Oportunidades HISTORIAS DE ÉXITO
2008
Secretaría de Desarrollo Social Coordinación Nacional del Programa de Desarrollo Humano Oportunidades
Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO Diciembre de 2008 © Coordinación Nacional del Programa de Desarrollo Humano Oportunidades ISBN 978-968-838-647-7, para la edición en español ISBN 978-968-838-648-4, para la edición en inglés
Coordinación Nacional del Programa de Desarrollo Humano Oportunidades Insurgentes Sur 1480, colonia Barrio Actipan Delegación Benito Juárez 03230 México, D.F. Impreso en México Se autoriza la reproducción del material contenido en esta obra citando la fuente. Los conceptos y opiniones expresados en el presente libro, representan únicamente el punto de vista de los entrevistados; no refleja necesariamente la visión de la Coordinación Nacional del Programa de Desarrollo Humano Oportunidades ni de las instituciones a las que pertenece. Para mayor información 01 800 500 50 50. Este Programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos al desarrollo social. / El condicionamiento electoral o político de los programas sociales constituye un delito federal que se sanciona de acuerdo con las leyes correspondientes. Ningún servidor público puede utilizar su puesto o sus recursos para promover el voto a favor o en contra de algún partido o candidato. El Programa Oportunidades es de carácter público y su otorgamiento o continuidad no depende de partidos políticos o candidatos.
Redacción y corrección de estilo
Mauricio Carrera Entrevistas y reportajes
Roxana Galindo Ochoa Orozco, René León Velázquez, Bertha Sánchez Fotografía
Sebastián Beláustegui Keller Edición Fotográfica
Ivan Beláustegui Keller Sebastián Beláustegui Keller Digitalización fotográfica
Marco Antonio Alpízar Medina Traducción al inglés
Claudia García Naranjo Cinca Diseño y formación editorial
Jorge Alberto Sandoval
Oportunidades
HISTORIAS DE ÉXITO
Fotografía Sebastián Beláustegui Keller Redacción Mauricio Carrera
Contenido
Introducción
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Todo se logra con vocación y amor
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Vivir es más dulce
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El chico de los dieces
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Veo mucha diferencia en nuestra vida
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Una mujer se transforma
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Yunuén: ecoturismo comunitario
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Quiero ser médico
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La única herencia que te puedo dejar
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Un ángel en mi vida
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El Jefe: un estudiante de oro
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Decidimos no cruzarnos de brazos
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Jitomates y Esperanza
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Aroma de manzana
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Una mujer firme y decidida
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La educación no tiene “peros”
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Perseguir sueños, y conejos
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Mejor salud, mejor educación
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Nuestros hijos van a vivir mejor
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Una anciana impulsa la Mecatrónica
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Flores por doquier
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Introducción
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as nociones tradicionales de éxito, que elogian y reconocen a quien alcanza la fama, el prestigio profesional o económico, la adquisición de renombre, poder, bienes materiales o una gran fortuna, se tambalean y minimizan cuando las comparamos con los logros obtenidos en medio de circunstancias francamente adversas como las que se manifiestan en la extrema pobreza. La falta de oportunidades, el analfabetismo como condena social, la pertenencia a comunidades largamente marginadas por su lengua, costumbres y características étnicas, lo precario de la situación económica y social imperante, el desempleo, los trabajos mínimamente remunerados, la ausencia de condiciones para satisfacer cuestiones tan elementales como la alimentación, el vestido, la vivienda, la educación y la salud, son obstáculos que por supuesto lesionan la dignidad humana e impiden el progreso y desarrollo a nivel colectivo y personal de un gran número de nuestros compatriotas. Estos obstáculos, estas condiciones adversas, se multiplican y se reproducen de tal forma que por sí mismas producen nuevos y más grandes retos, en un círculo vicioso que, lejos de alentar las posibilidades de salir adelante y de contar con una mejor calidad de vida, hace más grande la brecha entre quienes tienen y nada tienen, e incluso entre la noción de pobreza y la miseria más absoluta. Por eso, cuando alguien logra superar estas enormes dificultades, estos desafíos verdaderamente mayúsculos, así sea de manera mínima, apenas trascendente para la visión estrecha de lo que en términos generales se considera como exitoso, el resultado es digno de los mayores elogios y merece aún más el certero calificativo de éxito.
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Este éxito se refleja en hombres, mujeres y niños provenientes de regiones empobrecidas, que viven en la marginación y la miseria, pero que han preferido, antes que cruzarse de brazos o alzarse de hombros, optar por la superación personal y la esperanza de un futuro mejor para ellos mismos y quienes los rodean. Las historias que aquí se incluyen son una muestra de la voluntad de progresar de muchos mexicanos. El salto cualitativo que han dado en sus condiciones de vida es mayúsculo y ejemplar, sobre todo en virtud de las circunstancias tan adversas a las que no han dejado de enfrentarse desde el momento mismo de su nacimiento. Se trata de seres humanos que han sabido aunar su propio orgullo personal para salir adelante con las oportunidades que se les han brindado, a efecto de beneficiarse ellos mismos, sus familias, sus comunidades y, en general, el país entero. Estas historias de éxito comprenden seres humanos decididos a dejar atrás el analfabetismo, la discriminación, la carencia de dinero, la insalubridad, la falta de orientación sexual, los falsos estereotipos, los tabúes sociales, la ausencia de atención médica, la marginación y la pobreza extrema, a efecto de romper el círculo del empobrecimiento y sus graves consecuencias. Sus historias son prueba contundente de que el esfuerzo personal junto con los apoyos sociales no producen un paternalismo sino, por el contrario, son la base para ir construyendo el siempre muy noble empeño de Vivir Mejor.
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Todo se logra con vocación y amor
Sentía discriminación por ser indígena Cuando era pequeña, era muy tímida. No quería participar en nada, sobre todo cuando se encontraba entre mestizos. A una tzotzil como ella nadie la tomaba en cuenta. Asistía a la escuela, pero siempre estaba sola, callada, no tenía amigas porque sentía discriminación por el solo hecho de ser indígena. Edith López Hernández nació en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Su vida no ha sido fácil. De sus nueve hermanos, los dos mayores murieron a muy temprana edad. Se casó muy joven, a los quince años. Su esposo era nueve años mayor que ella y falleció seis años después. Yo sentí que el mundo se me venía encima. Tenía 21 años y la sensación de que mi vida se había acabado, que no tenía sentido. Mi autoestima estaba por el suelo. Más aún, porque a nosotras, las mujeres indígenas, no se nos valora. Mi vida había sido mi esposo y mis hijas. De repente me quedé sola, sin saber qué hacer… La invadieron la tristeza y las preguntas:“Dios mío, ¿qué voy a hacer? ¿Me meteré a lavar ropa ajena? ¿Voy a depender de mis hijas cuando crezcan?”. Estuvo deprimida y apesadumbrada por algún tiempo, hasta que reaccionó: “¡No, eso no, Edith!”, y buscó la forma de salir adelante. Regresó a vender las artesanías que ella misma hacía: Chales, pulseras, gorras. Llevo todo lo que hago a Santo Domingo y ahí lo vendo. Tejo con gancho y bordo cualquier cosa. Eso lo aprendí con mi mamá. De mi esposo aprendí a trabajar la talabartería, así que también hago bolsas de piel, carteras y otras cosas. Oportunidades llegó a su vida casi al mismo tiempo.
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
Fue mi mamá la que metió mis papeles para que me hicieran la encuesta. Yo trabajaba, no estaba cruzada de brazos, pero no me alcanzaba y no veía salida. Al principio yo pensaba que Oportunidades era un apoyo para mantener a la gente y como quizá soy orgullosa en ese aspecto, no me gustaba la idea de que me mantuviera el gobierno. Después, poco a poco, empecé a ver otros caminos y a comprender todos sus beneficios. El apoyo que me dieron para alimentación sí nos sirvió mucho. Ponte a e studiar. Ponte a trabajar Edith habita el mismo terreno con sus padres y sus hermanos pequeños. Ellos viven aparte y ella tiene su propio cuarto, que comparte con sus pequeñas hijas, Janeth, de 8 años, y Laisha, de 6. Es un espacio minúsculo donde una cortina divide a la recámara de la sala. Los alimentos los prepara afuera, mediante un fuego hecho con leña. Sus padres no fueron a la escuela pero ella sí. Terminé la primaria gracias a ellos, que tenían un concepto distinto al de muchas personas en las comunidades. Otros dicen:“no, para qué la escuela, mejor el trabajo” o “esto no te va a llevar a nada, no te va a ayudar; estudiar no te va a sacar adelante, sino que trabajar es mejor porque ves tus frutos”. Yo sé que los frutos del estudio no se ven tan rápido, pero ahora lo valoro mucho más, porque el trabajo y la educación van de la mano. Hace poco, Edith se puso a estudiar la secundaria abierta. Está contenta. Tengo que batallar con estudiar y trabajar al mismo tiempo, pero está bien. Es la forma de progresar. También mis hijas estudian. Están en tercero y en primero de primaria. Así, de generación en generación, creo que estamos avanzando. Su propia madre la ha impulsado, a su manera. Habla un poco de español, no mucho, pero aun así, si hay algo que no le gusta, levanta la mano y no se queda callada. Esa actitud siempre me ha gustado. No se queda con dudas.
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Todo se logra con vocación y amor
Me ha enseñado a esforzarme para obtener lo que deseo. Por ejemplo, nunca me dice: “descansa, tómate una siesta”. Al contrario, me dice: “si quieres salir adelante, tienes que levantarte temprano. Ponte a estudiar. Ponte a trabajar”. En Oportunidades fue Vocal de Educación. Al tratar con otras mujeres de la comunidad, Edith se dio cuenta de la gran vulnerabilidad y discriminación que sufren las mujeres indígenas. Nos excluyen de todo y no le dan valor a los que no saben leer ni escribir. Los mestizos dicen: “los indígenas son ignorantes”, y tal vez sea cierto, pero somos ignorantes de las teorías, no de la realidad de la vida. De eso conocemos mucho. A partir de ese momento, Edith se decidió a volcar parte de sus esfuerzos a la alfabetización de las mujeres indígenas. Todo lo que está cambiando en mi vida empezó hace como uno o dos años. Ha sido una cosa rapidísima. En cuanto decidí lo de la alfabetización y compartir lo que sé para no quedármelo, vino todo lo demás. No es fácil, pero hay que tener vocación y amor para hacer las cosas, si no, de qué sirve. El amor al trabajo es lo que te va a dar el resultado. ¿Cómo convencer a las mujeres de estudiar? Al principio llegaba y simplemente les decía: “por favor, estudien”, pero ellas ponían toda clase de pretextos. Me frustré, decepcioné y me pregunté cómo le iba a hacer para convencerlas. Un día las reuní y les dije: “si ustedes no quieren, no importa, yo no las voy a forzar para que estudien. Lo único que quiero decirles es que yo sí sé leer y escribir y lo quiero compartir con ustedes, pero si ustedes no me dan ese acceso de compartir lo que a mí me enseñaron en la primaria, pues ya no importa. Si ustedes quieren quedarse así, como están, perfecto, no importa”, y entonces pasó algo inesperado: fueron ellas las que me buscaron y se alfabetizaron como en tres meses. Alfabetizar no es una tarea sencilla. Edith tiene que vencer muchos obstáculos. Algunas mujeres le dicen: “estudiar, para qué; prefiero trabajar”. O “la educación es un lujo que no me puedo dar; debo llevar de comer a mi casa”. El año pasado participó como facilitadora voluntaria en Chiapas Solidario por la Alfabetización. Alfabetizó como a 40 mujeres. Lo que más
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le gustaba era cuando las convencía y le decían: “está bien, me alfabetizo contigo”, y cuando las veía leer y escribir. Recuerda un caso que le sucedió en Santo Domingo: Había mucha gente mestiza y fueron a sondear el lugar y a preguntar si sabían leer y escribir y todos dijeron que sí. Nadie respondió: “yo no sé”. Pasaron como cinco veces y siempre contestaban lo mismo. Luego me mandaron a mí para hacer un diagnóstico y descubrí que había como veinte mujeres que no sabían leer ni escribir. Habían contestado que sí sabían porque les daba pena. Yo sólo les dije:“si ustedes quieren aprender, siempre hay una oportunidad”. Dijeron que sí y la mayoría le echó ganas. En tres o cuatro meses aprendieron las letras y con la práctica empezaron a leer mejor. Algunas quieren volver para entrar a otro nivel y tal vez terminar la primaria. Mamá, eres inteligente Janeth y Laisha son el motor de Edith para progresar y ser mejor cada día. Mi mamá nunca me compró cuerdas para jugar, ni muñecas, pero yo a mis hijas les compro todo lo que puedo. Las incentivo, nunca las dejo sin lunch. Les he comprado lo necesario para la escuela, me he sacrificado mucho. Veo la tarea con ellas y las ayudo cuando no entienden algo. A veces me dicen: “mamá, eres inteligente”. Yo les explico que antes no entendía nada de coherencia o de conceptos, pero que las personas con las que he trabajado me han ayudado a conocer esos y otros términos. Siempre les digo que estudien. También, que nunca se olviden de dónde vinieron, de los valores que tienen. Con ellas hago el papel de madre y padre, así como el de amiga y compañera. Juego con ellas, platicamos. A veces, la más grandecita me dice:“mamá, ya no quiero hacer la tarea”, y yo le contesto: “mira, chiquita, si haces o no haces la tarea a mí no me importa. Pero, cuando crezcas, la que va a salir afectada vas a ser tú, así que haz la tarea y haz una letra bonita”. Les digo mucho que si no estudian no van a poder defenderse. Este año, y como parte del programa Chiapas Solidario por la Alfabetización, Edith presentó su experiencia como alfabetizadora en San Cristóbal y luego en otra reunión a nivel nacional.
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Todo se logra con vocación y amor
Ahí se encontraba un grupo de cubanos que ensalzaron su labor y le dijeron que querían llevarla a Cuba porque su experiencia era muy valiosa. Un mes después me dijeron:“Edith, tienes que sacar tu pasaporte porque te vas a Cuba”. Yo grité de felicidad. Nunca imagine que iba a salir de Chiapas y menos que me iba a subir a un avión. Edith estuvo una semana en Cuba para aprender un nuevo método de enseñanza y se presentó en el Congreso Iberoamericano de Alfabetización y Educación Básica para Personas Jóvenes y Adultas. Dio una conferencia ante delegados de treinta países y todos le aplaudieron mucho. Edith hasta lloró. Les hablé sobre mi experiencia como facilitadora bilingüe, de lo difícil que es romper las barreras que tienen las personas indígenas para cambiar su concepto de educación. Teorías y metodologías hay muchas, pero aplicarlas a la realidad es diferente. Ellos me dijeron “lo que siembras con llanto, lo recogerás con regocijo”. Yo sólo les di las gracias. Estuve una semana en Cuba. Fue muy bonito estar ahí. A sus 24 años, Edith ha dejado su timidez de antaño para convertirse incluso en locutora de radio. El Centro de Capacitación para la Comunicación y el Desarrollo Humano A.C. le dio un curso de actualización de Comunicación Radiofónica. Constó de 30 horas y la capacitaron como conductora, productora y locutora. Hace poquito empecé con el programa que sale los domingos y los jueves en la estación Radio Alfa y Omega, en el 104.1 de FM. Los jueves, de 3 a 4, es un programa infantil, y los domingos para jóvenes, de 11 a 1 de la tarde. Los hacemos con música, con historias, con valores. Me gusta mucho. Es un trabajo voluntario. Hago traducciones del español al tzotzil. Cuando me gusta un libro o una frase, lo traduzco para los demás. Por ejemplo, algo así como: “nunca te compares a nadie porque habrá mejores o peores que tú; entonces, mejor no te compares”. Eso lo traduje porque, la verdad, lo mejor es no compararse.
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Edith cuenta ahora con el reconocimiento de su comunidad, a la que de manera voluntaria ha decidido enseñar a leer y escribir. No se siente ni más ni menos que otras personas: Tengo valores muy firmes que me han enseñado a no ser prepotente o a sentir que todo lo sé. Al contrario. Soy humilde. Se me ha enseñado a respetar a la gente, a opinar y a aceptar mis errores. También a defenderme y a no dejarme. Nunca quiso ser maestra pero ahora le gusta enseñar. Quiere llegar a la universidad y tal vez estudiar pedagogía. Por lo pronto le gustaría ampliar su campo de acción y organizar talleres para las titulares del Programa Oportunidades. Quisiera darles talleres de superación personal, de manualidades, no sé, de muchas cosas. Creo que es muy importante, porque a veces cuando llega el dinero no lo usan adecuadamente o se gasta hoy y mañana ya no hay. A mí me gustaría mucho que ese dinero que reciben aprendieran a invertirlo en algo. Que se reproduzca. Si se piensa en algo productivo con $100.00 no sé, se podría invertir en algo pequeño, luego a los otros dos meses pues $100.00 más. Invertir para producir más, porque yo veo que no hay eso. Los ingresos de Edith provienen de la venta de artesanías los domingos, pero lo que recibe de Oportunidades le ha servido mucho. Ahora su hija Janeth va a tener su beca y eso será un incentivo más para que siga estudiando y aprendiendo. Ahora soy muy feliz, estoy muy contenta. Mientras Dios me permita vivir voy a inculcarles a mis hijas buenos valores, como la humildad, el respeto, la sinceridad, y también las palabras mágicas: “por favor”, “gracias”, “disculpa”, “cometí un error”. Les digo que no se olviden que estudiar y trabajar van de la mano. Ya están aprendiendo a bordar. Por las tardes, después de la tarea, hacen costura y juegan con su cuerda mientras yo lavo y hago otras cosas. A mí me gusta compartir, me gusta servir. No me gusta quedármelo todo. Siento que si sé una cosa y no la transmito me quedo sin avanzar. Así que seguiré siendo alfabetizadora. Me gusta mucho y lo hago con mucho amor.
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Vivir es más dulce
“Mi esposo desconfiaba” Los pollos entran y salen libremente de la casa. San Felipe Teotlalcingo, en la parte central del estado de Puebla, es un pintoresco poblado por completo rural, humilde, con calles terregosas y polvorientas. Cerdos, vacas, gallinas y borregos deambulan por sus rincones. La casa de Socorro Palma Cazabal también es humilde y pequeña, aunque, eso sí, muy limpia. Cinco de sus hijos se aparecen, curiosos. Están bien peinados, pulcros, respetuosos, y se muestran muy interesados en la plática de su mamá: Al principio, cuando nos llegó el Programa, mi esposo no quería nada de nada, no sabía bien de lo que se trataba y desconfiaba. Nos explicaron lo que es el Programa y a mí me gustó. Le dije: aceptemos lo que nos dan. Nosotros trabajamos para que nuestros hijos salgan adelante, pero ya no es igual. Ya estamos grandes y vamos para abajo. Tal vez a nosotros Oportunidades no nos haga falta, pero a mis hijos sí. Es un buen apoyo, le hice ver. Él lo entendió y aceptó. Ahora él es el primero en acudir a su cita con el doctor. Mis hijos se enferman menos. El doctor los checa. Si tienen gripa, les da medicina. Cada mes, además, nos toca plática. La doctora viene y nos apoya mucho para que nuestros hijos estén sanos. Socorro tiene en total siete hijos. Somos nueve en casa y Oportunidades nos ayuda a salir adelante. Todos mis hijos estudian, pues no quiero que se queden como yo, que fui hasta sexto de primaria. Eso fue antes. Ahora, gracias a Oportunidades, Socorro tuvo la posibilidad de volver a estudiar y cumplió su propósito de finalizar la primaria. Actualmente cursa el primero de secundaria.
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Sus hijos la ven con orgullo y simpatía. Ella los voltea a ver y dice: Ya tengo cinco de mis hijos que reciben beca de Oportunidades. El mayor está en tercero de bachillerato. Tiene otro en primero de bachillerato, otro más en primero de secundaria, una niña en sexto de primaria, otro hijo en cuarto, y dos hijas más, que aún no tienen beca, en segundo y primero de primaria. A mis hijos les gusta mucho la escuela. Es tanto su gusto que por eso me decidí a volver a estudiar. Uno como madre debe seguir siendo un ejemplo y me metí de nuevo a terminar la primaria. Mis hijos querían ayudarme hasta con las tareas, pero yo no se los permitía. Mejor déjenme a mí, les decía, y yo solita me amarraba la cabeza y solita tenía que aprender. Mi hijo mayor insistía en ayudarme. “A ver, mamá, dime qué no entiendes”, y se acomedía conmigo. Yo le agradecía su apoyo pero le respondía: “no, yo tengo que aprender por mí misma, le tengo que echar ganas”. Los dulces Socorro y su familia hacen dulces para sobrevivir. Tienen seis años de dedicarse a esta actividad. La íbamos pasando pero con lo que vendíamos no nos alcanzaba para mandar a todos los niños a la escuela o para llevarlos al doctor. Esto ha cambiado. Con Oportunidades cuentan con apoyo para útiles escolares y transporte. Por supuesto, nosotros seguimos trabajando, y con más ganas. De hecho, trabajamos el dulce en mayor cantidad. Sentimos que es nuestra obligación tratar de salir adelante. No nos cruzamos de brazos y esperamos el apoyo sin hacer nada. Al contrario, es algo que nos motiva a seguir trabajando para nuestros hijos. Ellos mismos están conscientes de esto. No sólo son buenos estudiantes sino que nos ayudan. Mis dos hijos grandes trabajan. Cuando llegan de la escuela van a cortar un poco de flor. Después, como a eso de las cinco o seis de la tarde, todos nos reunimos para ayudar en lo del dulce. Todos participa-
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Vivir es más dulce
mos. Mi esposo lo hace, pero cada quien tiene su tarea. Algunos alzan las piezas, otros las meten a las cajas y otros empaquetan. Esto es bueno, porque les enseña que hay que trabajar y no estar atenidos únicamente a los apoyos que recibimos. El dulce lo venden en Cholula. Ahora que los niños estaban de vacaciones, nos fuimos diario a vender. Es la temporada en que llega mucho turismo y busca el dulce. Claro, cuando los hijos están en la escuela, sólo vamos sábado y domingo. “Antes, los niños iban a la escuela con zapatos rotos” Socorro lleva tres años en el Programa. Antes de que tuviéramos Oportunidades yo no sabía que tenía que llevar a mi familia al médico. Ahora sé que hay que ir a la cita aunque no estén enfermos. En la clínica nos atienden a todos, a la familia entera, incluso a mi esposo y a mí. Eso me gusta. Está muy bien que nos atiendan a todos. Sus dudas en cuanto al Programa las resuelve con doña Luminosa, la vocal que le queda más cerca de casa. Siempre nos da la información o ayuda que pedimos. Ante cualquier problema me dice qué papeles necesito y me orienta en todo. Lo mismo sucede con los que vienen del Programa. Les comento mis problemas y ellos nos tratan muy bien. Para Socorro la escuela ha mejorado desde que llegó Oportunidades. Antes no había muchos niños que fueran bien uniformaditos. Iban con sus zapatitos rotos o su ropita muy sencilla. Ahora van con su ropita nuevecita o bien arregladitos. Hay más niños que estudian y la propia escuela va mejorando. La vida cambió para Socorro, su esposo y sus hijos.
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Desde que tenemos Oportunidades estamos más tranquilos. Si no hay venta, con este apoyo podemos darles a nuestros hijos lo que necesiten para sus útiles, para sus zapatos o para su uniforme. En fin, para todo lo que necesiten de la escuela. Finaliza, con una expresión sincera de agradecimiento: Está muy bien que exista este Programa, pues sí sirve de ayuda a todos los que recibimos el apoyo. Oportunidades se está viendo que sí es una ayuda grande. La casa consta de tres cuartos, uno en donde preparan los alimentos, otro con una mesa y algunas sillas en donde preparan y empaquetan los dulces y también una cama, en el otro cuarto 3 camas.
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Vivir es más dulce
El chico de los dieces
Desde chiquito era bien listo Ulrich Paul, además de guapo, es un niño muy destacado en los estudios. Sus ojos son enormes, verdes, vivarachos y curiosos. Es de ascendencia rusa. Sus bisabuelos llegaron de Rusia a principios del siglo XX. Se conocieron en Durango, se casaron y tuvieron tres hijos. Frida Haydt Fast es su abuela. Su nieto acaba de terminar la primaria. Las seis boletas anuales de calificaciones muestran una impecable trayectoria escolar de puros dieces. Es un estudiante de excelencia. Ha participado de manera destacada en diversos concursos académicos a nivel sector, zona y estatal, como la Olimpiada del Conocimiento Infantil, y certámenes de lectura, computación e inglés. Su mamá, Dolores Margarita Sánchez Haydt, está orgullosa de su hijo: Desde chiquito era bien listo. Su maestra de kínder me dijo:“este niño es terrible y medio vago, pero muy inteligente”. Aprendió muy pronto a leer, a escribir, a recortar. La escuela le parece fácil. Le gusta mucho. A cada rato me dice: “mamá, quiero leer este libro o este otro”. Por eso tenemos tantos libros. ¡Y todos los ha leído! Mi mamá nos enseñó a leer porque decía que era lo más importante de todo. Ahora, con el Internet, está más a gusto porque encuentra muchas cosas que le interesan. Ulrich tiene muchos reconocimientos por su aprovechamiento escolar. También es un buen orador y tiene un reconocimiento por las “Antipandillas” que organiza la Presidencia Municipal. Cada año, sin faltar, ha recibido diplomas y medallas. Un día llegó todo triste para decirme que otros niños ganan trofeos en el futbol y él no. Que sus medallas ni siquiera eran de verdadero oro, como las de las Olimpiadas. Tuve que
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explicarle que cada medalla vale mucho porque representa su esfuerzo y que cada quien tiene distintas aptitudes: él es bueno en los estudios y otros en el futbol. Quiero estudiar Ingeniería en Sistemas Computacionales Ulrich Paul Ramírez Sánchez es hijo único. Tiene 12 años y vive en Chihuahua, Chihuahua, con su mamá y con su abuela. Habita en una pequeña casa, de madera en su mayor parte, con una cocina-comedor, una recámara y un baño. Desde hace 20 años viven en la colonia Cuauhtémoc, pero sólo tienen 11 de vivir en esa casa. En la entrada que da a la calle se adaptó un pequeño espacio para expender algunos medicamentos de venta libre y productos de primeros auxilios. En un lado de la casa le están construyendo su propio cuarto a Ulrich, “porque ya es grande y tiene que tener su espacio”, como dice su mamá. Aunque todavía no está terminado, su hijo sube y se queda ahí por largos ratos, imaginando, tal vez, cómo será cuando lo terminen. Por el momento, su rincón favorito es donde tiene su computadora conectada a Internet. La computadora la compró mi mamá para ayudarse en la casa rentando el uso de Internet y la va pagando cada mes. Yo la uso mucho pero también viene gente para que le ayude a bajar una canción o para ayudarles con una tarea. Hace rato le ayudé a una señora a poner una tarjeta. Algunas cosas las aprendí a hacer en dos cursos de treinta horas cada uno que tomé durante el verano, pero también he aprendido leyendo solo. Ulrich terminó la primaria en la escuela “José Vasconcelos” y ahora está en la Secundaria 51, en primer año. Me gusta sacar buenas calificaciones porque mi mamá se pone muy contenta. Ahora tengo más materias y profesores. Todos son muy buenos. La mayoría de mis amigos de la primaria se fueron a otras escuelas, pero ya conocí a más gente y tengo nuevos amigos. La materia que más le gusta es Ciencias. También le atrae la historia de México y la de los siglos XVI y XVII, que es la época de los grandes descubrimientos geográficos. Se interesa asimismo por la tecnología,“porque me gusta armar y desarmar todas las cosas”. Su meta es continuar con sus buenas calificaciones.
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El chico de los dieces
Quiero sacar siempre dieces. Creo que voy a completar mis estudios aquí en Chihuahua y luego quiero trabajar en otro lado para que me paguen bien. Voy a estudiar hasta el doctorado o la especialidad, pero lo primero es ser ingeniero en Sistemas Computacionales. Dolores Margarita no pudo terminar la escuela. Llegó hasta la preparatoria. Su educación se truncó por la necesidad de trabajar para sostenerse. Se separó de su esposo hace cinco años. Se las ha visto duras. Ha laborado lo mismo en una oficina, para el INEGI, o en el campo, en la pizca de manzana. Éste último es un trabajo agotador. La jornada muy larga, de siete de la mañana a siete de la noche. Dolores Margarita se iba sin desayunar. Llevaba su “lonche”, que devoraba con rapidez, en los escasos quince o veinte minutos que les daban para comer. Tenía que subir unas escaleras para alcanzar las manzanas. Lo que más le molestaba era viajar en los camiones. Era peligroso e incómodo. Viajaban todos amontonados, “como vacas”. En 2002 tomó el “Curso de capacitación para personal de farmacia en el manejo, conservación, distribución y almacenamiento de medicamentos”. Le ha servido para atender y organizar la pequeña farmacia que tienen en casa. Es un negocio familiar. Ahora trabajo aquí en casa, con mi mamá. Ella me dijo: “¿para qué te vas a otro lado si ni hay trabajo? Mejor vente conmigo y yo te doy para la comida. Como sea estamos en casa, al pendiente del niño”. Acepté, en parte por eso y en parte para ayudarla. Ya tiene 83 años y no puede con todo. Es titular de Oportunidades desde hace cuatro años. Es Vocal de Vigilancia, pero también es promotora de salud y Presidenta del Comité de Pláticas. Hace tres años tomó un curso-taller para prevenir adicciones e integrar a las familias. La gente me decía: “tú no puedes tener Oportunidades porque tienes refrigerador”. De todos modos fui, solicité el apoyo, vinieron a hacerme la encuesta y el estudio, y, por fortuna, me quedé. Si no fuera por Oportunidades quién sabe dónde estaríamos. La beca de Ulrich nos cayó del cielo, porque yo veía las ganas que mi hijo le echaba al estudio. También veía que no me rendía el dinero para sus zapatos o el uniforme. Antes no me alcanzaba para nada. Trabajaba mucho y de todas formas el dinero no me rendía, no teníamos luz…
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Dolores Margarita platica que cuando la gente conoce a Ulrich le preguntan “¿y por qué no tuvo más hijos?”, a lo que ella contesta con una amplia sonrisa: “porque a lo mejor no me hubieran salido tan listos”. Ahora ella quiere empezar a ahorrar para pagar el tratamiento de ortodoncia que Ulrich necesita. Sabe que el costo médico es muy alto, pero siente que su hijo merece todo su esfuerzo. Tiene muchas ganas de triunfar y yo quiero que triunfe, que haga todas las cosas que quiere, que no se me quede en el camino. Es muy listo, muy capaz. Con el Programa yo creo que sí vamos a poder. Que llegue a la universidad, eso es lo que más quiero. Cincuenta años como farmacéutica La vida de Frida Haydt no ha sido fácil. Mi mamá apenas hablaba español. Trabajaba pintando casas y lavando ajeno. El gobierno nos daba zapatos a mis hermanos y a mí cuando estábamos chicos, porque andábamos descalzos. A mí me hacían callos, pero aprendí a ponerles un cartón en el talón para que me levantara el pie. La abuela de Ulrich llegó hasta el tercer año de la carrera de Farmacia, pero interrumpió sus estudios porque necesitaba trabajar. Entré a una farmacia y el dueño me dijo que no podía seguir estudiando, pero que ahí iba a aprender lo que me faltaba, y pues sí, aprendí mucho, pero no tuve “el papelito” y tampoco pude nunca ser Responsable de Farmacia, que era lo que yo quería. Desde que recuerda, siempre le gustó esta actividad. Cuando era niña y su mamá la mandaba a la farmacia a comprar brillantina o crema suelta, la pequeña Frida se tardaba en regresar a casa con el encargo. Su mamá le preguntaba: “¿había mucha gente, hija?”. Y ella le contestaba: “No, mamá, lo que pasa es que había un olor tan rico”. Le gustaba el olor a medicina y, en general, a los ingredientes que usaban para prepararlas.
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El chico de los dieces
De los tres hermanos, sólo yo estudié. Fue con mucho esfuerzo. Me inscribí sola en la secundaria. Mi mamá me había dicho que no podía seguir estudiando porque no tenía dinero para los libros ni nada, pero el director de la escuela me dijo “si quieres estudiar, no te apures, yo te voy a prestar los libros”. Fui a la secundaría “Justo Sierra”, soy la tercera generación de esa escuela que ahora es de las más viejitas de por aquí. En segundo año, los libros me los prestó otro muchacho que ya había pasado a tercero, y en el último año también me prestó los libros otro muchacho. Luego me dieron media beca y me fui a Chihuahua a estudiar Farmacia. El negocio de medicinas e Internet lo pusieron entre ella y su hija hace cuatro años. Con Oportunidades vimos que ya teníamos para comer y que podíamos pensar en tener otra cosa, para no andar batallando tanto. No es mucho, pero ahora me veo muy satisfecha, muy recompensada después de todo lo que sufrí de chica. Cumplí 50 años como farmacéutica. Estoy gozando de todo, con mis hijos y con la fe que tengo en Dios. Tengo una nieta y siete nietos. Ulrich me llena de orgullo porque sé que va a llegar muy lejos. Con sus calificaciones y su esfuerzo va a lograr lo que nosotros no pudimos.
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Oportunidades: Historias de Éxito
Veo mucha diferencia en nuestra vida
Era una niña muy tímida El profesor se siente orgulloso de su alumna: Es una gran satisfacción, no personal, sino de todo el plantel, saber que por aquí pasó una estudiante tan destacada. Se refiere a Rosa Angélica Balderas Ramírez, quien tuvo una beca Oportunidades y quien por su buen desempeño académico fue invitada a estudiar en Ecuador. Durante los tres años que estuvo Rosa Angélica en esta escuela, fue una niña tranquila, normal –recuerda el profesor Pedro Jorge García Herrera, director del Telebachillerato de Zacate Colorado, Veracruz–. Nunca tuvimos ningún problema de conducta con ella. Al contrario, era muy tranquila, callada, y muy tímida. Incluso, en un momento dado, llegamos a pensar que no iba a terminar la escuela precisamente por su timidez. Rosa Angélica expresó sus deseos de seguir estudiando y su petición llegó a oídos del director del plantel. Le mencionamos a ella y a sus padres la existencia de una Universidad Tecnológica de reciente creación, que quedaba en Puebla, como a una hora y media de aquí. Rosa Angélica ingresó a esa universidad y, gracias a su excelente desempeño, ahora está en Ecuador, invitada a estudiar en ese país.
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Todos los maestros que en su momento le dieron clase a Rosa Angélica han de estar muy orgullosos de ella. Eso fortalece nuestro compromiso de enseñanza y de trabajo de nosotros los profesores hacia nuestros jóvenes estudiantes. “Extraño a mi hija, en el extranjero” La charla ocurre en el comedor, desde donde se aprecia una cocina muy linda, con una pared cubierta con azulejo. Es una casa muy acogedora y limpia, aunque muy modesta. La sala funciona también como dormitorio. El baño se encuentra en el exterior. Mi esposo es ayudante de albañil –comenta Rosario Ramírez Pérez–. Antes era obrero. Es muy bueno en su trabajo, él puso la pared de azulejos, pero no gana mucho. Ella cursó hasta cuarto de primaria. Uno de sus orgullos, precisamente, es saber que una de sus hijas no sólo ingresó a la universidad sino que gracias a su desempeño académico fue invitada a cursar estudios en el extranjero. Imagínese lo contentos que estamos todos: yo, su papá, sus hermanos. Habla de Rosa Angélica, la mayor de sus hijas. Fue una de las becarias del Programa Oportunidades. Recibió los apoyos desde la secundaria hasta la prepa, y después siguió estudiando con la beca del Pronabes. Estudia Administración y va en el sexto cuatrimestre. A Rosa Angélica la universidad la envió a Ecuador para hacer su pasantía –informa su orgullosa mamá–. La seleccionaron por sus buenas calificaciones. Todavía se encuentra en Ecuador. No está becada. Para nosotros fue muy difícil, porque no contamos con recursos suficientes. La universidad le pagó únicamente los gastos de hospedaje y pasaje de avión, ida y vuelta, y nada más. En cuanto a los gastos de alimentación, eso nos correspondía a nosotros, lo mismo que el pasaporte. Antes trabajaba dos o tres días a la semana y ahora lo hago diario, para ayudarle. La he extrañado mucho. En este tiempo
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que ha estado lejos, no hemos perdido el contacto. En sus mensajes me comenta que está muy contenta, disfrutando y conociendo gente. Ha aprovechado muy bien esta oportunidad. Está como que desarrollándose, si se puede decir. Cuando yo crecí no había este apoyo Rosario y su esposo viven en Zacate Colorado, Veracruz. Tienen cuatro hijos, dos mujeres y dos hombres. La mayor es Rosa Angélica de 19 años. La que le sigue tiene 18 y acaba de terminar la prepa. Uno de los muchachos va en tercero de secundaria y el más pequeño en cuarto de primaria. Los cuatro han contado con becas de Oportunidades. Yo tengo Oportunidades desde hace 8 años y veo mucha diferencia entre nuestra vida de ahora y la de antes. Cuando yo crecí no había este tipo de apoyos. He platicado mucho con mis hijos para que aprovechen al máximo estas oportunidades que nos dan… Este apoyo no es para siempre y tienen que aprovecharlo. Son buenos estudiantes, así que no me quejo. También son muy buenos hijos, para qué le voy a decir algo que no es. Rosario tiene muy en mente que no terminó la escuela. Por eso es muy importante que mis hijos estudien. Los tiempos que vienen pueden ser difíciles para ellos y necesitan prepararse para tener un futuro mejor. La atención médica ha sido otro de los aspectos positivos que ha traído consigo Oportunidades. Nos han enseñado a estar al pendiente de nuestra salud y la de nuestros hijos. Las pláticas que nos dan han servido de mucho y me han ayudado bastante, por ejemplo, con cosas como, el manejo de los problemas con los hijos. Nos dan orientación y uno va aprendiendo: me han ayudado mucho. A mis hijas también les ha servido. Han ido a talleres donde tocan temas como sexualidad, planificación familiar y enfermedades sexuales. Ellas, además, son muy responsables. Siempre he confiado en ellas, pero nunca está de más la información que reciban.
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
Los muchachos pueden seguir estudiando El profesor García Herrera tiene quince años como director del plantel. Afirma: Desde que llegó Oportunidades a la comunidad, los cambios se han dado muy notablemente. Si hacemos un poco de historia, nuestra escuela estuvo a punto de desaparecer en sus inicios, ya que no teníamos mucho alumnado. Comenzamos a esforzarnos más y hubo más estudiantes inscritos. Pero no fue sino hasta que llegó Oportunidades que el plantel creció y mejoró. Oportunidades trajo consigo la aceptación de los jóvenes de estudiar, debido al hecho de ser becario y tener la posibilidad económica de pagar sus estudios. Yo creo que el Programa ha sido muy importante, ya que estamos en una zona en la cual hay mucha disgregación familiar. Hay mucho matrimonio separado y el hijo o la hija se queda con la mamá. De esta forma, el Programa Oportunidades ha venido a reforzar a estas comunidades. Al darles el apoyo económico, los muchachos pueden seguir estudiando.
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Veo mucha diferencia en nuestra vida
Una mujer se transforma
Dejó atrás sus miedos La localidad de Emiliano Zapata los Molinos, está situada en el municipio de Atlixco, Puebla. Tiene 510 habitantes, de los cuales 38 son beneficiarios de Oportunidades. Uno de ellos es la Vocal de Vigilancia, la señora Irma Huerta González, quien tiene dos años de pertenecer al Programa. Mi vida ha cambiado –afirma con orgullo. Ahora está muy contenta. Al principio era distinto. Se enteró de los beneficios de Oportunidades y quiso tener este apoyo, pero algo la detenía. Le atemorizaba su esposo. Tenía miedo de su reacción, de lo que me fuera a decir. Su relación no era buena. Él era dominante y cerrado. Ella se sentía injustamente maltratada. No me dejaba salir ni siquiera de casa. Irma sabía que algo andaba mal pero no se atrevía a protestar. Tenía miedo de que sus dos pequeñas hijas quedaran desamparadas. No sabía qué hacer ni a quién acudir. Era muy penosa y no convivía con nadie de la comunidad. Un día, por fin, se decidió a darle un giro a su vida. Acepté el Programa y todo empezó a mejorar. Dejó sus miedos atrás. Al poco tiempo de empezar a recibir los apoyos de Oportunidades, dejó a su esposo.
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
Me decidí a hacerlo pues ya contaba con algo de dinero por parte de Oportunidades para no depender económicamente de él y así poder mantener a mis dos hijas. Sus hijas tienen ahora 7 y 8 años, respectivamente, y muy pronto la mayor comenzará a gozar de la beca de Oportunidades para contribuir a que avance en sus estudios. Esto será de gran ayuda –reconoce–, pues estoy sola y con muchas dificultades saco adelante a mis hijas. Le gusta sobre todo el cuidado médico que sus hijas reciben a través del programa. Antes no podía llevarlas con el doctor, por falta de dinero. Si se enfermaban, les aplicaba remedios caseros. Ahora ya puedo llevarlas a la clínica, para que las atiendan y las revisen. Los doctores les ponen mucha atención. Las pesan y las miden. A una de mis hijas le detectaron quistes y me orientaron y ayudaron mucho. Mi hija ahora está bien, lo que es para mí un alivio. También me gustan las pláticas que nos da la doctora. Con ella aprendemos mucho. Por ejemplo, nos enseña todo lo relacionado con la higiene infantil. A mí, que tengo dos mujercitas, eso me parece muy importante. “Conocí al Presidente” Irma vive en casa de sus padres, quienes la acogieron comprensivos y cariñosos tras haberse separado de su esposo. Un día, tras su primer viaje a la capital, les contó gustosa y entusiasmada lo que le había pasado: Conocí al Presidente. Y me saludó. Me dio la mano. Esto sucedió cuando el Presidente dio a conocer la estrategia Vivir Mejor. Yo nunca había salido de mi pueblo. Viajé junto con otras vocales al Distrito Federal y ahí lo conocimos. Tengo fotos mías al lado del Presidente. Su proyecto Vivir Mejor me pareció muy interesante y muy bueno. Nos habló de la muy importante ayuda a guarderías
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Una mujer se transforma
y a los abuelitos de más de setenta años. Dijo que se le iba a ayudar más a la gente del campo, que es donde hay más pobreza. En esa ocasión conoció a una muchacha de Chiapas que le impresionó notablemente. “De donde soy es raro que las mujeres estudien”, le dijo. Se convirtió en la primera de su pueblo en tener una carrera. Se recibió de licenciada y puso una guardería. Yo sentí muy bonito al escucharla. Yo también tengo el sueño de poner una guardería. Me encantan los niños. Siempre quise tener un varoncito, y como no lo tengo, pues igual puedo tener muchos que cuidar en mi guardería. Irma quiere seguir estudiando. Su deseo es terminar el bachillerato. Ahorita no me han dicho cuándo comienzan las clases, pero voy a estar muy pendiente para inscribirme. Le voy a echar muchas ganas. Sólo así voy a lograr el sueño de mi guardería, como mi amiga chiapaneca. Ella es mi ejemplo. Irma ve en Oportunidades una magnífica opción para seguir progresando. Desde que tenemos Oportunidades hemos visto que van más niños a la escuela. No sólo son niños de aquí sino de otras colonias que quedan como a media hora. También le dan gusto los cursos de capacitación, pues de esta manera conoce más acerca de sus derechos y de cómo ayudar a las titulares del Programa. Soy madre soltera y gracias a este Programa estoy sacando adelante a mis hijas. Como vocal me siento muy bien, ya que me he desarrollado más y más, sobre todo en las reuniones con otras vocales. Oportunidades nos ayuda mucho, económicamente. Es algo muy bueno. Yo veo cómo ya van al bachillerato los hijos de mis compañeras amigas. Con este apoyo los muchachos se esfuerzan más. Antes no les importaba estudiar y ahora sí.
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Oportunidades: Historias de Éxito
Yunuén: ecoturismo comunitario
Generar empleos y evitar la migración Yunuén es una isla en el lago de Pátzcuaro. Sus habitantes viven del ecoturismo. Se organizaron para poner en marcha el Centro Turístico Yunuén, que incluye el traslado en lancha y el hospedaje en cabañas. Jorge Morales Pablo es el responsable del Centro. Nos informa: Yunuén es una comunidad indígena con muchas ganas de salir adelante. Somos 22 familias las que vivimos aquí. Llevamos doce años trabajando este proyecto. En total, el Centro Turístico Yunuén cuenta con 22 socios y 22 empleados. Cada uno trabaja en lo que es bueno. Algunas son recamareras o cocineras, y algunos meseros o jardineros. También hay encargados de la lavandería. Todo se dividió, por lo que cada uno sabe lo que le corresponde hacer. La administración también la llevamos nosotros, con gente de la propia comunidad. No tenemos ningún servicio contratado por fuera. Todo es interno. Hay quien ha querido asociarse pero no queremos aceptarlo debido a malas experiencias. Lo hacemos todo nosotros para no echarle la culpa a nadie. Hasta ahorita vamos funcionando bien. El proyecto ha cumplido las expectativas que nos planteamos inicialmente, que son las de generar empleos, mejorar el nivel de vida y evitar la migración. Entre 1975 y 1980 Yunuén sufrió una migración de hasta el 60 por ciento. Muchos de sus habitantes se fueron a buscar una mejor calidad de vida a la Ciudad de México y a Guadalajara. Las familias que quedaron buscaron soluciones para sobrevivir.
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
Casi de inmediato pensamos en convertir a la isla en un atractivo sitio turístico. Pedimos la anuencia de quienes se fueron y nos dijeron: “hagan su lucha. Si no han podido salir de Yunuén quédense a vivir como Dios les dio a entender”. Y así lo hicimos. Las cabañas las construyeron en tierras comunales, por lo que su propiedad también es comunal. Son siete cabañas chicas y dos grandes, dedicadas a hospedar al turismo tanto nacional como internacional. Tres cabañas son para dos personas, tres para cuatro personas, una para seis y dos para dieciséis. Su capacidad es para sesenta huéspedes, con todos los servicios. Hay restaurante y las cabañas matrimoniales y familiares tienen cocineta. Están por construir una suite con jacuzzi y chimenea. La mejor época es Semana Santa, así como el Día de Muertos y finales del mes de diciembre. En esos días el Centro se llena totalmente. Algunos compañeros hasta han puesto a disposición sus casas para albergar a los turistas que llegan. En esos casos no se les cobra nada. Es como una inversión, porque sabemos que han quedado tan a gusto que van a regresar en otra ocasión y se hospedarán en las cabañas. Con la mujer el dinero está más seguro El Centro Turístico Yunuén se encuentra haciendo gestiones para que se les apoye de manera federal a través de la Comisión de los Pueblos Indígenas. En la década de los noventa fueron apoyados por el Instituto Nacional Indigenista, cuando se le dio auge al ecoturismo y se auspiciaron los Pueblos Regionales de Solidaridad. Recibieron fondos regionales y apoyos tanto federales como de la Secretaría de Urbanismo y Medio Ambiente, SUMA. Dos de las cabañas las pudieron construir por mediación de la FAO. Hubo una inversión de aproximadamente 2.8 millones de pesos del Gobierno Federal, que incluía las tres lanchas grandes que forman parte del proyecto. Una de las lanchas, la más chica, es para 40 personas y es exclusiva del Centro, y las otras dos están dentro de la cooperativa de Pátzcuaro, ya que se adquirieron con todo y ruta.
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Yunuén: ecoturismo comunitario
Para abastecerse de provisiones van a Pátzcuaro. Lo hacen los martes y los viernes, que son los días de mercado. Jorge Morales Pablo está contento por la mejoría en la situación económica de los habitantes de Yunuén. Varias familias tienen apoyos de Oportunidades y su nivel de vida ha mejorado mucho. Anteriormente veíamos niños descalzos con su ropita muy gastada y ahora los niños ya traen bien su ropa, lo mismo que su calzado. Se ven más alimentados y todos tienen sus útiles escolares y sus uniformes. Antes de que llegara Oportunidades iban a cerrar la escuela y ahora todos los niños de la isla van a clases. En Yunuén, en promedio, cada trabajador gana cincuenta pesos diarios. A veces reciben 150 pesos, pero eso sólo ocurre en fines de semana. No nos alcanza, por lo que Oportunidades viene a complementar el gasto familiar. Muchas mujeres, cuando reciben sus apoyos, se traen su buen bonche de maíz, frijol, arroz y azúcar. Lo compran en cantidades para no estar pensando qué voy a comer mañana o pasado mañana. Eso me consta, pues yo veo que cuando salen por sus apoyos es como su día de fiesta. Se surten sobre todo de granos y de lo básico para alimentarse. A Jorge le parece bien que Oportunidades apoye a las mujeres. Afirma: Ellas son las que llevan la administración familiar. Si el dinero se le diera a los hombres lo gastarían en la cantina, con los amigos: “yo disparo esto, yo disparo aquello y a ver después cómo me las arreglo”. Con la mujer, en cambio, el dinero está más seguro. Mis respetos para ellas.
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Quiero ser médico
Un muchacho huichol entusiasta y preparado Un día, un medio hermano fue picado por un alacrán. Murió al poco tiempo, debido a la falta de atención médica. Eso impactó a Salvador González Sánchez. Desde entonces quiere estudiar medicina, convertirse en doctor. Nadie quiere trabajar en la sierra. Por eso se murió mi hermano. Porque no hubo quién lo atendiera. Yo estaba muy morrillo cuando sucedió y no pude ayudarlo. Pero eso va a cambiar porque, cuando yo sea médico, voy a poner mi consultorio aquí, para ayudar a mi comunidad. Salvador tiene 23 años. Es un muchacho huichol entusiasta y muy preparado. Cuando estaba en la secundaria tomó un curso de primeros auxilios. Le dieron un certificado, una identificación y un botiquín de medicamentos básicos. Ahora estudia el cuarto semestre de la licenciatura en enfermería. No hay medicina aquí en este campus de la Universidad de Guadalajara. Me voy a recibir de enfermero y después estudiaré medicina. Salvador está comprometido con su comunidad Wirrárica, a la que volverá una vez concluidos los estudios. Regresaré con mucho gusto a brindarles lo que sé. Además, como se me dificulta un poco el español, será muy bueno atender a los pacientes en mi propia lengua, el huichol.
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Mi nombre en huichol es Xitacame Salvador tiene cinco hermanos. Uno de ellos es adoptado. José Guadalupe, se llama, y no le gusta estudiar. Sabe leer y escribir, pero muy poco. Sus otros hermanos sí estudian. María Esther, de 19 años, acaba de terminar la prepa. José José, de 16 años, está en la prepa y ya desde ahora muestra sus deseos de entrar a la universidad. Joel estudia tercero de primaria, al principio se le dificultó mucho la escuela pero ya está mejorando. El más chico de los hermanos apenas va en segundo de primaria y le gusta mucho la escuela. Todos son oriundos de Banco del Venado, una comunidad huichola en el municipio de Bolaños. Se visten con su típico atuendo huichol. Cada uno tiene su nombre cristiano y su nombre en su propia lengua. El de Salvador es Xitacame, que significa Espiga. Mi mamá es analfabeta y mi papá tiene terminada la primaria. Aun así, siempre me han apoyado en mis estudios. A mi papá le da mucho gusto. Dice que, aunque él no tuvo la oportunidad de estudiar, está muy contentote de que yo estudie lo que estudie. Que esto de la medicina le va a traer mucho beneficio a la comunidad. Él sabe que la idea de convertirme en doctor ha estado en mí desde que era un morro. Salvador vive ahora en Colotlán, lugar en donde abundan los alacranes, a ocho horas en camión de Banco del Venado. Cuando salí de mi casa para estudiar fue muy complicado. Todo comenzó desde la prepa, porque no había prepa en mi pueblo. Pensé: ¿a donde me voy a estudiar, si no tengo dinero ni nada? Pero me hice el propósito de sacar mi prepa. Sólo tenía el apoyo de Oportunidades, si bien no era suficiente. Mi papá y yo tuvimos una conversación y le dije que quería seguir estudiando. Él es campesino, no tiene un trabajo fijo, sólo lo que gana en el campo cosechando maíz y, aunque a veces tiene trabajo y a veces no, me dijo que siguiera estudiando, que él me apoyaba. Fui a la preparatoria del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Jalisco CECyTEJ, en Totatiche, y pregunté por las inscripciones. Me dijeron que ya se habían cerrado. No conforme, me fui a Bolaños, y ahí sí me pude inscribir. Conseguí un trabajo en el DIF de Bolaños y empecé a ayudarme con lo poquito que me pagaban, apenas $50.00 por medio tiempo. Con eso me ayudaba
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Quiero ser médico
mientras me llegaban los apoyos de Oportunidades. Así me la pasé un tiempo hasta que estuve en tercero de prepa, conseguí otro jale y me la fui pasando mejor. En Colotlán comparte sus gastos de hospedaje con un compañero de su propia comunidad. Se conocen desde la primaria. Él es muy serio, muy tranquilo, y también estudia enfermería. La renta que pagan asciende a $1,200.00 mensuales. En la universidad paga una pequeña cuota de recuperación al semestre. Como es un campus de la Universidad de Guadalajara, UDG, pues no cobra caro. Actualmente no trabajo, pero en las vacaciones me la pasé trabaje y trabaje y con lo que ahorré me voy a sostener todo el semestre. Mis papás también me mandan algo, pero como no tienen un trabajo fijo, a ratos sí me lo mandan y a ratos no. Cuando su hermano termine la prepa ya le prometió que vivirá con él, para que curse la carrera que quiera en la UDG. Lo apoyaré en todo lo que pueda –afirma convencido. Me enfrenté con la tecnología La familia de Salvador tiene 8 años en Oportunidades. Para nosotros la vida cambió con este apoyo. Con la beca pudimos comprar libros y ropa, principalmente. Y alimentos. Antes no comíamos carne y ahora sí. Los talleres de autocuidado fueron especialmente importantes para Salvador. Bolaños es una zona mestiza, y como él provenía de una comunidad Wirrárica, al principio no se sintió muy a gusto. Experimentó un choque cultural que sólo fue desapareciendo con las pláticas que recibía. Mi mamá me dice que gracias a Oportunidades podemos estudiar las personas de escasos recursos y de comunidades lejanas. Por eso tenemos que aprovechar esta oportuni-
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dad. Ella está muy orgullosa de mí. Todavía más, porque ella no pudo estudiar. Antes los papás eran muy duros y no dejaban que sus hijos fueran a la escuela. Bueno, principalmente a las niñas. Esta situación ha mejorado pero todavía faltan muchas cosas por hacer. Según Salvador, en su comunidad las mujeres casi no estudian, sólo el 40 por ciento, y a la universidad nada más el uno por ciento. Salvador, en la universidad, no usa su traje huichol sino ropa de mestizo, ya que es más cómoda por el clima. Hace fresco, se pone un suéter y listo. Eso sí, cuando va a su comunidad porta con orgullo su atuendo Wirrárica. Extraña a su familia, pero ahora ya puede comunicarse con ellos a través del teléfono celular e incluso del correo electrónico. Dice: Cuando me separé de mi familia me enfrenté con la tecnología. Antes no usaba teléfono celular, ni computadora, ni correo electrónico. Entré a la prepa y me compré un celular. No sabía ni manejarlo, pero empecé a comunicarme con mi familia. Después, los correos electrónicos. Antes no sabía nada de computadoras o celulares, pero aquí aprendí poco a poco. Actualmente, en mi comunidad hay una casa universitaria donde prestan computadoras y así me comunico con mis hermanos. Como ellos también están estudiando, pues tienen su correo electrónico. Uno de mis hermanos, además, también tiene su celular, así que cuando queremos nos hablamos. Por supuesto, lo hacemos sobre todo cuando entra la nostalgia. También hablo con mi mamá cuando no está en el rancho. Ahí no hay señal, queda como a cuatro horas de la comunidad, así que hablamos cada 8 ó 15 días. Los extraño mucho. Gracias a Oportunidades sus hermanos estudian, lo que Salvador agradece constantemente. Oportunidades nos ha permitido superarnos. Es una buena forma de salir adelante.
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Quiero ser médico
La única herencia que te puedo dejar
“Me solté a llorar” Por falta de recursos, sólo estudió hasta la secundaria. Yo hubiera querido seguir estudiando. Presenté el examen para la prepa, y lo pasé, pero mis padres no tenían dinero. Me quedé sin estudiar. Miguelina Ramírez Álvarez vive en Zacate Colorado, muy cerca de Poza Rica, Veracruz. Suspira, no sin un dejo de tristeza, como si se tratara de una queja largamente guardada: Por aquel entonces, si hubiera existido Oportunidades, seguramente hubiera continuado con mis estudios. El caso de su hijo es diferente. Es uno de los beneficiarios del Programa. Recibió su beca a partir del cuarto año de primaria y la mantuvo hasta finalizar la preparatoria. Cuando mi hijo recibió sus papeles de prepa –recuerda Miguelina–, sentí que se me salía el alma, el corazón. Es un muchacho muy dedicado, muy estudioso. Me solté a llorar de puro orgullo. En esos momentos pensaba:“Gracias, Dios mío, aunque yo no pude, él sí”. Ahora es su propio hijo quien la alienta. “Me dice: mamá, eres muy inteligente, deberías ponerte a estudiar algo, qué tal computación”. Miguelina le agradece sus palabras, pero responde: “No, mejor yo te voy a ayudar en todo lo que pueda para que sigas estudiando”. Víctor Alfonso Hernández Ramírez es el nombre de su hijo. Ahora cursa el primer año de la universidad. Ingeniería Industrial. Ya solicitó una beca del Pronabes y le dijeron que tiene muchas posibilidades de conseguirla, al haber sido becario de Oportunidades.
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Gracias a Dios lleva muy buenas calificaciones. Estudia en el Tecnológico que queda en Poza Rica. Sale de la casa a las cinco de la mañana para llegar a la escuela a las siete. Tiene que pagar dos pasajes de ida y dos de venida. Pero cualquier sacrificio vale la pena para que no deje de estudiar. Su papá también está de acuerdo. Le dice: “mientras Dios me dé fuerza y salud, pues tú sigue estudiando para que logres algo en la vida. Es la única herencia que te puedo dejar”. Antes no nos daban consulta. Ahora es distinto Miguelina es Vocal de Salud. Ella ha atestiguado cómo ha crecido el servicio médico que otorga la clínica local. La trabajadora social es la que nos coordina en cuanto a fechas de vacunas y consultas médicas. Hace que todos estemos puntuales, así sean diabéticos, hipertensos o con diarreas. También está al tanto de las temperaturas y todo eso. Ahorita está un médico, quien se responsabiliza de las consultas médicas de las titulares. A veces da de 30 a 45 consultas diarias, ya sea en la mañana o en la tarde. Es un médico pasante. Es el que está sacando a flote muchas consultas. Hace poco, aquí en Zacate Colorado, nos vino una epidemia. Algunos tenían mucha temperatura. Y él los atendía. Para ella, la comunidad de Zacate Colorado ha dado un cambio en su forma de vida. Antes de Oportunidades muchas personas se morían, al no acudir al Centro de Salud. Antiguamente, si iban a consulta, no los atendían o les decían: “usted no tiene nada”, y los regresaban. Ahora es distinto. Ahora, persona que llega, persona que es enviada a consulta. Tanto la enfermera como el médico y la trabajadora social los atienden y les dan una orientación muy buena. Hemos mejorado mucho aquí con Oportunidades. Antes no se veía que trajeran a los niños y ahora los traen desde recién nacidos. Los vacunan contra la rubéola, el sarampión, el tétanos y todo eso. Yo veo cómo han mejorado las cosas. Como Vocal de Salud asiste a todas las pláticas.
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Ahí les pregunto: “A ver, alcen la mano los que falten de vacunas”. Gracias a Dios ahora tenemos más vacunas. La trabajadora social se encarga de esto. A los jóvenes que están en el Telebachillerato les dan su plática acerca de cómo deben cuidarse ante enfermedades contagiosas como el SIDA. Aquí se les previene de todo eso y se les da su autocuidado. Todo, en un muy buen ambiente. Siempre se les dice y se les explica todo. Para ella, una de las claves del éxito que ha tenido el servicio médico radica en lo excelentemente organizados que están el doctor, la enfermera y la trabajadora social. El trato que nos dan, así como la atención, es muy buena. Se acercan mucho a la trabajadora social. Ella lleva la organización de grupos de diabéticos, de hipertensos y de embarazadas. Todo aquel que se le acerca recibe muy buen atención. Tiene como cinco años que llegó a esta clínica. Nosotros, desde que iniciamos con el Programa Oportunidades, ha sido siempre alguien que nos apoya, incluso psicológicamente. Las titulares de Programa han sido muy beneficiadas.
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Un Ángel en mi vida
Quisiera estudiar Ingeniería Forestal Hortensia León es madre soltera, tiene treinta y tres años y se dedica a arreglar ropa para sus vecinas. Cuenta con una máquina de coser. Vive en Tlaxiaco, Oaxaca. Habita una casa prestada por su hermano. Al interior hay un patio con un pequeño jardín de rosales y, alrededor de él, tres cuartos. Uno lo ocupa la cocina, otro su madre y otro Hortensia con su hijo. Ángel, se llama. Ángel García León. Tiene ocho años y acaba de entrar a tercero de primaria. Ya va a empezar a recibir su beca Oportunidades. Qué bueno, porque nos va a ser de gran ayuda. A Ángel no le gusta mucho la escuela pero Hortensia lo insta a echarle ganas al estudio. Lo motiva a leer y a escribir. Quiero que termine, que haga una carrera. Tiene el ejemplo de sus hermanas, que se recibieron como licenciadas en Administración. En cambio, sus hermanos sólo terminaron la secundaria. Ella misma tuvo a Ángel y dejó de estudiar. Pero las cosas han cambiado. Quiere superarse, progresar. Se esforzó por estudiar el bachillerato pues, como ella misma lo supo en carne propia, “es muy difícil conseguir trabajo sólo con la secundaria terminada”. Me animé a estudiar. Hice el bachillerato en el sistema abierto. Fueron tres años muy duros pero lo logré. Fueron años de desvelos, de estudiar todos los días, hasta sábados y domingos. Ya llevaba como diez años de no ir a la escuela y al principio no agarraba el ritmo, me pesó. Además fue doblemente duro porque no podía descuidar a mi hijo. Fui madre y estudiante a la vez.
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A Hortensia le gustaría estudiar Ingeniería Forestal. Pero eso será luego. Primero tengo que sacar adelante a mi hijo con sus estudios. Que él sí tenga una carrera, que se titule. Eso es lo que quiero. Apoyos para comprar lo básico Hortensia está muy contenta. Su hijo está bien de salud. Lo lleva a todas sus consultas médicas. Ya no se enferma como antes. Está más consciente de los cuidados que debe brindarle y se siente acompañada y protegida por los doctores y enfermeras que los atienden. Antes me angustiaba mucho al verlo enfermo, porque no sabía qué hacer. Tampoco tenía dinero para un doctor. Ahora ella misma y su propia madre también son atendidas por Oportunidades. Están muy al pendiente de su salud. Ahora ya saben lo que es y para qué sirve un papanicolau, una mamografía. Y pueden ir al doctor sin preocuparse de tener el dinero suficiente para la consulta. Gracias también a Oportunidades y a sus propios deseos de superación, Hortensia se inscribió en un curso de costura. Me metí a un programa de capacitación para adultos e hice un curso de dos años. Ahora, gracias a Dios, tengo mucho trabajo. Vivo un poco más tranquila y puedo estar más al pendiente de mi hijo, ya que no tengo que salir a trabajar sino que trabajo aquí en mi casa. Mis vecinos me vienen a dejar sus prendas o me recomiendan a sus conocidos. El apoyo que le da Oportunidades lo destina a la despensa. Ahora, con el fruto de su trabajo, puede ir ahorrando y de poquito en poquito le hace mejoras a su casa o se compra algún electrodoméstico. Yo creo que Oportunidades es un muy buen Programa. A mí me dio la posibilidad de estudiar y de atender mejor a mi hijo, así como también la posibilidad de tener una vida mejor, con menos preocupaciones. Ahora que mi hijo empiece a recibir su beca, será un
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gran apoyo para mí. Soy madre soltera y lo de la costura es muy noble pero a veces el trabajo escasea. Hortensia recibe capacitación cada dos meses. Asiste a la charla de la vocal junto con otras setenta y siete beneficiarias de Oportunidades. Agradezco mucho los apoyos que recibo. Los alimentos de la canasta básica han subido demasiado. El kilo de frijol está carísimo, lo mismo que el arroz, el aceite, todo. Oportunidades nos permite vivir mejor. Tener para comprar lo básico.
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Oportunidades: Historias de Éxito
El Jefe: un estudiante de oro
Nunca tuve vacaciones Hace calor. El sudor recorre el rostro de Moisés Vite de la Cruz. Tiene veintidós años y cursa el quinto semestre de la carrera de Ingeniería Agrónoma en el Instituto Tecnológico de Huejutla. Usa anteojos. Su mirada es inteligente. Su talante es el de un muchacho estudioso, decidido a convertirse en un exitoso profesionista. Su vida ha sido dura. Desde muy pequeño conoció lo arduo de las faenas del campo. Estudiaba y trabajaba. Concluía su día de clases y marchaba a ayudar a su papá. Sembraba maíz y frijol. Escardaba. Estaba al pendiente de la cosecha. No sé lo que sean las vacaciones, porque nunca las tuve. Un día su padre sufrió un severo accidente de trabajo y luego de ello cayó en el alcoholismo. Fue un fuerte golpe para toda la familia, que veía cómo don Modesto se dejaba llevar por la bebida. Por fortuna ya está en recuperación. Asiste a sus sesiones de Alcohólicos Anónimos y se ha alejado del trago. Su padre tiene 56 años y su mamá, doña Cándida de la Cruz, 46. Además de Moisés, la familia Vite de la Cruz se integra por tres hermanos más: Coquitl, Elizabeth y Luis Ángel, de 26, 18 y 12 años de edad, respectivamente. El Jefe A Moisés lo apodan “El Jefe”, en virtud de su natural don de liderazgo. Es miembro de la Sociedad de Alumnos y un estudiante de lo más brillante y destacado.
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
Siempre me interesé en el estudio. En la secundaria había un maestro que nos decía: “estudien, estudien. Salgan de su comunidad y conviértanse en unos muchachos emprendedores. Recuerden que el buen gallo en cualquier gallinero canta”. Este maestro fue quien motivó a Moisés a seguir adelante y la familia entró en contacto con Oportunidades. Moisés le hizo caso y obtuvo una beca a partir del segundo año de secundaria. Estudió la preparatoria en San Sebastián, Veracruz, y en el CEBETA 5, en Hidalgo. Cada vez que terminaba el año escolar, llegaba con sus padres y les mostraba con orgullo la boleta de calificaciones. De no ser por Oportunidades no hubiera podido seguir estudiando. Ahora cuento con el apoyo de una beca del Pronabes, pero reconozco que de no ser por Oportunidades mi vida tendría otra historia. Mis padres se la pasaron dura para mandarnos a la escuela. Pero con su propio esfuerzo y la ayuda del Programa, la libramos. Nos ha ayudado para salir adelante. “El Jefe” viste una camisa de manta y pantalón de mezclilla. Su cabello es corto y su tez morena. Tiene los ojos rasgados. A veces creen que soy de ascendencia oriental. No soy ni chino, ni japonés, ni coreano. Soy más mexicano que nada, pero no sé qué pasó con mis ojos –y se sonríe. Escuela de madera, estudiantes de oro Huejutla de los Reyes se encuentra en el norte del estado de Hidalgo, a escasas dos horas de la frontera con Tamaulipas. En el verano la temperatura llega a subir cerca de los cuarenta grados. Moisés no es oriundo de este lugar pero se mudó para poder estudiar la carrera en el Tecnológico. Vive solo en un cuarto que renta. Cada dos meses viaja a ver a su familia y su mamá lo visita de vez en cuando. Le gusta ver a su familia: Son lindos. Mi papá nunca nos abandonó, a pesar de sus problemas con el alcohol. Se iba con sus amigos y, aunque llegara por completo borracho de regreso a casa, nunca
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El Jefe: un estudiante de oro
nos pegó. Mi mamá, por otro lado, nos enseñó a respetar a nuestros semejantes y a echarle ganas a todo lo que hacíamos. Moisés habla con aplomo y mucha confianza en sí mismo. Se ha convertido en un ejemplo de superación para su familia. Sus padres están orgullosos de él, lo mismo que sus hermanos. Luis Ángel, mi hermano menor, dice que quiere seguir mis pasos. Que también va a estudiar una carrera. Apenas va en primero de secundaria. Es afortunado, porque cuenta con el apoyo de Oportunidades. Qué bueno por él y para mis papás. Cuando yo tenía su edad no teníamos dinero para unos tenis o una mochila. Mi hermano ya no pasó por eso. Su nivel de vida es muy diferente al mío. Me alegro, porque así podrá aspirar a un futuro mejor. Yo le digo: “estudia, no dejes de estudiar. Tal vez nuestra escuela sea de madera pero nosotros somos estudiantes de oro”. Al “Jefe” le gustaría poder recibirse de ingeniero y ayudar a su comunidad. De niño teníamos que cuidar nuestra libretita y nuestro lápiz. Ahora ya se cuenta con apoyos para mochilas, para ropa, para útiles escolares. Yo también quiero poner mi granito de arena para mejorar las condiciones de nuestro pueblo. Sus raíces indígenas no abandonan a Moisés. A los niños y jóvenes de su comunidad les habla en náhuatl y les dice: “No se queden estancados. Estudien. Aprovechen los apoyos, las becas. Los pueblos indígenas sí podemos salir adelante. Superémonos”. Escribe algo en náhuatl. Nos lo enseña y lo lee en voz alta: TITLAXKAMATILIA OPORTUNIDADES PANPA IKA NI KUALA TI IXTOKE Traduce: LE AGRADECEMOS A OPORTUNIDADES PORQUE VIVIMOS MEJOR.
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Decidimos no cruzarnos de brazos
Montamos una obra de teatro Capula, en el Municipio de Morelia, en el Estado de Michoacán, es una comunidad muy renombrada de alfareros. Su habilidad en el manejo de la cerámica les ha dado fama nacional e internacional. Producen piezas de ornato de gran calidad, como las Catrinas de Barro. Ahí vive Adela Alejandre Flores, una mujer muy consciente de la necesidad de progresar como seres humanos y como ciudadanos. Antes de Oportunidades había un grave problema de alcoholismo. Los hombres bebían mucho y golpeaban a las mujeres. Antes de Oportunidades los niños no iban a la escuela, o nada más aprendían a leer y escribir y los sacaban. Esto ha cambiado. Gracias a las pláticas que nos dan hemos decidido no cruzarnos de brazos sino actuar para resolver aquello que nos preocupa. Hablamos con las autoridades para que no vendieran vino a altas horas de la noche, o que si mandaban a niños, tampoco se lo vendieran. Por ahí empezamos. Ahora tenemos maestras de kinder, de guardería, y los niños y jóvenes terminan la escuela. Tenemos el caso de dos jóvenes que ya son contadores y uno abogado. La violencia familiar también se acabó.“Quizá todavía hay por ahí un hombre golpeador que se nos escapa, pero las mujeres han aprendido a no dejarse, a defenderse”. Para evidenciar y, al mismo tiempo, poner un freno a este problema, Adela y sus amigas beneficiarias de Oportunidades montaron incluso una obra de teatro: Lo hicimos porque no había forma de que las mujeres dejaran de aguantar al marido con sus maltratos. Los consideraban como dioses. Entonces montamos un escenario. Lo montamos con lo que teníamos, con sábanas y colchas. A una señora le pusimos unos bigotes, un sombrero, una pistola y una botella. A otra una bata, una almohada, y le pintamos ojeras. Así pusimos al borracho y a la señora embarazada, junto con algunos
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
niños que nos prestaron. En la obra, la señora de los bigotes llegaba borracha y golpeaba a su esposa porque quería el dinero de Oportunidades. La otra no se dejaba. Así empezamos a mostrar ese problema. Ahora ya se defienden. Ahora todas las mujeres salen a trabajar, ya no se quedan así nada más, pues antes tampoco las dejaban salir. Todo empezó porque tenían que ir por sus apoyos y sus maridos, por el interés del dinero, pues las dejaban. ¡Vieran ahora que diferente es nuestra comunidad! De maridos borrachos y golpeadores, ahora tenemos esposos cooperadores y trabajadores. Todo eso se lo debemos al Programa Oportunidades. Su propio esposo, Juan Filogonio Mata Arroyo, cambió de parecer con el paso del tiempo. Al principio no creía en Oportunidades. Pensaba que era como el Apocalipsis, que les darían dinero y luego se los cobrarían muy caro. Que se llevarían a sus hijos. Que era cosa del diablo. Tuve que llevarlo a fuerzas a sus consultas. Poco a poco fue cediendo. Pero, mientras tanto, se tuvo que enfrentar a sus recelos y a los de los demás hombres del pueblo. Me empezaron a decir “la revolucionaria”. Y es que también hemos tenido que enfrentarnos a los caciques. Aquí hay gente que tiene mucho dinero y que nos ven como indios. Se preguntaban: ¿y ella quién es para abrirles los ojos, para limpiar el pueblo, para venir a vacunar? Yo les contestaba: somos unas señoras preparadas, capacitadas y queremos que nuestra comunidad salga adelante. Luchamos contra todo. Por eso mi esposo me decía: te vas a meter en problemas. ¡Yo con qué te voy a defender si ni carabina tengo! Yo le decía: no te preocupes. Nosotras le decíamos a los caciques: no se atrevan a decirnos o hacernos algo, porque se meten con el Gobierno Federal. Ése ha sido nuestro escudo. No ha sido fácil porque también hemos tenido que luchar con los políticos de Capula. Mi esposo no me dejará mentir: antes de que yo fuera vocal, aquí en Capula hacían un verdadero acarreadero de gente. Decían que los apoyaran o les iban a quitar la beca de Oportunidades. Se juntaban en la plaza de seis a ocho carros llenos de gente. Yo les decía que no hicieran caso. Por eso me tuve que enfrentar a muchos políticos. Venían a mi casa y me decían yo soy fulano de tal y vengo del PRI, yo soy fulano de tal y vengo del PAN o
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Decidimos no cruzarnos de brazos
vengo del PRD o vengo de Convergencia. Eran señores que trataban de convencerme de entregarles al grupo de titulares. Yo nunca lo hice. Le insistía a las señoras: no vayan, no vayan. Algunas me decían: vamos a ir con la Antorcha porque la Antorcha nos va a pavimentar. Yo les insistía: si van, que sea por voluntad propia, no por miedo u obligación. Yo tenía miedo de que les fuera a ocurrir algo a los acarreados. ¿Y si un día se voltea un carro lleno de señoras? ¿Creen que los políticos van a dar la cara? Adela se tuvo que enfrentar también a la reticencia de los pobladores de Capula, que tenían miedo de vacunar a sus hijos. Entre las promotoras voluntarias, la doctora y el doctor armamos una despensa para las señoras. Le poníamos cuatro huevos, dos manzanas y una sopa, ya que no nos alcanzaba para más. Empezamos la campaña y les decíamos: si dejas vacunar a tu niña, te damos esta despensa. Al principio, las señoras sí querían pero los señores no. Nos preguntaban: pero cuando esté grande va a poder tener hijos, ¿verdad? Y es que los caciques les decían: si dejas vacunar a tus hijos o se toman esa pastillita, ya nunca vas a tener familia. Yo les respondía: verás que cuando esté grande vas a tener un montón de nietos. Vas a ver que este niño va a ser como un conejo. Les comentaba que les iba a dar un poco de calentura, pero nada más. Y se iban con su despensa y sus hijos vacunados. El anexo de la clínica Adela es vocal de Oportunidades. Apenas la nombraron y se impuso una meta: hacer un anexo a la clínica. Nos costó mucho trabajo y hasta lágrimas, porque nadie nos quería ayudar. Este anexo es un salón de ocho por trece metros y sirve para dar pláticas sobre drogadicción, sexualidad, autoestima y planificación familiar. Al principio no nos creían, nos tachaban de locas, que cómo le íbamos hacer. Empezamos con rifas, de regalitos, de despensas. Tuve que ir hasta un jaripeo a pedir dinero. Mi esposo me decía: “estás loca, cómo vas a ir allá”. Pero yo, terca. A través del sonido les decía:
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“por favor, cooperen para el anexo de la clínica”. Juntábamos y juntábamos. El primer dinero que juntamos con puro trabajo fueron veinte mil pesos. Con eso empezamos los cimientos. Después les dijimos a todas las señoras: “ahora ya no queremos dinero sino que cada una traiga cinco tabiques”. Había muchos señores que son albañiles y nos decían: “yo te voy a ir a pegar dos metros de tabique”. Y otros:“yo, un metro de cimiento”. Así, hasta que se hizo. A la hora de colarlo y ponerle la losa fuimos a pedir cemento fiado a un ranchito que se llama El Correo. Me acuerdo que eran como las once de la noche y se nos ponchó el carro. Para regresarnos, ¿cómo le íbamos a hacer? Nuestros esposos no sabían que andábamos en El Correo. Pensaban que andábamos aquí en la clínica. Al otro día convocamos a todos los señores y les dijimos: “por favor, ayúdennos a poner la losa”. Después a conseguir la madera para la cimbra. El chiste es que lo hicimos y empezamos otra vez, ahora para comprar el vitropiso. La faena era que cada esposo fuera a hacer mezcla y a pegar un poco. Lo terminamos y ahorita está muy bonito. Es de lo mejor. Sirve para las pláticas. Ahí guardan la leche, los complementos de Oportunidades. Aparte sirve para operaciones, para juntas de médicos. Ellos tienen su IMSS en Morelia pero les gusta venir aquí. Ya no somos tan tontas Adela estudió hasta sexto año de primaria. Mataron a su papá y la sacaron de la escuela. Cuando íbamos a recoger nuestros apoyos, había que firmar y nos decían: pónganse a practicar en una libretita o en un papel, para que no se tarden tanto y se desocupen más rápido. Entonces pregunté y un maestro nos orientó para buscar al INEA. Eran como cien que aprendieron a leer y escribir. Muchas terminaron la primaria. A mí me gustó, le seguí y terminé la secundaria. Yo las animaba: tienen que aprender. ¿A poco no les da vergüenza poner siempre su cruz y su huella? Ahora sólo las muy viejitas no saben escribir. De ahí en fuera, a todas las alfabetizamos. No sé ni cómo le hicimos. En las tardes les poníamos cartulinas y nos daban material para ir conociendo las letras con animales y aprendieron a leer y escribir. Ahorita las señoras titulares ya no son tontas, ya no tienen tanto miedo, ya no son tan cohibidas. A través de Oportunidades, hay menos deserción escolar.
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Antes, en Capula, los únicos que tenían su certificado de primaria eran los hijos de los caciques, de la gente más rica. Todos los demás, no iban a la escuela o se quedaban en segundo, en tercero de primaria. No iban no porque no quisieran sino porque tenían que trabajar para ayudar a su familia. Ahora ya hay más niños que terminan con su escuela. Adela está contenta porque ahora hasta sus propias hijas han podido continuar con sus estudios. La más pequeña está en la secundaria y la grande estudia para cultora de belleza. Les digo que se preparen. Que estudien computación. Gracias a que terminé la secundaria me dieron un trabajo en una casa de cambio. Adela no se preocupa tan sólo de la salud y educación de sus titulares sino también de su preparación física. Leyeron en unos folletos de Oportunidades que el ejercicio era bueno y se pusieron a hacerlo. Practican aerobics. Hace poquito pusieron unas cartulinas para invitar al pueblo de Capula a una demostración aeróbica, de karate y tae kwon do, y no pasó nada. Nadie llegó. Vino a verme el señor que organizaba estos deportes y me dijo: “estoy a punto de perder mi trabajo porque ninguna comunidad quiere hacer ejercicio”. Había ido con el jefe de tenencia de otro pueblo y le había dicho: “a mí no me importa nada de eso. Lo que me interesa son mis vacas, no si las señoras están gordas o flacas o les falla o no la presión. A mí, sólo mis vacas”. Yo le dije que le iba a reunir a las señoras de Oportunidades. Nos quedamos de ver un miércoles y el joven se llevó toda una sorpresa. El salón estaba lleno. Hasta llegó una viejita de 80 años. El muchacho casi lloraba. Nos decía: ya fui a Tiripetío, a todas partes, y en ningún lado me hacían caso. Nos puso una maestra gratis. Además, las señoras de Capula se ejercitan mediante el baile. Esto último fue idea de la propia Adela. A los 14 años quedé huérfana. Estaba embarazada. Debí buscar un trabajo y me mudé al D.F. Ahí conocí a una señora argentina y a su hija, quienes me enseñaron a bailar música de los ochentas. Tiempo después, como vocal de Oportunidades, se me ocurrió la posibilidad de ponernos a bailar. Comenzamos a poner música y a bailar. Nos compramos
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discos de zumba, y conseguimos una tele y un dvd. Tenemos horarios y clases en varios barrios. Algunas llegan y nos dicen: yo no tengo Oportunidades pero me gustaría hacer ejercicio con ustedes. Nosotros les decimos que sí. No tienen que pagar nada. Sólo les pedimos que se comprometan a hacerse el papanicolau y que lleven a sus maridos a medirse el azúcar y la presión. Somos las hormiguitas La filosofía de Adela es no quedarse calladas. Hay que decir cuál es la problemática, y en Capula es el agua. No hay agua potable. Siempre tenemos que andar comprándola o pidiendo que nos cloren el agua del pozo. También, a través de Oportunidades, las titulares han llevado a cabo labores de reforestación. Acaban de plantar 22 mil árboles. Aquí las hormiguitas que se mueven son las señoras titulares. Nos pusimos las botas de nuestros esposos, tomamos el azadón y nos fuimos al cerro del Águila, que se nos ha quemado mucho y ya estaba muy pelón. No sólo reforestan sino también hacen obras de interés social. Barremos, vacunamos. Incluso, cuando se muere alguien, ahí andamos. La mayor parte de las veces la familia del difunto no tiene dinero y nosotras nos cooperamos, aunque sea para unas flores. O ayudamos con tantito maíz o con lo que podamos. Si un niño está en el hospital infantil, vamos a ver en qué podemos ayudar. A veces, antes de buscar a la familia, vamos primero con la trabajadora social y le pedimos que nos ayude, que sus papás no tienen para pagar los gastos. Le decimos que somos vocales de Oportunidades y nos hacen descuentitos, a veces descuentotes y a veces no cobran nada. Todo eso nos ha ayudado para mejorar nuestro nivel de vida. El Programa nos ha servido de mucho y la gente es muy agradecida. Nosotros ayudamos sin pedir nada a cambio. Sólo nos queda la satisfacción de ayudar a alguien más.
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Jitomates y Esperanza
Jitomates y mojarras La vida no es fácil en Ayahualulco, Veracruz. La riqueza de la vegetación circundante contrasta con la pobreza de sus habitantes. Es una comunidad pequeña, y lo es aún más porque muchos de los hombres han decidido buscar fortuna en Estados Unidos. Hay escasez de trabajo, lo que ha empeorado las condiciones de vida del pueblo. Hace dos años algunos de sus pobladores se reunieron para buscar opciones que les permitieran enfrentar estas adversidades y obtener recursos económicos. Decidieron impulsar dos proyectos: uno de cultivo de jitomate y otro de producción de mojarra tilapia. Contaron con el apoyo y la asesoría de la Secretaría de Desarrollo Social y Medio Ambiente de Veracruz y de la Comisión Nacional Forestal, que les brindaron los recursos necesarios para la construcción de un invernadero y un estanque. En la actualidad, producen ocho toneladas anuales de jitomate y veinte kilos de tilapia al mes, lo que representa una buena fuente de ingresos para las familias de Ayahualulco. En total, son treinta y seis personas las que participan en estas actividades, entre las que se encuentran varias mujeres que son beneficiarias del programa Oportunidades. Una de ellas es Esperanza Mayo Gálvez, quien comenta: El cultivo del jitomate no es fácil, y menos por estos rumbos, por el clima. Necesita de muchos cuidados. Si no, se echa a perder. Antes vendía leña Esperanza tiene 48 años. Es madre soltera. Tiene cuatro hijos: Genaro, Pedro, Juana y Antolín, de 25, 18, 17 y 16 años, respectivamente. De todos, sólo el menor, Antolín, vive con ella. Los demás se han ido para hacer su vida en otra parte. Esperanza los extraña. Genaro, el mayor, por ejemplo, vive en Baja California.
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
Me gustaría tenerlos cerca –dice y su mirada se torna melancólica. Es una mujer luchona y trabajadora. También, muy callada y pensativa. Tiene el cabello recogido en una trenza. Su piel morena muestra los estragos de permanecer mucho tiempo expuesta a los rayos del sol. Ahora descansa sentada en una silla, pero toda la mañana se la ha pasado en el invernadero, donde cuida con verdadero esmero y devoción sus jitomates. Vive en una casita muy humilde, de madera y techos de lámina. Cuenta con electricidad pero no con agua potable. Antes vendía leña, que juntaba por aquí y por allá; lavaba ajeno o tenía que ir a Zongolica a realizar trabajos domésticos… Sus gastos diarios llegan a los cincuenta pesos. No me alcanzaba. Tenía que pedir prestado. Ahora ya cambió la cosa. Oportunidades me da tranquilidad. Seguimos luchando, pero ya no es como antes. Platica, y al hacerlo, Esperanza entrelaza los dedos de sus manos. Su mirada es firme y serena. No le saco al trabajo –dice. La esperanza de Esperanza El predio donde producen el jitomate y la mojarra lo rentan por seis mil pesos al año. A Esperanza le gustaría poder doblar la producción de jitomate. Producirlo en dos ciclos, en lugar de uno, como ahora. El clima no lo permite, pero tengo la esperanza de que lo lograremos. Los pobladores de Ayahualulco hablan náhuatl y Esperanza no es la excepción. Mi mamá me lo enseñó. También le aprendí a bordar y a tejer. Tejíamos servilletas.
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Jitomates y Esperanza
Esperanza no fue a la escuela. Lo lamenta, pero no se da por vencida. Siempre he salido sola –dice. Le echa ganas a su trabajo y a la educación de Antolín, quien cursa la primaria. Un día una gente de Oportunidades vino a mi casa para hacerme una encuesta y desde entonces supe que era algo bueno. Ya tengo dos años en el Programa. Su vida es difícil pero sabe que saldrá adelante. Que no me falte el trabajo. Que nos vaya bien con lo del jitomate. Eso es lo que pido. Mientras así sea, estaré muy contenta. Esperanza se despidió. Tomó unas bolsas de jitomate para vender y enfiló con rumbo hacia la carretera.
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Oportunidades: Historias de Éxito
Aroma de manzana
Vendía pan, tacos y enchiladas Hace frío. Un frío recio, que cala hondo. En Las Manzanas el clima es así, extremoso, inclemente. Ahí vive Josefina y su familia. Ahí pudo hacer realidad su sueño: tener su propio negocio. Todo comenzó hace algunos años. Josefina misma rememora aquellos tiempos, en definitiva duros y aciagos: Yo hacía pan para mantener a mis hijos. Mi primer marido se fue. Tenía actitudes machistas y realmente nunca recibí su apoyo de pareja. También vendía tacos y enchiladas en las ferias y bailes. Lo que se me ocurriera, con tal de ganar algún dinero. Intenté de todo pero las cosas como que no salían. No tenía casa. Nos prestaban un lugarcito para irla pasando y ahí vivíamos mis hijos y mi segundo esposo, porque me volví a casar y tuve otro hijo con él. Nos vinimos aquí a Las Manzanas y empezamos con un cuartito. Entré a Oportunidades y las cosas mejoraron. Ahora ya tengo un trabajo estable y nuestra casita la hemos venido haciendo cada vez más grande, de poquito en poquito. El negocio de Josefina es noble y, al mismo tiempo, rentable. Le da para alimentar a su familia. Consiste en la elaboración de productos de origen natural para combatir diversos padecimientos y enfermedades. La idea surgió en Zimapán, donde estudiaba Arturo, mi hijo mayor. El DIF hizo un curso para aprender a elaborar shampoo, pomadas y cremas. Se juntó un grupo de 25 mujeres y me inscribí. Era una oportunidad que no podía dejar pasar.
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
Josefina se apostaba a la salida de la escuela de su hijo y se ponía a vender gorditas y pan. De esta forma llevaba el sustento a su casa y lo que le sobraba lo utilizaba para adquirir los materiales que le pedían para el curso. Empezó a adquirir los conocimientos necesarios para elaborar pomadas, jarabes y jabones. Pasé todo un año aprendiendo. Un día, los del IMSS se enteraron de lo que hacía y me invitaron a promocionar mis productos en Morelos y Puebla. Productos “Aroma Nature” Las Manzanas pertenece al municipio de Zimapán, en el estado de Hidalgo. Es una población rural dedicada en su mayoría a la agricultura. Josefina es una emprendedora mujer de 42 años que ha encontrado en su esposo Mario y en sus hijos Arturo, Irving Alex y José Mario, el apoyo necesario para salir adelante con su negocio. Sus productos los elabora en un cuarto alejado de la casa, rodeado de magueyes y manzanos, al que se llega por medio de una vereda. Aquí está mi microempresa –dice con orgullo. Lo hace mientras menea con una pala de madera el contenido de un gran perol. Es shampoo. Lo mantiene a fuego lento. Huele a jitomate. A sábila. A aromas mezclados de plantas medicinales. En total, Josefina elabora en la actualidad 31 diferentes productos. Entre éstos podemos mencionar: las cremas para nutrir la piel y las de sábila para los barros; la pomada de toronja para las estrías y la de papaya para los moretones, así como el shampoo de jitomate, que es bueno para la caída del cabello y el estrés. Algunos de sus productos los elabora con baba de caracol y otros más con tepezcohuite. El nombre de su marca es “Aroma de Manzana”, pero bien pronto lo cambiará a uno más comercial:“Aroma Nature”, mismo que está a punto de registrar ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial. Sus productos cuentan con garantía de calidad, además de ser cien por ciento naturales. Al mes vende un promedio de 200 litros de shampoo y cien piezas de jabón o pomadas, aproximadamente.
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Aroma de manzana
Me gustaría ayudar a las mujeres de mi pueblo Josefina camina con dificultad debido a un espolón en el pie izquierdo. Cada semana acude al doctor para tratarlo. Es beneficiaria de Oportunidades desde hace ocho años. Su hijo menor, José Mario, de diez, es becario del Programa. Gracias a Oportunidades nuestra calidad de vida ha mejorado. Nos ha ayudado a cubrir nuestras necesidades básicas. Josefina se siente orgullosa de sus progresos. Estudió únicamente hasta la secundaria y aún así, gracias a sus deseos de salir adelante, ha logrado darle impulso a una familia bonita y muy unida y a un negocio que empieza a ser próspero. No ha sido fácil. La elaboración de mis productos es algo pesado, laborioso. No sólo me dedico a producirlo sino también a venderlo. Voy a ofrecerlo adonde se reúne la gente. Busco otras formas de comercialización, para que Aroma Nature sea conocido y comprado por muchas personas. Pero así es esto: quien no trabaja no come. La vida es dura aquí. Me gustaría crecer más y más, que mi negocio tenga mucho éxito, no sólo para beneficio personal sino para ayudar a las mujeres de mi pueblo. Muchos de sus maridos se han ido a Estados Unidos en busca de trabajo. Les mandan muy poquito dinero y no les alcanza. Me gustaría poder estar en condiciones de dar empleo a estas mujeres, para que puedan ayudar a sus familias. La filosofía de Josefina es simple pero práctica: Hay que echarle ganas. Todo se puede en la vida. Sí se puede lograr lo que uno se propone.
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Oportunidades: Historias de Éxito
Una mujer firme y decidida
Optimista, a pesar de las adversidades La colonia Gómez Morín, en Hidalgo del Parral, Chihuahua, tiene calles amplias donde se aprecia cómo se han ido levantando pequeñas y humildes casas conforme a las posibilidades de cada uno de sus habitantes. Ahí vive Bernarda Cuevas y su familia. Empezaron con sólo un cuartito en el que sus seis integrantes debían vivir hacinados, antes de poder emprender alguna mejora. Ahora cuentan con una vivienda más digna y más grande. La casa tiene un cuarto que da a la calle y que hace las veces de cocina, comedor y tienda; atrás, otro cuarto con tres camas matrimoniales y un cuartito para su hijo, José Cruz. También, al final del terreno, existe un pequeño baño. La losa ha salido cara –afirma Bernarda–, pero ya estamos terminando otra recámara. Los hijos están grandes y necesitan su propio espacio. Yo siempre he querido mejorar en todo y le echamos muchas ganas. Tengo el deseo de tener un negocio chiquito, algo así como una paletería. Bernarda es joven y muestra una sonrisa constante. Es una mujer firme y decidida. Tiene una voz fuerte y clara. Sus ojos no pierden detalle de lo que hacen sus hijos o de la gente que pasa frente a su casa. La puerta está abierta la mayor parte del día. Adaptó unos estantes y vende dulces. Ha pasado por momentos difíciles: el fallecimiento de su hijo mayor, la reciente amputación de la pierna de su madre y la agresión con arma blanca que sufrió otro de sus hijos, pero no deja de ser una mujer optimista. Siente que ha aprendido a salir adelante y está consciente del resultado de su esfuerzo diario: Mis tres hijos están sanos, nos mantenemos unidos como familia, que eso es lo más importante, y la casa está creciendo.
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Bernarda cuenta hoy con el reconocimiento de su comunidad. Su disposición para apoyar a los vecinos la han convertido en una líder muy respetada y apreciada. Fue Vocal del Programa Oportunidades y desde hace años funge como presidenta del Comité de la Colonia. Además, organiza partidos de futbol. Lo hace como una contribución al bienestar de los jóvenes. Organizo a los jugadores según los equipos y hago el rol para que usen la cancha de la colonia, que está como a unas tres calles de aquí. Ahorita están en semifinales. De los 16 equipos que entraron ya quedan siete, y luego nomás van a quedar dos. De lo que se cobra se compran los trofeos y se hacen los arreglos que sean necesarios, como ahorita, que hay una puerta quebrada y hay que soldarla. El dinero lo junta otra persona, yo no lo toco. Yo lleno las cédulas y los organizo. A los muchachos les lleva los libros y folletos que le han dado en distintas pláticas a las que ella acude, y les lee acerca de temas como igualdad, valores, violencia intrafamiliar, fraternidad o sexualidad. Esto es para que se pongan abusados. Yo siento que sí me escuchan y que les interesa, porque luego platicamos. Si yo puedo ayudar aunque sea un poco para que estén sanos, pues me da gusto. Desgraciadamente, aquí en los alrededores, hay mucha drogadicción. Hay muchos chavalitos muy jóvenes que ya están con los vicios. Yo le doy gracias a Dios de que los míos están bien y no se me han “salido del huacal”. Nuestra casita de tablones Bernarda Lidia Cuevas Salas nació en Hidalgo del Parral, en el barrio La Soledad. De ahí, se mudó con sus padres a la famosa colonia Emiliano Zapata, “la de los paracaidistas”. Se casó a los 19 años. Ella y su esposo vivieron por un tiempo en el Ejido Revolución y luego de regreso a Parral. En la colonia Gómez Morín lleva doce años. En 1996, cuando llegamos a la colonia, llegamos sin nada. Yo estuve batallando por un terreno. Duramos casi seis años pidiéndolo, y nada. Por fin, un día nos lo dieron. Haga de cuenta que nos lo dieron un lunes y ya para el otro lunes estábamos viviendo aquí.
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Una mujer firme y decidida
Estábamos sin puertas, sin ventanas, nomás con un cuartito provisional. Como mi señor trabaja en una maderera, nos facilitaron unas hojas y vivimos por varios años en esa casita de tablones. Bernarda es una mujer muy emprendedora. Empezó vendiendo elotes en una carretilla y después compró el triciclo que usa ahora para vender chicharrines, dulces, hielitos y sodas. Sale a vender a las seis de la tarde, que es cuando se juegan los partidos de futbol soccer, y termina a las diez de la noche. Regresa a casa a cuidar a su mamá, porque está enferma. Es diabética, se golpeó una pierna, se le gangrenó la herida y tuvieron que amputársela. Es algo que me pudo mucho porque ya había tenido mal la otra pierna y yo estuve haciéndole su curación todos los días durante tres años y sí se curó, pero con ésta no fue así. Ella no me dijo nada. Todo pasó en una semana. Es muy triste. Mi padre tiene 83 años y también necesita cuidados porque ya no puede solo. Bernarda ve cómo, pero trata de sacar adelante a su familia. A veces también vende en la mañana, después de llevar a su Blanca a la escuela. Es la más chica y tiene cinco años. Los sábados y los domingos hace hamburguesas y banderillas para vender. Tomé un taller de repostería y el Gobierno Federal nos mandó moldes y una batidora para hacer los pasteles. Hago también galletitas y salgo a venderlas. Cuando se es grande es más difícil Entró al Programa Oportunidades en 2002. Está contenta del apoyo que recibe. Nos ha ayudado mucho y el dinero nos rinde otro poquito. Tuve cuatro hijos, pero el mayor falleció. Tenía quince años. El otro jovencito, José Cruz, tiene ahorita diecisiete, pero desgraciadamente me salió problemático y me lo corrieron de la secundaria cuando ya casi iba a terminar. Ahora está trabajando en el aserradero con mi señor, y cuando le tocan las pláticas del Programa, pide permiso. Yo quería que siguiera estudiando, pero él no. Tuvo muy mala experiencia en la última escuela y le dije que lo cambiaba a
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
otra, pero ya no quiso. Yo en lo personal creo que la única forma de salir adelante es estudiando, así que me entristece que él no siga. Pero también le dije que no lo quería de vago, ni en las esquinas. Que si no estudiaba, tenía que trabajar. El Programa le ha servido para los estudios de su hija Brenda Yadira. Tiene 16 años y está en el Conalep, distante como a unos tres kilómetros. Toma el camión y regresa por la tarde. Mi Brenda me dice:“mamá, mientras me apoyen, yo voy a seguir estudiando”. Ojalá que así sea, porque gracias a la beca del Programa ella ha podido salir adelante. Se han pagado los cuadernos, los zapatos, el uniforme deportivo. Yo quiero que mi hija vaya a la universidad. La apoyo mucho y lo haré hasta que se pueda. Siempre le digo que se cuide, que le eche ganas. Bernarda no terminó la primaria. Se quedó a un mes de terminar sus estudios, y se arrepiente. Mucha gente la insta ahora a regresar a la escuela.“Ándele, termine la primaria”, le dicen. Pero no está segura de poder hacerlo. Cuando se es grande es más difícil. Se tienen muchos compromisos, otras responsabilidades. Ojalá y mi hija Blanca sea apoyada con una beca cuando entre a tercero de primaria, porque me gustaría que siguiera los pasos de su hermana y pueda terminar alguna carrera. El estudio es lo mejor Bernarda fue vocal de Oportunidades y no desperdiciaba ocasión de decirle a las titulares que aprovechen este apoyo al cien por ciento. Incluso ahora me la paso diciendo que cuiden a sus hijos, que los atiendan, que los escuchen, que estén al pendiente de ellos, que les den una buena orientación. Ahorita la juventud está muy rebelde. Yo conozco a muchos papás que, en vez de oír a sus hijos, los desprecian. Yo les aconsejo que los apoyen para que no se salgan de la escuela. Y es que sin el estudio uno no es nada. Yo no terminé y mírenme. El estudio es lo mejor.
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Una mujer firme y decidida
Ahora es presidenta del Comité de la Colonia y ayuda a los vecinos a hacer sus trámites en distintas oficinas. Si tienen problemas con el agua, con el drenaje, ella los orienta y apoya. Hemos logrado muchas mejoras, porque antes no había ni agua ni luz. Hoy, casi el 80 por ciento de la colonia ya tiene agua, luz, drenaje. Pero hay un sector con el que todavía estamos batallando para que le pongan todos los servicios. Me siento bien de poder ayudar. Bernarda está contenta porque su familia está unida y no les falta de comer. Tienen salud. Nos tienen checados en el consultorio y ya sabemos más de la prevención de enfermedades. Yo voy cada mes a las pláticas y, con la familia completa, dos veces por año. Veo que prácticamente es la mujer la que se encarga de la casa y la que cuida de todos. Siempre he querido tener más para mi familia, pero para eso hay que lucharle.
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La educación no tiene “peros”
El cambio en los usos y costumbres Es un día nublado y frío. Se respira un fuerte olor a leña y se escuchan cohetones en los alrededores de la plaza central. Es jueves de mercado y hay un ambiente de algarabía, de alegre ir y venir, de ruidos, de aromas, de sabores, de voces. Estoy contenta porque he logrado lo que he querido –afirma Paulina, una guapa tzotzil de 22 años. Mi familia me ha apoyado en mis decisiones y eso me da mucha fuerza. Me compromete con ellos y conmigo misma para seguir luchando y mejorar en todo lo posible. Paulina está vestida con su falda de lana y su blusa de satín bordada. Está orgullosa de su origen y dispuesta a demostrar que todo esfuerzo lleva consigo una recompensa. Sonríe con una enorme y franca sonrisa. Vive en la localidad de Bautista Chico, aunque estudia y trabaja en San Juan Chamula. Cursa el último año de la carrera de Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chiapas, campus San Cristóbal. Cuando salimos de la prepa éramos cuatro los que presentamos examen para la universidad, pero sólo quedamos dos: una compañera y yo. Ella ya salió de la universidad sin terminar la carrera, y yo continúo estudiando. Estoy en noveno semestre. La materia que más le gusta es Taller de Proyectos Comunitarios, porque le enseñan sobre las comunidades, su organización y la forma en que pueden usar sus propios recursos para salir adelante. Decidí estudiar Sociología porque la llevé como materia optativa en la prepa. Tuve una muy buena profesora. Me gustó la forma como nos enseñaba y nos explicaba y eso fue
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
lo que me hizo tomar la decisión de entrar a esta carrera. Ahora me siento feliz de ver que ya casi termino, aunque también siento un poquito de miedo porque estoy empezando a hacer mi tesis. No sé si me la van a aceptar o qué voy a hacer si me la rechazan. El tema de su tesis es “Religión y cambios socioculturales”. Se centra en el análisis de la iglesia evangelista como un elemento muy importante de cambio en los usos y costumbres de la región. La gente ya no quiere participar en las fiestas tradicionales y poco a poco se van perdiendo los usos y costumbres. Mi carrera tiene diez semestres, así que todavía me falta éste y uno más. Ya estoy avanzando en mi tesis, porque sí quiero acabar y no dejar pasar el tiempo. Apenas estoy terminando el primer capítulo, pero me voy a apurar con los que faltan. Pensé en dejar la escuela para trabajar y ayudar a mis padres. Su nombre completo es Paulina Patishtan López. Su familia es beneficiaria de Oportunidades desde hace seis años. A mí el Programa me vino a ayudar mucho porque en la secundaria no tenía beca y, aunque tenía muchas ganas de estudiar la prepa, estaba bien difícil. Antes del Programa, a mi hermana, que es muy buena en la escuela, le habían dado una beca de la SEP, pero para mí fue un verdadero cambio de vida porque pude sostenerme sola, con los puros apoyos de Oportunidades. Así terminé la prepa. Estudié en el COBACH de San Juan Chamula. Hacía como cuarenta minutos caminando, pero estaba bien contenta de ir a la escuela. Su hermana mayor tiene 29 años y sólo terminó la primaria. La hermana que le sigue concluyó la prepa y un hermano la secundaria. Tiene una hermana de 17 años que actualmente cursa la prepa y dos hermanitos de seis y tres años que espera también entren a la escuela. Su hermana más chica ha tomado como ejemplo a Paulina. Hubo un tiempo en que Paulina sintió que tenía que dejar la escuela.
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La educación no tiene “peros”
No veíamos cómo salir adelante y yo ya quería trabajar para ayudar en mi casa y que nos alcanzara un poco más el dinero, pero mi hermana me hizo ver otras cosas, me dijo “no me decepciones, tú eres mi ejemplo a seguir. Si tú no continúas, pues yo tampoco voy a continuar”. Yo siento que eso fue lo que más me ayudó para seguir en la escuela y pensar en el futuro de mi hermanita. A veces su hermana es la que quiere darse por vencida y dejar de estudiar, pero Paulina le dice:“veme, si yo he podido, tú con más razón porque estoy aquí para apoyarte. No me decepciones”. Su hermana piensa estudiar Ingeniería en Sistemas Computacionales. Me siento muy animada porque mis papás están muy orgullosos de mí y siento que les doy una gran satisfacción. Al principio no querían dejarme venir a estudiar. De hecho, cuando me faltaba un mes para terminar la prepa, tuve mucho miedo de que no me dejaran seguir estudiando, o de que yo no pudiera mantener mis estudios. El temor era real. Sus padres no podían sostener sus estudios y eso la hacía dudar porque pensaba que tal vez ella tenía que empezar a trabajar para apoyarlos. Paulina se sentía desesperada y sin saber qué decidir. Por fortuna, una de sus hermanas le dijo que la apoyaría con los gastos escolares. Le estoy muy agradecida, siempre lo estaré porque estudiar la universidad es lo que yo quería hacer. Pienso que con una licenciatura tendré más oportunidades de ayudar a mi familia. Paulina también quiere estudiar una maestría, tal vez en Tuxtla Gutiérrez. No lo tengo bien definido aún, pero mis calificaciones no son malas y por eso creo que puedo continuar los estudios. Mi mamá quiere mostrar mi título Paulina comenzó a trabajar desde enero de 2008 en el Ayuntamiento de San Juan Chamula. Por la tarde estudia.
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Algo que se me dificulta es la computadora. Me da miedo y me cuesta un poco utilizarla porque sólo llevé dos semestres de computación en la prepa. Ahora en la universidad nos están dando cursos. Debemos aprobar tres niveles de cómputo para que nos podamos titular. Si no los pasas pues no hay título, y eso es lo que me da miedo. Paulina camina mucho si algo la entristece o si se siente un poco sola, y busca un lugar para estar tranquila en medio de la naturaleza. Ahí se pone a meditar, se relaja y se pone contenta otra vez. Cuando regresa a Bautista Chico, contribuye a las actividades domésticas. Ayuda con los borregos y los pollos o le echa la mano a su papá, que es campesino. Su familia se alegra de verla y se llenan de orgullo al constatar sus progresos. Mi mamá está muy feliz de que ya voy a terminar. Dice que ya quiere verme con mi título para mostrarlo a todo mundo. Como soy de las primeras mujeres que sale a estudiar, hay hombres que murmuran un montón de cosas. Pero mi mamá siempre me defiende. Me dice:“cuando termines, les vas a demostrar que no es cierto que fuiste a la escuela en busca de marido ni a perder el tiempo”. Paulina piensa que al igual que su familia, muchas otras han podido mejorar su vida con el Programa Oportunidades. Por ejemplo, yo terminé la prepa gracias al Programa y a mi mamá le ha servido mucho porque ha podido independizarse un poco de mi padre. Creo que uno de los apoyos más importantes son las becas y quiero decir a los becarios de Oportunidades que sigan estudiando, que no se queden nada más con la primaria o la secundaria. Muchos se salen de la escuela con la idea de que no tienen dinero, que sólo las familias ricas pueden estudiar. Yo les estoy demostrando que eso no es cierto. Mi familia no tiene dinero y yo ya voy a terminar mi carrera. Me da mucha tristeza que ahí en donde vivo los muchachos terminan la secundaria y ya no quieren seguir la prepa porque dicen que es mucho gasto; yo nada más les digo que ya no le pongan “peros” a su educación y que no se queden sin hacer nada.
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Perseguir sueños, y conejos
Conejos, muchos conejos Los Reyes, Veracruz, es una comunidad de aproximadamente 800 habitantes, dedicados en su mayoría a la siembra de café, maíz y frijol. Se encuentra enclavado en plena sierra, rodeado de cerros y en medio de una exuberante vegetación. Ahora Los Reyes cuenta con una nueva actividad económica: la crianza de conejos. Todo comenzó gracias a la iniciativa y entusiasmo por emprender algo nuevo y al gran soporte que representa Oportunidades –señala Lucina Chimalhua Quiahuixtle. Es una mujer tímida, muy tímida, de 27 años. Le apena hablar. Es parca y reservada. Aún así, se mostró entusiasmada al mostrar el sitio donde crían a los conejos. ¡Ya tenemos 53 y pronto vamos a tener más! Lucina se asoció con nueve mujeres de su comunidad para llevar a cabo esta actividad. El criadero se encuentra en un predio donado por un vecino, mismo que ha sido acondicionado para albergar hasta 250 jaulas. Lucina está contenta. Al hablar de sus compañeras de trabajo, afirma: Hemos hecho un buen equipo, con ganas de salir adelante. Mi marido trabaja duro, pero no nos alcanza Lucina es ama de casa. Se dedica a las labores del hogar y a la atención de sus hijos, José Ismael y Sandra, de 9 y 5 años, respectivamente. El mayor es becario de Oportunidades, lo que ha facilitado su paso por la escuela primaria, al contar con el apoyo necesario para com-
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pra de útiles escolares y uniformes. Lucina cursó hasta el segundo grado de secundaria y quisiera ver a sus hijos convertidos en estudiantes universitarios y profesionistas exitosos. Está casada con Alejandro, de 37 años. Es jornalero. Trabaja duro, muy duro, pero a ratos no nos alcanza. La familia de Lucina vive, en promedio, con cien pesos diarios. Viven en una casita de madera, tabiques y techo de lámina. Hace seis años que estoy en Oportunidades y me gusta la forma como nos han fomentado el deseo de superación. La crianza de conejos parte de este deseo, precisamente. Nos la tenemos que ingeniar para progresar. Nos sugirieron lo de los conejos y me pareció una buena idea. Ya contamos con pedidos y sé que vamos a tener más. De esta manera nos la vamos pasando, con apuros, sí, pero ya no como antes. Gracias a Oportunidades sus hijos cuentan con servicios médicos. ¡Están sanos! –dice orgullosa y contenta. Le gusta la forma de actuar del Programa, con corresponsabilidad: Si nosotros cumplimos, ellos nos cumplen. Y al revés. Abandona su timidez para decir: Hemos mejorado nuestra vida. Y agrega: A las mujeres que creen que no se puede, yo les digo: no se rindan, porque sí, sí se puede. Podemos hacer muchas cosas. Por eso les recomiendo que se junten, que trabajen, que persigan sus sueños.
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Perseguir sueños, y conejos
Mejor salud, mejor educación
Antes los niños se enfermaban mucho Rocío Jiménez Sánchez pertenece a una comunidad trique del estado de Oaxaca. Vive en una humilde casa de dos habitaciones. Una es la cocina y la otra la recámara. Tiene dos camas. En una duerme ella y en la otra sus hijos, de nombre Eric Omar y Wilber, de once y siete años, respectivamente. Está casada, pero su esposo no habita con ellos: fue a probar suerte en el DF y trabaja en una fábrica. Acaba de cumplir, siete años en Oportunidades. Al principio fungió como vocal. Tenía a 146 titulares en su comunidad. Ahora es auxiliar de salud y está al pendiente de que las beneficiarias cumplan con sus citas médicas. Las titulares asisten cada mes a la casa de salud para que se les dé el taller de autocuidado. Vienen las enfermeras y les ayudo. Al principio me costó mucho trabajo que me hicieran caso, pero ahora todas me respetan. Las oriento para que recojan su basura, hiervan el agua, tengan su letrina y todo eso. Les doy consejos para que tengan menos enfermedades en la comunidad. Antes los niños se enfermaban mucho y ya no. En la casa de salud me encargo de pesarlas, medirlas, tomarles la presión, y después entrego esa información cada mes. Su horario de trabajo es de lunes a viernes de cuatro a seis de la tarde. Los miércoles, que es cuando asiste el médico, está en la Casa de Salud todo el día. A sus veintiocho años se le ve contenta, realizada. Afirma: Mi vida ha cambiado mucho desde que tengo Oportunidades. Me ayudan para todo: para la alimentación, para comprar los útiles de mis hijos, para sus zapatos y su ropa. Antes sólo teníamos la posibilidad de salir adelante tejiendo huipiles. Así obteníamos
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dinero, pero cuesta mucho trabajo. Nos tardamos un año en terminarlo, ya que lo tejemos por pedazos. Todo un año de trabajo y lo vendemos por dos mil pesos. Del campo no sacamos casi nada Una vez, cuando era vocal, Rocío asistió a un evento en la ciudad de Oaxaca, y tuvo la oportunidad de conocer al presidente de México. Nos hospedaron en un hotel muy bonito. Todas íbamos con nuestros trajes típicos. Le pedí a mi suegra que cuidara de mis hijos. Estuve dos días. Nos llevaron al centro, al zócalo, y a comer a un restaurante. Yo nunca había salido de mi comunidad y me gustó. Al presidente lo rodeamos y le pedimos que nos siguiera apoyando. Que sí servía Oportunidades. Para ella, la alimentación de las familias ha mejorado mucho. Con el dinero que les proporcionan ya pueden comprar más comida. Yo veo muy bien la diferencia entre quien tiene Oportunidades y quien no lo tiene. Y es que del campo no sacamos casi nada. Rocío estudió hasta la secundaria y desea que sus hijos no se queden ahí. Tiene la esperanza de que cursen el bachillerato y después una licenciatura. Mi hijo Wilber acaba de entrar a tercero y Eric al sexto de primaria. Eric tiene tres años de recibir su beca y nos ha ayudado mucho. Ya tenemos para comprar el cuaderno, el lápiz, los colores, en fin, todo lo que le pide el maestro para estudiar. Antes, cuando no tenía, me costaba mucho trabajo comprarle sus útiles escolares. Lo regañaban porque no los llevaba. Ahora no. En cuanto recibimos lo de su beca vamos y compramos todo. Lo que me gusta es que mis hijos son buenos estudiantes. Ya les he dicho que tienen que estudiar la secundaria y la prepa para que puedan mejorar su vida, Mi sueño es que tengan una carrera.
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Nuestros hijos van a vivir mejor
Hablan náhuatl entre ellos Andrés y Carmen son pobres, muy pobres. Habitan una casa con paredes lo mismo de tabique que de cartón y un techo que en temporada de lluvias se llena de filtraciones y goteras. Ella no sabe escribir, aunque afirma que lee un poco. “A la mitad del primer año de primaria me quedé huérfana y pues ya no fui a la escuela”, explica. Él sólo terminó la educación básica. Hablan español pero entre ellos se entienden en náhuatl. Viven en Zongozotla, un empobrecido villorrio poblano. Todo es humilde ahí. En el patio hay una mesita, una pileta con agua y una cama a la que se suben las gallinas. Son pobres, pero se sienten orgullosos de que todos sus hijos hayan ido o vayan a la escuela: Facundo, de 24 años, estudia para Médico Veterinario Zootecnista. Jessica, de 21, finalizó sus estudios en Ingeniería Agroindustrial. Carmen, de 19, Ingeniería de los Recursos. Josefa, de 17 años, acaba de terminar la prepa y apenas va a escoger carrera. Dolores está en el primer año de prepa, y Katia y Alejandra, en tercero y segundo año de secundaria, respectivamente. Los grandes estudian en Chapingo. Facundo, el mayor, fue el primero en entrar. Lo apoyó la maestra de danza de la Escuela Secundaria Técnica # 5, en Tehuacán. “Su hijo tiene buena cabeza”, les dijo. “Llévenlo a Chapingo”. Se portó muy bien con ellos. Les llegó a decir: “No se preocupe. A su hijo yo lo llevo a presentar el examen, así tengan o no para el pasaje”. Su hijo es listo, muy listo, les repetía. En la secundaria Facundo participó en un bailable y desde entonces la maestra se fijó en él, en su disposición a estudiar, en su inteligencia. Cuando mis hijas ya estaban más grandes, mi esposo quiso mandarlas a estudiar también en Chapingo –recuerda Carmen–. Es un buen lugar para las indígenas y pensamos que estaría bien. Jessy presentó el examen, la admitieron y nos dijo que era buena escuela, que daban beca y que la atendían bien. Ahorita ya son varios los que están allá, no nada más mis hijos, sino también muchos de aquí del pueblo. Se van animando. Este año
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se fue un muchacho que acaba de salir de la secundaria. Mi Lola no pasó el examen de admisión y se quedó a estudiar aquí. Fueron muchos gastos. Le dije: haz la lucha de estudiar más para que te vayas con tus hermanos. Le echó ganas y pasó el examen. Ya está estudiando allá. Mi Carmelita y la Josefa están internas, becadas en Chapingo. La Jessica también estaba becada, igual que el Facundo. Viven en un cuarto cerca de la escuela. “El campo es difícil, así que termina tu carrera” En total, Andrés y Carmen tienen doce hijos, cuatro hombres y ocho mujeres. Una vive en Puebla. Posee una licenciatura en Informática. Hay algunas casadas que decidieron no seguir estudiando pero que terminaron la secundaria. Yo tengo un hijo que ya tiene sus hijos –señala Andrés–. Aún así lo sigo apoyando, ya que tiene buenas calificaciones. A mí no me conviene que se quede nada más a media carrera. Le digo: no importa, estudia, aunque ya tengas dos hijitos; el campo es muy difícil, así que termina tu carrera… No falta quien me diga que para qué mando a estudiar a mis hijas, si los únicos que se benefician son los maridos. Yo no les hago caso. Yo quiero que mis hijas mejoren, que no sigan sufriendo como yo he sufrido. Ahí quedará en ellos si después me reconocerán o no este esfuerzo, pero yo las sigo apoyando. Para este matrimonio poblano los apoyos de Oportunidades les han sido de mucha utilidad. No los malgastamos. Los invertimos en los estudios de nuestros hijos –afirma Carmen, orgullosa, y muestra los diplomas y otros reconocimientos que han recibido. Vemos muy poco a nuestros hijos –interviene Andrés, no sin un dejo de tristeza. Sólo vienen cuando tienen vacaciones. Nos gustaría verlos más pero nosotros no podemos ir. Tenemos que ver por la casa y también tengo animales. Además, tengo que juntar para cuando regresen y les demos para el pasaje y para sus gastos. Tienen que sacar copias o ir a Internet. Le doy como 200 pesos a cada uno. No les puedo dar más.
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Nuestros hijos van a vivir mejor
“Ya no conocen tanto la pobreza” Carmen Méndez Dorantes y Andrés Ponce Hernández ingresaron a Oportunidades hace como diez años. Ella es la titular. Mis hijos cuando salieron de la preparatoria, utilizaron los puntos de Jóvenes con Oportunidades para comprarse ropa, zapatos y libros y lo más importante para pagar su ingreso a la universidad. En la actualidad, dos de sus hijas están becadas por Oportunidades, al igual que antes lo estuvieron todos sus demás hijos hasta que terminaron la preparatoria. Si no tuviera el apoyo de Oportunidades, no sabría qué hacer –dice Andrés–. Les tendría que decir a mis hijas que ya no pueden estudiar y que se junten con algún fulano para que las mantenga. Yo no quiero eso. Como siempre les digo, no soy celoso. Si se quieren casar o juntarse con los jóvenes, que lo hagan. Pero para eso hay tiempo de sobra. Mientras tanto, prepárense, les digo. Aprovechen los apoyos. Yo quiero que sobresalgan. Nuestro Señor Jesucristo ve que lo único que hago es tratar de apoyar a mis hijas. Claro, el apoyo que nos dan no es suficiente, porque tengo muchos hijos, pero qué bueno que esté ahí, que exista. Para mí –dice Carmen–, el Programa es muy bueno. Si los padres saben aprovechar sus beneficios, serán los hijos los que sobresalgan. Eso es cierto –interviene Andrés–. Mi vida hubiera sido diferente si en mi tiempo hubiera habido algo como Oportunidades. Simplemente, yo no pude estudiar. Es mucha la diferencia. Andrés y Carmen desean comprar una computadora pero por el momento no pueden hacerlo. No les alcanza. Pero tienen esperanzas: “Si tenemos una buena cosecha de café, la
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vamos a comprar. Así podrán hacer sus tareas más fácilmente”. Están orgullosos de sus hijos, eso se nota. Quieren lo mejor para ellos. Mis hijos se han superado mucho –afirma Carmen–. El apoyo que nos dan, mucho o poco, pero nos llega y mis hijos lo están aprovechando. Van a poder tener una vida mejor. Van a poder tener un mejor trabajo. Van a tener una vida más fácil que la nuestra. Sí, ellos ya no van a vivir igual que nosotros –agrega Andrés–. Tendrán una mejor vida. Ya no conocen tanto la pobreza, o por lo menos no como nosotros la hemos conocido. Por eso le digo a mi esposa: de tan sólo saber que ayudamos a que nuestras hijas estuvieran mejor preparadas, me voy a morir feliz.
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Una anciana impulsa la Mecatrónica
Se ñora de la casa a los doce años La habitación huele a humedad. Es la sala y la recámara, al mismo tiempo. En una esquina, un ropero, y al centro, una mesa sobre la que hay cajas con medicinas. Estudié hasta el tercer año, pues me quedé sola –recuerda Rosa Zepeda Ornelas–. Mi mamá falleció y a los doce años me tuve que hacer cargo de mis cuatro hermanos. Rosa tiene 76 años y es viuda. Tuvo 13 hijos. Vive con sus nietos: Edgar Geovani, el mayor, de 21 años, Maricruz, quien se casó y dejó la escuela, José Luis, estudiante de tercero de secundaria, y Rigoberto, de segundo de secundaria. El papá de mis nietos murió –informa Rosa–. Su mamá se volvió a casar y me dejó a sus hijos. La que ha visto por mis muchachos soy yo. También cuida al hijo de Maricruz, de un año siete meses. El papá se fue a Estados Unidos y mi nieta trabaja. Todos viven en una casita de la colonia Granjas de Bellavista, en Uruapan, Michoacán. De chica vivía en el Rancho. Hacía la comida y echaba las tortillas, mal hechas, eso sí, pero como mi papá se quedó solo, yo me hice cargo de todo. A mis doce años, era la señora de la casa. Luego mi papá se buscó a otra señora y la trajo a vivir con nosotros. Yo duraría como un año y medio más con mi papá. Luego me hice de pláticas con mi señor y me casé al poco tiempo, a los 14 años. Algunas de mis muchachas se fueron a hacer su vida para el norte. Cuando estoy enferma, me vienen a dar una vueltecita.
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Rosa vive muy humildemente y con muchas dificultades, pero desde que recibe el apoyo de Oportunidades su vida ha cambiado. Sus dos nietos más pequeños, José Luis y Rigoberto, gozan actualmente de una beca del Programa, que les ayuda y estimula a seguir estudiando. Ahora les puedo comprar zapatos o tenis a mis nietos. También compro lo más necesario, que el frijol o que la manteca, y ahí me la voy llevando. “Quiero becar a mis hermanos” Estudiar es un deber, una necesidad que tenemos para poder superarnos y obtener un buen empleo –afirma Edgar Geovani Luquín Zepeda, el nieto mayor de Rosa. Tiene 21 años y estudia el séptimo semestre de Ingeniería Mecatrónica en el Instituto Tecnológico Superior de Uruapan. Esta carrera es relativamente nueva y se enfoca a áreas como la robótica y la automatización de empresas, industrias, casas habitación y automóviles. Geovani contó por cinco años, en secundaria y bachillerato, con una beca de Oportunidades. A mí el estudio siempre me ha gustado mucho. Los apoyos de Oportunidades me han servido para ayudar a superarme. No consideré el apoyo como una obligación sino como una verdadera oportunidad de lograr mi objetivo de tener una carrera. Geovani es un muchacho estudioso y trabajador. Desde pequeño ayudó a Rosa, su abuela, en los gastos de la casa. Fue albañil y cargador. También fungió como asesor educativo en una de las mejores escuelas de Uruapan, encargándose de la tarea de ir de casa en casa, de colonia en colonia, para conversar con los jóvenes y orientarlos para que continuaran en el camino de los estudios. A sus propios hermanos los insta a estudiar.“Las personas sin trabajo son las que no estudian. Fíjense”, les advierte con cariño. Uno de ellos, por lo pronto, quiere estudiar Ingeniería Electrónica. El otro aún está indeciso. Lo único que sabe es que sí quiere cursar una carrera. Mi objetivo ha sido apoyar siempre a mis hermanos, a mi familia. Sé que cuando entren a la universidad ya no van a recibir los apoyos de Oportunidades, pero espero tener un
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buen trabajo para ese tiempo y así poder becarlos, como en su momento a mí me apoyó Oportunidades. Geovani es, además de un buen estudiante, un entusiasta del ajedrez. Descubrió este juego mientras cursaba el bachillerato en el Centro de Estudios Tecnológicos Industrial y de Servicio no. 27, CETIS, a través de su amigo Rodrigo Soriano, quien le enseñó a jugar. Ha participado en competencias a nivel nacional. A nivel estatal ganó el primer lugar entre todos los alumnos de preparatoria. En el Campeonato Nacional celebrado en Ciudad Delicias, Chihuahua, él y su equipo quedaron en décimo segundo lugar. Para mí el ajedrez, más que un juego, es una disciplina. Algunos lo ven como un deporte. Otros, como ciencia. También está considerado como un arte porque destaca lo mejor de ti, tu forma de atacar, tu forma de defender, tu forma de ver la vida. Al ajedrez lo relacionan mucho con la vida cotidiana. Así, dependiendo de la situación en que te encuentres, puedes considerarte tú mismo como el rey que intenta proteger a su familia. Es un juego de apoyo, inteligencia y estrategia. Debido a su ingreso a la carrera, Geovani dejó de practicar esta disciplina. De hecho, llevaba cerca de ocho meses de no tocar un tablero. Pero hace quince días empecé de nuevo a jugar. Ahora sólo lo practico como un hobbie, en mis tiempos libres, que son pocos. “Quiero contratarle una enfermera a mi abuela” Geovani tiene una novia desde hace un año. Se ve a sí mismo a futuro y se contempla casado, con hijos, con una casa y un auto. Por el momento, sin embargo, toda su atención se concentra en el estudio y el trabajo. Soy técnico en computación. Hace un rato le estaba arreglando su computadora a una amiga. Aquí en esta colonia no hay muchas personas que tengan computadora, son contadas, como tres personas o algo así, por lo que no tengo mucho trabajo. Pero soy optimista. Cuando termine mi carrera me gustaría irme a Monterrey o a Aguascalientes.
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
Quisiera trabajar en una ensambladora de autos. Me encanta todo eso: las reparaciones y las refacciones automotrices, y todo lo que se hace para mejorar los autos. Los robots. Eso es en lo que estoy más enfocado: en la automatización. Ahí sí que podría ejercer al cien por ciento mi carrera. Si hay apoyo, estudiar es mucho más fácil, opina Geovani. En realidad estoy muy agradecido con Dios, con mi familia y con el Programa Oportunidades. Esto último nos ha abierto muchas puertas para continuar con los estudios. A mí en lo personal los apoyos de Oportunidades me sirvieron mucho. Los empecé a recibir cuando estaba en secundaria y, como siempre he dicho: los apoyos son bienvenidos. Nunca se me ha dificultado ganar dinero. Sin embargo, si te apoyan, es mucho más fácil concentrarte más en el estudio. Ya no tienes el problema de estar pensando cómo hacer para comprar esto o pagar aquello. Un día, lo recuerdo muy bien, yo estaba muy presionado económicamente porque debía pagar una clase de inglés que era obligatoria en la escuela, y, con el apoyo que me dieron al entregarme los Puntos de Jóvenes con Oportunidades, ya tuve con qué pagar esa materia. Para mí, la verdad, es un excelente apoyo, un excelente Programa. De hecho, deberían sacar nuevos programas para apoyar a otros segmentos de la población, por ejemplo el de los jóvenes en la universidad. Creo que el Gobierno Federal está haciendo una buena inversión en lo que es la educación en México y deberían de enfocarse también en más capacitación para quien imparte la educación. Para Geovani, el ejemplo de lucha que le ha dado su abuela es fundamental: Mi abuela siempre me ha apoyado y ha estado muy al pendiente de mí. Lo que soy se lo debo a ella. Lo que he conseguido se lo dedico precisamente a ella, pues me ha impulsado con su cariño y entusiasmo. La quiero y le deseo todo lo mejor. En el futuro me encantaría poder contratarle una enfermera, para que la cuide y ya no tenga que hacer nada.
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Flores por doquier
Una mujer muy emprendedora Hay plantas y flores por doquier. Nosotros mismos hicimos el invernadero –comenta con verdadero orgullo y satisfacción Elvira Francisco Casimira. El invernadero está hecho de manera rústica, la estructura formada con palos de bambú y cubierto con plástico resistente. Invertimos mil pesos. Elvira es una mujer cálida y sencilla. Tiene 29 años y está a cargo de sus hermanos: Guadalupe, de 19, Melesio de 18 y Balbina de 17. Su mamá murió hace doce años, su papá emigró a la ciudad de México y nunca más volvieron a saber de él. Elvira tuvo que convertirse en el sostén de su familia. Vive en Ixtlahuancillo, una localidad urbana a treinta minutos de Orizaba, Veracruz. El clima es templado, lo que favorece la producción de plantas y flores. Ella misma se dedica a la comercialización de sus productos. En su invernadero cuenta en total con veinticinco tipos de variedades. Es una mujer muy emprendedora. Recuerda cómo cortaba los retoños de una planta para sembrarlos en otra maceta, y así se fueron multiplicando y multiplicando, con el debido cuidado y esmero, hasta ser tantas las flores y las plantas que ya podía venderlas y obtener algún dinero para sobrevivir. Está contenta de sí misma, de lo que ha logrado En la construcción del invernadero no contó con ningún tipo de asesoría, sólo con sus ganas de salir adelante.
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Oportunidades: HISTORIAS DE ÉXITO
Antes comíamos tortillitas con chilito y sal, y ya Elvira cuenta con estudios de preparatoria y de mecanografía. Es beneficiaria de Oportunidades. Su papá contaba con este apoyo cuando ella estaba en la preparatoria, en una época en que aún no existían las becas de Educación Media Superior en el Programa. Cuando su progenitor se fue, las promotoras le sugirieron que hiciera el cambio para quedar como titular, algo que sucedió a partir del año 2000. Han pasado ocho años desde entonces y Elvira sabe que su vida ha mejorado. Está contenta y agradecida con el Programa. El apoyo que nos da lo utilizo para mis hermanos, para comprar libretas y uniformes, para todo lo que necesiten en la escuela, y para nuestra alimentación. De la cocina llega un rico olor a tortilla recién hecha. En las ollas se cuecen los frijoles. Trastes de peltre o barro se han dispuesto sobre la mesa, junto con un plato lleno de arroz y otro con quelites y papas. Antes comíamos tortillitas con chile y sal, y ya. Ahora vivimos mejor. Hasta carne podemos comprar a ratos. Las hermanas de Elvira preparan la masa y hacen tortillas. Dicen algo en náhuatl y se carcajean. Elvira los mira con dulzura. También, con un semblante leve de inquietud. Está preocupada. Dos de sus hermanos parecen renuentes a estudiar. Melesio espera la regularización de sus documentos y tendrá que inscribirse hasta el próximo ciclo escolar. Balbina, por su parte, como que no le gusta la escuela. La única a la que sí le atrae el estudio es a Guadalupe. Ella es becaria de Oportunidades. Mis hermanos llenan mi corazón Elvira porta, al igual que sus hermanas, unos hermosos vestidos de satín en vivos colores, de los que sobresalen, debajo de la falda, un fondo ricamente bordado.
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Flores por doquier
Me hubiera gustado seguir estudiando –dice–. Antes, aquí en Ixtlahuancillo, a las mujeres no se les permitía estudiar. ¿Para qué, si su destino era casarse? No les hacía falta, al cabo que su marido las iba a mantener. Esto ha ido cambiando. Hay algunas que dejan la escuela para que no se les pase el tren. Otras por lo menos terminan la prepa y ya luego se casan o empiezan a trabajar. Se queja: Hay muchas mamás que cuando sus maridos las dejan abandonan a sus hijos. Los dejan por ahí tirados, sin hacerles caso. Crecen y no los orientan ni se preocupan por ellos ni los mandan a la escuela. Ella es diferente. Es una mujer pequeña pero admirable en su papel de padre y madre a la vez. Ha tenido que sacrificar, incluso, su propia vida amorosa con tal de sacar adelante a sus hermanos: Me hice cargo de ellos con gusto. Se quedaron conmigo y hasta ahorita no los dejo. Sigo pendiente de ellos, los quiero. Y agrega, sonrojada: Mientras no encuentre una pareja, ellos llenan mi corazón.
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Oportunidades: Historias de éxito se terminó de imprimir en diciembre de 2008 en Talleres Gráficos de México. Canal del Norte No. 80, Col. Felipe Pescador, 06280 México, D.F. Consta de 2,500 ejemplares en español y 500 en inglés, impresos sobre papel couché semi mate de 135 gramos. La edición estuvo al cuidado de la Dirección de Comunicación Social de la Coordinación Nacional del Programa de Desarrollo Humano Oportunidades.