MARTIN MCDONAGH EL HOMBRE ALMOHADA (THE PILLOWMAN)
Martin McDonagh (26 de marzo de 1970, Camberwell, Londres) es un dramaturgo y realizador angloirlandés, conocido por sus piezas teatrales de gran brutalidad y estilo cinematográfico. Se considera que cultiva una vertiente extrema del teatro de la crueldad, conocida como In-yer-face, que destaca el aspecto violento y grotesco de las obras para captar la atención del espectador y que tuvo como predecesor el género del guiñol. Biografía Nacido en Inglaterra de padres irlandeses, Martin McDonagh se vio obligado a dejar sus estudios y a buscarse la vida desde los 16 años, cuando sus progenitores regresaron a Irlanda y le dejaron en Londres junto con su hermano mayor (el guionista John McDonagh). Subsistió a base de ayudas sociales y de pequeños trabajos, mientras soñaba con dedicarse a la literatura y escribía obras para la radio y la televisión que no eran aceptadas. En 1994-95, empieza a crear las obras de teatro que le llevarían a la fama. En verano, se reunía con sus padres en Galway (Irlanda), donde éstos vivían, unas vacaciones que le permitieron familiarizarse con el dialecto local. Lo empleará en muchas de sus obras para ironizar y enfatizar no sólo el aspecto de la vida rural irlandesa, sino también su particular poesía. Obras teatrales En 1996, su ópera prima, La reina de belleza de Leenane (The Beauty Queen of Leenane), le valió el premio del Círculo de la Crítica Teatral británica al dramaturgo más prometedor del año. Esta obra inicia un ciclo de obras ambientadas en el Condado de Galway, que le ganaron el favor del público y la crítica. Una primera trilogía titulada The Leenane Trilogy incluye A Skull in Connemara y The Lonesome West, ambas escritas en 1997. Las tres obras fueron coproducidas por el Royal Court Theatre de Londres y el Druid Company Theatre de Galway, y La reina de belleza de Leenane fue nominada al Premio Tony a la mejor obra teatral en 1998. Su segunda trilogía irlandesa lleva es The Aran Islands Trilogy. Ambientada en unos islotes frente a la costa de Galway, se compone deThe Cripple of Inishmaan (1997), The Lieutenant of Inishmore (2001) y The Banshees of Inisheer (esta última nunca fue editada porque McDonagh la considera "not good enough" (no lo bastante buena). La primera de estas piezas se estrenó el año de su publicación en elRoyal National Theatre (Cottesloe) de Londres y la segunda —una comedia negra acerca de un terrorista expulsado del IRA por su brutalidad que de vuelta a su pueblo toma una sangrienta represalia contra quienes han asesinado a su gato—, en la Royal Shakespeare Company en Londres en 2001. Su obra más famosa hasta la fecha, El hombre almohada (The Pillowman) (2003), es la primera pieza "no irlandesa". Se estrenó el mismo año en el Royal National
Theatre, y el actor Jeff Goldblum fue uno de los protagonistas del montaje del Booth Theater deBroadway, en 2005. Trata de un escritor detenido por la policía en un Estado totalitario debido a que sus cuentos se relacionan con asesinatos de niños. Carentes de pruebas contundentes, sus interrogadores pretenden ejecutarlo extrajudicialmente. Los cuentos -algunos de los cuales son puestos en escenasorprenden por los atroces maltratos y asesinatos que son infringidos en escena a niños. Fue galadonada en 2004 con los premios Laurence Olivier y el del Círculo de la Crítica de Nueva York a la mejor obra extranjera, así como con el Tony 2005 al mejor texto teatral. En aquella época, Martin McDonagh era dramaturgo residente del National Theatre de Londres. A Behanding in Spokane, comedia negra estrenada en 2010 en el Schoenfeld Theatre de Broadway, es la primera pieza de McDonagh ambientada en Estados Unidos. Películas En el 2005 hizo su primera incursión en el cine con el cortometraje Six Shooter. Trata de un hombre que viaja en tren a su casa unas horas después de la muerte de su esposa, y que se encuentra en el vagón con un joven extraño que resulta ser un psicópata. El filme obtuvo el Oscar al mejor cortometraje en 2006. Su primer largometraje, In Bruges (Escondidos en Brujas), abrió el Festival de Sundance en enero de 2009, ganó el premio BAFTA al mejor guion, fue nominado al Oscar en la misma categoría y Colin Farrell se llevó el Globo de Oro al mejor actor de comedia. Está protagonizado por Colin Farrell, Brendan Gleeson y Ralph Fiennes. Más tarde volvió a trabajar con Colin Farrell en la película Seven Psychopaths estrenada en 2012, con Woody Harrelson, Sam Rockwell y Christopher Walken. Opiniones sobre su obra. Martin McDonagh ha declarado que las obras de dramaturgos como Shakespeare y Antón Chéjov le parecen aburridas y tiene la misma opinión de buena parte del teatro existente. Ha manifestado en cambio su admiración por Harold Pinter y Quentin Tarantino, que han influido en él, junto con la violencia cotidiana dispensada por los medios de comunicación. Destaca además su frecuente uso del humor negro. Se tiende a considerar que su obra es una extraña fusión entre la de John Millington Synge, Pinter, David Mamet, y las comedias televisadas británicas. Se ha criticado que la excesiva violencia de sus piezas tienda más a golpear sentimientos primarios del público que a llevar a una reflexión más elaborada, y que su técnica apela en exceso a este recurso para ganar la atención de los espectadores. Preguntado sobre el estilo de sus diálogos, Martin McDonagh declaró: "Son diálogos que intentan reflejar la manera en la que hablamos de verdad. Si apuntásemos todo lo que decimos a lo largo de un día, parecería de locos. Es muy difícil hacer eso en una obra, pero intenté reproducir esa especie de locura del discurso.". Martin McDonagh se ha convertido en el autor anglosajón más representado en
América del Norte después de Shakespeare. Su piezas se han estrenado en 39 países y en 29 idiomas.
EL HOMBRE ALMOHADA (THE PILLOWMAN)
PRIMER ACTO Escena uno Cuarto de interrogatorios de la policía. Katurian, sentado en una mesa, en el centro, con los ojos vendados. Tupolski y Ariel entran y se sientan frente a él. Tupolski trae un archivador que contiene un enorme fajo de papeles. TUPOLSKI: Señor Katurian, él es el detective Ariel. Yo soy el detective Tupolski… ¿Quién le puso eso? KATURIAN: ¿El qué? Tupolski le quita el vendaje. TUPOLSKI: ¿Quién le puso esto? KATURIAN: Mmm… un señor. TUPOLSKI: ¿Y por qué no se lo quitó? Parece estúpido. KATURIAN: No pensé que se pudiera. TUPOLSKI: Se ve realmente estúpido. KATURIAN: (pausa) Sí. TUPOLSKI: (pausa) Como decía, él es el Detective Ariel y yo soy el Detective Tupolski. KATURIAN: Bueno, lo primero que quiero decir es que tengo un respeto absoluto por ustedes y por lo que hacen y tendré mucho gusto en ayudarlos de la manera en que me sea posible. Les tengo un respeto absoluto. TUPOLSKI: Me alegra oír eso. KATURIAN: No soy como uno de esos… ¿si me entiende?
TUPOLSKI: ¿Uno de esos qué? No le entiendo. KATURIAN: Uno de esos tipos que no respeta a la policía. Nunca he tenido problemas con la policía. Nunca en mi vida. Y yo… ARIEL: Nunca ha tenido problemas hasta ahora, querrá decir. KATURIAN: ¿Ah? ARIEL: Repito. Nunca ha tenido problemas hasta ahora, querrá decir. KATURIAN: ¿Tengo problemas con la policía ahora? ARIEL: ¿Qué está haciendo aquí si no? KATURIAN: Ayudándolos con sus investigaciones, pensé. ARIEL: ¿Entonces somos amigos y lo trajimos aquí de visita social como si fuéramos amigos? KATURIAN: No, ustedes no son mis amigos… ARIEL: Le leyeron sus derechos. Lo sacaron de su casa. Le vendaron los putos ojos. ¿Cree que así tratamos a nuestros amigos? KATURIAN: No, no somos amigos. Pero, así mismo, espero que tampoco seamos enemigos. ARIEL: (pausa) Le voy a dar bien duro en su puta cabeza. KATURIAN: (pausa) ¿Qué? ARIEL: ¿Estoy hablando raro? Tupolski, ¿estoy balbuceando? TUPOLSKI: No, no estás balbuceando. Eres bastante claro. ARIEL: No pensé que estuviera balbuceando. KATURIAN: No vayan a… Voy a responder todo lo que quieran. No tienen que… ARIEL: “Va a responder todo lo que queramos”. No ha habido una pregunta. “Va a responder todo lo que queramos”. Sí ha habido una pregunta: “¿Qué va a hacer que le jodamos?” Esa es la pregunta. KATURIAN: Voy a tratar de hacer que no me jodan para nada porque voy a
responder a todo. TUPOLSKI: Buen comienzo, ¿no? Viendo a Katurian, Ariel se dirige vagamente hacia una de las paredes; fuma un cigarro. ¿Por qué cree que lo trajimos aquí? Debe tener alguna sospecha. ARIEL: ¿Por qué no empezamos a torturarlo de una vez y acabamos con toda esta mierda? KATURIAN: ¿Qué….? TUPOLSKI: Aquí quién manda Ariel: ¿tú o yo? (Pausa.) Gracias. No le haga caso. Retomemos el caso, ¿por qué cree que lo trajimos aquí? KATURIAN: Me estoy rompiendo la cabeza, pero no puedo pensar. TUPOLSKI: ¿Se está rompiendo la cabeza, pero no puede pensar? KATURIAN: No. TUPOLSKI: Bueno, ¿sí o no? KATURIAN: Sí. TUPOLSKI: ¿Qué? KATURIAN: Que nunca he hecho nada. Nunca he hecho nada contra la policía. Nunca he hecho nada contra el estado… TUPOLSKI: ¿Se está rompiendo la cabeza pero no puede pensar en una sola razón por la que lo hemos traído aquí? KATURIAN: Puedo pensar en una razón, o más bien no en una razón sino en una cosa, y asumo que hay un vínculo, aunque no veo cómo puede haber un vínculo. TUPOLSKI: ¿Vínculo de qué? ¿de qué con qué? o ¿de qué a qué? KATURIAN: Pues que también se llevaron mis cuentos cuando me arrestaron, y que ahí los tienen; esa es la cuestión. TUPOLSKI: ¿Los tengo dónde? ¿Ha estado leyendo los papeles que tengo enfrente?
KATURIAN: No he estado leyendo… TUPOLSKI: Papeles que, por si no sabe, pueden haber sido clasificados como una cosa muy muy secreta. KATURIAN: Alcancé a ver los títulos, de un vistazo. TUPOLSKI: ¿Ah, con su visión periférica? KATURIAN: Sí. TUPOLSKI: Pero, un momento, si hubiera sido su visión periférica tendría que estar girado hacia este lado… (Tupolski se gira echando un vistazo a los papeles.) ¿Lo ve? Así. Como mirando de reojo. KATURIAN: Lo que quería decir es … TUPOLSKI: ¿Lo ve? Así. Como mirando de reojo. KATURIAN: Es que hablo de la visión periférica por debajo de mis ojos. TUPOLSKI: Ahh, la visión periférica por debajo de sus ojos. KATURIAN: No sé si existe una palabra para eso. TUPOLSKI: No existe. (Pausa.) ¿Por qué habría un vínculo? Sus cuentos, su arresto… No es un crimen escribir un cuento. KATURIAN: Eso pensé. TUPOLSKI: Dadas ciertas restricciones. KATURIAN: Claro. TUPOLSKI: La seguridad del Estado, la seguridad general o como sea que se llame. Ni siquiera las llamaría restricciones. KATURIAN: Yo tampoco las llamaría restricciones. TUPOLSKI: Las llamaría indicaciones. KATURIAN: Sí, indicaciones. TUPOLSKI: Dadas ciertas indicaciones para la seguridad del como sea que se llame, no es un crimen escribir un cuento.
KATURIAN: Eso pensé. Eso es todo. TUPOLSKI: ¿Qué es todo? KATURIAN: Mejor dicho, que estoy de acuerdo. Ustedes leyeron estas cosas, estas “historias”, supuestamente “la policía es así”, “el gobierno es asá”. El rollo político … o cómo se llame… “El gobierno debería hacer tal cosa”. Por favor. A la mierda. ¿Sabe qué? Si tuviera un interés político, si tuviera alguna cosa política, escribiría un puto ensayo y ya. ¡Quédense con su izquierda y con su derecha y cuénteme una puta historia! ¿Sabe una cosa? Un gran hombre dijo una vez: “el primer deber de un narrador es contar una historia” y lo creo absolutamente: “el primer deber de un narrador es contar una historia. ¿O más bien era: “el único deber de un narrador es contar una historia”? Sí, era: “el único deber de un narrador es contar una historia”. Ya ni me acuerdo, pero en cualquier caso, eso es lo que hago, cuento historias. No tengo ningún interés personal ni social en absoluto. Y por eso no puedo ver por qué me trajeron aquí, no puedo verlo, a no ser que algo político se haya colado por accidente, o que algo que pueda parecer político se haya metido, en cuyo caso muéstrenme dónde está. Muéstrenme dónde está el hijoputa. Lo saco y lo quemo. ¿No? Pausa. Tupolski se queda mirándolo. ¿Si me entiende? TUPOLSKI: Tengo que llenar este formulario. Es por si acaso le llega a pasar algo malo bajo custodia. (Pausa.) Creo que hay un error con su nombre. Su apellido es Katurian, ¿no? KATURIAN: Sí. TUPOLSKI: Teníamos Katurian como su nombre. KATURIAN: Mi nombre es Katurian. TUPOLSKI: (pausa) ¿Su nombre es Katurian? KATURIAN: Sí. TUPOLSKI: ¿Y su apellido es Katurian? KATURIAN: Sí. TUPOLSKI: ¿Se llama Katurian Katurian? KATURIAN: Mis padres eran gente rara.
TUPOLSKI: Mmm, ¿y la inicial de la mitad? KATURIAN: K. Tupolski lo mira. Katurian asiente con la cabeza y se encoge de hombros. TUPOLSKI: ¿Se llama Katurian Katurian Katurian? KATURIAN: Como le dije, mis padres eran gente rara. TUPOLSKI: Mmm, por “rara” entiendo “imbéciles totales”. KATURIAN: No lo contradigo. TUPOLSKI: ¿Su dirección es Kamenice 4443? KATURIAN: Sí. TUPOLSKI: ¿Con quién vive? KATURIAN: Con mi hermano, Michal. TUPOLSKI: Ah, Michal. ¡Por lo menos no es otro puto Katurian! ARIEL: Es retrasado, ¿no? KATURIAN: No, no es retrasado. Es un poco lento a veces. ARIEL: Un poco lento. Ok. TUPOLSKI: ¿Su pariente más cercano? KATURIAN: Michal. ¿Mi pariente más cercano? TUPOLSKI: Solo son formalidades, Katurian. ¿Si me entiende? (Pausa.) Lugar de trabajo. KATURIAN: Matadero de Kamenice. ARIEL: Qué bohemio. KATURIAN: No está tan mal. TUPOLSKI: ¿Le gusta trabajar ahí?
KATURIAN: No, pero no está tan mal. ARIEL: Despedazar animales. KATURIAN: No los despedazo. Yo solo limpio. ARIEL: Ah, no los despedaza. Usted solo limpia. KATURIAN: Sí. ARIEL: Ya veo. KATURIAN: Sólo limpio. ARIEL: Sólo limpia. No despedaza. KATURIAN: Sí. ARIEL: Ya veo. Pausa. Tupolski suelta su pluma y parte en dos el formulario que ha estado llenando. TUPOLSKI: No era un formulario por si le sucedía algo malo bajo custodia. Estaba bromeando. KATURIAN: ¿Qué era? TUPOLSKI: Era una hoja de papel que iba a romper en dos. Tupolski busca entre el fajo de cuentos hasta que encuentra el que busca. Muy bien, aquí está “Los hombrecitos manzana”. KATURIAN: ¿Qué pasa con eso? Ariel se dirige vagamente a la mesa, se sienta y saca un cigarrillo mientras Tupolski se familiariza con el relato. No es de mis mejores. (Pausa.) Aunque es bastante bueno. TUPOLSKI: Es un cuento, empieza con que hay una niñita y su papá la trata mal. KATURIAN: La pega y eso. Él es un…
TUPOLSKI: Parece que tiene muchas… ¿Él es un qué? KATURIAN: ¿Qué? TUPOLSKI: El padre. ARIEL: Dijo “él es un…” algo. TUPOLSKI: Representa algo, ¿no? KATURIAN: Representa a un mal padre. Es un mal padre. ¿Qué quieren decir con “representa”? TUPOLSKI: Es un mal padre. KATURIAN: Sí. Le pega a la niñita. TUPOLSKI: Por eso es un mal padre. KATURIAN: Sí. TUPOLSKI: ¿Qué más le hace a la niñita si es “un mal padre”? KATURIAN: Creo que todo lo que dice el cuento es que el papá trata mal a la niñita. Ustedes pueden sacar sus propias conclusiones. ARIEL: Ah, entonces podemos sacar nuestras propias conclusiones, ¿no? KATURIAN: ¿Eh? ARIEL: Nos está diciendo que entonces podemos sacar nuestras propias conclusiones, ¿no es así? KATURIAN: ¡No! ¡Sí! ARIEL: Sabemos que podemos sacar nuestras propias conclusiones. KATURIAN: Lo sé. ARIEL: ¿Eh? KATURIAN: Lo sé. ARIEL: Montándola…¿eh?
Ariel se levanta y se pone a caminar. TUPOLSKI: Ariel está un poco molesto porque “sacar nuestras propias conclusiones” es, de cierta forma, nuestro trabajo. (Pausa) Y la primera conclusión que sacamos es exactamente en cuántos cuentos suyos “maltratan a una niñita” o “maltratan a un niñito”.. KATURIAN: En algunos. En algunos. ARIEL: “En algunos”. Yo diría que en un puto montón. ¡En los primeros veinte cuentos que leí había una niña jodida de una manera o un niño jodido de otra manera…! KATURIAN: Pero eso no quiere decir nada, no estoy tratando de decir nada… ARIEL: ¿No está qué? KATURIAN: ¿Qué? ARIEL: No, ¿qué? KATURIAN: ¿Qué? ¿Están tratando de decir que yo estoy tratando de decir que los niños representan algo? ARIEL: “¿…que yo estoy tratando de decir…?” KATURIAN: ¿Que los niños representan al Pueblo o algo? ARIEL: (aproximándose) “que yo estoy tratando de decir”. Está poniendo palabras en mi puta boca, “que yo estoy tratando de decir”. Ahora va a sacar nuestras propias putas conclusiones… KATURIAN: ¡No…! ARIEL: ¡Nosotros no podemos ni hablar, según este imbécil de hombre! ¡Baje sus putas manos! Ariel levanta a Katurian de su silla jalándolo del pelo, lo arrodilla frente a él y pega en la cara. Tupolski mira esto, suspira. TUPOLSKI: ¿Listo en todo momento, no Ariel? Ariel se detiene. Respirando pesadamente, se regresa a su asiento. (a Katurian) Vuelva a su silla, por favor. dolorido, Katurian lo hace.
TUPOLSKI: Ah, casi se me olvida decirlo… Yo soy el policía bueno, él es el malo. (Pausa.) Pero regresemos a la literatura. El padre, como habíamos dicho, trata mal a la niñita, y un día la niña coje unas manzanas y talla unos hombrecitos en ellas, con deditos, ojitos y con deditos de los pies, y se los da a su padre, pero le dice que no son para comer, que son para guardar como recuerdo de juventud de su única hijita, y naturalmente, el padre que era un cerdo se los traga todos de un bocado, sólo para fastidiarla, y como había cuchillas de afeitar dentro, agoniza y se muere. KATURIAN: Y ese podría ser el final del cuento, ese debería ser el final del cuento, el padre se lleva su merecido. Pero sigue. TUPOLSKI: Pero sigue. La niña se despierta esa noche. Una grupo de hombrecitosmanzana trepan sobre su pecho. Le abren la boca. Le dicen… KATURIAN: (con una vocecita) “Mataste a nuestros hermanitos…” TUPOLSKI: “Mataste a nuestros hermanitos”. Se le meten por la garganta y se ahoga en su propia sangre. Fin. KATURIAN: Es un giro. Parece que fuera una secuencia sueño. Pero no. (Pausa.) ¿Qué? Dije que no era el mejor. ARIEL: ¿Va mucho al barrio judío, Katurian? KATURIAN: ¿Al barrio judío? No. De vez en cuando paso por ahí. Recojo a mi hermano en el distrito de Lamenec, en su colegio. No es en el barrio judío. Se pasa por el barrio judío. ARIEL: Usted recoge a su hermano, él es mayor que usted, ¿todavía va al colegio? KATURIAN: Es un colegio especial. Para problemas de aprendizaje. (Pausa.) ¿Pasa algo con los judíos? No conozco a ningún judío. ARIEL: ¿No conoce a ningún judío? KATURIAN: No tengo nada en contra de los judíos, pero no conozco a ningún judío. ARIEL: ¿Pero no tiene nada en contra de los judíos? KATURIAN: No. ¿Debería? TUPOLSKI: “¿Debería?” Buena respuesta. “¿Debería?” Cobarde y servil por un lado y vagamente sarcástico y provocativo por el otro. “¿Debería?”
KATURIAN: No trataba de ser provocativo. TUPOLSKI: ¿Estaba tratando de ser servil? KATURIAN: No. TUPOLSKI: Entonces estaba tratando de ser provocativo. Y ahora Ariel le va a volver a pegar… KATURIAN: Oigan, no entiendo qué estoy haciendo aquí. No sé qué es lo que quieren que diga. No tengo nada en contra de nadie. Ni contra los judíos, ni contra ustedes, ni contra nadie. Yo sólo escribo cuentos. Eso es lo único que hago. Esa es mi vida. Me quedo en mi casa y escribo cuentos. Eso es todo. Ariel se pone de pie y va hacia la puerta. ARIEL: Eso me recuerda. Voy a hablar con el hermano. Ariel sale, Tupolski sonríe, Katurian se queda pasmado, asustado. KATURIAN: Mi hermano está en el colegio. TUPOLSKI: Ariel y yo tenemos un chiste, siempre decimos “eso me recuerda” cuando no hay nada que nos recuerde lo que decimos que nos acordamos. Es muy chistoso. KATURIAN: Mi hermano está en el colegio. TUPOLSKI: Su hermano está a una puerta de aquí. KATURIAN: (pausa) Pero se va a asustar… TUPOLSKI: Quien parece un poco asustado es usted. KATURIAN: Estoy un poco asustado. TUPOLSKI: ¿De qué está asustado? KATURIAN: ¡Estoy asustado de que mi hermano esté solo en un lugar extraño, y me asusta que su amigo vaya a hacerle daño, y me asusta que él regrese y me vuelva a hacer daño a mí otra vez, aunque si lo hace, está bien; digo, preferiría que no lo hiciera, pero si hay algo en estos cuentos que no les gusta, adelante, véngase contra mí, pero mi hermano se asusta con mucha facilidad, y no entiende estas cosas, y no tiene nada que ver con estos cuentos de todas formas. Yo sólo si acaso se los leí; así que me parece totalmente injusto que lo hayan traído hasta aquí, y creo que deberían
de una puta vez ir y sacarlo de ahí en este puto instante! ¡En este mismo puto instante! TUPOLSKI: (pausa) Apuesto a que ahora es adrenalina pura, o no. ¡Ah!, le grité a la policía, ¡ah!, no debí haberlo hecho, ¡ah!, pero estaba verdaderamente cabreado. ¡Ah! cálmese de una puta vez. ¿De acuerdo? ¿Cree que somos animales? KATURIAN: No. TUPOLSKI: Pues no, no somos animales. A veces tratamos con animales. Pero no somos animales. (Pausa.) Su hermano va a estar bien. Le doy mi palabra. Tupolski mira otro cuento dentro del montón. “El cuento de las tres horcas”. Éste no contiene su tema, por lo visto. KATURIAN: ¿Qué tema? TUPOLSKI: Ya sabe, su tema: “algún pobre niño a quien joden la vida”. Su tema. KATURIAN: Ese no es un tema. Algunos han tenido ese resultado. Pero ese no es un tema. TUPOLSKI: Aunque quizás contiene su tema de manera tangencial. KATURIAN: No tengo temas. He escrito ¿cuántos? Cuatrocientos cuentos, y tal vez diez o veinte tienen niños en ellos. TUPOLSKI: Niños asesinados. KATURIAN: ¿Entonces todo esto es sobre cuentos de niños asesinados? ¿Usted cree que estoy tratando de decir que “vayan y maten niños”? TUPOLSKI: ¡No! ¡Para nada! Ni en broma No estoy diciendo que usted diga que “vayan y maten niños”. (Pausa.) ¿Está tratando de decir que “vayan y maten niños”? KATURIAN: ¡No! ¡De ninguna maldita manera! ¿Está bromeando? ¡No estoy tratando de decir nada de nada! Eso es todo. TUPOLSKI: Ya sé, ya sé, eso es todo; el primer deber de un narrador es… KATURIAN: Sí… TUPOLSKI: …bla, bla, bla, ya lo sé. “El cuento de las tres horcas”…
KATURIAN: Si aparecen niños en ellos es de forma accidental. Si contienen algo sobre política es accidental. Es accidental. TUPOLSKI: Excepto, que, no me interrumpa cuando estoy hablando. KATURIAN: No, perdón… TUPOLSKI: Si pregunto algo directamente, está bien, o si con mis ojos le indico: “a ver, diga algo”, entonces, diga algo, pero si estoy en la mitad de una cosa… KATURIAN: Lo sé, perdón… TUPOLSKI: ¡La madre que lo parió, lo está haciendo otra vez! ¿Le pregunté algo directamente? ¿Le indiqué con mis ojos: “a ver, diga algo”? KATURIAN: No. TUPOLSKI: No, no lo hice, ¿no? (Pausa.) ¿No? Mire, esta sí fue una pregunta directa y sí le indiqué con mis ojos: “a ver, diga algo”. KATURIAN: Perdón. Estoy nervioso. TUPOLSKI: Tiene derecho a estar nervioso. KATURIAN: Lo sé. TUPOLSKI: No, no me escuchó. Le dije: “tiene derecho … a estar nervioso”. KATURIAN: ¿Por qué? TUPOLSKI: (pausa) “El cuento de las tres horcas”. ¿Qué está tratando de decirnos en este cuento? KATURIAN: No estoy tratando de decirles nada. Se supone que es un acertijo sin solución. TUPOLSKI: ¿Y cuál es la solución? KATURIAN: No hay. Es un acertijo sin solución. TUPOLSKI: Yo creo que sí hay una solución. Pero, claro, yo soy muy inteligente. KATURIAN: Bueno, pues, tiene razón, la idea es que uno se pregunte cuál es la solución, pero la verdad es que no hay solución, porque no hay nada peor que las dos cosas que dice.
TUPOLSKI: ¿No hay nada peor? KATURIAN: (pausa) ¿Lo hay? Tupolski parafrasea el cuento. TUPOLSKI: Un hombre se despierta en una horca de hierro, en donde lo han abandonado para que se muera de hambre. Sabe que es culpable del crimen por el cual se encuentra ahí, pero no se acuerda cuál era el crimen. Al otro lado de la encrucijada hay otras dos horcas. En una hay una placa que dice: “Violador”; en la otra, hay una placa que dice: “Asesino”. Hay un polvoriento esqueleto dentro de la jaula del violador y, dentro de la jaula del asesino hay un anciano moribundo. Nuestro hombre no puede leer la placa que está fuera de su propia jaula, así que le pide al anciano que se la lea para saber qué hizo. El anciano mira la placa, mira a nuestro hombre, y luego le escupe a la cara con asco. (Pausa.) Pasan unas monjas. Rezan un poco ante el violador muerto. Mmmm. Le dan agua y comida al anciano asesino. Mmmm. Leen el crimen de nuestro hombre. Horrorizadas, se alejan llorando. (Pausa.) Pasa un bandolero, ajá. Mira al violador con poco interés. Ve al anciano asesino, rompe el candado de su jaula, y lo libera. Se acerca a la jaula de nuestro hombre y lee su crimen. El bandolero sonríe ligeramente. Nuestro hombre le devuelve la sonrisa, ligeramente. El bandolero levanta su pistola y le dispara al corazón. Mientras se muere nuestro hombre grita: “¡solo díganme qué fue lo que hice!” El bandolero se aleja sin decirle qué hizo. Las últimas palabras que nuestro hombre dice son: “¿me iré al infierno?” Y el último sonido que escucha es al bandolero riéndose en voz baja. KATURIAN: Ese sí es un buen cuento. Un poco estilizado. ¿Qué tipo de estilo? No sé. En realidad no me interesa nada el estilo, pero cuento no hay nada malo con el cuento, ¿o sí? TUPOLSKI: No, el cuento no tiene nada de malo. No hay nada en ese cuento por lo cual se podría decir que la persona que lo escribió es un puto enfermo hijo de puta. No. Este cuento es una pista. KATURIAN: ¿Una pista? TUPOLSKI: Una pista. KATURIAN: Ah. TUPOLSKI: Me dice: sobre la superficie digo esto, pero por debajo de la superficie estoy diciendo otra cosa.
KATURIAN: Ah. TUPOLSKI: Es una pista. ¿Entiende? KATURIAN: Sí. Es una pista. TUPOLSKI: Es una pista. (Pausa.) ¿Dice que es su mejor cuento? KATURIAN: No. Es uno de mis mejores cuentos. TUPOLSKI: Ah, es uno de sus mejores cuentos. Tienes tantos. KATURIAN: Sí. (Pausa.) Mi mejor cuento es “El pueblo sobre el río”. “El cuento del pueblo sobre el río”. TUPOLSKI: ¿El mejor es “El cuento del pueblo sobre el río”? Espere, espere, espere, espere, espere, espere, espere, espere, … Tupolski encuentra el cuento rápidamente. Espere… Aquí está. Ajá. Esto me dice algo, este es su mejor cuento. KATURIAN: ¿Qué, por qué, es una pista? Tupolski se queda mirándolo. Hmm. Es el único que han publicado. TUPOLSKI: Ya sabemos que es el único que han publicado. KATURIAN: Hasta ahora. TUPOLSKI: (Se ríe a medias. Pausa) Lo publicaron en La Libertad. KATURIAN: Sí. TUPOLSKI: La Libertad. KATURIAN: No la leo. TUPOLSKI: No la lee. KATURIAN: Mando los cuentos a circular, con la esperanza de que el que quiera lo publique. No leo todos los…
TUPOLSKI: No lee La Libertad. KATURIAN: No. TUPOLSKI: No es ilegal que lea La libertad. KATURIAN: Lo sé. Ni me que me hayan publicado un cuento. TUPOLSKI: Contiene su tema. (Pausa.) ¿Le dieron temas en La libertad? Como “escriba un cuento sobre un pony” o “escriba un cuento sobre algún niñito al que le joden la vida”. ¿Se los dieron? KATURIAN: Solamente me dieron un máximo de palabras. TUPOLSKI: ¿Fue un tema de su elección? KATURIAN: Fue un tema de mi elección. Tupolski le entrega a Katurian el cuento. TUPOLSKI: Léamelo. KATURIAN: ¿Todo? TUPOLSKI: Todo. De pie. Katurian se levanta. KATURIAN: Me siento como si estuviera en el colegio. TUPOLSKI: Mm. Excepto que en el colegio no lo ejecutaban al final. (Pausa.) A menos que haya ido a un colegio realmente duro. Pausa, Katurian lee el cuento, disfrutando de sus propias palabras, detalles y giros. KATURIAN: (pausa) Mm… “Hace mucho tiempo, en un pueblecito de calles empedradas, a orillas de un río de corriente veloz, vivía un niño que no se llevaba bien con los otros niños del pueblo; lo molestaban y lo maltrataban porque era pobre, porque sus padres eran alcohólicos, porque se vestía con harapos y porque andaba descalzo. El niño, sin embargo, tenía un carácter alegre y soñador y no le importaban ni los insultos, ni las palizas, ni su interminable soledad. Sabía que era de corazón bueno y que estaba lleno de amor, y que algún día alguien, en algún lugar, se daría cuenta del amor que tenía dentro y le correspondería con bondad. Entonces, sentado una noche, mientras se curaba sus más recientes moretones a la orilla de un puente de madera que cruzaba el río y que conducía al pueblo, oyó que se acercaban un caballo
y una carreta por la oscura calle de piedra, y, a medida que se acercaba más vio al conductor vestido con la más oscura de las ropas; una capucha negra le cubría el rostro arrugado. El cuerpo del niño se estremeció de miedo. Haciendo a un lado el temor, el niño sacó el pequeño sándwich que tenía para comer esa noche, y, en el mismo momento en el que la carreta estaba a punto de cruzar por encima del puente, se lo ofreció al conductor encapuchado para ver si quería un poco. La carreta se detuvo, el conductor asintió con la cabeza, se bajó y se sentó junto al niño por un rato, compartiendo el sándwich y hablando sobre esto y lo otro. El conductor le preguntó al niño por qué estaba descalzo, vestido con harapos y tan solo, y al contarle el niño sobre su pobre y dura vida, este logró echar un vistazo a la parte de atrás de la carreta. Tenía apiladas un montón de jaulas de animales, pequeñas y vacías, todas sucias y apestosas. Y cuando el niño quiso preguntarle qué clase de animales habían estado dentro, el conductor se paró y dijo que tenía que irse. “Pero antes de que me vaya”, susurró, “como has sido tan amable con un viajero viejo y cansado, ofreciéndome la mitad de tu ya de por sí escasa porción, quisiera darte algo de cuyo valor puedes hoy no darte cuenta, pero un día, cuando seas un poco mayor, quizás, podrás realmente valorarlo y agradecérme por ello. Ahora, cierra los ojos”. Y así, el niño hizo lo que se le había pedido y cerró los ojos, y, de un bolsillo secreto de su ropa, el conductor sacó un enorme, filudo y brillante cuchillo de carne; levantándolo en el aire y dejándolo caer sobre el pie derecho del niño, amputándole así sus cinco deditos embarrados. Y mientras el niño, sentado en un silencio paralizante, miraba a la distancia, en blanco, sin ver nada en particular, el conductor recogió los sangrientos dedos, los lanzó a la bandada de ratas que se habían empezado a juntar en las alcantarillas, se montó en su carreta, y en total calma cruzó el puente, dejando al niño, a las ratas, al río y al oscuro pueblo de Hamelin atrás para siempre”. Katurian mira a Tupolski esperando alguna respuesta, le devuelve el cuento y se sienta otra vez. De Hamelin, ¿ve? TUPOLSKI: De Hamelin. KATURIAN: ¿No lo entiende? El niño es el pequeño cojo que no alcanza a seguir al Flautista de Hamelin cuando éste regresa para llevarse a todos los niños. Así fue como quedó cojo. TUPOLSKI: Ya veo. KATURIAN: Es un giro. TUPOLSKI: Ya sé que es un giro.
KATURIAN: Él estaba detrás de los niños. TUPOLSKI: ¿Quién estaba detrás de los niños? KATURIAN: Detrás de los niños estaba El Flautista de Hamelin. Desde el principio. Mi idea era que él llevó las ratas. Él llevó las ratas. Él sabía que la gente del pueblo no le iba a pagar. Estaba detrás de los niños desde el principio. TUPOLSKI: (asiente con la cabeza. Pausa) Esto me recuerda. Tupolski va hacia los cajones del archivero, saca una caja de metal del tamaño de una caja de galletas, se sienta y la pone sobre la mesa en medio de ellos. KATURIAN: ¿Qué? Ah… “Esto le recuerda”, cuando no le recuerda a nada. Tupolski se queda mirándole. ¿Qué hay en la caja? Se escucha a un hombre gritando terriblemente a unos cuantos cuartos de ahí. Katurian se pone de pie, muy nervioso Ese es mi hermano. TUPOLSKI: (escuchando) Sí, creo que sí. KATURIAN: ¿Qué le está haciendo? TUPOLSKI: Pues algo jodidamente horrible. Yo no sé. ¿O sí? KATURIAN: Me dijo que no lo iba a tocar. TUPOLSKI: Yo no lo he tocado. KATURIAN: Pero me dijo que iba a estar bien. Me dio su palabra. Los gritos paran. TUPOLSKI: Katurian, soy un policía de alto rango en una puta dictadura totalitaria. ¿Cómo se le ocurre creer en mi palabra? Ariel regresa, envolviendo su mano ensangrentada con un trapo blanco. KATURIAN: ¿Qué le ha hecho a mi hermano?
Ariel se lleva hacia un lado a Tupolski. Hablan en un rincón por un momento y luego se sientan. ¡Le he preguntado ¿qué le hizo a mi hermano?! TUPOLSKI: ¿Ves, Ariel? Ahora es Katurian el que hace las preguntas. Primero fue: “¿Qué hay en la caja?” –eso fue mientras torturabas al retrasado ese-, y luego “¿qué le hizo a mi hermano?” KATURIAN: A la mierda “qué hay en la caja”. ¿Qué le hizo a mi hermano? TUPOLSKI: Pues bien, Ariel tuvo una infancia difícil, ¿ve? Y tiende a desquitarse con todos los retrasados que llegan a nuestra custodia. Es algo muy malo, si se piensa bien. KATURIAN: ¿Qué le hizo? ARIEL: ¿Sabe qué? Siendo usted tan arribista y tan escandaloso normalmente ya le hubiera partido la cara, pero como eso es lo que le estaba haciendo a su hermano subnormal, me está doliendo la mano un huevo, así que por ahora sólo le voy a hacer una severa advertencia. KATURIAN: Quiero ver a mi hermano. Ahora mismo. TUPOLSKI: Le rompiste la cara, ¿cierto, Ariel? Aunque, un momento, eso podría clasificarse como brutalidad policial, ¿no? ¡Uy, no! ARIEL: En serio que me jodí la mano. TUPOLSKI: ¡Mira tu pobre mano! ARIEL: Lo sé. En serio me duele. TUPOLSKI: ¿Cuántas veces te lo he dicho? Usa una porra o algo. ¿Con las manos Ariel? ¿Y con un retrasado? Ni siquiera va a sentir el placer. KATURIAN: ¡Sólo es un niño! ARIEL: Por el momento me voy a tomar un descanso, pero la próxima vez que entre ahí, le voy a meter algo afilado y se lo voy girar por dentro. TUPOLSKI: Um, Ariel, eso definitivamente se clasificaría como “brutalidad policial”. KATURIAN: ¡Quiero ver a mi hermano ahora mismo!
TUPOLSKI: ¿Qué pasó con la tercera niña? KATURIAN: ¿Qué? (Pausa.) ¿Qué tercera niña? ARIEL: Entonces son usted y su hermano, ¿no? ¿Son cercanos, usted y su hermano? KATURIAN: Es lo único que tengo. ARIEL: Usted y su hermano tarado. KATURIAN: No es tarado. TUPOLSKI: “El escritor y su hermano tarado”. El título para un cuento, Katurian. KATURIAN: (llorando) Es sólo un niño. TUPOLSKI: No, no lo es. ¿Sabe quién sí? Andrea Jovacovic. ¿Sabe quién era? KATURIAN: (pausa. Se sienta.) Sólo por los periódicos. TUPOLSKI: Sólo por los periódicos. ¿Qué sabe de ella “sólo por los periódicos”? KATURIAN: Es la niña que encontraron en el cerro. TUPOLSKI: Es la niña que encontraron en el cerro, sí. ¿Sabe cómo murió? KATURIAN: No. TUPOLSKI: ¿Por qué no sabe cómo murió? KATURIAN: Porque los periódicos no lo decían. TUPOLSKI: Los periódicos no lo decían. ¿Sabe quién era Aaron Goldberg? KATURIAN: Sólo por los periódicos. TUPOLSKI: Sí. Era el niño que encontraron en el basurero detrás del barrio judío. ¿Sabe cómo murió? KATURIAN: No. TUPOLSKI: No, los periódicos no lo decían. Los periódicos no dicen muchas cosas. Los periódicos no dijeron nada sobre la tercera niña, una niña muda desaparecida hace tres días, misma zona, misma edad.
ARIEL: Los periódicos dirán algo esta noche. TUPOLSKI: Los periódicos dirán algo esta noche. Los periódicos dirán muchas cosas esta noche. KATURIAN: ¿Sobre la niña muda? TUPOLSKI: Sobre la niña muda. Sobre las confesiones. Sobre las ejecuciones. Sobre ese tipo de cosas. KATURIAN: Pero… no entiendo qué están tratando de decirme. ¿Están tratando de decirme que no debería escribir cuentos de asesinatos con niños porque en este país existen asesinatos de niños? ARIEL: Quiere hacernos creer que todo lo que tenemos en contra de él no es más que un desacuerdo con su puto estilo literario. Como si no supiéramos lo que me acaba de decir el hermano. KATURIAN: ¿Qué le acaba de decir mi hermano? ARIEL: Como si no supiéramos lo que hay en la caja. KATURIAN: Lo que les haya dicho, hicieron que se los dijera. Él no habla con extraños. ARIEL: (ajustándose el trapo ensangrentado) Habló conmigo. Parece que habla con extraños la mar de bien. Me dijo que usted y él sí hablan con extraños. KATURIAN: Quiero verlo. ARIEL: ¿Quiere verlo? KATURIAN: Quiero verlo. Eso dije. ARIEL: ¿Está exigiendo verlo? KATURIAN: Hostia puta, sí, estoy exigiendo verlo. Quiero ver si está bien. ARIEL: Él nunca va a estar bien. KATURIAN: (de pie) ¡Tengo el derecho de ver a mi hermano! ARIEL: No tiene ningún puto derecho. TUPOLSKI: Siéntese, por favor.
ARIEL: No, ya no tiene derechos. KATURIAN: Tengo derechos. Todo el mundo tiene derechos. ARIEL: Usted no. KATURIAN: ¿Por qué yo no? TUPOLSKI: Abra la caja. KATURIAN: ¿Eh? ARIEL: Le voy a dar sus derechos en un minuto. KATURIAN: Sí, como supongo que también se los dio a mi hermano. ARIEL: A él ya le dí sus derechos muy bien dados. KATURIAN: Me lo imagino. Por su puta vida, me lo puedo imaginar. TUPOLSKI: Abra la caja. ARIEL: No, soy yo quien, por mi puta vida, se lo puede imaginar. KATURIAN: Sí, por su puta vida, se lo puede imaginar. ARIEL: ¡No, yo, el que por mi puta vida, me lo puedo imaginar! KATURIAN: ¡Ya sé, por su puta vida, que se lo puede imaginar…! TUPOLSKI: (gritando) ¡Abra la puta caja! KATURIAN: ¡Ya abro la puta caja! Katurian, furioso arranca la tapa de la caja y horrorizado por lo que ve en el interior, se echa hacia atrás y se va temblando a un rincón. KATURIAN: ¿Qué es eso? ARIEL: “¿Qué es eso?” Usted sabe qué es eso. Los encontramos en su casa. KATURIAN: ¡No…! ARIEL: Su hermano ya admitió su parte…
KATURIAN: ¡No! ARIEL: Pero difícilmente es el autor intelectual. ¿Sabe cómo murió la niña que encontraron en el cerro? Con dos cuchillas de afeitar en su pequeña garganta, cubiertas por una manzana. ¿Curioso, no? Tupolski se acerca a la caja… ARIEL: ¿Sabe cómo murió el niñito judío? …y saca cinco dedos de los pies, ensangrentados. TUPOLSKI: Su primer dedo, su segundo dedo, sus tercer dedo, su cuarto dedo, su quinto dedo. ARIEL: Esos son los dedos de ese pobre niño judío, y los encontraron en su casa, ¿y no tienen nada que ver con usted? KATURIAN: (llorando) ¡Yo sólo escribo cuentos! ARIEL: Estos dedos son un muy buen giro final. ¿no? TUPOLSKI: Que se los trague. Ariel arranca a Katurian de la silla. ARIEL: ¡¿Dónde está la niña muda?! ¡¿Dónde está la niña muda?! Ariel trata de meter los dedos a la boca de Katurian. TUPOLSKI: Que no se los trague, Ariel. ¿Qué haces? ARIEL: Me dijo que se los tragara. TUPOLSKI: ¡Sólo para asustarlo! ¡Son evidencias! ¡Tenga un poco de cabeza! ARIEL: ¡A la mierda con “tenga un poco de cabeza”! ¡No empiece conmigo otra vez! Y también deje la mierda esa del “problema de infancia”. TUPOLSKI: Pero usted sí tuvo una infancia problemática… ARIEL: ¡Que lo deje! TUPOLSKI: Y mírese la mano, es obvio que es sangre artificial.
ARIEL: ¡Váyase a la mierda! TUPOLSKI: ¿Perdón? ARIEL: Dije “¡Váyase a la mierda!” Ariel arroja los dedos al piso y sale malhumorado. Tupolski recoge los dedos y los vuelve a meter en la caja. TUPOLSKI: Qué mal genio. Pausa. KATURIAN: No entiendo absolutamente nada de lo que pasa. TUPOLSKI: ¿No? Pues esto es lo que pasa desde las 5:15 p.m. del lunes cuatro. Junto a la evidencia que encontramos en su casa, su hermano, tarado o no, bajo presión o no, admitió lo suficiente sobre los asesinatos para ser ejecutado antes antes de que amanezca, pero, como dijo Ariel, él difícilmente es el autor intelectual, así que queremos que confiese usted también. Nos gusta ejecutar escritores. A los idiotas los podemos ejecutar cualquier día. Y lo hacemos. Pero, al ejecutar a un escritor se manda un mensaje, ¿entiende? (Pausa.) No sé qué mensaje será, esa no es mi especialidad, pero se manda un mensaje. (Pausa.) No, ya sé. Ya sé qué mensaje se manda. Se manda el mensaje: “NO…ANDE… POR AHÍ… MATANDO…A… LOS…NIÑOS” (Pausa.) ¿Dónde está la niña muda? Su hermano no quiso soltar la LENGUA. KATURIAN: ¿Detective Tupolski? TUPOLSKI: ¿Señor Katurian? KATURIAN: He estado oyendo toda su mierda por un buen rato, y quiero decirle un par de cosas. No creo que mi hermano les haya dicho una sola palabra. Creo que están tratando de culparnos por dos razones. Una, porque por algún motivo, no le gustan los cuentos que escribo, y dos, porque, por alguna razón, no le gusta que que la gente discapacitada se acumule en sus calles. Creo además que no les voy a decir ni una sola palabra más hasta que me dejen ver a mi hermano. Así que tortúreme todo lo que quiera, Detective Tupolski, porque no voy a decir ni una puta palabra más. TUPOLSKI: (pausa) Ya veo. (Pausa.) Entonces mejor voy por los electrodos. Tupolski sale con la caja de metal. Se cierra la puerta detrás de él. La cabeza de Katurian se desploma. Oscuro.
Escena dos Katurian sentado sobre una cama, rodeado de juguetes, pinturas, plumas, papel, en el, parece ser, cuarto de un niño. Al lado se encuentra otro cuarto idéntico, hecho quizás de cristal, pero cerrado con un candado y totalmente oscuro. Katurian relata el cuento en el que actúan él, la madre, que lleva unos diamantes, y el padre, que lleva barba de chivo y lentes. Había una vez un niño a quien su papá y su mamá cubrían con amor, dulzura, calidez y todas esas cosas. Tenía su propio cuarto en una casa grande, en la mitad de un hermoso bosque. No le hacía falta nada: todos los juguetes del mundo eran suyos, todas las pinturas, todos los libros, todo el papel, todos los lápices. Todas las semillas de la creatividad habían sido implantadas en él desde muy temprana edad; y la escritura se convirtió en su gran amor: cuentos cortos, cuentos de hadas, pequeñas novelas, todas cosas felices y coloridas sobre ositos, cerditos, ángeles y todas esas cosas, y algunos eran buenos; otros, muy buenos. El experimento de sus padres había funcionado. La primera parte del experimento de sus padres había funcionado. La madre y el padre, después de besar y acariciar a Katurian, entran al otro cuarto y desaparecen de la vista. Fue en la noche de su séptimo cumpleaños cuando empezaron las pesadillas. El cuarto contiguo al suyo había estado siempre cerrado bajo llave y candado por razones que el niño nunca supo con certeza, y que nunca cuestionó, hasta que el ronroneo grave de taladros, el rechineo de tornillos apretándose, el desafilado chispeo de aparatos eléctricos desconocidos, y los gritos camuflados de un niño amordazado, empezaron a emanar a través de la gruesa pared de ladrillo. Noche tras noche. (A la madre, con voz infantil) “¿Qué fueron todos esos ruidos de anoche, mami?”(con voz normal) preguntaba después de cada larga y desesperada noche en vela. A lo que la madre respondía… MADRE: Ay mi pequeño Kat, no es más que tu maravillosa imaginación superactiva que se burla de ti. KATURIAN: (voz infantil) Ah. ¿Y todos los niños de mi edad oyen esos horribles ruidos de todas las noches? MADRE: No, mi amor. Sólo los que tienen mucho talento. KATURIAN: (voz infantil) Ah. Qué guay. (voz normal) Y así era la cosa. El niño
siguió escribiendo y sus padres se lo acolitaban con el amor más grande, pero los ruidos y los gritos continuaban… En el cuarto contiguo, semioscuro, se sugiere una pesadilla. Aparece, por un segundo, un niño de ocho años amarrado a la cama y torturado con taladros y chispas de electricidad. …y sus cuentos se volvían más y más y más extraños. Se volvían cada vez mejores gracias a tanto amor y a tanto estímulo, como suele suceder, pero también se volvían más y más oscuros, gracias al sonido constante de tortura infantil, como suele suceder. Se apaga la iluminación del cuarto contiguo. La madre, el padre y el niño ya no se pueden ver. Katurian hace a un lado todos los juguetes, etc. Fue el día en que cumplió catorce años, el día en que esperaba el resultado de un concurso literario en el que estaba inscrito, que una nota apareció por debajo de la puerta del condenado cuarto… Un papel con anotaciones en rojo aparece debajo de la puerta. Katurian lo recoge. …una nota que decía: “A ti te han querido y a mí me han torturado durante siete años por razón un experimento artístico, un experimento artístico que ha funcionado. Ya no escribes sobre cerditos verdes, ¿o sí? La nota estaba firmada por “tu hermano” y estaba escrita con sangre. Con un hacha, Katurian irrumpe en el cuarto contiguo. Con un hacha rompió la puerta para descubrir… Se iluminan el padre y la madre solos en el cuarto, con taladros y la grabación de los sonidos anteriormente descritos. …a sus padres, adentro, sentados, sonriendo, y solos; su padre hacía ruidos con un taladro, su madre daba gritos camuflados como un niño amordazado. Había una pequeña olla con sangre de cerdo entre los dos, y su padre le pidió que leyera el otro lado de la nota. El niño lo hizo y descubrió que se había ganado el primer premio de cincuenta libras en el concurso literario. Todos rieron. La segunda parte del experimento de sus padres había culminado. El padre y la madre se acuestan juntos a dormir en la cama de Katurian. Las luces bajan. Se cambiaron de casa al poco tiempo, y aunque los sonidos de las pesadillas terminaban, sus cuentos seguían siendo extraños y retorcidos, pero buenos, y logró
estar agradecido con sus padres por toda la locura a la que lo habían sometido. Y años después, en el día en que se publicó su primer libro, decidió volver a visitar la casa de su infancia por primera vez desde que se fue. Recorrió despreocupadamente su antiguo cuarto, y todos sus juguetes y pinturas estaban aún tirados por ahí… Katurian entra al cuarto contiguo y se sienta en la cama. …luego entró al cuarto de al lado, en el que todavía estaban los viejos taladros cubiertos de polvo, y los candados y los cables eléctricos, tirados por ahí. Y sonrió pensando en cuán desquiciada era la idea en sí, pero su sonrisa se desvaneció cuando se topó… La superficie de la cama se ve muy irregular, como si estuviera llena de bultos. Saca el colchón para descubrir el horrendo cadáver de un niño… …con el cadáver de un niño de catorce años que habían dejado ahí para que se pudriera, sin casi un solo hueso que no estuviera roto o quemado, y en cuyas manos había un cuento, garabateado con sangre. Y el niño leyó ese cuento, un cuento que sólo podría haber sido escrito bajo la más enferma de las circunstancias; y era la cosa más dulce y más delicada con que jamás se había encontrado; pero, lo peor de todo es que era mejor que cualquier cosa que él mismo hubiera podido escribir. O fuera capaz escribir. Katurian coge un mechero y le prende fuego al cuento. Así que quemó el cuento, cubrió de nuevo a su hermano y nunca le dijo una palabra de lo que había visto a nadie. Ni a sus padres, ni a sus editores, ni a nadie. La parte final del experimento de sus padres había terminado. Las luces bajan en el otro cuarto, pero suben ligeramente para iluminar la cama en la cual la madre y el padre todavía siguen acostados. El cuento de Katurian, “El escritor y su hermano”, se acaba ahí de manera moderna y deprimente, sin hablar sobre los un poco más comprometedores detalles de la historia real, en la que después de haber leído la nota escrita con sangre y de haber entrado al cuarto vecino, fue en realidad… El cadáver del niño está sentado, erguido, y sujeto sobre la cama, respirando con dificultad. …a su hermano a quien se encontró ahí, vivo, pero con un daño cerebral irreversible, por lo que esa misma noche, mientras sus padres dormían, el niño de catorce años sujetó una almohada sobre la cabeza de su padre. Katurian ahoga a su padre con una almohada. Su cuerpo se sacude y muere. Le da
unos golpecitos sobre el hombro a su madre. Ésta abre sus ojos somnolientos para ver a su marido muerto con la boca abierta. …y, después de despertarla por un instante para que viera a su marido azul y muerto, sujetó otra vez una almohada sobre la cabeza de su madre. Katurian, pálido, coloca una almohada sobre la cabeza de su madre que grita. Su cuerpo se sacude con violencia, pero él mantiene con fuerza la almohada, mientras las luces bajan lentamente hasta apagarse.
SEGUNDO ACTO
Escena uno
Una celda. Michal está sentado sobre una silla de madera, dándose golpecitos sobre los muslos, mientras escucha los gritos intermitentes de su hermano, Katurian, que está siendo torturado en otro cuarto. Sobre un delgado colchón, a unos metros, una colcha y una almohada. MICHAL: “Había una vez… en un sitio lejos, muy lejos de aquí… Katurian vuelve a gritar. Michal lo imita hasta que desaparecen los gritos. “Había una vez, en un sitio lejos, muy lejos de aquí, un cerdito verde. Había un cerdito verde. Que era verde. Um… Katurian vuelve a gritar. Michal lo imita hasta que desaparecen los gritos, se levanta y camina vagamente. “Había una vez, en un sitio lejos, muy lejos de aquí, un cerdito verde…” ¿Sí era en un sitio lejos, muy lejos de aquí? ¿Dónde sería? (Pausa.) Sí, sí era en un sitio lejos, muy lejos de aquí y había un cerdito verde… Katurian grita. Michal lo imita, pero esta vez, irritado. ¡Cállate, Katurian! ¡Estás haciendo que se me olvide el cuento del cerdito verde con todos esos gritos! (Pausa.) ¿Qué era lo que hacía el cerito verde después? Le… le dijo a un tipo… Le dijo a un tipo: “Hola…señor…” Katurian grita. Michal sólo escucha. Mmm, en todo caso no sé contar cuentos como tú. Me gustaría que se dieran prisa y que dejaran de torturarte. Estoy aburrido. Este sitio es muy aburrido. Me gustaría… Se oye que abren el cerrojo del otro cuarto. Michal escucha. La celda de Michal no tiene llave y Katurian, ensangrentado y sin aliento, es arrojado dentro por Ariel.
ARIEL: Volveremos a trabajar en usted en un minuto. Voy por mi comida. Michal lo aprueba levantando los pulgares. Ariel cierra con llave la puerta. Michal mira a Katurian, quien tiembla sobre el piso, va a acariciarle la cabeza, pero no lo logra y vuelve a su silla. MICHAL: Hola. Katurian lo ve, gatea hacia él y se abraza a la pierna de Michal. Michal lo mira, sintiéndose inútil. ¿Qué haces? KATURIAN: Me estoy abrazando a tu pierna. MICHAL: Ah. (Pausa.) ¿Para qué? KATURIAN: ¡No sé, me duele! ¿No puedo abrazarme a la pierna de mi hermano si tengo dolor? MICHAL: Claro que sí, Katurian. Pero me parece raro. KATURIAN: (pausa) En fin, ¿y tú cómo estás? MICHAL: Muy bien. Sólo un poquito aburrido. Oye, ¡qué de ruido hacían? ¿Qué hacían, torturarte? KATURIAN: Sí. MICHAL: (chasquea la lengua en señal de desaprobación. Pausa) ¿Te dolió? Katurian suelta la pierna de Michal. KATURIAN: Si no doliera, Michal, no sería tortura, ¿no crees? MICHAL: No, supongo. KATURIAN: ¿A ti te dolió? MICHAL: ¿Si me dolió qué? KATURIAN: Que te torturaran. MICHAL: No me torturaron.
KATURIAN: ¿Qué? Katurian lo observa por primera vez, viendo que no tiene ni cortes, ni moretones. MICHAL: No. El tipo dijo que iban a torturarme, pero pensé: “Uy no, eso puede doler mucho”, entonces le dije al tipo lo que quería oír y todo estuvo bien. KATURIAN: Pero te oí gritar. MICHAL: Sí, me pidió que gritara. Me dijo que lo hacía muy bien. KATURIAN: ¿Así que sólo te dijo qué decir y tú lo admitiste? MICHAL: Sí. KATURIAN: (pausa) Júrame por tu vida que no mataste a esos tres niños. MICHAL: Te juro por mi vida que no maté a esos tres niños. Katurian suspira aliviado, abrazándose de nuevo a la pierna de Michal. KATURIAN: ¿Firmaste algo? MICHAL: ¿Qué? Tú sabes que no puedo firmar nada. KATURIAN: Entonces tal vez aún podemos librarnos de esto. MICHAL: ¿Librarnos de qué? KATURIAN: De ser ejecutados por matar a tres niños, Michal. MICHAL: Ah, libarnos de ser ejecutados por matar a tres niños. Sería genial, ¿cómo? KATURIAN: Lo único que tienen en nuestra contra es lo que tú dijiste, y las cosas que dicen que encontraron en la casa. MICHAL: ¿Qué cosas? KATURIAN: Una caja llena de dedos de pie. No, un momento. Dijeron que eran dedos de pie. No parecían dedos de pie. Podrían haber sido cualquier cosa. Mierda, joder. (Pausa.) Además dijeron que te habían torturado, y sus manos estaban llenas de sangre. ¿Me estás diciendo que no te tocó para nada? MICHAL: No, me dio un sándwich de jamón. Sólo le tuve que quitar la lechuga. Sí.
KATURIAN: Déjame pensar un minuto. Déjame pensar un minuto. MICHAL: Te gusta pensar, ¿no? KATURIAN: ¿Por qué estamos siendo tan estúpidos? ¿Por qué nos estamos creyendo todo lo que nos dicen? MICHAL: ¿Por qué? KATURIAN: Esto es como cuando cuentas un cuento. MICHAL: Lo sé. KATURIAN: Un tipo entra a un cuarto y dice: “su mamá está muerta”, ¿no? MICHAL: Ya sé que mi mamá está muerta. KATURIAN: No, ya lo sé, pero en un cuento… un tipo entra a un cuarto y le dice a otro: “su mamá está muerta”. ¿Qué sabemos? ¿Sabemos que la mamá del otro tipo está muerta? MICHAL: Sí. KATURIAN: No, no lo sabemos. MICHAL: No, no lo sabemos. KATURIAN: Lo único que sabemos es que un tipo entra a una habitación y le dice a otro: “su mamá está muerta”. Eso es lo único que sabemos. La primera regla para contar un cuento es: “no creerse todo lo que lee en los periódicos.” MICHAL: No leo los periódicos. KATURIAN: Muy bien. Estarás siempre un paso adelante de todos los demás. MICHAL: No sé de qué estás hablando, Katurian. Pero, eres muy gracioso. KATURIAN: Un tipo entra a una habitación y dice: “Su hermano acaba de confesar que mató a tres niños, y encontramos el dedo del pie de un niño en una caja en su casa”. ¿Qué sabemos? MICHAL: ¡Ajá! ¡Ya entiendo! KATURIAN: ¿Sabemos que el hermano mató a tres niños?
MICHAL: No. KATURIAN: No. ¿Sabemos que el hermano confesó que mató a los tres niños? MICHAL: No. KATURIAN: No. ¿Sabemos que encontraron los dedos de los pies de un niño en una caja en su casa? No. ¿Sabemos… Dios mío… MICHAL: ¿Qué? KATURIAN: Ni siquiera sabemos si mataron a algún niño. MICHAL: Salió en los periódicos. KATURIAN: ¿Quién dirige los periódicos? MICHAL: La policía. Ah. Eres muy astuto. KATURIAN: Dios mío. “Un escritor en un estado totalitario es interrogado sobre el espeluznante contenido de sus cuentos y sus semejanzas con un número de asesinatos infantiles que vienen ocurriendo en su ciudad. Una número de asesinatos infantiles, que, de hecho,… no están ocurriendo para nada”. (Pausa.) Me gustaría tener un cuaderno. Podría escribir un cuento bastante bueno con todo esto. Si no fueran a ejecutarnos en una hora. (Pausa.) Cualquier cosa que hagan, Michal, no importa qué, no firmes nada. No importa lo que te hagan, no firmes nada. ¿Entendido? MICHAL: Me hagan lo que me hagan, no firmo nada. No importa lo que me hagan, no firmo nada. (Pausa.) ¿Puedo firmar con tu nombre? KATURIAN: (sonriendo) Sobre todo, no firmes con mi nombre. MICHAL: “Maté a un montón de niños”, firma Katurian Katurian. ¡Ja! KATURIAN: Cabroncete de mierda… MICHAL: “Y no tuvo nada que ver con su hermano, Michal, ni un poquito”. Firma Katurian Katurian. ¡Ja! KATURIAN: Te voy a dar… MICHAL: No… Katurian lo abraza. Michal también, pero demasiado fuerte para las heridas de
Katurian. KATURIAN: ¡Aargh, por Dios, Michal! MICHAL: Perdón, Katurian. KATURIAN: Está bien. (Pausa.) Vamos a estar bien, Michal. Vamos a estar bien. Saldremos de aquí. Si nos mantenemos unidos. MICHAL: Sí. Me pica mucho el culo hoy. No sé por qué. ¿Nos queda un poco del talco ese? KATURIAN: No, ya te lo acabaste. Y es muy caro, por cierto. MICHAL: Mm. Y no vamos a ir a casa en un buen rato, ¿verdad? KATURIAN: Verdad. MICHAL: Me va a tocar quedarme aquí sentado con picor en el culo. KATURIAN: Sí, y por favor sigue hablándome del tema, me levanta el ánimo. MICHAL: ¿En serio? No, no seas bobo. Un culo no puede levantarte el ánimo ¿o sí? KATURIAN: Depende del culo. MICHAL: ¿Qué? Idiota. (Pausa.) Bueno, de todas maneras me pica. Eso te cuento. Estoy tratando de no rascarme ni nada, porque estás aquí, pero, te juro que me pica mucho. (Pausa.) Me pica el culo. (Pausa.) Cuéntame un cuento, Katurian. Para distraerme de…. KATURIAN: Para distraerte de la picor de culo… MICHAL: Del picor de mi culo, sí… KATURIAN: ¿Qué cuento quieres? MICHAL: Mm. “El cerdito verde”. KATURIAN: No. Ese es muy idiota. MICHAL: No es muy idiota. Es bueno. “El cerdito verde”. Hace un rato estaba tratando de acordarme de él. KATURIAN: No, te cuento uno distinto. ¿Cuál quieres?
MICHAL: “El Hombre almohada”. KATURIAN: (sonríe) ¿Por qué “El Hombre almohada”? Michal se encoge de hombros. Uy, ese es de hace tiempo, ¿no? MICHAL: Sí, es de hace tiempo. KATURIAN: A ver, ¿cómo empieza…? MICHAL: “Había una vez…” KATURIAN: Sí, ya sé, pero estoy tratando de recordar cómo empieza en realidad… MICHAL: (irritado) “Había una vez…” KATURIAN: Muy bien. ¡Dios! (pausa) Había una vez… un hombre que no parecía un hombre normal. Medía casi tres metros… Michal, atento, silba silenciosamente. Y estaba hecho de esas almohadas rosadas, suaves y blanditas: sus brazos eran almohadas, sus piernas eran almohadas y su cuerpo era una almohada; sus dedos eran almohaditas pequeñas y hasta su cabeza era una almohada, una almohada grande y redonda. MICHAL: Una almohada circular. KATURIAN: Da lo mismo. MICHAL: Pero yo prefiero “una almohada circular”. KATURIAN: Su cabeza era una almohada circular. Y en la cabeza tenía dos botones como ojos y una boca grande y sonriente que siempre sonreía, para que siempre se le vieran los dientes, que también eran de almohadas. Unas almohaditas blancas. MICHAL: “Almohadas”. Pon tu boca como la sonrisa del hombre almohada. Katurian pone una enorme sonrisa idiota. Michal le toca suavemente los labios y las mejillas. KATURIAN: Bueno, el Hombre almohada tenía que ser así, tenía que ser blandito e
inofensivo, porque su trabajo, porque su trabajo era muy triste y muy difícil… MICHAL: Oh-oh, ahí viene… KATURIAN: Cada vez que un hombre o una mujer estuviera muy, muy triste por haber tenido una vida dura y horrible, y quisiera acabar con todo, quitándose la vida para ahogar el dolor; bueno, cada vez que alguien estuviera a punto de hacerlo ya fuera con una navaja, con una bala, con gas o… MICHAL: O saltando de algo muy alto. KATURIAN: Sí. Por el método preferido de suicidio–“preferido” quizás no es la mejor palabra, pero en todo caso, cada vez que alguien estuviera a punto de hacerlo, el Hombre almohada se les aparecía, se sentaba con ellos, los abrazaba suavemente y les decía: “Espera”, y el tiempo, curiosamente, se ralentizaba, y mientras se ralentizaba, el Hombre almohada viajaba a la época en que ese hombre o esa mujer era un niño o una niña, cuando el horror de su vida todavía no había comenzado. Y bien, el trabajo del Hombre almohada era muy muy triste, porque consistía en convencer a cada niño de matarse, para evitar los años de dolor que vendrían, y que de todas formas terminarían de la misma manera: frente a un horno, frente a una pistola, frente a un lago. “Pero nunca he oído de algún niño que se mate”, podría decirse. Pues bien, el Hombre almohada siempre les sugería hacerlo de manera que pareciera un accidente trágico: les mostraba el frasco de pastillas que parecía un frasco de dulces; les mostraba la parte del río en la que el hielo era más delgado; les mostraba las carreteras en medio de lo cuales era peligroso jugar; les mostraba las bolsas de plástico sin huecos para respirar y les mostraba cómo apretarlas. Esto porque los papás y las mamás digieren con más facilidad la pérdida de un niño de cinco años, en un accidente trágico, que la perdida de un niño de cinco años que ha visto lo jodida que es la vida y ha decidido tomar medidas para evitarla. Ahora, no todos los niños le hacían caso al Hombre almohada. Había una niñita, una pequeña feliz que no quiso creer al Hombre almohada cuando éste le dijo que su vida iba a ser horrorosa. Ella lo despreció y él se fue llorando, derramando lágrimas gigantes que formaban unos charcos así de grandes. La noche siguiente volvieron a golpear en el cuarto de la niña y ésta dijo: “vete, Hombre almohada, ya te dije que soy feliz. Siempre he sido feliz y siempre seré feliz”. Pero no era el Hombre almohada. Era otro hombre. Su mamá no estaba en casa y este hombre vendría a visitarla cada vez que su mamá no estuviera. Y muy pronto la niña se empezó a volver muy, muy triste, y a los veintiún años, sentada frente al horno, le dijo al Hombre almohada: “¿Por qué no trataste de convencerme?” Y el Hombre almohada le contestó: “Traté de convencerte pero eras demasiado feliz”. Y mientras abría por completo la llave del gas, dijo: “Pero nunca he sido feliz. Nunca he sido feliz”. MICHAL: Mm, ¿podrías saltarte hasta el final, por favor? Esta parte es un poco pesada.
KATURIAN: Pues, eso me parece un poco grosero, Michal. MICHAL: Ah. Perdón, Katurian. (Pausa.) Pero, ¿podrías saltarte hasta el final, por favor? KATURIAN: (pausa) Bueno… el final del Hombre almohada… Entonces, cada vez que al Hombre almohada le iba bien en su trabajo, algún niño se moría horriblemente. Y cada vez que al Hombre almohada le iba mal en su trabajo, algún niño tenía una vida espantosa, y luego se convertía en un adulto que tenía también una vida espantosa, y luego se moría de alguna forma espantosa. Así que el Hombre almohada, siendo tan alto y tan blandito, se pasaba llorando todo el día, y su casa estaba siempre llena de charcos por todas partes, y entonces un buen día decidió llevar a cabo su trabajo final. Se fue a un sitio que quedaba al lado de una hermosa ladera que recordaba de tiempo atrás… MICHAL: Me gusta esa parte. KATURIAN: Y llevó una lata de petróleo, y había un viejo sauce llorón, y se sentó debajo a esperar un rato, y vio que ahí mismo había un montón de juguetes, y… MICHAL: Dí qué juguetes había. KATURIAN: Había un carrito, y un perrito de juguete y un calidoscopio. MICHAL: ¡¿Había un perrito de juguete?! ¿Ladraba? KATURIAN: Eeh… sí. Bueno y entonces, cerca de ahí, había un pequeño coche casa, y el Hombre almohada oyó que se habría su puerta y que salían unos pequeños pies, y oyó la voz de un niño que decía: “Salgo un ratito a jugar, mami” y la madre le contestó: “Bueno, pero no vayas a llegar tarde para el té, hijo”. “No, mamá”. El Hombre almohada oyó que los pasitos se acercaban, y que se abrieron las ramas del sauce, pero no era un niño, era un pequeño niño hecho de almohadas, un Chico almohada. El Chico almohada saludó al Hombre almohada y el Hombre almohada saludó al Chico almohada los dos jugaron con los juguetes un rato… MICHAL: Con el coche y con el calidoscopio y con el perrito de juguete que ladraba. Pero te apuesto que sobre todo con el perrito de juguete, ¿o no? KATURIAN: Y el Hombre almohada le contó todo lo de su triste trabajo y lo de los niños muertos y todo eso, y el pequeño Chico almohada lo entendió inmediatamente pues era un pequeño muy feliz y lo único que quería era ayudar a los demás, y entonces se roció con la lata de petróleo, mientras su boquita sonriente seguía sonriendo. El Hombre almohada, en medio de sus grandes lágrimas, le dijo: “gracias” al Chico almohada y el Chico almohada dijo: “No pasa nada. ¿le dirías a mi mamá que esta noche no voy a tomar el té?” El Hombre almohada le dijo: “sí, claro”,
mintiendo. El Chico almohada encendió un fósforo y el Hombre almohada se sentó a verlo quemarse. Y mientras el Hombre almohada empezaba a desaparecer suavemente, lo último que pudo ver fue la boquita feliz y sonriente del Chico almohada que se derretía lentamente, consumiéndose hacia la nada. Eso fue lo último que vio. Lo último que oyó fue algo que ni siquiera se había imaginado. Lo último que oyó fueron los gritos de los cientos de miles de niños a los que él había ayudado a morir, que regresaban a la vida para lidiar con la fría y maldita existencia que les estaba destinada, pues ahora él ya no estaría ahí para prevenirlos. Oyó también los gritos de las tristes y autoprovocadas muertes, que esta vez, claramente, habrían sido realizadas enteramente a solas. MICHAL: Mmm. (Pausa.) No entiendo el pedazo del final final, pero… ah… ¿así que el Hombre almohada simplemente desapareció? Ah. KATURIAN: Simplemente desapareció, sí, como si nunca hubiera existido. MICHAL: Hacia el aire. KATURIAN: Hacia el aire. Hacia la nada. MICHAL: Hacia el Cielo. KATURIAN: No. Hacia la nada. MICHAL: Me gusta el Hombre almohada. Es mi favorito. KATURIAN: Es un poco deprimente, lo admito. ¿Ya no te pica el culo? MICHAL: ¡No me picaba hasta que me lo recordaste! ¡Aargh! (Se acomoda.) Mmm. Pero todavía no lo puedo entender. KATURIAN: ¿Entender qué? ¿Entender al hombre almohada? MICHAL: No, pensé que la había escondido lo suficientemente bien. KATURIAN: ¿Escondido suficientemente bien el que? MICHAL: La caja con los dedos del pie del niño. Pensé que la había escondido lo suficientemente bien. Primero la puse debajo de mis calcetines y mis pantalones en el cajón, donde, acepto, no estaba muy bien escondida, pero cuando empezaron a oler la escondí entre la tierra de la maceta del árbol de Navidad que está guardado en el ático, porque sabía que no íbamos a sacar el árbol de Navidad en años. O digamos, que hasta Navidad. Y eso les hubiera dado bastante tiempo para que se enmohecieran. Ya estaban medio enmohecidos. ¿Estaban medio enmohecidos cuando los viste?
Katurian asiente con la cabeza, exhausto. Deben haber usado perros rastreadores o algo. ¿Sabes cuáles son los perros rastreadores? Deben haberlos usado. Porque si no... los escondí muy bien. En la maceta del árbol de Navidad. Sólo se saca una vez al año. KATURIAN: Me acababas de decir…Me acababas de decir que no tocaste a esos niños. Me acabas de mentir. MICHAL: No. Lo que te acabo de decir es que llegó un tipo y me dijo que me iba a torturar si no le decía que había matado a esos niños, así que le dije que había matado a esos niños. Eso no quiere decir que no haya matado a esos niños. Yo sí maté a esos niños. KATURIAN: Tú me juraste por tu vida que no habías matado a esos tres niños. MICHAL: Ah. Lo de: “júrame por tu vida que no mataste a esos tres niños”, era por molestar. Perdón, Katurian. Katurian se aleja de él y se dirige al colchón. Sé que estuvo mal. De verdad. Pero fue muy interesante. El niñito era tal como tú decías. Le amputé los dedos de los pies y ni siquiera gritó. Se quedó sentado mirándolos. Quedó muy sorprendido. Supongo que tendría la misma edad. Se llamaba Aaron. Tenía puesto un sombrerito chistoso y se pasó todo el rato hablando de su mamá. Dios, cómo sangró. Nunca habrías pensado que había tanta sangre adentro de un niño tan pequeño. Luego dejó de sangrar y se puso azul. Pobrecito. Ahora me siento bastante mal, parecía que lo querían mucho. “¿Ya me puedo ir a mi casa con mi mamá, por favor?” En cambio la niña era una pesada. No paraba de llorar. Y no se los quería comer. No se quería comer a los hombrecitos-manzana y me demoré años haciéndolos. Es muy difícil meterles las cuchillas de afeitar. En el cuento no explicas cómo se hace, ¿verdad? Yo miré. Bueno, en fin, tuve que forzarla para que se los tragara. Con dos bastó. No es por ser malo, pero al menos eso la dejó callada. Realmente es muy difícil que salga de la ropa, la sangre, ¿no? Trata de lavar tu camiseta al día siguiente y verás. Se tarda una eternidad. (Pausa.) ¿Katurian? (Pausa) Yo te la puedo lavar, si quieres. Le estoy cogiendo el truco. KATURIAN: (pausa. Quedo.) ¿Por qué lo hiciste? MICHAL: ¿Eh? No te entiendo. KATURIAN: (llorando) ¿Por qué lo hiciste? MICHAL: No llores, Katurian, no llores.
Michal intenta abrazarlo. Katurian lo rechaza, disgustado. KATURIAN: ¿Por qué lo hiciste? MICHAL: Tú sabes por qué. Porque tú me lo dijiste. KATURIAN: (pausa) ¿Porque yo qué? MICHAL: Porque tú me lo dijiste. KATURIAN: (pausa) Recuerdo haberte dicho que hicieras tus tareas a tiempo. Recuerdo haberte dicho que te lavaras los dientes todas las noches… MICHAL: Yo me lavo los dientes todas las noches… KATURIAN: No recuerdo haberte dicho que cogieras a un montón de niños y los masacraras. MICHAL: No los masacré. “Masacrar” sería como así… Michal simula cortar brutalmente a alguien. Lo que yo hice fue más bien así… Michal simula dar un solo tajo, moderado, sobre unos dedos imaginarios que luego arroja… Y… Michal simula meter dos hombrecitos-manzana a una boca pequeña y tragarlos. “Masacrar”. Es un poco fuerte. Y yo no hubiera hecho nada si tú no me lo hubieras dicho, así que no te hagas el inocente. En todos los cuentos que cuentas, le sucede algo horrible a alguien. Sólo estaba tratando de comprobar qué tan exagerados eran, porque siempre creí que algunos podían ser un poco exagerados. (Pausa) ¿Y sabes qué? No son tan exagerados. KATURIAN: ¿Y cómo es que no representaste ninguno de los bonitos? MICHAL: Porque nunca has escrito cuentos bonitos. KATURIAN: He escrito muchos bonitos. MICHAL: Ah, sí, como dos.
KATURIAN: No. Te voy a decir por qué no representaste ninguno de los bonitos, ¿vale? MICHAL: Vale. KATURIAN: Porque eres un sádico, un maldito retrasado pervertido que disfruta al matar niños pequeños. Y el resultado habría sido el mismo si todos los cuentos que escribí hubieran sido la cosa más dulce que uno se pueda imaginar. MICHAL: Pues… eso nunca lo podremos saber, ¿no? Pues no escribiste así.. (Pausa) Y no disfruté matando a esos niños. Fue insoportable. Tardé años. Yo no quería matar a esos niños. Yo sólo quería cortarle los dedos de los pies a uno y meterle cuchillas de afeitar en la garganta a la otra. KATURIAN: ¿Me estás diciendo que no sabes que si le cortas los dedos de los pies a un niño y le metes cuchillas de afeitar en la garganta a una niña, se mueren? MICHAL: Bueno, lo sé ahora. Katurian se lleva las manos a la cabeza, tratando de pensar cómo salir de esta. Pues el torturador parecía estar claramente de mi lado. Parece estar de acuerdo en que todo es tu culpa. Bueno, sobre todo tu culpa. KATURIAN: (pausa) ¿Qué le dijiste? MICHAL: Solo la verdad. KATURIAN: ¿Qué verdad? MICHAL: Sólo eso, que todas las cosas que le hice a los niños las saqué de los cuentos que tú escribiste y me leíste. KATURIAN: ¿Le dijiste eso al policía? MICHAL: Mm. Sí, es la verdad. KATURIAN: Esa no es la verdad, Michal. MICHAL: Sí lo es. KATURIAN: No lo es. MICHAL: Bueno, ¿escribiste unos cuentos en los que asesinan niños?
KATURIAN: Sí, pero… MICHAL: Bueno, y ¿me los leíste? KATURIAN: Sí… MICHAL: Bueno, y ¿salí y asesiné a unos cuantos niños? (Pausa.) “Sí, lo hice” esa la respuesta. Entonces no veo cómo lo de “esa no es la verdad” viene al caso. Mucho menos lo del “maldito retrasado pervertido”. Tú eres mi hermano y te quiero, pero acabas de pasar veinte minutos contándome un cuento sobre un tipo para quien lo principal en la vida es llevarse a un montón de niños para que, en el mejor de los casos, se prendan fuego. ¡Y ese es el héroe! Y no te estoy criticando. Es un muy buen personaje. Es un muy buen personaje. Me recuerda mucho a mí mismo. KATURIAN: ¿Por qué te recuerda mucho a ti mismo? MICHAL: Pues, porque se lleva a morir a unos niñitos. Y eso. KATURIAN: El Hombre almohada nunca mató a nadie, Michal. Y todos los niños que se murieron iban a tener unas vidas horribles en todo caso. MICHAL: De acuerdo, todos los niños van a tener unas vidas horribles. Uno les puede ahorrar el problema. KATURIAN: No todos los niños van a tener unas vidas horribles. MICHAL: Eeh, mmm. ¿Tú tuviste una vida horrible desde que eras un niño? Sí. Mmm, ¿yo tuve una vida horrible desde que era un niño? Sí. Son dos de dos, para empezar. KATURIAN: El Hombre almohada era un hombre decente y considerado que odiaba lo que hacía. Tú eres todo lo contrario. MICHAL: Bueno, bien, sabes que no entiendo bien lo de los contrarios, pero creo que entiendo lo que estás diciendo. Gracias. (Pausa) “El Hombre almohada” es un buen cuento, Katurian. Es uno de tus mejores cuentos. ¿Sabes qué? Creo que algún día vas a ser un escritor famoso, que Dios te bendiga. Lo puedo ver. KATURIAN: (pausa) ¿Cuándo? MICHAL: ¿Eh? KATURIAN: ¿Cuándo voy a ser un escritor famoso?
MICHAL: Algún día, dije. KATURIAN: Nos van a ejecutar en una hora y media. MICHAL: Ah, sí. Pues entonces creo que no vas a ser un escritor famoso. KATURIAN: Van a destruir todo. Van a destruirnos, van a destruir mis cuentos. Van a destruir todo. MICHAL: Creo que deberíamos preocuparnos por nosotros, Katurian, no por tus cuentos. KATURIAN: ¿Ah, sí? MICHAL: Sí, son sólo papel. KATURIAN: (pausa) ¿Son sólo qué? MICHAL: Son sólo papel. Katurian golpea la cabeza de Michal contra el suelo de piedra. Michal, pasmado por el acto más que por el dolor, siente sangrar su cabeza. KATURIAN: Si llegaran en este momento y dijeran: “vamos a quemar a dos de ustedes tres –a usted, a su hermano o a sus cuentos”, les diría que te quemaran a ti primero, después a mí, y dejaría que salvaran los cuentos. MICHAL: Acabas de pegarme en la cabeza contra el suelo. KATURIAN: Sí, me di cuenta. MICHAL: (llorando) ¡Acabas de pegarme en la cabeza contra el suelo! KATURIAN: Dije que me di cuenta. MICHAL: ¡Eres igualito a mamá y papá! KATURIAN: (riendo) ¡Dilo otra vez! MICHAL: ¡Eres igualito a mamá y papá! ¡Me pegas y me gritas! KATURIAN: ¿Soy igualito a mamá y papá? Déjame procesarlo…
MICHAL: Oh, no empieces con eso… KATURIAN: Mamá y papá mantuvieron a su primer hijo encerrado en un cuarto en el que lo torturaron durante siete años; tú hiciste que un niño se desangrara hasta la muerte, hiciste que una niña se ahogara, Dios sabrá qué fue lo que le hiciste a la otra niña, y tú no eres como mamá y papá, pero yo estampé la cabeza contra el suelo a un puto imbécil una vez y soy igualito a mamá y papá. MICHAL: Sí, exacto. Exacto. KATURIAN: Ya veo tu lógica, Michal. Ya sé de dónde viene. MICHAL: Ya bueno. KATURIAN: Te voy a decir esto: si mamá y papá estuvieran viéndonos, creo que estarían muy contentos de ver que te convertiste en el tipo de hijo del cual podrían sentirse orgullosos. MICHAL: ¡No digas eso! KATURIAN: Verdaderamente orgullosos. Eres una fotocopia de ellos, casi. Tal vez te deberías dejar crecer una barba de chivo y ponerte unas gafas, como él… MICHAL: ¡No digas eso! KATURIAN: O ponerte muchos diamantes, como ella. Habblarr asssí, hijo mío… MICHAL: ¡No digas eso o te mato! KATURIAN: No vas a matarme, Michal. ¡¡No tengo siete años!! MICHAL: No soy como ellos. No quería lastimar a nadie. Sólo estaba representando tus cuentos. KATURIAN: ¿Qué hiciste con la tercera niña? MICHAL: Ya no te lo voy a decir. Heriste mis sentimientos. Y mi cabeza. KATURIAN: Lo vas a decir bien rapidito cuando te agarren. MICHAL: Puedo aguantar. KATURIAN: No vas a poder.
MICHAL: (quedo) Tú no sabes lo que puedo aguantar. KATURIAN: (pausa) No. Supongo que no. MICHAL: Cuando estaba oyendo tus gritos desde el otro lado, se me ocurrió que así debió haber sido para ti durante todos esos años. Pues déjame decirte que de este lado es más fácil. KATURIAN: Lo sé. MICHAL: A ti sólo te lo hicieron durante una hora y entraste gimiendo y con tu cabezota arrogante llena de mocos. Pruébalo durante toda una vida. KATURIAN: Eso no justifica nada. MICHAL: Justifica tus dos asesinatos. ¿Por qué no se van a justificar los dos míos? KATURIAN: Yo asesiné a dos personas que torturaron a un niño durante siete años. Tú asesinaste a tres niños que nunca torturaron a nadie. Hay una diferencia. MICHAL: Hasta donde tú sabes, no torturaron a nadie, pero la niña de las cuchillas de afeitar parecía ser una mierdecita. Te apuesto a que por lo menos torturó hormigas. KATURIAN: ¿Cómo mataste a la tercera niña, Michal? Tengo que saberlo. ¿Estaba también dentro de un cuento? MICHAL: Mm. KATURIAN: ¿Qué cuento? MICHAL: Te vas a cabrear. KATURIAN: No me voy a cabrear. MICHAL: Te vas a cabrear un poco. KATURIAN: ¿Estaba dentro de qué cuento? MICHAL: Mmm… era , mmm… “La niña Jesús”. “La niña Jesús”. Katurian mira a Michal un momento, luego se lleva las manos al rostro y, al visualizar los terribles detalles del cuento, empieza a llorar lentamente. Michal intenta decir algo pero no puede. Katurian continúa llorando en silencio. KATURIAN: ¿Por qué ése?
MICHAL: (se encoge de hombros) Es un cuento muy bueno. Eres un buen escritor, Katurian. No dejes que nadie te diga lo contrario. KATURIAN: (pausa) ¿Dónde la dejaste? MICHAL: Donde enterraste a mamá y papá. Junto al pozo de los deseos. KATURIAN: (pausa) Pobrecita. MICHAL: Yo sé. Es terrible. KATURIAN: Bueno, espero que haya sido rápido. MICHAL: Más o menos rápido. Katurian vuelve a llorar. Michal le pone una mano en el hombro. No llores, Kat. Todo va a ir bien. KATURIAN: ¿Cómo va a ir bien? ¿Cómo va a poder estar bien? MICHAL: No sé. Es lo que uno dice en momentos como éste, ¿no? “Todo va ir bien”. Porque claro que no va a ir bien. Van a venir y nos van a ejecutar en cualquier momento, ¿no? Eso no va a estar bien, ¿o sí? Es casi lo contrario de estar bien. Mm. (Pausa.) ¿Nos irán a ejecutar juntos o separados? Espero que juntos. No quisiera estar solo. KATURIAN: Yo no he hecho nada. MICHAL: No empieces otra vez que me pones nervioso. Y si no nos ejecutan juntos, seguramente nos enterrarán juntos para ahorrarse tener que abrir dos huecos, odiaría que me enterraran solo. Sería horrible. Solo bajo tierra, ¡aargh! Pero, por lo menos estaremos juntos en el Cielo, pase lo que pase. Pasando tiempo con Dios. Jugando a las carreras. KATURIAN: ¿Y a que Cielo vas a ir, Michal? ¿Al Cielo de los asesinos de niños? MICHAL: No, al Cielo de los asesinos de niños no, sabelotodo. Al Cielo normal. Como en las películas. KATURIAN: ¿Quieres saber a dónde te vas a ir cuando te mueras? MICHAL: ¿A dónde? Y no vayas a decir que a algún lugar horrible sólo porque estás
de mal humor. KATURIAN: Te vas a ir a un cuartito, en una casita, en un bosquecito, y por el resto de los tiempos no te voy a cuidar yo, sino una persona llamada mamá y otra persona llamada papá, y te van a cuidar de la misma manera en que siempre te cuidaron, sólo que esta vez no voy a estar yo para rescatarte, porque yo no me voy a ir al mismo lugar que tú, porque yo jamás masacré a unos putos niños. MICHAL: Eso es lo más horrible que una persona le haya podido decir a otra y nunca más te voy a volver te voy a volver a dirigir la palabra. KATURIAN: Qué bueno. Entonces quedemos aquí sentados esperando en silencio a que regresen para ejecutarnos. MICHAL: ¡Es lo más horrible que he escuchado! Y te dije que no me dijeras nada feo. Dije: “no digas nada feo”, ¿y qué hiciste? ¿Qué hiciste? Me dijiste algo feo. KATURIAN: Solía quererte tanto. MICHAL: (pausa) ¿Qué quieres decir con “solía”? ¡Eso es todavía más horrible que la otra cosa horrible que dijiste y eso que ya era lo más horrible que jamás había escuchado! ¡Por Dios! KATURIAN: Entonces quedémonos aquí sentados en silencio. MICHAL: Estoy tratando de quedarme sentado en silencio. Tú eres el que sigue sigue diciendo cosas horribles. (Pausa.) ¿No? (Pausa.) ¿No? Ah, ¿ya nos quedamos sentados en silencio? Ok. Pausa. Michal se rasca el culo. Pausa. Aunque todavía tengo un tema espinoso a tratar contigo. Y es sobre una basura de cuento que leí hace tiempo. Una basura de cuento que se llama “El escritor y su hermano”, el peor montón de basura que jamás leí. KATURIAN: Nunca te mostré ese cuento, Michal. MICHAL: Ya sé que nunca me lo mostraste. Y con toda la razón. Es una basura. KATURIAN: ¿Así que mientras estoy en trabajo, tú husmeas en mi cuarto? MICHAL: Pues claro que husmeo en tu cuarto mientras estás en el trabajo. ¿Qué más crees que hago mientras estás en el trabajo?
KATURIAN: Masacrar niños, supongo. MICHAL: ¿Eh? Bien, pues cuando no estoy masacrando niños, estoy husmeando en tu cuarto, encontrándome con unos cuentos imbéciles que ni siquiera son verdad al final. Que son verdaderamente estúpidos al final. Que yo me morí y que mamá y papá vivieron. Ese es final verdaderamente estúpido. KATURIAN: Ahora recibo asesoría literaria de Jack el Destripador. MICHAL: ¿Por qué no le pusiste un final feliz como pasó en la vida real? KATURIAN: No hay finales felices en la vida real. MICHAL: ¿Qué? Mi historia tiene un final feliz. Llegaste, me rescataste y mataste a mamá y papá. Ese fue un final feliz. KATURIAN: ¿Y después qué pasó? MICHAL: Los enterraste detrás del pozo de los deseos y les echaste col. KATURIAN: Les eché cal. “Les eché col”, ¿que iba a preparar una puta ensalada de verduras? ¿Y después qué pasó? MICHAL: ¿Y después qué pasó? Después me empezaste a mandar a la escuela y empecé a aprender cosas, lo cual estuvo muy bien. KATURIAN: ¿Y después qué pasó? MICHAL: ¿Y después qué pasó?(Pausa.) ¿Cuando gané en lanzamiento de disco? KATURIAN: ¿Y qué pasó hace tres semanas? MICHAL: Ah. Hice volví nada a unos niños. KATURIAN: Y entonces volví nada a unos niños. ¿Cómo puede ese ser un puto final feliz? Y después te cogieron y te ejecutaron, e hiciste que ejecutaran a tu hermano, que no había hecho nada. ¿Cómo puede ese ser un final feliz? Además: ¿cuándo ganaste en lanzamiento de disco? Quedaste cuarto en el puto lanzamiento. MICHAL: No estamos hablando de… KATURIAN: ¡Quedaste cuarto entre cuatro en lanzamiento! “Cuando gané en lanzamiento de disco”.
MICHAL: ¡No estamos hablando de si gané o no en lanzamiento, estamos hablando de lo que sería un final feliz! Que yo ganara en lanzamiento sería un final feliz. Pero yo abandonado, muerto y podrido como en tu estúpido cuento, no sería un final feliz. KATURIAN: Ese si fue un final feliz. MICHAL: (casi llorando) ¿Qué? ¿Yo muerto y podrido es un final feliz? KATURIAN: ¿Qué tenías en la mano al morirte? Un cuento. Un cuento que era mejor que cualquiera de los míos. En “El escritor y su hermano”… tú eras el escritor. Yo era el hermano. Ese es un final feliz para ti. MICHAL: Pero estaba muerto. KATURIAN: No se trata de si estás muerto o no. Se trata de lo que dejas detrás. MICHAL: No entiendo. KATURIAN: En este momento no me importa si me matan. No me importa. Pero lo que no van a hacer es matar mis cuentos. No van a matar mis cuentos. Eso es todo lo que tengo. MICHAL: (pausa) Me tienes a mí. Katurian lo mira un momento, luego baja la mirada tristemente. Michal se gira hacia un lado, llorando. Pero, ok, estemos de acuerdo en que vas a cambiar el final del cuento “El escritor y su hermano”. Yo quedo vivo al final, mamá y papá muertos, y gano en lanzamiento de disco. Así queda bien, y tal vez tú simplemente deberías quemar el cuento anterior para que nadie lo vea y crea que es el correcto y que yo estoy muerto. Deberías simplemente quemarlo. KATURIAN: Ok, Michal. Voy a hacer eso. MICHAL: ¿En serio? KATURIAN: En serio. MICHAL: Wow. Buenísimo. Eso fue fácil. Bueno, en ese caso, probablemente deberías quemar muchos más de tus cuentos, porque algunos de ellos, y no estoy molestando ni nada, pero algunos de ellos son un poco asquerosos, de verdad. KATURIAN: ¿Por qué mejor no los quemamos todos, Michal? Me ahorraría mucho
tiempo no ponerme a separar los que son un asco de los que no lo son. MICHAL: No, eso sería una tontería, quemarlos todos. No. Únicamente los que hacen que la gente salga a matar niños. Y no tardarías mucho separando los que no hacen que la gente salga a matar niños, porque solamente tienes como dos que no hacen que la gente salga a matar niños, ¿no? KATURIAN: ¿Ah sí? ¿De verdad? MICHAL: Sí. KATURIAN: ¿Y cuáles serían? ¿Cuáles, de los cuatrocientos cuentos que he escrito, te dignarías a salvar? MICHAL: El del cerdito verde. Ése es bonito. Ése no haría que nadie saliera a matar a nadie,… y… (Pausa.) Y… (Pausa.) Creo que es el único. “El cerdito verde”. KATURIAN: ¿Es el único? MICHAL: Sí, digo, si realmente quieres estar a salvo. Pues, tienes algunos que probablemente harían que alguien saliera a mutilar a alguien, no a matarlo, pero si quieres estar a salvo, el único es “El cerdito verde”. Podría hacer que alguien saliera a pintar a otro de verde; pero no más que eso. KATURIAN: Todo habría estado muy bien si los tres cuentos que escogiste para actuar no hubiesen sido los tres más repulsivos que pudiste haber escogido. No fueron los primeros tres que te encontraste, sino los tres que mejor se adecuaron a tu repulsiva mente. MICHAL: ¿Y entonces, qué?, ¿habría podido representar uno que no fuera tan horrible? ¿Cómo cuál? ¿Cómo “La cara del sótano”? ¿Rebanarles la cara, guardarla en un frasco, y ponerla sobre un maniquí abajo en el sótano? ¿O “El cuarto de Shakespeare”? ¿En el que el viejo Shakespeare, cada vez que quiere escribir una obra nueva, pega con un palo a una pigmea que tiene encerrada en una caja? KATURIAN: Él no escribió todas esas obras solo. MICHAL: Pero, ¿te das cuenta de lo que te quiero decir, Kat? Todos son un asco. No puedes escoger uno que sea menos asqueroso que el otro. KATURIAN: Pero, ¿por qué tenía que haber sido “La niña Jesús”? MICHAL: Ah, Katurian, lo hecho hecho está y no se puede deshacer. ¡Tan-tan! Bueno como me está dando sueño, voy a dormirme un rato, si es que logro distraerme
de mi culo que todavía me me pica como loco, y eso que no lo he vuelto a mencionar. Michal se acuesta sobre el colchón. KATURIAN: ¿Te vas a dormir? MICHAL: Mm. KATURIAN: Pero van a volver en cualquier momento a torturarnos y ejecutarnos. MICHAL: Exacto, podría ser el último sueño que nos echemos en un buen tiempo. (Pausa.) Podría ser el último sueño de la vida. ¿No sería eso terrible? Me encanta dormir. ¿Crees que uno duerme en el Cielo? Más les vale; o si no, no voy. (Pausa.) ¿Katurian? KATURIAN: ¿Qué? MICHAL: Cuéntame un cuento. KATURIAN: Pensé que querías quemar todos mis cuentos. MICHAL: Cuéntame el del cerdito verde. Ése no lo quiero quemar, cuéntame ése y te perdono. KATURIAN: ¿Me perdonas por qué? MICHAL: Te perdono por haberme dicho todas esas cosas feas sobre mamá y papá cuidándome para siempre en el bosque, sin que nadie viniera a rescatarme. KATURIAN: (pausa) No me acuerdo cómo va “El cerdito verde”… MICHAL: Sí te acuerdas cómo va Katurian, dale. La primera palabra es “había”, le segunda es “una”. La tercera palabra es… ¿cuál era la tercera? KATURIAN: Eres muy avispado, ¿no? MICHAL: Ah, la tercera palabra es “vez”, ya me acordé. “Había una vez…” KATURIAN: Ok. Pero cálmate… Michal se prepara, se pone la almohada debajo de la cabeza. Había una vez… MICHAL: Esto es como en los viejos tiempos. Los buenos viejos tiempos. Cuentos…
KATURIAN: Había una vez, en una granja, en un país extraño y muy lejano… MICHAL: Muy lejano… KATURIAN: Un cerdito que era diferente a los demás cerditos que había por ahí. MICHAL: Era verde. KATURIAN: ¿Quién está contando el cuento?, ¿tú o yo? MICHAL: Tú. Perdón. Boca sellada. Shh. KATURIAN: Era diferente de los demás cerditos porque era verde brillante. Casi verde fosforescente. MICHAL: Verde fosforescente. Como la pintura de los túneles del tren, ¿verde fosforescente como la pintura de los túneles del tren? KATURIAN: Sí. MICHAL: Sí. KATURIAN: ¿Vamos a interrumpir o vamos a oír el cuento y a dormirnos? MICHAL: Vamos a oír el cuento y a dormirnos. KATURIAN: Bueno bien. Al cerdito le fascinaba ser verde. No es que no le gustara el color normal de los cerditos, el rosado le parecía bonito y todo eso, pero lo que le gustaba de verdad era ser un poquito diferente, un poquito peculiar. A los demás cerditos no les gustaba que fuera verde. Les daban celos y lo molestaban y hacían que su vida fuera una miseria… MICHAL: Una miseria… KATURIAN: Y todo ese revuelo exasperaba a los granjeros, y… MICHAL: ¿Qué significa “exasperaba”? Perdón, Katurian. KATURIAN: Está bien. Significa que los ponía muy nerviosos. MICHAL: (bostezando) Se ponían muy nerviosos… KATURIAN: Los granjeros que se ponían muy nerviosos. Pensaron: “Tenemos que hacer algo al respecto”. Así que una noche, mientras todos los cerditos
dormían al aire libre, los granjeros, salieron y atraparon al cerdito verde y se lo llevaron al granero. El cerdito se puso a chillar, mientras los demás cerditos se reían de él. MICHAL: Hijoputas… KATURIAN: Y cuando los granjeros lo llevaron al granero, lo que hicieron fue abrir una gran lata de una pintura rosada muy especial, y lo metieron en ella hasta que quedó cubierto de pies a cabeza, hasta que no quedó ningún parche verde, y después lo colgaron para que se secara. Y lo que era especial de esta pintura rosada es que nunca se podía quitar y tampoco se podía pintar sobre ella. No se podía quitar y tampoco se podía pintar sobre ella. Y el cerdito verde dijo: (voz fingida) “Por favor, Dios mío, no dejes que me vuelvan como todos los demás. Soy feliz siendo un poquito peculiar”. MICHAL: “Soy feliz siendo un poquito peculiar”, le dijo a Dios. KATURIAN: Pero fue demasiado tarde, la pintura se secó y los granjeros lo devolvieron a los potreros, y todos los cerditos rosa se burlaron de él al verlo pasar para ir a sentarse en su parcela de pasto favorita. Y trató de entender por qué Dios no había escuchado sus oraciones, pero no podía entenderlo, así que lloró hasta que se quedó dormido. E inclusive las miles de lágrimas que derramó, no lograron despintar la horrible pintura rosada porque… MICHAL: Porque nunca se podía quitar y nunca se podía pintar sobre ella. KATURIAN: Exacto. Y entonces se durmió. Pero esa noche, mientras todos los cerditos del campo dormían, aparecieron unas nubes de tormenta muy muy extrañas y empezó a llover; despacio al principio, pero después con más y más y más fuerza. Sin embargo, no era una lluvia normal, era una lluvia verde muy especial, tan espesa como la pintura, pero no sólo eso, tenía otra cosa especial. No se podía quitar nunca y no se podía pintar sobre ella. No se podía quitar … Katurian mira a Michal. Se ha quedado dormido. Katurian continúa el resto de la historia en voz baja. …y no se podía pintar sobre ella. Y cuando amaneció, había escampado. Todos los marranos se despertaron y descubrieron que todos se había vuelto verdes y brillantes. Todos, excepto, claro, el cerdito verde, que ahora era un cerdito rosado, al que la extraña lluvia no había logrado despintar, gracias a la pintura no pintable con la que lo habían cubierto los granjeros. “no pintable”. (Pausa) Y cuando vio el extraño mar de cerditos verdes que lo rodeaba, muchos de los cuales lloraban como bebés, dio gracias a la misericordia y dio gracias a Dios, porque supo que todavía y siempre sería un poquito peculiar.
Pausa. Katurian escucha dormir a Michal un momento, mientras le acaricia el pelo suavemente. ¿Te gusta ese, no, Michal? (Pausa.) Ese siempre te gustaba. No hay deditos del pie…ni cuchillas de afeitar. Es bonito. Tal vez deberías haber representado éste. (Pausa.) No es tu culpa, Michal. No es tu culpa. (Pausa. Llora.) Dulces sueños, pequeño. Volveré muy pronto. Katurian toma la almohada y la sostiene con fuerza sobre el rostro de Michal. Michal empieza a sacudirse, pero Katurian se sienta encima de él, manteniendo la almohada abajo. Después de un momento, Michal se sacude más suavemente. Después de otro momento, está muerto. Una vez que Katurian se cerciora de esto, quita la almohada, besa a Michal en los labios, llorando, y le cierra los ojos. Va hacia la puerta, la toca estruendosamente. ¡¿Detectives?! (Pausa.) ¡¿Detectives?! Quiero confesar mi participación en el asesinato de seis personas. (Pausa.) Tengo una condición. (Pausa.) Tiene que ver con mi cuentos.
Escena dos
Katurian relata el cuento en el que actúan la niña y los padres. Ligero cambio de vestuario que marque la diferencia entre los padres elegantes y los padres adoptivos, actuados por la misma pareja. KATURIAN: Había una vez, en una tierra no muy lejana, una niña que, aunque sus amables padres no la habían educado tan religiosamente, tenía la firme determinación de ser la segunda encarnación del Señor Jesucristo. La niña se coloca una falsa barba, unas sandalias y empieza a bendecir las cosas, etc. Lo cual era un poco raro para una niña de seis años. Usaba una pequeña barba y andaba de sandalias, bediciendo cosas. Se la encontraba siempre caminando entre los pobres y los desamparados, consolando a los borrachos y a los drogadictos, y generalmente tratando con el tipo de personas que no le parecía adecuados a su mamá y a su papá para una niña de seis años. Cada vez que se la separaban de esa desagradable gente, pataleaba, gritaba y tiraba sus muñecas por todas partes, y cuando sus padres le respondían que … PADRES: Jesús nunca pataleaba, ni gritaba, ni tiraba sus muñecas… KATURIAN: Ella respondía: “¡Ese era el otro Jesús! ¿Sabéis?” Bueno, un día, la niña se escapó una vez más, y durante dos horribles días sus papás no encontraron rastro de ella, hasta que por fin recibieron una angustiosa llamada de un sacerdote al que no conocían, que les decía: “Más vale que vengan a la iglesia. Su hija está aquí dándonos una lata de mierda. Al principio nos pareció muy maja, pero se está volviendo realmente insoportable”. Las luces bajan lentamente sobre los sonrientes y agradables padres. A sus papás no les importó eso, se sintieron aliviados de que estuviera sana y salva, y se apresuraron a buscarla, pero en su afán, chocaron contra un camión de carne que venía de frente, quedaron decapitados y murieron. Los agradables padres sangran, salen luces. A la niñita le dieron la noticia, lloró sólo una lágrima, y ni una más, pues pensó que
Jesucristo así lo habría hecho si hubiera perdido a sus padres en una decapitación en coche. Y el estado la mandó a vivir en un bosque con unos padres adoptivos abusivos … Entran los padres adoptivos que llevan a la niña de la mano, apretándosela muy fuerte. …que no le habían informado al estado que eran abusivos, que odiaban la religión, que odiaban a Jesús, que odiaban a todo el mundo que de hecho no odiara a todo el mundo y que, como era de suponerse, odiaban a la niñita. Los padres adoptivos le arrancan la barba y la arrojan. Ella aguantaba ese odio con un corazón feliz y los perdonaba, pero eso no parecía funcionar. Cuando insistió en ir a la iglesia un domingo, le quitaron sus sandalias, forzándola a caminar descalza y sola por los caminos empinados y llenos de vidrios rotos. Sin embargo, cuando llegaba, se arrodillaba durante horas, pidiéndole a su Padre en el Cielo que los perdonara, sólo para que la regañaran por entrar sangrando a la iglesia. La golpeaban por llegar tarde a casa, aunque no se hubiera fijado alguna hora para su regreso. La golpeaban por compartir su comida con los niños pobres en la escuela; la golpeaban por levantarle el ánimo a los niños feos; la golpeaban por andar por ahí buscando leprosos. Su vida era una constante tortura; sin embargo, la soportaba con una sonrisa, y eso la volvía más fuerte, hasta que un día se encontró con un ciego limosnero en el camino… Katurian representa al ciego. Ella le unta tierra y saliva sobre los ojos. Mezcló un poco de saliva y tierra y se la untó en los ojos. Él la denunció a la policía por estarle untando saliva y tierra en los ojos, y cuando sus padres adoptivos la recogieron de la comisaría le dijeron… PADRES ADOPTIVOS: ¿Así que lo que quieres es ser como Jesús? KATURIAN: Y ella respondió: “¡Por fin lo entienden!” (Pausa.) Se quedaron mirándola un momento y luego empezó todo. Los terribles detalles a continuación son representados en escena. Su madre adoptiva le puso una corona de espinas en la cabeza, hecha de alambre de púas, pues le daba demasiada pereza hacer una corona de espinas de verdad; mientras, su padre adoptivo la azotó con un látigo de nueve colas y después de una o dos horas, cuando recobró la conciencia, le preguntaron… PADRES ADOPTIVOS: ¿Todavía quieres ser como Jesús? KATURIAN: Y a través de sus lágrimas, ella dijo: “Sí”.
Los padres colocan una pesada cruz sobre la espalda de la niña. Ella camina con dolor. Así que la hicieron cargar una pesada cruz de madera y la hicieron caminar cien veces alrededor de la sala hasta que se le doblaron las piernas y se le rompieron las espinillas, y hasta que no pudiera hacer nada diferente a mirar sus piernas torcidas y lastimadas. Entonces le preguntaron… PADRES ADOPTIVOS: ¿Todavía quieres ser como Jesús? KATURIAN: Ella casi se enferma por un instante, pero se lo tragó para no mostrar ninguna debilidad, los miró a los ojos y les dijo: “Sí”. Los padres la clavan a la cruz y la levantan. Y entonces clavaron sus manos en la cruz, le doblaron las piernas en la dirección correcta y le clavaron los pies en la cruz, y luego levantaron la cruz para posarla contra la pared y la dejaron ahí mientras se fueron a ver la televisión, y cuando terminaron todos los programas buenos, la apagaron, afilaron una lanza y le dijeron… PADRES ADOPTIVOS: ¿Todavía quieres ser como Jesús? KATURIAN: Y la niñita se tragó sus lágrimas, respiró profundamente y dijo: “No. No quiero ser como Jesús. ¡Soy Jesús, puta!” (Pausa.) Y sus padres le hundieron la lanza en un costado… Lo hacen. … dejaron que se muriera y se fueron a la cama. La cabeza de la niña cae lentamente. Tiene los ojos cerrados. Luz de día, los padres adoptivos regresan. Pero por la mañana se quedaron sorprendidos al ver que no había muerto… La niña abre lentamente los ojos y saluda con la cabeza. Ellos la bajan suavemente de la cruz. Les toca el rostro como si los perdonara. La colocan en un ataúd de cristal y sellan la tapa. …así que la bajaron de la cruz y la sepultaron viva en un pequeño féretro, con el suficiente aire para que sólo viviera tres días… Echan tierra sobre la tapa del ataúd. …y las últimas voces que escuchó fueron las de sus padres adoptivos que desde
arriba le decían… PADRES ADOPTIVOS: Bueno, si eres Jesús, en tres días te levantarás, ¿no? KATURIAN: Y la niñita tomó esto en consideración por un momento, sonrió para sí y murmuró: “exacto, exacto”. (Pausa.) Y esperó. Y esperó. Y esperó. Las luces se van desvaneciendo sobre el féretro mientras la niña rasga lentamente por debajo de la tapa. Katurian se acerca. Tres días después, un hombre, que caminaba por el bosque, se tropezó contra una pequeña tumba recientemente cavada, pero, como el hombre estaba bastante, bastante ciego, siguió avanzando, tristemente, sin escuchar el horrible rasguño de hueso contra madera, un poco detrás de él, que lentamente se desvanecía perdiéndose para siempre en la negra, negra penumbra de un bosque vacío, vacío, vacío. Oscuro
TERCER ACTO
Cuarto de interrogatorios de la policía. Katurian escribe de prisa una larga confesión. Le entrega la primera página a Tupolski, que está sentado. Ariel, de pie, fuma. TUPOLSKI: “Por medio del presente documento, confieso mi participación en el asesinato de seis personas; tres llevados a cabo por mí mismo y tres llevados a cabo por mí y por mi hermano, cuando representamos algunos de los horripilantes y perversos cuentos que escribí”. Corchetes, “Adjuntos”, cierran corchetes. (Pausa.) “Mi más reciente asesinato es el de mi hermano Michal…” Pues sí, gracias por esto, Katurian. Nunca hubiéramos sido capaces de culparte por ese. “Sostuve una almohada sobre su cabeza…” bla, bla, bla… “para salvarlo del horror de la tortura y ejecución en manos de…” bla, bla, bla. Habla de lo mucho que quería a su hermano. Sí, realmente lo demuestra. “Mi crimen más reciente, anterior a éste, fue el de una niña muda hace tres días. No sé cuál es su nombre. Esa niña…fue…” ARIEL: (pausa) ¿Qué fue de esa niña? TUPOLSKI: Ahí termina la página. ARIEL: Escriba más rapidamente. TUPOLSKI: Escriba más rapidamente. (Pausa.) ¿O se dice escriba más rápido? “Escriba más rápidamente”. “Escriba más rápido”. ARIEL: Es “escriba más rápido”. TUPOLSKI: Es “escriba más rápido”. Ariel tuerce el cuello para leer de cabeza lo que está escribiendo Katurian. Katurian, instintivamente, cubre lo que escribe con la mano. Ariel le suelta un manotazo en la cabeza. ARIEL: ¡No está tratando de pasar un puto examen en el colegio! KATURIAN: Perdón… Ariel lee por encima del hombro de Katurian.
ARIEL: “…muerta cuando representamos un cuento llamado… “La niña Jesús”. ¿Cuál es “La niña Jesús”? No lo he leído… TUPOLSKI: ¿Qué? Ariel hojea en la caja del archivero y encuentra el cuento de “La niña Jesús”. ARIEL: Dice que la mataron como en el cuento de “La niña Jesús”. ¿Usted ya vio ese? TUPOLSKI: (asqueado, triste) Sí, ya. Ariel empieza a leer el cuento. Katurian le echa una mirada a Tupolski y se desconcierta por la mirada de éste. Le entrega la segunda página de su confesión y continúa escribiendo. ¿Dónde dejó su cuerpo? KATURIAN: Dibujé un mapa. Hay un pozo de los deseos a unos doscientos metros, detrás de nuestra casa en el bosque de Kamenice. Su cuerpo está enterrado detrás del pozo de los deseos. Con otras dos personas. Dos adultos. TUPOLSKI: ¿Qué otras dos personas? KATURIAN: En eso estoy. Tupolski saca su pistola. Katurian se da cuenta, pero sigue escribiendo. TUPOLSKI: (a Ariel) ¿En qué parte va? ARIEL: “Usaba una pequeña barba y andaba en sandalias”. TUPOLSKI: Ariel, si va a leer un cuento para averiguar cómo fue asesinado un niño, ¿no sería mejor saltarse hasta el final? ARIEL: Ah. Sí. TUPOLSKI: Salte hasta la parte de la corona de espinas. O salte hasta la parte del látigo de nueve colas. O salte hasta la parte en que “cargó una cruz alrededor de la sala hasta que sus malditas piernas se le doblaron”. O salte hasta la parte que sigue. (Pausa.) Voy a decir que manden a los forenses a que recojan el cuerpo. Tupolski sale con el mapa de Katurian. Ariel termina el cuento y empieza a llorar silenciosamente. Katurian lo mira y continúa con la confesión. Ariel se sienta asqueado.
ARIEL: ¿Por qué tiene que haber gente como usted? Katurian termina la página y continúa con otra. Ariel lee la primera. “Y lo sostuve mientras mi hermano le cortaba los dedos, representando una historia que se llama: “El cuento del pueblo del río”. Adjunto. (Pausa) “Y la sostuve mientras la hacía comer una serie de figuritas hechas de manzana, con cuchillas de afeitar en su interior, representando un cuento que se llama: “Los hombrecitos manzana”. Adjunto”. (Pausa) ¿De verdad cree que no vamos a quemar todos sus cuentos en el momento en que lo matemos? KATURIAN: He confesado todo honestamente, tal como se los prometí. Y creo que van a guardar todos mis cuentos en el archivo de mi caso, y que no se van deshacer de ellos sino cincuenta años después de mi muerte, tal como me lo prometieron. ARIEL: ¿Qué le hace pensar que vamos a mantener nuestra palabra? KATURIAN: Pues creo que en el fondo son personas honorables. ARIEL: (se pone de pie, cabreado) ¡¿En el fondo?! ¡¿Muy en el puto fondo…?! KATURIAN: ¿Podría esperar y pegarme después de que termine esto? Estoy en la parte en la que asesino a mis padres. Katurian continúa escribiendo. Ariel enciende un cigarro. Gracias. ARIEL: (pausa) ¿Usted mató a sus padres? Katurian asienta con la cabeza. Quizás sea una pregunta ridícula, pero, ¿por qué? KATURIAN: Mmm… hay un cuento que se llama “El escritor y su hermano”. No sé si ya lo leyó. ARIEL: Ya lo leí. KATURIAN: Pues… detesto los escritos que son, incluso, vagamente, autobiográficos. Me parece que la gente que sólo escribe sobre lo que conoce es porque es muy bruta para poder inventarse algo; sin embargo, “El escritor y su hermano” es, supongo, el único de mis cuentos que no es ficción pura. ARIEL: Ah. (Pausa) ¿Qué edad tenía él? Cuando empezaron.
KATURIAN: Él tenía ocho. Yo siete. ARIEL: ¿Cuánto duró? KATURIAN: Siete años. ARIEL: ¿Y usted lo escuchaba durante todo ese tiempo? KATURIAN: Nunca supe exactamente qué era, hasta el final, pero sí. ARIEL: ¿Y entonces los mató? Katurian asiente con la cabeza, entregándole la confesión ya terminada. KATURIAN: Sostuve una almohada sobre cada una de sus cabezas y luego los enterré detrás del pozo de los deseos, detrás de nuestra casa. Me pareció que el pozo de los deseos era bastante conveniente. En fin, es el mismo sitio en el que está enterrada la niña muda. Ariel va hacia el mueble del archivero, hurga dentro. ARIEL: ¿Sabe qué? Su infancia podría ser utilizada como una buena defensa en la corte. Bueno, podría serlo si no nos fuéramos a pasar por alto toda esa mierda de la corte para fusilarlo en una hora. KATURIAN: No quiero que pasen nada por alto. Lo único que quiero es que ustedes cumplan su palabra. Mátenme pero salven mis historias. ARIEL: Bueno, con toda seguridad, usted puede confiar en nosotros, a medias. KATURIAN: Puedo confiar en ustedes. ARIEL: ¿Cómo sabe que puede confiar en mí? KATURIAN: No sé. Hay algo en usted. No sé qué es. ARIEL: ¿Ah, sí? Le voy a decir qué es lo que hay en mí. Tengo un odio…un odio… abrumador y penetrante…contra la gente como usted. Contra la gente que se atreve a poner aunque sea un solo dedo…sobre los niños. Me despierto con eso. Me despierta. Monta conmigo en el bus cuando voy a trabajar. Me susurra: “No se van a salir con la suya”. Llego temprano. Me aseguro de que todo lo que haya que cumplir esté listo y de que los electrodos estén bien conectados para que no… perdamos… tiempo. Lo admito, a veces empleo un excesivo uso de la fuerza. Y a veces empleo un excesivo uso de la fuerza en alguna persona completamente inocente. Pero le voy a decir algo:
si una persona completamente inocente sale de aquí, no va a considerar ni siquiera la posibilidad de levantarle la voz a un niño, no vaya a ser que, por alguna puta razón, yo me entere y lo arrastre hasta aquí otra vez para aplicarle otra puta carga de excesiva fuerza. Ahora, ¿es de algún modo moralmente cuestionable este tipo de comportamiento en un representante de la ley? ¡Por supuesto que sí! Pero, ¿sabe qué? ¡Me importa una mierda! Porque cuando yo sea viejo, ¿sabe qué? Los niños me va a rodear, van a saber mi nombre y la causa por la que me comprometí, y me van a agradecer con dulces, y voy a recibir esos dulces agradecido y les diré que se vayan a su casa sin miedo, y seré feliz. No por los dulces, ni siquiera me gustan, sino porque voy a saber…voy a saber que si yo no hubiera estado ahí, ellos tampoco. Porque soy un buen policía. No necesariamente bueno en el sentido de ser capaz de resolver una serie de problemas, porque no lo soy, pero bueno en el sentido de que defiendo algo. Defiendo algo. Defiendo el lado del bien. Puedo no siempre tener razón, pero estoy del lado del bien. Del lado de los niños. El lado opuesto al suyo. Y, por lo tanto, naturalmente, al enterarme de que un niño ha sido asesinado de una forma…de una forma como esto de “La niña Jesús”… ¿sabe qué? Lo torturaría hasta la muerte sólo por haber escrito un cuento así, ¡lo de menos es haberlo representado! Así que, ¿sabe qué? Ariel saca del mueble una aterradora batería con electrodos. …me importa una mierda lo que sus padres le hicieron a su hermano y a usted. Me importa una mierda. Los habríaa torturado si los tuviera aquí, como ahora lo voy a torturar a usted. Porque dos errores no hacen un acierto. Dos errores no hacen un acierto. Así que arrodíllese aquí por favor, para que lo pueda conectar a la batería. Katurian retrocede. KATURIAN: Por favor, otra vez no… ARIEL: Venga aquí, por favor, he dicho… Tupolski entra. TUPOLSKI: ¿Qué pasa? ARIEL: Estoy a punto de conectarlo a la batería. TUPOLSKI: Dios, ¿y por qué no lo había hecho ya? ARIEL: Estábamos hablando. TUPOLSKI: ¿De qué?
ARIEL: De nada. TUPOLSKI: ¿Le echó el sermón ese de que “los niños van a llegar a darme dulces cuando yo sea viejo”? ARIEL: Váyase a la mierda. TUPOLSKI: (hacia atrás) ¿Perdón? Es la segunda vez hoy en que me… ARIEL: (a Katurian) ¡Usted! Arrodíllese aquí por favor. Ya se lo pedí educadamente. Katurian se dirige lentamente hacia Ariel. Tupolski se sienta en el escritorio y echa un vistazo al resto de la confesión. Katurian se arrodilla. KATURIAN: ¿Y quién fue el primero que te pidió que te arrodillaras, Ariel? ¿Tu mamá o tu papá? Ariel se paraliza. A Tupolski se le cae la quijada. TUPOLSKI: Mierda. KATURIAN: Supongo que tu papá, ¿cierto? TUPOLSKI: Oh, ¿no se puso a decirle toda esa mierda de su papá?, ¿o sí, Ariel? ¡Por Dios! ARIEL: No, Tupolski, no me puse a decirle toda esa mierda de mi papá. TUPOLSKI: ¿Qué? Oh. Mierda. Lo de siempre. ARIEL: (a Tupolski) Le gusta joderme con esa mierda, ¿no? Con la mierda del “problema de la infancia”. TUPOLSKI: No me gusta joderle con nada. Es usted quien se pasa el día sacando su infancia problemática. ARIEL: Nunca he dicho una palabra sobre mi infancia problemática. No usaría la frase “infancia problemática” para describir mi infancia. TUPOLSKI: ¿Qué frase usaría? ¿Una infancia en la que sufrió del abusos de su padre? Esa no es una frase. Ariel empieza a temblar levemente. ARIEL: ¿Quiere darle un poco más de información al prisionero, Tupolski?
TUPOLSKI: Estoy cansado de que aquí todo mundo esté utilizando su puta infancia para justificar su puto comportamiento. Mi padre era un alcohólico violento. ¿Soy un alcohólico violento? Sí, pero esa fue mi elección personal. Lo admito libremente. ARIEL: Me gustaría seguir torturando al prisionero. TUPOLSKI: Siga torturando al prisionero. Lo tiene esperando hace años. Ariel le conecta los electrodos a Katurian. ARIEL: Hoy sobrepasó los límites, Tupolski. TUPOLSKI: Estoy leyendo la confesión del prisionero, Ariel, para asegurarme de que no estamos dejando de tomar en cuenta todos los aspectos de este caso. Estoy haciendo mi trabajo. No estoy torturando a un condenado de mierda sólo para satisfacer mis sádicas fantasías de venganza. ARIEL: Bien sobrepasados. TUPOLSKI: Dese prisa y torture al prisionero por favor, Ariel. Tenemos que fusilarlo en media hora. Ariel conecta los electrodos a la batería. KATURIAN: ¿Dónde está tu papá ahora, Ariel? ARIEL: ¡No diga ni una palabra, Tupolski! ¡Ni una palabra! TUPOLSKI: No estoy diciendo ni una palabra. Estoy leyendo su confesión. Estoy haciendo mi trabajo, como dije. KATURIAN: ¿Está en la cárcel? ARIEL: Y usted también cállese la boca, pervertido. KATURIAN: ¿O qué va a hacer? ¿Me va a torturar y a ejecutar? (Pausa.) ¿Está en la cárcel? ARIEL: Shh, shh, shh, estoy tratando de concentrarme… TUPOLSKI: No, no está en la cárcel. ARIEL: ¿Qué acaba de decir?
KATURIAN: ¿Nunca lo arrestaron? TUPOLSKI: No pudieron arrestarlo. ARIEL: ¡Tupolski! Estaría muy mal para todos los interesados continuar con…esta línea de conversación. TUPOLSKI: Tengo el terrible presentimiento de que tiene razón. ARIEL: Así que voy a conectar este último electrodo aquí, y voy a conectar este último electrodo aquí… KATURIAN: ¿Por qué no pudieron arrestarlo? Ariel ha terminado de colocar los electrodos y está a punto de encender la batería cuando Tupolski, en el último momento posible, habla. TUPOLSKI: Porque Ariel ya lo había asesinado, por supuesto. Ariel se ríe levemente, temblando otra vez. No enciende la batería. Bueno, no fue un verdadero asesinato, ¿verdad? Fue más en defensa propia, responsabilidad atenuada y todo eso. Digo asesinato sólo para molestarlo. Ey, yo asesinaría a mi padre si se metiera a mi cama cada semana desde los ocho años, ¿sabe? (Pausa.) Mm. Le puso una almohada sobre la cabeza cuando dormía. Veo que ustedes niños tienen mucho en común. Tupolski suelta de un golpe la confesión sobre la mesa. ARIEL: (pausa) Voy a hablar con el Comandante ahora mismo y le voy a informar sobre su comportamiento en esta investigación. Le ha faltado enfoque y claridad desde el principio. Desde el principio. Como, por ejemplo, todo ese cuento de “la visión periférica”. Todo ese cuento de “la visión periférica por debajo de los ojos”. ¿De qué estaba hablando? TUPOLSKI: Desconcertar y desestabilizar al prisionero con necedades estúpidas viene en todos los manuales, Ariel. Ahora me gustaría seguir interrogando al prisionero sin la ayuda de su aparatejo eléctrico, así que desconecte al Sr. Katurian, si no le importa. Quiero que se concentre. ARIEL: Y le voy a pedir al Comandante que los sustituya por mí como el Número Uno de la investigación, porque ésta no es la primera vez que esto sucede. El Comandante me aprecia, ya lo ha dicho, y los Número Uno han sido sustituidos antes. Y lo van a reprender, y la conclusión del caso voy a atarla yo. Atar los cabos sueltos me va a tocar a mí. Yo seré quien los ate.
TUPOLSKI: ¿Y cuál sería su primer paso para atar este caso? ARIEL: Bueno, pues como lo estaba intentando, antes de que entrara y dijera todas esas cosas, mi primer paso sería torturar al prisionero con los susodichos electrodos. TUPOLSKI: ¿Por qué? ARIEL: ¿Por qué? Porque mató a esos malditos niños. TUPOLSKI: Mi primer paso sería hacerle una serie de preguntas sobre el asesinato de la niña muda. ARIEL: ¿Eh? TUPOLSKI: Mi primera pregunta sería: “¿Es cierto, Sr. Katurian…”, lo diría así, con cierta formalidad. “¿Es cierto, Sr. Katurian, que usted y su hermano, al representar el cuento de “La niña Jesús”, colocaron una corona de espinas sobre la cabeza de esa niña? KATURIAN: Sí, es cierto. TUPOLSKI: Es cierto. Mi segunda pregunta sería: “¿Esto sucedió antes o después de que la azotaran con el látigo de nueve colas?” KATURIAN: Después. ARIEL: Eso ya lo sabíamos. TUPOLSKI: Mi tercera pregunta sería: “¿La hicieron caminar después cargando una pesada cruz de madera, sobre la cual procedieron luego a crucificarla?” KATURIAN: Sí, lo hicimos. TUPOLSKI: Lo hicieron. Después, para finalizar, ¿le hundieron una lanza enorme en uno de sus lindos costados? KATURIAN: Sí, así fue. Me avergüenza. TUPOLSKI: ¿Y después la enterraron? KATURIAN: Sí. ARIEL: Dije que ya sabíamos todo esto.
TUPOLSKI: En el cuento, la niña seguía viva cuando la enterraron. ¿Todavía estaba viva esa niñita muda cuando la enterraron, o estaba muerta? KATURIAN: (pausa) ¿Qué? TUPOLSKI: ¿La niña muda estaba todavía viva cuando la enterraron o estaba muerta? Katurian busca una respuesta, pero no la encuentra. KATURIAN: (quedamente) No sé. TUPOLSKI: ¿Perdón? KATURIAN: No sé. TUPOLSKI: No lo sabe. No sabe si estaba viva o muerta. ¿Qué tal, Ariel? Cuando vaya a hablar con el Comandante, ¿podría avisarle al equipo de búsqueda, y hacer que se den prisa en caso de que sea una niña muda viva la que tienen que desenterrar? Gracias. Ariel lo mira un momento, luego sale a la carrera. Tupolski se acerca a Katurian, que sigue arrodillado, y a la batería. ¿Cómo puede no saberlo? KATURIAN: Era difícil saberlo. No estaba respirando tanto. Creo que estaba muerta. Creo que sí. Ya debe estarlo, ¿no? Después de todo eso. TUPOLSKI: ¿Sí? ¿Tendría que estarlo? No sé. Nunca he crucificado, ni sepultado a una niña. No sé. Tupolski empieza a jugar con los cables de la batería. Katurian se prepara para el shock. Tupolski desconecta los electrodos y vuelve a sentarse. Yo asumiría que está muerta. Lo asumiría. Pero no lo sé. Fue sólo una idea que tuve cuando se lo conté a los forenses. Todo lo que usted dijo fue que había representado “La niña Jesús”. Eso es suficiente para Ariel. “Disculpe, oficial, sí lo hice” ¡Pf! Para mí no es suficiente. Ariel es un policía. Vigila. Los perros policía vigilan. Yo soy un detective. A veces me gusta detectar. KATURIAN: Estoy seguro de que está muerta. TUPOLSKI: Sin embargo, no lo suficientemente seguro, ¿no? (Pausa.) Yo también
escribí un cuento una vez, ¿sabe? De algún modo resumía la visión que tengo del mundo. Bueno, en realidad no resumía la visión que tengo del mundo. No tengo ninguna visión del mundo. Me parece que el mundo es una montaña de mierda. Esa en realidad no es una visión del mundo, ¿o sí? ¿O sí? Mmm. (Pausa) En fin, una vez escribí este cuento y… espere: ya veo, no, si no resume mi visión del mundo, lo que resume es la visión que tengo de mi trabajo como detective y la relación del trabajo de detective con el mundo. Eso es, sí. ¿Por qué sigue arrodillado? KATURIAN: No sé. TUPOLSKI: Se ve ridículo. KATURIAN: Sí. Tupolski le señala la silla. Katurian se quita los últimos electrodos y se sienta en la silla. TUPOLSKI: ¿Quiere oír mi cuento? KATURIAN: Sí. TUPOLSKI: Bueno, no diría que no, ¿verdad? KATURIAN: No. TUPOLSKI: No. Bueno, mi cuento se llama… ¿Cómo se llama? Se llama… “El cuento del niño sordo, en las enormes y largas vías del ferrocarril, en China”. (Pausa.) ¿Qué? KATURIAN: ¿Qué? TUPOLSKI: ¿No le parece un buen título? KATURIAN: Sí me parece que es un buen título. TUPOLSKI: (pausa) ¿Qué piensa en realidad? Tiene mi autorización para ser totalmente honesto, aunque me duela. KATURIAN: Creo que es el peor título que he oído. Tiene dos comas. No puede haber dos comas en un título. No puede haber ni una coma en un título. Debería tener sólo un punto ese título. Ese título es casi demente. TUPOLSKI: (pausa) Tal vez es un título que se adelanta a su tiempo.
KATURIAN: Tal vez. Tal vez los malos títulos sí se adelantan a su tiempo. Tal vez esa sea la nueva tendencia. TUPOLSKI: Tal vez. KATURIAN: Me parece que es un pésimo título. TUPOLSKI: ¡Queda claro! Ahora retiro mi autorización para que sea totalmente honesto y ¡agradezca que no le dí una hostia! (Pausa.) Ok. ¿Dónde iba? KATURIAN: En el niño sordo, en las enormes y largas vías del ferrocarril. (Pausa.) Perdón. TUPOLSKI: (pausa) Ok. Había una vez un niño sordo, que no escuchaba nada, como es normalmente el caso de los niños sordos. ¡Ah, sí! Y era en China, así que era un chinito sordo. No sé por qué lo puse en China. ¡Ah, sí! Ya sé. Me encanta la mirada de los niñitos chinos, son chistosos. (Se ríe) En fin, una vez, volviendo a casa de algún lugar, iba caminando sobre unas vías de ferrocarril que se extendían kilómetros y kilómetros por las llanuras, por las llanuras chinas, ¿sabe? No había árboles, ni nada, sólo las malditas llanuras. Venía caminando sobre las vías. Y tal vez el niño también era un poco retrasado. Quizás era un chinito sordo y retrasado, porque siendo sordo venía caminando por las malditas vías del ferrocarril. Eso era tremendamente peligroso. ¿Qué pasa si llegaba un tren por detrás? No lo iba a oír, lo atropellaría. Así que probablemente sí era retrasado. Ok, pues este chinito sordo y retrasado caminaba rumbo a casa, por las largas y enormes vías del ferrocarril, y adivine qué. Un puto tren enorme venía detrás de él. Pero como las vías eran tan largas y el tren estaba tan lejos no lo iba a alcanzar en años; sin embargo, sí lo iba a alcanzar. El tren iba tan rápido que incluso si el conductor lo visualizaba, no iba a lograr frenar a tiempo. Además no es fácil ver a un niño. Y él era como uno de esos preciosos niñitos chinos que son tan chiquititos, ¿sabe? Con el pelo como púas, ¿sabe? Así como ellos. Así que el conductor no lo iba a ver. Sin embargo, alguien lo vio. ¿Sabe quién lo vio? Bueno, pues a un kilómetro de las vías del ferrocarril, en la dirección en la que iba el niño, había una misteriosa y antigua torre, de cien metros de altura, y en la punta de esa torre vivía un extraño anciano. Un extraño chino anciano, de largos bigotes chinos y ojos entrecerrados, que usaba un gracioso sombrerito. Algunos creían que era muy sabio, pero otros pensaban que era espeluznante por vivir en la punta de esa maldita torre. De cualquier modo, nadie había hablado con él en años. La gente ni siquiera sabía si estaba vivo o muerto. Pero, por supuesto, estaba vivo, si no, no estaría en el cuento. Así que estaba en su torre haciendo cálculos matemáticos, diseños, dibujos, inventos y proyectos de lo que todavía no había inventado. Tenía millones de papeles tirados por el cuarto y clavados con alfileres a las paredes, y todo eso era su vida, todas esas cosas. El mundo lo tenía sin cuidado. Lo único que le importaba eran sus diseños y sus cálculos matemáticos. Y de pronto se asomó por el arco de su pequeña ventana y vio, aproximadamente a un kilómetro de distancia, al
niñito sordo que se aproximaba, y como a dos o tres kilómetros, al estruendoso tren que venía detrás de él. Pero el anciano analizó muy bien la situación: “Un niñito sordo está caminando sobre las vías del ferrocarril. Ese niñito sordo no va a escuchar que el tren viene detrás de él. Ese niñito sordo va a quedar hecho pedazos”. Entonces… KATURIAN: ¿Cómo sabía que el niño era sordo? TUPOLSKI: (pausa) ¿Eh? KATURIAN: ¿Cómo sabía que el niño era sordo? TUPOLSKI: (piensa) Porque le vio el aparato en la puta oreja. Katurian sonríe y asiente con la cabeza. Tupolski respira aliviado. Me lo saqué de la manga…Entonces vio al niño sordo y vio el tren, pero no corrió a salvarlo, ni nada de eso, como habría hecho alguien normal, ya que, de haberlo querido, estaba lo suficientemente cerca. ¿Qué hizo? Nada. No hizo nada. Empezó a hacer unos cálculos en un pedazo de papel, tan solo para divertirse. Unos cálculos basados, supongo, en la velocidad del tren, en la longitud de las vías y en la velocidad a la que las piernas del niño andaban. Unos cálculos para averiguar exactamente en qué punto de las vías el tren iba a surcar por en medio de la maldita espalda del pobre niño sordo. Pues bien, el niño siguió caminando, ajeno a todo esto; el tren siguió y siguió, estruendoso, cada vez más cerca de él, y el niño se encontraba como a treinta metros del pie de la torre cuando el anciano terminó de calcular y descubrió que el tren lo iba a arrollar a diez metros, exactamente, del pie de la torre. A diez metros del pie de la torre. El anciano tarareó desinteresadamente, dobló la hoja de sus cálculos para hacer un avioncito de papel, lo lanzó por la ventana y regresó a su trabajo, sin volver a pensar más en el pobre niñito sordo. (Pausa.) A once metros del pie de la torre, brincó el niño sordo, saliéndose de las vías del ferrocarril, para cojer el avioncito de papel. El tren estruendoroso pasó justo detrás de él. Katurian sonríe. KATURIAN: Es muy bueno. TUPOLSKI: “Es muy bueno”. Es mejor que toda tu basura junta. Mil y una maneras de descuartizar un niño de cinco años. KATURIAN: No, no es mejor que todo lo mío, pero es muy bueno. TUPOLSKI: ¿Perdón? había retirado mi autorización para que me diera cualquier opinión, ¿no? Mi cuento es mejor que todos tus cuentos.
KATURIAN: Sí, lo es. Y le agradezco nuevamente por guardar mis menos valiosos cuentos en mi archivo. TUPOLSKI: Mmm. KATURIAN: (pausa) ¿Pero de qué manera sintetiza ese cuento su visión del mundo? ¿O la visión de su trabajo como detective o de lo que sea? TUPOLSKI: ¿No me entiende? (orgulloso) El viejo sabio me representa a mí. Se pasa todo el día en su torre haciendo cálculos, no tiene mucha afinidad con sus semejantes. El niñito sordo y retrasado representa a mis semejantes, ¿ve? Anda por ahí, ajeno a todas las cosas; ni siquiera se da cuenta de que viene un puto tren, pero yo sé que viene un puto tren, y por la genialidad de mis cálculos, por la genialidad de haber lanzado un avioncito de papel en ese instante, voy a salvar a ese idiota del tren, voy a salvar a los demás de los criminales, y ni siquiera voy a recibir una palabra de agradecimiento. El niñito sordo no le dio las gracias al anciano, ¿verdad? Se puso a jugar con su puto avioncito. Pero eso no importa, no necesito que me agradezcan. Todo lo que necesito es saber que, gracias a mi infatigable trabajo como detective, ese niñito se va a salvar del tren. (Pausa.) A menos que sea como en su caso, en el que tengo que localizar al conductor del tren que ya cogió al pobrecito imbécil, logrando lo contrario con sus putos semejantes. KATURIAN: (pausa) ¿Entonces el anciano quería que el niño sordo cogiera el avioncito? TUPOLSKI: Sí. KATURIAN: Ah. TUPOLSKI: ¿Qué, no lo entiende? KATURIAN: No, pensé que el niño lo había cogido por casualidad, por accidente. TUPOLSKI: No. No, el anciano quería salvar al niño. Por eso lanzó el avión. KATURIAN: Ooh. TUPOLSKI: Es realmente bueno lanzando avioncitos de papel. Es realmente bueno en todo. KATURIAN: ¿Pero qué? ¿después no se larga como si no le importara? TUPOLSKI: No. Se larga porque es tan bueno lanzando avioncitos de papel, que ni
siquiera necesita mirar adónde lo mandó; él sabe: “oh, pequeño niño retrasado. Les encantan los avioncitos de papel, ¿no? Va a querer saltar para cogerlo.” (Pausa.) ¿No quedó claro? KATURIAN: Creo que podría quedar más claro. Tupolski, asiente, considerándolo. Después retoma su postura. Yo sé qué podría haber hecho para que quedara más claro. TUPOLSKI: ¡Un momento! ¡No le estoy pidiendo ningún ayuda literaria! KATURIAN: No no, yo solamente estaba tratando de… TUPOLSKI: Creo que usted sí hubiera podido ser más claro al saber si la puta niña que asesinó hace tres días estaba viva o muerta cuando la enterró. Creo que eso podría quedar más claro. ¿Y podré ser más claro si le digo que dentro de unos minutos me voy a enfurecer de verdad y le voy a prender fuego a todos sus cuentos, a pesar de las promesas que hayamos hecho? Tupolski toma los cuentos y unas cerillas. ¿Podría ser más claro que eso? KATURIAN: Por favor, Tupolski. Su cuento es realmente muy bueno. TUPOLSKI: Mi cuento es mejor que todos los suyos. KATURIAN: Su cuento es mejor que todos los míos. TUPOLSKI: Y sí quedó claro que el anciano quería salvar al niñito sordo. KATURIAN: Completamente claro. TUPOLSKI: (pausa) ¡No le gusta únicamente porque el niñito sordo no se muere en el puto final! KATURIAN: Sí me gusta, Tupolski. Y eso no tiene nada qué ver con nada. Ni con quemar mis cuentos, ni con nada. De verdad me gustó su cuento. Yo estaría orgulloso de haberlo escrito. De verdad. TUPOLSKI: (pausa) ¿Sí? KATURIAN: Sí.
Pausa. Tupolski deja los cuentos. TUPOLSKI: De todas maneras no los iba a quemar. Soy un hombre de palabra. Si alguien mantiene su palabra, yo mantengo la mía. KATURIAN: Lo sé. Lo respeto. Y ya sé que no le importa si lo respeto o no, pero, de cualquier modo, lo respeto. TUPOLSKI: Pues yo respeto que lo respete. Ah, ¿no somos divinos? Es casi una pena que tenga que dispararle en la cabeza dentro de veinte minutos. Tupolski sonríe. Katurian piensa en su muerte por primera vez. KATURIAN: Mm. Tupolski deja de sonreír. Pausa. TUPOLSKI: No, yo…Algunos de sus cuentos son muy buenos también. Algunos me gustaron. KATURIAN: ¿Cuáles? TUPOLSKI: (pausa) Había algo en “El Hombre almohada” que se quedó conmigo. Había algo suave. (Pausa.) La idea de que si un niño se moría solo por un accidente, no estaba realmente solo. Tenía a una persona suave y amable a su lado para darle la mano, y toda esa vaina. Y también que, de algún modo, era la decisión del niño. Lo cual, de alguna manera, lo tranquilizaba. Por lo tanto no era un desperdicio estúpido. KATURIAN: (asiente. Pausa.) ¿Ha perdido a algún niño? TUPOLSKI: (pausa) Yo no me meto, como Ariel, en ese tipo de cosas con los condenados. Katurian asiente. Pausa triste. Se me ahogó un hijo. (Pausa) Pescando. (Pausa.) Una bobada. Katurian asiente. Tupolski regresa la batería al mueble. KATURIAN: ¿Qué pasa ahora? TUPOLSKI: Esperamos que nos informen sobre la niña muda… Tupolski saca una capucha negra del mueble y se la muestra con delicadeza a Katurian, por
delante y por atrás. …le ponemos esta capucha en la cabeza, lo llevamos al cuarto de al lado y le disparamos en la cabeza. (Pausa.) ¿Es correcto? No. Lo llevamos al cuarto de al lado, luego le ponemos la capucha y luego le disparamos en la cabeza. Si le pusiéramos la capucha, antes de llevarlo al cuarto de al lado, podría tropezarse con algo y lastimarse. KATURIAN: ¿Por qué en al cuarto de al lado? ¿Por qué no aquí? TUPOLSKI: Es más fácil limpiar el cuarto de al lado. KATURIAN: (pausa) ¿Lo hacen así, de repente, o me dan un minuto para rezar una oración o algo? TUPOLSKI: Bueno, primero canto una canción sobre un pequeño pony y, luego, Ariel saca su erizo. ¿lo conoce? el erizo para las ejecuciones? Y con el erizo fuera, le quedan como trece o veintisiete segundos, dependiendo del tamaño del erizo. (Pausa) ¡Si lo fuera a hacer de una, no le voy a decir que lo voy a hacer de una, ¿o sí?! ¡Dios! ¡Para ser un supuesto escritor psico-asesino genio, es bastante lerdo! (Pausa.) Después de ponerle la capucha, le quedan como diez segundos. Así que reduzca sus cantos en latín al mínimo. KATURIAN: Gracias. TUPOLSKI: De nada. Tupolski avienta la capucha sobre la mesa, enfrente de Katurian. Pausa. KATURIAN: No, solamente quiero dedicarle algunos pensamientos a mi hermano. TUPOLSKI: ¿Eh? ¿A su hermano? No a los tres niños que mató, sino a su hermano. KATURIAN: Así es. No a los tres niños que maté, sino a mi hermano. La puerta se abre. Ariel entra, estupefacto y pálido. Se mueve lentamente hacia Katurian. TUPOLSKI: ¿La encontraron? Ariel llega hasta Katurian, que se asusta. Coloca una mano sobre la cabeza de Katurian y agarrándolo del pelo, le echa la cabeza hacia atrás suavemente, mirándolo fijamente. ARIEL: (silenciosamente) ¿Qué diablos le pasa? Exactamente, ¿qué diablos le pasa a usted?
Katurian no puede contestar. Ariel lo suelta suavemente y se vuelve hacia la puerta lentamente. TUPOLSKI: ¿Ariel? ARIEL: ¿Mmm? TUPOLSKI: ¿La encontraron? ARIEL: Sí, la encontraron. TUPOLSKI: Y estaba muerta, ¿verdad? Ariel sigue en la puerta. ARIEL: No. Katurian se lleva las manos al rostro, horrorizado. TUPOLSKI: ¿Todavía estaba viva? Ariel le hace señas a alguien desde la puerta. Una niña muda de unos ocho años. Su cara, su pelo, su ropa y sus zapatos están pintados totalmente de verde brillante. Entra sonriendo felizmente. Saluda a los dos hombres en lenguaje de señas. ARIEL: La encontraron cerca del pozo de los deseos, en una casita de muñecas. Tenía tres cerditos. Tenía una buena cantidad de comida y de agua. De hecho, los cerditos también. Está muy feliz con todo, ¿verdad, María? Ariel hace en señas “¿Estás feliz?”. Sonriendo, ella responde con señas muy contenta. Dice que sí, que está muy feliz, pero pregunta si se puede quedar con los cerditos. (Pausa.) Me pidió que se lo preguntara. Tupolski sólo los mira pasmado. Pausa. Le dije que le iba a preguntar sobre a los cerditos. TUPOLSKI: ¿Qué? Ah. Sí. Se puede quedar con los cerditos. Ariel levanta los pulgares hacia ella. Ella empieza a saltar, gritando de gusto. Katurian sonríe levemente. ARIEL: Sí, sí, pero primero te vamos a limpiar y te vamos a llevar con mamá y papá. Han estado preocupados por ti.
Ariel la toma de la mano, con la otra dice adiós felizmente a todos, y la conduce afuera. Tupolski y Katurian voltean de la puerta hacia ellos mismos. Después de unos segundos, Ariel regresa lentamente, cerrando la puerta detrás de él. Hallaron una enorme lata de pintura verde junto con ella, de esa pintura que brilla en la oscuridad como en los túneles del tren, ¿sabe? Hay muchas huellas, por si las necesitamos. Y también encontraron los esqueletos de los padres exactamente ahí donde dijo, cerca del pozo de los deseos. En fin, el caso es que confiesa el asesinato de dos personas de las cuales no sabíamos nada y el asesinato de una niña que, de hecho, no ha sido asesinada. TUPOLSKI: ¿Por qué? ARIEL: ¿Por qué? ¿Me está preguntando por qué? TUPOLSKI: Sí. ARIEL: Eh-eh. Tupolski, ¿sabe qué? Usted es el Número Uno, usted resuélvalo, capullo. TUPOLSKI: No voy a tolerar más insubordinación en usted, por hoy, Ariel. ARIEL: Eh, sí, lo hará. TUPOLSKI: En tal caso, lo voy a reportar al Comandante ahora mismo. ARIEL: ¡No parece muy contento de que la niñita muda todavía esté viva! ¡Hasta este tipo parece contento de que la niñita todavía esté viva! ¡Parece que lo que le molesta es que le haya dañado todos sus cálculos! Tupolski hurga entre los cuentos, busca uno en particular. TUPOLSKI: Obviamente pintaron a la niña de verde y la rodearon de cerditos para representar… ARIEL: Para representar el cuento de “El cerdito verde”. Genial, Tupolski. Seguro que lo dedujo por la pintura verde y por los cerditos. La pregunta es ¿por qué? ¿Por qué no la mataron a ella también? ¿Y por qué dijo que lo había hecho? TUPOLSKI: Shh, estoy leyendo el cuento para ver si hay alguna pista. ARIEL: (se ríe) ¡Se lo podríamos preguntar! TUPOLSKI: ¡Que estoy leyendo!
ARIEL: (a Katurian) ¿Podría explicarnos por qué todavía está viva la niña muda? KATURIAN: (pausa) No. No, no puedo. Pero me alegra que lo esté. Me alegra. ARIEL: Creo que sí se alegra. Creo que sí se alegra. Creo que se alegra más usted que este otro. Le voy a hacer otra pregunta basada en un pequeño presentimiento que acabo de tener, porque también estoy teniendo presentimientos. Creo que las proezas detectivescas del señor Tupolski se me están pegando. ¿De qué color era el pelo del niño judío, al cual le cortó los dedos y dejó que se desangrara? KATURIAN: ¿Qué? ARIEL: ¿De qué color era su pelo? KATURIAN: Castaño oscuro. Era una especie de castaño oscuro. ARIEL: “Era una especie de castaño oscuro”. Qué bien. Considerando que era un niño judío, “era una especie de castaño oscuro”. Muy bien. Qué pena que su mamá fuera una irlandesa y que su hijo se pareciera mucho a un puto setter irlandés rojo. ¿Quiere que le haga unas cuantas preguntas sobre la niña del monte? KATURIAN: No. ARIEL: No. Porque usted no mató a ninguno de esos dos niños, ¿verdad? KATURIAN: No. ARIEL: ¿Ni siquiera los vio jamás, verdad? KATURIAN: No. ARIEL: ¿Le dijo a su hermano que los matara? KATURIAN: No estaba enterado de nada de esto hasta hoy. ARIEL: ¿Su hermano también mató a sus padres? KATURIAN: Yo maté a mis padres. ARIEL: El único asesinato que le podemos atribuir es el de su hermano. A la luz de las extenuantes circunstancias, dudo seriamente que lo vayan a ejecutar por eso. Por lo tanto, yo lo pensaría muy bien antes de admitir el asesinato de… KATURIAN: Yo maté a mis padres. (Pausa.) Yo maté a mis padres.
ARIEL: Le creo. (Pausa.) Pero no mató a ningún niño, ¿no? Katurian sacude la cabeza. Su testigo, Tupolski. Ariel enciende un cigarro. Tupolski, habiendo recuperado la serenidad, vuelve a sentarse. TUPOLSKI: Muy buen trabajo, Ariel. ARIEL: Gracias, Tupolski. TUPOLSKI: Y, por cierto, sí me alegré de que la niña todavía estuviera viva. Estaba tratando de evitar que mis verdaderas emociones se mostraran en el trabajo, eso es todo. ARIEL: Ah, ya veo… TUPOLSKI: ¿Ya ve? (Pausa.) Mmm. Pues, mmm, sólo por curiosidad, antes de que lo ejecutemos por estos tres otros crímenes, ¿por qué confesó haber matado a los niños, Katurian? KATURIAN: Me tenían por haber matado a Michal. Tan pronto como encontraron a la tercera niña, me tendrían por haber matado a mis padres. Supuse que si me involucraba en todo lo demás, tal como ustedes querían, podría, por lo menos, salvar mis cuentos. Por lo menos tendría eso. (Pausa) Por lo menos tendría eso. TUPOLSKI: Mmm. Entonces es una lástima, ¿no? KATURIAN: ¿Qué es una lástima? TUPOLSKI: El que salváramos sus cuentos dependía de que usted confesara honestamente lo que tiene que ver con todo este triste asunto. Evidentemente, el que ahora diga que no mató a los otros dos niños, y evidentemente, el que hayan regado pintura verde por todo mi puto piso, hace que su confesión no sea del todo honesta, ¿verdad? Y, por lo tanto, obviamente, si su confesión no fue del todo honesta, sus cuentos se van a quemar en la hoguera. Tupolski coge un tarro, vierte combustible y agarra unas cerillas. KATURIAN: No es en serio. TUPOLSKI: Ahí está su capucha. Póngasela, por favor. Estoy tratando de prender fuego.
KATURIAN: Ariel, por favor… TUPOLSKI: ¿Ariel? ¿No es verdad que nosotros, como honorables hombres que somos, prometimos no quemar sus cuentos si confesaba honestamente? ARIEL: Por Dios, Tupolski… TUPOLSKI: ¿Es verdad, sí o no, que prometimos no quemar sus cuentos si confesaba honestamente? ARIEL: Sí, es verdad. TUPOLSKI: ¿Y confesó haber matado a un niño judío al que no mató? ARIEL: Sí, lo hizo. TUPOLSKI: ¿Y confesó haber matado a una niña con cuchillas de afeitar, a la cual tampoco mató? ARIEL: Sí, lo hizo. TUPOLSKI: ¿Y confesó haber matado a esa fastidiosa puta niña verde, que ni siquiera está muerta? ARIEL: Sí, lo confesó. TUPOLSKI: ¿No debemos, pues, dentro de nuestros derechos, como hombres honorables, quemar toda la obra del Sr. Katurian? KATURIAN: Ariel… ARIEL: (con tristeza) Estamos dentro de nuestros derechos. TUPOLSKI: Estamos dentro de nuestros derechos. Tenemos alrededor de cuatrocientos cuentos aquí, y si le sumamos algunas cuantas copias de La Libertad, en donde tiene un cuento publicado, sería todo el trabajo de su vida, ¿cierto? Sería todo el trabajo de su vida. Tupolski sopesa los cuentos en sus manos. No pesan mucho. ¿Regaré algo de gasolina sobre sus cuentos también, o sería un poco peligroso? Me preocupa chamuscarme. KATURIAN: Ariel, por favor…
TUPOLSKI: Dije que se pusiera la capucha. Tupolski prende fuego dentro del tarro, sosteniendo aún los cuentos. KATURIAN: ¡¡Ariel!! TUPOLSKI: (pausa) ¿Ariel? ARIEL: (pausa) Sé que todo esto no es culpa suya. Sé que no mató a los niños. Sé que no quería matar a tu hermano, y sé que mató a sus padres por los motivos correctos y siento tristeza por usted. De verdad siento tristeza por usted y nunca antes le había dicho esto a nadie bajo custodia. Pero, a fin de cuentas, nunca me gustaron sus cuentos, ¿sabe? Ariel le quita los cuentos a Tupolski. Póngase la capucha. Katurian va a ponerse la capucha. Se detiene. KATURIAN: ¿No se suponía que primero me iban a llevar al cuarto de al lado y me la pondría allí? TUPOLSKI : No, no, le vamos a disparar aquí. Era un chiste. Solo arrodíllese un poco más allá para que no me vaya a salpicar. KATURIAN: ¿Pero me van a dar diez segundos después de que me ponga la capucha, o también era un chiste? TUPOLSKI: Mmm… ARIEL: Le vamos a dar diez segundos. TUPOLSKI: Le vamos a dar diez segundos. Katurian se arrodilla. Tupolski saca su pistola y la amartilla. Katurian mira tristemente a Ariel. KATURIAN: Fui un buen escritor. (Pausa.) Eso es todo lo que quise ser. (Pausa.) Y lo fui. Y lo fui. TUPOLSKI: “Fui” siendo la palabra vigente. KATURIAN: (pausa) Sí. “Fui” siendo la palabra vigente.
Katurian se pone la capucha. Tupolski apunta. TUPOLSKI: Diez. Nueve. Ocho. Siete. Seis. Cinco. Cuatro… Tupolski le dispara en la cabeza. Katurian cae al suelo, muerto. La sangre se derrama lentamente por debajo de la capucha. ARIEL: ¿Por qué hizo eso? TUPOLSKI: ¿Por qué hice qué? ARIEL: Dijo que le iba a dar diez. Eso no estuvo bien. TUPOLSKI: Ariel, ¿qué tiene exactamente de bien el dispararle a un hombre arrodillado con una bolsa en la cabeza? ARIEL: Aun así. TUPOLSKI: Escúcheme bien, ya tuve suficientes quejas de su parte en un solo día. ¿Qué le pasa? Piense lo que piense, resolvimos el caso, ¿no? ¿O no? ARIEL: Supongo. TUPOLSKI: Así va a haber más dulces para cuando tenga setenta años, ¿no? Ariel suspira. Oiga, termine de organizar estos papeles, limpie el cuarto y queme esos cuentos. ¿Ok? Más vale que yo hable con los padres de esa niña muda y les advierta lo de los cerditos. Tupolski sale. Ariel agrega un poco más de combustible al fuego, luego mira el fajo de cuentos que tiene entre sus manos. Katurian, muerto, se levanta lentamente mostrando su cabeza ensangrentada y despedazada por la bala. Observa a Ariel, que está en la mesa, y habla. KATURIAN: Durante los siete y tres cuartos de segundo que se le otorgaron antes de morir, Katurian Katurian trató de inventar un nuevo cuento, en lugar de rezar una oración para su hermano. A lo que llegó fue a hacer una nota a pie de página que dice así: Michal aparece recargado contra la entrada, iluminado tenuemente. Un niño feliz y saludable, llamado Michal Katurian, en la víspera de la noche en la que sus padres empezarían a torturarlo durante siete años consecutivos, recibió la visita de un hombre hecho de almohadas esponjosas que tenía una gran sonrisa. El
hombre se sentó con Michal y habló con él durante un rato, diciéndole lo horrible que iba a ser su vida y cuál iba a ser su fin. La vida de su único y amado hermano se consumiría en la frialdad de una prisión. El hombre le preguntó a Michal si no sería mejor que acabara de una vez por todas con su vida para evitar todo ese horror. Michal dijo: MICHAL: Pero si acabo con mi vida, mi hermano no va a poder escuchar que me torturen, ¿verdad? KATURIAN: “No”, dijo el Hombre almohada. MICHAL: Pero, si mi hermano no escucha que me torturan, nunca va a poder escribir los cuentos que tiene que escribir, ¿verdad? KATURIAN: “Verdad”, dijo el Hombre almohada. Michal lo consideró por un momento y dijo: MICHAL: Bueno, creo que lo mejor es dejar las cosas como están. Que me torturen y que mi hermano escuche toda esa vaina, porque creo que, en realidad, me van a gustar los cuentos de mi hermano. Creo que, en realidad, me van a gustar. Las luces bajan sobre Michal. KATURIAN: El cuento iba a acabar de manera moderna y deprimente, con Michal pasando por todos sus tormentos y con Katurian escribiendo todos esos cuentos para que los acabara quemando un cerdo policía. El cuento iba a acabar así, pero fue interrumpido abruptamente por una bala que, en dos segundos, le voló la tapa de los sesos. Y quizás haya sido mejor que no hubiera acabado así porque habría tenido menos precisión. Porque, por razones que solo supo él, el cerdo policía decidió no quemar los cuentos, sino guardarlos con delicadeza en el archivo del caso de Katurian, que acabó sellando para mantenerlo así durante cincuenta largos años. Ariel coloca los cuentos en el archivo. Un hecho que arruina el final moderno y deprimente del autor, pero, de algún modo, de algún modo, más afín con el espíritu de todo. Ariel apaga el fuego con agua, mientras las luces, muy lentamente, se oscurecen. Fin
REV BY Odklas.