NATURALEZA Y ARQUITECTURA
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DOM H. VAN DER LAAN 1983
1. La casa es una de las primeras cosas que el hombre necesita para mantener su existencia en la naturaleza: Initium vitae hominis aqua et panis et vestimentum et domus protegens turpitudinem (Sirácides XXIX 28).1 A diferencia de los demás seres vivos, la naturaleza no nos brinda comida, abrigo y casa, sino que dependemos de nuestros propios recursos; es nuestro intelecto, que nos distingue de las demás criaturas, el que nos permite elegir la forma más adecuada para cada una de estas adiciones. Siendo el suelo demasiado duro para nuestros pies descalzos nos hacemos sandalias de material más blando que el suelo, pero más resistente que nuestros pies. Si fueran tan duras como el suelo o tan suaves como nuestros pies no nos darían ventaja alguna, pero al ser lo suficientemente duras como para soportar el desgaste y sin embargo lo suficientemente suaves para ser cómodas, éstas provocan una armonía entre nuestros suaves pies y el áspero suelo. Con la casa es un asunto no sólo del contacto entre nuestros pies y el suelo, sino de la reunión de todo nuestro ser con el medio ambiente total. El medio por el cual la armonía entre ambos se produce ya no es 'un trozo de suelo blando' que usamos alrededor de nuestros pies, sino un ‘fragmento de espacio habitable ’ que separamos del entorno natural a través de muros. La casa como un completar la naturaleza
Mientras que la sandalia se ajusta al pie para completar el cuerpo y así éste pueda soportar el duro suelo, la casa debe ser vista como una adición a la naturaleza, por la que el espacio natural se completa y se hace habitable para nosotros. Al igual que el material y la forma de la sandalia se eligen de manera que esté en armonía con el suelo duro y los pies delicados, el espacio separado artificialmente también debe crearse de acuerdo con las exigencias del entorno natural y de nuestra propia constitución. Para el pie la superficie de la sandalia representa un pequeño trozo de suelo blando, mientras que la parte inferior actúa como un pie fortalecido en relación con el suelo. De la misma forma el interior de la casa es para el hombre un fragmento de ambiente habitable, mientras que en el exterior, donde enfrenta a la naturaleza, representa una existencia humana fortificada. Así, entre los dos términos extremos –el hombre y la naturaleza – la casa aparece como un elemento de conciliación que permite al hombre mantenerse a sí mismo en la naturaleza. 2. Los elementos de la casa se pueden derivar únicamente de la naturaleza: el dato principal del espacio separado por muros es la masa ilimitada de la tierra con el espacio ilimitado encima de ella, de modo que la masa limitada de los muros también se debe extraer de la tierra para así aislar un fragmento limitado de espacio del espacio de la naturaleza.
Sin embargo, claramente el muro que encierra el espacio no se puede conseguir de la tierra en una sola pieza. La forma compacta y redondeada del material que extraemos de la tierra –ya se trate de un bloque de piedra, un pedazo de madera o un trozo de arcilla – no puede producir la forma cerrada del espacio interior directamente; para esto al menos unos trozos de material deben ser unidos. Los dólmenes y otros monumentos megalíticos son ejemplos de este tipo primitivo de formación de espacios por medio de un número mínimo de piezas ( fig. a). Antes de que el hombre pueda vivir en su casa dos eventos deben seguirse: en primer lugar los materiales necesarios para la casa deben ser desprendidos de su contexto natural, y posteriormente deben ser puestos juntos en otro lugar en un nuevo contexto técnico, para formar el conjunto artificial que es la casa. Por lo tanto, entre los términos extremos del proceso de la casa –el hombre y la naturaleza – hay dos términos intermedios: en primer lugar los materiales de construcción extraídos de la tierra, y en segundo lugar, la casa, el conjunto técnico en el que se integran estos materiales. Los cuatro términos del proceso de la casa
En el proceso completo de la casa siempre hay una relación funcional entre los cuatro términos: la naturaleza, el material, la casa y el hombre. Los materiales se extraen de la naturaleza, la casa se construye con los materiales y el hombre habita en la casa. La habitación, la técnica de construcción y la preparación de materiales son por lo tanto las tres funciones por las que se relacionan los cuatro términos –hombre, casa, materiales y naturaleza.
3. El análisis del proceso de la casa con sus cuatro términos y tres funciones muestra claramente los límites dentro de los cuales el arquitecto ejerce su profesión; éste se limita a la función intermedia –el ensamble técnico de los materiales para formar la casa.
La profesión de arquitecto
En una sociedad primitiva, es posible que una persona construya su propia casa y ella misma extraer los materiales de la naturaleza, la profesión de arquitecto aún no ha llegado a ser. Pero en una etapa más avanzada de la sociedad la figura del arquitecto aparece en escena: el hombre que construye casas que serán habitadas por los demás, con los materiales que igualmente han sido extraídos de la naturaleza por otros. Su función específica en el proceso de la casa consiste en lograr la relación entre los dos términos centrales del proceso, el material y la casa: en una palabra, en la técnica de la construcción. 4. Dado que el papel del arquitecto se limita a la función central del proceso total de la casa, hay un gran peligro de que se pueda perder de vista la función general de la casa, la reconciliación del hombre y la naturaleza, y por lo tanto no dar la atención necesaria a los primeros fundamentos de la forma de la casa. Para evitar esto no es suficiente que él sea consciente de las propiedades de los materiales específicos para la construcción de la casa, o de las exigencias impuestas a su habitabilidad por individuos o grupos específicos. Esta información sólo le permite construir una casa factible y deseada en determinadas circunstancias, pero esto no es suficiente, porque la forma de la casa debe ser ante todo una realización del hábitat humano que nuestra existencia demanda por su naturaleza. La forma general de la casa
Para hacerse una idea de esta forma general, el arquitecto no debe basarse únicamente en necesidades de habitabilidad específicas, sino que partir de la necesidad general de habitación, que surge de la naturaleza física y psíquica del hombre; no sólo debe tener en cuenta el uso práctico de tal o cual material, sino penetrar en las propiedades generales de división y ordenación espacial de la materia sólida; y por último, no sólo debe tener en vista los procesos técnicos empleados en la transformación de los materiales para formar los muros y techos, sino que debe preocuparse por la necesidad general de juntar un número determinado de elementos sólidos con el fin de encerrar espacios. Porque lo que es de vital importancia para la forma general de la casa no es el propósito al que sirve, sino que sirve; no es de lo que está hecha, sino que se hace; y no es cómo está constituida, sino que es constituida. 5. Si la existencia humana fuera puramente material, como el de un trozo de madera o piedra, podría estar protegida por una forma material que la encerrara con fuerza, tal como una piedra preciosa se guarda en una caja acolchada y ajustada. Pero una existencia animada que se muestra en movimiento espontáneo necesita un refugio que deje suficiente espacio para moverse dentro. Y el movimiento es guiado por los sentidos, que también imponen ciertas exigencias; por último, el intelecto debe dirigir libremente el movimiento del cuerpo y el funcionamiento de los sentidos hacia sus objetivos. En cada uno de estos niveles de nuestra existencia nos ponemos en contacto con el referente espacial de la naturaleza. Además de comandar el espacio que necesitamos para el movimiento, también formamos una imagen clara de éste, y nos damos cuenta de que un fragmento de espacio natural está involucrado en nuestra existencia. A esto le llamamos nuestro espacio experiencial.
6. Nuestro espacio experiencial está necesariamente en conflicto con el espacio de la naturaleza. El espacio que la naturaleza nos ofrece se eleva por encima del suelo y está orientado completamente hacia la superficie de la tierra. El contraste entre la masa de la tierra por debajo y el espacio del aire por encima, los cuales se juntan en la superficie de la tierra, es el antecedente primario de este espacio. A causa de su peso todos los seres materiales son atraídos hacia este orden espacial, y viven, por decirlo así, encima de la tierra. A través de su intelecto y de su postura erguida el hombre puede desprenderse de este orden y poner en relación consigo el fragmento de espacio que necesita para la acción y el movimiento. Él es consciente de una orientación horizontal centrada sobre sí mismo en medio de la orientación vertical centrada sobre la tierra –de un espacio a su alrededor en medio del espacio que está encima de la tierra. 7. La arquitectura nace de esta discrepancia original entre los dos espacios –el espacio de nuestra experiencia orientado horizontalmente y el espacio de la naturaleza orientado verticalmente; comienza cuando añadimos muros verticales a la superficie horizontal de la tierra. A través de la arquitectura un fragmento de espacio natural es, por decirlo así, puesto a un lado de manera que se corresponda con nuestro espacio experiencial. En este nuevo espacio no vivimos encima de la tierra sino frente a muros; nuestro espacio no reside sobre la tierra sino entre muros. Este espacio completa el espacio natural y así permite ponerlo en relación con nuestro espacio experiencial; al mismo tiempo permite que nuestro espacio específicamente humano pueda ser asimilado en el orden homogéneo de la naturaleza. Para qué está hecha la casa
8. El contraste entre la masa del muro y el espacio orientado en relación a este es simplemente una forma específica del gran contraste entre la masa de la tierra y el aire libre por encima que encontramos en la naturaleza. El único aspecto de este dato natural que percibimos es la superficie horizontal de la tierra, porque en este estado primordial no existe ninguna forma espacial o sólida. La tierra y el aire arriba de ésta sólo podrían tener una forma para nosotros si tuvieran un número de superficies delimitadoras mutuamente correspondientes como términos o límites de su volumen. Pero no hay ninguna otra superficie que corresponda a la interfaz entre el aire y la tierra; viendo sólo un límite, lo vemos como un límite de la masa, y así hablamos de 'la superficie de la tierra'. Pliegues en esa superficie pueden dar lugar aquí y allá a formas convexas y cóncavas – montañas y valles – pero debemos hacer una clara distinción entre estas formas y las formas genuinas, que no se basan en el contraste entre lo cóncavo y lo convexo, sino en que entre sólido y vacío. Montañas y valles afectan a la superficie de la tierra, pero no su volumen. Para nosotros la superficie terrestre es horizontal y sin ninguna otra superficie horizontal correspondiente; sabemos que la tierra es redonda, pero mientras vivamos sobre ésta no podremos visualizar su forma.
9. Nuestra experiencia de la superficie de la tierra es comparable a la del 'ahora' en el tiempo, ya que el 'ahora' es asimismo el único fenómeno que experimentamos del paso del tiempo. Se presenta como una separación entre un pasado sin comienzo y un futuro sin fin –una vez más, un principio y un final que nos eluden. Nuestro ahora se puede estirar en un hoy o un este año; a continuación tiene una cierta duración al igual que montañas y valles dan a la superficie de la tierra una especie de forma. Pero el ahora es, en principio, sin duración, sin ninguna extensión definida en el tiempo. A fin de experimentar una longitud de tiempo, dos momentos en el tiempo deben ser recogidos y relacionados en la memoria; en tonces los dos momentos se corresponden el uno al otro como principio y final, y así hacen que la duración de tiempo sea apreciable. Del mismo modo la extensión espacial sólo puede evaluarse mediante el establecimiento de una correspondencia entre las superficies en la imaginación. Por naturaleza relacionamos el ahora que separa el pasado y el futuro con mayor facilidad al pasado que al futuro que aún no existe. Esto coincide con nuestra percepción de la interfaz entre el aire y la tierra, la cual relacionamos a la tierra; podemos ver la tierra sólida, pero no el aire, al igual que podemos conocer el pasado pero no el futuro. De qué está hecha la casa
10. Si queremos hacer una subdivisión en el espacio por encima de la superficie de la tierra, podemos hacerlo solamente por medio de elementos sólidos extraídos de la tierra misma, y por su naturaleza, opuestos al espacio abierto. Del mismo modo, sólo podemos interrumpir el silencio por el ruido, o descansar por el movimiento. Estos elementos sólidos extraídos de la masa ilimitada de la tierra toman inevitablemente una forma a través de su limitación: adquieren superficies que se corresponden entre ellas. Tales masas formadas ya están presentes en la naturaleza: los árboles y las piedras pueden servir directamente para la división del espacio. Sin embargo hay que tener en cuenta que estos elementos también son extraídos de la masa de la tierra, por el poder de la naturaleza. 11. Cuando se extrae un pedazo de piedra de la tierra surge automáticamente una forma espacial que corresponde como una matriz a la forma sólida de la piedra. En tanto que la profundidad de esta forma espacial sea leve en comparación con su área, la superficie de la tierra apenas se ve afectada y no se produce una real formación espacial. Pero si la superficie de la tierra se reduce suficientemente en un punto particular, se producen superficies verticales que se corresponden entre sí de tal manera que generan un espacio auto-contenido. Este espacio es distinto del espacio mayor sobre la tierra, y siempre y cuando sea lo suficientemente grande podríamos vivir en él. Cómo no está hecha la casa
Uno podría preguntarse por qué, en lugar de utilizar el material en otro lugar para separar espacios del espacio natural y dejando las excavaciones resultantes inutilizadas, no descartamos los materiales sólidos y vivimos en cuevas hechas por el hombre, tal como los topos viven en sus madrigueras y dejan atrás la tierra excavada como montículos. Y, de hecho, por necesidad o ascetismo a veces los hombres se contentaron con habitar cuevas –o excavaciones – de este tipo.
Sin embargo, dicha forma de vivienda en ningún sentido provoca la reconciliación del hombre y la naturaleza; refugiándose en una cueva el hombre huye de la naturaleza en vez de adaptarla a su existencia. Pero para servir a esa existencia debemos completar nuestro entorno, precisamente completando el contraste natural de sólido y vacío ilimitado entre la tierra y el aire con el contraste de sólido y vacío limitado en forma de espacios delimitados por muros, que llamamos casas. 12. Así surge el verdadero hábitat humano, no de un vaciamiento de la masa de la tierra, sino a través de la separación de espacios delimitados del gran espacio de la naturaleza por medio de la forma sólida de los muros. Desde el principio debemos de hacer una clara distinción entre estas dos maneras de formar espacios. El primer tipo de espacio está delimitado por superficies, al igual que un volumen sólido en el espacio; y al igual que el volumen sólido, la correspondencia entre estas superficies da al espacio ahuecado una forma propia. Sin embargo, es bastante distinto con un espacio separado del gran espacio ilimitado por la masa limitada de los muros: aquí la forma no pertenece al espacio separado sino a la masa del muro; el espacio ahora está separado del resto del espacio por una forma sólida, mientras que antes, con el espacio ahuecado, la masa y el espacio se juntan en una superficie. Por lo tanto para evitar dar a este espacio separado la apariencia de una masa ahuecada uno debe asegurarse de que la interfaz entre el espacio delimitado y la masa del muro permanezca unida a la masa, por lo que la forma no se transfiere de la masa al espacio, como ocurre con la cueva no-arquitectónica. Cómo está realmente hecha la casa
13. Un único elemento sólido en forma de bloque tomado de la tierra no es suficiente para crear un espacio separado. Dado que una vez que dicho bloque se coloca en alguna parte sobre la tierra pierde su forma independiente. La parte inferior desaparece, junto con la parte de la superficie de la tierra que ha sido cubierta, la que ahora es sustituida por la superficie superior del bloque. El bloque eleva una porción de la superficie de la tierra, pero no provoca una separación del espacio sobre ésta. Si más bloques se colocan junto al primero, se produce una forma más plana y aún menos independiente. Su superficie superior es mayor en relación con su altura sobre la superficie de la tierra y se identifica, por lo tanto, todavía más estrechamente con ésta. La pila
Lo contrario ocurre si uno apila más bloques de piedra sobre la parte superior del primero y así construye una pila en forma de barra. Con cada bloque apilado la superficie superior disminuye de manera constante en su tamaño en relación con los lados hasta que se hace gradualmente tan pequeña que pierde su relación con la superficie de la tierra. Así, la masa recupera su forma independiente e igualmente su valor como divisora del espacio. Tal forma de barra vertical debe ser considerada como el primer antecedente arquitectónico. 14. Es evidente que no podemos dividir el espacio –y menos aún separar un espacio – mediante la creación de una sola masa en forma de barra, como tampoco podemos dividir
una hoja de papel en blanco en dos partes, marcando un punto sobre ésta: ya que lo que un punto es en relación a una superficie, una barra vertical lo es en relación con el espacio. Pero una vez que el punto se convierte en una línea –incluso una línea punteada – la superficie se divide en dos partes a ambos lados de ésta. El muro
Por analogía, con el fin de subdividir el espacio en dos partes la forma de barra debe ser ampliada en una losa vertical. De esta extensión horizontal de la barra vertical nace el muro, que debe ser considerado como el segundo antecedente arquitectónico. 15. Una separación provocada en el espacio por medio de un solo muro deja intacta la inmensidad ilimitada del espacio. El espacio natural, limitado sólo por abajo por la superficie horizontal de la tierra, es sin embargo ilimitado hacia todos los otros lados. Una sola pared vertical divide este espacio, produciendo dos partes que son, en efecto, limitadas en un lado por el muro, pero conservan su ilimitación original en el lado opuesto abierto; ningún espacio es separado del espacio mayor, sino que es sustituido por una yuxtaposición de dos grandes mitades de espacio. El espacio arquitectónico
Pero para cortar un fragmento de espacio del gran espacio se necesita un segundo muro que se relacione con el primero de tal manera que se genere un nuevo espacio entre los dos. Además de una división del gran espacio por cada muro en sí, un espacio surge entre los muros y así nace el tercer antecedente arquitectónico –el espacio arquitectónico. El espacio arquitectónico implica no sólo un equivalente artificial de la separación de superficies entre espacio y masa, entre vacío y sólido, ya provisto por la superficie de la tierra; ni tampoco es cuestión de una simple bisección del espacio natural a través de una única losa maciza en forma de muro. Más bien, representa un nuevo espacio separado artificialmente del espacio original, que viene a surgir a través de la correspondencia mutua de dos muros divisores. El gran espacio no da paso en este caso a dos nuevas mitades ilimitadas de espacio, sino que mientras que el gran espacio original permanece, un nuevo espacio acaece. Contra el trasfondo del espacio natural aparece, por una superposición, el espacio arquitectónico que es el objeto de este estudio.
Notas *
Originalmente publicado en Dom Hans van der Laan, “Nature and Architecture”, en Architectonic Space: Fithteen Lessons on the Disposition of the Human Habitat (Leiden: E. J. Brill, 1983) 1-10. Traducido al español por Patricio De Stefani para fines académicos. Publicado en español en El Lugar de La Arquitectura , ed. Alejandro Aravena (Santiago: ARQ, 2002) 100-104. 1 Libro del Eclesiástico 29:21: ‘Lo primero para vivir es agua, pan, vestido, y casa para abrigarse .’