Velocidad e información. ¡Alarma en el ciberespacio! Paul Virilio.
Los fenómenos asociados de inmediatez e instantaneidad son en nuestros días uno de los problemas más apremiantes que confrontan las estrategias políticas y militares. El tiempo real prevalece sobre el espacio real y la geosfera. La supremacía del tiempo real, la inmediatez, sobre espacio y superficie es un hecho consumado y tiene un valor inaugural (anuncia una nueva época). Algo correctamente evocado en un anuncio francés elogiaba con estas palabras los teléfonos celulares: "el planeta Tierra nunca ha sido tan pequeño". Es un momento dramático en nuestra relación con el mundo y para nuestra visión del mundo. Hay tres barreras físicas establecidas: el sonido, el calor y la luz. Las dos primeras ya han sido superadas. La barrera del sonido ha sido barrida por el super e hipersónico avión, mientras la barrera del calor es penetrada por el cohete que saca a seres humanos fuera de la órbita de la Tierra para aterrizar en la Luna. Pero la tercera barrera, la de la luz, no es algo que se pueda traspasar: te estrellas contra ella. Es precisamente esta barrera del tiempo la que confronta la historia en el día de hoy. Haber alcanzado la barrera de la luz, haber alcanzado la velocidad de la luz, es un hecho histórico que deja la historia en desorden y confunde la relación del ser viviente con el mundo. El sistema político que no hace esto explícito desinforma y engaña a sus ciudadanos. Tenemos que reconocer aquí un cambio principal que afecta a la geopolítica, geoestrategia, pero también por supuesto a la democracia. puesto que ésta última es tan dependiente de un lugar concreto, la ciudad.
El gran evento que amenaza para el siglo XXI en conexión con esta velocidad absoluta es la invención de una perspectiva de tiempo real, que suplantará a la perspectiva del espacio real que fue inventada por los artistas italianos del Quattrocento. Todavía no ha sido suficientemente enfatizada con cuanta profundidad, la ciudad, la política, la guerra y la economía del mundo medieval fueron revolucionadas por la invención de la perspectiva.
El ciberespacio es una nueva forma de perspectiva. No coincide con la perspectiva audiovisual que ya conocemos, Es una perspectiva completamente nueva, libre de cualquier referencia previa: es una perspectiva táctil.
Ver a distancia, oir a distancia: esa era la esencia de la antigua perspectiva audiovisual. Pero tocar a distancia, sentir a distancia, esto equivale un cambio de perspectiva hacia un dominio que todavía no se abarca: el del contacto, el contacto a distancia, el telecontacto.
Junto al levantamiento de las superautopistas estamos enfrentándonos a un nuevo fenómeno: la pérdida de orientación. Una pérdida de la orientación fundamental que complementa complementa y concluye la liberación social y la realización de los mercados financieros cuyos nefastos efectos son bien conocidos. Se está haciendo una duplicación de realidad sensible en realidad y virtualidad. Amenaza una estereo-realidad de géneros. Una pérdida total de los comportamientos comportamientos del individuo que amenaza con ser abundante. Existir es existir - in situ -, aquí y ahora, - hic et nunc -. Esto es precisamente lo que se está viendo amenazado por el ciberespacio y lo instantáneo, la información globalizada fluye, lo que hay delante es una distorsión de la realidad; es un shock, una conmoción mental, y este resultado debería interesarnos. ¿Por qué?: Porque nunca ningún progreso en una técnica ha sido llevado a cabo sin acercarte a sus aspectos negativos específicos. El aspecto negativo de estas autopistas de la información es precisamente esa pérdida de la orientación en lo que se refiere en la alteridad (el otro); es la perturbación en la relación con el otro y con el mundo.
Es obvio que esta pérdida de la orientación, esta no-situación, no-situación, va a anunciar una profunda crisis que afectará a la sociedad y por lo tanto a la democracia. La dictadura de la velocidad al límite chocará cada vez más con la democracia representativa. Cuando algunos ensayistas se dirigen a nosotros en términos de "ciberdemocracia", de democracia virtual; cuando otros afirman que la "democracia de opinión" va a reemplazar a la "democracia de partidos políticos", uno no puede dejar de ver nada que no sea esa falta de orientación en asuntos de política, de los cuales el "media-comp" de Mayo de 1994 de Silvio Berlusconi fue una prefiguración de estilo italiano. La llegada de la era de los videntes y los sondeos de opinión necesariamente necesariamente avanzarán con este tipo de tecnología. La L a palabra globalización es una farsa. No hay globalización, sólo hay virtualización. Lo que está siendo efectivamente globalizado es el tiempo. Ahora todo sucede dentro de la perspectiva del tiempo real: de hoy en adelante estamos pensados para vivir en un sistema de tiempo único(1). Por primera vez la historia va a revelarse re velarse dentro de un sistema de tiempo único: el tiempo global. Hasta ahora la historia ha tenido lugar dentro de tiempos locales, estructuras locales, regiones y naciones. Pero ahora, en cierto modo, la globalización y la virtualización están inaugurando un tiempo universal que prefigura una nueva forma de tiranía. Si la historia es tan rica, es debido a que
era local, fue gracias a la existencia de tiempos limitados espacialmente que no hicieron caso a algo que hasta ahora sólo ha ocurrido en la astronomía, el tiempo universal. Pero en un futuro muy cercano, nuestra historia sucederá únicamente en tiempo universal, es, en sí mismo el resultado de la instantaneidad. De este modo vemos por un lado al tiempo real sustituyendo al espacio real. Un fenómeno que está haciendo de ambas distancias y superficies algo irrelevante en favor del "time-span" (tiempo de duración), y un extremadamente corto tiempo de duración en esto. Por otro lado tenemos el tiempo global, perteneciente al multimedia, al ciberespacio, increíblemente dominando la estructura del tiempo local de nuestras ciudades, nuestras vecindades. Tanto que hay un debate para sustituir el término "global" por "glocal", una concatenación de las palabras local y global. Esto surge de la idea de que lo local ha llegado, por definición, a ser global y lo global, a se r local. Tal deconstrucción de la relación con el mundo no está desprovista de consecuencias en la relación entre los propios ciudadanos, nada se obtiene sin que se tenga también algo que perder. Lo que se ganará de la información y la comunicación electrónica necesariamente provocará una pérdida en alguna otra cosa. Si no somos conscientes de esa pérdida y no la tenemos en cuenta, lo que ganemos carecerá de valor. Esta es la lección que debe aprenderse del previo desarrollo de la tecnología de los transportes. La realización del servicio de ferrocarril de alta velocidad ha sido posible sólo porque los ingenieros del s. XIX habían inventado el sistema de bloqueo automático(2) que es un método para regular el tráfico de forma que los trenes son acelerados sin riesgo de catástrofes ferroviarias. Pero hasta ahora la ingeniería de control del tráfico en las autopistas de la información brilla por su ausencia. Hallamos aquí otro punto importante: que ninguna información existe sin desinformación, y ahora un nuevo tipo de desinformación está poniéndose a la cabeza y es totalmente distinta a la censura voluntaria. Tiene que ver con cierto tipo de obstrucción de los sentidos, una pérdida de control sobre la razón de los géneros. Aquí yace un nuevo y mayor riesgo para la humanidad procedente de la multimedia y los ordenadores. Albert Einstein ya lo había profetizado en la década de los cincuenta, cuando habló sobre la "segunda bomba". La bomba electrónica, después de la atómica. Una bomba por la cual la integración del tiempo real será a la información lo que la radioactividad es a la energía: La desintegración no afectará sólamente a las partículas de materia sino también a la gente que compone nuestras sociedades.
Esto es precisamente lo que se puede ver en el trabajo con la masa de desempleo, los trabajos unidos y el brote de empresas deslocalizadas. Uno podría suponer que del mismo modo que el surgimiento de la bomba atómica provocó la rápida elaboración de una política de disuasión adaptada al s. XXI, ésta podría ser una forma de disuasión para contrarrestar el daño causado por la explosión de información ilimitada. Éste será el mayor accidente del futuro,
el que viene detrás de la sucesión de accidentes que fue específica de la era industrial. (Así mientras barcos, trenes, aviones o plantas nucleares fueron inventadas, naufragios, descarrilamientos, accidentes de aviación y el desastre de Chernobyl también fueron inventados al mismo tiempo...) Después de la globalización de las comunicaciones se debería esperar un tipo generalizado de accidente, sería algo como lo que Epicuro llamó el "accidente de accidentes" (y Saddam Husseim seguramente llamaría la "madre de todos los accidentes"). El colapso de la bolsa es una mera figura de ello sin importancia. Nadie ha visto este accidente generalizado todavía. Pero vigila si oyes hablar sobre la "burbuja financiera en la economía": una metáfora muy significativa es utilizada aquí y hace aparecer visiones de algún tipo de nube recordándonos algunas otras nubes tan espantosas como las de Chernobyl...Cuando uno se cuestiona sobre los riesgos de accidentes en las autopistas de la información la finalidad no es la información en sí misma sino la absoluta velocidad de los datos electrónicos. El problema aquí es la interactividad. La ciencia de los ordenadores no es el problema, sino la comunicación por ordenadores, o más bien el (todavía no completamente conocido) potencial de la comunicación por ordenadores. En los USA, el Pentágono (origen de internet) está incluso hablando en términos de una "revolución de lo militar" junto con una "guerra de conocimiento", que podría sustituir a la guerra de cerco, de la cual Sarajevo es un trágico recordatorio. Cuando Eisenhower dejó la Casa Blanca en 1961 apellidó el complejo militar - industrial "como una amenaza contra la democracia". Sabía de lo que estaba hablando, ya que él ayudó a construirlo en primer lugar. Pero llega 1995, momento en el que el complejo militar informático está tomando forma con algunos líderes políticos americanos, más notablemente con Russ Perot y Newt Gingrich, que hablan sobre la "democracia virtual" [3] en un espíritu con reminiscencias del misticismo fundamentalista, ¿cómo no alarmarse?. ¿Cómo no ver las outlines de la cibernética convertidas en una política social? El narcocapitalismo del wired world, el poder sugestivo de las tecnologías virtuales no tiene paralelo. Al lado del ilícito narco-capitalismo basado en drogas, que está actualmente desestabilizando la economía mundial, se está construyendo rápidamente una narco-economía de comunicación por ordenadores. La cuestión sería si los paises desarrollados no están jugando con tecnologías virtuales para devolver la pelota a los países subdesarrollados que están, especialmente en Latinoamérica, viviendo de la producción ilícita de drogas químicas. Cuando uno observa cuánto esfuerzo de investigación en tecnologías avanzadas se ha canalizado en el campo del ocio (videojuegos, gafas de realidad virtual, etc...). ¿Debería este potencial, sometido e instantáneo, que está siendo desencadenado por estas nuevas técnicas en las poblaciones, permanecer oculto?. Algo está flotando entre nosotros que parece un "ciberculto". Debemos saber que las nuevas tecnologías de conocimiento sólo promoverían la democracia si, y solamente si, nos oponemos desde el principio a la caricatura de la sociedad global que es tramada para nosotros desde las grandes
empresas multinacionales lanzándose a sí mismas, en una marcha peligrosa, a las autopistas de la información.;
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Este artículo apareció en "Le monde diplomatique" en Agosto de 1995.
1. "Le temps unique", en francés. Esta es una referencia a la ahora casi paradigmática editorial "La perseè unique" de Ignacio Ramonet, en Le Monde Diplomatique, Enero de 1995.
2. El sistema de bloqueo automático consiste en separar una red de ferrocarril en segmentos, cada uno protegido por una señal de acceso. Un tren recorriendo un segmento automáticamente lo cierra (mientras al segmento previo sólo se puede acceder con una reducida velocidad). Este sistema permite a una hilera de trenes correr a alta velocidad dentro de una distancia controlada ( dos bloqueos por ejemplo, típicamente, 3 1/2 millas entre cada uno). Este sistema no puede prevenir totalmente colisiones frontales, y es por lo tanto utilizado mejor en redes ferroviarias de varias vías. http://alepharts.org/pens/speed.html
Paul Virilio (1932-) PERFIL BIOGRÁFICO Y ACADÉMICO
Nació en París, en 1932, de padre italiano, refugiado comunista en Francia. La guerra mundial le hizo especialmente sensible ante la destrucción y la muerte, circunstacia que influirá en su obra, en la ‘estética de la desaparición’. Estudió arquitectura en París, de cuya Escuela de Arquitectura llegaría a ser su máximo responsable durante tres décadas (1968-1998). En 1963 funda con Claude Parent la revista de la modernidad arquitectónica y urbanística Architecture Principe. Desde 1973, es director de la colección Espacio Crítico, de Editions Galilée. Gran premio nacional Crítica de la Arquitectura en 1987. En 1990, es
nombrado coordinador de los programas del Collège International de Philosophie, bajo la dirección de Jacques Derrida. Ha trabajado en numerosas exposiciones de arte contemporáneo en la Fundación Cartier. En 2000 se inauguró en Japón el Museo de las Catástrofes, realizado bajo su dirección y proyecto. Entre sus libros: Bunker archéologie, Centre de Création Industrielle, París, 1975; L'insécurité du territoire, Stock, Paris, 1976; Vitesse et politique, Galilée, Paris, 1977; Défense populaire et luttes écologiques, Galilée, París, 1978; Esthétique de la disparition, Éditions Balland, París, 1980; Guerre et cinéma, Éditions de l'Étoile, París, 1984; Logistique de la perception, Cahiers du Cinéma, París, 1984; L'espace critique, Christian Bourgeois, París, 1984; L'horizon négatif, Galilée, París, 1985; L'inertie polaire, Christian Bourgeois, Paris, 1990; La machine de vision, Éditions Galilée, París, 1992; L'art du moteur, Éditions Galilée, París, 1993; La vitesse de libération, Galilée, París, 1995. Cybermonde (conversaciones con Philippe Petit), Textuel, París, 1996; Un paysage d'événements, Éditions Galilée, París, 1996; La bombe informatique, Éditions Galilée, París, 1998; Ce qui arrive, Éditions Galilée, París, 2002; Discours sur l’horreur de l’art, entrevista con Enrico Baj, Atelier de création libertaire, París, 2003; L'Art à perte de vue, Galilée, París, 2005; L'Université du Désastre, Galilée, París, 2007; Le Futurisme de l’instant, Galilée, París, 2009; Le Grand Accélérateur, Galilée, París, 2010. Entre las traducciones de su obra en lenguas española: Estética de la desaparición, Anagrama, Barcelona, 1988; La máquina de visión, Cátedra, Madrid, 1989; El arte del motor, Manantial, Buenos Aires, 1993; La velocidad de la liberación, Manantial, Buenos Aires, 1995; El arte del motor. Aceleración y realidad virtual, Manantial, Buenos Aires. 1996; Un paisaje de acontecimientos, Paidos, Buenos Aires, 1997; El cibermundo, la política de lo peor, Cátedra, Madrid, 1997; La inercia polar, Trama, Madrid, 1999; La bomba informática, Cátedra, Madrid, 1999; La inseguridad del territorio, La Marca, Buenos Aires, 2000; El procedimiento silencio, Paidós, Buenos Aires, 2001; Amanecer crepuscular, FCE, Madrid, 2003; Lo que viene, Arena Libros, Madrid, 2005; Ciudad pánico: el afuera comienza aquí, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2007; Discurso sobre el horror en el arte, Casimiro Libros, Madrid, 2010. En lengua portuguesa: Guerra e Cinema, Scritta, São Paulo, 1992; O espaço crítico, Editora 34, Rio de Janeiro, 1993; A máquina de visão, José Olimpio, Rio de Janeiro, 1994; A arte do motor, Estação Liberdade, São Paulo, 1995; Velocidade e Política, Estação Liberdade, São Paulo, 1997; A Bomba Informática, Estação Liberdade, São Paulo, 1999; Estratégia da decepção, Estação Liberdade, São Paulo, 2000; Cibermundo, a política do pior, Teorema, Lisboa, 2000.
PENSAMIENTO Y EXPRESIÓN CIENTÍFICA Arquitecto, urbanista, filósofo, su pensamiento describe una visión integral de lo urbano y de la urbanística dentro de un sistema tecnológico avanzado, donde la velocidad (el tiempo), la información y las redes juegan un papel determinante. La civilización actual se diferencia por un rasgo: la velocidad, que entraña incertidumbre, riesgo... accidente. Las catástrofes no son nuevas, pero hay una vértigo cultural nacido de la aceleración del ritmo de la historia. El mundo de los medios de comunicación y el desarrollo de la cibernética aparecen de forma continua en su obra. Describe los problemas de una sociedad de la información donde el ciudadano se ve sometido a procesos de simulación de abundancia que esconden la realidad de la desinformación. Desde una visión determinista del desarrollo tecnológico, la crítica de Virilio entiende que las nuevas técnicas secuestran, seducen, simulan la realidad, 'hacen desaparecer la realidad'. Para Virilio, la primera de las seducciones de la tecnología es la velocidad, la capacidad de romper lo previsible, como instrumento de control y dominación, pero también de riesgo, de precipitación hacia un 'nuevo desorden mundial', porque 'parar significa morir'. El vértigo de la aceleración hace que la información conocida no coincida con la realidad sobrevenida, porque la realidad va más rápida que la información. Por ello, controlar la tecnología, la velocidad del cambio, es controlar la sociedad, el espacio y la información [v. "Velocidad e información"]. Las guerras por el control han conocido el desarrollo de la bomba atómica, la bomba genética y, más tarde, según el pensador francés, la 'bomba infromática', que, desde una visión pesimista, enuncia como el anticipo de la nueva Babel, en un mundo atemorizado por el narcotráfico informatizado, el terrorismo, las armas 'inteligentes'. La crítica ácida de Virilio, que contrastó con radicalidad durante los años de literatura tecnocéntrica complaciente, ha cobrado actualidad tras el 11 de septiembre de 2001 y de las guerras preventivas. En su libro Estrategia de la decepción habla de los 'ataques automáticos' dirigidos por los Estados Unidos contra los 'Estados delincuentes', basados en la ilusión tecnológica desarrollada por Washington tras la caída del muro de Berlín. Virilio retoma a Wiener en los fundamentos de la cibernética para descubrir en el desarrollo de la tecnología las claves de un nuevo totalitarismo. Si la cibernética es la gestión la red de lo humano en su dimensión individual y social, la aceleración tecnológica, la velocidad de la técnica se convierte en poder y la velocidad de la cibernética en 'tiempo real' se hace poder absoluto. La globalización -la 'mundialización del tiempo y la velocidad'- es, por consiguiente, el acotamiento espacial del control a través del dominio
tecnológico. Al tiempo, esa velocidad se desprende de los referentes históricos, los aleja y oculta, por lo que la historia se transforma en mera estadística. Relevantes son sus reflexiones sobre el mundo de la imagen, ya que aúna y superpone en el imaginario individual y social los distintos planos de visualización. Para Virilio no hay imágenes autónomas. La imagen mental, la imagen virtual de la consciencia, no se puede separar de la imagen ocular de los ojos, ni se puede tampoco separar de la imagen corregida ópticamente. Enuncia un conjunto indivisible: imágenes mentales, biológico-oculares, físicoópticas, gráficas o pictóricas, fotográficas, cinematográficas, videográficas, holográficas e infográficas. Forman una sola y misma imagen, como 'enorme nebuloso filosófica', como una extensión bio-tecnológica de percepcióninterpretación, que supone una mutación en el régimen de interacción individual y social. Las imágenes electrónicas, dinámicas y modelables por su definición numérica, crean un nuevo estatuto, una nueva cultura en el conjunto de las relaciones sociales y políticas. Pero sobre todas las imágenes se impone el flujo dirigido de las imágenes virtuales, recreadas por el culto a la cirugía estética de lo digital, con representaciones publicitarias idealizadas que ocultan las miserias de la realidad. http://www.infoamerica.org/teoria/virilio1.htm
Virilio y la política del miedo Entrevista de PABLO RODRÍGUEZ
El pánico es el argumento central de la política, dice el pensador francés en su libro "Ville panique", que aquí se anticipa en exclusiva. Además, en diálogo con "Ñ" se refiere a los efectos desestabilizadores de la tragedia de Cromañón. Lo que ocurrió en Buenos Aires, dice, muestra que las catástrofes —vengan de un atentado o de un accidente— consiguen lo que antes procuraban la guerra y la revolución.
"¿Llama desde Buenos Aires? ¡Ustedes sí que viven en una ciudad pánico!". En la charla previa para pactar el momento de una entrevista telefónica, Paul Virilio descerraja esta exclamación y provoca sorpresa. ¿Está hablando de la debacle argentina de 2001, un tema que casi cualquier europeo informado conoce, o se refiere al incendio de República Cromañón y a sus efectos inmediatos en la sociedad? "Lo que pasa en esa ciudad es un reflejo de mi teoría acerca de la indistinción entre atentado y accidente. Hoy resulta que catástrofes tan importantes como las del 11 de marzo en Madrid —que fue un
atentado— o la de una discoteca en la que murieron 200 personas —que fue un accidente— pueden llevar a un cambio de gobierno o a la crisis interminable del mismo gobierno. Y no estoy pensando solamente en la renuncia de un intendente o de un alcalde, sino de un cambio completo de gobierno o de régimen. O sea que a través del atentado o del accidente se alcanza lo que antes se conseguía por medio de guerras y revoluciones". Según Virilio, la estela política que dejó la tragedia del 30 de diciembre es la manifestación propia de una ville panique, literalmente "ciudad pánico", título de su último libro, que este año se publicará en nuestro país y cuyo primer artículo ya fue traducido y publicado el año pasado por la revista Artefacto. La conclusión de Virilio es lapidaria: "Esto demuestra que el miedo y el pánico son los grandes argumentos de la política moderna".
Paul Virilio —arquitecto, urbanista, filósofo, figura central e inclasificable del panorama intelectual francés, autor reconocido en todo el mundo, "un hijo de la guerra", como le gusta definirse— es efectivamente un hombre informado. En Ville panique, mucho más que en sus libros anteriores, sus interlocutores son principalmente artículos de diarios, entrevistas a personajes políticos, anécdotas de accidentes y columnas de opinión, como si el lector pudiera asistir a su propia lectura de los medios, por la mañana quizás, o en medio del desayuno. La voracidad informativa de este hombre de 74 años que hasta hace poco se dejaba fotografiar con una gorra con visera en la cabeza, que vive en el balneario de La Rochelle, en la costa atlántica francesa, está animada por una obsesión: sus temas son recurrentes, siempre vinculan el fenómeno de la guerra, el estado de la política y la constitución de la ciudad, cuando no se dedica a reflexionar sobre el arte y sobre las transformaciones de la percepción en el último siglo, asuntos con los que se hizo conocido. Virilio considera que tiene una misión: alertar. En su urgencia se puede entrever lo que el alemán Hans Jonas denominó "la heurística del miedo", la convicción de que la acción política consiste en tomar nota de los peligros. En el caso de Virilio, se trata del peligro de desestabilizar absolutamente todos los aspectos de la conciencia y la percepción occidental, algo propio en realidad de la modernidad capitalista, cuando no parece haber en el horizonte un cuerpo coherente de creencias.
Teoría política de la ciudad
En Ville panique asoma una teoría política sobre el mundo contemporáneo. Esta teoría no está formulada con el rigor que exhiben la filosofía política, sus autores canónicos, sus conceptos y marcos de referencia, sobre los que se vuelve una y otra vez. Su estudio ni siquiera parece pretender el título de
"teoría". Como él mismo dice, en diálogo con Ñ, el punto de referencia de la política es la ciudad, la polis. En la actualidad la ciudad es el espacio donde se imbrican la guerra y la política, ya sea siguiendo la famosa sentencia de Clausewitz —"La guerra es la continuación de la política por otros medios"—, ya sea siguiendo la inversión que hizo célebre Michel Foucault: "La política es la continuación de la guerra por otros medios".
Hasta el siglo XX, razona Virilio, la política y la guerra moderna pivotearon alrededor del Estado-nación, una entidad fijada en un territorio extenso con una población relativamente repartida. Los medios de combate de los tiempos clásicos eran la policía en el ámbito interno y las Fuerzas Armadas en el exterior. Los ejércitos tenían entonces un terreno donde enfrentarse, el campo de batalla, y desde allí eventualmente procedían a la conquista territorial, de la cual las ciudades eran el último, pero no generalizado, escenario de lucha. Las guerras mundiales, sobre todo la Segunda, marcaron un quiebre destinado a perdurar: la ciudad pasó a ser blanco de los ataques militares con bombardeos a la población civil. La estrategia militar evidentemente había tomado nota del formidable cambio por el que las poblaciones abandonaron las extensiones para concentrarse en territorios pequeños como las ciudades. Atacar una ciudad sería, de ahora en más, un hecho político. Para Virilio, aquí nace la lógica de lo que hoy se llama terrorismo, tesis desarrollada por varios autores, entre otros el alemán Peter Sloterdijk en Temblores de aire.
Escenario de la guerra y de la política, la ciudad comenzó a desdibujar la frontera entre la policía y el Ejército, pero, sobre todo, a ocupar la centralidad política que antes tenía el Estado. Como en la antigua polis griega, el ciudadano está hoy llamado a cumplir funciones de alerta policial y eventualmente funciones militares, pero la democracia actual no es semejante a la del siglo de Pericles. Durante todo el proceso moderno, la imagen idealizada de la democracia griega había dado paso, primero, a la democracia indirecta, ejercida a través de los representantes, y luego a la democracia de la opinión pública, donde los medios de comunicación disputan a las instituciones, corporaciones y partidos políticos el lugar de la "reflexión en común", del debate acerca de la dirección de los asuntos de una nación. Y aquí se llega a una de las ideas centrales de Ville panique. Como los soldadosciudadanos que somos no se asemejan a los de la polis griega, estamos dominados por el miedo y el pánico a la inseguridad antes que por un sentido de deber hacia nuestra nueva e insólita ciudad-Estado.
Este pánico anula el lugar de la reflexión y los medios se hacen cargo, no ya de la demanda de reflexión colectiva, sino de una demanda de emoción colectiva. Adicto a los juegos de palabras plasmados en fórmulas, Virilio dice que estamos pasando de la "estandarización de la opinión pública" a la "sincronización de las emociones" y que la crítica clásica a los mass media como sustitutos de la política deliberativa, que él mismo supo también esgrimir, está perimida porque es "la reflexión en común" la que dejó de ser una aspiración. La discusión, la secuencialidad de los debates que imita a la del pensamiento, da paso al ritmo, al sincopado, del corazón y de sus sobresaltos de adrenalina.
Dos son las consecuencias de esta transformación sensible de la política. Al interior de las ciudades, el sujeto no sabe cuándo ser soldado ni cuándo ciudadano, porque desconfía del vecino, no sabe quién es el enemigo y las fuerzas de seguridad son a un tiempo una policía y un ejército. En este sentido, Virilio estudia la creciente indistinción de las fuerzas de seguridad en los Estados Unidos, máximo ariete de los procesos políticos contemporáneos. Las grandes urbes serían hoy el terreno de una silenciosa guerra de todos contra todos que deriva no sólo en la más evidente histeria que rodea a los atentados y a los accidentes, sino también en la comisión de crímenes que guardan características similares a los de los campos de concentración, pues son producto de bandas que atacan a seres indefensos (mediante secuestros, violaciones colectivas, asesinatos seriales, etcétera) en lugares cerrados sin importarles su vida. Fuera de las ciudades, sin embargo, este cambio de lógica obliga al establecimiento de una "guerra civil global" que por principio no se detiene en las fronteras nacionales y prerrogativas estatales, por más que esté comandada por un Estado-nación como los Estados Unidos.
En este sentido, dice Virilio, hay una secuencia natural que va de la guerra en las ciudades de las dos guerras mundiales al terrorismo global de nuestros días, pasando por el interludio de la Guerra Fría. Las huestes terroristas actuales, en las que Virilio incluye tanto las de Osama bin Laden como las de George W. Bush, parecen marcar el punto más logrado de esta secuencia, porque operan con el miedo y el pánico que genera la indistinción entre atentado y accidente. Así, escribe Virilio en Ville panique, "mañana el Ministerio del Miedo dominará, desde lo alto de sus satélites y de sus antenas parabólicas, al Ministerio de Guerra ya caído en desuso, con sus ejércitos e n vías de descomposición avanzada". Y esto sería así porque la guerra, que pasó de ser asunto de estados a asunto de ciudades, ahora entró directamente en el alma de cada uno de los habitantes de estas ciudades que no pueden gestionar esta tensión más que con una angustia insoportable.
Como puede verse, la propuesta teórica de Virilio es ambiciosa aunque no carece de problemas. Por caso, una idealización de la democracia representativa como el lugar de la "reflexión en común", cuando cabría por lo menos plantearse si la vida social en general, y la historia de la democracia occidental en particular, no aparecen más bien gobernadas por la ideología o por las ideologías. También es lícito preguntarse por la pertinencia de la extensión de la "lógica concentracionaria" —como él la llama— de los campos de concentración a las grandes urbes modernas. Con todo, no hay dudas de que ofrece una interpretación compleja de los fenómenos que pueblan los diarios y revistas que lee —como el caso del incendio de República Cromañón— y que descolocan las interpretaciones de muchas reflexiones que se hacen hoy en materia de teoría y filosofía política contemporáneas.
Una cuestión de escritura
Aunque éste parece ser el esqueleto central de Ville panique, el modo de reflexión de Virilio también lo lleva a lanzar cuerdas temáticas sin desarrollos ulteriores, como subtemas que bien podrían ser objeto de otros libros. Una de estas cuerdas se refiere al modo en que se habita hoy la ciudad. Para Virilio, asistimos a una época donde el nomadismo está ganando terreno frente a la sedentarización que hizo posible la civilización y el nacimiento de las ciudades. Hay además en la actualidad una voracidad de destrucción de los edificios que revela que se odia lo que se habita y que no se quiere reconocer el paso de la historia, hecho que se ilustra en el libro con la descripción de las fiestas que siguen al derrumbe de los gigantescos monoblocks que pueblan los suburbios de París, y que aquí también pudimos ver ejemplificado en nuestro "albergue Warnes". Asimismo, como es costumbre en los textos de Virilio, hay lugar para el anuncio de catástrofes. Afirma que los flujos de inmigración, incontrolables a pesar del esfuerzo de las zonas ricas del planeta por contenerlos, son signos que anuncian el estallido de la burbuja de la mundialización, y que la liberación del mundo de los negocios respecto de las restricciones del Estado de derecho conducirá a un nuevo crack económico global.
No siempre estos planteos son fáciles de reconstituir. La escritura de Paul Virilio dista de ser límpida. Su estilo está cerca del aforismo, y sus conceptos no se suceden, sino que saltan, se desplazan, burbujean. Como dice Andrea Giunta en su introducción a la versión en español del ensayo de Virilio El procedimiento silencio, él "Escribe encadenando imágenes. Las frases cortas
imprimen a su escritura el ritmo del collage, del montaje. Una escritura visual que no es ajena a su formación, ni a los problemas ni a los temas que lo cautivaron desde un principio".
En Ville panique se hace presente, quizás con más fuerza que nunca, esa tendencia al slogan, a la frase fuerte, a la imagen terrible, junto a distintas combinatorias de la misma palabra con distintos prefijos (geo-, trans-, metro-, aeropolítica). Como si todo esto fuera poco, usa detalles de edición, palabras en itálica, mayúsculas, versalitas, que por momentos conducen la reflexión por una calle llena de carteles luminosos que se prenden y se apagan. ¿Cuál es la estrategia en esta proliferación? "Es una suerte de referencia al futurismo — confía a Ñ. Soy medio italiano y trabajo sobre la velocidad, los fenómenos de aceleración desde hace 40 años. El uso de detalles de edición para llamar la atención está tomado de las estrategias de los futuristas italianos. Algo así como un proceso de parodia con efecto de denuncia: ellos concibieron la velocidad y muchas de las cosas del mundo moderno como una maravilla, pero yo las considero un horror".
- —¿Cuál es para usted la idea central de - Ville panique- ?
- —No sé si hay una tesis central. Creo que uno de los aspectos fundamentales es la posibilidad de una superación del Estado nacional en beneficio de las grandes ciudades, las grandes metrópolis, que tienen finalmente más importancia que el Estado-nación, como vemos en Europa en relación con la Unión Europea. Hay entonces una suerte de metropolarización, diría, de la política. Se comienza a hablar de Ciudades-bienestar (ville-providence) que superan al Estado de bienestar (Etat-providence). Con la mundialización, el mundo se concentró en las ciudades, como la economía. Pasamos de la geopolítica, formada por la grandeza de los países, con sus territorios y sus fronteras, a la metropolítica. La ciudad tiene más importancia que el Estado. La crisis del Estado pone en cuestión la extensión nacional en beneficio de la concentración local de la gran ciudad.
- —Este carácter desmesurado que adquirió la ciudad como problema político ¿entraña nuevos problemas? Pienso sobre todo en lo que mencionó sobre lo ocurrido aquí en Buenos Aires a raíz del incendio en la disco República Cromañón.
- —El principal de estos nuevos problemas es lo que yo llamo la democracia de la emoción. Pasamos de una democracia de la opinión, con la libertad de la prensa, la estandarización de la opinión pública, a una democracia de la emoción donde lo que ocurre es la sincronización de las emociones. Esto tiene consecuencias políticas muy importantes, porque catástrofes tan importantes como las del 11 de marzo en Madrid, que fue un atentado, o la de una discoteca donde murieron 200 personas, que fue un accidente, pueden llevar a un cambio de gobierno o a la crisis interminable del mismo gobierno. Y no estoy pensando solamente en la renuncia de un intendente o de un alcalde, sino de un cambio completo de gobierno o de régimen. O sea, que a través del atentado o del accidente se alcanza lo que antes se conseguía por medio de guerras y revoluciones. Hoy, las grandes rupturas ocurren por revelaciones accidentales y no por revoluciones provocadas. Volvamos al ejemplo de España: antes incluso del atentado de Madrid, que influye en el triunfo de José Luis Zapatero, el gobierno de José María Aznar estuvo seriamente en jaque por el accidente del barco petrolero Prestige, porque no supo reaccionar a la dimensión de la catástrofe. Los terroristas hacen un uso muy inteligente de esta democracia de la emoción. Hay un fenómeno completamente nuevo que pone en cuestión el núcleo mismo de la democracia, porque ahora se trata de un reflejo condicionado que reemplaza a la reflexión en común a la que aspiraba la democracia representativa. Cuando la lectura de los diarios dejó paso al tiempo real de la televisión, se creó una suerte de "reflejo electoral" por el que un accidente se convierte en un hecho político. El reflejo no es la inteligencia, y mucho menos el pánico que domina a la ciudad y que analizo en mi libro.
- —Usted denuncia en el libro la existencia de una "ideología de la seguridad" que busca "actuar en todos lados y sin demora para evitar el hecho de ser sorprendido". ¿Sería una suerte de negativo catastrófico de la "sociedad de riesgo", término que hasta hace poco gozaba de gran fama en las ciencias sociales?
- —Para mí, el paso de la geopolítica a la metropolítica implica la vuelta al Estado policial. La guerra contra el terrorismo, lo que ocurre concretamente hoy en Irak, es un ejemplo patente de esta vuelta al Estado policial. Las ciudades-Estado griegas, que están en el origen de nuestra idea de la democracia, era también estados policiales. Los ciudadanos eran soldados. La polis y la policía iban unidos. Pero hoy en día se disociaron estos dos aspectos y se rescata sólo el valor de policía. Es en este sentido que hay que entender el término "sociedades de control". Y además, estas sociedades de control operan con una lógica concentracionaria que, eso sí, no apunta como en el pasado a la
exterminación a gran escala. El proceso actual en Estados Unidos lo ilustra perfectamente: la Patriot Act que restringe las libertades civiles, lo que ocurre en Guantánamo, en fin, toda la guerra contra el terrorismo consiste en la puesta en acto de un Estado policial global. Hemos salido de los grandes ejércitos nacionales a la policía de la metropolítica mundial.
- —Cita el caso de Guantánamo, al que refiere también Giorgio Agamben en su libro - Estado de excepción- , como parte de la lógica concentracionaria actual. ¿Comparte su punto de vista sobre el estado de excepción?
- —Bueno, yo soy hijo de la guerra, tengo 74 años y viví plenamente la Segunda Guerra Mundial. Eso me diferencia de Agamben. Y esta diferencia no es anecdótica, porque yo viví esos procesos en las ciudades y fue eso lo que me llevó a reflexionar sobre la ciudad. Yo hablo de la política desde mi lugar de urbanista, desde mi interés por la ciudad, y no desde la teoría política clásica. Por supuesto que puedo tomar cuestiones que tengamos en común, y por eso lo cito, pero mi ángulo de ataque del problema de la política actual es diferente. Para mí, la lógica concentracionaria tiene que ver con el abandono de la cosmópolis, la ciudad abierta al mundo, que es reemplazada por la claustrópolis, una vigilancia global a través de las tecnologías que América latina conoce bien, con los radares y los satélites que dominan el subcontinente con el argumento que fuere (lucha contra el narcotráfico, guerra contra el terrorismo). Esto es un fenómeno netamente retrógrado.
- —Se puede decir que el control a través del espacio, algo que usted llama "aeropolítica", no es un fenómeno nuevo.
- —Efectivamente. La aeropolítica quedó consagrada definitivamente con la Segunda Guerra Mundial, en especial con los bombardeos masivos a poblaciones civiles. El air power abrió esta posibilidad de controlar regiones enteras con fuerzas aéreas. Y en esto también contribuye el propio fenómeno urbano que estalla masivamente en el siglo XX, porque es la gran concentración de población la que convierte a la ciudad en un blanco predilecto. Fueron los aviones los que provocaron el debilitamiento del componente territorial de la política. La política del suelo, de las fronteras, está cediendo paso a la política del aire, la aeropolítica. La confirmación viene dada por ciertos fenómenos del urbanismo, como la concepción de Brasilia, la capital de Brasil: fue planificada desde una visión aérea.
- —En la guerra actual, dice, el Ministerio del Miedo está reemplazando al clásico Ministerio de Guerra. Pero a la luz de la manipulación informativa, la relación entre guerra e información ¿no configura hoy, más que un Ministerio del Miedo, el clásico Ministerio de Información en el que trabaja Winston Smith, en la novela - 1984- de George Orwell? Más aún, ¿no implica esta estructura sus propios límites como sistema de manipulación, como lo muestra el escándalo de las torturas en la cárcel iraquí de Abú Ghraib?
- —El Ministerio de Información de 1984, y los mecanismos clásicos de la censura, trabajan en la lógica de la subexposición. Creo que hoy asistimos a una censura que es producto de la sobreexposición. La subexposición fracasa frente a la necesidad de sobreexponer, de dar información sin cesar. Pero esta sobreexposición no es un símbolo de libertad, porque al invadirnos completamente perdemos de vista la realidad y nos impide la acción. Hoy es muy difícil ocultar información, pero igual de difícil es que una revelación de información (que no es la revelación accidental que mencioné anteriormente) provoque un "despertar" de las conciencias y un cambio político profundo. O sea, el escenario es bastante más complicado que el previsto en 1984. El poder de los medios a nivel global es mucho más complejo que la televigilancia que describía Orwell. Este es un fenómeno nuevo, que yo estudié en varios de mis libros, pero que requiere todavía de muchos análisis. El Ministerio del Miedo que yo pienso se refiere a la obra homónima de Graham Greene, publicada en 1943. El miedo y el pánico son los grandes argumentos de la política moderna. Esto ya había comenzado con el equilibrio del terror de la Guerra Fría, pero el proceso fue relanzado con una potencia nueva por el desequilibrio del terrorismo. Asistimos a un relanzamiento del pánico como política y tenemos que trabajar mucho para comprenderlo y combatirlo.
- —En su libro también menciona el curioso fenómeno por el que se detestan los monoblocks y se celebra cuando uno de ellos es demolido. Usted reivindica la posibilidad de construir uno mismo, crearse el espacio habitable en medio de la habitación prefabricada. ¿Retoma lo que Heidegger e Ivan Ilich, entre otros, plantearon sobre la relación entre construir y habitar?
- —Puede ser. Es evidente que ya somos vagabundos, homeless, que no tenemos hogar por más que tengamos un techo. Pero creo que a estas reflexiones hay que sumarles un componente actual muy importante: la movilidad social, los flujos migratorios que acompañan a la mundialización,
ayudan considerablemente a sentirnos sin lugar propio de pertenencia. Estamos dejando la época de la sedentarización. Hasta hoy, hubo en la historia de la civilización un equilibrio entre sedentarios y nómades. Hoy ese equilibrio se rompió: se puede ser sedentario siendo nómade. Uno puede estar en todas partes, ya sea por los medios de transporte o por los medios de comunicación, pero también en ningún lado, porque se carece de la inscripción en un territorio, más allá de lo que indiquen los documentos de identidad, los catastros, etcétera.
- —¿Esto produce el odio por el cual se festeja la destrucción de un espacio que uno habitó?
- —Sí. Claro que hay que ver lo que son esos edificios en términos habitacionales; ahí se comprende el hecho de que no se les tenga afecto. Pero hay un aspecto esencial en este fenómeno de las fiestas de las demoliciones: se destruye el pasado. No se destruye solamente un edificio, con todo lo odioso que sea, sino su historia y la de su habitación. Y esto sí es muy grave. Asistimos a un verdadero culto del presente donde el pasado se olvida completamente. Y respecto del futuro, ciertamente no es radiante. Todo el mundo está ansioso, inquieto, por nuestro porvenir, porque se ciernen muchas amenazas: el terrorismo, el desastre ecológico, etcétera. Gozar de la destrucción del pasado es lo que yo llamo la tabula rasa, artículo con el que comienzo mi libro. Hagamos tabula rasa del pasado. Esto es otro fenómeno de pánico. Hoy, todo es pánico. Estamos pasando de la guerra fría al pánico frío. Y esto es un acontecimiento cultural —y no político— enorme.
Virilio básico PARIS, 1932, URBANISTA
Una de las figuras más emblemáticas y polifacéticas de la intelectualidad francesa posterior a la Segunda Guerra Mundial, cristiano militante, arquitecto y urbanista de formación, comenzó su reflexión sobre el mundo actual con el grupo "Arquitecture principe". Participó de la ocupación del teatro del Odeón en Mayo del 68. En los 70 comenzó a publicar sus libros, donde hacía hincapié
en las transformaciones del arte y la percepción moderna, y adquirió renombre internacional con la propuesta de estudiar la velocidad a través de una ciencia llamada "dromología". A ella sumó nociones sobre la relación entre guerra, ciudad y política. Participó en las revistas "Esprit" y "Cause Commune", fundó la radio Tomate junto a Félix Guattari y colaboró con Jacques Derrida en la creación del Colegio Internacional de Filosofía. Desde los 80 viene publicando ensayos, entre los que destacan "Velocidad y política", "Estética de la desaparición", "La máquina de visión" y "La inseguridad del territorio"
Así escribe: "Democracia de la opinión"
"En efecto, enfrentamos hoy la amenaza, ya no de una democracia de opinión que reemplazaría a la democracia representativa de los partidos políticos, sino de la desmesura de una verdadera DEMOCRACIA DE EMOCION: de una emoción colectiva a la vez sincronizada y globalizada cuyo modelo podría ser el del tele-evangelismo pospolítico.
Después de los estragos conocidos de la democracia de opinión y los delirios de la política-espectáculo, de la cual la elección de Arnold Schwarzenegger como gobernador de California es uno de los últimos avatares, imaginamos fácilmente los delirios de esta "democracia de la emoción pública" que amenaza con disolver, como el ácido, a la opinión pública, en beneficio de una emoción colectivista instantánea de la que abusan tanto los predicadores populistas como los comentadores deportivos o los animadores de la raveparty.
De este modo, la MUNDIALIZACION-MODELIZACION desembocaría fatalmente en el trance político que ponían en escena en otros tiempos los escenógrafos del nazismo -en el estadio de Nuremberg o en el palacio de los deportes en Berlín, en 1943...para no hablar de lo que ocurre en los estadios de deportes en el Este europeo y hasta en Asia (...).
Esta era de la sincronización de la emoción colectiva favorece, con la revolución informacional, ya no el viejo colectivismo burocrático de los regímenes totalitarios, sino lo que se podría denominar, paradójicamente, un individualismo de masa, pues somos todos, uno por uno, los que sufrimos en el mismo instante el condicionamiento massmediático. Efecto especular donde la
imagen audiotelevisual se convierte en la herramienta privilegiada de la INTEROPERABILIDAD de la realidad física, por un lado, y de la realidad mediática, por el otro, en lo que propuse llamar la STEREO-REALIDAD.
De hecho, lo que otros denominan actualmente TELE-REALIDAD no crea de ningún modo la realidad, como se pretende, sino que contribuye a desmultiplicarla indefinidamente, al punto de industrializar la ejemplaridad de lo que acontece, ex abrupto."
Extraído de "Ville panique". Traducción de Pablo Rodríguez Tomado de Ñ, Suplemento de Clarín, 26/3/05 PVP - Partido por la Victoria del Pueblo - Frente Amplio – Uruguay http://www.pvp.org.uy/virilio.htm
Paul Virilio por Rachid Sabbaghi y Nadia Tazi
Una forma de pensar este mundo en la actualidad se relaciona como una visión de la sociedad en términos de telépolis, o telepresencia, la sociedad de las comunicaciones instantáneas, de la velocidad del motor y del ciberespacio. Una serie de fenómenos estudiados por Paul Virilio, en el contexto de su dromología, "la lógica de las carreras", la lógica de lo que corre, de lo que es veloz. La hipervelocidad de la información en las comunicaciones genera efectos de desaparición del cuerpo, del espacio y del tiempo histórico. La
tecnología, como dimensión pragmática del discurso científico, generaría una realidad no narrativa, donde el instante veloz impide el relato y la comunicación. Paul Virilio, es autor de obras como: Estética de la desaparición, Anagrama, Barcelona, 1988; La máquina de visión, Cátedra, Madrid, 1989; El arte del motor, Manantial, Buenos Aires, 1993; La velocidad de la liberación, Manantial, Buenos Aires, 1995; El arte del motor. Aceleración y realidad virtual, Manantial, Buenos Aires. 1996; Un paisaje de acontecimientos, Paidos, Buenos Aires, 1997; El cibermundo, la política de lo peor, Cátedra, Madrid, 1997; "La inercia polar", Trama, Madrid, 1999; La bomba informática, Cátedra, Madrid, 1999; La inseguridad del territorio, La Marca, Buenos Aires, 2000; El procedimiento silencio, Paidós, Buenos Aires, 2001. Virilio, nacido en París, en 1932, estudió arquitectura en París, y fue director de la Escuela de Arquitectura parisina durante tres décadas (1968-1998). En 1963 fundó, junto a Claude Parent, la revista de la modernidad arquitectónica y urbanística Architecture Principe. Ha participado en numerosas exposiciones de arte contemporáneo en la Fundación Cartier. En 2000 en Japón se realizó el Museo de las Catástrofes. En la entrevista que se presenta a continuación Virilio aborda sus temas característicos: la dromología, los peligros de dominio totalitario del mundo virtual generado por internet; la pérdida de la experiencia directa del tiempo local, del espacio circundante y de la propia corporalidad por una percepción succionada por la inmediatez y la velocidad de la comunicación electrónica.
Pregunta: Internet es el fruto de un matrimonio contra natura entre los militares y la comunidad científica. ¿Subsiste algo del pensamiento militar en la red, o es uno de esos casos ejemplares de recuperación y subversión de este pensamiento por parte de la universidad y de la sociedad civil?
Paul Virilo: Internet, o más bien ARPANet, como se decía entonces, es una consecuencia de la disuasión nuclear que ha gobernado el mundo durante cuarenta años y que ha militarizado la ciencia. Debía resistir, en caso de guerra nuclear, los efectos electromagnéticos capaces de destruir las comunicaciones. Y, en efecto, los universitarios contratados por el Pentágono lo han copado y progresivamente se ha difundido y banalizado. Lo que se ha heredado de este pensamiento de la guerra que envuelve al mundo es que se nos habla de inteligencia colectiva y de un cerebro mundial en el que no habría más que
neuronas conectadas unas con otras, se ve cómo se perfila este riesgo totalitario Por el momento, aún es nuevo y libre, y no es caro. Tras las autopistas de la información se encuentra lo contrario de la anarquía. Quiero recordar que las autopistas nacieron durante el fascismo, las autostrade y las reichautoban... Internet prefigura las grandes autopistas de la información que se desarrollarán a lo largo del siglo XXI, y que representarán, para las potencias, el envite (militar, económico, político y cognitivo) más importante. La comunicación, ya lo decía Esopo, es la mejor y la peor de las cosas. El carácter totalitario o más bien "globalitario" de Internet.
- La idea de la mundialización, que tan de moda está hoy en día, es tan vertiginosa como un "mal infinito": en ella, lo extensivo se cruza con lo intensivo sin que se sepa que hay de tras. ¿Es para usted un concepto operativo?
P.V. : Para mí, se trata esencialmente de una mundialización del tiempo y de la velocidad. Hasta ahora se ha vivido el tiempo de la historia, mientras que desde ahora se conoce una mundialización instantánea, un tiempo inaudito, absoluto, astronómico, que sé sale "de sus casillas", como decía Hamlet. Un tiempo de inmediatez y de la ubicuidad, que se vive "en directo". Un tiempo que hace posible el accidente integral, la catástrofe que tiene un valor sistémico y que, como tal, tiene como consecuencia todas las variables. La primera alerta tuvo lugar en 1987, con la quiebra bursátil. Hoy, con la crisis asiática, Greenspan y otros grandes sacerdotes de las finanzas nos dicen que ya no hay garantía, y que los fusibles empleados estallaron ya hace 10 años.
- Si hay ambivalencia, ¿cuál será la aportación positiva de Internet?
P.V.: Es el cosmopolitismo bien entendido, la ciudadanía del mundo. Serían necesarias varias generaciones para llegar a esto, es decir, para instruir leyes. Yo les recordaría a todos aquellos que predican la desregulación, ya se trate de liberales o ciberpunks, que la ley beneficia a los débiles, mientras que su ausencia le conviene al fuerte.
- Entonces, el debate político sobre la regulación de Internet, y en concreto sobre la censura, ¿estaría usted más bien en el terreno de los europeos y contra los estadounidenses?
P.V.: Esto es más que una postura política, esto remite a un ser- en- él- mundo. El pensamiento anglosajón, que es el de una antigua potencia marítima, es un pensamiento ondulatorio, que remite al nomadismo, a la flexibilidad, a la fluctuación, a la fugacidad en la existencia: favorece la incertidumbre, se complace con el relativismo, el relacionismo absoluto. Nosotros los continentales somos territoriales, nuestro pensamiento está más marcado por el suelo y el arraigo. Las nuevas tecnologías que niegan el aquí y ahora ignoran el in situ, nos son menos familiares.
- La tensión de lo virtual va más lejos, porque llega hasta el fondo, pretende soltar por completo las amarras: quitarse el lastre del cuerpo, y evacuar lo real de esta vieja tierra extenuada y sin remedio. Algunos americanos, como J. Perry Barlow, proponen una Constitución virtual, por ejemplo, lo cual denota tanto un "espíritu ondulatorio" como un fondo gnóstico o puritano y una antropología dualista.
P.V.: Esto se pudo observar bien con la secta Heaven´s Gate, que tenía un site en Internet donde se preparaba a la gente para que abandonase la estratosfera. Lo virtual es inquietante cuando se vuelve exclusivo, en vez de conjugarse con lo real. Asociar estas dos modalidades es preparar una estéreorealidad, procurar que dos fuentes den más lustre y riqueza, como ocurre con el sonido. En lo que respecta a esta reacción nihilista contra el cuerpo, hay que tener en cuenta que el cuerpo territorial, el cuerpo humano y el cuerpo social están indisociablemente unidos en el fundamento de lo político. Tal es la lección que nosotros los continentales hemos recibido de Atenas. Lo que hay que pensar más es la apuesta de una democracia no territorializada... lo que es casi una contradicción en los términos: un Estado - mundo fundado sobre leyes democráticas.
- ¿Se puede hablar de ciberciudadanos si no sólo no hay cuerpo sino que tampoco hay sujetos en Internet: apariciones evanescentes, intervenciones verbales concretas, volátiles y muy móviles, canalizadas con precisión?
P.V.: En este punto es donde no se puede ahorrar una reflexión sobre la ley y la relación de la ley con el sujeto. Pero no debe ser dirigida por grupos de presión ni por individuos como Bill Gates que estén a la cabeza de multinacionales que quieren dar una dimensión imperialista y mercantil a un objeto técnico. La
nueva tiranía no es ideológica sino económica: la del pensamiento único y el mercado mundializado. La cibernética local no está en juego, a lo que se puede temer una vez más es a la máquina total, la correlación sistemática de las poblaciones. Norbert Wiener lo ha dicho antes que yo.
- Ha habido, y sigue habiendo, estrategias locales sobre internet que han dado pruebas de su funcionamiento: desde Sarajevo y las grandes causas hasta el levantamiento de censura contra la secta de la cienciológia, o los Estados, pasando por los foros de discusión sobre temas de actualidad. ¿Qué opina usted de estas acciones y de las propuestas utópicas de los grupos literarios o neosituacionistas de los años 80 que han intentado radicalizar, por Internet, un pensamiento del "disentimiento"?
P.V.: La tecnoguerrilla existía antes que Internet, y ha demostrado lo que podía dar de sí. Desde los años 30, con la aparición de las radios no profesionales, se iban a dar la mano. En los años 70, el fax facilitó algunas revueltas estudiantiles en Italia... y hubo el debate sobre las radios libres, el recurso del video. Con Internet se han visto movilizaciones democráticas, pero de igual modo se ha calibrado el efecto del rumor cuando tuvo lugar el "caso Clinton": un único site, como Reporto, que emite informaciones que no han sido verificadas, puede poner en peligro a la Casa Blanca: todos los medios de comunicación del mundo han ido a la zaga. La caja de resonancias de Internet es ya tan fuerte como la televisión. Y el riesgo no es la censura por privación de información sino rigurosamente lo contrario: la censura por saturación, indiferenciación, ruido e interferencias, babelización: todo el mundo habla, nadie se escucha. Crece la despolitización.
- ¿Qué reproche le hace a la cibercultura, que sea folklórica o que este manipulada?
P.V.: Le reprocho que se drogue con "la técnica dura" y que abandone el mundo. Que cree netyonquis y alucinados de lo virtual. Se ha entrado en la tercera dimensión; después de las masas que han hecho la historia y la energía, la información, que ya produce sus añagazas y sus víctimas, también debe generar nuevas luchas históricas.
- No se puede pensar la imagen sin pensar la óptica, dice usted, porque pasamos del régimen del objetivo al régimen teleobjetivo. ¿Cuáles son las grandes líneas y los efectos de esta mutación?
P.V.: Nuestra visión del mundo no es objetiva sino "teleobjetivo". El debate en torno a la imagen está minado por la vieja disputa entre los idólatras y los iconoclastas. Ahora bien, no se puede pensar la imagen sin pensar en su destino. Y el destino de las imágenes es la óptica. La primera óptica remite a la geometría, a Galileo, al espacio real, a un medio, ya se trate de la transparencia del aire o del agua. A mediados del siglo XX apareció una segunda óptica, donde no se trata de rayos que pasan a través de un medio difractado sino de una difusión electromagnética que transporta los fotones, los electrones, es decir, la señal digital (audio, vídeo...) que favorece ahora una óptica numérica. La imagen es preponderante a través de una nueva luz propia de la óptica electrónica: una luz distinta a la del sol o la de la electricidad, indirecta, y que viene a través de las pantallas, de los monitores, de los cascos de visión... asistimos, pues, a un desdoblamiento de la óptica. La primera se perpetúa y la segunda es generada por la velocidad de la transmisión de una señal. El debate sobre la imagen está tan minado que no se habla de esta tecnociencia. Que se ha convertido en el lugar del poder. La mediatización, él condicionamiento de las opiniones (cf. Berlusconi, Ros Perot...), procede de esta óptica que es fruto de la velocidad de la luz: la transparencia de las apariencias que induce se transmite instantáneamente a distancia mediante una señal (transmitida o recibida). Esto produce, entre otras cosas, la televigilancia.
- ¿Cómo piensa usted la relación entre lo real y lo virtual?
P.V.: La relación con lo real no se da sin la virtualidad de las imágenes mentales, de los sueños del espíritu, por usar un termino clásico. Hoy este dominio está parasitado por una imaginería virtual puramente instrumental. El culto a la performance y el elemento publicitario han introducido productos lisos, eficaces y perfectos que modifican la percepción. Cada cual puede representarse a Madame Bovary a su gusto, según sus fantasmas personales.
A Marilyn Monroe todavía se la rodea de representaciones mentales, las jóvenes se esfuerzan por imitarla... Cuando se tiene puesto un casco de visión sobre los ojos, es otra cosa, se está atrapado por imágenes instrumentales.
Porque se trata de una captura que aniquila al resto. Nos dirigimos hacia un darwinismo de la imagen: las más sofisticadas y las más "performantes" amenazan a las otras, a las que pasan por "subdesarrolladas". Se impone una ecología de las imágenes si se las quiere proteger en su diversidad: esto, que vale para la lengua, vale para las imágenes. Todo ocurre como si la descalificación propia de las colonizaciones de antaño se aplicase en lo sucesivo a todas estas instancias de lo humano, para desembocar en último término en un darwinismo social. El proceso de digitalización ya ha comenzado y consiste en la purificación tecnológica. Ahí hace falta aún poder disponer de estas dos formas: la analógica y la numérica; por ejemplo, el parecido de una metáfora y la similitud de un código, por lo que se gana en exactitud se pierde en profundidad simbólica.
- Cuando se intenta periodizar las grandes mutaciones de la modernidad se habla de las revoluciones industrial, científica y técnica y, como última etapa, de la cibernética. ¿Cuál es su propia periodización de estos acontecimientos?
P.V.: Creo en primer lugar que no se ha comprendido la llegada del motor. No sé ha visto que se trataba de la invención de un movimiento perpetuo o casi: el motor a vapor, a explosión, eléctrico, electrónico, a inferencia lógica en el caso de la computadora y en espera del motor de búsqueda de Internet.
Considero, con Ernst Junger, que esto va más lejos que la revolución industrial. Un Huygens o un Descartes no ignoraban la primacía de esto, sin duda porque todavía podían referirse al Primer Motor de Aristóteles, al divino. La laicización y el mercantilismo explican su relativo desconocimiento: se ha visto la posibilidad de reproducción en serie de los objetos, más que el aspecto energético y dinámico. Para mí, las grandes periodizaciones están, pues, vinculadas a la revolución de los transportes en el sentido amplio del término, y esta revolución está unida al motor. Hoy, el motor de inferencia lógica ha sobrepasado el estadio de la máquina como instrumento: a la revolución de los transportes le sucede la de las transmisiones, a cuyo término se sitúa la revolución cibernética que hoy conocemos. Y lo que se anuncia es la revolución de los transplantes.
Con los clones tocamos la imbricación de la maquinaria industrial y lo vivo. Con los tecnotransplantes, que no son ya xeno-trans-plantes animales, las micromáquinas pueden suplantar a los órganos. Las prótesis adicionales
existen ya y ahí se localizara esta otra mecanización- motorización de lo vivo que es el genio genético, es decir, la posibilidad informática de programar células y de producir organismos transgénicos, clonados en el reino vegetal y animal (como hoy se los conoce). Esta tercera revolución es inconmensurable con relación a las otras, puesto que de aquí en adelante el robot ya no es el doble del hombre que se encuentra junto a él, sino que penetra en el interior mismo de lo vivo: Es el ser cibernético que se acerca al dibbouk o al golem.
- Según usted, la ingeniería genética no se puede desinventar, como tampoco la bomba atómica. En lugar de instalarse en el rechazo y el miedo, habría de pensar en la superación: no desinventar sino inventar el desenlace, la aufhebung, el relevo.
P.V.: Me siento obligado a sostener una postura extremista. No creo en él retroceso de la historia sino en las regresiones éticas, humanas. Incluso cuando hay grandes catástrofes, las cosas se retoman o se interrumpen, pero no se retrocede. "Seréis salvados como a través del fuego", dice San Pablo: uno se salva cuan avanza, mirando a la Medusa cara a cara. Josué dijo a sus tropas: "Hay que ponerse de cara al sol" para combatir al enemigo. Y los soldados replicaron: "Estás loco". Él respondió: "Sacaremos brillo a nuestros escudos". No hay más solución que confrontarse con la Medusa de lo virtual y de la eugenesia.
- Desde Fukuyama se habla del fin de la historia. Usted habla de una forma perdida de la historia.
P.V.: Fukuyama tiene razón y a la vez está en un error. Efectivamente, asistimos al fin del tiempo histórico, de la larga duración, el del tiempo local de las sociedades inscritas en los territorios dados, de las alternancias diurnas y nocturnas, de los usos y horarios, de las generaciones. El tiempo mundial, el de la inmediatez, la instantaneidad, y la ubicuidad destruye los fundamentos de la historia al suplantar las temporalidades locales. La historia se vuelve estadística. Ya no está exocentrada sino egocentrada en el presente perpetuo. Y este nuevo régimen del tiempo astronómico o universal carece de referencias en cuanto al destino de los hombres.
- Su investigación inventa un lugar en el cruce de las disciplinas (urbanismo, estrategia, teoría de la técnica, ergonomía, sociología...) para tratar cuestiones como la velocidad, la guerra, las nuevas tecnologías... A este respecto, usted habla de "dromología" o ciencia de los fenómenos de la velocidad.
P.V.: La dromología (de dromos) es la "lógica de la carrera". Sin comprender la velocidad o la aceleración no se puede aprehender el territorio. El territorio se define, en efecto, como el medio- velocidad regido por el animal (con la domesticación del caballo), después como el de la potencia marítima, seguido del de la revolución de la industria y de los transportes. Hoy se asiste a la puesta en practica de la velocidad absoluta del dominio electromagnético. La velocidad es, pues, un medio. Y el territorio es entonces a la vez aquello que permanece y que se cultiva y lo que pasa. La dromología surge a comienzos del siglo con los futuristas y se nutre del pensamiento de la técnica a partir, sobre todo, de Heidegger. Yo me esfuerzo por abordar todo dominio en términos de velocidad, determinando qué tipo de aceleración está en juego. La dromología sería a la sociedad moderna lo que la musicoloía a la música moderna: una inteligencia rítmica, coreográfica, de los grandes flujos y movimientos del pensamiento, de las conquistas. Porque, si ésta es la época del dinero, la velocidad es el poder o la cara oculta de la riqueza. La revolución de los transportes ha llevado hasta su punto más alto una aceleración máxima que desemboca hoy en la velocidad de la luz de las ondas electromagnéticas, haciendo posibles las teletransmisiones, las redes electrónicas etc., en una palabra, la mundialización. El gran encierro del que hablaba Foucault no tuvo lugar en el siglo XX, y se perfila en el XXI.
- Usted va muy lejos a este respecto porque contrariamente a Deleuze, que piensa la velocidad como intensidad liberadora, usted no vacila en evocar el fascismo.
P. V.: Desde 1910 el futurismo ha introducido con la velocidad el odio del mundo. El fascismo lo definiría en primer lugar como asalto. Para Heidegger en Friburgo, el ser es el asalto; tras la guerra, es la espera... Indiscutiblemente, el fascismo y la velocidad se emparejaron para provocar una reducción del mundo, por lo demás aprobada por Hitler cuando afirma en 1943: "El mundo es en adelante demasiado pequeño para la guerra". En el nazismo, paralelamente a Auschwitz, se produce la exterminación mediante la Blitzkrieg, es decir, por el asalto absoluto.
-En la actualidad, hay fascinación por el ciberespacio. Usted se encuentra entre los que critican este nuevo avatar del mito de la comunicación. ¿Cómo define usted este territorio?
P.V.: El ciberespacio es la última forma de la cibernética social, es decir, de la interconexión de los individuos y de la puesta en la red de lo viviente. La cibernética, según Wiener, se define como una ciencia del gobierno. Si la velocidad es el poder, la velocidad absoluta que permite la cibernética instantánea es el poder absoluto. Se podría asistir a un condicionamiento mundial de las sociedad de y por el ciberespacio. Y, respecto al espacio, se trata sobre todo del tiempo, ya que aquí el territorio se confunde con la tierra, es decir, con un espacio limitado. Nosotros somos la única sociedad que ha alcanzado los límites planetarios. La mundialización es el fin del mundo, no en sentido apocalíptico, sino en el sentido de un acabamiento, de una clausura. El ciberespacio señala el advenimiento de este medio- velocidad absoluta, convertido en pole position de la carrera. El medio político por excelencia. La puesta en práctica de la velocidad de la luz hace que la Tierra en cuanto a extensión se reduzca, por así decirlo, a nada, y que el único lugar que subsista sea la velocidad misma. Cuando Einstein habla de la relatividad, se refiere a los espacios cósmicos, a la velocidad de las partículas. La velocidad de la luz es, como su nombre lo indica, un horizonte cosmológico. Hoy la relatividad ha sido repatriada en la Tierra, a escala de la vida cotidiana, y nosotros debemos regularla a través del ciberespacio, ¡hic et nunc! (*) http://ddooss.org/articulos/entrevistas/Paul_Virilio.htm