CUENTOS COMO PULGAS
CUENTOS DE AGUA
Sin miedo
Se aproximó a los juncos con lentitud de hexágonos. Desde allí alcanzaba a ver la última línea de olas. Miró a su izquierda, miró a su derecha. Durante unos segundos se ruborizó de verde, pero decidió bajarse la cremallera del caparazón. La tortuga atravesó corriendo la playa nudista. Algunos incluso la escucharon gritar de libertad. Antes de zambullirse en el agua ya se había bañado de sol.
Lo que esconde tu bañera
El ruido hipnótico del agua abierta sobre la superficie de la bañera despierta a los animales de las tuberías. Mientras tú te bañas, se asoma aso ma la ale aleta ta del tiburó tiburón n que que traza traza giros giros vertig vertigin inos osos os en el desagüe, la ballena resoplando nubes de burbujas blanquecinas, la raya que sobrevuela tus pies y te deja un rastro de cosquillas, el oso polar que te sopla frío en el cuello y descubre dónde te pica la espalda. Mientras tú te bañas se despierta el mar. El patito de plástico lo sabe y, a veces, se inquieta.
En el espejo
Cuando hacía mucho frío y Juan Luna se levantaba descalzo por la mañana y se acercaba al cuarto de baño y bostezaba dejando ver todos sus dientes y luego abría el grifo y se agachaba sobre el lavabo y se mojaba la cara con el agua helada… el oso polar, que lo observa observaba ba con atención atención desde desde el otro lado del del espejo, espejo, imitaba imitaba todos sus gestos.
Gallos de colores
Juan Juan Luna Luna solía solía cantar cantar en la ducha ducha por las las mañanas mañanas.. A veces veces desafinaba mucho y el baño se le llenaba de gallos de colores.
Después de una tormenta
Juan Luna se detuvo frente a uno de los charcos del camino. Se paró y nos hizo un gesto para que guardáramos silencio. Entonces todos nos colocamos a su lado y nos inclinamos sobre el agua. Al poco tiempo, el charco se llenó de burbujas y un delfín saltó por encima de nuestras cabezas.
El tazón de consomé
Se tiró de cabeza, dio unas cuantas brazadas de espalda, buceó un poco, tragó agua… Como cada tarde el elefante nadó sin prisas hasta alcanzar el borde del tazón de consomé. Luego tomó su albornoz y desapareció dejando un rastro de huellas diminutas sobre el mantel de la mesa de la cocina.
Sueños de un cantante de ópera Una tarde, Juan Luna nos anunció que iba a ser cantante de ópera. Cogió un libro de música y subió a la montaña. Al cabo de un rato, creímos ver su silueta corriendo ladera abajo. A poca distancia, le perseguía un grupo de nubarrones cargados de agua. Cuando Juan Luna una lleg llegó ó al bos bosque, nos pidió idió un cubo y se pasó pasó horas ras escurriendo pentagramas.
El trampolín
Como cada tarde de verano, los niños se habían acercado acercado al borde de la piscina. Llevaban bañadores de colores y sujetaban pequeños paraguas en sus manos. Desde abajo, dirigieron su mirada hacia el trampolín. A la señal de uno de los niños, todos los paraguas se abrier abrieron on al mismo mismo tiemp tiempo… o… Allí Allí arrib arriba a estab estaba a él, concen concentra trado do,, preparado para el salto. Se aproximó al borde del trampolín, brincó un par de veces sobre la tabla y tomó impulso para lanzarse al vacío. Después, con elegancia extrema, el hipopótamo se zambulló en el agua.
Pequeño Polo Norte
Había escalado complicadas paredes de hielo hasta que descubrió el gran glaciar del que hablaban los expedicionarios. Debía estar ya cerca del lugar donde la esperaban sus compañeras. Se ajustó el forro polar y consultó su brújula… Seguiría caminando en aquella dirección, se dijo… La hormiga llegó al campamento base justo en el momento en que Juan Luna abría la puerta del congelador.
Columpios
Cuando los columpios se detenían, amenazaba tormenta. Los niños se esco escond ndía ían n ento entonc nces es bajo bajo los los tobo toboga gane ness de ca cara raco col. l. Y los los carac ca racol oles es se disfra disfrazab zaban an de niños niños invadi invadien endo do los co colu lumpi mpios os.. Algunas veces, mientras escampaba, niños y caracoles se fundían en un abrazo inesperado.
Las lágrimas de la jirafa
Cuando la jirafa lloraba, las lágrimas resbalaban por su largo cuello. Resbalaban, resbalaban, resbalaban… y no llegaban a tocar nunca el suelo.
Puzzles
Para que no se aburriera, la vieja tortuga dejaba que Juan Luna le colocara las piezas del caparazón... A veces, cuando estaba triste, Juan Luna también dejaba que la vieja tortuga le recompusiera el corazón.
CUENTOS DE CIELO
Curso de papiroflexia Las lagart lagartija ijass había habían n hecho hecho un curso curso de papiro papirofle flexia xia porqu porque e querían volar y llegar hasta el sol… Aquella mañana todas se habían montado entusiasmadas en el avión de papel que habían fabricado en los últimos meses. Antes de despegar, una de ellas había activado el ventilador de la mesa de la cocina y el avión se deslizó a toda velocidad sobre la superficie de madera. Con la emoción, emoción, ninguna ninguna se había acordado acordado de abrir los cristales cristales de la ventana…
Difícil equilibrio
En el bosque de cometas hay un balancín de madera. Uno de los asientos ya está ocupado. En el que queda libre se han subido veinticinco niños formando una torre muy alta. Los más grandes se han colocado abajo, los chiquitos, arriba. Pero el balancín no se ha movido. Así que otros veinticinco niños se han montado en el mismo asiento. Y todos han contenido la respiración mientras el otro extremo del balancín se despegaba del suelo… Poco después, los cincuenta y uno consiguen el difícil equilibrio. Bastaría con que una mariposa diminuta se posara sobre uno de los niños para que el rinoceronte tocara el cielo.
Cómo volar alto
Las pulgas salieron corriendo alborotadas ladera abajo. Sujetaban el hilo y no dejaban de mirar al cielo. Corrían con todas sus fuerzas… no era fácil volar aquella cometa.
Esperando la lluvia
Uno a uno los niños se tumbaron sobre las hierbas azules del bosque de cometas. Ya se habían ajustado las gafas de natación y esperaban impacientes… Desde aquel lugar podían ver cómo se acercaban lentamente unas gigantescas nubes de color naranja. A la señal de Juan Luna, todos abrieron la boca. Poco después, comenzó comenzó a llover un zumo dulce que sabía a verano. Y el aire olía a azahar.
Quiero volar Todas las mañanas el pájaro del reloj de cuco se sienta en su ventana y piensa: quiero volar. Pero las agujas del reloj le señalan el cielo y le hablan de los otros pájaros y le hacen entender que nunca volará. Entonces el pájaro del reloj de cuco vuelve a su cama. Convencido. Pasan las horas sin tiempo y la noche le trae una suerte de olvido. Al amanecer, regresa a su ventana y se dice bajito, para que no lo escuchen: quiero volar.
CUENTOS DE TIERRA
El bicho bola
Después Después de dar muchas vueltas, el bicho bola salió del bombo de la lotería, rodó hasta las manos del niño de san Ildefonso y le susurró al oído: “Soy el seis”.
Tobogán Uno a uno los niños se fueron arremolinando en torno al tobogán del parque al tiempo que miraban hacia arriba. Luego inventaron toda clase de gritos de ánimo y agitaron los brazos para que se tirase. Pero él no se movía. Al verle allí sentado, una pequeña se acercó a la escalera y decidió subir los peldaños hasta llegar a su altura. ¿Puedes bajar ya?, le preguntó conmovida. Él negó con la cabez ca beza a lanzan lanzando do al aire aire un peque pequeño ño susp suspiro iro azul. azul. ¡¡Nos ¡¡Nosotr otros os también queremos subir!!, exclamaron a coro los niños desde la arena. Pero él se limitó a encoger los hombros con resignación. Fue Fue enton entonces ces cuan cuando do compre comprend ndier ieron on que que se habí había a queda quedado do atascado otra vez y decidieron subir en tropel para darle un último empujón… El elefante pudo sentir, como cada tarde, la brisa en las orejas mientras descendía por la rampa del tobogán.
El huevo cuadrado
La gallina puso un huevo cuadrado. De su interior, al cabo de algún tiempo, salió un hipopótamo pequeñito… Madre e hijo se reconocieron al momento y se fundieron en un abrazo.
De dónde vienen las cigüeñas
Cuando sonó el timbre de la casa, la cigüeña se acercó a la puerta principal hecha un manojo de nervios… Llevaba ya varios meses esperando aquella visita. Tragó saliva y notó cómo se le aceleraba el pulso pulso.. Al abrir abrir la puert puerta, a, descu descubri brió ó a un desco descono noci cido do que que llevaba una cesta en sus manos. La cigüeña miró enternecida en su interior… El señor venía de París.
Invierno
Con la llegada de las primeras nieves los caracoles resbalaban a gran velocidad por los tubos helados de las cañerías. Sentían el vértigo en las mejillas y abrían los ojos asustados.
Grande, pequeño
Si la lombriz se estira dará la vuelta al mundo, si se encoge pasará inadvertida. Si la lombriz se lo propone su cabeza asomará en cualquier lugar que sueñe… Pero si tiene miedo se hará invisible…
CUENTOS DE NOCHE
Lobo verde bajo las estrellas
Había una vez un lobo verde que balaba las noches de luna llena. El rest resto o de la ma mana nada da se dest dester erni nill llab aba a de risa risa pero pero las las ovej ovejas as lo adoraban.
La mariquita
La mariquita se apostó todos sus puntos en una partida de cartas. No tuvo suerte aquella noche y salió del casino roja de vergüenza…
Dieciocho dientes
El pequeño cocodrilo había perdido dieciocho dientes aquel día. Se acostó temprano, ilusionado y feliz… no podía dejar de pensar en el ratoncito Pérez.
El viejo búho
En los ojos del viejo búho caben todas las estrellas. Y cada estrella esconde los sueños de miles de niños. Por eso el viejo búho conoce todos los secretos. Pero no dice ni pío.
Al oído Excepto la jirafa, que tenía los pies en la tierra y la cabeza en las nubes, todos los animales de la sabana se habían enterado del
secreto del león. Una noche, las pulgas se subieron unas a otras y formaron una escalera infinita… Cuando alcanzaron la oreja de la jirafa, le susurraron el secreto al oído y sonrieron divertidas.
El secreto del león
El león se miró al espejo, tomó un peine y se lo pasó con esmero por el único pelo que le quedaba en la cabeza. A continuación,
como cada mañana, se colocó una enorme peluca y salió a la calle.
El vuelo de los elefantes
Hace años los elefantes voladores dormían sobre los cables de alta tensión o abrazados a los postes de la luz. Podían brillar en la oscuridad de la noche y, a menudo, se confundían con estrellas.
Nadie se explica aún cómo lograban volar tan alto con aquellas alas minúsculas.
Eclipse de ballena
A veces, la ballena jugaba a tapar la luna… Daba un gran salto mortal en medio de la noche y se quedaba suspendida en el aire durante horas. La observaban sorprendidos los habitantes de la
luna a través de sus telescopios y anotaban las fechas de los eclipses de tierra en los libros de astronomía.
Tigres de ciudad
Por las noches, los gatos jugaban a las sombras chinescas. Se transformaban en tigres silenciosos y caminaban muy despacio sobre los tejados de la ciudad.
Contando ovejas
La oveja tomó carrerilla y se aproximó a la valla con decisión, pero al llegar a la cerca frenó en seco y cayó al suelo… Todas las ovejas que corrían tras ella tropezaron y se fueron amontonando
unas sobre otras. Aquello ocurría las noches de insomnio, cuando Juan Luna se confundía al contarlas.
Desnudo
El erizo se levantó una mañana sobresaltado. Un peine le había robado sus púas durante la noche.