, sólo hay delirio de persecución, un delirio trivial. ¿C óm o sería sí se diese — m uy im probablem ente— una co m u n id a d esquizofrénica en lo cósmico y en el delirio de gracia, de taT modo que tuviera lugar u n a form ación en com ún del contenido p o r viven cias propias de verdades conocidas? Aquí el problem a queda todavía en generalidades imprecisas: ¿ P o r qué se d a en las esquizofrenias iniciales, tan a m enudo (au n cuando d e ningún m odo en la m ayoría de los casos) el proceso de revelación, reli giosa, m etafísica? Es un hecho inaudito im presionante: esa comprensión, sublime, esa m úsica del piano, conm ovedora, no considerada nunca posible, ese ím petu creador (en van G ogh y H ö ld erlin ), esas vivencias específicas de decadencia y de creación del m undo, esas revelaciones del espíritu y ese esfuerzo serio, cotidiano, en los períodos de transición entre la salud y la enferm edad. D e ningún m odo se puede entender esto p o r el carácter de la psicosis, que arro ja al afectado de lo que hasta entonces era su m undo, como si u n proceso de destrucción radical del individuo fuese objetivado p o r éste simbólicamente. Se h abla de u n relajam iento de la existencia, del alm a, y esto es tam bién sólo u n a com paración. L a contem plación del nuevo m undo naciente como hecho típico es todo lo que logra mos hasta aquí. b) El m undo de los enferm os obsesivos. Los enferm os obsesi vos son perseguidos p o r representaciones que no sólo parecen extrañas,, sino tam bién absurdas, pero que tienen que acatar sin em bargo com o si fuesen verdaderas. S: no lo hacen les invade u n a angustia sin límite. E l enfermo, p o r ejem plo, tiene que hacer algo, pues de lo contrario muereu na persona o bien ocurre u na desgracia. Es como si su acción y su pensam iento impidiese o produjese m ágicam ente ese proceso. P repara sus pensam ientos p a ra u n sistema de significaciones, sus acciones p a ra un sistema de cerem onias y ritos. Pero toda ejecución deja la d uda si es tam bién justa, si es tam bién com pleta. L a d u d a le obliga a com enzar de nuevo.
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Straus (*) ap o rta la autodescripción de u n a enferm a obsesiva de 40 años, que se siente m ancillada p o r todo lo que se refiere a la m uerte, la devastación, el cem enterio; por tanto tiene que defenderse contra la conta m inación o repararla. T am bién d eja fuera de su autodescripción las pala bras que se refieren a ello (de ahí las lagunas) t “En enero de 1 9 3 1 . . . un conocido muy querido. La mujer del mismo venía a vernos todos los domingos, después de haber e s t a d o . . . Eso no m.e molestaba al comienzo. Después de 4-6 meses me m olestaban sus guantes, más tarde el abrigo, los zapatos, etc. Procuraba que las cosas no se acercasen demasiado a nosotros. Como vivíamos en la proximidad d e . . . , m e intranquilizaban todas las gentes que iban allí, y no son pocas. Si alguna de esas personas llegaba a m í, tenía que lavar la prenda correspondiente. O si venía a nuestro dom icilio alguien, que era de allí entonces no podía moverme debidamente. T engo el sentim iento como si las habi taciones se estrechasen y tropezase en todas partes con mi vestido. Para hallar sosiego, lo lavo todo con persil. Así vuelve todo a ensancharse y tengo otra vez espa cio. Si voy de compras y hay alguien en el negocio, no puedo entrar, porque la persona en cuestión podría rozar conm igo. Así estoy todo el día inquieta y esa inquietud m e persigue aquí y allí. T an pronto tengo que limpiar algo aquí, tan pronto allá, o que lavar. Tam bién me m olestan las fotos en las revistas, donde han sido impresas tales cosas. Si paso la m ano por encim a, vuelvo a lavarla con persil. N o puedo anotar todo lo que me pone intranquila. M i interior está perm anentemen te en rebelión.
V on G ebsattel ( 2) describe con extraordinario efecto cómo vive este tipo de enfermos obsesivos en su propio m undo o más bien cómo, con el m undo, pierden su propia vida en la estrechez de un mecanismo m ágico: Tienen que repetir infinitam ente ciertas, acciones, controlarlas hasta lo infinito y asegurarlas, llevar algo irrealizable hasta el agotam iento, aunque están persuadidos de lo absurdo de su actuar. Y realizan las acciones chocantes, esos ritos y ceremonias para defensa contra la desgracia. T ien en significación opuesta a las significaciones del que las encuentra: en todas partes am enaza suciedad, podredumbre — todas las maneras de disolución de la estructura. Es un mundo m ágico — pero no creído— el que dom ina al enfermo obsesivo, un m undo contrario pseudom ágico. Ese mundo es progresivamente reducido a las significaciones negativas. El enfermo habla tan sólo de los contenidos que simbolizan pérdida y peligro. Las potencias amistosas, atrac tivas de la existencia desaparecen en favor de las hostiles, repulsivas. N o hay nada inofensivo, natural, espontáneo. El m undo se ha circunscripto en uniformidad anti natural y en inalterabilidad rígida, obligada. Así está siempre el enfermo en acción sin realización, "en tensión sin calm a en una*obra sin pausa, para lidiar con un enem igo que le sigue constantem ente los pasos, siendo indiferentes que esa polém ica sea sóla ideológica o de defensa práctica” . La existencia es para él tan sólo la orientación de la existencia a su no existencia en las im ágenes de “la sociedad o del lodo, del veneno o del fuego, de lo feo, impuro o cadavérico” — y la defensa im potente contra esa dirección. El mundo queda reducido a una fisonom ía repulsiva. Pero ese- m undo no es ningún m undo en la m edida que las cosas caen en una (1) Straus , E .: “ Ein Beitrag zu r Pathologie d er Zw angserscheinungcn” . M schr. Psychiatr., 99, 10 (1938). (2) v. G ebsatiel : “D ie W elt d e r Zwangsferanken” . M schr. Psychiatr., 99, 10 (1938).
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creciente. N o existen ya, solam ente significan, y sólo significan algo negativo- Es una desm undialización del m undo, una pérdida en densidad, abundancia figura mundanas, tanto com o en realidad. Pero el enferm o se apodera de un sentimiento espantoso dé instigabilidad, porque el ritual de medidas que deben tomarse para poder hacer lo que el enfermo quiere, se vuelve cada vez más com plicado. Las contraobsesiones y las construcciones auxiliares llegan a lo infinito y hacen imposible, en lo sucesivo, la obtención del objetivo. El enfermo no term ina, sino que cesa en el agotamiento. Gomo el enfermo sabe de lo absurdo de su acción, sin poder escapar a ella, elude al espectador: “Apenas prxkía contemplar un médico cuando un enfermo com o H . H . se entrega horas enteras a las m anipula ciones más arriesgadas de secarse los miembros o a los extravagantes ejercicios de su obsesión de precisión, a manera de un títere. Tam bién E. Sp. se encierra, cuando está desde la noche hasta bien entrada la m adrugada, siempre igual, en el hechizo de su obsesión de recapitulación, de pie en m edio de la habitación, semisensibie por incitación y agotam iento, y hace en el aire con gestos imitativos el proceso no ter minado de lavar una m edia”. ¿ e s r e a liz a c ió n
Gebsattel com para el m u ndo de los a n a n c á s h con el de los para Ambos viven en u n m u n d o al que falta la inofensividad, am bos ven en todas partes en los acontecim ientos significaciones que no tienen. No hay ninguna casualidad inocente digna de confianza sino sólo pro p ó sitos, intenciones. Ambos nos m uestran indirectam ente qué necesario nos es u n m undo que no se preocupe de nosotros, y al cual pertenezcamos, sin embargo. E l enferm o obsesivo sabe, em pero, de lo absurdo de las signi ficaciones que se le ocurren. P a ra el paranoico, la significación de los fenómenos es u n a m ism a cosa con su realidad. P ara el anancástico brilla la realidad originaria con su carácter de inocencia e inofensividad, aun cuando inaccesible, a través del aquelarre de las significaciones mágicas. El paranoico posee en su m undo delirante, sin em bargo, u n fragm ento de confianza y de n atu ralid ad , y u n resto de im perturbabilidad y de incon testabilidad, sin analogía con el desasosiego del anancástico. Se puede decir, incluso, que la m ás espantosa enferm edad, la esquizofrenia, con su delirio, es como u n a liberación' contra el agotam iento del alm a despierta m ientras sabe, al mismo tiem po, de la causa de ello. P ara los enfermos obsesivos en la estrechez de su acción obligada m ágico-significativa, el m undo, con todos sus contenidos dados en los sentidos sanos, parece perderse. n o ic o s .
El m undo de los enferm os obsesivos tiene, pues, dos caracteres funda mentales. Es la transform ación d e todo en am enaza, espanto, desfigura ción, im pureza, podredum bre y m uerte. Pero esto es sólo p o r u n sentido mágico, el del contenido del fenóm eno obsesivo com o tal al volverse nega tivo: u n a m agia obsesiva, a ú n cuando com prendida como absurda.
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c) El mundo de les individuos ideofugitivos ( ’). L. Binswanger ha intentado comprender el mundo ideofugitivo como un todo, con sen tido (2). En el tem ple de una “alegría festiva de existir” y en el com portam iento ele mental de una existencia “borboteante” se muestra un m undo nivelado que, vuelto tenue y am plio, forma en el sujeto ideofugitivo su tom a rápida, constantem ente va riable de lo próximo y lo ajeno, un sumergirse en el mero instante, que constituye la celeridad y el torbelino del m ovim iento en continua desviación. El m un do es m aleable y multiforme, ligero y rosado. Es lo que queda en pie para la curiosidad y la agitación, en la charla hasta el ju ego con el instrumento del lenguaje. Pero hay, según Binswanger, un específico ordenam iento en conjunto con sentido de ese mundo. Este se ha vuelto un mundo singular en su condicionalidad vital por una apariencia de espiritualidad en él, cuyo vivenciar hace posible la acción brincante, el esfumarse de todas las fronteras, la lealtad para con todo el mundo y la vulga rización de todo él, la agitación sin trabajo, la fluidez, la verborrea, la m anía de grandezas y la grandilocuencia, en una palabra, todo el comportamiento del estado maníaco.
Com parem os este ensayo al de u n a comprensión del m undo que con tem pla el sistema sensorial. El esclarecimiento de la fuga de ideas desde ese punto de vista alcanza sólo algo superficial. No se tra ta de u n a ver dadera transform ación del m undo, sino de u n a alteración de estado, en el que en verdad tiene lugar u n a transform ación pasajera del m undo, pero que por su p arte no contribuye con algo esencial a su actualización del todo (que se vuelve evidente como estado vivencial subjetivo y como alte ración del decurso de la vida del a lm a ). M ás fecundo parece ser el a n á lisis del m undo de los enferm os obsesivos; h a hecho visible excelente m ente una conexión total característica. D e modo más hondo entra el pro blem a frente a los m undos esquizofrénicos; pero aquí sólo es im portante la significación de los interrogantes; las respuestas en cam bio son to d a vía deficientes;
(1) Es la traducción que adopta el D r. S arró p ara el adjetivo alem án “ideenfluchtig” , en el Tratado de Bumke. (N. de los T .) . (2 ) B i n s w /ín g e b , L , : Über Ideenjlucht. Zurich, 1 9 3 3 .
Tercera
sección
Objetivación en el saber y en la obra (psicología de la obra) L a vida del alm a está constantem ente en el proceso de su objetivación. Se m anifiesta hacia fu era a través del impulso de a c tiv id a d /d e l impulso de expresión, del im pulso de representación, del im pulso de comunicación. A ello se añ ade finalm ente el impulso intelectual: querer tener presente lo que es y lo que soy y lo que h a llegado a ser p o r m edio de aquellos im pul sos inmediatos. Se puede expresar así tam bién ese últim o procesó de objetivación: lo que devino objetivo debe ser conceptuado y conform ado en una objetividad general; quiero saber lo que sé, quiero com prender lo que he com prendido. El fenóm eno fundam ental del espíritu es que éste crece en verdad en terreno psicológico, pero en sí no es algo psíquico, sino u n sentido obje tivo, un m undo colectivo. El individuo aislado se vuelve espiritual solo por la participación en el espíritu general, que le rodea en la tradición histórica en figura toda vez determ inada, precisa. El espíritu general u objetivo está eventualm ente presente como costumbres, pensamientos, normas de la vida pública, como el idiom a, y en las obras de la ciencia, el arte y la poesía, en las instituciones. El espíritu objetivo no puede enferm ar en su substancia válida. Pero el individuo p uede enferm ar p o r la m anera com o p articipa en el espíritu y como produce lo espiritual. Casi todos los procesos psíquicos norm ales y anorm ales hallan tam bién de algún m odo su cristalización en la objetividad espiritual, según aparece ?l individuo. ¿P ero cóm o es visible p a ra el espíritu no enferm o el hom bre enferm o? P o r deficiencias, faltas, distor siones y trastornos, p o r to ja s las contravenciones a la norm a en la reali zación de la participación en el espíritu. Luego p o r u n a productividad de naturaleza específica, que no está enferm a en el resultado, pero sí en Ja causa (cuadros d e van G ogh, him nos postreros de H ö lderlin). Finalm ente por la significación positiva de lo defectuoso, contrario a la norm a, p a ra los enfermos. E n el m odo de la apropiación y de la alteración de las imágenes espirituales se m uestra el ser hu m an o y la enferm edad del individuo.. U n fenóm eno' fund am en tal del espíritu es adem ás que p ara el alm a propiam ente sólo existe lo que adquiere figura en la objetividad espiritual,
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y que, sin embargo, eso que h a adquirido figura, tiené ah o ra u n a realidad p ro p ia que gravita en el alm a. L o que se h a vuelto p alab ra es como algo insuperable. E n la m edida en que el alm a se vuelve real p o r el espíritu, se restringe sim ultáneam ente. U n fenóm eno básico del espíritu es p o r fin que es real solamente si lo adm ite o lo produce u n alm a. L a legitim idad del espíritu real está indisolublem ente ligada a la originalidad del proceso espiritual que lo lleva. Pero com o el espírtu se vuelve objetivo en imágenes, en modos de hablar, en form as de acción, en m aneras de com portarse, así la, legiti m id ad de la m anifestación originaria pued e ser su p lantada p o r autom a tismos del lenguaje, de las actividades y d e los gestos. Los símbolos legítimos sucum ben en los contenidos supuestam ente salidos de u n a superstición: el origen es suplantado p o r la racionalidad. E n las enferm e dades del alm a juegan am bas cosas u n g ran p ap el: el m áxim o de m eca nización en autom atism os y la vivacidad conm ovedora del vivenciar que ab arca el alm a entera. L a enferm edad realiza todas las posibiliddes extremas. Echem os u n a ojeada a los productos intelectuales de los enfermos, sin que nosotros podam os to car de o tro m odo que en rápido contacto el enor m e problem a aquí planteado. § 1.
R esultados p articu lares de las creaciones
a) El lenguaje. Por el lenguaje existe la com unión de los seres racio nales y la com unión consigo mismo, en tan to que el lenguaje es condición del pensam iento (el pensam iento sin palabras sólo puede aparecer com o fase transitoria dentro del pensam iento h ablado o perm anece sólo en germ en y fragm entario, como el pensam iento de los m o n o s). El lenguaje es la “obra” m ás general del hom bre, la prim era, la om ni presente, la que lo condiciona todo. Existe en form as m últiples eventuales en un determ inado idiom a de ese grupo de hom bres, de este pueblo y e n lenta y continua transform ación. El individuo h ab la p o r la participación en la obra general (x). H em os observado el lenguaje com o función y hemos de ocupam os ahora del lenguaje como obra. 1. L e n g u a j e c o m o e x p r e s i ó n . D ad o u n m ecanism o nor m al del mismo, el lenguaje, a p a rte de su contenido, es expresión del alm a: como grito, rugido, cuchicheo en todos los m atices que se pueden obsei> v a r en las divisiones cam biantes —-luego p o r la m elodía del lenguaje» (1)
De ]a inmensa literatura lingüistica menciono solamente el excelente libro «fe Heidelberg, 1925.
J espersen: Die Sprache, ihre Natur, Entwicklung und Entstehung.
O lTO
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¿ es m onótono e inexpresivo o de elevada vivacidad—, p o r la rítm ica, por las entonaciones absurdas, p o r u n a integración en form a natu ral o contra el sentido — por am aneram iento como la im itación del lenguaje in fantil (p o r ejem plo del agram atism o) en los estados histéricos, etc. p ) . 2. E l p r o b l e m a d e l a c a p a c i d a d l i n g ü í s t i c a i n d e p e n d i e n t e . Distinguimos las anom alías del mecanismo del len guaje a estudiar en lo neurológico, de las transform aciones del lenguaje a consecuencia de alteraciones psíquicas, con mecanismo norm al del habla. Pero entre ellos parece existir u n a m u ltitu d de m anifestaciones (p ertu r baciones psicóticas) a las que no corresponden ninguna de las dos y señalan u n a independencia característica del lenguaje. E n correspondencia observamos en los productos lingüísticos imágenes notables, que difícil mente podemos derivar de otras. Es como si se desarrollase productiva mente o fuese p ertu rb ad a u n a independencia de la esencia del lenguaje. Es una independencia, no del m ecanism o del habla, sino de la espiritua lidad, que aparece pu ram en te como lenguaje. N o secundariam ente en el lenguaje, sino p rim ariam ente como lenguaje, aparece u na transform ación del hom bre y su vivencia en la o b ra intelectual. Si llamamos al lenguaje u n instrum ento, se m anifiestan espíritu e instrum ento m utuam ente, se form an el uno al otro, pero en el caso fronterizo se u n ifica n : como capa cidad lingüística p u ra. É sta se vuelve luego en lo sucesivo un facto r de la obra intelectual que se condensa, por ejem p’o, literariam ente. El excelente trabajo de M ette (2) h a dirigido la m irada al respecto de u na m anera fecunda. 3. N e o l o g i s m o s y l e n g u a j e s p r i v a d o s . De los cuadros lingüísticos anorm ales h an llam ado la atención desde hace tiem po los neologismos (3). Creados p o r algunos enfermos sólo en ejem plares ais lados, son ta n numerosos en otros que constituyen justam ente p a ra nosotros un enguaje privado incomprensibíe. Esos neologismos podemos distri buirlos, según su génesis, en los siguientes grupos: 1. Son form adas intencionalm ente nuevas palabras p a ra la designación de sensaciones o cosas p a ra las cuales el idiom a no tiene palabras. Esos térm inos técnicos formados p a ra uno mismo son, en parte, palabras del todo nuevas, etim o lógicam ente incom prensibles; 2. Se presentan sin intención, especialm ente en la fases agudas, neologismos que son utilizados secundariam ente p ara designaciones y son luego tom ados en los estados crónicos. U n a enferm a de Pfersdorff em plea la expresión “fusiles sensibles” p a ra ciertos (1) ls s E R L t N : Allg. Z . Psychialr., 75, I (1919). (2) M e t t e , A l e x a n d e r : Ü ber Beziehungen Zwciscken Spracheigentüm lichkeiten Schizophrener und dichterischer Produktion. Dessau, 1928. (3) G a la n t: Arch. Psychiatr. (D .), 61, 12 (1919).
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fenómenos aluginatoríos. A la p reg u n ta: ¿Q u é quiere decir propiam ente “fusiles sensibles” ? responde: “Las palabras m e vienen así, no tienen una explicación” . Aquí corresponde tam bién el sentido alterado que se d a en psicosis agudas a palabras conocidas. U n a enferm a describe: “Algunas palabras las empleaba, com o he dicho, para expresar un concepto muy distinto que aquel que designaban propiam ente — habían recibido para m í otro sentido m u y diverso del común— . — Si no encontraba la palabra adecuada para las ideas que se agolpaban rápidam ente, en seguida inventaba, com o hacen a m enu do los niños, y m e creé denom inaciones propias según m i gusto” (F o re l).
3. A los enfermos les son dados los neologismos como contenidos alucinatorios. Los enfermos en éste como en el caso anterior, se asom bran.'a m enudo ellos mismos respecto de las palabras extrañas, singulares. D e este m odo h a oído Schreber todo “el lenguaje básico” de los “rayos” adop ta d o por él. Recalca siempre que las palabras, antes de oírlas de esa m anera, eran p a ra él del todo desconocidas. 4. Son producidos sonidos a r tic u la d o s a los que aparentem ente Jos enfermos mismos no atribuyen ningún sentido. N o se tra ta en general ya de formaciones lingüísticas, pues la significación del sonido h a desapare cido por entero. Así pueden ser aprehendidos, por ejem plo, a veces, los restos lingüísticos de paralíticos dementes. U n o de esos enfermos pronunció en las últim as semanas de su existencia sólo la p alabra “misabuck” en las m ás diversas oportunidades. Los neologismos son el elem ento principal de los lenguajes privados (1) que aparecen ocasionalm ente, en especial en esquizofrénicos. Tuczek observó la aparición d e uno d e esos lenguajes com plicados, com o juego, que correspondía a la alegría del traducir y del poder con voluntad enteram ente consciente, sin que interviniese una necesidad de expresión de vivencias deliroides. El orgullo de hacer algo m isterioso y la satisfacción sobre el logro fué el m otivo único: “O iga qué hermoso suena todo esto”. Actuaron en la formación de pala* bras principios muy variables, pero luego las palabras fueron retenidas, y llam ó la atención el considerable esfuerzo de memoria. U n a capacidad creadora n o cuenta allí para nada. L a sintaxis sigue siendo la del len guaje alem án, sólo el vocabulario fué reformado.
b) Los productos literarios de los enferm os (*). Contenidos ra cionales ju n to con los fenóm enos de expresión que representan en sí len gu aje y escritura y en casos raros la productividad característica del lenguaje, se nos m uestran especialm ente ricos en aquellos enfermos q ue
(1) T uczek : "Analyse einer K atatonjkersprachc” . Z . N eu r., 72, 279. Jessnek , L .: “ Eine in d e r Psychose entstandene K unstsprache” . A rc k. Psychiatr. ( D .) , 94, 382 (1931). (2) Behr, A lbert: Ü ber' die schriftstellerische T ätigkeit im V erla u ft der Paranoi Leipzig, 1905. S ikorski: A rck. Psychiatr. (D .), 38, 259.
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e. entregan a u n a producción literaria correspondiente a su grado de cultura. E ntre esos escritos distinguimos los tipos siguientes: 1. Escritos normales plenam ente ordenados en lenguaje y estilo y en la disposición del curso del pensam iento. Sólo el contenido es anorm al: los enfermos informan sobre las vivencias espantosas que les hacen experim entar, explican éstas, exponen sus ideas delirantes. Esos escritos, a pesar de los intensos afectos, son reflexivos y están escritos con dominio. O tros son descripciones hechas p o r enfermos observadores después de la curación de Id psicosis. A este grupo pertenecen autodescripciones valiosas. 2. E l j g e g u n d o grupo de escritos procede de personalidades morbosas desarroliadas (querulantes entre otras) que desarrollan sus ideas deliroides en ú n estilo n atu ral y en curso de pensam iento del todo articulado, con iorm a p a ra nosotros siempre comprensible, pero desmesurada, fantástica, no dom inada y contradictoria. Sin d a r u n a autodescripción cualquiera de experiencias morbosas — pues esas personalidades no las han tenido— , dirigen sus ataques contra manicomios, autoridades, médicos, desarrollan ideas como inventores, aventureros, se hacen pasar por viajeros univer sales. A este tipo pertenece la m ayoría de los escritos impresos de enfermos. 3. M ás raros son ya los escritos que son u n a m anera de expre sión diversam ente enrevesada, en estilo ampuloso y pretencioso, pero p o r Jo general com prensible; no inform an de experiencias, persecuciones u otros hechos personales, sino que exponen teorías; son su contenido un ;nuevo sistema del m undo, u n a nueva religión, u n a nueva interpretación de la Biblia, problem as mundiales. M uestran su procedencia — de enfer mos con u n proceso esquizofrénico— en la form a y el contenido. A m e nudo aparece tam bién en la exposición el delirio de grandezas del au to r (como Mesías, inventores) í 1) . 4. Desde este tipo se desarrollan en transiciones productos literarios confusos. L a ordenación desaparece, la conexión de las ideas se descompone, formaciones m entales enrevesadas •e incomprensibles se suceden unas a otras (2) . Finalm ente se vuelve todo incomprensible; signos gráficos a la m an era de jeroglíficos, m eras sílabas, ■ornamentos, m uchos colores caracterizan lo exterior. 5. Finalm ente hay obras poéticas de psicóticos manifiestos. G au p p (J ) h a publicado el caso de un paranoico que expuso su propio destino en u n dram a sobre el rey Luis de Baviera, m entalm ente enfermo, pues su obra era u n a autoliberación — en el establecimiento cerrado— , lo único que tenía valor p a ra -él, en cuyo tem a volvió a h allar su pro p ia esencia en grandes correlacio-
(1) 381.
Ejem plo: S wedenborg. Además: Brandenburg: “ U nd es w ard L ich t” , en B ehr, “ T agebuchblaite r eines Schizophrenen” . Z . N eu r., 123, 299 (1930). Ejem plo: G ehrmann : K örper, Gehirn, Seele, G ott. B erlín, 1893. G au PPS Z . N eu r., 48, 391.
P a n u cz:
(2) (3)
p.
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nes. K. Schneider (*) publicó versos de u n joven esquizofrénico en donde expresa la espantosa alteración de su p ropia esencia y del m undo. U n ejemplo grandioso y conm ovedor son las poesías últim as de H ölderlin. c) Dibujos, arte, trabajos m anuales. Presentam os tres grupos juntam en te: defectos de ejecución, arte esquizofrénico, dibujos de neu róticos. 1. D e f e c t o s d e e j e c u c i ó n . Indican perturbaciones orgániconeurológicas, m ala disposición, falta de ejercicio. Paralizan la expresión de lo psíquico y la com unicación de los contenidos m entados, no tienen significación positiva ellos mismos como obra. Tales defectos de ejecución los encontram os como ausencia de habilidad (el individuo no puede dibujar una línea re c ta ), como falta de instrucción (el individuo no posee la técnica más prim itiva, sin cuya adquisición no puede apenas dibujar) o como perturbación de las funciones m otrices y de la habilidad por enfer m edades orgánicas (síntomas de ataxia, tem blor, e tc.), finalm ente como perturbación de las funciones psíquicas elementales, como capiacidad de fijación, concentración de la atención, cuya ausencia n o perm ite form ar m ás que garabatos, fragm entos abruptos, no dibujos (enferm edades orgá nicas, especialmente parálisis). Lo mismo que en los dibujos aparecen todos estos defectos en los trabajos m anuales frustrados, de los que todo museo clínico puede m ostrar u n a colección ( z). 2* A r t e e s q u i z o f r é n i c o ^ ) . Signos esquizofrénicos de n a turaleza grosera - —sólo esos podemos identificarlos seguram ente— dan a los dibujos u n aspecto m uy característico: repeticiones absurdas de rasgos del mismo tipo, del mismo objeto sin un id ad de la im agen entera, u n gara bateo casi “ordenado”, u n a exactitud que no es otra cosa que “verbige ración” dibujada. Podemos co m p arar esos dibujos m ás bien al garabateo involuntario que dan accesoriam ente individuos sanos d u ran te u n período de atención concentrada, p o r ejem plo, en u n a conferencia. A rte esquizofrénico — com o expresión real de vida psíquica esquizofré nica y como exposición del m u n d o espiritual surgido en la esquizofrenia— solamente puede aparecer donde existen habilidad, m aestría y un a cierta cultura técnica, y donde los signos esquizofrénicos no sofocan al m ism o tiem po la im agen entera (4). U n a descripción del arte esquizofrénico halla (1) Schneider, K ,: Z. N eur., 48, 391. (2) En Jos 1im ites de! defecto funcional y de la transform ación funcional: L enz : “ Richtungsänderung d er künstlerischen Leistung bei H irnstam m erkrankungen” . Z . N eur., 170, 98 (1940). (3) Casi todos los asilos y clínicas poseen tin a colección de tales objetos. L a clínica psiquiátrica de H eidelberg posee una vasta colección, única en su especie, de dibujos ante todo de esquizofrénicos, gracias a la preocupación de PKinzhorn . (4) U n resum en histórico sobre toaos los trabajos relativos ai tema " a rte de los enfermos m entales” , lo da P rinzhosn : “ Das bildnerische Schaffen des Geisteskranken” . Z . N eur., 52, 3U7 (1919). Después W . M orgenthaler: E in Geisleskranken als K ünstler.
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c o n t e n i d o s característicos: exposición de seres fabulosos, aves espantosas, figuras mixtas de hom bres y anim ales con m uecas deformes, además fusrte y abierta acentuación de las cosas sexuales — los órganos genitales aparecen en las formas m ás diversas— , finalm ente y ante todo un impulso a repre sentar el todo, u n a im agen del m undo, la esencia de las cosas. O casional mente son hechos dibujos de m áquinas, que serían causa de las influencias alucinatorías físicocorporales. M ás im portante es quizás la fo rm a : partiendo de la im agen como u n conjunto, tratam os de com probar sí, como conjunto, tuvo tam bién im portancia p a ra los enfermos, o si sólo es un agregado; dónde están las unidades que estuvieron ante sus ojos. E n particular h alla mos las siguientes características: pedantería, exactitud, esmero; necesidad de efectos llam ativos; reproducción estereotipada de ciertas form as de curvas, de redondeles, o de líneas angulosas que d an a todos los dibujos del mismo individuo u n a notable similitud. Si tratam os de com prender la repercusión de los dibujos en su creador, encontram os en la conversación con los enfermos que lo simple está diversam ente im pregnado de significa ción simbólica y de enriquecim iento fantástico.
No se puede negar que en los enfermos, en cierta m anera dotados, del grupo de los afectados p o r procesos, aparecen dibujos que causan impresión también en los sanos p o r lo prim itivo, la clara m anera de expresión, la intuición de significaciones sombrías.. Cuando los esquizofrénicos están en posesión de ricos medios m ateria les y su condición no se vuelve tan grave como p a ra que la autoridad p ú blica les im pida u n a intervención, pueden ser llevadas a cabo las obras más raras, como las esculturas del príncipe Pallagonia, que ya G oethe vió, y la casa del ju n k er en Lem go (*). E sta ú ltim a es u n a casa con paredes entram adas en que el propietario h a construido to d a u na vida, repleta de tallas hechas p o r el mismo, recarg ad a de imágenes fantásticas, de repeti ciones infinitas, sin u n a sola superficie lisa, sin ningún lugar vacío. 3. D i b u j o s d e n e u r ó t i c o s . C. G . Ju n g h a introducido el m étodo de h acer d ib u jar a los pacientes y de estim ar especialm ente sus “imágenes del alm a” , los proyectos de conjunto deí m undo o su aprehen Berna y Leipzig, 1921. H . Prinzhosn : Bildnerei der Geisíekranhen. Berlín, Julius Sprin ger, 1922 (una obra con numerosas y excelentes reproducciones, por tanto la m ás im por ta n te ). E n el texto se da u n a buena vista de conjunto^ de los enfoques para el análisis de obras de a rte : impulso de creación, instinto d e juego, instinto de ornam entación, tendencia a im itar, tendencia al ordenam iento, necesidad de símbolos. D e diez artistas esquizofrénicas *e habla detenidam ente. Dominios comparables, dibujos infantiles, _ dibujos de adultos no ejercitados, a rte de los prim itivos, obras d e arte de las antiguas civilizaciones, a rte popular, arte roediúmnico, son brevem ente tocados. Finalm ente menciono tam bién mi trabajo sobre Strindberg uttd van Gogh, Leipzig, E rn st Bircher, 1922, 2 “ ed., B erlín, 1926(ensayo d e un análisis ael a rte del esquizofrénico van G ogh). (1) F isc h er : O ber die Plastiken des Fürsten Pallagonia” . Z . N e u r 78, 356 (1922). W eygandt: Z. N eu r., 101, 857 (1926). Kfpybnbercs: “ Über das Junkerhaus” . Z. N citr., ÍÍ4, 152 (1928).
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sión fundam ental de lo existente. C om para los dibujos con los mandatos indios (*). D eben servir p a ra p en etrar en la vida psíquica inconsciente. P or encim a de su simbolismo consciente y m ás allá de su representación m ítica son p a ra la interpretación psicoanalítica un cam ino p a ra el esclare cim iento de lo inconsciente. § 2. La totalidad del espíritu en la concepción del mundo . Fué nuestra tarea representar intuitivam ente y de acuerdo con el senti do, el existir de los enfermos en su m undo. L a figura del m undo en que viven, ese conjunto de su m undo efectivo, no lo expresan justam ente y no lo saben ellos mismos. Sus actos y su com portam iento m uestran en qué mentido se im aginan la situación y las posibilidades de eficacia, o cómo están presentes en ellos de m odo incontestablem ente n atural, espontáneo. H a y que tom arlo todo a la vez p a ra recibir u n a visión parcial en su m undo «fectivo.. Esto es difícil, pues apenas podem os salir nosotros de nuestro propio y restringido m undo; todo paso de nuestra comprensión no sólo trae aquí conocim iento p a ra nosotros, sino u n ensancham iento del propio existir o lo presupone. L a conciencia objetiva, cuyas formas de existir h a n sido descriptas en la fenom enología, según su contenido, es referida siempre a las totalidades, de las que recibe su sentido, su función y signi ficación, en la conexión de la vida, el contenido p articu lar m om entánea m ente experim entado. E stá p o r decirlo así, sum ergido en m undos que quizás n o lleguen nunca a ser m uy conscientes com o conjunto, tal vez se m ani fiestan indirectam ente sólo en el m ovim iento y la conform ación de las representaciones y acciones de las im ágenes y actos mentales. E n casós favorables u n in dividuo se vuelve consciente sistemáticamente, d e su m u n d o por la obra poética y la obra d e arte, p o r el pensam iento filosófico, p o r la construcción de im ágenes del m undo. Lo que se nos com unica p o r el lenguaje, lo que nos es puesto ante los ojos en obras, pro porciona los ladrillos p a ra im aginam os cómo es p a ra él el m undo consciente d e u n enfermo. E n lugar de descubrir indirectam ente u na m era figura efectiva del m undo, captam os la to talidad de u n espíritu en su propia obje tivación. Esto sólo se h a logrado hasta hoy en los rudim entos m ás tenues. M etódicam ente se abre aquí un cam po inconmensurable. Pero sólo en fenómenos im portantes que se encuentran por lo general históricam ente y en raros casos felices d e enfermos se ofrece el objeto em pírico para una investigación. Lo que aquí se puede saber m etódicam ente puede ser adquirido sólo por adiestramiento científico espiritual. Recordemos brevemente dos puntos: (1)
M uchas reproducciones en G . R . H eyer : Des Organismus der S te le . M unich, 1932.
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N ietzsche ha concebido ilustrativam ente toda la sabiduría m undial com o una “interpretación” . N uestra comprensión del m undo es una interpretación y nuestra c o m p re n s ió n del m undo ajeno una interpretación de la interpretación (ver mi ffie tz s c h e , Berlín, 1936, p . 255 y sig ts.). Por eso en la comprensión del m undo no 5 Ólo existe una objetividad absoluta del verdadero m undo, sino un m ovim iento »ara el cual la idea del m undo uno, verdadero, real, propio (por parte del observa dor de los m undos) es un concepto fronterizo de contenido que no se vuelve nunca propiedad. T odo m undo es ya un m undo especial. El mundo especial que un individuo sabe suyo, en el grado en que se h a situado en frente de él, es siempre m enos que su mundo real. Ese perm anece siempre para el individuo com o la vasta obscuridad de un todo invasivo (al respecto ver m i Psychologie der W eltanschau,ungen. Berlín, 1919, 3* ed., 1925) .
Los pocos elem entos de u n análisis de los m undos conscientes de los .enfermos los agrupam os según los siguientes puntos de v ista: a) Realizaciones radicales. D e singular interés son las realiza ciones de las posibilidades espirituales que, según su naturaleza, no son por .sí sanas ni enferm as, en general n o son psicológicas, sino que lo llegan a ser tan sólo por ser vivenciadas. Así es experim entado, por ejem plo, el nihilismo y el escepticismo en perfección absoluta sólo en las psicosis. El -delirio nihilista de los melancólicos es un tip o ideal: el m undo no existe -ya, el enferm o mismo no existe. V ive sólo en apariencia, pero así tiene que vivir eternam ente. N o tiene m ás sentimientos, todos los valores h a n des aparecido. E n los procesos esquizofrénicos iniciales el escepticismo com-pleto no sólo es ocasionalm ente pensado con tranquilidad, sino tam bién vivido con desesperación (*). Adem ás hay realizaciones clásicas de viven cias místicas en la histeria y revelaciones míticometafísicas en la esquizo fren ia inicial (2) . b) Concepciones específicas del m undo en enferm os. Se tiene *el problem a de lo característico que acrecienta el m undo del saber filosó fico acerca del ser sobre la ba^e esquizofrénica; o el problem a d e las direc ciones de u n a caricatu ra e n que se m ueven aquí las posibilidades filosóficas 'El espíritu está en verdad ligado históricam ente a épocas culturales y pue blos y a la tradición y com o tal no es objeto de la psicopatología, sino de la •comprensibilidad en sí, u n algo eterno en el tiempo. Pero su realidad •como existir en el tiem po está ligada a la realidad em píricam ente explorable ‘del individuo. Las condiciones de la producción intelectual y esa realidad son examinables. (1) •en p . 213 . (2) S tr in d b tr g
V e r m i trab ajo "Schicksal u n d Psychose” , en Z . N eur., 14 (1913). Sobre todo y sigts. y 253 y sigta. D e modo grandiosam ente visible en H ölderlin y van G ogh. V er m i trabajo: und van G ogh. B erna, 1922, 2* ed ., B erlín, 1926.
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Lo que/es universal en las doctrinas de los viajes del alma al más allá, de u n a g é o g ra fía supersensuaJ, pu ed e h ab er encontrado su confirm ación m ás decisiva en la vivencia corpórea únicam ente en enfermos. E n todo caso se pueden observar hoy todavía tales contenidos ocasionalm ente en psicosis de im presionante riqueza y h o n d u ra espiritual. E ntre los contenidos de la vivencia esquizofrénica es característico el “vivenciar cósmico” . E n el fin del m undo3 el crepúsculo de los dioses. Se produce u n a transform ación violenta, en la que el enferm o tiene el papel principal. El es el centro de todo el acontecer. Siente que cum ple tareas enormes, se cree con energía poderosa. Repercusiones fabulosas, atracciones y repulsiones están en función. Siem pre se tra ta del “ todo” ; todos los pueblos de la tierra, todos los seres hum anos, todos los dioses, etc.; la historia en tera de la h u m an id ad es vivida de nuevo. Tiem pos infinitos, m i llones de años experim enta el enferm o. E l m om ento es p a ra él u n a eterni dad. M ide el universo con luchas poderosas; deam bula sin peligro ju n to a los abismos. D e las autodescripciones de tales vivencias destacam os los siguientes ejemplos: “Las visiones en relación con la representación de una ruina del m undo, de las que yo, com o he m encionado, tenía -incontables, eran en parte de naturaleza pavo roso, pero en parte tam bién de indescriptible grandiosidad. N o quiero pensar más que en algunas. En un a de ellas bajaba com o sentado en un ascensor a lo profundo, de la tierra, reconstruyendo, por decirlo así, la historia entera de la hum anidad o de la tierra; en las regiones superiores había todavía bosques tibios; en las inferiores se hacía cada vez más obscuro y negro. En un abandono tem poral el vehículo, anduve com o por un gran cem enterio, en don de crucé entre otros los sepulcros donde estaba la población de Leipzig, tam bién la turaba de m i propia esposa. V olviendo a sentarme en el ascensor, penetré solo hasta un pu nto tres; tuve m iedo de pisar el punto prim ero, que debía designar el primer com ienzo de la hum anidad. A l regreso se derrumbó tras m í la m ina, con constante peligro de un “dios*del sol111 que se encontraba sim ultáneam ente allí. En conexión con ello parecía que habían existido dos pozos (¿correspondiendo al dualism o del reino de D io s ? ) ; cuando llegó la noticia de que tam bién el segundo pozo o m ina se había derrumbado, se d ió todo por perdido. O tra vez crucé la tierra desde el lago L adoga 'hasta el Brasil y construí allí en un edificio a m odo de palacio, en com unidad con un guardián, un muro para la defensa del reino de D ios contra una ola m a rina amarilla que se aproxim aba — la referí al peligro de la infección sifilítica— . Nuevam ente otra vez tuve el sentim iento com o si yo m ism o hubiese sido elevado a la bienaventuranza; tenía entonces, por decirlo así, desde las alturas de los cielos abajo, en una bóveda azul, la tierra entera bajo m is pies', una im agen de m agnifi cencia y de belleza incom parables” .
W etzel (*) h a d ad o u n a exposición casuística singular de la vivencia de la ru in a del m u n d o en la esquizofrenia:
(1)
W etzel, A .:
Z. N eu z., 78, 403
(1922).
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La d e c a d e n c ia o ruina del m undo es experim entada com o transición a lo más o a lo más grande y com o aniquilam iento pavoroso. Torm entos llenos de deses,U ación y revelación feliz se producen en el mismo enfermo. Primero todo es nisterioso, obscuro, significativo. Es inm inente una gran desgracia. V iene el dilu"o Aparece una catástrofe de naturaleza única. Es: viernes santo. Llega alguna -osa lTlun^o: Juicio Pr‘mer°j Ia proclam ación de uno de los siete sellos de la r e v e l a c i ó n . D ios viene al mundo. Se presenta el tiem po de los primeros cristianos. 7j pCríodo del mundo fué retrotraído. Los últim os enigmas son resueltos. Los en fermos están abandonados sin respaldo a todo lo espantoso y grandioso que se da la allí, sin algún otro individuo. Este sentim iento de estar solo am edrenta indes criptiblemente. Los enfermos im ploran que no se les haga salir, que no se les deje rólos en el desierto, en el hielo y la nieve {ese giro fué em pleado por un enfermo ;n un ardiente mes del veran o).
En los casos característicos, esta vivencia esquizofrénica, posee, en con tradicción con la vivencia de los delirios febriles, u n a com pleta claridad
Je la conciencia, recuerdo claro en correspondencia, adem ás la buena ap re hensión, cuando la atención puede ser excitada p o r algún objeto y no queda encadenada enteram ente p o r los contenidos de la vivencia, y finalm ente la doble orientación (sim ultáneam ente en la vivencia psicótica y. en la reali dad) . Pero estos casos clásicos no parecen darse muy frecuentem ente. El m u ndo de los esquizofrénicos en psicosis agudas con doble orien tación es algo distinto del m undo de los estados crónicos que, elaborado entretanto en u n sistema de pensam iento, en base a las vivencias agudas, tiene p a ra los enfermos contenido im borrable de recuerdos que obran hondamente, pero pierden finalm ente la doble orientación. Luego se desarrolla, en base a las vivencias de la transform ación del yo, de fuerzas e irradiaciones sobrehum anas, como las conmociones sufridas, las vivencias de. significación, las disposiciones de ánimo, u n a concepción del m undo en el sistema delirante que puede ser típico, por ejem plo la siguiente fo rm a que h a descripto H ilfíker (*) . El yo se superpone al todo. El enfermo no es otra personalidad (por ejem plo Cristo, N a p oleón ), sino sim plem ente el todo. L a propia vid a es vivida com o la vida del m undo entero, es la fuerza que m antiene y anim a al m undo, el mismo asiento de ese poder superpersonal. Los enfermos hablan de fuerza autom ática, de m ateria primitiva, de sim iente, de fecundidad, de fuerza m agnética. Su muerte sería la muerte del m undo; si ellos sueum ben, sucumbe toda vida. Tres enfermos distintos dicen: “Si no tenéis más contacto conm igo, sucumbiréis todos”, — “si yo muero todos vosotros perderéis el espíritu”— , “si no encontráis.' ningún substituto para mí, todo está perdido”. Los enfermos notpn su efecto m ágico en la naturaleza: “si mis ojos .son bien azules, tam bién el cielo se volverá azul”, -—“m i corazón traspasa sus pulsaciones a todos los relojes del m undo”— , “el ojo y el sol es lo mism o” . Ü n enferm o de H ilfiker dijo: “N o hay más que un cam pesino en Europa que pu ed e mantenerse independiente, ése soy yo... C uando contem plo un cam po de cultivo (I)
(1927).
H
il f ik e r ,
K.: “Die
sc h iz o p h r e n e
Ic h a u flo s u n g
im
All.” Alíe. Z. Psychiatr., 87, 439
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inferior o entro en él, produce en seguida soberbiamente. Soy un cuerpo m undial” . . , El, su mujer y su hijo — tres vidas humanas— son los primeros tres ojos y oídos, son los tres pueblos internacionales, parientes de la tierra, del agua y del sol, y corresponden al so!, a la luna y a la estrella vespertina. “Cuando más calor hay en nosotros tanto m ejor'actúa el sol. N o hay ningún Estado que pueda sostenerse por sí mismo. Si el m undo es em pobrecido, tienen que venir a buscarme. T ien e que haber un ordenador del m undo. Sin delegación del mundo, el m undo se pierde”.
c) O bservaciones d e im p o rtan cia p a ra la concepción de! m undo en enfermos. Bajo este título se reu n irán provisoriam ente las descrip ciones que se refieren a los m odos de aparición de la conducta general en la concepción del m undo en los enfermos y establecen su m odificación o colorido o tam bién su identidad con el de los sanos. Así procuró M ayerGros<: describir lo singularm ente que se presentan el juego, la brom a, la ironía y el hum or en la esquizofrenia (v) . G erh aid Kloos continuó esas consideraciones y las ahondó (2). Se h a seguido la ciencia y la filosofía de algunos enfermos en sus notables manifestaciones. Cómo se im agina, p o r ejemplo (*),' un enferm o un sistem a de núm eros p a ra la “solución de los problem as del destino” : N oticias periodísticas de casos! de m uerte, de catástrofes, le sirven de m otivo para probar que tenían que llegar. L o interpreta todo con números; por combinaciones; caprichosas de los nombres, las circunstancias, etc., esos números hacen que sea necesario lo que en la mera noticia aparece como accidental. Finalm ente la conclu sión de ese saber: q u e todo lo que se produce ha sido predeterm inado por la Trinidad. Esa parodia no querida de m uchos esfuerzos científicos, m etódicam ente idénticos, muestra su racionalidad precisa tam bién en las maneras de expresión, el ordena m iento pedante y la seca regularidad de los rasgos de la escritura, los signos extra ordinariamente punteados, las repeticiones infinitas, el esquematismo.
Tam bién tras el delirio del inventor, especialmente del que se d a en la construcción que se repite" siem pre del perpetuum mobile, hay, corres pondiendo a u n a concepción del m undo, u n asegurarse} p o r el trabajoracional (4).
(1)
M ayzr-G ross: Z. Neur., 69, 332.
(2)
K loos, Paunc* : T > auer,
(3) (4)
G ebhard: "Über den Witz der Schizophrenen’’. Z . N eur., 172, 536 (1944). Z . N eu r., 123 ; 299 (133Öi M.: Technisches Schaffen Geisteskranker. Munich, 1926.
LAS RELACIONES COMPRENSIBLES DE LA VIDA PSIQUICA (PSICOLOGIA COMPRENSIVA) E n la p rim era p arte conocimos los elementos singulares que podíam os representarnos intuitivam ente, ya sea como datos subjetivos de la vida psíquica realm ente vividos (fenom enología) o que podíamos cap tar ob je -» tivamente como rendim ientos palpables, como síntomas somáticos de lo psíquico, como hechos típicos significativos en .'a expresión, el m undo y la obra (psicopatología o b jetiv a). E n el prim er plano de nuestro interés estaba la descripción de los hechos típicos (T a tb estände). Pero en todas partes com enzaron los problem as: ¿de dónde procede la m anifestación? ¿con qué otras está en relación? A hora nos ocuparemos de las relaciones de lo psíquico. Amplios dominios de nuestra ciencia h an sido accesibles hasta aquLsólo a la descripción. Lo que sabemos hasta el m om ento de conexio nes o relaciones hemos de exponerlo ah o ra en la seguda y la tercera parte. Tendrem os q u e proceder en las relaciones a u n a separación igualm ente teórica, com o la que existe entre la psicopatología subjetiva (fenom eno logía) y la psicopatología objetiva. 1. Por la penetración en lo psíquico comprendemos genéticam ente cómo surge lo psíquico de lo psíquico. 2. Por la anudación objetiva d e hechos típicos diversos en regularidades, en base a las experiencias reiteradas, explicamos causalm ente. L a com prensión de lo psíquico en virtud de otros hechos psíquicos se llam a tam bién explicación psicológica, ' y los investigadores de las ciencias naturales, que sólo tienen que ver con percepciones sensoriales y con explicaciones causales, m anifiestan u n a repulsión concebible y justificada contra la explicación psicológica, cuando ésta h a de suplantar en alguna p arte su trabajo. Se h a llám ado a las relaciones comprensibles de lo psíqu’co también causalidad desde dentro y así se ap u n ta al abismo insuperable que existe entre estas relaciones que n o pueden llamarse causales m ás que por analogía y las legítimas relaciones causales, la causalidad externa. D e las relaciones comprensibles tratarem os en esta seguda parte, de las rela ciones causales en la próxim a, la tercera parte. A ntes es necesario aclarar
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metodológicamente respecto a la separación teórica de esos dos dominios como así mismo sobre sus conexiones entre sí (1). a) C om prender y explicar. E n las ciencias naturales tratam os de captar sólo u n a especie de relaciones: las relaciones causales. Tratam os de hallar por las observaciones, p o r los experimentos o por la reunión de muchos casos, reglas del proceso. E n un nivel m ás elevado encontramos leyes y alcanzamos en algunos dominios de la física y d,e la quím ica el ideal de poder expresar m atem áticam ente esas leyes causales en ecuaciones causales. El mismo objetivo perseguimos tam bién en la psicopatología. H allam os algunas relaciones causales, cuya regularidad todavía no podemos reconocer (por ejemplo entre anom alías de la vista y alucinaciones). H alla mos reglas (la regla de la herencia sim ilar: cuando se producen en una fam ilia enferm edades del grupo de la locura m aníacodepresiva, se producen raram ente en la m ism a fam ilia las del grupo de la dem encia precoz y al revés). Pero encontramos sólo raram en te leyes (por ejem plo no hay pará lisis sin sífilis) y nunca podemos, como la física y la quím ica, establecer ecuaciones causales. Esto presupondría u n a com pleta cuantificación de los procesos examinados, que en lo psíquico, que según su esencia perm anece siempre cualitativo, no es posible nunca, en principio, sin que el verdadero pbjeto de la investigación, es decir el objeto psíquico, se pierda. M ientras en las ciencias naturales sólo pueden ser halladas relaciones causales, en psicología, el conocer encuentra su satisfacción en la cap ta ción de u n a especie m uy distinta de relaciones. Lo psíquico “surge” d e lo psíquico de u n a m anera comprensible para nosotros. El atacado se vuelve colérico y realiza actos de defensa, el engañado se vuelve desconfiado. Este surgir uno tras otro de lo psíquico desde lo psíquico lo com prendemos genéticam ente. Así com prendem os reacciones vivenciales, el desarrollo de pasiones, la aparición del desvarío, com prendem os el contenido del sueño y del delirio, de los efectos de la sugestión, com prendem os u n a personalidad .anormal en su pro p ia relación esencial, com prendem os el curso fatal de u n a vida, comprendem os cómo el enferm o se com prende a sí mismo, y cómo (1) Comprender es desde hace tiem po u n a conducta básica m etódicam ente consciente según las ciencias del espíritu. V er J oachim W ach : Das Verstehen, 3 vol. Tubinga, 1926-1933. D rovsen distingue el m étodo d e las ciencias naturales y de la historia como explicar y com prender (H istorik, 1867), D ilthey habló d e psicología descriptiva y analítica en oposi ción a la psicología explicativa, Spranger de psicología científicoespiritual, yo de psicología comprensiva. Este últim o nom bre se h a im puesto. A m í me apareció la conciencia m etódica sobre la com prensión, en relación con la gran tradición, por los trabajos de M ax Weber, a nte todo: R oscher y K nies , etc. en los Jahrbüchern de Schmolle«, 27, 29, 30 (1903-19C6), reimpresos en Ensayos sobre la teoría de la ciencia, Tubinga (1922); desde entonces fui alentado p o r D ilthey (Ideen über eine beschreibende und zergliedernde ¿Psychologie, Berliner Akademie, S. ber., 1894, adem ás la crítica d e E bbinghaus, en Z, Psychol., 9) y por S immel (Probleme der G eschichtspkilosophie). En el exam en retrospectivo es asombroso c u án olvidada y desconocida estaba la tradición de las ciencias^ del espíritu en la psiquiatría, de tal modo que mi trabajo de 1912 ( “ Kausale und verständliche Zusam m enhänge zwischen Schicksal u n d Phychose bei der D em entia praecox” . Z. N eur., 14, 158)- y este libro (1913) causaron un efecto radicalm ente nuevo
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¿ manera de esa com prensión de sí mismo se vuelve u n factor del desarro llo psíquico ulterior.
. b)
Evidencia
interpretar).
del
comprender
y
realidad
(comprender
e
L a evidencia de la com prensión genética es algo último.
Cuando Nietzsche nos hace comprensible persuasivam ente cómo, d e la con ciencia de la debilidad, de la m iseria y del dolor, surgen exigencias morales y religiones de redención, porque el alm a quiere satisfacer de esa m anera, por ese rodeo, a pesar de sus debilidades, su voluntad de poder, experim en tamos u n a evidencia inm ediata que no podemos perseguir más allá. So bre esas vivencias d e evidencia frente a relaciones enteram ente impersonales, destacadas y comprensibles, se construye to d a la psicología comprensiva. Tal evidencia es ad q u irid a con m otivo de la experiencia frente a las perso nalidades hum anas, p ero no por la experiencia que se repite, inductiva mente probada. T iene en sí m ism a su fuerza persuasiva. El reconocim iento de esta evidencia.es la condición previa de la psicología comprensiva, así como el reconocim iento de la realidad de la percepción y la causalidad es Ja condición previa de las ciencias naturales. * L a evidencia de u n a relación comprensible, sin em bargo, no prueba aún que esa relación sea tam bién ah o ra real en u n determ inado caso p a rti cular, o que se produzca realm ente en general. G uando Nietzsche aplica realmente aquella relación com prensiva convincente entre conciencia de la debilidad-y m oral, al proceso singular real del origen del cristianismo, esa aplicación al caso especial p u ed e ser falsa, a pesar de la exactitud de la comprensión general (de tipo ideal) de aquella relación. Pues el juicio sobre la realidad de u na relación comprensible en el caso particular no sólo se apoya en la evidencia del mismo, sino ante todo en el m aterial objetivo de los puntos de apoyo palpables (contenidos lingüísticos, creaciones inte lectuales, actos, modo de vida, movimientos expresivos) en los que es com prendida la relación; pero esas objetividades quedan siempre incom pletas. Todo com prender de procesos reales particulares es por tanto m ás o estonces, aunque yo sólo puse en relación la tradición científicoespiritual con la realidad psiquiátrica. De ese m odo fué com prendido m etódicam ente en> la psicopatología, lo que de hedió ocu rría en todo m om ento cada vez más pobrem ente y lo que en el psicoanálisis d e F r e u d se hizo en notables trastocam ientos y se m alentendió en sí mismo. El cam ino d e _ la conciencia científica quedó libre p a ra la aprehensión de la realidad del hom bre y del c o n te n i d o d e lo espiritual hasta en la psicosis. L a tarea consistía entonces en distinguir los modos de comprensión, en esclarecerlos y en llenarlos de hecho con todos los contenidos accesibles. D esde entonces ha surgido to d a u n a bibliografía sobre el problem a en la psicopatología y en la psicología: Binswanqer, L .: In tern a t. Z . Psych.oa.nal. (O .), / (1913). Z . N eur., 26, 107. G r u h le ; Z. N eu r., 28. K retschm er : Z . N eu r., 57. van i e r Hopp; Z. N e u r., 68. S chneider, K u r t : Z. N eu r., 75. I s s e r l in : Z. N eu r., 101. Stransky : M schr, Psychiatr., 52. B um kb: Z b l. N euroi., 41. K ronpeld: Z b l. NeuroU, 28. SrdwuNO, G .: Arch, Psyehol. (D .), 58. B lumenfeu>, W .: Jb. PhiloL, 3 (1927). Schweizer, W alter: E rklSren und V ttíU h tn in der Psychologie. B erna, 1924. R o f f e n s t e i n , G .: Das Problem des psychologjschs* Verstekens. S tu ttg art, 1926. F inalm ente discusiones e n . los libros: K ro n fe ld : Das W ts t» der psychialrischen É rie n n tn is. B erlín, 1920. B inswanqer, L .: Eiführung in die Pro* H em e der allgem einen Psychologie. B erlín, 1922.
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menos u n interpretar, que sólo en casos raros de relativam ente alto .grado de perfección puede llegar al m aterial objetivo convincente. Com prendem os en la m edida que los datos objetivos de los movimientos de expresión, de los actos, manifestaciones orales, autodescripciones en el caso particular, nos aproxim an m ás o m enos a esa comprensión. E n verdad podemos hallar evidentem ente comprensible, libre de toda realidad con creta, u n a relación psíquica. Pero en el caso p articu lar real podemos afir m ar la realidad de esa relación comprensible sólo en la m edida que existen los datos objetivos. Cuantos menos de esos datos objetivos se den num éri camente, cuanto menos obligadam ente susciten la comprensión en deter m inado sentido, tan to más. interpretarem os, ta n to menos comprenderemos. Las condiciones se vuelven más claras p o r u n a comparación del compor tam iento de las reglas causales y d e las relaciones comprensibles evidentes con la realidad. Las reglas causales son adquiridas inductivam ente, culm i nan en teorías que im aginan algo que sirve de base a la realidad dada inm ediatam ente. T odo caso p articu lar es subordinado a ellas. Relaciones genéticam ente comprensibles, en cam bio, son relaciones de tipo ideal, son evidentes en sí (no adquiridas in ductivam ente), no conducen a teorías, sino que son u n a p a u ta cón la que pueden ser medidos los sucesos p a rti culares y reconocidos como m ás o menos comprensibles. A parecen falsa m ente relaciones comprensibles como reglas cuándo se com prueba la frecuencia del advenim iento de u n a relación comprensible. Su evidencia sin embargo no es aum en tad a en m odo alguno p o r ello. N o ella misma, sino su frecuencia, h a sido hallad a inductivam ente. Por ejem plo la fre cuencia de la relación entre el alto precio dél p a n y el robo es com prensible y se halla estadísticam ente com probada. L a frecuencia de la relación com prensible entre el tiem po otoñal y el suicidio no h a sido confirm ada por la curva de los suicidios, que es más alta en prim avera, pero por ello no es falsa la relación comprensible. U n caso real puede ser p a ra nosotros u n a ocasión p a ra observar u n a relación comprensible; la frecuencia no agrega n ad a entonces al aum ento de la evidencia adquirida. Su com probación sirve a intereses m uy distintos. E n principio es p o r com pleto im aginable que, p o r ejemplo, un p oeta exponga persuasivam ente relaciones comprensibles, que sin em bargo, no se h an producido nunca. No son. reales, pero poseen su evidencia en u n sentido típico ideal. Se llega fácil y precipitadam ente a sostener la realidad de u n a relación comprensible,, por ejemplo, cuando sólo tiene esa evidencia general. C uando Jung, p ó r ejemplo, dice: es “cosa conocida que no es dem asiado difícil ver dóndfe hay relación y dónde no”, frente al individuo real, es exacto justam ente todo lo contrario.
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c ) C om prender racional y com prender em pático. El com pren der genético se divide en diferentes m aneras de com prender. D entro del ' c o m p r e n d e r hay que hacer distinciones de principio. Por ejemplo cuan do para nuestra comprensión; los contenidos de los pensamientos, según reglas de la lógica, se engendran de modo evidente., comprendemos estasrelaciones racionalmente (com prender de lo h ab lado). Pero cuando cora.prendemos Jos contenidos mentales como surgidos de los estados de ánim o, deseos y temores de] que piensa, com prendem os prim ero de m odo psico lógico o em pático (com prender dei que h a b la). Si e l com prender racional conduce siem pre a l a com probación de que una relación racional comprensible independiente, de toda psicología era contenido de un almíí, el com prender em pático (ein fü h len d ) nos conduce a las relaciones psíqui cas mismas. Si la com prensión racional es sólo u n medio auxiliar de la psicología, la comprensión em pática lleva a la psicología misma. Este ejemplo m uestra u n a diferencia fácilm ente visible de especies de com pren der. M ás tarde hablemos de hacer otras diferencias ineludibles. Pero primero hablem os todavía del com prender psicológico en su conjunto. d) Lím ites del com prender, 11im itación del explicar. El pensa miento próxim o de que lo psíquico es el dominio de la comprensión, lo físico el dom inio de la explicación causal, es falso. No hay ningún proceso real, sea de naturaleza psíquica o física, que no sea accesible en principio a la explicación cau sal; tam bién ios procesos psíquicos pueden, ser som eti dos a la explicación causal. El conocer causal no encuentra jam ás sus lím i tes. En todas partes preguntam os, tam bién en los procesos psíquicos, por las causas y los efectos. L a comprensión &n cambio encuentra fronteras en todas parles. L a existencia de predisposiciones psíquicas especiales, las reglas de la adquisición y p érd id a de las disposiciones de la m em oria, 3a consecuencia del estado psíquico total en la sucesión de las diferentes eda des de la vida, y todo lo demás, que podemos resum ir como subestructura de lo psíquico, es frontera p a ra nuestra com prensión. T odo límite de la comprensión es un nuevo estim ula p a ra la interrogación causal. En el pensam iento psicológicocausal necesitamos elementos que juzga mos como causas o como efectos de un proceso, p o r ejem plo u n proceso físico como causa, u na alucinación como efecto. Para servir a la form ación de elementos de explicaciones causales, entran todos ios conceptos de la fenomenología y de la psicología com prensiva en el reino del pensam iento causal. U nidades fenomenológicas, p o r ejemplo juna alucinación, un a espe cie de percepción, son explicadas por procesos físicos, orgánicos; relaciones comprensibles de género com plicado son consideradas como u n id a d ^ p o r ejemplo u n com plejo sintom ático m aníaco con todos sus contenidos, coiiio
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efecto de u n proceso cerebral o com o efectos de u n a conmoción afectiva, por ejemplo el caso de m uerte d e u n a persona próxim a. Incluso el conjunto de las relaciones comprensibles en u n individuo, que llam am os personali dad, es juzgado en la consideración causal, en ciertas circunstancias, como unidad, (como elem en to ), cuya génesis causal es investigada, p o r ejemplo,
según las reglas de la herencia. Siem pre tenemos que im aginar en esas investigaciones causales algo extraconscíente como sirviendo de base a las unidades fenomenológicas o las relaciones comprensibles, y tenem os que utilizar así conceptos como disposiciones extraconscientes, predisposiciones, constituciones psíquicas y mecanismos extraconscientes. Esos concepto, sin em bargo, no pueden ser llevados en la psicología a la condición de teorías absolutas, sino que h a n d e ser utilizados p a ra los fines eventuales de la investigación, en tan to resulten utilizables. T o d a com prensión, en cuanto se aplica a un proceso psíquico real, señala evi dentem ente una relación causal. Pero ésta se accesible, prim eramente sólo por la v ía d e la com prensión; en segundo lugar es infecundo y vano im aginarlo con más detención y construir por lo extraconscíente (ver el capítulo sobre las teorías), m ientras no se han dado puntos de apoyo, planteam ientos em píricos de problemas por otro cam ino que por el de la comprensión. Entonces ciertam ente serían halla das im portantes relaciones causales, no triviales, sino a descubrir tan sólo por la investigación. Pero cuando se dice que uña relación psíquica causal es vivida al m ism o tiem po em páticam ente, y que puede ser descubierta por la com prensión em pática el mecanismo causal, se cae en un error. L a consecuencia de este pensam iento es que la mera im aginación de m ecanism os extraconscientes,.. sólo por la v ía de la comprensión em pática se vuelve un juego estéril. En la bibliografía se encuentran e n exceso talesi juegos fáciles. L a com prensión lleva a la explicación causal no com o tal, sino a través del im pulso a lo incom prensible.
e) E l com prender y lo inconsciente. M ecanism os extraconscientes agregados a la vida psíquica consciente, son p o r principio extraconscien tes, no verificables como tales, siem pre teóricos. M ientras tales conceptos teóricos p en etran en ló extraconscíente, qu ed an en la conciencia la fenom e nología y la -psicopatología comprensiva. Pero nu n ca es definitivam ente cla ro dónde están las fronteras de la conciencia en esas m aneras de ver. G anan cad a vez m ás terreno, avanzando continuam ente sobre las fronteras even tuales de la conciencia. L a fenom enología describe m aneras antes entera m ente inadvertidas d e existencia psíquica, y la psicología com prensiva ca p ta relaciones psíquicas h asta aquí insospechadas, así cuando entiende a la m an era de Nietzsche ciertas concepciones m orales como reacciones c o n tra la conciencia de la debilidad, de la im potencia y de la m iseria interior. T odo psicólogo experim enta en sí m ism o que su vida psíquica se esclarece progresivam ente, que lo inadvertido se le vuelve consciente, y que no llega
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nunca al últim o límite. E s del todo falso cuando se confunde este incons ciente, vuelto p o r la fenom enología y la psicología com prensiva d e inad vertido e n sabido, con lo legítim am ente inconsciente, lo en principio extraconsciente, n u n ca advertible. Lo inconsciente como inadvertido es vivenciado realm ente. L o inconsciente como extraconsciente no es vivenciado
en realidad. H arem os bien en llam ar a lo inconsciente en el prim er sentido tam bién, ordinariam ente, inadvertido, a lo inconsciente en el segundo sen tido, extraconsciente.
f) C om prender com o si ( Als-ob) . E n todo m om ento fué tarea de Ja psicología elevar lo inadvertido a la conciencia. L a evidencia de tales visiones sé m antuvo p o r el hecho que podía, en condiciones favorables, advertirlas como realm ente vivenciadas. A hora bien, hay u n a serie de h e chos que no podem os com prender en función de procesos realm ente vivenciados, a reconocer posteriorm ente, pero que sin em bargo nos imaginamos comprender. Por ejem plo se h a señalado p o r C harcot y M obius, la coinci dencia de la expansión de Jas p erturbaciones histéricas de la sensibilidad y d e Ja m otilidad con las representaciones anatomofisiológicas burdas y falsas del enfermo afectado, y com prendidas así. Pero no se pudo dem ostrar real mente u n a tal representación como punto de p artid a de la perturbación. ■ —aparte del caso de sugestión— sino que se com prendió la anom alía com a si fuese condicionada por un proceso consciente. Si en estos casos se d ie ra esa génesis, aunque falte, la aclaración del proceso aním ico inadvertido, pero real, o que sólo se tra te d e u n a característica precisa de ciertos sínto. mas p o r u n a ficción, lo dejam os sin decisión. F reud, que h a descrito en gran cantidad tales fenóm enos “com prendidos como sí”3 com para su acti vidad con la de u n arqueólogo que in terp reta obras hum anas partiendo de fragmentos. L a gran diferencia está en que el arqueólogo interpreta lo que existió una vez realm ente, m ientras que en el “com prender como sí” q u eda enteram ente de lado la existencia real de lo com prendido. L a psicología com prensiva tiene, pues, abiertas en verdad grandes posi bilidades de expansión, ya que lleva lo inadvertido a la conciencia. SÍ en cambio, p o r u n “com prender como sí”, puede p en etrar tam bién en lo extraconsciente, h a de p erm anecer dudoso. Si la ficción del “ com prender com o sí” se m anifiesta utilizable p a ra la caracterización de ciertos fenómenos, es éste u n problem a qué no puede ser decidido en lo general, sino sólo en cada caso particular. g ) Sobré los tipos del com prender en general (com prender intelectual, existencia!, m etafisico). R epetim os las distinciones que se nos h a n presentado hasta aquí:
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1. Com prensión fenom enológica y com prensión de la expresión. L o primero la actualizaciórt interior de la vivencia con ayuda de las autodescripciónes de los en fermos, lo últim o es la percepción inm ediata del significado psíquico en movimientos, gestos (m ím ica) y formas ( fisiognóm ica). 2. C om prensión estática y genética, La primera capta las cualidades y los estados psíquicos individuales tal com o son vivenciados (fen om en ología), la últim a es la de lo psíquico por lo psíquico, com o en .las relaciones de motivo, los efectos por contraste, las envolturas dialécticas (psicología com prensiva). 3. Com prensión genética y explicación. Lo primero es la captación subjetiva evidente de las relaciones psíquicas desde dentrój, en tanto que son captables de ese m odo; lo segundo, la exposición objetiva de relaciones, consecuen cias, regularidades, incomprensibles y explicables sólo causalmente. 4. C om pren sión racional y em fiática. L a primera no es una comprensión psicológica propia* m ente dicha sino una mera comprensión pensante de los contenidos racionales que tiene una persona, por ejem plo la comprensión de las relaciones lógicas de* un sistema delirante del m undo, en donde un individuo vive como en el mundo suyo. L a comprensión em pática es la comprensión propiamente psicológica de lo psíqui co mismo. 5. C om prender e interpretar. D e comprender hablamos en la m edida que lo comprendido halla su plena exposición a través de los m ovim ientos expresivos/ manifestaciones de lenguaje, actos. D e interpretar hablamos cuando sólo sirven al gunos puntos de apoyo escasos para traspasar relaciones ya antes comprendidas al caso presente con una cierta probabilidad.
Estas diferencias bastan p a ra nuestros fines por ahora; para adquirir claridad en la aprehensión de los hechos típicos empíricos. Pero como en la práctica de nuestra com prensión tocamos constantem ente lo más abascativo, en donde está to d a esa com prensión, señalamos en breve los espa cios principales en que se m ueve la com prensión m ás allá de lo discutido hasta aquí. a) L a c o m p r e n s i ó n i n t e l e c t u a l . N o sólo hay que com prender los contenidos racionales como sentido objetivo sin psicología alguna; sino tam bién todos los otros contenidos m entados, las figuras, las imágenes, los símbolos, las exigencias e ideales. No solamente hay que destacar aisladam ente aquellos contenidos, p a ra com prender a u n a persona. M ás bien la fam iliaridad en esos contenidos, en la m edida que cada vez es alcanzada por los psicólogos, es el lím ite y la condición de su comprensión psicológica.. E sta comprensión es com prensión del espíritu, no comprensión psicológica. Pero el alm a es sólo accesible, en la m edida en que es com prendida, en los continentes en que vive, que tiene presente como conteni dos, que conoce y que hace eficaz en sí. b) L a c o m p r e n s i ó n e x i s t e n c i a 1. En la comprensión de las relaciones chocamos con los límites de lo incomprensible. Esto incom prensible es h acia una p arte com o la barrera de lo comprensible p a ra adm i tir lo extraconsciente, que nos lleva como cuerpo, en sus relaciones causales, p a ra form ar como m aterial, p a ra c a p ta r como posibilidad de existencia, como déficit a soportar. Por o tra p a rte lo incom prensible como el origen
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de lo c o m p r e n s ib le es m ás que comprensible, es lo que llega a ser comprensi ble lo que se iIum ina cuando es captado desde lo incondicionado de la exis-tencía. L a com prensión psicológica, cuando es referida al choque con lo in c o m p re n s ib le , está sometida a la investigación causal, a la psicología em pírica. Cuando es referida a l fenóm eno de la existencia posible se con vierte en esclarecimiento filosófico de la existencia. L a psicología em pírica c o m p r u e b a cómo es algo y cómo se produce; el esclarecimiento de la e x is te n c ia apela a los individuos mismos por las posibilidades. Ambas cosas, aunque de sentido radicalm ente distinto, están ligadas entre sí abso lu ta m e n te en la com prensión psicológica. Con ello aparece u n a duplicidad casi insuperable. Es com ún que en la comprensión se presupone y piensa sie m p re un incomprensible. Pero este incomprensible es de naturaleza dudosa, heterogénea. Sin lo uno lo comprensible no tendría ninguna exis tencia (condición de dadas de las causalidades), sin lo otro no tendría ningún contenido (ser ‘'mismo” [SeWstsein] de la existencia). Lo incom prensible se m uestra en la p arte de lo causalm ente investigable en impulsos, en los hechos somáticos biológicos, en los mecanismos extraconscientes específicos, supuestos eventualm ente; está presente tanto en toda vida norm al como desviado en constituciones morbosas y en p ro cesos. Lo incom prensible en la parte de la existencia es la libertad que se m uestra en ía decisión incondicional, en la captación del sentido absoluto, y en la experiencia básica, cuando surge de la situación em pírica la situación fronteriza en que el existir despierta al ser mismo. P ara el esclarecimiento de la existencia surgen conceptos que pierden su sentido, cuando son tratados por el supuesto conocimiento psicológico como modos disponibles de existencia y caen en la relativización. Pero hasta donde llega la investigación empírica, no existe libertad alguna y no hay nad a de todo lo que se im agina en el esclarecimiento filosófico d e la existencia apelando a la lib e rta d : seriedad, conciencia absoluta, situaciones fronterizas, decisiones, origen. El esclarecimiento de la existencia toca por la psicología com prensiva a esto más que comprensible, toca a la verdadera realidad en la posibilidad del ser mismo en tanto que recuerda, llam a la atención y hace m anifestarse. Es u n a confusión y una inversión resul tante de ella cuando tal esclarecimiento es tratado como psicología de validez general, cuando se abarca entre los conceptos! psicológicos del esclarecimiento de la existencia, acciones, modos de com portam ien to, impulsos, individuos como siendo así y se les adm ite como he chos naturales. c) L a c o m p r e n s i ó n m e t a f í s i c a . La comprensión psico lógica se aplica a !o em píricam ente vivenciado, a lo hecho existencial-
mente. L a comprensión m etafísica se aplica a u n sentido que vá más allá de lo experim entado p o r nosotros y de lo hecho en la libertad, a la rela ción abarcativa del significado, en donde todo significado, de lo contrario lim itado, es pensado como adm itido y ocultado. L a com prensión m etafí sica interpreta los hechos y la libertad como lenguaje de un ser absoluto. E sta interpretación no es u n pensam iento racional — como tal es mero juego— , sino un esclarecimiento de experiencias originarias por la imagen y el pensamiento.. E n la visión de lo inanim ado, del m undo cósmico, del paisaje, experim entam os algo que llamamos alm a; ante lo viviente pasa mos de la captación de relaciones de finalidad a la concepción imprecisa de una vida abarcativa, que se realiza com o sentido insondable a consecuencia de sus formaciones (B estaltungen). Com o ante la naturaleza, así estamos ante el individuo en su efectividad y en su libertad. El enferm o m ental no es p a ra nosotros m eram ente u n a realidad em pírica. Se vuelve signifi cativo e inverificable como todo lo otro real en aquella visión metafísica. Pero no sólo es significativo como un árbol o u n tigre, sino especialmente, porque es u n ser hum ano. L o que experim entam os m etafisicam ente frente a su significación no es asunto de la ciencia psicopátológica, pero ésta aclara los hechos que purifican tal experiencia m etafísica: que lo psicòtico puede llegar a ser u n a im agen de todo ser hum ano p o r su exterior, que aquí parecen darse realizaciones desfiguradas y al revés de situaciones y ela boraciones existenciales ; que en los individuos que enferm an, se m uestra u n a hondura que no pertenece a la enferm edad como objeto em pírico de investigación, sino a esos individuos en su historicidad; que se presenta una m ultitud de contenidos en u n a realidad psicòtica y son los problem as básicos del filosofar: la nada, lo sim plem ente destructor, lo amorfo, la m uerte. Las posibilidades hum anas extrem as se vuelven aquí reales en la eclosión a través de todos los límites que se ocultan, apaciguadores^ formativos y conclusivos de la existencia. N o puede ocurrir sino que el filósofo quede toda su vida como hechizado en nosotros p o r esa realidad y haya de oír siempre de nuevo el problem a. Disgresión sobre comprender y valorar. La tensión de toda comprensividad entre lo verdadero y lo falso en lo espiritual, entre el proceso empírico y la libertad en lo cadstencial, entre lo seductor y lo que suscita espanto (entre el amor y la cólera de D ios) en lo metafisico se muestra por uñ fenómeno básico, que conocemos constantemente en la comprensión — y también en la comprensión psicológica— : allí donde comprendemos, valoramos. La acción comprensible del individuo es tam bién una ejecución de valoraciones, y todo lo comprensivo tiene para nosotros al mismo tiempo un matiz de valoración positiva o negativa; la valoración es consti tutiva de toda comprensividad. En cambio lo incomprensible no es valorado en sí en relación con ello como medio y condición. Así valoramos io comprensible por una represión de la memoria que falla convenientemente, la memoria fisiológica la valoramos sólo como instrumento.
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En la actitud científica importa suspender las valoraciones para reconocer lo que es. Esto es posible en la comprensión no en el mismo sentido que en la expli cación causal. Pero existe una demanda análoga para nuestro conocer en la com prensión. Su realización se muestra en la comprensión justa, franca, multilateral» críticamente consciente de sus límites. Amor y odio del que valora son en verdad alicientes del comprender, pero su suspensión conduce a un claro comprender de conformidad con el conocimiento. Cuando comprendemos un caso concreto, surge la apariencia que valoramos y n o c o m p r e n d e m o s científicamente, cosa inevitable por el hecho que toda relación com prensible es valorada en sí de inmediato negativa o positivamente por todos los seres humanos. Esto se debe a que en lo comprensible como tal está lo valorable. Verdadera comprensión es valoración, verdadera valoración se realiza al mismo tiem po que la comprensión. Pero hay en to
h) Cómo se mueve la comprensividad psicológica en el centroentre las objetividades comprensibles y lo incomprensible. En los límites de lo psíquicam ente com prensible hemos hallado lo que no es gené ticam ente comprensible, sino condición previa p a ra esa com prensión. Resumam os: ‘ Siempre, cuando describimos relaciones genéticam ente comprensibles, hay, prim ero, presupuesto u n contenido de naturaleza espiritual, que no es el mismo psicológico y es comprensible sin psicología; en segundo lugar, es percibida u n a expresión que hace aparecer u n a interioridad significativa; en tercer térm ino es actualizado algo inm ediatam ente vivenciado, que feno m enològicam ente es algo últim o, inderivable, sólo vinculable estáticam ente al fenómeno. N inguna com prensión psicológica es posible sin im aginar los conte nidos m entados (imágenes, figuras, símbolos^ ideas), sin ver expresión, sin convivenciar los fenóm enos vivenciados. T odas estas esferas de los hechos típicos objetivos significativos y de la vivencia subjetiva son el m aterial de
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la comprensión. Sólo en tan to q ue son dados puede realizarse la com prensión. E n tran p o r su p a rte en relación p o r la aprehensión genética mente comprensiva. Sin em bargo no sólo la com prensión psicológica está ligada a esos ha llazgos objetivos y subjetivos. T am bién, al contrario, se puede hab lar ape nas: prim ero, de los contenidos, sin pensar en la realidad psicológica por la que existen; en segundo térm ino, no se puede m irar la expresión sin com prender sus motivos, y en tercer lu g ar no se puede apenas describir algo fenom enológicam ente sin llegar e n seguida a las las relaciones comprensibles. E n el conjunto de los diversos hechos típicos se realiza la comprensión psicológica. Por otra p arte se tropieza én lo incomprensible. Esto está, o bien en los mecanismos extraconscientes, llevados p o r el cuerpo: en la comprensión es im aginado ineludiblem ente u n mecanismo extraconsciente a exam inar casualm ente, y al revés, n o se puede hab lar de mecanismos extraconscientes sin presuponer lo com prensible y lo com prendido que h a estim ulado en sus límites la invención de esos mecanismos. O bien, lo incomprensible está en la existencia: en la com prensión es tocado u n ori gen de la libertad p a ra cap tar las posibilidades de la existencia p o r el escla recim iento y p a ra recordar los hom bres a sí mismos; pues sin existencia lo comprensible sería im personal, ilim itado, nulo y sin efecto. Al contrario, la existencia sólo puede llegar a la m anifestación y a sí mism a por el evi denciarse en lo comprensible. El procedim iento del psicólogo com prensivo es p o r tan to : p arte de u n a intuición com prensiva de conjunto. Esta es descompuesta, sucesivamente se vuelve expresión, contenidos y fenóm enos p o r u na parte, por otra se vuelve mecanismos extraconscientes, y es percibida la posibilidad de la existencia como razón, como fu ndam ento em píricam ente inexplorable. Fi nalm ente, de esta expansión articulada de los hechos típicos y de' los espacios de los sentidos es reconstruida la com prensión enriquecida de la relación. Frente a un caso concreto es puesto en discusión el resultado eventual, el procedim iento es repetido y ahondado p o r la colección de datos objetive« en reacción altern ad a de nueva concepción de conjunto con renovado an á lisis de la visión. El objeto de la com prensión psicológica está tam bién, por decirlo asi, en el centro entre todos los hechos objetivos, los fenómenos vivenciados, los mecanismos extraconscientes agregados por u n a p a rte y la existencia libre, por otra. Se podría negar el objeto de la com prensión psicológica, y afirm ar que habría p a ra la investigación em pírica sólo aquellos fenómenos, conte nidos, m anifestaciones de expresión, mecanismos extraconscientes, y para la filosofía, la existencia posible. Se in te n ta acom odarse con esos dominaos
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separados. F altarla lo más im portante de la visión y del pensam iento filolóficos, y sería tam bién casi imposible, al revés, h ablar de estos hechos y fundam entos del ser, sin volver a intervenir con la psicología comprensiva genética. Pero se puede decir, no obstante, que la psicología comprensiva está siempre e n el p unto de contacto en tre aquellos dominios, y de tal m odo que no se puede h ab lar nu n ca “p uram ente” de la psicología comprensiva, porque se ve siempre en relación con aquellas esferas, pero tam bién de m odo <^ie desde aquellas esferas, cuando llegan a la exposición, no puede h a blarse de separación pura. La psicología com prensiva n o puede, pues, perm anecer en sí u n solo momento. O bien se vuelve psicología em pírica en la com prensión de fenó menos, expresión, contenidos, mecanismos extraconscientes; o bien se vuel ve esclarecim iento filosófico de la existencia. Pero en la psicopatología, la psicología com prensiva tiene sentido sólo en tanto que hace algo visible em píricam ente, en tanto que obliga a obser vaciones Allí donde com prendo, tengo que p reg u n tar: ¿ qué hechos típicos veo, que pueda exhibir? ¿D ónde tropiezo con lo incomprensible? El “estaren-medio” (Zw ischensein) de la psicología com prensiva necesita constan temente del relleno, p o r u n a p arte de objetividades, por otra de lo incom prensible. Ese estar-en-m edio arro ja tam bién luz sobre el viejo problem a res pecto de lo que es el alm a propiam ente, entre el espíritu y el cuerpo. El espíritu lo vemos como los contenidos a que se refiere el alm a, y por los cuales es movida. E l cuerpo lo vemos como su existir. Parece que no captam os nun ca el alm a misma, sino que investigamos su corporalidad o la com prendem os en sus contenidos. Pero como la corporalidad no se agota con las etapas de la corporalidad biológicam ente exam inable, sino que llega m ás allá hasta la corporalidad anim ada de los fenómenos de ex presión, todo espíritu real es anímico, está ligado al alma y es llevado por ella. Pero si hallásemos y pensásemos el alm a m ism a sólo en la expresión de la corporalidad, que la vid a del alm a es palpable justam ente en esa expre sión corporal, que sólo aquí está la unidad y el todo, que aquí está el alm a m isma y ninguna existencia interm edia (Z w ischensein), restringiríam os fal sam ente nuestra aprehensión de la realidad. Pues la expresión se m uestra como u n a dim ensión de la m anifestación del alm a, no está cerrad a en si m isma sino que es sólo com prensible en relación con aquello que no se vuelve expresión, El alm a es la correlación objetivam ente pensada respecto del m étodo de la com prensión. El alm a parece retroceder; en lugar de ella, captam os
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apariencias (fenómenos, expresión, contenidos) y condiciones (cuerpo y existencia). Lo que reconocemos en la psicología comprensiva es el laza que aú n a todo lo comprensible y lo incom prensible correspondiente. El estar-en-m edio del alm a tiene p o r consecuencia que la com prensióa genética es incapaz de encerrarse en sí y de culm inar en un conocimiento supuesto en el todo. T o d a com prensión es u n a form a de aprehensión, una luz en la realidad h u m an a, n o el m étodo que hace accesibles a los hom bres mismos y el todo. T o d a psicología com prensiva es p o r tan to abierta. i) T a re 35 de la psicopatología com prensiva. L a psicopatología com prensiva tiene dos tareas. Q uiere extender nuestra com prensión a rela ciones extraordinarias, m uy lejos de nosotros y a la prim era m irad a tal vez inabarcables (p o r ejem plo, las perversiones sexuales, la crueldad ins tintiva, e tc .) . Q uiere reconocer, en segundo lugar, las relaciones com pren sibles iguales en sí en los estados del alm a condicionados p o r mecanismos anormales (por ejem plo, las reacciones histéricas). E n el prim er caso se trata de la com prensión dé algo valorado en el reino de lo comprensible mismo como extraño, sea com o patológico o como extraordinario; el acen to de la importancia; -está en las com prensividades especiales. E n el segunda caso se tra ta del conocim iento de .realizaciones anorm ales de relaciones comprensibles en sí generalm ente no extraordinarias; el acento está en los mecanismos anormales extrae onecientes. Pero éstos son accesibles sólo» po r la vía del com prender. A ello corresponden dos capítulos: u n o sobre el qué de las relaciones comprensibles. El tem a son las relaciones comprensibles como tales: lo anorm al está en la com prensividad mism a. O tro capítulo sobre el cómo de las relaciones comprensibles, sobre su realización en los mecanismos extraconscientes: ío anorm al está en los mecanismos anorm ales, ellos son lo incomprensible, que es el m otivo de la aparición singular y de la m anifes tación de esa com prensividad. Se añaden otros capítulos en los que tenemos presentes separadam ente dos cualidades básicas de lo com prensible. 1. Lo comprensible se com prende a sí mismo, se m ueve en la autorreflexión, especialm ente en la to m a de actitu d de los enferm os an te su enferm edad. 2. T o d a com prensividad es coherente en sí en todo individuo. E l conjunto de las relaciones comprensi~ bles “in concreto” lo llamam os personalidad o carácter. Ese tem a será tra tad o en el últim o capítulo. Repetimos nuevamente para el sentido de todas las discusiones sobre lo comprensible: en la psicología comprensiva, con toda evidencia, las rda>* dones comprensibles no llevan su aplicación al caso individual nunca
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por subordinación a resultados probados, sino sólo a resultados probables.
l a psicología com prensiva no se puede aplicar m ecánicam ente partien
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Relaciones comprensibles § 1. Las fuentes de nu estra capacidad de com prensión y Jas tareas de la psicopatología com prensiva Todo el m undo conoce en la vida psíquica u na m ultitud de relaciones que le enseñó su experiencia (no sólo p o r repetición frecuente, sino igual mente por la com prensión de u n caso real individual que se haya tenido). Con ellos operam os en el análisis de personalidades psicopáticas y de aque llas psicosis q ua suscitan siempre todavía- u na “explicación psi cológica” parcial. C uanto más rico es alguien en conocimientos com pren sivos, tanto, m ás fina y exactam ente triu n fará en el caso particular de tales análisis con la “explicación psicológica” . E n parte alguna, en la psicología norm al ni en la psicopatología, sea porque es imposible o por que es m uy difícil se h a hecho u n estudio sistemático y de conjunto de esa psicología comprensiva. Las relaciones comprensibles, que conoce todo el m undo y que presenta constantem ente el lenguaje, p ara form ular ge neralm ente, lleva a trivialidades. L o comprensible captable suele tener forma concreta y perderse en la sistematización. N o obstante, entram os en la ciencia por el conocimiento sistemático, y, aunque un sistema de las comprensibles fuera u n a locura, queremos sin em bargo aspirar a un orde nam iento m etódico al menos sobre los principios de la comprensión en los contenidos de ’o comprensible. Pero antes hemos de recordam os, desde donde podem os ad q u irir propiam ente riqueza, movilidad y h o n d u ra en nuestra comprensión. Para* todo investigador es asunto de su nivel hum ano qué y cómo puede com prender. Los actos creadores de la comprensión h a n sido hechos en los mitos y en la comprensión de los mitos, por los grandes poetas y artis tas. Solo el estudio detenido, d u ran te toda la vida, de Shakespeare, Goethe, los trágicos antiguos, tam bién de los modernos, p o r ejemplo, Dosioievski, Balzac y otros nos proporcionan la contem plación interior, el ejercicio de la fantasía comprensiva, la posesión de imágenes y figuras, por los cuales puede ser guiada la comprensión actual concreta. , Esos contenidos son conscientes por .reflexión en la totalidad de las ciencias del
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espíritu. L o claram ente que se vuelvan aquí p a ra el investigador los rasgos básicos, proporciona la m edida exacta e n su com prensión y los marcos de lo posible. D ónde busco las fuentes de m i comprensión, dónde experi. m entó confirm ación, dónde interrogo, condiciona la m anera de m i método explorativo como psicólogo comprensivo. D e ese m odo es decidido si quedo ligado a simplificaciones banales, a esquem atismos racionales, o si llego a la aprehensión del hom bre en sus m anifestaciones más im portantes.Se puede p reg u n tar al investigador : D im e de donde sacas tu psicología, y yo te diré quién eres. Sólo el trato con los grandes poetas y con la realidad de grandes hom bres crea, el horizonte en donde se vuelve esencial e interesante tam bién lo m ás destacado y lo m ás mediocre. Según que la orientación se haga en lo com ún o en lo extraordinario, en lo puro y en lo pleno, decide sobre el nivel de lo que es alcanzado en lo comprensible y en lo eventualm ente com prendido. A hora bien, ap arte de aquel m undo de figuras m íticas y poéticas de lo com prendido, hayí u n a intensidad de escuerzos m entales en torno a la com prensión que h a sido expuesta en escritos especiales. El fundam ento está en la filosofía antigua, Platón y Aristóteles, luego los estoicos. Pero tan sólo Agustín ap o rta el m undo entero de la comprensión occidental del alma. M ás tarde m uchos ensayos tienen form a aforística: ante todo en los franceses M ontaigne, L a Bruyère, L a R ochefoucauld, V àuvernagest y C ham fort. Soberbio y p o r encim a de todos está PascaL Sistem ática es sólo la obra de H eg el: •Fenomenología del espíritu. E nteram ente únicos y los m ás grandes de todos los psicólogos comprensivos son Kierkegaard y N ie tzsc h e (*). v Sirven de base a toda com prensión esbozos de la existencia hum ana. E n el trasfondo está u n a conciencia m ás o menos clara del problem a de lo que es el hom bre propiam ente y de lo que puede ser. Tales esbozos los actualizará el psicopatólogo, pero, como investigador, no h a rá de ninguno d e ellos el único verdadero, m ás bien pro b ará cad a u n o p o r lo que enseña a ver concretam ente y p a ra com probar cóm o ensancha por él sus posibi lidades de experim entar. N o es asunto de la psicopatología desarrollar y exponer las relaciones comprensibles en su totalidad a través de todos los contenidos. Lo com prensible es u n reino infinito. L legar a ser consciente de él y observar alrededor de ese reino según las fuerzas, por la acción m u tu a de las grandes tradiciones con la p ropia experiencia de la vida, im pide la apariencia de u n a posible caída en esquem atism os simples o complicados. P ara la (1) Sobre ambos en paralelo: mí primera lección en el escrito Vernunft und Existent. Groninga, 1935. Sobre Nietzsche, ver mi libro: Nietzsche, Eifükrung in das Verständnis seiass
Philosophiertns. Berlín, 1936.
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Vooatología el problem a propio es la realizaqión de lo comprensibíe por m ecanism os específicos extraconscientes norm ales y anormales. No obstante hay p a ra la psicopatología u n a ta re a independiente, la de llevar a la actualización penetran te en los casos especiales concretos las ¡ e l a c i o n e s comprensibles m ás raras y anormales. E sta tarea es indepen diente de conocimientos de las ciencias naturales y causales. R aram ente jja sido abordada, y m ás raram en te todavía de m anera esm erada y pene trante. La propensión general a considerar los conocimientos causales y de las ciencias naturales como los únicos, no llevó n u n ca la independencia de esa investigación a la clara conciencia y falseó la investigación objetiva tanto por la aplicación d e la “explicación psicológica” como por las cons trucciones teóricas de la com prensión p u ra en sentido científiconatural. P e m ucho valor h a sido en el dom inio de la vida sexual anorm al, en la exposición pericial de casos crim inales singulares, y en la buena casuística psiquiátrica. Así en la psicopatología la tarea de la psiquiatría especial . está en hacernos conscientes la descripción de psicopatías, de relaciones com prensibles particulares (en la vida instintiva, en la vivencia estim ativa y en la a c c ió n ); hay sin em bargo relaciones comprensibles generales que han sido advertidas frecuentem ente y pertenecen al instrum ento de la com prensión práctica cotidiana. Sobre los ejem plos de relaciones comprensibles. D el m undo infinito de lo comprensible tenemos en este capítulo que señalar sólo pocas posibi lidades. Ciertos modos básicos de la comprensión se h an vuelto habituales en los últim os decenios sin plan y sin propósito. N o hem os destacado relaciones comprensibles de lá rica literatu ra que se h a n m encionado antes, arbitrariam ente, según« el gusto y el placer3 sino p a ra llevar a cognición metódica en u n a psicopatología aquellos puntos de vista generales p a ra psiquíatras y psicoterapeutas. Esos puntos de vista, pertenecientes a nues tra época, m uestran las vías más transitables de la com prensión. N o son quizás absolutam ente válidos p a ra siempre, sino lo característico de nues tro m undo. Como toda com prensión presupone tan to como desarrolla u n a imagen del hom bre en su m undo, así tam bién lo hace esta com prensión actual. Esenciales entre las presuposiciones de esta im agen actual me p a recen : el em pobrecim iento en posibilidades internas, esenciales de vivencia, en com paración con los tiempos anteriores; el propósito de socorrer esa pobreza p o r la readquisición de viejas tradiciones; el conocim iento en torno a los conflictos radicales; lo inseguro d e la actitu d básica; la incre dulidad y luego la tendencia a la seriedad de la fe en símbolos y teorías auxiliares violentam ente captadas. C uando nos im aginam os en lo que sigue los puntos de vista válidos hoy, queda sin em bargo el p rin cip io : p a ra nuestra com prensión práctica tenemos
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que adquirir el respaldo en aquella gran tradición histórica de la compren sión; no podemos olvidar ese origen y esa m edida, cuando hacemos entrar en el prim er plano de nuestra conciencia los ensayos contemporáneos. Ejemplos de relaciones comprensibles los damos en tres direcciones. Frimeros vemos las com prensividades de contenido: los instintos son en ei sujeto los orígenes del m ovim iento; éste se realiza en la relación del individuo con el m undo; se com prende en el ser a través de símbolos (hablamos de psicología instintiva, de psicología de la realidad, de psicología de los sím bolos). En segundo lugar vemos las form as básicas de la comprensiva dad: la form a del m ovim iento es la oposición y su tensión, envoltura, recon ciliación, decisión; ocurre en círculos (hablam os de la psicología de la oposición y de la psicología del círculo). E n tercer térm ino vemos un, fenóm eno básico de toda com prensivídad en la autorreflexión (hablamos de psicología de la reflexión). Estas tres direcciones de la com prensión (del contenido, de la form a; de la autorreflexión) se aplican al todo de la com prensividad que lo rela ciona en sí. N o hay sim ultáneam ente u na serie de diversidades que se excluyen, sino que el todo es ilum inado por cada uno de los puntos de vista. Por eso somos presionados, en la comprensión de todo punto de vista, a tom ar tam bién los otros como com plemento. § 2. Relaciones com prensibles del contenido a) -Los instintos. Su desarrollo psíquico y su transformación. T odo vivenciar e n trañ a un algo autom ático. E n todo lo que hacemos y sufri mos, en lo que rechazamos repulsivam ente, h ay algo instintivo, tanto en la búsqueda, la captación, la afirm ación y el m antenim iento, como en el huir, en el eludir, en el desviarse y aniquilar (x) . 1. C o n c e p t o d e l i n s t i n t o . Q ué es el instinto, h a sido res pondido de m anera m ú ltip le: instintos (T rieb e) (2) son instintos ( In stin kte) vivenciados, es decir funciones ejecutadas p o r u n impulso eventual, sin que el contenido y la finalidad del proceso esté en la conciencia, pero de tal m odo que un proceso com plejo y adecuado a un fin, a consecuencia de mo vimientos impulsivos, alcanza su objetivo. Los instintos son necesidades corporales, como por ejem plo el ham bre, la sed, la necesidad de dorm ir, es decir impulsos que alcanzan su objetivo directam ente con medios dados. Los instintos son u n a figura creadora, p o r ejem plo en los movimientos del cuer(1) Psicología instintiva de Nietzsche en m¡ Nietzsche, p. 113-116. (2) Sobre la traducción de Trieb y muchos otros términos ambiguos de ia psiquiatría alemana véase el sucinto pero notable apéndice del Dr. Ramón Sarró a la Psiquiatría de L a n « . (N. de los T .).
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en ¿onde desarrolla y m anifiesta su naturaleza, la expresa y la expone im pulso d e expresión, impulso de representación), o en las obras con fina lidad (impulso al conocimiento, impulso a c re a r). Los instintos son im pul siones a actos, es decir impulsiones que tienen en la conciencia su objetivo y Jo alcanzan intencionalm ente con los medios dados, Tal distinción en lo autom ático u n itario en sí es siempre el ensayo de una interpretación, consistiendo el problem a en saber desde qué puntos de
vista comienza tal interpretación cada vez: así distinguimos incluso en la mirada los fines objetivam ente alcanzados (in stinto), el impulso corporal (instinto), las formaciones (impulso cread o r), las representaciones, los fines objetivos subjetivam ente m entados (impulso de acción). El sentido de tal análisis relativo. E n el ‘‘instinto sexual” , por ejemplo, es notorio todo: un instinto de funciones congénitas de copulación aun sin saberlo; una necesidad corporal en el llam ado instinto de contratracción y de desentumecencia; una form a creadora en el Eros; un impulso a la acción en la realización de las ideas brotadas del Eros. U n punto de vista ulterior p a ra la distinción dentro de lo autom ático es el problem a si la obtención d'el placer es el motivo del impulso (y el placer en últim a instancia siempre como placer físico) o si el contenido del objetivo el que predom ina, o si debe tom arse en cuenta el disgusto, ei dolor y el sufrim iento o si la obtención de displacer incluso como tai es el m o tiv o del impulso. Placer es expresión de las funciones ordenadas, arm ónicas de la vida, del bienestar y del triunfo, del deseo de.perm anecer; el. placer está en el equilibrio psíquico, en la buena salud. Los instintos en cambio no term inan de ningún m odo en ese placer, están más allá del placer y del displacer. Su carácter específico es indescriptible, a circundar sólo por las diferenciaciones en diversos aspectos. Otros puntos de vista a distinguir son los vastos aspectos de la comprensividad que se discutirán en lo sucesivo. Así la relación del individuo con el m undo: se rem ontan los instintos al desam paro originario del exis tir y especialm ente del hom bre en el m undo; para conservarse tiene aspi raciones de poder y de valim iento; p a ra m antener la especie•, los senti mientos de com unidad; en u n a falsa generalización absoluta se atribuyen luego todas las tendencias a esas tendencias primitivas, y se interpretan los más altos objetivos como medios y rodeos para el logro de esos fines elementales. — Los símbolos como contenidos de la com prensividad: se inter preta los símbolos como medio, como idiom a, como engaño en pl proceso de la realización del instinto. — La dialéctica de la tensión del movimiento, psíquico: se dirige la m irada a la escisión, que surge del rechazo de un instinto; se p reg u n ta quién es el que rechaza y qué es lo rechazado propia-
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m ente; se com prende el m ovim iento del autodom inio y se ve la irresistibk lidad que puede llevar h asta lo indom inable, pero q u e sin em bargo sólo es m om entánea, n u n ca absoluta. Como tam bién son hechas diferencias, en todo lo autom ático del hom bre hay; algo d ado originariam ente, incom prensible com o tal, de lo cual dehc p a rtir toda com prensión, p ero al m ism o tiem po tam bién un impulso psíquico, que p u g n a p o r volverse claro a través de- los contenidos. L a comprensión de los instintos y su desarrollo es u n esclarecer de aquello que en sí es u n proceso de autoesclarecim iento constante. 2. C l a s i f i c a c i ó n d e l o s i n s i i n t o s . Los contenidos de los instintos son tan diversos com o la vida. Siem pre hay e n el instinto un impulso, p o r ta n to m ovim iento, m ueve p o r decirlo así p o r la fuerza del im pulso de u n algo experim entado (según K lages: im ágenes) , q u e es sen tido en el im pulso sin representación ni pensam iento. P o r eso se pueden distinguir los instintos según sus contenidos; su enum eración sería ta n infinita com o la de los contenidos de los sentim ientos. L o que im porta es si los ensayos de clasificación p ueden chocar con los rasgos básicos de los instintos. M últiples “ tablas de los instintos” h an sido presentadas siempre d e m anera distinta. Los siguientes puntos de vista de la distinción en dos polos son posibles, entre otros: Los instintos surgidos del exceso de fuerza están frente a los de la falta de fuer?a; a la necesidad de descarga se opone una necesidad de repleción. H ay ins tintos que son en todo m om ento expresables y otros que, según su esencia, son periódicos, que son satisfechos y luego vuelven a crecer. A lgunos instintos repre sentan una necesidad persistente, cuya satisfacción es repetible, que n o son capaces de ningún desarrollo mayor, que pueden satisfacerse plenam ente aunque sólo por el m om ento; y hay instintos que se vuelven algo diversos con cada satisfacción nueva, que se acrecientan, se desarrollan, que no se pueden satisfacer nunca por com pleto, en los cuales con la satisfacción aum enta el hambre en lugar de disminuir. F reud distingue com o la oposición para él m ás profunda; el instinto de la vida y el instinto de la muerte. El instinto de la m uerte es instinto de destrucción dirigido hacia fuera (instinto agresivo) com o hacia sí m ism o, el instinto de la vuelta a lo anorgànico. Tam bién el instinto de la alim entación tiene, en tanto que destruye lo consumido, un aspecto que le acerca al instinto de la destrucción. £ 1 instinto de la vid a (Eros) se divide en instinto del yo e instinto sexual. E l instinto d e l yo es el instinto de la autoconservación- (instinto de la alim etnación, instintos de rapiña y recolección, instintos de protección contra el peligro, el instinto gregario) y el ins tinto de autodesarrollo (instinto de poder e-in stin to de valim ento, el instinto de conocim iento y el instinto artístico). El instinto sexual incluye el instinto d e con servación de la especie, y la preocupación por la descendencia ( 1 ).
(1) Clasificaciones de los instintos las dieron adem ás: K la g e s (Grundlagen der Cha rakterkunde, 8? ed., 1936; Der Geist als W idersacher der Seele, vol. 2, p . 566 y sigts.); AIacD ouoaix : A ufbaukräfte der Seele, p . 76 y sigts., alem án, Leipzig, 1937, y m uchos otros.
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L a siguiente clasificación estructura tres estratos instintivos: Primer grupo, instintos somáticosensuales: instinto sexual, ham bre, sed ■ n e c e s id a d del sueño, instinto del m ovim iento— /p la c e r en succionar, en ja tom a de alim entos, placer anal y uretral de vaciam iento (1) . L a oposición básica en este grupo es la de la necesidad y la satisfacción. Estos instintos son positivos. sjn que esté frente a ellos otro instinto positivo contrario. Negativo es en relación con ellos sólo el asco, la repugnancia o más débilm ente el tedio. Segundo grupo. Instintos vitales: Estos ap untan todos, sin determ inada localización corporal, al existir. Son: T odos ellos tienen u n correlativo corporal.
v a) Instintos vitales del existir V oluntad de poder — voluntad de someterse; im pulso de autoafirm ación— , impulso de sacrificio; voluntad propia - instinto de sociabilidad (instinto g re g a rio ); valor - tem or (cóle ra agresiva - búsqueda, en la fuga, de a y u d a ) ; voluntad de valim iento impulso a la au todeterm inación; am or - odio. Estos instintos están agrupados en parejas contrarias; a todo instinto corresponde un instinto opuesto. U n sentido objetivo en todos parece ser la conservación de la vida y el aum ento de la vida, pero de modo que esto se produce en la lucha, que hace posible lo diam etralm ente opuesto: la aniquilación de la vida, de los otros como de un<^ mismo, y en el límite quizás el impulso a la destrucción universal. L a polaridad del instinto y del contrainstinto tiene p o r consecuencia la dialéctica a m enudo asom brosa del involucram iento del uno en los otros. b) Instintos psíquicovitales. Curiosidad, instinto paternal de asisten cia; instinto am bulatorio; impulso al sosiego y a la com odidad; voluntad de posesión. Estos instintos son definidos p o r contenidos especiales eventuales. c) Im pulsos vitales de creación. Im pulso de expresión; impulso de representación; impulso a la producción de instrum entos, rendim iento de trabajos, obras. T ercer grupo. Instintos intélectuales: T endencias a la captación y la entrega a u n ser, que aparece en valores experim entados absolutam ente legítimos, sean verdades religiosas, éticas, valores estéticos. El exam en de las esferas del valor y el esclarecimiento de su validez, independiente de su vivencia psicológica subjetiva, es u na tarea de la filosofía. Existe el hecho psicológico de u n a vivencia originaria, cualitativam ente caracte rística frente a los dos grupos anteriores, em inentem ente m últiple y rica, (1) Este dom inio instintivo es accesible ai exam en sólo por e l rodeo a t r a v é s de los puntos d e vista fisiológicos; p o r ejem plo, K a t z : “ P>ychologische Probleme d e s H ungers und A p p e ú ts'’. A'ttie n a r z t, 1, 345 (1928). H unger und Á p p elit. Leipzig, 1932.
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en el abandono a esos valores, en un anhelo instintivo en el caso de §u ' ausencia, en una dicha incom parable con cualquier otro placer en el caso ^ de la realización. Es decisivo p a ra la im agen de numerosos individuos " cómo actúa este grupo entero en la m anifestación de su vida; casi retroceden hasta la desaparición, no fa lta n nunca del todo en u n individuo. Es común a este grupo de instintos un impulso a la perpetuación, no a la duración en el tiem po, sino a la form ación tem poral para la partici pación en un ser a través del tiem po (*). Los tres grupos separan lo que en cierto m odo es tan distinto, que se puede vacilar en h ab lar en todas partes de instintos. Pero no. obstante es separado en cada u n o de esos grupos lo que en realidad está ligado. . Si tomamos la clasificación com o u n a jerarquía de los instintos, se puede realizar cada grupo an terior sin el sucesivo, pero no el sucesivo sin eí anterior. Es propio del hom bre q ue to d a su vida instintiva esté penetrada p o r los impulsos nom brados en el últim o grupo, que nunca más puede ser1 simplemente idéntico al anim al, n ad a es realizado sin prejuicios (el hom bre, decía Aristóteles, sólo puede ser más o menos que un a n im a l). Pero al contrario, el hom bre no es tam poco capaz de depender de los impulsos puram ente espirituales, p o r decirlo así. Siem pre está presente tam bién una silueta de los impulsos somáticosensuales. Pero deducir de ello que. los impulsos superiores no son más que los inferiores en form a encubierta, • es falso. R esonar no significa ser origen. L a universalidad del efecto del instinto sexual no significa que sea en todas partes el poder determ i nante o en absoluto el único del alm a. C uando se presenta la tesis, mode radam ente, que el espíritu es im potente, que toda fuerza llega de los estra tos inferiores, o dicho de otro m odo: que nuestras vivencias m ás profundas y nuestros impulsos más fuertes tendrían siempre su origen en los estratos más bajos del ser, que ham bre y am or (sexo) m antienen el m undo de los hombres, y que por tanto sólo pueden realizarse en el miando' aquellas ideas que se conquistan en su favor los instintos naturales, no se dice algo unívoco. T al vez se aplica esta tesis al proceso de las masas en la historia, pero no es seguro p a ra todos los tiempos. Así se puede com prender, es verdad, el hecho frecuente que son m encionados motivos intelectuales, por ejem plo éticos, e incluso están en la conciencia en el prim er plano, donde dom inan de hecho solamente los instintos sensuales y vitales. Pero no excluye que sean dom inados p o r impulsos originariam ente intelectuales los estratos instintivos inferiores, utilizados com o instrum ento, empleados como fuente de energía. L a originalidad de todos los factores de nuestr., s (1) Teoría» de las tablas de valores en M ünsterbero, S ciielek , R ickert e n tre o tn s Como ejemplo de ensayos más m odernos: B eh n , S ieqfried : Phüosophie der U'fri,Grundwissenschaft der padttgogiscken Z iellh to rie. M unich, 1930.
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impute°s no puede ponerse en duda. Pero la cooperación y su colisión es ciertamente un problem a básico del existir hum ano, cuyo descubrim iento excluye la creencia en u n a clasificación definitiva y unitaria de los impulsos e n una jerarquía única. 3. E x c i t a c i o n e s i n s t i n t i v a s a n o r m a l e s . Las excita ciones instintivas anorm ales son inabarcables. Instintos perversos del gusto, por ejemplo, son conocidos como caprichos de em barazadas y de histéricas, que tienen u n a necesidad de arena o de vinagre, etc. H ay ham bre insaciable. La sed puede llegar a ser u n instinto anorm alm ente acrecentado y u na m a nía (*)• El im pulso a algunas emociones a todo precio, el impulso a movi mientos de expresión y a gestos excesivos, la exigencia de inactividad, las incontables m anías (S u c h te n ), como el instinto am bulatorio, la dipsom a nía, etc., todo esto necesita u n análisis propio, tarea de la psiquiatría espe cial. U n tem a principal son las tendencias instintivas perversas, sexuales y otras que están m ayorm ente en correlación con el tipo de sexualidad. Está el impulso al dolor, el placer ante el dolor, de sufrirlo y de someterse a él. El instinto de la crueldad está tan difundido que se le podría tom ar por normal, como Nietzsche, que ve en las orgías de la crueldad un factor básico del acontecer hum ano. E n relación con la sexualidad, esos instintos se llam an sadismo (infligir dolores a los otros) y m asoquismo (soportar do lores), cuando el dolor infligido o soportado es condición de la voluptuo sidad. Pero tam bién la frialdad sexual se vincula justam ente con el instinto de tortura, con el ansia de poder com o u n placer en la preparación de dolor. El m oralism o frente a los otros es muy com únm ente u na form a de instinto de poder y de to rtu ra. L a disposición específica de constituciones instintivas anorm ales — el odio-am or, la voluptuosidad-dolor, la crueldad de la frigidez sexual, la codicia de poder en la exigencia amorosa, etc.— circunda en u n a asombrosa proporción a los hombres que tuvieron signifi cación en la historia del espíritu. Conocer la transform ación inabarcable mente m últiple de tales constituciones instintivas anorm ales es im portante, para com prender algunos movimientos intelectuales, p o r ejem plo la asocia ción de ascetismo, ansia de dom inio, crueldad (especialm ente en la edad m edia) y casi todos los fanatismos. Existe u n velo sobre eso en la historia. No se hab la de ello y no se trasm ite. Se le puede descubrir a m enudo sólo en función de la concreción de las experiencias accesibles al médico, y percibir, repentinam ente, en to d a su fuerza, en documentos y expresiones accidentalm ente conservados. Pero se contem plará com prensivam ente tam bién el efecto de las disposiciones instintivas sanas y se percibirá la atm ós
( l ) M arx, H .: innere Sekretion, p. 420 y si^ts. (en el H andbuch der inneren M edizin de Bercmann, Staehelin, S alle, vo!. 6, prim era parte, Berlin, 1941),
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fera p u ra en todas las pasiones, libre de perversiones y de traslaciones de ellas en todas las m aneras de la intelectualidad. Parece casi como si lo sano fuese lo más raro (*). Se ve el poder que p a rte de las desviaciones instintivas sobre el destino entero de la vida. Pero p a ra la com prensión qu ed a siempre la am bigüedad: ¿hay algo dado p articularm ente en la disposición instintiva anorm al, ori gen de u na transform ación del carácter, o es u n carácter anorm al la condi ción de la posibilidad de tales realizaciones instintivas anorm ales. Ambas cosas se requieren p a ra nuestra com prensión. E n personalidades sobresa lientes puede ser suspendida u n a constitución instintiva anorm alm ente gra ve por u n sentido dirigente de h u m an id ad y de hecho q u ed ar sin efecto (como en W ilhelm von H u m b o ld t). E n otros recibimos la impresión que la instíntividad anorm al recibe su fuerza y quizás tiene su origen en un ca rácter, al que p o r eso está aban d o n ad a tam bién sin resistencia. Así apare cen las consecuencias ruinosas — lo mismo de la disposición instintiva que del c a rá c ter-^ de no poder construir vida alguna con otros seres hum anos, O las numerosas etapas interm edias en que el ser hum ano, a consecuencia de los instintos desviados, está en lu ch a incesante consigo mismo y en la to rtu ra de u n a escisión insuperable de la existencia. Finalm ente es decisiva la personalidad en donde la anorm alidad es adm itida y de la cual brota, sea que la anorm alidad, p o r decirlo así, se desvanezca en su éter puro o que im pregne decididam ente esa personalidad. Tipifiquem os los caminos de la com prensión de esas excitaciones ins tintivas anorm ales: aa) Desaparición de estratos estratos superiores, adquieren los aum ento de su significación en el rece el placer de devorar de los es u na ru in a del alm a.
instintivos superiores. Si desaparecen los inferiores un efecto incontenido y un co n ju n to de la vida del alm a. Así ap a dementes. El fenóm eno caracterológico
bb) Escisión de los estratos instintivos entre sí. Los estratos instinti vos, en lu g ar de sostenerse unos a otros, de lim itarse y de quedar ligados sin falta de claridad en la u n id ad d e u n conjunto, son escindidos. C ad a cual se realiza- p o r sí con exclusión de los otros, los sensuales de m odo (1) L a bibliografía sobre la sexualidad anormal es extraordinariam ente vasta. Son descriptivas Jas obras del siglo x ix , por ejem plo v. K ra fft-E b b in g : Psychopathie sexualis. S tuttgart, 1886, 14# e d ., 1912. Los escritos de H avelock E llis . Además: R ohixdes, H .: Vorlesungen über Ceschlechtstr'teb und Geschlechtsleben der M enschen, B erlin, 1900, 2» ed., 1907. Bloch , I . : Das Sexualleben unserer Z ie t. B erlín, 1906. M oll, A .: H andbuch d i r SexualWissenschaften, ^ M odernas investigaciones comprensivas especiales, po r ejem plo v. G ebsattfx: “ O ber Fetischismus” . N ervenarzt, 2, 8. K rö n Feld ¿ “ Ü ber psychische . Im potenz” . N erven arzt, 2, 521. B inder, H a n s : “ Das V erlangen nach G eschlechtsum w andlung1’. Z . N eu r., ¡4.1. 84 (1932). Paunez, A .: “ D er - L eariom plex, die K ehrseite des Ö dipuskom plex1’ Z . N e u r., 143, 294 (1932).
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puram ente sensual, los ideales de m odo puram ente ideal. De esta d a se es el apetito de algunos neuróticos. M ás funesta es la sexualidad escindida, el aislamiento de ese instinto sensual, sin darle form a a su aparición, en conexión con el destino písquico. H eyer habla del individuo “ que olvidó la entrega am orosa al Eros, rebajándose a la satisfacción sexual desencan tada” . M ientras todos los instintos naturales son anim ados ( beseelt)} el instinto aislado se caracteriza p o r la intensidad y la desanim ación (Seelenlosiígkeit) . El efecto caracterológico la frialdad de corazón, la m aldad, la falta de consideración. cc) Desviación de la relación entre los estratos inferiores y superiores de los instintos. Los instintos de los estratos inferiores se cum plen de la m anera que Ies corresponde a través de la libertad p a ra u n a unidad origi naria inseparable, así el instinto sexual en el am or. El am or aparece en el instinto sexual como u n a de sus formas. En cam bio pueden realizarse al contrario los estratos inferiores en la form a de los superiores, por la p e r versión, no siendo lo superior ya él mismo, sino sólo como u n a m áscara, así cuando los sentim ientos religiosos son experim entados como satisfac ciones sensoriales, la entrega a Dios como voluptuosidad sensual. Si llam am os entonces a la m áscara de lo superior un “símbolo” y deci mos que el instinto sexual se realiza en tales símbolos, no hay que n e g a r que se d a sem ejante satisfacción de símbolos. Pero su realidad no es universal, sino, com o tal, el síntom a de u n alm a anorm al. Es la intro misión directa, de los instintos sersuales en la form a intelectual (que p o r decirlo así es socavada por ello, al tom ar posesión de ésta), en lugar de la sublim ación en que existe, pero transform ada, com o elem ento del todo. Esta introm isión no transform ada, de lo sensual desnaturaliza lo intelectual,, lo convierte en m edio, en m aterial m uerto, en disfraz y en engaño. El efecto caracterológico es el hábito perm anente de m entir. d d ) Fijación del instinto. Las perversiones surgen por el azar de las prim eras vivencias, la satisfacción persiste en la form a experim entada u n a vez y ligada al objeto. Pero esto no se produce p o r la coacción de la. asociación de lo experim entado u n a vez solam ente, pues entonces el fenó m eno ten d ría que ser, en lo humano^ general. La condición es m ás bien algo distinto que se cree acertar cuando se adm ite u n a “persistencia en la etap a infantil” en el hábito total del alma. Ejem plos: fetichism o se lla;r»a a la perversión del instinto en donde el ob jeto de la atracción y de la satisfacción sexual son los zapatos, las pieles, las ropas, las trenzas, etc. Q ebsattel presenta a un fetichista d t Iosi zapatos. Para é l el zapato no es un m ero objeto sino una naturaleza viviente a la que habla, acaricia com o el niño a una m uñeca. L a formación del fetiche surge de un a disposición autoerótica
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del estado 'infantil persistente. El fetichista del zapato es “incapaz d<*. llegar más allá de sí mismo con su amor y con su sexualidad y de armonizar la realización de ambcs con los procesos de realización paralelos de un tú viviente. Creado en la fuga ante la personalidad extraña y ante el sexo extraño, el fetiche es sucedáneo tanto para el tú extraño com o para la corporalidad extraña. El fetichista ha quedado en su des arrollo en el círculc maternal (o paternal) del amor, sin escapar a él por crecim iento” . Por infantilism os com prenden los psicoanalistas la im portancia que atribuyen algunos neuróticos a la observación de su alim entación y digestión, la coprofilia, los fenómenos: de lo “eróticoanal”. Com prenden por ellos la lim pieza pedantesca y el amor angustioso al orden y otros rangos del carácter del “eróticoanal” .
El efecto carácterológico de las fijaciones es la falta de libertad inte rior, la cortedad, la m ezquindad. ee) Transform ación de los instintos en manías ( Suchten) f1), L a instintividad no es todavía m anía. Esta es, frente al instinto, no sóio más fuerte en la superación, sino que tam bién es sentida como ex traña y compulsiva. L a m anía nace de una insopertabilidad anorm al, que en vano se tra ta de suprim ir p o r la satisfacción de la misma. Los ins tintos pueden convertirse en m anías. ¿C óm o nace u n a m anía? Se puede responder: prim eram ente por u n conocim iento; la reflexión en la sexuali d ad puede aún, con la presencia de fuerzas instintivas pequeñas, d a r lugar a m anías. E n segundo lugar p o r u n fenóm eno de abstinencia que se des arrolla a través de la adm isión accidental de tóxicos estupefacientes (m anías en el sen tid o . estricto se llam an las de los tóxicos estupefacientes). E n tercer lugar por u n vacío singular y acrecentado: el que p o r su naturaleza y su situación incurre siempre en ese estado, se entrega a u n a m anía, por la que quisiera escapar a él. Así, según v. G ebsattel, “ toda tendencia de interés hum ano puede degenerar en m anía” , ser puesta al servicio de ese im pulso del vacío, sea trabajo, colección, instinto de ganancia, aspiración de poder, disposición sentim ental, culto a la belleza, etc. E n lugar de p a r ticipar en la construcción de u na vida, ocurre todo solamente en la repe tición morbosa de lo mismo. Pues la insatisfacción es en el m om ento únicam ente ocultada, no suprim ida. Así vuelve a estar allí en seguida y requiere la repetición sin sentido y sin ¡a continuidad que aum enta en el contenido. Pasión morbosa se vuelven todas las perversiones (v. G ebsattel). O bli g a n m ás fuertem ente que los instintos normales. M orboso es el impulso hacia los estupefacientes. Aquí el vacío actúa en todo individuo p o r el estado fisiológico que se produce cuando cesa el efecto, por ejem plo de h m orfina que se h a dado en casos de enferm edad somática. Es necesario
o
. (1) N o hay una traducción - precisa “ pasión m orbosa” . V er Sarro, h e . cit,
de “ Sui-ht” . Según (N . de los T . ) .
el caso
ponemos “ m anta"
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cierto dominio personal p a ra aplacar ese estado. Pero cuando, debido a la naturaleza psíquica, el vacío total precede a l consecutivo a la m anía cn general, se sum an ambos, el estado fisiológico y el impulso a la supre sión del vacío p o r la embriaguez. Se puede decir de todos los alcoholistas, m orfinóm anos, etc., que son m aniáticos, tienen una predisposición psíquica originaria, por eso u n a m anía se suplanta por otra, pero no se pueden librar de ninguna con seguridad, ya que no es posible suprim ir el fu n d a mento de la m orbosidad. 4. D e s a r r o l l o s p s í q u i c o s p o r t r a n s f o r m a c i o n e s
cc) Finalícente hay en este cam ino un desplazam iento de la vivencia del valor, u n a “falsificación de las tablas de valor” (Níetzsche) p ara hacer soportable la realidad a los que h an sufrido las deficiencias. Este despla zam iento de los valores p o r individuos im potentes, débiles, miserables, que hacen de su debilidad u n a fuerza, por ejem p’o en ciertas valoraciones mo rales, y hacen así tolerable su existencia, lo com prendió Níetzsche p o r el resentimiento contra los valores positivos de otros hombres, los ricos, los nobles, los vigorosos. Scheler (*) ha analizado de m an era excelente esas relaciones, ese des plazam iento engañoso de los valores. L a desviación contrapuesta al resentim iento es la valoración de legiti midad. El individuo a quien le va bien, que ha nacido en situación favo rable, y está en la clase de los dom inadores, no quiere deberlo a la suerte, sino a su calidad m ejor y a su m érito. N o tom a su privilegio como tarea o problem a, sino como u n a distinción que le corresponde. A los per ju d ic a d a quisiera im ponerles todavía, adem ás de todas las otras, la carga de que son oprim idos con derecho como inferiores. Su arrogancia sirve p ara la valoración de la riqueza, el poder, el dom inio como signo de la naturaleza nobiliaria de sus beneficiarios, de la salud, de la fuerza y de la arrogancia desbordante como ^alores absolutos. Se vuelve ciego p a ra el azar no sólo de su situación, sino tam bién de los gérmenes de la descom posición de todo eso. Pero escapar a lo intolerable, es decir a la m odestia y a la hum ildad, al conocimiento en torno a las realidades p o r las que tuvo que ser adquirido el privilegio, y en torno a la caída am enazante y a la decadencia, adem ás p ara eludir la a lta exigencia de la tarea, le ha resul tado la legitim idad de su situación privilegiada como un velo que libera de las cargas p a ra el disfrute tran q u ilo de su posesión. Así los oprim idos y los opresores se apropian de la posibilidad de u n falseam iento de las tablas de valores en un sentido que se corresponde m utuam ente, lo mismo que en am bas situaciones es posible la adecuación a la realidad, la verdad y la franqueza del alm a. b) E l individuo en su m undo. El estar en el m undo como un ser individual finito, el ser independiente, pero disponer de posibilidades de su actividad dentro de u n espacio de juego alternante, lim itado por fron teras obligadas, es la situación fundam ental del hom bre. L a vida es una polém ica con el m undo, q ue llam am os realidad, es lucha, acción, form a ción — es frustración en él— es ad ap tació n a él —es aprehensión y saber acerca de él. (1 )
l
Sc h eler,
268 (1 9 1 2 ).
M ax:
“ Ü ber R essentim ent
und
moralisches W erturteil” .
Z . Pathopsychol.,
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1. E l c o n c e p t o d e s i t u a c i ó n . T o d a vida se realiza en su m undo circundante. E n reducción fisiológica toda excitación produce una reacción. E n el conjunto de la vida son desatadas por la' situación, actividades, ejecuciones, vivencias, o incitadas y planteadas como tarea. Exam inar las situaciones hum anas como procedentes de la relación objetiva d e la coexistencia social, es asunto de la sociología. Pero el com porta m iento del individuo ante las situaciones típicas es objeto de la psicología com prensiva; hace presente cómo el azar, la ocasión, el destino son llevados a los hom bres p o r la situación y aprovechados o descuidados por ellos. Las situaciones son obligatorias en el m om ento, en lo sucesivo variables y como situaciones hum anas, a im p lan tar intencionalm ente. Pero en la m edida en que existen las últim as situaciones que, aunque ocultas en la cotidianidad o no observadas, determ inan ineludiblem ente el todo de la vida (como la m uerte, la culpa, la lu ch a en tanto que inehidibilidades)', hablam os de situaciones fronteriza«. L o que es y puede llegar a ser propiam ente el hom bre, tiene su últim o origen en la experiencia, apropiación y superación de las situaciones fronterizas. 2. L a r e a l i d a d . Lo que es realidad, no está de ningún m odo objetivam ente firm e, sino que yace a veces por u n a p arte en la opinión o creencia generalm ente difundida de u n a com unidad. C uando com prende mos, tenemos que distinguir lo valedero como realidad para el individuo com prendido y nuestro conocimiento de la realidad. Por eso toda com prensión se halla en u n a oscilación p o r causa de la falta de algo definitivo e n lo real. L a realidad es la naturaleza, especialmente el propio cuerpo y las propias capacidades d e ejecución corporales y espirituales. R ealidad es el orden de la sociedad con lo que, en la situación sociológica del individuo, se puede esperar p a ra éste, en ciertos actos y modos de com portam iento. R ealidad son los otros individuos particulares, el estar en com unicación con los cuales crea el íntim o y conductor fundam ento vital. El im pulso del individuo se dirige a la realidad, es decir tam bién a la realización de su existencia, p o r ejem plo en la salud de su cuerpo y la idoneidad de sus rendim ientos, en su posición privilegiada en el orden social y en su cum plim iento acabado, en la proxim idad, fidelidad y segu ridad d e sus relaciones íntim as, en las que llega a sí propiam ente. Pero estas realizaciones no se producen sin más ni más. 3. A u t o s u f i c i e n c i a y d e p e n d e n c i a . E n los hom bres hay un a tendencia a im aginarse el ideal de u n ser, que se basta, encerrado en sí, a sí mism o, q u e vive satisfecho sin necesidad de recibir algo d e fuera,
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porque e¡>tá en abundancia infinita de sí mismo. Si el individuo quiere ser así, tiene que experim entar tanto m ás drásticam ente que, en últim a ins tancia, depende de todo. T iene como ser vital necesidades que sólo pueden satisfacerse desde fuera. T iene que vivir en sociedad y ac tu ar p ara parti cipar en los bienes necesarios a la vida. T iene que vivir con otros seres hum anos ejecutando y tom ando, entregándose y m anteniéndose, am ando y odiando, p a ra no volverse vacío e insignificante en su soledad. T iene q u e vivir en intercam bio, aprendiendo, escuchando, com prendiendo y pro d u ciendo.algo nuevo de lo apropiado, p a ra p articip ar en el espíritu, que no alcanzaría nunca sin la com unidad. En todo contacto con el exterior, sea naturaleza o ser hum ano, sociedad o individuo, surgen restricciones, inhibiciones, colisiones: L a vida consiste en la realización por u n proceso d e form ación y adaptación, de lucha y d e ajuste, de compromisos y de rendim ientos constructivos unificadores. E n tales realizaciones se convierte en u n todo la p olaridad de la conservación del espacio propio y del dejarse desplazar p o r otros, en lugar de ap a rta r las oposiciones que se excluyen. Pero el cam ino avanza por sobre conflictos, conflictos con la com u nidad, con los otros individuos, consigo mismo. Los conflictos se con vierten en el desenlace de la frustración, de la p é rd id a de la vida y de Ja restricción de las posibilidades vitales, o se convierten en origen de la; vida más honda, de las unidades m ás altas, que nacen de las tensiones y en tensiones se desarrollan vivam ente. Siempre es doble esta vida fin ita ; es reactiva a situaciones, hechos típi cos, individuos — es activa en reacciones, creadoram ente en la realidad suscitada por la situación. Es un erro r oponer lo activo a lo reactivo, con siderar posible una capacidad creadora absoluta en u n a actividad sin objeto, como es un error afirm ar lo reactivo com o el rasgo fundam ental de la vida. El tipo de actividad y de reactividad y el m odo de su ligazón con el predom inio de un polo se reparten en la sucesión de la misma vida, o ta m bién en diversos individuos, m arcando su tipo to tal; como extremos: la contení pía ción de la interioridad que se cierra, que se confía al existir tra n quilo, que vive im probado y dudoso en la visión y el recuerdo— la actividad dirigida hacia fuera, que no tiene por definitivo ningún ser, que quiere cam biarlo y afirm arse p o r eso ella m ism a, que vive en lucha, pro ducción, form ación. 4. Relaciones viduo con la r e a l i d son recorridos en la realidad com pleto y puro en el todo.
f u n d a m e n t a l e s típicas del i n d i a d 1. Los cam inos descriptos del existir non u n ca sin resistencias. N o hay ningún logro L a relación de actividad y reactividad en el
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movimiento se pueden construir com prensivam ente en tipos de naturaleza en cierto m odo contrapuesta: aa) K retschm er ( ') h a fijado la actitud ante la vida en la relación entre el yo y el m undo exterior, en las siguientes posibilidades: 1
. La relación sim ple es esténica o asténica:
Esténica: Sentim iento de superioridad sobre el mundo exterior, de energía, d e e c c ió n . Inclinación a la sobreestimación de sí mismo, agresividad.
A sténica: Sentim iento d e inferioridad, de debilidad, de padecim iento. Propen sión a la subestimación de sí, blandura, inseguridad de la presentación. 2. La relación en sí contrastante, es expansiva o sensitiva: E xpansiva: Esténica con polo opuesto asténico. Por tanto, sentim ientos ocultos de insuficiencia. Sobrecompensación, conciencia sobrevalorada Je sí mismo, quisquillosidad. Propensión al querulantismo paranoide. Sensitiva: Asténico con p olo opuesto esténico. Por consiguiente, am bición y aplicación continua. Sentim iento lesionable de sí mismo. Repentinos sentim ientos violentos de insuficiencia, inseguridad de la vida. Tortura de sí, escrúpulos de con ciencia por m otivos ínfimos. Sentim ientos de bochorno mora!. Propensión a las ideas de autoreferim iento C tBeziehung$ideen,>) , 3. A c titu d m ediadora en la v id a . Conciliador, práctico y adaptable. Fusión con el m edio am biente. El contraste entre el yo y el m undo exterior no es sentido.
bb) P a ra com plem ento de u n a tipología psicológica de los tem pera mentos, se d eja tipificar el contenido de la actitud vital ante la realidad por el sentido considerado en la duración del tiempo. Los polos son: tra bajo, ejecución y v ida; se aplican en la continuidad de uri conjunto o bien toda acción es u n juego, u n ensayoi y aventura. E n aquella continuidad es servida la tarea y la profesión cum plida históricam ente por la sucesión de las generaciones. Palpable es ei conjunto en la obra del pasado, desper tada a la vida p o r decirlo así diariam ente por la propia acción. T ipo es el campesino que se sabe al servicio de su g ran ja como m iem bro anónim o y obra en consecuencia. E n cam bio se rom pe todo en el juego de la aventura. No hay ninguna sucesión de la acción. D om ina el instante. En e} m undo n o h ay ninguna construcción, ningún todo, ninguna salvación. L a aventura es como realidad al mismo tiem po símbolo de la im posibilidad de u n a perfección del m undo. E n ambos polos se ha cum plido u n com portam iento básico ante la realidad, en donde la realidad es percibida ella m ism a radicalm ente dis— tinca: realidad como perm anencia en la sucesión histórica de obra, fam ilia, construcción — o realidad sin fundam ento, como eternidad en el atrevi m iento y el fracaso. (1)
H andbuch der G ehteskrauhviten, de B um ke, vol. I, p. 686 y sigts.
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5. A p a r t a r s e de la r e a l i d a d por a u t o e n g a ñ o s . d o m o es difícil m antener ab ierta la realidad, pues exige constante re n u n cia, esfuerzos perm anentes, experiencias y contem placiones dolorosas, existe un impulso z. escapar de la realidad. L a vida encuentra siempre posi bilidades de eludir la realidad, de encubrirla, de suplantarla, siempre con el placer m om entáneo de u n a satisfacción aliviada, pero tam bién al precio de pérdida real de vida o de enferm edad. El individuo q u ed a siempre situado ante la elección de la penetración de la realidad o de la negación de la realidad en incontables situaciones particulares y en el todo. E n el apartam iento de la realidad hay sucedáneo, satisfacción y plenitud aparente en las siguientes direcciones: aa) En lugar de la realidad fallida, otros conten idos creados p o r uno m ism o se convierten en objeto de la satisfacción. M ontaigne escribió ya: “Plutarco dice refi riéndose a las gentes que m algastan sus sentim ientos en gatos marinos y periíllos,
Se h a com prendido de esta m an era el com portam iento de las neurosis
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y psicosis, de los delincuentes y; los exóticos (* ): p o r el im pulso a distan ciarse de la realidad, como autoengañarse y abandonarse en u n a vida de apariencias. El 'ap artam ien to es com prendido como falta de veracidad, porque tiene por consecuencia el autoengaño ju n to al encogimiento. El apartam iento de la realidad d ad a es, de hecho, apartam iento de la base del existir, que h ab la p o r ella. Y : “El pecado es apartam iento de Dios” . Se h a tenido por h u m a n a en general esa inveracidad y luego se h a pre guntado con Ibsen p o r las m entiras de la vida, necesarias p a ra todos y se ha reconocido con u n a frase de G oethe que ningún ser hum ano llega a la visión de la verdad y de la realidad que suprime sus propias condiciones de existencia. O se h a restringido ese m undo del autoengaño radical a u n círculo de personas, los psicópatas, y se definió la psicopatía com o “p ad e cimiento de autoengaños necesarios p a ra la vida” (K lages). El psicólogo razonable se cuidará de tales generalizaciones hacia ambos sectores. Se trata de problem as que perseguimos en la comprensión, pero a los que no respondemos de u n a vez p o r todas. E n la realidad se lucha. Lo am enazante es visto clarám ente y es com prendida la d em an d a de la situación. Fuga, ataque, seguridad son medios de lucha. Pero todo esto puede volverse oscuro. L a realidad insoportable es cubierta p o r u n velo. N o es reconocido lo am enazante y la tarea de combatirlo o de soportarlo. L a defensa se convierte en esquivez por autoengaños, en preparativos de naturaleza no claram ente propuesta, pero instintivam ente apuntada, así en enferm edad, fracasos, dolores, p a ra esca p ar a las exigencias. L a situación y la tarea lo mismo que el sentido del propio com portam iento frente a ellas es alejado de la conciencia crítica. El engaño consciente de los otros o el lug ar del mismo lo reem plaza ahora el autoengaño, al m ismo tiem po con el engaño de la realidad. L a con ciencia no puede coincidir y a con lo inconsciente propio. 6. S i t u a c i o n e s f r o n t e r i z a s . El hom bre está siempre en situaciones y éstas son suprim idas finalm ente en. las situaciones fronterizas, es decir las situaciones insuperables, invariables del existir como tal, en las que despierta a la existencia ( CíExisten??’) y fracasa como existir ( “Dase\$i”) ( 2), El esclarecim iento de estos límites y de lo que puede ser el individuo en ellos, cuando se abre o cuando se oculta a ellos, va más allá de la psicología em pírica. Pero ser consciente de eso, es im prescindible para el psicopatólogo. Pues en psicopatías, neurosis, psicosis, no sólo se m uestran desviaciones de u n a norm a de salud, sino en general tam bién los orígenes de las posibilidades hum anas. L o que ocurre y es experim entado (1) (2)
A n d r e a s : Z ttr Psychologie des M ordes. H eidelberg, 1925. Sobre situaciones fronterizas, ver mi Philosophte, vol. 2, p. 201 y sígts.
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en lo anorm al, es no raram ente u n a m anifestación de algo que afecta al hom bre como hom bre, pero no perceptible ya por los psicopatólogos que tra ta n reflexiva y objetivam ente, sino solamente p o r el compañero de des tino que es el hom bre p a ra el hom bre. L a neurosis h a sido concebida como u n a frustración en las situaciones fronterizas y la finalidad de la terapia como autotransform ación del individo por la situación fronteriza en la ap ertu ra y en la adaptación al m undo dado, o como e] real “ autodevenir” f1) . Esta concepción existe con razón en tanto que la verdad filosófica que contiene se aplica tam bién a los neuróticos, y el llegar a ser verídico en el filosofar puede tener al mismo tiempo significación curativa. N o debe olvidarse que la evasión en las situaciones fronterizas en sí no hace a uno enferm o, sino que puede ser m uy bien realizada por la doblez y p o r la cobardía sana, sin fenómenos anormales. c) Los contenidos del saber básico, los símbolos. P a ra com prender al hombre, hace falta com prender lo que sabe, y qué contenidos objetivos tiene su conciencia. Pero no es el saber lo decisivo, sino lo que significa p a ra éste, es decir el m odo de la apropiación y con ello el efecto del saber. Lo que es sabido del individuo como realidad propiam ente dicha, lo que es contem plado y está presente en él, determ ina su naturaleza —y ante todo' la decisión con que es concretam ente cierta p a ra él dicha realidad. E l Dios que tiene, hace al hombre. 1. E l s a b e r b á j s i c o . Llam am os saber básico al saber en que el individuo está presente él m ismo, p o r el cual es condicionado iodo su saber preciso, o que es supuesto previo de cualquier otro saber. Se le llam a tam bién lo a priori. Com o tal el a p r h r i general de la conciencia está sobre todo en las categorías de la razón, el a priori del espíritu en las ideas, el a priori del existir en los impulsos prácticos y en las form as de reacción; es el a pripri histórico de la existencia h u m an a presente p o r la tradición en su m undo como figura simple, como encarnación de lo general, que no tiene sentido y gravitación como general, sino como lo infinito- “éste”. El saber básico está en los tipos dom inantes de la concepción, en los tipos de ver y pensar los fenóm enos prim itivos y los hechos típicos, en los problemas y las profesiones, en las valoraciones dom inantes y en las ten dencias. D entro del saber básico tienen los símbolos u na significación que lo penetra todo. (1) D u rc k , Psyekother., 12; 223.
Jo h an n a:
"D ie Existenzformen von Bem ächtigung und V erm eidung” .
Zbh
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2. C o n‘c e p t o d e l s í m b o l o y s u s i g n i f i c a c i ó n ' e n Ja r e a l i d a d de la v i d a . K a n t dice: Todo objeto necesita, para sernos captable, la intuibilidad. Los símbolos son u n a contem plación por analogía. Así cuando ú n estado m onárquico es representado p o r un cuerpo anim ado, el despótico por u n a m áquina, no hay entre la cosa y la imagen ninguna identidad, pero sí en tre las reglas p a ra reflexionar sobre ambos y su causalidad. Si “la reflexión sobre u n objeto de la contem plación puede ser aplicada a un concepto de) todo diverso, al que nunca puede corresponder directam ente u n a contem plación” , surge el símbolo propia m ente dicho. L o que piensa nuestra razón, sin que se p ueda atribuir al pen samiento jam ás u n a contem plación sensible, se vuelve evidente en los sím bolos. L o que es contem plado en el símbolo legítimo es sólo accesible en el símbolo, sin que el objeto del símbolo se m uestre nunca por sí mismo directa m ente en la experiencia in tu itiv a : ‘'Así todo nuestro conocim iento de Dios es sólo simbólico” ; el q ue tom a directam ente los símbolos, p o r ejem plo de la voluntad de Dios, de su am or, su poder, etc., cae en el antropom orfism o; el que deja de lado todo lo intuitivo de los símbolos, cae en el deísmo (a). Los símbolos se convierten en contenidos estéticos no obligados cuando no hay en ellos ninguna realidad presente, son símbolos plenos sólo cuando habla en ellos la realidad propiam ente dicha. El pensam iento hum ano tiene propensión a tom ar esa realidad como la de la contem plación d ire c ta : luego se convierten los símbolos en objetos de superstición (cuando su carácter sensible es tom ado por su realidad m ism a) o pasan p o r irreales (cuando en la m asa de la realidad sensible son sólo analogía, meros símbolos). V ivir originariainente en símbolos, equivale a vivir en la realidad que no conozco y que, sin em bargo, tengo presente en el símbolo. Por eso el sím bolo es infinito, accesible a la interpretación infinita, inagotable y sin em bargo nu n ca la realidad m ism a como objeto conocido y. poseído (2). El saber hu m an o básico tiene en verdad la estructura a través de las categorías, las totalidades a través de las ideas, pero la realidad inteligible propiam ente en e] saber básico tiene la form a de símbolos. E sto quiere decir: El saber básico no es u n saber desarrollado intelectualm ente, sino que está presente en las concepciones y las imágenes, de significación infinita, que llevan al hom bre el lenguaje de la realidad, le ocultan p o r decirlo así a través d e su presente, le h acen cerciorarse y le llevan sosiego. T am bién el sáber lógico-sistemático del individuo filosóficamente instruido tiene en
(1 ) K a n t : C rítica del juicio, ?' 59 . (2) V ischer, F r. T h .: El símbolo en Jos “ K ritischen G ängen” . aprehensión estética, desaparece el contenido de la realidad.
P a ra Vischer,
en
aW
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sus fronteras los símbolos determ inantes; incluso los sistemas de ideas son en su totalidad com o símbolos; significan, cuando son vehículos de la conciencia de la realidad, m ás de lo que la razón ve en, ellos. Todos los “ conceptos básicos” filosóficos n o son definiciones, sino concepciones sim bólicas abarcativas, no suficiente y com pletam ente explícitos incluso en el sistema racional m ás acabado. Los símbolos son un a priori histórico, pero su verdad afecta com eterna en el tiempo. Se estructuran en etapas inabarcables, son iluminado: en mitos, en filosofías y teologías, son intuitivos en el juego de la fantasía se han vuelto no obligados en la consideración estética, son obligados y absolutos en las situaciones m ás extremas, son guía oculta de toda vid? llena de contenido. T odas las intuibilidades (A nschaulichkeiten) e n el m undo pueden lle g a r a ser símbolos. Símbolos llegan a ser las form as prim itivas de la vida, del m undo, del acontecer, los elementos, todos los hechos básicos de la existencia, los tipos de las cosas reales, los modelos y contram odelos de la existencia hum ana, tal como aparecen ante n uestra valoración, Pero no son ya. símbolos cuando son m eram ente tales objetos a la vista, tam poco cuando significan, como uno, lo otro (por ejem plo la m áq u in a del estado despótico), cuando son tam bién bastante interpretables comr> limitaciones p o r otras limitaciones. C uando los símbolos son portadores de u n a signi ficación infinita de algo que no es accesible de n inguna o tra m an era que p o r símbolos, son p o r decirlo así seres anim ados, que nos atraen, realizán donos, haciéndonos dichosos o asustándonos, siempre seductores. Nos im pregnan, en ta n to que nos liberan; pero nos atan , en ta n to que se con vierten en objetos existentes de nu estra superstición. L a p alab ra símbolo tiene en el uso lingüístico u n sentido m últiple. Es em pleada e n el sentido m ás am plio por m ero signo, p a ra anologías y com paraciones en el m undo, p a ra esquem as y abreviaciones de la intuición, p a ra todo lo significativo. H ay que p re g u n ta r siem pre: “ ¿Símbolo de qué?” Si hay u n a respuesta posible a través de u n objeto en el m undo, n o se tra ta de ningún símbolo verdadero. El “de qué” existe aquí sólo e n el símbolo auténtico y adem ás n o es nin g ú n objeto, está entonces en los con ceptos filosóficos trascendentes. E n la psicología com prensiva hay que distinguir especialm ente el sím bolo com o vehículo de significaciones personales válidas de la propia bio grafía, com o form ación supletoria, etc., del símbolo com o vehículo abarcativo de significación de la trascendencia inm anente. A quél lo hace cim entar Ju n g en lo inconsciente personal, éste en lo inconsciente colectivo.
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3. P o s i b i l i d a d d e l a c o m p r e n s i ó n d e l o s s í m b o l o s , ¿Se pueden com prender los símbolos? Los símbolos de los otros, que n o son los propios, se pueden com probar sólo desde fu era en su ap a rición, pero no com prender desde dentro, no allí donde late el corazón de su realidad. P lena com prensión de los símbolos requiere en el símbolo la propia vida. T ales símbolos propios se pueden ilum inar, trad u cir en ideas d e la m etafísica, im pulsar p o r decirlo así en tal m ovim iento de la obscuridad al rico desarrollo, y com prender en la m edida en que se vive al mismo tiem po en ellos. L a com prensión no obligatoria de los símbolos alcanza en cam bio ciertam ente la intuición estética, la verdadera excitación, de los sentim ientos en u n a participación juguetona a m an era de ensayo en contenidos extraños, pero sin lo serio de la realidad. Conocim iento de símbolos es m ás que u n pensam iento en imágenes. L a com prensión psicológica de los símbolos se mueve en u n a am bigüe dad funesta. Se estudian los símbolos en mitos y religiones, en sueños y en psicosis, en fantasías de vigilia y en estados psicopáticos; así se sabe de ellos, pero solo exteriorm ente, sin creencia propia. O se im agina en la indum entaria de tal estudio científico la verdad de los símbolos mismos, se quiere ap o rtar la salvación por la com unicación del conocim iento de los símbolos, suscitarlos y d e ja r p articip ar en ellos. Se m ezcla confusam ente el sentido del conocim iento de los hechos típicos históricos ¡y psicológicos —vistos desde fuera tam bién entonces, cuando son representados interior m ente— y el sentido de la verdad en el saber por símbolos. 4. H i s t o r i a de l a i n v f e s t i g a cíi ó n d e l o s sím b o l o s . L a investigación de los símbolos es lim itada m ayorm ente a los mitos, las leyendas y( las sagas. N ació de la investigación de la m itología griega, sobre todo desde el rom anticism o (G reu zec); O. M iiller, W elcker, Nágelsbach, luego todavía R ohde {*) son los m ás provechosos. Schelling ( 2) desarrolló u n a grandiosa concepción total que, a pesar de los errores masi vos en p articu lar y de algunos absurdos en el conjunto, todavía hoy es de interés. E l inspirado, p o r decirlo así en tre los interpretadores, a pesar del celo coleccionista ilim itado y sereno, es Bachofen (3). H oy se h a n hecho conocidos K lages (4) y Ju n g (5) como interpretado (!) M ü l l e r , O t f r i e d : Prole gomena su einer wissenschaftliche M ythologie. G otínga, 1825. Die D orier, Berlau, 1844. W e l c k e k , F. G .: Griechische G oltertehre. G otinga, 1857. Nagels* B a c h , C. F .: Hom erische Theologie N ürem berg 1840 N ackhomerische Theologie. N ürem berg, 1956 y sigts. R o h d e , E r w i n : Psyche, 1893, 4? ed., 1907. (2) S c h e l u n o : Philosophie der M ithologie und O ffenbarung. W erke, zweite A bteilung. • Especialmente en el tom o .primero, las lecciones 1-10 sobre la historia de la m itología. *• (3) B a c h o f e n , J . J . : L a selección “ D er M ythus von O rie n t und O ccident” . M unich, 1926, con la introducción histórica de A. B a u e m l e k . Pequeña selección de R u d . M a r x en la edición de bolsillo de K r ö n e r . (4 ) K lag es L u d w ig : D er Geist als Wiedersacher.der Seele. L e ip z ig , 1929. (5) J u n g , C. G .: Wandlungen u n d Symbole der Libido. Leipzig y V iena, 1912 Seelenprobleme der G egenwart. Zürich, 1931. “ Über Archetypen des kollektiven U nbew ussten” . Eranos Jahrbuch. Zürich, 1935. Sobre J ung: “ Die kulturelle B edeutung d e r komplexen Psychologie” . Festschrift zum 60. Geburtstag. Berlin, 1935.
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res de símbolos (Klages llam a “imágenes”, a lo que J. B urckhardt llam a "imágenes prim itivas” y Ju n g “arquetipos” ). Pero Klages y Ju n g son esencialmente distintos. L a interpretación de los símbolos de Klages está llena de vigor intuitivo seductor; sus actualizaciones de símbolos (especial m ente de la poesía y el arte) son lo quizás im perecedero en su gran obra (que ideológicam ente desarrolla u n a m agnífica filosofía precrítica en u na síntesis de racionalism o y gnosticismo con pruebas supuestas). Ju n g en cambio no sólo carece de esa fuerza intuitiva, sino tam bién de la seriedad inquietantes que h ab la en Klages. Ju n g es el interp retador ágil, hábil en todos los medios sin lo inspirado, propio de Klages en la continuación de Bachofen, nuevam ente descubierto p o r él; las exposiciones de Ju n g son cansadoras, irritantes p o r tantas contradicciones n o dialécticas; aquéllo ala do que invade al lector de algunas páginas de Klages, falta p o r entero, en favor del escepticismo usual. E n el presente, pobre en símbolos, tra ta n de señalar ambos la verdadera realidad. Los esfuerzos de Ju n g me parecen un vano recom enzar con la explotación de lo viejo, Klages u n recordar, sentido por él m ismo com o desesperante, de profundidades perdidas de la historia. En los psicoterapeutas 'han adquirido prestigio las doctrinas de Jung. Tam bién fuera de esos círculos encontraron aprobación entusiasta ocasionalm ente. El distin guido indólogo H . Zimmer habla de la m isión rectora del alm a d e la doctrina de C. G. Jung. “Descubrió en el bajo m undo de nuestra propia esencia la fuente eterna, formas susurrantes com o antes y ahora y acercó así los m itos, que nos tejen la tra dición de los pueblos y sus poetas palpablem ente, en la profundidad im palpable de donde procede toda su form ación”. “El arte de G. G. Jung en la interpretación de los sueños se com porta com o una luz m aravillosa en el fondo obscuro de los mitos y las leyendas^. Puede cada cual buscar lo que encuentra allí. Y o no me puedo convencer de que tales juicios tengan razón.
5. los
Posibles símbolos.
problemas
de
la
investigación
E n la vida p ública de n uestra época los símbolos
juegan en verdad un papel, pero hay pocos símbolos; la vida m oderna en conjunto es — en relación con las épocas anteriores— extraordinariam ente pobre en símbolos. E n cam bio es u n hecho típico que los símbolos ap a recen m asivam ente en los sueños, en las fantasías de los ensueños de vigi lia, en las psicosis, y en los estados psicopáticos — sin poder decidir en qué m edida de m an era caprichosa o seria. E n la psicopatología los símbolos se h a n vuelto u n objeto preferido de la atención p a ra los psicoterapeutas. H oy en la psicoterapia los símbolos se vuelven im portantes, prim ero porque su contem plación perm ite u n a m irad a a lo que dom ina quizás a los individuos particulares, en segundo lugar porque los símbolos oscuros se despiertan, se
de
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cu id an y se hacen llevar a la conciencia, en tercer térm ino porque p o r los
símbolos será posible u n a dirección indirecta del individuo. Así parece al menos, aunque los tres caminos h a n sido puestos en duda. Pero cuando los símbolos tienen u n a significación apenas sobreestimable, su exploración es una ta re a urgente. aa) C onocim iento de los materiales. Los psicoterapeutas partieron del hecho que se hicieron re la ta r los sueños de sus enfermos. H allaron adem ás tales contenidos en las experiencias, fantasías, formaciones delirantes de la psicosis. H allaron finalm ente que, en todos los hombres aparece en los sueños todavía u n m u ndo que de lo contrario pasa inadvertido. Significa tivos fueron esos hallazgos p o r paralelos de los contenidos en los mitos de todos los pueblos. Com o los etnólogos, que h abían hallado ya (*) paralelos de los m itos sobre la superficie terrestre y adm iten “pensamientos elem en tales” (Bastían) de la hum anidad, que nacen en todas partes por sí mismos sin difusión com unicativa, así adm itieron los psicoterapeutas algo hum ano general, que no sólo h a de ser investigado por etnólogos y mitólogos, sino tam bién en los sueños, neurosis y psicosis. Por eso fue necesario p ara ellos jn conocim iento universal de ese m undo mítico, tal como se presenta en las tradiciones religiosas, en las leyendas y sagas, en los poemas. bb) Conocim iento de las relaciones de la vida de los símbolos. U n an á lisis de los símbolos puede ocurrir de m anera triple: filosóficamente con el problem a de su veracidad (Platón, Plotino, S ch ellin g ); históricamente con el problem a de su m anifestación como realidad concreta; psicológica m ente con el problem a de su procedencia y de su efectividad en el alm a del individuo particular, según las reglas hum anas generales y su variación. Estos problem as son de sentido diverso. Los tres exigen u n a comprensión de los contenidos, pero el problem a de la verdad eterna, el problem a de la aparición históricouniversal concreta, el problema causal tienden a fina lidades independientes u n a de otra, aún cuando se entrelazan continuam ente tam bién en la exploración real de los símbolos. 1. Sistem ática é e los símbolos. Gomo hemos com prendido que el indi viduo en todos los tiempos vive en símbolos como las realidades que le dom inan y que esta vida en símbolos pertenece a las estructuras fundam en tales de la hum anidad, quisiéramos cap tar esos símbolos, en su regularidad, recogerlos en su m ultiplicidad, dom inarlos y ordenarlos. Esto puede ocurrir en la concepción básica que se tra ta de formaciones raras, extrañas, que se quiere conocer p o r fuera al menos, aun cuando no se les pueda com prender (1)
Andree,
R ichard : Enthnograpkische Parallele u n d
Vergleiche.
1878.
N . F.
1389.
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tam poco O en la concepción básica que se tra ta de un único m undo verda dero de lo simbólico, que se h a distanciado de nosotros en g ran parte en daño nuestro, pero que tal vez se p o d ría recuperar. Sería eso u n gran m undo de las imágenes constantem ente agitadas, que d an la verdad de los tipos prim itivos: sus elementos fundam entales h ab ría que buscarlos como los elementos eternos de la conciencia h u m a n a de la realidad. Entonces una sistemática de los símbolos no es m en tad a com o ordenam iento de fantasías maravillosas, sino como esbozo de la verdad. El desarrollo de contenidos simbólicos posibles significa la ap ertu ra del espacio en que el hom bre puede llegar a ser él m ismo y substancial, m ientras que sin símbolos, con alma escasa, se hiela p o r decirlo así en la nada, en tan to que se esfuerza en vano la m era razón en la agitación de u n m u ndo que se h a vuelto vacío. Si se distingue la colección exterior y el ordenam iento de todos los sím bolos producidos (la m orfología de los sím bolos), de la construcción interna de la verdad de los símbolos en conjunto (la filosofía de los sím bolos), así pueden servir las dos tareas u n a a otra, pero la u n a no es cum plida p o r la otra. U n a mezcolanza oscura desacreditará a ambas. Si se sigue a Heyer ( 1) en su representación de los círculos de la vida, los “es tratos del alma” desde lo vegetativo sobre lo anim alesco a lo pneum ático y su arraigo sim bólico-m itico, se puede persuadir uno de que tal ordenam iento nos da un cuadro excitante, pero sin embargo un modo de contem plación enteram ente particular que es filosófica y psicológicam ente muy problem ático. N o se puede dejar engañar uno en los. excelentes escritos de Heyer por la atmósfera espiritual que sopla desde G oethe y otros mundos y que tiene poco que ver en sí con esa cosa.
2. Leyes de la vida de los símbolos. C uando se observan las imágenes ópticas subjetivas intuitivas, no se puede m aravillar uno dem asiado de Ío repentinam ente que surgen ante los ojos desde la nada, figuras, paisajes, personas nunca vistas. Lo mismo p asa en los sueños. L a vida inconsciente tiene que form ar de u n a m anera im penetrable p a ra nosotros lo que luego es ofrecido a la conciencia com o producto acabado. Este producto acabado es contenido ( In h a lt) , tiene significado> entraño contenido ( Gehalte) , E n tanto que no entendem os nin g u n a relación, que sólo comprendemos un agregado cualquiera de fragm entos, en el fondo sin sentido, hablamos de azar; pero la pretensión de u n com prender significativo hace buscar de nuevo siem pre reglas y relaciones. , Se d aría sem ejante relación si no se tratase de fragm entos indiferentes y de agrupaciones accidentales de intuiciones sensuales, si esos contenidos que aparecen desde la vida inconsciente tuviesen, p o r lo menos en parte, la significación de símbolos. Si se in ten ta in terp retar contenidos experim en(1)
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jados de hecho en el últim o sentido, se hacen así dos experiencias funda mentales: Prim ero la interpretación es infinita., no se puede rem atar, las ramificaciones del sentido no cesan. Jung escribe: “En cuanto se investigan los tipos en sus relaciones con otras formas arquetípicas, se ensanchan a relaciones de tal m odo frecuentes, históricosimbólicaSj que se llega a la conclusión de que los elem entos psíquicos básicos son de u n a . m ultiform idad reluciente, imprecisa, que sobrepasa la .capacidad hum ana de representación” .
En segunda lugar la interpretación m ism a es u n vivenciar como con tinuación de la vida de los símbolos, u n crecer e ilum inarse de contenidos, un proceso productivo. N o se encuentra apoyo alguno en la traducción de los símbolos. E n ello se m uestra si los símbolos de m undos de sueños y, de fantasías están en relación con la vida de la vigilia, es decir si sus significaciones la influyen o dom inan. Q ue tiene lugar u n a dirección de la vida en vigilia por símbolos, apenas puede ponerse en duda. Q ue los símbolos se m uestran y al mismo tiem po actúan, que no sólo intervienen en la m arch a de la vida, sino que determ inan, lo explica Ju n g a través de los “sistemas vivientes de reacción y d e disposición”, que dom inan la vida invisible, inadvertida y por eso tanto m ás eficientem ente. “N o existen representaciones innatas, pero sí posibilidades innatas de representaciones, que ponen fronteras determ i nadas tam bién a la fantasía m ás atrevida” . Lo que se llam a filosóficamente a priori, se aplica aquí psicológicamente como estructura activa de Jos arquetipos. “Form an p o r u n a p arte u n fortísimo prejuicio instintivo y por o tra son los auxiliares más eficientes que se pueden im aginar p ara las adaptaciones instintivas” . Los arquetipos de Ju n g tienen u n sentido m últiple. N o son de m a nera alguna símbolos en sí legítimos. Los arquetipos son p a ra Ju n g univer sales, son todas las fuerzas que hacen surgir las form as de tanto en tanto precisas, las imágenes, las concepciones, las m aneras de interpretación en que se me aparecen, el m undo y ios hombres, en las que fantaseo y sueño, en las que creo y de cuya existencia estoy seguro. E ntre los arquetipos están tam bién los símbolos legítimos, y esto cuando contenidos trascendentes del ser determ inan p a ra m í el sentido y la significación de los individuos y de las cosas en el m undo, es decir cuando los modos de mi com porta m iento respecto de ellos no son determ inados decisivamente por objetivos, intereses, antipatías y sim patías vitales, sino por una usurpación en el.'os. Y a que los símbolos pueden ser u n lenguaje claro del ser y objetividad de la trascendencia, pero entonces sóio productos del alm a hum an a (repre sentaciones) y com o la últim a significación suele ser decisiva en las discu
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siones psicológicas, suscitan la am bigüedad confusionista : ¿Encuentro eft ellos verdad o tengo que ilum inarlos y resolverlos como apariencia? Esto se m uestra tam bién en la aclaración de la ley fundam ental, que en- el sirru, bolo se me enfrenta algo dtífade, sin embargo, yo mismo estoy. ¿Es el autodevenir el esclarecimiento del “mismo” ( “Selbst” ) en la comprensión da los símbolos como la com prensión de la verdad propiam ente dicha? ¿O hay en el trato con el símbolo una lucha con la propia sombra y está funda do el áutodevenir justam ente en la com prensión de la apariencia? En Jung desem peña un gran papel el siguiente fenómeno psicológico básico: vivimos constantemente en escisiones. El trato con lo que se halla enfrente es el trato con nosotros mismos justam ente cuando imaginamos tener que vérnoslas con otro enteramente distinto. O dio y amo en los otros posibilidades propias, en el de lincuente} en el aventurero, en el héroe y en el santo, en dioses y diablos. Presto a la objetividad lo que dormita en m i mismo; la supero o sucumbo ante ella en tanto que la combato o me apropio de ella fuera de mi, odio o amo. Está en el alm a del individuo, com o lo vio H egel en sus grandes rasgos: me convierto en lo que es m i enem igo; se transforma uno mismo, más o menos, en aquello contra lo que uno combate. Jung dice: “Persona” es nuestro sistema de adaptación eventual, por el que nos com unicam os con el m undo. Podem os dominar tales sistemas de adaptación forma dos por los arquetipos o quedar sometidos a ellos, en la m edida en que nos volve mos idénticos con ellos, poseídos por. ellos. O “sombras” es el conjunto de las fun ciones inferiores, sin las cuales no somos, com o no puede haber ningún cuerpo en la luz sin ' arroj ar sombras. La sombra se forma por arquetipos. El individuo que está poseído por su sombra, es decir que vive en sí m ism o”, está él también en la luz; se atrapa en los propios ia 2 os; donde no hay ningún obstáculo sobre el cual pu ed a tropezar, se constituye inconscientem ente uno. Los arquetipos configuran su m undo en una sucesión de situaciones del fracaso, del no poder, de la frustación.
3. Procedencia de los símbolos. L a concepción em pírica del m undo de los símbolos enseña los paralelos de los símbolos en todos los pueb.os: se concluye en algo generalm ente hum ano, p o r tan to com ún a todos. Además se encuentran tipos limitados de símbolos, que son propios, en paralelos, de amplios círculos culturales, pero no son universales en el globo terrestre. E n tercer lugar se ven, pertenecientes a determ inados pueblos, formas históricas únicas de los símbolos. Así se en cuentran simplemente las pola ridades m ás generales (p o r ejem plo m asculina y fem enina, transform ación, devenir y desaparición — ritm os y períodos, fenómenos elementales de la naturaleza) como símbolos. Se puede descubrir de esta m anera, antihistóri cam ente y fuera de to d a tradición, en lo inconsciente, en símbolos básicos sin tiem po, lo que es propio deí hom bre. Pero nu n ca serán descubiertos por tales vías, p o r ejemplo, Apolo y A rtem isa. Estos son históricos, únicos, insuplantables, irrepresentables, no se pueden encontrar en lo inconsciente m ás profundo; m ás bien son accesibles sólo p o r la tradición. E ntre ambos extrem os están las formás especiales que no son universales de ningún modo,
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ero que pertenecen a m as amplios circuios culturales, que van mas alia ¿e Jos pueblos particulares. Finalm ente hay m uchos contenidos del todo especiales que no se presentan en verdad en todas partes, pero que se dan e n tantos lugares distintos que no pueden ser históricos, sino que tienen que ser generales, a pesar de toda su extravagancia, como por ejem plo la figura del cefalópodo. V italm ente eficientes son los símbolos, sólo en su figura histórica espe cial de un tiem po. Las estructuras generales y los contenidos están en verdad en ellos, pero com o tales solamente, no activos. E n cambio hay otra apre hensión, que justam ente hace existir lo activo en lo general, que solo cam bian de indum entaria con alteraciones históricas. La prim era interpretación se encuentra en Schelling. Su grandiosa vi sión hace coincidir el origen de los m itos con el origen de los pueblos. L a confusión babilónica de las lenguas dispersó la hum anidad antes unitaria en pueblos que en su ceguera adquirida habían abandonado sus mitos. Esos mitos eran tantos como los pueblos; todo m ito deja su huella en el pueblo, según h a sido producido por éste. Las leyes generales del nacim iento de los mitos aparecen desde el jpomienzo en form a característica. M uy distintam ente opina Ju n g : de lo inconsciente, que surge de 1a bio grafía personal, distingue lo inconsciente colectivo. Este es el fundam ento universal de la existencia hum an a biológico-psicológica, es activo en todo individuo, aunque se halle hondam ente oculto. Pero esto universal lo inter preta de nuevo como “la enorm e m asa hereditaria espiritual del desarrollo de la hum anidad” o como “cristalización de todo vi v e n d a r hum ano hasta volver a los m ás obscuros comienzos” . L a construcción de Jung de lo inconsciente colectivo — com o un reino de las imágenes primitivas, que son én general los pensamientos más verídicos de la hum a nidad— tiene nuevam ente la ambigüedad de ser por una parte un conocim iento objetivo, basado en la investigación de la prehistoria y de las disposiciones ocultas del hombre, y por otra, al mismo tiem po, de significar la incitación a participar en esa substancia de la verdad para la propia salvación. Jung escribe: “Las im ágenes más primitivas son sobre todo los pensamientos más antiguos, más generales y más profundos de la humanidad. Son tanto senti miento com o pensam ientos; más, tienen incluso algo com o una vida propia, inde pendiente, algo com o alm as particulares, lo que podem os ver fácilm ente en todos aquellos sistemas gnósticos, que se apoyan en la percepción de lo inconsciente como puente del conocim iento. L a representación de ángeles, arcángeles, de los tronos y de los soberanos en Pablo; de los arcontes y reinos luminosos de los gnósticos y de las jerarquías celestes de D ionisio ^reopagita proceden de ia percepción de la rela tiva independiente de los arquetipos” . Contienen todo lo más hermoso y grande qu e la hum anidad pudo pensar y también las peores infamias y diabluras de que fueron capaces los hombres.
Estas tesis hi stórko-psicológicas son tam bién, aparte de la ambigüedad del sentido de la verdad por ellas m entado, en extremo problem áticas: tam bién las analogías más asombrosas a la p rim era m irada, entre los mitos de casi todos los pueblos y entre éstos y los contenidos de los sueños y los con tenidos de psicosis, son insuficientes p a ra la construcción convincente de un fundam ento universal, lleno de contenido de lo inconsciente en el hombre. Las analogías se dem uestran en u n estudio m ás detenido como externas, ge lim itan a categoría generales. Justam ente su contenido que miieren y resu citan (Osiris es m uerto, Dionisios desgarrado, Cristo crucificado), no . constituye precisam ente su esencia. L a analogía ilum ina lo inesencial. cc) N uevo despertar de contenidos adormecidos. E n la investigación de los símbolos por los psicoterapeutas está el impulso a h allar la verdad de los símbolos y a particip ar en ella. A quí es grande el peligro del en gaño confusionista. 1. La aparición de los símbolos tal com o los percibimos observando — en sueños^ fantasías, psicosis— es un fenómeno psicológico que tiene que ser distinguido como tal de la significación existencial de los símbolos en el estado de vigilia, racional. ¿Es favorable a la verdad y salvador tomar lo experimentado en el sueño para comienzo de interpretaciones) del ser existencialmente activas? T al vez, pero ¿no se da aquí también fácilm ente una desviación de lo serio hacia el juego de los senti mientos con contenidos movibles y la afirmación hipotética de un hipotético ser así? 2. Guando en la situación mundial del impulso se pierde la capacidad de vivenciar para llenar la propia vida, desde los grandes problemas de los ordena mientos humanos, por una solución histórica o por su fracaso, entonces no pueden ser entendidos ya tampoco los m itos y las poesías en que se revelan esas soluciones. Cuando desde la conciencia de esa deficiencia el germen perturbado en su des arrollo de lo posible humano busca una atmósfera en donde pueda respirar y cre cer, la concepción de las posibilidades fundam entales del ‘hombre desde Homero a Shakespeare y G oethe y en los viejos mitos, eternamente vivientes, pu ede quizás abrirle un espacio. Pero tam poco en el hecho de ser alcanzado por eso hay una realidad originaria propia. 3. Cuando se comporta uno com o si fuese apropiado el conocim iento histórico o psicológico para ser símbolos vivientes eficaces en la ayuda a los individuos que sufren, el resultado puede ser: una superstición que busca un respaldo en las fija ciones finales de símbolos que se ciernen, agitados y objetivos pero sin embargo propiamente impalpables, en que son desviadasi tradiciones profundas, utilizadas abusivamente para fines curativos (entre cartabones de salud y felicid ad ); en lo cual los símbolos en verdad no son ya símbolos. 4. Para los individuos particulares los símbolos pueden ser el lenguaje de algo que no se les vuelve objetivo y eficaz de otro modo. Sí son despertados de su incons ciente, el problema consiste en qué es lo que hay que agregar históricam ente para conformar lo que despierta y llevarlo a la conciencia de sí mismo. Pero el que respon da a esta pregunta se convierte en profeta; no enseña, sino que anuncia, proclam a; no ayuda a través del cristal y el interrogante, sino da lo que es substancial. Esto parece ir más allá de la energía hum ana y la posibilidad hum ana del investigador y el filósofo. Nosotros quedamos inmóviles con asombro y reverencia ante los sím-
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bolos como ante un mundo de verdad oculta. El intentar acercarse a esos símbolos, comprensivamente, menos en general que a los individuos históricos concretos, para escuchar si repercute algo en nosotros, que nos enseñe quizás a comprender lo que ocurre en los otros, es el lím ite que alcanzamos investigando y filosofando. 5. Frente al mundo entero de los símbolos hay en nosotros un origen desde el cual es relativizado. L a autorreflexión libera de la sujeción a los símbolos, previene las supersticiones continuam ente amenazantes; y hace posible a través de todos los símbolos la nueva ligazón, más honda, de la existencia a la trascendencia sin im áge nes que habla por la incondicionalidad de la acción ética, por el milagro del rega larse en la existencia libre. Aparece en la certidumbre no fijada, que halla rn la acción interna y en el hacer externo el cam ino, cuando halló en la franqueza de la razón decisión y resolución de la existencia.
§ 3.
Form as básicas de la com prensividad
a)
L a tensión de oponentes en el alm a y dialéctica de su m o L a vida del alm a y sus contenidos están escindidos en oposi ciones. Pero p o r las oposiciones vuelve a relacionarse todo. Las repre sentaciones suscitan representaciones contrarias; las tendencias, contraten dencias; los sentimientos, sentimientos en contraste. L a tristeza se trans form a en algún m om ento espontáneam ente y con motivos insignificantes, en alegría. U n a inclinación no af’rm ada lleva a la acentuación exagerada de una propensión contrapuesta. E n todas partes debe ceder la comprensión a las oposiciones. Presentar tales oposiciones equivaldría a atravesar la psicología entera. vim ien to.
1. O p o s i c i o n e s c a t e g o r i a l e s , b i o l ó g i c a s , es p i r i t u a l e s . Necesitamos u n a m irad a universal a lo contrapuesto: lo vemos lógicamente en m ultilateralidad categorial, como realidad en lo bioló gico y psicológico, intelectualm ente en posibilidad espiritual realizable. Categorialm ente hay que distinguir; el mero ser otro o la diferencia (por ejem plo cqlor y tono) del contraste, en éste nuevam ente la polaridad (por ejem plo rojo y verde) de la contradicción (verdadero y falso). Se trata de una forma universal de todo pensam iento (que no es ejecutable sin la una y la otra, es decir sin distinción y sin por lo menos dos puntos de referencia) y de una forma de todo ser tai com o aparece para nosotros (pues com o nuestra razón rio puede pensar nada que no tenga otro fuera de sí, es inim aginable para la razón todo ser, ahora mismo escindido y de otro m odo). B iológicam ente vem os polaridades reales: en el inspirar y el espirar, en el sístole y en el diástole del corazón, en la asim ilación y la desasimilación del metabolismo — en un antagonismo de las funciones que se suceden mutuamente com o en aquellos ritm os: el estar despierto hace al fin obligatorio el sueño; el sueño hace obligada la vigilia. En los círculos de las funciones, en donde la secreción interna es un m iem bro, ocurre esto m ism o en oposiciones (Basedov y m ixedem a contienen en su oposi ción algo que los 'hace aparecer com o desviaciones hacia polos contrapuestos). U na
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polaridad básica de todo lo viviente es la escisión y la ligazón m utua de lo m aii culino y lo femenino. Psicológicam ente la oposición polar no es menos radical. Así, la actividad y ]* pasividad son conscientes e inconscientes, el placer y el disgusto, el amor y el odio, la entrega de sí mismo y la afirmación de sí mismo son polaridades en los estado» e impulsos del alma. Adem ás: la voluntad de poder y el impulso a someterse — vo luntad propia y sentido de com unidad (yo y nosotros-); im pulso hacia el día, hacia la independencia, hacia la responsabilidad, hacia la actividad, hacia la vida e im pulso hacia la noche, hacia lo oculto, hacia la irresponsabilidad, hacia el descenso, hacia lu muerte— impulso al quebrantamiento de los ordenamientos y a ordenarse. Así se pueden desarrollar oposiciones y polaridades inabarcables. Dom inan en una gran riqueza de transformaciones! los asertos de la psicología comprensiva. Toda la psicología comprensiva se mueve en oposiciones. ln telectu alm en te el contraste se convierte en ejecución de las estimaciones-con trapuestas de valor: verdadero-falso, hermoso-feo, bueno-malo, positivo y negativo. El espíritu aprehende todos los contrastes que se producen y que son en sí incons cientes, los reconoce en su significación, los contempla como símbolo, desde los polos especiales arriba y abajo, derecha e izquierda, sobre tinieblas y luz hasta los polos biológicos» (por ejemplo m asculino-fem enino) y los antagonismos psicológicos (por ejem plo placer-disgusto, alegría-tristeza, elevación y caíd a ). Pero esencial del espí ritu es el movim iento realizado en sí consigo mismo: avanza de un polo al otro, no tolera contradicción, quiere por tanto superar todas las contradicciones, unir las polaridades en tensiones cada vez más amplias.
E n el espíritu se vuelvei consciente y se convierte en trabajo inabar cable de su acción qué y cómo se conjugan todas las oposiciones.. Reco noce en todas partes el fenóm eno básico infinitam ente alterable, que lo invade todo y se realiza en sí mismo. N o sólo existen oposiciones, sino que se mueve a través de ellas toda existencia. Las oposiciones están li gadas unas a otras como origen de m ovim iento constante. Este movi m iento se llam a dialéctico. D e ahí, frente a ella, el descontento, incluso la indignación o rebelión de la razón fijadora que quiere saber lo que tiene por delante como terreno firm e; y p o r tanto tam bién la inconve niencia de la definición term inológica donde la realidad es dialéctica. 2. M a n e r a s d e l a d i a l é c t i c a . E n la realidad psíquica se com portan las oposiciones de tres m aneras entre sí. 1. Sin conciencia de ello se transforman al correr del tiem po u n a en o tra ; como la inspiración se vuelve espiración, así la tristeza en alegría, el entusiasmo en estado •de ánim o apagado, el am or en odio, y al contrario. O bien 2: las opo siciones combaten unas con otras: lo polarm ente contrapuesto se h alla presente en la m ism a alm a, arrojándose lo uno contra lo otro. O bien 3: yo decido entre oposiciones, excluyendo la u n a en favor de la otra. E n la transform ación tiene lugar u n proceso, en la lucha u n a acción inter n a y en la decisión u n a resolución. Las dos últim as m odalidades de la dialéctica llevan a movimientos
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¿íalécticos radicalm ente distintos, a la síntesis del “tanto-como-también** y a la elección del “o bien esto o bien aquello” . En la síntesis entran las oposiciones en u n a tensión constructiva, en. cada m om ento se vuelve posible u n todo en solución arm ónica, que tiene
ciertamente que pasar en seguida al nuevo movimiento, pero que av an2a por el cam ino de la construcción p o r la riqueza y la m agnitud d e la realización en la cohesión de las oposiciones tensas. El todo como unidad d e las oposiciones vale como origen y finalidad; este todo llega en el movimiento p o r las oposiciones a su plena aparición. Aquí conduce la dialéctica al todo. En Ja elección ocurre m uy diversamente. El hom bre está an te el “o bien esto o bien aquello. T iene que resolver lo que es y quiere. E a la ilimitación, de otra decisión que incluya posibilidades es ganado el. terreno al que corresponden seriedad y seguridades. Las contradicciones de la existencia^ de lás posibilidades del m undo son lo últim o: oprim ir se ante ellas, en tan to que se ocultan —aunque sea en la más grandiosa armonía total— pasa por deshonesto. Se d a el m om ento como la re a lidad donde se dice de la propia acción: buena o m ala; y donde es. imposible la concepción totalizante, resum ida, que excluye las oposicio nes. Aquí conduce la dialéctica a los límites de la decisión. El alm a encuentra en ambos caminos peligros característicos. D onde quiere él todo, lo m ira, lo siente, puede hundirse en lo infinito sin. advertirlo, deslizarse en u n a totalidad estéticam ente seductora, volverse sin carácter, insegura y sofísticamente con los medios del dialéctico“tanto-com o-tam bién” . Pero donde el alm a busca el terreno de la deci sión, puede llegar a ser violenta, abandonando el otro aspecto de la pareja de oposición, avanzar p o r el cam ino del empobrecimiento, llegar a quedar sin vida en el sosiego de la unilateralidad, sucum bir adem ás al efecto de lo abandonado y de lo excluido, de lo reprim ida, que se apodera por decirlo así de ella a sus espaldas sin que lo advierta. Si vemos en am bos cam inos lo positivo' — en el “tanto-com o-tam bién5*' el cam ino central com o tensión m u tu a de las .oposiciones p a ra la cons trucción de totalidades; en el “o bien esto o bien aquello” la decisión como origen del fundam ento absoluto de lo serio —y tam bién lo negativo— allí la falta de carácter, aquí la estrechez, am bas veces u n a inveracidad específica— , no podrem os poner lo positivo del uno co n tra lo negativo d el otro, sino m antener en disputa lo positivo y lo positivo. ¿P ero cómo puede el alm a com portarse frente a esas dos posibili dades básicas dialécticas? ¿T iene que estar en favor d e la u n a c o n tra.
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la otra? ¿O h ay p a ra ella u n a síntesis de la síntesis y. de la antítesis (del todo y de la decisión) ? El carácter fundam ental de la situación del hom bre en el tiem po es que la síntesis de síntesis y antítesis no es realizable. Significa que nuestra vida tiene que elegir y realizar históricam ente su destino en riesgo y peligro, y que la verdadera solución desaparece ante las fronteras trágicas y las posibilidades trascendentes de redención, L a dialéctica un sus transform aciones en u n a form a universal de pen samiento, en contraste con la form a racional del juicio, de la que se sirve, en tanto que la excede. L a dialéctica es ineludible p a ra la com prensión del alma. Procura u n a satisfacción específica en la aprehensión de las situaciones hum anas, de los hechos, los m ovimientos (1). 3. Ejemplos de comprensión psicopatológica c o n l a d i a l é c t i c a d e o p o s i c i o n e s ( 2) . Se tom a como m edi d a de lo psíquicam ente sano los pensam ientos: norm alm ente nacen de opo siciones en las plenas unificaciones del alm a, sea por elección clara, de cidida, sea por síntesis abarcativa. A norm alm ente se independiza una tendencia, sin que e l' efecto contrario se m anifiesta en general; o no se produce ninguna unificación; o justam ente adquiere en todas partes la ten dencia contraria u n a independencia especial. T ales pautas pueden apli carse al análisis comprensivo de psicosis y neurosis. aa) E n los esquizofrénicos hay ejem plos de realización drástica de la independización de- una tendencia sin contratendencia: la obediencia autom ática, la ecolalia y la ecopraxia: los enfermos estiran la lengua a la orden, aún cuando saben q ue debe ser pinchada, imitan, movimien tos absurdos, repiten preguntas sim plem ente. P a ra la ausencia de la unificación: .la acentuación em otiva sim ultáneam ente positiva y negati v a del mismo objeto, que Bleuler llam a am bivalencia(3) ; esto conduce cu la vida psíquica norm al o bien a u n a elección clara o a un a cons trucción sintética; los enferm os esquizofrénicos pueden al mismo tiem po odiar y am ar en sim ultaneidad espontánea y com pleta, considerar al mismo tiem po lo exacto y lo falso, así p o r ejem plo aferrarse con convicción a u n a orientación exacta, a l mism o tiem po que a u n a deli-
(1) L a riqueza d e estas posibilidades "dialécticas” —llegando más a llá de la psico logía, .p ero ¡ocluyendo a ésta— es expuesta en la filosofía hegeliana, y su debilitam iento, en los hegelianos todavía instructivos. Inagotable an te todo e s la F e n o m en o lo g ía d el esp í ritu der Hegel. (2) Para la psicología de la oposición, por ejem plo: L ipps , T.h .: V o m Fühlen, W ollem u n d D enken, 2* ed. Leipzig 1907. E n la psicopatologia, p o r ejem plo B leuler, G ross, F m u d : ver Psychiair. neu r. W sckr» 1903, 1906, 11, 1910 I . Jb. Psyckoanal. 2, 3. B leuuer: D em entia praecox oder Gruppe des Schizophrenien, p . 43, 158 y s ig ts ., 405, 1911. (3) Roenau, E .: “A m bivalenz”, y réplica de E . B le u le r: Z . N e w ., 157, 153, 166(1936).
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yante. P a ra la independización d e la contratendencia: negativismo, les
enfermos se resisten contra todo o hacen directam ente lo contrario; van al baño, p ero realizan su necesidad al m argen; deben com er y; 110 lo hacen precisam ente, pero q u itan con gusto la com ida a otros enfermos; en los casos clásicos u n enfermo al que le incita a a n d ar hacia’ ade lante, m arch a h acia atrás; u n enfermo, que entró en el jard ín con u n a lluvia torrencial, dijo: el sol calienta y brilla; K raepelin interpretó en este sentido ciertos estados estuporosos, en los que advirtió rudim entos de movimientos, com o interceptación condicionada p o r impulsos con trarios,. en oposición a la simple inhibición del proceso psíqueo y con ello tam bién de las manifestaciones m otrices; las voces dicen al enferm o a veces lo contrario de lo que ellos quieren significar, p o r ejem plo la exclamación “ bravo” significa que el enfermo n o h ab ría debido hacerlo. bb) E n las neurosis se in terp reta como ausencia tan to la unificación de los contrastes como la elección,, p o r ejemplo la incapacidad de deci sión, la incapacidad de llegar en alguna p arte al fin, de term inar algo. Pero en p articu lar h a sido m ostrada por los psicoterapeutas la dialéc tica de la tensión - y del relajamiento. Tensión y relajam iento son u n a polaridad q u e v a d e lo biológico, hasta el alm a y h asta el espíritu. V a de los músculos p o r la voluntad hasta la actitud básica intuitiva del m undo. Pero lo que conduce en cam bio como proceso fisiológico rítm i co al equilibrio, se convierte en lo. psíquico en problem a desde un m ero proceso. Este problem a sólo puede ser resuelto cuando un proceso vital feliz es el vehículo del m ovim iento, pero tam bién sólo en la p a rte del hom bre com batiente, que se im pulsa en sí, que ta n sólo en la acción in tém a llega a ser lo que es. Fisiológicamente hay convulsión y colapso, y la salud, que n o es ninguno de am bos; en el alm a hay dureza y flojedad, ‘capricho e inconsciente y el querer delim itado claram ente, que no corresponde a esas oposiciones. D e las polaridades de la tensión y la solución, ineludibles en la apropiación de todas las otras oposiciones, bro tan los m ovimientos que se deslizan sea en la convulsión, sea en el adorm eci m iento, o que pasan de la tensión, sobre u n a solución en la síntesis cada vez triunfante, a nueva tensión. 4. A f i r m a c i ó n de la a p r e h e n s i ó n p s i c o p a t o l o ? g i c a s e n l a s o p o s i c i o n e s a b s o l u t a s . Si se observan los esfuerzos de la psicología com prensiva y la caracterología, se ve la sig nificación dom inante de las oposiciones. T o d a oposición no del todo indiferente actú a cuando se vuelve consciente, prim ero de m odo preci sam ente obligado; la seducción a tenerla eventualm ente por esencial,
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con lo que serían descubiertas las fuerzas m ás profundas, parece casi inevitable. E n el empleo de u n a oposición en Iá ejecución que debe com prender toda vida psíquica, se vuelve entonces cada vez más im precisa y más am bigua. M ientras que ilum ina en apariencia universalm ente, se h a vuelto u n a consigna que coincide siempre, pero que final m ente apenas expresa más que un contraste en genei'al. Se puede volver a h allar algo análogo en diversas oposiciones de tal m odo universalizadas si se com para, p o r ejemplo, la posesión del objeto y el narcisismo (F re u d ), la extraversión y la introversión (Ju n g ), la obje tividad y la yoidad * ( “Ichhaftigkeit”) (K ü n k el). L a actitud básica en la universalización de u n a oposición es o bien la concepción de dos posibilidades polares de igual valor (extraversiónintroversión) y con ella, m ayorm ente asociada, la pretensión de la liga zón polar de ambas, o bien Ja contraposición de algo valioso y contrario al valor (viviente y pertu rb ad o r de la v id a ), como en Freud la sen sualidad de los instintos y el espíritu m oral reprim ido, en Klages alm a y espíritu (el que es antagonista del a lm a ). U n a concepción conci liadora, pandemoníaca total está frente a u n dualismo demonológico de Dios y diablo. Creemos p en etrar el error que nace de to d a generalización absoluta de u n a oposición. Por eso nos parece aprovechable toda oposición en su círculo correspondiente en el com prender y en algún sentido, jpor restringida que sea, nos parece ser objetiva; pero u n a totalidad de las oposiciones no nos parece tam poco alineable p a ra el conocimiento d e tal m odo que se pueda dom inar com prensivam ente el todo del ser hum ano. La comprensividad está ligada a la oposición. Pero lo comprensible, cuanto más hondam ente es aprehendido, señala por encim a de sí mismo: lo incom prensible del fundam ento vital, extraconciente; y lo incomprensible de la existencia histórica, incondicionada. b) V ida y com prensividad en circuios. L a dialéctica es la form a en que nos es accesible un hecho típico fundam ental de Jas relaciones comprensibles: en ellas no hay ningún proceso en u n a línea única, sino un intercam bio constante, u n a repercusión sobre los motivos, u n adelan tarse en círculos de movimiento que se ensanchan o se estrechan. U n sentim iento se expresa en la m ím ica y en los gestos; ambos aum entan re troactivamente el sentim iento, lo diferencian, lo hacen desarrollarse. U n impulso obs curo se vuelve claro en acciones, en obras y pensam ientos producidos; él mismo se
* “ Y oidad” es la traducción que propone López Ib o r (loe. cit., p . 224). £1 traductor efe K ünkel, prof, C aravía, dios' “ Yoísmo” . V er “ D el Yo al Nosotros” p. 22 y 58-9. (N o ta d e los T radu cto res).
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vuelve tan sólo por ese m edio vigoroso, preciso y real. El individuo se defiende contra los impulsos en sí, que él no quiero; los impulsos se vuelven de ese modo más fuertes — o' los descuida, les da poca ocasión y se vuelven más débiles.
No sólo se m uestran estos círculos en el alma para sís sino precisamente en el desenvolvimiento del alm a en su m u n d o . T a n sólo la resistencia de las cosas pone en m archa la voluntad. Según se configuren las cosas por los individuos, así los influyen retroactivam ente. Los acontecim ien tos conducen a elevaciones, a aum entos y a la transform ación. Todo verdadero devenir, toda vida, toda acción tiene que lograrse en el todo, tiene que construir se¡ en círculos. El proceso, el querer y el sostenerse en u n a línea significan restricción, se vuelven rigidez y conducen a la decadencia. El individuo tiene que poder mecerse, por decirlo así, en su actitud comprensiva, abandonar el terreno de la pre cisión firme en lo unitario. T iene que saltar p o r decirlo así en los círculos. Se equivoca en el sentido de la vida comprensible cuando quie re libre de riesgo lo uno sin lo otro, cuando sólo quiere tener y no quiere tam bién perder, salir a flote y no caer vencido, cuando sólo quiere vivir y no tam bién m orir. M ás bien debe tener en cuenta siem pre lo contrapuesto, correr el riesgo del peligró, hacer del dolor un aguijón, adm itirlo como factor en su movimiento. El mero “éste” sin contraste significa fijación, perder todo lo dem ás y pronto tam bién de>cadencia de lo vuelto no viviente en la fijación. Eri cam bio se afianza el ensancham iento de la vida comprensible p o r la apertura p ara los círculos de los m ovim ientos y peligros dialécticos. T odo propósito en una sola línea, toda fijación racional no es m ás que un factor — u n factor ineludible— en el todo de los movimientos del círculo; adquiere desde él tan sólo sentido, m edida, condición de su realización. E n los círculos aparecen las ideas, aparece todo lo abarcativo, el existir, el espíritu, la existencia. P or la ru p tu ra de los círculos se crean nuevos círculos. Se puede trazar una comparación entre el existir comprensible y el biológico. ‘T am bién lo biológico tiene que ser com prendido siempre en círculos. Así, p o r ejemplo, en los círculos del proceso endocrinoneurológico (H . M a rx ). N o bastan los simples antagonismos de hor monas con efectos opuestos; los círculos en total hacen el efecto vivien te; el fortalecim iento intencional de uno de los factores aislables entraña algo que actu ará diversam ente según los círculos que giren en ese . in dividuo preciso; de ahí la incalculabiüdad en considerable espacio de juego. Se puede calcular en la m edida que se conocen los círculos € » total. O bien, otro ejem plo: las funciones del proceso neurom uscular y sensorial son sólo concebibles en el todo de la situación — m undo in
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terior— m undo circundante del organism o viviente (círculo de form a ción de W eizsäcker). C om parable a estos ejemplos, es tam bién ]a vida comprensible ü n realizarse en círculos, pero con la diferencia que ahora se tra ta de u n proceso consciente y de lo inconsciente que sostiene co m o proceso circular com plem entario o actú a como origen de un a liber tad, que determ ina, sin poder ser q uerida todavía y sin ser objeto de u na com probación y u n a exigencia em pírica. L a tensión específica in terior, la repercusión en sí mism a, el com prim ir con fuerza o el soltar — “el hilo de los misterios de las transform aciones internas” (Nietz sche)— son los factores incalculables del todo comprensible de los mo vimientos del alma. . Son los actos determ inantes de la vida desde la temprana infancia. U n m u chacho que apenas puede hablar, entra la habitación, ve al bebé en el regazo de la madre — al que él m ism o pertenecía aún— , se resiste, vacila, se le llenan de lágrimas losi ojos, corre repentinam ente hacia la madre, la acaricia y dice: yo también lo quiero mucho. Y siguió siendo un hermano amoroso, -de confianza.
L o biológico es p a ra lo comprensible sólo u n a analogía. E n lo com prensible es el atrevim iento, el m iedo ante la necesidad del salto (siem p re en el círculo del to d o ), la decisión, la creación; en lo biológico en cam bio está el m ero proceso circular, si no mecánico, p o r lo menos un proceso forzado autom ático. Los círculos comprensibles son reposantes como las figuras del círcu lo de las form as de expresión, de las totalidades del carácter, de las obras. Los círculos ahora discutidos son m ovim ientos. Los m ovim ien tos circulares comprensibles son de dos clases, contrapuestos, los círcu los impulsores de la vida y; los círculos aniquiladores de la vida. C ier tam ente todo lo vivo comprensible está en círculos, pero la vida puede construirse en ellos o sucum bir a través de ellos. Así puede el hom bre tra ta r de superar resistencias, con medios ante los cuales sucumbe. Q uiere, p o r ejemplo, adqu irir validez, pero en tan to que splo piensa en la validez y no en la cosa, con cuyo logro puede estar vinculada en circunstancias dadas la validez, obra de tal m an era que cae en el des« precio ante sí mismo y ante los demás;, de ese modo aum enta tanto más de nuevo su voluntad desatada de valim ento y acicatea de nuevo y vano com portam iento, que sólo sirve p a ra em peorar la situación. P ara tales círculos es usual en los psicoterapeutas la expresión de círculo diabólico (K ü n k el). E n Jugar del verdadero círculo de vida construc tivo hay u n "circulas vitiosus”. El com portam iento comprensible se vuelve u n pataleo en el que el extraviado se h u n d e m ás en el p an tano en que h a caído. Así está el círculo creador frente al destructor, el círculo liberador, creador de espacio frente al círculo cerrado y paralizante.
p s ic o p a t o l o g ìa
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Los círculos en donde se acrecientan las perturbaciones surgidas de si mismas, jon múltiples. La ansiedad se convierte en ansiedad ante la ansiedad y la impulsa m u c h o más, hasta mayor altura. U n a excitación se eleva en tanto que es com ba tida. U n afecto se vuelve desmesurado por la m anifestación y la entrega a él. La cólera crece en el alboroto. El capricho s$ vuelve cada vez m ás caprichoso, O al contrario, un instinto crece cuando es reprimido; el individuo se sexualiza en tanto que no quiere la sexualidad. Estos círculos se transforman en neuróticos por el injerto de m ecanism os que lo que normalmente está ligado, aíslan lo que normalmente tiene su m edida en el todo. Así, lo inconsciente se vuelve inaccesible a la conciencia. Lo reprimido adquiere una vida propia creciente contra el impulso represor. El yo se siente do minado por otro que, sin embargo, pertenecía a él mismo. e s c in d e n
§ 4.
L a -autorreflexión
Se puede decir: lo que el hom bre hace, sabe, quiere, produce, es la m anera como se com prende en el m undo. L o que llamamos psicología comprensiva es así ú n a com prensión de esa comprensión. Sin em bargo hay u n carácter básico del ser humano., que el hom bre como hom bre mismo realiza ya u n a com prensión de su comprensión, adquiere u n saber sobre sí: la autorreflexión es inseparable del alm a h u m an a com prensible. F ué considerada ya en todas las relaciones comprensibles fo r males y de contenido discutidas. L a autorreflexión puede quedar lim i tada a rudim entos: la acción en el m undo y el conocim iento de las cosas pu ed en ser cumplidos am pliam ente de m odo inconsciente, es de cir sin autorreflexión. Pero ta n sólo el rudim ento mismo y la posibili dad de la autorreflexión hacen hum anas todas las actividades del alma. L a psicología com prensiva tiene que com prender la autorreflexión, que ella mism a realiza. Por ta n to cumplim os como psicólogos compren^ sivos frente a los otros, o bien lo que no sé h a realizado todavía en su autorreflexión o com prendem os su autorreflexión., tom am os p arte en ella y Ja im pulsam os hacia adelanté. a) L a reflexión y Ib inconsciente. L a autorreflexión está d en tro de la vasta relación d e lo consciente y de lo inconsciente. Actualizamos prim eram ente la m agnitud total de aquello que se llama reflexión. R eflexión es “un aclararse” la escisión de lo vinculado entre sí: T o d a aclaración de la vida psíquica comienza con la escisión de sujeto y objeto (yo y o b je to ). L o que sentimos, experim entam os, aspiramos, se nos vuelve claro en la representación: tan sólo en el d e venir objeto, en el devenir figura, en el devenir pensable, en u n a p a lab ra: en la objetivación, hay claridad. D entro de esta escisión tiene
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lugar entonces la ulterior reflexión: me dirijo de nuevo a m í en tanto que realizo la reflexión de m í mismo, la autorreflexión; reflexiono en todos los contenidos, así tam bién en las imágenes y los símbolos a los que estoy ligado prim eram ente, entendidos como objetos aún sin conoci m iento, y pregunto lo que son. L a conciencia se eleva infinitam ente hasta la conciencia de lo consciente. Realizo finalm ente la reflexión sobre la escisión sujeto-objeto en conjunto, es decir m e vuelvo consciente en el transcender filosófico de cómo se da p a ra m í el m odo de aparición del ser en esa escisión. E n toda reflexión es adq u irid a u n a liberación con el esclarecimiento de u na obscuridad hasta allí inconsciente. Así, d e la sujección en la obscuridad de la no escisión; del “ser así” dado del yo: del abandono en los símbolos que se m e im ponen sin pensam iento; de la realidad absoluta de los objetos. T o d a liberación “de algo” lleva a preg u n tar por la liberación “para qué”. De la sujeción en la obscuridad de la fa lta de escisión me vuelvo libre en el acto de tener los objetos; es como u n a redención, cuando ahora sé lo que h asta entonces sólo sentía; sólo cuando sé lo que me ocurre doy el prim er paso de la libertad frente al ser dom inado sin saber. Del “ser así” dado del yo, como m e lo imagino por ejemplo, cuando me hago de m í un objeto existente, m e libero, en la autorreflexión, p a ra la tarea de devenir yo m ism o; en lugar de lo dado inape lable adquiero posibilidad. D e la sujeción a símbolos entro, con el saber en tom o a los mismos, en la libertad de la transform ación de los símbolos. D e la ligazón al ser absoluto supuesto en el existir de los objetos, tras ciendo, con al conciencia de la fenom enalidad del existir en el ser en sí sin objeto, que se ifum ina sólo por el cam ino de la to talidad de las posi bilidades objetivas. T o d a liberación significa peligro. Todas estas liberaciones p o r la reflexión .llevan a lo infinito¿ hacen perd er la m ateria, la tierra, el m un do, si en todo paso de la liberación no q u ed a u n a sujeción que se transform a y se eleva con la altu ra de la liberación; cuando no queda sensible en la objetivación la vasta obscuridad como origen; cuando en el autodevenir no es adm itido y apropiado como lo que m e he dado en el existir; cuando p o r la no superación de símbolos firmes, el exis tir simbólico en conjunto lleva la v id a; cuando no es cum plida en el transcender la decidida sumersión en el existir universal. L a suspen sión que exije la libertad, no se vuelve sin apoyo cuando perm anece
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ja su sp en sión en la s ligazones, cuando mis alas no pierden la resistencia del aire en un espacio vacío. P sicológicam en te se puede form ular la infinitud como el amortigua miento de lo inconsciente, desde el que vivo sin em bargo en todas las etapas de la conciencia. Siempre m e trae lo inconsciente los impulsos, el m aterial, los contenidos. Siempre tienen que aparecérseme desde lo inconsciente lo que m e hace posible el rendim iento, desde la acción c o tidiana, autom ática, hasta las ocurrencias de la form ación creadora y del pen sam ien to inventivo, y lo que me d an los contenidos dé m i liber tad en la decisión. Lo m ás claro es llevado por la obscuridad de lo incons ciente. T o d a aclaración es aclaración de algo.
Nosotros no vivimos en la simple oposición de nuestro propósito (razón, voluntad) con lo inconsciente. M ás bien recorre nuestro exis tir psíquico e intelectual u n a sucesión articulada de la transform a ción de esa relación de lo consciente y lo inconsciente, en donde nunca se da lo uno sin lo otro, sin lo cual se ten d ría por consecuencia un colapso de la vida psíquica, u n a ru in a y destrucción. L a gran voluntad clara en el conocim iento m ás claro es al m ismo tiempo inconsciente en el germ en y siempre de nuevo u n a realización como paso adelante en él esclarecimiento inacabable del hom bre, que n o suprim e el reino de lo inconsciente, sino que m ás bien con su conciencia lo ensancha infinitam ente al mismo tiempo. b) L a autorreflexión como aguijón activo en la dialéctica del alm a. Si llam am os m ero acontecer a lo que se opera sin concien cia del sentido, y vivencia al acontecer que experim enta sentido, la autorre flexión es u n factor ineludible de la vivencia. Pues no hay ninguna con ciencia del sentido sin conciencia de sí mismo.Pero la autorreflexión es esencialmente distinta del saber. El “saber del saber” no es comu el saber mismo. El saber convierte algo en objeto como ser consistente, lo hace disponible. L a autorreflexión, en cambio, es el saber que, al convertirse en objeto, se altera al mismo tiempo p o r eso. Por tan to la autorreflexión no llega al sosiego de u n saber acerca del ser consistente, que soy yo, sino que sigue siendo el aguijón activo. L a autorreflexión es p o r decirlo así e! ferm ento p o r el que todo lo dado se transform a en algo adm itido, el m ero acontecer, por su elabo ración, en historia; el curso de la vida, en biografía. C om prender la au torreflexión exige p o r tanto actualizar su esencia en sus divisiones.
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c) Divisiones de la autorreflexión. A través de la autorreflexión hay una escala gradual. N o existe u n a autorreflexión única, unívoca (l ). 1. A u t o o b s e r v a c i ó n . A dvierto en m í procesos, formas de mi percibir, recordar, sentir, etc. C om pruebo lo que hay en los fenómenos fugitivos, que escapan siempre a la observación. Q ueda u na distancia entre yo, que observo y “lo en m í” que contem plo como a un objeto extraño. M e com porto neutrahnente como frente a u n algo dado. 2. A u t o c o m p r e n s i ó n . In terpreto lo que en mí ocurre por motivos y relaciones y trato de ilum inarm e. Si acontece esto todavía en mi consideración, como es de observar, se m uestran u na multitud, de posibilidades. L a interpretación com prensiva es tam bién infinita frente a mí mismo, es siempre relativa.. Al fin no sé lo que soy, lo que obra en mí, qué motivos son propiam ente decisivos. T odo lo que es posible en general, lo reconozco en mí tam bién en alguna parte, quizás oculto, como posible. El comprenderse a sí mismo conduce, por un merp que rer saber, a lo infinito. 3. M a n i f e s t a r s e a sí m i s m o . E n m edio de b ' autocomprensión pasiva ocurre la verdadera m anifestación por un quedar sor prendido en serio desde el origen de u n a actividad, que circundam os filosóficamente — como acción interior, como incondicionalidad de la deci sión— pero que escapa a la com probación psicológica, m ientras las cri sis de la autocomprensión, sus encubrim ientos y desviaciones son nue vam ente accesibles psicológicamente. K ierkegaard no h a sido alcanzado en el arte de hacer sensible la revelación por construcciones conceptua les m ediante la com prensión(2) . Advertimos aquí sólo algunas de las diferencias que interesan al psicopatólogo. L a manifestación o revelación no se produce p or u n a simple con templación. Sólo u na acción interior, en ía que m e transform o al mismo tiempo, rae perm ite revelarm e. El herm etism o que no quiere manifes tarse, puede ocultarse justam ente en revelaciones aparentes, en las ex pansión ¡descarada del inferior, en las confesiones masivas, en la cavi lación infinita sobre sí mismo y en el h ab lar de sí, en él disfrute, en la contem plación de procesos internos. E l revelarse no es u n proceso objetivo, como el conocimiento de la naturaleza, sino como un a acción interior, más bien en captarse, u n elegirse, u n apropiarse. Sólo u na ho nestidad aparente yace en el desembozo de u n a supuesta expresión de (J) Ver, respecto al comportarse consigo mismo, mi Nietzsche, p. 111-133, 335-338. (2) V er mi trabajo: Psychologie der^ W eltanschauungen, 3? ed. (p. 419-432) sajes reproducidos allí de las obras de K ierkegaard.
y los pa
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ja v e r d a d
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en su brutalid ad ; justam ente lo fijador en ello es ya falso. la m anifestación es ta n llana como profunda, simple
h o n e s tid a d e n
y activa. La revelación se atribuye al ser uno mismo. Ser uno mismo no es nunca ser objeto. Lo que es conocido como objeto, preciso y unívoco, no es nunca lo que yo soy propiam ente. L a relación básica del ser objeto -es proceso a través de la causalidad. L a relación básica del ser uno m is mo es com portarse consigo mismo, es decir, elaborar, acción interior, decidirse. L a voluntad definitiva de saber es en la autocom prensión el comienzo radicalm ente falso. L a ilim itación de las decisiones aparece en la m o v ilid a d sin límites de las interpretaciones posibles, todo está en suspen so en el conocimiento, cuando está existencialmente en orden. E n el momento es cierto esto o aquello hecho, pero luego es abandonado otra vez a la interpretación m ás am plia. Justam ente la unidad del origen y de la línea que p arte de él a través de los fenómenos, dirigiéndolos, no es sabida y no se puede saber, porque ella m ism a agita todavía todo saber y guía y llega a su aparición en él, no p o r él. fu n d a m e n ta l
d)
Ejem plos d e autorreflexión en su efecto (1). E n lugar filosóficamente los caminos y contenidos de la autorreflexión, íhemos d e seleccionar aquí sólo algunos ejemplos psicopatológicos llam a tivos,
de
ah on d ar
1. L a relación entre el acontecer voluntario y el involuntario. U n a de las grandes oposiciones en la vida psíquica es la oposición de la acción Voluntaria y del devenir involuntario, de la voluntariedad (actividad) y el acontecer (p asiv id ad ). L a voluntariedad es la intencionalidad nacida de la reflexión. T o d a riqueza, to d a plenitud, todo contenido del alm a dependen de disposiciones que están- fu era de la voluntariedad (aptitudes, instintos, disposiciones sentimentales, capacidad receptiva, etc.). L a voluntariedad sólo puede lim itar, elegir, detener, estim ular. L o psíquico sin voluntariedad crecería y se desarrollaría com o vida inanim ada, sin objetivo, inconsciente. La voluntariedad no puede alcanzar n ad a sin la plenitud que la puede alen tar o bloquear; funcionaría p o r decirlo así como un m ecanism o vacío(2). L a influencia de la voluntariedad se extiende — con diferencias indivi duales m uy amplias— m ucho m ás allá de los procesos conscientes. El hom(1) Los fenómenos reflexivos son discutidos en la presión y la doctrina del carácter en páginas sucesivas. (2) Esta oposición es psicológicamente conocida y Klages. No le seguimos ya que, en últim a instancia, (W ilkür) e intención. L a voluntad como voluntad mayor misma origen.
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la
teoría
de la
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h a sido excelentem ente elaborada por identifica voluntad con voluntariedad está plena de contenido y es ella
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bre puede intencionalm ente, p o r ejem plo, despertar o dorm ir a' una deten* m inad a hora. L a influencia arbitraria de la voluntad sobre el cuerpo tiene tres géneros: E l efecto directo de la voluntariedad, por ejem plo en los m ovim ientos, en el do m inio de las exteriorizaciones del dolor, en la sim ulación de una parálisis. 2. El efecto indirecto de la voluntariedad: se pone uno de hum or triste, de m odo que por : eso se llora, aparece aceleración cardíaca. 3. Efecto de la voluntariedad, sin que.1 los m edios sean hallables por la conciencia: por la ttiera representación, por iiñá. genes intuitivas y actitudes con tonalidad afectiva. A sí llega el efecto sugestivo . m ucho más lejos que el directam ente voluntario. Pero ese efecto autosugestivo mis» mo es puesto en marcha y dirigido por la voluntariedad.
Es un signo de vida psíquica sana, cuando está in tacta la acción recí proca entre intención y m ero acontecer. E n la m edida en que el proceso involuntario se vuelve autónom o y la volu n tad pierde su influencia en éi, ^ preguntam os p o r las causas de los fenóm enos valorados a m enudo como morbosos. Si existen la voluntariedad y su influencia, pero sí las disposicio nes psíquicas que deben ser m ovidas y contenidas p o r ella son pequeñas, ha blamos de individuos psíquicam ente pobres. Los efectos de lo psíquico sobre el cuerpo, que conocemos como histéricos, no se pueden calificar p o r eso sólo como mórbidos si están plenam ente en m anos de la voluntariedad. •
Tuvim os ocasión de observar a una fam ilia espiritista en una aldea. U n o de los hijos trajo de fuera un d ía la teoría espiritista. Los incrédulos la ensayaron. Pronto pudo el uno, luego el otro “escribir autom áticam ente”. Finalm ente todos lograron algún resultado, menosi la madre. Creyeron estar en relación con amigos y parientes muertos y celebraban sus sesiones regularm ente en una habitación utilizada exclusi vamente para esos fines. En una de esas sesiones pudim os observar danzas en sueños, convulsiones con palabras sin sentido y misteriosas, escritura autom ática. T o d o fué interpretado por aquellas gentes com o suscitado por las almas de los fallecidos. Los griteríos de los que yacían en convulsiones eran manifestaciones de los espíritus. Los fenómenos no se diferenciaban en nada de los fenóm enos histéricos, pero sólo aparecían cuando ellos, intencionalm ente, se concentraban en aquella habitación para una sesión. Se tenían por sanos, pues en la vid a no eran perturbados por’ ningún fenóm eno histérico. A l igual que el sueño intencional según la disposición, resulta más o menos bueno, así tam bién las “apariciones”, en las sesiones espiritistas, eran unas veces más felices y otras m ás difíciles de obtener. Pero varios miembros de la fam ilia se han vuelto posteriormente histéricos.
L a acción recíproca entre voluntariedad e involuntariedad p u ede ser perturbada ahora de doble m an era: P rim ero: L a voluntariedad se siente dom inada, se siente im potente, frente al acontecer involuntario. E l sano se entrega a todas las posibilidades de la vivencia in tern a que aparecen inintencionalm ente. Pero incluso en la entrega hasta el éxtasis pierde sólo p o r m om entos su influencia. El dom inio de lo involuntario es experim entado en los incontables fenómenos morbosos
ggp.
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Condicionados por la constitución originaria o por nuevos procesos que ¿recen. El acontecer involuntario — lo autom ático de las fuerzas instinti*£s__ escapa a la dirección voluntaria, y continúa actuando au n cuando situación y voluntariedad se han alterado ya. ? 0 r :r Segundo : L a voluntariedad influye sin d u d a en los procesos involunta-
r|0Sj pero no puede dirigirlos según su intención, sino q u e interviene perturfcadoram ente en u n curso espontáneo adecuado y ordenado. Por ejemplo, en lugar de producir el sueño, estim ula e l insomnio. La plena concentración ?
Los impulsos e instintos, en su complicado curso al m argen de la con ciencia, están en los individuos bajo el control que puede servir a la volun tariedad, p a ra permitirlos, ponerlos en m archa, detenerlos. Adem ás ensan cha el hombre, p o r el aprendizaje y el ejercicio, en la acción consciente, su reino de los procesos autom áticos. Realizamos to d a nuestra actividad motriz —después la escritura, el a n d ar en bicicleta, etc,— prim ero consciente y luego autom áticam ente. Sólo p o r la abundancia de lo autom ático llegamos a Ja cima de los rendim ientos posibles p a ra nosotros. Así se convierten funcio nes mentales com plicadas y técnicas de observación en instrum entos dispo nibles en todo tiem po. Lo que una vez exigió m ucho tiempo, se vuelve
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abreviado en posesión de una función casi instantáneam ente ejecutada. Lo instintivo, impulsivo, autom ática — toda la m ultiplicidad del acontecer inconsciente— llega hasta los rendim ientos m ás elevados y conscientes. El vehículo es siempre u n inconsciente. L a salud es el juego seguro a través . de todas las etapas, desde los reflejos al acto de voluntad m ás claro. El.::, sano no se abandona a süs instintos. No le dom inan y¡ no se le escapan, son u n a m aterial bajo su dirección y d an p o r sí mismos los impulsos controlados p a ra la dirección m ediante u n a certeza decisiva, que no está nunca sola m ente fu ndam entada en la intención y en el pensam iento. Por eso son móviles: son plásticos, no m ecánicos; están abiertos, no fijados.
2. L a c o n c i e n c i a d e l a p e r s o n a l i d a d . L a concien cia personal de sí mismo surge a través de la reflexión. T iene p o r ello sus ¿ oscilaciones y tonalidades, sus autoengaños.
La conciencia de la personalidad plenam ente desarrollada en que el individuo es consciente de su totalidad, de sus instintos y motivos persis tentes, de sus valoraciones constantes, no está presente en todo m om ento y finalm ente es sólo idea; distinguimos de ella m ás bien u na conciencia m o m e n tá n e a que en p a rte es comprensible por la reacción ante el ambiente del momento. Así hay u n “yo-im presión”, una m om entánea conciencia de la personalidad especial y desfigurada, que, por la im presión que causa a otros, repercute sobre el propio yo. O bien hay del todo generalm ente un “yo-situación” , que se m anifiesta según la predisposición individual con osci laciones m ás o menos fuertes.. Si pensamos en la reacción contra el ambiente, que no sólo tiene lugar en el m om ento, sino tam bién ante lo sostefiido del ambiente, podemos oponer u n “yo-social” al yo propiam ente personal. En todos estos casos la conciencia de la personalidad fué com puesta siempre -j de dos componentes inseparables: u n sentim iento de valor propio y una m era conciencia del propio ser especial. E n todo instante es ineludible p a ra el individuo que no sólo está, sino que h a de asum ir u n a actitu d . N o sólo se com unica, sino que se representa3 es decir asume u n rol, y ese variablem ente según el problem a, el cargo, la situación. Ese rol no es únicam ente exterior. Sobre el cam ino de la actitud exterior crece u n a actitud interna, que puede ser un ensayo y llegar a ser u na realidad. El desempeño de u n papel, la capacidad de darse u na actitud y de poder cam biarla es u n don específico. El problem a sobre lo que es propiam ente cada hom bre en sí mism o no se puede responder psicológicamente. Com prendem os, como todo, pero tam bién simplemente que todo papel puede ser separado nuevam ente de él. Se presenta frente a él, no es él mismo. Pero lo que es ese “mismo” , luego, queda inaccesible como u n m ero punto fuera. O es — im palpable
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psicológicam ente — lo m ás íntim o deí ser, que no se representa, lo interior que no se vuelve externo y p o r tan to no existe em píricam ente. Frente a
ello toda conciencia de la personalidad es u n prim er plano. O tra cosa es cuando el hom bre se identifica con su realidad en el m u n do, con u n a actitud y¡ u n hecho últimos. E se ser hum ano, en la sumersión histórica, es visible psicológicamente, y es entonces u n estrechamiento, una fijación, u n a inm ovilidad. O es en cam bio el ser uno mismo propiam ente, que trasciende de to d a observabilidad y de to d a reflexión; es, en la cum bre de to d a reflexión infinita, el ser uno mismo irreflexivo,. que no existe para el conocimiento empírico, y que, cuando existe se m anifiesta sólo en com unión C1) histórica —no general— . Q u ed a así la am bigüedad de toda xxianifestación, p o r la cual el individuo en el m undo se vuelve idéntico a su realidad em pírica, p a ra ser decadencia o verdadera realización. Psicológicamente es im presionante cómo la conciencia de sí mismo está indisolublemente ligada a la conciencia del propip cuer.po. El hom bre es su cuerpo y al m ismo tiem po está en la reflexión tam bién frente a su cuerpo. El hecho que él es su cuerpo conduce al problem a objetivo de la relación de cuerpo y alma. Es u n m om ento de su esencia como existir ( “estar ahí” Daseín) el hecho que, en. la reflexión es consciente de su cuerpo propio y sin embargo está situado frente a él. El cuerpo es la realidad de la que puede decirse: y;o soy él mismo: él es el instrum ento p a ra mí. Este doble identificarse con él — pues u n a liberación de él no es em píricam ente posi ble— y este'situarse frente a él como algo no reconocido en calidad de pertcnecinte al ser uno mismo, form a la am bigüedad de la autoconciencia corporal. 3. E l s a b e r b á s i c o * Saber básico llamamos a las presuposi ciones que fu ndam entan y abarcan todo otro saber. Está más en intuiciones e imágenes que en conceptos; es la conciencia de la realidad frente a lo simplemente existente. Según sea el saber básico de u n individuo, así será él. Según lo que él sabe de sí mismo, va el cam ino de su autoform ación ( Selbstgestaltug) . Si ese saber es reflexivo, se vuelve conceptualmente consciente. D e ese modo se vuelve más seguro, m ás consecuente, más confiado, todo m om ento presente, m ás definitivo: el símbolo activo es ondeante, libre y seguro, el saber conceptual es fijado y dogm ático ■ — o bien el saber básico se vuelve como pensado respecto a la posibilidad, como interrogado respecto a la incertidum bre: el símbolo activo es refugio, el saber conceptual choca en ja infinitud. (1) Recordamos al lector que el concepto d e comunicación kation” ) ocupa un lugar dom inante ea la filosofía del autor. (N. de
o com unión los T .) .
( “ K om m uni-
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L a participación en el saber básico de un ser hum ano — difícil de obte«^ ner tras la m asa confusa de lo q u e está en el prim er plano y de lo sola m ente hablado— es ineludible, cuando se le quiere com prender. L a con*, prensión de sus pensam ientos y movimientos mentales enseña a ver, por una parte, las firmezas y fronteras insuperables, los recovecos y lim itaciones; de un individuo; p o r otra p arte el peligro y la realidad de lo infinitó, í cuando se vuelve incondicionado en libre despliegue, en la concreción' histórica, sin posibilidad de generalización. En ese espacio se vuelve claro cómo se ve el hom bre a sí y cómo ve el m undo. A sí mismo, en el fondo, no pu ed e conocerse, sino con el apoyo d& sus representaciones eventuales — en el caso ideal está incluido el saber en conjunto de la psicología y de, la psicopatología— esboza esquemas de sí,; cuando no queda abierto él mismo en la am plitud y la profundidad de las; comprensividades y posibles interpretaciones, en donde él se m anifiesta al ser§ 5.
Las leyes fundamentales de la comprensión psicológica y de la comprensividad
En tanto se coloque la com prensión bajo las pautas del conocimientocientíficonatural, se advierte que se cae en contradicciones, en incertidum bres y preferencias que indignan o indisponen. Se está propenso a dejarde lado como anticientífico todo el procedim iento. Pero la com prensión exi ge otros métodos que las ciencias naturales y lo comprensible tiene otras; m aneras de ser que el objeto científiconatural. Los m étodos de la com pren sión se hallan ligados a principios generales que es conveniente form ular expresam ente p a ra saber lo que se hace en la comprensión, que es lo que no hay que esperar aquí y en qué puede consistir la plenitud característica de un conocimiento de ese dominio. Lo comprensible tiene cualidades que corresponden a principios en Iosmétodos de la com prensión: a) L o comprensible es em píricam ente real sólo en la m edida en que aparece en los hechos típicos perceptibles. Se debe a ello que toda com prensión espírica sea interpretación, b) Lo com pren sible tiene como unidad relación en el todo, es determ inado en su sentidoy su color por el todo, el carácter o la personalidad. A esto se debe que toda, comprensión se realice
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phoca con las dos fronteras (la naturaleza y la existencia). L a imperfección, ¿e lo com prendido que se ofrece p erm anentem ente corresponde a la interm iViabilidad de la comprensión ulterior, e) El individuo com o hecho objetivo, como expresión, como contenido m entado, como acción, todas estas m ani festaciones del alm a se vuelven más pobres en su aislamiento, más ricas en sentido en la relación. A ello corresponde la interpretabilidad o no interpretabilidad de todas las m anifestaciones a las que se atiene la comprensión» f) L o comprensible puede no sólo aparecer en la m anifestación, sino que tam bién puede ser velado. A esto se debe que la comprensión sea esclarecer o poner en evidencia. a) C om prensión em pírica es interpretación. L o com prendido tie ne realidad em pírica sólo en la m edida en que se m anifiesta en hechos típicos objetivos significativos, de la expresión, de las acciones, de las obras. Todas las relaciones comprensibles tienen el criterio de su rea lidad en tales m anifestaciones señalables y en vivencias, que se vuelven jntuíbles fenom enològicam ente. Las relaciones comprensibles son evidentes en sí: con la fuerza de nuestra fantasía psicológica, que es el supuesto previo más deseado en lo psicopatológico, esbozamos constante nente lo que nos convence como m ero esbozo, pero que, frente a la realidad psicológica, es una hipótesis que se ensaya. L a crítica auténtica, en la posibilidad de dis tinguir lo com prendido p o r evidencia de lo com prendido em píricam ente, hace al psicólogo comprensivo científico. Éste liga todo paso de su com prensión a fenóm enos objetivos, y sabe que to d a com prensión crece, e n verdad, en certidum bre con la m agnitud de la interpretabilidad coincidente de los fenómenos; y que sin em bargo, sigue siendo u n a interpretación. Siempre es tam bién posible o tra comprensión. L a frase: lo interior es lo externo (lo que no se vuelve externo, n o existe tam poco interiorm ente) se aplica sólo a lo em píricam ente reconocible en la vida psíquica. L o que podría ser existencialm ente real en los límites,, como interioridad pura, escapa a la com prensibilidad. Lo interno sin lo externo no es u n hecho em píricam ente demostrable. Pero el existir em pírico no es absoluto. Lo comprensible es la relación interpretable en tre hechos típicos significativos y, com o objetividad em pírica, es sólo lo delan tero (Vordergrund) del ser uno mismo del hom bre.
b) L a com prensión se realiza en el círculo herm enéutico. Comprendem os el contenido de u n pensam iento aislado, com prendem os el retroceso espantado del cuerpo, ante un golpe am enazante. Pero en el aisla m iento com prendem os sólo pobrem ente yven lo general. H asta en los últimos renuevos aislables h ab la tam bién el todo de u n ser, se aplica una relación
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objetiva, se ram ifican las m otivaciones de u n alm a. P or eso gresiona la con*, prensión de io aislado sobre el todo, desde donde tam bién lo aislado ’ se descubre en su entera riqueza de intuición. E n realidad lo comprensible no es aislable. Por eso la recolección de hechos típicos objetivos, que son la salida de toda comprensión, no se puede term inar nunca. T odo punto singular de salida puede recibir un sentido nuevo p o r nuevos hechos típicos significativos que se agregan p a ra nu estra comprensión. L a comprensión se realiza en el círculo, que estim ula el m ovim iento desde los hechos típicos singulares al conjunto, y del todo logrado o tra vez a los hechos típicos singu lares interpretables, de tal m an era q u e este círculo se ensancha en sí y, com prendiéndose., pru eb a y altera en todos sus miembros. E n ninguna parte hay tierra firm e definitiva, sino q u e el todo alcanzado eventualm ente se apo.ya en la reciprocidad de los miembros. c) L o contrapuesto es al mismo tiem po comprensible. Se com prende quizás que u n débil y miserable tenga que ser envidioso, odioso, ven gativo, m aligno contra u n a persona ricam ente dotada, feliz, fuerte, como tam bién que la pobreza psíquica esté vinculada a la am argura. Pero se com prende igualm ente lo contrario, cóm o u n débil y mísero se com porta rectam ente consigo y con su realidad, que ame lo que es él mismo, que en él vuelo de su am or, en el círculo de lo posible p a ra él, produzca lo que puede configurar, y que, educado p o r la miseria y ei dolor, se convierta en un alm a grande. Se com prende que la debilidad de la voluntad pueda ser tam bién, lo contrario. G uando se producen algunos elementos aislados de tales relaciones com prendidas, no podem os pues concluir tam bién en la realidad de los otros, sino ver siem pre posibilidades ambiguas. Es fuente de engaños radicales que. p o r la evidencia de u n a com pren sión unilateral, se concluya ya en la realidad de lo así com prendido. L a ex clusión de lo contrario, sin haberlo exam inado com prensivam ente, deslum bra la realidad en favor de u n a com prensión que destaca accidentalm ente los hechos típicos, en conjunto a priori, p o r no ser guiados p o r la totalidad em pírica. L a consecuencia es que poco después justam ente es posib.’e la com prensión contraria p o r los mismos psicólogos. Este desparram o y dispersión involuntaria de la com prensión, esta sofística específica de la comprensión psicológica arraiga en la falta de claridad sobre la com prensividad similar de lo contrapuesto y la exigencia que nace de la ligazón exacta d e la com prensión, en tan to que debe alcanzar a u n a persona real, a la totalidad de los hechos típicos objetivos significativos. d ) L a com prensión es interm inable. L o comprensible es en sí mis m o incompleto, porque choca en los límites de lo incom prénsible, de lo dado,
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¿el existir (D asein) y de la libertad de la existencia (E xiste n z) . L a comprensión tiene que corresponder a esta esencia de lo comprensible, y es tanto ella misma interm inable (sigue siendo más allá u n a interpretación, qUC tam bién es interm inable em píricam ente en los más ricos hechos típicos objetivos de los sentidos). Ya que lo comprensible está fundam entado en mecanismos extracons% í ¡¿ ir
cíentes y en lo dado, p o r ejem plo los instintos, hay que p a rtir de algo
en sí incomprensible. Pero esa salida sigue siendo móvil. Pues con el desarrollo propio de ¡o comprensible se alteran tam bién sus posiciones de sa-
lida incomprensibles. Así la comprensión tam bién en el chocar con los límites de lo incom prensible es interm inable, porque lo com prendido mismo por su movimiento, ensancha su espacio transform ándolo.
Porque la comprensión se fundamenta en la libertad existencial, pero la libertad no es captada en sí misma, sino en sus resultados comprensibles, ■ / así la comprensión es nuevam ente interm inable correspondiendo a la im per ar: fección de todo lo comprensible en el tiempo. Si la libertad de la existencia ' ‘ concluye tem poralm ente en concreción histórica, esa concreción no es objetivable, por tanto no es reconocible como consistencia, sino que ella m ism a es infinita, porque es etern id ad en el tiem po como conclusión existencial. Esto no es ya objeto de la psicología comprensiva. Gomo la com prensión es interm inable, no podríam os tam poco hacer predicciones respecto de lo que u n hom bre h a rá y cóm o se com portará. P e ro, en realidad, tales predicciones las hacemos con g ran certeza. Sin em bargo, el sentido de esa certeza n o corresponde decisivamente a la com pren sión. O bien se deduce de la frecuencia de la experiencia: lo que siempre ocurrió^ es esperado tam bién p a ra el porvenir. O bien arraiga en la certi dum bre existencia! de la com unicación: el poder confiarse a los com pañeros de destino. Esta ultim a certeza no es un conocimiento.. Es tal vez m ás gran de que toda certidum bre del conocimiento, pero d e carácter radicalm ente distinto, es decir fu era de toda calculabilidad, de toda objetivibilidad, de toda sabiduría m uerta, disponible. e) L a interpretabilidad infinita. Así se tra te de m itos, de conteni dos de sueños y de contenidos de la psicosis, todo se h a dem ostrado com o infinitam ente interpretable. C uando se piensa establecer u na significación, aparece pronto otra distinta. Este hecho, de la infinitud de todas las inter-, prefaciones de los símbolos, advertible desde la antigüedad, y sobre todo en las discusiones mitológicas desde el siglo X V II (cuando Bay le expresó ese hecho básico) y luego en las interpretaciones de los sueños y en. los psico análisis de la época m oderna, no es casual y no es u n error, sino que yace en el principio d e la com prensividad. L o que es comprensible y el com-
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prender mismo están en m ovimiento. T am bién en la autom terpretación de Ja propia vida se transform a el sentido de los hechos típicos exteriorm ente fijos o va en otras honduras, de las que puede quedar la comprensión anterior como com prensión provisoria, parcial y anticipada. Así .tam bién en la comprensión de los mitos, sueños, contenidos delirantes. Por eso. en. la comprensión el objetivo del conocim iento no se puede orientar en la m edida de las ciencias naturales y de la lógica form al nacida de las m atem á ticas. M ás bien está la verdad de la com prensión en otros criterios, como la intuibilidad, la relaciónala profundidad, la riqueza. L a com prensión queda en la esfera de lo posible, se ofrece constantem ente como provisoria, es en la frialdad del saber racional siempre u n a m era p ro puesta; pero estructura los hechos típicos significativos objetivos, que son fíjables como simples hechos típicos, cuando quedan abiertos en su sentido a aquella interpretabilidad infinita. Por o tra p arte es tam bién m ás decisiva la comprensión con el crecimiento del m aterial em píricam ente accesible. A m bigüedad no equivale a arbitrariedad ni a imprecisión, sino a m ovimiento en la am plitud de lo posible por el cam ino de la contem plación cada vez m ás precisa. f) C om prender es esclarecer y p oner en evidencia. L a psicolo gía comprensiva tiene en su procedim iento u n a duplicidad singular. Puede aparecer a m enudo como m aligna al pon er en evidencia engaños y puede en cambio aparecer generosa en la afirm ación p o r el esclarecimiento de u n algo esencial. Ambas cosas le corresponden. E n el im pulso de hecho aparece a m enudo la parte maligna.. Escépticam ente u odiando se piensa constante m ente sólo en “descubrir algún secreto” , L a verdad de esta com prensión quiere ser u n a penetración en la inveracidad universal. Las oposiciones sólo son utilizadas en la m aligna psicología de la oposición, p a ra cam biar todo lo que hace u n hombre, lo que dice, lo que quiere, en lo contrario del fenó meno, com o su m otivo verdadero. L a interpretación de los símbolos sirve así p a ra buscar el sentido de todo impulso en vulgaridades inconscientem ente reprimidas. L a psicología del estar-en-el-m undo hace al individuo estrecho y lim itado en su m undo, del que no conoce u n a salida p a ra esa psicología. L a psicología del instinto pone en evidencia todos los instintos superiores como fenómenos m ás elementales, que sólo se ocultan en ellos. El que com prende cae frente a sí mismo en desesperación, “falso ante ti mismo entre cien espejos” — parece h allar en sí la nad a, C ontra todo eso, la com prensión esclarecedora es u n a actitud básica afirm ativa. V a am orosam ente a la esen cia, actualiza, ahonda su visión, ve crecer lo existente substancial ante sus ojos. L a psicología “que pone en evidencia” se reduce y no “encuentra m ás que” . . .la psicología esclarecedora lleva positivam ente a la conciencia lo que es. La psicología “que pone en evidencia” es el purgatorio ineludible
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¿o donde el hombre tiene que probarse y conservarse, purificarse y transforlijarse La psicología esclarecedora es el espejo en donde es posible la con ciencia afirmativa de sí mismo y la visión amorosa de la realidad extraña. Digresión sobre psicoanálisis. El psicoanálisis de Freud es primeramente, una m ezcolanza confusa de teorías psicológicas, en segundo término un mo vim iento de concepción del inundólo de creencia que se convirtió en elemen to vital de algunos individuos (ver vol. I I ) , y, en tercer lugar, psicología com prensiva. Lo que significa como tal, se puede caracterizar brevemente.* 1. Como fenómeno histérico-cultural, el psicoanálisis es psicología po pular. Lo que en las alturas de la verdadera historia del espíritu hicieron K ierkegaard y Nietzsche, es vuelto aquí más tosco en los puntos más b ajos y desviado nuevamente, correspondiente al bajo nivel de la mediocridad y de la civilización de las grandes ciudades. Frente a la verdadera psicología es un fenómeno de masas, en consecuencia se ofrece en una literatura de masas. Casi todos los pensamientos fundamentales y observaciones proceden de Freud, los sucesores no han aportado casi nada, pero han conformado aquel movimiento. Cuando se dice que Freud “ha introducido la comprensividad de los extravíos psíquicos primera y decisivamente en la terapéutica. . . frente a una psicología y a una psiquiatría que se habían vuelto sin alma”, ,esto es equivocado. Primeramente, esa comprensión existía ya antes, si bien hacia 1900 quedó en el fondo, en segundo lugar fué explotada en el psicoanáli sis de una manera errónea, y finalmente ha imposibilitado la repercusión inmediata en psicopatología de lo propiamente grande (Kierkegaard y Nietzsche) y es culpable de la reducción del nivel intelectual de toda la psicopatología. Se dice que el psicoanálisis ha aparecido en una época engañosa como veracidad conmocionante, y eso sólo es exacto en parte y nuevamente en los puntos más bajos. Fué desenmascarado u¿ m undo burgués, que vivía sin fe en los convencionalismo de un mundo religioso-moraj de hecho aban donado, “con el sexo como su dios secreto” . Pero ese desenmascaramiento fué tan ficticio como lo desenmascarado: ambos estaban ligados a la sexualidad como el presunto absoluto.
2. Dentro de la psicopatología es un mérito del psicoanálisis la intensi ficación de la observación comprensiva. La atención a lo pequeño y a lo mínimo, a los fenómenos hasta allí inadvertidos o considerados indiferentes enseñó a aprehender conscientemente numerosos movimientos de expresión. Tal aprehensión se consideró a sí misma como interpretación. Los gestos, actos, deslices, modos de hablar, olvidos, luego los síntomas neuróticos, ios
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contenidos de los sueños y del delirio significan algo distinto de lo que pare cían ser directam ente o de lo que, como m entado, decían justam ente. Más 6 menos todo fué convertido en símbolo de o tra cosa, en la tendencia freud iana en símbolo de la sexualidad. Como ejemplo de la aprehensión de acciones com o símbolos) pueden servir los de K ielholz ( 1) : una muchacha que va envejeciendo roba al intendente de la co m una de la aldea natal un toro joven, unos pantalones d e soldado-— sím bolo de su apetencia sexual. U n soldado, por la noche, roba de los pantalones a un camarada de habitación, la cartera con las llaves, después que la noche anterior había perdido Ja partida en la obtención del favor de una camarera. Sím bolo del deseo de robí»r al camarada su potencia sexual. Cómo se experimenta tal “significado” en la embriaguez d e haschich, lo muestra la siguiente autodescripción. Una persona de ensayo fem enina, destroza un cigarrillo ofrecido. Este acto, que en sí sólo podría ser intepretado com o un antojo, tenía para ella un sentido profundo. El cigarrillo encarnaba para ella la esencia de un “papel” que debía desempeñar, pero contra el cual se resistía 'hasta el extremo. “El cigarrillo m e obligaba a ser la mujer de un oficial, por eso destrocé el ciga rrillo” . “El cigarrillo no era de ningún m odo un símbolo de la mujer del oficial, sino su esencia misma” (Frünkel y Jo el).
Con el interpretar se asocia una disposición básica de penetración. Se descubre, se desenmascara, se muestra, p o r decirlo así, el arte del interroga torio y del talento policial. Esta disposición básica d esen m ascarados, negadora, dom ina casi toda la comprensión de los psicoanalistas.. R etrocede en C., G. Jung, casi se pierde en Heyer (en él de antem ano no existe, y él mis m o apenas parece advertirla en los o tro s ). 3. El psicoanálisis ha dirigido con nueva energía la atención a la bio grafía interna: lo que es el hombre h a llegado a serlo p o r sus más tem pranas vivencias. El período infantil, el período de la lactancia, incluso finalm ente el período intrauterino serian decisivos p a ra las actitudes fundam entales, impulsos, rasgos esenciales del hombre. E n realidad, se com prende u n a buena p arte de su destino, de sus vivencias y conmociones p o r lo que h a ■llegado a ser, cómo es, cómo trabajan su cuerpo y sus funciones pslcosomáticas, lo que quiere, lo que es im portante p a ra él, Pero tam bién aquí se han convertido algunas observaciones verdaderas del psicoanálisis en la salida por un cam ino cerrado en la com pletam ente infu ndada prehistoria del ser hum ano particular. Si el procedim iento está en u n a cierta analogía con el m étodo del arqueólogo, que trata de hallar la conexión en base a fragm entos prehistóricos, y hacer surgir de ellos nuevam ente u n m undo, así, a pesar de ello, el procedim iento d,e los psicoanalistas — consciente en F reud— está vinculado a la disminución de las aspiraciones científicas. “Si se suaviza la (1)
K ie l h o l z :
“ Symbólische D iebstahle” .
Z.
N eu r., 55, 304.
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de las exigencias de u n a investigación psicoìógicohistórica, dijo una vez Freud, será posible quizás esclarecer problemas que parecieron siempre dignos d e atención” . Se está en u n m undo donde no sólo se p re sentan hipótesis no probadas, sino tam bién ni siquiera probables, puram ente im aginadas, d ejando tras sí todos los fenómenos comprensibles. Esto se ve en especial en los contenidos de la comprensión.
s e v e rid a d
4. El contenido (In h a ltlich keit) del com prender es del m ayor interés, entraña la plenitud v erdadera de la comprensión. Los contenidos de los individuos particulares son comprensibles por lo que corresponde a los indi viduos en general y esto en función de su historia. E l psicoanálisis quisiera com prender el reino de los contenidos primitivos comprensibles del hom bre por la interpretación de la historia del espíritu, propiam ente prehistoria de lo “inconsciente colectivo” (Ju n g ), que hoy debe actuar en el hom bre desde los tiempos primitivos. M encionem os un ejemplo dado por F reud: En T o tem und T abu (1 9 1 2 ) desarrolla una teoría de la historia que ha conti nuado elaborando hacia el fin de su vida. Resulta el siguiente cuadro: Los seres humanos vivían originariamente en pequeñas hordas, cada una bajo el dom inio de ün macho mayor que se apropiaba de todas las muchachas y castigaba a los hom bres jóvenes, incluso a sus hijos, y los suprimía. Este sistema patriarcal tuvo su fin en una rebelión de los hijos, que se asociaron corítra el padre, lo dominaron y lo devoraron en com ún. Así la horda del padre dejó el puesto a la fraternidad totemica. Para vivir ' en paz entre sí renunciaron los hermanos victoriosos a las mujeres, por causa de las cuales habían dado muerte al padre, y se impusieron la Exogamia. Las fam ilias fueron instauradas de acuerdo con el matriarcado. Pero la actitud sentim ental ambivalente de los hijos ante el padre, quedó en vigor en todo el desarrollo ulterior. En lugar del padre fué erigido un totem , un animal determinado: pasaba por el abuelo y el espíritu protector, no pod ía ser muerto. Pero una vez al año se reunía toda la comunidad m asculina en un festín en el que el hasta entonces adorado ánimal totem era fragmentado y devorado en común. Era la repetición solemne del parricidio, con el que habían tenido su co mienzo el orden social, la costumbre y la religión. Después de esta institución de la fraternidad, del matriarcado, de la exogam ia y del totemismo, fe inició un desarrollo que significa el retorno de lo reprimido (en analogía con lo reprimido del.alm a ind ividu al). H ay que admitir que las cristaliza ciones psíquicas de aquellos tiempos primitivos se han convertido en bien heredita rio, y en toda generación necesitan sólo el despertar, no la adquisición. Las etapas de esc retorno son: el padre vuelve a ser el soberano de la fam ilia, pero no tan sin restricciones com o en la horda primitiva. El animal totem cede ante Dios. L a idea de un D ios supremo se presenta. El D ios único es la vuelta del padre de la horda primitiva. El primer efecto del encuentro con el tanto tiempo echado de menos y anhelado, fué dom inante, fué admiración, respeto y gratitud. La embriaguez de la rendición ante D ios es la reacción ante la vuelta del gran padre. Pero los viejos sentimientos de la hostilidad contra el padre volvieron luego igualm ente. Fueron sentidos com o conciencia de culpabilidad. En Pablo irrumpió el conocim iento: Somos tan desdichados porque hemos m atado al padi'e de Dios. Este pensam iento fué ocul tado en la doctrina del pecado original. Pero al mismo tiempo vino el alegre men
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saje: Somos redimidos de toda culpa, desde que uno de nosotros ha sacrificado tu vida. Lo que tuvo que ser expiado por la muerte en sacrificio, sólo pudo haber sido un asesinato — justamente el parricidio. Pero en lo sucesivo se convirtió el cristianismo, surgido de una religión del padre, en una religión del hijo. No escapé a esa fatalidad de tener que suprimir el padre de alguna manera.
Este ensayo muestra cómo Freud mismo produce, en analogía con la fantasía creadora de mitos, un “mito” psicológico-racionalista. Ocultando el valor empírico de realidad menos que los viejos mitos, el producto, del moderno y ostensible incrédulo está además en desventaja por el hecho que es afirmado el valor empírico del conocimiento de este absurdo, y. porque el contenido es una simpleza racional de pobreza inaudita. Pero por el con* juro de viejos mitos hace Freud rodear esa simpleza de recuerdos inconce bibles, llenos de presentimientos. Por eso, en un tiempo vacío de fe, esa manera de pensar puede tener un encanto. Exacta es sólo una cosa, que en la prehistoria del hombre y en su historia han tenido lugar probablemente acontecimientos internos que hasta aquí escaparon a la investigación empí rica y para siempre a las explicaciones positivistas de factores extemos. 5. Los límites de toda la psicología comprensiva son necesariamente también límites del psicoanálisis comprensivo. Esta comprensión cesa prime ramente ante la realidad del carácter empirico congènito. Este no es en ver dad nunca definitivamente reconocible y no es fijable. Pero lo comprensible choca por decirlo así en él como lo impenetrable, como lo que no se puede alterar. Los hombres no han nacido iguales, sino nobles y comunes en gra duaciones múltiples por las más diversas diménsiones. La comprensión cesa en segundo término ante la realidad de las enfermedades orgánicas y d e las psicosis, ante lo elemental én ello. Esta es la realidad decisiva, aun cuando en sus manifestaciones muestren un aspecto de la comprensividad tantos con tenidos especiales. La comprensión cesa en tercer lugar ante la realidad de la existencias de aquello que el hombre es propiamente como él mismo. La manera del esclarecimiento psicoanalítico se convierte aquí eñ esclarecimien. to aparente. Pero cuando la existencia no se tiene pressamente para el co nocer psicológico, se hace sensible a la comprensión psicológica como el lí mite en el que hay algo que, sin embargo, se muestra únicamente en le comprensible como su imperfectibilidad. El psicoanálisis ha quedado ciegc ante todos esos límites. L o quería comprender todo.
C
a p i t u l o
s e g u n d o
Relaciones comprensibles en
mecanismos
específicos
a) E l concepto del m ecanism o extraconsciente. E n los m ecanis mos extraconscientes, en esa subestructura de lo psíquico, sin cuyo fu n cionam iento in tacto no pueden realizarse nu n ca relaciones com prensi bles, norm alm ente solemos no pensar en absoluto. Vivimos del todo en J a comprensión genética de los procesos psíquicos, y tenemos tan to m enor motivo p a ra pensar en los mecanismos extraconscientes cuanto que no sabemos directam ente n a d a de ellos, Pero cuando las relaciones comprensibles en el curso de u n a enferm edad se am inoran o aparecen de otra m an era anorm al, p o r com pleto distinta, p o r ejem plo en conse cuencias corporales (por ejem plo parálisis braquial p o r procesos psíqui cos), pensamos entonces en alteraciones de aquellos mecanismos extraconscientes; im aginam os así mecanismos anormales, que deben dar n o s entonces u n a explicación provisoria de la existencia dé aquellas relaciones comprensibles anormales. Establecer las relaciones com prensi bles que se realizan sobre la base d e mecanismos anormales extraconscien tes, es una ta re a im portante de la psicopatología, de cuyos temas tra ta este capítulo. Esos mecanismos mismos son inaccesibles a nuestra investigación. Nuestra com prensión genética es el único cam ino por el que pueden ser indirectam ente captados en general esos hechos típicos. Aclarar el concepto del mecanismo*psíquico como una condición extraconsciente de las manifestaciones y efectos psíquicos por funciones corporales, es de impor tancia fundamental para la captación de la vida psíquica anormal. Representarse exactamente estos mecanismos como corporales o fisiológicos, es hasta aquí infecun do; son un concepto auxiliar puramente teórico y psicológico que nos sirve para el ordenamiento de los hechos (como por ejemplo los hechos histéricos) cuya existencia misma estuvieron propensos a negar, tanto los médicos orientados a lo puramente somático como los psiquíatras intelectualistas. No es imposible investigar los mecanis mos mismos de manera álguna con esas directivas. No podemos más que describir los modos de la realización de relaciones psicológicamente comprensibles. U na estruc turación detallada de los mecanismos extraconscientes, que fuera más allá de la utilización de los mismos, como concepto auxiliar enteramente general, no es demos trable nunca y no se ha probado, que yo sepa, todavía nunca fecunda. Las investiga ciones freudianas están, en tanto que son tales construcciones del proceso extracons ciente — y estos son en gran parte, en especial en la interpretación de tos sueños— , entregadas sin defensa a toda crítica, pero en tanto que describen la realización de relaciones comprensibles evidentes (algunas simbolizaciones, represiones, etc.) dan
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ocasionalmente sorprendentes visiones. Pasaremos, pues, sólo en casos excepcionalej por tanto, sobre el concepto general de los mecanismos extraconscientes a una cons trucción detallada, donde semejante orden de los hechos es utilizable de manera obligada (ver por ejemplo el concepto de la escisión, Abspaltung).
Nuestros temas son ahora, pues, no los contenidos comprensibles en sí, sino cóm o aparecen a través de los mecanismos, a los que d an forma. Querem os conocer los mecanismos anormales. Pero nuestra exposi ción de los mecanismos extraconscientes, que se m uestra en las comprensividades, articula sólo fenómenos, n o traza ninguna teoría. P or eso nuestra agrupación no es ninguna deducción lógica. Las exposiciones de los párrafos singulares se entrecortarán en p arte. V er ia diversidad de los fenómenos es el objetivo, no la estrechez de u n a teoría que sin embargo es siempre falsa. b) C ontenido com prensible y mecanismos. E n el sueño y la psicosis aparecen contenidos que sólo pueden darse de ta l m odo con los mecanismos dados, pero que com o tales n ad a tienen que ver con el m eca nism o que ya está ah í y h a entrado en m ovimiento. E n cambio es lo psíquico comprensible — ju n to a la enferm edad física, el cansancio y el agotam iento— a,m e n u d o u n facto r de la puesta en m archa de los m eca nismos. Y a al dorm ir el im pulso o la disposición aním ica juega u n papel, y enj los sueños no raram en te ün g ira interior hacia u n a dirección: quiero seguir soñando esto o n o quiero, sino despertar, Sólo cuando quiere, es hipnotizable el hom bre. E n todas las reacciones vivenciales es lo com prensible el m otivo decisivo p a ra la aparición de los estados. c) M ecanismos especiales, constantem ente presentes y que son puestos en m ovim iento p o r vivencias psíquicas. C uan d o se vuelven activas las relaciones comprensibles, hay en función en todo ins tante mecanismos extraconscientes, com o hábito, m em oria, repercu sión, cansancio, etc. F u e ra de ellos hay todavía otros mecanismos que son puestos en m ovim iento p o r conmociones, sacudim ientos psíquicos com prensibles, aprehensíbles sólo p o r tal com prensión, y que tienen tam bién, aun cuando no se distingue exactam ente, u n a chispa de lo com prensible. U n ejem plo son, las observaciones de Nietzsche sobre tales mecanismos: Los instintos se manifiestan, cuando es posible, simplemente, sin resistencia. A esta manifestación se oponen resistencias. “Todos los instintos que no se descar gan hacia fuera, se vuelven hacia d en tro .. . Todo el mundo interior, originaria mente tendido tenuemente entre dos membranas, se ha desarrollado y ha prosperado, ha adquirido profundidad, amplitud, altura y se ha desenvuelto, así que la descarga hacia afuera fué inhibida. T aí inhibición viene de la situación real o por la re*
p s ic o p a t o l o g ìa
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rcsí^n activa. En ambos casos se expresan los instintos inhibido* en forma alterada, por ejemplo: 1 por la búsqueda de contenidos inadecuados, en todo caso distintos*, por la í’sfacción en disfraces y símbolos. “La mayor parte de los instintos — con excep ción del hambre— se dan “por contentos con materiales soñados’'. 2, Por la descarga de tensiones de mal humor por vías inadecuadas. También ¿1 alma debe tener sus cloacas determinadas, por donde deje fluir sus suciedades: hará tilo sirven personas, relaciones, puestos o la patria o el mundo”. “Las maledi c e n c ia s de los otros sobre nosotros no se aplican a menudo propiamente a nosotros, sino que son manifestaciones de una cólera, de un malhumor por motivos muy dis tintos”. “E'l que está descontento consigo mismo está constantemente dispuesto a vengarse de ello; nosotros’ seremos su victima” . “Hombres dotados, pero que son perezosos, aparecerán siempre algo excitados, cuando uno de los amigos ha reali zad o un buen trabajo. Sólo por los celos son excitados, se avergüenzan de su pereza. En este estado de ánimo critican la nueva obra — y su critica se convierte en venganza, con gran sorpresa del autor”. Una manera especial de la descarga es la confesión: “el hombre que “se comunica”, se libera de sí mismo; y el que ha “confesado”, olvida.
3. Por un proceso que Nietzsche llama sublitn&ción* No hay, “estrictamente di.cho, una acción no egoísta, ni una contemplación plenamente desinteresada, ambas son sublimaciones1, en las que el elemento fundamental aparece volatizado y sólo se muestra existente todavía para la observación más sutil”. Nietzsche.habla de “per sonas de sexualidad sublimada”. “Algunos instintos, por ejemplo el instinto sexual, son capaces de gran refinamiento por el intelecto (amor al prójimo, adoración de María y los santos1, entusiasmo artístico; Platón; sostiene que el amor al conocimiento y a la filosofía es un instinto sexual sublimado). Pero junto a eso queda en pie su viejo efecto directo”. “El grado y la naturaleza de la sexualidad de una persona alcanza hasta la última cima de su espíritu”. (Freud ha vuelto más toscos esos pensamientos y los1hizo populares. La expre sión sublimación la ha tomado para la transposición de la energía sexual instintiva en actuación en favor de rendimientos en los dominios artísticos, científicos, carita tivos y otros. La aparición de manifestaciones corporales y debidas a causas psíqui cas la llama conversión; la aparición de fenómenos psíquicos de otra especie, por ejemplo la angustia ante el instinto sexual, la llama transformación).
Se com prende sin m ás que u n a falta real de satisfacción es bus cado e im aginado u n sucedáneo. Pero p a ra que sea experim entada una satisfacción supletoria real, p a ra que tenga lugar u n a transposición realmente, se exije u n proceso extraconsciente. Especialm ente hay que atribuir la sublimación,, incluso el alivio real por la confesión, a algo no consciente. T ales mecanismos son puestos en función p o r las rela ciones comprensibles mismas. En cleptómanos puede ser experimentado el acto del robo como un acto de voluptuosidad hasta en lo somático; está ligado un disfrute del fenómeno a muchos fenómenos neuróticosi. Puede ocurrir que en la tortura instintiva de sí mismo, tam bién sea gozada la lucha contra el síntoma y se realice así, en un círculo de satis facciones aparentes, un aumento agotador.
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JK* A R L
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'r 'k
d) M ecanism os norm ales y anorm ales. T o d a la vida comprensí. b le del alm a se realiza p o r m edio de mecanismos normales extraconscien* tes. H ablam os de mecanismos anormales cuando las transposiciones por vivencias psíquicas son desmesuradas ó de naturaleza enteram ente nueva. A quí los límites son móviles. Com o norm al vale este tipo ideal: que en. ' la personalidad comprensible queda en pie la relación, que existe la posi bilidad de ilum inación absoluta en la autorreflexión y la vinculación con la conciencia, y que el estado de conciencia es perm anentem ente dominable y lúcido.
Prim era
sección.
M ecanism os norm ales a) Reacciones vivenciales. N o tenem os que representar aquí el inundo infinito de los contenidos hum anos, sino sólo el hecho típico básico como tal, que el hom bre llega en el tiem po, por situaciones o acontecim ien tos, destino y accidentes, a sus vivencias más primitivas, que le conm ueven actualm ente y configuran en lo sucesivo su esencia. U n a diferencia existe entre los m uy fuertes sacudimientos del ánim o por vivencias repentinas (espanto, horror, rabia, por ejem plo en atentados ■sexuales, terrem otos, caso de m uerte, etc.) y las profundas alteraciones
& A R Z .
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El espanto sin otras condiciones previas (agotam iento psíquico, de bilitam iento corporal) apenas suscitará u n a psicosis. Los efectos del miedo en la guerra de 1914-1918 se unieron siempre con otras causas. L a explosión de O p p a u ( 1) ¡ en la que sobre 6.000 obreros m urieron 657 y 1977 quedaron heridos, no produjo u n a sola psicosis agu d a reactiva. Sin em bargo, vivencias agudas conm ocionantes pueden conducir a m a nifestaciones notables. 1. En los más violentos movimientos del ánimo, en angustia mortal desespera da, se observa a veces una pérdida completa de todas las reacciones sentimentales adecuadas. Se produce una apatía característica, un estar encadenado al lugar precisamente afectado en observación insensible, del todo objetiva, por decirlo así puramente registradora de los sucesos. En especial se ha observado esto de manera llamativa en los sobrevivientes de incendios y terremotos. Les parece todo indife rente. Estos estados son a veces difíciles de distinguir de la serenidad del autodo minio en situaciones difíciles. Esta rigidez en el dolor es descripta posteriormente también como sosiego subjetivo. Baelz ( 2) describe su propia experiencia en un terremoto en el Japón: “Repen tinamente, pero muy repentinamente, se produjo una altera completa en mi interior. Toda vida sentimental superior se extinguió, toda solidaridad con otros, to da compasión en la posible desgracia, incluso también el interés por los parientes ame nazados y por la propia vida desaparecieron, conservando la razón enteramente clara, más, fue para mi como si pensase más fácil, más libre y más rápidamente que nunca. Era como si una exhibición hasta allí existente se hubiese desvanecido de repente, zne sentí responsable ante nadie como el superhombre nietzscheano, más allá del bien y del mal. Estaba allí y consideraba todos los sucesos espantosos en torno a mí con la-misma atención fría con que se sigue un experimento físico sugestivo.. . Lue go, con la misma rapidez con que vino, desapareció ese estado anormal y dejó ei puesto a mi yo anterior. Cuando volví a mí, encontré que mi cochero tiraba de mí y me imploraba que me alejara de la vecindad peligrosa de las casas”. D e la descripción de un terremoto en América según Kehrer (Handbuch de Bumke, vol. I, p. 3 37 ): “En ninguna parte había intentado nadie salvar a sus familiares. Se me dijo después que ocurre siempre así. El primer susto paraliza todos los instintos, fuera del de la propia conservación. Cuando se produjo la desgracia real, muchos recuperaron la capacidad de reflexión y se vieron mara villas de espíritu de sacrificio’*. 2. Raramente mencionadas y a menudo discutidas son las vivencias en los segundos previos a la muerte que parece segura (en el derrumbamiento, en el ahogam iento). Albert Heim ( 3) dice: “En cuanto se produjo la caída, comprendí que iba a ser arrojado contra la roca, y esperé el choque. Me aferré con las manos a la nieve para salvarne y me ensangrenté asi las yemas de los dedos sin sentir dolor. Sentí los golpes de mi cabeza en cada prominencia de la roca y el choque serio al caer. Dolores los sentí tan sólo una hora después. Lo que pensé y sentí durante la caída en 5-10 segundos, no se podría relatar en diez veces otros tantos minutos. Primero resumí las posibilidades de mi d estin o .. . las consecuencias de mi caída (1) K keiss : Are k. Psychialr, (D .), 74, 39. (2) B ae lz : Allg. Z . Psychialr . t 58, 718. (3) IIeiM; A .: “ Üh»r den T o d durch A bsturz” . Jb. Bügtin B irnbaum }.
Schw eiz.
Alpenclub
lü9I< (citado
p s ig o f a t o l o g ía .
general,
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«ara los que quedaban detrás. . . luego vi desarrollarse como en un escenario desde alguna distancia toda m i vida pasada en numerosos cuadros. . . T odo »staba como jjutninado por una luz celeste y todo era hermoso y sin dolor, sin m iedo, sin p e n a . . . n e n s a m ie n t o s reconciliadores dominaban los cuadros singulares y cruzó por mi alma un s o s ie g o repentino com o una m úsica m agnífica. Cada vez más me rodeó un ciclo s o b e r b ia m e n t e azul c o n delicadas nubeciilas rosadas y violetas. M e m ecí sin pena y suavemente en é í. . . La observación objetiva, el pensamiento y el sentir subjetivo p r o c e d í a n simultáneamente y el uno junto al otro. Luego oí u n golpe sordo y la c a íd a había term inado”. Siguió una m edia hora de inconsciencia que com enzó con el golpe y que no fué advertida por Heira. D e las autodescripciones de las experiencias del frente en la primera guerra m u n d i a l, destacamos una, de L udw ig Scholz C1) : “Entretanto a m erced del puro tener que aguantar en el peligro inm ediato, se petrifica el espíritu, se vuelve torpe y vacío y muerto. Todo soldado sabe que debe quedar inactivo en el período del fuerte fuego de artillería. Cansa m ucho, m ucho. Luego se arrastran perezosamente las ideas; eí pensam iento es también trabajo — e incluso el más m ínim o acto de la voluntad se convierte en esfuerzo. Incluso el hablar, el escuchar y responder, el tener que reflexionar ataca los nervios, y se siente como un bien el oscurecerse ante sí mismo, el n o tener que pensar nada, eí no necesitar hacer nada. Sí, el embotamiento puede llegar hasta el contorno imaginario: el espacio y el tiempo desaparecen, la r e a lid a d se presenta en lejanías infinitas, y mientras que la conciencia registra siempre obedientemente los sucesos particulares como un aparato fotográfico, mueren los sentimientos, el individuo se aleja de sí mismo — ¿eres 1 tú el que ves y oyes y percibes o es sólo tu sombra?” Así es la vivencia “en todas partes donde los seres humanos están condenados a la inm ovilidad en m edio de un gran peligro inm e diato”. Sigue describiendo Scholz: “Pero luego se enfría el alma: con la persisten cia creciente y el estruendo en aum ento del fuego, entra en el sosiego del fatalismo. El amenazado se vuelve torpe, frío, objetivo — lentam ente se ha cernido sobre sus sentidos la nube de un entorpecim iento bienhechor que le oculta la irr ita c ió n .. . lá monotonía del estruendo ininterrumpido actúa narcóticamente, los ojos se cierran lentamente— en m edio del hirviente peligro mortal alrededor, se anuncia el sueño”. 4. V ivencias en heridas gravísimas': Scheel ( 2) describe su experiencia: “En 1917 recibí dos tiros en la m andíbula con lesión de la lengua, dos tiros en el brazo derecho, un tiro en las nalgas. Se produjo una caída inm ediata con conservación de la conciencia. . . Dolores no séntí al com ienzo ninguno, al contrario, m e sentía — po dría decirlo— muy bien y cóm odo, la sangre que brotaba excitaba en m í la sensación de un baño caliente. . . M i pensam iento, aunque se había conservado, estaba inhi bido. O ía muy bien en las inm ediaciones el crepitar de las granadas y los gritos de los ligeramente heridos, pero no tenía ninguna noción de la peligrosidad de m i situación m om entánea. . . Com prendía cada palabra que se pronunciaba y todavía oigo ahora la voz de mi jefe de batería dirigida a los ligeramente heridos que gritaban de dolor: “Apretad los dientes, jior qué gritáis ahí, mirad al suboficial Scheel que ha sido gravem ente herido y no deja oír una palabra” . Se interpretó pues mi silencio como tranquilo heroísm o. . . Mas, si se hubiese sabido que sólo era el efecto del shock el que me quitaba los otros dolores existentes. . . En el momento de las heridas perdí además la capacidad de ejecutar el menor m ovim iento. , . N o he tenido un sentim iento de situación desagradable ni he sentido el choque al caer”.
(1) (2)
Scholz , L vdw ig : Seelenleben des Soldaten an der Front (cíi. según G a u p p ). S c h e e l: M ünch m ed. W schr.t 1926 I I (cit. según K e h re r).
5. En él período inm ediato después de vivencias estremecedoras se dan los sue ños más vivos (por ejem plo los sueños de batalla de los heridos un tener que pen. sar, que ver, que oír siempre lo m ism o, obsesivamente. N o se le va al hombre del alma, está abatido, como transformado, llora, vive en tensión y desasosiego. Ocurre a m enudo que la preocupación no se produce de golpe, sino que sólo crece con el tiempo. Después de un primer instanlii de plena tranquilidad llega una reacción violenta. Se ha hablado de afectos rezagados. 6 . L a diferencia d e -lo s individuos en sus reacciones vivenciales es grande. Baelz escribe: “Mientras unos se asustan ante el menor temblor, otros quedan bastante tranquilos incluso en los temblores más fuertes. Ocurre que un hombre se vuelve mortalmente pálido' en el temblor de tierra más leve, aun cuando ha m antenido su valentía en lá 'b a ta lla o en otras partes, mientras que una mujer delicada, que a la vista de un ratón cae en la angustia m ás salvaje, perm anece relativam ente serena. Esas e idénticas observaciones nos dan una indicación sobra, la am plitud de lo normal.
b) Repercusión de vivencias anteriores. T odo lo que el hombre; vivencia, lo que hace, d eja huellas y. altera su constitución lentamente^ Individuos igualm ente constituidos en el m óm ento del nacim iento, pueden caer en orientaciones enteram ente distintas p&r causa del destino y de Ia$ vivencias, por la educación y la autoeducáción v, u n a vez realizada u n a evolución, un retorno es imposible. E n esto Consiste lo personalm ente responsable de todo vivenciar singular. Las repercusiones que el transcurso de los proetso£ psíquicos deja, son de naturaleza diversa: 1. Las huellas en la m em brta, que hacen posible, un recuerdo del suceso correspondiente' 2. L a facilitaciáaóde los procesas, psíquicos, cuando aparecen reiteradam ente (ejercicio). 3 ”U n acortamieri*. to de los mismos procesos, de m an era que /s e alcanza ei mis-: m o resultado con fenómenos de conciencia cada vez menores,' (autom atiza ción o m ecanización): el aprendizaje de la m archa en bicicleta 'se hace prim ero de tal m odo que se aprende conscientemente la m ayor parte de los movimientos, que no se dejan a m erced del “instinto” . AI aprender, se excluye cad a vez más la conducción consciente del movimiento, el mo m ento decisivo es entonces aquél en que se atreve a confiar al mecanismo aprendido (instinto adquirido) y en que la autom atización h a llegado tan lejos que sólo necesita estar en la conciencia todavía la voluntad general: A hora quiero ir en bicicleta, pero todo lo dem ás ocurre a u to - , m áticam ente, m ientras la conciencia está ocupada quizás en cosas del todo diversas. 4. U n a tendencia general al retom o de las mismas viven cias psíquicas (hábitos). 5. Finalm ente en vivencias con tonalidad afectiva, influencias diversam ente inadvertidas en los ulteriores procesos psíquicos» en los sentimientos, en las valoraciones, en las acciones, en "el mo do de vida (efectos de com plejos). D e la m em oria, ejercicio y
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e c a n íz a c ió n hemos tratad o eh la psicología objetiva de los rendírm en os en este ^uSa r se hab lará sólo de los hábitos y de los efectos de los comilejos que entrañ an p a ra nosotros u n a com prensividad. Los encontram os »n casi todos los análisis psicológicos.
I. Los hábitos dom inan nuestra vida en un grado que sólo raram en te nos explicamos. Costumbres recibidas y hábitos accidentales influyen. >n la mayor p a rte de nuestras acciones y sentimientos. Los hábilos se le vuelven a uno gratos, se convierten en necesidades. Incluso ¿na m ala actividad a la que se es forzado, se vuelve soportable p ronto 3¿r la fuerza del h áb ito ; los hábitos son u n a causa de la constancia de nuestras actitudes y un efecto de nuestra disciplina. Son nuestra “segun da n a tu ra le za ” . Lo habitual — aunque sean delitos— pierde p a ra el habi tuado t°do interés. Frente a ello retrocede m ucho la espontaneidad nuestra alm a. Sería interm inable u n análisis y ordenam iento de ¡os incontables hábitos. II. La repercusión de vivencias con tonalidad a fe c tiva esp ecia lm e n te desagradables'? tiene lugar norm alm ente en los siguientes tipos: a) D e una m anera que corresponde al hábito, los afectos, después de haber pasado, por asociación en tanto que aparece un elemento de la vivencia originaria, son en conjunto nuevam ente suscitados, b) Los afectos se transmiten a objetos que estaban presentes, al mismo tiempo junto con vivencias desagradables — o tam bién agradables—, y adquieren e! .uismo carácter sentim ental. De aquí brotan los incontables valores sentim entales subjetivos que tienen los objetos a consecuencia de vivencias individuales accidentales. Esta transm isión puede tener lugar tam bién en nuevas cosas por afectos despertados m eram ente en lo asociativo, sin nuevo motivo, de manera que los caracteres subjetivos del sentimiento de los objetos puede tener una génesis inextricable, que no puede aclarar el afectado ni el psi cólogo qi¿e analiza. T a l aclaración comprensible es, sin embargo, posible en muchos casos con un paciente despertar de asociaciones, c) Vivencias desagradables son elaboradas. O bien: deja libre curso el individuo los efectos de los movimientos del ánim o en lágrim as o hechos, en* ironía pro pia, o en reacciones de defensa, en actividad creadora, o finalm ente en el lenguaje y en la confesión, de m anera que — simbólicamente hablando—- se agota en eso ( abreacción) . O esta manifestación es contenida, pero en cam bio la vivencia es elaborada intelectualm ente. Es sum ado el resultado son pesadas las relaciones, es juzgada la propia conducta, son resueltas acciones que parchen todavía necesarias: en este trabajo intelectual acen tuado en lo afectivo, en tan to que es puro y honesto, son encerrados para el porvenir rasgos de carácter, principios, que son el resultado de tal tra-
bajo apasionado y sin em bargo serenam ente intelectual, d) Guando son i inhibidas ert su m anifestación vivencias desagradables, "tragadas” , defen- : didas, intencionalm ente relegadas y olvidadas^ " reprimidas”, sin que tenga lugar una elaboración intelectual, suelen repercutir en grado superior al ordinario. Su reanim ación asociativa y la transm isión (o transferencia) sentim ental, esas repercusiones que aparecen siempre, suelen ser aquí más intensas y m ás amplias. Sin em bargo la represión puede hacerse también -f sin consecuencias, especialm ente en caracteres indiferentes y romos. Se ha intentado fijar también experim entalm ente la repercusión normal de vi vencias interesantes, especialm ente con el ensayo de la asociación (* ). Se investiga el efecto de hechos típicos conocidos del investigador, en tanto que se les compara con las reacciones de la misma serie de excitación en participantes y no partici pantes en el hecho típico. Las diferencias (prolongación del tiem po d e “i-acción, olvido de la reacción, reacción absurda o ausente, m anifestaciones m ínim as conco mitantes llamativas y otros) son atribuíbles en los participantes en parte a la simple repercusión de la vivencia, en parte a una tendencia al ocultam iento. Sin embargo se producen estas reacciones, no sólo cuando existían realm ente vivencia y acción, sino también cuando la persona del ensayo considera sim plem ente que se admite que ha experim entado o hecho algo.
A la disposición, q u e q u ed a a consecuencia d e u n a vivencia o de u n tipo de vivencia, e influye de m an era un itaria comprensible en función de la prim era vivencia en la vid a psíquica ulterior, se le llam a ü n complejo (J u n g ) . Lo común de todos los complejos es que p o r ellos debe ser calÜÜ- ■ cada u n a repercusión individual, irracional^ de pasadas vivencias, que ■ conduce a sentimientos, juicios, actos, que no tienen su base en valores obje tivos, en exactitud objetiva, en conveniencia objetiva, sino en esas, reper cusiones personales de la vivenvia. D ebe expresarse al mismo tiem po con ello que la personalidad no atrib u iría ninguna validez objetiva a los con-v tenidos de esas repercusiones en buena autoobservación y autocrítica.. Los. complejos tienen la tendencia a dom inar a 1c« hombres, de m anera que el hom bre no tiene ya complejos, sino que los complejos tienen, a los hom bres. El concepto de com plejo tiene diversos matices. Es:. 1. L a proyección desde una vivencia a la aprehensión del m undo. Des pués de u n a vivencia, p o r ejem plo, p o r la cual se desprecia uno a sí mismo, se siente — to d a la expresión lo traiciona— en todas partes avergonzado, como si se le observase ía p ro p ia alteración, se cree instintivam ente que tam bién el am biente la advierte. Se desarrolla u n estado “paranoide” por ideas sobreestimadas. G oethe las describe según la vivencia de G retehen: (1) Exposición recapitulatoria y crítica con bibliografía completa: Spuren interessebetonter Erlebnisse und ihre Symptome. Leipzig 1911. puestos también ios síntomas de otros ensayos. Sobre esto: RirmtSHAUS: Fundamental: J u n g : “ Diagnostische Assoziationsstudien.” . / . Psychiatr., 3,
Lipmann, O .:
D is
Allí han sido e x Z . Neur., 8 , 273. 4, 5 .
PSICOPATOLOGIA
“También
me
eran
molestas
las
GENERAL
m iradas
más
433
indiferentes
de
las
persom s. Yo había perdido aquella bienaventuranza inconsciente de pasar d e s c o n o c id a e inobservada y de no pensar en observador alguno en las mayores aglomeraciones .
2. L a disposición que h a quedado copio huella de u na vivencia y que, aI sonar algún elemento, suscita en la m em oria asociativam ente otros elejnentos de esa vivencia, lleva a reacciones individualm ente típicas de n a tu raleza afectiva (por ejem plo la an tip atía contra u n lugar, contra u n giro del lenguaje, e tc ,). La disposición, que conduce a la reacción afectiva característica, a de u n a más larga experiencia en determinadas situaciones. El h om b re, por ejem plo, cae en angustia al m ero contacto con lo m ilitar, acu mula resentim iento y odie contra lo superior y lo privilegiado y llega por una nim iedad a u n a sorprendente descarga de fu ro r; se tiene an tip atía contra todo adversario de partido, o preferencia simplemente por el outsider; se tiene inclinación a tipos hum anos idénticos a u n a persona q uerida; se tiene una m entalidad de sirviente o de amo que no se puede dom inar, que se apoya en la tradición y larga costum bre y que en una vida exterior alte rada se opone al afectado com o u n poder interno casi irresistible. 3.
c o n se c u e n c ia
c) Los contenidos de los sueños. L a clara distinción entre sueño ( Traum) y estado de vigilia y la significación de lo experim entado en am bos, es el paso decisivo p a ra la posesión de la realidad. Pero el sueño queda intacto como u n fenóm eno hu m an o general, valorado como vivencia aparente indiferente o como vivencia simbólica o profètica, cuya in terpre tación se hace con el m áxim o interés. E n el sueño está tan alterad a la vida psíquica que se llam aría m uy anorm al si no quedase estrictam ente li gada al dorm ir y si esto no fuese propio de todos los individuos. Es por decirlo así u n proceso anorm al q ue es norm al y p o r eso se h a com parado siempre psicosis y sueño. D orm ir y soñar deben ser exam inados prim eram ente p o r sus ciones en factores corporales objetivos. Así se puede considerar la dencia de la edad, de la riqueza y de la frecuencia de los sueños juventud m ás que en la vejez), de la profundidad del dorm ir (en el liviano, m ás sueños).
condi depen (en la dorm ir
Además se puede investigar fenomenològicamente, la existencia psíquica de la vida del sueño, las m aneras como son dados los objetos, las g rada ciones de la conciencia en el soñar, el cam bio y la m ovilidad ilim itada y la variabilidad de los contenidos. Finalm ente se puede tra ta r de com prender los contenidos de la vivencia
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del sueño en relación con su sentido. L a com prensividaé de los contenidos del sueño fué un problem a discutido desde tiempos inmemoriales. Primero: Los contenidos del sueño pueden ser interesantes espiritualm ente en sí, como vivencia. Es como si pudiesen m anifestarse profundas significaciones para el ser hum ano en el soñar. Se pregunta p o r tanto por los contenidos típicos del sueño. H ay sueños característicos de angustia, sueño?, en los que se experim enta una aspiración a lo innacesible. El que sueña se siente abandonado terriblem ente en el desierto, mientras lo pretendido desaparece en la infinitud, deam bula p o r-u n laberinto de habitaciones. Adem ás: los sueños del vuelo y la caída. Segundo. La m ultiplicidad infinita de los sueños puede ser liquidada como caso accidental e im penetrable, o se puede inten tar h allar u na res puesta a la preg u n ta por qué justam ente h an estado esos contenidos y no otros en esa situación en tales individuos. Si se da una respuesta a esa pregunta, se “interpreta” el sueño; se hace psicología comprensiva y se inte rroga por las vivencias, objetivos y deseos conscientes o inconscientes, el carácter y el destino, las situaciones, experiencias especiales del individuo, y según las tendencias psíquicas hum anas generales. C ontra el caos acci dental de los contenidos del sueño estableció F reud la hipótesis de su completo determinismo en el sentido de la comprensividad. T al ve z ambos extremos son falsos: quizás la com prensión de algunos contenidos d el sueño no sólo es m eram ente posible en la relación trivial con vivenciasindiferentes de los últimos días, sino de u n a m anera esencial (1) . Presentemos en preguntas y respuestas brevemente las posibilidades de la interpretación: ¿Q ué quiere decir simbolización? Se sueña hallarse en la calle desnudo —la m an ta de la cam a h a caído. Se sueña estar en una sociedad de bebe dores — el soñador tiene realm ente sed. Se vue.'a en sueños — obstáculos, inhibiciones sobre los deseos son vividos allí como repentinam ente supera dos. Las imágenes del sueño — al menos en p arte— son objetivaciones de (1) La “ interpretación de los sueños” es antiquísim a {el famoso libro de la anti güedad: Artemidort; Sym bolik der T rä u m e, trad. F r. Krauss, V iena 1881). Sin embargo se pensaba casi siempre en la in terpretación de los sueños como indicaciones proíéticas, como revelaciones de un sentido metafísico, por ejem plo como expresión de órdenes divinas. La m oderna interpretación de los sueños pretende en cambio com prender el contenido del sueño_ como nacido de deseos, represiones, simbolizaciones, como exposición gráfica de la situación, del propio estado, de pronóstico en relación con el propio proceso somático y psíquico. Imaginaciones simbólicas de procesos corporales - excitaciones del cuerpo; obsta culización de la respiración, sensaciones dé presión, etc. - las encontró S c h e r n s « en gran núm ero (Das Lebens des Traums. B erlín, 1861); W u n d t (Physiologische Psychologie. 5a. ed., p. 652 y sigts.) tomó el principio y alguna in terpretación individual, Pero nuevo y sólo entonces un impulso real para la in terp retació n del sueño fué el trabajo de Freud: Die Traum deutung. 1? ed. V iena 1900. A quí se encuentra también un resumí n histórico (hasta 1900), Respecto a ia introducción en la doctrina de Freud, el breve Ib ro de H . SlLBERER: Der Traum . S tu ttg art, Enke, 1919. U na exposición histórica: BlNSW VNCE«, L .: W andlungen in der Auffassung und D eutung des T rä u m t s. B erlin 1923.
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algo distinto que aparece allí simbólicamente y que puede ser interpretado como “sentido” o “significado” . ¿Q ué es lo que se simboliza? Silberer clasifica en: 1. Excitaciones cor (fenómenos som áticos). 2. Fenómenos funcionales: ligereza, difi c u lta d , inhibición del estado psíquico. 3. Fenómenos temáticos: los con tenidos del deseo, los fines de la codicia. Freud distingue, por decirlo asi, estratos de los deseos: los deseos no liquidados del día, de ningún m odo chocantes; luego los aparecidos d u ran te el día, pero rechazados y rep ri-' roidos; más profundam ente, los deseos de lo inconsciente, que apenas llegan a tener relación con la vida cotidiana, procedentes del m undo infantil, como por ejemplo el deseo de incesto. porales
¿Cuáles son los caminos de la simbolización y de la conformación del contenido de los sueños? L a simbolización puede darse abiertam ente, de jnodo directo, es u n a m era transposición a imágenes del pensam iento, sin más, convincente y apenas discutida. Sin em bargo esto juega el papel más ínfimo en la interpretación freudiana de los sueños. M ás bien son decisi vos los deseos rechazados com o indecorosos p o r la conciencia, que se dis frazan en imágenes difícilm ente reconocibles así no más y llegan en el sueño a u na satisfacción simbólica del deseo. M uchas tendencias de sim bolización se asocian en u n a im agen (sobredeterm inación), la “censura” desfigura el simbolismo hasta hacerlo irreconocible p a ra la conciencia. Asi y de otras diversas m aneras se produce, según Freud, la conform ación del contenido del sueño. En lugar de discusiones abstractas, un ejem plo (tom ado de Silberer y abreviado) nos da u n a visión d e lo que se piensa. Sueño de Paula: en un tem plo egipcio. Altar de sacrificios. M uchos hombres, pero no en indumentaria solemne. Em m a y yo estábamos junto al altar. Puse en el altar un viejo escrito amarillento. D ije a Emma: Pon atención; si esto (lo que se dice) es cierto, entonces tiene que aparecer en el escrito la sangre del sacrificio. Emma sonrió incrédula. Estuvimos allí bastante tiempo. D e repente se mostró en el papel una m ancha oscura que adquirió la forma de una gota. Emma tembló de pies a cabeza. Luego ine encontré en campo abierto repentinam ente, y vi un hermoso arco iris. Llam é a la señora (la dama que estaba em pleada com o acom pañante de Emma) para mostrárselo, pero no vino. Luego llegué por un cam ino estrecho, rodeado por ambas partes de altos muros. Estaba terriblemente angustiada, pues ese estrecho camino, entre altos muros, no terminaba nunca. Grité, pero no acudió nadie. Por fin los muros se volvieron más bajos en una parte. Miré por encima de ellos y vi junto a la pared un ancho rio de manera que tampoco encontré salida. C ontinué y vi un rosal arrancado; me propuse plantar otra vez el rosal como signo de recuerdo para el caso que hubiese de perecer a llí; y com encé a cavar con una piedra que tomé de la pared. Era toda tierra negra de jardín. Planté el rosal y, mirando desde el lugar de trabajo, vi la pared entonces enteramente baja y detrás hermosos prados lucien do al sol. Silberer interpreta este sueño com o sigue: Paula, que no ha tenido en m ucha
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tiem po ningún contacto sexual, desea Volver a iniciarlos. Sin medidas de pre c a u c i ó n (preservativos), tiene m iedo a las consecuencias, rporque tarda en lie. garle el período. T ien e ideas de m uerte com o ante un peligro amenazante. Esa interpretación la confirma Paula, el sueño fue com unicado por escrito unas se manas después. Se ha entregado a un hombre después del sueño, pero en la época del mismo le preocupaban esos pensamientos.. El sueño no refleja el hecho cumplido, sino la intención y las fantasías ligadas a él. En detalle: altar se puede pensar com o altar de casamiento. El pormenor aparentemente superfluo “sin indumentaria solemne” hace reconocer, en asociación con otros elem entos, la falta de preservati* vos (que son nombrados sobretodos también por P au la). El escrito desplegado sig-, nifica la vagina, en la que debe operarse la aparición de la sangre. Varias veces no llegan los llamados, tampoco la “señora”, el período, se digna presentarse. El paso medroso por estrechos pasadizos es una fantasía del bajo vientre y del nacimiento. Silberer trata más detenidam ente la sangre y el rosal: la sangre angustiosamente esperada es primeramente la sangre menstrual que debe aparecer en la vagina, en el escrito plegado. D e ahí una segunda significación de la sangre: la sangre de la des floración; es decir el deseo de Paula de ser entera e intacta (una hoja en blanco) de manera que fuese posible todavía una desfíoración. El resal es el símbolo de lo sexual y de la fecundidad. Paula piensa en la posibilidad de quedar embarazada. Realm ente ha abrigado el pensam iento de que era preferible morir si tuviese un hijo, pero éste debía vivir. Los muros son los muros de la contención, del pudor. A l romperlos cava, dando vida a un hijo, la propia tumba. Silberer, que sólo es repro ducido en parte, concluye: L a abundancia de las conexiones que se condensan en este sueño, no está agotada con eso todavía. Recorrerlas todas exigiría un libro.
¿Q ué criterios poseemos sobre la. exactitud de sem ejante interpretación? Se puede h acer plausible, p o r decirlo asi, toda interpretación, cuando se persiguen asociaciones que conducen de todo a todo, y se siguen las rela ciones racionales de significación, tanto m ás cuanto que en el sueño es com ún la m ayor simpleza y natu ral lo contradictorio, ordinaria la m últiple sobredeterm inación, el cam bio de significado, las identificaciones de lo heterogéneo, yo mismo con los contenidos, etc. Lo últim o se podrá reco nocer, pero justam ente, dadas las posibilidades ilim itadas, requiere criterios especiales p a ra preferir u n a interpretación a otras o p a ra declarar “exacta” u n a interpretación. P rim eram ente es un problem a d e probabilidad si se debe tener p o r accidentales o esenciales la coincidencia de contenidos vivencíales captables con contenidos de sueños captables (por ejem plo hizo pensar eso el sueño de P aula del tem plo egipcio porque el hom bre a quien quería entregarse la llam aba E sfin g e). Sin em bargo no se llega así m uy lejos, pues es n atural que todo el m aterial del sueño procede de algunas vivencias Aparece en la interpretación el problem a: ¿qué es el simple m aterial reuni do? ¿cuál es el factor dinám ico de los contenidos? Finalm ente, será decisiva •siempre la evidencia subjetiva del sujeto, del que sueña, del que inter p re ta o hace interp retar en estado de vigilia su sueño. Sólo en él llega a m anifestarse u n m atiz, u n estado de ánim o, u n efecto sentim ental ante los contenidos, que debe acom pañarles, si la exactitud de la interpretación no
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quiere degenerar en u n juego infinito de asociaciones racionales. H ay casos
ilustrativos, ciertam ente.
Pero el problem a es m ayorm ente infinito en el
caso concreto, apenas es posible u n a verificación.
En lugar de la exactitud de la interpretación (en el sentido de u n a com probación em pírica de u n significado que actúa efectivam ente) hay tal vez una verdad de la interpretación como configuración de un, m aterial dado del sueño, p a ra la realidad de u n a opinión que obra ahora en la vida por la autocomprensión. L a ejecución de la interpretación del sueño no sería en verdad un conocim iento empírico, sino u n a acción productiva, la comunión entre el intérprete de los sueños y el que sueña, u n a com unión influyente en la concepción del m undo, u n a educación indirecta del; que sueña con lo bueno o lo malo, deslizándose en todas las etapas, h asta el juego divertido. E n cada caso el analizado es abandonado a la sugestión por la teoría del analista, el éxito es condicionado p o r la form a de su con ciliación. ¿Q ué significación científica tiene: la interpretación de los sueños? P ri meramente p odría descubrir mecanismos generales y decidir si éstos exis ten o no. L a teoría de Freud la considero, sin embargo, en buena parte, como construcción de lo extraconsciente que, p o r falta de verificabílidad, tampoco tiene interés científico. E n cambio, hay m ucho acertado, en p arti cular psicológicoasociativo, pero, en continuación infinita, análisis m uy pron to tediosos de contenidos según el viejo procedimiento. E n segundo térm i no se piensa p en etrar por la interpretación de los sueños hondam ente en la personalidad singular, adqu irir una m ejor anamnesis que con las exposiciones en plena conciencia. Esto puede ser exacto en casos individuales raros y es demostrado entonces en su exactitud sólo p o r otros datos de la experiencia. En tercer térm ino preguntam os si la comprensión del sentido posible am plía el campo de lo espiritual p a ra y a través de la interpretación de los sueños. Hasta aqu í h a sido entendido casi sólo lo elem ental, lo prim itivo, lo vulgar; luego fueron vueltos a h allar los contenidos míticos de los pueblos. Los resultados d e esta tercera relación m e parecen, sin embargo, iguales a cero. En cuarto lugar po d ría ser com prendido en general el sentido biológico del sueño. Freud explica el soñar como el guardián del d orm ir; hace silenciar los deseos perturbadores del dorm ir por la soñada realización de los deseos. Este pensam iento básico no puede rechazarse simplemente. U n a pequeña parte de nuestros sueños podría, quizás, tener ese carácter. E n resum en, m e parece que la interpretación de los sueños en trañ a en los principios algo exacto. M Í objeción, no se aplica tanto contra la exactitud (au n q u e las fantasías y juegos en este dominio son infinitos), sino contra la im portancia. Después que se h an conocido los principios y
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algunos casos, apenas se aprende todavía algo. Es un fenóm eno m aravi lloso el sueño, pero después del prim er entusiasmo £ o r su investigación hay que confesar en seguida decepcionados: la explicación para el conoci miento de la vida psíquica, sigue siendo, no obstante, pequeña. d) Sugestión. C uando en un individuo aparece u n deseo, un senti m iento, un juicio, una actitud, y cuando actúa, solemos “com prender” el contenido de estos actos en función de las cualidades anteriorm ente revela das, la esencia perm anente de ese individuo, y en función de la situación es pecial. Sino conseguimos tal com prensión en u n conocimiento detallado del individuo, buscamos si el fenóm eno no es tal vez el elem ento “incomprensi ble” de los síntomas de un proceso patológico. A hora bien, hay una gran cantidad de procesos psíquicos que no pertenecen a ninguno de esos dos grupos. El contenido de esos procesos, que resumimos con el nom bre de fe nómenos de sugestión, es ciertam ente comprensible, pero no desde la esencia de la personalidad en cuestión, o desde motivos racionales u otros suficien tes, sino desde el efecto psíquico especial que tiene lugar de u na m anera casi m ecánica p o r otros individuos o por ella mism a sobre sí, sin que cooperen la p ropia naturaleza o móviles visibles objetivam ente p a ra nos otros o generalm ente comprensibles. Aparece la “realización” sin contrarepresentaciones, contram otivos, contra valores. Juicios, sentimientos, acti tudes se realizan sin que problem a y crítica, voluntad y decisión propia de la personalidad hayan intervenido. Bajo el supuesto previo de los m eca nismos de sugestión para nosotros incomprensibles y hasta ahora imposibles de investigar más allá— , han sido desarrollados en relaciones comprensi bles los fenómenos que así aparecen, ya que el contenido de la influencia aním ica y el contenido de los fenómenos que surgen, se corresponden. En el más am plio sentido pertenecen a los fenómenos de la sugestión las imitaciones involuntarias (no las voluntarias, que son comprensibles en cada caso p articu lar p o r motivos y finalidades especiales). N o porque se entusiasma por sí mismo, sino porque la m uchedum bre le contagia, cae el hom bre de la m asa fu era de sí (*). Así se difunden las pasiones; modas y costumbres tienen u n a fuente en esta im itación. Im itam os movimientos, fórm ulas de lenguaje, m odalidades de vida de otros individuos, sin advertirlo y sin quererlo. En tanto que en estos casos no se tra ta de desarrollos com prensibles de nuestra propia esencia, hay efectos de sugestión (2). Todas las vivencias psíquicas posibles en general son incitadas de esa m anera, (1 )
Le
Bo n . G
( 2 ) T arde {Les s a n c h a n d o el c o n c e p to p r e n d e r e l f u n d a m e n to le s io n e s , t ie n e u n a d e
u sta v e:
Psychologie der Massen
(en alem án,
2?
e d .) .
Leipziar,
1912.
lois de U im italion ) h a d e s c r i to !a i m i ta c ió n e n su s fen ó m e n o s, en y q u is o h a c e r c o n la h a b it u a l g e n e r a l iz a c ió n d e u n a m a n e r a d e c o m d e l a s o c io lo g ía . L a p a r t i c u l a r i d a d d e c ír c u lo s a is la d o s , e s ta d o s , p ro * su s f u e n te s e n l a i m i t a c i ó n i n v o lu n t a r i a .
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^gfltímientos, concepciones, juicios. M uy drásticas son tas imitaciones invo luntarias cuando se m anifiestan en fenómenos corporales, cuyo nacim iento es independiente p o r completo de la voluntad consciente: p o r ejemplo, cuando alguien tiene u n dolor fuerte en el lugar del cuerpo en que u n a persona íntim a, p o r ejemplo, se rom pió u n hueso o cuando alguien tiene
una parálisis o u n a convulsión, porque las ve con espanto en el ambiente. Se puede hablar de u n reflejo de im itación. Esto pertenece a las cualidades
básicas de la naturaleza hum ana. U na especie de sugestión es la sugestión de juicios y valoraciones. Juz gamos, valoramos, tomamos posición al hacem os dueños, simplemente, con tra Ja voluntad y el saber, de juicios y estimaciones de otros. No hemos valorado, juzgado por nosotros mismos, no hemos tom ado posición, pero te nem os sin em bargo, el sentim iento de la propia tom a de posición. Esta admisión de juicios ajenos sin juicio propio, pero con la apariencia del juzgar propio, es llam ada sugestión del juicio. Todas las sugestiones enum eradas hasta aquí pueden ser inintencionaIes e involuntarias. N adie quiere sugerir y el afectado mismo no lo advierte. Pero las sugestiones p ueden tam bién ser intencionales y con ese carácter re cibe el concepto de la sugestión tan» sólo u n a lim itación m ás estrecha, aun cuando externa, en donde, bajo este concepto, sólo incurren las influencias queridas (aum entadas en la hipnosis). Finalm ente, una sugestión puede llegar a la realización incluso con conocimiento del afectado. Q uiero y es pero, o tem o que no pueda defenderm e a pesar de m i conocimiento, o más b ie n .justam ente m i conocimiento estim ula la sugestión. Pero este conocimiento es propiam ente sugerido ya por sí mismo: es saber crédulo, espera de lo inevitable. Q ue los efectos clásicos- de la sugestión son muy generales en el hom bre, lo muestran los ensayos: al final de un oscuro corredor es colgada una perla pálida y se plantea el problema de decir, al aproximarse lentam ente a ella, cuándo se descubre la perla: si la perla es retirada, es vista no obstante por los dos tercios de las personas del ensayo. U n profesor vierte ante sus oyentes, volviendo la ca beza, un frasquito de agua destilada bien recubierto antes, en un recipiente, como para examinar la rapidez con que se difunde un olor en el local; luego pone en función el reloj de control: dos tercios de los, oyentes, primero los que se sientan delante, dan la señal de que han percibido un olor. D el mismo modo puede lo grarse la hipnosis colectiva y otra sugestión. Pero siempre se da una minoría en la que no actúa la sugestión, sino que, por efecto de la crítica natural, no percibe nada, no experim enta nada, sino que se sorprende.
El papel especial lo desem peña el concepto de autosugestión„ que se opone al de sugestión de extraños. P or algún motivo, tam bién com pren sible, aparece en el individuo u n a representación, u n a esperanza, u n a supo sición y en seguida se realiza en su vida psíquica el contenido d e la misma.
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Se espera oler algo y se huele realm ente. Se supone u n hecho típico y ya se está persuadido de él. Se espera una parálisis del brazo, causada por u n choque y en el mismo m om ento es paralizado el brazo. Se tra ta en estos casos de un m ecanism o que sólo testim onia magníficos resultados en manos de la voluntad consciente del fin. Se quiere despertar en u n instante preciso y se despierta en realidad puntu alm en te; se quiere hacer desaparecer un dolor físico, y desaparece en realidad; se quiere dorm ir y se duerme. e) Hipnosis. Se puede sugerir a la m ayoría de los individuos, en la hipótesis de que lo quieren y de que creen en la fuerza de la personalidad que despierta en ellos confianza, y que p a ra ellos tiene autoridad, primero sensaciones de iatiga, de sosiego, de entrega a las palabras del sugestionador: éste concentra su atención sólo ante esas palabras y crea ásí u n estado que presenta, en diversos grados, desde la m ás ligera em briaguez del sueño a la más profunda hipnosis en relación exclusiva con el sugestionador, condición ésta apropiada p ara contribuir a la “realización” de ulteriores sugestiones. Según la profundidad de la hipnosis aparecen estas realizaciones en di versa extensión. Pueden ser suscitadas insensibilidad de la piel, actitudes^ inm ovilidad, sensaciones, percepciones engañosas. El hipnotizado no puede moverse, cuando el hipnotizador se lo h a ordenado, le sabe la p atata como u n a p era preciosa, ejecuta en la hipnosis m ás pro fu n d a un robo, etc. E n esos grados profundos de la hipnosis se abren nuevam ente los ojos, el individuo se levanta, cam ina y se mueve como uno despierto, sólo que todo m ovim iento y toda experiencia son condicionados exclusi vam ente p o r la relación con, el hipnotizador (sonam bulism o). Para estos estados existe luego com pleta am nesia. Las diversidades de los estados hipnóticos son, sin embargo, no sólo grados de la profundidad, sino espe cies de que son capaces los individuos particulares en m edidas distintas. El sonambulismo es u n a especie de nuevo despertar parcial que queda li gado a condiciones. N otables son ciertos efectos poshipnóticos (sugestión a plazo). El hipnotizado ejecuta u n a orden d ad a en la hipnosis días o se m anas después, p o r ejem plo u n a visita. D e u n a m anera incom prensible p a ra él mismo le llega en u n plazo determ inado el im pulso p a ra esta acción, a la que cede, si no surgen, detenciones precisas de su personalidad, cuando no se crea él mismo u n m otivo comprensible y lo considera la causa real de su acción. Finalm ente se pueden provocar fenómenos corporales p o r su gestión en la hipnosis, que no se obtienen nunca voluntariam ente: fijación de la m enstruación en un plazo determ inado, dism inución de la pérdida de sangre, form ación de am pollas en la piel (en tan to que se sugiere u n trozo de papel como u n v ejig ato rio ).
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La hipnosis es algo parecido y sin embargo distinto del dormir. L a relación, ort) el “islote alerta” en la restante vida psíquica durmiente, es la diferencia. La hipnosis es además algo distinto de la histeria. El fenóm eno de la hipnosis CI fenómeno de la histeria son idénticos según su mecanismo. Pero la diferencia consiste en ^ue e* m ecan*smo de i° s fenómenos hipnóticos es provocado por condi ciones especiales pasajeras y los fenómenos histéricos son una característica perma nente de la constitución psíquica de algunos individuos; Sin embargo existe una relación entre histeria y capacidad para la hiprtosis. jjsta es Ja verdad, en lo hum ano general, pero hay muchas especies y grados. El erado profundo de hipnosis se observa más frecuentem ente en individuos que se inclinan también espontáneamente a m ecanismos histéricos, y en niños (cuya vida psíquica normalm ente está más cerca todavía de la vida psíquica histérica). Por o t r a parte hay enfermos que en general no son hipnotizables, com o la mayoría de l o s individuos del grupo de la dem encia precoz, y otros enfermos que sólo pueden s e r llevados a un ligerísimo sueño superficial que apenas se puede llamar hipnosis, comò los psicasténicos.
La hipnosis es u n fenóm eno hum ano, supone u n a autorreflexión, u n a toma de posición ante sí mismo, es p o r eso imposible en niños de corta edad. N o existe tam poco u n a hipnosis de los animales. Lo que se llam a así son reflejos, a estudiar en fisiología de otro m odo, y esencialmente dis tintos de 3a hipnosis h u m a n a (*). Hay u n a autohipnosis. N o el hipnotizador, sino yo mismo me pongo intencionalmente p o r autosugestión en un estado hipnótico, en el que puedo alcanzar entonces efectos físicos y psíquicos m ucho más amplios de lo que es posible en estado de vigilia. El procedim iento del dom inio de los procesos corporales y; de los estados de conciencia es antiquísim o, sobre todo en las técnicas yoga de la In d ia, F u é casi olvidado en occidente. E n el dom inio del tratam iento m édico fué em pleado prim eram ente por Levy (2). T a n sólo J. H. Schultz lo h a elaborado m etódicam ente en todos- los aspectos, proba do, observado e interpretado fisiológica y tam bién psicológicamente (3). Todo individuo puede p o r m edio de su voluntad establecer condiciones apropiadas en,'las cuales se produce el paso al estado hipnótico sin suges tión extraña. P a ra ello hace faJta la relajación — la posición m ás cóm oda del cuerpo, dism inución de las excitaciones externas— , la entrega y la ap ro bación, la concentración (fijación de u n punto, m onotonía). El paso es, según Schultz, u n proceso vital que tam bién se produce sin sugestión, cuando se d a sólo la relajación concentrativa. Se tra ta de una (1) Los fenómenos hipnóticos, que han sido detenidamente estudiados en los últimos decenios del siglo xrx, fueron descriptos bastante unánimemente. _ Las explicaciones y teorías que no nos interesan aquí, son muy variables. Las exposiciones más importantes son: BERNKtuM: Die Suggestio n» en alemán por Freud. Viena 1888. F o b e l : Der H ypnotism us. 4* ed. Stuttgart 1902. M o lí .: D er H ypnotism us, 4? ed. 1907. De los psicólogos: L i p p s : Stig~ gestión u n d H ypnose (Abh. Bayr. Akad. 1897). W undt: H ypnotism us und .S u g g esiio n . LeipJrig 1902. . , v , . . (2) L evy : D ie n a tü r iic k e W illen sb ild u n g (en alemán). Leipzig, 1909. (3) S c h u l t z , J. H.: Das autogene Training . Leipzig, 1932.
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reacción vital prim aria, en analogía con el carácter liberador de la vivencia del adorm ecim iento. La autohipnosis es u n a “alteración concentrativa de la actitud”, propiam ente, por lo general, u n efecto de la sugestión, pero noí como autom atism o vinculado a ella, sino que se presenta bajo cierta^ condiciones. v¡ Las vivencias del estado son típicas. El com ienzo: sentimientos de pesadez,' manifestaciones sensoriales, miembros fantasmas, regularización del corazón. Luegoj^ al profundizarse el estado, se vuelve posible una abundancia de vivencias, de mun-3 dos imaginarios productivos, de automatismos como el de la escritura mediúnmica, etc. Los rendim ientos en el estado de trance son llevados en casos raros hasta^ lo fantástico. • • Esencial es ahora que ese paso al. com ienzo sólo se obtenga lentam ente y pocos penetrantem ente, pero que sea accesible al ejercicio, y que en la repetición se vuelva^ cada vez más rápido y por fin pueda ser hecho casi repentinam ente por un acto dess voluntad. Es posible asociarlo al relajam iento parcial — por ejem plo de los múscu-í los del área espaldas-nalgas— . Con el ejercicio progresivo se produce de inmediato; el paso, si es ejecutado aquel relajam iento local. “El bien adiestrado, por tanto,s cuando quiere evitar un m ovim iento em otivo que se produce sorpresivamente, ne-,^ cesita sólo proceder al aflojam iento descripto de los músculos de la espalda, lo i que en aquella posición del cuerpo puede hacerse tan inadvertidamente que sóío^ los iniciados podrían percibir esa alteración de la actitud” . El paso es pues técnicam ente aprendible, la primera apropiación dura de 6 a 8 .-| semanas, “tan sólo después de 3-4 meses es en general tan corriente el paso quess son posibles rendim ientos considerables” .
El.procedim iento fué desarrollado hasta el extrem o en la In d ia durante^ milenios con realizaciones casi increíbles p a ra nosotros. Schultz h a investí^ gado cómo se ve el procedim iento de m odo p uram ente fisiológico en lasí| condiciones occidentales de cultura, sin contenidos de la concepción d e l| m undo y de la fe; h a asegurado el hecho en total, pero así lo h a vuelto sin im portancia desde el punto de vista de la concepción del m undo. H a sepa^í rado la realidad em pírica de la realidad metafísica. E n la pérdida de conte-1 nido queda en pie sólo un m edio técnico. Los efectos — medidos en ejercicios j hindúes continuados p o r toda u n a vida con la consagración de la existencia^ entera— son limitados. El procedim iento es un medio en psicoterapia para:' alcanzar, por u na pausa, descanso, refrescam iento y tranquilidad. Es posi-J ble un cierto dominio sobre el proceso fisiológico que, en analogía con el dom inio de los músculos, es p o r decirlo así apropiado, conducido, en loS vasomotor, en lo cardíaco, en lo vegetativo. L a regulación del sueño, la sus^l pensión del dolor, la tranquilización dé sí mismo son los objetivos.
S e c c i ó n
s e g u n d a
M ecanism os anorm ales L a anorm alidad de los mecanismos extraconscientes no es de u na espe cie única, sino determ inada de conform idad con m últiples puntos de vista: 1. H ablam os de anorm alidades cuando las m anifestaciones van más allá de lo ordinario en m edida, grado y duración, Desde este p u n to de Vista hay en todas partes transiciones móviles, desde las que aparecen en la iesfera del térm ino m edio, hasta las manifestaciones patológicas. L a excita ción se vuelve exceso; la inhibición, parálisis, 2. Las asociaciones que se convierten en acostum bram ientos mecánicos ¿e transforman en ligazones indominables, en fijaciones. Lo norm alm ente movible se vuelve inmóvil. L a dirección de la vida psíquica por complejos, fetichismos, representaciones finales inextricables, el estancam iento en calle jones sin salida es el resultado. T am bién aquí hay todas las transiciones desde lo norm al a lo palpablem ente anorm al. 3. Ya que toda la vida psíquica es síntesis constante de lo escindido, y cohesión de lo que tiende a la separación, así la escisión ( A bspaltung), que se vuelve definitiva e insuperable, es anorm al. L a conciencia, la cres ta de la oía eventual de nuestra vida psíquica, está norm alm ente en am plia relación m utua con lo inconsciente. Esto no está nunca cerrado, en todas partes le es accesible, conquistable, conservable. D e la conciencia sobre los bordes de lo inadvertido hasta lo inconsciente hay u n cam po continuado, en el que se puede a n d a r sin obstáculos; todo está ligado potencialm ente a la conciencia. Lo que acontece siempre y se experim enta, aunque en el m o mento pueda casi independizarse tam bién, halla en seguida la vinculación retrospectiva con la personalidad y la admisión} limitación, configuración en la relación de la vida psíquica en su conjunto. E n m uchos casos es anor mal la escisión .radical, la inaccesibilidad p a ra la conciencia, la ausencia de la incorporación por la personalidad, la interrupción de la continuidad con la vida entera. E sta separación se distingue por u n lím ite preciso de las escisiones de la vida norm al halladas de nuevo en la relación. L a escisión (détachemént, Ja n e t) — com o por el paso del R ubicón— distingue la an a r quía de la unidad vivencial. L a aprehensión por la categoría de la escisión se opera en m últiples modificaciones. Síntomas neuróticos, m alestar de fyganos, pasan com o fenómenos arrancados de su ubicación vital adecuada
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L a independización de aparatos conduce a u n a vida propia sin trabas, porC ejemplo, de dominios sensoriales. El no poder recordar a pesar de lo ; activas de las vivencias se llam a escisión. L a fa lta de relación de los i sucesos psíquicos, la descomposición de las totalidades, la duplicidad d e s l i é gad a de sentido, significación y fenómenos idénticos, llevaron, en la demen cia precoz, al nom bre de locura de escisión (esquizofrenia). Las vivencias de' .{J desdoblamiento del yo se llam an escisión del yo. Tenem os siempre el problem a de qué es lo que realiza la escisión„ y p o r dónde la ligazón, y coh l l ésta el sentido, la lim itación y la m edida, pueden ser recuperados. j ; || Pero qué es propiam ente escisión, no está aclarado m etódica ni sistema- 'íf ticam ente. Es tanto u n concepto de la descripción de lo experim entado de-Ül hecho, como u n a teoría del proceso en el estado especial de hendidura, ^ fisura ( G espaltenheit), y; es la hipótesis de u n suceso que pone en ese estado, L a idea fundam ental se encuentra en todas partes en el pensam iento psico- | patológico, no se refiere ciertam ente a n a d a unitario, pero toca cada ve¿.|¡§ variedades del mecanismo extraconsciente.
4. Existe el mecanismo de u n paso del estado de conciencia. J. H Schultz ha separado claram ente de la sugestión el suceso de este paso en Ia : : | hipnosis y la autohipnosis. E sta paso es hecho generalm ente en la lúpnósis por sugestión, pero puede aparecer tam bién autom áticam ente sin ella, si se vl| establecen las condiciones favorables y los com portam ientos adecuados. El ^ paso se hace cotidianam ente, en la vivencia del dorm ir, y aquí en parte, por la voluntad de dorm ir que obra autosugestivam ente, pero tam bién sin ésta, por el cansancio, la costum bre, las disposiciones p ara dorm ir. Schultz distingue prim ero el proceso del paso (U m sch a ltu n g ), en segundo lugar el |f estado de conciencia q u e se produce a través del paso, en tercer térm ino / las manifestaciones y efectos posibles en ese estado. L a unidad, en verdad | indivisible, puede sin embargo-ser considerada distintam ente según esos tres puntos de vista.
A nálogam ente al paso en el dorm ir y en la hipnosis, todas las altera- 5 ciones de conciencia y las alteraciones del estado pueden ser aprehendidas como paso. En reacciones vivenciales anorm ales, en manifestaciones histé- f ricas, en estados psicóticos, existe siempre, aunque en sentido y dirección i m uy distintos, como p o r u n tirón ( R u c k ) , u n a disposición del alm a en conjunto, lo cual es condición previa de las nuevas manifestaciones anor- ■4. males. El paso, si lo conociésemos m ás exactam ente y no expresásemos con S él u n a grosera com paración es, notoriam ente, de especie m uy particular. El paso es específico. Pero sólo toscam ente podemos captar lo específico, i ante todo por la com paración con los mecanismos norm ales extraconscientes. | Si echamos u n a m irada a las direcciones según las cuales hemos carac-
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^rizado las anorm alidades d e los mecanismos extraconscientes, está claro que no conocemos ni comprendem os en detalle ninguno de esos mecanismos, sino que las formulaciones sólo son u n a variación de las maneras d
reacciones de un órgano, por ejem plo del cerebro, a procesos en el organismo; d e ■ una reacción de la psiquis individual a un proceso psicótico, finalm ente de una reac- ; ción de la psiquis a una vivencia. Sólo trataremos aquí de esta últim a reacción.
La im portancia que tienen ciertos procesos p a ra el alm a, su valor de vivencia, el sacudim iento afectivo a que dan lugar, provoca u n a reacción en parte “comprensible” . E n la reacción a la prisión actúa psicológica m ente, p o r ejemplo, la conciencia del significado d e ese suceso, las con-. secuencias posibles, adem ás la disposición afectiva de la situación, la so ledad, la obscuridad, las paredes desnudas, el lecho duro, el trato rudo, la tensión insegura respecto de lo porvenir. Pero, además, obra quizás tam bién la alim entación m enor a consecuencia de la falta de apetito o de la m ala comida, él agotam iento p o r el insomnio. Estos efectos físicos pre- ? paran en p arte el terreno p ara el tipo especial de reacción. Ellos cooperan : en la aparición de todo el cuadro patológico de la psicosis carcelaria. Et: estado patológico reactivo no aparece a m enudo en respuesta a una viven cia particular, sino a la sum a de eu’ectos. El agotam iento psíquico y c o rp o ra l^ como fundam ento se vió a m enudo en las psicosis reactivas de guerra, y : ; su explosión, tras u n a larga resistencia, a veces después de u n a vivencia , relativam ente insignificante. Por m ucho que com prendam os la vivencia, su significación conmo-'.do n a n te y el contenido del estado reactivo, no por eso es comprensible- ; psicológicamente, sin embargo, la trasposición en lo patológico. A quí te- ! nemos que pensar adem ás en los mecanismos extraconscientes. Explica mos esto por la disposición especial, por u n proceso somático morboso, o ; suponemos que la conmoción psíquica como tal puede suscitar causalmente, ■ : en los fundam entos de nuestra, vida psíquica norm al, u na alteración pa sajera. Lo mismo que la conm oción psíquica tiene por consecuen cia inm ediata u n a m ultitud de manifestaciones corporales concomi- ' tantes. produce tam bién u n a alteración pasajera de les mecanismos psí quicos, que dan entonces la condición de los estados anormales de conciencia ; y de la realización de relaciones comprensibles (en las perturbaciones de la • conciencia y en las escisiones, en las ideas delirantes, etc.). Esta alteración teóricam ente im aginada de los fundam entos extraconscientes debe ser pensada como causalm ente condicionada y análoga á. las consecuencias captables en lo corporal de la conmoción afectiva ( Gemütserschütterung). a) Reacción en la diferencia de fase y brote. E ntre las reacciones patológicas hay que distinguir en principio: 1. Las psicosis solamente desencadenadas, cuyo contenido no está en ninguna relación comprensi ble con la vivencia. Así por ejemplo, u n caso de m uerte provoca un pro-
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i ceso morboso catatónico, una depresión circular. E l tipo de psicosis nonecesita corresponder en m odo alguno a la vivencia. El sacudim iento psí quico es sólo el últim o impulso eventual y superfluo p or el que hace ./ jrrupción u n a enferm edad, sea u n a fase pasajera, sea el brote de un pro ceso que se habría presentado finalm ente tam bién sin ese motivo, y que desarrolla según sus propias leyes con plena independencia del motivo psíquico. Distinguimos de ello: 2. Las reacciones legítimas cu y o contenido está- en relación comprensible con la vivencia, que no se habrían producido sin la vivencia y que dependen en su curso de la vivencia y de sus relaciones. L a psicosis queda referida a la vivencia central. E n ja psicosis solamente desencadenada o espontánea se observa u n crecí-» miento prim ario de la enferm edad, que se explica sólo físicamente, sin 'í: relación con el destino personal y el vivenciar del enfermo, cott simple conh tenido accidental sin valor de vivencia en relación con la existencia anterior, como lo h a de tener toda enferm edad psíquica. E n fases curables existe después la tendencia a reconocer claram ente la enferm edad y a situarse frente a ella librem ente como ante algo del todo extraño. E n las psicosis reactivas se observa o bien u n a reacción inm ediata ante u na vivencia decisiva, o, después de u n a m aduración más larga inadvertida, ; úna especie de descarga, por decirlo así, en relación comprensible con el ■ destino y las impresiones diariam ente repetidas. Existe en verdad, después del transcurso de la psicosis, la capacidad p a ra declararla i ■ patológica sin m ás, Pero existe ja tendencia a una repercusión de los con tenidos psicóticos, surgidos del destino, incluso sobre la vida futura, y también la propensión, a pesar de la posición intelectual exacta, a no opo nerse librem ente a los contenidos morbosos en la v id a del sentímiento y del instinto. El concepto de la reacción patológica tiene u n a parte de lo com pren sible (vivencia y contenido), u n a p arte causal (alteración en lo extraconsciente) y una parte de pronóstico (esta alteración es p asajera). A un que puede ser anulada la m om entánea transposición en un estado anorm al, en especial y después de la desaparición de los hechos conmocionales, es produce la curación en seguida, existe sin em bargo u na repercusión gracias 5 : a la estrecha ligazón de vivencia y personalidad, que lleva a u n desarrollo anormal de Ja personalidad finalm ente, por la repetición y la sumación de las vivencias. Después de toda reacción se tiene en verdad un retorno al status quo ante relativo al tipo de mecanismos psíquicos y a :v las funciones, a las capacidades de rendim iento, etc. Pero los contenidos ? pueden seguir actuando. Sólo en los casos fronterizos claros se pueden distinguir radicalm ente
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Jas reacciones legítimas de los brotes. Por u n a parte están, las psicosis con dicionadas p o r u n a conm oción psíquica com o causa esencial y que m uestra tam bién relaciones com prensibles convincentes entre vivencia y contenido (legitimas psicosis reactivas). P o r o tra parte están las psicosis nacidas p o r procesos, cuyo contenido no m uestra ninguna relación com prensible con el destino, au n cuando los mismos, naturalm ente, tienen que ser tomados de algún m odo de la vida anterior, sin que su valor de vivencia (Erlebnisw ert), su valor com o destino sea lo decisivo p a ra la entrada en el contenido de las psicosis (fases p u ras o b ro te s). b) L a trip le dirección de la com prensividad dej las reacciones. Com prendem os la medv/da de una conm oción como causa adecuada de. al gún q uebranto m en tal; com prendem os u n sentidd> al que sirve la psicosis reactiva en el todo; com prendem os los contenidos de la psicosis re activa en especial. 1. H em os visto: las vivencias psíquicas coinciden siempre con m ani festaciones corporales concom itantes, no destacan mecanismos extraconscientes susceptibles de m ayor descripción, sino que incitan a estudiar teó ricam ente, y d a n el terreno p a ra las reacciones anorm ales del contenido comprensible. Pero adem ás en algunos casos las conmociones psíquicas con ducen a alguna perturbación som ática o psíquica, que no tienen u n a rela ción comprensible con el contenido de la vivencia. L a vivencia es la “causa psíquica” de u n suceder que le es extraño. A parecen inm ediata m ente efectos causales drásticos a consecuencia de violentas excitaciones psíquicas. Cóm o ocurre esto, es, por lo general, hipotético. Pero en general se sabe que los efectos obran sobre la circulación, tienen consecuencias somáticas a través del sistema vegetativo sim pático y parasim pàtico y de las glándulas endocrinas y que las alteraciones somáticas influyen a su vez de nuevo en el cerebro y en el alm a. Quizás suscitan los afectos en los epilépticos, p o r esos m iem bros interm edios somáticos, un ataque con vulsivo. Q uizás un afecto, m ediante la alteración de la circualción y del aum ento de la presión arterial, provoca la ru p tu ra de los vasos cerebrales y un ataque de apoplejía. E n especial hay que señalar los siguientes efectos de causas psíquicas: aa) Estados psíquicos anormales son curados por una conm oción psíquica. El ejem plo más conocido es la repentina sobriedad de ebrios a veces incluso graves, por una situación importante que plantea las exigencias necesarias. Es sorprendente có mo un efecto físico indudable del alcohol puede ser anulado así repentinam ente. En cambio no pertenecen aquí, sino a las relaciones comprensibles, los casos en que los contenidos de personalidades anormales' son alterados por efectos psíquicos: el delirio de celos de la personalidad anormal cesa cuando una enferm edad grave
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los pensamientos, los malestares nerviosos cesan cuando el individuo debe enérgicam ente. bb) P°r graves conm ociones psíquicas (en catástrofes, como terremotos) son crea d a s alteraciones de toda la constitución psicofísica, cuyos signos y m anifestacio nes a veces carecen de toda relación comprensible con la vivencia. Alteraciones del a p a ra to circulatorio, estados de angustia, perturbaciones del sueño, dism inución de la c a p a c i d a d de trabajo, numerosos fenómenos psicasténicos y neurasténicos Apare cen y tenazmente quedan en pie largos períodos.
a b so rb e
esfo rz a rse
ce) Parece com o si las excitaciones psíquicas m uy graves pudieran tener efec tos que remedan los de los traumatismos craneanos. Se observaron casos que con d u je ro n en delirios febriles a la m uerte, y otros qué mostraron ei com plejo sintom ático de Korsakof (S tierlin ). En qué m edida hay aquí una perturbación, hecha posible só lo por lá arterioesclerosis existente, razón por la cual debe considerarse orgánica; y en qué m edida pueden aparecer tam bién tales consecuencias orgánicas por la vivencia psíquica en vasos sanos', es todavía dudoso. (2) dd) Es posible •— aun cuando raro— que también una vivencia placentera sea motivo de la irrupción de un estado mórbido somáticamente causado, por la conm o ción ¿el equilibrio ligado a ella. Así se quejan los psicasténicos de un aum ento de sus molestias después de impresiones fuertem ente gratas, de la “repercusión” que se produce.
2. Com prendem os un sentido de las psicosis reactivas: el estado anor m a l del alm a como conjunto sirve a un cierto objetivo del enferm o, p ara el que tam bién son m ás o m enos adecuados los rasgos particulares de la enfermedad. El enferm o quiere ser irresponsable y tiene u n a psicosis de prisión, quiere tener u n a ren ta y recibe u n a neurosis de renta, quiere ser atendido en u n hospital y tiene los. m ales múltiples de los vagabundos de los asilos. Estos enfermos aspiran instintivam ente a u n a realización de su deseo p o r ese cam ino. L a satisfacción de su deseo la alcanzan p o r la psi cosis (psicosis finalistas) o p o r las neurosis (neurosis fin alistas). L a enfermedad es, en casos raros, m ás o menos conscientemente puesta en escena. D e u n a sim ulación al comienzo quizás consciente surge luego la enferm edád, frente a la cual el individuo queda sin defensa. O u n a afección psíquico-neurótiea, n acida prim ero de otro m odo, es “histerizada” tan solo en su curso ulterior, porque por la existencia de la enferm edad es alcanzado un propósito (liberación del servicio en el frente, r e n ta ) .. Se hab la desde K ohnstam m de u n a “repulsa de la conciencia de la salud”. Las diversas molestias y quejas corporales las pasa p o r alto el individuo norm al con la pretensión n atu ral de ser sano y de querer p er m anecer tal. P or m edio de la inobservancia hace desaparecer m uchos fe nómenos que se m uestran p o r u n m om ento. T am bién en el com (1) Ver B onhoeffer : “ W iew eit kommen psychogene K ra n k h e it zustande und K rankheitsprozesse vor, die n ich t Hysterie zuzurechnen sind?” . Arch. Z . Psychiatr., 68, 371. B on h o effer n o distingue, p o r lo dem ás, en tre relaciones comprensibles y consecuencias caiis-les.
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portam iento ante las enferm edades somáticas, que producen disminución funcional y requieren tratam ien to racional, se conduce el sentido sano dis tanciado anteriorm ente (*). Apenas se puede determ in ar dónde está la frontera a la que u n indi viduo realm ente no puede llegar (ya antes, donde u n a función continuada tiene por consecuencia u n daño, u n em peoram iento de la enferm edad o la m u erte). E n el m ás profundo agotam iento, en situaciones extremas, invade al hom bre u n sentim iento real de im potencia, to d a la tensión vital se rebaja hasta la indiferencia y la simple declaración de que no se ha podido más, es legítim a y digna de fe. G uando a pesar de ello es también posible la p regunta si era que no se quería más, si u n deseo era eficaz, pkra entregarse al sentim iento existente de debilidad y de im potencia, a este interrogante, sin em bargo, no se puede responder a m enudo. Pero e n el dom inio de las reacciones vivenciales histéricas e hipocondríacas por la enferm edad corporal, es generalm ente notoria la ausencia de la “concien cia de la salud” . 3. Com prendem os el deslizamiento en la psicosis o la enferm edad cor poral al mismo tiem po con los contenidos. Es como u n a fuga en la enftu rne dad, p a ra escapar a la realidad, especialmente p a ra escapar a la responsabilidad. L o que en el interior del alm a debió ser sufrido, elaborado^, apropiado, es sustituido, sea p o r u n a enferm edad corporal, p a r a 'l a que no se im agina tener u n a responsabilidad, sea por la satisfacción del deseo en la psicosis, que establece u n a realidad p o r la que no es pe netrada, sino velada la realidad em pírica L a fuga en la psicosis hace experim entar como aparentem ente realizado lo que no ofrece la realidad. Pero generalm ente no de m odo unitario. E n la psicosis aparecen, en lo delirante y en lo alucinatorio, entrem ezclados y; sucesivamente como realiza dos, todas las angustias y penurias lo mismo que todas las esperanzas y deseos. Casos extraordinarios sen reacciones en situaciones extremas, ocasionadas por la propia acción (infanticidio, asesinato). U n destino que transforma la vid a entera; conduce a vivencias; dfelirantes de conversión en psicosis agudas, en cuyo contenido es fijado un motivo que determ ina en lo sucesivo la vid a entera ( 2). Se trata de una robusta hija de campesinos, que parece hasta allí psíquicamente sana, que tiene un h ijo de un prisionero de guerra ruso y m ata a la criatura inme diatam ente después del nacim iento, y de un débil m ental leve que com ete un ase
(1) K an t (“ Von d er M ach t des G emütes, durch den blossen V orzatz seiner krankhaf te r Gefühle M eister zu sein” ) escribe: “ U n individuo razonable, cuando le asaltan temores, se pregunta si existen motivos p ara ellos. Si no en cu en tra ninguno o com prende que, aun. cuando existiese realm ente alguno, sin embargo n o es posible hacer nada, pasa a la orden del d ía con esta aspiración de su sentim iento in terio r, es decir d eja en su lugar su opre*. sión (com o si no le afectase) y dirige su aten ció n a los negocios de que se ocupa” . (2 ) V íl u n o e r : “ G ib t es psychogene, n ic h t hysterische Psychosen auf norm al psycho* logischer G rundlage?” Z . N eu r., 57. "We i l : “ E in Bekehrungserlebnis als In h a lt der H aftpsychose eines oligophrenen M örders.” Z . N e w ., 140, 152 (1 9 3 2 ).
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s¡nato por influencia sugestiva d e otro. W eil resum e: ambas psicosis irrumpen des pués del hecho, infanticidio y asesinato, con una confesión en la prisión. En ambas una lucha de oraciones conduce a la infanticida a 1?. certidumbre de que D ios lo ha querido, y al asesino, más allá de eso, a un falseamiento del recuerdo que se ha ofrecido en su tiempo a Dios como sacrificio, que le muestra cómo vienen también a través de D ios malos hechos. Ambos tienen visiones de la misma esfera. Encuen tran, la una su “paz del alma:’, el otro su “paz del corazón” . Ambos se atienen a la r e a l i d a d de los fenóm enos y de la significación a ellos atribuida, signos de la re dención y de la admisión en la gracia. Por la psicosis han sido privados ambos del a r r e p e n t i m i e n t o frente a la víctim a; ella alcanza el parentesco divino, él se vuelve perfecta criatura de Dios. Ambos están convertidos y se sienten de buen humor. C o n s t i t u c i ó n , personalidad y carácter son en ambos completamente distintos, y es por eso tanto más notable la analogía de la psicosis de la realización del deseo. Estos casos deben ser distinguidos de la esquizofrenia (en la que hay a m enu do vivencias de conversión inicial infundadas) por ía falta de todos los síntomas pri marios; per el c en t r amiento de las psicosis en torno al contenido delirante casi to talmente comprensible; por el ajuste del contenido delirante como única revolución del sentido del ser y del tr.odo de vida; por la ausencia de síntomas caóticos, capri■diosamente diversos, extraños. Es notable cómo en esa relación un débil mental puede tener también viven cias profundas y grandiosas. El caso de W eil describe como resultado de su lucha de oraciones con el problema desesperado del por qué de sus hechos, un éxtasis en la mañana de navidad: “Cuando miré entonces hacia la pared, se volvió transpa rente como un vidrio. Fué como si yo estuviese en los aires como el sol. Luego se hízo bastante oscuro como la noche, después e n r o je c ió ... V i así desde la lejanía - cada vez más cerca y más grande un fuego terrible, increíblemente grande. E*a como si ardiese el m undo, la tierra; vi luego millones de seres en la superficie yerma de la tierra, ninguna .casa, ningún árbol, nada, sólo ese rostro desfigurado, espanto so, por lo general implorando terriblemente, levantando las manos y la vista, como si hubiese todavía esperanza y redención; había allí algo de la claridad rojiza del gran incendio, en donde vi agitarse diablos. . . Luego se volvió otra vez tenebroso, no por mucho tiem po, luego otra vez claro, m ucho más hermoso que el más hermoso día de primavera. Entonces vi un m omento sobre éste el poderoso m undo celeste. No se puede describir lo hermoso y maravilloso que era todo. V i las almas en una ' belleza tan maravillosa. . . Desapareció de repente todo y no hubo a mi ^ redM or más que densas tinieblas. Advertí en seguida que estaba e n c a r c e la d o ...”
Una aprehensión de tales casos como propiamente sanos, no histéricos, ■es muy dudosa. Tiene que haber una disposición específica o una capacidad :para tal trasposición (cuando los casos, sin embargo, no se han vuelto esquizofienias). Resumamos: La psicosis tiene un sentido, como conjunto o en particu lar. Sirve a la defensa, a la seguridad, a la- fuga, a la satisfacción del deseo. Nace del conflicto con la realidad, que, tal como es, no es tolerada más tiempo. Pero toda esta comprensión no debe sobreestimarse en su importanria. Primero, los mecanismos no pueden comprender nunca la tras posición misma; en segundo término hay otros fenómenos anormales que (los que pueden ser involucrados en una relación total comprensible; en
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tercer término, a u n cuando el acontecim iento conm ocionante interviene co m o factor causal, la m edida de esa im portancia causal es difícil de estimar. c) R esum ea resum en acerca de los motivos de la reacción. dos reactivos. 3. Según la reactividad.
acerca de los estados reactivos. P a ra p ro c u ra r \m estados reactivos, los dividimos así: 1. Según los 2. Según la estructura psíquica especial de los esta los tipos de constitución psíquica que condicionan
1. Según los motivos, se delim itan: las psicosis carcelarias ( x) , inves tigadas bastante detenidam ente, yt que h a n form ado los cimientos p a ra la doctrina de la psicosis reactivas; adem ás las neurosis de renta después de accidentes (2) , las neurosis de los terrem otos, en general las neurosis de las catástrofes ( 3), las reacciones nostálgicas (4), las psicosis de guerra ( &), las psicosis del aislam iento, sea en u n am biente de idiom a extraño, sea a causa de la dureza de oído (6) . Los estados reactivos en el aislam iento con pocos cam aradas, en cam pam entos de prisioneros de guerra, h an sido descriptos p o r V ischer (T) . La situación: privación de la libertad por una duración desconocida. V id a en comunidad con un número lim itado de camaradas constantes, sin estar nu nca solo. Aparición de antipatías violentas. Excitabilidad acrecentada. Las gentes no soportan la menor contradicción. M anía de discutir. M ezquindad en el trato, con la atención fija en el propio provecho. Expresiones groseras. N inguna concentración. Comporta m iento sin descanso, m odo de vida discontinua. Q uejas sobre fatiga rápida (en la lectura). Sobresaltos frecuentes, n o poder quedar largo tiem po en el m ism o lugar. Pérdida de la memoria. Estado de ánim o gris. Desconfianza. A m enudo im potencia
(1) Siepeio: Über die Geistesstörungen der Strafhaft. H alle, 1907. W j l m a n n s : Über G ejägnispkyckosen. H alle, 1908. H o m b u r g e r : Lebensschicksals, geisteskranken Strafgefangener, B erlin, 1912. N i e t s g h e y W j l m a n n s : R eferencia e n Z . N e w . (1911). S t r ä u s s j e r : Z , N eur., 18, 547 (1913). Sobre la obsesión de conm utación de pena, en los condenados a cadena p erpetu a: R ü d in : Uber die klinischen Formen der Seelenstörungen bei zu lebenslänglichem Zuchthaus Verurteilten. M unich 1910. (2) W e tz el: “ Ein Beitrag zu d en Problem en d er U nfall neu rose” . A r eh. Soztatwiss. 37, 335 (1913). (3) Stierlin : “ Über die m edizinischen Folgezustande der Katastrophe von Courrieret. B erlin 1909. V er adem ás D t sch. m ed. Wsehr. 1911, 11. Z'angger : “ Erfahrungen bei einer Zelluloidkatas trophe *’. A i sehr. Psychiatr. 40, 196. El efecto de los ataques aéreos sobre la población en Freiburg lo h a descrito H o c h e : “ Beobachtungen bei Fliegerangriffen” . M ed, K liti. 1917, II. Los ataques aéreos n o han tenido p o r consecuencia una sola adm isión en la clínica psiquiátrica. En cam bio llegaron algunos individuos a estados de insomnio, angustia constante, que sólo - cesaban con el mal tiem po (cuando no podían em prenderse ataques aéreos), y a sensibilidad a todas las reacciones acústicas, de tal m odo que los que podían abandonaban la ciudad. L a inmensa m ayoría de las personas se acostum braba, algunos ner viosos caían en ocasión de los ataques en alegría m anifiesta. Las víctim as de los efectos inmediatos de la explosión caían en la indiferencia descripta por Balz. (4) M i estudio so b re. la nostalgia y el delito, Arch. K rim inalanthrop. 35. (5) W etzel: “ Ü ber Schockpsychosen” . Z. N eu r., 65, 288. Kjleist: ‘‘Schreckpsychosen” . Altg. Z , Psychiatr. 74. Bonhckffer : “ Z u r Frage des Schrecks psychosen” . M s ehr. Psychiatr. 46, 143 (1919). Del H andbuch der ärtd ich en Erfahrungen im W eltkriege 1914* 1918, editada p o r O , v. Schjerning, voll XV: B onhoepfer: Über die B edeutung der Kriegserfahrungen für die allgemeine Psychopathologie. Gaupp, R .: Sehr eckneitr osen und Neurasthenie. (6) A lle ä s ; “ Ü ber psychogene Störungen in sprachfrem der U m gebung” . Z . N eur., 60. (7) V.ispHER, A. L .: -Die Stacheldrahtkra.nkheit. Z ürich: Rascher und C o., 1918. V » tam bién V isch er: Z u r Psychologie der Übergangszeit. Basilea 1919.
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P o c o s q u e d a n lib r e s d e l e s ta d o c u a n d o e s tá n p r is io n e r o s m á s d e m e d io a ñ o .
J ip u c h o s m a t i c e s
e n lo s s í n t o m a s .
recuerda a D o s t o i e v s k i , M em orias de la casa de los m uertos, y t a m b i é n , las experiencias de individuos que viven aislados del mundo menos tiem po: jos blancos en los trópicos, delirio de los trópicos; tripulaciones de los barcos (es pecialmente antes en los barcos de v e la ), vida conventual ( S i e m e r , H .: M eine fünf ¡tlosierjahre. H amburg 1 9 1 3 ), los viajes de exploración del polo (la descripción de Nansen, Payer, R oss). V
is c h e r
2. Según la estructura psíquica especial de los estados reactivos, es caracterizable u n a serie de variedades. U n a clara separación sólo sería posi
ble si se pudieran separar los diversos mecanismos extraconscientes, de m anera que fuesen reconocidas como específicas las reacciones paranoides, histéricas, las reacciones de la conciencia alterada, etc. E sto por ahora no
es posible. Tenem os que contentarnos con enum erar las variedades: a) A todos los acontecim ientos, especialm ente los menos importantes, se res. ponde con sentimientos que, según la cualidad, son com pletam ente comprensibles, pero excesivam ente violentos, se desvanecen con lentitud anormal, provocan c a n s a n c io - rápido y paralización (reacción psicasténica). Singularmente frecuentes son los estados depresivos reactivos. Apenas hay manías reactivas. La tristeza se eleva a s í misma, la alegría puede llegar hasta el exceso de m odo que el individuó no sabe ya cómo alegrarse, pero se embriaga y no puede contenerse. Adem ás en la intensi dad de la reacción vivencial lo anormal puede estar en la fuerza de la repercusión. Todos experimentan ocasionalm ente que el estado de ánimo de la mañana es influido por el sueño de la noche precedente, aun cuando con rasgos muy ligeros, sólo advertibles para la observación psicológica. Algunas personas se hallan en cambio de m a nera manifiesta bajo tales efectos del sueño, pueden dejarse dominar el día e n t e r a por ellos. Igualm ente la duración de la repercusión puede ser anormal: u n a t r i s teza se supera sólo lentam ente; todos los afectos transcurren en curvas largas. b) Se produce una descarga en convulsiones, o en furor y rabia, en m ovim ien tos desordenados, en actos ciegos de violencia, en amenazas e injurias; un aum ento por sí mismo es un estado de estrechamiento de la conciencia. Se habla de l a “explosión de la prisión” , de “ arrebato” y de “reacciones repentinas” . Kretschmer llama a ese grupo entero “reacciones primitivas”. Se elevan en seguida a su má ximo y declinan rápidamente. c) .Emociones vivaces, cólera, desesperación, espanto, entrañan en el aumento normal de la intensidad una cierta perturbación de la conciencia. El recuerdo tiene después lagunas. Nacen anormalmente estados crepusculares con desorientación, acciones absurdas y percepciones engañosas, con repeticiones teatrales de acciones que toman su significado de la vivencia originaría y de su situación, no de la reali dad del presente. Se les llam a histéricas,, M ayormente en el estado de perturbación de la conciencia el acontecim iento originario no es consciente. El acontecim iento pue de ser enteramente reprimido en las psicosis de breve duración, después del todo olvi dado. Wetzel observó psicosis de shock en el frente, que reprimieron la muerte de los camaradas caídos, mostraron comportamiento teatral, despertaron rápidamente, en lo cual “fué en extremo impresionante el retorno de los gestos teatrales a la condi ción del soldado rígido” . Estos casos refutaron la concepción de que este com porta miento “histérico” teatral tiene que estar arraigado m uy considerablem ente en la personalidad entera. Pero hay tam bién una perturbación de la conciencia en la que el
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nacim iento es constantemente consciente, incluso existe la conciencia de la enfer m edad y el recuerdo después es bastante com pleto (* ). d ) Si está en primer plano la obnubilación, se agrega un comportamiento que suena a infantil (pu erilism o), con pararrespuestas (¿Cuántas patas tiene la vaca? C in co ), en una palabra: un estado de “pseudodem encia” ; si se puede ade más hallar signos físicos de histeria (analgesia, e tc .), se tiene, entonces, el estado crepuscular de Ganser (2) . Si en la perturbación de la conciencia, con ausencia de orientación, un mismo contenido, que repite la vivencia original (intento de violación, accidente, etc.), con todas las m anifestaciones emotivas y los m ovimientos de expresión es experi m entado de nuevo y siempre teatralmente, (actitu des passionelles), se llam a al estado delirio (D eliriu m ) histérico, Se observan cuadros ealtupor osos (estupor de espanto), formaciones delirantes fantásticas con plena orientación en lugar y tiempo. En la prisión prolongada se desarrollan, naciendo de la desconfianza normal y la sospecha comprensible,' ideas de persecución totalm ente lúcidas o tendencias querulantes, de la aprehensión de ser condenado con injusticia. Todos estos estados no se pueden ; separar en ninguna parte agudam ente, se combinan de la m anera más diversa. e ) Entre las psicosis carcelarias, que surgen bajo el efecto persistente de una : situación irregular, se han observado las reacciones paranoidealucinatorias, Los enfer mos en tensión ansiosa no se sienten dueños de sus pensamientos, quisieran llegar,./ a un resultado, a una opinión, a una actitud. Sienten por decirlo así anhelo d e algo inaccesible. Rum ores sospechosos se vuelven sonoros. Se alientan intenciones malíg- ' ñas contra e llo s: fuera, en el corredor, oyen pasos sospechosos y repentinamente una voz: H oy lo matamos. Las voces aum entan, se llam a a los enfermos por sus' nombres. V en también figuras, se hallan en obnubilación onírica, se arrojan en an gustia insensata del' lecho, hacen tentativas de suicidio. T ales estados se producen a menudo. Los contenidos son luego delirantem ente elaborados: el enfermo está per suadido de que es perseguido de verdad y de que va a ser asesinado. Sobre reaccio nes paranoides agudas presenta K urt Schneider (3) un caso raro e interesante.
3. Se puede dividir finalm ente los estados reactivos según el tipo de constitución psíquica que condiciona la reacción. E n la guerra se observó, a veces estados reactivos psicótícos de breve duración en personalidades que no m ostraron nada psicopático antes ni después (4) . Se llegó así a la concepción que todo individuo tiene su “lím ite” p a ra enferm ar. Sin embargOj aún cuando no es com probable objetivam ente u n a disposición en tales casos, enferm aron quizás más bien- personalidades tam bién robustas que parecían psíquicam ente m uy sanas (en casos raro s), se puede establecer que tiene que haber aquí siempre u n a disposición específica y que hay m uchas personas que pueden ser arruin ad as físicamente, que reciben en ferm edades cerebrales, que están com pletam ente agotadas, y que no obstan te no caen en estados psicótícos reactivos. Pero en la m ayoría de los casos, la predisposición es visible tam bién, fu era de lá reacción, en la constitu (1) S trXüssler : Z . N e u r 16, 441 (1913). (2) Ganser : A rch. Psyckiatr. (D .), 30, 633 (1898). H ey : Das Gansersche Syndrom • Berlin 1904. Raecke: Alig. Z . Psychiatr. 58, 115. (3) Schneioer, K urt : “ Ü ber prim itiven Beziehungswahn” . Z . N eur., 127, 725 (1930V K nigge: Z . N eu r., 153, 622 (1935). (4) V er W e tz e l: “ Uber Schocspsychasen” . Z . N eu r., 65, 288.
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ción entera. Esa constitución o bien es congènita y persistente (psicópatas) o b i e n oscilante (fases), o adq u irid a pasajeram ente (agotam iento). Así se observan los caracteres de la reactividad acrecentada (irritabilidad, tem p eram ento colérico) , las reacciones de hum or histéricas y psicasténicas. Pe ro todo esto se observa en individuos y en ciertos períodos que apenas llaman como tales la atención del observador desprevenido. Se advierte en motivos relativam ente m ínim os u n a em otividad excesiva, incapacidad de trabajo* y se ve a las mismas personas enteram ente normales en otros momentos. Los períodos desfavorables pueden ser fases puram ente endó genas o ser condicionados p o r agotam iento psíquico y corporal, por lesiones de la cabeza, em oción persistente, insomnio, etc. A nálogam ente a la constitución, los procesos orgánicos morbosos ofre^ cen el terreno p a ra las reacciones anormales. H ay en los esquizofrénicos psicosis reactivas sobre la base de procesos mórbidos progresivos. Se distinguen de los brotes deí proceso m órbido por el hecho que los enferm es vuelven después de su transcurso aproxim adam ente a su anterior estado, mientras que los brotes, au n cuando cedan los fenómenos violentos, origi nan sin em bargo u n a alteración persistente (x) . Los brotes tienen contenidos generales de cualquier tiem po pasado, las reacciones sólo contenidos precisos procedentes de u n a o de varias viven cias, de las que surgió la psicosis progresivamente. Los brotes nacen es pontáneam ente, las reacciones en relación tem poral con vivencias. Es evi: dente que en todas Jas enferm edades, en tanto que son todavía relaciones en la vida psíquica, intervienen rasgos reactivos (2), pero casi siempre del todo inesenciales p a ra el curso de las mismas. Resumimos en conclusión nuevam ente lo que es com ún a las reacciones legítimas: el m o t i v o que estando en u n a estrecha ligazón tem poral con el estado reactivo, es suficiente p a ra nuestra comprensión. E n tre contenido de las vivencias y contenido de la reacción anorm al existe u n a relación comprensible. Gomo se tra ta de la reacción a u na vivencia, la anom alía se esfuma en el curso del tiempo. Especialm ente con el cese de las causas (puesta en libertad, vuelta de la m uchacha nostálgica a casa de los padres) desaparece tam bién la reacción anorm al. D e ese m odo se pone la anorm a lidad reactiva en oposición a todos los procesos morbosos que se presentan espontáneamente. (1) El concepto de u n a psicosis reactiva en la esquizofrenia lo ha expuesto B le u le r primero (Schizophrenie 15)11). Sobre e l problem a de los estados reactivos en los esquizofré nicos, véase luego mi trab ajo : Z . Ñutir. 14. Además B o r n s te i n : Z . N eur. 36, 86. Van der Torren; Z . N eur. 39, 364. S c h n e id e r , K u r t : Z . N eur. 50, 49 (1919). Reacciones esquizo frénicas sin proceso (reacciones esquizoides) la s presentó Popípe»: Z . N eur. 62, 194, K a h n i Z . Neur. 66s 273, C ríticam en te: M a v e b -G e o s s : Z . N eur. 76, 584. (2) S chilher lo m uestra en algunos casos de m egalom anía p a ralítica: Z , N eur. 74, 1.
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Sin em bargo, el entretejido de relaciones causales y comprensibles es de tal naturaleza y ta n diverso el encajam iento entre unas y otras que, en el caso particular, no es siem pre realizable u n a separación aguda entre las reacciones legítimas y fase y brote. L a fa lta de contenidos comprensibles puede en gañar sobre la reacción psíquica: la abundancia de contenidos comprensibles, sobre el proceso; p o r u n a p arte están los estados psíquicos anormales, condicionados originariam ente por u n a conm oción psíquica (por ejem plo psicosis de catástrofes, reacciones prim itivas con furor y eonvulsiones, sin que existan entre contenido y causa m uchas relaciones comprensibles. Por el otro lado están las alteraciones de la constitución psíquica surgida de procesos extraconscientes, cuyas fases aisladas, eventual m ente brotes, no obstante, m uestran numerosas relaciones comprensibles con el destino del individuo.
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d) Eí efecto curativo de las conmociones afectivas. U n hecho interesante es que las vivencias pueden no sólo suscitar u na psicosis, sino ff tener u n a influencia favorable — aú n cuando no curativa— en un a psicosis : existente. Con relativa frecuencia se observia que enfermos paranoides :■§ con u n proceso esquizofrénico pierden., prim eram ente, todos los síntomas i (percepciones engañosas, persecuciones, etc. después de la admisión en el m anicom io) í1). Debe observarse tam bién que estados graves de corte cata; tónico fueron sacados p o r un fuerte afecto, p o r decirlo así “como de un profundo sueño” y llegaron a la curación de u n estado agudo. Bertsching er ( 2), p o r ejemplo, inform a del caso siguiente: “U n a dam a joven que desde hacía semanas se había com portado inconvenien temente y se había mostrado con preferencia desnuda, fué sorprendida en el hospi tal por una persona determinada, que la conocía de los tiem pos anteriores, en una situación indecorosa. Se ruborizó, se avergonzó, pudo ir a la cam a por prim era vez después de semanas, quedó luego tranquila y pudo ser dada de alta poco después”.
Q u e algunos acontecim ientos ten d rían u n a influencia especialm ente fa- ■ ;¿fg vorable en la etapa de curación de psicosis agudas, se h a inform ado a m enudo subjetivam ente p o r los enfermos. U n a m ejora objetiva notable, u n a áccesibilidad, de u n enferm o largo tiem po estuporoso, se observa, por ejemplo, en ocasión de la visita de parientes (si es ra r a ) . Sin em bargo, vuelve después de pocas horas o tra vez el antiguo estado y el curso queda | | im perturbado. Es difícil de establecer en qué m edida las curas violentas de hace cien años y la actual terapéutica de shock cardiazólico e insulinico, alcanzan 3a :; ||
(1 ) R i k l i n : “ Ü b e r V ersetzungsbesseruB
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variación del ánim o que algunos denom inan curación, p o r la conmoción
de la vivencia de la m uerte, p o r la situación extrem a en repetición fre cuente, es decir, en qué m edida los factores causales somáticos son efectivos.
§ 2. R epercusión anorm al de vivencias anteriores a) H ábitos anorm ales. Presentam os algunas m anifestaciones n o ta bles del hábito: cuando un psicópata h a estado u n a vez en u n a situación, con u n ánim o determ inado, n o puede volver a librarse de ese estado de ánim o; p o r ejem plo u n a p alab ra desfavorable al comienzo de un encuentro destruye to d a la velada.. U n com portam iento querulante respecto del hospital en donde está internado, no puede evitarlo. E n otro hospital, quizás con u n trato peor, está tranquilo. Acciones criminales, una vea perpetradas, tienden a la repetición. El ejem plo más extraordinario son las envenenadoras (m arquesa de Brinvilliers, M argarethe Zwanziger, G esche M argarethe Gottfried entre otras), a quienes sus asesinatos no aparecen com o cosa de im portancia, asesinatos que no ejecutan por un objetivo cualquiera sino por pura necesidad de poder, finalm ente por mero placer. Feuerbach (M erkw ü rdtge K rim in alfalle, vol. I, p. 51) describe un caso: “ Preparar venenos se vuelve así para ella un asunto vulgar, ejercido en broma lo mismo que en serio, finalmente practicado con pasión, no sólo por sus consecuencias, sino por sí m is m o . . . E l veneno le pareció su últim o y más fiel am igo, al que se sentía irresis tiblemente atraída, y del que no pod ía librarse ya. El veneno era su com pañero constante; fué sorprendida por la justicia con veneno en el b o ls illo .. . Cuando se le presentó después de varios meses de prisión el arsénico hallado sobre ella para el reconocim iento, pareció com o si se estremeciese de alegría; con ojos que irradiaban éxtasis, fijó la m irada en el polvo blanco. Sin embargo hablaba siempre de sus hechos sólo com o de “contravenciones insignificantes” . . . L o habitual pierde para nosotros todo lo chocante” . D e estados psicóticos agudos quedan m ovim ientos anormales; la expresión anor mal com o hábito persiste más tiem po aún, sin que siga existiendo la causa ori ginaria.
C uando, debido a u n a vivencia, es experim entada u n a fuerte reacción (dé tipo n atu ral o an o rm al), reaparece ésta con igual intensidad: 1. Ante los menores estímulos con la m ism a dirección vivencial; 2. Ante estímulos que sólo en cierto m odo la recuerdan; 3. A nte todo posible proceso con tonalidad afectiva, cuya relación con la vivencia originaria es ya difícil o imposible de comprender.. A lguien que h a estado cerca de donde cayó u n rayo, es víctim a de a n gustia desm edida en ocasión de cualquier tem pestad. El que h a visto m a ta r un anim al, quizás no vuelve a com er m ás carne (no p o r razón teórica, sino po r repulsión in te rn a ). Los histéricos, debido a u n a violenta conmoción, caen p o r primera vez en sus síntomas mórbidos, con frecuencia com prensi
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bles en su contenido, según la naturaleza de la vivencia (parálisis del brazo, a fo n ía ). Después son suscitados de nuevo los síntomas por todos los demás acontecimientos posibles, a m enudo p o r acontecim ientos insignificantes. L a inclinación a hábitos insuperables es general, y en los psicópatas más ¡i'uerte que en condiciones normales. E n tre hábitos, que en algunos casos pueden ser tratados como degeneraciones, y form as de reacción adquiridas no inflüibles, existen todas las transiciones. Esto se conoce, en especial, respecto de las perversidades sexuales que surgen p o r acontecimientos accidentales, sobre todo en la infancia, y. que luego pueden com portarse como disposi ciones instintivas originarias (1). Como ejem plo de la repercusión de una experiencia, el caso de Gebsattel (G egen w artsproblem e der psychiatrisch-neurologischen Forschung, p. 60. Stuttgart 1 9 3 9 ): síndico de 40 años. Arrojado contra el techo en un accidente de auto; por un m om ento se le nublaron los ojos; perdió por un segundo la conciencia. Poco después trabajaba en la oficina. En lo sucesivo, entre otros síntomas: no pod ía sa iir por la noche a la oscuridad sin ataque de angustia, ni mirar hacia fuera por la noche a través de la ventana oscura, ni entrar en la habitación oscura desde la luz del dintel. Se ponía de espaldas a la ventana, entraba en la habitación andando hacia atrás, hasta que encendía la luz. La hipnosis catártica suprimió el síntoma. Resultó que toda oscuridad le representaba el m om énto del accidente — negro ante los ojos— , con el espanto ante la puerta negra de la muerte.
En form a excesiva, dom inando todo el acontecer psíquico3 encontram os los hábitos en la vida psíquica esquizofrénica. Se les llam a aquí estereo tipias. Todos los procesos posibles vinculados de algún m odo con lo psíquico, desde : los m ovim ientos más simples a las acciones m ás complicadas, funciones mentales y vivencias de contenido preciso, pueden repetirse aquí ocasionalm ente, millares de veces, de manera tan regular que la com paración del hombre con un autóm ata se im pone a cualquiera. Los enfermos andan siempre exactam ente por el mismo círculo en el jardín, ocupan siempre el m ism o puesto, ejecutan la misma sucesión de m ovi mientos oscilatorios, quedan semanas enteras en la m ism a actitud, tienen siempre la misma expresión de máscara en el rostro ( estereotipias del m ovim iento y de la a ctitu d ), son repetidas siempre las mismas palabras o frases, son yuxtapuestos los mismos trazos y formas en los dibujos; los enfermos se mueven en los mismos círculos de pensam iento: así escribió una enferm a durante años enteros las mismas cartas a la p olicía de París y Petersburgo, que, sin preocuparse de su entrega ulte rior, ponía en manos del mismo m édico a m enudo, de golpe, en m ontones. N o rara—— —
^
(1) En relación a las perversidades sexuales, en especial la homosexualidad, se opo nen los puntos de vista que las atribuyen a tendencias congénitas, instintivas, d eterm i nadas de antem ano en cuanto al contenido, y los que las consideran, adquiridas p o r azares accidentales, o fijación de las prim eras vivencias del d espertar de la sexualidad frente a objetos inadecuados. C om o es habitual, en tales oposiciones tienen razón ambas partes, según la naturaleza d e los casos. V e r Steer: “ Z ux Atiologie d e r k o n traren Sexaialgeífifals” . M schr. Psychiatr., 32 (1912). A dem ás N a b c k E : Z . N « ut., 15, 537 (1913). Algunos investi'gadores son de opini óu “ que b hcm asexiudklzd e n casos en disposición determ inada d e la ^sensación s m a l ; en cam bio t e o tras perversiones (p o r ejem plo e l fetichismo, el exh ib iao n ísm o ), e n la fijación d e sensaciones »Ap»i»úfas p o r la experiencia, y„ p o r lo tanto, tam bién capaces & s e r superadas.
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mente se observan en casos antiguos, com o únicas manifestaciones verbales, los mis mos giros que se repiten, años enteros. U n enfermo saludaba a todo el m undo con las palabras: “ ¿Por por o contra contra?” y quedaba satisfecho con la respuesta “por por” y en lo demás no hablaba.
b) Efectos de los complejos. El efecto de los complejos se vuelve anormal p o r su indom inabilidad, por su escisión y efecto desde lo in consciente. 1. U n enferm o no podía regresar al lugar en donde había ido a Ja sin tener siempre graves estados depresivoparanoides con el com plejo sintom ático neurasténico. A nte la situación en la que se tuvo u n a vez una vivencia espantosa, se acrecienta la angustia; así, después de los acci dentes ferroviarios, ante el viaje en tren en. general; lo mismo después de los terremotos, después de los ataques aéreos. A los menores signos de que amenaza ta l situación, o ante m eras apariencias, se produce la angustia. q u ie b ra ,
T am bién en casos en q ue u n a vivencia parece ser fuente d e efectos de complejos, las raíces comprensibles v an generalm ente m ás allá de esa vivencia en el pasado. U n a vivencia en sí absolutam ente no im portante —insuficiente p a ra nuestra comprensión— puede ser fuente de un estado mórbido, porque el terreno había sido preparado ya por otras. Así, por ejemplo, a u n a persona eróticam ente desgraciada le afecta la lesión ae otros intereses vitales m ás hondam ente que al feliz en lo erótico, a quien el mismo suceso, quizás, no le im p o rtaría nada. Finalm ente, se ram ifican las raíces de los estados psíquicos anorm ales y de los síntomas, en toda la historia pasada del alm a, de la que surgirá, con paciencia, toda u na red de relaciones comprensibles, cuyos hilos se cruzan en u n p unto actual. Freud h a sacado a relucir este hecho con su concepto de la “sobredeterminación” (Ü berdeterm inierüng) . 2. E n los casos mencionados hasta aquí, puede estar el complejo *ín la conciencia, aun cuando inadvertido. E n la autocrítica, el individuo puede hacérselo tam bién consciente. Los complejos se vuelven sin em bargo causa de ciertos síntom as corporales o psíquicos que se pueden atribuir a u n a vivencia, pero que en el estado de enferm edad se h an olvidado, son en general inconscientes, no sólo inadvertidos: complejos escindidos o com plejos reprim idos (ejem plo: algunas psicosis carcelarias en las que el en fermo realm ente no sabe en su conciencia más de sus delitos y, en cambio, en el ensayo de activar recuerdos de su acción, presenta síntomas más vivaces de la e n fe rm e d ad ). P ara com prender estos fenómenos, necesita mos la representación teórica de la escisión de los procesos psíquicos. c) Com pensaciones. L a fa lta de co n ten d ó n interior, los defectos yivenciales y las pérdidas en el dom inio psíquico, actúan de m anera tal
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que de la totalidad de las posibilidades del afectado resulta por decirlo así u na compensación. La comparación procede de la fisiología, en especial de la fisiología nerviosa. Aquí se distinguen las m anifestaciones morbosas directas de las m anifestaciones de com pensación (a) . El organismo viviente suele reaccionar contra todas las pertur baciones y destrucciones, con cam bios en sus funciones, convenientes para la persis tencia de la vida en las condiciones alteradas. En tales procesos se habla de fenó menos supletorios, de autorregulación. En particular se estudian estas cosas en m anifestaciones neurológicas, que interesan sólo secundariam ente a la psicopatología. Él más destacado es el experim ento de Ewald: después de la extirpación del laberinto se dan en el perro perturbaciones de la posición del cuerpo y del movi miento. Esas perturbaciones desaparecen unas semanas más tarde. Si tiene lugar luego la extirpación del otro laberinto, son provocadas de nuevo las perturbaciones, sólo que más graves aún. U n os meses después todo ha sido reparado. Si ahora es su primida la zona de las piernas a un hemisferio cerebral, las perturbaciones comu nes desaparecen después de unas semanas. Pero si entonces es tam bién suprim ida la otra región de la pierna, vuelven a aparecer tempestuosamente todos los síntomas anteriores, y no retroceden ya. Las pequeñas capacidades para el m ovim iento, toda vía restantes, desaparecen de inm ediato por entero, si se vendan también los ojos. Aquí intervienen sucesivamente para la estática y la dinám ica: el otro laberinto, la zona cerebral de las sensaciones de m ovim iento y de la posición del cuerpo y las sen-: saciones visuales, hasta que se agotan todas las posibilidades' de compensación. En las enfermedades orgánicas del cerebro tiene lugar, por ejem plo después .de la hemiplegia, y después de afasias, una buena com pensación. Pero que sólo es una compensación, y que los defectos subsisten latentes, lo prueban las perturba ciones que se vuelven de inm ediato intensas en las grandes exigencias, ei\ las emo ciones, además el cansancio rápido, y la lentificación de la función. En el restablecim iento de funciones perturbadas se trata o bien de una especie: de nueva creación, en tanto que dominios 'hasta allí en paz desarrollan las funciones correspondientes (en los animales inferiores se produce también un nuevo creci m iento morfológicamente reconocible) o se trata de aquella com pensación en que otras funciones, que antes cooperaban, se hacen cargo ahora solas del trabajo. Son comparables con esto las com pensaciones psíquicas en ausencia de domi nios sensoriales. H elen K eller, a pesar de su ceguera total y de su sordera, pudo hacerse, con el material sólo proveniente del tacto, de la cultura de una persona •moderna. Quizás pertenece a las compensaciones psíquicas tam biénn la aparición de algunos fenómenos de contraste (las claridades y colores en los dom inios óp ticos; además, en los afectos: la alegría comprensible que contrasta con un pro fundo dolorj e tc .).
Pero se tra ta de algo distinto en las relaciones psíquicas “comprensi bles” . H ay u n a cobardía del nervioso, que significa u n a autodefensa hon dam ente fundada. Cae en la som nolencia y la ap atía donde tiene que supe r a r afectos coléricos; se entrega a la indiferencia y a la blandura donde la compasión h u m a n a am enaza sacarle de sus casillas; evita los complejos (1) A n to n : "Ü b e r M schr. Psychiatr-, J9, 1.
den
W iederersatz
d e r Funktion
bei Erkrankungen
des
G ehirns” .
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de pensam iento que resultan de la fuerte acentuación sentim ental,' elude lo j c tiia\, lo im p o rtan te y se dirige a “ superficialidades” (A n tó n ). C uando se aprehenden tales relaciones, que nos son comprensibles ge néticam ente y además, inm ediatam ente evidentes, como compensaciones de una “debilidad”, tal aprehensión sólo puede tener u n sentido de imagen, jgsas relaciones n o tienen m ucho que ver con todas las compensaciones enumeradas h asta aquí. Es dudoso todavía si son adecuadas en general en sentido biológico. Algunas fundones ausentes no son suplantadas, sino que se obtiene u n a dism inución subjetiva de los sentimientos de disgusto, lo que biológicam ente quizás es perjudicial. d) T endencias disolutivas y tendencias totalizantes. Los efectos des tructores de las vivencias se en cu en tran frente a los constructivos. E n una concepción to tal de la vida y del alm a, general e im precisa, se m ues tra todo proceso como u n “m uere y deviene” ; la vida es constante resur gimiento del m o rir, es decir de la disolución: corporal en los procesos físico-químicos solam ente, psíquico en los procesos soalm ente m ecánicoautomáticos. A lm a y espíritu son la com probación perm anente de las opo siciones y polaridades, en que tienden a descomponerse en todo instante. Si llam amos plasticidad a esas tendencias totalizantes, la disolución proce de como u n a petrificación, la m edida de la vid a es la cim a de la plasti cidad y la curación es u n progreso h acia lo plástico. Esa concepción total im precisa se puede descomponer a sí: en el aspecto biológico el acontecer d e la vida es u n perpetuo llegar a ser u n todo del cuerpo en su am biente; en el aspecto espiritual el acontencer es la cons trucción, en proceso dialéctico, de la elevación, la conservación, la in te gración de todos los factores^ de la experiencia espiritual; en el aspecto existencial es el hallazgo originario del ser propiam ente dicho. E n ningún caso podemos p en etrar ese acontecer total, para disponer sobre él. E n todas partes le sirve d e fundam ento lo inconsciente, que en los mom entos decisivos crea lo nuevo, en donde la disolución es superada. El fracaso de esa producción del todo es la m uerte y sus etapas previas. En el conocer y el o b rar sólo podemos tropezar con las fronteras donde nos acercamos al acto decisivo del acontecer total — es que nos esforzar mos cognoscitivam ente por m edio d e rodeos, obrando terapéuticam ente por excitación, p o r tarea— , el acto de la vida misma, de la creación, del ser uno mismo. N o somos dueños de esos actos, sino que tan sólo procede de ellos todo poder. N uestro conocimiento, y la acción consecutiva a él, es apto p a ra el psicoanálisis, no p a ra la psicosíntesis. E sta tiene que re sultar siempre de lo inconsciente de la vida, del espíritu, de la existencia, puede ser p rep arad a y favorecida, detenida y am enazada, pero no puede
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ser hecha nunca, p o r ningún arreglo, p o r ninguna persuasión, p o r ninguna buena voluntad. Lo que es aquí siempre la condición previa abarcativa, se llam a fuerza vital, fantasía, creación, decisión de la existencia; se llam a gracia, se llam a obsequiarse uno mismo, pero todos los nombres no dicen propiam ente lo que es. Ante todo no hay ninguna perfección. M uerte, rigidez, ausencia, son factores de la vida. L a totalidad ciertam ente, no es ningún objetivo posi ble para los individuos. E stá en el cam ino del m orir y devenir siempre nuevo hasta el m om ento en que su existir finito se apaga en la m uerte. Tam bién en los estados patológicos graves, en tanto que el individuo vive, exis ten siempre tendencias al restablecim iento de un todo, desde las compensaciones de defectos singulares hasta la nueva formación de la personalidad en los esquizo frénicos. D e los elementos surgen, de algún m odo, m undos unitarios. Siem pre se aplica algo a nueva conexión, a orientación y dirección en nuevas condiciones, tal vez a tendencias en sí anormales. Frente a las dispersiones, deslizamientos, des composiciones, disgregaciones y escisiones obran algunos ordenam ientos. Sin embargo sólo se ha expresado con todas esas generalidades, un aspecto total impreciso. Ya que el conocim iento es serio sólo donde se vuelve em píricam ente demostrable en relaciones precisas.
§ 3. Sueños anorm ales a) Sueños en enferm edades corporales. E n el sueño y en el semiadorm ecim iento se m uestran a veces enferm edades corporales iniciales: las sensaciones y los sentim ientos generales anorm ales p en etran aquí en la conciencia, aú n cuando todavía inadvertidos, en estado de vigilia. E n enferm edades febriles h ay sueños to rtu ran tes con m anifestaciones de tipo obsesivo, como si girasen los conceptos; adem ás, sueños vivaces de gran evidencia y vitalidad después de grandes pérdidas de sangre. b) Sueños anorm ales en psicosis. E n los epilépticos h ay sueños, días antes del ataque, a m enudo de ca rá c ter espantoso y to rtu ra n te ; des pués dél mismo, de c a rá c ter agradable, im p ertu rb ado; en la noche del ataque no se sueña nunca (1). Igualm en te ocurre en las enferm edades catatónicas de co rta duración: el breve período, aunque se duerme' d u ran te el brote, suele carecer de sueños (en cam bio los histéricos sueñan siempre d u ran te sus ataques (2). E n las psicosis agudas, especialm ente en las es quizofrenias iniciales, la m odalidad del sueño es alterad a a menudo.
(1) G ö t t k e : A rch. Psychiatr. (D .), 101 (1934). (2) B oss: “ Psychopathologie des Traum es bei schizophrenen und organischen Psychosen” . Z. N eur., 162, 459 (1938).
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c e n e r a i,
K a n d i s k y describc: “Durante e l p e r í o d o d e l delirio de los sentidos, mis s u e ñ o s eran extraordinariamente vivaces (por l o q u e se refiere a las imágenes visuales y al s e n t i m i e n t o d e la movilidad en el espacio). Era una alucinación en el sueño. En general el estado de vigilia y del sueño en un enfermo alucinado no ofrece una dife rencia tan aguda; por una parte las imágenes del sueño son tan vivas que el en f e r m o vigila, por decirlo así, en el sueño ; por otra parte las alucinado íes del es tado de vigilia son .tan magníficas y m últiples que se puede decir que el enfermo sueña despierto. Mis sueños durante la enfermedad a menudo no eran menos vivaces que, por ejem plo, lo vivido en realidad; a veces, cuando aparecieron en rni r e c u e r d o algunas im ágenes del sueño, apenas podía decidir tras lenta y laboriosa r e f l e x i ó n si las había tenido en la realidad o si sólo las había soñado” . Luego o p in a : “Que un individuo que no duerme tranquilamente cree ver imá genes soñadas, que por decirlo así son entretenidas por los propios nervios, es un fen^Ticno tan general que no valdría la pena perder una sola palabra al respecto. P e ro ias imágenes soñadas de la noche antes citada y las visiones idénticas anterio r e s superaron con m ucho en claridad plástica y en fidelidad fotográfica a todo aque llo que he experim entado antes en los días de salud” . Otra enferma contó que sus sueños eran tan notables que, a m enudo, no sabía si eran realidad o sueños. En la última noche tuvo ei sentim iento de volar. Cuando se cernía, se m ovía la Juna so bre su cabeza, se mostraron dos rostros, entre ellos una nubecilla. Otra vez se le apareció el arcángel Gabriel, luego vió dos cruces, en la una un Cristo, en la otra ella misma. Tales sueños la ‘hacen muy feliz. Al despertar se siente plenam ente dichosa. Esos sueños son tenidos por realidad a menudo por los enfermos'. Sufren persecuciones, influencias físicas. Parece a veces como si el fundam ento de las ideas delirantes consistiese en tales vivencias anormales de sueños.
Boss describe dos maneras de la vivencia del sueño, que só'o se encon trarían en los esquizofrénicos. Son difíciles de estudiar, pues los enfermos “ocultan los sueños, porque ellos mismos descubren allí claram ente la psicosis en actividad” . La opresión del sonar: Las escenas de sueños pasan con una celeridad desagradablemente sentida, de mal agüero, en la conciencia del sueño. Las escenas son pálidas y fugitivas, tienen el carácter de un fenómeno acusador, de un fenóm eno que se desliza. Los enfermos tratan en vano de aferrar algo en esos sueños. Por miedo a perder la realidad, se m antienen con frecuencia tales enfermos conscien temente en un sueño sólo superficial. P roxim idad a la realidad en el sueño: A pesar del contenido banal, despertó una enferma temblando de espanto desmedido y gritó pidiendo auxilio. Soñaba que es taba en un hospital, que llegaba una enfermera y le pon ía en orden la almohada. El espanto fue porque la enferm a esquizofrénica, a quien el m undo exterior le pa recía como una sombra, vivió la escena del sueño en una proximidad a la realidad y con un calor sentim ental, no conocidos ya desde h acía tiem po. “Esos enfermos, no soportan cuando sus aspiraciones emotivas quieren restablecer en el sueño una relación más profunda con el objeto”.
c) C ontenido de los sueños anorm ales. H erschm ann y Schilder (1) creen haber encontrado que, en los melancólicos aparecen, no raram ente, sueños felices, placenteros y que, en lo dem ás3 en el sueño se hacen sensi (I )
H kksckma NiY y S childer :
“ Traum e des M elancholikcr” .
Z . N eur., 53, 130.
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bles a veces justam ente algunos síntomas del estado m elancólico, que apa« recen m enos en la vigilia en el caso correspondiente. Boss exam inó series de sueños de esquizofrénicos desde su período sano hasta los de los estados m órbidos inclusive. E ncuentra u n aum ento de la brutalid ad y de la crudeza. “ Supresión de la censura del sueño” : L a capa» cidad represiva del yo se pierde. Al aparecer las remisiones se vuelven a alterar los sueños, pero n o son ta n am pliam ente norm ales como la per-í sonalidad en vigilia. Boss escribe: “H em os hallado que sueños m al censurados, poco disim ulados en símbolos, cuyo contenido m anifiesto está en evidente oposición con la estructura mo-' ral del paciente, y que sin em bargo no suscitan ninguna o p oca angustia u otras reacciones de defensa del yo de tonalidad afectiva, significan un síntom a precoz y de peso para el diagnóstico de la esquizofrenia” . Y en verdad, en los hebefrénicosí aparecen los sueños sexuales groseros, en los catatónicos los sueños agresivos, en los paranoides los. sueños homosexuales. Ejem plo del sueño de un esquizofrénico en e l noveno año de la enferm edad: “Fui con m i madre y A an a por sobre un pantano. D e golpe surgió en m í un gran.: furor contra la m adre y con rápida decisión la arrojé al pantano, le corté las pier nas y la desollé. M iré .lu ego cóm o la cubría el pantano y tuve el sentim iento d e una cierta satisfacción. C uando queríamos seguir adelante, corrió hacia nosotros un? hombre corpulento con un cuchillo en lá m ano. Echó m ano primeramente a Anna y luego a m í, nos arrojó al suelo y gozó sexualm ente de nosotros. N o tuve en ello m iedo alguno y pude de repente volar por sobre un maravilloso paisaje” .
Problemáticos son los “sueños pronósticos, la previsión en el sueño, como, fondo de exposición de la p ro p ia vida, de la propia enferm edad en imágenes simbólicas d e los sueños. Boss describe, com o “ sueños endoscópicos” la exposición del proceso psicótico, pasado, presente y presentido en el yo del enferm o, y sostiene h a b e r h allado tales casos en neuróticos, esquizofrénicos y orgánicos, y tam bién sueños de presagio antes del co mienzo de la enferm edad. “U n a enferma v e producirse en sueños un eclipse de sol. V io una luz crepus cular gris. Luego se vió en m edio de una calle anim ada. U n a m ultitud de personas y d e autos volvían reculando h a cia ella; en él m om ento en que se le acercaban, desviaban y deslizaban ante ella con un a velocidad cada vez m ás alborotada; todo: pasaba delante de ella. Se sintió m areada y cayó sin sentido al suelo. D e repente se etícontró nuevam ente en una grata habitación cam pesina, en donde una lámpara d e petróleo despedía una luz cálida. L a enferm a tuvo 14 días después d e ese sueño; im presionante .un ligero estado confusional esquizofrénico que duró dos días. Pero, pudo reponerse pronto y después quedó e n efecto algo, m ás ágil y cálida que antes, exactam ente com o había presentido en el sueño” .
§ 4. La histeria Si el juego del mecanism o de sugestión está realm ente en poder de la voluntad finalista consciente, entonces el efecto es u n a fuerza espiritual
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que dom ina el propio proceso inconsciente del alm a y del cuerpo, y no es, en ningún caso, u n a enferm edad. Pero cuando ese mecanismo trab a sin saber y sin voluntad y contra la propia voluntad, surge un proceso into lerable que se llam a histérico. E n los fenómenos histéricos tenemos todas las especies de sugestión en desarrollo desmesurado. T odas las posibles tendencias incitadas se reali zan, sin ser contenidas p o r la crítica de la personalidad total ni p o r las ■■experiencias anteriores en ese desarrollo. N o raram ente se com prende la elección de las m anifestaciones realizadas en función de los deseos e ins tintos de la personalidad que se m uestran allí activos inadvertidam ente. La imitación involuntaria se ve cuando al vacunar, después que se desm a yó uno, se desm ayan igualm ente unos tras otros. Convulsiones histéricas se difundieron todavía hace pocos decenios, por ejemplo, en escuelas de ni ñas, como antes en conventos. La sugestión del juicio se m uestra en la credulidad histérica. Como autosugestión se hace presente el m ecanism o existente en el desarrollo de fantasías creídas por uno mismo a p a rtir d e mentiras al comienzo conscientes. Desde u n rol simulado se desarrolla una alteración psíquica real. U n a enferm a nos relata cómo en su infancia renunció asustada al juego de la locura, cuando advirtió la tendencia ,a la realización. Las psicosis carcelarias son, en grado diverso, altera ciones psíquicas efectivas, que se producen en los histéricam ente predis puestos p o r efecto de simulación inicial y por el deseo de estar enferm o. Desde u n rol sim ulado se desarrolla el delirio real; del “hom bre salvaje” , Ja excitación independiente que no se puede contener ya; de la semisimulación de m alestares físicos, la neurosis de renta, que se convierte en un sufrimiento rea15 autónom o. D e la representación ansiosa de que el fiscal tiene que ver con su novia, se desarrollaron en u n histérico en la prisión pseudoalucionaciones involuntarias, que no se pudieron desterrar más, de escenas sexuales entre ambos y la creencia en la! realidad de las relaciones. E n to d a la naturaleza del histérico se m uestra la sugestibilidad en su adaptación a todo medio. Son ta n sugestionables que parecen n o tener ya ninguna naturaleza propia. Son tal como es su am biente eventual, criminales, religiosos, laboriosos, entusiastas p a ra las ideas sugestivamen te inspiradas, q ue defienden con la m ism a rapidez y con m ayor intensidad que el creador, como las abandonan de nuevo en favor de u n a influencia ulterior. T am bién las situaciones tienen una tendencia a ser concebidas sólo en u n a significación y a ser vividas sin freno en esa significación Un enfermo recibió del seguro de accidente 250 marcos. Se sintió entonces enormemente rico, no pensó en otra cosa, se com prom etió, com pró anillos
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muebles, ropas a plazos, hizo luego robos y estuvo dos años en prisión. El mismo consideró después m órbida su disposición. El concepto de la histeria ha sido objeto de numerosas discusiones, cuyo resul tado es que se ha desarrollado cada vez m ás, desde el antiguo concepto de la unidad nosológica, para llegar, en psicopatología general, a uila denom inación aplicable a determinados fenómenos que pueden aparecer en todas las enferm edades posibles, aun cuando más frecuentem ente por efecto de la disposición. Se distingue el carác ter histérico y los accidentes histéricos ( accidents m entaux) y los estigm as histéricos (síntomas corporales). En los tres grupos se tiene tendencia por ejem plo a una voluntad de enfermedad, lo mismo que a todos los otros contenidos y tendencias, separados de los m ecanismos, que se relacionan de algún m odo -con las> escisiones (A bspaltu n gen ) (* ).
Hemos conocido ya las características amnesias restringidas a u n a viven cia o extendidas a todo el pasado, pero que no im piden que el enfermo se m ueva y obre inconscientem ente, como si lo tuviese todo m uy bien en el re cuerdo. Conocemos las perturbaciones de la sensación de los histéricos, que sin embargo no m uestran en modo alguno las consecuencias de u n a falta real de sensibilidad. Estos hechos singulares los h a expuesto Ja n et gráficam en te com o escisión de lo psíquico ( 2). E n la vid a norm al hay sólo un olvido real, u na pérdida efectiva en disposiciones psíquicas, o u n a unidad siem pre conservada de la vida psíquica, es decir la capacidad perm anente para soportar de algún m odo pasivam ente, no sólo las repercusiones de acon tecimientos pasados, sino p a ra ser tam bién conscientes de ellos. Pero anor m alm ente hay aquella escisión de distritos psíquicos enteros. L a capacidad de sensación, los recuerdos, tienen, en verdad, efectos que se pueden com probar objetivam ente, pero no son conscientes. Se presentan sentimientos, acciones, rendim ientos, que son condicionados p o r la vida psíquica escindi da. L a vida psíquica escindida y la consciente están en u n a cierta cone xión ya que la escindida ejerce efectos sobre la consciente y a su vez la consciente p enetra en ella, por decirlo así. El ejem plo m ás seguro son las sugestiones poshipnóticas a plazo. U n a m uchacha hace u n a visita después de m ediodía hacia las 12 horas, ordenada el día antes en la hip nosis, aunque no sabe n a d a de esa orden. Se siente im pulsada a la visita, pero encuentra u n a m otivación m uy distinta. Si en ta ’es sugestiones a plazo con ordenadas acciones alocadas, se presenta subjetivam ente, por ejemplo, el impulso a poner u n a silla en la mesa, se le dará quizá cual quier m otivación tam bién errónea, o será considerada com o u n a ocurren cia absurda, que es reprim ida. E n estos casos la relación entre la vivencia original, en la hipnosis, y la aparición de u n im pulso desde lo inconsciente (1) Sobre la psicopatologia de la h iste ria : J anet : U e ta t m ental des hysteriques. ed., Paris, 1911. (2) J anet : L ’autom atiim e -psychologique. 6« ed., Paris, 1910.
2a.
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es tan clara que no se puede d u d a r de ella. L a im agen de la escisión de complejos psíquicos expresa m uy bien eso hechos, que llamamos histéri cos, en el caso de la aparición espontánea. Esto es naturalm ente sólo u na imagen y u n a representación teórica utilizable, p a ra ciertos casos, no p a ra la vida psíquica en general y que h a sido desarrollada por Ja n e t con cla ridad. D e acuerdo con él, utilizamos en form a libre el esquema siguiente para ilustrarla gráficam ente.
N orm al
A parición de un síntom a histérico.
Estado bjpnoide.
Estado crepus cular o “ doble persona lidad” .
Estado histérico duradero sin síntomas m ani fiestos.
Fig. 3
Las partes rayadas significan la vida psíquica inconsciente, las claras la vida psíquica consciente. En. la p rim era está separado el estado sano, de fronteras móviles, frente a lo inadvertido extraconsciente, p o r la línea de puntos; en las otras partes, la separación aguda, la escisión aparece indicada p o r la línea llena. E n la p arte q u in ta se ve el estado histérico duradero, sin síntomas manifiestos por el m om ento: lo escindido se com porta tranquilam ente. E n el segundo casillero se h a indicado la aparición de un síntom a histérico, p o r ejem plo los vómitos, los sentimientos de asco, las percepciones engañosas y otros sim ilares; en el tercero, u n estado hipnoide de sueños diurnos y otros sem ejantes; en el cuarto, u n estado cre puscular con exclusión de la conciencia norm al. Este« últim os casos son especialmente notables y h a n sido descriptos como doble: personalidad (1), o como conciencia alternante porque aquí aparece ta n ricam ente desarro llada la vida psíquica escindida, que se cree tener que ver con u n a perso(1) A zam : Annal, méd-psychol., julio 1876. Resum en: B in e t: Les alterations de la ptrsonaliti. París, 1891, 2? ed., 1902. El caso más hermoso: M orton, P rince: The dissociation of a personality. New York, 1906. V er Flournoy: Die Seherin von Genf. Leipzig, 1914. H mxervokden: Z . N eu r., 24, 378 (1914).
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nalidad; ciertam ente, falta el recuerdo después de la recuperación de la personalidad norm al. Los casos en que tienen éxito las experiencias de Janet, que dem uestran Ja existencia de u n a conciencia escindida, son raros. R aras son tam bién las sugestiones poshipnóticas y ra ra todavía la conciencia alternante. Pero se ha adm itido tam bién para un gran número de fenóm enos histéricos el mismo mecanismo. D e fundam ento de esta suposición sirvieron ante todo las observaciones que hicieron B reuer y F reud (1) sobre la génes’s de los síntomas aislados por vivencias conm ocionantes (traum as psíquicos). Si Janet había hecho surgir la escisión del todo espontánea, sólo de la disposición, reconocieron estos autores, que tam bién, supuesta u n a dis posición, puede producirse la escisión m ediante vivencias deter minadas. Este no es el caso sólo después de accidentes corporales (parálisis histérica del brazo después de u na caída del carro, en u n caso famoso de C harco t). sino después de toda clase de afectos (espanto, angustia, etc.). “ Así, cuando un afecto doloroso que surge durante la comida, pero es repri m ido, luego produce m alestar y vómitos y estos duran como vómitos histéricos meses y meses” . “En otros casos la relación no es ta n sim ple; sólo existe, por decirlo así, una relación simbólica entre la causa ocasional y el fenómeno patológico; cuando, por ejemplo, se agrega al dolor psíquico una neuralgia, o el vómito al afecto del asco m oral” . Las vivencias que fundam entan los síntomas morbosos faltan a la m em oria del enferm o en sus condiciones ordinarias, pero son provocadas en la hipnosis. Los re cuerdos están escindidos. Los enferm os no pueden procurarse ningún acce so a ellos, pero sufren, sin saberlo, bajo sus efectos. C uando el recuerdo es hecho nuevam ente accesible a la conciencia (psicoanálisis) y al mismo tiem po se hacen revivir los afectos originales (abreacción), aparece un efecto catártico : los síntomas correspondientes han desaparecido. Durante, las vivencias que actúan como traum as, la represión intencional del afecto, o un “regolfamiento” involuntario del mismo juegan un papel como factor que favorece la escisión, ju n to a u n estado hipnoide. El proceso y el efecto de la represión será visible por algunos ejemplos, que Pfister (2) da en ordenam iento tab u lar y que nosotros modificam es en la división. No im porta la exactitud de los ejemplos, sino que m uestran cómo es entendida la represión y la escisión.
(1) B re u er y F reu d : Studíen übcr H y s te r ie . Viena, 1895. El desarrollo u lterior de sc desvió m ucho desde l a época de estas opiniones. Las opiniones originarias sobre relaciones psicotraumálicas han sido continuadas teóricam ente por F r a n k (Ü ber A jjekstor ungen. Berlín, 1913) y hechas aprovechables terapéuticam ente. (2) D ic fts y c h o a n a ly tis c h e M ethode. Leipzig, 1913. F kevd
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V ivencia
Luchas de Jos deseos e ins tintos producen la represión, de una parte.
a
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D e ahí una represen tación escindida na cida, c o m p r e n s i v a mente de satisfac ción del deseo real m ente cum plida o una salida auxiliar ( “realización” escin d id a).
469 D e ahí el contenido comprensible de una manifestación obje tiva. ,
b
M uchacha de D eseo de be P r e v e n c i ó n “H e sido excesiva Labios hinchados. contra la se mente besada”. 15 años. U n sar. xualidad no e stu d ia n t e »ermitida. quería besar la, ella se de'e n d ió c o n ¿sito. U n m uchacho se masturbó y roba a su ma dre.
Necesidad de Temor a n t e confesar e s e una tal con áelito sexual fesión. y el robo.
M uchacha de 16 a ñ o s se e n a m o r a de un sacerdote a q u i e n ha visto una vez.
Sentimiento í c lujuria.
El m uchacho tiene la intención de confe sarse en una deter minada noche, pero es contenido por un sentimiento de ver güenza. En ese ins tante aparece el pen sam iento: “N o pue d o hablar cóm o qui siera” . “A hora está todo obscuro ante mí” .
Al mismo tiem po aparece la mudez histérica y le ve to do negro. El enfermo no sabe nada del monólogo preceden te. Este es reavivado por el psicoanálisis.
S e n tim ie n to s “Soy atacada sexual- Difunde calum nias: de lo prohibi m ente por el sacer El sacerdote la per¡igue con expresiones do y de la im dote’’. obscenas y crudas. posibilidad. Es consciente de la mentira, del im pulso irresistible, no pue de nada en contra: se hace amargos re proches.
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La represión no se basa siempre en u n a actividad por parte de la per sonalidad. sino, m ucho m ás frecuentem ente en la lucha, apenas advertida, de los instintos y deseos contrapuestos, y luego en el regolf am iento de uno de ellos. L a represión como tal no produce todavía u n a histeria, tiene lugar en personas norm ales m uy a m enudo sin perturbaciones. Pero en algunos individuos halla la represión mecanismos histéricos que trasponen lo repri mido. Esa conversión en síntomas es lo patológico, que no se d a sin decisión. La conversión d a lugar a síntomas físicos y en lo psíquico aparece como afecto o frialdad afectiva, com o p erturbación de la función, etc. Para h acer captable la relación entre vivencia y síntoma, se traspa san a la vida psíquica escindida de que se habló antes, las relaciones com prensibles dé la sim bolización la transferencia de los afectos, etc. o se crea todavía una segunda representación sim bólica: de la energía afectiva, que es transform able en otras form as de energía y que se m uestra transfor m ada de algún m odo en o tra parte, cuando es im pedida su descarga en la reacción natural por la represión. Jan et im agina el concepto de la deriva ción: la energía que fluye se descarga en ataques motores, en dolores, en otros afectos infundados, etc.; el afecto se convierte, p o r ejemplo, en la libido sexual reprim ida, en angustia o al revés, ocupa antiguas vías de nuevo (por ejemplo, provoca dolores reum áticos, que existieron alguna vez, o dolores cardíacos y otros). T am poco se puede rehusar a esta imagen la utilidad para casos singulares. Sólo hay que prevenir contra generali zaciones y construcciones teóricas. Las experiencias obtenidas con la uti lización de la im agen de la escisión y de la im agen de la transform ación de la energía afectiva ilum inan m uy claram ente, como m uestran Breuer y Freud, ‘‘la contradicción contra la frase que dice que la histeria es u n a psicosis y el hecho que se puede h allar entre los histéricos a los individuos espiritualm ente más claros, de voluntad m ás firm e, de carácter más entero y, los m ás críticos. E n estos casos sem ejante característica es exacta p ara el pensam iento del hom bre, en vigilia, en sus estados hipnoides en cam bio está alienado, como lo estamos lodos en los sueños. Pero m ientras nuestras.psicosis de sueños no influyen en nuestro estado de vigilia, pene tran en éste los productos del estado hipnoide, como fenómenos histéricos” . U na plenitud incomprensible de sentim iento, un entusiasmo desmesurado p o r objetos cuyo valor objetivo no hace comprensible ese entusiasmo, es explicado gráficam ente por un aflujo de energía afectiva proveniente de los instintos, cuyo contenido está en vinculación, comprensible con el con tenido del entusiasmo (la simbolización, la similitud,, etc). Inversam ente, la frialdad sentimental de carácter inconcebible, es explicada por un derra me de toda la energía afectiva h acia u n dom inio instintivo único, y por la
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fijación en sus contenidos. Así, b a jo la presuposición de los mecanismos d e escisión y transferencia, se p uede establecer en los histéricos relaciones com prensibles entre sus vivencias y los notables contrastes de plenitud y d e frialdad de sentimientos.
L a escisión sirve como teoría p ro n ta p a ra h acer captable la doble ten dencia directiva de la voluntad de los histéricos. U n a voluntad.de la perso nalidad, claram ente consciente, quiere — del todo honradam ente— curarse, librarse d e las parálisis y de todas las otras perturbaciones; la o tra voluntad —sin conexión con la prim era— se resiste con toda la fuerza cuando se procede seriam ente a la curación, y se requiere u n a transform ación, obser vada a m enudo, m uy especial, producida por la terap ia sugestiva, violentas excitaciones dolor osas o por situaciones accidentales de la vida, p a ra que la voluntad de la personalidad vuelva a adqu irir el poder norm al y la otra voluntad •— al menos en la form a señalada— desaparezca (1). ¿Cómo reconocer entonces en el caso p articu lar que una vida psíquica ■■'escindida (un afecto reprim ido, contenido, que se h a vuelto, por decirlo así, “cuerpo extraño” , poder ex trañ o ), se puede suponer como fuente de un fenómeno? 1. E n la com probación objetiva de la vivencia psíquica desen cadenante., 2. E n la vinculación comprensible por su contenido entre síntom a y vivencia. 3. E n la aparición del récuerdo perdido en el semisueño hipnóti co, entre las m anifestaciones de la vivencia de tonalidad afectiva concreta (abreacción) y por la curación consecutiva del síntom a correspondiente. 4. En los fenómenos de la expresión d e to d a especie, que acom pañan a la ap a ri ción del síntom a de u n a m an era prim eram ente incom prensible y seña]an cualquier otra cosa que el contenido consciente existente (por ejem plo, la mímica sensual al interrogar p o r los motivos de u na negativa a tom ar ali m entos). L a vinculación del contenido de la vivencia reprim ida con los contenidos del estado mórbido, es singularm ente clara en algunos delirios histéricos, en los que es revivido alucinatoriam ente por el sujeto el suceso desencadenante (accidente,atentado sexual, etc..), que no está ya como re cuerdo en la conciencia norm al; adem ás, en algunos estados crepusculares de Ganser producidos p o r la prisión, en los que no se sabe ya n ad a del delito y en cam bio, son experim entados como satisfechos todos los deseos (inocencia, libertad, e tc .). Las directivas de la sugestión son tan to m ás eficaces cuanto m ás res ponden a los ée’s eos del enferm o (la enorm e eficacia de la autosugestión en traum atizados con neurosis de renta) y cuanto m ás tem idas son (la rápida realización de los malestares hipocondríacos que al comienzo sólo (1) K r e t s c h m e r h a descripto muy bien esta conducta de la W illensapparate d e r H ysterischen” . Z . N eu r., 54, 251.
voluntad
histérica:
“ D ie
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son supuestos). Se puede enferm ar p o r la sugestión correspondiente, a individuos medrosos, como tam bién, al contrario, se les puede curar. Todo lo que se relaciona con la sugestión y la histerio conduce en la vida, y lleva al investigador a engaños. Son incontables las observaciones siempre notables, asombrosas, hechas en todos los dominios de la vida psíquica, en las que, por una parte, se puede comprobar un defecto del proceso psíquico consciente, que por lo demás no se demuestra como defecto real. Lo ausente continúa existiendo, nosotros decimos en lo inconsciente; ejerce efectos, puede ser llevado a la conciencia otra vez por causas psíquicas (afecto de sugestión). H ay de esa manera numerosas perturbaciones: amnesia total para tiem pos circunscritos, para objetos determinados, para el pasado entero, perturbación total de la capacidad de fijación, insensibilidad, parálisis, incapacidad para desear, altera ciones de la conciencia, etc. T an sorprendente com o el defecto es sin embargo el m odo com o no está ahí. La enferma que ha olvidado toda su vida anterior, se comporta com o si lo supiese todo aún; el ciego no tropieza en parte alguna al andar; él para lítico puede caminar cuando situaciones o impulsos le obligan. Se puede hallar siempre condiciones en las que el defecto parece suprimido. En eso se estrellan todas las prue~ bas de sim ulación que quieren distinguir los fenómenos histéricos de los realm ente si mulados. En los fenómenos histéricos no tenemos que ver nunca con procesos- que per miten estudiar más exactam ente en el estado de defecto las funciones psíquicas pre cisas, sino que se trata siempre de la misma manera en que pueden ser perturbadas todas las funciones psíquicas, una m anera que no caracterizamos todavía precisa m ente, cuya unidad, en m uchos casos, presentimos más que conocem os, y que nos otros llamamos justam ente mecanismo histérico. El estudio de ese mecanismo histérico nos enseña a conocer un aspecto tan enigm ático como im portante de la vida psíquica. Se trata de un mecanismo que se nos muestra, cuando lo hemos reconocido, com o qui zás existente en rastros, en todos nosotros, ocasionalm ente. Pero las m anifestaciones condicionadas por él se adaptan sólo al estudio de ese m ecanism o mismo. Es un viejo error utilizar en general los fenóm enos histéricos para el análisis y la interpretación d e los fenóm enos psíquicos y som áticos. Las perturbaciones histéricas de la mem oria son, por ejem plo, com pletam ente inadecuadas para saber algo acerca de las funciones especiales de la memoria, y las anomalías somáticas para conocer la fisiología normal de los órganos. Ciertam ente hay que confesar que todos los procesos psíquicos, cuando se apodera uno de ese mecanismo histérico, ofrecen un nuevo aspecto. D onde están en juego Ja sugestión y la histeria, no hay por tanto que buscar reglas y necesidades de naturaleza fisiológica y psicológica. Por decirlo así todo parece posible. Todos estos fenóm enos son entonces ilustra ción de esos mecanismos y no utilizables m ás allá de ellos para la fisiología y la psicología. Casos en los que cooperan, fallan justam ente por eso com o material de prueba para teorías y tesis psicológicas. N o son posibles ningún ensayo propiam ente exacto, ninguna auténtica verificación ni decisión. C om o se puede decir: en las his terias falla incluso el más experim entado de los psiquiatras siempre nuevam ente, se dice: en los fenómenos de sugestión cae siempre de nuevo el investigador crítico de lo psicológico y lo som ático. Pero es más irritante cuando por algunos autores son em pleados fenómenos evidentes de sugestión e histeria como elementos de prueba de opiniones generales psicológicas y fisiológicas.
U n a variedad singularm ente llam ativa de las manifestaciones de su gestión, en que particip an diversa pero no únicam ente los individuos histé
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ricos, la representa la llam ada locura inducida (las epidemias psíquicas) (A) Se difunden convulsiones histéricas, propensión al suicidio, convicciones de tipo deliroide. Pero no se puede h ab lar de que los procesos m órbidos se trasplanten psíquicam ente. E n la difusión juega la conciencia de la masa, el sentim iento de la com unidad, u n papel tanto m ás grande, y en cierta circunstancia nefasto, cuanto m ás individuos estén entregados y.a a ja influencia. U n caso singularm ente interesante es aquel en que u n sujeto afectado de u n proceso paranoide contagia a u n a m ultitud de sanos con sus ideas, de m an era que se convierte en el centro de u n m ovim iento que, después de su alejam iento, se adorm ece rápidam ente. Como, al con trario, los paranoicos n o se dejan influir en absoluto, estos casos h a n conducido al proverbio: U n alienado puede persuadir m ás fácilm ente cien sanos que cien sanos a u n alienado. § 5. C ontenidos comprensibles de las psicosis H a n sido explicadas como comprensibles m uchas cosas que no lo son. Así, se ha derivado de los sentim ientos casi todos ios fenóm enos anorm ales. Cuando se designa con la'palabra “sentim iento” todo lo que perm ite el uso del len guaje, ciertam ente hay algo exacto en ello. Pero luego aclara poco cuando, por ejemplo, se procura derivar ideas delirantes de sentimientos. Ideas delirantes de pequeñez, de pecado, de em pobrecim iento deberían nacer de m odo racional com pren sible de un efecto depresivo; se supuso que el enfermo depresivo concluye que tiene que estar triste por alguna cosa. O bien se ha querido atribuir las ideas delirantes d e persecución al afecto de la desconfianza, la m anía de grandezas al estado de ánimoeufórico, sin m editar que de esa manera se pueden hacer comprensibles errores, ideas, sobrevaloradas, pero nunca ideas delirantes. O se atribuye alucinaciones espantosas en el sueño, en la fiebre y en la psicosis a una angustia condicionada de algún modo» etcétera. E n estos casos existen ciertam ente relaciones com prensibles; pero éstas ense ñan una vinculación entre el contenido del delirio y las vivencias anteriores, nunca cómo podrían aparecer en general ideas delirantes, equivocaciones sensoriales, etc.
T iene que agregarse algo nuevo p a ra que se realice un delirio. Si se llama a eso nuevo el “mecanismo paranoide”, no es más que1 u na deno minación, y u n a que abarca lo heterogéneo, ta n to el nacim iento de las ideas deliroides com o el de las verdaderas ideas delirantes. . .a ) Id eas deliroides. Q u e los contenidos de las ideas deliroides son “comprendidos” en función de vivencias fatales de los enfermos d e sus deseos y esperanzas o de sus torm entos y angustias, no es n ad a nuevo. (1) W ollenberg: Arch. Psychiatr. (4 .), 20, 62. Schö nfeu >: Arch. Psychiatr, (4.)^ 26, 202, W eygandt : Beitrag zur Lehre von den psychischen Epidem ien. H alle, 1905. H ellpach : D ie psychischen Epidem ien (en la colección “ Die Gesellschaft” ). S c h o e n h a ls : M tchr. Psychiatr., 33, 40 (bibliografía). R ie ik th : Z. N cu r., 22, 606 (1914). P erettt: Allg^ Z. Psychiatr., 74, 54 y sigts, D ix, W .: Über hysterische E pidem ien a» deutschen Schulen. L a n g c s a lz a , H , Beyer u n d Söhne, 1907, Ñ yiro y Petrovich: Z . N eur., 114, 38 (1928).
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Friedm ann C1) h a descrípto casos singulares de ‘'paranoia leve”, en los tjue se restringió, el contenido del delirio, a las relaciones con u n a vivencia determ inada. B irnbaum (2) describió formaciones delirantes producidas a m enudo en la prisión, variables, ínfluibles y que tienden a desaparecer en la libertad y, que po r eso no llam ó ideas delirantes, sino “fantasías dehroi- . des” . Su contenido es comprensible, en buena parte, en función de los deseos y de la situación del sujeto. Aquí corresponde quizás tam bién el “delirio sensitivo de autorreferencia” (3) de individuos psicasténicos, que son suaves, tiernos y al mismo tiempo de am bición y de caprichos conscientes. U n a vivencia de insuficiencia vergonzosa es la causa de la enfermedad. Especialm ente, las derrotas éticosexuales, por ejem plo el amor tardío de mujeres en vías de envejecim iento, no hallan ninguna laboración y descarga li--.bre. Surge más bien una paranoia de autorreferencia: la enferma se sabe observada y perjudicada por la fam ilia y los amigos, por el público y los diarios, teme la persecución de la policía y los tribunales. 'Nacen psicosis agudas pasajeras, con exci tación y graves síntomas neurasténicos y tantas ideas delirantes que el estado hace pensar, en una enfermedad progresiva incurable. Pero el contenido y el a fe c to .. quedan siempre centrados en la vivencia desencadenante.
b) Ideas delirantes en esquizofrénicos. L a com prensión de los con tenidos de las ideas delirantes y de los otros síntomas psicóticos como pro-, procedentes de los deseos y anhelos de los hom bres y de sus vivencias, que fué in ten tad a ocasionalm ente y cada vez más de cerca, la extendió la escue la de Zurich (Bleuler y Jung) a la esquizofrenia. Pero no se h a detenido en los contenidos captables y manifiestos, sino que h a tom ado éstos simbóli cam ente, respaldándose en Freud y así, m ediante el empleo de u n procedi m iento que, como m uestran los resultados, lleva a lo infinito, “com pren dió” propiam ente casi todos los contenidos de esas psicosis. H a redescubierto en el sentido m ás verídico de la p alab ra “ la razón en la sinrazón” o cree haberla descubierto. Los resultados no son brevem ente presentables^ ni están m aduros para u n a form ulación objetiva. Señálanse p o r tanto los trabajos de la escuela p a ra la orientación sobre los problem as (4) . Como ejemplo tosco sirva una interpretación: Las voces reprochan a los enfermos contra venciones sexuales que corresponden a sus deseos reprimidos. f l ) Friedm ann : M sch r. P syc h ia tr., 17. (2) B irnbaum : Psychosen m il V /a kn b i¡d u n g u n d w a h n h a fte E in b ild u n g e n bei D egene ration. Halle, 1908. (3) Fué d-escripta por K retschmer : Die sensitive Besiehungswahn, ein Beitrag zur Paranoiafrage und z u r psychiatrischen C k a ra kterlelire. B erlin, 1918. Estos procesos son quizá sólo tipos especiales de casos de esquizofrenias paranoides, que hacen reconocer una cantidad extraordinaria de relaciones posibles en una personalidad natural, q ue queda intacta. T a l caso puede aparecer igualm ente sin vivencia decisiva, al que preceda a la psicosis,como m ostró K . Schneider en un enferm o (Z . N cur-, 59, 5 1). Pero ver claros esos tipos y seguir todas las relaciones comprensibles es algo que lleva a u n conocim iento que tiene su valor, po r el ordenam iento y la estructuración de fenómenos de otro modo caóticos. (4) J u n g ; Über die Psychologie der D em entia praecox. H alle, 1907. B l e u l e r : DU Schizophrenie. Viena, 1911. M a e d k r : "Psychologische U ntersuchungen an D em entia praeroxK ranken. Jb. psychoanal. u n d psychother. Forsch, 2, 185. M ás prudente en la interpre tación, comprensiva es H a n s YI. M a i e r : “ Ü ber katathym e W ahnbilding und Paranoia” . Z . N eur.. 13. 555.
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JBleuIer y Ju n g h an entendido l^xom prensividad de las psicosis esqui zofrénicas, la com prensividad de los contenidos de las ideas delirantes, de la conducta catatónica y de las ilusiones sensoriales, en virtud de complejos reprimidos de naturaleza escindida. E sta “interpretación” de los síntomas es dudosa y con todo, discutible. H ay que notar, que según Bleuler, los com plejos no necesitan en m odo alguno ser reprimidos. Pueden haber quedado en la conciencia y dom inar p o r cierto los delirios esquizofrénicos. E n su aprehensión se m uestra, a veces, u n a asombrosa analogía entre la histeria y Ja esquizofrenia, a la que se refirió Jung. T o d a la interpretción es una transferencia a la esquizofrenia de los concéfttos adquiridos en el análisis d i la histeria. Pero en ello no hay que olvidar la diferencia radical que existe entre histeria y un proceso esquizofrénico y que, por ejemplo, tam bién se muestra allí que Ick esquizofrénicos, en oposición a los histéricos, general mente, no son hipnotizables y son m uy poco sugestionables. Contenidos comprensibles están en todas las formas de lo objetivo. T am bién, por ejemplo, los contenidos de las alucinaciones deben ser considera dos así, No son absolutam ente accidentales, sino que tienen en parte rela ciones de sentido, significación vivencial como órdenes, realizaciones de deseos, irritación y burla, torturas, como revelaciones. Freud llamó a las alucinaciones ideas transform adas en imágenes ('1). c) L a incorregibilidad. T am bién los errores de los sanos son prácti camente incorregibles en numerosos casos, pero entonces, por lo general, a causa de una generalidad del error, por la cual éste se siente seguro. No es la noción (E insicht) } sino el “todos nosotros” , el fundam ento de la convic ción, El error como delirio es propio del individuo. Por eso se h a desig nado el delirio como u n a enferm edad de la personalidad social (K eh rer). Pero tam bién la verdad de u n individuo puede m antenerse contra todos y apenas se puede distinguir del delirio en lo referente al com portam iento social. Se quisiera com prender la incorregibilidad y se encuentra, por ejem plo, el interés: el contenido del delirio es condición de vida p a ra los deliran tes; sin el delirio se derrum barían interiorm ente. Ya en el dominio del sano se tiene la actitud de que no hay que suponerle a nadie el conocimiento de una verdad que hace imposible su existencia. Pero la incorregibilidad del delirio tien e.u n “plus” que va más allá de la incorregibilidad de lo sanos. No se h a logrado hasta aquí acertar claram ente en esto. Y a se hable de una estabilidad de la afectividad (B leuler), o se acentúe lo invasor del deli rio, su progreso, o bien de la lógica que está al servicio del delirio y no puede volverse nunca contra él, siempre se m enciona sólo lo que no se ve propiam ente y menos todavía se com prende. Y, sin embargo, justam ente (1) J ung, C. G .: D er In h a lt der Psychose. 2? ed., Leipzig, 1914.
este problem a no deja sosiego alguno. El delirio, tanto más como sistema delirante, como conjunto coherente de u n m u n do y del comportamiento ante él, es, en la personalidad lúcida, que com únm ente no aparece como enferm a, lo que se llam a propiam ente locura — tanto más espantoso cuanto que no raram ente, desde el am biente, siguen otros el delirio. E n el gran proceso de la razón h um ana, que busca la verdad en u na abundancia de errores, de desviaciones, de encubrim ientos, de sofismas y de m ala voluntad, sin embargo, todo lo no verídico es en piíncipio superable — aún cuando no en la práctica— , pero aquí en el delirio tropezam os con lo irrem ediablem en te perdido como falsedad, u n extrem o que, aun cuando no podemos supri mirlo, quisiéramos sin em bargo captar. d) O rden am ien to de los contenidos delirantes. D e tiem po atrás se h an reunido y clasificado asom brosamente los contenidos de las ideas delirantes. Estos contenidos saltan a la vista por la m ultiform idad, lo fan tástico, lo monstruoso. Se h a com etido en tiempos anteriores el absurdo de aprehender todo contenido delirante especial como enferm edad singular y de denom inar así (G uislain), sin ad vertir que esas denominaciones pue den ser continuadas hasta lo infinito. Sin embargo, hay tam bién en los contenidos ciertos rasgos generales que vuelven siempre y d an un rasgo notablem ente uniform e incluso a la m ultiform idad entera. No intentamos describir la abundancia de contenidos, sino ver los tipos fundamentales. Al respecto hay diversos puntos de vista: 1. D e l i r i o c e n d r a d o en lo peirsonal y o b j e t i v o . Los instintos hum anos generales, los deseos, las esperanzas, los temores dan? lugar, en la m ás estrecha relación con el bien y el dolor del individuo, a los contenidos de la m ayor p a rte de las formaciones delirantes. El en ferm o está casi siempre en el centro del delirio. Pero se dan," en casos m ás raros tam bién, formaciones delirantes objetivas, un delirio sobre asociación m undial, sobre problem as filosóficos o en aconteci m ientos históricos, que no están en relación con la persona del enfermo. Los enfermos h an hecho u n invento grandioso, en el que trab ajan sin cesar, h a n hallado la cu ad ratu ra del círculo, la trisección del ángulo, etc., han entendido la ley fundam ental del acontecer en función de previsión en símbolos numéricos calculables. El enferm o tiene personalm ente im por tancia como descubridor, el contenido no significa p a ra él personalmente algo. Sus días están colmados p o r el trabajo m ental p a ra él lleno de senti do. Existe un interés en ergotear, porque tam bién aquí se derrum baría, de lo contrario, todo sentido vital. Pero la obra del pensam iento es objetiva. Estas formaciones en sí interesantes retroceden sin em bargo en frecuencia frente a las egocéntricas.
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2. L o s c o n t e n i d o s o b j e t i v o s . Para el bien y el mal del vuelven a m enudo los siguientes contenidos:
e n fe rm o
a) D elirio de grandezas en relación con el origen (ascendencia noble, hijo real criado en casa de cuidadores), posesión (propietario de grandes herencias, castillos, qu e no son entregados al dueñó ciertam ente a causa de intrigas), capacidad (gran des inventores, descubridores, artistas, en posesión de singular sabiduría y dotados de i n s p i r a c i ó n ) , posición (consejero de diplomáticos dirigentes, los verdaderos conducto res del destino político, b) D elirio de pequenez en relación con los bienes (delirio de empobrecimiento) , capacidades (enteram ente atontado, incapaz de esfuerza), altura nioral (delirio de pecado, autorreproches). c ) D elirio de persecución. El enfermo se sien te observado, vigilado, pospuesto, despreciado, burlado, envenenado, em brujado, persecución por las autoridades, por el fiscal, por delitos falsamente incriminados. Persecución por grupos, como los jesuítas, masones, etc. D elirio de persecución física en base a influencia corporal (equivocaciones sensoriales) y fenóm enos “hechos” . Delirio querulante de daño jurídico por complots y manipulaciones engañosas, d ) D e lirio hipocondriaco. En contraste con las quejas neurasténicas sobre palpitaciones del corazón, dolores de cabeza, debilidades, dolores, aparecen contenidos com o: los huesos están ablandados, el corazón no anda b ie n ; las substancias del cuerpo están trans formadas, hay un agujero en el cuerpo, etc. D elirio de transformación: los enfermos son transformados en animales o en algo equivalente, e) Ideas delirantes eróticas. Erotomanía se llama al delirio de ser amado por una persona, aunque no existen los menores signos de ello, y la persona correspondiente da señales de todo lo contrario (delirio de amor y de casam iento), f) Ideas delirantes religiosas. Estas aparecen en forma de ideas de grandeza y de pequenez: el enfermo es profeta, madre de dios, novia de Jesús o diablo, condenado, Anticristo.
Exponer form aciones delirantes que son típicas de determ inados pro cesos mórbidos, es tarea de la psiquiatría especial. Sólo como un ejemplo mencionaremos que, p a ra ciertos procesos paranoicos, el contenido delirante de los grandes acontecim ientos mundiales, en cuyo centro está el enfermo, es característico. El enferm o está “en relación con el m undo entero”, de “él depende la historia toda del m undo”, es el centro de transm utaciones cósmicas., en las que juega u n papel m uy singular, ciertam ente pasivo. Así escribió u n enferm o ya bastante confuso: “T oda' chispa de bienestar m e fue destruida, y así deam bulo milenios enteros y vuelvo a nacer siempre inconscientemente. L a base de ello hay q u e atribuirla a la creación del mundo” . 3. L a v i n c f u l a j c i ó n e n t r e s í d e l o c o n t r a p u e s t o . Todo delirio arraiga com prensiblem ente en la tensión de los oponentes. Friedman vió que toda form ación delirante se apoyaba en el conflicto, en la vivencia de la violación de la voluntad p articular del enferm o p o r la voluntad total de la com unidad. E l conflicto entre realidad y codicia propia entre exigencias obligadas y deseos propios, entre rebajam iento y eleva ción, es visible en el delirio. Y a que el delirio abarca enteram ente ambos polos: elevación yt rebajam iento de la propia persona, delirio de grandezas
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y delirio de influencia, delirio de grandezas y delirio de persecu ciones son equivalentes. G au p p (*) h a expuesto como u n todo compren sible la relación m u tu a de delirio de persecución y de delirio de grandezas en el terreno de la disposición sensitiva del carácter (con or gullo, vergüenza, angustia) en tan to que la form a del delirio como tal es supuesta incomprensible. U n todo comprensible similar, de delirio de per secución y de grandeza fué descripto por K eh rer (2). E n ello lo compren sible será lo mismo, ta n to si sé tra ta de u n proceso esquizofrénico o del desarrollo de u n a personalidad con reacción paranoica ante conflictos vita les. Distinto es sólo el curso, la form a del vivenciar y la totalidad de los fenómenos psíquicos. 4. L as forjnas de la a c ti t u d p a r a n o i c a ante a m b i e n t e . K retschm er h a distinguido el paranoico del deseo, de la lucha, y el sensitivo. Según que el de'irio se satisfaga reactivam ente en realizaciones ilusorias del deseo, que quiere im poner activam ente su verdad en el m undo,, o se contente con el padecim iento de referencias y persecusiones en medio de escasas acciones, con el orgullo interior de un delirio de grandezas, todo esto da, en realidad, diferencias esencia.les de contenido. Así la paran o ia carcelaria, con fantasías deliroides, es un tipo de la p aranoia del deseo, el delirio querulante un. tipo de paranoia de lucha, el delirio de autorreferencia y de grandeza u n tipo de paranoia sensitiva.
(1) (2)
G aupp: K e h re r:
Z . N eur., 69, 182. « D er Fall A rnold” .
Z.
N eu r., 74, 155.
el
C
L a to m a de
a p it u l o
actitu d
tercero
del enferm o ante
la
enferm edad
Al igual que el hom bre vuelve reflexivamente ante sí mismo así puede el tom ar tam bién u n a actitu d -an te la enferm edad. L a enferm edad . psíquica es distinta p a ra el observador médico y, p a ra la autorreflexión del ■■; enfermo.. Así ocurre que alguien es analizado como enfermo m ental, pero se considera a sí m ismo sano, o se tiene a sí mismo por enferm o de una manera que objetivam ente no tiene ninguna validez y es eso incluso un . síntoma m orboso; o que p o r la autoaprehensión de procesos morbosos puede influir en bien o en mal. en ferm o
E n el concepto de la “tom a de actitu d ” del enferm o están unidos d i versos hechos. A éstos es com ún que intentam os com prender en ellos cómo se com porta el individuo ante los síntomas de la enferm edad. Vemos cómo la diversidad de las personalidades norm ales reacciona ante la enferm edad por decirlo así con su p arte sana. Pero en la comprensión de la tom a de actitud chocamos con los límites de la autocom prensión, que per tenecen a los signos m ás im portantes de la especie de la personali dad y en particular de la transform ación que h a experim entado como conjunto por la enferm edad. a) C om portam iento com prensible an te la irrupción de psicosis agudas (perplejidad, conciencia de la alteració n ). L a perplejidad es la reacción enteram ente com prensible de la personalidad norm al ante la irrupción de u n a psicosis aguda. Es por eso observada a m enudo, y en algunas psicosis se destaca como signo de la personalidad norm al todavía existente, pero en lo dem ás oculta, p o r el grave estado de confusión. L a inhibición, la dificultad en la aprehensión, la incoherencia, la imposibili dad de discernim iento, todo eso tiene la misma reacción por consecuen cia, que se hace n o ta r objetivam ente en la expresión interrogativa del rostro, en las acciones de búsqueda, en un cierto desasosiego, en un asombro llam ativo, en u n echar m ano a la cabeza y decir giros como éstos: ¿Q ué ocurre? ¿D ónde estoy? ¿Soy la señora S.? ¡Y o no sé absolutamente lo que se quiere de m í! ¿Q ué debo hacer aquí? N o comprendo nada de todo esto. A ello
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se agrega la critica interrogativa a los contenidos psicóticos: “¿Y o no he asesina« d o? ¿M is hijos no están m uertos?, etc.
E n la lucidez se m uestra la perplejidad frente a la situación psicòtica- m ente surgida, en los siguientes apuntes de u n a esquizofrénica: “Yo puedo imaginarme cada día menos mi situación y por eso veo todos los días las cosas al revés. N o puedo obrar en absoluto con reflexión, sino sólo instintivamen te, pues no puedo llegar a ninguna conclusión justa. ¿Q u é significan las mantas par das en mi cama? ¿Representarán personas? ¿C óm o debo m overme, si m i boca tiene
D e la perplejidad comprensible p uram ente reactiva, que surge de la incapacidad p ara orientarse sobre la situación, y de la imposibilidad de ca p ta r nuevas vivencias, hay que sep arar genéticam ente otras formas de perplejidad, lo que es difícil a m enudo en el caso particular. Hay primero una perplejidad paranoica, con plena lucidez. Las vivencias deli rantes y las cogniciones confusas todas llevan a los enfermos a un desasosiego tortu rante. Sienten que hubo algo, interrogan, buscan, no pueden concebirlo, “D im e lo que pasa, pues pasa algo”, preguntó una enferm a a su esposo. 2. H ay una perple jid a d m elancólica que recuerda a m enudo a la reactiva en las manifestaciones de lenguaje. Los enfermos en su delirio de em pobrecim iento, de pequeñez y nihilista m iran todo de una manera interrogante: “ ¿Q ué harán tantas personas? A h , cuántos m édicos, ¿qué va a pasar? ¿Para qué tantas toallas?”
Al comienzo de la enferm edad m ental perciben algunas personalida des un sentim iento inquietante de la alteración (com o si estuviesen en cantadas, em brujadas, u n aum ento de la sexualidad, etc.) que se condensa en conciencia de u n a locura am enazante. E n qué consiste esa conciencia, no se puede decir con precisión. Es u n a resultante d e numerosos senti m ientos singulares, pero sin em bargo no es m eram ente u n juicio, sino que es realm ente vivenciada. Cómo se presenta el sentim iento, aun cuando la psicosis en sí no es desagradable «n absoluto, lo describió una dam a atacada de locura periódica,: “L a enfermedad no tiene para mí y por sí nada de espantoso, sólo el m om ento en que la siento de nuevo acercarse y no sé de qué m anera aparecerá” . O tra enferm a, con psicosis cortas llenas d e vivencias, escribió: “Los m omentos más espantosos de m i vida son los de la tran sición del estado consciente a los de confusión con el sentim iento de angustia ligado a ellos” . Con referencia a los fenóm enos precursores dice esa m ism a enferm a: “Lo terrible en la enfermedad es que el afectado por ella no puede controlar el tránsito d e la actividad mental sana a la patológica”.
A m enudo son m encionados datos particulares que h an llam ado la atención al comienzo de la enferm edad: u n a ilusión sensorial aislada,
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un cam b io notable en la capacidad afectiva, u n a propensión no habitual e insuperable a versificar •—los versos se presentan p o r sí mismos sin esfuerzo de volu n tad — y otros. Sin em bargo no se tra ta aquí del sentim iento de alteración general, sino m ayorm ente de u na com probación ulterior del p r i mer comienzo. El miedo a volverse loco se encuentra a veces en el comienzo de procesos, sobre todo en personas cultas. Se ponen espantosam ente inquietas y tra ta n de cerciorarse en su ambiente. U n enfermo tomó los dedos de u n a am iga en la boca p a ra ver si tenía miedo. Si no temía que la mordiese, eso era p a ra él un signo de que lo tenía por sano, y lo tranquilizaba por breve tiempo. por lo demás el m iedo a enfermar mentalm ente y el sentimiento de la locura amenazante es un síntom a morboso a m enudo independiente, objetivamente infun dado, que aparece en los psicópatas y en los ligeramente ciclotímicos y que propia mente no enloquecen nunca.
b) Elaboración después del curso de la psicosis aguda. El indi viduo tiene u n a actitud cargada de complejos ante todo lo que tuvo p a ra él alguna vez significación en lo vivencial. Así uno no puede pensar en sus vivencias espantosas de guerra, sin caer en malhumores indomables, o se resiste otro a volver a ver el objeto de la pasión por él repudiada, a visitar de nuevo el lugar y el am biente de sufrimientos no olvidados. Así hay psicosis que aportan por sí mismas nuevas significaciones, psicosis que están vinculadas p o r su contenido con la personalidad (ante todo las psico sis esquizofrénicas) y hay otras psicosis que son extrañas a la personalidad, que no proporcionan al alm a ningún recargo y ninguna significación. Aquí tiene el enfermo u n a cierta vergüenza, muy explicable, a hab lar de tales cosas con otros que no sean el médico. Mayer-Gross í 1) ha analizado en la esquizofrenia las formas de la repercusión de micosis agudas de acuerdo con sus relaciones comprensibles. D istingue: D esespe ración, “nueva vida”, separación ( com o si nada hubiese ocurrido), conversión (con la psicosis aparece algo nuevo a través de la revelación), fusión.
c) E laboración de la enferm edad en estados crónicos. En enfer mos en cierto m odo lúcidos, adem ás en estados crónicos, la reacción an te los fenómenos morbosos singulares es diversa. El enfermo elabora de algún modo sus síntomas patológicos. D e las vivencias delirantes se desarrolla u n sistema delirante en trabajo laborioso. A nte los contenidos del vivenciar es tomada u na actitud, p o r ejemplo, com prueba la im becilidad creciente del autor de las voces, que repite sin fin frases triviales o fragm entos de frases enteram ente absurdas. El sentim iento físico de enferm edad y Ja conciencia
X eur.,
(1) M ayer -G r o s s : 60, 160 (1920).
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de la alteración psíquica son interpretados diversam ente como consecuencia de efectos torturantes de to d a especie. C o n tra éstos son im aginados medios de defensa, especialmente contra la influencia corporal. C ontra las equivoca ciones sensoriales y las diversas especies de fenómenos “hechos”, vale a me nudo la distracción aplicada en las form as m ás diversas p o r los enfermos (rezar el Padre Nuestro, el tra b a jo ). E n otros casos sirven de diversión múl- ■ tiple los contenidos de las equivocaciones sensoriales. Intencionalm ente pro vocan los enfermos sus pseudoalucinaciones ópticas, en las que tienen su alegría; tra ta n de im itar las voces al cam biar, el ritm o del compás que si guen las mismas voces y p o r cuya alteración se asustan y vuelven silenciosas. Frente a numerosos fenómenos desagradables vale el autodom inio, sea en la form a de la distracción m encionada antes, sea en la form a de esfuerzos activos de la voluntad, p o r ejem plo contra movimientos “hechos”, contra la cólera “fabricada” . E n los m alestares corporales de las diversas especies de enferm edades psíquicas yt en los sentimientos torturantes que entraña la vida psíquica anorm al, se aplica el autodom inio en u n a serie de casos. En los casos citados hasta aquí es comprensible en general el com porta m iento de los enfermos. E n la m edida que esa com prensividad se vuelve m enor y con ello se hace más notable el com portam iento ante la enferm edad esta mism a se vuelve u n signo de la alteración de la personalidad total con dicionada por la enferm edad. Así nos llam a la atención en m uchos casos cómo se h abitúa u n enferm o a los síntomas (por ejem plo a los engaños sen soriales torturantes, y a otras vivencias pasivam ente a c e p ta d a s ); cómo está frente a ellos al fin indiferente a pesar de su contenido espantoso; cómo nó advierte o incluso olvida los contenidos delirantes en apariencia fundam en tales que le afectan hondam ente. Por o tra p arte quedam os igualm ente sor prendidos ante el poder dom inante que poseen algunas alucinaciones “im perativas” y algunas ocurrencias delirantes, a las que parece sometido el en fermo como a u n a compulsión física. Es notable cómo encadenan la atención de los enfermos algunos contenidos, cómo le incitan hondam ente cosas al parecer indiferentes.. E n las psicosis agudas con rico vivenciar, llam a la atención cómo se entregan sim plem ente los enferm os con sentim iento de la abulia, cómo soportan pasivam ente lo m ás espantoso. Ese estado de im poten cia, que no raram ente describen de m odo característico, se asocia con los sentimientos de indiferencia ante lo que v en d rá; y cuando se tra ta de trans formaciones violentas en el m undo suprasensoria], están propensos, peaejemplo, a las bromas y a las expresiones frívolas. Instructivas son p a ra nosotros las interpretaciones que d a el enfermo mismo, cuando tra ta de com prenderse. U n enferm o esquizofrénico deriva de las figuras vistas p o r él los contenidos especiales.
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“Las figuras parecían una personificación exagerada de faltas íntim as, cometidas por nn mismo. Por ejem plo, cuando sentí gratamente el gusto de una com ida en la mesa, en la misma noche pudo anunciarse com o eco de esa sensación un dem onio, en la figura de un animal casi humano, voraz, alegre, con gran hocico, gruesos labios r o jo s voluptuosos, vientre crecido, talla gigantesca. Yo sentía entonces y continua mente su proximidad hasta que me abstuve un tiem po (por ejem plo 2-3 com idas) del rico gusto (com o d e su fuente alim enticia)” . “V i en todos los individuos del a m b ie n t e las pequeñas fallas del carácter como figuras feas y amenazantes que s a lía n de ellos y se arrojaban sobre m í” (Schw ab).
El mismo paciente interpreta toda su enferm edad. Lo que p ara el psi quiatra es consecuencia de un proceso, entra p a ra él en la unidad de' un sentido • “Creo que he provocado yo mismo la enfermedad. En el ensayo por penetrar en un mundo del más allá, tropecé con sus guardianes naturales, las encarnaciones de mís propias debilidades y defectos. Tom é a esos demonios al comienzo por habitantes inferiores de un mundo del más allá, que podían utilizarse como pelota, porque fui sin preparación a esas regiones y me extravié. Después las tomé por partes disociadas de mi espíritu (formas de pasión ), que existían en espacio libre en m i proximidad, se nutrían de mis sentimientos. Creo que las posee también cualquier otro individuo, pero que no las percibe por la protección y el feliz engaño del sentimiento personal de la existencia. Lo últim o lo interpreto como un producto artificial en función de recuerdos, com plejo de pensam ientos, etc., una m uñeca hermosamente dorada por fuera en la que no vive nada esencial. Para mí se ha hecho poroso ese yo personal por mis obnubilaciones de la con ciencia. Yo quería aproximarme de este modo a una fuente superior de la vida. H a bría tenido que provocar en m í largo tiem po antes la preparación a través de un yo interno impersonal superior, pues “el manjar de los dioses” no estaba hecho, para labios mortales, y actuó destructoramente en el yo interno humano animal, lo escindió en sus partes; éstas se desmenuzaron poco a poco, el m uñeco fué precisamente mace rado, el cuerpo dañado. Yo forcé demasiado pronto el acceso a las “fuentes de la vida”, vino a mí la m aldición de los dioses. T an sólo después reconocí que habían intervenido tam bién elementos obscuros, aprendí a conocerlos, después de tener ya un poder demasiado grande. N o había más salvación; ahora tenía ei mundo de espí ritus que deseaba ver. Los demonios subían del abismo como los guardianes, como los cancerberos que no dejan entrar a nadie que no esté autorizado. M e decidí a aceptar la lucha a vida o muerte. Para m í significaba finalmente morir en una decisión, pues, según mi opinión, tenía que suprimir todo lo que m antiene al enem igo, pero eso era también lo que m antiene la vida. Y o quería la' muerte, sin enloquecer, estaba por decirla así frente a la esfinge: ¡ O tú al abismo o yo! En ese m omento llegó el esclarecimiento, penetré la verdadera naturaleza de mis seductores por la privación de alimento. Eran rufianes y al mismo tiempo m istifica dores de m i querido yo personal, que ahora se me presentaba tan insignificante como ellos. Y al aparecer luego un yo más grande y más abarcativo, fui capaz de renunciar a la personalidad tenida hasta allí con todos sus anexos. V i que esa personalidad no podía entrar en el reino suprasensorial. U n espantoso dolor equivalente a un golpe de aniquilam iento fué la consecuencia, pero yo estaba salvado, los demonios se enco gieron, pasaron, murieren. Para mí comenzó una vida completam ente nueva, me sentí desde entonces otro como los demás individuos. U n yo com o el que ellos tienen, com puesto de mentiras convencionales, apariencia, autoengaño, imágenes del recuerdo, se
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volvió a formar en mí también, pero detrás y por encim a había siempre un yo más grande y más amplio que me daba la impresión de lo eterno, de lo inalterable, de lo inmortal, de lo inm aculado, que ha sido desde entonces mi defensa y mi refugio. Creo que para muchos individuos sería una ventaja conocer sem ejante yo superior y hay personas que han llegado realm ente a el por cam inos más favorables” . .
Tales autointerpretaciones se hallan al mismo tiempo, sin duda, bajo tendencias delirantes y fuerzas m entales profundas. H a n surgido del más serio vivenciar. L a m ultitud de las vivencias esquizofrénicas apela al obser vador, tanto como al enferm o que reflexiona sobre sí mismo, p ara no ser tom ada sólo como acum ulación caótica de contenidos. El espíritu está presente en la vida psíquica enferm a lo mismo que en la vida sana. In te r pretaciones de esta especie tienen que b o rrar todo factor causal, y sólo pueden ilustrar los contenidos y ponerlos en relaciones. Toda enferm edad crónica es una tarea para el afectado, ya se trate de lisiados, cuyos miembros faltan, pero que en conjunto son sanos, ya se trate de enferm edades somáticas que perjudican el estado general o de enferm e dades somáticas que van acom pañadas a] mismo tiem po por perturbaciones psíquicas. Lo que pueden hacer personas sin piernas, sin brazos, ciegas, ha sido descripto a m enudo y testim onia sobre la energía, la perseverancia, l a : habilidad de los individuos. Pero eran físicam ente sanos. M uy distinto e s : cuando la perturbación no afecta a un instrum ento, por im portante que éste sea, sino a la fuerza vital misma, al conjunto del estado somático y psíquico. : D e ello es un ejem plo el com portam iento en los estados crónicos después de la encefalitis epidémica. Dorer ( i ) muestra en casos lo distintas que son las po sibilidades. Los enfermos tienen que acomodarse a una nueva situación. Sufren en. todo instante por las consecuencias de la enfermedad. Su ambiente es alterado. El oficio es perdido. T odo el m undo, todos los individuos muestran una relación diversa para con los enfermos. Su aislam iento resulta casi forzoso. D orer describe los supersensibles que se vuelven sobre sí mismos, pensando sólo en sí, exigiendo la atención del ambiente sobre sus padecim ientos, volviéndose pusilánim es, hoscos, egoístas, — los individuos del “sin embargo”, que reúnen una energía acrecenta d a para salvarse a todo precio, que emprenden las cosas m ás imposibles, aceptan algo repudiado, se vuelven egocéntricos conscientes— , espectadores de la vida, etc. Q uiero cimentar la frase: Lo que la enfermedad hace de una persona,, *es determinado, en últim a instancia, por el carácter que esa persona tiene. Esto se muestra m odificado por su injerto en el mundo de la cultura, por la referencia a la com unidad humana y por el eco que viene desde allí.
d) El juicio del enferm o sobre su enferm edad. P a ra h ab lar de una tom a de actitud en el verdadero sentido, se tra ta prim eram ente de saber si la personalidad se halla frente a su vivenciar observando y juzgando. En el juicio psicológico el enferm o es consciente de lo que experim enta y de (i) Done r : epidemica.
Charakter
atid
Kraßheit.
Ein
Beitrag
zur
Psychologie
der
Encephalitis
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cóm o
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lo experim enta. El ideal de la tom a de actitud “exacta” respecto de su
v iven cia lo alcanza el enfermo en la “noción de enferm edad” . Luego de c o nocer en los grupos anteriores rasgos del com portam iento del enfermo frente a los contenidos de sus fenómenos patológicos en función de su reacción
ante la vida psíquica alterada, en función de su elaboración de los conteni dos, tenemos ah o ra que recoger rasgos de la actitud que asum e el enfermo cuando, volviéndose de los contenidos a su'vivenciar y a sí mismo, interro gando sobre las causas de ese proceso, juzga su enferm edad en los rasgos singulares o como un conjunto. Se tra ta de todo lo que es resumido como conciencia de enferm edad y como noción de enferm edad (1). Se llam a conciencia de enferm edad a aquella actitud del enferm o en que se expresa en verdad un sentimiento de estar enfermo, un sentim iento de la alteración, sin que esa conciencia se extienda a todos los síntomas de Ja enferm edad como conjunto, y sin que se alcance la m edida objetivam ente exacta en la apreciación de la gravedad de la enferm edad, como u n juicio objetivam ente exacto sobre la naturaleza de la anom alía. Sólo cuando ocurre todo esto, cuando todos los síntomas singulares de la enferm edad, y ésta como conjunto, según su naturaleza y gravedad, son juzgados exactam ente, hablamos de noción de enferm edad. Sin embargo, hacemos la restricción que la apreciación sólo necesita alcanzar aquella exactitud que sería posible en u n hom bre m edio, sano; del mismo círculo cultural, frente a otro indivi duo enfermo. E stá claro que la tom a de actitud de la personalidad ante la enferm edad será diferenciada, expresa y típica en la m edida que el enfer mo es inteligente y culto. Adem ás la cultura científiconatural y piscopatológica entrañ ará o tra actitud que la científicoespiritual y teológica. P ara la apreciación de la tom a de actitud m ism a como m órbida tenemos que tener siempre presente el am biente. L a m ism a opinión que en u n cam pesi no quizás sólo significa superstición, nos revela en la persona culta una transform ación honda, de la personalidad, tendiente a la demencia. 1. Auto-observación y c o n c ie n c ia del p r o p i o e s t a d o . L a observación y apreciación del enferm o pueden tener lugar frente a los elementos fenómenológicos, frente a las perturbaciones en las diversas funciones de la vida psíquica, frente a los conjuntos de los com plejos sintomáticos, a la propia personalidad, en u n a palabra: frente a todo lo que tam bién es objeto de la psicología ( 2) . L a autoobservación de los enfermos, su atención respecto a su vivenciar anor mal y la elaboración de la observación en su juicio psicológico, de tal manera que
(1)
Picic:
Arch. Psychialr.
( D .) ,
H e jlb r o n n er : Allg. Z . Psychiatr., 58, 608.
(2)
13, 518.
M k rc k u n :
Allg. Z. Psychatr., 57, 28, 773,
El juicio de la realidad, sobre las percepciones engañosas lo he
Z. Neur., 6, 460.
579.
A r n u t : Zbl. Nervenhk.,
analizado
en la
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»portantes de] conocim iento de 3a vida psíquica morbosa. Esta autoobservación pueden notificarnos respecto de su vida interior, es una de nuestras fuentes, más depende del interés, del don psicológico, de la crítica y de la inteligencia de la personalidad enferma. Pero en ciertas circunstancias aparece la autoobservación misma como síntoma torturante de enfermedad. Los enfermos tienen que pasar contra su voluntad todo el tiempo en el análisis de su vivenciar, toda su actividad es perturbada e interrumpida por la autoobservación. Los resultados de esta autoobservación pueden ser muy pobres. Es el enfoque en la reflexión sobre la propia vida psíquica lo que aquí es compulsivo y en sí torturante. Son tales casos que han llevado, sin razón, a la afirmación de la perniciosidad de la autoobservación, ante la cual ya K ant ha puesto en guardia: conduciría a la cavilación y a la locura. N o nace la enfermedad de la autoobservación, sino que ciertos estados mórbidos provocan una especie anormal de autoobservación.
H ay una conciencia de la conciencia. Nos sentimos “torpes”, “ato n ta dos” o especialmente lúcidos. Parece que lo últim o se presenta tam bién anorm alm ente. Los sentimientos de clarividencia en los esquizofrénicos pueden tener tal aspecto. M uy diversam ente están las cosas en un enfermo con encefalitis letárgica, que escribió: “Tengo el sentimiento de no haber estado jamás tan altam ente despierto y consciente antes de la enfermedad. Esto se debe quizás a que me observaba cons tantemente y llevaba a la conciencia de inmediato los pensamientos más pequeños, el movim iento más ínfimo. Todo proceso fisiológico como estornudar, toser, tam bién pensar, me llenaba de ardiente curiosidad respecto de cómo se producía ese proceso; intentaba luego compenetrarme en lo posible de él” . £1 enfermo describe el “registro", es decir “el llevar a la conciencia” cada proceso corporal y psíqui c o . . . Este mismo registro me amarga toda alegría y esperanza, haciendo que me diga siempre: ahora te alegras, ahora esperas” (Mayer-Gross y Steiner).
Por debajo de un cierto nivel de diferenciación psíquica. los individuos parecen sólo vivir en el am biente, no saber “de sí mismos” . En idiocias profundas, en psicosis agudas m uy configuradas, en estupidez profunda ad quirida no existe en modo alguno el problem a de cómo toma actitud la personalidad respecto de la enferm edad. A quella en general no tom a nin guna actitud. A quí no solemos h ablar de falta de conciencia de enferm edad sino, más precisam ente, de pérdida de la personalidad, lo cual contiene, n a turalm ente, como un factor parcial, la falta de conciencia de enferm edad A esta categoría pertenecen en p arte aquellos notables casos de demencias orgánicas que no son. conscientes de los más graves defectos fisiológicos. En enfermedades orgánicas del cerebro (tum or, reblandecimiento, etc.) en que han aparecido parálisis, ceguera, sordera u otros defectos graves de esa especie, falta a veces la conciencia de esos defectos (1 ). El enfermo que está com pletam en te ciego, afirma poder ver excelentem ente, reacciona al examen malhumorado, fi
(1 ) R e d lic h y B o n v i c i n i : “ Ü ber das Fehlen des W arnhem ung der eigenen Blindhcir bei H i r n k r a n k h e i t e n ” . / . Psychiotr., 29. B v c h o w s k i : N eur. Z b l . , 39, 354. S t e r t z : Z . N eur., 55, 327. P i c k : Arch. A ugenkk., 86, ,98 (1920). V ö t z l : Z. N eur., 93, 117.
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n a lm e n te se indigna, sale del paso prom mciando lugares comunes com o los enfer mos del síndrome d e K orsakof: A la pregunta sobre lo que es esto (un reloj que se Je m uestra), echa mano al aire: “Y a lo ve usted”, “ está aquí”, “ ¿qué quiere u ste d ? ” Describe si es posible algo, por ejem plo al que experimenta, se pasea con gestos como si lo viese todo, murmura, afirma que está obscuro allí, etc. Redlich y Bonvicini han expuesto cóm o una alteración psíquica general, torpeza, apatía, eu fo ria, grave perturbación de la capacidad de fijación nos hacen comprensible esta alte ra c ió n de la conciencia de la enfermedad. A esto corresponde que algunos en ferm os llevados ocasionalm ente y de modo pasajero a una cierta noción de su ceguera, lo olvidan de inm ediato. Sin embargo parece haber ciertos defectos de rendimiento en cuya propia esencia está el ser difícilm ente advertibles, de m anera que la no ción que entonces falta no necesita ser signo de la destrucción de la enferme d ad . Así describe Pick ( *) : “E l.afásico amnésico busca las palabras que le faltan, tiene constantem ente la sensación de lo incom pleto de su discurso, .en cam bio el afásico que habla en estilo telegráfico o en infinitivos no se detiene ni por un mom ento en su discurso, no tiene en general el sentimiento de que falta algo en sus expresiones, que tendría que buscar (tam bién en los casos en que tiene la conciencia de su defecto de len g u a je)” . Así se observa la abundancia parafásica de los afásicos sensoriales que no parecen darse cuenta en m odo alguno de que no se les comprende, mientras los afásicos motores son parcos en palabras, hacen ensayos para hablar, pero en la conciencia de la imposibilidad se detienen y renuncian.
2. T o m a d e a p t i t u d e n l a s p s i c o s i s a g u d a s . En una psicosis n u n ca hay plena noción duradera. D onde ésta existe siempre, no hablam os de psicosis, sino de psicopatía. Algunas manifestaciones son justamente juzgadas, pero por lo demás innum erables manifestaciones m ór bidas no son reconocidas como tales y aparecen en cambio sentimientos de enfermedad, cuyo contenido es falso, incluso síntomas de enferm edad. Así, por ejemplo, cuando el m elancólico se tiene p o r corporaím ente podrido y contagiado, y el paranoico opina que el curso de su pensam iento es p ertu r bado p o r m aquinaciones externas. Los enfermos dicen: “Yo no sé si estoy lo co o no... Yo veo no se qué, ¿es fantasía?.. N o sé lo que esto debe significar, ¿estoy em brujado o no?” Pero en psicosis agudas hay estados transitorios de am plia noción. Así, vuelve un enferm o en sí, p o r un m om ento, de sus vivencias fantásticas, com prueba que está en el hospital y tra ta de acelerar incluso su traslado al m anicom io. Al comienzo de los procesos se encuentra a veces u n a buena noción de enferm edad, corrección de ideas delirantes, apreciación exacta de voces, etc. y se podría creer en la curación o en un es tado psicopático benigno. Pero esa noción es por lo com ún pasajera. Se pue de observar ocasionalm ente u n a oscilación dentro de pocas horas o días. A veces aparece entre el vivenciar esquizofrénico, repentinam ente, u na con ciencia clara. Los enfermos describen después: “N uevam ente vuelvo a ser consciente u n m om ento de mi perturbación55, o bien o tro : “Entonces me lie(1)
P ick: Agram m aliscke Sprackstárungen, p. 54.
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gó repentinam ente a la conciencia lo absurdo de todo el asunto” . Así, la noción m om entánea es m ucho m ás am plia de lo que parece según el conte nido de la m ayor p arte de las manifestaciones del lenguaje: La señorita B, declara que no está enferma, que está realmente embarazada que no es ninguna fantasía, es espantoso que se haya vuelto así, que el futuro es terrible. N o sabe qué hacer en sus preocupaciones. Pero después de unos minutos explica espontáneamente que eso ha pasado siempre antes (tuvo diversas fases idénticas curadas).
En los estados psicopáticos en que el enfermo, por lo general, es domi nado, existe sin em bargo al mismo tiem po u n a noción. Así describe Von Gebsattel la noción de enferm edad de u n a enferm a anancástica con estas palabras: “Distingue lo enfermo de lo sano en ella, se siente doble y sostiene que un d ía se derrumbará todo su sistema com pulsivo “com o un castillo de naipes” o des aparecerá “com o un duende’'. Entretanto “le caen las. escamas de los ojos” — -lo ve todo “de modo por com pleto natural y real” y tiene un fuerte sentimiento de dicha, aunque sólo por momentos. Es entonces com o si saliese del teatro, “los basti dores están sueltos” . Sostiene que escapará algún día a la enfermedad o despertará de ella como de un sueño”.
3. T o m a de (a c t i t u d c o n r e s p e c t o a l as p s i c o s i s a g u d a s p a s a d a s . .Todavía más im portante que durante las psicosis agudas, es la actitud del enferm o con respecto a la psicosis pasada, por el contenido de los juicios expresados, que engaña ta n fácilmente, p a ra pene tra r en la actitud real, si no se quiere adm itir engaños sobre todo el cuadro mórbido. C iertam ente, la noción com pleta del enfermo, p o r ejemplo, des pués de un delirio febril, después de una alucinosis alcohólica, tam bién de u n a m anía, ofrece u n a im agen m uy clara: los enfermos explican sin vacila ción, con referencia a todos los síntom as singulares que tuvieron estando enfermos. H ab lan libre y francam ente de los contenidos de la psicosis, que les son enteram ente extraños e indiferentes, sobre lo que ellos, como sobre al go que no les pertenece, hablan libre e inocentem ente, incluso quizás ríen. Sólo deducen de su noción consecuencias comprensibles: inquietud ante la repetición, inquietud a causa de la violencia de la internación, etc. F rente a esto no son raros los casos en otras psicosis, especialmente en las esquizofrénicas, en las que los juicios expresados, objetivam ente honestos,: parecen dem ostrar plena acción, que en u n exam en m ás detenido vemos que no existe.. Los enfermos declaran que h an tenido una enferm edad m en tal, que están persuadidos de la irrealidad de los contenidos, que se sienten; ahora nuevam ente sanos. Pero no hablan librem ente de todos los contenidos de la psicosis, y lo hacen sólo cuando quieren y se advierte en ellos u n a exci tación inadecuada al ser interrogados respecto de los mismos. Se ruborizan,
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palidecen, transpiran, eluden finalm ente las respuestas y sostienen que no quieren p enetrar m ás en ello, que les pone intranquilos. D e esos casos a otros que rehúsan simplemente la información, hay todas las transiciones. Luego se advierte ocasionalmente que algunos detalles (persecuciones, etc.) son m antenidos realm ente, y que se les escapan expresiones como: “T eórica mente puedo d u d a r si era real o n o ; pero prácticam ente no, de lo contrario estaría encerrado p a ra siempre”., y otras. E n estos casos no se puede hablar de plena noción de enferm edad. L a personalidad de estos enfermos h a sido definitivamente alcanzada por los contenidos de la psicosis — a veces inad vertidamente— y no son capaces de considerarla objetivam ente, como algo por entero extraño; sino que sólo lo hacen aparecer como algo molesto, “li quidado” . E n otros casos, no es n ad a desagradable p a ra los enfermos el recuerdo de su piscosis aguda. H ablan incluso de su pesar, por el hecho que : Jos recuerdos se les desvanezcan lentam ente. No quisieran olvidar en modo alguno en su vida el rico vivenciar. Gerard de Nerval comienza la autodcscripción de su enferm edad: “Quiero intentar describir las impresiones de una larga enfermedad, que se ha desarrollado en los misterios de m i espíritu; y no sé por qué me sirvo de la palabra- “enfer medad” ; pues nunca m e he sentido mejor por lo que a mí mismo se refiere. Ade más sentí redoblaba m í energía y mi capacidad. Me pareció como si lo supiese y lo comprendiese todo, la im aginación me produjo infinitos goces. ¿H ay que deplorar haberlos perdido cuando se ha recuperado eso que los hombres llaman : razón?”
4. T o m a de a c t i t u d en las e n f e r m e d a d e s c r ó n i c a s , Los contenidos de las manifestaciones del lenguaje engañan en los estados psicóticos crónicos al d a r la im presión de u na am plia noción de enferm edad: Enfermos con trastornos paranoides incurables del grupo de la dem encia pre coz, hicieron, por ejem plo, las siguientes observaciones. La señorita S.: “Padezco de paranoia secundaria” ; “padezco de la paranoia alucinatoria de K rafft-Ebing, tengo la impresión de estar transtornada” ; “padezco d. paranoia sexual, doctor, mi texto procede de 1893, entonces no había dem encia precoz” . El obrero S. res ponde a la pregunta sobre si está enfermo: “No me expreso al respecto. Tropiezo con uh blindaje que es la incredulidad. Para el mundo esto es delirio. El mundo quiere lo real. N o puedo demostrar nada, lo m antengo para mí, de lo contrario caigo para siempre en el m anicom io” . Después de una excitación lo explicó el mismo “todo como nulo e insignificante, como espejismo; yo sólo creo lo que veo, este es el verdadero principio de la cultura moderna” . Otro enfermo respondió a los reproches: “Yo puedo hacer eso, estoy loco” .
A unque tales expresiones pueden hacer presum ir u na am plia noción de enfermedad, ella falta plenam ente en los enfermos. Estaban convencidos en el mismo m om ento de la realidad de sus contenidos delirantes y no deduje ron tam poco en m odo alguno consecuencias de su noción aparente. Sim ple
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m ente h an aprendido lo que opinan los psiquiatras y las otras personas, y expresan lugares comunes correspondientes que no dicen n ad a por sí mismos. e) L a voluntad de enferm edad. P or la autoreflexión puede el hom bre verse a sí mismo, juzgarse a sí mismo, tener influencia form ativa sobre sí. En todas estas direcciones se d a n las fuerzas contrapuestas; el hom bre quiere ser transparente p a ra sí m ismo o quiere ocultarse, engañarse y encubrir la realidad. H ay en la esfera de lo patológico una voluntad, un impulso instintivo a la enferm edad y algo opuesto, la conciencia de la salud. L a voluntad puede intervenir en lo psíquico, puede obscurecerlo o puede ilum inarlo, puede detenerlo o entregarse, elevarse en algo o reprim ir algo. Estas posibilidades se m antienen frente a la propia enferm edad, en tanto que Ja enferm edad no es sólo u n decurso biológico objetivo sino igual m ente un decurso subjetivo de la conciencia de enferm edad. Y esto no sólo es un espejo paralelo, indiferente de la conciencia, sino un factor activo, m iem bro en la enferm edad misma. En las enfermedades corporales objetivas, el decurso es típico: un sentimiento de incom odidad, y de perturbaciones no es resconocido todavía com o enfermedad. El juicio: “estoy enfermo” crece en una transformación radical de la conciencia vital de sí mismo, sea por derrumbamiento de la capacidad de función, que im pone la actitud del trabajo, sea por fallo m édico. Lo que hasta entonces sólo era molesto, pero no tenía significado, es ahora síntom a importante y objeto justificado de la atención. El individuo se inclina al o bien esto o bien aquello, sea sano o enfermo. Si juzga que está sano, eso significa para él, frente a m olestias: no preocuparse de ello. Si juzga en cambio que está enferm o, su incom odidad, su dis m inución funcional es m otivo de la aspiración a ser mim ado, cuidado, curado. C om o no sólo hay enfermedades corporables palpables sino el rico intercam bio de; m anifestaciones somáticas y psíquicas, la actitud básica del individuo es "de signi ficación a veces decisiva para el decurso de los fenóm enos somáticos mórbidos.
El “no preocuparse de ello” y el autodom inio en el m antenim iento de la vida norm al, no sólo está frente a la dominación forzosa p o r la enferm e dad somática, sino tam bién frente a u n a entrega totalm ente inadvertida a la enferm edad, que a veces se m anifiesta justam ente como voluntad de enfer■> m e dad, p a ra lograr su finalidad. Los enferm os quieren ser compadecidos, causar impresión, eludir obligaciones de trabajo, tener u n a indemnización, provocarse sentimientos fantásticos de placer. E sta entrega y esta voluntad no sólo juegan u n gran p apel en las anom alías corporales neuróticas, sino tam bién en el desarrollo de los ataques en la “pseudología fantástica” (men tiras fantásticas creídas p o r u n o mismo y ligadas a las acciones consiguien tes) y de otros fenóm enos histéricos. Después de u n a fase inicial intencio nal, tales enfermos son dom inados p ronto incluso contra su voluntad, por la enferm edad, que luego tom a su propio curso (p o r ejem plo las psicosis car-
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G ENERAL
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T am bién puede entregarse uno a u n a excitación m aníaca de m oderado y elevarla, o puede dom inarla.
c ela r ía s). grado
Hay personas que tienen necesidad de estar enfermas; cuando aparece algo patológico lo cuidan con esmero, dicen instintivamente que sí, mientras la conciencia exige tratam iento m édico y curación. L a enfermedad se vuelve para ellos conte ni do de vida, m edio para jugar un papel, para poner a otros' a su servicio, para adquirir ventajas y eludir las exigencias de la realidad. D icho en general: estos individuos quieren saber aprehendido lo responsable, lo comprensible, com o proce so meramente causal. Otros tienen la necesidad o e estar sanos en todas las cir cunstancias, de ser juzgados como sanos. Prefieren buscar en sí la culpa de un mal antes que sentirse sometidos a un proceso de enfermedad. N o dejan desarro llarse, por ejemplo, fenómenos nerviosos^ pues se iluminan siempre a sí mismos. No quieren dar validez a lo puramente causal, com o lo no libre, sino en lo posi ble transformar m ucho en algo comprensible, responsable, es decir libre. Cuando han asumido, sobreexcitados, tal posición en situaciones anormales, puede ser para ellos una redención si pueden estimar algo com o ‘‘enfermo” . Para el desarrollo de estados corporales morbosos, bajo la cooperación de una tendencia a la enfermedad, es aplicable una frase de Charcot: hay un m om ento, éntre la enferm edad y la salud que parece depender del enfermo. Q ue el com portam iento psíquico tiene una influencia en el trastorno corporal, no puede dudarse. A lguien recibe por teléfono noticias dolorosas. Cuando descuel ga eí auricular, siente el brazo y la mano cansados. Al escribir aparece el calam bre del escritor. Por la obligación del em pleo, la perturbación ha desaparecido después 'del sueño. Sin embargo, puede quedar en pie y volver a aparecer ante la más m ínim a excitación. U n enfermo siente las sensaciones “en el brazo” cuando le es presentada una situación opresiva, perjudicial para él. U n enfermo con akinesia álgera informa a M obius “que el pensar en el propio estado le parece des ventajoso. T rata por eso violentam ente de concentrar su atención sobre lo objeti. vo. Pero antes de dormir y después de despertar no consigue esto de manera sufi■■cíente. Luego siente, por decirlo así, que sus pensamientos atraviesan sus miembros y percibe cómo éstos se volvieron sensibles” . Cómo puede ser fijada y desarrollada una transposición en las manifestaciones corporales por una voluntad más o menos clara, es lo que trata Kretschm er de evidei liar í 1). Se puede observar en uno mismo, cómo se m anifiesta el mismo re flejo patelar con diverso vigor según que la voluntad tienda o no a un fortalecimiento. Este })fí>ceso normal reaparece en algunos fenómenos histéricos. Primero surge aquí un reflejo emotivo agudo (por ejem plo un tem blor). En su punto culm inante inicial apenas, se puede reprimir. Luego retrocede el vigor del reflejo y ahora es fácilmente accesible al fortalecim iento voluntario. Luego se vuelve más tenaz por el hábito, se hace progresivamente más violento y finalm ente no se puede repri mir ya, aun con la mejor voluntad. L a voluntariedad es capaz de fortificar el reflejo en el m omento y d e . introducir el reflejo por repetición.
f) propia
Sobre el sentido y las posibilidades de la actitu d an te Ja enferm edad. K ierk eg aard escribió por experiencia propia esta
(1) K r e t s c h m e r : “ Die Gesetze d er willkürlichen Reflexverstärkung in ih re r Bedeutung für das Hysterie u n d Sim ulationsproblem ” . Z. N eu r., 40, 354. A unque K r e t s c h m e r destaca también una relación, no hace falla ad m itir en seguida la generalización absoluta de ésta y negar con «lio la existencia de la histeria.
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frase: “Es, y queda, sin em bargo, como la m ayor tribulación cuando un individuo no sabe si sus sufrimientos son una enferm edad del ánim o o” pecados” . Las categorías burdas con Jas que distinguimos y aprehendem os psicopatológicam ente, no pen etran en el fondo del ser hum ano. H ay allí una fuente desde donde parece que él puede liberarse de todo lo que acontece, de lo que le ocurre y de lo que, en tanto que se distancia, no es él mismo,.Tal disposición, tal generación, tal raza, tal edad, tal enferm edad — aunque sea la esquizofrenia— todo es de a’gún m odo él mismo, en tanto que está liga, do inextricablem ente a ello. Pero puede contraponerse a todo, tom ar acti tud, en lugar de identificarse ( “yo soy así” ), m ás bien aceptarlo como dado a él y realizar tan solo, en la posesión de aquello, lo que es propiamente como él mismo. Pues entonces tiene que com prender su realidad, interpretar en el aprehender, experim entar su contenido, en tanto que produce el senti do de lo dado. Luego tiene que d u d a r de lo que es provocado por la naturaleza que se agrega y de lo que es provocado por él mismo, de lo que es sin sentido y de lo que tiene sentido y qué tareas le h a n sido presentadas, propiam ente con la situación de hecho. L a interpretación comprensiva apropiadora no tiene fin Es sólo u n dom inio lim itado el que puede ser consciente objetivam ente como obligatorio, más allá de eso que la aprehen sión y la posición del individuo ante sí mismo está en un m ovim iento infi nito. Las categorías desarrolladas en su m undo y las imágenes del ser hum ano le señalan los carriles.. Pero por encim a de su saber expresivo eventual, está el m odo de su com portam iento, que, inobjetable en relación con su esencia, está d e u n a m an era esclarecedora del todo, no p o r el que juzga, en virtud del hecho dado, de hecho comprensible: si es la renuncia y el resignarse, si es el am or al propio fundam ento o el odio a uno- mismo en el propio fundam ento, si es la autodisciplina m etódica, que sólo forma, o la acción interior en que el individuo se aproxim a a sí mismo p o r mi acción. Si m antenem os presente esta situación básica del ser hum ano, breve m ente recordaba, tendremos que contar — aun cuando claram ente, sólo en raros casos de excepción— con la posibilidad del com portam iento altamente significativo, surgido de la seriedad de u n a existencia histórica, incluso allí donde al comienzo no vemos quizás más que esquizofrenia, y donde en el conocimiento científico, en verdad, n a d a vemos tam poco, pero podemos per cibir bien los límites de nuestro conocimiento. L o que llamamos la toma de actitud del enferm o ante su enferm edad, está en la polaridad de ser un saber objetivo en relación con el proceso patológico o u n a apropiación comprensiva en relación con el fondo de la p ropia existencia. A quel saber
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es, según el sentido, idéntico al conocimiento médico. El enferm o puede leer libros o ser incluso u n psiquiatra y aplicar el punto de vista científico de la aprehensión. Esta ”apropiación”, en cambio, está sólo en el centro de un estar en el m edio de la acción comprensible, que justam ente puede desarro llarse más p u ro en el conocim iento más acabado. Tenemos que cuidarnos, como estudiosos, de convertir en cartabón p a ra todos el térm ino medio. Lo que existe oculto y apenas sensible en el individuo como individuo, en todas partes como posibilidad, no necesita adquirir expresión m ás que en casos raros. De lo que es límite p a ra el conocimiento del individuo, de su existen cia surge lo que en toda enferm edad puede oponerse en él todavía como a otro, pero que se identifica a sí al mismo tiempo en contenidos que esta rnos inclinados a llam ar morbosos. U n constante d a r sentido, interpretar, referir de aquello que nos parece objetivam ente tener su fuente en el proceso de la enferm edad, no significa, sin más, falta de noción de enferm edad. Kierkegaard fué al médico “p a ra no eludir la instancia hum ana” , supuesta- ménte tam bién con el impulso de poder reconocer clara y obligatoriam ente como morboso lo que p a ra él era pecado. Fué hondam ente decepcionado, por supuesto. Las categorías médicas se com portaron, presum iblem ente, ante . sus experiencias, como el lenguaje de los botoc.udos con respecto a la filoso fía platónica. Pero aún cuando se hubiese encontrado con el más alto ni^el de la aprehensión psícopatológica, no h ab ría ocurrido, en principio, de otro : modo. Lo que fué experim entado con to d a seriedad en la conciencia más clara como tra to de Dios con él en lo escondido, que nunca perm ite saber definitivamente, lo que Dios h a dicho y pensado, no puede ser escamoteado en un saber científico de u n m ero proceso natural. P ara el psicopatòlogo queda, sin embargo, el saber fronterizo. Proce de radicalm ente contra el sentido cuando postula, en lugar del proceso pato lógico, de naturaleza em píricam ente comprobable, u n acontecer básico de la alteración de la existencia. L a existencia es intocable por la experiencia y el saber psicopatológico f1) .
(1) Sería de alto interés conocer a fondo en su aparición casos_ de autoínterpretación, e n : los que intervienen motivos exístcnciales y con ellos motivos religiosos. Del contacto médico de K i e r k e o m r d sabemos poco. La autoaprehensión de N i e t z s c h e en relación con la enfermedad es en cierto ruodo fecunda (ver mi N ietzsche, p. 93-99), E n la literatura psiquiátrica, ver: G a t / p p , R .: “ Ein cyelotliymer Psychiater über seine seelisc.hen K rankheitszciten". Z. N eu r.t 166, 705.
C
El
conjunto
de
las
a p it u l o
relaciones
cuarto
comprensibles
(caracterología)
§ 1. L a lim itación del concepto E n todas partes ja prim era exigencia en la psicopatología consiste en servirse claram ente de conceptos precisos. Pero ningún concepto es em plea d o tan am bigua y variablem ente como el concepto de la personalidad o del carácter. a j El ser del carácter. Vemos el carácter en el modo especial en que el individuo se m anifiesta, se m ueve; en su m anera de experim entar situaciones, de reaccionar a ellas; en la m anera como am a, siente los celos, conduce su vida; en las necesidades que tiene y en el anhelo que le es propio; en los objetivos que se propone; cómo form a ideales y cuáles; en los valores que le atraen ; en lo que hace y produce; en el modo como actúa. E n u na palabra: llam am os personalidad al conjunto individualm ente distinto y característico de las relaciones comprensibles de la vida psíquica. Con ello hacemos delimitaciones: 1. N o todo lo comprendido lo atribuimos a la personalidad. C om pren demos, por ejemplo, en general y sin ninguna relación personal, cómo u na impresión repentina de los sentidos atrae la atención; com prendem os el poder fascinante de lo nuevo, etc. Todas aquellas relaciones psíquicas que consideramos aislada p o r sí, que no señalan la comprensión, sobre ellas mismas, de relaciones del conjunto o del todo, que tenemos en la m ano como fragm entos que son vistos p o r sí desdé dentro, no las atribuim os a la personalidad. Decimos, precisam ente, que todos esos procesos tienen algo típicamente impersonal, aunque los comprendemos. C uando el acontecer psíquico está compuesto exclusivamente de tales fragm entos, com o en las psicosis agudas ya conform adas, no hablam os más, en general, de persona lidad (la cual se advierte todavía en la perplejidad, en los juicios re p en te nam ente claros com o esencia individual en el trasfondo del proceso ag u d o ). El alm a, en tan to que la tomamos sólo como conciencia y vivenciar en general, no es el carácter, sirio sólo lo general de todo existir psíquico. C arácter y personalidad es ta n solo por la totalidad del contenido de un individuo.
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2. N o siempre hablamos, en la totalidad de las relaciones comprensibles de personalidad. Comprendemos, por ejemplo en los idiotas profundos, la fuga ante un objeto aterrad o r y nos formamos u n a im agen total de las rela ciones comprensibles de su vida psíquica. Y sin embargo apenas io conce bimos como personalidad. T iene que existir en el individuo que es perso nalidad, un sentimiento de sí mismo, un sentimiento individual del yo. Got\ ello no nos referimos a la conciencia abstracta del yo, que acom paña de m anera idéntica a todos los procesos psíquicos, sino al sentimiento del yo consciente de sí mismo como de u n yo especial en su historicidad. Está fron te a la m era conciencia del yo la conciencia de la personalidad. No hay p ^ . sonalidad sin conciencia de sí misma. Allí donde, frente a las etapas infe riores de la vida psíquica, cesa esa personalidad, cesa tam bién la caracterologia. U n a caracterología de los animales, sea de las especies, sea de ios individuos (por ejemplo de los chim pacés), es algo fundam entalm ente distinto: una'com prensión por, analogía de sus usos y modos de compnrtamiento, inconscientes de sí mismos. 3. N o todo lo que varía individualm ente lo atribuimos a la personali dad, tampoco las variaciones individuales del mecanismo psicofísico que sir ve de cimiento a ]a personalidad. Todas las capacidades funcionales, cnpaciclados de la m em oria, fatigabilidad, capacidad de rendim iento, etc., todas estas cualidades básicas del mecanismo psicofísico, todas las dotes, la inte ligencia, en una p alabra todos los intrum entos que son condiciones de la personalidad y de su desarrollo, pero no ella misma, no hemos de confundir las con la personalidad, si queremos distinguir lo relacionado comprensible m ente en sí de lo eventualm ente incomprensible. Especialm ente la estrecha conexión m uiua entre inteligencia y personalidad no debe llevarnos a inter pretar ambas como u n a sola cosa. A quella es u n a herram ienta que podemos exam inar, medir, valorar en sus funciones, esta es u na relación consciente de sí en el yp; aquélla es u n m aterial pasivo, ésta la personalidad activa, en cuyas m anos se configura aquel m aterial según sus intereses, objetivos y necesidades : aquella es u n a condición por la cual ta n solo es posible esta personalidad y puede desarrollarse, ésta es u n a fuerza que hace trabajar tan sólo a aquella herram ienta, que sin ella se m alograría inaprovechada. El concepto de dem encia o de debilidad m ental, según se emplea comúnmente, se refiere tanto a u n a destrucción de la inteligencia como a u na destrucción de la personalidad. Resumiendo podemos decir tam bién: todos los procesos psíquicos y manifestaciones, en tanto que señalan por encim a de sí u n a relación indivi dual y totalm ente comprensible, experim entada p o r u n individuo con la conciencia de su particular yo íntim o, constituyen la personalidad.
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b) E l devenir del carácter. Con estas discusiones se aprehenderá ja p er so n a lid a d o el carácter como un ser, que es como e s, que existe origi n a r i a m e n t e desde el nacim iento, y no se altera esencialmente, sino que sólo m uestra que se vuelve consciente de sí mismo, pero nada produce. Sin em bargo éste es sólo u n aspecto que se vuelve falso: El carácter es igual m ente devenir y haber devenido, es lo que en el m undo se realiza por Jas situ a c io n e s, las ocasiones y problem as que se le h an dado. El carácter es, con sus motivos históricam ente dados, el " producirse” del hom bre en el tiempo, no sólo la acuñación de u n ser-así definitivo en la apariencia del transcurso del tiempo.. El carácter es tan sólo evidente en la biografía, que abarca el curso de la vida con sus posibilidades y decisiones. El pensam iento caracterológico es por tanto necesariam ente am biguo; tomo toda la psicología comprensiva. C om prueba lo que es así y se con vierte en u n conocer. Esclarece lo que puede, s&r y se convierte en u n 11amatlo a la libertad. c) El c a rá c te r comprensible y lo incom prensible. E n el conocer Comprensivo penetram os en lo incomprensible. El conjunto eventual de las "relaciones comprensibles está fundado en lo incomprensible. Desde fuera es la realidad del m undo, que se aproxim a al individuo aislado, y determ ina desde el nacim iento to d a su vida por lo que d a y lo que contiene, lo que impone y lo que d e ja libre. Desde dentro eso incomprensible es, por una parte la disposición biológicam ente dada, por o tra la libertad del hom bre cómo “existencia” posible. Lo últim o no es ningún objeto del conocimiento y de la explorabilidad; pero como psicólogos y psicopatólogos vemos al hombre solam ente en tan to que se vuelve objeto de investigación. Lo incom prensible, que en realidad lleva todo lo comprensible, tratam os de captarlo como algo biológico. 1. Ju n to a todas las relaciones comprensibles, a los movimientos im pulsivos y a los movimientos del ánim o (G e m u t), las reacciones, las .ac ciones, los objetivos e ideales, agregamos siempre u n a constitución, que se manifiesta en esos procesos actuales conscientes del alm a y en sus exteriorizaciones.. T am bién a esta constitución la llamamos personalidad. E n ella nos referimos a la disposición extraconsciente con respecto al conjunto de las relaciones comprensibles e interpretam os así que esa constitución de la personalidad — que es enteram ente incomprensible en las relaciones de sus manifestaciones—-hay que captarla como incomprensible en su existir real como u n todo y se puede explicar por ejemplo por las reglas de la herencia, como factor de u n a constitución. 2. Lo cim entador de la personalidad, que llamamos su libertad, no es ningún objeto, sino u n lím ite de la investigación. Se habla de que un indi
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viduo es “personalidad”, el otro no. Tales declaraciones son apreciaciones filosóficas, no comprobaciones empíricas. Im aginam os en ellas la seriedad, de la existencia de un individuo y podemos desarrollar m uy bien esclarecí m ientos filosóficos de su posibilidad, pero no adquirir u n conocimiento em pírico de su realidad. D e ias ideas de la existencia podemos construir idea* les que en seguida comprendemos tam bién como falsos filosóficamente. Significamos aproxim adam ente con la expresión “personalidad” u n ideal de la m ayor unidad en la m ayor riqueza del individuo, que se aproximé a este ser hum ano en su adaptación a las circunstancias objetivas de la vida. L a falta de contradicción en el pensam iento y la acción, la consecuencia, la confianza, corresponde a esa personalidad ideal. Es apreciada aquí la perso nalidad como pensador consecuente, como voluntad m otivada constante m ente sin contradicción, la personalidad como figura artística de la vida; Se h abla en este sentido de diversos tipos de personalidades ideales, por ejem plo del ideal del sabio, del santo, del héroe. Con todos estos conceptos de la personalidad no tenemos aquí absolutam ente n ad a que ver. De los límites de la investigación frente al hom bre no sólo debemos ser conscientes filosóficamente, sino que tenemos que conocerlos en interés de la investigación misma. No hay en verdad ninguna prohibición en la inves tigación; lo que puede ca p ta r de hecho, establecer, interrogar e investigar, debe hacerlo. Pero fracasa y se equivoca donde se im agina poder conocer demasiado, donde se im agina p oder saber el todo o saber fundam entalm en te. Donde el conocim iento fracasa, de m odo radical, el investigador puede saber que se abre un espacio en el que no aparece como investigador frente al hom bre, sino como hom bre con el hom bre como com pañero de destino. El hom bre como existencia es m ás que el todo de las relaciones comprensi bles y más que la totalidad de sus disposiciones biológicamente palpables. Todas nuestras discusiones lim itativas sobre el concepto del carácter o de la personalidad tienen algo en común. El carácter es siempre algo abier to, que señala a otra cosa. C orrespondiendo al “estar en el m edio” del objeto de la psicología com prensiva entre todas las m aneras de lo incomprensible, que tan sólo por ella se vuelve notoriam ente hecho típico, señala el carácter que comprendemos, prim ero lo incom prensible, de donde procede, es decir la constitución y todas las m odalidades de los hechos biológicos dados, y en segundo térm ino lo incom prensible, p a ra lo que el carácter que se transfor m a se convierte por decirlo así en h erram ienta y fenómeno, la existencia, el origen trascendente y el objetivo eterno del hom bre. E n el carácter no reco nocemos ningún definitivo ser en sí. Em pírico eventualm ente es en verdad el conjunto de las com prensividades, pero de m anera que hay en el indivi duo algo p o r lo que és constantem ente posible lo que em píricam ente es en
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extremo im probable. L a libertad puede comenzar en todo m om ento desde el principio y d ar otro sentido a todo. El carácter com prendido no es lo que es propiam ente el individuo, sino una m anifestación empírica, no cerrada. Lo que es el hom bre mismo, es su existencia ante la trascendencia, ninguna de las cuales es objeto del conocimiento por investigación. L a existencia no es asible como carácter., sino que se m uestra en caracteres, que no son defi nitivos como tales. § 2. Los m étodos del análisis caracterológico El análisis de caracteres es ejercido en conceptos similares y con m éto dos similares desdé hace largo tiem po por psicólogos, moralistas, filósofos y psiquiatras (1). Lo que distingue estas aspiraciones caracterológicas de la captación de u n a personalidad concreta, p a ra lo cual la caracterología pue de darle algunos elementos auxiliares, de modo que el caracterólogo tiene la tarea de c ap tar los tipos suscintos, esos esquemas que son claram ente transparentes en oposición a la personalidad concreta hasta en todos los renuevos, y de reducir a conceptos con ellos, si es posible, todo el radio en que se mueve la variedad hum ana de la personalidad. T od a personalidad es infinita en su realidad y posibilidad. Es cada vez la configuración de su contenido histórico por el destino, el oficio, la tarea, por la participación en la tradición espiritual, por la propia actividad espi ritual. Así en su totalidad concreta el individuo es objeto de las ciencias del espíritu y no es agotable en modo alguno por éstas. Lo que sacamos a relu cir en análisis psicológico captable, son medios de orientación relativa mente toscos. Actualizamos los métodos del análisis. a)r Conciencia,1de las posibilidades lingüísticas d e ' l a descripción. El lenguaje facilita los medios m ás ricos de auxilio p ara la caracterización de la naturaleza hum ana. Klages enum era en el idiom a alem án 4.000 p ala bras que designan lo psíquico y que están dirigidas a factores de la perso nalidad. Y Klages tiene ciertam ente razón en que los matices infinitam ente
(1) Un análisis de personalidades (caracterología) existe desde la antigüedad, por ejemplo los caracteres de T e o fra s to . Ver también B ru n s, Ivo: D as litera risch e P o rtra it d er G riechen. Berlín, 1896. K a n t (en su Antropología). Banhsf.M, J .: B e iträ g e zu r C h a ra k terologie. 2 vol., Leipzig, 1862 (de él procede la palabra caracterología). K la g es: P rin zip ien d<~r C h a ra kterologie. Leipzig. 1910, 7;-< y 8? ed., 1936, con el títuloi G ru n d la g en d er C harakU rku n d e. Ver también lus escritos enumerados anteriormente, en los1 que se acuña psicología comprensiva y en otro lugar acerca de 3a fisiognómica y la teoría de la expresión. En lo demás, hay sobre el tema una literatura difundida, muy diversa en valor, que degenera en lo superficial y supersticioso, en lo milagroso y en lo entusiasta, que desde 1920 ha crecido en cantidad. La caracterología no es hasta hoy ninguna djrccción clara, concisa de investigación, no es un método, sino un conglomerado en donde junto a los intereses científicos actúan otros intereses del todo diversos. Buen resumen crítico: H e lz w jg -P a u l: C harakterologie. Leipzig, 1936.
finos que abarcamos en Las denom inaciones singulares, h an escapado al uso común de las palabras y tienen que ser restablecidos conscientemente. Si el psicólogo tiene su dificultad en los dominios de lo psíquico interpretados como mecanismo, p a ra hallar sólo los términos suficientes, las tiene mayores aún p a ra hallar aquí, en la opresiva m ultitud, las diferencias más p ro fu n das y m ás teóricas de la personalidad. No es posible por tanto un sistema dom inante y de validez general de la caracterología, sino que sólo se puede aprender, en la elaboración de los análisis existentes y en la apropiación del lenguaje de las obras de poetas y pensadores, a captar psicológicamente en la comprensión inm ediata, a form ular lo captado, y se puede adqui rir movilidad, prudencia e im parcialidad en tales esfuerzos. Se puede volver uno consciente del m odo como el idioma, que dom ina inadvertida m ente tam bién todas las descripciones psiquiátricas — sólo que más o menos rico o mísero—, recorre en su sentido todas las dimensiones de las valora ciones sociológicas, morales, funcionales, estéticas, lleva referencias de la psicología de la expresión, significaciones corporales fisiognómicas, en ver dad sin sistema pero penetrado por u n a m ultiplicidad inagotable de siste m áticas posibles. L a conciencia del lenguaje es el constante recuerdo en la infinitud de la naturaleza hum ana. El arte de la descripción caracterológica y del análisis, en su m étodo no cimentable de ningún modo ni aprendido suficientemente, es dependiente del dominio de ese lenguaje y con él de los rasgos espirituales básicos de la época,.cam bia con las valoraciones generales y las m aneras de ver, y además con las posibilidades de vivencia de los individuos. b) l os conceptos de la caracterología son los de la psicología comprensiva. Se puede decir que to d a la psicología com prensiva es carac terología, en tanto que se refiere a las relaciones m últiples de las comprensividaaes en el hom bre entero y quisiera aprehender el especial “ser así” de individuos aislados. Por ello el esquema básico dom inante, involuntario, está en hacer ci m entar las comprensividades en “cualidades” perm anentes y en aprehender el carácter como una sum a o nuevam ente como u n a relación comprensible de cualidades. Las cualidades son lo perm anente que sirve de fondo. D eterm inadas m aneras de com portam iento son concebidas en función de la combinación de cualidades. Se desarrolla un juego sin fin de las com binaciones. P o r inevitable que sea este m odo de hablar, es u n extravío como fundam ento de la aprehensión caracterológica.. E n ella desaparece el movimiento del carácter y en especial la dialéctica de todo lo comprensible en las oposiciones. C uando queremos saber, p a ra com prender caracteres enteros y cerrados
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como u n a combinación de cualidades, p o r ejemplo, qué cualidades del carácter se presuponen m utuam ente p a ra nuestra comprensión o se contra dicen, qué cualidades están ligadas con determ inadas otras p a ra nuestra comprensión y que se excluyen, hacemos experiencias notables que enseñan que aquel objetivo es imposible. Correspondiendo a la com prensividad equivalente de los oponentes en to d a la psicología comprensiva, está lo contrapuesto ligado entre sí justam ente. L a vida comprensible se desarrolla en las oposiciones. Lo com prendido es p o r decirlo así extinguido, cuando se fija unilateralm ente, excluyendo u n polo. L a fuerza de lo viviente es la conexión de las oposiciones, la superación hacia el todo, no hacia la unilateralidad finita. El valor está en el m iedo superado; el que sólo es valeroso, no tiene propiam ente ningún valor. L á consecuencia de esta relación básica de la oposición es que toda construcción típica ideal de cualidades del carácter o de caracteres se hace en parejas de oponentes. M ientras el análisis empírico del carácter encuentra confirm ada en todo m om ento, en la complicación infinita de todo individuo particular, la frase : no es u n libro elaborado, sino m ás bien un ser hum ano con su contradicción, es el signo de las posiciones construc tivas — que p o r su p arte son el m edio ineludible de la investigación em pí rica— el que se m uevan en tales oposiciones polares. Pero esto significa que no son realidades de clases de caracteres, sino construcciones ideales de tipos, con los que se pueden com prender a veces ciertas relaciones. A ciertan a puntos de vista de la comprensión, no a las substancias del ser. L a constnicción caracterizadora dirigida está por ello abierta frente a la realidad deí individuo. N o es diagnóstico definitivo del “ser así” , sino u n llam ado a su libertad del poder ser frente a todo individuo que se com prende tam bién a sí mismo. U n absoluto “ser asi” en el sentido de la com probación definitiva es siem pre el límite de nuestra comprensión. El “ser así” no es nun ca afirm able con seguridad p lena en relación al porvenir de un individuo, en la ojeada a u n a biografía, tam poco se puede fija r más que en relación con la m anifestación realizada efectivamente, con desconoci m iento tanto de la libertad y de la decisión como del azar. N o hay ningún carácter cerrado. C arecerían de vida y de posibilidad si fuesen fijados unilateralm ente, term inados y hechos por decirlo así automáticos. E n el pensam iento caracterológico correrá por tanto el cam ino sobre la adm isión p asajera de “cualidades” p a ra su fusión en el m ovimiento de lo comprensible. Pero será siempre u n defecto básico de la caracterología una acomodación en “un ser así” con cualidades. c) T ipología com o m étodo. Si consideramos u n a cualidad como un algo perm anente, que com prendem os en sus m anifestaciones, en sus modos
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de relación, en sus imágenes de expresión y en sus m aneras de com porta miento, desarrollamos u n tipo. Construim os la cualidad con todas sus consecuencias, reconocemos la concepción total como algo evidentemente coherente. C uando hacemos de u na o de varias de esas cualidades el fundam ento de una concepción total abarcativa, cuando perseguimos una relación comprensible en su efecto sobre todos los hombres, vemos cómo se comunica a todo lo que el hom bre experim enta y hace, esbozamos así tipos de caracteres. Tales tipos son, aún cuando sólo se presenten en la experiencia, frente a individuos reales, tipos ideales. Se vuelven notorios ya por un solo individuo en plena generalidad, no son abiertos ni abstraídos, sino contemplados dejando de lado lo que no pertenece a ellos. No surgen como térm ino medio por recuento de frecuencias, sino como formas puras, que en realidad sólo se presentan aproxim adam ente como casos fronterizos clá sicos. Su verdad la entrañan a través de la relación del todo comprensible en si, su realidad la tienen aparte aquellos casos fronterizos raros, en la apa rición fragm entaria del tipo que en realidad no es restringido por otros factores no comprensibles en función del tipo mismo, y que por tanto no llega g’obalmente a la manifestación. Todo tipo se puede aplicar a todo individuo. Sólo se ajustan más o menos adecuadam ente los individuos’ a los diversos tipos. Los tipos están en relación entre sí, de tal modo que los contrapuestos no se excluyen en la realidad del hombre particular, sino que están ligados precisamente uno a otro. El sentido de los tipos hace imposible que un hombre sea suficiente y justam ente com prendido por su subordinación a un tipo. Lo que corres ponde más o menos a un tipo, es en un individuo concreto siempre sólo un rasgo de su esencia; que se ilum ina en verdad en una aprehensión coordina dora, ilum inadora, pero que no alcanza al hom bre mismo. Muy diversamente es el sentido del tipo, cuando se piensa, no como tipo ideal, sino como tipo real. Pero la realidad del tipo arraiga en un hecho dado incom prendido, en una causa biológica, en una constitución, cuyo resultado es establecido y sólo en parte com prendido por la obser vación de las frecuencias de la aparición. E n t r e tipos id eales y tip os reales h a y ciertas im á g e n e s in tu itiv a s de c a ra c te re s q u e se h a n
acum ulado
en la e x p e rie n c ia y p o r el m o m e n t o
:;finr:nr. u n a validez sin q u e re h a y a v u e lto claro r e a l m e n t e su p rin cip io.
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§ 3. Ensayos de divisiones caracterológicas básicas Si se hace pasar las caracterologías ante sí, se adquiere la impresión de una infinitud. Casi todo au to r cree haber com prendido la esencia del hombre, defiende su esquema con u n cierto absolutismo y actúa sobre el lector no crítico, al comienzo ilustrativam ente. Pero las diversas caractero logías se distinguen considerablem ente por el nivel de la instrucción, p o r la fuerza de intuición y ante todo p o r la profundidad de la metafísica, ligada a la idea presupuesta del ser hum ano. A la presentación del pensam iento caracterológico correspondería u n a concepción histórica de los tipos hu m a dos vistos cada vez p o r los caracterólogos. En todo tiem po se im ponen las configuraciones dom inantes de la concepción del m undo como estructuras esenciales del ser hum ano, adem ás como modelos y contramodelos, como ideales del bien y del m al. Aquí debe recordarse sólo la existencia de u n a interminable literatura en la que tales modos de pensar m uestran sus for m as. Lo que es im portante p a ra nosotros, es lo siguiente: a) Figuras singulares. Por anticipado el fundam ento de toda carac terología es siempre la concepción viviente de figuras individuales, que se graban inolvidablem ente y están presentes en la fantasía. Es ineludible tener ante los ojos figuras de los poetas, figuras históricas, que se h an vuelto accesibles biográficam ente, personas vivientes con las que tropezamos. L a riqueza de nuestra visión interna de tal especie, que adem ás es previa a toda conceptualidad, y sin em bargo puede ser extraordinariam ente vivaz, es el supuesto previo del pensam iento caracterológico. E nsanchar constan temente esa visión y ahondarla, es u n a exigencia a todo psicopatòlogo. El conocimiento en el sentido científico comienza con la tendencia al concepto y al ordenam iento sistemático y la com paración m etódica de la imagen y de la experiencia. Los ordenam ientos son de naturaleza diversa: esbozo de tipos ideales, sistemática de la construcción general del carácter, exhibición de tipos reales. b) Tipos ideales. Las tipologías como ordenam ientos de tipos idea les esbozan las posibilidades caracterológicas en u n a m ultitud de oposiciones polares. L a autoafirm ación y la entrega de sí mismo, alegre y triste, extravertido e introvertido, etc. E n todas las tipologías caracterológicas se ve sin excepción el esquem a de los oponentes. L a tarea consiste en alcanzar las parejas de oponentes en lo posible con precisión, determ inarlas en su sentido y conocerlas, no confundirlas con la realidad del hom bre, ante todo: no d ejar fluir confusam ente todas las Dare-
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jas de oponentes en u n a g ran oposición (*). U n a caracterología ideal contendría u n a sistemática ordenada de todas las oposiciones posibles agudam ente determ inadas, lo mismo que la m atem ática de lo comprensible contiene el análisis em pírico ilim itado. El simple esquema de la oposición se refina cuando las “cualidades” comprensibles se extienden pluridim ensionalm ente en función de u na oposición. Así, p o r ejemplo, son pensadas oposiciones, cuyos dos aspectos son valorados positivam ente: ahorrativo y generoso; ambos polos corresponden a form as derivadas: codicioso y derrochador. O entre los polos extremos es pensado lo reflexivo, verdadero y vital como lo m ediano, esto nueva m ente o bien antidialécticam ente como cuantitativo unívoco que elude los extremos, o bien dialécticam ente como u n a u nidad abarcativa tendida en sí, que incluye los extremos como posibilidades perm anentes de la pérdida (A b fa ll).
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En tales construcciones de tipos ideales se m uestra que el tipo total even tualm ente sintético no se puede describir en m odo alguno claram ente, mien tras que los tipos unilaterales contrapuestos son unitarios y claros. Pero esta í unidad h a sido conseguida p o r el hecho que el tipo unilateral es también :p siempre u n tipo defectuoso; el carácter claro, unilateral, cerrado, u n carác- í, ter que hay que ap reciar negativam ente, p o r decirlo así atollado. Lo característico captable se convierte como tal en frustración del ser hum ano. c) C onstrucción del c a rá c ter en general. El ordenam iento en construcción del carácter en general lo h a intentado del modo m ás eficaz K l a g e s . S u caracterología sobresale indudablem ente entre los ensayos hechos hasta aquí. D istingue los caracteres form ales de la personalidad, que llam a estructura del carácter, de las cualidades de la personalidad, sus instintos, aspiraciones, intereses.
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E n la estructura de la personalidad hay que distinguir nuevam ente tres ; cosas: 1. E l tiem po de la excitabilidad sentim ental, es decir la duración de ■ las olas sentimentales, la fuerza de la reactividad. Estas son las diferencias del “ tem peram ento” , que oscilan entre el flem ático y el sanguíneo. 2. El estado de ánim o vital, la disposición predom inante, que oscila entre lo m elan cólico y lo eufórico, entre lo díscolo y lo éucolo. 3. Las cualidades form ales de los procesos volitivos oscilan entre la fuerte acentuación de la volun ta d y la debilidad de la voluntad. L a acentuación de la voluntad aparece como activa en energía, vigor, espontaneidad de la acción, como pasiva en . ( 1) exposición de una pareja de oponentes que luego tiene q.ue aceptai, sobre lo* limites,' mucho heterogéneo y vuelve a ser obscuro, aun cuando esté en el centro de «m» concepción clara, caracteriza en m i opinión los ensayos caracterológicos desdi • el sector psiquiátrico: J ung, C. G .: .. Psychologische Typen. Zürich, Rasscher, 1921. K r e ts c h m e x , E .: . Körperbau und Charakter. Berlín, 1921.
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ja tenacidad, la constancia, la fuerza de resistencia, y de m an era reactiva como capricho y obstinación. Bstas tres form as d é estructura las presenta Klages, pues, como la cuali dad del carácter frente p o r decirlo así a la substancia o el conten do esen cial. Las llam a sistema de los estimulas (el carácter eri sentido estricto fren te al tem peram ento, al estado de ánim o vital y a la disposición form al de ]a v o lu n ta d ). E sta es la personalidad propiam ente dicha. E n ella hay una oposición: frente a los instintos hay u n a voluntad; frente a las realizaciones buscadas sin conocer en las tendencias instintivas, están los objetivos y fines conscientes; frente a las cualidades m eram ente sentidas del m undo, los v a lores conscientemente reconocidos y apreciados. Por u n a p arte está el con tenido de la personalidad, es decir de la m ateria, de la que está form ada, por la o tra la voluntad, que perm ite reprim irla, oprim irla o que puede alentarla y fom entarla, pero que no puede agregarle nada. E n la voluntad hay siempre, p o r la m an era de su vivenciar, algo de dom inación, de autoconservación, de cognición, de actividad; en todos los instintos, en cambio, algo de simple d ejar hacer, de autoentrega, de inconsciencia, de pasividad. En la p arte de la voluntad y del instinto de autoconservación está toda la razón (objetividad, gusto, sentim iento del deber, conciencia) y todo egoísmo (sentido de la ganancia, ambición, precaución, astucia). E n la parte de la vida instintiva yvde la entrega de uno mismo está todo entusiasmo (instinto de conocimiento, am or a la verdad, sed de belleza, am or) y toda la pasión (codicia, necesidad de poder, instinto sexual, m anía de venganza) (1) . Los tipos ideales caracterológicos que h a proyectado soberbiamente Klages, están fu era de esta construcción. Son m ás evidentes y m ás verí dicos q u e esta construcción misma, que es u n m edio auxiliar racional de ordenamiento. L a m ultiplicidad de los tipos ideales arraiga en los puntos de g artid a, desde los cuales es com prendido el individuo en su totalidad. Klages p arte de la posición básica del estado de ánim o y la sensibilidad, del ritm o y de la tensión in tern a de la vida psíquica, de la condición volitiva, de los estímulos y de su jerarquización eventual. F rente a todo esto está como últim o p u n to d e p artida la m anera y el efecto con que el hom bre se vuelve consciente de sí mismo en la reflexión. Los desarrollos del carácter como desarrollo pasivo d e disposiciones dadas está frente al desarrollo reflexivo del carácter en el trab ajo en sí, en la acción interna. (1) Este inform e no refleja exactam ente la posición de K lages Este fundam enta tu metafísica, según la' cual la voluntad (el espíritu) aparece desde fuera en la vida como un poder destructor, com o un diablo absoluto en la vitalidad plena, que se basta a sf misma. “Caracteres” lw hay sólo en los tiempos de transición, en los que la vida no está destruida todavía plenamente, pero se en cu en tra en proceso de destrucción. Esta posición de Klages
está, como posición de fe, fuera de la discusión.
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Pero todas las tendencias del análisis caracterológico tropiezan en el límite en que el individuo puede ser él mismo propiamente, en superioridad interna sobre sí. Ese individuo, que se convierte en material de sí m ism o ' sin flaquear ante el material dado meramente y ante los efectos devasta« dores de la reflexión, escapa a toda caracterología psicológicamente des criptiva. Por eso se convierte en defecto del pensamiento caracterológico cuando conduce al encajonamiento de los hombres en tipos puros. Primero el hombre no está en ningún tipo; éste más bien puede servir sólo para aprehender claramente un aspecto de su aparición. En segundo termino, todo esquema de tipos en su conjunto es relativo, uno entre muchos otros posibles. En tercer término, el carácter está siempre en la situación de sus posibilidades absolutamente inabarcables para cualquier conocimiento: tts decir, en desarrollo, no concluido. Es humana y científicamente imposible limitar a un hombre, hacer balance y saber qué es. Hallar un psicópata a través del “diagnóstico” de un tipo es violento y siempre falso. Pero hu manamente significa la clasificación y determinación de la esencia de un individuo una liquidación, que en una consideración más detenida os in juriosa y rompe la comunión. Esto no puede ser olvidado nunca en toda conceptualidad ilustrativa de la aprehensión caracterología del hombre.
:
d) Tipos reales. Los tipos reales nacen deí conocimiento de la lidad. Utilizan las construcciones ideales de las comprensividades, pero las abandonan también cuando la contemplación empírica impone la uni dad confusa de lo comprensible yt de lo incomprensible. La falta de lodos los tipos reales hasta hoy presentados1consiste en que su fundamento real es problemático. Son un compromiso entre las construcciones comprensivas, y los desarrollos teóricos de observaciones biológicas aisladas. Satisfactorias como “cuadros clínicos” en pocos casos clásicos, carecen sin embargo de la í universalidad, porque la masa de los casos es alcanzada por ella del todo insuficientemente- ó de modo falso. Su ordenamiento, correspondiente a | las salidas de la realidad dada, no es sistemático. Sólo son enumerables. Así esboza K retschm er tres tipos de carácter, cada uno de los cuales se . mueve en polaridades específicas^ entre excitable y embotado (esquizotím ico), entre alegre y grave (ciclotím ico), ehtre explosivo y flemático :" (viscoso). Falta ahí el concepto superior bajo el cual se podrían colocar las tres polaridades, porque el punto de partida intuitivo no admite más que■■ la enumeración en la observación comprensiva. La verdadera opinión es que estos tipos reales han de tener por base una realidad biológica, alguna-.';.; ve? captable (ver el capítulo sobre constitución). Esta realidad es luego,
P S IC O P A T O L O G ÌA
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algo distinto de la manifestación que puede darse a llí, sin la realidad mentada. Así dice Luxenburger de los psicófttas esquizoides, q u e sólo hablan de ellos cuando el parentesco de uno con un esquizofrénico es firme. Pues: hay también psicópatas esquizoides en q u ien es no se puede conocer esta vinculación hereditaria. “Los tipos ¿restchmer, sólo en caso de que hayan sido observados en la proxi midad biológica de esquizofrénicos, maníacodepresivos o epilépticos here ditarios, pueden ser considerados emparentados con estas enfermedades hereditarias” . co n secu en tem en te, finalm en te,
§ 4. Personalidades norm ales y anormales Al interrogante cuándo y por qué son anormales los caracteres, no hay ninguna respuesta posible. Tenemos que ser conscientes de que lo “anor mal” — dicho en general— no es una comprobación efectiva sino una va loración. De la cosa nace una valoración, cuando el carácter es aprehen dido como el conjunto de las relaciones comprensibles. Los caracteres son distintos según la m edida de la unidad o por la dispersión inconexa de lo comprensible en un individuo: cuanto más disperso, más carente de uni dad, tanto más anormal. O se advierte en la unidad algo del equilibrio y la armonía de lo comprensible, que es un todo: cuanto más inarmónico y fuera de equilibrio, tanto más anormal (desequilibrado). O se observa la oposición y su síntesis en lo viviente comprensible: cuanto más unilateral la expresión, tanto más anormal. Pero éstos son todos puntos de vista muy generales, de tal modo que la norma no puede realizarse en ningún hombre en particular. Los principios sistemáticos aludidos en los párrafos anteriores son sólo un medio auxiliar, no el origen de la aprehensión efectiva y de la ex posición de personalidades salientes. En la psicopatologia han sido adqui ridos resultados valiosos por formulaciones de pensadores intuitivos, en quienes ha resultado lograda inolvidablemente la descripción de caracteres reconocibles. Estas formulaciones del carácter — según su posibilidad, infi nitos en número—- son tipos reales, proyectados con los medios auxiliares de los tipos ideales múltiples. Sólo se les puede enumerar, agrupar y llevar ante los ojos en selección. Esto es asunto de la psiquiatría especial. Aquí algunas breves indicaciones al respecto. Distinguimos dos especies de tipos reales: 1. Las personalidades anor males que sólo representan una disposición que se aparta del término me dio, las variaciones extremas de la naturaleza humana; 2. las personalida des propiamente enfermas, que han surgido a través de la alteración de una disposición anterior a causa de un proceso añadido.
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I. V a r i a c i o n e s
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del
ser
h u m a n o ( 1)
Las variaciones que se a p a rta n del térm ino m edio de la especie humno se llam an como tales morbosas. Solemos no lla m a r anorm ales de gún m odo a las variaciones m ás raras en la m e d id a m ás alta. Investís en la práctica, m ás bien, p redom inantem ente aquellas q u e se presentan el consultorio médico y en la clínica. “ P ersonalidades psicopáticas” ]i mamos, en este sentido, a los individuos “que sufren p o r causa de su án m alidad o p o r cuya anorm alidad sufre la sociedad” ( K u rt Schneider), U n ordenam iento según el sentido de los conceptos fundam entales de si vos p a ra la caracterización, h ace ap arecer los grupos siguientes: 1. riaciones de las condiciones caracterológicas básicas, q u e fueron distij guidas en la “construcción” del c a rá c ter (K lag es). 2. V ariaciones de fundam ento supuestam ente biológico, que se lia llam a d o fuerza psiquica%‘í 3. Variaciones por causa de la dialéctica fu n d a m e n ta l de todo ló c o m p r e ^ sible, la autorreflexrón (caracteres reflexivos). a) V ariaciones de las condiciones caracterológicas básicas. 1. C o n d i c i o n e s b á s i c a s de los t e m p e i r a m e i n t o s ( 2). El extí tado anorm al (sanguíneo) reacciona a todas las influencias ráp id a y vivaz¿ \ m ente, se convierte en seguida en fuego y llam a, p e ro su excitacii n vuelvié a cesar con la mism a rapidez. L leva u n a vid a in q u ie ta , vive
2. C o n d i c i o n e s v o l i t i v a s (3) . In d ep en d ien tem en te de 1< impulsos y contenidos, la clase de v o lu n tad de los h om bres es distinta: débiles de la voluntad apenas suscitan u n esfuerzo volitivo. D ejan q u e ¿|¡| (1) De los escritos psiquiátricos m encionam os a q u í el m ás a n tig u o y fundan) e n t J , L. A .: Die psychopathischen M in d erw ertig keiten. R avensburg, 1891-1893. K urt: Die psychopatischen Persönlichkeiten, 4? e d ., V ie n a 1940. A quí sc «"neuen? tra orientación clara, aprehensión sin prejuicios y acceso cómjodo a to d a la bibliografía. (2 ) H erm osa descripción en K r e t s c h m e r : K örp erb au u n d C h a ra kter. 11? edicló fr p. 118-135, 1936. (3) B ir n b a u m : Die krankhafte W illensschw äche. W iesbaden, 1911. G ra ssl , E .:. Willensschwäche. Leipzig, -1937. K och,
S c h n e id e r,
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•W sigan su curso. Los abúlicos o inconsistentes son el eco de las in d ic ia s eventuales que llegan a ellos. N o pueden resistir^ van a donde ^ llevados por la ocasión y p o r los hombres, al bien y al mal. No queVT*1 mucho tiem po con g ran energía m om entánea ante un a cosa, y; eso en ambiente persistente. D e lo contrario siguen siempre nuevos impulsos del inundo que los transform a. T ransform an en sí lo que les rodea. Los , .Tte s d e v o lu n ta d ponen en todo lo que hacen, no sólo energía extraordi naria sino tam bién constancia. Su actividad im pulsa, se im pone despia d a d a m e n te . Es como si no p u d ieran d a r la m ano sin m agullar al otro, ' copio si no pudieran c ap tar u n objetivo sin realizarlo, aunque el m undo se hunda en eso. ' 3; C o n d i c i o n e s a f e j c t i v a s e instintivas. L a ver dadera esencia del hom bre se determ ina del modo más decisivo por el contenido de sus impulsos o su falta de plenitud. Las variaciones anorm a l e s ^ la calidad del propio carácter, del sistema de los instintos y de las ¿igniciones de los sentimientos, son más profundas p ara la esencia de la personalidad que las variaciones de la estructura, del tem peram ento, de )a voluntad. Aquí se abre m ás definitivam ente que en todo lo demás u n abismo entre los individuos diversam ente dispuestos. E ntre estas variacio nes .marcadas de los caracteres h a sido exam inada a m enudo la moral insánity ( “los psicópatas desalmados” d e K u rt Schneider). Con ese nombrc se señala a personalidades que al final de u na serie de transiciones representan los grados extremos y raros del “crim inal nato” (x) . Instintos destructores con p lena insensibilidad p a ra el am or ,al derecho, a los padres, o a los amigos; crueldad n atu ral con algunos impulsos sentimentales ais lados singulares (por ejem plo, am or a las flo re s); ausencia de todo ins tinto de sociabilidad, de todo placer del trab ajo ; indiferencia ante el por venir de los otros y el propio; placer en el delito com o tal; en todo ello una conciencia inconm ovible de energía ys de sí m ism o; u n a com pleta ineducabilidad y no influibilídad nos hacen aparecer esta naturaleza e x traña y conform ada, lejos del tipo medio. Otro tipo es el de los fanáticos, que se entregan a una cosa finita en el mundo, ciegos p a ra todo lo demás, tan absolutam ente que realizan incons cientes la dedicación de toda su existencia a algo, la superstición, sobre es timación aisladora de u n objetivo único, que es' u n interés p articu lar de su existencia. Son im pulsados y experim entan placer específico y to rtu ra en esa fusión con u n a cosa p articular. K u rt Schneider distingue los fanáticos
. %( 1 ) L o n c a rd : A rch . Psychiair. (D .), 43. S c h o lz , F .: Die moralische Anästhesie. “p fc , 190*. D u b r s c i o b : Z. N eu r., /5 i, 422 (1936). B in sV a n c er, O .: Ü ber den moraSchwachsinn tnit besonderer Berücksichtigung der kindlichen A llerstufen. Berlin, 1905.
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luchadores, por ejemplo los querellantes que tratan de im poner su derecKI . o su supuesto derecho, y los fanáticos pacíficos que al menos d eniueá tran y convierten. Son los sectarios natos, estrambóticos, representante! de maravillosas concepciones del m undo, p ara las que viven en certidumbre! interior propia y con alto desprecio de todos los otros (*). b) Variaciones de la energía psíquica (neurasténicos y psicasténiJ eos). Se habla de complejos sintomáticos neurasténicos y psicasténicosJ Pueden describirse, p o r ejemplo: 1. El complejo sintom ático neurasténico (2) es definido por las “débil lidades excitables” : por una p arte u n a extraordinaria sensibilidad y t tabilidad, una sensibilidad torturada, una repercusión anorm alm ente fácil ^ a excitaciones de toda clase; por otra parte u n a fatigabilidad anormalmen te rápida y una lenta- recuperación. L a fatiga es m uy sentida subjetiva m ente: numerosas sensaciones molestas y dolores, sentimiento de torpeza en la cabeza, im pugnabilidad general, abatim iento, sentimiento intenso de ■ cansancio y de debilidad; se convierten pronto en fenómenos permanentes. ■ A este complejo de síntomas pertenecen todos los fenómenos conocidos corno consecuencia de la fatiga, del agotam iento, del exceso de trabajo, del exceso' de esfuerzo — pero tam bién solamente éstos— , cuando aparecen ya ante excitaciones o funciones mínim as o existen como tales en tanto que acom pañam iento perm anente de la vida. 2. El complejo sintomático psicasténico( 3) se puede delim itar menos¿ claram ente. Los numerosos fenómenos que se le adscriben son resumidós^ por la noción teórica de la “disminución de la energía psíquica” . Esta dis-j m inución se m uestra en la incapacidad general de resistencia del almaante las vivencias. El individuo prefiere retirarse del todo de la sociedad, ¿ para no estar abandonado a las situaciones en que sus “complejos”, queactúan ahora m ucho y anorm alm ente, le privan de presencia de ánimo, d e 1 mem oria, de consistencia. H uye de toda confianza en sí. Los pensamien-'' tos obsesivos le encadenan o It persiguen por la conciencia, temores infun- 1 dados to rtu ran a esos seres. Incapacidad de decisión, dudas, fobias, hacen?? imposible en ciertas circunstancias toda acción. Numerosos estados de áni mo y psíquicos anormales son estudiados y analizados con autoobservación (1) K o llf , : ‘'Über Querulanten’'. A r d í. Psychiatr. (D .). 95, 24 (1931). S tertz: ‘‘Verschrobene Fanatiker” . B erl. klin . W sch r., 1919, 1. Grohmann: D ie V eg cta rieia n -'rd lu n g in A scnna. Halle. 1904. “ Ein soziales Sondcrgebilde auf psychopathischer Grundlage’’.P s\rh :a lr., neu r. IV schr., 1904-1905 . /. K re u z e r : ‘‘Über Sonderlinge” . Psychiatr. neur. W seh.fi 1913■ 1914,
(2)
].
D ie N ervenschw äche (en alemán). Leipzig, 1883. M ö bius: Z u r L eh re pob^-sI ih r N ervo sitä t. Neuro!'. B eiträ g e, Heft 2. Leipzig, 1894. K RAFf t - Ersing: N e r v o 'it'il ■nid n i ui fisthetiische Z u stä n d e. Viena, 1899. M üller: H a n d b u ch d er N eu ra sth en ie. Leijizii:, 1898. . B insw anijer : D ie N eu ra stcm e. Jena, 1896. H a n d b u c h de Bum ke, vol. V. (.i) J \ n k t : L es obsessions et la psyckastitenic. 2a. ed., Parts, 19Ó8.
Bkard:
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c o m p u lsiv a . L a propensión que aparece necesariam ente a no hacer nada, a soñar, no hace m ás que em peorar todos los síntomas. Ocasionalm ente, se n tim ie n to s embriagadores d e dicha del todo inadecuadam ente aprehendi dos a través de la im presión; personalidades desmesuradamente endiosadas o la impresión inofensiva, por ejemplo, de u n paisaje que aparece de repente grandioso, son pagadas m ayorm ente con un “retroceso” penoso ¿e los síntomas morbosos. E n todas partes falta al alma la capacidad para la unificación de su vida, p a ra la elaboración y la resolución de las vivencias, p a ra lá construcción de su personalidad, para el desarrollo progresivo seguro.
Tales complejos de síntomas aparecen alguna vez como estados legí timos pasajeros de agotam iento (los casos de Ja n e t de psicastenia son, en parte, esquizofrenias m anifiestas). Pero dependen tan to de contenidos comprensibles, biográficos, que son más bien divisiones de los caracteres que complejos de síntomas. Estas divisiones son com prendidas p o r la im a gen de la energía psíquica dism inuida y se les encuentra en verdad a menudo, pero no únicam ente, unidas con signos de debilidad de n a tu ra leza somática y fisiológica. Se diría, pues: todas las especies de carácter y de tem peram ento pueden aparecer como psicasténicas. Se llam an así cuando aparece en el prim er plano u n factor de debilidad, de astenia, de dism inución del efecto. Los instintos son débiles, lánguidos; los sentimientos poco vivaces, la vo luntad sin fuerza, la capacidad funcional pequeña en todas las direcciones. No se puede designar estos tipos m ejor que si se h abla sim bólicamente de una falta de energía psíquica. N o hay ninguna d u d a de que dentro de las diversas tendencias de las variaciones congénitas hay tam bién algo de esa especie. Se ha habituado uno a in terp retar como síntomas de naturaleza psico pática u n a serie de fenómenos notables, muy difundidos en esbozos, que aparecen ocasionalm ente com o síntomas de fases y de algunas otras enfer medades y adem ás, si aparecen acum ulados y torturantes, sin relación con procesos patológicos captables y se com portan como un cuadro m or boso que dom ina la vida. Así, todas las manifestaciones obsesivas, cuyos portadores se llam an anancásticos (según K u rt Schneider, en el terreno de la inseguridad de sí m ism o ); adem ás la despersonalización, el extraña miento del m undo de la percepción y otros cuyos portadores se llam an psicasténicos. c) C aracteres reflexivos. A diferencia de los caracteres descriptos hasta aquí, que son com prendidos en función de condiciones dadas, lla mamos caracteres reflexivos a las formaciones q u e se desarrollaron por
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la conciencia de sí, la atención a la pro p ia existencia, el propósito de un querer ser así. A ellos pertenecen, p o r ejem plo: 1. H i s t é r i c o s . H istéricos se llam a en psiquiatría a diversas cosas: síntomas corporales (estigmas histéricos), estados anorm ales psíqui cos pasajeros con alteraciones de la conciencia (accidentes m entales), y al carácter histérico. El nom bre com ún no es conveniente, tan to m ás cuanto que el carácter histérico en el lenguaje com ún resume cosas heterogéneas. Jan et dice con razón: “L a histeria puede aparecer m oral o viciosa. No se puede poner en la cuenta de la enferm edad rasgos de carácter que se habrían com portado así tam bién sin ella.” . El carácter histérico es en verdad frecuente, pero no siempre está li gado a los mecanismos histéricos. Pero los tipos d e carácter llam ados histé ricos son todavía m uy distintos (*). Si se quiere cap ta r el tipo de algún modo m ás agudam ente, se vuelve siempre a un rasgo básico: en lugar de contentarse con las disposiciones dadas y con las posibilidades de vida, la personalidad histérica tiene necesidad de aparecer ante sí y ante los otros como m ás de lo que es; de experim entar m ás de lo que es capaz de expe rim entar. E n lugar del vivenciar originario, legítimo, con su expresión natu- , ral, aparece un vivenciar forzado, fabricado, teatral; pero no “fabricado” conscientemente, sino con la capacidad (el don propiam ente h isté ric o )'d e vivir del todo en el propio teatro, de estar allí p o r com pleto en el m om ento, por tanto con la apariencia de lo legítimo. D e ahí se derivan com prensi blem ente todos los otros rasgos. A la personalidad histérica, finalm ente, por decirlo así, se le h a perdido el núcleo p o r com pleto; consiste sólo en cáscaras variables. U n espectáculo sucede al otro. Gomo no encuentra n ad a en sí, lo busca todo fu era de sí. Q uiere experim entar en los instintos n a tu rales algo extraordinario; no se entrega al proceso norm al, sino que tra ta de reivindicarlo p a ra fines por los cuales el simple instinto se vuelve inse guro o se pierde. Se hace creíble a sí mismo y a los otros la existencia de vivencias intensas por m ovim ientos exagerados de expresión a los que falta el adecuado fundam ento' psíquico. T odo lo que significa u n a fuerte exci tación de fuera lo a tra e : escándalo, ruido, personalidades famosas, todo lo efectista, lo desmesurado, lo extrem o en concepciones artísticas y en concepciones del m undo. P a ra estar seguros de su significación, las perso nalidades histéricas tienen que ’j u g a r siem pre u n papel, trata n d o de h a cerse interesantes en todas partes, incluso a costa de su fam a y h o nor; son desdichadas cuando pasan inadvertidas algún breve m om ento, cuando es tá n inactivas, porque se vuelven conscientes de inm ediato de su vacío. Son
(1)
V er
la
d e s c rip c ió n
Graphologie, p . 81 y sig ts .
de
K r aefeun
en
su
M anual y
de
K laoe S :
D ie Problèm e Í* r
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por eso desm esuradam ente celosas, cuando les parece que otros van a res tringirlas en su posición o en su eficacia. Si no lo consiguen de ninguna otra m anera, atraen sobre ellas la atención por la enferm edad y hacen el teatro del m artirio, del que sufre. En ello son en ciertas circunstancias despiadadas consigo mismas en la producción de sufrimientos (lesiones), tienen una voluntad de enferm edad, en caso de que les parezca garantizado u n efecto correspondiente sobre los otros. P ara elevar la vida y encontrar nuevas posibilidades de acción, se echa m ano a m entiras al comienzo conscientes, que pronto se desarrollan a !a condición de “pseudología fantástica” com pletam ente inconsciente y creída por ellas mismas (* ): Autoacusaciones, acusaciones a otros a causa de atentados sexuales inventados, aparición v com portam iento en am biente extraño como si fuese u n a personalidad im portante, rica, noble. A quí no sólo engañan los enfermos a los demás, sino que se engañan a sí mismos, pierden la conciencia de la propia realidad, su fantasía se convierte en realidad p a ra ellos. Sin embargo, hay tam bién aquí diferencias. E n un caso existe p lena ignorancia sobre la inveracidad: “Yo no sabía que m en tía.” E n otro caso fué u n poco más cerca: “Yo m entía, pero no podía hacer o tra cosa” (s) . C uanto más se desarrolla lo teatral, tanto más escapa a esta personalidad todo m ovimiento legítimo, propio del afecto (G e m iit); no se les puede tener confianza, no son capaces de una relación sentim ental duradera; no son en ninguna parte realm ente profundos. Sólo u n espec táculo de vivencias teatrales e im itadas es el estado extrem o de la perso nalidad histérica. La esencia de la personalidad histérica ha sido clara desde hace tiem po para los psicólogos comprensivos. Y a Shaftesbury habló del “entusiasmo que, por decir lo así, es de segunda m ano” . Feuerbach describe “la sensibilidad afectada ( E m p jin delei), que hace cosquillas al sentido interior, por decirlo así, forzosamente, a través de lo no sentido, en que el hombre procura mentirse a sí y a los otros, como reales, meras muecas de sensaciones, y por lo cual, en cuanto se ha hecho habitual eso en él, se envenena para siempre la fuente de la verdad más cierta, es decir el sentim iento hasta en sus profundidades más íntimas. La desfiguración, la inveracidad, la falsedad, la perfidia y todo lo que depende de esto: estas son las siembras que crecen en seguida prósperas, fácilm ente, donde no es necesar rio, en un alm a para la que se ha vuelto costumbre la falsificación por decirlo así de los propios sentimientos. Además sofocan los verdaderos sentimientos m uy fácilmente bajo los m entidos; y así es explicable por qué la sensibilidad afectada coincide muy bien con la insensibilidad más decidida y con la petrificación em o tiva, incluso con la crueldad”.
2. Los hipocondríacos. Es anorm al que el cuerpo del hom bre juegue (1) D e l b r ü c k : Die pathologische Lüge. S t u t t g a r t , 1891. I l b e r g : Z . N eur., 15 (1913). S tz l z n u : “ Z u r Psychologie d er verbrecherischen Renom m isten” . Z . N eu r., 44, 391 (1919). (2) W eh d t : Allg. Z . Psychiotr., 68, 482.
un papel p a ra el hombre. El sano vive su cuerpo, pero no piensa en él*: no lo advierte. El cúm ulo de sufrimientos físicos no es causado en una parte muy difícilmente delim itable p o r enferm edades fisiológicas palpable^ sino po r la reflexión del alm a. G uando se in ten ta delim itar lo que p o d ría l estar fundam entado en un cuerpo lábil (astenia), lo que son. típicas mani- ’ festaciones corporales concom itantes de los procesos psíquicos, queda un carnpo de sufrim iento físico que tiene su fuente en la autoobservación y en ' la inquietud y que crece en la m edida que el individuo hace de su cuerpo un contenido vital. L a autoobservación, la espera, el tem or llevan el des orden a las funciones fisiológicas, hacen nacer dolores, provocan insomnio. L a angustia de estar enfermo, y el deseo de estar enfermo, ambos trans form an, en la reflexión sobre el cuerpo, la vida consciente en u n a vida' corxi: un cuerpo enfermo. A unque el hom bre no esté enferm o físicamente, n
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II. L a
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t r a n s f o r m a c i ó n de la por procesos
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personalidad
Frente a todos los tipos de personalidad anorm al de que hemos hablado hasta aquí como variaciones del tem peram ento, están las personalidades enfe: mas. que se h an vuelto tales por u n proceso. El hecho que la m ayor parte de las enferm edades m entales se produzcan con alteración p a ra nos otros sensible de la personalidad, h a conducido a esta frase: Las enferm e dades mentales son enfermedades de la personalidad. Sin embargo, podemos ver enfermos m entales con errores sensoriales o con ideas delirantes, que no nos ofrecen, en la etapa correspondiente, ninguna alteración perceptible de la personalidad. Además hay psicosis agudas en las que, con el desm enu zamiento com pleto de la vida psíquica en actos particulares inconexos, nc se puede h ab lar ya de u n a personalidad, pero en las que entretanto se p er ciben repentinam ente en la perplejidad, en las preguntas y en los juicios ocasionales, las huellas de u n a personalidad natural, inalterada, em pática, que sólo está oculta p o r u n tiempo. Á todas las personalidades nacidas a través de un proceso es común la limitación o la destrucción de la personalidad. Si hablamos en estos casos de “dem encia” nos referimos a perturbaciones de la inteligencia, de la memoria, etc., y a la alteración de la personalidad. a) D em encias p o r procesos cerebrales orgánicos. A veces aparecen determinados rasgos del carácter a través de tales procesos: así fué inter pretada la bufonería en algunos tum ores cerebrales, el m al hum or de los alcohólicos, la m anera religiosa-entusiasta, m entida o la pedantescam ente esmerada de los epilépticos, la euforia de la esclerosis m últiple. Estos rasgos son, en parte, hechos captables p o r la mism a noción que corresponde a algunas otras alteraciones: desaparecen por el proceso las inhibiciones adquiridas, todo lo instintivo se transm uta inm ediatam ente en la acción, no hay m ás contrarrepresentaciones y contraaspiraciones. Las representaciones incitadas se m anifiestan sin freno. Así, un paralítico se deja llevar p o r representaciones apropiadas al llanto y nuevam ente a la risa (“incontinencia em otiva” ). La m ás am plia es la destrucción en los conocidos procesos orgánicos del cerebro com o la parálisis (análogam ente en la arterioesclerosis más grave, en la corea de H ungtington y en otras enfermedades cerebrales). b) D em encia de los epilépticos. Los epilépticos que caen en un pro ceso progresivo, m uestran alteraciones típicas de su naturaleza (*): lenti(1) S tauder, K. H .: K onstitution und Wesensveränderung der Epileptiker. Leipzig. Eysich . M ax: “ Ü ber C harakter u n d C harakterveränderang hei kindlichen und jugendlichen Epileptiker». Z . N eu r., 141, 640 (1932).
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tificación de todos los procesos psíquicos hasta llegar a los reflejos neurológicos, se m uestra en la aprehensión dificultada, en la prolongación enorme de los tiempos de la reacción; a ello se agregan tendencias de perseverancia, del apegam iento a afectos, de las estereotipias. L a p érdida de espontanei dad y de actividad es acom pañada por un desasosiego sin finalidad ele m ental, que actú a im pulsivam ente. Supersensibilidad egocéntrica y necesi d ad de valim ento conducen, en la excitabilidad acrecentada, a reacciones explosivas. Descargas motrices brutales aparecen en enfermos por lo demás sosegados. Im portunidad sin distancia, el llam ado “pegam iento” , de n a tu raleza dulzona beata, han sido descriptos. Tensión nerviosa y vacío em otivo' determ inan el cuadro. L a sujeción, en que los enfermos aparecen carentes de libertad, estrechos, rígidos, en que se vuelven pedantes y ceremoniosos, puede actuar como circunspección, ligazón a lo tradicional, solidez. c) D em encia a través de la esquizofrenia. U n a actividad especial la asumen las personalidades surgidas a través de un proceso y que pertene cen al gran grupo de la esquizofrenia. L a m ayoría de los asilados perm a nentes en los hospitales corresponden aquí. L a diversidad de esas perso nalidades, desde u n a ligera alteración de la m anera de ser hacia la parte de la com prensividad restringida, hasta la destrucción casi com pleta, es muy grande. Es difícil reconocer en qué consiste lo común. Y a la vieja psiquia tría trató de caracterizar la “dem encia afectiva” ; ahora se acentúa, además, la unidad ausente en el pensam iento, en el sentim iento y la voluntad, la disputa entre el movimiento afectivo y el contenido eventual de la representación, la incapacidad p ara interp retar la realidad como realidad y hacerla valer en su significación (pensam iento autístico de Bleuler: pen sam iento entretejido en sí y en las fantasías, sin consideración a la realidad). E n eso quedan en pie las herram ientas de la inteligencia. M ás fácil que o b jetivam ente, se puede calificar lo com ún subjetivam ente (en el efecto sobre los observadores). Todas esas personalidades tienen algo de incomprensible característico, de extraño, de frío, de inaccesible, de rígido, de petrificado, incluso cuando son accesibles en el lenguaje y reflexivas, aun cuando se expresan con gusto. Cree uno poderse com prender quizás, con las dis posiciones más alejadas de nosotros, pero frente a esos individuos se siente u n abismo que no se puede definir más de cerca. Pero estas personas no se encuentran ellas mismas incomprensibles, lo que es enigmático p ara nos otros. Huyen de la casa y dan motivos insignificantes de ello con la con ciencia de que esos motivos son suficientes. No extraen de situaciones y hechos las consecuencias evidentes, no tienen ninguna capacidad de a d a p ta ción, u na indiferencia y u n a espinosidad enigmáticas. U n tipo es la perso nalidad hebefrénica, que fué caracterizada como u n a hipertrofia y u n a per-
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sístencia de los rasgos tontos y juveniles de los años de la pubertad. En una más íntim a penetración en la esencia de estas personas tiene que ser expuesta u n a gran cantidad de tipos que no distinguimos aquí. La más leve alteración de la personalidad consiste, por decirlo así, en un enfria miento y endurecim iento. Los enfermos disminuyen la movilidad, se vuel ven silenciosos, tienen poca iniciativa. Autoaprehensipn de la alteración esquizofrénica de la personalidad:
Algunos enfermos de grado leve se expresan sobre su naturaleza alterada. Están “menos interesados” , “no ahondan ya como antes, pero hablan m u cho”, advierten que comienzan a hablar y no pueden cesar de hacerlo, sin estar por ello interesados de modo alguno. Observan que, a veces, están rígidos absurdam ente en un rincón, que son poco capaces de rendimientos. Algunos sólo pueden decir que se h a producido en ellos “una profunda alteración” . Sienten la “disminución de la elasticidad” , se sienten menos excitables que antes. De m anera conm ovedoram ente sencilla ha expresado el esquizofrénico H ölderlin este conocimiento respecto de sí mismo: ¿D ónde estás? V ivo poco, pero respira fríamente mi crepúsculo ya. Y silencioso, como las sombras estoy aquí; y sin ruido ya dorm ita el corazón expectante er ci pecho.
Y más tarde, en estado avanzado : Lo grato de este mundo que he disfrutado, las alegrías de la juventud, ¡cuánto! ; cuánto, tiempo desapareadas! abril y m ayo y julio están lejos, yo no soy nada más, no vivo va a gusto.
T
e r c e r a
p a r i e
Comprendemos las relaciones anímicas desde dentro como sentido, las explicamos desde fuera como simultaneidad y sucesión, regular o absolu tamente necesarias. a) L a sim ple conexión causa! y su dificultad. E n el pensam iento unimos siem pre dos elementos, uno de los cuales es considerado como causa, el otro como efecto. P a ra poseer claros interrogantes causales, esos elementos tienen ante todo que ser nítidos y n ad a confusos. E l alcohol y el delirium trem ens, la estación del año y el aum ento o dism inución de los suicidios, la fatiga y la dism inución del rendim iento ju n to a fenómenos espontáneos de los sentidos; las enferm edades de la glándula tiroides yt la irritabilidad, la angustia, el desasosiego; el derram e cerebral y la p e rtu r bación del lenguaje, etc., son hechos típicos palpables, de los cuales el uno se llam a causa y el otro efecto. T o d a la form ación conceptual de la psicopatología sirve p a ra la conform ación de tales elementos del pensam iento causal. Incluso u n objeto ta n infinitam ente com plicado como el conjunto de la vida psíquica comprensible que llam am os personalidad, puede, en ciertas circunstancias, convertirse en elemento del pensam iento causal, cuando, p o r ejemplo, se interroga sobre la. herencia de u n tipo de perso nalidad precisam ente definido.
cau sal
Pero esta relación unilateral entre causa y efecto es en sí totalm ente obscura. E ntre ellos hay inabarcables miembros interm edios del proceso. El efecto no tiene lugar fatalm ente en cada caso, sino sólo con fre cuencia m ayor o m enor (que es el mínim o, p a ra p reten d er u n a relación causal). Las consecuencias p a ra nuestra aprehensión causal se hacen notar rápidam ente: 1. E l m ism o fenóm eno tiene m uchas causas, sea sim ultánea, sea alter nativamente. Pero donde son enum eradas m uchas causas posibles p a ra u n proceso patológico, sin que se conozcan realm ente los efectos de u n a sola de ellas, tenem os p o r lo general u n signo de nuestro desconocimiento de las causas reales; así, por ejemplo, cuando son enum eradas casi todas las
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enfermedades corpoiales, estreñim iento, envenenamientos, agotamientos, etc., como causa de la amencia. No sólo se com prueba que el cuadro clí nico de la am encia aparece tam bién sin alguna de esas causas, sino que se ve que no se tiene tam poco ningún conocimiento seguro de los efectos psíquicos habituales de aquellas causas orgánicas. Cuantas más causas son señaladas, tanto menor es nuestro conocimiento causal. 2. Investigamos las causas intermediarias, p ara acercarnos a las causas externas, Jejanas, prim eram ente advertidas, y llegar a las causas cercanas y directas del fenómeno. Se vé p o r ejemplo, el efecto enteram ente distinto del alcoholismo crónico, que aparece como simple dem encia alcohólica, como delirium tremens, como alucinosis alcohólica o como psicosis de Korsakof. Se adm ite que aquí aparecen diversas clases de miembros interm edios entre el efecto directo del alcohol y el cuadro clínico surgiJo del uso perm anente (por ejemplo, u n producto metabólico tóxico), que luego, según su naturaleza particular, provocaría uno de los cuadros pre cisos de la enferm edad. Se distingue entonces el alcohol, como causa más lejana, de ese tóxico hipotético estim ado como causa directa. Las causas directas producen, naturalm ente, manifestaciones consecutivas m ucho más equivalentes y m ás regulares. Pero no conocemos en ninguna parte una causa real directa. 3. E l concepto de “causa” es m últip le. A barca la m era condición de circunstancias duraderas, la m otivación desencadenante y la fuerza dec siva eficaz. Condición es, por ejem plo, u n a exigencia duradera, perm anente de la vida que produce agotam iento; m otivación desencadenante, u n a con moción violenta del ánim o; y fuerza decisiva, una disposición hereditaria con la que aparece u n a psicosis de esa especie. El sentido de causa es, sin duda, en cada caso, por com pleto distinto. El hecho que no lo separemos y que nos contentem os adem ás con m eras posibilidades, es la razón de la suplantación, las deducciones no probadas del post hoc al propter hoc no lle van a ningún conocimiento. L uego resulta que no sólo se habla de causas cuando tiene que aparecer cierta e inevitablem ente un efecto, sino tam bién cuando posiblemente p a rte de ellas u n efecto; y no sólo se habla de con dición cuando es u n a conditio sine qua non, sino tam bién cuando se trata de circunstancias posiblem ente estim ulantes. Y fue m uy frecuente que en enferm edades m entales se tuviera por u na causa lo que era ya todo cuando las m ás violentas conmociones del ánim o (G e m ü t), los instintos, “peca dos”, etc., fueron tom ados por causa de aparición de enfermedades. L a superación de esas dificultades, exige prim eram ente un pensar m iento preciso, distintivo, a fin de aclarar la visión p a ra el conocimiento
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de las causas reales, de ningún modo notorias.
Estas no son discutidas
com o posibilidades, sino m ostradas a través de hallazgos — casuística com
parada, cifras de frecuencias.. D e ese modo, no sólo son exactam ente deter m inadas o refutadas causas com únm ente conocidas y esperadas, sino que tam bién las ocultas, en las que no había pensado nadie todavía, son sacadas a relucir. G uando en este cam ino se ha vuelto más clara alguna cosa, la superación de las dificultades, que se acum ulan como infinitudes del cono cimiento causal adquirido de tal modo, exige sin em bargo u n a represen tación de fondo Enteram ente distinta p a ra las conexiones causales, a saber, una representación biológica en tugar de una solamente mecánica. &) M ecanism o y organism o. L a causalidad unilateral es en verdad un a categoría ineludible de nuestra captación causal, pero la vida n o es agotab.'e p o r eso. El proceso viviente es u n a interm inable acción recíproca en círculos de procesos, que son totalidades o formas morfológica, fisio lógica y genéticam ente perm anentes. L a vida se sirve en verdad de los mecanismos (y nuestro conocim iento causal de lo viviente tiene que c ap ta r estos mecanismos) j pero los mecanismos h an sido a su vez producidos por la vida, están bajo Jas condiciones de la vida, son variables. F rente al autom atism o de u n a m áquina, la vida es autorregulación constante de la m aquinaria producida, pero de tal m anera que en general, el últim o lugar central de 1a regulación sólo podemos encontrarlo com o idea en lo infinito de lo viviente, y no podem os hallarlo en ninguna p a rte fu era de él. Los efectos externos sobre el organismo afectan p o r tan to en parte a los m eca nismos calculables, pero n o afectan en conjunto a un m ecanism o físico siempre igual, sino a un organism o individual viviente y cam biable en el tiempo. P or eso es comprensible que las mismas causas externas puedan tener efectos del todo distintos en diversos individuos. El mismo “motivo” puede llevar a la m anifestación de psicosis diversas, p o r ejem plo u n a depresión o u n a esquizofrenia. El efecto individualm ente variable del alcohol en la m ultiplicidad de las embriagueces es otro ejemplo. H ay, pues, dos caminos del todo distintos p a ra p en etrar m ás h onda m ente en las relaciones causales. Las conexiones causales sum arias son descompuestas, concebidas m ás precisam ente, es elaborado lo más sutil de lo tosco o grosero, son intercaladas causas interm edias. Pero en segundo lugar ocurre todo esto con pleno sentido sólo en el m arco de la contem pla ción y captación siempre m ás clara de las tonalidades, en donde se p ro ducen los nexos causales, y en donde tienen su condición y. límites. D el conjunto provienen los problem as causales, cuyas respuestas tienen la form a d e Ja causalidad m ecánica.
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Aquello que significa dificultad en los m arcos de las conexiones m ecá nicas causales p o r el deslizamiento en lo infinito y en lo contradictorio, es, en los marcos del pensam iento biológico, m anifestación n atu ral de las reales conexiones causales. 1. El hecho típico concreto, eventual en u n todo viviente, no perm ite nunca u n simple hecho, u n a simple causa aislada, como bolas de billar que chocan y son chocadas, sino que es sólo concebible como un proceso complicado en m edio de u n a m u ltitu d de condiciones. L a im agen mecánica de u n a conexión unilateral de causas debe sustituirse p o r la im agen de un tejido infinito de lo viviente, u n círculo d e círculos. Siem pre que es considerada como decisiva u n a sola causa, se vuelve problem ática en una investigación m ás exacta. Perm anece en el caso adecuado u na conditio siñe que non, pero m uy raram ente es causa ú n ica suficiente por sí para suscitar el fenómeno. L a frase “cuanto m ás causas, tan to m enor conocimiento” , se aplica, por tanto, sólo al conocim iento m ecánico causal, cuando éste tiene lugar en consideraciones de posibilidad. Pero la historia del origen de toda enferme d a d m ental es en verdad m uy com pleja. El conocimiento causal m ar chará aquí, objetivam ente, en lo m ultiform e. Pero contendrá lo múltiple i en círculos de lo correspondiente, en form as constructivas (como se verá en la cuarta p a rte ). E n el conocimiento causal, que hace deslizar de, la vista el todo y lo resume en la simple y unilateral relación de causa a efecto, vale lo últimot como causa, es decir lo que hace volver activas u n a m ultitud de condi ciones predisponentes, que pueden darse allí, sin que ocurra algo. Pero ésta sólo p udo ac tu a r porque existía aquella ilíasa de supuestos reales. Así efectivamente, la bacteria específica produce la enferm edad, pero sólo cuando cooperan en el individuo, poco m ás o menos, todas las condiciones. Si faltan éstas, la bacteria no produce daño. Si fa lta la bacteria, aquellas condiciones desfavorables no se advierten nunca. Sin el efecto de la últim a causa no se produce el proceso entero, pero, sin em bargo, dicho proceso n o es originado por ella. L o m últiple, incluso lo infinitam ente m últiple en el tejido de las relaciones causales, es lo real en la vida. 2. Las relaciones causales no sólo son unilaterales, sino que se dan en efectos mutuos, se elevan en círculos, aquellos que construyen la vida y aquellos que, entendidos como circuli vitiosi, fom entan un proceso de destrucción. A la causalidad m ecánica no se agrega ciertam ente ninguna otra causa lidad biológica nueva. T oda causalidad conocida tiene carácter mecánico.
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Pero el proceso real nos m uestra la causalidad m ecánica en tales compli recíprocas que, p a ra aprehenderla en la dispersión y en la com binación, hay que recurrir a lo múltiple, en construcción figurada ( gestaltkaftén). cacion es
Desde el todo hay luego que aclarar cómo la' mism a causa puede tener efectos contrapuestos según su intensidad y según la diferencia de la com posición del todo, puede excitar o paralizar, hacer enferm o o sano, disponer alegre o tristem ente, etc. Adquirir la visión de lo viviente} según es elaborada por los biólogos, es indis pensable para los psicopatólogos. Se les abre un m undo en el que también tiene jarte Ja realidad de la vida psíquica, aun cuando no se ajuste, de ninguna manera, t él. El estudio d e la biología, natural para todo m édico, requiere la claridad en o fundamental. A eso pertenece, fuera de la apropiación de las presentes ciencias mpíricas, el trato con los grandes pensadores biológicos ( ! ) ,
c) C ausas endógenas y exógenas. El fenómeno básico de la vida .onsiste en realizarse en u n m undo circundante que se configura desde su jropio interior, del cual degende y cuyos efectos experimenta. Al ser separ ados, en u n a división del todo viviente, el m undo circundante y el m undo nterior, y ambos son descompuestos en factores, los fenómenos de la vida ,on atribuidos a los factores causales del m undo exterior como exógenos r del m undo interior como endógenos; frente a las influencias externas e halla la disposición interipr. Com o la vida consiste siempre en a acción recíproca de lo externo y lo interno, ningún fenómeno puede i er exclusivamente endógeno. Y al contrario: todas las influencias exógenas iesarroJlan su efectos característicos en u n organismo cuya especie singular iparecerá siempre como lo esencial. No obstante, distinguimos con razón fectos condicionados predom inantem ente p o r lo endógeno y predom inantenente por lo exógeno. I. Concepto del m undo circundante. Se llam a m undo circundante a a totalidad del m undo en que vive el individuo. Es m undo circundante ísico que actúa sobre el cuerpo y, de ese modo, sobre el alma. Es m undo .'ircundante significativo a través del sentido y la esencia de las cosas, a tra vés de las situaciones, a través de la existencia de la voluntad y de Ja acción del prójim o: todo esto obra sobre el alm a y, en consecuencia, sobre íl cuerpo. Descomponemos el m undo circundante físico que obra causalmente en una m ultiplicidad de factores precisos, palpables e investigamos el efecto ^ (1) Para la historia de la biología, dos excelentes exposiciones: R ad l, E ,: Geschichte der biologischen Theoriierit vol. I , 2* cd ., Leipzig, 1913. Vol. I I , Leipzig* 1909, N o r d e n s k i o l d , E b ik ; Die Géschichte. der BiologiC) Jena, 1926. Filosóficamente existe esta obra básica hasta noy im uperada; K a n t : C ritica del juicio*
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de esas causas exógenas, como los tóxicos, la estación del año o la hora del día, las infecciones, las enferm edades somáticas. 2. Concepto de la constitución. C onstitución es el concepto agrupado de todas las condiciones endógenas de la vida psíquica y, p o r tanto, de tal am plitud que hay que saber en cada caso en que se em plea la palabra qué constitución se tiene en cuenta. H ay que distinguir entre la constitución congènita y u na disposición adquirida; pues las eventuales posibilidades del organismo y del alm a son, en verdad, condicionadas prim eram ente p o r lo que h abía en ellas de innato, pero tam bién por todos los sucesos de la vida ocurridos hasta allí, las enfermedades, las vivencias, en u n a p alab ra p o r la biografía, que modifica constantem ente la predisposición individual o la transform a en las catás trofes de los procesos patológicos. Además hay que distinguir entre constitución visible y disposición invisible. A quella es la constitución morfológica y fisiológica visible, ésta es la predisposición que se m uestra ta n sólo en determ inadas excitaciones y peligros. Finalm ente hay que distinguir en tre constitución física y psíquica, entre disposición perm anente y la que sólo aparece en ciertos períodos de la vida, etc. Lo mismo que separamos las condiciones externas en m uchas clases, existe tam bién la ta re a de h allar en la constitución algunos factores cons titucionales, p ara fo im ar unidades menores dentro de la misma, en una palabra: aquí, como en todas partes, donde hacemos ciencia, hay que analizar. ¿Pero cómo llegamos a factores singulares de la constitución, no construidos a capricho, sino de real im portancia? Sólo por la indagación de la constitución a través de familias enteras. Dos hechos nos guían aq u í; la variación individual y la herencia. AI exam inar las direcciones dìe la variación y la herencia similari tenem os perspectivas de llegar a unidades reales, en las que podemos hablar, no de constituciones en general, sino de determ inadas constituciones (1). 3. Cooperación de constitución y m undo circundante. L a sífilis es la causa de la parálisis, pero sólo u n 10 p o r ciento aproxim adam ente de los sifilíticos se vuelven paralíticos. U n a situación d e vida peligrosa (por ejem plo la catástrofe del naufragio) ac tú a en unos com o paralizante, en los otros activando; u n psicópata que no puede con su vida, en u n a de esas catástrofes puede m ostrar presencia de ánim o y superar la perplejidad (1) Sobre el concepto de la
constitución : K ih ib ,
V eranUsguag zu seeliscken Stor ungen, Berlin, .1926.
Feh»,
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K m s c H iin ,
E.: Di*
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¿ e algu ien en lo demás sano. El tabaco crónico parece suscitar en unes perturbaciones d e la circulación y nerviosas, en los otros, no, ote. La enfer m edad es u n a reacción de la constitución a las influencias del m undo cir cundante. Sólo en casos fronterizos retrocede la significación de lo exógeno o de lo endógeno. Así se presentan sin influencias notables d d m undo cir cundante, la corea de H untington o la debilidad m ental congénita. A l contrario, están la parálisis general ligada a la infección sifilítica, y
las psicosis alcohólicas al tóxico, aun cuando tam bién la constitución tiene que agregar algo esencial. Sólo en las destrucciones puras, como la m uerte por aplastam iento del cráneo, juega un papel lo exógeno solo. Por lo com ún la relación endógeno-exógeno es extraordinariam ente com p’eja y se puede sólo estim ar según su im portancia, como en la esquizofrenia y en las enferm edades maniacodepresivas, donde lo endógeno está en el prim er plano, y en las psicosis p o r infecciones, donde damos la prim acía a lo exógeno. Ningún proceso psíquico es condicionado sólo p o r la constitución sino más bien h a surgido siempre de la acción reciproca de u n a constitución especial y de condiciones y destinos singulares externos. Podemos cap tar directam ente el cambio de las condiciones externas. L a constitución es siempre algo a descubrir. El concepto es, muy a m enudo, si es empleado en sentido enteram ente general, el encubrim iento de nuestra ignorancia Lo mismo que especificamos en las condiciones externas, cuando hablam os del medio, tenemos tam bién que esforzarnos por referirnos en lo posible a las clases estrictam ente lim itadas de constitución al em plear ese concepto. Nunca podemos p reg u n tar respecto de un todo (por ejem plo de un proce so patológico no orgánico, de u n a personalidad, de la crim ina idad de un individuo, e tc .), si h a surgido del medio o de la constitución, sino que, mientras sigue siendo problem a la apreciación del todo, podemos llegar por la descomposición en factores particulares, a separar en parte los fac tores constitucionales de factores del medio. Como no se puede considerar en todas partes iguales los organismos humanos ni su vida psíquica (más bien, individuos distintos, por ejcm p’o, reaccionan de m anera enteram ente distinta al mismo veneno), es indudable que tam poco en la investigación de los efectos de las causas externas se puede olvidar nu n ca la constitución. N unca se encuentran inalterables en todo individuo efectos que vuelven a darse de la misma m anera. Incluso en las conexiones más constantes hay excepciones, hay diferencia cualita tiva de los efectos, y efectos sólo en un núm ero lim itado de individuos. Como, al contrario, tam bién la constitución h eredada necesita Jas con diciones del am biente p a ra manifestarse, tenemos que investigar en las
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enfermedades endógenas esas condiciones del m undo circundante, cuando es comprobado p o r ejemplo que de dos mellizos univitelinos, si uno en ferm a de esquizofrenia, m ayorm ente tam bién enferm a el otro, gero no siempre. 4. Relación de lo endógeno-exógeno con pares de. conceptos afines. Los conceptos endógeno y exógeno tienen u n sentido diverso según sean apli. cados a enferm edades solamente corporales o a enfermedades psíquicas. Todos los factores exógenos de enferm edades corporales (venenos, bacte rias, clima) son en verdad tam bién exógenos p ara las enfermedades psí quicas. Pero llamamos exógenas tam bién a las enfermedades corporales, incluso las enfermedades somato-endógenas del cerebro, frente a la pre disposición psíquica. Ejemplos: a) La parálisis es una enfermedad exógena del cerebro {producida por la sífilis), que a su vez com o exógena destruye la vida psíquica, b) El tumor es un proceso endógeno del cerebro que afecta a la predisposición psíquica, como factor exógeno.
En este sentido, todo lo somató geno es tam bién exógeno, todo lo psicó* geno es tam bién endógeno. Sin embargo, distinguimos en el proceso psí quico análogam ente a lo éxógeno y lo endógeno, lo reactivo d e lo autóctono (H ellpach: anorm alidad reactiva y p ro d u ctiv a). Las reacciones que nacen a través de las vivencias de los golpes del destino y de los acontecimientos externos del alm a, están en analogía con lo exógeno; las fases y procesos, que aparecen sin acontecim ientos externos, en determ inados períodos desde causas internas, están en analogía con lo endógeno. d) Proceso causal com o proceso extraconscienle. L o com ún de todas las relaciones causales es que en ellas se vuelve claro como necesario algo incomprensible. Esto causal es sólo em píricam ente com parable; debe hacerse teóricam ente inteligible p o r la im aginación de u n extraconscienle que esté en la base; pero es, en si, inevidente. Está en la esencia de to d a investigación causal que penetre en su continuación en los fundam entos extraconscienies de lo psíquico, m ientras que la psicología comprensiva queda, en principio, en la conciencia, term ina en los límites de la conciencia. E n las investigaciones causales tenemos que suponer siempre a las unidades fenomenológicas o las relaciones com prensibles o a lo que usemos como elemento, u n algo extraconsciente que sirva de base. Así empleamos conceptos com o disposiciones extraconscientes y mecanismos extraconscientes. D e ese concepto no podemos desarrollar nunca en la psicología, sin em bargo, u n a teoría única general sino que podemos utilizarla sólo p a ra los fines eventuales de la investigación, en tan to que se m uestra aprovechable.
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A quí nos guía la representación básica» que todas las relaciones causales, toda la in fraestructura extraconsciente de lo psíquico, tienen sus funda mentos en los procesos corporales. Lo extraconsciente no puede ser hallado en el m undo m ás que de m odo corporal. Estos procesos corporales los presumimos en el cerebro, especialm ente en la corteza cerebral y en el tronco, y los im aginam os como procesos biológicos altam ente complicados Estamos infinitam ente lejos de su exploración. T odas las destrucciones groseras, observadas como causas de las afasias, de la dem encia orgánica, son siem pre destrucciones de condiciones más alejadas d e lo psíquico; en principio no es n a d a distinto a como, p o r ejemplo, los músculos intactos son condiciones de la aparición d e actos de voluntad y los órganos de los sentidos intactos son condición de la aparición de percepciones. T odo lo que conocemos en el cerebro hay que integrarlo en la fisiología corporal, en p a rte alguna conocemos hallazgos a utilizar de m odo directo psicoló gicamente. Se encuentran m ás bien en las alteraciones psíquicas más toscas cerebros enteram ente intactos — o hallazgos anatómicos tan mínimos y en muchos individuos difusos que las alteraciones psíquicas graves parecen ininteligibles— y, al contrario, se encuentran —-relativamente raras— al teraciones graves de la corteza cerebral en individuos que apenas ofre cerían algo anorm al psíquicam ente ( x) . Los numerosos hallazgos en el cerebro de enfermos m entales son por completo inespecíficos de determ i nados procesos psíquicos. L a parálisis general, que pasa como la única enferm edad m ental con correlación característica conocida en el cerebro, no perm ite sin em bargo ninguna relación del hallazgo del cerebro con las alteraciones psíquicas especiales. L a parálisis es más bien un proceso en todo el sistema nervioso, como la esclerosis m últiple, la arterioesclerosis. L a m ayor p arte de los procesos cerebrales suelen tener algunos efectos psíqui cos, la parálisis los tiene excesivamente y siempre. Como en muchos p r o cesos cerebrales, aparecen tam bién en la paic^lisis, ocasionalmente, la m ayor parte de los procesos psíquicos anorm ales que nos son conocidos, sólo que la destrucción del alm a ocupa jfronto el prim er plano. A unque tenemos tam bién la presuposición que todos los procesos psí quicos, norm ales y anorm ales, tienen sus fundam entos corporales, no conoce mos éstos en n in g u n a p arte. E n especial hem os de cuidam os de tom ar a los procesos cerebrales conocidos por esos fundam entos directos de deter-
(1) Esto enseñan casos aislados sorprendentes p a ra los anatomistjas. U n ejem plo conocido es la dem encia senil. Las alternativas del cerebro de los ancianos en genera] y de los dementes seniles son cualitativam ente idénticas. Se encuentran en los dem entes gravísimas alteraciones de la misma especie que en los ancianos sanos. P ero se encuentran ocasionalmente alteraciones graves tam bién en ancianos sanos y alteraciones relativam ente ín* finjas en dementes. N o existe ningún paralelo e n tre la gravedad de los defectos psíquicos y la gravedad d e las alteraciones anatóm icas.
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minados procesos psíquicos. E n este estado de nuestros conocimientos es perm itido hablar, pasando por alto los fundam entos corporales directos desconocidos, de una acc:\6n de los procesos cerebrales reconocibles ¿obre la vida psíquicd, como hablam os de la acción de las enferm edades del metabolismo, de los tóxicos, etc. Así adquiere sentido tam bién la concep ción diversam ente expresada de que la predisposición psíquica individual condiciona la form a especial de reacción del alm a al proceso patológico del cerebro. Se ha pensado incluso que la mism a enferm edad corporal o el mismo proceso cerebral pueden producir u n a vez u na psicosis periódica, y otra u n proceso demencial. M ientras se m ueve en el aire esta concepción es conocido, por ejemplo, que ante el mismo proceso cerebral reacciona un enfermo con síntomas histéricos, el otro con anom alías del estado de ánimo, el tercero con simple dem encia asintom ática. Es evidente que estas, dife^ rendas se hacen válidas al comienzo de los procesos, m ientras que al fin éstos se vuelven todos parecidos por la destrucción general. En m uchas perturbaciones psíquicas y psicopatías no se encuentra en el ■ cerebro en general nada, ni fundam entos directos ni tam poco los más lejanos. N o obstante, apenas se puede d u d a r de que todo proceso psíquico característico tiene tam bién sus condiciones corporales típicas. Sin embargo, estos fundam entos corporales en las personalidades psicopáticas, en Ja histeria, tal vez en m uchas psicosis vinculadas todava a la demenciaprecoz (procesos psíquicos) no serán pensados de otro m odo que, por ejemplo, el fundam ento corporal en el cerebro de la diversidad de carac teres y dotes; es decir estamos infinitam ente lejos de hacerlas objeto posible de la investigación. Frente a estas m aneras de ver, hay otra que era dom inante en dece nios anteriores, pero que últim am ente h a decrecido en im portancia. Se re vestía e n 'la fórm ula: “Las enferm edades m entales soii enferm edades del ce rebro” (Griesínger, M eynert, W e rn ic k e ). Esta frase es un dogma, lo mismo que seria un dogm a la negación de esta frase. Aclarémonos nuevam ente la situación: encontram os en algunos casos conexiones entre alteraciones cor porales y psíquicas d e u n a m an era que las psíquicas tienen que ser consi deradas con seguridad como consecuencias. Sabemos adem ás que no existe en general ningún proceso psíquico sin la condición de algunos funda m entos corporales: no h ay “espectros” . Pero no conocemos en ninguna parte u n proceso corporal en el cerebro que sea, por decirlo así, como “el otro aspecto” , idéntico al proceso psíquico morboso. Siem pre conoce mos sólo condiciones de lo psíquico; nun ca concemos las causas de un proceso psíquico, sino siempre solam ente una causa. A quella fam osa frase es, pues, com parada con la investigación realm ente posible y con las expe-
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efectivas, tal vez u n p u n to posible de la investigación, situado en eJ infinito — pero no señala, sin embargo, u n objeto de investigación. D is cutir tales frases, en lo posible querer resolver el problem a en principio, significa u n a falta de crítica metodológica, Tales frases desaparecerían tanto más de la psiquiatría cuanto m ás desaparezca la especulación filo sófica de la psicopatología y más eco tenga en los psicopatólogos, la for mación filosófica.
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V isto históricam ente, el dom inio del dogm a: las enfermedades mentales son en* íermedades del cerebro, h a tenido un efecto favorable y uno nocivo. Fué alentada la investigación del cerebro. T od o establecim iento tiene ahora su laboratorio anató m ico. Fué perjudicada la investigación psicopatológica verdadera; involuntariam ente se apoderó de los psiquiatras un sentim iento: conozcamos primero del todo exacta mente el cerebro y conocerem os tam bién la vida psíquica y sus perturbaciones. O lvi daron del todo Jos estudios psicopatológicos y los consideraron incluso no científicos, de manera que escapó a ellos mismos el conocim iento de las adquisiciones hechas hasta entonces por la psicopatología. H oy se ha formado el concepto que la investi gación anatóm ica y la investigación de la vida psíquica deben coexistir indepen dientemente.
Q ue el proceso causal tiene que ser im aginado como extraconsciente, nos lo aclaran algunos conceptos que están en uso cotidiano: 1. “Síntom a”. Lo extraconsciente^ que no percibimos directam ente, lo reconocemos en el síntom a. T odas las m anifestaciones de la vida psíquica y corporal se convierten en síntomas, cuando tenemos en vista el propio proceso básico com o causal. Si lo extraconsciente es u n proceso corporal conocido, los fenóm enos psíquicos son síntomas de ese proceso. Síntomas son las m anifestaciones siempre reconocibles como idénticas. ¿En qué se basa la identidad de u n síntom a? L a respuesta es d a d a p o r toda la teoría de las causas. El que u n síntom a sea idéntico es debido, por ejemplo, a las mismas causas exógenos, como venenos, variedades de enfer medad som ática; o p o r la m ism a localización de procesos patológicos dis tintos, que actú an en ese lugar del cerebro dañando, excitando; o p o r la misma predisposición, etc. Si las m anifestaciones son consideradas como síntomas en relación con el proceso causal básico, se distinguen, según la proxim idad de la causa los síntomas básicos (síntom a prim ario, síntom a axial) de los síntomas accesorios (síntom as secundarios, síntomas m arginales). A nálogam ente se distingue en las causas de los síntom as las patogenéticas (por las cuales son producidas las m anifestaciones) y las patoplásticas (que sólo las form an).. 2. “O rgánico-funcional”. Los mecanismos extraconciéntes, im aginados como explicación de lo psíquico vivenciado, n o p ueden ser señalados hasta
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ah o ra d e m odo directo en lo corporal, en nin g u n a parte. N o como procesos directos paralelos o como causas directas, p ero sí como causas más distantes de los procesos psíquicos, se e n c u e n tra sin em bargo u n gran número de fenómenos corporales palpables (procesos cerebrales, envenenamientos al teraciones morfológicas de otros órganos, de los que se puede suponer que actú an tam bién sobre el c e re b ro ). Aquellas alteraciones psíquicas que pueden ser atribuidas a causas p alpables en lo corporal, se les llama orgánicas. E n las enferm edades m en tales orgánicas se puede m ostrar con : los medios actuales alteraciones en el cerebro o se puede esperar, sin embar go, en base a otras m anifestaciones corporales, que serán halladas en un tiem po prudencial. Llam am os funcionales a aquellas alteraciones psíqui cas p a ra las que no se puede e n c o n tra r nin g u n a causa corporal, y respecto de las cuales tam poco ah o ra se tiene n in g ú n punto de apoyo en el dominio corporal p a ra la suposición de su existencia, y en las que m ás bien esa; suposición se basa en la m era hipótesis de que p a ra todas las alteraciones : psíquicas tienen que existir causas físicas. Pero la diferencia o rg ánico-funcional tiene u n sentido m últiple, aun? cuando coherente: orgánico es io p alp ab le morfológica, anatóm ica -ya estructuralm ente; funcional lo fisiológico, que con persistencia morfológica? se m anifiesta sólo en el proceso y e n las funciones del cuerpo. Además, orgánico es el proceso irreparable, Ja enferm edad es incurable; funcional; es el proceso reparable, la en ferm ed ad es curable. í Evidentem ente la oposición no es absoluta. L o que comienza psicógenam ente, lo que se m anifiesta funcio n alm en te, puede volverse orgánico. Loi orgánico puede m anifestarse en u n proceso funcional reparable. Pero siem pre tiene el contraste relación co n e l proceso somático. e) C o n tra la generalización ab so lu ta del conocim iento causal. D esde el pun to de vista de la in v estig ació n som ática y neurológica, las perturbaciones psíquicas en los proceso s conocidos del cerebro son sólo “síntom as” . L a gran im portancia p rá c tic a del conocimiento de los procesos! corporales que perm iten antes que n a d a , y, ta n sólo quizás en el futuro, una influencia terapéutica exitosa — u n a c u ra c ió n radica!— , hace que m uchos, se inclinen a tom ar este p u n to de v ista p o r el único. Creen haber recono—j cido en la enferm edad corporal la “ esencia” de la enferm edad mental P ara los psiquíatras com o psicopatólogos ese p u n to de vísta sería u na trai ción a su verdadera tarea. No q u ie re n investigar procesos cerebrales, que investiga ya la neurología y la h isto lo g ía cerebral, sino procesos psíquicos. E n qué m edida pueden ser m ostrados h a sta ahora, estos procesos psíqui cos, en causas particulares de co n d icio n es corporales; como tienen comple jos enteros de perturbaciones p síq u icas y el curso completo de los mismos
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su causa única en el proceso cerebral — las enferm edades orgánicas-—; cóm o son diagnosticadas esas enferm edades orgánicas; como, p o r su parte, son originadas, todo esto fe interesa ciertam ente en la m ás alta medida. Y m uy especialmente, es im portante p a ra el m édico conocer estas condiciones corporales. Nuestra necesidad causal es profundam ente satisfecha p o r las regula ridades más simples y, m ás necesarias; por ellas hay que esperar el mayor* poder de la intervención, terapéutica; pero sólo entonces, cuando lo causal es reconocido en verdad d e modo empírico y no sólo teóricam ente, e im a ginado como m eram ente posible. L a inclinación a hacer de las simples consideraciones causales lo principal, tiene u n efecto funesto p a ra el cono cimiento empírico de las form as m últiples de lo anorm al psíquico. Se abandona el m u n d o ,d e lo que se puede saber intuitivam ente, au n cuando no sea explicable causalm ente, en favor de abstracciones vacías. Pero nuestro impulso del conocimiento encuentra a diferencia de la consideráción causal, o tra satisfacción específica en la contem plación ordenada y penetrante de los fenóm enos y figuras de la existencia psíquica. Significación y límite del conocimiento causal se pueden ver del modo más eficiente quizás en las posibilidades terapéuticas. E l conocimento causal, que cap ta i ó incom prensible com o necesario, desde sus causas, puede influir en ese proceso decisivamente p o r medidas en las cuales la actividad del alma, que debe ser auxiliada, no necesita tom ar ninguna participación. Lo que será posible en base a la investigación serológica, endocrina u hormonal, alguna vez, es imprevisible. Las inyecciones realizarían sin la intervención personal del médico y del paciente la terapia eficaz, se repetiría idénticamente de caso a caso, y alcanzaría efectos colectivos. E n com pleta oposición está la terap ia que deja cam po libre p a ra las variaciones internas y las resoluciones que se convierten en origen de la curación por la confianza personal del médico en la vía de la actividad personal del enferm o a través de la conform ación de las circunstancias vitales y del medio circundante. L a oposición radica] tiene m uchas graduaciones. Frente al simple orde nar está el alentar, el. cuidar, el adiestrar en la educación, el producir condiciones ante las figuras que intervienen. E n la diversidad de estos contrastes tiene su puesto el conocimiento causal y comprensivo. Lo cual es difícil d e reconocer realm ente. Pero si existe el conocimien to general, la aplicación es relativam ente fácil y se convierte en fenóm eno colectivo.. Lo comprensible en cam bio es en general fácil de captar. L a aplicación es lo difícil, pues no se vuelve derivación de lo general, sino
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siempre nuevo origen histórico de com prensión concreta en la figura per sonal de este médico y de este enfermo. Es la presencia m ás intensiva de lo completam ente individual. Lo causal se refiere a lo extraño, a lo incomprensible y factible, la comprensión se refiere a m í mismo en los otros, al hom bre como lo próximo. Si se ha aclarado todo lo que aquí se h a llevado al extrem o todavía esquem áticam ente, sigue la visión: todas las categorías y los métodos tienen su sentido específico. Es, inconveniente hacerlos ju g ar unos co r , . otros. C ad a uno puede realizarse abundantem ente de m anera p u ra y objetiva y, así, lim itada necesariamente. C ada cual cae p o r la generalización absoluta en exigencias hueras, en h abladuría ineficaz y en modos de com porta m iento p o r los cuales es destruida la libre contem plación de los hechos típicos. Por lo que se refiere especialmente al proceso causal, el progreso a la causalidad profunda, obligada, es un impulso básico de nuestro cono cim iento; las perspectivas dan alas, la dificultad del objetivo exige pacien cia. Pero, por muy lejos que llegue este conocimiento, no p odrá reconocer nunca el proceso en sí y en su conjunto y tra b a ja r con eso, sino que tiene algo ante sí p a ra operar de tal modo que toda curación del individuo de pende al fin, todavía decisivamente, de algo que está en él, yt a lo que nosotros sólo nos acercamos com prensivamente. f) Resum en sobre el conocim iento causal. L o distribuim os en tres capítulos. En el prim ero son recorridos Jos factores causales particulares que han sido hasta aquí objeto de nuestro conocim iento (vemos al indivi duo como cuerpo anim ado, en su m undo, c irc u n d a n te ). E n el segundo será mostrado en su significación p a ra el conocimiento psicopatolÓgico u n tactor causal destacado y predom inante, abareativo, porque determ ina ■todos los ?tros, la herencia (vemos al individuo a través de la constitución h eredada :omo especie, en la unión de las generaciones) , E n el tercero discutiremcs :odas las representaciones que guían y extravian nuestro pensam iento —-las eorías— , que nos formamos de procesos extraconscientes (pensamos en an proceso subyacente a las m anifestaciones). La psicopatología explicativa está en todas partes, en sus representaciones básicas r puntos de vista a merced de la biología y del horizonte de todos sus conocimientos ' en especial de la anatomía hum ana, de la fisiología, de la neurología, de la ndocrinología y de las doctrinas de la herencia (gen ética). Nuéstra exposición endrá que interpretar estas relaciones por breves referencias. •
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Efectos del m undo circundante y del cuerpo sobre la vida psíquica
C uerpo y alm a en su unidad, su separación, su relación, deben exami narse bajo varios puntos de vista, dé sentido radicalm ente divergentes entre sí. E n este capítulo hay que inform ar sobre los hallazgos somáticos palpa bles y los factores físicos d d m undo circundante, que tienen u n efecto dem ostrable sobre el alm a. N o conduce a n a d a hab lar en general del cuerpo y de] alm a, pues en ambos hay m ucho demasiado impreciso en su generalidad, p a ra d ar a las consideraciones sobre ellos u n sentido claro. Im p o rta aprehender en su concreción em pírica la cordialidad determ inada y la m anifestación psíquica determ inada, p a ra ver luego que efectos tiene lo corporal a que nos referimos. Para la consideración causal “desde fuera”, todo efecto corporal causal llega al alm a a través del cerebro. Presuponemos —-y hasta aquí lo con firm a la experiencia— que no hay ningún efecto causal inm ediato de lo corporal sobre el alm a, sino sólo p o r interm edio del cerebro. C uando toda la corporalidad es notable en lo psíquico, sólo es causal sin em bargo cuando se d a n vías orgánicas hacia el cerebro y encuentran en él puntos de apoyo p a ra su acción. C ualquiera sea, sin duda, la form a que se le atribuya, el lugar de acción sobre el alm a es com pletam ente obscuro. N uestro estudio va d e los factores causales del am biente h asta el efecto del cerebro en el alm a. Veremos que hay u n a m ultitud de hechos interesantes, pero que no llegamos al alm a misma, porque el reino de las " causas interm edias” entre el cuerpo y el alm a es insuperable. Se llega siempre a un abismo no col m ado, e n donde se m uestran las relaciones em píricam ente confirmables de lo corporal y do lo psíquico. C uando se dice sucesivam ente: El alm a está en todo el cuerpo — el alm a está en el cerebro-— el alm a está en u n lugar del cerebro — el alrna n ó está en n inguna p arte •—-, se enuncia siempre una experiencia: cad a frase tiene algo de exacto. Pero p a ra la considera ción causal el cam ino se eleva al cerebro, a la localización en el cerebro, p a ra fracasar aquí cuando se quieren h acer manifestaciones generales positivas.
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§ 1, Efectos del m undo circundante El m undo circundante es constantem ente activo p a ra to d a vida y tam bién para el alm a: psicopatológicam ente hay, que nom brar las m anifesta ciones singulares que se h an observado a consecuencia del cambio del día y la noche, de la estación del año, del tiempo' y del clima. Inespecíficas p a ra determ inadas especies de m undo circundante, se d an las pretensiones m áximas de la vidd, que conducen al agotam iento o a una revolución de la organización vital. a) D ía y noche, estación del año, tiem po, clima (1). Sabemos poco sobre la dependencia de las manifestaciones psíquicas de las circuns tancias meteorológicas. Sin embargo, tal dependencia es de las más llam a tivas, justam ente en los procesos patológicos del alm a. N aturalm ente, tene mos que separar los efectos causales directos sobre el alm a a través del cuerpo, que son aquí nuestro tem a, y los indirectos, a través de la impresión comprensible que tienen en el alm a, el paisaje, el tiempo, el clim a: u n amplio campo de posibles actualizaciones de estados de ánim o com pren sibles y de contenidos, que se h a n vuelto conscientes a través de poetas y artistas, a través de la ciencia. 1. D í a y n o c h e . R elativam ente a la hora del díaAse han obser vado frecuentes em peoram ientos de los estados de depresión por la m añana, de los estados amenciales y de delirios tóxicos p o r la noche. Los depresivos pueden sentirse gravem ente enfermos por la m añ an a y por la tarde sa nos ( 2) . Además, es típico el delirio, el desasosiego y la angustia y la deam bulación nocturnos, de los seniles lúcidos d u ran te el día. H ay epilépticos que tienen sus ataques sólo de noche. ' 2. E s t a t i ó n d e l a ñ o . Sobre el problem a de la significación de la estación del año, poseemos un m aterial num érico que nos dem uestra en u na serie de manifestaciones la frecuencia de su aparición en u n a curva anual. Así, los suicidios y delitos sexuales y, según parece, todos los actos atribuibles al aum ento de la actividad psíquica, son más frecuentes en los meses de niayp y junio. La cifra de admisiones de enfermos m entales es m ayor en la prim avera y el verano. L a curva anual de la cifra de las adm i siones en los manicomios h a sido hallad a coincidente desde hace m ucho tiem po por diversos autores. Su investigación más detenida en la clínica de H eidelberg(3) dió por resultado que las curvas del cam po son m ás caracte (1) H e i .i j v i CH : Die geopsychischen Erscheinungen, 3* ed., Leipzig, 1923, 4? etl. con el título Geopsyche (rcelaborada y a b r e v i a d a ) , Leipzig, 1935. (H a y traducción e s p a ñ o l a de Revista de O ccidente). (2) Respecto a las horas del d ía : B ingf.l : “ Ü ber die Tagesperiodik Geisteskranker, dargestellt am Elektroderm atogram m ” . Z. N eur., 170, 404 (1941). (3) K ollibay-U ter , H anna: Z. N eur., 65, 351. V er M eier, E .: Z . N eur., 76, 479 (de B urghözli). ' -
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rísticas que las curvas urbanas, las curvas femeninas m ás que las m asculinas ¿ con la edad la relación con la estación del año se vuelve m ás floja. Las prim eras admisiones, es decir los enfermos nuevos, tienen la curva caracte rística. T odo h ab la de que no son las condiciones sociales las que condi cionan la curva anual, sino las influencias celestes. 3. T i e m p o . L a dependencia de algunos m alestares nerviosos y reum áticos del estado del tiem po (aum ento en el tiem po húm edo y bajo grado barom étrico) hay que tom arla sólo en p arte como efecto directo sobre el cuerpo. E n la sensibilidad difusa de los nerviosos p ara todo cam bio del tiem po intervienen tam bién factores psíquicos. Los estados psíquicos anor males, p o r ejemplo, an te la torm enta, ante la nevada, son, sin embargo, condicionados m anifiestam ente en lo causal, no en lo comprensible. 4. C l i m a . E n los efectos patógenos de algunos climas hay que p asar p o r alto el efecto de los agentes morbosos que allí viven. Q ué efectos tiene el clim a como tal, no se conocen. N o se sabe, por ejemplo, si el “delirio de los trópicos” es producido en su m ayor parte p o r el am biente sociológico de las colonias. b) F a tig a y agotam iento. L a dism inución y el daño de las funcio nes corporales y psíquicas por el ejercicio de la función misma se llam a fatiga y agotam iento. L a fisiología sostiene que la fatiga se produce por la acum ulación de productos paralizadores del metabolismo, que pueden ser eliminados en breve tiem po nuevam ente por la corriente sanguínea, pero el agotam iento se produce p o r el desgaste excesivo de la substancia viviente, que tiene que ser repuesta por nuevas síntesis. E n la fatiga se a d vierten subjetivam ente numerosos fenómenos: F lujo interno de pensam iento: pensam ientos indiferentes desfilan sin orden por la cabeza. O al contrario, no se puede librar uno de algunos pensam ientos, repre sentaciones e im ágenes (a veces imágenes mnésicas de tonalidad afectiva). Los fenómenos se vuelven tan vivaces que se aproximan a los sensoriales; las represen taciones son com o pseudoalucinaciones, el pensar comó el hablar; se añaden excita ciones espontáneas de los sentidos. A menudo se oyen “tañidos de campanas” u otros engaños sensoriales similares. L a memoria voluntaria fracasa, la coordinación de las ideas y de los m ovim ientos voluntarios cede, existe una acrecentada excitabilidad m otriz, un temblor. A veces es dom inado todo por un cierto estado de ánim o alegre.
H a n sido fijados experim entalm ente algunos efectos de la fatiga: H an sido medidos rendimientos del trabajo (problemas de cálculo, etc.) y se ha com probado la dependencia de la fatiga del hambre, de la dism inución del sueño, ■etc. i 1) . Se observó dism inución del rendim iento del trabajo, acrecentada distraibiIidad, inclinación a las asociaciones ideo-fugitivas. Weber encontró una subversión del comportamiento de la repleción sanguinea de (1)
En
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K raepeun
{Aschaffenburg,
W eygandt).
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los órganos en la fatiga: pasajeros en individuos por otra parte normales, durante !a fase de la fatiga, y perm anentes en neurasténicos. E n los trabajadores intelectuales fatigados dism inuyó durante el trabajo el volum en d e l brazo, lo mismo que el vo lum en de la cabeza; el volum en del cerebro dism inuyó en lugar de aum entar; la carótida se redujo en lugar de ensancharse. Si se cierra un circuito de corriente galvánica cu y o ánodo es puesto en un o j o , al llegar a cierta intensidad de la corriente, la persona d e l ensayo advierte un rayo lu m inoso y el observador puede comprobar en la pu p ila del otro ojo un m ovim iento. Si se m ide la intensidad de la corriente galvánica, en e l rayo de luz (intensidad de la sensibilidad lum inosa) y la intensidad con que e l m ovim iento de la pupila* se vuelve visible ( sensibilidad r efleja ), se com portan los dos valores en los sanos, por ejem plo, c o m o 1:3. Esta com probación de B u m k e sirvió a H a y m a n n (*) de fun dam ento para el exam en de numerosos enfermos. H a lló en estados de agotam iento de toda clase (neurastenia constitucional y adquirida, después de enfermedad cor poral, en la histeria) un aum ento de esa proporción hasta 1 :3 0 o 1:40. En las cuatro neurosis traum áticas exam inadas encontró relaciones normales, y lo m ism a en las psicosis funcionales.
Al agotam iento se atribuyó antes gran im p o rtan cia como uno de los factores originarios d e las psicosis agudas, m ien tras que ahora se está inclinado, al contrario, a negar la existencia d e auténticas psicosis de* agotam iento. H ay sólo, por u n a parte, u n a fatigabilidad aum entada, que puede alcanzar un alto grado, y p o r o tra una m anera múltiple, de expresión de la fatiga según la época y la constitución personal del individuo alcan zado p o r la fatiga. A parte de m ostrarse en los estados psicopáticos funda m entales en la constitución, aparece la fatiga de m an era m uy diversa: una excursión por la m o n tañ a produce u n a d ep resió n ; u n esfuerzo corporal cualquiera, ocasiona la aparición de m anifestaciones de despersonalización y sentimientos de extrañeza; el agotam iento h ace desarrollar u n delirio de auto-referencia largo tiem po p rep arad o (idea so b rev alo rad a). Indinación al llanto, excitabilidad y m alhum or, estados apáticos, sentimientos de an gustia, representaciones obsesivas, aparecen, en u n a palabra, todo el contin gente d e los fenóm enos psicopáticos. Finalm ente, todas las variedades de psicosis endógenas pueden ser “des encadenadas” tan to p o r agotam iento com o p o r otros factores. E n la p rim era g uerra m undial no h a n sido observadas psicosis en los agota m ientos m ás graves; en cam bio, el agotam iento p u d o prep arar el terreno p ara la reacción patológica, en las conm ociones em otivas más violentas (2) . N o hay tam poco psicosis propias del agotam iento, pero hay, estados característicos en individuos que tienen p o r n a tu ra le z a ya u n a fatigabilidad anorm alm ente elevada y luego están expuestos larg o tiem po a esfuerzos, privaciones, inquietudes, vida m iserable y m a la alim entación. E n tales (1) H a y m a n n : Z . N eu r., 17, 134. B u m k e : “ E in objektives Zeichen nervöser Erschöpfung Allg. Z . Psychiatr., 70, 852. (2) Bibliografía sobre el problem a del agotam iento y sus consecuencias en K o rb s c h : H andbuch, vol. X, p. 312 y sigts. de
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no hay entonces ningún m om ento más en el que estén libres de fatiga. Sufren de numerosos fenómenos psicopáticos correspondientes a su disposición. Si enferm an luego de u n a psicosis endógena curable, desen c a d e n a d a por el estado, adquiere ésta a veces, p o r el agotam iento previo, un colorido especial “asténico” , el mism o que suelen tener todas las psicosis en graves enferm edades corporales (signos de fa lta de fuerza, abatim iento3 además pobreza en las exteriorizacxones). in d iv id u o s
§ 2. T ó x i c o s Los efectos de los m edicam entos y tóxicos sobre la vida psíquica son relativamente accesibles a la investigación en razón de lo unitario de la causa eventual, que se puede introducir incluso experim entalm ente en los individuos. Las investigaciones se m ueven preferentem ente en tres direcciones. a) T rím ero se tra ta dé crear u n a noción clara de los fenóm enos expe rimentados subjetivam ente, según aparecen después de la introducción de determinados tóxicos. Se com prueban diferencias en el efecto del mismo tóxico sobre diversos individuos y en los mismos individuos en períodos dis tintos, igualm ente diferencias en el efecto de diversos tóxicos. De lo prim ero son ejemplos las variadas clases de em briaguez alcohólica, de em briaguez de haschisch, p a ra lo últim o, las diferencias en los efectos del al cohol, del haschisch y de la morfina. E n dosis grandes todos los tóxicos tienen por consecuencia alteraciones de la conciencia (embriagueces, incons ciencia, coma) o el sueño. En algunos casos el efecto m omentáneo de los tóxicos es tan distinto del térm ino medio y tan grave que se habla de reacción tóxica patológica. El ejem plo más cono cido es la reacción patológica del alcohol. Y a con cantidades relativam ente pequeñas aparecen perturbaciones de la conciencia de la clase de los estados crepusculares con acciones absurdas u otros estados anormales, que a m enudo encuentran su ter minación en un profundo sueño, de todo lo cual los afectados tienen amnesia. Los mismos individuos sufren a m enudo tam bién otras clases de reacciones patológicas (a infecciones, a accidentes, a viven cias). Otros individuos no pueden soportar ni las más mínimas cantidades de alcohol; tienen de iniriediato malestares o vivas altera ciones en el curso del proceso psíquico, de manera que evitan en general el disfrute del alcohol (intolerancia al alcohol). Esta intolerancia al alcohol se presenta tanto congénita com o adquirida (por lesiones craneanas, e tc .).
Las vivencias en las embriagueces Vóxicas son de alto interés. N o sólo son en sí fenóm enos maravillosos, cuyo encanto despierta la curiosidad de tales experiencias y cuyo disfrute en trañ a el gran peligro de los daños des tructores de la vida. Sino que son p o r decirlo así, u n a “psicosis modelo” (B eringer), en la que se puede experim entar algo que se aproxim a m ucho más que las vivencias del sueño y de la fatiga a las psicosis agudas. espe<-
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cialm ente las,esquizofrénicas. Existe al respecto de estas m anifestaciones un a bibliografía de extraordinario interés (a) . Jam es escribe: E n : tom o a nuestra conciencia de la vigilia ■ —que sólo es u n a especie determ i nada de conciencia— h ay otras form as potenciales de conciencia, que sólo están separadas entre sí por delgados tabiques. Podemos ir p o r la vida sin sospechar su existencia; pero cuando se em plean los excitantes necesarios, se m uestran en plena claridad al m enor contacto. E n la fenom e nología fueron descriptos numerosos fenómenos p o r autodescripciones de esas embriagueces. Pero justam ente el aislam iento de lo p articu lar en la descripción de los fenómenos, permite, p lan tear el problem a de la relación de los mismos en algún principio. L as amplias analogías ,de las numerosas embriagueces — ciertam ente son desviaciones considerables según las per sonas y los tóxicos— señala algo en com ún. b) E n segundo térm ino se investiga objetivam ente los rendim ientos mensurables, como la aprehensión, los tipos de asociación, el trab a jo conti nuado, etc., y cóm o se m odifican bajo la influencia del tóxico particular. Esa “psicología de los fárm acos” (2) desarrollada por K raepelin, h a en contrado diversidades características en tales cambios en el rendim iento después de la introducción del tóxico en cuestión. Así se observó que, después del alcohol, inicialm ente las funciones motrices son aceleradas, pero que las funciones de la aprehensión dism inuyen de inm ediato, m ientras que después del té, al contrario, se acrecientan las funciones de aprehensión y las m otrices quedan inalteradas. Sin em bargo, las interrelaciones son p o r lo general tan com plicadas que casi todos los resultados difícilmente resisten u na crítica aguda. El refinam iento de los m étodos de investigación ha progresado m ás que la obtención de resultados psicopatológicam ente interesantes.
(1) V er especialmente las autodescripciones: M o r e a u d e T o u r s : Dm kachisch et de Valiénation mentale, 1845. D e Q u i n c e y , T h . : Bekenntnise eines Opiumessers. L a exposición “ Selbstschilderung eines K okainisten” . Z . N e w ., 62, 222. B e r i n g e r , K u r t : Der Meskalinrausch, Berlin, 1927. F r a n k e l, F. y “ D er H aschischrausch” . Z . N eur., 111, 84. Sobre otros venenos: B r a u m , J o s e p h : Beitrag zur K enntnis der K am pferw irkung, p. 8-12, Diss. Bonn, 1872. (En la calle parecía todo en tum ulto y el intoxicado mismo involucrado en él. Las letras se movían al leer. T en ía “ sensaciones salvajes” , o ía rumores ensordecedores, basta que perdió el sentido. Al despertar no sabía nada del alcanfor, pero lo recordó al olerlo. T o d o le pareció nuevo y extraño, como si llegase a la vida ta n sólo por prim era vez entonces. No sabía dónde estaba y tam poco p a ra qué eran utilizados Ice objetos). S g h a b e u t z , H .: “ Experim ente u n d Selbstbeobachtung im, Bromismus” . Z . N eu r., 28, 1. (E n el envenenam iento crónico por el brom o se desarrolla un estado hipom aníaco con gran perturbación de la capacidad visual y ataques de fatiga. Ilusiones auditivas. Fenómenos luminosos con los ojos cerrados. Facilitación inicial en el desarrollo del acto m otor del lenguaje, luego, per turbación en el hallazgo de la palabra. En la abstinencia de brom o: ideas de referencia y estado de depresión. Resumen sobre envenenam iento por el brom o: A mann : Z . N eur., 34, 12. (2) K raepelin: Über die Beeinflussung einfacher psychische Vorgänge durch einigt A rzneim ittel, Jen a, 1892. O tras investigaciones e n los Psychologischen Arbeiten editadas po r K raepemn.
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c) L a tercera dirección de la investigación no se refiere a los efectos momentáneos del tóxico, sino a los efectos ulteriores y duraderos de los tóxicos en reiterada introducción, sea inadvertidam ente (plomo) o p a ra fines de disfrute (alcohol, m orfina, hachisch) (**). Este es el dom inio p ro pio de la observación clínica, tanto la alteración perm anente de l a perso n a l i d a d después de largo abuso de alcohol, de m orfina y de cocaína, etc. y. las psicosis agudas pasajeras que aparecen como consecuencia de úna mayor introducción del tóxico., D e im portancia, en principio, es que todos los individuos no experim entan en absoluto los mismos efectos. Se observa, por ejemplo, individuos que soportan largos períodos, sin daño perceptible, cantidades inauditas de alcohol. P o r otra parte, es digno de notar que, a menudo los efectos del m ismo veneno tienen en individuos diversos entre sí una identidad ta n grande que pueden ser reconocidos casi con plena segu ridad sólo p o r los cuadros psíquicos. Así el “delirium trem ens” (delirio de los bebedores) es u n a de las psicosis m ás típica qu e conoce la psiquiatría. Las conexiones causales entre intoxicación crónica y psicosis son com plicadas. N o se tra ta d e los efectos directos del tóxico, sino que aparecen probablemente m iem bros interm edios que hasta aquí nos fueron del todo desconocidos (presumidos como perturbaciones del metabolismo, form ación de toxinas, alteración vascular). Algunas veces se agregan todavía otros factores causales (lesión, infección). En el caso particular, la subordi nación causal es indiscutible, cuando se tra ta de form as de psicosis típicas, observadas a m enudo con el tóxico respectivo. E n otros casos, existe la posibilidad de que se tra te de u n a psicosis del todo diversa en u n individuo también intoxicado adem ás crónicam ente. En las psicosis a consecuencia de intoxicaciones crónicas se encuentran junto a su diversidad, ciertos rasgos comunes, que en parte están em pa rentados con las m anifestaciones de las psicosis en procesos cerebrales y en otras enferm edades orgánicas exógenas (B onh o effer): 1. Estados transi torios de perturbación de la conciencia, con equivocaciones sensoriales m a sivas, desorientación, angustia (delirios tóxicos), y que van a la curación con plena noción de lo pasado. 2. Síntomas corporales, que son signos de enfermedad en otros dominios orgánicos y que en parte son característicos de los diversos tóxicos. 3. A taques convulsivos durante los estados agudos. 4. Alteraciones perm anentes de la personalidad, que consisten en u n em bru tecimiento de la vida sentim ental, en restricción de los intereses, en predo minio unilateral de la vida instintiva, en inconsistentes debilidades de la voluntad. Las consecuencias se m uestran en ruin a social, gran irritabilidad (1)
Schroeder,
P .: Inloxikatîûnspsyckosen, Leipzig
y
Viena, 1912.
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con acciones brutales y afirm ación de la pro p ia inocencia, en la plena falt de responsabilidad, especialmente tam bién con respecto a las promesas d fu tu ra abstinencia. Estas últim as alteraciones son observadas casi siempt solo como efecto del uso de estim ulantes (alcohol, opio, m orfina, haschisch) Se trata m ayorm ente de individuos originariam ente psicópatas, que cayero en la “m anía” (S u c h t) ta n sólo a consecuencia de esa psicopatía ( 1). E los otros tóxicos (óxido de carbono, ergotina, plomo, etc.), se observa simples estados de debilidad psíquicos con rasgos del complejo sintomát» de Korsakof, pero sin aquellos rasgos de carácter relacionados con “m anía” . §
3.
E nferm edades corporales
Si se observa en el mismo individuo una enferm edad corporal y una anorm alidad psíquica, esas enferm edades no necesitan de m anera alguna ser dependientes u n a de otra, lo mismo que un proceso patológico cerebral y una psicosis en el mismo individuo no están siempre en relación. H ay que distinguir las posibilidades siguientes: U n a noxa conocida es tanto causa de la afección corporal como de la enferm edad psíquica: por ejem plo el alcohol d a lugar sim ultáneam ente a polineuritis y al complejo sintomático de Korsakof. O u n a noxa desconocida ocasiona ambas sim ultáneam ente: por ejem plo, la perturbación alim enticia incontenible y progresiva a pesar de toda la alim entación y la inanición ju n to a la psicosis, en algunas cata tonías. O la enferm edad corporal debe juzgarse como consecuencia de la psíquica: p o r ejemplo, algunas molestias del estómago a consecuencia de violentas emociones o de depresiones ciclotímicas. O la enferm edad cor poral y la psicosis son independientes u n a de o tra: por ejemplo, carcinom a y demencia precoz, o tienen u n a correlación estadística, que señala una conexión en la disposición hereditaria, por ejem plo, la tuberculosis y la dem encia precoz. O finalm ente, la enferm edad corporal es una de las causas que condicionan el sufrim iento psíquico. A esta últim a vinculación nos dirigimos aquí. a) E nferm edades internas. C asi todas las enferm edades corporales actúan de alguna m anera sobre la vida psíquica. E, inversamente, la vida psíquica obra sobré los estados corporales (fué discutido esto en la psico logía so m ática), A quí surge en las enferm edades a veces un círculo vicioso. Por angustia ante la enferm edad se produce, por ejemplo, un sufrim iento cardíaco; éste, después de desarrollado som áticam ente, aum enta nuevam ente la angustia. En síntomas ai principio somáticos, puede aparecer u na “super (1 ) Sobrc las “ m anias” : R ieg er: Festschrift fü r W erneck, 1906. F ra N kf.l , F . y J oel. E .: Der Kokainismus, B erlin, 1924. M aier. H . W .: Der K okainism us, Leipzig, 1926. Strincaris, M . G .: Die HascUischsuchl, B erlin, 1939.
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posición nerviosa” y o b rar patogenéticam ente. L a sensibilidad acrecentada,
la concentración de la atención sobre la enferm edad y los síntomas posibles y, especialmente, la sugestión no querida p o r p a rte del m édico que tra ta
al enfermo, obran aquí ju n tas p a ra crear u n cuadro, en el que lo originado corporalm ente, de modo directo, no puede ser separado ya claram ente de Jo condicionado más o menos psíquicam ente. A un cuando tam bién es po sible este círculo, hay sin embargo u n a m ultitud de enferm edades al co mienzo p u ram en te somáticas, respecto de las cuales preguntam os cómo actúan sobre la vida psíquica. Como siempre, tenem os en ello que distinguir las relaciones causales de las comprensibles. Las enferm edades corporales obran causalm ente p o r su influencia en las condiciones corporales de la vida psíquica en el cerebro, generalm ente de u n a m anera desconocida (toxinas, secreción in te r n a ) ; o actúan com prensiblemente por el m odo de vida a que es forzado el indi viduo por la enferm edad, y p o r las sensaciones, las vivencias, el destino que le aporta el estar enfermo.. E n todas las clases de internados en sanatorios durante largos años y de enfermos crónicos se pueden advertir a m enudo esos efectos, p o r ejemplo, en la m ezquindad, en la limitación del horizonte, en la sentim entalidad, en el llam ado em brutecim iento de sanatorios, en la naturaleza egocéntrica y egoísta. Com o efecto directo aparecen ligeras alteraciones psíquicas en toda en ferm edad corporal: dism inución de la capacidad funcional, fatigabilidad acrecentada, inclinación a estados de ánim o espontáneos y a sentimientos de m alhum or o tam bién eufóricos. Algunas veces, en el ánim o alterado son visibles enferm edades infecciosas iniciales — especialmente llam ativo en los niños. M ientras que en las naturalezas psíquicam ente robustas, entera m ente equilibradas, esos fenómenos se destacan poco, en otros individuos —entre ellos los llam ados nerviosos— se d a un desarrollo más variado ( 1). En algunos grupos de enfermedades se ha dirigido expresamente la atención so bre sus consecuencias psíquicas. En enfermos cardíacos ( 2) se observan los graves esta dos fisiológicos de angustia com o consecuencia de perturbaciones de la circulación y del hambre de oxígeno de los tejido«. L a angina pectoris está asociada a tremenda angustia corporal. Pero es llam ativo cóm o a veces en enfermos graves existe un pequeño sentim iento o ninguno de la enfermedad, mientras que es siempre violento en neurosis que; se orientan sobre el corazón. En la tuberculosis pulmonar ( 3) parece que la enferm edad misma no es de sig nificación específica, ni la euforia ni el aum ento del erotismo se han demostrado ( 1 ) A u to d e s c r ip e io n e s d e m é d ic o s e n f e r m o s s o b re la v iv e n c ia d e l a a n o m a l í a s o m á t ic a y d e l c o m p o r t a m i e n t o r e s p e c to d e e ll a las h a r e u n i d o A. G r o t j a h n > t o m á n d o la s de a u t o b io g ra f ía s , p u b l ic a c io n e s c a s u ís tic a s y d e u n a e n c u e s t a : A rzte u nd Patienten, L e ip z ig , 1 9 29.
(2) Braun : “ Die Psyche d e r H erzkranken” . Z . Psyehol., 106, 1 (1928). FahkbnK .: “ Psychosomatische Beziehungen beim H erzkranken” . N ervenarzt, 2 (1929). /3 ) K l o o s , G e r h a r d y N X s e k , E r w i n : Die psychische Sym ptom atik der Lungentuberku lose, B erlin, 1938. ka up,
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causalmente condicionados por la enfermedad. Incluso la dism inución de la capaci dad funcional es a veces asombrosamente pequeña. H ay entre los grandes hombres algunos que fueron capaces de producir hasta poco antes de su m uerte por la tuber culosis. Pero de la transformación del ambiente y de la situación para los enfermos surgen consecuencias en sí mismas comprensibles, que se pueden describir en una “sociología” de la tuberculosis. En los sanatorios se desarrolla un estado de ánimo por el espíritu específico de la casa, por la organización de la vida en el estableci miento, las posibilidades de ocupación. En la com unidad de los enfermos se desarro lla un m undo propio con sus costumbres, su jerga, sus parcialismos e intrigas, sin relaciones eróticas. Los enfermos, a causa de la larga duración del tratam iento, están apartados de las tareas del mundo, y en peligro de retornar al mundo sólo entre Is mayores dificultades. T ienen una propensión a afirmarse en su enfermedad, aún cuando ésta esté curada som áticamente.
b) E nferm edades endocrinas. D e todas las enferm edades internas, las endocrinas se h an vuelto de la m a^or im portancia p ara la psiquiatría, sobre todo en tanto que fueron p u n to de p artid a p ara hipótesis que tratan de explicar biológicamente, de la m an era m ás abarcativa, las enferm edades psíquicas. Es necesario ad q u irir u n a noción d e aquello de que se trata aquí biológicamente (2) . 1. La im a g e n to tal del a c o n t e c e r f i s i o l ó g i c o . L a vida del organism o es u n a gran unidad. Esa unidad es condu cida p o r sistemas corporales interdependientes: el sistema nervioso cerebro*espinal, el sistema nervioso vegetativo, las horm onas de las glándulas de se creción interna. El sistema nervioso cerebroespinal conduce las relaciones del cuerpo con el m undo externo y alcanza el óptim o vital del cuerpo en su m undo circundante. El sistema nervioso vegetativo (simpático y parasim pático) cuida del óptim o vital en el m edio interno de las funciones corporales. Las glándulas endocrinas (glándulas de secreción in te rn a ), que están entre sí en relación m últiple, realizan un todo funcional, en tanto que regulan ambos sistemas nerviosos por sus productos, las horm onas, y a su vez éstas son reguladas p o r los sistema nerviosos. Lo que se llam a integración horm onal de las funciones en u n todo unitario, ocurre por el entrelaza miento de los tres sistemas. Se guían m utuam ente. O dicho de otro m odo: El conjunto de la vida es regulado por los sistemas nerviosos como la omnipresencia de las noticias y conexiones dirigidas por los haces nerviosos y por las sustancias activas como la om nipresencia d e estímulos y de inhibiciones alcanzada m ediante la circulación de la sangre. L a unidad de la vida, su plan de construcción, es evidente, es verdad en la morfología del cuerpo, pero tan sólo es real en la unidad fisiológica funcional, esa cooperación adecuada de los controles. D ónde está el centro último de los (1) M e atengo ante todo a los siguientes libros: J o re s, A r t h o r : KUnische Ertdokrinologie (del que tomo form ulaciones), Berlín, 193.9. KoU-ER, G .: H orm one, B erlín, 1941. Sammlung Goschen. M arx, H .: Innere Sekrelian, en el H andbuch der innerert M edizín de Besgmann. S ta e h e u n , Saixe, vol, V I, B erlín, 1941.
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tres sistemas de gobierno, del que p arte todo control} no puede decirse. Es problem ático si existe ese centro. Según las conexiones reconocibles con precisión, u n a vez tiene la dirección uno, o tra vez el otro de los tres sistemas. N o se puede im poner la u n id ad en uno de ellos. T o d a general!' zación absoluta de u n a supuesta form ación única, es destruida p o r otras formaciones unitarias, sin resultado p a ra nuestro conocimiento fisiológico. L a unidad de las direcciones horm onales y nerviosas es u n todo infini tamente complicado, que apenas h a sido penetrado en algunas pocas re laciones. El sistema endocrino (llam ado tam bién sistema secretor interno u horm onal) funciona en el juego conjunto de las glándulas, es’decir de la hipófisis, de las glándulas sexuales, d e .la glándula tiroidea, de las p aratiroides, de las suprarrenales, del páncreas y otras. Las horm onas em itidas p o r ellas pertenecen a las substancias activas. Substancias activas son las substancias que no actúan como substancias nutritivas, sino como excitantes y reguladoras. Las substancias activas que pueden ser agregadas desde fuera con la alim entación se llam an vitaminas. Las substancias activas form adas en el organismo mismo, se llam an hor monas (es decir, substancias estim ulantes). M ientras que los ferm entos son substancias cuya presencia es necesaria p a ra determ inadas transform aciones químicas, generalm ente procesos de desintegración, las horm onas sólo a c túan en la substancia viviente. A todas estas substancias es com ún que pueden desarrollar su función en cantidades extraordinariam ente pequeñas. Algunas substancias activas son quím icam ente conocidas y producibles por síntesis (entre las horm onas la adrenalina, la horm ona de las glándulas sexuales^ adem ás varias vitam inas). Las regulaciones que se o peran a través de las horm onas como m ensa jeros, son inabarcables. Se refieren ante todo al metabolismo, al creci miento y a las m anifestaciones puberales, a los procesos de la generación como los períodos m enstruales, adem ás al com portam iento vasomotor, a la actividad intestinal,, etc. Las horm onas no son específicas del ser hum ano, sino que, en grati parte, aparecen en todos los vertebrados. Pero la significación vital de la unidad de las funciones crece hasta llegar al hom bre. L a extirpación qui rúrgica de la hipófisis apenas tiene consecuencias visibles en los vertebrados inferioreSj en los mamíferos produce perturbaciones, su pérdida en e( hombre tiene p o r consecuencia la m uerte. Las enferm edades endocrinas casi sólo las conocemos en los seres hum anos. T odo este dom inio de investigación significa u n a reanim ación, con fundam entación em pírica indudable de la patología hum oral. Es verdad aue no es va u n a m ezcla de jugos totalm ente hipotética, como en los gris-
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gos, el fundam ento de los tem peram entos. Pero conexiones específicas de efectos, palpables, son reconocidas y hacen aparecer abierto un cam po inabarcable de ulterior investigación. L a frase de G oethe: “La sangre es un jugo del todo singular”, es llenada con un contenido que supera todas las expectativas, 2. M é t o d o s d e i n v e s t i g a c i ó n . Esta im agen tot^l p ro visoria h a sido adquirida p o r la asociación de métodos de investigación, observación clínica, experim entos fisiológicos y farmacológicos, los análisis de sangre, las investigaciones del metabolismo. Solam ente por la coopera ción de especialistas, de clínicos, de farmacólogos y fisiólogos y químicos se han alcanzado asombrosos resultados. L a investigación anatom opatológica de las glándulas, las observaciones terapéuticas en la adm inistración de extractos glandulares o de horm onas obtenidas puras, los an á isis farm a cológicos del sistema endocrino-vegetativo, las observaciones serblógicas y los experimentos en anim ales h an proporcionado a la m edicina interna u n a am pliación extraordinaria. 3. E n f e r m e d a d e s e n d o c r in a s co nocidas en medicina interna y sus c o n s e c u e n c i a s psíqui c a s . Del vasto tem a de estas enferm edades -—Basedow, m ixrdem a, tetania, acrom egalia, enferm edad de Cushlng, etc.— no se puede hablar aquí ni siquiera rudim entariam ente. D e los resultados generales interesa a la . psicopatologia ante todo: aa) U n a estrutura intercalar de gran im portancia es la hipófisis y ésta tiene, digno de señalarse, su asiento en el cerebro en la sitia turca (se h a convertido en u n a p arte del cerebro, u n id a, a él m ediante grupos de fibras). “Todas las correlaciones en el sistema endocrino se basan en las horm onas glándulotropas del lóbulo anterior de la hipófisis. . . N o hay ninguna perturbación en la actividad de una glándula interna que no sea seg u id a‘p o r u n a alteración m orfológica dem ostrable en la estructura de la hipófisis. . . Apenas hay u n proceso en nuestro organismo para el que no pueden dem ostrarse ya influencias d e la hipófisis — hematopoiesis, m etabolism o de las proteínas, altu ra de la presión arterial” (jo re s). bb) En las enferm edades endocrinas fracasa la regulación, la entre g a de horm onas se hace en cantidades inadecuadas o en un mom ento in adecuado. Las regulaciones neuroendocrinas se hallan en u n estado■lábil perm anente. Es u n sistema que, desde la labilidad, se restablece por decirlo así continuam ente con modificaciones infinitas de ligeras desviaciones, si m ultáneas con estados variables del cam bio psíquico-corporal. E sta labilidad hace posible las enferm edades endocrinas. “E ntre le» cuadros patológicos endocrinos bien delim itados y la no rm a existen transiciones fluidas y ha-
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blamos de una constitución tiroidea, de u na acrom egalia y de una tetanoidea” (Jo res). Es u n problem a si hay un punto de p a rtid a unitario, alguna vez dem ostrable, de las perturbaciones, o si se tra ta de un acon tecer total, infinitam ente variable. Las disposiciones hereditarias desempe ñan un gran papel, m enor p a ra la enferm edad precisa que p ara la tenden cia a las perturbaciones endocrinas en general, p robada por la repetida aparición de perturbaciones del metabolismo y de enferm edades endocri nas en familias. Las enferm edades endocrinas son “en gran parte una insu ficiencia de la persona vegetativa, la expresión de un desequilibrio entre las exigencias físico espirituales y la capacidad funcional del sistema neuroendocrino” (Jo res). ce) Las enferm edades endocrinas producen alteraciones, de la form a del cuerpo, de la expresión y de la esencia de los enfermos. L a enferm edad de la glándula tiroides da, en el m ixedem a: la pesadez, la lentitud, la torpeza, la apatía, la m irad a cansada; en el Basedow: apuro e inquietud, a n sie d a d , m irad a excitada. Los enfermos con acrom egalia son por lo ge neral “bondadosos, algo romos, perezosos y lentos y tienen ellos mismos un sentim iento claro de la alteración esencial que se produce en ellos —sólo ocasionalm ente se inform a de elevada excitabilidad” (Jores). Frente a la frecuencia de las alteraciones psíquicas, en cambio, son raras las psicosis en las perturbaciones endocrinas. R einhardt dice, por tanto, que las enferm edades de las glándulas de secreción interna pueden conducir todas a enferm edades mentales, pero que su im portancia prác tica para la psiquiatría es m ínim a. dd) No se puede decir, m uchas veces, dónde está, en la conexión del sistema nervioso vegetativo y central con el sistema endocrino, la base primaria de l^ts perturbaciones. N o se está de acuerdo si la enferm edad dé Basedow es u n a afección prim aria de la glándula tiroides o u n a neurosis vegetativa prim aria, o am bas cosas a la vc'z, o si puede aparecer en am bas formas. ee) Las enferm edades del m etabolismo} que cam bian tam bién la ap a riencia corporal total, son puestas en relación casual con esos sistemas. Es tá dem ostrado p a ra la diabetes (pán creas), p ara algunos casos de adiposi dades, no p a ra la artritis, ni la gota. Por el hecho que esa conexión existe:, el papel del sistem a nervioso y de lo psíquico en esas enferm edades re sulta concebible. 4. H a l l a z g o s e n d o c r i n o s e n p s i c o s i s . El cono cimiento creciente de las enferm edades p o r perturbaciones de las secrecio-
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nes internas h a planteado tam bién, desde otro enfoque, el problem a de los . fundam entos corporales de las perturbaciones psíquicas (*). Por desgracia, Jos resultados en psiquiatría no están en corresponden cia. Si se trata de pro cu rar u n a idea por las exposiciones de conjunto, a p a rece en prim er plano la contradicción ruinosa de los datos adquiridos ( 2) . Son comprobaciones enteram ente aisladas, acum uladas en grandes canti dades, pero m etódicam ente sólo del valor de los ensayos aislados, no de una investigación coherentes. Pero en las aprehensiones hipotéticas existe el peligro de entregarse a fantasías dentro de los carriles de la vieja pa tología hum oral con la utilización de los resultados empíricos, fisiológicos; y de la m edicina interna, que viven de su esplendor. Las grandes expectativas que se pusieron en el empleo de los métodos creados por A bderhalden p a ra la determ inación de la alteración de órga nos aislados (glándula tiroides, cerebro, glándulas sexuales) para la dis tinción entre las psicosis funcionales y las debidas a procesos (3), no se colm aron ( 4). Se encuentra, aparentem ente, alguna alteración orgánica en todas las afecciones, au n cuando, con frecuencia diversa, tam bién a m e nudo en histéricos, pero son raras, en cambio, en los com pletam ente sa nos. Evidentem ente juegan allí u n papel, en todas partes, procesos de se creción interna. H asta ahora — a diferencia radical con el saber de la m e dicina interna sobre las perturbaciones específicas en relación con la glán dula tiroides, la hipófisis, etc.— no existen hallazgos probatorios de la significación esencial de las alteraciones endocrinas en las psicosis. Sólo hay indicios con los que no se puede h acer nad a positivo em píricam ente: vinculación tem poral con procesos sexuales en locuras m aníacodepresivas y en la esquizofrenia (en ésta, a veces, prim ero elevado instinto sexual, luego su extinción), en algunos casos alteraciones morfológicas y funcio nales, que recuerdan las alteraciones de conocidas perturbaciones en docrinas. A esto corresponden otras decepciones. E n base a la suposición que las psicosis son condicionadas por la ausencia de horm onas, se adm inistra por ejemplo extractos ováricos. Pero los brillantes resultados terapéuticos (1) V er por ejemplo M ayer, W .: “ Ü ber Psychosen d er inneren Sekretion” . 7 .. Neur.> 22, 457 (1914). W alter y K rambach : “ Vegetatives Nervensystem und Schizophrenie” . Z . N eur., 28 (investigación del efecto farmacológico de la atropina, la pilocarpina, la adrenalina en com paración con nórm ales). Recapitulación en u n a conferencia de Stertz : “ Psychiatrieund innere Sekretion” . Z. N eur., 53, 39. (2) K a fk a y W u th en el H andbuch der G eisteskrankeiten de Bum K E , vol. I I I. (3) AbhíR halden: Die Schutzierm ente des tierischen Organismus, B erlin, 1912. F al's» : D tsch. med. W schr., 1912, II ; 1913, I. M ü n ch , m ed. W sehr., 1913, / . Allg. Z . Psychiatr., 70, 719. (4) E wald, G .: Die Abderhaldensche R ea ktio n m it besonderer Berücksichtigung ihrer Ergebnisse in der Psychiatrie, B erlin, K arger, 1920.
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no fueron confirm ados, por o tra parte, en las psicosis. Se hicieron opeiaciones, se extirparon Jas glándulas sexuales, la glándula tiroides en la es quizofrenia. Es m aravilloso cómo prim eram ente, p o r el procedim iento drástico, se tiene la im presión de hab er alcanzado éxitos favorables y cóm o luego los m étodos — ineficaces de hecho— se adorm ecen en silencio. Algo del todo distinto es una terap ia racional de los internistas, por ejem plo la supresión de la tetania p o r el extracto paratiroideo. D onde falta la rela ción causal clara, es siempre problem ática la conclusión sobre el efectode u n a terapia. Se pusieron de relieve hallazgos anátom opatológicos en las glándulas en casos de psicosis, pero com pletam ente inespecíficos p a ra le« grupos nosológicos psiquiátricos. U n a pru eb a cualquiera de la causa endo crina de las psicosis no h a sido ap o rtad a fu era de los pocos casos raros de legítim a psicosis de Basedow y otras p o r el estilo. Pero que en las psicosis se produce algo somático de im portancia esencial, apenas podría ponerse en d u d a í 1) . De interés son las autoobservaciones en estado hipoglucémico (debido a la tera pia del shock insulínico), hechas por médicos (2)j sentimiento de hambre, fatiga, apatía, elevada irritabilidad, hipersensibilidad ante ruidos, sentimiento de vacío men tal, alteraciones fásicas de la claridad de la conciencia, desconocimientos de la si tuación, percepciones anormales.
5. L as a m p l i a c i o n e s h i p o t é t i c a s de la ap reh en sió n e n d o c rin a . El sistema endocrino participa en verdad de todos los procesos fisiológicos; sin em bargo las anom alías espe cíficas del sistema endocrino llevan de m odo erróneo a utilizar precipitada mente, por m era analogía, la explicación de relaciones hasta aquí desco nocidas. El error es tanto m ás grande porque aquella participación, e n forma secundaria, juega quizás siempre u n papel. Las anom alías endocrinas alteran la figura y el hábito del cuerpo. P o r eso se interpretan los tipos constitucionales sin fundam entación em pírica determ inada, como tipos esencialmente endocrinos. Aquello que son los tipos de constitución displástica, eunucoide y otros, condicionados de modo específicamente endocrino, de la mism a especie h abrían de ser todos los tipos constitucionales. Sin em bargo, la variación de las funciones endo crinas no puede ser p uesta en relación en m odo alguno, hasta ahora, con una variación de los tipos de estructura corporal sana (a pesar de las investigaciones de la correlación de Jaensch y su escuela). L a explicación (1) Sobre las impresionantes investigaciones nuevas de G iessino, K . F ., Scheid y otros se h a inform ado ya. N o pretenden ofrecer visiones totales sobre los fundam entos so máticos de las psicosis, sino d a r resultados especiales indudables para grupos nosológicos de limitados. N o hacen investigaciones y ensayos hasta el iniinito, sino análisis con Jos métodos de la medicina en ciertos estados patológicos psicóticos y su desarrollo. (2) W i e d e k i n d : Z . N etir., 159 (1937).
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de los tipos de estructura corporal en razón de las causas endocrinas queda en el aire. Las anomalías endocrinas alteran la vida psíquica y dan lugar, tam bién en casos raros, a psicosis sintomáticas. Por eso, sin fundam ento, se atribuye la causa de las psicosis endógenas a enferm edades endocrinas desconocidas y la causa de los tipos caracterológicos a variaciones endo crinas. En cambio, se puede establecer em píricam ente que hay un grupo claram ente limitado de perturbaciones endocrinas del cuerpo y del alma, pero que más allá, a pesar de todas las indicaciones de que las alteracio nes endocrinas juegan un papel en todas partes, una causa esencialmente endocrina de las psicosis endógenas, de las psicopatías y de los caracteres es una suposición todavía huera em píricam ente, y que h a llevado a re emplazar la antigua m itología del cerebro p o r un a mitología biológica. Frente al proceso básico misterioso de las psicosis y psicopatías y frente a los fenómenos funcionales corporales que se dan en ellos, se h a blaba ames de “enferm edad del metabolismo” y ahora de “enferm edad endocrina” . c) Las psicosis sintom áticas. Las psicosis que surgen por efecto causal de la afección corporal sobre los fundam entos corporales de la vida psíquica, se llam an psicosis sintomáticas. Si se aprehende el cuadro psicótico surgido de la afección corporal como reacción a la misma, y se pasa revista a su extraordinaria m ultiplicidad, se puede distinguir, no con exactitud, pero sí en principio, formas de reacción endógenas y exógeExógenas llamó Bonhoeffer a aquellas formas de reacción que aparecen ante causas sólo o casi sólo corporalm ente palpables (por ejem plo delirios tóxicos típicos, complejo sintom ático de K orsakof), endó genas a aquellas formas de reacción que aparecen tam bién sin una causa externa (alucinosis, estados crepusculares, amencia, etc.).
el
Si se trata de clasificar las psicosis sintomáticas (2), resulta, por su etiología, que casi todas las afecciones corporales tienen por consecuencia perturbaciones psíquicas ocasionalmente, y por los síntomas, que aparece u n a m ultiplicidad de cuadros clínicos m uy difícil de abarcar; más, que ocasionalmente casi todos los cuadros sintomáticos pueden nacer de causas
f 1) B o nhokfi-hr: “ Z u r Frage des exogenen Psychosen” . N eur. ZU., 19C9. 488. Ade más S p e c h t: Z. N e u r ., 19, 104 (1913). (2) B o n h o e f f k r ; D ie Psychosen im G efolge von a ku ten I n fe k tio n e n , A ltg em ein erk ra n k u n g en u n d inneren E rkra n ku n g en , V iena, 1912. Resumen reciente en el H a n d b u ch d er G eisteskra n kh eiten de Bvm ke, vol. 7. Ensayo de un análisis de los cuadros clínicos en síntomas exógenos, roniiitucionaim ente típicos .y p sico rrea ctiva s : W k v t p i f a l : “ Zum klinischen Aufbau der exogenen Psychtííen'V Z. N e u r ., 164, 417 (1938).
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exógenas (ha?ta aquí son exceptuables, p o r ejemplo, los complejos sin tomáticos paranoicos en sentido estricto)^ Sintomáticamente son distinguidos los estados agudos (por ejemplo en las en fermedades infecciosas) de los estados más permanentes (por ejemplo como reper cusiones de enfermedades infecciosas, como consecuencia de afecciones corporales crónicas). Entre los estados agudos se destacan por la frecuencia cuadros de delirios tóxicos, amencialesj entre las formas duraderas “estados de debilidad hiperestéticoemocional” (Bonhoeffer) y el complejo sintomático de Korsakof. Existe, entre los cuadros clínicos típicos en enfermedades del cerebro y los consecutivos a intoxica ciones y a enfermedades corporales, un paralelo sintomatológico muy notable. Todos han nacido palpablemente por causas físicas.
C uadros sintom áticos específicos p a ra determ inadas enferm edades cor porales, p o r ejem plo p a ra la tifoidea, o sólo p ara la “fiebre” , no h an sido hallados. E n Jas afecciones corporales aparece sólo un núm ero relativam ente pequeño de casos de psicosis sintomáticas. Q ue la enferm edad tenga tal efecto, es cosa que h a de fundarse en u n a disposición de los afectados. E n la encefalitis letárgica se h a dem ostrado esto. Aparece predom inan tem ente en “estirpes degenerativas”, e n 'afectad o s por degeneración psí quica y som ática ( J) A parte de los casos com prendidos entre las categorías conocidas de enferm edades corporales, aparece en los manicomios u n a serie de psicosis agudas entre los fenóm enos concomitantes de m u y graves enfermedades corporales, que finalm ente conducen a la m uerte, sin que puedan ser diag nosticadas tam poco después, en la autopsia. De estos cuadros clínicos conocidos en la historia de la psiquiatría como delirios agudos. se h an seseparado las parálisis generales agudas, la corea grave y otras enferm edades infecciosas. Pero queda todavía una serie de casos de naturaleza desco nocida (2). A ello se añaden las esquizofrenias aguda* febriles ( 5) últim am ente estudiadas en su aspecto fisiológico (metabolismo, destruc ción y neoform ación de glóbulos rojos, y circunscriptas como grupo som ático). Aquí la enferm edad corporal, que lleva frecuentem ente a la m uerte, es clara en los síntomas, pero sin que sea reconocido u n "síntom a axial” o pu ed a ser diagnosticada u n a enferm edad interna. Las enferm edades corporales no sólo tienen consecuencias perniciosas p ara la vida psíquica, sino que, hecho curioso, han tenido en psicóticos. (1) J e n t s c h : Z. N eur., 168 (190). (2) V er p o r ejemplo W e b e r : “ ü b e r akute tödlich P s y c h o s e n ' \ M a h r . Fsyehiatr., 81 (1904). (3) Schei», K . F .: Febrile Episoden bei schizophrenen Psychosen, Leipzig. 1937,
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en algunos casos, u n efecto bienhechor y, raram ente, hasta curativo ( 1). H a sido observado a m enudo cómo enfermos catatónicos, de largos años com pletam ente encerrados en sí mismos, al padecer, por ejemplo, una tifoidea, se vuelven accesibles, naturales, en u n a palabra,' sanos m en talm ente, p ara caer, tras el curso de>*la misma, en el estado anterior. E n algunos casos obscuros (del grupo de los procesos esquizofrénicos), se h a observado a veces tam bién curaciones perm anentes después de graves enfermedades corporales (erisipela, fiebre tifo id ea). Si se resume la totalidad' de los hechos típicos, no siempre es fácil la diferenciación de las psicosis sintomáticas verdaderas (2) . Psicosis sinto m áticas son sólo aquéllas que están ligadas a u na conocida enferm edad som ática como su causa y p o r tanto están en estrecha relación tem poral con el desarrollo de esa enferm edad, y se curan p o r lo general antes que la enferm edad som ática m ism a. P or los síntomas psíquicos mismos no es fácil establecer el diagnóstico. Pero, a veces, se producen ocasionalmente tam bién síntomas esquizofrénicos en las psicosis sintomáticas, y son tam bién vistos raram ente los “tipos de predilección de Bonhoffer” en esqui zofrenias agudas. H ay que distinguir, prim ero la m era enferm edad con com itante de u n a psicosis, p o r ejem plo todas las enfermedades corporales que puede tener u n esquizofrénico lo mismo que u n individuo sano; segundo, la enferm edad corporal que desencadena u n a psicosis de otra procedencia (una esquizofrenia, u n a fase m aníacodepresiva, a esto co rresponde u n a p arte de las psicosis p u e rp e ra les); tercero, la enferm edad corporal que, sin ser reconocida en sus fundam entos, pertenece a la esen cia del proceso patológico, que tam bién aparece en la psicosis (los “epi sodios febriles” de la esquizofrenia): el aum ento de la tem peratura m ar cha paralelam ente al em peoram iento del estado psíquico, m ientras que las enfermedades concom itantes pueden a veces esclarecer y m ejorar el estado psíquico. d) L a m uerte. L a m uerte no puede ser vi vendada. Q uien vivencia, está vivo. “Estoy yo, luego la m uerte no está; está la m uerte, entonces no estoy yo”, dijo Epicuro. Pero lo que es vivenciado en el proceso somático que conduce a la m uerte, es de tal naturaleza que puede ser vivenciado tam bién cuando al fin se obtiene la curación, como ser la angustia m ortal trem enda de la angina pectoris. E sta angustia m ortal elemental está soma-
(1) El m aterial an terio r h a sido reunido p o r F i e d l a n d e r : Mschr. P tyckiatr., 8, 62 (1900). Becker: “ Ü ber den Einfluss d er A bdominaltypus au f bestehende geistige Erkrankun gen” . /U lg. Z . Psychiatr., 69, 799 (1912). (2) Scheid, K. F .: “Zur Differeatialdiagnose der syntomatischen Psychosen” . Z . f i t «r.»
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ticam ente condicionada y es propia tam bién de los anim ales; lo que la produce conduce a m enudo, pero no siempre a la m uerte. L a m uerte se da sólo p a ra el saber del hombre, y aquella angustia recibe, como todo v iv en ciar hum ano, un nuevo m atiz a causa de este saber. Y este saber puede quizás tener un papel en su curso ulterior. Johannes Lange informa: “Se trata de saber si uno quiere vivir o si busca la muerte com o una redención. Sólo en el primer caso es Ja lucha torturante y penosa. Lo terrible es la lucha no tanto por la falta de aire como por la conservación de la conciencia. Se puede observar cóm o el moribundo se eleva de la obnubilación creciente a la conciencia y con ello a nuevas torturas. D e m odo del todo inolvidable lo he visto esto sólo rara vez así en algunós rusos moribundos por efecto del fosgeno, en un camarada de cam paña desangrado y en un enfermo cardíaco. A mi entender, en esa lucha real con la m uerte, la personalidad originaria es de im portncia decisiva. Sólo individuos enérgicos, fuertes, están en peligro de morir de una muerte semejante. También a ellos al fin les llega debido a la intoxicación progresiva por el óxido de carbono, la obnubilación creciente, y con ello la lucha contra la m uerte que se allana lentam ente, lucha puramente som ática” .
L a m uerte no es, som áticam ente, u n proceso repentino, sino u n proceso lento. Causas repentinas pueden ser la pérdida de la conciencia, la p a ra lización de la respiración y del corázón. L a m uerte aparece cuan do estos estados se vuelven irreversibles, aunque todavía viva u na cantidad de células (y experim entalm ente, en parte, puedan luego ser m anteni das en cultivo). El corazón de un decapitado sigue latiendo un breve momento. Pero aquéllo que puede o currir corporalm ente — las convulsiones, etc.— , cuando la conciencia está perdida, no es ya vivenciado. Por lo tan to todos los informes de m oribundos se refieren al com portam iento ante la m uerte, no a la m uerte misma. Las manifestaciones psíquicas al m orir son m anifestaciones antes de la m uerte y son objeto de una psicología comprensiva. Los informes son de alto interés ( x). § 4. Procesos cerebrales a) Las enferm edades cerebrales orgánicas. Los procesos cere brales que se nos hacen visibles, las llam adas enferm edades orgánicas del cerebro, tienen casi siempre por consecuencia — pero hay excepciones— alteraciones de la vida psíquica. El proceso cerebral de esa clase más importante en lo psíquico, es la paráli sis ( 2). Se le agregan: enfermedades orgánicas del cerebro, de la vida fetal y de la (1) B lcjch , O scar : Vom Tode, 2 vol. (alem án), S tuttgart, Axel Junker^ (antes de M ü ller , L u d w ig R o bert : Über die Seelenverfassung der Sterbenden, B erlin, 1931. (2) Sobre Io com pleja que es la interrogación causal y cómo se hace el ensayo de in terp retar causalmente las formas psíquicas específicas en el estado y en el curso, ver el informe de H a u w m a n n : “ K linik u n d Pathogenese d er Paralyse im Lichte d e r Spirochäteniorschung’'. Z . N cur., 70, 254 (1921). 1914).
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temprana infancia, por cuya causa aparece la idiocia, tumores del cerebro de todas clases (gliom as, quistes, cisticercos, e tc .), abcesos, encefalitis, m eningitis, heridas del cerebro, hemorragias y reblandecimientos, procesos arterioescleróticos difusos, la en fermedad de Alzheimer de tipo anatóm ico especial, la lúes cerebral, la esclerosis m últiple, la corea de H untington, entre otros í 1). Todos estos procesos cerebrales son hallados exclusivam ente en base a síntomas corporales y delim itados uno de otro y diagnosticabas con seguridad sólo por los síntomas corporales, neurológicos.
b) Síntom as generales y específicos. E n tre los síntomas neuroló gicos hay, ju n to a los síntomas en cierto modo específicos p a ra determ i nadas enferm edades (sacudidas coreicas, nistagmus, tem blor intenciona^ lenguaje escandido, rigidez p u p ilar a los reflejos, etc.), otros, generales, que no son específicos de un determ inado proceso: ataques convulsivos, sín tomas de hipertensión endocraneana, etc. Las alteraciones psíquicas propia m ente dichas -io son específicas de ningún proceso cerebral orgá nico determ inado, aunque la frecuencia con que ocurren ciertas alteraciones es característica de algunos. Así aparece en el curso de la parálisis general siempre u n a “déficit” global m uy pronunciado, m ien trát' que esto es raro en la arterioesclerosos, y más bien es suplantado p o r un “déficit parcial” con cierto m antenim iento de la personalidad originaria. Si se com para, sin embargo, las manifestaciones en los procesos cerebrales con las de las restantes psicosis, los procesos cerebrales tienen ciertos síntomas característicos, que se presentan en m uchos de ellos o en todos. Así vemos en el dominio psíquico, en enferm edades orgánicas cerebrales, repetirse frecuentem ente los siguientes grupos de síntomas: 1. Estados de obnubilación en los que los enfermos pueden hallarse en todos los grados entre la clara conciencia y el com a más profundo. La conciencia vacía, la propensión al sueño, fijabilidad difícil, la aprehensión torpe, reacción Ientificada, laxitud, fatigabilidad, orientación dificultada con ausencia de falsa orientación, son características de estos estados. Adem ás se dan no raramente: 2. Estados delirantes (delirante Z ustánde). La conciencia no está vacía; no existe ninguna tendencia al sueño, sino que en un estado confusional se dan vivencias incoherentes en la desorien tación ; el enfermo se entrega a ocupaciones ilusorias, ambula por la casa en búsque das, hace nudos en la m anta de la cama, etc. Con frecuencia se produce después amnesia. 3. Característica de los procesos cerebrales orgánicos es el com plejo sinto mático de Korsakof. Enorme trastorno en la capacidad de fijación con desorientación y muchas confabulaciones, tales son los signos principales. 4. Finalm ente, aparecen en las enfermedades cerebrales orgánicas alteraciones del carácter, que pueden ser interpretaciones instintivas, labilidad de la vida afectiva, de modo que cambia fácil mente de la risa al llanto. Además, sé observan por una parte estados de ánimo eufó ricos, por otra parte excitables, m alhum orados, etc.; por cualquier contradicción pueden ser llevados esos enfermos a la cólera más violenta. L a inteligencia es debi(I ) R edlich : Die Psychosen bei G ekirnerkrankungen, Viena 1912. D etalladam ente en los tratados y manuales de psiquiatría y de neurología. Sobre la enferm edad descubierta po r v. E conomo, especialmente im portante para problemas psícopatológicos, su exposición sintética: E conomo , C. v .: Die Encephalitis, lethargica, Berlín, 1929.
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litada por la dism inución de la memoria y de la capacidad de fijación, pero está dañada también a m enudo en sí misma, de modo que los enfermos pierden su capa cidad de juicio y no advierten ellos mismos que son ciegos y están paralizados. 5 . Típico es un “com plejo sintom ático cerebral” después de traumas cefálicos (*) : dolor de cabeza, sentim iento de m areo; perturbación de la memoria y singularmente de la capacidad de fijación, anomalías afectivas (en parte em botamiento, en parte explosividad ). H iperexcitabilidad de los órganos superiores de los sentidos, intolerancia al alcohol, sensibilidad a la presión y a la percusión del cráneo. N o se conoce un ha llazgo histológico que le pertenezca.
F uera de esas manifestaciones características, aparecen ocasionalmente en enferm edades orgánicas del cerebro, especialmente al comienzo, casi todos los fenómenos psíquicos morbosos que se dan en general. Esta frase no se aplica a u n a serie de procesos subjetivam ente vivenciados (a in vestigar fenom enológicam ente) de la vida psíquica esquizofrénica, m ientras que los síntomas objetivos catatónicos h a n sido ya observados reiteradam ente. Si bien en el dominio psíquico no hay ningún síntoma específico de determinadas enfermedades cerebrales orgánicas, es otro problem a si no hay síntomas psíquicos específicos según el lugar del cerebro atacado por el proceso patológico.. Este problem a es, en principio, de la m&yor im portancia. Es el problem a de la localizabilidad de los psíquico. Por la respuesta se condiciona decisivamente la aprehensión fundam ental que tenemos de la vida psíquica y del hombre. El problem a, por tanto, desde que ha sido planteado; h a interesado extraordinariam ente a los psicólogos y a los psicopatólogos. c) H isto ria del problem a de la localización. Q ue el cerebro sea asiento del alm a, no es de ninguna m anera evidente. T odavía B ichat {1771-1802) enseñaba que el asiento de la inteligencia era en verdad el cerebro, pero el asiento, de los sentim iento estaba en los órganos de la vida vegetativa, el hígado (la cólera), el estómago (el m iedo), los intestinos (la aleg ría), el corazón (la b o n d ad ), Y a Alcmeon (unos 500 años antes de Cristo, sabía, sin embargo, que el cerebro es el órgano de la percepción y del pensam iento. Pero cómo se com portan entre sí el cerebro y el alm a, y qué significa propiam ente esa frase que sostiene que el alm a tiene su asiento en el cerebro, son problemas que condujeron, en consideración m ás próxim a, a insolubles antinomias. C uando en tiem pos antiguos se adm itía ingenuam ente u n pneum a, u n a m ateria sutilísima por decirlo así, que sería al mismo tiem po el alm a, cuando ese pneum a se hacia extender, como un fuego omnipresente, rápidam ente, por el (1 )
H o rn :
“ Z e re b ra ie
K o m m ^ i a R s a e t t r o i e n '’.
Z.
N tur.,
34,
206
(1 9 1 6 ).
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cerebro y los vasos, pero se le desterraba sin em bargo de nuevo a un determ inado lugar; cuando Descartes asociaba el alm a por él pensada co m o totalm ente inm aterial, a la glándula pineal, y Sommering ubicaba el pneum a del alm a en el líquido de los ventrículos del cerebro, a todo ello K a n t respondió que no sólo es imposible im aginar el alm a m aterialm ente, d e algún modo, aun cuando fuese la m ateria m ás sutil, sino tam bién que el alm a, que sólo se determ inaba según ei tiempo, es imposible que pueda ten er un asiento en el espacio. Puede bien haber órganos del alm a, pero n o ningún asiento del alma. Pero ese órgano — así respondía a Sómmering— tendría que estar organizado y no podría ser un fluido. Lo que dijo K a n t es verídico hasta hoy. Pero es un conocimiento crítico, no un conocim iento positivo. N o se progresa con especulaciones que quisieran resolver de u n golpe todo el problem a, sino con experiencias concretas y precisas que, sin embargo, se asociaron de inm ediato hasta ahora con afirmaciones gene rales y absolutas. Gatl fué el prim ero que preguntó m etódica y tenazm ente, no por el asiento del alm a en general, sino por la localización de determ inadas cu a lidades psíquicas (cualidades del carácter) y funciones en el cerebro estructurado diversamente. Es notable cómo se asoció ya en él a u n a fan tasía infecunda, y esto es característico de la investigación, ulterior en ese dominio, un grandioso descubrimiento. Descubrió el entrecruzam iento de las vías piram idales y explicó la hem iplejía en relación con el foco cerebral en el lado opuesto —u n descubrim iento eterno. Distinguió las do tes para el lenguaje y p a ra las m atem áticas— u n a concepción psicológica, cuya exactitud sólo tiene la falla de u n a cierta imprecisión. Localizó esas capacidades, jun to a u n a m ultitud de cualidades del carác ter, que él distinguió, en determ inados lugares de la superficie del cere bro, cuyo desarrollo m aypr o m enor debía mostrarse en las formas palpa bles del cráneo (frenología). Pero esta concepción que se disolvió en la nada, le hizo fundador del pensam iento de la localización, psicológica, que el demostró tan brillantem ente en el dom inio neurológico. Lo infundado de la m ayor p a rte de sus afirmaciones hizo fácil el com batirle. Flourens (1822) tomó la posición contraria extrem a. Ensayos d e extirpación del cerebro en anim ales debían m ostrar que con la des trucción de substancia nerviosa sufren todas las funciones psíquicas y que u n resto del cerebro realiza nuevam ente todas las funciones después de pasado el shock. El cerebro estaría construido unitariam ente, sin tener lu g a r u n a localización. L a academ ia de París exam inó las afirm acir íes
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de un contenido del todo diferente. Explicó todo el proceso psíquico., expresándolo por las form as de la estructura del cerebro y del proceso cerebral, es decir fantaseó en ropaje científiconatural de m odo por com pleto anticientífico. L a frase de Griesinger: “Las enferm edades m entales son enferm edades del cerebro”, debía encontrar entonces su repleción concreta. U n éxito pleno pareció obtenerlo esa aprehensión básica, cuando la tom ó W ernicke. Este espíritu superior cayó en los lazos de su doctrina de las afasias. Des cubrió Ja afasia sensorial y su localización en el lóbulo tem poral izquierdo, esbozó el esquema básico en el que u n análisis psicológicoasociativo de las funciones del lenguaje y de la com prensión debía con u n a distribución de zonas de la . corteza frontotem poral izquierda (1874: .Des aphasische Sym p to m en ko m p lex) . Lo que calificó como “arco reflejo psí quico” , como “enferm edad psíquica focal” , pareció dem ostrado en el campo de Ja afasia. Pues en el caos de las manifestaciones produjo su modo de ver, en reaJidad, un ordenam iento, que hizo más rica y m ás clara Ja. aprehensión clínica., con lo cual fueron pasadas por alto prim eram ente incontabJes imprecisiones. “El análisis de la afasia nos d a el paradigm a de todos los procesos m entales” . Con esta frase se convirtió el esquema en punto de partid a, p ara fundam en tar toda psiquiatría en él pensam iento localizador. A ún siendo la concepción básica falsa, fué fecunda (com o sucede m uy a m enudo con errores básicos, cuando los tom an hombres destacados). Discípulos de W ernicke, como L iepm ann y Bonhoeffer, hicielon descubrimientos tras descubrimientos, pero abandonaron con razón las concepciones básicas, m antuvieron Ja actitu d de ligarse a lo em píricam ente’ demostrable, en la m edida que era posible de algún modo, a lo som ática m ente demostrable. En ellos pudo lo fantástico caer en el olvido. Pero por el ejemplo de Wernicke., retornó tam bién esa fantasía, sin embargo, en la fácil disposición para las construcciones de hipótesis localizadoras, como en Kleist, aunque en él siempre ligada a la energía descubridora. Frente a este m ovim iento entero es real e históricam ente de gran interés saber que, ya en sus comienzos, los más sobresalientes investigadores, a quienes era conocido el m aterial de hechos de la doctrina de la localización én sus rasgos básicos y que, en p arte, había sido obtenido por ellos mis mos, fueron, en principio, adversarios de la localización de las funciones psíquicas en el cerebro: así, sobre todo, Brow n-Séquard, Goltz, G udden, y es de interés, tam bién, que v. M onakov se vinculó nuevam ente a éstos (*). (1 ) Estudios modernos sobre el problem a de la localización: v. M onokov: Die Lokalisation im Grosshirn, W iesdaben, 1914. G o l d s t e i n , K .: “ Die Lokalisation in der G ehirnrinde*’. H andbuch der normalen und pathologischen Physiologie de B e t h e , B e r g m a n n , e t c . , v o l. 1 0 p. 600 y sigts., Berlin, 1927.
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d ) Los grupos de hechos esenciales p a ra el problem a de la localización. C uadros clínicos, la estructura del cerebro, hallazgos anatomopatológicos, estos tres grupos de hechos h an sido explorados e investi gados separadam ente. T a n sólo su relación m utua d a u na visión de la localización de los fenómenos. Pero debido a que el refinam iento de la investigación separa estos dominios y hace cada vez más difícil su relación m utua3 una localización en grandes rasgos resulta, aparentem ente, m ucho más clara. 1. H e c h o s c l í n i c o s . Existe la m ultitud confusa de las m ani festaciones consecutivas a lesiones cerebrales, en tumores y en todos los demás procesos orgánicos del cerebro, que se han observado clínicam ente en el hom bre y son com parados cada vez con los hallazgos localizatorios en la autopsia o en la operación de tu m o r e s ^ ) . aa) Se exam inan perturbaciones funcionales llamativas, específicas, y se pregunta por el lugar del cerebro dañado regularm ente en ellas. E n ias perturbaciones afásicas, apráxicas, agnósticas se encuentran, en la m ayoría de los casos, grandes destrucciones de determ inados lugares del cerebro. Así se encuentra en la afasia m otriz una destrucción en la tercera circunvo lución frontal izquierda; en la afasia sensorial, en el lóbulo tem poral izquierdo; en la ceguera psíquica, en los lóbulos occipitales, etc. L a “destrucción de la actividad perceptiva” es localizable, para los diversos dominios sensoriales, en la superficie cerebral. L a actual representación en que son estructurados estos hallazgos, es la siguien te ( 2), La corteza cerebral está dividida en campos de proyección sensoriales y m oto res; así está el cam po visual en el lóbulo occipital, el campo auditivo en los lóbulos temporales, la esfera del tacto en el lóbulo parietal, la esfera de las sensaciones labe rínticas y m íostáticas en el lóbulo frontal, etc. Siempre en relación directa con ellos están los campos correspondientes, en cuya destrucción aparecen agnosias, afasias motrices y sensoriales. Si llamam os psíquicas a estas últimas perturbaciones, existe en todos los cam pos, según K leist, una triple estructura en las esferas sensorial, motriz y psíquica. Sin embargo, existe el problema respecto del sentido en que se pueden llamar psíquicas aquellas perturbaciones afásicas, agnósticas, apráxicas. Además la localización sólo es grosera. L a investigación psicológica más detenida de la fun ción, que ha llevado con H ead m ucho más allá del esquema inicial de Wernicke, no aporta en m odo alguno una localización más precisa.
bb) Se p regunta respecto a 1a. localización de los fenómenos vivenciados. Pero si recorrem os las m últiples m aneras de existir de la vida psíquica anorm al que nos enseñó la fenomenología, y preguntam os p o r los lugares especiales de determ inadas m anifestaciones en el cerebro, p o r ejemplo, las (1) K leist , K abl : Gehirnpathologie, vornekm lick au f Grtind der Kriegserfahrungen, Leipzig, 1934, p resenta en u n a vasta o b ra el m aterial en toda su am plitud, con utilización de la bibliografía. (2) K le is t , K .: Gehirnpathologie, r e s u m e n p . 1364 y- s i g t s . , L e i p z i g , 1934.
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ideas delirantes, ]os falseamientos de recuerdos, los dé]a vu, etc., quedamos, sin respuesta. N ad a sabemos de los fundam entos específicos de tales m ani festaciones particulares. Sólo sobre las equivocaciones sensoriales hay u n a serie de interesantes observaciones (*). Se las h a visto aparecer, depen dientes de enferm edades de los órganos periféricos de los sentidos, de enfermedades del lóbulo occipital. N o se sabe nad a de un a causa específica, siempre necesaria, de las equivocaciones sensoriales; al contrario, las pocas observaciones hechas hasta aquí acercan a la interpretación que las p e r cepciones engañosas, según su génesis, son distintas en principio, y que hay m uchas variedades. Pero toda dependencia de las equivocaciones senr soriales de determ inados lugares del sistema nervioso, desde el órgano peri férico a la corteza cerebral, no significa u n a localización específica, sino la dependencia de lo sensorial del m ecanism o fisiológico de la percepción en general. cc) Es característico que los síntomas que se pueden referir a determ i nados lugares del cerebro, son aquellos cuyo carácter propiam ente psíquico es dudoso. Son siempre perturbaciones en los instrum entos o m anifesta ciones de excitación o de déficit sensoriomotriz de naturaleza complicada* que, aunque presentes en el vivenciar como m aterial del mismo, no perte necen en sí a lo originariam ente psíquico. Es distinto cuando se p arte de algunos grandes campos cerebrales y se. pregunta qué perturbaciones psíquicas aparecen en su lesión. Entonces se observan alteraciones psíquicas de to d a clase, hasta alteraciones del carác ter, pero de m anera tan variada que, hechos realm ente firmes no pueden, ser inform ados fácilmente. D estacam os algunos puntos. Si se llam a, dividiendo la corteza cerebral, campos prim arios de la corteza a los campos de proyección que com andan, en localización probada, los impulsos motores p a ra los distintos dominios del cuerpo, aquéllos q u e prim ero reciben las impresiones de los sentidos quedan como cam pos secundarios. Estos son, en los seres hum anos, si se les com para con los del cerebro de los animales, incluso el de los monos, m ucho m ás amplios, que los primarios. E n estos campos secundarios, las perturbaciones agnós ticas y apráxicas (ceguera cortical, sordera cortical, afasia y apraxia) están localizadas en la proxim idad de los campos prim arios correspondientes, aun cuando más im precisam ente que las funciones prim arias. Q u ed a u n gran dom inio de la corteza cerebral que no está ocupado. E n él y en el resto de la m asa encefálica se d a a la vida psíquica superior su asiento. (1) V er mi informe sobre Jas percepciones engañosas: Z . N eur. (R e f.), 4 , 314 y sírIs. Además P i c k : “ Ü ber die' Beeinflussung von Visionen durch zerebellar ausgelöste v e s t i b u l ä r e und opthalmostatische Störungen” . Z . N eu r., 56, 213.
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E! cerebro es, com parado con el tronco cerebral, la masa principal, dom i nante. E n él y luego en el tronco cerebral se quisiera poder localizar. Lóbulo jro n ta l{r ) . D e todas las partes del cerebro, se considera al lóbulo frontal, com pletam ente libre de campos de proyección, como singu larm ente próxim o al alma. Esta m anera de ver es fom entada quizás incons cientemente por la situación tan anterior, cerca de la frente. C om o síntom a característico de las lesiones del lóbulo frontal que aproxima al conocedor, a veces de inm ediato, el diagnóstico, se cita la debilidad del impulso. Este es observado a m enudo; Beringer ( 2) la señala en un doble tumor frontal, curado por la operación, observado y descripto exactam ente: el enfermo conserva la concien cia, ve, oye y capta lo que ocurre alrededor de él, responde en la conversación a las preguntas de m anera rápida y adecuada, no actúa paralizadora o toscam ente, en ta l mom ento no llamaría la atención de un observador, aun cuando la conversación no continuase nunca por su parte. Abandonado a sí mismo, se sumerg« en la inactivi dad. Incluso en las acciones cotidianas — respondiendo a la exhortación— no llega más allá pronto. Si com enzó a las 8 a afeitarse, podría ocurrir que, a m edio vestir, no esté listo a las 1 2 , con el aparato de afeitar en la mano, con algunaspasadas en la espum a del jabón resecada en el rostro. N ada pasa en él. El estado es el de un vacío de conciencia, la imagen de una persona que no parece tener ya ningún respaldo más en la vida. N o sufre de aburrimiento, no sufre, por efecto de su enferm edad, está frente a todo solamente asintiendo. Preguntado por su salud, está contento, le va bien. Preguntado por su enfermedad, dice: “Advierto que hay algo que no está en; orden, ¿qué? N o lo sé yo mismo”. Está más paralizado que por la falta del mero impulso. Le faltan los movimientos del ánimo. La totalidad de la conducta específicam ente hum ana es bloqueada. Existe un vacío de pensam iento y de vivencia, en el que no juegan ningún papel el pasado ni el porvenir. Q ueda un. organismo corporal intacto con un yo formal todavía, en verdad capaz de percepción, aprehensión, de recuerdo y de fijación pero sin espontaneidad alguna, sin participa ción, en una satisfacción incolora, indiferente.
E n lesiones del lóbulo frontal han sido descriptas además m uchas otras perturbaciones psíquicas. M ientras que la debilidad del im pulso ha de nacer más de las lesiones de la convexidad del lóbulo frontal, p artiría de la corteza basal (zona orbitaria) m ás a m enudo u na alteración del carácter: com portam iento aleladoeufórico y excitable, pérdida de inhibición de ins tintos y conducta asodal, dism inución de la crítica y de la noción de la situación con rendim ientos de pensam iento y de m em oria bien aprendidos, además, inclinación a lo m alévolo y a la alegría en el daño y a la m oria, siempre citada (sin embargo, donde los casos fueron contados, sólo fue observada en proporción insignificante). Tronco cerebral( 3). M ientras que las destrucciones del cerebelo no(1) Inform e recapituiativo: R u f f i n , H . : ' ‘Stirnhirnsymptomatologie und Stirnhirnsyndrom e” . Fschr. N eur., U , 34 (1939). (2) Ueringer : “ U ber Störungen des Antriebs bei einem von der un teren Fa)\!kantc ausgehenden doppelseitigen M eningeom ” . Z . N eur., 171, 451 (1941). (3) R esum en: R e i c h h a r d t : “ H irnstam m u n d Psychiatrie” . Ref. 1927. M schr. Psychialr., 68, 470. B o s t o r e m , A .: “ S triäre S törungen” . En el Handbuch der Geisteskrankheiten, vol.2, p . 207 y sigts., 1928.
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suscitan ninguna clase de fenómenos psíquicos, ocurre distintam ente con las de] tronco cerebral, el que, según su volum en, parecería menos im por tante. Las observaciones de los últimos decenios h an hecho evidentes los síntomas psíquicos del tronco cerebral, que h an sido de gran valor p a ra la aprehensión de la vida psíquica ligada al cerebro. Es verdad, toda la riqueza de la vida psíquica está ligada a la m asa enorme del cerebro. Pero el tronco parece cum plir funciones elementales, necesarias, que se dan en toda vida psíquica, cuyo carácter, aunque aparezca todavía difuso, m uestra ciertos rasgos esenciales que se h an vuelto inconfundibles. Observaciones especiales en la encefalitis letárgica y en la enferm edad de Parkinson, ade m ás en tumores y, finalm ente, las investigaciones fisiológicas, h an hecho surgir una imagen de conjunto. El famoso perro descerebrado de G oltz (se le extrajo por operación el cerebro, sin que sucumbiese p o r ello) 0 ) , m ostró lo que es posible sin el mismo, con el tronco cerebral solo: despertar y dorm ir, pararse, comer y beber, reacción a la luz y a la torm enta, fu ria ante estímulos. La imagen de conjunto de las perturbaciones del tronco desde el cuerpo estriado hacia abajo, es clínica, no exactam ente loca liza toria, sólo1locali zada en el tronco en general. Los síntomas del tronco son los siguientes: H iper quine sias. Sacudidas musculares, m olim ientos espontáneos involuntarios (corea), movimientos asociados, movimientos tambaleantes, contracciones convulsivas, movimientos atetósicos, m anifestaciones de temblor. Aquinesia. El cuadro del parkin sonismo: len ific a ció n de las inervaciones voluntarias. Tensiones musculares rígidas Propensión a determinadas actitudes: posición de las manos como patas delanteras. Pérdida de los m ovim ientos espontáneos. Impresión de rigidez, de desaparición de la mímica. Rostro en máscara. M ovim ientos corporales automáticos. Ausencia de movimientos asociados. Sin parálisis, el tronco se inclina fácilm ente hacia adelante, los hombros cuelgan, la boca queda abierta. Im posibilidad de ejecutar sim ultánea mente varios m ovim ientos; por ejem plo, durante el acto de barrer con la escoba, adelantarse'al mismo tiem po. Esta im agen de conjunto del parkinsonismo aparenta ser puramente motriz, no psíquica. Pero estos síntomas no sólo tienen consecuencias para la psique (por ejem plo en el reemplazo de los m ovim ientos involuntarios espon táneos ausentes, por los voluntarios), sino que se dan al mismo tiem po perturbacio nes que tienen ellas mismas carácter psíquico: a) U n a lentificación psíquica general que actúa com o una som nolencia crónica. Se le ha localizado, de m odo probable, en la substancia gris periventricular y se presume una lesión del “centro de la vigilia” distribuido sobre toda esa subs tancia gris. b) El defecto en manifestaciones espontáneas consiste en la falta de un añadido impulsivo (antreibende Z u w e n du n g) que se ejecuta en nuestros m ovim ientos involun tariam ente, tanto ante los. m ovim ientos corporales com o ante el curso del pensam ien to. Esta falla afecta a las acciones habituales y a m ovim ientos instintivos. U n impulso es para nosotros im prescindible, la actividad voluntaria sola no puede m antener en (1}
Trabajos d e G oltz e n los Plügers A r c k ., 1884-1899.
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marcha nuestro movimiento. La existencia de ese impulso se ha hecho clara tan sólo por la observación de esos enfermos. El im pulso es un hecho típico últim o, irreductibie. Si falta, se vale el enfermo de su voluntad. Puede ejecutar intencionalmente, pero sólo de modo parcial y sin soltura, lo que no es ya posible para él en la espon taneidad involuntaria. El porte, aplastado, caído, puede ser vuelto a poner en orden por el enfermo, intencionalm ente; pero en tanto que no dirige hacia él su atención, vuelve a caer en io anterior. Pero como todo acto de la voluntad necesita para su realización tam bién un algo de impulso, falta también en casos graves el acto de voluntad que podría romper la aquinesis. fin alm en te, ayudan todavía los estímulos desde fuera (por llam ado u orden, puede ejecutar todavía el enfermo lo que n j logra por sí m ism o); además las representaciones afectivas, por ejem plo la angus tia. Ambos hacen posible lo que no se producto ya espontáneam ente. Los enfermos utilizan esto a veces, al excitarse, para obtener mediante ello la acción buscada. La distinción entre esta perturbación del im pulso y la debilidad del im pulso en las anomalías del lóbulo frontal, se hace generalm ente por los síntomas concom itan tes. Pero aparte de ello tienen que ser distinguibles ambos fenómenos del mismo nombre. La perturbación frontal del impulso está por decirlo así en la personalidad, no es consciente como tal, se muestra en el pensamiento y en la voluntad mismos; en la perturbación estriada, en cambio, el individuo está todavía frente a cUa, es consciente, el trastorno radica en los instrumentos y es superable en cierta medida por la voluntad y el esfuerzo m om entáneos. U n análisis psicológico esmerado, como el que ha com enzado Bcringer, nuedc sclarav esto y llegar aquí también a los li mites en que se vuelven determinables indirectamente las funciones elementales extraconscientes. c) Son observadas manifestaciones iterativas y procesos .obsesivos: un enfermo reza constantem ente el padrenuestro, de lo cual finalm ente puedan sólo los movím ientes rítmicos de la mandíbula inferior (Stein er). U n silbido indominable y un rugido obsesivo se producen también. El hablar conduce a la repetición de frases, a m enudo en tiempo creciente como pulsión de lenguaje. d) Especialm ente en los niños y en los jóvenes, y no sólo en la etapa aguda de la encefalitis, sino más larde, es observado un desasosiego, una intranquilidad motriz, un ir y venir sin objeto: un denominar y tocar los objetos o asaltos a toda persona con ruegos sin participación propiamente afectiva, luego desmesuradas emociones colé ricas con violencias brutales. D e los estados m aníacos los distingue el estado de áni mo sombrío y el desagrado de los enfermos, alternativamente m alévolos y pegajosos. Se produce una alteración esencial, que pasa por típica. e ) Con los síntomas estriados se creyó haber encontrado un hecho típico, que podría hacer concebible la localización de las perturbaciones calatónicas de los esqui zofrénicos. Esta esperanza no se ha cum plido. Algunos casos muy raros son proba blemente una com binación de encefalitis letárgica con esquizofrenia. Si los fenómenos catatónicos tienen un fundam ento anatóm ico, este ha de ser de otro carácter que el de los síntomas estriados. Las m anifestaciones, al primer vistazo similares, se han mostrado siempre distintas en un análisis más preciso: en el estupor esquizofrénico existe inm ovilidad, pero no ausencia de los movimientos estriados- como en la ence falitis; en los catatónicos, la inexpresión del rostro no es rigidez m ím ica; es la resistencia a los m ovimientos pasivos y el negativism o a una contratcndencia activa, no la rigidez de la encefalitis; es un perseverar en actitudes dadas y no carencia de espontaneidad.
Estos trastornos consecutivos a lesiones del tronco encefálico, cuadro inconfundible e im presionante en num erosas variaciones, nos m uestran, por
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la ausencia de funciones toscam ente localizadas,, un m iem bro de ningún modo claram ente penetrado todavía en la construcción de nuestra vida anímico-corporal que, p o r encim a de las funciones singulares captables exactam ente en lo neurológico, parece llegar has a lo psíquico. Es rozado el enigma del “impulso” y su efecto. L a conciencia es dependiente de algún modo del tronco cerebral, desde donde puede ser transm itida la inconsciencia al cerebro, y donde tiene lugar un^control sueño-vigilia. Finalm ente, aparecen ligados al tronco encefálico muchos sentim ientos vitales que pueden ser considerados como miembros intermedios entre los procesos puram ente fisiológico vegetativos y los fenómenos psíquicos;, se les resume hoy, de buen grado, con el nom bre de “persona vital” o “persona profunda” . “Alteraciones morbosas del tejido cerebral, localizadas en torno a los ventrículos tercero y cuarto, coinciden a m enudo con apetitos singu lares y m anías” (S u ch ten ) (*). R ecuérdanse las manifestaciones corpora.'cs concomitantes de las emociones, los efectos hipnóticos sobre el acontecer fisiológico. En’ los movimientos afectivos parecen ser los sentimientos vita les algo corporal elemental, algo que, siendo al mismo tiempo psíquico, depende de los impulsGá. Paralización de toda la función del cerebro. K retschm er(2) describe un complejo sintorr}¿itico, que considera m anifestación de la anulación de todo el m anto cerebral con conservación de las funciones del tronco, un estado por ejemplo como el del perro descerebrado de Goltz (en las panencefalitis, en heridos por arm as de fuego en el cerebro, lúes cerebral, en fases pasajeras de arterioesclerosis g r a v e ); El enfermo está echado, despierto, con los ojos abiertos. N o hay som nolencia. A pesar de hallarse despierto, tiene incapacidad de hablar, de reconocer, de ejecutar movimientos convenientes (paragnosia y parapraxia). Se conservan los reflejos de deglución y otros. La mirada no tiene ningún punto de fijación. La palabra, )a presentación de objetos no despierta ningún eco inteligente. Persistencia en actitudes accidentales surgida activa o pasivam ente. Las excitaciones de los sentidos pueden ser respondidas con sacudidas; faltan los m ovim ientos reflejos de fuga y de defensa.
dd) Generalidades sobre localización clínica. El intento de una locali zación de los hallazgos clínicos unívocos es extraordinariam ente difícil. H ab rá que poder relacionar alteraciones cerebrales claram ente lim itadas con alteraciones y manifestaciones de deficiencia psíquica claram ente fijadas. Pero, prim eram ente, los casos idénticos, comparables, son raros (un caso en sí no dem uestra m ucho, pues puede ser c a u sa l). E n segundo lugar, parten desde las lesiones cerebrales locales (especialmente tum ores), (1) (2)
M eerlow : Z . N e u r 137. K retsciimer , £ .: “ Das apaíhische Syndrom ” .
Z.
N éu r., ¡69, 567 (1940).
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debido a la hipertensión, efectos a distancia en zonas m uy distintas dej cerebro, en las que tiene lugar, m ientras d u ra la hipertensión, un d áñ o de la función, aunque sin alteración persistente de la substancia cerebral. E n tercer lugar, u n proceso patológico abarca, p o r lo general, extensos domi nios y tiene sim ultáneam ente, a m enudo, m uchas localizaciones. D e ahí esa m ultitud de observaciones, que (con gran éxito en relación con lo puram en te neurológico) m uestra en los fenómenos psíquicos la estrecha relación de cerebro y alm a, pero hacen echar de menos la regla y la ley o las hacen aparecer tan im precisam ente que, co n ' el aum ento de las observaciones clínicas, todos los enfoques que un tiempo eran convincentes, h an sido nuevam ente dejados d e lado. C iertam ente, las m anifestaciones psíquicas no son accidentales, m ás bien el investigador está persuadido de lo contrario. Pero cuando im agina echar m ano a la ley, ésta se le escapa en la com ple jidad Be las relaciones. E jem plo modelo y punto angular de todas las consideraciones sobre la localización, en relación con lo psíquico, son las perturbaciones afásicas, apráxicas y agnósticas. Para com prender la significación teórica de esta localización, se requiere el conocim iento de los siguientes hechos: 1. que en casos aislados h an sido observadas aquellas manifestaciones morbosas sin que hubiera destrucciones en las partes correspondientes de la corteza, sino m ás bien en otras vecinas; 2. que el grado c|5 las m anifestaciones morbosas no está de ninguna m anera en u n a proporción regular con la extensión de la destrucción grosera. P ara com prender estas incongruencias, se hizo la .distinción en síntomas residuales, que en u n a destrucción local, en principio, q uedan en pie siempre y están ligados a ese lugar, y, los sínJ¡ tomas temporarios, que desaparecen, au n cuando a veces ta n sólo a largo plazo. Los síntomas tem porarios se h a tratado de explicarlos p o r efecto a distancia, p o r shock; la desaparición, p o r la ausencia de esos efectos o por intervención vicariante de otras funciones o partes. Esta diferencia está fundada em píricam ente en el amplío restablecimiento que se observa des pués de lesiones del cerebro, cuando el proceso patológico en sí está d o m i nado. Pero los síntomas patológicos que, h asta ahora, se pueden considerar con seguridad como síntomas residuales localizados, son destrucciones de funciones neurológicas prim itivas: parálisis, ataxias, defectos sensoriales. Lo que en las perturbaciones afásicas, apráxicas, etc., es tem porario por efecto del foco sobre el cerebro entero o al m enos sobre dominios m uy vastos del mismo, y lo que es residual y está firm em ente localizado, no es m uy difícil de distinguir. E n todo caso, no se tra ta de u n a localización de funciones tan complicadas que, en p a rte radican en lo psíquico mismo, como el lenguaje, la acción, la conversación, etc. H ay que adm itir cierta m ente que, condiciones específicas m ás distantes pertenecientes a aquellas
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funciones psíquicas, están ligadas a determ inados lugares de la corteza cerebral. Pero es, p o r el m om ento, imposible delim itar y expresar clara y precisamente estas funciones condicionantes, localizables en el espacio; en otras palabras: no h a sido posible hasta ah o ra establecer u n a localización psicológica de la función o fu n d am en tarla en algún caso válidam ente. L a situación científica es la siguiente: por un lado se observan perturbaciones cerebrales toscamente localizadas. Fvár el otro se observan perturbaciones parciales de funciones psíquicas (del lenguaje y de la acción) que —gene ralm ente, pero no siempre— aparecen ju n to con aquellas destrucciones cerebrales localizadas. Se puede seguir al microscopio la destrucción an a tóm ica con precisión y analizarla hasta el m ínim o detalle. Se pueden an a lizar las perturbaciones de las funciones de m anera m uy interesante en la investigación con presentaciones de problem as y análisis de las reacciones fallidas por mecanismos de asociación, perseveración, etc., p o r la com pro bación de las funciones conservadas y de las perturbadas. Pero no se encuentra entre ambos aspectos de este análisis sutil ninguna relación, y no se está en situación de precisar por el análisis una función elem ental que por ahora fuera localizable. H allar tales funciones psicológicas elementales, que podrían ser adscritas a determ inados lugares o mecanismos fisiológicos, quizás no esté excluido teóricam ente, pero se está a gran distancia de ello. E n la bibliografía', las tesis psicolocalizadoras son del tipo que hay que inform ar: “El au to r acepta, q ue. . Tal es aceptaciones son las que cons truyen esos cuadros de la corteza en donde se anota en los campos “geo gráficam ente” circunscritos: m oría, elevada excitabilidad, alteración de! carácter, perturbación depresiva o eufórica, etc. E n esto hay que h acer u n a distinción: el diagnóstico de localización sobre la base de síntomas típicos, incluso psíquicos, en el cuadro clínico, es algo distinto de conocimiento de la localización regular de lo psíquico, de determ inados modos de vivencia, funciones, cualidades de la persona lidad, etc. L a significación, incluso del cuadro psíquico en el diagnóstico clínico de localización, es indudable, pero ésta no es ninguna ley, no es calculable, y no se sabe cuál es la base de la m anifestación psíquica. 2. L a e s t r u c t u r a d e l c e r e b r o . Todas las representa ciones de una localización de lo psíquico tienen, p o r fondo, el conocimiento de la estructura macroscópica y m icroscópica del cerebro. E l cerebro, m orfo lógicamente, no es u n a m asa glandular regularm ente estructurada. Des arrolla más bien ante nuestros ojos u n a riqueza extraordinaria en formas diferenciadas, vías y ordenam ientos, articulados hasta el lím ite de la visi bilidad. El investigador tiene que superar dificultades técnicas no com unes
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p ara hacer surgir en cortes y coloraciones el cuadro total (1), Lo que antes parecía homogéneo, se disuelve en u n a g ran m ultiform idad configurada. Así distingue B roadm ann en la corteza del g ran cerebro, según la m agnitud, el núm ero, la form a y la estructura de las células nerviosas (citoarquitectónicam en te), cartográficam ente, 60 campos, y según la diferente distribución de las fibras en la corteza (m ieloarquitectónicam ente). V ogt distingue 200 campos. L a diferenciación de las form as celulares y de las estructuras celulares casi no tiene limite (2). L a diferenciación anatóm ica llegó m ás allá con ayuda de los experim entos en anim ales: sección de haces y extir paciones hacen surgir en dominios alejados u n a degeneración de los haces y las células. L a interdependencia de las partes es reconocida así, pero tam bién la independencia de los dominios. Así reconoció Nissl, por este camino, que en la corteza cerebral hay estratos que continúan teniendo vida propia incluso con la separación de todas las vías de proyección, m ien tras que los demás estratos del mismo lugar degeneran (3). Pero el estudio de la estructura del cerebro es acom pañado por un descontento perm anente: nos hacemos cargo de lo que captamos. Vemos figuras cuyas funciones m ayorm ente no conocemos. Nos im pregnam os de formas, vías, agrupam ientos de substancia gris y blanca, llegamos a la posesión de u n a cantidad de nombres, y nos sentimos torpes en el apren dizaje y la descripción de lo no captado. Tenemos que m editar m ás: toda la riqueza m orfológica de la configuración del cerebro es siempre tosca todavía en com paración con los im penetrados procesos químicobiológicos ultramicroscópícos de la vida. Y finalm ente: lo q ue parece inagotable en formas y figuras, en divisiones y ordenam ientos en la estructura visible del cerebro, lo vemos sin em bargo siempre sólo como el cadáver del cere bro, como los restos toscos, m uertos y destruidos de la vida. Todas estas experiencias nos hacen concebir respeto ante el secreto de los fundam entos especialmente palpables de la vida del alma. Corresponde a las presuposiciones básicas de nuestras nociones biológicas que veamos el hecho de esa obra morfológica maravillosa en la estructura del cerebro. El cerebro es un órgano singular, no com parable con ningún otro. Su conform ación y división extraordinarias, cuando las vemos, por ejemplo, en imágenes citoarquitectónicas, hacen pensar siempre de nuevo en algo como u n equivalente de la vida psíquica, pero sin que sea dem ostrable en (1) K ihn , B .: “Die Lase der histopatbolo^ischen Technik desTíerveasystcms iu der Gegenwart” . Z . N e u r ., 141, 766 (1932). (2) C p . c i l e y O s k a h V o g t dan una exposición recapiiulatoria en el ]■ Psychiatr., 47 (1936), 48 (1938). Í3) N is s l : "Zur Lehre der LokaJisnrion in der Gro.-'vhivnriiute dos Knninscheiis". 5. b er. H tid t lh t r?. rJíad. H'iáí., M a th -u a tu r-x . K l. ¡O lí.
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alguna parte correspondencia precisa en lo conformado. Pues la realidad de lo psíquico es inconm ensurable frente a toda visibilidad espacial, aun cuando esa espacialidad de la form a del cerebro h a de tener la vinculación más estrecha con el alm a. Chocamos aquí con el lím ite de la m anifestación espacial del ser para nosotros. L a visión de los estratos corticales, ta n diversam ente conformados, de Jas células ganglionares y de los” tejidos nerviosos, nos m uestra lo m ás exterior en el espacio que hay ante el alma, que deseamos alcanzar y sin embargo por ese camino no alcanzamos nunca. Estamos ante esas imágenes como ante las nebulosas en el universo. Ambas cosas m uestran en lo espa cial lo últim am ente alcanzado, pero algo que todavía nos m uestra y nos sugiere más de sí mismo, algo en sí por completo im penetrado y que señala más allá de sí mismo. 3. H a l l a z g o s a n a t o m o p a t o l ó g i c o s del cerebro. Tenemos grandes hallazgos anatómicos, los tumores y reblandecimientos, las hemorragias, las paquim eningitis, las atrofias, etc. El dato más tosco es el tam año del cerebro. D e ser el cerebro sano, se contaba con hallar una relación entre el tamaño del mismo y la inteligencia. Pero las comprobaciones estadísticas no son u n ívocasí1). Q ue en la serie animal hasta el hombre, éste tenga el peso del cerebro relativamente mayor; que los negros tengan por término medio un cerebro relativamente algo :nenor frente a las razas blanca y amarilla, lo mismo que las mujeres frente a los hombres, son hechos que. no pueden interpretar fácil y simplemente. Numerosos cerebros de hombres destacados han sido exam inados, sin llegar a resultados realmente tangi bles (2). Hay grandes hombres con muy grande o muy pequeño cerebro, y personas mediocres con cerebro extraordinariamente grande. Patológicamente la masa del cerebro puede estar agrandada o reducida. Se habla de hinchazón del cerebro. Esto se reconoce en la proporción del volumen del cerebro y de la cavidad craneana que le corresponde, que se relacionan normalm ente más o menos como 90 a 100. La esencia y la causa de la hinchazón del cerebro no han sido aclaradas. Edema cerebral e hinchazón del cerebro son fundamentalmente dis tintas. Se trata de un tosco concepto anatom opatológico que abarca lo heterogéneo(3). El aumento del peso del cerebro se encuentra en algunas psicosis agudas que cursan con el cuadro de la ausencia, en los fallecidos en status epilepticus; ninguna altera ción en muchas psicosis funcionales, muchas epilepsias, e tc .; disminución del peso del cerebro en parálisis general, dem encia senil, en una parte de los casos de dem en cia precoz. (1) Baykrthal: A n h . R a ssrn b io l., 1911, 764 y (2) Ver ia bibliografia en K i .o s e : “ Das Gehirn 48, G3 (1920). (3) R e ic h h a rb i: “ ü b e r die Hirnmaterie” . schwelliinj?” . Z . AVar. (Reff.). 3 , 1. Krvecfr : p^yrhischen Erkrankungen’*. Z.
K fu r .,
162.
Z . N ritr., 17, 80 R i k b e u n g : Z . . S t u r . , 166.
(1913).
sigtì. Z. S ’eu r,, 34, 324. eines Wunderkindc--’. M ic k r . P iy c h ia tr., M schr.
P syrh ia tr,.
“ Hirncewicht S c h lc te p :
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24.
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40.
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De O fM ä :
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M ucho más ricos son Jos hallazgos microscópicos, las inflamaciones, degeneraciones, hipertrofias, atrofias, la m ultitud inabarcable de las alte raciones de la form a (1). U no de los grandes resultados fué el reconoci miento seguro de la parálisis general desde el cuadro microscópico de la corteza. Se adquirió histopatológicam ente el cuadro de u n a unidad nosoIógica clínica (Nissl y A lzheim er). Pero esto significaba un conocimiento puram ente somático. N a d a pudo ser ei^p n trad o acerca de la localización psicológica, o de paralelos con el curso-psíquico de ia enferm edad y ni siquiera planteado con precisión. Sólo el hecho que tam bién en otras psicosis se hayan encontrado alteraciones histológicas, ap u n ta a la vincula ción de estas psicosis con el cerebro, pero m uy a m enudo no unívocam ente. Si bien hasta ahora no es posible adscribir funciones psíquicas clara mente analizadas a regiones anatóm icas en división más fina, son, en cambio, indudables las vinculaciones entre las afecciones cerebrales y las psicosis. Este hecho, “a grosso modo*’ afirm ado desde hace m ucho tiempo, condiciona que la psicopatología tenga un gran interés en conocer tam bién en detalles las investigaciones cerebrales. La histología nos enseña, por una parte, la renuncia a la m itología del cerebro, ta n q uerida antes, por los psicopatólogos; p o r otra parte, hace desear que la delim itación de enfer medades definibles en io corporal sea fom entada. Además el conocimiento de la com plejidad y diversidad de las imágenes histológicas es p ara los psicopatólogos de valor educativo, cuando se tiene propensión a dejarse llevar por las consideraciones generales (2). Aquí inclinado referencia problem a
h a surgido todo un m undo de imágenes y formas que se está a m enospreciar, porque no se ve su aplicación inm ediata con a otros descubrimientos. Justam ente aquí tendría que hallar el de la localización aclaración, fomento y decisión.
La significación de esta investigación del cuadro visible en las estructuras cere brales sigue en todo caso siendo independiente: “Aún cuando la patología celular fuera declarada como superada — lo que vemos muestra la im portancia de la doctri na celular para la comprensión de los procesos de la vida. Incluso funciones más o (1) Ver el artículo de introducción de N is s l a sus trabajos histológicos e histopaíoló^icos. vol. í, Jena, 1904. . (2) Ver el material muy inteligible en los B eiträgen zur Frage nach d er B ezieh u n g m is c h e n klin isch em V e rla u f u n d ana to m isch e m fíe fu n d bei N e r v o ) - u n d G e is te sk ra n kh e ite n , editados por F ra n z N isst. Berlín, 1912 y íír u . Allí está cf contraste claro entre eí cono cimiento dei detalle más fino y de la falta de vinculación de ese detalle con el cuadro clínico; esa vinculación existe siempre ¿ólo entre lo enteramente tosco de _ la enfermedad rerebra! en «enera! y la enfermedad mental. Sobre los límites del conocimiento histo ló g ico dice N i s s l en otro luear f A l l g . 7.. P sychiatr., 73, 96): “Sin dificultad, estamos en condi ciones de distinguir entre sí una parálisis general, una demencia senil, una arterioesclerosi.' y algunas formas de lúes cerebral, pero en el grueso de los casos que llega a autopsia en ios matíiromins. la hislopatoinuía ba fracasado hasta ahora. Es verdad que hallamos tam bién aquí, regularmente. 3 menudo incluso muy palpables, alteraciones de los diversos ele mentos de lo-í tejidos, pero ron ello no se puede ir muy lejos; no se puede distinguir ¡as diferente.-; forma» clínica' ■•eeúi» las lumias histopatol^icas bien definidas a las cuales •corre^p inferí an".
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menos humorales aparecen ligadas a las células, y toda la interpretación fisiológica, si ha de tener consistencia, queda vinculada a la idea m orfológica” . “El método de la anatom ía se basa en la idea m orfológica; su teoría es la contemplación. N o esta mos forzados a quedar estancados en el mero ver de lo figurativo ( Gestaltlichen) y en el cómo de su gén esisí1).
e) Los interrogantes fundam entales del problem a de la calización. Conocer los hechos cj-y# señalan u n a localización de lo psí quico, es insatisfactorio. Se cree ¡constantemente ca p tar u na localización, pero escapa cuando se quiere echarle m ano decidida y precisam ente. E n oposición a las localizaciones necrológicas, toda localización de lo psíquico hasta aho ra es prim eram ente tosca; tan to el hallazgo anatóm ico como la fijación del fenóm eno psíquico perm anecen fluidos e imprecisos. E n se gundo lugar: donde los hechos son determ inados y exactos, surge por u n lado la investigación psicológica, p o r otro la histológica del cerebro, y se rom pe el lazo de la localización. P o r eso escapa la doctrina de la locali zación de lo psíquico a u n a clara exposición de resultados inteligibles. Los dominios de hechos exam inables por separado im pulsan siempre, sin embargo, al interrogante respecto a su relación. Q ueda u n objetivo, hallar las ligazones entre lo que ensena, p o r u n a parte, la observación psicológica; por otra, el descubrim iento anatóm icocerebral, b ajo el m odelo de la neu rología, que realiza localizadoram ente la ligazón en tre anatom ía y función. Pues la localización dé funciones neurológicas y fisiológicas (reflejo p ate lar, centro respiratorio, zona m otriz cortical, etc.) fué lograda en la pro porción más extraordinaria, y la localización de las enferm edades nerviosas es uno de los dominios exactos de la m edicina. Pero en cuanto llegamos a la psíquico, cesa el cuadro claro que teníam os hasta entonces. E n todos los m anuales de fisiología y neurología se advierte, cuando llegan allí, los saltos repentinos o el silencio repentino. P ara el problem a de la localización psíquica es, por tanto, m ás im po rtan te que m ostrar los resultados, hacerse cargo de la situación de la investigación.
lo
Form ulado ex ageram ente: en lo psicológico no sabemos qué ni dónde hemos de localizar. H ay tres interrogantes principales: 1. iD ó n d e localizamos? Prim eram ente, en determ inados lugares de la m asa cerebral, en las partes del cerebro m acroscópicam ente visibles y en los campos corticales, en los estratos d e la corteza y los grupos celulares microscópicam ente visibles. E sta teoría anatóm ica de la localización im a gina encontrar “centros” de la función. Pero todos los lugares encontrados así son sólo centros cuya lesión destruye la función, n o aquellos cuya fun ción positiva conoceríamos p o r eso. T a l vez son esos centros solam ente (1)
S p ie l m
ey sr:
Z . N eur.,
123 (1929).
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lu g a r es en los que existen condiciones, p a ra nosotros no definibles de la función, y no la función misma. Pues todos esos centros son señalados sólo como centros de perturbación, no como centros funcionales. T ienen que ser lugares limitados, cuya lesión cause perturbaciones porque no son directam ente suplantables. Estas localizaciones se distinguen, pueSj por el hecho de que, en alteraciones relativam ente bien delim itadas, se producen de inm ediato perturbaciones, m ientras en otros dominios no se perciben con pérdiaas considerables de substancia cerebral alteraciones de la función. Tal vez la realidad de las funciones mismas está fusionada en las relaciones infinitas de los miembros, no localizadas esencialmente en un centro. El juego de los m iem bros anatóm icos y de las funciones fisiológicas es u n todo, en el que se m anifiestan unos en lugares de otros en daños singulares, se com pensan; un todo en el que m utuam ente se excitan y se inhiben, en una edificación infinitam ente complicada, que sólo es reconocida en parte para las conexiones neurológicas; para las psíquicas es u n a m era analogía.
E n segundo término^ en los sistemas, que pasan m orfológicam ente en el sistema nervioso por el todo, y tienen una conexión interna. Entonces el problem a no es toscam ente anatóm ico-localizador, sino: ¿a qué totalidad de un sistema pertenece como unidad la función y la perturbación? Pero tales sistemas son conocidos p a ra las funciones neurológicas, y pensarlos como base de los fenómenos psíquicos es, nuevam ente, una m era analogía, que se puede adm itir, incluso realizar concretam ente; pero en ningún caso se h a dem ostrado un sistema anatóm ico como fundam ento de los procesos psíquicos.. Tercero, en los lugares que se pueden delim itar por los experim entos farmacológicos3 que tam bién son parcialm ente demostrables m orfológica mente. H ay, por decirlo así, u n a localización quím ica, que, por ejemplo, se ha vuelto clara farm acológicam ente en las diferenciaciones del sistema nervioso autónom o. Pero por cerca que esté u n a com paración del efecto psíquico, por ejemplo, de los tóxicos em briagadores, falta u na localización dem ostrada de estos fenómenos psíquicos. 2. ¿Q ué unidades localizamos? Lo que experim entam os o pensamos como unidad en la función, en la vivencia, en la autoconciencia, no es todavía unidad funcional localizable. Lo que es localizado, se m u estra siempre como instrum ento del alm a, no es el alm a misma. Es el interro gante sin respuesta sobre qué sentido podría tener el ser perturbable p o r alteraciones locales la personalidad, su esencia, sus cualidades de carácter o tam bién sólo la realidad psíquica experim entada como lo calizare. En cam bio, es labor inteligente de la investigación de la localización, descubrir “elem entos’5 o unidades de la función, a lo que no se habría
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llegado nunca p o r otros cam inos; ser factores de la función q t a n sólo se vuelven claros p o r la perturbación. Así está ta l vez en el “im pulso” , que se localiza en el tronco encefálico y (en otro sentido) en el lóbulo frontal, y en las funciones que se h a n distinguido en el lenguaje, en el conocimiento sensorial y en la acción. Pero la función vital elem ental afectada en ella — la “función básica”— tiene que ser extraconsciente y llega tan sólo a m anifestarse en la vivencia del “im pulso”, o en los rendim ientos del len guaje y de la acción. Vemos siem pre u n ordenam iento jerárquico de las funciones o una gradación de los instrum entos del alm a. E n su exploración nos aproxim a mos al alm a, pero reconocemos, sin em bargo, sólo lo que le sirve, o lo q u e es su condición, no ella misma. 3. ¿D e qué d[lase es la subordinación de la función al lugar? L a vieja noción de que los centros eran el lu g ar de la función misma, h a sido abandonada. Los centros y lugares son condiciones previa, no substancia de la función. E l “estar ligado” al lugar, significa que la función no se realiza en verdad sin él, pero tam poco p o r él. Pero según esa condición previa sea pensada m ás o m enos precisam ente, al respecto hay u n a serie de representaciones posibles: en u n proceso total, el centro es sólo el m iem bro u n a vez existente no suplantable. Se encuentra en ese lugar u n a conexión o m ediación que sólo aquí puede darse. Es im pedida u n a coope ración cuando la conexión es p ertu rb ad a. O cu rre, en la lesión de u n centro, u n desencadenam iento de aquéllo que era reprim ido y regulado desde allí. Sin embargo, generalm ente, es confuso cómo se puede im aginar la supedi tación de la perturbación •psíquica al centro, qué suprim e propiam ente, cóm o actúa tal supresión. T o d a representación es u n a hipótesis, u n a m anera de expresión o sólo una analogía. E n realidad, to d a subordinación conocida hasta ahora es del todo b u rd a : p o r u n a parte, descubrimientos cerebrales en delim itación flu id a; p o r otra, com plicadas perturbaciones psíquicas. T o d a supeditación es im precisa y apro x im ad a; se refiere, en tanto que dem ostrada, a rendim ientos com plicados p o r u n a p arte, y a grandes dom i nios (como cam pos corticales, tronco encefálico) por otra. Cómo se pro duce u n ensam ble de funciones localizables, no es inteligible en lo psíquico. L o psíquico es siem pre u n acontecer to tal que no es form ulable en funcio nes parciales, pero que se sirve de tales funciones, como de instrum entos, con cuya perturbación es imposible el acontecer total.
f) L a contestabilidad de la Vocalización de lo psíquico. E l resultado es: E n nin g u n a p a rte se logró h asta ahora descom poner la vida psíquica en funciones cuya localización fu era posible. Todos los fenó m enos, incluso los m ás simples p a ra la psicología, se dem uestran desde el
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punto d e vista neurológicp tan “complicados” (más bien heterogéneos) que para su producción se requiere propiam ente siempre el cerebro entero. Todos ios lugares determ inados representan, si, condiciones lejanas de los fenómenos psíquicos, en lo cual, sin em bargo, hasta ahora queda siempre obscuro qué función parcial condicionante está ligada a ese lugar. Resum am os los resultados: 1. Los hechos, ta n interesantes en sí, de la conform ación anatóm ica del cerebro no tienen consecuencias hasta ah o ra para la psicopatología. Sólo enseñan la enorm e com plejidad de aquellos fundam entos corporales de la vida psíquica, que se pueden aprehender como fundam entos lejanos, no directos. 2. Funciones psíquicas elementales loca lizabas, no las conocemos, en general. 3. Los hechos de la localización de m anifestaciones patológicas com plicadas (afasia, etc.) son irregulares, hasta aquí sólo utilizables diagnósticam ente y no analizables de u n a m anera que haya que poner en relación el análisis psicológico de las funciones, en las reacciones frustradas, con u n análisis anatóm ico m ás sutil de las des trucciones cerebrales. A quí son ilustrativas las siguientes proposiciones: la idea que la diver sidad de perturbaciones psíquicas puede ser condicionada por la diversa localización del m ismo proceso patológico, es teórica y se mece en el aire. Se puede a p o rta r con la m ism a imposibilidad y con el mismo derecho la prueba que hace responsable a la predisposición psíquica individual de toda diversidad. Probablem ente am bas cosas son justas. U n a psiquiatría que se apoyara en la representación básica de la localización de las fu n ciones psíquicas, fracasa an te el hecho que hasta ahora y tal vez para siempre, los elementos hallados p o r el análisis psicológico y la localización adquirida p o r la investigación cerebral no están en ninguna vinculación. El hecho que los mismos procesos patológicos se localizan diversam ente „en el sistema nervioso, no está en paralelo con el hecho que las perturbaciones psíquicas son del todo diversas en la m ism a enferm dead orgánica del cere bro, sin h a b la r ya de ponerlas en relación palpable. En toda reflexión sobre la vinculación de los hallazgos cerebrales con las perturbaciones psíquicas hay que tener presente, además, que aquél'os no necesitan tener en todo caso u n a relación con u n a perturbación psíquica ; hay fenómenos accidentales, coincidentes, pero heterogéneam ente condicio nados (por ejem plo los hallazgos histológicos de alteraciones en la agonía). Además, hay que tener presente que en principio las alteraciones cerebrales podrían ser tam bién consecuencia de manifestaciones psíquicas primarias, aunque tal efecto n o h a sido confirm ado hasta ah o ra em píricam ente. Q ue en todo caso el fenóm eno cerebral sea la causa, y lo psíquico la consecuencia —no al revés— es tam bién u n a presuposición, como la anterior, que
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todas las enfermedades m entales surgirían prim ariam ente de la vida psí quica. El psicopatólogo tiene que abrirse a ambas posibilidades. L a frase que todas las enferm edades mentales serían enferm edades del cerebro y que todo lo psíquico sería sólo síntoma, es u n dogma. Lo fecundo es buscar procesos cerebrales donde se puede dem ostrar anatóm ica e histoló gicamente. E n cambio, im aginar las localizaciones, por ejemplo, como representaciones y recuerdos en células, localizar asociaciones de ideas en haces, es juego, adecuado tan sólo p a ra formarse hipotéticam ente u n cua dro del todo del alm a, como representado localizadam ente en el cerebro. A ello está ligada la sugestión de hacer absoluta la vinculación del acontecer cerebral con la sustancia del hom bre, de considerar todo acontecer hum a no como acontecer del cerebro. Desde el punto de vista de la consideración psicológica, las enferm edades del cerebro son una de las causas de las perturbaciones psíquicas ju n to a otras. El pensamiento que todo lo psíquico es por lo menos condicionado por el cerebro, es exacto, pero tal genera1» lidad no quiere decir nada. Por lo que atañe a la consideración psicopatológica, todo psicólogo dará la razón a M óbius, cuando dice: “El histólogo no debe dom inar la clínica, pues la división anatóm ica de las enferm eda des entorpece” .
C a p í t u l o
s e g u n d o
Herencia Intentam os exponer a grandes rasgos y en su desarrollo histórico, los enfoques grandiosos, pero difíciles, fascinantes, pero tam bién confusionis tas en ia herencia de las m anifestaciones psícopatológicas, que m uestren al mismo tiem po lógicam ente su sentido. El gran paso en la ciencia de la herencia es la genética, desarrollada p o r los biólogos desde 1900. Desde entonces se h a ligado todo pensam iento sobre herencia más o menos a los conceptos y conocimientos de esa genética. Pero hay una m ultitud de he chos típicos establecidos antes y después, sin que tengan que ver en ello los conceptos y conocim ientos de esa genética. Estos son hoy utilizados, en verdad, casi siempre p a ra interpretación. Pero los hechos realm ente encon trados no son dependientes de esa interpretación (*). §
í.
L as
antiguas representaciones básicas y su la genealogía y la estadística
aclaración
por
a) El hecho básico de la transm isibilidad. Desde la antigüedad se vió con asom bro que los hijos se sem ejaban o eran iguales a uno u otro de los padres en sus m aneras d e com portarse y en sus gestos, en sus cualidades y a veces h asta en los m atices de su esencia. Se vió la identidad misteriosa desde los prim eros años de la infancia, ocasionalm ente en rasgos particulares casi insignificantes. Y se observó el retorno de la enferm edad psíquica, la acum ulación de enferm edades m entales en fa milias. Pero al m ismo tiem po se vió tam bién la com pleta diversidad de padres e hijos, de herm anos en tre sí. Los padres no se reconocen en sus hijos y los consideran desviados de 1a línea, C ualidades de los abuelos reviven en los nietos. C ualidades largo tiem po desaparecidas de generaciones p a (1) Sobre la transm Jfibilidad de lo psicopatológico, recapitulando ^ y detalladam ente: E ntres, en el H andbuch d e B u m k e , vol. I, p. 50-307. 1928. Para la esquizofrenia: B e r in g e r : H andbuch de B um ke, vol. IX , p. 34, 1932. L u x e m b u r g e r , H .: “ D ie V ererbungen d e r psychischen Störungen” . H andbuch de B um ke, Erg-B d., 1939. Del H andbuck der Erbbiclogie des M enschen, editado p o r G ünther J u st : Vol. V .: “ Erbbiologie u nd Erbpathologie nervöser u n d psychischer Zustände u n d Funktionen” , red actad o por G. J ust y J. Lange, Berlin, 1939. O rie n ta d o r: Er bl ehre u n d Iiassenhygiene im völkischen Staat, ed itad o p o r E. ROdin . M u nich, 1934. Breve la. excelente exposición d e L iie m b u b s e i: Psychiatrische Erblckre, M unich, «O M
sadas vuelven a m anifestarse: se habla de atavismos. Enferm os m entales tienen hijos sanos, padres sanos tienen hijos enfermos o débiles m entales. Así, pues, ya las prim eras experiencias son sorprendentes. M uestran lo saltuario y lo incalculable de lo real. C on ello es evidente que las co nexiones del proceso de herencia y la form ación de las disposiciones in dividuales tienen que ser complejas, Pero la herencia como tal, y tam bién Ja de lo psíquico, no puede ser puesta en duda. Del hecho típico que se impone siempre obligadam ente en el individuo, surgió p ara el investi gador el valor p a ra continuar indagando a pesar de las dificultades casi insuperables que se acum ulaban. El hecho típico es cierto, el problem a se refiere al qué y al cómo de la herencia. Lo que en experiencias accidentales causa impresión, en su signifi cación puede ser claro y preciso tan sólo p o r la investigación. H ay dosmétodos p ara verificar el hecho típico de la herencia: la genealogía y la estadística. L a genealogía m uestra intuitivam ente el cuadro de la herencia en familias y estirpes; la estadística m uestra abstractam ente, en cifras, la m agnitud de la transm isibilidad en la m asa de los casos (T). b) L a visión genealógica. Se obtiene por la investigación detebnida de adecuados árboles genealógicos familiares (u n a p areja con toda su descendencia a través de varias generaciones), cuadros de antepasados(un individuo con todos sus antepasados), que perm iten u n a ojeada a las conexiones de Ja herencia en casos singulares (2). E n algunos casos se h an (1 )
I n v e s tig a c io n e s
s o b re
la
h e re n c ia fu ero n to m a d a s m e t ó d i c a m e n te por G a lto n : ( E n a le m á n “ G e n ie u n d V e r e r b u n g ” , L e ip z ig , 1 9 1 0 ) . Cor* G a lt o n se h a n d a d o los p e n s a m ie n to s b á s ic o s d e la m o d e r n a d o c tr i n a h e r e d i t a r i a d e l h o m b r e : la h e r e n c i a d e c u a lid a d e s m e n ta le s ( in v e s tig a c ió n g e n e a l ó g i c a ) , el p r o b le m a d e la s re la c io n e s d e l m e d io c ir c u n d a n te y d e l a d is p o s ic ió n h e r e d i t a r i a ( in v e s tig a c ió n d e lo s g e m e l o s ) , la i d e a d e la d ir e c c ió n d e la r e p r o d u c c ió n p a r a e l m e j o r a m i e n t o d e la s p r o b a b ilid a d e s d e l c a u d a l^ h e r e d i ta r io ( e u g e n e s ia ) , la a p r e h e n s ió n d e la s c a u sa s d e la d e c a d e n c ia d e Ja c u l t u r a ( p o r e je m p lo d e los g r ie g o s ) p o r la a u to d e s t r u c c ió n d e l e x c e le n te c a u d a l h e r e d i ta r io . O t r o s tr a b a jo s a n te r io r e s : D e C a n d o l l e : H ist oiré das S c ie n c e s, G i n e b r a , 1873 ( e n a le m á n , L e ip z ig , 1 9 1 1 )D u c d a le . 1876 ( v e r l a n o t a s ig u i e n te ) . C o le c c io n e s m á s a n tig u a s d e o b s e rv a c io n e s : L u c a s , P r . : Traite phüosophique el physiologique de Phérédité naturelle, P a r ís , 1847-1850. M o r e a u ,.. J . : La Psychologie morbide dans ses rapports avec la philosopkie de l ’histoire, 1849, R ib o t, T h . : L 'H érérdilé, 1871 ( a l e m á n , 1 8 9 5 ).
Hercditary getiius, L o n d o n , 1869.
(2 ) M a te r ia l e n e s te a s p e c t o : D u q d a l e : The Jukes, N e w Y o r k , 1876. E st a b r o o k ,. H . H . : The Jukes in 1915, W a s h in g to n , 1916 ( u n a e s tir p e d e s c e n d ie n te d e u n a v a g a b u n d a fa lle c id a e n 1740, e n la q u e se p r o d u je r o n r e i t e r a d a m e n t e p r o s t i tu t a s , b e b e d o re s , d e lin c u e n te s , e n fe r m o s m e n t a le s ) . R o e m e r : (AUg. 2 . Psychiatr,, 67, 5 5 8 ) p u b l ic ó la g e n e a lo g ía d e u n a ía m iiia e n la q u e se e n c u e n t r a n , e n n u m e r o s o s c a so s, e n v i r t u d d e a c u m u la c ió n p a rc ia l d e h e r e n c ia ( m a tr im o n io s e n t r e p a r i e n t e s ) , p r e d is p o s ic ió n e p il e p to i d e , e p ile p s ia p s íq u ic a y e p ile p s ia c o n v u ls iv a , J oergf .r : “ D i e F a m il ie Z e r o ” (A rch , Rassenbiot., 2 , 1 9 4 ) d e s c r ib e las g e n e ra c io n e s d e u n a f a m ilia d e d e lin c u e n te s . A d e m á s J o e r g e r : “ D i e F a m ilie M a r k u s " (Z . N eur., 43, 76 ( 1 9 1 8 ). J o erg er: Psychiatrische Familiengeschichte, B e r li n , J u li u s S p r in B i s c h o f f : Jb. Psyckiatr,, 2 6 . g e r, 1919. V e r ta m b ié n Bg r z e : M schr, Psychiatr., 26, 270. S c h l u u : Allg. Z. Psychiatr., 66, 51 4 . F k an k h a u sek : Z . N eur,, 5, 52. O b e r h o l z e r :. “ E r b a n g u n d R e g e n e r a t io n in e i n e r E p i le p t ik e r f a m il ie . 2 . N eur., 16, 105 ( 1 9 1 3 ) . Pilcz:
Jb.
Psyckoanal., 18. Dannenberoer: K lin. psych. u. nerv. K rankh., 7. K alxop y Ranke: N eur., 17, 250 ( C h o r e a H u n t i n g t o n ) . W itierm ann: “ Psychiatrische Familicniorschung’’ . Z. N eur,, 20, 153 ( 1 9 1 3 ). H eise: “ D er Erbgang d e r Schizophrenie in der Fam ilie” . D. Z. N eur., 64, 229. Lance, Johannes: “ Genealogische U ntersuchungen am einer Bauernsippschaft’’. Z . N eur., 97 (1 9 2 5 ). R itter , R . : E in M enschenschlag (una estirpe «le vagabundos a través, de siglos), Leipzig. 1937. Z.
PSIC O R A T O L O G IA
GENERAL
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extendido tales investigaciones a aldeas enteras, cuyas familias se h an po dido perseguir a través de siglos (en ello las enferm edades m entales n a turalm ente desem peñan u n papel secundario) (*), El objetivo es la visión histórica concreta de familias y estirpes. La ventaja es el cuadro total, que llega hasta el m enor detalle en la plenitud de la visión. La desventaja consiste en que lo visto en el caso individual, no necesita «ser general. Genealogías singulares con aparición acum ulada de enferm edades m entales son en verdad m uy im presionantes, d a n u n cuadro histórico verídico, pero no enseñan n ad a sobre el tipo de vinculación hereditaria y no prueban nad a de la probabilidad cuantitativa de la herencia de las enferm edades en la m asa de los casos. L a genealogía tiene interés sólo por la evidencia concreta. Se ve así la fatalidad en familias, estirpes y aldeas enteras a través de las genera>ciones y allí se ven las acum ulaciones de dotes, como las musicales, en la estirpe de Bach a través de los siglos, las m atem áticas en los Bernou'li, las artísticas en los Tiziano, H olbein, C ranach, Tischbein, etc. c) E stadística. Se reúnen en lo posible num erosas familias, se cuentan los enfermos y los sanos, se determ inan las enferm edades m en tales u otras m anifestaciones mentales fijables y se com paran las cifras resultantes desde puntos de vista determ inados. El objetivo consiste en hallar reglas generales o al menos hechos típicos medios. La ventaja está en que así es señalable el com portam iento general, la desventaja es que en la sutileza de los meros núm eros se pierde m ucho de la visión. El problem a básico de la estadística es qué es enum erado (testimonios escolares, resultados de encuestas, resultados de actas y otros docum entos — crímenes, suicidios— , psicosis, cualidades del carácter, e tc .), adem ás si el m aterial de p artid a es de confianza, si se tra ta de algo por todo el m undo reconocible como idéntico, por tanto tam bién realm ente enum erable, es un m étodo, a la prim era ojeada aparentem ente sencillo e irrefutable; cómo son adquiridas'las cifras con que son com parados, etc. L a estadística " lleva sin em bargo, en la realización, a u n laberinto de dificultades y de engaños. El m anejo de la estadística exige en alto grado adiestram iento profesional y crítica. Damos un ejem plo: Estadísticas de masas sobre la herencia en general han sido realizadas con extraordinario esfuerzo; se esperaba h allar en ( 1 ) Z ie b m e r : Arch. Rassenbio!., 5. L u n d b o r c : Medizinisch-biologische Familienforschung innerhalb tin es 2232 köpjigen Bauerngeschlechts in Schweden, Jena, 1913. R o se n b f .r o : Familiendegeneiation und AJcohol. D ie A m berger im 19. Jah rh u n d ert” . 2 . N eur., 22, 133 (1914).
«lias, de golpe, visiones fundam entales. Así duran te un tiempo las estadístivas colectivas de KoIIer y D iem h an obrado esclarecedora pero tam bién paralizadoram ente í 1). D iem examinó la herencia de los sanos y los enfermos mentales. Pero no contó la carga hereditaria en general, sino que la descompuso por una parte — en verdad m uy groseramente— según grupos nosológicos, por otra parte según grupos de paren tesco (carga de los padres, carga indirecta y atávica, carga colateral). Surgió así el ■cuadro siguiente: 5 Resumen comparativo de algunas cifras principales de la estadística comparativa d e D iem sobre la carga hereditaria de los sanos mentales (1193 casos) y enfermos mentales (1850, y 3515 casos) en su porcentaje sobre la cifra total de los exami nados (combinado según D ie m ).
Están cargados
En algún grado (todos los parien tes en general, herencia total) Sanos %
Algún ( a c t o r en general ................. 66,9 Enferm . nerviosa . . 7,1 Enferm . m ental . . . • 8,2 Alcoholismo ............ 17,7 Apoplejía ................. 16,1 Demencia senil . . . ' 6,3 10,4 Anorm. del carácter Suicidio .................... 1,1
En
línea directa (padres)
. Indirecta y a tá vicamente (abue los, tíos y tías)
Colateral (hermanos)
Snferm. %
Sanos c/c
Enferm . %
Sanos %
Enferm , %
Sanos %
Enferm* %
77 30-38 7-8 16-25 4 2,0 10-15 1,0
33,0 2,2 5,7 11.5 5,9 1.4 5,9 0,4
50-70 18,2 5,0 13-31 3,2-4,7 1,6 9-13 0 ,5 4
29 4,0 1,3 4,9 9,7 4,8 3,7 0,6
12,2-15,7 10,9 0,2 1,8 0,7 0,4 0,7 0,3
5 1,0 1,2 1,3 0,5 0,1 1,0 0,1
7,3-12,7 9,3 0,8 0,9 0,2 1,5 0,2
D e ello resulta que el recargo total en los sanos y en los enfermos no es muy distinto (66,9: 77 % ) (según este resultado se vuelven inútiles todas las estadísticas sobre transmisibilidad en general, sin división en grupos singulares). En cambio los enfermos están esencialm ente más cargados que los sanos en línea directa (d e los padres) y en línea colateral (por los herm anos). Los enfermos son recargados ade más esencialmente, más por las enfermedades m entales en sentido estricto y por anom alías del carácter. Esta diferencia se m anifiesta también en la carga indirecta. En relación .con la apoplejía y la dem encia senil aparecen, digno de señalar, los sanos algo más recargados; en relación con las enfermedades nerviosas y el alcoho lismo, existen sólo mínimas diferencias. Así, pues, cuando se dice de alguien gene ralm ente que está hereditariamente cargado, no significa absolutamente nada. Pues sanos y enfermos se comportan en ese punto idénticam ente. La carga a través de los padres y de la enfermedad m ental, en cam bio, im plica una disposición más fuerte d e l individuo. D iem acentúa que, de acuerdo con sus investigaciones, la “carga hereditaria”
no amenaza ya como una espada de D am ocles, a cada uno que haya mostrado en su parentesco anomalías psíquicas. “Las enferm edades m entales pueden heredarse, pero no lo hacen siempre y forzosamente, y la herencia de lo patológico no es una fata (1 ) K o ller: Arch. Psychiatr. (D .), 27, 268 (1895.). D i e m : “ Die psycho neurotische e rU k b e Belastung d er Geistesgesunden u n d d e r Geisteskranken” . Arch. Rasienbiol., 2, 215 338 (1905).
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lidad eternam ente ineludible, que exije sin cesar sus víctimas en la fam ilia afecta d a. . . es posible una nivelación, y que ésta se produce en amplia m edida, lo ense ñan mis cifras”.
C ontra estos trabajos se h an hecho objeciones por parte de R ü d in : no se h a operado ninguna separación de los factores de carga según las unidades nosológicas (se interroga sólo en general p o r la enferm edad m e n ta l) ; la proporción de los sanos y de los enfermos dentro de las fa milias aisladas no h a sido considerada. Gomo adem ás no se h a interrogado acerca de la m odalidad de la herencia (en el sentido de las m odernas teorías biológicas de la h eren cia), esta m anera de investigación en m asa no puede aproxim arse a la solución del problem a de la herencia de las enferm edades m entales. E n realidad no se puede llegar más allá en ese camino. Se tiene un aspecto total grosero, en el que lo m encionado puede d ar generalidades casi evidentes, y se obtiene adem ás u n a disposición crítica negativa p a ra obtener en los problem as de la herencia algo más definido. d) H eren cia sim ilar y disim ilar. L a observación m uestra que en las familias, en la sucesión de las generaciones, no aparece siempre, por ejem plo, la m ism a afección m ental, pero que las afecciones m entales en general se acum ulan en ciertas familias. Se estableció que un algo h e reditario en sí, similar, se m uestra polim orfo en la m an'festación; por tanto, que no hay ninguna Anlage (*) hereditaria p a ra determ inadas e n ferm edades m entales, sino u n a disposición p a ra las anom alías mentales en general. F rente a esta teoría obscura de la disposición general p a ra tales o cuales enferm edades m entales, qu5 m uestran u n cuadro polimorfo cual qu iera en las series hered itarias transform antes, aparecieron las inves tigaciones que afirm aron u n a herencia similar al menos p ara los grandes círculos, dentro de los cuales ten d ría lugar, entonces, la transform ación. S io li( 1) halló que las enfermedades afecti' i : m anía, m elancolía y ciclotim ia pueden suplantarse, pero que aquellos cuadros y . cuadros de la paranoia se exclu yen en la m ism a fam ilia. Y V orster(2) confirmó esto al hallar que en la mayoría de los casos, las enfermedades d “l grupo de la dem encia precoz (en el que corres pondería aproxim adam ente la paranoia) y la locura m am acodeprsiva no aparecen juntas en la m ism a familia* >
(* ) L a palabra Anlage, ya confusa en alem án, resulta imposible de traducir. Todos los términos que se le aproxim arían tienen en Jaspers un significado tan preciso, que no quisiéramos confundir al lector superponiendo conceptos diferentes en un mismo vocablo. Al dejarla en alem án, seguimos lo que es corrieníe en las obras inglesas y procedemos de la misma m anera que el D r. V . Pía en su autorizada traducción del vol. V I del Tratada de M edicina Interna de Bergmann, que toca a fondo el problema de la constitución. (N . de los T .) (1) S io li : Arch. Psychiatr. (D .), 16. (2 ) V o k s t e r : M schr. Psychiatr., 9, 1G1, 201, 3 0 7 .
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Sobre el problem a de la herencia similar y disimilar fueron hechos luego nume rosos trabajos, estadísticos, en los que fu é decisiva la distinción de grupo nosológico maniacodepresivo y del esquizofrénico. Las cifras son distintas. Los resultados son justam ente opuestos. L a siguiente com paración de diversos resultados es característica (según K rueger) (* ): En padres e hijos existía Enferm edad Similar
Autor
D a m k o h le r ................................ V o r s t e r ....................................... Schuppius ................................ A lb r e c h t .................................... Foerster ..................................... Krüger .......................................
Disimilar
75 % 65 47 44 44 27
25 % 35 53 56 56 73
N ú m ero de casos
8
23 17 16 25 22
L u th erí2) , resum iendo sus cifras, dice: la similaridad d e las psicosis (después de la exclusión de las exógenas) en padres e hijos, existe apenas en la m itad de los casos. Padres m aniacodepresivos tienen aproxim adam ente la m itad de los hijos que sufren alguna otra psicosis, y preferentem ente esquizofrenia. Padres esquizo frénicos tienen en m edida fuertem ente dom inante, igualm ente, hijos esquizofrénicos, pero también aisladam ente, maniacodepresivos. Entre hermanos enferm aron similarm ente las H partes de los casos. L a locura m aniacodepresiva y la esquizofrenia aparecen en fam ilias más frecuentem ente juntas que cada una de ésas enfermeda des por sí, con otras psicosis. E n los hijos irrumpe la psicosis por lo general más precozmente que en los padres. En cambio la estadística de K rueger m uestra incluso una preponderancia de herencia disimilar. El se m anifiesta nuevam ente en pro del polimorfismo, de la herencia transformadora, y hasta en favor de la gravedad cre ciente de la enferm edad en el transcurso de las generaciones. K rueger declara en resum en: “Ascendientes y descendientes enferman por lo general de psicosis disimi lares, mientras que ios hermanos, más aún los gem elos, casi siempre sufren las mismas perturbaciones m entales” . L a estadística de K reich gauer(s) muestra nueva m ente herencia similar en las formas típicas de la dem encia precoz y de la locura maniacodepresiva de tal m odo que entre esos dos grupos n o encuentra ella ninguna interrelación en el aspecto hereditario o la encuentra m uy pequeña.
T odas estas estadísticas d a n en su resultado u n a im presión singular. Parece como si cori ése m étodo n o se obtuviese ningún resultado decisivo. Esto se debe en p arte a la dificultad de la obtención del m aterial. Diversos autores no diagnostican esquizofrenia y locura m aniacodepresiva de nin g una m anera igualm ente. V iejas generaciones de médicos — y se requiere m aterial de la sucesión de varias generaciones p a ra hacer comprobaciones sobre herencia— diagnosticaban y describían de m odo totalm ente diverso. Z. N eur., 24. Z. N eur., .25.
(1 )
K ru e g e r:
(2)
L
(3 )
K r e ic h g a u e r ,
uther
:
R
o sa :
Zbl. N erven kk., etc., 32,
877
(1 9 0 9 ),
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Cuando se quiere enum erar, lo enum erado h a de ser indudablem ente idéntico. M ientras falte este fundam ento, todas las cifras son problem á ticas. P ara obtener realm ente m aterial ilustrativo sobre enfermedades mentales, h ab ría que tener biografías^ h abría que haberlo exam inado uno mismo (C urtius y Siebeck habían de la “com pleta inutilidad” de las comprobaciones basadas en la interrogación de los parientes, aparte de los maestros, actas de la instrucción, actas m ilitares, de accidentes, de asisten cia, actas penales, etc..), h abría adem ás que contar con manifestaciones que sean reconocidas y nom bradas idénticam ente p o r todo observador. L a inaccesibilidad de las exigencias ideales obliga, en toda investigación, a contentarse con u n resum en de hallazgos relativam ente defectuoso. Se ha m ejorado extraordinariam ente en los últimos decenios, con indecible es fuerzo, bajo el impulso del enorme interés por la doctrina de la herencia, la admisión del m aterial, pero toda la investigación .de la herencia en seres hum anos está ligada a límites dados p o r el carácter del m aterial empírico. Cuanto más lim itado es el cuestionario y el material, tanto mejor se puede obte ner resultados aislados,, convincentes, pero su dom inio de validez permanece igual mente estrecho. Así R e issf1) ha hecho acertadas investigaciones sobre la herencia en las alteraciones constitucionales del ánimo y la locura maniacodepresiva. D e estas investigaciones resulta “que en la herencia de las disposiciones afectivas morbosas en la mayoría predominante de los casos, no sólo es transmitida a la descendencia la dis posición general, sino también la forma espccial”, del modo más manifiesto en la alteración típica patológica del ánimo y en las enfermedades circulares típicas. Si bien Reiss pudo comprobar en esos casos una herencia similar de cuadros patológi cos Incluso bastante especiales, encontró también en algunos casos herencia típica separada. En un caso “se pudo distinguir claramente dos líneas, una declaradamente alegre y la otra más depresiva, que en la generación anterior coincidían y ahora poseían una hercncía com pletam ente separada, de modo que los miembros aislados de la fam ilia, a pesar del estrecho parentesco, no mostraban entre sí ninguna clase de semejanza” .
Lo que un hom bre ap o rta en substancia hereditaria, no hay que bus carlo en él mismo, ni siquiera en sus padres, sino en la totalidad de su familia, en los herm anos y en to d a la estirpe. Es un lugar com ún antiquí simo que no h ay -q u e casarse con una m uchacha que es la única buena de la fam ilia, que m ás bien hay que tener presente a la fam ilia entera. Esto se basó en la visión de que, a pesar de las excelentes cualidades de un individuo, lo indeseado, propio de la fam ilia, se vuelve a ab rir ca mino en la descendencia. Para la capacidad musical, esto se ha aclarado estadísticamente. D os padres de elevado talento musical, cuyos progenitores también estaban ambos m usicalm ente (lì
R f .is s :
Z. N í t i r . , 2 , 381, 601 y s ig ts .. e t c .
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dotados, tienen solam ente hijos con dotes musicales. Dos cónyuges igualm ente dota dos en alto grado m usicalm ente, pero de tal manera que por un lado, sólo uno de los padres es tam bién m usical y por el otro ninguno de los padres, sólo tienen a su vez la m itad de hijos músicos (M joen, cit. según R einohl) ( x).
e) El problem a de las causas de la p rim e ra o de la nueva aparición de las enferm edades m entales. Se preguntó de qué causa surge la Anlage congènita, en tan to que no es idéntica a la de los padres, de donde vienen en p articu lar las desviaciones desfavorables p a ra la vida. Las respuestas fueron dadas, señalando u n a vez la causa en la endocría de los iguales, luego, al contrario, en la mezcla d e extraños (bastardización). Finalm ente se llegó al pensam iento de la degeneración m ediante un destino que lleva hacia abajo a las generaciones. 1. D a ñ o p o r ? e n d o c r í a (*) o m e z c l a ( b a s t a r d i z a c i ó n ) . Se observó que en los casam ientos de parientes aparecen A n lagen patológicas acum uladas. Así, pues, la endocría pareció nociva como tal. En cambio hay ejemplos famosos, como los m atrim onios entre herm a nos, de los Ptolomeos, que no tuvieron en m odo alguno esas consecuencias desfavorables. Los estudios recientes dieron p o r resultado: Según las investigaciones de P eipers(2), no se ha demostrado un efecto etiologies aislado de la consanguinidad en el m atrim onio. Se aplican aquí las mismas reglas de la herencia en todas partes: en familias sanas son heredadas las cualidades sanas, en las enfermas se heredan las cualidades morbosas. Cuando se heredan de ambos padres cualidades desfavorables, se tiene una herencia ^acum ulativa” , que opera de acuerdo con idénticas reglas que la herencia en general. Se acum ulan lo mismo las disposiciones favorables. L a consanguinidad puede engendrar de igual modo individuos sobresalientes que individuos sanos. Pero com o en la especie huma* na dormitan en todas partes m uchas Anlagen desfavorables, el casam iento entre pa rientes, en realidad, es un riesgo considerable, a no ser que cualidades sobresalien tes estén difundidas en toda la fam ilia y falten Anlagen morbosas. Incluso en el incesto no se da un efecto biológico dañino para la descendencia. Esto lo enseñan las experiencias de la cria de an im ales(3) y la autofecundación en plantas hermafroditas. Tam poco en los seres humanos puede ser de otro modo. S te lz n e r(■*) resume: El incesto en razas superiores no m otivó ninguna degenera ción, el incesto plus tara hereditaria de uno de los dos progenitores, conduce a abundantes nacimientos con taras. H oy, ni el incesto, ni la endocría, pues, son con siderados en sí como factores perjudiciales. L o im portante está en las substancias hereditarias de los progenitores. (1) R k in ö ü I., F r.: D ie V e re rb u n g d e r geistigen B e g a b u n g , M unich, 1 9 3 7 (una exposi ción clara de los resultados y de la b ib lio g rafía). (* ) Inzucht; corresponde a la palabra inglesa inbree'ding, que habitualm ente no se tra duce en los textos de G enética. Adoptamos, sin em bargo, el neologismo endocría, porcue su uso comienza a insinuarse en algunas obras modernas. (N . de los T .) (2) P a p e r s : Allg. Z . Psychiatr., 58, 793. Además W ein b erg : “ V erw andtenehe und G eisteskrankheit” . Arch. Rassenbiol., 4, 471 (1907). (3) W i l s d o r f , K.: T ierzucht, B erlin, 1910. P u s c h - W e b e r : Die Verwandtschaltszucht, B erlin, 1913. (4) S t e l z n e r , H . F r . : “ D er Inzest” . Z. N e u r 93, 660 (1924).
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¿Q u é ocurre en la mezcla con extraños, en la bastardización? Frente al aum ento de cualidades favorables por la endocría de razas de alto valor, se h a observado la decadencia en la mezcla con razas extrañas, y frente al repudio de la endocría se h a llegado a la conclusión opuesta, que la mezcla de variedades extrañas es perjudicial en sí. Las investigaciones dieron este resultado: Los biólogos han establecido que puede encontrarse gérmenes que no se adap tan entre sí, por ejem plo la Anlage para los dientes y para una m andíbula inferior demasiado pequeña o demasiado grande para ellos. Se habla de oposición germinal. Cuando, sin embargo, se ha deducido de eso por analogía que la desarmonía de las cualidades del carácter se apoya en la oposición germinal, y que por esa vía surgi rían psicopatías, hay que ser prudente. Lo que se afirma de esa manera, es vago y en concreto indemostrable. Se olvida demasiado fácilm ente la universalidad de lo antinóm ico en el hombre ( “el hombre con su antagonism o” ). Entre las desarmonías mecánicas y las tendones comprensibles, antagonismos, desarmonías de la naturaleza hum ana, hay una relación de comparación. En substancia se trata de cosas hetero géneas. Si se observan mezclas de razas, se ve lo nuevo en la población bastarda, y aparecen entremezcladas las condiciones buenas y malas de ambos troncos. Si las dos razas en conjunto son esencialm ente distintas en el nivel de las cualidades que pasan para nosotros por valiosas (blancos y negros), en los bastardos se comprueba iina disminución del nivel frente a las razas superiores, un aumento del nivel en rela ción con la raza inferiúr( x) .
Pero lo biológicamente esencial es: L a sexualidades como tal es un artificio de la naturaleza p a ra producir la diversidad. Al reu n 'r lo diverso, no sólo crea com binación dé lo dado, sino lo nuevo. L a bastardización es u n a técnica de producción creadora por parte de la naturaleza. Cómo se modifica ésta quizás en posibilidades infinitas, no se puede saber en conjunto. En casos particulares hay asombrosas aclaraciones, como en el maíz. El maíz produce su rico fruto a través de la bastardización constante, con lo cual se da la llamada heterosis. En cam bio en la autofecundación surgen razas menores con ma zorcas más pequeñas. Después de algunas generaciones son, en verdad, m ucho menos rendidoras, pero han surgido razas sanas y persistentes. Aquí no se da de manera alguna un em pequeñecim iento progresivo cualquiera por endocría, sino la supresión del efecto productivo de la bastardización.
De la mezcla (bastardización), p o r tanto, lo mismo que de la endocría hay poco bueno o m alo que esperar en sí. T am poco la mezcla es un factor obscuro del destino en el sentido de la degeneración y en el de la elevación creadora. H ay en ambos, cuando se habla en general de ellos, u n a incalcu^bilidad. Lo que im porta es el punto de p artida en las (1)
F is c h e s , E.: Die R e h o b o th e r Bastards, Jena, 1913. L undborg: “ Die Rassenmisthun« IiibHogrtiphia Genctica, s’G rc:c nhage. Rodknwaldt, E.: Die A íeitizm au*
lipiüi Manschen” .
iA '..'r. Batavia, 1937.
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determ inadas substancias hereditarias y las posibilidades productivas con cretas imprevisibles. En las teorías abarcativas del desarrollo de la hum anidad, com o la de Reib* m ayr(1), que pretende que la alta cultura es consecuencia de una m ezcla de razas, donde la bastardización crea lo nuevo, pero de tal manera que, después de unas gene raciones (o de algunos siglos), en la m ezcla y la nivelación realizadas se paraliza la productividad, interviene un conocim iento real a través de la apariencia de grandio sas representaciones totales.
Así pues, en lugar de echar la culpa a la endocría o al mestizaje, hay que p reg u n tar m ás bien cuándo y en qué condiciones tiene consecuencias la mezcla y cuándo la endocría tiene consecuencias deseadas o indeseadas. T a n sólo la investigación de detalles, posible p o r la genética, que discu tiremos en seguida y no la categoría general, puede dam os aquí la respuesta. 2. D e g e n e r a c i ó n . Q ue los enfermos m entales están m uy a m e nudo hereditariam ente cargados, se había observado hacía ya m ucho cuando M orel, M agnari y L egrand d u S au’.le esbozaban sus teorías de la degeneración ( 2). Ju n to a las afecciones m entales, en. las que tam bién se d a el recargo h ereditario (p o r ejem plo el alcoholismo, la epilepsia) sos tienen que hay u n grupo nosológico que sólo se d a hereditariam ente: o trastornos m entales hereditarios o trastornos m entales degenerativos. Pero dentro de este grupo, que ab arca la m ayoría de las enferm edades mentales, no se transm ite u n a form a determ inada de trastorno, sino sólo lá disposición general. L a herencia no es similar, sino “ transform ante” . Así se explica el “polimorfismo” de los cuadros morbosos en la m ism a fam ilia. Según esa doctrina francesa, no se tra ta sólo de transm isión de enferm edades, sino de una degeneración. E n la sucesión de las generaciones a«m enta la gravedad de ¡as afecciones, de m odo que se llega a la aniqui lación de familias enteras. M orel presentó su fam osa sucesión de las cua tro generaciones: en 'la prim era se encuentra tem peram ento nervioso e inferioridad m oral, en la segunda neurosis graves y alcoholismo, en la te r cera psicosis y suicidio, en la cu a rta idiocia, m alform aciones e inca pacidad p ara la vida. Si anim am os esta teoría y( consideram os los hallazgos en que descan sa ese edificio, los encontram os reducidos y de ningún modo dem ostrati vos. Experiencias aisladas fueron estim adas p a ra la aprehensión inge(1) R e i b m a y r , A .: Die Entwicklungsgeschichte des Talents und Genies, 2 vol., M u nich, 1908. (2) M orel : Traite
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niosa, que pareció descubrir u n acontecer trágico y grandioso en la es pecie h u m an a (*). * L a degeneración sería u n pod er originario, hostil a la vida, que no se podría desviar ya. Produce las Anlagen que se vuelven m ás desfavo rables con cad a generación. Sería la contrapotencia del p o d er constructivo, transform ador y reform ador de la vid a creadora, que produce su riqueza. P or lo que se refiere a ìa p rim era aparición de perturbaciones psíquicas h e reditarias, no tenemos en realidad n n g u n a explicación. H ablam os de m utaciones desfavorables (véase m ás abajo respecto de este concepto), que pueden darse, tam bién en la vid a psíquica, como Anlage a enferm e dades m entales. Las explicaciones genéticas de tales m utaciones por lesión germ inal (alcoholismo, sífilis, etc..), p o r consanguineidad de Jos padres, por bastardización, no h a n tenido éxito hasta ahora. Pero, cuando u n individuo “sale de ía línea” p o r tal m utación y transm ite a continuación su variedad, lo hace de acuerdo con las reglas de la herencia, activas en todas partes y reconocidas p o r la genética. Si la degeneración hubiera de significar todavía o tra cosa, puede ser sólo el pensam iento siguiente: degeneración que se transm ite, y eso de tal m an era que, desde u n a causa desconocida, inevitable, au m en ta de generación en generación la gravedad de la anorm a lidad o de la afección. Si existe en general algo por el estilo, no h a sido probado; pero tal vez no se puede negar tam poco en absoluto. H ay en verdad u n a extinción de familias, pero no de m anera tal que se haya m ostrado la degeneración como factor independiente. T am poco la apari ción reiterada de psicosis e n u n a fam ilia significa de m anera alguna siem pre degeneración d e la fam ilia como u n todo. Se supone que la cultu ra pueda poner en m arch a u n proceso de degeneración, sin poseer p a ra ello m aterial alguno que hag a probable esto (2). Tam poco los detalles de la doctrina de la degeneración se pueden sostener en la form a en que h a n aparecido. Investigadores franceses a d m iten que no sólo degenera la vida psíquica, sino tam bién sim ultáneam ente el cuerpo. Las anorm alidades corporales de la fo rm a y la función señalan la degeneración psíquica como “stigmata degenerationis” (tics, nistagmus, estrabismo, anom alías de los reflejos de tipo congènito, anom alías secretorias, sialorrea, etc., aparición ta rd ía o dem asiado precoz del desarropo puberal, envejecim iento prem aturo o u n a apariencia infantil en
(1) Esto causó gran im presión en los artistas, que trab ajaron bajo la influencia de M orel. V e r por ejem plo la serie de novelas de ZotA sobre los R ougon-M acquart, los Budden* b ro o b de T homan M an n . (2 )
B um kb:
D ber ttervose Entartung
(B erlín,
1 9 1 2 ),
ha
explicado acertadamente o t o .
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la edad a v a n z a d a ). T am bién en el dom inio psíquico se creía poder des cubrir stigmata d'egenerationis. Especialm ente la disposición de la p e r sonalidad fué estim ulada en tal sentido (desarm onía, antagonism o entre los diversos rasgos del carácter, la buena inteligencia en u n carácter de grado bajo, capacidades singulares en un nivel p o r lo dem ás baijo, de ahí el nom bre de " desequilibré” p a ra esas p ersonalidades). Además, las' des viaciones que m ostraban los cuadros morbosos, a p a rtir de u n esquem a cual quiera, fueron tom adas por características de la especie degenerativa de ,1a psicosis (psicosis “ atípica” ). T odo esto quedó en el aire. L a aprehensión de lo no común como “degenerativo” tiene qus srr abandonada (a). L a idea de la degeneración es un esquema de in terpretación con el que trabajó la psiquiatría decenios enteros. Pero hasta hoy no se h a col m ado em píricam ente. Lo que tenía esa apariencia y que bajo el aspecto grandioso era cóm odam ente visible — y p a ra la investigación dem asiado cóm odam ente resuelto— , se h a dem ostrado hasta ahora en todas pactes fundam entado de otro m odo. N o obstante, queda el problem a frente al ascenso y el descenso en la sucesión de las generaciones. Pero aún cuando es verdad que en las fam ilias sigue la esquizofrenia a la locura m a n te o depresiva, y casi nu n ca al revés, probablem ente b astarán otras explicaciones sin recurrir a la idea de la degeneración. Si echamos u n a m irada a la totalid ad de las viejas representaciones sobre herencia — herencia sim ilar y disim ilar, polim orfía, degeneración— a la visión genealógica y a los hallazgos estadísticos, a la significación de la endocría y de la. bastardización, resulta esto: Esas grandes interpretacio nes básicas existen prim ero enteram ente por la sim plicidad y la am plitud, desarrollan su evidencia p o r hechos típicos singulares. Pero se com plican todos en antagonismos, se en cuentran ante desarm onías efectivas. U n a doctrina abarca ti va. que p u d iera in te rp re ta r los hechos todos, no h a sido lograda. Pero la crítica pu ed e suprim ir las generalizaciones, no los hechos singulares. D eja siem pre el espacio libre p a ra la investigación m ás concreta, no contenta con las generalidades imprecisas y listas, sino que quiere saber precisam ente y en d etalle; no busca posibilidades, sino cosas probadas. C on eso pierden las interpretaciones básicas generales el carácter de un saber term inado; se vuelven interrogantes perm anentes. A éstos h an sido dadas nuevas respuestas p o r los conocimientos de la ge nética biológica. Incluso u n a p arte de los enigm as h a hallado aquí su solución fundam ental.
(1) L a interpretación contrapuesta en N i t z s c h e : “ Z u r K enntnis d e r m -am m engesetzlen Psychosen auf d er G rundlage d er psychopathischen D egeneration” . Z . X e u r., 15, 17t> (1913).
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§ 2.
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El nuevo impulso por la teoría de la herencia en biología (genética)
Desde que los botánicos Correns, Vries y Tscherm ak redescubrieron en 1900 las leyes de M endel (1865), se desarrolló en la biología la ciencia de la herencia (genética), que, por la exactitud de los métodos experi m entales, por la evidencia de los resultados, por la unanim idad e in ten sidad de la investigación, es uno de los dominios más im portantes del moderno conocim iento científico-natural. Desde que esa ciencia fué co nocida por los psicopatólogos, hubo que someter todas las opiniones ad quiridas hasta allí sobre la herencia en los seres hum anos, a u n exam en radical. Se p udo entender por qué hasta entonces la propia investigación había quedado en el fondo sin éxito, pues giraba en el círculo de gene ralidades imprecisas. Sólo en la botánica y en la zoología, se vió entonces claro, se h abía comenzado a investigar realm ente reglas de la he> re n d a y leyes de la herencia. A p a rtir de esas investigaciones h a n de fundam entarse, en general, casi todas las representaciones teóricas y todos los conceptos básicos de la doctrina de la herencia, si quieren persistir. Se trata , p ara la antropología, y en especial p a ra la psicopatología, casi sólo — en tanto que allí h a sido establecido algo general— , de traspasarlo a nuestro dom inio y de ver en qué m edida se puede encontrar aquí ta m bién algo idéntico. Por eso tenemos que procurar u n a visión, aunque sea breve y esquem ática, sobre algunos conceptos de la doctrina biológica de la herencia (*). Advertencias preliminares sobre algunos con c e p t o s de la g e n é t i c a . a) Estadística de la variación. La variabilidad al com ienzo inabarcable e irregular, de todos los organismos, se vuelve sorprendentemente regular cuando ne considera en una masa cualquiera de individuos de ana especie (de una “población” ) una cualidad* por ejem plo, en los soldados rec’litados, la altura del cuerpo, y ce cuenta el número de los individuos que, según grados diversos de la cualidad (talla, m atices del color, número de dientes, de manchas, etc.) pertenecen a los gru pos formados. Al señalar esos grupos como líneas perpendiculares y al vincular los extremos se adquiere, por regla general, una curva regular ( “curva de variabilidad” ) en la que, partiendo del térm ino m edio, decrece el número de los individuos en el (1) H istóricam ente se construye ésta en Ja estadística de la variación, el descubri miento de las leyes de la herencia de M endel y en relación con los descubrimientos cito'ógicos sobre la estructura de las células germinales, de los cromosomas, de los procesos de ^ la nii'osis, de la división reductriz y de la conjugación y en ía teoría de la m utacióv. (J oldschmidt : E infükrung in die VcTtrbungswisscnsckait, 1911, 5? ed., Berlín, 1928, presenta las doctrinas y 3a bibliografía. La m ejor introducción didáctica por ia brevedad y la claridad la da Alfrki» K ü h n Grundriss der Vererbungslekre, Leipzig. 1939. Para la am pliación de los puntos de vista biológicos: O e h lk e k s , F a .: Erblichkeitsforschttng an Pjlanzen, D refde V Leipzig, 1928. Sobre la herencia en el hom bre: B a u e r-F isch e r-L e n z: MenschUche E rb le lre und Rassenhygiene., 5» ed., 1940. H andbuch der Erbbtologíe des M enschen, editado por G. .I u s t , B erlín, desde 1939. Revistas: A rehtv {ür Rasscn- u n d Geuilsch/iftsbinlogie. « li tada por A. Ploetz, M unich. Fortschriltf der ErbpatholocU . editados por J. Scholtky y von \Y i-ch u er, L eip zg . Zeitschrljt für R c u fith im d t. editada por von E iiL 'ifd t. S tuttgart.
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desarrollo m enor y en el más fuerte de la cualidad. La curva de variabilidad es la m edida en que se pueden establecer las alteraciones de una población com o ün todo en la dirección de una cualidad, por ejem plo bajo la influencia de la situación vital (clim a, alim entación, etc.). Si se escoge, de una muchedum bre de individuos, los que tienen una cualidad que se quiere producir (selección ), y sólo se continúa atendiendo a su descendencia, se mueve la lín ea de la variabilidad hacia esa parte de la cualidad. Se creía antes que de esa manera se podía pasar de un tipo a otro del todo distinto (selección artificial o, en la naturaleza, natural en la lucha por la e x isten cia ). Pero se ha comprobado experim entalm ente que la selección se vuelve im potente cuando se tiene una “línea pura” . Así se llam a, en contraste con la población, a aquella masa de individuos que — lo que sólo es posible en las plantas herm afroditas— se m ultiplica por autofecundación y que, por ejem plo en los guisantes, se puede retrotraer a un solo organism o de partida. Los pertenecientes a tales líneas puras muestran en su distribución de la cualidad al principio, es verdad, idénticas curvas de variación que las poblaciones. Pero si se elige de entre ellos ejem plares extremos para la repro ducción, se muestra que su descendencia no marca ninguna desviación h acia la dirección dada por la selección, sino que repiten exactam ente la curva de variabilidad de que proceden los padres. El éxito de la selección dentro de una población, pues, tiene también un fin cuando se ha alcanzado el aislam iento de las líneas puras extre mas. Se concluyó que una población representa una mezcla de m uchas líneas puras. Por eso se puede obtener de esa m anera de selección, es verdad, el aislam iento de las líneas puras, pero no la producción de nuevos tipos. b) G enotipo y fenotipo. Esto condujo además a la im portante distinción de las cualidades del individuo (fen otipo) respecto de las cualidades que el individuo puede continuar heredando de los antepasados, sin que esas cualidades se m anifies ten en él mismo (gen otip o). En la línea pura, todos los individuos son genotípicam ente similares, pero son todos distintos en su m anifestación (fen otípicam ente). Esta diversidad nace del efecto de las condiciones de vida variables de caso en caso, en el desarrollo del genotipo, en el individuo particular. Com o el genotipo mismo no se altera, esas diferencias de la im agen individual tienen que desaparecer de nuevo en la descendencia, en la que continuará obrando el genotipo. Los tipos, por extre mos que sean, de la misma línea pura, poseen el m ism o genotipo. Así existen todavía en las poblaciones, en contraste con las líneas puras, por sobre la diversidad fenotípica, las del genotipo. Si se selecciona de las poblacio nes, por tanto, los fenotipos extremos para la reproducción, se tiene la probabilidad de abarcar así al mismo tiem po diversos genotipos, que se m anifiestan entonces com o diferencia persistente en la curva de variación de su descendencia. Pueden^ pues, en una población, asemejarse en el aspecto dos individuos sin ser idénticos por eso en su cuadro hereditario (cuando pertenecen a las curvas de variación que se entrecruzan de dos líneas puras distintas). Pero pueden también tener la misma substancia hereditaria con gran diversidad en el aspecto (es decir, cuando están en lugares distintos en la curva de variación de la m ism a línea p u ra). Sencilla y clara es la situación de las cosas en los caracteres cualitativos: gui santes con semillas verdes y amarillas, D on D ieg o de noche, con floraciones rojas y blancas no muestran ninguna transición. O curre de otro m odo en los caracteres cuan titativos, com o la anchura y longitud de las hojas o e! peso del polen en las plantas, la talla en el ser humano: en qué m edida es posible aquí una determ inación, lo enseñan sólo los métodos de la estadística de la variación. c ) Las leyes de M endél. M endel n o conoció los hallazgos señalados tan sólo
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después por Johannsen sobre líneas puras y poblaciones, genotipo y fenotipo. El que no obstante haya podido ser capaz de realizar exitosos experimentos sobre la herencia, se debió al hecho de utilizar plantas con diferencias de caracteres cualitativos sim ples, que se habían mostrado constantes a través de generaciones como, por ejefnplo, los guisantes con semillas amarillas y verdes. Sus experimentos se basan en la bastardización de individuos con tales diferen cias cualitativas claras y en la observación del comportamiento de la descendencia, cuando los vehículos de las mismas cualidades continúan reproduciéndose sin nueva bastardización. Las leyes de M endel encontradas por él, de ese m odo, se refieren pues a los procesos que se vinculan a la bastardización de dos individuas con dife rencias genotípicas: En la primera generación “dominaba” una cualidad sobre la otra, por ejem plo todas las plantas poseían la semilla amarilla. El verde perm anecía “recesivo” frente al amarillo, que es “dom inante”. Pero la cualidad recesiva, no resulta extinguida en la segunda generación, que se obtiene sólo por la autofecundación o el incesto, aparece una separación de las cualidades: una cuarta parte de la descendencia posee semillas verdes y tiene aun descendencia sólo con semillas verdes; una cuarta parte posee semillas amarillas con descendencia solamente de semillas amarillas; en cam bio, dos cuartas partes tienen semillas amarillas y se escinden nuevam ente en la próxima generación en un cuarto definitivam ente verdes, un cuarto definitivam ente amarillas, dos cuartos dom inantes amarillas, ctc. Si se llama al portador de la unidad hereditaria en el genotipo un “gen”, se puede explicar las proporciones numéricas halladas por M endel haciendo la siguien te presuposición: de todo progenitor pasa un gen a la criatura; ésta posee, pues, por cada cualidad dos genes. En la nueva formación de células germinales en el híbrido, tienen que ser separados otra vez entre sí esos dos genes, de manera que toda célula germinal posee sólo uno u otro gen. Las proporciones numéricas calcu ladas en la com binación accidental de las células germinales son los lím ites de las fallas que han sido halladas experim entalm ente por M endel en tal distribución. Así, se juzga h o y como probada la presuposición. T odo individuo es determ inado por el efecto de una gran cantidad de unida des hereditarias. Si se pregunta cóm o se comportan entre sí en un ensayo de cruza miento más de un par de genes, es decir en el caso más simple dos pares, M endel encuentra la respuesta: la escisión y la com binación proceden independientem ente. Importa, pues, hallar dentro de los infinitos caracteres de los individuos los portado res de las unidades hereditarias (los genes). Tan sólo en relación con esos genes que se transmiten independientem ente unos de otros, hay claras leyes de la herencia. Esas leyes de la distribución de la combinación del caudal hereditario en las bnstardizacibnes, se aplican también cuando no se da ninguna dom inancia decidida. Correns halló que en la primera generación es posible tam bién una conducta inter media de las dos cualidades ligadas entre sí, es decir que existe, al parecer, una herencia “fusionante” . Así, la primera generación del cruzamiento de don D iegos de noche blancos y rojos, dan floraciones rosadas. Sin embargo, se escinde también aquí en la descendencia, siempre de nuevo, una cuarta parte de formas rojas cons tantes, una cuarta parte de formas blancas constantes y dos cuartos de rosadas (que en lo sucesivo continúan escindiéndose). Así se muestra que hay genes de distinta fuerza de acción. Si son combinados de manera que obren m uy fuerte y m uy débil m ente, se realiza en la primera generación la proporción dominante-recesiva; si son combinados por partes iguales, h ay una condición interm edia de herencia aparente mente fusionante.
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Los caracteres que entran en consideración para la genética cxpci ¡mental, son siempre pares de caracteres. Existe o no una cualidad, o se encuentran entre dos polos. Pero esa simple proporción aparece en extrem o com pleja por el hecho que no necesitan corresponder genes simples a los caracteres, sino que los caracteres pueden apoyarse en la cooperación diversa de los pares de genes (alelom orfia), que gen is singulares pueden manifestarse en m uchos caracteres ( genes polífenos) y que, al contrario, el mismo carácter puede tener su origen en diversos genes ( p o lim e rin ) . Discutam os brevemente estos conceptos. En la m edida en que un gen corresponde a un segundo que se relaciona con la formación del mismo carácter (com o el gen para la floración roja con rl de floración blan ca), se habla de un par de alelomorfos. Es verdad, en un individuo pueden ser asociados dos alelos en un pareja, pero existe la posibilidad de que rn diversos individuos haya m uchos más alelos. Realm ente se ha encontrado en el exa men de poblaciones, para una serie de genes, todo un núm ero de etapas de m utación, de las que se pueden asociar cada vez dos en un ensayo. Se habla en ese caso de alrlia m últiple. Los alelos m últiples se distinguen a m enudo cuantitativam ente: grados de pigm entación, series de forma de crecim iento, etc. Así puede ser consi derablemente aumentada la variabilidad dentro de una mezcla de razas. Finalm ente, existe además la posibilidad de que uno y ti mismo gen influya en más de lin carácter. Así el gen supuesto por M endel en los guisantes para el color rojo de la flor, produce al mismo tiempo, una m ancha pigm entaria en el eje de la hoja. Esos genes son llamados genes polífenos. Al contrario, existe tam bién la posibilidad de que una y la misma cualidad sea influida, no sólo por uno, sino por muchos o por m uy numerosos pares de genes, un fenóm eno que se llam a polim eria. En este raso — especialm ente cuando muestran los exactos de los genes com o diferencias cuanti tativas— no puede dar ninguna proporción num érica clara de escisión en una des cendencia. Entonces se puede descubrir la existencia de constituciones polímeras hereditarias sólo por el eum ento de la variabilidad de esa cualidad en la descenden cia. Todas estas nociones, debidas a la m oderna investigación de la transm isibilidad, muestran por qué se dan condiciones difícilm ente perceptible a m enudo en los casos individuales concretos. d) L a substancia hereditaria está en las células. Q ue los cromosomas dr los núcleos celulares eran los portadores de la herencia, y que los com plicados pro* crsos de la formación de las células germ inales por la división reductriz (a célulns ron la mitad de los cromosomas) y de la copulación del óvulo y del espermatozoide para formar células con cifra com pleta de cromosomas, de las que nace el nuevo: individuo, tienen que ver con la herencia, fue sospechado hace m ucho tiem po (August WYismann); definitivam ente dem ostrado lo fué tan sólo en nuestros días. Las leyes descubiertas por Bateson y Punr.ett, asi rom o por M organ, del acoplam iento de factores (en divergencia con la independencia m endeliana en su com binación, hacen reconocer conexiones entre los genes de un organismo que perm iten reunirlos en grupos. La coincidencia de la cifra de esos grupos con la de los cromosomas en objetos bien analizados (com o el maíz o la m osca D r o sop h ila) , en relación con las concepciones citológicas de la estructura y el com portam iento de los cromosoma«, han conducido a la teoría del ordenam iento lineal de los genes en el cromosoma. El gen nacido com o hipótesis de la unidad hereditaria, primero por el experiment > de la herencia con crías de anim ales, es som áticam ente Iocalizable y se ha vuelto materialmente visible por los mapas construidos sobre los ordenam ientos de los genes en los cromosomas — ciertam ente sólo de m odo aparente. El carácter corpuscular d* 1 gen se ha probado también por su destrucción medíante kr> rayos Ront>rf'n.
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La vinculación directa de las unidades de las reglas de la herencia (unidades hereditarias) con las unidades de la estructura de los cromosomas (gen es); ia coin cidencia del conocim iento citogenético (los procesos de la división reductiva, de la jnitosis, etc.) con los conocim ientos de la cría experim ental de animales ha hecho posible la grandiosa unidad biológica de la genética. Lo que es reconocido en el experimento de la herencia, es reconocido en el hallazgo celular y captado; por ejemplo: T oda la vida surgida a través de la reproducción sexual tiene dos progenitores y en consecuencia cromosomas apareados (un cromosoma siempre por cada uno de los padres). Los pares de cromosomas han sido resumidos, con otros pares —distin tos en núm ero según las especies— en la unidad del genoma. Esta unidad d 1 genom a es la unidad de todos los genes pertenecientes a un organismo. Si los cromosomas poseen sólo genes similares (h om ocigotias), no pueden dar por resultado tam poco en su cam bio, en el proceso de la reproducción, a ninguna escisión m endeliana visible. Pero si los genes son distintos (heterocigotias), tiene que producirse en toda com binación dada en el proceso sexual, la escisión m ende liana en la descendencia. La diferencia del m odo hereditario dom inante y recesivo se apoya en la paridad de los cromosomas. Lo recesivo sólo se m anifiesta cuando está dado en los dos cromosomas de la pareja, es decir procedentes de ambos padres (por eso su fre cuente aparición en los matrimonios consanguíneos). Especialm ente ilustrativa es la conexión entre com portam iento de los cromoso mas y m odo hereditario, en la herencia del sexo, así como en la herencia ligada al sexo. En m uchos organismos sexualm ente separados, está m orfológicam ente mar cado un determ inado par de cromosomas, y precisamente aquél en el que está un gen determinante de] sexo, los llamados cromosomas X e Y. Así la m osca Drasophila tiene en el sexo fem enino X X , en el m asculino X Y . Todas las células del óvulo poseen sólo cromosomas X , las células espermáticas en cambio la m itad de X , la mitad de cromosomas Y. E n consecuencia, después de la fecundación existiría 50 % de individuos con cromosomas X X — y estos serán hembras— , 5 0 % con cromosomas X Y , que siempre serán machos. Los genes que hay en ese cromosoma — en el X o el Y— tienen que tener una relación con el sexo de la descendencia, lo que se ha demostrado en numerosos casos. Adviértase brevemente que hoy se está orientando también hacia portadores de la herencia que hay en el protoplasma, fuera del núcleo celular. Pero estas nociones no juegan todavía ningún papel en la teoría de lá herencia humana. e) La m utación. Si hubiere sólo unidades hereditarias definitivas entendidas como genes, todo el proceso de la herencia sería sólo m odificación de la similar por una combinación’ m ecánica en diversidad infinita, pero im productiva. La selección no produciría ninguna nueva especie, sino sólo desviación a líneas puras, pero en realidad h ay en la vida, constantem ente, algo nuevo. Eso nuevo, por ejem plo, que aparecen enfermedades por primera vez en una fam ilia y luego se transmiten por herencia, es explicado por la “m utación” (de V ries). Se forman entretanto saltuariamente nuevas cualidades que están lejos de las curvas de variabilidad, que expresan los caracteres heredables del organismo. Estos nuevos caracteres tienen que ser atri buidos, en correspondencia con la teoría de los cromosomas, al efecto de un gen surgido tan sólo en un lugar en el cromosoma — o más bien m odificado. En algunos casos se ha podido establecer históricam ente las m utuaciones, en otros han podido ser observadas en el ensayo. Si se conocen ahora, com o de la Drosophila o del maíz, m uchísimos genes en un organismo, se puede, en el curso de m uchas generaciones,
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establecer cómo eran frccucntcs o raros los genes singulares: se puede determ inar su proporción de m utación. H ay genes que cambian raramente o no cambian nunca, y otros en los que las m utaciones aparecen con frecuencia. Por efectos externos (temperaturas extremas, rayos de onda corta) se pueden aumentar considerablemen te esas proporciones espontáneas de la m utación. La m ayor parte de los m utantes significan alteraciones morbosas e ineptas para la vida, que desaparecen otra Vez por la selección natural. Pero se dan tam bién desviaciones positivas, por cuya acu m ulación puede producirse a la larga una acuñación nueva de la im agen de la especie. f) R estricciones críticas. Ante la im portancia de los conocim ientos adqui ridos, es necesario actualizar en qué lím ites perm anecen esos conocim ientos. La substancia básica de la herencia es siempre la realización del plan de cons trucción de esa especie, la repetición de lo igual, que constituye esa forma de !a vida. La doctrina de la herencia se refiere experim entalm ente sólo a las pequeñas m odificaciones, por decirlo así, al rascar en la superficie, no a esc proceso básico. El mcndelií-mo no significa ningún saber acerca de la profundidad del proceso hereditario en el todo, sino un m étodo, lim itado a los caracteres de naturaleza alter nativa, es decir a su aparición o no aparición (flores rojas o blancas — incoloras— , enfermedad o no enferm edad) y en verdad a aquellas cuya no aparición no es mor tífera. Por tanto no se puede itivcsligar ya tales unidades hereditarias, con cuya ausencia la vida es imposible. La doctrina de la herencia está restringida a unidades hereditarias distinguibles y precisas. Puede analizar, pero no abarcar el todo del proceso de la herencia. g) Resumen de los conceptos fundam entales más im portantes. Tenem os que limitarnos a sospechar por lo menos la com plejidad indecible de la herencia, la variación y la m utación, para no creer, en psicopatología, en las explicaciones demasiado simples. D e los resultados de la biología es para nosotros singularmente im portante que los cromosomas (substancia hereditaria) pueden llevar cualidades que el individuo no necesita mostrar com o carácter (es conocido hace m ucho por la patología hum ana que alguien puede transm itir enfermedades por las que él mi.cmo no es atacado); además que en la com posición natural de las poblaciones humanas hay m últiples heterocigotes con herencia m endeliana; que los hermanos pueden ser no sólo meramente parecidos, sino también totalm ente distintos, de manera que se den en ellos cualidades opuestas que se m antienen en su descendencia. En conexión con esto hay que pensar siempre lo com plicado y por tanto lo im penetrable que puede ser el caso singular, especialm ente cuando es heredada polím eramente una cualidad singular, es decir que está bajo el efecto de un gran número de genes combinables independientemente. Finalm ente y ante todo es im portante para nosotros la doctrina de las unidades hereditarias, la noción que eí caudal hereditario está distribuido 'en los cromosomas, en determ inado orden, en unidades singulares aislablcs.
La aplicación de las doctrinas biológicas de la herencia en el hom bre tropieza con grandes dificultades. El hom bre como tal no es u n objeto en el que se pueda estudiar las leyes biológicas de la herencia L a biología elige su objeto p a ra investigaciones sobre la herencia según el p u nto de vista de la, explorabilidad técnicam ente favorable. Las generaciones tim en que seguirse rápidam ente, tiene que h ab er m ucha descendencia; el n ú m ;ro de los cromosomas tiene qué ser lo menos posible. Sólo asi pueden ser
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dominados de m an era relativam ente simple los hechos pero en el hom bre las generaciones se suceden ta n lentam ente que no se puede tener varias generaciones en observación directa; la cifra de los descendientes es extraordinariam ente b a ja ; el núm ero de cromosomas (48) extraordinaria m ente alto. Además, en el hom bre no se puede investigar de m anera m e tódica experim ental por la crianza, sino accidentalm ente p o r las observacio nes sucesivas. E n lugar de los experimentos d e cruzam ientos de los biólogos, aparecen las abstracciones de u n a estadística de masas. Pero esta no es u n a objeción co n tra la investigación de la herencia en los seres hum anos, sino que sólo esclarece su sentido. N o se tra ta p o r eso de encontrar en el hom bre algunas ley.es de la herencia, sino sólo de ver en qué m edida se vuelven a reconocer quizás en los seres hum anos leyes biológicamente reconocidas. C uando se realiza investigación d é la herencia en el hombre, no se tra ta de la herencia, sino de los seres humanos. Allí donde no sabemos en lo referente al hom bre, la doctrina biológica de la herencia nos abre el cam po de lo posible. C uando observamos el ordenam iento de los genes en los cromosomas de la Drosophila en la cons trucción del m apa, está claro que sería u n a misión conocer p a ra toda especie de lo viviente el orden de los genes en las células germinales, sus relaciones entre sí a través de la situación. Como en la anatomía, y en la histología la estructura de las funciones, en los sistemas endocrinos la estructura de los efectos m utuos de las horm onas, así hay que com prender aquí la estructura de las A nlagen hereditarias. Pero m ientras en la anato m ía no es exam inado ningún ser ta n fundam entalm ente ni es ta n conocido como el hom bre, en lo que se refiere al ordenam iento de los genes, la Drosophila es quizás conocida, el hom bre casi desconocido. C on respecto a la estructura del organismo hum ano y de sus funciones y a la. infinita sutileza de su herencia, que observamos en casos singulares como u na m aravilla, sabemos que u n orden todavía plenam ente ininteligible p a ra nosotros de genes, tiene que ser un factor en su transm isión hereditaria. Nos llenamos de asom bro y con ello de aversión a sostener dem asiado p re cipitadam ente supuestos conocimientos totales. § 3. L a
aplicación
de
la
genética
en
psicología
El prim er trabajo m etódicam ente fundam ental y la conducción ulterior de esa investigación fueron hechos por R üdin í 1). El m étodo estadístico masivo de la investigación psiquiátrica de la herencia lo sustituyó por el ensayo genealógicam ente captado. E n la obtención del m aterial partió de enferm os aislados (probandos) y buscó a p a rtir de ellos en los herm anos (11 RCniN. Ernst : Studien über Vererbung und Entstehung geistiger Störungen. Verrrbmmg und N euenstehung der D em entia praecox, B erlin, Julius Springer, 1916.
I. Zur
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y padres ^método de los herm anos) o en los hijos y nietos (m étodo d e la d e sc e n d e n c ia ), cuyo estado o enferm edad fu eio n com probados. N o se d is tin g u en ya las familias particulares, pues aquí todas las cifras son causales; pero en la com paración de u n a m asa de fam ilias se espera cifras regulares. El trabajo de R ü d in tuvo p o r consecuencia u n a m u ltitu d de investigadores. El objetivo fu é el conocim iento de las unidades hereditarias reales y el tipo de su curso hereditario (dom inante o recesivo). In ten ta presentar desde el com plejo dom inio algunos rasgos fundam en tales de ese m odo de conocim iento en brevedad esquem ática. a) L as representacioneís básicas directrices. Luego que la ge nética h a reconocido unidades som áticas hereditarias y su curso hereditario, el problem a fundam ental de todo transporte de las nociones de genética a la teoría de la herencia en psicopatología consiste en el problem a de las unidades hereditarias. D escubrir unidades hereditarias, este es el obje tivo con el que no sólo serían reconocidos el curso de 1a. herencia, sino que se hab ría adquirido u n a nueva y p ro fu n d a visión de los factores activos del acontecer psíquico. Q u e las unidades hereditarias no aparecen a la luz directam ente y que todas las m anifestaciones psicopatológicas hablan prim eram ente contra la existencia tales unidades hereditarias, no es una refutación de su existencia, si son válidas las siguientes representaciones que se refieren a la relación de las m anifestaciones reales con los genes que les sirven de base: 1. T odas las manifestaciones son resultado de la A nlage hereditaria y del m undo circundante. H a n aparecido así a p a rtir de la Anlage bajo las influencias del hasta entonces m u n d o circundante a través de reaccio nes, experiencias, ejercicios, hábitos. Si com paro las manifestaciones a través de varias generaciones, no com paro lo inm ediatam ente idéntico, sino las m anifestaciones de hechos típicos, en los q u e quizás u n igual (el genotipo) ’h a adquirido aspecto distinto p o r causa del m undo circundante diverso. D e eso se deduce prim ero que tam bién las afecciones que m ás decidi dam ente se basan en la herencia requieren las condiciones del m undo cir cundante p a ra ponerse de m anifiesto, y que todos los efectos del mismo requieren u n a Anlage p a ra llegar a ten er validez. Por ejem plo, que la parálisis general, originada p o r la spirochaete pallida, llegue a irrum pir, supone un a A nlage que es h ered itaria; p o r lo cual a m enudo se acum ulan las parálisis en ciertas familias. L a esquizofrenia se basa en la herencia, pero tiene que agregarse algo del m u n d o circundante, pues en el caso de gemelos univiteünos, cuando u n o enferm a de esquizofrenia, enferm a ta m bién el otro, pero no siempré.
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E n segundo térm ino se sigue que la m anifestación de la Anlage here ditaria, en la enferm edad, tiene la certidum bre de su aparición sólo dentro de límites p a ra cada caso, los que hay que buscar em píricam ente y no es ningún destino absolutam ente ineludible. E n tan to que son conocidas las condiciones del m undo circundante, p o r la elim inación de las condiciones necesarias externas, podría ser suprim ida la m anifestación, latente en la Anlage hereditaria, E n tercer térm ino se sigue que las unidades -hereditarias, a causa de la constancia biológica, son en conjunto “antihistóricas” . Se refiere a algo que tiene que ser idéntico hoy como en los egipcios de hace 5.000 años. Las unidades hereditarias no son concebibles como formas psíquicas histórica m ente específicas, como obras del espíritu, ni como contenidos d e 'm a n i festaciones culturales. Lo que no existía unas generaciones atrás y lo que no existirá unas generaciones después, no carece, es verdad, de fundam entos heredables, pero no es heredable por sí mismo. Las cuali dades heredables hacen posible, bajo condiciones históricas, esas m anifesta ciones eventuales. Sin embargo, queda abierta la posibilidad de que tam bién en el curso de 100 o 150 generaciones de la historia de la h u m a nidad se hayan producido, por acum ulación de m utaciones, ligeros cam bios de tipo biológico. E n el hom bre hasta ahora no ha sido establecido en form a convincente. 2. L a unidad del gen no es la unidad de una manifestación. Los carac teres que se m anifiestan ap u n ta n a u n gen, pero no son el gen. Lo’ que p a ra nosotros no es coincidente en la m anifestación inm ediata, puede re m ontarse a u n único gen, y al contrario, lo que se nos aparece como unitario, puede estar basado en el juego de varios genes. N o reconocemos unidades hereditarias en la tom a inm ediata de cualquier m anifestación, sino m ediante la investigación de las relaciones hereditarias. Lo que se basa en un gen, se llam a m onóm ero} lo que se basa en muchas, polímero. Pocas enferm edades, y hasta ahora sólo enferm edades somáticas, son m onóm eras; todas las cualidades psíquicas y enfermedades, en tan to que accesibles al análisis genético, son probablem ente polímeras. Por eso serán imposibles las simples cifras m endelianas en relación con las cualidades psíquicas, los caracteres, las psicosis. Es inverosímil querer encontrar inm ediatam ente en las psicosis reglas m endelianas, que presu ponen simples procesos hereditarios. • 3. E l efecto de las unidades hereditarias (genes) está en relación m utua. Las unidades hereditarias no d an lugar cada cual a sus m anifesta ciones por sí, independientem ente de las otras. Las unidades hereditarias, como elementos, no constituyen u n a sum a m ecánica, sino que se vinculan
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como miembros de un todo — los genes en el genoma. L a estabilidad‘en las Anlagen o disposiciones hereditarias es p o r sí m ism a u n ordenam iento o tiene u n a estructura. Ese todo como todo parcial (en relación con el orga nism o), en tanto que debe ser biológicam ente cognoscible, tendría que estar fundado a su vez en el efecto d e u n gen. Q ue las Anlagen hereditarias se m anifiesten m ás fuerte o más débil m ente o no se m anifiesten en m odo alguno, aunque estén allí com o tales idénticam ente, ta les oscilaciones de la m anifestación pueden ser entendidas en función del efecto recíproco de los genes, en función del “am biente de los genes’’. Los genes se necesitan entre sí, pu ed en contenerse o descargarse o regularse. La realización de u n factor puede depender, pues, de la com binación con otros factores.. Si, hay que p reg u n tar9 ¿son inhallables las unidades hereditarias absolutas e n ‘ la psicopatología, porque no las hay? ¿ P o r qué son u n a abstracción de algo, que sólo es con el todo lo que puede ser. *y que no existe en sí, sino que sólo es lo que es como lugar, como m iem bro, como polo? T a n sólo en el encuentro de m uchos genes puede surgir, p o r ejem plo, u n a m anifestación determ inada, u n a enferm edad. Así es u n resultado nega tivo de la investigación de la herencia que la esquizofrenia no puede ser la m anifestación de una un id ad h ereditaria, sino que tiene que surgir del en cuentro de u n a serie de diversas unidades hereditarias bajo condiciones adecuadas del m undo circundante. A lguien puede poseer, en su Anlage hereditaria, u n a serie de genes que son la condición previa p a ra la irru p ción de la esquizofrenia, y no enferm ar él m ism o; p ero al agregarse el últim o gen que faltaba, p o r la substancia h ered itaria del cónyugue, da ori gen a la esquizofrenia en los hijos. Tales nociones, fundadas en experiencias biológicas y transm itidas en deducciones p o r analogía, son m eras posibilidades p a ra fines psicópata, ógicos. Se les supone algo a los hechos típicos que les sirva de base, de m anera que la m anifestación captable p u e d a ser com prendida como resultado de un com plejo proceso de encadenam iento de m uchas unidades hereditarias, de m odo tal que la m anifestación no se presente si falta u na de las unidades hereditarias, a pesar de la existencia de la m ayor parte de las condiciones hereditarias. La relación de m uchas m anifestaciones en la experiencia, es expresada num éri cam ente por la correlación entre ellas, que resulta del recuento de m uchos casos. El coeficiente de correlación significa: que las m anifestaciones coinciden siempre porque están ligadas unas a otras. O: que la coincidencia es m era casualidad, un simple presentarse juntas. Si el coeficiente de correlación es en cierto m odo elevado, se interpreta la relación o bien por la raíz en el m ism o gen (cabello rojizo y pecas) o por el acoplam iento de dos genes en el m ism o cromosoma (hem ofilia y cromo»
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somas sexuales m asculinos) o por el ambiente del gen (el gen de aparece más fácilm ente en la raza de conejos de pelo c orto), o se aparente (en un cruce de razas sólo existe contiguamente lo que sería ble sin m ás, com o el cabello crespo y la pigm entación obscura (Este resumen según Conrad).
595 ia siringomielia ve una relación también separa en los negros).
4 ., Las mutaciones (alteraciones saltuarias de ia A?ilage hereditaria) pueden h acer concebible que aparezcan enfermedades en familias que hasta allí habían estado exentas de ellas. El problem a en sí, por ejemplo, los genes de la esquizofrenia surgen a través de u n a m utación en todo tiem po posible en el ser hum ano y luego se vuelven hereditarios, o si se basan siem pre en la transmisión hereditaria, una vez que se han presentado. Esto h a tenido que ocurrir mu); tem pranam ente, pues la esquizofrenia aparece en todas las razas hum anas y en todos los tiempos respecto de los cuales hay suficiente inform ación. b) D ificultades m etódicas. L a aplicación de los conocimientos ge néticos a la transm isión de enferm edades por herencia en los seres hum anos ha conducido a unidades hereditarias en cierto m odo claras y a procesos hereditarios en relación con algunas enferm edades corporales (por ejemplo en la hem ofilia, la corea de H untington, la idiocia juvenil neurótica, etc. ( : ) . E n los fenómenos psíquicos y en las enferm edades mentales la situación es otra, tan to p o r razón de las dificultades técnicas como tam bién por sus fundam entos. Técnicam ente es el m aterial de p artid a extraordinariam ente difícil de procurar. M uchas enferm edades psíquicas se vuelven manifiestas tan sóio en edad avanzada, p o r lo que si el individuo m uere antes es anotado como sano y, sin em bargo, h abría enferm ado. Investigación personal por el médico es necesaria, pero sólo es posible en un enfermo vivo y accesible. Pero por sus fundam entos, u n a m anifestación psíquica no es nunca ca rácter de u n gen en el mismo sentido que una m anifestación corporal. En todos los problemas de la herencia, la prim era exigencia consiste en escla recer de qué se quisiera saber, en casos aislados, la transm isibilidad. Las numerosas unidades, que son form adas en la psicopatología, pueden quizás — así se piensa— ser utilizadas en la investigación (desde las simples form as de reacción, los tipos de representación, hasta el tipo de personalidad; desde el complejo sintom ático a la unid ad nosológica — la constitución perm a nente o los procesos que se presentan en un determ inado período de iu. vida— fases o procesos ,etc.). Pero el defecto de esas unidades es completo porque no son unidades de carácter captable precisa e idénticam ente, enu merables unívocam ente. (1 ) S j ö c r e n : Klinische und tcrerbungstncdizinische U ntersuchungen über Oligophrenie einrr nordsch&edisehen Bauernpopulation,' Copenhague, 1932. Además Z . X e u r., ¡52 (1935).
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A elio se añade que casi todas las m anifestaciones psíquicas en el hom bre están espiritualizadas, Pero el espíritu no es heredado, sino transm i tido históricamente.. Solo las capacidades de apropiación son heredables; pero tales capacidades, como funciones básicas, pueden ser aisladas de la eventual realización histórica. Existe pues, u n a diferencia fu n d am en ta-, entre los caminos con que se buscan las unidades hereditarias; prim ero en la enferm edad somática y en las psicosis som áticam ente conocidas; en segundo lugar en las grandes psicosis; en ^ercer térm ino en los cai'acteres y en las cualidades psíquicas especiales. L uxem burger (1939) dice que sólo se debe h ab lar de u n proceso hereditario cuando se tra ta de una cualidad hereditaria de la genética; lo que es sim plem ente u n a calif cación conceptual, aun cuando con elevada pretensión de valor de realidad, como por ejem plo las cualidades’ del carácter, no son cualidad en ese sentido; una cualidad es algo substancial, expresión de la esencia de lo que fué heredado; no significa un genotipo, sino que es u n a esencia hecha visible. Pero, ¿qué se hace, c ia n d o no se opera con unidades hereditarias claras (genes) que se puedan com probar p o r signos unívocos? Entonces sólo hay métodos indirectos, que h an sido aplicados cuando se sospechó un curso hereditario, en el sentido de la genética, como fundam ento de una m asa com pleja de manifestaciones. Se intenta poner por base de los conjuntos imprecisos de m anifestacio nes (como, por ejemplo, de la esquizofrenia), hipotéticam ente, unidades; se: intenta imaginarlos fundados en dos, tres o más genes y ofrecer, por métodos refinadam ente sutiles, cálculos de p ru eb a p a ra ver si los núm eros efectivos de u n a estadística de masas son comprensibles como resultado de tales pre sunciones y de los cálculos que de ellas resultan. Así se in ten ta im aginar p a ra los complejos de m anifestaciones, que llam am os enferm edades, iio uno, sino muchos genes (no monómeros, sino polímeros, por ejernp o fun damentos trím eros), de cuya com binación en el proceso hereditario habrían de resultar, m atem áticam ente, las cifras de la aparición de esas enfermedades Pero tales proezas m atem áticas carecen de verdadera fuerza dem ostrati va si no se em plean, a.I mismo tiem po, los medios m atem áticos que resuelven sobre la determ inabilidad o indeterm inabilidad de las hipótesis ensayadas. Las cifras pueden accidentalm ente coincidir alguna vez en las infinitas po sibilidades de lo m atem ático. P ara todo grupo de núm eros se puede ca'cular, como base, u n edificio. Las unidades hereditarias que no son reccnocibles desde manifestaciones, cualidades, caracteres, que se m uestran claram ente en ellas, sino que sólo son inducidas, resultan dudosas. Lo que no se puede establecer inm ediatam ente en las manifestaciones, lleva al espa cio de lo infinito, a lo que en verdad es inferido como posible, pero que escapa siempre a la verificación propiam ente dicha. Se encuentra uno
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mayorm ente ante indeterm inabilidades. Pero si se deducen, sin cifras, tales posibilidades complejas que sirven de base, se cae del todo en lo caprichoso. T al conclusión desde lo aproxi m ado abre quizás presentim ientos ingeniosos de io que podría ser rea], pero es falso en toda precisión anticipadora. D ado lo indirecto de los métodos es concebible que sea por com pleto imposible llevar los resultados a conclusiones claras, palpables, unívocas. Se parte de lo impreciso, a m enudo ni siquiera com probable idénticam ente con seguridad, y se buscan unidades determ inadas, a inferir. Se pretende llegar por las relaciones hereditarias, en la sucesión de las generaciones, a unidades que de lo contrario no se habrían descubierto; se espera hallar las unida des de las que se tendría propiam ente que partir. T al vez, con esas inves tigaciones sobre la herencia, se lograría confirm ar o rechazar el problem a de si hay, en el dominio psíquico, unidades patológicas, y cuáles. L a transferencia de los conceptos de la genética exacta a la psicopatolcgía. exige unidades claras, objetivam ente captables. Es verdad que hay que conceder que el investigador no puede, al comienzo, más que presentir y h a llar tan sólo esas unidades en el proceso de investigación de los estudies genealógicos, es decir no puede presuponer. Pero entonces está en el camino en que no es posible todavía p a ra otros u n a notificación válida. Si su investigación tiene un resultado positivo, la unidad hallada como hecho típico claro se h a vuelto u na condición previa de u l terior verificación. c) Investigaciones sobre la transm isibilidad de las psicosis. Las grandes psicosis — esquizofrenia, afecciones m aníaco depresivas, epilep sias— no tienen, desde el punto de vista del diagnóstico, fronteras defini das y no son idénticam ente establecidas con validez general por todos los observadores.. Esta dificultad es superada en parte, partiendo de un estrecho dominio de casos seguros. Pero las proporciones num éricas halladas a pesar de todo, no h an conducido a ninguna visión positiva en el sentido de la genética. En lo que se refiere a la esquizofrenia, resume L uxenburger: “L a u n i dad de la esquizofrenia no existe. La esquizofrenia, en el sentido de la in vestigación de la herencia, es en lo principal todavía u n a hipótesis de trabajo. No se puede com parar en ningún caso con los caracteres palpa bles, como tales m ucho m ás precisos, de la morfología hum an a y menc? aún con los de la genética experim ental” . Por la vía de la psicopatología, la m eta no parece alcanzablc. “Q ue la verdadera cualidad hereditaria esqui zofrenia sólo podrá ser captable en lo corporal, sobre eso no parece que haya ninguna d u d a” . Con respecto al curso hereditario de las unidades decisivas de la es—
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quizofrenia, la recesividad es más probable que la dom inancia. Por Ja recesividad del proceso hereditario de la esquizofrenia h a b la : “sólo el 4-5 por ciento de los padres de esquizofrénicos son igualm ente esquizofrénicos”— “carga, principalm ente en los parientes colaterales”— aparición frecuente, “cuando se unen entre sí parientes consanguíneos” (en el estudio de g ran des familias aislad as). “Fam ilias en las que se puede señalar la esquizofre nia a través de tres o m ás generaciones en sucesión directa, son en extrem o raras” . Por la dom inancia en cam bio h ab la “la dem ostración que /a lta de que la cifra de los m atrim onios consanguíneos entre los padres de esqui zofrénicos frente al térm ino m edio es estadísticam ente elevado” . “E ntre ios hijos de esquizofrénicos se encuentran más enfermos que entre los h e r m anos” . L a esquizofrenia debe ser aprehendida, desde el punto de vista b'oíógico-hereditario, como condicionada por u n a serie de genes, de los cuales, em pero, no podemos precisar hasta ah o ra uno sólo. A la m anifestación pertenecen, además, factores externos que tam poco conocemos, pero de los que sabemos que tienen que estar ahí. En la locura m aníacodepresiva, el resultado de la investigación no es m ejor. Johannes Lange (*) dice respecto de los cálculos frustrados en la locura m aníacodepresiva: “Según to d a la apariencia, no podemos re p re sentarnos suficientem ente lo com plicado de la situación.” Se puede decir en g en eral: en la psícopatología de las grandes psicosis, no h an sido halladas hasta ahora unidades hereditarias, por tanto est'. excluido en todas partes un calculo de las cifras eventuales de enferm edad según las leyes m endelianas. T al conocim iento de la herencia queda lim i tado en la patología hum ana a las m anifestaciones captables somáticam ente. Ya que hasta ahora no hubo un éxiío en el sentido de la genética, se podría decir: N o se obtendrá seguram ente por un cálculo, sino sólo cuando respecto a tal procedim iento que gira en círculo, un investigador eche m ano al artificio feliz, haga saltar el círculo y lleve ante los ojos en nuevo descubrim iento radical un hecho típico de la unidad. En ese m om ento las objetividades idénticam ente com probables conducirían a u n a clara fijación del curso hereditario, m ientras que a h o ra surge a m enudo con puras ín<» eógnitas el cuadro de u na operación m atem ática. E3 artificio feliz — según la suposición ilum inadora de L uxenburger— captará, es de presum ir, un feróm eño somático, dado que ese punto de vista de la investigación es exacto ante los casos del círculo de la esquizofrenia, d) Investigaciones sobre la transm isibilidad de fenómenos psíquicos. L as investigaciones sobre la t ransm isibilidad de caracteres (1)
I.anoe o» el fJa:uV>u;k c!c B l’MKE, vol. V I, p. 8.
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h an perm anecido problem áticas a causa de la falta d e objetivización sufi ciente del proceso. L o que u n investigador cree tener evidente ante los ojos y expresa, se vuelve tan sólo válido cuando puede llevar tam bién ante Jos ojos del lector las m anifestaciones objetivas para, que este mismo vea. D e lo contrario queda todo reducido a u n a construcción subjetiva. N o obstante, se h a conseguido d a r en casos felices u n a visión genealógica, p o r ejemplo en los psicópatas necesitados de estim ación (von Bayer, S tu m p fl), y ante todo m ostrar en gemelos univitelinos la extraordinaria identidad del carácter, que se m antiene au n cu ando crezcan en am bientes p o r com pleto distintos, p o r lo cual al comienzo parecen muy diversos en la existencia exterior y en la acción.. U n o de los investigadores más concienzudos de la transm isión hereditaria de los caracteres, Stum pfl, h a fundado critica m ente, p a ra el m étodo, las siguientes dem andas: Todos los ensayos p a ra hacer caracterología h ered itaria p artiendo de u n a tipología de los caracterc tienen q ue fracasar y h an fracasado; las comprobaciones sumarias a que llevan tales ensayos, no hacen más que obscurecer los verdaderos proble mas. L a condición previa es la descripción psicológica exacta de cad a p e r sonalidad singular en conexión con u n a estirpe; en cam bio es erróneo, ya en el comienzo, establecer el curso hereditario de las cualidades del ca rácter (p ara p a rtir de supuestos elementos del c a rá c te r). E char m ano a ensayos sobre un supuesto núcleo esencial como decisivo, no hace m ás qu. confundir lo característico — m edido en los agudos perfiles elaborados por la caracterología— , sin que hay a sido colocado lo unitario biológicohereditario en el lugar. Sobre la aprehensión fundam ental dice Stum pfl convincentem ente: L a transm isibilidad en el carácter no puede depender de genes corpusculares aislados. Q u ed a plenam ente a obscuras lo que es la totalidad, que debe determ in ar la relación de los genes activos caract^rológicam ente. C on objetos más palpables parece tener que ver la investigación de la herencia, cuando se dirige a los rendim ientos de la inteligencia. Signos palpables son, por .ejem plo, los certificados escolares. Así investigó Feters la herencia de capacidades escolares y halló: Padres
Bueno X bueno Bueno X m ediano Bueno X malo M ediano X m ediano M ediano X malo M alo X m alo
Porcentaje de los hijos m a lo s medianos
buenos
41,5 25,3 32,1 14,7 12,1 10,8
'58,5 73,4 61,5 82,0 74,4 78,4
0 1,3 6,4 3,3 13,5 10,8
Núm ero de casos
426 1265 78 1850 323 37
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Ante esas cifras se pueden hacer reflexiones, pero sólo dicen que la transm isibilidad interviene en general en u n sentido impreciso. L a situación aparece más favorable m etódicam ente cuando se p a rte de rendim ientos demostrables .expe rim en talm ente (los certificados escolares, y los cuestionarios vuelven siempre a depender del juicio de los profesores y de los que llenan los cuestio n ario s): aquí son establecidas quizás cosas objetivas (*). Lo que está “m aduro p a ra el test”, puede ser hecho accesiV. ble a u n a investigación estadística sobre la herencia. Las indagaciones de esta especie h a n aportado en general u n nuevo m aterial dem ostrativo sobre la transm isibilidad. Pero las combinaciones estadísticas no h a n sido ap ro piadas p a ra fu n d am en tar exactam ente nociones genéticas ( 2). En todas estas investigaciones se persuade uno de nuevo de que la transmisibilidad es u n factor decisivo, pero que se está lejos de cualquiera de los “elementos básicos” que p u d ieran coincidir con unidades hereda rías. Todo lo que delim itam os como m anifestaciones psíquicas, como c a racteres, rendim ientos, capacidades, etc., resulta en extrem o com plicado, cuando pensamos en su verificación biológica. Pero si hay form aciones psíquicas elementales, y si las hay, en qué sentido, esto es en lo biológicohereditario por completo obscuro. H oy ningún punto inicial es siquiera im aginable, desde el que p u dieran ser encontrados, e) L a idea del círculo hered itario . L a v ieja do ctrin a de la dis posición general p a ra las enferm edades psíquicas, de la herencia transfor m ante y del polim orfism o al azar de la herencia, h a sido destruida. F rente a la genética y a sus unidades m endelianas es p o r lo menos en extrem o im probable que todas las form as de la afección m en tal tengan por base u n a sola disposición u nitaria. Pero p o r eso no se h a logrado de ningún m odo u n conocimiento de la sim ilaridad de la herencia de determ inadas enferm e dades m entales bajo u n a clara exclusión recíproca. L a m ultiplicidad de m anifestaciones anorm ales en la m ism a fam ilia, es u n hecho típico fu n d a m ental. A hora el problem a es; ¿dentro de qué círculos lim itables tiene lugar u n a transm isión hered itaria transform adora en el sentido que u n cuadro patológico pueda ser suplantado por otro, p o r decirlo así, equiva lente? O m ás p rudentem ente: ¿Q u é tipos de m anifestaciones corresponden entre sí de algún m odo, tales que tengan hereditariam ente p o r base Anlagen parciales comunes? (1) Cnanto más simple e individualmente constante el rendimiento, tanto más clara la investigación, por ejemplo en F r isc h e ise n -K ö h le r: D as persö n lich e T e m p o , eine erb b io lo g isch e U n te r s u c h u n g , Leipzig, Í933, ( 2 ) Informe e n J o h . S c h o t t k y : D ie P e rsö n lic h k e it im L ic h te d e r E rb la h re (Leipzig, 1 9 3 6 ) : Sobre la herencia de la s capacidades (por K l o o s ) , d e l carácter (por S t u m p e í .) , d e lo e .x p e r im e n talmente comprobable (por G r a f ) . Pormenores e n e l H a n d b u c h d e J u s t , v o l. V , 1939
( p o r S tu m tp fl y G o t t s c h a l m ) .
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Se habla de círculos hereditarios en doble sentido. Por un lado se llama así a la parentela por consanguinidad de un enfermo (así es círculo hereditario el ám bito histórico de las m anifestaciones todas que se han dado una vez juntas en una estir p e). En segundo lugar y para nuestra discusión actual, se llam a círculo hereditario al grupo de m anifestaciones quizás m uy diversas que se corresponden entre sí, por que tienen su base supuesta en genotipos comunes (entonces es círculo hereditario un concepto biológico hereditario de algo que se corresponde en lo gen eral),
aa) Viejas observaciones clínicas han pretendido la aparición familiar de grupos nosológicos de tal modo que ciertas enfermedades corporales, enfermedades del metabolismo, anormalidades psíquicas, propensión a la apopldjía, etc., se corresponderían. Si se observan las familias neuropátü cas* se ve cómo en ellas coinciden, por ejemplo, distrofias musculares con debilidad mental y epilepsia o esclerosis lateral amiotrófica con esquizo frenia (a) . Estas observaciones han sido extendidas además a las psicosis y a los caracteres y a toda dase de psicopatías: se ha tratado de determinar estadísticamente en su correlación los tipos de estructura corporal, los tipos de carácter, las psicosis3 las predisposiciones psicopáticas, .las afeccio nes corporales.. Por ejemplo: 1. H erm anos de esquizofrénicos enferman cuatro veces más fre cuentem ente de tuberculosis que los hermanos d e.n o esquizofrénicos (L uxenburger). En cam bio, en los m aníacodepresivos no se halla ninguna relación con la tuber culosis, pero sí se ha encontrado con la gota, la obesidad, la diabetes, el reumatismo. 2. Si se compara la coincidencia de psicopatía esquizoide y esquizofenia en padres e hijos, según Luxenburger, se muestra Ja probabilidad de enfermedad en el siguiente porcentaje: Cuando „ „ „ „ „ €
ambos padres son normales . . . :. ............................................. . 0,05 un padre es a n o r m a l................................................... 3,2 dos padres son anormales .................................. 8,6 ningún padre es e s q u iz o id e ................................... 1,3 un padre es esquizoide .......................................................... 4,1 ambos padres son esquizoides ......................................... 12,0
Las cifras de psicópatas esquizoides y de esquizofrénicos deben demostrar que en ambos se oculta algo análogo. El resultado no es concluyente, Luxenburger sos tiene en verdad: “que la psicopatía esquizoide posee relaciones con la esquizofrenia, es bien seguro; esas relaciones, sin embargoj son flojas, ambiguas, y captables sólo estadísticam ente” , Pero establece para éstas, como para otras m anifestaciones enum e radas en correlaciones: “Estos fenotipos pueden aparecer fundam entalm ente también sin las m encionadas condiciones previas genotípicas; en este caso no pertenecen al círculo hereditario” . Así, la consecuencia es que “una serie de psicópatas pueden ser juzgados entonces com o psicópatas esquizoides, cuando son parientes consanguí neos de un esquizofrénico” . N o obstante sostiene: “ Parece quedar firme que podemos ver en los psicópatas esquizoides los m anifestantes más destacados de las Anlagen parciales esquizofrénicas” . (1) C u r tiu s , Fr.-. DU neuTopaíische FamilU, B erlín, tioiullen ErbkrankheiU n des Nervensystem s, S tu ttg art, 1935. Leipzig, 1933.
1932. Die organtuhen M últiple Sklerose und
und funkErbanlage,
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En cambio Stum pfl y von Bayer no encontraron en el círculo hereditario de sus psicópatas una mayor frecuencia de psicosis. 3. Se demuestra la pertenencia de la paranoia al círculo hereditario de la esquizofrenia del siguiente modo: H ijos de paranoicos s o n . esquizofrénicos, en ................. 9-10 % (K olbe) H ijos de esquizofrénicos paranoides son equizofrénicos, en 10-11 % Esta coincidencia prueba la similaridad del fundam ento hereditario.
bb) Desde hace decenios se distinguen tres grandes círculos heredita rios, el esquizofrénica, el maníacodeprésivo, el epiléptico. Serían, los círcu los en los que está restringido siempre el polimorfismo de las enfermedades. Estos círculos hereditarios tendrían que excluirse mutuamente de modo fundamental, las manifestaciones del uno no podrían arraigar en parte alguna en los otros. En realidad estos círculos, cuando se tom an grandes cifras, están m uy separa dos. Luxenburger halló en la com paración de los hermanos, por cada 100 probandos tomados al azar de los grupos de la esquizofrenia, de la locura m aníacodepresiva, de la epilepsia, de la parálisis, que la expectativa de afecciones superaba enorm emente a las mismas afecciones. El índice de coincidencia calculado por las cifras porcen tuales ascendió a: Esquizofrenia ......................................................................... 6,0 Locura m aníacodepresiva ............................... 24,5 Epilepsia ................................................................................. 9,0 Parálisis ...................... 2,3 mientras el índice de conciencia entre los diversos círculos hereditarios era pequeño, aor ejem plo, entre: Esquizofrenia y locura m aníacodepresiva .................................................... „ y epilepsia ........................ „ y parálisis ................ . . . .................. Locura maníacodepresiva y e sq u iz o fr e n ia .................................. „ „ y epilepsia „ „ y p a r á lis is............................... *"•
0,85 1,87 1,28 0,84 2,42
Si aparecen imprecisiones, tienen que ser interpretadas: del m odo más imple por el entrecruzamiento de los círculos hereditarios, pues por un matrimonio son reunidos ambos círculos de diversas familias. O por las nutaciones, que hacen surgir la enfermedad de otro círculo hereditario una interpretación siempre extremadamente improbable, de una vaga osibilidad). O por diversas manifestaciones de lo análogo, por ejemplo, or el efecto de las restantes A nlagen de una familia y por efectos de otro rden debidos al mundo circundante. O al contrario, por la misma mani;stación de lo heterogéneo en lo biológicohereditario, por ejemplo, en >rma tal que lo que se apoya en diversas Anlagen hereditarias pueda ser léntico en la manifestación por otras condiciones casua’es reunidas en la nlagen y en el mundo circundante.
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GENERAL
Existen notables investigaciones sobre el círculo hereditario de la ep ilep sia(J ). Algunos datos, a m odo de ejem plo solamente, tomados de las com probaciones de Conrad : Entre los descendientes de los epilépticos se encontró 6 por ciento de epilep sia (en la población en general un 0,4 % ), además 35 por ciento de anormales psí quicos (junto a la epilepsia se encontró debilidad mental, psicosis, psicopatías, crimi nalidad ), 42 % si se contaban tam bién las afecciones neurológicas y los tipos corpo rales defectuosos. En los gem elos univitelinos se encontró concordancia en 55 %, en los bivitelinos, el 12 % de los casos. Q ue deben coincidir varios genes para que surja la epilepsia, se deduce del hecho que en la epilepsia idiopàtica en gemelos univitelinos existe una fuerte concordancia (86 % ) , mientras que sólo el 6 % de los hijps de epilépticos son a su vez epilépticos.
cc) El cuadro del círculo hereditario parece entrañar una grandiosa unificación y agrupación en el proceso de la herencia^ y abrir hondas vi siones en el fundamento de la vida por la correlación de determinadas psico sis con determinadas psicopatías y tipos de estructura corporal con tenden cias a la enfermedad corporal. Sin embargo, el resultado de las investigaciones básicas no corresponde del todo a la expectativa. Lo que pa reció plausible a la primera mirada, se vuelve dudoso constantemente por las instancias contrarias. Después del primer paso de la concepción fundamen ta! y su confirmación por hallazgos genealógicos, no se llega muy lejos, aún cuando el cuadro de las correlaciones estadísticas se vuelve más claro y más seguro. La prueba no se vuelve más fuerte por la continuación de la investigación, sino más débil. Lo mismo fundamental es repetido. Las imprecisiones necesitan la interpretación; estas se vuelven cada vez más hipotéticas, son admitidas igualmente las posibilidades eventualmente con trapuestas. Así, los círculos hereditarios son en verdad cuadros genealógicohistóricos impresionantes, pero no conocimientos de validez general, en la misma medida, de naturaleza seguramente aplicable. Las correlaciones vuelven a mostrar siempre que hay algo allí, pero no van muy lejos en la respuesta a la pregunta sobre lo que es. Sobre el trasfondo del saber genético se han incluido todas las eviden cias captables de algún modo, con el objeto de la aprehensión de los círcu los hereditarios en las investigaciones genealógicas. En algunos casos adquirió ía imagen de las relaciones hereditarias en estirpes enteras a tra vés de generaciones. N o sólo las enfermedades psíquicas diagnosticóles sino !os caracteres, la estructura corporal, las enfermedades somáíicní todos los modos de manifestación del hombre fueron traídos a coíaciór íl )
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1». *-Vt. Ktfín.
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para ver o para demostrar, bajo las ideas de la unidad de la enfermedad o de la constitución, la relación de todo. Esta genealogía profundizada se hace ambigua. Mientras no dé más que la visión histórica de estirpes con el interés que despierte todo lo individual bien descripto, es inatacable. Pero en cuanto se deducen conclusiones generales de observaciones aisladas, dado el pequeño número de las estirpes así estudiadas, carece de fuerza probatoria: allí donde vemos, nos asombramos y tenemos algo por posible, es dada una interrogación, pero no una prueba. La propensión a la generalización de la evidencia intuitiva de los casos aislados es grande, tanto más cuanto que se acumulan los casos apropiados pasando por alto los no concordes. Pero la precisión de una intuición no implica toda vía la exactitud de una cosa enumerable y menos aún la de una ley. Cuando el diagnóstico, Ja caracterología, la investigación de la constitución y la tipología analíticoestructural se vinculan en la genealogía, deben apo;yarse todas mutuamente, ya que cada una de estas aprehensiones es en sí fluida e imprecisa. Las unidades nosológicas deben circunscribirse, las constituciones volverse claras, los tipos reales del carácter deben mostrarse. Pues en realidad, no se puede adquirir ninguna precisión por relación mutua de imprecisiones.. Unidades hereditarias aceptadas, totalidades de un cuadro del todo, principios de conjuntos típicos, todo debe manifestarse mutuamente solidario. Así es posible, es verdad, una cierta plausibilídad; se ensanchan nuestras concepciones de los hechos, pero no surge de ello ningún conocimiento general. Este queda lógicamente idéntico, tanto si surge un cuadro genealógico de una estirpe en indagación a fondo y es merada, o si son comunicadas observaciones notables, a la manera de anécdotas. U n ejemplo de la primera posibilidad es por ejemplo Ja hermosa investigación de F. M inkow skaí1), que siguió en m uchos años de trabajo dos estirpes a través de seis generaciones y visitó y examinó a casi todos los miembros vivientes. Así trazó un cuadro de la constitución epileptoide y de su estructura biológica, física y psíqui ca, siguiendo las vías de las concepciones de Kretschmer— . U n ejem plo de la segun da posibilidad lo dan m uchos casos de M au 2 (2) , cuando informa, por ejem plo: “Hace años encontré en un espectáculo de varíete. . . a un hombre corpulento con un rostro ancho, amorfo, cuyos ojos se clavaban fijos en los sucesos del escena rio. La euforia muda con que seguía los sucesos, no se interrumpía al final de un número, sino que quedaba de pie durante las pausas. L a imagen me impresionó como expresión de la viscosidad, tanto que me acerqué a él. Se reveló como un pequeño agente de seguros. . . El mismo no había tenido nunca ataques, pero su hermano ec encontraba desde hacía años internado a causa de epilepsia”. (1) M in k o w sk a , F ra n z is k a : ‘‘Fpilepsie und Schizophrenie im Erbgang mit beson derer Berücksichtigung der epileptoiden Konstitution und der epileptischen Struktur” , Zurich, 1937 (A r c h iv der Ju liu s K la u s -S tiftu n g fü r V crerb u n g sfö rsch u tig , vol. 12). (2) D ie V eranlagung zu K r a m p fa n fä lle n , Leipzig, 193?.
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GENERAL
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La, investigación de los gemelos. Se está habituado a que -ningún hombre sea igual a otro. Que esto es así, se vuelve asombroso tan sólo por el contraste con ciertos gemelos. Los gemelos idénticos, que pue den ser confundidos fueron considerados por mucho tiempo como curiosi dades. Gal ton (1) les dió, el primero, significación fundamental para la in vestigación de las influencias de la Anlage y del mundo circundante. Se distinguía hacía mucho los gemelos que estaban en un amnios de aquellos que tuvieron cada cual el suyo.. Aquellos se han desarrollado de “dos pun tos germinales en el mismo huevo”, estos de dos huevos (como en anima les que dan a luz más de una cría generalmente). Aquellos son siempre del mismo sexo. Tan solo la genética y la citología, han dado a este fenómeno importancia, básica. Gemelos univitelinos han surgido a través de escisión muy temprana de un único germen, de tal modo que cada parte pudo for mar todavía un embrión entero (en analogía con lo que se puede mostrar experimentaimente por el corte de huevos de erizos marinos en estadios precoces). Por eso los gemelos univitelinos tienen ele Anlage una substancia enteramente igual. Se comportan entre sí como dos ramas de la misma planta. Los gemelos bivítelinos se comportan entre sí como los otros herma nos y no son más idénticos que éstos. Para la investigación acerca de los gemelos, sólo entran en consideración, pues, los univitelinos. N o son del todo raros: en Alemania, sobre cada 80 nacimientos se produce un parto de gemelos, entre los cuales más o menos cada cuatro parios se tienen gemelos univitelinos ( s) . La investigación acerca de los gemelos univitelinos no puede enseñar nada sobre el proceso de la transmisión hereditaria. Para la genética, como análisis del gen, es infructuosa. Pero es una guía para distinguir los efec tos del mundo circundante de lo heredable. Por la comparación de geme los univitelinos se puede señalar, ya que en ellos se debe presuponer una substancia de las Anlagen completamente idéntica, lo que puede ser here dado y lo que procede del efecto del mundo circundante, Se llama concor dancia a la igualdad de las características en los gemelos, y a la desigual dad, discordancia. Lo que es hallado concordante en gemelos que viven en diversos mundos circundantes, señala su cualidad como condicionado pro bablemente por herencia, lo que es discordante tiene que ser atribuido al mundo circundante diverso y al distinto destino vital. En la observación de los gemelos es extraordinariamente impresionante hasta qué grado llega (1) GA l t o n , Fr.: "La historia de los gemelos como piedra de toque de la disposición y del mundo circundante” , 1376 (en J ournal of th e A n lkro jio lo g ica l I n s titu te o{ G rea t .Qrifaitt), En alemán: Erbarzt, 1935, 132 y sigts. (2) Sobre investigación acerca de los gemelos: V hhschuer, O. v'.: “Ergebnisse der Zwiüingsforschunf?”. V é rh . C es. phys. A n th r o p ... 6 (1931). L o tz e , R.: Z-xillingtn, Einführung in die Zwillingsfar sc hung, Oehring, 1Ö37. Ensayo de K. C o n r a d : F schr. N e itr ., 12. 210 (1940).
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la concordancia. Pero no es menos impresionante ver cómo, incluso ma nifestaciones radicalmente condicionadas por la herencia (por ejemplo la esquizofrenia), necesitan sin embargo todavía influencias del mundo cir cundante para manifestarse. Si la compulsión de la herencia fuera abso luta, tendría en todo caso que volverse también esquizofrénico sin excep ción un gemelo univitelino cuando enferma el otro, lo que se produce por lo general, pero no siempre: Luxenburger encontró en 17 gemelos segura mente univitelinos, de los cuales el uno eru’ermó de esquizofrenia, 10 es quizofrénicos en los otros miembros. Más fuerte aún es la concordancia en la debilidad mental congènita y en la epilepsia (*). Se ha investigado la delincuencia entre los gemelos ( 2)\ Lange muestra cómo unos gemelos se convierten ambos en embusteros, mistificadores, esta fadores de gran estilo. Kranz halló en mellizos univitelinus de a % cri minalmente concordantes, mientras que la concordancia sólo llegó a la mitad en los bivitelinos. Tampoco en los gemelos univitelinos es absolu tamente forzosa la Anlagtf, como lo son, por ejemplo, la pertenencia al mis m o grupo sanguíneo o los estigmas corporales, que muestran concordancia en el 100%. Las investigaciones sobre gemelos son esenciales ante todo por los pro blemas que plantean. Las observaciones de los biólogos muestran que las diferencias explicables por efecto del mundo circundante entre retoños son sólo diferencias cuantitativas. U na mutación completa, un comportamiento alternativo entre la existencia o no existencia de una cualidad debido al mundo circundante, son en extremo raros, como, por ejemplo, las flores rojas de la prim ula sinensis hasta un determinado límite de temperatura; por encima de 30° tiene flores blancas, aunque el color rojo dé la floración es transmitido simplemente por un gen. El empleo de la investigación de los gemelos hace posible, por ejemplo, frente a la esquizofrenia, que realmente no afecta en todos los casos a ninguno o a los dos gemelos, el interrogante: ¿Es la esquizofrenia sólo un aumento cuantitativo de algo también exis tente, aún cuando no se dé ninguna afección psicòtica? Esto no es el caso clínicamente, más bien existe la irrupción hacia la psicosis. ¿O hay entre los genes, por cuyo juego únicamente se activa la esquizofrenia a'guno, con sólo variaciones cuantitativas en su acción? ¿Se puede encontrar se mejante gen? La respuesta falta hasta aquí por falta de las posibilidades de ataque a través de una investigación. (l)
“ U ntersuchungen an schizophrenen Zwillingen” . Z . N eu r., 154, 351 “ Erbanlage u n d Epilepsie” . Z . N eu r., 153, 155, 159. (2 ) L ange, Johannes-, Verbrechen als Schicksal, L e ip z ig , 19 2 9 . K ranz, Lebensschicksale krimineller Zw illinge, B erlin, 19 36. S tum pel, E . : Die Ursprung des Verbrechers, dargestellt am Lebenslauf von Zwillingen,' L e ip z ig , 1936. (1 9 3 5 ).
L uxem burger:
C onrad:
H .:
PSICOPATOLOGÌA
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g) El problema de la lesión germinal. Lesiones del em brión o durante el nacim iento, son dadas al individuo, en sus consecuencias, desde el comienzo de su vida, pero no son Anlage, no son heredadas y no son tam poco heredables. El problem a es, si hay lesiones o alteraciones de las células germ inales que tengan por consecuencia u n a alteración de la Anlagc, es decir algo que no es heredado, pero que ahora, porque está arraigado en la substancia hereditaria misma, puede ser tam bién transm itido por herencia. Estas son las mutaciones. Lesiones germ inales en este sentido preciso, circunscripto, no han sido dem ostradas hasta aho ra en el hom bre, aunque la aprehensión m édica vul g a r las adm itió siempre como indudables. L a afirm ación de la lesión ger m inal en los bebedores tuvo su refutación im presionante (2). E ntre los descendientes de enfermos de delirium tremens no se halló acum ulación de inferioridades psíquicas. No hay aquí, pues, lesión germ inal por causa del alcohol. Si el alcoholismo es expresión de u n a Anlage psíquica, esa Anlage es transm itida en herencia. El alcoholismo de los enfermos de delirium tremens surge notoriam ente m uy a m enudo p o r influencia del medio. 'T am p o co h a sido probada u n a lesión germ inal por sífilis (pero es fre cuente la lesión del em brión por la sífilis). h) L a significación del empleo de la genética en la psicopatología, a pesar de los resultados h asta a h o ra negativos. El ensayo p a ra h allar en psicopatología, incluso en condiciones de investigación tan desfavorables, regularidades en el proceso de la herencia, no h a llevado, es verdad, a pesar del indecible esfuerzo y de los procedim ientos sutiles, a resultados positivos definitivos en el sentido del modo de conocimiento de la genética. Pero este ensayo ha ilum inado el campo de los problemas, por la cuidadosa colección de m aterial y p o r el trabajo intelectual, incluso donde fracasó. El cam ino no h a sido en ese sentido infructuoso, 1. E n toda reflexión sobre la transmisión hereditaria de enferm edades mentales se h a adquirido u n a elevada exactitud y sensibilidad critica. El refinam iento de los métodos estadísticos h a conducido a resultados, aú n cuando estos no p u ed an ser interpretados en las categorías de la genética propiam ente dicha. 2. Sobre la base de la genética y del ensayo de su aplicación se han obtenido enfoques sobre posibilidades; se h a form ado u n a noción de la com plejidad en que están las conexiones del proceso de la herencia, y se está protegido frente a explicaciones groseras, dem asiado simples. Se es (1)
P o l i &c h :
64, 108 (1927).
“ Die
Nachkomm cnschaft
D e liriu m
trem ens-K ranker” .
Mschr.
Psyehiatr.,
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afectado por el carácter decisivo de esos procesos básicos de la vida que se apoya en Ja relación hereditaria. El hom bre sabe de su ignorancia. La experiencia de la infructuosidad en el prim er intento, y en tantas incóg nitas hipotéticas, ha traído claridad sobre el sentido sólo toscamente em pírico de los hechos típicos groseros adquiridos hasta ahora. Estamos, como m uy a m enudo ante la vida, en la situación de ver una maravillosa complicación, pero no de penetrarla. Tocamos por el momento sólo externam ente un proceso vitaí quizás simple en los rasgos básicos, infinitam ente rico y m últiple en el desarrollo^ pero de tal m odo que justa m ente no acertam os con eso simple, sino que sólo giramos en la m ultipli cidad de las relaciones sin fin, que coinciden, en verdad en alguna parte; con aquel fundam ento, pero que no nos acercan propiam ente a el por su acum ulación. 3. Los fracasos en la aplicación de la genética a lo psicopatológico im ponen cada vez más claram ente el cam ino hacia lo somático como d punto de ataque metódico únicam ente prom isor, Im porta encontrar signos somáticos de enferm edades, que podrían ser unidades hereditarias. El co nocimiento de la transmisión hereditaria de lo psíquico tiene sus fronteras a través de la imprecisión perm anente de los fenómenos. Pero frente a esta lim itación es posible, al contrario, tam bién ei pro blema de si hay quizás transmisión hereditaria que no sea captable en las categorías de la genética conocidas hasta ahora. El conoc'm lento científiconatural exacto está ligado, es verdad, a los carriles de la genética. Pero la visión fué estrechada cuando, simplemente, por generalización absoluta: de la genética, hemos dejado al m argen el obscuro campo de las relaciones de otra, especie, de la transacción hereditaria en lo psíquico. Por eso no hay que despreciar la visión histórica de familias. Lo que no es genera liz a re , da sin embargo un cuadro que m antiene libre el espacio más allá de la estrechez de lo generalizable. Lo general es lim itado a, unidades cla ras, a lo analíticam ente determ inable; lo biográfico es más. Es probable que los conceptos básicos y las nociones de la genética logrados hasta ahora no basten p ara explicar el proceso hereditario total, sobre todo en los seres humanos. § 4, L a
vuelta a u n a
estadística
em pírica
de ca rá cter provisorio
Las altas pretensiones, p a ra reconocer la transm isión hereditaria como la m anera eventual del curso hereditario de unidades hereditarias, no pudieion ser colmadas, en 'u n principio, en psicopatología. Pero si no se puede tam poco hacer ningún pronóstico m endeliano exacto de. la herencia, sin ' embargo se quisiera saber de modo toscam ente empírico en qué propor-
P S IC O P A T O L O G ÌA
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ción se puede estimar, en u n a carga dada, la expectativa de enferm edad. En lugar de interrogar p o r el curso hereditario de unidades de herencia, se pregunta nuevam ente por la transm isibilidad de tipos de manifestaciones de naturaleza más com pleja, de la debilidad m ental, de la esquizofrenia, de las expresiones maníacodepresivas, de la epilepsia. Ahora adquieren nue vamente un valor los resultados adquiridos con las viejas nociones bá sicas, o hay que abandonarlas, por no haber sido entendidas genética mente. L a diferencia con la anterior estadística de masas es, sin embargo, en prim er lugar, que se sabe, claram ente lo que se hace, que se trabaja con un fondo de saber en torno al proceso propiam ente biológico de la herencia, que en este caso no se puede todavía reconocer, y que, en segundo lugar, se reúne m ucho más cuidadosa y criticam ente el m aterial. El objetivo es más práctico: la exigencia de pronósticos probable. El conocimiento de la herencia en el hom bre no puede esperar a que sea p a sible la explicación biológica fundam ental. Q ue en las psicosis juega un papel la transm isión hereditaria, no es disputado ya por nadie. No ha de ser determ inada Ja transm isibilidad, sino su m edida. La visión genea lógica ha aclarado desde la antigüedad cómo se acum ulan las enferm eda des m entales en familias aisladas. Se conoció hace m ucho el horror cuando los padres tenían que ver en sus hijos, en uno u otro caso, lo que había aportado incalculable sufrim iento ya a las generaciones precedentes, y se conocía el atrevim iento de correr el riesgo en circunstancias que parecían en conjunto favorables. L a estadística crítica quiere m ostrar ahora n u méricam ente la probabilidad de enferm edad en cargas de especie diversa. Cuadros de los últimos resultados se encuentran en Luxenburger(t ) . Por ejemplo, cuando se parte de enfermos maníacodepresivos, la posibilidad de enfer medad en sus hermanos es de 13,5 %, en los hijos de 32,3 % , en los primos de 2,5 9c, en los sobrinos de 3,4 % , mientras que en los parientes de la población m e dia la probabilidad de enfermedad alcanza el 0,44 % (Stroem gren 0 ,2 0 ). E-n las epilepsias genuinas, las cifras correspondientes so n : hermanos 3 9c?: hijos 10 €/r. M edia de la población 0,85 % (Stroemgren 0 ,3 5 ). En la esquizofrenia: hermanos 7,5 % , hijos 9,1 por ciento (Stroemgren 0 ,6 6 ).
m edia de la población 0,85
La probabilidad de enfermedad, siñ embargo, no se reduce a las psicosis, sino que se encuentra entre los parientes, además, mayor número de psicópatas y otros tipos anormales.
L a.m edida en que se aprecia el peligro en el caso individual, depende del punto de vista de la com paración. Se ve que niños de los cuales uno de los progenitores es esquizofrénico, se vuelven en un 10 por ciento esqui zofrénicos; es decir: cada décimo niño; el peligro está, pero no sin más (1)
L csen b u r c c r , H.:
Psychiairische E rbtehre,
Munich, 1938.
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ni más aniquilador. Si comparamos los niños del térm ino medio de la po blación, que se vuelven en un 0,8 por ciento esquizofrénicos, es decir, me nos de u n niño de cada cien, el aum ento del peligro en u n progenitor esquizofrénico es extraordinario (adem ás se presentan las anorm alidades , frecuentes en los otros niños y la posibilidad de la ulterior transm isión hereditaria por los hijos en sí mismos no afectados). Higos de un proge nitor m aníacodepresivo son los m ás en peligro con 32% de probabilidad de enferm edad, de m odo que enferm a uno de cada tres hijos aproxi m adam ente. Si ambos padres son esquizofrénicos, no se duplica la probabilidad de enferm edad en los hijos, sino que se cuadriplica; se eleva de un 10 % a. un 40% i 1). En relación con la teoría de la transmisión hereditaria de la enfermedad psíquica, resulta adecuado en nuestros días (escrito en 1913 y hoy totalm ente válido) expre sar una aclvertencia. Se ha querido convertir en una “higiene de la raza” y en m otivo de acción humana, en relación con la concertación de matrimonios y con la repro ducción, las doctrinas de la transmisión hereditaria del todo imperfectas y porcom pleto inadecuadas para una aplicación en la práctica. La falta de conocim iento suficiente prohíbe eso. Pero aún con conocim ientos muchos mayores de las relaciones efectivas debe abstenerse el investigador de la naturaleza de extraer de su ciencia consecuencias éticas, que tienen que parecer siempre a la personalidad libre que se determina a sí misma, groseras, simplistas y absurdas. La ciencia natural no tiene que establecer exigencias, sino comprobar los hechos. N o tiene otra cosa que hacer que comunicar esos hechos. En base a los mismos y con la conciencia de las conse cuencias, la decisión para la acción la tiene únicam ente la personalidad individual u otra fuerza que parta de otras concepciones del m undo, a cuya supremacía estesupeditada, pero nunca la ciencia.
(1)
Sc h u l z ,
H .:
“ K inder schizophrener E ltern p aare” .
Z.
N cur., 168, 33 2 .
S
C
a p í t u l o
t e r c e r o
Sobre el sentido y el valor de las teorías § 1. Característica de las
teorías
a) La esencia de las teorías. Donde se comprueba y desea cap tar una relación causal, se agrega a las manifestaciones algún basamento. El dominio de la categoría causal y la representción de un. acontecer que les sirva debase son los dos momentos de todas las teorías. En la psicología se refieren esas teorías aalgo extraconsciente, pensado como basamento de la vida psíquica consciente. Se puede hacer las imágenes posibles de ese basamento, el que, según su esencia, no es nunca accesible directamente, sino sólo inferido- Tales representaciones de los basamentos se llaman teorías. La relación teórica causal es doble: los efectos en lo extraconsciente de lo extraconsciente y los efectos de lo extraconsciente en manifestaciones de la conciencia y en las intuibilidades o evidencias de los hechos típicos aislados. Las relaciones de causas en el basamento afectan a las mani festaciones. Cualesquiera que sean las representaciones teóricas que se elija, siempre serán tomadas como basamento en la categoría de la causalidad, y cuales quiera que sean las relaciones causales que se imagine, siempre se asignará a ellas algo que les sirva de base. La investigación choca al fin siempre con el límite, en que surge el problema teórico. Directamente accesibles son sólo los fenómenos subjetivos y los datos objetivos. Intuible permanece todavía la relación comprensible. Donde el comprender cesa, co mienza la interrogación causal. Donde es establecida una relación causal allí está el punto de ataque de la teoría. No hay que confundir las teorías con otras formaciones mentales hipotéticas o constructivas. Para nosotros no son teorías las suposiciones anticipatorias sobre los hechos típicos que han de hallarse aú n ; así, por ejemplo, en los pensamientos sobre localización cerebral, el problema es si se trata de determinadas suposiciones, que con un hallazgo cesan de serlo, o si se trata de pensamientos en conjunto sobre la esencia de la vida psíquica que, según su sentido, no son nunca verificables sino indirectamente y por tanto permanecen siempre como teoría del acontecer psíquico. Tampoco llamamos teoría a la construcción de un tipo ideal de las relaciones com
alo
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prensibles, de los caracteres, etc., que queda en lo intuible. N o llamamos finalmente teorías a las ideas de totalidades, que significan un camino de la investigación, com o por ejemplo la idea de la unidad nosológíca, la constitución. El valor de las teorías ha de consistir entonces en “reducir” una cantidad de manifestaciones variadas a un proceso básico. La expresión “reducir” tiene un sentido múltiple según el punto de vista desde el cual es reducido algo psíquico a alguna otra cosa, lo más complejo a lo más simple. “R educir”, por ejem plo, puede, ser: descomponer fenom enológicam ente en elem entos inm ediatam ente vivenciados; com prender una vivencia como resultante de otras; reconocer algo dado en lo depen diente de condiciones inadvertidas (por ejem plo la percepción del espacio por los movimientos de los músculos oculare's); reconocer en lo causal la existencia de una formación psíquica (por ejemplo, un tipo de personalidad por la transmisión here ditaria), etc. A eso llega la reducción de los hechos típicos en un acontecer causal, teóricamente pensado, y que les sirve de base.
b) Las representaciones fundam entales en psicopatología. cam po de Jas representaciones teóricas es lo extraconsciente. Todas las teorías se refieren a algo pensado como sirviendo de base a la vida psí quica consciente, y causante, em pero, de la vida psíquica consciente. Se em p’ean para estos m uchas palabras: Anlage, disposición, potencia, poder, capacidad, fuerza, mecanismo, etc.
El
Desaparece siempre en las teorías u n núm ero de representaciones ca racterísticas. El basam ento es pensado según analogía, ya sea mecánico-' quím icam ente (representación de elementos y de sus ligazones, de la esci sión en lo psíquico) o energéticamente (fuerza psíquica o biológica y sus transformaciones) u orgánicamente (representación de ordenam ientos je rárquicos y teleológicos) o psíquicam ente (sea p o r la generalización abso luta de fenómenos psíquicos aislados, sea como lo psíquico inconsciente, juntam ente como si todo ocurriese como en la consciencia, sólo que no >ería adver tibie) o finalm ente, como extraconsciente indiferente, que sólo *s pensado y no intuitivam ente representado de algún modo. A ninguna le esas posibilidades se escapa en el pensam iento psicológico. Siempre se rata de representaciones modelo del basam ento, a través de comparaciones, t ciertam ente de com paraciones sacadas de lo no viviente, aplicables a a vida y al vivenciar psíquico. Tales representaciones han de ser m ostralas prim eram ente en una breve reseña. 1. T e o r í a s m e c á n i c a s , aa) L a representación de la composiión de lo psíquico en función de elementos que en tran en ligazones, ha ¡do expresado en el m ecanism o de la asociación, L a relación de los elelentos es pensada como un excitarse recíproco, como construcción en el rdenam iento, por decirlo asír de los cubos de la construcción, como ligaSn a nueva unidad al modo de las ligaduras químicas. Se habla de mez>!as y de disociaciones, de condensaciones y de desplazamientos.
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bb) La representación que lo" psíquico puede escindirse, tiene u n a se rie de observaciones heterogéneas como presuposición intuitiva. Se dan: la vivencia del propio desdoblam iento; adem ás, las vivencias de enfermos a quienes se les oponen sus propios contenidos, bajo la form a de voces, que se configuran en personalidades enteras. H ay la pérdida com pleta de re cuerdos, que m uestran su perm anencia por la posibilidad de volver a h a cerse accesibles a la conciencia. H ay el antagonism o entre los pensam ien tos y los actos de los hombres, sea entre ellos, sea con la “realidad” . T o das estas com probaciones han llevado a afirm ar u n a escisión en lo psíquico, que se llam a disociación, desintegración de la conciencia, desintegración de la individualidad. 2. Teorías e n er gét icas. Las teorías energéticas ven lo psíquico cxtraconsciente como u n a fuerza que tiene caracteres cuantitativos. Esa fuerza fluye, es alterable, puede estancarse en resistencias y elevarse de ese modo, puede vincularse a contenidos y pasar de un contenido a otros. L a relación es im aginada como transform ación de la energía que se m uestra en la metamorfosis de las manifestaciones. La representación de u n a fuerza sirve p a ra la explicación del fluir psí quico m om entáneo. El contenido que está justam ente en el centro de la atención, es considerado como cargado con la energía m ás fuerte. O bien la representación de 3a fuerza se refiere a los efectos, las p a siones y los instintos. Estos son la fuerza psíquica. Esa fuerza crece, se descarga, se agota; es reprim ida y se transform a; se transm ite a otros contenidos. O la representación de la fuerza se refiere al estado total de Ja vida psíquica, en tanto que se im agina de m agnitud diversa el quantum de fuerza psíquica en distintos estados. Así, p o r ejem plo, u n a energía vital propia de la unidad corporal debe determ inar el tiem po y la función de todos los órganos, por tanto tam bién del cerebro y del alm a, ha de existir subjetivam ente en u n sentim iento de vitalidad y de fuerza y, objetivam ente, en la capacidad de rendim iento. Los caracteres y los tem peram entos son explicados como asténicos, cuando se da en el prim er plano un m om ento de debilidad, la falta de fuerza, disminución de la capacidad de eficien cia. Las instintos son débiles, los sentimientos poco vivaces, la voluntad sin fuerza (1). (I ) La» teoiias eneicetiras juci>an un ^ran papel en 1 1t. Lipps, Ja net. Fieud. U n ejemplc* de su aplicarion es Kieiviet de Sonce: "'Die Abnahme c!ei p.-ychisrhen Enervie um i der Bevrustsriiuhöhe als U rsache des krankhaften Geistesleben-'. Psycn lat rische en Neurologische Bladen. 1920,
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3. T e o r í a s o r g á n i c a s , aa) Las teorías de la vida„ Es im agiido todo vívente — de m anera m&y im precisa— como algo que es rnás le el m ero existir, la corriente vital, la plenitud vital, u n devenir básico, sde cuyo punto de vista todo lo somático — lo morfológico y lo fisiológi—, toda conciencia y todo ya no es m ás que instrum ento insignificante algo superior (influencia de ideas de N ietzsche). Las manifestaciones a explicadas desde un sentido y finalidad trascendentes, de los que la nservación del existir es sólo u n objetivo parcial derivado, no absoluto, is manifestaciones morbosas de la vida psíquica individual son explicas desde perturbaciones del todo viviente de la vitalidad. Se habla de “psnniento biológico” y; no se refiere con ello al pensam iento científico na*al que conoce la vida a través de la quím ica y la física, ni a las invesaciones morfológicas y del m u n d o circundante de los biólogos en g e ral, a ninguna noción precisa y por tanto tam poco en lo particular. M ás n la vida se ha convertido en el concepto del todo, como en la filosofía : joven Hegel, en la filosofía de la vida rom ántica posterior, ahora inída p o r los resultados de las m odernas investigaciones biológicas, cuyo itido es deform ado p o r su em pleo com o analogía o p o r la generalizan absoluta. bb) L a teoría de las gradaciones y de los estratos. L a analogía con orgánico está en el pensam iento de la construcción jerárquica' de funnes psíquicas. L a vida psíquica es im aginada como un conjunto en el ; todo tiene su lugar, pero de m odo que todo está ordenado en una piaide de estratos, por decirlo así, como u n extrem o supremo, conside0 como fin o como la realidad m ás vital. L a relación consiste en las culaciones fin-medio de u n sentido del existir. Ejem plos de representaciones de estratos son los siguientes: J a n e t(1) ve las ciones en una serie que conduce hacia abajo: en el extremo está la "función de idad”, que se manifiesta en la voluntad, la atención y el sentim iento de la realidel m om ento, luego sigue la “ actividad no interesada”, luego la función “de las genes” (fan tasía), luego la reacción visceral de los sentim ientos” y por fin “los 'imientos inútiles del cuerpo” . K ohnstam m (2) distingue: 1. La supraconciencia, a subconsciencia vivenciante y la subconciencia que ordena; 3, la subconciencia profunda, impersonal. N euda distingue una “causalidad inferior a cuya esencia enece el no actuar más que sobre el efecto, porque no llega a la validez más com o excitación y no com o motivo”, en oposición a la acción, que normalmente ie da nunca sin m otivo ( 3). Lo mismo Kretschmcr, que distingue tres estratos: 1 motivo de vivencia ■ — acción con finalidad; 2, excitación de vivencia — negatí( 1 ) J.vNETt Les obsessions et la psyekastenie, P a r í s . (2 ) K o h n s ta m m , O .: " D a s U n te rb e w u s sts e m ” . J . Psychiatr., 23, E r g . H . I . ( 1 9 1 8 ) . t r a b a jo s m á s i m p o r ta n t e s r e s u m id o s : K o h n s t a m m , O . : M ediitnisefte und pkilotophiseké hnxsse aus d'er M ethode des hypnoliscken Selbstbesinning, M u n ic h , 1 9 18. V e r t a c a r atr ic ió n c r i t i c a d e G r u h l e : Zbi. Neur.-, 17, 4 5 8 ( 1 9 1 9 ) . (3 ) N e u d a : “ Z u r P a th o g e n e s e d e r N e u r o s e ( d a s W i l l e m p h a n o n j e n ) Z . N eur., 52, 12 9 .
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vismo, automatismo a reflejo— , contracción reflejo, lo hipobúlico, arrollo ontogenético y adultos (* ).
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Ja orden, tensión muscular, etc.; 3, excitación sensible — arco muscular. Ascendiendo, denom ina a esos estratos: mecanismo instancia finalista, y los encuentra com o sucesivos en el des filogenético y, al mismo tiempo, en los actuales seres humanos
L a teoría de los estratos sirve p a ra la explicación de ciertos síntomas en función de la destrucción de estratos superiores. E n analogía con los he chos neurológicos es representada u n a liberación a consecuencia de la cual estratos inferiores de la vida psíquica, independientes y estimulados, se vuet» ven activos. O es im aginada u n a relajación, análogam ente al sueño, a con secuencia de cuy,as funciones singulares se liberan entonces sistemas aisla dos. Según ia teoría de Jan et, las funciones superiores en la neurastenia han de estar debilitadas y por eso se vuelven independientes las inferiores. Jackson (2) ve, por ejemplo, las ilusiones no como causadas p o r la enfer m edad, sino como manifestaciones vitales de estratos inferiores, que han persistido en los enfermos. H ab la de supervivencia en algún nivel m ás bajo, vuelto ahora nivel suprem o de construcción. Las liberaciones hacen posible las “reacciones prim itivas” (K retsch m er). L a destrucción es im aginada tam bién en relación con el desarrollo filogenético o histórico del hom bre. Lo que fue su vida en tiempos anteriores, reaparece con la destrucción; así vuelven los estratos funcionales arcaicos, desligados por el abatim iento de los estratos recientes, construidos encima (pero ni los estratos biológicos ni los arcaicos de la existencia anterior nos son realm ente conocidos, son — como tan a m enudo— u n a m era teoría sin v erificabiiidad). 4. T e o r í a s p s í q u i c a s . Los fenómenos psíquicos se vuelven puntos de p artid a de u n a teoría cuando son considerados como la verdadera vida psíquica, y su singularidad se convierte en analogía para toda vida psíquica. Antes pasaba a m enudo el pensam iento como la esencia del alm a y todos los fenómenos eran explicados de m odo “racionalista” en función del pensam iento y de las representaciones. Así pasaba la sensación (sen sualismo) , -la vivencia del yo, la vivencia del tiempo, la vida sentim ental, el instinto (libido), entre otros, como lo verdadero. Las teorías psíquicas surgen de la generalización absoluta de m anifestaciones psíquicas aisladas. Las representaciones teóricas ven luego en esa m anifestación la analogía de todo acontecer psíquico. (1) K r e t s c h m e r : “ D er YVillensappaiat der H ystcrischen” . Z. N etir., 54, 251. (2) J a c k s o n . H u g h u x g s : Aujbait und Abbau des Nervensystems (alem án), Berlín, K arger, 1927. V er S it t ig , O .: “ Hughlings Jacksom hirnpathoiogische L ch ren ", h ’erven a n t, 4, 472.
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2.
E je m p lo s
de
J A S P E R S
fo r m a c io n e s
de
t e o r ía s
en
p s ic o p a to lo g ía
Para adquirir una noción de las teorías, es conveniente inform ar crí ticam ente sobre algunos de los esbozos entre sí, en extremo heterogéneos. H acia el cambio de siglo han elaborado W ernicke y Freud las de más efecto hasta hoy. En los últimos años m e parece que la teoría más carac terísticas, es 1a. de la “psicología genéticoconstructiva”, como la han inten tado, entre otros, von Gebsattel y Straus.
a) W ernicke (1). Si las perturbaciones m entales son localizables en el cerebro, es fácil abrir el cam ino a la investigación construyendo antici padam ente lo que después h a de ser reconocido anatóm icam ente y con ello darse la comprobación em pírica. C uando, empero, las enfermedades mentales pasan por enfermedades del cerebro en el sentido que pueden ser absolutamente captadas en función de procesos o como procesos en el ce rebro, entonces el pensam iento de la localización anatóm ica se convierte sn teoría. La captabilidad de lo psíquico desde el cerebro es tom ada por Dbjetivo final tam bién allí donde no se pueden esperar nunca hallazgos directos en el mismo. Ambos motivos, el de la construcción anticipada a la experiencia y el de la teoría total de la vida psíquica, se unen en el esbozo de Wernicke. La vida psíquica es representada como idéntica en ius elementos y relaciones con los elementos y estructuras del cerebro. El dm a es representada es ,a,cialmente. AI tener tal concepción, se dirigirá mo, en principio, no a la vida psíquica, sino preferentem ente al cerebro \ a la neurología, p a ra cap tar la psicopatología. Sólo provisoriamente, por alta de un acceso directo, hay que atenerse tam bién al fenómeno psíquico orno tal. A esta interpretación llevaron ante todo, junto a u na concepción leí m undo científiconatural pura, los descubrimientos de las perturbaciones fásicas. L a afasia se convirtió por eso, p a ra W ernicke, en la estrella guia. ÜI hecho de la ligazón de esas perturbaciones a zonas del cerebro, y las epresentaciones fecundas para su análisis, aunque tam bién aquí ya muy ludosas, fueron aplicadas por W ernicke a todas las perturbaciones de la ida psíquica, dejando de ver que ia afasia es sólo u n a perturbación en los istrum entos y no en la vida psíquica misma. “T o d a enferm edad m ental -d ijo —, en tanto que se expresa en exteriorizaciones lingüísticas erróneas e los enfermos, es para nosotros un ejemplo de afasia transcortícal.” Pero orno la afasia transcortical no había de surgir por lesión de los campos e protp. - ión en la corteza cerebral, sino de las vías de conducción ene ellos, explicó W ernicke las enferm edades mentales en general como (1)
W e r n ic k e :
G rundriss
der Psyc'hialrie,
2? ed., 1906.
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enfermedades del “órgano de la asociación” . En su, representación, los fascículos anatóm icos y Jas asociaciones psicológicas se confunden. Correspondiendo a la aspiración del concebir las enfermedades m en tales, no sólo en general, como enfermedades del cerebro, sino de captarlas como tales en particular, W ernicke es dom inado por ia representación del arco reflejo psíquico y sólo considera los síntomas objetivos, es decir, los movimientos (m otilidad) junto a su tipo especial, el lenguaje, como dignos de investigación y como existentes propiam ente. Dice que “finalm ente no se puede observar y encontrar otra cosa que movimientos y que toda la patología de Jas enfermedades m entales consiste en las particularidades de su com portam iento m otor” . Q ue lo m otor es el único instrum ento de la comunión, y que en la inmensa m ayoría de los casos no nos interesa ese instrum ento, sino lo que se expresa por él, lo advierte raram ente \Vernicke, y lo olvida en las discusiones de principio. Pero, de hecho, tam bién tiene W ernicke que form ar muchos conceptos puram ente psicológicos. Estos tienen que ser tales que pueden servir de elementos localizables. D eben ser definidos con precisión, exteriorizar, por decirlo así, lo psíquico, transform arlo en una suma de cubos para la cons trucción. A eso puede servirle excelentemente la toscam ente aprehendida teoría de la asociación. Esta le guía en todas partes. Todo en la vida psíquica es asociación de elementos, así el concepto es una “suma de asodones” de las imágenes del recuerdo. Aquellas asociaciones que son “aproxim adam ente iguales” p a ra todos los individuos, son para él “ las asociaciones generalm ente válidas” . Así es tam bién atribuida exactitud a lo mecánico, es decir, al térm ino medio. E n las vías de asociación se mueve una corriente de excitación. Los elementos son localizados en de term inados lugares. T am bién las alteraciones “de contenido” (las p a ra noicas en el más am plio sentido), son im aginadas localizadas, tienen el “ valor de síntomas focales” , aun cuando los focos sólo sean postilados anatóm icam ente. U na cierta agrupación de esos síntomas de contenido es el signo de determ inado ordenam iento anatómico tam bién en las vías asociativas. Frente a todo otro intento de clasificación de las perturbaciones psíquicas, establece W ernicke el suyo: “Nuestro más próxim o principio de división es el del ordenam iento anatóm ico, en otras palabras, el de la agrupación y sucesión n atural de las alteraciones de contenido” , Para los conceptos psicológicos, los elementos de lo psíquico, que h a cen posible en todas partes la clasificación, no ha podido W ernicke inte rrogar, naturalm ente, a la anatom ía. Los forma sin decir cómo llega a eso. gracias a su m anifiesta a p titu d p ara ver lo psíquico en grandes rasgos y estructurarlo en distinciones acertadas. Sitúa contigua prim ero las parte«
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del “arco reflejo psíquico”, la sensibilidad, la función intrapsíquica, la motilidad y ve en cada uno de los tres dominios la posibilidad de una hiper-, hipo-, y disfunción. Luego distingue en ios movimientos: el movim iento de expresión, el movimiento reactivo, el m ovim iento de iniciativa; en Jos con tenidos: la conciencia dél m undo exterior, la corporalidad y la personalidad (por esa hay orientación alopsíquica, somatopsíquica v autópsíquica de los enferm os). Pero ante todo hace una distinción que aisla lo patológico pro piam ente dicho, cuando separa el “delirio de explicación” del legítim o.de lirio. L o que tan sólo la vida psíquica, norm alm ente comprensible, desarro^ lia patológicam ente a través de los procesos cerebrales, no es por sí mis m o lo patológico, aun cuando en la m anifestación a veces se extiende m u cho. Por tales análisis ha creado W ernicke u n a serie de conceptos puram ente psicológicos que fueron term inantes y pasaron al dom inio perm anente del pensamiento psicopatológico, Por ejem plo, los conceptos: delirio de expli cación, perplejidad, ideas sobrevaloradas, capacidad de fijación, transitivismo, la distinción de orientación autópsíquica con desorientación alopsí>quica en el delirium tremens. Esa psicología analítica es la condición previa más esencial para poder llevar a cabo la teoría en sus detalles. Así se explican ahora todas las per turbaciones por la excitación o la parálisis, localizadas en determ inados lugares (en el m om ento desconocidos todavía) del cerebro. A nte todo es el fundam ento de la m ayor parte de las perturbaciones psíquicas la separación de las ligazones asociativas, la sejunción. C uando nociones y juicios falsos están en un individuo en contradicción tanto entre sí como con la realidad, se basa esto justam ente en un “aflojam iento” de los firmes andam iajes de la “asociación” . Por la separación de la “ continuidad” de las vías, p ar la “ausencia de ciertas funciones de la asociación”, pueden surgir sim ultánea m ente diversas personalidades en un individuo, puede producirse “una des composición de la individualidad” . Por la sejunción se explica además una gran parte de las alucinaciones (en tanto que no surgen a través de la ex citación directa en los campos de proyección) : en la interrupción de las asociaciones se acum ula el proceso de excitación y form a una excitación creciente de tal modo que suscita la alucinación. De igual modo se puedan explicar las “ideas autóctonas” (los llam ados “pensamientos hechos” ) : la “idea autóctona” se basa en un proceso de excitación de continuidad in
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nin g u n a crítica, y que adem ás tengan a m enudo carácter im perativo. El delirio de autorreferencia se basa en u n crecimiento morboso de excita ciones que actú an sobre el mismo lugar que la alucinación, pero no h an alcanzado todavía la m ism a altura. U n a preferencia especial tiene W ernicke p a ra m uchas explicaciones de sensaciones de órganos, cuya existencia, ex citación o ausencia adm ite. Nos lim itarem os a la m ención de algunas explicaciones teóricas. Si nos preguntam os p o r el sentido de esa teoría, hay que distinguir dos cosas. P ara las perturbaciones afásicas o en general p a ra las perturbaciones captables en lo neurològico, de los instrum entos, de la subestructura de la vida psíquica, tal teoría es fecunda en la m edida en que conduce a interro gantes y a verificaciones. Aquí conduce u n camino, rico en resultados, desde W ernicke a Liepm ann, el descubridor de la apraxia. Pero, en la transposición a todo lo psíquico, al mero análisis, cesa la teoría de ser propiam ente form ación de ideas que llevan al conocimiento. Es m era in terpretación juguetona, llena de necesidades sistemáticas y de concepción del m undo, es u n esquematismo que hace abarcables de m anera simple las descripciones. D e ello es claram ente consciente a veces W ernicke, cuando dice, por ejem plo, que sus esquemas “deben servir para la com prensión”, o cuando pone límites a los impulsos de juego con las palabras: “la ten dencia puram ente descriptiva de nuestros estudios clínicos nos obliga a renunciar a las hipótesis no absolutam ente necesarias para la comprensión”. H ay que señalar que W ernicke no llega más que algunas veces a exagera ciones notables de sus construcciones, que m ás bien ha creado una de las obras psicopatológicas m ás eminentes con clara visión de lo intuíble y con m anifiesto tacto p a ra lo concreto y lo interesante a pesar de las ideas teó ricas fundam entales erróneas. Por eso, ningún investigador puede renunciar a estudiadlo seriam ente.
b) F re u d (*). F reud h a hecho época en la psiquiatría por su nue vo ensayo de comprensión psicológica. Apareció en la época en que lo psíquico se volvió nuevam ente visible, después de haber considerado a tra vés de decenios casi sólo los contenidos racionales (doctrina de la p a ran o ia), los síntomas objetivos y Io neurològico. A p a rtir de entonces, el com prender se h a vuelto nuevam ente evidente, aú n entre los investigadores que nada (I) Bibliografía sobre las doctrinas freudianas: F r e u d , Werke, entre éstos el resumen: Ober Psychoanalyse, fü n f Vorlesungen, Viena, 1912. Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse, Viena, 1917. P fister : Die psychoanalytiscke M elkode, 1913. Crítica: I sse r lin : ■Z. N eu r., / . B le u le r : Die Psychoanalyse Freuds, Leipzig, 1911. B leuler: AUg.' Z. Psychiatr., 1913. M itten zw ey : Z. • Pathopsychol., I. Sobre las formaciones teóricas de ideas, el más profundo es el libro de Freud sobre la interpretación de los sueños. Para conocer la parte fecunda de las doctrinas de Freud, léase: Breuer y Freud: Studien über Hysterie.
quieren saber de las teorías de Freud. Incluso adversarios de Freud hablan, ahora de fuga en la psicosis, de complejos, de represión. Pero por nueva que fuese entonces la comprensión en psiquiatría, desde el punto de vista histórico espiritual no hay en Freud nada esencialmente nuevo, sino que lo suyo propiamente específico es visto con perspectiva histórica, Ja forma ción de teorías, la presentación de principios junto a la posición de con cepción del mundo de que hablaremos más adelante, Freud es el médico que sólo puede tratar el comprender, en Jugar de hacerlo pura y libre mente, en la forma teorizante, científiconatural. Pero Freud mismo no ubica lo teórico en el primer plano, mantienesus representaciones teóricas, fluidas, apelando en cambio a la experiencia que sería su única fuente y que no admite la fijación de un sistema teórico. Por eso es difícilmente captable un centro de su teoría, ya que en la masa de los escritos se dicen muchas cosas. No se ve que sea afirmada una. teoría, verificada en todos los puntos y claramente corregida. En caso de que de tal manera se procediese científiconaturalmente, la teoría sería en. todo momento clara en cada punto y como conjunto. Esto no fué nunca así en el psicoanálisis. D e los numerosos conceptosteóricos de Freud, reproduzcamos algunos a modo de ejemplo. Todo lo psíquico, está, según Freud, “determinado”, es decir, es com prensible en nuestro sentido. Esta es una preocupación que se podría poner en paralelo con la presuposición de las ciencias naturales que.dice que todo está dominado sin excepción por la causalidad, Hay una causalidad psí quica especial, justamente aquella determinabilidad comprensible. En la. vida psíquica consciente, ésta es constantemente interrumpida y quebran tada. Se tiene que imaginar a esto consciente un inconsciente que íe sirve de base y de cuya existencia son pruebas las manifestaciones conscientes. Lo inconsciente es la verdadera vida psíquica, que no aparece directamente ?n la conciencia, sino tan sólo después de modificaciones en su especiedebidas a una censura en el paso por la esfera de lo preconsciente. La :onciencia es, por decirlo así, sólo un órgano de los sentidos para la. aprehensión de cualidades psíquicas, dirigida ya sea a la percepción s-n¡orial de lo externo o a los procesos mentales inconscientes internos. Los 'rrores de esa autopercepción construyen la vida psíquica consciente. En Jo inconsciente hay una energía que tiene caracteres cuantitativos, jue fluye, que se transfiere, que se acumula. Esa energía es una energía •fectiva y es reducida finalmente a una única fuerza, llamada sexualidad >or Freud, libido por Jung, que es lo propiamente motor en lo psíquico y iparece en las múltiples formas de los instintos particulares, entre los cua
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les el instinto sexual es eí principal (por tal motivo da él el nombre al tod o). Desde lo inconsciente no aparece io psíquico, como es, en la conciencia (esto ocurre sólo en la temprana edad infantil ingenua), sino que realiza metamorfosis que ocultan su sentido propio. El psicoanálisis cree penetrar, atravesando las diversas censuras, hasta lo auténtico, al deducirlo de los distintos fenómenos de la conciencia, especialmente de los involuntarios. Por eso el sueño, los actos fallidos cotidianos, los contenidos de las neu rosis y psicosis son las fuentes principales para el conocimiento de lo in consciente y con ello del alma en general. Sobre el contenido de los procesos en lo inconsciente pueden dar evi dencia naturalmente sólo procesos comprensibles en la conciencia. La psico logía comprensiva es la fuente de los contenidos teóricos. Lo que Freud describe como represión y censura, se puede experimentar comprensible mente en la conciencia, lo mismo la fuga en fantasías e ilusiónesela reali zación de deseos por ellas. Los mismos procesos tienen lugar en la incons ciente, Frente a ellos la única salvación es la claridad con respecto a sí mismo, el volverse transparente a sí mismo, la diversión de los autoengaños. La posición crítica frente a las doctrinas de Freud se puede fijar más o menos en las siguientes tesis, que formulé en un trabajo anterior (1922) : 1. En Freud se trata realmente de psicología comprensiva y no de explicación causal} como sostiene Freud, 2. Freud hace conocer en forma convincente muchas relaciones com prensibles singulares. Comprendemos cómo en lo inadvertido reaparecen símbolos complejos reprimidos. Comprendemos las formaciones reac tivas a instintos deprimidos, la distinción de procesos psíquicos primarios, legítimos, de los secundarios, existentes sólo como disfraces y sustitutos. Freud desarrolla aquí, en parte, algunas doctrinas de Nietzsche detallada mente. Penetra en la vida psíquica inadvertida, que es elevada por él a la conciencia. 3. En la confusión de relaciones comprensibles con relaciones causales se basa la inexactitud de la. pretensión freudiana de que todo en la vida psíquica, que todo proceso sea comprensible (determinado con sentido) . Sólo se mantiene la exigencia de la causalidad ilimitada, no la pretensión de comprensión ilimitada. De este error depende otro. Freud hace, a partir de relaciones comprensibles, teorías sobre las causas de todo el curso psí quico, mientras que el comprender, según su esencia, no puede conducir nunca a teorías; en cambio las explicaciones causales tienen que llevar
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siempre a teorías (la interpretación com prensiva de un proceso psíquico aislado — sólo puede darse tal interpretación aislada—, n aturalm ente, no es ninguna teo ría ). 4, E n numerosos casos no se tra ta en F reud de un com prender y de un elevar a la conciencia relaciones inadvertidas, sino de u n com prender como si relaciones extraconscientes, G uando se piensa q ue el psiquiatra» frente a psicosis agudas, no com probaba m ás que confusión, desorientación, defectos funcionales o ideas delirantes absurdas con orientación, tiene que parecer un progreso cuando se consigue, a través de relaciones com pren sibles “como si” , caracterizar algo provisoriam ente y ordenar ese caos (p o r ejemplo los contenidos delirantes de; la dem encia precoz). A nteriorm ente, había sido tam bién u n progreso cuando se establecieron las form as de dis tribución de las perturbaciones histéricas de la sensibilidad y de la m otilidad, en función de su relación comprensible con las nociones anatóm icas »roseras de los enfermos. Las investigaciones de Ja n e t, especialmente, die ron por resultado, adem ás, que hay efectivam ente escisiones de las rela jo n e s psíquicas en la histeria.' Se tiene que ver en el mismo individuo en :asos extremos con dos almas que n a d a saben la u n a de la otra. E n tales escisiones de hecho, tiene la “com prensión como si” u n a significación real. Mo es un problem a al que se haya de responder con fuerza probatoria, en }ué m edida ocurren tales escisiones (los casos de Ja n e t son m uy ra ro s), o ;i tam bién en la dem encia precoz existe, efectivam ente, u n a escisión (como enseñan, por ejemplo, J u n g y B leu ler). Se h a rá bien en evitar sobre esto n i juicio definitivo. Los investigadores freudianos, en todo caso, son m uy m prudentes en la admisión rápida d e escisiones, y las relaciones “com prensibles como si” , que, por ejemplo, creyó descubrir J u n g en la dem encia jrecoz, son en gran p arte poco convincentes. 5. U n defecto de las doctrinas freudianas consiste en la creciente sim plicidad de su comprender, que depende de la transform ación de las rela jones comprensibles en teorías. Las teorías tienden a la sim plicidad, él com jrender encuentra m ultiform idad infinita. F reud cree poder reducir com prensiblemente más o menos todo lo psíquico a la sexualidad en u n am plio entido, como a la única fuerza prim aria, p o r decirlo así. Escritos especiales le algunos de sus discípulos resultan insoportablem ente aburridos a causa le esa simplicidad. Se sabe siempre de antem ano que en todo trabajo se ncuentra lo mismo. Aquí, la psicología com prensiva no hace m ás progresos. c) Psicopatología genéticoconstructiva. Bajo este nom bre, q u e lió von Gebsattel, hay que ag ru p ar u n a orientación que, en m últiples m o lificaciones y bajo diversos nom bres (psicología teórica de Straus, inter
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pretación filosóficoantropológica de K unz, analítica existencial de Storch,. antropología existencial de Binswanger) está en m archa como un movi m iento espiritual en la psicopatología, au n cuando no llevó a ninguna con clusión y — a pesar de algunos rendim ientos aislados-^- a ninguna obra re presentativa. L o que aquí existe en rendim ientos descriptivos es indudable. Sin embargo, aquello proyectado y realizado bajo concepción y métodos fundam entalm ente nuevos, lo considero uno de esos errores inevitables,: como el de todas las teorías: tienen que darse p a ra ser superados ( 1) . L a depresión endógena, la enferm edad obsesiva, o ciertas form aciones delirantes ten d rían p o r base u n a perturbación del acontecer vital, la que en las varias enferm edades sólo es diversa en la manifestación. Esta alte ración del acontecer básico es llam ada “inhibición vital”, “perturbación d el devenir personal”, u n a “dificultad elem ental del devenir” , u n a inhibición “del propio acontecer intratem poral”, una “inhibición del impulso a] de venir personalm ente form ado” (del impulso de autor realización), u n a “de tención del flujo del devenir personal” . D esde la perturbación básica son derivados los síntomas. Así el de la depresión. (S tr a u s ): a consecuencia de la inhibición del devenir, la vivencia del tiem po se con vierte en una vivencia de la detención del tiempo. Por tanto, no hay ningún futuro, el pasado es todo. T odo es definitivo, está determinado, decidido, de ahí el delirio de pequenez y el delirio de empobrecimiento, el delirio de pecado (el psicópata hipo condríaco pide apoyo y protección, el depresivo n o ), la angustia en relación con lo presente (en tan toaque recortado del futuro, pero no temor ante el futuro, com o en los psicópatas, medrosos ante el futuro en su depresión). La alegría tiene por condi ción previa la capacidad de enriquecim iento y la tristeza la de em pobrecim iento de las futuras vinculaciones con el m undo circundante; cuando en la inhibición vital es extinguida la vivencia del futuro, ha surgido un vacío temporal; falta, por tanto,, a la alegría y a la tristeza, la posibilidad de su realización. D e la misma perturbación básica de la inhibición del devenir, son derivados los síntomas del pensam iento obsesivo (S tr a u s): En la que, a causa de la inhibición del devenir del tiempo, llega a la detención, no hay ningún futuro, por tanto no puede ser resuelto nada. N o hay ninguna vibración de lo venidero en el alm a: lo que no es liquidado com pletam ente de modo objetivo, es adm itido normalmente en la bio grafía en v iiíu d de la fuerza de lo venidero. Pero en el vivenciar sin futuro, 110 puede ser alcanzada la conclusión. Lo pasado crece en su poder sobre lo futuro. El enfermo no puede llegar a ninguna conclusión. El no poder liquidar, el no llegar al fin se convierte en el contenido d e su alma. Ocurre distintamente en von G ebsattel: en los enfermos obsesivos no llega la tendencia de su “acontecer basal funda m ental” (la perturbación del devenir vital) al desenvolvimiento, al crecimiento, a (1) D e la bib lio grafia: S t r a u s , E .: “ Das Zeiteriebnis in der endogenen Depression” ,. M schr. Psyckiatr., 68, 640 {1928). “ Ein Beitrag zur Pathologie der Zwangserscheinungen” . M schr. Psychiatr., 98, 61 (1938). V o n G k b s a t t e l : “ Die Welt d e r Zw angskranken” . M schr. Ptychtair., 99, 10 y sigts. (1938). “ Zeitbezogenes Denken in der M elancholie” . N erven arzt, 1, 275 (1928). “ Die Störungen der W erdens u n d des Zeiterlebens” (en “ Gegenwarts problem d er psychiatrisch-neurologischen Forschung” , editado por Roggenbau, S tuttgart, 1939,. p. 54 ). C ritica: S c h n e i d e r , K u r t : Fschr. N eur., 1, 142-146 (1928); 4, 152 y sigts, S c h e in K . F .: “ Existentiale Analytik u n d Psychopathologie” . N ervenarzt, 5, 617 (1932).
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la m ultiplicación,a la autorrcalización, sino a la disminución, a la decadencia, a la disolución de la propia forma vital. La dificultad del devenir es experim entada como efecto disolutivo de la forma, en verdad no inm ediatam ente, pero sí en la imagen de las potencias disolutivas del existir: sólo llenan el alma todavía las significaciones negativas en el mundo, en los muertos, los cadáveres, los que se descom po nen, los que manchan, las imágenes del veneno, del lodo, de lo feo. Lo que se opera en su acontecer básico enfermo, se le aparece en las significaciones, las reali dades pseudomágicas da su mundo, que está para proteger del sentido de lo siempre sin resultado, hasta el agotam iento en las continuas acciones obsesivas. La esencia de la perturbación del “acontecer fundam ental basal” es más claramente captable para von Gebsattel: hay una estrecha relación entre perturbación del devenir y con taminación: “el que no avanza, retrocede” , “el agua estancada se corrompe” . Pero esta contaminación es sólo un caso de dism inución, que afecta a la vida que se paraliza. “Normalmente se purifica la vida por su entrega a las potencias del futuro y por las tareas del futuro que nos estimulan. Por la detención de sus movimientos de autorrcalización es contenido el hombre de destruir la culpa del existir, así surge en él un vago sentimiento de culpa” . Así el sentim iento de contaminación es sólo una variedad d.el sentimiento general de culpa. La mism a relación puede ser expre sada de otro modo: la vida sana que se dirige al futuro depone constantemente lo pasado, se purifica de él. Pero el enfermo obsesivo queda a merced de su pasado, que le previene continuam ente como no liquidado. En resumen: U na deformidad hostil a la vida, que siempre es forma que deviene, en la que se establece el predo minio de un pasado deformado por sí mismo, amenaza con mancilla, descomposición, aniquilación. La conducta anancástica debe ser comprendida com o defensa. Pero esa defensa es impotente, porque la tendencia a la relajación en lo deforme, a través del acontecer básico perturbado, la elim inación del futuro, es insuperable y se im po ne siempre de nuevo, Cuando el enfermo lucha con un m undo que es reducido a una fisonomía repulsiva de significaciones exclusivam ente negativas, combate siempre en ello con su propia sombra. Pero sólo porque a los enfermos obsesivos les importa la pérdida de la propia forma en la inhibición del devenir, pueden adquirir poder sobre su fuerza de im aginación las significaciones de las potencias disolutivas de la forma. El enfermo obsesivo se defiende contra el efecto de su propia perturbación temporal del devenir, pero no sabe lo que le pasa.
Hay que recordar los siguientes puntos principales para comprender en su estructura estas teorías de que informamos en su configuración a modo de ejemplos. 1. La perturbación en el acontecer básico vital y este mismo no son explicados psicológicamente. Son lo indudablemente dado, lo que debe ssr agregado. La eliminación del futuro en última instancia “nos es descono cida en su naturaleza” (von Gebsattel). El proceso vital — que acontece én el fundamento de la vida—, no es en sí del todo desconocido, incluso ■misterioso en esencia (Straus). 2. Este acontecer básico perturbado se encuentra en los enfermos obse sivos, en los rnaníacoaeprésivos, en los esquizofrénicos. Se manifiesta en síntomas m uy diversos. El enfermo obsesivo distingue su especie, para ela borar la perturbación fundamental del proceso del tiempo, de las otras
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maneras en que puede traducirse aquel proceso básico, por ejemplo la inac tividad de la contención represiva, el “síndrome del vacío”, el delirio, en los que puede estar la misma “perturbación basal en el dominio del deve nir”. Por qué puede la m ism a perturbación básica dar lugar u?ia vez a ésta, otras a aquella manifestación, es desconocido. 3. Los enfermos no pueden observar la perturbación de su acontecer básico vital y nada saben de él. Los enfermos depresivos no pue.den hacer exposiciones esenciales sobre vivencias como la del tiempo (Straus). “El enfermo obsesivo se defiende contra el efecto amenazante de su propia obstaculización temporal, pero no sabe qué es lo que le pasa”. La amenaza está tan oculta en el fondo de su esencia, que no puede llegar inmediata mente a la conciencia, sino sólo en la imagen de las potencias del existir disolutivas de 1a. forma (von Gebsattel). 4. Hay que distinguir el acontecer básico, el vivenciar, el saber acer ca de ello. Eí acontecer básico no es inmediatamente vivenciado, por tanto no puede tampoco ser observado. Él acontecer vital no es un vivenciar. Pero ei que vivencia podría en seguida saber que y qué cosa vivencia. Por eso es posible información sobre el vivenciar del tiempo, no sobre el acon tecer del tiempo. La teoría se caracteriza por eso como teoría en que se remonta a un proceso vital básico, que no puede ser vivenciado, sino sólo inferido. Una- crítica de esta teoría tiene que presentar al comienzo lo que es su verdadero origen: “el efecto psiquiátrico de la admiración, la vivencia dcí encuentro con el inexplicable otro”3 el “antagonismo entre una ma nifestación de confianza, humana y su modo de exisCencia extraño, com pletamente inaccesible para nosotros” (von Gebsattel). Hay que ver si de esta admiración, sin ¡a cual en realidad no puede surgir ningún afán psi quiátrico de conocimiento, han surgido una verdadera pregunta y una verdadera respuesta. Nuestra duda al respecto se puede formular en las siguientes consideraciones .* 1. Totalidad y origen del ser hum ano no pueden llegar a ser objeto de un conocimiento por investigación. La teoría que está aquí en discusión, va, empero, al todo del ser humano. Esto, sin embargo, es tema de fiioso'■far} mientras que la ciencia ha de referirse siempre a aspectos determina dos dentro de lo abarcativo. Aquella legítima admiración de von Geb sattel, cuando queda paralizada en el todo, puede transmutarse en una lec tura metafísica del escrito en cifras ( C hiffreschrift) de ese todo, no en co nocimiento. Puede quizás ser posible todavía adquirir, para fines del co nocimiento, por objeto, “el alejamiento extraño de un modo de existir di-
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erso del nuestro”, pero “lo otro, inexplicable en su totalidad humana” scapa a nuestro saber. Von Gebsattel dice que quiere ir en su consideraión genéticoconstructiva más allá del mero análisis de la función, del cto y de la vivencia, del mero análisis del carácter y de la constitución, !e las construcciones neurofisiológicas (que pueden ser alentadas por las nanifestaciones obsesivas de los postencefalíticos). Pero esto quiere decir: raspasar todas las cognoscibilidades. Y el entusiasmo fundado de tal icceso a la interioridad filosófica mantiene en él, con razón, al mismo iempo, todas las cognoscibilidades como presuposiciones de ese “método intético constructivo” suyo *. Quiere convertirse com o psicopatòlogo en isonomista, pero no se vuelve fisonomista psicológico, sino metafisico. La :eoría quiere aprovechada como “penetración”, como un ver a través de Jas Tianifestaciones. Contra su principio y su objetivo no hay nada que objetar, ú son bien comprendidos. Pero hace de eso un conocimiento psiquiátrico, habla en las categorías de la ciencia natural y de la psicología y compren de bajo su consideración genéticoconstructiva “un método que demuestra la correspondencia ontològica de los síntomas biológicos y de los anímicoespirituales para un dominio nosológico” . En ello queda como objetivo “una doctrina antiopológicofenomenológica de la estructura, que quiere preparar el terreno en el cual llegan a su verdadero sentido, trasplantados, los resul tados de las tendencias analíticas de la investigación”, es decir una amplia teoría del ser del hombre. Los rendimientos del conocimiento racional deben integrarse en ese nuevo ordenamiento de las relaciones antropo!ógico-existenciales”. Del tipo de los psicópatas anancásticos, sostiene que “realmente viven como un todo en un mundo propio y singular” y por eso tienen una significación ejemplar para el modo de consideración antropológico-existencial. Sobre el objetivo de una antropología existencial se hablará en otro lugar. Aquí no se trata de examinar el rendimiento filosófico de estos mé todos teóricos, sino sus rendimientos para el conocimiento j^1). 2. La perturbación básica teóricam ente inferida queda imprecisa, cam biante en su significación. Hay que reconocer desde el comienzo que, ante enfermedades hasta ahora sólo visibles por manifestaciones psíquicas, se im pone la impresión de un proceso elemental, biológicamente determinado.
(* ) Necesariamente, en esta últim a edición, al rozar problemas filosóficos, el autor utiliza su propia term inología, cuyo sentido preciso sólo puede ser adquirido en alguna de sus obras más recientes. A ellas rem itim os al lector interesado, ya que no es posible, en breves notas, actualizar un pensam iento tan estructurado. (N . de los T .) (1) Apenas hay que discutir sobre un contenido filosófico. Confieso que en ios trabajos de von Gebsattel sobre los enfermos obsesivos creo percibir algo de aquel raro aliento, a descubrir p o r las profundidades, aun cuando escapen también al conocimiento.
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Kuit Schneider ha descripto la depresión vi tal, sin ligar la descripción a una teoría. Von Gebsattel ha destacado un tipo de enfermo obsesivo en el que ci fracaso de toda terapia, la importancia de la herencia, lo absolutamente ruinoso en cabos extremos de la enfermedad, hace , pensar en un proceso elemental insuperable, en analogía con una afección orgánica, aunque per manece psíquico y funcional. Fijar esta impresión por la fórmula de una perturbación vital, no parece injustificado. Todo, comprender psicológico de las manifestaciones obsesivas no comprende, sin embargo, la obsesión como tal, ni lo dominante, que debe ser alcanzado con la tesis de la “inhibi ción del devenir” . Sin embargo permanece esa inhibición tan múltiple en significación — desde el proceso vital extraconsciente hasta ]a vivencia del tiempo, desde un proceso no actualizable interiormente hasta un estado psi cológicamente intuíble— , tan indeterminada en su esencia extraconsciente, que es llamada biológica, si bien carece de toda accesibilidad por vías biológicas de investigación, tan inconcebible que al fin sólo se vuelve la vida misma, el todo enigmático no accesible por ningún camino del cono cimiento, ya que nunca puede llegar a ser un objeto preciso captable. 3- Una prueba empírica del tipo especial de perturbación del devenir no puede, ser dada. La perturbación del devenir ha de llegar a la manifes tación en vivencias inmediatas, especialmente la del tiempo. En cuanto aparecen tales posiciones empíricamente examinables, es también posible la refutación (así en lo referente a la vivencia del tiempo en la depresión endógena, por K loos), 4. L a derivación comprensiva de las manifestaciones en fu n d ó n de la perturbación básica es problemática por una m ultiplicidad que llega hasta el capricho. Procesos Obsesivos, delirio, caídas de ánimo, son com prendidos en conjunto desde la pertubación básica. Esta ha de mostrar se, del modo más inmediato, en la transformación de la vivencia del tiem po ('vivencia de la detención del tiempo, de la ausencia del futuro, de la absorción por el pasado), Pero para todo síndrome de manifestación es hallado otro camino del comprender, y eso metódicamente, con la misma pretensión de significación, que von Gebsattel estatuye para la aparición de lo amorfo y con ello de las manifestaciones obsesivas: “que la dificultad del devenir puede ser experimentada fundamentalmente así, nos parece conveniente. Pues sólo en el proceso del devenir se completa la forma de la vi da . . . El “no poder llegar.a ser” y e l “no poder realizarse” de la propia forma son sólo dos aspectos de la misma perturbación básica” . Pero esto “conveniente” es variable según el autor y según el complejo de manifestación que ha de ser así captado. Es el mismo r a s g o , que co rresponde característicamente a varias manifestaciones; o es lo básico v i
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sible para el observador intuitivo fisiognómicamente en las manifestacio nes: io pensado que sirve de base, Eí sentido es, una vez no vivenciado y no vivenciable, un sentido solamente ideológico para una consideración desde fuera; es otra vez un sentido vivenciado como lo que se da por parte del enfermo bajo la obsesión, para la aprehensión y elaboración del acontecer básico en su alma. U na vez surge la m anifestación en la con ciencia como consecuencia de la transformación, a través de la perturba ción básica extíaconsciente (la derivación ve en lo extraconsciente un sen tido biológico), o la manifestación surge como consecuencia de pertur baciones vivenciales primarias ya conscientes (la vivencia del tiem po), como consecuencia, comprensible en ulterior relación de conciencia; pero este síntoma primario no es lo propiamente primario, pues éste es el pro ceso básico vital: “la inhibición del pensamiento, de la voluntad y del sen timiento, pero también la obsesión y el delirio, son sólo síntomas de una perturbación más central”, la inhibición del devenir (v. Gebsattel). Ejemplo de cómo un comprender, debido al salto a una dimensión enteram ente diferente de un proceso vital del devenir, se convierte en comprender aparente, lo dan más o menos los siguientes pensamientos de S traus(1). En la conciencia del poder actuar está anticipado el desenvolvim iento posible de la personalidad en el futuro. El aburrimiento nace cuando, junto a la conciencia del poder actuar, y el impulso al desenvolvim iento, es vivenciada en el mismo m om ento la imposibilidad de dar un contenido al tiem po que pasa; si falta ese impulso, aparecen otras vivencias; por ejem plo, una detención en un progreso regular del tiem po, que (por ejem plo en estado de fatiga) es disfrutado sin contenido, el estado de ánim o en un feriado, que disfruta el propio sosiego como una pausa entre lo hecho y lo por hacer. Ade más: en la biografía las vivencias pasadas reciben su luz del acontecer futuro, el pasado lleva sólo cuando está abierto el cam ino al porvenir; si se altera la vivencia del futuro, se transforma también el pasado, lista y muchas otras posibilidades afectan en el correcto comprender a m anifestaciones que arraigan finalm ente en la existencia humana como la gravedad histórica de lo acon d icion ad o, D e esto reciben su luz. Si en lugar de ello el fundam ento de aquellas vivencias es traspasado en el proceso vital del devenir y sus perturbaciones, en una objetivación de lo incomprendido, aparece un incomprensible no esclarificable, lo vital, en lugar de lo incomprendido que se vuelve claro sin límites, la existencia. Es un salto m ortal del pensa m iento, que en tales caminos la psicología comprensiva (que debería ser guiada por el esclarecimiento de la existencia) caiga repentinam ente en algo biológico, que debe ser explorado bajo la dirección de la investigación m etódica de los hechos típicos somáticos y empíricos. Hay ambas cosas; pero el mezclarlas confusamente lleva a una discusión que se vuelve cada vez más caprichosa — porque es antifilosófica en el filosofar— y ocupa el lugar de la investigación.
5. Estos pensamientos constructivos se ofrecen quizás una vez al en ferm o para la autocomprensión. Le llevan por el camino de la conciencia filosófica. Pero el enfermo es desviado hacia un conocimiento aparente en lugar del legítimo filosofar. Cuando preguntamos, por ejemplo: ¿Por (1)
S tr a u s : Mschr. Psychiatr., 68 (1928).
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qué vivimos y perm anecem os en vida? Donde toda experiencia y pensa m iento consecuente tiene que hacer ordenar la existencia dei m undo, p a ra la razón contraria al fin, absurda, de ningún modo exacta, y donde la verdad de tai visión se m anifiesta en la práctica como suicidio, ¿qué es entonces lo que nos hace posible vivir? — puedo responder por el desen volvimiento de una creencia filosófica o de u n a creencia de revelación— o puedo decir: porque el proceso vital del devenir im pulsa en ese sentido (contra toda razón. Allí es la divinidad, aquí la vitalidad o con las palabras de Dostoievski, la villanía de los K aram asoff) ; la enferm edad consiste allí en que Dios se oculta o está perdido; aquí en que está p erturbada la despreocupación vital del devenir. Pero ninguna de am bas aprehensio nes son siquiera esbozo de conocim iento psicopatológico. El conocim iento tiene siempre que buscar fenómenos precisos y relaciones precisas, cuya afirm ación es accesible a u n a verificación o refutación. Pero de esta m a nera, con un com prender que cae en un incomprensible heterogéneo — Dios o devenir vital— , no hay ningún conocimiento, Y donde un saber acerca del ser así sim ula conocimiento, se pierde tam bién la verdadera filosofía. d) C om paración de las teorías presentadas. Echemos finalm en te u na ojeada com parativa a todas estas formaciones de teorías. W ernicke comienza con su teoría desde “fuera” , con el cerebro; Freud, en cambio, al revés, “ desde dentro”, desde lo psíquicam ente com prensi ble. Ambos ven u n dom inio efectivo, ambos generalizan lo lim itadam ente válido sobre el todo de lo psicopatológico y de lo psicológico, ambos term inan en construcciones abstractas. A un cuando, por el contenido y p o r su interés, no son tan opuestos, W ernicke busca lo absolutam ente incon> prensible, lo originado p o r procesos del cerebro, y Freud, en cambio, quiere com prender por com pleto casi todas las perturbaciones psíquicas desde dentro, sin em bargo la estructura m ental de esas dos m aneras de pensar está em parentada. Son oposiciones, pero en el mismo plano, con la misma limitación y falta de libertad del pensam iento. Es inconcebible y h a ocurrido tam bién que las teorías de ambos se resum an en la cabeza de u n psiquia tra (p o r ejem plo en G ross,\ W ernicke y Freud eran ambos discípulos de M eynert). Estas teorías están ligadas a nombres históricam ente relevantes. Parece como si una cierta categoría del investigador y la creación de la teoría estuviesen en relación. Pero con la teoría aparece desde el comienzo también, en los rendim ientos de conocimiento de estos hombres, un gusano que carcome el edificio, algo destructor y paralizador, un espíritu de absurdidez y de inhum anidad. Son distintos los modernos esfuerzos genético-constructivos. N o p ro yectan decididam ente una teoría total, tienen en oposición 3 la anterior,
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na actitud no fanática, obran a veces como un hum ano dar sentido, como na aceptación éscépticofilantrópica de concepciones que. tienen el carácir de un sentido: las explicitaciones hacen bien, las explicitaciones son lás que explicitaciones. Todas estas teorías, desde el enfoque m ediante ei cual se convierten en sbozos de investigadores p ara -su aprehensión total de la vida déí alma, on más que teorías. Lo que llamamos en form a m etódicam ente clara una eoría, tenemos que extraerlo en todas partes de los hallazgos efectivos de a investigación y del pensam iento de concepción del m undo; § 3. C rítica del pensam iento
teorético
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a) El modelo de las teorías científiconaturales. M odelos del peniamiento teórico fueron las teorías físicas, químicas, biológicas. E n ellas —aunque en las teorías biológicas ya m ás restringidam ente— es pensado ilgo que sirve de base a las m anifestaciones (átomos, electrones, vibrac io n es, e tc .), que tiene propiedades cuantitativas, de modo que de las teorías pueden ser derivadas consecuencias que en la realidad son infor madas o refutadas por experimentos medibles. Así tiene lugar un inter cambio continuo entre teoría y comprobaciones efectivas. L a teoría sd vuel ve fecunda, porque señala el camino p a ra nuevos hechos, y es siempre so berana porque todos los hechos se le someten en todo instante. C uando algo no concuerda, interviene la investigación. No es el sentido de la teoría interpretar y describir lo ya conocido, sino d e ja r descubrir lo nuevo. El gran éxito de las teorías científiconaturales obró sugestivamente en todas las ciencias. Así fueron edificadas tam bién teorías en la psicología y la psicopatología. Si aquí no se h an obtenido de ningún m odo grandes triunfos se debe al hecho que son esencialmente distintas de las t-eorías científiconaturales. Prim eram ente es visible la diferencia en la m anera de la verifi cación y de la falsificación. E n psicopato logia las teorías son esbozos en los que se estructuran los hechos conocidos, p a ra los cuales se buscan he chos que se ajusten y en los que se pro cu ra espacio p ara hechos que eventualm ente lleguen a ser conocidos en el futuro, pero en todas partes sin el m étodo sistemático que quiere abarcar con la m irada todos los hechos y está siempre a la búsqueda de las instancias contrarias. Es una agrupación bajo la analogía de u n a teoría, la teoría no es instrum ento de investigación. En segunda térm ino, las teorías no m uestran luego en su continuidad ninguna construcción estructurada, ninguna transform ación, en la que se vuelvan siempre m ás unitarias y m ás conformes con la reali dad. M ás bien u na teoría es construida y luego olvidada como conjunto. E n tercer térm ino, hay la disparidad de m uchas teorías antiguas sin li gazón.
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Por eso se puede decir: no hay en psicopatología ninguna teoría legí tim a como en las ciencias naturales. Fracasan, son especulaciones engañosas sobre un supuesto ser en formas, que reciben su analogía de las teorías científiconaturales, pero m ayorm ente sin métodos lógicamente claros.
b) El espíritu del pensam iento teorético. A todas las teorías, a pesar de su g ran diferencia entre sí, es común un espíritu — desviándose de las legítimas teorías científiconaturales. El pensam iento teórico tiene una atm ósfera propia. Im p era u n entusiasmo por haber captado lo verda dero y el todo de la realidad psíquica. Como en lo particular de las repre sentaciones se m en ta lo total, hay en ello, p ara la conciencia de los inves tigadores, más que lo que pueden expresar realm ente, es decir u n a vivencia prim itiva de lo real, que se com unica en imágenes. Así obra en el pensador de teorías la visión de lo inorgánico y de su regularidad; de la vida, en su plenitud ; de las form as puras, en su intem poralidad. De cada u n a de estas experiencias fundam entales nace u n a disposición del querer saber en esa forma de contem plación pensante. Si se llam a teorías somatológicas, por ejemplo, aJ m aterialism o y al biologismo; a las psicológicas, p o r ejemplo, psiquismo, a las lógicas, por ejemplo, idealismos, se clasifican así los con tenidos de las formaciones mentales, no las experiencias básicas y los im pulsos, las disposiciones y las actitudes de concepción del m undo que aquí se m anifiestan (de donde está vinculado m ayorm ente al pensam iento teó rico un fuerte afecto o, p a ra aquellos a quienes falta éste, la formación m ental teórica se vuelve rápidam ente vacía y a b u rrid a). Las teorías suelen aparecer con la pretensión de dom inar el todo. Los teóricos tienen la conciencia instintiva de haber reconocido de algún m o do la causa misma, en el fondo, definitivam ente; de captar el todo de un m anotón. C om pran esta satisfacción m uy cara, ciertam ente. T ienen concep ciones inevitablem ente fijadas, aún cuando se presenten tan variables en la form a; violentan; lo m iran todo por esos lentes, que hacen ver algunas cosas con agudeza no común, pero enceguecen p ara muchas más. Tales hombres tienen algo así como ideas fijas3 en caso de que sean, teóricos vivaces y no sólo constructores superficiales. Son fascinantes, porque tienen el pathos de un conocimiento más hondo y no menos tam bién porque llegan aparentem ente a la esencia de las cosas, con medios mentales relativa*m ente simples. E xtravían porque, m ayorm ente, satisfacen tam bién necesi dades metafísicas. En el placer de la teoría se está como hechizado por un ser en sí, que se im agina captar. Por eso los contenidos de las teorías es tán estrecham ente vinculados a las concepciones del m undo y al espíritu de su tiempo.
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En el origen histórico de la form ación de teorías hay, en verdad, rudimentos por lo general fecundos. Intuiciones anticipadoras de u n todo abren nuevos espacios a las investigaciones, crean, por decirlo así, nuevos órganos de aprehensión. Pero luego es precisam ente el instinto teorético el que paraliza esa fecundidad, en tanto que pretende haber captado, en esbozos terminados, el ser propiam ente real, básico. Es la equivocación fundam ental del desarrollo teórico que se encierra, desde unas primeras visiones abarcativas, en la m orada de una form ación racional. El en tu siasmo inicial en el contacto con lo real se convierte en fanatismo del sa ber, que es falso en el dogma desenvuelto. La crisis engañosa está en la transición desde la conquista de nuevas visibilidades al supuesto saber, con ello a nueva ceguera en el encasillamiento y en la subordinación. Los teó ricos que han vivido el entusiasmo del origen, se defienden desde él contra la duda de su veracidad. Pero lidian con las operaciones vacías de la teoría petrificada, e n lugar de hacerlo con el origen, o con la pretensión general de un conocimiento de lo propiam ente real contra la prevalencia, por ellos rechazada, del legítimo saber empírico. La seducción por la prim era ver dad hace perm anecer firmes en las operaciones racionales infinitas de la teoría. Es instructiva la experiencia histórica de que toda psicopatología. que es dom inada por los intereses teóricos, se vuelve pronto tam bién dogm á tica y luego infecunda. Solo una psicopatología que tiene por punto de partida un interés indom inable por la m ultiform idad de lo real, por la plenitud de la visión subjetiva y de los hechos típicos objetivos, por la m ultiplicidad de los métodos y la singularidad de toda tendencia de cono cimiento, cum plirá su misión como especialidad científica. Rechaza »'1 modo de pensar teorético, que “m uestra los pocos mecanismos básicos biológicos que vuelven en todas partes, a los que se deja reducir la confusa plenitud de Ja rica vida real” . Q uiere conservar su libertad ante el m undo teorético de un ser supuestam ente reconocido verdadero; quiere retornar cons tantem ente de ese segundo m undo a la actualidad completa de lo real (y no quiere robar al hom bre, por un saber teorético acerca del ser. la am plitud de lo que es existencia y por tanto limites y no objeto de la psicopatología). N ota en todas las teorías un peligro: que apartan de la experiencia sin prejuicio y conducen a un estrecho dominio de conceptos rígidos, a una interpretación esquem ática. El sentido y pl encanto de la teoría debe ser captado al igual que su pobreza y su simpleza. c) Los extravíos fundam entales de las teorías. El pensamiento teórico lleva constantem ente a errores. Se está inclinando a tom ar por 3'ealidad lo pensable ( p o s i b i l i d a d ) a confundir lo inverificable arbitrario con
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]o verificable (d eterm in ab le); a tom ar lo pensado como básico, que es presentado en analogías, directam ente por contem plación de realidades. Al gunos extravíos frecuentes los destacamos a continuación: 1. L a g e n e r a l i z a c i ó n a b s o l u t a . El resultado de una consideración metodológica de las teorías psicológicas es: una teoría “exac ta” no es posible. N inguna teoría dom ina el todo. Toda teoría que se tiene por el conocimiento dél acontecer básico verdadero, nace de lá generali zación absoluta de un conocimiento particular, de un punto de vista p a r ticular, de categorías especiales. Es una noción m etodológica extraordina riam ente simple que !o p articu lar no puede ser tom ado como el todo. Es ilustrativo descubrir la generalización absoluta y liberarse así siempre de una, ligadura que se h a impuesto el pensamiento mism.T. Pero es asom broso en qué m edida nos inclinamos siempre a la generalización, que lle vamos a cabo sin advertirlo, 2. L a s f a l s a s i d e n t i f i c a c i o n e s . M ientras que m u chas representaciones teóricas son aprovechables p a ra un dominio limitado y sólo se vuelven fa.'sas cuando ha de explicarse según ellas todo acontecer psíquico, hay, en cambio^ otras teorías que, en principio, ya son falsas. Algo que es conocido directa v claram ente en un lugar (el cerebro por otro lado, relaciones com prensibles), es hipostasiado como lo único real-d e la vida psíquica. De tales teorías hay dos grupos: 1. Las disecciones del cerebro se transform an en construcciones fantásticas y nada instructivas de los procesos psíquicos paralelos. 2. Las relaciones comprensibles se convier ten en “leyes” extraconscientes, son traducidas como relaciones causales y hechas así teorías. Es lo erróneo en principio, que inspira las construccio nes teóricas de W ernicke y Freud, 3. L a s c o n f u s i o n e s . Cuando un investigador se im agina teorías, suele asociar m uchas representaciones teóricas, éstas con observacio nes reales, con posibilidades comprensibles y esbozos típicoideales, de m a nera que su obra, como conjunto, requiera un análisis metódico. Allí donde se produce u n a clara com binación de lo diverso, no surge ningún error. Pero donde es confundido sin claridad lo uno con lo otro, donde se tiene una transición, constante de lo uno a lo otro, allí la confusión de lo he terogéneo es origen de errores insuperables. M ezclar sin m étodo fenóm e nos subjetivam ente vivenciados, hechos típicos objetivos, comprobaciones causales, y relaciones comprensibles en Ja teoría de lo básico (Zugrundeliegende) , hacer fluir lo inm ediatam ente dado en la conciencia, con lo extraconsciente, esto lleva a u na confusión que al fin hace que todo sea verdadero y todo posible, todo falso y todo obscuro.
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d) Ineludibilidad de las representaciones teóricas en psico* tología. El tener que pensar sobre lo extraconsciente es inevitable en aprehensión de la realidad psíquica. C uando lo extraconsciente no es un jeto biológico captable en la experiencia directa, es entonces teoría, i tal modo, las representaciones teóricas son inevitables en psicopato*ía. Por eso fueron rozadas en casi todos los capítulos nociones teó:as, sin hacerlas conscientes. H ay en los pensamientos teoréticos u na fera propia, independiente, de conceptos psicológicos que tienen que r considerados desde un p u n to de vista indispensable. Por eso se han invertido expresamente en nuestro objeto, en este capítulo. U n ordenam iento de las teorías h a sido posible de acuerdo con las ¡presentaciones esquemáticas que utilizan, luego según los creadores que an puesto en m archa u n a m anera de pensar teorética. A hora podemos reguntar po r el modo de su sentido positivo. T ienen su utilidad, pero on limitación siempre señalable, 1. Las teorías sirven p a ra un ordenamiento. Los esbozos teoréticos leí pensamiento perm iten aprehender unitariam ente lo disperso, hacer barcables las descripciones. 2. Las teorías conducen a los plante amientas de problemas. Se adjuieren por ellas vías de investigación, en tanto que, m ediante lo pensado :omo basamento, es anticipado como posible algo observable. 3. Las teorías son indispensables p a ra el conocimiento causal. L a se cuela de las realidades psíquicas en el tiempo, no podemos aprehenderla ni captarla en su continuidad de m odo puram ente psicológico. Faltan, en todas partes, miembros intermedios. Estos tratam os de hacerlos por medio de investigaciones somáticas. Pero las lagunas aparecen de nuevo. El conocimiento causal im pulsa p o r ta n to a la teoría, p a ra captar, m ediante un basamento, la continuidad del acontecer. Pero la form ación de teorías queda dispersa en psicopatología, particular, ad hoc. Las teorías no son abarcativas y totales. Con eso, todo conocimiento causal psicopatológico queda caracterizado, 4. Las representaciones teóricas específicas tienen u na afinidad con determ nnados dominios de investigación. A parecen siempre que en esos dominios se piensa en la categoría causal. Así pertenecen al dominio de la psicología experim ental de los rendim ientos, las teorías de los elementos y las ligazones, de los mecanismos de asociación, acto y efecto configurativos. De la psicología com prensiva nacen lis representaciones de escisión, mecanismo extraconsciente, transposición, y así por el estilo.
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5. El problem a fundam ental es: ¿es necesaria una teoría del.alm a en total? H ay que negar este problema.. Pues todas las teorías que m uestran su sentido en psicogatología, son representaciones utilizables p a ra la expli cación de dominios restringidos de hechos. Aquí tienen su justificación sólo p o r la utilidad, no por la realidad eventual de lo im aginado en ellas. Al interrogante si las teorías, así como las ideas sobre el basamento, están más o menos próxim as al menos, a lo “real”, a lo “verdadero”, no se puede responder en general. E n todo caso, se refiere u n a teoría sólo a u n algo particular, nunca al tocio del alm a. N o hay ninguna teoría válida del alma, sino sólo una filosofía del ser hum ano. Por eso puede ser siempre posible el problem a: ¿N o es la teoría en todo caso un error? ¿N o es lo teorético, en la m ultiform idad arbitraria, sólo una m anera de describir y ordenar ciertos fenómenos? e) L a posición m etódica ante las teorías. Dados la ineludibilidad y lo problem ático de las teorías, es bueno, en resumidas cuentas, for m ular expresam ente la posición m etódica ante ellas: 1. Es necesario conocer el pensamiento teorético en sus principios y posibilidades, p a ra aprovecharlo en los dominios restringidos de su fecun didad,. dom inarlo en total por la visión superior, para luego no incurrir en teoría alguna, para no d a r fe a ninguna como si acertase al ser mismo. Todas pueden, m om entáneam ente, ser adm itidas en su dominio, pero nin guna y ni tam poco todas en conjunto, pueden m erecer u n entusiasmo para penetrar por su vía en lo profundo del hombre. 2. E n todo avance con el pensam iento teorético hay que saber cesar a tiempo, retharse de la teoría, p a ra seguirla sólo en la m edida en que adquiere figura y hace posible la experiencia, se puede im aginar el disgusto que invade en las interpretaciones teóricas: el au tor se consagra, en lugar de hacer experiencias, p o r otra parte, a interpretaciones sin fin, que repiten y com binan experiencias por u n a p arte y por otra, indeterm inadas, ge nerales. 3. Debe contentarse uno a m enudo con representaciones teóricas im precisas en el límite de la experiencia: esas representaciones renuncian a u na extensión, se lim itan a la com probación de que aquí tiene que ser imaginado ineludiblem ente algo extraconsciente, cuya investigación puede resultar, no directam ente, sino sólo m ediante el hallazgo de un a vinculación causal. Aquí se esfuerza por elegir en lo posible, expresiones indiferentes, como por ejemplo, ‘'mecanismo extraconsciente” , “transposición” , “paso” , etc. Estos pensam ientos teóricos no tienen ninguna clase de significación independiente ya, sino que son meras comprobaciones de límites, m era res-
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ricción de la significación y del dominio de validez de los conocimientos xistentes. 4. Toda la bibliografía está p enetrada, en p arte dom inada por repreentaciones teóricas. A pesar de su utilid ad lim itada, no raram ente son. uperfluas y en conjunto como u n a enredadera que sofoca la visión real, a concepción vivaz, la m archa deí conocimiento. La aprehensión crítica le toda la bibliografía psiquiátrica exige claridad sobre la esencia y las endencias del pensam iento teorético. T am bién por este motivo es necesario;er consciente, en grandes líneas, del pensam iento teorético, p a ra recono:erlo de inm ediato cada vez que aparece. H ay u n a diferencia en la actitud n en tal de los investigadores sometidos a teorías, que se dejan llevar p o r ellos inadvertidam ente en su pensam iento, y la de los que las m anipulan a .conciencia,, porque las conocen y no dan a ninguna u n a significación que vaya más allá de la utilidad relativa de u n instrum ento metódico.
C u a r t a
p a r t e
LA CONCEPCION DEL CONJUNTO DE LA VIDA PSIQUICA E n la investigación de las m anifestaciones de la vida se descubren, con -el refinam iento del análisis, cada vez nuevas relaciones aisladas; la vida mism a, em pero, perm anece el todo, desde el cual son analizados esos por menores, que son inanim ados, nunca la vida misma. En analogía con esto está nuestro conocim iento de 1a. vida psíquica. A partir de la vida psíquica analizam os relaciones aisladas (por ejemplo rendim ientos de la m emoria, capacidad de trabajo, expresión en movimientos, sentido de las obras y actos producidos, relaciones comprensibles entre la vivencia y sus reper cusiones, efectos del cuerpo, herencia, etc.). En todo análisis tenemos presentes totalidades relativas que le pertenecen (estado de conciencia, el todo funcional, etc.). Pero restan adem ás las totalidades de lo psíquico en general, el conjunto de la vida psíquica, de la que hemos destacado y destacaremos en lo sucesivo algunas cosas. Esas totalidades quisiéramos concebirías precisam ente como totalidades y señalarlas descriptivam ente en el estudio de los enfermos y utilizarlas p ara el diagnóstico. E n ello se m uestra que no podemos cap tar el “ todo” como tal, sino que tam bién aquí tenemos que analizar. N o reconocemos el todo de la vida psíquica, ni el todo de una personalidad individual, sino que dirigimos nuestras intenciones a ese todo por totalidades construidas: por el curso de la vida en total, ia particularidad diversa del individuo, las unidades nosológicas, totalidades, -que no son a su vez tam poco el todo, sino que sólo son pautas finales, resul tados de u n análisis, que nos señala los caminos de posible aprehensión del todo, sin e n tra r en posesión del todo. Lo que es propiam ente el todo, q u e d a siempre abierto a su vez. El todo es siempre la idea de un infinito; lo que con ello m entam os, no podemos agotarlo jam ás. El todo pensado es siempre el esquem a de aquella idea con que operamos, sin tom ar ese esquem a por la idea misma. El conocimiento incurre en el extravío, cuando del todo quiere hacer, com o totalidad, u n objeto firm e, determ inable. Sobre la proporción entre lo aislado y el todo hay dos opiniones unila terales contrapuestas: u n a explica que en la vida psíquica sólo hay ele mentos, es decir, hechos típicos aislados y relaciones aisladas; el todo de lo psíquico no es n ad a que se agrega, sino sólo otra expresión p a ra las
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inculaciones en que están los hechos típicos aislados o p a ra la penetración e todos los procesos del alm a p o r uno de los elementos. L a o tra opinión, ice que el todo de la vida del alm a es lo esencial y que, aquello alterable isladamente y que se vuelve 'anorm al, el análisis de elementos así como nuchos hechos típicos aislados, es algo artificial. Ambas opiniones caen, n errores. C uando sólo se ven elementos y sus vinculaciones, aparece lá rida psíquica como u n mosaico o caleidoscopio de fragmentos m uertos; alta la intuición p ara el color a través del todo; falta la crítica, que sólo juede ver y determ inar cada hecho típico aislado en relación con el todo. Pero si se hipostasía, al contrario, el todo en u n a esencialidad fírme, cuya :aptación directa sólo im porta, se pierden, todos los concentos agudos, se pierde el único camino del análisis exacto, que es seguido en los hechos aislados y en sus vinculaciones por la determ inación precisa de los elem en tos. El conocimiento fecundo oscila, por tan to , constantem ente, entre los elementos y el todo. Frente al todo, existe en verdad una intuición, que se vuelve más clara tan sólo en el análisis de los elementos. Con los- ele mentos aislados se puede tra b a ja r superficialm ente con facilidad; pero sólocuando son vistos en relación con el todo obtiene su aprehensión fidelidad a lo real. El todo está a veces presente en el “sentimiento” del observador, sin que los elementos sean m uy claros; hay una “ visión” p ara la consti tución, tipos de enferm edad, complejos sintomáticos. Sin embargo, la aprehensión exacta se aplica siempre a los elementos, pues sólo por su determ inación se vuelve aquélla clara y palpable. Siempre que se habla de totalidades, vuelve el mismo problem a: no se pueden asir directam ente, se vuelven más claras sólo en la m edida en que se logra su análisis. M ues tran su propia esencia a través de tales análisis, que, frente a los discu~ tidos hasta aquí, tam bién aportan nuevos conceptos y admisiones de hechos. a) L a tarea. Se quisiera ap rehender el alm a en toda la am plitud de su composición actual y a lo largo de toda su vida. El fenómeno de toda una vida, la idea d e u n hom bre que es esa individualidad em pírica, h a de volverse accesible. Todo lo discutido en los capítulos anteriores se vuelve mero elemento, factor aislado, u n todo relativo, provisorio, de un dominio. A hora se quiere saber cómo se corresponden y dónde se juntantodos los elementos m encionados hasta aquí y todas aquellas totalidades relativas. Se quisiera conocer el centro, lo abarcativo y lo portador, la substancia de la que todo lo dicho hasta aquí son sólo m últiples m anifes taciones aisladas, que tienen lu g ar en el tiem po y su significación como síntomas. b) L a ram ificación en tres tareas. Tenem os que ver cómo a d quiere figura em pírica el todo. El todo es visto y pensado biológicamente, no en un estrecho sentido de investigación biológica aislada, sino en el
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sentido de una concepción del hombre como un todo vital, en tanto que no es en verdad un acontecer biológico total, sino que lo tiene por funda m ento perm anente y condición de su esencia. Vive un fragm ento lim itado de tiem po en las fases biológicas de su edad; es en su singularidad even tual, u n a p articularidad dentro del ser hum ano en general; es atacado por procesos patológicos en los que se estructuran manifestaciones múltiples siempre en u n acontecer biológico total. El todo de la figura empírica del hom bre adquiere, pues, biológicamente, tres aspectos: E l todo es prim ero la enferm edad determinada. El estar enfermo se configura en enferm edades especiales, que son nom bradas. El hom bre es un todo, en segundo lugar, como cuerpo, en el que está presente, esa unidadcuerpo-alm a en que se m uestra su particularidad, en la que dorm itan toda vía sus posibilidades, en tanto que no están ya desarrolladas; es caracteri zado de m anera siempre singular, por últim o, única. En tercer término, el hom bre es u n todo en la dimensión de su curso de vid a : lo que es, tiene consistencia en el tiempo, está lim itado y form ado por el tiem po; el des arrollo de su esencia m uestra lo que es. L a m eta de la investigación, por tanto, es prim ero la unidad nosológica. Esta se concreta en la historia clínica representativa, que adquiere unidad para la visión nosográfica de conjunto, unidad que es expresada en el diagnóstico. Llam am os a esa ciencia nosología. E n segundo térm ino, el objetivo es el todo de la particularidad. Se concreta en la descripción articulada de una esencia en su figura. L lam a mos a esa ciencia eidología. En tercer lugar, el objeto es el todo del curso de la vida. Se concreta en la exposición de una biografía. Llam am os a esto ciencia biográfica. Los métodos son los mismos p a ra las tres tareas: recolección de todos los hechos típicos de una vida h u m ana singular en u n psicobiograma (m é todo psicográfico), con form ación de ese m aterial sea desde el punto de vista de la unidad nosológica diagnosticable, sea desde el punto de vista de la particularidad duradera, sea desde el punto de vista de un desarrollo de la vida coherente, tem poralm ente extenso. Condición previa para el in vestigador es la visión que descubre la unidad en la m ultiplicidad de las manifestaciones, la visión nosológica, eidológica, biográfica. Los tres caminos están ligados entre sí indisolublemente, las tres cien cias son ram ificación de una sola. L a unidad nosológica debe buscarse sólo por el cam ino de la investigación biográfica y eidológica; pues depende de la esencia del hom bre entero. L a biografía incluye al estar enferm o; ningún hom bre es bien com prendido si no se conoce su condición de
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enfermo. L a captación de su particularidad necesita del conocimiento bio gráfico y. nosológico, pues se m uestra a través de la vida entera y a través del tipo de las afecciones, U no de los tres caminos suele estar en el prim er plano del interés. Desde él están entonces los otros dos en la sombra. La tendencia nosológica dom inó en el período de K raepelin. C uando se puso en prim er plano, por K retschm er, la tendencia eidológica, hubo en lo nosológico u na resignación en “el diagnóstico pluridim ensional” . U n a renuncia a ias ideas de las unidades nosológicas y de las unidades constitucionales, se lim itaría a lo biográfico y utilizaría los esquemas de aquellas ideas, sólo como medios auxiliares p ara éstas. c) Lo que es alcanzado y lo que fa lta en el intento de solu ción de los problem as. Si se captase realm ente el todo de un individuo, se habría captado un solo individuo irrepresentable como éste. Todo lo gene'ralm ente reconocido sería u n medio en el camino del conocimiento del todo, que es siempre simple. El conocim iento de un individuo presupon dría acabado conocimiento de lo general y sería, en concreto, más que esto p or el todo simple que se le m uestra aquí. Este objetivo es inalcanzable. Pero en el camino de buscar el todo como tal, son encontradas nuevas categorías que son específicas, tienen un carácter general y m antienen en movimiento el conocimiento del todo buscado, aun cuando no alcanzado. Así adquiere, en su realización, la búsqueda del todo, de tanto en tanto, la figura de un nuevo conocimiento particular. Esto se expondrá en los siguientes capítulos. En la nosología, no es adquirida ninguna un id ad nosológica, sino que, bajo la idea de la misma, son destacadas, con la preferencia de algunos elementos particulares, unidades nosológicas relativas, las mejores posibles en cada instante p a ra los fines del diagnóstico. L a presencia de la idea m uestra al mismo tiem po la falta de realización concreta del conocimiento buscado en ella. En la eidología son captadas las particularidades de inm ediato en as pectos determ inados y singulares, en tipos como pautas, en lugar de especies de un ser así. La particularidad com o todo es afectada por u na m últiple aprehensión de tipos e indirectam ente representada, ella misma como un todo retrocede por decirlo así. En la biografía surgen los puntos de vísta de la figura tem poral, la edad y las formas del curso de la vida, y los puntos de vista de la elección (prim era vivencia, crisis, etc.) p a ra llegar a la concepción del todo.
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Es posible rechazar aquí en su principio todos los esfuerzos intentados. Se puede decir: N o hay ninguna unidad nosolégica, se corrió tras u n fan tasma, N o hay ninguna particularidad — se oye sólo hab ar de tipos y de factores singulares; toda p articularidad cap tad a no es el todo, sino un elemento. N o hay ninguna biografía — es siempre sólo colección casual de hechos y elección según la aprehensión subjetiva y cada objetivo aislado del conocim iento; la vida es al fin u n agregado de acontecimientos; no el todo de u n desarrollo. Por ta n to — tal es el resultado dé esta refutación— hay sólo biografía precipitadam ente recogida, no hay más que ilustración tipológica caprichosa de posibilidades hum anas, no hay más que diagnós tico pluridim ensional agrupado. Estos refutadores tienen razón cuando se les ofrece la firm e consistencia de u n saber acerca del todo. N iegan eso con razón. No están en lo justo cuando desconocen el cam ino del conocimiento bajo ideas, y en lugar de un algo p articu lar visto constantem ente a través de la idea, sólo se quedan con particularidades dispersas, que u n a razón chata puede colocar conti guam ente. El problem a es siem pre análogo: no se trata de la existencia de un objeto, sino de la veracidad de u n a idea, d) E l entusiasm o p o r el todo y el error. Siempre que se avanzó p o r el cam ino hacia el todo, se manifestó u n legítimo entusiasm o: el cono cimiento se im aginaba tener los últimos factores, lo más profundo, lo que es propiam ente y de lo cual todo lo dem ás es consecuencia. Se cree reconocer la esencia de las cosas. Ese entusiasmo es justificado, m ientras significa la realización de las ideas. Se convierte instantáneam ente en estrechez dogm ática, cuando supone haber reconocido el todo. Luego aparece, en lugar de la idea, la im plicación vacía de todas ¡as manifestaciones bajo u n p a r de categorías, sean diagnósticos de enfermedades, constituciones u otras. P ara el cuadro total de la psicopatologia y su exposición, nace de este trastrueque la propensión a p a rtir del todo cómo de algo reconocido, de la personalidad como unidad-cuerpo-alm a, de las grandes unidades nosológicas, etc., y a estructurar entonces lo aislado. La ventaja de tal exposición es el gran rasgo, la sim plicidad, el comienzo con lo más esencial del ser mismo, que despierta en seguida el interés viviente, Pero la desventaja está en que la secuencia de la exposición no puede m antener lo prom etido. Pues del todo no se puede desarrollar lo aislado. Se conservan sólo las grandes consignas, se pierden los interrogantes radicales, se m alogra la disposición indagatoria abierta, m ultilateral. Se creyó conquistar el todo en el asalto y poseerlo de un golpe y hay ahora que advertir que, en el salto sobre la construcción crítica y m etódica en particular, al fin, no se ve perplejo ningún cam ino m ás y no se quiere oír más de lo mismo siempre.
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e) £1 conocim iento del hom bre com o cam ino e n lo abierto del ser hum ano propiam ente dicho. P a ra el conocim iento crítico vuelve constantem ente la experiencia: el todo no es el todo en últim a instancia. El hom bre no está encerrado en lo cognoscible. Es siempre m ás que lo que de sí conoce. Su esencia y origen están m ás allá de lo cognoscible. Por ello sucede que el supuesto todo en que se cree haberlo conocido, vuelve a caer pronto ante el análisis crítico. Siempre tiene lugar la irru p ción a través de la cerradura falsa; como presunto todo. E n cad a capítulo e n que el tem a fué un todo relativo, hemos percibido los límites. Al fin está ante nosotros la am plitud del ser hum ano y estamos ante problemas que no se pueden contestar por investigaciones empíricas y que, sin em bargo, aparecen ineludiblem ente en la investigación. Serán señalados en la parte V I. Su esclarecimiento ulterior es cuestión de la filosofía. E n especial, el hom bre no está tam poco encerrado en las cognoscibili dades biológicas que constituyen el tem a de esta cu arta parte. Esto se m uestra por el salto de las totalidades a discutir, desde u n a esencia bio lógica a u n a espiritual y finalm ente existencial. L a enferm edad es com prendida tam bién como p articularidad personal de la esencia (de los n euróticos): la particularidad personal es form ada finalm ente aú n y guiada desde un origen existencia; la figura biológica tem poral del acontecer de la vida es transform ada en com portam iento del hom bre respecto de su bíos en la historia de su vida. f) L a investigación bajo la dirección de ideas. K an t. h a com prendido y m ostrado grandiosam ente: D onde quiero captar el todo, sea el m undo o los hombres, m e desaparece el objeto, porque lo que yo tengo en vista, la idea (tarea de investigación in fin ita ), n o es finitud determ inada y cerrada. Lo que conozco no es nunca el m undo, sino algo en el m undo; el m undo n o es ningún objeto, sino idea. Si inten to falsam ente d a r afir maciones de él como de u n objeto, entro en antinom ias insolubles. E n el m undo puedo progresar cognoscitivamente en todas partes. E l m undo no puedo conocerlo(J) . No ocurre otra cosa con el hom bre. El hom bre es ta n abarcativo como el m undo. N o lo tengo nu n ca ya en el todo, cuando se m e h a vuelto objeto, y esto siempre de u n a m anera determ inada y bajo determ inados puntos de vista. Pero el todo se escapa, sin embargo. D onde busco el todo, busco en lo infinito las relaciones de todo lo palpable preciso (la característica (J ) Sobre la doctrina, kantiana de las ideas, ver, en m i Psychologie der. W eltanschauungcn, el apéndice. La doctrina kai>’iana de las ideas significa una de las visiones más hondas e ilustrativas de la filosofía. Tiene que ser estudiada en el original (C ritica de la razón pura y Critica del juicio).
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de trabajos que van al todo bajo u n a idea es que gonen en relación, siste m áticam ente, todo lo hasta entonces disperso, que parece hablar um ver salmente de todo, m ientras se refiere a u n a cosa). Si no puedo conocer justam ente tam poco el todo como idea, m e aproxim o a él — con las palabras de K a n t— a través del “esquem a” de la idea. Los esquemas son tipos esbozados, falsos cuando los trato como realidades o como teorías de algún basamento, verdaderos como auxiliares metódicos, que son infinitam ente corregibles y transform ables. g) M étodos de la tipología. El ser objeto cognoscible lo capto en especies, a las que pertenece; el objeto de la idea lo circunda en tipos. Es inevitable y esclarecedor m antener la diferencia entre especie y tipo» A una especie (por ejem plo, la parálisis) pertenece un caso o no pertenece. U n tÍ£o (por ejem plo, el carácter histérico) corresponde a u n caso m ás o menos. Especie es el concepto de u n a variedad limitable existente real mente. T ip o es u n a form ación ficticia, a la que corresponde u n a realidad con límites fluidos, en que es m edido un caso individual, pero no subordi nado. P o r eso es im portante m edir el mismo caso individual en muchos tipos p a ra agotarlo en lo posible. E n cambio, es evidente que la subordi nación bajo u n a especie lo presenta como resuelto. H ay especies o no las hay. Los tipos se dem uestran en la captación de los casos individuales (en su característica presupuesta a p a rtir del todo de su ser) como fecundos o no. Por las especies son reconocidas las fronteras reales, p o r los tipos es dad a sólo u n a m ultiplicidad flúida de u n a estructura. ¿ Cómo nacen los tipos? A través de nuestra visión pensante, con la que desarrollamos un todo coherente construible. Distinguimos los tipos del térm ino medio y los tipos ideales. Los tipos medios surgen cuando se com prueba, p o r ejemplo, en un grupo de hombres, características m ensu rables (talla, peso, capacidad de fijación, fatigabilidad, etc.) y se calcula su intensidad m edia; la reunión de todas las características d a p o r resultado el tipo m edio de ese grupo. Los tipos ideales surgen cuando desarrollo, desde presuposiciones dadas, todas las consecuencias, construyendo causal m ente o com prendiendo psicológicamente, es decir, cuando veo u n todo en ocasión de la experiencia, pero no a través de la experiencia. P a ra los tipos medios necesito u n a gran m asa de casos. P ara el desarrollo de un tipo ideal me basta el m otivo de la experiencia en u n individuo único o en dos individuos. D e la esencia del tipo ideal resulta que no tienen, prim eram ente, ninguna significación como especies del ser, pero que son la p au ta en que medimos los casos individuales reales. E n tanto que estos corres ponden al tipo ideal, los captam os. El carácter histérico de u n ser hum ano real no es delineado ni “p u ro ” . D onde la realidad no corresponde al tipo
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ideal, preguntam os todavía de dónde procede; pero si corresponde plena m ente a la realidad, el conocimiento es satisfecho de una m anera caracte rística, y preguntam os por la causa de ese todo. Los tipos ideales nos d a n adem ás la posibilidad de hacer ordenados y precisos los estados y desarro llos psíquicos en concretos, no p o r enum eraciones sin cohesión, sino por el descubrimiento de relaciones típicas ideales, en tanto que existen realm ente. U n a diferencia entre los que describen con talento y los que hacen historias clínicas jactándose de objetivos, pero que no hacen más que un a enum e ración de casos, está en el hecho que los prim eros utilizan instintivam ente los tipos ideales, sin tener que ser por ello, en lo más mínimo, menos objjetivos(1) . Las tipologías son posibles en todas partes donde son buscadas totali dades. H ay tipos de inteligencia y de demencia, tipos de carácter, tipos de estructura corporal, en construcción m orfológica o fisonómica, tipos de cuadros nosológicos, etc. Siempre se busca con ellos u n esquema de la idea del todo eventual. Pero se pretende más que presentar sólo tipos en lo infinito. Los tipos tienen una diferencia de valor, según se acercan a la realidad o quedan distantes de ella. Esa realidad h a de ser el todo del hom bre como acontecer biológico. Por eso son m encionados justam ente los horizontes biológicos m ás amplios, la evolución (ontogenética y filogenética) y los procesos de la herencia; es vinculado todo con todo (y en correlaciones cuantitativa m ente determ in ad as); es tom ado lo somático en sentido anatomofisiológico y morfológico, lo psíquico como m odo de vivencia, capacidad de rendi m iento, o caiácter, p ara captar un todo, desde el cual habían de ser expli cables las diferencias individuales. E n ello está siempre el defecto am ena zante de generalizar de m anera absoluta un dominio de las investigaciones individuales posibles; pues se exige la concepción de la totalidad. Pero como ésta se vuelve particular, inevitablem ente, en la realización, la tota lidad permanece una idea. El hecho que tales ideas guíen, hace esencial las. investigaciones de K raepelin, K retschm er, Conrad. L a crítica no tiene nada que hacer más que elaborar la verdad de las ideas contra su propia m ala comprensión. h) El psicograma. El m étodo técnico universal, p ara ab ar car al hom bre entero, es la colección de todo el m aterial accesible y la exploración del hom bre desde todos los puntos de vista posibles. Es el procedim iento más extrrior para asegurar el todo, como conjunto, a modo de agregado. L a (I) S o b re el c o n r e p t o c s p r c i a l las nä
y sigts., Tubinga, 1922.
d e l tip o id e a l, v e r M ax W f.b e r : Arch. R e im p r e s o en Gesammelte Aufsätze zur
Sozialwi'ss-, 19, y a lli e n WissenschafIslehre, p. 190
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inscripción de todos los hallazgos en un esquema ordenado se llam a psico» gram a. El m étodo psicográfico no tiene ningún otro sentido que el de obligar al investigador, p o r u n esquem a en lo posible am plio; a no olvi dar n a d a t1). Con el conjunto del m aterial psicográficam ente ordenado hay que des tacar todavía totalidades m etódicam ente evidentes: la biografía como expo sición form ativa de u n a u nidad individual en todo el curso de u n a vid a; la tipología com o eventual serie de form as p a ra la aprehensión de la esencia básica de la eidología (sexo, constitución, ra z a ), la historia clínica como exposición unitaria desde el p u n to de vista de la afección.
(1) V er. el esquema psicográfico: Z . angew. Psychol., 3 , 163 (1909); 5, 409 (1911). Beth., 4 (1911). Aquel esquema psicológico de interrogantes quisiera extenderse a todo lo que varía individualm ente; e n tra ñ a tam bién, pues, toda la psicopatología. H oy: K r e t s c h m e k , E .: P s y c h o b io g r a m m T ubinga, L aupp.
C
La
síntesis
de
a p í t u l o
los
P
cuadros
r i m e r o
nosológicos
(nosología)
E n la psicopatología general son tratadas prim eram ente, por sí, algunas manifestaciones aisladas, p o r ejem plo percepciones engañosas, fuga de ideas, ideas delirantes. Se las im agina como fenómenos aislados y se considera aquello en que coinciden, cualquiera que sea la enferm edad en que aparez can. Pero de hecho, toda m anifestación tiene en diversos enfermos distintos matices. Estos consisten, no sólo en u n desarrollo m ás o menos completo, sino que con igual desarrollo tienen todos los procesos psíquicos sus m odi ficaciones, que fluyen en p a rte de la distinta individualidad, en parte de las diversas alteraciones psíquicas m ás generales. A m enudo podemos sentir esos m atices m ás que form ularlos conceptualm ente. Si las manifes taciones fueran formaciones rígidas, siem pre idénticas, sería posible consi d e ra r los cuadros nosológicos com o formaciones en mosaico, compuestas diversam ente con piezas aisladas idénticas en todas partes. No habría m ás que dom inar esas piedrccitas idénticas en todas partes, ver en qué enfer m edad suele estar representada cada u n a m ás a m enudo, y llegar p o r adic ción de las frecuencias al diagnóstico. Ese m étodo de falsa estructura en mosaico, empleado m uy a m enudo en rudim entos, queda, sin embargo, pegado a las exterioridades, hace m ecánica la investigación psicopatológica y el diagnóstico, petrifica lo hasta ahora adquirido. Algunos principiantes tienen especial predilección p o r ese camino, pues es m uy fácilm ente captable, y se puede estudiar con relativa rapidez y con claridad. M anuales enteros como el de Ziéhen, le deben su éxito, su fácil entendim iento y — su rigidez m ortal. Im p o rta no dejarnos llevar por esa fácil captabilidad y, en lugar de aprender de memoria los síntomas, p en etrar reflexivamente en los puntos de vista. Todos los puntos de vista parecen adm itidos en los capítulos anteriores, y lo que es visto desde ellos parece hab er sido expuesto. Como analistas podríam os contentarnos con los m étodos que hem os conocido. Pero p a ra el clínico es problem a esencial desde tiem pos antiguos: ¿C óm o se encuentra todo en el caso aislado? ¿ Q u é enferm edad, es decir, qué unidad nosológica se tiene delante? ¿Q u é unidades nosológicas hay? ¿E l psiquiatra, cóm o analista, descompone un caso en todas las direcciones; el psiquiatra, corno
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clín ico, quiere hacer u n diagnóstico. P ara él todas las manifestaciones .se
convierten en síntomas de enfermedades. U n a unidad nosológica tiene los síntomas que le corresponden, los que se pueden esperar, y desde los cu a ’es se infiere la enferm edad que les sirve de base. El gran problem a consiste en saber qué es ese algo que tiene síntomas. § 1.
Investigación bajo la
idea de la
unidad
nosológica
Desde tiempos lejanos se h a respondido a este problem a en doble sen tido. Los unos sostuvieron la doctrina de la psicosis única: no hay unidades nosológicas en psicopatología, hay u n a enorme diversidad de variaciones de la locura, que se entrelazan fluidam ente en todas direcciones. Las for mas de la locura h a n de ser ordenadas como estados típicos sucesivos (así todas las enferm edades m entales com enzarían con m elancolía, luego segui rían la excitación, la enajenación (V errü ckth eit) o locura propiam ente di cha, finalm ente ia dem encia; contra esto se promovió la teoría de la p a ra noia “originaria” . Los otros dijeron: Ja misión principal de la psiquiatría consiste en encontrar las unfytaéés nosológicas natu rales que, en principio están separadas entre sí, cuya sintomatología, curso3 causa y hallazgo cor poral serían característicam ente comunes y entre las cuales no existen transiciones de ninguna clase. A unque la lucha entre ambas tendencias fue llevada a cabo con gran menosprecio m utuo, aunque cada u na de ellas estaba persuadida del fracaso entero que habían sufrido las aspiraciones de la otra, tom arem os, sin embargo, del hecho histórico que esa lucha no h a cesado m ás que aparentem ente y nunca en realidad, la suposición de que ambas partes quieren algo exacto y que, en lugar de combatirse, podrían complem entarse. E n lugar de adm itir las fórmulas unilaterales de fácil captación, tenem os la tarea m ás difícil ciertam ente de com prender los caminos recorridos en la síntesis de las enfermedades y de descubrir los r e s u lta d o s reales entre las m eras afirmaciones (*). El hecho típico básico es la m ultiplicidad de las enfermedades. Por una parte es notorio: -la/ variedad de causas y de momentos configurativos nos producen, sin embargo, una serie hom ogénea de cuadros mórbidos no distinguibles en nada, que se continúan en transiciones; más bien la mayoría de los casos sigue, precisam ente, típicos cuadros com pletos, mientras las transiciones y los casos atípleos no subordinables son menores en número. Pero, por otra parte, están esos casos no subordina dos, y tan perturbadores y apremiantes que un moderno investigador de la trans misión hereditaria, para el que todo está en unidades claras, llega a la siguiente interpretación: “Es posible que un esquizofrénico posea, junto al genotipo plenam ente
(1) V er de la vasta bibliografia, ante todo, los ensayos: K r a e p e l i n : "Fragestellungen der klinischen Psychiatrie” . Zbl. N erven h k., etc., 1905, 573. A l z h e i m e r : “ Die- diagnostichen Schwierigkeiten in d er Psychiatrie” . Z. N ettr., /, 1. L i e p m a n n : “ Ü ber W ernickes Einfluss, e tc .” , M tchr. Psychiatr., 30, 1. Gau(pp: Z. N eu r., 28, 190 (1905).
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esquizofrénico, ‘lA n l a g e parcial m aníacodepresiva o epiléptica, y al contrario. . . Soy incluso de opinión que un mismo individuo puede ser primero epiléptico, luego esquizofrénico y finalm ente maníacodepresivo, Según el estado actual de la investiga ción de la herencia, no hay ningún m otivo para admitir que se excluyan m utuamente las psicosis h e r ed ita r ia s... Contra tal concepción hablan, junto a la enormemente frecuente combinación familiar de diversas psicosis hereditarias (tam bién en los her m anos), el gran número de esquizofrenias, ciclotimias y epilepsias atípicas, así com o aquellos casos de difícil diagnóstico que se han llam ado “psicosis mixtas” (L uxenburger).
E n el curso del desarrollo histórico, h an oficiado, alguna vez, como unidades nosológicas, casi todas las unidades psicopatológicas. E n tiempos antiguos, las alucinaciones fueron “u n a ” enferm edad; el delirio fué “u n a ” enferm edad; los contenidos especiales de algunas acciones constituyeron “una” enferm edad (pirom anía, cleptom anía, dipsom anía, etc,) . M ientras que tales concepciones han sido suprim idas ya que conducen ad infinifum a registros indiferentes y hacen sufrir a los mismos individuos, sim ultánea m ente, numerosas “enferm edades”, se utilizan en los tiempos" modernos los siguientes puntos de vista p a ra la exposición de enferm edades; 1. Ciertos acoplam ientos de síntomas, desde los cuales, según puntos de vista diversos, surgió la unidad de un com plejo sintomático (melancolía, m anía, confusión, dem encia), eran las unidades nosológicas dom inantes todavía hacia 1880. Se trató de profundizarlas al procurar penetrar, m ás allá de los innumerables detalles, en la estructura psicológica básica de los procesos psíquicos anormales. M eynert h a derivado la am encia de la inco herencia (del “defecto de asociación” ). W em icke continuó esa especie de análisis. Ambos partieron, sin embargo, de las representaciones de la anatom ía del cerebro y de la teoría de la asociación y no hallaron en parte alguna “estructuras básicas” psicológicas. T al vez alcanzó una de ellas, en nuestros días, la teoría de Bleuler sobre la esquizofrenia, hasta ahora la descripción psicológicamente más p ro fu n d a de u n a form a fundam ental de la vida psíquica anorm al. 2. Como la investigación de las unidades psicológicas en ninguna parte proporcionó resultados convincentes y generalm ente reconocidos, se buscó u na formación unitaria “n atu ral” y se creyó hallarla en las causas de la locura. Todo lo que tiene las mismas causas, debe estar asociado a una unidad,. Especialmente los franceses (M orel, M agnan) trataro n de explicar este punto de vista para lo señalado. Fueron llevados p o r él a la doctrina dé la disposición y de la herencia. L a inm ensa m ayoría de las psicosis perte nece en ellos a la locura hereditaria, a la locura, de los degenerados. Esta locura degenerativa;, como la llam aron, tuvo tal expansión y agrupó p o r lo dem ás cosas tan distintas bajo el p u n to de vista, p o r otra parte hipotético, de la degeneración, que tam poco po d ía satisfacer..
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3. Ju n to a eso se presentó la exigencia que el hallazgo anatómico debía dar las unidades. Los procesos cerebrales, iguales entre sí, constituyen una u n id a d nosológica. Sin em bargo, este punto de v ista permaneció m era e x ig e n c ia . Al lado de los procesos cerebrales conocidos por la neurología {esclerosis m últiple, tum or, sífilis cerebral, etc.), como síntomas de los c u a le s se observa la locura, descubrióse^ prim ero p o r les síntomas corpo rales (parálisis, etc.0 Bayle, Calm eil) y luego p o r el hallazgo característico en la corteza cerebral (Nissl, A lzheim er), u n a afección más del sistema n erv io so , la parálisis general. Esta pasó u n tiem po como el paradigm a de las enfermedades mentales. Se la consideró la única unidad conocida. Pero los síntomas que se m anifiestan en ella se semejan tanto a las otras enfer m e d a d e s del cerebro conocidas, que las supera en la gravedad de la cons trucción (*), de m anera que hay que situarla m ucho más con ésta que con las demás psicosis. L a parálisis es u n proceso del sistema nervioso, en el que aparecen cada vez psicosis “sintomáticas” . Ni en los síntomas psi cológicos aislados, ni en la sucesión d e las manifestaciones psíquicas d u rante el curso, es diferente en principio de las otras psicosis en las afec ciones cerebrales. L a parálisis es por tanto u n m odelo p a ra la investigación anatóm ica y causal, pero no, como se h a querido presentar, un m ode/o de la investigación clínicopsiquiátrica. Pues en su presentación no han tenido nunca u n papel realm ente los elementos psicológicos. Se trata aquí de asuntos p uram ente neurológicos. N i las form as psicológicas básicas ni la doctrina de las causas (etiolo gía), ni los hallazgos cerebrales h a n llevado a u n conjunto admisible de unidades nosológicas, en que pudieran ajustarse todas las psicosis. K ahlbaum y después de él K raepelin h an tom ado luego nuevos caminos, para llegar a pesar de todo, a unidades nosológicas. K ahlbaum ha planteado dos exi gencias fundam entales: prim ero hay que tener en cuenta el curso de la locura entera com o el fundam ento m ás esencial para la configuración de formas nosológicas, y, en segundo lugar, hay que tom ar como base el cuadro total de la psicosis p o r la observación clínica en todas las direcciones. Si por la insistencia en el curso presentó u n nuevo p unto de vista ju nto a los tres anteriores, resumió todos los puntos de vista por medio de la segunda exigencia: No deben oponerse, sino colaborar en la form ación de las uni dades nosológicas. D e los escritos de K ahlbaum reproducim os aquí un pasaje clásico: Nuestra misión consiste en “desarrollar, según el método clínico, cuadros de las enfermedades, en los que sean utilizadas para el diagnóstico todas las m anifestacio (1) Fuera de ]a gravedad de la destrucción, es característica, pero no específica de laS' parálisis, al comienzo a veces una cierta productividad m aníaca, una abundante formación delirante.
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nes vitales en los enfermos individuales y se llegue a la observación de todo el. curso de la enfermedad. Los grupos de cuadros nosológicos que resultan de la reunión de todos los síntomas más frecuentes que coinciden y de la lim itación puramente em pí rica . . . no sólo fueron hechos. . . fácilm ente comprensibles, sino que el diagnóstico construido sobre ellos garantizó también la posibilidad de construir, por el estado mom entáneo de un enfermo, con gran precisión, el curso anterior del caso mórbido ex post y de inferir el desarrollo ulterior, no sólo de m odo por com pleto general, quoad vitam et valetudinem , sino también en detalle con mayor probabilidad de lo que es posible desde el punto de vista de la antigua división, en lo que respecta a las m últiples fases del cuadro sintom ático” (* ).
Las ideas de Kahlbaum tuvieron poca influencia hasta que Kraepelin las hizo suyas y las propagó. En las ediciones sucesivas de su Manual se encuentra expuesta la evolución que le llevó a la fecunda admisión de las ideas de Kahlbaum, desde la superación de todas aquellas unidades provi soria y unilateralmente presentadas. H a continuado formando y transfor mando, para cooperar en la realización de su idea de la unidad nosológica en una psiquiatría efectiva especial. Cuadros mórbidos que tienen las mis mas causas, la misma forma básica psicológica, la misma evolución y curso, la misma terminación y la misma anatomía cerebral, es decir, que coinfciden en el cuadro de conjunto, son verdaderas unidades nosológicas naturales. Para encontrar tales unidades, hay que valerse de la observación clínica en todas las direcciones. Especialmente fructífero pareció ser el estu dio de las terminaciones de las enfermedades: en ello fué decisivo un tiempo la presuposición que las enfermedades que curan plenamente y las que no curan nunca eran esencialmente distintas, en segundo término emitió Kraepelin la suposición que el conocimiento de la estructura psicológica de los estados terminales permitiría reconocer la forma básica psicológica del proceso patológico, incluso si apenas estaba al comienzo de las psicosis. El resultado de estas investigaciones es la presentación de los dos grandes gru pos nosológicos, que abarcan todas las psicosis que no se explican como consecuencia de los procesos cerebrales captables: la locura maniacodeipresiva, en la que se fusionaron tanto la locura circular de los franceses como también las perturbaciones afectivas y la demencia precoz, en la que se fusionaron la catatonía y la hebefrenia de Kahlbaum y la locura propia mente dicha.. Junto a ellas fueron resumidas todas las restantes anorma lidades ligeras, como locura degenerativa. Examinemos ahora los resultados de esta tendencia de la investigación desde más o menos 1892: 1. No ha sido hallada por este camino una unidad nosológica real cualquiera. No hay en la ciencia ninguna enfermedad que corresponda a las exigencias hechas a una unidad nosológica: a) La unidad de la parálisis (1)
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a h i .b a u m
: D ie K atatonie oder das S pannu»gñrresein, B erlin, 1874.
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general es una unidad puramente neurológica, histológica y etiológica. Los procesos psíquicos no tienen nada de característico, fuera de la destrucción, que sólo es distinta por el grado- de la destrucción en otros procesos orgá nicos cerebrales. Todos los procesos patológicos posibles aparecen como consecuencia del proceso cerebral paralítico. La psicopatología no ha adquirido ninguna nueva unidad psicológicamente caracterizable, por el conocimiento de la parálisis general, b) Los grupos nosológicos de la locura, maniacodepresiva y de la demencia precoz son caso dei todo desconocidos con relación a sus causas y a su anatomía cerebral Su delimitación se hace bajo la acentuación variable de la forma psicológica básica o del curso (curación o n o ). Si por una parte es destacado el primer factor (Bleuler), adquiere una enorme extensión el grupo de la demencia precoz; en cambio, por la otra parte, que por lo demás hace más hincapié en el curso (curación o n o). Si por una parte es destacado el primer factor rablemente (W ilm a n n s)e sto s últimos encuentran curables — y por eso no incluibles en la demencia precoz— , enfermedades con síntomas catatónicos, con vivencias esquizofrénicas. De este modo oscila el límite entre la locura manioacodepresiva y la demencia precoz muy considerablemente, y en verdad, desde hace muchos años, en una especie de movimiento pen dular, sin que se haya obtenido un progreso en la delimitación. Además ambos grupos son tan enormemente extensos (a) que hay que considerarlos como incursos en el mismo destino en que han caído de manera típica, en los últimos cien años, todas las unidades nosológicas psicológicamente basadas. Lo m ism o que las opdas circulares en la superficie de las aguas, puestas en movimiento por las gotas de lluvia, a! comienzo pequeñas y nítidas, luego vueltas cada vez mayores, se interfieren y se confunden, así aparecen de tanto en tanto enfermedades en la psiquiatría que crecen cada vez más, hasta que se destruyen por la propia magnitud. L a doctrina de las monomanías de Esquirol, la paranoia de la década del 80, la am encia de M eynert eran! tales círculos. D e la hebefrenia y la catatonía relativamente claras se ha llegado a la demencia precoz infinita; de la locura circular a la locura maniacodepresiva ilimitada.
2. Los cuadros nosológicos de Kraepelin se distinguen sin embargo esencialmente de los grupos gigantescos anteriores. Están formados, al menos, según la intención, por la observación del cuadro total y del curso, y mantienen, por la dualidad y la lucha fronteriza, un trabajo de investi gación que ha testimoniado en verdad poco para la delimitación de aquellas enfermedades, pero en cambio, ha dado otros resultados valiosos. Tiene que haber en la exposición de los dos grupos un núcleo permanente de (1 ) V er B u m k e : “ Ü b e r N ervenhk., etc.» 1909, 381.
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verdad, distinto al de todas las agrupaciones anteriores. Su exposición se ha impuesto en todo el mundo — lo que no había logrado todavía ninguna. división anterior de las psicosis no conocidas orgánicamente— y hoy es indiscutida en principio. Además^ se ha logrado una intensificación del esfuerzo diagnóstico. El sosiego de lo definitivo en las rubricaciones diag nósticas difíciles, ha sido superado. La. idea de la unidad npsológica fue y perduró como un punto de mira, que puso en movimiento el trabajo psiquiátrico. Fué logrado por Kraepelin mismo un importante ahonda miento en el conocimiento de la estructura psicológica de las enfermedades afectivas, como de las enfermedades esquizofrénicas (las esquizofrenias de Bleuler salieron de ahí). Por sus discípulos fueron estudiadas formas de curso en existencias individuales enteras y puestos de relieve más clara mente los pequeños grupos típicos de psicosis. 3. La esperanza de hallar grupos característicos por la observación clí nica de los fenómenos psíquicos, de los cursos y de las terminaciones, con firmados ulteriormente por la anatomía cerebral, no se ha cumplido. La historia enseña los siguientes principios: a) Procesos cerebrales corporal mente captables han sido hallados siempre sólo y exclusivamente por la investigación corporal, sin ningún trabajo previo psicopatológico. b) Si se encontraron procesos cerebrales-limitables claramente, resultó que en ellos aparecen ocasionalmente todos los síntomas psicopatológicos posibles, y que en el dominio psíquico no hay ningún signo distintivo. La parálisis general es un ejemplo magnifico: incluso cuando se conocían ya en cierto modo los hallazgos corporales — en la década del 90 del siglo anterior— , opi naba Kraepelin que podía diagnosticarse psicológicamente también la parálisis. Lo hizo recurriendo a manifestaciones corporales ambi guas, y cometió así numerosísimos errores de diagnóstico, como hizo ver el curso ulterior (1). Entonces había 30 por ciento de parálisis generales en la clínica, mientras la cifra oscila regularmente desde hace años, entre un 8 y un 9 por ciento desde la existencia de la punción lumbar y del diagnóstico que prefiere, por principio, las indicaciones somáticas, un signo de la exactitud del diagnóstico actual. La conclusión es: incluso una en fermedad que se conocía corporalmente, no se podía diagnosticar psicoló gicamente con seguridad y no puede hacerse tampoco ahora; ¿cómo se puede encontrar y delimitar por vías psicológicas una enfermedad desco nocida (la investigación del curso y de la terminación es también puramente psicológica en las grandes psicosis) ? Esto — así enseña la historia— no parece posible. (1_) Kraepelin_ha presentado liberalmente estos hechos a la publicidad en sus c u a d r o s diagnósticos de los años 1 895-1907, en su Allgemeinen Psychiatric (8 » ed., v o l. I , p . 5 2 7 ) .
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Las doctrinas de la historia son confirmadas por las objeciones pene trantes promovidas contra el método do Kraepelin (búsqueda de las uni dades nosológicas reales): El diagnóstico por el cuadro total sólo se puede hacer cuando se conoce desde antes una enfermedad delimitada que se quiere diagnosticar. Pero por el cuadro total no se puede encontrar ninguna enfermedad neta mente delimitable, sino sólo tipos que muestran en todas partes, “transi ciones” en los casos singulares. Enseña la experiencia que no raramente hay casos cuyo curso vital entero se contempla, y que a pesar de todo hacen imposible la discusión sobre si se trata de locura maniacodepresiva o de demencia precoz (*). ’ 2- L a misma t&rminación no es ninguna prueba de la identidad de en fermedades. Por una parte las más diversas afecciones orgánicas del ce rebro tienen su terminación en los mismos estados demenciales. Por otra parte no se ve por qué la misma enfermedad deba curar en un caso y en otros queda sin curación, No obstante, la idea de que hay procesos que según su esencia, son incurables tiene mucho en su favor. Para distinguir éstos de los otros que tan pronto curan, tan pronto no, carecemos hasta ahora de medios. 3. La idea de la unidad nosológica no se puede realizar nunca en los casos particulares. Pues el conocimiento de la coincidencia regular de las mismas causas con las. mismas manifestaciones/ del curso, terminación y hallazgo cerebral, presupone un conocimiento acabado de todas las rela ciones particulares, un conocimiento que está en un futuro infinitamente lejano. La idea dé la unidad nosológica, es, en verdad, una idea en el sen tido kantiano; el concepto de una tarea cuyo objetivo es imposible alcanzar, pues el objetivo se halla en la infinitud; pero a pesar de todo nos muestra una tendencia fructífera de investigación y nos significa un punto de orientación más verídico para la investigación empírica particular(2). T e nemos que explorar, desde todos los puntos de vísta, el cuadro de conjunto de las enfermedades psíquicas y buscar relaciones en todas las direcciones. Así encontramos, por una parte, relaciones aisladas y, por otra, ciertos tipos, siempre provisorios, de cuadros mórbidos que no son netamente limitables, pero son mucho más “naturales” que todas las anteriores divi siones unilaterales y constructivas.. La idea de la unidad nosológica no es una tarea alcanzable, pero es el punto de orientación más fecundo. En (1) Los “ casos dudosos” , que primeramente parecen cuadros maníaco-depresivos, pero luego acaban en la demencia, o en estados típicos esquizofrénicos, que luego transcurren benigna mente, son instructivos, porque impiden la petrificación en los «quemas. (2) Por eso no s e puede llamar a la investigación guiada por la idea de la unidad noso l ó g i c a “ la .caza a un fantasma’1, coico lo h a c e H o c h e .
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esa idea^ que ha puesto en movimiento de manera sin parangón, realmente, la investigación científica, culmina el esfuerzo psicopatológico. El haber captado esa idea es eí mérito de Kahlbaum, el haberla hecho eficaz es el mérito de Kraepelin, Pero el error comienza allí donde es dada, en lugar de la idea, la apariencia de la idea alcanzada; donde, en Jugar de la inves tigación particular, son dadas descripciones terminadas de unidades nosológicas, como las de la demencia precoz y la locura mamacoclepresiva. Se puede predecir que .tales descripciones, dado que siempre quiere lo impo sible, son siempre falsas también y quedan como construcciones muertas. En lugar de esas descripciones, una futura psiquiatría especial expondrá sucesivamente, junto a las descripciones de las anomalías orgánicas del cerebro, de las intoxicaciones, etc. los tipos obtenidos exclusivamente en la investigación detallada. U n precursor de esa psiquiatría especial es el uso corriente aquí y allá, en los hospitales, de no aplicar el diagnóstico general de demencia precoz y de locura maniacodepresiva a los casos, sino d e . diagnosticar con los nombres de los enfermos antes observados que re presentan el mismo tipo. El impulso sintético dirigido con razón por la idea de la unidad nosológica, tiene que restringirse ai mismo tiempo si quiere permanecer en el dominio de la cognoscible. N o puede alcanzar otra cosa que cuadros totales típicos de psicosis, con la exposición empírica de casos particulares reales, psicosis que corresponden a. un pequeño círculo de casos. En cuan to quiere abarcar mayores círculos, desaparece el conocimiento, son pro yectadas, en lugar de investigaciones reales desdé residuos de experiencias poco controladas, “descripciones totales”, que se escapan de entre los dedos al lector cuando quiere captar eon precisión la unidad. A la pregunta res pecto de lo que produce las manifestaciones en total se respondió antes con la admisión de los demonios de la enfermedad, Luego se volvieron uni dades nosológicas, a buscar empíricamente. Pero éstas se demostraron como meras ideas. La pregunta inicial: ¿hay sólo estudios y variaciones de la psicosis úm ca o una serie de unidades nosológicas a delimitir? ha encontrado la respues ta: ninguno de ambos. La última concepción tiene razón al sostener que la idea de la unidad nosológica es el punto de orientación fecundo de la investigación psiquiátrica especial; la primera, al afirmar que no hay efectivamente unidades nosológicas reales para la cicncia psiquiátrica. A las teorías de la historia y a esta opinión adquirida a través de las tres objeciones ha seguido hace mucho tiempo la investigación efectiva. Junto a todas las posibilidades analíticas de la investigación, que mostra
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ron los capítulos anteriores, la investigación sintética, bajo la. guía'de la idea de la unidad nosológica,, tiene que tomar dos caminos separados: 1. La investigación del cerebro busca — realmente sin tener en cuenta Ja clínica y sin haber aprendido lo más mínimo de ía psicopatología— procesos patológicos en el cerebro. Si encuentra algunos con sus métodos/ la psicopatología puede preguntar luego qué alteraciones psíquicas se producen por causa de esos procesos. Los resultados1se aproximan a esto: Toda anomalía psíquica puede darse en todo proceso orgánico del cerebro fpero sólo cuando es tomado objetivamente, exteriormente y no, en cam bio, todo tipo de vivenciar, y menos aún el vi vendar esquizofrénico). En la medida en que avanza esa investigación, las enfermedades psíquicas se convierten en afecciones “sintomáticas” de procesos propiamente neurológicos. El concepto de unidad nosológica pasa por este punto de vista, del dominio de la psicopatología enteramente al reino de la neurología —y con razón, en tanto puedan ser reconocidos procesos cerebrales captables como la esencia de las afecciones psíquicas aisladas. 2. La psiquiatría clínica investiga casos particulares según todos los puntos de vista, para adquirir el cuadro total de esos casos. Resumen en tipos lo que se manifiesta coincidente. La psiquiatría especial está lejos, sin embargo, de poseer siquiera esos tipos conceptualmente formados para la mayoría de las psicosis. Los cüadros mórbidos clínicos nacen de la visión nosográfica, — como la llamó Charcot, y la confirmó en sus enfermedades por la anatomía—y como la ejecutó Kraepelin sin poseer tales controles. La exposición clíni ca de los cuadros es el método de la traducción serena de lo visto, en palabras, sin presuposiciones de conceptos determinados, incluso preconceptuales y antisistemátxcos. Es tanto mejor cuanto más rica es la con cepción que los proyecta y produce. Los conceptos nacen con la figura originaria de las formulaciones creadoras. El arte de la exposición lo tuvieron sólo pocos psiquiatras; muy a menudo fracasa la exposición por falta de fuerza demostrativa, de representación de la esencia y por la disposición, y el deslizamiento hacia lo abstracto, hacia meras apreciacio nes, y cuando, en lugar de frases características, tiene lugar una disolución en columnas de palabras, conceptos vacíos, acumulaciones de juicios. Las majores exposiciones s^r# en los tiempos modernos las de Kraepelin. Pero también él se desliza a menudo en un mosaico infinito, hecho con expe riencias que no dan ningún cuadro. El método de Kraepelin de promover catamnesis y de considerar el curso de la vida total para la aprehensión del cuadro nosológico, ha hecho que fracasaran todos los ensayos para delimitar psicosis especiales a par
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tir de la esquizofrenia o dentro de su dominio. Siempre lo delimitado (de lirio presenil de influencia, paraírenia, etc.) tuvo que volver a la esquizo frenia. Cuando no se estrella una enfermedad en su delimitación en la comparación de las biografías, no es una unidad nosológica abarcativa, sino una relación causal particular, una manifestación aislada. Los tipos pueden ser formados sólo cuando se dispone de cursos de vida com pletos. La investigación de los tipos sobre la base de cursos de vida detallados y concretos pertenece a las tareas más fecundas de la psiquiatría. U n progreso real m ente grande se puede esperar quizá sólo allí donde el director de una clínica o de un hospital, formado a fondo en los puntos de vista y los hechos de la psicopatología general, con la ayuda de asistentes capaces de pensar independientem ente y seguramente orientados por él en el dom inio de la psicopatología general, elabora un material com o para formar tipos claros, transparentes, comparándolos desde todas las direcciones con la totalidad de los enfermos y m ediante la ilustración constante por las historias clínicas bien hechas, no em bellecidas y constructivamente ordena das. K raepelin fué al principio el único que se atrevió a eso y lo ha seguido con voluntad tenaz.
La interpretación diagnóstica de los enfermos mentales puede hacerse por una parte, bajo las categorías más generales de la psicopatología (pro ceso esquizofrénico o desarrollo de una personalidad, enfermedades cere brales en el diagnóstico especial, etc. o debe atenerse, lo más cerca posible de la realidad, a tipos muy restringidos, si quiere ser fecunda. Ilustra poco y conduce a concepciones confusas, cuando el psiquiatra se da por sa tisfecho con diagnósticos como “parafrenia”, “psicópata inconsistente”, etc, en cambio suele ser fructífera cuando encuentra trabajos en los que se han publicado , casos muy análogos a los suyos y puede compararlos entonces de manera concreta. La concepción de la unidad no sológica se aproxima aquí al individuo. Kleist, en verdad, llama a mi pinito de vista “nihilismo diagnóstico”, y escribe: “La psiquiatría se reducirá con esa tipología constructiva, a una psiquiatría de los casos particulares”. En el dominio de la medicina interna dicen sin embargo Curtius y Siebeck: “Así, en el diagnóstico de enfermedad somos llevadcs al diagnós tico individual, es decir a la apreciación abarcativa de la característica de la personalidad enferma y de su situación en la vida, y esta es la misión última del diagnóstico médico”. Lo que dice Kraepelin respecto de la paranoia: “La agrupación clínica de los cuadros mórbidos paranoicos ofrece dificultades especiales, porque hay tantas formas como enfermos particulares”, tiene una significación general más allá de la paranoia. U n archivo de historias clínicas biográficas, realm ente elaboradas, es una exigen cia urgente de la psiquiatría. Los apuntes caóticos usuales no bastan de ninguna manera. La casuística m ecánicam ente proporcionada por los principios de la “objetivi d ad ” estúpida, que reproduce toda frase de los apuntes ocasionales del diario del en fermo, es fecunda. H ay que tener puntos de vista, visión para lo que puede tener
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sentido com o hecho. H ay que ver todo lo posible, pero concentrar lo más que se pue da, y construir por ordenamiento, que no necesita violentar nada, sino que sólo confi gura clara y transparentemente. D e un número cualquiera de casos sólo pocos son apropiados para servir de fundam ento a esa elaboración de historias de enfermos. La cantidad y la claridad de las expresiones de los enfermos depende de la “A nlage” y de la cultura (cuanto m ás diferenciada la personalidad, tanto m ejo r); el material existente está lleno de lagunas siempre, por lo general demasiado lleno de lagunas, para permitir una biografía digna de publicación. El trabajo debería hacerse con el material viviente presente y el agregado del material del archivo de la clínica (que recibe su verdadero valor por las indagaciones catamnésicas) y del material ya publi cado. Sólo de la com plem entación m utua de esas fuentes puede resultar lo mejor. Hablar en lo posible detenidam ente con muchos enfermos — pero con selección segu ra— y ver por sí mismo, es lo principal; sin embargo queda estéril el que se reduce a eso. Sin cultura psicológica am plia, sin adueñarse a fondo del caudal existente de conocimientos psiquiátricos, no se va lejos. Y esto sólo se hace mediante un trabajo a largo plazo. Primero ese trabajo tiene que ser todavía, por m ucho tiem po, monográfico. , . Se publican casos (casuística) por muchos motivos, por ejem plo para mostrar un fenóm eno, un síntoma, para hacer más claras relaciones particulares de naturaleza comprensible o causal, para poner en evidencia cuadros concretos, para confirmar efectos terapéuticos, Pero sólo bajo la idea de la unidad nosológica nacen las biogra fías completas. Estas tienen que estar, como descripciones reales, en oposición a las construcciones vacías de un esquema, como casuística formada en oposición a las historias accidentales de enfermos, a las biografías superficiales, a casos de cualquier especie brevemente informados o a los relatos caóticos de los diarios, Pero sobre ellas, siempre provisoriamente, - se edifica una tipología concreta^ que acentúa lo esencial í 1}.
Para el estudio de la psiquiatría especial es por el momento más impor tante, quizás, leer buenas monografías aisladas que manuales que repre sentan el dominio entero. Los manuales, en sus descripciones resumidas de las enfermedades, son útiles para los procesos cerebrales, las psicosis exógenas yt sintomáticas; para todo lo demás son, por una parte¿ engaño sos. porque separan lo que no está separado tan claramente; por otra parte son confusos y ambiguos. § 2.
Las
distinciones
fundamentales en el dominio enfermedades psíquicas
total
de
las
Parece ser importante destacar ciertas diferencias fundamentales de los cuadros de conjunto de - la enfermedad psíquica. D an las primeras orien taciones para la aprehensión del todo, pero aquellas que, al mismo tiempo, hacen notorios los problemas hondos y no resueltos. Pues cada una de las parejas de oposiciones significa una concepción básica de la vida psíquica en total. (I) Así hay algunos trabajos que, sin mucha casuística, se vuelven importantes, _ sin embargo, por la construcción del tipo: la catatonía de Kahlbaum, la hebefrenia y la ciclotimia de HecRer.
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Esas parejas de oposiciones no son alternativas que se excluyen, sino diferencias polares: el caso particular está más cerca de uno u otro, y la mayoría de los casos se deja situar en un lado o en el otro.. Pero hay también no pocos casos en los que está vinculado lo que nosotros distin* güimos como oposición: las neurosis pueden ser largos años el síntoma de psicosis, que tan sólo después se vuelven visibles (por ejemplo, la esquizo frenia) o de enfermedades orgánicas del sistema nervioso (por ejemplo la esclerosis m últiple). Las psicosis endógenas en el futuro se demos trarán en parte como enfermedades orgánicas cerebrales. Enfermos con psicosis afectivas muestran ocasionalmente rasgos esquizofrénicos. Defectos de rendimiento están asociados quizás en la mayoría de los tasos a alteraciones de la personalidad. Los límites entre lo agudo y lo crónico se vuelven fluidos en casos particulares. I.
Diferencias
de
estado.
Psicosis agudas y crónicas. Esta contraposición tiene un sentido múltiple en el uso psiquiátrico: 1. — Se refiere a las diferencias en el cua dro de conjunto de los estados psicóticos: los estados agudos muestran una alteración intensa ya en el comportamiento exterior, excitación o depresión, confusión, desasosiego, etc., mientras los estados crónicos son lú cidos, están orientados, ordenados, son parejos. Esta oposición gene ral de los cuadros sintomáticos coincide a menudo, pero no siempre con 2. — La oposición entre proceso y estada. En aquellos cuadros agudos se piensa en procesos mórbidos, que aumentan rápidamente en la violencia de los síntomas; en los crónicos se piensa en estados mórbidos que se desarro llan lentamente o han quedado como residuos de aquellos proce sos agudos tempestuosos. Así coincide nuevamente a menudo, pero no siempre, con 3. — La posición pronostica entre curable e incurable: los procesos agudos son imaginados más frecuentemente como curables ó al menos capaces de mejoramiento; los estados crónicos, siempre como in curables. Para la primera orientación es utilizable esta contraposición del tipo de la psicosis aguda: manifestaciones patológicas ruidosas en un proceso todavía curable, y del tipo de la psicosis crónica: manifestaciones patológi cas menos llamativas en un estado no curable ya. Incluso psicosis que duran largos años son llamadas agudas todavía — en entera oposición al uso del concepto en medicina somática. II.
Diferencias
de
esencia
a) Defectos funcionales y perturbaciones de la personalidad. En la multiplicidad de las manifestaciones psicopatológicas aparace a me
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n u d o una oposición que se refiere, con nombres distintos, a lo mismo: alteraciones cuantitativas de los rendimientos objetivos (de la memoria, del trabajo, etc.) se hallan frente a alteraciones cualitativas de la vida psíquica (otros modos de vivenciar subjetivo, cambio en las relaciones c o m p r en sib les, “locura” ); alteraciones de la capacidad de rendimiento con la personalidad conservada, alteraciones de la personalidad quizás con capacidad de rendimiento intacta. En el primer caso, tenemos ante nos otros una perturbación de los mecanismos subyacentes de lo psíquico (des de los puramente neurológicos hasta las funciones de la inteligencia); en el segundo caso, una modificación del centro de la vida psíquica misma. En el primer caso, una personalidad, a causa de la destrucción de sus instrumentos, no es capaz de expresarse y de comunicarse y sufre, secun dariamente, efectos sobre sí misma; en el segundo, trabaja una personalidad, cualitativamente modificada, con los instrumentos conser vadas, lo mismo que antes, sólo que de otra manera. En el primer caso, el o b s e r v a d o r tiene la impresión clara, tras las funciones destruidas, de una personalidad que ha quedado propiamente idéntica, con la que en lo básico se puede aún entender; en el segundo caso, tiene el sen timiento vivo del abismo en que ha sucumbido la comprensión mutua, aunque no se encuentran alteraciones palpables de cualquiera de las funciones y de los rendimientos. En el primer caso, la psicología objetiva de lo s rendimientos puede descomponer y establecer más exactamente, de manera experimental, múltiples perturbaciones; en el segundo caso, el c o m p o r ta m ie n to de la personalidad enferma frente a la psicología ex perimental de los rendimientos es normal, o a veces, incluso, deslumbran temente supernormal.
Tales tipos contrapuestos se encuentran sólo raramente en la realidad en su modalidad pura. Pero tal contraposición constructiva puede darnos una conformación fructífera para el análisis. Los grupos nosológicos cono cidos hasta ahora, producen manifestaciones de ambos tipos. Sin embargo hoy es ya claro que las perturbaciones orgánicas conocidas se refieren pre ferentemente a los mecanismos funcionales; los procesos paranoides, por ejemplo, preferentemente a la personalidad. U na gran cantidad de psico sis trae sólo destrucciones. En otra cantidad, se podría decir que el espíritu está presente, que permanece, de algún modo, en todas las destrucciones, en figura extraña, nueva para nosotros. Pero la oposición llega hasta la aprehensión y la apreciación de Ja particularidad humana y de sus variaciones. Aparece en la polaridad de inteligencia y personalidad.
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b) Neurosis y psicosis. Se llama neurosis a las desviaciones psí quicas que no afectan al hombre mismo, psicosis a las que atacan al hombre en su conjunto. Neurosis son llamados, por tanto, también el nerviosismo, la psicastenia, la inhibición, etc. Psicosis, en cambio, son las enfermedades mentales y afectivas. Hablando negativamente, abarcan las neurosis, gor tanto, el amplio do m inio de lo psicopático, que se muestra en el terreno somático (neurosis de órganos), y en el estado psíquico, el vivenciar y el comportamiento (psiconeurosis), sin que nadie tome a esos individuos por enfermos men tales o enferme« afectivos. Positivamente hablando, está la base de la afección neurótica en las situaciones y conflictos que se convierten en el mundo en problemas para el hombre, pero decisivamente tan sólo en me canismos específicos que conducen a una trasposición, que no se da nor malmente, de las vivencias, por ejemplo, en derivaciones (a diferencia de las escisiones y síntesis normales), en formaciones circulares del círculo vicioso, que producen el autoaumento de la perturbación (a diferencia dé las formaciones circulares constructivas de la vida psíquica). Las psicosis, en cambio, son el dominio más estrecho de las perturbadones psíquicas, y abren para la conciencia general un abismo entre el sano el enfermó. Su base está en los procesos mórbidos que se agregan, ya comiencen éstos por la transmisión hereditaria en determinados períodos de la vida o sean provocados esencialmente por lesiones exógenas. Tanto las neurosis como las psicosis están agudamente dirigidas con tra lo sano. Pero las neurosis parecen más bien mostrar transiciones a lo humano general sano, en primer lugar porque la personalidad del enfer mo no es “loca”, luego porque aparecen también fenómenos neuróticos distados, transitoriamente, en individuos por lo demás sanos (pero siem pre en una pequeña minoría de la población total). Aun cuando no son comprensibles las manifestaciones neuróticas ni las psicóticas como sim ples aumentos de vivencias y actividades normales, se puede aproximar uno a ellas por analogías, por ejemplo al pensamiento esquizofrénico por viven cias del adormecimiento, a la neurosis obsesiva por ciertas vivencias de la fatiga de los sanos, que se llaman también obsesivas. Es algo distinto qué todas las manifestaciones neuróticas y psicóticas pueden servir, en calidad ide analogías, a posibilidades humanas generales, a la perturbación del ser humano como tal. Esto no quiere decir de ningún modo que sean huma namente generales en un grado debilitado de algún modo. En toda neurosis se advierte el punto que el sano no comprende y en que está inclinado a tomar al enfermo, si no por loco, aun cuando con preven ción, en el fondo por “perturbado mental”.
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Las neurosis son del dominio de los ps ico terapeutas, las psicosis del dominio de los psiquiatras (*). Esto se aplica en general, aunque en nu merosos casos particulares las jjs íc o s ís se hallan en libertad y en tratamiento libre y en algunos casos las neurosis llegan a un grado que las hace maduras para el tratamiento en hospitales. c) Enfermedades orgánicas del cerebro y psicosis endógenas. Las grandes psicosis endógenas son enfermedades cuyo fundamento somá tico es desconocido, mientras que las enfermedades orgánicas del cerebro, como tales, son conocidas; entre otros, tienen también síntomas psíquicos. El problema está en saber si esa oposición burda es sólo provisoria, hasta que también los procesos mórbidos somáticos — que actúan en el cerebro— de las psicosis endógenas sean conocidos o si también aquí queda en pie entonces una diferencia fundamental. La oposición pareció superada un tiempo por el conocimiento de la parálisis general progresiva: Esta era ya conocida como enfermedad del tipo de las psicosis, aun cuando en la práctica no era limitable con pre cisión antes de ser conocidas la causa y la anatomía cerebral. Guando éstas fueron reconocidas posteriormente (las espiroquetas de la sífilis y los hallazgos histopatológicos específicos del cerebro reconocidos por Nissl y Alzheimer), pareció que se tenía por delante el caso grandioso que per'mitía concluir que una psicosis debía atribuirse a una enfermedad del cerebro. Las manifestaciones psíquicas de la parálisis han perdido des de entonces mucho interés; fueron} en todo caso, estudiadas mucho menos. Se podía pensar que una vez reconocido el fundamento somático de la esquizofrenia, no se interesaría nadie tampoco ya por la vida psíquica esquizofrénica. Frente a ello, hay que decir que la misión de la psicopatología con respecto a las manifestaciones psíquicas anormales de la. parálisis, ha seguido siendo enteramente la misma después del descubrimiento del proceso cere bral, pero también que es radicalmente distinta la especie de las perturbaciones que aparecen en la parálisis y en las perturbaciones psíqui cas esquizofrénicas. En un caso ocurre como si un mecanismo de relo jería fuese deshecho con el hacha — entonces las destrucciones groseras son de interés relativamente pequeño— o como si un mecanismo de relojería marchase constantemente mal, se detuviese y volviese a marchar—, enton ces habría que buscar las perturbaciones selectivas específicas. Pero más aún: la vida psíquica esquizofrénica es singularmente productiva; su espe¡(1 ) E s te o o e x c u y e l a u n i ó n p e rs o n a l. M á s b ie n _ la a s o c ia c ió n d e l p s iq u í a tr a y p s ic o t e r a p e u ta e n l a m is m a p e rs o n a l id a d p o d r í a s e r l a c o n d ic ió n d e u n c o n o c im ie n to m á s c la r o d e u n a t e r a p i a m á s e f ic a z e n a m b o s d o m in io s .
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cié, sus contenidos, pueden producir, en ciertos casos, en sí, un interés del todo distirito, un asombro, un estremecimiento ante secretos o miste rios extraños, lo que 110 es posible en este sentido ante las destruc ciones brutales, las excitaciones de la parálisis. U na oposición profunda de las psicosis quedaría en pie incluso después del conocimiento del pro ceso somático fundamental y probablemente también un interés por com pleto distinto para lo psíquico. Debemos cuidarnos de la generalización absoluta de un pun to de vista, aun cuando haya sido fructífero para la investigación y sea quizás algún día decisivo para la terapia radical eficaz. Tam bién el hecho que no es posible una separa ción en especies claras y por eso un diagnóstico auténtico de las unidades nosológicas en las psicosis, sino sólo en los procesos cerebrales, ha llevado a ver en*la investigación d el cerebro, no sólo una tarea entre otras, sino la tarea misma de la psiquiatría. Por otra parte, la pobreza de las relaciones conocidas hasta ahora entre la vida anormal del cerebro y la vida psíquica anormal, la poca perspectiva de amplios resultados para la psicopatología, y la natural presuposición de que la psicopatología tiene que ver con la vida psíquica, ha llevado por parte de la psicopato logía a rechazar aquella sobreestimación de la anatom ía y de lo somático en la psiquiatría, formulada a veces dem asiado agudam ente. Gomo la investigación cerebral está científicam ente más afirmada hoy que la psicopatología, se puede comprender ese rechazo por parte de los psicopatólogos, que se encuentran demasiado en la defensiva. Q ue toda tendencia de investigación quede en los lím ites señalados por su propio tema, es lo único fecundo. Al comienzo del siglo X I X se han tenido excesos psicológicos tan ridículos com o en la época del psicoanálisis; los excesos de la anatomía en la segunda mitad del siglo no fueron menores en su tiem po {M eynsrt, W ernicke, e tc.). Hoy parece imponerse en ambas tendencias lim itación y claridad.
d) Enfermedades afectivas y enfermedades mentales (vida psíquica natural y esquizofrénica). La diferencia más profunda en la vida psíquica parece ser la que se da entre la vida para nosotros em pali ca, comprensible, y la propiamente incomprensible, la vida psíquica esqui zofrénica, “loca” en el verdadero sentido (sin que tenga que haber jus tamente ideas delirantes). La vida psíquica patológica de la primera espe cie podemos captarla intuitivam ente como aumento o disminución de fe nómenos conocidos para nosotros y como aparición de tales fenómenos sin motivos y razones normales. La vida psíquica patológica de la segunda clase la captamos insuficientemente de ese modo. Aparecen aquí más bien alteraciones de tipo más general, que no podemos covivenciar intui tivamente, que tratamos sin embargo de hacer captables de algún modo, desde fuera. El lenguaje distingue desde tiempos antiguos las meras enfermedades afectivas de la locura propiamente dicha. Locos son para los profanos la agitación absurda, la confusión sin afectos, las ideas delirantes, los afec tos no empatizables, la personalidad desencajada, todo tanto más cuanto más orientado está y es relativamente más lúcido el hombre. Si falta lo últi-
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profano no vincula, y con razón, esos estados de perturbaciones de la conciencia propiamente a la locura. Llama enfermedades afectivas a mgvimientos emotivos profundos, en verdad inmotivados, pero según su espe cie empáticos, como, por ejemplo, la melancolía. El profano apunta, con sus opiniones, a una diferencia fundamental dentro de la vida psíquica enferma, que tampoco hoy podemos expresar en una fórmula clara y segu ra, pero que es para nosotros uno de los problemas más interesantes, a cuya investigación han contribuido de modo esencial los últimos decenios ( x)^ Las enfermedades afectivas nos parecen empalicas y naturales, las “locuras” ni lo uno ni lo otro. Gomo la teoría hasta aquí más acertar da deriva los rasgos particulares de esa vida psíquica incomprensible de escisiones de la vida psíquica, Bleuler le ha dado el nombre de esquizo frénica, que podemos utilizar también nosotros como mera designación, sin admitir por ello la teoría. Desde esa posición describimos en este lugar dos grupos de síntomas: 1. Si consideramos los elementos fenomenológicos, encontramos en la vida psíquica énferma los que nos son en verdad difíciles, pero sin em bargo, en circunstancias favorables, claramente evidentes, y aquellos que, en principio, no nos son nunca evidentes, que podemos describir sólo negativamente, por lo que no son. A• tales elementos inaccesibles en prin cipio para nuestra contemplación psicológica los llamamos ( estáticamen te ) incomprensibles, o también no empáticos. De estos podemos destacar lo siguiente con relativa claridad: Algo común, que se puede considerar como acento de casi todos los procesos psíquicos, y que da una nueva nota a la vida psíquica entera, pa rece ser todo lo que los enfermos califican como “hecho”. Tenemos en todos nuestros procesos psíquicos la conciencia de que son nuestros pro cesos psíquicos, de que yo percibo, actúo, siento. Incluso en la conducta pasiva, en las representaciones obsesivas, etc. se da allí siempre esa concencia que son mis procesos psíquicos los que experimento. Podemos sentir como “extraña” una excitación instintiva, una obsesión a tomar algo por exacto; entonces opinamos que es extraño a toda nuestra personalidad, pero lo sentimos, sin embargo, como efluvio de nuestro yo actual, momen táneo. Es siempre mi excitación instintiva, aun cuando la sienta del todo extraña todavía a mi verdadera personalidad. No somos propia mente capaces de ver intuitivamente lo psíquico de otro modo que acom pañado de la conciencia del yo. Sólo negativamente y por comparaciones ( ! ) B l e u l e r : D em entia praecox oder Gruppe der Schizophrenen, L e i p z i g v V i e n a . 1911. S c h n e id e r , C arl: Die Psychologie der Schizophrenen, L e i p z i g , 1930. A m p t i a e x o o ü i c i o n y b ib lio s r a fia c o m p le ta en el v o l. IX d e ! Handbuch d e B i' m k e , ed. p o r K. W ilm a n n ,
Berlin, 1932.
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podemos tener ante la vista aquella vida psíquica alterada en toda la esencia, en la que lo psíquico “hecho” juega un papel. N o se trata de la extrañeza y de la importunidad de los procesos obsesivos, y no se trata de procesos simplemente pasivos, como movimientos realizados contra mi vo luntad en mis miembros por un individuo más fuerte. Y sin embargo sólo podemos comparar con éstos los procesos “hechos” . “Hechos” llégala a ser sentimientos, percepciones, acciones voluntarias, estados de ánimo, etc. Los enfermos se sienten, en consecuencia, ligados, bajo un poder extraño, no dueños de sí mismos, ni de sus pensamientos, ni de sus movimientos, ni de sus afectos. Se sienten finalmente en alto grado, por decirlo así, como una marioneta puesta en movimiento a capricho o paralizada. C?si siem pre forman, en base a esas vivencias, el delirio de influencia física u otra, de mecanismos y máquinas complicadas en cuyo poder se encuen tran, de influjos suprasensibles, que actúan allí sobre el mundo real. Algu nas de las manifestaciones “hechas” las hemos conocido en la fenomeno logía. Todo el complejo de esos fenómenos se desprende claramente de las autodescripciones. U n antiguo enfermo de la clínica de Heidelberg, procedente de clases cultas, que cayó poco después en profunda demencia esquizofrénica, escribió sobre los fenómenos “hechos”, en un estiló que muestra algunos rasgos hebefrénicos: H abía precedido un com plejo sintom ático paranoico, en que el enfermo observó, lleno de asombro, todo lo posible: aglomeraciones de individuos, cupés ferroviarios llam ativam ente llenos o vacíos, alusiones del lenguaje, e tc .. . , “sin que yo tuviese la menor sospecha de lo que significaba todo eso” . “Cómo se produce todo eso, es un enigm a para mí. A la mañana siguiente fui puesto por ese mecanismo, o lo que sea, en un estado de ánimo del todo singular, de m odo que papá y m am á fueron de opinión que yo fantaseaba vivazm ente. , . Estuve toda la n-oche perfectam ente lú c id o . . . El mecanismo, cuya construcción me es, claro está, enteramente descono c i d o . . . , fué dispuesto de tai modo que me hacía llegar por vías eléctricas cada palabra pronunciada, y naturalmente no pod ía menos de expresarla, com o los pensa m ientos, en ese estado de ánim o característico. Cuando desperté de esa notable condición, tuve un sentimiento del todo típico. D ije más o menos lo siguiente a papá, pues fui puesto realmente en un “estado de ánim o m ortal” por decirlo así: “Papá, debes saber que tengo que morir ahora y quiero agradecerte todo lo que hiciste por m í” . . . Los pensamientos habían sido suprimidos en mí de tal manera que no sabía siquiera por qué debía morir. Se m e había inculcado una disposición alegre, que no me dejaba pensar en ninguna otra cosa. Tem poralm ente tuve m i natural manera de pensar; entonces decía: “Sí, qué es lo que quería decir” ; repetía esa frase a m enudo, lo sé muy bien, pero no se m e ocurría ningún pensam iento. . . Fui puesto en un estado de ánim o alegre cada vez más grande, pues, según oía, no podía vivir más de 5 minutos tod avía. . . Desde ese día he sido agudam ente torturado. . . exam i nado eléctricam ente con los mayores dolores, m uchas veces, en mi c o n c ie n c ia .. . T engo desde ese día en mi cabeza espantosas historias de robos y asesinatos, que no puedo desechar en absoluto. . . A noto todo eso, porque soy ahora terriblemente des graciado. Siento que estoy cada vez más excitado mentalm ente por el m ecanism o y
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he rogado a m enudo que se desmonte la conducción y se me devuelva mi pensa miento n a tu r a l... En primera línea está la nada hermosa palabra “pillastre”, que no puedo desterrar de mi c a b e z a .. . M e pareció, por lo demás, como si papá y mamá estuviesen también electrizados los primeros días, lo que reconocí claramente en los movimientos a m enudo espantosos. . . Se me inculcó una noche por vías eléc tricas que debía asesinar a Lissi; cuando quedé un tiempo mudo sobre eso, se me gritó a través del m ecanism o: “U sted se ha ridiculizado m ucho” . . , T ales ideas son antinaturales, aunque domino perfectam ente mi espíritu. . . En acaloramiento espan toso, produ cido por la electricidad, me gritó las palabras: “M alvado, pillastre, sinvergüenza, anarquista” . Propiamente la últim a palabra se me quedó grabada por unos minutos en la c a b e z a .. . Como mis ideas eran todas exactam ente entendidas, y se me gritaba a través del aparato frases enteras, por este hecho sé justam ente que esos, en su mayor parte, no son pensam ientos míos} y es para mí un gran enigma. Tiene que ser un mecanismo muy complicado el que m e ha puesto en toda disposi ción de. ánim o, com o: serio, alegre, reír, llorar, furioso, humorístico — algunas veces fué colocado en m i exam en, en los primeros días, en “humor de m il demonios” , que he comprendido m uy bien— amable, enérgico, disperso, atento, permanencia de las ideas en un punto hasta la inconsciencia, incluso alienado — me recuerdo de una noche en que no sabía realmente lo que pensaba— m elancólico, confuso, etc. Todo el notable mecanismo es también capaz d e hacerme dormir de repente (recuérdese, por ejemplo, el sueño radiante de Schreber), de contener el sueño, de desarrollar mis ensoñaciones, de despertarme en todo i n s t a n t e ..., además de desviar los pensa mientos, de infundirme incluso cualquier m ovim iento. . . Intento combatir las ideas con la más extrema energía, pero nada consigo a pesar de la mejor voluntad. . . pues me son extraídos luego los pensam ientos. . . Tam poco al leer, sea lo que sea, puedo concentrar en el contenido del libro bastante atención y casi cada palabra se me vuelve una idea accesoria. . . Quisiera afirmar todavía un punto, pero se produce entonces urra risa tan exagerada que, si no m ortificado, me ha afectado a menudo piuy singularmente, y no podría casi rechazarla. Esa risa, que no es dolorosa para mí, me fué transmitida cuando pensaba justamente algo tonto. Guando se lee todo esto, parece ser la idiotez más grande que se haya escrito jam ás; sin embargo no puedo decir más sino que todo esto lo he sentido realmente, pero que por desgracia no lo he entendido. Lo comprenderán sólo aquellos que hayan sido atormentados como yo por uno de tales m e ca n ism o s... ¡S i alguien me dijese, al menos, lo que significa todo esto! Soy terriblemente desgraciado”. El enfermo se dirige, en su desesperación, al fiscal. Le ruega que disponga que el aparato sea paralizado, “pues advierto de inm ediato que me es perjudicial en mi oficio de maestro de capilla. . . Me son hechas diariamente insinuaciones, su g e stio n e s... Quisiera permitirme esta blecer un punto aún: en mis paseos en bicicleta se ha producido a m enudo tal ventarrón que, a pesar de haberme sido sugeridas prisa acelerada, malestares de la respiración, sed y otras más, tuve el mayor esfuerzo para combatir contra é l . . . Así, quisiera rogar cortésmente otra vez a V. E. que se m e deje dominar mis propios pensamientos” .
En este caso se trata del complejo de manifestación de lo “hecho” en un esquizofrénico que se vuelve demente rápidamente. Más claras aun son estas vivencias, a veces, en los paranoicos permanentemente lúcidos, que no llegan nunca -a la demencia. Como acontecimientos del todo aislados,
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que en lo demás aj>arecen como neurasténicos. Así nos contó un enfer rao en el policlínico: “Guando tropiezo en la calle con una muchacha lim pia, lo advierto por el hecho que el miembro se m e endurece; hay una especie de sensación en ello como de üm excitación no natural. En eso hay algo que no marcha. Sólo puedo decir que hay ahí algo que no va bien”.
Aparte de las manifestaciones hechas, hay seguramente otros elementos de la vivencia que son aún para nosotros del todo inaccesibles. D e ellos se destacan por el momento sólo las sensaciones corporales de los órganos del todo anormales, pero a menudo difícilmente distinguibles de las sensa ciones falsas, que tienen muchos enfermos de toda clase. Algunos enfermos esquizofrénicos encuentran nuevas palabras para sus sensaciones corporales indescriptibles, como por ejemplo “es zirrt” y otras similares. 2. Guando examinamos genéticamente' la conducta y los gestos, las ac ciones y, el modo d.e vida de un individuo, llegamos, es verdad, siempre a los límites; pero en la vida psíquica esquizofrénica llegamos ya a los límites allí donde normalmente comprenderíamos todavía, y encontramos incom prensible aquello que a los enferm os les aparece como inco'n^p'rensible, completamente fundado y de ningún modo notable. Por qué un enfermo comienza a contar en medio de la noche, por qué hace un intento de suicidio, por qué se enojó tanto de repente contra sus familiares, par qué le excitó tan extraordinariamente el hecho de ver una llave sobre la mesa, etc .: eso lo encuentra el enfermo mismo como la cosa más natural del mundo, pero no es comprensible para nosotros. Motivaciones insufi cientes, ulteriormente elaboradas, se nos presentan en la exploración. Si esta conducta es ya muy llamativa, en personas lúcidas y laboriosas, cuando hablamos con ellas sobre su vida, esa incomprensividad se vuelve justamente grotesca en numerosos estados psicóticos agudos — sólo la costumbre de ver tan a menudo esos estados nos los hace aparecer menos sorprendentes: aquí vemos a enfermos que aprehenden excelentemente, que no tienen nin guna perturbación de la conciencia, que están plenamente orientados, sal vajemente enfurecidos, haciendo gestos ininteligibles, realizando movimien tos y acciones, exponiendo oralmente y por escrito frases completamente incoherentes, mientras en el próximo momento pueden mostrarse de nuevo coherentes. Y después del transcurso de la psicosis, no siguen encontrando singulares estas cosas, dicen quizá que se habrían permitido bromas, que habrían realizado una jugarreta, y así por el estilo. En esto incomprensible se ha buscado un factor central. Todos los im pulsos no transmitidos, los afectos inconcebibles y la falta de afectos; las pausas repentinas én la conversación, las ocurrencias inmotivadas, los gestos que recuerdan la dispersión mental y todas las demás manifestaciones
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descriptibles más negativamente, deben descansar en algo común. Se ha bla teóricamente de incoherencia, de escisiones, de descomposición de la conciencia, de ataxia intrapsíquica, de debilidades de la apercepción, de insuficiencia de la actividad mental, de perturbación de la tensión aso ciativa, etc. O ) . Se llama alelato o bizarro a tal comportamiento. Pero con todas las palabras se dice finalmente lo mismo: es un algo “incomprensi ble” común. Se comprueba que propiamente no ha faltado de modo definitivo nin guna función psíquica, es decir, no puede ser,una perturbación singular de la función de lo central. Se ve que se dan complejos sintomáticos no esquizofrénicos en esquizofrénicos y que éstos reciben entonces el “colo rido” típico; así aparecen complejos sintomáticos de maníacos y depresivos en una esfera esquizofrénica. Tenemos la intuición de un todo, que se llama esquizofrénico, pero no lo captamos, sino que enumeramos una in mensidad de pormenores o decimos “incomprensible”, y cada cual abarca ese todo sólo en la propia experiencia repetida en contacto con tales enfermos. § 3. El complejo sintomático a) Cuadro de estado y complejo sintomático. Para la formación total de tipos en las unidades nosológicas, hace la psicopatología general to davía un trabajo preliminar al investigar psicológicamente los comp’ejos sintomáticos. Desde que se aprendió a considerar el curso de la enferme dad como uno de los signos más. importantes para la agrupación de enfer medades, fueron distinguidos Jos cuadros de estado, que son la forma pa sajera de manifestación de una enfermedad, de todo el proceso mórbido. Para poder caracterizar estos cuadros de estado más fácilmente, se formó el concepto de complejo sintomático; se hallaron ciertos acoplamientos sintomáticos que pudieron pasar como tipos de cuadros de estados y permi tieron un ordenamiento de las numerosas variaciones. Ya Emminghaus describió como complejos sintomáticos la melancolía, la manía, el delirio, la “locura”, la demencia, y se habló de los complejos sintomáticos como deformaciones naturales resueltas, ya que estaba en primer plano del inte rés sólo la idea de la unidad nosológica. Pero en nuestros días se plan teó de nuevo en principio, el estudio de esos complejos*, se les debe estu diar en sí, sin consideración de unidades nosológicas y de procesos mór bidos, que buscan en ellos regularidades existentes y coherencias necesarias y crear así unidades que estarían, por decirlo así, en el centro entre las manifestaciones elementales de toda especie y las unidades nosológicas (2). (1) (2)
Berze,
J.
y
G
ruhle
C ra m e r: Allgm. Z .
, H . W. : Psychologie der Schizophrénie, B erlín, 1929. Psychiatr., 67, 63.1. H o c h e : Z . N e v r . , 12, 540 (1912).
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b) Puntos de vista según los cuales son formados los comple jos sintomáticos. Exactamente como los psiquiatras de hace cien años, somos incitados hoy, en la observación, al reconocimiento de ciertos cua dros típicos, que pasan desde hace mucho tiempo como complejos sinto máticos. ¿Según qué puntos de vista son formados esos tipos? Se puede denominar complejos sintomáticos a cosas muy diferentes. Es finalmente un problema terminológico, si se quiere llamar así o no, por ejemplo, a una forma de reacción, a un tipo de carácter, a ataques, etc. La situación es que todas las formaciones de unidades, cuya esencia es unitaria y clara, aparecen en determinados lugares de la psicopatología general: como rela ciones causales, como relaciones genéticamente comprensibles, como tipos de personalidad, etc. El resto de las formaciones de unidades, que ha surgido bajo la cooperación de diversos enfoques, y por lo ge neral es obscuro desde el punto de vista metódico, pero que se impone por la experiencia intuitiva, es resumido como círculo del complejo sintomático. Los puntos de vista, de los que aparecen siempre varios en la formación de complejos sintomáticos singulares, son, considerados . aparte, los siguientes: 1, M a n i f e s t a c i o n e s o b j e t i v a s y s u b j e t i v a s q u e s e i m p o n e n p o r s í m i s n i a s . Se comenzó en lo más extremo y se dió nombre a manifestaciones objetivas de la especie más llamativa. Ejem plos son el estupor (todos los estados en los que, con la conciencia alerta, no se reacciona a algunas preguntas y a situaciones en que los enfermos per sisten más bien inmóviles en la misma actitud), la m anía (estado de exci tación), que sólo expresa el hecho de la excitación motriz (psicosis de m otilidad), la confusión (incomprensividad e incoherencia de las acciones y de las exteriorizaciones habladas), la paranoia (en el sentido de la apa rición de ideas delirantes en el más amplio sentido), la alucinosid, etc. Estas calificaciones, como meras denominaciones de manifestaciones obje tivas (según los puntos de vista de la psicología de los rendimientos), es tán hoy todavía en uso práctico. La investigación ulterior tiene aquí por misión la aclaración de la génesis de tales síntomas, idénticos sólo exteriormente, y de las variaciones subjetivas de la vivencia de los enfermos. Externos son también aquellos conceptos de cuadros de estados que observan el vivenciar subjetivo de los estados de ánimo básicos (depresión, melancolía, psicosis ansiosas, manías, éxtasis). 2. F r e c u e n c i a d e l a a p a r i c i ó n - s i m u l t á n e a . Los pun tos de vista desde los cuales son asociados los elementos én complejos son muchos. Se consideró ocasionalmente como el único punto de vista que
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aquellos síntomas que aparecen juntos con más frecuencia 3, forman un complejo sintomático. Realmente existen f>ocas investigaciones sobre la frecuencia con que aparecen juntos ciertos síntomas de Cari Schneider (Psychologie der Schizophrenen.. 1930). Pero aparte de ello deben tener otras fuentes aún de naturalidad característica con que son reconocidas siempre ciertas agrupaciones de síntomas, y la necesidad convincente que se liga a esas agrupaciones. 3. R e l a c i ó n d e s í n t o m a s , U na de las fuentes es la relación “comprensible” en que están, entre sí, los síntomas de un complejo. La alegría, el contento del movimiento, la verborrea, el placer en el chiste y la actividad, la fuga de ideas y todo lo que se puede hacer derivar de ello comprensiblemente, no constituyen el cuadro de la hipomanía “pura”, por que son de esta manera, junto a la depresión “pura”, el cuadro más común de las enfermedades afectivas (al contrario, los “estados mixtos”, son real mente tanto más frecuentes cuando más exactamente se investiga), sino porque todo el cuadro constituye para nosotros una unidad “comprensi ble”. Es, junto a la depresión pura, el tipo psicológico ideal de las enfer medades afectivas, de las que no conocemos el tipo medio por falta de investigación. Otra fuente de la unidad de los complejos sintomáticos es el mism o rasgo, propio de una categoría de síntomas, por lo demás muy heterogénea. Así están las cosas, por ejemplo, cuando todo lo que es “hecho” a los enfermos, en el complejo paranoico, todas las manifestaciones de la motilidad anormal, en tanto que no son explicables neurológicamente ni com prensibles psicológicamente, en el complejo catai\ónico, y todos los procesos que pueden ser considerados como nacidos de excesiva “excitabilidad” y “debilidad”, son resumidos como neurasténicos. Aquí juega un papel la representación de una causa unitaria extraconscíente. Las “leyes de la formación de síndromes” en la esquizofrenia ha in tentado comprenderlas Cari Schneider. Este quiere reconocer en las carac terísticas form ales de la vivencia del acto, lo común de una función formal básica perturbada y el origen de una multitud de síntomas. 4. S í n t o m a s p r i m a r i o s y s e c u n d a r i o s . U n principio básico para el análisis de los complejos sintomáticos es la distinción entre síntomas primarios, causados directamente por el proceso mórbido, y sín tomas secundarios, que surgen tan sólo por elaboración ulterior. Hay que ordenar la ambigüedad del sentido de lo primario y lo secundario: aa) Síntomas primarios se llaman ocasionalmente sólo a los síntomas elem entales, que, com o irrupciones extrañas, son im portantes ante todo para e! diagnóstico de la
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esquizofrenia. Luego es secundario todo acontecer psíquico no elem ental, de donde quiera que venga'. bb) Primario es lo dado inm ediatam ente, no reducible más allá para la com prensión; por ejemplo, las disposiciones instintivas; secundario es lo que surge para nosotros comprensible em páticam ente a partir de lo dado; por ejem plo, la sim bolización de un instinto (el amor a los gatos en lugar del amor frustrado a los niñ os). Así, es primario el vivenciar delirante, el alucinarse; secundario, el sistema delirante adquirido por trabajo racional, la concebible indignación sobre el contenido de la experiencia delirante, el “delirio de explicación” (W ernicke) { elaboración de algunos procesos morbosos por la psiquis todavía san a). cc) Primario es lo directam en te causado por el proceso-mórbido; secundario la repercusión en la situación en el m undo circundante, ligado evidentem ente con el defecto. Primario es, por ejem plo, la perturbación de la capacidad de fijación en e l com plejo sintomático de Korsakof; secundaria, la perturbación de la orientación que nace necesariamente de eso. Primaria es la afasia sensorial; secundaria es la pertur bación relativamente grande en todas las relaciones con los otros. hombres (P ick) que surge de la situación del afásico sensorial en oposición, por ejem plo, al afásico m otor: el afásico sensorial parece perturbado en su inteligencia entera, porque no puede captar ya el ambiente, no se orienta debidam ente, mientras que el afásico motor, aparte de su perturbación expresiva del lenguaje, aparece m ucho m enos defec tuoso, pues puede orientarse muy bien y encontrar otros caminos para hacerse com prensible. dd) Entre los síntomas que nos son directamente accesibles, son primarios los síntom as aislados, inm ediatam ente causados por el proceso m órbido; secundarios, los síntomas nacidos de una alteración psíquica general surgida sim ultáneam ente, en acción recíproca con el medio ambiente. Así es primario el estado de abnubilación, el ataque epileptiforme, el dolor de cabeza; secundaria, alguna locura esquizofrénica aguda que aparece com o reacción ante una vivencia (B leu ler), una reacción carac terística de la contextura psíquica esquizofrénica, surgida junto a los síntomas prima rios com o consecuencia del proceso mórbido que hay que imaginar físicam ente (elaboración de las excitaciones normales del m undo externo por la psiquis enferm a). ee) Primario es lo causado directam ente por el proceso m órbido; secundario, lo causado además por estos primeros efectos y junto a ellos. En los efectos del alcohol es primaria la embriaguez; secundaria, la alteración psíquica constante del alcohólico crónico; secundarios, además, el delirio, la alucinación alcohólica, el Korsakof.
c) Significación real de los complejos sintomáticos. En la com paración de cuadros de estados reales, con el tipo de un complejo sintomá tico, solemos decir que existe una diversidad “gradual” en la plenitud o falta de p lenitud de la realización: esta es,, o bien puramente extensiva: están representados más o menos rasgos singulares que pertenecen al com plejo. O la diferencia es imaginada {intensiva: la diversidad se basa en el hecho de que el proceso que sirve de base condiciona en un caso, un modo de manifestación más violento de los mismos fenómenos. Así se imaginan, por ejemplo, grados entre la hipomanía por sobre la manía com pleta hasta la manía confusa. En el análisis del caso singular tenemos que pensar, además, que pue den reunirse en el cuadró de estado individual los rasgos de diversos com
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piejos sintomáticos. Claros complejos sintomáticos, que corresponden a una descripción típ ica, son los casos puros o clásicos. La mayoría de los casOs muestran combinaciones. Sólo el ensayjo puede mostrar hasta qué punto tales cuadros, medidos en complejos sintomáticos típicos, se vuelven más claros cuando se les interpreta como mixtos. Además los complejos sintomáticos no son caprichosamente universales. Más bien señalan siempre un dominio más o menos amplio de enferme dades, a las que pertenecen predominantemente o del todo. Y probable mente, modificaciones características en grupos nosológicos limitables. El com p lejo sintomático amnésico, por ejemplo^ va acompañado en los seni les de muchas confabulaciones; en los traumatizados del cráneo va casi sin ellas (*). Una e x p lic a c ió n c a u sa l d e lo s c o m p le jo s s in to m á tic o s no ha sido lo grada hasta ahora. En lugar de ello hay representaciones te ó r ic a s de posibilidades: Podrían basarse en “m odalidades cerebrales individuales” (H o ch e), es decir en la predisposición del individuo, inclinado a reaccionar predom inantem ente con estos o aquellos síntomas de relaciones de m anifestación, en general, preformadas. U na indicación de eso podrían ser las relaciones hereditarias en los círculos constitu cionales, Sería admisible que los estados afectivos, paranoicos, motores, m aníacodepresivos, síndromes neurasténicos, histéricos, etc., se basarán en una modalidad trans misible, que entra en actividad cuando los activa una enfermedad cualquiera. Captar complejos sintomáticos es para la mayoría utópico; para los complejos sintomáticos orgánicos y los trastornos de conciencia, un problema parcialm ente significativo. Kraepelín quiere ver los com plejos sintomáticos en un ordenamiento estratifica do: su tipo estaría condicionado por la m edida de ,1a destrucción y por las funciones que han quedado en pie. Cuando han sido destruidas partes superiores del sistema nervioso, son liberadas capas inferiores (un hecho de la neurología, que aquí com parativamente es traspasado a lo psíquico). Los paralelos con las etapas de la evolu ción filo y ontogenética, deben significar que cuanto más fuerte sea la destrucción, aparecerá lo más prim itivo, por ejem plo los movimientos catatónicos en círculo, como en ciertos animales. Esta es una posibilidad y una interpretación alguna vez oca sionalmente interesante.
Mientras que en todas las meras ideas de posibilidades hechas hasta ahora, los complejos sintomáticos no adquieren ninguna importancia real, ha intentado Cari Schneider por primera vez — en las afecciones esquizo frénicas— hallar, por medio de observaciones, esa importancia real en p ro c e so s b io ló g ic o s 3 que llegan a la manifestación en los agrupamientos sintomáticos. (l) K l e i s t , R. y Z. N eur., 149, 134 (1934).
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“ Amnestischer Symptomenkomplex nach Schädel trau m en” .
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d) Teoría de Cari Sclmeider sobre los agrupamientos sintomá ticos esquizofrénicos í 1). Schneider ve el estado presente de la psi quiatría como un caos de tendencias de investigación. Psicopatología y soraatopsicología, doctrina de la localización, biología de la herencia y neurología trabajan con conceptos completamente distintos sobre la esen cia de los procesos vitales. Esa multiplicidad de los puntos de vista diver gentes obscurece la visión de las regularidades biológicas unitarias. A los puntos de vista les falta la dirección a través de una hipótesis general de investigación, que, desde la penetración en los procesos vitales, “regule la relación mutua de las ramas aisladas y haga posible, desde lo elaborado, la verificación recíproca de las demandas particulares” . Cada disciplina encuentra inseguro el resultado de las otras y quisiera, sin embargo, con- , firmarlo, completarlo, continuarlo. Pero todo rudimento es para ella de>masiado heterogéneo, como para ayudarse una a otra en el método pro fundizado”. Esta necesaria hipótesis general de investigación, opina Schnei der que la puede obtener en las observaciones de los agrupamientos de; síntomas. Haremos primero una bieve exposición dogmática de su doctri na; en segundo lugar informaremos acerca de su fundamentación; en últi mo término ensayaremos una crítica. 1. E s b o z o d e l a d o c t r i n a . En la esquizofrenia se pueden distinguir tr e s a g r u p a m ie n to s s in to m á tic o s , cada uno de los cuales se pre senta o bien puro, o se combinan casi siempre, sea en el cuadro de estado, sea en la sucesión temporal, pero también entonces cursan contiguos pero independientemente uno de otro. Hay los siguientes agmpamíentoa deno minados según el síntoma principal: 1. A g ru p a m ien to del pensam iento intervenido. V ivencias religiosas y sobre la concepción del mundo - arrancamiento de ideas, robo del pensam iento - perplejidad » pensamiento influido - vivencias “hechas” impuestas o en las que es suprimida la libertad - deslices lingüísticos - interceptaciones. 2. Agrupam iento de lo saltigrado. Pensamiento saltigrado - parálisis de los efec tos y pobreza de impulsos, falta de dinám ica, elasticidad y reactividad vitales - amor tiguam iento de la tristeza y de la alegría - estados de angustia, de cólera, de lla n to ,. desesperación - alteración de los sentim ientos corporales, de la percepción del propio cuerpo; alucinaciones físicas. 3. A grupam iento de lo em bolism ático. Delirio de referencia, vivencias delirantes primarias - pensamiento confuso y embolismático - falta de interés en las cosas y valores objetivos - disgregación - afectos inadecuados - impulsos parabúlicos.
A cada agrupamiento sintomático pertenece u n v iv e n c ia r in tu itiv o Ca racterístico del mismo; al del pensamiento intervenido, el sentimiento del extrañamiento de las propias representaciones y la sonoridad del pensa((1) Scarnami, Cam.: Di« schizopkrentn Symptonverbande, Berlín, 1942.
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miento; al pensamiento embolismático, el delirio primario de referencia; en el del pensamiento saltigrado, las perturbaciones de la sensibilidad ge neral y las alucinaciones corporales. Los s ín to m a s a is la d o s de estos agrupamientos no tienen, evidentemen te, ninguna re la c ió n psicológica o de otra clase entre sí, por la que sea derivable una de otra o pueda ser entendida como solidaria. Son obser vados sólo en su aparición de hecho. Su correspondencia ha de tener su base en un normal agrupamiento funcional de la vida psíquica, que ■ — en casos puros por sí solo— es afectado por la enfermedad. A los tres coníplejos sintomáticos corresponden, por tanto, tres agrupamientos funciona les, sobre cuya existencia llama la atención primeramente la observación patológica. Tales agrupamientos funcionales son los radicales biológicos. Surge “una nueva hipótesis de la construcción de la vida psíquica”. Quieie decir: en la vida psíquica sana están reunidos siempre diversos procesos psíquicos en grupos funcionales, es decir, reunidos en unidades biológica mente independientes. En los sanos cooperan, los agrupamientos en la más estrecha vincula ción: en los esquizofrénicos sólo son visibles aisladamente, porque pueden alterarse en particular por el proceso mórbido. Ante las noxas “responden los diversos grupos funcionales unitarios en sí, se^ún sus propias leyes, con agrupamientos sintomáticos independientes” . Ha surgido, pues, un nuevo concepto de “elemento”. Los agrupamien tos funcionales son los elementos de toda vida psíquico-corporal. “El agru pamiento sintomático, es, por decirlo así, el elemento biológico de la psiquiatría, así como el átomo es el elemento de la físicar y. la química, el estrato el elemento de la geología” . Esos nuevos elementos no son estáticos, sino d in á m ic o s . Los agrupa mientos actúan unos sobre otros. Se produce un juego de las reacciones biológicas entre ellos y entre su alteración patológica y lo sano. Cómo se desarrollan, es un resultado de su influencia mutua con el mundo circun dante. El acontecimiento patológico da una visión en la dinámica de ese proceso y crea un fundamento de experiencia para el examen en diferen cias de la vida psíquica en general. Pero los agrupamientos funcionales no son todavía lo último. Está por encima la c o n d u c c ió n desde el conjunto de la vida, Y puede irrumpir sobre ellos el p r o c e s o m ó r b id o e s q u iz o fr é n ic o } que se apodera de ellos selectiva o totalmente. Resumamos: Para la o b s e r v a c ió n es decisivo que la existencia de los tres agrupamientos sintomáticos, y con ellos los agrupamientos funcionales correspondientes, se muestren en su comportamiento, bajo condiciones va
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riables. Para la hipótesis es decisivo el pensamiento de los radicales bio lógicos de las funciones psíquicas. Pensar, querer, sentir y todas las otras clases psicológicas de vivencia, que conoce hasta ahora la psicología, se edifican a partir de procesos biológicamente heterogéneos. En cambio, en los agrupamientos funcionales originarios tienen lugar procesos vitales, que están tras la conciencia y sus múltiples contenidos, afectos, impulsos, la dominan y son reconocibles, a partir de ella, en condiciones determinadas. Esos procesos vitales primero, y no directamente la conciencia con sus vivencias, son comparables con los procesos vitales en el acontecer corporal. 2. F u n d a m e n t a c i ó n d e l a d o c t r i n a . La existencia de los agrupamientos sintomáticos se muestra primeramente al enfoque clíni co. La observación de algunos casos “puros” ( “esquizofrenias incomple tas”) en los que sólo aparece un agrupamiento de síntomas y faltan los otros por completo, hace posible su hallazgo, La ubicación de los síntomas dentro de los agrupamientos no se basa, pues, en una construcción, sino en su coincidencia con exclusión de los otros síntomas esquizofrénicos. Además, es demostrada la existencia de los agrupamientos por su con ducta: dentro de los agrupamientos singulares se muestra clínicamente una frecuente secuencia en la aparición de los síntomas unos tras otros. A la terapia interesan los diversos agrupamientos distintamente: el de lo em bolismático, especialmente al efecto de la insulina; el de lo saltigrados a los efectos de las convulsiones; el del pensamiento intervenido, al trabajo. En relación con el pronóstico, los tres agrupamientos tienen diversa signi ficación: el del pensamiento intervenido muestra una inclinación a la curación o a la inactividad biológica. Los otros dos agrupamientos sinto máticos tienen pronósticos esencialmente peores. Cuanto más puro el sín drome del agrupamiento sintomático de lo embolismático, tanto más des favorable el pronóstico general. Los agrupamientos funcionales no son observados, sino inferidos. Su existencia es una hipótesis. Esa hipótesis es apoyada, aparte de las obser vaciones clínicas, por el desarrollo durante la pubertad: la sucesión de las tres fases típicas de la pubertad deben interpretarse como desenvolvimien to aislado de los tres agrupamientos funcionales. Además, se adquiere un apoyo por la observación de las vivencias del adormecimiento que —una analogía con las vivencias esquizofrénicas— muestran igualmente una va riación según la diversidad de los tres agrupamientos funcionales. Clínica mente deben ser observadas incluso subordinaciones típicas de ciertas ma nifestaciones metabólicas.
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Schneider insiste en muchas de esas fundamentaciones que no están verificadas en modo alguno. La importancia heurística de su hipótesis consistiría en que hace posible esos problemas, exigiendo así d e te rm in a d a s investigaciones ejecutables, Finalmente decidirá la enume ración, “no de otro modo que como una le y biológicohereditaria o biológicoc o n stitu c io n a l resulta de la enumeración de los casos singulares con de term in ad os vínculos distintivos”. “Las leyes nosológicas” — e n analogía con los métodos de Kretschmer—- son tomadas de los casos “puros” y, luego de la masa de las combinaciones y realizaciones parciales. Las confirmacio nes estadísticas y una representación del modo de] recuento a desarrollar para esos fines de conocimiento, no lo d á todavía Schneider. La compro bación de sus observaciones sería posible completamente sólo con la laborterapia llevada a cabo en una clínica. d e fin itiv a m e n te
3. C r í t i c a . Frente a la claudicación resignada, que se expresó en la indicación de Hoche y Cramer sobre los complejos sintomáticos, quiere Schneider adquirir en su problema más bien positivamente el conocimien to psiquiátrico central: La idea de Kraepelin de la unidad nosológica la rechaza: esta presupone falsamente que la división de las psicosis sería la misma tanto si es emprendida desde puntos de vista etiológicos, psicopato■lógicos, anatomopatológicos; los hechos son vistos sólo adicionalmente y sus correspondencias son presupuestas dogmáticamente. Aunque Schneider no ha tocado con esta crítica de ningún modo, la idea de Kraepelin, sino sólo sus formulaciones esquemáticas, vive él mismo, sin embargo, de una influencia mutua de agrupamientos funcionáis, que son dirigidos desde el todo de la vida. Con eso se ha perdido para él la idea de la unidad nosológica; los agrupamientos sintomáticos son.de .hecho también aquí la suplantación, el sucedáneo resignado. Pero su significación es adquirida por otra idea de totalidad, la de la construcción de la vida. No son apropiadas para reconocer y delimitar la enfermedad esquizofrénica en su esencia, pero sí —si Schneider tuviese razón— para adquirir una visión de la cons trucción de la vida psíquica. Su idea da a sus obras la elasticidad innegable que las destaca de entre la masa de la bibliografía. Pero la idea se convierte, como esbozo de su esquema, en teoría y esta teoría, en tanto que debe ser la “representación privilegiada”, que garan tiza “sin anticipación especulativa” una estructuración biológica de los procesos vitales singulares, es en realidad una nueva dogmática del ser. Esa teoría total presenta los elementos básicos de la vida, como la física presenta los de la materia en átomos. N o es buscada ni afirmada ya una “perturbación básica” de la esquizofrenia, sino -un acontecer básico del
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todo psíquico con sus agmpamientos funcionales, de cuya perturbación resulta la multiplicidad de las manifestaciones. La fuerza de la idea se muestra en que, como la nueva representa ción liga, por decirlo así numerosas aspiraciones de investigación y con ceptos básicos, se vuelve de ese modo un punto nodal de conocimientos existentes. “Funciones” y agrupamientos de manifestación, puntos de vista biológicohereditarios y psicológicoevolutivos, todo contribuye a dar la ima gen total. Esta misma, en su forma teorética, está en la línea de la búsqueda de “radicales” (elementos, unidades dinámicas básicas, complejos de sig nos examinables como unidades hereditarias). A esta teoría se aplica lo que es común a todas las teorías que se con vierten en teorías totales: se apoyan en un amplio círculo de condiciones que se soportan mutuamente, cuyos miembros no están del todo seguros en ningún lugar, que en conjunto incluyen tantas suposiciones que todos sus hechos típicos son accesibles a una interpretación plausible, sin que sea demostrado realmente algo. Lo que, como idea de totalidad por es quemas que se desarrollan a través de ella y pueden dirigir la investigación, es ineludiblemente falso como teoría universal. Por eso no se pregunta esencialmente si esta teoría es verdadera o falsa, sino que fué reconocida de hecho en los nuevos caminos de una teoría sobre agrupamientos sintomáticos. La idea de Kraepelin, como reco noce Schneider, ha dado una extraordinaria riqueza de comprobaciones clínicas de hechos. ¿Qué resultados tuvo hasta aquí la nueva idea? El punto de partida para la observación fueron los tres agrupamientos sintomáticos esquizofrénicos. Su existencia es el fundamento de todo el edificio. La separación de esos tres agrupamientos está en la línea de los ensayos hasta ahora vanos para hallar dentro de la esquizofrenia limita ciones y divisiones decididas de las formas de enfermedad. Es una expe riencia básica de la escuela de Kraepelin: mediante la colección incansa ble y la descripción de los fenómenos en los cursos individuales, se quiso separar, desde el comienzo de la introducción de la demencia precoz, a partir de la gran masa, grupos aislados. Eso pareció lograrse siempre pa sajeramente, las descripicones clínicas actuaron persuasivamente, el diag nóstico se sirvió, de las nuevas unidades delimitadas. Pero a la larga se mostraron transiciones y combinaciones y, las divisiones halladas fueron abandonadas de nuevo. Esta es una experiencia de decenios, que hace a uno excéptico frente a nuevos ensayos, cuando quieren ser más que des cripciones tipológicas de una multiplicidad fluida de formas de curso (1). (1) Por'ejemplo Leon hard, R.t Die defeklschizophrenen Krankheitsbüder, Leipzig, 1936. Ver el examen de G ru h le : Krim. biol., 1937.
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Con este método de la disolución en muchos cuadros mórbidos especiales, pareció haber caído el camino infecundo de la vieja psiquiatría en una infinitud.. Se exige hoy más que la descripción típ ica de casos, cuando debe ser delimitada una unidad: hay que entregar la prueba, por la ob servación constante de una masa total de casos, por biografías precisas, además d e las enumeraciones, y hay que alcanzar así un resultado que no sea simplemente derribado o tácitamente olvidado al año próximo por algunos ejem plos contrarios. E n esta serie de ensayos de' separación presenta Schneider una nueva tarea. N o quiere delimitar unidades nosológicas (ni dividir la esquizofrenia en subgrupos diagnosticabas) ; tampoco quiere des cribir complejos sintomáticos típicos, que se entremezclan f úidamente y tienen su sentido por relación interna intuitiva, M á s bien espera captar unidades de agrupamientos funcionales, que construyen la v id a psíquica normal lo mismo que la esquizofrénica y sólo son reconocibles separados en el estado mórbido, que ataca selectivamente a los agrupamientos. Por eso rechaza Schneider los anteriores esfuerzos como “un probar incesante o separar y resumir síndromes variables en grupos nosológicos supuestamen te fundados en lo biológico”, mientras él mismo cree estar en la huella de elementos biológicos reales. Pero él comienza tan solo. ¿No se vuelve evi dente pronto en este camino, en nueva figuradla infinitud? Considera la colocación de los tres agrupamientos como los primeros jalones. S u ob servación, a través de Jas comunicaciones de Schneider, no me parece convincente. Hay que admitir que no existen de ningún modo en su sentido. Con la tesis fundamental de los tres agrupamientos sintomáticos y funcionales que le corresponden, en que se entrelazan la observación y la teoría, está y coincide el todo. Si los tres agrupamientos sintomáticos exis ten como unidades separables en otro sentido que el tipológico, es decir como realidades cerradas, tendrá que enseñarlo la observación futura. Como expresa Schneider, puede hallar la demostración sólo por enumera ciones (con lo cual toda crítica metódica referente a aquello que es enu merable, y la significación de las correlaciones, es ineludible). La visión clínica y la observación clínica, tales como han sido hechas hasta ahora, no pueden dar solas la prueba, y tampoco, en relación con las muchas vinculaciones de la tesis, la evolución, la terapia, la vivencia del sueño, etc., pues cada una de esas vinculaciones muestra por sí una posibilidad y mu chas incertidumbres no dan, en su acumulación, una certidumbre. Entre las observaciones clínicas, las experiencias de la laborterapia son, funda mentalmente, de interés especial. Sólo aquí podría obtenerse una nueva especie de hechos típicos, mientras que la observación clínica inactiva de los agrupamientos sintomáticos no ha hecho visible ninguna nueva especie de ellos.
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No es accidental que, en esta doctrina de los agrupamientos sintomá ticos esquizofrénicos, los escasos hechos cedan terreno frente a Ja riqueza de las discusiones conceptuales de principio. Se manifiesta una nueva ma nera de pensar, acentúa su novedad, desarrolla posibilidades de explora ción. Es movida por el entusiasmo característico que acompaña a la enun ciación de teorías universales. H a de ser desarrollada una “psiquiatría biológica”. Biológico significa aquí: dirigido al todo de la vida, no a algu nas de sus manifestaciones, sean somáticas o psíquicas. Dice Schneider, acertadamente: es un postulado injustificado que, al comienzo de la esqui zofrenia, haya que admitir ya alteraciones somáticas; es falso equiparar demasiado prematuramente condiciones funcionales psíquicas no vivenciables con las somáticas, y concebir, estas de nuevo de modo prematuro sólo materialmente, como morfológicas o mecánicas o, en el mejor de los casos, energéticamente; hay que emanciparse de la noción de que actuaría desde lo somático una causalidad, por decirlo así, global, sobre el acontecer psí quico; la vinculación biológica entre los procesos somáticos y psíquicos seirá muy distinta de lo que hoy se cree tener que admitir. Todo esto me parece verdadero como crítica, pero ahora viene el problema sobre lo que aquí se entende por biológico. Evidentemente, nada de lo que la ciencia de la biología tiene por objeto — es decir siempre algunas explorabílídades palpables, por tanto particulares — sino que quisiera captar el todo, abarcativamente, de una concepción de la vida, aquello en que y de lo que ocurre todo lo especial. Pero ese todo no es ningún objeto, sino para la exploración, sólo idea, y para la presentación filosófica lo general. La biología de esta “psiquiatría biológica” me parece, en verdad, la expresión del impulso de una idea, una tendencia filosófica, no penetrada todavía ella misma quizás, pero sin base como objeto del conocimiento indagador. Forma precisa recibe la investigación de una idea, tan sólo al'í donde se acerca más al hecho típico desde las grandes líneas generales. Si los agrupamientos sintomáticos tienen su origen en la perturbación de algunos agrupamientos funcionales, tiene que ser concebible funcionalmente la correspondencia de las manifestaciones,, a primera vísta heterogéneas, en el agrupamiento. El problema es: ¿Cómo es captable la relación de los sín tomas en el agrupamiento? ¿Cómo se corresponden? La respuesta falta. El hecho de su coincidencia estadística, cuando debiera confirmarse en ge neral, se convertirá en un hecho típico reconocido tan sólo por el cono cimiento del modo de su correspondencia. Exposiciones
aisladas
En las siguientes exposiciones aisladas damos sólo una selección de
ejemplos. Deben dar una representación del valor intuitivo de ios cuadros
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de los complejos sintomáticos. Tales se han abierto camino, y de ningún modo todos los expuestos, sino sólo aquellos que se impusieron siempre de nuevo. ^. a) Complejos sintomáticos orgánicos. Complejos sintomáticos or gánicos llamamos a aquellos a los que podemos atribuir como causa un proceso corporal palpable en el cerebro. A ellos pertenecen los complejos sintomáticos afásicos, los tipos de la demencia orgánica. U n complejo sin tomático orgánico muy destacado es el de Korsakof (complejo sintomático amnésico) (*). Se observa sobre el terreno del alcoholismo crónico; des pués de graves lesiones cefálicas; después de intentos de estrangulamiento; como consecuencia de procesos cerebrales seniles (entonces llamado presbiofrenia) y raramente también en el comienzo de la parálisis general. El complejo puro puede consistir en la mera perturbación de la memoria y de la capacidad de- fijacipn y sus consecuencias necesarias ( desorientación, relleno de las lagunas por confabulaciones) sin trastorno propio de la inteligencia. Los enfermos lo olvidan todo en el tiempo más breve.. No conocen a nadie, ni al médico, ni a los otros enfermos, repiten el mismo relato y creen siempre informar a’go del todo nuevo, saludan al médico que llega varias veces como si apareciese por primera vez allí. Se com portan del todo naturalmente en conformidad con la situación, con una cierta iniciativa, ordenados, y puede ocurrir que el profano no advierta por mucho tiempo lo perturbado que está el enfermo. Está desorientado sobre el lugar y el tiempo, tanto más cuanto que desaparece crecientemente el antiguo caudal mnésico, y eso retrógradamente a part’r del presente. Cuanto más próximo está el tiempo recordado, tanto menos se le recuerda.. Los recuerdos de la primera infancia y de la juventud están todavía pre sentes, y puede ocurrir que una mujer de 80 años se considere nuevamente una muchacha de 20, se llame con su nombre de soltera, no sepa nada del esposo y de los 'hijos, calcule con antiguas especies de monedas, etc. A eso se agrega como un fenómeno notable la habilidad y la naturalidad con que estos enfermos presentan confabulaciones en lugar de recuerdos reales. Los enfermos relatan historias enteras. Estas surgen como confabulaciones ocasionales para llenar los vacíos de la memoria, pero a menudo son ofre cidas rica y masivamente. Son expuestos absurdos pensamientos inconci liables, sin que se muestre, aunque sólo sea sentimentalmente, una necesi dad de corrección, tampoco de contención. Se dejan sugerir también viven cias, como realmente tenidas. No tienen ninguna conciencia clara de su defecto, pero se sienten, de modo obscuro, inseguros. (1) Neur.
K
ZbL,
o r sa k o f:
29, 1147.
Arch. K
Psychiatr. (D-), 21. B r o d m a n n : Z. Neur., 20, 488.
aufm ann:
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Psychiatr., 3.
L ie p m a n n :
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Como complejo orgánico de síntomas se conocen los estados de debili dad después de grave conmoción cerebral, que da lugar, primero, a una inconsciencia de minutos hasta horas: excitabilidad (ataques de furia, in continencia emotiva, debilidades de la memoria y de la capacidad de fija ción, incapacidad de concretarse (dispersión), fatigabilidad acreecntada, dolores de cabeza, especialmente al inclinarse, localizados a menudo, estados de mareo, sensibilidad al calor, intolerancia al alcohol (*). b) Los complejos sintomáticos de las alteraciones de la con ciencia. Hemos intentado antes distinguir la obnubilación; la perturbación de la conciencia y la alteración de la conciencia. Estas tres direcciones de la vida psíquica alterada se asocia con numerosos elementos distintos para la formación de cuadros de estado extraordinariamente diversos, en los que hablamos de una conciencia alterada en sentido amplio. De entre los com plejos sintomáticos típicos, ponemos de relieve el “delirium ”, la amenc’a y el estado crepuscular. Es común a todos — en diverso grado— la des\ orientación, una mayor o menor discontinuidad o inconexión de la vida psíquica y un mayor o menor recuerdo confuso después de pasado el estado. 1. El “delirium” está caracterizado por ^1 desvio del enfermo del mundo externo real. Vive en su mundo, que se le aparece en ilusiones, legítimas alucinaciones, ocurrencias deliroides. Le domina una angustia a menudo enorme y una actividad instintiva sin objeto. La aprehensión es muy mala, la conciencia sólo tiene bajo nivel y se encuentra, en el estado habitual, siempre en el límite del sueño, que, sin embargo, no es alcanzado; en la tensión máxima de la atención se puede elevar el nivel pasajeramente; en tonces se da una aprehensión relativamente mejor y un retroceso del vivenciar delirante (2) . La perturbación de la conciencia en dirección a una vida psíquica soñadora, una cierta coherencia (“ilusiones teatrales” ), además, la mezcla de rasgos de la obnubilación son los caracteres del “delirium ”, que le distinguen más del tipo de la amencia. 2. Tipo de la amencia ( 3). Si nos recordamos del esquema en el que hemos distinguido las relaciones asociativas de las síntesis de actos que se construyen sobre ellas en numerosas pirámides, reconocemos como la mani festación central de este tipo la dism inución de las- síntesis de acta, hssta las etapas más bajas de las conexiones de actos, con el’o la incapacidad de llegar a un nuevo acto cualquiera de pensamiento, a la captación de una (1 ) ( 1 9 4 0 ).
Saethre:
“ F o lg e n z u s tä n d e
(2 )
L ie p m a n n :
(3 )
M e y n b ä t;
Psychiatr., 11, 12, 120.
nach
K o p f v e r le tz u n g e n ” .
Dtsch.
Z.
N crvcnhk.,
Arch. Psychiatr. ( D . ) , 2 7 . B o n h o e f f e r : M schr. Psychiatr., 1. Jh. Psychiatr., 9. S tb a n s k y : Jh. Psychiatr., 4-6. R aecke: S t r o h m a y e r : M schr. Psychiatr ., 19.
150,
163 1
Mschr.
PSICOPATOLOGÌA
c o n e x ió n .
GENERAL
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N o son ya posibles siquiera las simples síntesis de acto que
conducen a la orientación sobre la situación. E l enfermo no es capaz de ninguna combinación. E n consecuencia, la vida psíquica está descompuesta,
decirlo así, en fragmentos singulares, en los que aparecen sólo actos acidenta!es de la conciencia del objeto, fáciles y habituales para el indivi duo, sin relación alguna con los actos anteriores y posteriores. Las únicas leyes que dominan mecánicamente la sucesión de los contenidos de la con ciencia, son las reglas de la asociación, la perseverancia, el encadenámiento inconexo por las percepciones de los sentidos. Accidentalmente, los obje tos que entran en el campo visual, son advertidos, nombrados, pero de inmediato aparece otra representación en el lugar, tal vez suscitada por una asociación absurda: sonidos similares de palabras, rimas y otras cosas sem ejantes dominan el contenido de los discursos (diferentes de la fuga de ideas por la falta de las asociaciones que se acumulan productivamente en esta últim a). Las preguntas del investigador son repetidas sin pensamientos sin llegar a la respuesta; ocurrencias al azar aparecen en la conciencia sin regla y en cambios saltigrados. por
En los grados menos graves de tales estados — las oscilaciones son or dinariamente grandes, hasta la plena lucidez pasajera— los enfermos tienen conciencia de la alteración. Advierten que no pueden pensar, notan que todo el ambiente les es enigmático y caen en consecuencia en un asombro perplejo. “¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué va a pasar? ¿Soy yo mismo? ¿Soy la señora S.?” Pero incluso cuando han comprendido una res puesta, ésta es olvidada enseguida. En ello, especialmente al comienzo, les enfermos experimentan un sentimiento espantoso, sienten 'a enfermedad mental que viene y la enorme revolución de su conciencia. Estos senti mientos se elevan a una angustia insensata, más acrecentada todavía por las ocurrencias delirantes y las equivocaciones sensoriales que se añaden entonces, por completo incoherentes, es verdad, y que desaparecen de nuevo rápidamente. Pero como estos no siguen ninguna regla y pueden ser lo mis mo de naturaleza agradable o feliz, que indiferentes, cambia el tono afecti vo en los contrastes más crudos. Ideas deliroides y percepciones engañosas son, naturalmente, tan inco herentes como las percepciones reales y las ideas que se manifiestan a través de ellas. Ninguna reflexión, ninguna apreciación es posible, por tanto, no surge'tampoco el rudimento de un sistema, más bien los enfermos están entregados pasivamente, según el contenido y la dirección entera, a equi vocaciones variables. N i un estado de ánimo duradero, ni una determinada dirección del delirio, ni complejos comprensibles dan una unidad a los contenidos. Los enfermos refieren a sí mismos las cosas más extrañas: que
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es corrida una cortina, que hay allí una cuchara; los objetos son deforma dos ilusoriamente, por ejemplo, según los parecidos; legítimas percepciones engañosas intervienen. Todo se impone al enfermo, tiene que ocuparse de ello sin voluntad, para abandonarlo de inmediato. Por perseveración mecánica ocurre que, contenidos singulares, giros del lenguaje, fragmentos particulares de la vida psíquica, vuelven siempre; sin embargo^ no puede inferirse de ello sólo, de ningún modo, una relación, incluso cuandoi por éjemplo, durante días enteros es desconocido el médico de una manera determinada, y es recibido con una pregunta que se repite siempre. Incluso en grados graves de la perturbación se pueden comprobar, en tipos amenciales, signos de “perplejidad”. Y ya Jacobi observó, en los estados correspondientes a ésto, que los enfermos, cuando se apela indivi dualmente al sentimiento de su personalidad por llamados, pueden ser llevados por momentos a la conciencia de sí mismos. La perplejidad y esta conciencia natural de la personalidad, característica, aun cuando también pasajera, distinguen este tipo de todas las psicosis paranoides. Después de ese estado persiste só'o un recuerdo sumario. Es llamativo cómo, a veces, impresiones sensoriales superficiales del período de la psicosis, son detalladas y claramente recordadas. Generalmente, existe una laguna completa de recuerdos que dura mucho tiempo. 3. El tipo del estado crepuscular es caracterizado por la “conciencia alterada” sin aparición llamativa de perturbación de la conciencia, obnu bilación ni incoherencia. Los estados están agudamente circunscriptos en lo temporal; los enfermos se despiertan, por decirlo así: la duración puede ser de horas y hasta de semanas. En ese estado, el comportamiento en general es relativamente ordenado, de modo que los enfermos pueden hacer viajes. Sin embargo llaman la atención, junto a las acciones adecuadas, ac tos inesperados, asombrosos, incoherentes, a veces violentos. Los enfer mos son dominados por sentimientos anormales primarios (angustia, disforias de toda clase) y por representaciones deíiroides (la persecución, el peligro, las ideas de grandezas) . Como los enfermos están relativamente ordenados y lúcidos, las acciones violentas son especialmente de temer: el uno pone fuego a su caballo para quitarse la vida, el otro enciende, en furia loca, su casa; el tercero mata a sus camaradas de habitación. Al despertar no existe mayormente ningún recuerdo o sólo un recuerdo lleno de lagunas. Los enfermos se encuentran frente al estado y a sus hechos como frente a algo extraño (*). Para dar ejemplos, describiremos un caso (1 )
Zorirb,
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E¡* Fatt ro a iem poràrer, totuler, J b . Fsychiatr., 23.
Hiumwm »:
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relrograder Am nesie, D in .,
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<
o b se r v a d o e n la clín ica — la m ayor p arte d e los crasas tien en lu gar
fuera
d e los esta b lecim ien to s’. Franz Rakutzky, un cochero de 41 años, tuvo el 15 de mayo de 1908 una fuerte sensación de vértigo. T uvo que acostarse, se envolvió en mantas y cayó en -un a intensa transpiración. Luego pudo volver al trabajo. Después de 10 días se s:ntió otra vez fatigado, experimentó un gran cansancio en las piernas y tuvo de nuevo un fuerte vértigo. Llegó así a la clínica m édica, en la que, después de tres días, por la noche, se mostró por com pleto desorientado, se excitó mucht> y tuvo una angustia vivaz. A la m añana siguiente, en el examen en la clínica m ental, estuvo tranquilo, accesible, pero declaró con sonrisa satisfecha y gran naturalidad que era coman dante y se llam aba “von Rakutzky” , Procedía de una vieja fam ilia noble silesiana. Dos tenientes, Ahlefeld y Fritz, lo habían acabado de llevar al H otel Zum Adler de Karlsruhe. Las gentes que encontraba allí eran soldados acuartelados. Era julio de 1885. A preguntas sugestivas, declara con precisión que ganaba 10 marcos por día; por otras preguntas se elevó a 100.000 marcos por año. R espondiendo a m i deseo, me prestó 2000 marcos y escribió un “cheque” ilegible, según el cual recibi ría el dinero en el Banco 4 en Karlsruhe. Otras sugestiones tienen inm ediatam ente efecto tam b ién :.h a estado en casa del gran duque, m añana será general, posee varios millones, tiene 30 hijos, A la pregunta si era perseguido, respondió en alta voz: “ ¡Y o perseguido!”. H aría avanzar a todo el regimiento, si alguien dijese eso” . Los problemas aritméticos no son resueltos. 6 X 6 — 20, 2 * 2 = 6 sin embargo 1 más 1 igual a 2. Después del exam en, queda el enfermo tranquilamente sentado en un banco d d corredor. En la tarde del mismo día el enfermo está totalmente orientado, no sabe en general que ha hablado por la mañana conm igo. D e sus relatos no sabe nada y los encuentra increíbles. Tam poco sabe que estuvo en el baño; recuerda, sin embargo, que fué tratado en la clínica m édica a causa de ataques de vértigo. Guando se incor poró en la cama vió enseguida que era el manicomio. El cálculo es mejor que por la mañana, pero es m alo todavía. A la mañana siguiente el enfermo está del todo en calma, da respuestas rápidas y exactas. D ice que la víspera por la tarde estaba todavía un poco desorientado, aunque sabía ya de qué se trataba. H oy no advierte nada. Resuelve exactam ente todos los problemas aritméticos. Se sabe por el enfermo que ha tenido ya idénticas perturbaciones, incluso de mayor duración (confirmadas por historias c lín ic a s); además, que tiene a m enudo accesos de vértigo; que a'veces nota por breves momentos endurecim iento e insen sibilidad de la pierna derecha o del índice derecho; que a veces re ha quedado dormido sin quererlo (diagnóstico: psicópata histérico).
c) E l co m p le jo sin to m á tic o d e los esta d o s a fe c tiv o s anorma les ( , ). L a ex tra o rd in a ria d iversid ad de los cu ad ros d e esta d o d e los en fer m os afectivos, ad q u iere su p rim er ord en am ien to por la o p o sició n d e los an tiq uísim os tipos de m a n ía y d e p r e s ió n , un ejem p lo d e la corresp on d en cia d e lo con trapuesto. (I)
L ance,
Johannes:
“ D ie
Eeanjícit-depressive Konstltution” .
endogenen
und
re a k tiv c n
G e m ü ts e rk ra o k u n g e n
Hondbuch de Bumke, vol. VI, 1928.
uad
d i*
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La m a n ía p itr a está caracterizad a p or u n a alegría y u n a eu foria origi naría, sin m o tiv o , d esb ord an te; p or u n a a lteración d e l fu n cio n a m ien to p síq u ico en la d irección de la f u g a d e id e a s y d e l acrecen ta m ien to d e las p osib ilid ad es d e a sociación . E l sen tim ien to de p la cer en la v id a , coin cid e con el au m en to d e tod as las ex cita cio n es in stin tivas: a crecen ta d a sexualidad, a crecen tad o in stin to de m o v im ie n to ; la verborrea y el im p u lso de activid ad se e ’evan d el m ero co m p o rta m ien to v iv a s a estados d e ex cita ció n . E l curso id eo -fu g itiv o de la v id a p síq u ica h a c e , en v erd a d , in icia r v iv a m en te todas las activid ad es, pero tam b ién in terru m p irlas y variarlas ráp id am ente. T od as las excitacion es ap rem ian tes y las n u ev a s p osib ilid ad es d esv ía n al enferm o, L as asociacion es ab u n d an tes a su d isp osición , lleg a n esp o n tán eam en te y sin ser provocad as y le h a cen ser ch istoso e in gen ioso, p ero la im p osib ilid ad d e m an ten er u n a ten d e n c ia d eterm in a n te le h a ce ser al m ism o tiem p o superficial y confuso. S e sien te corporal y esp iritu alm en te m u y sano y vigoroso*.' Sus ca p a cid a d es le p a recen sobresalientes. E n su o p tim ism o in flex ib le, a p a recen al en ferm o co lo r d e rosa tod as las cosas, el m u n d o , su porvenir. T o d o es b rillan te, to d o está d e l m ejo r m o d o p o sible. Sus represen tacion es y p en sa m ien to s se en cu en tran , d esd e ese p u n to d e vista, ligad os co m p ren siv a m en te. N o es accesib le, en gen e ral, a otras representaciones. E n to d o sen tid o, lo con trario es la d e p r e s ió n p u r a . S u n ú cleo lo
cons
titu ye u n a tr is te z a tan p ro fu n d a co m o in m o tiv a d a , a la q u e se agrega una ; in h ib ic ió n d e tod o ei a co n tecer p síq u ico , sen tid o su b jetiv a m en te d e modo doloroso, c o m o se p u e d e com p rob ar ta m b ién ob jetiv a m en te. T o d o s los m o v im ien to s in stin tivos están in h ib id os, el en ferm o n o tien e p lacer p ara
na»*
dá. E l im p u lso d ism in u id o p ara el m o v im ie n to y la a ctiv id a d se con vierte en in m o v ilid a d com p leta. N o tom a n in g u n a d ecisión , n o es in icia d a nin g u n a a ctivid ad .
L as asociacion es n o están a su. disposición.
A l en ferm o
no se le ocurre n ad a, se q u e ja d e su m em o ria c o m p leta m en te caíd a, siente su in ca p a cid a d d e ren d im ien to y la m en ta su in su ficien cia , su insensib i’id ad su v a cu id a d . S ien te el p ro fu n d o d isgu sto co m o sen sación en el pecho y en el cuerp o, co m o si p u d iera, p or d ecirlo así ser allí c a p ta d o . S u profunda tristeza le h ace ap arecer el m u n d o gris, in d iferen te y d escon solad o. D e to d o lo
lo
que
v en
d esd ich ad o. E n
y el
sien ten p a sa d o
estos han
en ferm os te n id o
extraen
m u ch o s
lo
desfavorable,
m otiv o s
de
culpa
(au torrep roch es, id eas de p e c a d o ), el presen te sólo les. ofrece desgracia (id e a s d e p e q u e n e z ), el p orven ir está esp an toso a n te ellos (id ea s d e em p o b recim ien to , e t c . ).
puras nos relaciones com
Los co m p lejo s sin tom áticos de la m a n ía y d e la d ep resión p a recen a lgo extraord in ariam en te “n a tu ra l” a
causa
d e la s
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prensibles d e los rasgos p a rticu la res. Sin erabargo} n o corresp on d en
de
m odo alguno, m u ch o s d e los enferm os afectivos, a esos co m p lejo s naturales, que no son otra cosa q u e 'form aciones ideales de tipos. A tod os aq u ellos estados que n o corresp on d en a los tipos p len a m en te, se les lla m a “estad :s m ixtos’5. Se im a g in a n la m a n ía y la depresión descom p u estas en c c m p : nentes, de los q u e se p u ed e derivar, p o r co m b in a ció n variab le, la d iversid ad de los cuadros p articulares. Se p regu n ta sólo q ué c la se d e c o m p o n ín te s son, y desde q u é p u n to s de vista se les p u ed e encontrar. Kraepelin y W eygandt ( 1) han descompuesto ia m anía en los componentes a le g ría , fuga de ideas, im pulso de m ovim iento; la depresión en tristeza, inhibición
¿el pensam iento, inhibición del m ovim iento; y de ahí derivaron, por ejem plo: ale gría. X inhibición del pensam iento X impulso al m o v im ie n to ~ “m anía improductiva1’ ; alegría X inhibición del pensam iento-X inhibición del m ovim iento—“estupor m anía co”, etc. La im portancia estaba esencialmente en la relación con el diagnó-tico apre hensión de estados problemáticos com o fases curables en individuos afectados por manías o depresiones. El procedim iento es ambiguo, puesto que elementos de relacio nes comprensibles han sido utilizados, sin más, como componentes objetivos de la vida psíquica (componentes separables y m ecánicam ente com binables)— la confusión tan frecuente entre psicología comprensiva y psicología objetiva explicativa. Queda al comienzo, pues, obscuro el modo como se pueden formar los com po nentes cuya cooperación puede explicar los diversos estados de los enfermos afecti vos. Por análisis sutiles en ensayos psicológicos ( 2) se ha iniciado algo (por ejem plo, la separación de la inhibición asociativa y la inhibición de tendencias determ inan tes). La mayor parte de los ensayos no dan más que una descripción m is exacta y una cuantitativa de lo que se observa también sin ellos. Asi, por ejem plo, encontró Guttmann en experimentos sobre el trabajo y la atención (haciendo borrar deter minadas letras en un texto) que, en los maníacos y en los depresivos, el rendim iento está disminuido; que ambos, en oposición a los normales, tienen que “esforzarse” más; que, por tanto, el rendim iento en la segunda mitad es mejor y las pausas no tienen el efecto favorable que tienen en los normales; que los m aníacos trabajan cuantitativamente mejor, cualitativam ente peor que los depresivos; que los depresivos se fatigan más rápidamente.
U n análisis d e los casos singulares tiene q ue considerar, p or lo
demás
los
siguientes p u n to s d e vista: 1. Se agregan a la a lteración d e los estad os afectivos otras alteracion es prim arías (m a n ifesta cio n es d e d esp erson alizacíón, extrañ am ien to d el m u n d o d e la p ercep ció n , ex cita b ilid a d , h ip erestesia
psíquica,
etc .) q u e en riq u ecen ex ten siv a m en te e l cu ad ro. 2. A p a recen las m anifestaciones en g r a d o m á s a lto , d e m o d o que e l cu a d ro es in te n siv a mente elev a d o : la triste in h ib ició n se v u elv e estu p or; la alegría co n fu g a
de ideas talmente 1899.
(1)
se con vierte e n c o n fu sa ex cita ció n m an ía ca. 3. H á b ito s a c cid en surgidos e n el transcurso de la en ferm ed ad o restos q u e q u ed a ro n
W ryoaN I»:
tlb er
tS¡ia
M iichsustünde
des
nianisch-depressioen
hreseins,
M unich,
(2) I s s e r l in : “ Psycbologische U ntersucím ngen an M aaisch-Deprcssiven” . M schr. Psychiatr « ( 1907). G i n m s M : 2 . Psychother., 4, I (191*2). S to r c h : Z . Pathopsychol., 2. BnmaMJM: M u k r . P tyckiztr,, 32, IBS. lOMsa: Z . N e itt., 20, 447.
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de estados graves enriquecen el cuadro par estereotipias, maniféstacioncs que se han petrificado, vacías de vivencia (muecas, movimientos, contenidos de la verborrea, etc.). D e los numerosos complejos sintomáticos que se pueden denominar característicos y que son diversamente llamados en el uso psiquiátrico ( “manía querulante”, “depresión rezongona”, “melancolía quejumbrosa”, etc.), y los que se alejan de esas tres especies de cuadros “puros”, uno de los característicos es la melancolía, que citamos aquí todavía como ejemplo: El estado es tal que las ideas sobrevaloradas u obsesivas de la depresión se vuelven deliroides: son fantásticam ente figuradas (los enfermos son culpables de la desdicha del mundo entero, deben ser decapitados por el diablo, e tc .).'y las forman por verídicas también en condición relativam ente lúcida. En los fundamentos de la vivencia se agregan, ante todo, sensaciones numerosas del cuerpo (que pronto conducen a ideas delirantes hipocondriacas: están llenos de lodo hasta el cuello, la com ida se desliza de inm ediato por el cuerpo enteram ente vacío, hasta abajo, e tc .); además, los grados m áximos de las m anifestaciones de despersonalización y la extrañeza de la percepción: no hay mundo alguno ya, ellos mismos no existen, pero tal como son en apariencia tienen que vivir eternamente (ideas delirantes n ih ilista s); finalmente, la angustia más violenta. En la angustia buscan los enfermos alivio en m ovim ientos constantes, se entregan a una verborrea m onótona, que se vuelve casi verbigeración: ¡oh , Dios mío, qué va a pasar, todo se ha acabado, todo se há acaba' do, qué va a pasar!, etc. Formas de m ovim iento, expresión del rostro y verborrea parecen quedar con la disminución de la angustia y del malhumor en una especie de estado petrificado, por decirlo así hasta — a menudo después de largos períodos—■ la m ejoría definitiva de la fase y la curación.
De ningún modo son afecciones afectivas todas las afecciones que apa recen como fases. Así hay fases en las que aparecen, sin alteración afectiva primaria alguna, despersonalización, ideas obsesivas, impulso al pensa miento o inhibición, etc. d‘) Los complejos sintomáticos de la vida psíquica “loca” ^ ) . Lo común en estos complejos sintomáticos son los rasgos de la vida psíquica esquizofrénica. En la personalidad se ha producido una honda transfor mación. El enfermo vive en un m undo irreal, pero múltiplemente cohe rente en sí. En ambas conexiones ha tenido lugar un desequilibrio, por decirlo así, del punto de vista. La riqueza de los cuadros de estado es. mayor aún que en los dos grupos precedentes. De los tipos más destacados señalamos sólo el complejo sintomático paranoide y el catatónico. 1. El com plejo sintom ático paranoide (2) no abarca de ningún modo todas las variedades de formación delirante. Aquella limitación externa de la vieja paranoia a los “juicios falsos, incorregibles” es suplantada por (1) (2 )
1909.
El volumen de la esquizofrenia, en el Handbuch de B u m re , vol. IX , 3932, M schr. Psychiatr., 10. B e rz e : Das Prim arsym piúm der Paranoia, H alle,
M a R q u lis s :
P SIGO PATOLOGÍA
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son la fuente de la formación delirante (legítimas ideas delirantes), mientras que en otros casos, ios estados de ánimo, deseos, instintos, hacen nacer de Cilos más o menos comprensiblemente las ideas deliroides (ideas sobre valoradas). Los siguientes grupos de vivencias coinciden: Por numerosos sucesos en el Ja antep osición de las vivencias subjetivas de los enfermos, que aquí
ambiente, que excitan la atención de los enfermos, son suscitados sen tim ien tos desagradables, apenas comprensibles para nosotros. El suceso les molesta, Íes afecta. A veces es “todo tan fuerte”,, suenan las conversaciones “tan agudamente en los oídos”, a veces les irrita también cualquier ruido, cualquier suceso. Siempre es como si se les tuviese en vista a ellos. Finalmente, se vuelve enteramente claro esto para los enfermos. “Observan” que se habla de ellos, que se comete con ellos una injusticia. En formulación juiciosa, nace de estas vivencias el delirio de referencia. Así dominan a los enfermos sentimientos que se procura interpretar como espera imprecisa, desasosiego, desconfianza, tensión, sentimiento de peligro amenazante, angustia, presunciones, pero que no se acierta propiamente nunca. A ello se agregan, como grupos ulteriores, todas las vivencias de los pensamientos “hechos” o robados. Los enfermos no son ya dueños del curso de sus representaciones; finalmente, complementan el cuadro toda suerte de equivocaciones sensoriales (a menudo voces, pseudoalucinaciones ópticas, sensaciones corporales). Al mismo tiempo se encuentran casi siempre numerosos rasgos del complejo sintomático neurasténico. Con todo no se constituye un estado de verdadera psicosis aguda. Los enfermos están siempre orientados, son lúcidos, accesible¡si, muy a menudo incluso traba jadores. Se ocupan constantemente y con celo de los contenidos de sus vivencias. Su trabajo intelectual conduce a un sistema elaborado y a numerosas ideas delirantes explicativas, a las que, por lo demás, muchas veces, sólo reconocen carácter hipotético. Finalmente, encontramos después del curso y durante mucho tiempo, sólo los contenidos delirantes, petri ficados, como juicios, sin el vi vendar característico. Dos casos de una autodescripción y un cuadro adquirido por exploración, han de poner de ma nifiesto este complejo sintomático. 1. El comerciante Rollfink fué condenado por defraudación, tuvo'esa condena por enteramente injusta y mostró el comportamiento de un querulante. Pidió la revisión del proceso, pero le fué rechazada, porque “intervienen personas extrañas” . Su estado m ental de entonces — que se extendió en oscilaciones por m uchos meses—• lo describió asir “D el hecho que haya sufrido tamaña injusticia y que sin embargo creía en una justicia, surgió primeramente la creencia de estar llam ado a algo sin gu lar.. . Porque no tenía una confianza firme en mi creencia, se produjo una duda torturante, ligada con sentim ientos de angustia y representaciones delirantes Ese estado empeoró cada vez más y se acusaba especialm ente hacia el atardecer y por la noche, y m i bienestar físico sufrió tanto que a m enudo caía sin sentido al suelo y quedaba allí largo tiem po inconsciente. . . Las representaciones delirantes
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rozaban no raramente el dom inio religioso y eran más o m enos del siguiente tenor: U n a vez creía que había llegado el fin del m undo. Algunas singularidades insigni ficantes me parecieron como una especie de inspiración, que debían prepararme para el fin del mundo. Todo m ovim iento rápido, por ejem plo el ondear de una cortina de la ventana al viento, provocaba en mi sentimientos espantosos de angustia; la cortina ondeante me parecía com o una lengua de fuego poderosa que podía causar un incendio universal. O tra vez me im aginé ser un mártir del pueblo, y me figuraba que tenía que soportar cinco martirios antes de ser redim ido por la m u erte. . . U n tiem po me imaginé que el sacerdote católico que m e había visitado fcn su condición de sacerdote de la prisión, había entretejido toda la cosa contra mi, para procurarme influencia. Pero no era desinteresado en ello. Se proponía grandes reformas en el dominio religioso. Pero esta vez la cosa debía hacerse de modo que yo — su discí pulo— tenía que padecer la m ism a m uerte que el maestro. Sólo si me disponía voluntariamente a ello tendría éxito la causa. Nuevam ente creí que iba a tener el destino de Andreas H o fe r .. . U n a vez quise matar de un tiro a un gato negro que había maullado todo el día y había em itido los tonos más lastimeros, porque estaba poseído por el d ia b lo .. . U n a vez decidí enviar una solicitud al R eichstag en la que pedía un patrimonio de m edio m illó n . . . H e hablado al respecto com o un indi viduo razonable — y en algunos m omentos lo era en efecto” . . . 2. El enfermo Kroll, que había hecho un casamiento feliz y tenía varios hijos, se ha alterado lentamente desde hace unos años. Comenzó con quejas neurasténicas. Tenía presión en la cabeza, insom nio e inapetencia. Cuando se levantaba, sentía mareos. L e temblaban las piernas, el dolor se extendía desde la frente hasta el cuello. En la cabeza hacia adelante, estaba todo vacío, como si no hubiese nada allí, o com o si tuviese hidrocefalia. Por la mañana se siente embotado, la cabeza se ¡e enfría, los ojos se quedan rígidos, tiene que estar de pie, le falta por entero la memoria. Su capacidad de pensar en general ha empeorado. Es com o si se le hubiese borrado todo, sólo tiene todavía una chispa de pensamientos, se siente m uy inseguro. A ello se añadieron unos celos infundados. Puso incluso avisos contra un pretendido amante de su mujer. Luego pensó que fué envenenado, que es arrestado, que se l e : quiere matar a causa de su fortuna, que es observado en todas partes por la policía criminal. V ió llegar sobre él y sobre su fam ilia una miseria terrible, y tomó la resolución de terminar con toda la fam ilia, pero no la llevó a efecto. Según su opinión, todo está combinado para perjudicarle. T ien e el sentimiento de que todo el mundo está conjurado contra él. En todo individuo ve instintivamente un enem igo, un pillastre, un traidor. Los obreros hicieron observaciones ambiguas sobre él y se burlaron de é l . . . Lo hacían a sus espaldas; pero advertía claramente que se referían a él. Por la noche oía llamar a la puerta, hacer ruido en el desván, oía voces, se levantaba y prendía la luz en toda la casa, pero no encontraba a nadie.. Después de algún tiempo se sosegó el enfermo, volvió regularmente a su trabajo, pero enfermó nuevamente pronto. O ía voces, quedaba la noche entera sentado, se sentía siempre espiado, su vida interior le torturaba: “El cuerpo descansa, los pensa mientos crean. Fantaseo con los ojos abiertos. Incluso en el sueño oigo lo que se habla” . U n día fuimos testigos del siguiente suceso en sí inofensivo, pero psicoló gicam ente característico: el enfermo ve en la mesa de la cocina una pieza de lienzo de la cama, en el armario una bujía y un trozo de jabón. Se alarmó enormemente, sintió una gran angustia, estaba convencido de que eso se refería a él. Cómo llegó a ello, no puede decirlo. Por el m om ento es claro que eso tiene que referirse a él. Ese asunto me lo cuenta espontáneam ente en m edio del mayor desasosiego. Casi habría saltado hasta el techo de espanto. Lo que significa la cosa, lo que él hace.
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no lo sabe él mismo, “Q ue eso tiene que ver conmigo, lo sé precisamente” (¿ D e dónde?). “N o lo sé” (¿Q u é significa?). “Sí, eso no lo sé” . Sigue pensando que puede ser posible también que se equivoque. “Y o mismo me he reído de haber creído eso. Pero por el m omento estoy fuera de m í” .
A veces ocurre que la paranoia no siempre extiende, como en el último caso, sus tentáculos, por decirlo así, en todas las direcciones, sino que está
en el centro del delirio una persona, una cosa, un objetivo; que, en otras palabras, el contenido es sistematizada y agotado también con el sistema. Pero el centrarse en un punto no es característico de los legítimos complejos sintomáticos paranoides, sino de las ideas sobrevaloradas y deliroides. 2. El com plejo sintomático catatònico. Los caracteres externos de este complejo son o bien el estupor o la excitación motriz sin claro afecto con comitante. Los caracteres externos aparecen en contrastes de movimiento y de inmovilidad : o bien verbigeraciones, estereotipias y gestos o actitudes extrañas sostenidas (hocico rígido, etc.) ; y, además, en la oposición de la resistencia sin ihhibiicón o la obediencia sin inhibición; o bien negativismo en toda dirección o automatismo a la orden. En medio aparecen acciones impulsivas, repentinas y descargas motrices; además, llaman la atención los enfermos por la suciedad, se cubren con su excrementos, con su sa liva, retienen con fuerza el excremento y la orina, escupen, lamen, golpean, muerden, arañan. Cuando son captados objetivamente y de modo no psicológico, esos síntomas extemos, son el último resultado, el más externo de múltiples procesos psíquicos: actitudes amaneradas, repeticiones de palabras, movimientos estereotipados, muecas, etc., todo esto, por lo demás, tan extendido en diversas psicosis que no se pueden. aprehender esos síntomas más como un conglomerado de signos, objetivos, pero no característicos. Llamamos “ estupor” a aquellos estados en que los enfermos, en reposo motor, sin hablar una palabra, y sin dar un signo comprensible de procesos psíquico?, que dan sin reacción ante todo ensayo de entrar en relación con ellos. L os. enfermos están horas enteras en un rincón, se acurrucan bajo las mantas de la cam a, quedan semanas enteras sin alteración, en la misma situación, en la cam a, o están sentados, en otros casos, de modo notablem ente natural, jugando un poco con la manta o moviendo los dedos. Bajo esos signos externos del estupor se han reunido, sin duda, estados diversos: por ejem plo la inhibición perpleja, el asombro perplejo de algunas psicosis curables; la inhibición depresiva, el simple cese de todas las funciones psíqui cas, también de la aprehensión en los estados graves de depresión estuporosa; el estupor catatonico que aparece com o estupor, relajado o como estupor en tensión (rigidez de los m úsculos).
Si se intenta profundizar psicológicamente el complejo sintomático ca tatonico en los casos que llaman la atención como “clásicos”, se llega, en verdad, a observaciones muy singulares, pero nunca a ur\ resultado pre ciso. Estos estados psíquicos son, para el psiquiatra, tan enigmáticos como
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para el profano. N o sabemos, en general, qué es lo que pasa dentro de esos enfermos. N o poseemos casi ninguna autodescripción. Cuando los enfer mos juzgan respecto de sí mismos — solo al comienzo— se expresan en palabras que recuerdan los estados comprensibles de nuestra vida, pero probablemente sólo se pueden interpretar como analogías: “Estoy tan pasi vo”, “no puedo dar de mí lo que quisiera” , “estoy tan embotado”, etc. SÍ intentamos describir ese estado, no se puede tratar más que de dar descripciones aproximadas de impresiones, por falta de verdadero cono cimiento: N o se da en estos enfermos, aun cuando en ello^ se presente crítica excelente, ninguna noción de enfermedad, aunque en el complejo sintomá tico puro no necesitan jugar un papel las ideas delirantes ni las percepciones engañosas. Las perturbaciones objetivas, el negatlvismo, el estupor o la excitación motriz pueden alcanzar un alto grado sin que los enfermos parezcan advertirlo en general. Sienten una alteración, se juzgan en general enfermos, pero encuentran, sin embargo, otra manera de ver los suescos singulares; dicen: “Busco la culpa en mí”, “no puedo creer en ninguna enfermedad”. Estas son observaciones que se hace al comienzo de la aparrición de esos complejos sintomáticos. Hay aquí, como en etapas ulteriores, una pertuibación de la actividad. La aprehensión, la orientación, el recuerdo5 están plenamente intactos} pero sólo donde tiene lugar un mero acontecer psíquico; en cambio, donde es experimentado normalmente un factor de la actividad, en el pensar, en la dirección ordenada de la representación, en el lenguaje, en el movimiento, o en la escritura, en todas partes se muestran perturbaciones análogas: verbigeración al hablar, garabateo al escribir, permanecer de pie pasiva mente; movimientos repentinos interrumpidos, tiesura, interrupción del enfermo en medio de una frase, hablar mientras se le abandónamete. N o se puede tratar en modo alguno de perturbaciones motrices, a las que el enfermo, por complicadas que sean, puede oponerse como a algo extraño, solamente físico. La perturbación tiene que estar mucho más arriba en lo psíquico. Es incompaiable con todas las otras perturbaciones apráxicas y afásicas que son del todo diferentes. Manifestaciones ocasionales de los enfermos como ejemplo ‘‘yo no puedo”, no deben ser juzgadas como “comprensión de su estado”, porque son acontecimientos raros y del todo irregulares. N o hacen más que tomar más enigmático aún el cuadro de estado. Si oponemos la actividad, por decirlo así, como la personalidad actualt a la personalidad duradera (en el sentido de los motivos constantes, de los impulsos instintivos, etc.), se puede decir que la personalidad duradera
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(el carácter) no.es alcanzada por el complejo sintomático catatònico (pero sí por la enfermedad, que también produce el complejo sintomático cata tònico), sino sólo la actual. Se tiene a veces la impresión de que desaparece simplemente el carácter, pero que no aparece en el lugar un carácter alte rado, sino aquel proceso mecánico, sólo momentáneo, que constituye el complejo sintomático catatònico. Por esa relación podemos comprender la ausencia de la noción del propio estado (la personalidad que podría tener esa noción ha desaparecido). A veces parece que el enfermo no es, psíqui camente, por decirlo así, más que un muerto aparato fotográfico; lo ve todo; lo oye todo; aprehende y retiene; sin embargo, no es capaz de nin guna reacción, de ninguna actitud sentimental y de ninguna acción. Está por decirlo así, psíquicamente paralítico en plena conciencia. Exteriorizazaciones ocasionales dicen: “No pienso en nada”, “no tengo pensamiento alguno”, tan vacío de pensamiento” . Pero todos los procesos psíquicos, sin embargo, no se han vuelto imposibles. Observaciones como las siguien tes se pueden hacer diariamente: La señorita O. está sentada en la cama del todo quieta, sin atraer la atención de ningún m odo; juega un poco con un trocito de tela y mira ocasionalmente de través á los visitantes. Si se le habla, echa una mirada lateral, respira hondam ente, se colorea ligeramente su rostro, pero no responde, no mueve siquiera los labios. T al es el cuadro durante semanas enteras. U na vez se le muestra una carta de su madre al m édico y se le lee. Sigue visiblem ente el contenido de la carta, oye evidentem ente 'pero no dice nada, y al preguntarle si quiere escribir com o desea la madre, no res ponde. Pero las lágrimas corren por sus mejillas, que se lim pia con el pañuelo de manera natural. Después de 5 minutos se vuelve a ver el viejo cuadro. Juega con sus dedos en la tela y sus ojos sin expresión se elevan de tanto en tanto. Un estupor idéntico no reacciona de ningún modo, cuando los padres llegan de visita. Pero después de irse la visita se ve a la enferma sollozar amargamente. A estas observaciones (m ovim ientos de expresión, colorido del rostro, respiración honda, etc.) corresponde que, en las determinaciones de la presión arterial u otros registros de m anifestaciones corporales concomitantes, junto a casos que permanecen sim ple mente sin ellas, se encuentran en los que tienen lugar, en todas las excitaciones psíquicas, oscilaciones vivaces, por ejem plo, de la presión arterial.
Los complejos sintomáticos catatónicos aparecen con la intensidad más viva. En grados ligeros, los enfermos no terminan nada, quedan en la cama, se peinan sin fin el cabello, permanecen mecánicamente en la actividad ini ciada, miran fijamente un rincón, etc. Todos estos síntomas no son siempre fáciles de distinguir de las manifestaciones completamente semejantes y mucho más frecuentes, de los nerviosos y depresivos, por una parte; de los enfermos cerebrales, por la otra. U na diferencia de los depresivos es, en verdad, que en el complejo sintomático catatònico falta al comienzo la inhibición general. En grados más fuertes del estado, aparecen ocasionalmente, típicos productos ideo-fugitivos, luego, de nuevo, del
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todo incoherentes, en los que no se puede descubrir ninguna ligazón aso ciativa. En los grados muy graves aparecen los cuadros de la excitación motriz más absurda, la llamada antes locura furiosa, o estupores absoluta mente rígidos e impenetrables. Cómo puede ser el vi vendar subjetivo en un tipo de excitación cata tònica, lo muestra la siguiente autodescripción : “Mi estado de ánimo durante la excitación no era de furor, no había en mi ningún estado de ánimo especial fuera del placer puramente animal del m ovim iento; no era la excitación maligna, como, por ejem plo, cuando se quiere asesinar a alguien; ¡lejos de ello! U n a cosa en absoluto inocente. Sin embargo, era el im pulso com o una obsesión, tan fuerte que no hábía podido menos de saltar. Sóle puedo compa rarlo con un potro sa lv a je .. . Por lo que se refiere al recuerdo durante los estados de excitación, en general es bueno; pero no llega en la mayor parte de los casos hasta el punto inicial. Se es despertado por factores externos, com o el suelo frío y vuelto a la situación. Luego se es orientado y se ve todo, pero no se da cuenta uno, sino que se sigue dando curso a la excitación. En especial, no se presta atención absolutamente a personas, aunque se les ve y se les oeye. Pero se presta atención a no c a e r .. . Si se es detenido o llevado a la cam a, se queda uno asombrado sobre lo repentino e irritado, y se defiende. El equivalente m otor entonces no Be descarga en saltos sucesivos, sino en golpear alrededor; pero no es un signo de e x c ita c ió n .. . N o hay ninguna concentración de ideas. A veces, en algunos elementos corrientes, lle ga eso directamente a la conciencia. ¡N o siempre! Pero entonces se advierte que no se puede construir ninguna fr a s e .. . M e parece como si aquel tiempo hubiese sido de una total descom posición. . . En todo eso no tuve el sentimiento de la perplejidad o de la insuficiencia; no me vi en desorden, sino que el caos estaba fuera, allí estaba... Sentim iento de angustia n a lo tuve nunca. En el baño me recuerdo todavía de los muchos movimientos deportivos, los ejercicios de e s c a la .. . M e recuerdo además de haber hecho a menudo, por la noche, largos discursos, pero sobre qué, no lo sé ya; los pormenores se me han escapado de la m e m o r ia ... pensamientos extraviados; ideas tan pálidas y obscuras, de ningún m odo precisas” . . . Sobre sus estados de rigidez: “Los músculos no se pusieron rígidos por sí mismos, sino que yo los disten día con todas mis fuerzas” (K ron feld ).
§
4.
La
división
de
las
enfermedades
(esquemas
diagnósticos)
Conocemos, en particular, determinadas manifestaciones, vinculaciones causales y conexiones de sentido, etc., pero las formas de las totalidades mórbidas, son como un tejido infinito, inabarcable, que no podemos resol ver. Las formas mórbidas particulares rio las encontramos como plantas que clasificamos en un herbario. Más bien es justamente muy impreciso lo que es una “planta” — una enfermedad. A la pregunta sobre qué diagnosticamos, se ha respondido en. la práctica, en el curso del tiempo, por la denominación de síntomas individua les, relaciones particulares, complejos sintomáticos, relaciones de a&usa, etc. hasta que la idea de la unidad nosológica, dió al diagnóstico su sentido propio, significativo y al mismo tiempo irrealizable. El diagnóstico debe
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aplicarse a un acontecer mórbido que lo abarca todo y que ha atacado a un individuo y vale como unidad siempre precisa junto a otras unidades precisas Cuando proyectamos un esquema total de las psicosis (el esquema diag nóstico) , quisiéramos clasificar todos los puntos de vista de que hemos hablado en especial. Pero de cualquier manera que hiciéramos el esquema, advertimos que no funciona; que clasificamos provisoria y violentamente; que existen diversas posibilidades, por lo cual distintos investigadores pre sentan diversos esquemas; que la clasificación es desarmónica siempre, tanto desde el punto de vista lógico como del real. ¿Por qué se hace entonces siempre de nuevo ese vano ensayo? Primera mente, porque queremos ver, de conformidad con el conocimiento, lo que hemos alcanzado, bajo la idea de la unidad nosológica, en visión total de las enfermedades psíquicas que se presentan: también, justamente en el modo del no tener éxito, en jas desarmonías radicales eventuales, se nos hace consciente el estado de nuestro conocimiento. En segundo término, porque toda exposición de la psiquiatría especial necesita como fundamento una división de las psicosis: sin tal esquema no puede ordenar su material. En tercer término, porque se necesita, como medio de captación estadís tica, de un gran número de enfermos. a) Exigencias a! esquema diagnostico. El esquema ideal tiene que llenar las siguientes exigencias: tiene que ser tal que todo caso pueda ser clasificado solamente en un lugar, que todo caso encuentre un puesto; que la clasificación sea objetivamente obligada, de manera que los diverses observadores lleguen al mismo ordenamiento de los casos. Tal esquema sólo sería posible si todo estar enfermo del alma fuese divisible en especies nosológicas que se excluyeran mutuamente en el caso individual, las que, según su esencia, estarían unas junto a otras, y reali zarían la idea de la unidad nosológicá. Como no es este el caso, las exi gencias frente a aquel ideal se pueden formular moderadamente como sigue: Las simples grandes líneas básicas han de destacarse decisivamente. La subordinación tiene que hacerse de acuerdo con la medida de la esencialidad para la aprehensión total. Lo que, como aparentemente de la misma especie, está contiguo, tiene que estar en el mismo plano, según su sentido (el sentido del hecho típico, de la aprehensión, de la investigación m etódica). Lo heterogéneo ha de oponerse claramente. N o puede tener lugar ningún encubrimiento de la ignorancia. Lo dis cordante tiene que manifestarse abiertamente. Es preferible la decisión, y
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con ella el estímulo del descontento, a la tranquilidad por un saber aparen te en lo incierto y. en mero ordenamiento lógico, Cuando esbozamos un esquema diagnóstico, lo podemos hacer, pues, sólo con una renuncia como comienzo. Contra la idea de la unidad nosológica tenemos que dar la preferencia siempre a uno de los puntos de vista (causas, estructura psicológica, hallazgo anatómico, curso y terminación), y contra los hechos tenemos también que trazar límites donde no hay ninguno; semejante división tiene, por tanto, sólo un valor de ordena** miento provisorio. Es una ficción que llena su misión, cuando es lo más exacto, relativamente en el tiempo. N o hay ningún sistema “natural” en que se puedan ordenar todos los casos. Incluso a los psiquiatras más expertos se les presentan siempre numerosos caso que no conocen, y que al comienzo no pueden catalog-ar, cualquiera que sea el esquema diagnós tico de que se sirvan (así, por ejemplo, lo reconocieron Gaupp y W em icke). b) Esbozo de un esquema diagnóstico. H ay muchos esquemas diagnósticos (*). Las diferencias entre los más modernos^parecen, sin em bargo, ser insignificantes. Ciertas concepciones básicas se impusieron por el conocimiento real y quizás con la cooperación de la disposición de la época para las estandardizaciones convencionales. Las concepciones básicas actuales, trato de resumirlas en el siguiente esquema: /.
G ru po: enferm edades som áticas conocidas con perturbaciones psíquicas. 1 . Enferm edades cerebrales. H eridas cerebrales. Tumores cerebrales. Infecciones agudas: m eningitis, encefalitis letárgica. Infecciones crónicas: parálisis, lúes cerebral. Esclerosis m últiple ( ?) . Afecciones de los vasos: arterioesclerosis, embolia, derrames cerebrales. Atrofias hereditarias sistemáticas: corea de H untington, enfermedad de Pick, enfermedad de Parkinson. Perturbaciones orgánicas ligadas a la edad: D ebilidad m ental congénita o precozmente adquirida a consecuencia de procesos cerebrales. D ebilidad de naturaleza congénita com o defecto del cerebro. D esde aquí llevan transi ciones a variaciones anormales de la especie (grupo I I I ) . Involución: demencia senil, enfermedad de Alzheimer. D e aquí conducen transiciones a un envejecim iento anormal sin proceso nosológico específico. 2 . Afecciones corporales con psicosis sin tom áticas: Enfermedades infecciosas. Afecciones endocrinas (por ejem plo, tirógenas: cretinismo, m ixedem a, B asedow ). U rem ia, eclam psia, etc.
(1) V e r: S c h l ö s s : Jb. Psychiair. (O e .), 34, 152. Hastm ann: Jb. Psychiair. 34, 173. Römer: Z. Ntur., 11. Diagnosentabelle des Deutschen Vereins für Psychiatrie, 1933, S c h u ltz , J . H .: “ Vorschlag eines Diagnosenschemas” . Jbl. Psychiair., 12, (O e .),
97 (1940).
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3, Intoxicaciones: A lcohol (estados de embriaguez, alcoholism o crónico, delirium trem ens). M or fina, cocaína, etc. O xido de carbono, etc. 11 , G rupo: L os tres círculos de las grandes psicosis.
1. Epilepsia genuina. 2 . Esquizofrenia (tipos: hebefrenia, catatonía, formas paranoides). 3 . Enfermedades maníacodepresivas. / / / . G ru po: Las psicopatías. 1 . Reacciones anormales independientes que no tienen lugar sobre la base de • afecciones de los grupos I y II. 2 . Las neurosis y los síndromes neuróticos, 3 . Personalidades anormales y sus desarrollos.
c) Aclaraciones al esquema. 1,
Característica
de
los
tres
grupos,
aa) En el prim er grupo están las afecciones de procesos somáticos co nocidos. En él halla su satisfacción el impulso a “unidades nosológicas reales”. Pero la idea de Kahlbaum y de Kraepelin de la unidad nosológica tiene lugar aquí con los procesos cerebrales y las unidades somáticas. C er diendo la idea es aprehendido el proceso biológico unitario con causa determinada, ya como unidad nosológica suficiente. bb) El segundo grupo abarca las enfermedades mentales y afectivas, que siguen siendo el gran problema principal de la psiquiatría. A él perte nece la mayor cifra de los recluidos en los manicomios. Por el momento son situadas en tres círculos: las enfermedades convulsivas que no perte necen a procesos somáticos conocidos (epilepsia), las “locuras” (esquizo frenia). las enfermedades afectivas (afecciones maníacodepresivas). Lo común de esos tres círculos es, primero: en su aprehensión ha na cido la idea de la unidad nosológica. Se muestran sólo a una visilón que llega al todo del acontecer psíquicobiológico. U na restricción a un fenó meno, sea de naturaleza somática o psicológica, suprime la contemplación de ese todo característico que se da aquí. Por eso la investigación, en esos círculos, ha* permanecido más próxima a la idea de la unidad nosológica, en lugar de limitarse, como en el primer grupo, a un proceso somático palpable. Si la parálisis era e! modelo de la uriidad nosológica, fué por un malentendido de la idea. Lo común de los tres círculos es, en segundo término: los casos que corresponden a ellos no se pueden ubicar entre las enfermedades del primer grupo ni entre los tipos del tercer grupo. Hay que admitir, ciertamente, que muchas de esas psicosis tienen un fundamento somático, que será reconocible. Con ello serán traspasadas enfermedades de este grupo al primero.
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Especialmente se aproximan a las afecciones orgánicas casos del círculo de Ja epilepsia; además, casos del dominio de la esquizofrenia — cuyo carácter de enfermedad corporal y cerebral apenas es puesto en duda por muchos psiquiatras— las menos y más problemáticas, las afecciones maníacodepresivas, que también son corporales de algún modo, pero que carecen hasta ahora de todo hallazgo en la anatomía (lo que en la esquizofrenia es frecuente, aun cuando no característico y no general) y ha de ser un pro ceso mucho menos profundo que la esquizofrenia. Se puede presentar el interrogante si es suficiente la división de todas las enfer medades psíquicas, por una parte, en enfermedades orgánicas, somáticas; por otra parte, en variedades del ser hum ano; entonces todas las enfermedades del segundo grupo central tienen que pertenecer o bien (y entonces probablemente en la mayor parte) al primer grupo o ser clasificadas com o del tercer grupo en tanto que varia ciones especialmente graves. O bien el segundo grupo, central, significa un tenor propio real. Entonces no determ inaría una causa patológica oculta, todavía descono cida, de naturaleza somática (cerebral o extracerebral) ese grupo nosológico, sino algo específico, que sólo se produce en el hombre, y que en su especie tendría que ser reconocido m ucho más claro de lo que hoy es posible. Especialmente en la esqui zofrenia es innegable este problema básico. En favor de su carácter orgánicosomático hablan: los hallazgos somáticos, los estados mórbidos somáticos evidentem ente graves, que se muestran en catástrofes m etabólicas y en episodios febriles — el gran paren tesco de muchos síntomas en la embriaguez de mescalina con síntomas de estados esquizofrénicos agudos— , el prejuicio que todas las enfermedades tienen que ser finalm ente somáticas. En contra hablan: la diferencia psicopatológica radical, por ejem plo, entre parálisis y esquizofrenia, entre lo que destruye burdamente lo orgá nico y los “locos” — la supresión de las m anifestaciones somáticas en procesos dura deros, la falta de manifestaciones somáticas en muchos casos— , la improbabilidad de que, por ejem plo, la paranoia tenga que apoyarse en el mismo principio que las afecciones catatónicas con episodios febriles agudos. El núcleo de los tres círculos de este grupo es quizá algo típico dentro de la patología total. Se trata de diversas maneras del acontecer orgánico total, de proce sos que son al mismo tiempo somáticos y psíquicos, sin que corresponda l i primacía a una de las partes. N o se encuentra ningún lugar anatómico, ninguna causa somá tica, ninguna causa psíquica. El conjunto de las manifestaciones es, en simples rasgos básicos, infinitam ente m últiple en las relaciones entre ellos y en sus combinaciones. Especialmente cautivante y psicológicam ente exam inado de modo penetrante es el circula esquizofrénico. N o es un proceso tosco de destrucción orgánica: el mecanismo de relojería no es roto com o en la parálisis, sino transformado de una manera sin gular terrible, pero de modo que sigue funcionando. Hay una productividad espe cífica de estas enfermedades. Es verdad que atacan a los individuos com o otras enfermedades, pero en ellos se armoniza con el proceso patológico de manera muy diversa a lo que ocurre en el primer grupo. Si se quiere caracterizar la singularidad por el proceso más tosco de destrucción, por ejem plo, en la esquizofrenia, se puede hablar de procesos psíquicos o de procesos biológicos. Con tales palabras se rodea el enigm a, sin captarlo.
Lo común en los tres círculos es, en tercer lugar: no son psicosis exógenas, sino endógenas. La transmisibilidad es una causa esencial de su
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a p a r i c i ó n ; los círculos .hereditarios son su realidad captable. Pero esos círculos hereditarios no están claramente contiguos, constituyen una multifo r m id a d confusa. Dado que lo heredado (e l gene específico y las combi naciones de genes) no es conocido, ha nacido e l concepto provisorio de ord enam iento de los círculos hereditarios.
Lo común es, en cuarto término: falta un hallazgo anatómico en el que muestre la esencia de la enfermedad. En las afecciones maníacodepresivas falta todo hallazgo anatómico; en las esquizofrenias son desta cad os hallazgos frecuentes, pero no característicos, y no generales; en las epilepsias se encuentran lesiones anatómicas por efecto de las convulsiones (en el cuerno de Ammon y en otros jugares), pero ninguna correlación anatómica del proceso mórbido.
cereb ro
Para comprender el sentido de esos tres círculos, hay que saber como han nacido histórica y científicamente. La diferencia psicológica de la vida natural y esquizofrénica fué confundida con las diferencias del curso (pro gresivo e incurable o fásico y curable) por Kraepelin, que diferenció de una manera hasta hoy válida, el segundo y tercer círculo: Esquizofrenia, U n proceso en que algo ocurre, que no puede ser retrogradado, es decir incurable ■ —com plejos sintomáticos de la vida psíquica esquizofrénica— , tendencia a la demencia. Afecciones m aniacodepresivas. Fases, ataques y períodos de la afección con curación com pleta — complejos sintomáticos de la m anía y de la depresión y de los estados mixtos— terminación sin demencia.
La epilepsia, es fundamentalmente otro círculo diverso de aquellos dos y tiene muchas menos transiciones que las que existen entre las afecciones esquizofrénicas y maniacodepresivas, aun cuando ocurren ataques convul sivos también en la esquizofrenia í 1).. Por definición, no hay epilepsia sin ataque convulsivo. Ese círculo mórbido está caracterizado, además, por otros ataques (ausencias, petit m a u x ), por equivalentes (estados afectivos) y por la alteración epiléptica esencial (viscosidad, lentificación del tem po , explosividad, demencia) (2) . Aunque los fenómenos psicológicos son esen ciales para ese círculo, el principio de la limitación no tiene por base, de ningún modo, un todo psicológico, como en !a vida psíquica esquizofré nica, o como en los estados temperamentales y afectivos de las enfermedades maniacodepresivas, las que se pueden caracterizar psicológicamente de mo do claro. (1) E s s e r : "D er epileptiformen Anfälle der Schizophrenen” . Z. Netir., ¡62, 1 (1938). (2) Sobre las epilepsias informa clara y nitidamente G r u h l e en el Handbuch der Geiteskrankheiten de B u m k e , vol. VIII, p. 669, 1930, y Neue deutsche Klinik, 7 Ergbd.,
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Los tres círculos de este giupo no están contiguos de manera equivalen» te. N o significan tres procesos o sucesos o transformaciones de l a . vida sóJo diferentes en su variedad pero de la mism especie, sino que son vistos a partir de principios distintos, cc) En el tercer grupo coinciden menos los ensayos de agrupación de los diversos investigadores. EJ diagnóstico se pierde en la comprobación de hechos singulares, de mecanismos, de estados, de caracteres, etc. En nuestro resumen han sido destacadas, por una parte, las reacciones es decir los estados reactivos y los modos de comportamiento; por otra parte, las personalidades típicas en sus desarrollos biográficos; y, en medio, el eíjército de las manifestaciones que se llama neuróticas, histéricas, psicasténicas, etc. En este círculo central de tipos se cuenta, desde el punto de vista de los síntomas singulares objetivos: neurosis de órgano, tics, tartamudeo, enutesis nocturna, hábitos como la onicofagia, perturbaciones de- la con ducta como la timidez, etc., desde el punto de vista de las perturbaciones de los instintos: perversiones sexuales, acciones impulsivas, onanismo anor mal, manías, etc.; desde el punto de vista de los modos específicos de nue vas vivencias y estados: neurosis obsesivas, fobias, neurosis de angustia, etc.; desde el punto de vista de mecanismos especíales: psicasténicos, histéri cos, etc. En la dificultad para adquirir un ordenamiento utilizable para el diagnóstico, ya que los fenómenos se confunden y se entremezclan infinitam ente, y como su reali dad aparece para los psicoterapeutas principalm ente por las resistencias que se oponen a la curación, ha intentado J. H. Schutz obtener de esa dificultad y de esa resistencia misma los principios de división más radicales. P rim e ro : visto que se dan en el mismo neurótico, por lo demás, muchas cosas distintas, divergentes y variables cualitativamente y por el grado, distingue la personalidad general neurótica de las neurosis singulares que aparecen relativamente aisladas (y luego decididam ente conformadas en su singularidad y persistentes largo tiempo en el enferm o). S egu n do: V isto que algunos caracteres, neurosis, reacciones, resisten los ensayos de curación, escapan permanentemente a una integración en la vida social, pero otros pierden sus síntomas por sí mismos o por la influencia psicoterapéutica y experimentan en el curso de la vida transformaciones en la dirección del comportamiento ajustado a la vida, distingue los psicópatas incurables de las personalidades neuróticas curables: el criterio para el diagnóstico, es, pues, el éxito curativo. Ambas distinciones me parecen — como aparentemente a Schultz mismo— sim plificaciones eficaces para fines prácticos: para tratar con los individuos, todo tiene que llevar un nombre. D onde no se sabe, hai que proceder provisoriamente como si se supiese. Es ingenioso y legítim o para toda práctica, llegar por tautología oculta (lo incurable tiene sa causa en la incurabilidad) a una hondura que no es todavía o no es en general accesible al conocim iento objetivo. En m etafísica, la tautología es una forma m etódica fundamental. En psicopatología es ineludible, si se quiere expresar lo experimentado terapéuticam ente, que escapa a la generalización. Pero que en los pacientes, por los que se esfuerza uno en vano terapéuticam ente, sea común algo m ás, aparte del fracaso terapéutico, es en verdad dudoso (también en toda m edicina se admite que una división de las enfer-
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y un diagnóstico ex juvantibus conduce al error). Pero Schultz extrae la de s u división fundam ental: considera a los psicópatas histéricos y a las p e r s o n a lid a d e s histéricas com o esencialmente distintos; lo mismo separa, a través de t o d o el dom inio de l o neurótico, los individuos instintivamente perturbados, infantiles, pseudólogos, etc., en neuróticos psicopáticos y curables. Las mismas manifestaciones ( n e u r o s is , reacciones, caracteres), pueden ser síntomas del uno como del otro. xn ed ades
c o n s e c u e n c ia
N uevam ente ha esbozado J. H . Schultz una visión dé las neurosis según el punto de vista de la profundidad del arraigo en la personalidad. Distingue las neurosis extrañas exógenas (condicionadas esencialmente desde afuera, fácilm ente curables por la supresión del daño - transformación adecuada del espacio v ita l), las neuroris psicógenas marginales (m otivadas por conflictos psicosom áticos), las neurosis de estrato nacidas a través del conflicto psísiquico interno, y finalmente las neurosis nucleares, que arraigan en el carácter mism o y en sus conflictos autopsíquicos” y sólo son cu rables lenta y difícilm ente por el desarrollo del carácter; lo que cura por sugestión, e j e r c ic io , adiestram iento autógeno, es neurosis m arginal; lo que requiere, además, la psicocatarsis y la persuasión, es neurosis ele estrato; pero donde la psicología pro funda (Freud, Jung) tiene que cambiar al individuo en un tratam iento tedioso, para curar su neurosis, se trata de neurosis nucleares earacterógenas (en las que e l indi viduo no tiene una neurosis, sino que es él mismo neurótico). Tam bién es problemá tico el diagnóstico fundado en tales pensamientos. Hay como fondo un punto de vista abarcativo — nuevam ente ex juvantibu s— . T iene un m omento de fuerza ilum inadora, pero apenas hace posible una investigación ulterior en ese camino con resultados palpables. Pues estas categorías se pueden aplicar según la m edida de la aplicación, al enfermo entero en un amplio espacio de juego según el arbitrio. En ello, al f in . todas las neurosis mostrarán una neurosis nuclear y las peores neurosis nucleares harán surgir también meras neurosis extrañas.
dd) Los tres grandes.grupos son esencialmente distintos. Falta el único punto de vísta unificador superior, de donde pueda surgir el ordenamiento sistemático de los tres grupos nosológicos. El punto de vista se altera en cada grupo — unidades somáticas, unidades psicológicas y de curso, varia ciones de la especie humana; y con ello se modifica el concepto mínimo de enfermedad. Queda siempre en el grupo singular la idea de la unidad nosológica irrealizada en favor de un punto de vista particular que se volvió decisivo. 2. E l s e n t i d o d e l d i a g n ó s t i c o e n l o s t r e s g r u pos. En el primer grupo es posible un diagnóstico exacto. Aquí no hay absolutamente ninguna transición de enfermo a sano. La enfermedad o es una parálisis o no es. El diagnóstico es somático. En el segundo grupo hay igualmente un corte agudo entre sano y enfermo. Pero los círculos tie nen entre sí fronteras borrosas. Oscilan las concepciones fundamentales sobre la magnitud y la delimitación del círculo. El diagnóstico es psico lógico (en la epilepsia, a través del ataque convulsivo^ en asociación con el diagnóstico psicológico). En la mayoría de los casos — pero quedan todavía fuera muchos— es claro un diagnóstico del círculo. En el
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tercer grupo no hay límites entre los tipos ni una frontera precisa, permanece tipológico y pluridimensional, abarca al menos la caracteriza ción de la naturaleza de la personalidad, la naturaleza de los hallazgos individuales existente', estados, mecanismos. Resulta que un diagnóstico verdadero sólo es posible y necesario dentro del primer grupo. Dentro del segundo grupo pertenecerá la mayor parte de los casos, según la concepción común de los psiquiatras actuales, a uno de los tres círculos. Pero el diagnóstico no tiene carácter específico, alter nativo. O bien es, en conjunto, claro, o la discusión más exacta del diagnóstico diferencial no conduce a ningún resultado. Dentro de todo el tercer grupo valioso es sólo un análisis fenomenológico del caso entero en lo posible, comprensivo genético y causal, una captación en lo posible precisa de la personalidad, de sus reacciones y destinos, de sus desarrollos; en cambio el diagnóstico — aparte de su integración en muchas agrupa ciones de tipos— es una imposibilidad. Así, pues, en el primer grupo se diagnostica según especies nosológicas a las cuales pertenece o no un caso; en el tercer grupo se aprehende según tiposx de los que, de acuerdo con puntos de vista, coinciden muchos en un mismo caso. En el segundo grupo se mentan especies nosológicas, aunque éstas son desconocidas en su determinabilidad, causa y esencia, y están, sin embargo, ligadas de hecho a tipos. Según la especie del diagnóstico posible — preciso sólo en el primer grupo, en los ulteriores sólo posible en grandes círculos y refiriéndose a grupos enteros— la importancia del diagnóstico es de diverso peso. En el primer grupo implica una aprehensión exacta por medio del conocimiento decidido; en los dos últimos grupos se abre el espacio de grandes circuios, por los que es llevado el interrogatorio ulterior desde determinados puntos de vista, pero en donde el rendimiento esencial es el análisis del caso indi vidual según todos los puntos de vista. 3. P r r,m a cí a d i a g n ó s t i c a d e l o s f i n t o r n a s en la s u c e s i ó n d e g r u p o s . El principio del diagnóstico médico es que todas las manifestaciones morbosas deben ser abarcadas por un diagnóstico único. Cuando coexisten múltiples manifestaciones, el problema consiste en saber cuál ha de tener la primacía en el diagnóstico, de tal modo que las otras manifestaciones, sean dependientes, secundarias u ocasionales Para ello es decisiva la representación fundamental que las mani festaciones que apárecen independientemente en los grupos posteriores de nuestro esquema, aparecen también en los grupos anteriores y se redu cen luego a síntomas del otro proceso básico o a manifestaciones secundarias.
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Asi, hay neurosis frecuentes en enfermedades orgánicas, a veces el cuadro inicial de la esquizofrenia o de la afección maniaco depresiva, es, ai parecer, puramente neurótica, no se da la enfermedad obsesiva sólo esencialmente en los psicópatas, sino también accidentalmente en lá esquizofrenia, en la encefalitis letárgica, etc. Se habla además de recargo del proceso básico por fenómenos neuróticos. En ei diagnóstico, pues, tiene siem pre la prim acía el grupo anterior. Se diagnostica neurosis y per sonalidad psicopática cuando no se encuentra ningún punto de apoyo para un proceso y ningún síntoma corporal de una enfermedad orgánica que fundamente el todo i proceso “esquizofrénico” cuando falta el deter minante corporal. Si existen, sin embargo, tales signos corporales, se pien sa primero en atribuirlo todo al proceso corporal, por ejemplo la encefali* tis. Se puede expresar la situación por medio de una imagen; los síntomas de la enfermedad se hallan superpuestos en camadas unos sobre otros; arriba los síntomas neuróticos (lo psicastènico, lo histérico), luego los síntomas maniacodepresivos, luego los síntomas del groceso (lo esquizofréni co), finalmente los síntomas orgánicos (psíquico y físico). La capa más profunda, a que se llega en la invetigación del caso individual, da la última palabra para, el diagnóstico. Lo que al comienzo apareció como histeria, se demuestra, por ejemplo, como esclerosis múltiple; una neurastenia, como parálisis; una depresión melancólica, como proceso, etc. (1). Esta relación de primacía en el valor diagnóstico de los síntomas coincide con una restricción de la significación de lo diagnosticado: es en el primer grupo sólo un elemento de la vida entera, una enfermedad so mática que sólo representa un hecho típico singular en lo abarcativo de la personalidad total biográfica y eidológicamente captada. Lo contrario ocurre en el conjunto de los puntos de vista del tercer grupo, aunque todo lo aislado puede ser síntoma de procesos del primer grupo, que realiza el descubrimiento (A ufgeschlossenheit) para todos los individuos en me dida superior. 4. Combinación de p s i c o s i s ( p s i c o s i s m i x t a s ) . La idea de ia unidad nosológica conduce a la esperanza de que en indi viduos singulares no se p u ed é diagnostican m ás d e una en ferm edad. Las com binaciones de psicosis no serían más que excepciones. Esto se aplica, en la inmensa mayoría de los casos, sólo a los proceso orgánicos cerebrales pero ha^ también aquí combinaciones legítimas, por ejemplo parálisis plus tumor, parálisis plus íues cerebral, etc. Aquí se reúnen dos especies nosológicas. Contra ello no sólo está la suposición, sino lo común, que en (1 )
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K u rt:
Psychischer Befund
und
psychiatrische Diagnose, Leipzig,
1939,
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caso toma su característica de muchos tipos. Así se encuentran en ei mismo individuo varios tipos de carácter, una reacción, neurosis, etc. Ahora nos imaginamos que en el caso de un proceso esquizofrénico, éste debe ser hecho responsable de todos los síntomas, pero esta es una hipó tesis. En principio, no se puede poner en duda que los tres círculos del segundo grupo están entre sí en una relación que no se puede poner junto a la exclusividad separatoria del primer gíupo ni junto al entrecruzamiento casi arbitrario de los tipos del tercer grupo. Todas las representaciones que hicimos hasta aquí son insatisfactorias. La clara separación en unidades nosológicas fracasa en los casos mixtos indisolubles; pero el cuadro de las mezclas y combinaciones fluidas de muchos genes desconocidos se vuelve falso con respecto a los tipos principales claros, que son la mayoría, el retro ceso a la idea de la psicosis unitaria en este segundo grupo sería irrealizable. Los cuadros de manifestaciones psicológicas en sus formas clásicas, los des arrollos, los círculos hereditarios, las figuras somáticas, fisognómicas, consti tucionales, o caracterológicas no permiten llevar a la unidad una concep ción que lo involucre todo. Esto se logra sólo con la exclusión violenta de hechos o en el cuadro escurridizo en donde todo se transvasa a iodo. La referencia total de los hechos a unidades nucleares esenciales de la realidad misma no ha tenido éxito hasta aquí. Tanto la correspondencia como la separación de los tres círculos es un enigma. Justamente los psi quiatras más experimentados han expresado esto siempre: lo que es pro piamente epilepsia, lo que son los otros dos circuios, les parece haberse vuelto más bien oscuro que claro, mientras el conocimiento preciso en particular ha crecido (*). En principio no hay que negar de ningún modo que un proceso se combine con una afección maníacodepresiva, o una encefalitis con una esquizofrenia. Gaupp escribe ( 2) : Todos conocem os el hecho de que un enfermo fásico, des pués de la declinación de la excitación, vuelve a estar enteramente sano, sin ningún defecto demostrable, con plena conciencia de la enferm edad, sin caída del nivel de ia personalidad, y que con posterioridad cae en el embrutecimiento esquizofrénico. Y conocemos el otro hecho que un cuadro mórbido que da la impresión de catatònico o esquizofrénico disociativo, vuelve a curar rápidam ente, a m enudo reincide en la m is ma forma, cura siempre y no llega nunca a la dem encia. Conocemos los viejos circu lares que se vuelven finalm ente incurables y los paranoides que no entran nunca en la dem encia, del tipo de Strindberg” . (1) Sobre el problem a de las psicosis combinadas: Gwtep: Zbl. N ervenhk., etc.» ¡903, 766. S ten b e rO j S v e n : Z . N eur., 129 (1930). Com binación de epilepsia y esq u iz o fre n ia: AtcIi. Psychiatr. ( D . ) , 83 (1928). G l a u s : Z . N eu r., 116. M i n k o w s k a , / , c . 144
K ra p f:
y *¡gts., 165 y
sigts.
(2) G k v f v : Z . N eu r., 165, 57 (1939).
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Estos son casos que hacen problemática 3a diferencia radical de las psicosis es quizofrénicas y maniacodepresivas; aunque ésta parece darse en la mayoría de los casos. La explicación a través de las diversas combinaciones de los genes, por la mezcla de los genes de ambos circuios hereditarios, significa una posibilidad. D e la claridad estamos muy distantes.
5. La f e c u n d a s i g n i f i c a c i ó n de l as d e s a r rn o n í a s . El esquema diagnóstico es más interesante para el conoci miento allí donde muestra desarmonías. El rudimento de nuevos interrogan tes está tanto en los casos que no corresponden a ninguna parte como en los grupos nosológicos sin verdadero lugar, o donde varios lugares del esque ma diagnóstico reclaman un' caso o un grupo. En ello juega un papel, es verdad, prácticamente, pero no para el conocimiento, el saber si ciertos casos ocurren raramente o si son manifestaciones masivas. En este sen tido es mantenido en movimiento el planteamiento del problema de la limitación de las enfermedades psíquicas, por ejemplo, por la llamada paranoia f1). Esta es, nosológicamente, de importancia teórica, aunque tales casos son en general raros. Kraepelin definió la paranoia como “el desarrollo que se desliza por causas internas de un sistema delirante in conmovible permanente, que marcha a la par con la conservación com pleta de la claridad y el orden en el pensar, el querer y el obrar”. El problema si tales casos se producen realmente, es decidido por algunes menos positivamente. Realmente hay personas plenamente serenas a quienes se observó en su vida entera durante decenios con delirio configurado. En su aprehensión, la discusión de casi todos los principios de la for mación de la unidad nosológica es la consecuencia de la dificultad de si tuarlos en el esquema diagnóstico. Parecen darse transiciones, por una parte, hacia desarrollos de la personalidad; por otra parte, hacia procesos esquizofrénicos. La estadística del parentesco muestra una fuerte correla ción con el círculo hereditario esquizofrénico (K olle). Contra la propen sión de la mayoría de los investigadores a catalogar a estos paranoicos en otra parte y a hacerlos desaparecer como grupo especial, afirma Gaupp la paranoia, {especialmente ante su caso Wagner, aunque su tío abuelo era esquizofrénico); lo hace, según me parece, por el instinto de una verda dera contemplación ( Á nschauung) . Mantiene, por decirio así, la última posición para algo que se perdería incluso como problema, si se rea izase la nivelación en la masa de los grandes grupos nosológicos. Ningún pro blema es resuelto aquí, pero se conserva un asombro e interrogantes. (1) Las exposiciones críticas de resúmenos: L a n c e , J o h .: Die Paranoiafrage, en el H andbuck der Psychiatrie de A sc h a f f f .n b u r g , Leipzig y Viena, 1927. K e h r e r , F . : Paranoische Zustánde, en el H andbuck der Geisteskrankheiten de B um ke, vol. V I, 1928. Desde en tonces investigaciones rendidoras de K o l l e , K u r t : Die primrire V errüektheit, Leipzig, 1931. tíber Queruíanten, Berlín, 1931.' “ Ü ber paranoische Psychopathen” . Z . N eur., ¡36, 97 (1931). C aso te a tra l se h a v u elto el m a e stro p rin c ip a l W a g n er, d e G a u f p .
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Gaupp escribe: “Si Wagner se me volvió más empático y comprensible que muchos otros enfermos delirantes, fue porque no era un esquizofré nico, sino un garanoico, y fué porque pude conocer aquí a un ser humano y todo su destino hasta el último movimiento de su alma, porque se me presentó con raro vigor de autoobservación, con rara capacidad de expo sición de lo experimentado y con rara confianza en su médico durante un cuarto de siglo” . d) Trabajo estadístico con ayuda de los esquemas de diagnós tico. U n motivo principal del esbozo de los esquemas de diagnóstico fué el recuento estadístico de los enfermos de un establecimiento, de una policlínica, de un consultorio práctico. ¿Para qué tal recuento? Primero para tener una objetivación del material para fines estatales, en segundo lugar para comparar, en mutuo entendimiento, los rasgos básicos de las cifras efectivas entre los e> cablecimientos; en tercer lugar para controlar la aprehensión de conjunto, siempre válida por el ensayo de su empleo; en cuarto término para tener el¡ punto de partida de investigaciones: -cuando se quiere examinar un problema, hay que poder hallar en el material in abarcable de historias clínicas los casos correspondientes. Los problemas de métodos se pueden resumir así: ¿Q ué se quiere enumerar? La cifra entera de los enfermos, ¿Según qué caracteres? Por edad, sexo, origen, etc., según las innumerables m anifestaciones aisladas comprobables -— pero con ello no se llega, a nada; se quiere enumerar el conjunto de las manifestaciones patológicas como lo esencial, es decir según las unidades nosológicas. Pero cuando no hay unidades nosológicas, ¿según que se quiere enumerar entonces? Según las aprehensiones de totalidad que se aproximan más a las unidades nosológicas. Pero com o estas son de carácter m últiple y heterogéneo, ¿cóm o debe surgir un esquema adecuado para el recuento? Sólo puede ser alcanzado un esquema ilógico, desarmónico, nacido de la determinación cambiante de lo realm ente inteligible con los conocim ientos generales eventuales. Si la masa de los enfermos debe ser hecha comparable e inteligible según los diagnósticos nosológicos, hay que tener presente los errores. Entonces es claro que un esquema diagnóstico, cuando debe ser armónicamente aplicado y ejecutado, puede extenderse sólo a las afecciones cerebrales palpables, a las intoxicaciones gene ralmente conocidas, a las psicosis somáticas, en general al prim en grupo. Además sólo pueden ser sometidos los grandes grupos enteram ente, el segundo o el tercero en cierta medida y no del todo unívocam ente a una interpretación coincidente. Las diferenciaciones más próximas oscilan en fronteras bastante amplias.
Es por eso una justificación inevitable y sin embargo insuficiente, que se quiera producir un esquema relativamente “aprovechable” para fines “prácticos”, que se quiera asociar los diversos puntos de vista y suscitar un paralelo de las diversas concepciones de las escuelas. Allí donde falta una enumerabilidad idéntica, toda estadística estará siempre en un te rreno oscilante. Por tanto es comprensible que se esfuerce siempre por un esquema diagnóstico que resulta siempre defectuoso.
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Recordémonos de las exigencias del esquema diagnóstico. Primero: los esquemas diagnósticos tienen que ser ordenados lógicamente, es decir contener divisiones claras o meras enumeraciones claras. Confusionista es una mezcla de los diversos puntos de vista, frente a los cuales el esquema no es nunca claro ante los ojos del espíritu. Contra ello únicamente vale conocer, no sólo generalmente, en nuestros esquemas de diagnóstico, ia falta de claridad, la falta de lógica, la falta de belleza, sino también man tenerlo siempre sensible en concreto. Todos los esquemas de diagnóstico han de ser para el investigador un tormento. Segundo: la estadística es adecuada sólo para aquello que en todas partes es enumerado y reconocido de manera coincidente por todo obser vador. Donde no es así, como en los círculos deí segundo y del tercer grup’o, queda sólo la esperanza de alcanzar, sin embargo, un núcleo co mún en los límites numéricos considerablemente oscilantes, de modo que las investigaciones que parten de las selecciones así hechas de la masa de los enfermos, tienen una probabilidad de que lo buscado esté conte nido en ella. Tercero: en'el esquema diagnóstico, todo caso puede ocurrir sólo una vez en el lugar único al que corresponde. Por eso en él es aprovechable como rúbrica sólo lo que se da exclusivamente en el individuo particular (es decir existe o n o ). Donde no es posible esto, hay que renunciar en general al recuento de enfermedades. Si el esquema diagnóstico es defi ciente, otros esquemas ocuparán su puesto, en los que todo caso puede ■ocurrir frecuentemente según distintos puntos de vista. Todos los datos posibles palpables están sujetos a enumeración; pero no son enumeradas ya enfermedades. ' Las estadísticas de las cifras de enfermos, a través de los esquemas diagnósticos, son punto de partida de importantes investigaciones, espe cialmente las investigaciones de la herencia, las comprobaciones demográ ficas o sociológicas, las descripciones nosológicas de la psiquiatría espe cial. En cada una de tales investigaciones, sin embargo, -§on sólo el primer punto d e . partida. Necesitan en todo otras comprobaciones estadísticas más amplias, más nuevas, más laboriosas. Lo instructivo e inobjetable que puede lograr el trabajo estadístico en procesos cerebrales palpables, lo muestran las investigaciones en la parálisis general í 1) que se extienden al curso, a la distancia entre infección y comienzo, a la distribución según edades, según grupos sociológicos, etc. (1) A rndt y J u n iu s: Arch. Psychiatr. (1916). M b g c e k b o s f e k : Z . N eu r., 63, 9.
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Allg. Z.
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Las estadísticas de los hospitales y los esquemas diagnósticos emplea dos en ellos a través de decenios, dan un cuadro instructivo del estada de la ciencia psiquiátrica, de las oscilaciones extraordinarias de las con cepciones dominantes y de la incertidumbre considerable. Pero se muestra también Ja tendencia a la unificación creciente de las categorías. El acuer do se vuelve más rico en saber efectivo y también en cognición crítica-
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L a variedad genérica del hombre (eidología) a) La idea del eidc«. La desigualdad de los seres humanos tiene un fundamento biológico; los hombres son distintos según .los sexos, según la raza y según la constitución. Frente a este hecho típico en el ser total de los individuos, está el problema: Si la multiformidad infinita de las diferencias individuales es sólo consecuencia de igualmente multiformes causas individuales, diversamente repartidas (los hombres, agregados di versos de elementos arrojados al azar de modo confuso) o si hay un nú mero limitado de totalidades en las que la multiformidad de las variar ciones está necesariamente ordenada en miembros correspondientes de figuras que abarcan el ser humano. El principio de tales tonalidades no sería ya un factor causal junto a otros, sino algo como el rasgo esen cial de la totalidad del individuo. Factores singulares pueden, en verdad, actuar en todas las funciones^ en todos los modos de vivenciar y com portarse dei hombre, pero no son, sin embargo, más que factores singu lares junto a otros. Es la idea (metodológicamente subjetiva) de una totalidad, la que nos conduce a captar eidos (objetivo) en la edificación de la unidad cuerpo-alma, como un todo estructurado de una esencialidad substancial, en la que los factores singulares están contenidos, ordenados, modificados. U na biología de la personalidad quisiera ver afirmada esa totalidad del hombre en el fundamento de la vida, que varía en pocas grandes formas fundamentales. Esta alternativa — el hombre como agregado de factores singulares entremezclados o como un todo específico originario— no es una alternaitiva legítima. Más bien se aplica a dos planos heterogéneos de la investi gación; primero a aquel pensamiento racional siempre mecánico a la postre; en el otro plano, a esa intuición de formas guiada por ideas. Pero la realización, conforme ai conocimiento, de la visión ideal de la totalidad, es señalada a los análisis racionales de los elementos. D e ahí surge un movimiento del conocer, en el que hay que eludir por ambas partes el error: es un error que el análisis en factores elementales agote su objeto, y un error que el todo de la idea sea por sí mismo un factor que se puede co nocer y dominar como tal.
Preguntemos por tanto: ¿Hay una unidad del todo como serie abar ca ble de unidades distintas? Entonces la respuesta es: La hay como ideas, no como seríes abarcables de esencias conocidas que son así. Preguntemos además: Los principios de esas totalidades, ¿no son qui zás nada más que hallazgos individuales generalizados, que tienen una fuerza de acuñación especialmente intensa para la multitud de las mani festaciones psíquicocorporales — o son, frente a todos los hallazgos indi viduales, principios de origen propio, es decir principios del todo, que no son de ninguna manera una mera singularidad? La respuesta es: Lo primero es hallado siempre por el análisis causal; si algo es descubierto de tal modo (por ejemplo, determinadas hormonas sexuales con sus efec tos fisiológicos y morfológicos), lo así hallado no es la totalidad. Pero lo segundo permanece siempre en el límite del análisis causal. Pero lo que queda en el límite, son los principios de totalidades, que parten . de ideas. Estas no son mostrables en s í . Todo lo mostrable di rectamente ha sido discutido, de acuerdo con sus formas básicas, en las partes precedentes del libro. Ahora no se agrega nada nuevo, mostrable directamente, sino algo que sólo buscamos por la idea y captamos in directamente por la coordinación de lo singular. Está, pues, en la naturaleza de la cosa que nosotros, en tanto que buscamos el todo, lo captamos siempre a tiavés de lo singular. El todo retrocede ante el análisis causal, queda reducido a idea, que nos guia; no se convierte en objeto que poseamos conociendo. Por eso en este capítulo no puede aparecer nada de que, como ais’ado, no sepamos ya, por otros métodos, o no pudiéramos saber. Lo nusvo es la guía mediante ideas, como a través de puntos virtuales. En esa direc ción, no sólo se vuelve clara una referencia de lo mucho particular entre sí a una manera característica, sino que por la nueva especie de estudio, se vuelven visibles muchos más pormenores, de lo contrario inobservados, que los que pueden ser comprobables con los métodos anteriormente dis cutidos. Queremos llamar eidos del hombre a lo buscado a través de la idea del todo. b) Sexo, constitución, raza. El hombre como hombre es de igual naturaleza en las estructuras básicas esenciales, tanto sea mujer u hombre, mongol o blanco, pequeño y gordo o alto y delgado. Pero las diferencias son tales que el hombre aislado no puede serlo todo al mismo tiempo. Es lo uno o lo otro. O es una tercera cosa, un intermedio, una mezcla
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o una transición, y puede ser, según las relaciones de su destino vital, fondado en ellos, lo inferior, restringido, decadente, o lo valioso, abarcatfivo, armónico-viviente, im pulsor en su desarrollo, por consiguiente hí brido, bastardo y mediocre o precisamente un individuo pleno con acretentadas posibilidades. Si reducimos las diferencias esenciales en total, y las contexturas vi tales a sus especies básicas, partim os ineludiblem ente de nuevo dé los hallazgos especiales, del sexo, la estructura corporal (constitución), y de ios grupos engendrados en el curso de la historia a través de largos pe ríodos (raza). Según el desenlace, parece que no tomamos nuevam ente más que lo individual en su singularidad, no el todo del ser hum ano biológico. El sexo no nos parece otra cosa, sin embargo, que la posesión de determ inados órganos con las consecuencias resultantes; la estructura corporal, una externidad, condicionada por factores causales singulares; la raz a ,. u n mero hecho de la variación por efecto de circunstancias ex ternas, un proceso de reproducción que quizás se podría tom ar en la m ano y trastrocarlo, Pero no hay más que expresar claram ente tales pen samientos para ver su inconsistencia. Q ue en la diferenciación sexual se m uestra m ucho más que u na m era diversidad particular de órganos; que la estructura corporal no es una m era externidad accidental; que la raza es una variedad de la esencia, todo esto no se puede dem ostrar por los mismos métodos como hallazgos individuales, sino que está presente en el todo, cuando buscamos, a través de lo singular, y sin embargo no lo tenemos nunca definitivam ente. El sexo es una polaridad básica de todo lo viviente, fundado en la profundidad de la vida. L a constitución es el acuñam iento de la especie según algunas tendencias básicas generalm ente hum anas, que determ inan la esencia eventual en el todo. La raza es un eventual resultado histórico de los engendros, en la constante aunque muy lenta transform ación de la corriente de la vida, u n a acuñación eventual de la variedad de la esencia en una individualización históricovital del ser hum ano. Las dificultades para esclarecer los rasgos esenciales del todo bioló gico, son las mismas en el sexo, la constitución y la raza. Pero hay una diferencia: casi todos los individuos — con excepción de los raros herm afroditas— pertenecen a uno u otro sexo. La gran mayoría de los seres hum anos pertenece clasam ente a los grandes grupos hum anos de los blancos, los negros, los amarillos, aunque existen numerosos miembros in termedios (incluso sin b astard eam ien to ); d i relación con la constitución, no se puede, al contrario, reconocer clara y exclusivamente su pertenencia
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a esta o a aquella constitución. Sin embargo, la posibilidad de subordi nación de los individuos no es lo decisivo para la comprensión de los rasgos esenciales básicos. Esto queda igualm ente incom pleto en el sexo, en la constitución y en la raza. Si vemos la biología de la personalidad en la unidad de cuerpo y alm a y la seguimos a través del sexo, la constitución y la raza, entonces dependen los tres estrecham ente del tipo de su efectividad. C iertam ente podemos decir: sexo y constitución son generalm ente humanos, lo que les corresponde tiene que encontrarse en todas las razas; lo que es especí ficam ente racial, i;o necesita ser específicamente constitucional; lo ' que es constitución, tiene que aparecer en ambos sexos. Sin embargo, surgen dificultades cuando se les quiere separar en absoluto, pues sexo, consti tución, raza, son siempre, en el individuo, u n todo biológico. Se puede separar estrictam ente los puntos de vista, pero en la exposición concreta de los rasgos esenciales no parece ser raro el confundir el uno con el otro. Rasgos esenciales del sexo son, al mismo tiempo, rasgos constitu cionales (por ejemplo la proxim idad del tipo femenino y el tipo pícnico), los rasgos constitucionales parecen coincidir con rasgos raciales (el tipo leptosomo y la raza “nórdica” ). Sexo y raza son, por decirlo así, m aneras de la constitución. Esto no im pide que, p a ra la presentación, la totalidad biológica se descomponga en varias totalidades, en las que cada indivi duo particular tiene su lugar. Caracteres psicopáticos, neurosis y psicosis tienen relación con las tres grandes variedades de la esencia del ser hum ano. Siempre culm ina, por tanto, nuestra representación en el problem a: sexo y psicosis; constitución y psicosis; raza y psicosis. c) Los m étodos de la eidología. Son determ inados por el hecho que su objeto no es u n a singularidad palpable, sino una idea. Por eso los métodos tienen que ser indirectos. Los infinitos hallazgos aislados son recogidos, reunidos, coordinados bajo la idea de que son m anifesta ciones de un todo único. Ese todo es acercado prim ero por la form ación de tipos, y segundo por la indicación de correlaciones entre los hallazgos aislados. 1. Nos referimos en la eidología propiam ente a entidades, pero no obtenemos siempre más que tipos. El principio de la construcción del tipo no es el principio real del existir real de u n todo, sino el ensayo con que tengo que interrogar todavía en qué grado lo construido es tam bién real. En la eidología las entidades son m entadas como totalidades d e la
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unidad-cuerpo-alm a; sin em bargo, no podemos llevar directam ente ante Jos ojos esas entidades. La etiología se sirve de la tipología, p a ra apro ximarse indirectam ente a las entidades que m enta. M ientras las tipologías son construcciones, se referiría la eidologia ai punto substancial exacto de la realidad m ism a;, con la utilización de diversas tipologías esbozadas en constante movimiento, que llevan la contem plación a un lado y otro, quisiera la eidología aproxirnar las esencialidades totales a los poderes originarios que se m uestran en todás las manifestaciones y se asocian asi con totalidades en el ser hum ano em píricam ente captable. El tipo es siem pre u na totalidad relativa a p a rtir del principio eventual y p a ra el dominio eventual de la contem plación. El eidos quisiera ser el todo mismo. Hay que recordar sólo la extraordinaria diversidad, incluso la infinidad de la tipología posible. Lógicamente se le puede presentar en parejas de oponentes, o en series triples o en más dimensiones todavía y sus combinaciones. M aterialm en te se pueden esbozar form as de v id a : por la construcción del com portam iento ante dom inios culturales {activo, contemplativo, teórico, estético, económico, político, metafísico, religioso, etc.); por la construcción de relaciones básicas con el m undo y la trascen dencia (en la tipología de las filosofías); además, por tipos profesionales, tipos del am biente , etc. Aquí se construye en todas partes en su multiformidad un hecho his tórico, un algo creado espiritualmente. Para captar las variedades originarias, se qui siera acertar los fundamentos biológicos antihistóricos en el hombre haciendo abstrac ción de contenidos en la visión de la forma y la función, en lo que ha de obtenerse en la estructura corporal' y en todo lo somático, en el experimento de rendimientos, en la manera de enfermarse y en todas las objetividades presentes examinables. Los tipos que son desarrollados caracterológicamente, son tenidos en cuenta. Hay muchas tipologías. Casi todas tienen, para quien con ellas trabaja y está habituado, algo acertado y cómodo. Las tipologías están en lucha entre sí, más debido al hábito de los grupos investigadores, que por convicción penetrante manifestada en la discusión. Lo esencial es si se domina a la tipología, si uno no se entrega a ninguna inadvertidamente, si el sentido de la tipología es afirmarlo como medio auxiliar, si no se toma por conocimientos reales de las especies del ser humano 0 ) .
L a tarea frente a la infinitud de las tipologías posibles es dom inarlas m etódicam ente en la visión de la unidad del individuo particular y de la unidad del ser hum ano. E n todo individuo son posibles todos los tipos; todo in dividu o es en poten cia el todo , en acentuación variable de hom bre a hom bre, en jerarquía, desenvolvimiento y atrofia. Con el devenir real en el curso de la vida se pierden las posibilidades, en la "A nlage” están anticipadam ente limitadas. P o r tanto es válido igualm ente: ningún ser hum ano es to d o .
Si preguntam os p o r qué medio nos im presionan unas tipologías, y en qué consiste que otras sean abandonadas como indiferentes, hay que de cir que los esbozos de tipos concretos con motivo de u n a experiencia im ponen p o r fuerza su contem plación; que los tipos múltiples esbozados (1)
P f a h le s ,
G .: D at System d er Typeniehren.
Leipzig, 1929.
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abstractam ente por un esquem a responden a la cóm oda voluntad de orde nam iento y de supervisión, si ponen en una conexión sistemática les cua dros concretos adquiridos hasta allí. Pero ante todo está el interés en las formas hum anas, la concepción básica de los hombres, la am plitud y ple nitud interior de la visión h u m ana como guía misterioso. 2. M ientras que la tipología hace evidente para nuestra comprensión la relación necesaria de m uchas m anifestaciones y con ello se mueve en ideales a los que corresponde más o menos solamente lo real, él m étodo de las correlaciones quiere establecer de m odo empírico lo fuertem ente que están ligadas entre sí m anifestaciones particulares, es decir lo frecuen tem ente que aparecen cuando se les mide y se las cuenta. C uando la frcuencia de la coincidencia es tal que existe en todo caso (100 % ) , se da a los coeficientes de correlación la m agnitud 1; sí la coincidencia es tal que corresponde a la frecuencia que se espera del m ero azar tiene la m agnitud 0; la fuerza de la correlación es, pues, expresada por cifras entre 0 y 1. .Tales correlaciones pueden ser tam bién comprensibles — por ejemplo entré cualidades del carácter— o pueden señalar como correspondientes varias manifestaciones para nosotros heterogéneas todavía. Así la corre lación entre cualidades del carácter se ha intentado buscar p a r vías esta dísticas m ediante el recuento de la frecuencia de la aparición sim ultá nea (3). Esta investigación objetiva está, pues, frente a la subjetiva, comprensiva, como a algo heterogéneo. ¿Q u é puede enseñarnos? Prim ero la frecuencia de la aparición sim ultánea real de cualidades comprensible m ente correspondientes. En segundo térm ino la frecuencia de la aparición simúltánea de cualidades no correspondientes p ara nuestra comprensión. Como el problem a de lo que es u n a “cualidad” , depende del todo del trabajo prelim inar propio de la psicología comprensiva, sólo puede ser posible el cálculo de la correlación en este dom inio en base a la psicología comprensiva. En las encuestas hechas hasta ahora, las personalidades que llenaron los cuestionarios son las que em plean la psicología comprensiva. En este dominio, el procedim iento ha encontrado poco éxito. Pero es universalmente aplicable, ha sido utilizado en exámenes de la inteligencia en busca de correspondencia o independencia de diversos rendimientos, es muy em pleado actualm ente en las investigaciones de la herencia, y es también el procedim iento con que se quiere dem ostrar objetivam ente lo que en las constituciones se corresponde. (2) H e y m a n s: “ Über einige psychische Korrelationen"’. (1908.). H ey m an s y W ie rs m a : Z . P sycho!., 51.
Z.
a n g ew .
P sychol.,
1,
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El defecto del procedim iento se m uestra cuando se aplica largo tiempo. M ientras que las prim eras cifras de la correlación causan por lo general una fuerte im presión — se tiene en las m anos una prueba real— , se debi lita esa im presión rápidam ente, cuando se advierte enseguida la infinitud de las correlaciones que parecen asociar todo con todo,.-de algún modo. Luego se vuelve uno consciente de que las correlaciones, si no son muy fuertes, son bastante indiferentes p ara el conocimiento. Pues como tales son vacías, porque prim ero exigen todavía la explicación respecto a cómo han surgido. T a n solo si existen posibilidades de responder al problem a relativo a dónde tiene su fundam ento una correlación, se vuelve intere sante. Las tipologías pueden imponerse por la evidencia, pero decepcionan por la irrealidad. Las correlaciones, en tanto que lo enum erado es uní voco, se im ponen p o r la fuerza probativa real, pero decepcionan a m e nudo por la vacuidad. Las correlaciones pueden ser absolutas (coeficiente igual a l ) o apro ximarse a ellas; entonces son, naturalm ente, de la m ayor significación; o relativas (entre 1 y 0 ), y entonces está el problem a si y qué significan. Pueden tener por base u n a relación distante, no advertible como tal en los hechos; por ejemplo, vinculaciones endocrinas, a las que, sin embargo, se tiene que aproxim ar uno de otro modo. Como correlaciones estadísticas, entre te st. singulares, p hallazgos individuales, sólo son estadísticas, no implican ningún paralelism o necesario; y como generalm ente son de es casa fuerza, se tiene subordinaciones que se vuelven, a separar, tanto más cuanto que el sentido de m uchos hallazgos singulares no suele ser equivalen te, no está en un plano,. d) L a recolección dé los hallazgos. Todos los procedim ientos, p a ra establecer hechos típicos, tienen su sentido en la idoneidad si los hechos tienen la propiedad de poder variar individualm ente (*). Pero en especial se h a n utilizado los métodos de los exámenes experi mentales de rendim ientos, p a ra llegar, m ediante u n a com binación de los “tests*’, a rasgos elementales esenciales abarcativos de las variedades h u manas. Ya K raepelin lla.mó a las cualidades comprobables por su curva de trabajo (fatigabilidad, recuperación, impulso, etc.) “cualidades básicas de la'p erso n alid ad ” . Sé buscan cualidades formales, no de contenido, de las funciones psíquicas, como tiempo, fijación, distraíbilidad; examinó com parativam ente la capacidad p a ra la atención sim ultánea sobre diversos ob (1) «i W 1911.
T oda la bibliografía sobre los esfuerzos y los métodos hasta 1911 se encuentra Stehn: Die dilfeTentielle Psyckologie in Hiten m cthodtschen Grundlagett, Leipzig,
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jetos, el modo de aprehensión, si se aplica más al todo o más a Io particular la medida de la equivocación en las equivocaciones geométricas, le fuerza del contraste subjetivo de los colores, la capacidad para recono cer figuras en otra relación plástica, la aprehensión en la lectura taquiscópica ; si es más determinada por las letras o más por la imagen de la palabra en conjunto; la preferencia por formas o colores en la percepción, la capacidad eidètica, etc. ( l ) . En todajk partes se puede obtener así comprobaciones cuantitativas y ponerlas en relación entie sí y con otros hallazgos. El sentido consiste en reconocer, a través de muchos hallazgos, una correspondencia, “formas radicales del ser humano”, “raíces de la personalidad” (Kretschmer). Se quisiera hallar cualidades básicas que fuesen, biológicamente y por ello esen cialmente, iguales a través de los milenios ahistóricos, algo abso luto, presente en todo vivenciar, comportamiento y producción del invividuo correspondiente, además del todo inespecíficas por el contenido. En esas investigaciones queda el interrogante fundamental de si se tropieza realmente con algo por el estilo o si gira en el infinito primer plano, y se alcanza los instrumentos fisiológicos, pero en modo alguno al hombre mismo. § 1. El sexo Advertencias biológicopsicológicas previas a) El protofenómeno de la sexualidad. La escisión en dos sexos parece ser itn rasgo universal de toda vida. Allí donde se dan, en etapas inferiores, especies sin esa escisión, se producen en el curso de las generaciones procesos de asociación celu lar que corresponden a la asociación ulterior de células ovulares y de células espermáticas. Universal es sólo la polaridad como tal. Hay seres vivos inferiores en donde los gametos pueden funcionar, según la circunstancia, como célula ovular o como célula espermática, pues, como gametos, son bipolares. Pero que la vuelta de la repro ducción sexual sea necesaria en sí para la conservación de la vida, no se ha demostra do. La observación de la degeneración del ser unicelular (cuando se realizó por mu chas generaciones una reproducción por división, debido a la falta de la mezcla c:lular), y el florecimiento repentino al establecerse la nueva copulación, está frente a ía reproducción asexual en algunas plantas, que podría ser continuada a capricho largo tiempo sin peligro de una degeneración. Su consecuencia es sólo la monotonía de su3 figuras, la acumulación de lo igual, es decir, la nivelación y falta de'fantasía de la vi da, lo cual, sin reproducción sexual, queda también sin el movimiento transformador de sus configuraciones. La sexualidad parece ser la fuente de lo creador, la repro ducción sexual un artificio de la naturaleza para engendrar la variedad, para desarro llar la fantasía de la vida en la realización de nuevas posibilidades. Por eso se puede concebir, quizás, que todo lo que se vincula a la sexualidad tiene probabilidades espe (I) Aquí habría que remitir a la amplía literatura de las pruebas psícotécnicas de ren dimiento. Se bajan en Münsterberg, y son noy el contenido principal de Ía psicología experi mental. Para el problema de la constitución han sido hechas utiloablet especialmente por loe esfuerzos de Kretschmer.
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ciales, pero también altos peligros. La bastardización conduce a nueva creación de formas de vida, pero también a la degeneración ; la mezcla puede también ser pro ductora o destructora. Lo sexual en el ser humano produce desasosiego, la suprema .vibración y la caída más baja; lleva hasta en su existencia fidelidad o traición a la esencia. La pubertad es una edad en-que en especial tienen comienzo muchas enfer medades, en que comienza tanto el genio como la hebefrenia. Todos los fenómenos , sexuales están vinculados a numerosas enfermedades del alma. Recordemos aún la universalidad de la relación sexual. Es asombroso ver la di versidad de su configuración concreta, especialmente en las plantas. Los órganos sexuales son sólo un efecto particular de la sexualidad ; por ellos es realizado de mane ra extraordinariamente/ diversa la reproducción según la especie de las formas de vida, pero culminando siempre en la conjunción del óvulo y de la célula espermática. En el ámbito biológico de esa diversidad de órganos sexuales, adquirimos una visión me diante la cual se vuelve, indirectamente, más clara la sexualidad del.ser humano. EÍ punto más esencial es: todos los individuos vivientes entrañan originariamente la posibilidad de ambos sexos en sí. Hay que distinguir los caracteres sexuales de naturaleza primairia— los niños son ya manifiestamente machos o hembras antes de que funcionen todavía las glán dulas sexuales— de los caracteres sexuales secundarios, que son una consecuencia de la función de las mismas y que aparecen en los seres humanos. La morfología y la fisiología de los órganos sexuales no agotan por tanto la sexualidad. La psico logía del instinto sexual y sus consecuencias no agotan la psicología de la vida sexual polar. No es posible decir qué es, propiamente, la sexualidad; vida y sexualidad pare cen coincidir. Se la puede ver en sus manifestaciones, consecuencias y realizaciones unilaterales, pero no explicar más allá. Las interpretaciones por una “iretafísica de la sexualidad” no son ningún conocimiento. b) Factores biológicos de la diferencia sexual. Entre los cromosomas se en cuentra un par de cromosomas sexuales. En la parte femenina se les llama X X , en la masculina XY. Todos los óvulos llevan por tanto cromosomas X ; las células espermáticas, en cambio, la mitad un cromosoma X , la otra mitad un cromosoma Y. De la asociación de un óvulo y de una célula espermática con cromosomas Y surgen los m&chosj de la de un óvulo y una célula espermática con cromosoma X, la hembra. Macho y hembra se distinguen hasta en cada célula; todas las células de la hembra tienen un par de cromosomas sexuales X X ; todas las células del macho, XY. El ma cho, pues, tiene en cada célula un cromosoma que falta en la hembra. La diferencia de los sexos no consiste entonces sólo en la diferencia de las glándulas germinales, los órganos sexuales y los caracteres sexuales secundarios, sino que es — en un factor minúsculo— universal.- ' Por otra parte los individuos de ambos sexos contienen en su primera “ Anlage'* todas las posibilidades de la especie, escindida en dos sexos, tan sólo en el cuno del desarrollo. Ambos “Anlage” para las dos clases de órganos sexuales. En el desarro llo embrionario tan sólo es formada una de las dos “Anlage”; la otra se reduce hasta el ínfimo resto. Si esa evolución falta en casos raros, aparecen legítimos hermafroditas (que tienen órganos sexuales de ambas clases); o pueden desarrollarse — en todo caso en los insectos— después de un desarrollo inicial de hembras, a partir de un preciso momento, en el embrión, los órganos sexuales masculinos en.un cuerpo originariamente femenino (macho de transformación). La esencia del sexo no es, por tanto, de ningún modo fácil de captar. Parece a veces una diferenciación absolutamente fundamental y separatoria, y luego, sólo co-
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dio desarrollo particular parcial de un todo en el fondo superior al sexo. Hem os d e cuidarnos de considerar resuelto el enigm a del sexo. Pero sabemos que Jas cualidades de los sexos pueden ser dirigidas en la estructura corporal, en las funciones, en los instintos, al menos por tres factores independientes entre sí, pero que no se pueden poner sobre un denominador com ún: prim ero por la cifra de crom osm as; segundo por las horm onas de las glándulas sexuales (Steinach, por extirpación o trasplantación de ellas, hizo hembras de jóvenes conejillos de Indias machos y al revés: no sólo fueron alteradas la forma y la fuerza muscular, sino que el m acho afeminado se volvió receloso, la hembra masculinizada se hizo com bativa) en asociación con las hormonas del lóbulo anterior de la hipófisis y la corteza de las cápsulas suprarrenales; tercero por impulsos del sistema nervioso central, manifiestos a partir del cerebro m edio por tumores que pueden dar motivo a una pubertad precoz y por los vastos efectos de los procesos psíquicos en el instinto sexual y en su configuración. El desarrollo sexual tiene lugar en etapas que son épocas en el curso de la vida, como ante todo la pubertad. Hormonas de las glándulas sexuales son las materias d e acuñación de los caracteres secuales secundarios (en el macho acuñación de las for mas masculinas específicas, crecimiento de los genitales externos, del vello en las partes sexuales y de la barba, ahuecam iento de la voz). En la mujer produce la hipó fisis una hormona que excita Tas glándulas germinales a la formación de hormonas sexuales. Si se extirpa la hipófisis a un animal, no aparece la maduración sexual. N o se sabe por qué ocurre en un momento determ inado, ese paso del desarrollo, y desde donde, como primer lugar (como lugar más próximo es supuesto el cerebro, m ed io). Es el enigma del ’’reloj interior, que cuida del funcionam iento temporal mente exacto’^ 1). El segundo gran paso es el clim aterio de la mujer: involución de las glándulas germinales y cese de la sexualidad. La causa tiene que estar en el ovario. El cambio en toda la vida corporal es profunda. La hipófisis cae en desorden cuando faltan las hormonas ováricas. La tempestad del desorden en las secreciones internas — a menudo fundamento de enfermedades de esa edad — es apaciguadai en un nuevo orde namiento de la edad. En el hombre las cosas ocurren diversamente. M antiene hasta el fin de su vida libido y potencia; se reducen, pero no desaparecen. Lo que experi menta el hombre en perturbaciones vasomotrices, malestares cardíacos, malos humores, retroceso de la vitalidad (y llamado falsamente climaterio m asculino) es la vejez que comienza.
c) Diferencias sexuales somáticas y psicológicas. El sexo es el tipo más claro y decisivo de estructura corporal y de constitución. Se le ha descrito somática y psicológicamente. El sexo actúa ilim itadam ente en lo psíquico, pero el individuo entraña, sin embargo, permanentemente, más que su sexo, el individuo entero, que existe en la figura de uno de los sexos, pero no coincide como esencia con ese .sexo. Se oscila por tanto constantemente entre la subestimación y la sobrestimación de la importancia del sexo. Se ha esbozado la esencia psíquica de lo masculino y de lo femenino, se ha descripto al hombre y a la mujer auténticos. Estos son ideales, a fin de cuentas, eróticamente condicionados. O esos dos polos han sido vistos como polos del ser hum ano, de tal modo que, el individuo aislado, lo mismo hombre que mujer, srría una ;ne2 cla de cualidades masculinas y femeninas. Se da entonces, en imagen, la posibilidad de tener, por ejemplo, en los órganos sexuales femeninos, una esencia masculina, o de (1) Jores: i. c. Sobre el tema ver^^detnás la exposición de H. M arx en su S ek retio n (H a n d b u c h der in n tre n M e d iz in ) sobre Jas glándulas germinales, p. 26ß-313.
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combinar rasgos esenciales del alma masculina y de la femenina, sea para la escisión inquieta, sea para la síntesis armónica, que constituye el ser humano entero. Frente a tales interpretaciones que caen rápidamente en la arbitrariedad ( l ) y a esa visión artística de formas, se ha intentado llegar, por observación y enumeración a la determinación empírica de las diferencias, lo que — diversamente a los tipos de constitución— tenía que aparecer aquí fácilmente, pues casi todos los individuos, >:n virtud de la estructura corporal de los órganos sexuales, son indudablemente varón o mujer. Pero el resultado es, no obstante, poco satisfactorio, ya que lo masculino típico y lo femenino típico son tipos ideales, a merced de la transformación histórica, y nunca tipos medios como son los resultados de ía estadística. No hay en el dominio psíquico diferencias absolutas, que comprendan a todo individuo, ni cualitativas, sino sólo diferencias cuantitativas. Estas se hallan próximas a todos por la impresión de la experiencia vital. La estadística no puede agregar nada abrolutamente nuevo, pero puede dar determinadas representaciones U na diferencia esencial para la psicopatología es la gran emotividad de ia mujer, su más honda capacidad vivencial. D e las diferencias del sexo que arraigan en la “A n la g c”, hay que separar natu ralmente, las diferencias que se basan en la posición social eventual de la mujer. Es notable que la exposición de las diferencias sexuales sea insatisfactoria para el conocimiento. Allí donde la formación ideal, histórica e individualm ente variable, de la masculinidad v de la femeneidad por visión erótica, cesa en favor del conoci miento científico, hay una m ultitud de contraposiciones distintas que se contradicen m utuamente y por fin abarcan todas las polaridades de la vida psíquica. Aparece, fi nalmente, un aspecto, en el que la polaridad sexual es anímica en el sentido que no divide sólo en dos individuos oposiciones excluyentes sino que, también, sucede que un mismo individuo lleva en sí la oposición entera. Es verdad que la realización unila teral delega a la otra parte eventual a segundo término. Pero la tensión de lo viviente se basa en el hecho que la polaridad persiste, sin la cual, con la uniláteralídad acabada, también cae en la m onotonía, la nivelación, la estrechez, y la chatura de la vida, mientras la cima de la vida está allí donde toda polaridad es conservada, en un individuo en perpetuo movimiento. d) El instinto sexual. Libido en algún sentido, como instinto corporal de pla cer y estado placentero en relación con contactos cutáneos, lo hay desde el período de la lactancia hasta la muerte. Pero el instinto sexual es producido específicamente por las hormonas de las glándulas germinales, por tanto, es radicalmente distinto antes y después del desarrollo de las mismas (pubertad). Aún cuando el niño t.n g a ya estados de libido, con las representaciones consiguientes, es esto, sin embargo, incompleto y cualitativam ente distinto. Pero cuando se ha hecho una vez la expe riencia del instinto sexual, parece poder persistir, aun si se extirpan las glándulas ger minales. Entrenlos castrados tardíos, hay algunos en que el instinto sexual y la ejecu ción del acto quedan conservados, aun cuando los castrados se sienten también “fríos” sin excepción. N inon de Léñelos habría permanecido eróticamente activa hasta los 70 años. D e ahí se desprende que el instinto sexual, en virtud, es esencialmente con dicionado por las hormonas de las glándulas germinales, pero tiene además otras fuentes y una construcción com plicada. La libido puede ser excitada también sin hormonas desde el sistema nervioso central, desde el autónomo y desde el alma. Pero (1)
De talcs ensavos son mcncionados algunos, en extremo diversos entre si: WEtNiPfcER,
O.: G eschlecht u n d C h a ra k te r . M ö b iu s , P. J .: D er physiologische Sch w a ch sin n des W eibes. L e F o r t , G . V O N : D ie ewige Frau. ,die Frau in der Z e it, die zeitlose Frau. (2) Hkvmans: D U Psychologie der F rauen, Heidelberg, 1910. L ip m a n n , O t t o : Psychische 'scickUchtsunterschiede , 2? ed., Leipzig, 1924.
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normalmente actúa este círculo de las hormonas — su efecto sobre el sistema ner vioso autónomo y central, cuyos impulsos repercuten en las glándulas germinales y en todo el alma — en un mutuo acrecentarse, cuando el círculo es excitado desde un lugar cualquiera. El estado de libido es un estado de excitación cualitativamente característico que toma todo el cuerpo, lo transforma en su sentimiento vital de sí mismo. Algo distinto de la libido, siempre igual en esencia, es la dirección instintiva en que se vuelve activa. Es guiada por representaciones y experiencias. Esa dirección del instinto y el modo de las excitaciones eficaces ante todo (ya las zonas erógenas de la piel, de estímulos sensoriales por la vista, el oído, el olfato) son distintos indi vidualmente. Esta diversidad se basa en vivencias accidentales, fijación de las mis tempranas y primeras experiencias, asociaciones, hábitos. Se apoya además en la manera de las represiones, que han tenido lugar, sea por prohibiciones de fuera, sea por la crítica moral interna. Está fundada quizás de raíz por toc|o el carácter somá tico y psíquico del individuo particular. U n fenómeno fundamental del hombre es que no se le ha dado, como a los animales, una solución instintiva de la sexualidad en determinados períodos de celo, sino que ve sometida su excitabilidad sexual continuamente a ordenamientos, con tenciones, violaciones que varían de modo extraordinario en su forma, desde los esta dos de los pueblos primitivos hasta todas las civilizaciones, pero que existen, de algún modo siempre. En alguna parte existen siempre desarmonías radicales entre los impulsos desde el hecho típico biológico y las exigencias de la sociedad, de la moral y de la religión. Y en verdad esa desarmonía es ineludible. Allí donde es suprimida, reaparece en seguida bajo otra forma. Empero, cuando realiza puramente su sexualidad, el individuo tiene presente la totalidad de su ser cuerpo-alma obligadamente. La unidad de cuerpo y alma, por lo demás un problema de su meditación, es aquí un destino que le domina, pero que también es dominado por él, más importante y decisivo todavía que una enfermedad corporal que lo altera. Desde 1a sexualidad vital, por sobre la erótica cultivada, hasta el amor, se tiene una relación única por sobre saltos de diferencia de sentido. Se ha dicho siempre que la sexualidad es universal en su efecto sobre el cuerpo y el alma, que el individuo está caracterizado hasta las últimas ramificaciones de su vida psíquica por su sexualidad. Todas las representaciones, pensamientos, tendencias instintivas, y todas las vivencias pueden adquirir colorido erótico. Pero no es un mero acontecer pasivo. Pues esto, universalmente determinante, perma nece al mismo tiempo material de la personalidad, que de otras fuentes, al igual que de las que se hallan en lo sexual, recibe su formación e influencia. D e ahí nace, por una parte, lo desarmónico permanente — en su embriaguez y en la dicha de un instante oculto— , surge la multitud de lo deslizante, anormal, enfermo; pero por otra parte tiene lugar una configuración que conoce todo aislamiento— sea de lo sexual, sea de lo ideal — como extravío, por el que siempre hay que pagar alta penitencia en dolor, complicación, en manías y en inveracidad. El instinto no puede ser el mismo en los dos sexos. Así como todo el cuerpo está diferenciado en los sexos, así también el vivenciar erótico-sexual. e) Historia de la investigación de la sexualidad y de sus anormalidades. La investigación médica sexual se inició propiamente en la segunda mitad del si glo X IX í 1). Luego de observaciones aisladas previas, surgieron las abarcativas y las ( I ) Las representaciones y conocimientos de los an tig u o s los re u n ió T h . H o p p n e b : SrxttalicbeH der (>i'tech*n und R om er, P rasa, 1938 (basta ahora el vol. I ) .
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descripciones detalladas (expuestas en los escritos de Krafft-Ebing, Havelock Ellis, Molí, Führbringer, Lowenfeld, Bloch, Hirscbfeld, Rohleder, e tc.); a ello se agregó la información etnológica: Kraus entre otros; finalmente llegaron los psicoanalis tas. Al mismo tiempo se llevó a cabo la investigación biológica de los hechos somá ticos del sexo con resultados extraordinarios recién en nuestro siglo (las investi gaciones sobre la herencia y hormonales). Se obtuvo, por todo eso, un gran mate rial de hechos y visiones de conjunto de la sexualidad de todo lo viviente, de la sexualidad humana y del amor sexual. En estos movimientos de investigación hay más que mera investigación sola mente. Esto lo testimonia la difusión de los libros de medicina sobre lo sexual, el hecho que todo esto se convirtió en asunto de amplios circuios. El ocultamiento de todo lo sexual específico del occidente cristiano engendró, en tiempo de la deca dencia de la fe, con convencionalismos todavia mantenidos, una curiosidad como la. que es propia de esa literatura del siglo X IX , y un celo por su descubrimiento que se tradujo, en el psicoanálisis, en fantasías en el mundo de lo irreal. Todo este movimiento de investigación se ha vuelto históricamente un factor del tipo de la realidad de la vida social. Surgieron, en relación con esa literatura, escisiones, inveracidades, nuevas satisfacciones, desencadenamientos de los impulsos y configuración de los instintos, según puntos de vista reconocidos como supuesta mente científicos, de una espiritualidad subalterna; esa literatura en conjunto tiene un carácter muy diverso, que no puede ser puesto bajo un denominador común; sin embargo, tiene, en gran proporción, un carácter repulsivo, del que deben, destacarse en nuestros tiempos, esclarecedoramente, los verdaderos resultados de la investigación.
Las anomalías y enfermedades del alma que se relacionan con el sexo se pueden resumir en una serie de direcciones esencialmente distintas: a) La diversa acumulación de enfermedades psíquicas en los dos sexos. Kraepelin ha establecido, a través de la enumeración de las admisiones totales en sus clínicas, algunas relaciones cuantitativas no ca rentes de interés. Sumariamente resulta, en relación con la edad: Entre los 20 y 25 años enfermaron más mujeres que hombres (aproximadamente 60 contra 4 0 % ), entre los 30 y Jos 45 años, más hombres que mujeres (aproximadamente 40 contra 6 0 % ); por encima de los 50 la proporción es aproximadamente la misma, hasta que en edad avanzada las mujeres pre dominan (a causa de su mayor longevidad según K raepelin). En particular enferman de alcoholismo, parálisis general y epilepsia mayormente los hombres; dé psicosis maníacodepresivas, mayormente las mujeres (sin embargo la manía es más frecuente en los hombres, la depre sión más frecuente en las mujeres), mientras que en la esquizofrenia la participación es igual. Kraepelin acentúa los estados considerablemente mayores y más frecuentes de excitación en las secciones femeninas (reco nocibles en el uso de escopolamina, en la cifra de los baños permanentes)! y la sitiofobia, mucho más frecuente en las mujeres y de ahí !a necesaria alimentación por sonda.
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En las mujeres se encuentran relativam ente pacos suicidios y pocos crímenes. En ellas son más comunes los estados histéricos, las m anifesta ciones reactivas y nerviosas. b) Las fases de la sexualidad y los procesos de la generación. La pubertad está determ inada decisivamente por la form ación de las glán dulas germinales y sus consecuencias. Esa revolución de la vida psúquico-corporal es, con frecuencia, el comienzo de afecciones mentales. U na perturbación singu'ar es la aparición extem poránea de la pubertad. Hay una m adurez constitucional precoz. L a raza, el clima y la constitución individual pasan como motivo. Aquí no existe ninguna enferm edad pro piam ente dicha, más bien se da un desarrollo norm al sólo en una época no habitual. Es distinto allí donde la causa de la pubertad está en la form a ción prem atura de horm onas p o r Jas glándulas de la secreción interna: Se distingue una pubertad precoz horm onal en tumores de las glándulas germinales, de las cápsulas suprarrenales, y una pubertad precoz central en tumores de la glándula pineal y en tumores del cerebro.- Aquí está caracterizado siempre el estado m órbido por el hecho que no coincide la m adurez m ental correspondiente con la m adurez fisiológica de la esencia sexual configurada. El climaterio de las mujeres entraña, con la atrofia de los ovarios, el cese de la capacidad generativa. El proceso entraña además un a tempes tad pasajera en el juego de las influencias m utuas endocrinas, por falta de las hormonas en el juego de las influencias m utuas endocrinas, por falta de las horm onas ováricas. Esta falta obra sobre la hipófisis y repercute sobre todo el sistema endocrino y éste interviene a su vez en las funciones del sistema nervioso vegetativo. Por eso aparecen a m enudo, por ese tiem po, perturbaciones del sistema nervioso vegetativo (perturbaciones vasomotrices, “oleadas” , alteraciones de la presión arterial, etc.). Se form an, ocasionalmente, características masculinas, ahuecam iento de la voz, vello en el mentón y en el labio superion En este tiem po comienzan tam bién frecuentem ente psicosis, sin que su verdadera causa este en el climaterio. Las manifestaciones psicopáticas aum entan. Después del transcurso de los años climatéricos, se m ejoran las m anifestaciones psíquicas. Los peligros del climaterio son muy sobreestimados por la opinión popular. La capacidad de reproducción y con ello la m enstruación cesan, pero no desaparecen de ningún modo, ai mismo tiempo, todas las posi bilidades eróticas. No es u n a catástrofe de la m ujer. Su naturaleza avanza hacia nuevas posibilidades de desenvolvimiento (2). No es “ninguna tra (1) M unich, 1930.
S te lz n e r .
H e le n e
Fru^oeruce:
G efährdete
Jahr«, im '■
Geschlechtsleben
des
Weibes,
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gedia biológica de la m ujer” (K e h re r). U n a p arte considerable de las conmociones se apoya en el com portam iento ante el proceso natu ral y la sugestión de la opinión general. L a vida sexual de la m ujer, d urante el período de la m adurez, a dife rencia de la del hom bre, la dom ina constantem ente. Los períodos de la m enstruación se hacen reconocer en m uchas especies de afecciones psíquicas y de estados psicopáticos p o r un em peoram iento de los síntomas; a veces una, enferm edad existe sólo en conexión con la m enstruación(*). E n tran siciones hasta lo norm al trae la m enstruación: mal hum or, excitabilidad, tendencias paranoideas. Aquellas alteraciones nerviosas generalm ente pasan, con el comienzo de la m enstruación desaparecen pronto. Los procesos de la generación (gravidez, puerperio, lactancia) im plican, con el cambio de disposiciones de todo el organismo, tam bién perturbaciones psíquicas, y en las mujeres predispuestas se convierten a veces en causa o motivo p a ra psicosis propiam ente dichas. Según K raepelin, más del 14% de las perturbaciones mentales en las mujeres son psicosis de la genera ción, de ellas el 3% psicosis del embarazo, 6,8% psicosis del parto, 4.9 por ciento psicosis del periodo de lactancia. U nas veces se observan psicosis del tipo de la am encia, otras, fases de la locura m aníacodepresiva, finalm en te tam bién, procesos demenciales iniciales en conexión con el parto ( 2) . La verdadera causa de éstas afecciones tenemos que buscarlas en la “Anlage”. El parto tiene sólo significado de desencadenante. E ntre las anomalías de la vida psíquica del em barazo (hipersensibilidad del olfato, caprichos, sentimientos de asco, antipatías, estados de ánimo variab es) y las psico sis de la gravidez no hay ninguna transición (3) Se tra ta de cosas del todo distintas, de tal m odo que Steiner, en m ujeres psicóticas que quedaron embarazadas, no observó ninguna influencia en la psicosis, pero sí las mis mas anom alías qüe en las sanas. c) Perturbaciones del instinto. L a cantidad casi inabarcable de las anorm alidades del instinto sexual por la tendencia especial que adquie~ re a cada instante, y las form as en que se realiza, testim onia sobre la signi ficación de este instinto y, del don inventivo del ser hum ano. Pero todas estas anorm alidades no están en la naturaleza de las glándulas ger minales, sino en la conform ación del instinto por otras relaciones psíquicas especiales. Prueba de ello es que la castración no libera nunca de la per (1) K rafft-E iuNG Psychosis rnenslrualis,1903. F rieom&NN: M ünch, med. IV sehr., 1894. H auptmann : Arch. Psythialr. (D .), 71, 1 (1924). (2) Runge: “ Die Generationspsychosen” . Arch. Psychiatr. (D .), 48. J o l l y : Arch. Psychiatr. (D .), 48. (3) S t e i n e r : “ Psychische U ntersuchungen an Schwangeren” .Arch. Psychiatr. (D .I, 65, 171 (1922).
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versión de una tendencia instintiva, sino que solamente reduce el vigor de la energía del instinto, la libido. A consecuencia de tal disminución de la libido pierde propiam ente la perversión su agresividad e indom inabilidad, peio la perversión como tal no es influida por eso (W olf). De la cantidad de las tendencias instintivas discutimos sólo unas pocas manifestaciones, fundam entalm ente im portantes. 1. M a s t u r b a c i ó n . E n el caso de fuerte instinto sexual sin po sibilidad de satisfacción natural, ante todo en la juventud, el onanismo es un fenómeno natural (onanismo forzoso, F orel). Las afirmaciones acerca del efecto patológico del onanismo son falsas. El onanismo desmesurado no es ninguna causa de enferm edad, pero puede ser su síntoma (por ejemplo en la hebefren ia). L a im portancia del onanismo está en las relaciones com prensibles, en la experiencia de la inferioridad, de la pérdida de la dig nidad. Puede convertirse en punto de partida de ideas de observación y de referencia (como si los otros supiesen acerca de ello y le despreciasen y burlasen) } pero no, por ejemplo, su causa. 2. P e r v e r s i o n e s . Se habla de fetichismo en la ligazón de la excitación sexual a determ inados objetos, por ejemplo zapatos, trenzas, etc., de sadismo y masoquismo en el caso de la dependencia del placer sexual del torm ento simultáneo de la com pañía o del hecho de ser torturado por ella, y así se denom inan m uchas otras perversiones. Además ha afirm ado Freud la transposición de la libido en impulsos en apariencia com pleta m ente distantes de la libido y ha establecido modo de com portam iento y relaciones entre perversión y actitud ante la vida (el eroticoanal sería pedantesco, meticuloso, ahorrativo, caprichoso y obsesivamente p u lc ro ); una m ultitud de m aneras hum anas de com portam iento son com prendidas como consecuencia de las perversiones del instinto sexual. Esto puede ser. Pero el hecho que todos los seres hum anos (con pocas excepciones) que tienen instinto sexual activo, m uestren perturbaciones extraordinariam ente frecuentes como desviaciones y desarmonías y. en cambio, sean raros en ellos las .transposiciones sorprendentes (complejo del parricidio, etc.) y jas afecciones correspondientes, prueba que. en la m edida que son verídicas las descripciones freudianas, se tra ta de m aneras características de la elabora ción de las vivencias sexuales, que no son tipleas de la sexualidad del ser hum ano, sino en ciertas predisposiciones, caracteres, situaciones. L is gene ralizaciones no han sido dem ostradas en su veracidad. Pero las perversiones no son como tales ineludibilidades simplemente congénitas. sino resultados de experiencia, hábitos, de pasión morbo-a (Siichtigkeit) en determ inados caracteres. H ay que analizarlas por eso :n
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el caso singular, son corregibles en p arte, tienen u n a relación no soló con el instinto sexual, sino con el destino psíquico interno del individuo. U n signo de ello es que las perversiones tienen el carácter de m anías (von Gebsattel) y un poder m ucho más fuerte que el instinto sexual normal. A un cuando pueden existir a veces quizás tendencias sexuales perver sas del instinto, sin d a r necesariam ente a la personalidad total u n sello esencialmente distinto, comienzan sin em bargo ya en las disposiciones se xuales anorm ales de personalidades característicam ente frías, asexuales y en algunos homosexuales notablem ente sensibles, finos, pero que ven el m undo entero bajo otra luz, variaciones profundas de la predisposición de la esencia. • 3. H o m o s e x u a l i d a d . Los homosexuales no se pueden conside rar en m odo alguno como de u n a m odalidad única. Desde la homosexuali dad como salida (correspondiente al onanism o forzoso) las transiciones Jiegan a los hábitos arraigados como perversiones. Pero el problem a consis te en saber si, aparte de eso, hay otra especie de hom osexualidad que no tiene su base en la biografía y en la perversión, sino en la “Anlage” somá tica de la constitución sexual. H ab ría una sexualidad originaria que se expresa en la dirección instin tiva — al sexo masculino o al femenino— , independientem ente del hecho si en el individuo correspondiente se dan glándulas sexuales masculinas o femeninas. Las horm onas de las glándulas sexuales no dan lugar a la dirección del instinto (solam ente la erotizan), la dirección del instinto tiene que tener su razón en el alm a o en la sexualidad que debe locali zarse en el sistema nervioso central — si cabe esa localización. El problem a es ahora cómo es posible Ja separación de esa dirección del instinto de la naturaleza de las glándulas sexuales. Al respecto d a u na respuesta la teoría de Goldschm idt de los sexos intermedios (*). Supone que a los factores de la m asculinidad y de Ja fem eneidad corresponden diversas fuertes valencias, estas valencias significan la fuerza con que se im pone un factor sexual u otro en el desarrollo psíquicocorporal. C uando se cru zan luego razas con factores de valor desigual, surgen así sexos interm e dios por el hecho que én el desarrollo em brionario precoz se produce una m udanza sexual p o r la valencia m ás fuerte del factor sexual contrario. U n a hem bra originaria se convierte en macho. Entonces el individuo se h a vuel to viril en sus órganos sexuales, pero en sus células tiene el plantel fem e nino de cromosomas (m achos de transform ación). Q ueda conservada la (1) CoLDfKHMiDT, R .: D ie sexuellen Zw ischenstufen, Berlin, 1931. M o s k o i v i c z , L .: “ H erm aphrodit ismus und andere geschlechtliche Zwischenstufen” . Erg. Pathol., 31, 236 (193(j).
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condición de hem bra, aunque desarrolle órganos sexuales masculinos. L a mezcla de lo masculino y lo fem enino depende del instante de la m udanza. Pueden desarrollarse en casos extraordinarios ambos ór ganos sexuales (herm afroditism o de todas las gradaciones). L a homosexua lidad legítima que nace así es algo radicalm ente distinto de la alteración horm onalm ente condicionada de los caracteres sexuales, por ejemplo el virilismo en mujeres después de afecciones de las glándulas germinales o de las suprarrenales. Es seguro que la hom osexualidad no está fun d ada en las glándulas germinales, ni horm onalm ente: la castración o el tratam iento con horm o nas del sexo contrario no tiene efecto en la dirección homosexual del instinto. Pero no se ha probado si la teoría de Goídschm it — que ilum ina res pecto a Jos objetos de su investigación, los insectos— es justa para los hombres. H a recibido u n exam en por las am plias investigaciones de T heo L ang (1) con un resultado que a la prim era im presión parece dem ostra tivo, pero luego, sin embargo, no es del todo convincente. Lang tiene los siguientes pensamientos: Si u na p arte de los homosexuales masculinos son machos de transform ación, tendrían que encontrarse entre sus hermanos más varones que mujeres. Pues la relación de los sexos es por térm ino m edio de 100 m uchachas por cada 105 niños. Los hombres homosexuales, que son hoihbres de transform ación, tendrían que atribuirse genéticam en te a los nacimientos femeninos; en estas familias habría habido un a parte de los individuos genéticam ente fem eninos entre los casos de transformaiciór masculina exterior; estos pues faltarían en el núm ero de las mujeres. La estadística de los homosexuales registrados como m aterial de partida en diversas grandes ciudades, mostró sin excepción la fuerte inclinación que había que esperar, según la teoría, de las proporciones de los sexos de los hermanos en favor de los varones. La teoría pareció brillantem ente confirm ada. Pero L ang pensó entonces: machos de transform ación, en correspondencia con su fórm ula germ inal X X (que originariam ente h a brían tenido que ser hem bras) pueden tener sólo hijos hembras. Exam inó los hijos de homosexuales casados: la proporción de Jos niños y de las niñas la encontró totalm ente norm al contra lo esperado. Esto se entendería si ios homosexuales casados hubiesen sido totalm ente homosexuales ilegíti mos. Esto debía expresarse nuevam ente en el hecho que sus herm anos no m uestran la traslación de la proporción sexual como en los homosexuales. (1) Lang, T h J. AVur., 157, 575.
e o
:
Z. AVur., ¡5r>, 1~>7, 160, 166, 169, 170.
Críticamente:
S c h u ltz,
J. H.
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Lang encontró sin embargo que la traslación existía tam bién aquí, aun cuando no era tan fuerte, y en ciertos casos “se aproxim ó m ucho a lo norm al” . d) Efectos de la castración (1). Esterilización se llam a a la su presión de la capacidad reproductora por la interrupción quirúrgica del conducto esperm átíco u ovular. Ni es alterado el acto sexual ni aparecen causalm ente otras consecuencias corporales o psíquicas, pues la secreción interna de las glándulas sexuales queda intacta. Castración se llam a a la extirpación de las glándulas sexuales mismas. Amplias experiencias las hay sólo sobre la castración de hombres. Se distingue a los castrados tem pranam ente (extracción de los testículos antes de la pubertad) y los cas trados tardíos (extracción después de la p u b e rta d ). El efecto és en ambos casos radicalm ente distinto. Castrados prem aturam ente: L a p u b ertad y todo el proceso norm al de m aduración del m uchacho a la condición de hom bre falta. L a voz perm a nente aguda, el pelo queda como en los niños. F altan la libido y la poten cia. El cuerpo altera el crecimiento norm al, se vuelve especialmente largo, los brazos y las piernas (crecim iento eunucoide) excesivamente largos. En la juventud es delgado, en la vejez gordo. El desarrollo m ental no su fre. Pero u n sentim iento de inferioridad tiene consecuencias p a ra el carác ter. Se sostiene que los castrados sé volverían desconfiados, apáticos, co bardes y vengativos. Castrados tardíos: El desarrollo de la pubertad está term inado y no es necho retrogradar por la castración. L a libido persiste, aun cuando fuerte m ente reducida; generalm ente queda a m enudo la potencia p ara el acto. Las alteraciones psíquicas no son de ningún m odo unívocas. L a actitud ante la castración, tanto si fué sufrida contra su voluntad, consecuencia de una lesión o finalm ente querida, juego un gran papel. Con cierta frecuen cia observó VVolf: excitabilidad, su reducción en 7 casos, su aum ento en 19, a m enudo m ejoran los estados nerviosos, pero son suscitados justam ente por la castración traum ática. W olf estableció en base a sus m uchas obser vaciones: N o es exacto que los castrados sean en general perezosos, ap áti cos y vegetativos, no hay un tipo de castrado en los castrados tardíos, a pesar de que p ara el experto el castrado tardío sea reconocible a la prim era m irada. (1) MöBfCs. P. ] .: Über die Wirkungen der Kastration, 2? ed., H alle, 1906. W o l f , Die Kastration bet sexuellen Perversionen und Sitllichkeitsverbrechen des Mannes, B asilea, 1934. L a n g e , J o h a n n e s : Die Folge der E ntm annung Erwachsener. A n der H and von K riegserfahrungen dargestellt, Leipzig, 1934. C h .:
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§ 2. C onstitución a) El concepto e idea de la constitución. Constitución se llam a en la patología somática al todo de la vida corporal de un individuo o de un tipo en su singularidad, en tanto que ese todo es duradero. T odas las fun ciones corporales tienen vinculaciones entre sí, el todo infinito de esas vinculaciones, de las que cada función singular es a su vez dependiente, lo mismo que las condiciona, es la idea de la constitución. L a expresión visi ble de la constitución es el hábito. Se com porta respecto de la constitución “como el complejo sintom ático respecto de la enferm edad” (W u n d érlich ). L a idea de la constitución como u n todo es indestructible, y, a partir de todos los análisis de las funciones aisladas, vuelve la investigación nuevam ente hacia ella (*). Si se quiere describir u n a constitución psíquica, es entonces la unidad indisoluble con el todo experim entado en el cuerpo. Parece tener la más estrecha relación con conceptos como quantum de la energía psíquica, dísociabilidad de las funciones psíquicas, excitabilidad, fatigabilidad, fuerza de resistencia, modo de reacción, tam bién con conceptos como intolerancia al alcohol, idiosincrasia además con la conciencia de sí mismo corporalm ente fundada, con el tem ple vital básico, adem ás con la habitud fisiognómica del cuerpo, con el modo de moverse y de darse con el tem ple de los movi mientos y de los procesos internos. Sin em bargo estas indicaciones provisorias requieren un a discusión más detallada. í. E l “ u n ” t o d o . Si se quiere cap tar la constitución, sólo puede hacerse siempre a través de lo aislado. Si se cree haber captado u n todo de manifestaciones somáticas o psíquicas en su estructura, es sin em bargo un todo, no el todo. Este parece retroceder cuanto más urgente y decidida m ente se le quisiera tom ar. Pero ese todo es justam ente la idea de la constitución, la unidad que contiene todo lo individual, le d a su significado y su coloración específica. Los todos parciales son en verdad factores de ordenam iento de m uchas funciones singulares, pero ellos mismos son a su vez elementos del uno abarcatívo, de u n a constitución. Si llamo constitución “a la complexión corporal propia del individuo particular, que se apoya en el conjunto de las características y modos de reacción corporales y psíquicos” (Johannsen), con ello no he acertado en lo que constituye pro(I)
MARTius: K onstitution u n d V ererbung in ihren
Beziehungen zur Pathologie, B erlin,
Julius Springer, 1914. Bauer, I. : Die konstitutionelle Disposition zu inneren K rankheiten, 2* ed., Berlin, Julius Springer, 1921. 'Kraus : Die allgemeine und spezielle Pathologie der Person, Is ip z ig , 1919
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piam ente la unidad. L a unidad se puede determ inar expresamente por ejemplo del siguiente m odo: aa) L a unìdad-cuerpo-alma. E1 uno no es ni Io somàtico ni Io psíqui co, sino io que se m anifiesta en ambos y lo que no es ni somático ni psíquico, sino la vida misma. Este uno está fundado en lo inconsciente, desde donde actúa sobre todas las funciones corporales y sobre la complexión psíquica. Sin em bargo tal unidad, p a ra nosotros, nunca se d a en el todo. Donde experim entam os u n a unidad de cuerpo y alma — en el percibir com pren sivo de la realidad m ím ica y fisiognòmica; en la interioridad inm ediata de nuestro propio existir, de nuestros instintos y realizaciones; en los procesos circulares de las relaciones causales somatopsíquicas— siempre es una unidad especial de tales experiencias, no la unidad de cuerpo y alma en el todo. No sólo descomponemos, al conocer, ineludiblemente en cuerpo y alma, sino que descomponemos tam bién la unidad com pletam ente inde term inada e indeterm inable cuerpo-alm a en m aneras singulares eventuales de la unidad de ambas. Pero si hemos descompuesto, viene en verdad la tarea de la síntesis. Esta, como resultante concreta, perm anece sin em bargo aislada, señala en seguida a otra. Pero el todo no existe allí indudablem ente al fin como un algo nuevo, directam ente captable, en donde pudiera yo tom ar posesión de la cosa, por decirlo así, de u n golpe, bb) E l uno om nipenetrante, ordenador y rector. Aquello que consti tuye la unidad, o por ausencia o como factor de perturbación impide la unidad en el todo, es activo en todas partes en lo biológico. Los organiza dores en el desarrollo embrionario, el ordenam iento de los genes en el genoma, la regulación de la vida por el sistema nervioso y las secreciones endocrinas producen la unidad de la vida corporal. En lo psíquico la con*ciencia del yo, los actos, los objetivos conscientes e inconscientes, las crea doras configuraciones de formas, constituyen la unidad de lo psíquico. Pero todas estas unidades no son las unidades del todo. Lo que se llam a acuerdo y arm onía de la vida y, al revés, desarmonía y perturbación, tiene que ser posible por una unidad que conduce de nuevo a todas las unidades cognoscibles. Pero aquí queda siempre un cam po abierto p a ra la investi gación. L a unidad ciertam ente no se puede captar. Incluso puede decirse que no la hay, en tanto que solamente conocemos. Y si todas las unidades conocidas se dem uestran como “groseras” en situaciones inadecuadas y no conducen ya a la vida, sino que la hacen sucumbir, la vida en total aparece a la deriva. Pero que por el azar y la m era circulación de las unidades “ groseras” vaya por su cam ino, es imposible, al menos no es concebible.
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A este uno rector quisiera ap u n tar la idea de la constitución. Pero per m anece idea. El que por un origen com pletam ente distinto, la unidad del “mismo” (Selbst) y su incondicionalidad, no es em píricam ente cognoscible, pero sí existencialmente experim entable, y que todavía antes de esa unidad están los modos abarcativos del existir y de la conciencia, que escapan a la exploración directa, será recién discutido en la p arte sexta. C arácter básico de la unidad rectora es en todos los niveles: que puede contener las polaridades, oposiciones, antinom ias de las fuerzas, tendencias, directivas, objetivos. T oda unidad que nò es la fuerza creadora del cohe sionar para nueva form a, es unidad m uerta, no viviente. Constitución es el todo, p o r lo tanto no es ella misma ninguna causa. Las causas son siempre singulares. Lo que producen, está bajo la condi ción del todo. Cómo circula la vida, cómo son hechas las enfermedades, encuentra su configuración, no su causa, en la constitución. 2. Di s - t i n c i ó n d e l a s c o n s t i t u c i o n e s . E n el anáfisis de las especies de constitución son usuales algunas distinciones muy generales. aa) El individuo es en todo mom ento en su complexión constitucional una unidad de lo originario y de lo adquirido. A p artir de las eeAnta gen” originarias, son creadas en el proceso vital por los acontecimientos y las vi vencias por decirlo así, nuevas predisposiciones. Los modos de reacción son transmisibles e individualm ente establecidas, pero la m anera en que son. realizadas eventualm ente según el am biente y el destino exterior, las altera retroactivam ente. Si ^a constitución es el m odo de disposición a la reacción y con ello de las capacidades de rendim iento y de adaptación, se altera esa constitución por la actuación misma. Distinguimos, por tanto, la constitu ción congènita (heredada) de la a d q u ir id a ambas sin embargo son en todo mom ento un todo. La constitución eventual es la transform ación de la “Anlage”, condicionada por el destino y el m undo circundante hasta llegar a su complexión actual en conjunto. bb) Los tipos constitucionales en su m ultiplicidad, pasan por sanos. V uelven'universalm ente, no son variaciones únicas de la especie-hum ana dentro de ciertos espacios de juego. Pero se les llam a patológicos cuando, son perturbadores de la vida como tales e incapaces p ara el pleno des envolvimiento de la misma, o si entrañan u n a más fuerte disposición para determ inadas afecciones. El problem a constitucional se convierte en un problema de la patología por el hecho que son entendidos con él especies anormales del ser hum ano, y por el hecho que son explorables aquí Jas disposiciones para las enfermedades. b ) Historia de la idea de la constitución. A través de milenios recorre la jdea de los cuatro temperamentos en incontables variaciones: mezcla de humores, estruc
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tura corporal, hábito, cualidades del carácter, destino y dependencias de los planetas, tuvieron una determ inada relación. En la bilis: supremacía de la bilis amarilla (es tructura sólida del cuerpo, buena irrigación sanguínea - temperamento colérico), de la bilis negra (delgadez, piel oscura, mirada sombría - temperamento melan cólico), de la sangre (apariencia fresca - temperamento sanguíneo), de la flema, (aspecto pálido, aluvial * temperamento flem ático). Los artistas del período del Renacimiento han creado figuras soberbias de esos tipos. Pero los artistas vieron más puramente y más de lo que era fijable teóricamente en la vieja doctrina de los temperamentos. Lo mismo que vieron y pintaron lasformas de las nubes antes de que una tipología científica distinguiese sus figuras, así hicieron también con las cabezas y los cuerpos humanos. Tan sólo desde co mienzos del siglo X I X ha sido descripto con nombres distintos por los médicos de una nueva manera, lo que filé visto intuitivamente o definido corrientemente en ]os giros del lenguaje (todos ios seres humanos son zapateros o sastres, es decir hoy: pícnicos o asténicos). H ubo siempre tres tipos (por ejem plo el respiratorio, el muscular, el digestivo o el cerebral, el atlético, el pictórico). A través de casi todos corre una posición única idéntica de dos tipos (crecim iento en lo largo y crecimiento en lo ancho,-tipo de pecho estrecho y de pecho ancho, asténico v apoplé tico, e tc.). El terc-r tipo era o bien mediano (entre dos extremos, o una forma pro pia, como tercer tipo, con nuevos caracteres, por ejemplo, el tipo muscular, no según : la anchura y la altura de la forma total, sino según el desarrollo especialmente fuerte de los músculos y de los huesos). Si se siguen las descripciones, se ven los siguientes puntos de vista: predominio de sistemas orgánicos (huesos, músculos,, vientre, cabeza, volumen de los miembros, capa toráxica) — gordo o flaco y lugar específico de la localización de la grasa— , crecimiento en lo largo o en lo ancho— , actitud y íonus (tónico o hipotónico o asténico).
Frente a estas m uchas tipologías hatíía tres posibilidades. 1. El sentido de la m anifestación visible de lo viviente describe y registra en observaciones incontables la m ultitud de las variaciones somá ticas de forma y función, de las displasias y de las desviaciones cognosci bles causalm ente determ inadas. Hacérselas conscientes, es algo que agudi za y ejercita la m irada para la form a, el color, el movimiento y las fun ciones fisiológicas visibles de] cuerpo. Por ejemplo enumeremos: Forma del cráneo: por ejem plo cráneo en torre, occipucio ausente, tipo de hidrocéfalo. Form a del rostro: por ejem plo fuerte arco supraorbitario (como en el cráneo de N eandertal), arco cigom ático fuertemente prominente, perfil angular, mandíbula inferior ruda o m andíbula inferior reducida (falta de m entón). Form a de la oreja: por ejemplo en asa, excesivam ente grandes o pequeñas, amorfamente gruesas, lóbulo ausente, tubérculo de Darvvin, tubérculo ausente. Form a de la nariz: por ejemplo gruesa c informe, extraordinariamente aguda, raíz nasal fuertemente respingada. Formas del tronco y de los m iem bros: por ejemplo cifosis y lordosis, dedos encor vados, atrofias y deformaciones, brazos y piernas demasiado largos, manos y dedos toscos, articulaciones rudas. T e jid o s: por ejem plo turgencia suave y moderada, ros tro redondeado o rostro huesudo, sin grasa. M anifestaciones vasom otrices y otras manifestaciones veg e ta tiva s: por ejem plo, color obscuro o lívido del rostro, acrocianosis, piel marmórea, dermografía, transpiración. P igm entación y pilosis: por ejem -
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pío lunares, ausencia de pelo, m echones de pelo, cejijuntas. Además* m anifestacio nes que sólo se vuelven visibles a través de investigaciones especiales: por ejem plo las muchas variaciones fisiológicas y desviaciones, la forma de las ramificaciones capilares, las muestras papilares de las yemas de ios dedos, el m ovim iento de los glóbulos rojos en los capilares, las anomalías de los reflejos — funciones psicofísicas (modos de persistencia de im ágenes, capacidad eidéticas, todos los exámenes de rendim iento).
2. Lo similar en todas las divisiones fué llevado a la oposición más abstracta, es decir al crecimiento en alto y ancho (leptosom o-eurisom o). Así lo hizo YVeidenreich (*). Derivó m orfológicam ente y de acuerdo con la medida, esos dos tipos, anatóm icam ente, como una polaridad en todas las razas hum anas, incluso hasta en ios anímales, “como formas de .desarrollo contrapuestas, de una serie de formas por lo demás unitarias” . Esa polaridad no es m ostrada íisiognómica, sino sólo racional y cuantitativam ente con convicción en ios grupos hum anos, en toda la superficie terrestre. Se vuelve ciaro que, si se restringe a ese punto de vista, el mismo tipo es designado una vez como raza, otra vez como constitución, y m uestra his tóricam ente: “Esos tipos, donde son demostrables en un determ inado gru po de población, h an sido interpretados hasta ahora siempre como repre sentantes de dos diversos elementos raciales’3, esto es de uno más noble y de uno ordinario, por ejemplo en los japoneses, en los judíos, etc. Pero este análisis suprime con toda exactitud la plenitud entera de la visión en favor de un carácter cuantitativo form al y pierde de la conciencia total m ente la idea de la constitución. 3. Por consiguiente, el otro camino se volvió esencialmente más fecun do, p ara describir independiente del esquem a preconcebido, por contera\ placiórt concreta y con visión abarcativa y estructuradora, un tipo de cons titución. Esto lo hizo de m anera distinguida, por ejemplo, Stiller ( 2) . Como astenia describió un todo del que es característico la acrecentada fatigabi lidad, los fenómenos conocidos como caída (enteroptosis), atonía del estó mago y de los intestinos, haber hallado en la costa fluctuans décima {la mo vilidad no sólo de las costillas undécim a y duodécima, sino tam bién de la décima), u n síntoma distintivo de todo el complejo. Además fué muy discutido el tipo del infantilismo (s) : la detención de formas y funciones corporales en las etapas infantiles de desarrollo {por ejemplo am enorrea, habitus infantil del cuerpo, crecimiento defectuoso, hipoplasia de los órganos genitales), con las manifestaciones psíquicas correspondientes.
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(1) (2)
\ V eh> enreich:
(3 )
M a th f .s :
Berlin.
Hirsche:
Rasse u n d
K ö rp erb a u .
Berlin, 1927.
Stiller : Die asthenische K onslitutionskrankheit. L.
1912.
D er
,
S tuttgart,
1907.
In fa n ti ism us die A sth e n ie u n d deren B ezieh u n g en zu m S ^rn e n sv sD ir psychische Inlantilisrnus. A rch . P syckiatr. (D.) 43
Di Caspebo: S t u r . 71, 34?.
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G L Í\£ R A L
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El descubrim iento dei status dysraphicus por Bremer tiene una im por tancia elim inadora (*). Reconoció la razón de u n a cantidad de anomalías morfológicas y funcionales hasta allí vistas sólo dispersamente, en una perturbación del mecanismo em brional de cierre, especialmente del cierre m edular. Sp in a bifida occulta, encurvamientos y formaciones de fisuras de la columna vertebral, pecho en embudo, pies planos y huecos, encorvamiento de los dedos, miembros excesivam ente largos con excesiva longitud de los brazos, anomalías de las glándulas mamarias, acrocianosís, perturbaciones de la sensibilidad de los refle jos, prolongada enuresis en la infancia, siringomielia. Esta constitución es reconocida por la fuerte correlación de todos esos caracteres entre, sí. A menudo son datos solamente aislados. Si se les deja servir como signos de partida y directivos, se en cuentra por lo general también alguna otra cosa en el mismo individuo y su difusión en la fam ilia con las afecciones manifiestas, que aparecen aquí y allá, del círculo neuropàtico correspondiente. El status dyraphicus, que actuó convincentem ente y que se ha impuesto inm ediatam en te en la concepción ' m édica, tiene una preten d e n m ucho más m odesta que la exposición de las constituciones humanas totales. Abarca como constitución particular (M artius) un círculo no descripto de caracteres singulares de la com plexión, que son atribuidos a una razón del todo determinada en el desarrollo embrional. Si por ejem plo el pecho en embudo antes era una anormalidad aislada, muestra este síntoma ahora “cómo un análisis más com pleto, biológicohereditario y embriológico, clasifica el síntoma que, ai-lado, aparenta ser incomprensible, en una clara relación biológica” (C urtius).
Finalm ente progresó el conocimiento de la secreción interna y de sus efectos en num erosas manifestaciones somáticas y psíquicas. A unque puede ser explicado un habitus m orfológicam ente visible por las anomalías de la secreción interna, no ■se puede h ablar y:a significativamente de constitu ción, que se refiere al todo infinito de la vida psíquica y corporal en sus fundam entos incomprensibles. Tales anomalías por perturbación de la secreción in tern a son, p o r ejem plo, la acrom egalia (hipófisis), el m ixidema (glándula tiroides), el eunicoidismo (glándulas genitales). Todas estas investigaciones quedaron en un interés particular. En la psiquiatría ha hecho K retschm er por prim era vez sensible toda la profun didad y am plitud del problem a y con ello dió un impulso a la investiga ción que se m antiene todavía hoy. H a revalorizado independiente y au d a 2>m ente en form a m oderna la abarcativa significación de la vieja doctrina de los tem peram entos, sobre todas las doctrinas m ucho más lim itadas en sus sentidos., yendo m ucho más allá de sus precursores del siglo último. Es esencial p ara las concepciones psicopatológicas básicas com prender la im portancia positiva, el sentido y los límites de la investigación y al mismo tiempo el error posible que hay en ellas. (I ) Bremer, F .: "K linische U ntersuchungen zur zur Ätiologie der Sryringomyelie, des dysraphicus” . Z. K eur, 95 (1926). C u r t f u s , F r . y I. L o r e n z : “ Ü ber den Status dnnphicui'’. 2. A'eur. 149, 1 (1934). S ta to
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c) Personalidad y psicosis. P a ra la concepción de ICretschmer h a sido de im portancia decisiva todavía o tra cuestión: ei problem a de la relación entre naturaleza de la personalidad y naturaleza de la psicosis. En los tiempos anteriores se adm itió (H einroth, Ideler) que las psicosis n a cen de la personalidad, sea por pecados, sea por pasiones exageradas. Des pués, en la época de las consideraciones anatóm icas predom inantes, se excluyó totalm ente este problem a, hasta que, a comienzos de nuestro siglo, volvió a ser discutido, vivazmente í 1). Para situarnos, liquidemos primeramente algunas cosas evidentes: que las psico sis de los seres humanos son distintas, que una psicosis aparece atípicam ente, esto y otras cosas se atribuyen con razón a una A nlage individual, pero que sólo se exige, y no puede ser mostrada en m odo alguno con precisión. Esta “ A nlage” extrapsíquica no necesitaba tener nada que ver con l.o que llamamos personalidad. Adem ás es comprensible que el contenido de toda psicosis sea dependiente del contenido de las anteriores experiencias de la vida, que por ejem plo el delirio de ocupación del d eli rante es distinto en el zapatero y el agricultor. Además sabemos que todas la» psicosis son distintas según la altura de la diferenciación de la vida psíquica, según el grado de la inteligencia, según el círculo cultural y la esfera vital personal. Esto se advierte incluso en las psicosis orgánicas más graves, como la parálisis general, por ejemplo en la de Maupassant o en la de Nietzsche. Finalm ente toda enfermedad y también toda psicosis es, por decirlo así, elaborada por la personalidad afectada; cómo se comporta con su enfermedad una personalidad, es cosa que se comprende de acuerdo con su carácter. D e todo esto no se habla aquí, sino del problema si existen relaciones entre determinadas variedades señalables de personalidad y d e terminadas psicosis.
Tam bién esta cuestión es todavía ambigua. T oda personalidad se m odi fica en el curso de su vida. Podemos distinguir las siguientes cuatro especies de alteraciones: 1. Toda personalidad realiza en el crecim iento los diversos períodos de vida y poseerá eventualmente las características de la edad correspondiente. En la m edida que captamos estas especies de personalidad como manifestación de determinada edad, hablamos de un “crecim iento de la personalidad” . — 2. Sobre este fundam ento tienen lugar entonces otros desarrollos de la personalidad. D ependientes del ambiente, del destino vital y de vivencias especiales, se modifican las personalidades humanas a menudo de manera profunda, sin que pueda darse a la edad otro papel que el de una condición previa. Estas alteraciones que nacen de vivencias y tipo en influencia recíproca las llamamos “desarrollos de una p e r s o n a l i d a d Ejemplo son la irritación de los hombres no independientes, el embotam iento por fuerte trabajo corporal du radero, por un destino que pesa sobre el ánimo, — 3. Independientem ente de las fases de las etapas de la edad, hay además oscilaciones en la form a de m anifesta ción de la personalidad que se presentan como fases espontáneas (endógenas). D e tanto en tanto se altera sin m otivo el temperamento, aparece una incapacidad m ental para el trabajo o una productividad especial, o existe la propensión a las m anifes{!)
Tu-INGi Indtviduelle . Geislesartvng
und
Geislesstorung.
Wiesbaden,
1904.
N e is s e K j
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«fB & vkfaalitat u n d Psychose” . Berl. klin. Wschr. 1905 11, 1404, 1445, 1473.
taciones histéricas. Estas fases pasajeras muy divetsas se presentan a veces más como alteraciones de fenómenos psíquicos singulares, y otras com o alteraciones en el habitus entero de la personalidad. — 4. D e todos estos casos hay que separar la alteración de la personalidad que se produce, en una época determinada y para debido a un proceso.
s ie m p r e ,
Los “desarrollos de la personalidad’5 y las “fases” pasajeras pueden ser tan llamativas y tan divergentes de lo ordinario, como para que las aprehendamos como patológicas en el sentido de un desarrollo morboso de la personalidad, o como psicosis. Con eso, el problema de la relación entre personalidad y psicosis se divide en los tres problemas siguientes: 1. L a relación de la personalidad originaria con su desarrollo patológico: Así
se desarrolla del celoso un individuo con delirio celotípico, del pendenciero un querulante, del desconfiado un individuo con ideas delirantes persecutorias. Está en el concepto, que el desarrollo de una personalidad surge comprensiblemente de la personalidad conocida originaria. Se traía por decirlo así, de una “hipertrofia del carácter” . Existe un vínculo entre un “tipo sensitivo de carácter” y una trans posición paranoica de vivencias í 1). La frustración sexual se transforma, debido a la vergüenza y el pesar, en el miedo a ser descubierto, en delirio de observación y finalmente de persecución. Debilidades sexuales y falta de contacto con el ambiente se traducen en delirio de ser amado y en el delirio del casamiento. Pero eviden temente, es, sin embargo, incomprensible, lo específico de la relación y de la trans formación — que no tiene lugar en todos, sino sólo en pocos individuos de ese tipo de carácter, 2. L a relación de la personalidad con la fase. Las fases aparecen desde su mínima insinuación frecuente, hasta las psicosis formadas, de naturaleza maníaca, depresiva y otras. Sobre el problema de la relación de la personalidad con determi nada especie de fase poseemos el trabajo fundamental de Reiss (2 ). Este comprobó: Formas simples, periódicas y auténticam ente circulares de acciones afectivas, malos humores psicogénam ente coloreados, cuadros de tipo m elancólico y depresiones con inhibición, se encuentran en igual modo en los tipos más diversos de su disposición de ánimo. Sin embargo, encontró Reiss, en general el hecho que en la predisposición alegre predominan los estados de disgusto maníacos, en la'predisposición m anifiesta m ente depresiva los estados de ánim o tristes, y que, especialmente, las predisposi ciones más abiertamente afectivas, se inclinan en especial a psicosis de la misma naturaleza. Las afecciones circulares del ánimo ( G em iit) en cambio eran com pleta mente independientes del temple permanente y del temperamento permanente y es taban, sin relación alguna, como frente a algo del todo extraño. 3. L a relación de la personalidad con el proceso. El tercer problem a consiste en saber si, y en qué medida, las “A n la g e n ” originarias de la personalidad y el proceso reconocen entre sí una vinculación. Se ha tenido largo tiem po la presun ción de que los esquizofrénicos son, antes de la enfermedad, naturalezas frecuente(1 ) K r e t s c h m e r : D er sensitive Beziehunvswakn. Berlin, 1913. (2) R e iss : “ K onstitutionelle Verstimmung und mc n isch-depressives Irresein. Klinische .Untersuchungen Ü ber den Zusammenhang von Aniav>« und Psychose” . Z. N eur. 2, 347.
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mente cerradas, no adaptables, solitarias, sensibles frente a todas las realidades, ego céntricas (no necesariamente egoístas), tímidas, sin equilibrio, mortificadoras de sí mismas, desconfiadas, silenciosas, inseguras, a menudo soñadoras, orientadas a lo metafísico. Se ha hecho entonces la observación notable que, en familias en la que algunos de los miembros enfermó de un proceso, otros sanos tenían un carácter de aspecto esquizofrénico (al que Kretschmer llamó después esquizofrénico o — más próximo a la psicosis - esquizoide). Mediante anamnesis trató Künkel ( 3) de señalar Ja gran frecuencia de carac teres poco habituales en la infancia de futuros esquizofrénicos. Agrupó, siguiendo a Kraepelin: I. Niños silenciosos, recelosos, retraídos, que vivían para sí mismos (autísticos); 2. Excitables, sensibles, irritados, nerviosos y caprichosos (excitables); 3. Perezosos, contrarios al trabajo, inactivos (asocialcs); 4. Guiables, bondadosos, concienzudos, niños modelo aplicados, distantes de todas las locuras juveniles (pe dantescos). Que aquí existen vinculaciones de alguna clase no se puede negar. Peroatribuir a un tipo de carácter de la especie designada una probabilidad especial para caer en la esquizofrenia, esto no es permitido. U na vinculación entre cono cidos procesos cerebrales (parálisis general entre otros) y la personalidad origina ria (no confundir con la predisposición en conjunto) no parece existir en modo alguno.
A parte de la vinculación entre personalidad y psicosis, se puede pre g u n tar por la r e l a c i ó n e n t r e t i p o s d e p e r s o n a l i d a d y a n o m a l í a s p s í q u i c a s a isla d a s, como representaciones obsesivas, fobias,. equivocaciones sensoriales, etc. Friedm ann sostiene h aber encontrado representaciones obsesivas con especial frecuencia en individuos débiles de voluntad y críticos. Ja n e t crce ver la más estrecha relación entre la personalidad psicasténica y todos los síntomas atribuidos por él a la psicastenia. L a estrecha relación entre el carácter histérico y las m anifestaciones psíquicas (estados crepusculares, etc.) y corporales (estigmas) provocados por los mecanismos histéricos se adm ite en general como indudable.
^
d) L a teoría, de la constitución de K retschm er. Todos los modos de consideración discutidos los adm itió K retschm er en su nueva concep ción. Inform ó de su teoría prim eram ente sin critica. Kretschm er partió de la p sic o sis , en los dos grandes círculos de la esquizofrenia y de la locura maníacodepresiva, y encontró que están en relación con los t i p o s d e e s t r u c t u r a c o r p o r a l . Los esquizofrénicos m ostraron predom inantem ente el tipo de estructura corporal leptosomo, los maníacodepresivos, en cambio, el píc nico. En el tercer gran círculo, el de los epilépticos, encontró preferente m ente el tipo de estructura corporal atlético. Se tra ta de una relación esta dística de frecuencia, de u n a correlación. Las cifras de. los más diversos países dan resultados en verdad m uy distintos. Por térm ino medio, con
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(1 ) K ü n k e l: (1 9 2 0 ).
“ Die
K indheitsentw icklung
der
Schizophrenen” .
M schr.
Psyehlalr.,
48r
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los datos de muchos autores, calcula M auz los siguientes porcentajes, como c o n f i r m a c i ó n abarcativa de la tesis de K rctschm er: Pícnicos % E p ilé p tic o s ................................. E s q u iz o fré n ic o s ...................... M a n ía c o d c p r e s iv o s
..............
5,5 13,7 64,6
Leptosomos %
Atléticos %
25,1 50,3 19,2
28,9 16,9 6,7
Displásticos %
29,5 10,5 1,1
No caract. %
11,0 8,6 8,4
Con los tipos de estructura corporal están en relación los tipos de ca rácter (el tem peram ento esquizofrénico, ciclotímico y viscoso). Estos tipos de carácter son descriptos de modo muy evidente e inolvidable. A ]a. visión fisiognómica se m uestran esos tipos de carácter en la corporabilidad correspondiente a los mismos. Se intenta, además, poner los caracteres lomismo que las psicosis en correlaciones estadísticas con los tipos de estruc tura corporal. Las cualidades básicas de los dos caracteres principales los resume K retschm er en el cuadro siguiente: Ciclotímicos :
E squizot'm icos:
■Psicoestesia y temple:
proporción dietética entre proporción psicoestésica enelevada (alegre) y depre- tre hiper-estésico (sensisiva (triste); ble) y anestésico (frío);
Temperamento psíquico:
curva oscilante del tempe* curva de temperamento salramento: entre móvily tona; entre saltigrada y cómodo; tenaz, manera alternativa de pensar y de sentir.
P s ic c m o tilid a d :
adecuada aí estímulo, ro- a menudo inadecuada; tie rna, natural, blanda; sura, paralizada, inter ceptada;
Tipo de estructura . corporal más afín:
picn;co ;
leptosomo, atlético, displás tico v sus mezclas.
Además esos tipos de estructura corporal son examinados a través de experimentos psicológicos de rendim iento en su tiempo, sus modos de apre hensión (más en el todo o más en d etalle), su perseveración, su . motricidad, su habilidad, su efectividad, etc. Nuevam ente se encontraron correlaciones estadísticamente señalables que se adaptaban m agníficam ente . al carácter descripto desde la vida, lo com pletaban y eran interpretables desde él. Se reproducen en el resumen siguiente algunas de esas diferen cias estadísticas:
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Leptosomos: Sensibilidad más fuertes a las formas. Inclinación mayor a la perseveración. Asociaciones a menudo mediatas y salti gradas. Asociaciones más frías.
Más intensivos, más abstractos, más ana líticos. Tenaces, con algunos saltos barrocos fie ideas. Subjetivizantes. Mayor tempo propio.
Difícil desviación del tempo propio. Superior en la motricidad fina. Motricidad tiesa, insegura, a menudo in conveniente. Preocupación aseguradora y acrecentada tensión psíquica..
Pícnicos: Sensibilidad más fuerte ai color. Propensión más débil a la perseveración.
Asociaciones más sentimentales dan más descripciones de detalles, descripciones más objetivas. Más extensivos, objetivos, sintéticos, fá cilmente transformables e impresiona bles. Objetivizantes. Ingenuamente sentimentales. Menor tempo propio (al golpear ron un objeto una plancha metálica en el tempo más cómodo). Fácil desviación del tempo propio. Abandono y despreocupación en kis ta reas motrices. Blandura fluida, redondeamiento armó nico de sus movimientos.
Además se encontraron correlaciones experim entalm ente comprobables; L con el'tip o de estructura corporal en las funciones fisiológicas3 en la i coc ción a los fármacos. Tam bién fueron halladas correlaciones entre estructura corporal y dis posiciones somáticas para enferm edades, por ejemplo, los leptosomos a lit tuberculosis, los pícnicos a la artritis^ a la diabetes. Pero finalm ente, encuentra el edificio su coronam iento por la compro- : bación de la correspondencia de todos esos hallazgos en el curso hereditario; ::: (la coincidencia de todas esas form as de m anifestación en los parientes;..:; cercanos). Psicosis, personalidad total del paciente, individualidad de lós.:parientes tienen un fondo común. “T odo esto es de una pieza. Lo cjue se abre camino catastróficam ente en las crisis repentinas y en los malhumores.:: abruptos de nuestros pacientes catatónicos, como delirio de persecución; :^ corno sistema absurdo, como interpretación desesperante, como rigidez pé-;: ; trea, como autismo hostil, negativismo y mutismo, ese mismo “algo” se cierK. ne como spiritus farniliaris en las tonalidades más diversas, en variantes ./ sanas y psicopáticas de la estirpe entera de pedantes y ahorradores sóli dos, concienzudos, m alhum orados que se agitan constantem ente por la vidáv
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general
inventores, caviladores en su m ediosidad delicada y recelosa de los* seres
humanos, en su desconfianza, en su silencio, en su m isantropía m urm u rante y recalcitrante. Si llegamos, del medio psíquico de familias esquizo
frénicas, al de las circulares, entram os desde una cúpula fría, cerrada en el resplandor abierto y cálido del sol. Lo que es común a las familias circu lares, es u na cierta bondad, calor y blandura del ánim o, u na especie abierta social, hum ana, que se adhiere en transición inm ediata al polo tan pronto m ás alegre, fresco y chistoso, activo y agitado, tan pronto al polo más pesado, blando y quieto, allí al golo hípom aníaco, aquí al depresivo del círculo de la form a circular” , Sólo cuando queda en la visión el conjunto de las relaciones de carác ter y psicosis con la estructura corporal y las funciones tanto psíquicas co mo somáticas, puede ser com prendido todo. A las psicosis endógenas no podemos “abarcarlas nunca biológicamente, m ientras las consideremos como unidades nosológicas lim itadas por sí, desprendidas de sus conexio nes naturales hereditarias y constreñidas en la estrechez de la sistemática clínica” . La relación del todo se puede presentar en el siguiente esquema, en donde las rayas significan las relaciones m ultilaterales: E structura corporal — Personalidad (tem peram ento o carácter)
i Psicosis endógena
x
i
— H erencia.
Así surge p a ra K retschm er el cuadro de u n a gran unidad. Todas las m anifestaciones de la psicopatología son tom adas sucesiva mente para integrar el todo. H asta el todo relativo de la personalidad com prensible sólo psicológicamente se convierte en un elem ento de un todo vital abarcativo. L a m irad a busca u n a regularidad biológica, el factor central, desde cuyo origen se captaría todo unitariam ente, lo somático como lo psíquico, lo sano y lo enfermo, !a constitución total real del hom bre, cuya naturaleza se m anifiesta hasta en las cualidades más sublimes del carácter y hasta en todas las funciones corporales. L a idea es el todo de la constitu ción y su variación en especies fundam entales del ser hum ano. E n el centro de la atención queda allí la estructura del cuerpo. Esta es la objetividad en donde se reúne todo, a la que es referido todo; fiel al desenlace de esta idea del conocimiento antropológico: la constitución se m anifiesta en la estruc tura corporal. La unidad — p a ra nosotros la idea de la constitución— es im aginada hipotéticamente p o r K retschm er com o algo palpable, por ejem plo:
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Hay algo com ún, similar, sólo distinto gradualm ente entre ca.ácter y psicosis, por ejem plo entre negativismo psicótico y obstinación caracterológica. La psicosis no surge como algo absolutam ente nuevo de la conexión de la vida: “Para nuestro m odo de consideración constitucional, las psico sis son sólo puntos modales aislados, dispersos en una red m uy ramifica*da de relaciones normales, corporales-caracterológicas de la constitución”, hay “ todas las transiciones imaginables y todos los matices entre lo sano y Jo enfermo” . U na unidad se supone adem ás en el genotipo de la “Anlage” heredi taria. E structura corporal, carácter, psicosis, predisposiciones somáticas para enfermedades “son solamente partes del efecto fenotípico de la m asa he reditaria total” . Tiene que adm itirse u n genotipo total sirviendo de base a la form ación del todo ram ificado de las manifestaciones. La unidad de ese cuadro no se puede com probar, en la realidad, de ninguna m anera inm ediata y com pletam ente. Al contrario, los " casos clá sicos” son raros. Por eso esboza K retschm er, según el cuadro pu ro del todo, las causas, de las que existen en la realidad sólo coi relaciones, siendo los casos divergentes incluso quizás más frecuentes. Estas causas están apo yadas en las combinaciones de las masas hereditarias y en la sucesión de las mezclas: 1. L a mezcla. E n la estructura corporal pícnica “pueden mostrarse variantes como elementos de form a asténicos o atléticos” . La mezcla de los tipos se llam a “liga constitucional” (L eg ieru n g ). Este concepto de la liga se aplica lo mismo al tipo psíquico de un individuo, sobre todo al conjunto de sus “Anlagen” heredadas, es decir a su constitución. “La parentela de la m ayor parte de los esquizofrénicos y de los circulares es resul tante de los dos círculos de personalidad, pero por térm ino medio prevalecen claram ente los tipos correspondientes de personalidad” . Dado que casi en todas partes tiene lugar u n a mezcla, los rasgos básicos a veces son más claros en los parientes que en los enfermos. La liga en individuos aislados/ lo mismo que en familias, puede ser tal que en la estructura corporal se combinen rasgos pícnicos y leptosomos, en el carácter rasgos ciclotímicos y esquizotímicos, y tam bién alternativam ente, de m anera que en lo somático se m uestra un tipo de constitución, en lo psíquico otro, por ejemplo en la estructura corporal pícnica aparece u na psicosis es quizofrénica. Tales ligas o combinaciones son llam adas por K retschm er en tre cruzamientos. 2. Los modos de la realización del genotipo heredado. La fuerza y Ja dirección de la m anifestación cam bian. N i estructura corporal, ni ca
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rácter, ni psicosis “necesitan reflejar com pletam ente en su especie el ge
notipo total que Ies sirve de fondo” . Es imaginable “que una parte de la " Anlage" genotípica se im ponga fenotípicam ente con más fuerza en la es tructura corporal, o tra en la personalidad o en la psicosis” . “El mismo agente biológico que en un herm ano, por lo demás pícnicam ente cons truido, sólo se m anifiesta en una nariz más larga y aquilina, puede, por ejem p lo en su herm ana, volverse clara y unívocam ente fenotípico como habitus asténico” . “En el curso de la vida puede mostrarse, por mezclas en el genotipo, predom inante y sucesivamente, prim ero una, luego otra cons titución” . A esa transform ación en el fenotipb la llam a K restchm er cambio de dominancia. H ace posible así que en el mismo individuo un tipo se transforme en el tipo opuesto. e) C rítica de la investigación constitucional de K retschm er. Hace aproxim adam ente veinte anos, poco después de la aparición del libro de Kretschm er, hice observaciones críticas en esta Psicopatología, que — con algunas abreviaciones, adaptaciones y aclaraciones objetivas, no m odificacio nes— reproduzco de nuevo aquí: Kretschmer tiene como meta descubrir relaciones regulares entre los tipos com plejos de estructura corporal empíricamente hallados y los tipos psíquicos igualmen te complejos, y eso estadísticamente, por el señalamiento de la correlación numérica.
¿Cómo encuentro esos tipos? No serían “tipos ideales”, sino tipos empíricos, comprobables en valores medios. Kretschmer cuenta un gran número de asténicos, pícnicos, etc., en rc-Jación con todos los signos medibles y visibles y da un cuadro del término medio. Sin embargo, ¿cómo ha seleccionado los casos de los que toma el término medio? Ha tomado casos en los que, como él dice, se puede perseguir un mayor número de similitudes morfológicas en un mayor número de individuos. Es dcr.ir, ha presupuesto intuitivamente el tipo. Esto lo testimonia él mismo cuando dice que su descripción de los tipos no se orienta según los “casos frecuentes y del término medio”, sino de acuerdo con los “casos más hermosos”, y estos “casos clásicos” son “casi casos de azar”. Esto lo atestigua además Kretschmer mismo cuan do escribe: “interesa todo a un adiestramiento perfectamente artístico, más seguro, de nuestra visión” . Una “admisión de medidas individuales sin una idea e intuición de la estructura total no nos moverá del sitio. La medida de la cinta no ve nada. No nos lleva nunca eñ sí a la captación de cuadros biológicos de tipos, que es nuestro objetivo” . O: “El pormenor morfológico es siempre importante sólo en los grandes cuadros de conjunto, tipificadores, de la estructura del cuerpo”, ¿ Qué enumera entonces Kretschmer? Primero mide masas corporales y propor ciones y establece cuadros estadísticos sobre valores medios. Sabemos que la selec ción de los casos que deben ser medidos y reunidos, está condicionada por la intui ción subjetiva del tipo presupuesto. De una masa total no seleccionan dos observa dores independientes los mismos individuos y tampoco el mismo número total de pícnicos, etc. “La ubicación de los casos fronterizos/ no puede ser nunca exacta”, dice Kretschmer, Luego no compara siquiera los /Valores numéricos en todaf Jas direcciones, sino que establece simplemente los cuadros estadísticos, que luego no
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desempeñan ningún papel. Si el lector los compara por sí mismo, no extraerá en realidad nada específico de los cuadros. Luego describe Kretschmer no sólo “her mosos casos”, sino que agrega comprobaciones del término medio, para añadir casos ulteriores bajo el tipo, y su, al comienzo clara intuición de una figura unitaria, es ahora malograda. Luego es enumerada la frecuencia de la coincidencia de los tipos de estructura corporal con el carácter y las psicosis. El diagnóstico de la esquizo frenia y de la locura circular se puede, en cierto modo, hacer idénticamente en círcu los estrechos, en amplios círculos difieren considerablemente las visiones diagnósti cas. Pero cuando Kretschmer ha incluido los “neurasténicos esquizoides, psicópatas, degenerados” en extremo problemáticos, césa en general una enumeración segura. Son numeradas pues meras totalidades. Tipos de estructura corporal, tipos de caracteres, tipos de psicosis — no signos aislados, simples, enumerables por todos de igual manera. La estadística sólo tiene sentido y fuerza obligatoria dé ley cuando diversos observadores con el mismo material encuentran las mismas cifras, de lo contrario no es más que apariencia, en tanto que con ello debe demostrarse algo, e independiente de la intuición que luego se da mejor directamente. Cuando se quiere numerar, no sólo hay que tener sólo singularidades palpables seguras, que sean realmente enumerables, ya porque estén claramente limitadas o mensurablemente estratificadas, de modo que exista en ellas un determinado valor numérico — sino que hay que proceder también con controles. Cómo tiene que hacerse esto, lo muestra el trabajo de Behringer y Düser (x), que se refiere a un círculo similar de problemas. Enumeraron signos displásticos en esquizofrénicos (el resultado es claro, aunque poco fecundo). La comparación de ese trabajo con el de Kretschmer es instructiva; en Kretschmer una elevada intuición, pero que está oculta y quisiera pasar con medios exactos, empleados sin crítica, falsamente como científico-natural; en Behringer y Diiser la más clara crítica e investigación científica sin intuición. Es verdad que cabezas como Kretschmer se cuidan de replicar que no hay que hablar, sino examinar, comprobar. A esto se puede responder: ciertamente, y se reconocerá tipos de Kretschmer porque son evidentes, pero no se comenzará por eso a enumerar, porque una consideración puramente metódica sabe de antemano la insuficiencia de las cifras que se pueden adquirir así. Ahora bien, las cifras de Kretschmer, aunque estén condicionadas subjetivamen te, no son sin embargo arbitrarias, la realidad muestra también para esta intuición casos que casi son probativos y enumerables objetivamente (los “hermosos casos” ) y otros que ni siquiera con la intuición más generosa parece al comienzo asentir, y la gran masa que hay entre todos los tipos. Dominar estas desarmonías conocidas es asunto de ulterior interpretación, y eso por medio de traducción de conceptos
desde la doctrina de la transmisibilidad (entrecruzamiento, cambio de dominancia) y a través de la idea de la liga o combinación de diversos tipos en el mismo indi viduo. Asi se h a vuela» imposible qae se presente algún caso que no sea interpretable. Ningún caso puede refutar la doctrina en tal forma. Pero si es así, entonces esta doctrina no puede ser probada tampoco por la realidad. Es una “plausibilidad” en la formación caojaxtta «Se báolegiht de la herencia, teoría de la estructura corporal, psicopatoiogía y caxactenakfrgía, «pac t¡o tienen nunca un fondo firme, indudable mente empírico, p a o que penmate Saaerpretar con soltura en todo instante un cuadró intuitivamente ©bteñáo, cora paSaSsas de apariencia. científiconaturai. Contra las «fcsrajjpcáaBefi ÍGamffifeea, hermosas, creadoras, de .Kretschmer no habría nada qae cb&s&az, ú Qa
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¿no es deslizado el otro. Somos interesados a través de la formación artística, y el lector científiconatural, en tanto que tendría poca crítica, podría dejarse tranquilizar y satisfacer por el ropaje exacto. Es verdad que está la misión de encontrar una síntesis de los métodos, en donde sea reconocible siempre un nuevo todo desde la realidad. Pero áquí no se trata de síntesis, sino de mezcolanza de métodos. El libro de Kretschmer no respira un espíritu científiconatural, que distinga crítica mente, y es exacto también en los rudimentos. Considero la doctrina entera como insostenible (pero sin embargo en sus fuen tes no como absurda), y como una anticipación ingenuamente libre de un conoci miento de los últimos factores de la vida, bajo los cuales el individuo particular — ahora claro como caso— es agregado. Lo positivamente valioso en el ensayo de Kretschmer lo veo yo (aparte de la tipología del carácter y de la fisiognomica) en la presentación del tipd pícnico de estructura corporal (los otros dos se les conocía ya, aún cuando Kretschmer ha enseñado a verlos también de manera considerablemente más sutil) que fué nuevo y evidente de inmediato y se rellenó de experiencias.
C uando anoté estas observaciones, me he equivocado en u n a cosa: sobre la fecundidad del principio y sobre el sentido de la idea de la cons titución, cuando tom a en serio su difusión en todas las manifestaciones somáticas y el conjunto de las relaciones causales y comprensibles. Entonces sólo he visto su valor como rendim iento de la fisiognòmica, m ás allá sólo he percibido el entusiasmo. Mis observaciones las juzgo todavía hoy exac tas., es verdad, pero insuficientes, y no las considero como adecuadas en su espíritu, frente al nuevo esfuerzo de K retschm er. M e he equivocado tam bién p o r no haber previsto el am plio efecto (1). Esto es verdad, quizás se puede com prender en p arte por el hecho que en nuestra época existe u n a necesidad general de métodos palpables, con los que se puede hacer trabajos científicos en sucesión y analogía sin ocurren cias propias y que da por resultado u n a inclinación a la asociación de la grandiosidad y de la pseudoexactitud, para la captación p ro n ta y cóm oda de la verdad. E n este sentido escribí entonces en favor del pequeño trab ajo psicológico y de la precisión em pírica contra la “habladuría acerca de posibilidades”, y recordé a los viejos filósofos de la naturaleza que se im a ginaban reconocer la “esencia” de las cosas y a quienes K epler respondió, cuando uno le reprochó que él no reconocía la esencia sino sólo la superfi cie: “Yo tomo, com o tu dices, la realidad por la cola, pero la tengo en la mano; tú puedes sin em bargo tra ta r de tom arla por la cabeza, aunque su ceda sólo en sueños” . Es tam bién posible en un período científico que u n a ilusión — justam ente en u n ropaje científico y fuera de los dominios profesionales-— atraiga los m ás amplios círculos. (1) De los numerosos trabajos, la mayor p arte son exámenes y comprobaciones, algunos una refutación, pocos un ensancham iento evidente a otros tipos de enferm edad. De la última dase es el de M a u z , F r. : Die Veranlagiing zu K ram pfanfallen, Leipzig, 1937. M auz da menos investigaciones metódicas v Druebas au e visiones interesante*.
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Pero todo esto no h a sido decisivo, sino que obró el entusiasmo m ani fiesto de u n a idea: el nuevo despertar de la antiquísim a concepción, hon dam ente fundam entada, del ser hum ano por su configuración ( Ge si taltung) en una m ultitud de tem peram entos. No hay aquí en el fondo ninguna ilusión. H oy quisiera yo com prender esta idea, exam inar críti cam ente su efecto, afirm ar su sentido positivo. E n eso es necesario am bas cosas, el análisis crítico y la apropiación positiva. H e hallado, es verdad, p ara m i crítica anterior, en lo sucesivo, confirm ación decisiva, pero creo haber llegado a través de la fecundidad de la investigación puesta aquí en m archa, desde mi afirm ación inicialm ente obscura e insuficiente, a una afirm ación clara. Por eso no m e puedo persuadir de que m i crítica m eto dológica era inexacta, y puedo sin em bargo estar convencido de la verdad de la idea fundam ental que, sin* duda, solamente com prendo en tanto que com prendo el sentido en el error y esclarezco las desviaciones básicas que se han operado en esa doctrina. Con ello intento tam bién entender el fenómeno maravilloso de que los mismos investigadores que em plean con afirm ación los métodos en esfuerzos infinitos, d ejan surgir al mismo tiem po en la ocasión observaciones críticas, que parecen aniquilar el sentido de toda su acción. Tenemos que repetir y com plem entar prim eram ente la crítica. 1. Crítica de la enum eración. Persisten las viejas objeciones. Los cua dros totales que K retschm er ve con tan notoria seguridad de acierto, o bien son formas fisiognómicas, que son sostenidas por u na visión esencial, o formas morfológicas que son sostenidas p o r un sentido biológico de las formas. En ambos casos es imposible u n a enum eración por la especie del objeto — la m ultiplicidad fluida d e las form as del individuo, la rareza en el sentido de los tipos de formas “puras”, el carácter del “ser mezclado” o del ser interm edio de la m ayoría de los individuos. N o se tiene el terreno firm e de las unidades comprobables idénticam ente en todo caso o cuantitativam ente medibles según el grado de su presentación. Se puede enum erar, sólo 3o que fué reconocible por diversos observadores en características unívocas y de igual m odo como idéntico. N o hay tipos de estructura corporal en sus transiciones fluidas. Tipos de carácter menos todavía, y menos aún las grandes psicosis diagn o sticares, al menos en un círculo m ás estrecho. Persiste siempre el defecto que la selección misma de los casos no es hecha de igual m anera, según u n mismo criterio, por todos los investigadores. Pero se ha enum erado, y eso en numerosos trabajos extraordinariamen*te esmerados en A lem ania y en otros países. Se siguieron así confirmaciones y refutaciones, pero los trabajos confirm adores fueron la mayoría. Si estos
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decidiesen, las exposiciones de K retschm er estarían demostradas. Pero jus tam ente los trabajos críticos, hechos además con la m ayor exactitud, son los convincentes (*), porque asocian la cognición metodológica con la exactitud en la ejecución eventual. Los trabajos confirmatorios sin embargo son muy divergentes entre sí. “Lo que llam a la atención — escribe Joh. Lange (2) — son las diferen cias extraordinariam ente grandes de las cifras de porcentajes com u nicadas.. . . Se tra ta de desigualdades de tal m agnitud que no pue-r den ser explicadas de ningún m odo por accidentes. M ás bien se tiene que deducir que la situación objetiva no perm ite cálculos es tadísticos de la especie d ad a” . Se h a exigido frente a desviaciones tan gráhdes que los investigadores tomen como salida el mismo punto inicial. K retschm er pide el adiestra miento de la visión; cinta m étrica y compás no bastan. Pero en la raíz se encuentra la antinom ia insoluble. O bien el caso es señalado por la visión adiestrada según la impresión general a este o a aquel tipo de estructura corporal entonces está en la dem anda del adiestramientd de la m irada la dem anda de h acer sugerir la verdad de la estimación por el hábito del m aestro, y por lo tanto la medición antropom étrica es bastante indiferente, más una decoración científiconatural— ; o se abandona uno a la medición y realiza la recom endación según el índice antropo lógico unívoco m encionado (las proporciones elegidas de ciertas m edidas entre sí), luego no se ve ningún tipo más de estructura corporal, lo no mensurable se vuelve indiferente, se gira enseguida en infinitas masas de números, en correlaciones abstractas sin vigor y se h a perdido toda unidad y totalidad ábarcativas. Pero tam poco la costumbre del maestro es unívoca: ella no es idén ticamente traducible ni persiste igual en el mismo. K olle(3) cfescribe ejem plos que m uestran drásticam ente la arbitrariedad en el caso in dividual. Tam bién parece imposible abarcar unitariam ente los grandes grupos de la estructura corporal estadísticamente, tanto que Joh. L an g e . escribe: “Enérgica y convincentem ente m uestra Kolle cómo m ayorm ente. se da lugar a lo arbitrario, de tal m odo apenas es ya comprensible cómo echa mano siempre de nuevo al estuche antropológico” . Esto se debe sin em bar go a que, como Kolle njuestra por su esfuerzo infatigable, no es (1) ¡926, 1. (2) (3)
Ante
todo
K o lle:
Arch.
Psychiatr.
(D .),
Handbuch de Bumkf., vol. V I. p. 43. K o lle: K tin. W schr., 1926, t. p. 8 sigts.
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75,
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(1925^26).
K tin.
U’sthr.,
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U
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todo arbitrariedad. Pues en estos caminos hay ciertas proporciones num é ricas, aun cuando no exactas, y que no obstante, en la com paración de grupos aproxim adam ente limitables surgen diferencias que se m anifiestan claram ente, cuya verdad o bien fué reconocida generalm ente o al menos pasa por discutible. C uando se tom a los grupos m ás estrecham ente — por ejemplo los maníacodepresivos clásicos y las esquizofrenias graves— se m uestra que la estructura corporal pícnica en los maníacodepresivos es m ucho más frecuente que en los esquizofrénicos y tam bién que e n los sanos. Además, que la proporción de los leptosomos en la esquizofrenia— en verdad m ayor que en los maníacodepresivos— corresponde más o menos a la proporción de la m ism a estructura corporal en la población s a n a ( ’ ). En tales comparaciones, que realiza el mismo observador, las cifras absolutas en verdad no pueden pretender ninguna validez, pero las relativas y con ellas el cuadro total coincidirán cuando el investigador h a procedido desprevenido. Así deduce G ruhle persuasivamente que K retsch m er, en sus esquizofrénicos ha tom ado simplemente el tipo de lá población total, no un grupo somatológicamente especial, que en cambio existe en realidad una más fuerte participación del tipo pícnico en los m aníacode presivos y plantea un problema.. C abe preguntar si hay que contentarse con decir, con Krisch, que el habitus pícnico juega p a ra el maníacodepresivo más o menos el papel que el tipo asténico en el tuberculoso. Pero las enum eraciones van quizás más allá, cuando no se parte en general de esquizofrénicos, sino de grupos estrecham ente característicos dentro de ese círculo. Así procedió M auz. En un trabajo interesante (2) m uestra que en los hebefrénicos juveniles graves que pasan rápidam ente a la dem encia más grave, hay una enorm e acum ulación de leptosomos, y no aparece en general un tipo pícnico, de tal m anera que u na estructura corporal pícnica en un enfermo m ejora el pronóstico. Esta y otras expo siciones estadísticas de M auz en las que el psiquíatra se recuerda fácil m ente de los casos correspondientes, han sido estadísticam ente fundam en tadas por él en form a tal que, a pesar de las bases necesariam ente ine xactas, el resultado parece com pletam ente posible. U n a confirmación es m erada de esta tesis, que sin em bargo seria posible, no parece darse hasta hoy. A pesar de estos resultados, que hay que estim ar positivamente, persiste en el todo el siguiente cuadro de los métodos estadísticos en el dominio de Ja estructura corporal y de la psicosis (más todavía en la estructura (1) (2)
G k u h le : Arch. Piyi/iiafr. (D .), 77. Lo mismo eonfirm a K o J-l e . M auz, F r .: Die Prognose der endogenen Psychosen, Leipzig, 1930.
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corporal y en el c a rá c te r): después de u n comienzo arbitrario, es realizado un procedim iento muy crítico; la inexactitud del terreno no puede ser suprim ida sin em bargo p o r la exactitud de la construcción. De los tipos, no obstante, es válido lo que dice M ax Schm idt: parecen poco a poco ser reconocidos generalm ente, aunque su significación sea disA hora bien, hay en la realización de las teorías de la constitución de Kretschm er otras enumeraciones, cuyo resultado es exacto, porque es uní voco (en tanto que se aplica en los experimentos psicológicos). Aquí la situación es como en el resultado de las m eras medidas relativas a la estructura del cuerpo. Se pueden acum ular infinitas correlaciones, que no dan cpmo tales ningún cuadro, y que, porque no son absolutam ente muy fuertes, no causan tam poco ninguna gran impresión. T a n sólo por u n a interpretación que va a un cuadro del carácter, y que queda siempre pendiente, reciben los hallazgos sentido a través de selección adecuada, tanto más en conexión con la observación total, que hace el experim en tador en sus casos. Estas observaciones procuran m ucho más de lo que queda p a ra un tercero, en las cifras de los resultados, y tan sólo por estas observaciones se vuelve interesante de hecho el procedim iento a emplear. 2. Las interpretaciones frente a las desarmonías (irrefutabilidad e indemostrabilidad) . Las excepciones de los cuadros y de las cifras que se esperan, y que en realidad están en la mayoría, son interpretadas p o r hipótesis, cuyos conceptos proceden de la doctrina de la herencia. Bastardización {liga, com binación) t cambio de dom inancia, entrecruzam iento. Las desarmonías están en ]a cantidad de los casos intermedios que propiam ente no pueden ser catalogados, en los cuadros que m uestran rirculares psicosis esquizofrénicas en la estructura corporal pícnica, etc. (es decir cuando los elementos que deben haberse mezclado aquí, se p re sumen como existentes re a lm e n te ). Además apenas se puede negar “que hay individuos que m uestran en los años jóvenes habitus leptomosos y son pícnicos típicos en la segunda m itad de los cuarenta años” (M ax Schm idt). La interpretación por mezclas, combinaciones, entro n izam ien to s y cambios de dom inancia es en esta conexión u n a p ura posibilidad ideal. Estos conceptos tienen su realidad sólo allí donde se puede proceder p o r ellos a experimentos confirmatorios y refutad ores (como en la genética de los biólogos). T am bién son reclam ados p a ra la interpretación efectos de otros genes agregados — inhibidores o estimulantes— en la “Anlage" here ditaria, e influencias exógenas sobre la conformación individual. La oh-
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jeción no se dirige aquí nunca contra ia posibilidad particular. M ás bien es todo esto posible en el hecho. L a objeción sostiene que, cuando puedo interpretar todo caso con tantos conceptos interpretativos, he llevado la interpretación m ism a ad absurdum. Pues si yo puedo probarlo todo, soy en verdad irrefutable, pero giro con una cantidad de meros conceptos repe tidos en círculo yx no voy más allá a pesar del movimiento aparente. 3. Tendencia a la turbidez de los conceptos y métodos. L a teoría- de K retschm er tiene u n a tendencia eficaz a la conform ación plástica convin cente en la im ágen del todo, pero con ello coincide u n a inclinación a la turbidez lógica, a ideas que se refieren im precisam ente a un algo apro xim ado. Así se h abla con gusto de “afinidad” donde se tra ta de m era co rrelación; por eso se desliza involuntariam ente, por la elección de la pala bra, la impresión de u n a relación interna donde sólo hay una vinculación externa. Es verdad que K retschm er aclara que la afinidad se refiere al hecho de la com parativam ente m ayor frecuencia de esa coinci dencia y que sobre las condiciones internas de esa coincidencia todavía no puede decir n ad a hoy (la estructura corporal pícnica es afín a la locura m aníacodepresiva en la com paración con la esqui zofrenia). Pero no hay ninguna d u d a de que la obra entera está dirigida a las conexiones internas, y que la atracción inevitable se apoya justa m ente en la impresión de u n todo adecuado entre la estructura corporal y la psicosis. Pero así juega constantem ente el uno en el otro: lo intuitivo subjetivo de lo fisiognómico en lo m ensurable objetivo, pero en total no intuíble — la enum eración de características individuales idénticam ente com probables— ; Ja correlación en la afinidad o la correlación en la base de la correlación; lo psíquico en lo som ático; — la contem plación inexacta en la ejecución exacta; — la libertad de la visión en la violencia de la agrupa ción esquem ática; — la evidencia de la contem plación fisiognómica o m or fológica en la evidencia de la m edida científiconatural; — la estructura corporal como consecuencia de determ inados efectos o perturbaciones endo crinas; — la observación unívoca en !a interpretación m últiple: — la expe riencia en posibilidades indemostrables. Por eso la realización de la doctrina no es una auténtica síntesis en la captación del todo, sino un m ezclar de métodos y un confundir los con ceptos. En favor de la claridad aparente de los pensamientos de prim er plano y de la claridad auténtica de las imágenes vistas, no se puede superar la falta de claridad de las ideas fundam entales. Pero esto se apoya en u na desviación básica, que se h a realizado siempre de nuevo m em orable m ente en el curso de los milenios en la filosofía y ha ocurrido aq u í en el cam po de la psicopatología:
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4. La desviación básica: transformación de las ideas en entidades (hipostasis). T odo ser conocido y cognoscible tiene la form a de determ inada objetividad captable. Las ideas sin em bargo se aplican al todo que se m uestra en lo particular, pero no puede ser objeto, ni en tanto que acon tecer pensado como básico, ni como imagen. Sólo como esquema de la idea empleamos tipos, imágenes, sistemas mentales, que por consiguiente son un medio p a ra ilum inar el cam ino del conocimiento en particular, pero ellos mismos no significan ningún conocimiento. C uando objetivizo en un ser esos esquemas, imágenes, pensamientos, como si estuviesen allí en tanto que objetos, “hipostasio” (hipostasiere) la idea. Así pierden las ideas su vibración como m ovimiento del conocimiento en lo abierto, m ientras con servo un conocimiento aparente, que tiene que mostrarse pronto como “inobjetivo” . Por eso es exacto lo que dice K u rt Schneider, que los tipos de Kretschm er no son realidades exploradas, y cuando disputa su pretensión a ser la superficie constitucional de soporte de la doctrina entera de la perso nalidad y de los psicópatas {1). Y M ax Schm idt tiene razón al decir que los tipos son buenos como concepto de trabajo y como expresión gráfica, aun cuando no sean síntesis fundam entadas. Si transform o la idea en una aprehensión hipostasiada del ser, caigo en una apariencia natu ral, insuprimible, pero que puedo captar y por la que, por tanto, no debo dejarm e engañar (K a n t), incluso aunque persista, como las imágenes persistentes en la retina. Pero si me dejo engañar, estoy en peligro entonces de perder la idea en beneficio de u n a entidad su puestam ente conocida. Entonces llego allí a tra ta r la idea, como objeto de la razón, a im aginarle elementos que se com binan, mezclan, entrecruzan, equi parándola cada vez más a un mecanismo — y sin em bargo puedo ser movido todavía p o r la verdad de la idea, de la que m e llega la convicción de no perseguir imágenes ilusorias. Im porta entonces superar la propia m ala comprensión. T a n sólo así queda exento de objeción nó sólo lo visto, sino tam bién la form ulación de lo visto, no sólo la intuición, sino ta m bién el m étodo de la investigación que se halla bajo su dirección. Con eso los sucesores obtusos no pueden poner en funcionam iento u n meca nismo de conocimientos aparentes p a ra la clasificación rápida y cóm oda del hombre. Entonces se puede responder tam bién a la tesis que no habría constitución (fuera de los efectos condicionados particularm ente de las glándulas endocrinas sobre todo el c u e rp o ): no la hay como hecho típico, (i)
ScHNKifcER, K u r t : P syc h o p a lh en , 41-' ed., p. 40
pero sí como idea necesaria. Ei que observa a los seres hum anos sin esa idea, perm anece pobre y estrecho en la visión. C uando Schiller quiso aclarar u n a vez a G oethe, dando la razón a éste, el sentido protovegetal: es verdadero, pero solamente es u n a idea, res pondió Goethe que estaba contento de que viese la idea, ella era realidad^ E n verdad, el “solamente” se aplica exclusivamente contra la realidad de term inada, finita de los objetos de la razón de nuestra investigación .di recta. Pero la idea es realidad que, sin que la poseamos, nos guia, nos aparece en imágenes, en pensam ientos y esquemas, da sentido y relación a nuestro conocimiento. 5. Concepciones especiales fundam entales. D e la conciencia de h a berse apoderado de la concepción del todo, surge la inclinación de ver por un lado el todo (como uno en todo) en m eras transiciones y, p o r otra parte, de a b arca r con la vista el todo en el esquem a. B ajo las form ulaciones d e la teoría de K retschm er se da lo prim ero en la tesis de la transición entre personalidad y psicosis, lo segundo en la tendencia a pensar como si hubiese sólo dos o tres clases de tipos humanos. Pero está, por decirlQ así, en el m ecanismo del pensam iento, cuando u n a vez se ha realizado la hipostasis de la idea. aa) Personalidad y psicosis. Se h an hecho observaciones sobre el carácter prem órbido de los esquizofrénicos y se creyó haber hallado una frecuente caracterología anorm al de los futuros esquizofrénicos. Pero m ientras que la relación según su esencia era problem ática y sólo estaba en discusión la^m agnitud d e su efectividad, no sólo ve K retschm er una relación indeterm inada, sino u n a transición: la psicosis es aum ento de una especie de personalidad constitucional. Esto significa m ucho m ás que u na disposición de determ inadas especies de personalidad p a ra determ inadas psicosis. Kretschmer puede exponer sugestivamente la similitud de manifestaciones hete rogéneas. Es esencial aclarar al respecto por qué métodos ocurre eso. Elegimos un ejemplo: El rasgo básico común entre cualidades fisiológicas, disposiciones tempe’ ramentalés, rasgos de carácter y manifestaciones psicóticas lo expresa en compara ciones. Pero en ello debe quedar el problema de lo que en algún sentido es acertado como idéntico, más allá de la analogía plástico-estética. Cuando Kretschmer discute el temperamento viscoso y su relación con el tipo atlético de estructura corporal y con la epilepsia, escribe: “Esta viscosidad de los decursos psíquicos aparece siempre de nuevo en otros modos de manifestación: en la serena mesura del movimiento, del lenguaje parco, de la limitación de la fantasía, en la elevada capacidad de persis tencia, en la tenacidad de la tención, lo mismo que en el equilibrio de la vida afectiva, la pesadez y la menor impresionabilidad, la volubilidad ausente, la actividad social y mental moderada, la fidelidad y la confianza del comportamiento social. Debe ser considerada la viscosidad, como rasgo básico común de los atléticos”. Es evidente que hay una imagen gráfica — lo viscoso— para hechos típicos comple
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tamente heterogéneos, como por ejemplo los movimientos lentos del cuerpo y la fidelidad del carácter, ambas veces con razón, pero en un sentido figurado siempre distinto. En ese camino no es expresado ningún saber empírico del ser humano en sus cualidades básicas.
Parece a veces como si en K retschm er se hubiese perdido el sentido para la diferencia profunda entre personalidad y psicosis procesal. C uando lo últim o sólo aparece como u n a culm inación del desarrollo de la perso nalidad en puntos nodales de las conexiones hereditarias, fueron p erm iti das nuevam ente con ello las representaciones m ás vagas. De los indivi duos esquizotímicos medios llevaría u n a serie de transiciones por sobre los psicópatas esquizoides a la esquizofrenia. K u rt Schneider ( 1) com prueba frente a ese desvanecim iento de fronteras p o r transiciones: Tuvim os que confesar, en base a la simple experiencia clínica, que esas tra n siciones no se encuentran, que no se pod rían considerar en sí, por a n a logía con ciertas enferm edades somáticas, a priori, como imposibles. Los casos en los que se d u d a (si se tra ta de u n a personalidad anorm al o de una psicosis esquizofrénica), son extraordinariam ente raros. Pero tam bién estos casos son a lo largo casi siempre determ inables. C uando existe una relación entre personalidad esquizoide y psicosis, no es en todo caso nin guna transición, sino u n salto, así como del estado de u n alcoholismo cró nico al delirium trem ens, T a n decidido como es el salto en tre personalidad y psicosis esquizofrénica procesal, lo es tam bién entre personalidad y psicosis m aníacodepresiva. Si existe una relación, no es en todo caso aquella en que la u n a sería u n a form a m ás ligera de la otra. La especie de pensamiento que imagina captar la unidad del proceso psicoló gico por la analogía gráfica, que la toma por entidades esenciales, la ha realizado metódicamente en su análisis de la estructura F. Minkowska, con referencia a la constitución epileptoide (la viscosa o glischeroide). Por estructura entiende ella “un principio de formación que es primario frente a todas las formas de la existencia viviente y se exterioriza de manera coincidente, por tanto, lo mismo en el compor tamiento biológico, o en el caracterológico, que en el espiritual-creador” . Rasgo fun damental de la constitución viscosa es la lenificación, el estancamiento y la agluti nación (incluso en los capilares se lcntífica la circulación de la sangre y condiciona el color de la piel) — del estancamiento surge el ataque motriz. La misma polaridad se muestra en el comportamiento del carácter como por una parte lentificación vis cosa, afectividad concentrada, tenaz, y por la otra como reacción violenta y explosiva. En el carácter (que en las familias de epilépticos es frecuente en los miembros sanos de las mismas) dominan los rasgos fundamentales de la viscosidad en la manera que esos individuos nd salen de sus marcos originarios, se apegan al terreno nativo, cuidan del sentido de la tradición y la familia, trabajan concienzudamente, quedan uniformes, se concentran afectivamente, incapaces de una liberación de 3u mundo. Donde aparece la enfermedad surge de lo lento lo excitado, lleva el estancamiento, que en conflictos vivenciales se eleva al máximo sin descarga natural y distensión ( t)
S c h n 'e id e r ,
K i't t: P sychopathtn, 4« e d . , p . 4 0 .
natural, a repentinas perturbaciones en la perdida de la conciencia, en angustia elemental, en estados crepusculares con la vivencia de fuerzas elementales, visiones religiosas, decadencia del mundo. La psicosis epiléptica es un grado superior de la manifestación de lo viscoso en su polaridad de estancamiento y descarga. La misma polaridad se realiza.cn la caída y la elevación. En el ataque motriz se produce la caída corporal y la descarga motriz: en la ausencia, el estado crepuscular o la psi cosis, ocurre la caída mental en la pérdida de la conciencia, la elevación en conte nidos delirantes religiosos y cósmicos. Esta polaridad ha llegado en el última cuadro de van Gogh (los cuervos volando sobre el sembrado) a la autorrepresentación creadora: el campo sembrado quiere elevarse, la catástrofe es inminente. Yo no encuentro en tales visiones ningún descubrimiento de un acontecer biológico o psicológico fundamental, veo más bien un juego en el que la analogía de losdiversos hechos típicos entre sí, que en parte puede servir a la descripción lingüística, se convierte en identidad. Ju sta m en te tal plausibilidad en la contemplación viviente inmediata, en asociación con el desviador presentimiento de una ’profunda razón de vida, es aquí lo engañoso. Esto no disminuye la significación de las comprobacionesgenealógicas descriptivas.
L a relación entre especie del carácter y psicosis procesal es un pro blema extraordinariam ente difícil. Sólo señalaremos dos puntos: 1. L a facticidad del vínculo entre especie originaria de personalidad y psicosis futu ra, no es absoluta. P or a m enudo que se encuentren en es quizofrénicos caracteres prem órbidos anorm ales y otros caracteres simi lares en su parentesco, no se puede sin em bargo afirm ar de ningún tip a de personalidad anorm al como tal que dispone o significa un peligro deenferm ar de esquizofrenia. Tam poco son raros los casos en que caracteres sanos son alcanzados por proccsos. 2. P ara encontrar en las investigaciones genealógicas Ja relación en tre carácter y psicosis, se cae fácilm ente en el círculo de llam ar esquizoide a. un tipo porque aparece en familias con psicosis esquizofrénica, pero a. no tom ar por esquizoide al mismo tipo en caso de que en su familia no se encuentren psicosis. Así dice L uxenburger: “El psicópata desalmado es,, cuando lo considero como individuo, em ancipado del lazo de su familia* u na variante extrem a, inferior de la personalidad pobre en sentim iento. Pero si encuentro que, por ejemplo, procede de un padre esquizofrénico* nada se opone a que se le interprete como vehículo de “Anlage” esquizo frénica y a que se le llame desde ese p u n to de vista psicópata esqui zoide” . Así pues lo que una vez es una variación de la “Anlage” hum ana, es otra u na m anifestación de m asa h ered itaria de psicosis. Es verdad q u e Luxenburger dice: “L a frialdad afectiva de los enfermos m entales esquizo frénicos es algo esencialm ente distinto de la inafectividad de los psicópatas, o de la pobreza sentim ental de la personalidad norm al correspondiente” . Pero tan sólo la investigación genealógica parece m ostrar lo que existe en el caso individual. En todo caso, según L uxenburger, “no im porta po n er
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en una línea la cavilación propia de un psicópata o el retraim iento del hom bre nórdico con el autism o esquizofrénico” . L a esquizofrenia no es “una variante de una cualidad de la personalidad, sino el síntom a de una enferm edad” . bb) Dos o tres hombres. Pareció al comienzo como si ia teoría de K retschm er adm itiese dos o tres constituciones y quisiera cobijar en ellas a todos los seres hum anos. Esto no fué m entado. K retschm er piensa p a r tiendo de la contem plación. Los tipos que ha visto, los representa. E n p rin cipio no tiene n ad a que o b jetar contra nuevos tipos. ¡ Descríbemelos, podría decir, y m uéstram elos! Apenas se resistiría contra nuevas figuras. N o ha partido evu realidad de esquema y sistema, sino de su visión morfológica y fisiognómica. Pero luego se form ó involuntariam ente el esquema. Y en lo sucesivo se tra b a ja con el esquem a en el mundo, como si fuera la clasifi cación de todas las especies de seres humanos. f) R eform a de la teoría psiquiátrica constitucional por C onrad. La fecundidad de la visión de K retschm er se ha m ostrado finalm ente en el hecho que pudo surgir de ella una doctrina en donde debe ser fusionada y superada la antigua. La teoría de la constitución ha entrado en una nueva etapa p o r la obra excelente de Klaus Conrad ( 1). "Es verdad que éste apenas aporta nuevá investigación, sino sólo nueva interpretación. Pero esto es lo esencial frente al dominio del problem a de la aprehensión de la totalidad. Pues se tra ta de hacer visibles caminos por la visión del todo, abrir, a través de ideas, el espacio.. En tanto que Conrad presupone la teo ría de K retschm er y los hechos típicos por él afirmados, se aplica también a él la crítica discutida por nosotros. Pero C onrad no sólo da una modifi cación, sino u n a reform a radical. La teoría de K retschm er como conjunto cae, sus hallazgos concretos y configuraciones quedan y se manifiestan tanto más claram ente en su significación intuitiva y en su peculiaridad va liosa, si no son aum entadas. C onrad hace crítica prim eram ente a la esta dística de los tipos, esboza en segundo lugar u n nuevo esquema de los tipos en polaridades, da en tercer térm ino a ese esbozo su verdadera significación por una construcción evolucionista hipotética. Sospecho que sus. hipótesis genéticas son todas falsas, esto no im pide que deban interesar como un nuevo “esquema de la idea” de la m anera más viva. Se plantean grandiosos problemas aun cuando no haya una respuesta demostrable. Inform o: 1. tipos. (1)
Di scusión crítica de la e s t a d í s t i c a de C onrad es coincidente con mi critica, persuadido de que la ela C onrad,
Kut'S:
Z),v K o m titu tio n s iy p u s ais g e tu lu c h c s P ro b le m , Berlin, 1941.
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boración estadística de los problem as tipológicos es “siempre una cuestión ie dos filos” . “Como nosotros hemos determ inado el tipo como concepto Je ordenam iento, no podemos tra ta r de probarlo estadísticam ente. Valores tipológicos medios no tienen pues u n valor probativo, sino sólo ilustra tivo”. E sta frase testim onia de nuevo el desenlace de la form a visible, no ía m edida cuantitativa, y con ello la im posibilidad de fundam entar aquí enumeraciones en pruebas exactas. Pero los valores del térm ino m edio no son im portantes en general por ú solos, según C onrad. Lo más esencial del tip o son p a ra él los valores fronterizos, entre los que está asentado. T am bién estos valores lím ite tienen como m agnitud absoluta p ara él poca im portancia; pues el tipo tiene su sentido siempre sólo en su contraposición con el tipo contrario. El tipo pues es captado a través de un dom inio relativo de valores fronterizos. El dominio del tipo se encuentra entre un valor fronterizo o límite externo y uno interno, es decir, entre la form ación puram ente ideal del tipo y el valor del térm ino medio. Aquellas acuñaciones ideales (valor límite externo) se pueden recoger en el caso individual clásico, estos valores de término m edio (valor límite interno) se pueden obtener de cálculos del término medio, y eso de conceptos colectivos en lo posible am pliam ente li mitados (pero aquí queda en pie el viejo problem a: ¿cómo decidimos en todo caso individual, que tomamos hacia el colectivo, pertenezca a él o n o ?). Los límites no son p a ra C onrad en m odo alguno firm es; y como el tipo no es algo firm em ente circunscrito, no hay métodos para encontrar frontera* sólidas. Se tra ta sólo de llegar, en verdad arbitrariam ente, pero m etódica m ente de m anera exacta, a u n a lim itación cualquiera” (sí, pero la arb itra riedad m etódica en el principio estim ativo supone sin em bargo un criterio inconfundible para la distribución de casos individuales; puede ese criterio mismo ser arbitrario, pero tiene que funcionar de la m ism a m anera en la aplicación de todo observador). Lo que C onrad dice de las cifras de m edida p a ra los tipos de estructura corporal, que no tiénen valor probativo, sino ilustrativo, se extiende — h a bría que pensarlo— ineludiblem ente a todas las cifras en las que aparecen proporciones de tipos enumerados. T ienen todos sólo valor ilustrativo y por eso hay que estimarlos si tienen ese valor, es decir sí fom entan o no la contem plación persuasiva. M eras cifras abstractas, re! aciones de porcen taje, correlaciones son como tales — tal sería la consecuencia— , ya que n ad a prueban, indiferentes. T o d a la estadística aplicada aquí no es propiam ente ninguna estadística.
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2. N u e v o es b o 20 de l os t i p o s en p o l a r i dades. C onrad sostiene que todos los tipos son relativos, particulares y provisorios. E n tal grado queda ingenuam ente contemplativo ante la ri queza de las formas hum anas. N o hay ningún esquema de tipos que sea capaz de in tegrar la enorm e variabilidad de las formas de estructura cor poral hum ana en absoluto, según un punto de vista o tam bién según dos o tres formas de tipos. Este involucram iento es p a ra él tanto menos posible cuanto que las formas evidentes no son ellas mismas los tipos, sino únicam ente formas móviles que sólo se pueden abarcar desde el punto de vista de grandes prin cipios polares de crecimiento. N o formas ideales existentes, sino los princi pios p o r los que llegan a serlo, deben determ inar, según Conrad, el esbozo del esquema de los tipos. La estructura corporal leptosoma y pícnica son acuñaciones que surgen por un principio de crecimiento polarm ente contra puesto. En los atléticos se aplica otro principio. “Se pueden exponer otros tipos nuevam ente, según otros principios de crecimiento” . Los tipos de distinta especie vistos hasta aquí estarían en K retschm er, inclusive los displásticos, contiguos. Este estado insatisfactorio lo suprime C onrad por un ordenam iento gradual. El sentido de los tipos es distinguido según los principios de crecimiento que les sirven de base y se exige que sólo sea com parado lo com parable. Así se m uestran, para C onrad, tres grupos principales de tipos de estructura corporal. Es com ún a ellos que son tendencias de crecimiento que se m uestran o tienen efecto más o menos en toda la estructura corporal. “H asta en la últim a configuración de la p u n ta de la nariz o del pequeño encorvamiento de los dedos se manifies tan tales tendencias” . C om ún es en ellos además que llevan a manifestacio nes del alm a y del carácter específicas y correspondientes. Todos los prin cipios de crecimiento aparecen en polaridades; entre los polos están las variantes en series. Los tres grupos principales prim eram ente de la estrucr tura corporal so n : aa) Leptosom o (leptom orfo) y pícnico. Tendencias de crecimiento en longitud a expensas de la anchura, o a la anchura a costa de la longitud; y además m etrom orfo, el crecimiento mesurado, que no es aprehendido ni como centro ni como norm a. bb) Hipoplásico e hiperplásico (o asténico y atlético) : tendencias de crecimiento que llevan a la form ación deficiente o excesiva de los tejidos, de los músculos y de los huesos. Hipoplásico (astén ico ): delgado, nariz agu da, arco cigomático hipoplásico, m entón huidizo, además parte inferior y central del rostro corta, espaldas estrechas, manos y pies pequeños, además
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piel delgada y vello reducido. H iperplásico (a tlé tic o ): “Nariz grande y ancha, arco cigomático acentuado, m entón saliente, p arte infer'or y m edia del rostro larga, espaldas anchas, m anos y pies grandes, piel ruda, pelo ex cesivo”. A eso se añade el tipo metropldstico como el crecimiento m esurado dentro de esa polaridad. cc) Form as displásticas de crecim iento de origen endocrino (por ejem plo obesidad y delgadez, crecim iento eunucoide de la talla, constitución acromegaloide, etc.) y deformaciones, tendencias disfórmicas de crecimien to (por ejemplo el status dysraphicus entre otros). La división de los tipos de estructura corporal agrupa, en Conrad co m o en K retschm er, u n a m ultitud de reacciones fisiológicas y psicológicas correspondientes (com o son experim entalm ente comprobables) y descrip ciones del carácter. Por esas divisiones son apartadas o aisladas con el tercer grupo todas las formas de crecimiento de patogenia precisa, que son enfermedades con causa conocida. E n ellas no se tra ta propiam ente de señales de constitu ciones. En segundo lugar es separado lo que hasta aquí corría obscuram en te confundido, es decir la form a leptosoma de crecimiento, que está en polaridad con la pícnica como otra form a vigorosa en sí de crecimiento, de la asténica que, como form a débil queda en polaridad con la atlética. U n hipoplásico como tal no es por eso leptom orfo; pero puede serlo ta m bién. Al leptom orfo hipoplásico se denom inaba hasta ahora en total asté nico; pero contiene una tendencia de crecimiento, la hipoplasia, que no coincide de ningún m odo directam ente con la leptom orfia. Los tres grupos no están contiguos, sino que todo individuo se halla prim ero en la polaridad leptosomo-pícnica, en segundo lugar en la polari dad asténico-atlética, y en tercer térm ino puede sufrir además de un a de las formas m órbidas de crecimiento del últim o grupo. , Conrad caracterizaba por analogía de los grupos entre sí su sentido: en^ cuentra en- la polaridad leptosomo-pícnica u n a proporción de exclusión: los signos típicos en las variantes extremas no se com binan en el caso indivi dual, sino que se suprimen como típicos m utuam ente. E n cambio se pu e den com binar en la polaridad asténico-atlética los signos típicos. Im pulsos de ambas formas de crecim iento pueden encontrarse en el mismo individuo. Además: La polaridad leptosomo-pícnica queda tam bién en sus figuras extremas en el dominio de lo sano, m ientras la polaridad asténico-atlética pasa en ambas partes a lo morboso, es decir en la debilidad patológica y en la acromegalia.
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F inalm ente: La polaridad leptosomo-pícnica distingue la especie .huma na hondam ente hasta en el dom inio de la reacción fisiológica y psicológica. E n la polaridad asténico-atlética “el corte no va aproxim adam ente tavn hon do” . El principio distintivo se m uestra “sim plemente en ciertas constelar ciones de signos, que sólo inesencialmente codeterm inan el conjunto de la constitución. T am poco en el dom inio psíquico la diferenciación llega de masiado hondam ente. N o se habla casi nunca de u n a distinción que abar que la personalidad entera en sus fundam entos” . U na simple claridad dom ina esta división. En ello está ciertam ente la consecuencia, prim ero que sólo los tipos del tercer grupo quedan en pie como manifestaciones realm ente determ inadas, palpablem ente lim itadas y adem ás causalm ente unívocas; segundo, que la “transición” de los extre mos del segundo grupo en form as.patológicas (astenia como enferm edad constitucional y acrom egalia como enferm edad endocrina determ inada) es problem ática yt pone esta polaridad en u n a luz am bigua; tercero, que el prim er grupo se disuelve en u n a relación general de polaridad, indudable, como lo h a desarrollado W eidenreich, y que en ello se pierde la rica con figuración fisiognómica y el verdadero carácter de la constitución (p o r lo cual se dice en C onrad: el leptom orfo no es todavía tipo de constitución, siró sólo u n a tendencia de crecim iento). Sin embargo, con este esbozo, no hemos dado más que el prim er paso y no estamos todavía en los pensamientos básicos de Conrad, desde los cuales sólo h a de recibir sentido, confirm ación o discusión, este esbozo de división. 3. F u n d a m e n t a c i ó n del esbozo por una h i pótesis evo lucion ista. Los tipos de estructura corporal son expresión de tendencias de crecimiento. Estas tendencias de crecimiento son distinguibles. Prim ero, según la profundidad con que determ inan la vida en to tal: Conrad llam a a la polaridad leptom orfo-atlética variantes prim a rias del ser hum ano, a la asténicoatlética variantes secundarias. Esto equi vale a decir que la posición del individuo en la prim era polaridad es de cidida antes en el desarrollo em brionario — por tanto m ás profundam ente— la posición en la ssgunda polaridad es decidida después y no llega ya a. la misma profundidad. En segundo térm ino, las tendencias de crecimiento son distinguidas en su polaridad eventual. Son polarm ente contrapuestas p o r el objetivo de desarrollo en ellas diversam ente oculto. Aquí está el punto decisivo. El anatóm ico holandés Bolk h a explicado ciertos tipos de m alform a ciones fetales de form a anim al p o r u n desarrollo exagerado. Los an i
males serían extremas 'evoluciones caídas en un callejón sin salida. Frente a estas queda el individuo norm al en todo en u n a etapa de form a ción que está más cerca de lo em brional. Por eso no sólo son el em brión hum ano y el em brión de mono m ucho más afines que el hom bre y el mono, sino también que el hom bre adulto está m ucho más cerca del em brión de mono que de u n m ono adulto. Esto lo expresa Bolk con la frase que el hom bre es, p o r decirlo así, un m ono que h a quedado en estado embrional (*). L a idea fundam ental de esta teoría es la adm isión de tendencias de crecimiento, que son caracterizadas p o r su objetivo: o bien especialización o conservación de la soltura plástica; o dicho de otro m odo: o bien avanzar en un extremo o retraerse en u n a am plia ai'monía m esurada. Esta idea fundam ental la utiliza C onrad de m anera original p a ra captar los tipos de estructura corporal y las constituciones. El objetivo de la evolución está entre límites extremos — entre el crecimiento en longitud y en anchura, entre la form ación asténica y la atlética— ya diversam ente plantado en predisposiciones originarias, y eso en las dos fronteras extremas o en las diversas posibilidades m edianas. Pero a diferencia de las malform aciones fetales de Bolk, se tra ta aquí en los tipos de constitución, no de una p a ra lización norm al, y de un impulso anorm al, sino de objetivos normales en una am plitud de variación polar dada. Con la estructura corporal hay que entender tam bién las cualidades de carácter correspondientes a él como las anteriores sujetas a evolución (por ejemplo, así como desde hace m ucho se quiso com prender la variedad fem enina frente a la m asculina como anterior evolutivamente, más cerca del niño) . Así adquiere C onrad la visión de u n a gran unidad psieofísicaj un todo de la estructura del cuerpo y alm a, cuya especie en u na etapa anterior del desarrollo em brional, es decidida genéticam ente a través de muchos saltos. Las tendencias de crecimiento norm alm ente variables las caracteriza. Conrad en sus oposiciones por su “tem peram ento evolutivo” distinto. Este es o bien conservador o propulsivo. C on ese tem peram ento coincide la decisión sobre el objetivo de la evolución dado a la constitución. El pícnico queda en una etapa más próxima^ está em parentado con lo infantil, el 0 ) B o l k : Das Probíem der Menschiuerditng, Jena, 1926. C ríticam ente \ V e se n h 6 fE R : “ Cephalisaíion und Fetalisation” . Z. N eur., 170, 291 (1940). Los hallazgos de B o l k en l a s ; malformaciones son indudables, io mismo que la identidad anatóm ica de las proporciones morfo-; lógicas entre el em brión de los animales y del hom bre en com paración con los animales adultos. Pero la interpretación es algo totalm ente distinto. Es una base estrecha y problem ática aqueíja en que se levanta la teoría. Es decisivo que las deformaciones no son monos o simiescas, sinv-. seres humanos malformados.
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leptosomo en tra en una etapa evolutiva posterior y está más distante del niño. Lo que se m uestra en las proporciones de la estructura corporal, se m uestra en otras cosas, pero de m anera paralela en la variedad psíquica del carácter. El pícnico tiene que ser ciclotímico, porque ambos, la estruc tura corporal pícnica y el tem peram ento ciclotímico, están más emparentaddos con el habitus infantil. “L a estructura corporal pícnica y la estructura ciclotímica del carácter no son m ás que puntos correspondientes en el proceso morfológico del desplazam iento intogenético de la proporción y, en el proceso psicológico, del proceso ontogenético de individuación” . Los dos tipos polares de constitución no son otra cosa que diversos modos de evolución, es decir, conservadores o propulsivos, del cambio de form a, del cambio de función y del cam bio de estructura que se produce en la onto génesis. “E structura corporal y carácter, tienen que corresponderse, porque son resultado de un acontecer evolutivo idéntico” . Todos ¡os tipos de constitución los com prende C onrad en polaridades y éstas como polaridad de lo conservador y de lo propuísivo, especialmente tam bién las m anifestaciones som áticas: así, los tipos endocrinam ente con dicionados de constitución son resultados de la reacción de tejidos reac cionantes a efectos horm onales, frenadores (conservadores) o aceleradores (propulsivos). Así tam bién la disposición p a ra determ inadas afecciones somáticas: los tipos de constitución deben concebirse “como el am biente geíiotípico especialmente favorable o desfavorable del verdadero factor 'patológico” . L a regla básica es: “Afecciones del tipo de diátesis (es decir, reacciones anorm alm ente elevadas) se grab an más frecuentem ente en el polo conservador, las enferm edades de] tipo de sistema (es decir, todos los procesos progresivam ente destructivos) en el polo propuísivo de las series constitucionales” . U n a últim a idea corona esa consideración evolutiva. ¿D ónde están las mayores probabilidades de evolución? se p o d ría p reguntar. ¿E n el tem pe ram ento conservador o propuísivo de desarrollo? En ninguno de ambos, es la respuesta: “L a variante picnom orfa-ciclotím ica de constitución, repre senta como el resultado de u n desarrollo conservador de una “eta p a ju venil” no especializada, que no se desplegó m ás p o r falta de u n tem pera mento de desarrollo correspondiente; la varian te leptomorfo-esquizotímica se demostró, al contrario, como u n a “fo rm a de vejez” altam ente especia lizada, que, sin embargo, llegó, p o r decirlo así, dem asiado tem pranam ente a esa especialización y así — dem asiado p rem atu ram en te— m alogró su ulterior posibilidad de evolución. Sólo las form as m etrom orfosintím icas del centro entre los dos polos, representan aquellas formas, que después
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de los primeros dos grandes pasos de la evolución de la prim era y la segunda alteración de la form a (es decir, en los años infantiles, 6-8 y en la pubertad) llegaron todavía a la etapa de la segunda armonización y son capaces de realizar eventualm ente ulteriores pasos evolutivos” . De la esttructura corporal en especial se dice: “E ntre los dos extremes, alcanza simplemente el m etrom orfo más allá de la segunda alteración de la forma (es decir, del período de la p u b e rta d ), tam bién la segunda armonización y. con ello aquella m esura que se nos presenta en el plan de estructura corporal idealm ente nivelada (el ideal griego de belleza)” . Esta visión evolutiva da una visión biológica de las posibilidades hum anas que llega hasta los límites de toda vida. N o es una visión intuitiva desde la m irada fisiognómica y la clarividencia cara c tero lo g ía como en K retschm er, sino u n a visión especulativa biológica que opera m ental y sistemáticamente, con los hechos típicos ya dados y vistos, forzándolos a un todo. Esa especulación es realizada clara, grandiosa y seductoram ente. En la lectura del libro se quisiera creer constantem ente que fuese verdad. Pero no debemos engañarnos. Prim ero, los hechos típicos que sirven de base a la interpretación no son de ningún m odo tan unívocos y totalm ente coincidentes como sugiere la exposición — a pesar de todas las restricciones críticas; lo plausible, incluso biológicam ente seductor del cuadro, cuando se le considera desde lejos y en conjunto, desaparece en el acceso concreto a los hechos. En segundo lugar, no se tra ta del resultado de una nueva investigación persuasiva, sino de u na interpretación de carácter hipotético por la apelación a las concepciones biológicas m ás m odernas. Esa inter pretación es u n a nueva “esquem atización” (en el sentido kantiano) de la idea de la constitución. Pero contra el esquema, si se quisiera tom ar, por ejemplo, por el conocimiento real, hay que o bjetar lo siguiente: aa) “Evolución” se llam a o bien al grande e indeterm inado espacio de posibilidades ilimitadas, o es, com o evolución determ inada, un todo pleno en una figura tem poral con sus etapas. D onde hablam os de etapas es pre supuesto un tipo preciso de desarrollo. Si distinguimos de ese tipo de desarrollo núevam ente diversas especies, no puede entonces ser explicada la especie eventual particu lar de evolución, como etap a de su propia tota lidad, es decir de toda especie de totalidad. O de otro m odo; no se puede com prender el objetivo de evolución como u n a etapa de desarrollo, ni el todo de la evolución como etapa d e ella misma. U n a detención del des arrollo (que puede ser reconocida como fijación de u n a etapa) es pato» lógica. El tipo de constitución no debe ser ninguna suspensión, sino ue desarrollo completo. El tipo de ese desarrollo pleno es caracterizado poi un objetivo de evolución, qife “corresponde** a una etapa de esa evolución
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pero esto es sólo u n a com paración. El sexo femenino no h a quedado detenido en la evolución ni está m ás próxim o al niño que al hom bre, auri cuando las cualidades puedan “corresponder” morfológicamente y tam bién a través de test al niño, pero entonces, como niño varón estaría él mismo más lejos que la m ujer adulta. Se puede com parar al sexo femenino con el niño, los tipos masculinos con la m ujer, las constituciones con los sexos o con las etapas infantiles, pero en ningún caso habrá que olvidar que en todo caso no es más que u n a com paración, de la com paración no se puede hacer una identidad del ser, ni de la correspondencia u na coincidencia. Las comparaciones no aportan ningún conocimiento casual, sino visiones a través del juego entrelazado de diversas esencias, en nuestrQ caso, ningún conocimiento genético, sino u n a plástica de la visión de tonalidades no palpables de m anera determ inada y definitiva. bb) La distinción de tem peram ento evolutivo conservador y propulsivo es múltiple. H an de ser extremos que tienen entre sí lo mediano, lo mesu rado. Son deslizamientos que tienen que dejar seguir su camino, al todo, colmado, lleno de porvenir, m ientras ellos mismos están encallados Bajo el impulso de Bolk y en conexión con las visiones biológicas tota les (D acqué) se h a llegado a u na aprehensión de la vida que ve en el individuo la esencia única, porque h a conservado las posibilidades de des arrollo de la vida plena, mientras los animales desde el m ar han llegado, p o r decirlo así, a tierra firm e y están term inados en formaciones singulares fijas, no superables y,a, de la vida. El hom bre en cambio, tiene presente en sus elementos mesurados, blandos, plásticos, que lo cohesionan todo, la vida en conjunto en su propia esencia, abarcativam ente. Es siempre todavía el ser vivo m ás originario, por decirlo así el más joven. Esta visión de la vida que recuerda la filosofía rom ántica de la naturaleza — de ningún m odo u n saber, sino u n a visión indeterm inada, en donde se expresa el presentim iento de un enigm a abismal— la traspasa Gonrad a las constitu ciones de la especie hum an a: por decirlo así a fijaciones que se deslizan a derecha y a izquierda— en lo leptosomo y pícnico, en lo asténico y atlético— y en m edio el cam ino de la vida creadora. El m antenim iento de una etap a anterior como algo definitivo no es p ara él la conservación de las posibilidades de desarrollo ulterior, sino renuncia prem atura, la conse cución de u na etap a ulterior no es para él la terminación, sino el enveje cimiento fijador del tipo. Pero lo mediano, lo m etrom orfo y lo metroplástico no es sin em bargo — tal hay que objetar— como mediano tam poco conservación de posibilidades, ni como mediano lo creador. Som ática y psicológicamente no se puede captar desde lo mediano lo m ás completo •y lo más viviente. U n a fuente muy distinta anima tan sólo esa v’sión de
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honrad con tal sentido: la experiencia de los desarrollos psíquicos en la :ontradicción, la creación desde contrastes, la coherencia de las antinom ias, a dialéctica del espíritu. Si oímos sobre la oposición del tem peram ento conservador y propulsivo le evolución, suenan p o r tanto diversas significaciones que se nos aparecen nás o menos en el uso : 1. Si tomo la pauta en un todo indeterm inado de desarrollo en general, jue no conozco, pero que quizás es sentido, de modo obscuro, como Ínfim am ente realizable, así, lo propulsivo es jo preñado de futuro en lo ilimitado. 2. Si tom o la pauta en un determ inado todo de desarrollo que conozco n. sus formas y etapas, lo propulsivo es algo extremo, pero lim itado incluso, Lvanzando en el envejecimiento y la m uerte. H ay un envejecimiento, n a ólo en el individuo, sino en la m archa de las generaciones. 3. Si tomo la pauta en un instante determ inado de desenvolvimiento, >ero este mismo como form a presente es considerado transición de la vida i nuevas totalidades de desarrollo siempre en transform ación, ta'nlto lo >ropulsivo como lo conservador es algo que fija, fíente a lo cual un pronedio no sólo es lo central, sino lo que se proteje ante lo más externo, iempre vida m esurada, que m antiene en sí todas las posibilidades y p o r so sólo entraña, gracias al proceso hereditario de las generaciones, el uturo de un acrecimiento progresivo. L a tercera significación es la predom inante en Gonrad, pero las otras [os parecen sonar siempre de nuevo. L a propulsión del desarrollo (el tem peram ento propulsivo) puede siglificar pues: 1. el camino para una diferenciación ulterior y p ara la confor mación envejecedora, en los leptosomos y en los atléticos; 2. lo mismo en a sucesión de las generaciones (envejecim iento filético) en formas de vida, as superdiferenciadas y especializadas, finalm ente m orir; 3, el m anteni miento de las posibilidades y la nueva form ación creadora en el individuo a pesar del envejecim iento); 4. lo mismo en la sucesión de las formas e la vida a través de las generaciones (sin envejecim iento). E n ello está i oposición polar, la elección de una etapa anterior como objetivo definíivo (pícnico o asténico), el tem peram ento conservador de desarrollo, de ingún modo m antenim iento de las posibilidades de evolución ulterior, sino n contentarse, u n m oderarse, pero sin proceso de envejecimiento y, por anto, constantem ente vivo en la sucesión de las generaciones. Pero las erdaderas probabilidades de vida están, p a ra Conrad, en las tendencias volutivas de la conservación de las posibilidades y de la creación del c en tra loderado.
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El hecho que, con la visión entera es tocada una actitud vital interna inm ediatam ente convincente (la agrupación dialéctica de las oposiciones, la renuncia al descanso en lo lim itado, el atrevim iento para el apoyo en lo infinito), no puede engañar respecto a que tal actitud filosófica de la vida no es aclarada en modo alguno p o r este libro, y ante todo, que las nuevas comprobaciones a adqu irir por la investigación, difícilmente han de triun
Pero Jos tipos de constitución son, sin duda, determ inados por enorm e :antidad de genes. “ ¿Cóm o —pregunta C onrad— es que se reúnen todos :sos genes con tal preferencia en u n único genom a?” “No hay en toda la {enética un ejemplo de tal afinidad, de tan numerosos genes en un só.o ¡enoma” , pero tal es la objeción, el hecho típico de esa afinidad no existe :n modo alguno, sino sólo el de u n a m ultitud de correlaciones no muy uertes por otra parte. El acoplamiento de factores (reunión de los genes en el mismo cromoom a) no puede ser la base de la relación de los muchos signos caracterísicos de un tipo de constitución; puesto que el tipo de constitución está melado en un único cromosoma, es muy im probable, y en el acoplam iento os factores son tam bién “ilim itadam ente separables, lo que, en las consteaciones aquí existentes, no parece ser absolutam ente el caso” (pero la ixperiencia m uestra sin embargo, allí, en todas partes lo contrario, donde :1 coeficiente de correlación es menos de 1). Por tanto, el principio de la tnidad tiene que ser de otro carácter: es un gen que por tem prana difereniación ontogenética determ ina la eficiencia de todos los otros genes. No :s un gen jun to a los otros, sino en el ordenam iento jerárquico de los 'enes, uno que lleva al conjunto de ellos, y eso por la determ inación del em peram ento evolutivo. L a “aceptación de u n solo principio factorial, que irv a de base al desarrollo de los tipos”, conduce a la hipótesis de un gen' leterm inante. El conjunto de los caracteres de u n a constitución típica, lo com para Honrad con un modelo, por ejemplo el colorido de la oruga o el colorido le las alas de la mariposa. fj C om para el fundam ento de la form ación de los :ipos de constitución con los genes hallados por los biólogos para la ten>iencia de la form ación de esos modelos de pigmentos. Pero esto es sólo in a com paración, pues la diferencia de sentido de las distribuciones de Digmento — aun cuando de una distribución m uy diversa— y de las cualiiades del carácter, tam bién de las proporciones de la estructura corporal, ís demasiado radical p a ra poder h ablar aquí de algo que sea lo mismo. La m ultiplicidad de la variedad hum an a no se puede poner ante los ojos ?n series, como los dibujos de las orugas. E n lugar del modelo continua mente variable se tiene una m ultiplicidad ilim itable, que se entrecruza, de :orrelaciones más o menos fuertes de cualidades y de formas. Según los principios iniciales propios de C onrad, existen las especies típicas de cons tituciones hum anas sólo como límites y casos ideales desde determ inados puntos de vista puestos p o r el investigador. L a m ultiplicidad de hecho, vista entonces, no es abarcada de ningún m odo por estos puntos de vista, tampoco por la polaridad del tem peram ento conservador y propulsivo de
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desarrollo, que sin em bargo no es tam poco más que una com paración y u n a interpretación, no un hecho típico. . A l final, el edificio de C onrad como un todo, es insostenible, es un sistema de hipótesis que se apoyan m utuam ente, que no tienen la infra estructura de la experiencia, que llevaría realm ente a nuevas experiencias. Probablem ente el todo se hundirá, sin consecuencias, á pesar de sus rasgos ingeniosos.. g ) Sobre el valor positivo de las teorías constitucionales. 1. Las teorías constitucionales pertenecen a los grandes movimientos en psicopatología, que adquieren validez más allá del dominio profesional, p arecen ser confirm adas por numerosos trabajos, pero son puestas en tela d e juicio por completo tam bién constantem ente y al fin se atascan en contradicciones que no excitan ya interés para comenzar de nuevo un tiempo después; pues son vehículos de un eterno problem a. De ahí la cuestión: ¿d ó n d e está Ja verdad en todo este esfuerzo —a pesar de los firmes resultados no hay u n progreso rectilíneo de investigación— y: ¿dónde com ienza el error? N uestra respuesta la resumimos u na vez más: aa) V erdadera ís la idea de la constitución como el todo de la com plexión aním icocorporal. Falsa es la kipostasis de la idea a un ser objetivó conocido. Por eso, todo conocimiento está en el camino de esa idea, y se convierte entonces en determ inado conocimiento final, no en conocimiento del todo, La perfección de la idea es inaccesible, pero la idea perm anece problem a, tarea. De hecho es pues tam bién, toda totalidad claram ente concebida, no ya la totalidad, sino u n a totalidad, por eso p articu lar y un facto r jun to a otros. El todo, en cambio, retrocede en tanto que atrae y guía nuestro conocimiento.. Si es m encionado el todo eventual de u na consti tución individual, eso no es falso, sino u n concepto que sólo de modo negativo hace ca p ta r como provisorias todas las otras totalidades palpables. Todo lo conocido es siempre sólo un algo individual en relación con el todo, nunca el todo mismo. Por eso todas las teorías de la constitución se vuelven falsas cuando pretenden tener el todo del ser hum ano y creen haber reconocido en aplicación directa-diagnóstica al individuo en p a rtic u la r en sus raíces. bb) E n especial tenemos que distinguir la verdad y el error en las siguientes direcciones: V erdadera es la percepción morfológica y la visión fisiognómicá que encuentra lo psíquico en lo morfológico; falsa es la hipostasis de lo visto a objetividades mensurables, la confusión de lo intuido con lo m ensurable, la aparición del uno por el otro y la dependencia del uno del otro.
V erdaderas son formas individuales hechas visibles, verdaderas son las categorías morfológicas y fisiognómicas p a ra el ensanchamiento de nuestra visión; falsas son las generalizaciones en leyes y en valoraciones bajó las cuales se puedan ubicar los casos individuales como tonalidades. Verdaderos son los casos clásicos presentados puram ente, como orienta»ción de nuestra visión; falsos son los esquemas que quieren clasificar todo lo que acontece, en un sistema de tipos adquiridos. 2. En el camino de la idea se m uestran fenómenos y hechos típicos. Estos son, como enigma concreto, indicaciones al todo que retrocede siem pre y, como nociones finales,, ensancham iento de nuestro conocimiento. T o da la verdad de la eidología está en el cam ino de Jas ideas. ¿ Q u é se mues tra en el cam ino de la idea de la constitución? O btuvim os orientación, se mostraron contemplaciones, la visión es dirigida a las relaciones universales. Así proporcionan los métodos biométricos m ás que números y correla ciones. Por ellos nace u n a claridad en todo$ los dominios en los que se puede com probar en general diversidades biométricas. Y relativam ente a su realización aparecen experiencias intuitivas, que no se habrían adquirido sin ellos, aunque en el resultado num érico, sólo como tal, se pierdan de nuevo. Se adquiere, bajo la idea del todo, el m edio m etódico de la descripción esencial de la estructura del cuerpo y del carácter y todos los fenómenos en los que los individuos son distintos.. Como métodos singulares, es verdad, tienen su lugar, por ejemplo, en la fisiognomía y en la m ímica, en la psico logía de las relaciones comprensibles, etc., pero todos esos métodos p a rti culares adquieren su impulso, su esencialidad y su relación m u tu a por la idea del todo. Son utilizados los caminos en los que están los puntos d e vista para la aprehensión de las diferencias más profundas, m ediante las cuales aprendem os a estimar lo esencial y m ediante las cuales se configura en imágenes la diversidad. Se adquieren tonalidades que en verdad son en seguida nuevam ente elementos sólo particulares. L a constitución determ inada no es ya la cons titucional simplemente, sino un factor parcial de todo somatopsíquico. Se busca lo sistemático en las conexiones universales. L a m irada al todo descubre hasta lo infinito nexos posibles. L a reunión de estructura corpo ral y carácter, biología hereditaria, endocrinología, psicosis, neurosis abre el m ás amplio horizonte y en ello son reconocidas correlaciones parciales, as pectos relativos en el cam ino hacia el todo. Todo tiene con todo un nexo posible.
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3. E n e! cam ino son adquiridos conceptos y visiones que son proble m as , sin dar respuestas. Tales interrogantes abren los espacios de lo posible, sin llevar a determ inado conocimiento. Estaremos abiertos p ara el todo pro piam ente dicho en actualización concreta en u n a experiencia ahondadora, com o si se tuviese a! alcance, de la m ano, Pero escapa a la captación, m ien tras que no se resiste a la penetración y a! avance constantes. L a actitu d básica es: el individuo p articu lar como u n todo, no es reductible bajo especies del ser, fuera de aspectos eventuales y de algunas m anifestaciones singulares de su esencia. Los hom bres no se pueden clasi ficar, sino que todo individuo, lim itado de hecho em píricam ente en la realización p o r su " Ánlage” h ereditaria y su m undo circundante, es ori ginariam ente la posibilidad de todo, § 3. R a z a Advertencia biológica p r e v i a . Por raza, no comprendemos el concepto de vitalidad y vigor, sino el de una variedad biológica especial que se muestra en la morfología y en la fisiognòmica del cuerpo, en la particularidad de sus funciones y en la especie de la vida psíquica. Por raza pues no entendemos la xaza vital (que se tiene presente cuando se habla de “racial” como predicado de valor), sino la raza morfológica o de especie. La raza es ¡a variedad singular del individuo acuñada en largos períodos por 3a crianza ir.míenciona!s de hecho. D a a toda su naturaleza eventual rasgos funda mentales característicos, bien evidentes cuando se ponen contiguas las mayores diferencias: blancos, mogoles, negros. SÍ se distinguen razas de población mezclada ■—y toda población histórica es ■una población mezclada— , sólo puede significar que esas razas han existido algu na vez independientemente, antes de mezclarse. Las diferencias de los tipos, que no se pueden demostrar en ese sentido como razas existentes, son ambiguas. Pueden ser razas de las que se pueden concluir a posteriori sin motivos obligatorios absolutos, que serán variaciones locales que se han formado en la población, sin llegar nunca a ser razas separadas^ o pueden ser tipos constitucionales. La diferencia entre raza y constitución, fácil de definir, no encuentra, en su aplicación práctica de tipos raciales y constitucionales, un límite preciso. Las razas son formas del ser humano surgidas históricamente sobre la base de cada variación y mutación de la especie humana. Las constituciones s« injertan universalmente en todas las razas y tienen carácter ahistóico, ya que esas variaciones vuelven siempre a tener lugar en su modo típico. Advertencias metódicas previas. Metódicamente existe un parentesco entre la visión intuitiva de ios tipos raciales en una población mez clada y la visión de los tipos constitucionales. Pero a diferencia de los tipos constitucionales, cuyos casos puros son un idea! y empíricamente raros, hay razas que en realidad en su masa están enteramente separadas; en relación con esto se puede hacer investigaciones psicológicorraciales. En ello no se compararán, es verdad, razas puras respecto a la clase de las pertur baciones psíquicas que aparecen en ellas, sino poblaciones geográficamente limitadas. En ciertas condiciones pueden ser comparadas dos poblaciones en el mismo espacio,
se han mezclado relativamente poco, como los judíos y la población circundante, o de la mayar parte de los individuos es indudable a dónde pertenecen según ■aza, en tanto que no se quiera llamar en general todavía razas a los grupos de dación en su diferencia (*).
El prim er problem a es: ¿lo que es generalmente hum ano y existe antes toda distinción de razas, pasa por tan to a través de todas las razas? L a ¡ervación enseña que todas las enferm edades orgánicas del cerebro — p o r m plo la parálisis general— son universales, adem ás que la esquizofrenia, epilepsia y la enferm edad m aníacodepresiva se daln en todas partes. S i trata de “Anlagen” hereditarias, propias de la hum anidad entera, o de ínlagen” hereditarias adquiridas por mutaciones, que se presentan d e íal m anera en todas partes, es cosa que no se puede decidir. T am poco se . respondido si hay enferm edades mentales que h an nacido en alguna jt e históricam ente por u n a m utación y que luego se hubieran difundido reditariam ente. El segundo problem a es si en su esencia las mismas formas m órbidas mestran racialmente distintas manifestaciones. La respuesta no ha salido i lo evidente: desarrollo m ás rico de los contenidos en una vida cultural lás rica, dependencia de los contenidos de la tradición espiritual; p o r jemplo los chinos oyen voces de aves y voces de espíritus o son embarajidos por dragones; los europeos, en cambio, sufren influencias eléctricas telepáticas. El tercer problem a es el de la diversa m orbilidad en general y el de las nfermedades en particu lar en las diferentes razas. .La respuesta no puede er más global, por falta de estadísticas suficientes, o ser dada en base i cifras m etódicam ente incompletas. Pueden ser m encionadas investigaciones particulares. E n la comparación, le las poblaciones de territorios geográficam ente separados no se pued e ¡eparar la im portancia del medio físico, de las condiciones sociales y cul tuales, de la im portancia de la predisposición racial. Poseemos una canti dad de descripciones de psicosis y de estados anormales —por lo general breves y poco demostrativas— de toda la superficie terrestre. Se trata a m enudo de curiosidades o de accidentes. Así observó K raepelin en los m a layos de Java que, en la dem encia precoz, las depresiones iniciales e ra n m uy raras, pocas alucinaciones auditivas y pocas ideas delirantes, en cam bio frecuentem ente una dem encia em bolismática (faselige) después de u na (1) T oda la literatura y su estudio crítico se encuentra en S ch o ttk y , Johannes: R u ssf und Geisteskrankheiten, Rassenfragen beim Schwachsinn und den Psychopathien; Beringer:^ Rasse und Metalues; W ü lk er: Rassenmischung u n d K rankheit. Todo eo Ja obra colectiva de S ch o ttk y , J .: Rasse und K rankheit, M unich, 1937i .
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excitación pasajera; en la locura maníacodepresiva, casi sólo m anías, no depresiones. Algunos autores inform an sobre el llamado " A m o k” en las Indias Holandesas, el impulso repentino a asesinar en salvaje furia. Mas seguros son ya los datos sobre las diferencias entre las poblaciones europeas. Así los suavos se inclinarían llam ativam ente a los trastornos constitucionales del hum or; se dice que la población germ ánica se inclina más a la m elancolía que la eslava o la rom ánica. M uy claras son las dife rencias estadísticas de la frecuencia de suicidios, para lo cual hay fuerte tendencia en los daneses y, en Alem ania, en los sajones, m ientras que es menos frtcu en ta entre los eslavos y los latinos. K retschm er ( l ) encontró que en Hesse, en contraste con los suavos, fa lta u casi del todo las enferm e dades m aníacas, lo que corresponde a la débil acuñación de los factores, tem peram entales hipom aníacos en la población sana de Hesse. La com paración de las psicosis de los judíos y las de la población cir cundante parece ser hasta ahora el más adecuado objeto de investigación en lo psiquiátricoracial. Sichel ( 2) encontró en los judíos menos epilepsia y alcoholismo, m ucho más locura maníacodepresiva (entre los internados cuatro veces más frecuente en los judíos que en los no judíos), y m ás histeria y psicopatías acum uladas. Acentúa, además, la frecuencia de los casos “atípicos” en los judíos, que dan lugar falsamente a un diagnóstico desfavorable en u n a psicosis m aníacodepresiva en realidad curable — datos que son confirmados por la m ayor parte de los otros investigadores—, así tam bién por J. Lange (3), que da una descripción fundam ental y penetran te de las afecciones m aníacodepresivas entre los judíos.
(1) K r e t s c h m e r “ Fam iliäre und stammesmässige Züchtunesformen bei den P sychosen” . M ünch, med. W schr., 1933. t (2) S ic h e l: Die Geislesstörungen bei den Juden. Leipzig, 1903. A!eur. Z bt., 27, 351. (3) L a n g e , J o h . : M ü n ch , m ed. Wschr., 68, 1357 <1921).
C
El
a p í t u l o
curs o
de
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t e r c e r o
vi da
(biograf íá )
Toda vida psíquica es un todo como form a tem poral (Z eitgestalt). Captar a un hombre es cosa que exige Ja contemplación de su vida desde el nacimiento a la muerte. Mientras los médicos somáticos como tales sólo tienen que ver con una enfermedad pasajera o crónica, con variedades como sexo y constitución, pero no con la personalidad entera, los psiquia tras, en cambio, se han ocupado siempre de toda la vida pasada de sus enfermos con todos sus nexos de naturaleza personal y social. Toda co rrecta historia clínica conduce a la biografía. La enfermedad psíquica arraiga en el todo de la vida y, para su captación, no se le puede aislar de él. Eso todo se llama el bios del hombre, y su descripción o relato, biografía (se ha vuelto usual en el uso del lenguaje llamar también el bios de los hombres a su biografía m ism a), a) El material de la biografía. A él pertenecen todos los hechos referentes a un hombre que pueden ser conocidos. No hay ningún hallazgo que no pertenezca a la biografía, y ninguno en el que no sea importante su lugar en el tiempo y su carácter de duración a través de una vida. A la imagen de un hombre pertenecen las fechas exactas de sus vivencias, acontecimientos, actos. b) La aprehensión del bios por la biografía. La temporalidad de los hallazgos biográficos no es sólo una sucesión cuantitativamente re gular, más bien los miembros del bios están, como forma temporal, cuali tativamente formados. La forma temporal puede reconocerse primero en ■el curso biológico, segundo en la historia vital interna, tercero en el rendimiento y la obra del individuo. 1. Toda especie de lo viviente, así tam bién el hombre, tiene una duración vital típica correspondiente, con consi derable amplitud de oscilación, pero con un límite extremo, nun ca superable y con edades vitales típicas y crisis pertenecientes a ella. Es la forma temporal de la especie hombre, su transformarse como proceso biológico. 2. Sobre su fundamento se realiza un desenvolvimiento interno de la vida como desarrollo, ligado a sus comienzos, a las primeras vivencias a las experiencias dominantes. D e la posibilidad ilimitada del comienzo,
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toda realización descarta la posibilidad de esa vida. Posibilidades R e chazadas. perdidas y malogradas rodean el estrecho dominio de lo devenido realmente. 3. Para la historia vital interna, son de importancia esencial los rendimientos, los hechos, las obras, en donde el hombre se objetiva por la participación en lo general y en lo valedero. Todos estos desarrollos se producen en devenir tranquilo, en el crecimiento y la madu ración, pero en él se dan las transformaciones críticas, aparece repentina mente lo nuevo, son realizados los grandes pasos como saltos. La biografía, siempre relativa a una vida humana única, ve a ésta en cerrada en relaciones temporales abarcativas, biológicamente en la herencia, psíquicamente en la familia, la comunidad y la sociedad, espkitualm ente una tradición objetiva de lo valedero. Por eso el aspecto biográfico lleva al aspecto ulterior histórico, que ve al hombre en un proceso abarcativo. su desarrollo ontogenético (del individuo especial) en el filogenètico (de la especie), su historia personal en la tradición de la humanidad y en la historia de los pueblos. Se quisiera vsr, por así decirlo, reflejado el uno abarcativo, dentro de lo cual evoluciona el individuo, en lo que participa como devenir, a lo que él mismo lleva por la unidad de su biografía. Pero no tenemos ningún saber de la historia filogenetica de las almas humanas, ningún saber de la prehistoria psíquica, sino sólo un saber más o menos rico de la historia de algunos milenios y del propio pueblo, además cono cimientos sobre algunas relaciones hereditarias. Los grandiosos aspectos genéticos de una imagen histórica difundida en la obscuridad del mundo anterior, y las afirmaciones de un efecto de ese mundo anterior sobre el alma actual son, en lo más general, ciertamente exactos, en toda forma determinada son, sin embargo, fantasías. La biografía tiene que limitarse al individuo y sólo puede mencionar siempre hechos que arrojan una luz sobre la herencia y la tradición en relación inmediata con esa vida individual.
c) Los límites del bios y de la biografía. Buscamos la unidad, el aislamiento y el acabamiento de un bios. Medidas con estas pautas, pocas vidas son aisladas (la mayor parte mueren prematuramente) y ninguna es acabada. Es instructivo cómo estamos frente a un individuo en el moL mento de su muerte. Lo definitivo nos transforma su imagen en totalidad y determinación. En la vida tiene validez todo “hasta cierto punto”, toda vía es posibilidad, una vida todavía en el futuro, de la que puede surgir nueva realidad, nueva acción. Hay, ante el fallecido, un sacudimiento frente a la aprehensión que tenemos de lo viviente. Pero si concebimos lo viviente como si lo tuviésemos aislado ante los ojos, es una inhumanidad que suprime con él el verdadero trato. Se hace, por decirlo así, una raya
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bajo los individuos y se comporta uno como si se les enterrase todavía en vida (algo análogo es oponerse a lo que acontece, como si fuese ya pasado, distanciar lo viviente ya como historia, pasar de la actividad de la participa ción de la vida a la pasividad del espectador). En la plasticidad del hombre en su muerte, nos es sensible un doble aspecto: el de lo incompleto., sobre todo frente a la muerte prematura ( “la vida no vivida se agita y arde” . . . C. F. Meyer) y la imperfección (U n vo llstá n d ig keit): ninguna vida ha realizado todas sus posibilidades. Ningún hombre puede ser todo, sino sólo , llegar a ser poco en su realización; un hombre “completo” puede serlo sólo en el comprender, intuir y amar también todo lo que él mismo no puede ser. Así la unidad y la totalidad de un bios es siempre sólo una idea. Pero lo que hay en una vida, no puede la biografía llevarlo de ningún modo en total al conocimiento. La biografía de hecho es infinita en su facticidad. Entraña todo lo que hemos investigado en hechos típicos sin gulares de lo psíquico, en relaciones comprensibles y causales particulares. Como está fundada en "Anlagen” nunca abarcables, así también determina por los azares de la vida las situaciones en su evolución constante, las ocasiones y acontecimientos externos. En ello ocurre aquella elaboración interna, la apropiación o alteración de las cosas, la edificación o la des trucción del alma y de su mundo, un dejar ir o un proyectar, una acción interior cuya dialéctica penetra la historicidad eventual de esa vida. Si tenemos que aprehender semejante vida en. el todo, no podemos distender bastante los marcos. Pero más allá de lo empírico no penetra ningún co>nocimiento, allí donde nos perdemos en los límites de lo concretamente palpable, en el presentimiento inobjetivo. L. Binswanger (*), dice acerta damente, con referencia a la manera cómo los filósofos, desde Plotino hasta Schopenhauer, habrían visto la vida humana: “chocamos en ellos con la idea de un orden mundial divino, en el que la biografía interna, la función vital y el acontecimiento vital externo más insignificante están de .igual modo predeterminados y dirigidos. A nuestra época desencantada le ha quedado la tarea de investigar racionalmente aquellos dominios par ciales de la vida hum ana.. . pero también investigar tan agudamente sobre su sentido metodológico como para comprender lo que la ciencia quiere en cada uno de esos dominios qué es su sentido aquí”. En otras palabras: úna biografía absoluta haría convertir en imagen la esencia de un hombre en el todo del ser metafísico que le rodea y le i'n&pira. Pero en el conoci miento empírico no tenemos la posibilidad de adquirir una tal biografía absoluta de lo que acontece una vez en su eterna esencialidad básica por (1 )
B in s a v a n g e r,
68. 52 (1928).
L.:
“ Lebcnsfunktíon und innere Lebensgeschichte” .
Mschr. Psycriatr.»
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la aparición de lo real infinito de eso a través de una vida. U na biografía empírica, que imagine saber algo sobre los seres humanos y que hiciese por decirlo así la suma, clasificaría a los individuos en categorías biográficas siempre particulares, que pasan erróneamente por completas. Tenemos que quedar como conocedores en una biografía abierta, que en el todo deja todavía libre lo que es real y esencial, es decir profundidad del ser humano que no se conoce ya psicológicamente, sino filosófica o poéticasmente. Lo más extremo se obtiene en la biografía del relato correspon diente a lo acontecido una vez. Pues lo que no puede ser sabido^ puede ser sensible quizás por el relato. d) Investigación bajo la idea del bios. En el camino de una bio- • grafía absoluta, acabada de lo simplemente acontecido una vez, que no es accesible nunca, nacen para nosotros categorías específicas del conocimiento, las categorías biográficas que nos hacen posible visiones de totalidad relativa en la forma temporal de la vida. Son medios para nuestra biografía mediante los cuales en lo biográfico se vuelve claro algo general. Nos com portamos doblemente, pues en el conocimiento biográfico: describimos lo que es accesible a la secuencia de un conocimiento biográfico general, la biografía se convierte en caiso, y tocamos, hacemos volverse sensi ble y estamos interiormente participando en lo que es ese individuo mismo del que hablamos. Luego es no sólo caso, sino que se vuelve visión inevitable del ser humano en forma histórica, como tal nos es inolvidable e insustituible, tenga significación histórica objetiva o no cuando sólo se ha vuelto visible a nuestra visión amorosa. No hay en verdad ninguna particularidad que no se hubiese vuelto ya general, pero con los medios de esas formas de pensamiento puede aparecer en el relato lo que no es general, sino simplemente eso. Las específicas formas de aprehensión biográfica o categorías son la tarea de este capítulo. Tienen lo característico de ocultar en sí aquella du plicidad, tanto de proporcionar medios de conocimientos generales como también de dirigir la mirada a lo acontecido una vez como tal. § 1. Métodos de la biografía a) Colección de material, ordenamiento, exposición. La colección de material reúne la totalidad de los hechos típicos de una vida, las de claraciones propias, informes, rendimientos, toda especie de objetivación de la vida, sea accesible directa o indirectamente. No hay ¿nada entre todo lo que da información sobre una vida que no pueda llegar a ser material de la biografía. El ordenam iento de ese material tiene lugar en diversas formas, buscando hacerlo accesible rápidamente en todos los pormenores,
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de hacerlo encontrable y de fácil utilización. EJ ordenamiento biográfico específico es, empero, el cronológico. Acontecimientos, informes, cartas, etc. en clasificación temporal con fechas, son el apoyo para todo trabajo bio gráfico. Ese apoyo debe estar dado lo más completo posible en cada ocasión. La exposición es, después de aquellos preparativos técnicos, el verdadero problema: en el cuadro abreviado, conformado^ articulado, debe hacerse visible la vida como un todo. El mero agregado y la recopilación crono lógica del material no da un retrato. El problema es: ¿cómo puede el hombre volverse presente en el todo, en lo más íntimo, por decirlo así cor póreamente? También lo presente vivo es sólo presente en ese momento de su existir, nunca corpóreo como un todo. Ese modo es sólo presentable ante los ojos a través de la condenación de un todo temporal como curso de la vida humana. La recolección de material y la exposición se excluyen. Si se Ies asocia se produce una confusión torturante. En todo individuo importante hay que exponer ambas cosas: la recopilación de materia’, listo para nueva investigación en el mismo objeto, terminado para siempre; la exposición, una configuración eventual, repetible bajo otras ideas, de modo que una serie de exposiciones se fomentan y complementan. U na exposición es malograda si aparece en el mero material, una recopilación de material sufre si es interrumpida por la exposición. Ya el ordenamiento de lo real es interpretación y exposición, cuando no se hace de acuerdo a los puntos de vista técnicos exteriores de su recopilación y de utilización. b) Casuística y biografía. Es un sentido fundamentalmente dis tinto si describo a un enfermo como caso de una condición general o a él mismo en su particularidad. Si tengo en vista lo general, no necesito bio grafías totales, sino los hechos importantes para esto general que describo posiblemente en varios tipos. Si tengo presente al hombre en particular, trato de presentar el todo de ese bios; lo general me sirve de medio de aprehensión y de exposición, no como meta. El amor al “caso” hace que ese caso no quede meramente en caso. El espacio interno de mi visión de las formas vitales toma a estos individuos en sí como históricos e irreem plazables. La casuística es referida a un conocimiento general, la biografía a ese individuo. En la casuística es determinante un punto de vista, que permite elegir lo que es esencial entre las manifestaciones y digno de información. En la biografía es determinante la unidad de un todo coherente de ese individuo que hace seleccionar lo que permite servir a puntos de vista en la contem plación de ese todo.
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La significación de este 'individuo aislado puede ser simultáneamente histórica. Para los psicopatólogos, sin embargo, lo aislado no tiene ninguna importancia histórica y no tiene validez objetiva, cuando ha dirigido su interés hacia un hombre. Tal vez se le vuelva luego representativo eso aislado, en la intuibilidad típicoideal. c) Partida de lo actual. El material biográfico es mayormente adquirido sólo por indagaciones y recopilación de documentos. Sólo tran sí toriamdnjte puede participar el observador en la vida del otro, en pre sente eventual. El médico tiene ante sí a sus enfermos mismos, trata con ellos, les ayuda en su vida en tiempos más o menos largos. El bios se le muestra en la totalidad del devenir presente, si puede percibir. Cuanto más cerca de él está, tanto más completo y esencialmente tiene que aparecerle, tanto mayores probabilidades tiene de percibir algo decisivo. Lo que en el todo de la forma temporal desde el nacimiento hasta la muerte sólo es pre sentado ante los ojos abreviado, en perspectiva, y tiene que ser inferido, es experimentable corpóreamente en el acontecer actual, en tanto que el médico tiene el todo de la vida pasada y de la vida por venir todavía posible. Weizsäcker f1) ha hecho consciente que en la actividad ps.coterapéutica es posible la experiencia del ir juntos total, por el hecho que el médico, como personalidad, se convierte en factor en la marcha de los acontecimientos internos de la personalidad del paciente. El terapeuta, que se ha vuelto cooperador, toma participación en el destino vital del paciente, experimenta sus crisis en la realidad de su decisión. Von Weizsäcker quie re adquirir aquí la “percepción biográfica” como fundamento de nueva visión. Expresa en general la forma tranquila del acontecer biográfico: “Es dada una situación, aparece una tendencia, se eleva una tensión, se agudiza una crisis, tiene lugar una irrupción de la enfermedad, y con ella, después de ella está allí la decisión; es creada una nueva situación y se llega a un sosiego” . Acontecim iento, drama, crisis, decisión, son para él categorías biográficas, en las que es abarcado un “acontecer conjunto”, de lo que no se puede alejar más, llamado “azar”, en donde también pueden jugar un papel esencial enfermedades somáticas, como angina tonsillaris, entre otras, en su lugar temporal. Se muestra “el hallazgo que esas enfermedades están en puntos culminantes de las crisis biográficas o están entre lazadas en las crisis difusas de toda una v i d a .. . qué enfermedad y síntom a adquieren el valor de aspiraciones- psíquicas, de posiciones morales, de fuerzas intelectuales, y que por eso en la biografía surge algo así como un terreno común para la partici pación corporal, psíquica y espiritual de la persona humana?’. El sentido de su percepción biográfica lo determ ina y limita así: “N o corresponde emplear brevemente las formas biográficas de consideración a todo y a toda cosa que aparece en la anamnesis o en el hallazgo. El m étodo biográfico no es ninguna explicación, sino un (1 ) W e iz s ä c k e r , P ú t h n o t m t e s J.eiw íf»
F r e ih .
v .:
Arl:¡iche
Fragen,
2?
ed.,
Leipzig,
1938.
Studien
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m odo de la percepción observadora. Con eso no tenemos, por ejemplo., nuevos factores o substancias como en el caso de las radiaciones o vitaminas previamente desconocidas. Sino lo que se altera son las categorías fundam entales de la expli cación misma. La introducción del sujeto en los m étodos de la investigación es el punto en donde se produce la traslación de los fundamentos” . Cuán confusionista, sin embargo, puede llegar a ser la percepción biográfica, al ver casi arbitrariamente, con material empírico insuficiente, lo muestran, por ejem plo, frases como ésta: “Incluso que en una peste, aquél psíquicam ente conm ocionado sea fácilm ente atacado y arrastrado, mientras otros quedan inmunes, especialm ente en el cólera, es conocido y reconocido. L a m uerte de H egel y de Niebuhr de esa enfermedad, siguió a las impresiones de la revolución parisién de 1831”,
Aun cuando de las exposiciones de von Weizsäcker -r-correspondiendo a su sentido consciente— no se puede obtener ningún “resultado” palpa ble, él ha insistido, sin embargo, dentro de la medicina sobre una significa ción de las historias clínicas, que olvida fácilmente el investigador de la naturaleza. Hay una diferencia radical entre lo que yo percibo en una his toria clínica como caso de un algo general (el camino del conocimiento) y lo que percibo como éste, ante el cual estoy como lo presente ocurrido una vez, ese enigma que no puedo hacer utilizable en la exposición general (camino de la comunidad de destino, de la experiencia existencial y meta física) . Pues esa es la esencia de la notificación, aquí en el límite del cono.cimiento, desde la sorpresa de la experiencia: puedo relatar, pero no obtener un saber generalizable. Por eso dice von Weizsäcker que “las ex citaciones más importantes, no pueden ser captables conceptualmente”, otra vez ciertamente dice que “la determinación conceptual no debe faltar”. Esta, sin embargo, apenas puede resultar cuando entre ella se menta un conocimiento demostrable como saber objetivo. Lo general ( generelle) que es señalable aquí, no es lo general de una visión, sino lo general ( allgemeine) por lo que la filosofía esclarece lo histórico absoluto, o las categorías con qué son alcanzados sólo en el relato, estilo, tipo o forma, pero de manera no anticipante y, cuando resulta, siempre única, sin embargo. Hay, además, una diferencia radical entre la naturalidad del investiga dor, con que yo, sin 7ser dominado por esquemas preconcebidos, me entrego a hechos típicos, me abandono a la intuición y los llevo luego a una más clara perceptibilidad, y por otra parte la participación del médico en el des tino de los otros, en que yo mismo quedo involucrado, y en los que se vuelven melafísicamente unívocos los accidentes, sucesos, presentimientos, posibilidades de interpretabilidad ilimitada por el momento. Lo que veo, no lo veo sólo con los ojos empíricos de la razón. Por eso sólo puedo re latar y hacer sensible en el relato lo que me pareció notorio, pero inverifi1cable, pues no sé nunca si se da o no, ni nunca puedo demostrarlo. Y la
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fuerza del relato mismo arraiga en la excitación del ver su actualidad: yo no lo podría relatar por segunda vez como me fué dado hacerlo una vez. d) La idea de la unidad del bios, Que el individuo particular a través de toda su vida es uno, con el mismo cuerpo, aunque en su materia constantemente cambiante, y que se modifica en la forma y la función, con la conciencia del yp, que se sabe uno y que recuerda lo pasado como perteneciente a sí, de ello no hay que dudar. Pero no se piensa en esas unidades formales, cuando hablamos de la unidad de la vida humana. Es más bien la unidad en la coherencia de todas las vivencias, acontecimientos, acciones, en la esencia que se objetiva a través del conjunto de la manifes tación del bios. Pero esa unidad es problemática. El individuo se dispersa, deja pasar libremente lo que ocurre en él, los acontecimientos externos le invaden como extraños, olvida, se vuelve infiel, se transforma hasta en sus raíces. Pero la biografía p^uede proceder también frente a una mejor unidad no de otro modo que separando lo que quiere representar. Asociar nuevamente lo distinguido en un todo, no lo consigue. Pero lo que es unidad, por la que pugna el individuo viviente, en torno a lo cual gira su biógrafo en imágenes y^pensamientos, esto no es en modo alguno un objeto, sino idea del conocimiento. La idea de la unidad misma se ,divide nue vamente. Que esté activa en el biógrafo, es ineludible; que refle xione él sobre ello no es, sin embargo, necesario (1) . Ella es en todas sus maneras límites del conocimiento y al mismo tiempo su resorte. Mantie ne abiertos nuestros ojos de modo que no nos limitemos a las unidades pre>maturas, como si tuviésemos en ellas ya el todo. e) Las categorías biográficas fundamentales. Si la idea de la unidad del todo no se convierte tampoco en objeto fuera de los esquemas formales, comenzaron con la forma temporal, se muestran en el camino de la idea, sin embai-go, las categorías, entre las que captamos en general lo que es metódicamente representable como biografía, en verdad no “la uni dad” sino unidades relativas. Estas categorías corresponden en dos grupos a las relaciones causales y a las comprensibles. En el primer grupo están las categorías biológicas del curso de la vida en sus diferentes edades, Jas series típicas de curso, en fases y procesos. En el segundo grupo están las categorías históricovitales, tales como “primera vivencia”, “adaptación”, “crisis”, “desarrollo de personalidad”, etc. Significan lo general en las biografías siempre individuales. De lo ge'iKeral se puede hablar, lo especial hay, que mencionarlo concretamente. La biografía no es mero (I )
Filosóficamente, sobre el ‘ uno” m i Philosophie, vol, I I I, p. 116-127.
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empleo de lo general, sino que sale al encuentro de lo particular en el me dio esclarecedor de eso general. Lo que es cognoscible generalmente en las categorías, es objeto de este capítulo sobre biográfica. f) Advertencia sobre la biografía, científico-espiritual. Las bio grafías científico-espirituales se refieren sin excepción a un mundo, a mo vimientos intelectuales y épocas que en un hombre, y con él en la exposición son. traídos a colación, o a rendimientos objetivamente importantes y a obras por los cuáles ese individuo interesa. Por eso se observa que los autores encuentran ,a menudo muy indiferentes las realidades psicológicas, que las pasan por alto, no las conocen o las interpretan de una manera irreal. Pero aquí se trata de biografías en nuestro sentido, cuyo objeto y sentido es el bios de un individuo particular. Se llega a él más a través de exposiciones, que son más materiales con observaciones intermedias, como la forma en sí inconveniente de las “Ufe and tetters”, Pero también éstas son menospreciadas por las ciencias del espíritu. Estas ciencias estiman la biografía sólo como lugar del espíritu objetivo, sus creaciones, y despre cian lo llamado privado. D e ahí la asombrosa falta de auténticas y realistas biografías. En cambio, las ciencias del espíritu son de la mayor importancia para el interés biográfico por el material que aportan. Sólo sobre personalida des históricas existe una documentación que conserva su vida. Nunca ad quirimos una amplitud de la concepción en los enfermos, delincuentes, indi viduos del término medio que se encuentran, como es posible, frente a algu nas figuras históricas. Aparte enteramente de la profundidad de los conteni dos es, por ejemplo, Goethe, por la abundancia de los documentos (obras cartas, diarios, conversaciones, informes) y por medios auxiliares cómodos por los cuales la filosofía goethiana ha hecho visible y disponible todo, un objeto insustituible para la visión biográfica, realizable en un caso ejemplar g) Rendimientos biográficos en la psicopatología. El material más rico para una biografía está en verdad en personalidades que son al mismo tiempo históricamente importantes. Pero el esmero de las modernas historias clínicas, el esfuerzo de anamnesis y catamnesis han hecho posible biografías de enfermos y han realizado también, aisladamente, algunas que son de considerable vigor intuitivo; La tarea es vieja. Ya Ideler escribió: Biógraphien Geisteskranken. Biografías son aquellas historias clínicas que no quieren mostrar un fenómeno, no al individuo meramente como un caso de una enfermedad, sino una vida (en este sentido llama Bürger-Prinz su patografía de Langbehn con razón biografía). El ideal para los psicopatólogos son figuras de vida representativas, intuitivas, claras, que son lo
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mismo "caso” que individuos, que interesan por tanto lo mismo como visión de una forma mórbida que como seres humanos. El polo nosológico y el biográfico están asociados en' unidad. Si se echa un vistazo a la sucesión de biografías psiquiátricas y de historias clínicas, se ve el cambio de los intereses que tuvo cada período, y la forma de ilustración desde la que se vió y expuso. Así sedujeron las figuras sensacionales, especialmente las criminales — o hubo las historias clínicas que se referían sólo a lo general mentado en cada caso y por tanto se volvieron cada vez más deficientes— , luego trajo la escuela de Kraepelin las descripciones del curso (bajo la dirección de la idea de la unidad nosológica; en ello surgió a veces una amorosa absorción en el caso singular; el procedimiento fué un método de investigación nosológica, y se convirtió involuntariamente en biografía) — se exploró en las pato grafías las manifestaciones de grandes hombres y se adquirió un ensan chamiento de la visión psicopatológica por la riqueza de la diferenciabilidad, posible solamente en tales casos (1). El interés biográfico ha tenido hasta ahora en psiquiatría sólo un pe queño desarrollo y ninguna cognición estimulante. Hay pocas historias clínicas biográficas. Incluso las historias clínicas psicoterapéuticas, que tu vieron que ser especialmente vinculadas a la idea de la biografía, son ente ramente insuficientes. Aparte de las dificultades de la publicación, cuando el enfermo vive aún, lo hecho hasta ahora es insatisfactorio: a menudo infinitamente extenso, sin plástica, limitado a un preconcepto teórico, a veces informes anecdóticos, a veces breves informes sensacionales, o infor mes, por decirlo así, de rendimientos maravillosos de la terapia en aciertos felices. Pero la biográfica tiene que mostrar un cuadro de vida positivamente desde la visión total bajo todos los puntos de vista posibles, que como particular sea al mismo tiempo representativo y que por la visión concreta oriente en la realidad lograda de la visión psicopatológica. Si hubiésemos tenido una colección de tales cuadros biográficos cuidadosa mente formados, habría podido ser esa la mejor introducción al conoci miento psicopatológico. Tan sólo en la exposición biográfica de -casos rica{1) Un ejemplo sobresaliente de visión biográfica: G a u p p , R o b e r t : Z u r Psychologie. W agner von D egerloch, Berlin, 1914. Al respecto, ineludibles las continuaciones: “ Der Fall Wagner. Eine Katamnese” . Z. N e u r ., 60, 312 (1920). La poesía dramática de un paranoico sobre el delirio. Z . N e u r ., 69, 182 (1921). En Ja h rb u ch der C harakterologie (editado por U titi), año 2 y 3: “Vom dichterischen Schaffen eines Geistes kranken”, 1926. “ Krankheit und . Tod des paranoischen Massenmörders Wagner. Eine Epikrise” . Z . N e u r ., 163, 48 (1933). Un ejemplo para el ensayo de análisis que estructura un gran material es mi expos icián de ]a vida de Nietzsche en mi N ie lz sc k c , p. 22-100, Berlín 1936. Sobre biografías de delincuentes, ver más adelante, lo mismo que sobre patografías. WiLLMAfíNS, K .: Z u r P sychopathologie des L a n d stre ich e rs, Leipzig, 1906. M a ssen m o rd s: H a u p tle h re r
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mente desarrollados, se vuelve evidente lo que en conceptos generales tiene todavía un rasgo de arbitrario y de vacío en algún modo; lo que queda ocul to en el momento del contacto humano temporalmente limitado; lo que no se desenvuelve en casos del término medio, h) El arte de la descripción de historias clínicas. Las historias clínicas dadas en las publicaciones científicas sirven sin excepción como demostración de tesis generales. Es asombroso lo poco que preocupa cons cientemente el modo de su redacción. Investigadores distinguidos son a menudo negligentes en sus historias clínicas. Algunas indicaciones no serán quizás inútiles: , Importa que surja para el lector en todo m omento un cuadro que se construya paso a paso, frase por frase, párrafo por párrafo. D e ahí las. exigencias: Conformar en todo instante por la exposición algo, pero agotar luego siempre la materia a exponer, no hacer repeticiones de lo mismo con otras palabras, sino resumir en una sola las repeticiones dadas en el material, dar en lo posible pocas enumeraciones externas (más- bien distinguir lo que realizan las colecciones de material de toda especie y lo que realiza la exposición; es m ala táctica imprimir simplemente los diarios de los enfermos a causa de su pseudoobjetividad). La forma escueta aumenta la impresión del cuadro. La cronología y los materiales psicográficos se pueden agregar eventuaímente en forma de gráficos estadísticos. Pero la exposición com o tal tiene que crear el cuadro que el lector lleva luego en sí imperdurablemente. Según de qué se trata, la exposición es distinta. D ilación fenom enológica, un desarrollar comprensivo, dramatismo de los acontecimientos, desarrollo del círculo -de -hechos, del que se destaca un salto del curso de la vida, exposición de- hallazgos somáticos, etc., todo esto es m odificado según el m aterial existente en toda biografía y según los puntos de vista. La estructura de una historia clínica no puede ser trazada según esquemas preconcebidos, sino que tiene que resultar del material. El concepto es sólo el camino a la aprehensión articulada. Ésta supone la entrega contemplante a la facticidad entera de ese individuo. El arte de mirar, el imponerse el cuadro con insistencia producen el ordenamiento que resulta naturalm ente y ía dicha de la formulación acertada. D e la proximidad a la realidad debe hablar la exposición por la visión y admitir el concepto sólo como estructura de la visión. Como herramienta de la elección y como cognición de la exposición juega un papel. Sólo desde el todo y desde la plena presencia de todos los hechos típicos puede ser expuesto claramente también el individuo. Por eso el trabajo pasa las etapas por la colección del material sobre los ordenamientos técnicos (cronológicos, psico gráficos), a la exposición realizada. La realización del primer esbozo aumenta la sensibilidad para el lenguaje del material y al fin necesita por tanto un examen probatorio y otra configuración con referencia a lo olvidado, lo superado, ío dema siado poco acentuado, lo no suficientem ente justificado de modo empírico.
§ 2. El bios como acontecer biológico La constante transformación del organismo en el todo se muestra como a consecuencia de la edad y tiene manifestación en las series de cursos típi cos de ataques, fases, procesos.. En el ser humano el acontecer biológico,
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en tanto que se expresa psíquicamente, es también elaborado siempre psíqui camente, es condición alteradora del acontecer psíquico, aparece en lo no biológico, en el espíritu, es por éste y, así estimulado o inhibido en sus efectos. Lo puramente biológico, cuando exploramos el alma del hombre, está sólo en los límites, se puede captar únicamente a través de otros fenó menos. Si discutimos por tanto el acontecer biológico, tendremos que echar un vistazo siempre a lo no biológico, lo mismo que en la discusión de la historia de la vida necesitamos la mirada retrospectiva a lo biológico, sin lo cual no puede existir ni por un momento ninguna realidad del alma. Lo biológico, lo psíquico y lo espiritual son en la realidad indisolubles para separar los métodos de la investigación y ponerlos en relación, y radical1mente distintos en su sentido. a) Edad. La profunda diferencia entre el acontecer viviente y el meramente mecánico muestra el hecho de la alteración endógena del orga nismo en la tendencia creciente del crecimiento, la madurez, la fase que evo luciona siempre todavía lentamente de la madurez y en la tendencia final mente decreciente de la involución. Las edades que se suceden son distintas por las cualidades morfológicas y funcionales del cuerpo lo mismo que por la especie de la vida psíquica. Todas las enfermedades adquieren, en con secuencia, a través de la edad en que aparecen, su propio colorido; alguvñas enfermedades están limitadas en general a ciertas edades. 1. L a s f a s e s b i o l ó g i c á s d e La e d a d . Toda especie vi viente tiene duración típica correspondiente. Las tortugas gigantes pueden llegar a los 300 años, los elefantes a los 200. El hombre raramente puede llegar a los 100, quizás en casos extremos a los 108, nunca a los 110 años (Pütter). La mayor parte de los animales tiene una existencia de menor duración, así los caballos hasta 40 años. La vida es inmortal sólo por la reproducción. Todos los individuos vivos tienen que terminar, los unicelu lares j>or la división, los pluricelulares por la muerte. La muerte es la consecuencia de la diferenciación unicelular de las células con el fin de la división del trabajo; pues por la diferenciación pierden las células su capa cidad de división, especialmente las células nerviosas la pierden completa mente. Todas las células incapaces de división sucumben después de un determinado tiempo. Haiy en el organismo por decirlo así un reloj interior del acontecer biológico natural, que motiva, por ejemplo, la formación de hormonas, que hace desarrollar en la pubertad las glándulas germinales o liga a la duración del tiempo el uso de las células no divisibles, El proceso de las transformaciones de las constituciones que se suceden como edades no es irreversible. En las crisis, especialmente, de la pubertad, tiene lugar
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por decirlo así un traslado de las cualidades del hombre. Lo persistente en la alteración de Jas formas no se puede determinar simplemente, porque eso persistente muere a su vez en sus modificaciones. Se ha dividido Ja totalidad de la vida humana en capítulos, cada uno de los cuales abarca 7 años (Hipócrates) ó 10, ó 18 (J. E. Erdmann) u otros grupos. Todas las divisiones distinguen en el fondo tres capítulos prinicipales, que pueden ser aumentados por las transiciones entre ellos y por su propia subdivisión: crecimiento, madurez, involución.. En que grado son posibles, en las cifras de los años, oscilaciones, Jo muestran los datos del comienzo de la menstruación entre 10 y 21 años (termino medio 14), de la menopausia entre 36 y 56 años (término medio 4 6 ). Correspondiendo a los capítulos se han descripto a menudo las carac terísticas psíquicas de las diversas edades (*). Infancia (2). La vida psíquica del niño es caracterizada por el rápido crecimiento, la aparición de capacidades siempre nuevas y sentimientos vita les, Ja gran fatigabilidad con capacidad para el rápido allanamiento de todas las perturbaciones, la gran capacidad para aprender, la gran sugestibilidad, la extraordinaria fantasía y el menor cultivo de todas las inhibiciones psí quicas, en consecuencia todo acontecer psíquico es desmesurado, los efectos son violentos, los instintos indominables. La mayoría de los niños y. de los jóvenes tienen capacidades eidéticas que se pierden en absoluto con el en vejecimiento (3). Pero lo esencial en la infancia es la rápida alteración con el desarrol'o. Este desarrollo no es un acontecer regular, monótono, sino un todo que se organiza, que se cohesiona sin embargo en la articulación, avanza en la extensión y la concentración. En lo corporal son distintos los períodos del relleno y del alargamiento, una alteración típica de la forma en que, en los 6-7 y luego en los 12-15 años es observada. El todo es ya en él niño no sólo un acontecer orgánico de crecimiento biológico, sino en eso un acon tecer psíquico-espiritual de elaboración y de transformación del bien even tualmente adquirido, la relación a sí mismo, que disciplina. La diferencia del lograr a fuerza de trabajo y, del obsequio repentino de nuevo conoci miento, dé la actividad mental y de la posibilidad biológica no deja en realidad separar lo uno de lo otro. (1) Por cjemplo E rdmann, J. cuarta « i m , p. 67-78. (2 )
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Pubertad. (*). En la fase de la maduración sexual, en la que eí des arrollo de la sexualidad es un factor entre otros, es perturbado el equilibrio que se ha logrado al final de la infancia. El desarrollo irregular de las funciones y de las tendencias de la vivencia, la desarmonía de lo nuevo, *a oscilación entre los extremos en la inclinación a lo desmesurado llevan al hecho que el hombre no se comprende a sí mismo, el mundo se le vuelve problemático y es consciente de ambas cosas. Se distinguen esquemática mente varias fases, así Ch. Bühler, la fase negativa (desasosiego, disgusto, excitabilidad, los movimientos se vuelven torpes, sin gracia, rechazo del ambiente circundante) y fase de la adolescencia, (afirmación de la vida, placer de vivir y esperanzas para el futuro, nuevo nudo del lazo con el ambiente, punto culminante del sentimiento de dicha — transición a la edad adulta). Tumlirz distingue tres fases: la edad de la obstinación (negativo para to d o ); los años de madurez (afirmación de sí mismo), los años del joven y de la. doncella (afirmación del mundo circundante). Muchas ma nifestaciones de la pubertad (como transitorias) son"descriptas: así el pala deo en estados de ánimo, la mentira como protección de la personalidad (2) y otros.. Vejez ( s) . Somáticamente se observa: pobreza en agua, aumento de las substancias de depósito, aumento de la presión arterial, reducción de la fuerza muscular, reducción de la capacidad vital de los pulmones, reduc ción de la velocidad de cicatrización en las heridas, reducción del tiempo fisiológico interno: en el mismo espacio de tiempo ocurre en el niño más que en el anciano. Los rastros de la vida vivida se vuelven cada vez más numerosos. El cambio de la materia se lentífica. Pues “cuanto más rápido el devenir y el terminarse de las partes, tanto más joven el todo”. La vida psíquica de la vejez es, en oposición a la del niño, tranquila, las capacidades decrecen y son suplantadas por. la gran consistencia en asientos firmes. Las inhibiciones, los reglamentos de la vida, el autodominio, dan a la existencia psíquica un algo de amortiguado, inconmovible. Junto a eso se hace.sentir a menudo una restricción del horizonte, una pérdida del caudal psíquico, una limitación de los intereses, un aislamiento egocéntrico, una reducción de las necesidades instintivas de la vida cotidiana, un aumen*to de lo oculto bajo el impulso de la vida juvenil, ciAnlagen” individuales originarias, por ejemplo a la desconfianza, la codicia, el egoísmo. ( l ) B ííhleer C harlotte : D as Seeíe.nleben d er J u g e n d lich e n , 5? ed.3 1929, S p Ranqer, E .: Psychologie des JugendalU rs, 12’ ed., 1929. H opfm Wv' n , W .: D in R e ife ze it, 2* ed., 1926, T umlirz , D .: D ie R e ife ja h re , 1927. (2) B a u m g a r te n , F r a n z i& k a : “ Die Lüge b ei K in d e rn und Jugendlichen” . Z . angw. P s y c h o l Beih. 15, 1917, Í3 ) B i o l ó g i c a m e n t e : BüRGEJt, M e n s c h e n ” . Z. ,Vcur., ¡67.
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E dad y capacidad de rendim iento. Se han comparado entre sí, según los puntos de vista de la psicología del rendimiento, las capacidades de las diversas edades, y se ha concretado la afirmación general de su disminución funcional, conceptuada en parte como alteración. Se ha comprobado (*) que la capacidad para el cambio rápido de posición (U m stellung) decrece y£ desde los 28 años, la memoria retrocede desde los 30 años; la agudeza de los sentidos y la agilidad corporal sufren desde los 38 a los 40 años. En pruebas de rendimientos, que se aplican a experiencias en el oficio y en la vida (lecturas de itinerarios, informaciones, despacho de comisiones) tiene lugar desde los 50 años un empeoramiento sólo muy lento. Resulta una diferencia entre el período biológico de culminación y la altura del rendimiento, cuanto más desempeña un papel la cooperación intelectual. Ambas coinciden) en el deporte solamente, en los obreros manuales hay una altura de rendimiento 10 años más tardía que la altura biológica, en los trabajadores intelectuales de 20 años. 2. R e l a c i ó n b i o l ó g i c a e n t r e l a e d a d y l a e n f e r m e d a d p s í q u i c a (2). Toda enfermedad tiene su modificación a través de la edad. Algunas enfermedades están ligadas a la edad, por ejem plo los paranoicos no son nunca adolescentes. Las parálisis generales son po sibles en toda edad. Esquizofrenias en la infancia son tanto más raras cuanto menor es la edad. Las esquizofrenias que conducen a las devasta ciones más graves pertenecen predominantemente a los primeros decenios de la vida. La edad da a todo estado patológico un sello. Se establecen las relaciones entre la edad y la psicosis estadísticamente en los internados en establecimientos, distribuyendo numéricamente todos los casos, así como los' casos de los grupos diagnósticos singulares en las diversas edades y comparándolos con la masa de la población total. La mayor parte de las enfermedades comienzan entre los 20 y los 50 años, después de los 55 años el porcesntaje de los que se enferman por primera vez es cada vez menor en relación con la población total (K raepelin). Ciertos grupos nosológicos se acumulan en ciertos decénios de la_ vida. Por qué es así, es raro estable cerlo unívocamente. En parte no juegan un papel causas biológicas sino condiciones de vida y modo de vida, a las que el individuo se somete, por razones sociológicas, en las diversas edades. (1) Bühler, C h a r l o t t e : D er m en sch lich e L e b e n sla u f als zig, 1933. Sobre rendimientos intelectuales er. edad avanzada:
psychologisches P ro b lem , Leip ann: S p ä tw e rk e grösser
B r in k m
M eister.
(2) B o s t r o e m : “ Die verschiedenen Lebensabschnitte in . ihrer Auswirkung a u f das psychiatrische K rankheilsbild” . A r c h . Psychia.tr. {D .), 107 (1939). P ette, H .: “ Parallel referat zu Bostroem in bezug .suf das neurologische Krankheitsbild*’. N e r v e n a rz t, 11 , 339 (1938).
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Así entran en consideración condiciones externas, las conmociones psíquicas que entraña para el individuo joven el abandono de la casa paterna, la obsesión por la independencia y la lucha por la existencia con fuerzas insuficientes en años jóve nes. Adem ás juegan un papel especial la tensión elevada de todas las energías, las preocupaciones y excitaciones que lleva consigo la lucha por la existencia entre los años 20-30 y 30-40, hasta que se ha logrado una existencia asegurada. Esos años de la mayor energía vital tienen también en su séquito la mayor cifra de las infecciones luéticas y del alcoholismo. Conflictos en. el matrimonio y en la vida amorosa son una fuente de conm ociones del ánimo y finalm ente también de manifes-' taciones mórbidas. A fines del decenio de los 30 a los 40 y en los 40-50 años no se puede restar toda significación a la decepción de la vida y de los éxitos que ataca a la mayoría de los individuos. En especial para las mujeres que no se han casado felizm ente, puede la edad ser una fuente cooperante de decepción y de anomalías nerviosas múltiples. Por otra parte, a muchos hombres restringen el so siego de la edad y la existencia segura, los factores psíquicos de la s ' enfermedades.
Toda enfermedad sufre su modificación a través de la edad. Infancia (x) Sólo pueden concebirse algunas perturbaciones nerviosas como un aumento de las características psíquicas normales de la edad. Así se inclina el niño a las “mentiras patológicas” que deben su origen a su fantasía desenfrenada, así se inclina a mecanismos histéricos que correspon den a su esencia y son por lo tanto de pronóstico favorable con relación a la vida ulterior. Tal vez la personalidad infantil es alterable también de raíz por enfermedades corporales, en contraste con los adultos, que experi mentan tal evolución sólo por auténticas psicosis procesales (2) . En los niños pueden aparecer ya en infecciones ligeras alteraciones psíquicas gra ves, delirios y (D elicien) conculsiones, pero suelen de igual manera des aparecer rápidamente y curar por completo. Pubertad y menopausia. D e importancia patógena son las épocas de la vida sexual, la pubertad y la menopausia, que ya normalmente van acom pañadas de sacudimientos notables del equilibrio corporal y psíquico. La inmensa mayoría de las psicosis endógenas no aparece antes de la pubertad. Durante la pubertad (3) se observan desasosiegos pasajeros oscuros, altera ciones psíquicas llamativas con pronóstico favorable, perturbaciones pasa jeras del tipo" de ataques, también epileptiformes (4) , pero también la apa rición de los procesos que entrañan una alteración psíquica duradera de la personalidad con los rasgos de la “edad del pavo” (majadería, tera(1 } V er S c h o l z : Die Charakter fehler des K indes, Leipzig, 1 8 9 5 . B r u n s : Die Hysterie im Kindesalter, Halle, 1 9 0 6 . P i c k : Über einige bedeutsame Psychoneurosen des Ktndesalters, H alle, 1 9 0 4 . E m m t N c h a u s : Die psychischen Storungen des Kindesalters, 1 9 1 0 . H o m b u r g Er , A .: Vorlesungen über Psychopathologie des Kindesalters, Berlin, 1 9 2 6 .
(2) Esto tra ta de m ostrarlo K irschbaum en el cambio de personalidad en los niños después de la encefalitis letárgica. Z. N eur., 73, 599. (3 ) P a p p e n h e im y G ro sz: Neurosen und Psychosen der Pubertätsalters, B e r l i n , 1 9 1 4 . (4 ) Sobre la epilepsia de la pu b ertad : B e n N : Allg. Z . Psychiatr., 68, 3 3 0 .
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dencia a hacer tonterías, preocupación sentimental por problemas del mun d o). Esos procesos que algunas veces transcurren sin manifestaciones psicóticas agudas que hagan necesaria una internación en establecimientos,han sido aprehendidos como una paralización del desarrollo en la etapa de los años de la pubertad. Sin embargó ya Hecker ha reconocido esas manifestaciones como síntomas de un proceso “hebefrénico” progresivo (1) . La menopausia, la ausencia de la menstruación y la involución de los órganos genitales en el sexo femenino coincide con malestares corporales y neirviosos y una alteración de la vida psíquica que en algunas personas .-.e manifiestan más fuertemente. Enumeremos los fenómenos principales: Palpitaciones cardíacas, opresión en el pecho, “liamaradas” en la cabeza, sofo caciones, moscas volantes, mareos, secreción sudorípara anormal, temblor, innumera bles sensaciones desagradables; estados de desasosiego y gran irritabilidad, senti mientos de angustia, sentimientos de pesadez y entorpecim iento; insomnio, instinto sexual acrecido y todas las perturbaciones psíquicas ligadas a ello {la “edad peli grosa” ) ; estados de ánim o alterados, propensión a las depresiones, etc.
Que el climaterio está en alguna conexión con las psicosis, apenas se puede dudar, pero la especie de la relación es obscura. Como psicosis cli matéricas son descriptas ciertas melancolías que aparecen en el quinto de cenio de la vida (2). Malestares nerviosos, que aparecen pasajeramente en la misma fase de la vida en hombres, fueron interpretados sin razón como malestares climatéricos. Estos no se dan en el hombre. O bien se trata de manifestaciones de la edad o de perturbaciones neuróticas de aquellos que no quieren envejecer (que además se rebelan contra la disminución de la potencia sexual.) Senectud ( 3) . El aumento de las características desfavorables de la senectud conduce, aparentemente, en transiciones — sin embargo tiene que estar en alguna parte un salto a la enfermedad verdadera como “proce so”— desde las gentes viejas tiránicas y gruñonas hasta los estados defectuales graves y las destrucciones de la demencia senil, La relación con las alteraciones corporales de la fase correspondiente de la vida es clara. Como todos ios órganos padecen .alteraciones regresi vas, así también el cerebro: atrofia de las células, recargo con pigmento, calcio, grasa, focos necróticos se encuentran en numerosos cerebros de (1)
HeckHr: D ie H e b ep h ren ie . Virchows Archiv, 52.
(2) M a tu s c h : Alíg. Z . Psychiatr., 46, 349. A lb b e c h t: “ Die funktionellen Psychosen des Rückblindungsalters” . Z . N eu r., 22, 306 (Í9 I0 ). ( 3 ) S p je l m e y e r : Die Psychosen des Rv.ckblindu.ngs- tind Gcisenallers, V iena, 1912. Resu m en crítico sobre las psicosis de la edad d e la transform ación y de la involución de K e h r e k : Z b l. N eur., 25, 1 ( 1 9 2 1 ).
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ancianos. Sin. embargo, la reducción entre la decadencia psíquica en la edad y la extensión de esas alteraciones morfológicas del cerebro, no es unívoca. El grado de ambas no se correlaciona siempre. Se comporta aquí idénticamente como con la relación de los signos corporales degenerativos y la predisposición psicopática. Con la acumulación de los signos de dege neración aumenta ia probabilidad de las anormalidades psíquicas, pero no se puede inferir nunca seguramente de ellos. Con el grado de las alte raciones del cerebro aumenta también la probabilidad de la decadencia psíquica simultánea, sin embargo se encuentran también cerebros senil mente alterados en ancianos psíquicamente apenas descendidos. D e la alteración senil de la substancia cerebral hay que separar la alteración específicamente artenoesclerótica de los vasos. Esta tiene, psí quicamente, las consecuencias ordinarias de las enfermedades orgánicas del cereb ro, cuando ha llegado a destrucciones secundarias extensas de substancia. Tanto la decadencia senil como la calcificación de las arterias típicas de la vejez pueden darse prematuramente (1). En lugar de una lenta evolu ción pueden adquirir enteramente el carácter de un grave proceso patoló gico, que conduce a cuadros semejantes al de la parálisis general. Sobre las causas de esa senilidad anormal no sabemos nada. De? las enfermedades de la senectud hay que distinguir las enfermeda des en la senectud. Las psicosis atribuíbles realmente a procesos de la edad son cada vez más limitadas (2) . Tal vez 1a demencia senil es la única en fermedad de la vejez, esta se basa ante todo en la herencia, las demás enfermedades psíquicas de la vejez son en “proporciones dominantes pade cimientos heredados de matiz especial”. Entre los síntomas predominan la angustia, la depresión, los estados hipocondriacos, el desasosiego, mientras las catatonías, las excitaciones furiosas, las manifestaciones obsesivas apenas se producen. En la parálisis general es descripta la abreviación de la in cubación, la abreviación de la duración hasta l a , muerte, el aumen to de los estados de angustia, la uniformidad de los cuadros hipocondriacos En la locura circular aumenta la frecuencia de las melancolías, se reduce la de las manías. b ) . Series típicas de cursos. En la curva de las edades que se suceden, se muestran oscilaciones temporalmente pasajeras del estado con (1) M e « sr, M ax : “ Z u r nosologischen Stellung des vorzeitigen Alterna (Frühverbrauch.) Neruenarzi, 3, 339. (2) K x h k e r. F .: “ D ie kiankhaften , psychischea R ückbíldunssjaiire” . Z . N eur., 167, 35 (1 9 3 9 ).
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junto (ataque, fase, período) y procesos irruptivos, que lo transforman todo, que no se pueden retrotraer, A. A t a q u e , f a s e , p e r í o d o . La vida es interrumpida por fases de vida psíquica alterada. Cuando tales fases son llamativas, suelen ser objeto de la investigación psicopatológica. Si son breves (minutos hasta horas), hablamos de ataques, si vuelven con intervalos regulares de la mis m a forma, hablamos de períodos. Ataque, fase y período son^ según el concepto, endógenos, su causa es mayormente desconocida. Se habla de ataques, también de fases, cuando son “desencadenados”, es decir, cuando ocasionalmente aparece una causa externa, pero que tanto para nuestra comprensión como para nuestra consideración causal es del todo insuficiente (por ejem plo la fatiga). Pero desde aquí hay transiciones hasta la reacción legítim a, así por ejemplo transiciones desde lo puram ente endógeno, la depresión que aparece com o fase, sobre depresiones desencadenadas, hasta las reactivas después de vivencias graves.
Definimos: fases son alteraciones endógenas de la vida psíquica o que aparecen por motivación ocasional de especie inadecuada, que duran desde semanas a meses, hasta años, pero que luego vuelven a desaparecer, de manera que el estado anterior es restablecido. A taques son aquellas fases de muy breve duración. Periódicas son entonces las fases cuando se da en su origen endógeno un intervalo temporal regular entre las fases singu lares, y una gran similitud de ellas entre sí (a) .
Se observa a menudo que un individuo tiene numerosos ataques y fases pero que son muy distintos entre sí. Si se tiene motivo para admitir que se trata siempre en ello del mismo proceso, condicionado sea en la “Anlage” sea en un proceso patológico, que no es modificado por circunstancias eventualmente distintas, agregadas en su modo de aparición, hablamos en tonces de equivalentes. Este concepto creado por Samt ( 2) para los ata ques y las fases de la. epilepsia ha sido traspasado también a otras especies de fases y de ataques, así por ejemplo a las alteraciones del ánimo y a las enfermedades afectivas. Como equivalentes entran también en con sideración (especialmente en la epilepsia), los ataques puramente corpo rales (petit mal, estados de jaqueca, etc.), de los que supone que sub tituyen, por decirlo así el ataque convulsivo. La forma de comienzo y de declinación de las fases es variable. A veces se desarrollan lentamente, a veces comienza de repente, en una noche, una psicosis aguda gravísima (especialmente del carácter de la (1) (2) m ente 6 .
M uodan: Periodizitat Sam t: “ Epileptische p. 203 y ú g ts .).
und peñodische GeisUsslSrungen, Halle>l 9 i í . Irreseinsform en” . Arch. Psychialr. (D .),
5 y6
(allí « p e n a l
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amencia), a veces se observa un curso relativamente regular, qué parece representable como una curva, a veces oscilaciones violentas que van de la confusión completa a buenas remisiones con plena claridad y salud aparente 'lucida in tervalia). A las fases y ataques más breves se les llama también estados de exceprión para caracterizar que, en una personalidad cuyo estado permanente es Je otra especie, normal o anormal, en todo caso especial, sólo han apareciio alteraciones pasajeras. Ataques, fases y períodos tienen un contenido extraordinario distinto. Sobre esa multiplicidad queremos procurarnos un resumen esquemático. I. A t a q u e s . Los ataques se producen como único síntoma llama tivo en constituciones psicopáticas, y ataques de toda especie son una manifestación frecuente de los más diversos procesos patológicos. 1. En las constituciones psicopáticas se observa la aparición del tipo de ataque de malhumor (estados disfóricos), con 'numerosos fenómenos como alteración del mundo de la percepción, pensamiento obsesivo, etc. No raramente es experimentada con gran angustia, subjetivamente, la alte ración, como una precipitación repentina en un estado anormal. Por Janet fueron descriptos esos estados como “crise de psycholepsie” o como “caída mental”. Kurt Schneider describe las variaciones del humor que tienen corta duración, que llegan rápidamente y desaparecen con rapidez también, de los “psicópatas lábiles del estado de ánimo” . D e l estado sentim ental transformado nace el huir sin sentido (estados de fu g a ), la bebida (dipsom anía periód ica), el derroche, tal vez también la piromanía, el robo y otras acciones delictivas, en las cuales se descarga el mal humor. Estos individuos se encuentran después ante el impulso propio, en el m om ento casi insuperable com o frente a algo extraño. En las alteraciones del humor dom ina la angustia o la actitud nihilista (les es todo indiferente) o un impulso impreciso, “com o si latiese en la sangre” . Deserción del ejército, vagabundaje, excesos pueden ser la consecuencia ( x).
2. Especialmente numerosos son los estados del tipo del ataque, en los cuadros mórbidos epilépticos y epileptoides (2). Corporalmente se observa: el “grand m al”, el ataque convulsivo clásico (irrup ción repentina, sin motivo, a m enudo con gritos, inconsciencia com pleta, duración de pocos m inutos, plena am nesia) ; “petit m al” (breves sacudidas en estados momen* (1) H eilbronner : Jb. Psychiatr., 23, 113. Gaupp: Die D ipsomanie, Jena, vtjv. A schaffenburo: Über die Stim m ungsschwankungen der Epileptiker, H alle, 1906. RXcke ; A rch. Psychiatr. (D .), 43, 398. (2) Epileptoide se llam a a los cuadros mórbidos que están caracterizados po r los ataques más arrib a enum erados, especialmente p o r malos humores breves, violentos; n o pertenecen a la epilepsia genuina q u e conduce a la alteración de la personalidad y a la dem encia, pero tam poco pueden sér integrados en otro grupo nosológico conocido. Se tra ta de u n a denomimtcióíi confusa.
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tá ñ e o s d e ausencia) ; ausencias (ataques de m areo y p é r d i d a m o m e n tá n e a de la c o n c ie n c ia sin cambio de la posición y sin caída al s u e lo ); e s ta d o s n a rc o lé p tic o s (*) ( in c a p a c id a d p a r a hablar e incapacidad para los movimientos seguros c o n a lte r a c ió n m om entánea de la conciencia, pero con percepción y aprehensión c o n s e r v a d a s ) ; sim p les ataques de sueño; numerosas especies de sensaciones corporales ( 2).
Puramente en el dom inio psíquico están los estados crepusculares, los humores elementales, los estados de aspecto tóxico con vivencias y contenidos com o en los envenenam ientos con m escalina y algunas esquizofrenias agudas, y los ataques postencefálicos que se describirán en seguida.
3. De los ataques en enfermedades orgánicas conocidas son un ejem plo las convulsiones postencefalíticas. U n caso{3). Pesadez del cuerpo, sentim iento de adorm ecim iento. L a rigidez de los ojos aumenta paulatinam ente. El enfermo siente que sus m ovim ientos se lentifican, lo mismo loa m ovim ientos de los individuos fuera de él. Los impulsos del m ovimiento cesan, o las acciones comenzadas no pueden ser detenidas. Los objetos caen de la mano. El ambiente circundante parece plano, involuntario, extraño. Las personas se mueven tiesas com o marionetas. C los objetos parecen arrojarse torcidamente sobre él. V e dobles y confusos los contornos de los objetos, brillando en los colores d el arco iris. Los objetos se aproximan, parecen agrandarse, tienen algo opresivo para él. Las paredes de la habitación se acercan. Siente lím ites que desearía traspasar, recorre sin objeto l a habitación, desearía abrirse paso con la cabeza a través de la pared. Es com o si se. derrumbase sobre él un muro de represa. Se vu elve agresivo contra el ambiente, ha em prendido también intentos de suicidio en ese estado. Percibe en el estado vacío mental, estupidez o bien cruzan por su cabeza m il pensamientos. El enfermo puede tener la impresión de que no habla él mismo, sino otro desde él: “¿Soy yo aquél cuyo nombre llevo?” Poco antes del com ienzo de la crisis convulsiva, un estrem ecim iento sobre las espaldas. El enfermo tiene miedo, teme enloquecer.
4. Numerosos son, finalmente, los estados de tipo ataque en los cua dros mórbidos esquizofrénicois (a) , por ejemplo, prim ero : ataques de e s trañeza, de incapacidad para todo movimiento con plena conciencia. En segundo lugar: Kloos descubrió ataques breves de “robo de pensamientos” con alteraciones simultáneas de sentimientos corporales: U n enfermo se precipitó de repente en la conversación, se levantó tres segundos después y fué en seguida accesible: “D e repente se me desvaneció la razón, los pensamientos fueron excluidos de golpe com o una corriente eléctrica que se inte rrumpe, la cabeza estaba del todo vacía” . El enfermo tenía en ello el sentim iento com o si su cuerpo se hubiese vuelto muy liviano, casi sin peso. Como dijo él mismo, h a olvidado por eso cómo sentarse sobre sus piernas firmemente com o antes, sino que las ha dejado sueltas y cayó sobre ellas. N o ha perdido el sentido, puede recordar todos los detalles. Otro paciente marchó con su bicicleta contra un coche. D e golpe se sintió del todo fuera de sí, com o alcanzado por el rayo, no puede pensar ni hacer (1) A taques narcolépticos han sido, como un cuadro m órbido que está fuera de la epilepsia, estudiados p o r F r i e d m a n n : D tsck. Z. N erven h k., 30, Z . N eu r., 9. (2) G o w e r s : Des Grenzgebiet der Epilepsie (a le m á n ). Leipzig y V iena, 1908.
(3)
F la c h y P a u s a : Z . Neur., 154, 599.
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nada. H a estado en sus cabales. Esos ataques se presentaron en los pacientes sólo en etapas agudas generalmente al comienzo.
Tercero : Ataques de alteración repentina de todo el estado corporal y psíquico, por uno o dos días, que son aprehendidos por los enfermos de modo delirante como envenenamientos. Los enfermos se sienten próximos a la muerte, caen, quedan en cama en el estado más miserable, sienten violentos dolores, tienen que revolcarse bañados en sudor con el senti miento torturante de la impotencia. Algunos enfermos hablan de “atur dimiento” . C uarto: en los estados crónicos se da la aparición durante horas, a modo de ataque, gritos, pataleo, golpes, llanto, de las exteriorizaciones emotivas más vivas, además manifestaciones “hechas”, “estados de alqu ilamiento” . Q uinto: A modo de ataque aparecen, no raramente, es tados sentimentales subjetivos raros, por ejemplo, un sentimiento de bien4 aventuran2a, como si los enfermos estuviesen rodeados de santos, como si alguien estuviese detrás de los enfermos, que fuese la causa del senti miento indescriptible de dicha. O bien, al contrario, estados de angustia, sentimientos de repudio, desasosiego torturante. Frente a estados mera mente psicopáticos se observa aquí a menudo un acrecentarse de los sen timientos, un no poder aguantar más y una extrañeza característica. Enfer mos en estados crónicos, que de ordinario están plenamente lúcidos y serenos, tienen de tanto en tanto tales ataques. Sexto: Hay ataques breves de ricas vivencias fantásticas en pleno éxtasis, pero con pleno despejo, que aparecen a partir de estados de lucidez normal y desaparecen por lo general en uno o pocos minutos. Urios ejemplos deben ilustrar estos estados: El enfermo Dr. M endel tuvo una especie de sueño, pero no estaba semiadormecido, sino com pletam ente alerta con los ojos cerrados y la conciencia exacta de su situación corporal. Experimentó repentinam ente con m areo y caos en la cabeza una “alteración” y vió en ese estado, com pletam ente alerta, en el espacio representativo, con gran claridad, cómo un guardián traía a la habitación un vaso de vino, que el enfermo rechazó. N uevam ente se produjo una “alteración”, y vió entonces con los ©jos cerrador una cabeza de muerto. L a miró fijam ente en los ojos, se puso a reír de ella y sintió así su propia fuerza. La cabeza de muerto se rompió, no quedó más que una pequeña im itación que parecía como un ojo y desapareció en seguida. En ello tuvo el sentim iento de que su propia cabeza se había convertido en la cabeza del muerto. Sintió cóm o desaparecía la piel de la cabeza, cóm o resonaban los huesos y los dientes. Observaba eso sin angustia, como un fenóm eno interesante. Q uería ver lo que ocurría. Luego desapareció todo repentinam ente, abrió los ojos y todo estaba com o antes. T od o este estado, durante el cual quedó siempre despierto, duró a lo sumo 30 segundos (a). (1) (192«). (1936).
R K
o sen ta l,
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G .:
Stk fa n :
“ O ber
" Ü b e r Anfälle bei D em entia praecox” . Z . N eur., 59 168 kataleptische Zustände bei Schizophrenien” . N crvenarU , 9, 57
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U n enfermo de K oppe contó: “V eo a m enudo hombres, por el día negros y por la noche como encendidos. Eso comienza por sí solo; comienza a girar todo y yo com ienzo a verlo: hombres que marchan junto a las paredes y se deslizan como un cortejo mortuario; las camas y las ventanas no las veo entonces en la noche; todo es negro y los hombres com o encendidos, así com o el cielo es negro y las estrellas relucientes. Se mueven uno tras el otro, hacen muecas y signos hacia m í y se burlan de m í con la cara y a veces saltan y bailan también. M e parece que giran a mi alrededor siempre de derecha a izquierda. V eo también víboras, no más grandes que una brizna de paja, que se m ueven m ucho, tam bién encendidas por la noche. En el día se produce tam bién; veo entonces a los hombres y a las víboras negros; incluso cuando estoy aquí en la habitación con los otros, avanzan junto a la pared. Dura un par de minutos antes de que yo vuelva a saber que estoy aquí entre los enfermos. Cuandq se produce esto, no tengo el dom inio de mi razón, que entonces está m edio ausente; viene de golpe, siento de repente la pulsación en las venas del cuello y del brazo, luego llega a la altura, me he ocultado bajo la cam a, pero lo he visto sin embargo. L uego comienza a girar la cam a, las sillas” .
II. F a s e s . En grados más ligeros oscila la disposición psíquica total tanto espontáneamente como por el efecto de las vivencias y de los procesos corporales. Así oscila también permanentemente nuestro reac cionar interno a las impresiones y a los acontecimientos, y oscila también nuestra sugestibilidad por causas físicas, como los tóxicos. U na vez puede una duda llevarnos a la desesperación, otra vez dejarnos indiferentes. Una vez el alcohol actúa para alegrarnos, como excitante, otras veces n o s . vuelve malhumorados y sentimentales. En tanto que tales diferencias no están en lo fisiológico (por ejemplo, en el trabajo corporal el alcohol actúa menos fuertemente que en el descanso com pleto), han de descansar en las oscilaciones de disposiciones, que son fundamento directo de nuestra vida psíquica consciente.. Estas leves oscilaciones entonces no son objeto del tratamiento psiquiátrico. Pero de estas transiciones conducen a afec ciones graves que aparecen en una o varias fases, y que se conocen desde hace mucho tiempo, sobre todo en el dominio de la vida afectiva. Como se trata de fases, el pronóstico final es siempre favorable. Se han obser vado enfermedades con hasta diez años de duración (melancolías), que todavía curaron.. Es verdad que las afecciones afectivas, los estados ma níacos y depresivos, son las de fases más llamativas, pero no hay ninguna razón para tomar como lo único esencial, en casi todas las fases, las aU teraciones afectivas. Así se observan fases en cuyo primer plano están enteramente manifestaciones obsesivas de toda especie (*), o simple in hibición sin depresión más fuerte, o malestares. corporales sin alteración psíquica muy llamativa o estados psicasténicos-neurastenicos, o estados de ánimo que no se pueden clasificar bien en la oposición place, -displacer.
(J )
Bo m i o b p f e i :
Mschr. Piychiatr., 33.
3 5 4 (1 9 1 3 ).
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Aunque las enfermedades maníacodepresivas son llamadas ante todo ias “circulares”, son, sin embargo, las fases y períodos parte formal del curso dentro de la mayor parte de las enfermedades. III. Períodos. Si captamos el concepto de la prioridad muy agudamente, matemáticamente no corresponde a él un solo curso psicopatológico. Las fases singulares no sant nunca absolutamente iguales, los in tervalos no son nunca temporalmente de la misma duración exacta. Es por tanto arbitrario en los límites, si se quiere hablar todavía de periodi cidad, o si se habla de fases irregulares. La periodicidad es, en grado apenas perceptible, la forma del curso de toda vida psíquica. Las breves oscilaciones persistentes de la atención, que sólo establece el experimento, las oscilaciones de la capacidad de ren dimiento en la curva diaria (por ejemplo el punto culminante de la ca pacidad de trabajo en la mañana y en la tarde3 etc.), la oscilación perió dica del ánimo vital y de la productividad, que todo observador atento advierte en sí mismo, estos casos son ejemplos de periodicidad conocida cier tamente solo en parte, de la vida psíquica normal. La periodicidad del sexo femenino en conexión con la i unción de los órganos sexuales es el ejemplo más común. En casi todos los procesos psíquicos anormales se señala, al menos a manera de indicación, una periodicidad. Enumeramos sólo algunos ejem plos: 1. Todas las anormalidades psíquicas psicopáticas se inclinan a la periodicidad: estados obsesivos, la pseudología fantástica, los estados de malhumor, etc. 2. Las afecciones emotivas graves, que aparecen a veces como fases irregulares, surgen también periódicamente. Se distingue en tonces la folie á double forme; (manía, melancolía, intervalo, e t c .); la folie alternante (manía, melancolía, manía, melancolía, etc.). 3. También en base a procesos mórbidos progresivos se forma la periodicidad de algunos síntomas. El comienzo periódico de los procesos esquizofrénicos lleva a veces a diagnósticos erróneos. También en los estados crónicos finales se observan excitaciones periódicas, ataques alucinátorios, etc. N o en el caso particular, pero sí en principio, se puede distinguir tal periodici dad de la sucesión de los brotes procesales, q^fc admite entre los brotes remisiones (mejorías) o “intermisiones” (curaciones aparente mente com pletas). B. P r o c e s o . Cuando, frente al desarrollo hasta entonces, surge algo enteramente nuevo, por una vida psíquica, puede ser eso una fase. Pero cuando se teración duradera de la vida psíquica, a ese fenómeno
vital, que tuvo lugar alteración de la trata de una al le llamamos un
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proceso. No está'en absoluto probado, sino que por ahora es sólo un pri'nJcipio huerístico, que entre las fases transitorias y los procesos que llevan a una alteración permanente se haga una diferencia de principio. Por la justificación de la distinción de principio, habla el hecho que en muchísimos casos de alteraciones psíquicas con rasgos esquizofrénicos es tas alteraciones son, al mismo tiempo, permanentes. Tal vez es siempre así. En los procesos hay que distinguir una trasposición simple, una trans formación y una descomposición de la personalidad que crea un nuevo estado, en una progresión constante. Pero la última cesa en algún momento y pasa al “estado terminal” . Por el momento atengámonos al esquema, que distingue el proceso, de las fases curables. A aquellos procesos agudos que producen' la altera ción permanente a menudo bajo manifestaciones tempestuosas, y á todos los procesos ulteriores que continúan fortaleciendo esa alteración, los llamamos brotes (Schübe). En la alteración permanente en el intervalo entre los brotes, que representa en cierto modo una nueva constitución y una nueva predisposición, aparecen de modo completamente análogo al comporta miento de los individuos normales, fases y reacciones, que en principio, pero no en cada caso particular, pueden ser distinguidas de los brotes. Los procesos abarcan un grupo muy grande de afecciones mentales, que se compone en sí de formas esencialmente distintas. U na forma de curso unitaria, en cierto sentido, la tienen los procesos suscitados por en-1 fermedades orgánicas del cerebro. A ellos pertenecen los procesos cerebralas ya conocidos y un número de afecciones que no se separan todavía del grupo de la demencia precoz. El transcurso de esos procesos es del todo y únicamente dependiente de los procesos cerebrales; los contenidos psíquicos son muy diversos, pero llevan el rasgo común de aparecer en una vida psíquica toscamente destruida. Hay en esos procesos cerebrales remisiones, detenciones, tal vez en algunos casos curaciones. Los procesos restantes son todavía grandes en número. Forman un grupo que tiene algo en común frente a todos los demás procesos cere brales. Eso en común es una alteración de la vida psíquica sin destrucciónt en donde se produce una cantidad de relaciones comprensibles. D e alguna causa de estos procesos nada sabemos. Si existe en los procesos orgánicos una mezcla confusa de manifestaciones psíquicas \no comprensibles psico lógicamente, se adquiere aquí, en cambio, cuanto más se ahonda en un caso, tantas madores relaciones. Se pueden destacar por eso aquí, en con traste con los procesos orgánicos, que cursan al azar y accidentalmente desde el punto de vista psicológico, relaciones de curso, psicológicamente
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típicas. En las formas más leves del proceso actúa entonces todo el curso de la vida del individuo, como si sólo tuviese lugar una vez en la vida en determinado momento, por decirlo así, una desviación del desarrollo, mien tras que el desarrollo vital normal se hace como si fuera en línea recta y los procesos orgánicos transcurren con la supresión de todo desarrollo, en confusión inextricable. Sin establecer teoría alguna, y sin embargo, para tener una palabra para la denominación global que aclare él hecho que sólo podemos aproximarnos a esos procesos desde el punto de vista psicológico, hernos llamado a esos procesos, en oposición a los orgánicos, procesos psíquicos (1), comprendiendo este concepto como concepto fron terizo, no como concepto de especie. En lugar de “proceso psíquico”, se podría decir también “acontecer biológico total”, cuando lo de biológico no es mentado en el sentido de determinadas cognoscibilidades. Las palabras expresan el enigma, pero no lo aclaran. U na descripción general de estos casos similar a como, por lo demás, se describe un cuadro mórbido, no puede ser dada. No se puede hacer otra cosa que reunir casos parecidos y formar tipos. En la mayoría de los casos se encuentra una alteración notable de la personalidad y una al teración de la vida psíquica, que corresponde en muchos de ellos— pero de ninguna manera en todos— al tipo de la esquizofrenia de Bleuler. En algunos casos, sin embargo, no se advierte nada, incluso en la investigación más esmerada, en el trato con un individuo. Pero del hecho que el indivi duo mantiene un contenido delirante, sin aplicarle un rastro de crítica, del modo como juega un papel ese delirio, de la manera como toma posi ción el enfermo con respecto a una fase aguda anterior, hay que inferir una alteración general de la personalidad y de la vida psíquica (así por ejemplo, en los casos más arriba citados, de delirio celoso). Mientras que, en primer término, en los procesos cerebrales orgánicos la incurabilidad no es general y en segundo lugar no ofrece distinción de principio frente a las enfermedades curables, podemos exigir con razón para los procesos psíquicos, e n . principio, una alteración permanente. Ella es tal vez tan necesaria y está fundada de manera análoga en el proceso, como, por ejemplo, en el desarrollo de la vida el anciano 110 puede volver a ser joven. Lo que ha crecido una vez, sea en la sucesión natural, sea en crecimiento y desviación anormal, no se puede retrogradar más. Sin (1) V er mi trabajo: Eifersucktswakn. Ein Beitrag zur Frage: "Entw icklung einer Persönlichkeit” oder "Prozess1, Z. N eur., ) , 567 (1910). Las formulaciones allí son insufi cientes. Los casos alií publicados proporcionan, sin embargo, por la com paración de los tipos del todo distintos de los procesos psíquicos y del desarrollo de la personalidad, un cuadro intuitivo de lo que se h a querido m ostrar.
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embargo nos perdemos aquí en dominios de la psiquiatría que están d d todo inmaduros e inexplorados, § 3. El bios como historia de la vida El hombre tiene siempre un pasado tras él. Lo que aconteció al cuerpo, toda enfermedad, déja rastros. Lo que aconteció al alma, es decir lo que se hizo consciente, lo que fué hecho y pensado es, como recuerdo, una base para lo siguiente. Somos en todo momento el resultado de nuestra historia experimentada hasta allí. Y, en verdad, el individuo no carece en ningún momento de prehistoria, no es nunca comienzo en el todo, ni objetivamente para la consideración biológica, que persigue su prehistoria hasta en las relaciones de la herencia, ni subjetivamente para su conciencia: desde el primer acto de la conciencia de sí mismo hay para él un antes, así como nosotros al despertar del sueño conocemos un antes. Lo que fué actúa en él, corporalmente y por el recuerdo, está inspirado por y encadenado a su pasado, incluso al olvidado. Lo que llegará a ser, está determinado por ese pasado, pero también por la manera como él lo elabora. Pues el individuo es, al igual que resultado, también en todo i i ^ tante comienzo y origen de su historia. Inspirado por su pasado capta las posibilidades d e . su porvenir. El bios como permanencia objetiva es en verdad, siempre, pasado que se convirtió en imágen. El bios como realidad es igualmente porvenir, que iluminará, apropiará, interpretará de nuevo todo lo pasado. a) Las categorías básicas de la historia de la vida. La com prensión biográfica ve primero en el desarrollo del individuo factores de diverso sentido> (el desarrollo en total es, fuera del proceso biológico, la historia de la vida psíquica, es el movimiento autorreflejado, está fundado existencialmente), en segundo término utiliza esa comprensión una serie de categorías especiales (como “primera vivencia”, adaptación, crisis, e tc.). 1. L o s m o m e n t o s d e l d e s a r r o l l o e n t o t a l . Distin guimos primero el vocero vital biológico, segundo la historia de la vida psíquica todavía no transparente, pero efectiva; tercero la cognición autorreflejada, con que se ilumina aquélla, por la que se mueve y produce creadoramente; cuarto, la base existencia! de la decisión y la toma de lo dado para la apropiación penetrante. Lo primero fué objeto de los párrafos anteriores. Lo segundo es la historia de la vida, tal como puede ser com prendida por el observador, lo tercero como se comprende a sí mismo, se realiza y desarrolla; lo cuarto sólo se puede tocar como límite por la comprensión psicológica, no conocer, ni fundamentar, ni pretender por
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buena voluntad, hacer o influir: se puede recordar sólo filosóficamente la existencia posible y apelar a ella por el esclarecimiento. Los cua tro factores son en la realidad uno indisoluble, en la solidaridad mutua en que se excitan modos de ser diversos, pero de tal modo que sólo en la esfera media llenan un espacio comprensible, el que ante lo biológico y ante la existencia limita en lo incomprensible — pero también de modo que la existencia se muestra todavía en lo biológico y lo biológico permanece base de existencia. Tenemos la propensión a comprender y a explicar, objetivando simplemente, lo que es el hombre, lo que hace y lo que sabe. Contra esa falsa inclinación tenemos que permanecer abiertos para los enigmas básicos en especial para la trajreformación desde lo vital en lo existencial, es decir cómo la originalidad existencial hace desde la vitalidadun algo enteramente distinto, o para la transposición de crisis en meta*» znorfosis interna, o para el desenvolvimiento de la productividad mental desde la autorreflexión, o para la conciencia histórica de la existencia que se convierte en futuro desde el recuerdo. 2. C a t e g o r í a s d e d e s a r r o l l o p a r t i c u l a r e s . Las es tructuras del curso de la vida, concebidas particularmente, permiten des cribir su significación a través de todos los cuatro momentos mencionados. Con tales estructuras vuelven relaciones que hemos expuesto como com prensibles y causales. Aquí echamos mano brevemente a algunas categorías que pueden pasar {>or específicamente biográficas. aa) L a c o n c ie n c ia , c o m o m e d io p a r a la a d q u is ic ió n d e n u e v o s a u t o La conciencia es siempre estrecha, sólo puede captar poco más allá de un rayo de atención. Pero lo que acontece concientemente, puede pasar por la repetición y el ejercicio a lo inconsciente y luego sucederse automáticamente en estímulos correspondientes sin nuevo esfuerzo de la conciencia. Ocurre análogamente en los acontecimientos psíquicos con lo que experimentamos corporalmente al aprender a caminar, al ir en bici cleta, al escribir a máquina. La seguridad del fundamento inconsciente como resultado de la dirección, liberación y ejecución cotidiana interior, conduce nuestra vida presente. En relación a lo que soy ahora, soy. res ponsable a través de incontables actos de mi conciencia, en el curso de m i vida, en¡ el sentido que en algún momento, actos libres son causa de m i actual ser ( S o s e i n s ) . m a tis m o s .
La conciencia es en todo momento, por decirlo así la fachada de nuestra vida, en la que nos ensanchamos, y es ella misma sólo un estrecho límite en el dominio de lo inconsciente, Lo que acontece eventualmente en esa frontera, es simple y es trabajo en lo simplemente captable. Lo que
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de ello se vuelve inconsciente en la construcción por la sucesión del tiempo, es infinitamente complejo, es el dominio de nuestro ser y conocer, esto mantiene lo que. ha sido adquirido en el frente de la conciencia, y acre cienta lo que es posible en ella en base a eso. La conciencia es tanto una función del comienzo permanente, en la que se pugna por lo nuevo, como también el espejo de lo eventualmente alcanzado, la etapa y la base para la continuación. El curso de la vida es un paso desde lo inconsciente en nuevo inconsciente. La frontera luminosa de la conciencia se transforma por eso en sus posibilidades. Crece la posibilidad de esclarecimiento del momento presente, la amplitud de la experiencia, la hondura de lo vivenciable. bb) Formación del m undo y crcación de la obra. Tan pronto como el hombre despierta, no sólo quiere vegetar, sino existir para algo. Quiere experimentar un sentido de su vida. Por, eso el mundo para él no es sólo un ambiente soportado, sino tarea de formación; produce en lo dado su mundo y lo que está ahí, sin él, para otros. Su vida va más allá de su existir biológico. Crea obras que continúan actuando. Trabajo cotidiano — servir a .la tarea del día— , esto en la relación del oficio, es decir de la continuidad del rendimiento, se realiza en el obrar bajo la dirección de ideas, y aporta la realización de la esencia del hombre. En la tarea y en la determinación se sabe al mismo tiempo creadoramente activo y dócil en ese servicio. El mismo determina el camino en el que se sabe determinado. El comportamiento básico del hombre, su temple vital, su conciencia de sí, dependen del éxito de tal integración de su actividad en la coherencia de las cosas. Alcanza la plenitud cuando llega a sí en un mundo que el mismo crea. La unidad y la totalidad de su bios están ligadas a la unidad y a la totalidad de tal mundo. El curso de la vida se divide según la construcción de rendimientos, mundo y obra del hombre. El bios del hombre está determinado hasta en su profundidad, por las posibilidades de su acción constructiva en el mundo en que crece. Ampliación de sus horizontes, solidez del terreno, conmociones del todo surgen desde el mundo, humano en que ha nacido; llevan la medida de su devenir consciente y el contenido de su experiencia del ser. Las edades tienen en ese proceso su significación característica. La infancia echa el cimiento; lo que aquí fué malogrado o faltó, no se puede recuperar nunca; lo que aquí fué destruido en el todo, apenas puede ser curado jamás; lo que aquí fué adquirido en contenidos, es imperdible. La vejez es inspirada por la veracidad de la larga experiencia de la vida; si ésta fué realizada con seriedad, la vejez puede adquirir, en las transfor-
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assóoaes de! mundo, por su cognición, una imperturbabilidad y al mismo tiempo una hondura del sufrimiento que son extrañas al niño. ce) Q uebrantam ientos y adaptación. Adaptabilidad se llama a la apro piación de formas de vida para un mundo circundante estable determinado. T al adaptabilidad puede coincidir con. pérdidas vitales como las formas enanas, por ejemplo, de los insectos sin alas, que en las islas tempestuosas sobreviven mejor que los alados. Esa adaptabilidad se basa en la selec ción, los procesos de adaptación se producen biológicamente por muchas generaciones. La capacidad de adaptación del hombre al mundo circun dante físico está biológicamente limitada como la de toda vida; en las razas de los diversos climas se da una diferente adaptabilidad. Pero su capacidad de adaptación es anímico-espiritualmente casi ilimitada. La es trechez biológica la supera por el plan y la organización. El mundo del hombre no es estable. Situaciones y ocasiones cambian, la situación sociológica es múltiple y puede transformarse catastróficamente por irrupciones en toda vida. Acontecimientos y tareas alteran la orienta ción para conservar su existencia y cumplirla, el individuo tiene que adap tarse. La capacidad de adaptación es individualmente muy diversa, desde el ajuste a las circunstancias, con la igualdad interna de la esencia, que permanece indestructible, hasta la transformación del carácter mismo.. Al gunas naturalezas dan la impresión como si resistieran a todas las tormen tas como rocas inmutables, otras en cambio parecen ser, sin firme za alguna, como el eco del ambiente eventual y de las situaciones. L a vida puede realizarse, en ciertas condiciones, con la permanenA cia en determinados dominios de vida, oficios, mundos de tareas, pero lo más frecuente es la necesidad de transformaciones. El bios es formado según las adaptaciones en un mundo circundante enteramente lábil, o por la marcha ap través de una serie de ellas, que se alternan. A partir de la misma “Anlage" hereditaria pueden resultar, en las manifestaciones, perso nalidades del todo distintas, según el mundo, la tradición, la educación, las vivencias, los acontecimientos y las tareas. Se ha observado la trans formación del carácter por la alteración radical de la situación de la vida; ya la independencia en el ofició cambia a menudo la escritura cómo ex presión del carácter. dd) Primera vivencia. La historicidad de la vida significa la irrevocabilidad de aquello que se experimentó, se hizo, se vivenció una vez. Lo que aconteció, no puede ser vuelto atrás. La vida se vuelve real mediante los caminos que fueron hollados, luego especialmente por la repe-) lición, sea mera costumbre, sea el aumen&o d d sentido en lo igual por la
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apropiación, hondura y fidelidad en el repetir. Históricamente todo es al guna vez la primera vez. La primera vivencia es, como primera, irrepetible, tiene una fuerza luminosa reveladora una vez; tiene una seriedad específica: con todo lo primero se da una posibilidad, porque existe entonces una realidad determinada qüe excluye otras posiblidades. Se dice en ver dad: una vez es ninguna vez, y se acentúa de ese modo con razón la significación específica de lo segundo como confirmación y cosa pro piamente definitiva. Pero textualmente aquella frase es falsa (una vez es ninguna vez). Todas las primeras vivencias tienen una significación de cisiva. “Una vivencia, que por primera vez deja experimentar un deter minado afecto, orienta por decirlo así, la correspondiente capacidad afec tiva para toda la vida” (Bleuler). Esta consecuencia automática es* él terreno para la significación existencial, que por la elección de lo vivenciado despierta la aceptación.. La primera vivencia como tal no está aislada sino que se comprende sólo en la historia de la vida. Su repercusión es más dependiente de su significación que de la intensidad momentánea de los afectos. Sus con secuencias son además determinadas por la especie de experiencias que hace el hombre, por la fase de desarrollo y el período de crecimiento en que entra finalmente por su coincidencia con fases endógenas anormales o con alteraciones de la conciencia. Sólo las vivencias primeras, existencialmente decisivas, alteran con el hombre su mundo.. Todo el modo de vivencia se vuelve otro, el pasado recibe una nueva luz, el porvenir apa rece en una nueva atmósfera. Vivencias dominantes, que llegan puramente de fuera y aparecen en el alma en sus afectos como cuerpos extraños, se llaman traumas psíquicos. ee) Crisis. En la marcha del desarrollo se llama crisis al momento en que el todo sufre una transmutación, de la que el individuo sale como un transformado, sea con nuevo origen de una decisión, sea en la deca dencia. La historia de la vida no sigue temporalmente su marcha regular, sino que integra su- tiempo cualitativamente, impulsa hasta el extremo el desarrollo del vivenciar, en donde tiene que ser decidido. Sólo en la re belión contra el desarrollo puede hacer el hombre el ensayo vano de man tenerse a la cabeza de la decisión, sin decidir. Luego es decidido sobre él por la marcha efectiva de la vida. La crisis tiene su época. N o se le puede anticipar ni evitar. Debe, como todo en la vida, estar madura. N o necesita aparecer agudamente como catástrofe, sino que puede realizarse para siempre, decisivamente en proceso tranquilo^ no llamativo exteriormente.
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ff) E l desarrollo espiritual. La formación por el desarrollo es un acon tecer psíquico en el que el hombre elabora lo que ha experimentado y lo que ha hecho. Cada uno de sus presentes tiene un pasado en su base, cuyo efecto conforma inconscientemente, o como recuerdo rector, la vida ulterior. Todo presente es el resultado de incontables concreciones, sea que éstas se conviertan en un lastre paralizador, sea que se vuelvan escala para ulterior elevación, resortes del impulso del movimiento. La for mación interna es además un ordenamiento constante de realidades prime ro incon teñid as, la adquisición de una contextura interior por la formación jerárquica de tendencias vitales, recuerdos, saber y simbolismo. \ \
Una forma básica del desarrollo espiritual es el movimiento en opo siciones, a través de oposiciones hacia la síntesis o hacia la elección, en una palabra el desenvolvimiento dialéctico. El desarrollo dialéctico eleva la esencia del hombre; sus perpetraciones en finitudes, en tanto que él avanza firme en ellas, lo empequeñecen. Frente a ese callejón sin salida de fijación irreversible avanza el camino en el campo libre de las realiza ciones por el mantenerse entre las oposiciones, sufriéndolas por entero, pero ligándolas a sí en la tensión. Mientras espiritualmente todas las oposiciones son abarcadas, es existencialmente decisivo donde se vuelven conscientes para el hombre esas oposiciones, que él no abraza sino que elije entre ellas, donde la restricción no se vuelve estrechez, sino hondura histórica de la existencia, donde la pérdida de posibilidades se vuelve la condición de la elevación en lo real propiamente dicho. b) Algunos problemas especiales. De la cantidad infinita de los problemas de la historia de la vida, elijamos unos pocos. L S i g n i f i c a c i ó n de la é p o c a de la l a c t a n c i a y d e l a p r i m e r a i n f a n c i a . Los psicoanalistas han investigado la “prehistoria” del hombre, es decir su vida antes del recuerdo consciente, como un periodo determinante y fundamental para toda la vida ulterior. Inobjetivas y¡ por tanto fantásticas son esas reflexiones en relación con el período embrionario. No conocemos ni signos objetivos de una vida psíquica del embrión ni un recuerdo de ella. El nacimiento como una catástrofe corporal, en donde el niño recién nacido repentinamente recibe su vida por la respiración, cambia su circulación y soporta los efectos dolo rosos del nuevo medio, debe ser una vivencia psíquica igualmente incisiva; el grito con que responde a su entrada en el mundo, su expresión. Somá ticamente ocurre mucho en esa catástrofe, lesiones del nacimiento pueden
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tener por consecuencia defectos permanentes. Pero de una vivencia que cimente el temple vital y la actitud ante el mundo, no sabe nadie nada y nadie recuerda algo. Otra cosa es el período de lactancia, hasta el cual no alcanza ningún recuerdo; puede ser observado; se puede ver la expresión del rostro, com portamiento, estado de ánimo de los lactantes. La importancia de la atmósfera de amor humano apenas puede sobreestimarse. Los niños in cluso en los establecimientos mejor dirigidos bajo la atención de enferme ras se desarrollan ya intelectualriíente peor desde el cuarto mes que en una atención esencialmente más irracional por la propia madre (*). Niños que han sido educados, por ejemplo, como expósitos, adecuadamente y sin amor en establecimientos sanitarios, tienen una expresión del rostro inde ciblemente torturada, defectuosa. La repercusión de esos primeros meses de vida en toda la existencia ulterior es hipotética, pero posible. Probablemente parte una influencia inextricablemente determinante desde los primeros años de la vida, según las condiciones sociológicas y las naturalidades en que se desenvuelven. Niños que, por ejemplo, desde tem prano son aprovechados convenientemente, que son más bien adiestrados que educados, que, deslumbrados por la amplitud de una tradición llena de contenido, crecen en estrechos horizontes^ no pueden tener nunca des pués aquel recuerdo histórico activo y( vinculante que inspira, en otras circunstancias, una vida. Todo el esbozo inconsciente de una vida anticipadora en la infancia y en la juventud, sólo puede tener lugar en con diciones libres relativamente aseguradas, bajo la seriedad de una gran tradición que tuvo lugar en un mundo circundante. Otro problema es la significación de las más tempranas vivencias aisladas y los modos de comportamiento., Freud ha estimado muy altamente el efecto de las impresiones de la más temprana infancia (del período prehistórico hasta el cuarto año de vida.) Caminos erróneos prematuros conducirán a abandonar el curso normal de la vida, a malograrla, a hacer la imposible. En qué medida es exacto esto, en qué medida las disposicio-' nes psíquicas pueden ser atribuidas aquí a la adquisición en el período más temprano de la vida, en lugar de a la disposición inalterable y de la herencia, no se ha aclarado de ningún modo. Este problema expuesto por Freud de las reminiscencias infantiles, abre perspectivas, pero ha sido resuelto hasta ahora en cada caso particular con escasa crítica y poco persuasivamente. La significación de las vivencias gasadas, especialmente las vivencias de la infancia, que son de algún modo accesibles al recuerdo (1)
H etzer, H ,: M ü tt e r lic k k e ítLeipzig, Hirzel* 1937* t
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pueden ser fuertemente sobreestimadas retrospectivamente por la personalidad. A partir de conflictos y dificultades del presente, se vuelven nuevamente activas vivencias antes insignificantes y olvidadas hace mucho tiempo, se cargan con fuertes valores sentimentales, y son vividas como símbolos cercanos, para las dificultades presentes; por la conciencia de que la dificultad actual está insalvablemente determinada por el pasado, se ha creado incluso quizás un alivio. Esa “nueva ocupación” de viven cias hace mucho tiempo pasadas, con afectos, y su falsa sobreestimación como factores causales, las llama la escuela de Freud “regresión” (según la representación plástica, la energía psíquica vuelve a los contenidos ante riores de la vida psíquica). Jung (*), ha hecho comprensible esta génesis de la sobreestimación teórica, por parte de médicos y enfermos, de los traumas pasados. 2. R e l a c i ó n h i s t ó r i c o v i t a l d e i a l m a c o n l a s f as e s d e l a e d a d . El animal realiza inconscientemente las fases bio¿ lógicas de la edad, el hombre sabe su edad y se comporta en consecuen cia, y eso de una manera muy distinta. U na típica estimación de valor prefiere la juventud como la vida propiamente dicha y rechaza la vejez como disminución, pero de ninguna manera fué siempre así. Para ios romanos comenzaba la plena madurez, validez y dignidad del hombre a los 40 años. En la industria moderna se admitía que el que tiene más de 40 años es ya inferior. Movimientos de moda sobre la edad, como la “revolución de la juventud”, el “siglo del niño” influyen en la aprecia ción. La aprehensión corriente se ha expresado en la frase1, cada cual quiere llegar a viejo, pero nadie quisiera serlo. Y, en cambio, se ha im puesto la frase: Cada edad de la vida tiene su propio valor que le corresponde sólo a ella. El hombre tiene una conciencia de su edad y de lo que pertenece a ella (se vuelve desdichado o enfermo cuando tro pieza contra e lla ). Al que no realiza el sentido característico de su edad, no le resta más que percibir los sufrimientos de esa edad. Hay una diferen cia radical si el ser humano sólo sufre, desea, experimenta o si admite lo que le es dado, lo realiza y configura. El origen de esta última decisión en la existencia es psicológicamente inaccesible. Pero nosotros comprendemos las manifestaciones que le siguen. Con el envejecimiento cae el hombre en el temple fundamental que para esa vida no es ya posible nada esencialmente nuevo. Ple'no de su realidad adquirida, que para él es el equivalente del ser humano entero, tiene que estar contento con eso. Si no logra ser claro el camino de la (1)
Jung: Jb . psychoanal. u. p sycholher. F orsch., 5, 378 (1913).
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realización, surge por ejemplo ei desasosiego, que busca todavía otra cosa, lo propiamente dicho (eigentlich), o el no querer envejecer o la decep ción que, sin esperanza de algo que vendrá, está descontento con todo, que ve en todas partes fracasos, frustraciones, culpa, se vuelve malhumorado contra el mundo y los hombres, amargado e irritado. Con el envejecimiento crece el miedo ante la muerte, la angustia ante la disminución del rendi miento y el menosprecio que es de esperar en consecuencia los celos contra todo lo que se destaca, la codicia sexual, la hipocondría, etc. Pero la medida de la realidad lograda está dada en la amplitud de los presentes recordados de la vida entera. La altura del nivel humano es alcanzada por la profundidad del recuerdo. En cambio fluye la vida en la brevedad del recordar, en el estrechamiento del horizonte vital a meras semanas y meses, sin pasado y sin futuro. Pero donde triunfa la realiza* ción, las crisis de la edad se convierten en orígenes de la elevación del hombre. El alma crece en dirección opuesta al curso biológico p ) . La mujer “se vuelve más hermosa con los años, en virtud de la expresión de su alma, mientras el encanto de la juventud, que en todo su esplendor es sólo vital, desaparece. El hombre se vuelve “sabio”, la nueva y última perfección la adquiere el hombre en su edad más elevada. La historia de la vida a su paso por las fases de la edad es en todo caso simple, no se puede dirigir según un plan y un programa, sino con quistar desde la existencia posible. Ninguna psicología, ningún saber, nin guna visión global pueden captar ese fondo. Pero la frustración se muestra en innumerables fenómenos psicológicos que, si se manifiestan como per turbaciones, se llama neurosis (2). 3. L a v i v e n c i a d e l d e s a r r o l l o . U n momento funda* mental del vivenciar la historia de la vida es si el individuo, atreviéndose, entra en ella o si se rebela contra ella. Todo lo viviente, también el hombre, tiene que avanzar constantemente, ya por la necesidad biológica misma de las fases de la edad. Pero en ese proceso lo humano es el desarrollo espi ritual dei alma. Este se puede formular en general de diversa manera: aa) El individuo tiene que entrar en las oposiciones, tiene que comer del árbol del conocimiento, distinguir bien o mal, verdadera o falsamente, perder su inocencia. Lo que le obliga biológicamente a ser esencia sexual adulta, madura, conduce en eso al camino a esos espacios espirituales. (1 ) K ierkegaard : Die Krisis und eine a le m á n p o r Hacci.tr, Innsbruck, 1922).
(2)
Krisis irn Leben einer Schauspielerin, 1847
(en
Sobf» la actitu d ante Ja ancianidad, ver en el prim er libro del Estado de Platón C i c e r ó n : Cato majar de senectude. G r i m m , J.: Rede über das A lle r
el discurso de Cefalos. (en lo» escritos breves).
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bb) En el desarrollo conduce el camino de la posibilidad infinita de la juventud hacia la realización finita, restrictiva, excluyente de posibilidades. La vida tiene que ser decidida, si no ha de mantenerse en la nada de las posibilidades infinitas, y, con ello, fallar de hecho. cc) En el desarrollo tiene lugar una solución de lo solamente incons ciente, de esa base amplia y dominadora del propio ser, y eso por esclare cimiento, por elaboración y superación, por repulsión y violencia. Este desarrollo que tiene lugar en el terreno biológico, por medio del espíritu, desde las decisiones de la existencia, se presenta frente a! indi viduo de manera muy, distinta. La gran decisión de la realización puede parecer como sosiego apacible del desenvolvimiento y de la expansión de una vida o como un echar mano que se produce repentinamente en la crisis,* lleva en toda ia insatisfacción como el aguijón del progresar, algo como silencio y contento en lo profundo, pero también el dolor de las pasiJ bilidades perdidas. El vivenciar de la vitalidad pura produce el impulso del éxito progresivo en los rendimientos, en lo erótico, o en lo social, oratorio y en la producción de obras,- pero la vitalidad trae también el vivenciar el retroceso vital, el daño, la ausencia, sea que se produ2ca una metamor fosis de la esencia, o que sea posible una nueva creación desde motivos existenciales a partir de bases no sólo vitales. Contra todo este desarrollo se rebela algo en el individuo que, si es dominante, tiene funestos efectos para la vida. El individuo se resiste con tra el llegar a ser adulto, contra el llegar a ser viejo, pues presiona para persistir, para permanecer, para quedar, para la eternidad como duración del nunc stans. No quiere perder las infinitas posibilidades y se rebela contra la realización que ata. No quiere arriesgar las oposiciones, sino mante ner la unidad tranquila, sin problemas. No quiere perder lo inconsciente protector y por lo tatito no esclarecer. Pero, como el desarrollo de hecho tiene sin embargo siempre lugar, nace una presión hacia la vuelta a la infancia en sentimientos, comportamientos, contenidos (regresión, retorno a la infancia), una presión retrospectiva hacia lo inconsciente perdido. Se quiere salir de la individualización, de la tarea y del rendimiento, de la decisión y( la resolución, se quiere ser como las plantas o como los animales o como el existir inorgánico, se quiere entregarse, desaparecer en la integración y la obediencia en alguna dirección. c) El problema psicopatológico fundamental: ¿Desarrollo de una personalidad o proceso? La investigación del acontecer biológico básico y del desarrollo histórico-vital comprensivo, culmina en una dife renciación de las especie? del bios: la del desarrollo unitario de una p e r so-
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nalidad (en base a un curso biológico normal de las edades y de las fases eventuales) del carácter no unitario de una vida, que se descompone por una ruptura, en dos partes, porque en el acontecer biológico, en determi nado momento, se ha iniciado un 'proceso que con la interrupción del curso biológico de la vida altera la vida psíquica de modo incurable, irreversi blemente. Criterios biográficos del proceso son: La aparición de lo nuevo en un espacio temporalmente localizable, corto; la concomitancia, durante ese tiempo de múltiples síntomas conocidos; la falta de una causa desencade nante o de una vivencia suficiente, que lo fundamente. Hablamos en cam bio de desarrollo de una p e r s o n a lid a d en tanto que podemos comprender en el conj'unto de las categorías histórico-vitales, lo que ha llegado a ser, bajo la presuposición del acontecer normal biológico fundamental. Lo de cisivo son las vivencias, los motivos, y los acontecimientos suficientes para el comprender y la falta del complejo sintomático conocido de un proceso, temporalmente localizable. El todo que llamamos desarrollo de una personalidad en oposición a proceso, tiene sus causas sólo en la “Anlage”, que realiza su curso vital sin fases endógenas llamativas y sin desviaciones incomprensibles, que aportan algo nuevo a lo largo de la sucesión de las etapas de la edad. Actualicemos otra vez los siguientes momentos: I. La “A nlage” crece, se desenvuelve, recibe las alteraciones de las épocas de la edad en secuencia; continuada. Los carriles en que transcurre el existir humano, son ciertas necesidades ocultas en el organismo en conjunto que no se pueden resumir bajo algu nas formas determinadas, delimitp.bles como los procesos mórbidos, sino que cambian en una cantidad incontable de variaciones. 2. Esa “Anlage” está en todo momento en intercambio mutuo con el medio y adquiere su conformación especial por su destino, de manera comprensible para nos otros, en el conocimiento exacto de los pormenores. 3. Especialmente reac ciona la “Anlage” a las vivencias, correspondiendo a su naturaleza perma nente. Las elabora del modo que le corresponde. Podemos comprender las concepciones, opiniones, maneras de sentimiento que nacen en este camino, como por ejemplo la irritación, el orgullo, la querella, los celos. El producto de estos momentos se llama “desarrollo de una personali dad”. Así conocemos los desarrollos paranoides de los querulantes y de los celosos, que fueron confundidos anteriormente con procesos muy simila res y que, sin embargo, son enteramente distintos en la esencia. Reiss (*) ( l ) R e i s s , E .: “ Ü ber formale bedigungen". Z. A(eur., 70, 55.
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veränderter
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mostró en una personalidad hipomañíaca cómo una existencia de comer ciante triunfal y luego de predicador ambulante psicótico, sin necesidades, es comprensible como mera alteración de la fachada, por decirlo así, en el carácter persistente, a partir de las condiciones modificadas del medio y la potencia sexual prematuramente decreciente. Hay una gran m ultiplicidad de bios: Los desarrollos prematuros y, tar díos; los infantilismos negativos como permanencia en anteriores etapas del desarrollo, como falta de madurez, como rebelión contra la realización, como frustración, y los infantilismos positivos como conservación del ger men y de la posibilidad, como productividad persistente, como plasticidad del alma abierta; los niños prodigios, que luego decaen decepcionando; los que se paralizan en la lucha por la vida, los que se nivelan en la adap tación, los que se deslizan a su origen (se pregunta lo que es pérdida vital y lo que nace del fracaso de la decisión existencial o, de otro modo: lo que es curva vital endógena y lo que es puesto en marcha por decisión históri camente lib re); las conversiones que fundamentan una vida enteramente nueva; las transformaciones del carácter en la transformación de la situa ción sociológica y de las condiciones generales. Se observó las alteraciones catastróficas del individuo por causa de destinos que se interponen y los desarrollos que se configuran casi imperceptiblemente, desde pequeños co mienzos hasta consecuencias totales. La personalidad, de cuyo desarrollo — a diferencia del proceso— se habla, tiene que ser imaginada abarcativamente, como el todo de las relaciones comprensibles unido a las incomprensividades sanas; biológicogenerales. En conclusión, advertimos que todos estos conceptos son presuposicio nes esquemáticas y más momentáneamente vivientes que resultados de la investigación. En el caso particular tenemos a menudo grandes dificultades. Por ejemplo, se nos aparecen individuos que en todo su curso vital ofrecen el cuadro de un desarrollo de la personalidad, pero en rasgos particulares señalan un-ligero proceso-que da a ese desarrollo una nota anormal. Tales casos, que no son muy raros, no dejan resolver la discusión sobre si el des arrollo evidencia una e'Anlage>> o también un proceso. En la discusión de estos problemas han sido tomadas posiciones típicas que no aciertan el punto nuclear que constituye el proceso a diferencia del desarrollo de la personalidad. Tienen que extender lo común, el sentido del “desarrollo de una personalidad” sobre sus fronteras, y qr ’ incluir en él, en Jo ¡cosible, un mundo de los procesos. 1. Tendencia a “com prender” el proceso. Es imposible conprendercn su gér ~is un auténtico delirio. Comprensible puede ser, por “A nlaee”
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ambiente y vivencia, el contenido del delirio, pero el carácter delirante del vivenciar queda como lo específicamente nuevo, que tiene que agregarse en un preciso momento de la vida. El mecanismo paranoico es incompren sible. N o es siempre fácil establecer el momento de la paranoia inicial; se presume, por ejemplo, una predisposición paranoica, congènita en el carác ter originario, que se ha mostrado desde siempre como habitus paranoico y prospera ahora en base a las vivencias y adquiere la dirección de la vida. Aparte las dificultades en el caso particular, la extensión de la comprensicm más allá del dominio de lo realmente comprensible debe ser rechazada. Se muestra aquí algo así como una opinión psiquiátrica básica, por tanto también una pasión en la polémica. En conexión con todos los ensayos para comprender la esquizofrenia, está aquí la tendencia a borrar en su especificidad los hechos del proceso. 2. Tendencia a comprender el proceso como una neurosis. Cuando, por ejemplo, se piensa en las neurosis obsesivas — análogamente ocurre con las neurosis sexuales— se puede advertir biográficamente, no raras veces, una progresión (Progredienz) en que una sintomatologia particular al comienzo, poco a poco, domina la vida entera, y encadena la personalidad. U n fenó meno en sí extraño a la personalidad, domina ahora a la personalidad misma. Aquí se trata, en realidad, de un acontecer progresivo, cuya naturaleza no penetramos, tal vez de una enfermedad fundamentada biológicamente. Pe ro, lo que llamamos proceso en oposición al “desarrollo de una persona lidad,” no se da aquí. Para ello la enfermedad no tendría que crecer desde la sintomatologia particular, sino realizarse en el núcleo del existir. Los procesos no son neurosis. Pero, se piensa, las neurosis, que J. H. Schultz llama neurosis nucleares (a diferencia de las neurosis margi nales), son, sin embargo, enfermedades de la personalidad misma, que crecen en los conflictos de la personalidad consigo misma, que avanzan, en cierta medida comprensibles, pero en total son sólo un acontecer incom prensible dado en la “a n l a g e En analogía con tales neurosis nucleares, se pretende interpretar el proceso. Pero también aquí hay una diferencia esencial qtie (aunque la intuición del todo, es inmediatamente evidente, es difícil de captar en conceptos definitorios y en criterios particulares: la neurosis es -comprensible en un sentido fundamentalmente diferente que el proceso. 3. T-endcntia a interpretar el proceso como transformación de la exis tencia. Lo incomprensible del proceso es el límite del comprender, peí o como acontecer fundamental, a considerar en última instancia biológicaJ mente, y no como existencia realizadora de la vida e inspiradora. El con cepto filosófico de existencia es inaplicable en la investigación psicopato-
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lógica objetiva. Pierde en tal aplicación, tanto su sentido propiamente dicho como su sentido profundo. Transformación del existir (Dasein) no es lo mismo que transformación de la existencia (E x lsten z). La transfor mación del hombre entero y de su mundo por el acontecer biológico, en la quiebra del curso de una vida, y la transformación por la decisión incondicionada de la existencia, son heterogéneas. Ambas cosas no están en el mismo plano. Lo último no existe para un conocimiento psicopatológico. La irrupción en la personalidad en un proceso causa locura, pero no incon-' dicionalidad existencial. A las tres tendencias es común que en una serie de casos el acontecer biológico fundamental es negado como problema, y un aspecto básico del enajenado no es reconocido aquí. El problema del proceso resbala en el espacio de lo comprensible o de lo neurótico incomprensible o de lo filosófico existencial. Se pasa por alto siempre el hecho típico, para captar a los seres humanos como comprensividad, como neurosis, como existencia, y hacer desaparecer siempre lo específico del proceso. Importa para la cla ridad del saber empírico no ensanchar el concepto del desarrollo de una personalidad más allá de lo comprensible, pero reconocer lo incomprensible en su múltiple heterogeneidad y aprehenderlo metódicamente de manera correspondiente a su esencia. U na de esas incomprensividades es el proceso. De gran interés es la visión biológica de casos, que al menos, hasta ahora no permiten una clara aprehensión alternativa: desarrollo de la personalidad o proceso. Estos son los raros casos llamados paranoicos legíti mos, las enfermedades obsesivas progresivas, las “locuras” sin los sínto mas elementales (equivocaciones sensoriales, trastorno del pensamiento, vi vencias delirantes primarias} fenómenos “hechos”, robo del pensamiento, etc.), pero quizás con interceptaciones, negativismos (que no se pueden distinguir siempre claramente de las manifestaciones neuróticas por efectos de com plejos). Si en esos casos no se presencia la quiebra o hen didura en la biografía, ni en el comienzo con un síndrome conocido, los diagnósticos suelen estar en oposición, aún tratándose de especialistas expe rimentados. Lo que uno tiene por neurosis o por desarrollo de un anancástico o por psicastenia, lo toma otro por esquizofrenia. Psicopatía o proceso, personalidad anormal notable y transformación esquizofrénica de una esencia antes diversa, están en el diagnóstico frente a frente, pero de tal modo que no sólo plantean casos difíciles, sino que por tales casos se vuelven problemáticos los conceptos básicos mismos y en todo caso hacen sensibles sus límites.
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Betzendahl (*) da un cuadro impresionante de una enferma que introduce su ambiente en su mundo obsesivo y delirante, sin que pueda adquirirse por el cuadro de estado un diagnóstico, porque faltan los síntomas elem entales. L a afirmación de su modo de existencia experimentado de niña con rebelión contra todo lo nuevo, y eso en las formas de m editación piadosa y de medidas supersticiosas, lleva con Ja ayuda de abogados y de m édicos, de los cuales aprende primeramente, a una lucha para ella enteramente primordial por el derecho y la salud. Se someten los individuos sin que éstos y ella misma lo adviertan: “el esposo se dejó llevar por el reflejo de su propio razonamiento; a los abogados les causaba iiiipresión por lo experta en la adquisición de su mecanismo formal; los ginecólogos y m édicos internistas consultados veían por los lentes de su especialidad” . T an sólo la visión biográfica del psiquiatra pudo adquirir una imagen del todo, pero no obstante insuficiente para decidir cuál era propiamente la enfermedad. Los profanos la tenían enteram ente por sana, tomaban su partido o se indignaban contra ella. Betzendahl da el diag nóstico de esquizofrenia (es decir, proceso). Bürger-Prinz interpretó esto, en su patografía de L angbehn, como desarrollo de la personalidad, después de haberla descripto unos años antes (en el Tratado de Bumke, vol. 9) como esquizofrenia clásica.
(1) B e t z e n d a h l, Z . Psychiatr., ¡00, 141.
W .:
“ Ü bermaskierte
V errücktheit
und
ihre
sozialen
Folgen” .
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P
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q u i n t a
EL ALMA ANO RM AL EN LA SOCIEDAD Y EN LA H IST O R IA a) Herencia y tradición. La medicina somática tiene que ver con el hombre sólo como ser natural. Investiga y explora su cuerpo no de otro modo que como el de un animal. La psicopatología se ve constantemente ante el, hecho que el hombre es además también una esencia cultural. Si el hombre tiene sus predisposiciones corporales y psíquicas por la herencia adquiere en cambio su vida psíquica efectiva só’o por la tradición, que le llega por el mundo circundante de la sociedad humana. Quedaríamos com pletamente sin conocimientos, sin lenguaje, sin ayuda, si creciésemos sin tradición. Sordomudos a quienes sólo les falta el órgano sensorial, que hace posible la recepción de las influencias psíquicas, permanecen en la etapa de la vida psíquica del idiota, mientras no reciben la enseñanza del lenguaje, de modo adecuado a ellos, mientras que después de la enseñanza pueden ser, psíquicamente, hombres de pleno valor. Tan sólo nuestro apren der, adquirir, imitar, nuestra educación y nuestro medio nos hacen, en general, hombres psíquicamente. D ónde está el lím ite entre herencia y tradición, no se puede determinar de ningún m odo simplemente. Se dice que sólo las funciones y capacidades son hereda das, toda repleción y contenido llega desde el m undo circundante. Los medios de la tradición son abarcativos; no sólo va por el camino del lenguaje, sino que todo tiene por decirlo así, un lenguaje, toda herramienta, la casa y el m odo de trabajo, el paisaje, las formas de trato, las costumbres, comportamientos, actitudes, las cosas y usos viejos. Como un ejem plo de la difícil delincación, sirve el “inconsciente colec tivo” de Jung; de este inconsciente debe surgir el mundo de los mitos y de los símbolos como algo generalmente humano, y en verdad siempre en el sueño y en las psicosis, cam biando históricamente en la conciencia pública y en la creencia. ¿Es un fenómeno histórico o biológico ese inconsciente colectivo? Parece histórico, porque es el vehículo de lo específicamente hum ano y sus contenidos tienen un sentido his tórico. Pero entonces cuenta la objeción decisiva de Bumke f1 ) contra todas esas exposiciones: que las cualidades adquiridas no son heredadas, es decir caen todas las afirmaciones sobre una adquisición prehistórica e histórica de tales símbolos, que entonces reaparecen desde lo inconsciente sin tradición. Pero si el inconsciente colectivo no es otra cosa que la base biológica de las posibilidades que han de desenvolverse históricamente, se tendría que hacer abstracción de lo histórico, y esto es imposible, en la comparación de los símbolos y mitos de todos los pueblos, (! )
Bum ke : Die Psychoanalyse und ihre K inder, 2* ed., p . 136 y sigts., 1938.
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cuando se quiere encontrar lo generalmente humano. U n algo general hum ano n o histórico previo, se puede concebir sólo formalmente, no por el contenido.' Si se va más allá, se cae en representaciones obscuras análogam ente, por ejem plo, a la afir m ación que habría influencias del paisaje y clim áticas de carácter psíquico, que •determinan en su contenido, desde lo profundo, la esencia de los hombres que viven allí, por ejem plo dan lugar al alma india en todo americano. Pero si lo inconsciente colectivo es sólo un nombre para las necesidades espirituales objetivas, que conducen al hecho que quizás fue hallado el fuego en diversos lugares de la superficie terrestre, se produjeron idénticas herramientas, fueron pensados pensamientos temá ticam ente próximos, caemos en la vieja discusión de los etnólogos sobre qué se apoya en bienes culturales de pensam ientos humanos universales y elem entales, y qué en las migraciones históricas de país a país. Es distinto, aun cuando la línea divisoria prácticamente no se puede trazar tan clara como en la determinación del concepto: la continuación por herencia y la continuación por historia. Lo heredado se reproduce en el hombre no de otro modo que en el animal, inconsciente y causalmente necesario; lo heredado puede quedar en paz por falta de las correspondientes excitaciones del mundo circundante, pero vuelve a ser visible tras numerosas generaciones cuando el mundo circundante, lo pone en función; en la conexión hereditaria no es “olvidado” . Lo históricamente fundado, en cambio, necesita la tradición, la apropiación en todo momento por la nueva conciencia que despierta; somos lo que llegamos a ser como hombres, por la base realmente histórica que se da una vez, que es ésta y no otra cualquiera, no un algo general humano; pero esto histórico puede perderse; es olvidado cuando la tradición es puesta aparte y cuando para generaciones posteriores no hay ningún punto más de referencia por m edio de restos, docum entos, obras. Las funciones pueden dormitar por falta de uso y tal vez volverse vivientes en psicosis y sueños. Los contenidos históricos, en cambio, pueden ser olvidados y son, entonces, sólo adquiribles por nueva relación con una transmisión de hecho. H ay ciertamente, en todo instante, posibilidades del ser humano, que son sacudidas, pero la manera como son despertables, se diferencia radicalm ente en lo transmisible por herencia y en lo transmisible por tradición. En lo transmisible por tradición aparece, sin duda, un olvidado absoluto, un perderse irreversible en la relación histórica.
b) Comunidad. La tradición, asi como la vida entera del hombre, se realiza en comunidad. El individuo tiene su realización, su respaldo, su sentido y su misión mediante la comunidad en que vive. Sus tensiones con la comunidad son uno de los orígenes comprensibles de sus perturbaciones psíquicas. En todo momento está presente activamente para el hombre su comunidad. Si la comunidad se vuelve consciente, íacionalizada, organi zada y formada, se habla de sociedad. La vida psíquica humana, en tanto que condicionada por la comunidad y la •sociedad, y en tanto que crea imágenes especiales en intercambio social, se hace objeto de la psicología social. Ésta describe, o bien las etapas de desarrollo de la vida psíquica humana desde el estado natural a la cultura (*) o avanza construyendo típicoidealm ente, exponiendo las relaciones que para nuestra comprensión genética vuelven necesariamente en toda sociedad ( anteposición y subordinación, diferenciación (1) V ie rk a n d t: S'alvn-olkcr ■ u>id C ese llu h a ft, 1888, 2? ed., 1912.
K u líu rv o lk e r,
Leipzig.
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social, etc.) (*) o da descripciones concretas de los diversos pueblos ( 2) . D e psico logía social se trata en ello siempre, en la m edida en que se habla de las vivencias de individuos aislados, que ejercen efectos o los sufren en el circulo de otros individuos. L a deseada aguda separación de esta consideración psicológica de la sociología, que investiga formaciones' que han surgido en verdad en la sociedad, però no son contenido de vivencia de sus miembros, no ha sido llevada a cabo en la investigación científica efectiva. L a sociología y la psicología están en el mismo plano y pasan prácticam ente una a otra.
c) El ensanchamiento de la psicopatologia desde la anamnesis so cial a la elaboración de material histórico. El medio social en que el hombre vive es ahora extraordinariamente distinto, y con predisposición supuestamente igual, ha de variar la vida psíquica en desarrollo según la di-< versidad del medio. Así ha de variar también la manifestación de la ‘ predisposición humana anormal cultural en que surja. D e tal manera, el psiquiatra necesitará siempre una anamnesis social a fondo en sus enfermos, a diferencia del médico somático. Tan sólo cuando sabe de dónde llega el enfermo, qué destinos le han confrontado, en qué situación se encuentra, qué efectos obraron sobre él, puede tener una idea del caso especial que, según su predisposición, es quizás idéntico con uri caso que exteriormente da una impresión muy distinta. Para poder penetrar a fondo estas relaciones en el caso individual, necesita el psiquiatra conocimientos de las diversas con diciones del medio de donde provienen sus enfermos, necesita una visión de todos los estratos y círculos posibles de la vida humana. Donde le falta la concepción propia, le ayudan las autobiografías publicadas a menudo, especialmente de los estratos de los trabajadores ( 3). Actualmente, estos estratos, cuantitativamente tan dominantes, están en el primer plano del interés. Pero es evide'ate que de la misma manera han de tener otros círcu los interés para el psiquiatra, según la especie de sus enfermos. Tal conocimiento de los círculos sociales lo necesita el psiquiatra siem pre para la comprensión de los enfermos que encuentra en la clínica. Pero más allá aun, adquiere la psicopatologia interés creciente por las manifes taciones psíquicas anormales que raramente o nunca pueden ser estudiadas en la clínica. Ensancha su fundamento de experiencia al tratar de adquirir conocimiento sobre los procesos psíquicos anormales que ocurren fuera de la clínica en la vida libre, en los diversos estratos de la sociedad humana y que le muestra la historia humana. Este es el último ensanchamiento del (i) S i m m e l : Über soziate D ifferenzierung, Leipzig, 1890. Soziolcgic, Leipzig, 1908. <2) Focii.lÉ e: Esquisse (nychoiogique des peuples européens. Psychoíogie du peupU frantali. Schm oller : Grundriss der atigetncincn Volks&irtsckafislehrc, voi. I, p. 148 v sigU., Leipsiv. 1900. <3) V er en tre otros L eb en ssch ic ksa tt, M unich, 1910 (Popp, Forel, W in ter, ViersbcckBIcoIctL L eve.nstein : Proíetariers J u g e n d ja h rs; aus d e r T ie fe , À r b eiterb riefe; D ie L eb en st r t f o d i t rimes T n g r lo h n e r t : A r b e iU r , P h ilosopken u n d D ith lc r , B erlín, M orgenverlag, 1909. D ie A f k t i t r r í r a g f , M unich, 1912.
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dominio de investigación de la psicopatologia. Hace cien años se ocupaba la psicopatologia casi exclusivamente de los alienados en sentido estricto y de los dementes. Ahora los establecimientos están repletos, no sólo con éstos, sino con enfermos afectivos, con psicópatas, anormales. No existe ningún límite ya entre la psicopatologia de las personalidades anormales y la ciencia del carácter. La ciencia psicopatológica no se limita sin embargo al material de experiencia de los establecimientos, sino que busca en el material transmitido por el pasado y en las manifestaciones psíquicas que ofrece al presente fuera de los establecimientos, experiencias que no puede hacer dentro de los muros de los hospitales Quiere ampliar sus cono cimientos — mano a mano con la psicología— sobre todo el círculo de las realidades psíquicas que varían de individuo a individuo. D e las m anifestaciones sociales actuales la psicopatologia se ha interesíado especialmente por el estudio de los delincuentes, las prostitutas, los vagabundos, loa desamparados juveniles. El material histórico raramente es tom ado a fondo. Por la significación teórica de esa tarea y a causa de los conflictos que tuvieron lugar entre historiadores y psiquiatras, intentemos aclarar la situación: T oda la investigación psicológica y psico patológica tiene la tendencia a escindirse en dos direcciones. Luego de una mezcla inicial poco clara entre investigación comprensiva y causal, aspiraron m uchos inves tigadores — ante todo psiquiatras— a realizar y a tomar por valiosas exclusivamente investigaciones causales (biológicas). Para ellos cuentan sólo los procesos cere brales, la constitución, la fisiología y los experimentos com pletam ente fisiológicos de la psicología objetiva, que excluyen en lo posible la vida psíquica, y los gíroi de lenguaje que toman los fenómenos espirituales en categorías biológicas. Otros investigadores — ante todo los adeptos de las ciencias del espíritu— miraron con desprecio tal psicología m aterialista “sin alma” y se dirigieron exclusi vamente a la comprensión de las vivencias reales en su plenitud. L a lucha ha conducido, no obstante todos los m alentendidos mutuos, a una aclaración de la diversidad de las tareas, que se manifiesta ya en los principios. H a llegado el momento en que toda escisión pura de los principios y métodos haga, sin embargo, posible el intercambio m utuo entre las ciencias que incluyen las dos tendencias de la investigación (como en la psicopatologia). La investigación comprensiva encuentra siempre su lim itación y su complemento en comprobaciones causales, la investigación causal puede extenderse en dom inios donde sólo las unidades com prendidas le dan en general los elementos para las comprobaciones causales, la inves tigación causal puede extenderse a dominios donde las unidades comprendidas le dan tan sólo en general los elementos para los interrogantes causales {por ejem plo, en el problema de la relación entre determinados tipos de personalidad, determinadas psicosis y determinados tipos de producción espiritual). Lim itada a una de las dos tendencias, toda psicopatologia está en peligro de llegar a ser poesía irreal o bien fisiología sin alma. La psicopatologia comprensiva tiene sus fuentes empíricas en primera línea en el contacto personal con los hombres vivos. La c lín ic a .e s su fundamento incom parable, frente a la cual toda psicología normal es pobre en sus bases. Pero ninguna psicología comprensiva y ninguna psicopatologia ha de quedar estacionada en esa experiencia personal. Es la característica de toda psicologia com prensiva el volverse
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a los materiales de la historia hum ana, para llegar a la visión de la a m plitu d entera de la vid a hum ana real. Esta tendencia — en la dificultad para m anejar experta* mente el m aterial histórico y para encontrar en general el material adecuado— ha sido intentada, a veces' por psicopatólogos con fracaso indudable. N o obstante hay aquí una tarea infinitam ente importante. Si la psicopatología no ha adquirido todavía ningún conocim iento positivo, esencial de algún m odo, del material histórico, en todo caso la conciencia de los problemas y de los límites de nuestra comprensión es saludable para la aprehensión conjunta de iín psiquiatra. Cuando nos asombramos de un viejo m ito y nos encontramos frente a él con la convicción de que allí existe algo comprensible en lo vivencial y sin embargo infinitamente lejano de nosotros, lo mismo que nos asombramos de un proceso psicopático o de un carácter anormal, entonces nos es dada al menos la posibilidad de echar una vez una mirada más profunda y de llevarlo quizá a la representación viva; entonces estamos prevenidos ante clasificaciones comprensivas falsas y simples de los enfermos con que tropezamos y ante el yermo sello que quisiera dar una m ala comprensión al estado psíquico de épocas enteras.
d) Sentido del conocimiento históricosociológico. La investiga ción de las manifestaciones psicopatológicas en la sociedad y en la historia tiene un sentido para la visión realista de toda la realidad humana: se ve la significación de la vida 'psíquica anormal para la sociedad, para las ma nifestaciones históricas de masas, para la historia del espíritu, para persona lidades singulares históricamente activas, etc. Pero tiene ante todo sentido para la psicología misma: se ve la significación de los estados sociales de los círculos culturales, de las situaciones, para la modalidad y la aparición de la vida psíquica anorm al; se adquiere experiencias de biografías parti culares, como apenas son accesibles en la práctica médica, y de realidades que no ocurren y^. así en la propia época; se ejercita su aprehensión del hombre como hombre, cuando se le ve en su cambio histórico y en su condición histórica. El horizonte históricosociológico actúa de nuevo en la aprehensión del caso individual en la práctica, y la beneficia. e) Métodos. Los métodos que son utilizados para las investigaciones sociológicas e históricas, son los mismos de la psicopatología en conjunto. Pero en especial son presupuestos aquí los métodos críticos en el trato del material histórico. Luego está el método importante de la comparación, comparación de pueblos distintos, de formas culturales, de grupos de po blación, etc. Especial es aquí el campo de la estadística. La estadística tiene dos tareas. Primero establece sim plem ente su frecuencia por enumeración de manifestaciones conocidas. T ales comprobaciones son de impor* tan d a descriptiva y de valor práctico, pero tienen por lo demás escaso interés en r.í. En segundo término trata de poner en-relación entre sí por la com paración distintas seríes de cifras de manifestaciones varias1, por ejem plo la frecuencia de los robos y el nivel de los precios del trigo, la frecuencia de determinados tipos de carácter entre los autores de determinadas modalidades de delitos, etc. Trata de ese modo de tener una visión de los factores de los que es dependiente una m anifestación, investiga las causas de tales m anifestaciones. Los datos estadísticos en sus relaciones
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lan primero regularidades externas, que contienen una indicación a relaciones ausales que Ies sirven de base. Pero éstas no han sido demostradas todavía por egularidad estadística. Los métodos estadísticos son m uy estimados en nuestro tiem po. Sin embargo on difíciles de manejar y sólo pueden ser em pleados con gran precaución y crítica i ha de hallarse algo de confianza. A las investigaciones estadísticas les hacemos os siguientes interrogantes: 1. ¿ Q u é es enum erado? 2. ¿D e dónde ha sido tom ado 1 material enumerado? 3. ¿Con qué se com paran las cifras halladas? 4-, ¿C óm o s interpretada la regularidad en las relaciones numéricas eventualm ente halladas? Jn ejem plo: Se enumeran todos los suicidios de determinados países, por jem p lo de Baviera, Sajonia, etc., se compara la cifra de los suicidios de diversos neses y se halla el mayor número a comienzos del verano; se comparan distinto» >aises y se encuentra, por ejem plo, en Sajonia más suicidios que en Baviera según :1 porcentaje de la población, etc.; finalm ente se trata de interpretar la regulaidad: el período inicial del verano, así se presume, actúa por medio de m últiples actores com o una excitación de la vida psíquica, de m odo que ésta se manifiesta rn las direcciones a que está originariam ente predispuesta, más intensiva, más ecunda, más activa; se encuentra que tam bién los actos sexuales de procreación / los delitos contra la moral, entre otros, son más frecuentes en aquel período del tño y se ve allí una confirmación de aquella suposición. L a diferencia entre Baviera / Sajonia se interpreta como una diversidad de predisposición racial. Ante los :uatro problemas de una investigación estadística hay que advertir todavía en particular: 1. ¿ Q u é es enum erado? Naturalm ente, para la obtención de resultados exactos ;ólo puede enumerarse lo que es conceptualm ente tan precisam ente lim itable que todo ;1 que vuelva a examinar las cifras sabrá con exactitud lo que es enum erado;'sólo puede ser enumerado lo que puede ser reconocido o excluido en el caso individual con suficiente seguridad. Los más apropiados son las manifestaciones objetivas: hechos (suicidios, crím enes), acontecim ientos sociales (m atrim onio, oficio, e tc .), :ondiciones del m edio (lugar de nacim iento, condiciones económ icas de los padres, nacimientos extramatrimoniales, e tc .), edem as la edad, el sexo, etc. M ientras esta enumeración se mantiene en los datos puram ente objetivos1, en los acontecim ientos externos sin consideración a los individuos particulares, en cam bio, otras enumera ciones tratan de abarcar en sus cifras y comparaciones al individuo entero con sus :ualidades psíquicas (estadística individual en contraste con la estadística colectiva). Aquí se vuelven muy grandes las dificultades en la delim itación y determ inación de aquello que debe ser enumerado. Se requiere el trabajo previo psicopatológico más detenido, sea delim itaciones fenom enológicas, sea de análisis de la inteligencia y de los tipos de personalidad, sea relaciones aisladas genéticam ente comprensibles, para llegar en general a la claridad sobre los objetos enum erables; así, por ejem plo, cuando se quiere tener una representación num érica sobre la relación de determ ina dos tipos de carácter respecto a determinadas categorías de delitos. 2. ¿De dónde procede el m aterial? Sólo en casos raros se puede someter a una enumeración de los datos objetivos más groseros (suicidio) a una población entera. Mayormente hay que hacer una selección, a m enudo una m uy pequeña selección, tomando como material los enfermos de una clínica, los internados de otros estable cimientos, los llevados a juicio, etc. Si se com para ese material con otro material correspondiente, puede tener o bien el valor de una pru eba, que muestra en pequeña medida las mismas relaciones que mostraría en grande el com ponente patológico, criminal, etc. de la población conjunta. Pero mayormente será material seleccionado *3»
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en determinada dirección, que no adm ite, sin más, conclusiones g e n e r a l« .. La crítica del material es, por tanto, uno de los fundam entos más im portantes para la apre ciación de los trabajos estadísticos. 3. ¿ Con qué es com parado? . Por ejem plo se pueden comparar las cifras de los suicidios de Baviera y de Sajonia, pero naturalmente no las cifras absolutas, sino slólo los porcentajes en relación con la población total. En tal caso simple, apenas habrá un error, pero en los casos más com plicados es muy necesaria una reflexión acerca de aquello que se com para propiamente. 4. ¿C óm o es interpretado? T an sólo en la interpretación de las cifras com ien za propiamente nuestro interés en el conocim iento. Las cifras son para nosotros tanto más valiosas cuanto más persuasivamente hablan en favor de una interpre tación determinada. Sin embargo las interpretaciones perm anecen siempre en cierto grado suposiciones. Pueden hacerse por dos caminos. Primero com o interpretación causal: la mayor frecuencia de niños alcoholistas entre la juventud delincuente que entre Ja juventud en general es explicada porque el padre h a hecho inferior al niño por lesión germinal o por la herencia o la "Anlage” psicopática, que en el padre era ra¿ón del alcoholism o. En segundo término, com o interpretación genéticam ente com prensiva: por otros es “com prendido” ese hecho num érico en virtud de la influencia del m edio alcohólico. Por lo que vio el niño, por la falta de educación, cayó en el abandono y poco a poco incurrió en un estado de alma que hace surgir de él, comprensiblemente, el delito. La interpretación causal y la comprensiva son objeto de una crítica muy diversa. Lo ilustramos con ejemplos. A lguien sostiene que el temple triste de los días otoñalesde lluvia sea, aparentemente, la causa de suicidios, de modo que hace suponer que la mayor parte de los suicidios tendrían lugar en otoño. L a enumeración, sin embargo, da por resultado que cifras m ucho más elevadas corresponden al comienzo del verano. Pero con eso no es falsa la relación comprensible m entada en el primer caso. En. casos individuales ¿e puede poner en evidencia, al comprender la personalidad con junta, que un período triste de otoño ocasione el últim o golpe, Pero la frecuencia de esa relación ha sido falsam ente presumida. D icho en general: relaciones compren sibles (por ejem plo la mayor parte de ios efectos del am biente) no son probadas por cifras, sino por el caso singular com prendido; las cifras muestran sólo la. frecuencia de su aparición. En cambio en estas investigaciones patológicosociales las. relaciones causales no son demostradas en general en su existencia por el casto singular, sino sólo por grandes recuentos y por la crítica a las condiciones num éricas resultantes. Si aparece una degeneración heredada por la lesión germinal a conse cuencia del alcoholism o del padre, es problemático mientras no sea hecho probable por grandes y convincentes proporciones numéricas. Ningún caso especial p u e d e arrojarse por eso en el platillo. Pero supongamos por ejem plo (hay tales investi gaciones) que 500 familias de alcoholistas hayan sido objeto de un recuento, la m itad de cuyos hijos han nacido antes de la irrupción del alcoholism o del padre, la m itad después del mismo. Los primeros se muestran com o idénticos al términom edio de la población. Los últim os, nacidos después de la m anifestación del alco holismo, se muestran sin embargo en sus cualidades y en su modo de vida fren te a la otra m itad com o extraordinariam ente m ucho más anormales, inferiores, delin cuentes, etc. En este caso — por lo m enos improbable— se habría dem ostrado una lesión germinal por e l alcohol.
Los ejemplos estadísticos que aparecerán en el curso ulterior de eíta parte no< están sometidos en particular a una crítica d d tipo descripto. Ello Urvaría aquí
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muy lejos. Los ejemplos serán solam ente ejem plos. Para todo estudio más detenido hay que remitir aquí como en todas partes a los trabajos especiales ( ’ ).
Con respecto a la historia, la tarea de la psicopatología es doble. 1. Con relación al caso singular de estados psíquicos anormales y sucesos, el psi-* quiatra tiene que ofrecer su peritaje. 2. Frente al conjunto del material histórico tiene que ver si puede obtener de él conocimientos de naturaleza general, que no puede obtener por otro camino. Por tanto, los trabajos existentes sobre el tema tienen en parte carácter de apreciaciones históricas: son empleados los conocimientos existentes sólo pa,ra captar mejor un fenó meno que interesa por otros motivos (2). Pero, en parte, los trabajos han echado mano a un problema psicopatológico nuevo y propio (por ejemplo el problema de la degeneración, el de la significación creadora de las psicosis). § 1. La significación de la situación sociológica para el estar enfermo a) Efectos causales del ambiente de la civilización. La civiliza ción crea condiciones físicas que, lo mismo que otras condiciones naturales, provocan estados psíquicos anormales por intermedio del cuerpo. Ante todo, la oferta de los medios de disfrute y de embriaguez. Se habló mucho respecto si el alcoholismo y con él las psicosis alcohólicas han aumentado. En tiempos recientes parece más bien comprobable una reduc ción del alcoholismo. Jeske (3) comprobó una disminución del número de afectados de delirium trem ens en Breslau, en relación con el impuesto al aguardiente de 1909 y al boicot a las bebidas alcohólicas que partió de la socialdemocracia. Está claro que distintos pueblos muestran diversas enfer medades según la especie de los medios de disfrute usuales en el país, así los europeos pqr el alcohol, los orientales por el haschisch, los chinos por ^1 opio. El problema si en períodos más largos — en qué medida juegan un papel en ello las circunstancias culturales, queda primeramente como interrogan te— determinadas formas nosológicas delimitables cambian en su modo de manifestación, naturalmente sólo puede ser examinado en aquellas en fermedades cuyo diagnóstico es hecho de modo unitario, con validez general, según signos claros. Tal es el caso de la parálisis general como una en (1) Las cifras de “ estadística m o ta r’ son de interés aquí. Como introducción: : “Sozialátatistik (edición p o p u ja r), Leipzig, 1912. Para un estudio más n a c i ó v o n M ay r: Sozialstatistik, vol. 3 de tind Gesellschaftslehre, de ésta la prim era pa rte : Moralstatislik, Tubinga, 1909-1912. (2) Por ejemplo en una investigación de las dinastías europeas cargadas de esquizofre nia : Luxem buroeh, H .: “ Erhbiologische G eschichtsbetrachtung, psychiatrische Eugenik und K u ltu r” . Z . N eur., 118, 685 (1925). (3) J e s k e : Afíg. Z . Psyehtalr., 68, 353 (1911). S c h n a p ig r -A r n d t
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fermedad orgánica del cerebro y en general del cuerpo. Joachim lia exa minado estadísticamente esta enfermedad en lo referente a la alteración de su aparición y de su desarrollo en los decenios anteriores en Alsacia-Lorena ( 1). Encuentra una traslación de las parálisis masculinas en la distribución en los diversos distritos de la región, un pequeño avance de las parálisis en las capas populares inferiores, una pequeña prolongación en la duración de la enfermedad, un aumento de las formas demenciales frente a las agitadas y depresivas, remisiones más frecuentes. Bastante inseguros son los hechos desde los cuales se ha querido presumir un aumento de las parálisis en relación con un aumento de la sífilis o con el aumento de la civilización. No obstante el trabajo de Monkemoller (2) las condiciones causales están enteramente en tinieblas. La sífilis no puede ser solamente la causa, la civilización tampoco por sí sola. Si hubo parálisis general ya en la antigüedad, depende del problema si había ya sífilis entonces, o si tan sólo ha sido introducida desde América, Kirchhoff (3) tiene por pro bable una aparición en la antigüedad, según algunas íuentes. Naturalmente, toda situación social crea también condiciones físicas características que a su vez — pero justamente corno circunstancias de la naturaleza— tienen su influencia sobre la salud (*). Es natural que deter minados oficios sean más nocivos por el peligro de las intoxicaciones (plomo, óxido de carbono, sulfuro de carbono, etc.). Por la tecmficación de la vida entera en el último medio siglo, al menos en las condiciones de la gran ciudad, se ha producido una separación tan radical del ambiente natural en un ambiente por completo artificial, que las condiciones psícofísicas de vida se han transformado con efectos todavía no abarcables, de tal modo que Jores puede decir con relación a las afec ciones endocrinas del hombre; “Su persona vegetativa, no ha realizado aún la adhesión a las condiciones de existencia totalmente alteradas. Así resulta el individuo ne.rvioso de hoy con su disposición especial para los trastornes de las regulaciones neuroendocrinas. Las enfermedades que nacen de esas regulaciones son, pues, aunque no exclusivamente, predominantemente en fermedades de la civilización” , Que la constitución que se muestra en el tipo de estructura corporal pueda cambiar en condiciones de vida que persisten en muchas generaciones —por selección y por una forma de vida física existente desde temprano— (1) (2)
Joach im : M 6 .v k e m 0
A llg . Z. Psychiatr., 89, u .e r
:
500 (1912). “ Z'ur Geschiclite d er progressiven Paralyse” ,
Z. N eur., 5, 500,
(3) K ir c h h o f f : A llg. Z . Psychiatr., 68, 125 (1911), (4) Preferentem ente sobre estos relaciones apareció una obra abarcativa: KrankheiU n und jo iia U L a g f , editada p or Mosse y Tugendreich, M unich, 1912. Ver además G r o tja h n : Soziate PathologU, B erlín, 1912,
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no está decidido. Parece predominar en los estrados aristocráticos del viej’o Egipto, del Japón y del occidente, el tipo leptosomo de estructura corporal y pasar por distinguido (W eidenreich). b) Eituaciones típicas del individuo. Estas son innumerables, a modo de ejemplo son caracterizadas: grave presión de condiciones sociales desesperadas, sufrimientos corporales crónicos, un recargo permanente del alma por las preocupaciones y penurias insuperables de la conquista del pan cotidiano — sin lucha, sin impulso, sin objetivo, sin idea— lleva a menudo a estados de apatía, de indiferencia, de la más extrema pobreza psíquica. U n caso especial es el tipo del delincuente eternamente reinci dente, que lleva su destino indiferentemente, sin esperanza — sólo bajo los signos del rencor bronco y del repudio disgustante de todas las exigencias que se le hacen.. El desarraigo (*) es un destino que se vuelve cada vez más irecuente en el mundo moderno. La relación familiar ha sido reconocida por los psicoanalistas en su efecto profundo. Ejemplo, modelo y( enseñanza actúan, pero más allá aun lo “colectivo”, el alma del grupo en su poder impositivo. Lo inconsciente de los padres obra sobre los hijos, sin que éstos se den cuenta de ello. “Hay un acontecer de la misma especie en el cuerpo-alma-famiiiar que el de los vasos comunicantes” . Por ejemplo: “La vida que los padres debían vivir, pero que fueron demasiado cobardes, demasiado flojos para ello, es tras pasada como tarea a los hijos” (2). La violencia de los instintos cambia según las situaciones: en condicio nes ordenadas de vida segura, con moral sexual dominante, puede llegar hasta lo desmesurado el instinto sexual; en la miseria, el hambre, en el peligro permanente para la vida el instinto sexual y el hambre pueden disminuir hasta la extinción. c) Tiempos de seguridad, de revolución, de guerra. U n rasgo bá sico de la vida del período de 1914 ha dado motivo para la interpreta ción de algunas manifestaciones anormales: la mayor seguridad, de vida que había, en comparación con casi todos los tiempos anteriores. En des cripción exagerada: antes destinos invasivos, vida peligrosa, el estar el individuo a merced de sí mismo; ahora el ai*án angustioso y egoísta por el mero nivel económico de vida en la seguridad de la vida misma y la confianza en la protección por las instituciones públicas. Antes, difusión, vida de trabajo natural que hacía intervenir la personalidad del hombre; (1) (2)
Krakiclin: “ Über Entwurzelung'’. Z . N e u r ., 63 . Heyer: D er O rganism us der S e e le , p. 88 y sigts.
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ahora, por una parte, la presión terrible soportada con conciencia rugiente del trabajo corporal embolador; por la otra, hombres cómodos, desocupados, sin tareas ni objetivos, en todas partes insatisfechos de la vida. El vacío de la vida conduce al fingimiento de la vida, a la vida sensacional aparente, finalmente a la exigencia del tipo histérico del carácter. La dependencia medrosa de las normas morales y convencionales aparece en el lugar de valoraciones en el destino real mismo, conduce a la represión de los instin tos y de los sentimientos naturales y fomenta desde ahí, en los predispuesto* a ello, la aparición de síntomas histéricos. Enteramente en oposición a ese cuadro están las manifestaciones que nos han sido transmitidas sobre la vida psíquica en épocas agitadas, después de la peste del siglo xiv, en la revolución francesa y después de la revolu ción rusa. U na parte de las manifestaciones fué observada también entre nosotros desde 1918. Esas profundas conmociones del ánimo, que afectan a la generalidad, parecen tener repercusiones muy distintas que las conmo ciones del ánimo de los individuos particulares. Se dió en amplios círculos una gran indiferencia ante la vida (aumento del duelo, despreocupación por las situaciones peligrosas, abandono de la vida también sin tareas idea les), una enorme manía de disfrutes y una desenfrenada pasión por vivir la vida en e! instante. De los tiempos de guerra se decía antes que reducían la cifra de las psicosis y de los suicidios. Al comienzo se habla poco de nerviosidad. “Cuando se trata de defender la vida, cesa la nerviosidad” (H is.). Bonhoeffer observó en los internados de la Charité en los años de guerra, un fuerte retroceso de las afecciones alcohólicas y un aumento de los psicópatas masculinos (3). Este es un aumento que muestra —según dice Bonhoeffer— que la acumulación de reacciones psicopáticas frente a los millones de hom bres que están, sin embargo, bajo los mismos efectos, se da en excepciones insignificantes. La inmensa mayoría de los individuos no enferma. La " Anlage11 tiene que jugar un papel decisivo. Relativamente a las depresiones encontró Kehrer que “la inaudita acumulación de preocupaciones, privacio nes, duelo" y espanto, que obró durante la guerra en los que quedaron en el hogar, no ha conducido a ninguna acumulación, digna de mención, de estados depresivos” . Durante la guerra m undial de 1914-1918 se han hecho numerosas observaciones en el ejército. Se comprobó de nuevo lo que es evidente por sí mismo, que no hay ninguna psicosis de guerra y ninguna neurosis de guerra específicas. Sólo las perturbaciones agudas de la conciencia y las neurosis aparecieron en mayot variedad y provocaron una discusión vivaz. Se vió drásticamente y en mayor número que
(1)
B onhoeffer:
Arch, Psyckiatr. (D .), 60, 721.
nca, el efecto del aplastamiento psíquico, del terror y los efectos del agotam iento. :n cuando la cifra de las¡ enfermedades de esta especie era menor proporcionalm ente, cifra absoluta sin embargo era grande. La discusión se refirió por tanto a la ¡tinción de lo psicógeno y de lo puramente corporal y tras ella estaba la propen>n a encontrar culpa y m ala voluntad, o la propensión a suponer en todas partes fcrmcdad sin culpa. Se podía ver cóm o el uno se volvió ciego para todo lo traconsciente, para lo causalmente necesario; el otro fué m ovido por humanidad ntimental, apenas; vió las fuerzas semiconscientes o inconscientes todavía, en la ga de Ja enfermedad. Otros nuevam ente analizaron con tranquila objetividad las laciones desde todos los puntos de vista ( l ). La significación del factor psíquico , las neurosis' se deduce del hecho que entre los prisioneros de guerra no se encon6 ninguna neurosis o se encontraron pocas, aparte del malhumor típico descrip' como “pájaro gris”, “enfermedad de las alambradas de púa”. El efecto : la guerra en los jóvenes éticam ente inferiores Jo muestra W ittíg en ejem plos, >n autodesrripciones ( 2).
d) Neurosis de renta. Las neurosis de renta pasan por un ejemplo i que en cierto modo se puede ver con la seguridad que procura un expementó, cómo determinadas circunstancias, sociológicas podrían tener por onsecuencía determinados fenómenos morbosos. Tan sólo después de la :gislación sobre accidentes del 80 del siglo pasado han aparecido estas enermedades, no existirían sin esa legislación. Tan sólo el deseo de una icnsión se transformó después de daños ligeros de cualquier clase o después ¡e accidentes graves en los individuos predispuestos a ello, con ayuda de ds mecanismos histéricos, en toda clase de malestares que —inconscientes >ara el individuo— no tienen sin embargo más que el propósito de obtener ma pensión (histeria de renta). Después de la liquidación definitiva del jroblema de la pensión desaparecen a su vez los malestares. Pero la cosa 10 es tan simple. Con el nombre de “neurosis de renta” son resumidos malestares de muy diversa naturaleza, que sólo tienen de común que apa recen después de accidentes, en especial de heridas de la cabeza. H ay entre ;llas una cantidad en las que no se puede comprobar que intervenga de algún modo el deseo de una pensión como factor causal, que aparecen exactamente así aun cuando no entra en juego en general el problema de una pensión (en los no> asegurados, en enfermos de ambientes acomodados). En los demás, tiene un papel sin duda el deseo de una pensión, pero un papel como factor, entre otros factores. Habría neurosis de renta también sin legislación de accidentes, pero serían menos numerosas y se hablaría menos de ellas, aquel factor de la obsesión de la pensión no colorearía el cuadro, y algunos casos no se habrían vuelto enfermos, otros habrían cu (1) Informes de G auiIp : Z, Neu r., 34 (1916). N o n n e y O p p e n h e i m : Dtich. Z. Nervenhk., 56 (1917). Aquí se conocen las concepciones opuestas en forma objetiva. Además: Handbuch der ärztlichen Erfahrungen im Weltkrieg, vol. 4. (2) W iT T to , K .: Die ethisch mhiderii'crtigen Jugendlichen und der Krieg, Langensalza,
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rado más Tapidamente. El estudio de las neurosis de renta tiene un interés especial hoy para el médico práctico. La extensa literatura, con la notable diversidad de opiniones, enseña cómo en la ciencia médica una manera de considerar las cosas puramente somática está en lucha con la comprensión psicológica, cómo los prejuicios que quieren explicarlo todo demasiado simplemente desde un punto de vista están en conflicto con una descompo sición analítica (*). En los últimos decenios, el problema — que como se ha descripto en las líneas anteriores era ocasional— se ha vuelto cada vez más apremiante. Von Weizäcker manifestó ( 2) : Neurosis de renta o neurosis jurídica es un fenómeno social de primera magnitud, una escena del acto de nacimiento de una nueva sociedad, se trata de una enfermedad que es más pública que ninguna otra. e) Trabajo, Capacidad de trabajo y afán de trabajo son gravemente afectados por enfermedades psíquicas. La curva de trabajo es Jna medida de capacidades individuales de rendimiento. La terapia del trabajo es un camino para hacer lo más favorables que se pueda las manifestaciones mórbidas de] alma. Los problemas de la adecuación para el trabajo se han convertido hoy en problemas prácticos importantes (exámenes de selección para determinados oficios) ( s). Hay investigaciones que se ocupan del problema de la selección de determinados grupos humanos de especie anor mal para determinadas tareas profesionales. Como ?e sitúa la psicología en tanto que psicología aplicada al servicio de objetivos, técnicos de vida — problemas de la selección profesional específica, el aumento de la capa cidad de rendimiento— así puede presentarse también la psicopatología como “aplicada”, cuando, por ejemplo, se responde a los problemas si determinados grupos humanos — por ejemplo los niños expósitos (*)■— son adecuados para el servicio militar, en qué grado hay que desestimar la capacidad de trabajo y de industria en determinados tipos de enfermedad. f) Educación. La importancia notoriamente grande de las situaciones y estados sociales para la vida psíquica} el aprovechamiento terapéutico de
__________________________________ (1) En los problemas teóricos ver a W e t z e l : Arch. Sozialwiss., 37, 535 (1913), AHI la literatura más importante, H o r n , P.: Über nervöse Erkrankungen nach Eisenbahnunfällen, 2» ed., Bonn, 1918. (2) W e i z s ä c k e r , V. v .: Soziale K rankheit und soziale G esundung, Berlin, 1930. De la reciente discusión: J ossm ann : i\e rv e n a rzl, 2, 385 (Í92Ü); 3 , 68 (1930). V o n W e i z s ä c k e r : Nervenarzt, 2, 569 (1929). W e t z e l : Nervenarzt, 2, 461. L o t t i g : N ervenarzt, 3, 321 (1930). Z u r r : Nervenarzt, 4. (3 ) Arbeils- und Derufspsyckologie, editada por F. G i e s e , Halle, 1 9 2 8 . E ua sbero : “ Über sozialen Zwang und abhändige Arbeit’1. Z . . Völkerpsyrhol. und S o z i a l 4, 1 8 2 ( 1 9 2 8 ) . E l ia s b e r g y J ank a u s: “ Beiträge zur Arbeitspathologie” . Mschr, Psych iafr., 74, 1 ( 1 9 3 0 ) . E u a s b e r g : Z . N eu r., 102. (4 )
W eyert :
' ‘Untersuchung von ehemaligen
All. Z . Psvthialr.. (¡9 1ÍW Í1Q1<>\
Fürsorgezöglingen
im Festungsgefingnis” .
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esa posibilidad deja siempre vivo el viejo problema de la significación y de los límites de la educación. No hay ninguna duda de que el cuadro psíquico de una época y de los hombres de una población está determinado ampliamente por la educación que ha tenido lugar en cada caso. Desde la mtigüedad han estado frente a este hecho sólo generalmente formulable as dos posiciones estrechas y falsas: “Todo es por la educación” y: “Todo :s congènito” — o: se puede hacer del individuo todo lo qué se quiera jor la educación, y: sólo se puede hacer del individuo algo diverso por la lirección de la herencia en la sucesión de las generaciones. “Dadnos la iducación — dijo Lessing— y cambiaremos en menos de un siglo el carácer de Europa”. Contra eso está la concepción que lo congènito es ínaíteable, la educación sólo puede velarlo. Sin embargo, evidentemente, la azón no está en ninguna de ambas partes. La educación puede desarrollar iertamente sólo lo que existe según la posibilidad en la “Anlage*’, y no iuede alterar la naturaleza congènita. Pero nadie conoce las posibilidades ue dormitan en la “Anlage” del hombre. Por tanto una educación puede ascitar lo que nadie sospechaba antes. El efecto de una nueva educación 5 por tanto imprevisible. Tendrá siempre aquellos efectos en que nadie ensó antes. El hecho básico que el individuo es siempre lo que es por adición, y que la supuesta misma "A nlage”, en pocos siglos puede trans>rmarse extraordinariamente en su manifestación por las modalidades de i conciencia que parecen cambiar así en su carácter a pueblos enteros; eja a la educación una alta importancia. Los límites de la educación no : pueden establecer previamente en forma total, sino observar eventuallente in concreto. § 2. Investigaciones sobre poblaciones, oficios, capas sociales, ciudad y campo y. otros grupos L a población total. La demografía establece cuántos enfermos hay y lántos se encuentran en los grupos nosológicos singulares dentro de la »blación total. En Alemania se encontró (Lenz 1936) : 2-3% débiles, % imbéciles, J4% idiotas, en total, pues, 3-4% de retardados mentales tre todos los nacidos, de ellos unos 20-30% resultantes de daños externos, encuentra (Luxenburger) en la'población total un 0,9*4 de esquizo;nicos (de ellos la mitad internados), 0,4-0,5% maníacodepresivos. Como inifestación colectiva juega el papel más importante, pues, la debilidad intal, luego la esquizofrenia. La distribución de los estratos sociales. Las familias de los maniacopresi vos pertenecen en mayor cantidad a las capas sociales superiores, de los débiles mentales y los epilépticos más a ias capas inferiores, .las
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de los esquizofrénicos están entre ambas, más cerca de los estratos supe riores i 1) , Los tfpos de estructura corporal atlética, serian más frecuentes en los estratos inferiores. La investigación estadística sobre la distribución de las dotes se apoya en los testimonios escolares y, en los test mentales. Cuanto más bajo es el estrato social, tanto menor es por término medio é l rendimiento escolar (Brem ), los puestos más elevados los tienen, por término medio, los hijos de académicos y de maestros de escuela. La interpretación de los hallazgos se atiene ante todo a la selección del caudal hereditario. Tiene lugar según Conrad un “proceso de relajamien to” : los epilépticos hunden y recogen su caudal hereditario -en los estrato» más bajos de la población. El epiléptico tiene la tendencia al hundimiento social y tiene que elegir su cónyugue en la mayor parte entre defectuosos de algüna especie, por tanto se acumulan las cargas que forman, juntas, un círculo sociológico, no biológicamente condicionado, no un “círculo cons4 titucional”, sino un “círculo connubial” (los epilépticos de los estratos inferiores tienen entre sus descendientes considerablemente más tipos defec tuosos — debilidad mental, psicosis, status éysraphicus, etc.— que los epi lépticos de los estratos superiores.) Los dotados por encima del término medio, suben, las capas inferiores se vuelven constantemente más pobres en caudal hereditario de superdotados. Las capas superiores se reproducen menos, las inferiores más. A cí hay una tendencia que, dados los demás factores indemnes, hace que en la población tctal, el caudal hereditario excelente se vue’va cada vez menor, el nivel total del pueblo caiga. Oficios: La particularidad de las manifestaciones psíquicas anormales, que proceden del oficio y de la actividad vital, no ha sido nunca exacta-i mente investigada. Lo mismo que entre las personalidades normales se conocen tipos profesionales, al igual que se puede reconocer a menudo en seguida a un médico, un comerciante, un oficial, un maestro, y qué calidad se manifiesta hasta en la escritura, sin que todo eso haya sido descripto y estudiado exactamente, de igual modo poseen las manifestaciones en las psicosis del cura, del maestro, del oficial un colorido típico. Se pueden considerar además, por bastante evidentes, las alteraciones psíquicas que crean las excitaciones del gran negocio bancario y de bolsa (la gran tensión, la necesidad de decisiones rápidas en gran riesgo), la actitud oprimida de
(1) Li'XLXBVRcm, H . : “ Bcrufsglicderung und stuiale Schichtung ¡n der Familien der trblich GeUteskranken” . Eugenik, p . 34, 1933. Psychialrische Erblehre, p. 135, 1939. Conrad? “ Psychiatrischf-soziologische Problem e ¡in Erbkreis d e r Epltepsle” . Arch. Hassenbtol. 3¡, 31b (1937).
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la existencia proletaria, etc. Hay. estudios sobre las enfermedades psíquicas en el ejército ( 1) y la marina y en el proletariado ( 3). Cifras de Römer muestran que el menor número de enfermedades se da en la agricultura, el mayor número en los que actúan independientemente en los oficios y profesiones libres (3) . Estado Civil. El estado civil está en relación con el número de las afec ciones (recuento de las admisiones en los hospitales), si consideramos que el porcentaje de los solteros que enferman es considerablemente mayor que el de los casados, mientras que los divorciados y viudos sumados superan sólo poco el término medio, pero de los divorciados enferma un por centaje llamativamente elevado (4). Ciudad y campo (c) . La comparación de la frecuencia relativa de las formas nosológicas singulares en la gran ciudad y en las condiciones cam pestres da (comparación de la cifra de las admisiones en los hospitales) especialmente dos diferencias: los daños materiales de la gran ciudad pro ducen un aumento anormal de las psicosis alcohólicas y de la parálisis gene* ral (afección consecutiva a la sífilis), las condiciones más difíciles de vida, con sus daños psíquicos, tienen por consecuencia una frecuencia mucho mayor de las psicopatías (histeria, etc.). Frente a eso los establecimientos en los ambientes campestres, están repletos de las afecciones esencialmente endógenas del grupo de la demencia precoz y de la locura maníacodepresiva. Es notable, además, que en grandes ciudades llegan a la internación relati vamente muchos más epilépticos y relativamente más estados demcnciales (demencia senil, arterioesclerosis, idiocia). Tribus y pueblos. La distribución de las enfermedades en las áreas geográficas muestra considerables diferencias, más en las afecciones maníacodepresivas que en le esquizofrenia.. Según Luxenburger raramente lle gan los maniacodepresivos a la observación en Suiza, en los territorias sep tentrionales de Alemania, en Escandinavia, y a menudD, en cambio en Bayrisch - Franken, en los países junto al Rhin, en Italia, en partes de los Estados Unidos, Kretschmer no encontró en Hesse, en contraste con Su avia,, casi ninguna afección maníaca. (1) S tier : Fahnenflucht und unerlaubte E ntfernung, H alle, 1905. R ohde , M ax : Allg. Z . Psychiatr., dH, 'i'il ( l ‘J U ) . Beck , E d.: “ U b e r Kriegsvergehen” . Z . N eur., 26 (1921). H ö ss liN j C. v.: “ Ü ber Fanhenfiucht” Z. N eur., 47, 344 (1919). (2) L aehr : “ D ie N ervosität der heutigen A rbeiterschaft” . Allg. Z . Psychiatr., €6, . 1. H e ilig : “ Fabrikarbeit und N ervenleiden” . IVsehr. soz. M ed. N r. 31 y sigts. (1918). H é l l p a c h : “ Beiufspsychosen” . Psychiatr. neur. IVschr., 1906. Technischer Fortschritt und seelische Gesundheit, Halle, 1907. (3) V er también S t e r n : K ulturkreis und Form der geistigen Erkrankung, Halle, 1913. P i l o c z : “ Uber Nerven und G eisteskrankheiten bei katholischen Geistlichen und N onnen” . Jb. Psychiatr., 34, 367. (4) R ö m e r : Allg. Z . Psychiatr., 70, 888. (5) G a u p p : M ünch, med. IVschr., 1906, I I , 1250.
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C ulto. El recuento de los cultos da por resultado que la mayor parte de los enfermos se encuentra entre los adeptos a sectas (*). § 3. Conducta asocia! y antisocial La adaptación social pasa con razón como un rasgo fundamental de la naturaleza humana, su especie como un rasgo determinante del carácter del individuo. Según el hombre esté dirigido hacia afuera, sea social,, abierto o dirigido hacia dentro, de vida interior (autístico), o esté encerrado en sí, eso significa una polaridad dominante. Jung habla de extravertidos y de introvertidos, Kretschmer presenta el carácter ciclotím ico frente al esquizotímico. En la parte ciclotím ica vió nuevam ente la pola ridad entre la conciencia ingenua de sí mismo con grandioso placer de empresa y la m odestia con la indecisión; en la parte esquizotímica entre el pensam iento idealista, por una parte, c,on comportamiento reformador, organizador sistemático, capricho, con extravagancia, desconfianza reservada hasta misantropía y el compor tamiento brutal, antisocial, por otra parte.
La conducta social del enfermo mental y de los psíquicamente anorma les no es de ningún modo unitaria, no se puede reducir a una fórmula. Tam bién dentro de la misma forma morbosa se comportan los individuos deL todo diversamente. U n loco grave, atacado por un proceso mórbido, puede mantener todavía relaciones sociales vivas, un psicópata puede apartarse por completo de toda sociedad humana y resolver aislado su existir vege tativo. Sin embargo, la mayor parte de los individuos que consideramos psíquicamente anormales, suelen ser anormales también en su conducta social; se ha querido hacer de esto último incluso un criterio del concepto de enfermedad. La gran mayoría de los psíquicamente anormales es aso cial, relativamente pocos son antisociales. a) La conducta asocial. De las múltiples modalidades de la con ducta asocial destacamos dos tipos: 1. Para el gran círculo de los locos en sentido estricto, que se engloban hoy en la esquizofrenia, es característico en cierta medida, en una forma cualquiera, el apartamiento de la sociedad humana. Construyen en sí un nuevo mundo, en el que viven preferentemente, incluso cuando parecen moverse ordenadamente en el mundo real para el observador superficial No necesitan compartir con alguien el reino de los sentimientos, vivencias, ideas delirantes propios de ellos solos. Se satisfacen a sí mismos, se alejan cada vez más de los otros seres humanos, tampoco pueden mantener una relación con personalidades que sufren la misma forma morbosa. Se h a afirmado con razón que para nosotros esos enfermos están más distantes (1 )
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Allg. Z . Psychiatr., 70,
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que cualquier hombre primitivo lejano. En ello no suele ser consciente por lo general, para el enfermo, su insociabilidad y vive en su mundo con la conciencia de vivir en un mundo real, Esos individuos que se apartan — en casos típicos— sin advertirlo y sin sufrir por ello, han sido en todo tiempo un grupo social muerto. En grados más ligeros de la perturbaron vegetan como vagabundos, si proceden de estratos pobres — como excén tricos, cuando son acomodados. 2, Un tipo del todo diverso de insociabilidad, que se combina por lo demás, en el comienzo de procesos, con el anterior, se desarrolla como incapacidad muy dolorosamente sentida, subjetivamente, para poder darse en el trato con los hombres, adaptarse, moverse en la situación adecuada mente sin violencia.. Todo trato con la gente es una tortura, de modo que el individuo prefiere retirarse, prefiere quedar del todo sólo. Esto es para él un gran dolor, pues conserva el instinto social, pugna por el trato, por la comunidad, por el amor. Su incapacidad social llama sin embargo tam bién la atención de los otros. Por su manera de ser variablemente torcida, tímida y exagerada, grosera, siempre informal, desmesurada, es chocante para todos, de modo que, percibiendo la repercusión, se encierra en sí más aún (*). Esta forma de insociabilidad tiene múltiples relaciones compren sibles, es dependiente de toda clase de “complejos”, puede en circunstancias felices desaparecer o conducir al aislamiento completo en la habitación que no vuelve a abandonar, idénticamente a lo que ocurre en un proceso destructivo. Se produce en toda clase de caracteres, en naturalezas real mente groseras, indiferenciadas, así como en las finas, sensibles, se asocia a muchas otras debilidades de la vida psíquica, puede existir como fase transitoria o como constitución duradera, puede desarrollarse espontánea mente o ser una reacción clara a condiciones de vida desfavorables, en una palabra, se produce como expresión de las formas morbosas más diversas. b) La conducta antisocial. Los enfermos antisociales los encontra mos como delincuentes. La mayor parte pertenece a las constituciones anor males, la minoría a los procesos morbosos. Entre los enfermos de esquizofrenia — especialmente al comienzo— aparecen los elementos anti sociales, lo mismo entre los paralíticos generales. Muy raramente hay anti sociales entre los enfermos de la locura maníacodepresiva. La investigación del delito se ha desarrollado en tres fases, que ahora significan otras tantas tendencias de investigación que coexisten con pleno derecho. Primero se investigó a delincuentes aislados, que aparecieron como (1)
V er las descripciones de J anet : Les obsessions et la psyehasth.énie.
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casos raros, anormales, divergentes del térm ino m edio (*). Se aprendió a conocer aquí el encadenam iento de los procesos psíquicos en su estam pa clásica, que, menos claros, no conformados, reaparecen en todas partes, luego se resumió tam bién las relaciones de naturaleza comprensible psico lógicamente, que aparecen raram ente y por lo general son falsam ente enten didas — demasiado intelectualm ente (psicología de las envenenadoras, de las delincuentes nostálgicas, e tc .) ; finalm ente, se investigó en el caso sin g u lar cóm o actúan los procesos morbosos. E n m uchas exposiciones la sim plicidad de la com prensión psicológica, propia del autor, deja insatis fecho al lector. Especialm ente la reducción a u n instinto, a u n a pasión y la interpretación intelectualista ejercitada con gusto, que quiere elevar a pen sam iento consciente dem asiado de la vida psíquica y de los encadena mientos inadvertidos de los instintos, desde simbolizaciones y complejos, cae a m enudo en el error ( 2), Sin embargo, en m uchas de esas descripciones individuales se expone u n m aterial extraordinariam ente valioso, insustitui ble. Se h a tratad o tam bién de configurar la psicología comprensiva del delincuente, practicada y enriquecida en las exposiciones individuales, de m odo general y sistemático. El libro excesivamente desestimado de K rauss ( 3) es un ejemplo de ello. La segunda fase se ap artó del estudio comprensivo individual. Está caracterizada p o r el m étodo estadístico; trató de in/estigar las causas y relaciones de dependencia del delincuente p o r las proporciones regulares de las grandes series de cifras. Gomo form a especial de aplicación de la estadística m oral, pro cu ra m ayorm ente establecer las relaciones del delito y de determ inadas especies de delito con la estación del año, con la edad, con los precios del trigo, etc. (4), en base al m aterial num érico de las grandes estadísticas oficiales. Se com prueba, por ejemplo, que el robo y (1) Exposiciones de delincuentes aislados: P i t a v a l : Causes célebres. París, 1734 y sigts., en 20 volúmenes. U na selección de P a u l E r n s t apareció en Inselverlag en 1910. Las revis tas: H itzigs Annalen, 1828 y sigts., Der neue Pitaval, 1842 y sigts., Gross A rchiv für Krinitnal~ anthropologie, 1899 y sigts., D er Pitaval der Gegenwart, 1906 y sigts. contienen muchos casos individuales. Además las B lätter f. gerichtl. M edizin, 1850 y sigts., M onassckr. /. K rim inalpsychol. u. Strafrechtsref. de F r ie d r i c h , 1905 y sigts. F e u e r b a c h : Aktenmässige Darstellung m erkwürdiger Verbrechen, 2 vol., Giessen 1828-1829. H acen: Chorhiski, Erlangen, 1872. Lebensgeschichte der G ifim ördcrin Gesche Margarethe G ottfried, editada por L. Voget, Bremen, 1831. S c h o lz : Die Gesche G ottfried, B erlin, 1913. Verbrechertypen, editado por G ruhle y Wetzel, Berlin, 1913 y sigts. W e t z e l : ü b e r Massenmörder, Berlin, 1920. B j e r r e , A n d r e a s : Zur Psychologie des M ordes, H eidelberg, 1925 (A cta ■et Commentationes Universitatis Dorpatensis, vol. V I/2 ). (2 ) V er R a d b r u c h : “ Feuerbach als Kriminalpsychologe” . M schr. K rim inal psychol., (1910). W e t z e l : “ Die allgemeine B edeuntung des Einzefalls {ür die Kriminalpsychologie” . Arch. K rim inalanthrop., 55, 101 (1913). (3) K r a u s s : Die Psychologie des Verbrechens, Tubina, 1884. (4) A S c h a f f e n b u r o : Das Verbrechen und seine Bekäm pfung, 2? ed. Las obrgs de Lombroso h an tenido en verdad una gran repercusión histórica. E n métodos que se dejan sostener como exacto, no poseen sin em bargo, ninguna cualidad propia. E n las concepcines básicas (delincuente nato, degeneración) son erróneas. L o m b r o s o : Die Ursache und Bekäm pfung des Verbrechens (en alem án ), B erlin, 1902. H oy: E x n e r , F r a n z : Kritninalbiologie in ihren G rundlagen, H am burg, 1939.
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el engaño son más frecuentes en invierno, que todos los delitos en los que interviene u na excitabilidad psíquica y la irritabilidad son m ás frecuentes en verano (delitos sexuales, lesiones corporales, in ju ria) * entre la altu ra de los precios del trigo y la frecuencia del robo existe u n cierto paralelismo. L a estimación e interpretación de tales proporciones num éricas es p o r la general difícil. L a propensión a fórm ulas de modo demasiado simples, es com batida por la crítica, que señala la gran m ultiplicidad de los factores que intervienen, y que no perm ite trad u cir sin más un paralelismo en depen dencia causal. U n a relación regular puede nacer igualm ente por la depen dencia bilateral de una serie de factores desconocidos. L a dificultad de la interpretación consiste en que solam ente se recuen tan hechos, pero no se sabe nada de los autores de los mismos. P ara apro ximarse a las relaciones reales, que están más profundas, se trató en u na tercera fase de volver nuevam ente a los autores mismos, de investigar todos los individuos. Pero no se seleccionó ya, como, en la prim era fase, casis singulares, raros, clásicamente acuñados, sino que se tomó p a ra la inves-l ligación a todos los internados en un establecimiento y otro m aterial como un todo, para conocer el delincuente medio, el delincuente común, que son los más im portantes p a ra la política crim inal ( ') . Tales trabajos tienen que operar necesariamente con cifras m ucho menores, en cambio tienen la ventaja de conocer más exactam ente lo que enum eran, y la de poder inves tigar muchas más relaciones, pues las investigaciones de individualidades enteras son el fundam ento de las enumeraciones (estadística individual en contraste con la estadística colectiva de la segunda tendencia). G ruhle hizo el ensayo de exam inar y enum erar aquí no sólo los signos objetivos hasta aquí usuales, palpables, sino tam bién de incluir en el dominio de la esta dística el tipo del carácter, la predisposición de la personalidad, el com prender psicológico, si el medio o la
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ción de hechos, en problem as de la política crim inal (*), la institución del procedim iento punitivo, la casa de trab ajo ( 2). Los objetivos a lograr son presentados p o r la sociedad y por las ideas dom inantes, la psicología aplica d a tiene que decir si y en qué caminos son accesibles esos objetivos. El psiquiatra como experto d a rá la inform ación escueta de lo objetivo aún allí donde u n a “ solución” de dificultades indeseadas de la vida real parece imposible. Lo trágico, no u n a im agen de posibilidades arm ónicas de ordenam iento, será luego lo últim o. De una m anera extraordinariam ente clara m e parece hab er sido logrado esto por W etzel frente a u na persona lidad anorm al, a un “querulante” ( 3) : U n a lucha de decenios por el dere cho, en donde el recargo de las autoridades era insoportable, el tratam iento del com batiente a veces antijurídico, y. la voluntad del individuo anorm al no era en m an era alguna delictiva, term inó c o a el suicido del hombre. Hizo llegar por sí mismo su propio anuncio m ortuorio a los diarios: “von H ausen deseó toda su vida ser útil a la patria. Por un destino indeciblem ente pe sado fué apagada sin éxito su vida” . § 4. Psicopatología del espíritu El espíritu no puede enferm ar, y en eso el título es absurdo. Pero el espíritu es llevado p o r el existir. L a enferm edad del existir tiene c o n se c u e n 4 cias para la realización del espíritu, éste puede ser contenido, desplazado, perturbado, puede ser tam bién alentado y hecho posible de una m anera -única. Además las m anifestaciones psíquicas anorm ales son interpretadas des de cí espíritu. Se transform an por su aprehensión. H ay una gran diferencia si me sé sometido a mis pasiones como las passiones animae naturales, o si me atribuyo culpa, interpreto m i acción y mi sentim iento como malos y como pecados, o si creo estar expuesto a los efectos de dioses y demonios poseídos por ellos, o si creo que otros seres hum anos me p ertu rb an m ágica m ente, m e em brujan. Lo m ismo el com portam iento, en el cual el individuo es dueño de sus perturbaciones psíquicas, es fundam entalm ente distinto por la interpretación del sentido de su acción: como arrepentim iento, como autoeducación filosófica, como acto de culto, como oración, como iniciación en misterios. Relaciones y unidad del m undo espiritual están fuera de la psicología. (1)
Por ejem plo en el problem a de la m enor capacidad de reflexión. V er WitMANNS: 136. W e t z e l : M schr. Krim inalpsychoL, 10, 6 8 9 . W i l m a n n s : “ Z ur Reform des ArbeUshauses". Mschr. K rim inalpsychoL, 10, 689.
Msckr. Krim inalpsychol., 8, (2)
(5) El trabajo contiene u n análisis psicológicamente brillante con profunda intuición de fas situaciones y de las fuerzas. “ Das Interesse des Staates im K am pf m it dem R echt des £m ae¡nen” . M schr. Krim inalpsychol., 12, 346 (1922).
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La p s ic o p a to lo g ía puede exam inar sólo aspectos singulares en las m anifes taciones de la realización espiritual, desde puntos de vista múltiples. A gru pamos estos: primero, advertimos las investigaciones empíricas en m aterial concreto singular (patografias y expforación de los efectos de ejercicios), segundo, discutimos algunos problemas generales que aparecen en eso, ter cero, echamos una m irada a un dominio que está siempre en el prim er pla no del interés: psicopatía y religión, a) Investigaciones empíricas. 1. P a t o g r a f í a s : Se llam a p a tografías a las biografías que persiguen el objetivo de exponer a los psicopatólogos aspectos interesantes de la vida psíquica y de aclarar la significa ción de estas manifestaciones y procesos p ara la génesis de las creaciones de tales individuos. Entre las numerosas patografías se destacan las obras de M obius y de L an g e(1). Sin em bargo, superan tam bién éstas sus límites, al interpretar con medios insuficientes el valor de! rendim iento artístico, es decir el de rebajarlo generalmente.- Incluso cuando se pueden considerar probables en una poesía, rasgos catatónicos, eso no quiere decir de ninguna m anera que la poesía sea m ala o incomprensible. Si juzga al respecto el psicopatólogo, da como dilettante un juicio subjetivo, que no puede inte resar a nadie, pero puede indignar a algunos. La patografía es una cosa espinosa. Visión psicológica p rofunda y capacidad p a ra la crítica histórica son condición de conocimientos dignos de confianza, y, por otra parte, el res peto y una cierta vacilación que, sin embargo, no necesita silenciar nada, son exigencia de una exposición patográfica qi’.e no h a de dejarse de lado con repulsión. T rab ajar patográficam ente con m aterial deficiente (por ejemplo, sobre Jesús, M ah o m a), es ridículo ( 2). Lo que en los hombres im portantes, ante todo tam bién por la cantidad dada sólo aquí de m aterial biográfico concreto, se ha conocido patográfi camente, es im portante por repercusión p a ra la psicopatología misma. Se puede ver aquí lo que no se puede observar en los pacientes del térm ino m edio y en los internados en asilos y hospitales. H ay que aconsejar a todo psicopatólogo que se procure por la lectura de buenas patografías un cono cimiento intuitivo de cursos de vida significativa. (1) S tu ttg a rt,
M ö b iu s ,
J.
P .:
über
R ousseau,
G o e th e ,
N i e tz s c h e .
L ance,
W ilh e lm :
H ö l d e r li n ,
1909.
(2) W i lh e lm L a n o e -E ic iib a u m : Gente, Irresein und Ruh m , M u n ic h , 1928, 2;> e d ., 1935, d a to d a )a b ib lio g rafía, ha condensado u n g ia n m a te ria l en fo rm a clara y !o h a h echo acce sible. es de co n fianza en el ju icio en to d o lo p siq u iá tric o y e m p íric o , e n cam b io es sin g u la r en las concepciones generales fu n d am en tales, y p ro b le m á tic o en la in te rp re ta c ió n d el r e n d i m ie n to c re a d o r desde la lo cu ra. V er K lo o s , G e r h a iu k Z. N eu r., 137, 362 (1 9 3 1 ). D esde en to n ces: H a n s B ü r g e r - P r in z : Julius Langbehn, der Rem brandt-deutsche, L eipzig, 1940 H e il iín h e in , A .: Über den Menschenhass (Jon. S w ift), Stuttgart, 1934. L u n i a t s c h e k : _ “ V e r la in e ” . A rck. Psychiatr. I D .) , 108, 301. M en cio n o to d a v ía m i p ro p io tra b a jo : Strindberg
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und van Gogh. Versuch einer pathographischen Analyse unter vergleichender H eranziehung von Swedenborg und H ölderlin, B e m a , 1922, 2> e d ., B erlin , 1926. M i p a to g ra fía d e N ietzsch e e n m i K ittisch e, B erlin , 1936.
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2. E j e r c i c i o s d e m e d i t £»'
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b) Problem as generales. 1 El problema de la significación crea dora de la enferm edad. H ay que exam inar em píricam ente qué form as m ór bidas tienen una significación no sólo destructiva, sino positiva. E n las patografías sobre personalidades notables se da siempre el problem a si sus creaciones resultaron a pesar de la enferm edad o, entre otras condiciones, tam bién m ediante la enferm edad (por ejem plo: los rendim ientos en las fases hipom aníacas, los contenidos artísticos de los estados depresivos, las experiencias metafísicas en las vivencias esquizofrénicas). Así está en los acontecimientos históricos el problem a: ¿el proceso m órbido era sólo des tructivo o cooperó en u na creación positiva?(2) . 2. Relación de form a m órbida y contenidos espirituales. Típicos m u n dos intuitivos espirituales de la vhistoria, tienen como factor cooperante de su existir y de su configuración concreta, quizás afecciones espirituales es pecíficas, cuya afinidad con ellos puede ser observada tam bién hoy. A que llos m undos espirituales son en verdad posibles com pletam ente sin enferm e dad. Pero en su nacim iento de hecho, juegan un papel cooperante, quizás* productos de los enfermos. D em ostrable no es en ningún caso por m aterial deficiente. Pero se recibe la im presión de que el m undo gnóstico tiene relación con las vivencias de los enfermos obsesivos. Las descripciones, que aparecen en todas partes del m undo, de viajes del alm a p o r los m undos del cielo y del infierno, recuerdan experiencias esquizofrénicas. Esos estados ( t) K ö se l, R .: Die psychologischen Grundlagen der Yogapraxis (Beiträge zur Phitosophie und Psychologie, editados p o r Ö sterreich, H . 2 ) , S tu ttg art, 1928. Los Eranos-Jahrbucher,. Zürich, 1933 y sigts. J u n o , C. G. y W i l h e l m , R .: Das Geheim nis der goldenen B lüte. H e ile r, F r .: Die bu ddh ist is ch , Versenkung, M unich, 1918. Los Exercitia spiritualis de Loyola.
(2)
Este problem a es un jncentivo eseneial de mi ensayo sobre Strindberg y van G ogh-
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hubo a m enudo en el fondo alguna correlación oculta entre enferm edad y profundísim as posibilidades hum anas, entre ser locó y ser sabio (*). c) Psicopatía y religión. Se puede recorrer los tipos nosológicos y ver qué experiencias religiosas son observadas en ellos. Asi se m uestran los fenómenos contem poráneos (2) . O se ve en la historia qué personas religiosamente im portantes m uestran rasgos de anorm alidades, cómo h an desempeñado un papel la enferm edad m ental y la histeria (3), especialmen? te cómo fenómenos religiosos singulares pueden ser aprehendidos psicológi cam ente ( 4) 3 o se p regunta p o r el com portam iento práctico del sacerdote o del cura con los individuos cuyo com portam iento religioso tiene tam-* bién u na raíz y coloración a través de su enfermedad, y después, sobre la ayuda de la religión p a ra los enfermos (s). O finalm ente, superando lo empírico, se puede p reg u n tar cómo püede ser realizada una adaptación interna con sentido, en la'coincidencia de religión y locura; son posibles interpretaciones de tal m odo que, donde lo más exterior del ser hum ano está en tela de juicio, tam bién lo m ás exterior de su estado de existir vital puede proporcionar u n terreno p a ra experiencias con sentido. Se puede señalar al respecto que, empírico-sociológicamente todos los movimientos eficaces de fe y de iglesias, p o r lo general inconscientemente, rara vez cons cientemente, están justam ente caracterizados por lo absurdo de los conte nidos de la creencia ( credo quia absurdum Tertullían, lo acentuaba K ierkegaard, en el luteranism o se d a el repudio de la razón y u na tendencia a poner de relieve lo absurdo, el catolicismo desde Tom ás de Aquino rechaza lo absurdo y niega que sus contenidos de fe sean absurdos, m ás bien habrá que distinguir lo que está p o r encim a de la razón, el contenido de la reve lación, de lo que está contra la razón, lo ab su rd o ).
§ 5. Aspectos históricos En el siglo xix, cuando el tráfico sobre la corteza terrestre trajo un conocimiento m ás íntim o de todos los pueblos y el interés histórico trató de cap tar estados del pasado y el pasado como tal hasta en las tradiciones (1) P o c a fecundas y de inform ación s o l a m e n t e externa: W e y g a x d t , W .: “ D on Quixote des Cervantes” . ¿ . N eur., 154, 159 (193G). La exposición de estados psíquicos anormales en el arte japonés. Z. N eu r., 150, 500 (1934). (2) S c h n e i d e r , K .: Z ur Einführung in die Religionspsychopathologie, T ubinga, 1928. (3 ) I deler , K . W .: Versuch einer Theorie des ■jngigiösen Wahnsinns, 2 v o l., H alle, 1847), presenta Id eler observaciones de su clínica. L e u b a , J a m e s H .: Die Psychologie der religiösen M ystik, M unich, 1927. ’ (4) M o s i m a n : Das Zungenreden, Tubinga, 1911. J a c o b i , W .: Die Stigm atisierten. (5) Por ejemplo: Religion und Seelenleiden, Vorträge des katholischen Akadem ikerver bandes, 1926-1932¡ editadas por W ilhelm Bergmann, Düsseldorf y Augsburg, 1926 a 1932. J ahn, Ernst: Ttefenseelsorge (p ro testan te), Gotinga,^ 1940. Bovet, T h .: Die Ganzheit der Person in der ärztlichen Praxis (por un neurólogo cristiano creyente), Z ürich y Leipzig, 1940.
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m ás distantes accesibles, fué esbozado tam bién un cuadro históricogeogiáfico de las enfermedades (l ). Este cuadro conjunto abarcaba clima, raza, genio del lugar y del paisaje y destino histórico, como un todo. D e él se separaron después los estudios geopsicológicos y psicológicorracionales, la investigación histórica (por ejem plo, si la sífilis apareció de nuevo e n el siglo xv, antes no existía, llegó de A m érica), adem ás aspectos históricos singulares y consideraciones históricouniversales sobre el destino biológico del individuo. U n análisis de las condiciones históricas y sociales en que viven los seres hum anos, m uestra la m utabilidad de las m anifestaciones psíquicas con el cambio de esas condiciones. U n a historia de las enferm edades es im agi nable, como historia dentro de la historia social y espiritual. E nseñaría cómo cam bian los cuadros de enferm edades científiconaturalm ente idénti cas, ante todo las neurosis tienen su estilo tem poral, florecen en determ ina das situaciones, y, en otras casi se vuelven invisibles. P ara la. visión del cambio posible fundam enta], interesan las descripciones concretas de casos individuales y las biografías de tiem pos pretéritos. Sin que fuese ofrecida ya u na com paración m etódica, se entrega el psiquiatra simplemente a los cuadros concretos, en los que siente m as que sabe acerca de las diferencias de las épocas. No solo cómo se m uestra una form a de enferm edad en personalidades diferenciadas y altam ente dotadas, sino tam bién cómo se m anifiesta en personalidades en condiciones desconocidas, extrañas, se ve aquí con toda evidencia. Por desgracia hay sólo poco m ate rial de esa clase (2). El interés histórico coincide en los estudios psicopatológiccs con el interés por las reglas generales del acontecer hum ano. Se com para las épocas, se com para los pueblos cultos y los pueblos primitivos, p a ra recono cer prim ero lo común, lo que los recorre (por ejem plo la histeria), luego cap tar lo específico de ciertos estados (por ejem plo del arcaico), finalm ente investigar las tendencias básicas de la m archa históricouniversal (por ejem plo al problem a de la degeneración). a) L a determ inación del contenido de la enferm edad psíquica p or la c u ltu ra y la situación histórica. Es evidente que el conte» (1) M ü h j i y , A .: Die geographischen Verhältnisse der K rankheiten oder Grvndsüge der Nosographie, Leipzig u n d H e i d e l b e r g , 1856. H i r s c h : H andbuch der historisch-geograpischen Pathologie, 1833 y sigts. (2) Entre otros de tiempos antiguos: S p i e s s , C h r i s t i a n H e i n r i c h : Biographien der Wahnsinnigen, Leipzig, 1795. M agazin zur Erfahrungsseelenkunde, editado por K . Ph. M oritz, B erlín, 1783-Í793. Además las historias clínicas en ios libros de Esquirol, Ideler, Jacobi, etc. U na viija autodescripción; B e r n d s , M . : Eigene Lebensbeschreibung sam t seiner aufrichtigen Entdeckung der grössten, obwohl grossenteils noch unbebauten Leibet- und Gemütsplage, Leipzig, 1738. V er adem ás M ö n k e m ö l l e r : “ Das Zucht- u n d Tollhaus zu Celle” . Allg. Z._ Psychtatr., 68, 155 (1911). M o r g e n t h a l e r : -Rernischcs Irrenwesen von den A nfängen bis zur Eröffnung des T o ll haust s, 1749, B em a. W ?
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nido de las psicosis procede del caudal espiritual del grupo hum ano, de doi>de surge el enfermo. En tiempos antiguos se hablaba, en el delirio, frecuen tem ente de transform aciones anim ales (licantropía), de dem onom anía (de lirio de posesión), etc., ahora más de teléfono, telegrafía sin hilos, hipnosis y telepatía. Antes dab a el diablo golpes en las costillas, ahora los enfermos son m altratados por aparatos eléctricos. Las vivencias delirantes de un filósofo culto se distinguen por la riqueza y la profundidad de la significación, m ientras que las del hom bre simple se mueven en el dominio de Ja transform ación fantástica de fábulas de la superstición. Contenidos de representación y de creencia, que en el m undo de la m oderna civilización técnica hay que considerar como síntomas probables de u na enferm edad m ental, no son de ningún modo eso en las condiciones campesinas con vieja tradición, sino un objeto del folklore (*). El am biente espiritual, las concepciones y valoraciones dom inantes tie nen la im portancia de haber engendrado ciertas anorm alidades psíquicas, y no hab er dejado desarrollarse a otras. D eterm inados tipos de personalidad “se ajustan” a una época y entre sí. Se observa cómo se reúnen los carac teres nerviosos e histéricos. Algunos círculos están caracterizados justam en te p o r la agrupación de anorm ales y de enfermos m entales: la legión extranjera, las colonias de naturistas y vegetarianos, las asociaciones de fanáticos de la 's a lu d , los espiritistas, ocultistas, teólogos. En los círculos en que se cultivaba la religiosidad dionisíaca, en Grecia, fueron incluidas supuestam ente tam bién las aptitudes histéricas, ya que éstas siempre están llam adas a jugar un papel cuando la naturaleza orgiástica tiene significa ción a los ojos de amplios círculos. La m ultitud de los autorreproches infundados, que observamos en nuestros enfermos, y que K raepelin no en contró casi en absoluto entre los javaneses, lo atribuye este investigador al nivel europeo de cultura, en donde el sentido de la responsabilidad juega u n papel mayor. E n ciertos tiempos, en situaciones que fom entan y aum entan la promis cuidad de hombres, desem peña la hom osexualidad un papel que en otros tiempos y situaciones resulta del todo.indiferente, se le menosprecia o se le considera delictuosa (2). M ientras que en la edad m edia las manifestaciones histéricas tuvieron una significación histórica n ad a despreciable, retroceden en el m undo m o derno cada vez más. Inversam ente, segqn nuestros conocimientos actuales, (1) 108, 228. (2)
19».
B e r in g e r : B lü h e » ,
“ Über Formen des Aberglaubens im Schwarzwald” . H ans:
Arch. Psychiatr, (D .),
Die Rolle der Erotik in der männlichen Gesellschaft, 2 vol., Jena,
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la edad m edia no adquirieron nunca im portancia las esquizofrenias, ¡entras que llegaron a tener influencia precisam ente en estos últimos, jlos (Swedenborg, H ölderlin, Strindberg, v an G ogh) (*). Los años en tom o a 1918 h an agudizado la m irad a p a ra la significación : los psicópatas en los períodos turbulentos. E n las égocas revolucionarias len a relucir en gran núm ero, transitoriam ente, personalidades anormales. a verdad no han hecho la revolución, ni h a n hallado los thechos creadores s la construcción, sino que las situaciones son tales q u e d an a esas preisposiciones, por u n mom ento, espacio p a ra am plio desarrollo visible (2). En los tiempos fríos los sometemos a exámenes periciales, en los ardiea;s nos dom inan” dice K retschm er ( 3) .
b) H istoria de la histeria. H ay u n a histo ria de la histeria. Sus aanifestaciones drásticas en convulsiones, transform aciones de la concienia (sonam bulism o), realizaciones teatrales, tienen puntos culm inantes en a historia. Se transform an en su form a según las situaciones y las concep:iones generales. Los fenómenos grandiosos, que fueron observados y des critos detenidam ente en el siglo pasado, bajo la dirección de C harcot y de ¡u escuela —pero tam bién inconscientem ente engendrados— se ven hoy raramente. D e ahí se h a reconocido claram ente, de m odo retrospectivo, la histeria en la historia (d) Esta historia m uestra como fenóm eno fundam en tal la utilización de un mecanismo que perm anece idéntico en sí (que llega a u n a m inoría de individuos como enferm edad o como aptitud histérica) al servicio de movimientos m uy diversos, de concepciones, de finalidades. Por eso hay que observar en el eventual conjunto de estas manifestaciones histéricas m ucho más que la m era histeria; tam bién dentro de las m ani festaciones m órbidas juega la histeria sólo el papel principal, y ju n to a ella aparecen manifestaciones esquizofrénicas y de otras enfermedades. E n los hechos históricos que nos llegan a consideración, se tra ta de todo lo que, según el punto de vista, se llam a superstición y m agia, m ilagro o encan tam iento : posesión dem oníaca, epidemias psíquicas, delirio de brujas3 p re paración artificial de estados orgiásticos, espiritismo. (1) M i trabajo Strindberg und van G ogk, 2? ed., B erlín, 1926. (2) K a h n : “ Psychopathen als revolutionäre F ü h rer’’. Z. N eu r., 52,90 (1919), (3) K retschmer, E.: Geniale M enschen, B erlin, 1929. (4) Ante todo la o b ra del discípulo de C harcot, P aul R icher : Etudes clintqttes surla grande hystérie ou hystero-épilepsie, 2? ed., París, 1885 {en ella cuadros ilustrativos de los fenómenos históricos contem poráneos, y los dos apéndices: L 'hystérie dans Vhistoire. y L ’hystérie dans l’art). C harcot y R icher : Les Démoniaques dans l'art, París, 1887. A dem ás: L Ü tbuscher: Der Wahnsinn in den letzten vier Jahrhunderten, H alle, 1848 (trad . d e C alm eil). S oeur Jeanns : M em oiren einer Besessenen (en alem án), S tuttgart, 1911. A mdhíz: Ethnographische Parallelen .und Vergleiche, p. 1, “ Besesseneund Geisteskranke” , N . F ., 1889. Stöll, O tto : Suggestion und H ypnotism us in der Völkerpsychologie, 2? ed., 1901.
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1. P o s e s i ó n d e m o n í a c a . Q ue los espíritus (demonios y án geles, diablos y dioses) entran en el hom bre y tom an posesión de él, es una representación de todos los pueblos y tiempos. Las enfermedades corporales fueron explicadas m ediante demonios, sobre todo las mentales, y aquí ante todo en especial aquellas en que el individuo parece transform arse repen tinam ente en o tra persona, tono de la voz y actitud, expresión del rostro y contenido de sus palabras anuncian otra personalidad, y en las que ese cam bio vuelve a desaparecer tam bién repentinam ente. Pero en el sentido m ás estricto y propiam ente dicho se h abla de posesión dem oníaca donde el enferm o mismo vivencia ser al mismo tiem po dos esencias, y realiza dos m aneras de sentir com pletam ente heterogéneas con dos yo. Además pasa como posesión dem oníaca el vivenciar personalidades extrañas alucinadas, que hablan a los enfermos con voces y gesticulaciones, finalm ente, tam bién, Jos fenómenos obsesivos y todo lo sentido como extraño. Está claro que la posesión dem oníaca es sólo u n a teoría prim itiva y que la realidad que sirve de base a esa representación es en extrem o m ultiform e. E n especial los estados de posesión dem oníaca con transform ación de la conciencia, (pose sión sonam bulesca) son m uy distintos de aquellos con conciencia clara (posesión dem oníaca lú cid a), la prim era es mayorm ente histérica, la últim a esquizofrénica f1) . 2. E p i d e m i a s p s í q u i c a s . Y a hace m ucho que se ha tom ado conocimiento con asombro del fenóm eno de las epidemias psíquicas de la edad m e d ia (2) , fenóm eno que en nuestra época no parece tener n ad a que le pued a corresponder exactam ente. Sólo se podrían com parar con él fenó menos en todos los pueblos primitivos de la tierra, los que, en su gran suges tibilidad, son accesibles a las epidemias psíquicas. E n las cruzadas de niños se agruparon m illares de niños (se h ab la de 30.000), em igraron p ara llegar a T ierra Santa, abandonaron con pasión a la que no pudo poner alto ninguna contención, el hogar y los padres, para sucum bir mísera m ente tras poco tiem po. Especialmente en los tiempos después de la gran epidem ia de peste del siglo X IV , pero tam bién en otras ocasiones, estalló en diversos lugares de E uropa el furor de la danza, en el que cayeron en ráp id a sucesión incontables personas. Se tratab a de estados de excitación con con vulsiones de danzas orgiásticas con vivencias alucínatorias teatrales, después de las cuales se tenía am nesia parcial o total. E n ello a veces era llam ativo (1) O e s t e r r e i c h , T r. K o n s t a n t i n : Die Besessenheit, Langelsalza, 1921. (2) H e c k e r , J. F . C .: Die grosscn Volkskrankkeilen des M ittelalters, p, 57 y sigts., 124 y sigts., B erlin, 1865. H irs c h , A v e .- H andbuch der historisch-geographischen Pathologie, vol. I I I . Artículos sobre histeria y corea, S tuttgart, 1886. Scham a c k e r , J .: D ie seelische V olkskrankhdU n im deutschen M ittelalter und ihre Darstellungen in der bildenden K u n st, B erlin, 1937.
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1 timpanismo de] vientre, que era com batido por la ligadura violenta con »años. Finalm ente se han difundido en el siglo XVl y XVII las epidemias le los conventos, en las que las m onjas eran poseídas por el dem onio en ;randes masas y que, con la agitación de la expulsión del diablo, adquirían ontornos en extremo dram áticos. C uando el obispo ordenaba e! arresto lomiciliario y la separación de las monjas, term inaba u n a epidem ia rápilamente, mientras que crecía rápidam ente cuando se com batía por medio le la expulsión pública del diablo por p arte de exorcistas sacerdotales (*). Todas estas epidemias se pueden identificar según síntomas singulares desriptos al respecto como coincidentes en esencia con manifestaciones histéicas, que tenían sus contenidos variables según el medio y las concepciones. Por qué hubo en algunos —y no en todos— los tiempos anteriores tales pidemias? ¿po r qué no las hay ya hoy? A ello hay que responder que tales ipidemias, aunque en m edida m ínim a, las hay todavía, pero que hoy ina epidemia sem ejante nó adquiere difusión, más bien es sofocada en germen, porque no coinciden con ella las concepciones y las espectativas le la m uchedum bre, la entrega crédula o el tem or supersticioso. Así, hay :n verdad pequeños círculos de espiritistas en los que se difunden fenómei o s histéricos, pero el gran público no tiene p a ra esas “supersticiones” más jue sonrisa actualm ente y superioridad racionalista. Tenemos que adm itir jue la época especial, por las vivencias típicas de ellas, las concepciones Je la fe y los instintos y objetivos por eso desatados, pone en m ovimiento los mecanismos en otro m om ento quietos, que se convierten así en un insrum ento utilizado por ciertos círculos de cultura, m ientras que, en otras urcunstancias, no son más que fenómenos tenidos por patológicos y que juedan aislados. 3. D e l i r i o d e b r u j a s ( 2) . Desde fines de la edad m edia estuvo Europa durante tres siglos bajo el signo de los procesos de brujas. Las epresentaciones procedentes de la antigüedad adquirieron, bajo la influen z a de la política eclesiástica contra los herejes (de igual modo entre los católicos y los protestantes), un poder que hoy apenas nos es concebible, >n un m undo de terro r por incentivos del sadismo. El llevar a cabo un proceso fundado en m eras irrealidades, sólo era posible a través de las *ealidades de la histeria y de la sugestión. E n todas partes había hombres que penetraban el delirio (no hay ningún espíritu tem poral que se im (1) Ver las obras de Leubuscher, Ideler, !. c. (2) S o l d a u , W. G . : G eschickte der Hexenprozesse, Stuttgart y Tubinga, 1843. S n e ll: Hexenprozesse und Geistesstörungen, M unich, 1891. Der H exenkam m er de S p r e n g e r , e [s ' s t i t b e s , cn^alem án por J . W. R. Schm idt, V iena y Leipzig, 1938. S p e e , F r i e d r i c h : Cantío rriminalis oder rechtliches Bedenken wegen der Hexenprozess» (1632) (alem án por J . F . R itte r), Weimar, 1925.
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ponga a los hombres aislados). Pero cuando algo se h a co n v ertid o 'e n ^ fenómeno colectivo, la fuerza del individuo claro y con carácter es im potente. Los mecanismos básicos de la sugestibilidad, de la histeria y de los instintos; en todo m o m en to . listos para to rtu ra r y ser torturados, para el dolor y la destrucción por causa de sí mismos, dom inan en situaciones determ inadas, difícilmente abarcables, del espíritu y del poder, todas las resistencias. 4. O r g a n i z a c i ó n a r t i f i c i a l d e e s t a d o s o r g i á s t i c o s . Sin duda, em parentados por el mecanismo psicológico, están los estados orgiásticos intencionalm ente producidos, observados en todas partes en la superficie terrestre y en algunas épocas en singular extensión. L esestados de arrobam iento de los curanderos, de los cham anes (1), la furia de los derviches, las orgías de los bárbaros, como las fiestas dionisíacas de los griegos ( 2) y otras p o r el estilo, todos estos son procesos que se corres ponden psicológicamente de algún modo. Probablem ente hay entre ellos diversos tipos. Sin em bargo apenas se puede decir algo exacto. Por el momento tenemos que contentarnos con recibir una visión de los procesos singulares concretos. Con el ejem plo de los estados orgiásticos se puede mostrar claramente la frase general que la investigación meramente psicológica de una manifestación no distingue ni sobre la eficacia histórica de la misma ni sobre el valor que le atribuimos. U n proceso de éxtasis psicológicam ente igual o parecido puede manifestársenos desde un punto de vista com o la más profunda revelación de religiosidad humana, y des de otro com o un proceso “m eramente” patológico, indiferente, represivo, al igual que, en otros dominios, el mismo suceso psicológico es una vez el fundam ento de crea ciones espirituales valiosas, otras veces el fundam ento de “ideas sobrevaloradas” , por ejem plo, la fe en la invención del m ovim iento continuo. Compárese la admirable ex posición de la embriaguez dionisíaca en el O rigen de la tragedia, de Nietzsche.
5. E s p i r i t i s m o (:1) . En el m undo incrédulo moderno, al no estar ya la superstición en relaciones con iglesias, la posesión dem oníaca y tas brujas no fué ya cosa de exorcismos y de procesos judiciales, pero quedaion en pie los hechos psíquicos, con otra forma. Fueron, de conform idad con el carácter científico de la época, contenido de la m edicina y, perió dicamente abonados como un m undo de la histeria, y al mismo tiempo, contenido de pseudocicncias — ocultismo, parapsicología, espiritismo— , que quisieron explorar la realidad de lo sobrenatural como algo natural. (1) Z v c k f . r , K . : “ Psycholoiíic des Schamanisierens” . Der Síhaniuinsnms, S tuttgart. 1925. ( 2) R o h d f . , Ekwin: Psyche, /icsfsscvhc:!, p. 231-'i74, 1921. (3 )
Du
H e i.lw ig ,
A .:
vo!. 2, p. 4*27, 41-43, 47 y sigb.
A lf rf .d : Abcrgl aub e u n d Z attbcrei, Srkerin ion C i u f ( e n a l e m á n ) , L e i p z i g O kl iu lti sm uf u n d l ’e r b r c f l w n , B e r l i n , 1 9 J J
L e u m a n n ,
T h e o d o r:
Z. A'eur., 150, 693 (1934).
2’ 1914
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Asá, adquirieron las antiquísim as m anifestaciones sim ultáneam ente dos trans formaciones.: fueron investigados como hechos psicológicos científicam ente con la confusión perm anente de procesos espontáneos fisiológico - psicolológicos y artefactos a través de siííuación y observador; y fueron el m edio p a ra la exploración de un m undo superior de espíritus ajustado al espíritu de la época, demonios, efectos ocultos a distancia, clarividencia y cosas po r el estilo. c) Psicología de las m asas. Lo que en las epidem ias psíquicas se m uestra de m odo especialmente drástico y en fenómenos corporales, la di fusión de la actitud psíquica por la infección inconsciente, ocurre siempre en las manifestaciones colectivas de la creencia, del com portarse, de la ac ción, en la “opinión pública” . A quí hay u n dom inio de hechos de ex traordinario efecto histórico, que es actualizado en un libro excelente ( J) p o r sus bases y con ejemplos. Es u n proceso en el límite de la enferm e dad, p o r la ausencia de frenos, p o r la extinción de la crítica, en u na nive lación de las ejecuciones psíquicas, en que los individuos son capaces como u n m aterial de fuerzas despersonalizadas, de acciones en extrem o criminales o heroicas, de ilusiones com unes y de alucinaciones, de incon cebible ceguera. La m asa no piensa-y no quiere, sino que vive en imágenes y pasiones. Esos poderes de las masas son lo contrario de la com unidad. E n la m asa se hunde el hom bre y no se explica luego a sí mismo cómo fué posible que hubiera estado en el insignificante proceso del momento.'-. E n la com unidad se configura u n pueblo que es consciente de sí mismo, que se desarrolla constructivam ente en continuidad histórica. Los poderes de la. masa, utilizados como medios, pueden deslizarse y dom inar al que apela a ellos si, como el hipnotizador, no dom ina por com pleto los medios de sugestión, con presencia de espíritu. L a masa es un “alm a colectiva” con sentimientos comunes e impulsos del individuo extinguido como individualidad. E n ella es sentido el “ todos nosotros” sin “yo” . É n acciones comunes es, p o r el poder irresistible del m om ento, crédula, sin crítica, carente de todo sentim iento de responsabi lidad, pero tam bién influenciable y rápidam ente cam biante. Se inclina a las “psicosis colectivas”, a excitaciones desmesuradas, a acciones violentas (pánico, saqueos, asesinatos). Com o m iem bro de la m asa el individuo siente, se com porta y obra como 110 lo h abría hecho nunca en razón de su individualidad personal y dé su tradición histórica. Se h a vuelto un autóm ata sin voluntad con acrecentada conciencia del poder. “El escéptico se vuelve creyente, el honorable ufa delincuente, el cobarde u n héroe” . (1)
Lx B ox, G ustav«: Psyckologie des foaUs; en afcmáa: Piychologie ie r Mastt*- 2*
Lemdg, 1911.
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d) Estados psíquicos arcaicos. E n los pocos milenios de la his toria han tenido lugar violentas transformaciones de los estados generales, de los contenidos de la creencia, de los mundos circundantes, de las cos tumbres del saber y el poder. Pero a pesar de-todo río parece ser demos trable como distinta la predisposición fundam ental deí individuo en esos tiempos. U n a diferencia m ucho más profunda existe con respecto a los pueblos primitivos que h an quedado fuera de Jos tres grandes círculos cul turales de China, In d ia y del O ccidente, y cuyos restos han sido estudiados, en el período de su decadencia definitiva por los etnógrafos. Allí se pen saba ver un existir hum ano que h a de tener u n parentesco con el que precedió a nuestra historia. Puesto que nuestra historia entera se apoya en fundam entos que han sido echados en la prehistoria, que se h a desarro llado desde lo prem aturam ente alcanzado y que eso hasta hoy todavía la domina, de ello apenas hay dudas. Pero qué es eso, es difícil de captar. U n ejem plo: la repugnancia al incesto (el repudio de las relaciones sexuales entre padres e hijos y entre hermanos) no existe en los animales, sólo en los hom bres, pero aquí es universal (con las¡ pocas excepciones que justamente quieren ser un quebrantamiento consciente de la prohibición en sí general: en las familias sobera nas). ¿ D e dónde procede? Está muy vinculada, manifiestam ente, con la aparición del ser hum ano com o com unidad, lenguaje y pensamiento, legalidad en costumbre» y usos. A esos orígenes del ser hum ano no llega ninguna mirada empírica.
L a prehistoria del hom bre presupone ya esos fundam entos. Pero d u rante m ucho tiem po tiene que haber im perado u n estado psíquico que h a estado m uy lejos del nuestro, dom inante a través de los pocos milenios de la historia, y cuya analogía se creyó hallar en los pueblos primitivos. Etnólogos y sociólogos sé han dirigido a esos primitivos X1) . Por la ex posición de dos tipos de conciencia y de pensamientos han tratado de hacer evidente lo que distingue a ese m undo de los primitivos, del nues tro. M ientras en clara conciencia, determ inada en claras limitaciones, distinguiendo todo de todo — objeto y sujeto, realidad y fantasía, las cosas entre sí, etc.— , pensamos en la realidad em pírica en constante re lación, hay otro “pensam iento”, alógico, prelógico, que es plástico, intui tivo, significativo, simbólico, que lo presenta todo substituyendo a todo, hace fluir en confusión las imágenes, de m anera que las manifestaciones de origen más heterogéneo se convierten en u n a imagen, que . luego des compone de nuevo lo em píricam ente singular en relaciones y significaciones heterogéneas, y que ese cam bio proteifoim e de las figuras resulta la ver(l)
L e v y -B r í' h l : Les fonctions dans Ies sociétés inférieures, 1910 (en alem án Das D enken der N aturvölker, V iena, 1921). Excelente es K . T h . P s e u s s : Die geistige K u ltu r der N aturvölker, en la colección -in s N atur- und Geistesicelt, Leipzig, Teubner, 1914. J eru sa lem :
por
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d adera realidad; el espacio y el tiem po, com o realidades, desaparecen igual m ente, no h a n nacido todavía, al igual q ue las categorías de la realidad y del pensam iento lógico. Si se consideran ahora com parativam ente los contenidos intuitivos' de ia vivencia psicòtica, los modos de pensar, las categorías características de los objetos, todos esos fantasm as en su confusión a la prim era ojeada caótica, todo ese simbolismo, m agia y plasticidad, se m uestran asombro sos paralelos con los mitos, representaciones y m òdos de pensar de los primitivos. Con am bos tiene a su vez el sueño u n parentesco. Nietfcsche escribió: “A rbitraria y confusam ente altera el sueño constantemente' las cosas en razón de las m ás fugitivas analogías: p ero co n la misma arbitra riedad y confusióni crearon los pueblos sus m itologías. . . Péro todos nosotros nos parecem os en el sueño a esos sa lv a je s .. . dorm idos y soñando volvemos a recorrer las etapas de la h u m an id ad ” . E n su época h a tratad o brevem ente E m m inghaus ( x) los "equivalentes étnicopsicológicos de las perturbaciones psíquicas y h a m encionado una vasta literatura de la etnología, la arqueología y la psicopatologia. L a escuela de Freud, especialm ente Ju n g (2) , com paró los mitos y las psicosis. Luego h an ensayado nuevam ente Reiss y Storch (3) esa com paración — se tra ta siem pre de la esquizofrenia. Existen en el contenido, en la cone xión de sentido de los contenidos y de las im ágenes, sin duda, analogías notables. Se quisiera com prender la enferm edad p síquica eiu función de (a vida psíquica de los prim itivos y a su vez la v id a psíquica prim itiva en función de los enfermos que se pu ed en observar hoy. P ara ello debe coo perar la teoría en que la enferm edad (com o el sueño) consiste en la desapa rición de inhibiciones, p o r eso lo prim itivo vuelve a su rg ir desde los profun dos estratos de lo inconsciente. Sìli em bargo las g randes esperanzas que se pusieron en esa m anera de considerar las cosas, no se han cumplido. El pensar arcaico del estado prim itivo d e conciencia es algo esencialmente distinto a la afección psicòtica. Es el resultado de un des arrollo colectivo y sirve a la com unidad efectiva, m ientras que el pen samiento esquizofrénico aisla a los individuos y los sep ara de la com unidad. El pensam iento plástico de los prim itivos se p ro d u ce en la com u nidad de un espíritu, que com o pensam iento racional está desarrollado todavía escasam ente; el de los esquizofrénicos, en cam bio, se cum ple a (1) E mminchaus: Allgem eine Psychopathologie, p . 43-60, 1878. (2) J uno*. V er la reviita Im ago, 1912 y sigts. J uno: “ W andlungen und Symholo ier Libido” . ^“ J b. f. psychoanal. u. psychother. Forsch., 4, 162 ( l d l 2 ) . F reud: Totem und Tabu, m $ . (3) Re.m s Z . Neur., 25, 432. S t o r c h : Zbl. Neur., 25. 273.
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pesar de sus posibilidades racionales de pensam iento sim ultáneam ente existentes en la civilización a que pertenecen. El paralelismo que encuentra analogías entre los prim itivos y los esquizofrénicos, sería fecundo tan sólo
si se pudiera ver y señalar de ese m odo lo específico, no sólo de ambos estados, sino lo que caracteriza todo acto del pensamiento im a ginativo y lo que caracteriza el contenido de las imágenes. Se recono cería no sólo la heterogeneidad de los estados de conciencia del esqui zofrénico, del prim itivo, del que sueña {que sin eso es claro), sino la diferencia de los contenidos y los actos de la vida psíquica. Pero en este respecto no se ha ganado nada. El mero recuento o enum eración de las sim ilitudes, después de u n cierto asombro inicial, se vuelve pronto tedioso, tanto más cuanto que en cad a detalle se percibe al mismo tiempo lo no semejante. . Los problem as son pues: 1. ¿H a n sido las vivencias esquizofrénicas " una fuente de concepciones y representaciones prim itivas? El problem a no recibe respuesta alguna. 2. ¿C óm o es el pensam iento de los primitivos en relación con los esquizofrénicos? N otoriam ente “sano” , no tiene el carácter de vivencias esquizofrénicas prim arias o de desbordes psíquicos esquizojfrénicos. 3. ¿ Q ué quiere decir “reaparición” de imágenes primitivas, m i tos, símbolos, posibilidades y fuerzas, sacudidos y perdidos en la civili zación? Esta es u n a teoría m uy imprecisa, no verificable, una relación hasta ahora no explorable más allá, u n a afirm ación grandiosa e infundada que se repite sólo en m aterial siempre d iv e rsó /sin progreso del cono cimiento. Si se tom a el pensam iento de los primitivos en la m anera de ver con que fué representado p o r etnólogos, se tiene un esquema de aprehensión que puede p restar sus servicios tam bién p ara la descripción del pensa miento esquizofrénico. Si p o r tanto se encuentran paralelos llamativos también entre rendimientos y vivencias de situaciones en la debilidad m en tal, adquirida a consecuencia de lesiones cerebrales, y el pensam iento de los p rim itiv o s ^ ), no p o r eso puede ser dado, más allá de la descripción con categorías similares, apenas un significado para una conexión real entre primitividad y enferm edad. e) Lo psicopatológico e n los diversos círculos culturales. En tanto que conocidos hasta hoy, los fenómenos psícopatológicos son los mismos en los tres grandes dominios culturales de Asia oriental, de la India y del O ccidente. L a determ inación del contenido varía con las con (1 )
E lia s b frg
y
F e c tc h w a .n o e r :
Z.
A ' e u t .,
75,
586.
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cepciones dominantes. Las m anifestaciones son idénticas, hasta en las des viaciones neuróticas aisladas (*). f) El m undo m oderno y el problem a de la degeneración. Desde hace m ás de un siglo han aparecido las visiones de la decadencia, que pre decían el fin de la cultura occidental, la ru in a de E u ro p a y de los europeos, o la decadencia del hom bre en general (2) . D entro de ese panoram a la psicopatología tiene que ver: 1, ¿ Q u é es com probable en relación con la s alteraciones de las m anifestaciones m órbidas en el m undo m oderno? 2. Si hay algo como “degeneración” y si se puede establecer como cre ciente en el m undo moderno. Se h a n adquirido resultados estadísticos sobre el aum ento de los en fermos mentales internados, sobre los suicidios y sobre la criminalidad, 1. L a estadística de los Estados culturales europeos dice que en todas partes* desde 1850 hasta hoy, se ha duplicado y hasta triplicado la cifra de tos internadosen los manicom ios, calculada según el porcentaje de la población total ( 3). D e ahí no se deduce que la cifra relativa de las enfermedades m entales que se dan en general haya aumentado. N o fueron nunca ni son hoy llevados a los establecimientos todos los enfermos mentales. T al vez el aum ento de los internados está sólo en que hoy son llevadas al establecimiento más psicosis del porcentaje de la población total, que permaneció idéntico. U n a respuesta decisiva no es posible, sin embargo para la mayoría de los psiquiatras la últim a interpretación es la más verosímil. Romer p u d o establecer ( 4) que en Badén se puede demostrar para los años 1904-1910 un consi derable aum ento de todas las admisiones en los hospitales, en cam bio no se puede demostrar ningún aumento relativo de las primeras admisiones. Las razones del intercambio más frecuente son las siguientes: a ) La posibilidad de existencia, para personalidades m entalm ente inferiores y anormales es m ucho más difícil en las con diciones d e la cultura técnica m ás avanzada que en lasi condiciones que ofrecían posibilidades de vida más aliviadas de la cultura técn ica inferior. A esto corresponde que también ahora en las grandes ciudades sean llevados relativam ente mayor canti dad de enfermos mentales a los hospitales que en el cam po, y que se compruebe pre cisamente un aumento de los ingresos en los hospitales con el aum ento de la densidad de la población. D onde la vida es más difícil y tom a al individuo más com pletamen te, se libran los familiares más rápidam ente de sus enfermos m entales que en el cam po, donde un enfermo imbécil es más fácilm ente alim entado, cuidado y algunas veces puede prestar todavía un servicio útil. A las m ismas circunstancias, las mayores exigencias en la vida y la difusión de la instrucción popular, hay que atribuir que hoy desempeñen un papel tan grande en la discusión los niños débiles m entales y los menos dotados, m ientras que parece com o si antes no se hubiese advertido en m odo alguno la frecuencia de la debilidad m ental. Aparte de esta razón principal (i) O t t o , J . H .; "U b e r N eurosen bei C hinesen” . Z b l. Psychotker., 3, 5 ( 1 9 3 0 ) . (2) M anifestaciones aisladas en m i Geistige Situation der Z e it, p, 11-14, B erlin, 1931. Las visiones de decadencia de G obineau, Spengler, K lager. Libros americanos como el de Stcward: K ulturum sturz. Die D rohung des U nterm enschen, 1925. (3) Vocke: Psyekiatr, neur. W schr., 1907, I I . H acke: Das Anwachsen der Geiles kranken in D eutschland, Munich, 1904. G rtjnau : Über Frequenz, usw., H alle, 1905 (citado
por Bumke). (4)
R ö m er: A ü g . Z .
Psychiair., 70, 809.
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intervienen quizás tam bién: la m ejora en los establecimientos hospitalarios, el aumento de la confianza en ellos, la creciente extensión del concepto del enfermo psíquico en el juicio de más amplios círculos de la población, la dism inución del recelo ante los médicos neurólogos y alienistas, que el hombre moderno, sobre todo en ciudades, consulta m ucho más que el hombre de tiempos anteriores, pava el cual habría sido tal paso com o una especie de sentencia de muerte. 2. El suicidio en verdad com o tal no es un signo de anorm alidad mental, pero la mayoría de los suicidas pertenece a los tipos de personalidad que exam ina el psicopatólogo, o que sufren de enfermedades palpables. Por eso la estadística de los suicidios es en cierto grado u n a pauta para la frecuencia de estados psíquicos anor-^ males. D esde 1810 se h a acrecentado en más de 50 % en relación con la cifra de la población total la cifra de los suicidios. L a curva de frecuencia muestra además oscilaciones: aum enta con el encarecim iento de los n.edios de vida, en las crisis económ icas, etc., se reduce en tiem pos de guerra. Para la interpretación de estas condiciones numéricas se tiene la siguiente suposición: los individuos que, debido a su “A n la g e”, no se diferenciaron, experim entan en las condiciones culturales, alte radas más destinos, de m odo tal que caen en un estado de ánim o desesperado e inconsistente, que incurren en psicosis reactivas, depresivas y otras; caen más fre cuentemente en situaciones en las que la vida ulterior ha de parecer sin esperanza, sin perspectiva, insoportable. La cultura alterada hace manifestar con más frecuen cia formas de reacción fundam éntalas en la predisposición. Sobre la independencia de la frecuencia del suicidio de las condiciones culturales es interesante la estadística de los suicidios entre los judíos en diversas condiciones de vida, en comparación con la población circundante de católicos y protestantes ( x) : Por cada m illón de almas se produjeron en Prusia los siguientes suicidios: Año,
C atólicos
Protestantes
Judíos
1849-1872 .................................. 1869-1872 .................................. 1907 ............................................
49,6 69 104
159,9 187 254
56,4 96 356
49,1 73,5 95,3 92,7
135,4 194,6 221,7 210,2
105,9 115,3 185,8 212,4
E n B aviera: 1844-1856 1870-1879 1880-1889 1890-1899
.................................. .................................. .................................. ..................................
En los judíos de la Europa oriental que permanecieron en el lugar nativo, y en ■los judíos de la Europa occidental antes de la em ancipación, los suicidios son algo muy raro. Las cifras muestran el fuerte efecto del m edio (en parte explicado por la religión, que im pide los suicidios). 3. Las mismas interpretaciones están justificadas ante la curva de la difusión de la crim inalidad. El aum ento de las penurias sociales, que hacen poner de m ani fiesto determinadas “A nlage” delictivas, la estricta aplicación de las leyes y otras cosas idénticas parecen bastar,com o explicación.
L a estadística puede ab arcar sólo los signos más groseros de la vida psíquica alterada. Frente a ella nos volvemos entonces a las comparaciones (1)
F
is h b e r o
:
Die Rasse r. Merkmale der Juden, p. 165, M unich, 1913.
K A R L
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de diversas épocas, que se refieren más a lo cualitativo o se apoyan en la m era impresión de alteraciones de frecuencia. Aquí podemos mostrar sólo p o r algunos ejemplos más la tarea de tal consideración que la exposición de sus resultados, que adem ás apenas existen, M uy discutida es la alteración de todo el modo de vida que h a traído consigo el desarrollo de la cultura técnica en el siglo X I X : en to d a ace leración del ritm o, agitación apresurada, desasosiego siempre Heno, de responsabilidad (pero del todo antim etafísico) y angustioso, ausencia de m editación contem plativa y, en lugar de ello, en el cansancio la aspiración de los disfrutes, que aportan a su vez fuerte excitación sin repercusión psíquica interna, el gran aum ento de las exigencias que se hacen a la capacidad de rendim iento y a Ja resistencia, etc. Los seres alcanza dos por ese modo de vida son, más que antes, víctimas de la fatiga crónica y de los síntomas neurasténicos que le acom pañan. A un cuando no se h a alterado la predisposición originaria de los individuos, éstos se vuelven ahora sin embargo m anifiestam ente neurasténicos, m ientras que ía neu rastenia perm anecía antes latente en circunstancias de vida m ás sosegada. Al term inar el siglo pasado se repitió por eso siempre que la form a de afección, típica de la época, que se destaca enorm em ente p o r la fre cuencia con respecto a los tiempos anteriores, es la nerviosidad (l ). El am ericano Beard la h a descripto prim ero, resum iéndola bajo el nom bre de neurastenia. N um éricam ente no se puede decir n ad a sobre la frecuencia de m ani festaciones neurasténicas de tiempos antiguos y del presente. L a lectura de viejos escritores médicos d a por resultado que los síntomas singulares eran conocidos tam bién antes con otros nombres. Hoy, la impresión general, en relación con las neurosis es: las histerias h an dism inuido fuertem ente, m uchas manifestaciones histéricas (ataques y contracciones) han casi desaparecido: las neurosis obsesivas en cam bio están en,aum ento enorme. L a idea de la degeneración-. Bajo la presuposición de la predisposición perm anente hemos intentado in terp retar la im portancia de las condiciones sociológicas variables, p a ra el hecho de la diversidad de la anorm alidad psíquica según los tiempos y los círculos culturales. Pero ahora queda el problem a: ¿no se altera — bajo la influencia de la cultura o sin esa influencia— en el curso de las generaciones tam bién la mism a raza en su (1 )
D ie Nervenschwäche ( e n H is : M edizin und V berkultuf.
B ea r d :
unterer- Z eit.
a le m á n ),
1883.
E rb :
Die wachsende
N ervot i i i l
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predisposición psíquica? Para los psicopatólogos es im portante en parti cular 3a pregunta especial: ¿aum enta en el curso de las generaciones la propensión hereditaria para 3a anorm alidad psíquica y la enferm edad psí quica o disminuye? ¿Degenera una raza bajo la influencia del desarrollo cultural? f 1). No hay degeneración cuando, bajo la influencia de un de term inado am biente, los individuos llevan a su pleno desarrollo la pre disposición nerviosa que hubo siempre en ellos. La degeneración se da tan sólo cuando ese pleno desarrollo es transm itido a los hijos, indepen dientem ente del medio. Si los hijos en cambio, en el traslado eventual a otras condiciones de vida, vuelven a ser como las antiguas generaciones, esa es una prueba contra la degeneración. Bumke ha dem ostrado que n o ' tenemos ningún motivo forzoso para adm itir una degeneración creciente bajo el efecto de circunstancias culturales especiales. Se tra ta siempre sólo de efectos sobre los individuos vivos, que alcanzan a éstos, pero que no se heredan. El ejemplo más ruidoso, que hace pensar siempre en la existerncia de degeneración bajo influencias culturales, es el destino de las familias cul tas (-). Las opiniones se encuentran aquí en rudo contraste. Por una parte, se opina que no aparece una degeneración hereditaria, que se tra ta más bien del efecto del medio, que afecta a toda generación ulterior ya desde la infancia; ablandam iento, rechazo de esfuerzos, ociosidad, vida irre gular, lim itación q u erida-del núm ero de hijos, azar, etc.., explicarían el resultado. Por otra parte se pretende que se trata de alteraciones trans misibles; lo mismo que algunos anim ales encerrados no tienen descenden cia, así ocurre con las fam ilias cultas; la exposición era novelas, que pre senta u n a constitución nerviosa creciente, congénita en la sucesión de las generaciones, se apoya en la verdad. U na decisión del problem a es ahora imposible. O tro ejemplo de la degeneración del hom bre p er la cultura sería el raro caso en que se podría observar en uMa raza, en breve tiem po, el tránsito a condiciones sociales totalm ente distintas. U n caso tal lo pre sentan los negros en América después de la liberación de la esclavitud. En u n millón, se h abrían contado antes de la liberación 169-175 enfer mos mentales, pocos años después de la liberación 367, 20 años más tarde 886 ( 3). U n a interpretación plausible parece imposible dado el escaso m a terial que se h a dado a conocer, que no puede ser exam inado criticam ente. El problem a de la degeneración como crecimiento hereditario de fe íl) 12} (3)
S chott,
Si.:Alte M a n a h ti tn c T Fa m il ieu ,
Bumkf.: (.'ber tu r i (¡se E i ta r tu n g , cap. Bi-mke: /• r-, {>. 84 y sigts.. Leipzig,
L ei pz ig , 1910. G, Berlín. 1912. 1910.
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nómenos patológicos tiene afinidad con el problem a de las causas de la alteración de los pueblos prim itivos por el contacto con la cultura. Se h a bla de los efectos del alcohol, del ablandam iento, del disgusto de Ja vida, del suicidio, del aborto, etc. D iferentes razas parecen haber reaccionado de m odo diverso: Extinción no es lo mismo que degeneración. H asta dónde la idea de la degeneración tiene u n núcleo real, hay que responderlo en la investigación de Ja herencia. U n proceso total inextrica ble, que se llam aría degeneración, no es cognoscible. Es u n pensam iento fantástico anticipado.
P
a r t e
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e x t a
E L T O D O D E L SE R H U M A N O A las exposiciones em píricas de las prim eras cinco partes agregamos una sexta y últim a, Esta no aum en ta nuestro saber sino que ap o rta reflexio nes sobre problem as filosóficos básicos. C iertam ente no pertenecen ya al dominio del conocim iento psicopatológico mismo, pero se vinculan a la psicopatología. § 1. O je a d a retrospectiva a la psicopatología a) O bjeciones c o n tra el esbozo de mi psicopatología. Son posi bles objeciones que en realidad significarían reconocimiento, aun cuando expresan en form a negativa lo que p ara nosotros tiene u n sentido positivo. 1. “Esta psicopatología no d a un cuadro objetivo cerrado del todo; m ás bien lo descomponíe todo o lo deja firm em ente contiguo; la m ultipli cidad de la m ateria y de los puntos de vista confunden; no surge ningún cuadro del ser hum ano enferm o” . Pero esta form a de la estructura básica es la consecuencia del hecho que no adm itimos ningún punto de vista co m o el único valedero, ningún grupo de hechos como la realidad p ropia m ente dicha. C ontra la tendencia de u n a dogm ática del ser que se expresa en u na construcción del todo, hemos llevado a cabo una sistemática m eto dológica, Si su división es clara y cómo puede ser hecha m ejor, este es p a ra nosotros el problem a im portante. 2. “Siempre se d an discusiones lógicas, en lugar de exponer simple m ente la cosa misma. L a investigación es recargada con cosas superfluas y sin perspectiva y h ab ría quedado m ejor em pírica” . Pero estas discusiones sirven justam ente a la claridad em pírica. Enseñan a hacer distinciones, p a ra poder conocer claram ente lo distinto, en relaciones mutuas.. Lo empírico mismo se vuelve claro, sólo cuando en su aprehensión soy cons ciente lógica y metodológicam ente. 3. “Se habla m ucho de com prensividades; ese com prender psicológico no es ninguna ciencia, escapa a la prueba, pues se tra ta de discusiones no em píricas de posibilidades psicológicas. Y siempre se h ab la luego de lo incomprensible y finalm ente de lo incognoscible, y eso de m odo como
si estuviese allí , precisamente lo esencial” . Pero justam ente la-conciencia m etódica perm ite hacer consciente cada método, determ inar su sentido de conocimiento en sí y por la exposición, su realización en la investigación, y caracterizar ai fin todavía los métodos filosóficos que no pertenecen ya ellos mismos at tem a, porque no surge de ellos inm ediatam ente ningún resultado empírico de la investigación. El problem a p a ra nosotros significativo es, si conseguimos im pedir en todas partes las confusiones y mezcolanzas y m antener abiertos nuestros ojos p a ra la pluridim ensionalidad de los esfuerzos científicos y p a ra ios seres hum anos mismos en el todo. Q ue en el límite, finalm ente, hay u n a conciencia del ser, que sólo es acce sible a un esclarecimiento filosófico en lugar de llegar a ser el coronamiento de un saber total puram ente dogmático, es el fundam ento sereno de una actitud básica sistemática y m etódica. Ese fundam ento se esclarece indi rectam ente en la investigación m ultilateral. En el conocer establecemos lo que en el límite del conocimiento no es accesible al conocimiento mismo, y es sólo sensible a través del conocimiento. Las posibles objeciones enum eradas p artirían de pautas respecto de las cuales nuestro libro está en contradicción. b L a exigencia de la síntesis de nuestro conocim iento del hom bre y el cuadro d e la psicopatología. L a ciencia quiere lo sis temático y la totalidad. Lo disperso no quiere dejarlo de lado. E n la infinitud de las comprobaciones psicopatológicas, de la m ultiplicidad ter minológica de los lenguajes en que hablan los investigadores — hasta la actual incom prensividad— , es tanto m ás aprem iante la exigencia de mos tra r lo que conocemos propiam ente en total. Esa exigencia no se puede realizar p o r la aglutinación relacionada de conocimientos especiales. Pues estos no están en un plano, común de sentido, y no tienen por condición previa nm gún m arco de conocimiento básico común, La exigencia no -se puede tam poco cum plir por m edio de u n esbozo, por decirlo así, de la edificación del ser hum ano y m ostrando luego cómo tienen todos los ¿conocimientos su lugar como conocimientos de partes o miembros de ese edificio. Pues no hay tal edificio del ser hum ano. El hom bre es incom pleto en su esencia, e inaccesible en sí mismo al co nocimiento. L a síntesis es, en consecuencia, solamente posible por la estructuración de nuestro conocimiento acerca del hom bre, como desarrollo de las m o dalidades básicas de nuestra concepción, de nuestro pensamiento y de sus categorías, es decir de nuestros métodos. E n ese esbozo metodológico llegn
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la ciencia tan lejos como sean accesibles los objetos, en tanto que tales. Pero p ara llegar a ese límite, hay que estar cómodo más aliá de esos límites Ya que no experim entam os lo que es el hom bre más que a través de nosotros mismos — y eso en nuestro trato con seres hum anos y con el m undo, con la filosofía y las ciencias, con la historia— , o ya que es necesaria una base en nosotros mismos, de la que vivimos cuando ex ploramos seres hum anos, esa base tiene que estar presente en todo instan te como instrum ento de nuestro conocimiento. Esa base decide sobre el espacio, la plenitud, la profundidad en que es adm itido nuestro saber. Es falso querer organizar técnicam ente el conocimiento del hombre en e¡ todo, como si cualquiera pudiese tenerlo sin más, como si ese conocimien to o saber fuera nivelable en un plano. H ay que organizar más bien el conocer para echar m ano al hom bre en todas sus dimensiones, en todos Jos planos posibles de la cognoscibilidad. Esa estructuración ciertam ente, tratará de destacar, según las fuerzas, los simples grandes rasgos fundam en tales, las ideas básicas dirigentes, por las que es articulado de acuerdo a un sentido el saber p articu lar y es accesible a la fuerza intuitiva. D e acuerdo a eso se configurará necesariam ente el cuadro de la psi.copatología científica. N uestro conocimiento es fragm entario donde cul m ina en enumeraciones y en dispersa contigüidad, es fragm entario además en la m ultiplicidad de las totalidades. Pero no toleramos la ondulante variedad. Buscamos el ordenam iento en lo inabarcable, desde la m era agrupación al conocimiento causal ( tan sólo éste capacita para alterar efi cazmente, p a ra destacar, p a ra im pedir, para predecir) y hasta la visión comprensiva. Encontram os en diversos caminos, en el espacio ilim itado del ser hum ano real, determ inados hechos típicos como objetivación de una realidad h u m an a: referimos unos a otros los hechos hallados y encon tram os que en toda la separació'n. radical del sentido, los hechos estos, sin embargo, tienen que estar vinculados en un fundam ento, pues son refe ribles ur.os a otros. Vemos los infinitos entrelazam ientos y las correlaciones de lo objetiyo. Lo que es un elemento p a ra un punto de vista, es com puesto p a ra los otros. N o hay, como hay un todo, tam poco elementos absolutos. Lo que parece simple, puede deber su origen a condiciones com plicadas; lo que se- desarrolla com plejam ente puede ser claro en su sencillez, al fin, por la visión exploradora. El problerra sobre cómo todo ese saber se construye, ordena y estructu ra, se convierte en exigencia de la síntesis del conocimiento en conjunto. Repetimos que esto sólo es posible m etodológicamente, no como teoría del ser hum ano. L a síntesis es, no como el esbozo de un continente, sino como el esboi'o de las posibilidades de viaje en él. Pero en la diíe-
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renda del continente geográfico, el hom bre como un todo no está ahí p a ra nuestro conocimiento. Pues lo distingue del existir de un objeto igualmente gran d e/ que tiene la posición, de excepción en toda la n a tu ra leza; como ser de la libertad. L o últim o es por tan to un ordenam iento sistemático de los métodos, no un esbozo total. Los modos de aprehensión de todos los capítulos no hacen ninguna síntesis, de m anera que hubieran en su conjunto involucrado a los seres hum anos en total. A l' fin, no re sulta u n ser básico del hom bre em píricam ente conocido. T am bién al fin queda m ás bien abierto el ser hu m an o m ism o y con ello el saber acerca de él. Por eso consideramos un error cuando, sin embargo, se trata de presentar en la psicopatologia un principio del todo, y de fijarlo científicam ente com o punto exacto para conocer y para la práctica, en lugar de reconocer en virtud de la visión funda mental de una fe el espacio infinito de lo cognoscible. Cuando por ejem plo L. Binstvanger quiere examinar al hombre desde el aspecto de una determinada idea, cuando rechaza la “aprehensión del conglom erado” del hombre com o unidad corporal-psíquiio-espiritual que consiste en la síntesis de varios m étodos (por ejem plo el científiconatural, el psicológico y el científicoespiritual), y exige una “idea preordenada”, que para él es la “idea ontológica fundam ental de la existencialidad” , este es un error filo sófico y un error científico. Con esta presentación del problema, el m étodo del escla recimiento filosófico de la existencia se convierte primero en un saber al revés, siendo privado así de su esencia elevada, obligatoria, conjuratoria, y, en segundo lugar, se estatuye un terreno totalmente inaccesible para la psicopatologia. N o otra cosa es el error, cuando, por ejem plo, Prinzhorn dice: “N o m étodos, sino los rasgos básicos de una teoría de la vida, d e la constitución, de la herencia y de la personalidad tienen que ser para el m édico tan familiares que sea determ inado por ellos en su trato con los hombres” . Prinzhorn quiere hacer así maneras particulares del conocim iento, ge neralizadas de m odo absoluto por él com o filosofía, principio dél conocim iento con junto y de la praxis; pero el terreno es demasiado estrecho; la filosofía, problemática.
c) O jead a a las totalidades y al problem a de u n todo. E n todas las partes y los capítulos estaba el objeto de la investigación siempre en la polaridad de hechos típicos especiales y de u n todo al que pertenece el hecho típico. N o hay nad a singular que no sea alterado p o r otra cosa singular y por el todo, no hay todo que ncf exista a través de lo singular. El todo es trasfondo^en la m edida que lleva a la realidad y la lim ita para todo lo especial, p a ra nosotros condición de la aprehensión adecuada de lo singular. Esas totalidades no eran de u n a sola especie, sino específicas 2n cada dominio de investigación. R ecapitulam os de m anera breve: I. El todo m om entáneo en que aparecen los fenómenos vivenciados, era el estado de conciencia. El todo funcional se apoyaba en la unidad integrativa del organismo, fué como pensam iento “conciencia en general”, ;s decir función básica, es decir form a del curso actual de la vida psí quica y, como totalidad de todas las capacidades funcionales, la inteligen-
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cía. E n el análisis somático es u n a presuposición el todo de la unidadcuerpo-alma (en las formaciones de la unidad neurológica, horm onal, m or fológica) . P ara la psicología de la expresión, el todo es el lenguaje de u na esencia que está caracterizada por su nivel de form a; m undo y espíritu se d an como totalidades en que participa la acción singular, el obrar y la obra individual. I I . El todo de las relaciones comprensibles fué el carácter (la per sonalidad). I I I . El todo de las relaciones causales fué tom ado en las teorías. IV . Las totalidades de la aprehensión clínica fueron las ideas: la unidad nosológicaí el eidos (constitución, etc.), el bios (como conjunto de la form a tem poral de la vida. V. El todo de la com unidad y de la historia en los hombres fueron el estado de la sociedad, las formas objetivas de la cultura, de la época, del espíritu de la com unidad de pueblo, Estado, masa. Si echam os u n a ojeada a esa serie de esbozos básicos del todo, llam a la atención prim ero su m ultiplicidad; ningún todo es el todo, cada tota lidad es u n a entre otras, una totalidad relativa. En segundo térm ino vemos en todas paites la inclinación a generalizar de modo absoluto la totali dad eventual, a encontrar en ella el ser verdadero y propio del al m a, o al menos su centro, lo om nidom inante. E n toda generalización absolu ta hay u n a verdad qüe sólo es destruida por la generalización absolu ta. El todo eventual tiene la tendencia a pasar simplemente por el todo: el alm a es conciencia y nad a más— el todo funcional es la única objetividad, el único objeto de la ciencia, la unidad cuerpo-alm a es la realidad mism a— , m undo y espíritu son lo absoluto, la participación en lo que es la realidad del alm a; el carácter es la esencia del alma, su comprensividad, su ser; las teorías abarcan la realidad verdadera, las relaciones causales son la substancia de las cosas; el cuerpo es todo, el alma es sólo un epifenóm eno de los procesos cerebrales, el hom bre no es más que estación de tránsito de las relaciones de la herencia — la realidad de la clínica son las unidades nosológicas, las constituciones, el todo vital tem poral como unidad— , el individuo es función de la sociedad y de la historia. T odas estas generalizaciones absolutas son falsas como tales. L a m era m ultiplicidad, cuando la presentamos real y concretam ente, m uestra de m odo indudable que u n a totalidad de la vida psíquica no es nunca el todo mismo. Conocer a los hom bres es como u n viaje m arítim o por el océano infinito p a ra descubrir continentes; todo atraco del barco en tierra firme o en las islas enseña ciertos hechos, pero suprime el conocimiento ulte*
rior, si se opina estar allí, por decirlo así, en el centro de las cosas, y las teorías son como muchos bancos de aren a en que nos asentamos sin lle gar por ello a suelo firm e propiam ente dicho. E n consecuencia, hemos he cho m etódicam ente sensibles en todas partes, en nuestra exposición, los limites de la totalidad eventual; las totalidades son siempre sólo perspec:ivas particulares en el ser hum ano, son aspectos singulares de su m ani:estación. Pero ¿qué es el todo del ser hum ano, el único todo? ¿Se en cuentran las m uchas totalidades en la construcción del todo único? ¿ O ;s el todo del individuo sólo u n a p alab ra sin objeto? A ello hay que responder que el todo único del ser hum ano en verdad se vuelve un objeto p a ra nosotros, y que la reflexión filosófica esclarece >or qué no puede devenir. Pocas referencias a ello son ensayadas ense guida en los párrafos sobre la esencia del hom bre. El esbozo de u n ser lumano en el todo no resulta, siempre se m uestra enseguida la particuandad del esbozo, en la m edida en que es verdadero y se m uestra en tra i'orma siempre la escisión del hom bre que, sin em bargo, parece ser ino. Todas las totalidades son tipos de totalidades en lo desgarrado. Es ano inventar una aprehensión del hom bre en el todo, en que todas las Dtalidades hasta aquí m encionadas llegarían como elementos y miembros claridades teóricas. E n to d a captación del todo se escapa el todo mismo tenemos en la m ano u n esquema singular del todo, jiña m anera de tóilidad entre nosotros. P o r eso no sólo es falsa la generalización absoluta e una totalidad, sino tam bién la generalización absoluta que pretende íner el lodo propiam ente dicho del hom bre en el conjunto de todas las >talidades abarcadas.
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En consecuencia, consideramos u n a falsa exigencia el hacer del todo el ser hum ano u n dominio especial de investigación y de enseñanza. La jgnoscibilidad se agota en particularidades y en las totalidades siempre ¡pedales. U n a antropología no agrega ningún conocimiento nuevo. U n a orí a del hom bre específica aprovechable p a ra el médico, u n a antropogía médica, no puede-iiaberla. Coincide simplemente con la antropoloa filosófica, y esta no es ninguna teoría que pone ante los ojos adecuadaente u n objeto, sino u n proceso infinito de esclarecimiento de nosotros ismos, p a ra el cual son u n medio tam bién aquellas explorabilidades del )mbre con que hemos tenido que ver en este libro. L a unidad del individuo entero está p a ra eí conocimiento sólo en la rea de buscar vinculaciones entre todo lo conocido del hombre, es decir t la idea de la universalidad de las vinculaciones de lo cognoscible.
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d) Ojeada a los enigmas concretos. Casi en cada capítulo tro pezamos con enigmas, es decir no con problemas provisorios que encon trarán u n a respuesta, sino con m i s t e t i o s f u n d a m e n t a l e s para ese método de conocimiento. ¿Q u é es un enigma, es cosa m edida por algo captable? Por el círculo de eso que es captable no se puede explicar un hecho tí pico, Pertenece tal vez a otro círculo de lo captable, para el que hay otros enigmas. Todo enigma es por tanto la incitación a reconocer e l f r a c a s o d e u n a m o d a l i d a d d e l c a p t a r , y al mismo tiem po a buscar otra, para la que aquel hecho no es enigma, sino base de un enfoque. Los enigmas es tán siempre en e l l í m i t e de u n modo de conocimiento. Tales enigmas son el carácter de todo conoccr. T odo saber es el descubrimiento de un no saber no provisorio, sino específico. Así, en las ciencias de' la naturaleza no viviente: por ejem plo, en función de las leyes generales y de los hallazgos de la quím ica no se puede explicar la distribución de hecho de la materia en el espacio, por ejem plo que el azufre este acum ulado en Sicilia. Así en las ciencias biológicas: por ejem plo, a partir de las relaciones fisicoquímicas de la vida {fisiología) no se puede explicar la forma (m orfología) en el todo, lo interno de un vivenciár, la fina lidad, y al contrario. Además, en la captación de las relaciones finalistas de todas las funciones biológicas, para el existir y reproducción de !a especie, hay un enigm a: la inutilidad de las creaciones de forma que, por ejem plo en las plantas, son mucho más múltiples de lo que exigiría la adaptación al lugar (G o b el). Por relaciones biológicas (fisiológicas y m orfológicas) no se puede explicar el fenóm eno básico de la expresión de los animales (que convierte lo interno en externo comprensible) : a su vez, en razón de la conveniencia biológica, no se puede explicar la falta de fi nalidad de m últiples m anifestaciones de expresión.
Nos interesan los enigmas concretos en el conocimiento del hombre. En él vuelven en general, de nuevo, los enigmas de lo viviente, pero ahora de lo viviente como fundam ento del ser hum ano. Algunos ejemplos: Curtius y Siebeck hablan de enigmas de la constitución: “constitución'’ es un concepto abarcativo, que contiene al mismo tiempo un juicio módico, un juicio sobre el conjunto de la personalidad y su situación. Por fragmentos que se destacan de la relación del enfermo con su ambiente, no puede formarse la constitución. Por eso la consideración constitucional rio puede pasar a nuestra investigación usual anali zadora, genéticocausal. Existe una distancia que no se puede resolver. . . La consi deración constitucional no debe reducir nuestra investigación a causas y relaciones individuales palpables, pero debe enseñarnos a poner en el lugar exacto todas las relaciones singulares que comprobamos. Así nos muestra el lím ite del diagnóstico bacteriológico, cuya significación, sin embargo, no debe desconocer nunca” . El enig m a de la constitución se vuelve sólo mayor cuando debe abarcar toda la personaíidad y no sólo el acontecer somático. 2. Los límites de la investigación de la herencia muestran nuevos enigmas. Todo es transmisible, en tanto que par¿i toda la vida psíquica del hombre, junto al ambien te, es factor causal decisivo la “A nlages> hereditaria. Sin embargo la explicación en concreto tropieza en lím ites: 1. Cómo hacen los genes para producir en la evolución individual las m anifestaciones de las que son basi- transmisible, esto (a pesar del conoeiniiento de algunos efectos hormonales) es desconocido. Pero también si fuese hallada
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la adhesión de la genética a la ontogenia, de los genes a los organizadores, son siem pre captadas relaciones en las presuposiciones de la vida, de carácter m ecánico, en s í mismas no vivientes, y no la vida misma. Cómo han de hacer los genes para producir manifestaciones psíquicas que están sin embargo en su totalidad en relación con la tradición y la educación, de la vida espiritual histórica, esto escapa incluso a las representaciones hipotéticas. En verdad nadie duda que la realidad mental hasta sus últimas derivaciones tiene fundamentos biológicos, pero en razón de esos funda m entos, incluso si su relación con el alm a y el espíritu fuese clara, no se puede explicar nunca lo espiritual como tal. — 2. Para la unidad del individuo es condi ción previa la unidad del todo de una selección de genes, algo que no puede ser tomado ya como un gen. En las relaciones hereditarias es captado, por decirlo así, un material del proceso biológico, pero no la unidad eventual del momento. — 3. H ay "A nlage” que no son transmitidas ni transmisibles, aunque son congénitas. Co rresponde al individuo algo que no está en las relaciones de la herencia. — 4. En la visión del carácter personal del hombre, su libertad y su espiritualidad, percibi mos un “ser él mismo” irreemplazable, pero en todo caso un individuo simple. T od o individuo es un punto importante “creado”, hablando teológicam ente, de origen pro pio, por decirlo así, no sólo transición de un material hereditario m odificado. El espíritu se puede concebir como realidad objetiva todavía en relación con propieda des naturales (fam ilia con elevadas d otes), pero no como resultado de esa naturale za. Y el hombre como individup es — tanto más según la doctrina de la filosofía alemana desde Nicolás de Cusa— un espejo del todo, la presencia del mundo en pequeño, no suplantable y simple. El individuo es, en lugar de ser soluble en una suma de factores hereditarios (lo que en relación con el material de sus presuncio nes y condiciones es exacto), “creado inmediatamente por D ios” ; 3. Si tomamos la vida psíquica en su rendim ientos, a los hombres como al con junto de sus capacidades funcionales, chocamos con el lím ite, que juega un papel en las relaciones de rendimiento, lo que perturba su regularidad, restringe su calculabilidad. Aparte de pocos exámenes de rendim iento, que tienen un sentido puramente fisiológico (perteneciente a la psicología de la percepción, del cansancio, de la m e m oria), tienen lugar casi todos los rendimientos en la figura de ejecuciones m ental mente condicionadas. Pero si, al contrario, queremos comprender los rendim ientos, com o espirituales, tropezamos siempre con los lím ites de las condiciones biológicas, que llevan, restringen y perturban una realización representable de modo puramente espi ritual. Si hacemos psicología y mentamos acontecer natural, encontramos ese aconte cer natural sin embargo, a través de realidades espirituales y psíquicas, que luego no son mentadas como ellas mismas, sino com o indicio de otro acontecer. En toda reali dad que abarca la psicología, hay ya espíritu. D e ahí en todas partes el enigma con creto, lo que es, cómo actúa. Las respuestas a ese enigm a lo acentúan solamente, sin resolverlo. Así por ejem plo: es espíritu, algo trascendente de la naturaleza, se sirve del cuerpo, para ser real'por su interm edio, para hablar a través de él en el m undo y desenvolverse. Es separado del todo-cuerpo-alma (A ristóteles), pero no se da sepa rado, sino tan solo en el exteriorizarse por el cuerpo. Se crea, por decirlo así, el siste ma nervioso como su herramienta. O , según K lages, es el diablo que destruye la vida. 4. Los lím ites del comprender los hemos discutido frente al acontecer biológico y frente a la existencia. En todo comprender la realidad del hombre existe el enigm a concreto, que lo comprensible, en sí aparentemente ilim itado y completo,, está constantemente condicionado inversamente y apunta a otra cosa, que o bien es s u origen o bien su limitación. 5. La unidad de un bios está. ligada a los azares innumerables que le llegan e n
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el curso del tiempo. Comprendemos al hombre a partir de su disposición, del modo como aprovecha las ocasiones que se le muestran, como aprovecha las oportunidades*, Pero el lím ite sigue siendo sin embargo el azar, ante el cual aparece una interpre tación com pletam ente distinta, sin verificabilidad en el sentido de la validez gene ral: com o destino y providencia, com o un lenguaje m ultívoco de la divinidad (p o r ejem plo, en la autocom prensión de K ierkegaard). L a unidad del bios es pensada fundadam ente en un todo, al que pertenecen los azares com o miembros. 6.
El enigm a concreto — cuando cuerpo y alma son pensados separadamente—
está en cada m ovim iento del brazo. ¿C óm o es que cuando quiero echar m ano a la plum a, el brazo y los dedos hacen los movimientos correspondientes? Algo m ím ico puro se da en lo m otriz, es el único lugar del m undo donde la “magia" es real: transposición inm ediata de lo espiritual en lo sensorial-espacial. El enigm a de la expresión — la exteriorización de algo interior, y eso en forma, comprensible— , lu ego el enigm a del lenguaje! se vuelven cada vez más grandes, cuanto más claramente se representan esas manifestaciones. Y en el lím ite de esos hechos típicos nuevam ente comprensibles en sí está lo interno, que no adquiere ninguna expresión, pero quizás com unicación, y lo interno que no se da tampoco en ninguna com unicación, p ero tiene realidad en lo inobjetivable simple y en lo irrepetible, por tanto no existe para el conocim iento, y sin embargo tiene realidad.
Si echamos u n a m irad a al conjunto de los enigmas concretos/ se pueden llevar abstractam ente a unos pocos principios concretos, es decir . a las m aneras como son cada vez lo otro en la frontera. A eso otro lollamamos lo infinito, el individuo, lo abarcativo. 1. El enigm a nace en la frontera eventual de la investigación, por la investigación misma, es decir allí donde su objeto se vuelve infinito en combinaciones, inabarcable. 2. El enigm a es el límite que representa el individuo como tal. El individuo es explicable en función de sí mismo, no en función de otro. No se puede cap tar en el todo mismo: individuum est meffabile. A pesar de su articulación, como esencia biológica, en las relaciones hereditarias, como psicológica en la com unidad y la tradición espiritual, así p o r decir lo así en la intercesión de dos líneas, el caudal hereditario y el m u n d o circundante, no es solo vía de transición p a ra éstos, indisoluble, sino en alguna p arte él mismo, simple, p o r sí, en concreción histórica como pleni tud del presen te: como ola única incom parable en la infinitud del m a r d e olas es, aí mismo tiempo, espejo del todo. 3. El enigm a es el límite que no se vuelve nunca objeto como lo abarcativo, en el que y desde el cual existe lo que aparece ante los ojos como objeto. Estos tres límites de diverso sentido entre sí^ con que tropezamos en la investigación, cuando se nos vuelven claros los enigmas concretos, n a sólo aparecen en el conocim iento del ser hum ano. Pero en el hom bre se reúnen y se colm an de u n a m anera típica p o r lo que llamamos libertada
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Vemos en nosotros mismos lo que sin em bargo no conocemos y no expe rim entam os en ningún otro lugar, p o r lo demás, en el m undo, ap arte de la com unión (K o m m u n ika tio n ) con otros hombres. Lo que no existe para el conocimiento, se hace sensible sin em bargo indirectam ente en el conocimiento del ser hum ano p o r las incalculabilidades, las irregularidades, perturbaciones, que ese conocimiento encuentra, si quisiera captar de modo puram ente objetivo al hom bre. Pero la libertad experim entada por uno mismo se vuelve al esclarecimiento filosófico. Aquí sólo lo siguiente: 1. En tanto que el acontecer empírico según reglas es cognoscible como necesario, y en tanto que los hechos típicos pueden ser señalados em pírica m ente, no> hay ninguna libertad. L a negación de la libertad es em píricam ente significativa, pero lim itada tam bién al dominio de la objetividad em píricam ente cognoscible. El ensayo de u n a prueba de la libertad por experiencia obligatoria es estéril y hace sospechosa la libertad misma. L a libertad no es objeto del conocimiento investigador. L a alternativa no es si la señalo em píricam ente o no, sino si quiero tom ar o no la responsabilidad por la frase “no hay ninguna libertad” y sus consecuencias. 2. El hom bre no sólo vive y vivencia, sino que sabe de ello. E n la form a de posición ante sí, puede estar de algún m odo sobre sí. Lo que sé, no solo soy m eram ente, sino p o r m i saber ya se vuelve o tra cosa que lo que yo sé de mi. Todo el existir empírico, que soy yo, debe escla recerse en relación con mi libertad: cómo está en él la libertad, cómo puede ser transform ado p o r la apropiación, cómo es eficaz en el servicio o como límite de la libertad. 3. L a libertad está form alm ente presente en toda comprensividad. En la m edida que com prendo, he reconocido libertad im plícita. L a nega ción radical de la libertad tendría consecuentem ente que renunciar ú com prender. 4. L a experiencia de los límites y el reconocim iento de la libertad se tía producido a menucio, pero a m enudo tam bién se h a convertido en el punto de p artid a p a ra un nuevo error: p a ra la conversión de la libertad ín un objeto ulterior de conocim iento, en u n factor del acon.ecer. Ideler, por ejemplo, form uló acertadam ente: “L a libertad m o ral es un concepto surgido de la razón, anticipándose a toda experiencia. Dor necesidad interior, que está fuera del dom inio de la investigación ?mpírica” . Pero Ideler hizo la falsa aplicación de esa frase filosófica, m tanto que quiso ver la aparición y el desarrollo de las enfermedades neníales en la lucha entre la libre autodeterm inación y la pasión. Obje
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tivó la libertad como un factor del acontecer natural. Asi, contra el principio reconocido por un m om ento como v e r d a d e r o , no sólo h a res tringido la libertad, sino que la h a invertido, con todas las consecuen cias del psiquiatra que se extravía en su aprehensión del hom bre. Es un error poner contiguos la naturaleza y la libertad (vida y espíritu) como factores en el mismo plano, como si ambos obrasen el uno sobre el otro. M ás bien tropieza siempre u n a form a d e aprehensión — una vez conocimiento de la naturaleza^ o tra vez com prender y con el com prender el esclarecimiento— en los límites, pero no p a ra adm itir allí en sí nuevos factores de la explicación, sino p ara saberse lim itado uno mismo ante el ser en el todo. Así tropieza la causalidad en la liber tad y al contrario, así el com prender en lo incomprensible, sea lo causal biológico, sea la existencia § 2, E l problem a de la esencia del hom bre Las ojeadas a la psicopatología llevaron al problem a de la esencia del hombre. A ese problem a h a n dado respuestas la biología, la antropología, la teología, la filosofía. Es u n tem a inmenso. A quí nos limitamos a pocas observaciones. H a n sido tom adas de otros escritos míos. E n ellos se en cuentran las exposiciones y fundam entaciones de lo brevem ente esboza do aquí. (x) a) L a actitu d filosófica fundam ental. En una serie de frases bre* ves presentam os las presuposiciones bajo las cuales nos parece posible u na representación significativa de la esencia del hombre. 1. Decimos, p o r ejem plo: El hom bre como u n todo existe sin embargo. V a corporalm ente como individuo por el m undo, es u n a cosa, ese cuerpo, en el espacio. Pero esa es la m odalidad m ás exterior de aprehensión. Si trato, por ejemplo, al hom bre como ese todo corporal, aniquilo al hom bre mismo: como cuerpo se convierte en un trozo de m ateria que llena el espa cio. como algo utilizable quizás en una pieza de la m áquina del trabajo, etc. Pero si veo al hom bre como ese cuerpo, ya en la aprehensión biológica dél todo corporal, soy en seguida ¡levadp a u n a m ultitud de aspectos que nunca son el todo. E n el hom bre no es diferente a cualquier ser viviente, incluso u n a plan ta, y al m undo en total. A prehendidos con fines de cono cimiento, todos estos objetos son en seguida desgarrados. El todo es sólo idea y hay m uchas ideas. (1) Para la aclaración de la idea de la esencia del hombre son ante todo importantes: Platón, Agustín, Pascal, Kant, Kierkegaard, Nietzsche.
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2. Tendríam os u n todo si pudiéram os colm ar el sentido de la unidad. Pero el sentido de la unidad es m últiple: p o r ejem plo: un objeto es el objeto que tengo siempre m entalm ente ante los ojos (la unidad form al de todo lo pensable). U n individuo es u n a unidad;, que es infinita; si debe ser conocido, se descompone en m uchas m aneras del ser individual; en el devenir conocido pierde precisam ente su un id ad en favor de esas m uchas unidades que es. U n a existencia es u n a idea filosófica, que utiliza el uno en el pensam iento trascendente p a ra el esclarecimiento de lo incondicionado de la, existencia. Captam os unidades en el conocer, pero nunca la unidad últim a, ni la del individuo ni la de la existencia. 3. Conociendo poseemos todo ser sólo en la escisión objeto-sujeto, es decir como objeto p a ra nuestra conciencia, como se m anifiesta en general a esta “conciencia” en la escisión, no com o es en sí. Por tanto, tenemos en la realidad em pírica al ser, sólo como se nos presenta en las categorías de la conciencia, como m anifestación en las múltiples m odalidades básicas de la experiencia, de la explicabilidad, de la com prensividad. 4. Como nosotros conocemos m anifestación y no ser en sí, tropezamos al conocer con limites, que hacemos sensibles p o r conceptos fronterizos. Conceptos fronterizos (como “ ser en sí” ) no son vacíos, sino Ilenables por lia presencia, no se refieren a un objeto, sino a jo que me lleva y abarca con todo lo objetivo. 5. Las m odalidades de lo abarcativo no se pueden conocer, pero se pueden esclarecer. L o abarcativo es el ser en sí (m undo y trascendencia) o lo abarcativo que somos nosotros. H acer de lo abarcativo objeto y tra tarlo a su vez como algo cognoscible, es u n a conversión básica d e nuestro pensar. Nuestro pensar puede rozar y presentar m ás de lo que puede hacer objeto de conocimiento. E sta presentación no acrecienta nuestro saber acerca de los objetos, sino que nos enseña a "ver el sentido y la aplicabilidad de ese saber en sus límites. Desde lo abarcativo se nos presenta todo lo objetivo, nos viene desde él, m uestra el ser en perspectivas y aspectos de especie más necesaTia y m ás generalm ente válida, p o r tan to m ás cognos cible. Pero lo abarcativo, m ostrándose cada vez m ás rico y m últiple en la manifestación del conocimiento progresivo, retrocede como¡ él mismo, perm aneciendo siempre inobjetivo. 6. Lo abarcativo a esclarecer es de, especie m últiple (el ser en sí y el ser que somos). R epresentar lo abarcativo que somos (existir, conciencia en general, espíritu - razón y existencia), es u n fundam ento de la filosofía del ser hum ano.
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7. L a conciencia de lo abarcativo p enetra en lo profundo el conoci m iento de la m anifestación. Lo cognoscible es, moviéndose siempre en la m anifestación, de adelante o del fondo. P ara la conciencia filosófica posee todo lo cognoscible u n lenguaje por decirlo así como cifra; metafísica. El o ír ese lenguaje hace avanzar el querer saber. “Así es” , “eso hay” son expresiones de ese asom brarse al escuchar. 8. C om o en todas las ciencias, así tenemos tam bién en psicopatología que h acer sensibles los iímites> p a ra ver los enigmas concretos a fin de ver por u n a p arte el universal espacio libre de la investigación científica en ca d a uno de sus métodos posibles, y p o r otra parte, p a ra no traspasar los límites de la ciencia, en la valorización y aprovecham iento de sus resulta dos. Entonces, de u n a m anera única, insustituible, justam ente por la cien cia al chocar con los lím ites, podemos percibir lo abarcativo y evitar el esbo zar a h o ra tam bién a su vez eso abarcativo, de m odo falsam ente racional. L a actividad filosófica básica, no u n saber filosófico dogmático, es decisiva p a ra el saber y la praxis en relación con los hombres. b) L a im agen del hom bre. E n los métodos de la exploración del ser hum ano no nace una im agen un itaria del hombre, pero sí m uchas im á genes y cada cual con u n poder propio de ella, que se impone. L a inves tigación em pírica, la aprehensión comprensiva de lo posible, y el esclare cim iento del hom bre, como si todos los conocimientos estuviesen, por decilio así, en u n plano, como si tuviésemos al hom bre ante nosotros como objeto, y reconociésemos su ser y sus causas y efectos como un todo. Si preguntam os si la m ultiplicidad del conocimiento del hom bre es provisorio y podría ser elevado en principio a u n a gran unidad abarcativa se puede responder: la investigación de hecho h a enseñado que la m ulti plicidad de los métodos con la experiencia de sus resultados, está sólo decididam ente separada en su diversidad de sentido, porque no es visible el principio de la unidad, sino que aparecen solamente ideas de unidades relativas. T odo esto es filosóficamente concebible. Pues en tanto que el individuo es explorable em píricam ente como objeto del conocimiento, no hay libertad alguna del hom bre. Pero en la m edida que vi vencíamos, obramos, indagam os, somos libres en nuestra certidum bre del “mismo”, y con eso m ás que lo explorable p o r nosotros. T am bién el enferm o convertido en objeto, es como tal sujeto, no libre; pero como “él mismo” , vive de algún sentido de libertad. D icho de otro m odo: si hubiese u n a term inación em pírica del ser hum ano, u n a división com pleta de su ser como ser explo rable, no h abría ninguna libertad. Si preguntam os, frente a nuestras divi siones perm anentes de los hom bres en partes, componentes, miembros.
factores, por qué habría éstos, sólo éstos y no más, la respuesta es: hay tal vez todavía muchos, hay ante todo otras divisiones., L a pluralidad de métodos y aspectos, ese desgarrar el ser hum ano como objeto de la inves tigación, lo abierto, es la verdad básica del conocim iento del horabre en total. El ensayo por cap tar el hom bre en total de m anera conclusiva y general, tiene que fracasar. T o d o lo captable es .finito, destacado, no es el hombre mismo. Aparecieron muchas imágenes del ser hum ano: la conciencia como ?scenario, en donde vienen y van las manifestaciones, y que como esce nario tiene que presentar diversos estados. — L a división del alm a vivenciante en el percibir, representar, pensar, sentir, impulso, voluntad (o en más o menos m iem bros). — L a vida como arco reflejo, que responde a las incitaciones externas, en u n a construcción com plicada, por selección y ransformación, finalm ente, con repercusiones hacia fuera. — El todo como aparato de rendim iento. — L a vida en u n m undo que está form ado con él, en un todo. — La esencia básica del hom bre com o autoobjetivación, en la expresión, en su acción, en su m undo, en su obra. — Su estructura, como unidad de relaciones comprensibles o causales. — Su existir como existir biológico (antropología), como form a del espíritu (historia), como con creción histórica del individuo (esclarecim iento de la existencia), — El todo de cuerpo y alm a (dualism o), de cuerpo, alm a, espíritu (trialism o), como unidad-cuerpo-alm a (m onism o). — Las variaciones de las po» sibilidades fundam entales del hom bre en u n a m ultiplicidad de constitu ciones, de caracteres. c) Esbozo filosófico de lo abarcativo que somos. El problem a soDre lo que es propiam ente el hom bre, condujo den tro de la psicopa tología a las totalidades. Pero todo totalidad que se nos presenta en el proceso de investigación es, m edida desde lo abarcativo del ser hum ano, una m anifestación, incluso todavía la personalidad, de la que hablamos, como de carácter típico, comprensible. Todos los esbozos del ser hum ano que nos aparecen objetivam ente ante los ojos y con los que podemos operar científicam ente, no son lo abarcativo, sino que están en lo abarca tivo, circundados p o r esto. Hoy en la psicopatología se está inclinado al aflojam iento de todas las unidades y totalidades. Lo problem ático de la unidad nosológica fué el prim er paso. Las unidades de las constituciones y de los bios no tie nen otro carácter. ¿Pero qué aparece en lugar de las representaciones anteriores válidas de la totalidad? E n vano hay nuevos elementos, com ponentes, radicales, átomos, genes del alm a. Siempre se m uestra un algo
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ulterior en e! espacio de lo abarcativo. Si esclarecemos ese espacio de lo abarcativo, realizamos una interiorización de aquello que somos y podemos ser. no un saber acerca de eso. Si hablam os de ello, tenemos a m ano la desviación para tom ar a su vez lo dicho como una doctrina de los- miembros dei ser hum ano. Con precaución ante ese engaño, ex pondremos aquí brevem ente las huellas inobjetivas de lo abarcativo que somos, a través de la pluralidad de los espacios en que nos encontra mos í 1). Sin nosotros tienen realidad lo abarcativo del mundo (el m undo no es. como captó K an t, un objeto, sino u n a idea: lo que conocemos está en el.m undo, no es el m undo nunca) y la trascendencia. El 'hombre acier ta en eso abarcativo el ser, que es real también sin él, aun cuan do no sabe tam poco de ese ser en sí, sino sólo como se le manifiesta y le habla en general en la escisión sujeto-objeto de la conciencia. O tro senti do tiene lo abarcativo^ corno lo abarcativo que somos nosotros mismos: 1. Somos existir, es decir somos vida en un mundo, como todo lo viviente. Lo abarcativo de lo viviente se convierte en objeto en los produc tos de la vida, pero en los que — sea form a del cuerpo, función fisiológica, relación de creación de form a, hereditaiiam ente fundada en toda vida, sea además en el hom bre im tium ento, acción, imagen — nunca es agotada !a vida misma, sino que lo abarcativo persiste, desde donde todo esto surge. El existir del hom bre tiene la realización de su manifestación por el hecho que se dan en él las m aneras consecutivas de lo abarcativo, son inspiradas por él o son forzadas en su servicio. 2. Somos conciencia en general, es decir participamos en lo general m ente válido, que, en la escisión del ser en sujeto y objeto, hace asible para el sujeto toda la objetividad en foimas. Sólo lo que aparece en esa conciencia es ser p ara nosotros. Somos lo abarcativo, en que todo lo que es puede ser m entado, sabido, conocido, tocado, oido, en lar formas de la objetividad. 3. Somos espíritu, es decir totalidad eventual conducida por ideas de i elaciones comprensibles en nosotros mismos y en lo por nosotros producido, hecho y pensado. Estas tres m odalidades de lo abarcativo que somos nosotros, están con catenadas entie sí, pero no coinciden, sino que entran en fricción unas íl)
AIyuna' explicaciones al respeero se encuentra en mis lecciones: V c rn u n f í Gtoninna. í'J3ñ. E x i s t i i c j i h U d o j i h i t . Berlín, 1!(38. Ei desarrollo detallado se en u^a paite de mi lógica filosóficn, todavía inédita. E úiU n:,
u n tt hace
con otras. Son las m odalidades en que nosotros estamos como im anencia p u ra ; en la objetivación y subjetivación de eso abarcativo nos manifestam os em píricam ente de m odo adecuado, como objeto de la investigación biológica y psicológica. Pero con eso no estamos agotados. Pues nosotros vivimos de u n origen, que está m ás allá del existir que se vuelve em píricam ente objetivo, m ás allá de la conciencia en ge neral y del espíritu, y eso com o e x i s t e n c i a posible y como razón propia m ente dicha. Este origen de nuestra esencia, que escapa al exam en em pírico de toda especie y sólo se aclara a la autoilum inación filosófica se conform a: 1. en lo i n s u f i c i e n t e , que el hom bre experim enta en sí, pues hay en él una constante inadecuación a su existir, a su saber, a su m undo espiritual. 2. en lo a b s o l u t o (U n b ed in g ten ), al que se somete como a su “ser mismo” propiam ente dicho, o como a lo que le es com prensible y válido para ese “ser mismo” ; 3. en el irrefrenable i m p u l s o a l u n o , pues el individuo no está contento en u n a m odalidad de lo ab ar cativo por sí, ni en todas juntas, él pugna p o r la unidad en el fondo, la unidad que es solamente el ser y la eternidad; 4. en la conciencia de u n r e c u e r d o i n c a p t a b l e , como si él hubiese estado desde el comienzo de la creación” (Schelling), o como si pudiera recordarse de lo intuido, pre vio a todo ser del m undo (P la tó n ); 5. E n la conciencia de la i n m o r t a l i d a d , que no es supervivencia en otra figura, sino un estar oculto en la eternidad sin tiempo, que se le m anifiesta como camino de acción ince sante en el tiempo. d) L a im perfectibilidad del hom bre. T am poco en el esclareci m iento filosófico resulta ningún esbozo unívoco del ser hum ano. M ás bien se muestra, en la interiorización trascendente de lo abarcativo del hom bre siempre en varios orígenes, por eso queda en el impulso a lo uno, q ue 'no es y no tiene. Esto es la n o t e r m i n a c i ó n o la f r a g i l i d a d del hom bre. Esta fragilidad exige com plem ento de otro origen, que frente a todos los orígenes abarcativos del ser hum ano sería el cim entador y p er feccionados Esto resultó en el tiem po no de otro m odo que por engaños anticipados, pues en el tiem po es la ejecución de la exigencia, posible sólo p o r una fe, que no tiene, no ve, pero confía en relación con la tradición de la fe de los seres por el queridos y admirados. Por las m odalidades de lo abarcativo — en cada uno la posibilidad ilim itada— y por la m ultiplicidad de esas m odalidades com prendem os la a p e r t u r a del ser hum ano, que al m ismo tiem po es su im perfectibilidad. N o se nos m uestra la esencia del hom bre en el esbozo objetivo de su
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ser, sino en esta su posibilidad inabarcable, en sus luchas ineludibles, en sus insolubilidades. 1. E l h o m b r e com o p o s i b i l i d a d a b i e r t a . El hom bre es u n “ anim al no consolidado” (N ietzsche), es decir: los ani males term inan su vida en carriles predeterm inados, u n a generación lo mismo que la otra, ajustados en la especializacíón de su form a singular de vida. Pero el hom bre no está forzado en u na vía definitiva del tenerque-vivir-así, sino que es píástico y capaz de transform aciones infinitas. M ientras los animales viven seguros en su existir, guiados confiadam ente por sus instintos om nipotentes, e n tra ñ a el hom bre en sí u n a inseguridad. Porque no está predeterm inado p o r ningún modo absolutam ente defini tivo de la vida, tiene probabilidades y peligros, se equivoca, tiene pocos instintos, es, p o r decirlo así, enferm o, a m erced de la elección hecha p o r Él en libertad. Es com o si desde los tiempos primitivos, m ientras todos los anim a les cayeron p o r rendim ientos m uy especializados, en callejones sin salida y h an continuado lo m ismo p o r decirlo así, el hom bre se hubiese con servado la posibilidad total. P o r eso se puede decir de él que en el fondo es todo (el alm a es, p o r decirlo aáí, todo, escribió A ristóteles). E n él puede ser eficaz siempre el m otivo m ás hondo, desde el cual llegó. Si, debido a esa plasticidad persistente, está inacabado, ese inacabam iento justam ente está preñ ad o de futuro. Desde su fondo aún, no sabe p a ra qué, es capaz, puede anticipar jugando e ilum inar su cam ino oon obje tivos verdaderos, fantásticos y utópicos. P orque el hom bre es abarcativo de todo en su posibilidad, no se puede determ inar en su esencia. N o se puede colocar sobre u n denom i n ador com ún, pues no obedece a ninguna especializacíón. N o es ubicable bajo u n a especie, pues m ás bien no tiene ju n to a sí ninguna o tra especie. D onde u n hom bre se convierte en algo determ inado, com o ta l algo determ inado no es ya el hom bre entero. E n todo lo determ inado, fijo, es el hom bre como si hiciese u n ensayo del que puede retom arse, -pues en el fondo de su esencia queda la posibilidad, aunque no en' el indi viduo singular, que se vuelve idéntico con su realización, cuando tiene contenido, si no en el hom bre como esencia, en la sucesión de las ge neraciones. 2. E l h o m b r e e n l u c h a c o n s i g o m i s m o . Q ue el hom bre no es u n ser que realiza decidida, unívocam ente su círculo p re determ inado, se m uestra en el m odo como está en lucha consigo mismo. N o sólo es la síntesis forzosa de contraposiciones, como se realiza en todo
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lo viviente, no sólo el móvimiento necesario del espíritu y como ta l dialécticosintéticamente comprensible, sino u n a lucha radical desde sus orí genes mismos. Figuras de su lucha se pueden ver en u n a sucesión gra du al desde lo que es propio de todo lo viviente hasta lo propiam ente hum ano. aa) El hom bre como vida está en las tensiones d e la “Anlage” y del m undo circundante, m ateria yf form a, interno y externo. bb) El (hombre como sociedad está en las tensiones de la voluntad p ro p ia y de la voluntad colectiva, y la últim a en la de la voluntad de la esencia y la voluntad social. cc) El hom bre como pensamiento está en la tensión -de sujeto y objeto “mismo” y cosa, y luego en las antinom ias ineludibles en que fracasa la razón. dd) El hom bre como espíritu está én el m ovim iento constructivo, por contrastes. L a contradicción es el aguijón que pone en m archa su movi m iento creador, la contradicción en toda m odalidad del vivenciar, del ex perim entar y del pensar. L a negatividad dom ina su m anifestación como espíritu, pero no es destrucción, sino form a de producción en superaciones y síntesis del devenir que se desenvuelve. ee) Como vida, pensam iento y espíritu proyecta el hom bre, ordena con conciencia, se disciplina. Su voluntad le hace hacer, desde su m undo circundante y desde sí mismo, lo que quiere. Esa voluntad, constantem en te e n lucha con la resistencia, destruye donde m ecaniza y lleva a la extin ción la vida propia de los orígenes: como voluntad form al. Se convierte, estando al servicio de los contenidos abarcativos, en m anifestación de los hom bres que se producen en la lucha: como g ran voluntad. ff) N i en el m undo ni p a ra los hom bres hay síntesis de todas las po sibilidades. M ás bien está ligada toda realización legítima, en algún lugar, a u n a decisión. M edidá en la seriedad d e tal decisión, que, porque elige, tam bién excluye, y que hace a los hom bres absolutos en sus disciplinas, es to d a otra lucha como un simple prim er plano, como u n espejo de lo viviente en su rica plenitud de movimiento. T a n sólo donde en el hom bre dom ina, desde su decisión, u n a resolución pasada a su esencia, es propia m ente —existencialmente— hombre. gg) E l esclarecimiento de sí mismo y la decisión pueden expresarse solo en m edio d e la conciencia en general y del espíritu, en las antítesis del pensam iento. Pero él cam ino de la decisión no es la elección entre dos posibilidades iguales que están a disposición, sino la elección como haber-
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elegido-ya; las antítesis son sólo u n m edio de la interpretación. Pero el cam ino de la decisión no es síntesis niveladora de posibilidades, es, no reconciliación en el todo, sino u n ganar terreno en la lucha contra otros. El camino es la historicidad concreta, que tiene base y objetivo antes y después de todas las oposiciones, en las que, interpretándose, separa el ser por un momento. Tales antítesis de sentido existen cial * son las de la fe y la incredulidad, las de entrega y; resistencia, ley del día y pasión en 1a. noche (*), la volun tad de vida y el impulso de m uerte. E n la decisión pesa siempre absolutamente la oposición de bueno y m alo, de verdadero y falso. A quí en la tem poralidad no son problem á ticas estas oposiciones (pues son expresión de lo incondicionado), pero no se convierten como lo absoluto últim o en el ser misino^ sino que sólo son tom adas como lo últim o p a ra los hombres en el existir tem poral, que sin em bargo puede percibir en sus límites y llegar interiorm ente hasta allí donde cesa lo que en la m anifestación tem poral le lleva a la decisión abso luta, a ese símbolo y a esa garan tía del ser eterno en el tiempo. 3. La finitud d e l h o m b r e y su a u t o e s c l a r e c i m i e n t o . E n ninguna p arte está el hom bre por sí solo. Está a m erced de otras cosas. C om o existir está a m erced de su am biente y de su pro cedencia. E n el conocer necesita la concepción que debe dársele (el m ero pensar es v acío ). En la realización de su hum anidad está ligado a tiem po lim itado, a fuerza lim itada, a resistencias, tiene que echar m ano a lo finito p a ra llegar a ser real, tiene que especializarse, no puede llegar n unca a ser todo. Tiene que separarse de la vida cuando se h an creado las condiciones previas p a ra poder comenzar justam ente bien. E n su ser “mismo” no se crea sin em bargo a sí mismo; tiene que ser obsequiado, no sabe de dónde. Su m ás p rofunda libertad no es a través de él mismo, sino justam ente en ella sabe de la trascendencia por la que es libre en el m undo. Siem pre puede el hom bre producirse sólo por el hecho que echa m ano a o tra cosa, sólo conocerse p o r el hecho que piensa y conoce o tra cosa, sólo confiarse por el hecho que confía a otro la trascendencia; por eso está la m an era del hom bre determ inada por lo que sabe y por lo que cree, Pero el hom bre no es sólo finito, sino que sabe de su finitud. Como esencia finita no se basta a sí mismo. Experim enta, cuanto más clara (*) Algunos autores (D e W a e h i.e n s , etc.) distinguen entre filosofía “ existentiva” dé Jasprrs y “ existencial” de Heitletjeer. Tal di«tinri»n. sin chufe muy justificada cuando seplantean paralelismos entre los dos pensador*-?. nt> p a rte e ser necesaria aquí. /.Y. de los T .) M ' M á s e n m í Phlfosophif. » o í. ! H .
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m ente sabe, cuanto m ás profundam ente siente, la finitud y con ello w defecto radical en todas las m odalidades de su ser y de su acción. Todas las otras cosas finitas — cuya sum a se llam a el m undo— no le bastan com o tales. Todo ser del m undo deja sin em bargo u n a insatisfacción en ía honda alteración de él y en sim patía arrobadora en él. Pero que el hom bre percibe esa finitud en todas partes y que ninguna finitud Je basta, es indicación de u na posibilidad oculta en' su esencia. T iene que tener otra raíz de su ser y no solamente la raíz de su finitud Sin algún saber previo de lo no cognoscible no hab ría en él ninguna bús queda. E l busca el ser mismo, lo infinito, lo otro. Q u e eso está, puede sólo darle satisfacción. Y a el ser del m undo puede dársela, en tanto que se m anifiesta en la m anifestación finita u n infinito. Conoce la p rofunda satisfacción de la experiencia del m undo, del tra to con la naturaleza, de la lec tu ra de su escritura en cifras, y de. la penetración conocedora en.el cosmos, del hallar el “ser así” (Sosein). El ser del m undo es sin el yo, aun cuando siempre, tal como lo sé, es m anifestación entre las condiciones del ser p a ra la conciencia. E n la tendencia trascendente de la certeza del ser tiene p a ra él validez en alguna figura la frase: Dios es. L a historia de la religión puede ser la historia de las representaciones p o r las que el hom bre trató de alcanzar la divinidad, y no pueden enseñam os n a d a com o tales representaciones. Pero el hom bre mismo sabe que por sus representaciones no produce a Dios, sino que lo prim ero persiste: Dios es.. Esto fué suficiente al hom bre en todo fracaso (así a Jerem ías). L a finitud del hom bre tiene su sosiego en esa fe en el ser divino. Perdida, en cambio, estaría la conciencia de sí mismo, en la falsa dia léctica que se encierra en sí: el hom bre és Dios creador por Dios creado. Esto queda en el círculo de la inm anencia, al que se aplica la frase falsa: el hom bre es todo. 4. L o i n f i n i t o e n l o f i n i t o y el f r a c a s o d e t o d f i n i t u d - d e l h o m b r e . L a conciencia de su finitud penetra a los hom bres p a ra irrum pir a través de toda finitud. Pero de todo paso que da, es condición la fin itu d : sólo en tanto que quiere la finitud y echa m ano a ella se vuelve real. Pero como toda finitud es p a ra él al mismo tiem po falsa, no puede contenerse, sino que tiene que avanzar. Puede retirarse en verdad de todo lo finito singular — ese es el signo form al de su finitud. Pero tiene que perm aneced decididam ente en u n finito (en lo finito que brilla p o r su decisión, y con ello se vuelve m ás que
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fin ito )— este es el signo de su finitud, como lo único que puede realizar en el tiem po de su existencia. Así es p a ra él lo duple: la posibilidad infinita habla en él desde su fondo y le im pide perderse en su finitud, pero exige tam bién de él m an tener su encam ación en lo finito, que realiza su. decisión, en u na identifi cación absoluta en el tiempo. N o hay u n llegar a ser uno del hom bre con su m undo, su acción, su pensam iento, su finitud, sin ir más allá, al mismo tiem po, de esa finitud. Pero que él está ligado a la finitud es cosa que tiene por consecuencia que toda finitud h a de fracasar, como tal, en él. Ejemplos de ello: aa.) Los contenidos religiosos y filosóficos de la fe. El hom bre puede com prender su ligazón al ser sólo por representaciones e ideas, pero lo que tiene tam bién p o r contenido He sus representaciones e ideas, eso no es el ser com o tal. Lo que el hom bre cree, tiene que mostrársele en el cam ino de esas ideas y representaciones, sin lo cual se hunde en la nada. Pero todas las ideas y representaciones tienen que quebrarse de nuevo en él, pues como tales le engañan. Así no hay creencia religiosa sin apoyos sensoriales palpables, sin afirm aciones dogmáticas. El que no vive con ellas como verdaderas y reales no cree; no basta tom arlo todo m eram ente como símbolo e interpre tación, cuando estas no son u n a realidad m ás activa, cuando no son la verdadera realidad frente a la m era realidad em pírica del ser en el m undo. Pero en cuanto Jos contenidos sensoriales y dogmáticos cristalizan en reali dad viviente, porque es suplantada por u n saber engañoso. L a extinción ( Verendlichung) de los contenidos de la creencia es tan ineludible como es necesario que esas finitudes sean suprim idas en algo que trascienda de tilas, por las que son quebrantadas como finitudes. Así se realiza la exposición de la creencia filosófica en frases. T oda la filosofía realizada se convierte en la reducción de un a posibilidad in finita del ser hum ano a la finitud de posiciones (puntos de v ista ). De ahí que la filosofía viviente desde P latón se exprese a través de la finitud de posiciones, que al mismo tiem po penetra y traspasa, como tales, en un m ovim iento que está p o r encim a de todas las posiciones. bb) E d a d de la vida y la m uerte. Como ser vivo finito está el hom bre sometido a las fases del crecim iento, de la m adurez, del envejecimiento y de la m uerte. Sin embargo, esa consecuencia de la edad de la vida, puede contener en el hom bre, al mismo tiempo, el proceso de su libertad, que aparece en el tiem po. Pues a diferencia del redondeam iento en el círculo,
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con cuya conclusión el hom bre m uere satisfecho d e la vida, hay al mismo tiempo un acontecer activo que, aunque ligado al proceso biológico, no term ina en sí, sino que puede aparecer, en la más alta ancianidad, todavía como progresivo. El anciano, biológicamente decadente, puede ser “ju venil” en la esencia, iniciador, floreciente, lleno de esperanza, atento. L a vida del ser finito es entonces, en razón de su infinitud, como un proceso de purificación del alma. Al descubrim iento laborioso y al olvido ligero de la juventud, sigue la conservación recordatoria de la m adurez y la pureza posible de la vejez. T odas las edades de la vida son sólo como u n m edio .de ese descubrimiento, se construyen u nas sobre otras, no se desligan, son cohesionadas por u n a unidad que trasciende de todas ellas. El descubrimiento del ser p o r realización histórica de u n alm a que, en peligro desde el prim er paso en la realidad se extravía y se recupera, que se vuelve m ás clara, m ás profunda, m ás decisiva, esta es la vida que en la sucesión de las edades no está encerrada, sino que de hecho se abre cam ino p ara la conciencia dé lo que capta. El hom bre está con su fin itu d en la infinitud. N inguna coincidencia d e am bas puede quedar como duración en el tiem po; sólo el m om ento es el lugar donde am bas se encuentran, p a ra h acer saltar de nuevo enseguida la m anifestación finita. Y p o r tan to está to d a acción y pensam iento del hom bre al mismo tiem po al servicio de algo p a ra él incaptable, en lo que obra y por lo cual es adm itido y superado, le llam e destino o pro videncia. Es u n a pretensión caprichosa de la filosofía el querer v er a través de ése otro, p ara buscar u n cam ino en que poder tener al hombre, p o r decirlo así, en la m ano, prim ero conociendo, luego proyectando y obrando. El estigma del ser del m undo y el. suyo mismo, la falta de acabam iento ( Unabgeschlossenheit) y la im perfectibilidad puede verlas el hom bre filo sofando, pero no puede transform ar en finitud lo que p a ra él perm anece infinitud, y en tanto que está allí, tom a sobre sí la finitud y fracasa exis tiendo en tal situación. e) Resumimos brevem ente nuestras discusiones: I. Principios sobre el ser h um ano. 1. El hom bre no es sólo u n a especie anim al, tam poco es u n a especie de esencia espiritual pura, que no conocemos y que los tiempos anteriores construyeron m entalm ente como ángel. El hom bre es m ás bien único$ tiene parte e n la serie d e los vivientes y en la serie d e los ángeles, a ambos perteneciente y separado d e ambos. T iene su posición propia, expresada
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siempre p o r la .teología y la filosofía, negada tan sólo en la era positivista. Llega en las m anifestaciones de su existir hasta los animales, en el fondo de su esencia hasta la divinidad como la trascendencia p o r la que se sabe dado en su libertad. 2. El hom bre es lo abarcativo que somos: existir, conciencia en ge neral, espíritu, razón y existencia. Y es el cam ino fiara, la u n id a d de las m odalidades d e lo abarcativo.
3. El hom bre es posibilidad abierta, no term inado y no term inable. Poi eso es siempre tam bién m ás y o tra cosa que lo que h a realizado de sí. 4. El hom bre se realiza en determ inadas manifestaciones, acciones, ideas, símbolos, y se dirige siempre contra cada uno de esos fenómenos que se h a n vuelto precisos, contra sus propios fundam entos (FestgestelU th eíteti)* Si no rom pe las formas fijadas, cae en la nivelación de u n a espe cie del térm ino m edio y abandona el cam ino del ser hum ano. 5. Al vuelo del hom bre se oponen en su interior tres resistencias. I. L a m ateria de su interior , sentimientos, estados, impulsos, u n algo dado que quiere dom inarlo. 2. U n proceso constante de encubrir y trastrocar todo lo que es, lo que siente, piensa, quiere. 3. U n vacío del detenerse o retardarse. C o n tra esas resistencias lucha: como m aterial se somete a un trabajo interior, a las formas, a la disciplina, al éjercicio, al habituam iento. AI proceso déí o cultar y del trastrocar opuso ilum inación, u n a claridad y lum inosidad interna. AI vacío tra ta de escapar por la acción interior, es decir la fundam entación de sí mismo en la decisión, que puede ser afirm ada en repetición tam bién en épocas de decaimiento. II.
P rincipios sobre e l sentido y posibilidad dál conocim iento d el ser
hum ano.
1. Lo q u e es el hom bre, se m uestra en tres etapas: a) E n las direc ciones de su explorabilidad objetiva, com o esencia que aparece en el m undo se m uestra como realidad em pírica, b) en las m odalidades de lo abar cativo se esclarece desde sus orígenes, c) E n la u n id a d — buscando y fracasando en el m undo— se vuelve consciente de aquello de donde viene propiam ente y a donde va. Sólo en la prim era etapa es accesible a ía investigación científica. 2. P ara los fines de la investigación em pírica el hom bre es construido teóricam ente en factores, partes, elementos, componentes, funciones, f u e r zas, de lo que se compone. Si por encim a de eso es posible un esclare * cim ien to filosófico del ser hum ano, puede ser en verdad u n respaldo de aquel conocim iento siempre p articu lar del hom bre empírico, pero no vol-
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verse él mismo conocimiento. El tra ta r el pensam iento esclarecedor com o conocimiento objetivo, es u n trastrocam iento básico d e l filosofar en pseudociencia. 3. M ientras que en ninguna p arte en el m undo hay p a ra nuestro co nocim iento un ser en sí, eí hom bre está seguro de sí mismo. A diferencia del cosmos no viviente, cuyo conocim iento en principio queda ta n fluctuante como la psicología del hom bre (a u n cu an d o m etódicam ente, m ás unitario y sistemático que ésta), el hom bre está en su interior p o r encim a de todo conocimiento que adquiere sobre sí mismo, M ientras el conoci m iento choca en todas partes con límites, en los que p a ra nosotros no es ya n ad a palpable, tropieza en el conocer acerca de nosotros mismos en límites en los que desde otro origen nos es accesible algo como realidad sin saber. 4. En el explorar del hom bre somos no sólo expectadores de algo extraño ,a nosotros, sino tam bién hombres. Somos nosotros mismos los que nos examinamos cuando investigamos a los otros. N o nos im porta sólo el saber acerca de algunas cosas, sino que adquirim os u n saber sólo p o r nuestro propio ser hum ano. E l ser en, sí del hom bre está en los lí mites de lo cognoscible sensiblemente presente en lo que hay que conocer, lo mismo que en lo conocido. Los límites entre el saber científico y el esclarecer filosófico están allí donde el objeto no es m entado ya como realidad psicológica, sino que se h a vuelto m édium de u n trascender en lo objetivo. Por ejem plo en el límite entre la psicología com prensiva y el esclarecimiento de la existencia. 5. El hom bre como todo no se convierte n u n ca en objeto de conoci m iento. No hay ningún sistema del ser hum ano. C ualquiera sea la totali dad en que se piense cap tar siem pre al hom bre, él mismo se nos desliza. T odo conocimiento del hom bre se hace en aspectos particulares, m ien tras siempre una realidad, pero no la realidad del hom bre, es fluctuante, no definitiva. 6. El hom bre es siempre m ás de lo que de sí sabe y puede saber y m ás de lo que algún otro sabe de él. 7. N ingún hombre es totalm ente abarcable, sobre ninguno es posible un juicio de conjunto definitivo. L o que es jnévitable en el trato con hom bres y p ara fines de‘ la sociedad, porque tiene que decidirse, se aplica en esta situación, en estas condiciones de poder, pasa por responsable, no
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como basado suficientem ente sólo por el saber. No puedo por decirlo así poner nunca bajo u n hom bre la raya del balance y hacer la sum a de lo que es, en un saber. E s'u n prejuicio m irar a u n hom bre como objeto, p a ra poder tenerlo en total, en la m ano del conocim iento investigador. Por tan to : “N o quisiéramos perd er la conciencia de la inagotabilidad y de lo enigmático de cada individuo aislado m entalm ente enfermo, ni siquiera frente a los casos aparentem ente m ás cotidianos” (1). § 3. P siq u iatría y filosofía a) Q u é es la ciencia. L a psicopatología es p u ra sólo en ta n to p e r m anece ciencia. Pero, es notorio, tienen lugar desde antiguo en la psico patología discusiones, afirmaciones, dem andas y modos de com portam iento práctico que, aunque en el ropaje de la ciencia, carecen del carácter cien tífico. F ren te a esa circunstancia ,se p reg u n ta el p siquiatra: ¿Q u é es ciencia? L a ciencia es conocim iento de valor general, obligatorio. Está fu n d a d a en m étodos conscientes y .comprobables p o r todos, se refiere siempre a objetos singulares. D onde tiene u n resultado, se im pone éste de hecho, no sólo como adm isión d e m oda, sino de m odo general y perm anente. L o que es conocido científicam ente, puede ser presentado o dem ostrado de m odo tal que u n a razón capaz de cap tar en general la qosa, no puede eludir la conm inación de su exactitud. Este -hecho claro de la ciencia es perturbado p o r m alentendidos. 1. Se está falsam ente satisfecho para la ciencia con el hecho de la conceptúalidad, el procedim iento lógicom etódico, la mera aclaración de ideas. Estas son, en verdad, condiciones necesarias de la ciencia, pero donde son dadas, no hp.y todavía ciencia^ Afectiva, plena. Pues le falta la objetividad de una realidad experim entable. Eri ía n to que se confunde el mero pensar con conocim iento objetivam ente colm ado, se pierde la ciencia en elucubración vacía y con ello en la infinitud de lo posible. 2. Se identifica falsam ente ciencia y las ciencias de la naturaleza. T anto más cuanto que algunos psiquiatras acentúan el carácter científiconatural de sus m ane ras de conocim iento, especialm ente allí donde éste falta de hecho: en las nociones fisiognóm icas, en las relaciones comprensibles, en la caracterología. L a ciencia na tural está lim itada a la naturaleza com o m anifestación somática, que es causalmente captable. A hora bien, las ciencias naturales son fundam ento y elem ento esencial de la psicopatología, pero también lo son las ciencias del espíritu y por eso la psico patología no es de ninguna manera m enos científica, sino que es tam bién científica de otra manera.
L a ciencia adquiere figura extraordinariam ente diversa. Según el m étodo, es distinto el objeto y el sentido del conocimiento. Se equivoca uno (1) Z. Neur., I. 568 (1910).
uando se hace ju g a r el uno contra el otro, cuando se exige del u n o lo [ue sólo hace el otro. L a actitud científica está lista p a ra todo camino ' exige sólo aquellos criterios generales d e 3a ciencia: validez general, ioción conm inatoria (dem ostrabilidad), claridad metódica* discutibilidad nteligible, b ) L as m odalidades de la ciencia en la psicopatología. E n las diersas partes y capítulos hemos tocado diversos planos de la ciencia, íuestros problem as científicos en pos de hechos descriptibles los hemos íspondido en los cuatro capítulos de la p rim era p a rte : el tipo heterogéneo e estas objetividades hemos tra ta d o de verlo en diferenciación. Luego es •uesta ante la vista la separación d e la com prensión genética (segunda arte) y de la explicación causal (tercera p a rte ), la hendidura entre psiología comprensiva y ciencias naturales. L a captación de las totalidades cu arta parte) p u d o llegar a la claridad sobre ideas en> cuyo cam ino se nelven palpables en nuevas relaciones hechos típicos específicamente bjetivos. El todo del ser hum ano exige p a ra su conocimiento todos esos métodos sin em bargo no es captado con ellos todos. Pero u n a fijación de ío cientfico en u n a especie determ inada de dem ostrabilidad, restringiría la psico►atología. N o se debe querer nivelar la ciencia en u n plano único de ognoscibilidad equivalente. E n to d a vía de u n método específico es posible n conocimiento de carácter científico. c) L a filosofía en la psicopatología. ¿P ero dónde q u ed an las n u merosas discusiones científicas d e la psicopatología tradicional tanto como le la psicopatología actual? ¿H ay que extirparlas simplemente como no orrespondientes? De ningún modo. Pues son la expresión de u n a inaccesi bilidad : es decir que en to d a ciencia viva la filosofa es eficaz, que la iencia sin filosofía no es fecunda, no es verídica, sino que sólo puede er exacta. Algún psiquiatra h a expresado que no quiere recargarse con filosofía, [ue su ciencia no tiene n ad a que ver con la filosofía. C o n tra ello no hay lada que decir, siem pre que la exactitud de las opiniones científicas en ;eneral, y tam bién en la psiquiatría, n o sea fu ndam ental ni refu tad a por a filosofía. Pero la exclusión de la filosofía es funesta, no obstante p a ra a psiquiatría. Prim ero: P ara quien no es claram ente consciente una ilosofía, cae ésta inadvertidam ente en su pensam iento y lenguaje científicos hace éstos, tan to científica com o filosóficamente, obscuros. Segundo: Ü¡omo especialm ente en psicopatología el saber científico nó es de u n a sola specie, hay que distinguir las m aneras del saber, p a ra aclarar los métodos,
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el sentido de la validez de las exposiciones y los criterios del examen, y esto requiere lógica filosófica. T ercero: T odo ordenam iento del saber en u n todo y la claridad sobre el ser en total, de donde surgen los objetos examinables, sólo es posible bajo la dirección del pensam iento filosófico. C u arto : Sólo por la claridad sobre la relación de la comprensión psicoló gica (como m edio de investigación em pírica) y del esclarecimiento filo sófico de la existencia (como m edio del llamado a la libertad y del con juro de la trascendencia) puede nacer u n a psicopatología puram ente científica, quel llene to d a su extensión posible y sin embargo no traspase sus límites. Q u in to : El ser hum ano en su destino es m édium de interpre tación metafísica, hace sentir la existencia y leer la escritura en cifras de la trascendencia: pero todo rudim ento de un lenguaje al respecto siempre indem ostrable (que filosóficamente puede ser de la m ás honda significa ción p a ra el hom bre), es heterogéneo de toda ciencia y enturbia la psi copatología científica. Sexto: L a p ráctica en el trato con los hombres, y por tan to tam bién en la psicoterapia, exige m ás que un conocimiento cien tífico. L a actitud interior del médico es dependiente de la especie y del grado de u n autoesclarecimiento, de la fuerza y de la claridad de su voluntad de com unión ( Kom m unikationsw illens) , de la presencia de u n a substancia de fe dirigente, hum ana, llena de contenido. Por tanto la filosofía crea el espacio en el que tiene lugar todo saber, adquiere m edida y límites y el terreno, en que puede m antenerse y vol verse práctico, recibe así contenido y significación. L a psicopatología, p ara m antener libre ese espacio y adquirir el terreno tiene que defenderse contra las generalizaciones absolutas, contra el que rer hacer pasar m étodos particulares d e investigación por los únicos vá lidos, objetividades singulares p o r el verdadero ser; así tiene que tom ar partido por la com prensión genética contra el biologismo, el mecanicismo, sin desconocer a estos validez en el espacio que les corresponde. Pero luego tiene que levantarse contra la generalización absoluta del conocimiento científico en total, p a ra d e ja r libre la conciencia y con ello la posibilidad de efecto de los orígenes, de los que recibe su sentido la prác tica. Y en ello está del lado de las. distinciones contra las confusiones, del lado de las síntesis contra los aislamientos. Está contra la confusión de ciencia y filosofía, médico y redentor. Pero está igualm ente contra el aislam iento que, en lugar de distinguir, de diferenciar, hace ju g ar a lo uno contra lo otro. E n resum en: El que im agina poder excluir la filosofía y dejarla de lado como ineficaz, es dom inado p o r ella en form a confusa: así nace aque-
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lia m asa de m ala filosofía en los estudios psicopatológicos. Sólo el que la sabe y dom ina, puede m antener la ciencia p u ra y al mismo tiempo en relación con la vida del hom bre, que se expresa en el filosofar. d) Las posiciones filosóficas fundam entales. P artidas de la con-* sideración filosófica son, ju n to a los enigm as básicos que se m uestran en lo em pírico p a ra el conocimiento, las insolubilidades de la práctica ( § 5 ) . Las aperturas p a ra ellas son igualm ente u n a dem anda de veracidad com o origen del filosofar, m ientras la presuposición sin interrogante de que todo está en orden, es cognoscible y calculable o que, en todo caso, con buena voluntad y conocimiento progresivo, po d ría ser integrado exactam ente e n principio, no es sólo la expresión de la antifilosofía, sino tam bién de la falta de crítica científica consecuente. Cómo se cum ple el filosofar, esto no se puede m ostrar en la psicopatología misma. Sólo quisiera señalar unas pocas posiciones fundam entales nuevam ente. N o son en verdad accesibles según el sentido, a u n a p ru e b a científica en el sentido empírico y en el m atem ático, pero pertenecen bien, al dom inio del filosofar, que queda en lo form al y alcanza aquí u n a evi dencia de validez general. T am poco desarrollamos aquí estas fundam entaciones, sino que sólo mencionamos las posiciones como tales: 1. E l ser m ism o no es captable adecuada y suficientemente en nin guna objetividad, sino que. es lo siempre abarcativo inobjetivo, desde donde se nos presenten estos objetos p a ra la conciencia, en la escisiónsujeto-objeto. 2. L a ciencia es lim itada a la objetividad. L a filosofía se realiza en pensam ientos objetivos, que no se refieren a esos objetos como tales, sino que descubren trascendiendo lo abarcativo. 3. Lo abarcativo es, o bien lo abarcativo que somos nosotros (com o existir, conciencia en general, espíritu, y como razón y existencia) o com o lo abarcativo que es el ser en total (m undo y D io s). 4. Las ciencias aportan por sus conocimiento? ía plataform a de las ideas trascendentes: en el conocim iento científico m ás perfecto es experi m entada ta n sólo la verdadera ignorancia y en la ignorancia es¡ cum plido el transcender a través de los m étodos filosóficos específicos. Pero las cien cias tienen tam bién la tendencia a encubrir, p o r los saberes posibles el ser mismo. Tienen la tendencia a m antenernos en los planos delanteros, en las infinitudes; a llevar la generalización absoluta de las concepciones finitas a la condición de supuesto conocimiento del ser; a hacernos olvidar lo esencial, a restringimos la visión libre de los fenómenos, vivencias, imágenes e ideas, po r las precisiones racionales; a paralizar nuestra alm a m ediante
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elementos de aprehensión fijados, consecutivos al m ucho estudio y saber. Pero son quejas falsas, cuando se dice: sabemos demasiado, el conocimiento se hal convertido en nuestro amo, nadie puede abarcar más, la vida será paralizada por el saber. T odo esto no necesita ser, pero es consecuencia de la incomprensión y de la desviación de las ciencias. 5.
El defecto básico d e nuestro conocer es la i n v e r s i ó n dé p e n s a s a b e r o b j e t i v o acerca de algo. Esa in versión acontece en todos los pensamientos de lo cotidiano como en las ciencias. U n a de esas inversiones es la del esclarecimiento existencial en saber psicológico, la de la libertad en u n factor del existir empírico, es la falsa tematización del ser hum ano en total. Pues esto perm anece siempre lo abarcativo que somos, y retrocede ante toda objetivación o plastificación tam bién en Jas totalidades m ás amplias, que se vuelven contenido del cono cimiento. Pero lo abarcativo no podemos pensarlo involutariam ente como objetos en las categorías del' acontecer, de la causalidad, de las substancia, d e la fuerza, etc., aunque nos sirvamos de tales expresiones en el lenguaje circulante, que hay que re tira r de inm ediato. m i e n t o s f ilo s ó f ic o s e n s u p u e s t o
e) L a confusión filosófica. L a dom inación a través de la filosofía in ad v ertid a lleva la confusión al saber científico y al mismo tiem po a la actitud in tern a del q ue piensa. Esas confusiones son infinitas, por eso sólo se pueden discutir a m odo de ejemplo. 1. C uando tiene lugar aquella inversión de los pensam ientos del trans cender filosófico (que jpuede ser u n trascender especulativo en el descubrir del ser, u n esclarecimiento de la existencia, u n conjurar la trascendencia) en opinar objetivo y disponer, en indicaciones y m etas voluntarias, así por ejem plo los pensam ientos sobre la vida en oposición con u n a sofística de la fa lta de carácter* de la ilum inación de la existencia de la autoconsideración psicológica, se vuelve egocentrismo inobjetivo, las cifras del ser trascendentalm ente leídas se vuelven objetos sensualmente disponi bles de la superstición, la cavilación filosófica de la eternidad se convierte en la inconsistencia de la negación de tiem po e historia, etc. Siem pre acon tece el verdadero trascender en la elevación de lo significativo objetivo a lo trascendente, la falta de inveracidad en la caída (A b fa ll) en el objeto finalm ente consciente como absoluto y en el movimiento de la idea de la infinitud de lo finito. E n la psicopatología surgió de tiem po en tiem po un m ovimiento inte lectual que q uería im poner el saber en total p o r m edio de un esbozo
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grandioso, por el que se pensaba com prender las fuerzas m ás hondas del alma, p ara llegar a l fondo tras las manifestaciones. Esos esbozos, llam ados teorías, eran, como construcciones particulares, medios auxiliares limitados de la explicación, y como concepciones totales, con la pretensión de un valor propio, en verdad, filosofías. Se vistieron, correspondiendo al ca rácter positivista del pasado siglo, con ropaje científiconatural y psicológico, m etódicam ente, todas se redujeron, a uní poder de interpretación de toda realidad, escaparon a todas las alternativas de la decisión, no pudieron por ta n to ser probadas ni refutadas. De estos métodos es propio, prim ero, la infinitud de lo siempre igual (tautología), en segundo térm ino, el círculo, de la fundam entación ( círculus vitiosus)> en tercer lugar, el apoyo en u na eventual arbitrariedad, que perm ite cim entar, desde los principios ge nerales, el caso presente. A hora bien, es notable que estas fórm ulas lógicas que no pueden pertenecer como tales a la ciencia, pues son errores, pueden ser al mismo tiem po formas metódicas de la>, verdad filosófica. Com o lo dicho en ellas es inaccesible a la p ru eb a científica, el criterio de la verdad propia posiblemente está en o tra p arte: N o tienen justam ente donde son verídicas, ninguna pretensión al conocim iento objetivo y al saber obligato rio; se m antienen a través del ser hum ano que se oculta en ellas; se caracterizan por el contenido que se expresa en el círculo (toda g ran filo sofía es m entalm ente un círculo, pero tam bién toda filosofía menesterosa, como por ejem plo la m aterialista: el m undo es como m anifesta ción u n producto del cerebro, el cerebro es u n a parte del m undo, p o r lo tanto, el cerebro mismo se p roduce; tienen el terreno de su verdad en el paso laborioso que atraviesa siempre la infinitud hacia la presencia históricam ente concreta del ser. f) Concepción del m undo en ro p aje del conocer. N o los psi quiatras, pero sí los psicoterapeutas h a n sucum bido a m enudo a la des viación de hacer convertir su doctrina en movimientos de fe, sus escuelas en u n a especie de sectas. Es verdad que tenemos los psicoterapeutas im por tantes, com pletam ente independientes, libres. Pero la m uchedum bre tiene necesidad de la. agrupación. Pues sólo en ella adquiere algo así como una instancia objetiva, en cuyo nom bre actúan, por el que tienen el sentimiento de u n saber absoluto y de u n a superioridad contra otras sectas. El famoso ejemplo del pasado es F reud y el movim iento por él fundado y dirigido. Caractericé en 1919 así ese m ovim iento: en tanto que hay en el psicoanálisis un pathos a legitimidad y veracidad, obra Freud sobre muchos en la concepción del m undo. Pero ■experimentan ese pathos más profunda, más espiritualm ente los grandes reveladores de sí mismos (N ietesche, K ierkegaard). Freud no se puede com
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parar oon tales psicólogos. Se m antiene él mismo en últim o plano, no se presenta a sí mismo. D ice que habría que analizar los sueños, tal es el cam ino ;* la capta ción del psicoanálisis. D a interpretaciones de sueños de otros y permanece él mismo impenetrable'— aunque en su obra principal sobre los sueños tam bién com unica sue ños propios de naturaleza inocente y los interpreta dentro de determinada« fronteras. Pero ante todo Freud es en sus referencias comprensivas de una típica falta de espíritu (U n g e istig k e it). Es casi siempre lo más grosero de lo que se toma com o gu ía para la comprensión. L a m asa de los seres humanos, los meramente sensuales, el hombre de la gran ciudad con vida psíquica caótica, se reconocen en la psicología freudiana. Se puede apelar también, en lugar de lo vital y lo sexual como hace Freud, a lo espiritual en el hombre y desarrollar su psicología. Freud ve lo que hace por la represión de la sexualidad, a menudo con, extraordinario acierto Pero no pregunta lo que surge por efecto de la represión del espíritu. Entre la psicología comprensiva y la personalidad que se vuelve a ella, existe una estrecha relación. Aquí se pregunta por tanto siempre al mismo tiem po por el hombre que ve, afirma, rechaza. L a lucha de las visiones comprensivas se convierte en una lucha de las personalidades que se “com prenden” m utuam ente y quieren to mar y aniquilar al mismo tiem po por ese cam ino las herejías del otro, Freud mismo se sirve de ese m edio, cuando juzga así, por ejemplo, la resistencia de psicólogos y de psiquiatras contra sus doctrinas: “El psicoanálisis quiere llevar al reconocim iento consciente lo reprimido en la vida psíquica, y todo el que lo juzga, él mismo, un indi viduo que posee tales represiones, quizás las m antiene sólo laboriosamente. T ien e que provocar pues en él la misma resistencia que suscita en los enfermos, y para esa resistencia es fácil disfrazarse de repudio in te le c tu a l.. . Gomo en nuestros enfermos, podem os comprobar tam bién en nuestros adversarios a m enudo un influjo afectivo notable dd la capacidad de juicio en e l sentido de un menosprecio”. Este procedi m iento de lucha corresponde a la psicología comprensiva. Así — ciertamente de m odo incom parablem ente más lleno— , h a respondido un psiquiatra que se trata en -el psi coanálisis de superstición y de psicosis de masas. Esa lucha del penetrar personal m utuo en el alm a puede ser m alévola, puede ser lucha también en el amor, puede es tablecer la relación más profunda entre los hombres. L a psicología freudiana parece apropiarse sobre todo para la primera especie de lucha. Im porta quien obliga a los otros en la situación del ser psicoanalizado, la -comunión -de hecho no está al mis m o nivel. E l psicoanálisis habría que aplicarlo a Freud mismo y a hacer claramente visible esa personalidad, a fin de comprender el m undo mental de tal psicología. Esto es im posible. N o se v e al hombre claramente en sus obras. En los escritos es una persona lidad que se retrae en oposición a la, exageración ruidosa de algunos de sus dis cípulos y tien e una parte d e responsabilidad por ellosi N o desautoriza a esos discípulos y tiene una parte de responsabilidad por ellos. Es moderado en compara ción con ellos, por sorprendentes y atrevidas que sean sus tesis. Su exposición es elegante, en ocasiones' fascinadora. Elude el llam ado en el sentido de la concepción del m undo, no se da nunca com o profeta y ha despertado sin embargo en todas partes interés de concepción del m undo (a) , Libertad de ligaduras sin el pathos de nuevas (1) Todas las teorías tienen la tendencia a ser defendidas con entusiasmo como concep ciones del mundo. Freud —^incluso sin profecía filosófica, del estilo de sobria objetividad— en su repercusión justamente se ha vuelto punto de partida de un movimiento que sostiene una concepción del mundo, que finalmente se ha alejado mucho de él y sin emhaigo vive de su espíritu. Como manifestación más n ttn a a te de esta especie menciono: J u n g , C . G . : Di* Prychologie der unbewusslaa A ta o im , Z o n d a , R a c k r , E atxitklm n g im SeeUnleben, Z u ñ d i, R w ü w , 1911-
1917.
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ligaduras, permitir, escepticismo y resignación, esta es una concepción del mundo para algunos nerviosos, para epicúreos asténicos, para fanáticos y para aquellos que quieren la superioridad por la psicología. H ay que ver a los freudianos para darse cuenta d e qué fuerzas y tendencias se ocultan en sus obras. Pero Freud mismo perm anece personalm ente im penetrable, un psicólogo com prensivo que, en oposición a todos lo s grandes psicólogos comprensivos de la historia, se m antiene él mismo oculto.
Sociológicamente h a tenido repercusión F reu d p o r la m odalidad de su fundación de la asociación, y su excom unión de los discípulos heréticos h a tom ado enteram ente la form a de la creación de sectas. El freudism o se h a vuelto u n m ovim iento de fe, en el ropaje d e la ciencia. C on u n a creencia no se puede discutir. Pero en gentes con las que no se puede discutir, es posible a veces aprender algo. El freudism o como conjunto es u n hecho típico que h a aclarado generalm ente al mismo tiem p o : las sectas psicoterapéuticas tienen que ser como tales, algo así como sucedáneo de la religión, su doctrina se convierte en doctrina de salvación, su terapia e n redención. Esas sectas aparecen en concurrencia injustificada, p o r ser engañosa, primera con la ciencia m édica fun d am en tad a; segundo con aquel am o r hum ano, que basado por lo com ún cristianam ente, quiere ayudar a los idiotas, sin doctrina de sectas, m ostrar un cam ino a los desam parados, e n todo realismo de la concepción nó abandona nunca la esperanza ante un individuo, quisiera o b rar beneficiosamente en el dom inio de lo posible y tiene p o r posible tam bién lo imposible en virtud de D ios; tercero con la le gítim a filosofía, la seriedad del actu a r interior, cuyos cam inos no m ostra ro n K ierkegaard ni Nietzsche (esto es im posible), sino que lo h an ilum inado. Aquellas sectas son indiferentes vistas en el todo histórico, porqué ■son impotentes. D entro de la psicopatología son u n peligro de naturaleza filosófica: sus efectos tienen la tendencia alternante a lo nihilista, a lo violento-fanático, a lo escéptico-caprichoso; siempre actú a n al fin como existencialm ente ruinosas. Pero no es en sí, de ningún modo, necesario que la psicoterapia se apoye en concepciones que llevan a la creación de sectas. M ás bien es problem a vital p a ra u n a psi coterapia científica y filosóficamente sostenible que no se deje desviar por ningún rudim ento a tal form ación de sectas. U n a crítica interesante a Freud (m e parece objetivam ente afín a la mía, pero con estimación opuesta del valor) la h a desarrollado K unz ( 1). Reconoce en Freud un tipo m etódicam ente nuevo de conocim iento psicológico, “que ciertam ente era acti vo ya en Nietzsche” . “En el que fué puesto en tela de juicio justam ente la “hum ani dad” del hombre, m etódicam ente, de un a manera que hasta aquí sólo se hizo indi recta y no sistem áticamente en los escritos de un Kierkegaard y de un Nietzsche. Se duda en principio de la verdad y la evidencia de la autorecuperación y se puso en su lugar lo que se podría llam ar la “preservación existencial” : no importa lo (!)
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a n s: “ Die existent W ie B edeutung N ervenarzt, 3 , 657 (1930).
der Psychoanalyse in ih re r K onsequenz -
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que uno sabe y expresa de sí mismo y cóm o se “interpreta” a sí mismo — tanto más cuanto que él no ha querido engañarse a sí mismo, pertenece al hombre— sino de aquello que “es”. Y el ser hum ano no es de ninguna manera unívoco, transparente, claro, más bien es algo fundam entalm ente problem ático, ambiguo, obscuro. Por eso tiene que ser impuesto el conocim iento adecuado bajo la superación de la resistencia. Esa realidad básica del psicoanálisis ahora, en la interpretación que ha dado Freud a sus obras, ha sido mal interpretada por él mismo. Por eso hay que ver el papel característico de la doctrina psicoanalítica. Por un lado su fuerza de convicción, que no es la de un conocim iento biológico o em pírico: “Gomo los analistas han experi m entado la verdad del análisis de una manera que supera con mucho en potenciali dad y fuerza de convicción a la evidencia usual de las opiniones lógicam ente formula das — pues ia verdad existencial experim entada en la comunión personal obra con una potencialidad excesiva— difícilm ente pueden abandonarla frente a la evidencia lógicoform al incom parablem ente m enor” . Pero entonces se muestra que los psico analistas mismos hacen desarrollar tan poco como sus adversarios la realidad básica que quieren revelar aquí: “N o pueden tolerar el hecho que se realiza en todo análi sis: el esponjam iento (A u flockeru n g) de toda la existencia hum ana. Por eso nece sitan nueva seguridad: esa función llena la lim itación del contenido teórico de la enseñanza” . Adem ás hace K unz una diferencia entre Freud y la totalidad de los analistas que son sus discípulos ortodoxos: ¿Es accidental que solam ente el Freud “no analizado” ha sido el que h a abierto el horizonte del psicoanálisis y no los adeptos a n a liza d o s? .. . ¿Por qué son perseguidos con un odio tan inflexible los dis cípulos que se permiten una opinión propia? Las necesidades objetivas y los prim e ros términos no pueden encubrir totalm ente la tendencia al dom inio que obra oculta en el análisis. T od a soberanía en la forma de actitud ante el psicoanálisis tiene que impulsar a éste forzosam ente a lo problem ático, y esto equivale a la im potencia, a algo pues que ni Freud ni sus discípulos soportan” . L a dogm atización de la doctrina no sólo sirve pues a la seguridad contra el proceso que es iniciado aquí — como en toda psicología: y filosofía existencial— , sino ante todo com o herramienta del instinto de poder, que no pertenece necesariam ente a la psicología y a esa tendencia existen cial. Y la consecuencia es: “L a doctrina psicoanalítica no está ni la m itad de segura que lo que los analistas — con excepción de Freud— pretenden y tienen que preten der siempre de nuevo ante los pacientes y los adversarios y en el propio círculo’\ El reconocim iento del psicoanálisis por Kunz como un proceso existencial en com unión personal, no puedo admitirlo. A m i visión se mostró, cuando me ocupé detenidam ente hace decenios de Freud, sólo el¡ principio nihilista sin existencia, que m e pareció simultáneam ente anticientífico y antifilosófico. Después no he leído de él ni de sus adeptos mas que fragmentos ocasionales confirmadores. Sin embargo, con tales valoraciones que llegan al fondo, difícilm ente se puede persuadir a los otros. C ada uno que ve, lo ve com o de un golpe.
g) Filosofía de la existencia y psicopatología. L a voluntad de n o p erd er de vista, dentro de la psicopatología, al ser hum ano, h a llevado a la atención sobre los impulsos existenciales y disolutivos de la existencia que actú an en los m ovim ientos de sectas psicoterapéuticas. F rente a esos m ovim ientos de fe no es discutible el problem a de lo justo o lo falso, sino de lo verdadero y no verdadero, que es respondido (en el m édium de la discusión de prim er plano y en sí estéril) p o r la decisión de la propia creencia o p o r la convicción de ideas. T a l vez son algunos psiquiatras
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demasiado tolerantes en el h acer valer, otros dem asiado precipitados con. repudios obscuros. E n todo caso, se tra ta d e problem as que la gsicopatología no tiene que responder, sino sólo que c ap tar en su esencia y separar de la ciencia pura. .E s distinto cuando se vuelve u n o a los esfuerzos m odernos expresam ente filosófico-existenciales y cuando se utilizan las
ideas filosófico-existenciales como m edio de conocimiento psicopatológico y son elevados a la condición de elem ento de la psicopatología misma. Esto es un error científico. 1. E s c l a r e c i m i e n t o d e l a e x i s - t e n c - i a y p s i c o l o g í a c o m p r e n s i v a . Hemos discutido ya el “estar interm edio” de la psicología comprensiva. Los pensam ientos psicológicos comprensivos tienen p o r tanto un doble sentido. Pueden ser el cam ino p a ra ’ un conocimiento psicológicoempírico que es el único que capacita p a ra establecer hechos, p ara disponer de un conocimiento, y con él tam bién p a ra lograr efectos p o r el empleo en preparaciones. O pueden ser el cam ino p ara esbozos de posibilidades de sentido que nos capaciten p a ra apelar, p a ra despertar por m edio de u n espejo lo que dorm itaba inconsciente, p a ra o b rar m ediante la incitación de realizaciones mentales, de acción interior, sólo captado por símbolos. E n el prim er caso procedemos científicam ente, impersonalmente, en el segundo filosófica, personalm ente N uitca son ios pensamientos psico lógico.- como tales la form a de com unicación de contenidos de fe: son un m edio de la filosofía como esclarecimiento de la existencia y son esto ya no m ás en la filosofía como conjuración de la trascendencia. El pensar esclarecedor de la existencia — señalado a ’a psicología com prensiva— es ya impulso p a ra la psicología comprensiva. Inversam ente, aunque la filosofía de la existencia no es de ningún m odo un dom inio de la psicología, se convierte todo psicólogo en algún m om ento, quiera o no quiera, lo sepa o no, en su práctica, en u n filósofo esclarecedor de la existencia. 2. O n t o l o g í a y d o c t r i n a p s i c o l ó g i c a d e l a e s t r u c t u r a . E n la corriente del pensam iento esclarecedor de la existencia desde K ierkegaard y Nietzsche, h a intentado H eidegger crear u n sólido cua dro del saber que califica de ontología fundam ental y hace desarrollar en la ram ificación de los “existenciales” (en analogía con las “categorías” de las objetividades presentes). Tales existenciales, com o ser-en-el-mundo, estado de ánimo ( S tim m u n m ) , angustia, cuidado (Sorge) deben referirse a lo óntico, que es la condición previa de que experim entam os y cómo y nos conducimos, sea próxim o a los orígenes, propiam ente, sea de m anera ocultadora, deslabazada, desviada del “hom bre” m ediocrem ente no au
téntico.
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No obstante el valor de sus verificaciones concretas, considero el intento en principio, como u n extravío filosófico. Pues conduce a los que van con él en lugar de a u n filosofar sobre el saber, a u n esbozo total del ser hum a no. Esa form ación m ental no se convierte en un medio auxiliar de ia exis tencia históricam ente real del individuo (para el aum ento y la preservación de su praxis vital de confianza), sino a su vez en u n medio del encubri m iento que se vuelve tanto m ás funesto cuanto que con frases de la m ayor proxim idad a la existencia, puede justam ente ser frustrada la existencia real y volverse no seria. Lo que nos interesa aquí, sin embargo, es que aplicar tal ontología del existir a la psicología, puede tener a lo sumo el valor de un a teoría (con el problem a sobre lo que se puede m ostrar p or ella, por ejemplo, en cono cim iento em pírico) o u n a construcción eventual p a ra relaciones com pren sibles singulares, pero no el de u n a doctrina psicológica de la estructura del hom bre que todo nuestro saber psicopatológico quisiera adm itir, ilum i n ar y ordenar. C uando K unz considera capaz a la “psicología existencial tam bién de u na teorización objetivación” , yo le contradeciría: lo existencial no se vuelve precisam ente objetivo o como vuelto objetivo es filosóficamente falseado. Pero cuando se adhiere a interrogar “en el arraigo existencial científicam ente la esencia del hom bre”, coincido con él: habla aquí de la exigencia al investigador, no del m étodo y el contenido de la investigación. L a psicología lleva lo psíquico a objeto, a u n existente (V orhandenen). Pero la ontología hace esto de hecho también, y eso en la m edida de su firmeza conceptual, y tanto más trastrocadoram ente cuanto que ella m ism a h a elevado a principio la inobjetividad. C uanto más dom ina en la onto logía no el m étodo del espejo esclarecedor, la penetración apelante en la. libertad, la fluctuación conceptualm ente no fijable en la ejecución m ental ( G edankenvotizug) de círculos “irónicos”, sino el m ostrar, exponer, estruc turar, tanto más se convierte en doctrina de lo existente. Los escritos de los autores que aplicaron esa ontología de la psicopatología, m e parecen en verdad rozar siempre algo filosóficamente esencial, pero p a ra tra ta r esto como objetivado y sabido y como u n algo conocido, con lo cual la filosofía es perdida y no se h a ganado absolutam ente un conoci m iento real. M e parece a veces que se produce u n teologizar y u n filoso fa r de corto alcance, que se m alentiende en un algo presuntam ente cono cido, L o que echo de m enos en ello es la falta de reacción decisiva ante las ideas y métodos que recubren filosóficamente al ser hum ano, lo destru yen, incluso lo excluyen, en u n a palab ra ante el “diablo” en la psicología.
3. D i s t i n c i ó n d e c u a t r o d o m i n i o s m e n t a l e s m e l ó d i c a m e n t e e s p e c í f i c o s . Si resumimos hay que distinguir: aa) Bosquejos de posibilidad de la psicología comprensiva (ver el ca pítulo I de la segunda p a r te ) ; éstos son de doble sentido. bb) Llevan p o r la comprensión de los hechos objetivos significativos (expresión, acciones, com portam iento, obras) a conocimientos de relaciones »enéticas de la objetividad empírica. cc) O conducen como m edio del pensar esclarecedor al apelar filosófico (cam ino que, incluso en la p ráctica del médico, es transitado). dd) De las frases psicológicas se adquiere, con la admisión de u n tras cender filosófico a los orígenes de lo q ue es en el ser, u n a ontología; ésta falsea el filosofar por la am bigüedad, p a ra realizar en u na dogm ática del ser sin embargo, constantem ente, el apelar, pero extravía, m alogrando por su saber aparente el filosofar viviente, responsable, eludiéndolo o comba tiéndolo de heciho; y esta ontología extravía a la psicología, cuando surge la opinión de haber adquirido en ella u n saber básico p a ra la aprehensión del ser hum ano y de todos los hechos psicológicos. E n realidad no h a nacido, en el decenio y medio de tales ensayos de aplicación, ningún cono cim iento en la psicopatología, con excepción de algunas buenas descrip ciones. 4. E l p r o b l e m a r e a l n o e s u n p r o b l e m a d e j u r i s d i c c i o n e s . L a necesidad de h acer tales separaciones im plica que el investigador no debe confundir en su cabeza los métodos y objetivos m en tales p ara llegar en todo cam ino a la claridad m áxim á y al conocimiento inobjetable allí donde es posible. N o significa que, p o r ejemplo, la psico patología debe renunciar al esclarecim iento de la existencia o el filósofo a la psicopatología. N o se tra ta del robo a u n a ciencia de una p a rte in te grante de ella, p o r ejemplo, sino de h acer claridad dentro de esa ciencia. P or eso no hay que dejarse a p a rta r de la esencia de las cosas por proble m as terminológicos: en u n am plia dom inio se puede llam ar psicología tam bién a la filosofía, sólo im porta luego separativam ente la diferencia de los métodos, del sentido y del objeto d entro de ese dominio total dé la “psicología’^ 1). h) In terp retació n m etafísica del estar enferm o. Nos m aravi llamos del hecho de las psicosis. Son enigmas del ser hum ano mismo. Su realidad im porta a todo individuo.: Q ue las hay, que el m undo y el ser hum ano es así, que esto es posible y necesario, no sólo nos hace asom brar, (1 ) Esto B erlín, 1939.
a n te
observaciones
de
M k ín e r tz ,
J .:
PsychotherapU
*
cine.
Wissenschafg,
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sino estremecernos. Esa sorpresa es uno de los orígenes del querer saber en psicopatología. U n a interpretación m etafísica del estar enfermo no es conocimiento psicopatológico. Si es com prendida religiosa o m oralm ente como culpa y expiación, o si es estimado como descarrilam iento de la naturaleza en el m undo (“si Dios hubiese previsto esto, no habría creado el m undo” ) , si es interpretado como tarea de la confirmación, como signo perm anente de la im potencia del hom bre, como m em ento de su insignificancia — todas ellas son m aneras de expresión de la perplejidad, no del entendim iento. T a les interpretaciones se producen p a ra tranquilidad del hom bre sobre el hecho Verdaderamente insoportable, algunas sirven p a ra la autoaprehensión de algunos enfermos, sea p a ra consuelo, sea para el aum ento del mal. A hora bien hay interpretaciones, especialmente de las alteraciones es quizofrénicas, que oscilan entre la descripción de las vivencias reales y su interpretación metafísica, de m odo que el lector tiene que separar continua m ente tales ensayos: lo que es descripción real, lo que es pensado teóri cam ente cómo básico, lo que es interpretación metafísica y existencial. Lo cam biante en tre empirismo, teoría y filosofía, lo que atrae y lo molesto en tal confusión se puede ad vertir en el ejem plo siguiente (1). El enfermo en la esquizofrenia inicial — así describe el autor— es arrancado del asilo de la com unidad en una nueva m odalidad de un existir sin substancia. Así se com prende cuando un enfermo dice: “El sentim iento más prim itivo del encontrarse se pierde” — se siente “expulsado del suelo y del propio cuerpo” . “El pensar no tiene barreras, el yo es sólo espectador” . “Las ideas adquieren vida propia” . El autor describe e interpreta: El mundo anterior se ha vuelto extraño para el enfermo, n o significa nada ya para él. El tem ple básico alterado, la expresión de un ser-en-elm undo alterado, le abre el m undo nuevo en la decadencia de su m undo anterior. El enferm o experimenta la nada, es com o si encontrase en el edificio de la locura una morada. L a nueva realidad del m undo que se constituye en equivocaciones sensoria les y delirio es propiam ente sin substancia. N o es por tanto para el enfermo real en el sentido de la realidad anterior. Pero real se vuelve ese mundo, en tanto que para los enfermos es eficaz, existencialmente significativo. L a vida se paraliza en el enfer m o, el futuro se desarrolla sólo todavía com o vida anticipada que se cierne a manera de sueño, no como asomarse de la autorrealizacióni. L a vida irrádiase todavía en alumbramientos y éxtasis, pero no se desarrolla ya en el futuro. Existencia la hay sólo com o un profundo llegar-a-sí-mismo en el aislamiento de una vida vuelta sin continuidad. Y sin embargo comprende el enfermo lo incomprendido todavía de al gún m odo, le es esclarecido por su pasado. Así tiene el esquizofrénico su existencia en una irrealidad sin substancia. Su m odalidad de existir que se cierne a manera de sueño le arrojó del mundo familiar a lo infinito. N o tiene más morada, ni en la com unidad, ni en el ser-en-sí-mismo. V ive la destrucción de su existencia histórica com o aniquilam iento de su sentido de la vida, com o decadencia del mundo. (1 ) Storch, A .: “ Die W elt d er beginnende Sch izo p hrenie... V o su c h ” . Z . A W ., 127, 799 (1930).
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U n a reflexióft sobre la situación de hecho y sobre el destino radical del enfermo, como los ve el sano, se vincula aquí a manifestaciones singu lares de enfermos y a contenidos de su vívencíar delirante en u n a com prensión total, que no es de ningún m odo la autocom prensión real o verda dera de los enfermos, sino que desarrolla como cuadro lo espantoso, según aparece al sano, § 4. Los conceptos de salud y enferm edad a) La, inestabilidad del concepto de enferm edad. Los con ceptos sano y enferm o los emplea todo el m undo p a ra la estimación de manifestaciones vitales, funciones, individuos. Es asombroso a m enudo la ingenua seguridad en el uso de ese p a r de conceptos y al mismo tiem po el recelo angustioso ante ellos. Se perm ite juzgar burlescamente con cate gorías psiquiátricas, y se m ira de reojo sin embargo a los psiquiatras como a ignorantes natos, que representan una especie de fenómeno paralelo de la inquisición, solo que sin su gravedad sangrienta. Parece a veces pertene cer al buen tono el m irar con menosprecio el “p u n to de vista psiquiátrico” . Pero el mismo individuo que m anifiesta ese repudio, puede hablar a , su vez, ante personalidades y fenómenos psíquicos o ante rendim ientos espiri tuales, de “degenerado” y de “insano” . Si se recogen ejemplos de la especie de tal empleo del concepto “en fermo” , se sabrá cada vez menos lo que significan sano y enfermo. El que em plea estos conceptos, acosado p o r las preguntas, suele señalar finalm ente la medicina, que com prueba em pírica y científicam ente y h a establecido lo que es “enferm o” . Pero de ello no puede hablarse en m odo alguno. Al respecto de lo que significa en general sano y enfermo, el m édico es el que menos se rom pe la cabeza. Tiene que ver científicam ente con múltiples procesos vitales y con determ inadas enferm edades. Lo que es enferm o en general, depende menos del juicio de los médicos que del juicio del paciente y de las aprehensiones dom inantes del círculo cultural eventual. Esto no se advierte en la gran m asa de las afecciones corporales, pero se advierte m ucho en las de psique: El mismo estado psíquico lleva a uno, bajo ei título de enfermo, a casa del m édico de enferm edades nerviosas, al otro bajo el título de culpa, de pecado, al confesionario. E ntre los médicos se h a discutido vivazmente si se tra ta de enfermos o no en las llam adas neu rosis traum áticas, esos estados después de accidentes que deben ser indem nizados con pensiones cuando se tra ta de enferm edad. Aquí entra en conflicto el juicio “ enfermo” del paciente en razón de los intereses m ate riales, con el juicio “no enferm o” . de la sociedad, y esa oposición fué
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debatid a en la cabeza de los médicos periciales — indudablem ente sin resultado. b) C oncepto de valor y concepto del térm ino m edio. Si b usca mos en la m uchedum bre de los empleos que h a tenido el concepto de enfer m edad, lo com ún en el contenido del mismo, no encontramos ningún ser o acontecer, siem pre igual, que sea llam ado enfermo, M ás bien lo único co m ú n es que con ello es expresado siempre u n juicio de valor. Enferm o imp>Iica3 desde cualquier p u n to de vista, pero de ningún m odo desde el mismo siempre, nocivo, indeseado, inferior. Si se quisiera liberar del concepto del valor y eludir los juicios de valor,' hab ría que buscar un concepto empírico del ser de la enferm edad. Com o tal se ofrece el concepto del término medio. Lo que es adecuado a la m a yoría, lo que pertenece al térm ino medio, eso es sano. Lo que es raro, lo ■que se a p a rta del térm ino m edio más allá de u n a cierta m edida, es enfermo. Se m ostrará sin em bargo que el concepto del térm ino m edio no ap o rta ninguna solución del problem a. c) El concepto de la enferm edad en la m edicina somática. E n los procesos corporales la situación real es relativam ente simple. L o de seado: vida, larga vida, capacidad de reproducción, capacidad corporal de rendim iento, fuerza, poca fatigabilidad, ningún dolor, un estado en que se advierta perm anentem ente lo m enos posible del cuerpo, aparte del pla centero sentim iento del existir; todo eso es naturalm ente deseado tan gene ralm ente que el concepto de enferm edad en lo corporal tiene un a am plia constancia. L a ciencia m édica no consiste en elaborar esos conceptos del valor y en llegar a u n concepto general de la enferm edad, como tam poco puede ser su m isión in ventar alguna panacea p a ra todos los casos. El m é dico no es en n ad a más avisado, cuando en general se dice que alguna cosa está enferm a. M ás bien consiste su tarea en establecer qué hay p a ra u n ser y acontecer concreto determ inado, de qué es dependiente, cómo cursa en adelante, qué efecto tiene. E n lug ar del concepto general de enfer m edad, que es u n m ero concepto de valor, crea u na m u ltitud de con ceptos de ser y acontecer (por ejem plo lesión, infección, tum or, ausencia o aum ento de las secreciones endocrinas, etc.). Com o el interrogante vino originariam ente del concepto general de valor y queda constantem ente aso ciado a él por las tareas terapéuticas dél médico, llam a a todos esos con ceptos del ser creados por él, d e los que es poco menos que excluida la ' valoración, enfermedades. El traspaso del concepto de enferm edad como concepto de valor a u n a sum a de conceptos del ser inipulsó a descartar retroactivam ente tam bién
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1 concepto general de enferm edad, en lo posible, de todo lo valorable. J n concepto empírico del ser es el concepto del term ino m edio. El térm ino nedio debería ser llam ado “sano”, las desviaciones del térm ino m edio — en o cual al térm ino medio es d a d a u n a cierta am plitud convencional— ‘enferm o” . Esto sería u n a p u ra consideración del ser. Com o se ve la vida n a vez como estado, condición, luego como proceso (como conjunto del urso de la v id a ), se -distinguirá entre las desviaciones del térm ino medio or u n a parte las del estado (por ejem plo las anom alías anatóm icas como malformaciones, ausencia de pigm entos del iris, etc., y las anomalías fisioSgicas como la p entosuria), las del curso de la vida (los verdaderos rocesos mórbidos) en la otra. H asta aquí estaría pues excluido todo lo alorable y se podría separar el concepto de enferm edad del paciente como íero concepto verbal del de la m edicina como u n a sum a de conceptos del ;r sobre la base del pensam iento del térm ino medio. Así se podría coopevr, aproximándose nuevam ente a la práctica, p o r el hecho que se introuce el concepto de valor en u n a división secundaria, com o en el siguiente ladro (respaldado en A lb re c h t): Desviación del térm ino m edio (o de la m ayoría)
/
\
Desviación del estado vital
Desviación del proceso vital X
Desviación indiferente ( “sano” )
Desviación con daño de la capacidad vital y de rendi m iento con el carácter del peligro
( “enfermo” )
;í aparece resuelto, p o r el m om ento satisfactoriam ente, el conflicto d e los nceptos; pero no de m an era definitiva. H ay lo siguiente en dificultad *ica: l.*H ay m anifestaciones vitales en la m ayoría de los hombres, como >r ejemplo las caries dentarias, que se califican de enferm as a pesar de e son del térm ino medio. 2. H ay apartam ientos del térm ino m edio en ración de la vida, en fuerza corporal' extraordinaria y en capacidad de istencia que no se po d rían calificar nunca, sin em bargo, de enfermos, ibría que introducir ju n to a “enferm o” y “desviación indiferente” u n a ipersalud” como tercera categoría. 3. D e ¡hecho casi nu nca se establece térm ino medio en la vida del cuerpo hum ano. T ales comprobaciones* ! térm ino medio se lim itan a la m asa anatóm ica y a pocas otras cosas, si nunca se sabe lo que es térm ino medio. Si se m ed ita en esto y se reflexiona sobre lo que ocurre en el pensa?nto médico, no se puede menos de reconocer: cuando médicos d e pen-
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samiento científico h ablan de “desviaciones” , n o se refieren casi nunca al térm ino medio, sino a u n concepto ideal. Tienen, por ejemplo, un concepto previam ente definido de la salud, pero u na idea norm ativa les conduce, po r ejemplo, cuando califican de enferm as las caries dentarias. T al concep to norm ativo, n o un concepto de térm ino medip, es siempre el concepto de la salud, es decir es al mismo tiem po concepto'de valor* El conocimiento del cuerpo hum ano sin em bargo no presupone ese concepto de valor, sino que lo tiene ante, sí com o idea: cuanto más son conocidas en detalle las conexiones de los órganos, estructuras, funciones entre sí, tan to más utiliza el investigador de esta idea. Conocerla en absoluto significaría reconocer la vida en absoluto. La salud es prim ero un concepto de carácter tosco, de valoraciones últimas, como vida, capacidad de rendim iento, etc. C uanto m ás son penetradas las conexiones finalistas en la vida del cuerpo — el verdadero conocimiento biológico— tanto más se llega desde la teología grosera a u n a cada vez más sutil y tanto más claro se vuelve el concepto de la salud como concepto biológico norm ativo, sin esclarecerse nunca absolutamente. El origen d e la m edicina em pírica desde u n concepto general de valor y la m eta en conceptos del ser em píricam ente hallados caen, naturalm ente, algunas veces en conflicto. Esto ocurre ante todo a consecuencia del fenó m eno fundam ental que el hom bre se siente enfermo, sabe o quiere saber de su estar enferm o y tom a posición ante su enferm edad. Es verdad; que está en m uy am plio círculo el sentirse enferm o en coincidencia con u n hallazgo som ático objetivo. Q u e en ello tiene lugar u n a tom a de posición del enferm o que puede ser u n salto desde su percepción de algunos m ales tares, que liquida como indiferentes, al juicio “estoy enfermo” y que éste a su vez puede referirse a falta particular* local en la salud dentro del todo o ser expresión de u n a conciencia de- enferm edad en el’ todo, estos son hechos im portantes históricovitalm ente, frecuentes p a ra la afección somáti ca. T a n sólo los casos fronterizos traen el conflicto. O bien el hallazgo sin conciencia de la enferm edad o sin conciencia correspondiente de la enfer m edad (carcinom a inicial del estómago, glioma de r e tin a ) : sólo m ediante la cooperación del juicio médico puede llegar el enferm o a la visión médica, sin haber tenido motivo suficiente en el sentimiento, en el estado general y en la propia percepción. O bien el sentim iento de la enferm edad sin con firmación somática: llegan al m édico individuos que se sienten gravem ente enfermos, el médico no encuentra nada, los llam a nerviosos y los d eja en m anos del neurólogo o del psiquiatra. E n todos estos casos fronterizos, en los que el médico somático tropieza con la coincidencia ausente entre la especie y el grado del hallazgo y la especie y el grado del sentim iento
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la enferm edad, está la tarea, en principio realizable, d e llegar a la adeición de la conciencia de la enferm edad p o r la cooperación del juicio dico. M uy distintas y propiam ente problem áticas están las cosas en las enm edades mentales. O bien falta u n a confirm ación som ática o la inadeición de la. tom a d¿ posición pertenece a la esencia de la enferm edad, o n u na voluntad de enferm edad crea síntomas específicos. d) El concepto de enferm edad de la psiquiatría. Las discusiones >re el concepto de enferm edad se m ostraron bastante insignificantes en m edicina somática. Son reflexiones p a ra am antes .de los problem as ricos. Pero en la psiquiatría estos problem as adquieren g ran im portancia -a el conocimiento y la práctica.1. E m pl e o del co n c e p to del v a l o r y del c o n c e p t o I t é r m i n o m e d i o . E n el dominio psíquico se m ultiplican los tceptos de valor, de modo que finalm ente abarcan todos los valores posis, y| esos valores se vuelven a su vez problem áticos. M ucho menos que lo corporal se puede hablar aquí de u n concepto unitario del “enferm o” puede pensar tam bién frente a la vida psíquica con exclusión de toda oración, en el térm ino medio, y se h a hecho. Pero el térm ino m edio no conoce en el dom inio psíquico de hecho en ninguna parte, como n o . en los resultados finales m ás groseros, p o r ejem plo en los rendim ientos olares. E n la apreciación sobre si algo está enferm o, se p arte efectivante en lo psíquico, m ucho menos que en lo corporal, del térm ino medio, ro si se form ulan los conceptos norm ativos, se m enciona, aparte d e los lógicos de la conservación de la v id a y de la especie, la libertad del or, etc., por ejem plo: utilidad social (utilidad, capacidad de adaptación, ponibilidad), capacidad de dicha y contento, u n id ad de la personalidad, nonía de las cualidades, constancia de los caracteres, el desarrollo perto de todas las “Anlagen” hum anas, tendencias e instintos en acuerdo [iónico, etc. L a m ultiplicidad de tales conceptos de valor entrañó que las fronteras lo concebido com o “psíquicam ente enferm o”, están sometidas a oscilado> m ucho mayores que cuando se tra ta de los límites casi constantes de enfermos corporales. Y a el em pleo del concepto de enferm edad a lo quico en general fué m ayor que frente al Cuerpo. No debían darse aquí >cesos naturales, cognoscibles em pírica y causalm ente, sino demonios o p a o expiaciones. Además se tomó como enfermos prim eram ente sólo a atas y a locos furiosos, luego a los melancólicos, pero se extendió en los irnos siglos el círculo cad a vez más, y eso decididam ente según el p u n to
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d e vista del aprovecham iento social. El enorm e aum ento de la cifra de los internados en m anicomios se basa en el hecho que entre las m ás complejas condiciones de la civilización m oderna, que presentan cada vez m ás exi gencias en rendim ientos sociales, esos individuos no pueden vivir ya; podían ser alim entados antes en el campo, cooperar allí ocasionalmente, pero no estaban sujetos en u n m ecanism o social. Así, ese p unto de vista psicológi cam ente externo y adem ás en las inclinaciones antisociales de individuos se h a vuelto p a u ta el punto de vista de la adm inistración policial p a ra e l’ trazado de los límites del enfermo. O tros límites existen en los pobres y en los ricos, en u n a clínica psiquiátrica y con un director de sanatorio o con un m édico neurólogo. Así fueron y son resumidas con el concepto de enfermo las realidades psíquicas m ás heterogéneas. “Enferm o” es u n concepto general de dem é rito, de falta de valor, que abarca todos los deméritos posibles. L a expre sión “enferm o” en su generalidad no dice absolutam ente n ad a en el dominio psíquico, pues esta p alabra abarca al idiota y al genio, abarca a todos los individuos. N a d a nos enseña la declaración de que u n individuo está psíquicam ente enferm o, sino sólo cuando oímos acerca de m anifesta ciones v procesos determ inados, concretos en su alma. Y a que en la p alabra enferm edad se confunden siempre conceptos de valor y conceptos de ser, lleva a engaños que casi parecen inevitables: es calificado c o it o enfermo prim ero lo que representa, poi ejemplo un dem éri to; luego aparece inm ediatam ente la conciencia de que la enferm edad es u n ser, y el juicio es tom ado como diagnóstico empírico. Además en los profanos médicos existe entonces la noción grosera de que se está enfermo o no se está (un resto de la vieja teoría de los demonios en form a racional), y con el juicio “enferm o” , que sólo se apoyó en u n a valoración subjetiva, cree poseer el que juzga, después de un tiempo, u n conocimiento real. L a m odalidad paradojal del concepto de enferm edad la h a expuesto W ilm anns en conversación chistosamente así: “N orm al es la debilidad m en tal ligera” . Esto quiere decir lógicam ente analizado: Según un concepto norm ativo de dotación intelectual, la m ayoría d e los hombres son ligera m ente débiles. Pero el térm ino medio, la cualidad de la m ayoría es la m edida de lo sano, es decir la debilidad m ental ligera es lo sano. Pero la debilidad m ental ligera es u n a calificación de lo enfermizo. Por tanto lo enfermizo es norm al. Por tan to el sano es igual a enfermo. Es decir ta! es la descomposición d e ese p a r de conceptos, cuando deben descansar en el concepto de valor y en el concepto del térm ino medio.
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Finalm ente el concepto de enferm edad psíquica, que sin em bargo es u n concepto de ausencia, de deficiencia, se vuelve notable por el hecho que abarca manifestaciones que son valorables y son valoradas positivamen-te. Eí ¡análisis patográfico de personalidades sobresalientes m uestra cómo la enferm edad no sólo interrum pe y destruye, cómo, no sólo a pesar de u na enferm edad es realizado algo, sino cómo la enferm edad puede ser condición de ciertos rendim ientos, en el estar enferm o puede mostrarse u na profundidad y u n a sima abismal del ser hum ano. Ceso de exponer las paradojas del concepto de enferm edad, cuando p o r “enfermo” en el dominio psíquico se com prende u n todo unitario con acento de valor negativo. Querem os saber como estudiosos: ¿qué m ani festaciones son posibles en el alm a h um ana? Como tratantes: ¿qué medios hay p a ra fom entar los deseos — m uy distintos— en la vida psíquica? Para ello no necesitamos en m odo alguno en ambos casos el concepto d e “lo enferm o en general” ; y sabemos ah o ra que no existe algo por el estilo en su generalidad y unitariedad. D e todo se puede hacer el siguiente resum en: E n la concepción difun dida, tam bién m últiplem ente usual en los médicos, que atribuye u n a significación objetiva al problem a: ¿es esto enfermizo? H ay un resto de aquellas viejas nociones, según las cuales las enferm edades eran seres especiales que habían tom ado posesión del hom bre. Se puede decir: esto es un.proceso desfavorable desde tales y cuales puntos de vista; o : este es u n suceso (V organg) que en trañ a presum iblem ente o con seguridad pronto procesos m ás desfavorables (el comienzo de u n proceso — Prozess—q ue lleva a la m uerte, a la pérd id a de capacidades, etc.) y otros. Pero cuando llam o en general “ enfermizo” a algo, no p o r eso h e avanzado m ucho. N o obstante el problem a general: ¿es esto enferm o? es presen tado infinitam ente a m enudo, p a ra apreciar la respuesta negativa como u n apaciguam iento, la afirm ativa como u n a disculpa m oral o p a ra dism inuir u n valor, todo con la m isma injusticia. 2. Pensamientos especulativos sobre enferme d a d y s l a l u d e n g e n e r a l . A pesar de que sabemos que lá enfer m edad sim plem ente y la salud no son conceptos unívocos, permanezcamos u n mom ento en pensam ientos que operan con esos conceptos generales. N o tienen en verdad valor de conocimiento, pero nos abren u n espacio y u n a actitud que no nos pueden ser indiferentes si pensamos en el límite del ser hum ano. aa) Enferm edad en e\ horizonte biológico y enferm edad en el hombre. Si nos representamos el horizonte biológico m ás abarcativo, vemos el ori. gen de las enferm edades: 1. E n el vivir de todo lo viviente lo uno de lo
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otro, el m aquinar contra la vida y devorar, que tiene en el existir de los parásitos y de las bacterias u n a de sus form as de m anifestación; 2. E n las alteraciones radicales del m undo circundante, por las cuales es sobreapetecida u n a especie de vida sin posibilidad de adaptación. 3. E n las mutaciones, que son desfavorables a la vida en la situación correspondien te. A la vida como tal pertenece ei estar enfermo. El peligro de la vida es la consecuencia de su constante ensacar, ese ensayar es el origen de su aum ento y enriquecim iento en m ultiplicidad infinita. Pero ese ensa yar tiene que tom ar en consideración las pérdidas que se producen en la ruina de lo logrado, en las fealdad as estables y en las preocupaciones (porque están adaptadas a u n determ inado m undo circundante, pero sólo a ,e se ), en la frustración tam bién de los éxitos m om entáneos m ás herm o sos. E l estar enferm o es camino no sólo de las excepciones de la vida, que separan, sino que corresponde a la vida mism a como elem ento de su elevación, com o peligro insuperable. L a m archa de la vida está en el ensayar la constante nivelación de triu n far y fracasar, de acertar y desacertar. E n el todo biológico está lo específicamente hum ano. El hom bre es la excepción en lo viviente. Es la m ayor ap ertu ra de lo posible, la suprem a probabilidad, pero tam bién el supremo peligro. H ubo pensadores que interpretaron siempre el ser hum ano en total como ser enfermo, sea como enferm edad d e la vida, sea com o desorden y lesión de su naturaleza originariam ente procedente del pecado original. Nietzsche y los teólogos coinciden;, a u n cuando en sentido m uy distinto. P o r eso no es ningún azar que los poetas hayan llevado a la exposi ción en figuras de la locura como en símbolos de la esencia del ser hum ano, sus suprem as y m ás espantosas posibilidades, su grandeza y su caída, como Cervantes en D o n Q uijote, Ibsen en el Peer Gynt, Dostoievski en los idiotas, Shakespeare en L ear, en H am let (los poetas tom an rasgos de la realidad de la esquizofrenia, de la histeria, de la imbecibilidad de las psico p a tía s), y que en todos los pueblos sea reconocida u n a sabiduría de los locos. E n frases de psiquiatras, como Luxenburger, se m uestra algo del saber acerca de lo específicamente hum ano en el estar enferm o: “L a esquizotimia es la problem ática h u m an a en sí. Y todo esto en la am plitud de variación de la norm a, sin agudizamientos que h ab ría que llam ar psico páticos, y sin desfiguraciones, que h abría que llam ar psicóticas” . A quí pasa ciertam ente ya el optim ism o relativo a la salud como la esencia del hom bre, en la que se realizan la arm onía, la m edida, la exactitud y la perfección.
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Es notable que la locura no sólo h a provocado espanto, sino tam bién eneración. L a “enferm edad santa” de la epilepsia pasó p o r efecto demoíaco o divino. Platón dice: “Pero ahora nacen p a ra nosotros los m aores bienes de u n a locura, que sin em bargo nos son dados p o r favor ivino. . . Es m ucho m ás acertada, según el testimonio de los antiguos, na locura, divina que u n a m era razón hum an a” . Nietzsche desprecia a >s hombres que se ap artan de los coros báquicos de los griegos, de la mbriaguez dionisíaca, como de las “enferm edades del pueblo” , vejatorio deplorando en el sentimiento de la propia salud: “Los pobres no sospela n ciertam ente cóm o se presenta esa salud suya cadavérica y espectral” , ietzsohe com prueba como el m étodo del filisteo ilustrado: “Finalm ente iventa todavía la fórm ula general eficaz “salud” p a ra sus costumbres, laneras de pensar, desviaciones y apadrinam ientos, y a p arta con la sospeía de estar enferm o y excitado, todo lo que le p ertu rb a en su sosiego” . Es propiam ente u n hecho fatal que el espíritu suele tom ar con especial n p a tía lo insano y lo insalubre, m ientras que el filisteo filosofa diversaente sin espíritu, pero de m anera enteram ente sana” . P latón y Nietzsche 3 se refieren1a la enferm edad que es m enor que lo sano y solo destruye, 10 al ser más, al ser acrecentado, al ser creador. Esta locura es más que lud. Nietzsche pregunta: ¿H ay quizás neurosis de la salud? Pero don3 está aJerta el sentido p a ra lo abismal en el hom bre, donde h an ido todas las condiciones previas de la posibilidad de u n a ju sta instición m undial, de u n justo ser hum ano ideal, de u n a concepción del m un►única verdadera, allí adquieren la locura y la psicopatía u na significa3n h u m a n a : son u n a realidad en la que se! m uestran esas posibilidades, le encubren lo sano, de lo que se aparta, de lo que qu ed a reservado. Pero sano, cuya alm a se h a vuelto ab ierta en los límites, investiga en lo psicotológico lo que él mismo es según la posibilidad o lo que llega a ser mcialmente en la distancia y en lo extraño com o lenguaje de los límites, tem or y el respeto ante ciertas m aneras del estar enferm o no sólo es tóricam ente un hecho de la superstición sino constantem ente significativo. Novalis dice: Nuestras enfermedades son fenóm enos de una elevada sensación, ; quiere pasar a fuerzas superiores. U n neurólogo m oderno escribe: “L a neurosis esl debilidad puramente, puede ser el velado predicado de nobleza del hombre” (G. H eyer). Por el cariño de un director de establecim iento a los enfermos confiados u custodia puede ser comprendida, en unión con el presentim iento del sentido en snfermedad humana, una expresión tan paradoja! com o la que hizo Jessen en la mblea de naturalistas de K iel, el 21 de agosto de 1846: “H e conocido por lo m e.1500 locos y los he tratado com o m édico; he vivido entre ellos y con ellos y he tado con ellos más que con cuerdos. Si debo dar un ju icio sobre el valor m ofal de locos en comparación con el de aquellos que pasan por cuerdos, no podría ser s que en favor de los primeros. Reconozco librem ente que estim o a los enfermn*
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afectivos en general más que a otros, que vivo con gusto entre ellos, que en su com pañ ía no echo de menos el trato con los equilibrados, más: en parte me parecen ellos más naturales y razonables de lo que encuentro en general a los hombres” . Sólo el que dispone de un afecto profundo, puede caer en general en la enfermedad afecti va. D e ahí la convicción “que más bien es un honor que una vergüenza para el ser hum ano el enfermar afectivam ente” (citado según Neisser: M sch r. Psychiatr, 6 4 ).
bb) Salud. D eterm inar u n concepto de la salud parece inútil, cuando se h a im aginado la esencia del hom bre como u n ser no acabado. H ay u na serie de determ inaciones generales : L a m ás antigua es la de Alcmeon y muchos que la siguen hasta hoy: L a salud es la armonía de las fuerzas contrapuestas. Ciceróni la caracte riza como ju sta proporción m u tu a de los estados psíquicos. E n la época m od ern a h a sido visto reiteradam ente lo sano en el camino entre las ap a riciones, en que las apariciones quedan ligadas u na a otra, en que son asociadas en tensión. C o n tra todas las inclinaciones al entusiasmo., a la excepción y al peli gro estim an los estoicos y los epicúreos sobre todo la salud. El epicureo la encontró en el contento completo con la satisfacción m oderada de todas las necesidades. El estoico sintió to d a pasión, todo hervor del sentim iento como enferm edad, su teoría m oral era en gran parte u n a terapia p ara destruir las enferm edades del alm a en favor de u na sana ataraxia. Neurólogos actuales ven la salud en la capacidad “p a ra cum plir la po sibilidad congènita del destino hum ano” (von Weizsäcker) — si se supiese lo que es eso— o idénticam ente : en el hallarse uno mismo, en la autorrealización, en 1'a integración com pleta y armónica en la comunidad. T ales definiciones de la salud corresponden a las concepciones de la enferm edad: 1. com o descomposición en oposiciones, aislamiento de opo siciones, desarm onía de las fuerzas: 2. como afecto y sus consecuencias; 3. como veracidad, p o r ejem plo com o fuga en la enferm edad, como ap ar tam iento, como ocultam iento. Especialm ente lo tercero h a sido m uy dis cutido. W . von W eizsäcker escribe: “E n la m edida que un ser hum ano recibe de la penu ria la virtud de u n a enferm edad, en tan to que se vuelve reacción m oral al síntom a patológico, se h a dado algo como un falsea m iento del sentido, que excita nuestra conciencia de la verdad a la crítica” . “El neurótico produce u n ocultarse y traiciona éste p o r su sentimiento de culpabilidad. A m enudo hem os visto tam bién en enfermos orgánicos no neuróticos el encenderse de sentimientos de culpa; cómo com bate con sigo mismo en la etapa inicial, si debe ceder en la reconvalescencia, si está todavía enferm o” . De ahí que “salud tiene que ver algo con verdad, la enferm edad con inveracidad” . Se recuerda los pensamientos de los viejos psiquiatras: L a inocencia no se vuelve nun ca loca, sólo la culpa (H e in ro th ).
la perfección m oral y la salud m ental son u n a m ism a cosa (G roos), es decir donde el instinto congènito se h a desarrollado libremente hacia lo bueno, ningún proceso somático puede m otivar u n a enferm edad m ental (*). A ello pertenece adem ás la concepción de K lages: la psicopatía es el sufri m iento de autoengaños necesarios p a ra la vida, A todas esas discusiones hay que oponerles la frase de Nietzsche : “N o hay u n a salud en sí” , y adem ás la desconfianza de Nietzsche contra todo concepto unívoco, rectilíneo, optim ista d e la salud. Weizsäcker hace p e r cibir algo de las paradojas del ser hum ano enferm o, cuando habla de que “la enferm edad grave significa a m enudo la revisión de toda u n a época, de la vida”, es decir, lo que es enferm edad puede tener en otra conexión u n significado “curativo”, “creador”, o cuando p o r otra parte “acentúa la ley que la supresión de u n m al d eja espacio a otro” . Aquella arm onía de las oposiciones es u n ideal que al mismo tiempo restringe, no es ningún concepto del ser y ninguna posibilidad llenablel L a ataraxia y la satisfacción en trañ an u n em pobrecim iento del alm a y perturbaciones desde lo que fue despreciado y m alogrado. 3. L a d i v i s i ó n d e l c o n c e p t o p s i q u i á t r i c o d e l a e n f e r m e d a d . No hay “locos” como u n a especie propia, dijo G rie singer. E n lugar d e la consideración sum aria del estar enferm o psí quico hay más bien que dividir esto. Al juicio general “ enfermo” no atribuye por eso el psiquiatra ningún valor. Las realidades heterogéneas que le llegan ante los ojos, las ordena según conceptos del ser, comó por ejem plo: si un cuadro es u n estada perm anente o u n a etap a de u n pro ceso. E n el consultorio m édico y en el m anicom io son tratados numerosos individuos que no sufren ningún proceso morboso, sino sólo u n a variación desfavorable d e su “Anlage” , de su carácter. A quí comienza objetivam en te nuestra ciencia en el dom inio de lo “norm al” con la caracterología. C uando se comenzó en el dom inio psíquico a calificar personalidades co m o enfermas, no había más que trazar todavía u n a frontera práctica con tra todas las variaciones individuales. aa) Los puntos de partida para la determinación del estar enfermo psíquico. El concepto de la enferm edad tiene en el dom inio psíquico su singularidad por el hecho que la tom a de posición del enferm o ante la en ferm edad, su sentimiento d e enferm edad, su conciencia de enferm edad o la com pleta ausencia de am bos no es u n saber agregado, corregible de modo relativam ente fácil, como en las afecciones puram ente somáticas, sino u n factor característico siem pre del estar enferm o mismo. E n mu* (I)
G r u h le :
Noticias históricas en el IX volumen ( e l. volumen de U esquizofrenia) ea
e! H andbuch de B um kk.
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chos casos sólo el observador tiene al paciente por enferm o: él mismo no se considera enfermo. P a ra el observador el p u n to de p artid a es alguna m anera de la incomprensividadz sea en las relaciones comprensibles la transposición a través de mecanismos anormales, sea lo “enajenado”, es decir una ru p tu ra rad i cal de posibilidades de com unión, el volverse peligroso por motivos incom prensibles'. L a distinción de la especie de incomprensividades es u n fun dam ento de separaciones diagnósticas: síntomas leves, que no aparecen com o enfermos de m odo alguno p a ra el que no es médico, pueden indi ca r un gravísimo proceso de destrucción; manifestaciones gravísimas (es tados de excitación llamados furor de los trópicos y estallido) pueden ser síntomas de u na histeria relativam ente inofensiva. P ara los enfermos el p u n to de p artid a es un sufrim iento, sea un sufri m iento en su propio existir, sea un sufrim iento en alto sentido como ex traño, que penetra en su existir. Sin em bargo la form a de ese com porta miento con respecto a si es generalm ente hum ano para todo individuo, se pregunta si y cómo se denom inará. Pero lo enfermo está para el afec tad^ en u n a desviación de eso norm al por la novedad (no existía antes) y por el contenido y la especie del vivenciar. Los puntos de p artid a p a ra la determ inación del estar enferm o no son seguros. N o hay ninguna coincidencia entre las manifestaciones prim era m ente percibidas y la esencia, la gravedad, la tendencia del acontecer m ór bido/ El psicopatólogo p enetra p o r tan to en el abismo más profundo por la m ultiplicidad m etódica de sus observaciones, la experiencia de la apari ción sim ultánea de las manifestaciones, las m odalidades de los cursos, etc. Entonces se d a n al fin, hoy, tres conceptos de enferm edad (que aparecen en la tiiple división del esquem a diagnóstico presentado más arrib a ). bb) Los tres tipos del concepto psiquiátrico de la enfermedad. L a enferm edad es determ inada: 1 como proceso somático; 2. como aconte cer grave, alterador del alm a, que hace irrupciones en la vida hasta allí sana, en que se supone u n fundam ento somático, pero que no es conocido; 3, como variación del ser hum ano en am plia distancia del térm ino medio, y eso com o indeseado de algún m odo p a ra el afectado o su ambiente, por tan to necesitado de tratam iento. 1. D e las dificultades del concepto de enferm edad parece salvado el psiquiatra donde encuentra como la esencia de la enferm edad u n proceso somático, que es com probable y definible como tal objetivam ente. Es la actitud básica médica, científiconatural, que sólo tiene en cuenta lo corpo ral como decisivo. L a psicopatología resulta asi solo u n medio p ara en contrar síntomas de lo físico. L a fisiología, no la psicología, es el objetivo
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le la investigación m édica. Como médicos tenemos que ver con el duer10. “Si hubiese algo como u n a enferm edad del espíritu, no podemos ayular en n ad a” (H ughlings Jackson, citado según S ittig). Sólo serían m or osos aquellos procesos psíquicos que se basan en procesos morbosos del erebro. E n realidad hay u n dom inio de enferm edades orgánicas cerebraís donde la exigencia de los fundam entos somáticos es suficiente, y donle lo psíquico es síntom a de lo físico conocido. Pero las dificultades que «rsisten no son pocas. Apenas en u n a c u arta p a rte de los asilados en m alicomios conocemos el Aindam ento orgánico de la afección. U n a coinciencia entre la gravedad de las alteraciones cerebrales y la gravedad d e la fección no existe. H ay graves afecciones somáticas en u n a cabeza clara un alm a clara hasta la m uerte. 2. L a gran m asa de las psicosis, en los tres círculos hereditarios n o nuestra ninguna afección somática, de tal suerte que p o r ella fuese diagiosticable tam bién la psicosis. Por eso es aquí prim ario el concepto de & enferm edad y ligado exclusivamente a las alteraciones psíquicas. C ieram ente se encuentra en m uchos casos fenómenos somáticos, que fundatientan la sospecha de que el todo tiene u n fondo, u n acontecer somático ognoscible en un tiempo. Pero en m uchos casos faltan tam bién éstos. P o r so es lo probable que sean separadas de ese dom inio adem ás determ ína las enferm edades somáticas y que pertenezcan al concepto del prim er g ru (O. Pero quedará un dominio que tiene que ser tom ado independientem ene, entonces tal vez m ás claram ente que hoy. E n la investigación de estas enferm edades se quisiera — ’o mismo que n el prim er grupo— descubrir “funciones básicas” del acontecer psíquico, uya perturbación hace captable la m ultiplicidad de las manifestaciones. >or ese cam ino no sólo se descubriría el proceso somático, sino tam bién o específico y nuevo frente a lo sano, especialmente en la esquizofrenia. !2on medios puram ente psicológicos fué descubierto algo de la esencia de a enferm edad — inevitablem ente con, la ayuda de las nociones teóricas— . ‘E sta consideración puram ente funcional de la vida psíquica, que n a tu ralnente no sólo beneficia la investigación de la esquizofrenia, sino que funlam enta de nuevo la psicopatología en general, no tiene en la historia de a. psiquiatría ningún precedente” (G ru h le). Si se ganasen en ese cam ino esultados indudables, el concepto de la enferm edad de ese grupo sería íeterm inado por la perturbación de las funciones básicas. P or ahora n o •a sido alcanzado ese objetivo, sino que perm anece como u na m ultiplicidad le teorías jun to a las descripciones. 3. E n la tercer m odalidad de conceptos de enferm edad — las varía-
iones indeseadas del ser hum ano— n o se encuentra n ad a de fundam ento
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somático de una enferm edad orgánica y no íiay que esperar nada. El cuerpo pertenece a ello corno en toda vida psíquica sana. Tam poco es este enferm o — a pesar del salto entre salud y mecanismo neurótico— algo teóricam ente nuevo frente al sano anterior, aún cuando puede en trar tam bién en desarrollos psíquicam ente ruinosos. Son cualidades básicas del existir hum ano que se m uestran en la excepción más claras, eficaces, terri bles que en 1a, m uchedum bre. A quí está el campo donde halló su funda m ento la frase: “ Ser hum ano es ser enferm o” . Si el tercer grupo es conocido concretam ente, parte de aquí hacia atrás una luz tam bién sobre las enfermedades psíquicas orgánicam ente causa das. E n todas partes interviene el ser hum ano como ser hum ano, la apre hensión científiconatural es ineludible1 en verdad, pero no suficiente, y se m uestra u n abismo entre el hom bre y el animal. § 5. El sentido de la práctica Nuestro libro tenía que ver con el conocimiento psicopatológico. Para discutir el sentido de la práctica, hace falta todavía la m editación, si está dirigida al todo del ser hum ano: ¿Q ué puede ser la práctica frente al hom bre? a) Cóm o se corresponden el conocimiento y la práctica. Se plan tea a la psicopatología la exigencia, y no raram ente se le reprocha, que sirva a la práctica. H ay que ayudar al enfermo, el m édico está ahí p a ra curarle. Su misión es demasiado fácilmente dañada por la idea de la ciencia pura. Pues el saber en sí no es útil para nada, el nihilismo terapéutico es la consecuencia, de u n m ero conocer. Se siente uno ya listo cuando se sabe lo que es, cuando se le conoce y se puede prever aproxi m adam ente su curso, p ara privar a los enfermos de atención, sin esperan za de poder ayudarles eficazmente. Esto es un peligro frente a las psicosis graves y a las variedades congénitas de los hombres. E n contra está la voluntad optim ista de ayudar. En todas las circuns tancias hay que haccr algo y. hay que intentar algo. Se cree en la curación. El saber no interesa, si no puede servir a fines curativos. Se confían, don de fracasa la ciencia, en el propio arte, en la buena suerte y se crea al menos una disposición para curarse, aún cuando quizás sólo en m anipula ción terapéutica vacía. El nihilismo terapéutico y el charlatanism o terapéutico han perdido la responsabilidad. L a crítica fracasa en ambos casos; ta n to .si la pasividad se justifica falsamente: no se puede hacer n ad a — como si se afirm a u n a actividad ciega de que la voluntad y el entusiasmo en sí podrían lograr
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i algo bueno: a la p ráctica corresponde no el saber, sino el poder, Pero . práctica eficaz sólo puede fundarse a la larga en el conocimiento m ás aro. L a práctica es, al contrario, tam bién u n m edio del conocimiento. O bra sólo lo deseado, sino tam bién lo inesperado. Así las escuelas terapèutiis alientan involuntariam ente manifestaciones que luego curan. E n los empos de C harcot habia u n a m ultitud de fenómenos histéricos que casi esaparecieron del m undo cuando se perdió el interés p o r ellos. Así surìeron en la época de la terapia hipnótica* desde N ancy, en E uropa, los echos típicos hipnóticos en u na riqueza no vista desde entonces. A cada »cuela psicoterapèutica con determ inados puntos de vista teóricos, tecni as, psicológicos corresponden los pacientes típicos p a ra ellas. E n los sana mos surgen productos sanatoriales. T odo era indeseado; se quiere correIr esas relaciones en cuanto se las conoce. 3
Q ueda el hecho básico que, a través de la intervención psicoterapèutica de la experiencia del efecto y del contraefecto en el trato con enfermos, se uelven posibles conocimientos que no se pueden adqu irir nunca en la mea consideración ante el peligro del ensayo terapéutico. “Tenemos que b rar p ara llegar a un conocim iento más profundo” , dice Weizsäcker. De los propósitos de la curación y de las experiencias que son hechas m solo a través de la actividad terapéutica, se puede adquirir u n esbozo e la psicopatologia, que orienta de antem ano los conocimientos al objeivo práctico, los valoriza y o rdena desde él. Textos de psicoterapia son or tanto, en parte, textos de psicopatologia. E stán lim itados en verdad o r el horizonte p iretico , pero aportan, en tanto que com unican experieniaSj un complem ento esencial de la psicopatologia teórica. b) L a dependencia de to d a p ráctica. L a te ra p ia y la psicotera>ia todo el com portam iento práctico ante enfermos m entales y personas inormales están bajo las condiciones del poder del Estado, de la religión, le los estados sociológicos, de las tendencias intelectuales dom inantes en ina época, luego ta n solo, pero de ninguna m anera únicam ente, bajo las :ondiciones del conocimiento científico reconocido. El poder del Estado fu n d am en ta o form a a través de su política las ■elaciones hum anas básicas, la organización de ayuda, la seguridad, la itilización, da derechos y los rehúsa. Sin poder del Estado no hay priva:ión, de derechos, no hay internación en instituciones cerradas. E n toda >ráctica hay u n a voluntad, que se deriva finalm ente d e confirmaciones y ixigencias estatales. E n todo consultorio del m édico está dad a una situación le autoridad eficiente, elevada p o r la clínica, p o r u n cargo. Y donde el
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poder de Estado no da la fu n d a m e n ta ro n , queda siempre aun la necesidad de u n poder a través de la autoridad, que entonces tiene que ser con quistada personalm ente. L a religión o su falta es u n a condición p a ra los propósitos del trato terapéutico. D onde el m édico y el enferm o están ligados en la creencia com ún, conocen u n a instancia, desde la que son dadas las últim as deci siones, apreciaciones, orientaciones, bajo cuya condición son posibles las m edidas psicoterapéuticas especiales. F alta ese vínculo, aparece en lugar de la religión u n a concepción secular del m undo, asume el m édico fu n ciones del sacerdote, surge, p o r ejemplo, la idea de u n a confesión profana, u n consultorio público en asuntos del alm a. La psicoterapia, donde h a caído la instancia objetiva, está en peligro de no ser ya sólo m edio, sino de convertirse en efecto de u n a concepción del m undo más o menos oscura, que ju eg a absoluta y cam aleónicam ente, seria o teatral, pero siempre única m ente personal y privada. L a com unidad en una objetividad — en símbolos, en creencias, en convicciones filosóficas de u n grupo— es u n a condición de la profunda cohesión de los hombres. Es m uy raro que los individuos se encuentren confiados personalm ente unos en otros, p o r motivos inexcrutables, que experim entan su d icha como trascendencia que se m uestra en la com u n idad de destino. U¡na ilusión en algunos dominios de la psicoterapia m o d ern a es que, justam ente frente a neurosis y psicopatías, es posible la m ás alta exigencia: la realización del ser “mismo” propiam ente, el des arrollo de la razón abarcativa, la plena hum anidad arm ónica en form a personal. L a psicoterapia está ligada a la realidad de la creencia común. D onde falta ésta y p o r eso se d a en el individuo la exigencia extraordinaria de la autoayúda, entonces es p a ra todo el que puede satisfacerse sólo en los rudim entos de tal exigencia, superflua la psicoterapia, pero en la repulsa del individuo en la atm ósfera incrédula es fácilm ente u n medio de encubrim iento. Las condiciones sociológicas m atizan las situaciones múltiples de los hom bres aislados. L a holgura de un estrato social, por ejemplo, es la condición de las m edidas psicofcerápicas que cuestan tiem po y por tanto dinero, porque exigen u n ahondam iento de larga duración en los enfermos singulares. L a ciencia crea la condición previa del conocimiento, en cuya base son posibles ta n sólo los objetivos determ inados de la voluntad; pero la cien cia m ism a no los fu n d a, cuando entrega los medios p a ra su realización. L a ciencia, donde es legítima, es en sus exposiciones de validez general y al
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smo tiempo crítica, porque sabe lo que sabe y lo que no sabe. L a práca es en su ejecución, no en su propósito, dependiente de esa ciencia. E n la práctica hay tentaciones p a ra escapar a esa situación —la depenncia de la ciencia y la insuficiencia de la ciencia como única fundaintacón de la acción. A la ciencia le es atribuido lo que no puede cer. En un período de superstición científica, la ciencia es utilizada para :ubrir hechos insolubles. D onde debe decidirse p o r responsabilidad,, la ncia debe calcular lo exacto en base al conocim iento de validez general, :Iuso allí donde en realidad no sabe: hace fundam entarse lo que tiene e ocurrir por otras necesidades. Así están las cosas, en caso de que el idico no separe agudam ente y no se exprese con claridad, en algunos sos de neurosis de accidentes, en algunos peritajes sobre la libre deternación de la voluntad, en m uchas guías psicoterapéuticas. Puede ocurrir que en form a de ciencia aparente se exprese lo que no sabe, sino que sólo se quiere, lo que sólo se piensa, lo que sólo se desea cree. L a ciencia se vuelve plástica p a ra los fines de la práctica. Así rgen esquemas de aprehensión en los cuadros de la práctica tranquiliiora, encubridora, aseguradora, para los fines de la práctica juzgadora, cisiva, que da derecho y que lo quita. L a ciencia se vuelve convencional su formación, se vuelve disposición de lo científico en el procedim iento coterapéutico — análogam ente a la disposición teológica de los tiempos tiguos. U n límite dentro de toda práctica lo hay, pues, entre lo que está sufintem ente fundado en presuposiciones generales del conocimiento (adeis tiene que ser reconocido de hecho y estar en vigor) y puede ser hecho, lo que tiene por condición previa u na religión (concepción del m undo, ssofía) o su falta: de aquí llega el m anejo o no m anejo de la acción, estilo o su desleimiento, su disposición específica y su color. c) L a p ráctica exterior (m edidas y apreciaciones) y la práca in tern a (psicoterapia). Los enfermos m entales pueden quebran• todos los ordenamientos, ser u n terror o todavía funestos p a ra su am ante. H ay que hacer algo con ellos. Los motivos de esa práctica son de ble naturaleza. En interés de la sociedad los enfermos deben ser inofenos. En1interés de los enfermos debe ser inten tad a su curación. L a seguridad pública exige en m uchos casos internación de los enfer)s. Se les debe im pedir los actos de violencia. Además se les quiere irar de la vista. Se varían las fonnas del apartam iento, se tra ta de h a rías hum anam ente amistosas, para que los parientes estén satisfechos y conciencia pública esté tranquila. L a aprehensión m ental de la locura,
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un hecho típico fu ndam ental entre las realidades hum anas, procura encu b rirla involuntariam ente. Instituciones y concepciones tienden a simplificar y a liquidar, a liberar de esa realidad la propia concepción y a plantear una interpretación insignificante en lugar de la realidad, p a ra arm onizar tod' según la posibilidad. El interés del enferm o exige la terapia.P o r causa de sí mismo es n e saria la internación, p o r ejemplo p a ra im pedir el suicidio, p a ra proporr narle alim ento y adem ás p a ra realizar las m edidas terapéuticas posible: E n la p ráctica existe la presunción tácita que se sabe lo que es enfermo y lo que es sano. D onde esto en realidad es opinado con validez general e idéntico, en la m ayoría de las enferm edades somáticas, en las psicosis orgánicas, como la parálisis general y las formas más groseras y más graves de locura, no hay ningún problem a, pero los hay en el vasto dominio de los casos m ás leves, y an te todo en las psicopatías y en las neurosis. E n especial es im portante en el caso singular p a ra las decisiones prác ticas, si u n individuo es juzgado m entalm ente enferm o o sano. Cómo ocurre esto en las diversas épocas y situaciones, esto es, junto a la m edida del pensam iento que sabe, u n problem a de poder. Especial im portancia la adquiere el problem a regularm ente en la apre ciación de la “libre determ inación de la voluntad” de los delincuentes. L a aguda delim itación de la libre determ inación de la voluntad es siempre práctica. L a ciencia no puede ,h acer ninguna declaración sobre la base de un conocim iento profesional sobre la libertad, sino sólo sobre hechos em píricos — por ejemplo, si u n enferm o sabe lo que hace, y tiene u n conoci m iento de que está prohibido, es decir si en- él hay u n a arbitrariedad de la acción y u n a conciencia de la penalidad. Sobre la libre determ inación de la voluntad, puede juzgar sólo ciertas reglas convencionales dadas, que ciertas circunstancias em píricam ente comprobables del alm a rehúsan o reconocen la libertad. Del sentido de la libertad escribió Dam erow (18 5 3 ): “Pocos de los locos que h a n estado en el m anicom io local (1100) eran y son absolutam ente responsables en todo m om ento de toda acción” . Según eso nu n ca excluiría un diagnóstico de enferm edad como tal la libre determ inación de la voluntad, sino sólo el análisis individual en la circuns tancia del hecho. Pero, según las reglas convencionales^ se procede de otro m odo. Así, p o r ejem plo, se tiene p o r capaz de libre determ inación de la voluntad al hom bre en la más grave em briaguez norm al ce alcohol; en cam bio, se niega eso en la em briaguez anorm al. El diagnóstico de parálisis general excluye como tal la libre determ inación de la voluntad. Las difi cultades prácticas las ilustro a través de dos breves ejemplos de mi actua ción como perito antes de la prim era guerra m undial:
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U n cartero rural, que cum plía inobjetablem ente su tarea, com etió un pequeño robo. Se oyó entonces que había estado una vez internado en un asilo, y fué pre sentado al examen pericial. La consulta de la vieja historia clínica mostró un brote esquizofrénico claro. El examen actual pudo reconocer ciertos síntomas con seguri dad com o esquizofrénico, porque se tenía aquella antigua historia clínica. El diag nóstico era claro. Convencionalm ente pasaba entonces la esquizofrenia (dem encia precoz) lo mismo que la parálisis general, com o motivo suficiente para rehusar la libre determinación de la voluntad {no existían todavía las confusiones posteriores del concepto de la esquizofrenia y de su extensión en lo norm al). El hombre orde nado, que se podía reconocer sin más vacilaciones como enfermo, fué calificado pues por el perito en base al diagnóstico com o un enfermo incurso en el § 51 del Código penal. El fiscal se indignó, todos inclusive el perito se maravillaron. Pero el auto matismo de las: reglas reconocidas llevó a la absolución. U n pseudólogo típico con m anifestación impulsiva de sus capacidades fantásti cas había vuelto a perpetrar una serie de engaños. Describí ante el tribunal (del que formaba parte el conocido criminalista L ilienthal) en tres cuartos de hora el proceso novelesco de la vida y del delito, mostré también el com portam iento lim itado en ciertos períodos, los síntomas de la caída en dolores de cabeza, etc., y concluí que se trataba de un histérico que representaba una variación de la especie hum ana y que no padecía un proceso morboso. N o se le podía negar, al menos al com ienzo de las mistificaciones, el libre arbitrio. Pero la impresión de una necesidad interna, que obraba quizás estéticam ente de m odo coercitivo en la descripción sensacional, m ovió al tribunal a la absolución contra el juicio del perito {*).
H ay que distinguir la psicoterapia de todas estas m edidas y .aprecia ciones, el ensayo de ayudar al enferm o por m edio de la com unión psíquica de investigar su interior hasta en las últim as profundidades, p a ra hallar los elementos de u n a conducción p o r la vía de la curación. L a psicoterapia, antes un procedim iento común, se h a convertido desde hace algunos dece nios en u n problem a vasto de la práctica. Es necesario tener aquí claridad fundam ental antes de em itir juicios, sea negativos, sea entusiastas de n a tu raleza extrem a. d) V inculación con las etapas de la te ra p ia m édica general. Lo que el m édico hace por la curación, se apoya en diversos sentidos. Actualizamos etapas de la acción terapéutica. T o d a etap a tropieza con un límite, en donde fracasa el efecto y en el que p o r tan to es necesario el salto a u na nueva etapa.
a a) El m édico estirpa quirúrgicam ente u n tum or, abre u n furúnculo, adm inistra quinina contra la m alaria, salvarsán contra la sífilis. E n estos casos obra técnicocausalmente, vuelve a poner en orden quím ica y m ecá nicam ente relaciones del ap arato vital perturbadas. Es el dominio de la terapia más eficaz y penetrada en su efecto. El lím ite es la vida en total. (1) Vale la pena estudiar tam bién las interpretaciones m ás antiguas sobre el problem a del libre arb itrio ; por ejem plo F r. W . H aobn en su C hroaisky, p . 192-214, Erlangen, 1872.
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bb) El médico aporta la vida en las condiciones de la dieta, del m undo circundante, de la preservación y del esfuerzo, del ejercicio, etc. E n esos casos tom a disposiciones p a ra el logro de la autoayuda de la vida en total. O bra como u n jardinero en tanto que atiende, excita y ensaya en ello constantem ente, cam bia su procedim iento según el resultado. Es el dom inio d e la terapia como arte racionalm ente regulado, fundado en un sentimiento instintivo de la vida. El lím ite es que en el hom bre no sólo hay u na vida sino que el hom bre es alm a pensante. cc) E n lugar de poner en orden sólo el cuerpo técnicam ente en lo indi vidual, p o r el arte del cuidado en general, se dirige el médico al enferm o como a u n ser racional. E n lugar de tratarlo como objeto, entra en com u nión con él. El enferm o debe saber lo qué le pasa, para que ayude a poner en orden, en com ún con el médico, a la enferm edad, cual si se tratase de un e x trañ o ; el tratad o queda fu era del juego, e n tanto que él mismo, cuando fom enta con el m édico el logro de da terapia causal y de la organizada. Pero el enferm o quiere tam bién saber lo qué se hace con él. Corresponde a su dign id ad el saber de qué se trata. El médico reconoce la exigencia de la libertad y com unica sin vacilación lo que sabe y piensa, dejando al enfermo em plear y elaborar ese saber. El lím ite es que el individuo no es ser racional seguro, sino u n alm a pensante, cuyo pensam iento influye hondam ente en el existir vital del cuerpo. Tem or y expectativa, opinión y observación tienen un efecto incalculable en la vida del cuerpo. El individuo no está libre así nomás frente al propio cuerdo. Por eso actúa el m édico por sus com unicaciones indiiectam ente sobre el cuerpo mismo. Es un caso ideal fronterizo que un individuo, a pesar de todas las inform aciones que le llegan y de las posibilidades m entales, influye en su cuerpo vitalm ente sólo de manera favorable. La consecuencia es que el m édico no puede decir así nom ás al enferm o en modo alguna lo que sabe y piensa, sino que debe someter sus comu nicaciones a la condición de que el enferm o no se haga daño por ellas indefensa m ente y no haga de ellas un uso vitalm ente desfavorable. El caso ideal de un hombre que debe saberlo todo, tendría que llenar las si guientes exigencias. D ebe tener la fuerza para m antener el conocim iento objetivo críticam ente en el tejido y n o dejarle volverse absoluto, es decir debe mover , en lo supuestamente ineludible todavía el resto de posibilidad y de duda que es propio d e todo lo sólo empírico, y mantener ante los ojos todavía el resto del peligro en e l curso que hay que suponer ciertam ente favorable. T ien e que poder hacer m etódica m ente para el futuro, en el conocim iento acerca de la amenaza permanente, lo queestá inteligentem ente fundado, y sin embargo vivir actualm ente frente a la ruina. L a angustia com o temor no puede dominar, cuando el individuo tiene derecho como enferm o a saber lo que se puede saber. Com o esto, si ocurre en general, es l a excepción, surgen para la acción del m édico nuevos problemas: en lugar de estar en com unión absoluta con el enfermo en la com unicación del saber, tiene que tenerlo presente com o el todo de su unidad-cuerpo-alma.
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dd) El tratam iento del individuo enferm o como unidad-cuerpó-alm a iduce a constantes aporias. El enferm o es un ser hum ano y como tal ne derecho a saber, en com unión com pleta, lo qué íe ocurre. Pero fra;a como individuo en su angustia, por la que todo su saber es desviado en sentido y por la que se vuelve funestam ente ruinoso en su efecto. Pero a situación delicada no es definitiva en la idea, sino que el individuo ede m ad u rar quizás en dirección a aquella excepción del conocimiento ítim o. E n ese estar interm edio del enferm o entre la obligación y el rdadero ser hum ano debe cooperar ah o ra la psicoterapia. Esta psicoterapia puede constituirse p a ra el médico y el enfermo inconsntemente. E l m édico lim ita sus com unicaciones y les da form a autoriia. El enfermo las tom a obediente, no reflexiona, tiene confianza ciega la exactitud de lo dicho. A utoridad y obediencia expulsan la angustia, :so tanto en el m édico como en el enferm o. Ambos viven tranquilizados una aparente seguridad. El m édico puede volverse inseguro en la atividad de toda la pericia objetiva, en tan to que se vuelve consciente ella; inm ediatam ente sufre entonces su autoridad, cuya m áscara sostiene propio sentimiento de seguridad. Pero si el médico superior abandona autoridad por la com unicación crítica de su saber y poder, siempre ta n litados, crece la angustia del enferm o y ese m édico se vuelve imposible la situación, p o r su honestidad absoluta. Por eso se atienen instintivamte el médico y él enfermo a la autoridad como a lo tranquilizador. . sensibilidad del médico, cuando no es creído y seguido sin reticencias, a del enfermo, cuando el médico no aparece del todo seguro, se condi>nan m utuam ente. L a condición inconsciente, en que tiene lugar esa psicoterapia p o r la toridad, se vuelve consciente cuando el médico tom a sus indicaciones inte al todo de la unidad-cuerpo-alm a y desarrolla tan sólo entonces la icoterapia m ultilateralm ente. En com paración con la com unicación com eta de razón a razón, la com unión es ah o ra interru m p id a por el médico, advertidam ente p o r.p arte del enferm o, en su beneficio, porque es m anteda en límites. El m édico se distancia interiorm ente (sin necesitar mosirlo ), convierte de nuevo al individuo en total como su objeto, en reíaSn al cual considera el tratam iento total eficaz, dentro del i cual cada Jabra suya es controlada. N o se dice ya librem ente al enferm o lo que be y piensa el médico, sino que to d a frase, to d a indicación, toda acción 1 médico deben ser calculadas en principio respecto a su efecto moral, édico y paciente se alejan com pletam ente p o r culpa del médico, m ientras Le el paciente se im agina sentir la proxim idad de hom bre a nSmbre. El édico se hace función en el proceso de tratam iento.
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Las m odalidades de tal procedim iento tienen u n espacio de juego extra ordinario, desde los medios toscos hasta las disposiciones sublimes filosóficas. L a llam ada “ terapia por presión” , el charlatanism o eléctrico, el cam bio de medio, adem ás la hipnosis, finalm ente la exigencia y la orden autoritarias, son recetas de intervención drástica y de éxito frecuente en relación con -algunos síntomas. Pero tales .procedimientos tienen sólo una utilizabilid ad práctica lim itada y apenas son capaces de un desarrollo y ahonda m iento ulterior. E n io s métodos psicoterapéuticos de la psicología p ro fu n d a / del ^psicoanálisis y de la psicosíntesis” y sus derivaciones, son usuales los procedim ientos sublimados, en cuyo efecto, sin embargo, se oculta siempre un algo que se apoya en la fe de la verdad de una doctrina. L a frontera de todas las psicoterapias es, primero, la im posibilidad de hecho p ara el médico de poder distanciarse puram ente (siempre se inter pone la, subjetividad con sim patía y a n tip a tía ), luego que tiene que estar presente p a ra el propósito de acción psíquica él mismo vitalm ente y con la fuerza n a tu ra l del alma, es decir que tiene que creer tam bién lo que debe creer el enferm o; segundo, la im posibilidad teórica de objetivar al hom bre como todo y de hacerlo así objeto del tratam iento. Como aquello que es objetivado, el hom bre, no es nunca .él mismo. Lo que él mismo es y llega a ser, lo es finalm ente tam bién p ara el desarrollo o la curación de sus manifestaciones neuróticas. En relación con el hom bre mismo, su existencia posible, el médico puede obrar solamente en el hecho concreto histórico, en que el enferm o no es ya u n caso, sino en el que se realiza un destine con y a través de su esclarecimiento. El hombre vuelto objeto, puede ser tratad o por la técnica, ía atención y el arte3 pero el hombre como él misme sólo puede llegar a sí en la com unidad de destino. ee) Por tanto, vale p a ra la relación de médico y enferm o como últim; instancia la comunión existencial} que va más allá d'e toda terapia, es deci sobre todo lo que se cierne y se mueve. T odo tratam iento es adm itid entonces y lim itado por u n a com unidad “mismo” con “mismo” como esen cias con razón, que viven de la existencia posible. El silenciar y el decii po r ejemplo., no son sometidos a reglas que siguen a u na presunta visiói general, en conjunto, ni perm itidas caprichosam ente, como si el hom br pudiera oírlo todo sin m ás y luego ser abandonado a sí mismo. De libertas a libertad es interrogado, y buscado en lo concreto histórico de la situaciór y ni tutelada ni prom ovida pretensión abstracta. A hora el callar es ta culpable como el hablar, cuando- ocurre sin com unidad de destino, segú ía m era razón. M édico y enferm o son ambos seres hum anos y como tale son com pañeros de destino. El médico no es solamente técnico ni sól autoridad;, sino existencia para existencia, esencia hum ana perecedera co: ¡os otros. No hay ninguna solución definitiva más.
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El límite es que individuos como com pañeros de destino son esto sólo en el contenido de un ser que se llam a trascendencia. N o la que sólo asocia el existir subjetivo, no la existencia como tal. Pues existencia es en el hombre Jó que en verdad es en el m undo absolutam ente de sí, pero puesto, en sí por la trascendencia, de la que se sabe obsequiado. Si se im agina el sentido de la terap ia m édica a través de la consecuen cia de las etapas discutidas hasta allí donde cesa la terapia en favor de u n a conducta enteram ente hum ana, desde la cual puede ser guiada la terapia, pero no puede ser p racticada, así adquiere el saber y el com por tam iento del alienista (psicoterapeuta) una significación propia en el total del arte médico. El sólo considera, en virtu d de su especialidad consciente y metódicam ente, al hom bre como u n todo, no como uno de sus órganos corporales o tam poco como el cuerpo entero sin consideración de todo lo demás. El solo está habituado a considerar la situación social, el am biente, el destino y las vivencias del enfermo y a tenerlo en cuenta conscientemen te en su plan curativo. E n la m edida en que son alienistas, están los m édicos a la altura de su tarea total. Lo que ocurre en el enferm o al fin y decisivamente, se puede llam ar el " r e v e l a r s e El enferm o puede volverse más claro, prim ero en tanto que recibe su conocimiento por com unicación y sabe orientarse sobre determ i nado porm enor, segundo, en tan to que se ve p o r decirlo así en el espejoen tan to que aprende a conocerse, tercero, en tanto que se vuelve transpa rente por la m anifestación de sí en la acción interior; cuarto, en tan to que m antiene y colma su revelación en la. com unión existencial. El proceso d e aclaración es u n rasgo básico esencial de la psicoterapia, pero no debe ser simplificado; pues es un todo estructurado, que se equivoca cuando es tom ada u n a etapa por la otra. Y el proceso de aclaración llega, comorevelación del hom bre, m ás alíá d e lo que es accesible en la psicoterapia planeada; conduce al autodevenir o devenir “mismo” filosófico del hom brb (Selbstw erden). E n la terapia — form ulada en los extremos— es d e sentido radicalm ente distinto si el m édico se dirige al ser mismo, si tra ta d e estim ular en todas, las etapas el proceso de aclaración, si actú a en la com unión como partícipe de un revelarse — o si o rienta sus aspiraciones curativas, con m edios d e las ciencias naturales, som ática o psicológicamente, a los mecanismos en fermos. Puede ser que al volverse transparentes siga u n ordenam iento d e los mecanismos enfermos, porque éstos quizás sólo aparecen en acción cuando la m archa intern a del hom bre se vuelve inverídica en sus posibili dades existenciales. Pero los mecanismos enfermos pueden ser eficaces tam bién sin esas relaciones, m ás en relación cois verdaderos vuelos de la
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existencia. N ecesitan así fundam entalm ente otro punto de ataque que el q u e d an la psicología p rofunda y la psicoterapia. L a polaridad m ás h o n d a dentro de la terapia es, pues, si el m édico se vuelve al proceso biológico examinable científiconaturalm ente o a la liber ta d del hom bre. Es un error, en relación con el todo del existir hum ano, cuando el médico p a ra su visión hace sumir al hom bre en el proceso bio lógico, y lo mismo cuando desvía la libertad del hom bre a un “ser así” , q u e se d aría em píricam ente como la naturaleza y p o dría ser aprovechado técnicam ente como m edio de tratam iento. L a vida puedo tratarla, pero a la libertad sólo puedo apelar. e) L as especies de la resistencia en el hom bre. L a decisión del enferm o de som eterse al tratam ien to psicoterapéutico. E n el hom bre hay una triple, resistencia. Esta es primero la resistencia absoluta d e algo no cam biable en la esencia, que sólo puede ser form ativo exteriorm ente, en segundo lugar la resistencia de algo interiorm ente plástico ( Bildbare) ; tercero, es la resistencia del ser “mismo” originario. A lo prim ero puede dirigirse algo que es análogo al adiestram iento de los ani m ales, a lo segundo, la educación y el disciplinamiento, a lo tercero, la com unión existencial. T odo individuo tropieza en sí mismo en esas resisten cias, se adiestra, se educa, está consigo mismo en com unión esclarecedora. Si tra ta el hom bre con lo otro, esto será en prim era línea (el adies tram iento) objeto p u ro ; en el segundo (la educación) está el hom bre en com unión relativam ente ab ierta pero en la distancia, desde donde se sigue tin com portam iento educativo; en el tercero como él mismo con los otros está presente p o r vínculo de destino en plena apertura, m utuam ente al mismo nivel (*). E l adiestram iento es preparación de algo extraño al alma. L a educación se sirve de los contenidos espirituales, de los motivos en una discusión q u e perm anece en condiciones autoritarias. L a com unión exis tencial es u n esclarecimiento en la. reciprocidad, que perm anece en el germ en histórico, no significa u n a visión general, aplicable en el caso sin gular; si es real, no se convertirá sin em bargo en un instrum ento terapéuti cam ente utilizable, sobre el que se podría disponer cuando se tiene en vista su empleo. E n el hom bre, a gesar de su necesidad de ayuda, hay una repulsión, no sólo co n tra la psicoterapia^ sino contra todo tratam iento médico. H ay en él algo que se podría ayudar a sí mismo. Las resistencias en él son resis tencias que puede sólo dom inar él mismo. Por eso pudo decir Nietzsche: “Q uién d a sus consejos a u n enferm o, adquiere u n sentimiento de superio(1)
coBoaióa.
Sobre las m aseras de la com unión, ver m i Philosophic, vol. I I ,
el capitulo
sobre
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¡dad sobre él, tanto si son adm itidos como si san rechazados. Por eso* enfermos irritables y altivos odian ai consejero m ás :aún que a su. nfermedad. ds
Fácil será siempre sólo cuando el enferm o trabaja en común con el lédico en la enferm edad; como en u n extraño a ambos. Pues entonces stá su conciencia de sí mismo con la del médico en el mismo plano frente . u n a perturbación. Si el alma, sin em bargo, debe declararse necesitada.de ratam iento, el rechazo es fundam ental. E n el alm a se siente el hom bre nuy distinto a como se siente en el cuerpo. L a resistencia de su ser ‘mismo” desea en trar en com unión com bativa afectuosa con otro ser ‘mismo”, pero no en dependencia y dirección, que, sin que él mismo pueda »barcario, debe determ inar su vida más in tim a (a diferencia de la dirección ifirm ada en el m undo para la acción y el rendim iento). Condición previa ie tal tratam iento no es la conciencia de las debilidades hum anas, quepiensa generalm ente necesitar tal dirección interna y no repara entonces en entregarse a un guía personal del alm a p a ra su persona, privada: el individuo no entrega en tal concepción nada, cuando deja hacer lo que todos [os individuos necesitan. O la condición previa es una conciencia específica de la enferm edad: el juicio que estoy psíquicam ente enfermo es la condición de la resolución para hacerm e tra ta r psíquicam ente; pues sólo el que estáenfermo necesita la terapia. Pero nosotros sabemos de la m ulliform idad del concepto de enferm edad. La apreciación del enfermo, por ejemplo, puede significar: no poder do m inar su acontecer psíquico, defecto de rendimiento., sufrimiento, irrespon sabilidad por una frustración, por impulsos y sentimientos, por acciones. La resolución de reconocerse psíquicam ente enfermo^ significa algoasí como una capitis dim inutio. Aquellas manifestaciones psíquicas que son problem áticas en este concepto, no son como el resfrío o la pneumonía,, tam poco como la parálisis general o el tum or cerebral, tam poco como la demencia precoz o la epilepsia, sino que están todavía en el elemento de Ja libertad. Necesidad de tratam iento significa aquí reconocimiento de la pérdida de libertad, donde en verdad la libertad está presente y m antiene contradictoriam ente, al mismo tiem po, su exigencia. Pero cuando al fin deu na serie de manifestaciones psíquicas está la irresponsabilidad a causa dela falta de libertad de la voluntad, desde el comienzo es necesariamente lim itada la posibilidad de confiar algo a tal individuo, de entregarle una. tarea responsable, de cooperar razonablem ente con él. De ahí la resistencia n atural de todo individuo independiente, creyente, contra los caminos psicoteiapéutieos, cuando penetran en la profundidad del alm a y descubren al hom bre entero. Pero si son posibles técnicas psicoterapéuticas particulares^
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en que el hom bre en. total no parece ser alcanzado, como la hipnosis, el adiestram iento autógeno, la gim nasia y algunos otros procedimientos, no se tra ta del alm a del hom bre, sino realm ente de u n m edio psicotécnico sin. otro como objetivo fina] (por ejem plo, liberación de determ inados males tares corporales). Pero tam bién entonces, a causa de la parte psíquica d e esas técnicas, queda siempre el problem a si el pudor y el autoaprecio de ese individuo perm iten tales medios. Com o siempre, no hay q u e negar que la resolución del tratam ien to psicoterapéutico signifique realm ente u n a resolución y algo como u n a de cisión en u n cam ino de la vida, sea para peor, sea para mejor. f) O bjetive^ y lím ites de la psicoterapia. ¿Q u é quiere el enfer m o cuando acude al alienista? ¿Q u é es p a ra el médico el objetivo del tratam iento? L a “salud” en sentido indeterm inado. Como “salud” juzga el temple vital sin preocupación, optim ista p ara unos, p ara otros u na con ciencia de la p erpetua presencia de Dios, con el sentim iento de la tranquili dad y la seguridad, de la confianza en el m undo y en el futuro. El tercero se siente sano cuando son cubiertas toda miseria de su vida, acciones por él mismo desaprobadas, todo m alestar de su situación por ideales engañosos e interpretaciones embellecedoras. Y no es pequeño quizás el núm ero de aquellos cuya salud y felicidad son fom entadas por el tratam iento del doctor Relling (en el Pato Salvaje de Ib sen ), que dice del enferm o: “Yo cuido de m an ten er en él la m entira de la vida”, y que se refiere ironizando sobre la “fiebre
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U n ejem plo: J. H. Schultz discutió ei objetivo de la terapia con m otivo de los ¡tados autógenos de sumersión” investigados por él. Son “ actitud libre tocante a concepción del m undo”, pues para la psicoterapia “el hombre es la m edida de las las cosas” ; servían a la “realización característica, vital, de sí mismo” , la utorealización del paciente”, el “desarrollo y configuración de la plena hum anidad nónicoliberada” , es la tarea suprema de la psicoterapia; la sumersión autógena menta, a través de “la visión interior autodeterm inada, el trabajo ajustado a la rsonaliaad en la propia personalidad” (* ). ¡Q u é formulaciones ambiguas y prop á tic a s ! Esos estados de sumersión son utilizados desde hace milenios, en la téc:a de la yoga, en todos los métodos místicos de m editación, en los ejercicios de los ¡uítas. Pero la diferencia es ésta: el sentido del ser de una experiencia, algo abiuto fué el objetivo y no una técnica psicológica ni el hombre en su disposición ^pírica — presupuesta inm anentem ente perfeccionable. M ientras que Schultz deja lado todas esas realizaciones de la fe, y m antiene sólo la técnica (que por ello ha aminado por primera vez en la historia em píricam ente de manera pura y m etódi), han de perderse para él los efectos profundos en la conciencia del ser del hom e, el origen de experiencias m etafísicas y con ello del entusiasmo existencia! y de narga gravedad; pero en tanto que se lim ita a la acción m édica empírica, necesita i embargo involuntariamente aquellas fórmulas del objetivo del tratam iento, que, mo fórmulas sucedáneas de antiguos impulsos de fe — presuponen una concepción pecífíca del mundo (aproxim adam ente el individualism o burgués en su forma derada de la posición del período goethiano de la hum anidad, del que está ciertaente lejos J. H. Schultz). Pues en ellos se im agina la últim a determ inación del nnbre, aun cuando de hecho, de manera no contem plada. O pongamos la frase de von W eizsäcker: “Justamente la últim a determinación Bestimmung) del hombre no puede ser nunca objeto de la terapia; sería blasfem ia; nemos aquí la indeterminación del objetivo expresamente: “ Podemos mantener m u lo, si nos resulta, acontecer morboso en ciertos lím ites, en determinados carriles”, y >n Weizsäcker sabe que el objetivo no es determ inado por la ciencia ni por la im anidad sola sino, evidentem ente, por otras cosas en el m undo: “si queremos asuir la posición puram ente humana, tropieza en sus límites en el orden del Estado”. El objetivo de los esfuerzos psicoterapéuticos es denom inado también salud, opacidad de trabajo, capacidad de rendim iento y capacidad de disfrute (F reu d ), ¡tegración en la comunidad (A d ler), alegría creadora, capacidad de dicha. Jusunente la imprecisión y la am bigüedad de las formulaciones muestra su carácter roblemático.
Es imposible liberarse en los procedim ientos psicoterapéuticos de los Ianteos filosóficos finalistas. Se les puede encubrir, se les puede hacer íarchar caóticam ente, pero no se puede desarrollar u n proceso curativo uram ente médico en base al derecho propio y a la propia fundam entación. 'Sto va hasta la aprehensión de m anifestaciones aisladas. Se tiene por jemplo, com únm ente, como u n objetivo curativo n atu ral la expulsión de i angustia. Frente a ello es verídico lo que von G ebsattel dice (2) : “Por lucho que sea deseable u n a vid a sin m iedo, es problem ático que sea ealmente deseable una vida sin a n g u s tia ... Nos parece que una gran (1) Schultz, J. H .: Das autogene Training, p. 244, 295 y otras. (2) VÓK G ebsattkl : Nervenartt, 11, 480 (1938).
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cantidad justam ente de los seres hum anos modernos, por u na falta de fan tasía y por decirlo así p o r u n em pobrecimiento del corazón, vive libre de la angustia, de la que la libertad representa el reverso de u n a más profunda pérdida de libertad — de modo que el despertar de la angustia y con ella de u n a hum anidad viva puede ser justam ente la misión estricta de un hom bre, a quien dom ina el eros paidagogos Finalidad contrapuesta se encuentra en Prinzhorn í 1) , cuando afirma com o in eludible el carácter sectario de las escuelas psicoterapéuticas (pero otra vez ve el futuro de la psicoterapia en su disolución en la prática de la m edicina intern a). Prinzhorn ha expresado la imposibilidad de una psicoterapia autónom a desde el pun to de vista de la concepción del mundo. También él adjudica a los psicoterapeutas tareas supremas, los juzga com o “intermediarios del aislamiento angustioso hacia conjuntos de vida, hacia nueva com unidad, hacia el m undo, tal vez hacia D ios”, pero esos intermediarios pueden ser o bien por aislamiento personal, inobjetivo, sin una instancia en cuyo nombre habían y obran, o por “comunidad cultural cerrada de naturaleza eclesiástica, estatal, políticopartidista”, que es la única que puede dar una respuesta firme al problema de la instancia. “La despersonalización puede te ner éxito sólo en apelación a un poder superior, en cuyo nombre actúa el terapeuta. El carácter sectario de las escuelas psicoanalíticas no es pues un deslizamiento, sino la terminación de ún desarrollo inevitable” .
2. L í m i t e s d e l a p s i c o t e r a p i a . El objetivo del tratam ien to tiene que ser determ inado por lo que eS posible alcanzar. L a psicote rap ia tiene límites insuperables. Son ante todo dos: aa) L a terapia no puede suplantar lo que sólo aporta la vida misma. Por ejemplo, sólo en la com unión del amor, en un destino vital común a través de las fases de la edad, puede resultar aquella transparencia en el devenir “mismo”, m ientras que la aclaración en los procedimientos psicoterapéuticos queda ligada objetiva, lim itada, teórica y autoritariam ente. Sólo la entrega en reciprocidad puede lo que no puede tener éxito para m uchos como función profesionalm ente repetida. Además, la vida misma tiene que ap o rtar en el m undo tareas responsables, la seriedad del trabajo, que ninguna terapia puede ordenar artificialm ente. bb) L a terapia se ve frente al “ser así” originario de un hombre, que no puede cam biar. M ientras yo en mí libertad estoy frente a m i “ser así” como frente a un algo que puedo alterar o al menos transform ar al hacerm e cargo, la terapia del otro tiene que contar con u n inalterable. H ay un carácter de la esencia persistente, lo congénito. Ciertam ente no es posible decir definitivam ente en el caso singular qué es eso, pero que es u na resistencia insuperable, en la que, en tanto que ese “ser así” es un padeci miento, queda vano todo intento de curación, es la experiencia básica de ( l) 1929.
P rin z h o rn ,
H ans:
Psychothérapie,
Vorausseizungeti,
IVesen,
Grenzen,
Leipzig.
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todo médico. F rente al ’’ser así” (Sosein) es la terap ia estéril. L a actitud psicoterapéutica fundam ental sólo puede ser ho n rad a si reconoce esto. \c la ra r lo que es inalterable, reconocerlo y elevarlo al plano de lo diagnos tic a re , es el impulso constante del psicopatólogo serio, cuando está en la ten sión del problem a entre lo que h a de adm itir como dado y lo surgido p o r influencias. Pero en ello queda u n am plio terreno p a ra el com porta miento ante el “ser así” . O bien es velado (la terap ia tiene el objetivo de la tranquilidad y del e n g a ñ o ); se tom an m edidas
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la naturaleza en el médico es afectada por la enferm edad, infectada, exci tada, espantada, sacudida; sólo cuando la enferm edad es traspasada a él, continuada en éf, referida a si mismo por sobre su conciencia — sólo en tonces y sólo en la m edida en que eso ocurre, es posible su dominio por él” . Pero la com unión es m otivada generalm ente por las necesidades típicas del enfermo.' U n a de las relaciones de hom bre a hombre, que es im portante p a ra el alienista, es la “transferencia” , descripta por Freud, de impulsos de veneración, de am or, pero tam bién hostiles al médico. E n el tratam iento psicoterapèutico esa transferencia es u n a ineludibilidad y un escollo peli groso, si no es reconocida y superada. Algunos médicos se complacen en la posición superior que les otorgan los enferm os; la aspiración de algunos Otros médicos a suprim ir esas transferencias, esa sumisión y esa dependen cia, esa unilateralidad de relación eróticam ente coloreada, p a ra restablecer en el mismo nivel la relación deseada de la com unión compresiva, fracasa en las necesidades elementales de los enfermos, que quieren un salvador am ado. El alienista responsable h a rá de su propia psicología, de la psicología del médico, objeto de reflexión consciente. E ntre médico y enfermo no se d a u n a relación unívoca: inform ación profesional, ayuda amistosa en el mismo nivel, autoridad de sus prescripciones, todo eso tiene u n sentido esencialm ente distinto. E ntre médico y paciente hay a m enudo una lucha, a veces u n a lucha p o r la suprem acía, a veces lucha por la claridad. T oda ilum inación p rofunda es sólo posible o bien desde una autoridad absoluta, en la qaie se cree, o en reciprocidad, de m anera que el médico tiene que ilum inarse a sí mismo tanto como a los pacientes. L q que debe ser en nuestro tiem po u n psicoterapeuta puede ser ex puesto objetivam ente p o r teorías. Es ineludiblem ente filósofo, sea esto consciente o inconsciente, disciplinado o caóticam ente, metódico o acciden tal, grave o juguetón, por incondicionalidad o en adaptación a las coyun turas sociológicas. Cóm o es, es sólo transmisible por el ejemplo, no por doctrinas. El arte de la acción terapéutica, del trato, de la form a del com portam iento y de la actitud no se puede reducir a reglas. Gomo la razón y la hum anitas, la lucidez y la franqueza^ se m uestran históricam ente y se vuelven eficaces, no puede ser anticipado. L a suprem a posibilidad se expresa a través de la frase hipócrita*, iatròs filósofos isodeos. h) T ipos de actitu d de los alienistas. A las necesidades y a la exigencia de los hom bres “nerviosos” corresponde necesariamente la esen cia de los alienistas triunfadores. Pues quién es “triunfador” lo decide la m asa de los pacientes, no el “valor” o la “exactitud” de las opiniones y
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lei com portam iento de u n médico. Así, es n atu ral que el m ayor éxito no o h a n tenido los alienistas, sino — en tiempos anteriores— los chamanes, os sacerdotes y creadores de sectas, los milagreros, los confesores y los juías de almas. Para mencionar ejemplos, los E xertitia spiritualia de Ignacio de Loyola, enornem ente exitosos, son una cura psíquica exacta con el propósito de poder dominar voluntariamente todos los movimientos dei ánim o, las emociones, las ideas, de provo carlos voluntariamente y de poder reprimirlos. U n efecto extraordinario lo tuvieron la técnica de los yoguis y los ejercicios de m editación de los budistas. En nuestro tiempo han tenido mayores “éxitos” que todos ios alienistas, según la muchedumbre, por ejem plo, el “m ovim iento de cura del alm a” en Am érica o las curaciones de Lourdes. A algunas — o pocas— personalidades, les ayuda la filosofía estoica a la “salud” propia de ellos; a otros pocos — m enos aún— la honradez nietzscheana ante sí mismos. Todos esos m ovim ientos tienen junto a los triunfos también fracasos. Se infor m a de “locura religiosa” causada por los exertitia spiritualia; se sabe cómo es des carrilado por Nietzsche el inadecuadamente predispuesto. Aun cuando por el psico análisis típico de Freud son obtenidos fracasos llam ativos, em peoramientos de los síntomas y sufrimientos torturantes, eso pertenece a todos los métodos de acción psíquica, cuando se les aplica a todos los seres hum anos. A un tipo le conviene éste, al otro un cam ino distinto. L o que en un tiem po tiene éxito, es característico para los hombres de ese tiempo.
N uestra época está caracterizada por el hecho que hoy los alienistas hacen, secularizados lo que antes era realizado sobre fundam entos de creen cia. L a base médica^ con sus conocimientos científiconaturales, d a en verdad el color persistente, pero el médico ejerce, quiera o no, siempre un efecto m oral y psíquico. Como nuestra época h a constreñido al médico en el papel de cum plir en proporción creciente tareas que antes eran cosa de los sacerdotes y de los filósofos, ha surgido u n a m ultiplicidad de tipos médicos. Como falta la unidad de una creencia, las necesidades en pacientes y en médicos adm iten m uchas posibilidades. Cómo se com porta un alienista, no sólo es dependiente de su concepción del m undo y de lo que quisiera alcanzar instintivam ente desde ello, sino tam bién de la presión que ejerce sobre él siempre, inadvertidam ente, la naturaleza de sus enfermos. Es n atural que haya, pues, tipos m uy distintos de psicoterapeutas. U n grupo podemos singularizarlo como tipos de especie desviada. Existe el espíritu débil, crédulo, que ju ra p a ra todos los casos sus métodos infundados de tratam iento, sea electricidad, hipnosis, o agua, polvos y píl doras, y que h a conseguido por el efecto de su personalidad enérgica éxitos en todas partes, donde eso es posible, por m edio de sugestión grosera; hay adem ás el m istificador que, deshonesto ante sí y los enfermos, en la relación psicoterapèutica satisface en sí y en sus pacientes todas las necesidades posibles (sentim iento de poder, instintos eróticos, m anía sen-
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sacionalista). H ay u n tono y estilo característicos de los escritos de tal círculo; teorías fantásticas, que desprecian cualquier otra opinión, un sen tim iento de superioridad d e la posesión, ingenua o insolentem ente afirmada, de la verdad propiam ente dicha, u n a propensión a lo patético y a lo grandioso, u n a repetición infinita d e simples posiciones, la form a de dicta definitivos, que consideran como resuelta to d a refu tació n ., Adem ás está el médico honrado que se lim ita conscientemente a lo somático y sin embargo, por m edio de su razón, obra involuntariam ente de m odo educativo, tanto m ás cuanto que no tiene en m anera alguna ese propósito. H ay adem ás el escéptico que, form ado científicam ente de m odo m ultilateral, ve la realidad sin embozo, p ero alienta en todas partes aún dudas sobre los conocimientos, que es un médico consejero, aliviador, ins tructivo, pero que no p enetra en el fondo de los casos. C uando intento caracterizar u n tipo que, perm aneciendo suspendido en la época científiconatural entre las paradojas de las tareas, tocando sin embargo todas las dimensiones psíquicas, tuvo el éxito m ás decisivo, veo el siguiente cuad ro : firme respaldo son p ara él la medicina somática, la fisiología y las ciencias naturales, p o r tanto im pera frente a los enfermos u na actitud de observación som ática y juicio objetivo y, en general, u n a aprehensión razonable de la realidad. Apenas incurrirá ese médico en u n a mistificación, entregándose a u n dogm a, a u n fanatismo, a un algo de finitivo. Pero no tiene tam poco convicciones fundam entales y ningún saber del saber, por tanto, trata todas las frases y hechos, procedimientos y term ini como si estuviesen en un plano equivalente de la ciencia en general; le falta u n a estructura conform ada de su pensamiento, lo que juzga como una ventaja y disculpa con su actitud em pírica o con el supuesto valor heurístico tam bién de las ideas gratas. L a autoridad de la ciencia suplanta la pérdida de todas las otras autoridades. Vive en la atm ósfera de la conciliación m ultilateral y del hacer valer, que sólo es penetrada en casos raros, en que él con pathos ético se dirige contra, fuerzas que ponen en peligro su oficio. No hay ninguna seriedad plena de afirm ación. E n la tolerancia de la disposición básica escéptica es lo esencial el porte eficaz y tam bién el cientificismo se convierte en porte, las ideas científicas son exam inadas y seleccionadas según el éxito en el am biente y en los enfer mos; es u n a teatralidad inconscientemente ajustada a la situación legítima, por decirlo así. F rente a la seriedad de las posiciones filosóficas se aplica a él: lo uno es verdadero en su especie, lo otro es tam bién utilizable y no m enos verdadero. El hondo escepticismo hace posible dejar á los pobres individuos enfermos, necesitados, según el caso y la situación, espacio tam bién p a ra los sueños que hacen felices y p a ra los contenidos de fe; la
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mistificación m ism a es lo que hay que dom inar como lo ineludible y lo que hay que aprovechar inteligentem ente. D e ahí la actitud solemne con el agregado de la sonrisa escéptica, esa dignidad con ironía, esa am abilidad sojuzgante, esa accesibilidad p a ra todo lo extrañó. Tales médicos son u n a m anifestación en la transición del pasado m undo de fe y de cu ltura a la vida positivista, m aterialista. E n el prim ero están todavía tradicionalm ente en su am biente y viven de él como de u n capital cada vez más reducido, pero en la nueva vida saben acomodarse. Por eso no se Ies puede reducir nunca a un principio. Parece que se les podría reducir sin embargo a los principios de la época — éxito, provecho, cientificismo, búsqueda de técnicas y de comportam ientos de lo eventualm ente eficaz— y si se cree verlos en alguna parte más que en ellos mismos, sólo todavía en función, en toda la intensidad de su trabajo, sin entrega absoluta, se vacila. Es como si una chispa del saber infinito adquiriese en ellos figura “en el centro del tiempo” , en la transición de las épocas. Si se busca el ideal del médico de enfermedades nerviosas, según un tipo que asocie la base científica del escéptico con la fuerza de u n a perso nalidad activa y la seriedad de la fe existencial, se puede pensar en las palabras de Nietzsche y se percibirá en ellos en todas partes u na equi vocación: “N o hay ahora, una vocación que perm ita una tal elevación com o la del m é dico; es decir después que los m édicos m entales, los llamados cuidadores del alma, no pueden realizar sus artes de conjuración ya con el aplauso público y una persona culta les huye. La más alta formación espiritual de un m édico no es alcanzada ahora cuando conoce los mejores m étodos novísimos y está ejercitado en ellos y sabe hacer aquellas deducciones fugaces de efectos sobre causas, por los que son fa mosos los diagnósticos: tiene además que tener una elocuencia que se adapte a cada individuo y le saque el corazón del cuerpo, una virilidad cuya vista ya ahuyenta la pusilanimidad- (el gusano devorador de todos los enferm os), una agilidad diplom ática en la m ediación entre aquellos que tienen necesidad de alegría para su curación, y los que tienen (y pueden) hacer alegría por consideraciones de salud, la sutileza de un agente de policía y de un abogado, para comprender los secretos de un alm a, sin traicionarlos — en una palabra, un buen m édico necesita ahora los artificios y los privilegios del arte de todas las otras clases profesionales. Así provisto es capaz en tonces de convertirse en un benefactor de toda la sociedad”.
L a clase de m édico de enferm edades nerviosas que se es, y la clase de tipo que se tiene p o r “ideal”, no depende de la fundam entación científica. Lo que hay que exigir en absoluto del m édico de nerviosas es un a cultura somáticomédica y psicopatológica, que en am bas direcciones sea científica. Sin esta base puede ser sólo u n charlatán, pero con esta base no es todavía un médico de nerviosas. L a ciencia es sólo uno de los medios auxiliares. H ay que agregarle m ucho todavía. E ntre las condiciones previas personales ju eg a un papel la am plitud del horizonte, la capacidad de ser transitoria*
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m ente del todo libre de valoración, abnegado, realm ente sin prejuicios (una capacidad que sólo aparece en hombres que posean, por lo demás, fuertes valores originarios y un carácter acu ñ ado), finalm ente, un calor originario y bondad de la naturaleza. Es evidente que u n buen m édico de enferm edades nerviosas sólo puede ser u n a m anifestación rara. Tam bién entonces suele ser el médico bueno, sólo para un determ inado círculo de personas, a las que se ajusta. U n m édico de nerviosas p a ra todo el m undo es una im posibilidad; las condiciones obligan sin embargo al médico de nerviosas y le im ponen p o r deber tra ta r a todo indivduo que se confíe a él. A quel hecho debe hacerle perm anecer modesto en ello. i) L a nocividad de la atm ósfera psicológica. Individuos creyen tes y filósofos realizan su clasificación inintencionalm ente en la relación d e su rendim iento objetivo, en la conducta a través de contenidos e ideas, si través de la verdad y de Dios. L a reflexión sobre sí mismo puede ser un m edio en ese cam ino; pero no es nunca de poder propio, sino verdade ram ente eficaz sólo a través de aquel ser que echa m ano a ese medio. Si en cam bio la autorreflexión como consideración psicológica se convierte en atm ósfera de vida, cae el individuo en lo abstruso. Pues la realidad de su vida psíquica no es en sí todavía el ser, sino el lugar de su experiencia. E n la psicoterapia hay u n a tendencia peligrosa a hacer del individuo aislado en su realidad psíquica un propósito final. El hombre, que hace de su alm a un Dios, porque el m undo y Dios se perdieron p a ra él, está al fin e n la nada. F aita el poder seductor de las cosas, de los contenidos de fe, de las imágenes y los símbolos, de las tareas, de lo absoluto en el m undo. Es imposible alcanzar por el cam ino de la autorreflexión psicológica lo que sólo es posible desde la entrega al ser. De ahí la diferencia radical en la eficacia de los ejercicios psíquicos psicológicamente adecuados de los m é dicos de enferm edades nerviosas y de los históricos ejercicios dirigidos a Dios o al ser de los sacerdotes, los místicos, los filósofos de todos los tiempos, entre la exposición y el autodescubrim iento ante el médico y las confesiones eclesiásticas. Aquí es decisiva la realidad trascendente. U n saber psicológico, com o es posible en el alma, y una dirección del esfuerzo hacia el efecto psicológico de eso deseado no entraña nunca que se vuelva real en mí tam bién. El hom bre tiene que ocuparse de cosas, no de sí mismo (o d e sí mismo sólo com o cam in o ), de Dios, no de la credulidad, del ser, no del pensar, de lo am ado, no del am or, del rendim iento, no del vi v en d ar, .ie la realización, no de las posibilidades —o m ás bien de lo segundo siem p re sólo com o transición, no por causa de ello mismo.
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En Ja atm ósfera psicológica se desarrolla u n a actitud egocéntrica de vida — justam ente tam bién en el pensar y querer de lo contrapuesto a ;lla— , del hom bre cuando este sujeto se convierte en m edida de todas las :osas. U n a relativización existencial es la consecuencia de ía generalización ibsoluta del saber psicológico como el supuesto saber del acontecer verdadero. Surge una desvergüenza específica, u n a inclinación a exponer las enrañas de su alm a, un desear decir lo que es destruido justam ente en el lecir, una curiosidad en relación con las vivencias, una im jxirtunidad p a ra )tras cosas que la realidad psicológica. La falta de limpieza que existe en la atmósfera psicológica, se vuelve ensible por la oposición a la limpieza del médico científiconatural, que gnora lo psíquico, con lo cual pierde m ucho, pero hace en su cam po terapia Jara y eficaz; o tam bién respecto de la limpieza de la creencia vigorosa* jue interiorm ente hace lo que es posible, dentro de lo que puede saber y leva lo restante y lo pone en Dios, sin ap aren tar psicológicamente saberlo, orzarlo y privarlo de dignidad, Pero la dificultad de la psicología está en conocer, p a ra superar. L a »sicología y la psicoterapia, nunca fin absoluto en su objeto y m eta, son un amino, cuando se ha alcanzado u n a elevada etapa de conciencia. j) L a organización pública de la psicoterapia. L a atención de ds enfermos mentales en los hospitales h a hecho surgir desde hace un si lo y medio pequeños mundos. Los psiquiatraa realizaron u n a idea para educir a un mínimo de daños el m al p a ra los enfermos y p a ra la sociedad. .as enfermedades del sistema nervioso fueron asunto de clínicos indepenUcntes y de neurólogos. U na relación m ás estrecha de las neurosis y de is psicosis endógenas con las conocidas enferm edades neurológicas, sin mbargo, no existe y la relación con todas las otras enferm edades somáticas stá prácticam ente al menos lo mismo de próxim a. L a psicoterapia fué ra d ic a d a corrientem ente por psiquiatras, neurólogos, internistas. O rden principio no lo hubo p a ra ello. T a n sólo desde hace unos deceios se ha convertido la psicoterapia prácticam ente en una tarea vital. Surió la clase de los psicoterapeutas, m ayorm ente médicos, com pletada por sicólogos tratantes, de otra form ación. L a psicoterapia se convirtió en sunto de revistas propias. Congresos de psicoterapeutas tuvieron hasta 500. Dncurrontes, Algo fundam entalm ente nuevo ocurrió en 1936 cuando se jndó en Berlín, bajo la dirección de M . H . G oring el “Instituto alem án ara la investigación psicológica y la psicoterapia” . Con ello se dió para la sicoterapia el paso hacia la condición de institución.
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La psicoterapia debe conservarse en la realización pública como un miembropermanente de las capacidades médicas curativas. Eso exige: el ejercicio de la pro fesión debe ser sometida a condiciones que aseguren su mejor cum plim iento; la formación y la enseñanza deben ser. hechas posibles; los conocimientos psicológicos necesarios deben ser fomentados m etódicam ente en relación cori la práctica. D e ahí se sigue: las aspiraciones dispersas hasta entonces deben ser reunidas. Lo que surgióprimero, en tanto que cada cual ensayó por propia mano, y lo que se desarrolló en pequeñas escuelas o círculos, debe constituirse en un todo. El Instituto trata de poner en intercambio y acción recíproca todas las fuerzas del saber y el poder psicoterápico. Se quiere superar oposiciones, elaborar lo común de toda psicotera pia, la unidad de la idea. U n a policlínica sirve en ,proporción creciente a la práctica. D ebe adquirir por la elaboración regular de las historias clínicas un am plio funda m ento de investigación. T al vez pudieran aparecer en este camino en mayor nú mero, por primera vez, verdaderas biografías psicoterapéuticas ( 1). La falta principal de esa primera institución es su separación de la clínica psiquiátrica. Psicoterapeutas que no tienen por experiencia propia un conocimientofundamental de las psicosis y de la práctica del trato con ellas en el hospital y en la sociedad, incurren en confusiones fatales en su diagnóstico y muy fácilm ente tam bién en las fantasías y losi absurdos que ocupan en la literatura psicoterapéutica, un espacio muy grande. Sin el dom inio ampliamente fundado de las realidades de laspsicosis y el conocim iento apasionadam ente buscado de ellas, toda imagen del hombre, por tanto toda antropología más o menos en el sentido de realística, debe recibir que branto. Pues para la concepción del hombre es necesario ambas cosas, el choque en lo real impenetrable de lo incomprensible y la apertura para la posibilidad de la libertad. Toda visión del choque es admisible tan sólo por la psiquiatría, esta apertu ra es liberada por la filosofía. L a psicoterapia no puede vivir del propio origen.
Vimos que la psicoterapia tiene u n a raíz m édica, pero como hecho de la época h a crecido más allá del dominio médico. Es un fenómeno de la época pobre en fe en el sentido de la tradición eclesiástica. La psicoterapia, no sólo quiere ayudar hoy a las neurosis, sino al hom bre en la penuria psí quica y en su carácter. V erdaderam ente, no está en relación de tradición, pero sí de sentido con las confesiones, catarsis del alma, guía del alm a d e los tiempos creyentes. Recibe exigencias y d a promesas, que im portan en general a los hombres. No está decidido lo que resulta de ella. Como todas las empresas hum anas, aporta tam bién la psicoterapia sus. peligros específicos. En lugar de m ostrar caminos de auxilio en la nece sidad, puede llegar a ser una especie de religión idénticam ente a las sectas gnósticas de hace milenio y medio. Puede llegar a ser el hogar de losucedáneo p a ra m etafísica y erótica, para la creencia y la voluntad de poder, p a ra la m anifestación de impulsos inescrupulosos. Puede sin em bargo, en una exigencia aparentem ente elevada, trivializar y nivelar el alm a en el hecho. Pero frente a todos los peligros la psicoterapia tiene, por el sentido de su saber, el medio de defensa en la m ano:,pues ya que el psico(1) Se in fo rm a sobre lo hecho en los volúm enes del Z e n lr a lb la tt el v o lum en 9, 1936.
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P s y c h o l h a a p . , desde
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terapeuta consciente penetra más claram ente los extravíos, es por eso tanto más culpable tam bién si incurre en ellos. Pero tan sólo la institución puede desarrollar formas de existir, d a r norm as de derecho y disposiciones, por las que no sólo realiza la tradición de la doctrina y del arte en toda di mensión, sino que pueden ser tam bién prevenidos los peligros. H ay que esperar que con el tiem po tam bién nazca de la práctica y de la reflexión u n a idea elaborada de la realidad psicoterapéutica, institucio nalmente form ada. Esta es cuestión del p articipante activo. Aquí corres ponden sólo unas observaciones fragm entarias p a ra incitar a la reflexión. En la conciencia de las posibilidades extraordinarias de la psicoterapia buscamos claras distinciones. No se tra ta de esbozar u n cuadro de una realidad, como en cierto m odo ya existía, sino sólo de señalar algunos rudimentos p a ra la construcción de la idea. E n ello serán tocadas las posibilidades más extrem as; sólo la idea llevada al extrem o en líneas simpli ficadas puede ser u n instrum ento p a ía la interrogación de la realidad eventual.. La dificultad fundam ental es que en esta práctica, que se dirige al todo del ser hum ano, se exige del m édico ser m ás que solamente médico. Con eso cae el conocimiento en un p u n to de vista radicalm ente distinto, más abarcativo de lo que es el puram ente psicopatológico. 1. La exigencia del autoesclarecimifento del p s i c o t e r a p e u t a . Q ue el médico frente a sí m ismo debe hacer lo que hace al enfermo, que debe p ro b ar su arte en la propia persona, eso sería en las enfermedades somáticocausales u n a falsa exigencia, un médico puede trata r excelentemente una nefritis en su paciente y no menos bien cuando la descuida y la m altrata en sí mismo. Pero en las cosas psíquicas ocurre diversamente. El psicoterapeuta que no se ilum ina a sí mismo, no puede ilum inar tam poco adecuadam ente al enferm o, porque el modo como lo hace, hace volver activos en sí impulsos constantem ente imprevistos, inobjetivos. U n psicoterapeuta que no se puede ayudar a sí mismo, no puede socorrer tampoco, verdaderam ente al enfermo. Por tanto es vieja la de m anda que el médico debe hacerse a sí mismo objeto de su psicología. H a sido elevada recientem ente a la condición de exigencia fundam ental. Ju n g la form uló así (a b re v ia d a ): “La relación entre m édico y enfermo es una relación personal dentro del cuadro impersonal del tratamiento m éd ico . . . El tratam iento es el producto de una influen cia recíproca. En el tratamiento tiene lugar el encuentro de dos hombres que aportan junto con su conciencia quizás determinada, una am plia esfera indeterminable de inconscien cia.. . Si se produce en general una asociación, son ambos transform ados.. . Inconscientem ente influye e n .él el paciente y produce alteraciones en lo inconsciente del m éd ico Efectos que no se pueden formular de otro modo que por la vieja
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idea de la transferencia de una enfermedad a un sano, que luego tiene que dominar con su talud al demonio de la e n ferm ed a d .. . En reconocimiento de estos hechos.ha adm itido Freud m ism o m i exigencia que el m édico tiene que ser analizado él mismo. Esta exigencia significa que el m édico es en el análisis lo mismo que el e n fe r m o .. . L a psicología analítica exige pues aplicación retroactiva del sistema creído en cada mom ento, al m édico mismo, y eso con la misma falta de indulgencia, con la misma consecuencia y tenacidad que el m édico pone de manifiesto frente al p a c ie n te .. . La exigencia de que se transforme el m édico, a fin de que sea capaz de transformar tam bién a los enfermos, es una dem anda impopular, primero porque parece ser im práctica, segundo porque la ocupación consigo mismo está sometida a un prejuicio, y tercero porque a veces es muy doloroso el tener que cumplir uno mismo todas aquellas expectativas que uno dirige, dado el caso, a sus enferm os. . . La novísim a evolución de la psicología analítica pone en primer plano la personalidad del m édico mismo como factor curativo o su c o n tr a r io ... El m édico no puede eludir ya su propia dificultad tratando las dificultades de los otros” ( 1).
De ahí se h a hecho la dem anda del “tratamiento instructivo” , El que no se -ha dejado analizar por ]a psicología profunda tenazm ente — unas 100-150 horas en el curso de un año o más— por otros, no es capaz de intervenir expertam ente en la psicología ni puede practicar la psicoterapia. “N o queremos aprender en los enfermos, sino en nosotros. No queremos descubrir y dirigir lo más im portante que posee el hom bre en general, antes de habernos reconocido y visto en cierto modo nosotros mismos. Esto lo debemos a nuestros enfermos” ( 2). Por eso el tratam iento instruc tivo debe ser un m iem bro esencial en la form ación de los futuros terapeu tas. Esta exigencia es defendida con una intensidad extraordinaria, aunque hay médicos notables de nerviosas que, en tanto que se sepa, no han hecho realizar en sí mismos ningún análisis según la psicología profunda. E n eso hay que distinguir: . aa) La autoilu m in ación. es una verdadera, ineludible exigencia. El problema consiste sólo en cóm o es realizada, y si es necesario un auxilio directo por otro, que procede profesionalm ente, contra pago de honorarios, al descubrimiento de las hon duras del alma. N o hay que confundir el revelarse con un m étodo interhumano del analizarse. N o se puede asegurar lo que debe surgir de la existencia. N o se puede poner bajo control y certificar lo que ocurre en la acción interior, siempre única y simple. Por tanto parece digno de consideración si la demanda de la autoilum inación no deberá garantizar, para su realización, el más amplio espacio de juego a las posi bilidades de elegir siempre por sí mismas. El individuo debe escoger si se confía pa ra el análisis psíquico profundo a otro, o si experimenta estímulos indirectam ente en el contacto personal, o si experim enta en conexión con las grandes construcciones de esclarecimientos (por ejem plo “ K ran kheit zum T o d e ” de Kierkegaard) en su vida histórica el revelarse, o si lo hace todo al mismo tiempo. SÍ se hace lo más interno un algo exteriormente controlable y se atiene a la presuposición de que hay en todo tiem po entre los psicoterapeutas aprobados, aquellos a los que todo joven quisiera revelarse en absoluto y confiarse, existe así el peligro de que se retenga a individuos (1)
(2)
JtTNa, C. S.: SeelenpT óbleme der Gegenicart, p. 31, Zurich, 1931. Z. Psycholher., 10, 202 (1938).
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tistinguidos ante la elección de este oficio, tal vez a los más firmes, los más hum anos, os más sanos, que habrían sido justamente capaces de llevar a su más amplio nivel a psicoterapia en la investigación y en la práctica. Los fundadores de la formación sicoterápica institucional tienen que preguntarse (y en ello hacer volverse eficaz a voluntad psicológica de esclarecimientos no trabada por las propias tradiciones de scuela), si en la demanda del análisis instructivo no hay com o base algo com o una emanda oculta de una confesión y la fuente de algo que pertenece a las formaciones e sectas, pero no a la idea de una actividad curativa pública, general; o si la veradera idea aquí del autoesclarecimiento constantem ente necesario al psicoterapeuta ; interpreta mal a sí misma en la fijación en una determ inada forma, que por su arte oscila entre el análisis con presencia impersonal del terapeuta a las espaldas y t com unión personal frente a frente. M is presunciones serían confirmadas si un día or ejem plo apareciese la exigencia de un tratamiento instructivo escolásticamente eterminado y de la separación de esos tratamientos instructivos diversos, entre los invenios de tolerancia entre confesiones, de las cuales cada una espera secretamente ue‘ el estudioso tenga que decidirse. Se concertarían paces en analogía con los ue dominará al fin sola como la única verdadera. Con eso sería puesto al desnudo carácter de concepción del mundo de determinado tratam iento instructivo y de to3 el procedim iento como una formación sustitutiva de los m ovim ientos de creencias. Para escapar finalm ente a este extravío en la estrechez de concepciones del undo privadas, tendría que caer, no el tratamiento, instructivo, pero sí la exigena del tratam iento instructivo como condición ineludible de la formación psícotera* iutica. Gomo absoluta queda entonces sólo la exigencia del autoesclarecim iento del licoterapeuta, que elude sin embargo el control objetivo, el examen y la cpmprotción. Contenido de la doctrina institucionalm ente transmitida puede ser sólo !o ¡neralniente accesible, objetivam ente válido, aun cuando en la práctica todo lo ¡cisivo llega a través de las personalidades que lo captan. T odo oficio necesita la protección de una determ inada tradición. U n oficio en rmación es, en sus posibilidades, abierto, o lim itado por la elección de su primera ganización. N o parece que la elección del tratamiento instructivo com o el criterio stintivo primeramente en la estrechez de varias escuelas que se excluyen y se tolen oportunamente, ha de conducir finalm ente a la frustración de esta vocación. Es problema de destino si logra obtener la profundidad de la tradición en el conocíiento práctico en torno al hombre desde Platón a Nietzsche como el fundam ento que esta vocación va más allá de lo m édico en sentido estricto. D ich o de otro ¡)do: todo m ovim iento espiritual es determinado en el contenido por los hombres a tienes se refiere com o a sus fundadores. W inckelm ann h a creado el nivel de la queología hasta hoy, aunque la mayor parte de sus tesis fueron rebatidas. La nosza de su naturaleza, la hondura de sus ideas, han decidido. Pero no hay que enñarse: en Freud, Adler, Jung, no se puede fundar un m ovim iento que tenga el alto ngo que se debe exigir de la psicoterapia. N i siquiera en su superación puede ser Hado el cam ino (pues se hace dependiente de lo que se com bate), sino sólo en la ptación positiva de la verdad desde la gran tradición. Esta podría ser reconocida la experiencia presente y apropiada por la práctica de los psicoterapeutas, que dizan hoy la fundación en la situación de la transición decisiva. Tienen que crear obra que no existe aún como totalidad de una doctrina que tiene derecho a preíder validez. Finalmente no hay ningún llam am iento a experiencias o a una cañ ad abarcable de tipos humanos, a los que deben, corresponder m étodos distintos, es en esas simplicidades imprecisas interviene la creación comprensiva, que ve lo •dadero y lo muestra. Esto verdadero, cuando es captado desde la profundidad de
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la tradición y se ha vuelto realmente figura presente, haría ver por sí mismo lo pre ciso, lo insuficiente, lo accidental, lo destructor en los autores de las viejas genera ciones, que siguen influyendo hoy todavía en la psicoterapia, que han puesto en marcha anónima o expresamente. bb) H ay que distinguir entre psicología profunda esclarecedora y técnica psicoló
gica. L a ejecución de la psicología profunda significa al mismo tiem po un ser toma do en contenidos y concepciones, cuya vivencia se graba con caracteres de concepción del mundo, obra sugestivam ente siempre inconsciente en toda cognición; la ejecución com o tal significa ya un decir sí. Las técnicas psicológicas que son empleadas para fines curativos (hipnosis, entrenamiento autógeno, ejercicios, etc.) aportan, experien cias específicas que son adquiridas, por decirlo así, m ediante un nuevo instrumento. Se puede exigir: las técnicas psicológicas que quiero aplicar a otros, tengo que ha berlas ensayado y realizado en mí mismo, y eso bajo la colaboración y dirección de expertos. Pero donde tales técnicas son superadas en beneficio de algo históricopersonal, que según su sentido no puede hacerse ni revelarse convenientem ente, por lo que a pesar de todas las reflexiones metódicas nunca puede llegar propiamente a ser técnica, hay justamente que hacer todo lo contrario, para no confundir aquí nada. H ay que cuidar el temor que debe haber frente a la profundidad de lo inconsciente, si es que debe prosperar y dar frutos; hay que impedir la tecnificación, para quedar abierto con la propia esencia. Las presuposiciones personales de la vocación psicoterapéutica no deben ser esperadas como resultante del aprendizaje intencional; exigen más bien y entre otras cosas, algo que está decididam ente fuera de todo aprendizaje.
2, N e u r ó t i c o s í y s a n o s . En el pasaje citado sobre la nece saria aplicación del-análisis al médico dice ju n g : “La autocrítica ligada indisolublem ente a este problema y la autoexploración hará necesaria una aprehensión del alma distinta a la meramente biológica tenida .hasta aquí, pues el alma del hom bre. . . no sólo es la del enfermo, sino también la ■del m édico, no sólo la del objeto, sino también la del sujeto. . . Aquí, lo que antes eran métodos m édicos de tratamiento, se vuelve m étodo de a u to e d u c a c ió n ... con eso hace soltar la psicología analítica las ligaduras que la ligaban hasta ahora al consultorio del m édico. Aparecen en esa gran laguna, que hasta aquí fué la des ventaja psíquica, de las culturas occidentales frente a las orientales. N o conocíamos más que sumisión psíquica y su jección. . . D onde una psicología originariamente m é d ica tom a al m édico mismo como objeto, cesa dé ser mero método de tratamiento para enfermos. T rata ahora a los sanos, cuya enfermedad a lo sumo puede ser el sufrimiento que aqueja a todos” .
Ju n g expresó claram ente lo que ocurría hacía mucho tiempo. Pero lo que podía -ser debilidad o error de ia terapia, lo convierte en fortaleza y en tarea. Por eso es tan to más aprem iante ah ora no olvidar algunas radi cales diferencias de sentido. aa) Diferencias entre neurosis y salud. Sólo una cifra ínfim a de seres hum anos son neuróticos, la m ayoría es sana. Schultz-Hencke describe en su obra sobre los individuos inhibidos (*) algo hu m ano general. D istingue entonces m anifestaciones de naturaleza más grosera: “Sólo las conoce, un fragmento de los hombres. Significan dolor. Son sentidas, casi siempre com o patológicas. . . T al vez uno de cada diez hombres experimenta al menos en ru(1 )
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Dar gehemmie Mensch, Leipzig,
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mcntos una vez tal consecuencia morbosa de la inhibición. Pero mayormente sólo i este o aquel breve período de su vida. H ay una docena de tales m anifestaciones juram ente. Por lo general experim enta el normal sólo una de ellas, aun cuando rtcnezca a aquel diez por ciento. Así pues, entre cien hombres hay uno que conoce ia determinada vivencia patológica porque estuvo una vez en él pasajeram ente... Por 3 sirve sólo de poco cuando un paciente describe sus manifestaciones mórbidas. No n comprendidas... El enfermo tiene que ir al m édico” . Schultz-H encke calcula “quis medio m illón de alemanes a los que sólo se podría ayudar con "artillería pesada”.
Estas frases sobre Ja frecuencia de las neurosis quieren desestimar ía agmtud aproxim ada de su aparición. En ellas se tiene las siguientes mprobaciones: H ay una diferencia esencial entre fenóm enos neuróticos y la vida psíica sana, accesible a todos. L a m ayoría no conoce los fenómenos neuróos por propia experiencia y p o r.ta n to no los com prende. H ay transiciones entre neurosis y salud, en tanto que algunas manifesciones de las neurosis aparecen tam bién en u n a cantidad m ínim a de nos, y eso sólo de modo episódico. Esa transición no significa, pues, que Jos los hombres sean tam bién u n poco neuróticos, sino sólo que hay anifestaciones aisladas y pasajeras en individuos por lo demás no enfer)s, sino que aquí hay que decir: sólo u n pequeño núm ero de individuos atacado por fenómenos neuróticos esporádicos, la m ayoría no los conocen general; y. esos pocos tendrían que ser tomados adem ás p o r sanos e a al. M ientras en estas tesis apenas es posible u n a d u d a esencial, la tercera mprobación no es indudable en el mismo sentido: las m anifestaciones uréticas son consecuencia de las dificultades psíquicas que conoce y uera todo sano. Las penurias psicológicosexuales son simplemente hum as, no neuróticas. N o hay que negar que en la m ayor p arte de las uro sis juegan un papel esencial las dificultades generales de la vida, ro por el fracaso en la penuria vital, p o r la falta de autoilum inación, por deshonestidad y la traición a sí mismo, p o r las acciones repudiables no L'.en de ningún modo neurosis, sino seres característicam ente inferiores; y una 'diferencia entre los individuos incontables que se m alogran exisicialmente, que sin em bargo están sanos, y los neuróticos, o entre villanía nferm edad. P ara el nacim iento de la neurosis tiene que agregarse algo cisivo, específico de la neurosis: la determ inada “A nla g tf3 de los m ecamos psíquicos. Sólo éstos hacen surgir neurosis de las frustraciones en penuria de la vida. Y hacen posible la neurosis incluso en ía autoilunación y. la veracidad. Se puede a veces decir de u n neurótico: “E s vioso, pero decentem ente nervioso” . No sólo puede toda caída d ar lugar ;illanía, sino que tam bién la seriedad verídica en elevación puede d a r ;ar, en mecanismos dados, a fenóm enos neuróticos.
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bb) Diferencia entr.e terapia y auxilio en penuria del alma, Todos los individuos necesitan la autoilum i nación y con ella el apaciguam ento de sí mismos en la acción interna, el verdadero dominio de las dificultades vitales, la libre renuncia y la abdicación, la admisión de la realidad vital que se les h a dado. Pero sólo aquella cifra m ínim a de neuróticos necesita la terapia. H ay una diferencia de sentido entre el resolver problemas de la vida, la m adurez,-el volverse existencial p o r u n a parte y la curación de una neurosis, por o tra; y por tanto, entre auxilio en caso de penuria del alm a y terap ia médica. E n co n trar salidas en la penuria, comportarse consigo mismo, educarse, esta es la tarea para todos los.sanos, y en dificultades acrecentadas puede el otro individuo — tam bién en la figura del psicoterapeuta— aclarar ca minos. Pero curar las manifestaciones neuróticas, para ello se requieren medidas médicas específicas, dentro de las cuales puede ser significativa aquella m odalidad del auxilio hum ano-general de modo incalculable: en manifestaciones neuróticas dadas puede conducir al mismo tiempo el proce so del “mismo” devenir, a la curación de la neurosis. La psicología pro funda coincide en sus límites con esclarecimiento de la existencia, requiere la proxim idad personal y la am istad en la situación histórca eventual. L a psicoterapia, en limitación m édica, es en cam bio una aplicación de técnicas de especie apropiada, perm anece en alta m edida impersonal, es repetibJe y enseñable. M ientras que en todas partes tiene lugar o puede tenerlo entre los hom bres aquella com unión, no som etida a ninguna m anipulación y disponibi lidad m édica y científica, y en la que el devenir “mismo” del hom bre se realiza por el revelarse, hay, en relación con la neurosis, que hacer menos y más psicoterapéuticam ente. Menos como com unión existencial (por be néfica que pueda ser ésta p a ra el neurótico y por ineludible que sea hum a nam ente p a ra él, si debe c u ra r), pues ésta no se puede cum plir según plan y propósito ni tam poco profesionalm ente; y más como comunión existen cial, en tanto que u n a técnica experta y las medidas probadas por la. ex p e riencia tengan efecto específico. Con ello coincide la respuesta de un problema práctico. Sería grotesco hacerse pagar por la función de la com unión existencial. El honorario es significativo de las. funciones técnicas, que se basan en determinado saber y en una capacidad enseñable de naturaleza general aplicable e idénticam ente repetible. Como sin embargo en toda terapia m édica en casos raros puede comenzar en el lím ite una com unión existencial entre m édico y e n fe r m o , sin intención y sin propósito, así en la psicoterapia no es distinto en principio. Esa comunión es algo que llega, que no se puede buscar ni ha cer por dinero. Por tanto, todo lo que ocurre entre dos individuos según la psicolo gía profunda y el esclarecim iento existencial frente a frente, no puede ser convertido en principio y fin de una terapia. A lli hay algo que es posible en todas las relacioneshumanas, entraña estas, donde son p ericiales y vitales, pero está fuera del do u! d t s -
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cc) Universalización de la psicoterapia. Las distinciones hechas no im piden tener lista la función psicoterapéutica p a ra todos los individuos que, p o r ejemplo, están en dificultades de su vocación o en disgustos familiares, caseros, p a ra ellos insoluoles, o perplejos an te problem as de educación de sus hijos. T am bién en los sanos hay complicaciones que son accesibles a u n a solución. El conocimiento metódico y la capacidad técnica en manos -de dotados puede ayudar, tam bién allí donde no se tiene que hablar de fenómenos psicopatológicos, a veces con m ás éxito y persistencia que en las neurosis. Al igual que, ocasionalm ente, u n a p alabra razonable en el m om ento preciso puede hacer milagros, así puede hacerse o por guias del alm a, quizás tam bién en conexión institucional, algo considerable. Lo que aq u í es posible, no se puede anticipar. Como aquí se avanzó por u n cam ino desde la psicoterapia m édica a u n a inteivención en dificultades de los sanos, en tan to que se puede acu d ir a ellos psíquicam ente, es ineludible a ia larga claridad sobre el sentido d e tal acción. Q ue el hom bre sano en sí p o r ahora no tiene ninguna in clinación a dejarse tra ta r en tales conexiones, m uestra la p alabra que se ■emplea cuando1 se quisiera ayudar a alguien qúe se rehusó : “ ¡ Si tuviera sin embargo un síntoma (es decir una m anifestación neurótica) que diese entrada para tratarlo en conjunto!” Sería un peligro p ara la claridad de la psicoterapia, si se llegase a la actitud básica: la psicoterapia, es necesaria p a ra todo hom bre y no sólo u n a salida en caso de necesidad; la necesidad de que aquí se tra ta es co m ún a todos los seres hum anos. Con esta concepción se olvidaría la m e dida. Pues el hom bre se auxilia en la com unión con el más próxim o y el m ás querido y en relación con los contenidos de la creencia, que le salen al encuentro desde el m undo. Sólo en la necesidad — por ejemplo en la fa lta de toda legítima comunión, en el estar desligado del awBIeníe, en la incredulidad de un m undo ciertam ente vaciado— , d a el paso p a ra diri girse a los extraños, pagar honorarios; p a ra revelarse de u na m anera que v a contra la vergüenza, que sólo es suspendida por la necesidad. Es un problem a no resuelto, cómo se configurará la realización institucional de la ayuda en la investigación de la psicoterapia m édica y del general asesoram iento y conducción del alm a, es decir si el camino hacia la univer salización de la psicoterapia como tratam iento del alm a puede ser seguido p a ra todos, o si en últim a instancia ten d rá lugar u n a nueva restricción a la psicoterapia de las neurosis bajo la suposición previa del juicio ■ “ enferm o” . 3. L a p e r s o n a l i d a d d e l p s i c o t e r a p e u t a . D e los psicoterapeutas se exige m ucho: S abiduría superior, bondad mdecUnab!e} es-
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peranza inextinguible h a n de coincidir. Sólo la perm anente autoilum inación en vida, en esencias originariam ente llenas de contenido puede condu cir al cam ino de ese ideal, en el que el saber en to m o a las fronteras del ser h u m an o y a los límites propios se m antienen modestos. E n cuanto la psicoterapia se vuelve institucional, produce u n cuerpo propio por la en señanza y la form ación, se p reg u n ta lo que hay que h ace r p a ra crear k s probabilidades de que se m anifiésten personalidades de categoría. L a for m ación , la selección, el control establecerá límites, p a ra prevenir a l m enos ío inadecuado. E sto e s aquí tanto m ás necesario cuanto que a esa vocación todavía en desarrollo, n o consolidada todavía por ninguna tradición h o norable, se pueden acercar descarriados, neuróticos, curiosos. aa) Erigir la m edida. Si la psicoterapia tiene u n porvenir, se contem plará u n d ía en las figuras hum anas representativas, como tiene lugar de la m anera m ás acabada. L o personal desem peña en la psicoterapia u n p a pel central distinto que en los otros rendim ientos objetivos. El modelo personal no existe todavía. Pero incluso el m ayor modelo tendría sus de ficiencias características y límites y no se podría im itar nunca; seria m ás bien u n a orientación y un origen de aliento p a ra los psicoterapeutas suce sivos. M ientras el modelo personal falte como figura pública, visible en to d a u na vida, se tiene que discutir abstractam ente lo que se debe fom en tar. D e eso se habló .en todas partes en este párrafo. Destaquemos a m odo de ejem plo algunas de las exigencias espirituales y éticas: C ontra la propensión a la form ación de sectas. La psicoterapia necesita funda- ‘ mentos de fe, pero no los crea ella misma. Por eso es necesario para la veracidad del terapeuta que pueda estar en primer lugar frente a creencias reales abierta y afirm ativam ente; segundo que resista la propensión casi ineludible, com o enseña la experiencia, a hacer de la psicoterapia una doctrina de concepción del mundo, a hacer surgir del círculo del terapeuta y de los discípulos y enfermos una com unidad a manera de secta. A mi pregunta, si en una enferma histérica no debía ser llamado un psicotera peuta, me respondió un m édico: “No, es una cristiana creyente’5. Esa alternativa no se aplica ciertam ente en esa exclusividad, pero se aplica en relación a todo lo que tiene carácter de concepción del m undo en m anifestaciones psicoterapéuticas. L a psi coterapia, que se vuelve secta, es incapaz para llegar a ser una representación de tra tam iento institucional público. Se. formará en círculos privados por un tiem po y se disolverá nuevam ente si el psicoterapeuta se convirtió en un iniciador religioso exito so. Contra los rudimentos para la formación de sectas, para la agrupación en tom o a nuestros venerados, para tendencias de fe psicoterapéutica, sólo puede haber una m edida, que exige claridad sobre la secularización de la creencia como el estado ge neral de la época; reconocim iento de grandes tradiciones de fe, en tanto que son to davía vivientes; atención en sí misma de la actitud filosófica básica com o el m edio general del saber, de la contem plación, del conocer; claridad respecto a que esa actitud quede indicada a la autoproducción en todo psicoterapeuta individual. U n psicoterapeuta tiene que ser un individuo que se m antenga en pie sólo.
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C ontra e l m enosprecio hum ano. L a naturaleza de sus experiencias y la necesi
dad de ciertas medidas psícoterapéuticas puede llevar a los psicoíerapeutas al me nosprecio humano. Se siente entonces com o dom ador de bestias, hace caer en hipnosis, ejercita a los reticentes. H ay dos cosas: la neurosis, cuya formación cons tituye una nobleza del ser humano, y cuya voluntad de tratam iento es pura y decente, porque no tiene fines ocultos (hacer posible el cariño a los neuróticos, en los que aparece una profundidad del ser h u m an o), y hay los individuos neuróti cos que no llegan a ser ellos mismos, que se m antienen por una m entira vital, que no juzgan realidades y valores como tales, a quienes se em plea y de quienes se abusa como significación para otras cosas (hacen posible en casos fronterizos el asco ante el ser h u m ano). D el menosprecio hum ano salva el psicoterapeuta sólo su actitud básica de querer auxiliar frente al hombre como hom bre; le ayuda la con ciencia de las propias debilidades y de los propios extravíos y del propio fracaso, que le quedan presentes en recuerdo propio, pero tam bién en eso el conocim iento de las posibilidades del éxito, de lo originariamente am able, que libera y salva. El que elige la vocación de psicoterapeuta, tiene que conocer la gravedad de las experiencias que le aguardan, estar seguro de su filantropía. Contra la distanciante unilateralidad d e l tratam iento. H ay el peligro de ver en el sujeto tratado algo distinto a lo que hay en uno mismo, a trabajar en él como en un objeto natural que no me afecta propiam ente nada. Pero psíquicam ente en cuentra el hombre en otros a sí mismo. Sólo puede entonces ayudar desde dentro. Por tanto tiene que hacerse el psicoterapeuta a sí mismo objeto de su psicología al menos en la misma proporción y en la m ism a profundidad que lo hace en el sujeto tratado.
bb) Adm isión en la preparación. D ad a la dificultad de la vocación y de lai altura de las exigencias personales, es bueno que el acceso a la psicoterapia está al menos sometido a condiciones tan pesadas de la ense ñanza, de la experiencia de la vida, d e la conservación práctiea como el ejercicio de la vocación m édica, de la que la psicoterapia no debería ser separada en general. Pero no pued e ser m an ten id a p a ra la tarea de la ayu da en la necesidad psíquica la exigencia de la form ación m édica com o el único fundam ento posible. T odas las vocaciones que h a n acercado p o r u n trabajo intelectual intenso y por la autodisciplina, la experiencia del m undo y la proxim idad a hombres, son posibles como fundam ento. Sólo las per sonas m aduras pueden dedicarse a tal psicoterapia. Q ue el tratam iento so mático de las neurosis es cosa de los médicos, es tan n atu ral como que. puedan apelar a fuerzas auxiliares no médicas, y como que en la difusión de [a psicoterapia a los sanos tam bién los no médicos pueden ad q u irir u n a significación creciente. cc) L a formación. Parece u n problem a esencial en qué tradición in;electu al se puede fu n d ar un estudio psicoterapéutico ju n to a la experien;ia práctica a adquirir actualm ente. Es probable que la psicoterapia sólo ilcance el rango posible p a ra 'e lla si tom a conocim iento fuera de los psi-
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coterapeutas del ùltim o medio siglo — que en total se lim itan sin embargo a las neurosis y eran, filosoficamente, de rango ínfim o—, y vuelve a las fuentes profundas del saber del hom bre: u n a im ágen del hom bre se obten dría en u n a antropología que se nu tre de la filosofía griega, de Agustín, de K ierkegaard, de K an t, de Hegel y de Nietzsche. L a m edida espiritual y psicológica no está hoy todavía firm e. El nivel es todavía extraordinaria m ente oscilante. Sólo ios grandes maestros podrían determ inar la imágeii del hom bre y acunar las m aneras en que se habla del alm a; tienen que enseñar a p racticar los conceptos con los que el hom bre pueda esclarecerse a sí mismo. d d ) Supervisión. U n a institución puede practicar sólo exteriorm ente u n a supervisión p a ra im pedir extravíos al psicoterapeuta y excluir tam bién después lo inadecuado. 1. Es conveniente proceder contra la nivelación en los convencionalismos mu tuos y contra el hundim iento en esfuerzos singulares dispersos, en tanto que la institución dé probabilidades: la seriedad de la soledad como origen de todo rango debe quedar en lo posible a través del más líbre espacio de juego del individuo por su iniciativa; la preservación tiene que hacerse en com petencia (A g ó n ) inteli gente entre los psicoterapeutas, tiene que verse en lo que hacen (en tanto que puede ser v isib le), tienen que hablarse, que explayarse en discusión, criticarse en trabajos y esbozos científicos y practicar esto sin limitación. 2. L a psicoterapia entraña por la intim idad peligros específicos que nadie conoce mejor que el psicoterapeuta mismo. M aledicencias ocasionales, si fuesen exactas, podrían referirse a deslices aislados. Pero bastan para examinar la exi gencia: el que en conexión con su práctica psicoterapèutica entra, aunque sólo sea un a vez, en relación erótica de carácter sexual con su enfermo, no puede practicar más la psicoterapia. O tra exigencia podría hacerse : El que, hombre o m ujer, trata psicoterapèutica« m ente personéis de otro sexo, tendría que estar casado; lo que puede ser posible en el sacerdote católico por la autoridad de una trascendencia creída, no siempre puede esperarse en el térm ino m edio de los psicoterapeutas secularizados. Esta exi gencia parece querer resolver el problema demasiado simplemente. El casamiento n o aporta ninguna garantía, el soltero puede ser irreprochable. El nivel psíquico exigido al psicoterapeuta no es decidido por el hecho de su vínculo matrimonial, áun cuando estimulando lo determina. El problema aquí planteado apenas es discutido, sólo es rozado en las teorías psicoterapéuticas de la “transparencia” . Q ue el psicoterapeuta como persona ad quiere ante el sujeto tratado una función decisiva en el proceso psíquico, es ineludible. L a misión es la asociación de esa junción personal con la distancia inquebrantable, la conservación de la objetividad y la exclusión de la persona privada del psicoterapeuta en la indispensable indiscreción típica del esclarecí* m iento psicológico profundo. En lo personal tiene que ser lo efica 2 algo imper sonal. Y a un trato social entre el psicoterapeuta y sus pacientes es erróneo, su
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relación debe limitarse al trato psicoterapeutico, si debe realizarse puramente. Pero si no se logra el distancíam icnto, los peligros son manifiestos. D on de en la vene ración del portador de la dirección curativa del alm a se m ezcla un m ovim iento de deseo, de apego privado m utuo, en principio está todo perdido. Si surgiese una teoría de la ligazón erótica de la mujer al psicoterapeuta y que su satisfacción eró tica por él es la palanca de la curación (en' palabras actuales: la transferencia más eficaz y su solución), la psicoterapia se convertiría en el m edio más refinado de seducción. Las infinitas transformaciones en el papel del terapeuta com o m é dico,. salvador, amado, se pueden estudiar históricam ente en las sectas gnóstica».
A P E N D I C E Después de h ab er recorrido sistemáticamente los puntos d e vista útiles p a ra el conocimiento de la vida psíquica anorm al, tratem os en toda breve d ad en form a de apéndice de alcanzar todavía u na visión de las cosas prácticas e históricas. H ablarem os del exam en d e los enfermos, de su tratam iento, d e su pronóstico y echarem os luego u n vistazo al pasado de la ciencia psicopatológica, § 1. D el exam en de los enfermos a) G eneralidades. E n el exam en de los enfermos hay que asociar cosas contrapuestas: entregarse a la individualidad del enferm o y hacerle expresar lo que le es característico y, p o r o tra parte, exam inar con puntos de vista sólidos y objetivos directores. Si se descuida lo últim o, se cae en u n caos de pormenores, si se descuida lo prim ero se corre el riesgo d e clasificar los casos m órbidos aislados en los pocos cuadros petrificados que se tiene en la cabeza, no se vuelve a ver n ad a nuevo, se hace violencia a los casos. R iqueza en firm es puntos de vista con entrega adaptable al caso individuad, tal es él ideal de u n exam inador. D e ahí resulta que no se puede tener en la cabeza ningún cuestiona rio listo, al que n o hay más que consultar, aunque p a ra fines singulares los interrogantes fijos alivian la investigación. Los interrogantes son medios auxiliares p a ra principiantes, que deben escribir historias clínicas, sin tener suficientes conocimientos generales. Son utilizables tam bién como referencias p a ra la m em oria. Pero lo m ejor y lo más im portante en un investigador es el hechizo que ejercen en él el enferm o presente y sus manifestaciones. H ay que v ariar las preguntas. Según el individuo que se tiene delante, según lo que se h a sabido hasta allí accidental o intencio nalm ente, según la situación en que se encuentra el enferm o, cuyo estado de conciencia y otros exigen hasta cierto grado en todo exam en u n a creación nueva de las preguntas adecuadas. - Por eso no hay que acercarse a los enferm os con u n cuestionario esquem ático listo, sino que es preciso saber sólo qué puntos hay que considerar en el examen. Estos métodos son enseñados por to d a la psicopatología general y, en pai'iicu’ar, por el análisis de tipos nostálgicos singulares, en u n a psiquiatría especial. Se pu ed e p reg u n tar bien sólo cuando en lo general se tiene un rico saber;
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>s esquemas de aprehensión y el esqueleto de nuestros conocimientos coneptuales son verdaderos órganos de los sentidos en nuestro interrógate lo. Si la variación de la investigación p articu lar es u n a cosa del arte, uando es creado en ello algo nuevo en cada caso singular, hay que comrobar, en la o tra parte, que la comunicación de los resultados hallados, i pretende validez, es u n a ciencia que necesita conceptos firmes, utilíza les siempre de nuevo. Por eso es u n gran erro r form arse p a rá cada ad hoc us propios conceptos psicopatológicos n aturalm ente confusos, vagos,'que an olvidados en el próximo caso. El psicopatólogo es creador y siempre ariable en el exam en de cada individuo, pero sé apoyará, én la comuicación de los resultados hallados, en conceptos firmes y sólo fijará nuevos onceptos con precaución y entonces con el propósito dé retenerlos a la arga. b) Los m étodos de u n exam en. El prim ero y p a ra siempre el □ás im portante m étodo de exam en es la conversación con el enfermo. Esá tiene lugar de m anera m uy diferente. L a capacidad p a ra dirigirle meto-, licamente y adaptarse en ello de m anera siem pre nueva al caso individual, constituye la habilidad del exam inar psiquiátrico. U n buen in terro g a to r s sólo el que excluye su pro p ia posición, n o sólo en la expresión del len-. £uaje, sino tam bién en el com portam iento entero. E l que quiere “conser var” su “actitud”, su autoridad m édica, el que tiene en sí el gesto del' aber superior, no conquista en m uchos casos la sim patía necesaria. H ay jue ser bastante personalidad p a ra poderse perm itir u n a entrega com pleta, jara ser u na cierta p a rte del otro. H ay que p o d er renunciar a su “punto le vista” en el lenguaje como en to d a la conducta. E l buen exa minador debe tam bién hacer h ab lar al enferm o y decir él mismo lo nenos posible (x) . Se pone atención en la conducta y el com portam iento Jurante la conversación, en las numerosas pequeñas m anifestaciones de la expresión, en el tono de la voz, en u n a sonrisa o u n a m irada, en todo lo jue determ ina inconscientem ente siem pre n uestra im presión. Se utiliza la Dropia primera impresión en el encuentro con u n individuo, eso nunca re producible, repentino, simple que nos hace sentir a veces algo, que se :onfirm a tan sólo después. El psicoanálisis tra ta de enriquecer los resul tados por el relato de sueños y la libre asociación bajo la observación de iodos las manifestaciones de expresión que se producen en eIlo(2). ( i ) Ejemplos excelentes de u n a conversación con esquizofrénicos en K i - a s i : Über die tiedeulung und Entslehung der Siereolypien, B erlín, K arger, 1922. A quí son reproducidas iteralnoente exploraciones —con las ayudas, la elección del m om ento, los métodos de influencia. Don tales ejemplos concretos se aprende más que con las prescripciones generales. Para la suena exploración es necesaria a n t e . todo la tradición de una clínica, el modelo personal. \q u i se aplica la frase de N e w t o n : In addiscendis scienlits exem pla plus pros tint quam praecepta. (2) Buena crítica del “ método de la ocurrencia libre” en R i c h t e r , A .: Z . N eu r.j \46, 620.
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El trato con individuos m entalm ente anormales tiene que ser aprendido. Al comienzo de u n a investigación, se eludirá todo lo que pudiera tener por consecuencia repulsión y repudio p o r p arte del enferm o. Se será de am a bilidad indiferente, se escuchará atentam ente, se darán tam bién algunos j>asos en las ideologías y juicios del enfermo, independientem ente de las propias opiniones; lo qué el enferm o juzga im portante, no se rechazará com o insignificante. Se pospondrá enteram ente la propia valoración. J u n to al m étodo m ás im portante de exam en p o r la simple conversación, juegan u n papel atendible u n a serie de medios auxiliares. Se procura tener m aterial objetivo m ediante u n a anamnesis, de los parientes y del am biente, se tra ta d e adqu irir u n a biografía de confianza por actas de to d a clase, por testimonios. Además, es a m enudo de g ran valor el conocimiento de cartas, autobiografías y otros productos de los enfermos- G uando é l-e n fe rm o está dispuesto y es capaz, se le exhorta a una autodescripción por escrito d e sus vivencias psicóticas. P ara com pletar los resultados de la conversación, sirve ©1 examen de la inteligencia según u n esquem a determ inado, la descripción de cuadros, la repetición de pequeños cuentos, etc. (*). E n casos raros se aplican verdaderos experim entas psico lógicos. U n exám en corporal es necesario, naturalm ente, en todos los casos. Pero sólo raram ente conduce — por ejem plo en las enferm edades orgánicas del cerebro y en 'psicosis sintom áticas— a resultados que sean esenciales p a ra la estim ación de la afección psíquica, c) L os objetivos dél exam en. T a n to p o r los datos objetivos como p o r los relatos de los enfermos, tratam os de llegar a u n a com pleta bio grafía del hom bre entero en su aspecto psíquico, corporal, sociológico. T ratam os adem ás de obtener un conocim iento de los contenidos de su vid a psíquica. Sin que se dirija al enferm o a la autoobservación, sin hacerle pensar en él y en su alm a en general, se esfuerza uno p o r dirigir la con versación de m odo que resalten sus nociones, sus concepciones, sus convic ciones e ideas, sus opiniones sobre su actitud ante otros en el círculo en que vive. E n todas partes se tra ta de cap tar lo que es esencial desde algún p u n to de vista de la psicópatología, p o r ejem plo lo que indica persecución, influencia. T o d a insignificancia que parece quizás sin interés p a ra el enferm o, y que sólo presenta al pasar, puede ser eventualm ente p u n to de p artid a p a ra u n interrogatorio exacto. Biografía y contenidos son lo que tam bién suele exam inar por sí mismo el principiante. Sabemos que nos falta todavía la m itad m ás im portante, (1) KasfpEN y K u t z i n s k i : Systemalische Deobachtungen über die Wiedergabe kleiner Erzáklungen durch Geisteskranke, B erlín, 1910. L e v y - S u h l : “ Die Prüfung der síttilichen Reife jugendlicher Angeklagter” . Z. Psychother,, 4, 146; com parar con la Z . }. angeui. Psychol., 9, 245. A hora el test de Rorschach.
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ro más difícil del examen. P ara llegar a la claridad fenomenológica, remos llevar la atención de los enfermos, en la m edida que son capaces «lio, a la form a de sus vivencias psíquicas, que conducen a la autoservación, p a ra saber algo de las m odalidades subjetivas d e su vivens, no sólo sobre sus contenidos. Se incita a los enfermos a com parar tersos estados vi vendados. Utilizam os el juicio psicológico de los enmos, que son ahora los verdaderos observadores, p a ra tener p o r ejem> nuestros datos sobre percepciones engañosas, vivencias delirantes, anoilías de la conciencia de la personalidad, etc. Todos los objetivos de exam en citados hasta aquí son accesibles sólo un estado relativam ente lúcido de los enfermos. T ienen que querer d a r ormesí y estar fijados en algo. Si el estado de lucidez no es completo, manifiesta claram ente la tarea que, de todos modos, tenem os que cum plir todo exam en: la descripción y el análisis del estado m om entáneo, del idro de estado. El estado de conciencia, la atención, el curso de la repreitación, etc., tratarem os de establecerlo p o r interrogantes adecuados, por dios auxiliares experimentales (por ejem plo, m ostrando a los enfermos á g enes)(1). No raram ente tendrem os que contentam os con u n registro las exteriorizaciones espontáneas de los enfermos y con la descripción su conducta, cuando en las psicosis agudas no se consigue tener u n a d a d era relación con el enfermo. d) P untos de vísta p a ra la apreciación de los resultados del imen. Vuelve siempre la p regunta si los datos de los enferm os son tibién exactos, si son tam bién de confianza. C om probam os m uy a m e ló que nos son hechas referencias failsas. D eshonestidad intencional, figuraciones inadvertidas del recuerdo, represiones inadvertidas juegan papel im portante, de m odo que, si es posible, tendrem os que recurrir n p re a los controles de los datos objetivos. Las indicaciones fenomenoicas tienen el defecto de la incapacidad psicológica de los enfermos, de interés mínimo, de m anera que en la m ayoría de los casos tenemos que unciar a su aclaración plena. R aram ente es u n a sim ulación ( s) enferdad m ental. E n cambio intervienen, especialm ente en psicosis histéri, p o r ejemplo en algunas psicosis carcelarias reactivas, componentes lulatorios que desaparecen de nuevo con el desarrollo creciente de !a ;osis. M ás frecuente es la disimulación, el encubrim iento de síntomas H e i l b r o n n e r : M s c k r . P syc kia tr., 17, 1 1 5 ( 1 9 0 5 ) . S o b re sim ulación en g en e ra l v e r B e c k e r, L .: Dte Sim ulatíon non K rankheiten u n d Bedeulung, L eipzig, 1908. S obre sim u lació n d e e n fe rm e d a d m e n ta l: S t r a u s s l e r : Z . Neur,, 20 (1 9 0 9 ). Q u e es posible u n a sim u lació n c o n scien te d e p e rtu r b a c ió n m e n ta l d u r a n te meses ue se p u e d e e n g a ñ a r así al m édico, lo d e m u e stra n casos d e p risio n e ro s d e g u e r r a ; ver n te re sa n te tr a b a jo d e K u e n e b e r c e r : “ Ü b e r S im u la tío n g e istig e r S to ru n g e n ” . Z . 239. S o b re el éx ito d e la s im u lació n .a d e m á s : U t i t z : Prychologie der Simtdaiio», S lu tlg a r t, lin an d E n k e, 1918. (1 )
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m órbidos: el paranoico crónico cuida su sistema delirante, del que sabe q ue todos lo tienen p o r loco, eli m elancólico oculta su profunda desespe ración bajo u n gesto risueño, tranquilo, p a ra ser juzgado como sano y tener un a ocasión p a ra el suicidio. En el exam en del enfermo juegan un papel especial las preguntas su~ gestivas. Són las preguntas que contienen ya en su contenido lo que se quiere saber, a lo que sólo es respondido con un sí o no (por ejem plo: ¿tiene a veces al despertar el sentim iento como si hubiese sido despertado p o r alguien?) v E n sentido estricto son esas preguntas en las que es suge rida ya la respuesta sí o no (p o r ejem plo: ¿tiene dolor de cabeza?). Se h a prohibido directam ente esas preguntas sugestivas. Se h a exigido que se interrogue sólo en g en eral: cóm o está el enfermo, qué h a experim entado, cómo era, qué vino después, etc., y siempre, cuando el enferm o indica algo positivo, se le debe estim ular sólo p o r tales interrogantes generales a con tin u a r el relato. Este es seguram ente en numerosos casos el único m edio grab ad o d e exam en. Pero no en todos. Aquí como a m enudo la com pleta exclusión d é ‘ufa instrum ento peligroso no es lo exacto, sino su aprovecha m iento conveniente. H ay que saber cuándo se hacen preguntas sugestivas y justipreciar luego criticam ente las respuestas. Pero si se quisiera exa m in ar sin preguntas sugestivas, se sabría m ucho menos. A parte del caso en que se quiere exam inar directam ente la sugestibilidad, en muchos casos, p o r ejem plo en esquizofrénicos, se puede p reguntar tranquilam ente por los diversos fenómenos bajo las percepciones engañosas, en general sobre la conciencia de los objetos, sobre; los sentimientos, etc., sin tener que tem er que lleguen respuestas sugeridas. M uchos enfermos no son sugestionables y según el grado de la sugestibilidad se será m ás o menos prudentes. E n individuos declaradam ente sugestionables, especialmente en los histéricos, se evitarán naturalm ente casi del todo las preguntas sugestivas. Al fin del exam en, se tra ta de llegar con la apreciación de todos los resultados a u n diagnóstico de u n grupo nosológico. Los numerosos ele m entos que entran aquí en consideración, sólo puede enseñarlos u n a psi quiatría especial. U n p u n to general que juega u n papel en el diagnóstico de un proceso incurable, y que an te todo es cosa de la técnica del examen, queremos m encionar aquí a m odo de ejem plo: / Se entra, en un relato detenido del enfermo sobre su destino y sus vivencias, se le pregunta sobre los puntos obscuros y se recorre así la vida y especialmente los años que son sospechosos para un comienzo de la enfermedad. Al convivenciar interiorm ente com prendiendo, se advierten relaciones confusas, finalm ente incom prensibles. Se las vigila, se las compara entre sí, se las vé eventualmente volverse todavía comprensibles en cursos ulteriores o se las ve acumularse y coincidir en un período determinado. Entonces se ha encontrado el signo más vivo y más notable
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la verdadera enfermedad mental, que. no se puede demostrar claram ente én un toma, pero que se puede captar de m anera impresionante en ese rememora:nto como laguna sensible de la comprensión. En tal “ vivenciaf’ de la meomprensidad, existe subjetivamente yá una garantía relativam ente segura de un ‘^proce, pero se buscará y se encontrará en casi todos los casos para lá confirmación y la leba síntomas elementales aislados. Los “procesos sin ruido”, los procesos sin tomas, permanecen inseguros siempre con referencia a la exactitud del diagtico.
Erí base al examen se escribe la historia clínica: Gomó debe escribirse historia clínica, al respecto las opiniones son m uy distintas. L a exigencia íeral es que debe ser objetivar. N o hay que ap o rtar juicios y concluí nes y categorías sistemáticas, vacías, sino reproducir hechos vivaz y, icretam ente. Pero com o toda descripción de u n individuo, si quisiera * completa, sería u n a tarea infinita y por tan to insoluble, tiene que tener ^ar en la descripción u n a selección. D e u n a buena historia clínica, rea-" id a con u n a buena selección, nos surge u n caso- individual con evidencia iluminado m ultilateralm ente. De u n a m ala historia clínica tenemos que cer abstracción, prim ero de todo lo accesorio, de todo lo suj>erfluo3 lo Hferente, tenemos que elim inar los escombros d e las observaciones fútiles, ra form am os laboriosam ente un cuadro d e todo el resto. L a selección en gran parte todavía cosa del arte personal. Pero es favorecida, con mism a predisposición del exam inador, p o r el estudio consciente de lew mtos de vista de la psicopatología. C u an to m ás claros son esos puntos vista, tan to m ás m ultilateral se vuelve la historia clínica, m ientras que, a puntos de vista confusos, el exam inador prolijo se sumerge fácilm ente la mescolanza de lo descriptible y de lo q u e se puede reproducir, escribe a h isto ria ‘clínica infinita y deja en olvido sin em bargo quizás lo psico ló g ic a m e n te m ás esencial. U n a buena historia clínica será siempre "ga, pero u n a historia clínica larga no es forzosamente buena. P ara render a hacer historias clínicas, ju n to a la práctica, el único cam ino es: estudio com pleto de la psicopatología científica. El psicopatólogo se íestra él mismo en las historias clínicas p o r él redactadas. L o que sabe, que aprehende, cóm o reacciona, qué pregunta, cóm o juzga y experisnta, no sólo caracteriza su inteligencia, sino tam bién su esencia. § 2. De las tareas terapéuticas L a m eta del trab ajo científico es, ju n to a Ja satisfacción del conociiento, la aplicación p ráctica de los resultados p a ra la m ejora de los ;dios p a ra el logro de nuestros objetivos vitales. D e ahí viene la im pre>n enorm e de las ciencias naturales, que no sólo p arten del ahondam iento :1 concepto y del aum ento de nuestro conocimiento, sino tam bién de la unificación de sus resultados p a ra el dom inio de la causalidad n atu ral
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con fines prácticos; lo mismo quisiéramos tam bién alcanzar por el estudio psicológico y psicopatológico. Sin embargo, en com paración con las cien cias naturales hacemos realm ente poco. Los conocimientos psicopatológicos son en verdad u n a de las condiciones previas d e la terapia nerviosa. Pero esa terapia no se puede derivar sólo de m anera docente en su m ayor parte, de esos conocimientos solamente, sino que es u n arte que se sirve de la ciencia como de u n m edio. El arte puede ser desarrollado y enriquecido, puede ser tam bién transm itido en el .contacto personal, pero sólo es apren dido e idénticam ente aplicado en sus medios técnicos, en proporciones lim itadas. Se puede concluir por el éxito de u n a terapia que h a tenido ese efecto deseado,, y adem ás, inferir por el efecto de la terapia sobre la naturaleza de la enferm edad. Por desgracia esas deducciones son engañosas. L a experiencia enseña que casi todos los medios ayudan un tiem po en algún sentido. Se aplica generalm ente lo que G ruhle com prueba tan fatal como exactam ente, en oportunidad del éxito curativo de la trepanación en la epilepsia genuina: . . .A la trepanación del cráneo reaccionaron muchos epilépticos bien, es decir, con un decrecer de los ataques y también con una renovación de la vitalidad psíquica entera, a m enudo m uy abatida. Peno fué la im paciencia de cirujanos ambiciosos lo que publicó demasiado temprano tales experiencias. Después de un tiem po volvieron a presentarse, en la mayoría d e los casos, los ataques. L a simple tre panación del crá n eo ., . no suprime, evidentem ente, la causa, sino que disminuye lai excitabilidad y también la disposición para el atáque en aquellos casos en loa que son especialm ente activas las oscilaciones de la presión. . . En otros casos actúa sim plem ente com o operación en sí, es decir se ha observado m uy a m enudo que toda operación, por ejem plo la operación del apéndice, tiene efecto favorable en el curso de la epilepsia. M édicos experim entados saben muy bien que incluso en casos v iejo s. . . de cuando en cuando puede lograrse un alivio esencial del sufri m iento por una intervención cualquiera. . . una dieta sin sal, puramente vegetativa, un vigoroso tratam iento con agua fría, una fuerte lim pieza intestinal de unos 5 días una sangría im portante, una lim pieza intestinal con cura de hambre, e t c . . . pero sólo por breve tiem po” (* ).
Si se p regunta p o r qué es posible casi u n a arbitrariedad de los éxitos terapéuticos, hay que d a r diversas respuestas: L a apreciación se inclina a acen tu ar los casos favorables, a olvidar los fracasos. Los efectos se m ani fiestan c ia n d o u n a enferm edad, u n a fase se «encuentra justam ente en la declinación. A ctúa, en uná proporción que no se sobreestima demasiado, la sugestión, justam ente tam bién cuando ni el médico ni el enferm o piensan en ella. J u n to a los hermosos efectos terapéuticos que se pueden repetir y calcular, porque se conocen sus conexiones, hay efectos terapéuticos que (1 )
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se basan en u n a intervención feliz, que u nas veces resulta, sin que s í le pueda repetir idénticamente. Esto tiene el siguiente m otivo: La relación causal ya de lo biológico no es efecto unilateral, sino que se da en procesos circulares que se entretejen, que tienen por fundam ento direcciones complejas, se construyen por decirlo así en estratos y jerarquías. Son comparables a las relaciones comprensibles de lo psíquico, que se desenvuelven en polaridades y círculos. Frente a ese acontecer no visto nunca en el todo, nos conducim os tera péuticam ente a m enudo, no obstante todo el saber, com o tejedores frente a un aparato que comprenden propiam ente; se ensaya e n él, se advierte un defecto, se obtiene el efecto con una presión feliz, a m enudo después de muchas intervenciones en vano, a veces en el primer m omento. Así, en la observación del enfermo se des cubre repentinamente una posibilidad rica en perspectivas, tal vez fundada en m úl tiples conocimientos, pero privada del cálculo repetible exactam ente. N o se puede decir al fin cómo se ha llegado a eso y cual fué el punto decisivo del éxito. N o se puede hacer lo mismo otra vez. C om o observador crítico, uno se adm ira de los propios triunfos porque no se sabe cómo se han conseguido. Faltan necesariamente los ensayos de control. En esa terapia juega un papel, en todo saber, un instinto, que hace más de lo que puede decir el saber consciente.
A provechar el éxito terapéutico como m edio de conocimiento es por eso extraordinariam ente engañoso, ante todo en la psicoterapia. L a vieja fórm ula de Jos médicos que debe evitarse la conclusión ex juvantibus, se aplica aquí en m ayor m edida. P ara J a investigación se requiere u n a consi deración tan im parcial del fracaso como del triunfo. Esto es n atural cierta m ente en toda medicina. Pero se desearía en la psicoterapia u n a publicidad decididam ente más clara de los fracasos. Se lee dem asiado sólo juicios aproximados, se ve ju n to a los casos brillantes según las estadísticas, cate gorías imprecisas como “m djorado” y otras. Echemos a la acción m édica u n a breve o jead a desde el p u nto de vista de tres alternativas: la acción se dirige al individuo y a su curación (verda dera terapia) o a la descendencia en generaciones (eugenesia). L a terapia es somática o bien psíquica. Se hace en libertad (terap ia de los médicos Je enfermedades nerviosas) o en establecim iento cerrado (terapia hospitaliariaK a) T erap ia y eugenesia. Lo que el individuo p articu lar llega a ser, is condicionado por su “Anlage” y su m u n d o circundante. Lo condicionado por el m undo circundante en el individuo puede ser influido p o r la terapia, !o condicionado por la “A nlage”, únicam ente por la eugenesia. Como casi todo lo condicionado p o r la “Anlage”, p a ra realizarse re quiere tam bién el m undo circundante; en relación con la “Anlage”, la tera>ia actúa en la proporción en que ésta es dependiente del m undo circundan:e. Esto es así, incluso en las enferm edades m entales endocrinas todavía en jna cierta m edida, como lo dem uestran los gemelos univitelinos, entre los
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cuales cuando p o r ejemplo uno se vuelve esquizofrénico, y el otro, aunque en un pequeño núm ero de casos, no se vuelve esquizofrénico. E n el m undo circundante tiene que hab er algo que estim ula o que detiene tal " Anlage Si se pudiera distinguir ambos, el tratam iento se haría de m odo que no se m anifestase en modo alguno u n a “Anlagef’ indeseada, Esto es u n ideal utópico. E n realidad, encuentra la terap ia su límite realm ente insuperable en el “ser así” del individuo, en su “Anlage”, que en la m ayor parte es bien heredado. Ese límite es tan insuperable en las psicosis endógenas graves que se fundam enta en eso la desesperanza específica que reaparece siempre en la terapia de las psicosis y que engendra el nihilismo terapéutico. Si en incontables casos no se puede ayudar al individuo nacido con tal “Anlage”, hay que pensar, sin embargo, e n lo que hay que hacer p a ra que nazcan en la m enor proporción posible tales seres, E l program a p ara proporcionar la m ejor substancia h ereditaria posible a la generación fu tu ra lo esbozó G alton y le llamó eugenesia, Ya Nietzsche había im aginado a los médicos, aun cuando sólo accesoriamente, como “bienhechores de la sociedad entera” m ediante la “producción de u n a aristocracia físicointelectual” (como fo m entadores y obstaculizadores de los m atrim onios). Con vistas a la eficacia se podrían tom ar solamente p o r el poder de Estado medidas p ara la direc ción de la reproducción. Así podrían los médicos tener el poder para apli ca r los resultados seguros de la investigación de la herencia, es decir, p a ra im pedir la reproducción de las peores “Anlages” hereditarias, donde se las puede reconocer (1) : Esto perm anecerá siempre, es de suponer, un ensayo, en el que la desdicháTp^oducida así es peor que la ventaja obtenible. M edidas preventivas en la lucha contra el alcohol y contra los tóxicos (m orfina, cocaína, etc.:) y contra la sífilis sólo son posibles en proporción eficiente p o r el Estado y son adecuadas, b) T ratam ien to som ático. H ay u n a diferencia de sentido entre la terap ia psíquica y la somática. E n el tratam iento de las enfermedades corporales el objetivo es m ás claro: la curación en el sentido biológico: los puntos de vista /de la m edicina som ática no se alteran, tanto si tienen p o r delante u n anim al o u n hom bre. Pero en cuanto queremos actuar sobre el alm a del hom bre, el objetivo sin em bargo no es claro en el mismo sentido; tenemos que preguntarnos conscientem ente: ¿ Q ué queremos alcan zar propiam ente en ese caso? A dem ás: los métodos somáticos de tra ta m iento utilizan relaciones causales extraconscientes p ara obrar sobre los fundam entos de la vida psíquica y, p o r ellos, sobre esta misma. Los métodos (i) R ü d i n , E r n s t : Psychiatrische Rassenhygiene, M unich, 1938. Erblehre und Rassen hygiene int vSlkiscvhen Staat, editado por E . R üdin, M unich, 1934. Ley para la prevención de descendencia hereditariam ente enferm a, explicada p o r G ü tt, R üdin y R uttke, M unich, 1934.
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juicos de tratam iento se dirigen al alma p o r el cam ino de las relaciones éticam ente comprensibles y pueden obtener tam bién indirectam ente raciones corporales. En la práctica ambos métodos de tratam iento se ju n ta n no raram ente, que el uno entraña el otro. Pero la diversidad de sentido es radical. N aturalm ente trata el médico prim ero las causas corporales de las perbaciones psíquicas, en tanto que le son conocidas y accesibles a su ir vención. No sólo los procesos en el cerebro y el sistema nervioso, > todos los padecimientos de los órganos y los estados corporales' gene;s entran aquí en consideración. Para destacar ejemplos de tratamiento corporal, mencionem os la epilepsia, cuyos ques pueden ser disminuidos por el bromo, el lum inal, etc., la arterieesclerosis cerebro, que es tratada lo mismo ‘que la arterioesclerosis. de otros órganos, higiéi y dietéticám ente, y la lúes cerebral, que a veces m ejora esencialmente por la .pía específica. Las curas de sobrealimentación y las medidas dietéticas con que rata a las constituciones asténicas, tienen a veces por consecuencia también m ejo ■ del estado psíquico. Con m edicam entos opiados se debilitan los estados de anguscon escopolamina los estados de excitación, etc.
L a apreciación crítica del efecto del tratam iento som ático es extraorariam ente difícil. E n los neuróticos no sólo es problem ático a m enudo el tratam iento •poral en este sentido, sino que ese tratam iento no es siquiera indifete. Existe no raram ente el peligro de que el médico sugiera inadvertin ente al enferm o u n a preocupación desm esurada p o r lo corporal. N o raro que por ese m edio los tratam ientos p uram ente corporales tengan f consecuencia em peoram ientos de los estados nerviosos, psicopáticos ( “el dico como causa de enferm edad” ) . D e gran interés fueron en los últim os tiem pos los nuevos métodos náticos de tratam iento de las psicosis graves. L a parálisis general, hasta :onces incurable, puede ser llevada a u n a remisión y a la curación con :ecto, con la terapia m alárica introducida p o r W agner-Jauregg. P ara os estados mórbidos m últiples se h an dem ostrado eficaces la^ terapias l shock, así el electroshock (C arletti-R om a) (1) produce u n ataque con* sivo con éxito terapéutico. Lai esquizofrenia es curada asombrosamente d ia n te procedimientos desarrollados m etódica y cuidadosam ente por shock de insulina o d e cárdiazol (2) ; las publicaciones no sen toda-! i unívocas, especialmente no lo son en relación con los éxitos d u ra (1) Por ejemplo F o r e l : Z. Psychother., 12, 267. R e p o n d : Z. Psychother., 27, 270. (2) Sauckjel, M .: N e u e B e h a n d iu n g sm e tk o d e der S ch izo p h re n ie , Viena-Leipzig, - 1935. lrh o lz e r; A tig . Z . P sych ia ír., 114, 271 (1940). M O lle r, M .: “ Die Insulin-Cardiozotandlung in der Psychíatrie” . F rsch. N c u r ., 11, 36J, 417, 455 (1939). M e d u n a , L . v .: V i e w ulsiortstherapie d er S ch izo p h ren ie. Hall* 1337.
P S IC O P ^ T O L O G ÍA
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deros. Las depresiones circulares se cu ran m ediante el shock de cardiazol. El proceso en la terapia de la parálisis puede ser el aniquilam iento de las espiroquetas de la sífilis por las elevadas tem peraturas del cu-erpo o un efecto específico del plasmodio.' E n cambio, cómo actúa la terapia del shock es poco claro todavía. A lo que hoy se puede llegar en medios rad i cales, lo m uestran las extirpaciones quirúrgicas de partes del lóbulo frontal en esquizofrenias con el efecto que los enfermos se apaciguan., algunos trabajan, otros quedan quietos por debilitam iento de los impulsos (*). Es notable lo que dice Bcnhoeffcr ( 2) con motivo de su consideración histórica de las máquinas giratorias, curas de asco, la quemadura con hierros al rojo y otros numerosos procedim ientos coercitivos, que se utilizaron a comienzos del siglo X I X terapéuticam ente: “N o se necesitará dudar del efecto real de esas curas violentas. Probablemente se trataba de efectos idénticos a los shocks que se obtienen a h o r a por vías m edicamentosas con insulina y cardiazol”. Considera a loe psiquiatras de entonces tan hábiles y críticos com o hoy, comprende como “m edida coercitiva en una actitud básica, en el fondo hum ana” y a esos métodos a partir de la falta de rccufsos frente a los enfermos inquietos y a las condiciones insuficientes de internamiento, como un “ensayo para armonizar los métodos punitivos y coercitivos tomados de la edad media con las maneras de consideración médicas y humanas que se im po nen poco a poco” . Así resultaría que la desesperanza de la psicoterapia hoy, en la época de la quimioterapia, ensaya en nueva forma lo más extremo para ver lo que se puede lograr. Boss (3) persigue dos principios fundam entales de la terapia de las psicosis a través de los tiempos. O bien la administración de energía, la excita ción positiva, un transportar a la vida, hacer grato al ambiente. O : intervenciones drásticas, espantos hasta el borde de la m uerte, métodos que amenazan la vida, en sayos de sofocación, sumersión hasta el peligro mortal, torturas: fustigam iento, cocinam iento, hambre, vómitos, purgantes. En la últim a serie de métodos con los que se espera que el “instinto de conservación de los enfermos se presente tanto más inten sivamente cuanto más grave es la am enaza del organismo”, incluye también el shock insulínico.
Nuestros m étodos de tan to m ás cuanto que n o de la inm ensa m ayoría de c) Psicoterapia (4). (1)
tratam iento corporal eficaz, curativo son escasos, sabemos n ad a d e las causas corporales decisivas las enferm edades y anorm alidades mentales. P sicoterapia se llam a a todos los m étodos de
Freem an y W atts-; V e ril.
3. in te r n a t.
n eu r. K o n g r .,
Copenhague, 1939 (cit. N e rv e -
n a r zt, 14, 135).
(2) B o n h o e f fe r: Z. Neur., 168, 41 y sigts. (3) B oss, M .: " p i e G rundprinzipien d er Schiüophrerúetherapie’1. %. N e u r ., 157, 358. (4) M o h r, F r itz : P sychotherapie, en el H a n d b u c h d e r N eurolo g ie ‘de L e w andow sky, Berlín, Julius Springer, 1910. Iss^srltn en E rgebnissen d e r N eurologie u n d P sych ia lrie, vol, 1/1, Jen a , 1912. H a n d b u c h d e r T h era p ie d e r N e r v e n k ra n k k e ite n de V o g t , Jena, Gustav Fischer, 1916. S c h u ltz , J. H .: D ie seelische K ra n k e n b e h a n d lu n g (Psychotherapie), Jena, 1919, 44 ed., 1930 (excelentem ente inform ada sobre el conjunto de los métodos, no dogm ática, con crítica lúcida, m uestra lo que es accesible con métodos racionales en buena voluntad y filantropía; en lo teórico propenso a lo esquem ático y en ello sin lenguaje propio). K la s i: “ U ber psychiatrisch-poliklinísche B ehandlungsm ethoden” . Z. N e u r ., 36 , 431. M o h r, F ritZ : Psychophysische B e h a n d lu n g sm e th o d e n , Leipzig, 1925. P r in z h o r n , H a n s : P sych o th era p ie (V o ra u sse tz u n g e n , W esen , G re n ze n ), Leipzig, 1929 (esencial por las discusiones teóricas, dice lo que pien san quizás muchos médicos de nerviosas experim entados, pero que apenas lo m anifiesta«; lleno de experiencia del m undo y de observaciones ingeniosas; el e n fa n t terrib le de la psico terapia, demasiado p ronto satisfecho en sus interpretaciones positivas de la unidad-cuerpo-alm a y prisionero de la filosofía, d e K lages).
atamiento que actúan sobre el alm a o sobre el cuerpo, con medios que inducen al alm a. Exigen todos la cooperación de la voluntad del enferm o spuesto a ello. L a psicoterapia) tiene su cam po en la g ran cantidad de icópatas y en los enfermos m entales ligeros, en todos los individuos que sienten enfermos yv sufren p o r sus estados psíquicos, casi siempre tam Sn en enferm edades corporales q u e son m uy a m enudo recargadas p o r ítom as nerviosos, ante los cuales la personalidad tiene qué to m ar posi5n interiorm ente. E n todos ellos poseemos los siguientes caminos p a ta influencia psíquica: 1. M é t o d o d e s u g e s t i ó n . Sin apelar a la personalidad 1 enferm o, Utilizamos los mecanismos de la sugestión p a ra lograr determ itdos efectos palpables: liberación de síntom as singulares, de m anifestaones concomitantes, m ejoram iento dél sueño, e tc ." Y a sea en estado pnático (x) o e n sugestión en vigilia hacem os a los enferm os accesibles ira sugestiones y les indicam os lo que querem os lograr. Im p o rta la evi:ncia y la energía de las nociones excitadas en el enfermo, en la presencia tal dom inante del sugestionados L a fe del enferm o ayuda y pronto es grado uní resultado efectivo. A la influencia sugestiva, a m enudo no consciente p a ra el médico y el ifermo, corresponden tam bién u n a cierta can tid ad de m edidas m edicaientosas, electroterapéuticas y otras, con las que h a n sido logrados brimtes éxitos desde la antigüedad, en enferm os psíquicos y nerviosos. Es diferente en esto si se prescribe agua azucarada, ag u a coloreada d e azul, ía píldora tónica, o si se hace p asar realm ente p o r el cuerpo la corriente éctrica o se provoca sólo la apariencia p o r m edio de u n mecanism o implicado. El paciente tiene q ue estar persuadido de la im portancia de s medidas, eso es lo único im portante. T iene que creer en el poder de ciencia o en el poder y el saber dé la personalidad m édica fuerte, autotaria ( 2).. 2. M é t o d o s c a t á r t i c o s ; M ientras los enfermos sufren por repercusión de sus vivencias, y en tan to que sus síntomas particulares son lanifestaciones d e esa repercusión, tienen que ser llevados dé algún m odo la “ abreacción” los afectos que son las fuentes del sufrimiento. Ese (1) Bernheim : Die Suggestion u n d ihre H eilw irkung (alem án p o r F re u d ), Leipzig, y ena, 1888. F orel: D er H ypnotism us, 6* ed ., S tu ttg art, 1911. T römner: H ypnose und Sug* stioN. E n la colección: A us N a tu r und G eisteswelt (T eu b n e r). H ih s c h la f f , L .: H ypnotism us id Suggestionstherapie, Leipzig, 1904, 2? ed ., 1919. M ayer L udwio : Die Technik der H ypnose, ed., M unich, 1938. (2) En la prim era guerra m undial fué famoso el m étodo - p racticado en la clínica de bs de la electrificación violenta p ara la supresión, inm ediata de tos fenóm enos histérico«. vupm ann: “ Die planmässige H eilung com plizierter Bewegungsstörungen bei Soldaten in e in e r tzung” . M ünch, m ed. W schr., 1916. - K ehrer : Z . N etir., 36, 1. U n a buena descripción áctica del procedim iento en la M edizinische Psychologie de K retschmer, 5* e d ., p . 229 J ¡uientes.
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tratamiento psicoanalítico ha sido desarrollado com o método por Breuer
.y Freud, cuya evolución ulterior por Freud no hace falta tomarlo en de talle, si se reconoce el principio que sirve de base. Hacemos que hablen los enfermos, Ies ayudamos en el camino justo, cuando parecen silenciar lo esencial, les mostramos comprensión y les damos la seguridad de que no los juzgamos moralmente. Tales “confesiones” suelen tener a menudo un efecto liberador. H ay casos particulares en los que pueden ser hechas conscientes vivencias completamente olvidadas (escindidas), y en los que cesa así de inmediato un síntoma corporal o psíquico anormal. Frank ha elaborado el método para suscitar en el semisueño hipnótico de los enfer mos, vivencias olvidadas para llevarlas así a la “abreacción” (1). 3. M é t o d o s d e e j e r c i c i o . Se llama así a las indicaciones por cuya repetición regular trabaja el enfermo1en sí m ism o según prescrip ciones determinadas. D e ese modo son logradas alteraciones indirectamente deseadas de la actitud psíquica y conquistadas capacidades. aa) Gimnasia (2) : En diversas formas están difundidos hoy los ejer cicios gimnásticos. A partir de la vida psíquica inconsciente, las actitudes involuntarias y los estados internos producen o bien voluntad y conciencia ■ — generalmente con ínfimo poder— o ejecuciones d e una acción (ritos mágicos, actos de culto, solemnidades, etc.). Esas transformaciones de la vida psíquica inconsciente se trata de lograrlas de una manera objetiva, en la incredulidad moderna, por ejercicios corporales. Por aflojamiento y liberación o por tensión y fortalecimiento de la corporalidad misma, es transformada también el alma misma. Para los occidentales agitados, constantemente activos, que viven en acrecentada tensión de la voluntad, son los más importantes los ejercicios de relajamiento. Ejercicios de respiración son lestimados por algunos te rapeutas: el respirar es en el inspirar y expirar como un símbolo de la admisión del mundo exterior y de la irradiación en él, en el ejercicio cons ciente del respirar debe volverse libre la vida psíquica inconsciente, para confiarse al mundo. bb) E l entrenam iento autógeno lo ha convertido en un método J. H. Schultz (3) . Es el camino de un efecto de la voluntad sobre la propia vida somática y psíquica, primeramente por el paso ( Umschaltúng) del estado (1)
F r a n k , G. R.: Affekstörungen, Berlin, 1913. H e y e r , G. R .: "Seelische Führung durch G ymnastik” . N ’ ervenarzt 1, 408 (1928). E .: V o m Sinn der Lebensübungen, M unich 1928. - F a u s t , J . : Aktive Entspannung!• behandtung, 2* ed., S tuttgart, 1938. (3) Schu ltz , J. H .: Das autogene Training, Leipzig, 1932. Übungsheft fü r das autogene Training, Leipzig, 1935. H eugel , D orothea : Autogenes Training als Erlebnis, con prologo de ,J. H . Schultz, Leipzig, 1938.
(2)
M a th ia s ,
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de conciencia, luego por autosugestiones en el “autorrelaj amiento con centradvo”. 4. M é t o d o s d e e d u c a c i ó n . Cuanto más llega el enfermo al médico por propia necesidad para la dirección y el sometimiento, tanto más puede recibir la vinculaciónel carácter de una educación. Se le lleva de su ambiente habitual a un hosgital, a un balneario, a un sanatorio. Por indicaciones bajo la dirección de un tono autoritario, tiene lugar directa mente un disciplinamiento. Se, da al enfermo una completa reglamentación de su vida. Tiene que saber hora por hora lo que debe hacer, y mantener estrictamente el programa. 5. M é t o d o s c o n a p e l a c i ó n a I á p e r s o n a l i d a d m i s m a . Cuando es puesta lai responsabilidad del efecto etí la perso nalidad del enfermo, cuando él mismo toma las últimas decisiones y su juicio queda determinante y su acción es directa, el método es entonces fundamentalmente distinto de todos los señalados (hasta aquí. Es más sim ple en la forma, pero humanamente más significativo que todos los prece dentes, al menos se puede reducir a reglas, está ligado al acto y a los matices. aa) El médico com unica su conocim iento psicopatológico, informa al enfermo sobre lo que pasa en él realmente. Cuando el enfermo, por ejemplo, como ciclotímico adquiere claridad sobre lo fásico de su dolencia, eso le resulta conveniente, para liberarse de falsos temores, y conveniente para comprender las causas extraconscientes de fenómenos, que quizás le tortu ran de modo exclusivo moralmente. bb) El médico quiere fu n dam en tar y persuadir , actúa sobre la estima ción del valor y la concepción del mundo del enfermo. Se habla de métodos de persuasión (*). cc) El médico se dirige a la volu n tad. En un caso recurre al fortaleci miento de la voluntad, en otro caso a la entrega a un autodominio en &lso lugar. El conocimiento de los fenómenos que son accesibles en cierta proporción al autodominio, y de aquellos que no lo son (por ejemplo las manifestaciones obsesivas) sería decisivo. Dónde puede y debe intervenir la voluntad, y si por otra parte, tal intervención en un caso empeora y más bien es necesario un dejar ir, no raramente es obscuro para un ob servador concienzudo. Sabemos que nuestra vida consciente sólo es por decirlo así el estrato superior de, un amplio y profundo reino de aconteceres subconscientes y extraconscientes. Influir en esta vida psíquica subconsciente, dirigir sus efectos, dejarles vía libre o inhibirlos, en eso consiste la educación de sí mismo. Según' la especie de la vida (1)
D u b o is ,
P a u l:
Die Psyckoneurosen
(e n
a le m á n ),
B e rn » ,
1905.
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psíquica, son necesarios caminos contrapuestos. En una parte hay que cuidar, frente a inhibiciones e influencias surgidas de principios de naturaleza convencio nal, la entrega a lo inconsciente, el poder esperar, el obedecer a instintos y senti mientos; tienen que ser desarrollados gérmenes que dormitan en lo inconsciente. O la voluntad tiene que ser educada al contrario, para inhibiciones y represiones, si el dominio de lo inconsciente se extiende a costa de otros dominios y los indivi duos han perdido su equilibrio. Así nuestra influencia se dirige por una parte a la actividad, a la tensión, por otra parte al abandonarse, a la distensión, a la confianza en el propio inconsciente. Casi siempre está el individuo frente a sí mismo, a su propio inconsciente. Ra ramente se identifica un paciente, por decirlo así, con su inconsciente, con sus instin tos y sentimientos. Mayormente está la personalidad en la lucha con sus instintos y sentimientos. Y comprender en el caso individual esa oposición de la personalidad al propio inconsciente, es la condición de una influencia clara. No llegan al médico de nerviosas aquellos individuos cuyo inconsciente es caracterizado por el equilibrio, la confianza y la fuerzai de los sentimientos e instintos que emergen, y que se saben teños con su inconsciente, sino aquellos cuyo inconsciente es confuso, infiel, inestable, que están en hostilidad con su inconsciente, consigo mismos, que está por decirlo así sobre un volcán.
dd) Condición previa de comportamiento inteligente y eficaz consigo mismo es el autoesclarecimiento. El médico quiere ayudar al enfermo a hacerse transparente. Se habla de métodos analíticos, Estos al menos son inofensivos, a menudo exhumando, a veces alterando, excitando. A veces se puede preguntar uno mismo: ¿Quién se puede atrever a iluminar el alma individual hasta en sus fundamentos, cuando no sabemos de antemano si el individuo puede estar sobre sí mismo, puede vivir de su origen verda dero si es liberado, o si para el caso de la impotencia humana, los medios de la gracia de una instancia objetiva pueden ayudarle y son bienvenidos? Aqui donde la razón filosófica tiene la dirección, depende todo de lá personalidad del médico y de su concepción del mundo. Por eso surgen tales dificultades y conflictos que para el alienista individual pueden re sultar acertados en las decisiones, sólo por convicciones instintivas, no por fundamentación científica. Después de haber obtenido una visión de los métodos psicoterapéuticos, intentemos-todavía una consideración comparada, primero en relación a la manera como se intenta fomentar la curación por la modificación de la situación vital: El procedimiento más extremo y grosero es el cambio de medio. El enfermo es sacado de su ambiente habitual, distanciado de los roces y de las dificultades de todos los días que se han sumado en su mundo, expuesto a nuevas excitaciones e impresiones. Se ve si beneficia eso, si el enfermo adquiere vigor por el descansó y la meditación, por la distracción y la liberación temporal de su mundo torturante y si después va mejor. Interiormente no ocurre nada por obra del médico. La ergoterapia o iaborterapia pone el cuerpo y el alma en condiciones de vida naturales — a diferencia del vivir vacío, del abandonarse a si misino— t que man-
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ienen a los enfermos ligados al mundo y sus energías restantes, deben hacer poner n orden, por la actividad, las funciones perturbadas»
El cuidado, en tanto que es real, altera la situación vital por la disminución le las dolencias. Junto a eso y, donde no es posible, sólo ayuda al asesoramiento en ■elación con la situación vital y con el comportamiento de todos los participantes ( l ). En segundo lugar comparamos en relación con la manera como los pacientes vivencian los contenidos en el trato con el psicoterapeuta. U n mero tomar conocimiento, pensar y opinar de lo dicho carece de efecto. Contenidos, aprehensiones, concepciones, finalidades tienen que ser vivenciados para poder actuar. Esto ocurre de manera múltiple: Las representaciones se vuelven como imágenes de concepciones impresionantes. Sólo ellas actúan por ejemplo en la sugestión en vigilia y en la hipnosis. El sugestionador tiene que lograr que lo dicho por él se vuelva plástico, que afecte a la Fantasía. Las metas deben ser deseadas. Tiene que llegar algo coercitivo, indesviable en la tendencia de una dirección del comportamiento. Eso ocurre por exigencia autorita ria, por mandato obligatorio, y en casos dados, toscamente, por la más breve alu sión, por gritos. Los símbolos como imágenes primitivas tienen que llegar a ser contenidos de 1a concepción del mundo como contenidos presentes y creídos. La satisfacción espe cífica en el revelarse de lo que es propiamente, fortalece un fundamento en la con ciencia del ser, que forma la actitud interna y el templo vital. El terapeuta se con vierte en proclamador de una fe, si avanza por tales caminos. En las consideraciones y enseñanzas sobre la aprehensión de lo realmente dado, del mundo del enfermo y de sí mismo, importa que su sí o no se realice decisiva mente. Dei nada vale saber, que tiene que resultar en el ver las cosas un reco nocer y un hacerse cargo, si deben ser superados. La responsabilidad decide en el hombre lo que apropia y lo que rechaza. Su decisión existencial es el último origen de un camino vital real. Alcanzarlo, no puede ser cosa de ningún terapeuta. Lo más extremo es desarrollar en la comunión las posibilidades por la conversación, que pueden dar incalculable impulso al despertar del enfermo.
El médico en Macbeth expresa simplemente unat dura verdad. Pregun tado por Macbeth sobre la lady: ¿Cómo está la enferma, doctor? Médico'. N o tan enferma, señor, como es atormentada por violentas fantasías, que le quitan el sosiego. M a c b e th : Expúlsalas: ¿ No puedes curar un alma que sufre, desarrai gar la profunda inquietud del sentido, extinguir la preocupación marcada en el cerebro, y por algún brebaje que lleve al dulce olvido, liberar el pecho oprimido de la pesada carga que le oprime el corazón? M édico: Eso tiene que saber curarlo- el enferm o mismo. (I ) Del lado m édico se h a desarrollado « n a cooperación exitosa en las dificultades educativas p o r el asesoramiento de padres, maestros y niños: Wege der Erziekungshilfe, edi tados p o r Leonhard Seif, M unich, 1940 (descripción gráfica de los procedim ientos, de los p rin cipios, de los éxitos).
PSICOPATOLOGÌA
d) Intcrnamiento
y
GENERAL
tratamiento hospitalario (1).
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Frente
a
la
gran¡ cantidad de los enfermos mentales en el sentido1estricto, el objetivo a alcanzar no es propiamente la curación racional, sino la protección del enfermo y de la sociedad por el intemamiento y la aplicación de medidas curativas en el marco de io posible. El internamiento se hace a m enudo contra la voluntad de los enfermos, y ya por eso llega el psiquiatra en otra actitud ante su enfermo que los otros médicos. Trata de disminuir en lo posible esa diferencia por la acentuación consciente del punto de vista puramente médico frente al enfermo. Pero éste, en muchos casos, está persuadido de su salud y es contrario a tal esfuerzo médico. En la vida libre hay que tener en cuenta ante todo el peligro de suicidio y la peligrosidad de un enfermo. Ante todo por ellos, luego también por las condiciones del hogar y de la posibilidad de la atención, depende la decisión si el enfermo debe quedar en él o si debe ser llevado a un mani comio, y si lo apropiado para él es un manicomio abierto o cerrado. Si el enfermo queda en el hogar, es necesario instruir y dar orientaciones a los familiares. En el asilo tienen lugar los métodos de tratamiento somático, cuyo objetivo es la curación: el mencionado tratamiento de la parálisis general, de la esquizofrenia — iuego el tratamiento de enfermedades orgánicas. Sin embargo, el margen de las posibilidades de curación no es grande. Donde no es posible la curación directa, crea el médico indirectam ente, en lo posible, condiciones favorables y no raramente es agotada su actividad en la atención filantrópica. Sus prescripciones se pueden clasificar en los si guientes grupos: 1. Ya de inmediato en la admisión piensa el médico en la situación social del enfermo y reflexiona sobre los pasos que se pueden dar en favor suyo y de la familia (2) . 2. En los estados agudos, especialmente en las excitaciones, trata de aliviar la condición del enfermo mediante calmantes, El descanso continuo en cama, los diversos medicamentos, el baño permanente, se han demos trado adecuados. El alejamiento de todas las excitaciones hace manifes tarse más suave la fase aguda. U n aceleramiento de la curación por todos (i) E n lo histórico: Nr.iss.Kii, Clkmf.ns: "Die \W ¡íero ti(wick Imi ir der praktischer» Pí-ychiairie. ínsbesoncierc «1er AnstnItspxychoIoi?ic in Sinnr Griesinj?crb’'. M u hr. I ' i y d i i n t i 63, 314 (Î927). T.o más profundo sobre tratamiento : SctiNF.mKu, Cari. : Be ha m il unii unti l'erki'rfu n g d cr Ò citeskra n kh eilcn , B e rlin , Î (2) Crl'IUK; ''Die sozialf» Anftrabcn ties P>ychiators’\ Z. X f.tir ,, /,?, 287. Romer : P syckìu tr. iieur. W scìtr., 22, n. 4.Ï/4G (1921).
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»tos medios indirectos no se ha probado en cambio. Tal vez son abre¡adas a menudo sin embargo las reacciones patológicas por la transfe rícia a otro medio. 3. En estados crónicos de los enfermos mentales existe la tarea de sal ir al enfermo lo más posible de su vida psíquica, en tanto que eso es osible gor la influencia del medio. En tiempos anteriores, cuando se íaniataba simplemente al enfermo y se le encerraba, se crearon los más raves estados de demencia, las alteraciones en fieras salvajes, en estados iricaturescos, que no se dan cuando se le ofrece al enfermo lúcido ocasión ara la actuación del resto de sus funciones psíquicas conservadas (l ) . En ran medida son llevados por tanto en nuestro tiempo los enfermos Hien des al trabajo, en especial al trabajo agrícola y al manual. Se fundan »lomas. En ellas se establece un existir soportable y al mismo tiempo itil para los enfermos que no son utilizables, en los estados finales, para i vida social. Esos enfermos se. mueven en los límites de sus posibilidades >síquicas normalmente, por decirlo así, y no caen ya en aquellos estados xtremos que se observaban antes, y que constituyen para el profano el uadro de la alienación. Dijo Sehüle: “La más hermosa distinción de los tsilos de alienados no está en la curación de los individuos curables, sino in la atención que estimula y eleva espiritualmente a los incurables”.,) El rabajo, allí donde es posible, tiene una significación muy destacada. Se lice: el trabajo otorga, por dar obligaciones en el mundo, un sentimiento le compromiso, fuerte sentimiento de sí mismo, conduce el impulso in quieto de los enfermos por vías ordenadas, aplica las inhibiciones necesá*ias y da protección contra la sumersión en los propios estados de ánimo (Nietzsche). 4. Medidas especiales, para hacer accesibles nuevamente a los enfer mos decaídos en el aislamiento, para desligar compromisos difíciles, para ob tener un estado final aparentemente inalterable, las ha imaginado Klási y las ha empleado con arte. Le importa presentar al enfermo algo nuevo como incentivo. Los bloqueos cata tónicos podía disolverlos por situaciones sorprendentes. Tuvo éxitos con su narcosis perm anente (2). En las enfermedades mentales en, sentido estricto, no es posible la psicoterapia penetrante. Hay que limitarse al tratamiento benévolo del enfermo y al arte ejemplarmente desarrollado y expuesto por Klási. En ello es importante saber que en las psicosis agudas que parecen cerradas (1) D e e s : “ A rbeítstherapie” . Allg. Z. Psyekiatr., 69, 1 1 6 ( 1 9 1 1 ) . S im ó n , H .: Aktioé Kranhenbehandiung tn der Irrenanstalt, Berlín, 1929. Además Allg. Z . Psyekiatr., 87, 9 7 : 90. 6 9 , 24 5 . S g h n i ji d e r , C a r i. : Bekandlung und V erhütung der GeisU skrankkeiten, B e r lí n , 1939.
(2) K la s j: “ Ü ber die therapeufische bei Schizophrenen” . Z . N eur., 74, 557.
A nw endung d er ‘D auem arkose’ m ittels S om nitew
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en ,sí del todo inaccesiblemente, algunas veces existe una extraordinaria sutileza de sentimiento y una sensibilidad, mientras en otros casos nume rosos la indiferencia de los enfermos es tan grande que toda relación psí quica con ellos es un engaño, todo intento para tratarlos amablemente es inútil. Aquí la psicoterapia sería ridicula. 5. U n problema difícil es a menudo el m om ento del alta. En la es quizofrenia actúan de m odo sorprendentemente favorables a veces las altas precoces (*), pero apenas se les puede abarcar en su efecto. Especialmente peligrosas son las melancolías en remisión; los enfermos están aparente mente sanos, tienen un aspecto alegre y piden que se ‘les dé de alta, para suicidarse de inmediato en¡ la libertad. 6. D e los débiles mentales, de los psicópatas, de los abandonados se ocupan la pedagogía curativa (2) y la educación asistencia!. Los m anicomios son como un mundo en sí. Su “espíritu” es determi nado por la actitud de los directores y médicos y por la tradición de ideas básicas dominantes. El ambiente del manicomio crea un mundo. Las prescripciones allí dominantes determinan el cuadro que asumen las enfer medades. Hay una enorme diferencia entre los manicomios rurales de antes, a los que sólo de cuando en cuando iba un médico a realizar un control, en los que dominaba el trabajo campestre y se dejaba su propio mundo a los enfermos, y lo$ modernos asilos gigantescos e higiénicos, en los que con tanta limpieza los enfermos apenas salvan personalmente para sí un espacio psíquico. U na distinción activa la hay entre los asilos en que la masa de los enfermos es abandonada a la inactividad, y aquéllos que dan casi a cada enfermo una ocupación. U n a descripción histórica intuitiva de esos mundos de los manicomios y una colección de manifestaciones de los ■enfermos sobre cómo actuaron en, ellos los mismos, sería interesante. Siempre queda el hecho básico de la violencia. H ay que dominar el peligro que amenaza con los enfermos violentos, inquietos, furiosos. Antes ■se conseguía por el encadenamiento y el encierro, por otras medidas que recuerdan más las torturas que la terapia. Figura como un gran progreso «1 que Pinel “liberase a los locos de sus cadenas”. Pero la evolución del trato en los asilos en el siglo x ix ha podido suprimir los cuadros repul-sivos; sin embargo, en lugar d e las cadenas se tuvo inyecciones de escopolamina y baños permanentes; los lechos de cajón y celdas de aislamiento no han sido mayormente suprimidas por completo. Se arrojó el viejo ins trumental de la tortura, el espíritu del asilo se; transformó, pero el principio de la violencia no ha sido abolido. (1 )
BleuUU»:
“ Frixhe Entlassungen” .
(2) Heilpádagoeik, Leipzig, 1904.
Psychiatr. neur.
W schr., 1905,
I.
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K A R L J A S P E R S
El temple de una sección moderna, ruidosa, de una clínica, la describe la poede un enfermo (encefalítico, 1924), com unicada por M. D orer 1939: Luz descolorida irradia desde el techo e ilumina rostros pálidos, perlados de sudor, se refleja en los relucientes botones de cobre, hace de las cortinas vestiduras de espíritus. Frases recortadas — murmullos, suspiros, breve griterío, clamor rabioso y burlas' y desde ese espantoso caos de voces de tanto en tanto resuena la voz de una enfermera que puede consolar todavía.
§ 3. El pronóstico La previsión de lo que llegará a pasar al enfermo es, prácticamente, iportante. El ambiente quiere saberlo, se dispone según ello su conducta i el mundo y también en la psiquiatría no es posible prever concreta y mismo tiempo seguramente en el caso individual lo que ocurrirá.Sin ibargo, se puede a veces hacer en la práctica! predicciones importantes, te tienen una gran probabilidad en su favor. Esas predicciones se apoyan . Jos conocimientos de la psiquiatría especial. Serán tanto más claras anto más casos análogos biográficamente seguidos se tuvo a disposición. :ro hay algunos puntos de vista generales para los pronósticos.
a) Peligro de vida. Se pregunta primero: ¿Padece el enfermo ; una enfermedad del cerebro, comprobable físicamente por síntomas ^urológicos? El pronóstico es determinado entonces por esa enfermedad >rporal. En la parálisis general sigue a veces la muerte a esa enfermedad, >r término medio después de unos cinco años desde el comienzo, a meido más rápidamente, a veces también después de mucho más tiempo, oy la parálisis se puede llevar a la estabilización por la terapia (fiebre lalárica), aun cuando las destrucciones ya realizadas nq pueden ser hechas trogradar. Si se trata d e una psicosis sintom ática, depende el pronóstico igual iente de la enfermedad corporal, de la enfermedad infecciosa, de la ítoxicación, etc. Generalmente se admite para psicosis agudas que en ellas puede sobresnir la muerte, si al mismo tiempo existen enfermedades corporales, espeialmente defectos cardíacos. Los esfuerzos de los estados de excitación, ! empeoramiento de los sufrimientos corporales por los estados depresivos >rresponde a eso. A veces resulta la muerte a través de las psicosis agua como tales (en el grupo de 3a esquizofrenia). En la disección no se ncuentra causa alguna, se encuentra por ejemplo edema cerebral, o se dvirtió un enflaquecimiento excesivo previo.
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Todos los estados melancólicos están caracterizados en su pronóstico por el peligro del suicidio. Ese peligro es suprimido sólo por tratamiento hospitalario concienzudo. b) Curable o incurable. Donde, según el pronóstico, no teme el fin por la muerte a causa de la enfermedad, se qui.ereí saber si el enfermo volverá a sanar o si es incurable, o si después de la curación hay que esperar recidivas.
se
Entre las enfermedades no neurológicas se distingue el gran círculo de los procesos y de las psicosis maní acodepresi vas. Los procesos son, según su esencia, incurables, el estado anterior no es restablecido nunca, aun cuando Jas manifestaciones agudas hayan retrocedido todo lo que se quiera; queda siempre un resto de alteración permanente. Las psicosis maniacodepresivas son en principio curables, la personalidad anterior puede ser recuperada siempre. Pero esta distinción de la dirección del curso de la enfermedad dice a veces prácticamente poco para el caso particular. Enfermos esquizofrénicos a veces se reponen en tal grado que pasan prácti camente por sanos, incluso después de muy graves psicosis agudas. Enfer mos maniacodepresivos, en cambio, pueden enfermar tan a menudo que no se recuperan más del todo de su enfermedad y necesitan permanente atención hospitalaria, Bleuler distingue por eso acertadamente los pronós ticos de dirección de los pronósticos de extensión ( Strackenprognose}. Aun cuando se puede adelantar la dirección a que tiende el curso de la enfer medad, no se puede decir, sin embargo, en qué medida vendrá esa dirección ni cuán rápidamente progresará. La psiquiatría kraepeliana ha cometido antes prácticamente el error de interpretar los pronósticos de dirección en seguida y tan desesperanzados que sorprendía el desarrollo efectivo, error que se hizo tanto más grande cuando en el diagnóstico se tomaba por ejem plo una ciclotimia benigna por una hebefrenia. Psicosis agudas duraderas de varios meses hasta medio año son comu nes, hasta un año frecuentes. En una duración más larga el pronóstico se vuelve cada vez peor. Sin embargo, hay casos que están largo tiempo en fermos y sin embargo curan. Muy especialmente las melancolías de la involución, según las investigaciones de Dreyfus, llegan a la curación todavía después de 10 años. En algunos casos hay sorprendentes curaciones tardías, (1) a veces en el climaterio, a veces en relación con graves enfer medades corporales (erisipela y otras infecciones de toda clase). Para el pronóstico del curso de la esquizofrenia hay una serie de indi(1) 62. 325.
Ver K r e u s e r : Allg. Z. Psychíatr., 69, 449; 57, 543, 571.
S ig e l :
Allg. Z . Psychiatr..,
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ciones singulares. Para las psicosis agudas tiene validez la frase: cuando peso del cuerpo vuelve a aumentar regularmente y cuando se reinicia en i mujeres la menstruación, sin que el comportamiento psíquico muestre ta mejora considerable, eso significa que se tiene una transición a un tado crónico incurable. Mauz ha hecho una serie de comprobaciones diagnósticas impresiontes (*)* Llama “catástrofe esquizofrénica** a la destrucción grave y defitiva en dos a tres años después de la irrupción de la enfermedad. Esto ne lugar sólo en el 15 por ciento de los esquizofrénicos asilados, casi elusivamente en la edad de 16 a 25 años. El jtipo pícnico de estructura rporal excluye esa ruina catastrofal, el asténico fortifica su posibilidad, asi todas las demencias graves aparecen a más tardar de 3 a 4 años1 spués de la aparición de la enfermedad (98 % ) . La destrucción defini da se da mayormente después del tercer brote. Si no se produce después 1 tercer brote, es difícil contar aun con una demencia grave. Briner (2) .contró la mejor perspectiva de una buena remisión en las catatonías itadas (pero de las cuales una tercera parte muere en ataque agudo), la :or perspectiva en los casos paranoides. Para el pronóstico de histeria y neurosis existe la probabilidad de un íjoramiento en edad más avanzada. Kraepelin menciona la edad del tnienzo del tratamiento en sus histerias: años años años años años ad . . . ............. 10 .15 20 25 30 ¡ad de entrada 0,9% 12,% 36,8% 23,4% 12,1%
ános 35 6*3%
añós años 40 45 4,4% . 1,0%
años 50 2,1%
De áhí resulta que sólo pocos entran en tratamiento en edades maduras, «no los enfermos histéricos vuelven casi siempre a la vida, concluye raepelin que las perturbaciones histéricas se pierden de nuevo en la mayor irte de los casos en la edad madura y en todo caso sólo en proporción níma dan motivo aún al tratamiento hospitalario. § 4. Historia de la psicopatología como ciencia No queremos hablar aquí de la, historia de la atención a' los enfermos úntales y dé los asilos, tampoco de la historia de las personalidades que eron dominantes en ese terreno, tampoco de la práctica (*),. sino de la storia de la ciencia de la psiquiatría, de la formación de los conceptos (1)
M a uz, F r.:
Die Prognose der endogenen Psychosen,
L e i p z ig ,
1930.
(2) B r in k s : “ Über die A rt und Häufigkeit der .Remissionen bei Schizophrenie” . Z. Ntur., ; 582 (1938). (3) Sobre eOo K u c h b o v t: Geschichte der Psychiatrie (en el Handbuch der Psychiatrie), o i , 1912 (« b ib iio g n I U ). K i u k u m : *‘100 Jahre Psychiatrie” . Z . N e u r 38, 1197. Deutsche tnmrxte, 2 v«L, ritttiilM vor K s c b h o v f , Berlin, 1921 y 1924.
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y de las tendencias del progreso, que tuvieron por objetivo un conocimiento de la realidad psíquica, sin consideración a las necesidades prácticas. En las ciencias naturales los trabajos de tiempos antiguos tienen mayor mente un interés puramente histórico. Están superados, no se puede aprender nada en ellos ya. En las ciencias del espíritu los trabajos más importantes tienen junto a su valor puramente histórico también un valor perm anente, que no se puede superar. Esa oposición en la significación de la historia de la ciencia para la ciencia actual, la volvemos a hallar en for m a más modesta dentro de la psiquiatría. En tanto que la historia de la psi quiatría es 'la historia de la ciencia de las enfermedades del cerebro, de la anatomía, de las parálisis, es mera historia y sólo es interesante para el am ateur. Pero en tanto que es el desarrollo «de la verdadera psicopatología, en tanto que conserva las doctrinas que antes se aplicaban a la fenomenología, a las relaciones comprensibles, a los caracteres típicos, a las formas de manifestación, objetiva de la locura, etc., puede ofrecer algo que tiene significación permanente. En contraste con el investigador de la medicina somática, el psicopatólogo no puede eludir el estudio de. los rendimientos más importantes de los tiempos anteriores, y lo hará simple m ente con la conciencia de aprender lo que no existe en ninguno de los libros modernos o que, en todo caso no está en ninguna parte mejor, hará la experiencia quie los psiquiatras importantes son más dignos de leer que la amplia bibliografía. Considerar la historia desde ese punto de vista y — en tanto que nos es conocido— señalar las mejores obras de los viejos psiquiatras, es una tarea de este resumen, que por lo demás ha quedado del todo incompleto. Hasta fines del siglo xvm la psiquiatría es sólo de interés histórico o> incitante desde el punto de vista de la concepción del mundo. Es una parte de la historia de la medicina í 1) . El siglo xvm produce ya una can tidad de escritos (2), pero todos son precursores, aunque han sido sorpren dentes por lo mucho que sabían ya. Es un hecho notable a través de los milenios de alta cultura intelectual, los enfermos mentales no fueron junto con todos los enfermos psíquicos, ni ún problema específico para el conocimiento, ni una tarea metódicamente emprendida en la práctica. Se recurría a medidas disciplinarias para los desórdenes más graves-y con una terapia en particular, sin abarcar los problemas en conjunto. Desde hace dos siglos tan sólo, ha sido captada en (1 )
S o b re
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por
e je m p lo
N e u b u rg e r-P a g e l:
Jan 1902 y s ig ts . P a r a la a n tig u a p s iq u ia tr ía : jutjértum ” . Állg. Z . Psychiatr., 86, 1 ( 1 9 2 7 ) . (2 )
L a e h r,
H e in r ic h :
H andbuch
H e ib e rg :
der Geschichle der
“ G e is te s k r a n k h e ite n
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M edizin, tla s s is c h e n
Die Literatur der Psychiairie, Neurologie und Psychologie im 18.
Jskrkm adert, 2* td ., B e r lí n , 1895.
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gravedad la realidad de las enfermedades mentales, esos límites del ser nano, que ahora fueron reconocidos metódicamente de una manera en chos aspectos superior a todos los tiempos anteriores, percibidos en su úficación filosófica para la concepción, del mundo, puestos ante los ojos icretamente como multiplicidad de hechos conmovedores. , a) Práctica y conocimiento. La mayor parte de los conocimientos la psicopatología han tomado de la práctica su punto de partida. Lo : es visto y hecho en Ja clinica psiquiátrica, en la actividad psicoteraitica, en el consultorio de los médicos, no aporta en verdad todo el terial de nuestro conocimiento del individuo anormal. Pero todos los locimientos esenciales encuentran aquí su concreción y su verificación, situaciones en que aparece una realidad, y los fines y objetivos que son tridos en su tratamiento, las tareas que se presentan, son condición para posibilidad dei conocimiento. Las concepciones generales de la época i los cuadros y también los prejuicios que impulsan el conocimiento en i determinada dirección, en otras lo restringen. Para toda ciencia es acterística su sociología, es decir, cómo está la realización de la invesación bajo las condiciones sociales y sus objetivos. Para la psicopatoloes así en medida elevada. El querer asegurar y querer ayudar llevan a práctica, en la que surge el conocimiento tan sólo. Instituciones, asilos, íicas, producen la ciencia y la bibliografía científica, sea inmediatamente r un objetivo único, sea mediatamente como subestructura intelectual de acción en sí firme. N o hay más que concurrir a un congreso de psiquias para advertir cómo están en el primer plano en la disposición vital tareas de Ja vocación y de la clase — absolutamente con razón— , aun indo las conferencias tienen contenido puramente científico, y cómo la >ión aislada de conocimiento es cosa de pocos individuos. 1. P s i q u i a t r í a de a s i l o y p s i q u i a t r í a de u n i v e r d a d . En siglos anteriores los enfermos mentales — sólo los graves, iosos, peligrosos— eran internados junto con delincuentes y vagabundos, punto de vista puramente médico y su objetivo de la curación posible la asistencia humana, se realizó, después de precursores aislados desde siglo x v m , tan sólo plenamente en el siglo x ix en Europa. El principio fó en un extremo, por el cual se hizo problemático- y exigió la deternación de sus límites: la generalización; absoluta del conocimiento médicontífico natural del hombre al conocimiento del hombre en total, llevo poco poco a la integración de todo ser humano en el dominio de semejante reciación; llevó a la ampliación permanente del círculo de los que hay e excusar a causa de la exclusión del libre albedrío. Prácticamente no do la terapia llegar a ser nunca procedimiento general; la disciplina y
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la seguridad fueron de, hecho ineludibles. Pero el principio de la concep ción. m£dica y de la humanización del trato de los locos ha llevado a la fundación, y con ello al desarrollo continuado y metódico, de la ciencia de la psiquiatría (1). Como psiquiatría de asilo nuestra ciencia se ha desarrollado en el siglo xix. Médicos de asilos fueron sus propulsores más distinguidos. Este he cho da a la mayoría de las personalidades psiquiátricas de los primeros dos tercios dei siglo un colorida común a, pesar de todas las diferen cias de concepción. En todos sus escritos se advierte un cierto huma nismo, que actúa a veces sentimentalmente, una acentuación de la tarea de socorro, curativa y, ocasionalmente, una cierta dignidad pastoral, pero también una robusta habilidad para resolver las dificultades del trata miento de los locos y 'de la. administración de los asilos. En esos psiquia tras, que condujeron una vida aislada con sus enfermos lejos del trato con el resto de los hombres, existe un cierto nivel general de cultura inte lectual sin verdadera profundidad. Ideas y conceptos de los filósofos y de los psicólogos hallan acceso grato, para ser transformados por lo general en forma obscura en la psiquiatría. El resultado son puntos de vista que permanecen obscuros, pero grandiosos y experiencias no ordenadas, pero grandes. Esta psiquiatría de asilo ha alcanzado su fin con la escuela de Illenau (Schüle, Krafft-Ebing). Desde entonces no hay ninguna dirección científica particular en las publicaciones de los asilos, quizás todavía en algunas sólo en el círculo estrecho de personalidades conocidas. En el curso del siglo x ix fué hecho el trabajo científico en la psiquiatría cre cientemente por los psiquiatras en las universidades y sus clínicas. Con ello adquirió la ciencia un nuevo colorido. Fué estimulada preferentemente por hombres que no compartían de la mañana a la noche ya la vida con sus enfermos, cayó en los laboratorios, sea para anatomía cerebral, sea para psicopatología experimental, se volvió despiadada, mínima, imperso nal, inculta, se perdió en infinitos detalles, medidas, recuentos, confirma ciones anatómicas, perdió lo plástico y lo configurado. Pero en cambio, estaban sus ventajas; se convirtió en una, ciencia más pura, se abrió camino en algunas esferas para un. desenvolvimiento, continuado y se ensanchó el dominio de investigación extraordinariamente. Si la psiquia tría hace cien años se dirigía esencialmente sólo a los idiotas, dementes graves y alienados, se ha extendido el dominio d,e la vida psíquica que ella explora en tal medida que actualmente incluso las variaciones individuales de los caracteres humanos los cuenta en sus tareas de inves(1) B o n h o e f f e r , K . : “ D?e G eschichte jhundert” . Z . N e u r 166, 37 (1ÎH0).
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Jah r-
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igación. La psiquiatría ha penetrado de los asilos cerrados en los con nitorios médicos y está en camino d e cooperar con trabaje» valiosos seluso en los problemas sociológicos. Correspondiendo a esta expansión c la esfera de investigación han aumentado las relaciones con otras cienías. Mientras qu¡e la psicopatologia se limitaba antes predominantemente , los exámenes puramente médicos, se interesaba por el cerebro y por los anglios abdominales y se entregaba a una especulación infructuosa bajo afluencia filosóficometafisica, se han adecentado en la época moderna is relaciones con las investigaciones psicológicas. Al comienzo era casi »la la psicología experimental la que se tenía en cuenta. Desde el coúenzo diel _ siglo x x comienzan los experimentos; no sólo se limitó , a >tos la psicología, sino que le hicieron adquirir una influencia multilaa a l en nuestra ciencia. Las relaciones sociológicas comenzaron en las ívestigaciones criminalistas a volverse más vivas y se extienden igualíente de modo creciente. Lo que, después de esas alteraciones revoíuciolarias de la ciencia psiquiátrica, será en el futuro la relación de la psiquiaria de las universidades con la psiquiatría de los asilos, no puede decirse, "ambién los asilos se han modificado extraordinariamente, los problemas e la administración y los problemas técnicos se imponen. Pero la psiquiaía de los asilos está llamada en todo caso, según sus medios y su mateial, a un trabajo científico que no necesita ceder en importancia a su asado glorioso; ella sola puede formar las personalidades psiquiátricas n la estrecha convivencia regular con los enfermos a través de largos eríodos, personalidades que en base a su rica visión proporcionan biorafías finamente observadas de enfermos, desarrollan una empatia que enetra cada vez más hondamente en las relaciones psíquicas de los en;rmos ( 1). 2. P s i c o t e r a p i a . Tan sólo en el querer socorrer se v e lo que i real en la resistencia y en el éxito. El éxito es en verdad ambiguo, y »r eso no es como tal un claro fundamento del conocimiento. El sue0 del templo en la antigüedad, en Egipto, en China curaba, como el pasar 1 mano y otras prácticas mágicas eni todo el munido. Pero qué se cura, Smo ocurre, dónde falla el procedimiento; la respuesta a tales interroantes exige investigación metódica, que tan sólo se ha logrado con éxito tiradero en el siglo xrx. Desde entonces se'deben muchos conocimientos la práctica psicoterapèutica. (1) Se han hecho sentir voces en el sentido que los psiquiatras de asilo no pueden icer obra cientifica. V er oomo m anifestación característica la controversia de D o b rik de W eher : Psychiatr. W sekr., 12, 383, 393, 437, 465. A quí com o siem pre se -tra ta si isten allí personalidades que recurren p o r sí a la iniciativa del trab ajo científico. Entonces posible siem pre. Y en todo tiem po..sólo personalidades con iniciativa p ropia h an realizado SO científicam ente.
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En el siglo X I X todavía hubo un fenómenos grandioso e instructivo en el recuerdo retrospectivo de cómo se han desarrollado los conocimientos del hipnotismo desde la práctica con el rechazo por parte de la mayoría de los sabios. Con la falsa suposición de la existencia de un fluido que debía transmitirse como magnetismo animal, se desarrolló la doctrina Mesmer, doctrina errónea y de gran éxito curativo. U n discípulo de Mesmer, d e Puyséjur, llamó al estado de sueño provocado por los pases magnéti cos “sonambulismo” (1784) ; Faria descubrió que ya la fijación y la voz imperiosa producen ese sueño (1 8 1 9 ); Braid reconoció que el estado de sueño provocado es idéntico al sueño natural y dijo que no podía atri buirse a un fluido, sino a la fatiga de los sentidos (1841) ; Liébault fi- : nalmente enseñó que el sueño y la hipnosis son de esencia idéntica, y que la hipnosis no es provocada por el flùido magnético, ni por fatiga de los sentidos, sino por sugestión. Charcot concibió los estados hipnóticos como histeria artificial; Liébault y¡ su escuela de Nancy como un meca nismo humano general. Popular (y al mismo tiempo despreciado por la ciencia académica como charlatanería) se hizo el hipnotismo en el 80, cuando el hipnotizador danés Hansen apareció públicamente. A través de Forel, entre otros, adquirió definitivamente un aspecto científico. Los hallazgos de hechos por él puestos de relieve han sido desde entonces re conocidos y enriquecidos (*), La psicoterapia es hoy una fuente de ideas. El rasgo que le correspon de desde la antigüedad, el de buscar en el auténtico querer ayudar en verdad al conocimiento científico, pero el de estar constantemente amena zada en ello por la seducción de charlatanería y dtel curanderismo y el ¡profetismo crédulo, le ha sido propio hasta hoy. Hasta hoy enseña tam bién en los hechos sin sospechar en relación con el alma la actitud médica que considera más la terapia somática (a) . b) D e Esquirol a Kraepelin (el siglo X I X ). La psiquiatría del siglo X IX , que llega hasta dentro del siglo X X , la “vieja psiquiatría”, nos parece hoy como un todo, históricamente clausurado. H a echado los ci mientos en que está la psicopatologia hasta ahora. Pero en total no es ya la nuestra; ciertas cosas naturales comunes a todas las tendencias de en tonces, no nos valen ya. En concepción total importante y en abundancia de descubrimientos empíricos, no tenemos sin embargo nada equivalente que ponerle al lado hasta hoy. (1) Los datos históricos m ayorm ente según T rómner, E .: H ypnotism us und SuggesUon, Leipzig. 1919. _ (2) E n 1926 sesionó por prim era vez el Congreso m édico general p a ra la psicoterapia. Los inform es d el congreso se publicaron e n Leipzig (H irze l).
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1. E s q u i r o l . A] comienzo del desarrollo continuado de la ciencia psiquiátrica está la personalidad sobresaliente de Esquirol (1), cuyos puntos de vista y cuyas observaciones dominaron por mucho tiempo la psiquiatría. En primera línea un expositor distinguido, un fino observa dor, un hombre que vivía con los enfermos, ha echado el cimiento para la estadística usual (edad,, sexo, dependencia de la estación del año, esta dística de la mortalidad, etc.), ha descubierto además tina serie de regula ridades que desde entonces no se han vuelto a rechazar más: el desarrollo en remisiones e intermisiones, la importancia del peso del cuerpo (reduc ción del peso en psicosis agudas, aumento en La- duración, mal pronóstico en el aumento de peso sin curación simultánea de la enfermedad m ental). Esquirol fue director del gran manicomio de Charenton, cerca de París. El resumen del -desarrollo ulterior no lo exponemos cronológicamente, sino a través de exposiciones de algunas tendencias contrapuestas que se entrecruzan. 2. D e s c r i p t o r e s y a n a l i s t a s . A través de la historia de la psiquiatría se persigue la gran oposición de dos tendencias. U na tiene su fuerza en la descripción, la otra en el análisis. Los que hacen descrip ción: Esquirol, Griesinger (2), Kraepelin, se agrupan desde este punto de vista; lo mismo que los analistas importantes: Spielman (3), Neumann (4), Wernicke ( 5). Naturalmente no hay una oposición absoluta de los investigadores: Wernicke ha proporcionado también descripciones brillantes, Kraepelin ha dado análisis. Pero persiste la oposición de las tendencias. El descriptor trata de transmitir al lector un cuadro vivo, in tuitivo, con los medios del lenguaje común sin elaboración conceptual. En su especie hay algo de artístico. Trabaja con concepciones que una vez le resultan, pero que no pueden ser perseguidas de una manera metódica. Así vió Hecker con Kahlbaum la hebefrenia; así trazó Kraepelin un cua dro del carácter histérico; Bleuler de la esquizofrenia. El analista no es boza cuadros. Supone que se tiene la visión directa. Pero no quiere esa visión general que se descompone en transiciones hacia todas partes, sino que quiere conceptos firmes de los fenómenos psíquicos anormales, quiere descomponer el cuadro, posibilitar así una característica segura del caso individual y un reconocimiento seguro y una identificación. Piensa más (1 )
E s q u iro l:
(2 )
G r ie s in g e r :
D es m aladies m en ta les (e n a le m á n p or Bernhard, Berlín, 1938). Die P athologie u n d T h e ra p ie der psychischen K rankheiten,
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Braunschweig, 1876. {'i) (4 )
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Grundriss
der Psychiatrie,
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Leipzig,
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Psychiatrie,
1906. Krankenvorstellungen.
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de lo que observa, y toda contemplación se traduce inmediatamente en él en trabajo de pensamiento. M ata el proceso psíquico vivo para poseer sus conceptos como piedras talladas. Para ello todo lo adquirido le sirve de base, en la que puede seguir construyendo metódica y sistemáticamente. Depende él también de concepciones, pero éstas se forman en él en cone xiones sistemáticas, mientras que el narrador, cuando ha expuesto la vida psíquica tal como la vio, ha creado un cuadro plástico, pero no una base para seguir Construyendo. Por eso el narrador llega pronto a la parali zación, mientras el analista mantiene siempre sus tareas sistemáticas, plan tea siempre nuevos interrogantes. Para todo el mundo son las descripciones comprensibles y fáciles de captar, mientras que los analistas exigen para su comprensión un trabajo previo, pero más todavía para el que quiere cooperar por sí mismo allí. Por eso' el amplio éxito de los narradores, el fracaso de los analistas. En la historia de la psiquiatría ha aparecido siempre la necesidad de- conceptos claros. El que buscó conceptos claros, que sólo hacen posible un fecundo progreso, para los fines de su análisis metódico hizo en todos los tiempos psicología y filosofía. La incompren sión chata concibió ésta en el deseo de una terminología común, firme : como si ésta fuese comprensible y simple, cuando sólo estuviese ante la contemplación y el pensamiento claramente lo que debe ser nombrado. Entre los narradores hay muchos de los psiquiatras de asilos: Damerow, Jessen (padre e h ijo), Zeller, etc. í 1). El más brillante y más exitoso fue el clínico Griesingcr. En exposición hábil se desliza fácilmente sobre los verdaderos problemas. Des cribe con preferencia y presenta ideas breves solamente, fáciles de captar. Da vistas de conjunto concretas, ningún análisis claro y preciso. Las palabras son para él el material que construye y anima la contemplación, no les asocia ningún concepto fijo. Los representantes más importantes de la escuela de Illenau son Schüle ( 2) y KrafftEbing (3) (que permanece en el tipo de esa psiquiatría de asilo, aunque fué profesor universitario). Schüle escribe con un cierto pathos, el pathos de la cultura y el patitos de la personalidad curativa del médico. Su lenguaje rico en imágenes está sembrado de observaciones filosóficas. Le gustan los extranjerismos escogidos y traduce sus opi niones con gusto en símbolos conceptuales complicados. Sobre la base de una expe riencia extraordinaria en el trato público con los enfermos, adquirida en las rela ciones cotidianas con los mismos, da descripciones de cuadros mórbidos sintomatológicos, cuyos detalles se complace en ahondar; no sólo establece tipos, sino una multitud de matices, variaciones, transiciones. Kraffí-Ebing es más escueto y más hábil. Tiene las mismas concepciones fundamentales que Schüle.
3. S o m á t i c o s y p s í q u i c o s . Otro contraste recorre en figu ra variable la historia entera de la psiquiatría. Por una parte, había una manera de consideración puramente médica, del todo dirigida a lo cor(Î )
(2) (3)
De todos hay artículos en los volúmenes anteriores de Allg. Z . Psychiatr. Se h O l f . : H andbuch der Geisteskrankheiten, 2* ed., Leipzig, 1880; 3? ed., 18A6> K rafft -E bing : Lehrbuch der Psychiatrie, S tu ttg art, 1879; 7« ed., 1903.
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poral, por otra una actitud predominantemente psicológica. Ambas ten dencias estaban hace cíen años todavía llenas de construcciones dogmá ticas. El punto de vista médico construyó mitologías sobre la dependen cia de los fenómenos psíquicos de procesos corporales imaginarios; el punto de vista psicológico estaba recargado con una manera de considera ción filosófica, moralizante. Ambas tendencias se han purificado en su desarrollo creciente de sus accesorios constructivos y filosóficos y lo mis mo que la descripción y el análisis están hoy contiguas, con iguales derechos, las actitudes corporales y psicológicas. Heinroth ( x) está enteradamente encadenado por lazos fiíosóficometafísicos y teológicos, mediante sus teorías de las perturbaciones mentales como consecuencia de "pecados”. Ideler (2), “comprendió” demasiadas cosas psicológicamente en la demen cia, muy a menudo de manera trivial; interpretó la mayor patte de los desórdenes mentales como “pasiones exuberantes”, a las que opuso un pequeño número de desórdenes debidos a fenómenos corporales. Spielmann intenta un análisis psicológico de las anomalías psíquicas en base a la psicología herbartiana. En él los elementes constructivos retroceden ya algo. U n psicólogo sutil y crítico fué finalmente Hagen ( 3), que se ocupó de problemas particulares con tanto éxito que algunos de sus ensayos han quedado como básicos. La manera de consideración somática, que por ejemplo quería explicar la me lancolía en función de desórdenes de ganglios abdominales, la pasamos por alto. El primer psiquiatra que hizo con espíritu crítico y con significación deí cuerpo el objeto principal de su interés, fué Jaeobi ( 4). Para su punto de vista, que considera el proceso cerebral perceptible — proceso que en todos los casos es presumido— como lo “esencial’' de las enfermedades mentales, todos los procesos, psíquicos, todas las formas de locura, todos los tipos de personalidad, etc. son simplemente “síntomas” ; para este punto de vista no hay ningún estado mórbido independiente de la locura. Sólo hay enfermedades del cerebro, y de las enfermedades mentales tenemos propia mente conocimiento en tanto que son reconocidas como síntomas de enfermedades cerebrales. Como .Tacobi sabía muy poco del cerebro, dirigió su observación prefe rentemente a todas las otras funciones del cuerpo, a las que atribuyó una significación extraordinaria, excesiva, para la locura. El punto de vista somático fué sostenido intensamente después por Mcynert í 5“) . Este investigador enriqueció nuestros cono cimientos reales de la estructura del cerebro, pero creó además una construcción fantástica de la relación de los síntomas psicológicos con las destrucciones de las fibras, repleción de los vasos cerebrales, etc. l£n el mismo sentido se mueven las teorías constructivas, de Wernicke, con las que este investigador recargó sus exce lentes análisis psicológicos. En nuestros días se ha vuelto más o menos claro que la investigación del cerebro marcha por su propia vía puramente empírica, en la que se rechazan todas las construcciones de esa clase. El problema de la relación de las (1) H e i n r o t h : Lehrbuch der Störungen des Seelenlebens, Leipzig, 1818. DU Psychologie als Selbtserkenntnislehre, Leipzig, 1827. (2) I d e l e r : Grundriss der Seelenheilkutide, Berlin, 1835. (3) H a c e n :Studien auf dem Gebiete der ärztlichen Seelenkunde, Erlangen, 1870. Articulos en Allg. Z . Psyckiatr., por ejemplo 25, 3. (4) J a c o b i :Betrachtungen über die Pathologie und Therapie der mit Irresein verbundenen Krankheiten, Elberfeld, 1830. Die Hauptformen der Seelenstörungen, Leipzig, 1884. (5) M eyneät: Psychiatrie, Viena, 1884. Klinische Vorlesungen über Psychiatrie, Viena, 1890.
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alteraciones cerebrales conocidas con alteraciones psíquicas conocidas (la teoría de la localización), es examinada ahora de modo puramente empírico en los pocos dominios donde puede ser planteado con algún derecho, pero de ningún modo es hecho ya el fundamento de la psicopatologia científica.
4. W e r n i c k e y K r a e p e l i n . Hace un medio siglo han encon trado una exposición conciliadora, recapituladora en Emminghaus (l ) las diversas tendencias psiquiátricas, la cantidad de hechos y concepciones hallados hasta allí. Su Psicopatologia general es siempre la mejor obra de consulta todavía, cuando se quiere orientar uno sobre la bibliografía anterior. Con las exposiciones de conjunto de Emminghaus, Schüle y Kraft-Ebing habría podido parecer como si la psicopatologia llegase a una cierta conclusión. Causa Ja impresión como si sobre el terreno de estas exposiciones de conjunto la psiquiatría científica haya entrado en un cierto achatamiento en algunos círculos. Las categorías obtenidas eran cómodas; todo lo que se observó se podía sumar. El nuevo movimiento intelectual partió, por un lado, de Wernicke, por otro de Kraepelin. Cuando aparecieron, hallaron al mundo psi quiátrico heredado enteramente cerrado contra ellos. Tales movimientos nuevos aparecen á los representantes de los viejos puntos de vista, primero como alteraciones puramente formales del saber ya existente con el agre gado de afirmaciones insostenibles. Suelen decir: lo que es nuevo en eso, no es exacto, lo que es exacto no es nuevo. El rendimiento productivo que consiste en concebir lo conocido más honda y más coherentemente desde nuevos puntos de vista, es para ellos como mera reagrupación de lo ya conocido. Pero el desarrollo ulterior tiene la relación opuesta. Lo antiguo es transmitido además sólo en la forma en que fué admitido por Wernicke y Kraepelin. Ambos se han impuesto. El texto de Kraepelin se ha vuelto el más leído de todos los libros psiquiátricos. Sus concep ciones han llevado a un terreno común, por primera vez, el pensamiento psiquiátrico. La actividad de Wernicke fué terminada prematuramente por desgracia, por un accidente; este espíritu superior habría podido llevar a un nivel más alto toda la discusión psiquiátrica. Así Kraepelin pudo au mentar su efecto sin adversarios, con.- una corrección adecuada de año en año, y extenderlo a casi todos ios dominios de la psiquiatría, W ernicke fué el creador de una de las obras quizás más importantes de la psiquiatría en rango intelectual, brillantemente elaborada. Su estruc tura fundamental la tomó, es verdad, de la psicología de la asociación, y (1)
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m m in g h a u s
: Allgemeine Psychopathologie, Leipzig, 1878.
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de la doctrina de las afasias enriquecida por él mediante descubrimientos y presentada como una nueva teoría de conjunto. Pero ha enriquecido la psicopatología por una visión originariamente concreta y analítica mediante muchos conceptos que hoy se han vuelto corrientes^ como capacidad de fijación, perplejidad, el delirio de explicación, las ideas sobre va lo radas, etc. por complejos sintomáticos claramente estructurados, como la presbiofrenia entre otros. Lo que dice es casi siempre original y estimulante, preciso y suscitador, Kraepelin ha sostenido la idea de la unidad nosológica fundada en Kahlbaum con energía extraordinaria y la llevó por un tiempo a la validez reconocida. U na de las tendencias de investigación más fecundas en el examen de las biografías enteras de individuos psíquicamente enfermos, fué fundada por él. Su mérito fué el haber introducido, gracias a los tra bajos de Wundt, la psicología experimental en la psicopatología, especial mente el haber fundado la psicología de los fármacos y la investigación y descomposición de la “curva de trabajo”. Pero la concepción fundamental de Kraepelin fué somática, que él, como la mayor parte de los médicos, con sideraba la única admisible en medicina, que no sólo tiene la primacía, sino que es absoluta. Las discusiones psicológicas en parte distinguidas, de su texto, le resultaron por decirlo así contra su voluntad: las consideraba como ripio provisorio hasta que el experimento, el microscopio y el tubo de ensayo, lo hayan hecho todo objetivamente examinable. 5. F i g u r a s i n d i v i d u a l e s i n d e p e n d i e n t e s . El esplen dor de las concepciones totales psiquiátricas históricamente eficaces, ligadas a una posición pública importante y a una actividad de largos años de sus creadores, está enteramente ligada a una confusión sensible en alguna parte. Como correctivo en el desarrollo científico estuvieron personalidades eminentes, outsider>que dijeron por propia cuenta, en crítica libre, lo que era y qué hicieron por su parte descubrimientos de gran significación a veces, fin ese sentido la historia de la psiquiatría, en donde falta en general una personalidad genial, las personalidades importantes son raras, tiene que pensar en un hombre que estuvo fuera de las líneas oficiales de desarrollo: P. J. M öbius. U n auténtico sabio con vastos puntos de vista, un observa dor con una declarada actitud psicológica, vió una serie de tipos mórbidos (por ejemplo, la akinesia algera), ha hecho prosperar la teoría de la de generación, creó la patografía. Sin embargo, era ante todo un - crítico honrado y eficaz. Combatió la mitología del cerebro y contra la pseudoexactitud, tuvo una inclinación dominante por lo concreto y un sentido de io que es importante y de lo que no lo es. Intelectualmente a veces era mezquino en razón del sentimiento de seguridad del médico realista que
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toma sus juicios de valor, de especie subjetiva, limitada también, por científiconaturalmente objetivos. Eso es sensible, por ejemplo, en su patografía de Nietzsche. 6. P s i q u i a t r í a a l e m a n a y f r á n c e s a . Hemos hablado de la psiquiatría alemana. De la extranjera entra en consideración junto a ella esencialmente la francesa. La diferencia de la psiquiatría alemana y la francesa, la entendemos quizás mejor, cuando volvemos a recurrir a la oposición entre los narradores y los analistas. El narrador tiene que tener más intuición concreta, más formación artística, los analistas más intelecto penetrante, más autorreflexión crítica. Con estas condiciones psicológicas preliminares para las dos clases de tendencias de la investigación, coincide que en la descripción los franceses han hecho lo más sutil, en el análisis los alemanes lo más profundo. Como la psiquiatría descriptiva también ha predominado en Alemania en las grandes masas, sin embargo, se produce la gran significación histórica de la psiquiatría francesa, a la que la ale mana tiene que agradecer mucho. Esquirol echó el cimiento de la psi quiatría descriptiva de manera ejemplar. D e él dependen directa o indi rectamente Jas descripciones de los psiquiatras desde Griesinger hasta Krafft-Ebing e incluso Kraepelin. Morel y Magnan ( L) concibieron menos aguda que intuitivamente en lo conceptual la importancia de la herencia y de la degeneración, vieron los tipos de perturbaciones mentales degene rativas y. encontraron así la diferencia fundamental de las psicosis endó genas y exógenas. La moderna psiquiatría francesa echó el amplio fondo para la psicopatología de las neurosis, (histeria, psicastenia, neurastenia). Su más brillante promotor es Janet (2) . Todos los grandes trabajos franceses han ejercido su influencia en Ale mania. Pero ese efecto fué también siempre estimulante del trabajo propio. El descubrimiento originario de los nuevos puntos de vista debe atribuirse a los franceses, pero la menor autocrítica que les es propia, y que les hace posible realizar más fácilmente amplios puntos de vista en creaciones literarias, dejó sus obras siempre inacabadas en sentido cientí fico. Los alemanes tomaron sus ideas, las purificaron de sus accesorios fantásticos, ahondaron los conceptos, hicieron investigaciones que dieron contribuciones por vías objetivas. Pero a pesar de todo permanecieron deudores de los franceses, a quienes hubo que agradecer las grandes trans formaciones. (1) siguientes.
M agnav:
Psychiatrische
Vorlesungen,
en
alemân
(2) J a n e t: L ’automatisme psychologique. ■ Névrosos et hystériques. Les obsessions et la psychiastkénU.
por
Möbius,
idées fixes.
Leipzig, L'état
1891
y
mental des
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Por el esmero conceptual, por la investigación minuciosa paciente, la »nsecuencia sin fantasía y el vuelo en las ideas, los alemanes han hechc parte. La agudeza analítica de Spielmann, Neumann, Wemicke, la conpción de la idea de Kahlbaum de la unidad nosológica no tiene en Frana ni su fuente ni tampoco su equivalente. c) Psiquítría moderna. Lo actual no se puede resumir históricaente de un vistazo. Pero se puede percibir la profundidad de la creación l.c ha resultado en los últimos decenios. En la frontera entre las épocas están algunos hombres importantes, qut •n representantes de la tradición y que sin embargo al mismo tiempo Sf uestran específicaménte modernos por la sencillez y la apertura pari das las posibilidades. Su alta cultura y su crítica de confianza actúan m o una conciencia permanente de la época; promueven la ciencia, la nculación á la experimentación, pero alientan al pensamiento y al examer 'ópios, hacen avanzar a sus alumnos por caminos independientes. Su es* pticismo reflexivo Ies prohíbe la violencia, pero también el entusiasmo de i movimiento que crea el todo nuevamente. Tienen quizás como último la figura personal declarada, pero no tienen como tales ningún suceso, n lugar de mis propios maestros —Nissl y Willmanns— nombro a dos imbres que están personalmente lejos de mi: Bonhoffer ha creado visión segura, con proximidad empírica a lo peleño y sentido de los rasgos esenciales fundamentales, numerosos conomientos nuevos, muchos de sus trabajos tendrán validez para siempre >sicosís del alcohol, psicosis sintomáticas, aclaración de lo psicógeno, etc.) > característico que nunca, como casi todos los psiquiatras anteriores de iportancia, ha expuesto el dominio total; por sus trabajos pasa un aliento i modestia ante los enormes enigmas. G aupp, discípulo al mismo tiempo de W em icke y de Kraepelin, desde mprano abierto a toda tendencia de investigación, no puede ser conocido >r sus libros solamente, sino tan sólo por sus numerosos ensayos y críticas, on eso ha acompañado casi medio siglo la marcha de la psiquiatría y, gún me parece, ha tenido una influencia mucho mayor de la que es rectamente visible. Su claridad en el estilo cuidado, su crítica positiva, le destaca en todas partes lo que es sostenible, fueron benéficos. Lo que :nsó, fué eficaz en parte en sus discípulos. Lo que ocurrió científicamente en los últimos cuarenta años no se íede reducir a un ordenamiento unitario. En 1900 comenzó a sentirse efecto del psicoanálisis de Freud. Las observaciones y tendencias sosteWes para volverse a lo inconsciente y subconsciente, encontraron en
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Bleuler un defensor y promotor, que con una penetración y purificación críticas salvó la continuación consistente de la doctrina freudiana en la conciencia total de la psiquiatría científica. Los grandes movimientos biológicos de investigación (doctrina de la herencia, endocrinología) han ensanchado el horizonte y han conquistado un campo considerable de nuevos hechos. Desde el Körperbau u n d C harakter (1921) de Kretschmer ha tenido efecto un nuevo enfoque en la aprehensión del hombre, en la constitución. Pero todos esos hechos individuales, por importante que sea su conte nido, no caracterizan suficientemente la época de la moderna psiquiatría. Se encuentra mucho nuevo, pero en una dispersión extraordinaria de los intereses, en desmenuzamiento cada vez más amplio en aspectos que tienen poco interés recíproco. Los descubrimientos más importantes son hechos en el concepto somático y patológicocerebral. Contra el espíritu antipsico lógico que surge siempre aquí nuevamente, se dirige una reacción enérgica y que por su parte apunta más allá de su blanco en los esfuerzos psicológicometafísicos. N o hay generalizaciones absolutas de sistemas instructivos amplios, sino aquí y allá generalizaciones absolutas de puntos de vista y de contenidos de conocimiento adquirido desde ellos. Desaparecen las personalidades investigadoras notables, que dan a la ciencia el sello a través de su escuela El enorme aumento de la literatura en revistas y libros con innumerables nombres de autores, el movimiento gigantesco sin figura de un todo se vuelve cada vez más difícilmente abarcable. Necesita una crítica adiestrada, en la función total de la psiquiatría pasada, para descubrir en el diluvio de los escritos sin cultura las cosas de cualidad. La falta de una visión de conjunto dominante, que se expresaría váli damente en los libros de texto, es visible en la contestabilidad de las nuevas ediciones del texto de Kraepelin, especialmente de la Allgem einen Psy chiatrie por Joh. Lange (1927). A pesar de la mejor voluntad y de cono cimientos abarcativos se mostró imposible encuadrar en los viejos cuadros los nuevos movimientos de la psicopatología, Lo nuevo de la situación es la simplicidad y amplitud hoy posibles. Se desea dejar de lado toda teoría, todo punto de vista puede experimentarse infinitamente distinto. Se rebela contra el pasado, contra las naturalidades transmitidas, se es audaz y sin restricciones en los ensayos, hasta las tera pias sorprendentes, nuevas y eficaces, de la parálisis general y de la esqui zofrenia. El defecto de la situación por ausencia de visión total es sólo el signo negativo de esto positivo. El problema fundamental es si surgirá una nueva visión dogmática de conjunto o qué debe aparecer en su lugar.
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i propia iniciativa quiso desde 1913 ofrecer un aporte por el ordenaento metodológico. d) Impulsos y formas del progreso del conocimiento. La psicotología se mueve tan poco como cualquier otra ciencia en un progreso jular. Las opiniones claras no se abren camino de ningún modo sin icultad. Por ejemplo Kant (en su Antropología) ha reconocido como posible la explicación psicológica de las psicosis —uno se ha “vuelto :o por amor”— : se comete el error de presentar lo que se ha adquirido ir herencia como si el desdichado mismo tuviese la culpa de ello. D e i extravíos de los psíquicos posteriores no hay que hablar siquiera, incluso ; discusiones de Esquirol sobre la etiología psíquica son en parte retroceso.
El progreso del conocimiento es saltigrado : repentinamente son visiJs nuevos dominios de investigación y en relativamente corto tiempo es aquistado hasta un límite en que luego al comienzo no se va más allá. í cambian las situaciones espirituales en las que parecen estar en la capor deciílo así, para los participantes, los nuevos conocimientos y sólo requiere echar mano, con otros, en los que impera una resignación y sólo repite lo conocido. 1. I m p u l s o s y o b j e t i v o s . La voluntad de lo nuevo en sí, de originalidad es mayormente infecunda. Lo nuevo es obsequiado y apa;e repentinamente para el que trabaja tenazmente, mientras estudia con ra espontaneidad lo que se le presenta y “piensa constantmente en ello”. Lo primero es siempre la apropiación de la tradición. Nadie comienza sde delante. Se practica en confirmación reiteradora de lo ya conocido jn ello aparece a 1a. .generación que va creciendo después involuntaria;nte lo nuevo, tan sólo ahora posible. En todo tiempo, tuvo que ocurrir la proporción entera, esa apropiación de la tradición, en tanto que se elve a reconocer su contenido en el material patológico presente: de ese >do se produce el ahondamiento y ensanchamiento de la tradición, como despertar de la visión propia. La discusión con los investigadores ante res, como si fuesen un presente único, lleva en todo tiempo el conocíento en el todo tan sólo a su altura ahora posible. D e la crítica nace un impulso ulterior, es decir a querer estar como en ;a en todas las posibilidades y hechos, los transmitidos y los presentes, busca el contacto con todo saber en su característica y se trata de com*nder el conocer d^l propio oficio en el conjunto de todo conocer. En 5 se aplican dos finalidades:
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Se quiere tener conscientemente presente el conjunto eventual de la psicqpatología en los rasgos fundamentales, es decir se quiere la cultura científica en esta vocación, no sólo una suma de conocimientos. Se trata de realizar conscientemente la actitud filosófica fundamental, que en el conocer es fondo y vehículo. Para ello hace falta entre otras cosas el conocimiento de los métodos, la distinción del sentido de los problemas, el saber en tom o a la dependencia del conocer de la práctica y de la p ráo tica de motivos extracientíficos. 2. E l o r i g e n det l o s m o v i m i e n t o s c i e n t í f i c o s . Las concepciones básicas que han puesto a la ciencia en nuevo movimiento, no suelen, ser al comienzo de ningún m odo claras. Hay una interpenetración d^ métodos y de temas, cuya absorción es quizás la condición de su fuerza. D e ese m odo es posible una relación múltiple de la concepción con los hechos hasta aquí. La totalidad de ia pretensión en relación con la obscu ridad lógica y metodológica obraron como un hechizo, así la unidad pato lógica de Kraepelin, la doctrina de la esquizofrenia de Bleuler, el psico análisis, la teoría de la constitución de Kretschmer. Es característico por sí y para la esencia de nuestro ensayo de aclaración que todas esas teorías aparecen en varios pasajes de este libro, que su totalidad tuvo que ser des garrada en los miembros lógicos. Todo creador suele ser absoluto. Sin embargo, el creador experimen ta entonces el entusiasmo, la fecundidad y no la ruina. Tan sólo los suceso res malogran el entusiasmo fecundo, se vuelven vacíos y fanáticos, tienen interés por la posesión y el ergoteo como tales, en el poder por un conoci m iento fácilmente adquirible. Otro tipo de investigador es el que se mantiene racionalmente, que deja libre el espacio. Pequeño en fuerza creadora en el descubrir de conoci mientos radicalmente nuevos y en el crear un movimiento intelectual domi nante, es capaz de formar una atmósfera en que puede prosperar lo crea dor. Su unión de lo positivo, su crítica sin preconceptos, su evitamiento de todas las generalizaciones absolutas da valor. Es estricto en relación con la veracidad y 'la humanidad; el nivel es como una medida. Un ideal raro es un investigador creador, cuya energía de descubridor no para lice su crítica, sino que la aumente, porque su descubrimiento mismo es metódico y porque su saber lo hace modesto por el sentido de lo descubierto. Tal investigador fué Fr. Nissl. A él le agradezco no sólo el que yo pudiera ver cómo vive un auténtico investigador, cómo piensa, obra, sino que me dio la posibilidad de trabajo, aunque juzgaba con repulsión mis aspiraciones, que se interesaba por ellas, aunque las recha zaba apasionadamente, y que en parte se dejaba persuadir y no vacilaba en el recono cimiento donde se lograba. En su clínica he sabido que para todos los esfuerzos del conocimiento nada es más importante que el espíritu de una casa. Donde unos pocos
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[ubres se encuentran constantemente interesados en la discusión, nace realmente vimiento, cuando el jefe por elección o suerte encuentra los hombres, para el cual hman la medida el respeto natural, el tacto seguro, la honestidad, que de lo conrio se pierden tan fácilmente sea en la dirección violenta de una clínica, sea en discusión liberal, al pari.
3. C o r r i e n t e s c i e n t í f i c a s d e l a é p o c a . Asombra ver la comparación de los textos del último medio siglo qué enorme cambio las aprehensiones conjuntas y del lenguaje puede tener lugar en un mpo relativamente breve. Hay, en toda confusión d e los múltiples esyzos de todo tiempo, un lenguaje qué lo recorre todo. Esto es condiciodo en parte por concepciones científicas dominantes, en parte por el guaje general de la época y sus intereses (las maneras de la descripción dificultades vitales suenan en 1900 y en 1940 muy distintamente). Por ito, también en la psicopatología hay que distinguir lo que es conoci ente real, permanente en sentido científico (que tiene que\ser tanto zosamente exacto como esencial e importante), qué, en cambio> es sólo a. modalidad del lenguaje variable y de moda (en lo cual siempre la oración, de la jerga pasa como progreso del conocimiento, los neologismos no nuevo pensamiento), y qué es actitud básica en la aprehensión del nbre y del mundo (en la conciencia filosófica). U na parte de los esfue\científicos no surge de ningún modo del interés del conocimiento. encia en la ciencia de la época se ha convertido en medida, cuando se ^e para el éxito en la profesión médica, también la conservación por un bajo científico propio. Para satisfacer esa necesidad sociológica, pro ven justamente unos pocos honrados, trabajo científico, por decirlo así, no decoración. 4 . M e d i c i n a y f i l o s o f í a . Que en la ciencia tienen una in unda formativa siempre las nociones filosóficas (y teológicas) dorm ites, no puede ser puesto en duda. Muchos psiquiatras de la primera ad del siglo X IX tomaron la filosofía natural de Schelling con la doc¡a de la polaridad y de la analogía de los órganos y de lo psíquico; Spielnn se inspiró en Herbart;. posteriores se sometieron a la filosofía materiai y positivista. Hoy se ha dirigido la mirada en la medicina entera a esa tendencia. Leibbrand da una exposición histórica de la teología m éi ( 1). Schumacher (2) parte en sus investigaciones sobre la medicina igua de las siguientes posiciones: toda época de la medicina tiene su pia manera de pensar, esa manera de pensar es codeterminada siempre ín el contenido, la forma y la expresión por la tendencia filosófica (1) (2)
L e i b b h a N d , W e r n e r : D er S c h u m a c h e r , J . : A n tike
göttliche Stab dal Äskulap, Salzburg-Leipzig, 1939. M edizin, B erlin, 1940.
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dominante en ella, la comprensión de la medicina de una época es posible sólo cuándo es reconocida su penetración con el caudal mental filosófico. Por verídicas que sean esas posiciones para la aprehensión histórica, hay que acentuar frente a ellas de nuevo la peculiaridad de la ciencia en sí. La verdadera medida de la investigación científica tiene que ser, sin em bargo, el contenido objetivo válido y permanente. Hay que preguntar en qué medida las hipótesis filosóficas han conducido en todo tiempo a descu brimientos o los han impedido, además, qué tiempos y tendencias están caracterizados por la dependencia filosófica, por qué no tuvieron lugar en ellas ninguna clase de descubrimientos; finalmente, en qué medida el lenguaje práctico de una época, la discusión de lo no reconocido científica mente, el espacio de la convicción y del modo de obrar tienen un estilo completo y en qué medida fué determinado eso por las grandes filosofías o culminó en ellas. La ineludibilidad de una actitud filosófica fundamental para el conjunto de una ciencia no significa la necesidad de una paralización en una filosofía. Determinados conocimientos, una vez adquiridos, son independientes de toda filosofía, y el conocimiento científico es sólo lo que es válido para todos, general y obligatorio, independientemente de la filo sofía, de la convicción y de la concepción del mundo. Por eso importa si en la actitud filosófica fundamental sirve de fondo al querer saber la voluntad incondicionada y así impulsa a marchar por los caminos de la ciencia, o si por medio de una filosofía es puesto el saber bajo condiciones, por las cuales la marcha científica del descubrimiento es indefectiblemente detenida o destruida.
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INDICE DE AUTORES Abderhalden, 546. Ach, 186. Adler, 912, 924. Agustin, 859, 931. Albrecht, 784, 888. Alkan, Leopold, 282. Alcmeon, 553. Allers, 452. Alzheimer, 649. Amann, 538. Andrée, Richard, 391, 836. Anschütz, Georg, 83. Anton, 460. Aristoteles, 239, 265, 268, 856, 865. Arndt, 485, 705, 816. Artemidor, 434, Archaffenburg, 70, 143, 196, 257, 535, 603, 827. Azram, 467. Bachofen, 839. Baelz, 428. Baerwald, 211. Bahnsen, J., 499. Balzac, 367, Barth, Elfriede, 828. Bastian, 391. Baudelaire, l, 77, 152, 181, 38. Bauer, 585, 726. Baumbarten Franziska, 781. Bayer, W. von, 332 y sigts. Bayerthal, 566. Bayle, 407, 649, Beard, 519, 846. Beck, Ed., 824. — K., 200. Bergson, 105. Becker, 550, 936. Behn, Siegfried, 374. Behr, Albert, 342. Benary, 236. Benn, 783. Bergman, von, 270, 281, 284, 833. Bennger, 77, 97, 194, 252, 537, 538, 559, 573, 740, 766, 835. Bernds, M ., 834.
Bernheim, 441, 944. Bertschinger, 456. Berze, J., 574, 667, 686. Betzendahl, W., 808. Bichat, 553. Binder, H., 160, 376. Binet, 467. Bingcl, 534. Binswanger, Ludwig, 103, 169, 190, 247, 249, 280, 332, 336, 353, 434, 509 y sigts.; 623, 770. Birnbaum, 474, 508, 685. Bischoff, 574. Bjerre, Andreas, 285, 827. Bleuler, 83, 97, 257, 262, 265, 365, 384, 400, 455, 474, 619, 648, 651, 663, 670, 793, 798, 811, 951, 953, 960. Bloch, 277. — I., 376, 719. — Oskar, 551. Blüher, Hans, 835. Blum, F., 22. Bobertag, 261. Bolk, 755 y sigts. Bon, Gustave Le, 438, 540. Bonhoeffer, 155, 169, 180, 260, 449, 452, 539, 548, 549, 550, 680, 790, 819, 828, 943, 957, 966. Bonrvicini, 486. Bornstein 455. Boss, M., 462, 464, 943. Bostroem, 559, 782. Boumann, 108. Bourget, 31. Bovet, Th,, 833, Braid, 959. Brandenburg, 343. Bratz, 278. Braun, 538, 541. Bremer, F., 731. Breuer, 469, 619, 945. Brincr, 954. Brikmann, 782. Briquet, 280 y sigts. Broadmann, j., 679. Brown Sequard, 556.
Í NDICE
DE
ns, 783. vo, 499. hner, Lothar, 257. ler, Chalotte, 781, 782. ler, Karl, 17, 319, 780. ger, Max, 781. jer-Prinz, Hans, 240, 246, 331, 776, 30. e, 311. ike, 17, 70, 159, 206, 271, 329, 353, 56, 586, 651, 686, 703. khardt, Jakob, 390. neil, 649. dolle, de, 573. us, C. G., 312. rcot, 28, 357, y sigts. 468, 491, 655, 36, 959. iron, 802. iss, L. F., 312. rad, Klaus, 316, 603, 605, 644, 841 sigts. •ens, 585, 587. ner, 113, 331, 667, 695. iis, de, 566. ;ius, Fr., 314, 579, 601, 731, 855. i, Nicolás de, 856. qué, 759. Ed,. J. J., 77. lerow, 903, 961. nenberger, 574. vin, 184 y sigts. î, 950. »rück, 513. :artes, 264 y sigts. er, 22. a, 576. iel, 352. rick, 864. :r, 218, 248, 484, 952. oievski, 108, 267, 453, 629, 832, 893. 'fus, 280, 953. raen, 352. el, 705. itscher, 509. ois, Paul, 946. !iene, 305. dale, 574. el, 705. c, Johanna, 386. ;ro, 832. X, 740.
AUTORES Ebbinghaus, 17, 206, 261. Economo, C. von, 552. Ehrenwald, 105. Eicheberg, 277. Eliasberg, 259, 821, 843. Elsanhans, T h., 17. Emminghaus, 57, 58, 667, 783, 842, 963. Enebuche, 271. Engelken, 77, 140. Entress, 61, 573. Eppelbaum, 211. Erdmann, J. E., 780. Erlenmeyer, 323. Ernst, Paul, 827. Esquirol, 651, 959 y sirts. 965. Esser, 697. Estabrook, 574. Ewald, G., 546. Exner, Franz, 827. Eyrich, Max, 515.
Fahrenkamp, K., 541. Faria, 959. Fauser, 321, 546. Faust, J., 275, 321, 945. Feuchtwanger, 288, 843. Feuerbach, 457, 843. Ficher, 341. — Eugen, 581. — Fr., 77, 103, 105, 136, 152. — G. H., 139. Fischberg, 845. Flach, 788. Flourens, 554. Flournoy, Theodor, 327, 467. Forel, 77, 154, 722, 811, 942, 944, 959. Förster, 97, 143. Fort, G. von Le, 717. Fouillée, 811. Frank, 468, 945, Frankel, F., 77, 152, 218, 536, 538. Frankhauser, 574. Freeman, 943. Freud, 321, 400,402, 419, 420, y sigts., 434, 459, 468,619, 622, y sigts., 629, 633, 699, 801,842, 867, y sigts., 912, 916, 924, 945,966, 289, 330, 355. Freymuth, 330. Friedländer, 550. Friedmann, 145 y sigts., 159, 474, 721, 734, 788. Fricheisen-Köhler, 600.
Í N D I C E
D E
Fritsch, 555. Fröbes, S. J., 17. Fürbringer, 719. Galant, 341. Gail, 310, 554 y sigts. Galton, Fr., 574, 605. Ganser, 229, 454, 470. Gaspero, di, 730. Gaupp, Robert, 21, 275, 329, 344, 478, 492, 647, 694, 702, 777, 780, 787, 824, 966. Gebsattel, von, 105, 160, 332, 336, 376 y sigts., 458, 488, 493, 623, y sigts., 723, 912. Geiger, 133. Georgi, 270. Gehrmann, 343. Giese, F., 196, 821. Gjessing, R., 292, 547. Glaser, 331. Glaus, 702. Göring, M, H., 920. Goethe, 312, 385, 748, 776, 834. GÖtke, 462. Gogh, van, 347, 850. Goldscheider, 275, 323. Goldschmidt, R., 585, 723. Goldstein, K., 556. — y Gelb, 203, 236. Goltz, 560. Gorn, 270. Gottschaidt, 600. Gowers, 788. Graf, O ., 244, 600. Grafe, 237. Grass!, 508. Gregor, A., 116, 270, 828. Greving, H., 293. Grien, Hans Baidung, 834. Griese, F. R., 310. Griesinger, 528, 554, 896, 960, 965. Grimm, Jakob, 802, Grohmann, 510. Groos, 896, Grosz, 783. Gross, 400, 629. Grotjahn, 531, 817. Gruhle, H. W., 57, 58, 127, 137, 141, 154, 219, 278, 330, 353, 480, 614, 667, 676, 697, 744, 828, 896, 939, 949. Grunau, 844. Grünthal y Störring, 218, 241. Guttmann, 221, 685. Hacke, 844.
A U T O R E S
975
Hacker, 173. Hagen, F. W., 40, 55, 120, 827, 315, 904, 962. Hallervorden, 467. Hansen, 277, 282, 957. Hartmann, 694. Hauptmaiin, 240, 551, 721. Havelock, Ellis, 371, 719. Haymann, 291, 536. Head, 127, 225. Hecker, 327, 784, 837, 960. Hegel, 15, 312, 368, 400, 419. Heiberg, 955. Heidenhein, A., 830. Heibronner, 204, 208, 226, 240, 247, 251, 485, 682, 737, 936. Heim, Albert, 428. Heinroth, 732, 795, 962. Heise, 574. Heller, 788. Hellpach, 473, 526, 534, 824. Hellwig, Paul, 499. Henneberg, 229. Herschmann, 463. Hetzer, H., 800. Heugel, Dorothea, 945. Heyer, Gustav R., 277, 289, 346, 377, 392, 429, 945. Heymans, 712, 717. Hilker, 318. Hipocrates, 780. Hirsch, Aug., 834, 837. Hirsche, 730. Hirschfeld, 719. Hirschlaf, 944. His, 819, 846. Hitzig, 555. Hoche, 671, 675. Hochheimer, W., 236, 240. Höffding, 133. Hönigswald, 249. Hoepfner, 221. Hösslin, G. con, 824. Hoffmann, E. T ., 832. — W, 781. Hölderlin, 347,- 836. Homburger, A., 214, 280, 783. Hopfner, Th., 120, 718. Hoop, van der, 353. Horn, P., 553, 820, 821. Hughlings Jackson, 898. Huserl, 75. Ibsen, 386, 381, 399, 893, 911. Ideler, K. W., 151, 333, 732, 776, 833 858, 962.
F
976
ÍN DIC E
DE
Ilbcrg, 513, 619. Isserlin, 196, 341, 353, 619, 685, 818, 943. Jackson, Hughlings, 615. Jaensch, E. R., 89, 780. Jahn, D ., 293. Jakobi, 77, 682, 833, 962. Jakoby, H., 323, 328. James, 77. Janet, 77, 83, 139, 150, 207, 329, 466, 510, 613, 614, 734, 787, 825, 965. Jankus, 821. Jauregg, 549. Jerusalem, 841. Jeske, 816. Jespersen, Otto, 340. Jessen, 894, 961. Jessener, L., 342. Joachim, 817. Joel, 57, 152 538, 540. Joerger, 574. Jolly, 721. Jong, H. de, 272. Jonge, Kiewiet de, 613. Jores, Arthur, 542 y sigts., 716. Jossmamm, 821. Jung, C. G.,196, 261, 345,359 y sigts., 420, 432, 474, 504, 622, 699, 801, 809, 825, 831, 842, 879, 923 y sigts. —.Richard, 272. Junious, 705. Just, Günther, 573, 585, 600. Kafka, 546. Kaila, 240. Kahlbaum, 85, 98, 152, 215, 227, 327, 649 y sigts., 654, 695, 960, 966. Kahn, 836. Kalkof y Ranke, 574. Kandinsky, 75, 85,.-90, 96, 227, 463. Kant, 54, 255, 385, 450, 486, 523, 554, 642, 643, 650, 767, 859, 863, 931, 968. Kassner, Rudolf, 313. Klatsch, 270. Katz, D., 373. Kaufmann, 679, 944. Kehrer, 428, 475, 478, 524, 703, 721, 784, 785, 819, 944. Keller, Helen, 460. Kern, B., 224. Kielholz, 420. Kierkegaard, 368, 408, 419, 491 y sigts., 802, 857, 859, 878, 923, 931.
AUTORES
Kieser, 77, 95. Kihn, B., 565. Kirchoff, Th., 320, 817, 954. Kirschbaum, 683. Klages, L., 29, 298, 318, 319, 322, 372, 385, 389 y sigts., 402, 409, 499, 504, 505, 508, 856, 896. Kläsi, 321, 934, 943, 950. Klein, R., 114. Kleist, 214, 217, 239, 452, 556 y sigts., . 656, 671. Klien, 106, 204. Klieneberger, 936. Klinke, 77, 127. Kloos, Gerhard, 105, 107, 117, 145, 204, 350, 541, 600, 627, 788, 789, 830. Klose, 566. Knauer, 271. Knies, 352. Koch, J. L., 508. Köpper, 790, 935. Köster, 323. Kohnstamm, 276, 282, 449, 614. Kolle, Kurt, 510, 703, 743. — G., 542. Koller, 576. Kollibay-Uter, Hanna, 534, Korbsch, 536. Korsakof, 100, 449, 407, 520, 548, 579. 679. Kraepelin, 28, 40, 173, 196, 212, 218, 230, 243, 244, 305, 323, 512, 535, 640, 645, 649, 650, 651, 652 y sigts., 675 y sigts., 685, 695, 713, 719, 721, 734, 766, 777, 782, 818, 835, 954, 959, 963 y sigts., 969. Krafft-Ebing, von, 331, 376, 5 IQ, 512, 719, 721, 957, 961. Krambach, 546. Kranz, H., 606. Krapf, 702. Kraus, 726. Krauss, 827. — Fr., 434. Kreichgauer, 578. Kreiss, 428. Kretschmer, E., 57, 58, 66, 315, 316, 353, 383, 471, 474, 491, 504, 504 y siguientes, 508, 514, 524, 562, 615 y sigts., 640, 641, 645, 675, 714, 733, y sigts., 751 y sigts., 758, 771, 824 y sigts., 836, 944, 967, 969. Kreuzer, 510, 953.
ÍNDI CE
DE
Kronfeld, 143, 204, 353, 276, 692. Krueger, 330, 566, 578. Kühn, Alfred., 585. Kühnei, G., 310. Külpe, 17, 54, 133, 186, 198, 202, 247. Kümmel, W., 280. Kunkel, 402, 404, 734. Kunz, Hails, 332, 623, 880 y.sgts. Kutzinski, 935. La Bruyère, 368. Laehr, Heinrich, 824, 955. Landauer, 321. Lang, Theo, 724. Langbehn, 776, 808. Lange, Fritz, 319. — Johannes* 254, 573, 574, 598, 606, 683, 703, 725, 743, 767, 967. — Wilhelm, 830, Langelüddeke, A., 244, 322. La Rochefoucauld, 368. Lavater, 312. Lehmann,- Alfred, 839. Leibband, Werner, 970. Leibniz, 266. Lenz, 344, 585, 822. Leonhard, R., 676. Leschke, 27. Lessing, 676, 822. Leuba, James, H., 833. Leubuscher, 836. Levenstein, 711. Levy, 441. — E., 321. Levy-Gruhl, 841. Levy-Suhl, 935. Lewandowsky, 280. Lichtenberg, 312, 317. Liébault, 954. Liebmann, 226. Liepmann, 180, 197, 207, 215, 222, 247, 619, 647, 6?9, 680. Lipmann, O., 432, 556, 717. Lipps, Th., 142, 400, 441, 613. Lissauer, 202. Löwenfeld, 159, 719. Lombroso, 3-15. Lomer, 323, 685. Longard, 509. Lonrenz, V., 731. — K., 22. Lotze, R., i, 142, 605. Löyola, 831, 916. Lucas, Fr., 574. Lundborg, 575, 580. Luniatschek, 830.
AUTORES
977
Luther, 30, 578. Luxenburger, H ., 23, 573, 596» 597, 606, 609 y sigts., 750, 816, 822 y sigts., 893. MacDougall, 372. Maeder, A., 474, 467. Magnan, 582, 648. Maier, Hans W., 474. Mann, Thomas, 583. Mannheim, 111. Margulies, 686. Martius, 726. Marx, H., 283, 375, 431, 542, 716. Mathes, 730, Mathias, F., 945. Matusch, 784, Mauz, Fr., 604, 735, 741, 744, 954. Mayer y Mehringer, 230, Mayer, Ludwig, 330, 944. Mayer, W., 546. Mayer-Gross, 77 y sigts., 85, 152, 180, 350, 455, 481, 487, 538. Mayr, .von, 942. Meer low j 562. Meggendorfer, 705. Mehringer, 224. Meier, E., 540. Meinertz, J., 884. Mendel, 586, 587 y sigts. Menninger-Lerchenthal, 117. Menzel, K., 117 Mesfer, 959. Messer, A., 17. Mette, Alexander, 341. ^ Meyer, C. F., 770. — Max, 785. Meynert, 77, 648, 651, 662, 680, 962. Minkowska, Franziska, 604, 702. Minkowski, 105, 259, 702. Mita, 382. Mittenzwey, 619. Möbius, P. J., 42. 280, 310, 357, 517, 717, 725, 830, 964. Mönkemöller, 817, 834. Mohr, Fritz, 269, 276, 943. Moll, A., 376, 441, 719. Monakow, von, 22, 556. Montaigne, 280, 268. Moreau, J., 574. Moreau de Tours, 538. Morel, 582, 648, 965. Morgan, 588. Morgenthaler, W., 344, 834. Morton Prince, 467. Mosiman, 321.
978
ÍNDICE
DE
Moszwokicz, L., 723. Mtihry, A., 834. Müller, 202, 510. — Elias, 198. — G. E., 206. — Johanner, 85 y sigts. — Ludwig Robert, 551. — M., 942. — Otfried, 389. Münsterberg, H., 196, 374, 714. Mudgan, 786. Muralt, ivon, 206. Naecke, 4 5 8 . Naef, 6 8 2 . N ä g e l s b a c h , C. P . , 3 8 9 . Näser, Erwin, 5 4 1 . Nahlovsky, 1 3 3 . Nansen, 4 5 3 . Neisser, Clemens, 7 3 2 , 8 9 5 , 9 4 9 . Nerval, 4 8 8 . Neuburger, 9 5 5 . Neuda, 6 1 4 . Neumann, 4 4 8 , 4 5 4 , 9 6 0 , 9 6 6 . Newton, 9 3 4 . Nietzsche, 3 6 8 , 3 7 0 , 4 1 9 , 4 2 0 y si guientes, 4 9 3 , 7 7 7 , 8 3 9 , 8 5 9 , 8 6 5 , 8 7 8 , 8 9 4 , 9 0 6 , 9 1 6 y sigts., 9 4 1 . Nissl, 4 5 2 , 5 6 5 , 5 6 7 , 6 4 9 , 9 6 6 , 969-, Nitzsche, 4 5 2 ; 9 8 4 . Nonne, 8 2 0 . Nordenskiold, Erik, 5 2 2 . Novalis, 8 9 4 . Nyiro, 4 7 3 . Oberholzer, 456, 574. Oehklers, 11, 585. Oesterreich, J., 83, 150. — K., 839. — Tr. Konstantin, 837. Oetiker, 98. Offner, 98. Oppenheim, 269, 320, 820. Otto, J. H., 228, 844. Palisa, 788. Pallat, 318. Pappenheim, 783. Pascal, 368, 859. Pavlov, 277, 285 y siguientes. Pauncz, 343, 350, 376. Payer, 453. Paipers, 580. Pelz, 276. Peretti, 473.
AUTORES
Peters, 207, 599. Pette, H v 782. Pfahler, G., 711. Pfister 0 |9 , Pick, 99, 189, 229, 485, 487, 568, 783. Piderit, Th., 319. Pikier, Julious, 145. Pilcz 574. Pinel, 951. Pinner, 276, Pitalval, 827. Platskuda, 30, 217. Platón, 368, 3 91, 802, 864, 891, 924. Plessner, H., 318. Plötz, 273. Plotino, 391. Poe, E. A., 832. Pollak, 276. Pollisch, 607. Popp, 311. , Poppelreuter, W., 196. Popper, 455. Preuss, K. T., 841. Preyer, W., 332, 780. Prinzhorn, Hans, 344 y sigts., 393, 943. Pusch-Weber, 580. Puyséjur, 959. Quincey, Th. de, 77, 538. Radbruch, 827. Rad], Em.j 523. Raecke, 229, 454, 680, 787. Rahm, 282. Ranschburg, 204. Rauschke, 143. Redlich, 486, 552. Reybmair, A., 582. Reichardt, 291, 559, 566. Reinöhl, 575. Reiss, 579, 733, 804, 842. Repond, 942. Ribot, Th., 133, 206, 249, 574. Richer, Paul, 280, 836. Richter, A., 934. Rickert, 374. Ricklin, 208. Riebeling, 566. Riebeth, 474. Riese, 112. Rieger, 540. Riklin, 112.
ÍNDICE
DE
Ritter, R., 574. Ritterhaus, 432. Rodenvvald, E., 581. Rodenwaldt, 254. Römer, 211, 574, 694, 824 y siguientes, 844, 949. Roffenstein, G., 353. Roggenbau, 105. Rohde, Erwin, 389, 839. — Max, 824. Rohleder, H., 376, 719. Roscher, 352. Rösel, R., 831. Rosental, Stefan, 789. Rosenberg, 575. Ross, 453. Rothfeld, 218. Rüdin, Ernst, 452, 573, 591, 941. Rümke, 103, 137,- 139. Ruffin, H., 559. Runge, 721. Rychinskij 77. Saethre, 680. Samberger, 269. Samt, 786. Sandberg, 120 y sigts. Saudek, Rob, 322. Saukel, M., 430, 942. Saulle, Legrand du, 582. Schabelitz, H., 538. Scheid' K. F., 77, 235, 240, 294, 547 y siguientes, 623. Scheid, Werner, 206, 211. Scheler, 374, 380. Schelling, 289 y sigts., 864, 970. Scherner, 434. Scheve, Gustav, 310. Schilder, Paul, 111, 117, 455, 463. Schiller, 236, Schiller, Maria, 246. Schindler, 276. Schloss, 694. ' Schlub; 574. Sfchluter, 566. Schmidt, Gerhard, 77, 118, 123. — Max, 745 y sigts., 761. Schmoller, 311. Schnapper, 316. Schneider, Carl, 12, 172, 174, 217, 252, 663, 669, 672 y sigts., 949 y siguientes. _ — Ernst, 196. - K u r t, 11, 77, 98, 123, 125, 135, 141, 148, 160, 206, 344, 353, 454, 474,
AUT ORE S
979
508, 623, 627, 701, 747, 749, 787, 828, 833. Schönfeld, W., 323. Schönfeldt, 473. Schcengals, 473. Scholz, 429, 509, 783, 827. Schott, S., 847. Schotty, Joh, 331, 600, 766. Schreber, i, 77, 83, 96, 269 y sigts., 665. Schrenck-Notzing*, von, 310. Schröder, 250, 539. Schrotenbach, 270. Schüle, 950, 957, 961. Schultz, J. H., 209, 268, 277, 441, 600, 694, 698 y sigts., 724, 806, 831, 912, 943. Schultz-Henke Harald, 925. Schumacher, J., 837, 970. Schwab, 93, 94, 483, Schwarz, 77. Schweizer, Walter, 353. Serko, 77, 82, 92 y sigts., 115, 181, 538. Shaftesbury, 513, Shakespeare, 832, 893. Sherrington, 187, 190. Sichel, 767, 828. Siebeck, 575, 656, 855. Siefert, 452. Siemer, 453. Sikorski, 342. Silberer, 29, 434 y sigts. Simmel, 711. Simon, H., 950. Sioli, 577. Sittig, O., 615, 898. Sjögren, 836. Soldau, W. G., 937. Sommer, Robert, 22, 196, 305. Sömmering, 554. Specht, 155, 245, 548. Spee, Friedrich (von, 837. Spielmayer, 568, 784, Spielmann, 960, 966. Spiess, Christian Heinrich, 834, Spranger, E., i, 352, 381. Sprenger, 837. Stahlmann, 279. Staudenmaier, 77 y sigts., 87, 95, 155 y siguientes. Stauder, K. H., 294, 515. Stein, Johannes, 152. Steinach, 716. Steiner, 77, 85, 218, 486, 561, 721. . Stelzner, 513, 580, 720, 828. Stenberg, S., 702. Stern, W., 211, 458, 713, 780.
960
ÍN D IC E
DE
S tem , 225, 510. Stier, 458, 824. Stierlin, 449, 452. Stiller, 730. Stoddard, 844. Stöhr, 211'. Störring, F. E., 57, 58, 210, 353. Stoll, Otto, 836. Storch, 623, 685, 892, 895. Stransky, 353, 680. Straus, E., 105, 112, 160, 190, 336, 623, 628, 629. Sträussler, i, 452 y sigts., 936. Strehle, 452. Strindberg, 29, 836. Strphmayer, 680. Stringaris, M. G., 540, Stumpfl, 600, 602. Surin, padre, 151 y sigts. Tarde, 438. Teofrasto, 499. Thiele, R., 144, 222. Tomás, santo, 265. Thorner, 321. Tiling, 732. Tourette, Gille de la, 280. Tramer, M., 350, 828. Trendeleburg, A., 239. Trömner, 944, 959. Tschermak, 585. Tuczek, 88, 342. TJesküll, von, 27. Uhthoff, 94. Unger, H., 323. TJrbantschitsch, 89. Utitz, 936. Velázquez, 832. Veraguth, 103, 270. Verschuer, O. von, 605. Vierkandt, 810. Viersbeck, 811. Villinger, A. L., 452. — Fr. Th., 387. Vocke, 844. Vogth, Oskar Cécilia, 565. Voigtländer, Else, 828. Vorstcr, 577. Voss, 292. Vries, 585, 589.
AUTORES
Wach, Joachim, 352. Wagner-Jaurcgg, 942. W alter, 546. Watt, 186. Weber, 172, 549, 958. — Ernst, 270. — Max, 21, 243, 252, 644. — y ju n g , 172, 177. Weidenreich, 730, 755, 818. Weil, 450. Weinert, 280. Weininger, O., 717. Weisman, A., 588. Weitbercht, 77. Weizsäcker, V. von, 187, 268, 283, 404, 773 y sigts., 821, 895, 896, 900, 912. Welcker, F. G., 389. Wendt, 513. Wentscher, Else, 142. Wernicke, 214, 217, 222, 225, 524, 562, 616 y sigts., 629, 633, o48, 662, 670, 694, 960, 962 y sigts. Wesenhöfer, 761. Westphal, 120, 160, 164, 167, 548. Wetzei, 348, 452 y sigts., 820 y sigts., 827 y siguientes. Weyert, 821. Weygandt, W., 345, 473, 685, 833. Wiedekind, 547. Wiersma, 271, 712. Wilcbrand, 202. Wilhelm, R., 831. Wilmanns, K., 280, 331, 452, 651, 663, 777, 827 y siguientes, 966. Wilsdorf, 580. Winter, 811. Winstertein, Hans, 223. Wittermann, 574. Wittig, K., 820. Wittkower, 287. Witzei, 257. Wolf, Ch., 722, 725. Wollenberg, 373. Wolny, 78, 180. Wilker, 766. Wundt, 17, 198, 243, 270, 434, 441, 364. Wuth, 546. Zangger, 462. Ziehen, 646. Ziermer, 575. Zimmer, H., 390. Zola, 583. Zucker, Konrad, 241, 839. Zutt, 172.
INDICE Justificación de los traductores ............................................... Prefacio de la primera e d ic ió n ................................................ . . . .......... D el prólogo de la segunda edición ........................................................... D el prefacio de la tercera edición ............................................... Prefacio de la cuarta edición ................................................................. Abreviaturas de los títulos de revistas ......................................................
9 10 11 11 13
IN T R O D U C C IÓ N § 1. Limitación de la psicopatología general ......................................... a) La psiquiatría. como profesión práctica y la psicopatología como ciencia ...................................................................... b) Psicopatología y, p sic o lo g ía ...................................................... c) Psicopatología y medicina somática ........ § 2. Algunos conceptos fu n d am en tales........................................................ a) b) c) d) e) f)
Hombre y a n im a l........................................................................... L a objetivación del a l m a .............................................. L a conciencia y lo inconsciente ................................................ M undo interior y mundo circundante ................................... La diferenciabilidad de la vida delalma ............................... Visión retrospectiva..........................
15 15 17. 18 21 22 24 25 27 ¿8 31
§ 3. Prejuicios y presuposiciones..........................................................
31
a) P reju icio s.......................................................................................
31
1. Prejuicios filosóficos, 31 — 2. Prejuicio teórico, 32 — 3. Prejuicio somático, 33 —- 4. Prejuicio psicológico e intelectualista, 34 — 5. .Pre juicio representativo, 35 — 6. Prejuicios médicos en relación con lo cuantitativo, con la perceptibilidad y el diagnóstico, 36. b) P resuposiciones............................................................................
37
§ 4. M é to d o s ................................................................................. a) Métodos técnicos ............................................................ 1. Casuística, 4 0 — 2. Estadística, 40 — 3. Experimento, 41.
3 39
54
Í N D I C E
c) Sensaciones corporales, percepciones de la forma del cuerpo, alucinaciones de los sentidoscorporales, etc..............................
113
1. Alucinaciones de los sentidos corporales, 113 — 2. Sensaciones vi tales, 114 — 3. Experiencias hechas del cuerpo, 114 — 4. Posiciones experimentadas del cuerpo, 114.
d) El doble . . . . . . . . . . .
................
115
Advertenciás lógicas y psicológicas sobre la conciencia de la r e a lid a d ................................................ a) El concepto del d e lir io ................................................ b) Vivencias delirantes primarias ...................................
117 119 121
aa) Percepciones delirantes, 123 — bb) Representaciones delirantes, 126 — cc) Las cogniciones delirantes, 127.
c) La incorregibilidad . .......................................................... .. 128 Digresión psicológica .................................................... . ■• 128 d). La elaboración delirante .............................................................. 130 e) Auténticas ideas delirantes e ideas d eliro id es................... . 131 f) El problema de las ideas delirantes m etafísicas................. 131
5. Sentimientos y estados afectivos ................................
.
132
Advertencias psicológicas ..................................................................... a) Alteraciones de los sentimientos del cuerpo ........................... b) Alteración de los sentimientos de energía y derendimiento c) Apatía . ..................................... ....................................................... d) El sentimiento de la falta de sen tim ien to................................. e) Alteración de la aprehensión sentimental de los objetos . .. f) Sentimientos sin objeto ................................................................. g) Cómo de sentimientos sin objeto surgen mundossentimentales
132 135 135 135 136 136 138 140
5. Impulso, instinto y voluntad
....................
142
Advertencias psicológicas ...................... . . . ........................ a) Acciones impulsivas <. . . . ........................................................... . b) Conciencia de la inhibición de la v o lu n ta d ............ .............. c) Conciencia de la impotencia de la voluntad y sentimiento de fuerza ...........................................................................................
144
Conciencia del y o .......................................
147
Advertencia psicológicas ............................... a) Actividad del y o ............................................................................
147 147
1. Alteración de la conciencia del existir, 147 — 2. Alteración de la conciencia de ejecución, 148.
142 143 144
Í N D I C E
b) c) d) e) f)
985
La unidad del yo . . .............. 150 152 Identidad del yo ............ Conciencia del yo en oposición a lo e x te r n o ........................ ... • 152 Conciencia de la p erson alid ad ........................... 153 Personificaciones escindidas .................. . ... 155
§ 8. Fenómenos reflexivos ......................................................................
157
Advertencias psicológicas ................. . ..................................................... 157 a) V ida psíquica elemental y mediata por p en sam ien to 158 b) Perturbaciones de los instintos y de lasfuncionescorporales 159 c) Manifestaciones o b sesiv a s................................. ..... ...................... 160 1. Generalidades sobre obsesión psíquica, 160 — 2. Obsesión de vali dez, 163 — 3. Tendencias obsesivas y acciones obsesivas, 163 — 4. Fobias, 164. S e g u n d a s e c c i ó n : .... E l todo momdrdáneo: el estado de con ciencia ............................ . .. . • 165
§
Advertencias psicológicas .............. .. . ............................................... Técnica de la investigación ...................................................
166 168
1. Atención y oscilaciones de la c o n c ie n c ia .....................................
168
Atención ........................................................................................ Oscilaciones de la c o n c ie n c ia ................• ............................. Perturbaciones de la c o n c ie n c ia ................................................... Elevaciones de la c o n c ie n c ia ..................................................... .
168 170 171 172
2. El dormir y la h ip n o sis.........................................................................
173
a) Sueños ........................................................................................ b) El adormecimento y el d esp erta r............................................... c) Hipnosis ......................
173 174 175
a) b) c) d) §
§ 3. Alteraciones psicóticas de la c o n c ie n c ia ..................................... .. a) b) c) d) §
175
O b n u b ila ció n ................... La conciencia p er tu r b a d a ................................ Conciencia alterada ................................................ Conciencia del aura ....................................................................
176 176 176 177
4. Formas de las relaciones vivenciales fa n tá stic a s..........................
177
C apítulo segundo Los rendimientos objetivos de la vida psíquica {psicología de los rendimientos) . . . . . . v. . ......... ............. ......... . , ............................ a)
Psicología subjetiva y objetiva .............
185 185
»86
Ì N D I C E
.
b) El esquema neurológico básico del arco reflejo y elesquema psicológico básico de la tarea y el rendimiento............... c) El antagonismo de los dos esquemas básicos................ 189 d) Psicología de la asociación, de la acción y de la forma . . . . 1. Conceptos básicos, 192 — 2. El mecanismo automático de la aso ciación, 192 — 3. Constelación y tendencias determinantes, 193 — 4. Ligazón asociativa y activa de la acción, 193 — 5. Elementos y figuras, 195. e) La sucesión gradual de las totalidades...................... .. f) Los experimentos én psicopatología .. ................. 1. Planteamiento de problemas, 196 — 2. El sentido múltiple de las observaciones experimentales, 197.
185 191
195 196
aa) Medios auxiliares de la investigación, 197 — bb) Experimentos exac tos, 197 — cc) Exposición técnica de los fenómenos objetivos, 198 — _dd ) La autoobservación en condiciones -experimentales, 198 — ee) Observaciones en ocasión del experimento, no a través del experimento, 198 — íf)1 El obje tivo del examen experim ental es un rendim iento individual o una función básica o la inteligencia o el carácter o la constitución, 199 — gg) P enetrar en lo inconsciente, 199.
3. Sobre el valor de los experimentos ...................... 'rimera
sección:
199
L o s r e n d im ie n to s i n d i v i d u a l e s ..........
201
1. Percepción ................................................................
201
2. Aprehensión y orientación ..........................................
204
3. Memoria ......................................................
206
Advertencias psicológicas ............................................................ a) Amnesias ................................................................ b) Perturbaciones de la capacidad de reproducción, del cau dal amnésico, de la capacidad de fijación ........ . . . 1. Perturbaciones de la capacidad dé reproducción, 209 — 2. Per turbaciones de la memoria propiamente dicha, 209 — 3. Perturba ciones de la capacidad de fijación, 210. c) Falseamientos del recuerdo.............. .... .................................
206 207 208
211
4. Motricidad ............................. ........................................................
212
a) Perturbaciones neurológicas delmovimiento ........................ ,21.3 b) Apraxias ................... 213 c) Perturbaciones psicóticas delmovimiento.............................. 214 1. Descripción. Estados aquinéticos, 214 — Estados hiperquinéticos, 215— 2. Interpretación, 217. 5. Lenguaje
.........................................................................
Advertencias psicológicas.......................................... a) Trastornos articulatorios.................................................... b) A fasias....................
219 219 221 221 O
Í N D I C E
987
c) Perturbaciones psicóticas del lenguaje ................................
226
1. Mutismo y verborrea, 226 — 2. ¿De dónde toma su material la verborrea?, 227 — 3. Perturbación del lenguaje en la conversa ción, 2 2 9 — 4. Interpretación psicológica, 229.
§ 6. Pensamiento y ju ic io ............................ . .....................................
230
Segunda
E l conjunto de las fu n c io n e s ................
235
§ 1. La base psicofisica de las funciones............................................. .
235
sección:
a) Funciones psicofísicas básicas................................................. b) La función del trabajo..................................................... c) Tipos de rendimiento que varían según los individuos . . . . . .
236 243 245
§ 2. El curso actual de la vida psíquica..............................................
246
a) Fuga de ideas e inhibición del pensamiento........................
247
1. Interpretación de la fuga de ideas y de la inhibición del pensa miento, 248 — 2. Tipos de curso perturbado, 249. aa) L a fuga clásica de ideas, 249 — bb) La inhibición clásica, 250 — cc) Ligazón entre la fuga de ideas y la inhibición del pensam iento, 250 — dd) D istraibiiidad, 251
b) La confusión ......................................................................... .. § 3. La inteligencia
251
............................. ................... ............... .
253
a) Análisis de la inteligencia ...................................................... b) Tipos de demencia.............................................................
253 256
1'. Oscilaciones de la productividad, 256 — 2. Debilidad mental con gènita, 256 — 3. Imbecilidad desarmónica, 257 — 4. Demencia orgá nica, 258 — 5. Demencia esquizofrénica, 259 — 6. Debilidad mental socialmente condicionada, 260 — 7. Estupidez emotiva y pseudodemencia, 260.
c) Examen de la inteligencia....................................................... C a p ít u l o
261
tercero
Los síntomas de la vida psíquica en las manifestaciones físicas con comitantes y subsiguientes (Psicología somática) ...................... 263 Advertencias previas sobre cuerpo y a l m a .....................................
263
a) Las separaciones de cuerpo y a l m a .......................................... b) La integración de cuerpo y alma en las exploraciones . . . .
263 264
c) La integración del cuerpo y del alma en lo general 264 d) La coincidencia de cuerpo y alma como hecho explorable .. 264 e) Los dominios de la exploración en donde aparece la relación cuerpo-aln^i ............................................................................... 267 1. L°s hechos psicosomáticos básicos................................................ a) Sensaciones corporales ..........................................................
268 268
I. Alucinaciones y pseudoalucinaciones, 269 — 2. Procesos corpo rales, 269.
b) Manifestaciones corporalesconcomitantes permanentes . . . . 270 c) Sueño ................................................................ Advertencias psicológicas ........................... d) Efectos somáticos en la hipnosis . . . ......................................... 276 2. Las perturbaciones somáticas en su dependencia del a lm a
273 2
278
a) Grupos principales de las perturbaciones corporales en su condicionalidad aním ica............................................................
278
1. Desmayos y ataques convulsivos, 278-— 2. Perturbaciones funcio nales d : los órganos, 280 — 3. Enfermedades originariamente somá ticas dependientes del alma, 281 — 4. Perturbaciones funcionales de actos vitales complejos, 283. F
b) Origen de las perturbaciones somáticas..................................
284
3. Hallazgos somáticos en las psicosis.................................................
290
a) b) c) d)
Peso del cuerpo ........................................ Cese menstrual........................................................................ Hallazgos de perturbacionesendocrinas.............................. Investigaciones fisiológicas sistemáticas para la obtención de cuadros somatopatológicostípicos .............................................. C a p ít u l o
ds
291 292, 292
cuarto
hechos objetivos inteligibles................................................ s e c c i ó n : E xpresión d e l alm a en el cuerpo y los m ovim ientos (psicología de la expresión ) ....................
297
rimera a) b) c) d)
301
Manifestación corporal concomitante y expresión anímica .. 301 La comprensión de la expresión............................................ 302 Técnica de la investigación ............................................ 305 Resumen ......................................................
ÍN D IC E
989
§1. Fisiognomica................................................
307
§
2. Mímica . .. ...............................................................................
317
a) División de los movimientos corporales................................ b) Principios del comprender m ím ico....................................... c) Observaciones psicopatológicas...............................................
317 318 319
§ 3. La escritura....................................................................................
322
Segunda
sección:
(psicologia del m u n d o )
§
1. Hallazgos particulares del comportamiento en el m undo a) b) c) d)
§
Existencia del hom bre en su m undo
...........................
326
Conducta .......................... 326 Formación del ambiente ..................................................... .. 328 El modo de v id a ............................................... .................... 329 Acciones ................................................................................... 329
2. La transformación del mundo .................................................. a) Mundo esquizofrénico............................................................. b) El mundo de los enfermos obsesivos . . . . .............................. e) El mundo de los individuos ideofugitivos ......................
Tercera
sección:
(psicología d e la obra)
§
325
331 333 335 338
O bjetivación en el saber y en la obra
.........................................................
1. Resultados particulares de las creaciones............................... a) El lenguaje .......................................................
339 340 340
1. El lenguaje como expresión, 340— 2. El problema de la capacidad lingüística independiente, 341 — 3. Neologismos y lenguajes priva dos, 341. b) Los productos literarios de los enfermos ............................. 342 c) Dibujos, arte, trabajos manuales .................. 344 1. Defectos de ejecución, 344 — 2. Arte esquizofrénico, 344—• 3. Di bujos de neuróticos, 345. § 2. La totalidad del espíritu en la concepción del m undo..............
346
a) Realizaciones radicales ......................... b) Concepciones específicas del mundo en enfermos...............
347 347
90
Í N D I C E
c) Observaciones de importancia para la concepción del mun-
do en 'enfermos
................................. Segunda
350
parte
AS CONEXIONES COMPRENSIBLES DE LA VIDA PSÍQUI CA (PSICOLOGÍA COMPRENSIVA) .................................. 351 á) Comprender y explicar .......... ............... . . ........................... b) Evidencia del comprender y realidad (comprender e in terpretar) ..................................................................... c) Comprender racional y comprender empático ......... d) Límites del comprender, ilimitacióndel explicar e) El comprender y lo inconsciente................................. f ) Comprender como si (als-ob) .......... g) Sobre los tipos del comprender en general (comprender in telectual, existencial, metafísico) .......... .. ........................
352 353 355. 355 356 357 357
a) La comprensión intelectual, 358 — b) La comprensión existencia!, 358 — c) La compresión metafísica, 359 — Suplemento sobre comprensión y valo ración, 360.
h) i)
Córiio se mueve la comprensividad psicológica en el centro entre las objetividades comprensibles y lo incomprensible . . 361 Tareas de la psicopatologia comprensiva .............................. 364 C a p ít u l o
p r im e r o
ilaciones comprensibles ..............................................................
367
1. Las fuentes de nuestra capacidad de comprensión y las tareas de la psicopatologia comprensiva ................. • • • •
367
bre los ejemplos de relaciones comprensibles
369
...........................
2. Relaciones comprensibles del c o n te n id o ............................... a)
Los instintos. Su desarrollo psíquico y su transformación . . 1. Concepto del instinto, 370 — 2. Clasificación de los instintos, 372 ■— 3. Excitaciones instintivas anormales, 375. aa) D esaparición de estratos instintivos superiores, 376 — bb) Escisión de los estratos instintivos entre sí, 376 — cc) D esviación de la relación de los es tratos inferiores y superiores de los instintos, 377— d d) >La fijación del ins tinto, 377 — ee) Transform ación de los instintos en m anías, 378 — 4. Des arrollos psíquicos p o r transformaciones del instinto, 379.
370 370
991
Í N D I C E
b)
El individuo en su mundo ...........
380
1. El concepto de situación, 381 — La realidad, 381 — 3. Autosufi ciencia y dependencia, 381 — 4. Relaciones fundamentales típicas del individuo con la realidad, 382 — Apartarse de la realidad por autoengaños, 384 — 6. Situaciones fronterizas, 385.
c)
Los contenidos del saber básico,
lossím b o lo s................
386
1. El saber básico, 386 —- 2. Concepto del símbolo y su significado en la realidad de la vida, 387 — 3. Posibilidad de la comprensión de los i símbolos, 389 — 4. Historia de la exploración de los símbolos, 389 — 5. Problemas posibles de la investigación de los símbolos, 390. aa) Conocimiento de los materiales, 396 — bb) Conocimiento de las rela ciones de la vida de los símbolos, 391 — cc) Nuevo despertar dé los conte nidos adormecidos, 396.
§ 3. Formas básicas de la a)
com prensividad..............................
La tensión opuesta del alma y la
397
dialéctica desu movimiento
1. Oposiciones categoriales, biológicas, psicológicas, espirituales, 397 2. Maneras de la dialéctica, 398 — 3. Ejemplos de comprensión psicopatológica con la dialéctica de las oposiciones, 400 — 4. Afirma ción de la interpretación psicopática en las oposiciones absolutas, 401.
b) V ida y comprensividad en c ír c u lo s............................................
402
§ 4. La autorreflexión ..................................................................................
405
a) La reflexión y lo inconsciente ................... b) La autorreflexión como aguijón activo en la dialéctica del a lm a ..................................................................................................... c) Divisiones de la autorreflexión ..................
405 407 408
1. Autoobservación, 408 — 2. Autocomprensión, 408 — 3. Manifes tarse a sí mism^, 408.
d) Ejemplos de autorreflexión en suefecto .................................
409
1. La relación éntre el acontecer voluntario y el involuntario, 409 — 2. La conciencia de la personalidad, 412 — 3. El saber básico, 413. \
§ 5, Las leyes fundamentales de la comprensión psicológica y de la comprensividad ........................ '
t a) b) c) d) e)
Comprensión empírica es interpretación ......................... La comprensión se realiza en el círculo h erm enéutico Lo contrapuesto es al mismo tiempo comprensible ................ La comprensión es interminable ................................................ La interpretabilidad infinita ..............................................
414 415 415 416 416 417
397
ÍNDICE
992
f)
Comprender es esclarecer y poner en evidencia . . . . . . . . . Digresión sobre psicoanálisis .................. .............. . . ................. C a p ít u l o
seg u n d o
Relaciones comprensibles en mecanismos específicos ---------. . . . . . a) El concepto del mecanismo extraconsciente . . . . . . . . . . . . . b) Contenido comprensible y mecanismos . . . . . . . . . . . . . . . . . c) Mecanismos generales singulares, constantemente presentes y puestos en movimiento por vivencias psíquicas . . . . . . . . . d) Mecanismos normales y anormales ..................................... Primer a) b) c) d) e)
427 430 433 438 440
sección:
M ecanism os anormales . . . . . . . . . . . . . .
Reacción en la diferencia de fase y brote . . . . . . ............. La triple dirección de la comprensividad de las reacciones Resumen acerca de los estados reactivos .............. El efecto curativo de las conmociones afectivas ..............
Hábitos anormales ................................... Efectos de los complejos ............. Compensaciones .................... ........ ................... . . . . ...................... Tendencias disolutivas y tendencias totalizantes .........
§ 3. Sueños anormales
443 445 446 448 452 456 457 457 459 459 461
.................................................
a) Sueños de enfermedades corporales ............................
b) Sueños anormales en psicosis ..................................... c) Contenido de los sueñe» anormales
§ 4.
424 426
Reacciones vivenciales Repercusión de vivencias anteriores ............... Los contenidos de los sueños ............... Sugestión ............................................ Hipnosis ......... • ...........................
§ 2. Repercusión anormal de vivencias anteriores . . . . . a) b) c) d)
423 423
427
§ 1. Reacciones patológicas V iven ciales................... a) b) c) d)
423
Mecanismos- normales ...............
Segunda
sección:
418 419
............................
L a histeria ...........................................................
4 6 2 1^ 46 463
í N D I GE
993
§ 5. Contenidas comprensibles de las psicosis ....................................... a) b) c) d)
Ideas deliroides ............................................................................... Ideas delirantes en esquizofrénicos ....................... La incorregibilidad ......................... Ordenamiento de los contenidos ¡delirantes ............; ............
473 473 474 475 476
1. Delirio centrado en lo personal y objetivo, 476 — 2. Los conte nidos objetivos, 477 — 3. La vinculación entre sí de lo contrapuesto, 477 — 4. Las formas de la actitud paranoica ante el ambiente, 478. C
a p ít u l o
tercero
La actitud del enfermo ante la en ferm ed ad
...........
479
a) Comportamiento comprensible ante la irrupción de psicosis agudas (perplejidad, conciencia dela alteración) .............. 479 b) Elaboración después del curso de la psicosis aguda .......... 481 c) Elaboración de la enfermedad en estados crónicos .......... 481 d) El juicio del enfermo sobre su enfermedad .......................... 484 1. Autoobservación y conciencia del propio estado, 4 8 5 — 2. Toma de actitud en las psicosis agudas, 487 — 3. Toma de actitud con respecto a las psicosis agudas pasadas, 488 — 4. Toma de actitud en las enfermedades crónicas, 489.
e) f)
La voluntad de enfermedad ...................................................... 490 Sobre el sentido y las posibilidades de la actitud ante la propia enfermedad ......................................................................... 491 C a p ít u l o
cuarto
El conjunto de las relaciones comprensibles (caracterología) § 1. L a limitación del concepto ..................................... a)
El
495
ser del carácter...............................................
495
1. N o todo lo comprendido lo atribuimos a la personalidad, 495 — 2. No siempre hablamos en la totalidad de las relaciones comprensibles de la personalidad, 496 — 3. No todo lo que varía individualmente lo atribuimos a la personalidad, 496.
b) c)
..........
497 497
§ 2. Los métodos del análisis caracterológico...........................................
499
a)
El El
devenir del carácter........................................... carácter comprensible y Jo incom prensible
Conciencia de las posibilidades lingüísticas de la descripción
499
ÍNDICE
994
b) Los conceptos de la caracterología son los de la psicología comprensiva .......................... c) Tipología comométodo ..............................................................
500 501
\ 3. Ensayos de divisiones caracterologías b á s ic a s .............................
503
a) Figuras singulares ........ .................................................................. b) Tipos ideales .................................................................................. c) Construcción delcarácter en general . . ............................. d) Tipos reales .....................................................................................
503 503 504 506
i 4 . Personalidades normales y anormales.................
507
1, Variaciones del ser h u m a n o ...........................................................
508
a) Variaciones de las disposiciones caracterojógicas básicas . ..
508
1. Condiciones básicas de los temperamentos, 508 — 2. Condiciones volitivas, 508 — 3. Condiciones afectivas e instintivas, 509.
b) Variaciones de la energía psíquica c) Caracteres reflexivos ...........
.................................
510 511
1. Histéricos, 512 — 2. Los hipocondríacos, 513 — Los inseguros de sí mismos o sensitivos, 514.
I I . L a transformación de la personalidad por p r o c e s o s
515
a) Demencia por procesos cerebrales orgánicos ■ . ...................... b) Demencia de los epilépticos ........................... c) Demencia a través de la esqu izofren ia.................................. Autointerpretación de la alten* n esquizofrénica de la per sonalidad ...........................................
515 515 516
T
AS
e r c e r a
517
p a r t e
RELACIONES CAUSALES D E LA V ID A PSIQ U IC A (PSICOLO G IA EX PL IC A TIV A ) . . . . . ................................... 519 a) La simple conexión causal y su dificultad ...............
519
El mismo fenómeno tiene muchas causas, 519 — Investigación de las causas intermediarias, 520 — El concepto de “causa es múltiple”, 520.
b) c)
Mecanismo y organismo . . ....................... Causas endógenas y exógenas ........................................ I. Concepto del mundo circundante, 523. — 2. Concepto de la consti tución, 524. — 3. Cooperación y mundo circundante, 524. — 4-, Rela ción de lo endogenorxógerio con pares de conceptos afines, 526.
521 523
995
ÍNDICE
d)
Proceso causal como proceso extraconsciente ........................ 526
1. "Síntoma” 529. — “Orgánico-funcional'’, 529.
e) Contra la generalización absoluta del conocimiento causal .. . 530 f) Resumen sobre el conocimiento c a u s a l....................................... 532
C a p ít u l o
Efectos del mundo circundante y p síq u ic a ........................................... §
p r im e r o
del
cuerposobre
la
vi da
1. Efectos del mundo circundante ............
533 534
a) Día y noche, estación del año, tiempo, clima ....................... 534 b) Fatiga y agotamiento ............................................................ 535 §
2. Tóxicos
.................................................................................................... 537
§
3. Enfermedades corporales ...................................... a) Enfermedades internas ............................... b) Enfermedades endocrinas ......................................
540 540 542
i. La imagen total deí acontecer fisiológico, 542 — 2. Métodos de investigación, 544 — 3. Enfermedades endocrinas conocidas en me dicina interna, y sus consecuencias psíquicas, 544 — 4. Hallazgos endocrinos en psicosis, 545 — 5. Las ampliaciones hipotéticas de la aprehensión endocrina, 547. c) Las psicosis sintomáticas .................................................... 548 d) La muerte ....................................................................................... 550 §
4. Procesos cerebrales..............................................
551
a ) E n fe rm e d a d e s c e re b ra le s o rg á n ic a s ................................................ 551 b) Síntomas generales y específicos ................................................. 552 c) Historia del problema de la locaHzación.............................. 553 d) Los grupos de hechos esenciales para el problema de la lo ca liza ció n .............................................................................. 557 1. Hechos clínicos,-. 557 -— Lóbulo frontal, 559 — Tronco cerebral, 559 —■ Hiperquinesias, 560 — Paralización de toda la función del cerebro, 562 Generalidades sobre localización clínica, 552 — 2. La estructura del cerebro, 564 — 3. Hallazgos anatomopatológicos del cerebro, 566.
)96
ÍNDICE
e) Los interrogantes fundamentales del problema de la loca lización .................................................. 568 1. ¿Donde localizamos?, 568 — 2. ¿Qué unidades localizamos?, 569 — 3. ¿D e qué clase es la subordinación de la función al lu gar?, 570.
f) La contestabilidad de la localización de lo psíquico .................570
C
a p ít u l o
segundo
[ere n cia ................................................................................................................ 573 1. Las antiguas representaciones básicas y su aclaración por la genealogía y la estadística . . . . ......................................... 573 a) b) c) d) e)
El hecho básico de la transmisibilidad ................................. La visión g en ea ló g ica .................. Estadística ................................................................................... Herencia similar y disimilar ................................................ El problema de las causas de la primera o de la nueva apa rición de las enfermedades mentales .....................
573 574 575 577 580
1. Daño por endocría o mezcla (bastardización), 580 — 2. Dege neración, 582.
2. El nuevo impulso por la teoría de la herencia en biología (genética) ............................................ 585. Advertencias preliminares sobre algunos conceptos de la genética, 585 — a) Estadística de la variación, 585; b) Genotipo y fenotipo, 586; c) Las leyes de Mendel, 586; d) La substancia hereditaria está en las células, 588; e) La mutación, 589; f) Restricciones críticas, 590; g) Resumen de los conceptos fundamentales más importan tes, 590.
3. La aplicación de la genética en psicopatología ...................... a)
Las representaciones básicas directrices
591
................................. 592
1. La “Anlage” hereditaria y el mundo circundante, 592 — 2. La unidad del gen no es la unidad de una manifestación, 593 — 3. El efecto de las unidades hereditarias (genes) está en relación mutua, 593 — 4. Las mutaciones, 595.
b) Dificultades metódicas ................................................................... 595 c) Investigaciones sobre la transmisibilidad de las psicosis . .. 597 d) Investigaciones sobre la transmisibilidad de fenómenos p síq u ic o s....................... 598
^97
í n d i c e
e) f) g) h)
La idea del círculo hereditario .................................................. L a investigación de los gemelos .............................................. El problema de la lesión germinal ........................................... La significación del empleo de la genética en la psicopato logia, a pesar de los resultados hasta ahora negativos . . . .
600 605 607 607
§ 4. La vuelta a una estadística empírica de carácter provisorio ■• 608
C
Sobre el sentido y
a p ít u l o
tercero
el valor de las teorías
................................... 611
§ 1. Características de las teorías ............................................................\ 611 a) L a esencia de las teorías ............................................................. 611 b) Las representaciones fundamentales en psicopatologia . . . . 612 1. Teorías mecánicas, 612 — 2. Teorías energéticas, 613 — 3. T eo rías orgánicas, 614 — 4. Teorías psíquicas, 615.
§ 2. Ejemplos de
formaciones de teorías en psicopatologia ............ 616
a) Wernicke ............................................................................................ 616 b) Freud ......................................................................................... 619 c) P s ic o p a to lo g ia g e n é tic o c o n s tru c tiv a ................................................ •. 6 2 2 1. Totalidad y origen del ser humano no pueden llegar a ser objeto de un conocimiento por investigación* 625 -— 2. La perturbación básica teóricamente inferida queda imprecisa, cambiante en su signi ficación, 626 — 3. IJna prueba empírica del tipo especial de pertur bación del devenir no puede ser dada, 627 — 4. La derivación com prensiva de las manifestaciones en función de la perurbación básica es problemática por una m u l t ip l ic i d a d que llega hasta el capricho, 627.
d)
Comparaciones de las teorías presentadas ............................. 629
§ 3. Crítica dei pensamiento teorético en g e n e r a l................................. 630 a) El modelo de las teorías científiconaturales ........................... 630 b) El espíritu del pensamiento teorético ..................................... 631 c) Los extravíos fundamentales de las teorías .......................... 632 1. La generalización absoluta, 633 — 2. Las falsas identificaciones, 633 — 3. Las confusiones, 633.
d) Ineludibilidad de las representaciones teóricas en psicopa tologia ........................................................................ 634 e) La posición metódica ante las teorías .................................... 635
ÍNDICE
8
Cuarta
parte
\ CONCEPCION DEL C O N JU N T O D E LA V ID A PSIQ U IC A 637 a) La tarea ............................................................................................. b) La ramificación en tres tareas .............................................. c) Lo que es alcanzado y lo que falta en el intento de solución de ios problemas ............................................................................... d) El entusiasmo por el todo y el e r r o r ......................................... e) El conocimiento del hombre como camino en lo abierto del ser,humano propiamente d i c h o ........................................... • • • • f) La investigación bajo la dirección de ideas ............................ ..................................................... g) Métodos de la tipología h) E! psicograma .....................................................
638 638 640 641 642 642 643 644
C apítulo primero i
síntesis de los cuadros nosológicos (nosología) ............................... 646
1. Investigación bajo la idea de la unidad n o so ló g ic a .................... 647 2. Las distinciones fundamentales en el dominio total de las en fermedades psíquicas ............................................................. 657 I. Diferencias de estado. Psicosis agudas y c ró n ic a s.......... 658 II.
Diferencias de esencia, a) Defectos .funcionales ................... 658
b) Neurosis y psicosis . . . . .............................. ................................. 660 c) Enfermedades orgánicas del cerebro y psicosis endógenas .-661 d) Enfermedades afectivas y enfermedades mentales (vida psí quica natural y esquizofrénica) ........... . . 662 3. El complejo sintomático ..................................................
667
a) Cuadro de estado y complejo s in to m á tic o ........................... 667 b). Puntos de vista según los cuales son formados los comple jos sintomáticos . ............... •............................... . .. ; ...................... 668 1. Manifestaciones objetivas y subjetivas que se imponen por sí mis mas, 668 — 2. Frecuencia de la aparición simultánea, 668 — 3. Re lación de síntomas, 669 — 4. Síntomas primarios y secundarios, 669. c) Significación real de loscomplejos sintomáticos ................... 670 d) Teoría de Cari Schneider sobre los agrupamientos sintomá ticos esquizofrénicos ................... 672 1. Esbozo de la doctrina, 672 — 2. Fundamentación de la doctrina, 674 — 3. Crítica, 675.
ÍNDICE
999
Exposiciones aisladas ........................................................................................ 678 a) Complejos sintomáticosorgánicos ..........................................• b) Los complejos sintomáticos delas alteraciones de la con ciencia
679 680
1. El delirium, 680 — 2. T ip o de amencia, 680 — 3. T ipo del esta do crepuscular, 682.
c) El complejo sintomático de los estados afectivosanormales 683 d) Los complejos sintomáticos de la vida psíquica “loca” . . . 686 1. El com plejo sintomático paranoide, 686 — 2. El com plejo sinto m ático catatónico, 689.
§ 4. La división de las enfermedades (esquemas diagnósticos) .. . 692 a) Exigencias al esquema diagnóstico ............................... 693 b) Esbozo de un esquema diagnóstico ................................. 694 c) Aclaraciones al esquema ............................................ -............... 695 1. Característica de los tres grupos, 695 — 2. El sentido del diagnós tico de los tres grupos, 699 — 3. Primacía diagnóstica de los sínto mas en la sucesión de grupos, 700 — 4. Combinación de psicosis (psicosis mixtas), 701 — 5. La fecunda significación de las desarmonías, 703.
d)
Trabajo estadístico con ayuda de los esquemas de diagnóstico 704 C a p ítu lo
seg u n d o
La variedad genérica del hombre (eidología) ............................................ 707 a) b) c) d)
La idea del eidos Sexo, constitución, Los métodos de la La recolección de
§ 1. El sexo
..................................................................... raza .......................................... eidologí a ................. los hallazgos .............................................
................................
707 708 710 713 714
Advertencias biológicopsicológicas previas, 714; a) El protofenómeno de la sexualidad, 714; b) Factores biológicos de la diferencia sexual, 715; c) Diferencias sexuales somáticas y psicológicas, 716; d) El ins tinto sexual, 717; e) Historia de la investigación de la sexualidad, 718.
a)
La diversa acumulación de enfermedades psíquicas en los dos s e x o s .............................................................................................. 719 b) Las fases de la sexualidad y los procesos de la generación 720 c) Perturbaciones del instinto .............................................. 721 1. Masturbación, 722 — 2. Perversiones, 722 — 3. Homosexuali dad, 722.
d) Efectos de la castración ............ Castrados prematuramente, 725 — Castrados tardíos, 725.
725
OOO
2.
Í N D I C E
C on stitu ció n ...............................................
726
a) El concepto e idea de la constitución ...................................... 726 1. El “un” todo, 726 — 2. Distinción de las constituciones, 728.
b) Historia de la idea de la constitución .................................... 728 c) Personalidad y psicosis ................................................................. 732 1. La relación de la personalidad originaria con su desarrollo pato lógico, 733 — 2. La relación de la personalidad con la fase,'733 — 3. La relación de la personalidad con el proceso, 733.
d) La teoría de la personalidad con el p r o c e s o ............................ 733 La mezcla, 738 — 2. Los modos de la realización del genotipo here dado, 738.
e)
Crítica de la investigación constitucionalde Kretschmer . . 739 ¿Cómo encuentra esos tipos?, 739 — ¿Qué enumera entonces Kret schmer?, 739 1. Crítica de la enumeración, 742 — 2. Las inter pretaciones frente a las desarmonías (irrefutabilidad e indemostrabilidad), 745 — 3. Tendencia a la turbidez de los conceptos y métodos, 746 — 4. La desviación básica: transformación de las ideas en enti dades, 747 -— 5. Concepciones especiales fundamentales, 748. aa) Personalidad y psicosis, 748 — bb) Dos o tres hombres, 749. '
f) Reforma de la teoría psiquiátrica constitucional por Conrad 751 1, Discusión crítica de la estadística de tipos, 751 — Nuevo esbozo de los tipos en polaridades, 751 — 3. Fundamentación del esbozo de una hipótesis evolucionista, 755 — 4. Reducción de la determina ción constitucional eventual a un gran gen único, 761.
g) Sobre el valor positivo de las teoríasconstitucionales . . . . i. Raza
..............................
763 765
Advertencia biológica previa, 765 —* Advertencias metódicas pre vias, 765.
C apítuu tercero :urso de la vida (biografía) .................................................................... 768 a) b) c) d)
El material de la biografía .......................................................... La aprehensión del bios por la b io g r a fía ....................... Los límites del bios y de la biografía ............................ Investigación bajo la idea del bios ........................................
768 768 769 771
Métodos de la biografía ........................................................................ 771 a) Colección de material, ordenamiento, exposición b) Casuística y biografía ............................................
771 772
ÍNDICE
1001
c)
P a rtid a d e lo a c tu a l ...........
d)
L a id ea d e la u n id a d d el b i o s ............................................................. 7 7 5
773
e ) L as categorías b io g rá fica s fu n d a m en ta les ....................................... 775
§
f ) A d v erten cia sobre la b io g r a fía cien tífico -esp iritu a l ....................
776
g)
R en d im ien to s b io g rá fico s e n p sico p a to lo g ía ..............................
776
h)
E l arte d e la d escrip ció n d e historias clín icas . .. ..................... 778
2. El bios como acontecer biológico ....................................................... 778 a ) E d a d ..............
779
1. Las fases biológicas de la edad, 7.79 — Infancia, 780 — Vejez, 781 — Edad y capacidad de rendimiento, 782 — 2. Relación bioló gica entre la edad y la enfermedad psíquica, 782 — Infancia, 783 — Pubertad y menopausia, 783 — Senectud, 784. b)
Series típ icas d e cu rsos
....................................................................... 785
A. Ataque, fase, período, 786 — I. Ataques. II. Períodos, 791 — B. Proceso, 791.
§
Fases, 790. III.
3. El bios como historia de la v i d a ....................................................... 794 a)
L as categorías b ásicas de la h isto ria de la v i d a
.........
794
1. Los momentos del desarrollo en total, 794 — 2. Categorías de desarrollo particulares, 795.' aa) La conciencia como medio para la adquisición de nuevos automatis mos, 795 — bb) Formación del mundo y creación de la obra, 796 cc) Quebrantamiento y adaptación, 797 — dd) Primera vivencia. 797 — ee) Cri sis, 798 — ff) El desarrollo espiritual, 799.
b)
A lgu n os p ro b lem a s esp eciales
.............
799
1. Significación de la época de la lactancia y de la primera infancia, 799 — 2. Relación históricovital del alma con las fases de la vida, 801 — 3. La vivencia del desarrollo, 802. c)
E l p rob lem a p sic o p a to ió g íc o fu n d a m en ta l: ¿ D esa r ro llo d e un a p erson alid a d o p ro ceso ? ............ 803 1. Tendencia a “comprender” el proceso, 805 — Tendencia a com prender el proceso como una neurosis, 806 — 3. Tendencia a inter pretar el proceso como una transformación de la existencia, 806.
Parte
quinta
EL ALM A A NO RM AL E N LA SOCIEDAD Y EN LA H ISTO R IA 809 a) Herencia y tradición b) Comunidad .............
809
8Í0
1002
•
ÍNDICE
c) El ensanchamiento de la psicopatología desde la anamnesis social a la elaboración del materialhistórico ....................... 811 d) Sentido del conocimiento históricosociológico■. ...................... 813 e) Métodos ............... 813 1. ¿Q ué es enumerado?, 814 — 2. ¿D e dónde procede e! material?,
814 — 3. ¿Con qué es comparado?, 815 — 4. ¿Cómo es interpreta do, 815.
§
1. La significación de Ja situación sociológica para el estar enfermo 816 a) b) c) d) e) f)
|
Efectos causales del ambiente de la c iv iliz a c ió n ............. 816 Situaciones típicas del individuo ......................... ,.................... 818 Tiempos de seguridad, derevolución, deguerra . . . . ............. 818 Neurosis de r e n t a .................................................. .......................... 820 T r a b a jo ........................................ •..........................621 E d u ca ció n ........................................................................................... 821
2. Investigaciones sobre poblaciones, oficios, capas sociales, ciudad y campo y otros g r u p o s..................................... 822 La población total, 822 — La distribución de los estratos sociales, 822 — Oficios, 823 — Estado civil, 824 — Ciudad y campo, 824 — Tribus y pueblos, 824 — Culto, 825.
3. Conducta asocia! y antisocial ............................................................ 825 a) b)
825 La conducta asocial ......................... La conducta antisocial ................................................................. 826
: 4. Psicopatología del espíritu ............................................ a)
Investigaciones empíricas
829
....................................................... 830
1. Patografías, 830 — Ejercicios de meditación, 831.
b)
Problemas generales ....................................................................... 831 1. El problema de la significación creadora de la enfermedad, 831 — 2. Relación de forma mórbida y contenidos espirituales, 831 — 3. La apreciación sobre los enfermos, en el curso de la historia del es- . píritu, 832.
c) 5.
Psicopatía y religión ........................................
Aspectos h istó rico s....................................
833 ( í 833
a) La determinación del contenido de la enfermedad psíquica por la cultura y la situación h istó r ic a ...................... ! ............... 834 b) Historia de la h is te r ia .................................................. 836 1. Posesión demoníaca, 837 — 2. Epidemias psíquicas, 837 — 3. D e lirio de brujas, 838 — 4. Organización artificial de estados orgiásticos, 839 — 5. Espiritismo, 839. rio de brujas, 838 — 4. Organización artificial de estados orgiásticos,
ÍNDICE
c) d) e) f )
1003
Psicología de las masas ............................................................... • 840 Estados psíquicos arcaicos ...........................................................' 841 Lo psicopatológico en los diversos círculos cu ltu ra les 843 El mundo moderno y el problema de la d egeneración 844 La idea de la degeneración, 846.
Se x t a
Part e
EL T O D O DEL SER H U M A N O ........................................................... 849 § 1. Ojeada retrospectiva a la psicopatología ...................................... 849 a) Objeciones contra el esbozo de mi psicopatología . . . . . . . . b) La exigencia de la síntesis de nuestro conocimiento del hom bre y el cuadro de la p sicop atología.......................................... c) Ojeada a las totalidades y al problema de un t o d o d) Ojeada a los enigmas concretos .............................
849 850 852 855
§ 2. El problema de la esencia del h o m b r e .......................................... 859 a) b) c) d)
L a actitud filosófica fundamental ............................... L a imagen del hombre ................................................... El esbozo filosófico de lo abarcativo que s o m o s ................... L a imperfectibilidad del hombre ............................................... 1. El hombre como cha consigo mismo, recimiento, 867 — finitud del hombre,
859 861 862 864
posibilidad abierta, 865 — 2. El hombre en lu 865 •— 3. La finitud del hombre y su autoescla4.. Lo infinito en lo finito y el fracaso de toda 868.
aa) Los contenidos religiosos y filosóficos de fe, 869 — bb) La edad de la vida y la muerte, 86J).
e) Resumimos brevemente nuestrasdiscusiones ............................. 870 X. Principios sobre el ser humano, 870 — II. Principios sobre el sen tido y la posibilidad del conocimiento del ser humano, 871.
§ 3. Psiquiatría y filosofía ............................................................ a) b) d) e) f) g)
Qué es la c ie n c ia .............................................................................. Las modalidades de la ciencia en la psicop atología............. Las posiciones filosóficas fundamentales ....................... La confusión filosófica ................................................................... Concepción del mundo en ropaje del c o n o c e r ....................... Filosofía de la existencia y psicopatología ..................... 1. Esclarecimiento de la existencia y psicología comprensiva, 882 — 2. Ontología y doctrina psicológica de la estructura, 882 — 3. Dis tinción de cuatro dominios mentales, metodológicamente específico, 884 — 4. El problema real no es un problema de jurisdicciones, 884.
873 873 874 876 877 878 881
04
ÍNDICE
h) Interpretación
metafísica del estar e n fe r m o ............................. 884
í. Los conceptos de salud y enfermedad ............................................ 886 a) b) c) d)
La Contestabilídad del concepto de en ferm ed a d .................... Concepto de valor y concepto de término medio . ................... El concepto de la enfermedad en la medicina somática . . . . El concepto de enfermedad de la p siq u ia tr ía ........................
886 887 887 890
1. Em pleo del concepto del valor y del concepto del término m edio, 890 — 2. Pensamientos especulativos sobre enfermedad y salud en general, 892. aa) Enfermedad en el horizonte biológico sobre enfermedad y =:;!ud en ge neral, 892 — bb) Salud, 895.
3.
L a división del concepto psiquiátrico de la enferm edad, 896. aa) Los puntos de partida para la determinación del estar enfermopsíquico, 896 — bb) Los tres tipos del concepto psiquiátrico de enfermedad, 897.
. El sentido de la práctica ..................................................................... 899 a) Cómo se corresponden el conocimiento y la p r á c tic a 899 b) La dependencia de toda práctica .............................................. 900 c) La práctica exterior (medidas y apreciaciones) y la práctica 902 interna (psicoterapia) ............................................................. d) Vinculación con las etapas de la terapia médica general . . 904 e) Las especies de la resistencia en el hombre. La decisión del enfermo de someterse al tratamiento psicoterapeutico . . . . 909 f ) Objetivos y límites de la p sico tera p ia ........................................ 911 1. El problema sobre lo- qué es curación, 911 —■ 2. Límites de la psicoterapia, 913.
g) h) i) j )
El papel personal del médico ....................................................... Tipos de actitud de los alienistas ............. La nocividad de la atmósfera p a to ló g ic a ................. ................ La organización pública de la psicoterapia ..........................
914 915 919 920
1. La exigencia del autoesclarecimiento del psicoterapeuta, 922 — 2Neuróticos y sanos, 925 — 3. La personalidad del psicoterapeuta, 928. aa) Erigir la media, 925 — bb) Admisión en la preparación, 930 — ce) La formación, 930 — dd) Supervisión, 931.
NDICE
..........
933
Del exámen de los enfermos .............................................................. 933 a) b) c) d)
Generalidades ...................... 933 Los métodos de un examen .......................................................... 934 Los objetivos del alma ........... 935 Puntos de vista para la apreciación de los resultados del exanr»'' ”* ........................... ...................................................
ÍNDICE
§
1005
2. D e las tareas terapéuticas ................................................................. 938 a) Terapia y e u g e n e sia ................................................... 940 b) Tratamiento somático ..................................................................... 941 c) Psicoterapia ......................................................................................... 943 1. Métodos de sugestión, 944 — 2. Métodos catárticos, 944 — 3. Métodos de ejercicio', 945 — 4. Métodos de educación,- 946 — 5. Métodos con apelación a la personalidad misma, 946.
d) Internamiento y tratamiento hospitalario ................................. 949 §
3. El pronóstico ............................................................................................ 952 a) Peligro de v i d a ........................................................ 952 b) Curable e incurable .......................................................................... 953
§
4. Historia de la psicopatología comoc ie n c ia ....................................... 954 a) Práctica y conocimiento ...................................................
956
1. Psiquiatría de asilo y psiquiatría de universidad, 956 ~— 2. Psicote rapia, 958.
b) D e Esquirol a K r a e p e lin .................................................................. 959 1. Esquirol, 960 — 2. Descriptores y analistas, 960 — 3. Somáticos y psíquicos, 961 — 4. Wernicke y Kraepelin, 963 — 5. Figuras in dividuales independientes, 964 — 6. Psiquiatría alemana y france sa, 965.
c) Psiquiatría moderna ....................... •.......................... 966 d) Impulsos y formas del progreso delconocimiento .................. 968 1. Impulsos y objetivos, 968 — 2. El origen de los movimientos cien tíficos, 969 — 3. Corrientes científicas de la época, 970 — 4. Medi cina y filosofía, 970.
Indice de autores .............................................................................................. 973
Este libro se t erm in ó de im p rim ir eti el roes de agosto de 1977, en ios Talleres Gráfic os D u l a u S .R .L ., Rauch 1849, Buenos Aires