Los setenta y ocho grados de sabiduría del
Rachel Pollack
Los 78 grados de sabiduría del Tarot
Arcanos Mayores
EDICIONES URANO
Título original: Seventy-Eight Degrees o f Wisdom. A Book o f Tarot. Part I: The Major Arcana Editor original: Uitgeverij-Antiquariaat, Schors, Holanda Traducción: Marta I. Guastavino
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© 1980 by Rachel Pollack © 1980 by Uitgeverij W. N. Schors-Amsterdam, Holanda © 1987 by EDICIONES URANO, S. A. Enrique Granados, 113, pral. 1.a - 08008 Barcelona ISBN: 84-86344-38-7 (tomo I) ISBN: 84-86344-40-9 (obra completa) Depósito legal: B. 20.897-93 Fotocomposición: Buky Torres - Villarroel, 15 - 08011 Barcelona Impreso por Puresa, S. A. - Girona, 139 - 08203 Sabadell Printed in Spain
A Marilyn, la alumna de quien tanto aprendí. Y a Edie, el m ejor lector que conozco.
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Indice Introducción 1. 2. 3. 4. 5. 6.
La pauta de cuatro cartas La visión general Los triunfos iniciales: símbolos y arquetipos La secuencia mundana El viraje hacia adentro El gran viaje
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Introducción Los orígenes del Tarot Hacia mediados del siglo xv, no mucho después de que aparecieran en Europa las primeras referencias escritas a cualquier tipo de naipes, un artista llamado Bonifacio Bem bo pintó, para la familia Visconti de Milán, un mazo de car tas sin título ni número. Esas imágenes forman el mazo clá sico de un juego italiano conocido como Tarocchi: cuatro palos formados cada uno por catorce cartas, más veintidós cartas que muestran diferentes escenas y que más adelante fueron llamadas triomffi: en castellano, «triunfos». Ahora bien, muchas de estas veintidós imágenes pue den ser interpretadas simplemente como un catálogo de tipos sociales del medievo, tales como «el Papa» o «el Em perador» (para designarlas con los nombres que tuvieron luego), o bien como amonestaciones morales comunes por entonces, como «la Rueda de la Fortuna». Algunas repre sentan virtudes, como la «Tem planza» o la «Fortaleza». En otras se ven escenas religioso-mitológicas, como los muer tos que, al clamor de la trompeta, se levantan de la tumba para acudir al «Juicio Final». Hay incluso una carta que re presenta una herejía popular: la imagen de una papisa, que podemos describir como un chiste sobre la Iglesia, con una significación bastante más profunda de lo que general
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mente alcanza el humor eclesiástico. Así y todo, podemos considerar a esta imagen herética como algo profunda mente arraigado en la cultura popular, y por ende obvio para alguien que se propusiera representar «tipos» medie vales. Hay, sin embargo, una figura que se destaca como bas tante extraña. Es un hombre joven, colgado cabeza abajo, por la pierna izquierda, de un simple marco de madera. Tiene las manos puestas detrás de la espalda con descuido, de manera que forman un triángulo con la cabeza en el án gulo inferior, y la pierna derecha está doblada detrás de la rodilla, de manera que la figura recuerda una cruz, o bien el número cuatro. El rostro parece relajado, e incluso se diría extático. Se pregunta uno de dónde sacó Bembo esta ima gen, que ciertamente no representa a un criminal colgado en la horca, como han supuesto después algunos artistas. La tradición cristiana consigna que san Pedro fue cruci ficado cabeza abajo, ex profeso para que no se pudiera decir que copiaba a su Señor. Sin embargo, en el Antiguo Edda se cuenta que el dios Odín estuvo nueve días con sus no ches colgado cabeza abajo del Arbol del Mundo, no como castigo sino con el fin de alcanzar la iluminación, el don de la profecía. Pero esta escena mitológica se deriva a su vez de la práctica concreta de los chamanes, hombres y mujeres médicos, en lugares tales como Siberia y América del Norte. En la iniciación y capacitación, a los candidatos al chama nismo se les dice a veces que se cuelguen cabeza abajo, precisamente como lo muestra el naipe de Bembo. Aparen temente, al invertir la posición del cuerpo se produce una especie de beneficio psicológico, de la misma manera que el hambre y el frío extremos pueden inducir resplandecien tes visiones. Los alquimistas — que, junto a las brujas, fue ron posiblemente los sobrevivientes de la tradición del cha manismo en Europa— se colgaban también de la misma manera, creyendo que de esa forma los elementos en el es perma vitales para la inmortalidad descenderían hacia los centros psíquicos situados en lo alto de la cabeza. Además, ya desde antes de que Occidente empezara a tomarse en
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serio el yoga, todo el mundo conocía la imagen del yogui cabeza abajo. ¿Quiso Bembo simplemente representar a un alqui mista? ¿Por qué no usó entonces la imagen, más común, del hombre barbudo revolviendo un caldero o mezclando diversas sustancias? La imagen, que en mazos posteriores se llamó el Colgado, y que más adelante hizo famosa T. S. Eliot en La tierra baldía, no se parece tanto a un alquimista como a un joven iniciado en alguna tradición secreta. ¿Sena el propio Bembo un iniciado? Así parece sugerirlo la forma especial de cruzar las piernas, un signo esotérico de las so ciedades secretas. Y si el artista incluyó una referencia a prácticas esotéricas, ¿no podría ser que las otras imágenes, aunque superficialmente parezcan un comentario sobre la sociedad, en realidad representen todo un cuerpo de cono cimientos ocultos? ¿Por qué, por ejemplo, el mazo original contenía veintidós cartas y no, digamos, veintiuna o veinti cinco, números que resultan más significativos por lo co mún en la cultura occidental? ¿Fue por casualidad, o sería que Bembo (o quizás otros a quienes Bembo se limitó a co piar) deseaba representar con disimulo los significados eso téricos relacionados con las veintidós letras del alfabeto he breo? Y sin embargo, si en alguna parte hay alguna prueba que relacione a Bembo o a la familia Visconti con un grupo ocultista, nadie la ha presentado para que sea examinada públicamente. Una rápida mirada a las asombrosas correspondencias entre el Tarot y el cuerpo de misticismo y conocimiento oculto de los judíos, llamado colectivamente la Cébala, de mostrará de qué manera los naipes de Bembo parecen casi exigir una interpretación esotérica, a pesar de la falta de pruebas en firme. La Cábala se explaya extensamente y de modo muy profundo sobre el simbolismo del alfabeto he breo. Las letras están relacionadas con las vías del Arbol de la Vida, y a cada una de ellas se le dan sus propios significa dos simbólicos. Ahora bien, el alfabeto hebreo contiene, como ya señalamos, veintidós letras, el mismo número que los triunfos del Tarocchi. La Cábala profundiza también en
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el significado de las cuatro letras del nombre impronuncia ble de Dios, YH V H , que representan los cuatro mundos de la creación, los cuatro elementos básicos de la ciencia m e dieval, las cuatro etapas de la existencia, los cuatro métodos de interpretar la Biblia, y así sucesivamente. Y en cada uno de los cuatro palos de Bembo hay cuatro cartas que repre sentan personajes cortesanos. Finalmente, la Cábala funciona con el número diez: los Diez Mandamientos y las diez sephiroth (estadios de la ema nación) en cada uno de los cuatro Arboles de la Vida. Y los cuatro palos contienen cartas numeradas del uno al diez. ¿Hemos de asombrarnos, entonces, de que los comentaris tas del Tarot hayan afirmado que el mazo se originó como una versión pictórica de la Cábala, sin sentido alguno para las masas, pero poderosísima para los elegidos? Y sin em bargo, en todos los millares de páginas de la bibliografía ca balística no aparece ni una palabra siquiera sobre el Tarot. Los ocultistas han reclamado para las cartas fuentes se cretas, tales como una gran conferencia de cabalistas y otros maestros, realizada hacia 1300 en Marruecos, pero nadie ha presentado jamás pruebas históricas de que tal confe rencia haya tenido lugar. Y lo que es aún más irrecusable: hasta el siglo xix los propios comentaristas del Tarot tam poco mencionan la Cábala. Por último, naturalmente, la se cuencia de los nombres y de los números, tan vital para sus interpretaciones, vino después de las imágenes originales. Si aceptamos la idea de Cari Jung sobre los arquetipos espirituales básicos estructurados en la mente humana, quizá podamos decir que Bembo bebió inconscientemente en vertientes ocultas del conocimiento, lo que permitió que, más adelante, otras imaginaciones establecieran las relacio nes conscientes. Sin embargo, correspondencias tan exac tas y tan completas como los veintidós triunfos, las cuatro cartas «cortesanas» y las diez restantes que integran los cuatro palos, o la posición y el rostro extático del Colgado, parecían ser un esfuerzo excesivo incluso para una fuerza tan poderosa como el inconsciente colectivo. Durante años se consideró los Ta rocch i principal
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mente como un juego y, en menor medida, como un re curso adivinatorio. Más adelante, en el siglo xvm, un ocultis ta llamado Antoine Court de Gebelin declaró que el Tarot (como los franceses llamaban al juego) era un vestigio del Libro de Tot, creado por el dios egipcio de la magia para transmitir a sus discípulos la totalidad del conocimiento. La idea de Court de Gebelin parece mucho más fantasiosa que verosímil, pero en el siglo xix otro francés, Alphonse Louis Constant, conocido como Eliphas Lévi, estableció el vínculo de las cartas con la Cábala, y desde entonces se ha profun dizado cada vez más en el Tarot, con el resultado de que en él se han ido hallando cada vez más significados y más sa biduría e incluso, mediante el estudio intenso y la medita ción, se ha encontrado la iluminación. En la actualidad vemos en el Tarot una especie de senda, una vía hacia el crecimiento personal mediante el conoci miento de nosotros mismos y de la vida. Para algunos, el origen del Tarot sigue siendo una cuestión de importancia vital; para otros, lo único que importa es que a lo largo de los años se han ido sumando a las cartas más y más signifi cados. Pues Bembo creó, de hecho, un arquetipo, ya sea cons cientemente o de manera profundamente instintiva. Más allá de cualquier posible sistema o explicación detallada, son las imágenes mismas, modificadas y elaboradas con el correr del tiempo por diferentes artistas, lo que nos fascina y se adueña de nosotros. Y de esa manera nos atraen al in terior de ese mundo misterioso, que en última instancia es imposible de explicar: sólo se puede vivenciarlo.
Las diferentes versiones del Tarot La mayor parte de los Tarots modernos difiere muy poco de aquellos mazos de naipes del siglo xv. Siguen conte niendo setenta y ocho cartas, divididas en los cuatro palos, Bastos o Varas, Copas, Espadas y Oros o Pentáculos, llama dos' en su conjunto los «Arcanos Menores», y los veintidós
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triunfos, conocidos como los «Arcanos Mayores» (la palabra «arcano» significa «conocimiento secreto»). Es verdad que algunas imágenes han cambiado considerablemente, pero las versiones se atienen, por lo general, al mismo concepto básico. Por ejemplo, hay varias versiones bastante diferen tes del Emperador, pero todas representan alguna idea de lo que es un Emperador. En general, los cambios han ten dido a hacer las representaciones más simbólicas y más místicas. Este libro usa como fuente principal el Tarot de Arthur Edward Waite, cuyo conocidísimo mazo Rider (por el nom bre del editor inglés) apareció en 1910. Waite fue criticado por haber modificado la versión aceptada de algunos de los triunfos. Por ejemplo, la imagen corriente del Sol muestra a dos niños tomados de la mano en un jardín. Waite la reem plazó por la de un niño que, montado a caballo, sale de un jardín. Los críticos sostuvieron que estaba alterando el sig nificado del naipe para adaptarlo a su visión personal: es muy probable, puesto que Waite creía más intensamente en sus propias ideas que en las de ningún otro. Pero muy pocos se detuvieron a considerar que la primera versión del Sol, la de Bembo, no se parece en modo alguno a la supuesta mente «tradicional», e incluso que parece aproximarse más a la de Waite: la imagen muestra un solo niño milagroso que vuela por el aire, sosteniendo un globo dentro del cual se ve la imagen de una ciudad. El cambio más notable que introdujeron Waite y Pamela Colman Smith, la artista que trabajó con él, fue incluir una escena en todas las cartas, incluso en los naipes numerados de los Arcanos Menores. Prácticamente todos los mazos an teriores, lo mismo que muchos posteriores, tienen simples dibujos geométricos para las cartas numeradas. Por ejem plo, el diez de Espadas muestra diez espadas, dispuestas en un dibujo que se asemeja mucho al de su descendiente, el diez de picas. El mazo Rider es diferente. El diez de Espa das de Pamela Smith muestra un hombre que yace bajo una nube negra con la espalda y las piernas atravesadas por diez espadas.
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En realidad, no sabemos quién dibujó estas cartas. Es decir, no sabemos si las concibió (como sucedió indudable mente con los Arcanos Mayores) el propio Waite, o si sim plemente indicó a Smith las cualidades y las ideas que él quería expresar, y dejó que ella inventase las escenas. En el libro de Waite sobre el Tarot, The Pictorial Key to the Tarot [La clave pictórica del Tarot], casi no se usan realmente las imágenes. En algunos casos, como sucede con el seis de Es padas, la imagen sugiere mucho más significados de los que expresa Waite, en tanto que en otras, especialmente el dos de Espadas, la figura casi contradice el significado que él le atribuye. Independientemente de que haya sido Waite o Smith quien diseñó las imágenes, éstas ejercieron una poderosa influencia sobre los posteriores diseñadores de Tarots. En la mayoría de los mazos con escenas en todas las cartas hay una fuerte influencia de las imágenes del mazo Rider. Waite llamó a su baraja el «Tarot rectificado». Insistió en que sus imágenes «restablecían» los verdaderos significa dos de las cartas, y en su libro desdeñó las versiones de sus predecesores. Ahora bien, mucha gente entiende que lo de «rectificado» alude a la pertenencia de Waite a sociedades esotéricas que le dieron acceso a los secretos del Tarot «ori ginal». Lo más probable es que simplemente haya querido decir que sus imágenes daban a las cartas sus significados más profundos. Cuando alteró en forma tan drástica la car ta de los Enamorados, por ejemplo, lo hizo porque la anti gua imagen le parecía insignificante, y sentía que la suya, nueva, simbolizaba una verdad profunda. No es mi intención sugerir que las cartas de Waite sean simplemente una construcción intelectual, com o cuando algún erudito vuelve a ordenar un discurso de Hamlet de una manera que para él tiene más sentido. Waite era un místico, un ocultista y un estudioso de las prácticas mágicas y esotéricas. Su Tarot se basaba en una profunda vivencia personal de la iluminación, y si él creía que éste era el ver dadero, en tanto que los otros estaban equivocados, es por que representaba aquella vivencia.
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En cuanto a mí, he elegido como fuente el mazo Rider por dos razones. En primer lugar, porque muchas de sus in novaciones me parecen sumamente valiosas. La versión Waite-Smith del Loco me impresiona como más significa tiva que ninguna de las anteriores. En segundo lugar, me parece que el cambio revolucionario en los Arcanos M eno res nos libera de las fórmulas que durante tanto tiempo do minaron este segundo grupo de cartas. Antes, com o la imagen era muy poco sugerente, una vez que uno había leído y memorizado los significados establecidos para un naipe Menor, ya realmente no le podía añadir nada. En el mazo Rider podemos dejar que la imagen actúe en niveles subconscientes, y podemos también aplicarle nuestra pro pia experiencia. En pocas palabras, Pamela Smith nos ha dado algo para interpretar. Escribí antes que había escogido el mazo Rider como fuente «principal». La mayor parte de los libros sobre el Tarot usan solamente un mazo para las ilustraciones; se trata de una autolimitación derivada quizá del deseo de re presentar el «verdadero» Tarot. Al escoger un mazo en vez de otro, en realidad estamos declarando que uno de ellos es correcto y el otro falso. Tal declaración es muy impor tante para aquellos autores, como Aleister Crowley o Paul Foster Case, que consideran que el Tarot es un sistema sim bólico de conocimiento objetivo. Sin embargo, este libro ve en las cartas, más bien, un arquetipo de la experiencia, y a partir de esta visión ningún mazo es correcto ni falso, sino simplemente un complemento adicional del arquetipo. El Tarot es a la vez el total de todas las versiones diferentes a lo largo de los años, y una entidad aparte de cualquiera de ellas. En los casos en que una versión distinta de la de Waite permita profundizar en el significado de una carta especí fica, tendremos en cuenta ambas imágenes. En algunos casos — el Juicio, por ejemplo, o la Luna— , las diferencias son sutiles; en otros, como los Enamorados o el Loco, la di ferencia es tajante. Al considerar varias versiones de la misma experiencia intensificamos la percepción que de ella tenemos.
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La adivinación H oy la mayoría de las personas ven en el Tarot un medio de decir la buenaventura, o de «adivinación». Lo extraño es que sobre este aspecto de las cartas históricamente sabe mos menos que sobre ningún otro. A juzgar por las relativa mente escasas referencias históricas a la adivinación, por oposición al juego de azar, la práctica adivinatoria no llegó a difundirse hasta pasado algún tiempo de la introducción de las cartas. Posiblem ente los zíngaros o gitanos trop e zaron en sus viajes por Europa con el juego de Tarocchi y decidieron usar los naipes para decir la buenaventura. O bien el concepto fue desarrollado por individuos (las prime ras referencias escritas son interpretaciones individuales, aunque podrían haberse derivado de algún sistema ante rior, no escrito, pero difundido en el uso general) de quie nes lo tomaron, a su vez, los zíngaros. También se ha dicho que los propios gitanos trajeron las cartas de Egipto. De hecho es probable que los zíngaros provinieran de la India, y que llegaran a España más de cien años después de la in troducción del Tarot en Italia y en Francia. En la sección de consultas consideraremos con preci sión en qué consiste la adivinación, y cómo es posible que funcione una práctica tan sorprendente. A qu í podemos anotar simplemente que la gente puede decir la buenaven tura —y la dice— con cualquier cosa: las entrañas de los animales del matadero, las trayectorias de los pájaros en el cielo, las piedras de colores, arrojando monedas, con cual quier cosa. La práctica surge del simple deseo de saber por anticipado lo que va a suceder, y más sutilmente, de la ín tima convicción de que todo está relacionado, de que todo tiene significado y de que nada sucede por azar. La idea misma de aleatoriedad es, en realidad, muy m o derna. Se originó a partir del dogma de que la relación en tre causa y efecto es la única conexión válida entre dos acontecimientos. Los acontecimientos entre los cuales no se da esta unión lógica son aleatorios, es decir, no tienen sentido. Antes, sin embargo, la gente pensaba en función de
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«correspondencias». Los acontecimientos o pautas que se daban en un ámbito de la existencia se correspondían con pautas pertenecientes a otros ámbitos. La pauta del zodíaco se corresponde con la pauta de la vida de una persona. El dibujo que forman las hojas de té en el fondo de una taza corresponde al resultado de una batalla. Todo está relacio nado. La idea ha contado siempre con partidarios, y en ép o ca reciente incluso algunos hombres de ciencia, impresio nados por la forma en que los acontecimientos se suceden en serie (como una «racha de mala suerte»), han empezado a considerarla seriamente. Si podemos usar cualquier cosa para decir la buenaven tura, ¿por qué recurrir al Tarot? La respuesta es que cual quier sistema nos dirá algo; el valor de ese algo depende de la sabiduría intrínseca al sistema. Com o las imágenes del Tarot son, por sí mismas, portadoras de una profunda signi ficación, las pautas que forman en las consultas o lecturas pueden enseñarnos muchísimo sobre nosotros mismos, y sobre la vida en general. Lamentablemente, a lo largo del tiempo la mayor parte de los adivinos han hecho caso omi so de estos significados profundos, y han preferido las fór mulas simples («un hombre moreno que está dispuesto a ayudar al consultante»), que son fáciles de interpretar y que el cliente digiere rápidamente. Con frecuencia, los significados de las fórmulas son a la vez burdos y contradictorios, y no proporcionan indicios de cómo hay que escoger entre ellos. Esta situación es espe cialmente válida para los Arcanos Menores, que constitu yen la mayor parte del mazo. Hay muy pocas obras sobre el Tarot que traten a fondo este tema. La mayoría de los estu dios serios — los que se ocupan de los significados profun dos de los Arcanos Mayores— no mencionan siquiera los naipes Menores, o si lo hacen se limitan a darnos simple mente otro conjunto de fórmulas, a modo de renuente con cesión a los lectores que insisten en usar la baraja para decir la buenaventura. Incluso, como ya dijimos, el propio Waite da sus propias fórmulas a las notables imágenes que dibujó Pamela Smith.
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Además de ocuparse extensamente de los conceptos que las cartas encarnan, este libro ha de considerar tam bién, con detenimiento, la aplicación de dichos conceptos a la lectura del Tarot. Muchos autores, y especialmente Waite, han denigrado la adivinación, a la que consideran un uso bastardo de los naipes. Pero el uso adecuado de las lecturas puede estimular muchísimo nuestra captación intuitiva de los significados de las cartas. Una cosa es estudiar el simbo lismo de una carta determinada, y otra es ver esa misma carta en relación con las otras. Muchas veces he visto cómo una lectura específica permitía que emergieran significados importantes que de otra manera no habrían podido ver la luz. Las lecturas nos dan también una lección general, muy importante. De una manera que posiblemente ninguna ex plicación podrá igualar, demuestran que ninguna carta, nin guna manera de encarar la vida, es buena ni mala, a no ser en el contexto del momento. Finalmente, las consultas y las lecturas dan a cada per sona una probabilidad de renovar su propio sentimiento in tuitivo de las imágenes com o tales. T od o el simbolismo, todos los arquetipos, todas las explicaciones que ofrece este libro — o cualquier otro— no pueden hacer otra cosa que prepararte, lector o lectora, para que al mirar las imágenes puedas decir: — Esta carta me sugiere...
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La pauta de cuatro cartas La unidad y la dualidad A través de su larga historia, los Arcanos Mayores han sido objeto de múltiples interpretaciones. En la actualidad ten demos a considerar los triunfos como la expresión simbó lica de un proceso psicológico, que nos muestra a nosotros mismos a través de diferentes etapas de la existencia hasta alcanzar un estado de evolución plena; un estado que, por el momento, podem os describir como de unidad con el mundo que nos rodea, o quizá de liberación de debilidades, confusiones y miedos. El conjunto de Arcanos describe deta lladamente este proceso, pero para alcanzar cierta com prensión de él en cuanto totalidad necesitamos atender so lamente a cuatro cartas, cuatro arquetipos básicos, dispues tos en una pauta gráfica de evolución y de toma de con ciencia espiritual. Si tenemos nuestro propio mazo de cartas del Tarot Rider,* apartaremos el Loco, el Mago, la Suma Sacerdotisa y el Mundo, y dispondremos los cuatro naipes formando un rombo, como se ve en la página siguiente. Mirémoslos du* En otros m azos, especialm en te en los anteriores al d e W aite, el L o c o se presenta en form a m uy d iferen te a la qu e m ostram os aquí. El capítulo d e d ic a d o al sim bolism o del L o c o (página 3 9 ) se ocu p ará d e esta tradi ción alternativa.
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rante un rato. Veremos que, en tanto que el Loco y el Mundo muestran figuras jubilosas que danzan, el Mago y la Suma Sacerdotisa están completamente inmóviles, cada uno en su postura. Si ahora echamos un vistazo al resto de los A r canos Mayores, observaremos que todos los triunfos, salvo el 0 y el 21, están dibujados como si posaran para una foto grafía, y no, digamos, como un fotograma de una película. Se presentan como estados fijos de la existencia. Pero entre los dos bailarines hay una diferencia. Presu roso, el Loco avanza ricamente ataviado; la figura que ve mos en el Mundo está desnuda. El Loco mira en torno de sí, está a punto de entrar de un salto en el mundo inferior y
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proviene de algún país alto y distante; el Mundo, paradóji<ámente, parece estar fuera del universo material, suspen dido el danzarín en una mágica corona de victoria. Fijémonos también en los números de las cuatro cartas. I 1 1 términos estrictos, el 0 no es de ninguna manera un nú mero; representa más bien la ausencia de cualquier número específico, y por consiguiente podemos decir que contiene dentro de sí todos los números. Es el símbolo de la poten cialidad infinita. Todas las cosas siguen siendo posibles, porque todavía no se ha asumido ninguna forma definida. I I 1 y el 2 son los primeros números auténticos, la primera realidad; una vez más, un estado fijo. Forman los arqueti pos «impar» y «par», y representan por ende a todos los opuestos: macho y hembra, luz y oscuridad, pasivo y activo, etcétera. Pero el 21 combina estos dos dígitos en una sola cifra. Observemos las posturas. El Mago levanta hacia el cielo una varita mágica. Además de las ideas de espíritu y de uni dad, la vara fálica simboliza la masculinidad. La Suma Sa cerdotisa está sentada entre dos pilares: a la vez un símbolo vaginal y un símbolo de dualidad. Estos dos pilares vuelven a aparecer en repetidas ocasiones en los Arcanos Mayores, en lugares tan evidentes como el templo en el Hierofante, y también de maneras más-sutiles, como los dos enamorados en el naipe 6, o las dos esfinges uncidas al Carro. Pero ahora fijémonos en el Mundo. El bailarín, que es una figura fem e nina (aunque algunos mazos la presentan como hermafro dita), tiene dos varitas mágicas, una en cada mano. Lo mas culino y lo femenino están unificados, y más aún, sus dife rentes cualidades se hallan subordinadas al júbilo y a la li bertad superiores que se trasparentan en la levedad con que el danzarín sostiene esos poderosos símbolos. Está claro, pues, que en tanto que la línea horizontal —el Mago y la Suma Sacerdotisa— muestra una dualidad de opuestos, la línea vertical, 0 y 21, muestra una unidad en la que el Loco es una especie de estado perfecto anterior a la dualidad, y el Mundo nos ofrece un atisbo del jubiloso y es timulante sentido de la libertad que sólo es posible si p o
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demos reconciliar los opuestos ocultos en nuestra psique. 1.1 ’l'arot, de la misma manera que muchos sistemas de pensamiento, e incluso que muchas mitologías, simboliza la dualidad como la separación entre macho y hembra. Los cabalistas creían que Adán era originariamente hermafrodita y que Eva sólo llegó a separarse de él como resultado de la Caída. En la mayor parte de las culturas, en mayor o menor grado, los hombres y las mujeres se ven unos a otros como sociedades muy distintas, casi separadas. Actual mente, mucha gente piensa que en cada persona coexisten cualidades masculinas y femeninas, pero tiempos hubo en que semejante idea sólo se encontraba en las doctrinas eso téricas de la unificación. Así como representamos la dualidad en forma palmaria como macho y hembra, o como blanco y negro, en nuestra vida ordinaria tenemos también la vivencia de escisiones más sutiles, especialmente entre nuestras esperanzas, es decir lo que imaginamos com o posible, y la realidad de lo que logramos. Con mucha frecuencia resulta que las accio nes que emprendemos no responden a las esperanzas que depositábamos en ellas. El matrimonio no llega a darnos la felicidad total que esperábamos, del trabajo o la carrera ob tenemos más frustraciones que logros. Muchos artistas han dicho que el cuadro que ven sobre la tela no es nunca el cuadro que soñaron; nunca llegan a expresar lo que real mente querían decir. Sin que sepamos cómo, la realidad de la vida es siempre menos que su promesa potencial. Abru madas por una aguda conciencia de esta dualidad, muchas personas se angustian ante cada decisión, grande o pe queña, porque no son capaces de aceptar que, una vez que se emprende una acción en tal o cual sentido, se pierde la probabilidad de optar por ninguna de las otras direcciones que hasta ese momento se han abierto ante uno. No son ca paces de aceptar las limitaciones de la acción en el mundo real. A veces se equipara la escisión entre potencialidad y realidad con la separación entre mente y cuerpo. Tenemos la sensación de que nuestros pensamientos y emociones
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son algo distinto de nuestra presencia física en el mundo. La mente es ilimitada, capaz de recorrer el universo todo, de avanzar o retroceder en el tiempo. El cuerpo es débil, está sometido al hambre, al cansancio, a la enfermedad. En el intento de resolver esta separación, el hombre ha llegado a posiciones filosóficas extremas. Los conductistas han sos tenido que la «m ente» no existe; lo único real es el cuerpo y los hábitos que éste va formando. En el extremo opuesto, muchos místicos han tenido la vivencia del cuerpo como una ilusión — o más bien un delirio— , que es obra de nues tro limitado entendimiento. La tradición cristiana define el «alma» como el «verdadero» yo inmortal, que existe antes y después del cuerpo que la contiene. Y muchas religiones y sectas, como los gnósticos y algunos cabalistas, han visto en el cuerpo una prisión, creada por los pecados o errores de nuestros antepasados caídos. En la raíz de todas estas dualidades está la convicción de que no nos conocemos. Sentimos que en lo más pro fundo de nuestra verdadera naturaleza hay algo que es más fuerte y más libre, que está dotado de más sabiduría y de más poder; o bien, un ser de pasiones violentas y furiosos deseos animales. De cualquiera de las dos maneras, sabe mos que ese ser verdadero se oculta, o quizá yace profun damente sepultado dentro de nuestra personalidad normal, condicionada por las restricciones sociales. Pero, ¿cómo p o demos llegar a él? Si suponemos que nuestro ser esencial es una entidad de poder y belleza, ¿cómo podemos libe rarla? Las disciplinas que llamamos «ciencias ocultas» se ini cian con una profunda conciencia de todas estas dualida des y limitaciones. De allí pasan, sin embargo, a otra idea, la de que existe una clave o un plan que nos permitirá llegar a la unión de todo, unificar nuestra vida con nuestras espe ranzas, y a la vez liberar la fuerza y la sabiduría latentes dentro de nosotros. La gente confunde con frecuencia los propósitos de las disciplinas espirituales. Muchos piensan que el Tarot es para decir la buenaventura, que los alqui mistas quieren enriquecerse convirtiendo el plomo en oro,
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que para hacer sus conjuros los cabalistas pronuncian pala bras secretas, y otras cosas semejantes. En realidad, estas disciplinas apuntan a la unificación psicológica. El «metal bajo» que el alquimista desea transformar en oro no es otro que él mismo. Al aceptar la doctrina de que hemos caído de un estado perfecto a otro limitado, el ocultista no cree que debamos simplemente esperar en forma pasiva una reden ción futura, operada en nosotros por un agente externo. Por el contrario, considera que es responsabilidad nuestra alcanzar esa redención, y que para ello hemos de encontrar la clave de la unidad. El Tarot representa una versión de esa «clave». N o es ¡a clave, de la misma manera que no es realmente una doc trina secreta. Representa un proceso, y una de las cosas que nos enseña es que cometemos un error cuando suponemos que la unificación adviene por mediación de alguna clave o fórmula sencilla. Nos llega, más bien, mediante un proceso de crecimiento e incremento de la conciencia, a medida que recorremos paso a paso las veintiuna etapas de los Ar canos Mayores. El Loco representa la verdadera inocencia, una especie de estado perfecto de libertad y júbilo, el sentimiento de ser en todo momento uno con el espíritu de la yida; en otras palabras, es nuestro ser «inmortal» que, en nuestro sentir, quedó atrapado en las confusiones y los compromisos del mundo ordinario. Quizás ese ser radiante no haya existido jamás. Sin saber cómo ni por qué, la vivencia intuitiva que tenemos de él es la de algo perdido. Virtualmente todas las culturas han cultivado el mito de una Caída desde un pa raíso primigenio. «Inocencia» es una palabra que con frecuencia se en tiende mal. No significa «sin culpa», sino más bien una liber tad y una apertura totales hacia la vida, una completa falta de miedo, que se origina en una fe total en el vivir y en el propio ser instintivo. Inocencia no significa «asexualidad», como creen algunos. Es la sexualidad expresada sin miedo, sin culpa. Es la sexualidad que se expresa espontánea y li bremente, como expresión del amor y del éxtasis de la vida.
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El Loco lleva el número 0 porque todas las cosas son posibles para la persona que está siempre dispuesta a ir en cualquier dirección. El Loco no «pertenece» a ningún lugar específico; no está fijo como las otras cartas. Su inocencia hace de él una persona sin pasado, y por ende, con un fuluro infinito. Cada momento es un nuevo punto de partida. En la numeración arábiga, el 0 tiene la forma de un huevo, para indicar que de él emergen todas las cosas. Originaria mente, el cero se escribía con un punto; en la tradición her mética y cabalística, el universo emergía de un único punto de luz. Y en la Cábala se describe con frecuencia a Dios como «nada», como lo que no es ninguna cosa, porque des cribir a Dios como una cosa, la que fuere, sería limitarlo a algún estado fijo y finito. Los comentaristas del Tarot que discuten si el Loco debe estar antes o después de los otros naipes, o bien ocupar algún lugar entre ellos, dan la impre sión de no haber entendido bien el punto principal. El Loco es movimiento, cambio, el salto constante a través de la vida. Para el Loco no hay diferencia entre posibilidad y reali dad. 0 significa un vacío total de esperanzas y temores, y el Loco no espera nada ni planea nada. Reacciona en forma instantánea ante la situación inmediata. Otras personas serán los receptores de su total esponta neidad. Nada calculado, nada retenido. Y no lo hace delibe radamente, como alguien que decide conscientemente ser sincero sin reservas con un amigo o con un amante. El Loco brinda naturalmente a todos su sinceridad y su amor, sin pensarlo siquiera, jamás. Generalmente hablamos del Loco en masculino y del danzarín del Mundo en femenino, debido a la apariencia que tienen en las imágenes, pero en realidad, sin ningún cambio ambos pueden ser hombre o mujer. Así como no se siente separado respecto del mundo físico, el Loco, ya sea él o ella, no tiene vivencia alguna de aislamiento en rela ción con el «sexo opuesto». El Loco y el danzarín del Mun do son hermafroditas psíquicos, y expresan en todo mo mento, por su naturaleza misma, su total humanidad.
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Volvamos ahora a mirar el diseño de las cuatro cartas. Fijémonos cómo el Loco se escinde en el Mago y la Suma Sacerdotisa, que deben volver a estar unidos para formar el Mundo. Los dos naipes representan la partición o escisión de la inocencia del Loco, que origina la ilusión de los opues tos. El Mundo nos muestra una unidad restaurada, pero es una unidad superior y más profunda, que se logra mediante el crecimiento bosquejado en los otros dieciocho naipes. El Loco es la inocencia, pero el Mundo es la sabiduría.
Inocencia y libertad El Loco nos enseña que la vida es simplemente una conti nua danza de experiencias. Pero para la mayoría de noso tros es imposible mantener, ni siquiera durante breves mo mentos, una espontaneidad y una libertad semejantes. D e bido a los miedos y al condicionamiento, o simplemente, a los muy reales problemas de la vida cotidiana, inevitable mente permitimos que el yo nos aísle de la experiencia. Y sin embargo, en nuestro interior podemos percibir oscura mente la posibilidad de ser libres, y entonces, llamamos a esa vaga sensación de pérdida una «caída» de la inocencia. Una vez que hemos perdido esa inocencia, sin embargo, no podemos simplemente volver a trepar hasta el nivel del Loco. Debemos, en cambio, luchar y aprender, mediante la madurez, el descubrimiento de uno mismo y la conciencia espiritual, hasta que podamos alcanzar esa libertad mayor que es la del Mundo. El Mago representa la acción, la Suma Sacerdotisa la pasividad, el Mago la condición masculina, la Suma Sacer dotisa la condición femenina, el Mago la conciencia, la Suma Sacerdotisa el inconsciente. Al hablar de «conciencia» no hacemos referencia a la conciencia superior del Mundo, sino a la poderosa, aunque limitada, conciencia del yo, en cuanto creadora de un uni verso exterior de límites y formas. Esta descripción no se propone en modo alguno denigrar ni menospreciar la fuer
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za creativa del Mago. ¿Qué mayor creatividad puede haber que dar forma al caos de la experiencia? Es el Mago quien da su significado y su propósito a la vida. Sanadores, artis tas y ocultistas se han colocado bajo el patrocinio de la carta del Mago. Y sin embargo, su poder representa un aisla miento respecto de la libertad del Loco o del entendimiento del Mundo. De la misma manera, la Suma Sacerdotisa indica, en su inconsciente, un estado muy profundo de captación intui tiva. Y sin embargo, su conocimiento interior no pertenece a ese radiante centro de nada que permite al Loco actuar tan libremente. La Suma Sacerdotisa representa el arquetipo de la ver dad interior, pero como se trata de una verdad inconsciente e inexpresable, ella sólo puede mantenerla mediante una pasividad total. Esta situación se nos presenta de numero sas maneras en la vida. Todos llevamos dentro un confuso sentimiento de quiénes somos, de un ser interior auténtico que los demás nunca ven y que es imposible de explicar. Pero es frecuente que las mujeres y los hombres que se lan zan a la lucha por la vida, que asumen carreras y responsa bilidades, sin ocuparse al mismo tiempo de conocerse más a sí mismos, descubran llegados a cierto punto que han per dido el sentimiento de quiénes son y de qué era lo que una vez quisieron en la vida. Ahora bien, en contraposición, los monjes y monjas budistas se retiran del mundo porque el más leve compromiso con él podría apartarlos del centro de sus meditaciones. Tanto el Mago como la Suma Sacerdotisa transmiten una pureza arquetípica. En cierto sentido, no han perdido el resplandor del Loco; simplemente, lo han escindido en luz y oscuridad. En la escisión tradicional en la religión de Occi dente y de Oriente, el Mago representa a Occidente, con el énfasis en la acción y en la salvación histórica, y la Suma Sacerdotisa a Oriente, la senda de la separación del mundo y del tiempo. Sin embargo, quienes más han profundizado en estas tradiciones tienden a combinar estos elementos. La Suma Sacerdotisa está sentada entre los pilares de la
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luz y la oscuridad. Aunque ella, como tal, simboliza el lado oscuro y pasivo, su intuición puede alcanzar un equilibrio entre los dos. Esto es menos paradójico de lo que parece. Si sentimos que nuestra vida está llena de opuestos imposi bles de resolver, podemos reaccionar de dos maneras: o bien corriendo incesantemente, precipitándonos de un ex tremo al otro, o bien no haciendo absolutamente nada. Podemos sentarnos en el medio, sin dejarnos seducir por ninguna dirección, y permanecer pasivos, dejando que los opuestos sigan existiendo a nuestro alrededor. Excepto, na turalmente, que también esto sea una opción, y que termi nemos por perder ese equilibrio y ese conocimiento interior, porque, en torno de nosotros, la vida continúa. En la iconografía cabalística la Suma Sacerdotisa repre senta el Pilar de la Armonía, una fuerza que reconcilia a los Pilares opuestos de la Misericordia y del Juicio; de ahí que esté sentada entre los dos pilares del templo. Pero sin la capacidad de integrarse en la fuerza activa del Mago, el sen tido de la armonía de la Suma Sacerdotisa desaparece. Com o arquetipos, el Mago y la Suma Sacerdotisa no pueden, lo mismo que el Loco, existir en nuestra vida. Inevi tablemente, a estos elementos los mezclamos (en vez de integrarlos), y en consecuencia de ello vivenciamos sus for mas inferiores como una acción confusa o bien com o una pasividad insegura y teñida por la culpa. Dicho de otra ma nera: la pureza de los dos polos se pierde porque la vida introduce el desorden en ellos. El propósito de los Arcanos Mayores es doble. En pri mer lugar, al aislar los elementos de nuestra vida dándoles forma de arquetipos, nos permiten que los veamos en sus formas puras, como aspectos de la verdad psicológica. En segundo término, nos ayudan a resolver verdaderamente esos elementos diferentes, nos llevan paso a paso por las diferentes etapas de la vida hasta conducirnos a la unidad. En realidad, es probable que la inocencia simbolizada por el Loco jamás haya existido; la vivencia que tenemos de ella es la de algo perdido. Los Arcanos Mayores nos dicen cómo recuperarla.
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La visión general Las cartas como secuencia 1.a mayoría de los intérpretes de los Arcanos Mayores optan por uno de dos puntos de vista: o bien consideran las cartas como entidades aparte, o las toman como una secuencia. El primero de estos enfoques ve en cada carta algo que repre senta diferentes cualidades o situaciones de importancia para el desarrollo espiritual de una persona. La Emperatriz i (¡presenta el alma glorificada en la naturaleza, el Empera dor el dominio de sí, etcétera. Este sistema considera que los números que llevan las cartas son parte de su lenguaje simbólico. El número 1 no pertenece al Mago porque éste sea el que viene primero en la serie, sino porque ese nú mero significa ideas — la unidad, el poder de la voluntad— apropiadas al concepto del Mago. El segundo enfoque considera los triunfos como una progresión. El Mago es el número 1 porque sus cualidades lorman el punto de partida de la pauta de crecimiento repii-sentada por el resto de los naipes. El lugar de la carta numero 13 es precisamente ése — entre el Colgado y la I cmplanza— y no ningún otro. Cada nuevo triunfo se afir ma sobre el anterior y abre el camino al que le sigue. Me he atenido, en general, al segundo método. Aunque ni) es cuestión de descuidar el simbolismo del número, es
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liliinlnuMite Importante ver dónde encaja cada carta en la I m i ilii general. Las comparaciones establecidas con otros números también pueden ayudarnos a ver tanto las limita ciones como las virtudes de cada carta. Por ejemplo, de la número 7, el Carro, se habla con frecuencia com o de una carta de «victoria». Pero preguntémonos qué clase de victo ria. ¿Es la liberación total del Mundo, o se trata de un con cepto más estrecho, pero aun así de gran valor? Una mirada a la posición de la carta puede responder estas preguntas. Los intérpretes que han adoptado este punto de vista han buscado, por lo general, un lugar por donde dividir los naipes para facilitar su comprensión, y la elección más co mún es la Rueda de la Fortuna, que como es el número 10, simboliza la conclusión de un ciclo y el com ienzo de otro. Además, si colocamos al Loco al comienzo, esto divide las cartas exactamente en dos grupos de once. Y, lo que es más importante, la idea de una rueda giratoria simboliza un cambio de mirada, de perspectiva, el paso de una preocu pación por las cosas externas, como pueden ser el éxito y el romance, a un enfoque más interior, como el que se repre senta en cartas tales como la Muerte y la Estrella. Pese al valor que tiene ver los Arcanos Mayores como dos mitades, yo encuentro que se logra una división más orgánica dividiendo los triunfos en tres partes. Si se separa el Loco, tomándolo realmente como una categoría en sí mismo (y ponerlo a un lado nos permite ver que pertenece a todas partes y a ninguna), eso nos da veintiún cartas, es decir, tres grupos de siete. El número siete tiene una larga historia en el simbo lismo: los siete planetas de la astrología clásica, el siete como combinación de tres y cuatro, que son a su vez números arquetípicos, los siete pilares de la sabiduría, las siete esta ciones inferiores del Árbol de la Vida, las siete aberturas de la cabeza humana, los siete chakras y, por cierto, los siete días de la semana. Un aspecto particular del siete lo relaciona directamente con el Tarot. La letra griega pí representa la proporción que existe en el círculo entre la circunferencia y el diámetro.
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Independientemente de cuál sea el tamaño del círculo, los dos darán siempre la misma fracción, 22/7. Y los Arcanos Mayores con el Loco suman veintidós, así como sin el Loco quedan reducidos a tres grupos de siete. Además, veintidós veces siete es igual a ciento cincuenta y cuatro (que suman do los dígitos se reduce a diez, lo que lo relaciona con la Rueda), y ciento cincuenta y cuatro dividido por dos — por los dos grupos de Arcanos— da setenta y siete, es decir, el Tarot entero, otra vez con el Loco puesto aparte. En la concepción cabalística de Dios el punto es nada, y sin embargo de él irradia el círculo entero. Y el número del Loco, 0, ha sido representado tanto con un círculo como con un punto. Las mejores razones para la división en tres grupos son inherentes al conjunto mismo de los Arcanos Mayores. Consideremos primero el simbolismo de la imagen. Distri buyamos los tres grupos en tres líneas horizontales y mire mos el primer naipe de cada línea. Evidentemente, tanto el Mago como la Fuerza son cartas de poder, pero también lo es el Diablo. El Mago y la Fuerza están ligados por el signo de infinito que llevan sobre la cabeza, en tanto que el Dia blo muestra un pentáculo invertido. Si se fija uno en la poslura del Diablo, con un brazo levantado y el otro hacia abajo, verá que la imagen es en algún sentido una parodia del Mago, con la antorcha que apunta hacia abajo en vez de la vara que apunta hacia arriba. En algunos mazos, la carta número 15 lleva el título de «el Mago Negro». (En muchas barajas, el número 8 es la Justicia, no la Fuerza. Si se ob serva la postura de la figura que representa la Justicia se verá una semejanza aún más estrecha con el Mago y con el Diablo.) El mismo tipo de correspondencias verticales se aplica a las tres líneas en su totalidad.
I.os tres ámbitos de la experiencia I a división en tres nos permite ver que los Arcanos Mayo res tratan de tres ámbitos distintos de la experiencia, a los
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que brevemente podemos llamar conciencia, o las preocu paciones exteriores de la vida en sociedad; subconsciente, o la búsqueda interior para descubrir quiénes somos en reali dad; y superconsciente, es decir, el desarrollo de una con ciencia espiritual y una liberación de la energía arquetípica. Los tres niveles no son categorías forzadas, sino que se de rivan de las cartas mismas. La primera línea, con su concentración en asuntos tales como el amor, la autoridad social y la educación, resume las preocupaciones principales de la sociedad. En muchos sen tidos, el mundo que vemos reflejado en nuestras novelas, películas y escuelas es el que halla expresión en las siete primeras cartas de los Arcanos Mayores. Una persona pue de vivir y morir, y es posible que todos los que la rodean la consideren una triunfadora, sin que haya pasado jamás más allá del nivel del Carro. Y muchas son, de hecho, las que no llegan siquiera a ese nivel. La moderna psicología profunda se centra en la se gunda línea de triunfos y en sus símbolos: el retiro, a la ma nera de un ermitaño, al interior de la conciencia de sí mis mo, seguido por una Muerte y un renacimiento simbólicos. Al final de la línea, el ángel de la Templanza representa aquella parte de nosotros mismos cuya realidad esencial descubrimos después de haber permitido que se extinguie ran las falaces ilusiones del yo, el espíritu defensivo. Y finalmente, ¿qué hay de la última línea? ¿Qué es lo que puede ir más allá del encuentro con nuestro ser verda dero? Para expresarlo en forma simple, estas siete cartas representan una confrontación, y finalmente una unidad, con las grandes fuerzas de la vida misma. Las otras cartas, que antes se aparecían como tan importantes, terminan por ser una mera preparación para el gran descenso a la oscuri dad, la liberación de la luz y el retorno de esa luz al mundo soleado de la conciencia. A la mayoría de los lectores, la última línea les parecerá demasiado vaga y fantasiosa. Ya podemos llamar «mítico» o «religioso» a este tema; incluso estas palabras siguen siendo difíciles de captar.
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Esa vaguedad de nuestra mente dice quizá más sobre nosotros mismos y sobre nuestra época que sobre el tema que nos ocupa. Cualquier sociedad enseña automática mente a sus miembros, ya desde el lenguaje mismo que usan, a partir de ciertos supuestos referentes al mundo. En nuestra cultura, serían ejemplos de ellos el valor y la unici dad de los individuos, la realidad y la importancia suprema del amor, la necesidad de libertad y justicia social y, más complejo pero igualmente fuerte, la individualidad de cada persona. «Solos nacemos y solos morimos.» Nuestra socie dad, edificada sobre los cimientos materialistas de los si glos xvm y xix, no se limita a rechazar las nociones de «superconciencia» o de «fuerzas universales»: en realidad, no sabemos siquiera qué significan. Cuando trabajamos con la última línea de los Arcanos Mayores estamos, pues, trabajando con un ámbito que para la mayoría de nosotros es incómodo, y eso hará que la tarea de entender esas cartas sea más difícil... y quizá más gratifi cante. El trabajo con estas antiguas imágenes puede apor tarnos un conocimiento que ha sido descuidado en nues tra educación.
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Los triunfos iniciales: símbolos y arquetipos
(a)
Figura 1
(b)
El Loco Hemos visto ya un aspecto del Loco, como la imagen de un espíritu totalmente libre. Pero también podem os mirarlo
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desde otro ángulo, el del salto que nos lleve al interior del mundo arquetípico de los triunfos. Imagínese el lector adentrándose en un paisaje extraño. Un mundo de magos, de gentes colgadas cabeza abajo y de danzarines suspendidos en el aire luminoso. Allí se puede entrar dando un salto desde una cumbre, atravesando una caverna oscura o un laberinto, o incluso descendiendo por una conejera en persecución de un conejo Victoriano que lleva un reloj de bolsillo. Pero de cualquier manera que lo haga, tiene que estar loco para hacerlo. ¿Por qué mirar al interior del mundo profundo de la mente, cuando puede permanecer seguro en el paisaje habitual del trabajo, el hogar y la familia? En Moby Dick, Hermán Melville advirtió a sus lectores que no dieran ni siquiera un paso fuera de la senda ordinaria fijada por la sociedad. Podría ser que no regresaran. Y sin embargo, a los que estén dispuestos a correr e albur, el salto puede aportarles júbilo y aventura, y final mente, a quienes tengan el coraje de seguir avanzando cuando el país de las maravillas se vuelve más temible que jubiloso, el salto puede llevarlos al conocimiento, la paz y la liberación. Lo interesante es que el arquetipo del Loco apa rece más en la mitología que en la religión estructurada. Una Iglesia institucionalizada difícilmente puede instar a la gente a que se aventure más allá de los límites de las institu ciones. Las iglesias nos ofrecen, en cambio, un puerto se guro para protegernos de los temores de la vida. La mitolo gía nos lleva directamente al corazón mismo de esos mie dos, y en todas las culturas el paisaje mitológico contiene la imagen del Truhán, el que empuja, provoca y aturde con su discurso ininteligible a héroes y reyes, toda vez que estos se apartan del mundo interior de la verdad. En las leyendas del Rey Arturo, Merlín figura no sola mente como un hechicero y un sabio, sino también como un truhán. Constantemente en presencia de Arturo aparece disfrazado, de niño, de mendigo, de viejo campesino. El joven rey, seducido ya por la pompa de su alta posición social, jamás reconoce a Merlín hasta que sus compañeros
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Ir señalan que una vez más ha sido víctima de sus tretas. Más importante que conocer las leyes o dominar la estrate gia militar es la capacidad de ver a través de las ilusiones. I i >s maestros taoístas eran famosos por las jugarretas que hacían a sus discípulos. Ln cuanto arquetipo, el Loco ha encontrado incluso ex plosión social en el bufón de corte. Todos conocemos la Imagen del bufón a quien le está permitido decir al rey ver dades que nadie más podría atreverse a expresar. Y en la actualidad, nuestros comediantes y poetas satíricos disfru tan en alguna medida de igual privilegio. En muchos países, el carnaval libera año tras año el de.•nfreno que durante los trescientos sesenta días restantes permanece reprimido. La vida sexual es más libre, algunas leyes suspenden su vigencia, la gente se disfraza, y un per sonaje simbólico se convierte en Rey del Carnaval. Actual mente, en Europa y América, el 28 de diciembre es un día ieservado para jugarretas y bromas pesadas. La imagen que vemos junto al naipe del mazo Rider nos muestra la figura del Loco tal com o lo concibió Oswald Wirth. Perteneciente a una tradición más antigua que la de Waite, representa al arquetipo como un vagabundo gro tesco. Esta imagen ha sido interpretada de diversas mane ras: como el alma antes de la iluminación, como un recién nacido que entra en el mundo de la experiencia, como el principio de la anarquía. Elizabeth Haich ofrece una inter pretación interesante de la grotesca imagen del Loco que nos da Wirth. Colocándolo entre el Juicio y el Mundo, des cribe al Loco como lo que ve el mundo exterior cuando se encuentra frente a alguien que es un verdadero iluminado. ( 'orno el Loco no sigue las reglas ni comparte las debilida des del mundo, se le aparece de esa manera, feo y defor mado. Haich ve en el rostro del Loco una máscara, pero esa máscara no se la ha puesto él, sino el mundo exterior. La ultima carta, el Mundo, presenta al mismo iluminado, pero visto desde adentro, es decir, desde sí mismo. En algunos de los primeros mazos de Tarot el Loco apa recía como un gigantesco bufón cortesano, que sobresalía
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por encima de las cabezas de la gente que lo rodeaba. Su título era «el bufón de Dios». El término se ha aplicado tam bién a idiotas, locos inofensivos y epilépticos graves; de todos ellos se pensaba que estaban en contacto con una sabiduría mayor, precisamente porque estaban fuera de co municación con el resto de nosotros. El arquetipo perdura también en la mitología popular moderna. Con frecuencia, por su naturaleza fantástica y pri mitiva, los libros de historietas reflejan los temas mitológi cos mejor que las novelas. En Batman, el principal enemigo del héroe es el Guasón, un personaje que no tiene pasado y que aparece siempre con el atuendo extravagante del com o dín de un mazo de naipes; una figura, por cierto, que des ciende directamente del Loco de los tarocchi. La rivalidad entre Batman y el Guasón transmite a sus lectores un men saje clarísimo: no os rebeléis contra los valores sociales. Apoyad la ley y el orden. En los últimos años, la revista ha cambiado la descripción del Guasón, presentándolo más bien como insano que como criminal. Para la sociedad, la actitud del Loco, que sigue el camino del instinto, no el de las reglas, es una peligrosa locura. Hasta el momento hemos considerado al Loco como el «otro», el que con sus chistes y sus disfraces nos arranca de nuestra complacencia. En cuanto «sí mismo», representa la larga tradición del hermano (o hermana) tonto, a quien sus hermanos mayores desprecian, pero que finalmente, gra cias a su bondad y su ingenio instintivo, es quien se casa con la princesa (o con el príncipe). Lo curioso es que la imagen del Loco como el sí mismo aparece más en los cuentos de hadas que en los mitos. Vemos éstos como la representación de fuerzas demasiado grandes para nosotros; el cuento de hadas, que es más sim ple, nos da margen para expresar nuestra propia tontería y nuestra locura. Como esos personajes de los cuentos de hadas que van siempre acompañados de diversos animales que los ayu dan, en casi todos los mazos el Loco aparece con un com pañero. En el de Waite es un perro que salta, en otros un
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(¡ato, e incluso un cocodrilo. El animal simboliza las fuerzas de la naturaleza y el lado animal del hombre, en armonía con el espíritu que actúa a partir del instinto. Los perros mitológicos suelen ser terroríficos, como el Mastín del In fierno, que persigue a las almas perdidas, pero en realidad se trata de la misma bestia; lo único que cambia es nuestra actitud. Si niegas tu ser interior, se volverá feroz. Obedé cele, y se mostrará benigno. El Loco de Waite lleva en la mano una rosa blanca. Las rosas simbolizan la pasión, pero aquí el blanco, color tradi cional de la pureza, unido a la delicadeza con que es soste nida la flor, indica que las pasiones se han elevado a un nivel superior. Los griegos veían a Eros, el dios del amor, como un bromista que fuerza a las personas más mesura das a hacer ridiculeces. Pero a los que son ya capaces de expresar su locura y su bufonería no los desquiciará el amor. I os griegos también hablaban de Eros, en otras formas, como la fuerza que anima el universo. El hato que el Loco carga a la espalda son sus experien cias. No las abandona, no las olvida; simplemente ellas no lo controlan, tal como frecuentemente los recuerdos y los traumas del pasado controlan nuestra vida. El hato muestra l.i cabeza de un águila, símbolo del espíritu que asciende. Su instinto superior impregna y transforma toda experien cia. El águila es también el símbolo de Escorpio elevado a un nivel superior, es decir, de la sexualidad elevada a la condición de espíritu. Esta idea de la relación entre sexo y espíritu volverá a aparecer con la carta del Diablo. Como un vagabundo, el Loco anda con un palo al hom bro; pero el palo es en realidad una vara, símbolo de poder. I .unbién el Mago y el auriga del Carro llevan varas, pero '.osteniéndolas conscientemente y con deliberada firmeza. I I Loco y el danzarín del Mundo sostienen sus varas de ma nera tan descuidada que apenas si las advertimos. ¿Qué I niede haber más tonto que tener una varita mágica y usarla p.ira llevar la bolsa al hombro? Bien podemos imaginar un i liento de hadas en que el hermanito tonto se encuentra un | m Io al borde del camino y se lo lleva, sin darse cuenta de
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que es la varita mágica que perdió el hechicero, y que por eso no se encamina a la destrucción, como sus dos herma nos mayores, que la buscaban para usarla en provecho propio. La vara del Loco es negra; las otras dos son blancas. Para la inconsciencia del Loco, la fuerza espiritual perma nece siempre en estado potencial, siempre lista, porque él no la dirige conscientemente. Tenemos tendencia a inter pretar erróneamente el color negro, a verlo com o malo, como una negación de la vida. El negro significa más bien la potencialidad de todas las cosas, la energía infinita de la vida antes de que la conciencia haya erigido límite alguno. Cuando tememos al negro o a la oscuridad, tememos a la propia y profunda fuente inconsciente de la vida. Com o el comodín, el Loco puede ocupar realmente cualquier lugar en el mazo, en combinación con y en com pañía de cualquier otra carta. Es la fuerza de animación que da vida a las imágenes estáticas. En los Arcanos Mayores, el lugar del Loco está allí donde hay una transición difícil. De ahí su posición al comienzo, donde se da la transición del mundo cotidiano de los Arcanos Menores al mundo de los arquetipos. El Loco nos ayuda también a saltar la brecha que hay entre cada línea y la siguiente, es decir, desde el Carro a la Fuerza, desde la Templanza al Diablo. Para llegar al Carro o a la Templanza se necesita gran esfuerzo y cora je, y sin la fácil disposición del Loco para adentrarse de un salto en territorio nuevo nos detendríamos probablemente en lo que ya hemos logrado. El lugar del Loco está también con aquellas cartas don de se hace difícil el paso, como la Luna y la Muerte (obsér vese el camino serpenteante que aparece en cada una de ellas), y donde él nos insta a seguir avanzando a pesar de nuestros temores. En los Arcanos Menores, el Loco se relaciona en primer lugar con todas las Varas: acción, impaciencia ilusionada, movimiento sin pensamiento. Pero se relaciona también con las Copas, con la insistencia de éstas en la imaginación y el instinto. El Loco, en realidad, combina estos dos palos. Más
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adelante veremos que esta combinación — fuego y agua— representa el camino de la transformación. Finalmente, se plantea la cuestión del lugar del Loco en las consultas destinadas a la adivinación. He hablado ya de la importancia de las lecturas para alcanzar un entendi miento más cabal de las cartas. Más aún: nos ayudan a apli car a nuestra vida cotidiana la sabiduría de las cartas. En las lecturas, el Loco nos habla de coraje y de optimismo, nos insta a tener fe en nosotros mismos y en la vida. En los momentos difíciles, cuando la gente que nos rodea nos pre siona para que seamos prácticos, el Loco nos recuerda que quien mejor puede decirnos qué hacer es nuestro propio ser interior. Con frecuencia, el Loco puede simbolizar comienzos, i nomentos en que uno se aventura valientemente, de un salto, en una nueva fase de la vida, en particular cuando ese ■.alio se da a partir de un sentimiento profundo, no de una I tlanificación cuidadosa. Lo que llevamos dicho se refiere al Loco en su posición normal, pero debemos tener en cuenta también los signifi cados «invertidos», es decir, los que son válidos cuando la lorma en que hemos mezclado las cartas hace que el Loco aparezca cabeza abajo. Los significados invertidos son mollvo de controversia entre los comentaristas del Tarot. Los que expresan los significados con fórmulas se limitan por lo común a invertir la fórmula: un método simplista que ha Ix-cho que muchos intérpretes renunciaran a trabajar con la Idea de los significados invertidos. Pero también podemos considerar que las inversiones profundizan el significado de la carta en cuanto totalidad. En general, una carta invertida Indica que las cualidades que esa carta simboliza se encuenlian bloqueadas, deformadas o encauzadas en otra direc ción. Cuando el Loco aparece invertido, eso significa ante todo Incapacidad del consultante para seguir sus instintos. Quias haga alusión a no correr un riesgo en un momento deci•*lvo, ya sea por miedo o por confiar demasiado en planes previos y en el consejo práctico de otras personas.
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Otro significado del Loco, cuando se nos presenta inver tido, al principio puede parecer contradictorio con el que acabamos de dar. La temeridad, la extravagancia, los planes delirantes, parecen todo lo contrario al exceso de cautela, y sin embargo se originan en la misma debilidad, en una inca pacidad para actuar «desde adentro». La persona temeraria imprime a su vida un atolondramiento artificial y cons ciente, no sólo porque no confía en su inconsciente para que le sirva de guía, sino también porque tiene miedo de estar sin hacer nada. Este segundo significado invertido hace pensar en otra dimensión del Loco: la conciencia de que los grandes ries gos sólo se han de correr en el momento adecuado. Des pués de todo, son muchas las veces que se necesita cautela, y también aquellas en que lo mejor es no hacer absoluta mente nada. El principio básico que nos enseña cualquier oráculo es que no hay ninguna acción ni ninguna actitud que esté bien ni mal, a no ser en su contexto adecuado. A medida que nos adentremos más en el Tarot, veremos no sólo que las cartas están impregnadas de este concepto del momento adecuado, sino que él constituye, en verdad, la clave correcta para usarlas. El naipe del mazo Rider que ocupa exactamente el punto medio de las tres líneas, es decir, la Justicia, significa una respuesta adecuada.
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THE M AGICIAN.
Figura 2
El Mago El Mago se deriva en forma muy directa del Loco en su ima gen del truhán-hechicero. Com o ya mencioné antes, Merlín desempeña estos dos papeles (lo mismo que el de maestro y el de sabio), y muchos otros mitos establecen la misma relación. Algunos mazos anteriores de Tarot presentaban el triunfo número uno como un ilusionista antes que como un mago, o incluso como un juglar que arrojaba al aire bolas de colores. Charles Williams lo describió como un juglar que manipulaba estrellas y planetas. La mayoría de las imágenes modernas siguen la del he chicero de Waite, que levanta una vara mágica para atraer a la realidad la fuerza espiritual, la energía de la vida en su forma más creativa. El Mago sostiene cuidadosamente la vara, con plena conciencia de ese poder psíquico que el Loco llevaba con tanta ligereza al hombro. Así el Mago,
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como comienzo propiamente dicho de los Arcanos Mayo res,Representa la conciencia, la acción y la creación. Simbo liza el concepto de manifestación, esto es, de hacer que algo real emerja de las posibilidades a la vida. Por consi guiente, dispuestos sobre una mesa, frente a él, vemos los cuatro emblemas de los Arcanos Menores. El Mago no sólo se vale del mundo físico para sus operaciones mágicas (los cuatro emblemas son objetos que los hechiceros usan en sus rituales), sino que también crea el mundo, exi..elsentido de dar a la vida un significado y una dirección. El Mago está rodeado de flores para recordarnos la ne cesidad de que el poder emocional y creativo que sentimos en nuestra vida se afirme en la realidad física para que p o damos sacar algo valioso de él. A menos que hagamos algo de nuestras potencialidades, éstas no existen realmente. «En el comienzo, Dios creó el cielo y la tierra.» La Biblia comienza en el momento en que el espíritu desciende a la realidad física. Pues nosotros, en el mundo físico, no pode mos hablar de nada previo a este momento. Cuando se establece el vínculo del Tarot con el alfabeto hebreo, al Loco se le asigna con frecuencia la primera letra, Aleph. (Aleph no tiene ningún sonido; es un silencioso portador de voca les, y por ende simboliza la nada. Es la primera letra de los Diez Mandamientos.) Esto asignaría la segunda letra hebrea, Beth — la primera con sonido efectivo— , al Mago. Beth es la primera letra del Génesis. Fijémonos en la imagen que da Waite del Mago: no está practicando un hechizo ni conjurando los demonios. Sim plemente está de pie, con una mano elevada al cielo mien tras la otra señala la tierra verde. El Mago es un pararrayos. Al abrirse al espíritu, lo atrae hacia sí, y después esa mano que apunta hacia abajo, como un pararrayos hundido en el suelo, hace que la energía descienda a la tierra, a la rea lidad. Encontramos muchos relatos del «descenso del espí ritu» en la Biblia, en otros textos religiosos y en la experien cia religiosa contemporánea. En las reuniones evangélicas de las iglesias de Pentecostés, la gente habla «lenguas extra-
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Has», grita, llora y se arroja al suelo. El sacerdote que da la ■umunión se considera a sí mismo como un «receptáculo» i . i .mal del Espíritu Santo. Pero podemos ver la misma exii.'iicncia en términos mucho más simples y no religiosos. I . 1 ijente tiembla de excitación en los acontecimientos de portivos. «¡Me siento a punto de estallar!» Cuando inicia mos una relación amorosa o una carrera, sentimos la pre.•■ncia de un poder que nos llena. A veces ve uno personas que están al comienzo de una fase importante en su vida y i|iie dan golpecitos con los pies en el suelo, no pueden es tarse quietas en su asiento, llenas de una energía que no pueden acabar de descargar. Y es común que escritores y artistas, cuando su trabajo va bien, tengan la sensación de ser canales casi pasivos de una fuerza espiritual. «Inspira ción» significaba originariamente «lleno de un aliento sagra do» y se deriva de la misma raíz que la palabra «espíritu». Observemos que, salvo el sacerdote y el artista, todos los protagonistas de estos ejemplos son presas de un frenesí. El feligrés poseído, lo mismo que el aficionado que se siente a punto de estallar en un espectáculo deportivo, comparten la sensación de que su cuerpo está abrumado por un poder demasiado grande. Lejos de ser grata, esa invasión de ener gía puede ser casi dolorosa. La persona que es presa del fervor religioso salta y grita para liberar una energía que se le hace insoportable. * La fuerza vital que llena el universo no es suave ni be nigna. Es menester descargarla, afirmarla en algo real, por que ni nuestro cuerpo ni nuestro ser psíquico están hechos para almacenarla, sino solamente para transmitirla. Por eso el artista no precisa unirse al frenesí físico: porque descarga ese poder en el cuadro. De manera similar, el sacerdote pasa el poder al pan y al vino. Funcionamos meior como canales de energía. A menos que sigamos la senda de la Suma Sacerdotisa, retirándonos del mundo, vivimos con más plenitud la vida cuando somos creadores o estamos activos. Y «crear» no se refiere simple mente al arte, sino a cualquier actividad que produzca algo real y valioso fuera de nosotros mismos.
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<^Para muchas personas, la experiencia de sentirse pode rosas es tan poco frecuente que tratan de aferrarse a esos sentimientos. Tienen la esperanza de que si no hacen nada podrán preservar esos momentos mágicos. Pero la única forma en que realmente podemos aferramos al poder en la vida es estar constantemente descargándolo. Al liberar el poder creativo nos abrimos para recibir un caudal nuevo. En cambio, si intentamos aferramos a él bloqueamos los canales, y el sentimiento del poder — que es en realidad la vida misma— se marchita dentro de nosotros. El especta dor que presencia el partido de fútbol, el mismo feligrés poseído, se encontrarán con que, una vez pasado el aconte cimiento que la desencadenó, su excitación ha desapare cido. Pero el artesano, el científico y el maestro — o, para el caso, el lector o lectora de Tarot— se encontrarán con que el poder se incrementa con los años, cuanto más lo descar gan en la realidad física*> Cuando miramos al Mago, quienes padecemos alguna carencia o no encontramos sentido a nuestra vida nos sentiremos atraídos por la vara q ue se eleva hacia el cielo, pero la verdadera magia reside en ese dedo que apunta hacia la tierra. Esa capacidad de crear es lo que le confiere su título. Su imagen no se deriva solamente del truhán-ilusionista, sino también del héroe arquetípico, que en nuestra cultura sería Prometeo, el que trajo el fuego del cielo a la débil y helada humanidad. En Occidente tendemos a ver a los hechiceros como manipuladores, que aprenden técnicas secretas o hacen pactos con Satán para así obtener poder personal. Esta imagen, un tanto decadente, proviene en parte de los pro pios magos, puesto que ellos hacen ensalmos para encon trar tesoros ocultos, pero también de la Iglesia, que ve a los magos — personas que tratan directamente con el espíritu en vez de pasar por el clero— como competidores. El Tarot y todas las ciencias ocultas son en ciérto sentido revolucionarias, porgue enseñan la salvación directa, en esta vida. mediante e l propio esfuerzo. Podemos llegar a un concepto diferente del Mago mer-
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* t’d a la imagen del chamán o médico brujo. Como no ha .nisido ninguna Iglesia jerárquica que proscriba a los cha manes, éstos no se han visto aislados de su comunidad. Sir ven como sanadores, maestros y directores del alma des pués de la muerte. Com o los hechiceros, los chamanes estudian y aprenden complicadas técnicas. Su vocabulario mágico suele ser mucho más amplio que el vocabulario co tidiano de las gentes que los rodean. Sin embargo, su saber jamás es usado para manipular al espíritu, ni con fines per sonales. Por el contrario, el chamán sólo procura conver tirse en un canal apropiado, tanto para sí mismo, porque así no se verá abrumado, como para la comunidad, porque así podrá servirla mejor. Sabe qué gran poder se adueñará de «•I en los momentos de éxtasis, y quiere estar seguro de que ese poder no ha de destruirlo y despojarlo de toda utilidad p.ira la gente que lo rodea. Como el hechicero, el chamán ha cultivado su voluntad hasta el punto de ser capaz de dirigir el fuego que lo anima. Al mismo tiempo se mantiene abierto, permitiendo que su ego se disuelva bajo la violenta arremetida directa del espí ritu. Dice algo acerca de nuestra cultura el hecho de que nuestros hechiceros se queden dentro de círculos mágicos para estar seguros de que los demonios no pueden tocar los. Podemos aplicar la actitud del chamán a todo nuestro trato con el mazo del Tarot. Estudiamos las cartas, aprende mos el lenguaje simbólico, incluso las fórmulas específicas, para ser capaces de imprimir una dirección a los sentimien tos que todo esto moviliza en nosotros. Pero no debemos olvidar que la verdadera magia reside en las imágenes mis mas, no en las explicaciones. Los significados adivinatorios del Mago se derivan de ambas manos, la que recibe el poder y la que lo dirige. La carta significa, antes que nada, una conciencia del poder en l.i propia vida, un darse cuenta del espíritu o de la simple emoción que nos posee. También puede significar, según cuál sea la posición de la carta y la reacción del consultante ante ella, el poder de algún ser que afecta al sujeto. Com o el
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Loco, esta carta se refiere a los comienzos, pero aquí la referencia es a los primeros pasos efectivos. Puede aludir tanto a la inspiración para iniciar algún nuevo proyecto o fase de la vida, como al entusiasmo que nos sostiene a lo largo del duro trabajo q ue ha de conducirnos a nuestro o bjetivo. Para mucha gente, el Mago puede convertirse en un fuerte símbolo personal de la fuerza creativa que acom paña toda su vida. En segundo lugar, el Mago representa el poder de la . voluntad; la voluntad unificada y orientada hacia objetivos. Significa tener gran fuerza porque toda nuestra energía está canalizada en una dirección específica. La gente que da. siempre la impresión de conseguir todo lo que quiere en la vida suele ser gente que simplemente sabe lo que quiere, y es capaz de dirigir su energía. El Mago nos enseña que tanto la fuerza de voluntad como el éxito se derivan de la con ciencia que tengamos de ese poder accesible a todos. La mayoría de la gente rara vez actúa; se limita a reaccionar, a ser llevada de una experiencia a otra. Actuar es dirigir nuestra fuerza, mediante la voluntad, al sitio a donde queremos que vaya. Cuando aparece al revés, el Mago significa que de algu na manera la corriente de energía se ha visto perturbada o bloqueada. Puede aludir a una debilidad, una falta de v o luntad o una confusión de propósitos que es causa de que no hagamos nada. El poder está ahí, pero no tenemos ac ceso a él. La carta invertida puede señalar la apatía letárgica que caracteriza a la depresión. Este triunfo, invertido, también puede aludir a un abuso de poder, a una persona que se vale de un carácter muy fuerte para ejercer una influencia destructiva sobre otras. El ejemplo más directo sería ciertamente la agresión psíquica de la «magia negra». Finalmente, cuando sale invertido, el Mago indica inquie tud mental, alucinaciones, miedo, y especialmente miedo a la locura. Este problema surge cuando la energía o el espí ritu del fuego se adueña de una persona que no sabe cómo canalizarla hacia una realidad exterior. Si no lo descarga-
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ii ios a tierra, el rayo puede quedar atrapado en el cuerpo e imponerse a la conciencia, asumiendo la forma de angustia «i de alucinaciones. Cualquiera que haya pasado por un linimento de pánico total sabrá que la angustia mental agui l.i es una experiencia muy física, una sensación de que el ■uerpo se enloquece, como un incendio fuera de control. I . 1 palabra «pánico» significa «poseído por el dios Pan», que i", a su vez un símbolo de las fuerzas mágicas. Volvamos a pensar en el pararrayos, que no sólo atrae •■I tayo, sino que lo conduce a tierra. Sin esa conexión a tiena, el rayo incendiaría la casa. Varios autores han señalado la relación existente entre i'l chamanismo y lo que en Occidente llamamos «esquizoIirnia». Con frecuencia, a un chamán no se lo elige; se lo encuentra. Si, en nuestra cultura, un adolescente o un joven lim e visiones y alucinaciones, no sabemos qué hacer con tales experiencias, a no ser tratar de hacerlas desaparecer, con fármacos y ejercicios de autodominio. Pero en otras * ulluras, a esas personas se las entrena. Eso no quiere decir i|iie en las culturas arcaicas la locura no exista o que no ■.rail capaces de reconocerla, sino más bien que el entrena miento se orienta a la prevención de la locura mediante la ■analización de tales experiencias en una dirección produc tiva. Mediante el estudio con un chamán establecido, y grai las a técnicas físicas como puede ser el ayuno, los iniciados aprenden a entender y estructurar estas experiencias visio narias, y finalmente, a ponerlas al servicio de la comunidad. < liando aparece invertido, al Mago no hay que negarlo des terrándolo o confinándolo; en cambio, debemos encontrar la manera de volver a ponerlo en su posición correcta.
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THE H1GH PRIESTESS
Figura 3
La Suma Sacerdotisa En su libro The Definltive Tarot [El Tarot definitivo], Bill Butler ha comentado las fuentes histórico-legendarias de este arquetipo femenino. A lo largo de la Edad Media se difundió la historia de que, en una ocasión, una mujer fue elegida para el trono papal. Disfrazada de hombre durante años, la supuesta «papisa Juana» fue ascendiendo en la jerarquía eclesiástica hasta llegar a la cima, y terminó mu riendo de parto durante una celebración pascual. Lo más probable es que la papisa Juana haya sido una leyenda, pero la papisa Visconti fue real. A fines del siglo xm, un grupo italiano al que se conocía como los guglielmitas creía que su fundadora, Guglielma de Bohemia, muerta en 1281, resucitaría en 1300, y con ella comenzaría una nueva era en la cual las mujeres accederían al papado. Anti cipándose al momento, eligieron como primera papisa a
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una mujer llamada Manfreda Visconti. Gráficamente, la Igle•■l.t puso término a la herejía quemando a la hermana Maniivda en el año 1300, cuando se esperaba el comienzo de I.) nueva era. Unos cien años más tarde, la misma familia Visconti encargó el primer mazo de naipes de Tarot, tal como lo conocemos. Entre esos triunfos sin numeración y sin nombre aparecía la imagen de una mujer que barajas posteriores llamaron «la Papisa». El nombre se mantuvo hasta el siglo xvm, en que Court de Gebelin, convencido de que el Tarot tenía su origen en la religión de Isis del antiguo Egipto, le cambió el nombre por el de Suma Sacerdotisa. En la actualidad, ambos nom bres existen (como también el de Isis Velada), y la imagen que nos muestra el naipe de Waite proviene directamente de la vestimenta simbólica de las sacerdotisas de Isis, es pecialmente la corona, que representa las tres fases de la luna. La leyenda de la papisa Juana y la historia de Manfreda Visconti no son simplemente curiosidades históricas, sino que ejemplifican un importante proceso social de la Edad Media, el de la reintroducción de la mujer y de los principios femeninos en la religión y en la cosmología. Las imágenes y los conceptos asociados con el papel masculino habían do minado durante siglos tanto la Iglesia como la religión judía. Como resultado de ello, la gente corriente sentía la religión de los sacerdotes y la de los rabinos como algo remoto, áspero e inalcanzable, que sólo ponía el acento en el peca do, el juicio y el castigo. El pueblo quería misericordia y amor, y ésas eran cualidades que identificaba con las muje res. Así como una madre protege a su hijo del rigor relativa mente distante del padre, se esperaba que una deidad fe menina intercediera por los desdichados pecadores contra el juicio implacable del Padre. Es interesante comprobar que en muchos sentidos la Iglesia veía a Cristo, el Hijo, exactamente en ese papel de introductor del amor y la compasión. Y sin embargo, el pue blo seguía pidiendo una mujer. Ni siquiera la idea de pre sentar a la Iglesia como la «Madre Iglesia» consiguió salir
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adelante. Finalmente, la Iglesia capituló y elevó a la Virgen María casi al mismo nivel del propio Cristo. Muchos autores y estudiosos creen que la elevación de María a los altares, así como la costumbre del hábito sacer dotal con faldones largos, se originó en el deseo de la Igle sia de asimilar una religión centrada en una figura femenina que persistía desde antes del cristianismo. Si esto es verdad, no sería tanto un indicio de conservadurismo cultural como del poder del arquetipo femenino para mantener su influen cia y así triunfar parcialmente sobre la supresión. En el judaismo, la religión oficial de los rabinos consi guió resistir todas las insurgencias feministas, pero la nece sidad del pueblo halló asidero en otra parte: en la larga tradición de la Cábala. Los cabalistas tomaron del Talmud un término, Shekinah, que significaba la gloria de Dios manifestada en el mundo físico, y revisaron la idea para convertirla en el anima o aspecto femenino de Dios. Revisa ron también el concepto de Adán, de quien hicieron origi nariamente un hermafrodita. La separación de Eva de Adán, e incluso la separación de la Shekinah de Dios, se convirtie ron en resultados de la Caída; la ausencia de la mujer en la religión oficial llegó a ser casi una cuestión de pecado, más que de pureza. Hasta el momento hemos considerado las cualidades maternales y benignas de estas figuras mitológicas femeni nas. Sin embargo, históricamente las deidades femeninas han mostrado siempre, además, un aspecto oculto y som brío. Por ende, introducir a la mujer es introducir la totali dad del arquetipo. El Tarot escinde el arquetipo femenino en dos triunfos, y de hecho asigna las cualidades benignas al segundo (el número 3), la Emperatriz. En cuanto a la Suma Sacerdotisa, representa un aspecto más profundo y más sutil de la mujer: el de lo oscuro, lo misterioso y lo oculto. Com o tal, se relaciona con el aspecto virginal de la Virgen María, con lo puramente filial de la Shekinah (a quien se representaba simultáneamente como madre, esposa e hija). Debemos tener en cuenta que esta asignación de cuali
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dades a las mujeres proviene principalmente de los hom bres y de las ideas masculinas. Tanto los cabalistas como los ocultistas y los artistas que dibujaron el Tarot deploraban la separación de hombres y mujeres en categorías, y enseña ron como objetivo final la unificación, tal como lo demuesIra en el Tarot el danzarín del Mundo. En esto estaban muy por delante de la religión establecida, que llegó incluso a discutir si las mujeres tenían alma. Pese a todo, siguieron siendo los hombres quienes hacían las categorías. A los hombres las mujeres se les han aparecido siempre como misteriosas y extrañas, y — cuando están en el tranquiliza dor papel maternal— como amantes y misericordiosas. Las mujeres, a los hombres les parecen ajenas, más sutiles en su manera de pensar, menos racionales. En nuestra época, la novela y el cine nos muestran constantemente hombres sim ples manejados por la astucia de las mujeres. El hecho de que el ciclo menstrual dure aproximada mente lo mismo que el ciclo lunar establece un vínculo entre las mujeres y el remoto cuerpo celeste. A lo largo de siglos, la menstruación como tal — una copiosa hemorragia genital que no lleva consigo pérdida de vida— ha aterrorizado lisa y llanamente a los hombres. Incluso hoy, hay judíos supers ticiosos convencidos de que una gota de sangre menstrual puede matar una planta. Y el misterio sobrecogedor del nacimiento estrechó aún más el vínculo entre la mujer y la idea de oscuridad. El feto crece, y el alma entra en él, en la tibia y húmeda oscuridad del útero. La maternidad rela cionó a las mujeres con la tierra, y también allí domina la oscuridad. Las semillas, ocultas en el suelo durante la oscura muerte invernal, emergen convertidas en alimento bajo los tibios rayos tranquilizadores del sol, considerado masculino en la mayoría de culturas. Así como los rayos del sol penetran la tierra, el órgano masculino penetra a la mujer para dejar su simiente en el misterio del útero. Es fácil ver de qué modo los hombres lle garon a considerarse a sí mismos como activos y a las muje res como pasivas y al mismo tiempo misteriosas. Con fre cuencia se relaciona lo pasivo con lo «negativo», es decir,
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con lo inferior y débil. Pero la pasividad lleva en sí su propio poder; da ocasión de trabajar a la mente. La gente q ue sólo sabe de acción nunca tiene oportunidad de reflexionar so bre lo que la acción le ha enseñado. En un sentido más pro fundo. la pasividad permite que emerja el subconsciente. Solamente retirándonos del compromiso externo podemos dejar que nos hable la voz interior de la visión y de las fuer zas psíquicas. Precisamente para evitar esta voz interior muchas personas no descansan jamás de la acción y del movimiento. Nuestra sociedad, completamente basada en los logros externos, alimenta en nosotros el terror al sub consciente, y sin embargo, sin su sabiduría no podemos ja más alcanzar un conocimiento pleno de nosotros mismos. La Suma Sacerdotisa representa todas estas cualidades: la oscuridad, el misterio, las fuerzas psíquicas, el poder de la luna para movilizar el subconsciente, la pasividad y la sabiduría que de ella obtenemos. Esta sabiduría no puede ex presarse en términos racionales; el intento de hacerlo así nos lleva inmediatamente a limitarla, angostarla y falsifi carla. La mayoría de nosotros hemos sentido en algún mo mento que entendíamos algo con una profundidad tal que jamás podríamos llegar a explicarlo. Los mitos sirven como metáforas de sentimientos psíquicos profundos; y sin em bargo, los propios mitos, lo mismo que las explicaciones de los teólogos y de los antropólogos, no son más que símbolos. La Suma Sacerdotisa representa la sabiduría interior en su nivel más profundo. Está sentada ante dos pilares que representan a la vez el templo de Isis y el antiguo templo hebreo de Jerusalén, el lugar que es morada de Dios sobre la tierra o, con otras palabras, el hogar de la Shekinah. Entre los dos pilares pende un velo, que indica que nos está vedado penetrar en el lugar de la sabiduría. La imagen del templo o del santua rio velado aparece en muchas religiones, y de hecho, se decía que la Shekinah moraba dentro del arca del templo. Ahora bien, la mayoría da por sentado que, por alguna oscura razón, nos está prohibido ir más allá de los pilares de la Suma Sacerdotisa. En realidad, simplemente no sabemos
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cómo hacerlo. Entrar detrás del velo sería conocer cons cientemente la sabiduría irracional del inconsciente, y ése es el objetivo de los Arcanos Mayores en su totalidad. Si observamos con cuidado la imagen de Smith, al mirar entre el velo y los pilares podemos ver lo que hay detrás del velo. Y lo que hay detrás es agua, y no un templo imponente ni símbolos complejos: simplemente un estanque de agua, una línea de colinas y el cielo. El estanque significa el incons ciente y la verdad que en él se oculta. El agua está inmóvil, los secretos se esconden en sus más oscuras profundidades, por debajo de la superficie tersa. Para la mayoría de noso tros, la mayor parte de las veces, la turbulencia deTsiibcoñs^ d e nte permanece oculta bajo la plácida capa de la conciencia. No podemos entrar en el templo porque no sabemos entrar en nosotros mismos; por eso debemos hacer el viaje a través de los triunfos hasta llegar a la Estrella y la Luna, donde finalmente podemos alborotar las aguas y regresar con la sabiduría a la luz consciente del Sol. El templo introduce la imagen de los dos pilares, y el tema de la dualidad y de los opuestos. La imagen vuelve a aparecer una y otra vez en los triunfos, en lugares tan obvios como los pilares de la iglesia del Hierofante o las dos torres de la Luna (los pilares de la Suma Sacerdotisa, vistos desde el otro lado), pero también de maneras más sutiles, como pueden ser las dos esfinges del Carro o el hombre y la mu jer de los Enamorados. Finalmente, el Juicio, con el niño que se alza entre un hombre y una mujer, y el Mundo, que sostiene dos varas, resuelven la dualidad en cuanto unen los misterios interiores con la percepción de lo exterior. Las letras «B » y «J » representan a Boaz y Jakin, los nom bres que recibían los dos pilares principales del templo en Jerusalén. Es evidente que Boaz, al ser negro, representa la pasividad y el misterio, en tanto que Jakin simboliza la acción y la conciencia. Obsérvese, sin embargo, que las letras res ponden a la indicación inversa: la B es blanca y la J negra. Com o los puntos en el símbolo del Tao, las letras significan que la dualidad es ilusoria, y que cada uno de los extremos lleva, incorporado en sí mismo, al otro.
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En la falda, la Suma Sacerdotisa tiene un rollo donde se lee «Tora», un nombre que se refiere al derecho judío, es decir, a los Cinco Libros de Moisés o Pentateuco. La pala bra [sin el acento con que generalmente se escribe en caste llano] es un anagrama de «Taro». Com o tema último de todas las meditaciones cabalísticas (como lo es la crucifixión de Cristo para los místicos cristianos), la Tora es un vehículo sumamente importante de significación esotérica. Los caba listas creían que la Tora que se lee los sábados por la ma ñana en las sinagogas no era más que una representación, una especie de sombra de la verdadera Tora, la palabra vi viente de Dios, que existía antes del universo y que con tiene dentro de sí toda existencia verdadera. Por consiguien te, la Tora que tiene en las manos la Suma Sacerdotisa, arrollada y parcialmente oculta en su capa, significa un co nocimiento superior que permanece cerrado para nuestro entendimiento inferior. Podemos decir también que es el conjunto de las verdades psíquicas que sólo se nos hacen accesibles en la forma desvirtuada de los mitos y los sueños. Hablamos antes de que el Loco entra en escena en los momentos decisivos, de cambio, para impulsarnos hacia adelante. Uno de esos momentos es la brecha que hay en tre la Suma Sacerdotisa y la Emperatriz. Con demasiada facilidad podemos dejarnos seducir por la frialdad sombría del segundo triunfo, aunque nunca lleguemos a penetrar realmente sus secretos. Con frecuencia, la persona que se inicia en la disciplina espiritual prefiere quedarse en el nivel visionario antes que pasar por el trabajo, lento y difícil, que se necesita para avanzar. Muchas personas, en situaciones más corrientes, encontrarán que la vida es demasiado abru madora y vasta, que les exige demasiado para que se ani men a participar. El mejor empleo que podemos dar al as pecto pasivo de la Suma Sacerdotisa es el de contrapesar la actitud de extraversión del Mago, pero a muchos la pasivi dad les resulta sumamente atractiva. Representa una res puesta a la pugna, un retraimiento silencioso, en vez de afrontar el áspero resplandor del riesgo que intuimos al comprometernos abiertamente con otras personas.
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Pero la mente humana no funciona de esa manera; re quiere pasión, y necesita conectarse con el mundo. Si no podemos atravesar el velo, el templo no deja de ser para nosotros un lugar vacío y falto de significado. La persona que intenta llevar una vida completamente pasiva se de prime y se siente cada vez más atrapada en un ciclo de apalía y miedo. Virtualmente todas las religiones centradas en diosas lunares tienen mitos que expresan el aspecto feroz de la deidad. Ovidio nos cuenta la historia de Acteón, un caza dor, y por consiguiente una figura que pertenecía al mundo i le la acción. Un día que vio un arroyo, Acteón decidió seguir la corriente hasta su nacimiento (volvemos aquí a ver el agua como símbolo del inconsciente). Al hacerlo, se separó de sus perros y de los demás cazadores, y cuando llegó a las fuentes, lejos ya del mundo de la actividad, vio a un grupo de doncellas, entre las que se destacaba la desnuda belleza de Diana, la diosa virgen. Ahora bien, si Acteón hubiera i egresado inmediatamente al mundo exterior, habría encon trado su vida enriquecida. Pero, en cambio, se dejó fascinar por la belleza de Diana; se quedó demasiado tiempo, y la diosa, al descubrir que un hombre la había visto en su des nudez (compárense las túnicas y capas de la Suma Sacer' lotisa con la desnudez de la Estrella), convirtió a Acteón en un ciervo. Y cuando éste huyó, aterrorizado, sus propios perros lo destrozaron. Aquí interviene el Loco (y tengamos presente el perro del Loco, que salta a su lado) para recordarnos que, mienli.is no estemos verdaderamente en condiciones de asimi ladas, nos alejemos en una leve danza de estas visiones, tanto de las del Mago como de las de la Suma Sacerdo tisa. Los significados adivinatorios de la Suma Sacerdotisa se 11 ■ 1ieren en primer lugar a un sentido del misterio de la vida, tanto a las cosas que no sabemos como a las que no podemos saber^Indica una sensación de oscuridad, a veces a ni()3o*He un ámbito de miedo en nuestra vida, pero en ocaiones, también un ámbito de belleza. Un período de retrai
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miento pasivo puede enriquecernos en cuanto permite que en nuestro interior se despierten cosas^ Com o emblema del conocimiento secreto, el triunfo in dica esa sensación de entender intuitivamente la respuesta a algún gran problema, aunque no podamos expresar cons cientemente tal respuesta. Más específicamente, la carta puede referirse a visiones y a poderes ocultos y psíquicos, como el de clarividencia. En su aspecto más positivo, la Suma Sacerdotisa significa el potencial que hay en nuestra vida, las pptencialjdades muy fuertes que no hemos realizado, aun cuando po damos percibirlas como posibles. < Pese a su profunda sabiduría, el naipe puede ser, en ocasiones, portador de un significado negativo. Com o pasa con la mayoría de los triunfos, el valor de la Suma Sacerdo tisa depende del contexto de las otras cartas. Negativa mente, el triunfo indica pasividad en un momento inopor tuno o durante demasiado tiempo, lo que será causa de debilidad y miedo a la vida o a otras personas. En ese caso muestra a una persona de fuerte intuición que no puede traducir los sentimientos en acción, o a una persona que teme abrirse a sus semejantes. Que en una determinada lectura aparezca el buen aspecto de este naipe o el malo, depende de las cartas que lo rodeen y, naturalmente, de la intuición del lector (ya que cada vez que leemos las cartas participamos de la naturaleza de la Suma Sacerdotisa). Con mucha frecuencia, ambos significados son válidos. Los seres humanos tenemos más de un aspecto^ La Suma Sacerdotisa es un arquetipo, una imagen excluyente de un solo aspecto de la existencia. Cuando la damos vuelta, atraemos las cualidades faltantes. La carta invertida significa un giro hacia la pasión, hacia un compro miso profundo con la vida y con otras personas, de todas las maneras, en lo emocional, en lo sexual y en lo competi tivo. Sin embargo, el péndulo puede hacer una oscilación demasiado amplia, y entonces la carta invertida puede sim bolizar una pérdida del más precioso de los conocimientos: el sentido de nuestro propio ser interior.
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La secuencia mundana Los Arcanos Mayores y el crecimiento personal La primera línea de los Arcanos Mayores nos hace recorrer el proceso de la maduración. Muestra las etapas del creci miento de una persona, desde el niño para quien la madre es toda amor y el padre es todopoderoso, hasta — la educa ción mediante— el momento en que el niño se convierte en una personalidad independiente. Al mismo tiempo, en estas cartas se expresa una evolución mucho más vasta, en la cual el desarrollo individual no es más que un microcos mos. Nos pintan la creación de la sociedad humana, a partir tanto de los arquetipos de la existencia como de la energía caótica de la naturaleza. Al tiempo que establecen los principios para toda la ba raja, el Mago y la Suma Sacerdotisa tienen una validez muy específica para la primera línea. El movimiento entre los opuestos es el ritmo básico del mundo material. En la natu raleza, nada existe en forma absoluta. Con palabras de Ur sula Le Guin, «L a luz es la mano izquierda de la oscuridad, y la oscuridad la mano derecha de la luz». Cuando de los dos principios pasamos a la Emperatriz, estamos viendo cómo los opuestos se fusionan en la naturaleza para produ cir la realidad del universo físico. Las tres cartas del medio de la línea forman un conjunto.
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Nos muestran una tríada compuesta por la naturaleza, la sociedad y la Iglesia. Significan también la madre, el padre y la educación. En el antiguo Egipto se veía con frecuencia a la deidad como una trinidad. Las personas cambiaban de un lugar a otro, y a lo largo de los años, pero eran general mente una mujer y dos hombres; a la mujer se la conside raba suprema. En el Tarot la naturaleza, simbolizada por la Emperatriz, es la realidad subyacente, en tanto que sus con sortes — simbolizados por el Emperador y el Hierofante— son constructos humanos. Las dos últimas cartas de la línea representan los proble mas del individuo, el amor y el sufrimiento, la entrega y la voluntad. En algún momento, todos y cada uno de nosotros debemos aprender a distinguirnos del mundo exterior. Antes de ese momento, la personalidad no es más que una crea ción, vaga e informe, de los padres y de la sociedad. Para los que nunca llegan a la ruptura, la plenitud de la vida se hace inaccesible. Para la mayoría de las personas, el medio por el cual se separan de sus padres es la aparición (los freudianos y tal vez los ocultistas dirían la «reaparición») del impulso sexual en la pubertad. No es accidental que los hijos se rebelen contra sus padres, tanto en las ideas como en los hábitos y en la vestimenta, al mismo tiempo que su cuerpo crece hacia la madurez. El desarrollo de la individualidad es solamente una parte del crecimiento. Sea hombre o mujer, cada persona debe encontrar sus propios objetivos y logros personales. Al mis mo tiempo, tarde o temprano cada uno ha de enfrentar el sufrimiento. enfermedad y la debilidad general de una vida regida p< la vejez y la muerte. Sólo cuando alcanza mos una comprensión plena de la vida exterior de la huma nidad podemos tener la esperanza de lograr interiormente una realidad más profunda.
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Figura 4
La Emperatriz Tal como enunciamos en el capítulo anterior, la Emperatriz representa los aspectos más accesibles y más benignos del arquetipo femenino. La Emperatriz es maternidad, es amor, es dulzura. Al mismo tiempo representa la sexualidad, la emoción, y la mujer en cuanto amante. Tanto la maternidad como el sexo se derivan de sentimientos para nada intelec tuales, y que son básicos para la vida. Son pasiones antes que ideas. La Suma Sacerdotisa representaba el aspecto mental del arquetipo femenino, su entendimiento profundo e intuitivo. La Emperatriz es pura emoción. Con la apariencia de la Malvada, la vemos reflejada en películas y novelas como la hembra exasperante, que frus tra a la vez que deleita, porque sus procesos de pensa miento no siguen un desarrollo racional. A muchas mujeres esta imagen les parece insultante, en parte porque repre
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senta valores y puntos de vista que nuestra sociedad patriar cal considera negativos, y en parte porque la gente comete el error de suponer que los hombres y las mujeres, tomados individualmente, deben expresar estas ideas arquetípicas. Pero las imágenes sociales mutilan también de otra manera: son triviales. La Emperatriz, lo mismo que otros equivalen tes mitológicos, como Afrodita, Ishtar o Erzulie, representa algo grandioso: todas ellas significan la aproximación apa sionada a la vida. Dan y reciben la experiencia sin imponer control al sentimiento. Mientras no aprendamos a vivenciar completamente el mundo exterior, no podemos tener la esperanza de trascenderlo. Por consiguiente, el primer paso en el camino de la iluminación es la sensualidad. Sólo a través de la pasión podemos percibir, desde lo más profundo de nuestro inte rior y no a partir de discusiones intelectuales, el espíritu que llena toda existencia. Muchas personas ven la religión como una alternativa al mundo natural, al que, no se sabe por qué, consideran im puro o sucio. Aunque nuestra tradición cultural la fomente, esta dualidad es en realidad una ilusión engañosa, y la per sona que encare la espiritualidad con esta motivación escapista probablemente jamás alcanzará un entendimiento muy profundo. El cuerpo y el mundo natural son realidades que deben ser integradas, no negadas. En la mitología del budismo encontramos que los dioses manipularon al padre del príncipe Siddhartha para que ofreciera a su hijo Gautama todas las satisfacciones sensua les. El padre creyó que el placer impediría que su hijo re nunciase al mundo y se convirtiera en Buda. Pero el tiro le salió por la culata, porque sólo después de haber experi mentado completamente la sensualidad fue el príncipe ca paz de trascenderla. Tras haber renunciado al mundo, Gau tama se unió al otro polo, al del ascetismo. Pero sólo alcan zó la iluminación cuando hubo rechazado ambos extremos para seguir el Camino del Medio. Así, podemos ver al Buda en el danzarín del Mundo, que en sus manos sostiene con levedad al Mago y a la Suma Sacerdotisa.
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En cuanto combinación del 1 y del 2, el número 3 signi fica síntesis y armonía. El mundo natural se combina con el Mago y la Suma Sacerdotisa en una unidad indivisible de vida y muerte, oscuridad y luz. La idea de la emoción tam bién unifica al Mago, arquetipo de la actividad, con la Suma Sacerdotisa, arquetipo del instinto. Consideremos además el proceso de la creación. El Mago simboliza la energía de la vida, la Suma Sacerdotisa las posibilidades del desarrollo futuro. La realidad de la Empe ratriz resulta de la combinación de ambos. Recientemente, Cari Sagan demostró que la vida en la tierra podría haber comenzado cuando un rayo se descargó sobre el mar pri mordial. Así, nuevamente, del rayo del Mago que se des carga en las aguas de la Suma Sacerdotisa, proviene el mundo natural. El simbolismo de la Emperai ■?. en la baraja Waite-Smith refleja la idea de la naturaleza, con toda su fuerza y su glo ria. La Emperatriz misma, voluptuosa y sensual, sugiere pa sión. Su escudo es un corazón con el signo de Venus, la versión romana de la Gran Diosa. Durante toda la antigüe dad la Diosa reinó, como Deméter, como Astarté, como Nut, hasta que los invasores patriarcales la degradaron a la con dición de esposa (y terminaron por desterrarla completa mente, implantando una divinidad masculina). A los pies de la Emperatriz crece un campo de cereal; la Diosa regía la agricultura, y en el noroeste de Europa se la llamaba la «diosa del cereal». Lleva al cuello un collar de nueve perlas, por los nueve planetas, en tanto que su corona ostenta doce estrellas, por los signos del zodíaco. En pocas pala bras, la Emperatriz se enjoya con el universo. La Gran Madre no es las formas de la naturaleza, sino el principio de vida subyacente. Las estrellas son de seis puntas, un símbolo mucho más antiguo que su uso actual como emblema social del judaismo. La estrella de seis puntas combina dos trián gulos; el que apunta hacia arriba simboliza el fuego, el que apunta hacia abajo el agua. Una vez más, la Emperatriz combina los triunfos 1 y 2 en una nueva realidad. Un río que fluye de entre los árboles que hay detrás de
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ella va a desaparecer debajo de su asiento. El río es la fuer za de la vida, que fluye como una gran corriente por debajo de todas las formas independientes de la realidad, y que experimentamos plenamente cuando nos entregamos a la pasión sin restricciones. En lo profundo de nuestro ser po demos percibir el ritmo de un río, que nos transporta hacia adelante a través de la experiencia hasta que, con la muerte, nuestras vidas individuales retornan al mar de la existen cia. El río simboliza también la unidad de estabilidad y cam bio. El agua del río no es nunca la misma, y sin embargo el río sigue siendo siempre ese río, con sus propias y especia les cualidades. Los seres humanos cambiamos día a día, las células de nuestro cuerpo mueren y son reemplazadas por otras, y sin embargo, somos siempre nosotros mismos. El número 3, producido por la combinación dei I y el 2, suscita aún otra idea. Así como los números 1 y 2 represen taban específicamente al varón y la mujer, el número 3 sig nifica el hijo producido por la unión de ambos. El niño nace como una criatura de la naturaleza, que al no llevar la carga de la personalidad y del ego, vivencia el universo directa mente, sin controles ni rótulos. Sólo al ir haciéndonos ma yores aprendemos a levantar barreras entre nosotros y la vida. Y uno de los objetivos del Tarot es devolvernos a ese estado natural capaz de experimentar directamente el mun do que nos rodea. Pero, si la Emperatriz significa el niño, también repre senta la madre. La maternidad es el medio básico por el cual la vida se continúa a través de la naturaleza. Y, como el vínculo físico entre madre e hijo es tan directo, el amor ma terno, en su forma más fuerte, es puro sentimiento, que se brinda sin consideraciones intelectuales ni morales. (Esto es, por cierto, un ideal, y en realidad un amor tal puede pro venir más bien del progenitor masculino que de la madre o, lamentablemente, no existir en absoluto.) A lo largo de la historia, la gente ha identificado la maternidad con la natu raleza, de modo que la expresión «Gran Madre» usada para describir a la tierra misma aparece en todo el mundo, e
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incluso hoy seguimos hablando vagamente de la Madre Naturaleza. * Cuando se hace una lectura, la Emperatriz representa un momento de pasión, un período durante el cual nos acer camos a la vida por la vía de los sentimientos y el placer, no por la del pensamiento. La pasión es sexual o maternal; de cualquier manera que sea, se tiene de ella una vivencia pro funda, y en el contexto adecuado puede dar gran satisfac ción. En el contexto inadecuado, cuando se necesita el aná lisis, la Emperatriz puede significar una terquedad em ocio nal, un enfoque que se niega a considerar los hechos. Puede indicar también otro problema: un deleite en la autocomplacencia cuando lo que se necesitaría es sobriedad. Por lo común, sin embargo, indica satisfacción e incluso compren sión obtenida mediante las emociones. También los signifi cados de la carta invertida tienen sus contextos positivos y negativos. Por una parte, ésta puede significar una retrac ción frente al sentimiento, porque rechazamos nuestras emo ciones o porque intentamos reprimir nuestros deseos, espe cialmente los sexuales. Sin embargo, así como la Suma Sa cerdotisa, en posición invertida, añadía el elemento faltante de participación y compromiso, también la Emperatriz en esta posición puede apuntar a una percepción intelectual nueva, y especialmente a resolver, considerándolo con cal ma, algún problema emocional complicado. Tanto en sus significados en posición normal como in vertida, los triunfos 2 y 3 funcionan cada uno como espejo del otro. Sucede a veces que en una lectura aparezcan los dos invertidos. Esto significa que la persona expresa tanto sus aspectos emocionales como los intuitivo-mentales, pero de manera negativa. La racionalidad aparece com o una reacción a un compromiso emocional excesivo, en tanto que un sentimiento de frialdad o de aislamiento conduce a la pasión. Si los dos aspectos de la diosa pueden ser vivenciados con el naipe en posición normal, la persona alcan zará un equilibrio más estable y más gratificante.
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(a)
Figura 5
(b)
El Emperador Para todos los niños, sus padres son arquetipos. No sólo la madre y el padre, sino la Madre y el Padre. Com o es nuestra madre quien nos da la vida, nos alimenta y nos protege, tendemos a verla como una figura de amor y clemencia (y nos perturba mucho cuando actúa con frialdad o aspereza). Pero el padre, especialmente en épocas en que los papeles sexuales eran más estrictos, se mantenía más remoto y era, por consiguiente, una figura severa. Era el padre quien en carnaba la autoridad y se convertía entonces en el juez, en el padre que castigaba (mientras la madre intercedía), y era él quien nos enseñaba las reglas de la sociedad y, final mente, exigía obediencia. Para el niño, el padre es en mu chos sentidos indistinguible de la sociedad com o tal, así como la madre es la naturaleza misma. Para muchas perso nas, uno de los momentos dolorosos de la madurez se da
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cuando descubren la limitada condición humana de sus padres. En el esquema freudiano de la evolución mental del varón, el padre y las normas de la sociedad llegan a estar directamente vinculados. La psique del niño exige satisfac ción constante, especialmente en lo que se refiere a sus deseos de recibir alimento y placer físico de la madre. (Aun que los freudianos sostengan que el niño desea efectiva mente el contacto sexual con su madre, la situación es vá lida incluso si el niño no busca otra cosa que el placer de sentirse sostenido contra el cuerpo de ella.) Al interferir en la relación del niño con su madre, el padre despierta la hos tilidad de su hijo, y para el infante, en quien la represión todavía no actúa, esto significa un deseo de deshacerse to talmente de la interferencia. Sin embargo, el impulso a des truir al padre no puede ser consumado, ni siquiera recono cido, de modo que la psique, para suprimir el terrible dilema, se identifica con la imagen del*Padre, creando así, como nueva guía para el yo, un «superyó» (que reemplaza al «ello», esto es, a los mismos deseos y necesidades que originaron la crisis). Pero, ¿qué forma ha de asumir el superyó? Pues, precisamente, la de las reglas de la sociedad, que tradicio nalmente se aprenden bajo la supervisión del padre. Los triunfos 3 y 4 del Tarot representan a los padres en sus roles arquetípicos. Pero, así como la Emperatriz signifi caba el mundo natural, el Emperador es portador de la sig nificación, más amplia, del mundo social «casado» con la naturaleza. Simboliza las leyes de la sociedad, tanto las bue nas como las malas, y el poder que las impone y hace £umpjir. En los tiempos antiguos, cuando reinaba la Diosa, el rey desempeñaba una función especial. La nueva vida sólo puede venir de la muerte, de manera que, cada invierno, los representantes de la Diosa sacrificaban al viejo rey, con fre cuencia desmembrándolo para plantar los trozos en la tie rra, en lo que constituía una fertilización mística. Más ade lante, al prevalecer las religiones dominadas por el principio masculino, el rey llegó a simbolizar el gobierno del derecho,
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que había suprimido con la tapadera de la represión lo que a los patriarcas se les aparecía como la monstruosa y caó tica oscuridad del viejo orden. En muchos mitos podemos ver este drama (tan semejante a la sustitución freudiana del ello por el superyó); por ejemplo, en el de Marduk, el héroe nacional de Babilonia, que mata a Tiamat, la madre origina ria de la creación, porque da a luz monstruos. No importa que veamos o no las antiguas costumbres como monstruo sas y las nuevas como civilizadas; el Emperador simboliza la abstracción de la sociedad que reemplaza a la experiencia directa de la naturaleza. En Roma, el concepto de oposición entre ley y caos se llevó al punto en que la estabilidad o, en términos moder nos, la «ley y el orden» se convirtieron en virtudes en sí mis mas, aparte de la moralidad inherente de estas leyes. No puede haber progreso en condiciones de anarquía, se argu menta, y hay que cambiar las malas leves, pero lo primero es obedecer la ley a cualquier precio. Cualquier otra mane ra de abordar el problema destruiría la sociedad. Es el punto de vista encarnado actualmente en la abstracción que lla mamos el «sistema». Los romanos la veían en forma más concreta en la figura personal del Emperador, a quien des cribían como el padre de todo su pueblo. En su mejor aspecto, el Emperador indica la estabilidad de una sociedad justa que permite a sus miembros ir en pos de sus propias necesidades y de su evolución personal
La estabilidad permite además el desarrollo espiritual. En muchos países, la sociedad sostiene las iglesias (aunque es discutible que esta medida fomente la espiritualidad); en algunos países orientales, los monjes tienen libertad para proseguir sus estudios porque los laicos llenan su tazón de mendigos. Si esta costumbre social no existiera, tendrían que dedicar su tiempo a trabajar para ganarse el pan.
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En sus aspectos más negativos, el Emperador repre senta el poder de las leyes injustas en una sociedad donde la estabilidad tiene precedencia sobre la moral. Una vez que establecemos la ley y el orden como valores supremos, un gobernante corrupto llega a ser un desastre. Pero si la corrupción afecta a todo el sistema, y éste produce sola mente malos gobernantes, entonces la estabilidad se con vierte en enemiga de la moral. El valor del símbolo del Em perador depende en gran medida del momento y del lugar. En una sociedad injusta, el poder del Emperador traba la evolución personal en vez de fomentarla. Muchísimas per sonas han ido a la cárcel por atacar leyes que son injus tas. Sin embargo, incluso en el mejor de los casos este Ar cano continúa siendo restrictivo. El Emperador ha echado una red represiva sobre la espontaneidad de la Emperatriz. Si perdemos contacto con nuestras pasiones, la vida se vuelve fría y estéril. .El mazo Rider nos muestra (figura 5a) un Emperador viejo y rígido, con armadura — vestido de hierro— , que representa la esterilidad de una vida rígida mente gobernada por normas. El río, que tan poderosa mente fluía a través del jardín de la Emperatriz, se ha con vertido aquí en una débil corriente que apenas si consigue penetrar en un desierto sin vida. El otro simbolismo de la carta refleja sus aspectos dua les. El personaje sostiene una crux ansata, la cruz egipcia que es el símbolo de la vida, para indicar que en virtud de la ley es suyo el poder de la vida y de la muerte, y que tiene la esperanza de usarlo bien. Cuatro carneros, símbolos de Aries, adornan su trono, en tanto que en lo alto de la co rona el Emperador lleva el signo de Aries (que lamentable mente parece una hélice). Ahora bien, Aries simboliza la fuerza, la agresión y la guerra, pero — en cuanto primer signo del zodíaco— significa también la nueva vida de la .primavera, que puede emerger de la estabilidad de una so.ciedad iusta. Al ser la carta central de la primera línea de los Arcanos Mayores, el Emperador representa una prueba decisiva. En
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el proceso de crecimiento son ciertamente las reglas de la sociedad lo que para muchas personas constituye lo más difícil de superar. Debemos absorber estas reglas, lo mismo que las tradiciones y creencias de nuestra sociedad, y des pués trascenderlas, para encontrar un código personal de conducta. Esto no significa una actitud de «las reglas se han hecho para romperlas»; la gente que experimenta la com pulsión de infringir todas las leyes se mantiene tan ligada a ellas como la persona que las obedece ciegamente. Como el papel del padre consiste en enseñarnos un com portamiento social aceptable, los que se quedan atrapados en el nivel del Emperador suelen ser gente que en realidad jamás ha llegado a aceptar la humanidad corriente de su padre. Es posible que la reconozcan racionalmente, pero es algo que los inquieta y los acosa. Problemas similares per turban a las personas para quienes la Emperatriz sigue re presentando las pasiones y la sensualidad de su madre, y no la suya propia. La idea de que el Emperador representa los valores res trictivos de la estructura social proviene principalmente de Waite y sus seguidores. La imagen que hay al comienzo de esta sección, a la derecha (figura 5b), tomada del mazo B O TA (Builders of the Adytum, es decir, Constructores del Santuario), de Paul Foster Case, dibujado por Jessie Burns Parke, ejemplifica otra tradición. Aquí, el Emperador simbo liza la suma total del conocimiento espiritual. Está dibujado de perfil (lo cual es mucho más común que la imagen de frente del mazo Rider), y ello lo vincula con la imagen caba lística de Dios como el «Anciano de los días», un rey sen tado visto de perfil. (El rostro del Anciano nunca era visible, sino sólo su corona con un resplandor debajo.) Los brazos y las piernas del Emperador forman un trián gulo equilátero sobre una cruz, el signo alquímico del fuego. Esta figura se invierte posteriormente (tanto en Waite como en Case) en el Colgado. Com o ya dijimos, las piernas cruza das son un signo esotérico, que se encuentra también en la carta del Mundo. El Emperador B O TA está sentado sobre un cubo, más bien que en un trono. También un símbolo
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esotérico, el cubo simboliza a la vez el mundo y el Tarot mismo, así como el alfabeto hebreo y las sendas del Arbol de la Vida. El simbolismo se genera en el hecho de que un cubo tiene doce aristas, seis caras, tres ejes y, como es natu ral, un centro, todo lo cual suma veintidós, el número de los triunfos, de las letras hebreas y de los senderos. Y, como se s sostiene que el Arbol de la Vida representa toda la creación, el cubo simboliza el universo. En las lecturas (si seguimos la imagen del mazo Rider) el Emperador indica el poder de la sociedad, de sus leyes, y especialmente de su autoridad para imponer tales leyes. La aparición de este triunfo indica un enfrentamiento con la ley. Una vez más, las buenas o malas cualidades dependen del contexto. En un nivel más personal, el Emperador puede significar un momento de estabilidad y orden en la vida de una persona, una época que ofrezca la esperanza de abrirse hacia energías creativas. También puede indicar una determi nada persona que tiene gran poder sobre el sujeto, ya sea de índole objetiva o emocional. Con gran frecuencia se trata del padre, pero puede ser también un marido o un amante, especialmente para los que tratan a sus amantes como sus titutos paternos a quienes entregan el control de su vida. He visto lecturas tan dominadas por el Emperador que todas las posibilidades de la vida se atrofian y quedan sin rea lizar. Como la Emperatriz invertida, cuando el Emperador no está en su posición normal recibe los elementos comple mentarios de sus cualidades cuando aparece en la posición debida. Es, como lo expresa Waite, «benevolencia y compa sión», vida nueva en un desierto pedregoso. Pero el pén dulo puede oscilar con demasiada amplitud; es posible que el Emperador invertido signifique inmadurez, y la incapaci dad de tomar decisiones difíciles y de llevarlas a la prác tica.
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(a)
Figura 6
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El Hierofante En la mayoría de las barajas de Tarot, al triunfo número 5 se le llama el Papa o el Sumo Sacerdote, términos que lo re lacionan por el nombre, y no sólo por la imagen, con el triunfo número 2, el arquetipo de la verdad interior. Waite escribió que él rechazaba la palabra «Papa» porque el título sugería un ejemplo muy específico de la idea general de este triunfo. El nombre de «Hierofante» se aplicaba al sumo sacerdote de los misterios griegos de Eleusis. Ahora bien, Waite describe su carta como símbolo de la «vía externa» de las iglesias y el dogma. Pero el uso que él hace del término misterio sugiere otra interpretación, apoyada por quienes ven en el Tarot una doctrina secreta de las prácticas ocultas en lugar de una encarnación más general de las pautas hu manas. Esta interpretación está representada de manera es pectacular en la imagen del Hierofante que aparece en el
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Book o fT h o th [Libro de Tot], de Aleister Crowley, dibujada por Frieda Harris. Aquí, el triunfo significa la iniciación en una doctrina secreta, com o las diversas órdenes y logias que florecieron a fines de siglo y que han experimentado un resurgimiento en Inglaterra y Estados Unidos. En la Order of the Golden Dawn (Orden del Alba Dorada), a la cual per tenecieron en una época tanto Waite como Crowley, se ori ginó posiblemente la designación de «Hierofante» para el triunfo número 5. Estos dos significados, el de «vía externa» y el de «d oc trina secreta», parecen contradictorios si se los mira superfi cialmente, pero en realidad son muy similares. Indepen dientemente de que los dos acólitos estén siendo admitidos en la Iglesia o en una sociedad ocultista, de todas maneras se les está dando acceso a una doctrina, con un conjunto de creencias que deben aprender y aceptar antes de ser admi tidos. Hay, por cierto, una diferencia fundamental entre el catecismo, por ejemplo, y los rituales del Alba Dorada. Para ambos, sin embargo, el triunfo indica una educación y una tradición. Por consiguiente, si en la primera línea ve mos la descripción de la evolución de la personalidad, en tonces el Hierofante, al venir después del mundo natural y de la sociedad, indica la tradición intelectual de la sociedad a que pertenece la persona, y la educación que ha recibido dentro de esa tradición. Si seguimos la interpretación de Waite (y pensamos es pecíficamente en el papa occidental) podemos ver al Hiero fante como compañero del Emperador. La palabra «papa» quiere decir «padre», y como al Emperador romano, al Papa se lo considera un padre prudente que orienta a sus hijos. Juntos comparten la responsabilidad por el género hu mano; uno provee a las necesidades físicas, el otro es el guía del crecimiento espiritual. En uno de los primeros es critos que instaron a la separación de la Iglesia y el Estado, Dante sostuvo que las dos funciones no deben combinarse por temor a la corrupción. Sin embargo, no cuestionó jamás la idea de que la Iglesia es la responsable de nuestras al mas.
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En la actualidad, muchas personas no entienden lo que constituye la idea básica de un sacerdocio. Nuestra era de mocrática rechaza las ideas de un intermediario entre el in dividuo y Dios. Obsérvese, sin embargo, que el Hierofante también puede simbolizar la «dictadura del proletariado» o cualquier otra élite que encamine a las masas a donde no son capaces de ir ellas solas. Originariamente, la función es pecial de los sacerdotes era clara: hablaban a los dioses por mediación de los oráculos — una práctica con frecuencia intimidante— , y la mayoría de las personas estaban encan tadas de dejar que alguien lo hiciera por ellas. Cuando el cristianismo rechazó una conexión con Dios tan gráfica e inmediata, la idea del sacerdote se hizo, como la del Empe rador, más abstracta. Básicamente, depende de la idea de que a la mayoría de las personas, en realidad, Dios no les importa mucho. La gente común es más feliz cuando va en pos de logros materiales: el dinero, la familia, la política. Hay quienes, sin embargo, por su temperamento sienten en forma muy directa el espíritu que atraviesa toda nuestra vida. Llamados al sacerdocio por su propia disposición inte rior, esos hombres pueden hablar a Dios en nombre de no sotros. Y, lo que es más importante, pueden hablar con n o sotros, interpretándonos la ley de Dios para que podamos llevar una vida más apropiada y finalmente, después de la muerte, recibir nuestra recompensa y regresar a Dios. Cuan do resucitemos, nosotros mismos gozaremos de la visión de Dios, pero en la vida necesitamos que los sacerdotes nos guíen. Así reza la historia, pero aun cuando estemos de acuer do con el principio que la rige, en la práctica tiende a no funcionar. Hay quienes se hacen sacerdotes por toda clase de razones — ambición, presiones familiares, etc.— , en tanto que los que se sienten auténticamente llamados a comuni carse con Dios tienen, probablemente, muy poco talento para la comunicación con la gente. Además, como las insti tuciones sociales del Emperador, las instituciones religiosas del Hierofante pueden corromperse fácilmente en virtud de la autoridad que se les confiere, de m odo que los sacerdo
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tes ven su propio poder como un fin en sí mismo y asignan más valor a la obediencia que a la iluminación. Com o es evidente, la posición de defender una doctrina ha de atraer a las gentes doctrinarias. Es posible, sin embargo, que rechacemos la idea de un sacerdote guía por una razón más sutil. A partir de la R e forma ha cobrado cada vez más fuerza en Occidente la idea de que el individuo es quien tiene, en última instancia, la responsabilidad de sí mismo. Toda la concepción de una doctrina exterior, de un código de reglas y creencias acep tado sobre la base de la fe, depende del supuesto de que la mayoría de las personas prefieren tener a alguien que les diga lo que han de hacer y de pensar, cosa que muy bien puede ser verdad. Para descubrir realmente que Dios está dentro de nosotros debemos padecer algunos enfrenta mientos bastante incómodos con nuestra propia psique. De modo similar, para decidir por nosotros mismos cuál es la actitud correcta que debemos adoptar en cada situación podríamos encontrarnos en la agonía de una elección cons tante. Pese a todo, en la actualidad hay muchas personas que simplemente no pueden aceptar que la sociedad, ni tampoco una Iglesia, cargue con la responsabilidad final de su vida. Quizá la interpretación que ve en el Hierofante la repre sentación de doctrinas secretas se adecúe mejor a nuestra época, porque entonces la doctrina no nos dice qué debe mos hacer, sino que nos orienta, en cambio, para iniciar el trabajo sobre nosotros mismos. Y el Tarot, como lo vimos al hablar del Mago, se enfrenta con todas las Iglesias a! condu cirnos a una salvación personal en esta vida. Para Crowley, el Hierofante representa la iniciación como el medio por el cual el individuo llega a unirse con el universo. La forma y la doctrina de la iniciación cambian con cada una de las edades del mundo; después de haber durado casi dos mil años, la actual Era de Piscis va tocando a su fin, de modo que el Hierofante tendrá que cambiar, como tendrán que cambiar todas las relaciones humanas. Crowley comenta que solamente el futuro es capaz de decirnos cuál será la
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nueva «corriente de iniciación». Pero la cualidad básica de la iniciación, la de ser una fusión con el cosmos, siempre se guirá siendo la misma. En la versión B O TA del Hierofante (figura 6b), las llaves cruzadas que están a los pies de la imagen son de oro y de plata, para representar las vías externa e interna, el sol y la luna, el Mago y la Suma Sacerdotisa, que la doctrina nos enseña a combinar. En el mazo Rider (figura 6a), las dos lla ves son de oro, indicando que el lado oscuro permanece oculto para quienes siguen la doctrina externa. En la imagen de Waite-Smith no hay ningún velo que bloquee la entrada a la Iglesia, como en el templo de la Suma Sacerdotisa. Pero los pilares son de un gris opaco. Los que aquí ingresen quizá reciban protección por opción personal, pero no penetrarán los secretos de la dualidad. El inconsciente se mantiene cerrado. En muchas barajas de Tarot, la Suma Sacerdotisa tiene, en vez de un rollo, un li bro pequeño, cerrado con llave. Y las llaves del Hierofante no sirven para esa cerradura fascinante. Aun así, no debemos pensar que la doctrina exterior de la religión no tenga utilidad alguna para el que busca. Como la educación general, de la cual es un ejemplo particular, da al individuo una tradición firme en la cual puede arraigar su evolución personal. El moderno fenómeno occidental de una especie de misticismo ecléctico, que busca inspiración en todas las religiones, es una derivación sumamente inu sual que se basa, posiblemente, en una percepción global unida a una visión de la religión como un estado psicoló gico divorciado de la ciencia y de la historia. Así, vemos la religión como una experiencia antes que como una explica ción del universo, y aceptamos que todas las vivencias reli giosas son válidas, sean cuales fueren las contradicciones que muestren en la superficie. Aunque esta idea abra gran des posibilidades, muchas personas han señalado su poten cial superficialidad. El hecho es que, a lo largo de los siglos, los grandes místicos siempre han hablado desde el interior, desde lo profundo de una tradición. Los cabalistas eran ju díos hasta la médula, Tomás de Kempis profundamente
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cristiano, y los sufíes hacían su reverencia a la Meca lo mismo que todos los musulmanes ortodoxos. En su mejor aspecto, el Hierofante (en cuanto doctrina externa) puede propor cionarnos un lugar desde donde empezar a crear una con ciencia personal de Dios. Un aspecto más del simbolismo de la carta merece espe cial atención. La posición de las tres personas (esto es, una figura grande que domina sobre otras dos más pequeñas si tuadas a ambos lados) introduce un motivo que se repite, como los dos pilares de la Suma Sacerdotisa, a través de los Arcanos Mayores, y se resuelve en el Juicio y en el Mundo. También los dos naipes que siguen inmediatamente al triun fo número 5 lo retoman, con el ángel que aparece sobre los l.namorados, y el auriga del Carro que controla las dos es finges, blanca y negra. Podemos ver en este terceto ya sea un emblema de la idea de una tríada, como la trinidad cristiana, o bien la ima gen trina y una de la mente: el ello/yo/superyó de Freud, o el inconsciente/consciente/superconsciente de las tres lí neas de los Arcanos Mayores. Para entender el significado de la imagen debemos volver a la Suma Sacerdotisa, que está sentada entre dos pilares que simbolizan las dualida des de la vida. Ella misma significa un lado, el Mago el otro. I 'l Hierofante inicia en su iglesia a dos acólitos. Vemos, por consiguiente, que tanto el Hierofante como los Enamora dos y el Carro representan intentos de mediar entre los po los opuestos de la vida, y de encontrar alguna manera, no ya de resolverlos, sino simplemente de mantenerlos en equi librio, que es precisamente lo que hace una doctrina reli giosa, con sus códigos morales y sus explicaciones para las t cuestiones más básicas de la vida. Si nos entregamos a una Iglesia, todas las contradicciones de la vida hallan res puesta, pero no solución. En las lecturas, la carta significa Iglesias, doctrinas y, en general, educación. En el nivel psicológico puede indicar ortodoxia, conformidad con las ideas y los códigos de com portamiento de la sociedad y, más sutilmente, una cesión de la responsabilidad. El Emperador simboliza las reglas
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mismas v los funcionarios que las imponen; el Hierofante apunta a nuestro propio sentimiento interior de obediencia. Invertida,,1a carta significa falta de ortodoxia, especialmente mental; la formación de ideas originales. No obstante, tam bién puede significar credulidad, y esta idea sugiere otra vir tud de la carta, cuando se encuentra en posición normal. Una sociedad construye su tradición intelectual a lo largo de cientos de años. Quienes aceptan esa tradición reciben de ella un patrón que les permite juzgar la información y las ideas nuevas. Los que la rechazan deben encontrar su pro pio camino, y fácilmente pueden perderse en ideas superfi ciales. Hay muchas personas que, tras haberles sido im puesto en su niñez un dogma, van a caer en algún otro, en un culto o en la adhesión a un grupo político extremista de ideología no menos rígida, y probablemente más superfi cial. Han rechazado la tradición, pero en realidad no han rechazado al Hierofante: no han aceptado la responsabili dad de buscar verdaderamente su propio camino.
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Figura 7
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Los Enamorados De los diversos cambios que Arthur Waite y Pamela Smith introdujeron en los diseños tradicionales del Tarot, la carta de los Enamorados es el más espectacular. Allí donde el Ta rot de Marsella (figura 7b) nos muestra un hombre joven al canzado por la flecha de Cupido y obligado a escoger entre dos mujeres, el mazo Rider (figura 7a) presenta un hombre adulto y una sola mujer, presididos por un ángel. Además, en tanto que la mayor parte de los mazos no hacen más que indicar una situación social, la imagen de la baraja Ri der sugiere claramente el Jardín del Edén, o mejor dicho un nuevo Jardín, donde los árboles brindan la iluminación an tes que la Caída. La versión antigua del triunfo número 6 lleva a veces el título de « La Elección», y en las lecturas adivinatorias signi fica una opción importante entre dos deseos. Com o una
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mujer es rubia y la otra morena, un simbolismo tradicional en Europa, para el cual la oscuridad indica siempre el mal, y las mujeres en general indican tentación, veía la elección pomo una opción entre algo respetable, pero quizás aburri do, y algo muy deseado, pero moralmente impropio. La car ta puede referirse a una opción de poca monta, o también a una crisis importante en la vida de lina persona Actual mente, este antiguo simbolismo aparece en las diversas no velas y películas en que hombres de clase media y edad m e diana se ven ante la tentación de dejar a una esposa amada, pero aburrida, por una mujer más joven y más «alocada». La opción puede, de hecho, extenderse a la vida entera de una persona. Hasta aquellos que jamás cuestionan los lí mites de su respetabilidad de clase media han hecho una opción, lo mismo que aquel cuya vida es una carrera crimi nal. Y hay muchas personas que en lo externo llevan una vida socialmente aceptable, pero que en su fuero íntimo li bran una lucha constante contra los tormentos del deseo, defendiéndose de la tentación del adulterio o de la violen cia, o simplemente del deseo de irse de casa para llevar la vida de un vagabundo. En el nivel esotérico, la elección entre la mujer rubia y la morena indica la opción entre la vía exterior (simbolizada en el mazo Rider por el Hierofante), en que la vida se nos da preparada y planeada, y la vía interior del ocultista, que puede conducir a un enfrentamiento con nuestros deseos ocultos. La Iglesia tachaba de adoradores del diablo a los magos, y en las alegorías cristianas era común que la mujer morena representara a Satán. Todos estos significados ven la opción entre claro y os curo en los términos más amplios posibles. En el contexto de la primera línea de triunfos podemos verlo de manera mucho más específica: como la primera elección real que hace un hombre — o una mujer— independientemente de sus padres. Hasta que se despierta la necesidad sexual, la mayoría de las personas se conforman con llevar a la prác tica las expectativas que en ellas depositan sus padres. El impulso sexual, sin embargo, nos señala hacia dónde quiere
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ir él, y como resultado, empezamos a establecer esta distin ción también en otros aspectos. Es muy raro que la pareja que nos hubieran elegido nuestros padres coincida con la que nosotros mismos elegiríamos. Y si la diferencia es de masiada, o los padres demasiado controladores, la persona puede verse frente a una elección dolorosa. Paul Douglas ha comentado que la mujer de pelo os curo, que parece mucho mayor, es la madre del muchacho, y que la opción planteada es si ha de quedarse bajo la pro tección de ella, o si ha de empezar a andar solo. Los que, como Freud, creen que el primer deseo de un niño se orien ta hacia su madre verán aquí un dilema edípico clásico. Una parte de la personalidad desea mantener la encubierta fan tasía de una unión con la madre, en tanto que la otra quiere encontrar un amor verdadero en la realidad de la propia g e neración del joven. Pero no es necesario aceptar la doctrina freudiana para ver la amplitud de lo que esta opción im plica. Ya sea que el muchacho desee o no secretamente a su madre, la vida que lleva bajo la protección de los padres es cómoda y segura. Pero — sea hombre o mujer, porque las niñas se ven básicamente frente a las mismas cuestiones, aunque a veces en formas diferentes— una persona no puede ja más llegar a ser un verdadero individuo sin hacer esta ruptura. Y nada apunta a ella más enérgicamente que la sexualidad. < Por ende, la versión tradicional del triunfo 6 representa la adolescencia, época en que no sólo emerge la sexuali dad, sino que aparece también la independencia, tanto inte lectual como mora!. Los naipes 3, 4 y 5 nos representan en cuanto estamos configurados por las grandes fuerzas de la naturaleza, la sociedad y los padres. En la carta 6 emerge el individuo, una verdadera personalidad con ideas y propósi tos propios, capaz de tomar decisiones importantes, basa*las no en las órdenes de los padres, sino en su propia eva luación de deseos y responsabilidades.> Estos significados pertenecen a la estructura tradicional de la carta. Al diseñar su propia versión de los Enamorados, Waite planteó una cuestión diferente. ¿Qué funciones tie
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nen en última instancia, en la vida de una persona, el sexo y el amor? ¿Y qué significados profundos podemos encontrar en el poderoso drama de dos personas que se unen en cuerpo y alma? Waite llamó a su imagen «la carta del amor humano, aquí exhibido como parte del camino, de la ver dad y de la vida». El impulso sexual nos saca del aislamiento, nos empuja a establecer relaciones vitales con otras personas, y final mente nos abre el camino al amor. Por mediación del amor no sólo logramos la unidad con otra persona, sino que po demos atisbar los significados más vastos y la importancia más profunda de la vida. En el amor abdicamos parcial mente de ese control del ego que no sólo nos aísla de otras personas, sino de la vida misma. Por eso el ángel aparece sobre las cabezas del hombre y de la mujer, como una vi sión inalcanzable para cada uno de ellos por separado, pero que los dos juntos tienen la posibilidad de vislum brar. La religión, la filosofía y el arte se han apoyado siempre en el simbolismo del varón y la mujer como representación de la dualidad. Ya hemos visto cómo esta idea se reflejaba en el Mago y en la Suma Sacerdotisa, como también en la Emperatriz y el Emperador. El simbolismo se ve reforzado aquí por el hecho de que el Arbol de la Vida, con su Ma^o como llamas, se alza detrás del hombre, en tanto que el Ar bol del Conocimiento, al que se enrosca la serpiente (que no es símbolo del mal, sino de la sabiduría inconsciente), está detrás de la mujer. El ángel une estos dos principios. En las enseñanzas tradicionales se afirma que hombres y muje res contienen, dentro de su cuerpo, pnnctpios vitales sepa rados. Mediante el amor físico, esos principios se unen. Los ocultistas, sin embargo, han reconocido siempre es tos dos elementos en el seno del yo. Hoy en día oímos decir que en todos nosotros hay tanto cualidades masculinas como femeninas, aunque en general esto se refiere a vagas ideas referentes al comportamiento social, como pueden ser la agresión y la cortesía. Cuando se consideraba al ma cho y a la hembra como opuestos en su naturaleza más pro
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funda, el punto de vista del ocultismo era mucho más radi cal. Una manera de describir el objetivo de los Arcanos Ma yores es decir que destaca y une los principios masculino y femenino. De ahí que en muchas barajas el danzarín del Mundo sea un hermafrodita. Según los cabalistas y los filósofos herméticos, toda la humanidad (y de hecho, la Deidad también) era originaria mente hermafrodita; varón y hembra se separaron sólo como consecuencia de la Caída. Así, en el nivel externo cada uno de nosotros no es más que la mitad de una per sona, y sólo por el amor podemos alcanzar un sentimiento de unidad. Encontramos la misma idea en Platón, pero con una va riante interesante. Uno de los mitos platónicos dice que los seres humanos fueron en un principio criaturas dobles, pero de tres clases: varón-mujer, varón-varón y mujer-mujer. Zeus, creyendo que los humanos poseían demasiado p o der, los escindió en dos con su rayo, y ahora cada uno de nosotros anda en busca de su otra mitad. En contraste con los mitos judíos y cristianos, el relato de Platón otorga la misma realidad a los homosexuales. Al hacerlo, nos re cuerda el peligro implícito en el simbolismo, demasiado fá cil, del macho y la hembra como opuestos totales. El Mago y la Suma Sacerdotisa se mezclan de maneras muy sutiles en cada uno de nosotros. Y el ángel puede ser evocado por cualquier pareja de enamorados. N o son los roles lo impor tante, es la realidad de la unión. En la interpretación cristiana habitual del Génesis, a Eva le cabe la culpa mayor, no sólo porque comió primero, sino porque su sensualidad tentó a Adán a la Caída. Se supone (|iie el hombre estaba regido por la razón, y la mujer por el i leseo. Tal escisión llevó a algunos cristianos a declarar que las mujeres no tenían alma. Todo el mito de la Caída, con su acentuación de la desobediencia y el castigo, está real mente puesto al servicio de una moral represiva. Se consi deraba que las pasiones físicas eran peligrosas para la soi ledad; por ende, había que controlarlas. Tal como señala ■loseph Campbell en The Masks of God [Las máscaras de
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Dios], la antigua religión de Palestina, centrada en una diosa, contenía el mismo drama entre una serpiente, un A r bol de la Vida y una manzana. Pero en el antiguo relato la diosa daba la manzana al iniciado para permitirle entrar en el paraíso, en vez de ser la manzana la causa de su expul sión. Los antiguos hebreos invirtieron el mito, en parte como una manera de poner a la antigua religión el sello de la mal dad, pero también porque, a semejanza de los babilonios, consideraban que las antiguas costumbres eran «monstruo sas». El Tarot, en cambio, es una vía de liberación. El miedo que expresa Jahvé de que los seres humanos «lleguen a ser como nosotros», es precisamente el propósito del Tarot: sa car a relucir plenamente la chispa divina que hay en noso tros y unirla con nuestro ser consciente, para poner término a la dualidad entre lo divino y lo humano, y hacer de ambos uno. Por consiguiente, aunque en buena parte mantenga el mismo simbolismo que el Génesis, los Enamorados del mazo Rider es un naipe que invierte sutilmente su significado. Obsérvese que, en tanto que el hombre mira a la mujer, la mujer mira al ángel. Si el varón es realmente razón, en tonces la racionalidad sólo puede ir más allá de sus límites por mediación de la pasión. Por su naturaleza, la razón con trola y contiene, en tanto que la pasión tiende a avasallar todos los límites. Nuestra tradición ha puesto al cuerpo y a la mente racional en recíproco antagonismo. El Tarot nos enseña que debemos unirlos (una sola montaña se alza en tre los dos enamorados) y que no es el poder controlador de la razón lo que eleva los sentidos a un nivel superior, sino que las cosas son más bien a la inversa. Esto podemos verlo en términos directamente psicológi cos. La mayoría de las personas están encerradas dentro de los límites de su yo, o de las máscaras que muestran al mun do. Pero si son capaces de entregarse a la pasión sexual pueden, por lo menos por un momento, trascender su aisla miento. Los que no pueden aflojar el ego, siquiera por un momento, abusan de su sexo, y su sexualidad se adueña de ellos. Se convierte en un medio de ejercer poder sobre al
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guien, pero es algo que jamás satisface. Cuando una per sona rechaza el deseo del cuerpo de soltarse con otra per sona, el resultado es la depresión. El ángel ha sido negado. Al mismo tiempo, las pasiones por sí solas no pueden llevarnos hacia el ángel. Necesitan estar guiadas por la ra zón, lo mismo que la razón precisa de las pasiones para que la liberen. Los que simplemente van dondequiera que los lleve su deseo se ven con frecuencia arrojados de una expe riencia a otra. Paul Foster Case dice que el ángel es Rafael, que pre side el superconsciente. Esto vuelve a traernos a la cues tión de la mente trina y una; aquí aprendemos que los tres niveles de la mente no son entidades separadas y aisladas, como los tres pisos de una casa, sino que el superconscien te es, de hecho, un producto de la unión de la conciencia y el inconsciente. El camino pasa por el inconsciente porque es allí donde encontramos la verdadera energía de la vida. De hecho, se puede describir el superconsciente como la energía del inconsciente puesta afuera y transformada en un estado superior. Parte de esa transformación depende de que la conciencia dé a la energía forma, dirección y significado. Si en el motivo triangular las dos figuras de abajo repre sentan las dualidades de la vida, en tanto que la figura ma yor de arriba simboliza una fuerza que media entre ellas, entonces en el triunfo 6 el mediador es el amor sexual. Cuando nos entregamos a él vislumbramos algo superior a nosotros. Sólo un atisbo, y sólo por un momento; la verda dera liberación requiere, finalmente, mucho más que pa sión. Pero el amor puede ayudarnos a ver el camino y a anlicipar un poco del júbilo que nos espera cuando lo haya mos recorrido. Hay varios místicos, especialmente Santa Teresa, que describen la unión con Dios en términos de éxlasis sexual. Los significados adivinatorios de la imagen de WaiteSmith son muy claros. Se refieren a la importancia del amor ' ■n la vida de una persona, y a un amante específico; muy Jrecuentemente, al matrimonio o a una relación prolon-
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qada. La carta implica que la relación a que alude ha sido o resultará ser muy valiosa para la persona, u que la condu cirá a una manera nueva de entender la vida. Si en la lec tura se está considerando algún problema específico, en tonces la carta de los Enamorados indica alguna forma de ayuda, ya sea práctica gracias al auxilio del amante, o m e diante su apoyo emocional. Pero esto no siempre es así. Los Enamorados, en la posición del pasado, y especialmente en relación con las cartas que indican una negativa a conside rar la situación presente, es un naipe que puede indicar una nostalgia paralizante por un amor pasado. Todas las primeras cartas representaban arquetipos. Cuando las invertíamos les agregábamos los elementos de que carecen. Pero aquí el individuo ha avanzado, y ahora el significado invertido apunta a debilidades y bloqueos. Es, ante todo, un amor destructivo, especialmente en un mal matrimonio. Puede referirse a problemas sentimentales o sexuales que dominan la vida de una persona, ya sea a par tir de dificultades con alguien específico o porque, simple mente, el amor es un gran problema para ella. Com o la ima gen de Waite-Smith indica un amor maduro, y la imagen tradicional muestra el proceso de la elección adolescente, cualquiera de las dos versiones, invertida, indica inmadurez sentimental, la prolongada adolescencia que mantiene a al gunas personas atadas a fantasías infantiles mucho después de que su cuerpo haya alcanzado la plena madurez.
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Figura 8
El Carro Las primeras versiones de esta carta, que mostraban el Ca rro tirado por dos caballos, no por dos esfinges, se derivan de varias fuentes históricas y mitológicas. Provienen en primer lugar de las procesiones que se celebraban en Roma y en otras ciudades para el héroe conquistador, cuando su carro lo llevaba por las calles atestadas de ciudadanos que lo acla maban. La costumbre responde, aparentemente, a alguna profunda necesidad psíquica de participación grupal. Y es una práctica que aún hoy se mantiene, dos mil años des pués, en los desfiles con que se agasaja a presidentes, gene rales y astronautas, y en los que un coche abierto reem plaza al carro. El Carro indica algo más que una gran victoria. Condu cir a gran velocidad un vehículo de dos caballos exige un control total de los animales; la actividad sirve como un ve
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hículo perfecto para el poder de la voluntad. En el Fedro, Platón se refiere a la mente como un carro tirado por un cabailo negro y otro blanco, la imagen exacta del Tarot. Cierto mito hindú narra cómo Shiva destruye la triple ciudad de los demonios. Para hacerlo, exige que toda la creación esté subordinada a su voluntad. Los dioses hacen un carro para Shiva, y como materiales se usan no sólo a sí mismos, sino también los cielos y la Tierra. El sol y la luna se convierten en ruedas, y los vientos son los caballos. (El sím bolo en el frente del Carro del Tarot, como una tuerca y un tornillo, o una rueda y su eje, es el del lingam y el yon/, que representa a Shiva, el principio masculino, y a Parvati, el principio femenino, unidos en una sola figura.) Merced a las imágenes del mito aprendemos que la victoria espiritual so bre el mal se produce cuando podemos concentrar toda nuestra naturaleza, además de la energía inconsciente en carnada en el propio Shiva, a través de la voluntad cons ciente. Estas dos fábulas nos muestran dos aspectos diferentes de la idea de voluntad. La historia de Shiva habla de una verdadera victoria, en la cual el espíritu ha encontrado un foco para liberar la totalidad de su fuerza. Pero el Fedro nos da una imagen del ego triunfante, que, antes que resolver los, controla los conflictos básicos de la vida. Los comenta ristas que ven en el Tarot una serie de imágenes separadas, cada una de las cuales aporta alguna lección vital a nuestro entendimiento espiritual, tienden a dar al Carro su signifi cado más amplio. Señalan que el título cabalístico del nú mero 7, con todas sus connotaciones místicas, es «V icto ria». En muchos lugares, y particularmente en la India, el ca ballo llegó a estar asociado con la muerte y los funerales. Cuando el ascenso del patriarcado terminó por abolir el sa crificio ritual del rey, en su lugar se sacrificó un caballo. El sacrificio del caballo llegó a ser el más sagrado, asociado con la inmortalidad. Hasta hoy se usan caballos para arras trar el féretro de los grandes líderes. (Una extraña unión de los dos aspectos del Carro se vio en la muerte de John Ken
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nedy. Lo mataron en su coche abierto durante un desfile, y después un caballo — que se rebeló contra el control del cochero— tiró del féretro durante el funeral.) Estas relacio nes sugieren la idea de la victoria del alma sobre la morta lidad. Cuando observamos secuencialmente las cartas, vemos que la número 7 no es más que la victoria de la primera lí nea de los Arcanos Mayores, que corona el proceso de ma duración de esa línea, pero por necesidad no puede diri girse a los grandes ámbitos del inconsciente y del superconsciente. Visto de esta manera, el Carro nos muestra el ego evolucionado; las lecciones de las primeras cartas han sido aprendidas, ha pasado el período adolescente de la búsqueda y la autocreación, y ahora vemos al adulto ma duro, que triunfa en la vida, a quien los demás admiran, confiado y satisfecho consigo mismo, capaz de controlar sus sentimientos y, sobre todo, de dirigir su voluntad. Como el Mago, el auriga del Carro lleva una vara má gica, pero a diferencia de él, no la levanta al cielo, por en cima de la cabeza. Su poder está subordinado a su volun tad. Sus manos no sujetan las riendas; lo único que controla las fuerzas contradictorias en la vida es la fuerza de su ca rácter. El lingam y el yon/ indican su sexualidad madura, que el auriga tiene bajo su control. Por eso, no es víctima de sus sentimientos, y su sexualidad contribuye a una vida satisfacJoria. El cuadrado resplandeciente que lleva en el pecho, símbolo de naturaleza vibrante, lo vincula con el mundo sensual de la Emperatriz, pero la estrella de ocho puntas que lleva en la corona expresa que su energía mental rige a las pasiones (los simbolistas consideran que la estrella de ocho puntas está a medio camino entre el cuadrado del mundo material y el círculo del espiritual). El carro aparece como más grande que la ciudad del fondo, lo que indica que la voluntad del auriga es más poderosa que las reglas de la sociedad. Sin embargo, el hecho de que el carro no esté en movimiento indica que quien lo conduce no es un rebelde. Las ruedas del carro están en el agua, señalando
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que el auriga extrae energía del inconsciente, aunque el ca rro como tal, que descansa en tierra, lo priva del contacto directo con esa gran fuerza. Ya hemos hecho mención del simbolismo sexual del Ungam y el yoni. En tanto que el mito hindú relaciona los ca ballos con la muerte, el simbolismo onírico freudiano los co necta con la energía sexual de la libido. Al controlar los caballos el auriga controla sus deseos instintivos. Su cuerpo está adornado por diversos signos mágicos. La falda ostenta los símbolos de la magia ceremonial, el cin turón lleva el signo y los planetas. Los dos rostros lunares que tiene sobre los hombros llevan los nombres de «Urin y Thummim», las supuestas hombreras del Sumo Sacerdote en Jerusalén, y por consiguiente hacen pensar en el Hiero fante. Al mismo tiempo, las hombreras lunares nos remiten a la Suma Sacerdotisa. Obsérvese también que la tela que forma el fondo del carro recuerda el velo de la Suma Sacer dotisa; el auriga ha dejado tras de sí el misterio del incons ciente. Por consiguiente, en el simbolismo del Carro vemos to das las cartas anteriores de la primera línea. La vara y los símbolos apuntan al Mago; el agua, las esfinges y el velo simbolizan a la Suma Sacerdotisa, el cuadrado y la tierra verde a la Emperatriz, la ciudad es el símbolo del Empera dor, las hombreras el del Hierofante, y en el lingam y el i^oni se encuentran simbolizados los Enamorados. Todas estas fuerzas constituyen aportes a la personalidad exterior. Y sin embargo, hay que observar las cualidades pétreas del Carro. Hay que observar que el propio auriga se funde con su vehículo de piedra. La mente que subordina todas las cosas a la voluntad consciente corre el riesgo de anqui losarse, de cortar el contacto con aquellas mismas fuerzas que ha aprendido a controlar. Obsérvese también que las esfinges, blanca y negra, no están reconciliadas entre sí: mi ran en direcciones opuestas. La voluntad del auriga las mantiene unidas en un equilibrio tenso. Un fallo de esa v o luntad, y tanto el Carro com o su conductor terminarían desmembrados.
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Paul Douglas ha comparado el Carro con la idea que tiene Jung de la «persona». A medida que crecemos nos va mos haciendo una especie de máscara que nos permite el trato con el mundo exterior. Si hemos superado con éxito las diversas dificultades de la vida, entonces los diferentes aspectos simbolizados por las otras cartas se integrarán en esta máscara yoica. Pero también es posible —y es muy fácil que lo hagamos— confundir esta «persona» triunfante con el sí mismo, con el ser verdadero, hasta el punto, incluso, de que si intentamos descartar la máscara lleguemos a temer su pérdida como si fuera una especie de muerte. Por eso, la segunda línea de los Arcanos Mayores, que se ocupa preci samente de cómo ha de liberarse el sí mismo de sus másca ras externas, tiene como anteúltima carta a la Muerte. Hasta el momento hemos considerado el Carro como un emblema de madurez personal, pero la idea de la volun tad humana se extiende más allá del individuo. Con sus imágenes de la mente que subyuga y utiliza las fuerzas de la vida, el Carro es un símbolo perfecto de la civilización, que crea el orden a partir del caos de la naturaleza, usando el mundo natural com o materia prima para la agricultura y la construcción de ciudades. Una de las principales connota ciones cabalísticas del naipe se extiende sobre esta idea. Mediante su conexión con la letra hebrea lain, el Carro es portador de la cualidad del «discurso». A los humanos les ha parecido siempre que el discurso representa la mente rarional y_su dominio sobre la naturaleza. Por lo que sabe mos, sólo los seres humanos son dueños del lenguaje (por más que los chimpancés se hayan mostrado capaces de aprender un lenguaje de signos humano, y pese a la proba bilidad de que las ballenas y los delfines posean formas pro pias y evolucionadas de lenguaje), y podemos decir que el discurso es lo que nos separa de los animales. En el Edén, Adán consiguió controlar a las bestias pronunciando sus nombres. Y, lo que es más importante, los humanos usamos el lenguaje para transmitir la información que permite la continuidad de la civilización. Sin embargo, así como el ego es limitado, también lo es
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el discurso. Para empezar, el habla restringe nuestra expe riencia de la realidad. Al elaborar una descripción del mundo, al poner a cada cosa su rótulo, erigimos una barrera entre nosotros y la experiencia. Cuando miramos un árbol, no sentimos el impacto de un organismo viviente, sino que más bien nos limitamos a pensar «árbol», y seguimos andando. El rótulo ha terminado por reemplazar a la cosa. Además, al confiar demasiado en esta cualidad racional del lenguaje, ignoramos aquellas experiencias que no pueden ser expre sadas en palabras. Ya hemos visto cómo la Suma Sacerdo tisa significa la sabiduría intuitiva que trasciende el len guaje. Hay experiencias, especialmente la de la unión mís tica con el espíritu, que es imposible describir. El lenguaje sólo puede aludir a ellas valiéndose de metáforas y fábulas. La gente que confía sin reticencia alguna en el discurso ha llegado al punto de insistir en que las experiencias no ver bales, o las que no son susceptibles de medición mediante tests psicológicos, no existen. Tal cosa se debe, simple mente, a la imposibilidad de dar de ellas una descripción científica: este dogmatismo está perfectamente simbolizado por el auriga que se confunde con su vehículo de piedra. Hasta el momento hemos considerado todos los símbo los de la imagen, excepto quizás el más obvio: las dos esfin ges. Waite tomó prestada esta innovación de Eliphas Lévi, el gran pionero del Tarot cabalístico. Como los dos pilares de la Suma Sacerdotisa, o los caballos (blanco y negro) que ellas reemplazan, las esfinges significan las dualidades y contradicciones de la vida. Una vez más nos encontramos con el motivo triangular. Aquí, la fuerza mediadora es el poder de la voluntad. Que se usen esfinges en vez de caballos hace pensar en varios significados más profundos. En la leyenda griega la esfinge era un «proponedor de enigmas», que confrontaba a los pobladores de Tebas con el misterio de la vida. El mito nos cuenta que la esfinge se apoderaba de los mozos de la ciudad y les planteaba el siguiente enigma: «¿Cuál es la criatura que a la mañana anda en cuatro patas, en dos al mediodía, y en tres al atardecer?» A los que no podían res
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ponderle, los devoraba. Pues bien, la respuesta es «e l hom bre», que de bebé gatea, anda erguido de adulto y recurre a un bastón en su vejez. Lo que esto implica está claro: si no entiendes tu humanidad básica, con j;us puntos fuertes y sus debilidades, entonces la vida te destruirá. El Carro sim boliza la madurez que acepta los límites de la vida, y ade más la facultad del discurso, esto es, del entendimiento ra cional, que nos sirve para definir la existencia y, por ende, para controlarla. Pero tras esto se oculta, al acecho, otro significado. El hombre que resolvió el enigma fue Edipo, quien llegó a Tebas después de haber matado a su padre. El énfasis que Freud puso en el incesto ha desviado la atención del men saje más profundo de la historia de Edipo. Este era la ima gen perfecta del triunfador. No solamente salvó a Tebas de una amenaza, y se convirtió al mismo tiempo en rey de la ciudad, sino que lo consiguió mediante su comprensión de la vida. Edipo sabía lo que era el hombre, y sin embargo, no se conocía a sí mismo. Su propia realidad interior permane ció cerrada para él hasta que los dioses lo obligaron a en frentarse con ella. Y bien que lo obligaron. Si los oráculos no hubieran hablado, primero con su padre y luego con él, Edipo jamás habría hecho las cosas que hizo. Por consi guiente, aunque entendiera el significado exterior de la vida del hombre, Edipo no entendía quién era, ni tampoco cuál era su relación con los dioses que controlaban su vida. Y en estos dos temas es precisamente donde se centra la preocu pación de las líneas segunda y tercera de los Arcanos M ayo res. En la segunda, trascendemos el ego para encontrar el sí mismo, el ser verdadero. En la tercera nos enfrentamos ma nifiestamente con las fuerzas arquetípicas de la existencia y alcanzamos por fin una plena integración de esas dualida des que el auriga, aunque sea capaz de dominarlas, jamás reconcilia. Los significados adivinatorios del Carro se derivan del I)oder de su voluntad. En una lectura, la carta significa que. tnediante la fuerza de su personalidad, la persona consigue controlar con éxito alguna situación. La carta indica que la
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situación contiene algunas contradicciones, de las que no se ha hecho una síntesis: simplemente, se las ha mantenido bajo control. Con esto no estamos insistiendo demasiado en los matices negativos del naipe. Cuando está en posición normal, el Carro.significa básicamente éxito; la personali dad se hace responsable del mundo que la rodea. Si apa rece como resultado de una lectura en la que se han pre sentado problemas, indica victoria. Cuando está invertida, las contradicciones inherentes en la carta cobran más fuerza. Invertido, el Carro implica que se ha encarado la fuerza de voluntad de manera infruc tuosa, y que se ha perdido el control de la situación. A m e nos que la persona sea capaz de encontrar otra manera de abordar sus dificultades, se verá frente a un desastre. El solo poder de la voluntad no siempre puede sostenernos. Como Edipo, hay veces en que debemos aprender a ceder ante los dioses.
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El viraje hacia adentro La búsqueda del autoconocimiento Con la segunda línea de los Arcanos Mayores pasamos del mundo exterior, y los desafíos que éste nos opone, al sí mismo, al mundo interior. Ahora es menester enfrentar abiertamente las contradicciones ocultas en la poderosa imagen del Carro. La máscara del ego debe morir. Por más dramática que pueda parecer, se trata de una situación muy común de hecho, por lo menos en cuanto a la necesidad, aunque no lo sea en cuanto a la realización. Desde hace mucho tiempo se ha visto en el autocuestionamiento y en la indagación en sí mismo otros tantos rasgos de la mediana edad. Cuando son jóvenes, a las personas les preocupa principalmente alcanzar la victoria sobre las fuer zas de la vida, encontrar pareja y llegar al éxito. Una vez lo grado esto, sin embargo, es probable que la gente se pre gunte por el valor que todo ello tiene. «¿Quién soy yo, por debajo de todas mis posesiones, por debajo de todas las imágenes que presento a los demás?», es una cuestión que va cobrando cada vez más importancia. En la actualidad son muchos los jóvenes que no esperan llegar a la edad m e diana y al éxito para preguntarse estas cosas. Una caracte rística de nuestro tiempo es el deseo de que la vida tenga un sentido, una significación, una esencia íntima. Y cada
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vez son más las personas que deciden que el primer lugar donde han de buscar tales significados es dentro de sí mismas. Esta idea, en realidad, no es más que una verdad a me dias. El Mago nos enseña que, en cuanto seres físicos, sólo encontramos la realidad en relación con el mundo exterior; la verdad interior de la Suma Sacerdotisa es algo potencial, que debe manifestarse por mediación de la conciencia del Mago. Pero, en tanto que nuestras máscaras, nuestros hábi tos y nuestras defensas sigan aislándonos del conocimiento de nosotros mismos, de manera que jamás podamos saber por qué actuamos, todas las cosas que hagamos seguirán sin tener sentido alguno. Es necesario que la fluencia que se da entre el Mago y la Suma Sacerdotisa transcurra libre mente para que la vida tenga valor. Com o la línea invierte básicamente el énfasis de los siete primeros naipes, muchas de las cartas se presentan como imágenes en espejo de las que se encuentran encima de ellas. La polaridad sexual de los triunfos 1 y 2 se invierte en la Fuerza y el Ermitaño, en tanto que el principio de la luz y de la oscuridad, de lo exterior y de lo interior, se mantiene en las mismas posiciones. La Rueda de la Fortuna se aparta del mundo natural y despreocupado de la Emperatriz, orien tándose hacia una visión de los misterios interiores. Al final de la línea, la Templanza nos muestra otra clase de victoria. La fuerza del Carro ha sido reemplazada por el equilibrio y la calma. Allí donde el pétreo carro del auriga le impedía el contacto directo con la tierra y con el río, el ángel de la Templanza, con un pie apoyado en tierra y otro en el agua, nos muestra la personalidad en armonía consigo misma y con la vida. Otro tema aparece en la segunda línea. Hasta el m o mento, las cartas nos han presentado una serie de leccio nes, de cosas que debemos aprender sobre la vida, para al canzar la madurez y tener éxito en el mundo exterior. Pero la iluminación es una experiencia profundamente personal, que no se puede estudiar, ni siquiera evaluar, sino que sólo puede ser vivida. La serie de visiones interiores culmina en
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la Rueda de la Fortuna, que nos muestra una visión del mundo y de nosotros mismos a la cual hay que responder. El Colgado, sin embargo, muestra algo completamente dis tinto. Aquí no vemos una lección, sino la imagen de la ilumi nación misma, la personalidad exterior puesta del revés por obra de una experiencia muy real y muy personal. Entre estas dos cartas, y en el centro exacto del conjunto de los Arcanos Mayores, se encuentra la Justicia, equili brando cuidadosamente la balanza entre lo interior y lo ex terior, el pasado y el futuro, la racionalidad y la intuición, el conocimiento y la experiencia.
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La Fuerza I I cambio que hizo Waite en los Enamorados fue el más ob vio entre las alteraciones que introdujo en el Tarot; el haber
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permutado la Fuerza y la Justicia sigue siendo el más discu tido. El propio Waite no da, realmente, ninguna razón para el cambio. «Por razones que me satisfacen, esta carta ha sido intercambiada con la de la Justicia, que recibe habi tualmente el número ocho. Com o la variación no lleva con sigo nada que sea significativo para el lector, no hay motivo para explicaciones.» Las razones son, ciertamente, más que personales. No sólo Waite, sino Paul Foster Case y Aleister Crowley dispusieron la Fuerza como 8 y la Justicia como 11. Es probable que todos ellos se ajustaran a la Orden del Alba Dorada, en cuyo mazo secreto de Tarot también esta ban cambiadas las dos cartas. Esta relación con una orden secreta trae a la mente la idea de iniciación. Ahora bien, como es natural, el Alba D o rada no fue el origen de la práctica de iniciación, por más que afirmara recibir sus rituales específicos en forma directa de espíritus instructores. La iniciación es una práctica que se remonta a millares de años, y se la encuentra en el mun do entero, desde los templos egipcios al desierto austra liano. Representa un medio especial de transformación psi cológica... que es el tema mismo de la línea media del Tarot. Al relacionar con esta antigua idea a la Justicia y las cartas que la rodean, alcanzamos una comprensión más amplia del Tarot en cuanto experiencia. Vale la pena considerar las implicaciones de la antigua disposición de los triunfos. La imagen de la Justicia sugiere el poner la propia vida en la balanza para pesarla. La se gunda línea nos aparta de los logros externos de la primera para adentrarnos en el sí mismo. Así, la Justicia en la pri mera posición de la línea significaría una evaluación de lo que ha significado para uno su vida, seguida por la decisión de una búsqueda interior de un significado más amplio. Evi dentemente, es ésta una significación muy adecuada. Pero si la Justicia viene primero, todas estas cosas ocurren racio nalmente; la evaluación se genera como una reacción cons ciente ante la insatisfacción. Pensemos ahora cuánto más poderosa se nos aparece esta evaluación cuando surge desde adentro, cuando se nos impone por obra de la p ode
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rosa visión de la Rueda de la Fortuna. La espada de doble filo de la Justicia implica acción, en respuesta al conoci miento adquirido en la evaluación. La idea de respuesta nos conduce directamente al Colgado. Si la Justicia viniera primero, estaría seguida por el Ermitaño, que en cuanto buscador de sabiduría, representaría también una respuesta válida a la Justicia. Pero una vez más, si dejamos que esa sabiduría venga antes que la Justicia, entonces el Colgado muestra una respuesta desde la profundidad interior. Consideremos ahora a la Fuerza en ambos lugares. La figura muestra una mujer que doma a un león. En pocas pa labras, la imagen sugiere la energía del inconsciente, libe rada y calmada, «dom ada» por la dirección del entendi miento consciente. Una idea tal se avendría fácilmente a la posición del medio. Entonces describiríamos la carta como la prueba [u ordalía] central de toda la línea. Y por cierto que el clima de paz y la total inversión del Colgado segui rían perfectamente a la Fuerza. Pero también podemos ver a la Fuerza como la suma de las cualidades vitales para comenzar la línea. La búsqueda interior no puede ser efectuada por el ego. Es necesario que confrontemos sentimientos y deseos desde hace mucho tiempo fuera del alcance de nuestros pensamientos cons cientes. Si intentamos transformarnos por mediación de un proceso totalmente racional, creamos otra especie de «p er sona». Y la verdad es que algo así sucede con mucha fre cuencia. Mucha gente siente una falta de espontaneidad en su vida. Al mirar a su alrededor o al leer libros de psicología observan, no sin sentir celos o incluso sin avergonzarse de sus propias represiones, las características de las personas espontáneas. Y después, en vez de seguir el tremendo pro ceso de liberar sus miedos y sus deseos ocultos, imitan cui dadosamente la espontaneidad. Han extendido el Carro a un dominio nuevo. Si hacemos de la Fuerza el número 8 la contraponemos •)1 Carro, como un poder de especie diferente, que ya no es la voluntad del ego, sino la Fuerza interior de enfrentarse a sí mismo con calma y sin mied o. L os misterios pueden aflo
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rar porque hemos encontrado la Fuerza necesaria para en frentarlos. El león significa todos los sentimientos, temores, deseos y confusiones suprimidos por el ego en su intento de controlar la vida. El auriga recurría a sus sentimientos ín timos como fuente de energía, pero tenía siempre el cui dado de dirigir esa energía allí donde él decidía consciente mente que debía ir. Com o primer paso para trascender el ego, la Fuerza permite que las pasiones íntimas afloren. En un nivel muy simple podemos ver esta aparición de los sentimientos suprimidos en la persona que se permite actuar de manera «infantil», llorando o gritando; en pocas palabras, haciendo todas aquellas cosas que previamente le parecían tontas o que la avergonzaban. En un nivel más profundo, el león simboliza la fuerza toda de la personali dad, habitualmente atemperada por las exigencias de la vida civilizada. La Fuerza libera esta energía con el fin de usarla como una especie de combustible, el que nos pro pulsa a lo largo de la senda interior del Ermitaño. Si este propósito puede cumplirse es solamente porque al león se lo «dom a» al mismo tiempo que se lo libera. La Fuerza abre la personalidad como Pandora abre su caja. Pero lo hace con un sentimiento de paz, con amor a la vida misma y con una gran confianza en el resultado final. A menos que creamos verdaderamente que el proceso de autodescubrimiento es un proceso jubiloso, jamás llegaremos a seguirlo hasta el final. El simbolismo de las figuras y de los números refuerza la comparación de la Fuerza y el Carro. El Carro nos muestra a un hombre, la Fuerza a una mujer. Tradicionalmente, por supuesto, son la representación de la racionalidad y la em o ción, de la agresión y la entrega. También según la tradi ción, el número 7 del Carro pertenece a la magia «mascu lina», el número 8 a la «femenina». Este simbolismo se de riva de la anatomía. El cuerpo del varón tiene siete abertu ras (contando la nariz como una), el de la mujer ocho. A d e más, el cuerpo masculino posee siete puntas, los brazos y las piernas, la cabeza, el centro y el pene. La mujer, en quien los pechos reemplazan al pene, tiene ocho.
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¿A qué nos referimos al hablar de magia masculina y fe menina? La teoría esotérica considera que la energía sexual es una manifestación de los principios energéticos subya centes en la totalidad del universo; lo masculino y lo fem e nino son similares a los polos positivo y negativo del elec tromagnetismo. De la manipulación de esta energía bipolar resulta el poder «m ágico». El ocultista considera estos prin cipios como una ciencia, ni más ni menos misteriosa que la manipulación de la energía atómica que lleva a cabo el científico moderno. Podemos describir la imagen de los Enamorados del mazo Rider como un diagrama esquemá tico de energía. Por consiguiente, el Carro y la Fuerza juntos corresponden esotéricamente a la manifestación práctica de los principios simbolizados en el Mago y en la Suma Sa cerdotisa. Psicológicamente encarnan también dos clases de po der. Nuestra sociedad pone el acento en la fuerza de con trol «masculina», la conquista, que domina el mundo m e diante la razón y la voluntad. Pero las cualidades «fem eni nas» de intuición y emoción espontánea están lejos de ser debilidades. Para liberar nuestras emociones más profun das con amor y fe se requiere no sólo fuerza, sino también gran coraje. Aquí entra en juego el Loco. Sólo mediante una especie de salto psíquico podemos pasar de la conciencia al incons ciente, y sólo un tonto o un loco daría semejante salto, ya que, ¿por qué renunciar al éxito y al control? Los dioses for zaron a Edipo; al resto de nosotros, ¿qué necesidades inte riores nos forzarán? La posición dé la Fuerza como primera en la línea vin cula la carta con el Mago, como lo hace también el signo de infinito, otra referencia al 8, que hay sobre la cabeza de ella. La inversión del sexo indica una conjugación de los aspec tos de los arquetipos, tanto masculino como femenino. El compromiso activo del Mago con la vida se ha visto modifi cado por la paz interior implícita en la Suma Sacerdotisa. La figura sensual de la mujer, con su pelo rubio, y el cin turón de flores que la une al león también relacionan esta
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carta con la de la Emperatriz. La Emperatriz representa los instintos naturales y la pasión; volvemos a ver la imagen de la energía emocional, los «deseos animales», como lo ex presan algunos comentaristas del Tarot, liberados y domes ticados. Waite describe el cinturón de flores como un se gundo signo de infinito, una de cuyas vueltas rodea la cin tura de la mujer, la otra el cuello del león. Podemos descri bir la Fuerza como el Mago unido con la Emperatriz; es de cir que el poder de conciencia y de dirección del Mago se ha mezclado con la sensualidad de la Emperatriz, dándole un sentido de finalidad y conduciéndonos al Ermitaño. Ob sérvese que para la primera línea, 1 más 3 es igual a 4, el Emperador; para la segunda, 1 más 3 resulta multiplicado por 2, la verdad interior de la Suma Sacerdotisa. Hay otro aspecto del triunfo que lleva aún más lejos esta unidad del 1 y el 3. La letra hebrea que asignan Case y otros autores a la Fuerza es Teth. Cabalísticamente, Teth se refiere a la «serpiente», pero la palabra hebrea que significa serpiente significa también «magia». Es una relación que han establecido los pueblos del mundo entero; desde las serpientes que rodean la vara mágica de Hermes hasta el poder de la kundalini en el ocultismo tántrico, en la India y en el Tíbet. Y la serpiente, en la kundalini y en otras simbologías, representa la sexualidad. El Tarot, tal como lo sabe mos por la serpiente enroscada alrededor del Arbol de la Vida que hay detrás de la mujer en la carta de los Enamora dos, considera a la sexualidad como una fuerza conducente a la iluminación. Si desde el punto de vista esotérico la Fuerza representa la práctica real de la magia sexual, psico lógicamente vuelve a referirse a la liberación de aquella energía inmovilizada en nuestros sentimientos más fuertes. Cuando comparemos la Fuerza con el Diablo veremos que, de hecho, aquí la liberación es parcial. El león está contro lado y dirigido, y no se le permite que lleve al yo a donde quiera que desee ir. En alquimia, el león representa el oro, el sol y el azufre. El azufre es un elemento inferior, y el oro es (en la alquimia) el elemento supremo. El proceso mediante el cual el azufre
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se convierte en oro es precisamente el proceso de transfor mación del yo inferior. Y el diseño de la Templanza, la úl tima carta de la línea, que vierte su líquido de una a otra copa, representa el objetivo alquímico de fundir los opues tos en una existencia nueva y más significativa. Quienes ven la vida como una cuestión de control es tricto, el inconsciente como una «cloaca moral» de represio nes (así caracterizó Jung la estrechez del punto de vista freudiano), y encuentran que las pasiones son un tormento, verán en el león la suma de las fuerzas naturales que la mente debe domeñar. Algunos mazos antiguos, entre ellos el Tarot Visconti, mostraban a Hércules matando al león de Nemea. Las pasiones conquistadas por la razón. Pero el león representaba también a Cristo, el poder radiante de Dios. Aquellos que dejen emerger la energía inconsciente que albergan dentro de sí, guiándola con amor y con fe en la vida, descubrirán que la energía no es una bestia destruc tiva, sino la misma fuerza espiritual que el pararrayos del Mago atrae y hace descender. En las lecturas, la carta de la Fuerza indica la capacidad de hacer frente a la vida, y especialmente a algún problema difícil o a un momento de cambio, con esperanza y avidez. Muestra una persona que es fuerte desde adentro, cuya vi vencia de la vida es al mismo tiempo apasionada y pacífica, y que no se deja controlar ni arrastrar por esas pasiones. La carta representa el hallazgo de la fuerza necesaria para co menzar o continuar con algún proyecto difícil, a pesar del miedo y de la tensión emocional. Si la Fuerza aparece en relación con el Carro, puede sig nificar una alternativa al vigor y el poder de la voluntad; es pecialmente, como es natural, si el Carro aparece invertido. Los dos naipes pueden simbolizar también aspectos com plementarios, y en este caso la mejor configuración es la Fuerza en la posición del yo interior, y el Carro en la del ex terior (las líneas vertical y horizontal de una cruz). Entonces vemos una persona que actúa poderosamente, pero con un sentimiento de calma. Invertida, la Fuerza indica ante todo debilidad. Falla el
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coraje para enfrentar la vida, y la persona se siente abru mada y pesimista. Significa también un tormento que pro viene de adentro. El aspecto bestial del león se aparta de la unidad de espíritu y sensualidad. Las pasiones se convier ten en el enemigo, que amenaza destruir la personalidad consciente y la vida que ésta se ha construido.
THE HERM1T.
Figura 10
El Ermitaño Com o la estrella de seis puntas que brilla desde el interior de la linterna del Ermitaño, la idea de este naipe va en dos direcciones: una hacia adentro, la otra hacia afuera. La car ta significa principalmente un retraimiento respecto del mundo exterior, con el propósito de activar la mente in consciente. Vemos simbolizado este proceso en el triángulo «de agua», como lo llamaban los alquimistas, que apunta
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hacia abajo. Pero el Ermitaño significa también un maestro .que ha de mostrarnos cómo iniciar este proceso, y que nos ayudará a encontrar nuestro camino. El triángulo «de fuego», que apunta hacia arriba, es el símbolo de este guía especial, que podría ser un maestro ocultista, un terapeuta, nuestros propios sueños e incluso un espíritu guía evocado desde el interior de uno mismo. La imagen del Ermitaño ocupaba un sitio especial en la imaginación medieval. En cuanto vivía en los bosques o en el desierto, totalmente apartado de todas las preocupacio nes normales de la humanidad, el Ermitaño representaba una alternativa ante la Iglesia. Como versión europea del ascetismo del yoga mostraba la posibilidad de acercarse a Dios a través de la experiencia personal. El pueblo conside raba a los ermitaños como santos vivientes y les atribuía po deres mágicos, del mismo modo que los discípulos de los yoguis cuentan historias maravillosas sobre sus maestros. Aunque el ermitaño (hombre o mujer)* se apartara de la sociedad, no por ello se apartaba de la humanidad. Entre otras funciones, los ermitaños desempeñaban la de dar re fugio y, en ocasiones, la de bendecir a los viajeros. Innume rables relatos, especialmente las leyendas del Graal, descri ben al ermitaño como el que aporta prudencia y sabiduría al caballero en la búsqueda espiritual. También aquí vemos la doble imagen del Ermitaño: la de ejemplo y la de guía. La imagen del Ermitaño ha perdurado mucho tiempo después de haberse extinguido la práctica. El filósofo Ralph Waldo Emerson viajó largamente por los remotos rincones de Escocia para encontrar la cabaña de Thomas Carlyle. Y Henry David Thoreau, el amigo de Emerson, después de vi vir en una cabaña en Walden Pond, buscando el sentido de sí mismo y de la naturaleza, escribió sobre su experiencia como ejemplo para otras personas. En Así hablaba Zarathustra, Nietzsche describió la imagen del Ermitaño; el libro
* Era frecu en te qu e las m ujeres se hicieran erm itañas, y el o d io m ed ieval a la m ujer se con vertía a ve ce s en ven era ció n de una m ujer determ inada, de quien se suponía qu e había su p erad o la m aldad inh erente a su sexo.
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se inicia con el retorno de Zarathustra, una vez alcanzada la transformación personal. Y en la actualidad son innumera bles las personas que se ponen en manos de gurus orienta les en la esperanza de que estos maestros, semejantes a er mitaños, puedan tranformar sus vidas. A quien no puede encontrar un guía verdadero, con frecuencia su propia psique se lo ofrece. Jung y sus seguidores han descrito múltiples ejemplos en que sus pacientes soña ban con ancianos sabios que los guiaban en viajes misterio sos al interior de la psique. En muchos casos, el análisis del sueño revelaba que el guía onírico representaba en realidad al terapeuta. El inconsciente es capaz de reconocer, antes que la mente consciente, que su maestro es un Ermitaño. Abraham Abulafia, el gran cabalista del siglo xm, descri bió tres niveles de la Cébala. El primero era la doctrina, aquello que se puede aprender en los textos. El segundo provenía de la orientación directa ofrecida por un maestro personal, en tanto que el tercero y más evolucionado era la experiencia directa de la unión extática con Dios. Estos tres niveles se relacionan muy directamente con el Tarot, no sólo en las tres líneas, sino en tres triunfos específicos que, en su conjunto, forman un triángulo isósceles. Encontramos el primer nivel en el Hierofante; el tercero, directamente de bajo del Hierofante, aunque separado por un nivel, aparece en el alegre niño de la carta 19, el Sol. El segundo nivel, sin embargo, no está dado por la carta que hay entre am bos, el Colgado, sino en el otro extremo del diseño, por la segunda carta de la segunda línea, el Ermitaño. Tanto la doctrina como el éxtasis advienen al término de un proceso; la doctrina porque uno debe primero arre glar su propia vida antes de poder abordar el estudio de una manera especial (con frecuencia, los cabalistas restrin gían el acceso a ciertos textos importantes a las personas que pasaban ya de los treinta y cinco años), y el éxtasis por que se ha de superar primero la confrontación arquetípica con la oscuridad y el misterio. Sin embargo, un guía apa rece al inicio mismo del viaje, después de que el viajero ha encontrado la Fuerza para comenzar.
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En cuanto emblema de la evolución personal, más que en cuanto guía, el Ermitaño significa la idea de que sólo apartándonos del mundo exterior podemos despertar el sí mismo, el ser interior. Quienes ven el Tarot en dos mitades, con la Rueda de la Fortuna como el punto central, ven en el Ermitaño el período de contemplación antes de que la Rueda de la Fortuna gire hacia su segunda mitad. Cuando consideramos el Tarot dispuesto en líneas de siete, vemos que tanto ese retiro contemplativo com o la visión de la Rueda misma son pasos conducentes a un objetivo más vasto. El Ermitaño se nos presenta sobre un picacho, frío y soli tario. Ha abandonado el mundo de los sentidos para aden trarse en la mente. La imagen de la mente como algo gélido y severo no expresa más que una verdad parcial, o mejor dicho, una ilusión delirante. La mente es rica en símbolos, en júbilo, en la luz y el amor del espíritu. Pero antes de que seamos capaces de aprehender estas cosas debemos tener la vivencia de la mente como una alternativa silenciosa frente al mundo ruidoso de los sentidos. Con frecuencia, para los chamanes, la árida cumbre es una realidad directa. En lugares tan apartados entre sí como Siberia y el su doeste americano, los candidatos a chamanes se internan solos en el desierto, en busca de los espíritus-guías que han de enseñarles la manera de curar. El Ermitaño significa una transición. Mediante las técni cas de meditación, o de disciplina psíquica, o de análisis, permitimos que las partes ocultas de la psique empiecen a hablarnos. Más adelante experimentaremos la sensación de un renacimiento, primero como un ángel (la parte eterna del sí mismo, la que trasciende el ego), y más tarde —y sen tido con mayor profundidad— como un niño libre y jubi loso que sale, a caballo, del jardín de la experiencia pasada. Por ahora, el sendero pertenece a la imagen del anciano sa bio, solitario, apoyado y abrigado por la rígida capa gris de la contemplación. El símbolo de la linterna nos devuelve al Ermitaño en cuanto maestro y guía, que nos muestra la luz, indicándo
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nos así su disposición a guiarnos y nuestra capacidad para encontrar el camino, con sólo que nos valgamos de la Fuer za que tenemos para seguir. En algunos mazos, el Ermitaño oculta su linterna debajo de la capa, y en ese caso simboliza la luz del inconsciente, oculta bajo el manto de la mente consciente. Al hacerla visible, por más que esté encerrada en una linterna, el mazo Rider nos indica que liberamos la luz mediante un proceso definido de percepción del sí mismo, y también que este proceso es accesible para cual quiera. Hemos visto que la estrella es a la vez un símbolo del Er mitaño en cuanto maestro y una luz del inconsciente que nos llama a descubrir sus secretos. Significa, además, el ob jetivo de resolver los opuestos de la vida. Tradicionalmente, los triángulos de agua y de fuego representan no sólo dos elementos que habitualmente se oponen, sino también lo masculino y lo femenino unidos en una forma única. El báculo del Ermitaño hace pensar en el báculo de un hechicero, y por consiguiente en la varita mágica del Mago. Mientras que el Loco usa instintivamente la vara, el Ermi taño se apoya en ella, buscando conscientemente un so porte. Por eso el báculo simboliza la enseñanza que ayuda a la apertura de la conciencia interior. Situado directamente debajo de la Suma Sacerdotisa, el Ermitaño se relaciona con el principio de retraimiento que ella simboliza, indicando una vez más que si queremos tra bajar sobre nosotros mismos debemos abandonar de al guna manera el mundo exterior. Como sucedía con la Fuer za, la segunda línea invierte el arquetipo sexual. Aquí el simbolismo del rol nos enseña que un esfuerzo mental deli berado, basado en técnicas y e nseñanzas específicas, nos hace trascender fa intuición aprisionada en el templo ce rrado de la Suma Sacerdotisa. Las aguas de aquel templo no están totalmente liberadas; el velo permanece en su lu gar hasta que lo abra, desgarrándolo, el rayo de la Torre, si tuada debajo del Ermitaño. Sin embargo, bajo la influencia del triunfo 9 el inconsciente nos habla desde atrás del velo, valiéndose de símbolos, sueños y visiones.
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La distinción entre el simbolismo masculino-femenino y la realidad de las personas individuales nos permite darnos cuenta de algunas cosas importantes referentes a los arque tipos. Si incluso en nuestros sueños tendemos a ver como ancianos a maestros y anacoretas, es porque dos mil años de patriarcado nos han grabado en la mente esta imagen. En épocas anteriores era más frecuente que las guías fue sen mujeres, en cuanto representantes de la Gran Diosa, e incluso en la nuestra algunas mujeres, como madame Blavatsky, han desempeñado esta antigua función. El hecho de que frecuentemente nuestros sueños opten por ancianos demuestra un hecho de suma importancia: que también el inconsciente extrae sus materiales de los antecedentes cul turales del individuo que sueña. Aunque mucha gente los considere imágenes rígidas y fijas, compartidas por todos en todas las épocas, los arquetipos son más bien tendencias que muestra la mente a formar ciertos tipos de imágenes, como puede ser la de un guía; y la forma específica que tome una imagen dependerá en gran medida de los antece dentes culturales y de la experiencia de una persona. Las iniciaciones medievales en el culto del Graal y los ritos del desierto australiano siguen la misma pauta arquetípica, que subyace en ambos como un patrón. Sin embargo, las for mas externas de esa pauta varían enormemente. Los significados adivinatorios del Ermitaño se derivan de sus dos aspectos. Por una parte, simboliza el hecho de apartarse de las preocupaciones mundanas. Puede darse el caso de que la persona se aparte físicamente, pero en reali dad eso no es necesario. Lo que importa es que interior mente se transfiera la atención del «ganar y gastar», como lla-maba Wordsworth a nuestras actividades mundanas, a las necesidades interiores de una persona. Un retiro que exige, por ende, una separación emocional de otras perso nas, y de actividades a las que una vez se atribuyó enorme importancia. El naipe tiene una connotación 'de propósito deliberado, de retraerse para trabajar sobre la propia evolu ción. En relación con este sentido de propósito, y con ia imagen de un anciano, la carta simboliza la madurez, y el
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conocimiento de lo que realmente importa en la vida de una persona. ■C También puede significar la ayuda que se recibe de un guía definido, y en ocasiones, como se indicó antes, de un guía psíquico interior, pero con mayor frecuencia se trata de una persona real que lo ayudará a uno en el descubri miento de sí mismo. Hay veces que no nos damos cuenta de que para nosotros exista un guía así. Si en una lectura de Tarot aparece el Ermitaño, puede ser sensato mirar cuida dosamente a las personas que tenemos a nuestro alrede dor. Y si estamos ocupados ayudando a otros a encontrar este entendimiento, entonces el Ermitaño puede ser un sím bolo de nosotros mismos, en nuestro rol de maestros y guías.')» Cuando invertimos la carta, corrompemos la idea del re traimiento. De la misma manera que, cuando se da inver tida, la Suma Sacerdotisa puede indicar miedo a la vida, el Ermitaño invertido puede ser indicio de temor a otras per sonas. Si nos apartamos de la sociedad a modo de retiro, este hecho en sí va haciéndose cada vez más dominante, y puede provocar fobias y paranoia. Lo mismo que sucede con otros triunfos, los aspectos negativos y positivos del Er mitaño dependen del contexto. En ocasiones, el Ermitaño invertido puede significar que en ese momento el consul tante necesita relacionarse con otras personas. Puesto que la carta, cuando está en posición normal, su giere madurez, el Ermitaño invertido puede a veces indicar una actitud de Peter Pan frente a la vida. La persona se aferra a actividades que básicamente no tienen sentido, o bien finge un entusiasmo infantil (como la imitación de la espon taneidad), para evitar así la responsabilidad de hacer algo con su propia vida. Me encontré por primera vez con esta interpretación para el Ermitaño invertido en una lectura que le hicieron en Nueva York a un amigo mío; desde entonces, me ha resultado útil en muchas situaciones. Lo interesante es que llegué a conocer al lector por mediación de otra amiga que veía en él un guía personal en su evolución es piritual.
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WHEEL „y FORTUNE
laliouc be fortuno
(a) (b)
Figura 11
(c)
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La Rueda de la Fortuna Lo mismo que algunos otros triunfos (muy especialmente la Muerte), la Rueda de la Fortuna se deriva de una homilía medieval. La Iglesia consideraba al orgullo el mayor de los pecados, porque en el orgullo el pecador se antepone a Cristo. Una lección contra el orgullo se expresaba en la idea de un gran rey que pierde el poder. En muchas versiones de la leyenda del rey Arturo, el rey sueña — o ve ante sí en vís peras de su última batalla— con la imagen de un rey, rico y poderoso, sentado en lo alto de una rueda. Súbitamente, la diosa Fortuna hace girar la rueda, que aplasta al rey bajo su peso. Puesto en razón, Arturo se da cuenta de que, por más poder secular que acumulemos, nuestro destino sigue es tando en manos de Dios. En la imagen del mazo Visconti (figura 11c) se condensa este sermón práctico. Ahora bien, podemos considerar que la nítida moraleja de esta fábula está a gran distancia de los símbolos, poten tes y misteriosos, que nos enfrentan desde el naipe WaiteSmith (figura l i a ) , y de la versión de Oswald Wirth (figu ra 11b). Pero Fortuna y su aro reluciente tienen una curiosa historia. Ante todo, la imagen medieval se deriva de una época muy anterior, en la que Fortuna representaba a la Gran Diosa, y el rey aplastado era un hecho real. Año tras año, hacia la mitad del invierno, las sacerdotisas sacrifica ban al rey; al imitar la muerte del año, se humillaban ante el poder de la Diosa, y al escoger un nuevo rey le sugerían su tilmente que, una vez más, podía crear la primavera a partir del invierno, un acontecimiento que no tenía un carácter automático para gentes que no creían en «leyes naturales» como la de la gravedad. De ese modo, la Rueda simboli zaba originariamente tanto el misterio de la naturaleza como la capacidad humana de participar en ese misterio mediante un sacrificio ritual. Obsérvese que la carta se encuentra di rectamente debajo de la Emperatriz, el emblema de la Gran Madre como tal. En la Edad Media, la Rueda había perdido su significado original, lo cual no quería decir que hubiera perdido su p o
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der de sugerir el misterio de la vida. En la versión que da Thomas Malory de la historia del rey Arturo encontramos la sugerencia de que la Rueda simboliza los azarosos giros de la «suerte». ¿Por qué algunas personas se enriquecen y otras empobrecen? ¿Por qué ha de caer un rey poderoso, y en cumbrarse al poder otro que antes era débil? ¿Quién — o qué— controla los giros de la rueda de la vida? Malory su giere que la suerte, con sus aparentemente absurdos altiba jos, es en realidad destino; es decir, el hado que Dios ha es cogido para cada individuo, basándose en razones que sólo El puede entender. Y como nosotros no podemos enten derlas, decimos que los acontecimientos en la vida de las gentes son hijos de la suerte, pero todo eso forma parte del plan divino. Con la Rueda llegamos, por ende, a la gran cuestión de cómo y por qué sucede algo en el universo. ¿Qué es lo que hace que el sol brille? Materiales que se queman, sí, pero ¿qué es lo que los hace arder? ¿Cómo llegó a existir la ener gía atómica? Finalmente, ¿por qué la primavera ha de se guir al invierno? ¿Por qué y cómo funciona la gravedad? Y si vamos más allá nos encontramos con que el destino tam bién es una ilusión engañosa, un artilugio que encubre el hecho de que nosotros, con nuestra visión limitada, no p o demos ver la conexión interior entre todas las cosas. «Bueno — nos decimos— , es el destino», pero ésta es una expresión sin sentido porque no podemos entender lo que significa. Las cosas no se limitan a suceder; algo las hace suceder. El poder de configurar los acontecimientos, de dar vida y for ma y propósito al universo, nos dice Malory, pertenece al Espíritu Santo, que mora en el mundo físico como una pre sencia dentro del Santo Graal (el As de Copas), de la misma manera que la Shekinah habitaba físicamente en el interior del santuario velado del templo de Jerusalén. Llegamos entonces a la conclusión de que tanto los acontecimientos aleatorios de la vida como las llamadas «leyes» de la física son misterios que nos conducen a una percepción de aquella fuerza espiritual que el brazo levan tado del Mago atrae hacia abajo, y que se manifiesta en el
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mundo natural de la Emperatriz. Muchos místicos y chama nes han dicho que sus visiones les enseñaban cómo se rela cionan todas las cosas, cómo todas armonizan entre sí, por que el espíritu une el universo en su totalidad. Posible mente todos veríamos y entenderíamos este gran esquema de la vida, si no fuera por el hecho de que no vivimos lo su ficiente. La brevedad de nuestro existir nos reduce la visión a una porción tan minúscula del mundo que la vida se nos aparece como sin sentido. Ahora bien, esta idea de la Rueda como el misterio del destino, con su significado oculto, se adecúa muy bien a la versión de la carta en el mazo Waite-Smith, especialmente cuando consideramos que está a mitad de camino hacia el triunfo final. Si colocamos la Rueda del mazo Rider junto al Mundo, vemos inmediatamente el vínculo que hay entre ellas. En un naipe tenemos una rueda llena de símbolos; en el otro nos encontramos con una corona de victoria, dentro de la cual hay un danzarín que encarna la verdad oculta en los símbolos. Más sorprendente aún es que encontremos las mismas figuras en los cuatro ángulos de cada naipe, salvo que, en el Mundo, los seres mitológicos de la carta 10 se han transformado en algo real y viviente. Es decir que en el punto medio recibimos una visión del significado interior de la vida; al final, esa visión se ha vuelto real y se ha encar nado en nuestro propio ser. En la India también el rey perdía la vida todos los años en homenaje a la Diosa. Cuando los patriarcales arios pu sieron término a esta práctica, la imagen de la rueda girato ria del año se convirtió en un símbolo aún más poderoso de la nueva religión. El girar eterno de la Rueda de la Vida llegó a significar las leyes del karma, que nos llevan a reen carnarnos en cuerpos sucesivos. Ahora bien, el karma es, en cierto sentido, simplemente otra explicación del misterio del destino. Mediante las acciones realizadas en una vida, uno se construye para la siguiente cierto destino, de manera que quien cometa muchos actos malvados estará creando en su ser inmortal una especie de necesidad psíquica de castigo. Cuando le llegue el momento de su próxima encar
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nación, escogerá inevitablemente una casta inferior o un cuerpo enfermo. (Quizás esta sencilla explicación psicoló gica del karma esté más basada en el budismo que en el hinduismo.) También aquí, el carácter limitado de nuestro entendi miento nos impide que experimentemos directamente la verdad que hay tras la Rueda del Destino o karma. Cuando el Buda alcanzó la iluminación, recordó todos los momen tos de cada una de sus vidas pasadas. En verdad, el re cuerdo era la iluminación. Al alcanzar el pleno conoci miento, fue capaz de percibir que todas esas vidas no eran más que formas creadas por sus deseos. Cuando puso tér mino a sus deseos, se «evadió de la Rueda». Podríamos de cir que la iluminación significa (o en todo caso, incluye) tras pasar los acontecimientos exteriores hasta llegar al espíritu que mora en su interior, es decir, hasta encontrar el Espíritu Santo dentro de la Rueda de la Fortuna. Es significativo que el rey Arturo tenga la vivencia de la Rueda de la Fortuna como una visión en un sueño, porque —ya sea que la veamos com o el punto que está a mitad de camino de los Arcanos Mayores, o simplemente como uno de los pasos que nos llevan a completar la segunda línea— la Rueda es ciertamente una visión que nos ofrece el in consciente. El Ermitaño se ha apartado del mundo exterior y, como resultado, el inconsciente le muestra una visión de la vida como una rueda giratoria repleta de símbolos. La Rueda de la Vida no se vuelve visible mientras no nos apartamos de ella. Cuando estamos inmersos en ella no vemos otra cosa que los acontecimientos que están inmmediatamente ante o detrás de nosotros, las preocupaciones cotidianas que tan importantes le parecen a nuestro ego. Cuando nos retiramos podemos ver la totalidad del diseño. En un nivel psicológico, podem os considerar esta visión como una evaluación que hace una persona de hacia dónde ha ido y hacia dónde va su vida. En un nivel más profundo, la visión no deja de ser misteriosa y simbólica. Podemos ver lo que hemos hecho de nuestra vida, pero el destino sigue siendo un misterio.
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Todos los símbolos que hay en la Rueda tienen signifi cado, y nos ayudan a entender la verdad que se encierra en las visiones. Sin embargo, no tenemos la experiencia de la plena fuerza de la vida. La luz del inconsciente sigue es tando velada. También es significativo el hecho de que Malory rela cione la Rueda de la Fortuna con el Santo Graal. Porque los símbolos del Graal, que son también los símbolos de los Ar canos Menores, se remontan probablemente a una época casi tan remota como el regio sacrificio anual. Cuando al candidato a la iniciación en los antiguos misterios europeos se le daba su «visión» de los mayores secretos del culto, eran con toda probabilidad los cuatro símbolos de la copa, la espada, la vara y el pentáculo los que le eran presentados con gran ceremonia mística. Y los elementos básicos del ri tual mágico, dispuestos sobre la mesa del Mago, son los mismos cuatro símbolos, que son también los palos de los Ar canos Menores. Aunque en el triunfo 10 no veamos directamente los cuatro símbolos, sí vemos dos de sus muchos análogos. Las cuatro criaturas que ocupan los ángulos de la carta provie nen de la visión de Ezequiel, 1:10, y aparecen también en el Apocalipsis, 4:7. Ahora bien, a lo largo de siglos, estas cua tro figuras, a las que en ocasiones se ha llamado los «guar dianes del cielo», llegaron a simbolizar los cuatro elementos básicos de la ciencia antigua y medieval. Desde el ángulo inferior derecho y en sentido contrario al de las agujas del reloj, son fuego, agua, aire y tierra, y estos elementos corres ponden respectivamente a las Varas, las Copas, las Espadas y los Pentáculos. Además de representar los elementos, las cuatro bestias representan también los cuatro signos fijos del zodíaco: Leo, Escorpio, Acuario y Tauro. El zodíaco es, naturalmente, la «Gran Rueda» del universo visible. Así pues, tanto los elementos como los símbolos aluden al mundo fí sico, que una vez más se aparece como un misterio, y que sólo puede ser verdaderamente entendido aprendiendo las verdades secretas. La otra relación con los cuatro elementos viene dada
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por el nombre de Dios, formado en hebreo por las cuatro letras que aparecen en el borde de la Rueda. Empezando por la parte superior derecha, y leyendo otra vez en el sen tido opuesto al de las agujas del reloj, las letras son Yod, Heh, Vau, Heh. Com o este nombre aparece en la Tora sin vocales (las cuatro letras son todas consonantes), es impro nunciable; por lo tanto, el «verdadero» nombre de Dios si gue siendo un secreto. Durante por lo menos dos mil años, judíos y cristianos han considerado mágico este nombre. Los místicos meditan sobre él (Abulafia alcanzó el tercer ni vel extático de la Cábala trabajando con el nombre de Dios) y los magos lo manipulan. Para los cabalistas, las cuatro le tras son el símbolo mismo de los misterios del mundo. Solía decirse que la creación del universo era un proceso acae cido en cuatro etapas, correspondientes a las cuatro letras. Y por supuesto, las letras se relacionan también con los cuatro elementos, con los símbolos del Graal y los Arca nos Menores. Las letras romanas intercaladas entre las hebreas consti tuyen un anagrama. Leídas desde arriba en el sentido de las agujas del reloj, forman la palabra «T A R O »; en el sentido contrario, se puede leer «T O R A » (recuérdese el rollo de la Suma Sacerdotisa). También podemos formar las palabras «R O T A », es decir, «rueda» en latín, «O R A T », que en latín significa «habla», y «A T O R », nombre de una diosa egipcia (que también se escribe «Hathor»). Paul Foster Case, si guiendo a MacGregor Mathers, el fundador del Alba Do rada, ha formado la oración «R O T A T A R O O R A T TO R A ATO R », que se traduce como «La Rueda de Taro habla [enuncia] la Ley de Ator». Case llama a este enunciado la «ley de las letras»; y ya que donde Ator llegó a ser mejor co nocida fue en Egipto, como diosa de los muertos, de hecho es la «ley » de la vida eterna, oculta en el mundo natural. Aunque el cuerpo muera, el alma continúa. Case señala también que los valores numéricos de las letras hebreas de «T A R O » suman 671, y que sumándole 26 — el valor numé rico del Tetragrámaton, el nombre de Dios— esta cifra da 697. La suma de estos dígitos da 22, el número de letras del
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alfabeto hebreo, y de los triunfos en los Arcanos Mayores. Y por supuesto, el 22 nos devuelve al 4. Los cuatro símbolos que hay en los rayos de la rueda son alquímicos. Desde arriba, y leídos en el sentido de las agujas del reloj, son Mercurio, azufre, agua y sal, y hacen re ferencia al objetivo alquímico de la segunda línea, es decir, a la transformación. El agua es el símbolo de la disolución, referida aquí a la disolución del ego para liberar el sí mismo, el ser verdadero que ha quedado inmerso en los hábitos, los miedos y las defensas. Veremos con más precisión lo que todo esto significa al hablar de la Muerte y de la T em planza. La idea de la muerte y del renacimiento también está simbolizada en las criaturas que adornan la Rueda. La ser piente representa a Set, el dios egipcio del mal, que según la leyenda trajo la muerte al universo. Es él quien da muerte a Osiris, el dios de la vida. Es muy probable que esta le yenda, lo mismo que la Rueda, se haya originado en la prác tica prehistórica de matar al rey-dios, especialmente cuan do consideramos que Set fue en su momento un dios hé roe, y que la serpiente estaba consagrada a la Diosa, que habría recibido el sacrificio. La serpiente sigue la Rueda ha cia abajo; el hombre con cabeza de chacal que la sigue ha cia arriba es Anubis, el guía de las almas muertas, y por ende el dador de nueva vida. Ahora bien, según ciertas le yendas Anubis es hijo de Set, con lo que vemos que sólo la muerte puede aportar nueva vida, y que cuando tememos a la muerte estamos viendo únicamente una verdad parcial. Psicológicamente, sólo la muerte del sí mismo exterior puede liberar la energía interior. La esfinge que hay en lo alto de la Rueda representa a Horus, el hijo de Osiris y dios de la resurrección (en siglos posteriores reemplazado frecuentemente por Ator). La vida ha triunfado sobre la muerte. Pero la esfinge, tal como vi mos ya en el Carro, significa también el misterio de la vida. En el Carro, el auriga controlaba la vida con un ego fuerte. Ahora, la esfinge se ha elevado por encima de la Rueda. Si dejamos hablar a! inconsciente, percibiremos algún gran se
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creto de la vida, más importante que la ronda interminable de acontecimientos aparentemente sin sentido. A Set, la serpiente, se le llamaba también el dios de la oscuridad. Una vez más, ver la oscuridad como el «m al» es engañoso, y de hecho el miedo a la oscuridad, lo mismo que el miedo a la muerte, pertenece al ámbito del ego. El ego ama la luz, así como el inconsciente ama la oscuridad. Con luz todo es simple y directo; el ego puede ocuparse de las impresiones sensoriales provenientes del mundo exte rior. Cuando llega la oscuridad empieza a movilizarse el in consciente; por eso los niños ven monstruos de noche. Una de las razones de que nos armemos de un yo exterior tan fuerte es que de ese modo no tenemos que hacer frente a los demonios cada vez que se apagan las luces. Sin embargo, quienes quieran ir más allá del Carro ten drán que enfrentar esos terrores. Las serpientes y el agua, la oscuridad y la disolución son símbolos de muerte, es decir de la muerte del cuerpo y de la muerte del ego. Pero la vida existe desde antes y sigue existiendo después de la perso nalidad individual, que por cierto no es más que una bur buja en la superficie de nuestro ser. La vida es poderosa, caótica, bullente de energía. Entregarnos a ella y a Horus, el dios de la resurreción, es sacar nueva vida del caos. La Rueda gira tanto hacia arriba como hacia abajo. La versión que da Wirth de la Rueda de la Fortuna (fi gura 11b) proclama aún más enérgicamente esta idea. La Rueda está sobre el agua, apoyada en un bote. La disolu ción y el caos emergen como la realidad esencial subya cente en el universo físico. Todas las formas de existencia, la gran diversidad de cosas y acontecimientos, son simple mente creaciones momentáneas provenientes de esa pode rosa energía que llena el cosmos. En la mitología hindú, cuando las formas exteriores, como el ego, se han debili tado y apagado, Shiva destruye periódicamente el universo entero, liberando la energía básica de la cual éste emergió originariamente. El número 10 sugiere el 0. El Loco no es nada y no tiene personalidad, pero también, como el número 0, es todo,
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porque siente directamente esa energía de la vida, ese mar que hierve bajo el bote. En la Rueda de la Fortuna del mazo Rider (figura 1 la ), el centro de la Rueda no lleva símbolo al guno. Cuando llegamos al centro inmóvil de la existencia, sin ego y sin miedo, todas las formas exteriores se desvane cen. Esto es algo que podemos entender en forma intuitiva, pero para vivenciarlo realmente debemos permitirnos el descenso a ese mar oscuro, dejar que la personalidad se ex tinga, se disuelva y dé paso a la vida nueva que emerge de la oscuridad. En las lecturas adivinatorias, la Rueda de la Fortuna sigj niñea algún cambio en las circunstancias de la vida de una j persona. Es probable que la persona no entienda qué es lo ¡ que ha causado ese cambio: quizás no haya ninguna razón ! directa que se pueda ver, y de hecho es probable que la persona no sea responsable del cambio en ninguno de los ' sentidos normales de la palabra. Una gran corporación compra la empresa donde trabaja un hombre, y éste se queda sin trabajo. Una relación amorosa se acaba, no por que ninguna de las dos personas haya cometido «error» al guno en su manera de tratar a la otra, sino simplemente 1 porque la vida continúa. La Rueda sigue girando. Lo importante en cuanto al cambio es nuestra reacción. ¿Aceptamos la nueva situación y nos adaptamos a ella? ¿La usamos como una oportunidad y encontramos en ella al gún significado, algún valor? Si la Rueda aparece en posi. ción normal, significa adaptación. En su sentido más fuerte, puede indicar la capacidad de penetrar a través del misterio de los acontecimientos hasta encontrar un mayor entendi miento de la vida. Pese a todo el dolor que cause, el fin de una relación amorosa puede hacer que uno se conozca m e jor a sí mismo. Invertida, la carta significa una lucha contra los aconteci mientos, condenada generalmente al fracaso porque el cam bio se ha producido ya, y la vida siempre triunfa sobre la personalidad que intenta oponérsele. Sin embargo, si la per sona que consulta ha reaccionado siempre en forma pasiva ante todo lo que le ha hecho la vida, entonces la Rueda in
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vertida puede significar un cambio más importante de lo que sería, simplemente, un nuevo conjunto de circunstan cias. Es posible que le abra el camino hacia una manera nueva de percibir que ella es responsable de su propia vida.
T U S T IC E .
Figura 12
La Justicia La imagen de este triunfo proviene de la titánida griega Themis, que con su venda en los ojos y su balanza aparece en los frescos de todos los tribunales del mundo occidental. La legítima Justitia de los latinos, que tal era su nombre ori ginal, llevaba los ojos vendados para demostrar que la ley no discrimina, y que se aplica igualmente a débiles y p ode rosos. El concepto de justicia social, sin embargo, pertenece en sentido estricto al Emperador, situado precisamente por
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encima de la Justicia. La carta 11 indica que las leyes psí quicas de la Justicia, por mediación de la cual avanzamos de acuerdo con nuestra capacidad de entender el pasado, dependen de que veamos la verdad respecto de nosotros mismos y de la vida. El Tarot Justicia, por ende, no lleva los ojos vendados. Hasta ahora hemos hablado de la segunda línea como de un proceso de distanciamiento ante las preocupaciones externas, para así despertar la visión interior de nosotros mismos y de la vida. Pero una visión de la naturaleza subya cente de las cosas no tiene sentido si no produce una res puesta activa. Siempre debemos actuar (el principio del Mago) según la sabiduría recibida del sí mismo, del ser inte rior (el principio de la Suma Sacerdotisa). No sólo la ba lanza perfectamente equilibrada, sino todas las imágenes de la carta apuntan en la dirección de un equilibrio entre el entendimiento y la acción. La figura, una mujer, es de apa riencia andrógina; aunque está firmemente sentada en su banco de piedra, parece en actitud de levantarse; un pie apunta hacia adelante por debajo de la túnica, mientras el otro permanece oculto. La espada, emblema de acción, apunta directamente hacia arriba, indicando resolución y señalando también la idea de que la sabiduría es como una espada que traspasa la ilusión engañosa de los aconteci mientos hasta encontrar el significado interior. La espada de dos filos significa elección. La vida nos exige que tomemos decisiones; pero, al mismo tiempo, una vez tomada, la decisión no puede ser revocada. Se convierte en parte de nosotros, que estamos formados por las acciones que he mos realizado en el pasado, y formamos nuestro ser futuro con las acciones que hoy emprendemos. La balanza representa también el equilibrio perfecto de pasado y futuro. Pasado y futuro que no se equilibran en el tiempo, sino en la clara visión de la Justicia que nos mira fi jamente desde el centro exacto de los Arcanos Mayores. A través de la primera mitad de los Arcanos Mayores, cuando una persona se compromete con el mundo exterior, padece la ilusión falaz de que está llevando una vida ba
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sada en el principio activo. Esto se debe a que confundimos el hacer cosas con la acción. A medida que nos volvemos hacia el interior, suponemos que nos apartamos de la ac ción; y de hecho, el proceso de la segunda línea no se pue de cumplir sin hacer una pausa en nuestra vida exterior, o por lo menos sin desplazar la atención. Pero la verdadera acción, por oposición al movimiento sin sentido, aporta siempre significado y valor a la vida; una acción tal proviene del entendimiento. De otra manera, seguimos en una obe diente pasividad, como máquinas que se ven impelidas de un acontecimiento a otro sin entender para nada qué es lo que nos hace hacer las cosas que hacemos. El verdadero propósito de la segunda línea no es abandonar el principio activo, sino despertarlo. La simbología del triunfo 11 combina en forma más completa que en ninguno de los anteriores las del Mago y la Suma Sacerdotisa. Para empezar, los dígitos del número 11 suman 2, pero el número significa también una versión su perior de 1 (como también una versión inferior de 21). La mujer sentada ante dos pilares, entre los cuales hay un velo, hace pensar en la Suma Sacerdotisa, pero su túnica roja y su postura, con un brazo levantado y otro hacia abajo, evo can al Mago. La verdadera acción emerge del conocimiento de sí; la sabiduría surge de la acción. En la vida, lo mismo que en la imagen, el Mago y la Suma Sacerdotisa se combi nan inextricablemente, como una serpiente macho y una hembra que se enroscan una alrededor de la otra (símbolo tanto de la kundalini como del caduceo de Hermes), o la doble hélice del ADN. El color del velo es púrpura, em blema de sabiduría interior; el fondo, la corona, el pelo y la balanza son amarillos, lo que significa fuerza mental. La sa biduría no surge espontáneamente. Debemos pensar en nuestra vida si queremos entenderla, pero todo nuestro pensamiento no va a ninguna parte, a menos que se derive de una clara visión de la verdad. En el nivel microcósmico de la psicología personal, la Rueda de la Fortuna representa una visión de la vida de una persona: los acontecimientos, quién es la persona, qué
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ha hecho de sí misma. La Justicia indica la comprensión de esa visión. El camino hacia el entendimiento pasa por la responsabilidad^En tanto que creamos que nuestra vida pasada se limitó a suceder, que nosotros mismos no aporta mos nuestro propio ser a la existencia con cada cosa que hacemos, el pasado seguirá siendo un misterio y el futuro una rueda que gira interminablemente, vacía de significado. Pero cuando aceptamos que cada suceso de nuestra vida ha contribuido a formar nuestro carácter, y que en el futuro seguiremos creándonos a nosotros mismos por mediación de nuestras acciones, es cuando la espada de la sabiduría hiende en dos el misterio^» Además, al aceptar que somos responsables de nosotros mismos nos liberamos paradójicamente del pasado. Como el Buda, que recordaba todas sus vidas, sólo podemos des prendernos del pasado si tomamos conciencia de él. De lo contrario, repetimos constantemente comportamientos pa sados. Por eso la Justicia está en el centro de nuestras vidas. Bien puede ser que el ego no sea más que una persona, es decir, una especie de máscara; pero esa máscara puede controlarnos mientras no admitamos que nosotros mismos la modelamos. La idea de que uno es responsable de su propia vida no implica ningún tipo de control invisible sobre el mundo ex terior. N o significa, por ejemplo, que si un terremoto des truye la casa de alguien, ese alguien haya querido de algún modo que así fuera, por sus propias y misteriosas razones. Entender incluye aceptar las limitaciones de nuestra exis tencia física. El universo es vasto y extraño, y ningún indivi duo puede controlar lo que en él sucede. Tam poco la responsabilidad tiene ninguna implicación moral. Significa simplemente que, nos guste o no, todo lo que hacemos y todo lo que vivimos contribuye a la evolu ción de nuestra personalidad. La vida nos exige que reac cionemos ante cada acontecimiento, pero no se trata de una exigencia moral, sino de un hecho de la existencia. Y sin embargo, no sólo todos nuestros instintos, sino también la psicología y la religión, lo mismo que el testimo
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nio de los místicos, nos dicen que la vida contiene algo más, un núcleo interior independiente de ese yo exterior que se ve arrojado de una experiencia a otra. La segunda línea muestra cómo se extingue la personalidad exterior, permi tiendo la emergencia del núcleo interior, el ángel de la Tem planza. Pero antes de que pueda darse una liberación tal debemos aceptar la «justicia» de nuestras vidas; aquello que somos, nosotros mismos lo hicimos. Para la visión de nuestra época, cuya mejor ejemplificación se da en el difícil proceso del psicoanálisis, este pro ceso de toma de conciencia es principalmente psicológico. En otras épocas, el proceso de transformación se ha exte riorizado en los dramáticos rituales de iniciación. Todas las iniciaciones se ajustan a la misma pauta. Tras haber reunido el valor necesario para ser un neófito, el candidato empieza por recibir instrucción en las enseñanzas del culto o del mis terio; durante ese tiempo se dan — a través de la medita ción, el ritual y las drogas— los pasos necesarios para abrir los canales hacia el inconsciente y volver receptiva a la per sona. Estas primeras etapas son las simbolizadas en la Fuer za y el Ermitaño. Después, en una atmósfera imponente de misterio y dramatismo, se presenta al candidato una visión de los misterios secretos del culto (que se mantienen en se creto, en parte, para protegerlos de los descreídos, pero también y sobre todo para preservar su efectividad en el momento en que son revelados). En los cultos del Graal, esta visión era una procesión dramática del Graal y sus sím bolos, transportados por mujeres que lloraban por un rey herido. En la Rueda de la Fortuna vemos un análogo de esta visión. Y llega ahora el momento crucial. El candidato — o candidata— debe dar una respuesta, porque si se limita a se guir esperando pasivamente los próximos acontecimientos, la iniciación no puede avanzar. Lo más probable es que en los cultos del Graal la respuesta necesaria fuera una pre gunta, que podía ser: «¿Qué significa todo esto?» o bien, más sutilmente, «¿A quién sirve el Graal?». Al formular esta pregunta, el candidato da al culto ocasión de responder, es
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decir, de continuar la iniciación mediante el ritual de la muerte y el renacimiento. Y, lo que es más importante, así demuestra que reconoce que él es parte del proceso, res ponsable de que éste arribe al resultado adecuado. Esto es más difícil de lo que parece. El ritual simboliza la vida, la muerte y el renacimiento de la naturaleza, y también el cuerpo que muere para liberar el alma inmortal. Para hablar durante un acontecimiento tan sobrecogedor (y recuérdese que el iniciado creía en sus dioses y diosas con una intensi dad que hoy resulta imposible para la mayoría de nosotros) se necesitaba un coraje por lo menos tan grande como el que hace falta para aceptar las verdades que se nos revelan por medio de un análisis psicológico, y el consiguiente des pertar. En nuestra época, el acento puesto sobre el individua lismo nos lleva a pensar sólo en la muerte y en el renaci miento personales. Las grandes iniciaciones, por su parte, no servían solamente para transformar a una persona con creta, sino que también la vinculaban con los misterios, más vastos, del universo. Si seguimos esta pista, podemos ver otra de las razones por las cuales la Justicia tiene su lugar adecuado en el centro de los Arcanos Mayores. Hemos ha blado ya del mundo com o de una vasta interacción de opuestos, una rueda de luz y de oscuridad, de vida y de muerte, que gira constantemente. También hemos dicho que en el centro de la rueda está el punto inmóvil en torno del cual, interminablemente, rotan los opuestos. La balanza equilibrada de la Justicia nos sugiere, una vez más, ese pun to inmóvil^Cuando encontramos el centro de nuestra vida, todo llega a equilibrarse. Y cuando todos los opuestos, en tre ellos el pasado y el futuro, se equilibran, somos capaces de ser libres en el interior de nosotros mismos. V Muchas personas se preguntan qué nos dice el Tarot, o el I Ching o la astrología, sobre el libre albedrío. Si las cartas pueden predecir lo que haremos, ¿significa esto que el libre albedrío en realidad no existe? La cuestión se plantea a par tir de un malentendido referente a lo que es el libre albedrío como tal, en cuanto lo consideramos como algo simple e in
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dependiente del pasado. Pensamos que en cualquier mo mento somos libres de hacer lo que se nos ocurra, pero nuestras elecciones, pretendidamente libres, están condúcionadas por nuestras acciones pasadas. Si nosotros mis mos no nos entendemos, ¿cómo podemos esperar hacer una opción libre? Solamente si vemos y aceptamos el pa sado somos capaces de liberarnos de él. Supongamos que una persona consulta las cartas acer ca de tal o cual situación. Estas señalan muy claramente las consecuencias de determinada decisión; por ejemplo, de continuar o no con una relación amorosa, o de iniciar un proyecto nuevo. Imaginemos que las cartas indican un de sastre, y que la persona puede ver realmente la probabili dad de que lo predicho suceda. Ahora bien, el consultante puede pensar: «Bueno, esto es sólo una probabilidad, pero mi libre albedrío me permitirá cambiar la situación.» Con esa idea, sigue adelante, y la situación resulta exactamente tal como la predecían las cartas. La persona no ha usado realmente, en modo alguno, su libre albedrío; la idea de li bre albedrío le ha servido, más bien, como excusa para ig norar lo que previamente había reconocido como una pre visión válida. Esta no es una situación hipotética; es algo que sucede una y otra vez con las lecturas del Tarot. Con prever un resultado probable no basta para cambiarlo o im pedir que suceda. Debemos entender por qué algo se ave cina, y debemos trabajar sobre las causas que desde dentro de nosotros mismos condicionan las cosas que hacemos y las formas en que reaccionamos. El libre albedrío existe, sin duda alguna. Pero simplemente, no sabemos usarlo. Lo más importante que podemos aprender consultando el Tarot es, precisamente, lo poco que ejercitamos nuestra libertad. Cuando se consulta el Tarot se ha de prestar siempre muy cuidadosa atención a la carta de la Justicia. Su apari ción indica, ante todo, que los acontecimientos han funcio nado de la manera que «tenían» que funcionar, es decir, que lo que nos sucede proviene de situaciones y decisiones pasadas. T enemos lo que nos merecemos. En segundo lu gar, indica la necesidad y la posibilidad de ver la verdad de
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este resultado{La carta significa una sinceridad absoluta. Al mismo tiempo, muestra la posibilidad de que nuestras ac ciones en el futuro sean modificadas por una lección apren dida en la situación presente./* No podemos ser sinceros con nosotros mismos si no extendemos esa sinceridad a nuestros tratos con otras perso nas^ En este sentido, la carta es portadora de los significa dos obvios de la Justicia: sinceridad, juego limpio, acciones correctas y, ciertamente, cuando se trata de asuntos de tipo jurídico, una decisión justa, que puede no ser necesaria mente la que quizá prefiera uno.^> Invertida, la carta indica falta de sinceridad — deshones tidad— con uno mismo y con los demás. Señala una mala disposición a ver el significado de los acontecimientos y muestra especialmente que estamos perdiéndonos una opor tunidad de entendernos mejor, y de entender mejor nuestra vida. En el nivel externo indica deshonestidad y acciones o decisiones injustas. A veces, son los demás quienes son in justos con nosotros. El significado de la carta invertida puede referirse también a decisiones legales injustas o a recibir mal trato de terceras personas. Por otra parte, no debemos permitir que la insinuación de injusticia nos sirva de excusa para negar nuestra propia responsabilidad en lo que nos sucede. La Justicia en posi ción invertida refleja en ocasiones la actitud de «Qué injus ticia, mirad cómo me trata todo el mundo», etcétera, etcé tera. Pero, sea que esté en posición normal o invertida, los claros ojos de la Justicia nos envían un mensaje sobrecogedor. Con palabras de Emerson, «Nadie más que tú mismo podrá salvarte».
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(a)
Figura 13
(b)
El Colgado Tras la crisis de haber visto lo que hemos hecho de nuestra vida viene la paz de la aceptación; después de la Justicia, el Colgado. Artistas, escritores y psicólogos se han sentido atraídos por esta carta, con su insinuación de grandes ver dades en un diseño simple. Nos hemos referido ya a la tra dición oculta subyacente en la postura invertida y las pier nas cruzadas. Al hablar de la Fuerza, dijimos que los ocultis tas procuran liberar la energía de los deseos y transformarla en energía espiritual. Muchos ocultistas, y particularmente los alquimistas, han creído que una manera muy directa de lograrlo era literalmente ponerse cabeza abajo, de manera que la gravedad atraiga la energía hacia abajo, desde los g e nitales al cerebro. Naturalmente, sólo el más optimista e in genuo de los alquimistas habría esperado que semejante cosa sucediera al pie de la letra. Quizás hayan creído que
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en el fluido genital se encontraban oligoelementos que des cenderían, infiltrándose, hasta afectar el cerebro, pero lo más significativo es que la inversión de la postura física sirve como un símbolo directo de la inversión de actitudes y de la experiencia que se produce por mediación del despertar es piritual. Allí donde todo el mundo está frenético, tú conoce rás la paz. Donde otras personas se consideran libres, pero están de hecho a merced de fuerzas que no entienden y que las empujan de una cosa a otra, alcanzarás la verda dera libertad entendiendo y aceptando esas fuerzas. El Colgado pende de un árbol que tiene la forma de la letra T. Ahora bien, ésta es la mitad inferior de una crux ansata, el símbolo egipcio de la vida, y se la llama a veces «cruz Tau». Según Case, la cruz egipcia representaba la letra hebrea Tau, que es la letra que corresponde al Mundo. Así pues, el Colgado está a mitad de camino hacia el Mundo. Esto se comprueba igualmente en el hecho de que 12 es 21 al revés, y en el de que si se da vuelta la carta (haciendo que el hombre quede en posición normal) se tendrá casi la mis ma figura que en el danzarín del Mundo. Por consiguiente, cuando preguntamos qué carta hace las veces de punto central de los Arcanos Mayores, la respuesta no es «una», sino «tres», a saber, la Rueda, la Justicia y el Colgado, que simbolizan un proceso, antes que un momento. Obsérvese que mientras que el danzarín del Mundo ex tiende ambos brazos con sus varitas mágicas, el Colgado los mantiene cruzados detrás de la espalda, y recuérdese tam bién que está cabeza abajo. En esta etapa, sólo retirándose ,de la sociedad es posible mantener una profunda concien cia espiritual. En el Mundo vemos cómo esa misma con ciencia se mantiene en medio de las actividades externas de la vida. El hombre pende de una crux ansata. por lo cual su ár bol es el Arbol de la Vida. Si recordamos que Odín se sacri ficó por Igdrasil, también podemos llamar a la horca el Ar bol del Mundo. Este árbol comienza en el submundo (el in consciente) y se eleva, a través del mundo físico (la con ciencia), hasta el cielo (el superconsciente). Las ideas que
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fueron representadas por primera vez en el diagrama de los Enamorados han comenzado a actualizarse. Lo que antes veíamos como conceptos se convierte ahora, después de la Justicia, en una experiencia auténtica. El número del C ol gado, el 12, es 2 veces 6, esto es, la Suma Sacerdotisa que eleva a los Enamorados a un nivel superior. Más allá de todo este simbolismo, el Colgado nos con mueve porque nos muestra una imagen directa de la paz y el entendimiento. Si la calma irradia con tanta fuerza en el naipe, es porque el Colgado se ha entregado a los ritmos de la vida. En las antiguas iniciaciones, la entrega significaba unirse a los rituales, en vez de limitarse a observarlos desde fuera. Para muchas personas de hoy, significa liberar las emociones que mantienen bloqueadas desde hace años. Obsérvese que ambas cosas son actos: entregarnos al Arbol de la Vida es un verdadero paso que damos, no una es pera pasiva. T. S. Eliot, en su poema The Wasteland [La tierra bal día], vincula la idea de una entrega individual a las em ocio nes tanto con la aridez de la vida europea después de la pri mera guerra mundial como con los antiguos misterios del Graal. El Rey Pescador herido puede curarse mediante un «momento de entrega que una edad de prudencia jamás puede retractar». Y en un pasaje anterior del poema se ad vierte al héroe que «tema perecer ahogado». El ego percibe la entrega como muerte, como disolución en el mar de la vida. La persona que ofrece esta advertencia es un lector del Tarot. En la década de los años veinte, el poema de Eliot ayudó a popularizar las cartas de Tarot y, específica mente, dio fama al Colgado. De hecho, el Colgado no apa rece en el poema, pero es importante a causa de su ausen cia. Eliot afirmó que en realidad no sabía nada del Tarot, y que se limitaba a usar algunas imágenes tomadas de él. Aparentemente, sin embargo, conocía un hecho esotérico que ignoran incluso muchos comentaristas del Tarot: según algunos autores esotéricos, el Colgado llevaba originaria mente el título de «El marinero egipcio ahogado». Madame
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Sosostris da este título al héroe. «Esta es tu carta.» La en trega es su destino, pero él lo ha negado: «N o encuentro al Colgado.» Las piernas cruzadas representan el número 4 invertido. El 4 simboliza la tierra con sus cuatro direcciones. Al invertir su propio sentido de los valores, el Colgado ha puesto el mundo cabeza abajo. Juntos, la cabeza y los brazos forman un triángulo de agua, con la punta hacia abajo. El camino hacia el superconsciente pasa por el inconsciente. La carta de la baraja del Alba Dorada (figura 13b) muestra al C ol gado suspendido sobre el agua. La mayoría de los cabalis tas del Tarot asignan a esta carta la letra Mem, que repre senta los «mares» o el elemento de agua. Por lo tanto, en el cuerpo del Colgado vemos el 4, el mundo, la conciencia, y el 3, que aquí representa el agua o el inconsciente. Estos números, multiplicados, dan el 12. En la multiplicación, los números originales se disuelven para formar algo mayor que su suma. Com o el 21, el número 12 sugiere a la vez el 1 y el 2. La carta refleja al Mago, en el sentido de que el poder que éste hace descender con su vara ha penetrado ahora en el C ol gado: lo vemos en la aureola de luz que le rodea la cabeza. La experiencia de sentir realmente la fuerza espiritual que hay en la vida es la vivencia de un gran poder y una gran emoción en medio de una calma total. El número 2, lo mismo que la imagen del agua, nos hace pensar en la Suma Sacerdotisa. Ambas cartas indican un retraimiento, pero donde el triunfo 2 indicaba el arquetipo de la receptividad, el 12 nos muestra una vivencia de la receptividad. 1 más 2 es igual a 3. La Emperatriz siente directamente la vida gracias a su compromiso emocional; el Colgado la siente mediante la percepción interior. En las lecturas, el Colgado expresa un mensaje de inde pendencia. Como el Loco, que significa hacer lo que en nuestro sentir es lo mejor, por más que a otras personas les parezca absurdo, el Colgado indica que eres quien eres, aunque otros piensen que lo tienes todo al revés. Simboliza el sentimiento de estar profundamente conectado con la
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vida, y puede significar una paz que se logra después de una difícil ordalía. Invertido, el triunfo significa una incapacidad de libe rarse de las presiones sociales. En vez de prestar oídos a nuestro ser interior, hacemos lo que los demás esperan o exigen de nosotros. Nuestra percepción de la vida es siem pre de segunda mano; jamás es una experiencia directa, sino solamente una serie de estereotipos, com o la persona que modela su comportamiento basándose en las órdenes de sus padres y en las acciones de las estrellas de cine. La carta invertida significa también que el consultante li bra algún tipo de lucha con su ser interior. Puede aludir a una persona que intenta negar alguna parte básica de sí misma, o simplemente que no puede aceptar la realidad y que, de una manera o de otra, está constantemente bata llando con la vida. Al contraponer su ego al mundo, tam poco tiene nunca una experiencia plena de la vida. No p o demos conocer el significado cabal de la vida hasta que, como Odín, no nos colguemos del Arbol del Mundo, cuyas raíces se hunden profundamente, más allá del conoci miento, en el mar de la experiencia, mientras sus ramas se pierden entre las infinitas estrellas.
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(a)
Figura 14
(b)
La Muerte Lo mismo que los Enamorados (directamente encima de la Muerte), el diseño que Arthur Waite ofrece del triunfo 13 se aparta de la imaginería estándar del Tarot. La imagen de arriba a la derecha proviene del Tarot esotérico del Alba Dorada, pero aun así ejemplifica el antiguo mensaje, esen cialmente social, de la Muerte. La Muerte abate de la misma manera a todos, reyes y villanos. Esta democracia básica de la muerte fue un tema favorito en los sermones medievales. Como idea, se remonta por lo menos hasta la práctica judía de enterrar a todos en el mismo estilo — una mortaja blanca y una sencilla caja de pino— , de modo que en la muerte ri cos y pobres quedaran nivelados. Com o no podía ser menos, el gran poder de la muerte nos lleva más allá de la democracia, a problemas tanto filo sóficos como psicológicos. La muerte, como la vida, es eter
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na y omnipresente. JLas formas individuales están siempre muriendo, en tanto que otras llegan a la existencia. Si la muerte no barriera con lo viejo, nada nuevo podría encon trar lugar en el mundo. Muchas novelas de ficción científica nos han mostrado a qué sociedad tiránica se llegaría si los líderes mundiales no se murieran. La liberación de España después de la muerte de Franco constituyó una adecuada demostración de la importancia de la muerte. Al morir, la carne se pudre hasta dejar solamente el es queleto, que también terminará por desaparecer, pero que dura lo suficiente como para, por lo menos, apuntar a la eter nidad. De ahí que en la baraja del Alba Dorada (figura 14a) la carta del esqueleto dé a entender que la eternidad triunfa sobre lo transitorio. Ahora bien, el esqueleto tiene también un significado ocultista. En el mundo entero, el entrena miento de los chamanes incluye métodos para ver el propio esqueleto, valiéndose de drogas o meditación, e incluso des prendiéndose la piel de la cara. Al liberar el hueso de la carne, los chamanes se conectan con la eternidad. Porque teme a la muerte, la gente busca en ella razón y valor. La religión cristiana nos enseña que la muerte libera el alma de la carne pecadora para que así podamos unirnos con Dios en una gran vida aún por venir. Cari Jung ha es crito sobre la importancia de creer en una vida futura, sin la cual la muerte puede parecer demasiado monstruosa para aceptarla. Otros han señalado que la muerte nos reúne con la na turaleza. La conciencia que nos aísla del mundo terminará por ser borrada, y la putrefacción del cuerpo significa sola mente que está alimentando a otras criaturas. Cada muerte aporta nueva vida. A muchas personas, la idea de que serán comidas les parece horrenda. La moderna práctica [en los Estados Unidos] de embalsamar y pintar los cadáveres para que parezcan vivos, y de enterrarlos luego en ataúdes her méticos de metal, se deriva del deseo de mantener, hasta en la muerte, el cuerpo apartado de la naturaleza. Lo cierto es que, puesto que no sabemos qué sucede con nuestro cuerpo una vez que el espíritu lo ha abando
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nado, lo que realmente tememos es la destrucción de la personalidad. El ego se ve a sí mismo como algo aparte de la vida; y como no es más que una máscara, no desea morir. Desea hacerse superior al universo. Si podemos aceptar la muerte, seremos capaces de vivir más plenamente. El ego nunca quiere liberar energía: in tenta atesorarla para resguardarse del miedo a la muerte. Com o resultado, la energía nueva no puede penetrar, lo cual se ve muy gráficamente en la forma en que respiramos cuando somos presa del pánico: procuramos tragar aire sin dejarlo salir antes, y como resultado se nos corta la respira ción. También en el intercambio sexual el ego escatima ener gía, negándose al orgasmo y a la entrega porque siente que en ese momento se disuelve parcialmente. En la Inglaterra isabelina se solía llamar «muerte» al contacto sexual, y en el Tarot, la Muerte aparece debajo de los Enamorados. Porque el ego se resiste a la idea misma de la muerte, y consiguientemente nos impide disfrutar de la vida, hay oca siones en que debemos recurrir a medidas extremas para ir más allá de él. Los ritos de iniciación conducen siempre a una muerte y un renacimiento simulados. Al iniciado se le hace creer que está realmente a punto de morir. Se hace todo lo necesario para que esa muerte parezca tan real como sea posible, de modo que el ego, engañado, tenga la viven cia real de la tan temida disolución. Entonces, cuando el ini ciado «renace», experimenta una nueva madurez y una li beración nueva de energía. En los últimos años, muchas personas han tenido vivencias muy semejantes a las de es tos ritos mediante el uso de drogas psicodélicas. Creen que se están muriendo, y se sienten renacer. Sin embargo, sin la preparación que simboliza el Colgado, es frecuente que la experiencia sea profundamente perturbadora. t- Contrariamente a lo que muchos creen, la carta de la Muerte no se refiere, de hecho, a la transformación, sino que nos muestra más bien el momento preciso en que re nunciamos a las antiguas máscaras y permitimos que la transformación se produzca. Quizá podamos entenderlo
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mejor si atendemos al paralelo entre el Tarot y la psicotera pia. Mediante la fuerza de la voluntad (la Fuerza), la per sona, con ayuda del terapeuta-guía (el Ermitaño), deja emer ger el conocimiento de quién es realmente y de los hábitos o miedos de los cuales quiere desprenderse (la Rueda y la Justicia). Este conocimiento le aporta calma y deseos de cambiar (el Colgado). Pero entonces se instala el miedo. «Quizá si renuncio a mi comportamiento — piensa— no quedará nada, y moriré.» Son tantos los años que vivimos bajo el control del ego, que llegamos a creer que nada más existe. Lo único que conocemos es la máscara. Con fre cuencia, la gente se atasca durante años en una terapia por que le da miedo liberarse. La nada con que se enfrenta el Loco la aterroriza. Muchas veces, la gente que ha sido mucho tiempo gor da tiene un miedo similar si intenta hacer dieta. «Siempre he sido gordo», piensa. «Soy una persona gorda, y si adel gazo, ya no existiré.» Y el hecho es que es verdad. El «y o » que era una persona gorda ya no existirá, pero en su lugar surgirá algo nuevo. La imagen que nos da Waite del triunfo 13 insiste en el significado psicológico de la carta. Las cuatro personas muestran diferentes maneras de enfrentar el cambio. El rey abatido representa la rigidez del ego. Si la vida nos ataca con la fuerza suficiente, el ego puede desmoronarse, y la in sania puede ser el resultado de la incapacidad para adap tarse a un cambio extremo. El sacerdote está de pie y se en frenta directamente con la Muerte; puede hacerlo porque la rigidez de su ropa y su tocado lo protege y le sirve de apoyo. Aquí vemos el valor que tiene un código de creencias para ayudarnos a superar el miedo a la muerte. La doncella sim boliza una inocencia parcial: el ego no es rígido, pero aun así tiene conciencia de sí y se niega a entregarse. Por eso, aunque está arrodillada, la muchacha se aparta. Sólo el niño, que representa la total inocencia, enfrenta a la Muerte con una simple ofrenda de flores. La Muerte lleva una armadura negra. Ya hemos visto cómo la negrura y la oscuridad simbolizan tanto la fuente
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de la vida como su fin. Así como el negro absorbe todos los colores, la muerte absorbe todas las vidas individuales. El esqueleto monta un caballo blanco. El blanco refleja todos los colores, y por consiguiente simboliza la pureza, pero también la nada. La rosa blanca representa los deseos puri ficados, porque cuando el ego se extingue, con él mueren las necesidades egoístas y represivas. Al fondo de la carta vemos un sol que se levanta entre dos pilares. El yo perte nece al mundo exterior de la dualidad, que separa y categoriza la experiencia. Por mediación de la Muerte sentimos el poder radiante de la Vida, que sólo se conoce a sí misma. El paisaje que se extiende ante los pilares nos trae a la m em o ria el País de los Muertos que describen todas las mitolo gías. Tememos a la muerte del ser que éramos porque no sabemos qué esperar después. Una de las principales fun ciones de los chamanes que ven su propio esqueleto es adelantarse por el País de los Muertos para así ser capaces de guiar las almas de los demás. En mitad de la carta fluye un río. Los ríos, como vimos con la Emperatriz, indican la unidad de cambio y eternidad. El hecho de que conduzcan al mar nos recuerda el carácter informe y la unicidad del universo. La barca, con reminis cencias de las naves funerarias de los faraones, simboliza el sí mismo, el ser verdadero que la Muerte transporta a una vida nueva. Sea cual fuere la imagen, todos los mazos del Tarot tie nen el número 13. Aunque la mayoría de las personas con sidera al 13 un número desafortunado, no saben bien por qué. En nuestra cultura, el 13 se refiere a Judas, que era el decimotercer participante en la Ultima Cena, y por consi guiente, el número indica la muerte de Cristo (y de todos). El viernes trece es especialmente desafortunado, porque Cristo murió un viernes. Pero también podemos describir a Cristo como el decimotercer hombre, y ver cómo la muerte conduce a la resurrección. En un sentido más simbólico, el 13 es desafortunado porque nos lleva más allá del 12, que es una especie de nú mero «perfecto». Combina los arquetipos del 1 y el 2, sim
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boliza el zodíaco — y por ende, el universo— y es divisible por 1, 2, 3, 4 y 6: más dígitos que cualquier otro número. El 13 destruye esta elegancia: no es divisible más que por 1 y por sí mismo. Pero también aquí podemos ir más allá de los aspectos negativos del simbolismo. Precisamente porque arruina la perfección del 12, el 13 significa una creación nueva; la muerte desorganiza las viejas formas y abre el paso a las nuevas. La suma de los dígitos del número 13 da 4, el Empera dor. Por mediación de la Muerte triunfamos sobre nuestro ser «social» externo. Como el 13 es una forma superior del 3, la carta evoca también a la Emperatriz, y vuelve a recor darnos que en la naturaleza, la vida y la muerte son inse parables. En las lecturas'adivinatorias, la Muerte significa una época de cambio. Con frecuencia, indica miedo al cambio. En su aspecto más positivo apunta a deshacerse de viejos hábitos ¡¿ rigideces para permitir el afloramiento de una vida nueva. En el más negativo, indica un miedo paralizante a la muerte física, un miedo que alcanza mayor profundidad de lo que mucha gente se da cuenta: es frecuente que una consulta con muchas indicaciones positivas termine mal porque la Muerte está en la posición de los miedos. Invertido, el triunfo indica estancamiento en los viejos hábitos. Waite habla de «inercia, sueño y letargo» en la vida. Este sentimiento de una vida aburrida y sin aliciente enmas cara la lucha, a veces desesperada, del ego por evitar el cambio. La carta indica siempre que la Muerte, con el subsi-' guíente renacimiento, no es sólo una posibilidad sino tam bién, en cierto sentido, una necesidad. El momento de mo rir ha llegado, y el ego, al hundirnos en el letargo, impide que la percepción de este hecho aflore a la conciencia. Con frecuencia, la inercia, el aburrimiento y la depresión enmas caran terrores internos.
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TEM PERANCE.
(a,
(b)
(c)
Figura 15
La Templanza El Carro simboliza el éxito en la construcción de un ego capaz de enfrentarse victoriosamente con la vida. Con el correr del tiempo, el ego se vuelve rígido, y poco a poco el comportamiento llega a ser no tanto una reacción frente a la realidad como un encadenamiento de hábitos. El propó
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sito de la segunda línea de los Arcanos Mayores es liberar nos de esta personalidad artificial y, al mismo tiempo, dar nos un atisbo de las grandes verdades del universo. La Templanza, que aparece debajo del Carro, nos muestra una persona cuyo comportamiento vuelve a estar conectado con el mundo real, pero de una manera mucho más significativa que antes. Porque, si el niño se relaciona directamente con la vida, lo hace sin tener conciencia, y a medida que la con ciencia aumenta, también se fortalece el ego. La Templanza indica la capacidad de combinar la espontaneidad con el conocimiento. F.l término «templanza» significa moderación, y para la mayoría de las personas, esto se refiere a dominio de sí. Pero la Templaza del Tarot no se va a los extremos simple mente porque los extremos no son necesarios. No se trata de una inhibición artificial acorde con algún código moral, sino exactamente de lo contrario: de una respuesta ade cuada y auténtica a todas las situaciones a medida que se plantean. * La palabra «templanza» se deriva del latín temperare, que significa «m ezclar» o «com binar adecuadamente». La persona que ha liberado su ser interior se caracteriza no so lamente por la moderación, sino por su capacidad para combinar los diferentes aspectos de la vida. Mucha gente sólo es capaz de enfrentarse con la v ida si la va parcelando en sectores. Se crean una personalidad para los negocios y otra para su vida privada: las dos son falsas. Consideran que ciertos momentos y situaciones sen «serios» y otros «d i vertidos», y se guardan muy bien de sonreír ante un tema serio. Con frecuencia, las personas que aman no son las que les parecen sexualmente atractivas. Todas estas escisio nes se derivan de la incapacidad para tomarse la vida tal como viene, momento a momento. La Templaza combina los elementos de la vida; en realidad, combina los elemen tos de la personalidad, de modo tal que la persona y el mundo exterior fluyan juntos con naturalidad. En toda la imagen, el triunfo exhibe los signos de la com binación. Cuando miramos la imagen del mazo Waite-Smith
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(figura 15a), lo primero que vemos es el agua que se vierte de una a otra copa: la unión de los elementos fluyentes de la vida. Si nos fijamos que la copa inferior no está directa mente debajo de la superior, veremos que la imagen nos muestra una imposibilidad física. La capacidad de enfrentar jubilosamente los problemas de la vida que confiere la Tem planza, a mucha gente le parece mágica. En la baraja Rider, la Templanza presenta ambas copas como mágicas. En la imagen del mazo Wirth (figura 15c), el búcaro superior es de plata, lo que indica un contenido que fluye desde la Luna, es decir, desde el inconsciente, hacia el Sol, la conciencia. La segunda línea se inició con un aleja miento del mundo para encontrar el ser interior; ahora ha llegado el momento de volver a las actividades normales de la vida. El camino, especialmente, significa retorno. H emos des cendido a las profundidades del sí mismo y ahora, enrique cidos, desandamos el camino para reasumir el compromiso con el mundo exterior. O bsérvese que los dos pilares de los naipes anteriores se han convertido en dos montañas. Las ideas abstractas están convirtiéndose en realidad; la Templanza es una carta de comportamiento, no de conceptos. El ángel está con un pie apoyado en tierra y el otro en el agua. Así como el agua representa el inconsciente, la tierra simboliza el «mundo real» de los acontecimientos y de las otras personas. La personalidad de quien ha alcanzado la Templanza, en cuanto actúa a partir de un sentido interior de la vida, vincula los dos ámbitos. El agua indica también potencialidad, es decir, las posibilidades de la vida, en tanto que la tierra simboliza la manifestación o la realidad. Por obra de la Templanza, la persona otorga realidad, mediante sus acciones, a las maravillas que percibió el Colgado. La Templanza del mazo BO TA (figura 15b) muestra agua que se vierte sobre un león, y una antorcha que derrama fuego sobre un águila. Leo simboliza el fuego (el Mago), en tanto que el águila, la forma «superior» de Escorpio, repre senta el agua (la Suma Sacerdotisa). El ángel está m ez clando la dualidad básica, combinando inseparablemente
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los diferentes aspectos de la vida, que antes se aparecían como irremediablemente ajenos entre sí. Ahora, el águila representa la forma superior de Escorpio, porque Escorpio simboliza la energía del inconsciente. En su forma inferior, el escorpión, esta energía se muestra principalmente como sexualidad, los «deseos animales» de la personalidad no d e sarrollada. Cuando la energía ha sido transformada, canali zándola a través de la conciencia, se convierte en el águila de la espiritualidad. La Fuerza mostraba esta energía, pues ta afuera, en la forma del león; en la baraja BOTA, la Tem planza nos muestra el proceso terminado, el águila y el león combinados. El ángel recuerda a la diosa griega Iris, cuyo signo era el arco iris; en la carta del mazo B O TA aparece un arco iris, y hay lirios (iris) en la imagen de la versión Rider. El arco iris aparece como signo de paz después de una tormenta, lo cual nos recuerda que la Templanza muestra la personalidad liberada por la tremenda experiencia de la Muerte. arco iris proviene del agua, y sin embargo resplandece como luz a través del cielo, como emblema del sí mismo, del ser interior que, tras haber parecido oscuro, caótico y temible, trajo jubilosamente a la superficie la promesa de una nueva vida, y se transformó en ella. En la tradición judeocristiana, el arco iris es un signo de renovación después del Diluvio. El Diluvio, como la destrucción del universo a manos de Shiva, representa psicológicamente la muerte de las viejas pautas, que no reflejan la verdad y el júbilo de la vida, y que empujan a la gente hacia el «mal», es decir, a comporta mientos destructivos para uno mismo y para los demás. Com o mensajera de Zeus, Iris viajaba al mundo subte rráneo para llenar su copa de oro con las aguas del río Estigio. Los griegos creían que las almas muertas atravesaban el Estigio para llegar a la tierra de los muertos. Sólo un des censo al mundo subterráneo del yo es capaz de renovar la vida. Desde el punto de vista religioso, el ángel simboliza el alma inmortal liberada por la muerte. Si mira uno cuidado samente debajo del escote, verá el nombre de Dios entrete
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jido en la tela de la túnica. En la tradición cristiana, el alma se reunirá con Dios después de la resurrección. El triángulo que hay dentro del cuadrado indica que el Espíritu se eleva desde dentro del cuerpo material. Psicológicamente, el ángel indica la energía de la vida que emerge después de la Muerte del ego. El triángulo, ahora, muestra que esa energía opera dentro del marco de las actividades normales. No necesitamos hacer milagros para percibir nuestra relación con el universo inmortal; sólo es necesario que seamos nosotros mismos. Recuérdese que el Tetragrámaton aparecía en la Rueda como un misterio del destino. Aquí el nombre se ha conver tido en parte de nosotros. N o s convertimos en «señores» de maestro destino cuando aprendemos a enfrentarnos con la vida_ tal como es y no a través de rutinarios hábitos y~cfefensas. < L o s significados adivinatorios, lo mismo que las ideas de la carta, se inician con moderación y equilibrio en todas las cosas, y siguiendo el camino del medio. La carta significa acción correcta, obrar adecuadamente en cualquier situa ción que se plantee. Con frecuencia, esto significa no hacer .nada. La persona intemperante necesita estar siempre ha ciendo algo, pero es muy frecuente que una situación exija solamente que una persona se limite a esperar. En ocasio nes, la carta aparecerá como antídoto de otras que señalan temeridad e histeria. La Templanza significa la fusión conjunta de elementos dispares, la combinación de actividades y sentimientos para producir un sentido de armonía y de paz. Como alude a un equilibrio y una combinación de los diferentes aspectos de la vida, la Templanza es portadora de una significación es pecial para los Arcanos Menores. Si en una consulta vemos a una persona desgarrada entre, por ejemplo, varas y copas — actividad y pasividad— o copas y pentáculos —fantasía y realidad— . entonces la Templanza, la moderación y el ac tuar a partir de un sentimiento interior de la vida, pueden dar la pista para integrar ambas cosas. Lo mismo que el Loco en posición invertida, la Tem
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planza cabeza abajo indica desafuero, comportamiento ex tremado. carece de la percepción interior necesaria para saber lo que es adecuado en cada situación. Él triunfo invertido puede ser una advertencia de que hemos dejado que nuestra vida se fragmentase, y de que nos estamos deslizando desde un extremo al otro. De hecho, puede indicar fracaso en la dura tarea de dejar que los viejos hábitos y los antiguos miedos se extingan, perdiéndose en el pasado. En un nivel simple, la Templanza invertida nos aconseja que nos calmemos y no caigamos en los extremos; en su sentido más profundo, nos remite de nuevo a la Fuerza, para comenzar ese pro ceso — largo, a veces doloroso, a veces aterrador, pero siem pre esencialmente jubiloso— de la muerte y el renacimiento.
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El gran viaje El objetivo de la iluminación En general los hombres encuentran su realización cuando han destruido la máscara de la persona y pueden regresar, renovados, al mundo ordinario. Sin embargo, siempre ha habido gentes que buscaban algo mayor, una unión com pleta con los cimientos espirituales de la realidad, gentes para quienes no basta con sentir simplemente que el espí ritu traspasa su vida, sino que quieren conocer con plena conciencia esta fuerza, y que con su iluminación, sus ense ñanzas y su ejemplo nos enriquecen a todos. Para estas per sonas, el logro que significa la segunda línea es una prepa ración y un apartamiento de obstáculos. En su forma más auténtica, la vida es simplemente ener gía pura e indiferenciada, en la cual existe simultáneamente todo lo viviente. N o hay formas ni partes ni fragmentos en la eternidad. La conciencia nos protege de una vivencia tan abrumadora, descomponiendo la totalidad de la vida en opuestos y en categorías. En el Colgado y la Templanza trascendimos parcialmente los límites impuestos por esas falaces ilusiones hasta llegar a una sensación del gran p o der de la vida, y a sentirnos nosotros mismos como parte de ese poder. Pero incluso en la Templanza reaparece la ilu sión de que somos seres aparte. La carta situada debajo de
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la Templanza se llama el Mundo porque es por mediación de su vivencia como nosotros y el universo nos unifica mos. La línea se inicia con una paradoja, una aparente caída en las ilusorias garras del Diablo. Al profundizar en el signi ficado de la carta en este lugar, especialmente, llegamos a una comprensión nueva de lo que lleva implícito la libera ción. Al comienzo de los Arcanos Mayores dijimos que la luz y la oscuridad estaban inextricablemente ligadas. Sin embargo, el lado oscuro e inconsciente estaba oculto en el templo de la Suma Sacerdotisa, y sólo podía ser vivenciado mediante la intuición. Para ir más allá del velo debemos em pezar por adentrarnos en la oscuridad del sí mismo. Mu chas religiones celebraron el pasaje a través de la oscuridad al país de la vida perdurable. Cuando la Iglesia cristiana es tableció su religión de la luz proscribió como malas todas las evocaciones de la oscuridad. La imagen común del Dia blo no es más que una mezcla del dios griego Pan con otros diversos competidores de Cristo. El significado de la Torre depende de los ojos con que veamos al Diablo. Si lo vemos como una simple entidad ilu soria, entonces la Torre nos la muestra hecha pedazos por una violenta conmoción. Pero si el Diablo significa la libera ción de energías reprimidas, entonces la ilusión que el rayo aniquila es nada menos que el velo mismo de la concien cia. En cada línea, las tres cartas del medio forman un grupo especial. Para la primera, era la tríada de naturaleza, socie dad y educación; para la segunda, era el cambio, mediado por la Justicia, de la visión exterior de la Rueda a la vivencia íntima del Colgado. En la última línea, las tres cartas mues tran el paso de la revelación interior de la Estrella que nos devuelve a la conciencia del Sol. Entre ellas, llena de extra ñeza, se encuentra la Luna. Pero el Sol no es el final. Una vez más descendemos a la oscuridad para tener, en el Juicio y en el Mundo, la vivencia de una unión total con el universo y con el espíritu que lo llena. Ahora podemos actuar en el mundo exterior sin per
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der jamás el sentimiento de la vastedad y el portento inte riores. El Mago y la Suma Sacerdotisa, unidos en una única danza jubilosa.
Figura 16
El Diablo ¿Por qué esta hosca imagen de opresión aparece tan tarde en el Tarot? Tras haber alcanzado el equilibrio de la Tem planza, ¿por qué una caída tan brusca? El Diablo lleva el número 15, que se reduce a 6, los Enamorados, y en reali dad podemos decir que Waite trabajó retrocediendo a par tir del Diablo cuando diseñó su radical versión de los Ena morados. Así, en el mazo Rider, el Diablo y sus demonios capturados se nos aparecen como una perversión del triun fo 6. Pero cabe preguntarse por qué la carta «verdadera» aparece tan pronto, y la perversión tan próxima al final.
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El Diablo introduce la última línea, y esto es una insinua ción de que aporta cierta energía vital al trabajo de esa lí nea, que ciertamente se ocupa de las fuerzas arquetípicas que trascienden el sí mismo. ¿Acaso el camino a la ilumina ción nos hace atravesar el oscuro mundo del Diablo? R e cuérdese que Dante atraviesa el Infierno antes de poder lle gar al Purgatorio y al Paraíso, y que William Blake, ocultista y poeta, describió al Diablo como el verdadero héroe del Paraíso perdido, el poema moralista de Milton. Para poder entender el valor esotérico del Diablo debe mos considerar primero sus significados más usuales, como una fuerza de engaño y opresión. La principal ilusión enga ñosa es la del materialismo, un término que generalmente se toma en el sentido de excesiva preocupación por el di nero, pero que más exactamente significa la creencia en que nada existe más allá del mundo de los sentidos. El Dia blo está trepado sobre un bloque de piedra similar al cubo del Emperador en el mazo BOTA. Pero en tanto que el cubo simbolizaba la totalidad del universo, el rectángulo del Diablo, que es la mitad de un cubo, indica un conocimien to incompleto. Al negar todo componente espiritual de la vida, el mate rialista persigue solamente deseos personales: monetarios, sexuales y políticos. Y como con frecuencia tal estrechez de miras conduce a la infelicidad, el Diablo ha llegado a simbo lizar la desdicha. Sin embargo, si miramos a las dos figuras no observamos inquietud alguna, ni en los rostros ni en la postura. Obsérvese también que, en realidad, las cadenas no sujetan a los personajes, ya que el lazo es lo bastante gran de como para poder retirarlo fácilmente. El poder del Diablo se funda en la ilusoria creencia en que nada más existe. En muchísimas situaciones, desde la op resión política al su frimiento personal de una vida familiar desdichada, la gente sólo llega a ser conscientemente infeliz cuando cae en la cuenta de q ue la vida ofrece otras alternativas. La postura del Diablo, con una mano levantada y la otra hacia abajo, recuerda al Mago. Allí donde el primer triunfo alza una vara hacia el cielo, para hacer descender el poder
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espiritual, la antorcha del Diablo apunta hacia la tierra, aludiendo a la creencia en q ue no existe nada que trascienda lo material. En la palma del Diablo se ve el glifo astrológico de Sa turno, un planeta que con frecuencia aparece como sím bolo del mal o de la mala suerte, pero que es más adecuado considerar como un señalamiento de limitaciones, debilida des o restricciones. Los dedos extendidos, más el número 5 del 15, recuerdan los dos dedos hacia arriba y dos hacia abajo del Hierofante. Así como aquel gesto significaba que en el universo hay más de lo que pueden ver nuestros ojos, la palma abierta del Diablo vuelve a indicar que nada existe más allá de lo evidente. El Diablo lleva en la frente un pentáculo invertido, uno de los símbolo de magia negra. Ahora bien, el pentáculo es portador de múltiples significaciones. Si te pones de pie con los pies separados y los brazos extendidos, verás que el pentáculo simboliza el cuerpo humano. En posición nor mal, la cabeza está arriba, y si invertimos el pentáculo los genitales están por encima de la cabeza. En la doctrina cris tiana tradicional, jos deseos están regidos por el poder de la razón, la capacidad para distinguir el bien y el mal. Por con siguiente, el pentáculo invertido apunta a la actitud de dejar que los deseos entorpezcan el juicio. La antorcha del Dia blo inflama el rabo del hombre, y quienes experimentan sus necesidades sexuales como algo a la vez abrumador y des tructivo las describen no pocas veces como un fuego que arde dentro de ellos. El fondo del naipe es negro, lo que simboliza la magia negra, la incapacidad de ver la verdad, y la depresión. Aunque en ella vemos los significados tradicionales del Diablo — ilusión engañosa, materialismo, desdicha y obse sión sexual— , la carta transmite una fuerza enorme. El DiahJo nos clava una mirada intensa y fija. L os practicantes del tantrismo describen la kundalini como un fuego en el cuer po, que se inicia en la raíz de la columna vertebral, en la ra badilla, y que los ritos sexuales movilizan. Volvamos a considerar el pentáculo. Los órganos sexua
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les por encima de la cabeza. La imagen nos trae a la memo ria los Enamorados del mazo Rider, donde la mujer, sím bolo del inconsciente y de las pasiones, mira al ángel. Tam bién podemos recordar la Fuerza, situada directamente por encima del Diablo, donde el león simboliza la energía ani mal movilizada y domada. Hemos hablado ya de la creen cia ocultista en que la energía sexual y la espiritual son en realidad una y la misma, simbolizada por la doble imagen de Escorpio: el escorpión y el águila. Por extraña que pa rezca, la idea no es en realidad tan misteriosa. No hace falta ni un ocultista ni un freudiano para reconocer el gran poder del sexo en nuestra vida. Gran parte de nuestra cultura p o pular, con sus canciones de amor, sus películas románticas, sus chistes sexuales y sus diversas jergas, está dedicada a él. Si para una persona normal y corriente el impulso sexual es tan dominante, tiene sentido que el ocultista intente recurrir a esta energía y elevarla a un nivel tal que, finalmente, se transforme por completo en la experiencia sobrecogedora de la iluminación. Hay también un punto más sutil: el soñar va siempre acompañado por la excitación sexual del cuerpo, un pene o un clítoris erecto, además de otras indicaciones. Ahora bien, un sueño es la manifestación del inconsciente mismo en imágenes. Ello indica que el inconsciente es de naturaleza sexual, y que los sueños son una transformación parcial de esa energía en una forma más amplia. De hecho, el término «inconsciente» no se refiere en realidad a los sueños y mitos que nos lo revelan, sino más bien al gran caudal de energía que nos sostiene a lo largo de la vida. Nuestra cultura occidental nos ha enseñado que el cuer po y el espíritu son fundamentalmente opuestos. Supone mos que monjes y monjas se abstienen del contacto sexual para no contaminarse, pero podemos considerar el celibato desde otro ángulo. La abstención sexual permite que la per sona célibe canalice esa energía en otra dirección. En la In dia se ha reconocido siempre la relación existente entre energía sexual y energía espiritual. El símbolo de Shiva es un falo, en tanto que los ritos tántricos buscan en la cópula
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sexual una manera de cargar el cuerpo de energía. Los gnós ticos, que tuvieron importante influencia en las ideas ocul tistas europeas, practicaban ritos muy similares a los del tantra. Y los gnósticos — lo mismo que Blake en época pos terior— consideraban a Satán el auténtico héroe del Jardín del Edén, el que intentaba dar a Adán y Eva un verdadero conocimiento de sí mismos. Si la senda del espíritu transcurre a través de los deseos, ¿por qué los reprime entonces la sociedad? Y si el camino de la liberación es conocido y está señalado desde hace si glos, ¿por qué mantenerlo en secreto? La respuesta a estas cuestiones reside en el poder terrible de la energía sexualespiritual. Si se la eleva a su nivel más alto, nos libera de las limitaciones de la dualidad. Sin embargo, liberar ese poder sin transformarlo puede dar como resultado obsesiones, crí menes sexuales, violencia, e incluso la destrucción de la personalidad. N o fue simplemente una cuestión de política sexual lo que condujo a los patriarcas griegos a atacar los misterios, dominados por las mujeres, del rapto extático. Presas por entero de las fuerzas que liberaban dentro de sí mismas, las adoratrices se azotaban y se mutilaban, y en ocasiones emprendían una furiosa carrera por toda la co marca, destrozando a su paso a los animales, a los hombres e incluso a los niños que no estaban a salvo en las casas ce rradas. Sólo la persona que ha sido entrenada, que ha lo grado un nivel profundo de paz interior, que ha alcanzado realmente la comprensión que el Tarot llama Templanza puede, sin riesgo, tener trato con las fuerzas implícitas en el Diablo. De hecho, el Diablo significa mucho más que ritos se xuales y energía violenta. En un sentido más amplio, simbo liza la energía vital aprisionada en las ocultas zonas oscuras del ser interior, a las cuales no se puede tener acceso por medios ordinarios. Si se la llama «el Diablo» es porque esta energía puede manifestarse, en quienes no están prepara dos para recibirla, de forma monstruosa, como el senti m iento de un universo habitado por el mal o como la tentación de complacerse en la violencia. Dijimos en la segunda.
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línea que el niño desarrolla un ego fuerte para no seguir te miendo a la oscuridad. La acción de la segunda línea nos permitió vislumbrar las oscuras aguas que sostienen la Rueda de la Vida. La tercera línea exige una liberación completa de la energía inconsciente. Un desborde semejante sólo puede lograrse si se entra en ese territorio oculto con todos sus delirios, horrores y deseos que tan fácilmente pueden aturdir a quienes no están preparados para el objetivo final. Volvamos a atender a los gestos del Hierofante y del Diablo. Los dos dedos que el sacerdote tiene hacia abajo significan que en la vida hay más de lo que vemos; al mismo tiempo, dan a entender que la senda que conduce a ese co nocimiento más profundo está cerrada. Los dedos abiertos del Diablo pueden simbolizar la creencia, ilusoria y estre cha, en que lo que vem os es lo único que existe; o pueden simbolizar el verlo todo, el no quedar nada oculto. El gesto específico que hace el Diablo, con una separación entre los dos pares de dedos, es el mismo que hacía el Sumo Sacer dote, en Jerusalén, para hacer descender la fuerza del espí ritu, y sobrevive en la actualidad en la celebración del Año Nuevo judío, como parte de la «bendición sacerdotal». Paul Douglas ha llamado al triunfo 15 el «lado oscuro del inconsciente colectivo». Cuando el pretendido «m ago negro» (que fue antaño uno de los títulos del Diablo) con jura a un demonio, en realidad está haciendo emerger una fuerza desde dentro del sí mismo. Si la operación tiene éxito, el mago — o maga— domina al demonio y consigue hacer de él su sirviente. Es decir que se vale de la energía li berada en vez de terminar siendo presa de ella. Para ha cerlo, el mago debe estar purificado de los deseos y del miedo. En pocas palabras, debe haber alcanzado la Tem planza, porque si no, el demonio puede «ganar» en el en frentamiento. El mago entonces se transforma en un escla vo de las ilusiones engañosas del Diablo. Hemos profundizado bastante en una interpretación ra dical del Diablo, pero los significados adivinatorios de la carta tienden a seguir las interpretaciones más habituales.
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Tomamos los significados más obvios porque en una lec tura la carta se presenta fuera de contexto. El Diablo puede indicar una visión estrechamente materialista de la vida; puede significar cualquier forma de mezquindad o de de presión, especialmente una sensación de estar encadenado o aprisionado, con la engañosa impresión de que no hay otras alternativas posibles. Si aparece en relación con los Enamorados, advierte que una relación que comenzó sien do de amor se ha convertido en una trampa. El Diablo significa que el consultante, en vez de actuar guiado por el pensamiento, es esclavo de sus deseos. Puede aludir a una obsesión — especialmente de índole sexual— que domina a la persona, haciendo que se sienta llevada a cometer actos que le parecen moralmente repugnantes. El ejemplo extremo es el delincuente sexual, pero en un nivel mucho más común, abundan los hombres y las mujeres que se sienten poderosamente atraídos por personas que les disgustan. La sensación de desvalimiento y de vergüenza resultante de ceder a tales deseos pertenece al dominio del Diablo. Antes observamos ya la calma que irradian los rostros del hombre y la mujer encadenados, y q ue indica la acepta ción de una situación mala. Llega un momento en que ter minamos por considerar normal nuestra condición desdi chada, e incluso es posible que nos defendamos del cam bio. El Diablo invertido, por otra parte, apunta a un intento de liberarse de alguna desdicha o esclavitud, que puede ser real o psicológica..La persona ya no acepta su situación, y .busca la liberación. Lo paradójico es que en ese preciso mo mento es cuando sentimos más intensamente nuestra infeli cidad y las limitaciones de nuestra vida. Antes de poder evadirnos de las cadenas, debemos tomar conciencia de ellas. Por consiguiente, quienes están pasando por algún proceso de liberación —tal como marcharse de casa, hacer una psicoterapia o enfrentar un divorcio difícil— .se sienten con frecuencia mucho más desdichados que cuando acep taban ciegamente su condición de oprimidos. Un período tal puede ser decisivo para la evolución de una persona, v si
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uno es capaz de sobrevivir a él, emergerá del proceso sin tiéndose más feliz y con una personalidad más evolucio nada, En ocasiones, puede ser que el período de transición se nos haga insoportablemente doloroso, y que volvamos a aceptar nuestras cadenas. El Diablo, invertido y en la posición del pasado, significa con frecuencia que el cambio ya se ha producido, pero los sentimientos de tristeza, de cólera y de depresión se man tienen; ocultos quizá para la visión consciente, siguen ejer ciendo su influencia. Muchas veces debemos enfrentar los demonios del pasado, incluso aquellos que, en una dimen sión práctica, hemos vencido desde hace mucho tiempo. Para la psique, nada deja jamás de tener importancia; sim plemente, jamás olvida nada. El camino hacia la liberación pasa por usar y transformar el conocimiento y la energía condensados en cada experiencia.
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Figura 17
La Torre Com o el Diablo, este triunfo es portador de muchísimos sig nificados, y las explicaciones que de él dan la mayor parte de los libros de Tarot indican sus enseñanzas morales su perficiales. De la Torre se dice que es la concepción mate rialista del universo, y en el rayo se ve la destrucción que se abate sobre una vida basada en principios puramente mate rialistas, pero incluso aquí nos encontramos con un grado importante de sutileza. Aunque pueda parecer que una fuer za exterior hiere y derriba a la persona de mentalidad estre cha, la violencia que aparece en la carta se deriva realmente de principios psicológicos. La persona que no vive más que para satisfacer las exigencias de riqueza, fama y placer físico del ego, y que ignora tanto la introspección como la belleza espiritual del universo, erige en torno de sí una prisión. A esta persona la vemos como la Torre: gris, soldada a la roca,
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con una corona de oro. Al mismo tiempo, a medida que el inconsciente fuerza sus fronteras, crece la presión en el in terior de la mente. Se perturban los sueños, se hacen más frecuentes la depresión y las discusiones, y si la persona re prime también estas manifestaciones, con frecuencia el con tenido inconsciente encontrará alguna otra manera de es tallar. La explosión puede aparecerse como un desastre ex terno; la familia y los amigos se nos ponen en contra, se nos desquicia el trabajo y nos convertimos en centro de una u otra forma de violencia. Y es verdad que uno de los miste rios de la vida es la forma en que la mala suerte viene por rachas. Sin embargo, ¿cuántos de estos problemas no resul tan de situaciones durante largo tiempo descuidadas o mal manejadas, que nos hieren en el momento en que somos más vulnerables? Y si algunos problemas, enfermedades o muertes de personas próximas a nosotros, o los problemas económicos de la sociedad, e incluso desastres naturales como pueden ser tormentas — o rayos— , aparecen al mis mo tiempo que las complicaciones personales, una coinci dencia tal vuelve a demostrar que en la vida tiene cabida, efectivamente, más de lo que podemos ver con nuestros ojos. No debemos pensar que la psique ni la vida nos traigan el desastre simplemente para castigarnos. Las gotas de fuego que caen a cada lado de la Torre tienen la forma de la letra hebrea Yod, la primera letra del nombre de Dios, y no sim bolizan la cólera, sino la gracia. Ni el universo ni la mente humana permitirán que nos quedemos para siempre apri sionados en nuestras torres de ilusorio engaño y d.e repre sión. Si no podemos liberarnos de ellas pacíficamente, en tonces las fuerzas de la vida organizarán una explosión. No quiero dar a entender que disfrutemos, en modo al guno, de las dolorosas experiencias que nos sacuden para liberarnos, ni que podamos ver los fines benéficos que con tales medios se obtienen, ni siquiera que el resultado del proceso sea siempre la libertad. Es muy frecuente que una serie de desastres o un período de emociones violentas de
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jen tullida a una personalidad que hasta entonces era fuer te. Lo importante es que sólo cuando no se le dan otras sali das llegará el inconsciente a hacer erupción en torno de no sotros, y que podemos valernos de esta experiencia para alcanzar un equilibrio mejor. Algunos mazos llaman a esta carta «La Casa del Diablo», pero otros le dicen «La Casa de Dios», recordándonos que lo que destruye nuestras prisio nes psíquicas es la fuerza espiritual. Hay un significado más profundo en la vinculación esta blecida entre la casa de Dios y la del Diablo, un significado que va implícito en forma más directa en el hecho de que la palabra hebrea que significa «serpiente» tiene el mismo va lor numérico que (y por consiguiente, se la considera equi valente a) la palabra que significa «mesías». El Diablo es la sombra de Dios. En el triunfo 15 vimos que la persona que busca la unidad con la vida debe sacar afuera la energía normalmente reprimida por la personalidad consciente. Sin embargo, al abrazar al Diablo ponemos en peligro aquella calma y aquel equilibrio que nos enseñaba la Templanza; encaminamos a la psique por una ruta de violencia que conduce a la explosión de la Torre. Jung describía la con ciencia como una represa que obstruye el libre fluir del río del inconsciente. La Templanza actúa como una especie de compuerta, que deja pasar las aguas, pero con un caudal controlado. La Torre hace volar completamente la represa, liberando en forma de inundación la energía que aquella contenía. Se pregunta uno por qué se ha de seguir un curso tan peligroso, y la respuesta es que no hay otra manera de ir más allá de la barrera de la conciencia, o de liberarse de aquello que separa la vida en opuestos y nos desconecta de la energía pura que llevamos dentro. El velo que pende a través del templo es la personalidad consciente, que nos protege de la vida misma. Tal como lo afirma el testimonio de místicos, chamanes y visionarios, la eternidad nos rodea por todas partes, aplastante y cegadora. Una mente que no esté preparada no puede resistir semejante poder, y por eso la conciencia acude a rescatarnos, cerrando los canales a la
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mayor parte de nuestra energía espiritual y parcelando la experiencia en momentos temporales y categorías contra puestas. Los místicos nos dicen igualmente que la revelación se presenta como un rayo que destruye las visiones ilusorias del mundo material en un único relámpago cegador, como el que vio Pablo en el camino de Damasco, o el que sacudió a Buda debajo del árbol bodhi. No importa cuánto se haya prolongado la meditación, cuántos sean los años de oración o de formación ocultista; la verdad viene en un rayo o, sim plemente, no viene. Y esto no quiere decir que la prepara ción no tuviera sentido. El trabajo que se nos muestra en las dos primeras líneas de los Arcanos Mayores sirve a un pro pósito doble. No sólo nos fortalece en la medida necesaria para soportar el rayo cuando éste llegue, sino que también nos pone en situación de provocarlo. Todas las prácticas ocultas se inician con un supuesto: es posible hacer que el rayo de la revelación descienda; una persona puede dar pa sos definidos para hacer que esto suceda. Estos pasos incluyen la enseñanza, las meditaciones, la muerte del ego y, finalmente, el abrazo del Diablo. Al liberar esa energía vamos más allá de las barreras de la represión, y nos abrimos al rayo. Porque el espíritu existe todo el tiempo; somos nosotros los que no lo vemos. Al adentrarnos en la oscuridad del sí mismo nos abrimos a la luz. Evidentemente, se trata de un proceso peligroso. La per sona que no está preparada puede quedar atrapada en las redes ilusorias del Diablo. Veremos también que la libera ción de energía conlleva sus propios peligros, cuando la psi que intenta integrarla con la percepción consciente. En el camino de regreso desde el centro del laberinto, el héroe puede perderse si no se ha preparado antes cuidadosa mente. La Torre viene debajo de la Suma Sacerdotisa porque muestra el velo en el momento en que se desgarra. Al mis mo tiempo, el rayo hace pensar en el Mago. La misma ener gía y la misma verdad que pasan a través del Mago se des cargan aquí con toda su fuerza. También vemos los triunfos
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1 y 2 en las dos personas, una vestida de azul, la otra en vuelta en una capa roja. La polaridad simbolizada en tantas cartas anteriores queda aquí superada por la unidad de la existencia. Si contamos las gotas de fuego — las letras Y o d — encontraremos que suman veintidós, el número de los triun fos. Encontraremos también que están divididas en diez y doce. Los sumerios usaban un sistema numérico basado en el diez (por los diez dedos) para los asuntos mundanos, pero tenían un sistema aparte basado en el doce — por el zodíaco— para las cuentas del espíritu. La dualidad tam bién es ilusoria. Ambos mundos son manifestaciones del mismo fuego espiritual. La imagen de una torre destruida nos trae el recuerdo de la torre de Babel. En un nivel literal, el relato bíblico ex plica por qué la gente habla tantas lenguas, en tanto que moralmente nos enseña a no depositar nuestra fe en las ca pacidades humanas (la Torre como materialismo). Pero p o demos ver otro significado en la destrucción de Babel. El rayo que la abatió era Dios, que hablaba directamente a la humanidad en vez de hacerlo en forma indirecta, por me dio de los fenómenos ordinarios del mundo físico. En un instante, el discurso de Dios reemplaza al discurso humano que edificó la torre; la revelación reemplaza al co nocimiento paso a paso de los sentidos. Recuérdese que el descenso del espíritu en Pentecostés interfiere con el len guaje humano; la gente «habla lenguas» o emite ruidos ani males. Y, en trance, los chamanes hablan la lengua de las bestias y de los pájaros. El lenguaje humano es un aspecto de la cultura, y una limitación de la conciencia. Muchos lin güistas, especialmente Benjamin Whorf, han demostrado que nuestros lenguajes restringen nuestra capacidad de percibir la realidad, como un filtro puesto encima del uni verso. Y la verdad, nos dicen los místicos, no puede ser ex presada en palabras. El número 16 de la Torre se reduce a 7, el Carro, que Case y otros autores relacionan con el discurso humano. El discurso del Dios de la Torre destruye en un momento to das las cuidadosas construcciones de la cultura, el lenguaje
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y la conciencia. Al hacerlo, nos devuelve al caos del mar que hay debajo de la Rueda de la Fortuna, y al estanque de agua que se vislumbra apenas detrás del velo de la Sacer dotisa. En cierto sentido, la Torre es el más complejo de todos los triunfos; sus significados más sutiles se contradicen con Jos evidentes. Como sucede con el Diablo, sus significados adivinatorios se derivan con frecuencia de los obvios. G e neralmente, el naipe hace referencia a un período de con moción violenta (en sentido literal o psicológico), a la destrucción de situaciones largamente establecidas, a la rup tura colérica, e incluso violenta, de relaciones. La carga de furia que presenta esta carta es causa de que muchas personas se espanten de ella. Una reacción así plantea el interrogante vital de cómo se han de considerar las imágenes más intimidantes del Tarot. Debemos apren der a usar toda experiencia, tanto la de la Torre como la de los Enamorados. Cuando aparece la Torre, es menester re cordar que puede conducir a la libertad; las explosiones es tán despejando alguna situación que ha llegado a provocar presiones intolerables, y pueden señalar el camino a nuevos comienzos. Decir que la aparición de la Torre significa general mente una experiencia difícil no es insistir en que los signifi cados más profundos no aflorarán jamás. La carta puede ^aludir a un fogonazo de iluminación, en especial si tal ilumi nación reemplaza a una visión limitada de la vida. Sólo la intuición y la experiencia del lector, unidas a las sugerencias provenientes de las otras cartas, pueden indicar cuál es el significado específico. Si aparece invertida, la Torre indica una versión modifi cada de lo que la carta significa cuando está en posición normal. La violencia y la tormenta siguen estando, pero son más suaves. Al mismo tiempo, el triunfo invertido lleva im plícito un significado adicional de «aprisionamiento», por usar el término de que se vale Waite. Esta paradoja se re suelve cuando consideramos que, cuando está en su posi ción normal, la Torre libera. Si aparece invertida, significa
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que no nos permitimos pasar por toda la plenitud de la ex periencia. Al mantener un rígido control de nuestras reac ciones disminuimos el dolor, pero además no liberamos todo el material reprimido. Dentro de nosotros, al no haber se guido nunca su curso completo, la experiencia dolorosa continúa. Si la protegemos del rayo, nos convertimos en prisioneros de la Torre.
Figura 18
La Estrella Después de la tormenta, la paz. La persona que pasa por una conmoción emocional encuentra después un senti miento de calma y de vacío. Si tiras las cartas a alguien que jamás las haya visto, la Estrella casi no necesitará interpreta ción. T od o en ella habla de integridad, curación y aper tura.
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Vale la pena comparar la Estrella con la Templanza, donde también vemos una figura que vierte agua y que sos tiene dos copas, teniendo un pie en tierra y otro en el agua. Ambas cartas vienen después de una crisis, pero así como es moderada la Templanza, la Estrella es libre. N o está ves tida, sino desnuda. No se mantiene rígidamente de pie; se muestra flexible y relajada. Y finalmente, así como la Tem planza vierte el agua de una copa a otra, mezclándola pero al mismo tiempo conservándola, la doncella de la Estrella la derrama generosamente, confiada en que la vida la abaste cerá continuamente con energía nueva. La imagen sugie re todos aquellos cálices místicos que jamás se podían vaciar. La liberación de energía de la Torre desgarró el velo de la conciencia. Aquí, en la Estrella, estamos detrás del velo. El estanque de agua, aun siendo pequeño, representa el in consciente; es la misma agua que veíamos oculta detrás de los pilares de la Suma Sacerdotisa. Ahora, esa energía vital universal ha sido removida por el acto de verter en ella las aguas de la propia vida de la persona. El agua vertida sobre la tierra indica que la energía libe rada por la Torre se dirige tanto hacia afuera como hacia adentro; vincula lo inconsciente con la realidad exterior del mundo físico. Una manera de describir las corrientes de agua es decir que son los arquetipos del mito, las imágenes mediante las cuales se expresa el inconsciente. El incons ciente es un todo sin forma ni divisiones, pero emerge a la conciencia a través de las corrientes separadas de la mitolo gía. Con la Estrella hemos ido más allá del mito, hasta su fuente como energía informe, como luz que sale de la oscu ridad. La transformación de la oscuridad en luz es el incons ciente, la vastedad oculta que llevamos dentro, convertida en la percepción extática del superconsciente. Una corriente de agua vuelve a verterse en el estanque, lo que significa que todos los arquetipos vuelven a m ez clarse en la verdad sin forma. El valor del arquetipo reside únicamente en su poder de movilizar el ser interior y de co nectarnos con la fuente. El pie de la doncella no se hunde
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en el agua: no se ha logrado penetrar en el inconsciente co lectivo, sino solamente movilizarlo. El ave que se ve a la derecha es un ibis, símbolo del dios egipcio Tot, a quien se consideraba el inventor de todas las artes, desde la poesía a la alfarería. En un sentido literal, en señó sus técnicas a los primeros artistas, pero en un nivel más simbólico podemos decir que toda acción creativa sur ge originariamente del estanque inicial de energía sin forma. A nuestra condición de criaturas físicas se debe el que to memos esta energía y la usemos para hacer poemas, cua dros y tapices. Todas estas creaciones humanas están sim bolizadas en las varias corrientes de agua. Cada acto de creación objetiva la energía espiritual en la cosa creada, y al mismo tiempo, en la medida en que el artista siga estando conectado con las fuentes interiores, ninguna obra llega a agotar su inspiración. Por eso una corriente retorna al es tanque, de la misma manera que cada obra da nueva inspi ración a su creador. La Estrella aparece debajo de la Emperatriz y de la Rue da. En la Emperatriz veíamos el mundo natural, glorificado en las pasiones. Pero la Emperatriz estaba completamente vestida para indicar que expresa sus emociones mediante cosas externas a ella misma: la naturaleza, sus amantes, sus hijos. En la Estrella vemos cómo se expresa jubilosamen te el ser interior. Aquí, la doncella combina los dos arque tipos femeninos, la íntima sensibilidad de la Suma Sacerdo tisa puesta afuera y expresada con la pasión de la Em pe ratriz. En la Rueda de la Fortuna veíamos una visión del uni verso en símbolos misteriosos. Aquí, la Torre nos ha llevado a trascender las visiones. En la Estrella experimentamos di rectamente el inconsciente, en vez de sus imágenes. En cuanto es el triunfo 17, la Estrella va más allá del 7, liberando la fuerza vital que el Carro controlaba y dirigía. 1 más 7 es igual a 8, y podemos ver que la Estrella es la Fuer za elevada a un nivel superior, en que el león del deseo ya no está simplemente domado, sino que se ha transformado en luz y regocijo.
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Todas las estrellas que aparecen en el naipe son de ocho puntas, lo cual es una referencia más a la Fuerza. Com o una estrella de ocho puntas se puede formar superponiendo dos cuadrados con las puntas alternadas, se considera a ve ces que el octograma está a mitad de camino entre el cua drado y el círculo. El cuadrado representa la materia, y el círculo el espíritu. Los seres humanos constituimos el vín culo entre el espíritu y el mundo físico; nuestra capacidad de percibir la verdad y, a la vez, de actuar, hace de nosotros vehículos por mediación de los cuales puede manifestarse la verdad. La Iglesia solía describir a las personas como seres a mi tad de camino entre los animales y los ángeles. Por lo co mún, a esto se le daba una interpretación moral: la gente podía seguir sus deseos o su razón. Pero podemos valernos de esta metáfora para decir que la conciencia y la acción humanas conectan el mundo físico con los «ángeles». A pesar de todas las sugerencias de manifestaciones, la Estrella no es en realidad una carta de acción, sino de calma interior. En contraste con la Templanza y con la Luna, la Es trella no muestra camino alguno que regrese desde el es tanque a las montañas de la realidad exterior. Aunque las corrientes y el ibis apunten a los usos de la energía creativa, la experiencia de la Estrella es una experiencia de paz. Por el momento, el viaje puede esperar. En las lecturas adivinatorias, la carta expresa esperanza, un sentimiento de curación e integración, especialmente después de tormentas emocionales. Es muy frecuente que, aun cuando solamente aparezca una de ellas, la Estrella y la Torre se sugieran la una a la otra. El triunfo 17 indica que el inconsciente está activo, pero de manera muy benigna. Si aparece invertida, esto nos excluye de la calma y la esperanza de la carta, confinándonos en la debilidad, la im potencia y el miedo. Esta profunda inseguridad puede, en ocasiones, disfrazarse de arrogancia. Si la Estrella indica lo humano como vínculo entre el espíritu y el mundo exterior, entonces la carta invertida es el símbolo de que los canales están cerrados, y cuando las aguas de la vida quedan conte
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nidas en el interior, el exterior sólo puede mostrarse como cansado y deprimido.
Figura 19
La Luna La verdadera tarea de la tercera línea no es la revelación; es devolver a la conciencia ese éxtasis interior. La imagen de la Estrella no contiene un camino de regreso. En ella nos vemos demorándonos en las glorias de la oscuridad trans formada en luz, pero para valernos de esa luz, debemos pa sar por la deformación y el miedo. La experiencia de la Estrella trasciende las palabras e in cluso la forma, aunque en ella hay implícitas formas que emergen con las corrientes de agua. En la Luna vemos cómo sucede este proceso, en forma de visiones, mitos e imáge nes. La Luna es la carta de la imaginación, en cuanto mo-
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déla la energía de la Estrella en formas que la conciencia puede captar. Los mitos siempre presentan deformaciones. Jamás pue den decir realmente lo que quieren; sólo pueden llamar a las cosas que están profundamente sumidas en el sí mismo. La Estrella remueve las aguas, y cuando retornamos a la conciencia de lo exterior, esas aguas dan a luz sus criaturas. Recuérdese que la Estrella y el Sol dan su propia luz, pero la Luna refleja la luz oculta del Sol. La imaginación deforma porque está reflejando la experiencia interior para la men te exterior. Tal como lo demuestran las mitologías de todo el mun do, el inconsciente colectivo no sólo contiene héroes y jú bilo, sino también monstruos y temores. Esta es una de las razones de que protejamos nuestra sensibilidad ante la vida con la cubierta protectora de la conciencia yoica, para así evitar el temor a la oscuridad y a las sombras deformadoras de la Luna. Con su media luz fantasmal, la Luna siempre ha susci tado sentimientos extraños, en las personas y en los anima les. La palabra «lunáticos» con que se suele designar a los locos proviene del latín ¡una, y en la Edad Media la gente creía que el alma de un insano se había volado a la luna. También hoy son muchos los médicos y los policías que han observado el predominio de suicidios y otros signos de perturbación emocional durante la luna llena. Algo hay en la luna que moviliza el miedo y la sensación de extraña miento, de la misma manera que el sol nos relaja y nos con suela. El Sol del Tarot viene después de la Luna; la simplici dad sólo puede ser apreciada después de un viaje a través del extrañamiento lunar. El perro y el lobo representan la «parte animal» movili zada por la Luna, de la misma manera que la luna llena puede hacer que ambos animales aúllen durante toda la noche. El Emperador, directamente por encima del triunfo 18, nos mostraba cómo se aprenden las reglas de la socie dad, hasta tal punto que se vuelven automáticas. Con la úl tima línea trascendemos esta represión del «superyó», y en
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el proceso asoma a la superficie el desenfreno fantástico del «ello». Un hombre-lobo aullándole a la luna llena es una vi vida metáfora del poder del inconsciente para hacer aflorar algo primitivo y no-humano hasta en el más respetable de los ciudadanos. En cuanto su número es el 18, la Luna se relaciona con el 8. En la Fuerza veíamos la naturaleza animal domesti cada, y luego canalizada a través del Ermitaño. Aquí no existe una dirección tal; cuando regresamos de la Estrella, retorna la bestia en toda su ferocidad. Sólo cuando la ener gía de la Estrella se integre plenamente en el Mundo, estará del todo transformado el ser animal. Obsérvese que en la Fuerza la mujer — el lado humano— controla al león. In cluso en el Diablo la apariencia de los demonios es nítida mente humana. Pero en el triunfo 18 no hay personas; en esa media luz, nuestra sensación de ser seres humanos se desintegra. Percibimos algo del desquicio fantástico de la Luna en la estela de una pesadilla, cuando nos sentimos «raros por dentro». La sensación de fantástico extrañamiento no es re sultado de la pesadilla, sino más bien lo contrario. Dijimos ya que los sueños son transformaciones de la energía in consciente en imágenes. Una irrupción de energías dema siado grande, que a los mecanismos del sueño se les haga difícil de asimilar pacíficamente, puede dar como resultado no sólo una pesadilla, sino la sensación, cuando nos des pertamos, de que el cuerpo está cargado de una energía indomable. La locura suele darse también acompañada por sensa ciones corporales incontroladas. A menudo la demencia toma la forma de una transformación en un animal. El su jeto se arrastra en cuatro patas, desnudo, aullándole a la luna. La liberación súbita de energía inconsciente ha desin tegrado la personalidad. En el Tarot este momento, peligro sísimo, sólo aparece después de una larga preparación, cuando todos los problemas normales del ego han que dado atrás. También el chamán tiene la vivencia de conver tirse en una bestia; en trance, los chamanes saltan y hablan
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como animales. Pero el chamán — lo mismo que el ocultistatiene en su haber muchos años de preparación. Está, ade más, armado con el conocimiento de qué es lo que ha de esperar, conocimiento que le viene de generaciones de cha manes anteriores a él. Recuérdese que la suma de los dígi tos del número de la luna es 9, el Ermitaño. En esta carta, el maestro-guía no está visible, porque con la luna debemos enfrentarnos solos, pero la orientación que hayamos reci bido antes puede ayudarnos a encontrar el camino. Si los animales simbolizan lo que hay de salvaje en el hombre, el cangrejo es algo muy diferente. En una de sus frases más gráficas, Waite dice de él que es «aquello que está a mayor profundidad que la bestia salvaje». El cangrejo simboliza los miedos más universales que alberga el incons ciente colectivo, y que se vivencian en visiones como dem o nios innombrables. La irrupción de semejantes temores es bien conocida de quienes dejan al descubierto su lado lunar valiéndose de métodos como la meditación profunda o las drogas. Toman también la forma de los monstruos con que, en los viajes del trance, se enfrentan los chamanes. La m o vilización de estos miedos, que con frecuencia son vividos como criaturas que emergen del agua o se asoman de al gún estanque de líquido aceitoso, puede producir un pá nico irrazonable, pero así y todo, estas imágenes son parte de nuestro mundo interior, y sin haber pasado entre ellas no podemos llegar al Sol. El cangrejo emerge a medias del agua. Waite nos dice que jamás llega a salir del todo a tierra firme, sino que siem pre vuelve a caer a las aguas. Los errores más profundos son aquellos que nunca llegan del todo a cobrar forma. Sentimos algo por dentro, pero nunca podemos ver con exactitud qué es. Al mismo tiempo, el cangrejo que emerge a medias nos da a entender que, en el viaje de retorno a la conciencia, las percepciones profundas de la Estrella se de forman porque no podemos evocarlas en su totalidad. Por esta razón también es inquietante la Luna, porque la paz y el asombro maravillado de la Estrella se han perdido par cialmente y han sido en parte destruidos.
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Sin embargo, a pesar de la ferocidad y de la temible ex citación, la frialdad de esta luz también puede ser calmante. De la Luna se dice que crece del «lado de la misericordia», una referencia al Pilar de la Misericordia en el Arbol cabalís tico de la Vida. Y lo que es más sorprendente, las gotas de luz que caen sobre las cabezas de los animales tienen la forma, una vez más, de Yod: la primera letra del nombre de Dios, y símbolo de la gracia. Si mediante la preparación y el simple coraje aceptamos las cosas feroces que la imagina ción trae a la superficie desde lo más profundo, entonces la Luna nos aporta paz, los terrores se suavizan y la imagina ción nos guía, enriquecidos, con sus maravillas. «Paz — es cribe Waite— , guardad silencio, y una calma aflorará sobre las aguas.» El cangrejo vuelve a sumergirse, las aguas se aquietan. El camino permanece. El camino pasa entre dos torres, y hace pensar en un portal que nos introduce en ámbitos desconocidos. El por tal es un símbolo muy común entre místicos y chamanes, y aparece también en muchos mitos. Asume a veces una for ma circular, como el mandala, o la de algo físico, como una caverna (comparada muy frecuentemente con la vagina), y nos permite dejar el mundo ordinario para adentrarnos en el territorio extraño y desconocido de la mente. Las dos torres del Tarot tienen otro significado, en cuan to manifestación última y completa de aquella dualidad que vimos por primera vez en los pilares del templo de la Suma Sacerdotisa. Si la revelación de la Torre no se integra con la vida ordinaria, el resultado puede ser una dualidad nueva y más tajante. Al mismo tiempo, el propio hecho de haber oído el discurso de Dios cambia totalmente nuestra relación con la cuestión de los opuestos. Antes veíamos la dualidad como algo básico para la vida, pero ahora sabemos que, de hecho, la realidad combina todas las cosas; allí donde antes el velo nos impedía pasar entre los dos pilares, ahora he mos ido ya más allá de ellos. Estamos viendo las dos torres de la conciencia desde el otro lado. La tarea no es pasar y llegar a la verdad interior, sino volver trayendo de vuelta esa verdad.
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En las consultas adivinatorias, la Luna indica una excita ción del inconsciente. Comenzamos a experimentar em o ciones extrañas, sueños, miedos, incluso alucinaciones. Si la carta aparece en posición normal, la persona permitirá que todo eso suceda; cuando se la acepta, la imaginación enri quece la vida. Pero si la carta aparece invertida, está mos trando una lucha contra la experiencia, una pugna que con duce al miedo y, con frecuencia, a emociones muy altera das, ya que la persona no permite que emerja el lado calmo de la Luna. Com o la Suma Sacerdotisa, la Luna indica un aparta miento de las preocupaciones exteriores, orientándose ha cia la introspección. Puede indicar que se abandona alguna actividad específica, o simplemente un período de retrai miento. Sin embargo, en tanto que la Suma Sacerdotisa simboliza una tranquila intuición, la Luna está excitada y es timula las imágenes del inconsciente. En posición invertida, la Luna significa una perturbación. La persona no quiere apartarse del lado solar, y es probable que en su pugna in tente alejar a la Luna mediante una gran actividad. La Luna, sin embargo, no se aviene a dejarse negar, y los miedos pueden volverse tanto más fuertes cuanto más los combati mos. La psique, operando bajo sus propias leyes y por sus propias razones, se ha orientado hacia la Luna. Si nos per mitimos esa vivencia, los miedos se convertirán en maravi llas, y los portales se abrirán hacia la aventura.
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(a)
Figura 2 0
(b)
El Sol Como el Colgado, situado por encima de él, el Sol es al mismo tiempo una liberación jubilosa después de la prueba que aparece en la carta anterior, y una preparación para la ,muerte y el renacimiento que testimonian las dos cartas si guientes. La Justicia pedía acción como respuesta al cono cimiento, ya obtenido, de nosotros mismos. Com o resul tado, el Colgado es pasivo. La Luna pide una entrega pa siva, puesto que no hay manera de que podamos controlar las visiones que surgen bajo su influjo. Por ende, el Sol nos muestra un estado activo, pleno de energía. Al aceptar las imágenes con que nos intimida la Luna, sacamos la energía fuera de nosotros, impregnando con su resplandor la vida entera. Bajo el Sol todo se vuelve simple, jubiloso y concreto. La luz del inconsciente llevada a la vida cotidiana. A los dos ni
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ños de la versión de Oswald Wirth (figura 20b), basada en la imagen más común del triunfo, se los considera a veces el ser eterno y el cuerpo mortal. Los dos, tomados de la mano, están unidos. Las dos figuras, con el Sol por encima, nos de vuelven al motivo triangular que vimos por primera vez en el Hierofante, dos líneas más arriba. Aquí, el regocijo y la simplicidad del Sol no median entre los polos interior y ex terior de la vida, sino que los unen. Todos somos niños, en el sentido en que las religiones solares hablan de nosotros todos como niños sagrados, hi jos de nuestro padre, el sol. Si nos fijamos en los cuerpos que muestra la imagen, especialmente en el de la mujer, ve remos que son adultos. Haber pasado sin tropiezos el pro ceso que se inicia con la Torre es lo que les ha dado esa in fantil simplicidad. El Tarot muestra este proceso en sus diversas etapas, dando la impresión del paso del tiempo. Pero hay veces, y quizá son las más frecuentes, en que todo sucede al mismo tiempo: la revelación cegadora de la Torre, la irradiación in terior del Sol y el miedo penetrante de la Luna se unen en un único instante de transformación. Y de todo ello lo que queda es el júbilo, un sentimiento de que toda la vida y el mundo todo están llenos de una luz maravillosa y sobrecogedora. En todas las personas la iluminación asume las mismas características, sean cuales fueren las interpretaciones cul turales que le dan la mitología, la doctrina, la teoría psicoló gica, etc. La iluminación es una experiencia, no una idea. La persona se siente herida por un estallido de luz, a veces de colores, como las letras Yod que gotean en el naipe de Wirth. Súbitamente, se ve — o se siente— el mundo como espiri tual y eterno, no como la existencia cotidiana hecha de es fuerzo monótono y confusión. La persona se siente total mente viva, bullente de un júbilo infantil que probable mente, de hecho, la mayoría de los niños no conoce jamás, porque la persona que ha recibido un «golpe de sol» ha ido más allá del miedo infantil a la oscuridad, porque ha pasado ya a través de él.
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En su viaie a través del mundo el sol lo ve todo, y por eso representa el conocimiento. De los dioses asociados con el sol, como Apolo, se dice que saben todo lo que su cede. La persona a quien el sol ha herido tiene una sensa ción de sabiduría, de verlo todo con total claridad. Está «lú cida», una palabra que significa «d e inteligencia clara y sa gaz», pero que literalmente quiere decir «llena de luz». Es interesante que Apolo, dios de la luz, hubiera nacido de Leto, la diosa de la noche, y que su principal santuario, el oráculo de Delfos, perteneciera originariamente a diosas de la oscuridad. Incluso bajo la dirección de Apolo, la sabiduría y la luz del oráculo operaban a partir de la oscuridad. Fue Apolo quien obligó a Edipo a descubrir el misterio que lle vaba dentro de sí. El sol de la primavera hace brotar la vida del muerto suelo invernal. En muchos lugares se creía que el sol no sólo impregna la tierra, sino también a las mujeres. Cuando se descubrió el mecanismo biológico de la reproducción, no se renunció a asignarle un rol al sol: se lo sutilizó. Ahora la gente veía el alma — el atman o ser verdadero— como luz solar contenida en el embrión. Los mitos budistas expresan que Gautama, en el vientre de su madre, era todo luz hasta el punto de que la piel resplandecía como una pantalla tras lúcida puesta sobre una poderosa lámpara. También Zoroastro destellaba de tal manera en el útero materno que los vecinos corrieron a la casa cargando cubos de agua, convencidos de que se había producido un incendio. Los gnósticos llevaron más lejos la idea, creyendo que el otoño había desmenuzado a la deidad en los menudos tro zos y fragmentos que constituyen la existencia. Lo más im portante es que la luz había quedado aprisionada (y no sim plemente contenida) en los cuerpos individuales. Era deber de cada persona, mediante los ritos gnósticos, liberar la luz que llevaba dentro de su cuerpo para que pudiera quedar restaurada la unidad. El cabalista Isaac Luria predicaba una doctrina similar. El Arbol de la Vida, o Adán Caedmon, la unidad de la existencia, se había visto hecha trizas porque el dios-luz era demasiado poderoso para ella. Una vez más
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quedó la luz separada y aprisionada, de modo que llegó a ser responsabilidad de cada persona ayudar en la tikkun, es decir, la restauración de la luz a la unidad. Estas doctrinas se derivan de una experiencia Solar co mún a todas las culturas. La persona herida por el Sol ve que todo — cada persona, cosa y animal, todas las plantes y las rocas, e incluso el aire mismo— vive y es sagrado, y está unido por mediación de la luz que llena toda existencia. Y sin embargo, el Sol no es el Mundo. Con el triunfo 19 perci bimos el universo como algo unificado y vivo. El 21 encarna esos sentimientos. La representación habitual del Sol nos muestra a los ni ños dentro de un jardín (con frecuencia de pie en un cír culo) al que Douglas llama «el jardín interior del alma», un sentimiento de pureza y santidad, un nuevo Jardín del Edén. Cuando liberamos y transformamos la energía encerrada dentro de nosotros, nos encontramos con que, en realidad, el Jardín del Edén jamás se perdió, sino que ha existido siempre dentro de nosotros. El mazo Rider (figura 20a) nos muestra a un único niño saliendo a caballo de un jardín. Para Waite, la experiencia es esencialmente un estallido de libertad. Es un desatar liga duras, una liberación maravillosa de la conciencia ordinaria y limitada hacia la apertura y la libertad. La muralla de piedra gris de la imagen representa la vida pasada, ceñida por una percepción estrecha de la realidad. El superconsciente del Sol se caracteriza por sentirse una parte del mundo entero, y no un individuo aislado. Tal vez podamos combinar las dos imágenes del triunfo diciendo que una vez que nos damos cuenta de que el Jardín del Edén existe en nuestro interior, ya somos libres de abando narlo, pero llevándolo siempre con nosotros a medida que nos vamos creando una vida nueva. El número 19 sugiere un nivel superior del 9. La luz contenida en la linterna del Ermitaño, la sabiduría de sus enseñanzas, irrumpen aquí como el tercer nivel extático de la Cábala que menciona Abulafia. Al hablar del Ermitaño dijimos que el anciano y la montaña árida eran ficciones
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exigidas porque el ser interior sólo podía ser alcanzado m e diante el retraimento. Aquí la verdad ha emergido, y el Er mitaño de la túnica rígida se ha transformado en un niño gloriosamente abierto. La otra mitad del 19 es el 1. La fuer za del Mago, unida a la sabiduría del Ermitaño, es la superconciencia, la energía de la vida unida a su significado y su propósito. 1 más 9 es igual a 10, la Rueda de la Fortuna, cuya visión era la de algo exterior a nosotros que intentábamos com prender y abarcar. Aquí vemos la vida en una dimensión vi sionaria, desde dentro de nosotros mismos. Y en este tipo de visión no hay misterios ni hay símbolos; solamente el universo, radiante de luz. Los significados adivinatorios del Sol son tan simples y directos como los niños maravillosos de las imágenes. La carta significa júbilo, felicidad, y un gran sentimiento de la belleza de la vida. En su sentido más profundo, significa contemplar el mundo de una manera totalmente nueva, viendo cómo toda la vida se unifica en alegría y luz. Por so bre todas las cosas, es una carta de optimismo, energía y maravilla. Si la carta aparece invertida, las cosas buenas no se pier den, sino que se confunden, como si el sol se hubiera nu blado. La vida aún sigue dando a la persona un tiempo de simple felicidad, pero no se lo puede ver con la misma clari dad. La persona ya no está lúcida, y debe hacer un esfuerzo para percibir el júbilo que es el gran don del Sol.
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JUD G EM ENT.
Figura 21
El Juicio Bajo el Sol vemos la totalidad de la vida llena de una luz es piritual. Esta percepción de la verdad eterna nos libera de toda ilusión engañosa y de todo miedo, de modo que ahora sentimos, como una profunda llamada proveniente de nues tro interior, la urgente necesidad de disolvernos por com pleto en el espíritu y en la vida sobrecogedora y maravillosa que contienen todos los seres. El origen de esta llamada está tanto dentro como fuera de nosotros, porque uno de los efectos del Sol fue derribar la barrera artificial entre la experiencia interior y el mundo exterior. Es una llamada que sentimos en nuestro ser más profundo, como si de las células mismas del cuerpo surgiera un grito de júbilo. Al mismo tiempo, reconocemos que la llamada proviene de alguna fuente mayor que cualquier vida individual.
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,Esta idea del Juicio como una llamada a elevarse hasta una existencia más plena de significado tiene análogos en situaciones más ordinarias. Hay veces en la vida en que una persona puede encontrarse en una encrucijada (la cruz en el estandarte) donde se le exige una decisión sobre si ha de hacer o no un cambio importante. Y en ocasiones puede parecer como si algo interior lo hubiera ya decidido, y la única opción que le quedara al ser consciente fuese seguir adelante con la acción apropiada. Las antiguas maneras de creer y de pensar, las situaciones viejasTfíañ muerto. La mayoría de las versiones del triunfo muestran sola mente el ángel y las figuras que se levantan. El mazo Rider agrega, en el fondo, una hilera de montañas, a las que Waite llama las «montañas del pensamiento abstracto», una ex presión que lleva implícita una verdad eterna que tras ciende el conocimiento limitado al que tenemos acceso por medios ordinarios. Uno de los rasgos básicos de la moral es nuestra incapa cidad de conocer nada en un sentido absoluto. Estamos li mitados por la brevedad de nuestra vida y por el hecho de que todo conocimiento llega a la mente por mediación de los sentidos. Por la física moderna sabemos que la investi gación científica no puede dar jamás una imagen exacta de la realidad, porque el observador es siempre parte del uni verso que está observando. De la misma manera, tanto los pensamientos de una persona sobre la realidad como la forma en que la percibe están influidos por las experiencias pasadas de esa persona. El «pensamiento abstracto» im plica, como las Ideas platónicas, un sentimiento de lo ab soluto. Llegamos a esta «abstracción» mediante un descenso fi nal a las aguas de la nada, con el fin de emerger liberados de todo conocimiento parcial. La Muerte, directamente en cima del Juicio, simbolizaba la disolución. Allí se nos mos traba la muerte del ego, y el naipe subrayaba el miedo a de jarse ir. Aquí, todas las ilusorias ideas de aislamiento se di suelven, y el acento no está puesto sobre la muerte, sino sobre la resurrección.
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La carta se llama el Juicio porque, com o la Justicia, apunta a un ponerse de acuerdo con la experiencia pasada, como un paso necesario para trascenderla. Con la Justicia, la experiencia y la respuesta eran personales y se basaban en las acciones del sujeto en el pasado. Aquí, una fuerza mayor que nosotros mismos es la que nos orienta y nos llama, y el Juicio no es simplemente una evaluación del sig nificado de la propia vida, sino de la verdadera naturaleza de la existencia, y de cómo nosotros y todos los seres somos parte de ella. A veces en este libro nos hemos referido a las letras he breas asignadas a los diferentes triunfos, generalmente si guiendo el sistema en el cual el Loco es Aleph. Hay otro sis tema, en el que se asigna Aleph al Mago, y en ese sistema el Juicio lleva la letra Resh. Resh significa «cabeza» y, como las montañas de Waite, se refiere a la mente verdadera que despierta a la llamada. Resh hace pensar también en la Rosh Hashanah, el Año Nuevo judío, literalmente la «ca beza del año». Ahora bien, la Rosh Hashanah no es el co mienzo del calendario, como el Año Nuevo secular, sino que en realidad representa el aniversario de la creación. De modo similar, el Juicio no indica un cambio de circunstan cias, sino una conciencia nueva, que se relaciona directa mente con la verdad mediante la fusión del sí mismo con las fuerzas de la vida. La Rueda de la Fortuna, con sus leyes invisibles de cau sa y efecto en el nivel psíquico, es el 10; el Juicio es el 20, 10 multiplicado por 2. Mediante el proceso de la última lí nea revelamos la oculta sabiduría de la Suma Sacerdotisa, de modo que ahora entendemos los íntimos misterios que se esconden en la Rueda. La cruz que aparece en el estandarte indica un encuen tro de opuestos, una unión de todas las cosas que habían estado separadas. Simboliza un encuentro de dos formas del tiempo; el tiempo ordinario que percibimos con nues tros sentidos y que rige nuestra vida cotidiana, y la eterni dad, la percepción espiritual de la vida. Los dos tiempos es tán simbolizados por las dos líneas, horizontal y vertical, de
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la cruz. Su encuentro en el centro indica que el ser superior no abandona sus antiguas actividades, sino que se ocupa de ellas de una manera nueva.)* La carta situada encima del Juicio, en la primera línea, es la de los Enamorados, y en el mazo Rider también en ella aparece un ángel. Allí, sin embargo, el ángel era un atisbo de una verdad más grande, cuya vivencia se daba por m e diación del amor. Aquí el ángel se asoma desde la nube para llamarnos. En la versión tradicional del Sol veíamos el ejemplo final del motivo triangular que se inició en los triun fos 5 y 6. Aquí vemos a un niño entre los dos adultos. Los polos de la vida se han reunido para formar una realidad nueva, de la misma manera que un hijo es a la vez una com binación de sus padres y algo completamente nuevo. El niño que está en primer plano se nos aparece de es paldas. La nueva existencia es un misterio, sin que tenga mos manera de saber cómo será mientras no podamos vi virla? Que al niño no se le vea el rostro significa también que en realidad no nos conocemos, y que no podemos conocer nos hasta que no oigamos la llamada y respondamos a ella.^ Virtualmente todas las mitologías contienen relatos del hé roe a quien, separado de sus padres, lo crían como a un niño común, sin que las otras personas — ni, con frecuencia, el propio niño— sepan nada de su verdadera identidad. Tanto el rey Arturo como Moisés, Teseo y Cristo se ajustan a este modelo. Encontramos la misma idea en muchos rela tos de ciencia-ficción, en que el héroe se despierta, perdida la memoria, en un lugar extraño; la búsqueda de su verda dera identidad lo conduce al descubrimiento de que al berga dentro de sí grandes poderes. Muy frecuentemente, se encuentra en el centro de una poderosa trama, o del fun cionamiento mismo de la naturaleza. Todos hemos «olvi dado» nuestra verdadera identidad y nos hemos separado de nuestros «padres». Y cuando podamos encontrar — o crear— nuestro ser verdadero, nos encontraremos en el centro del universo. Porque el centro está en todas partes. La mayoría de las barajas sólo muestran las tres perso nas que aparecen en primer plano. El hecho de que Waite
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agregue tres personas más, todas ellas mirando hacia noso tros, da a entender que si bien el Juicio nos conduce a lo desconocido, sigue habiendo cierto conocimiento (simboli zado también por las montañas) de las maneras en que ha de transcurrir la vida desconocida. Las tres personas adicionales apuntan a otra considera ción muy importante. Al mostrarnos la resurrección de todo un grupo, el triunfo nos recuerda que no hay liberación per sonal. Cada ser humano es parte de la raza humana y, por consiguiente, es responsable de la evolución de la totalidad de la misma. Nadie puede ser verdaderamente libre mien tras haya alguien que esté esclavizado. Del Buda se dijo que había regresado como boddhisatva porque entendió que él solo no podía liberarse mientras no hubiera liberado a toda la' humanidad. Al mismo tiempo, cualquier liberación indivi dual nos libera a todos. Esto se debe a que cualquier per sona, al alcanzar el Juicio y el Mundo, altera las circunstan cias de la vida de todos. La naturaleza búdica de Gautama y la resurrección de Cristo se aparecen como acontecimien tos que han cambiado totalmente el mundo. En las tiradas adivinatorias, la carta del Juicio es porta dora de un significado especial. Independientemente de lo que esté pasándole al consultante, hay un impulso o lla mada interior que lo mueve a hacer un cambio importante. y. El cambio puede referirse a algo mundano e inmediato o_a una variación total de la visión de la vida que tiene unaper,sona, y esto depende de las otras cartas y de cuál sea el tema de la consulta. Lo importante es la llamada. De hecho, liTpersona ya há’ cambiado; las viejas situaciones, el antiguo sí mismo, se han extinguido ya, y ahora es cuestión, simple mente, de reconocerlo. En posición invertida, el Juicio puede indicar que la per sona quiere responder a la llamada, pero no sabe qué ha cer. Más frecuente es que apunte a alguien que intenta ne garse a la llamada, generalmente por miedo a lo descono cido. De hecho, puede haber muchísimos motivos raciona les para que la persona no se avenga al cambio sugerido: falta de dinero o de preparación, exceso de responsabilida
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des... Esté en posición normal o invertida, el Juicio indica que todas las objeciones son excusas. Cuando la carta apa rece invertida, las excusas predominan y la persona sigue de pie en la tumba. La palabra Juicio implica que la realidad de la vida ha cambiado, y ya no queda otra opción que se guir el cambio.
Figura 22
El Mundo ¿Qué podemos decir de un entendimiento, una libertad y un éxtasis que trascienden las palabras? El inconsciente conscientemente conocido, el ser exterior unificado con las fuerzas de la vida, el conocimiento que no es en modo al guno conocimiento, sino una constante danza extática del ser... todo eso es verdad, y sin embargo, no es verdad. Hemos hecho ya muchas observaciones referentes a este
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naipe y a sus imágenes. Tanto el número como las dos va ras unifican al Mago y la Suma Sacerdotisa. También vimos una anticipación del Mundo en la Rueda de la Fortuna, y re flexionamos sobre cómo los símbolos de aquel triunfo son ahora realidades vivientes. De una manera o de otra, la Rueda ha aparecido prácticamente en todas las cartas de la última línea. Podríamos decir que el propósito de esta línea es el de unirnos con todas aquellas cosas que en el triunfo 10 se aparecían como una visión externa, es decir, como el hado, el funcionamiento de la vida, los elementos de la exis tencia. Cuando se alcanza la unidad, los símbolos se desva necen, disolviéndose en un espíritu que danza. Por el número y por la imagen, vimos el Mundo en el Colgado. El triunfo 12 mantenía su bienaventuranza gra cias a una inactividad completa. Pero incluso el Arbol del Mundo es una engañosa ilusión creada por la necesidad que tiene la mente de aferrarse a algo. Cuando hemos di suelto el aislamiento de nuestro ser en las aguas que apare cen bajo la faz resplandeciente del Colgado, aprendemos que la verdadera unidad reside en el movimiento. Todo se mueve en el universo, la Tierra alrededor del sol, el sol dentro de la galaxia, las galaxias en cúmulos que giran los unos alrededor de los otros. No hay ningún centro, ningún lugar del cual podamos decir que allí se inició todo, o que allí todo termina. Y sin embargo el centro existe, por todas partes, porque en una danza el danzarín no se mueve alrededor de ningún punto arbitrario del espacio, sino que más bien la danza lleva consigo su propio sentimiento de unidad, focalizado en torno de un centro constantemente pacífico, en movimiento constante. Nada y, al mismo tiem po, todo. Y así regresamos al Loco. Inocencia y vacío, unidos con la sabiduría. Como dijimos al comienzo, de todos los naipes que integran los Arcanos Mayores, sólo en estos dos hay movimiento. La guirnalda oval sugiere el número 0, con todo su simbolismo. Implica además el huevo cósmico, el arquetipo del emerger; todas las cosas existen en estado potencial y todas las potencialidades se realizan. El sí mis
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mo está en todas partes, en todas las cosas. Las cintas que aparecen en la parte superior e inferior de la guirnalda es tán anudadas formando el signo de infinito, indicando que el sí mismo no está encerrado, sino abierto hacia el uni verso. Las cintas son rojas, el color del chakra-raíz en el simbo lismo de la kundalini. La danzarina no ha perdido su ser fí sico, sus raíces en la realidad material y sexual. En cambio, la energía está constantemente fluyendo, transformándose y renovándose. El verde de la guirnalda simboliza el mundo natural, cultivado y no abandonado. El verde es también el color del amor y de la curación, que irradia integridad para todos, hasta para quienes no tienen clara conciencia de ello. El púrpura (el estandarte) es el color de la divinidad, y el azul (el cielo), el de la comunicación. Cuando sabemos que la divinidad no es algo que esté fuera, sino que está dentro de nosotros, entonces nuestra presencia misma comunica esta verdad a quienes nos rodean. Una de las imágenes que constituyen análogos del Mun do es la de Shiva, el Señor de la Danza Cósmica. El también danza con los brazos extendidos, apoyado sobre un pie y con el otro levantado, la cabeza en equilibrio y la expresión calma. El pie derecho de ambas figuras está «plantado» en el mundo físico, en tanto que la pierna izquierda, levantada, simboliza la liberación del alma. Cuando más unidos esta mos a la vida, en ese momento comprendemos que somos libres. El rostro no muestra tristeza ni júbilo; está en paz, li bre. Los brazos están abiertos a toda experiencia. Con frecuencia, a Shiva en actitud danzante se lo repre senta como hermafrodita: una mitad del cuerpo es Shiva, la otra Parvati, su aspecto femenino. El danzarín del Mundo también es hermafrodita, aunque la dualidad de los órga nos sexuales esté oculta por el estandarte, como para decir que la unidad que ellos representan está más allá de nues tro conocimiento. Al hablar de los Enamorados nos referi mos a la difundida creencia en que todos los seres huma nos fueron originariamente hermafroditas. El danzarín ex presa y une todos los aspectos diferentes del ser.
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El mismo sentimiento que nos conduce a una «m em o ria» del hermafroditismo original ha llevado al hombre a dar un paso más y llegar a la imagen de que el universo entero fue una vez un único ser humano. Encontramos esta creen cia entre los gnósticos, en Blake, en las mitologías india y germánica entre otras, y muy detalladamente en la Cábala. Allí, la figura lleva el nombre de «Adán Caedmon», y se dice que es la creación original emanada del incognoscible Dios. A Adán Caedmon — también hermafrodita— se lo describía más bien como pura luz que como un ser físico. Sólo cuan do la figura se descompuso en las partes separadas del uni verso, la luz quedó «aprisionada» en la materia. Es un he cho fascinante que las teorías científicas contemporáneas, en su vertiente cosmogónica, describan el universo, origina riamente, como una partícula única. En el momento en que se descompuso, la partícula era pura luz; sólo más adelante, a medida que los fragmentos se aislaban más y más, una parte de esa energía se condensó en materia, según la fa mosa formulación de Einstein, E =m c2 Los mitos ven en la descomposición del Hombre primi genio un acontecimiento irreversible. Los ocultistas, sin em bargo, creen en la posibilidad de la restauración. Al seguir el proceso bosquejado por los Arcanos Mayores llegamos a unirnos con la vida y nos convertimos en Adán Caedmon y en Shiva-Parvati. Adán Caedmon se relaciona con el Arbol de la Vida y con sus diez sephiroth o puntos de emanación. Hemos vis to ya la conexión entre esta figura y el Tarot mediante los 22 senderos del Arbol de la Vida. Por su postura, el danza rín del Mundo es una representación exacta de la forma más común del Arbol de la Vida. El Arbol se dibuja de la si guiente manera:
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o Dicho en forma muy simplificada, el triángulo superior es el superconsciente, el del medio la conciencia, el inferior el inconsciente, y la punta final, la raíz del Arbol, es la mani festación de todos estos principios en el mundo físico. En el danzarín, el triángulo superior está formado por la coronilla y las puntas de los hombros, el del medio por las manos y los genitales, y el triángulo inferior lo constituyen la pierna cruzada y el pie derecho. Al mismo tiempo, todo es un único cuerpo. Al contemplar al danzarín aprendemos que el inconsciente, la conciencia y el superconsciente no son partes separadas — y ni siquiera etapas separadas— del ser; son todos una y la misma cosa. Pero, ¿qué hay de la dé cima sephirah, la raíz del Árbol? N o la encontramos en el cuerpo, sino en el universo todo, en el maravilloso funda mento básico del ser en el cual nos movemos. Las descripciones y las metáforas, la contemplación in cluso, apenas si pueden aludir a las maravillas encarnadas en el triunfo 21. Cuando la carta aparece en una consulta, estas maravillas se reducen aún más para adaptarse a las si tuaciones ordinarias que son el tema de la mayor parte de las lecturas. La carta significa éxito, logro, satisfacción. En mayor o menor medida, indica una unificación del sentido íntimo del ser de una persona con sus actividades exter nas. Invertido, el triunfo indica estancamiento, el movimiento
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y el crecimiento demorados hasta el punto de detenerse. Aparentemente, al menos. De hecho, la libertad y el arre bato del Mundo existen siempre en forma potencial, en es pera de ser liberados cuando la persona se sienta, una vez más, dispuesta a iniciar la danza de la vida. Tales son los significados adivinatorios del Mundo. Sus verdaderos significados son incognoscibles; son un obje tivo, una esperanza, una intuición. El camino que lleva a esa meta, los pasos y la música de la danza, se hallarán en las imágenes vivientes de los Arcanos Menores.
Rachel Pollack
Los 78 grados de sabiduría del Tarot Arcanos Menores y Lecturas
EDICIONES URANO
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Título original: Seventy-Eight Degrees o f Wisdom. A Book o f Tarot. Parí II: The Minor Arcana and Readings Editor original: The Aquarian Press Limited Traducción: Marta I. Guastavino
Reservados todos los derechos. Queda ri gurosamente prohibida, sin la autoriza ción escrita de los titulares del Copyright, bajos las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedi miento, incluidos la reprografía y el trata miento informático, así como la distribu ción de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
© 1983 by Rachel Pollack © 1987 by ED IC IO N ES URANO, S. A. Aribau, 142, pral. - 08036 Barcelona [email protected]
ISBN: 84-86344-40-9 (obra completa) Depósito legal: B. 24.859-1998 Fotocomposición: Buky Torres -Villarroel, 15 - 08011 Barcelona Impreso por Puresa, S. A. - Girona, 206 - 08203 Sabadell (Barcelona) Impreso en España - Printed in Spain
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1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.
LOS A R C A N O S MENORES Las Varas Las Copas Las Espadas Los Pentáculos LAS LECTURAS Introducción a la adivinación por el Tarot Los tipos de lecturas Cóm o usar las lecturas del Tarot Lo que aprendemos de las lecturas del Tarot
7 27 29 57 85 113 147 149 166 224 246
Para Joan Goldstein, que sabe que las mejores cartas son las que dicen la verdad.
Introducción
El mazo Rider En 1910 la Rider Company, de Londres, publicó un nuevo mazo de Tarot, diseñado por el conocido ocultista Arthur Edward Waite y dibujado por Pamela Colman Smith, una artista menos conocida, pero dotada de lo que se suele lla mar «poderes psíquicos». Aparentemente, el propio Waite no esperaba que las nuevas cartas hallasen mucho público; como todas sus obras, su libro sobre el Tarot se dirige prin cipalmente a personas ya interesadas por la tradición ocul tista. Y sin embargo el mazo Rider — así terminó por ser llamada la baraja— se conoce hoy en el mundo entero, no
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sólo en su versión original, sino en ediciones piratas, en mazos «nuevos» apenas modificados, en varios tamaños diferentes publicados solamente por Rider, en ilustraciones para novelas, libros de psicología, historietas y programas de televisión. La sorprendente popularidad de este Tarot esotérico en particular, con preferencia a centenares de otros mazos, tanto tradicionales como modernos, se deriva en gran parte de un aspecto de los naipes que el propio Waite apenas si parece haber advertido: los dibujos de Pa mela Colman Smith, que revolucionaron los Arcanos M e nores. En la apología que hizo de su mazo, Waite se esforzó por defender ciertos cambios que introdujo en el diseño y en la numeración de las cartas en los Arcanos Mayores. Sin embargo, quienes se acercan por primera vez al Tarot, en su mayoría, al comparar el mazo Rider (figura de la p. 7, centro) con el mazo más tradicional del Tarot de Marsella, por ejemplo (figura de la p. 7, izquierda), tendrán que poner mucha atención para poder observar la mayor parte de tales cambios. Por el contrario, en los Arcanos Menores verán inmediatamente la diferencia. En todos los mazos diseña dos antes del Rider, las cartas que van de los números 1 al 10 de los cuatro palos llevan dibujos geométricos que inclu yen el número correspondiente de espadas, bastos, oros o copas. En esto se parecen a sus descendientes, los habitua les naipes de juego. En la mayor parte de los mazos, estos diseños son simples y repetitivos. Com o una excepción se destaca entre ellos el trabajadísimo mazo Crowley (figura de la p. 7, derecha). El mazo Waite-Smith, sin embargo, lleva una ilustración en cada naipe. Preocupado principalmente por los Arcanos Mayores, más esotéricos, Waite no cayó aparentemente en la cuenta de cómo esta rica diversidad de escenas podía cautivar al espectador común que buscaba tener una experiencia del Tarot. En cierto sentido, la novedad misma de las cartas aumenta su encanto. Allí donde los Arcanos Mayores nos sorprenden al mismo tiempo con la antigüedad y con la complejidad de su simbolismo, los Menores, al no respon
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der a una tradición pictórica, se nos aparecen com o escenas tomadas directamente de la vida o, en algunos casos, de la fantasía. El hecho de que Smith las dibujara en un estilo seudomedieval no parece molestar a la mayoría de las personas, pues la sensación de vivacidad les parece más importante. Casi todos los Arcanos Mayores nos muestran una figura de pie o sentada; sólo el Loco y el Mundo se mueven. Es más, danzan. Pero en los Arcanos Menores, todas las escenas muestran algo que está sucediendo, como si fuera un foto grama tomado de una película. El contraste no es accidental. Los Arcanos Mayores re presentan más bien fuerzas arquetípicas que personas rea les. El Loco y el danzarín del Mundo se mueven porque sólo ellos encarnan plenamente tales principios. Pero los Arcanos Menores muestran aspectos de la vida tal como realmente la vive la gente. En los cuatro palos, y más espe cialmente en las combinaciones que las cartas forman cuan do las disponemos para una consulta, encontramos un pa norama de la experiencia que nos da una penetración cons tantemente renovada de las maravillas de la naturaleza humana y de este mundo mágico. Debido precisamente a que nos muestra la vida corrien te y no un sistema formal, el mazo Rider no interesa a mu chos ocultistas. Mientras que muchas barajas posteriores han copiado, con más o menos variaciones, el mazo Rider, hay otras — incluyendo las que podríamos caracterizar com o «más serias», como el mazo de Crowley o el B O TA (Builders of the Adytum o Constructores del Santuario)— que han vuelto a los antiguos diseños para los Arcanos M e nores. Ello se debe a que a sus creadores el Tarot, ya sea como instrumento o en cuanto fuerza viviente, les intere saba como un sistema de organización y estructuración de prácticas esotéricas. Para ellos, el Tarot constituía un vínculo vital con los sistemas místicos. El más importante de estos vínculos es el que conecta los cuatro palos con los cuatro mundos que describe la Cábala. Los cabalistas consideran que el universo existe en
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cuatro fases, de las cuales la más próxima a nosotros (y la más alejada de la unión directa con Dios) es el mundo ma terial, llamado Assiyah, el «Mundo de la Acción». Para mejor entenderlos, los teósofos medievales describieron cada mundo como encarnado en un Arbol de la Vida, un dia grama de la ley cósmica. Ahora bien, la estructura del Arbol no cambia en los diferentes mundos. Cada árbol contiene diez sephiroth, o arquetipos de la emanación. (En el Diez de Pentáculos se encontrará el diseño más común del Ar bol.) Y aquí, por cierto, interviene el Tarot. Como cada uno de los cuatro palos contiene diez cartas numeradas de uno a diez, podemos colocar las cartas sobre las sephiroth para tener así una ayuda concreta en la meditación. Y como las sephiroth representan fuerzas arquetípicas, la mayor parte de los ocultistas prefieren diseños abstractos para simboli zarlas. Para ellos, una escena en la que se ven personas que hacen algo —tres mujeres bailando o un grupo de mucha chos que pelean— sólo sirve para apartar la atención del simbolismo eterno. Algunos ocultistas van aún más lejos: creen que los dise ños geométricos de las cartas son portadores de un poder psíquico que les es propio, y que, mirando en profundidad esos diseños en sus colores especiales, podemos producir en el cerebro ciertos efectos bien definidos. Muchas personas sin especial inclinación hacia el esoterismo seguirán prefiriendo los antiguos mazos a cualquiera de las interpretaciones modernas, incluso a las geométricas. Para ellas, el sentido de una tradición, con significados que han ido enriqueciéndose durante siglos, lleva consigo un poder que ninguna edición revisada puede igualar. En las lecturas, se remiten a las antiguas fórmulas, y para ellas las escenas detalladas del mazo Rider constituyen una distrac ción. Con frecuencia, los lectores con más poderes psíqui cos se valen de las cartas antiguas, ya que encuentran que el propio carácter abstracto de los naipes numerados les ayuda a activar la facultad clarividente. Sin embargo, para la mayoría de nosotros los diseños repetitivos limitan muchísimo el desarrollo de la intuición
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que puede generarse ya sea exclusivamente en el estudio de las cartas o usándolas en tiradas y consultas. Una vez que hemos memorizado las fórmulas relacionadas con cada naipe, se nos hace difícil ir más allá. En este libro he inten tado crear lo que yo llamo un Tarot «humanista», derivado no solamente de las verdades esotéricas, sino también de las intuiciones de la moderna psicología postjunguiana, para dar así una imagen más completa de quiénes somos, cómo actuamos y cuáles son las fuerzas que nos configuran y nos dirigen. En una visión tal del Tarot, el objetivo no son los significados fijos, sino más bien un método mediante el cual cada persona pueda obtener una mayor penetración en la vida. Por más que el análisis de cada carta provenga en parte de su uso en las lecturas, con los significados que corresponden a la posición normal y a la invertida, lo que tal análisis revelará principalmente es la forma en que esa carta enriquece nuestro conocimiento de la experiencia humana. Com o el mazo Rider presenta escenas tan vividas, las fórmulas o comentarios referentes a cada carta sirven sola mente como puntos de partida. Podemos meditar sobre las propias imágenes y sobre la forma en que se combinan con las otras que las rodean. En cierto sentido, entre estas figu ras y la imaginación (y la experiencia) de cada persona se establece algo así como una sociedad. En todas las lecturas, lo mismo que en cada meditación o reflexión, podemos ver en cada carta una experiencia nueva. Así como las barajas más esotéricas funcionan mejor para las disciplinas ocultis tas, y las más antiguas para decir la buenaventura, el mazo Rider es el indicado para quienes usamos las cartas princi palmente para tomar conciencia de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Las imágenes de Smith ejercen su atractivo sobre la gente por efecto de su acción, equiparable a la de una histo rieta. Nos fascinan a lo largo del tiempo gracias a la realidad de los significados que contienen. Se pregunta uno cómo hizo su trabajo Pamela Smith. Por lo que sabemos, fue creando sus imágenes sin apoyarse en tradición alguna. En
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mi libro sobre los Arcanos Mayores expresé la opinión de que probablemente Waite no especificó estos diseños con la misma claridad con que lo hizo para los naipes Mayores. En su libro no hay referencia alguna a sus orígenes, y tam poco defiende el cambio radical introducido, tal como de fendió los cambios existentes en los Arcanos Mayores. Sus interpretaciones, además, no utilizan de manera importante las nuevas imágenes. Aunque describe brevemente cada una de ellas, sus explicaciones son por lo común fórmulas y frases hechas («deseo, voluntad, determinación, proyecto»), que no difieren sustancialmente de los significados que se les atribuye en los mazos anteriores. Algunos autores han afirmado (aunque yo no he encon trado ninguna prueba de ello en los escritos del propio Waite) que Smith dibujó las figuras como si fueran cuatro libros de historietas, uno para cada palo. La calidad del palo determinaba el carácter del relato, en el cual los naipes que representan figuras cortesanas constituían una familia, y las restantes cartas, numeradas del 1 al 10, eran las cosas que les sucedían. El llamado Tarot marroquí, basado con mucha fidelidad en el mazo Rider, se ajusta a este sistema. Pero esta explicación de las imágenes por la historieta configura una petición de principio. Lo importante sigue siendo la relación de la imagen con el significado. Sospecho que Waite dio a Smith las fórmulas que él quería ver ilustradas y quizá consultó con ella cómo sería la imagen, y que después la condición de artista de Smith pre valeció, operando en ocasiones con el simbolismo superfi cial, en tanto que otras veces su funcionamiento trascendía el nivel de la opción consciente. Las fórmulas de Waite se derivan de diversas fuentes. El propio Waite habla en oca siones de significados contradictorios, com o si hubiera con sultado a diferentes adivinos. Su disposición de las cartas cortesanas también muestra la influencia de la Orden del Alba Dorada, una sociedad secreta de magos-místicos a la cual pertenecieron en su momento tanto Waite y Smith como Crawley y Paul Foster Case, el diseñador del mazo BOTA.
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En muchos casos, naturalmente, las imágenes son muy simples y se relacionan directamente con los significados que debían ilustrar. El Cuatro de Pentáculos, por ejemplo, muestra la imagen de un avaro, de alguien que se «aferra» a la «seguridad de las posesiones». Pero cabe preguntarse si es coincidencia o deliberación que esos cuatro pentáculos cubran la coronilla, el corazón y la garganta, y las plantas de los pies, todo lo cual sugiere interpretaciones más profun das que la simple avaricia. Y en muchos casos, la imagen toca algo que hay dentro de nosotros y que trasciende el significado oficialmente relacionado con ella. Fijémonos en el Seis de Espadas: se supone que es «un viaje por agua». El silencio onírico y la tristeza implícita en la imagen sugieren el mítico viaje de las almas a través del río Estigio. N o es mi intención presentar a Waite como desabrido ni como insensible a las imágenes de su propio mazo. Hay ocasiones en que sus comentarios, especialmente los refe rentes a las figuras, llevan nuestro entendimiento más allá de la simple lista de significados. En el Seis de Espadas ob serva que «la carga es ligera», y esto, unido al comentario de Edén Gray, quien señala que «las espadas no hunden la barca», nos lleva a la contemplación de la imagen de un viaje espiritual o emocional, en el cual cargamos con nues tros recuerdos y pesares. En el Dos de Varas, Waite pro pone dos significados opuestos, y después dice que la ima gen «da una clave» para resolverlos. En otras ocasiones, sin embargo, el significado propuesto contradice a la imagen, como en el Dos de Espadas, donde se nos dice que una poderosa imagen de aislamiento y defensa representa la «amistad». Desde que apareció la baraja Rider, algunos otros dise ñadores de Tarots intentaron incluir una escena en cada carta. Casi todos han rendido tributo a las imágenes de Pa mela Smith, algunos aproximándosele en forma muy estre cha, mientras que otros transformaban imaginativamente las ilustraciones del mazo Rider. N o hay nada que los obli gue a usar esas imágenes, que no están revestidas de la autoridad de una antigua tradición, como los Arcanos Ma
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yores. Su autoridad se deriva de un logro creativo. No se sabe por qué, estas figuras, burdamente dibujadas, torpes, con frecuencia fuera de toda proporción o perspectiva, ba sadas en unas ideas sentimentales de la Edad Media, han guiado a millares de personas a una comprensión nueva, no sólo de las cartas, sino de sí mismas. De un solo trazo, Pamela Smith creó una tradición nueva.
Los cuatro palos Si bien en su presentación de las cartas individuales Waite se apartó de la práctica anterior, en su disposición de los palos y de sus emblemas se mantuvo próximo a los mazos precedentes... con una única excepción. Allí donde los vie jos mazos, remontándose nada menos que hasta el siglo XV y la baraja Visconti-Sforza, usaban Varas (o Bastos), Copas, Espadas y Oros, el mazo Rider sustituyó estos últimos por Pentáculos, es decir, estrellas de cinco puntas encerradas en discos de oro. Waite introdujo este cambio por dos razo nes. La primera, porque quería que su cuarto palo repre sentara el alcance cabal del mundo físico y no simplemente el estrecho materialismo del dinero y los negocios. Y en segundo lugar porque quería que los cuatro palos fueran portadores de los cuatro instrumentos básicos de la magia ritual. En realidad, las dos razones se reducen a una. Waite sabía que los magos usaban esos objetos, en parte, porque simbolizan en forma concreta los diversos aspectos del uni verso físico/espiritual. La asociación de estos cuatro emblemas tanto con la práctica de la magia como con la verdad espiritual subya cente en la vida se remonta por lo menos hasta la Edad Media, época en la que encontramos sus equivalentes en los objetos simbólicos de que son portadoras las doncellas del Graal. El propio Waite conocía estos objetos por su ex periencia en las órdenes mágicas. El mazo Rider también los representa dispuestos sobre la mesa que hay delante del Mago en los Arcanos Mayores.
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En el Tarot, como en la magia, los cuatro emblemas re presentan el mundo mismo y la naturaleza humana, al mis mo tiempo que el acto de la creación (tanto la creación de cosas específicas como la creación continua de la evolu ción). Que ocupen un lugar sobre la mesa del Mago signi fica que éste — o ésta— ha alcanzado el señorío del mundo físico. En un sentido, tal señorío alude a los poderes reales sobre la naturaleza que muchas personas buscan en la ma gia. Quienes usan el Tarot como disciplina esotérica sostie nen a veces que la meditación y el ritual con los Arcanos Menores darán al adepto el control de las fuerzas de la na turaleza. En su novela The Greater Trumps [Los triunfos mayores], basada en el Tarot, Charles Williams lleva esta idea a un extremo dramático cuando el héroe genera un huracán sacudiendo, juntas, todas las cartas asociadas con el viento. En términos psicológicos, el dominio o «señorío» sobre los Arcanos Menores significa haber llegado a com prender, en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea, todas aquellas experiencias y fuerzas que aparecen repre sentadas en las cartas. Un «señor» es una persona que tiene control sobre su vida, que es dueña — o dueño— de sí misma. Un objetivo tal es mucho más difícil de alcanzar de lo que mucha gente podría pensar. Significa saber realmente quiénes somos, tanto en los niveles inconscientes como en los conscientes. Significa saber por qué actuamos como lo hacemos, conocer nuestros verdaderos deseos en vez de las nebulosas ideas que la mayoría de las personas tienen de sus objetivos en la vida. Significa advertir las conexiones entre experiencias cuyo vínculo se nos aparece como mera mente aleatorio. El Tarot puede, por lo menos, ayudarnos a incrementar el entendimiento que tenemos de todas estas cosas. Y el punto a que cada persona llegue depende, entre otras cosas, de la relación que establezca con las cartas. El número cuatro ha figurado en forma muy destacada en los intentos humanos por entender la existencia. Como nuestro cuerpo nos sugiere este número (el frente y la es palda, los lados derecho e izquierdo), tendemos a organizar
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nuestras percepciones del mundo, siempre cambiante, cla sificando las cosas en cuatro. La visión del año com o for mado por cuatro estaciones proviene también de los dos solsticios y de los dos equinoccios. (Las culturas que no tie nen conocimientos astronómicos suelen dividir el año en las dos estaciones básicas, verano e invierno, o también a veces en tres estaciones.) El zodíaco contiene doce constelaciones, tres veces cua tro; por ende, encontramos los signos de la astrología divi didos en cuatro grupos de tres. Un signo «fijo» en cada gru po nos da los cuatro «puntos fuertes» del cielo. Son los cua tro que vemos representados en los Arcanos Mayores, en las cartas del Mundo y de la Rueda de la Fortuna, como las cuatro figuras que aparecen en los cuatro ángulos de los naipes. (La forma misma de las cartas, y para el caso la mayoría de las viviendas occidentales, dan testimonio de nuestra tendencia a lo cuadrilateral. En la antigüedad, los chinos jugaban con naipes circulares.) Las cuatro criaturas simbolizan el zodíaco, pero se derivan de forma más directa de la visión de Ezequiel en el Antiguo Testamento, repetida posteriormente en la Revelación. De los cuatro simbolismos, los dos que se refieren más directamente a los Arcanos Menores son los cuatro elemen tos de la alquimia medieval y las cuatro letras del nombre de Dios en hebreo, el Tetragrámaton. Nuestro moderno concepto de los elementos atómicos se deriva de una idea más temprana (que se originó en la antigua Grecia), según la cual todas las cosas en la naturaleza se han formado a partir de cuatro constituyentes básicos: fuego, agua, aire y tierra. Y no solamente encontramos esta idea en Europa, sino también en culturas tan diversas como las autóctonas de China y de América del Norte. Los elementos cambian en ocasiones; a veces, los números cambian también de cuatro a cinco, agregando el «éter» o Espíritu a los cuatro elementos de la naturaleza (de la misma manera que mui has culturas agregan el «centro» como una quinta direc ción). El concepto básico, sin embargo, sigue siendo el mismo: que todo puede ser reducido a sus partes básicas,
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que el mundo combina esas cualidades fundamentales de infinitas maneras. En la actualidad llevamos mucho más lejos esa idea; reducimos toda la materia a partículas subatómicas (dejan do totalmente de lado la idea de Espíritu, a no ser en ciertas teorías rarificadas de la física contemporánea) y considera mos desdeñosamente los «elem entos» medievales como combinaciones químicas muy complejas. Sin embargo, es tamos muy equivocados si pensamos que el antiguo sis tema ya no puede enseñarnos nada. Pues algo que caracte riza a la antigua visión — y, de hecho, a las visiones de casi todas las culturas previas a la nuestra occidental y moderna— es la no-separación entre teorías y valores de orden físico, espiritual, moral y psicológico. Para nosotros, el significado espiritual del elemento helio, digamos por poner un ejem plo, es mínimo, cuando no simplemente inexistente. Para los pensadores medievales, el elemento Fuego sugería una vasta gama de asociaciones. Evidentemente, sería un error rechazar los grandes logros cognoscitivos de lo que llama mos la ciencia moderna, pero tampoco deberíamos recha zar las intuiciones de épocas anteriores. En el Tarot, los cuatro elementos se presentan como Fuego-Varas (Bastos), Agua-Copas, Aire-Espadas y TierraPentáculos (Oros). Los diferentes autores suelen dar varia ciones de este ordenamiento, de las cuales la más frecuente es intercambiar Varas y Pentáculos, sobre la base de que las varas crecen de la tierra y las monedas se funden sobre el fuego. Debido a las asociaciones más amplias del fuego y de la tierra, yo prefiero mantener el ordenamiento más co mún. El fuego no es simplemente una herramienta del hombre, sino una gran fuerza de la naturaleza, que se mues tra de la manera más poderosa en el sol que hace brotar las varas del suelo. La tierra no sólo representa el suelo, sino que es, tradicionalmente, todo el universo material, del cual los Oros no representan más que una pequeña parte, y los Pentáculos una mucho mayor. Si deseamos ver el mundo en función del número cinco en vez del cuatro, incluyendo el Espíritu como centro, en
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tonces los^ Arcanos Mayores representan el quinto ele mento, el Éter. El hecho de que lo situemos aparte de los cuatro elementos Menores simboliza la intuición de que, de alguna manera, el Espíritu existe en un nivel diferente del nivel del mundo ordinario. Al mismo tiempo, el hecho de que para las lecturas los mezclemos todos nos ayuda a ver que, en realidad, el Espíritu y la totalidad de los elementos de la materia operan constantemente juntos. Trabajar con el Tarot nos ayuda a entender las formas dinámicas en que el Espíritu confiere significado y unidad al mundo material. Un verdadero entendimiento de esta relación, tanto en teo ría como en la práctica, constituye un gran paso en el avan ce hacia ese «señorío» a que antes hicimos referencia. Muchos lectores conocerán la simbología de los cuatro elementos por la astrología, con sus cuatro «triplicidades»: el Fuego (Aries, Leo, Sagitario), el Agua (Cáncer, Escorpio, Piscis), el Aire (Géminis, Libra, Acuario) y la Tierra (Tauro, Virgo, Capricornio). También la psicología junguiana utiliza los cuatro elementos, relacionándolos con maneras básicas de vivenciar el mundo. El Fuego representa la Intuición, el Agua el Sentimiento, el Aire el Pensamiento, y la Tierra la Sensación. En la astrología y en el pensamiento junguiano, los ele mentos representan tipos y características. En el Tarot ve mos estos tipos reflejados en las cartas cortesanas. Los palos, como totalidad, muestran más bien actividades y cualidades de la vida que rasgos de la psicología individual. Dicho de otra manera, que si en una lectura dominan las Varas no diremos que la persona tiene un carácter «fogoso», sino más bien que en ese momento está pasando por muchas experiencias de Fuego. Si estudiamos los cuatro palos por separado, es precisamente para aprender qué es lo que que remos decir al hablar de experiencias de Fuego, Agua, Aire o Tierra. Y en las lecturas los estudiamos juntos para apren der de qué manera la vida abarca y combina, en la realidad, todos los elementos. A manera de breve resumen, las Varas/Fuego represen tan la acción, el movimiento, el optimismo, la aventura, la
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lucha, los negocios — en el sentido de la actividad comercial antes que en el de las mercancías— , los comienzos. Las Copas/Agua representan la reflexión, las experiencias tran quilas, el amor, la amistad, el júbilo, la fantasía, la pasividad. Las Espadas/Aire representan el conflicto, las emociones coléricas o alteradas, la tristeza, pero también la actividad mental, la prudencia, el uso del intelecto para entender la verdad. Los Pentáculos/Tierra representan la naturaleza, el dinero, el trabajo, las actividades rutinarias, las relaciones estables, los negocios en el sentido de las cosas que se hacen y se venden. Además, porque los Pentáculos son signos mágicos, representan lo mágico de la naturaleza y lo mara villoso de la vida ordinaria, lo que no siempre se percibe, pero que con frecuencia está oculto bajo la superficie. Si comparamos el Tarot con otro conocido sistema sim bólico, las Varas y las Espadas representan situaciones «yang» o «activas», en tanto que las Copas y los Pentáculos representan las que son «yin» o «pasivas». También pode mos sustituir, con referencia a los Arcanos Mayores, el yang por el Mago y el yin por la Suma Sacerdotisa. Sea cual fuere la terminología, estas distinciones se aclaran en virtud del simbolismo de las imágenes. Tanto las varas como las espa das se utilizan para golpear; las copas, por otra parte, cum plen su función recibiendo y conteniendo el agua, y a su vez los pentáculos, ya sea en cuanto signos mágicos o en cuan to dinero, pueden influir sobre el mundo sin moverse física mente. De modo similar, el fuego y el aire están en constan te movimiento, mientras que el agua y la tierra tienden más a la inercia. Un poco de reflexión, acompañada de un vistazo a las figuras, nos hará ver cómo estas categorías separadas se mezclan efectivamente en la realidad. Tanto las Varas como los Pentáculos tienen que ver con los negocios, pero tanto las Varas como las Espadas indican conflicto. Copas y Varas tienden a las experiencias felices y positivas, en tanto que Pentáculos y Espadas suelen representar los aspectos más difíciles de la vida. Al mismo tiempo, Copas y Espadas abar can la gama general de las emociones, en tanto que Pen
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táculos y Varas hacen referencia a las actividades más físi cas. Antes que mostrar separaciones rígidas, las cartas tien den a formar combinaciones y a la difuminación de todas las distinciones. En la primera parte expresé que el estudio de las lectu ras del Tarot nos enseña, por encima de todo, que ninguna cualidad es buena ni mala, a no ser dentro del contexto de una situación real. De las lecturas aprendemos también que ninguna situación, cualidad ni característica personal existe en forma aislada, sino solamente en combinación con otras. En una lectura atendemos primero a las cartas individuales en sus posiciones individuales, pero entendemos lo que la lectura nos dice cuando vemos de qué manera las cartas se fusionan para formar un diseño completo. De modo similar, estudiamos individualmente las cartas, pero sólo las enten demos plenamente cuando las vemos en funcionamiento. Los diferentes elementos no sólo representan experien cias diferentes, sino también diferentes maneras de encarar la vida. Una razón para estudiar los palos como totalidad es que así se ven las ventajas y los problemas que plantea cada enfoque. Para cada palo, veremos un «problem a» y un «C a mino hacia el Espíritu». A modo de ejemplo, el problema para las Copas es la pasividad, el Camino hacia el Espíritu es el amor. Por mediación de las diferentes imágenes vemos cómo las experiencias relacionadas con las Copas hacen aflorar estas cualidades. Al disponer las cartas he seguido el ejemplo de Waite, descendiendo desde el Rey hasta el As, en vez del procedi miento contrario. Ya que los reyes (como símbolos tradicio nales antes que como realidad política) tienen la responsa bilidad del mantenimiento de la sociedad, y puesto que el rey da una imagen de madurez, cada uno de los cuatro Reyes simboliza la versión más estable y sociable de su palo. Los Ases, por su parte, significan unidad y perfección. Por lo tanto, los Ases representan los elementos en su forma más pura. El As de Varas representa al Fuego como tal, y todo lo que éste significa, mientras que las otras trece cartas de Varas muestran algún ejemplo específico del Fuego, ya sea
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en una situación (cartas 2-10) o como un tipo de personali dad (las cartas cortesanas). En el mazo Rider vemos cada As sostenido por una mano que sale de una nube. Este símbolo, que se ve también en otros mazos, nos muestra que cada elemento es capaz de conducirnos al misterio espiritual. Nos enseña también que toda experiencia es un don, proveniente de una fuente que no podemos conocer conscientemente, a menos que reali cemos el profundo viaje espiritual que nos mostraron los Arcanos Mayores. Por esta razón he puesto fin a cada palo con el As.
El Tetragrámaton Aparte los cuatro elementos, deberíamos ver también el otro símbolo implícito en los cuatro palos, es decir, el del nom bre de Dios. Encontramos las cuatro letras, Yod-Heh-VauHeh, dispuestas en la Rueda de la Fortuna, la décima carta de los Arcanos Mayores. Con grafía europea, las escribimos YH V H , o en ocasiones IHVH. Dado que la Biblia no da vocales para el nombre, de hecho no podemos pronun ciarlo; por lo tanto, simboliza la naturaleza incognoscible de Dios, la separación esencial entre Dios y el hombre, caracte rística de la religión occidental. Distintos autores han asig nado los nombres de Jehová, Jah o Jahvé a estas letras, pero esto conduce a la confusión. Cuando consultamos los escritos de los cabalistas descubrimos que las letras no for man un «nom bre», en el sentido humano de una etiqueta que representa a una persona, sino que enuncian una fór mula. Y esa fórmula describe el proceso de la creación. El Tetragrámaton y los cuatro elementos no forman en realidad dos sistemas separados, sino que son, de hecho, un símbolo unificado. Cada uno de los elementos pertenece a una letra: Yod-Fuego, Heh-Agua, Vau-Aire, Heh-Tierra,* y * Estos vínculos p ro v ien e n d e la tradición del T arot. A lg u n o s cabalistas usan un ord en ligeram en te diferente.
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cuando aplicamos el nombre de Dios a los elementos esta mos completando el significado de sus diferencias simbó licas. El proceso se desarrolla de la siguiente manera: Yod, o el Fuego, simboliza el comienzo de cualquier empresa, la primera chispa creativa, la energía necesaria para arrancar. En términos míticos, Y od indica que la chispa divina emer ge del Dios incognoscible. En términos psicológicos, repre senta el impulso a empezar algún proyecto específico o una nueva forma de vida. La primera letra Heh — Agua— sim boliza el comienzo real, cuando la chispa es «recibida» den tro de un modelo. Míticamente, esto se refiere al Fuego de Dios que toca las «Aguas de lo profundo», es decir, el caos existente antes de que Dios comenzara a reordenar el uni verso. Psicológicamente, entendemos que nuestros planes y esperanzas serán vagos e informes hasta que la energía del fuego los penetre y nos ponga, efectivamente, a hacer algo. Al mismo tiempo, la energía inquieta de las Varas no puede beneficiarnos a menos que le demos un propósito definido. La tercera letra, Vau, conectada con el Aire, simboliza el desarrollo del plan, el movimiento dirigido y con sentido que hace que todo cobre forma. En su significado sagrado, es el estadio de la creación en que Dios dio al mundo su forma fundamental. El aire representa el intelecto, y psico lógicamente Vau indica el proceso mental de pasar desde un propósito a un verdadero plan que lleve a la realización del proyecto. Finalmente, la segunda letra Heh — Tierra— representa la creación terminada, la cosa misma. En términos religio sos significa la materia, el universo físico, aquello que Dios creó por mediación del proceso de las otras letras. En térmi nos humanos, significa la consumación del objetivo. Tomemos el ejemplo de un poema, que no se puede ini ciar sin un impulso hacia la poesía y sin el deseo de expre sar algo. Al mismo tiempo, un deseo tal no va a ninguna parte a menos que podamos escoger un tema determinado. En cierto sentido, el tema «recibe» el impulso de escribir.
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Aun así, el poema jamás se realizará a menos que trabaje mos sobre él, valiéndonos del intelecto y escribiendo varios borradores para resolver los problemas que plantean las imágenes, el ritmo, etc. Finalmente, el proceso acaba cuando podemos tener ante los ojos el poema terminado y dárselo a leer a otros. Un poco de reflexión nos demostrará que la misma evolución se da respecto de cualquier acción, ya sea construir una casa, fabricar vino o hacer el amor. Es obvio que el último elemento, Tierra, está un tanto aparte de los otros. El matemático y ocultista P. D. Ouspensky ha expresado esta relación en el diagrama siguiente:
Una mirada a las letras hebreas nos ayudará también a entender el simbolismo. Leídas de derecha a izquierda, son:
n i rr
Obsérvese cómo Yod, la letra de Fuego, apenas si tiene forma; se asemeja más bien a un punto, al destello de un primer impulso. Obsérvese también que las dos letras Heh recuerdan vagamente tazas o jarros puestos boca abajo. La primera «recibe» el impulso, la segunda «recibe» la totali dad del proceso, y le da forma física. Finalmente, nótese cómo la tercera letra, Vau, es una extensión de la primera, Yod. El intelecto —Aire— toma la energía del Fuego y le imprime una dirección definida. Al principio puede parecer que el cuarto elemento, T ie rra, puede existir independientemente. Sin embargo, para
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que podamos encontrar algún significado en nuestras pose siones debemos entender los procesos creativos que les dieron el ser. Cuando estudiamos los «problemas» que se relacionan con cada palo, vemos que cada uno se plantea únicamente cuando apartamos el palo de su relación con los otros. O, en otros términos, cuando nos volcamos dema siado hacia una sola dirección en la vida. El problema del materialismo de la Tierra se contrarresta agregándole Copas para darle apreciación emocional. En la sección sobre las lecturas estudiaremos la manera en que se «añade» un palo a otro.
Las cartas Portales Si los Arcanos Menores de la baraja Rider nos sirven princi palmente como un comentario de la vida corriente, no por eso ignoran percepciones más profundas ni nos apartan de ellas. Por el contrario, la tendencia filosófica de los naipes nos lleva siempre en la dirección de las «fuerzas ocultas» que confieren forma y significado a la experiencia ordinaria. Una visión verdaderamente realista del mundo (por oposi ción a la ideología estrechamente materialista a la que por lo común se considera «realismo») habrá de reconocer la energía espiritual siempre presente dentro de las pautas continuamente cambiantes del mundo. Hoy por hoy, gran parte de las principales corrientes científicas están apartán dose de la idea de que fuerzas tales como el electromagne tismo sean estáticas y mecánicas, y encaminándose hacia una imagen que nos las presenta como dinámicas y cons tantemente creativas. El mazo Rider estimula positivamente esta manera de ver, cuya celebración se nos presenta en el Diez de Copas, y la vemos en la forma más directa en los Ases, donde cada elemento está presentado como un don. Pero el mazo Rider hace algo más que enseñarnos esta actitud. Ciertas cartas, si se las toma de la manera correcta, pueden ayudar a producirla. Antes nos referimos ya a la
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creencia ocultista en que la contemplación de ciertos dise ños geométricos tiene efectos sobre el cerebro. De modo similar, la unión meditativa con determinadas cartas de los cuatro palos nos aportará experiencias que van más allá de los significados específicos de los naipes. Son éstas las cartas que yo llamo Portales, debido a la forma en que nos abren una senda que va desde el mundo ordinario al nivel interior de las experiencias arquetípicas. Cada palo posee por lo menos uno de estos naipes, y donde hay más es en los Pentáculos. Todas ellas comparten ciertas características: significados complejos y con frecuencia con tradictorios, y una Extrañeza mítica que ninguna interpreta ción alegórica puede penetrar del todo. Al escoger ciertas cartas para que desempeñen esta función no intento dar a entender que otras no puedan hacerlo, sino solamente que según mi experiencia estas cartas, en particular, actúan de esa manera. En ocasiones, la Extrañeza de un Portal se hallará en la superficie, pero en otros naipes sólo se pone de manifiesto después de haber analizado intelectualmente la carta. Estos últimos casos demuestran algo muy importante, a saber, que las percepciones externas e internas no se oponen entre sí, sino que más bien se refuerzan. La mejor manera de aproximarse a una carta Portal es empezar por el conoci miento de los significados literales y simbólicos del naipe. Cuando los hayamos recorrido hasta donde ellos puedan llevarnos, llegaremos a la senda de la Extrañeza que per mite trascenderlos. El Tarot demuestra muchas cosas, algunas de ellas muy inesperadas. Estas cosas emergen mediante la interpreta ción de las imágenes de sus naipes, nuestra unión con dichas imágenes en la meditación, y también mediante la visión de las combinaciones que se forman en las lecturas. Si se las toma por separado, las cartas de los Arcanos M e nores nos presentan un vasto panorama de las experiencias humanas. Juntas, y en unión con las arquetípicas cartas Mayores, nos conducen a un conocimiento cada vez más amplio de la cambiante maravilla que es la vida.
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LOS ARC ANO S MENORES
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Las Varas
De una manera u otra, los seres humanos hemos tomado virtualmente a la totalidad de la naturaleza como símbolo de la esencia espiritual de la vida. De todos los símbolos naturales, el fuego se destaca como el más poderoso. Ha blamos de la «chispa divina» del alma, de que alguien está «ardiendo de impaciencia» y, cuando una persona está amar gada o desilusionada, decimos que su entusiasmo «se ha apagado». Cuando Dios desterró a Adán y Eva del Jardín del Edén, alejándolos del Arbol de la Vida, instaló en las puertas un querubín con una espada llameante para guar dar la entrada. Con su Caída, los primeros seres humanos se habían alienado del fuego celestial. Cuando los yoguis,
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mediante la meditación y el ejercicio, hacen que se eleve la kundalini, o fuerza espiritual, experimentan este ascenso como un gran calor que sube por la columna vertebral. Y en el mundo entero, los chamanes demuestran su poder espiri tual convirtiéndose en señores del fuego, danzando entre las llamas o llevando brasas ardientes en la boca. El fuego representa la esencia vital de la vida, que anima nuestro cuerpo. Sin él nos convertimos en cadáveres. El famoso fresco de la Creación, de Miguel Angel, nos muestra una chispa que pasa del dedo de Dios al de Adán. Para des cribir los cambios químicos que sufre la comida en el estó mago decimos que el cuerpo «quema combustible». El fuego simboliza la energía misma de la existencia. Porque se eleva, tendiendo constantemente hacia lo alto, el fuego repre senta el optimismo, la confianza, la esperanza. Para dar a los seres humanos un toque de inmortalidad e inmunizarlos ante las amenazas de aniquilación de Zeus, Prometeo dio a los hombres el fuego. Com o los Arcanos Menores se ocupan principalmente de la variante externa de la experiencia, las Varas tienden a enseñar cómo se muestra el fuego interior en la vida ordi naria. Además del conocimiento específico que de él se ob tiene, un estudio de los Arcanos Menores demuestra cómo la experiencia terrenal se deriva de una base espiritual. Las Varas, pues, representan antes que nada el movi miento. Ya sea que pierdan o que ganen, las Varas están en una pugna constante, no tanto a causa de problemas u ob jetivos reales, sino por simple amor al conflicto, a la ocasión de usar toda esa energía. En cuestiones de negocios, las Varas representan el comercio y la competencia; en amor simbolizan el romance, la declaración amorosa, el acto de conquista de un enamorado, antes que la propia emoción amorosa. Las Varas nos inducen a encarar la vida activa mente y con ilusión. Cuando el éxito de las Varas es demasiado, como suce de con el Rey o con la figura del naipe Dos, puede adue ñarse de ellas la melancolía, porque las recompensas del éxito pueden inmovilizarlas. En otros momentos, como con
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el Nueve o el Diez, hacen que el hábito de pelear o de asu mir todos los problemas las ciegue para otras alternativas más pacíficas. Sin embargo, la influencia de las Varas nos muestra sobre todo gente que gana sus batallas. Mediante las Varas en contramos el Camino hacia el Espíritu en el movimiento, la acción, el vivir por el gozo de vivir. Encuentran su expresión más poderosa en el Cuatro, al salir danzando de la ciudad amurallada para celebrar el poder vivificante del Sol. Y sin embargo, con toda esa energía vitalizadora que se expresa en el poder del Sol para extraer, literalmente, la vida de la tierra, el fuego también destruye. Si no se la con trola y se la dirige, esa energía calcina el mundo. Por eso vemos que todas las cartas cortesanas de Varas están, de pie o sentadas, en un desierto. A pesar de su optimismo y de su avidez, las Varas necesitan la influencia suavizante de las Copas, porque sin agua, el sol del verano no aporta más que sequía. De las Copas proviene, pues, un sentido de pro fundidad, así como la capacidad de sentir y no sólo de ac tuar. De las Espadas obtenemos un sentimiento de planifica ción y dirección para toda la energía. De las Espadas pro viene también una conciencia del dolor y del sufrimiento, que equilibra el optimismo de las Varas y su espíritu de con quista. Y de los Pentáculos nos viene un sentimiento de estar arraigados en el mundo real, una capacidad de disfru tar de la vida y no solamente de triunfar sobre ella.
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Figura 1
El Rey Tradicionalmente, en las lecturas, las cartas cortesanas de cada palo representan personas que han de influir sobre la vida del sujeto, pero aunque con frecuencia es realmente así, estos naipes también pueden simbolizar al propio con sultante. Si se las toma aisladamente, es decir, fuera del contexto de lecturas específicas, las dieciséis cartas cortesa nas ofrecen un abanico más amplio de caracteres humanos. Y a sea en una lectura o tomada aisladamente como objeto de estudio, cualquiera de las cartas cortesanas indica una persona que tiene o expresa las cualidades simbolizadas por el naipe. Un Rey (o un Caballero, o un Paje) no significa necesa riamente un hombre, ni una Reina una mujer. Muestran, más bien, las cualidades y actitudes simbolizadas tradicio nalmente por esas figuras. Las funciones sociales específi cas de un rey, de una reina o de un caballero evocan de terminadas experiencias y responsabilidades, que son las que las cartas simbolizan con no menor frecuencia que la edad o el sexo. También debemos evitar la idea de que una carta podría simbolizar a un individuo durante toda la vida, en el sentido
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de que se pueda decir de alguien «Es la Reina de Varas», creyendo que así se resume la vida de la persona. Alguien puede pasar durante un mes por una fase de Reina de Es padas, y al mes siguiente convertirse en un Caballero de Copas, o bien tener simultáneamente ambas vivencias en diferentes aspectos de su vida. Un rey es un gobernante, responsable del bienestar de la sociedad. En el mazo Rider los cuatro Reyes llevan deba jo de la corona lo que Waite llama un cap o f maintenance*. Tradicionalmente, al rey le corresponde la responsabilidad del mantenimiento [maintenance] de su pueblo. Por consi guiente, todos los Reyes representan al mismo tiempo el éxito (porque el rey, finalmente, es supremo) y la responsa bilidad social. El Rey de Varas expresa estas cualidades en los térmi nos que le marca su palo. Indica una persona de mentali dad fuerte, capaz de dominar a otros mediante su fuerza de voluntad. Su poder se deriva de una sólida fe en su propia justicia. Él sabe la verdad; sabe que su método es el mejor, y considera simplemente natural que los demás lo sigan. Al mismo tiempo, muestra la energía de las Varas con trolada y convertida en proyectos útiles o en carreras a largo plazo. La naturaleza aventurera de las Varas puede hacer que un persona así se sienta incómoda en este papel. El Rey se inclina hacia adelante en su trono, como si quisiera levantarse de un salto para correr en busca de experien cias nuevas. Es sincero por naturaleza, ya que no ve razón para men tir ni valor en las mentiras. Es positivo y optimista por la misma razón; la energía de las Varas arde con tanta fuerza en él que no entiende por qué nadie habría de expresar actitudes negativas. Una personalidad tan fuerte puede mostrar tendencia a la intolerancia; es incapaz de entender la debilidad o la de sesperación, porque son cosas de las que él mismo no ha * G o r ro qu e solía usarse c o m o sím b olo d e dign idad oficial o alto rango. (N. d e la T.)
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tenido experiencia. Este lado impaciente del Rey podría de finirse con el lema: «Si yo puedo, tú también.» En cierta ocasión, en una lectura, vi una expresión muy justa de lo que se solía llamar «la brecha generacional»: el Rey de Varas y el Loco, ambos llenos de energía, y sin embargo, uno de ellos es la esencia de la responsabilidad, y el otro la pura imagen del instinto y de la libertad. Dos símbolos dominan la carta: el león, emblema de Leo, y la salamandra, un lagarto legendario del que se creía que vivía en el fuego. Los dos representan lo terrenal y lo espiritual, ya que mientras que Leo indica los rasgos de per sonalidad que pertenecen al Fuego, la salamandra era uno de los símbolos favoritos de los alquimistas. En su mejor aspecto, el Rey es el señor del Fuego creativo. Con su sen tido del compromiso social, lo ha domesticado y puesto a nuestro servicio. Obsérvese que las salamandras que ador nan el manto se muerden la cola. El círculo cerrado significa madurez y completamiento. Compárese esta imagen con la túnica del Caballero, donde la boca de las salamandras no les llega a la cola.
Invertida Cuando invertimos una carta alteramos en algún sentido su significado principal, como si el impacto original se hubiese bloqueado o vuelto a canalizar, o en algunos casos, como si hubiera sido liberado. Algunos comentaristas del Tarot pre fieren hacer caso omiso de los significados invertidos, y es verdad que en la meditación o en la actividad creativa con sideramos generalmente todas las cartas como si estuvieran en posición normal. Pero para las consultas o el estudio, los significados invertidos duplican con creces los significados posibles en el mazo. Al mostrarnos el naipe desde un ángulo diferente, nos dan una comprensión más amplia de lo que éste realmente significa. En una lectura, si una carta cortesana se refiere a una persona específica (por su tipo físico, digamos, más bien que por las cualidades del naipe), al aparecer invertida indica que esa persona está perturbada o bloqueada, o quizá que
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tiene una influencia negativa sobre el sujeto. Por otra parte, si consideramos las cualidades de la carta, cuando está in vertida muestra dichas cualidades alteradas. En posición normal, el Rey nos muestra a alguien pode roso e imponente, que sin embargo suele ser intolerante con las debilidades ajenas. Si está invertida, la carta nos muestra ese fuego natural después de que ha tropezado con obstáculos e inconvenientes que podrían haber asus tado o volcado hacia el cinismo a una persona menos enér gica. Pero como él es el Rey de Varas, no pierde su fuerza sino que la atempera, muestra más comprensión hacia los otros y, al mismo tiempo, se endurece en su actitud hacia la vida, que ya no se le aparece com o una contienda tan fácil. Aquí es muy adecuada la fórmula de Waite: «Bueno pero severo, austero a la vez que tolerante.»
Figura 2
La Reina La Reina representa el yin, es decir, las cualidades recepti vas de cada elemento. Muestra más bien una apreciación de ese elemento que el uso social que el Rey hace de él. Esto no significa que las Reinas indiquen debilidad, ni tam
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poco inacción, sino que el elemento se ha traducido en sen timiento y comprensión. Repitamos que no hay por qué aplicar estas cualidades solamente a las mujeres. Si en una lectura vemos que la Reina identifica a una persona sólo por el tipo físico, enton ces naturalmente la Reina significa una mujer. Pero si de seamos aplicar las cualidades simbólicas a alguien, enton ces cualquiera de las cartas cortesanas puede representar una mujer o un hombre. Y aparte de las lecturas, la Reina de Varas representa una apreciación determinada de la vida. En contraste con la ansiedad y la impaciencia del Rey, la Reina ocupa su trono como si estuviera plantada en él. Su corona está en flor, el vestido es del color del sol. Entre todas las Reinas, ella es la única que está sentada con las piernas separadas, como signo de la energía sexual. Mues tra una apreciación de la vida muy propia del Fuego, cálida y apasionada, muy sólidamente puesta en el mundo. Como el Rey, es sincera y directa; para ella no tienen sentido el engaño ni la mala fe. Más sensible que el Rey, se permite amar la vida y al prójimo, y considera que el control y la dominación no tienen más valor que el cinismo. Un gato negro vigila el trono. En el folklore cristiano, el Diablo dio a una bruja un gato negro para que la salvaguar dara de ataques. Aquí, el significado es menos melodramá tico. A veces, si una persona ama la vida, parece que el mundo le respondiera, protegiéndola de daños y proporcio nándole experiencias jubilosas. No somos capaces de enten der cómo sucede tal cosa sin alcanzar el complejo conoci miento interior del universo que simbolizan las últimas car tas de los Arcanos Mayores. Sin embargo, es algo que puede suceder, y el gato negro nos muestra esta respuesta de la naturaleza a alguien que se aproxima a ella inundado de fogoso júbilo.
Invertida Como sucedía con el Rey, cuando la Reina aparece inver tida muestra la reacción de una persona así ante la contra
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riedad y el dolor. La naturaleza básicamente buena y las actitudes positivas de la Reina, lo mismo que su energía, la vuelven inapreciable en situaciones de crisis o desastre. P o demos ver en ella el tipo de persona que se hace cargo de llevar una casa cuando sus habitantes pasan por un momen to de crisis, y que al mismo tiempo les ofrece consejo, ayuda y apoyo emocional, todo ello como fruto de un impulso natural y no de un sentimiento del deber. Al mismo tiempo, esta naturaleza bondadosa exige que la vida le responda de manera positiva. Demasiados desas tres o una oposición demasiado encarnizada de la vida (y el punto débil de estas personas puede ser la tendencia a con siderar que la vida es «injusta») suelen hacer que aflore una vena peligrosa: la persona puede amargarse, empezar a mentir, ser infiel o ponerse celosa.
Figura 3
El Caballero Los Caballeros traducen la cualidad de cada palo en movi miento. La energía que en el Rey veíamos como un logro, y como conciencia en la Reina, irrumpe aquí en una etapa previa. En los Caballeros vemos las maneras de funcionar
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de cada elemento. Al mismo tiempo, los Caballeros carecen de la seguridad y la estabilidad de los Reyes y las Reinas. Porque el Fuego mismo simboliza el movimiento, el Ca ballero de Varas muestra esta cualidad en forma extrema. Dicho con palabras de algunos comentaristas, es «Fuego de Fuego» o «Fuego exaltado». Representa la ansiedad, la ac ción, el movimiento por el movimiento mismo, la aventura y los viajes. Sin alguna influencia que la ate a la tierra, toda esta excitación puede disiparse mientras el Caballero intenta volar en todas las direcciones a la vez. En conjunción con un sentimiento de finalidad y con la ayuda de alguna in fluencia de Aire en la planificación, el Caballero de Varas puede proporcionar la energía y la confianza en sí mismo necesarias para un logro importante. Obsérvese que las salamandras de su túnica no se muer den la cola, lo que simboliza una acción incompleta, planes que no llegan a cobrar forma. En contraste con el Rey, el Caballero no ha hecho más que iniciar sus aventuras.
Invertida Imaginémonos al joven Caballero. A diferencia del guerrero experimentado, el joven busca el combate a la menor opor tunidad, porque necesita demostrar —y demostrarse— su coraje y su fuerza. Y sin embargo, es fácil desmontarlo de su caballo. Al no haberse puesto aún a prueba, toda esa ansia está teñida de cierta fragilidad. La oposición lo confunde, e incluso es causa de que sus grandes proyectos se desplo men estrepitosamente en torno de él. Como espera que todo caiga ante él, es probable que se encuentre básica mente en desarmonía con las personas o las situaciones que lo rodean. Sus acciones se ven interrumpidas a medida que se encuentra con que su naturaleza básicamente buena no concuerda con las personas y las situaciones. En una lec tura, por lo tanto, el Caballero invertido es símbolo de con fusión, proyectos que se desvían, colapso y desarmonía.
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PAGE .y W ANDS. Figura 4
El Paje Los Pajes representan la cualidad de cada palo en su estado más simple, en el puro disfrute de sí mismo de una manera más leve y más juvenil que la de la madura Reina. Física mente, los Pajes hacen referencia a niños. En relación con los adultos, indican un momento en que una persona expe rimenta algún aspecto de la vida simplemente como tal, sin el condicionamiento de presiones externas. En cuanto son niños, los Pajes suelen simbolizar los comienzos, el estudio, la reflexión, las cualidades de los jóvenes estudiantes. Como las Varas simbolizan el comienzo, el Paje de Varas indica especialmente la iniciación de proyectos, y en parti cular un anuncio, dirigido al mundo y a nosotros mismos, de que estamos preparados para iniciar algo, que puede ser un «proyecto» (lo que puede referirse tanto a una relación como a un plan práctico) o una nueva etapa de la vida. En un nivel más simple, el Paje puede representar un mensa jero, un mensaje o una información. En situaciones em ocio nales, la simple ansia del Paje alude a fidelidad en el amor o en la amistad.
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Invertida Más calmo que el Caballero, al Paje los problemas no lo sacuden tanto, pero sí lo sumen en la confusión y la indeci sión. Su ansia por comenzar tropieza con complejidades, cuando no con una oposición directa que lo deja asustado e incapaz de expresarse. Como sus cualidades básicas son la simplicidad y la fidelidad (obsérvese que muchas de las salamandras de su traje están cerradas, lo que no significa proyectos terminados como en el caso del Rey, sino más bien una simple integridad del ser), cuando está indeciso puede mostrarse inestable y débil. La persona a quien apunte esta carta necesita ya sea alejarse de la complejidad o bien alcanzar la madurez suficiente para enfrentarse con ella. La indecisión continuada no puede conducir más que a un mayor debilitamiento de la resolución y de la confianza en sí mismo.
Figura 5
El Diez Al estar tan relacionadas con el movimiento y la acción, las Varas suscitan problemas. Constantemente en conflicto, lle gan a atraer enemigos y dificultades. Esto proviene en parte
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de la falta de propósito y de plan, pero también del placer secreto que las Varas obtienen de cualquier contienda. El Diez nos muestra, superficialmente, la imagen de una persona cargada y oprimida por la vida, y especialmente por la responsabilidad. La avidez propia de las Varas la ha llevado a complicarse en tantas situaciones que ahora, pa radójicamente, esa misma energía está aplastada por los compromisos y los problemas. El hombre quiere ser libre de viajar, de buscar la aventura y compromisos nuevos, pero en cambio se encuentra, como el joven universitario de un barrio periférico, atrapado en una red de responsabilidades interminables —financieras, familiares, laborales— que él mismo se ha creado. Y no es que lo haya planeado; todo eso creció en torno de él. Vemos aquí el gran problema de las Varas. La energía del Fuego actúa sin pensar, aborda problemas nuevos sim plemente porque éstos la estimulan. Pero esas situaciones y responsabilidades no desaparecen cuando la persona se aburre de ellas y quiere pasar a algo nuevo. Se mantienen, y son capaces de anegar el fuego que pareció conquistarlas. En las situaciones emocionales, la carta nos muestra a la persona que carga con todo el peso de una relación. H om bre o mujer, y sean cuales fueren los problemas, los conflic tos y la insatisfacción, es ella quien intenta suavizarlos. Con la espalda inclinada, se esfuerza por mantener en marcha la relación, en tanto que probablemente, la(s) otra(s) persona(s) ni reconoce(n) siquiera lo que está pasando. Tanto en las situaciones prácticas como en las em ocio nales, la persona ha asumido sobre sí la carga. Es ella — o él— quien ha creado la situación, y es necesario que se dé cuenta de que todavía son posibles otras formas de abor darla. En situaciones así, es probable que las cargas no sean del todo reales, o por lo menos que se las pueda evitar; de hecho, pueden servir como excusa para no hacer nada real mente constructivo, como podría ser apartarse de una si tuación negativa.
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Invertida Com o muchas cartas, ésta tiene más de un significado posi ble, especialmente cuando está invertida. En una lectura es posible determinar parcialmente el significado más apro piado (aunque a veces puede ser válido más de uno, como en el caso de una opción) por mediación de las otras cartas, y en parte también mediante una intuición que sólo puede desarrollarse con la práctica. En el estudio, esta diversidad de significados demuestra el hecho de que una situación puede cambiar de múltiples maneras. En el caso más simple, el Diez de Varas invertido indica que las cargas se han incrementado en número y en peso, hasta tal punto que pueden aplastar, ya sea física o em ocio nalmente, a la persona. Al mismo tiempo, el naipe puede significar que la persona se ha liberado de las cargas (quizá porque se le habían hecho excesivas para soportarlas). A partir de aquí, la situación vuelve a ramificarse. El o la con sultante, ¿arroja los palos porque se ha dado cuenta de que puede usar para mejor fin la energía? ¿O solamente se re bela contra las responsabilidades, sin hacer en realidad nada constructivo? Una mujer a quien una vez le hice una lectura describió la situación como cuestión de tirar los palos hacia adelante o hacia atrás. Si los tiramos hacia atrás, intentamos seguir una dirección nueva; tirarlos hacia adelante, en cam bio, significa que volverem os a recogerlos y seguiremos avanzando penosamente por el mismo camino.
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Figura 6
El Nueve Los Nueves enseñan la forma en que cada palo encara los problemas y los compromisos que éstos exigen. El Fuego implica gran fuerza, poder físico y un estado de alerta men tal. Emocionalmente, sin embargo, esta predilección por la pelea puede atrapar a las Varas en pautas conflictivas. En el Nueve volvemos a ver la imagen de alguien que se ha en frentado con mucha oposición de los otros y de la vida; pero en vez de aceptarla, se ha defendido. El hecho de pe lear ha desarrollado sus fuerzas, y por eso el naipe nos muestra un hombre musculoso y de mirada atenta. Las V a ras que hay detrás de él pueden representar los recursos con que cuenta en la vida, o también los problemas que le acechan. Sea como fuere, él está listo para la próxima pelea. Obsérvese, sin embargo, la rigidez de la postura, el hom bro contraído y levantado. Obsérvese también la venda que le rodea la cabeza, indicando una herida psíquica. El com batiente no es una persona completa. Ya sea por necesidad o por hábito, ha excluido toda conciencia de una vida más allá del conflicto, y ahora no busca otra cosa que la próxima pelea, mientras sus ojos ven únicamente al enemigo, a veces incluso después de que el enemigo se ha rendido.
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Invertida Nuevamente, alternativas. En primer lugar, la defensa falla. Los obstáculos y los problemas crecen demasiado para que él, con su fuerza, pueda mantenerlos a raya. Existe, sin em bargo, otro significado: ir en busca de un enfoque diferente. No debemos dar por sentado que la carta nos aconseja siempre que abandonemos la lucha. Abandonar la actitud defensiva significa correr un gran riesgo, porque, ¿qué su cede si los problemas que hemos mantenido a distancia durante tanto tiempo se precipitan sobre nosotros? El con texto lo es todo, y en ocasiones el contexto exige esos hom bros poderosos y esos ojos penetrantes. Y sin embargo, ob sérvese cuánta energía desperdicia la persona en el simple hecho de mantenerse tensa y dispuesta para el combate. En consultas específicas, las verdaderas implicaciones de este naipe sólo pueden aclararse viendo cómo se combina con las otras cartas.
Figura 7
El Ocho El fuego implica rapidez y movimiento. Y aunque en oca siones este movimiento carezca de dirección, aquí vemos la
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imagen de un viaje que toca a su fin, o de cosas que se com pletan. Cuando el Fuego encuentra su objetivo, los proyec tos y las situaciones llegan a un final satisfactorio. Las Varas han llegado a tierra. Por consiguiente, la imagen de esta carta implica la adición de Pentáculos como fundamento de la energía de las Varas. Con disposición romántica, Waite las llama «flechas de amor». Podemos verlo especialmente con un significado de acción que se emprende en un contexto amoroso o de se ducción, o de declaraciones formuladas y aceptadas.
Invertida Si está dada vuelta, la imagen pasa a ser de continuidad, de una situación en que nada finaliza, especialmente cuando se desea un final. Una situación o actitud que simplemente se mantiene sin que se aviste conclusión alguna. Si no se puede evitar una situación así, entonces es bueno recono cerla y aceptarla, en vez de permitir que nos cause frustra ción o decepción. Por otra parte, hay ocasiones en que no sotros mismos podemos producir esa calidad «d e estar en el aire», esperando que una situación siga sin resolverse. Una de las posiciones más importantes en una lectura es la que se llama «Esperanzas y Temores»; con mucha frecuencia, resulta ser una profecía que se autorrealiza. Las flechas de amor, cuando están invertidas, se con vierten en flechas de discusión y de celos. Los celos pueden provenir de la incertidumbre y de la confusión, tanto en nuestros sentimientos como en los de la otra persona.
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Figura 8
El Siete Como el Nueve, ésta es una carta de conflicto, pero aquí vemos la batalla como tal, y el efecto es estimulante. Con la fuerza y el carácter positivo que les son propios, las Varas esperan ganar, y generalmente ganan. Por obra del con flicto activo, la figura representada en este naipe se alza, por encima de cualquier depresión, en el aire claro y embriaga dor. En cierto sentido, esta carta muestra un antecedente del Nueve. Nos ponemos a la defensiva y nos compromete mos a pelear gracias a una experiencia anterior victoriosa, de estar en la cima. Mientras la pelea continúa, disfrutamos de ella. Quienes están bajo la influencia de las Varas necesi tan saber que están vivos, precisan esa descarga de adrena lina que les muestre que el Fuego sigue circulando en sus venas. Sólo más tarde llega a aislarlos el hábito constante de la batalla.
Invertida Tal como lo sugiere la imagen, la persona está usando la excitación del conflicto para superar la incertidumbre y la depresión. La carta invertida indica estar sumido en la an siedad, la indecisión, la confusión. En la posición normal,
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expresaba no tanto que el sujeto tuviera el control de su vida como que conseguía «mantenerse a flote» sobre ella. En la posición invertida, ya no puede seguir postergando las contradicciones. Por encima de todo, la carta previene contra la indecisión, y sugiere que, si la persona puede dar a la acción un rumbo definido, la natural confianza en sí mismo de las Varas volverá a superar las ansiedades y los problemas externos.
Figura 9
El Seis A medida que van descendiendo hasta el As, las Varas se fortalecen. El acento se desplaza de los problemas a la ale gría, de la actitud defensiva al optimismo, hasta que con el As llegamos a unificarnos con el Fuego dador de vida. El Seis señala un punto de inflexión. En el sistema del Alba Dorada, la carta lleva el nombre de «Victoria», y en ella vemos realmente un desfile de victoria, en que el héroe, coronado de laureles, va rodeado por sus seguidores. Sin embargo, no ha llegado todavía a su destino. (Esto es, natu ralmente, una ficción; lo mismo podría estar regresando a casa. En este punto sigo a Waite.) Está dando por sentada la
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victoria. El optimismo produce, precisamente, el éxito que espera y desea. Con frecuencia, aunque no siempre por cierto, se re quiere solamente una auténtica fe en nosotros mismos para encontrar la energía necesaria para realizar lo que quere mos. Es más, es esa fe lo que ha de inspirar a nuestros se guidores. El Seis (de cualquier palo) tiene que ver con la comunicación y los dones. Aquí, las Varas otorgan a la gen te que las rodea la fe que el Fuego tiene en la vida.
Invertida El verdadero optimismo crea la victoria. El falso optimismo, que encubre nuestras dudas con la fanfarronería o el autoengaño, conduce al miedo y a la debilidad. La actitud que muestra la carta cuando está en posición normal no puede ser fingida, porque cuando el optimismo no funciona se convierte en su opuesto: en derrotismo, en la sensación de que los enemigos nos abrumarán, o de que la vida — o una persona determinada— habrá de traicionarnos de alguna manera. Esta actitud se convierte con demasiada frecuencia en una profecía que se autorrealiza, porque la sospecha puede inducir a la traición.
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Figura 10
El Cinco Nuevamente aparece el conflicto, pero más leve. Es parte de la naturaleza de las Varas ver la vida como una batalla, pero en su mejor sentido la batalla se convierte en una pugna emocionante, que se busca ansiosamente. Los Cin cos, en general, muestran alguna dificultad o pérdida, pero el elemento Fuego convierte los problemas en competicio nes, viéndolas como una manera que tiene la gente de co municarse con la sociedad, y también entre sí. Los jóvenes pelean, pero no para hacerse daño. Como niños que juga sen a los caballeros, golpean unos con otros sus palos sin pegar realmente a nadie. No tienen la intención de destruir, sino sólo de competir por el puro gozo de la acción.
Invertida En posición normal, la incitante competición lleva implícito un sentimiento de las reglas y del juego limpio, porque sin acuerdos conocidos se vuelve imposible hacer de la pugna un juego. Invertido, el naipe indica que se abandonan las reglas, que de hecho la batalla ha asumido un carácter más grave y peligroso. El sentimiento del juego se convierte en amargura o desilusión en la medida en que los participan
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tes tratan efectivamente de hacerse daño unos a otros. La actitud del Fuego, especialmente cuando no se ve fortale cida por la comprensión y la prudencia de las Espadas, exi ge que la vida responda positivamente y que no muestre su aspecto más cruel. El Cinco de Varas invertido vuelve a traer a la memoria aquello de «el fuego se ha extinguido».
(a)
Figura 11
(b)
El Cuatro El número cuatro, con su imagen de la plaza, implica estan camiento o solidez. Sin embargo, la irreprimible energía de las Varas no necesita vallas protectoras como, por ejemplo, los Pentáculos. Es una energía que no se dejará contener, y por eso vemos a la gente marchando extáticamente hacia la más simple de las estructuras, confiando en que el sol disi pará con su ardor cualquier nube perturbadora. La carta representa un ambiente doméstico rebosante con el opti mismo, la exaltación y el regocijo del Fuego. Lo mismo que en el Seis, vemos que hay gente que sigue a los danzarines, pero a diferencia de lo que pasaba en aquel naipe, donde los soldados seguían al líder carismático, aquí la gente va transportada por el júbilo.
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Salen de una ciudad amurallada en busca de la enra mada abierta, o dicho de otra manera, su espíritu y su co raje los llevan de una actitud defensiva a otra de apertura. Podemos contraponer esta imagen a la de la Torre (figura 11b). Las dos figuras del Arcano Mayor están vestidas de manera muy similar (incluso en lo que se refiere a las túni cas azul y roja) a las dos que aparecen en el Cuatro de Varas. En sus significados menos esotéricos, la Torre mues tra la explosión que resulta cuando la gente deja que una situación represiva o desdichada se mantenga hasta alcan zar un nivel intolerable. En el Cuatro de Varas, el optimismo y el amor a la libertad llevan al pueblo, unido, a salir de su ciudad amurallada antes de que ésta se les convierta en una prisión como la Torre.
Invertida Waite dice que esta carta no cambia aunque esté al revés. El júbilo es tan poderoso que no se lo puede bloquear. Pero igualmente podríamos añadir que el Cuatro invertido segu ramente indica, como el Sol en los Arcanos Mayores, que la felicidad en el ambiente no es tan obvia. Com o sucede con la familia del Diez de Pentáculos, es probable que las perso nas que este naipe simboliza necesiten aprender a apreciar lo que tienen. Existe otra posibilidad: que la felicidad en el medio que rodea a la persona sea fuerte, pero no ortodoxa, por lo menos en relación con las actitudes y expectativas de otras personas.
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M
Figura 12
El Tres El número tres, en cuanto une en una nueva realidad al uno y al dos (como la Emperatriz en los Arcanos Mayores), in dica combinaciones y logros. En cada palo, muestra el ele mento que le es propio en su madurez. Con las Varas, esto significa realización. La figura se nos muestra fuerte, pero calma, no amenazada. Los jóvenes competidores del Cinco han alcanzado el éxito, especialmente en los negocios, la carrera, etc., aunque la carta implica también madurez em o cional. El ansia de las Varas no desaparece, pero aquí el personaje envía sus naves a explorar nuevos territorios mientras él se queda atrás. En contraste con el Caballero, la imagen hace pensar en mantener una base sólida en lo que ya hemos realizado, mientras seguimos abriendo en noso tros mismos territorios e intereses nuevos. A veces, en una lectura, esto puede significar el mantenimiento de un com promiso básico con las relaciones existentes, sin por eso dejar de buscar nuevos amigos o amantes. Algunas cartas del Tarot adquieren significados especia les que solamente son válidos para situaciones específicas. A una persona perturbada por el pasado o que está aún en pugna con él, el Tres de Varas puede indicarle que llegará a
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hacer las paces con sus recuerdos, que son com o barcos que atraviesan un ancho río para después salir al mar. El sol poniente, símbolo de satisfacción, ilumina el río — que sim boliza la vida emocional de una persona— con una cálida luz dorada. En el Tres de Varas vemos la primera de las cartas Por tales (el palo de Varas, con su énfasis puesto en la acción, contiene menos de estas cartas «intimistas» que cualquiera de los otros). Metafísicamente, el mar siempre ha suscitado en los seres humanos la sensación de la vastedad y del mis terio del universo, mientras que los ríos simbolizan la expe riencia del ego al disolverse en ese inmenso Mar. Los bar cos representan aquella parte de nosotros que se aventura en la experiencia profunda, en tanto que el hombre expresa la importancia de haber echado raíces en la realidad ordi naria antes de intentar ningún tipo de viaje metafísico. Esta explicación esquemática no nos da más que una débil som bra intelectual de los verdaderos significados del naipe. Un significado que aflora en la experiencia de unirnos con la imagen hasta que las naves nos lleven a los ámbitos desco nocidos del sí mismo, del ser interior. Significativamente, es la adición del Agua y la Tierra — en la forma del mar y de la roca— lo que encamina las imágenes hacia el máximo po tencial del Fuego. Pero, pese a ello, la cualidad especial de este Portal — la de la exploración de lo desconocido— per tenece al Fuego.
Invertida Varios significados reflejan la compleja naturaleza de la car ta en posición invertida. Por una parte, puede aludir al fra caso de cualquier «exploración» o proyecto (ya sea práctico o emocional), debido a «tormentas», esto es, a problemas mayores de lo que habíamos previsto o esperado. Pero ade más puede significar llegar a interesarnos en nuestro medio después de un período de distanciamiento y reflexión, pues la imagen en posición normal transmite cierta sensación de aislamiento. Finalmente, puede indicar que a uno le pertur ban los recuerdos.
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Figura 13
El Dos Nuevamente una carta de éxito, en mayor medida aún que el Tres, ya que aquí un hombre está de pie en un castillo y tiene el mundo en sus manos. Sin embargo, la carta no es portadora de la misma satisfacción que el Tres. El hombre está aburrido; sus logros no le han servido más que para aprisionarlo (una situación muy desagradable para el Fuego), y el mundo que sostiene es muy pequeño. Waite compara ese abatimiento con el de Alejandro, de quien se decía que lloró después de haber conquistado el mundo conocido, porque entonces ya no se le ocurría qué más hacer con su vida (su muerte, acaecida poco después, dio indudable mente más pábulo a esta leyenda). El comentario de Waite sugiere que, una vez que la ba talla está ganada, el amor al combate y al desafío, caracte rístico de las Varas, puede dejarlo a uno sin ninguna satis facción real por lo efectivamente logrado. Es obvia la com paración con el Cuatro (lo mismo que con el Diez), en don de varias personas danzan, juntas, al salir de una ciudad amurallada. Aquí, una persona está sola, encerrada por la muralla de su propio éxito.
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Invertida Aqu í encontramos una de las mejores formulaciones de Waite: «Sorpresa, maravilla, encantamiento, turbación y miedo.» Todos estos términos describen a alguien que de un salto se precipita directamente en la experiencia nueva. Cuando dejamos atrás las situaciones seguras y los éxitos pasados para adentrarnos en lo desconocido, liberamos tanta emoción y energía que no podemos evitar ni la mara villa ni el encantamiento ni tampoco el miedo que a ambos acompaña. El naipe habla muy especialmente a las perso nas que han vivido durante largo tiempo en alguna situa ción desagradable o insatisfactoria, y que finalmente deci den hacer un cambio en forma imprevista.
Figura 14
El As Un don de fuerza, de poder, de gran energía sexual, de amor a la vida. Las hojas brotan con tal abundancia que se desprenden, convirtiéndose en Yod, la primera letra del nombre de Dios. La presencia de letras Y od en todos los Ases, salvo el de Pentáculos, indica que recibimos estas im portantes experiencias como un don de la vida. N o pode
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mos causarlas ni producirlas por medios normales; nos lle gan como manos que salieran de las nubes. Sólo llegando a los supremos estados de conciencia que nos muestran las últimas cartas de los Arcanos Mayores podemos entender las fuentes de esas irrupciones de energía elemental, pero en las situaciones ordinarias basta con que sepamos experi mentarlas y apreciarlas. En los inicios de una situación, ninguna carta podría se ñalar mejor comienzo. El As da disposición favorable y fuer za. Al mismo tiempo, es una carta que enseña humildad, porque nos recuerda que en última instancia no hemos he cho nada, moralmente, para merecer el optimismo y la so breabundancia de energía que a veces nos permiten supe rar a los demás.
Invertida Un As invertido implica en cierto modo el fracaso de esa experiencia primaria. Esto puede significar simplemente que la situación se vuelve en contra de nosotros o bien, espe cialmente con las Varas y las Espadas, que se nos hace im posible aferramos a esa fuerza y usarla de manera benéfica. Por consiguiente, el As de Varas invertido puede significar el caos, cosas que se desmoronan, ya sea porque simple mente todo ha salido así o porque nosotros lo hemos echa do a perder con demasiada energía mal dirigida. Esto puede suceder en un nivel práctico, por exceso de actividad, por comenzar demasiadas cosas nuevas sin consolidar los lo gros pasados; en el emocional, por haberse confiado excesi vamente en la amistad o simplemente por ser despótico; o, finalmente, en el sexual, por la negativa a dominar un ape tito sexual demasiado fogoso. Waite incluyó una lectura mucho más suave para el As de Varas invertido: «Alegría que se nubla.» Entonces, este naipe se vuelve como el Cuatro o el Sol; la maravilla y la felicidad existen aun cuando nosotros no podamos, o no queramos, verlas ante nosotros.
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Las Copas
Si el Fuego simboliza la fuerza espiritual que da vida al uni verso, el Agua significa el amor que permite al alma recibir esa fuerza. El sol hace que la semilla salga del suelo, pero solamente cuando antes el agua la ha ablandado y alimen tado. El Fuego representa la acción, el Agua la ausencia de forma o la pasividad. El Agua no es símbolo de debilidad; más bien representa el ser interior, y ese lento adveni miento a la vida de la semilla. En situaciones extremas, fue go y agua son enemigos naturales; una riada extinguirá un incendio, mientras que una llama puesta debajo de un reci piente convertirá en vapor la sustancia, de suyo informe, del agua. Al mismo tiempo, la vida no puede existir ni crecer sin
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una generosa mezcla de estos dos primitivos opuestos. Esta paradoja llevó a los alquimistas y a otros estudiosos a describir la transformación — que no es simplemente un cambio, sino una evolución súbita de un estado fragmenta rio a uno integrado— como una unificación del Fuego y el Agua, que se muestra en la imagen del hermafrodita (en la sociedad tradicional, con su identificación estricta del sexo y del papel sexual, ¿qué símbolo de los opuestos podía haber, más poderoso que el hombre y la mujer?) y, más sim bólicamente, en la estrella de seis puntas. En esta antigua imagen (muy anterior a su uso moderno como emblema del judaismo), el triángulo de Fuego, que apunta hacia arriba, se une al triángulo de Agua, en equilibrio sobre el vértice, para formar una imagen de la vida que se extiende en todas direcciones a partir de un centro unificado. Com o el agua en un rio cambia constantemente, y sin embargo el río mantiene siempre su carácter básico, los ríos simbolizan el ser verdadero que se mantiene constante por debajo de todos los cambios externos en la vida de una per sona. Así, en tanto que el Fuego simboliza lo que hacemos, el Agua representa lo que somos. Todos los ríos van a dar a la mar. Por más que nuestro ego insista en nuestra separación del resto de los vivientes, nuestros instintos — el lado de Agua que todos tenemos— nos recuerdan nuestra armonía con el universo. La cultura occidental ha puesto el acento en la idea del individuo como algo único y separado del mundo. El Tarot no niega el ca rácter peculiar del individuo — más bien insiste en él, subra yando estrictamente la intransferibilidad de las lecturas— , pero describe en cambio al individuo como una combina ción de elementos (una carta astrológica, con sus doce sig nos y sus doce casas, nos enseña la misma lección). Y uno de esos elementos sigue siendo la conexión básica de la persona con el resto de la vida. El palo de Copas muestra una experiencia íntima que fluye en vez de definir, que se abre en vez de restringir. Las Copas representan el amor y la imaginación, el júbilo y la paz, un sentimiento de armonía y de maravilla. Nos mues
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tran que el amor es la Vía hacia el Espíritu; tanto el amor que damos a los demás como el que recibimos de ellos, y de la vida misma en sus momentos más felices. En las ocasiones en que la vida exige acción, ya sea emocional o física, las Copas representan el problema de la pasividad. Todos los intentos de hacer algo, o de resolver algún problema complicado, se disuelven en la vaguedad y la apatía, o se quedan en sueños vacíos. Las Varas confie ren energía a las Copas, las Espadas definen y orientan esa energía emocional, ayudándole a entender las cosas (aun que una tormenta de Aire agitará la disposición pacífica del Agua), mientras que los Pentáculos vuelven a llevar las fan tasías al nivel de los proyectos reales.
Figura 15
El Rey Com o el Rey de Varas, el de Copas representa a su palo en lo que tiene de responsabilidad social, realización y madu rez. Y, como sucedía con el Rey de Fuego, tampoco para éste su posición de «mantenedor de la sociedad» es una prenda que le caiga muy cómoda. Las Copas simbolizan la imaginación creativa, y para alcanzar el éxito, el personaje
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ha tenido que disciplinarse hasta el punto de llegar a supri mir sus sueños. El pez, símbolo de la creatividad, le cuelga del cuello, pero no es más que un ornamento artificial. El Rey ha orientado sus poderes creativos en busca de logros socialmente responsables. Waite lo describe como un hom bre «de negocios, de derecho, de religión». En cierto sen tido, el Rey ha vencido a su palo; pero el agua necesita fluir, no estar confinada. Detrás de su trono, un pez vivo se eleva de un salto entre las olas, señalando que la imaginación creativa se mantiene viva aun cuando la hayamos relegado al último rincón. De modo similar, su trono flota sobre el mar vivien te, y sin embargo, el Rey no toca el agua (compárese con la Reina, figura 16), lo que indica que su éxito se deriva en última instancia de la creatividad, por más que él haya con figurado su vida de tal manera que lo separe de su propia imaginación, juguetona y poética. En su alcance extremo, la imagen hace pensar en alguien que ha embalsado sus emociones y su imaginación. Mues tra también, con más moderación, a una persona que ex presa esas cualidades, pero no hace de ellas el centro de su vida. La responsabilidad está antes que la expresión de sí mismo. El Rey no está mirando su copa; la sostiene de la misma manera que sostiene el cetro, símbolo de su poder. Algunos comentaristas ven en este Rey a una persona de emociones perturbadas, incluso colérica y violenta, que habitualmente suprime estos sentimientos hasta el punto de no tener con ciencia de ellos, y que mantiene siempre un exterior calmo. Esta interpretación proviene de la idea de que los reyes representan el Aire y, consiguientemente, el Rey de Copas es Aire de Agua, las emociones perturbadas del Aire cubier tas por la influencia benigna del Agua. En algunos contextos, especialmente artísticos, el Rey asume un significado muy diferente. Com o es el líder de su palo, es capaz de simbolizar el éxito, el logro, la maestría y la madurez en el trabajo artístico.
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Invertida Más complejo, y probablemente más perturbado que el Rey de Varas, el Rey de Copas invertido tiende a la deshonesti dad. Cuando está en posición normal, usa su creatividad para su trabajo; invertido, orienta sus talentos al vicio o a la corrupción. Los estafadores también se valen de la creativi dad para progresar en su carrera, pero no diríamos de ellos que son «responsables». La carta puesta del revés puede significar que las em o ciones violentas del Aire emergen de su calma exterior, de bido quizás a la presión de los acontecimientos externos. Visto desde un ángulo romántico, el Rey de Copas inver tido puede apuntar a un amante — en ocasiones una mujer, pero con más frecuencia un hombre— deshonesto y d o minante. Finalmente, en relación con las artes el naipe invertido puede sugerir que el logro de un artista ha resultado ser insignificante, o que una persona no ha madurado todavía y no tiene tras de sí una obra significativa. En una lectura, este significado final se destacaría enérgicamente si la carta apareciera en relación con ciertos Pentáculos invertidos, tales como el Ocho o el Tres.
Figura 16
La Reina La de mayor éxito y la más equilibrada de las Copas, y en ciertos sentidos de todos los Arcanos Menores, la Reina es casi una versión mundana del danzarín del Mundo. Situada entre la responsabilidad exterior del Rey y la pasividad del Caballero, muestra la posibilidad de fundir la imaginación y la acción, la creatividad y la utilidad social. Su trono, deco rado con sirenas en forma de querubes, se apoya en tierra, lo que indica su conexión con el mundo exterior y con las otras personas, una relación más real que la del Rey. Al mismo tiempo, el agua fluye sobre sus pies y se confunde con su vestido, lo que significa la unidad del sí mismo con la emoción y la imaginación. El agua sugiere también fuerzas inconscientes — las pautas espirituales subyacentes que nos muestran los Arcanos Mayores— que alimentan la vida consciente. La unidad del agua, la tierra y la Reina implica que no alimentamos a la imaginación dándole total libertad de vagabundear a su antojo, sino más bien encauzándola hacia una actividad valiosa, una idea que la mayoría de los artistas suscribirían, y que vuelve a aparecer con más fuerza en el Nueve de Pentáculos, emblema de las disciplinas creativas.
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Waite describe la copa que la Reina tiene en la mano como creada por ella misma. Es (independientemente de lo que podamos pensar de su estilo) la más elaborada de todas las Copas, y simboliza el logro obtenido mediante el uso de la imaginación. Obsérvese que tiene forma de igle sia. Hasta la edad moderna (y todavía hoy, en las culturas más arcaicas), todas las formas del arte expresaban y glorifi caban la experiencia espiritual. La Reina mira con fija inten sidad la copa, mostrando el poder de la voluntad que dirige y modela la fuerza creativa, sin suprimirla. Al mismo tiem po, su mirada sugiere que la persona creativa deriva su ins piración para la actividad futura de sus logros pasados. Compárese la fiereza de su mirada con el aire soñoliento del Caballero o con las nebulosas fantasías del Siete. El poder de la voluntad por sí solo no llegará a unir la imaginación y la acción. Unicamente el amor puede dar sig nificado a las acciones de la Reina y realizar sus objetivos. Estos objetivos no son simplemente creativos en el sentido extricto del arte, sino en el otro, más amplio, de hacer algo íntegro y vivo a partir de las oportunidades y de los elemen tos que nos da la vida. Y pueden incluir metas emocionales, especialmente la familia, porque si el Rey simboliza la socie dad, la Reina — tanto para los hombres como para las mu jeres— simboliza la familia. Lo que es más importante es que en ella se unen con ciencia y sentimiento. Sabe lo que quiere y dará los pasos necesarios para conseguirlo. Y sin embargo, actúa siempre teniendo en cuenta el amor. Waite habla de «inteligencia amante y de ahí el don de la visión», palabras que sugieren que una visión tan jubilosa de la vida sólo puede llegarnos como un don, pero el amor puede abrirnos a la recepción de ese don y permitirnos re conocer su existencia. Con la inteligencia unida al amor devolvemos el regalo, adueñándonos de la visión para hacer con ella algo real y perdurable.
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Invertida En posición invertida, la Reina de Copas rompe esa unidad de visión y acción. Vemos a una persona poderosa y con ambiciones, que sin embargo es peligrosa porque no se puede confiar en ella. El amor se ha perdido, y con él el compromiso con valores más elevados que el propio éxito. Si la persona se aparta un poco más del equilibrio, puede llegar a la deshonestidad, e incluso a la depravación, por que sus fuerzas creativas están lanzadas fuera de control.
(a)
Figuro 17
(b)
El Caballero En cuanto figura menos desarrollada que la Reina o el Rey, el Caballero no ha aprendido a dirigir su imaginación hacia el mundo. Por lo tanto, los sueños dominan esta carta, con sus imágenes de una montura lenta y un jinete perdido en las seducciones de su copa, símbolo de la imaginación. Al mismo tiempo, la fuerza creativa es menos poderosa aquí que en cualquiera de las otras cartas cortesanas de Copas. Sólo un estrecho río fluye a través de una tierra reseca. El Caballero no ha aprendido que la verdadera imaginación sr nutre de la acción antes que de la fantasía. Con esto
quiero decir que si no hacemos nada con ellos, nuestros sueños seguirán siendo vagos y careciendo de relación con el resto de nuestra vida. Algo más podemos señalar en relación con la ensoña ción del Caballero, si nos preguntamos de qué se alimenta. ¿De principios interiores, como en el arte basado en mitos o arquetipos, o de complacencia en sí mismo, como sucede con el soñar despierto y con el arte escapista, ya sea en el cine o en la literatura? El poeta inglés Samuel Taylor Coleridge distinguía entre «imaginación» y «fantasía». Ambas apartan la mente de la experiencia y de las percepciones ordinarias. Sin embargo, mientras que la primera se deriva de una percepción de la verdad espiritual subyacente y con duce a ella, la segunda no produce más que caprichos que pueden interesar y excitar, pero que en última instancia ca recen de auténtico significado. Provienen del ego, más que del inconsciente. De su copa (compárese con la del Paje, figura 18) no se asoma nada. Tampoco el personaje le ha dado la forma de algo más grande de lo que era, como ha hecho la Reina. Un Caballero es una figura comprometida con la acción. El Agua, por otra parte, simboliza la pasividad. El simbolismo — Fuego de Agua en el sistema del Alba Dorada— indica que los ele mentos no están reconciliados. Al negar este compromiso básico con el mundo, el Caballero no permite que su imagi nación produzca nada. Porque es un Caballero, el mundo exterior de la acción y del sexo puede atraerle incluso mientras él va en pos de sus pensamientos y fantasías. Su pasividad puede, en oca siones, ser una pose, casi exagerada con el propósito de negar las tentaciones y los deseos que perturban su paz. Desde el punto de vista del amor, el Caballero puede repre sentar un enamorado o enamorada que no quiere compro meterse, que es quizás atractivo, pero al mismo tiempo pa sivo, retraído o narcisista. Estas duras imágenes del Caballero se refieren todas a sus conflictos. Al mismo tiempo, el yelmo y los pies tienen alas, el caballo es brioso en su lentitud. Y el Caballero se
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parece a la Muerte (figura 17b), símbolo de transformación. Si no se ve tironeado por la responsabilidad o el deseo, si va en pos de una visión auténtica en vez de tratar de eludir los compromisos externos, entonces el Caballero puede pene trar muy profundamente dentro de sí mismo, convirtiendo la energía que le es propia en una exploración de su propio mundo interior.
Invertida De diversas maneras vemos que el Caballero reacciona fren te a las exigencias en aumento del mundo que lo rodea. Ello puede significar simplemente que se anima a la acción, o bien que sigue sus deseos más físicos. También puede aludir a que una persona pasiva se ve empujada a la acción o a un compromiso, y que eso no le agrada. Aun sin resis tirse exteriormente, la persona puede rechazar esas exigen cias. El resultado puede ser una muralla que se alza entre el Caballero y las personas que le están haciendo asumir sus responsabilidades. Esta actitud puede dar como resultado una tendencia hipócrita o manipuladora y, en ocasiones, mentiras y jugarretas.
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Figura 18
El Paje Al ser más joven de espíritu, como un niño, el Paje no sufre el mismo conflicto con la responsabilidad ni con el deseo sensual. Indica un estado o un momento en el cual la con templación y la fantasía son muy adecuadas para una per sona. No hay exigencias externas que perturben la tranqui lidad de su contemplación. Como resultado, el pez de la imaginación lo mira desde el interior de su copa. Y él, entre tenido, lo mira a su vez sin la necesidad que tenía el Caba llero de penetrar tan profundamente dentro de sí mismo. Aquí, la imaginación es su propia justificación. El pez puede simbolizar también sensibilidad y poderes psíquicos. Y como los Pajes tienen cierta condición estu diantil, el de Copas puede señalar a alguien en quien están desarrollándose estos poderes, ya sea mediante un pro grama de estudio y meditación o porque esos talentos están apareciendo por sí solos, pero de manera pacífica.
Invertida En la posición normal hemos visto a una persona que de jaba burbujear ante sí su imaginación. Com o el personaje no hace nada con ellas, sus fantasías no le traen problemas.
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Pero si intenta actuar en función de ellas, pueden condu cirle al error. Invertida, por tanto, la carta significa seguir nuestras inclinaciones, actuar sin pensar o permitir que nuestros deseos inmediatos nos seduzcan, especialmente si van en contra de nuestro sentido común. Vemos el Paje invertido cada vez que compramos algo que no necesita mos y que, en realidad, ni siquiera queremos; lo vemos cuando hacemos promesas que no podemos cumplir o asu mimos compromisos que en realidad no significan nada. En otras situaciones, si el Paje se refiere a una evolución psíquica o a verdaderas visiones, cuando aparece invertido nos muestra a una persona perturbada por ese tipo de vi siones. Es probable que mucha gente, en nuestro mundo racionalizado, se asuste ante el surgimiento súbito de talen tos psíquicos — aun cuando hayan sido deliberadamente buscados mediante un entrenamiento— . El Paje invertido refleja ese miedo y nos recuerda que debemos calmarnos y mirar tranquilamente el pez que se asoma de la copa que somos nosotros mismos. En relación con Pentáculos, el naipe indica la necesidad de que el consultante se afirme en la realidad exterior para que no se vea arrastrado por sus fantasías o visiones.
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Figura 19
El Diez Por ser el número más alto, el Diez significa en su plenitud la cualidad del palo. En las Varas veíamos un exceso de car gas; en las Copas encontramos el júbilo y la maravilla de la vida que se extienden a través del cielo. El Santo Graal, sím bolo del amor y de la gracia de Dios, constituye la base de este naipe, que nos muestra cómo el amor, la imaginación y la alegría llegan a nosotros como dones. La Biblia nos dice que Dios hizo el arco iris com o una promesa de que el mundo no volvería jamás a sufrir una inundación de des trucción. Pero el arco iris es además portador de otra pro mesa todavía más positiva: que la vida nos da felicidad y no sólo una ausencia de dolor. El hombre y la mujer que muestra la figura entienden de estas cosas. Abrazados, miran hacia arriba mientras cele bran el arco iris. Pero los niños danzan sin mirar hacia arriba: simbolizan la inocencia, que toma la felicidad como la condición natural de la vida. Los niños esperan la felici dad, pero no la dilapidan. Al mostrar una familia, la carta se refiere principalmente a la felicidad doméstica, pero puede indicar cualquier situación que provoque un brote de júbilo. Se refiere en especial al reconocimiento de las cualidades
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valiosas de una situación. Este significado se relaciona es pecialmente con las lecturas en que el Diez de Copas apa rece en contraste con el Diez de Pentáculos.
Invertida Hay aquí dos variantes básicas. Primero, toda la emoción se vuelve contra sí misma. Alguna situación muy cargada, por lo común de orden romántico o doméstico, se ha descami nado y produce sentimientos violentos, de cólera o engaño. En la práctica, el Diez invertido puede significar simple mente que una persona no reconoce o no aprecia la felici dad que la vida le ofrece.
Figura 2 0
El Nueve Del regocijo profundo pasamos a los placeres más simples de las festividades y el contentamiento físico. Como ya vimos antes, los Nueves representan los compromisos que hace mos con la vida. Las Varas mostraban una defensa fuerte; las Copas, más benignas, muestran la actitud de evitar la preocupación y los problemas, concentrándose en los pla ceres ordinarios. A veces la gente reacciona con antago
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nismo ante esta carta, quizá porque desea verse a sí misma más allá de la superficialidad. En ocasiones, especialmente después de haber pasado por problemas o por un período prolongado de trabajo duro, nada puede venirnos mejor que simplemente pasarlo bien.
Invertida Por una vez, el significado de la carta invertida representa una mayor toma de conciencia o, para decirlo con la fór mula de Waite, «verdad, lealtad, libertad». En relación con lo que significa la carta en posición normal, estas palabras implican un rechazo de los valores superficiales, pero se refieren también a situaciones muy enmarañadas u opresi vas, en las que, siguiendo empeñosamente el hilo de la ver dad, o manteniéndonos leales a nosotros mismos — o a los demás, o a un propósito— , podemos alcanzar la victoria y la liberación.
(a)
Figura 21
(b)
El Ocho La naturaleza apacible de las Copas tiende a adormecer nos, apartándonos de lo que tenemos que hacer. El Ocho
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comienza (o termina) una serie de cinco cartas que se ocu pan del problema que tiene el Agua con la acción. En esta carta vemos a alguien que da la espalda a una doble hilera de Copas, todas de pie, que simbolizan una situación que no sólo ha sido fuente de felicidad, sino que sigue siéndolo efectivamente. En contraste con el Cinco, todas las Copas están en pie; ninguna ha sido volcada. Y sin embargo, la persona sabe que ha llegado el momento de irse. La ima gen sugiere uno de los verdaderos usos del instinto del Agua: la capacidad de percibir cuándo algo se ha termi nado, cuándo es el momento de irnos, sin esperar a que todo se seque o se desmorone a nuestro alrededor. Vemos que la persona va trepando una colina, hacia un terreno más elevado; ello implica pasar de una situación menos significativa a otra que lo es más. Obsérvese la seme janza de la persona con el Ermitaño (figura 21b). Para lle gar a alcanzar las alturas de la sabiduría del Ermitaño, debe mos empezar por dejar a nuestras espaldas las cosas ordi narias de la vida. El Ermitaño nos recuerda que la imagen de la tierra no significa necesariamente acción o compromiso en el sen tido ordinario, sino que puede sugerir casi lo opuesto: es decir, un retraimiento de la actividad externa para buscar una mayor conciencia de sí mismo. Al principio, parece que la escena tuviera lugar de noche; pero cuando miramos mejor, vemos que en realidad representa un eclipse, en que la luna pasa a través del sol. Una fase de la luna, esto es, un período de percepción interior, ha prevalecido sobre la acti vidad dirigida desde afuera. Al unir la imaginería lunar a una escena de movimiento, la carta nos enseña que cultivar un sentimiento más profundo de sí mismo es también una acción. Recuérdese que el Ermitaño, al invertir la polaridad sexual de la Suma Sacerdotisa (véase el libro sobre los Arca nos Mayores), combina la acción y la intuición en un pro grama preciso de conocimiento de sí. Y a sea que interpretemos la figura en el sentido de que se aleja del mundo o de que se acerca a la acción, la carta simboliza el abandono de una situación estable. En su nivel
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más profundo, esta carta actúa como un Portal, similar en ciertos sentidos al Tres de Varas. Ambas elaboran la imagen de un viaje hacia lo desconocido, pero mientras que la carta de Fuego es atraída hacia el Agua, la carta de Agua es atraída hacia el Aire. El Tres de Varas descompone el ego y libera el espíritu de investigación, mientras que el Ocho de Copas avanza desde la vaguedad del Agua hacia el conoci miento específico de los principios abstractos, simbolizado por el ascenso a la montaña del Ermitaño.
Invertida En ocasiones, el Ocho invertido indica simplemente la ne gación de la imagen básica de la carta: una negativa a aban donar alguna situación, una determinación a aferramos aun cuando en lo profundo de nosotros mismos sepamos que hemos recibido todo lo que podíamos recibir de ella. Tal descripción caracteriza a muchas relaciones. Generalmente, sin embargo, la carta invertida mantiene su cualidad de percepción y de respuesta correcta. Significa que el momento de partir no ha llegado, que la situación seguirá brindándonos júbilo y teniendo sentido. Una última posibilidad: la timidez, el abandonar una si tuación porque a la persona le falta valor para proseguir en ella y sacarle todo el partido posible. Mucha gente hace de esta actitud una pauta en su vida; inician relaciones, traba jos, proyectos, etc., y después huyen de ellos, ya sea cuando surgen dificultades o cuando llega el momento de un com promiso auténtico.
Figura 2 2
El Siete Con el Siete, el problema de las Copas aparece en su forma más directa. La emoción y la imaginación pueden producir visiones maravillosas; pero sin un fundamento, tanto en la acción como en las realidades externas de la vida, esas imá genes fantásticas no pasan de ser ensoñaciones, «fantasías» sin valor ni significado auténtico. Obsérvese que las visiones abarcan la gama completa de las fantasías, desde la riqueza (las joyas) a los laureles de la victoria, pasando por el miedo (el dragón), la aventura (el castillo) e incluso los arquetipos de la mitología: un rostro divino, una misteriosa figura ra diante y una serpiente, símbolo universal de la sabiduría psíquica. Es un error pensar que las ensoñaciones no tienen sentido a causa de su contenido; por el contrario, es fre cuente que surjan de necesidades e imágenes arquetípicas profundas. Carecen de significado porque no se relacionan con nada exterior a ellas mismas.
Invertida Esta carta, invertida, significa una determinación a hacer algo con los sueños. No significa rechazar las fantasías, sino más bien hacer algo con ellas.
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2t
Figura 2 3
El Seis En cuanto cartas de emoción benévola y de sueños, las Copas significan dulces recuerdos. Hay veces en que esos recuerdos representan verdaderamente el pasado; otras, es probable que idealicemos el pasado y lo veamos a través de un velo de seguridad y felicidad. El emblema de esta se gunda actitud es la infancia, representada como una época segura, en la cual los padres, o los hermanos y hermanas mayores, nos protegían y nos daban todo lo que necesitá bamos. A veces, una actitud así puede producir un senti miento de cálida seguridad que ayuda a la gente a enfrentar sus problemas actuales. En este sentido, la carta muestra cómo el pasado (el enano) hace una ofrenda de recuerdos al futuro, simbolizado por la niña. Otras veces, sin embargo, una fijación en el pasado puede impedir que una persona enfrente sus problemas actuales. El pasado puede distraer del presente tanto como las fantasías pueden distraer del futuro. El Seis tiene otros significados, además del recuerdo. Tanto éste como los de los otros palos muestran relaciones basadas en dar y recibir. Aquí vemos la imagen de un maes tro o protector que da prudencia y seguridad a alguien que
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podría ser un miembro de la familia, un estudiante o un amigo.
Invertida Como el Siete, el Seis invertido indica un movimiento hacia la acción. Específicamente, alude a mirar más bien hacia el futuro que hacia el pasado. Las dos cartas invertidas son muy similares; la diferencia es que el Seis muestra una acti tud, en tanto que el Siete indica pasos que se dan efectiva mente. En otras ocasiones, según cuál sea el significado en posi ción normal, el Seis invertido indica recuerdos perturbados (compárese con el Tres de Varas invertido), o un senti miento de alienación frente al pasado. También puede mostrar el colapso de una relación basada en que una de las personas proteja o enseñe a la(s) otra(s).
Figura 24
El Cinco Los Cincos hacen referencia a la pugna, y en ocasiones al dolor. Con las Varas veíamos la aventura de la competición; las Copas nos enseñan la reacción emocional ante la pér
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dida. La imagen representa sufrimiento, pero también acep tación. Tres copas yacen derramadas, pero dos permane cen en pie, aun cuando por el momento la figura se concen tre sobre las otras tres. En las lecturas he visto con frecuen cia que esta carta se vincula ya sea con el Tres de Copas en cuanto felicidad o esperanza que ha fracasado, o si no, con el Tres de Espadas; las dos copas que siguen en pie han sido referidas con frecuencia al Dos de Copas, es decir, el apoyo recibido de un amante o un amigo. La mujer (o el hombre; el carácter andrógino de la figura indica que el dolor unifica los sexos) está de pie, rígida, en vuelta en un manto negro, el color del duelo. Necesita acep tar que alguna felicidad se ha desvanecido de pronto, que un golpe la ha derramado. Todavía no puede darse cuenta de que algo queda, porque primero tiene que entender y aceptar la pérdida. Se pregunta uno si no ha volcado ella misma las copas, ya sea por temeridad o porque eran hasta tal punto parte de su vida que ya no las percibía. En el sen tido de toma de conciencia, la carta se relaciona con la Jus ticia, emblema de la verdad y de la aceptación de la respon sabilidad. En la postura y la vestimenta, recuerda al Ermi taño, que se envuelve en la capa de la sabiduría para que lo sostenga en su empresa de mirar dentro de sí en busca de una visión de su vida, la visión que aceptará en la Justicia. El río representa el fluir del dolor, pero el puente simbo liza la conciencia y la determinación. Conduce del pasado (la pérdida) al futuro (el nuevo comienzo). Cuando haya aceptado su pérdida, la figura podrá volverse, recoger las dos copas restantes y atravesar el puente en dirección a la casa, símbolo de estabilidad y continuidad. Con su profunda evocación de la nostalgia y el dolor, la carta constituye otro Portal, que nos aporta ese sentimiento de pérdida y separación espiritual que en el mundo entero ha dado origen a los mitos de una caída o un exilio del Paraíso.
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Invertida El significado básico de la carta puede cambiar de tres ma neras distintas cuando aparece invertida. Primero, puede significar que no se acepta la pérdida, y como consecuencia de ello, implica falsos proyectos o errores. Segundo, puede indicar apoyo proveniente de otros, amistad, ocupaciones e intereses nuevos después de algún acontecimiento triste o inquietante. Y finalmente, puede acentuar la conciencia de lo que sigue siendo importante y permanente frente al d o lor. En este sentido, la mujer se vuelve de las tres copas a las dos. Aquí las dos copas simbolizan la base sólida de la vida de una persona; se mantienen en pie porque no son tan fáciles de derribar. Y la conciencia de ello indica que las tres copas caídas simbolizan algo menos importante de lo que pudo parecer inicialmente, en el momento de su destruc ción.
Figura 25
El Cuatro En ocasiones, la pasividad de las Copas puede conducir a la apatía. Lo que podemos llamar la «imaginación negativa» nos hace verlo todo aburrido o sin valor. No parece que
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haya nada por lo cual valga la pena levantarse, nada que valga la pena hacer, nada digno de ser examinado. Las tres copas simbolizan la experiencia pasada de la persona. Aburrido por lo que la vida le ha dado, el joven no reconoce las oportunidades nuevas que le ofrece la cuarta copa. El parecido entre esa copa y el As hace pensar que las nuevas posibilidades pueden conducir a la felicidad y la satisfacción. La carta apunta a veces a la apatía resultante de un ambiente opaco y nada estimulante.
Invertida También aquí la inversión del naipe nos saca de nosotros mismos, nos despierta para el mundo y sus posibilidades. Se nos ofrecen cosas, relaciones e ideas nuevas. Y, lo que es más importante, la carta invertida muestra entusiasmo y el aprovechamiento de oportunidades.
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Figura 2 6
El Tres El Tres muestra una apreciación del significado y del valor del palo. Debido a que el Graal está en la base del palo, el Tres de Copas indica júbilo, celebración y, sobre todo, com
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partir la maravilla de la vida. Como si hubiéramos pasado la crisis de la acción, las tres cartas finales en su totalidad, de acuerdo con sus números, rebosan felicidad. Aquí vemos a las mujeres celebrando, como en una cosecha. O bien ha terminado una crisis, o el trabajo ha producido buenos re sultados. Las tres mujeres están de tal manera entrelazadas que se hace difícil decir de quién es cada brazo. Tanto en los buenos momentos como en los malos, la carta muestra un compartir la experiencia.
Invertida También aquí se presentan varios significados. Antes que nada, la carta en esta posición puede mostrar la pérdida de algo que daba felicidad. Con mucha frecuencia indica que lo esperado no se ha producido. Puede significar también el fracaso de una amistad y la desilusión de descubrir que los amigos no nos han apoyado cuando los necesitábamos, o la dispersión de un grupo de amigos. Otro significado muestra una corrupción del original. En vez de una celebración compartida de los gozos de la vida, encontramos lo que Waite, curiosamente, llama «exceso en el goce físico y en los placeres de los sentidos». Es obvio que con ello quería decir que se ignoraban los valores más profundos. Vale la pena observar, sin embargo, que a la mayoría de las personas esta frase, especialmente en cuan to predicción, no les parece en modo alguno displacentera.
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Figura 2 7
El Dos En muchos sentidos, esta carta actúa com o una versión menor de los Enamorados. En tanto que el triunfo enseña el gran poder de las relaciones sexuales maduras, el Arcano Menor pone el acento en el comienzo de una relación. El Dos puede mostrar en las lecturas una unión o una amistad que se prolonga, quizás en un nivel más ligero que el de los Enamorados. Sin embargo, en el estudio, y muy común mente en la práctica, el naipe significa promesa de amistad, comienzo de una relación amorosa.
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En el triunfo vemos el Ángel, símbolo de la superconciencia. En el Dos de Copas vemos el león alado por en cima del caduceo de Hermes, símbolo de curación y sabidu ría. En ambos casos, la carta muestra cómo dos personas, al unir sus distintas cualidades y capacidades por mediación del amor, producen en sus vidas algo que trasciende lo que cualquiera de las dos habría logrado sola. El león simboliza la sexualidad, las alas el Espíritu. El amor engrandece el sig nificado del impulso sexual que nos acerca a él. En el libro sobre los Arcanos Mayores vimos cómo la carta de los Enamorados puede servir como un diagrama de la unificación del sí mismo. De una manera similar pode mos entender el Dos de Copas. En tanto que el hombre simboliza la acción y el movimiento, la mujer simboliza la emoción, la sensibilidad y una apreciación de la experien cia. Al unir estas dos cualidades, damos valor a nuestra vida. Obsérvese la semejanza del hombre con el Loco. En una lectura en que salieron juntas ambas cartas, la consultante era una artista que quería saber qué dirección debía seguir su obra. Le preocupaba especialmente investigar si su arte provenía de un auténtico centro en su vida, o si era un mero ejercicio intelectual. Ahora bien, otros naipes indicaban que la consultante había alcanzado un nivel de dominio técnico de lo que venía haciendo, en tanto que el Loco, como resul tado, la mostraba dando el salto a un territorio nuevo. Pero el Dos de Copas mostró que encontraría el éxito si vincu laba sus indagaciones y su capacidad técnica con el funda mento espiritual simbolizado por la mujer.
Invertida De diferentes maneras, la carta invertida muestra el desmo ronamiento de los ideales que simboliza cuando está en posición normal. Puede aludir a una relación amorosa o de amistad que de alguna manera se ha agriado, especial mente debido a celos y pérdida de confianza. Puede signifi car, simplemente, el final de una relación. Según cuáles sean las cartas que la rodean, el Dos de Copas puede refe
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rirse a una relación que se encuentra en peligro debido a presiones internas o externas. Otra posibilidad es un encaprichamiento en el que las personas fingen, para los otros y para sí mismas, que la relación amorosa tiene más impor tancia de la que en realidad alcanza. En una vena similar, la carta invertida puede apuntar a personas que actúan como si estuvieran viviendo una auténtica relación amorosa, aun que en realidad, para una de ellas — o para las dos— , no tiene importancia. Si consideramos que la carta significa el sí mismo, en tonces al salir invertida indica una escisión entre lo que ha cemos y lo que sentimos, entre la acción y la emoción.
Figura 2 8
El As A partir de las emociones conflictivas del Rey, y pasando por diversos grados de equilibrio entre celebración y pasivi dad, llegamos finalmente al As, emblema del amor que apuntala la vida. El As de Copas tiene el significado inme diato de una época de felicidad y amor, un don de júbilo. De la misma manera que el fuego hace el mundo, el amor le confiere valor.
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La imagen de Smith, con la paloma y la hostia, muestra específicamente el Santo Graal, del que se decía que conte nía la presencia física del Espíritu Santo tal como opera en el mundo. En las versiones más sutiles de la leyenda del rey Arturo, no era realmente la caballería — esto es, una estruc tura moral— lo que mantenía unido el glorioso reino de Arturo, sino más bien la presencia secreta del Santo Graal oculto en la tierra. Cuando el Graal desapareció (porque los caballeros de Arturo no supieron acercársele con un talante espiritual), el reino se desintegró. La alegoría nos cuenta que el mundo funciona principalmente no por sus leyes, su orden moral y sus estructuras sociales, sino más bien por la base espiritual que da significado a todas estas cosas y las protege de la corrupción. Cuando consideramos la existen cia como algo que está destinado a ser conquistado (la for ma en que los caballeros de Arturo fueron en pos del Graal), no alcanzamos más que el caos. Las Copas — el Agua— simbolizan la receptividad. Al amor, y en última instancia a la vida, no se lo puede atrapar, sino solamente aceptarlo.
Invertida El As invertido siempre trae perturbación. Aquí vemos infe licidad, violencia, destrucción; es decir, las condiciones mis mas representadas en la leyenda del rey Arturo cuando el Graal abandonó el reino. La carta invertida puede indicar simplemente que los tiempos se han vuelto contra nosotros y que no nos queda más que aceptar que la vida trae tanto problemas como júbilo. La carta puesta del revés puede indicar también que nosotros mismos ocasionamos nuestra desdicha al no reconocer lo que nos ofrece la vida, o bien al reaccionar violentamente cuando lo que necesitamos es calma.
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Las Espadas
En muchos sentidos, las Espadas son el palo más difícil. El objeto mismo, un arma, significa dolor, cólera, destrucción, y la imagen que pintan las Espadas es principalmente la de estas experiencias. Y sin embargo, una espada también puede simbolizar cortar con ilusiones vanas y problemas complicados. Galahad, el caballero que alcanzó el Santo Graal, no podía empezar su búsqueda espiritual mientras no hubiera recibido su espada mágica de manos de Merlín, el guía del reino. De modo similar, tampoco podemos em pezar nuestra propia indagación del valor y el significado de la vida mientras no hayamos aprendido a reconocer y aceptar la verdad, por más dolorosa que sea.
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Las Espadas pertenecen al elemento de Aire, el viento, al que se considera con frecuencia el más próximo al Eter o Espíritu. La palabra «espíritu» se relaciona directamente con la palabra «aliento», y en hebreo la misma palabra quie re decir «espíritu» y «viento». Así com o el aire está en cons tante movimiento, la mente no descansa jamás, se retuerce y gira, a veces con violencia, otras con calma, pero siempre en movimiento. Cualquiera que haya intentado meditar sa brá la persistencia con que se mueve la mente. Relacionado con las Espadas está el problema de «p en sar sin fundamento», o lo que podríamos llamar «com plejo de Hamlet». La mente ve tantos aspectos en una situación, tantas posibilidades, que se le hace imposible entenderla, y más aún actuar en ella. Dado que nuestra cultura ha insis tido siempre sobre la racionalidad, muchas personas ven hoy el pensamiento, en general, como la causa de todos los problemas de la vida. Con sólo que pudiéramos dejar de pensar, nos dicen, todo funcionaría perfectamente. Pero aun si eso fuese posible, nos advierte el Tarot, no nos bene ficiaría en absoluto. No superamos el problema de un ele mento proscribiéndolo o reemplazándolo por otra cosa, sino más bien combinándolo con otros elementos. El hecho es que cuanto más confundidos estamos más necesidad tene mos de nuestra mente, porque ninguna otra cosa puede distinguir la verdad. Sin embargo, necesitamos también combinar el Aire con el Agua, es decir, la emoción con la receptividad. Precisamos combinarlo con el Éter, con el Es píritu: con los valores profundos arraigados en la verdad espiritual/psicológica, que vemos encarnados en los Arca nos Mayores. Entonces el problema del Aire se transforma en el Camino, la sabiduría. El problema más obvio que nos muestran las Espadas es el del sufrimiento, el dolor, la cólera: el lado tormentoso del Aire. Son cosas que no podemos superar ignorándolas, pero podemos añadir a las Espadas el optimismo de las Varas, y usar los Pentáculos para evadirnos de nuestras emociones mediante un compromiso con el trabajo, la naturaleza y el mundo exterior.
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Figura 2 9
El Rey En cuanto sostén de la estructura social, el Rey representa la autoridad, el poder y el juicio. Se adueña de la energía mental del Aire y la usa para sostener y gobernar el mundo con la agudeza de su mente y la fuerza de su personalidad. Su corona es amarilla, del color de la energía mental, en tanto que el manto es púrpura, el color de la sabiduría. El tocado que le cubre la cabeza, una especie de caperuza, es rojo, el color de la acción. El intelecto del Rey no existe por sí solo, sino más bien por lo que puede hacer, en cuanto
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instrumento de autoridad. De modo similar, su espada — a diferencia de la de la Reina de Espadas o la de la Justicia— no apunta directamente hacia arriba, hacia la pura sabidu ría, sino que se inclina ligeramente hacia la derecha, el lado de la acción. La exigencia de actuar según sus juicios tiende a desvirtuar el poder del juicio mismo, un hecho que pode mos observar si comparamos la situación de un observador teórico de la política con la de alguien que gobierna un país. Además, el énfasis en un «realismo» de intención social puede estrechar su punto de vista, llevándolo a un materia lismo muy limitado. Podemos ver al Rey de Espadas en el hombre — o en la mujer— que se enorgullece de tener un fuerte sentido común que no le deja tiempo para «tonterías místicas». Estas personas ignoran generalmente hasta qué punto su pensamiento depende, más que de la observación de la vida, de preconceptos y prejuicios. Obsérvese la semejanza de la figura con la del Empera dor. Podemos decir que el Rey es el representante del Em perador en el mundo real. En tanto que el triunfo encarna el arquetipo del orden, el derecho y la sociedad, el Rey de Espadas mantiene estos principios en la práctica. Dos pájaros, el emblema animal de las cartas cortesanas de Espadas, pasan volando por detrás del trono. El pájaro simboliza la capacidad de la mente para llevarnos hacia el elevado aire de la sabiduría, lejos de la pasión fogosa, de las emociones acuosas y de la terrestre corrupción material. El número dos, por otra parte, simboliza la opción, la tensión constante entre el pensamiento abstracto y la acción que es menester emprender en el mundo. Pero si los pájaros simbolizan la capacidad de la mente para volar por encima del mundo, representan también el alejamiento que puede producir una actitud semejante. Obsérvese que parece que el trono del Rey estuviera en las nubes. Com o el Rey de Varas, el de Espadas puede tender a la arrogancia, ya que el poder de su mente y de su volun tad lo colocan por encima de las personas que lo rodean, por lo general más confundidas. En términos sociales, la
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imagen sugiere la tendencia de gobernantes y mandatarios a divorciar sus juicios de las necesidades reales de la pobla ción. En términos más personales, vemos a este Rey remoto en aquellos hombres o mujeres que son ásperos y fríos en su tendencia a juzgar. Cuando aparece com o marido o amante, el Rey de Espadas indica con frecuencia una per sona dominante o controladora. En su mejor sentido, el Rey de Espadas evoca la Justicia, la carta que en los Arcanos Mayores está directamente de bajo del Emperador. Cuando se conecta con este triunfo, el Rey representa la justicia social, las leyes prudentes, y sobre todo un compromiso con la honestidad intelectual, y la ne cesidad de poner en práctica el conocimiento. Al igual que la Justicia, y en esto es la única entre todas las cartas corte sanas, nos clava directamente la mirada, com o un maestro de sabiduría que nos obliga a reconocer y defender la ver dad.
Invertida En posición normal, el Rey marcha por una estrecha línea entre el intelecto comprometido y el poder por el poder mismo. Invertido, tiende a caer hacia el lado negativo de esa línea. Es la autoridad corrompida, la fuerza usada para sus propios fines de poder y de dominio. En las lecturas debemos tener siempre en cuenta esta imaginería en toda su fuerza. El Rey invertido (o cualquier carta cortesana invertida) puede aludir simplemente a al guna persona en dificultades. En relación con la Reina o el Caballero, puede aludir a una relación difícil o a falta de madurez (véanse, en la sección sobre lecturas, las relacio nes entre las cartas cortesanas del mismo palo). Cuando sale aisladamente, sin embargo, simboliza la arrogancia de una mente poderosa vuelta sobre sí misma y que reconoce solamente su propio deseo de control.
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Figura 3 0
La Reina En cuanto representa el aspecto yin de su palo, la Reina de Espadas simboliza experiencias tanto de dolor como de sa biduría, y especialmente de la relación entre ambas. Tras haber sufrido el dolor (en ocasiones, la carta significa viude dad) y haberlo enfrentado con coraje, aceptación y sinceri dad, la Reina ha encontrado la sabiduría. La borla que le cuelga de la muñeca izquierda (el lado de la experiencia) hace pensar en una cuerda cortada (com párese con el Ocho de Espadas, figura 35). Ella ha usado la espada del intelecto para liberarse de la confusión, la duda y el miedo; ahora, por más que se enfrente al mundo con el ceño fruncido, abre hacia él la mano. Aunque las nubes se juntan a su alrededor, su cabeza se mantiene por encima de ellas, en el claro aire de la verdad. Un solo pájaro, símbolo de la pureza de su sabiduría, vuela muy alto por encima suyo. Su espada, como la de la Justicia y como la del As, se eleva directamente hacia arriba. En el sentido de que las mujeres sin poder sufren con frecuencia a causa de las acciones de los hombres, la carta se refiere específicamente a las mujeres. Por su carácter, puede representar a personas de cualquiera de los dos
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sexos, ya que ni el sufrimiento ni el coraje son exclusivos de ninguno de ellos.
Invertida La Reina invertida puede indicar una insistencia excesiva en el dolor, alguien que hace que la vida parezca mucho peor de lo que es, sin hacer caso de las cosas buenas que hay a su alrededor. Puede también indicar una mentalidad fuerte que se ha vuelto mala, especialmente como reacción ante el dolor o las presiones provenientes de personas o situaciones desagradables. En ocasiones, la Reina repre senta una persona tan enérgica que no sólo espera, sino que exige que cuantos la rodean — e incluso la vida misma— hagan lo que ella quiere. Cuando la gente se le opone, la Reina se vuelve malé vola, intolerante, fanática y, como el Rey, usa sus actitudes para imponer su personalidad a las gentes que la rodean. Ya sea que represente un exceso de dolor o de egoísmo, ha perdido el compromiso con la verdad que caracteriza a este naipe en posición normal.
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Figura 31
El Caballero
El joven Caballero, cuya juventud hace que esté más libre de responsabilidades sociales que el Rey y al mismo tiempo menos atemperado por la experiencia, cabalga directa mente hacia el interior de la tormenta, blandiendo la es pada en su afán por superar todas las dificultades. Aunque es valiente, hábil y fuerte, tiende también a la violencia, e incluso al fanatismo. No reconoce límites. Y sin embargo, con frecuencia no sabe cómo mantene una lucha prolongada. Desea hacerse cargo de sus enemi gos y de los problemas de la vida, pero no puede manejar una situación que exige un esfuerzo lento y laborioso. Su ansia sugiere cierta inocencia, com o la de un joven caballero que jamás ha perdido una batalla. Su bravura, su habilidad, su disposición a atacar todos los problemas, pue den a veces pcultar el miedo de perder esa inocencia, esa fuerte creencia en sí mismo. Pues, por dentro, él sabe que todavía le falta enfrentar y superar las grandes dificultades de la vida. Opuesto en muchos sentidos al Caballero de Copas, dirige hacia afuera toda su energía; quizá se siente nervioso cuando tiene que quedarse en silencio y a solas consigo mismo.
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Invertida Como sucedía con el Rey y la Reina, sus debilidades le ga nan. Es extravagante, descuidado, excesivo. Su carga se convierte en una carrera desaforada, una respuesta errónea a una situación que requiere un enfoque más tranquilo y más cuidadoso.
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SWORDS.
Figura 3 2
El Paje Una carta mucho más leve que las otras Espadas cortesa nas, el Paje representa un acercamiento a los problemas muy diferente al del Caballero (obsérvese que, en tanto que el Rey y la Reina insisten en la sabiduría, las dos cartas «más jóvenes» tienen que ver en forma más inmediata con la cua lidad de conflicto propia de las Espadas). En vez de atacar los, el Paje cree que es suficiente con ponerse por encima de ellos, para encontrarse en un nivel más alto. En vez de resolver los conflictos o de enfrentar la oposición, el Paje se distancia de todo ello. Si la situación es tal que requiere ser encarada con dis plicencia, entonces la actitud desapegada del Paje es muy beneficiosa. Pero si está en juego un problema más difícil,
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entonces la actitud del Paje se hace difícil de mantener. Exige «vigilancia», por decirlo a la manera de Waite, asegu rarse de que la gente o las situaciones no se nos aproximen demasiado. Gran parte de la energía del Paje se le va en mirar por encima del hombro. Com o estudiante ya un poco mayor, Hamlet encarnaba la actitud de observación e ironía del Paje. Su situación, sin embargo, requería la manera agresiva de encararla del Caballero. Debido a esta calidad de desapego, el Paje puede en ocasiones complacerse en espiar a otras personas — ya sea en forma literal o figurada— , como una actitud hacia la vida. Dicho de otra manera, es probable que considere la vida humana como una especie de espectáculo curioso en el cual espera no participar.
Invertida Aquí vemos el efecto de la actitud distante del Paje en una situación que requiere más fuerza. La vigilancia se con vierte en paranoia; parece que todos fueran enemigos. Lo que empezó como un sentimiento de «Y o estoy por encima de todo esto, no necesito preocuparme por ello», se con vierte en una obsesión con los problemas y en una aparente incapacidad de hacer nada para resolverlos. Esos senti mientos de debilidad son endémicos en las Espadas, que necesitan de las Varas para tener coraje y optimismo.
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Figura 3 3
El Diez De los cielos azules de las cartas cortesanas a la sombría negrura del Diez y del Nueve. Así como en el Diez de Copas se nos mostraba un desbordamiento de júbilo, el Diez de Espadas nos colma de dolor. Pese a la crudeza de la ima gen, el naipe no representa la muerte, ni siquiera una espe cial violencia. Significa una reacción ante los problemas más que los problemas mismos. Para matar a alguien no se necesita más que una espa da. Las diez espadas en el cuerpo del hombre, incluida la que tiene en el oído, hacen pensar en la histeria, en la acti tud adolescente de «nadie ha sufrido jamás tanto como yo», «mi vida está acabada», y cosas semejantes. Obsérvese que, en contraste con el Nueve, el cielo se aclara a lo lejos y las nubes negras abren paso al sol, y en contraste con el Dos o con el Cinco, el agua está plácida y tranquila. La situación no es tan mala como parece.
Invertida Si damos vuelta el naipe, podemos imaginar que las espa das se desprenden de la espalda y caen. Waite describe esta posición como un éxito y una ventaja, aunque no perma-
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nenies. Estas ideas sugieren que cuando una situación cam bia, es probable que los problemas desaparezcan momen táneamente. Sin embargo, la persona debe ahora sacar par tido de este alivio introduciendo en su situación un cambio real — ya sea mental o práctico, según la necesidad— de modo que las cosas no vuelvan a estar como estaban. La carta guarda relación con el Diez de Varas invertido, donde veíamos el peligro de volver a recoger los palos una vez que la situación se ha calmado.
Figura 3 4
El Nueve La imagen del sufrimiento más profundo, del más tre mendo dolor mental. Allí donde la Reina se libera convir tiendo el dolor en sabiduría, y el Tres sugiere la calma de la aceptación, el Nueve muestra el momento de la agonía, de la disolución. Las Espadas no se clavan en la espalda de la figura, sino que están suspendidas en la oscuridad por en cima de ella. Muchas veces, el Nueve no se refiere a algo que nos sucede directamente, sino a alguien a quien ama mos. El amor es, de hecho, lo que colma la carta y le da sen-
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tido. El dibujo de la colcha muestra rosas, símbolo de la pasión, alternadas con los signos del zodíaco. En su sentido más profundo, el naipe alude a una mente que toma sobre sí todos los sufrimientos del mundo, el Lamed Vav (Hom bre Justo) de la leyenda judía. ¿Podemos ver alguna salida a un dolor tan terrible? Tan to Buda como Cristo vieron en el mundo un lugar de sufri miento interminable, y sin embargo ambos dijeron también que la tragedia no es más que una verdad a medias, que el universo visto en su totalidad nos brinda júbilo y paz. Y Nietzsche habló de abrazar la existencia en forma tan com pleta, con sinceridad tan total y extática, que estemos ale gremente dispuestos a repetir, interminablemente, cada momento de nuestras vidas, a pesar del sufrimiento.
Invertida Para el Nueve invertido, Waite ofrece una de sus fórmulas más sugerentes: «Aprisionamiento, sospecha, duda, miedo razonable y vergüenza.» Estas palabras configuran un esta do de ánimo, o más bien una progresión de estados, que se da cuando la gente se retira dentro de sí para huir de algún problema que no se atreve a enfrentar. Lo mismo que con la carta en posición normal, el naipe invertido alude a nuestra reacción ante algo exterior a no sotros, pero aquí ese algo es la opresión antes que la trage dia. La expresión clave es «m iedo razonable», que puede referirse, por ejemplo, a la opresión política, como la de las minorías raciales o sexuales, o a la opresión social, al senti miento de ser un chivo emisario por razones de apariencia, idioma o lo que fuere; o, simplemente, a la opresión perso nal de una familia o un cónyuge dominante. Lo importante es que el problema es real, pero como no podemos abor darlo directamente tendemos a refugiarnos en nosotros mismos, reprimiendo nuestra cólera y nuestro resentimiento. La cólera vuelta sobre sí misma se convierte en depre sión, y ésta en sospecha. La persona de quien se rieron cuando era niña porque tenía la nariz grande cree que to dos la miran. El negro cree que cualquier observación a su
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trabajo es un menosprecio racial. Y la sospecha conduce fácilmente a que uno dude y se avergüence de sí mismo. Con frecuencia ni siquiera sirve de ayuda, por lo menos no del todo, saber racionalmente que no hay razón para sentir nos avergonzados, que en realidad la vergüenza deberían sentirla los que nos han oprimido o ridiculizado. A menos que la persona oprimida e insegura de sí se decida a actuar, expresando su enojo, e introduzca en su vida cambios rea les, la vergüenza profundamente reprimida no desapare cerá.
Figura 35
El Ocho Del Nueve invertido pasamos a una imagen aún más clara de la opresión. Vemos a una persona atada, rodeada de espadas, y tras ella hay un castillo, símbolo de autoridad; la mujer está de pie en el fango, imagen de la humillación y de la vergüenza. Obsérvese, sin embargo, que las espadas, de hecho, no la encierran, y que las cuerdas no le inmovilizan las piernas, en tanto que quienes la han atado no aparecen en la carta. En pocas palabras, que nada le impide que se vaya, sin más ni más.
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La clave de esta carta está en la venda que le cubre los ojos, y que simboliza la confusión, las ideas opresivas, el ais lamiento respecto de otras personas que estén en situacio nes similares; lo que los liberacionistas políticos llaman «mistificación», esto es, mantener sojuzgada a la gente no por la fuerza directa, sino enseñándole a creer en su propio desvalimiento. Dentro de esta forma notable que tiene el Tarot de resumir una situación compleja, el naipe casi p o dría representar un diagrama de la condición de los opri midos. En un nivel muy diferente, el Ocho de Espadas actúa como un Portal que se abre hacia una forma especial de conciencia. Al identificarnos con ella llegamos a percibir nuestra propia condición de ignorancia, algo que muchas personas reconocen intelectualmente (paradoja de parado jas), pero que en realidad no aceptan. Sin la iluminación, o lo que algunos sufíes y otros ascetas llaman «evolución consciente», jamás podremos conocernos realmente a no sotros mismos ni al mundo; jamás podremos decir: «Esta es la verdad; así es como son realmente las cosas.» El recono cimiento de la ignorancia es el primer paso hacia el verda dero conocimiento y, con frecuencia, el más difícil de dar.
Invertida La libertad comienza cuando nos arrancamos la venda de los ojos, cuando vemos con claridad cómo hemos llegado a la situación en que estamos, cualquiera que ésta sea, qué hemos hecho nosotros, qué han hecho los otros (en particu lar, aquellos que nos han inmovilizado, pero también otros en situaciones similares), y qué podemos hacer ahora. El Ocho invertido significa, en general, liberación de alguna situación opresiva; principalmente, se refiere al primer paso de una liberación tal, es decir, a ver las cosas con la mayor claridad posible.
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Figura 3 6
El Siete El tema de la lucha continúa. Aquí vemos la imagen de alguien que emprende una acción contra los problemas. A veces, el naipe significa simplemente un acto de osadía, in cluso un golpe que mella el filo de la oposición. Con más frecuencia, representa un acto impulsivo cuando lo que se requiere es un plan cuidadoso. La imagen nos muestra a alguien que con una sonrisa sardónica se marcha con las armas de sus enemigos. N o ha atacado el campamento, y ni siquiera puede llevarse todas las espadas. La carta alude a proyectos y acciones que no resuelven nada. No tan obvio, pero en ocasiones más im portante, es el sentimiento de aislamiento que implica. El hombre actúa solo, sin haber podido — o querido— conse guir que nadie lo ayudase. Si vamos un paso más allá, esta carta puede indicar astucia, pero con la mácula de ocultar habitualmente, y con frecuencia sin ninguna razón válida, nuestros verdaderos planes o intenciones.
Invertida El aislamiento completa un giro hasta convertirse en comu nicación, en particular en la búsqueda de consejo sobre lo
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que hemos de hacer con nuestros problemas. Por más va liosas que puedan ser las orientaciones específicas, igual mente importante es la disposición de la persona a escu char y a buscar ayuda. La carta puede referirse algunas veces al acto de encontrar ayuda, como cuando se consulta con un intérprete, un terapeuta, o simplemente con amigos. Com o siempre, el valor de la imagen depende del con texto. Allí donde se requiere confianza en sí mismo, el Siete de Espadas invertido puede apuntar a una dependencia excesiva de otras personas, de quienes esperamos que nos digan qué debemos hacer. Cuando la carta invertida apa rece en oposición con el Loco o con el Colgado, debemos atender a las otras cartas para determinar qué proceder — la independencia o la búsqueda de consejo— producirá los mejores resultados.
Figura 37
El Seis Una imagen extraña y poderosa, esta carta es, más que nin guna otra, la que ejemplifica cómo las ilustraciones de Pa mela Smith van más allá de las fórmulas de Arthur Waite. The Pictorial Key [La clave gráfica] dice «viaje por agua,
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ruta, camino, medio». Pero la imagen de una balsa crepus cular que transporta figuras ocultas a una isla boscosa su giere un viaje más espiritual; en el mito, Caronte transpor taba a los muertos a través de la laguna Estigia. Un gran silencio llena esta carta, un silencio como el de los cuadros de Salvador Dalí. Generalmente, esta carta no significa muerte, aunque puede indicar duelo; tampoco muestra transformación, en el sentido en que la muestra la Muerte en los Arcanos Ma yores. Representa más bien un pasaje tranquilo por una época difícil. Waite dice: «La carga es ligera», y Edén Gray escribe: «Las espadas no hunden el bote». Aunque cargue mos con nuestros problemas, nos hemos adaptado a ellos: no nos hundirán ni nos aplastarán. En un nivel simple, el naipe significa funcionar en alguna situación difícil sin abor dar los problemas. Puede referirse a un problema inme diato o a una situación que se ha prolongado durante años. Si miramos más profundamente vemos la imagen de un dolor — del cual el duelo es un ejemplo, pero no el único— que una persona ha padecido durante tanto tiempo que ya no la hace sufrir, sino que se ha convertido en parte de su vida. Hay otro significado, menos perturbador: el de un pasa je tranquilo, ya sea físico (ciertamente, no hay que olvidar el significado literal de un viaje) o espiritual, una época de transición fácil. Obsérvese la pértiga negra del botero. El negro indica potencialidad; allí donde no ha sucedido nada decisivo, todas las cosas siguen siendo posibles. Si nos man tenemos calmos, no desperdiciaremos ni energía ni opor tunidades. El Seis de Espadas es un Portal. Si lo miramos con áni mo sensible y después nos introducimos en la imagen, pro ducirá primero un efecto tranquilizador sobre la mente, y después, lentamente, un sentimiento de movilización del sí mismo.
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Invertida En un sentido, el equilibrio y la paz se perturban; el pasaje ya no es sereno, porque el agua, símbolo de la emoción, resulta removida. Así, la carta invertida puede sugerir un viaje tormentoso, física o espiritualmente. Puede referirse también a la idea de que cuando intentamos atacar un pro blema que viene de lejos, especialmente uno aceptado por el consenso común de los interesados, agitamos la situa ción. Digamos, por ejemplo, que una situación insatisfacto ria u opresiva puede prolongarse tranquilamente durante años, mientras uno de los miembros no decida hacer algo al respecto. Tratar de retirar las espadas de la barca puede ser causa de que ésta se hunda, ya que, después de todo, las espadas están tapando agujeros. En otro sentido, el Seis invertido puede mostrar comuni cación, recordándonos que en su posición normal las per sonas mantienen su compostura sin mirarse ni hablarse en tre ellas. Si las espadas simbolizan recuerdos desdichados, contra los cuales el silencio es una defensa, entonces la co municación puede ser dolorosa. También puede dar co mienzo a la curación.
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Figura 3 8
El Cinco Una de las cartas más difíciles, y una de las razones por las cuales algunas personas encuentran demasiado negativo el mazo Rider. Y sin embargo, refleja una situación real que la mayoría de nosotros tiene que vivir en algún momento. Todos los Cincos muestran conflicto o pérdida, y las Espadas llevan esta idea al extremo de la derrota. En oca siones, el significado del naipe se concentrará en la figura grande del triunfador, que aparece en primer plano. Pero más común es que nos identifiquemos con las dos figuras vueltas de espaldas, que han perdido alguna batalla, y aho ra el mundo entero les pesa: el agua inquieta, el cielo turbu lento. Un sentimiento de humillación y de debilidad acom paña a su derrota. La imagen de un enemigo puede referirse a una per sona real, a una situación general o a un íntimo sentimiento de inadaptción. Una ,ez hice una lectura para dos personas que habían sufrido a manos de un jefe perturbado y venga tivo, y que querían saber si debían llevarlo ante los tribuna les. Decidieron no hacerlo cuando el Cinco de Espadas in dicó que perderían el juicio, como pasó efectivamente a otras dos personas que sí lo demandaron.
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Invertida La cualidad dolorosa se mantiene, aunque el acento puede estar puesto en otra parte. Así como el naipe en posición normal indica el momento de la derrota, la posición inver tida se extiende al sentimiento de desesperación que viene después. Es un estado difícil de superar, aunque otras in fluencias, especialmente las simbolizadas por las Varas, pueden ser una ayuda. Las Espadas dan una visión más pesimista que ninguna carta de los Arcanos Mayores. Tomados aisladamente, nin guno de los palos Menores puede mostrar el verdadero equilibrio de la vida; descomponen la experiencia en partes y, consiguientemente, la deforman y exageran. Un exceso de cartas de Espadas necesita, más que cualquier otro palo, del equilibrio de experiencias y actitudes provenientes de los otros palos.
Figura 3 9
El Cuatro Los Cuatros se relacionan con la estabilidad; para las desdi chadas Espadas, esto se expresa como descanso o incluso como simple retiro. La imagen no es de muerte, sino de
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retraimiento. A veces, la gente reacciona ante las dificulta des aislándose, ocultándose literalmente en su casa, o sim plemente atenuando sus reacciones emocionales para re fugiarse dentro de sí misma. Esta carta apareció una vez en una lectura para un hombre acostumbrado a tratar enérgi camente a todos los que le rodeaban. La carta le hizo ver que cuando su agresividad fracasaba, o cuando la máscara de seguridad se le hacía demasiado pesada, se ocultaba del mundo antes que mostrar otro aspecto de sí mismo o de intentar colaborar con los demás. Sin embargo, si el propósito no es ocultarse, sino recu perar fuerzas, el retraimiento también puede conducir a la curación. El naipe puede significar que se evita una pelea hasta que haya más posibilidades de ganarla. De modo si milar, al retirarse durante un tiempo después de haber reci bido una profunda herida, una persona se concede la posi bilidad de recuperarse. Obsérvese que el caballero yace en una iglesia, y que el ventanal muestra a Cristo dando su bendición curativa a un suplicante. La imagen evoca al Rey Pescador de la leyenda del Graal, cuya herida física reflejaba la dolencia espiritual del reino, y recuerda también a la Bella Durmiente. Ambas figuras necesitaban que un extraño las despertara. El Rey siguió enfermo hasta que Galahad le trajo la bendición del Graal, y la princesa, símbolo del miedo neurótico a la vida, durmió hasta que el príncipe, no permitiendo que la mara ña de espinas lo detuviera (el neurótico se vale de la fuerza de su personalidad para erigir barreras contra las demás personas), la despertó por medio de la vitalidad de la ener gía sexual (con un beso en la versión de Disney, con el con tacto sexual en los cuentos populares). El retraimiento, aun cuando su propósito sea la recuperación, puede aislar a una persona del mundo, creando una especie de hechizo que sólo una energía exterior es capaz de romper.
Invertida Si aparece invertida, la carta señala un retorno al mundo. Que esto se produzca de manera tranquila o espectacular
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depende de la situación. A veces, la carta se refiere a la pru dencia, como si el caballero saliera cuidadosamente de su santuario. En otras ocasiones, el Cuatro invertido puede representar a otras personas que perciben la muralla e irrum pen a través de ella: el príncipe que viene en busca de la Bella Durmiente.
Figura 40
El Tres El título que da a este naipe el Alba Dorada es «Dolor». De todos los naipes de Espadas, el Tres es el que representa más abiertamente el dolor de un corazón destrozado. Sin embargo, con todo lo que tiene de sombría, la imagen trans mite cierta calma con la simetría de sus espadas. Ante el verdadero dolor no podemos tener más que una respuesta: guardarlo en nuestro corazón, aceptarlo y superarlo. El Nueve planteaba la cuestión de cómo seguir adelante des pués de una gran angustia. El Tres nos dice que no debe mos apartar de nosotros el dolor, sino hallar la forma de interiorizarlo profundamente hasta que se transforme por obra del coraje y del amor. Una vez, en una lectura que hice para mí misma, des-
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pués de una muerte en mi familia, el Tres de Espadas salió cruzado por el Tres de Copas. Primero pensé que eso signi ficaba contraponer la alegría y la amistad al dolor. Dos car tas del mismo número, sin embargo, significan con frecuen cia una transformación. Y la carta que cruza a la primera suele emerger de ella de alguna manera. Al profundizar en la lectura, vi que las dos se relacionaban, no se oponían. La aceptación y el amor pueden convertir el dolor en un re cuerdo gozoso, en un abrazar la vida.
Invertida El proceso curativo se bloquea cuando nos negamos a la aceptación. Si algo en la vida se nos aparece como dema siado doloroso, es probable que lo apartemos, que intente mos no pensar en ello y que evitemos todo lo que nos lo recuerde. Tal actitud hace que el dolor permanezca siem pre en nosotros, y en realidad incrementa su poder. Waite escribe: «alienación mental ... desorden, confusión». Una lectura que hice para una mujer mostró en ella un gran potencial para evolucionar en muchos terrenos, y sin em bargo el resultado aparecía muy mediocre y débil. En la posición de fondo estaba el Tres de Espadas invertido. Y ella había hablado antes de cóm o no había conseguido jamás superar la muerte de su padre.
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HE HIGH PR1ESTE5S
(a)
Figura 41
(b)
El Dos Un método para enfrentar problemas o contrariedades es recluirlo todo detrás de una muralla emocional. Si no deja mos que nada se nos acerque, nada podrá herirnos. En contraste con el Ocho, aquí la venda en los ojos no significa estar confundido, sino cerrarlos deliberadamente. La figura se ha puesto la venda para no tener que escoger entre el amigo y el enemigo, pues esa opción se convierte en el pri mer paso que volverá a relacionarla con otras personas. Las espadas están listas para golpear a cualquiera que intente acercarse. Representan el equilibrio precario que se crea entre la cólera y el miedo; la primera quiere golpear, el se gundo quiere ocultarse, y así, entre los dos, la persona se mantiene en tensión. Obsérvese, sin embargo, el efecto que tiene esta postura sobre la mujer. Ante todo, los brazos cruzados excluyen y aíslan el corazón. La imagen de las emociones bloqueadas se continúa en la forma en que el vestido gris parece con fundirse con el asiento de piedra. Al mismo tiempo, el peso de las espadas eleva el centro de gravedad desde el plexo solar al pecho. Cuando una persona contiene sus em ocio nes, la respiración se vuelve superficial y el cuerpo se pone
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rígido. Paradójicamente, el intento de frenar la emoción vuelve más emotiva a la persona, en cuanto no piensa ni actúa a partir de su centro, sino desde el pecho constreñido, y en vez de ver el mundo, ve su propia imagen por detrás de la venda que le cubre los ojos. Compárese el Dos de Espadas con la Suma Sacerdotisa, el número 2 de los Arcanos Mayores. Ambas figuras están sentadas en posturas similares, pero mientras que la Sacer dotisa aparece relajada, la tensión envuelva a la mujer del Dos de Espadas. Un velo separa a la Sacerdotisa de las aguas del inconsciente, oculto tras ella; a la mujer de los ojos vendados ningún velo la protege del lago desapacible de sus emociones. Y sin embargo, ese estanque superficial no es la misma agua que hay detrás de la Sacerdotisa. El peso de las espadas puede fácilmente desequilibrar a la mujer y hacerla caer en las aguas agitadas. Al hacer que nos concentremos en las emociones, una actitud defensiva nos hace más propensos a los estallidos, la cólera y la his teria.
Invertida El equilibrio se ha perdido... o ha sido abandonado. O bien la persona sucumbe ante la gente o los problemas que aco san sus defensas, o renuncia a la venda, ya sea para ver la verdad o para comunicarse. Esta última experiencia puede ser muy intensa, e incluso desgarradora para la persona, si no recibe ayuda del exterior.
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Figura 4 2
El As La última (o primera) carta de Espadas nos devuelve a la verdadera esencia del palo, es decir, al intelecto. Apun tando directamente hacia arriba en busca de la percepción verdadera, la espada traspasa la corona del mundo mate rial. La sabiduría nos lleva más allá de las engañosas ilusio nes y las limitaciones que la vida impone a la verdad espiri tual. Muchas cartas de Espadas se resienten de la falacia de que la vida no contiene más que sufrimiento y dolor. Las montañas simbolizan la «verdad abstracta», los hechos ob jetivos de la existencia, que no dependen del punto de vista ni de la experiencia personales. Los Arcanos Mayores nos presentan esta verdad, y — más que ninguna otra de las car tas Menores— el As de Espadas consigue llegar hasta el quinto elemento. Sin embargo, el intelecto solo, divorciado de la intuición, no hará más que llevarnos a nuevas falacias. Para encontrar la verdad necesitamos el As de Copas, es decir, el amor; y sin embargo, sólo el intelecto puede llevar nos más allá de la experiencia inmediata. Muchas personas sostienen que solamente nuestras em o ciones expresan lo que somos realmente, que sólo las reac ciones emocionales nos conducirán a la verdad. Con fre
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cuencia, sin embargo, las emociones son exageradas y ego tistas, o se complacen excesivamente en sí mismas. Pero tampoco el intelecto solo aporta un verdadero conoci miento. Tanto la verdad como la conciencia de ella deben provenir de un nivel más profundo de la experiencia y los valores espirituales. Por eso la mano viene de las nubes, conduciéndonos de nuevo al Espíritu. El simbolismo de la verdad es igualmente válido para las experiencias mundanas. En situaciones tales que nos hacen sentir confundidos, oprimidos o emocionalmente perturba dos, la mente puede traspasar las brumas y desatar los nu dos para darnos una clara comprensión de los hechos rea les. El As expresa la verdad en su forma más valiosa. En otro nivel, la carta significa simplemente la fuerza em ocio nal, tanto el amor como el odio en sus formas extremas. Obsérvese la tensión del puño. Las emociones también son un don que nos permite experimentar intensamente la vida, pero siempre son difíciles de contener, y más difíciles aún de dirigir.
Invertida La tensión del puño falla y da cabida a delirios, ideas y sen timientos confusos, emociones avasalladoras. Los senti mientos más violentos dominan a los benévolos. Sin tener un claro sentido de la realidad, la mente puede ser presa de los errores creados por la emoción. Los problemas se exa geran; todo, incluso las atracciones, parece más importante de lo que en realidad es. En situaciones así, el As de Espa das invertido nos dice que nos dominemos e intentemos hallar un sentido equilibrado de la realidad.
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Los Pentáculos
Nuestra cultura tiene una larga historia de desprecio del mundo físico. Vemos como una humillación el hecho de que Adán haya sido creado de barro... «de polvo eres, y al polvo volverás». En inglés, por ejemplo, dirt significa «sucie dad» y también «tierra», y se utiliza com o insulto. A las emociones y los pensamientos abstractos se los considera «superiores» a cualquier cosa que exista en la realidad. Y sin embargo, así como un cuadro es el resultado final de la concepción de un artista, también podemos ver el mundo moral como producto de la fuerza creativa de Dios. Para nosotros, la creación significa el mundo de nuestros senti dos. Por más lejos que podamos llegar en nuestras medita-
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dones espirituales, debemos iniciar y terminar esos viajes aquí... o, si no, perdernos en el proceso. Un famoso cuento cabalístico ilustra esta necesidad de un «fundamento». Mediante el estudio y la meditación, cua tro rabinos entraron en el Paraíso. El rabino Ben Azai al canzó un éxtasis tal que inmediatamente cayó muerto. El rabino Ben Zoma, abrumado por la intensidad de la expe riencia, se volvió loco. El rabino Ben Abuysh tuvo una vi sión de algo que parecían dos dioses, en contradicción con el dogma básico del monoteísmo, y se convirtió en apóstata. Sólo el rabino Akiba entró pacíficamente en el Paraíso y en paz salió de él. El cuento se puede explicar en función del simbolismo del Tarot. El rabino Ben Azai fue demasiado lejos en la dirección del Fuego, y se calcinó. El rabino Ben Zoma dejó que sus emociones (Agua) prevalecieran sobre la razón. El rabino Ben Abuysh, abrumado por la energía de las Espadas, tomó demasiado al pie de la letra lo que vio y lo que había leído en las Escrituras. El rabino Akiba, al ser capaz de equilibrar los otros elementos en la Tierra, enten dió su experiencia tal como debía entenderla. En su forma inicial de Oros, los Pentáculos representa ban principalmente el materialismo, en el estrecho sentido del dinero y el trabajo. En el mazo Rider siguen viéndose estas importantes cualidades, y de hecho los Pentáculos dan expresión al problema de llegar a interesarnos tanto por estas cosas que nos olvidemos de todo lo demás: lo contrario, en cierto sentido, de lo que le sucedió al rabino Akiba. El mazo Rider, sin embargo, añade al cuarto palo la dimensión, más vasta, de la naturaleza. N o sólo echamos raíces en nuestro trabajo, sino en el amor por el mundo que nos rodea. En cuanto signo mágico, los Pentáculos simbolizan la «m agia» de la creación ordinaria. Tom ado en sus términos más simples, esto significa la belleza de la naturaleza, el júbilo de un trabajo satisfactorio. Pero el simbolismo es por tador de un significado más profundo, que se insinúa en la historia del rabino Akiba. El místico o el mago no funda menta simplemente el sí mismo de manera negativa, usan-
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(lo el mundo como opuesto de la experiencia espiritual. Más bien — porque es portador de una realidad más firme que la de los otros elementos, porque no conduce tan fácilmente a la confusión, la concepción errónea o el abuso— el mundo natural nos abre el camino a nuevas experiencias místicas. El mismo carácter terrenal de la vida cotidiana asegura, en virtud de una especie de ley de reciprocidad, que tales cosas posean una «m agia» mayor que las atracciones más inmediatas de los otros elementos. Es esta una paradoja que no podemos entender inmediatamente; necesitamos sopesarla y experimentarla. Hay dos hechos, ambos refe rentes a los Pentáculos/Tierra, que apuntan a su verdadero valor. Primero, al estudiar las cartas de los líderes religiosos antiguos y modernos, el astrólogo Ronnie Dreyer ha descu bierto que entre ellos predominan los signos de Tierra. Se gundo, el palo de Pentáculos contiene más cartas Portales que ninguno de los otros.
(a)
Figura 4 3
(b)
El Rey El carácter mundano de los Pentáculos va muy bien con la responsabilidad social del Rey, que nos presenta la imagen
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misma del hombre que triunfa en los negocios o en su pro fesión. La despreocupación con que está sentado en su trono y el afecto con que mira a su pentáculo — que es aquí el símbolo de su capacidad y de sus logros— muestran que está satisfecho con la vida. Es generoso, e incluso valiente, aunque no especialmente dado a la aventura. El rol de Rey no lo frustra, como frustra al Rey de Varas y al de Copas. Quizás en una etapa anterior de su vida y de su carrera pueda haber sufrido por obra de la impaciencia o de la duda. Ahora, su éxito ha justificado su vida, y le permite relajarse y disfrutar de ella. Disfrutar de la vida significa también estar próximo a la naturaleza. Aunque en el fondo se eleva su castillo —símbo lo del lugar dominante que ocupa en la sociedad— , él está sentado en su jardín, con flores en la corona y el manto decorado con uvas, símbolo de la dulzura de la vida. Incluso las hojas y las flores dan la impresión de fundirse con el manto, así como el agua se mezclaba con el vestido de la Reina de Copas. Para él, la vida es buena, y tiene la inten ción de disfrutarla. Hubo una vez que en una lectura el Loco salió cruzado por el Rey de Pentáculos (las dos cartas se parecen mucho en su combinación de colores). La conjunción forma un buen ejemplo de lo que yo llamo tiempo vertical y tiempo horizontal, esto es, los mundos interior y exterior. El Rey simboliza la actividad ordinaria, los logros, la posición social, el éxito, mientras que el Loco representa la libertad espiri tual interior que permite a una persona disfrutar de tales cosas y edificar sobre ellas sin verse atrapada en una estre cha visión materialista. Considérense dos personas con el mismo mundo exterior: ambas triunfadoras, respetadas, adineradas. Y sin embargo, interiormente una de ellas puede estar tensa, frustrada o temerosa, en tanto que la otra no ha perdido su júbilo ni su paz. Si vemos en el Loco el comienzo de los Arcanos M ayo res, y al Rey de Pentáculos como la carta final de los M eno res, entonces los dos están en los extremos opuestos del Tarot. Pero esta polaridad sólo es válida si vemos las cartas
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alineadas. Si las imaginamos en círculo, entonces el Loco y el Rey de Pentáculos llegan a unirse.
Invertida El Rey está destinado al éxito. Invertido, tiene una connota ción de fracaso, o simplemente de mediocridad. La falta de realización genera insatisfacción, sentimientos de debilidad, y duda. Si lo tomamos de otra manera, podemos ver que el Rey invertido simboliza la corrupción de la idea del éxito, la imagen de un hombre o de una mujer que recurre a cual quier medio para conseguir sus objetivos. Si describimos al Rey de Pentáculos como alguien que necesita una conexión vital con la naturaleza (y, pese a los supuestos contemporáneos, no todos la necesitan), el Rey en posición invertida representa el estado de un ser ampu tado de ese fluir rejuvenecedor. El resultado de la ruptura es insatisfacción, debilidad e incluso peligro psíquico.
(a)
Figura 4 4
(b)
La Reina Así com o el Rey está sentado delante de un castillo, el trono de la Reina, enmarcado de rosas, está en medio de un cam
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po. Mientras que el Rey simplemente mira su Pentáculo, ella lo sostiene con ambas manos, plenamente consciente de la magia de la naturaleza y de la fuerza que obtiene de ella. Más que cualquier otra de las cartas Menores, ésta re presenta el amor por el mundo y la unidad con él. El conejo que aparece en el ángulo inferior derecho no sólo repre senta la fertilidad sexual, sino también la fructificación espi ritual de una vida que ha encontrado su propio ritmo en el mundo que la rodea. Sus cualidades, lo mismo que el simbolismo sexual, la relacionan con la patrona de los Pentáculos, la Emperatriz. Al mismo tiempo, en cuanto figura Menor, es portadora de un atributo que falta en el triunfo arquetípico de la pasión: la conciencia de sí. La Reina se conoce y cree en sí misma, y en la magia de su vida. En las lecturas, esta cualidad de con fiar en sí misma es, con frecuencia, la más importante. Si el Rey estaba junto al Loco, la Reina combina con el Mago. Com o él, lleva una túnica roja sobre una camisa blanca; los dos están rodeados de hojas y flores; un cielo amarillo vierte su luz sobre ambos. Así como el Mago mani pula las fuerzas ocultas en el mundo, la Reina de Pentácu los se une con dichas fuerzas, permitiéndoles que a través de ella fluyan al interior de su vida cotidiana.
Invertida En las lecturas, la Reina en posición invertida puede sig nificar que, en alguna situación específica, el consultante no confía en sí mismo. De modo más general, se refiere a debi lidad psíquica, porque separar a la Reina de su conexión vital con la tierra produce, más aún que en el caso del Rey, nerviosidad y confusión. Se genera así miedo e incluso fobia, desconfianza de los otros y especialmente de sí misma, lo cual la lleva a dudar de sus capacidades y de su valor como persona. Esta separación significa algo más que estar aislada de las plantas y de los animales. Alude más bien a una pérdida del ritmo diario en la vida, a una insatisfacción con la totalidad del medio, y a una incapacidad de apreciar lo que éste tiene para ofrecer.
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En una lectura, la Reina invertida no sólo señala estas características en el sujeto, sino que sugiere un doble reme dio. Primero, un refuerzo de la confianza; la persona ha de insistir en sus logros y buenas cualidades, y puede hacerlo mediante la meditación sobre la Reina en posición normal. Segundo, un arraigo de las emociones en las cosas natura les, en los placeres comunes, en un trabajo satisfactorio.
Figura 45
El Caballero La responsabilidad de la acción recae en el Caballero, destacando las cualidades prácticas del palo. Al mismo tiem po, negar la natural tendencia del Caballero a la aventura tiende a deformar y limitar su actitud hacia la vida. El Caba llero es responsable, trabajador, estoico. En su mejor sen tido, está profundamente arraigado en el mundo exterior y en la simplicidad, una cualidad sugerida por la forma en que el caballo se planta firmemente en el suelo, mientras su jinete permanece erguido. Aunque también él sostiene un Pentáculo, no lo mira, sino que en cambio observa fijamente por encima de él. El simbolismo hace pensar que ha perdido de vista la fuente y
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el significado de su fuerza en la vida. Al dedicarse a cuestio nes puramente prácticas, se ha aislado de las cosas más profundas de la Tierra.
Invertida A veces, el naipe en posición invertida significa un desper tar de esas otras formas de conciencia, pero más frecuente es que muestre un fracaso — o una exageración— de las vir tudes más evidentes del Caballero. Su firmeza se intensifica hasta convertirse en inercia, su tesonera responsabilidad cede el paso a la ociosidad. Una personalidad apacible, si va demasiado lejos, se debilita y se deprime, especialmente si su placidez encubría un deseo reprimido de aventura o de progreso. El Caballero de Pentáculos, invertido, puede ocasional mente indicar una crisis. Si una persona ha dedicado su vida a un trabajo o a otra actividad externa similar, y se ve despojada de ese significado — por un despido o una jubila ción, por ejemplo— , es probable que el desaliento y la de presión la abrumen. Otro ejemplo sería una mujer que haya dedicado su vida a sus hijos, y que se encuentre ahora con que han crecido y se han alejado de ella. Aunque es ciertamente raro que significados tan extre mos se den en lecturas reales, no por eso dejan de estar implícitos en la paradoja básica de este naipe: profunda mente enraizado en la magia que lo sustenta, pero sin tener conciencia de ella, el Caballero se identifica con sus funcio nes. Necesita descubrir la verdadera fuente de su fuerza, dentro de sí mismo y en la vida.
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Figura 4 6
El Paje En contraste directo con el Caballero, el Paje no mira nada más que su pentáculo, que sostiene delicadamente en el aire. Así como el Caballero es el trabajador arquetípico, el Paje representa al estudiante, perdido en sus estudios, fasci nado, que poca preocupación siente por ninguna otra cosa. Y sin embargo, participa de la naturaleza práctica del palo, en cuanto simboliza el trabajo efectivo del estudiante, el estudio y la erudición, por contraposición con la inspira ción, simbolizada por el Paje de Copas. El estudiante funciona aquí como un símbolo; no es que el Paje tenga que referirse a alguien que efectivamente es tudia, sino simplemente a alguien que aborda cualquier ac tividad con esos atributos de fascinación, de compromiso extremo, de importarle menos la posición social y otras gra tificaciones que el trabajo como tal.
Invertida Una vez más el Paje aparece com o lo contrario del Caba llero. En realidad, los dos se reparten las dobles cualidades de los Pentáculos: el espíritu práctico y la magia. Así como el Caballero, sin su trabajo, se desalienta y cae en la inercia,
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el Paje, sin su sentido del esfuerzo, se entrega a la extrava gancia y la disipación, lo que Waite llama la «prodigalidad». En ocasiones, sin embargo, la carta puede significar simple mente que uno se relaja después de una tarea difícil, como un estudiante después de los exámenes.
Figura 4 7
El Diez Una de las cartas Menores más simbólicas y en la que se superponen más significados, el Diez nos muestra la ima gen misma del Portal que se abre a las experiencias ocultas en las cosas ordinarias. Com o el Diez de Copas, se ocupa de la vida doméstica, pero mientras que en el naipe de Copas hombres y mujeres celebran el don, aquí la familia no advierte la magia que los rodea. Superficialmente, la carta representa el hogar establecido, la vida buena, una posición cómoda y segura en el mundo. Sin embargo, pare ce que las personas en cuestión dieran por sentada toda esa comodidad; la seguridad se les hace aburrida o sofocante. En contraste con el Diez de Copas (las dos cartas suelen aparecer juntas en las lecturas), aquí no parece que hubiera comunicación entre los miembros de la familia. El hombre y
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la mujer están mirando en sentido contrario, aunque la mujer dirige una mirada ansiosa al hombre, por encima del hombro. El niño se cuelga nerviosamente de su madre, pero aparta la vista. Y ninguno de ellos advierte al anciano que está más allá de la arcada. Aunque la carta expresa una escena mundana, está cu bierta de signos mágicos. Los diez pentáculos forman el Arbol cabalístico de la Vida, que no aparece en ninguna otra parte en el mazo. Obsérvese también la varita mágica apoyada en la arcada, que no aparece tampoco en ninguna otra carta Menor. También la arcada muestra, en relieve, una balanza en equilibrio (justamente por encima de la ca beza del anciano). Ahora bien, la balanza representa la Jus ticia, y además, las fuerzas sutiles que impiden que el mun do cotidiano se desintegre en el caos. Al hablar de «fuerzas sutiles» no me refiero sólo a las llamada leyes «ocultas», como la de polaridad, ni a la ley de las correspondencias (como es arriba, así es abajo). La expresión se aplica ade más a las formas de operar generalmente más aceptadas de la naturaleza, como la gravedad o el electromagnetismo. No porque los aprendamos en la escuela debemos considerar menos maravillosos esos fenómenos. El hecho es que no damos importancia al universo simplemente porque fun ciona tan bien. Más aún que las otras imágenes, el anciano evoca la magia. Se asemeja a la imagen, presente en todas las cultu ras, del dios o del ángel que viene, disfrazado de mendigo o de viajero, a visitar a una familia, y que tras haber puesto a prueba sus virtudes de hospitalidad y generosidad, les deja un regalo mágico. En el caso de Abraham y Sara, los ánge les les dieron un hijo, Isaac. En muchos relatos de este tipo, sólo los perros reconocen al visitante (así como en otros cuentos los perros son los únicos que huyen del Diablo cuando éste se aparece disfrazado). Dado que no han se pultado sus instintos en el escéptico racionalismo humano, los perros son capaces de sentir la llamada de lo maravi lloso. Ahora bien, la mayoría de estos relatos insisten en la
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moraleja: «Sé amable con todo el mundo, que nunca sabes a quién puedes estar rechazando.» Pero podemos dar a la historia una interpretación más sutil. Al actuar de cierta manera, las personas crean en sí mismas la capacidad de reconocer y de recibir las bendiciones del mundo que las rodea. Todas esas maravillas, todos esos signos ocultos, apun tan al tema básico de los Pentáculos: el mundo cotidiano contiene una magia mayor de lo que ninguno de nosotros habitualmente puede ver. La magia nos rodea por todas partes, en la naturaleza, en el hecho mismo de que la vida exista y de que este vasto universo no se nos desintegre. Dentro de la arcada vemos un día común de sol; afuera predominan los tonos más oscuros, incluso en el abrigo multicolor del anciano, con sus signos astrológicos y de magia ritual. La familia, de pie bajo la arcada, tiene una cierta pose teatral. Con toda su firme realidad, el mundo de todos los días, la vida cómoda que aceptamos sin cuestio narla, e incluso los problemas y las desdichas que con fre cuencia nos quitan el sueño, no son más que una comedia en la que todos representamos los papeles que nos han marcado nuestra educación y la sociedad (reconocer que somos un producto de nuestro condicionamiento es el pri mer paso para liberarnos de él). La verdadera realidad no deja de ser antigua, oscura y misteriosa. Por más que miremos a través de la arcada, la perspectiva de la carta nos coloca fuera de ella, donde está el visitante. Al fundirnos con esta carta podemos encontrar nos a nosotros mismos más allá del Portal, contemplando los pequeños dramas de nuestra propia vida cotidiana. Y si nos adentramos más en ella podemos vivenciar ese uni verso fantástico y vibrante que existe en el centro mismo de lo ordinario. Cuando el héroe Ulises llegó a su hogar después de ha ber vagado por el mundo feroz y lleno de monstruos que se extendía más allá de la Grecia civilizada, venía disfrazado de mendigo. Sólo su perro lo reconoció. Aunque vistiera de harapos, eran harapos gloriosos (muy a la manera de la
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chaqueta remendada del visitante) porque se los había dado la diosa Atenea. Ulises volvía del mundo fantástico al doméstico; destruyó el mal que encontró en su casa y resta bleció el orden moral. Sin embargo, antes tuvo que pasar por la vivencia de lo que había más allá, donde también el Diez de Pentáculos nos lleva.
Invertida Si el sentimiento de estar aburrido de la vida va en aumen to, puede llevarnos a correr riesgos, especialmente financie ros o emocionales. En ocasiones, según cuáles sean los con textos o los resultados previstos, los riesgos se justifican; por ejemplo, el Loco junto al Diez de Pentáculos invitaría al juego. Otras veces, los riesgos no provienen tanto de la ne cesidad como de la impaciencia con lo que ya tenemos. Esta situación se agudiza cuando el Diez de Pentáculos aparece con el Diez de Copas. El paralelismo con Ulises se acentúa más cuando la car ta sale invertida. La mayoría de los problemas de aquel héroe se derivaron de una vena de temeridad que lo lle vaba a cometer actos de osadía precisamente en los peores momentos. La necesidad de jugárselo todo estaba en con tradicción con sus cualidades básicas de cautela, habilidad y previsión. Y sin embargo, la insensatez mantenía el equili brio. Sin ella, Ulises no habría visto el mundo más allá del hogar y de la familia a los cuales finalmente regresó.
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Figura 4 8
(b)
El Nueve En cuanto cartas materiales, los Pentáculos se refieren al éxito y a lo que éste significa en la vida de una persona. A diferencia de la figura que aparece en el naipe Diez, aquí la mujer tiene clara conciencia de las cosas buenas que hay en su vida. Su mano se apoya en los Pentáculos, con el pulgar enganchado en un tallo de la vid. Uno de los significados básicos de la carta es la conciencia; especialmente, concien cia de sí y de la capacidad de distinguir lo que tiene impor tancia en la vida, los objetivos que realmente nos exigen nuestro mejor esfuerzo. La carta significa éxito, pero no simplemente beneficios materiales; significa igualmente el sentimiento de seguridad, la certidumbre que da el saber que uno ha hecho las opciones correctas y ha llevado a cabo las acciones necesarias para alcanzarlas. Los pentácu los que crecen en los arbustos simbolizan una vida produc tiva y activa. Aquí el «éxito» no significa tanto logros mundanos como triunfar en la «creación» de nosotros mismos a partir de los materiales que nos proporcionan las circunstancias y las condiciones de nuestra vida. Y la «certidumbre», en su sen tido más fuerte, quiere decir algo más que mirar hacia atrás
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y ver que hemos hecho lo que debíamos. Significa también la capacidad de saber allí donde los otros sólo pueden con jeturar. El Nueve de Pentáculos representa el emblema de esta cualidad, el verdadero sello de la persona evolucio nada (un tema que se profundizará al final de la sección sobre lecturas); por consiguiente, el estudio y la meditación sobre esta carta nos ayudarán a conseguir esa certidumbre. Hemos visto que los Nueves muestran compromisos y opciones, un tema que aparece también en los Pentáculos. La mujer está sola en su jardín. Para lograr lo que tiene, ha tenido que renunciar a la compañía habitual. En las lectu ras, este simbolismo no significa que la carta aconseje inevi tablemente renunciar a una relación, pero sí que exhorta a confiar en sí mismo y a refugiarse en una cierta soledad para perseguir los objetivos. La imagen de la figura 48b, ligeramente diferente de la versión oficial del mazo Rider (figura 48a), proviene de una edición norteamericana de hace varios años. En este Nueve de Pentáculos una sombra oscurece el rostro de la mujer y las uvas que hay al lado derecho de la carta. Es evidente que la figura se aparta del sol. El simbolismo sugiere un sacrificio. Para hacer de su vida lo que ella quiere, esta mu jer ha tenido que renunciar no solamente a la compañía, sino también a cosas tales como la espontaneidad, las dis tracciones y la temeridad. Si el sacrificio nos parece dema siado grande, quizás eso signifique que no valoramos lo suficiente las gratificaciones que proporciona el cultivo de sí mismo. La imagen del ave lleva más lejos estas ideas. Cazador por todo lo alto, el halcón simboliza el intelecto, la imagina ción, el espíritu. La caperuza, sin embargo, lo somete a su señora, es decir, a la voluntad consciente. Por consiguiente, aunque a primera vista el naipe signifique éxito, con un conocimiento más íntimo este significado primario pasa a ser el de disciplina. Y la entrada por el Portal de esta carta nos ayudará a alcanzar el júbilo de la verdadera disciplina, la que no mutila, sino que eleva.
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Invertida Las cualidades de la carta quedan negadas o trastocadas: de ello se derivan falta de disciplina y fracaso; proyectos que se emprenden y después se abandonan; una incapaci dad de canalizar la energía y orientarla hacia fines útiles. En esta posición, la carta puede significar que no sabemos lo que queremos o lo que es realmente importante para noso tros. La falta de conocimiento de sí mismo genera irrespon sabilidad y perfidia, tanto hacia los otros como hacia noso tros mismos.
Figura 49
El Ocho Para los Pentáculos, el camino hacia el Espíritu no pasa tanto por el éxito, ni siquiera por la percepción del valor de las cosas ordinarias, com o por el trabajo que nos permite llegar a apreciarlas. El Nueve nos muestra la disciplina; el Ocho nos muestra el entrenamiento que nos aporta a la vez disciplina y habilidad. El trabajo, ya sea físico, artístico o espiritual (el sufí Idries Shah habla del «trabajo» como de la más básica de las doc trinas del sufismo), no puede alcanzar éxito si la persona no
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piensa más que en el resultado final. Muchos artistas y escri tores han dado testimonio de este hecho, advirtiendo a los esperanzados que si sólo quieren enriquecerse o llegar a ser famosos, jamás lo conseguirán. Tiene que importarnos el trabajo mismo. Por eso vemos al aprendiz perdido en su tarea. Y sin embargo, el trabajo necesita también tener alguna relación con el mundo exterior. Por más que sigamos nuestras pro pias normas y nuestros instintos, o que busquemos nues tro propio desarrollo, el trabajo que hagamos carecerá de significado si no sirve a la comunidad. Por consiguiente, detrás de su tienda — aunque a la distancia— se alza una ciudad, con un camino amarillo (el amarillo representa la acción mental) que permite ir de la ciudad al taller y vice versa.
Invertida Cuando sale invertida, la carta sugiere principalmente im paciencia y las situaciones que de ella resultan: frustración, ambiciones no cumplidas, envidia o celos. Estas cosas pue den provenir de la actitud que lleva a fijarse solamente en el éxito y no en el trabajo que lo consigue. También pueden originarse en un trabajo insatisfactorio, es decir, una activi dad o carrera que no requiere habilidad ni compromiso per sonal alguno, ni da motivos de orgullo.
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3¡nr
Figura 5 0
El Siete De la imagen del trabajo pasamos a la de su recompensa. Como el Nueve, el Siete muestra los pentáculos com o un resultado viviente del esfuerzo de la persona. Un trabajo significativo aporta algo más que beneficios materiales; la persona también crece. El Siete enseña ese momento en que se puede mirar con satisfacción lo que se ha logrado, que puede ser tan vasto como una carrera, o tan simple como un proyecto inmediato. La carta da a entender que, sea lo que fuere lo que se haya construido (incluso relacio nes entre personas), ha llegado a un punto en que puede crecer por sí mismo, y que la persona puede tomar distancia frente a su obra sin que ésta se desplome.
Invertida Para muchos, un trabajo significativo es algo inaccesible. En general, el Siete invertido apunta a una insatisfacción que lo impregna todo, a esa sensación de estar atrapado que nos producen los trabajos o los compromisos insatisfacto rios. Además, el Siete invertido puede significar cualquier insatisfacción o ansiedad específica, en particular prove niente de algún proyecto que no marcha bien.
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Figura 51
El Seis Las dos cartas siguientes, relacionadas por su simbolismo, destacan entre las más complejas de los Arcanos Menores, e incluso de todo el mazo. Demuestran al mismo tiempo la diferencia entre niveles de interpretación y esa dimensión extra que yo llamo el Portal, porque mientras que el Cinco permite múltiples significados, el Seis nos muestra el propio mecanismo del Portal. Superficialmente, el Seis de Pentáculos ilustra la idea de repartición, de generosidad, de caridad. Obsérvese sin em bargo que los personajes forman una jerarquía en que uno está por encima de los otros dos. La carta, por consiguiente, significa una relación en la cual una persona domina a las otras. Es cierto que ésta da, pero siempre desde una posi ción de superioridad. La balanza está equilibrada: esas rela ciones suelen ser muy estables, precisamente porque las personas están bien emparejadas. Así como una de ellas desea dominar, la(s) otra(s) desea(n) que la(s) dominen. La posición inferior no implica realmente debilidad; es fre cuente que la persona dominada instigue a la relación, y de hecho insista sutilmente en mantenerla, cuando la que de sempeña el papel dominante quizá quiera cambiar.
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A veces la jerarquía no indica una persona, sino más bien una situación — de índole emocional, económica o lo que sea— que domina a una persona o a un grupo. Es pro bable que les dé muy poco, pero lo suficiente para impedir les que busquen otra cosa. Esto puede suceder con un tra bajo que da beneficios materiales, pero escasa satisfacción o poca probabilidad de progresar; o con una relación en que las personas son desdichadas, pero se sienten cóm o das; o con una situación política en que la gente reconoce que está oprimida, pero no quiere poner en peligro la poca seguridad que tiene. La carta tiene una relación (deformada) con todas aque llas de los Arcanos Mayores (el Hierofante, los Enamorados, el Diablo y otras) en que alguna fuerza reúne o reconcilia los opuestos de la vida. Aquí nada se reconcilia verdadera mente, pero la situación se mantiene equilibrada y en mar cha. Hasta ahora, los significados subrayan a los dos mendi gos, pero, ¿qué hay del donante? Aunque muestra genero sidad, el equilibrio de la balanza indica que no da espontá neamente, sino que calcula qué es lo que cree poder permi tirse. Dicho de otra manera: da lo que no echará de menos. Emocionalmente, esto simboliza a una persona que se rela ciona con verdadera facilidad con las otras, y sin embargo, siempre contiene sus sentimientos más profundos. Como ya dijimos, la relación se genera por ambas par tes. Muchas personas no aceptan de los demás más que «dones» limitados. Es probable que una demostración de afecto muy intensa, por ejemplo, las avergüence o las asus te. Lo mismo puede ser válido para quienes se ofenden por la «caridad» e incluyen en esa categoría cualquier ofreci miento de ayuda. Por lo tanto, el Seis de Pentáculos puede indicar que se da a la gente lo que ésta es capaz de re cibir. He subrayado estas palabras porque implican algo que va más allá de su significado literal. Inconscientemente, la mayoría de las personas calculan lo que dan de acuerdo con lo que los demás esperan de ellas; así evitan sentirse
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incómodas o hacer que los demás se sientan incómodos. Por otra parte, para poder conscientemente dar a la gente lo que necesita y puede usar (y no lo que tal vez cree que rer), uno debe haber alcanzado un alto grado de conoci miento de sí mismo y de la psicología humana en general. Son realmente pocas las personas que alcanzan este nivel al dar; muchos creen percibir lo que el otro necesita cuando en realidad están proyectando sobre esa persona sus pro pias exigencias y sus miedos. En cuanto fuente de informa ción más objetiva, el Tarot puede ayudarnos a entender nuestras propias necesidades o las de los demás. Debido a estos significados, el Seis de Pentáculos se relaciona con el Nueve en el contexto de aquella carta como emblema de la certidumbre. La idea de dar a la gente lo que es capaz de recibir tiene también un significado religioso. Tanto los místicos como los esoteristas suelen decir que la verdad oculta en el seno de una religión determinada puede ser casi lo opuesto de lo que esa religión parece decir en la superficie. Por ejemplo, mientras que quizá la doctrina nos enseñe a controlar nues tros deseos con pensamientos piadosos, tal vez el ocultista intente hacer aflorar sus necesidades más ocultas para tra bajar con ellas. Esta escisión existe porque la mayoría de las personas no sólo son incapaces de toda forma de trato con las enseñanzas religioso-psicológicas en su forma no suavi zada, sino que no están dispuestas a intentarlo siquiera. E incluso muchas de las que lo intentan, encuentran que la verdad les es imposible de asimilar. Recuérdese al rabino Ben Abuysh, que perdió la fe cuando le pareció ver dos Dioses. Idries Shah nos cuenta la fábula de dos hombres que lle gan a una tribu sumamente temerosa de las sandías, a las que consideraban demonios. El primer viajero intenta de cirles la verdad, y lo lapidan por hereje. El segundo acepta su ortodoxia, se gana la confianza de la gente y lentamente va educándola. Com o este relato, el Seis de Pentáculos in dica la forma en que la religión, lo mismo que las enseñan zas esotéricas, nos da lo que somos capaces de recibir.
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Waite, al describir esta carta, dice «una persona con aspecto de mercader»; no un mercader, sino una persona «con as pecto» de serlo. Y Nietzsche, en Así hablaba Zaratustra, hace que un ermitaño diga a Zaratustra: «Si quieres acer carte a ellos, no les des más que una limosna, y deja que te la pidan.» Si les das más, nadie te escuchará. Sin embargo, ¿quién es esta persona con «aspecto» de mercader? ¿Es simplemente un maestro o representa una doctrina religiosa o psicológica? La balanza sugiere algo más: la Justicia, que representa la verdad, no sólo en cuanto «información correcta», sino como fuerza viviente que man tiene unido al universo y lo equilibra. En el Diez de Pentá culos vimos esta fuerza representada por el anciano en la arcada; aquí se nos aparece como el mercader. La vida nos da lo que necesitamos, lo que podemos usar. Especial mente cuando nos colocamos en posición de recibir. La gente que trabaja con meditación o con el Tarot, o con disciplinas similares (lo mismo que quienes hacen un trabajo artístico), observan con frecuencia un fenóm eno cu rioso. Parece como si la vida conspirase para darles lo nece sario para ayudarles en su camino. No es que les dé un empujón, pero sí apenas un empujoncito en el momento preciso. He aquí un ejemplo. En la época en que estaba tra bajando con estos significados del Seis de Pentáculos, me hice a mí misma una lectura de Tarot, en la que el Seis salió cruzando al Caballero de Copas. Lo entendí en el sentido de que sería beneficioso para mí mantener una disposición anímica meditativa. Ahora bien, esto sucedió algunos meses después de la muerte de mi madre, y mientras visitaba a mi padre empecé a usar una mezuzah (una especie de amu leto judío) de mi madre. La mezuzah llevaba una inscrip ción con el nombre Shaddai, en el que reconocí uno de los nombres de Dios, aunque no sabía qué significaba. Dos o tres días después de la lectura asistí con mi padre en una sinagoga a los oficios del Sábado (algo que yo no habría hecho por mi cuenta). Por el camino vi el nombre Shaddai en una joya expuesta en un escaparate y mencioné mi cu riosidad respecto de su significado.
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Cuando miré el pasaje de la Biblia correspondiente a la lectura de ese día, descubrí una nota que explicaba el signi ficado de Shaddai. Traducida como «Todopoderoso», la pa labra proviene de una raíz hebrea que significa «subyugar», pero se relaciona también con una palabra árabe que quiere decir «benevolencia, donación de regalos». El libro no sólo respondió a mi pregunta inmediata, sino que me dio una mayor comprensión del Seis de Pentáculos. El «mercader» simboliza la fuerza de la vida, que no sólo nos da lo que necesitamos y podemos recibir, sino que también puede subyugarnos (aunque ordinariamente no lo haga si no lo deseamos) con el milagro espiritual. Y toda esa compren sión intuitiva (que, por haberla experimentado, significaba más para mí de lo que habría significado intelectualmente, como idea), la había alcanzado yo poniéndome literalmente en posición de recibir, es decir, yendo con mi padre a la sinagoga. El Seis de Pentáculos nos enseña que el valor de estu diar el Tarot u otras disciplinas no reside simplemente en el conocimiento específico que de ello se obtiene, sino tam bién en la disposición de ánimo que se crea por el acto de hacerlo. El trabajo mismo nos cambia. Mediante el meca nismo de las cartas Portales podemos cultivar consciente y deliberadamente esos cambios. Al contemplar las figuras y unirnos a ellas nos permitimos recibir sus dones.
Invertida Los significados posibles se relacionan con los de la carta en posición normal. Indican falta de generosidad y egoísmo cuando lo que se espera es compartir. En ocasiones, esto se refiere a una situación en que la persona está en una posi ción de superioridad. Entonces, el (o la) donante es capaz de dar con mayor libertad, sin calcular lo que puede o no permitirse, sino compartiendo realmente. Otras veces, la carta señala el resentimiento de las personas que reciben la caridad, o su contrapartida, la piedad. Con frecuencia, el Seis invertido indica que alguna si tuación estable, pero básicamente desigual o insatisfactoria,
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se ha roto. Que esto dé o no origen a otra más libre o más equilibrada dependerá de diversos factores, entre los cuales no es el menos importante el deseo y el valor de los partici pantes para seguir adelante con un proceso que ha sido ini ciado por ellos mismos o por algún agente exterior. Finalmente, como es natural, la carta en esta posición significa no estar en posición de recibir, ya sea porque nos aislamos espiritualmente o porque dejamos pasar alguna oportunidad práctica, quizás a causa de nuestra arrogancia o nuestra desconfianza de los motivos ajenos.
(a)
Figura 5 2
(b)
El Cinco Los diversos significados de esta carta ilustran una vez más el problema de la certidumbre que analizaremos en la sec ción destinada a las lecturas. ¿Cómo podemos saber con seguridad qué significado es válido para una situación real? Al mismo tiempo, los significados muestran cómo una situa ción puede encaminarse por direcciones muy diferentes. Los Cincos ilustran algún género de conflicto y pérdida; cuando se trata de Pentáculos, esto significa sobre todo problemas materiales, como pobreza o enfermedad. Obsér
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vese que los personajes, aunque encorvados y tullidos, so breviven. Esta carta puede indicar amor, especialmente el de dos personas que se mantienen unidas en una mala si tuación. Puede darse el caso de que las penurias se hayan convertido en uno de los principales factores que las man tienen juntas, de modo que el alivio de sus problemas mate riales puede poner a prueba su unidad; también es proba ble que las personas crean que eso puede suceder, y que por eso teman al cambio. Obsérvese que las figuras pasan delante de una iglesia. Pues bien, como lugar de asilo, la iglesia representa des canso y alivio ante la tormenta. Las dos personas, sin em bargo, no la ven. Los seres humanos pueden acostumbrarse a cualquier cosa, y cuando esto sucede, es frecuente que no vean las oportunidades de cambiar, y que se resistan incluso a poner término a sus problemas. Si comparamos estas per sonas con los mendigos arrodillados del naipe Seis, vemos que el Cinco representa el orgullo y la independencia, lleva dos en ocasiones al punto de la estupidez ante un auténtico ofrecimiento de ayuda. Al examinar más atentamente la carta podemos descu brir otros significados alternativos, y hasta opuestos. La ima gen no muestra ninguna puerta de la iglesia. Com o sucede hoy con muchas iglesias que cierran sus puertas cuando no hay oficios religiosos, parece que ésta hubiera dejado fuera a la gente. El asilo no ha servido de nada. Vemos aquí ante todo un comentario sobre la religión moderna, a la que mu chos acusan de haber fracasado en la tarea de consolar y curar las almas perturbadas de los fieles. En un nivel más simple, en muchos países las iglesias se han enriquecido a expensas del pueblo. Aquí también cabe comparar el Cinco con el Seis. Allí, el mercader puede simbolizar la iglesia se cular moderna, que da la asistencia material que puede (o que quiere), en tanto que de las necesidades espirituales de la gente nadie se ocupa. Podemos decir que el párrafo anterior nos ofrece una interpretación «sociológica» de la iglesia sin puerta. Si, en cambio, ponemos el acento en las personas, tendremos una
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visión psicológica. A veces podemos encontrarnos en una situación en que las fuerzas externas — las instituciones so ciales, la familia, los amigos, etc.— no pueden ayudarnos, y debemos enfrentarnos solos con el problema. Podemos extender esta idea a una interpretación «m á gica» u ocultista. En el libro sobre los Arcanos Mayores ana licé cómo el mago — o maga— , al embarcarse en un curso de evolución personal, se enfrenta con la Iglesia estable cida, que tradicionalmente actúa de intermediaria entre los seres humanos y Dios. La opción puede traer consecuen cias tanto prácticas como políticas. Si el mago tropieza con fuerzas psíquicas peligrosas, entonces la religión tradicional no puede (por no hablar de que no quiera) ayudarle a ven cerlas. Compárese el Cinco de Pentáculos con el Hierofante, el número 5 de los Arcanos Mayores. Allí (figura 52b), dos suplicantes se someten a una doctrina que los orienta en todas las situaciones. Aquí (figura 52a), las personas han rechazado esas doctrinas, o simplemente han descubierto que no venían al caso.
Invertida El significado que da Waite es «caos, desorden, ruina, con fusión». Esto sugiere que las cosas tal como se las veía en la posición normal se han desbaratado. Las personas ya no sobreviven. Por más que la situación inmediata pueda pare cer mucho peor, a veces conduce a una mejora. Cuando la gente se acostumbra al sufrimiento, es probable que un co lapso la libere. El que ahora puedan o no construir algo más positivo depende parcialmente de ellas mismas, y parcial mente de la influencia y de las oportunidades que las ro deen.
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Figura 5 3
El Cuatro Lo primero que vemos es la imagen de un avaro, y por extensión, el hecho de depender, para sentirse seguro, de la comodidad y la estabilidad materiales simbolizadas por el número Cuatro. A manera de respuesta a los problemas y dificultades que nos mostraba el naipe anterior, el hombre se ha provisto de una capa protectora contra cualquier pro blema económico (o de otra índole) que pudiera surgir en el futuro. Sin embargo, así como en el Cinco veíamos dos per sonas, aquí hay una sola, cuya necesidad de seguridad per sonal excluye a los demás. En cuanto signos mágicos, los Pentáculos simbolizan la energía psíquico-emocional básica. Aquí, el hombre usa sus pentáculos para aislarse del mundo exterior. Con ellos se ha cubierto los puntos más vitales: la coronilla (que aquí es literalmente una corona), la garganta y el corazón, y las plantas de los pies. La gente que hace meditación con los chakras reconocerá que los dos primeros son puntos vitales de conexión con el Espíritu y con las demás personas. Cu brirnos los pies simboliza un bloqueo que nos separa del mundo circundante. Sin embargo, el hombre no puede pro tegerse la espalda. Siempre seguimos siendo vulnerables a
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la vida, por más centrados en nosotros mismos que procu remos estar. En ciertas situaciones, el Cuatro, considerado general mente como una «carta problema», puede ser muy apro piado. Cuando la vida se ha desintegrado en el caos, el Cuatro indica la creación de una estructura, ya sea por m e diación de las cosas materiales u orientando hacia adentro la energía mental y emocional. La carta sigue siendo una imagen del egoísmo, pero a veces el egoísmo puede ser precisamente lo que se necesita. Generalmente, la gente que medita con el aura, al término de cada meditación cumple con el ritual de «sellar» el aura en los puntos de los chakras. Esta práctica impide a la vez las filtraciones de su propia energía, y que el sí mismo se vea anegado por in fluencias externas. Finalmente, en un nivel muy profundo, el Cuatro de Pentáculos simboliza la forma en que la mente humana es tructura y confiere significado al caos del universo material. Esta idea no contradice el concepto de fuerzas que equili bran la naturaleza, tal como las describen el Diez y el Seis. Más bien lo complementa, al mostrar que la gente no sólo percibe aquellas fuerzas, sino que de hecho las ayuda a fun cionar. El que los seres humanos existamos en el universo como creadores y no como meros observadores pasivos constituye uno de los puntos de encuentro entre las ense ñanzas místico-esotéricas y la física contemporánea.
Invertida Aquí la energía se libera. El acto puede significar generosi dad y libertad — si la posición normal indica avaricia o en cierro dentro de nosotros mismos— , pero también puede representar la incapacidad de establecer un lazo que man tenga unida nuestra vida y la estructure. Una vez más, re cordemos que en cada situación concreta el significado de pende de otras influencias.
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Figura 54
El Tres Volvemos aquí al tema del trabajo, visto tanto en su sentido literal como en cuanto símbolo de evolución espiritual. El hombre situado a la izquierda es un escultor, un maestro de su arte. La carta aparece a veces en relación con el Ocho de Pentáculos, lo que significa que el esfuerzo y la dedicación laboral han dado como resultado — o lo darán— el dominio y la maestría. A la derecha están de pie un monje y un arquitecto, que sostienen los planos de la iglesia. Juntas, las tres figuras sig nifican que el mejor trabajo combina la habilidad técnica (Aire) y la comprensión espiritual (Agua) con la energía y el deseo (Fuego). Obsérvese cómo los pentáculos forman un triángulo de Fuego, con la punta hacia arriba, que nos muestra cómo el trabajo puede elevarnos a niveles superio res, en tanto que debajo de ellos hay una flor situada dentro de un triángulo de Agua, que apunta hacia abajo y simbo liza la necesidad de que ese trabajo arraigue en la realidad del mundo y en las necesidades de la comunidad. En cuan to reflejo de esta dualidad, la carta — como el Nueve— hace referencia al trabajo concreto, y sin embargo puede ser también un símbolo del ser interior evolucionado. Estos dos
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significados no se excluyen recíprocamente. Como obser vamos antes, el trabajo manual, hecho a conciencia y con ánimo comprometido, puede ser el vehículo de la evolución del sí mismo. Parte del significado de esta carta reside en el hecho de que un simbolismo tal de la evolución psíquica haya de darse en el ámbito mundano de los Pentáculos, y no en las imágenes, con frecuencia más exóticas, de los otros palos.
Invertida Mediocridad: el trabajo, físico o espiritual, va mal, con fre cuencia debido a ociosidad o debilidad. En ocasiones, el significado se extiende a una situación general en la que poco sucede: las cosas continúan, ya sea empeorando o mejorando, siempre al mismo paso lento.
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Figura 55
El Dos Com o el Dos de Espadas, el Dos de Pentáculos se mantiene en un equilibrio precario, aunque en general éste es más feliz. En realidad, lo que vemos en la imagen del juglar es la idea misma del equilibrio. Hay veces en que la carta signi
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fica hacer malabarismos con la vida misma, manteniéndolo todo en el aire al mismo tiempo. Pero más simplemente, expresa la idea de disfrutar de la vida, pasándolo bien, de manera similar a como la muestra el Nueve de Copas, aun que más ligera: aquí vemos una danza antes que una fiesta. Com o tantos Pentáculos, la carta implica que hay una magia oculta en sus placeres ordinarios. El juglar sostiene sus emblemas mágicos dentro de un lazo o cinta que forma el signo de infinito, el mismo que aparece por encima de la cabeza del Mago, y de la mujer en la Fuerza. Hay gente que cree que el desarrollo espiritual se produce sólo en momen tos de seriedad. Pero el placer y la diversión también pue den enseñarnos mucho, siempre y cuando les prestemos atención.
Invertida Aquí el juego se vuelve forzado: Waite dice «disfrute simu lado». Enfrentados con algún problema que no queremos enfrentar, o con la presión social que nos exige no armar por ello un alboroto, es posible que finjamos, tanto ante nosotros mismos como ante los demás, que nos tomamos todo a la ligera. Pero lo más probable es que fracasemos en este acto de malabarismo.
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Figura 56
El As El don de la Tierra: naturaleza, riqueza, seguridad, vida g o zosa. Sólo en este As no hay ninguna letra Y od cayendo del cielo. La Tierra, en su totalidad y en su sólida realidad, pro duce su propia magia. Hemos visto con las otras cartas (principalmente con el Diez) cómo la magia se mantiene muchas veces oculta a nuestros ojos simplemente porque vemos sus resultados como algo muy habitual. Aquí, la mano ofrece sus dones en un jardín, un lugar al abrigo del mundo silvestre que se ve más allá de él. Mediante la obra de la civilización, la huma nidad da forma a la materia prima de la naturaleza, convir tiéndola en un medio seguro y cómodo. El trabajo espiritual nos encamina al reconocimiento de la magia en las cosas normales, tanto en la naturaleza como en la civilización, y después nos anima a trascenderlas, aproximándonos a ese conocimiento más vasto que simbo lizan las montañas. La salida del jardín forma un arco muy similar al laurel de la victoria que rodea al danzarín del Mundo. Al término de los Arcanos Menores, el As de Pentá culos nos muestra una vez más cómo, cuando estamos list- el Portal se abre siempre hacia la verdad.
Invertida Com o los dones materiales existen de una manera en que no existen los dones de los otros Ases, en este caso son más susceptibles de abuso. El As de Pentáculos invertido puede significar todas las formas en que la riqueza corrompe a la gente: el egoísmo, la competencia desenfrenada, la descon fianza, la dependencia excesiva de la seguridad y el con fort. Tom ado de otra manera, el jardín puede representar a veces una protección, proveniente de los acontecimientos o de otras personas, frente a los problemas de la vida. Si la carta está invertida, indica que esta protección se ha termi nado, y que la persona debe hacer frente a sus problemas; o que la persona desea seguir aferrándose a ese refugio una vez llegado el momento de abandonarlo. Com o el Ermitaño invertido, puede simbolizar una negativa a crecer, y especí ficamente, a independizarnos de nuestros padres. En otras ocasiones, sin embargo, el As invertido puede significar el reconocimiento (como el Ocho de Copas en posición normal) de que ha llegado el momento de dejar atrás lo familiar y de atravesar el Portal que nos conduce a las montañas de la sabiduría.
LAS LECTURAS
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Introducción a la adivinación por el Tarot
El uso de los naipes de Tarot para hacer lecturas — o «adivi nación», para dar a la práctica su verdadero nombre— ha sido motivo de controversia por lo menos desde el siglo xvm, época en que los ocultistas iniciaron, desde su punto de vista, el estudio «serio» de las cartas. Paradójicamente, al mismo tiempo que muchos ocultistas miran con desdén la adivinación, la mayoría de las personas no saben que pueda haber otro propósito en el estudio del Tarot. Muy al comienzo de su historia, las cartas de Tarot fue ron a parar a manos de los zíngaros o gitanos, probable mente cuando éstos entraron en España, provenientes del norte de Africa (aparentemente, las cartas habían llegado a España desde Italia o Francia). Los zíngaros no nos han aportado información alguna sobre ningún uso particular o secreto que hayan podido hacer de las cartas. Pública mente, por cierto, las usaban para hacer dinero diciendo la buenaventura: a los ricos en cámaras privadas donde nadie pudiera enterarse de sus secretos, a los pobres en tiendas y caravanas, durante ferias y festivales. En la actualidad muchas personas siguen creyendo que los zíngaros inventaron el Tarot, pese a que hay claras prue bas en contra de esta teoría. La asociación entre gitanos y
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naipes sigue siendo tan fuerte que en algunos países las mujeres que se dedican a leer profesionalmente acostum bran a llevar pañuelos multicolores, faldas con volantes y pendientes de oro (y los hombres, pantalones bombachos, chalecos de brocado y un solo pendiente), y adoptan nom bres como «Madame Sosostris» para satisfacer al público. Es probable que la larga asociación de las lecturas del Tarot con puestas en escena baratas explique, por lo menos en parte, el desprecio o la falta de interés que muchos estu diosos del Tarot han mostrado hacia la adivinación. En cuanto ven en el Tarot un diagrama y un instrumento de la evolución consciente, los ocultistas y quienes se interesan por el esoterismo rechazan automáticamente el uso de las cartas como anuncio de «extranjeros altos y morenos» o de herencias misteriosas. Y sin embargo, al ver únicamente los abusos, y no las posibilidades más profundas que ofrecen las lecturas, son esos mismos ocultistas quienes limitan el verdadero valor del Tarot. He aquí el comentario de Arthur Edward Waite sobre la adivinación, en su libro The Pictorial Key to the Tarot [La clave gráfica del Tarot]: «La asignación de un aspecto adivi natorio a estas cartas es la historia de una prolongada im pertinencia.» Esto nos conduce a una interesante paradoja. Porque desdeñaban el aspecto adivinatorio, Waite y otros que pensaban como él extendieron el abuso de las lecturas. La forma despectiva en que escribieron sobre el tema ha fijado en la mente de muchas personas la imagen de inten tos triviales de predecir el futuro. En cuanto a la mera cues tión de por qué escribieron sobre el tema, sólo podemos conjeturar que ellos o sus editores supusieron que el pú blico esperaba este enfoque. Después de todo, incluso hoy a la mayoría de las personas que toman un libro sobre el Tarot les interesan más los mensajes misteriosos que nada que tenga que ver con el logro de una transformación psí quica. Por cierto que los libros sobre Tarot que mejor se venden dan las fórmulas más simples para los significados de las cartas; y al mismo tiempo, prometen la totalidad del conocimiento.
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Más importante que dilucidar por qué se molestaron en escribir sobre el tema es el simple hecho de que pocos es pecialistas en esoterismo hayan intentado disipar la imagen trivial de la adivinación. Esta indiferencia se ha extendido incluso a la totalidad de los Arcanos Menores. Com o las cartas Menores van asociadas con las lecturas, muchos libros serios sobre el Tarot las tratan muy a la ligera, si es que las tratan (el comentario de Waite se aplicaba solamente a los Arcanos Mayores). El libro de Paul Foster Case sobre el Tarot sólo da las fórmulas más escuetas en una especie de apéndice al final. Otros libros no tratan más que las cartas Mayores. La obra de Crowley The Book o f Toth [El libro de Tot] es prácticamente el único de los estudios esotéricos modernos que profundiza en el significado de los Arcanos Menores, relacionándolos con un complicado sistema as trológico. En cuanto a los métodos para hacer las lecturas, los es tudios esotéricos más importantes no nos han dado más que una pobrísima información, consistente en unas pocas «tiradas» o diseños para disponer las cartas, con unas fór mulas a modo de explicación de las diferentes posiciones. En esto también, la excepción es Crowley, quien presenta un sistema complicado de lecturas, mediadas por un «reloj» astrológico. El impacto de la psicología profunda y de la astrología humanista ha llevado a muchos autores contemporáneos a buscar un uso más serio de la adivinación. Desdichada mente, al tratar las lecturas de manera tan displicente, los primeros autores crearon una tradición formada por fórmu las de las cuales a los modernos les ha resultado difícil des prenderse. Así, nos seguimos encontrando el mismo tipo de explicaciones para los Arcanos Menores, en el estilo de «T od o no se ha perdido todavía; aún puede haber buena suerte» (Douglas); y con las mismas descripciones breves de las tiradas, con explicaciones del tipo de «el mejor resultado posible» para las posiciones. En la línea iniciada por Crow ley y otros, varios libros contemporáneos han intentado ampliar el significado de los naipes vinculándolos no sola
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mente con la astrología y la Cabala, sino con el I Ching, la psicología junguiana, el tantrismo e incluso con las mitolo gías de América Central. Establecer estas vinculaciones ayuda al entendimiento, especialmente a las personas con un conocimiento previo del otro sistema (sería interesante ver un libro, digamos, sobre psicología de la gestalt que ex plique su tema en función de la correspondencia con el Tarot, y no a la inversa). Aun así, en cualquier estudio cui dadoso del Tarot se ha de seguir poniendo el énfasis en las cartas mismas, y en el uso que les cabe en la meditación y en las lecturas. En esta sección del libro esperamos dar una idea de lo complejo y profundamente instructivo que puede ser el Tarot en cuanto instrumento adivinatorio.
El sentido común
Mucha gente dice que las lecturas del Tarot «le dan miedo». A lo que aluden con eso es, primero, a la incomodidad de que algo pueda dejar al descubierto sus experiencias, al mismo tiempo que sus miedos y esperanzas más íntimos; y en segundo lugar, a que un mazo de cartas pueda hacer tal cosa. Esas personas suelen acercarse inicialmente al Tarot como si fuera un juego, especialmente si es un amigo o un pariente quien echa las cartas, y no tienen que pagar por la lectura. Entonces barajan los naipes con una sonrisa for zada, porque se sienten tontos; el lector hace la tirada, tal vez buscando los significados en un libro, y llega lo increí ble: ahí aparece el trabajo nuevo, o el amante infiel o — si el lector lo encara con un poco más de sutileza— el miedo a la enfermedad o una dolorosa rebelión contra uno u otro de los padres. — Esto lo estás sacando de lo que ya sabes de mí — di cen, o si no— : Eso ya lo sabías con mirarme, ¿no? En rea lidad, no es que lo hayas visto en las cartas. Y entonces, a la vez siguiente que alguien les habla d tirar las cartas, se ríen y contestan que no, gracias, que a ellos esas cosas les dan miedo.
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La verdad es que el futuro le da miedo a mucha gente que no espera que le suceda nada bueno. Se conforman con que las cosas sigan igual, en un equilibrio de dolor y felicidad con una gran dosis de aburrimiento y frustración y un nivel mínimo de desdicha; pero incluso una estabilidad así se les aparece como improbable. A los ojos de la mayo ría, las cosas no pueden menos que empeorar; y lo más pro bable es que empeoren. Las lecturas del Tarot nos enseñan muchas cosas más allá de la información determinada que obtenemos de ellas. Una de esas cosas es el predominio del pesimismo. Si todas las cartas de una persona salen positivas, radiantes de pro mesas de felicidad, la persona dirá probablemente: — ¿Ah, sí? Pues lo creeré cuando lo vea. Pero si una sola carta expresa una insinuación de difi cultades o de enfermedad, la respuesta se convierte en: — Oh, si yo ya lo sabía. Y ahora, ¿qué voy a hacer? Con una actitud tal, imagínese el lector cómo crece el miedo, y quizás el resentimiento, cuando la temida informa ción les llega a partir de un mazo de naipes. Hay también otro aspecto en esta cuestión de aceptar las cartas. La gente que va a hacerse leer el Tarot, con fre cuencia tiene la actitud de querer que le «muestren» algo. Como consideran que la adivinación es algo «mágico» (aun que en realidad no sepan lo que eso significa), quieren que el lector les demuestre que tiene poderes mágicos. Para ellos, el valor de la lectura reside en la precisión con que armonice con lo que ellos ya saben de su vida, con el agre gado, naturalmente, de un pelín de informació nueva. Para asegurarse de que el lector — o la lectora— es «honesto», le ocultan de su vida todo lo posible. Recuerdo una mujer que vino a pedirme consejo por cuestiones de trabajo. Durante toda la lectura me miró (o miró las cartas) con aire inexpre sivo, sin darme indicación alguna de si lo que yo le decía tenía algún sentido para ella. Después, sin embargo, repasó una por una las cartas, explicándome cómo se relacionaban directamente con su experiencia del momento. En otra ocasión yo había prometido a una amiga que le
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haría una lectura en Árbol de la Vida (véase p. 208) como regalo por su vigésimo primer cumpleaños. Cuando le con tó a alguien en el despacho que se iba a hacer leer las car tas, la mujer le aconsejó, alarmada: — Oh, pero no debes hacer eso. No sabes las cosas que hace esa gente. Se van al ayuntamiento y al registro civil para averiguar todos tus datos, cuándo naciste, dónde vi ves... Mi amiga no le dijo que yo ya sabía todas esas cosas. A esas personas no parece ocurrírseles que cuando pier den su tiempo y su dinero es cuando sólo han aprendido cosas que ya sabían, junto con una maraña de hechos nue vos. Parece que se olvidaran de que no han pedido la entre vista para poner a prueba al lector, sino para buscar con sejo. Cuánto más podría haber aprendido la mujer sobre su carrera, si me hubiera dado oportunidad de profundizar en las relaciones entre las cartas, en vez de limitarse a verificar hasta qué punto me aproximaba yo a los hechos. Detrás del miedo y del escepticismo se oculta el mismo problema: las cartas del Tarot ofenden al «sentido común», es decir, a la imagen del mundo que tenemos en común y que es, generalmente, la que nos enseña la sociedad. A esa imagen la consideramos «científica», aunque sólo en el es tricto sentido histórico de esa palabra, en cuanto significa la visión propagada por los científicos oficialmente reconoci dos (lo que excluye, por ejemplo, a los astrólogos y los yo guis) desde el siglo xvn. Irónicamente, las propias ciencias naturales, y en especial la física, se están apartando de la idea de un universo estrictamente mecanicista. Sin embar go, el retraso cultural asegura que la mayoría de las gentes sigan pensando en la ciencia en términos del siglo xix. Es decir que la visión «con sentido común» del mundo que se generó en una cultura — la europea— ha predomi nado durante no más de unos doscientos o trescientos años, y ha empezado ya a desvanecerse. Es imposible negar los logros alcanzados por esta visión, sean cuales fueren sus inconvenientes. La mayor parte de las personas que denun cian la ciencia no pueden ofrecer nada en reemplazo de
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ella, a no ser la nostalgia de un pasado visto a través de los ojos del romanticismo, pero que jamás existió. El peligro que actualmente representa la humanidad para la natura leza da un irónico testimonio de la medida en que la raza humana ha conseguido superar las grandes amenazas — el hambre, las fieras, la enfermedad, etc.— que, en su momen to, representó para ella la naturaleza. Pero aceptar los lo gros de la ciencia no nos obliga a proscribir todas las demás contribuciones al conocimiento humano. La ciencia occidental moderna se inició como un movi miento conscientemente ideológico, que se oponía en forma deliberada a la visión religiosa del mundo de su época. Los primeros en practicarla y en teorizar sobre ella, como Francis Bacon, se consideraban revolucionarios que proponían una relación totalmente nueva con la naturaleza, una rela ción que iría más allá de ensanchar y enriquecer el conoci miento. La ciencia, predicaban, crearía un mundo nuevo. Incluso hoy, en cuanto institución, la ciencia conserva un carácter dogmático y evangélico. La fama y la popularidad de Immanuel Velikovsky se derivaron, en parte al menos, del histerismo con que lo atacaron los científicos (que en Holanda, la tierra de la tolerancia, intentaron conseguir que el gobierno prohibiera los libros de Velikovsky). Y recuér dese también la organización formada recientemente por Cari Sagan, Isaac Asimov y otros con el fin de atacar la popularidad de la astrología. Lo interesante es que al mismo tiempo que la reputa ción de la ciencia tradicional pasa por momentos difíciles, su visión del mundo sigue, en términos generales, sin ser cuestionada. Con cierta justificación y cierta confusión, la gente culpa a los científicos por las diversas amenazas que pesan sobre la vida en la tierra. Y sin embargo, el «sentido común» sigue aludiendo al mundo creado por la ciencia de los siglos xviil y xix: tal es el poder del condicionamiento. ¿Cómo podemos caracterizar, pues, este sentido «c o mún» (compartido, ordinario)? Pues porque insiste, princi palmente, en que entre acontecimientos, objetos o pautas no puede existir más que una sola forma de relación, que es
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la de causa física directa. Si empujo algo, se cae. Eso tiene sentido. ¿Tiene sentido que si pienso en algo, se caiga? ¿O que se caiga un edificio si golpeo una maqueta? La persona «con sentido común» dice que no, que si las cosas suceden así eso es coincidencia, palabra que significa que dos o más cosas tienen una relación en el tiempo; han coincidido, pero no tienen ninguna otra relación. La causa lidad sigue estando limitada a la acción física observable. Pero la ciencia, incluso en su período más mecanicista, durante los dos últimos siglos, tuvo que ampliar este con cepto a límites dudosos para poder explicar el mundo ob servable. La Tierra y los otros planetas se mueven alrededor del sol. Esto es un hecho demostrable. Podemos calcular las relaciones matemáticas de estos cuerpos en movimiento hasta tal punto que descubramos otros cuerpos nuevos gra cias a un movimiento irregular de los ya conocidos (Neptuno y Plutón fueron descubiertos de esta manera). Pero los hechos no explican cómo sucede esto. No hay manos gi gantescas que empujen a la Tierra ni tiren de ella para ha cerla girar alrededor del sol. Sin embargo, la regularidad del movimiento no nos permite que lo llamemos coincidencia. Por ende, los científicos se inventaron conceptos tales como los de «leyes naturales» y «campos de fuerza». A la misma persona que nos dice que «no tiene sentido» que alguien derribe una silla con el pensamiento le parecerá perfecta mente sensato que la «gravedad» haga que la tierra gire alrededor del sol. ¿Qué decir, pues, del antiguo punto de vista, el de la «correspondencia», para el cual la relación entre objetos y acontecimientos es de similitud? Para él «tiene sentido» que, empujando un modelo en escala, alguien pueda derribar una silla. Y tiene sentido que la posición de los planetas en el momento del nacimiento haya de influir sobre la perso nalidad. De hecho, en la actualidad coexisten ambos puntos de vista, aunque el que afirma la correspondencia sigue siendo el menos respetable. Ciertas plantas se asemejan a órganos humanos. Hay personas (especialmente los sanadores alter
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nativos o de la «nueva era») que afirman que tiene sentido que tales plantas ayuden a mantener sanos los órganos que se les parecen. Otras personas dirán que lo que tiene sen tido es que las dos cosas no tengan nada ver una con otra. El «sentido» de los dos grupos no tiene nada en común. A pesar de esta «no-comunidad», los dos puntos de vista se superponen a veces. La gente que desea justificar la astrología a los ojos de la mayoría suele invocar la «ley » de la gravedad para explicar las influencias astrológicas, pese al hecho de que el tipo de influencia que se atribuye a cada planeta depende en gran medida de las asociaciones mito lógicas que las antiguas civilizaciones asignaron a cada uno de ellos. Supongamos que aceptamos el antiguo sentido común; ¿nos ayuda eso a aceptar el hecho observable de que las lecturas del Tarot reflejen con precisión la vida de una per sona? De hecho, las interpretamos de acuerdo con el con cepto de correspondencias: la pauta de las cartas barajadas refleja la pauta de los acontecimientos. Sin embargo, para muchos que creen firmemente en el sentido de la astrología, el Tarot sigue siendo ofensivo. Los planetas forman una pauta fija y específica en el momento del nacimiento, una pauta determinada retrospectivamente por el momento de la creación, cuando la gravedad los colocó en sus órbitas predecibles. Pero en los naipes barajados no existe tal de terminación. Además, los planetas son seres poderosos, que se mueven trabajosamente por el cielo, y las cartas parecen tan triviales que se pregunta uno cómo podemos aceptarlas. Para muchas personas, la autoridad de la astrología se deriva de la vastedad del cosmos y, en última instancia, de Dios. Tiene «sentido» que algo tan pequeño como un ser humano haya de recibir su personalidad de los vastos movi mientos de los planetas. Y por más que la gente pueda avergonzarse de decirlo, sabemos quién empezó poniendo en movimiento las estrellas y los planetas. Pero a los naipes los barajan gentes como nosotros. Y si vuelven a barajarlos, el diseño que obtienen es diferente. Entonces, ¿cómo es posible atribuirles ningún significado serio?
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Tras esta última pregunta se oculta un supuesto muy importante: que solamente las pautas fijas son reales. El hecho es que la visión del mundo basada en la idea de correspondencia puede mostrar igual tendencia a adoptar actitudes mecanicistas que la que se basa en la idea de ley natural. Ambas dan por supuestas sin fundamentarlas la cuestión de Dios o la de las causas primeras. Así como nin guna de las dos explica cómo llegó a existir el mecanismo — las leyes naturales o las pautas del zodíaco— , tampoco ninguna exige realmente que nos preocupemos por ello. Dios ya puede haberlo puesto todo en movimiento, pero ahora el mecanismo funciona solo. Aunque un buen astró logo se vale de su intuición para interpretar un horóscopo, la carta puede levantarla cualquiera que tenga cierto en trenamiento. El Tarot, en cambio, es más bien dinámico que determi nista. Ninguna regla fija rige la forma en que una persona ha de barajar las cartas, y siempre es posible volver a bara jarlas. (Y o he llegado a hacer hasta seis lecturas para una pregunta, y cada vez obtuve básicamente la misma res puesta, aunque con variaciones importantes, pero muchas de las cartas volvían a aparecer en cada una de ellas. La observación de que algo funciona, de todas maneras, no explica cóm o funciona.) En la década de los años treinta, Cari Jung y Wolfgang Pauli decidieron estudiar las «coincidencias significativas». Jung se interesó en el tema a partir de la astrología y de los experimentos con el I Ching, que lo asustaron de modo muy semejante a como el Tarot asusta a la mayoría de las personas. Pauli abordó el tema desde una participación mucho más personal, ya que parecía perseguido por las coincidencias como por un perro fiel y con frecuencia torpe. Las investigaciones de ambos no llegaron en realidad mucho más allá de la etapa de proclamar que tales coinci dencias existen, y que tras ellas debe de haber alguna espe cie de principio subyacente. Los autores añadieron, sin em bargo, una palabra nueva a los lenguajes del mundo: sincronicidad. Los acontecimientos son sincrónicos cuando no
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los conecta ninguna causa observable y, sin embargo, existe entre ellos un significado. Por ejemplo, si necesitamos con sultar cierto libro inhallable, y sin tener noticia de tal necesi dad alguien se nos aparece en casa con un ejemplar del libro, a esta conjunción la llamamos sincrónica. Con frecuencia, la gente usa la palabra «sincronicidad» a la manera de un conjuro contra las dificultades filosóficas planteadas por los acontecimientos que no tienen causa aparente. Cuando sucede algo aparentemente imposible, decimos: «Es la sincronicidad», y esquivamos así el agravio al sentido común. Jung y Pauli, por supuesto, veían algo más que eso en el término. Estaban tratando de sugerir la posibilidad de que un «principio acausal» conectase los acontecimientos de manera tan segura como los principios causales de las leyes naturales. Dicho de otra manera, que si reunimos informaciones en forma aleatoria y libre de las conexiones causales de la dirección consciente, entonces la sincronicidad acausal las vinculará de manera significativa. Lo importante aquí es observar que el principio de sincroni cidad sólo puede actuar en un terreno previamente despe jado de la influencia del principio causal. O, con otras pala bras: para dar al principio ocasión de que funcione se nece sita un método cualquiera de producir pautas aleatorias, que tanto puede ser barajar naipes como arrojar monedas. En cierto sentido, la adivinación se deriva realmente de una visión del mundo más antigua aún que la de las corres pondencias. Una visión que llamamos «arcaica», y en la que Dios o los dioses están presentes en cada momento, to mando parte activa en el destino y en el funcionamiento del universo. En un mundo así, nada sucede obedeciendo a ninguna ley, sino más bien porque Dios decide hacer que suceda. Para esta concepción no es la gravedad, sino la Gran Madre, lo que hace que la primavera siga al invierno. I ’ igualmente podría hacer que no fuera así. Para los pueblos que partían de este punto de vista, la comunicación con los dioses no sólo era posible, sino nece saria. No solamente querían mantener felices a los dioses, o por lo menos evitar su cólera, sino que era útil tener alguna
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idea de qué era lo que éstos se proponían. Aquellas gentes que no confiaban en que las leyes naturales pudieran pre decir ni en los movimientos mensurables de los planetas, tenían que preguntar y pedir. Podían comunicarse con los dioses de dos maneras. Pri mero, era (y es) posible entrar en trance y visitar a los dioses en sus retiros celestiales, tal como han hecho siempre los grandes chamanes. Más fácil — y menos peligroso— era dejar que los dioses hablaran en código, es decir, mediante la adivinación, valiéndose de los dados, las entrañas de los animales, el vuelo de los pájaros, los tallos de aquilea o las cartas. Pero, ¿por qué estas pautas obtenidas al azar han de configurar el discurso de Dios? Lo mismo que con la sincronicidad, la respuesta es porque son aleatorias, porque ofen den a nuestro racional sentido común; saltan por encima de la manera ordinaria, momentánea, que tiene la gente de experimentar la vida. Com o los sueños, se aventuran fuera del lenguaje, aherrojado por la lógica, de la humanidad consciente. Y al salirse así de él, lo trascienden. Para esta visión arcaica, Dios está presente en todas las cosas y en todos los acontecimientos. Dios está continua mente hablándonos. Pero nuestra percepción limitada nos impide percibir esta comunicación. Y está bien que esta limitación exista. Com o les enseñó la experiencia a los tres rabinos que entraron con el rabino Akiba en el Paraíso, el discurso de Dios nos avasalla, nos ciega. La verdad, como vimos en la primera parte de este libro, es que el velo del ego no sólo existe como una limitación embarazosa, sino como algo que misericordiosamente nos separa y nos salva del verdadero poder del universo. El propósito del trabajo esotérico no es simplemente retirar el velo, sino más bien entrenar al sí mismo para que sepa hacer el uso adecuado del cegador relámpago que es la palabra de Dios. Si pese a todo queremos, en cuanto personas normales, obtener al guna información proveniente de Dios — es decir, de más allá de nuestras propias y limitadas percepciones— necesi tamos una manera de ver del otro lado de las anteojeras
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que nos aíslan del mundo de la Verdad. Necesitamos pro ducir la sincronicidad. Cualquier artificio que produzca una pauta «aleatoria» servirá a esta función. Es posible que todos los trebejos que la gente usa para los juegos de azar hayan servido origina riamente para la adivinación, y por la misma razón. Los dados, los naipes, las ruletas que giran, todos pasan a través del control que la mente consciente puede ejercer sobre el resultado. Identificar algunas de las antiguas raíces del Tarot (y no estoy sugiriendo que el Tarot como tal se remonte a los tiempos antiguos, sino que sí lo hacen los conceptos subya centes en su funcionamiento) no basta para explicarlo a las mentes modernas. Sin embargo, ciertos aspectos de la vi sión arcaica del mundo han comenzado a reaparecer, ata viados adecuadamente con la moderna terminología de la física y de la psicología profunda, y ya no con el lenguaje mitológico que habla de dioses y diosas. Y uno de esos tér minos es «sincronicidad». La moderna teoría de los quanta sugiere que, en el nivel más básico, la existencia no sigue ninguna regla o ley deter minada. Las partículas interactúan al azar, y lo que observa mos como leyes naturales son de hecho agregados de pro babilidad que dan la apariencia de determinismo, de ma nera semejante a como una moneda arrojada al aire el nú mero suficiente de veces dará como resultado un número parejo de caras y cruces, de modo tal que alguien podría pensar que una «ley» del equilibrio requería una distribu ción pareja. (De hecho, mucha gente cree que la «ley del promedio» puede regir el resultado de algún aconteci miento en particular — «Y a has fallado tantas veces que por la ley del promedio esta vez tiene que salirte bien»— , cuan do lo que señala la probabilidad es precisamente lo opues to, es decir, la imposibilidad de predecir acontecimientos específicos.) Al mismo tiempo que la física va carcomiendo el uni verso de las leyes fijas, también la psicología moderna (o por lo menos algunas de sus ramas) ha empezado a tener
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en cuenta las teorías no-racionales del conocimiento. Allí donde los pueblos arcaicos hablaban de los «otros mun dos» o de la «tierra de los dioses», hoy en día hablamos del «inconsciente». Los términos cambian, pero la vivencia que designan es la misma: un ámbito del ser donde no existe el tiempo y donde el conocimiento no se limita a las imágenes que nos transmiten los sentidos. Y los métodos usados para «contactar con el inconsciente» no han cambiado desde los que se empleaban hace miles de años para hablar con los dioses: son los sueños, el trance (del cual la libre asociación freudiana es una especie de versión menor), el arrojar mo nedas. Así llegamos a la noción de que el Tarot funciona preci samente porque no tiene sentido. La información existe, y nuestro inconsciente ya la conoce. Lo que necesitamos es algo que actúe como un puente para llevarla a la percep ción consciente. Com o ya señalamos, alcanzar este nivel de conexión, esta sincronicidad del sentido no-común, no depende del sistema que usemos. El Tarot, el I Ching, los dados, las hojas de té, todo sirve en realidad a la misma función; todos pro ducen información aleatoria. Quizás en el futuro aparezcan formas más «modernas» de producir pautas aleatorias. La más «pura» podría ser un sistema de adivinación basado en los movimientos y en los saltos energéticos de las partículas subatómicas, porque es en este nivel, el más básico, donde podemos ver la implicación más importante de la sincroni cidad: que la existencia no sigue leyes deterministas rígidas en las cuales todos los acontecimientos se deriven de cau sas fijas. Y sin embargo, al mismo tiempo los acontecimien tos tienen significado. O mejor dicho: el significado emerge de los acontecimientos. De todos los precipitados y súbitos torbellinos de partículas emerge la materia sólida. De las acciones y experiencias separadas que forman la vida de una persona emerge una personalidad. Del acto de mezclar las cartas del Tarot emerge una toma de conciencia. Si cualquier artilugio puede proporcionar un signifi cado, ¿por qué el Tarot? La respuesta es que cualquier sis
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tema nos dirá algo, pero la cualidad de ese algo depende de los valores que contenga el sistema. El Tarot contiene una filosofía, un esquema de cóm o evoluciona la conciencia humana, y un vasto compendio de la experiencia del hom bre. Al barajar las cartas establecemos un interjuego de todos esos valores. Podríamos objetar que al asignar una filosofía a las car tas se destruye su objetividad en la función predictiva de acontecimientos. Los valores y las interpretaciones del hom bre se han inmiscuido en un sistema que, eso aparte, es puro. Creo que una idea así proviene de un malentendido respecto de lo que es «objetividad». El Tarot es objetivo porque no se contamina con la decisión consciente, pero no es imparcial. Por el contrario, tiende a impulsarnos en ciertas direcciones: hacia el optimismo, la espiritualidad, la creencia en la necesidad y en el valor del cambio... Los significados para las cartas que este libro ofrece dejan amplio margen a la interpretación del lector; más aún, la exigen. Y esto se debe a que la lectora o el lector experi mentado aporta a su trabajo mucho más que un conoci miento detallado de los naipes y de sus significados tradi cionales. No menos importante es su sensibilidad, con res pecto a las imágenes y a la persona que, nerviosa y em ocio nada, está ahí mirando fijamente las cartas. Un buen lector no se limita simplemente a repetir los significados fijos tra dicionales, sino que más bien encuentra interpretaciones y significados nuevos que ensanchan esas pautas. En tanto que algunas personas desean una lectura obje tiva y desconfían de la interpretación, otras sostienen que un lector no debe usar ningún significado definido, sino tra bajar siempre a partir de lo que él o ella «siente» que son las imágenes en ese momento. Sin embargo, esta actitud limi tará al lector a la reducida variedad de sus propias percep ciones, que provendrán siempre, parcialmente al menos, de sus propias experiencias y de su condicionamiento cultural. Muy pocas personas han alcanzado un nivel de conciencia en el cual puedan escapar del prejuicio de su propia histo ria. A la mayoría de nosotros, las emociones nos nublan la
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intuición. El subconsciente cierra el paso al inconsciente. (En la página 192 hay una nota donde se aclara la diferen cia entre «inconsciente» y «subconsciente».) A un lector que confía en los sentimientos se lo puede apartar de la verdad tanto como encaminarlo hacia ella. Pero hay otra razón por la que debemos trabajar con los significados tradicionales pertenecientes a las imágenes. Si no usamos la sabiduría que otros han incorporado a las car tas, estamos privándonos de su experiencia y de su conoci miento. El entrenamiento para la lectura reside en parte en el simple estudio de las cartas, pero también depende de ir cultivando un sentimiento personal de ellas mediante la práctica, la meditación y el trabajo creativo. Las lecturas del Tarot nos enseñan muchas cosas. Una de las más valiosas es ese necesario equilibrio de lo subje tivo y lo objetivo, de la acción y la intuición. Recientemente, la ciencia experimental ha «descubierto» que las dos mita des del cerebro no desempeñan la misma función; el hemis ferio izquierdo (que rige el lado derecho del cuerpo) se ocupa de las actividades racionales y lineales, en tanto que el hemisferio derecho (que rige el lado izquierdo del cuerpo) se encarga de las actividades intuitivas y creativas. (Aparen temente, los zurdos funcionan en el sentido inverso, y en ellos el lado derecho del cuerpo se ocupa de la intuición y el izquierdo de la racionalidad.) Este «descubrimiento» trae a la memoria la discusión sobre si fue Colón, Leif Ericson o san Brendan quien descubrió América. Así como los indios llevaban miles de años viviendo allí, los practicantes del esoterismo conocían desde hacía siglos la escisión del ce rebro. Cuando una persona ha mezclado las cartas del Tarot, el lector, si es diestro, las toma con la mano izquierda y las dispone con la dere cha. Lo hacemos así para dar un poco más de énfasis a la necesaria combinación de intuición y conocimiento consciente. La mano izquierda ayuda a cana lizar la sensibilidad, pero damos vuelta las cartas con la de recha porque queremos que el cerebro racional explique de manera intuitiva el diseño.
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En mi libro sobre los Arcanos Mayores señalé que las lecturas participan tanto del principio del Mago como del de la Suma Sacerdotisa, de la conciencia y de la intuición. Podemos ir más allá y decir que hacer lecturas del Tarot ayuda a alcanzar el equilibrio y la unidad de estos principios en sus estados prácticos de voluntad y de apertura. Cada vez que hacemos una lectura afirmamos nuestra voluntad para imponer significado a las pautas diseñadas por el caos. El acto no solamente hace pensar en el Mago (el número 1), sino también en la Rueda de la Fortuna (el número 10). Esta última carta ofrece una visión del mundo en el tiempo (recuérdese la versión de Wirth, en que la Rueda descansa en una barca — la conciencia— que flota sobre el mar de la existencia). Sin embargo, el significado impuesto por la con ciencia sólo alcanza verdadero valor si nos abrimos a las imágenes y al influjo que éstas ejercen sobre nosotros. Por consiguiente, las lecturas del Tarot sugieren la Suma Sacer dotisa (número 2), pero también el Colgado (número 12), imagen de una conexión tan íntima con la vida que deja mos de vernos como algo separado de ella o que se le op o ne. Y la carta que relaciona los triunfos 10 y 12 puede tam bién representar el emblema mismo de las lecturas del Tarot: la Justicia, con su balanza eternamente equilibrada, no por una cuidadosa ponderación de los opuestos — tanto de in tuición por tanto de conocimiento objetivo— , sino por un vivo compromiso con la verdad.
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Los tipos de lecturas Los primeros pasos Los lectores que tienen verdaderos dones «psíquicos» (más raros de lo que mucha gente cree) pueden simplemente tomar unas pocas cartas de cualquier parte del mazo, dis ponerlas sin ajustarse a ninguna pauta determinada y usar las como estímulo para entrar en trance, o simplemente para liberar la información proveniente de fuentes incons cientes. Para la mayoría de las personas, sin embargo, una tirada es una ayuda para encontrar el significado en una consulta. A medida que va sacando los naipes de la parte superior del mazo, el lector los coloca en posiciones específicas, cada una de las cuales tiene sus propios significados, como «in fluencia pasada» o «esperanzas y temores». El concreto sig nificado de esa carta es entonces una combinación de la imagen y de la posición. A partir de los significados simbóli cos de todas las cartas ha de emerger — eso esperamos— una pauta orgánica. Sea cual fuere la disposición que use el lector, lo pri mero, antes de mezclar las cartas, es la elección de una de ellas que represente al sujeto o «consultante», como se suele llamar a la persona que las mezcla. Escogemos la carta del consultante y la dejamos aparte por dos razones. Primero,
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para que la persona que mezcla pueda concentrarse en la imagen y evitar que la atención se disperse. Segundo, para que el mazo se reduzca entonces a setenta y siete, que es siete, el número de la voluntad, multiplicado por once, el número del equilibrio. Algunos autores sugieren que en todas las lecturas se use el Loco para representar al consultante. Con frecuencia los lectores escogen alguna otra carta Mayor, según sus fa voritas. Y o generalmente no apruebo esta práctica, porque las cartas Mayores simbolizan fuerzas arquetípicas, en tanto que el sujeto es una persona viva que existe en un tiempo y en un lugar específicos. Además, sacar un triunfo del mazo hace desaparecer la probabilidad de que esa carta aparezca en algún momento de la lectura. La mayor parte de los lectores prefieren usar alguna de las cartas cortesanas para representar al consultante. Tradi cionalmente, los Pajes han representado niños (hay quien ve en la pérdida de la virginidad la frontera entre la niñez y la edad adulta), los Caballeros hombres jóvenes, las Reinas mujeres y los Reyes hombres mayores y más maduros. Quienes han leído la Clave gráfica de Waite recordarán su desconcertante equiparación de los Caballeros con hom bres mayores de cuarenta años, y los Reyes con hombres más jóvenes. Este sistema proviene del Tarot Cabalístico del Alba Dorada, en cuyo mazo los Caballeros representan el Fuego, y el Fuego, tal como cabía esperar de una orden de magos, se encuentra a la cabeza de los palos. Por consi guiente, los Caballeros del Alba Dorada representan hom bres maduros. Pero el mazo del Alba Dorada (como el Tarot de Crowley) no contiene Reyes, ni Pajes, para el caso; cons ta de Caballero, Reina, Príncipe y Princesa. Es coherente que un Príncipe represente a un hombre menor que un Caballero, pero no lo es que lo haga un Rey, y la mayoría de los lectores no se ajustan en este punto a las instrucciones de Waite, aun cuando usen su mazo. El sistema tradicional contiene un símbolo para un hom bre joven, pero ninguno para una mujer joven. Com o las mujeres no pasan de la niñez a la plena madurez en forma
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más brusca que los hombres, a mí me resulta útil hacer que los Caballeros, como los Pajes, representen a los dos sexos. De hecho, como los Reyes y las Reinas simbolizan valores diferentes y distintas maneras de enfocar la vida, también ellos pueden representar tanto a un consultante varón como a una mujer. Una ex alumna mía, una psicoterapeuta que se vale del Tarot como aproximación a los problemas de sus clientes, sigue esta práctica. A menos que vea una clara indicación en contrario, yo escojo generalmente a una Reina para representar a una mujer, y a un Rey para un hombre. Recuerdo, sin embargo, a un hombre que me impresionó fuertemente como la Reina de Espadas, con su gran senti miento de tristeza. Cuando le enseñé la carta y se la des cribí, se mostró totalmente de acuerdo. Una vez que el lector y el cliente se han puesto de acuerdo sobre la figura, deben escoger el palo. Esto lo hace generalmente el lector, siguiendo uno de los métodos si guientes. El primero es el color. Las Varas — o en todo caso, el palo que representa el Fuego— representan personas rubias o pelirrojas, las Copas gente de pelo y ojos castaño claro, las Espadas pelo y ojos castaño oscuro, los Pentácu los pelo y ojos negros. No hace falta pensar mucho para ver las desventajas de este sistema. Además de ser general mente arbitrario, convierte a la mayoría de los chinos en Pentáculos, a la mayoría de los suecos en Varas, y así su cesivamente. Un sistema más objetivo se vale de los signos astrológi cos. Tal como ya se dijo, los cuatro elementos significan sig nos zodiacales, además de los palos del Tarot. La mayoría de las personas conocen su signo solar, y si no, el lector puede determinarlo fácilmente preguntando la fecha del cumpleaños. Por cierto que la mayoría de los astrólogos dicen que el signo solar no es más que una duodécima par te de la carta de una persona, y es probable que otro ele mento domine. En mi trabajo me resulta útil estimular el interés del su jeto dejando que sea él — o ella— quien escoja el palo. Des pués de haber decidido yo el nivel (Reina, Rey, Caballero o
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Paje), retiro del mazo los cuatro naipes adecuados y los coloco delante de la persona. Si ésta conoce en parte el simbolismo del Tarot, le pido que no tenga en cuenta los atributos formales y escoja basándose simplemente en su reacción ante las imágenes. Por lo común no interpretamos esta carta, que llama mos el «Significador». Representa a la persona en su totali dad, antes que ningún aspecto relacionado con esa carta. En algunas situaciones, no obstante, la elección adquiere importancia. Supongamos que una mujer casada elija para representarse a sí misma a la Reina de Copas; si el Rey de Copas aparece en la lectura, es probable que represente al marido, o más exactamente — puesto que la lectura con templa la situación desde el punto de vista del consultante— , la influencia que el marido ejerce sobre ella. Si el marido tiende a ser inmaduro o a depender de la mujer, entonces es posible que aparezca el Caballero en vez del Rey. Otras cartas del mismo palo también pueden represen tar al sujeto y no a otra persona. Si el sujeto elige para representarse al Rey de Varas, entonces la aparición de la Reina puede indicar el asomarse de un aspecto más «fem e nino», de apreciación y receptividad. Si el consultante es un Caballero, entonces la aparición del Rey o de la Reina pue de representar inmadurez o regresión, o una actitud más juvenil. En estos casos podemos hablar de cambios «verticales», es decir, que se mueven hacia arriba y hacia abajo por el mismo palo. Los cambios «horizontales» están constituidos por la aparición de una o más cartas del mismo nivel, pero de diferentes palos. Si la persona ha escogido la Reina de Kspadas, la aparición en la lectura de la Reina de Copas puede indicar un cambio en ella. Estas «transmutaciones», que así las llamo, suelen ser portadoras de gran significado. La cuestión de cóm o interpretar las cartas cortesanas -si como alguien más o com o un aspecto del sujeto— no deja de ser, para la mayoría, uno de los elementos más difí ciles en el momento de leer el Tarot. Generalmente, hace (alta experiencia y una intensa sensibilidad hacia las cartas
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para que le ayuden a uno a dar la interpretación correcta, e incluso los lectores con mucha práctica se encontrarán con frecuencia frente a alternativas desconcertantes. Después de la elección del Significador se procede a mezclar las cartas. Si la persona no viene a hacer una pre gunta determinada, le indico que haga un vacío mental y se concentre en sus manos, o simplemente en el Significador. Si la lectura se refiere a una cuestión específica, le pido que se concentre en ella, e incluso que la formule en voz alta para grabarla más firmemente en la mente. El método con el cual se baraje no tiene importancia, siempre y cuando se lo haga a conciencia; es menester que algunas cartas sean puestas del revés para permitir la apari ción de significados invertidos. Un método que suelo reco mendar consiste en extender las cartas sobre la mesa o el suelo (muchos lectores hacen siempre sus lecturas sobre el pañuelo de seda que usan para envolver el mazo), y des pués, con ambas manos, desparramarlas todas sin orden ni concierto, como un niño que juega en el barro. Después le digo a la persona que vuelva a reunir los naipes. Además de ser muy completo, este método encarna un valioso simbo lismo. Cualquier lectura del Tarot representa una pauta personal que emerge del caos de las combinaciones posi bles. Incluso si no leemos más que diez cartas, el mazo todo lleva la impronta de la persona que lo mezcló por última vez. Al desparramar el mazo, lo devolvemos al caos; cuan do volvem os a juntarlo, está configurado por la nueva pauta. Una vez mezcladas las cartas, el sujeto debe separarlas en tres pilas, de la siguiente manera. Con la mano izquierda, saca una pila de la parte superior del mazo y la coloca a la izquierda; después, de esa pila vuelve a quitar otra y la co loca a la izquierda. Ahora interviene el lector, y también en este punto hay desacuerdo sobre la forma de volver a componer el mazo. Hay quienes simplemente levantan la pila de la derecha con la mano izquierda, la colocan sobre la del medio, y des pués ponen estas dos pilas sobre la de la izquierda. Otros
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suspenden la mano izquierda a unos centímetros por enci ma de cada pila hasta que les parece percibir una emana ción cálida de una de ellas, y la colocan entonces sobre las otras dos. De cualquier manera que sea, cuando se ha vuelto a for mar el mazo, el lector empieza, valiéndose de la mano dere cha, a dar vuelta las cartas y a colocarlas en la tirada o dis posición que haya decidido seguir. De ellas hay centenares, y de las tres que se presentan aquí, una es invención mía, en tanto que las otras dos son variaciones sobre temas tradi cionales. Cualquier libro sobre el Tarot seguramente ofre cerá al lector otras disposiciones.
La Cruz Celta A lo largo del tiempo, esta disposición ha resultado ser la más popular. La Cruz deriva su nombre de su forma: una cruz de brazos iguales (una carta a cada lado del centro), con cuatro cartas alineadas de abajo arriba a modo de Báculo (figura 59). Tal como cabía esperar, los comentaristas no están de acuerdo sobre el significado de las distintas posiciones y la descripción que dan de ellas. Algunos, como Waite y Edén Gray, sugieren al lector una especie de ritual que se ha de pronunciar mientras se disponen los naipes: «Este lo cubre» o «Este está debajo de él». Otros prefieren una fraseología más convencional. El sistema que usemos no tiene impor tancia, en tanto que sea siempre el mismo. Los significados, tal como los describo a continuación, son los que yo uso. Se ajustan al sistema tradicional, aunque con algunos cambios.
La cruz pequeña De cualquier manera que se tire la Cruz Celta, las dos pri meras cartas forman con la primera de todas — el Significador— una cruz pequeña. La carta Cubierta se coloca di rectamente encima del Significador, y la segunda se atra viesa horizontalmente encima de ella.
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Ahora bien, generalmente la carta Cubierta representa alguna influencia básica sobre el sujeto, una situación gene ral o punto de partida para la lectura. La segunda, que siempre se lee en posición normal, sin tener en cuenta cómo haya salido del mazo, representa en los sistemas tradiciona les una «influencia opositora», que va en contra de la pri mera. En la práctica, es posible que la carta Oposición cons tituya una segunda influencia que refuerce la primera. Por ejemplo, supongamos que la carta Cubierta fuese el Loco, que indica la condición de seguir los instintos a des pecho de lo que pudiera parecer una conducta más sen sata. Si el Loco estuviera cruzado por la Templanza, podría mos hablar de oposición, ya que la Templanza se refiere generalmente a cautela. Pero si el que lo cruza es el Caba llero de Varas, las dos cartas tenderían a reforzarse recípro camente, y de hecho sería posible que los naipes restantes señalaran la necesidad de una influencia más apaciguadora para equilibrar tanta ansiedad. En mi trabajo he llegado a considerar de una manera ligeramente diferente las dos primeras cartas, a las que no llamo Cubierta y Oposición, sino Centro y Cruce. Respecto de su significado, las llamo los aspectos «interior» y «exte rior»; o, en ocasiones, las considero com o el tiempo «verti cal» y «horizontal» o, simplemente, como «ser» y «hacer». La carta Centro muestra alguna cualidad básica de la per sona, o bien la situación de la persona. La carta Cruce mues tra de qué manera afecta esa cualidad a la persona, o cómo se traduce en acción. Dicho de otro modo: la primera mues tra qué es la persona, la segunda cómo actúa. Considérese el ejemplo ilustrado en la figura 57. El Loco indicaría una persona con una tendencia a correr el albur, a seguir el instinto. Si la Templanza lo cruza, eso significaría que, cuando se trata de actuar, la persona tiende a una acti tud más cuidadosa, en la que la energía instintiva se com bina con consideraciones más prácticas.
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Figura 57
Otro ejemplo ayudará a aclarar este punto, el más va lioso en la lectura de una Cruz Celta. El As de Copas en el Centro indicaría una época de felicidad en la vida de una persona, o más exactamente, una probabilidad de ser feliz, ya que los Ases representan oportunidades. Si el Diez de Copas cruzara el As, los dos juntos darían a entender que la persona reconoce las oportunidades y es capaz de usarlas. Pero si el As estuviera cruzado por el Cuatro de Copas, de ello se desprendería un significado diferente: una actitud apática impide que la persona aprecie lo que le ofrece la vida. La apatía, sin embargo, no anularía la oportunidad. He insistido sobre la cruz pequeña debido a su impor tancia. En algunas lecturas, las dos primeras cartas alcanzan a contar toda la historia, y el resto de ellas proporcionan los detalles. Tal como se ve en mi libro sobre los Arcanos Ma yores, las expresiones «tiempo vertical» y «tiem po horizon tal» se derivan de ciertas interpretaciones simbólicas de la crucifixión, para las cuales la Eternidad, encarnada en Cris to en cuanto Hijo de Dios, interseca el movimiento «hori zontal» de la historia, esto es, la muerte de un ser humano único. A los místicos cristianos, el hecho de la crucifixión les permite — mediante la meditación sobre la cruz y otros mé todos de identificación con Cristo— introducir un sentido
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del tiempo «vertical» en los hechos horizontales de su pro pia existencia física. En muchas otras culturas, la imagen de una cruz simboliza las cuatro direcciones horizontales a lo largo de la superficie terrestre, en tanto que el centro, el lugar de encuentro de las cuatro, sugiere la dirección esen cialmente vertical del centro. La cruz, por consiguiente, sim boliza también al propio Tarot: los cuatro brazos son los cuatro palos, y el centro los Arcanos Mayores. En función de las lecturas, el simbolismo de la cruz puede enseñar de qué manera la sustancia, o sea el ser interior de una persona, puede fundirse con la forma en que ésta actúa en el mundo. Vale la pena repetir aquí el ejemplo original que me sugirió el simbolismo del tiempo cruzado. Fue una lectura hecha para un hombre inseguro sobre la dirección de su vida. En ese momento tocaba a su fin una antigua relación amorosa, y su carrera como cantante profesional no se había concretado. La lectura se inició con la Suma Sacerdotisa, cruzada por el Hierofante. Ahora bien, estos dos naipes, a los que en ocasiones se llama la Papisa y el Papa, representan a primera vista valores contradictorios. La Suma Sacerdotisa es la imagen del instinto, el misterio, la inmovilidad, en tanto que el Hierofante, como predicador de una doctrina por la cual la gente puede regir su vida, representa la ortodoxia, la conducta planificada, la claridad. Consiguientemente, parecía que los dos simbolizaran enfo ques incompatibles de la vida. Pero cuanto más miraba yo ambas figuras, con su imaginería religiosa, más tendía a pensar en conjunciones y no en opuestos. Casi parecía que los dos prescribieran una manera de hacer frente a la vida. La Suma Sacerdotisa indicaba que, dentro de sí, ese hom bre llevaba cualidades de instinto y entendimiento que quizá no pudieran aflorar nunca por completo, pero que podían dar sustancia a su vida. El Hierofante, por su parte, mos traba que en su vida diaria el consultante necesitaba un plan de acción más racional; necesitaba organizarse y tomar decisiones definidas para lograr lo que quería. Pero esos planes y esa actitud práctica funcionarían mejor si estaban respaldados por sus propios instintos y por su conciencia
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íntima que apoyándose en ideas convencionales acerca de los fines y los comportamientos adecuados. Cuando intenté explicarle cómo podían complementarse esas cualidades, el hombre me dijo de pronto cómo se veía a sí mismo en una oposición constante, oscilando entre dos polos, cediendo primero a sus deseos — o, simplemente, a su pasividad— para después pasar al otro extremo, a una acción ortodoxa mente dirigida, como podía ser buscarse un trabajo «res ponsable», en vez de insistir en su vocación de cantante. Parte de la misión que me cupo en la lectura fue enseñarle cómo podían colaborar esas cualidades.
THE MAG1C1R.N
Figura 5 8
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La Base Después de la cruz pequeña, el lector dispone la carta si guiente directamente debajo del Centro. Esta posición re presenta la Base de la lectura, es decir una situación o su ceso — generalmente, aunque no siempre, perteneciente al pasado— que ha ayudado a crear la situación actual. Dada la forma en que estamos configurados por nuestro pasado, hay veces que esta carta explica y relaciona entre sí a todas las otras. En una ocasión hice a una mujer una lectura signi ficativa sobre las dificultades que tenía para relacionarse con su marido; el Emperador en la posición de Base indi caba que la relación de la consultante con su padre seguía aún dominando su sexualidad inconsciente, y le impedía resolver sus problemas presentes. Generalmente, la Base no muestra un tema tan amplio, pero con frecuencia indica efectivamente una situación pre via, en especial si existe una relación con el número o el palo de una de las dos primeras cartas. Considérense estas tres cartas: el Mago cruzado por el Cinco de Copas, y de bajo de ellas el Cinco de Espadas (figura 58). El Mago, en cuanto representa lo que es la persona, muestra una perso nalidad fuerte, sumamente creativa y dinámica. El Cinco de Copas, sin embargo, indica que la persona está en ese m o mento preocupada por alguna pérdida, de modo que esa personalidad poderosa está amortiguada. Si lo expresamos en función de las imágenes, diríamos que el Mago ha recu bierto su deslumbrante vestimenta roja y blanca con una capa negra. El Cinco de Espadas, sin embargo, muestra que la pérdida se inició como una derrota humillante y dolorosa. Esta derrota es lo que ha oscurecido el fuego del Mago. Pero el paso de Espadas a Copas muestra que se ha iniciado ya un proceso de renovación. La persona puede empezar a ver que la situación es m®tivo de pesar y no de vergüenza. Lo que hace posible este movimiento son las cualidades del Mago, actualmente ocultas, pero todavía ac tivas en la vida de la persona.
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El Pasado Reciente La carta siguiente se coloca a la izquierda de la cruz pe queña, y lleva el título de Pasado Reciente. El nombre, en realidad, no es adecuado, porque la diferencia entre esta posición y la Base no reside tanto en la dimensión temporal como en su influencia sobre la persona. El Pasado Reciente se refiere a hechos o situaciones que afectan al sujeto, pero que han perdido importancia o la están perdiendo. G ene ralmente, se refiere en efecto a sucesos recientes, pero hay veces que puede aludir a alguna cosa que se remonta a mucho tiempo o tuvo gran importancia. En el ejemplo que citamos, de la mujer cuyo padre la afectaba con tal intensi dad, si el Emperador hubiera aparecido en el Pasado R e ciente y no en la Base, habría indicado que el bloqueo es taba diluyéndose en su vida, y que ya no la afectaría tanto en el futuro.
El Desenlace Posible La carta siguiente va directamente encima de la cruz p e queña. Hay quienes llaman a esta posición el Mejor Desen lace Posible. Sin embargo, con cierta práctica se ve que este título optimista peca de limitado. Si aquí aparece, ponga mos por caso, el Nueve de Espadas, mal se lo puede llamar el «m ejor» resultado. Por eso, com o muchos otros, yo de signo simplemente a esta posición como el Desenlace Posi ble. Ahora bien, como a la carta final la llamamos el Desen lace, es probable que haya quien se desconcierte ante los dos términos. Por «posible» entendemos, en primer lugar, una tendencia más general que puede resultar de las in fluencias que nos muestra la lectura, pero que por el m o mento sigue siendo vaga y que quizá nunca llegue a reali zarse. Significa simplemente que la persona marcha en esa dirección. A veces, la relación entre el Desenlace Posible y el D e senlace incluye causa y efecto. El Desenlace Posible puede resultar del Desenlace. A modo de ejemplo, supongamos que el Desenlace muestra el Ocho de Pentáculos, y el De senlace Posible muestra el Tres. El Ocho indica que la per
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sona pasará por un período de trabajo duro y de difícil aprendizaje. El Tres indica que es probable que ese esfuer zo produzca el resultado deseado: una gran habilidad y el éxito. En ocasiones el Desenlace Posible indica un resultado más tentativo que el Desenlace. He aquí un ejemplo, to mado de una lectura que hice hace varios años para una mujer que se había presentado a solicitar un trabajo, y que ría saber qué probabilidades tenía de conseguirlo. La carta del Desenlace indicaba demoras e incertidumbre, pero el Desenlace Posible anunciaba el éxito. Cuando la mujer fue a informarse, le dijeron que habían tomado a otra persona, pero la habían puesto a ella en lista de espera. Varios días después, la llamaron para decirle que la otra persona había cambiado de parecer, y que querían contratarla a ella. Lo posible se había realizado. Hay otra manera de comparar el Desenlace Posible con el Desenlace, en especial si los dos, en vez de complemen tarse, como en los ejemplos citados, se contradicen, o si muestran una relación directa, como puede ser el mismo palo o el mismo número. En estas situaciones, leo el Desen lace Posible como algo que podría haber pasado, pero que no sucederá. En ese caso, hay que estudiar las otras cartas para hallar la razón de que haya de producirse, en cambio, el Desenlace. Supongamos que en la posición del Desenlace Posible salga la Estrella, indicando que la persona puede terminar sintiéndose muy libre, llena de esperanzas, abierta a la vida. Supongamos además que entonces sale el Diablo como Desenlace efectivo, indicando sumisión a una situación opresiva. ¿Qué es lo que ha fallado? Si, por ejemplo, tuvié ramos el Nueve de Espadas en la posición de la Base, eso nos daría un indicio, porque diría que la persona lleva den tro de sí un sentimiento de vergüenza y de humillación que proviene de debilidades y miedos del pasado, y que el «apri sionamiento» simbolizado en el Nueve le impide realizar las potencialidades de la Estrella. Estos ejemplos nos ayudarán a ver que el verdadero sig
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nificado de una lectura del Tarot no se deriva de las cartas específicas, sino de las configuraciones que éstas forman al unirse.
El Futuro Inmediato El último brazo de la Cruz se sitúa a la derecha del motivo central. Colocado en oposición al Pasado Reciente, lleva la designación de Futuro Inmediato, y muestra alguna situa ción que la persona tendrá que enfrentar pronto. N o alcan za la misma dimensión de totalidad que el Desenlace, sino que más bien constituye otra influencia, en este caso la de los acontecimientos. Si una situación se inicia de cierta manera, pero termina de otra muy diferente, entonces la razón puede estar en que el Futuro Inmediato introduce una situación o una persona nueva, que cambia la direc ción. Por otra parte, si el Desenlace es muy diferente, en cuanto a su carácter, del Futuro Inmediato, esto podría indi car que la situación venidera no tendrá efectos perdurables. Por ejemplo, si aparece el Cinco de Varas en el Futuro In mediato, y el Tres de Copas en el Desenlace, eso puede indicar que la persona pasará por un período de conflicto con sus amigos, pero que ese conflicto no durará mucho, y dejará lugar a la cooperación y a vínculos más estrechos. Con frecuencia una información así puede ayudar mucho a una persona, en cuanto le asegura que la situación no du rará. Y si se diera el caso opuesto (es decir, una situación feliz que dejará paso a una desdichada), el lector puede esperar simplemente que la persona pueda usar bien la in formación. Las malas noticias son siempre más difíciles de dar que las buenas. Después de haber formado la Cruz, el lector da vuelta las cuatro últimas cartas, que va disponiendo de abajo hacia arriba, a la derecha de la Cruz. El diseño final es el siguiente:
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La Cruz Celta
Figura 5 9
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El Consultante La carta inferior del Báculo representa al Consultante, y no se refiere a la persona en su totalidad, sino a alguna forma en que ella contribuye a la situación. ¿Qué actitudes mues tra el sujeto? ¿Qué es lo que está haciendo, que pueda afec tar a la situación que describen las otras cartas? Suponga mos que en una lectura que se inició con el Dos de Copas, en la posición del Consultante aparece el Dos de Espadas. Esto haría pensar que al sujeto se le hace difícil abrirse a la nueva relación indicada por la primera carta. Su comporta miento tenso, e incluso hostil, afecta en gran medida a la situación general. El Desenlace indica el resultado del con flicto.
El Ambiente Así como el sujeto afecta a la lectura, la afectan también las personas y las situaciones generales en que aquél se en cuentra. A la octava carta la llamamos el Ambiente o la influencia de los «otros». Si una carta cortesana aparece en esta posición, señalará generalmente una persona que in fluye sobre el sujeto. De no ser así, la carta puede mostrar ya sea el efecto de una persona importante o de una situa ción más general. Con frecuencia, indicará si el ambiente favorece u obstruye la dirección en que se encamina el su jeto. Por ejemplo, en una lectura referida al trabajo, el Cinco d)e Varas invertido en la posición del Ambiente sugeriría 4ue una atmósfera de hostilidad, fraude y traición competi tiva está haciendo desagradable ese trabajo. En ocasiones, el Ambiente indica más bien al propio consultante que a otras personas. Muestra de qué manera reacciona el sujeto frente a su medio. En una lectura que hice hace algún tiempo, el Cuatro de Espadas en el A m biente reveló el hábito de la persona de retraerse ante cual quier conflicto con quienes la rodeaban.
Las Esperanzas y los Temores Por encima del Ambiente se encuentra una posición similar al Consultante, pero definida en forma más nítida. Es la que
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llamamos Esperanzas y Temores, porque muestra de qué manera afectan las actitudes que la persona tiene hacia el futuro a la forma en que llegan a resolverse las cosas. Es fre cuente que esta carta domine, o poco menos, la lectura, especialmente si el Desenlace es muy diferente del Desen lace Posible e indica que lo que parece probable, final mente no sucederá. La influencia que se expresa en esta carta puede actuar en favor o en contra de la persona. Su pongamos que la lectura se refiere a una relación amorosa, y que la mayoría de las cartas tienden al éxito, con el Dos de Copas como Desenlace Posible. Sin embargo, el Desenlace muestra a los Enamorados en posición invertida, un claro signo de que la relación anda mal. Si la carta de Esperanzas y Temores era el Tres de Espadas, señalaría en el consul tante un miedo al sufrimiento que le ha impedido asumir el compromiso emocional necesario. Otras veces, una carta muy positiva en esta posición, tal como pueden ser la Estre lla o el Seis de Varas (ambas cartas significan esperanza), indicaría que la actitud de la persona puede condicionar el éxito. Hay ocasiones en que esta posición y la de la Base o el Consultante colaboran muy estrechamente, y entonces la Base explica los orígenes de las actitudes del sujeto hacia el futuro. Por ejemplo, si en la posición de Esperanzas y T e mores apareciera el Dos de Copas invertido, y el Ocho de Espadas fuera la Base, esto indicaría que un trasfpndo de celos provoca una actitud muy negativa para la cóntinuación de la relación. Obsérvese en este último ejemplo que el Dos de Copas invertido podría representar un temor, pero también podría representar una esperanza. Llamamos a esta posición Espe ranzas y Temores, en vez de darle el nombre más habitual de Esperanzas o Temores. La terminología escogida refleja el hecho de que con frecuencia ambos van juntos (algo que me señaló por primera vez mi alumna-terapeuta). En situa ciones de trabajo es frecuente que la gente desee y tema simultáneamente el éxito, en tanto que en las relaciones personales son muchos los que temen al amor que buscan,
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o los que — a medias conscientemente— albergan la espe ranza de ser rechazados. La dualidad de Esperanzas y T e mores se muestra en su forma más enérgica en aquellas cartas que se refieren al cambio, o bien cuando de situacio nes encerradas y sofocantes se sale hacia otras más abier tas. La Muerte, el Ocho de Copas, el Dos de Espadas inver tido y el Cuatro de Espadas se refieren todas a estos temas de la libertad y el cambio. Algunas otras son el Diablo inver tido, el Ocho de Espadas y la Estrella. Muy frecuentemente, si el sujeto y el lector examinan juntos la actitud del primero de ellos hacia una de estas imágenes en la posición de Es peranzas y Temores, se revela una ambivalencia. El encie rro es más seguro que la libertad. Como el componente desagradable — el miedo al amor (o al éxito), o la esperanza del rechazo (o del fracaso)— se mantiene con frecuencia oculto para los deseos conscientes, el descubrimiento de esta ambivalencia puede ayudar al sujeto a crear lo que él — o ella— realmente quiere. Ver cómo funciona reiteradamente esta dualidad en su cesivas lecturas enseña al lector algunos hechos básicos re ferentes al condicionamiento. El subconsciente — el mate rial reprimido al cual podríamos considerar el estrato infe rior del ego (y volvemos a remitir a la nota de la página 192)— es básicamente conservador, e incluso reaccionario. No sólo se resiste a cualquier cambio, sea éste deseable o desagradable, sino que también prefiere manejarse en todas las situaciones de la misma manera que se manejó en situa ciones similares del pasado. Para muchas personas, cada amigo o amante nuevo se convierte en el escenario para la repetición de la historia con mamá y papá. Encaramos cada problema o cada tarea nueva tal como aprendimos a hacer lo de pequeños. N o importa si aquella forma de hacerlo nos condujo al éxito; eso cuenta menos que la seguridad de tener una pauta fija para aferramos a ella. El subconsciente empieza por atender a la seguridad, antes de tener en cuen ta otras consideraciones. Y la seguridad se obtiene median te la repetición.
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Ahora bien, este mecanismo oculto de repetición de las pautas pasadas tiene un intrínseco valor de supervivencia. Cuando se plantean problemas nuevos, podemos manejar los porque automáticamente el subconsciente los compara con los problemas anteriores, y después los adjudica a la respuesta ya confeccionada. A menos que la persona desee embarcarse en un programa deliberado de crecimiento per sonal (como el que se diseña en los Arcanos Mayores), este sistema funcionará bastante bien, y es probable que no sea necesario entremeterse con él. Sin embargo, si la persona se encuentra con que sus relaciones amorosas naufragan una y otra vez en el mar de la amargura y de los celos, o si se queda en repetidas ocasiones sin trabajo, haría bien en examinar la forma en que el subconsciente insiste en dispo ner situaciones nuevas que reiteran los modelos del pasa do. Una manera de, por lo menos, iniciar una investigación tal pueden ser las lecturas del Tarot, con su énfasis en la experiencia pasada y en qué es realmente lo que espera mos y lo que tememos.
El Desenlace Viene, finalmente, el Desenlace. Esta carta reúne y sintetiza todas las otras. Más aún, las equilibra y muestra qué influen cias son las más fuertes, y de qué manera colaboran en la producción del resultado. En ocasiones, el Desenlace será un acontecimiento. Entonces, la cuestión importante es cómo se produjo, y no solamente en qué consiste. Si^el sujeto lo considera un acontecimiento desagradable, puede mirar las otras cartas para ver qué influencias trabajan en esa dirección, con la esperanza de poder modificar la situa ción. Si el Desenlace se le aparece como deseable, una ob servación similar puede ayudarle a fortalecer aquellas in fluencias, ya marcadas, que puedan tender a ese resultado. La Cruz Celta, como cualquier otra disposición, consiste en un número fijo de cartas. Si el lector y el sujeto encuen tran que la respuesta es ambivalente, pueden dar vuelta algunas cartas más, sin ajustarse a una pauta fija, o bien hacer una nueva lectura. Cuando saco más cartas, general
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mente procuro no pasar de cinco (pidiendo a veces al su jeto que escoja el número), aunque hay veces que la lectura inicial me ha servido de base para dar vuelta la mayor parte del mazo. Por lo común al lector principiante se le hace más difícil interpretar cartas sacadas al azar, y por consiguiente evita usarlas. En algunos casos podemos hacer lecturas ulteriores para obtener más información sobre una carta específica en la primera lectura. Podríamos tener que preguntar algo sobre una persona a la que se hace referencia en la posición del Futuro Inmediato. En esta situación, algunos lectores usan la carta en cuestión como Significador para la lectura si guiente. Así como el Significador original ayudó a la per sona a concentrarse en sí misma, la nueva carta le ayuda a concentrarse en la pregunta que ahora se formula.
Ejemplo de una lectura Antes de dejar el tema de la Cruz Celta me gustaría presen tar como ejemplo una lectura que hice algunos meses antes de escribir este libro. (Es mi deber aclarar que la consultante me dio su consentimiento para incluirla.) Hice esta lectura para una mujer que acababa de gra duarse de abogada, había iniciado recientemente una nueva relación amorosa y, en general, daba la impresión de ser feliz y de estar satisfecha de su vida. Pese a ello, cuando fui dando vuelta las cartas tuve una sensación inmediata de tristeza. Como confío más en las cartas que en mi impresión consciente, pregunté a la consultante si últimamente se ha bía sentido triste. Para sorpresa mía, me dijo que sí. Las cartas habían salido de la siguiente manera: como Significador, la mujer escogió la Reina de Pentáculos. Las dos primeras cartas eran el Tres de Varas cruzado por el Caballero de Copas. La Base era la Muerte, el Pasado R e ciente el Nueve de Espadas, el Desenlace Posible el Cinco de Espadas invertido, y el Futuro Inmediato el Mundo in vertido. La Consultante era el Seis de Copas invertido, el Ambiente el Tres de Copas, las Esperanzas y los Temores la Torre, y el Ermitaño el Desenlace (figura 60).
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Figura 60 Ejem p lo de lectura d e una Cruz Celta
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Empecé dando a la consultante una intepretación gene ral. Ella estaba pasando por una época de transición en la cual muchas pautas y modelos antiguos iban agonizando. El efecto de todo ello era no sólo euforia, sino también miedo. La tristeza se originaba en la comprensión de lo que había perdido, como también el el hecho de que había crecido y cortado los vínculos con su niñez. La situación no se resol vería con demasiada rapidez, y existía incluso la probabili dad de que evolucionara mal, en especial si la consultante se dejaba asustar por el Futuro Inmediato, que indicaba estancamiento, y adoptaba una actitud muy negativa. Sin embargo, las personas que la rodeaban le brindaban muchí simo apoyo, pero en última instancia era ella quien debía hallar la solución. Claro que todo aquello era muy general. Después pasa mos a estudiar las cartas una por una. La que cubría al Sig nificador — el Tres de Varas— indicaba en primer lugar sus logros inmediatos, y no sólo haberse graduado en Derecho, sino haber obtenido matrícula de honor. Porque mientras hablábamos de lo que había hecho, la mujer me contó cómo, antes de haber ido a la facultad de derecho, nunca se había tomado muy en serio su vida ni sus propias capacida des. Ahora había alcanzado un punto en el que no sólo tenía conciencia de su propia fuerza y de su inteligencia, sino que el hecho de haber logrado terminar su carrera de manera brillante le había dado una base sólida para buscar trabajo en el futuro. Y a antes de que profundizáramos en estos hechos, lo que ellos significaban se hacía patente en la imagen del hombre de pie sobre el acantilado, mientras en vía sus barcos a explorar nuevas tierras. Pero el Tres de Varas tiene también otro significado, muy adecuado a esta lectura. Implica una actitud contem plativa mientras una persona pasa revista a sus recuerdos. De hecho, esa mirada retrospectiva sobre su vida provenía de la sensación de realización. Las cosas logradas hacían que la consultante cobrara conciencia de que su antigua vida se había acabado. Al mismo tiempo, los barcos que se aventuran en aguas desconocidas simbolizaban su situa
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ción de no saber realmente qué haría a continuación, ni siquiera qué forma habría de tomar su vida en el futuro. La imagen de realización y de exploración estaba vincu lada con otros aspectos de la vida de la mujer, y no sola mente con la carrera. La consultante había iniciado recien temente una psicoterapia, y se había incorporado además a un grupo de apoyo, llamado «el círculo de curación». Estas dos actividades incrementaban la sensación de novedad y de cosa desconocida, pues, aunque le dieran confianza y fe en sí misma, también le dificultaban el empeño de seguir aferrándose a las antiguas pautas. Ahora bien, el Caballero de Copas estaba cruzando el Tres de Varas, y aquí el segundo naipe aparecía en gran medida como una consecuencia del primero, porque el Ca ballero de Copas significa interés por uno mismo, mirar ha cia adentro. Juntas, las dos cartas decían que en el centro de su vida, en aquel momento, la mujer estaba contem plando el pasado, pensando en lo que h^bía sido su vida y esperando el futuro. Pero, de todos los Caballeros, el de Copas es el menos relacionado con la acción; cuando se trataba de dar pasos prácticos, la consultante se sentía muy indecisa. Debajo de la cruz pequeña apareció la Muerte, la pri mera carta Mayor. La Muerte subrayaba la experiencia de ver cómo se extinguía el pasado. Durante toda su vida, la mujer había mantenido ciertas pautas, ciertas formas de re lacionarse con el mundo, con las otras personas, consigo misma. Ahora, en virtud de sus logros, esas antiguas formas ya no le servían. Casi sin aviso previo, se encontraba aislada de los modelos seguros, sin tener mucha idea de cómo en frentar el futuro. Estas pautas se aclararon más al conside rar los naipes que representaban a la Consultante y el De senlace, pero en ese momento, lo importante era, simple mente, ver que lo viejo — fuera cual fuese la forma que hu biera adoptado— se había extinguido. Obsérvese el parecido del Caballero de Copas con la Muerte. Como el triunfo se encontraba en la Base — el pa sado— , y la carta Menor en el presente, podemos decir que
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el Caballero era una evolución práctica a partir del arque tipo de la Muerte. Es decir, que en lo profundo ella experi mentaba la pérdida de su vida anterior, pero en la superficie se encontraba falta de confianza, tanto en el nivel em ocio nal como en el práctico, sobre cómo debía actuar en ese momento. El Pasado Reciente provenía directamente de la Base, y demuestra cómo las dos posiciones pueden existir casi en el mismo marco temporal. Dicho de otra manera, que la Base no apareció primero para después ceder el paso al Pasado Reciente, sino que, como la cruz pequeña, el Pasado R e ciente provenía de la pauta general que se mostraba en la Base. Ahora bien, el Nueve de Espadas indica dolor, sufri miento. En ocasiones, puede ser símbolo de duelo. En este caso, podemos entender lo del «duelo» como una metáfora. La persona por quien la consultante estaba de duelo era ella misma, porque ya hemos visto en la Base que algo ha bía «muerto», algo que no era dañino sino que, simple mente, había perdido significado. Sin embargo, el hecho de que su vida lo hubiera superado no impedía que la consul tante echara de menos ese algo: su antigua forma, segura y cómoda, de tratar con el mundo. Tampoco la carta sugiere que en realidad echara de menos su manera de ser anterior porque temía a la vida. La tristeza era aquí más auténtica y, de hecho, coexistía con el júbilo y la emoción, no menos reales, que yo había percibido ya antes de la lectura. Las cuatro primeras cartas han insistido sobre su vida interior; las dos siguientes muestran la capacidad del Tarot para indicar tendencias y acontecimientos, y en particular para hacer una advertencia. Primero, el Desenlace Posible. El Cinco de Espadas invertido indica una derrota que pro duce vergüenza y humillación. Su presencia aquí mostraba que, pese a todo lo que la mujer ya había conseguido, toda vía sus esfuerzos podían quedar en nada. Ahora bien, a veces la carta del Desenlace contradice obviamente al De senlace Posible, señalando que, por alguna razón, la posibi lidad no se convertirá en realidad. Aquí, la relación era más sutil. El Ermitaño era un buen indicador de que la consul
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tante no perdería lo que había ganado, pero no garantizaba nada. La mostraba como bien encaminada, pero señalaba que aún no había llegado, por lo menos en el sentido prác tico. Por ende, el Cinco de Espadas seguía siendo una posi bilidad, y el Tarot advertía a la mujer que hiciera todo lo posible — recurrir al apoyo de sus amigos, no ceder a sus miedos, especialmente durante los períodos de estanca miento— para evitar ese resultado. El Mundo invertido representa el no-movimiento, la falta de éxito y la incapacidad de organizar las cosas. Com o el Futuro Inmediato, indicaba que su vida seguiría siendo ines table durante algún tiempo, sin que avanzara mucho en su carrera ni en otros sentidos. Vemos, por ende, que ese nue vo ser que se mostraba como posible podía resultar derro tado si no llegaba a alcanzar resultados prácticos. El hecho de que el Tarot hubiera advertido a la consultante de ese período de estancamiento podía ayudarle a superarlo, lo mismo que el hecho de saber que se trataba sólo del Futuro Inmediato y no del Desenlace. Después de la Cruz viene el Báculo. La primera de las cuatro cartas, el Seis de Copas invertido, estaba en la posi ción de la Consultante. Y aquí encontramos una indicación más clara de qué era lo que se había extinguido. El naipe, cuando está en posición normal, muestra una niña en un jardín, con una figura de mayor tamaño que le hace un regalo. Implica protección y seguridad, y alude al niño cuyos padres se ocupan de todas sus necesidades. Aquí, sin em bargo, la carta aparecía invertida. Junto con las otras cartas, especialmente la Muerte y el Ermitaño, la imagen daba a entender que la consultante había abandonado aquella for ma de vida aislada y protegida. Al analizar esta carta se vio con claridad que en realidad la mujer había pasado casi toda su vida con los padres, que la trataban como su «hijita», y que les había permitido esa actitud por la seguridad que representaba para ella. Y ni siquiera en ese momento, según me explicó, sus padres — y especialmente el padre— podían aceptar que la hija había crecido, y que debía tomar sus propias decisiones y correr sus propios riesgos. Y a ella
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misma, naturalmente, el cambio se le había hecho difícil de aceptar. Ir a la facultad de derecho había sido el primer paso, antes del cual ella nunca se había tomado a sí misma con la seriedad suficiente para hacer algo importante. Al mismo tiempo, la universidad había sido otro «jardín», es decir, una situación en la que no tenía que tomar decisión alguna, sino que se limitaba a seguir una pauta estricta que le imponían desde afuera. Cuando le llegó el momento de examinarse, se asustó, y la verdad era que acudió a un tera peuta para que le ayudase a aprobar. Y la terapia la ayudó, pero hizo además otras cosas: le hizo ver que ya no era una niña que podía dejar que otros decidiesen por ella. De esa pérdida provenía la tristeza. La carta siguiente era, en algunos sentidos, la más im portante, como también la más sencilla de interpretar de toda la lectura. El Tres de Copas en la posición del Ambien te indicaba gran apoyo de sus amigos, y representaba en particular al «círculo de curación» y al terapeuta. Su impor tancia residía en el hecho de que mostraba hasta qué punto podía contar con el apoyo exento de toda crítica de aque llas personas, un apoyo especialmente importante ante la posibilidad de verse derrotada por un período de estanca miento. El Tres de Copas no muestra, en m odo alguno, apoyo en el sentido de caridad ni de sacrificio de sí. Las tres mujeres están bailando juntas. La gente que rodeaba a la consultante la fortalecía, simplemente, por estar con ella, por compartir sus experiencias y dejarse, a su vez, apoyar por ella. Obsérvese también el contraste entre el Tres y el Seis. Aquí las mujeres son todas iguales; el naipe no trans mite ninguna sensación de protección ni de mimos. El Tres de Copas tenía una conexión «horizontal» con el Tres de Varas en el Centro. Algunas de las influencias bási cas en esa imagen — la figura firmemente plantada en lo alto de la colina— se derivaban del apoyo que le brindaba el medio. Aun cuando la mirada retrospectiva sobre su vida y la exploración de posibilidades nuevas fueran actividades esencialmente solitarias, la consultante podía extraer fuer zas y valor de la gente que la rodeaba.
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En la posición de Esperanzas y Temores estaba una de las imágenes que más miedo inspiran en el Tarot: la Torre, que significa destrucción, derrumbe, experiencia dolorosa. Es evidente que representaba el temor de la mujer de que, sin saber cómo, todo lo que había logrado se dispersara. Un miedo que podía fácilmente convertirse en una profecía, que podía autorrealizarse, conduciendo al Cinco de Espa das invertido, en especial si un éxito inmediato no venía a tranquilizar y animar a la consultante. El miedo exagerado remitía al Seis de Copas y al hecho de que el naipe apareciera invertido. Bien podía la consul tante haber renunciado a una actitud infantil en que se sen tía protegida; bien podía haber estado considerando su vida con emocionada expectativa; en ella seguía habiendo una parte que pensaba: «¿Cóm o puedo hacer algo así? Ahora estoy sola. Y a nadie me protege, y tengo que tomar mis propias decisiones.» Y de aquí se pasa a: «N o puedo hacer esto. No tengo fuerzas para tanto, todo se me va a desmo ronar.» Cuando surgiera oposición o demora, el miedo p o dría adueñarse de ella, haciendo que la situación se pare ciera al presentido desastre, y entonces el pensamiento a medias consciente podría ser: «¿Veis? Si yo sabía que no podía hacerlo. ¿Por qué habré renunciado a aquella protec ción?» Durante la lectura analizamos la posibilidad de que la Torre representara también una esperanza subcons ciente. El subconsciente, un órgano a la vez muy conserva dor y muy estúpido,* se negará con frecuencia a aceptar la * N o se ha d e con fu n d ir el «s u b con scien te» c on el «in con scien te», entre cuyos atributos se cuenta tanto el coraje c o m o el v e rd a d e ro c o n o c i m iento. D el uso d e estos térm inos c o m o sinónim os ha resultado una gran confusión. A q u í m e v a lg o del térm in o «s u b con scien te» para d e sig nar el m aterial — d eseos, angustias, m iedos, esperan zas— rep rim id o p or la m en te con scien te en su trato con las realidades externas de la vida. El «in c o n s c ie n te » alu d e a la en ergía básica d e la vida, un ám bito del ser qu e trasciende el e g o personal. El subconsciente, a pesar d e sus cualidades secretas, es en realidad una extensión d el ego. En un sentido, abarca el d om in io absoluto del e g o , aqu el ám bito d o n d e éste no tien e ningún c o m prom iso c on la realidad. P o rq u e n o le p reocu pa n las consecuencias, el subconsciente es el que, con tal d e evitar una con versación d esa grad a ble, nos lleva a cru zar la calle sin v e r qu e v ie n e un cam ión. El incons-
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pérdida de una situación que considera segura. No importa que la persona sepa, conscientemente incluso, que jamás podrá regresar a la protección parental. El subconsciente no acepta la realidad, y fácilmente puede convencerse de que el fracaso de los planes actuales tendrá por resultado un retorno a aquella seguridad. Tomar conciencia de esas actitudes ocultas es un paso muy importante para llegar a superarlas, porque el sub consciente depende en gran medida del ocultamiento; ello es evidente si pensamos en las veces que hemos abrigado alguna angustia secreta, sólo para descubrir, cuando la ex presamos en voz alta, que la banalidad misma de la idea basta para hacer que se nos borre de la mente. Una lectura del Tarot puede actuar de esta manera en cuanto identifica el material oculto y nos hace ver sus posibles consecuen cias: en este caso, el Cinco de Espadas. En la posición del Desenlace aparecía el Ermitaño. Lo primero que hay que observar respecto de esta carta es que no anuncia éxito ni fracaso. En contraste con el Tres de Varas y el Cinco de Espadas, no indica probables conse cuencias prácticas, sino que apunta en cambio a aquellas cualidades de la propia consultante que nos mostrarán, a su vez, de qué manera enfrentaba la nueva situación. El significado más obvio del Ermitaño se deriva de su nombre y de su imagen básica. En este caso mostraba a la consultante enfrentando la vida sola. Ahora bien, esto no quería decir que perdiera o rechazara el apoyo proveniente de su medio. En todo caso, indicaba la necesidad de valerse de tal apoyo todo lo posible. Porque el Ermitaño señalaba que, por más que otros pudieran ayudarle, ella debía tomar sola las decisiones. Com o la figura en el Tres de Varas, el Ermitaño está solo, de pie en lo alto de su montaña. La soledad del Ermitaño, sin embargo, no existe como
cíente, p o r otra parte, nos equilibra y nos brinda a p o y o al unirnos con la gran fu en te d e vida qu e trasciende nuestro ser individual. En los A rcan os M ayores, el C o lg a d o nos o fre c e una p o d e ro s a im agen d e esta co n ex ió n vital.
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un fin en sí. En los Arcanos Mayores simboliza el acto de distanciar la conciencia del mundo y de los acontecimientos externos para considerar su significado. Y por cierto que la idea de significado se adecúa perfectamente bien a esta lec tura en particular. Tener el Ermitaño como Desenlace signi ficaba que los miedos, las demoras y las posibles derrotas no importaban tanto en realidad... una vez que la consul tante aceptara su situación. Es más, el Ermitaño simboli zaba directamente la psicoterapia. Al mismo tiempo, apuntaba también al éxito de su acep tación de la nueva vida, porque en su aspecto más arquetípico esta carta significa sabiduría, verdadero conocimiento del alma, obtenido mediante el retiro y la introspección. La montaña del Ermitaño, lo mismo que el árbol del Colgado, representa la conexión de la mente consciente con la sabi duría y la energía vital del inconsciente. En cuanto Desenlace, por lo tanto, el Ermitaño indicaba que la mujer llegaría a entender y a aceptar los cambios que ella misma, a medias conscientemente, había introducido en su vida. El simbolismo de la montaña relacionaba la úl tima carta con la primera, el Tres de Varas. La relación, a su vez, señalaba el éxito, tanto emocional como práctico. Finalmente, el Ermitaño, que significa también madu rez, mediante su conciencia, llevaba adelante el proceso que se había iniciado en el Seis de Copas invertido, el desmantelamiento de la dependencia infantil. Mostraba a la consultante que la situación se resolvería cuando ella resol viera su vacilación y sus miedos. A la larga, la montaña del Ermitaño no representaba en m odo alguno el aislamiento, sino simplemente una cualidad que la mujer, entonces, ape nas estaba empezando a hacer consciente: la seguridad en sí misma, la confianza en su propia capacidad y en sus juicios. Com o el Desenlace mostraba más bien una conjetura que un resultado, decidí dar vuelta una carta más para tener una indicación de cómo podrían finalmente concretarse los acontecimientos. La carta fue otro tres, el Tres de Pentácu los. Com o indicadora de logro y de maestría, mostraba el
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éxito a largo plazo que se veía demorado en el Futuro In mediato.
El Ciclo del Trabajo Pese a su poder, la Cruz Celta funciona principalmente como un instrumento descriptivo, que nos muestra las diferentes influencias que obran sobre una situación, aunque a menu do lleve implícita la acción («Encara cuidadosamente el problema, procurando organizado todo antes de pasar a la acción», o «Con esta persona las cosas no irán bien. Si dejas que se aleje volverás a ser tú mismo»), Pero en ocasiones, el o la consultante se encuentra sin respuesta a la pregunta: «¿Qué debo hacer?» Y aunque no es frecuente que el Tarot ofrezca sugerencias tan concretas como «Ponte a estudiar alfarería» o «V e a visitar a tu abuela», sí puede indicar el tipo de acción o el punto de vista que necesita una persona, dejando que sea ella quien resuelva los detalles específicos. Como ejemplo sencillo, el Ocho de Pentáculos puede acon sejar a alguien: «Sigue empeñándote en lo que estás ha ciendo, que, aunque te lleve tiempo, finalmente dará buen resultado.» Hay otras cuestiones, más sutiles, que se plantea a veces la gente después de una lectura hecha según la Cruz Celta: ¿Y si tuviera en cuenta otras influencias diferentes? ¿Y si no tomara precisamente esta actitud hacia el futuro, o aten diera a algo diferente en mi pasado? ¿Cómo modificaría eso el desenlace? O, dicho de otra manera: ¿Cuáles son los cambios posibles que puedo introducir? Para que se destaquen más las posibilidades de orienta ción y consejo, he ideado una nueva disposición de las car tas, basada en parte en la Cruz Celta y en parte en mi pro pia distribución de los Arcanos Mayores, en la que apare cen tres innovaciones. Primero, todo el enfoque tiende más a aconsejar que a describir. Segundo, la tirada es abierta: después de haber llegado a la última posición, el lector puede seguir sacando cartas, hasta diez veces la cantidad
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inicial. Claro que eso se puede hacer en cualquier lectura, pero no en posiciones definidas. La estructura del Ciclo del Trabajo, como llamo a esta tirada, permite que el lector repita varias veces las posiciones originales. El efecto es permitir que se pueda considerar la situación desde diferen tes ángulos. La tercera innovación se refiere a que las cartas se leen combinadas. Hay muchas tiradas (aunque por cierto no todas, y un ejemplo es la disposición en Arbol de la Vida, que estudiaremos luego) en las que se leen las cartas indivi dualmente, aunque intentemos combinar sus significados como en la Cruz. En el Ciclo del Trabajo, sin embargo, las posiciones incluyen la idea de combinaciones. Los lectores que conozcan mi libro sobre los Arcanos Mayores recorda rán que mi interpretación divide los triunfos, una vez puesto aparte el Loco, en tres líneas de siete cartas cada una; en esta división, cada línea representa una etapa de evolución diferente. Quizás el lector recuerde también que cada línea se descompone además en tres partes. Las dos primeras cartas significan el punto de partida de la línea, los arqueti pos o cualidades básicas que la persona debe usar para ir pasando por las experiencias que muestra esa línea. Las tres cartas del medio representan el trabajo principal de la línea, lo que la persona debe aprender o superar. Y las dos últimas cartas nos enseñan el resultado. Así, por ejemplo, en la primera línea el Mago y la Suma Sacerdotisa indican los arquetipos básicos de la vida; la Emperatriz, el Empera dor y el Hierofante muestran los diferentes aspectos del mundo exterior que hemos de enfrentar cuando crecemos, y los Enamorados y el Carro simbolizan el desarrollo y el triunfo del individuo. El Ciclo del Trabajo se adueña, adap tándola, de esta estructura tripartita.
La disposición: posiciones y significados La lectura se inicia escogiendo el Significador y mezclando los naipes de la misma manera que con la Cruz Celta. De modo similar, las dos primeras cartas forman una cruz pe queña, que se interpreta de manera muy semejante a la de
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la disposición anterior, acentuando quizás algo más, en este caso, que la carta que cruza al Centro es un desenlace o desarrollo de la primera. Después de la cruz pequeña, el lector da vuelta siete car tas y las dispone en hilera debajo del Significador, y no alre dedor de éste, colocando la carta del medio debajo del Sig nificador y del Cruce (figura 61). Esta línea forma el ciclo básico, y la lectura puede limi tarse a estas nueve cartas. Sin embargo, si después de haber interpretado esta línea el lector y el consultante desean más información, o simplemente ver las cosas desde otro án gulo, el lector da vuelta una segunda línea de siete cartas directamente debajo de la primera, y así sucesivamente hasta que el significado se aclare. En cada línea, las dos primeras cartas forman el punto de partida. Sus significados específicos se derivan de la Cruz Celta; la primera es la Experiencia Pasada, que se interpreta casi como la carta Base en la disposición anterior. La se gunda representa las Expectativas, la actitud de la persona hacia el futuro. En la práctica, interpretamos esta carta de manera muy semejante a la posición de Esperanzas y T e mores en la Cruz Celta. Las dos cartas, juntas, muestran lo que ha sucedido y lo que la persona espera, teme o simple mente cree que sucederá. Las tres cartas siguientes se apartan más decididamente de la Cruz Celta. Muestran lo que yo llamo el Trabajo, es decir situaciones, influencias o actitudes que la persona puede usar o debe superar. En la Cruz, las posiciones repre sentan pautas bastante fijas. Las cosas son como son. En el Ciclo, las cartas indican posibilidades, e incluso oportunida des. Es un sistema que insiste en la forma en que la persona crea la situación, y en cómo puede cambiarla. Cuando empecé a practicar esta forma de lectura asigné un significado a cada posición. La carta del centro represen taba al Consultante, la que estaba a la izquierda a los Otros, y la de la derecha los Acontecimientos. No tardé en descu brir que era mejor no asignar a ninguna una cualidad espe cífica, sino más bien interpretarlas en conjunto, simple-
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Ejemplo
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de la pauta del Ciclo del Trabajo
Figura
mente como aquello con que la persona tiene que trabajar en la situación de que se trata, una combinación de posibili dades. Al mismo tiempo, vale la pena tener presentes las tres designaciones, porque cualquiera de ellas puede ser útil para delimitar el significado en determinadas lecturas. Trataré ahora de dar un ejemplo de las tres como com binación. Supongamos que el tema de una lectura es ese antiguo motivo favorito: un nuevo idilio. Una mujer ha co nocido a alguien que le gusta, pero no sabe qué es lo que el hombre en cuestión siente por ella, ni si ella debe hacer algo con sus sentimientos. En la lectura, la sección del Tra bajo muestra el Cinco de Varas, el Ermitaño en posición invertida y el Dos de Copas (figura 62). Es evidente que el Dos de Copas indica que el hombre siente por ella algo similar, lo mismo que sucedería en la Cruz Celta. Pero aquí, además, la carta aconseja a la mujer que hable con el hombre de sus sentimientos. Sugiere tam bién que es mucho lo que ella tiene que ganar estando con esa persona, y que la relación amorosa, independiente mente de lo que dure, afectará intensamente su vida.
Figura 62
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El Ermitaño refuerza estas ideas. Aquí, su posición in vertida no significa inmadurez, sino más bien la idea de que no es éste el momento para la soledad. En cambio, como más ganará la mujer es comprometiéndose en la relación. El Cinco de Varas, sin embargo, señala que la situación in cluye un conflicto. Com o este naipe aparece en posición normal, no indica amargura, ni siquiera una perturbación grave que la mujer deba tratar de evitar. Muestra, en cam bio, una cualidad vivificante en la pelea de los personajes, algo que los exalta en vez de agotar sus fuerzas. Y como todo esto ocurre en la sección del Trabajo, implica que ella debe, antes que empeñarse en evitar el conflicto, usar la energía que por mediación de él se libera. Que el Ermitaño aparezca entre las dos cartas indica quizá que la mujer se ha pasado algún tiempo apartada del trato con otras personas, y que ahora desea (o necesita) regresar al mundo. Por una parte, puede usar su nueva rela ción para que la ayude a salir de sí misma. Por otra, se en contrará con que el contacto con otras personas es motivo de disputas y competencia, y que debe aprender no sólo a aceptar esas cosas, sino a usarlas. Obsérvese que las tres cartas no se limitan a mostrar lo que es, sino que señalan direcciones y potencialidades, co sas con las que hay que trabajar. Consideremos ahora dos posibles puntos de partida para esta lectura imaginaria, y las diferentes maneras en que modifican las cartas del Tra bajo. Ante todo, consideremos el significado si las dos pri meras cartas fuesen el Cinco de Copas y el Tres de Copas, ambas relacionadas por la imagen de las tres copas. La pri mera de las cartas, en la posición de la Experiencia Pasada, indica la pérdida de algo — muy probablemente el final de una relación amorosa— y constituye el antecedente del Ermitaño. Por lo tanto, la Experiencia Pasada nos dice que la etapa del Ermitaño se produjo como reacción ante un acontecimiento, pero es una reacción que ahora la mujer puede dejar detrás de sí. El Tres refuerza esas ideas de un nuevo compromiso, y muestra una actitud muy optimista, que le permitirá superar los conflictos que se planteen.
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Supongamos en cambio que el punto de partida hubie ran sido Espadas, y específicamente el Ocho, seguido por el Cuatro. El Ocho indica una historia de represión, aisla miento y confusión, en tanto que el Cuatro hace pensar que esa situación pasada ha dejado cicatrices a la consultante, ya que al estar en la posición de las Expectativas muestra un deseo de esconderse del mundo y de evitar comprome terse con otras personas. Al mismo tiempo, el Cuatro repre senta el temor — o la creencia— de tener que pasar la vida sola, sin que nadie irrumpa en la iglesia cerrada para des pertarla de su sueño y devolverla al mundo. Con un punto de partida así, las cartas del Trabajo indi can una oportunidad importante para la persona, diciéndole que esa relación podría sacarla de su solitaria condi ción de Ermitaño. Ha llegado el momento de salir, y si ha cerlo significa conflictos y discusión, es menester aceptarlos, e incluso usarlos para comprometerse más con la vida. Las dos últimas posiciones en la línea vuelven a destacar la idea de combinación. En cuanto Desenlace y Resultado, van más allá del uso único que la Cruz Celta hace del De senlace como resumen de la lectura. El Desenlace indica cómo evolucionarán probablemente las cosas. Por su parte, el Resultado indica la reacción de la persona ante tal evolu ción o el efecto que ésta tendrá sobre la vida de la persona. Este efecto puede ser tanto una experiencia como una acti tud. Por ejemplo, puede indicar un acontecimiento o una modificación ulterior que se produce a causa del Desen lace. El Cinco de Copas seguido por el Ocho de Copas sig nifica que la persona pierde algo, o que algo termina mal, y como resultado de ello, la persona decide abandonar la em presa, irse a otra parte o iniciar una nueva fase en la vida. O bien la carta que está en la posición del Resultado puede mostrar el efecto que tiene psicológicamente el D e senlace. Un ejemplo clásico es la Torre seguida por la Estre lla, lo que indica que una explosión en la vida de la persona conducirá a una liberación de esperanza y energía. Este ejemplo ilustra también la gran importancia potencial que tiene el no ver solamente el Desenlace, sino también lo que
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viene tras él. Si una lectura sólo mostrase la Torre y no, como resultado de ella, la Estrella, dejaría al consultante con un sentimiento de devastación. Es muy frecuente que la primera línea dé una imagen tan fuerte que la persona ya no necesite más información, pero hay otras veces en que, tras haberla leído, se queda un poco confundida, o simplemente desea ver la situación des de un punto de vista diferente. En un caso así, el lector puede disponer otra línea de cartas directamente debajo de la primera. Las posiciones siguen siendo las mismas, y las siete cartas siguen estando relacionadas con la cruz peque ña originaria, que delineó la situación básica. Y sin embar go, como empezamos desde un punto de partida distinto, la línea nos permite ver la situación de diferente manera. Además de la nueva información obtenida, este método ayuda a resolver una cuestión que plantean muchas perso nas respecto de las lecturas del Tarot: «Si volviera a hacerlo, saldrían cartas diferentes, de m odo que ¿cómo es posible que estas que han salido signifiquen realmente algo?» La respuesta es que las nuevas cartas nos permitirán ver la misma situación desde un punto de vista distinto. Es muy frecuente, cuando un lector lee una Cruz Celta y después vuelve a mezclar los naipes para hacer una nueva lectura, que en ella aparezcan muchas de las mismas cartas u otras de significado similar. En un par de lecturas que hice para un matrimonio (separadas por otra, hecha para una persona diferente), seis de las diez cartas fueron las mismas, y la carta del Ambiente, en la lectura de la mujer, era la misma que se usó como Significador para el marido. El Ci clo del Trabajo, como de hecho excluye la posibilidad de que vuelvan a aparecer las mismas cartas, tiende más a mostrar diferentes aspectos de la situación. A veces, la segunda línea será casi un espejo de la pri mera, lo que indica que la situación está tan encaminada en ese sentido que a la persona no le será fácil cambiarla. Otras veces, el Desenlace-Resultado mostrará una alternativa para la primera línea, y entonces el lector deberá estar atento a los puntos de partida y a las cartas del Trabajo.
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Ejemplo de una lectura Una vez hice una consulta para una mujer que tenía un amante celoso. En teoría, ninguno de los dos esperaba que el otro fuese monógamo, pero la mujer sabía que si ella iba con alguien más — y había aparecido alguien más— su amante se alteraría. Quería que la aconsejara sobre lo que debía hacer, e hicimos la lectura con el Ciclo del Trabajo (figura 63a). Antes de la lectura comenté con la consultante que en situaciones así es frecuente que aparezca el Tres de Copas, en posición normal si las cosas van bien, e invertido en el caso contrario. La tirada se inició con el Tres de Copas in vertido, cruzado por el As de Copas. La combinación mos traba que, pese a los celos y las discusiones, la consultante podía obtener gran felicidad de la situación si conseguía resolverla en forma adecuada. La primera línea se iniciaba en forma muy positiva con el As de Pentáculos como la Experiencia Pasada, y el Sol como una Expectativa suma mente optimista para el futuro. Ahora bien, el As de Pentá culos, además de mostrar felicidad y placer, transmite tam bién un clima de seguridad, de una situación protegida y aislada. Durante algún tiempo, la mujer y su amante no se habían relacionado mucho con otras personas, constru yendo en cambio, como lo muestra el simbolismo del As, un recoleto «jardín» emocional en torno de ellos (estaban, de hecho, viviendo en una remota casa en la campiña galesa). El Sol muestra a un niño que sale a caballo de un jardín. La mujer esperaba ahora tener mayor libertad para aventu rarse en experiencias más abiertas. Y como el As de Pentá culos se había convertido en el momento de la consulta en el As de Copas, por lo menos como posibilidad, las cartas mostraban que la consultante había comenzado a aflojarse y a dejar fluir sus emociones sin tener en consideración la seguridad. El Trabajo acentuaba aún más la sugerencia de libertad. La Estrella, la Torre y el Mundo, todas cartas de la última línea, mostraban en primer lugar la potencia de la situación. En el centro, la Torre simbolizaba las tormentosas batallas y
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Ejemplo
Figura
63 (a)
de una lectura del Ciclo del Trabajo
las emociones abrumadoras puestas en juego. Sugería tam bién el peligro de que la seguridad de su relación quedara deshecha por los rayos de los celos y del resentimiento. Ahora bien, en este caso particular la Estrella no indicaba una liberación que se alcanza después de la Torre, como habría sido en el caso de estar al final de la línea. Más bien, advertía a la consultante que necesitaría optimismo y una actitud sumamente abierta en lo referente a sus propios deseos y emociones. El Mundo indicaba también opti mismo, e implicaba la posibilidad de combinar los objetivos opuestos, a la vez una relación estable y la libertad. Y sin embargo, pese a todas esas influencias positivas, las cartas finales parecían muy poco promisorias. El Ocho de Espadas seguido por el Diablo daba a entender que la consultante haría un intento de liberarse de las cualidades sofocantes de su situación. El Resultado, sin embargo, mos traba que probablemente no lo conseguiría. La feliz y có moda seguridad del As de Pentáculos se había convertido en una represión diabólica, en virtud de la cual ella y su pri mer amante estaban encadenados a una situación que nin guno de los dos quería realmente. En procura de obtener otro punto de vista —y además, de entender qué era lo que había ido mal en la primera línea— , dispusimos una segunda hilera de naipes (figura 63b). Esta línea empezó de manera más sobria. En la Expe riencia Pasada aparecía el Siete de Espadas, indicador de intentos no muy entusiastas de salir del encierro de su vida. Ello implicaba que anteriormente la consultante nunca ha bía planteado con firmeza la cuestión ni se había enfren tado con los problemas reales que ésta implicaba. Esta carta sola apuntaba a las razones por las cuales el Diablo conse guía hacerse valer: la mujer jamás había intentado resolver qué era lo que debía hacer; nunca se había enfrentado con su amante ni con los problemas que existían entre ellos. La segunda carta llevaba más lejos esta idea. La Justicia no sólo mostraba la esperanza de que todos fueran más bien «justos» antes que represores o egoístas, sino también
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un deseo de verlo todo con claridad y de enfrentar su pro pia verdad, es decir, lo que ella había hecho con su vida y, además, las reacciones de los otros. Con una actitud mucho más dura e implacable que la del Sol, la Justicia simboli zaba un compromiso con la realidad, con la creación de un verdadero futuro para sí misma. Obsérvese que el Sol nos presenta un niño, libre y sin responsabilidades: el opuesto de la Justicia. El Trabajo en esta línea — el Nueve de Copas, el Cuatro de Pentáculos, la Rueda invertida— continuaba el tema del realismo. El Nueve de Copas mostraba la necesidad de equilibrar la presión emocional con algún placer ligero. Por otra parte, la Rueda invertida indicaba la capacidad de abrirse paso entre las confusiones en juego. Mostraba igual mente la necesidad de controlar la situación, de negarse a permitir que la Rueda de los acontecimientos se adueñara de ella, llevándola allí donde acertara a rodar. La Justicia se convertía entonces no en una mera esperanza, sino en el camino principal para apartarse de la pasividad y la subje tividad. De las tres cartas del medio, el Cuatro de Pentáculos resultó ser la más interesante, especialmente al compararla con la Torre, situada encima. Allí donde el triunfo había mostrado a la consultante desintegrándose bajo el impacto de los intensos sentimientos ajenos, el Cuatro de Pentácu los la mostraba autoprotegiéndose. La mostraba aferrán dose a sus propias necesidades, a su propia comprensión de la situación, a pesar de la presión que sobre ella ejercían sus dos amantes. Las dos cartas que rodean a la central le indicaban dos maneras de hacerlo; primero, disfrutando, y valiéndose de ese placer para mantenerse íntegra, y en se gundo lugar, entendiendo lo que había sucedido, y por qué había sucedido. La Rueda invertida a la derecha indicaba la necesidad —y la oportunidad— de poner efectivamente en juego su esperanza de Justicia, es decir, de esforzarse por entender el verdadero significado de todos los cambios que estaban ocurriendo en su vida. Mientras analizábamos estas dos líneas, la mujer dijo
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Ejemplo
Figura
63 (b)
de una lectura del Ciclo del Trabajo, continuación
que le daba la impresión de que la primera era lo que debe ría querer, y la segunda lo que realmente quería. La gente que la rodeaba hablaba tanto de «libertad» y de relaciones abiertas sin consecuencias dolorosas que ella se sentía pre sionada para desear ese tipo de comportamiento «solar». Pero en realidad, le importaba mucho más la Justicia, la verdad. El resultado del punto de partida de la segunda línea, más áspero y realista, mostraba el sentido de lo que decía la consultante. En la posición del Desenlace estaba la Reina de Varas, con el Seis de Varas como Resultado. La Reina indicaba que, al considerar antes la Justicia que un Sol excesivamente optimista, la mujer encontraría la alegría y el sentido de su propia fuerza. Llegaría a depender más de sí misma que de la situación externa, y de ello obtendría la confianza y la fe del Seis, un optimismo capaz de arras trar consigo a otras personas.
El Árbol de la Vida Cualquier lectura del Tarot se origina en un momento de terminado; al describir las influencias y tendencias, se ex tiende hacia el pasado y el futuro. Las formas más breves tienden a extenderse sólo lo suficiente para esclarecer al guna situación determinada. Pero cuando empezamos a conocer mejor las cartas, podemos buscar un método que nos dé una imagen más amplia del lugar que una persona ocupa en el mundo. Ese entendimiento más completo es lo que nos proporciona la lectura que sigue, el Arbol de la Vida, en la que nos valemos de todo el mazo, y cuyo al cance es similar al de la carta natal astrológica (aunque quizá se concentre más estrictamente en el dominio espi ritual/psicológico). La imagen del Arbol proviene de la Cábala, y en el mazo Rider podemos verla en el Diez de Pentáculos, dibujado de la siguiente manera:
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o o
o
o
o o
o
o o o
En la meditación con los Arcanos Mayores usamos prin cipalmente las veintidós posiciones o vías entre las diferen tes sephiroth (las diez posiciones). En adivinación usamos las propias sephiroth, adaptando sus connotaciones y nom bres clásicos para que puedan servir como posiciones en una tirada, similares a la Base, el Consultante, etc., de una Cruz Celta, pero de alcance mucho más amplio. Las des cripciones y los títulos cabalísticos son necesariamente abs tractos; contienen una descripción mística de la creación y de la estructura del universo, e igualmente un camino hacia un mayor conocimiento de Dios. Por eso quienes, como yo, usamos el Arbol de la Vida para practicar la lectura del Tarot, hemos escogido significados más terrenales.
La estructura del Arbol Hay dos pautas básicas: O
l 0
o
1 (b)
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El diagrama (a) destaca los niveles de conciencia. El triángulo superior es el que se mantiene más próximo a Dios, de quien emanó el punto original de luz para crear la primera sephirah. A medida que la luz de la creación via jaba a través de los diferentes triángulos, se diluyó — e in cluso hay quienes dicen que se corrompió— cada vez más, hasta que en la última y solitaria sephirah quedó contenida dentro del mundo físico de carne, rocas y agua. (Por cierto que una descripción tan breve desfigura enormemente la filosofía cabalística, y si la doy aquí es sólo para dar cierta visión del fundamento de la lectura que sigue el Arbol de la Vida.) El concepto de un descenso de la luz se usa en adivina ción de la siguiente manera: como lo que queremos es des cribir la vida de una persona, consideramos que cada trián gulo es un aspecto de esa persona, usando un sistema tri partito similar a las tres líneas de los Arcanos Mayores. El triángulo superior significa la existencia espiritual de la per sona, y apunta hacia arriba, señalando el potencial más ele vado del sujeto. El del medio apunta hacia abajo, hacia la manifestación, y representa las maneras que tiene la per sona de enfrentarse con el mundo exterior y los asuntos prácticos de la vida. El triángulo inferior vuelve a apuntar hacia abajo, pero esta vez hacia los ámbitos secretos del sí mismo. Representa los impulsos inconscientes y la energía imaginativa. También podemos referirnos a los triángulos como superconsciente, consciente e inconsciente. La posición inferior, situada aparte, no representa una cualidad personal, como las otras, sino el mundo exterior donde vive la persona. Podem os considerarla similar al Ambiente en la Cruz Celta, pero en un nivel mucho más amplio. El diagrama (b) se deriva de la idea de polaridad o de fuerzas opuestas. En la Cabala, los lados derecho e izquier do del Arbol significan la forma en que Dios dirige la exis tencia. El pilar derecho, el de la Gracia, tiende a la expan sión. Sus cualidades abren y ensanchan. El pilar izquierdo, llamado de la Severidad, tiende a la contracción, acen
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tuando las cualidades que limitan. Uno de ellos da, el otro quita, y así contribuyen a la conservación de la energía. Pero si sólo existieran estas dos fuerzas, el universo oscilaría descontroladamente entre ambas, expandiéndose y contra yéndose sin pausa. Por eso el pilar del medio representa la Reconciliación, una mezcla y armonización de los dos prin cipios. Obsérvese que la última sephirah, que simboliza la existencia física, cae en el pilar del medio. En el mundo material, los elementos arquetípicos se funden en una for ma estable. La imagen de las tres columnas aparece en forma m e nos abstracta en la versión que da el mazo Rider (lo mismo que en varias otras) de la Suma Sacerdotisa. El pilar oscuro representa la Severidad, el claro significa la Gracia. La Suma Sacerdotisa cumple la función de la Reconciliación, equili brando en su perfecta inmovilidad los opuestos del yin y el yang. Así como necesitamos una versión «práctica» de los trián gulos, nuestro propósito requiere también una interpreta ción más directa de los tres pilares. Por consiguiente, usa mos una pauta recurrente para cada triángulo. La posición de la izquierda tiende hacia los problemas que se originan en ese nivel, la de la derecha presenta los beneficios o una dirección positiva. La posición del medio describe la cuali dad misma, en la que las oposiciones se confunden. Estas distinciones se aclararán cuando consideremos individual mente las sephiroth. Algo más hay que decir sobre la estructura. Los cabalis tas dibujan el camino recorrido por la luz de la creación como un zigzag, al que a veces se hace referencia al hablar del rayo de Dios. Un zigzag que comienza más allá de la pri mera sephirah (porque la verdadera esencia de Dios sigue siendo incognoscible y trascendente), y cuyo recorrido es éste:
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En la meditación usamos esta imagen principalmente para ayudarnos a ascender a través de las sephiroth hacia la unión con aquel aspecto de Dios que experimentamos en el éxtasis místico. Dicho de otra manera, a través de la me ditación desandamos el camino del rayo, como si estuviéra mos desenmarañando el universo para llegar a su fuente. El rayo que se abate sobre la Torre en los Arcanos Mayores simboliza esta luz de la iluminación. Otra forma de meditación, que se combina con la magia ceremonial, intenta seguir hacia abajo el camino del rayo, o más bien, atraerlo sobre la persona. Este uso de los princi pios cabalísticos para la magia, llamado la «Cábala Prác tica», basa buena parte de su operación en la idea de que el ritual y la meditación adecuados pueden atraer sobre el mago un relámpago no sólo de comprensión, sino también de gran poder. A quien sigue estas prácticas ocultas se le advierte que no ha de buscar ese poder para su ventaja per sonal, sino solamente con fines que sirvan a la comunidad. (Estas advertencias en contra de posibles abusos le dan a uno a veces la impresión de ser similares a las advertencias que aparecen en los libros pornográficos: «Este material es exclusivamente para uso médico».)
La tirada En adivinación seguimos el recorrido del rayo de manera mucho más mundana, como método para disponer las car
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tas. Para hacer una lectura según el Árbol de la Vida, se saca primero el Significador como en los otros métodos, y se lo coloca en lo alto de la superficie de lectura (como es obvio, para disponer setenta y ocho cartas se necesita mu cho espacio). Cuando el sujeto ha mezclado y cortado el mazo, el lector dispone las cartas boca abajo, así:
1 3
2
5
4
6 7
8
9
10 El Significador permanece expuesto por encima de la lectura. Cuando ya están dispuestas las diez primeras car tas, el lector dispone sobre ellas otras diez, y así sucesiva mente, hasta que en cada lugar haya una pila de siete car tas. Ahora bien, al haber sacado el Significador, en el mazo quedan setenta y siete cartas, once veces siete. Por ende, al lector le quedarán siete cartas extra. Muchos cabalistas ha blan de una undécima sephirah «invisible», a la que se co noce como Daath, o Conocimiento. Generalmente, los ca balistas colocan esta sephirah extra en el pilar del medio, entre las sephiroth primera y sexta, es decir, entre el trián gulo superior y el del medio. En las lecturas del Tarot la situamos al costado, o bien en la parte inferior, y la leemos después de todas las otras. El hecho de que no la vayamos disponiendo ordenadamente con las otras cartas, sino que simplemente usemos para ella las siete cartas «sobrantes», subraya su peculiaridad. La pila de Daath no pertenece a ninguna de las áreas generales de influencia, y algunos lec tores piensan que se refiere al futuro inmediato.
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Cuando empecé a hacer lecturas basadas en el Árbol de la Vida, usaba la pila Daath como un comentario general, una información adicional que se aplicaba a la totalidad de la lectura. Desde entonces le he encontrado un significado más específico, que es el de Transformación. En mi libro sobre los Arcanos Mayores describí la idea, derivada tanto de la Cábala como de la moderna mecánica cuántica, de que un cambio no se produce como una altera ción gradual, sino como un salto de un estado a otro. P ode mos ir aproximándonos a los cambios con años de prepa ración gradual, pero el cambio real y efectivo se da como un salto a través de un abismo. Dejamos de ser una cosa y nos convertimos en otra. En esos momentos de transformación podemos, en ocasiones, percibir la Nada esencial que subyace en toda existencia fija. Hay quienes describen a Daath como aquel aspecto que percibe esta verdad del abismo. Otros apuntan que Daath relaciona la Sabiduría (sephi rah 2) y el Entendimiento (sephirah 3) por mediación de sus cualidades de conciencia y reflexión. De hecho, «Daath» significa «Conocimiento». Sin perder de vista estos significados, descubrí que era un valioso recurso usar la pila Daath como una descripción de los medios por obra de los cuales cambia una persona. Relacionada con la totalidad de la lectura, esta sephirah destaca las conexiones que establece una persona entre los diferentes niveles. Las diferentes seph/roíh/posiciones tien den a mostrar distintos niveles y condiciones del ser. La pila Daath nos ayuda a ver de qué manera nos movemos entre ellos. Por eso le he dado el nombre de Transformación.
Las posiciones y los significados ¿Cuáles son, pues, las posiciones específicas de las sephi roth? La lista siguiente es la que yo uso, basada en parte en sugerencias tomadas de diversos comentarios. La ofrezco como guía y como un sistema posible, pero quienes quieran trabajar específicamente con el Árbol de la Vida querrán formular sus propias posiciones. Usando la pauta numérica que aparece en la página 213, las posiciones son:
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1 Kether o la Corona — La suprema evolución espiritual Con esto aludimos a las cualidades mejores y más auténti cas de la persona, y a los caminos por los cuales ésta llega a tales niveles. La Corona no siempre mostrará cualidades muy positivas o jubilosas. Algunas personas alcanzan lo mejor de su evolución mediante la lucha o la tristeza. R e cuerdo una lectura en que la Torre ocupaba el centro de la línea Kether, con la Estrella a dos cartas de distancia. Al consultante se le hacía muy difícil evolucionar de manera estable. Tendía siempre a pasar por ciclos de tensión, explo sión y liberación, un tema que resonaba durante toda la lec tura, hasta el final, en que el Diablo aparecía en el centro de su línea Daath. 2 Hokmah o la Sabiduría La segunda sephirah, Hokmah o la Sabiduría, representa la Inteligencia Creativa, las formas en que la persona avanza hacia el objetivo de la Evolución Suprema. Relacionada ge neralmente con la línea de la Corona, esta sephirah destaca más bien el proceso de la evolución que su resultado. Por ejemplo, si el Sol aparece en la línea de la Corona, lo inter pretaremos como júbilo y libertad, apreciados por sí mis mos. Si apareciera en la Inteligencia Creativa, pensaríamos en aquellas cualidades como medios para alcanzar cual quier cosa que hubiéramos visto en la Corona. Com o la pri mera línea, la Inteligencia Creativa también puede incluir cartas difíciles o desagradables, como representación de lo que la persona usa para crecer. Cuando aparecen tales cartas, es importante considerar las no solamente en relación con su función —para ver cómo la persona puede usarlas de manera creativa— , sino tam bién en relación con las otras cartas de la línea. Por ejem plo, supongamos que el Nueve de Varas apareciera en Hokmah. El lector insistiría primero en la fuerza y la deter minación, más que en la rigidez inherente al naipe. Pero supongamos que en la misma línea apareciera también el Cuatro de Varas; entonces, hay que ver el Nueve como par te de un ciclo de defensa y apertura, en que ambas se ayu
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dan y fortalecen recíprocamente. Y como aparecen en la segunda línea del triángulo del Espíritu, pensaríamos en ellas no simplemente como un ciclo que repite una y otra vez la misma experiencia, sino como una espiral que con duce a las imágenes, sean las que fueren, que aparecían en Kether. Se ha de tener en cuenta que, obviamente, la lectura del Arbol de la Vida exige mucha experiencia con las cartas y con la adivinación para obtener resultados adecuados. El lector no sólo debe interpretar siete cartas para cada posi ción, sino que cada posición debe relacionarse con las otras. 3 Binah o el Entendimiento El triángulo se completa con Binah, el Entendimiento. En la Cábala, la diferencia entre Sabiduría y Entendimiento se refiere principalmente a la forma en que el alma contempla a Dios y se autocontempla. En la experiencia, más terrenal, de una lectura, podemos considerar como Entendimiento aquellas experiencias que frenan nuestra evolución, es de cir, las Penas y las Cargas. Aquí, las cartas muestran las limi taciones de la persona, y esta vez es necesario adaptar las imágenes más positivas a los términos de la línea. Al mismo tiempo, el título original, el Entendimiento, nos lleva a con siderar la forma en que pueden ser superadas estas limi taciones. El triángulo del medio representa los aspectos más co rrientes de la vida, y aquí comenzamos con los dos lados y terminamos en el medio. 4 Geuurah o el Juicio En la posición opuesta a los Logros Terrenales se encuentra Gevurah, o el Juicio, que representa las Dificultades. Estas pueden incluir cualquier cosa, desde problemas de dinero a soledad. En una lectura, la Reina de Espadas en esta línea me indicó que la consultante era viuda. 5 Hesed o la Misericordia La quinta sephirah representa los Logros Terrenales, lo cual
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significa aquello que la persona ha de alcanzar en la vida en los dominios del trabajo, el hogar, el dinero, los amigos, etc. Por lo común, la línea acentuará factores de éxito antes que de fracaso. También puede indicar las maneras en que los Logros Terrenales afectan al carácter de la persona. Los tres triángulos forman un diseño único, un hecho que por lo común se pone cada vez más de manifiesto a medida que se avanza en la lectura y las relaciones se muestran con más fuerza. Por lo tanto, será frecuente que las preocupaciones triviales de los Logros Terrenales reflejen la conciencia es piritual de la Fuerza Creativa que está por encima de esta posición. Muchas veces, la comprensión de las posiciones inferiores en el Arbol será la clave que permita volver atrás e interpretar las superiores. 6 Tifereth o la Belleza La punta del triángulo representa a Tifereth, la Belleza. En las lecturas, me valgo de esta posición para indicar la Salud. Usar el Tarot para diagnosticar problemas físicos específi cos puede ser una operación muy engañosa, aunque hay sugerencias para hacerlo, relacionando por lo general las cartas con aspectos astrológicos o con otros sistemas. S e gún mi experiencia, es mejor obtener de la línea un cuadro más general, que no tenga en cuenta solamente el estado físico, sino también la salud emocional y espiritual. Una recomendación: obsérvese cuáles son los elemen tos que dominan. La abundancia de Varas sugiere buena salud general durante toda la vida de la persona, aunque, naturalmente, naipes com o el Diez o el Nueve de Varas, lo mismo que cuando las cartas de este palo aparecen inverti das, pueden indicar lo opuesto. Las Copas y Espadas tien den a revelar la condición emocional y espiritual de la per sona, en tanto que los Pentáculos suelen señalar una salud más débil, o la necesidad de ocuparse más del cuerpo. El Cinco, por ejemplo, sería una clara advertencia. Un predo minio de Arcanos Mayores en la línea es más difícil de inter pretar, y su significado depende de las cartas que aparez can. La Fuerza, naturalmente, indicaría buena salud en ge
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neral, la Templanza una enfermedad evitada mediante pre cauciones, en tanto que el Diablo podría significar malestar o hipocondría. A veces, una única carta Mayor puede sim bolizar alguna situación especial que ha aparecido o apare cerá en la vida de la persona. Las secuencias temporales en esta línea, y en el Arbol en su totalidad, son un problema difícil, especialmente para el lector principiante. El tercer triángulo tiene que ver con el inconsciente, y en particular con las pulsiones imaginativas y sexuales. En el volumen sobre los Arcanos Mayores consideramos la idea de que el superconsciente, o energía y conciencia espiritual, consista en el inconsciente, transformado y vuelto cons ciente. A este respecto, es frecuente que el Arbol muestre conexiones muy fuertes entre los triángulos superior e infe rior, en tanto que el nivel medio — las experiencias cons cientes de la persona— forma un vínculo entre los dos. Antes describí al subconsciente como el lado reprimido del ego, distinto del inconsciente, que es la energía vital de la persona. Ninguno de estos triángulos aborda específica mente este sentido del subconsciente. Este material mante nido en secreto puede aparecer en cambio a lo largo de toda la lectura, dejando al descubierto problemas, agresivi dad o deseos insatisfechos. Lamentablemente, la amplitud del tema no me permite dar ejemplos detallados. (Y me dis culpo por caer en algo que se asemeja a las oscuras insinua ciones que encuentra uno a menudo en los libros de ocul tismo: «A qu í no puedo decir ya más sobre el tema.») Sólo quiero señalar que podemos ver el funcionamiento del sub consciente en las contradicciones aparentes, por ejemplo, del Dos de Espadas, que aparece como un bloqueo en la línea de la Fuerza Creativa. 7 Netzach o la Eternidad La séptima sephirah, Netzach, significa la Eternidad. En este sistema, la he usado como representación de la Disciplina, las formas en que la persona puede poner en funciona miento su imaginación. Al decir «disciplina» no me refiero al tipo de reglas estrictas que normalmente evoca la pala
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bra, sino a la dirección y al entrenamiento deliberados que simboliza el halcón encapuchado del Nueve de Pentáculos. Bajo una disciplina tal, el poder creativo no resulta confi nado ni se debilita, sino que, estimulado, se libera. Ello ocurre porque el beneficio que rinde a nuestra vida esta cualidad del inconsciente se incrementa más cuanto más la dirigi mos. Esto es algo que saben bien la mayoría de los artistas y las personas que han trabajado seriamente en ocultismo. La mayoría de las personas que no trabajan deliberada mente con la energía inconsciente se encuentran con que permanece simplemente latente. Es posible que lleven una vida que parezca monótona, o que se consideren personas carentes de toda creatividad. En algunos casos, sin embar go, el inconsciente es tan fuerte que puede hacer irrupción por sí solo, provocando el caos o incluso la locura. Recuer do una lectura (no era un Arbol de la Vida) que hice a un hombre que había pasado por un colapso nervioso grave después de una serie de intensas experiencias psíquicas. En la lectura apareció el Nueve de Pentáculos, pero también el Ermitaño, como indicación de que un maestro capaz podría canalizar la energía que tan dolorosamente había irrum pido en su vida. La disciplina, en el mejor de los sentidos, representa el proceso de elevar el inconsciente y transfor marlo en energía creativa. Com o la mayor parte de las personas no se sienten m o vidas, ni menos aún impulsadas, a trabajar en el dominio de lo «psíquico» o del ocultismo, generalmente encontramos preocupaciones más corrientes reflejadas en esta posición, posición que puede referirse, aunque no necesariamente, al trabajo artístico. Para algunas personas, el inconsciente se expresa en una carrera, o en la creación de un hogar acoge dor y cálido para su familia. Lo importante en esta línea es que muestre la formación o el trabajo necesarios para que la persona haga algo con potencial creativo. Si en esta línea aparecen cartas bloqueadas, com o el Ocho de Espadas, eso puede ser muy significativo para toda la lectura, ya que una parte muy importante de nuestra vida depende de la libera ción de la energía inconsciente.
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8 Hod o la Reverberación Del otro lado del triángulo encontramos la octava sephirah, la Reverberación. El título adivinatorio para esta línea —Amor y Sensualidad— hace generalmente que el consultante se ponga alerta y escuche con gran atención. Esta línea mues tra el impulso sexual del individuo y la forma en que sus necesidades funcionan en la práctica, es decir, lo que quiere y lo que obtiene. Según las personas, esta línea puede ser también la clave para todas las otras, aunque tal vez no con tanta frecuencia como cabría esperar. Obsérvese que la posición del Am or y la Sensualidad se encuentra en el lado restrictivo del Arbol, en tanto que la Disciplina aparece del lado de la expansión. Esta construc ción refleja el hecho de que con frecuencia nuestros impul sos sexuales nos dominan, haciéndonos hacer cosas que de otra manera evitaríamos, o impidiéndonos la liberaración de potencialidades pertenecientes a otros campos. La Disci plina, por otra parte, se vale de la energía imaginativa, orientándola en la dirección de la transformación hacia lo espiritual. Es dable que las cartas sexuales no aparezcan en la posición de Am or y Sensualidad, sino en la de Disciplina, lo que sugiere que la persona evoluciona por mediación del amor, tal como lo simboliza el ángel que se eleva entre el hombre y la mujer en los Enamorados. Para personas así, el amor es tanto una disciplina com o una tentación o una debilidad. Debo añadir que la aparición del Am or y la Sensualidad en el lado de la Restricción no exige que la interpretemos como un problema. Si las cartas muestran satisfacción y libertad, entonces es ciertamente ése el sentido en que de bemos interpretarlas. 9 Yesod o el Fundamento La novena sephirah, Yesod o el Fundamento, representa la Imaginación, que de muchas maneras constituye el autén tico fundamento del sí mismo. Para la mayoría de las perso nas, que no se plantean programas de autocrecimiento, el inconsciente jamás llega a hacerse consciente. N o por eso
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deja de ser la fuente y la fuerza impulsora de la personali dad. Tenemos un atisbo de esta energía en actividades tales como los sueños, las fantasías, los deseos... dicho de otra manera, lo que habitualmente llamamos la imaginación. Pero al llamar Imaginación a la línea del Fundamento, de hecho aludimos a mucho más que esas manifestaciones. El término representa aquí la energía misma, enroscada por debajo de la personalidad consciente, que envía sus deste llos hacia el mundo exterior. Los naipes que salen en esta línea revelan la configuración y el ánimo del inconsciente de la persona. Con frecuencia se relacionan muy directa mente con la línea de la Evolución Suprema, situada por encima de ellos. 10 Malkuth o el Reino Debajo de la Imaginación se encuentra Malkuth, o el Reino, es decir, el mundo que rodea a la persona. Aquí vemos las influencias externas, las otras personas, las situaciones per sonales tanto como las sociales y políticas. Generalmente, por cierto, las indicaciones de estas fuerzas exteriores apa recen en el curso de toda la lectura. En una lectura que hice, el Emperador — representante del marido dominante de la mujer— apareció en el centro mismo de la línea de la Salud, es decir, en el centro exacto del Arbol. Sin embargo, la última línea destaca las influencias externas y demuestra, además, el efecto de éstas sobre el sujeto. Podemos consi derar esta posición como similar al Ambiente en la Cruz Celta, pero mucho más expandida. Daath Finalmente llegamos a Daath. Aunque la dejamos aparte del Arbol al sacar las cartas, muchos lectores preferirán si tuarla debajo de Malkuth, con lo que se obtiene un Arbol simétrico que, al mismo tiempo, demuestra gráficamente cómo hay conexiones subyacentes en todas las posiciones. A veces, estas cartas harán clara referencia a una situa ción determinada que aparece arriba, en uno de los tres triángulos. Generalmente, a las cartas que salen en la posi
ción de Daath no les asignamos una función específica, como lo hacemos con las otras líneas. Com o el Loco en los Arcanos Mayores, Daath se mueve entre todas ellas, unien do entre sí las cosas, ayudando a que la pauta general se aclare más en la mente del lector y del sujeto. La imagen del Árbol en su totalidad, las setenta y ocho cartas de brillantes colores, puede ser un espectáculo increí ble; a veces lo he fotografiado, haciendo una copia para mí y otra para el sujeto. Y o recomendaría a los lectores que se hicieran un esquema del Arbol, marcando las posiciones y los naipes individuales. A la mayoría de las personas tam bién les resulta útil grabar una cinta de cassette, que vuelve accesible en cualquier momento esa enorme cantidad de información. Si el lector y el consultante han iniciado un programa regular de lecturas, entonces grabar y registrar por escrito un Arbol de la Vida puede ayudar a que aquéllas sean más efectivas. Con frecuencia, es mejor no hacer inmediata mente el Arbol, sino más bien empezar por una o dos lectu ras «pequeñas» para hacerse una idea de cuáles son los problemas en la vida de esa persona. Entonces, un Arbol de la Vida ofrecerá una visión amplia del sujeto, que tanto éste como el lector podrán usar como punto de referencia en sucesivas lecturas. Para hacer una lectura de este tipo se necesita un gran conocimiento de las cartas y de las formas en que éstas se combinan. Recuérdese que el astrólogo que prepara una carta natal puede, generalmente, levantarla por anticipado y estudiar sus características antes de tener que explicárse las al sujeto. Pero una lectura del Arbol de la Vida, como cualquier lectura del Tarot, funciona mejor cuando inter pretamos las cartas a medida que vamos tirándolas. Recuérdese también que cada línea contiene siete car tas. Cada línea constituye, en sí misma, una lectura. En oca siones, las siete cartas se presentan como un grupo de ex periencias individuales, pero lo más frecuente es que se forme un diseño dentro de la línea. Nuestra comprensión
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de la línea puede ir, digamos, de izquierda a derecha, casi como si leyéramos un relato; o podemos concentrarnos en la carta central como tema dominante, e interpretar parcial mente las cartas que la rodean de acuerdo con sus posicio nes. Con frecuencia me he encontrado con una clave im portante en la simetría: las cartas uno y siete se relacionan entre sí, lo mismo que la dos y la seis, etc. O bien las tres car tas de la derecha pueden mostrar una característica, en tanto que las de la izquierda apuntan a alguna otra, posiblemente contradictoria. Cada línea es portadora de su propio movi miento, de su propia perfección.
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Cómo usar las lecturas del Tarot El valor de una lectura depende, por lo menos para el con sultante, de lo que éste haga después con ella. A las perso nas que vienen a hacerse una lectura por curiosidad, o como si se tratara de un juego, lo más probable es que no las afecte vitalmente, como si se tratara de un espectáculo que ven desde la platea. Pero éste es un espectáculo que les concierne, y si la lectura significa algo real, querrán sacar de ella alguna utilidad práctica. Lo primero de todo es que ni el lector ni el sujeto pue den sacar provecho alguno de la lectura a menos que la en tiendan. Por consiguiente, el lector debe cultivar su habili dad para la interpretación, y la mejor manera de conse guirlo es la práctica. Un principiante no puede presuponer una gran profundidad de conocimiento; se trata simple mente de continuar con la práctica. N o te preocupes si no puedes ver cómo armonizan entre sí las cosas, ni te sientas confundido por todas las interpretaciones posibles de una caria aislada. Después de un tiempo, empezarás a darte cuenta de cosas que te habrían pasado inadvertidas cuando apenas comenzabas. Estudia. Apréndete los significados que te ofrezca cual quier libro que te impresione como valioso, y después co-
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mienza con el proceso de hacerte tu propio libro. Cómprate un buen cuaderno y ve anotando en él tus descripciones, así como los sentimientos y las vivencias que te movilice cada carta. Puedes hacerlo con palabras, imágenes, diagra mas o cualquier medio que signifique algo para ti. En el mismo cuaderno — o en otro— resume las lecturas que hagas y lo que hayas aprendido de ellas. Si alguna lectura te enseña algo nuevo, referente a alguna carta, a alguna com binación de ellas o a todo el mazo, anótalo también. N o des por sentado que sabes lo que ya has aprendido. Todos tenemos ciertos prejuicios, y con el correr del tiempo tendemos a recordar algunos significados y a olvidar otros. Con frecuencia, parece que una carta no tuviera sentido porque, llevados por el hábito, insistimos en interpretarla de determinada manera, cuando otro significado que quizás hemos olvidado aclararía inmediatamente el mensaje. Por lo tanto, de cuando en cuando, incluso cuando ya creas que conoces de memoria todas las cartas, vuelve a pasar revista a tus notas y tus libros. Te quedarás sorprendido ante lo mucho que sigues aprendiendo. Llevar un cuaderno de notas sirve también a otro fin. Tal como ya dijimos, las lecturas del Tarot nos ayudan a alcan zar el equilibrio entre la intuición y la acción, entre la Suma Sacerdotisa y el Mago. Tomar notas es una manera práctica de lograrlo, porque en ella se combinan nuestras propias impresiones con las ideas que hemos aprendido en los li bros. Y hacer tu propio libro es especialmente importante si eres de esas personas que creen en lo que aprenden de un libro o de un maestro. El lector eres tú, y en cualquier situa ción las cartas estarán frente a ti y frente a nadie más. Sin la capacidad de responder instintivamente a las imágenes, jamás serás capaz de escoger entre las interpretaciones po sibles, y mucho menos de encontrar un significado nuevo que sea precisamente el que requiere esa lectura. Todos poseemos la capacidad de responder intuitiva mente, pero — como cualquier otra facultad— este tipo de percepción nos exige que la cultivemos. Y para eso también sirve un cuaderno. Además de recopilar algo permanente a
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lo que podemos remitirnos más adelante, el hecho mismo de ponerlas por escrito da más consistencia a las ideas. 0 bien puede ser que encuentres que las ideas originarias van ampliándose porque, al escribirlas, se te ocurren cosas nuevas. También puedes ejercitar la intuición dedicando tiempo a las imágenes, mirándolas, mezclándolas, combinando re latos con ellas, y sobre todo olvidándote de lo que se su pone que significan. Olvídate del simbolismo cuando pres tas atención a los colores, las formas, el tacto y el peso de las cartas. A medida que el lector se va haciendo más competente, las lecturas se vuelven más valiosas. El principal elemento que obtenemos de una lectura es información, pero la infor mación puede ser de diferentes tipos. A las personas capa ces de percibir las tendencias ocultas que van configurando toda nuestra vida, el Tarot puede enseñarles qué forma es pecial van asumiendo esas tendencias en un momento dado. A otras, las lecturas pueden mostrarles los resultados pro bables de determinada situación o decisión. Buscar un tra bajo nuevo, iniciar una relación amorosa, escribir una no vela, son todas actividades terrenales, aparentemente muy alejadas de las preocupaciones místicas de los Arcanos Ma yores. Sin embargo, son éstas las cosas que la mayoría de las personas buscan en las lecturas del Tarot; y de hecho, son también las maneras en que verdaderamente crece mos, porque son las formas en que nos comprometemos con la vida, y constituyen la realidad que emerge de las ten dencias espirituales subyacentes. Una lectura puede ayu darnos a examinar las posibles consecuencias de tales ac ciones y decisiones. Las lecturas del Tarot pueden, por ende, darnos infor mación. Pero actuar de manera acorde con esa informa ción, especialmente si va en contra de nuestros deseos, sigue siendo muy difícil. Podemos recurrir a innumerables subterfugios para ne gar la validez de las lecturas del Tarot. Podemos decirnos, por ejemplo, que no es más que un mazo de naipes. Pero
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incluso quienes no hacen de lado tan fácilmente las predic ciones del Tarot pueden pensar: «Ahora que ya sé lo que dice, puedo tomar mis medidas para asegurarme de que las cosas no salgan así.» Por la época en que empezaba yo a usar los naipes de Tarot, hice una consulta sobre algo que quería hacer, aunque reconocía que era peligroso. Las car tas indicaron un desastre, precisando además muy clara mente la forma que éste asumiría. «Bueno, ahora que ya he visto cuáles son los peligros — me dije— , puedo hacer lo ne cesario para evitarlos.» Seguí adelante con lo que me pro ponía, y la situación resultó, hasta el último detalle, tal como lo habían predicho las cartas. Com o evidentemente yo no había aprendido la lección, volví a tirármelas, no con la es peranza de que me dijeran la verdad, sino en busca de algún mensaje tranquilizador. Por aquel entonces estaba usando un libro de significados, y cuando busqué el de la carta que estaba en la posición de la Base, el texto me dio como inter pretación: «Has dejado de seguir un buen consejo.» El problema que se plantea al tomar una decisión ba sada en una lectura del Tarot es que nunca sabemos cómo habrían sido las cosas en caso de haber actuado de otra ma nera. Supongamos que una estudiante piensa en dejar la universidad y las cartas le señalan inequívocamente que no debe hacerlo. Si la consultante sigue el consejo, jamás sabrá qué podría haber sucedido si, en cambio, hubiera obrado según sus deseos. Claro que todo el sentido de la lectura re side en que efectivamente nos dice lo que habría sucedido. Pero siempre podemos preguntarnos: «¿Y si no hubiera sido cierto?» Una predicción, especialmente si proviene de un mazo de naipes, jamás puede transmitir el mismo impacto que una experiencia real. La curiosidad, por sí sola, puede llevarnos a hacer cosas desastrosas. Hace falta valor para superar la curiosidad y el deseo. Hace algunos años leí que el poeta Alien Ginsberg y una mujer que era su amante estaban pensando en tener un niño. Hicieron una lectura, no recuerdo si con el Tarot o con el I Ching, y como recibieron una predicción negativa, renunciaron a la idea. N o sé hasta qué punto deseaban
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realmente tener un hijo, pero recuerdo que me admiró su fuerza para resistirse al deseo. En una ocasión, no fui a una conferencia que me parecía valiosa, porque las cartas me anunciaron consecuencias desagradables. Reconocía que, por lo menos en relación con lo que yo podía haber apor tado a la situación, lo que las cartas indicaban era verdad. Pero, aun así, se me hizo difícil hacer caso de la predicción y no seguir adelante con el proyecto. Podem os inventarnos unas excusas verdaderamente maravillosas para evitar la flagrante verdad de una lectura. Si las cartas nos merecen demasiado respeto para declarar simplemente que lo que dicen es un disparate, con frecuen cia buscaremos ciertas «falsas» imágenes para no dar cré dito a la lectura. ¿No parece acaso que la carta del Desen lace no tiene nada que ver con la situación? En vez de inter pretarla a la luz de las otras, preferimos rechazar la lectura en su totalidad. Algunos libros aconsejan que jamás se haga uno sus propias lecturas, para no caer en la falta de objetividad. Du rante largo tiempo, una amiga y yo nos leíamos las cartas una a otra, porque ninguna de las dos estaba demasiado se gura de ser capaz de interpretar objetivamente sus propias tiradas. Y cuando yo empecé a hacer mis propias lecturas, todavía se me hacía difícil no caer en diversas trampas men tales para esquivar las imágenes desagradables. Mi treta fa vorita funcionaba de la siguiente manera: no podía ignorar las cartas que no me gustaban, o simplemente declarar que mentían o exageraban, porque me habría parecido dema siado burdo. Entonces, buscaba en la lectura alguna imagen muy positiva, como podía ser el As de Copas, y me decía: «Esto no puede ser verdad, de semejante follón no puede salir nada bueno.» Y entonces, sobre la base de que si esa carta no tenía sentido ninguna de las demás podía tenerlo, restaba importancia a toda la lectura. Otra treta a la que re curría era echar las cartas en forma muy despreocupada, de modo que si aparecía algo malo podía decirme: «Bueno, esta tirada en realidad no vale, no la estaba haciendo en serio.» Sólo pude empezar a hacer mis propias lecturas
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cuando empecé a tratarlas de la misma manera que trataba una lectura para un tercero: a mezclar cuidadosamente las cartas, a trabajar con las imágenes, a tratar de sacar alguna orientación respecto a lo que tenía que hacer (o no hacer). Una lectura no siempre dará un sí o un no inequívoco en respuesta a una pregunta. Puede, simplemente, mostrar una compleja trama de tendencias e influencias. En ocasio nes, la lectura no implica una elección, debido a una situa ción existente que no es fácil de evitar. Entonces hay imáge nes y significados específicos que adquieren gran importan cia. El Tarot puede ayudarnos a precisar cuáles son los ele mentos importantes en la situación, aquellos sobre los cuales es preciso trabajar más para cambiar o producir el desen lace predicho. La gente puede usar la idea de «Ahora que sé lo que dice ya puedo hacer algo al respecto» como excusa para obrar según sus deseos. Sin embargo, lo dicho sigue siendo válido. Quizá tengamos una actitud muy pesimista, o un miedo exagerado, o una esperanza irrazonable. Reconocer estas cosas nos ayuda a tener una perspectiva más clara. Tal vez nuestra experiencia pasada rija nuestro comporta miento o confunda lo que esperamos del futuro. Saber conscientemente todo esto puede ser el primer paso para superarlo. También puede ser que las cartas nos muestren los celos o el ánimo vengativo de alguna persona, y enton ces podremos hacer lo necesario para liberarnos de su in fluencia. O, si las cartas nos muestran el amor y el apoyo de alguien, sabremos que podemos confiar en esa persona. Todas estas cosas exigen algún tipo de respuesta que las vuelva reales. No podemos esperar valernos de la amistad de alguien, si nosotros mismos no nos abrimos a esa amis tad. Siempre que sea posible, el lector debe tratar de indi car al sujeto los pasos definidos que este último puede dar para sacar mejor partido de la información. Si el lector no puede recomendar una línea de acción concreta, debe entonces señalar el ámbito en el cual tiene que trabajar el sujeto. Por encima de todo, el lector debe aprender a sacar de
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la lectura una pauta coherente. Con frecuencia, los lectores principiantes se aprenden las cartas y avanzan hasta el pun to en que tienen la habilidad necesaria para interpretar cada imagen en su posición específica. Al final de la lectura, el su jeto se encuentra ante una maraña de puntos diferentes y sin ninguna idea clara de cómo se ensambla todo eso. Un buen lector es capaz de resumir en unas pocas oraciones lo que expresa la lectura. Yo, generalmente, intento hacerlo tanto al comienzo como al final de la lectura, para imprimir en la mente del sujeto los puntos más importantes. El A m biente, ¿es un apoyo o un obstáculo? Las Expectativas de la persona, ¿la ayudan o le hacen daño? ¿El Desenlace apor tará un Resultado valioso? El sujeto necesita que estas cues tiones le sean respondidas, no solamente en toda su com plejidad, sino también de una manera tan simple como sea posible. ¿Y cómo se deriva una cosa de otra? ¿De qué ma nera colabora el pasado en la formación del futuro? ¿Qué es lo que la persona aporta a la situación global? Junto con la coherencia existe la necesidad de un enfo que positivo. N o es suficiente con pintar las cosas como son. La persona quiere saber qué tiene y qué no tiene que hacer. Si las cartas muestran algo bueno, el sujeto todavía necesita saber cómo ayudar a que eso suceda. Y si lo que muestran es un desastre, el lector debe decirlo, pero tam bién puede decir qué es — si hay algo— lo que puede hacer la persona. ¿Qué es lo que produce ese Desenlace desagra dable? ¿No se pueden alterar o evitar esas influencias? ¿Cómo se las puede contrarrestar, o por lo menos amorti guar? ¿Qué elementos hay que muestren otras posibilida des? ¿Podemos esperar que en la situación se origine algo bueno? Si el Desenlace se genera en alguna línea de acción determinada, ¿debe abandonarla la persona? Cuando ha cemos una lectura de Tarot para alguien, asumimos la res ponsabilidad de tratar de orientar a esa persona en una di rección positiva. Más allá de las sugerencias específicas de hacer esto antes que lo otro, se encuentra un campo más vasto de ac ción posible, derivado de las maneras en que se equilibran
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entre silos palos. En la introducción a cada palo considera mos sus problemas y la forma en que podíamos «añadir» otros palos/elementos. En la práctica, esta adición es con frecuencia difícil de lograr, porque significa alterar la pauta que se mostró en la lectura misma. Sin embargo, por esta misma razón vale la pena intentarla en situaciones en que la lectura muestra un callejón sin salida si la persona se queda con los elementos dados. La forma más directa de hacer intervenir una influencia exterior es valerse de simples sugerencias. Si la lectura in dica la necesidad de la influencia cimentadora de los Pen táculos, el sujeto puede tratar de hacer cosas de tipo físico, como pueden ser deportes o jardinería, o de prestar más atención a actividades más terrenales, tales como el trabajo, el estudio o las labores de la casa. Si la lectura muestra una necesidad de las cualidades acuosas de las Copas, entonces el lector pude enfatizar los sueños y las fantasías del sujeto, y puede sugerir actividades como la meditación o el dibujo. Una persona puede satisfacer una necesidad de Varas vol viéndose físicamente más activa, compitiendo con otras personas o empezando proyectos nuevos. Y la necesidad de Espadas requiere que la situación del sujeto sea abor dada de manera sensata y cuidadosamente sopesada. Lo importante de estas recomendaciones es que pueden ir más allá de la lectura. Se ocupan tanto de las cartas que no apa recen como de las que sí lo hacen. Por consiguiente, los lec tores principiantes deben usar cuidadosamente este m é todo, para no dar por sentado demasiado conocimiento y control de su parte.
La meditación Hasta ahora, hemos considerado las respuestas prácticas a la información obtenida de una lectura. Pero una lectura de Tarot no es exactamente la serie de palabras que la descri ben; es más bien una serie de imágenes. Y la respuesta más directa a una lectura depende de que se trabaje con las imá
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genes mismas. Para la gente que conoce bien las cartas, o que tiene cierta experiencia con la meditación, se hace posi ble trabajar directamente con las imágenes para ayudar a la concreción de los efectos asociados con ese naipe. N o hay nada de impreciso ni de misterioso en este proceso. Exige tanto concentración como sentimiento instintivo, y no reem plaza los pasos prácticos, aunque ayuda a que se vuelvan más accesibles. Si en una lectura aparece la Fuerza como algo necesario para nuestra vida, ¿por qué no dejar que la carta misma nos ayude a dárnosla? Además de la meditación como tal, yo suelo recomen dar a la gente que lleve consigo una carta determinada, y que trate de mantenerse consciente de que la tiene consigo, sacándola de cuando en cuando para mirarla y conside rando su significado. Esa conciencia constante también ayuda a mantener en foco la totalidad de la lectura. La meditación también puede ayudarnos a introducir nuevas influencias desde fuera de la lectura. Supongamos que la Estrella no aparezca en la lectura, pero que nosotros, como lectores, creamos que debería estar presente. Dicho de otra manera, nos parece que el arquetipo de la Estrella simboliza exactamente aquellas cualidades que necesita la persona. Entonces podemos mostrarle la carta, y hablar con ella de las ideas asociadas con la imagen. Sin embargo, vale más darle la posibilidad de una vivencia directa de la carta. El método es, brevemente, el que sigue. Empezamos por llevar al sujeto a un estado meditativo, ayudándolo a que se relaje, a que respire profundamente, y a liberar así todos los pensamientos y las tensiones que obstruyen su conciencia. Cuando el sujeto ha alcanzado este nivel (que con cierta experiencia podremos percibir), empezamos a ofrecerle sugerencias que lo lleven a adentrarse en la carta. Las sugerencias pueden ser una descripción de la carta para montar la escena (con la Emperatriz, por ejemplo: «Estás en un jardín lleno de flores, a través del cual corre un río. Hay una mujer reclinada en un diván...») o, más simple mente, imágenes básicas como el sol, el agua, el viento, que pertenezcan a las cualidades arquetípicas del naipe.
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Por lo común, lo mejor es que esas sugerencias iniciales sean tan simples como sea posible. Al describir la carta, no debemos tratar de incluir todos los detalles. Es mejor dejar que el sujeto cree sus propias impresiones, mientras el lec tor se limita a funcionar como un guía que lo anima a con tinuar. Podemos mantener la experiencia en este nivel básico, o bien llevarla más lejos, haciendo sugerencias más comple jas o empezando a hacer preguntas («Qué ves?», «¿Qué está haciendo la persona?», «¿Puedes oír algo?»), de ma nera que el consultante empiece a fantasear más allá de nuestras directivas. A veces, la meditación permite que la persona tenga una vivencia nueva y diferente de los ele mentos arquetípicos. En otras ocasiones, las cosas pueden ir aún más lejos; las imágenes se transformarán, liberando algún contenido de especial intensidad dentro de la per sona. Varias veces, después de haber dirigido una medita ción en grupo, trabajando con una clase, alguien ha venido a decirme que la meditación le había permitido resolver algún problema o bloqueo emocional que arrastraba desde hacía tiempo. Estos aparentes descubrimientos, como es natural, se originaban en las personas mismas, que ya esta ban preparadas —y lo habían estado durante cierto tiempo— para pasar de su estado presente a otro nivel, pero no po dían decidirse a dar el salto. La meditación les permitía ha cerlo sin que se dieran cuenta hasta que ya había suce dido. La meditación también puede ayudar al sujeto a enten der en forma más profunda y más personal una carta deter minada. Cierta vez hice una meditación con una consul tante para quien el Emperador constituía una imagen re mota, casi aterradora, y en todo caso nada atractiva. Em pecé por montarle la escena: la estrecha imagen de un de sierto de piedra que daba sobre una vasta llanura donde se amontonaban los súbditos del Emperador. Cuando le pedí que describiera a esas gentes, la mujer las vio a todas enca puchadas — es decir, sin cara— e inclinadas, ocupadas en tareas que las hacían parecer robots. La expresión cruel y
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colérica del Emperador hacía que la gente no se atreviera a mirarlo. El pueblo simbolizaba a la mujer y su mala disposi ción a aventurarse más profundamente en el naipe. Entonces le dije que hiciera precisamente eso, no limi tarse a mirar al Emperador, sino encaminarse directamente hacia él. Cuando la consultante actuó esa fantasía, sucedió algo extraño. El despótico Emperador se convirtió en una especie de títere inofensivo, en tanto que por detrás de él se elevaba algo así como un gran fantasma o figura espiritual, hermosa y benévola. La reacción de miedo y aversión ante la estructura social que simboliza el Emperador había ce dido el paso a un sentimiento de la estructura espiritual subyacente en el universo. Esta experiencia no sólo dio un sentido mucho más am plio de la significación profunda del Emperador a la consul tante, sino que tuvo el mismo efecto para mí. Con ella pude ir más allá de la imagen del Emperador en cuanto sociedad y llegar al significado más oculto de la carta en cuanto sim boliza al propio cosmos. Cada vez que proponemos a al guien una meditación, nosotros mismos participamos en ella. Al mismo tiempo, sólo podemos guiar a otras personas en este tipo de ejercicios después de haber tenido nosotros cierta experiencia con ellos. Quien sea un principiante en meditación debe darse cuenta, sobre todo, de que se trata de una actividad que tiende a funcionar mejor cuanto más se la practica. Si nunca se ha intentado meditar, puede ser que produzca un poderoso efecto la primera vez, pero lo más probable, sin embargo, es que resulte difícil concen trarse, o simplemente que uno se encuentre físicamente in cómodo al tratar de estar sentado sin moverse. Hay que se guir intentándolo, y si es posible, recurrir a un maestro que nos enseñe los elementos básicos de la respiración y de la postura. No es mi intención recomendar ninguna técnica especí fica para alcanzar un estado meditativo. Sobre el tema abun dan los libros y las clases, y muchas personas se encontra rán con que necesitan ensayar un poco hasta encontrar el
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método que mejor responda a sus necesidades. Aunque la mayor parte de estas técnicas se pueden adecuar para tra bajar con el Tarot, las más fácilmente adaptables son aque llas que ponen en juego la visualización (a diferencia de las que se apoyan en salmodiar [un mantra o una melodía] o en lograr un completo vacío mental). Son muy diferentes los métodos usados para incorporar las cartas a la meditación. Algunas personas empiezan con los ojos cerrados, y no miran el naipe mientras no han al canzado cierto estado; otras hacen lo contrario: comienzan mirando atentamente la carta hasta alcanzar cierta unidad con ella, y después cierran los ojos y dejan que a partir de ahí sigan fluyendo las imágenes. Otras sostienen la carta frente a ellas con el brazo extendido y la van acercando len tamente hacia el plexo solar, para «incorporarla al aura». De cualquier manera que se comience, recomiendo al lector que trabaje con las imágenes y los sentimientos que le movilice la carta, y no con el simbolismo que haya apren dido a asociar con ella, que procure dejarse afectar por la imagen, permitir que sus reacciones afloren a la superficie y dejar luego que se alejen de él antes de que lleguen a blo quear experiencias ulteriores. A veces, para mí ha sido una ayuda mirar la carta sin enfocar los ojos, de modo que los símbolos y las formas concretas se disuelvan en colores y figuras. En otras ocasiones, especialmente cuando doy un tema de meditación a alguien, prefiero ignorar la imagen y suge rir alguna escena asociada con ella. Por ejemplo, con el Loco, en vez de ese personaje específico con su vestimenta multicolor, suelo usar una imagen más simple, la de la cima de una montaña iluminada por el sol. Es más importante conseguir que el sujeto (o uno mismo) se sitúe en la escena que ajustarse exactamente a la carta. También el movimiento o la postura puede ayudar en la evocación de ciertas cartas. Para el Mago, está la posibilidad de ponerse de pie — o de sentarse— con un brazo levan tado «hacia el cielo» y el otro apuntando a la tierra. Hay veces que la meditación no irá más allá de una toma
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de contacto con el naipe, o del descubrimiento de nuevas ideas sobre la carta y sobre uno mismo. Otras, nos encon traremos «adentrándonos» en la carta, es decir, encontrán donos a nosotros mismos dentro de la imagen, participando activamente en alguna situación con los personajes de la fi gura. Esto puede suceder de una forma tal que nos arrebate y nos encontremos con todo nuestro ser puesto allí, y no aquí. Pero lo más probable es que lo vivenciemos como una fantasía que transcurre delante de nosotros, sin que perda mos la conciencia de nosotros mismos sentados en el suelo o reclinados en la cama. De cualquiera de las dos maneras, son vivencias intensas que se hace difícil expresar con pala bras. Encarnan un significado a la vez personal y arquetípico, ya que mientras que las cartas nos presentan imáge nes de un significado muy profundo, lo que nosotros haga mos con tales imágenes resulta de nuestras propias necesi dades y experiencias. Varias personas, entre ellas P. D. Ouspensky y Joseph d’Agostino, han intentado poner por escrito sus meditacio nes con el Tarot para que sirvan como ejemplo o guía. En mi opinión, esas descripciones no transmiten realmente la vivencia de la carta que cobra vida, del practicante que se convierte en parte de la imagen. Cada persona experimenta cosas diferentes en esos momentos. Por ejemplo, con la Fuerza podría ser que te encontraras corriendo con el león, o que te vieras envuelto por el chal floreado de la mujer, o que te convirtieras en la mujer o en el león; incluso, como me sucedió una vez, podría pasar que la mujer soltara al león para que éste te saltase encima, clavándote las garras y mordiéndote. Puedo ofrecer algunas sugerencias más. Si no hay una imagen determinada que te atraiga para trabajar con ella, puedes hacer una lectura, o simplemente ir recorriendo el mazo hasta que una carta te «atrape» y te encuentres den tro de ella. Entonces ponía delante de ti y comienza una meditación normal. Toma conciencia de la imagen, dejando de lado cualquier idea previa que puedas tener sobre ella. Puedes tener los ojos cerrados o abiertos; eso depende de
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lo que sea mejor para ti; la mayor parte de las personas en cuentran que prefieren tener los ojos cerrados, por lo menos cuando la fantasía se inicia. Procura ver y sentir que tú mismo estás allí, en ese lugar, con esas personas y esos animales. Como ya dijimos, si estás haciendo hacer una medita ción a otra persona debes darle sugerencias que le permi tan entregarse a la imagen. También es posible que des pués de experimentar un poco quieras usar tú mismo tales sugerencias. Para trabajar con el Colgado, yo recurro con frecuencia a la imagen de ir trepando por un árbol grande, deteniéndome a distintas alturas para mirar hacia la tierra y el mar que van quedando por debajo de mí, y al cielo y las estrellas que hay arriba. También puedes simplemente que rer una descripción de la carta, que puedas escuchar con los ojos cerrados. Si quieres trabajar con este tipo de guías, podría resultarte útil grabar antes una cinta, para que tu mente consciente no tenga que estar ocupada recordando qué viene luego. Procura hacer la grabación de modo que queden suficientes espacios de silencio para permitirte reac cionar. También podrías incluir en la cinta el comienzo de la meditación, es decir, las instrucciones para la relajación, para respirar profundamente, etc., o bien dejar simplemente un prolongado silencio inicial. De cualquiera de las dos mane ras, la mayoría de las personas prefieren poner en marcha la grabación al comienzo y dejar que lleguen las instruccio nes sin tener que tomar una decisión consciente. Por su puesto, puedes usar una y otra vez la misma cinta, prepa rando pies [como se dice en teatro], para las diferentes car tas. O también puedes hacer una grabación general, con las instrucciones para relajarte, entrar en contacto y unirte con el naipe, y así sucesivamente. Lo más importante es procurar no dirigir ni controlar lo que vaya surgiendo. Esto es válido tanto para guiar las m e ditaciones de los demás como para las propias. Aquí, la línea divisoria es muy tenue. Si la dirección es muy débil, la atención no se mantendrá; si es excesiva, no se permitirá que la imaginación del sujeto vaya creando su propio mun
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do. Lo mismo que sucede en otras situaciones, la experien cia es la mejor guía. Tanto si trabajas solo como si lo haces con otros, procura no anticipar tus vivencias, y no temerles. La mayoría de las personas no tienen suficiente respeto por su imaginación; creen que pueden entender cualquier cosa que ella les muestre. Si ven de pronto imágenes de mons truos o demonios, o de muerte, creen que eso significa algo terrible que viene desde su propio interior, algo con lo que no quieren enfrentarse. Pero la imaginación es mucho más sutil que ellas, y funciona a su manera, de acuerdo con sus propias reglas. Es frecuente que lo que en un primer m o mento pareció inquietante se convierta luego en motivo de inspiración. Jung llamaba a la imaginación «el órgano del inconsciente». Si se la deja que se adueñe de nuestra ca beza, nos llevará allí donde a la mente consciente no se le habría ocurrido ir... o no se habría atrevido. T odo esto es válido especialmente para las cartas Porta les, lo mismo que para los Arcanos Mayores, cuya silenciosa cualidad de Extrañeza nos lleva mucho más allá de los sig nificados literales que se asocian con ellos. Al mismo tiem po, com o representan efectivamente ciertas cualidades, pueden también ayudarnos a lograr esas cualidades. Si es útil que uno lleve consigo una carta, lo es más aún llevar un Arcano Mayor o un Portal. Son imágenes poderosas que tienen un efecto propio. El acto de mirar el Nueve de Pentá culos y dejarse penetrar por él le ayuda a uno a crearse una disciplina, así como llevar el Seis de Pentáculos o la Suma Sacerdotisa, y mirarlos, ayuda a enfocar la conciencia de manera receptiva.
La creación de un «mandala» Hasta el momento hemos considerado las maneras de inte grar en nuestra vida la influencia de cartas aisladas. Pero una lectura contiene muchas cartas que funcionan en con junto. Para hacer que una lectura cobre vida, encuentro que es un valioso recurso la creación de lo que yo llamo un
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«mandala», una pauta o diseño formado por varias cartas, entre las cuales es posible incluir no solamente las de la lec tura, sino otras cuyas cualidades refuercen la dirección de las orientaciones que ésta ofrece. Este acto de añadir deli beradamente naipes que no son parte de la lectura vuelve a extender el equilibrio entre consciente e inconsciente. La lectura se ha adentrado en los dominios inconscientes del conocimiento para presentar una imagen de la situación tal como existe ahora. Por mediación del mandala, y de la in troducción de nuevas cartas sacadas deliberadamente del mazo, podemos extender o transformar la situación. He aquí un ejemplo de un mandala en el que no fue ne cesario sacar más cartas, porque la propia lectura nos ofre ció todas las imágenes que necesitábamos. El siguiente Ci clo del Trabajo (figura 64) hacía referencia a una mujer que se sentía aislada de la gente que la rodeaba, a pesar de tener algunas amistades aparentemente buenas. La Cruz ejemplificaba perfectamente la situación: el Dos de Pentáculos cruzado por el Seis de Espadas mostraba su situación central de fingir que disfrutaba de la vida y de sus relaciones con otras personas (el Dos de Pentáculos), con lo que daba la sensación de funcionar bien («las espadas no hunden el bote»), en tanto que mantenía su incapacidad para relacionarse con la gente que la rodeaba. Com o la mujer del bote, permanecía silenciosamente envuelta en su sudario. Brevemente, interpreté las otras cartas de la siguiente manera: el Ermitaño invertido en la posición de la Expe riencia Pasada mostraba la realidad de las amistades. Al mismo tiempo, la comparación del Ermitaño con la Suma Sacerdotisa, que apareció al final, sugería que la consul tante no había aprendido a usar creativamente su senti miento de soledad, a desarrollar su individualidad. El Ocho de Espadas invertido en la posición de las Expectativas mostraba un deseo de entenderse a sí misma y de entender la situación, para así poder liberarse de ésta. Reflejaba tam bién el lado político del problema, ya que buena parte del aislamiento de la mujer provenía de que era miembro de un
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Figura 64 E jem p lo de una lectura del C iclo d el Trabajo
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grupo minoritario, cuyas experiencias ninguno de sus ami gos compartía. En cierto nivel, se encontraba sola. Pero, en vez de apreciar su propia peculiaridad entre la gente que la rodeaba, la consultante se empeñaba en ocultar sus propias experiencias en su intento de armonizar con esa gente. Las tres cartas en la posición del Trabajo eran el Rey de Varas invertido, la Muerte invertida y el Diez de Pentáculos invertido. El hecho de que hasta ese momento hubieran sa lido todas las cartas invertidas, y sin embargo varias de ellas — com o el Ocho de Espadas invertido— sugiriesen una lec tura positiva, mostraba la necesidad de cambio. El Rey des cribía una actitud que la consultante debía tomar hacia sí misma y hacia los demás: decidida, y sin embargo, tolerante con la confusión y la debilidad. La Muerte invertida, en cuanto inercia, indicaba el peligro de no hacer nada. La ne cesidad de ponerla en posición normal quedó subrayada cuando la comparamos con el Seis de Espadas, situado por encima de ella. Esa carta nos muestra un viaje cuyo modelo es el viaje de las almas muertas. Para liberarse del bote del aislamiento, del sentimiento de estar viva a medias, la con sultante tendría que completar su viaje «muriéndose», es decir, renunciando a esa personalidad que se había acos tumbrado a las relaciones superficiales y al aislamiento ín timo. El Diez de Pentáculos invertido indicaba que para conseguirlo tendría que poner sobre el tapete la seguridad de su situación presente, y forzar a sus amistades, cómodas pero limitadas, a alcanzar niveles de mayor intensidad. El As de Espadas, en la posición del Desenlace, mos traba tanto la actitud fuerte como la mentalidad aguda y perceptiva que la consultante necesitaría — y encontraría— para movilizar su situación. El Resultado de ese Desenlace, el Ocho de Varas, indicaba el éxito en la empresa. La carta es portadora de sugerencias de amor y amistad. Simboliza un viaje — el viaje espiritual, que se hace por agua— que va llegando a su fin. Y en forma más directa, significa que la re presión del Ocho de Espadas se transforma en energía positiva. Entonces dimos vuelta cinco cartas más, disponiéndolas
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en una pauta de tres por debajo de las cartas del Trabajo, y después una y una debajo del Centro. (No había ninguna razón especial para proceder así en vez de disponer otra línea; fue simplemente una opción intuitiva, y al seguirla se comprobó que valía la pena.) Las tres cartas sugirieron nue vas actitudes y maneras de encarar la situación. Primero, la Rueda de la Fortuna invertida indicaba los cambios que quería hacer la consultante. La posición invertida sugería dificultades, y reforzaba el elemento de riesgo implícito en el Diez de Pentáculos (recuérdese que la Rueda es también 10). El Cuatro de Pentáculos aparecía debajo de la Muerte invertida. Implicaba a la vez la idea de liberar energía y la de mantener una estructura en su vida, al tiempo que la con sultante cuestionaba el modelo de sus amistades. La tercera carta continuaba con este significado. Al salir debajo del Diez de Pentáculos invertido, el Diez de Copas insistía en que, al mismo tiempo que corría esos riesgos, la mujer de bía seguir teniendo conciencia del amor auténtico que sen tían por ella sus amigos. Se refería también a la idea de que no debía dudar de la persona con quien convivía, porque en esa relación recibía un apoyo total, y a ese don debía res ponder con su confianza. La Suma Sacerdotisa indicaba que, en cierto sentido, la mujer seguiría estando sola, ya que todavía la gente que la rodeaba no compartiría su formación ni sus experiencias. El silencio de la Suma Sacerdotisa, sin embargo, no es el silen cio del Seis de Espadas. Aunque silenciosa hacia los otros, en la Suma Sacerdotisa se adivina una intensa comunica ción interior, una aceptación y un conocimiento del sí mismo, de esa parte de su ser que una persona no puede expresar a los demás en términos racionales y concretos. La carta se dirigía especialmente a la mujer, que era poeta y había es crito recientemente un poema en que se valía de la metá fora de un lenguaje privado para expresar, precisamente, esa idea de un conocimiento profundo que no es accesible más que para el propio sujeto. Debajo de la Suma Sacerdotisa salió la Emperatriz, el otro aspecto del arquetipo femenino. Tal como explico en
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mi libro sobre los Arcanos Mayores, las dos cartas se com plementan, porque la Emperatriz significa un apasionado compromiso con la vida y la amistad, no com o oposición a la percepción interior de la Suma Sacerdotisa, sino como resultado de ella. Desde una posición de aceptación de sí misma, la mujer podría entregarse abiertamente a las perso nas que la rodeaban. Tras una lectura tan poderosa, la mujer quiso seguir tra bajando con las imágenes. Construimos entonces un man dala (figura 65) para la meditación y el estudio. Empezamos con la Muerte como el centro, ya que la transformación se guía siendo la clave. Debajo de la Muerte venía la Suma Sa cerdotisa a la izquierda, lo que aludía al hecho de que la co municación interior debe ser parte del proceso para que la Muerte produzca verdaderos resultados. El As de Espadas a la derecha representaba la agudeza mental. Y arriba estaba la Emperatriz, para asegurar la deseada nueva manera de relacionarse con el mundo exterior. Acto seguido, colocamos cartas en los cuatro ángulos, en torno de la estructura, empezando por el Seis de Espa das y el Ocho de Varas en la parte inferior, a la izquierda y a la derecha. Las cartas mostraban el viaje y su anticipado final. Para los ángulos superiores usamos el Ocho de Espa das invertido y el Rey de Varas invertido: la acción que se deseaba realizar y la actitud que se necesitaba para produ cirla. Finalmente, como «patas» del mandala colocamos el Diez de Copas debajo del Ocho de Varas, y el Diez de Pen táculos invertido debajo del Seis de Espadas. Las imágenes quedaron entonces com o se puede ver en la página si guiente:
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T H E EMPRESS.
aC E ^^V fO R P S
Figura 65 E jem p lo d e
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un
marídala
Si tienes un mazo de naipes del Tarot Rider, colócalos como en el diagrama (figura 65) y míralos un rato. Observa <|iie para la meditación puedes concentrarte en una carta, como podría ser la Muerte en el centro, o bien dejar que la lolalidad de la estructura se instale en la mente, quizá m o viendo un poco las imágenes. Com o el mandala contiene lodos los elementos, con los triunfos en el medio, la mujer podía mantener el equilibrio asimilando la imagen. Si estudias cuidadosamente una disposición, empiezan <1 aparecer relaciones nuevas entre las cartas. El Ocho de I .spadas y el Ocho de Varas forman evidentemente una pa reja, lo mismo que el Diez de Copas y el Diez de Pentáculos invertido. También el Ocho de Varas y el Rey de Varas in vertido nos darán nuevos significados al considerarlos jun ios, lo mismo que el Ocho de Espadas invertido y el Seis de Kspadas. Como hemos vuelto a distribuir la lectura en un diseño geométrico, podemos trazar líneas, triángulos, etc.,
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Lo que aprendemos de las lecturas del Tarot La mayor parte de las personas consultan el Tarot en busca de información específica. Quien entiende un poco más las cartas quizá considere la lectura como un medio de encon trar orientación. Y quien sigue una serie de lecturas segura mente ve en ellas un método para mantenerse en armonía con las pautas cambiantes de la vida. Pero pasarse largo tiempo leyendo las cartas es descubrir muchas cosas que van más allá de la información personal. Hemos visto ya algunas de estas cosas. Una es la reac cione pesimista de la gente ante las lecturas. Otra, más im portante, es la forma en que las lecturas del Tarot exigen —y por ende crean— un equilibrio entre lo subjetivo y lo obje tivo, lo intuitivo y lo racional, la impresión inmediata y el co nocimiento establecido, los lados derecho e izquierdo del cerebro. N o podem os crear un equilibrio tal por el solo hecho de quererlo. Tenemos que permitirle que crezca, y las lecturas del Tarot ayudan a que eso suceda. Pero el Tarot nos enseña también otras cosas. Nos en seña a prestar atención. Cuando empezamos a aprender de qué maneras actúa la gente, y de qué maneras actúa el mundo sobre ella, nos afirmamos cada vez más en el hábito de observar lo que otros hacen y lo que nosotros mismos
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hacemos. Supongamos que una persona se enferme cada vez que se aproxima un día de fiesta o unas vacaciones. Eso puede prolongarse durante años sin que ella establezca la relación y vea todas esas dolencias como una treta sub consciente con que intenta evitar algún problema o algún temor asociado con las vacaciones. Una lectura de Tarot puede hacer que tome conciencia de ese problema... y hace que el lector tome conciencia de un ejemplo más de manio bras inconscientes. Precisamente, la práctica de leer el Tarot nos ayudará a descubrir esas tretas del comportamiento, tanto en nosotros mismos como en los demás. Una vez que empezamos a prestar atención a lo que ha cemos y a lo que sucede com o resultado, advertimos toda clase de cosas, y no solamente en las lecturas, sino también en la vida diaria; pautas de cólera y confianza, de esperanza y miedo; la forma en que nuestra reacción ante diversas siluaciones puede provenir de nuestro propio interior antes que de la situación misma. Nos volvemos más conscientes de la forma en que nos manejamos con el trabajo y con los amigos, de nuestras tendencias a desplazar la responsabili dad, ya sea alejándola de nosotros («N o es justo» o «Mira lo que me hiciste») o atrayéndola sobre nosotros («Es todo culpa mía»). Observaremos, por ejemplo, que con frecuen cia decir «Es todo culpa mía» no es más que una treta para no tener que ver lo que realmente hemos hecho. Al conver tirlo en una situación de todo o nada, hacemos que sea fácil evitar una auténtica evaluación de la situación. Prestar atención hace que sea un poco más difícil depri mirse o manipular a otras personas. A medida que observe mos las sutiles razones por las cuales la gente llora o se en fada o acusa a los demás, sabremos por lo menos un poco sobre nosotros mismos cuando hacemos esas cosas. Las lecturas del Tarot hacen que tomemos conciencia de la maravillosa variedad de la naturaleza humana. A m e dida que las mismas cartas aparecen en interminables com binaciones diferentes, se nos hace claro que la gente siem pre puede producir algo nuevo. Al mismo tiempo, la nove dad se superpondrá siempre a las pautas subyacentes. M e
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diante las lecturas aprendemos, en general, las formas en que el pasado afecta a las personas, las formas en que sus esperanzas y sus miedos ayudan a crear el futuro. Pero lo que siempre nos sorprenderá son tanto las situaciones pa sadas como las expectativas futuras específicas. También aquí aprendemos el hábito de prestar aten ción, porque si empezamos a interpretar automáticamente las cartas sobre la base de libros autorizados o de lecturas anteriores, perdemos de vista la verdad, y las lecturas se vuelven superficiales y confusas. Llevemos un registro de lecturas pasadas, claro que sí, pero no simplemente para usarlo en busca de ejemplos para el trabajo futuro; puede, en cambio, ayudarnos a tener presentes la variedad y la no vedad constante del comportamiento humano. Obsérvese que, como cuando crea un equilibrio, el Tarot no se limita simplemente a ayudarnos a prestar atención: nos obliga a que lo hagamos, si queremos que nuestras lec turas den buenos resultados. Las lecturas del Tarot actúan como una especie de programa de ejercicios psíquicos que refuerzan los músculos perceptivos. Lo que la gente hace con la información que obtiene de las lecturas del Tarot puede enseñarnos algunas lecciones importantes sobre el libre albedrío. Muchas personas consi deran que la cuestión del libre albedrío es una cuestión ab soluta; o bien hacemos elecciones constantes, o actuamos de acuerdo con el destino. Para plantearlo en un contexto más moderno, ¿hacemos lo que hacemos como una elec ción deliberada de ese momento, o como resultado de toda una vida (o de muchas vidas) de condicionamiento? Desde el punto de vista del Tarot, esto se convierte en una cuestión práctica. Si en cualquier momento actúo libre mente, ¿cómo es posible que las cartas puedan predecir lo que haré? ¿Qué significado puede tener la lectura si mi elección sigue estando totalmente abierta hasta el m o mento en que hago algo? ¿O es que algún poder me obliga a actuar de la manera que han predicho las cartas? Estos problemas se resuelven si renunciamos a enfocar la cuestión de manera absoluta, viéndolo todo en función
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de blanco o negro. Entonces diremos que podemos retener siempre el libre albedrío, pero que raras veces lo usamos. Nuestro condicionamiento, nuestra experiencia pasada, y sobre todo nuestra ignorancia de todas estas cosas, tienden a encaminarnos en ciertas direcciones. La lectura refleja estas influencias y nos muestra cuál es su resultado posible. Las cartas no obligan a que la situación tenga determinada salida. Simplemente, reflejan la manera en que se combi nan las influencias en la vida real. Cuando llega el momento de actuar, podemos tomar una decisión diferente, y sin em bargo, no lo hacemos. Una y otra vez en la vida, con poco conocimiento consciente, renunciamos a nuestra libertad de elección, dejamos que sean nuestros condicionamientos y nuestra historia los que nos muevan. Lo hacemos, en parte, por ignorancia, y en parte por dejadez. Es mucho más fácil seguir un condicionamiento que actuar basándose en decisiones verdaderamente conscientes. Cuando yo «dejé de seguir un buen consejo», cuando me dije: «Ahora que ya hice la lectura, puedo asegurarme de que esas cosas malas no me sucedan», cuando seguí adelante con mi proyecto original y di margen a que se plantearan los problemas anunciados, demostré que no es taba usando mi libre albedrío; lo evitaba al mismo tiempo que aparentaba estar actuando en función de él. Este tipo de cosas se repiten una y otra vez, y el acto de hacer lectu ras del Tarot nos muestra en forma muy vivida las múltiples maneras en que la gente niega su libertad. Y esta relación entre libertad y condicionamiento es una de las formas de conocimiento más valiosas que nos aporta el Tarot. El Tarot nos enseña además la importante lección del contexto. Por más valiosa que nos parezca una cualidad considerada en forma abstracta, en realidad nos afecta úni camente en el contexto de otras influencias. Las lecturas nos lo demuestran en forma práctica, como en el caso de la mujer que buscaba cóm o hacer frente a los celos de su amante. Un naipe al que habitualmente se considera posi tivo, como el Sol, tendía en realidad a un mal resultado, porque al estar esperando el Sol la consultante no se en
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frentaba con las exigencias de la situación, y dejaba que las ideas de los otros se impusieran a lo que ella quería. Junto con el contexto aprendemos las formas en que se equilibran entre sí los elementos de la vida. Ante todo, vemos cómo los palos y las cartas específicas se combinan para formar una situación unificada, en la cual ningún palo es mejor ni peor que ninguno de los otros. A menudo, los astrólogos se encuentran con que los clientes esperan que ciertos signos dominen en su carta, y se muestran decepcio nados e incluso avergonzados si aparecen otros. De modo similar, algunas personas que saben un poco de Tarot se sentirán reconfortadas si en una lectura predo minan las Varas o las Copas, se asustarán si hay muchas Es padas, y la encontrarán trivial e incluso insultante si el pre dominio es de los Pentáculos. Algunos aceptarán sola mente una lectura que tenga muchos Arcanos Mayores, porque sólo les parecen importantes los triunfos, con sus implicaciones de poder y de conciencia espiritual. Pero incluso los Arcanos Mayores no constituyen más que un elemento que carece de sentido sin los otros. Los estudiamos aisladamente para precisar su sabiduría y su poderosa descripción de la existencia, pero en la práctica, para entender el mundo hay que mezclar lo espiritual con lo mundano, lo feliz con lo triste, el amor con la cólera. Las cartas nos enseñan aún otro equilibrio, uno que se insinúa en la balanza de la Justicia. ¿Cómo se relaciona el pasado con las posibilidades futuras? ¿Cómo combinamos los efectos de nuestra propia decisión con las influencias del mundo exterior? ¿Qué queremos decir cuando afirma mos asumir la responsabilidad de nuestra propia vida? ¿Sig nifica eso que creamos o controlamos todo lo que nos su cede? Tal como en el caso del libre albedrío, a muchas per sonas les gusta pensar en la responsabilidad en un sentido absoluto. O bien el mundo nos configura por entero, o tene mos un control total de nuestras vidas. Las lecturas del Tarot nos hacen dar cuenta cabal de que la situación de una per sona en cualquier momento dado se deriva de una combi nación de todas estas circunstancias. Así como alguien de
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muy baja estatura no puede esperar convertirse en jugador profesional de baloncesto, tampoco debe considerar que toda su vida estará dominada por su estatura. Aquellos que aceptan esta idea en teoría bien pueden preguntar: ¿Qué es lo que pesa más, la situación o la res ponsabilidad personal? ¿Cuál es la que realmente controla al individuo? Pero las lecturas del Tarot nos demuestran qué poco sentido tienen esta pregunta y otras similares. En algunas lecturas, la posición del Consultante y la de Espe ranzas y Temores predominan claramente. En otras, los fac tores determinantes resultan ser la Base o el Ambiente; todo esto depende de la persona y de la situación. Las lecturas del Tarot nos ayudan a cultivar la confianza en nuestras propias percepciones. En parte, esto se debe al conocimiento obtenido, y en parte a la necesidad de hacer opciones y atenerse a ellas. ¿Cuál de los significados de un naipe es válido para un caso determinado? Una carta corte sana, ¿hace referencia al sujeto, a alguna otra persona o a un principio abstracto, como el Rey de Espadas que simbo liza la ley y la autoridad, o la Reina de Copas que repre senta la creatividad? A medida que vamos haciendo más lecturas, nos encontramos con que nos sensibilizamos más para las respuestas a estas cuestiones y a otras similares. Como resultado, la confianza en nuestro entendimiento y nuestra intuición va en aumento. Otra cuestión es qué período abarca una lectura. Con la Cruz Celta o el Ciclo del Trabajo, la respuesta puede incluir desde unos pocos días a algunos años, no solamente hacia el futuro, sino también hacia el pasado. A veces, para un adulto, la lectura puede extenderse hacia atrás hasta la in fancia. También el Arbol de la Vida, por más que general mente dé una visión global de la vida, en ocasiones puede referirse a un período más breve, si la persona está pasando por una época de cambio intenso. Los diferentes períodos que abarcan las lecturas, espe cialmente las más breves, dependen de dos elementos. Pri mero, de la situación de la persona y de la pregunta que for mule. Algunas cuestiones, tales como asuntos prácticos o
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jurídicos y ciertas situaciones emocionales, pueden dar como resultado una respuesta que se concreta en cuestión de pocos días. Con otras — la resolución de conflictos em ocio nales, las relaciones profundas, la evolución espiritual o ar tística— puede ser necesario más tiempo hasta que la lec tura se concrete, lo cual no significa que hayan de pasar años sin que las lecturas «se cumplan». Aquí no estamos hablando de predicciones, sino del desarrollo de pautas que se despliegan lentamente a medida que pasa el tiempo. En segundo lugar, están los diferentes niveles que puede tocar el consultante mientras mezcla las cartas. A veces, éste evoca situaciones superficiales que no duran más que muy breve tiempo; otras, la persona puede barajar el mazo y, no se sabe por qué, llegar al centro mismo de la experien cia. E incluso, en este caso, puede ser que la lectura muestre en toda su profundidad el pasado o que refleje el potencial de evolución personal futura. También puede ser que el nivel alcanzado no dependa en absoluto de la actitud de la persona que mezcla las car tas. Pero, generalmente, esta actitud tiene su importancia. Lo más probable es que alguien que ve una lectura como una broma o un juego condicione una lectura superficial; la persona que considera en profundidad una pregunta, que mezcla cuidadosamente los naipes e intenta percibir el mo mento exacto para detenerse y cortar el mazo obtendrá, ge neralmente, una lectura más o menos significativa. Sin em bargo, hay veces en que ni siquiera una tesitura tan cuida dosa conseguirá profundizar por debajo de los aconteci mientos más superficiales del futuro inmediato, mientras que en otras ocasiones, con la más desaprensiva de las mezclas, el consultante se encontrará repentinamente en frentado con una poderosa imagen de su vida entera. Para el lector, momentos así son fuente de interés y emoción. Incluso es dable que la pregunta misma no tenga impor tancia. A veces alguien pregunta cómo va su trabajo, y re cibe una respuesta referente a su nueva relación amorosa... especialmente si esa cuestión le ocupa más espacio mental que la efectivamente formulada. O, como sucedió en el caso
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de la mujer que descubrió que su sexualidad estaba blo queada por sus conflictos con el padre, la lectura puede res ponder aportando material de algún otro sector. ¿Cómo sabemos, pues, qué es lo que nos dice la lectura? Algunas cosas se hacen obvias ya al ver las imágenes de los naipes. Si preguntamos por trabajo, y nos aparecen los Ena morados y el Dos de Copas, es probable que la lectura no se refiera al trabajo, sino al amor. Com o lector principiante, sin embargo, no puedes contar con que descubrirás todas las sutilezas. Sólo la experiencia te ayudará a abrirte paso hasta el corazón mismo del laberinto. A medida que sigas con las lecturas, irás percibiendo estas cosas. Y la intensifi cación perceptual se hará extensiva a otras partes de tu vida. A veces, sean cuales fueren nuestra experiencia y la agudeza de nuestra intuición, cometeremos errores. Podría suceder que considerásemos simbólicamente a los Enamo rados, cuando están anunciando una relación amorosa con una persona a quien el consultante no ha conocido todavía. En realidad, de esta incapacidad de saber exactamente qué es lo que significan las cartas podemos aprender una lec ción muy valiosa: podemos tomar conciencia de la Ignoran cia. Y si he escrito la palabra con mayúscula es para subra yar su cualidad esencial. En tanto que la mayor parte del conocimiento que vamos reuniendo en la vida es, en reali dad, muy superficial y externo, la Ignorancia está en la base misma de nuestra existencia. Ante todo, somos ignorantes de la verdadera naturaleza de las cosas. Lo que sabemos del mundo está sujeto a la limitación de nuestros órganos sensoriales. Para que veamos las palabras que hay en esta página, es menester que se refleje en ella la luz que han de recibir nuestros ojos. Entonces, el nervio óptico transmite los impulsos al cerebro, que los convierte en otros y los dis pone en pautas significativas que nuestra conciencia en tiende como un lenguaje. Pero no podemos conocer direc tamente, en el sentido de fundirnos con algo que está ahí fuera. Sólo podem os convertir el universo en impulsos, pautas, símbolos. De modo similar, porque existimos en forma física, de
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bemos ir planteando y resolviendo nuestra vida dentro de los límites del tiempo. Esto significa, entre otras cosas, que no podem os realizar todos nuestros potenciales, porque siempre debemos optar por hacer una cosa y no otra, den tro de los pocos años de que disponemos. Una persona que tenga capacidad para ser tanto bailarín como hombre de negocios tendrá que escoger entre lo uno y lo otro. Y, sea lo que fuere lo que elija, tendrá que trabajar muchos años antes de llegar efectivamente a su objetivo. El tiempo signi fica también que muchas veces no podemos saber las con secuencias de nuestras acciones, por la sencilla razón de que por lo menos algunas de ellas tal vez no se hagan evi dentes hasta muchos años después. A veces, las consecuen cias de nuestras acciones no se nos aparecen a nosotros, sino a otras personas. Algo que hacemos en cierto lugar puede afectar a personas que vivirán allí mucho después de que nos hayamos mudado, o incluso de que hayamos muer to. En la forma más simple: el tiempo significa que las cosas deben suceder antes de que podamos conocerlas. La meditación con el Ocho de Espadas com o Portal puede incrementar nuestra conciencia de la Ignorancia. Las lecturas del Tarot —y los errores que cometemos al tratar de interpretarlas— pueden demostrar en forma más directa la Ignorancia. Una lectura llega, de hecho, más allá del tiem po, destacando la auténtica pauta que incluye el pasado y el futuro. El diseño aleatorio de los naipes nos lleva a saltar por encima de las limitaciones de la conciencia. Y sin em bargo, esa conciencia limitada es la que debe interpretar la lectura. Experimentamos a la vez el verdadero estado del universo, en el cual todas las cosas existen juntas, y nuestro propio conocimiento de él, sumamente esclavizado al tiempo. Experimentamos a la vez la verdad y la ignorancia. El otro lado de la Ignorancia es la Certidumbre, el es tado de conocimiento de la realidad, y no de las impresio nes y los símbolos que nuestra limitada conciencia se forma de ella. Mucha gente considera que el éxtasis, la unidad con la luz de Dios, es el objetivo supremo del místico o del ocul tista. Pero, como lo demuestran los Arcanos Mayores del
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Tarot, el relámpago del éxtasis no es más que un paso a lo largo del camino. La meta es la Certidumbre, el estado de conocimiento allí donde antes sólo podíamos conjeturar. ¿Cuál es la verdadera causa de cualquier acción ais lada? ¿Cuáles serán sus consecuencias, no sólo para la per sona que ha actuado, sino para otras, tanto conocidas como desconocidas? Las pocas personas que han alcanzado la Certidumbre pueden ver las causas y consecuencias en el seno de la acción misma. Los demás sólo podemos hacer conjeturas, tanto respecto de esto como de mil cosas más. Seguimos siendo Ignorantes. Pero aun cuando no podamos acertar con la verdadera interpretación de una lectura del Tarot, la lectura, com o tal, trasciende ese estado Ignorante y sometido al tiempo. La lectura, independientemente del lector, es vehículo de Cer tidumbre. Y si trabajamos lo suficiente con las cartas, com parando nuestras interpretaciones con los acontecimientos subsiguientes, entregándonos cada vez más a las imágenes, cultivando nuestra intuición, entonces a veces podemos lle gar a experiencias de Certidumbre, de conocimiento del verdadero significado de algo. Y si bien tales experiencias tienen su propio valor, como más nos sirven es dándonos un sentido de la orientación. Nos ayudan a percibir qué es lo que queremos lograr. Finalmente, la práctica de las lecturas del Tarot nos en seña aún algo más. Com o no son neutrales en su actitud hacia la vida, como encarnan ciertos puntos de vista y cier tas creencias y renuncian a otros, los naipes nos cambian. Con el tiempo — siempre con el tiempo— empezamos a ver el equilibrio de las cosas, la armonía estable en el seno del constante fluir y cambiar de la vida. Tomamos conciencia de lo Extraño que está siempre a la espera más allá de nuestra experiencia ordinaria, aprendemos a reconocer los dones que hemos recibido de la existencia, y nuestra propia responsabilidad de entenderlos y de usarlos. Y por encima de todo, empezamos a captar la verdad que el Tarot trata de transmitirnos: el universo está vivo, y lo que podemos saber de nosotros mismos podemos saberlo de todo.
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Rachel Pollack se ha especializa d o en el estudio del Tarot desde un punto de vista p sicológico y sus obras, publicadas en el Reino Unido, se reeditan perm anente mente. Adem ás de LOS SETENTA Y O C H O G R A D O S DE S A B ID U RIA, ARCANOS MAYORES y AR CANOS MENORES y LECTURAS, ha p u blicad o tam bién la obra THE O PEN LA B Y R IN T H , en la que, utilizando ejem plos concre tos de su experiencia, describe en detalle algunas lecturas de Tarot.
Kn c'sui i'o ic iv ió n : SETENTA Y OCHO GRADOS DE SABIDURIA Arcanos Mayores
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