HISTORIA SOCIAL DE LA REVOLUCION CUBANA (1952-1959) Las clases olvidadas en el análisis histórico
Primera edición: 1979 Segunda edición: 1989 1989 Universidad Nacional Autónoma de México Fa.ciiltad de Economia Ciudad Universitaria 04510, México, D.F. Impreso y hecho en México
ISBN 84-7423-078-0
Con la historia contemporánea ocurre que vive el protagonista junto al historiador. Vive físicamente o su recuerdo lo hace por él. Y el historiador, no decimos el cronista, perturbado por esa presencia, tiende menos a pisar el apagado alfombrado de los archivos y más a dejarse aturdir por el griierio de la calle. De ahi los riesgos de abordar un tema contemporáneo. Y junto a los riesgos la tent~ciónde asumirlos. Pues, en caanto el historiador logra poner zin poco de silencio en su cabeza, no cesa de asombrarse: esto y esto otro, y lo de más allá, itanto y tanto ha +vedado sin decirse! Así vi las cosas desde un comienzo, cuando hace ocho años emprendi la tesis bajo la dirección de Pierre Vilar. El tema no podja ser más contemporáneo: las clases en la revolución cubana, periodo de inszirrección contra la dictadura, aZos cincuenta. Cedí, pues, a la tentación y asumí los riesgos. Mi propuesta fue aceptada en el marco de la entonces École Pratique des Hautes Études de París. Pude así participar del seminario dictado por Pierre Vilar en aulas siempre colmadas y, en fin, tzive el privilegio de trabajar a su lado darante tres,afios. El tema escogido era ya Historia. Cualquiera que fuera el destino ulterior de la isla de los cubanos, el ciclo inszirrectivo contra la dictadura se había cerrado. Pero todavía el ruido de armas aturdía. Y esto contó para mi elección. No se
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trataba de todas las clases, sino de prestar oídos a las caídas en un olvido donde hasta hoy permanecen: burguesía azucmera y clase obrera cubanas. Curioso fenómeno. Eran reconocidas antes de los años cincuenta como los dos boxeadores sobre el ring. Y después de los años cincuenta. Una reaparecía fugazmente para ser expropiada y la otra ponta manos a la corrstrucción del socialismo. Que es como decir: terminada la pelea, el árbitro levantaba el brazo de la clase obrera declarándola vencedora. Pero tanto ésta como la burguesia azucarera se eclipsaban en los rouiids decisivos, librados durante los aZos cincuenta. ¿Qué habia sido de ellas? Y también se trataba de las masas rurales. No desaparecian del escenario.histórico pero se las presentcba sin iniciativa social: como despertadas a la revolución más que accediendo a ésta en función de las propias necesidddes de clase. ¿Qué habiu pasado? Fui a averiguarlo sobre el terreno. Una investigación histórica tiene en cuenta la bibliografía existente sobre el tema, pero no se basa en ella. Tanto para la tesis como para este trabajo se ha recurrido a un conjunto de fuentes donde cuentan censos, colecciones de publicaciones periódicas, documentos oficiales, crónicas, informes, correspondencia. Y sobre el terreno vi las gentes y el país, las huellas de aquel torbellino de los recientes años cincuenta, sin dejar de recoger testimonios directos. Corzté en todas las instancias con la mejor voluntad del Instituto de Historia de Cuba, dirigido entonces por Julio Le Riverend. Y bien, regresé a nai escritorio y a mi máquina de escribir con una bolsa de. infivmación a procesar. El relevamiento y fichaje de prensa había sido particularmente ilustrativo. En fin, la incorporación historiográfica de clase obrera, burguesia azucarera y masas rurales de la sierra replanteaba la problemática de la revolución cubana. Por cierto, no cabe aqui oponer las convicciones que asistan sobre la dirección en que trabaja la Historia. Puede que en
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una vida no se cambien, pero la realidad es más rica que toda convicción. «Gris es la teoria, pero verde es el árbol de la vida», había escrito un hombre de letras de los siglos XVIII y XIX, y gustaba repetir un revolucionario del siglo XX. Cada campana que suena tiene sus razones y de ellas difícilmente nos enteramos sin prestar atención al tañido. Y éste forma parte de la realidad, aun de aquella destinada a desaparecer. De donde el lector encontrará en las páginas que siguen testimonios y evidencias recogidos desde los más diversos ángulo.~.Queremos saber de la situación sociul de los pobladores de la sierra al momento mismo en que deviene teatro de guerra. Cederemos la palabra tanto a Fidel Castro como a Pedro A. Barrera Pérez, comandante de operaciones del ejército de Fulgencio Batista. Y , contra todo cuanto pudiera suponerse, las versiones no son, como sus armas, encontradas. Nada han perdido con ello las convicciones. Lrí versin'n de hechos y situaciones, en cambio, verificada por un examen cruzado, ha ganado. No puedo dejar de asociar aqui al profesor Ruggiero Romano, a quien permítaseme evocur a través de un recuerdo personal. Tenia en su casa un perro a quien mucho estimaba, de nombre 0rlY. Un día en que yo recorria los estantes de su biblioteca, reparé en varios libros que tratrsban sobre gatos. Le manifesté mi extrañeza y él, que habÉa puesto su mirada critica sobre mis trabajos, contestó significativamente: «Hay que conocer al enemigo». No he olvidado estas y otras palabras suyas, como tampoco ,las de Pierre Vilar. Todavía un nombre se asocia a estas páginas, a través de tantas conversaciones e intercambios sobre la problemática latinoamericana, el de Georges Fournial, cuya amistad me dispensó generosamente en esos años de trabajo de tesis en París. En cuanto a la viabilidad metodológica del proyecto, una constatación ,inicial dio su medida. Masas rurales de la sierra y clase obrera están en la is1a-y en la época estructuralnzente
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estudio de clase. Pero en todo caso las urgencias no son las mismas. Hoy debe tenderse a restablecer un equilibrio, cediendo la palabra a quienes permanecian en silencio. Pues (qué ha venido ocurriendo? La pequeña burguesía se ha dejado oir no a truvks de estudios que la traten especificamente, sino en todo cuanto se refiera a la revolución cubana. En fin, siendo el caso de encontrarse la bibliografia en fase polémica cuyo centro lo impolze la presencia viva o reciente Je los protagonistas.. . se cae, aun sin quererlo, dentro de un determinado marco de clase. Fidel Castro.. . no era hace cuarto de siglo el dirigente que luego se revelara, adhiriendo al socialismo, sino representatiuo de zln movimiento de emancipación nucional, el 26 de Julio. Fidel Castro abogado, Raúl Castro estudiante, Ernesto Guevava médico y otros cuadros de primera línea, caidos en la lucha, como Frank País, maestro, y Abel Santamaria, quien ha cursado estudios, a más de su extracción de tipo burgués, aparecen en ese entonces como hijos de las aulas universitarias y de su entorno. Tal cual en otros paises del continente latinoamericano, en ellas se genera una fuerte corriente pequeñoburguesa con tendencia a radicalizarse. Otros cuadros del 26 de Julio reconocian distinta extracción de clase, pero en todos se dejaba sentir la impronta de la organización politica de la cual muchos provenían, el Partido Ortodoxo. Representaba éste la oposición pequeñoburguesa y los jóvenes del 26 de Julio creian posible la revitalización de sus contenidos.en la fidelidad a la memoria del lider del Partido Ortodoxo, Eddy Chibás. Éste, en esfuerzo por sacudir la conciencia de las masas, se habia sui-
cidado teatralmente ante un micrófono de radio al final de una de sus alocuciones. Había sido el protagonista de la oposición cívica. Esa muerte exaltaba su memoria. Fidel Castro, Raúl Castro y Ernesto Guevara han reconocido esta filiación pequeñoburguesa y las limitaciones que implicaba.' Como fuere, un hecho resulta indiscutible: un sector radicalizado de la pequena burguesía encabezó la revolución cubana en el periodo. Y naturalmente se ha tendido a destacar su rol. Pero debe repararse en otro hecho no menos indiscutido: si12 la respuesta positiva del resto del contexto social, la pequeña burgaesia hubiera quedado en camino en solitaria y fracasada revuelta. Y de esto poco y nada se ha hablado. Por eso se trata aquí de las otras clases. Esto es, intentar poner de relieve la actitud y el rol de la clase obrera, las masas rurales y la burguesia azucarera en el periodo de los años cincuenta. Cuando, entre el golpe de Estado de Fulgencio Batista y la caída de su régimen y secuelas, se crean condiciones para nn subsiguiente canzbio: las masas reclamando una reforma agraria cuyo comienzo tuvo por escenario la sierra durante la guerra civil, mientras an ejército de nuevo tipo y el protagonista de la oposicidn armada, Fidel Castro, como asi un ala del 26 de Julio y otras corrientes politicas, se colocan a la altura de la demanda social sin temer por las consecuencias.
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UN PAfS DE ROSTRO W L T O HACIA AFUERA Gente «muy mansa y muy temerosa, desnuda corno dicho tengo, sin armas y sin ley>>.Así describe Cristóbal Colón a los indígenas cuando su arribo a Cuba. Cultivaban la tierra a su manera. Con un palo puntiagudo abrían un hoyo en el suelo y, de una e< una, dejaban caer en él la semilla. -LOS descubridores y acto seguido los conquistadores, motivados por otros intereses, venían tras la ruta del oro. Pronto se desengañaron. No era en la isla donde debían buscarlo, sino en el México de Moctezuma. Pero la tierra cubana era fértil. H la explotación agropecuaria fue retomada y reordenada por mano de quienes se hicieron propietarios, los llamados hacendados. Cedió entonces la explotación colectiva indígena a la parcelación terrateniente, y el igualitarismo tribal dio paso a diversas formas de sonietimiento. Vinieron el caballo y el arado. Y el hacha de hierro. Cedió la floresta, se levantaron construcciones a la manera europea. Y como los indígenas no resisti'an el trabajo forzado, pronto arribaron en su reemplazo negros africanos traídos en las bodegas de los barcos. Configúrase así la conquista como una ruptura. Todo el etitonces continente americano puede ser tomado como un conjunto autónomo y aislado del resto del globo hasta sobrevenir los hechos del descubrimiento y la conquista. ¿Cuál era su característica fundamental? El no haber accedido la pohla-
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ción indígena a la sociedad de clases. Apenas si podrá considerarse a incas y aztecas como en transición. Para el resto de las tribus -tal el caso cubano de tainos, siboneyes y guanatabeyes- el estadio social donde corresponde ubicarles es anterior a la sociedad de clases, esto es, la comunidad primitiva. Por el contrario, las naciones coloniales europeas como España, Portugal e Inglaterra, se desarrollan por la época en plena sociedad de clases. Transcurren los tiempos modernos y el viejo mundo, un pie puesto en el feudalismo y otro en el capitalismo, conforma un conjunto históricamente más avanzado que el americano. Y bien, los conquistadores se dan así con un doble fenómeno: por un lado, un$ alta disponibilidad de mano de obra y, por otro lado, un desnivel histórico que presenta al indígena en estado de indefensión. Canoas frente a carabelas, arcos y flechas contra armas de fuego.. . y ello cuando los indígenas despiertan del sopor: considerando a los conquistadores como enviados de los dioses, les habían abierto las puertas. Como resultado sobrevendrá la reducción del conjunto americano a subconjunto del conjunto europeo. 0, en otras palabras, el establecimiento del régimen colonia1.Y bajo el signo del trabajo forzado. Es decir, la extrapolación histórica: fuera de época se reimplanta la esclavitud como dominante observándosela en plantaciones, minas y otras labores. Va tomando diversas denominaciones y mantos jurídicos; sin por ello excluirse otras formas de sometimiento. Todo esto se aplica a la isla de los cubanos con el agravante de que la ruptura ope;ada por la conquista se da - c o m o en la vecina isla de Santo Domingo - e n términos de exterminio, De los 80.000 indígenas estimados para 1515 el número de sobrevivientes no supera los 1.350 hacia 1570. Es el resultado del trabajo forzado, las migraciones y el abandono de a.
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las zonas de alimentación, las epidemias, la guerra, cuando no el desesperado suicidio colectivo. La conquista es un hecho de armas encargado por los mercados del viejo mundo. Una masa de productos urgía por entrar en circulación. Y el oro, ese comodín que pone toda mercancía al alcance de la mano, era requerido al efecto. Vendría al viejo mundo como botín de la conquista americana. Fueron los mercados quienes pusieron audacia, fiebre y codicia en la cabeza de descubridores y conquistadores: encontrar el oro tentando las rutas que hubiere menester para volcarlo a la circulación a partir del viejo mundo, tal fue uno de los imperativos de los siglos xv y XVI. La colonia aparece como continuidad de la conquista. Pero su índole es otra. No es un hecho de armas, sino operado en el dominio de la producción. La finalidad es la explotación de riquezas extrafronteras, circunstancia que -ya veremos cómo en el caso cubano- tipifica el fenómeno. Dícese que la espada del conquistador fue trocada en instrumento de labranza. Cabe agregar que éste iba a ser manejado por alguien en cuyas manos otro lo había depositado. De ese alguien y de este otro nos ocuparemos, que es decir de las clases sociales. Van creándose bajo la colonia para proyectarse sobre la república. Y con mayor razón si de la isla de los cubanos se trata, considerando lo tardío del planteo independentista. Y bien, con el curso de las generaciones el hacendado español pasó a ser padre, luego abuelo. Sus descendientes cada vez menos se sintieron ligados a una patria lejana y cada vez mis a una tierra a la cual asociaban esfuerzos y ambiciones. Iba creciendo el sentimiento de nacionalidad entre quienes se constituían en la clase criolla poseedora por excelencia: terratenientes ganaderos y azucareros. Estos últimos eran, además, propietarios del rudimenrario trapiche de molienda de caña y luego de los más evolucionados ingenios. Ganado primero, exportándose como tasajo, azúcar después. Desde fines del si-
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glo XVIII la isla se convierte en la primera productora mundial. También para la exportación se cosechan tabaco y café. Por su parte, el ganado no desaparece, pero se irá subordinando: los bueyes serán para transportar las cañas de azúcar y la carne para nutrir un creciente mercado interno. En efecto, de año en aiío la población registra elevados incrementos. Que responden, más que a la tasa de crecimiento demográfico, a la inmigración. Había un problema a resolver. La mano de obra. ?Quién reemplazaría a los indígenas? El mercado mundial tomó nuevamente la palabra. Necesitaba el azúcar, proveerá la mano de obra. Hacia 1512 se detecta un primer cargamento de esclavos africanos con destino a Cuba. Lo temprano de la fecha da una idea de la perspectiva de fracaso que los indígenas planteaban ante la empresa esclavista metropolitana. Había dado comienzo el volver a «llexiar» la isla. Proceso que se extenderá a lo largo de los cuatro siglos que abarca la colonia, de más en más a impulso de una economía de pliiritaciírn. Para 1841 se calcula que se ha superado el millón de habitantes donde su 43,3 % es de raza de color. Venidos de ultramar, hombres blancos y negros van cubriendo el país de occidente a oriente. Unos esclavos, para la plantación. Otros libres, estableciéndose como campesinos en el entorno del latifundio, formando parte de la pequeña burguesía de los centros poblados, ingresando como asalariados en diversas manufacturas o integrándose al sector cada vez más numeroso de trabajadores manumitidos del ingenio. Y esto último se da a medida que un nuevo hecho conmueve a la colonia en sus raíces: la revolución industrial toca las costas de Cuba. Corre el siglo XIX y los mercados del mundo reclaman más azúcar. Y así como antes proveyeran mano de obra esclava, ahora aportan tecnología. De la tracción .y la fuerza motriz animal se pasa a las máquinas. Mientras la caldera a vapor se instala en la molienda, en el transporte azucarero se va licen-
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ciando al buey y la carreta en beneficio del ferrocarril. Y también el esclavo será finalmente despedido para acto seguido ser reingresado como asalariado. Cesará entonces la importación de negros africanos y serán abiertas de par en par las puertas a la inmigración. Un país en vías de remodelación. Pero hasta cierto punto y tomando un cierto rumbo. Intacta se conserva la institución del latifundio así como las relaciones que, teñidas de rasgos feudales, se han trabado entre campesino y señor de la tierra. Tampoco se renuevan las técnicas de cultivo. Ciertamerite, los ingenios significan una apertura capitalista. Pero este nuevo tipo de desarrollo no es dictado en función de las necesidades del mercado interno, sino de la demanda de ultramar, cuyo requerimiento es uno: el azúcar. Y tanto insistir en él la economía de la isla quedará remodelada como de monoproducción. Será en el siglo xx. Mientras tanto otro país ha dejado sentir su presencia, los Estados Unidos. Todavía Cuba es co- . lonia cuando su comercio con la isla supera en varias veces el de ésta cori España. Y las inversiones norteamericanas esperan la república. La vecindad con los Estados Unidos signará en adelante la vida de la isla amalgamándose con su destino azucarero: es con ese rumbo que partirá la mayor parte del Ya a fines de siglo podía afirmarse la coincidencia geográfica con la histórica: la isla se encuentra, luego de emprender dos guerras por la independencia, tan lejos de España como cerca de los Estados Unidos. Y es dentro de esas nuevas proporciones que se inaugura la república en 1902. Para conocer su rostro nada mejor que echar un vistazo a la capital, La Habana. Una ciudad de playas privadas y barrios residenciales exclusivos. Una ciudad de lujo pero donde el iásgo que le da su fisonomía debe buscarse en otra parte. Hotelería y diversiones de todo orden, la última palabra para el turista. La Habana no mira hacia dentro, no se ve a sí 2.
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misma como capital-de Cuba. La Habana se conten~plaen e mar. Es hasta cierto' punto natural. Con una economía pendiente de los compradores de fuera, difícilmente se pondrá los ojos dentro, en un poco y nada significativo mercado interior de consumo. Día tras día La Habana se colma de gentes venidas del vecino del norte, y esto contribuye a la fisonomía de sus ciudadanos: (qué se puede ofrecer al turista de dinero fácil? Muchas novedades. Desde las playas tropicales a la artesanía doméstica, desde la gastronomía local a los cuerpos mulatos. Y bien, el turismo se erige, luego del rubro exportaciones, en la gran fuente de divisas, al plinto de ser llamado por los cubanos su «segunda zafra». Un rostro vuelto hacia fuera con que La Habana responde por el país. No le venía del siglo xx sino de mucho antes. Prácticamente del día de su fundación en el siglo x v i . La geografía tenía entonces la palabra porque el hombre aún no había dado la suya. Tomemos el caso de las comunicaciones, el transporte y el comercio. Todo dependía de encontrar un buen puerto natural. Es decir, los mueUes se construían donde la naturaleza lo consentía. Y bien, como escala hacia el próximo continente, el mejor emplazaniiento se consideró sobre el extremo occidental del país. Allí fue levantada La Habana. Puerto antes que nada, punto de reunión a partir del siglo XVII de la flota de Indias. Fortaleza contra piratas. Y ciudad capital, asiento de la autoridad colonial. Que es decir comerciantes y armadores de barcos, funcionarios, curas y soldados, marinos y prostitutas. Porque una necesidad lo im,hacia el ponía. El oro de los aztecas debía ser transportado centro mundial de la circulación en Europa. Convocada por el tráfico comercial y por la geografía, allí se dio cita la demografía. Y La Habana no tardó en asumir el destino que conservaría con el transcurso de los siglos: polo burocrático-militar.
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Por la capital había pasado el conquistador -Diego Velázquez, el primero, fue su fundador en 1515-, luego el capitán general al mando de la colonia, más tarde el presidente de la república nacida en 1902. Bajo la colonia se levantó la fortaleza del Morro, sobrevenida la república su lugar lo pasó a ocupar el cuartel Columbia. Es donde se concentra la fuerza, de donde invariablemente parten los golpes de estado. De sus cuadros militares surge el por un cuarto de siglo <
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La burguesía cubana se integraba al mercado mundial dándose allí con los competidores que actuaban dentro del área de la oferta internacional del azúcar. Hecho particularmente sentido a contar del siglo XIX, cuando los valores de exportación de la isla fueron cobrando peso en relación al total comercializado en el mercado mundial. Pero el siglo xrx es todavía para los cubanos tiempo de colonia española. Que la burguesía traducía en estos términos: obstáculos en el acceso al mercado mundial. Antes debía pasar el hacendado por las oficinas recaudadoras del estado colonial, sin contar que, en la medida que subsistieran trabas al libre comercio, la metrópoli española se erigía como intermediario ante el mercado mundial. Y a su vez esos obstáculos guardaban una significación precisa: recortar la cuota de la burguesía azucarera en la apropiación del plustrabajo. Como se sabe, plustrabajo significa trabajo no retribuido. En otras palabras, la diferencia entre el. valor alcanzado por el producto en el mercado y el valor del trabajo retiibuido como salario al trabajador libre o como manutención al siervo o al esclavo. De la extracción a la realización del plustrabajo, en cada uno de los dos extremos un personaje se veía importante. El hacendado, quien se decía: yo produzco; agregando: vendo lo
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más y lo ms' caro que puedo. Y la demanda internacional quien se decía: yo encargo el producto; agregando: compro lo que necesito y cuanto más barato pueda. Naturalmente, es el segundo quien impoiiía las ,reglas del juego.'Contra suyo nada podía el hacendado. Le quedaba, eso sí, un recurso: volverse contra los intermediarios con quienes tropezaba en su camino el plustrabajo. Como vimos, se trataba de la metrópoli española y también había otros: la iglesia cuyas cargas impositivas se agregaban a las del estado colonial; el capital usurario cuyos intereses debía, sin contar fletes por transporte ultramarino y pagos para amortizar las inversiones en bienes de capital, los dos últimos abonados a compañías extranjeras. Todos, de' una u otra manera, eran competidores del hacendado en la disputa por el plustrabajo que éste extraía a los productores directos. El hacendado era, pue's, un singular personaje en singular posición. A un costado tenía las masas de explotados, del otro costado contaban sus competidores. 'Viviendo las alternativas de la colonia no menos le concernían los avatares del mercado mundial. Y llegado el siglo XIX: urgido a mecanizarse y a aceptar nilevas relaciones con los campesinos, obligado a consentir la ampliación del sector de trabajadores libres en el ingenio cuando aún no ha dejado de ser amo de esclavos.. . el hacendado se encuentra en e1 centro de las contradicciones o, en otras palabras, es el protagonistade la colonia. LO es en lo económico y social, y lo será en lo político. ,
SIGLOXIX: LA E X P A M S I ~ NAZUCARERA
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y quienes se los disputan. Y, entre éstos, reconocen al enemigo vulnerable: el imperio español. Traducirán, pues, políticamente: la defensa de-esos intereses pasa por la independencia. De ahí que los hacendados asuman el rol dirigente en la guerra patria estallada en' 1868 y que se prolongará hasta 1878. Ciertamente, no son los únicos. Por su lado l a pequeña burguesía de las ciudades, y en particular sus elementos ilustrados, había ya por entonces tomado la nueva perspectiva bajo 61 ejemplo revolucionario del resto de1 'continente y lainfluencia del pensamiento radical de la época. Pero le faltaba el potencial social y eco~iómiconecesario para la empresa. La Historia aguardaba en Cuba a los 'hacendados..Vemos aquí 'recorrer los nombres de quienes encabezaron la guerra estallada en 1868. Carlos Manuel de Céspedes, el primero en dar el grito de libertad en La Demajagua, quien para la posteridad. ser6 conocido como el Padre ,de la Patria; Francisco Vicente Aguilera, Francisco Maceo Osorio, Pedro Figueredo, Donato 'Mármol, Calixto García, Vicente García, Félix Figueredo, Luis Figueredo, Manuel Calvar, Jaime Santiesteban, Julio y Belisario Grave de Peralta, Ricardo Céspedes, Tomás Estrada Palma, Bartolomé Masó y.otros. Hacendados, o de alguna manera conectados a sus intereses, son pioneros y nombres sobresalierites de aquella guerra. Mientras tanto, la burguesía azucarera irá' aceptando el punto nodal de la transición social que le ha impuesto el siglo XIX: no más esclavos. Pues
PARA EA APERTURA REPUBLICANA
Viviendo la colonia y asomados hacia fuera, los hacendados están en posición de uiiversalizat su visión y, en esa medida, madurar una conciencia de clase. Conocen sus intereses
como consecuencia de la mecanización operada en el ít) ingenio: crecimiento del sector de trabajadores libres en detrimenro del sector esclavo, proceso in crescendo a lo largo del siglo;
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6 ) como urgencia de la coyuntura política a fines de la década del 'sesenta en la provincia de Oriente, cuna del movimiento independentista; , c ) como acto jurídico que otorga sanción definitiva y universal a través de una resolución del gobierno de la colonia en la década del ochenta.
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También extrafronteras el andamiaje esclavista se había sentido sacudido, comenzando por el tráfico. Ya en 1817 España suscribía ante la industrial Inglaterra el compromiso de cesar la trata en sus dominios y en 1835 le otorgaba el derecho de apresar en alta mar los barcos de bandera española que contravinieran la prohibición. Claro está, el trafico proseguía ilegalmente. Pero se hacía difícil y, en consecuencia, caro. Un esclavo pasó a valer en precios constantes de $400 en 1840 a $1000 en 1860. La idea del asalariado se abría paso en la mente del hacendado. Comprar más manutención del trabajador forzado durante todo el año llegó a resultar una inversibn más desventajosa que el pago de un salario por los meses de zafra. Y con esto se removía el gran obstáculo para emprender francamente la tarea de liquidar el régimen colonial. Hubo, no obstante, hacendados de mentalidad conservadora, quienes no aceptaron la idea de independencia al precio de la abolición de la esclavitud. Y salieron al paso con una propuesta anexionista: se trataba, sí, de separarse de España, mas para unirse a los estados de la confederación sureña, donde regía la esclavitud. La guerra de secesión acabó con estas ilusiones en 1865. En el continente el norte imponía al sur la abolición. Y entonces tres años después los hacendados cubanos de mentalidad renovadora tomaron la iniciativa. Lanzando por la borda toda solueión de compromiso, se alzaron en armas contra el poder colonial español. Y una de sus primeras medidas fue emancipar a los negros que se incorporaban a las filas patriotas.
Nos damos, pues, con un hecho operado en el campo de las fuerzas de producción, a saber: las innovaciones tecnológicas aplicadas a la molienda del azúcar. Y cómo ese hecho va a repercutir sobre las relaciones dominantes de producción, de tipo esclavista, y en los acontecimientos políticos. Esclavo por asalariado y sumisión a la colonia por lucha independentista son cambios correlativos a otros cambios: caldera a vapor en lugar de fuerza motriz animal, aparatos de hierro en lugar de madera y extracción al vacío en lugar de hacerlo a cielo abierto. Por lo demás, el aumento de productividad hizo crecer sin pausa a lo largo del siglo los volúmenes de producción,' y con e110 se reforzó el peso de la burguesía azucarera en la sociedad colonial. Mecanizarse fue la voz cle orden dada por el mercado mundial en el siglo XIX. Ahora bien, no en toda la isla se acató con igual ritmo. En el occidente se habían concentrado las mayores inversiones en el azúcar, las cuales disponían en consecuencia de mejores medios para importar la maquinaria..En oriente de la isla, en cambio, una más débil concentración de la riqueza hacía en la época más lenta y difícil de financiar la nueva tecnología. Agravaban este estado de cosas las deudas que pesaban sobre un buen número de propiedades terratenientes de la zona. Y así, en el siglo XIX,mientras en las provincias occidentales sobre 760 ingenios había 660 que funcionaban con calderas a vapor, en las provincias centrales y orientales sólo 10 hacían 266 sobre 756. La situación tomó entonces un nuevo giro. Dentro de la misma clase de los hacendados se generó un campo competitivo. Localizado geográficamente, tendía a desplazar de los mercados a quienes no alcanzaran a tiempo a mecanizarse. La condición desfavorable en que se colocaba a los orientales puede medirse según las siguientes cifras comparativas de rendimiento promedio, obtenidas para la molienda de 1860 en tres tipos de ingenios. Dotado de fuerza motriz animal (escla-
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va): 113 4 3 arrobas. Semimecanizado: 41.630 arrobas. Mecanizado: 80.391 arrobas (1 arroba = 11,s kg). Como se recordará, el camino de la independencia pasaba por sacudirse la metrópoli en tanto que competidora. A medida que avanzaba el proceso de mecanización y cobraban fuerza como clase los hacendados insistentemente se preguntaban: {quién hace el negocio, nosotros o la metrópoli? Pero, claro está, sobre la isla se proyectaba un ejército de ocupación pocas veces visto en los dominios de la corona española, la reserva de un estado imperial que se aferra a una de sus últimas colonias. Nadie dudaba cómo la pregunta sería contestada y qué alto precio costaría a quienes osaran formularla de viva voz. Ciertamente, y por lo demás, resultaba irritante mantener un ejército extranjero sobre propio suelo., la esclavitud cedía como argumento antiindependentista mientras las ilusiories anexionistas se desvanecían y los hacendados en conjunto adquirían mayor peso y conciencia de clase, sin contar el ejemplo de las repúblicas americanas. Todos factores que obraban en el mismo sentido: acceder a la emancipación y al gobierno propio. Pero todavía se vacilaba sobre la ocasión de desencadenar la guerra. Y con mayor razón los hacendados occidentales. Con el logro de la mecanización tenían a la vista la coyuntura de un próspero giro a sus empresas, lo cual de momento tendía a hacerles olvidar. la pregunta «estructural» de quién hace el negocio, nosotros o la metrópoli? Faltaba algo, algo que irresistiblemente empujara hacia el encuentro con la Historia. Y fue dado por la perspectiva que se alzaba ante los hacendados orientales, donde no se excluía la amenaza de ruina. A la pregunta
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Y estaban los orientales obligados a responder al reto de la mecanización que uno y otros les arrojaban. No contaban hacerlo con éxito a partir del capital, insuficiente para reinvertir a ritmo rgpido en importaciones de maquinaria. Ni tampoco podían recurrir a la superexplotación de la mano de obra esclava, ya en declinación. No quedaba otra alternativa, fueron a las arnias. De ellas esperaban no sólo deshacerse de metrópoli y acreedores, sino hacerse del estado y desde é l maiiejar una política de impor~acionesque anulara la desventaja sufrida en la carrera por la tecnificación. Fue así que la guerra patria estalló por oriente en 1868. En ese paso los hacendados de la zona representaban no sólo sus ititereses, sino los de la nación entera. Con retraso de rnedio siglo, ahora el momento revolucionario se apuraba. Pero, a pesar de prolongarse las hostilidades por diez años, no se logró ganar en igual medida a la nación entera. En occidente los hacendados se mostraron en general reticentes. Finalmente la relación de fuerzas se inclinó a favor del imperio que concentraba sus fuerzas militares y, perdida la guerra para los cubanos, el dominio coloilial continuó vigente. No fue muy alentador el recuento para los hacendados orientales. En lugar de la salida a un conflicto de raíz económica, fue la tierra asolada, las familias diezmadas. El sentimiento independentista continuó vivo. Pero la empresa ya no suscitaría entusiasmo entre los hacendados. Y así, cuando años después de una skgunda guerra patria tenga lugar, encontrará a su cabeza a hombres de muy distinta extracción social, como serán el abogado José Martí, el inicialmente sargento Máximo Gómez, el mulato arriero de mulas Antonio Maceo y otros. Mientras tanto no se trataba sólo de España, sino de los Estados Unidos. Geográficamente están a un paso de la isla: 180 km separan ambas costas. Y económicamente han venido reduciendo las distancias. Hacia 1860 el comercio exterior cubano se distribuía como sigue: 62 % a los Estados Unidos,
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22 % a Inglaterra y 3 O/u a España (el 13 % restante correspondía a otros países con quienes no existía tráfico regular). Este dominio noreeamericano en la posición compradora se explica, pues su industria refinadora de azúcar se abastecía en Cuba. Y tiempo después, hacia 1895, se constata en la isla una considerable inversión de capitales norteamericanos del orden de los 50 millones de dólares. Que, por lo demás, debe ser vista en'perspectiva: veintisiete años después se habrán radicado por un monto veinticuatro veces mayor, en el orden de los 1.200 millones de dólares. Y ello significará para la década del veinte una cifra récord entre los países latinoamericanos. En efecto, los Estados Unidos vienen actuando de muy distinta manera que España. esta se reducía a exportar mercancías, aquéllos han pasado a exportar capitales. Han variado las formas del expansionismo. De modo que a fines de siglo los cubanos se dan con una singular variante dentro de las luchas independentistas'latinoamericanas, resultante de lo avanzado de la época y del vecino que les tocara en suerte. No hay a su frente un poder, sino dos. Y cada uno viene actuando a sil manera. Han corrido diecisiete años desde el fin de la primera ,guerra patria cuando se inicia la segunda. Corre 1895 y es nuevamente por la provincia de Oriente. Ya no bajo la tutela de los hacendados, sino contando como dirigentes a hombres de otra extracción social y otra mentalidad, más bien ligados a los intereses de las masas rurales, clase obrera y pequeña burguesía. Da la impresión de ser esta última el orientador ideológico. Sin embargo, a la hora de las negociaciones, los hacendados harán sentir una presencia que escatimaron en el curso de esta segunda guerra patria. Y para entonces habrá muerto en e! campo de batalla José Martí, líder cívico de :a independencia. Pero su pensamiento refleja la singularidad de aquel mo-
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mento histórico. José Martí, ya declarada la guerra contra el imperio español, no pierde de vista al otro poder y, en carta póstuma e inconclusa fechada dos días antes de morir y considerada como su testamento político, escribe: «impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América». ¿Qué importancia tenía esta cuestión para el líder cívico? Él mismo lo subraya a renglón seguído: «Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso». De modo que, lejos de tratarse de una actitud circunstancial, signaba su vida. Y, para dar más fuerza al concepto, insistía en la misma carta con vehemencia inusitada y casi insultante: «impedir que en Cuba se abra, por anexión de los Imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de nuestros pueblos de América al Norte revuelto y brutal que les desprecia». El testo y la v'ocación que de él trasciende son terminantes. No obstante, no era proclamada a voces. Debe repararse que se trata de una carta privada. Por el contrario, ninguna denuncia contra el expansionismo norteamericano se encuentra en el documento público más importante de la época, el llamamiento a la libzracijn, conocido como manifiesto de Monte; cristi. Fue suscrito en 1895 por el general Máximo Gómez y por José Martí. ¿Por qué la diferencia? Pues bien, es el último de los nombrados quien, a renglón seguido de la carta que venimos comentando, se encarga de explicitarlo: «En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin». Está claro: una cuestión de táctica. No había razón, mientras fuera posible, de irritar al vecino del norte. Se trataba más bien de llegar hasta sus corrientes
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de opinión y ganarlas para la causa de la libertad de Cuba: Y la ocasión se presentó ,con el ofrecinliento de sus columnas que el diario norteamericano New Y o r k Herald h i z ~a José Martí. No era el caso de rehusar la tribuna ni tampoco de revelaruna prevención hacia la política expansionista de los Estados Unidos. Fue entonces que su pluma -fechando la nota el 2 de mayo de 1895, bajo su firma y la del jefe militar, general Miximo Cómez- escribió: <:Los Estados Unidos, por ejemplo, preferirían contribuir a la solidez de la libertad de Cuba, con la amistad sincera a su pueblo independiente que'los ama y les abrirá sus licencias todas». Y párrafos más adelante: «estas legiones de hombres [cubanos] que pelean por lo que pelearon ellos [los ilorteamericanosl ayer, y marchan sin ayuda a la conquista de la libertad que ha de abrir a los Estados Unidos la Isla que hoy les cierra el interés español». Conlo se advierte, no es únicamente el tono, sino el concepto. Del 2 al 1 8 de mayo, fecha esta última de la carta antes citada, corren apenas dieciséis días de diferencia, viviéndose siempre las alternativas de la guerra. Y de la nota periodística a la carta, el líder cívico expresa ideas difícilmente eonciliables: al New Y o r k Herald abrir la isla a los Estados Unidos, en documento privado cegarles el camino. DifíciImente conciliables salvo si se las considera a la luz de la misma confesión del autor: «11ay cosas que para lograrlas han de andar ocultas». (Por qué ocultas? Y aquí, además del señalado efecto extrafronteras, caemos en plena problemática de clases. José Martí no echa la experiencía en saco roto. El proyecto de liberación nacional pasaba por aquello que la primera guerra independentista no lograra por reticencia de los hacendados occidentales: la unidad de la nación entera contra el ocupante español. De modo que se trataba ahora más que nunca de acumular sobre el polo revo-
lucionario todzs las fuerzas posibles para obtener una relación de fuerzas favorable. (Cuál fue la respuesta de los hacendados? Vimos que los diez años de la primera guerra les había agotado, especialmente a los orientales. Había que reganarlos, venciendo en ellos no sólo una subsecuente tendencia hacia el conformismo, sino otras reservas. Esta segunda guerra que los hacendados rio dirigían (qué clase de negocio era? Por ejemplo: (qué significaba esa activa participación de los obreros del tabaco junto a José Martí? ¿No sería militarmente inás seguro y políticamente más prudente asumir la tarea independentista bajo la protección de los Estados Unidos? Contra este renacimiento de la corriente anexionista entre los cubanos se levantaba sin vacilaciones José Martí. Pero «en silencio ha tenido que ser y como indirectamente» porque, a la vez, la revolución no podía darse el lujo de prescindir de los hacendados. Y
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uno de sus barcos anclado en el puerto dé La Habana, acorazado Maine. Tres años hacía que duraba esta segunda guerra hispano. cubana. La intervención del vecino del norte precipitó su deseniace en semanas. Y fue este mismo país quien a rengló seguido y de acuerdo con las estipulaciones' del Tratado París (18981, procedió por el término de cuatro años ocupación de Cuba. Cesada ésta en 1902 quedará vigente 1 Enmienda Platt, agregada a la Constitución, por la cual los Estaclos Unidos se reservaban el derecho de cantinuar interviniendo militarmente en la isla. Cerrábase así el capítulo de las luchas independentistas de la colonia. Tomadas ambas guerras en conjunto, es notorio que el espíritu heroico de 1868 ha cedido al espíritu de conciliición de 1898. Uno y otro, a la apertura y al cierre, son encar nados por el hacendado.. Convencido a la postre que deb dejar de ser amo de esclavos, y ese costado de su personalida vertirlo al capitalismo, lo hizo pactando las condiciones con los inversionistas norteamericanos, a saber:
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,piriendo las formas de un acto jurídico pero dotada de tanta h p e r i o como si lo fuera; la mejor garantía de su cumplimiento es qiie correspondía a una relación de fuerzas dada. Y de ahí que suletra, ausente en el papel, haya quedzdo indeleblemente grabada en el devenir de la sociedad cubana. Bajo tales condiciones el hacendado continuó siendo el protagonista nativo. Como otrora, subordinado extrafronteras. Por cierto que en virtud de otros mecanismos y en otra medida: lo que va de colonia a semicolonia y de esclavismo independiente a capitalismo dependiente. Como semicolonia la isla guardó, formalmente la independencia política. Pero las palancas del poder estaban fuera. Y dictaban la fórrnula siguiente: monocultivo (del azúcar), más cuota (de ese produc(diversificada según las necesidato), más no-i~dustrz'al~raciú~ dees del mercado interno y autosuficiente), más tariJasaduatze-
a) no se dispondrían otras industrias nativas de significación que no pertenecieran al rubro azucarero, salvo las ya existentes destinadas igualmente a la exportación (tabaco, 'ion); b) el haceridado cubano continuaba como señor terrateniente e inversor azucarero, compartiendo esta posición con el capital norteamericano; C) el capital norteamericano se hacía cargo de las inversiones en servicios públicos, destilerías de petróleo, minería, bancos; y compartiendo con el 'capital riativo otros rubros (turismo, ganadería).
¿Cuál es el desarrollo de la fórmula? Más o menoccomo sipe. Los Estados Unidos, en expansión industrial, necesitan imperiosamente una ración de azúcar que por el momento su producción doméstica no tiene posibilidades de cubrir. Los Estados Unidas, en expansión territorial, encuentran al alcance de su mano un suelo feraz, Cuba. Conclusión: Cuba puesta a abastecer de azúcar a.loi Estados Unidos. Vale decir, el monocultivo. Tal es el primer paso de la fórmula. En un segundo paso resulta que los Estados Unidos no necesitan cualquier cantidad de azúcar sino una que, aun registrando increhientos periódicos, sea fija, determinada por su de consumo y la concurrencia de otros abastecedore menores. De ahí la necesidad de establecer una cuota: tanto
Claro está, no fue un pacto en el sentido usual-de la palabra, resultado de deliberaciones convocadas al efecto y luego formalizado sobre u11 papel. Fue un pacto entre clases, no -ad-
por la producción azucarera y cuentan con un com prador seguro, no tienen tiempo ni tampoco necesidad de le-
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vantar fábricas. A cambio de la dulce mercancía todo lo nufacturado lo proveen los Estados Unidos, desde el comes ble envasado al automóvil. De ahí la no-industrialización
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monocultivo, será imposible comprender los problemas básicos de su posible desarrollo económico».'
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Y, por fin, la competencia de otros abastecedores de bien de consumo (manufacturas, etc.) o materias primas (petról etcétera), que no fueran norteamericanos, quedaba neutr zada con las tarifas aduaneras preferenciales establecidas a f vor de los Estados Unidos. Era el cuarto paso y con él la f Una vez cubierta la cuota norteamericana la isla quedaba en libertad de realizar ventas a distintos países que concurrían al mercado mundial. Ahora bien, éste, en principio más elás co, llegaba a saturarse. En suma, cuota norteamericana mas mercado mundial conformaban un total al cual-en definitiva
to en éste como respecto de la cuota norteamericana.
Cuenta habida de estos aspectos complementarios y del an-
Con el tránsito d e la colonia a la república iremos a concentrar la visual sobre los años cincuenta del siglo. Con ello no hacemos sino responder al cambio operado en el ritmo histórico. Este se acelera llegada la instancia revolucionaria al punto de cubrir en pocos años las distancias .políticamente no recorridas en siglos. Tal aceleración produce en el historiador el efecto contrario, obligándole a disminuir el paso. Todavía una cuestión metodológica referida a las fuentes. Con frecuencia recurriremos a la consulta directa de la prensa. Tratándose de la burguesía azucarera se utilizará con pre. ferencia el órgano mensual empresario Cuba Económica y Financiera. Si bien existía en la época otra publicación,. Cubazúcar, vocero de la Asociación Nacional de Hgcendados, la primera, con mayor audacia y claridad que la segunda, fue -reflejando la real situación de deterioro. Cuba Económica y Financiera, revista empresarial sin filiación de entidad alguna, cedió sus páginas a la corriente opositora que se abría paso en el seno de la burguesía azucarera, mientras los directivos de la Asociación Nacional de Hacendados, más ligados al compromiso con el gobierno, no la dejaron oír hasta los tramos finales
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1. Banco Interamericano de Reconstrucción y Fomento, Informe sobre cuba (Estudios y recomendaciones de 'una misi6n económica y tecnica, Francis Adarns Tmslow, jefe, 1950), Washington, 1951, t. 111, Libro VIII, cap. '40, p. 3.
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ciones. Era en ese sentido prototípica. Una prensa «entre nos» los hombres de negocios, donde la clase se confiesa. Y cuyas columnas 'presentan sus intereses y la defensa de éstos en. constante primer plano. Distinto ocurre con la «gran prensa», orientada por las mismas clases pero coa un tercero como destinatario: elhombre de la calle y para quien casi todo se enmascara. Otro caso es el de la revista semanal de actualidades Bohemia, la de más vasta difusión en la isla y de mayor tiraje en la Cpoca entre los países del área del Caribe. Llegó en una edición al record absoluto de un millón de ejemplares. Un fuerte populismo teñía sus páginas, que en ocasiones le significaba un compromiso a favor de reivindicaciones sentidas por las masas. De ahí su aceptación y características duales picas de una actualidad ,pequeñoburguesa corriente. Bohem se había plegado al anticomunismo de los años de guerra fría y en ello le iban otros réditos: el respaldo de la Sociedad Interamericana de Prensa muchas vol~intadesdentro de las esferas norteamericanas. Bohemia permanecía fiel a una tradición democrática interna que, en las difíciles condiciones v vidas en la isla durante los años cincuenta, le llevaba a reflej hechos que el resto de la prensa comercial silenciaba. Y qu naturalmente contribuía a mantenerle su masa de lectores. D ahí qile sus características duales --populismo, anticom mo, democratismo- le situaban en un área de protección p o r irduyentes amigos y por su prestigio, a ~ m u l a d oen medio siglo de ediciones. La medida, de tise prestigio puede catarse incluso hoy. Bohemia es, si no el único, uno de los contados rótulos que.ha sobrevivido a los torbellinos de la revolilción cubana y que al presente continúa editándose en la .isla, El resto d e l a prensa -no sólo de los sectores que' a la contrarrevolución sino del mismo 26 de Julio o del partido de los comunistas, como fueran respectivamente los rotativos Revolucidn
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Hoy- ha halmente desaparecido. Una conserva su tradicional rótulo y presentación, la revista Bohemia. Ahora bien, otro elemento aquí nos interesa. Bajo el régimen de Fulgencio Batista --que llegó a complacerse a través de su prensa en mostrar fotografías de cadáveres mutilados por «fallidos actos terroristas» que se sabía eran resultado de la tortura- ese prestigio, que hacía a sil autodefensa, reconocía límites: una gafje en la información podía ser pretexto suficiente para que el régimen se decidiera a la clausura permanente de Bohemia. Y esta situación da aún mayor valor a su testinlonio. No sólo por la masa de información inestimable que sus columnas proporcionaban semana a semana, sino en razón de la amenaza pendiente sobo su cabeza. Ella le imponía un severo control sobre la veracidad de la información y cuidarse de no caer en exageraciones opositoras. De modo que dos serán los registros de prensa preferentemente escogidos. Para conocer el pensamiento de la burguesía, Cuba Económica y Financiera. Y para evaluar el desarrollo de los hechos bajo la dictadura, Bohemia.
Y bien, la república cubana del siglo xx. De década en década la burguesía azucarera conoció altibajos. Los buenos años veinte de «la danza de los millones» cuando no se sabía de restricciones en los mercados. Los malos años treinta cuando, a partir de la crisis mundial, los precios cayeron verticdmente. Y los años cuarenta de recuperación modesta, favorecidos por las compras que provocara-la segunda gran guerra. Era la historia de siempre: no bastaba producir, había que colocar el azúcar en los mercados. Los buenos años hacían olvidar la competencia, los malos la volvían sobre el tapete.
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Dentro de ese último marco desembocamos en nuestro tiempo corto de la década del cincuenta. Condicionada por la necesidad de colocar el azúcar, Cuba oscilaba entre dos políticas: zafras libres, sin limitación, y zafras restringidas por debajo de la capacidad productiva de la isla. La década del cincuenta experimentó ambas. Libre hasta 1952, la zafra recolectada ese año batió todos los récords alcanzando los 7.012.000 de toneladas.' Pero este suceso, lejos de aportar la riqueza, planteó serios problemas: por primera vez desde 1941 la zafra pudo ser sólo parcialmente colocada en un volumen de 4.859.000 de toneladas? Vale decir, el 30,6 % de la producción azucarera de 1952 quedó como excedente para ser vendido en años subsiguientes. La consecuencia no se hizo esperar: vuelta a la política de zafras restringidas a partir de 1953. (Cómo repercutió este cambio? Catastrófico para la economía cubana, calificó un comentarista en el tradicional Diario de la Marina. Y pasaba a enumerar: la contracción se agravó, disminuyó el ingreso nacional, la recaudación fiscal, las exportaciones y las importaciones, que lo hicieron de 5 17,6 millones a 489 millones, cerrándose el balance de pagos internacional con déficit: el ingreso azucarero total bajó de 411,5 millones a 253,9 millones, y los correspondientes a 10s agricultores de 144 millones a 125,4 millones; cifras dadas en Peso cubano a la par del dólar: ~
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Más que exhaustiva verificación estadística, importa la cita en tanto que muestra de cómo una corriente de alarma por los efectos de la restricción azucarera buscaba eco en la opinión pública. Y en la ocasión se echaba mano al principal órgano de la «gran prensa» de la isla. Si bien las cifras manejadas por el comentarista lo son de manera incompleta, no por ello sus conclusiones son menos rigurosas. Tal se desprende de la compulsa estadística a que hemos sometido los iubros citados y otros que hacen al termómetro de la economía de un país? Todos denuncian sensibles bajas acentuadas en los dos años subsiguientes ( 1954-1955) componiendo el tablero de un deterioro económico general, sin llegar a la crisis. Y, en fin, se agrega el incremento en los niveles de desocupación. De toda la década, 1955 fue el año de más corta zafra: 69 días.6 ¿Qué hacer? La respuesta llegó desde el mundo de los negocios. «Cuba ha de competir o perecetu, proclamaba editorialmente y asumiendo el hecho de la superproducción amcarera registrada, la revista empresarial Cuba Económica y Financiera en 1952.7 Ciertamente, no,era la única alternativa. ~ o & acomenzar
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2. Anuario azucarero de Cuba, 1959, en Hugh Thomas, Cuba Or freedom, Eyre and Spottiswoode, Londres, 1971, P..1564. pursuif 3. ~ ~ ~ t i Cubano t u t ~ de Estabilización del Azúcar, Compilación esta-. dística, en Michel Gutelman, L'agriculture ~0cialiXke' A Cuba, Maspero, Pa rís, 1967, p! 38. 4. jos& Antonio Guerra, «La industria azucarera cubana: 19j2-19 Diario de la Marina, La Habana (15 septiembre 19.57). Citado en. Raúl pero Boriaa, Política azucarera (1952-1958), Editora Futuro, México, P. 69. prólogo firmado por el autor en La Habana, 2 de agosto de 1
Los precios del azúcar son dados'en centavos de pesos cubanos por unidad de peso (libra) inglesa. 5. «Ingreso nacional cubano (1952-1958)», Cuba Económica y Financiera, La Habana, XXXIV, n." 404 (noviembre 1959), p. 17; Cepero B ~ oP. cit., p. 185; Anuario azucarero de Cuba, 1959; Compilación estadistica, .en M. Gutelman, op. cit., pp. 38-39; «Editoriales. El intercambio cubano-americano», Cuba Económica y Financiera, ~ ~ ~ 1:n 1 386 1 , (mayo 19581, P. 3 Fuentes procesadas en Marcos Winocur, Cuba: sucre, café e* révolufion (tesis del tercer ciclo), Hachette, parfs, 1975, 6. <{Primer fórum nacional sobre la reforma %aria», sesión ( 5 de julio de 19591, en Antonio Núñez Jiménez,. La ley de reforma agraria Y su. aplicación, Delegación de Gobierno, Capitolio Nacional, La Habana, s.d., p. 7. 7. «Editoriales. O competimos o perecemos», Cuba ~ ~ o ~y Fj& i nanciera, XXVII, n." 318 (septiembre 19521, p. 3.
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por buscarse otras espaldas que soportaran el peso de la mala hora. Desde hacía un tiempo no se abonaba a los trabajadores azucareros un rubro salarial llamado diferencial, convenido en la década del cuarenta. Pero ése era el límite.. .; más allá, frente a una clase obrera de reconocidas tradiciones de lucha y que recibía su ración dentro del deterioro económico general, era no sólo difícil sino peligroso. Incluso se trataba de un límite precario que la burguesía azucarera no alcanzaría a conservar. El diferencial debió ser restituido, al menos en parte, luego de una violenta huelga estallada en vísperas de la zafra de 1956. Fallaba, pues, la posibilidad entrevista de incrementar plustrabajo vía superexplotación y compensar así menores entradas causadas por la contracción. Otra alternativa consistía, como el mundo empresarial lo manifestara al jefe de estado, en <
las compras cubanas de harina norteamericana. La revista empresarial reaccionaba vivamente: si ese punto de vista predominara -decía- nuestro país «tendría que resignarse a ver congelada" su economía, de una parte por la limitada cuota azucarera norteamericana y la competencia mundial, y de otra para mantener su mercado interno sin cambio alguno en beneficio de los exportadores extranjeros~.'~ Conjugando los verbos en presente, eso era lo que estaba ocurriendo. Por lo demás, la burguesía azucarera no tenía ningún interés en cambios en el mercado interno que de contragolpe hicieran peligrar sus ventas al exterior. De modo que otra de las alternativas, cultivos e industrialización que produjeran sustitución de importaciones, resultaba vetada. No quedaban mayores opciones. La burguesía marchó hacia el planteo de una agresiva competencia en los mercados exteriores, a saber: lanzar todo el azúcar capaz de producirse a la venta. Implicaba un regreso a las zafras libres, con sus consiguientes riesgos. Por lo pronto, la caída en los precios. Pero no se excluía la perspectiva de romper el círculo de los compradores tradicionales y, en desafío a la guerra fría de los anos cincuenta, intentar el intercambio con los países socialistas u otros en vías de desarrollo. No era una apuesta fácil, mas no se advertía otro camino: las zafras restringidas conducían a la asfixia. De todos modos, ackremos desde ya, no se llegó a rebasar los marcos formulativos, pues antes que nada era preciso - c o m o veremos- mover obstáculos de índole política. Y' cuando se hizo, derribando la dictadura, fue tarde: la audacia competitiva de los hacendados había quedado muy atrás, devorada por el torbellino revolucionario. Mientras tanto, las zafras restringidas eran bien vistas en los mercados exteriores. Conducían a la isla a una política 6I
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10. Ibid.
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pasiva ante los competidores. Unos se destacaban, los cultivadores de remolacha azucarera (y de caña) norteamericanos. Frente al proveedor número uno impugnaban con renovada fuerza de año en año la cuota que su país había asignado a la isla. No en balde ya en los años cuarenta un autor clásico cubano había titulado: «De la remolacha enemiga».ll Las zafras restringidas significaban, pues, un primer obstáculo para el intento de una política azucarera expansiva. Un segundo obstáculo lo configuraba el Convenio (internacional) de Londres, que rigiera entre enero de 1954 y diciembre de 1958. Se trataba de un instrumento regulador, en cuya virtud la mayoría de los países productores de azúcar acordaron distribuirse una participación en el mercado mundial. Sus defensores argumentaban que de ese modo se evitaban los efectos nocivos de la competencia y los azares de la demanda y la oferta incontroladas, todo en vistas a asegurar a cada país la colocación de un volumen mínimo de azúcar e impedir la caída de los precios internacionales. El Convenio de Londres venía así a articularse con las zafras restringidas. ¿Cuánto azúcar producir? Exactamente (descontando una pequeña porción para el consumo interno) la suma de dos volúmenes. Uno, la cantidad fijada en la cuota norteamericana. El otro, el tonelaje regulado para los cubanos en virtud del Convenio de Londres. En fin, una modesta seguridad era el precio de renunciar a la competencia. Ahora bien, 'esta modesta seguridad no dio los resultados previstos por los defensores del instrumento internacional. Los precios azucareros cayeron en 1954-1955, es decir, no bien comenzara a aplicarse. En cuanto a la participación cubana en el mercado mundial, disminuyó en el 16,8 % de1
cuatrienio 1954-1957 respecto al mismo lapso 1951-1353 .12 Las críticas arreciaron. Se detectan desde los más diversos ángulos. El 111 Fórum Nacional Azucarero reunido en la Universidad de La Habana (1955), que congregara a hacendados, colonos (pequeños y medianos cultivadores de caña), técnicos y otros representantes.13 La revista de actualidades Bohemia l4 y la empresaria1 Czrba Económica y Financiera.15 He aquí tres ópticas diferentes que se conjugan en la crítica de1 Convenio de Londres y, a la vez, de las zafras restringidas: un autorizado y específico fórum, un órgano popular y otro del mundo de los negocios. Era este último precisamente quien resumía la situación: «con zafras cada día más restringidas, con el aumento ininterrumpido de la producción en
11. Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1963, cap. «De la remolacha enemiga», p. 521. Publicado originalmente en 1940.
12. «El convenio azucarero internacional para 1959-1963», Cuba Económica y Financiera, XXXIII, n." 393, (diciembre, 1958), pp. 31-32. Cf. Cepero Bonilla, op. cit., pp. 178-179. 13. Mario del Cueto, «Problemas de la industria básica cubana. Figuras, trabajos y acuerdos del 111 Fórum Nacional Azucarero», Bohemia, La Habana, XLVII, n." 51 (18 diciembre 1955), pp. 98-100 y 170-172. 14. Baldomero Casas, «Un análisis de la situación azucarera. La restricción azucarera es un error que nos va a traer desastrosas consecuencias», Bohemia, XLV, n.O 16 (16 abril 1953), pp. 16 y 84-86; José Pardo Llada, «Azúcar, politiquería y especulación», Bohemia, XLVII, n." 34 (21 agosto 1955), p. 72. 15. Baldomero Casas Fernández, «Es factible la zafra libre», Cuba Econdmica y Financiera, XXX, n.' 347 (febrero 1965), pp. ,4143; Luis José Abalo, «Ensayos de pronóstico económico. Las necesidades y posibilidades futuras de la economía nacional», Cuba Económica y Financiera, XXX, n." 353 (agosto 1955), $p. 11-14; Juan de Dics Tejada Sainz, «Opio para azucareros», Cuba Económica y Financiera, X X X , n.O 352 (julio 1955), pp. 35-36; «Nuevos motivos de inquietud», Cubazúcar, La Habana (abrilmayo 1957); «Opiniones azucareras internacionales», Cuba Económica y Financiera, XXXlI, n." 374 (junio 1957), p. 43; Beldomero Casas Fernández, Alejandro Suero Falla, Federico Fernández Casas y Luis Mendoza, firmantes de artículos varios publicados en Cuba Económica y Financiera, Bohemia o Prensa Libre, en el mismo sentido d t oposición a la política azucarera oficial, eran hacendados, propietarios de uno o varios ingenios.
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otrasáreas, con precios que declinan en todos los mercados con el dogal de un convenio azucarero internacional, el me cado americano adquiere para nosotros una importancia vit La defensa, por tanto, de este mercado -concluía- es un imperativo económico y social» .16 Llama la atención la expresión usada en el último párrafo: «La defensa.. .D. ¿Es que la cuota norteamericana estaba amenazada? Pues, si así £uera, ese elemento en el contexto general sería trascendente. En efecto, hemos constatado:
a ) un deterioro económico general de la década del cin,. cuenta, el cual afectaba incluso a la burguesía; b ) la perspectiva de tentar una agresiva política de competencia: dos obstáculos a remover, las aafras restringidas y el C) Convenio de Londres.
Y bien, en razGn de c no se ha logrado siquiera ensayar b a fin de remediar a cuando se advierte un peligro mayor: retroceder incluso en las posiciones conquistadas. Y - c o m o lo señala a modo de conclusión Cuba Ecorzómica y Financiera- en la más importante, la cuota norteamericana. Veamos, pues, este último punto. Con alarma, la isla iba registrando las noticias de ultramar. La revista empresarial titulaba: «Los remolacheros americanos y la batalla de las cuotas». ¿Por qué batalla y en qué consistía? Veintidós estados norteamericanos -daba cuenta la revista empresarial- pasaban a beneficiarse de 343.066,8 hectáreas asignadas por el Departamento de Agricultura para siembra remolachera. Sobre estos estados (que cubren el 67 % del área territorial de los Estados Unidos y abarcan el 40 % de su población) se lan16. Juan de Dios Tejada, «La defensa de la cuota azucarera de Cuba en los Estados Unidos. Un poco de historia y una pauta», Cuba Econdmica y Finatrciera, XXXIX, n." 343 (octubre 1954), p. 20.
zaba en especial iina campaña publicitaria: norteamericanos, consumid el mejor, el azúcar norteamericano." «No ha dejado de sorprender aquí -editorializaba en otra ocasión la revista empresarial- y nada £avorablemente, el descubrimiento de que la ayuda americana está fomentando cultivos de caña en varios sitios del hemis£erio occidental, Oriente y Africa, de paso que también impulsa las siembras de remolacha en algunos países de la zona templada. Y desde que el prominente azucarero mister Kemp descorrió ese velo, ante el Sugar Club de Nueva York días atrás -agregaba la revista empresarial-, en Cuba se comenta el hecho con evidente amargura.» '* La burguesía azucarera se sentía desplazada. El tono ofrece los matices de una ruptura.. . se recordará: «Cuba ha de competir. o perecer». ¿Qué se decía desde la otra orilla? Nuevamente un senador americano salía a la palestra, sin reparos en hacerse oír a través de Bohemia: «así como los cubanos tienen que defender sus intereses -nfatizaba el representante por Louisiana, Allen J. Ellender-, iyo tengo que defender los de mis electores! Yo represento en el Senado aínericano una vasta zona productora de azúcar de. los Estados Unidos. Y tengo que demandar aquí todo lo que tienda a beneficiarla». Y añadía el senador: «Cuba se ha excedido en la producción [ .. .] Los que permitimos producir a vuestro país somos nos otros^.'^ La última frase, no por insolente, era menos cierta: había 17. Juan de Dios Tejada y Sainz, e h s remolacheros americanos y
la batalla de las cuotas», Cuba Económica y Finatrciera, XXIX, n." 344 (noviembre 1954), p. 45. 18. «Editoriales. El intercambio cubano-americano», art. cit. 19. Vicente Cubillas, jr., «iSensacionaI! iExclusivo! Habla el enemigo n? 1 de Cuba. Los cubanos defienden sus intereses. Yo defiendo los de mis electores», Eohemia, XLVII, n." 10 (6 marzo 1955), pp. 30-32 y 97; «Azúcar. Cambio de táctica», Bohemia, XLVII, n." 12 (20 mano 1955J, p. 80.
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que pedir permiso al vecino del norte antes de dar luz verde al azficar, pues ¿de i u é servía producirlo si el principal clien te rehusaba comprarlo? Y éste, por boca del senador, lanzaba a los cubanos: señores, os habéis excedido en la producción. Y no lo decía en 1952, tras una zafra libre, sino en 1955, en pleno régimen de restricción azucarera. Pues claro: todavía entonces los cubanos continuaban pagando culpas viejas, colocando en el mercado mundial los excedentes de aquella zafra libre de 1952. Era así un factor de arrastre, incidiendo como agravante en el trasfondo general: un deterioro económico sobre el cual será necesario insistir. La producción de los años cincuenta se encontraba en alza respecto de las dos décadas anteriores. Pero nuestros índices de comparación no pueden detenerse ahí. Pues, no obstante la relativa recuperación, el azúcar registraba niveles del mismo orden que tres décadas atrás. Si tomamos el sexenio de zafras restringidas y lo comparamos con otro de tres décadas atrás, obtenemos estos índices. Promedio anual de producción azucarera 1925-1930: 4.749,8 toneladas. Promedio anual de producción azucarera 1953-1958: 4.98 1,5 toneladas." Como se ve, son cifras del mismo orden. El término de estancamiento aquí no es exagerado. Sólo que, en ese lapso de tres décadas, la población -no obstante haber cesado el flujo inmigratorio- no había tenido la gentileza de estancarse y, lejos de ello, había crecido en el orden del 70 20. Hugh Thomas, op. cit., pp. 1563-1564. 21. Censo del año 1945. Informe geneid, P. Fernández y Cia., La Habana, 1945, p. 811; Fernando González Q. y Jorge Debasa, Cuba: eualztación y ajuste del censo de 1953 y las estadísticas de nacimiento y de/unciones entre 1943 y 1958. Tabla d e tnortalidad por sexo, 1952-1954,
Centro Latinoamericano de Demografía, serie C, nP ,124,' Santiago de 'Chile, junio 1970, p. 29 (tabla de población 1943-1957); Censos de población, viviendas y electoral. Informe general. 1953, Tribunal Superior Electo-
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Para un país no industrializado y no diversihcado en sus cultivos, que importaba los bienes de consumo en función de sus ventas de azúcar, convertido éste así en la moneda internacional cubana, ello significaba más bocas que alimentar y menos que poner en ellas. Para un país cuya fuente de trabajo número uno era la zafra, ello representaba más brazos disponibles y nada que hacer con ellos. No en balde 1955 había arrojado el saldo de una zafra de sólo 69 días de ocupación para la masa obrera, según se consignara, y no muy prósperos negocios para la burguesía. La producción cayó ese año al más bajo nivel de la década, a 4.404.000 toneladas." Era precisamente luego de esta zafra que se formulaban las declaraciones del senador norteamericano Allen J. Ellender. Por lo demás, las perspectivas futuras no aparecían como alentadoras. Las perspectivas futuras.. . con ellas volveremos a la pregunta formulada párrafos atrás, y cuya respuesta venimos intentando: (es que la cuota norteamericana estaba amenazada? La trascendencia de 'la pregunta -recordemosresidía en que, bloqueada virtualmente la participación cubana en el mercado mundial conforme a lo estipulado en el Convenio de Londres, quedaba una esperanza: la cuota norteamericana. Pues ella, de tiempo en tiempo, sufría incrementos en función del alza en la demanda en los Estados Unidos. Y bien, la hora de los esperados incrementos sonó en 1956. Sólo que.. . pero antes aclaremos: para los cubanos, cuota norteamericana significaba los volúmenes que en su virtud teqían asignados y el derecho a conservar íntegra l a proporción que había
ral, Oficina Nacional de los Censos Demográfico y Electoral, P. Pernández y Cia., La Habana, acuerdo del 22 de agosto de 1955. 22. Anuario azucarero de Cuba, 1959, en Hugh Thomas, op. cit., p. 1564.
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determinado esos volúmenes. Esa proporción había llegado a cubrir en una época más del noventa por ciento de la demanda norteamericana, y luego disminuido al 43,20 % que se registraba en 1956. Pero ese año -como decíamos- llegó la noticia de nuevos incrementos en la cuota. .. con tina disminución en la proporción: del 43,20 % se bajaba al 29,59 %, disposición a regir durante cinco años a contar de 1957. Vale decir, durante ese período Cuba dejaría de vender un estimado de 2.419,275 toneladas de azúcar que correspondía a la diferencia (13,61 %) que se le había suprimido. La pérdida o, mejor dicho, lo que se dejaría de ganar en esos cinco años a causa del cercenamiento de la cuota en su proporción dentro del mercado norteamericano, se estimaba en unos 240 millones de d ó l a r e ~ . ~ Estaba la mano de los competidores, ninguna duda cabía: ellos cubrían lo que a los cubanos se cercenaba. Y muy especialmente los dueños de casa, los remolacheros norteamericanos quienes -se ha visto- contaban con la defensa de sus intereses en el seno mismo del organismo de decisión, el Congreso de los Estados Unidos. Nada rnás significativo que mostrar la evolución comparatíva entre la producción remolachera de ese país y sus compras de azúcar cubano. Tomaremos dos sexenios: el de zafras restringidas de los años cincuenta y el que inmediatamente le antecede, registrando las variaciones porcentuales de uno Producción remolachera norteamericana 1947-1952: 9.835 millones de toneladas. fdem 1953-1958: 11.952 millones de toneladas. Aumento: 17,71 % . Ventas azucareras cubanas en el mercado norteamericano (cuota) 1947-1952: 16.81 0,7 millones de toneladas. Ídem 1953-1958: 15.680,8 millones de 23. Cepero Bonillo, op. cit., p. 69,
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toneladas. Disminución: 6,72 % .24 Vale decir, acusaban tendencias contrarias: la primera en alza, la segunda en baja. «Cuba ha de competir o perecer.» Era otra forma de expresar el veredicto dado por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento en su informe sobre la isla, ya citado: «Pocos países dependen de su comercio exterior en tan alto grado como Cuba». Ese estado era tolerable -y toler a d o - si los negocios se mantenían prósperos. Pero llegados los tiempos de las vacas flacas.. . las voces de los hacendados se fueron dejando oír. Una crítica que iba subiendo de tono. Contra la zafra restringida, contra el Convenio de Londres, contra las medidas tomadas en los Estados Unidos. Por la apertura de nuevos mercados. Uno de los hacendados se felicita de las ventas de azúcar (200.000 toneladas) a la Unión Soviética, operadas en 1955.15 Pero este hecho dentro de la política oficial aparece como una excepción. Y; así las críticas van convergiendo hacia el plano político, contra el gobierno de las zafras restringidas, Gmante del Convenio de Londres, y de la pasividad ante los Estados Unidos: el gobierno de Fulgencio Batista. «Guerra de los dos azúcares», se había complacido en Ilamarla ya en los años cuarenta un autor clásico cubano, Fernando O r t i ~ Ahora . ~ ~ bien, estos azucareros cubanos de la caña que entreveían la salida en enfrentar competitivamente a los azucareros norteamericanos de la remolacha ¿habían acumulado como clase la fuerza necesaria para la empresa? La respuesta es afirmativa. No cabe, sin embargo, medir esaa
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24. Agricultural statistics, 1958, Department of Agricuiture, United States, Government Printing Office, Washington, 1959, p. 81, cuadro 115; Agricultura1 statistics, 1966, Department of Agriculture, United States, Government Printing Office, Washington, 1966, p. 86, cuadio 126; Compilación estadística, en M . Gutelman, op. cit., p. 38. 25. B. Casas Fernández, «Es factible la zafra libre», art. cit. 26. F. Crtiz, op. cit., p. 94. 4
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hiena en función de la expansión azucarera. Ello fue válido en el siglo xrx, mas no en el siglo XX, luego que la pro&:. ción 'se estancara. Otro índice proporciona la respuesta. L~ .: .' ,! burguesía cubana se había convertido en «expropiadora» de' .. . los capitales azucareros norteamericanos de la isla. Estos, y . otros también de origen extranjero, estuvieron dispuestos a ' ' vender los ingenios menos tecnificados y rentables, reinvir-' ., : tiendo en distintos rubros, como la ganadería. Y así nos damos con las siguientes proporciones invertidas: I
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a) en 1939 el 55,07 % de la zafra fue producto de capitales norteamericanos y el 22,42 % de capitales cubanos (el 22,51 % restante correspondió a inversores españoles, canadienses, ingleses, holandeses y franceses); b ) en 1958 el 62,13 % de la zafra es. producto de capitales cubanos y el 36,65 % de capitales norteamericanos (el 1,22 % restante corresponde a inversores españoles y franceses)."
Continuaba siendo patrimonio del capital norteamericano poco más de un tercio de las inversiones azucareras existentes en la isla. En un período de expansión «cubanizadora» coincidente con el .planteo.de una disputa por mercados; uno se focalizaba como el competidor: el capital norteamericano. Cañero en la isla, remolachero en su país de origen, no era tradicionalmente bien visto en razón de las franquicias obtenidas sobre suelo cubano del privilegio de que gozaba para elegir el espectro de mayor rentabilidad, situaciones acentua-
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27. Anuario azucarero de Ccoa, 1958, en Antonio Núñez Jimenez, Geografía de Cuba, Editorial Nsr*.ional de Cuba, Editorial Pedagógica, La Habana, 1965', p. 287; «Primer fómm ...», en A. Núñez Jiménez, La ley de reforma agraria y su aplicacidn, pp. 15-16. «Evoluciona la propiedad de los ingenios», Cuba Econdrnica y Financiera, XXVIII, n? 331 (wtubre 1953), p. 19.
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das bajo el gobierno de Fulgencio Batista. Y a cuya política de zafras restringidas agregaba un 'nuevo motivo: el reparto inequitativo de los cupos de molienda. Fue así como un sector de los hacendados, los llamados propietarios de pequeños ingenios, levantó su voz para reclamar «igual tratamiento que esos intereses [extranjeros, los cuales son] objeto de privilegios».28 Para el propio resguardo llegaron a fundar un Comité Ejecutivo de los Pequeños Ingenios Cubanos, reiterando las críticas a la polt'tica oficial azucarera y frente a la actitud no solidaria de la Asociación '~acionalde hacendado^.'^ Otrora, en el siglo pasado, la contradicción entre grandes y pequeños hacendados se había localizado geográficamente, en desventaja para los de oriente. La región desde entonces se hubo de recuperar constituyendo un denso polo productivo. Ya no geográflcamente, la contradicción en el seno de la clase continuaba vigente sobre idCntica base: la diferencia de poder económico entre las unidades productoras del azúcar. Claro está, la situación no puede parangonarse. No se trataba de la posición asfixiante a que habfa sido conducido un sector otrora, ni ahora la coyuntura llevaba a los hacendados a ser protagonistas. Pero, en su medida, la contradicción interni de clase obraba sobre la contradicción externa aportando un elemento más para el planteo de una política audazmente competitiva. De esta última contradicción precisamente se trata. El desarrollo capitalista había sido dado a la isla en función de una división internacional del trabajo, particularizado por comercializar la mitad o más de la monoproducción azucarera a I
28. Tony Delahoza, «No queremos ser víctimas de los poderosos de la industria, a&ma Luis de Armas, líder del grupo de ingenios cubanos de pequeñas compañías», Bohemia, XLIV, nP 36 (7 septiembre 1952), pp. 62-63 y 95. 29. Ibid.
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un solo país, el vecino del norte. Una relación de tipo bila,., teral pero regida unilateralmente por una de las partes, los Estados Unidos vía su Congreso. Con esa situación heredada de sus antepasados se daban los hacendados. Habían hecho trans. ferencia del poder de decisión, ciertamente. Pero no firmado . ' la rendición incondicional. Y, en esa medida, guardaban capacidad para generar contradicciones extrafronteras.
1) a semejanza de a y a diferencia de h contaban sus intereses propios; 2 ) a semejanza de b y a diferencia de a era dependiente. Resultante final de las combinatorias 1 y 2: sin pretender
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romper el status impuesto por el mercado mundial, la burguesía azucarera no dejaría, llegado el caso, de defender sus posiciones. Dualidad que le otorgaba- alta sensibilidad frente a la coyuntura. De ahí que lo irritante no fuera un mero estado de ánimo, sino que pesara sobre las decisiones de la clase. Pero veamos todavía un poco sobre su est,ructura y de qué manera 10 dual en la burguesía azucarera cubana era componente de arrastre. Cotitular de la monoproducción del país, se erigía como máxima expresión nativa de capitalismo monopolista. Contra ella la competencia de sus compatriotas se tornaba vana. Interfronteras ocupaba así un lugar de privilegio que debía al proyecto del mercado mundial, y que en consecuencia agradecía. Extrafronteras, el panorama era otro. A la burguesía azucarera cubana le era aplicada la misma vara con que ella medía a sus compatriotas. Como capitalismo dependiente no era admitida a integrarse en igualdad de condiciones al mercado rnundial. Y aquí el proyecto no resultaba ya de su agrado. Con los buenos tiempos la burguesía azucarera tendía a olvidarse de su condición dependiente (se recordará: vía directa regulación estatal en el caso norteamericano o en virtud de la demanda-oferta en otros mercados, la colocación del producto se subordinaba a resortes extrafronteras, sin contar la provisión de insumos, maquinaria, petróleo y tecnología sujetos a importación). Con los malos tiempos la burguesía azucarera llegaba a pensar que de poco valían sus prerrogativas interfronteras si no marchaban los negocios extrafronteras y entonces, vivamente tocada por su condición dependiente, la clase se volvía contra los competidores del mercado mundial. (Hasta qué punto? Ello dependería de cuánto arriesgaba y de la coyuntura del momento histórico. Si la perspectiva era arruinarse, no vacilaría en acudir a cualquier medio, inclusive
el dumping, que es, como se sabe, arma de guerra declarada por los mercados. Y en esta audacia los hacendados iría11 a reivindicar la memoria de sus bisabuelos de 1868. Si solamente se trataba de un recorte de beneficios y la coyuntura no se presentaba favorable, tal vez la actitud de los hacendados en reivindicaría definitiva fuera conciliadora. Y en esta prudencia la memoria de sus abuelos de 1898. De modo que muy variadas actitudes podría llegar a asumir la burguesía azucarera. Y bien, arribados los años cincuenta, 2 qué situación impresiona dibujarse? De un recorte de beneficios, ciertamente. Pero que encendía las luces rojas de peligro: en medio de las zafras restringidas importaba una amenaza de asfixia. De ello dan cuenta estadísticas antes citadas y que corresponden a los sexenios 1947-1952 y 19531958. Los remolacheros norteamericanos estaban a la ofensiva no sólo por boca de sus representantes en el Congreso de los Estados Unidos, sino en la base: en la producción de azúcar. Y venían desplazando a los cañeros cubanos del mercado de su país sin dar muestras de ceder en la presión competitiva. La mejor prueba la dieron los hechos posteriores. Una crisis política (19GO) dio ocasión al Congreso de los Estados Unidos para suprimir la cuota de compras azucareras en Cuba. Y no fue para dejar a los ciudadanos norteamericanos reducidos a un menor consumo del producto, sino para ceder ese inmenso espacio dejado vacante (del orden de los tres rnillones de toneladas) a los competidores, comenzando por casa: los remolacheros norteamericanos, ¿Con quC situación impresiona, pues, que nos damos a medida que avanzan los años cincuenta? No por cierto la asfixia en los términos que se planteaba para los hacendados orientales en 1868, pero si como tangible amenaza a corto plazo. De ahí que' escuchemos las voces, en ocasión airadas, de los hacendados. Claro está, no eran los únicos ni fueron los
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primeros en manifestarse. La demanda por cambios en la política económica era general e insistente a medida que transcurría el período. Desde la clase obrera hasta los sectores no azucareros de la burguesía, pasando por los demás productores o intermediarios, urbanos o rurales, todos tenían su ración dentro del deterioro económico. Y a todos concernía ese común destino de los cubanos, el azúcar. Los propios hacendados recurrían al argumento del descontento general para abonar sus tesis. Veamos un ejemplo. Un propietario de ingenios, manifestando su disconformidad con las zafras restringidas, citaba en su abono la opinión de diversos sectores sociales del entorno: los colonos (campesinos cultivadores en el llano) que le abastecían de caña, los trabajadores afectos a la maquinaria y los comerciantes de la jurisdicción." Ningún esfuerzo costará encontrar en el resto de la prensa comercial -en la medida en que ésta podía expresarse bajo una dictadura-'. la protesta expresada desde el ángulo de los particulares intereses de clase. Había, pues, una presión social generalizada que, desde la base hacia la cúspide de la pirámide, actuaba sobre la burguesía tras la demanda de cambios en la política económica. Una expresión combativa lo había constituido la ya citada huelga general azucarera en vísperas de la zafra de 1956. Pero ambos factores no deben confundirse. Obraba la presión social generalizada y obraba la burguesía desde sus propias contradicciones e intereses de clase. Es así como hemos tomado a los hacendados en tres momentos de definiciones políticas colocados bajo el signo común de una idéntica tarea histórica, la independencia nacional. Nos referimos a la primera y segunda guerras emancipadoras (1868-1878 y 30. «Opiniones azucareras internacionales. Cuba», Cuba Económica y Financiera, XIM :n 384 III (mano , 1958), p. 45.
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1895-1898) y al torbellino revoluciouario de los años cincuenta. Como se expresara, la burguesía perdió la iniciativa social en el segundo momento. Sin embargo, su actitud en el tercer momento no está limitada a dejarse arrastrar por los acontecimientos, sino que aporta desde el ángulo de sus intereses y contradicciones de clase. Y si el torbellino de la guerra civil apurará sus decisiones, no es menos cierto que ásta la encuentra armada de una voluntad azucarera: en el interior de la isla rein~irtiendoen detrimento del capitalismo extranjero, y en el exterior en actitud de disputa por los mercados. Y aun cuando la iniciativa social hubiera escapado de sus manos, mientras los hacendados no veían amenazada su preeminente posición monopolista, nada obstaba a utilizar el tor- . bellino de los años cincuenta como respaldo nacional para el planteo de una agresiva competencia extrafronteras. Torbellino reuolacionario, decíamos. Pero esto se hizo claro después. Mientras tanto, aparecía como torbellino a secas. La burguesía azucarera no lo temía. Como en tiempos de la colonia, el hacendado se veía protagonista. Y en verdad continuaba siéndolo. Había hecho slogan de sí mismo a través de los masr media, de su «gran prensa», slogan que la caUe repetía e incluso la letra de canciones de moda: sin azúcar no hay país. Como el azúcar tenía dueiío... el razonamiento era claro para todos: el azúcar se erigía en destino y la burguesía en condición para el ser nacional. Nada mis cubano que el azúcar, el hacendado su dueiío: nadie más cubano que el hacendado. Todo lo demás pasaba por un monótono rnapa: cañas, ingenios, esclavos de ayer u obreros de hoy, tierras, ferrocarriles, puertos. De todo el hacendado se sentía poseedor o por lo menos que, dentro de la isla, servía a sus fines. Sin azúcar no hay puis resumía su filosofía. Y si algo faltaba era sacar la cabeza fuera de la isla y decírselo a los remolacheros del vecino del norte. En otras una actitud de agresiva competencia. Todo se
venía conjugando en ese sentido. Entonces, si algo faltaba, f dado por la palabra «oficial» de la clase cuando el patriar azucarero, el mayor productor de todos, no sólo de la isla si del orbe entero, salió a la palestra. (Quién era? Julio Lobo. En realidad, ya le conocemo Aquel hacendado que vimos páginas atrás argumentar cont las zafras restringidas en nombre de sur colonos, obreros d ingenio y comerciantes del entorno, ése era Julio Loho. Y en tal actitud aparecía clara la inteligencia de colocar la n ción, a través de una gama de sus sectores sociales, tras hacendado. Corría inarzo de 1958. Tras huelgas, brotes i surgentes y lucha armada en la sierra, la guerra civil poc después sacudirá al país de un extremo al otro. Es hora d dar un paso al frente. Y para esa misma época Julio Lob hará algo mác: salir al encuentro de los remolacheros en cas de éstos. El New York Herald Tribrnne, en la época que nos ocup uno de los más importantes cotidianos norteamericanos, no ofrece su semblanza: «En Cuba donde azúcar es todo, y má que todo sinónimo de nación, Mr. Lobo es simplemente "Ju lio" para los hombres de negocios, los conductores de tax y los miles de empleados de sus once ingenios. Internaciona mente, es el Rey del Azúcar [...] para sus enemigos su exis tencia se presenta por sí sola como una violación de las res tricciones internacionales contra los cartels. Mas, tal cual e proverbio de los negocios predica, < < basines alolze is not crirneJ'».J1 He aquí el trazo de una pluma periodística. julio Lobo figura patriarcal en la tiqra del azúcar. Juüo Lobo, el rey el más poderoso, controvertido y temido int,ernacíonalment
31. Lavid Sreinberg, aLobo dreams of benefits f i r Cuba in plan to modernize sugar milis», New York Herald Tribzine (23 marzo 1958), sec ci6n 2: Financial-Business, pp. 5-6. U
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York Herald T ~ i b u n e . ~ ~ Era, pues, la tribuna dirigida a los norteamericanos. La ocasión se prestaba, pues Julio Lobo acababa de adquirir iogenios azucareros por valor de 24,5 millones de dólares, comprendiendo un ferrocarril, factorías, etc? ¿Qué decía el entrevistado? {(Debemos modernizarnos o morir.>> Otra vez la situación planteada en términos de alternativa dramática. Con una variante: «modernizarnos». Ahora bien, todo el mundo sabe 1Ó que en buen romance significa: bajar los costos. Y bajar los costos es esencialmente para eso: ganar mercados, desplazar la competencia. «Debemos modernizamos o morir» no era, pues, sino otra alternativa conocida: scompetir o perecer». Mas, como se ha señalado, la tecnificación no proporcionaba grandes posibilidades y, en realidad, para competir hacía falta otra cosa: decidirse a producir azúcar a capacidad plena y lanzarlo todo al mercado, esto es, el sistema de las zafras libres. Es lo que, en otros términos, concluía en definitiva Julio Lobo: «Estamos firmemente convencidos que del reto al azúcar hoy día puede responderse con un consumo aumentado, en lugar de una producción disminuida».34 Tales 10s párrafos que por su parte elige la revista em32. Ibid. 33. Ibid.
34. Ibid.
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Pues bien. Esta figura -remarca el mismo comentario perio. dístico- deja el silencio impuesto a sus cuarenta años de vida activa como hombre de negocios, para salir a la pública palestra. Poco, en efecto, le hubiera costado publicar una solicitada o un anuncio comercial más, del tamaño y precio que fuera. No, esta vez él personalmente concede la entrevista en inusual descarga del peso de su autoridad. Tampoco era cuestión de hacerlo a través de un diario cubano, sino del New
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Guerra por los mercados. Pero' no sólo ésa, la «de 1 azúcares». Otra guerra, en el sentido más propio bra, conmovía por entonces al país y se libraba en la cia de Oriente, en cuyas montañas se hacía fuerte la g comandada por Fidel Castro. Curiosamente, en el mismo ej plar del New York Herald Tribune donde Julio ~ b b oh lanzado su desafío anti-remolachero, se cronicaba y el estado de la lucha armada. «La "guerra total" c el primero de abril, dicen los rebeldes cubanos dirigidos por Fidel Castro. Fue un ultimátym directo a la dictadura del pre. sidente Fulgencio Batista. La osada proclama rebelde de "guerra total" -continuaba el rotativo norteamericano- parec a primera vista como destinada a hacer ruido, a la 1 comparativamente escasas cohortes . e n las montañas de 1 provincia de Oriente. Sin embargo, se trata de un manifi que debe ser tomado en serio en vista del hecho de que los rebeldes se han batido tenazmente contra las tropas de Batista, y además de que su espíritu revolucionario parece haber calado hondo rápidamente en Cuba.» 37 No se equivocaba el diario norteamericano. La fuerza de. la guerrilla instalada en las montañas cubanas no podía medir- . se por el número de sus efectivos, sino por el apoyo creciente con que contaba, por la solidaridad que le llegaba, incluso desde los núcleos de la burguesía azucarera, especialmente en, la provincia de Oriente. Y, en cuanto a la población en general, venía sufriendo no sólo. el deterioro de las condiciones económicas, sino el peso d e u n a dictadura, tal cual el York Herald Triburze califica al gobierno de Fulgencio Ba Una mecánica de protesti-represión-protesta iba en asc cobraba las formas más agudas, pues la dictadura no co
37. «Cuba rebel threat», New York Herald Tribune (23 mamo 1958), secciún 2: Politics-Financial, p. 2.
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mites en el empleo de la represión, n i el pueblo cejaba en su Fue entonces cuando la burguesía azucarera prestó atención. (Qué estaba pasando en la isla? ¿Qué significaba todo ese ruido de armas? ¿Quién éra este Fidel Castro, especie de Robin Hood de las montañas dé Oriente? Uno que bien pronto podía suceder en el gobierno a Fulgencio Batista; Y que tenía la audacia que le faltaba a éste, el hombre de la zafra éstiingida, de la firma del convenio de Londres, de la pasividad frente a los remolacheros del norte; Ahora bien, este Fidel Castro tenía audacia, pero quizá demasiada para el gusto de la burguesía. Y ésta, para reconsiderar políticamente sus posiciones, exigió ciertas garantías. Fidel Castro las dio. «Nue'stro movimiento 26 de Jztlio -de-, cía un reportaje publicado en la revista norteamericana Look- nunca proclamó la nacionalización de las inversiones extranjeras aunque yo, por mis veinte y tantos años, pevsonalmente abogué por la nacionalización de los servicios públicos. La nacionalización nunca puede sér tan beneficiosa, como una correcta inversión privada, sea criolla o extranjera, que Lleve como finalidad la diversiiicslción de nuestra economía.. Sé que la revolución -agregaba Fidel C a s t r e parece una medicina amarga a muchos hombres de negocios. Pero después del primer rhock encontrarán que ella les significaba un beneficio, no más recaudadores de impuestos ladrones, no más jefes. y oficiales del ejército hambrientos 'de exacciones sangre. Nuestra revolución es tanto moral
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38. Fidel Castro, «Inside Cuba's Revolution~,reportaje de Andrew St. George, Look (4 febrero 1958), pp. 2430.
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a por Fidel Castro en 1953 cuando pronunciara su alefrente a los magistrados que lo juzgaban por el asalto artel Moncada, alegato conocido como La historia me verá. Por esos años --tanto en 1953 como en 1958Castro no había adherido al socialismo. No forzaba las cuando en lugar de nacionalizaciones colocaba como ama honradez administrativa y, por encima de todo, vod de tranquilizar a los capitales, fueran nacionales o exeros. Y ésta no era una declaración aislada, sino típica a horaJg Cuando, en los primeros meses d e 1958, Fidel o tiene ocasión de expresarse repetidamente en la prensa americana y, a través de ella, llegar tanto a la opinión ca del vecino país como a los sectores empresariales de a. Éstos accedían a esa prensa en razón de encontrarse do expresarse localmente, dada la censura que en Cuba ate en 1958. ra un momento histórico donde la revolución advertía oximidad del enfrentamiento militar decisivo y, con éste, cesidad de acumular en un polo todas las fuerzas sociales es de cerrar paso o, cuando menos, restar apoyo a la dura. 0, dícho en otras palabras, aislar al enemigo. Era, un momento de necesario repliegue programático. Difíente los hacendados se plegarían -o declararían una neuad objetivamente favorable a la revolución- a quien onara nacionalizaciones. Y, as$, el paso siguiente a las raciones por la prensa -tanto las de Julio Lobo como e Fidel Castro- es la firma de un pacto donde quedas retado el frente político antibatistiano. Su texto da cuen-
id el Castro, «Why we 5ght», Coronet, Chicago (febrero 1958), -87; «Lnside Cuba's Revolution», art. cit.; #Castro on eve o£ his big Life (14 abril 1958), pp. 26-27; «Cuba this man Castro*, Time bril 1958), pp. 35-36; Fidel Castra, La Revolucidn Cubana, recopilade Gregorio Selser, Palestra, Buenos Aires, 1960, «Cuestionario de Dubois*, pp. 147-151 (el cuestionario corresponde a 1958).
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ta del repliegue programático y de la voluntad unitaria. Como telón de fondo, ya sabemos: la «guerra de los dos azúcares» y la guerra civil en fase de agudo y decisivo enfrentamiento en la Sierra Maestra. No sin vicisitudes se arribó al que se bautizara como Pacto de Caracas, fechado el 20 de julio de 1998.a Permanecerá vigente hasta la caída del régimen y, no obstante ausencias que pueden destacarse entre los firmantes, constituye el documento fundamental de unidad de las fuerzas de oposición. Junto a Fidel Castro figuraban connotados representantes de corrientes políticas tradicionales como Carlos Prío Socarrás - e l presidente depuesto por el golpe de estado de 1952- y personalidades sin partido como José Miró Cardona. Nombres vinculados a las altas esferas de negocios que operaban en la isla, contaban en el momento de requerirse amplitud en el movimiento antidictatorial? El Pacto de Czacas convocaba a la nación entera, con expresa mención de los hacendados. ¿Cómo respondieron éstos en conjunto? Un proceso cuyos rasgos sobresalientes se ha intentado dibujar a lo largo de la década culminaba. De más en más la burguesía azucarera fue traduciendo las expectativas económicas en definición poIítica. Y ésta fue apurada por un hecho que súbitamente tornó dramática la situación. En diciembre de 1958 la guerra civil se extendía desde la Sierra Maestra en oriente hacia el centro del país, por cuya causa no podía darse comienzo a la 40. El Pacto de Caracas reclamaba explícitamente la unión de obreros, estudiantes, miembros de las profesiones liberales, comerciantes, industriales, colonos, campesinos y hacendados. Texto incluido en La Reuolucidn Cubana, rDocumento de uhión de las fuerzas oposicionistasx, p4ginas 152-155. 41. Fidel Castro, Discurso pronunciado por el primer ministro del gobierno revolucionario (1-2 de diciembre de 1961), Comisión de Solidaridad con la Revolución Cubana de la República Atgentina, Buenos Aires, s.d. Edición cubana en Obra revolucionaria.
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zafra. Esta en peligro,' la burguesía azucarera en bloque sv tó toda duda: que cayera Fulgencio Batista. Desde luego, compromiso se remontaba a meses atrás, cuando la firma d Pacto de Caracas. Dejemos que dos de sus partidarios, quienes ocupar0 altos cargos en el gobierno, nos hagan el relato de esas semamarco de la Asociación Nacional de , nas finales de 1958 en Hacendados. Con cierta amarga ironía, explican: «Se discut~a con inusitado patriotismo si debía o no exigírsele al presidente Batista que renunciara. Se describía la situación p se planeaba la forma de ubicarse mejor junto a la revolución con << frases cono éstas: Señores, la revolución es. un hedio. N? debemos permanecer alejados de quienes están llamados a escal-ar el poder". Algunos [hacendados], más listos, brían que desde hacía rato estaban. en contacto con el 26 d Julio. Otros, los más comprometidos con el gobierno, se j,ustificaban con un: No vamos a conspirar contra Batista, sólo a proteger nuestros intereses que son los de la nación"».42 . FuIgencio Batista.. . en tal trance puede pensarse que ya nadie .estaba djspuesto a brindarle apoyo: Pocos días antes de su caída', sin embargo, el senador norteamericano J. ~ l l e n d e r ,de visita a La Habana, declaró a la prensa que 61 estaba decididamente a favor de Fulgencio Batis en contra de Fidel Castro, llamando a este último «bandid Como'se recordará, el senador era el defensor de los intereses be-sus representados, los remolacheros norteamericanos.. .
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42. Jorge Gaicía Montes y Antonio ~ l o n s oAvila, Historia del Partido Comunista de Cuba, Ediciones Universal, ~ i a m i ; 1970, pp. 546-547. 43. .«Enemigo público n." 1 de- Cuba)), Bohemia, LI, n." 10 (8 marzo 1959), P. 19.
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obreros no hay país. Y si de éste vedan ~roclamánus dueños los hacendados, el siglo xx vio, Ya en las zs décadas, cómo el proletariado cubano cuestionaba ese de propiedad heredado de épocas de la colonia. ora bien, mientras el grueso de la clase obrera descien- línea directa de la masa de esclavos del ingenio Y del ' ral, una rama del árbol creció en forma autónoma. Nos a los trabajadores del tabaco. Su cultiva Y manua fue corio&-jo en la colonia, compitiendo con éxito Y endo renombre en los mercados del mundo. A diferenno conoció en general asentamiento latifunsino a travCs de pequefíos y medianos pro~ietarios,Uavegueros. Y no empleó mano de obra esclava, sino A mediados del siglo pasado, cuando el trabajo fomado a se prolongaba en el azúcar, se contaban 13.000 asas armadores de cigarros en G ~ b a . ~ Use ganaron voluntades para la segunda Perra indentiSta, bajo el influjo de José Martí. Fue éste quien, reio alusiones a silencio y unidad, al ayer del Primer inemancipador y al presente y futuro de nueva Propuesta contaba la clase obrera, se expresara a fines de siglo: ue hacemos el silencio lo sabe. Pero es0 es 10 que dehacer todos juntos, los de mañana Y 10s de ayer) 10s ncidos.de siempre y los que se vayan convenciendo, los preparan y los que rematan, 10s trabajadores del libro rabajadores del tabaco: ¡juntos, pues, de una vez) Para para el porvenir, todos los trabajadores!». vino la república. La clase obrera fue creciendo en . o y organización, al tiempo que adquiría variada e * ~ e a, Movimientos reivindicativos O de carácter insurrectio accionar legal, solidaridad Y c~~rdinación elga os pobladores rurales en sus demandas' por la tierra, la sia fue rica y reconoce poms pausas. Una central finita
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de trabajadores tomó cuerpo, adhiriendo a las posiciones de la III internacional. Dentro de ese contexto se destaca la huelga general Politica que, articulada con un pronunciamiento cívico-matar, derribó la dictadura de Gerardo Machado y, luego de algunas alternativas de transición, dio paso a un gobierno de nuevo tipo) hechos que tuvieron lugar en la segunda mitad de 1933. Fue éste uno de 10s malos años que siguieron a la crisis mundial- La producción azucarera descendió de zafias anuales a entre cuatro y cinco millones de toneladas -1925-1930una del orden de 10s tres mi1Jones de toneladas en 1931 para Pasar a otras entre dos y dos y medio millones de toneladas anuales en 1932-1936. Y ni que hablar de los precios donde la caída fue vertical, registrándose los más bajos del siglo. Como ocurriefa luego en los años cincuenta, ello n* dejó ' de repercutir en 10s planos socid y politico, creándose un momento histórico revolucionario. Vale decir que, si hasta ahora tomábamos 1868-1878, 1895-1898 y 1952-1959, Dada obsta a intercalar completando: 1868-1878, 1895-1898, 19331934 y 1952-1959. La huelga general política de 1933 -que, desarada en agosto, f ~ e r adel tiempo de zafra, desplazó su centro a los trabajadores del transporte- mostró la f u m a que en el seno de la sociedad había cobrado la clase obrera. Corno resultadQ del movimiento popular asumió un gobierno nacionalista de izquierda, presidido por Raúl San Martín y orientado por su ministro Antonio Guiteras. Este gobierno intentó desatar algunos nudos de la dependencia, audacia que dio con su caída en enero de 1934. De'donde el momento histórico revolucionario, abierto en 1933, se cierra en 1934. Todavía la isla bajo la sombra de la Enmienda Platt, los acontecimientos se suceden bajo presión: (intervendrán los nortearnericanos corno en nes anteriores? NO 10 hacen militarmente, pero si a través de
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la misión de Summer Welles (y su continuador Jefferson Caffay). El dictador Gerardo Machado, incapaz de «reacomodar» el país luego del shock azucarero, nene los días contados. Está, pues, en el orden del día la cuestión de su relevo. Para iesolverla sin que la relación cubano-norteamericana resultara afectada en sus pautas tradicionales, Summer Welles llega a la isla en mayo de 1933. Los documentos de la época -sus memorándums de entrevistas, gestiones ante el entonces sargento Fulgencio Batista y toda una intensa actividad desarrollada dentro de la vida cubana- trascendieron en su momento y más tarde fueron oficialmente publicados en buena parte, según la ley norteamericana, por el Departamento de Estado. En medio de este ajetreo, con barcos cle guerra de los Estados Unidos a la vista de La Habana, crece el movimiento popular. Derroca al dictador Gerardo Machado y en un segundo paso -no obstante las presiones- consagra al citado gobierno nacionalists de izquierda. Por una vez el movirniento popular conmueve La Habana. La ciudad pasa a ser centro de íos acontecimientos. Pero el polo burocrático-militar no tardaría en operar el cierre. Por factores que no entramos aquí a analizar, son las presiones de extrafronteras quienes en deriitiva se imponen, Es cuando aparece en escena como «hombre fuerte» Fulgencio Batista. Lonscma un golpe de estado derribando al gobierno nacionalista de izquierda en 1934. Cuartel Columbia mediante, fue la primera vez. Con igual procedimiento se hará luego con el gobierno en 1952. Transcurridas menos de dos décadas, la memoria de los cubanos conservaría fresco el recuerdo de la experiericia vivida: .rhock azucárero, golpe de Fulgencio Batista. La combinación de los años treinta se reedita en los años cinciienta. Y ello contri-. buye -en todos los niveles sociales- a descodar de la receta de amarga medicina. Mientras tanto, una vez reglada la cuestión del relevo de
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Gerardo Machado y comprobada la eficacia del golpe de estado, la Enmienda Platt fue derogada en 1934. Nuevos mecanismos políticos se pónían en funcionamiento. La Habana era sede de una misión militar norteamericana y en Guantánamo, provincia de Oriente, estaba instalada una base naval donde regía el principio de extraterritorialidad a favor de los Estados Unidos. Pero la pieza fundamental de los nuevos rnecanismos políticos era el golpe de estado. Cuando se prendían las luces rojas de peligro, el gobierno civil era derribado. Ocurrió en 1934. Y también cuando amenazaban encenderse, como en 1952. El golpe es aquí preventivo. Impide las elecciones convocadas para ese año e instaura la dictadura militar que habrá de consagrar un clima de violencia desde antes desatado. De la década del cuarenta.a la del cincuenta las formas democráticas se venían deteriorando en coincidencia con la evolución de la situación internacional. Cuando, entre 1946 y 1949, la guerra fría se echaba a andar por el mundo y sus pasos tocaban costas cubanas. Precedido por el asesinato del portuario Aracelio Iglesias, el 20 de enero de 1948 se produjo el crimen de Jesús Menéndez. Negro, comunista como el anterior nombrado, dirigente de los trabajadores del azúcar, su desplazamiento de la conducción gremial resultaba difícil de operar, salvo eliminación física. Y tal ocurrió ese día sobre el andén de la estación ferroviaria de Manzanilla, provincia de Oriente. AI conocerse la noticia - c u e n t a en sus memorias Francisco García, un obrero del ingenio azucarero- «fue la rabia mal contenida: salté de la locomotora, no quise creer, di un puntapié a un montón de cañas»; y luego fue el recuerdo: cuando el compañero asesinado había escuchado de boca del presidente de la Asociación Nacional de Hacendados aquello de sin arrl-
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A esta cita es convocado Fulgencio Batista. Es el «hornI I
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zar a toda la oposición. Y en cuanto al plano internacional, Fulgencio Batista no fue menos coherente: sellando su alineación con los Estados Unidos en la guerra fría, rompió relaciones con la Unión Soviética. (Cómo reaccionó el pueblo cubano frente a la dictadura? Conocido es el desenlace: tras años de luchas dio por tierra con Fulgencio Batista y ello significó cubrir un momento histórico decisivo para los destinos de la nación. Pero el 10 de marzo de 1952 no podía en rigor hablarse de oposiciófi al golpe de estado. Ciertamente, el país se sintió conmovido y hubo pronunciamientos, como el de la Universidad. Pero no se fue mucho más allá. Pocos salieron a la calle. Y no tardaban en regresar desalentados a sus casas. De modo tal que los niveles dedarativos de la protesta fueron escasamente traspuestos, No hubo masiva movilización y, faltando la unidad necesaria para cerrar el paso a los golpistas, éstos se impusieron con facilidad. Por lo demás, el gobierno civil se había desmoronado sin ofrecer resistencia y la corriente liberal mayoritaria (Partido Ortodoxo) tampoco fue capaz de dar proporcionada respuesta a la asonada militar. Y en cuanto al movimiento obrero, una difícil situación le había llevado a replegarse. 'Vimos la ofensiva desatada contra los trabajadores organizados en los años de guerra fría. Los sindicatos fueron asaltados, cegada su vida democrática, los fondos copados y, protegida por la policía, una burocracia gangsteril se adueñó de sus direcciones. Y en ese clima fue posible consumar la división del movimiento obrero. Los trabajadores fueron tomados por sorpresa. Años de luchas reivindicativas legales -favorecidos por la coyuntura internacional de la segunda guerra- se vieron bruscamente cortados. El movimiento obrero no alcanzó a organizar la resistencia. U ese estado de desarme - q u e se venía reflejando.
car no hay país, y dado por respuesta: «sí, pero sin obreros no hay azúcar».' La guerra fría tocaba costas cubanas. Una primera medida: reprimir el movimiento obrero, de excepcionales tradiciones de lucha en el Caribe. Pero la guerra fría no venía sola, sino al encuentro de algo que le esperaba en tierra: crujía la estructrira económica cubana tras el shock de las zaf-las restringidas . bre fuerte», capaz de administrar guerra fría y shock. Con los tanques en la calle, coricurre en la madrugada del 10 de marzo de 1952. No tardará en conocerse su decisión de restringir la producción azucarera y de inmediato es bienvenido por la guerra fría. Francis L. McCarthy, gerente de la agencia norteamericana de noticias United Press, se expresa con claridad días después del golpe: «el problema del comunismo o la democracia tendrá que ser solucionado algún día en el cam-
, po de batalla».' (Cómo se entendían por entonces estas palabras? Para muchos el «algún día» no sonaba lejano. Casi se confundía con el presente mismo: estaba en curso la guerra de Corea. El articulista hacía los elogios de Fulgencio Batista, al punto de campararlo con Napoleón Bonaparte. Claro que los elogios no venían solos, sino acompañados de una recomendación: a la larga -escribiasi el nuevo mandatario «es realmente un demócrata, se verá precisado a declarar ilegal al Partido Comunista en Cuba»? El consejo fue seguido, y más aUá. Como es usual en estos casos se acabó por ilegali-
1. Francisco García, Tiempo muerto. Memorias de un trabajador arucarci,o, texto abreviado, Instituto del Libro, La Habana, 1969, pp. 51-83. 2. Francis L. Mc Carthy, «Historia de una revolución (Batista: ¿dictador o demócrata?), 2.' parte~,Bohemia (6 abra 1952), pp. 60-61 y 73-75. 3. Ibid.
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L A S CLASES OLVIDADAS
LA CLASE OBRERA
incluso en la f~mnaciónideológica de 10s cuadros- favoreci las acciones en su contra y forzó el repliegue. A todo esto no fue ajena la situación vivida por 10s munistas, quienes tiadicionahente venían ocupando la dir ción de los sindicatos. Una polémica a nivel internacional tuvo . lugar a poco de terminar la segunda guerra. Earl Browder, del Partido Comunista de los Estados Unidos, sostenía que, . dadas las condiciones creadas por la victoria aliada, no res taba necesario mantener las organizaciones políticas de clase obrera. Dicho en lenguaje de izquierda, se trataba de una posición «liquidadora». Jacques Duclos, del Partido Comunista de Francia, fue el encargado de refutar y en su do- , cumento aludió al Partido Socialista Popular (comunista) de Cuba, afirmando que se encontraba i d u i d o por el browderismo. Este ÚItimo partido -si bien con reservas de formaadmitió el error, tal cual quedó expresado a través de su portavoz Ftlndamentos. La subsiguiente guerra fría acabó por demostrar la inconsistencia del browderismo. Pero no es seguro que sus efectos -30 obstante la postura autocrítica- hayan sido desterrados del partido de los comunistas cubanos. Pues, (qué exigía la hora de los obreros frente a la ofensiva desatada en su contra? Levantar defensas. Y
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aber que gozan de impunidad, que 10s jueces
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e la policía jamás las proporcionará. Y a cubrir 10s costo concurren «fondos especiales» provenientes de las arcas de estado. Y bien, producido el golpe de estado, el muialismo se iba a resignar a la orfandad. Incluso le favorecía e cambio político: en adelante no sólo se apoyaría en la poli -amo hasta entonces venía sucediendo bajo el gobierno civil- sinó en las bayonetas del general F~ilgencioBatista.
LA
ESTRUCTURA DE CLASE
La nueva coyuntura política de los años cincuenta se al zaba ante la clase obrera. Ella irá dando sus propias respues tas. Pero antes de entrar a considerarlas (cómo era el titula de esas respuestas? 0, en otros términos, su estructura de clase. Difiere & la clásica imagen del proletario europeo. In taremos reunir rasgos que cooperen a visualizarla. Para proponer, así sea provisionalmente, una clasificación en nive les en el interior de la estructura, se han combinado tres cri terios: localización en sentido de lo urbano a lo rural, con celztuación por empresa y grado de especialización (maquina
U n primer nivel corresponde al obrero industrial salvo en
la rama de1 azúcar, cuya especificidad demanda se trate apar te. Típicamente ligado a la maquinaria, de la más alta con centración registrada en la época por establecimiento, se agru
en catorce fábricas de ramas varias como textil, ta bacalera y alimentación, reuniendo cada una entre 500 y algo a)
LA CLASE OBRERA
LAS CLASES OLVIDADAS
más de 2.000 operarios; industria de la construcción; domina como propietario la burguesía cubana (no azucarera); b ) servicios públicos como electricidad, teléfonos, tj-ansportes; refinerías de petróleo y minas (situadas fuera de radio urbano pero cuyo tipo de obrero se asimila al resto); domina como propietario el capital norteamericano.
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Un segzllzdo lziuel se integra con empleados de comercio mayor, administración pública, bancos e infraestructura turística; repartidos en las ciudades, concentración media y desligados del manejo de maquinaria. U n tercer nivel cuya característica común es la más baja concentración y donde, si se manipulan máquinas, no son del tipo gran industria. Nos referimos a los asalariados de manufacturas, comercio menor, talleres de reparación, todos de menos de 300 dependientes por establecimiento; donde se cuentan los Ilaniados chinchales -cubanismo usado para significar pequeño negocio- cuyo personal se reduce a un par de asalariados, Un cuarto nivel localizado decididamente en el agro en función de la plantación de base latifundista donde, sin ser el único, gobierna el cultivo de la caña de azúcar y su apéndice fabril de la molienda. Aquí se inscriben: a) cien mil proletarios del sector industrial más desarrollado ( 161 ingenios); b ) cuatrocientos mil macheteros que durante tres meses al año se dan cita en la zafra y además en otras recolecciones 4. Banco de Fomento AgricoIa, Industrial y Comercial, relevamiento censal de 1954, en Carlos Rafael Rodríguez, «La defensa de la economíz cubana», Universidad Popular, segundo ciclo, Defensa de Cuba, La Habana, julio 1960, p. 157. 5. Las estadísticas coinciden en redondear esas cifras para la mano de obra empleada en la época en la zafra.
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de tipo colectivo (café, etc.), si bien en estas últimas en mucho menor número.
Una movilización de fuerza de trabajo excepcional, vista una vez por año, tal es la zafra. En el más breve tiempo posible deben cortarse las cañas y de inmediato el ingenio molerlas,a h de que no pierdan en su concentración de azúcar. Prácticamente se recurre a toda la fuerza de trabajo disponible en un esfuerzo que tiene pendiente al país entero. Dentro de los macheteros distinguimos dos sectores. Uno está integrado por obreros agrícolas temporeros y el otro secter se inserta a partir de una distinta extracción de clase: 10s pequeños campesinos. Es el caso, que veremos más adelante, de los agricultores cafetaleros de la provincia de Oriente. Obligados por compulsión económica a dejar la parcela para concurrir a vender una parte de su fuerza de trabajo, participaban corno asalariados en las recolecciones colectivas. No por ello perdían la condición originaria de productores individuales pero, bien que temporalmente, se integraban en el seno de la clase obrera. Había, pues, el fenómeno de la movilidad horizontal tras trabajo. Penoso deambular entre zafra y zafra, cíclico desempleo llamado «tiempo muerto». Al hombre del «tiempo muerto» que ,nos ocupará especialmente en el oriente del teatro de operaciones militares, se le puede reencontrar una vez que ha dejado atrás los ingenios enmudecidos, en cualesquiera de dos extremos: subiendo a la sierra para intentar un cultivo propio o esperando sea tiempo de otras recolecciones, o bien rnaichando a la ciudad en búsqueda azarosa: trabajador de la construcción, vendedor ambulante, sin faltar la mendicidad.. En fin, se trataba de una movilidad horizontay que hacía de correa de transmisión entre clase .obrera y pequeño campeslnado, al punto de confundir sus límites en la. base de la pirámide social. Fuera de este circuito, gozando de mayor asen-
LA CLASE O B R E U LAS CLASES OLVIDADAS
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vista empresarial.' El deterioro económico trajo
peón tamiento, existían otros tipos de obreros rurales>'Orno de la explotación ganadera. así como la movilidad horizontal, nacida de un estado de necesidad, ligada a la estructura específica de la clase obrera cubana, de ~ 0 Si7 agitaba. Verdadero revulsivo en el seno de las masas, se pesentaba como el v e h h l o Para su radica-, lizacíón actuando a favor del «contagioio»de la ideologia de los trabajadores. Sin pretender otorgarles funcionalidad fuera del ámbito de este trabajo, quedan consignados rasgos que nos dibujan al titular a través de su estructura de dase. Volvemos, Pues, a los términos de una pregunta formulada líneas atrás: ¿cómo se fue dando su reacción frente a la nueva coyuntura politica?
AC~IONAR DE LA
Y éste buscó las vías para su expresión, cada vez m . '
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CLASE Y COWNTURA P O L ~ T I C ~
Y bien, se dejaba sentir el deterioro económico. Desde hacía años la curva de crecimiento demográfico subía Por el que la producción azucarera lo hacía Por la ascensor escalera, Un paulatino desequilibrio que al correr de la dkada del sufre un brusco agravamiento en virtud de de zafras restringidas. Con ellas se conla política gela la producción azucarera y, en lugar de subir, la vemos detenida en un piso, cuando no Uegando a descender varios demográfica continúa su escalones. Mientras tanto, la viaje por ascensor. ~ncrementadode afio en año, el deterioro económico alcanza su pico en 1955. Como se recordará, se trata de una de las zafias de más corta duración en 10 que va de décadas, Significando una dismin~iciónde salarios del orden del 23 % Y esto --conjugado con oscilaciones 10s precios internacionales y estancamiento en el nivel de las exportaciones- repercutió en 10s ingresos de la población como dan menta, sector por sector, las estadísticas publicadas en la re-
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Con toda su fuerza se hará aquí presente lo q en Uamar el cuarto nivel dentro de la estruc obrera cubana: 10s trabajadores azucareros, q lanzarán a la huelga en diciembre. Eran los más afe ucción de la zafra anterior (enero-marzo de punto de iniciarse una nueva (enero-m.rzo de 1956 to se cristalizó en una reivindicación: un dife Iwición de 10s precios de venta del azúcar exterior cacjón que se integraba al salario, y que había sido en tiempos de Jesiis Menéndez. La bulguesía (Y los inversionistas norteamericanos) reIlusaban pag fererlcid desde hacía cuatro años. Meses antes de la zafra, en agosto de 1955, ' ( ' i m ~ o muerto>., suceden choques en el central Washington, propiedad de altos funcionarios de Manacas. o1 saldo es de varios heridos, sigui ta repercusión por la provincia de Las Vij septiembre una asamblea obrera de asistencia Por ejercito a la VOZ de «¡Tiren abajo y a 1' recuenio de Ja crónica I!wa n Bohemia a comen misma edicibn: «Iniciativas de huelga comenzaban
El ambiente estaha agitado. En el mismo septie tal1a huelga dentro de1 segundo nivel: 10s emplea canos. Tuvo la virtud, a más de su significación com de desenmascarar alite vastos sectores a la dirección la CTC. La actitud entieg-uist de ésta denunda
6- *Ingreso nacional cubano (1952-1958)», arte ,-ir. 4% Cuba. Azucareros. Palabras en la CTc. "Rigurosame mis (11 septiembre 19531, pp: 69-71.
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so por federaciones que hasta entonces le respondían: «No hay justificación -decían dirigentes del gremio de la electricidad- para que la CTC rebaje la dignídad de los trabajadores flamándoles a romper un movimiento, acto que tiene la califjcacibn de rompehuelgas)>, Y los dirigentes telefónicos: la CTC se sitfia «como un vehículo que se'pliega a la clase patronal^.^ Y a todo esto venía sumándose una creciente movilización estudiantil. Paros en las casas de estudio (universitarias y secundarias), enfrentamiento en las calles con la policía, destacándose un insólito acontecimiento: la represión televisada. En efecto, el 4 de diciembre un grupo de estudiantes irrumpió en el campo de juego del estadio del Cerro, en La Habana, desplegando un cartel donde se demandaba la libertad de SUS companeros presos. De inmediato fueron cercados por la politía y apaleados ante los miles de espectadores en el estadio y a los ojos del país todo, que seguía el match por televisión. Y bien, en ese clima se declara la huelga anicai-era, en diciembre de 1955. ¿Cuáles fueron sus características y significación dentro del proceso? Hemos intentado sintetizar en los puntos que siguen.
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1) 1,a huelga concierne al cuarto ~zivel,el económica Y socialmente más importante, de lejos, en Cuba. 2) Tonla características insurrectivas: en las formas de. violencia que adopta y por la evolución de SU contenido, de lo reivindicativo a lo político. Veamos sucintamente el prilner elemento, las formas asumidas por la huelga azucarera, según lo comenta en la época Rohenzia: «los huelguistas tomaron los ayuntamientos [ ...1 obreros y soldados ~hocaronr e ~ e u -
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das veces C. .. ] tránsito paralizado a consecuencia de dos vagones volcados. La población, amedrentada, no salía de sus casas [... ] 10s festejos de fin de año no pudieron celebrarse [... ] cartel en la fachada [de un local sindical, dejado por la policíal: "Se prohibe la entrada a 10s obreros azucareros" [ . ..1 cortada la luz eléctrica, el ejército acuartelado, obstruida la comunicación con el exterior, las calles desiertas, llenas de vidrios, piedras y mi~ebles;el tren paralizado, cerrado el comercio [ ...1 fueron obligados a barrer las calles [tres concejales oficialis tas ] ».' Estos brochams de crónica corresponden a las poblaciones de Colón, Sagua la Grande, Quemado de Güines, Marta Abreu, Santo Domingo, Cienfuegos y Placetas, repartidas por diferentes zonas azucareras de la isla. Tal, pues, la violencia que en sus formas asume la huelga azucarera. Configurando caracteri'sticas insurrectivas, señalábarnos otro elemento: la evolución de su contenido, de lo reivindicativo en dirección a lo político. De tal suerte -consigna Blas Roca- «las masas no gritaban solamente por el pago del diferencial, sino también por la derrota de la tiranfa. iAbajo el gobierno criminal!, era la consigna repetida por las masas que se trababan en lucha por las calle^^>.'^ Vale decir: el signo nuevo (acompañado por las formas de violencia) es esta evol~cióndel contenido hacia lo político. No obstante, con-
ten
9. José Lorenzo Fuentes, «¡NOS quieren arrebatar el diferencial! -di10s trabajadores azucareros», Bohemia (25 dicienlbre 1955), pp. 72-73;
Conrado Rodríguez, «La industria azucarera ha obtenido fabulosas ganancias~,Bohemia (25 diciembre 1955), p. 71; «En Cuba. Obreros. La lucha por el diferencial*, Bohemia (1 enero 1956), pp. 68 Y 73-74; ~ 0 Lorenzo ~ 6 Fuentes, «La huelga azucarera», Bohemia (8 eilero 1956), pp. 62-63 y 88; *En Cuba. Obreros. "No quiero ciudades muertasJ'», Bohemia (8 enero 1956), pp. 69-70 y 72-74.
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tinuaba predominando lo reivindicativo: al obtenerse la satisfacción parcial de la demanda salarial el movimiento cesó, 7) El cambio en el ánimo de 10s trabajadores entrafiaba su incorporación al proceso. Quienes no habían dejado sus hogares cuando el golpe de estado de Fulgencio Batista 1952-, ahora -en 1955- se enfrentaban con la dictadura y aun desarmados, se hacían dueños de la situación, ocupaban lugares de trabajo y centros poblados, a los que declaraban «ciudades muertas»." Si bien esta línea de acción no era por el momento convergente con la de Fidel Castro, éste valoró la significación de la huelga azucarera cuando --desde su exilio en tierras mexicanas, mientras organizaba la expedición armada del yate Granma- supo referirse a ella en los siguientes términos: «el país estaba convulsionado por la heroica rebeldía estudiantil y el formidable movimiento de los obreros azucareros el1 demanda del diferen~ial».'~ 4 ) La participación solidaria de otros sectores sociales. La FEU (Federación Estudiantil TJniversitaria) -en conflicto permanente con la dictadura desde sucedido el golpe- convocó, luego de una serie de paros en las casas de estudio y nianifestaciones cailejeras, a una demostración nacional de protesta. Consistía en un paro general de actividades (laborales, docentes, profesionales), recabándose el apoyo «no sólo de la masa obrera, sino de la industria, el comercio y la ciudadanía en general».13 Este paro es programado para el 14 de diciembre, pocos días antes de estallar la huelga azucarera. Obtuvo un eco relativo. Pero, más allá de sus resultados inmediatos, anticipaba y contribuía a una voluntad unitaria que, a
más de la solidaridad estudiantil, lleg6 a abarcar a otros sectores: en las zonas azucareras el pequeño comercio cerró las , ' , puerta,, sacerdotes ofrecieron sus iglesias corno rehigio a la .~ persecución policial (dos obreros fueron muertos, uno de ellos a culatazos), los profesionales y, en general, la pequeña burpesía se adhirió solidariamente al movimiento. Un ejemplo: en Sagua la Grande - d a cuenta Bohemia- «la iglesia, la sociedad Yacht Club, el Casino Español y el Centro de Deta: llistas fueron ocupados militarmente, debido a que las "clases vivas" apoyaban sin reservas el movimientoa? Se gesta en : estas acciones la unidad que tres años después - e n 1958será instmmento decisivo para derribar la dictadura. 5 ) La recuperación del movimiento obrero no es extraña a los comunistas, quienes venían trabajando clandestinamente en la organización de los Comités pro Defensa de las Demandas Obreras y por la Democratizacián de la CTC. Éstos jugaron su rol en diversos movimientos y --destaca Blas Roca«muy especialmente en la huelga azucarera de diciembre de 1955»."Fue ese año en que tales organizaciones realiza. ron clandestinamente un congreso nacional dándose una dirección a ese nivel y contando con la presencia de alrededor de 200 delegados obrero^.'^ 6 ) Las direcciones sindicales mujalistas fueron desbordadas por los trabajadores ante quienes fue claro el acuerdo entre los dueños del azúcar, la dictadura (que inicialmente dictaminara en contra de la petición obrera del diferencial) y los mujsilistac, quienes -comentó Bohemia- asentían temMar la tierra bajo sus pies».17
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12. Fidel Castro, «El Movimiento 26 de Julio», Bohemia ( 1 junio 1756), y reproducido en Fidel Castro, La Revolucidn Cubana, p 109. 13. «En Cuba. Estudiantes. Cinco minutos históricos», Bohemia (25 diciembre 1955), pp 64-65.
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14. «En Cuba. Obreros. "No quiero ciudades muertas"», att. cit. 15. Blas Roca, op. cit., p. 31. 16. JoaquIn Ordoqui, Elementos para la historia del movimiento obrero en Cuba, Dirección Nacional de Escuelas d e Instrucci6n Revolucionaria, La Habana, 1962, pp. 37-38. 17. «En Cuba. Obreros. "No quiero ciudades muertas",, art. a t .
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7 ) El gremio anicarero obtuvo parcialmente la satisfacción del rubro sdarid cuya demanda le llevara a la huelga. Ahora bien, la experiencia estaba hecha: las masas podían enfrentarse con la dictadura y ésta verse obligada a retroceder. Andrés Valdespino, comentarista de Bohemia, pudo entonces valorar cómo el régimen «se encontró en una dramática encrucijada ante la rebelión nacional del sector más importante y numeroso del país. Para un gobierno cuya legitimidad se discute a diario y cuya impopularidad nadie discute, las perspectivas de una huelga general no eran cosa de juego».''
tares, con cuya captura se esperaba cortar las comunicaciones y obtener Ias armas por sorpresa a finde repartirlas de inrnediato entre los civiles. Puede argumentarse que no estaban aún creadas las condiciones para emprender la tarea, pero la operación militar no marginaba las masas, sino que contaba con ellas como su fundamento. En este punto se diferenciaba la empresa encabezada por Fidel Castro de una conce~ción . conspjrativa, la cual ya se había hecho presente en el escenario de la oposición antidictatorial y serfa reiterada después por distintos grupos insurrectivos. Tampoco la elección del punto para iniciar la acción - q u e en definitiva debía extenderse a toda la isla- quedó librada al azar. En oriente, como réplica al occidente burocrático-militar, se había creado un polo productivo-demográfico de juego institucional más libre. El centro urbano correspondía a la capital, Santiago. Las tradiciones independentistas prestaban marco histórico, mientras el valor estratégico estaba dado por la distancia que se ponía respecto del cuartel Columbia de La Habana y la presencia en Oriente de los desplazamientos militares citados, los cuales se procuraba copar de entrada. Ya en ese primer paso la operación falló. Ninguno de los dos cuarteles cayó en manos de los atacantes. No obstante, la repercusión política fue de primer orden. Comenzó así a darse respuesta a las cuestiones que la hora planteaba:
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(Cómo evolucionaba entretanto la coyuntura política? Dado el golpe, un vacío se produjo y caracterizó el campo de . ' la oposición. Mientras los partidos burgueses no acertaban a dar respuesta adecuada al hecho de fuerza que les había arrinconado, los trabajadores y su partido habían sido obligados a retroceder como resultado del mujalismo. ¿Quiénes - q u é clase y a través de qué dirigentes- cubrirían ese vacío?
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18. AndrCs ro 1956).
Valdespino, «Más allá del diferencial», Bohemia (22 ene-
a) asumían la vanguardia de 1; Iticha antidictatorial. sectores radicalizados de la pequeña burguesía; 6 ) se apuntaba una nueva dirección en el campo oposi~ tor, 'que surgía con Fidel Castro y su movimiento 26 de Julio; se proponía la vía armada como idónea para enfrenC) tarse con la dictadura. Por lo domás, a medida que se conocen los pormenores,
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queda a descubierto el g a d o de la naturaleza represiva del régimen: decenas de prisioneros fueron fusilados luego de tortura tras los' muros del cuartel Moncada a contar de la tarde de ese mismo 26. Nunca la isla en su medio siglo de vida republicana habla conocido tamaña descarga represiva. La tarde del 26 daba así razón a la madrugada del 26: contra la dictadura no cabía sino la vía de la insurrección. Y es de tal suerte como los dos hechos relevantes del lapso 1953-1955 se articulan tras un objetivo común: dar por tierra con el régimen. El asalto a los cuarteles Moncada y de Bayamo señalaba la vía armada a las masas, y la huelga azucarera incorporaba a éstas a la resistencia. Fue una conjunción de este tipo la que cobró vida casi tres años y medio después a partir de la Sierra Maestra de la provincia de Oriente con el arribo del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956. A su bordo venía, y desembarcó en costas cubanas, una expedición compuesta de 82 hombres. Habían partido de México días antes y al frente n m ~ h a b a nuevamente Fidel Castro. Obradas ciertas rectificaciones ticticas y habiendo madurado las condiciones, se trataba una , vez más de insurreccionar el oriente. Luego de fracasar la operación de asalto a los dos cuarteles, Fidel Castro había caído prisionero para luego ser juzgado y condenado a quince años de reclusión. Pero la cárcel no pudo retenerlo. Una campaña popular le devolvió, junto a otros presos políticos, la libertad. Fue utia amnistía que caracterizó una breve t r e e a . Ante la continuidad de un descontento, cuyo tono hacía presagiar nuevos enfrentamientos protagonizados por las masas, la dictadura no tardó en retornar a la represión habitual. Comenzó entonces a temerse por la vida de Fidel Castro, a quien funcioilarios del gobierno hacen objeto de provocación. Decide, pues, partir al exilio: «me marcho de Cuba -declaró en julio de 1955- porque me han cerrado todas las puertas de la lucha cívica». ,
En trance de cerrarse la tregua que caracterizara el dictado de la amnistía, era, en efecto, la continuidad del proceso general de agotamiento de la legalidad vivido bajo Fulgencio Batista. Contra éste se alzaba Fidel Castro y, en las mismas declaraciones, agregaba con particular énfasis: «de viajes como éste no se regresa, o se regresa con la tiranía descabezada a los pies»,'g El 2 d e diciembre de 1956 el yate Granma toca costa? cubanas; a su bordo, la expedición mandada por Fidel Castro. Ha transcurrido un año y medio desde que éste dejara su patria, y durante ese lapso se han venido registrando las luchas populares descritas: las huelgas azucarera y bancaria, las movilizaciónes estudiantiles y cívicas. Cabría agregar los combates por la tierra, frente a una ola d e desalojos rurales desatada precisamente en zonas colindantes al desembarco del Graflma. Fidel Castro - d e regreso en un momento de tensión en el ánimo de las masas y encarnado en la figura de oposición a la dictadura- es bien recibido por sus compatriotas. Tanto en general, cuando se difunde por la isla la noticia de que el combate armado se ha entablado, como en partinilar: en ese teatro de operaciones bélicas que fue la Sierra Maestra, donde la población rural sddó una alianza militar con Fidel Castro. ¿Por qué esa alianza? Los pobladores rurales necesitaban defenderse, abatir el brazo armado que los expulsaba de sus tierras y asesinaba. Esto es, las patrullas ,enviadas en operaciones por el ejército de la dictadura y de las cuales se servirían los latifundistas para operar los desalojos. Y estos pobladores rurzles ¿quiénes eran? La respuesta la dan los pequeños campesinos, cultivadores en la zona del 19. <;Una carta de Fidel Castro (La Habana, julio 7 de 1955)», en Fidel Castro, La sierra y el llano, Casa de las Américas, .La Habana, 1969, p. 69.
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café y de otros frutos menores; como así nuevamente el cuarto nivel de la estructura de la clase obrera. Cuarto nivel que dejamos en el llano, lo reencontramos en la sierra, desplegando las características señaladas: moviüdad horizontal, interpenetración clasista. Como fruto de este último fenómeno, colocado entre el pequeño campesino y el proletario, se , daba el tipo precarista, asr' llamado por carecer de todo título o derecho jurídico para asentarse sobre una parcela. Este precarista se veía precisado- a vender parte de su fuerza de trabajo para poder subsitir. Ya tendremos ocasión de examinarlo en detalle más adelante. Por ahora señalemos cómo en el precarista -tipo muy difundido en la provincia de Oriente- vinieron a conjugarse los ya examinados factores estructurales de movilidad con la coyuntura de una nueva ola de desalojos rurales, producida en la sierra luego del desembarco del yate Granma. De modo que si la clase obrera se había hecho presente en las ciudades y en el Uano de los cañaverales, tampoco estaba ausente de la sierra. Por lo demás, el eco de los movimientos reivindicativos de los trabajadores azucareros -y en particular la huelga de 1955- no tardaba en llegar desde el IIano hasta lo alto de las montañas. Y de éstas descendía ahora otro eco, el de la guerrilla de Fidel Castro. Una ciudad, antes que ninguna, supo recoger ese eco: Santiago de Cuba. Capital de la provincia de Oriente, segunda ciudad de la isla, aglutinaba en su torno un'polo opuesto a La Habana. Hacía unos cuatro años, el asalto del cuartel Moncada. Santiago había espiado la subsecuente masacre de prisioneros ocurrida tras los muros del cuartel. Y más tarde hqbía presenciado la sublevación de los militantes del 26 de ]ulio, el 30 de noviembre de 1956. Fallida esta sublevación, se trató de hacer llegar ayuda a los expedicionarios del Granma, desembarcados dos días después. De Santiago partieron -organizada ahora la soli-
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daridad, como antes dirigida la sublevación, por e l joven Frank País- voluntarios, armas y abastecimientos para la guerrilla de la Sierra ,Maestra. Santiago-Sierra Maestra -ligados por la proximidad geogr&ca- se constituyen en el eje revolucionario del país a contar de 1957. Bautizada como «Capital de la Rebeldia», Santiago paga caro el honor de ese titulo: la represión la toma como blanco. Los crímenes y las torturas de militantes se suceden. Ya el 4 de enero de 1957 una manifestación de mujeres vestidas de negro recorre sus calles, portando en alto un cartel: «Cesen los asesinatos de nuestros hijos»." Deterioro .económico, malestar social: en Santiago, un factor agudizaba este último más que en ningún otro punto de la isla, lo ponía al rojo vivo: la represión. Promediando 1957 los acontecimientos se precipitan. Frank País dirige desde la clandestinidad la resistencia. El 30 de julio su escondite es detectado por la policía, cayendo junto a otro compañero. Santiago se siente vivamente heri-, da, y la tormenta se desata. Nada será más elocuente que la síntesis cronológica de los hechos sucedidos en esos días, poco y mal conocidos. Santiago, 31 de julio. Al de <<;libertad!>,una manifestación de mujeres recibe al embajador norteamericano Earl Smith, de visita oficial a la ciudad, entregándole una nota donde se pide cesen los Estados Unidos su apoyo al gobierno de Fulgencio Batista
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20. «Año nuevo. Las madres cubanas. En Cuba», Bohemia (13 enp. ro 1957), p. 72; Hugh Thomas, op. cit., p. 912. 21. Carlos M. Castañeda, «El embajador en Santiago (31 de julio de 1957). Tal cual se produjo el sonado incidente ocurrido la víspera de la imposición de Ia censura de prensa)), Bohemia (2 febrero 1958), páginas 64-66.
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LA CLASE OBRERA
LAS CLASES OLVIDADAS
Santiago, 1-5 de agosto. Vestido con el uniforme color verde olivo de comandante guerrillero, es sepultado Frank País junto a su compañero Raúl Pujol. Un cortejo que ocupa catorce cuadras acompaña los féretros. Desde el mediodía del día primero los comercios mantienen cerradas sus puertas. . -. A los soldados que intiman la reapertura -reporta Bohemia- aigual contestación: el portazo en las mismas narices>>. Ese día r e l a t a Vilma Espín, militante del 26 de Julio. <(ocurrieroncosas insólitas: al paso del cortejo un oficial. de la Marina de Guerra que estaba junto a un jeep se cuadró y saludó militarmente. Cerca del cementerio había un carro (automóvil) microonda patrullero del ejército. Cuando vieron h multitud que avanzaba [ ...] huyeron a todo corrern. E n el cementerio la bandera cubana fue puesta a media asta y la bicolor del 26 de Julio colocada en el mausoleo independentista. Comienza la huelga general. Choques armados. Patrullas militares, rompiendo puertas y vidrieras, intentan en vano forzar la reapertuta. «El hijo del conocido industrial "Pepín" Bosch -informa Bohemia- fue conducido al cuartel Moncada, como rehei, para garantizar el funcionamiento de las fábricas de Hatuey y Bacardí.>>La huelga general se extiende por la isla, en particular a las provincias de Oriente, Camagüey y Las Villas. La Habana no se pliega a la huelga. Las garantias constitucionales (formalmente vigentes) son suspendidas y es establecida la censura de prensa a íin de evitar que el gobierno -reconocerán luego portavoces oficiales«se hubiera desplomado en la primera semana de agostos (cit. Humanismo). Por su par te, el periodista norteamericano Jules Dubois comentó: «[la agitación y la huelga general] amenazaron su caída». Y Ernesto Guevara: «marcó un viraje en toda la estructura del movimiento revolucionario [ ...1 Este fenómeno popular sirvió para que nos diésemos cuenta que era necesario incorporar a la lucha por la liberación de Cuba l;
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el factor social de los trabajador es^.^ Intentando nuevas con-clusiones:
1) La lección de las masas. Un hecho era que la guerrilla había prendido en la sierra, y otro no menos cierto resultaba que, sin extenderse la insurrección a lo largo de la isla, la dictadura no sería derribada. El instrumento clave -se le había visto operar con neto sentido político a partir de era la huelga general revolucionaria. Como surge Santiagde la cita de Ernesto Guevara, ello no pasó inadvertido para la guerrilla mandada por Fidel Castro. 2) El carácter predominantemente espontáneo de esta huelga, que representaba una doble faz. Por un iado, evidenciaba hasta qué punto el estado insurrectivo había madurado en el ánimo de las masas: sin consigna reivindicativa alguna de por medio y sin que la orden fuera lanzada por movimiento alguno, había estallado la huelga general en repudio al crimen. La decisión había sido tomada por propia cuenta de las masas, en momentos en que los féretros de Frank País y de su compañero desfilaban por las calles de Santiago, ya entonces una ciudad enlutada. Si la huelga azucarera - e n 1955- había significado un cambio respecto de la actitud de las masas cuando el golpe d e estado - e n 1952-, esta huelga general d n 1957- marcaba un nuevo avance dentro
22. «La muerte de Frank País (30 de julio de ,1957)», Bohemia (2 febrero 1958), pp. 60-62; Vilma Espín, «Vima evoca a Frank País», Revolucidn, La Habana (1 diciembre 1963); «Un reportaje especial de En Cuba», Bohemia (18-25 enero 1959), p. 5 ; Ildegar Pdrez-Segnini, «Análisis del informe de Jules Dubois sobre la situación de la prensa en Cuba», p. 87; Jules Dubois, «La situación de la prensa en Cuba» (informe a la Sociedad Interamericana de Prensa, New York, 9 de septiembre de 1957), Humanismo, México, VI, n." 7. (enero-febreto 1958), p. 67; Ernesto Che Guevara, «Proyecciones sociales del Ej4rcita Rebelde», en Obras, 19571967, Casa de las Américas, La Habana, 1970, t. 11, pp. 13-14.
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del mismo proceso: la creación de condiciones subjetivas revolucionarias. Pero hablábamos de una doble faz, dentro de su carácter de dominante espontaneidad. En efecto, por el 1 otro Lado, virtualmente sin conducción, el movimiento se agotaba luego de días de resistencia sin que la caída de la dicta. dura fuera propuesta claramente como objetivo. 3) No sólo en razón de su contenido, sino de su extensión, se advierte el cambio sobre la huelga de diciembre de 1955 (limitada al sector azucarero).. En esta ocasión, encontrándose ya concluida la zafra, el movimiento cubre los tentros poblados sobre los dos tercios del territorio del país, abarcando parte de los niveles primero,' segundo y tercero de la . -. clase obrera.. 4 ) . Un rasgo ya observado se confirma - y acentúa. Las .. masas trabajadoras cuentan con la solidaridad a la par, incluso en la iniciativa; de la pequeña ,burguesía (que cierra sus negocios). Y se agregan ahora sectores no. azucareros de la .. burguesía industrial, quienes venían manifestando su oposición al régimen desde tiempo atrás; así, declarada la huel presericiamos cómo el hijo de un fuerte y conocido indust de Santiago marcha como rehén del ejército, hasta tanto su : padre consienta en reabrir sus fábricas. 5 ) El dekontento generalizado y la acción revolucionadentro mismo de las 'instituciones edifiria llegan a cadas para la. salvaguarda ,de «el orden», que en Cuba se Ilarnaba Fulgencio Batista. De ello dan cuenta los episodios tagonizados por un oficial ,de marina y luego por los patrulleros del ejército, cuando el sepelio de Frank País. 6 ) .Si la huelga azucarera de diciembre de 1955 amenazába convertirse en un peligro para el régimen,'la huelga general.de agosto de 1957 directamente lo constituyó. De esto dan cuenta portavoces del propio gobierno y testimonios tan inscispechados como el d a periodista norteamericano Jules D~ibois.Vale decir, los síntomas se hacían claros: por '
lado las masas pasaban a la acción, mientras por el otro lado el régimen daba muestras de debilidad .y descomposición interna: sus mecanismos se atascaban, las medidas represivas no surtían efecto. En fin, la correlación de fuerzas se incli? naba contra Fulgencio Batista. :
Y bien, un nuevo par de hechos - c o m o antes el asalto al cuartel Moncada y la huelga azucarera (1953-1935)se complementan y concurren a idéntico objetivo; esta vez a un más alto nivel: el desembarco del Granma que replantea'la lucha armada en distinto escenario, y la huelga a partir de Santiago que incorpora a los trabajadores a una lucha cuyo contenido fundamental no lo constituye lo reivindicativo, sino lo político (1956-1957). La revolución 'irá finalmente a golpear las puertas del reducto de ~ u l ~ e n c Batista, io el cuartel ~ o l u m b i aen La Habana. Tres huelgas -dos ya examinadas- escalonan ese proso. Precedido por el conflicto bancario y por una intensa vilización estudiantil, el paro de diciembre d e 1955. Precedida de una escalada del crimen, bajo el .impacto cional de la muerte de ~ r a h kPaís, la huelga general de: to de 1957. ,De la tercera nos toca ahora ocuparnos; dejánsentir desde antes, es declarada en enero de 1959. Estamos hacia fines de 1958, y ella se encuentra en e l orden del día. El llamado Pacto de Caracas -firmado el 20 de julio de 1958 y que consagra a nivel político el frente ictatorial- así plantea la estrategia común de lucha: ocar la tiranía mediante la insurrección armada, reforzando en un plazo mínimo todos los frentes de combate, armando a los miles -de cubanos que estén dispuestos a combatir por ¡a libertad. Movilización popular de todas las fuerzas S, cívicas, profesionales, económicas, para culminar el
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esfu&zo .cívico en una gran hueiga general, y el bélico una acción armada, conjuntamente con todo el,país>>..? .. La huelga general reaparecía. Cuando el 26 de julio de 1953, a ella se proyectaba acudir una vez capturados los marteles Moncida y de Bayamo, según lo h a puntualizado Fidel Castro en el discurso conmemorativo a veinte años. de es fecha? Cuando el 2 de diciembre de 1956, -el desem del yate Granma y la sublevación de san'tiago debhncornbi-' narse con la liarnada a la huelga general. Fidel Castro lo había planteado desde tierras mexicanas, :antes de hacerse a la mar: <
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23. Fidel Castro, Ld Revolucidn Cubana, «Documento de unió p. 153.
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24. Fidel Castro, EL pueblo cubano p~ótagonista de La revolución (discurso del 26 de julio de 1973), Ateneo, Buenos Aires, 1973, p. 15.. 25. Cit. .m René Depestre, ¿
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fue aprovechada f . .1 enseñó a sus dirigentes [de1 26 de Julio] una verdad preciosa que era, y que es, que la revolución- no pertenecía a tal O cual grupo sino que debía ser la obra del pueblo cubano entero^.^ De modo que: ga-
. a ) la huelga general no estuvo ausente,de la estrategia guer~lfera;entre 19'53 y 1958 fue oiteradamente planteada, inas sin alcanzar éxito; b) se convinieron rectificaciones dictadas por Iis expe: riencias del llano, particularmente a partir del segundo moviniiento de huelga (agosto de 1957); c ) - obradas éstas, y en la medida que se fue fortaleciendo y prestigiando el Ejército Reberde como poder militar de la revolución, se hizo posible alcanzar el objetivo de derribar la dictadura culminando civilmente con el tercer movimiento' de huelga (enero d e 1.959). '
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Tuvo lugar una suerte de convergencia catalizadora. La huelga general llegó a plantearse como exigencia de 16s he. ya como idea chos y reencuentro para el Ejército ~ e b e l d eNo m priori, sino confrontada en vivo y alumna.de una clase obrem en acción. NO sólo como apoyo civil de la actividad n o en pie de igualdad con ésta, tal cual se deja formulado en el h e a s atrás recordado Pacto de Caracas. E& que el. ovimiento de huelga respondiera a . la propia dinámica de dase: menos despertida ésta por un hecho ajeno (asalto oncada, desembarco del Granma) y más «que venga de la base»,, se& se ha citado y llegara a puntualizar ,en una ocasión -Fidel Castro. . . Y, bien, p ~ d u c i d ala convergencia civico-militar a I
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27. Ernesto Che Guevara, «Proyecciones socialés...~,'en Obrar, t. 11,
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empo corto precipitó SU desenlace. 1958: desde sabía que no habria zafra. No sólo la guerra de culminación: la actitud del mar' . ,-lase obrera era definitiva: no habría zafra con tista. De modo que si -como se viera en Otro , oda duda se aventó entonces del ánimo de 10s obre la inconveniencia de seguir sosteniendo a y a ello no fue ajeno el hecho de la zafra en Peco de decisiones IO prestaba, la clase obrera: 10s e cruzaban de bmzos. llegó a los últimos djas de 1958. De la Sierra an partido dos expediciones, una al mando de uegos y la otra de Ernesto Guevara- No obstante ntre ambas 10s trescientos hombres, llegaron l centro de la isla. El país vuelto contra el régi- , sas abrían paso a 10s efectivos del Ejército Ree cobraba las victorias sobre 10s desmoralizados migos. El 3 1 de diciembre por la noche, viendo . ituación, Fulgencio Batista abandona la isla no ar sucesores. iobra de palacio sin hura Y que da ocasión a la convalidar la voluntad ya en marcha del Uano~ consigna de la huelga general. Como comandante idel Castro desde SU cuartel general de la Sierra primero de enero de 1959. En una de sus Proida en especial y tributando merecido homenad con la cual se había trabado el eje insurrectivo, antiago de Cuba: ¡contamos con tu apoyo! Desde o0 de la tarde la ciudad debe quedar totalmente odo el mundo debe abandonar su trabajo en son los combatientes- que te van a liberar. SO1aanta eléctrica debe continuar laborando Para que eda orientarse a través de SUS radios. Santiago de mos: serás libre porque te 10 has ganado Y por-
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que no es justo que 10s soldados de la tiranía continúen hollando con SUS botas esas calles que ha banado tantas veces la sangre revolucionaria» En el país entero se paralizó bajo la consigna de: «iTodo el poder al Ejército Rebelde!». Y Fidel Castro un año después, en su discurso del 18 de noviembre de 1959, <
Y bien, en el movimiento participan (or cuatro niveles de la clase obrera, la totalidad del territorio, induSO La Habana. Por vez primera 10s trabajadores se presentan organizativamente coordinados y respondiendo a una dirección sindical clandestina unificada. =S un factor que asegura el éxito de la general, Y que precisame~iteestuvo ausente en el fa&do intento del 9 de abril de 1958. Las or-anizaciones que vienen actuando en desafío al aparato ~urocrático-mujalista de la CTC, integran finalmente una dirección supefior que, sin discriminaciones ideológicas, contempla en su seno las comentes opositoras a Fulgencio Batista. Se trata notoriamente de 10s Ya mencionados Comités pro Defensa de las Demandas Obreras Y Por la Democratización de la CTC, y del Frente - , Obrero Nacional -surgido a iniciativa del 26 de ~ ~ l i ~los males pasan a constituir el FONU ( F obrero ~ N~~~~~~~ ~ ~ 28. Grufima, suplmento dedicado a Radio Rebelde (8 19731, p. 29. 29. Fidel Castro, discurso del 18 de noviembre de 1959 ante el Congreso de la a c , en Manual de capacitacjdn M ~ ~ LF, ~ ~ , Habana, 1960. El subrayado me pertenece,
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se advirtiendo dos o tres casilleros del último nivel: una huelga insurreccional que logra su objetivo. Con ese desenlace todo el resto puede que parezca obvio. Históricamente, sin embargo, interesa la constatación de los resultados en tanto que eslabón de un proceso. Y, no obstante que un rápido recorrido por el último nivel de los tres cuadros basta para advertir el grado óptimo, recién cuando entramos a la comparación inter-niveles nos alcanza la idea de cómo se accedió a ese grado a través de un proceso. Y cuyo signo es la progresividad. Un movimiento aporta y avanza cualitativamente sobre aquel que cronológicamente le preqede. De tal modo, la optimización es fruto de «pedir prestado» a quien antes se exigió para llegar hasta donde las condiciones se lo permitían. Que el Ejército Rebelde aparezca en el último casillero de la columna cuatro del tercer cuadro ' es elocuente. Los movimientos de huelga parecen estar esperando el peso de su presencia para jugar la carta decisiva. Incluso se diría que tienen dificultad en contenerse, desbordándose en la espontaneidad registrada en el segundo nivel de los cuadros, tras ser azuzadas las masas por el auge de la represión. Y a la vez que el Ejército Rebelde aparezca en el señalado último casillero es elocuente en otro sentido. Indica ' cómo no se hace esperar en vano: actuará en el momento óptimo, aquel que recolecta los aportes. anteriores, fiotoriamente el de los casilleros primero y segundo de la columna cuatro del segundo cuadro: deterioro. Ha sido sembrado con
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político
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político positivo . . (en grado . . . . insurreccional)
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la ubica como confluye protagonista de decisivamente la revolución a otorgarle
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la incorpcra a la resistencia antidictatorial
revaloriza la huelga como instrumento político
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Precisiones complementarias respecto de los tres grandes movimientos de huelga habidos en los años cincuenta Épaca de . la huelga
1955 diciembre
Actitud del sindicalismo oficialista
Promotor del movimiento
desfavorable
Comités pro Defensa Demandas Obreras y Democratización CTC
Precedentes inmediatos huelga bancaria y agitación estudiantil
Contexto social
solidaridad de la pequeña burguesía del entorno
1957 agosto
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declarado espontáneamente
auge de la represión
solidaridad de la pequeña burguesía; y, en oriente, de los sectores no azucareros
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profundidad por las dos primeras huelgas al punto de fnictificar en e¡ corazón de la dictadura, dentro de sus institutos militares. Allí la semilla crece, cobra vida propia y toma nombre: desmoralización. Y de ésta se servirá a su hora el Ejér.cito Rebelde. Intégrase así una relación que tentados estamos d e llamar dialéctica. El accionar del Ejércitó Rebelde es precedente ~y tal figura en el cuadro- del tercer movimiento de huelga. Y su victoria es a la vez consecuente de ,aquel factor de deterioro en la medida en que ha sido francamente acusado por el enemigo. Fácil es continuar interrelacionando entre sí los casilleros. Hay veces en que, sin dejar la misma columna, se establece una suma: rural más urbana igual a rural y urbana. Otras veces se trata de corregir un factor en cuanto tiene de negativo y así nos damos con una resta: huelga política menos espontaneidad igual a huelga política y organizada. Tal re-, sultsi el pensamiento de Fidel Castro cuando desde la Sierra Maestra señalaba: «la huelga espontánea que siguió al asesinato de nuestro compañero Frank País no venció a la tiranía, pero señaló el camino a la huelga organizada^.^ Así, pues, los caminos que en el período fueron llevando al «rojo vivo» de que hablara el recordado Frank Pals. No advinieron por generación espontánea, sino por acumulación de fuerzas. Allí donde cada acción de masas contaba, donde cada experiencia quedaba registrada, donde condiciones favorables y voluntad de crearlas eran integradas en una: se hada lo que había que hacer.
) 30. Fidel Castro, discurso desde la Sierra Maestra difundido Por Radio Rebelde los días 18-19 agosto de 1958, en Nuevo curso de jnstruEcidn revo~ncionari~, n? 3, PARl La Habanal 19661 P. 115-
Estructura de clase y perído de tiempo corto (1952-1959 continuarán ocupindonos, ahora respecto de las masas rurales. Una cuestión inicial de terminología. Venimos enumerando: burguesía azucarera, clase obrera, masas rurales. De las dos primeras nadie duda en cuanto a su carácter. La tercera, en cambio, parece desafinar: (por que masas a la par de clases? Aquí el término de masas debe entenderse no excluyente sino ampliamente comprensivo del concepto de clase, ea razón de la gama abarcada: el pequeño campesino en variada y compleja tipología, casos fronterizos como el denominado precavista y, en fin, el poblador rural cayendo dentro del circuito sierra-llano, esto es, una compartida condición de obrero agvicola, como se adelantara en el capítulo anterior. Nos circunscribimos desde luego a una región, la que fue teatro primigenio de la lucha armada, las montañas de oriente. Y se excluye del concepto de masas rurales a campesinos medios y ricos, así como a latifundistas. En cambio, se hará hincapié en los signos específicos y distintivos de la zona en función de los hechos acaecidos a partir del desembarco del Granma, A los conceptos asociativos de campesino-proletario, niral-urbano, sierra-llano, se agregarán otros: latifundio-minifundio, supervivencias feudales-despegue capitalista; y las múltiples relaciones del nuevo poder militar -guerrilla. pri-
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LAS MASAS RUKALES
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mero, Ejército Rebelde después- con distintos factores de orden sociohistórico o político: pauperismo, movilidad horizontal, desalojos masivos, tradiciones agrarias, bandolerismo, represión. (Cómo se interactuaban? ¿Influyeron estos factores sobre el desarrollo del poder militar? En fin,el concepto .de masas rurales tiene que ver con todo eso, otorgando un tratamiento específico de clase que resulta difícil de rotular, sin provocar equívocos, bajo el clásico término de campesinado. Y bien, hemos hablado del azúcar y hecho referencia al tabaco. Toca su turno al café. También cultivo de plantación, a su hora conoció de la mano de obra forzada. Tuvo un marcado incremento en la producción a contar de comienzos del siglo XIX, cuando el arribo a la isla de cultivadores blancos que huían de la rebelión de esclavos estallada en la vecina Haití. Su fase manufacturera reconoce un tratamiento más simple que el tabaco o el azúcar, agotándose en el secado de los granos. El café se asentó en Cuba sobre diversos tipos de propiedad: pequeños y medianos campesinos, campesinos ricos y latífundistas. Sobre predios de estos últimos se fueron dando varias modalidades de arreindamiento de parcelas. Conforme las categorías establecidas en las dos leyes de reforma agraria (17 de mayo de 1959 y 4 de octubre de 1963) se considera en general iequeño campesino a quien posea una parcela de menos de 25 hectáreas; campesino medio, 25167 hectáreas; y campesino rico 67-402 hectáreas; de ahi en adelante se estima que existe propiedad latifundista. Como el azúcar y el tabaco, aun cuando en menor medida, significaba el café tradicionalmente un producto para la exportación. Y, concentrada sobre una zona, la producción nacional en un 88 % correspondía, según censo de 1946, a la provincia de Oriente.' 1. Cifra indicada como promedio. Para el año 1945 se indica e1.90,7 %
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hombres que arribó a bordo del yate Granma, en 1956. No era concebible que ese grupo fuera a derrocar la dictadura. De modo que el porvenir militar dependía: a) en una primera instancia de la respuest-a de los pobladores .de la zona y esto, en términos de producción, quería decir café; b ) de la respuesta más general que en una segunda instancia diera la isla toda y esto, en términos de producción, ; . quería decir azúcar. Parte del contenido de los dos puntos, en particular el segundo, ha sido ya visto al abordarse el comportamiento de la burguesía azucarera y de los trabajadores. Mientras tanto, nos ocupa el punto .a: la geográficamente localizada, en la . zona oriental, primera instancia del café (y de otras recolecciones menores) donde un personaje veremos destacarse: el campesino. -pequeño Pues, ¿quiénes habitaban la zona de desembarco del yate Granma? Pregunta que, en términos de producción, se formula así: .¿quiénes cultivaban y quiénes recogían el café? Y cuyas respuestas esclarecerán esta cuestión: la integración dominante en sus filas y el abastecimiento del Ejército Rebelde en la Siei-ra Maestra de la provincia de Oriente. «El que quiera conocer otro país, sin ir al extranjero, que vaya a Oriente; que se vaya a las montañas de Oriente
de la producción cafetalera naaonal, correspondiendo a doce jurisdiccie nes municipales -entre ellas El C~breen plena Sierra Maestra- de la provincia de Oriente (Memoria del censo agrícola nacional, 1946, P. Fernández y Cía., La Habana, 1951, p. 191).
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LAS CLASES OLVIDADAS
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se adentre por los montes dondc la luz es poca a las tres de la tarde y los ríos, de precipitado correr, se deslizan claros por el fondo de los barrancos, con las aguas frías como si vinieran del monte. Allí encontrará no sólo una naturaleza distinta, sino también costumbres diferentes y hasta hombres con sentido diverso de la vida.» Así describía la región Pablo de la Torriente-Brau, un periodista que en los años treinta recorrió los parajes tras un reportaje sobre las luchas campesinas que por entonces se dieron en el llamado Realen.go 18. Allí en ese «otro país», se instalaban miles de caficultores. Zonas montañosas de difícil acceso, recorridas a lomo de mulo. Esta particular conformación del terreno y el sefíalado vehículo animal hacían lentas y difíciles las comunicaciones y el transporte de cargas. Además, significaban una incidencia particular sobre el caficultor: le obligaban a dedicar parte de la tierra al pastoreo, lo cual reducía su área de explotación y le incrementaba los costos. Y era indispensable, so pena de verse imposibilitado de concurrir a los secaderos y luego a los centros de almacenamiento. Había caficultores que se veían forzados -por lo reducido de la parcela o por carecer de fondos para adquirir ganado mular- a recurrir al alquiler de los animales, llegado el momento del transporte de los granos, lo cual les resultaba más oneroso aún. Ahora b i e ~ no , era precisamente la tierra lo que sobraba en la zona (Sierra Maestra de la provincia de Oriente). Según la ~sociaciónNacional de Caficultores, presente en el Primer. Fórum ~ a c i o n a lde la Reforma Agraria (La Habana, 1959)) el mínimo rentable para la explotación de café comprendía 2. Pablo de la Torriente-Brau, Realengo 18 (y Mella, Rubén y Machado), Nuevo Mundo, La Habana, 1962, p. 67.
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una extensión de 26,8 hectáreas.'
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3. #Primer fórum ...», en A. Núñez Jimgnez, op. cit., sesiones .de 3 y 9 de julio, p. 6. 4 . .Informe soble Cuba, t . 111, cap. 44, p. 10.
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LAS CLASES OLVIDADAS
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Diferentes situacíones podían presentarse para el pequeño (y, en ocasiones, para el medio) caficultor.
1) Según el campesino fuera: a) propietario de la parcela; b) arrendatario; c) precarista: sin título alguno que legitimara su presencia y proporcionara amparo jurídico, ocupante de tierras de propiedad del estado, de latifundistas o de campesinos ricos; en unos casos consensualmente, en otros como «usurpadores».
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a) . fuera propietario de la plantación y de los instrumentos de trabajo(inc1uido el ganado mular); b) detentara sólo el usufructo de la plantación perteneciendo ésta en.propiedad al. arrendador, el cual, .o un tercero, proporcionan al campesino arrendatario los instrumentos de
Una serie de elementos de base determinaba ,así que en la zona los pequeños caficultores constituyeran una masa empobrecida. Nótese -cómo la extensión tope considerada en ge-neral para la parcela de un pequeño .campesino,(25 hectáreas) coincide virtualmente con el mínimo rentable para la ,explotación del café (26,8 hectáreas). Pero ¿qué venía. a resultar? Que la masa de los -pequeii'os caficultores no .excedía el tercio de tales extensiones. Contra el empobrecimiento, por salir de él y capitalizarse, luchaba este campesino. ¿Con qué resultados? Se verá en seguida. Antes debemos tocar el régimen de trabajo y propiedad bajo el cual se desenvolvía, cuyas combinatorias arrojan las tipologías campesinas del medio. .
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3 ) Según el campesino: .
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a) fuera propietario de la cosecha integra; b) entregara parte de ésta como pago en especie de arrendamiento. 4) ' Según el campesino: a) realizara el mantenimiAto del' cafetal y la recolección exclusivamente mediante su trabajo y el de su familia; b) empleara mano de obra asalariadi temporera para la recolección. Las combinatorias de estas situacíones entre sí arrojan los diferentes casos observados en la zona. Tomemos uno d e ' los económicamente más favorables que podían presentarse, y que surge de la combinatoria la-2a-3a-4b: en función.de 4b (empleo de mano de obra asalariada para la recoleccíón), el campesino se sitúa en extractor directo o primario de plustrabajo. Otros casos, económicamente menos favorables, son los siguientes. La combinatoria lb-2b-3b-4a o bien l c {precarista consensual)-2b-3b-4a: en función de 3b (entrega de parte de la cosecha como 'pago del arrendamiento), el arrendador, generalmente latifundista, extrae plustrabajo como renta en especie. La combinatoria la-2a-3a-4a: en función de los cuatro ele-
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mentas, propietario y productor directo se ~~l-dunden en la
personalidad del campesino y, en consecuencia, en la fase productiva no hay apropiación de plustrabajo. La wmbinater-a lb-26-3b-4b: en función de 3b (entrega de parte de la cosecha como pago en especie del arrendamiento) Y de 46 (cmpleo de mano de obra asalariada) el campesino en fase Productiva es, a la vez, extractor y objeto de plustrabtajo. Naturalmente, estas combinatorias no eran las únicas, Pero se contaban entre las frecuentes. Hacían al régimen bajo el cual el caficultor desarrollaba su producción. Deben a la vez relacionarse con la fase subsiguiente, la circulación. En ésta hemos distinguido una primera instancia, el recorrido a lomo de mula hasta los secaderos y centros de dmacenamiento. Y luego dos instancias más se agregan: una segunda (todavía dentro de los límites del país) y una tercera (donde intervenfa el mercado exterior) completando ambas la fase de la circulación. Detengámonos en la segunda instancia. Otros agentes haten aquí su aparición. Pues en todos '10s casos, cualesquiera que sean las combinatorias elegidas, los pequeños ~ultivadores del café caían bajo una común dependencia inherente a la segunda instancia. Llegado 'el café (O, en SU caso, el maíz, cultivado en surcos paralelos, u otros fruto; menores como frijoles, plátano, o los tubdrculos malanga, yuca Y boniato) a los centros de almacenamiento, una compañía comercializadora 10s edquiría a los productores, haciendo de intermediaria entre éstos y el mercado. Naturalmente, al serle vedado el acceso por sí al mercado, el productor quedaba a n~ercedde la compañía comercidizadora.. . que por 10 general era controlada por el latifundista. De modo que la apropiación del plustrabajo se daba a favor del latifundista por diferentes vías:
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a través de las compañías comercializadoras; y, todavía, cerrando el circuito, a través de la tienda
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de raya 0 de ramos generales (igualmente controlada por el latifundista) donde el caficultor debía proveerse de todo d e s de alimentos a Útiles de labranza- a los precios fijados por la tienda que, dado 10 aislado del medio, actuaba virtualmente sin competencia. Es posible que algún caficultor intentara escapar a este circuito de índole económica. Había entonces un remedio a mano, el estado 10 proporcionaba: la guardia rural. Era, por lo demás, una de las formas de retribuir los servicios prestados por el estado. Un día la guardia rural «se alzaba con un puerquito~del campesino o bien -en caso de reincidenciale quemaba el bohío, llevándose esta vez consigo todo lo que podía. Si la guardia rural no era suficiente, el latifundista creaba su propio aparato represivo, encarnado en la figura del mayoral, a quien más adelante veremos en acción: Había, además, la institución del endeudamiento. La tienda no rehusaba en general la entrega de mercancías. Pero dejaba atado al campesino con una deuda de día en día creciente Y que podía ser exigible compulsivamente -guardia n i r d de Por medio y sin pasar por autoridad judicial urbana- en cualquier momento. Era, pues, un nuevo motivo de h s e p - i dad, de cercenamiento d~ su libertad individual -pues colotaba al campesino a merced de un tercer* y, llegado el caso, e efectivo despojo. El mismo mecanismo funcionaba a favor del latifundista, pues éste con frecuencia se constituía en a~reedordel campesino por alquiler de tierras, de instrumentos de hbranza o ganado mular, o bien en concepto de prdstamos en dinero o en especie. Párrafos atrás, al tratar de los elementos de base, obserVm~osque 10s pequeños campesinos eran tanto centrífuga-
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mente lanzados sobre tierras marginales, como centrípetamente concentrados sobre parcelas que fueran medianamente aptas para el cultivo. Entre los primeros predominaban los propie'tarios o los precaristas «usurpadores» de predios del estado. Entre los segundos predominaban los arrendatarios sobre tierras del latifundista. Y estos últimos eran, en la zona de sierra que nos ocupa, una numerosa capa sobre la cual -en tanto que objeto directo de plustrabajo y en tanto que asentados sobre una plataforma algo más favorable en razón de la calidad de la tierra- se ejercía un control específico: el contrato de arrendamiento. Predominaba el llamado de colonato, donde no sólo la parcela alquilada era de propiedad del latifundista, sino también la plantación, con cuyo producto (cosecha), en proporción de una tercera parte a un 40 %, se abonaba el precio del arrendamiento. (Qué significaba este hecho de mantener el. latifundista la propiedad sobre la Le relevaba de toda indemnización al pequeño campesino llegado el día de su partida por extinción o rescisión del contrato. Y, en efecto,, este tipo de cláusulas se encuentra virtualmente en.todo contrato de colonato (también usual en algunas modalidades de aparcería). Por lo demás, como se ha visto, regía el pago en especie. El 'tenedor de la tierra conservaba sólo una parte de lo cosechado, otorgando el resto en pago del alquiler. Este tipo de operaciones restringía la circulación. monetaria y reducía la posibilidad de transacción comercial para el campesino tenedor de la tierra. El casa del caficultor era particularmente significativo. Un cafetal insume de cuatro a cinco años de trabajos y cuidados hasta que-la planta comienza a dar frutos (la cual prolongará . su vida fértil por veinte o treinta aÍíos más), Pero si el contrato se firmaba por diez años, o menos, o bien, si se trataba de un precarista que podía ser desalojado en cualquier mo-
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mento, una parte de la fuerza de trabajo empleada por el pequeiio campesino durante los primeros cuatro o cinco años, dejaba luego de amortizarse en capital a su favor y pasaba, como plustrabajo, a manos del latifundista. Pues éste, a partir de un momento dado, a más de las rentas en especie que hubiera percibido como precio del arrendamiento, se hacía con . un cafetal que agregaba a los de su. plena propiedad y usufructo. Desde ya este tipo de modalidades creaban en fase productiva un estado de dependencia del arrendatario hacia el' arrendador. Quedaba así neutralizada la ventaja relativa -y revertida ésta a favor del latifundista- de que hubiera partido el pequeño campesino al contar con tierras medianamente aptas para el cultivo. En fin, una dependencia que se continúa y refuerza en cuanto examinemos otras cláusulas, frecuentes en los contratos en cuestión. Por ejemplo los que el administrador Juan Barquilla, a nombre de la finca «La Fermina~,hacía firmar a los campesjnos arrendatarios en el barrio rural de Florida Blanca, termino municipal de Alto Songo. En su artículo 9: «El día en que el colono dejase enyerbar su plaza o fuese perjudicial a la finca por cualquier concepto, será despedido de ella sin que tenga derecho .a reclamación algunan. En el artículo 14: «N colono que se le descubra un hurto de frutos en la finca, será expulsado inmediatamente de la hacienda, sin que - tensa - derechos a ninguna reclamación en plantíos ni mejoras que haya hecho*. En el barrio rural de Guamá, término municipal de El Cbbre: «Estipulación C. Como precio del arrendamiento, pagará el arrendatario' a The Cuba Dev'elopment Co., el 40 % del café que se produzca anualmente en la porción de terreno arrendado. El café será entregado seco, sano y limpio, libre de ,todo costo para, la Compañía arrendadora y no tendrá más del 12 % de .granos negros l...] Estipulación J. El
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arrendatario no podrá extraer ningún fruto o producto del terreno arrendado por otro medio que no sea precisamente las embarcaciones que designe el administrador de la Compañía arrendataria. La compañía tendrá derecho preferente de opción para la compra de toda clase de productos y frutos provenientes del lote arrendado». En Loma del Gato, término municipal de Alto Songo, contrato impreso para uso de Lucinda Guibert, viuda de Dumois, de la finca-cafetal «La Josefina~: <(Apartado 3. Para mantener el mayor orden posible en la finca, queda terminantemente prohibido promover discusiones políticas o de ningún género en la mismar. Y por donde quiera una cláusula común e invariable: «Se rescinde este contrato sin que el colono tenga derecho alguno a reclamar indemnización, ni p& siembras, ni por plantas, ni por frutos [ ...] quedando la colonia bajo el dominio del dueño de la finca».5 La interpretación de estas cláusulas es obvia. De parte de los latifundistas del café había la clara voluntad de consagrar contractualmente la dependencia del pequeño productor .. arrendatario. He aquí cómo se venían sumando factores: falta de me, dios, atraso tecnológico, lo inaccesible del terreno -aqui la geografía todavía manda-, la tienda de raya, la no disponibilidad de dinero más el endeudamiento, y finalmente rematar con la circulación de mercancías controlada por otras manos. Cada factor por su lado contribuía a cercar al campesino y su suma decretaba la dependencia. Todo ello formaba parte de un sistema de apropiación del plustrabajo y de represión anexa, tan organizado como el mejor, no obstante la dispersión de los cuIti.vadores. El carn5. César Vilar, «Sobre el problema, del café en Cubau, Fundamentos, La Habana, IX, n." 93 (noviembre 1949), pp. 1021-1022.
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.pesino veíase privado, en definitiva, de su libertad. Pero no de cualquier manera, sino de una específica: atado a la tie rra. Por la serie de factores que hemos venido explicitando donde uno de ellos resalta: la imposibilidad de acceder por sí (y competitivamente) al mercado. Pues aquí el nudo de la cuestión no reside tanto en la fase productiva como en la de cir6ulación. El campesino era explotado a la par del asalariado, mas - e n tanto que productor individual- por otros medios: reduciéndole toda posibilidad de realizar por sí el producto en mercancía. Por lo demás, los controles económicos se establecían con precisión: entre el mínimo con que se retribuía al campesino su producto, que debía permitirle sobrevivir, y un tope, donde no sólo iba la ganancia de quien se apropiaba del plustrabajo, sino un freno a la capitalización del campesino. Como mejor podía, éste sobrevivía sobre una parcela. Una serie de elementos de base, antes vistos, no proporcionaban la mejor plataforma para el take-off. Pero no era todo. Sobrevolaba la plataforma un conjunto de factores; de especffica funcionalidad, aplastando contra ella al campesino. No sólo el despegue era difícil, sino que estaba vedado. Vimos recién de qué factores se trataba: bloqueo del mercado, represión anexa, contratos, todo lo cual, en conjunto, configuraba la atadura a la tierra. Y había más aún. Como consecueicia de la existencia de esta masa de pequeños campesinos y de su apiñamiento se daba el fenómeno del minifundismo. Sabido es que éste no es sino la otra cara, opuesta y a la vez necesaria, del latifundismo. Pues, en verdad, nada se comprende si no se parte del hecho primario: la economía de la isla, de plantación. Y esto, en términos de organización social del trabajo, se traducía en deformación llevada a los limites: a la altísima concentración de mano de obra requerida durante las semanas de zafra se oponía, de inmediato, terminada ésta, un altísimo grado de desocupación y de dispersión
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de esa misma mano de obra. El país entero, surcado de inge. nios de un extremo al otro, vivía la deformación crónica. Y no había vuelta que darle: el «azucarero del mundos debía estar provisto para abastecer el mercado exterior. Pero ¿cómo hacer para que cientos de miles de voluntades se reunieran un día y otro día se mandaran a mudar? Una de las respuestas la proporcionaba el cultivo de tipo minifundista. Queremos decir: objeto de una alta fragmentación en el reparto de la explotación de la tierra, aun cuando no necesariamente a título de propiedad. Por el contrario, más frecuente era encontrar al pequeño campesino abonando de un tercio al 40 % de su cosecha como precio del arrendamiento de una parcela sobre tierras de propiedad de latifundistas (que podían abarcar varios miles de hectáreas) o de campesinos ricos. Tal es, pues, el alcance que damos a la expresión cultivo minifundista. Y a partir de cuyo concepto se irán configurando las relaciones de producción vigentes en la zona que nos ocupa, la Sierra Maestra. ¿Qué tipo de vínculo se traba entre el gran propietario de plantación y el asalariado temporero? Si se trata de un obrero agrícola, la pregunta no admite vacilaciones: de tipo capitalista. Pero ¿y si se trata de un pequeño campesino? Pues, en efecto, el ailtivador minifundista ingresaba con frecuencia en el contingente multitudinario que abatía el cañaveral. En virtud de qué mecanismos allí era atraído, lo veremos en seguida. Antes queremos examinar, a la luz de la personalidad ' social del pequeño campesino, de qué manera jugaba sobre su condición originaria el hecho de incorporarse como asalariado a la zafra. Y aquí nos topamos con la necesidad de contrastar un inodelo teórico del capitalismo con aquella realidad, y ver en qué medida se corresponden. En El capital ha abundado al respecto Marx. Tomaremos un párrafo que al autor no disgustaba se citara, pues, además de figurar originariamente en
El capital, se encuentra reproducido en el Anti-Dühring, de . Engels. Y, como es sabido, este último sometió, antes de re- . mitirlo a la imprenta, el manuscrito íntegro a su amigo-y maestro, quien, además, escribió para el Anti-Dühring uno. de los capítulos referidos a la economía política. No hay, pues, riesgos de traicionar el contexto original en la extracción del citamos a un Marx autorizado por Marx. El texto expresa cómo, para la generación del capital, es necesario dar «con el obrero libre, libre en un doble sentido, pues de una parte ha de poder disponer libremente de su fuerza de trabajo como de su propia mercancía, y, de otra parte, no ha de tener otras mercancías que ofrecer en venta; ha de hallarse, -pues, suelto, escotero y libre de todos los objetos necesarios para realizar por cuenta propia su fuerza de trabajo*. (Qué surge de contrastar la personalidad social del pequeño campesino dentro de este modelo teórico? Que el cultivador minifundista:
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a) tiene otras mercancías distintas a su fuerza de trabajo para ofrecer en venta: las obtenidas sobre su parcela; b ) en ningún supuesto dispone libremente de su fuerza de. trabajo en el sentido de ponerla, como propia mercancía,. a disposición del capitalista:-la índole de su condición social -productor individual- excluye la venta de su fuerza de trabajo; C) no obstante, el latifundista le obliga - a la venta de su fuerza de trabajo mediante la compulsión económica: el ejército de reserva se integra con la mano de obra del cultivador minifundista; d ) el pequeño campesino es, pues, forzado a un servicio personal (enmascarado tras la retribución de un salario) que se presta en época de recolección sobre las tierras del latifundista. . -
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Explicitemos un tanto la figura que aquí, surge, y cuyos contornos se rematan en el último punto, retomando el elemento salario. Pagado al campesino, es retribución al corte (O transporte, etc.) de caña en zafra (o en otras recolecciones de temporada). Una doble faz se muestra. Por un lado, produce el desnivel sin el cual la compulsión económica no actúa. No basta que el pequeño campesino sobreviva a duras penas sobre la parcela. Es necesario, además, que la retribución sala: rial mejore esa situación para decidirlo (a él o a sus hijos) a abandonar temporalmente sus propios cultivos en períodos de relativa inactividad (que no coincidan con la cosecha sobre la parcela y, en efecto, por ejemplo, zafra y recolección cafetalera se escalonan en el calendario, una entre diciembre y marzo, la otra por agosto). Favorecía precisamente esta situación el hecho de que un pequeño cultivador de café en la Sierra Maestra -zona que en especial nos ocupa-, disponiendo de un par de hectáreas o incluso de sólo fracción de hectárea, necesitaba de la fuerza de trabajo de sus hijos únicamente en época de recolección. Para el resto (mantenimiento del modesto cafetal) se bastaba el jefe de familia. (Qué .hacían, pues, sus hijos? Marchaban a la zafra, caian en el circuito ambulatorio sierra-llano. Doble faz muestra el salario temporero. Por un lado, señalábamos, crea el desnivel necesario para que la compulsión económica actúe en particular sobre el excedente de mano de obra en el seno de-la familia del pequeño cultivador. Y, por el otr'o iado, el salario temporero nunca' debía asumir una entidad tal que permitiera iniciar un proceso de capitalización al pequeño campesino. Pues, en ese caso, no tendría necesidad de interrumpirel asentamiento sobre la. parcela.,, acabando por desertar del ejército (de mano' de obra) de reserva. Lo cual no obstaba para que, si en los hechos estaba bloqueado el take-off capitalista, fuera conveniente guardar la imagen: significaba un acicate acckiorio para dejar temporalmen-
te los cultivos propios. Partía, así, el campesino: arrojado por una necesidad y tras una ilusión, la de capitalizarse..La primera acabará devorando la segunda, pues antes que nada está , el subsistir. Y al año siguiente será el recomenzar. El salario es, aplicado a la personalidad integral del pequeño campesino cultivador minifundista, la otra cara de la compulsión económica. Las luchas obreras habían logrado su incremento a través del tiempo, mas sin romper el esquema original; y, llegados los años cincuenta, el deterioro económico general hacía el resto.
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vemos no poder realizar su proyecto, pues las trabas de tipo feudal se lo niegan una y otra vez. El testimonio de Fidel Castro viene a colación, dando cuenta de esa situacióndsobreel teatro mismo de la guerra, en la Sierra Maestra. «Nosotros pensamos - d i c e refiriéndose al pequeño caficultor de las faldas de la montaña- que aquél era un tipo de trabajador verdaderamente heroico.
la atadura a la tierra en {unción del bloqueo impuesto por e1 latifundismo a la libre circulación de mercancías; . b ) un servicio personal prestado sobre las tierras del latifundista. a)
Y, así, el concepto de supervivencias feudales se impone.
Claro está, en nuestro caso histórico la alternativa no consiste en feudalismo o no-feudalismo, sino: feudalismo morigerado por la instancia histórica que lo niega, el capitalismo. Desde Hegel en adelante, y muy particularmente desde que Engels refutó a Dühring, se sabe que la negación no entraña la destruccidn de su opuesto. Ella destruye una parte de aque-' lIo que niega (discontinuidad del proceso hisfórico) y, por un tiempo, conserva otra parte (continuidad del proceso histórico).
6. Fidel Castro, «Discurso pronunciado...», op. cit. (1-2 de diciembre de 1961). Por su parte, Ernesto Che Guevara: dos campesinos de la
sierra no tienen animales vacunos y, en general, toda su dieta ha sido de subsistencia, dependiendo del café para Iograr los artículos industriales que necesitan o algunos comestibles imprescindibles como la sal, que no existe en la sierra» («Unaño de lucha armada^, en Obras, t. 11, p. 353).
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Pues bien, (qué hereda la república de su antecesora la colonia? Las estructuras de tipo feudal que el capitalismo monopvoductor pone a su servicio Tarea que se venía cumpliendo desde que las relaciones 'de producción esdavistas comenzaron a desagregarse y dar lugar al desarrollo de un sector de trabajadores libres a partir del ingenio. Ahora bien, la liquidación de las relaciones de producción esclavistas varió la problemática, pues ya no se trataba de un sector de trabajadores asalariados libres, sino de la masa que accedía a esa condición. Pues, por un lado, no era viable generalizar lo que hasta entonces se dosificaba: el desalojo rural (como fuente número uno de proletarización); y, por el otro lado, la masa de trabajadores forzados había quedado librada a su suerte. Nacía el tiempo mzlerto y el terrateniente quedaba relevado de proveer a la manutención de los esclavos durante todo el año. Inevitablemente parte de esta masa tendería a instalarse sobre una parcela. Otro debía ser, pues, el mecanismo que condujera la mano de obra hacia la zafra (y hacia otras recolecciones sobre latifundios), y luego la despidiera con un «hasta la próxima». Fue, en efecto, el mecanismo que venimos explicando, en cuyo interior juega la relación latifundio-minifundio. Hemos visto así al pequeño campesino (o a integrantes de su familia) marchar a la recolección sobre predios del terrateniente: a partir de una condición feudal heredada, morigerarse ésta, vía inserción capitalista de semanas de trabajo asalariado. Ahora bien, la supervivencia feudal connota no sólo: a) morigeración, sino b) coparticipación y c)
enmascfframiento.
Coparticipación en la medida en que las relaciones de pmducción teñidas por la supervivencia feudal son parte de
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uha formación, económico-social donde ellas coexisten, interpenetradas, con otras de tipo capitalista. Y enmascaramiento en el sentido de que los rasgos feudales no se consagran netos en el interior de una normatividad jurídica, sino tras una compulsión económica donde el salario, en realidad, como se .ha relacionado, es un salario-cebo. Por lo demás, poco sign&caba que fuera cobrado en dinero. De momento, satisfechas las necesidades mínimas, rl campesino de las montañas de oriente concurría co,n el circulante al mercado a por semillas u otros elementos para una inversión que no iría a rescatarle de su estancamiento. Distinto era el caso del llamado colono azucarero, cultivador del llano, mucho más protegido por la legislación y que desenvolvía su actividad dentro de otras condiciones. Ahora bien, si lo capitalista no era lo dominante en las relaciones de producción en la sierra, a nivel de desarrollo autoconsciente se dejaba sentir con fúerza. El pequeño campesino era tocado por una solidaria corriente interclasista. 'No se encontraba solo a la hora de la zafra. Durante unas semanas cientos de miles de brazos se abatían sobre la caña. Zafra cumplidá, sólo un reducido contingente contaba con fuente de trabajo en ingenio, en cañaveral o en distintas explotaciones agrícola-ganaderas. Los demás -recordemoscaían en el tiempo muevto, forzados nueve meses de muy precaria actividad. (Qué hacían, dónde iban? Partían a levantar otras cosechas de temporada en la sierra o en el llano, como el café, arroz, cacao u otros frutos menores. O tras ocasionales empleos en núcleos urbanos, llegando incluso a La Habana. O bien, y a esto se veían reducidos no pocos, hacerse de una microparcela cualquiera e intentar una economía de subsistencia hasta la próxima zafra. Este desocupado, este hijo del' tiempo muerto, se mal instalaba donde podía, incluso a la vera de los caminos, en las guardarrayas (franjas dejadas libres entre una y otra extensión cultivadas).
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Contribuían estas situaciones a crear los fenómenos sociales del nomadismo (movilidad horizontal) y de la proletarización (movilidad vertical). Ambos fenómenos se consituían en las coordenadas del precarista. Ocupante sin título alguno, se esforzaba por prolongar su paso por tierras que no ie pertenecían. El desalojo era la constante amenaza que pendía sobre su familia, sobre sus no menos precarios cultivos, recomenzados una y otra vez, sobre su bohío, esa mil veces precaria vivienda. Ciertamente, jugaba la falta de tierras disponibles, especialmente en la zona cafetalera que fuera el inicial teatro de operaciones de la guerrilla. Era, además, una zona que ciertas compañías querían desalojar para explotar el grano por su cuenta. Pero otra era la razón profunda de la permanente situación sufrida por los precaristas. La misma razón que hacía abandonar su parcela al pequeño campesino, la que llevaba a deambular al obrero agrícola: era preciso que buena parte de la población estuviera condicionada por la inseguridad y el pauperismo de modo tal que, llegada la zafra (u otras cosechas sobre latifundios), se precipitara tras un salario. El poblador rural va y viene en función de las migraciones temporeras de trabajo, no de su voluntad. Se trata, pues, de una movilidad que, lejos de entrañar libertad de desplazamiento, es hija de la necesidad. Si por el campesino fuera, no iría a la zafra, sino al mercado aportando sus productos. Pero esto último le está vedado, mientras que a lo primero está obligado. Tres tipos sociales. Dos de ellos constituidos por los pequeños campesinos y los obreros agrícolas. Unos a partir de una parcela, otros a partir del trabajo asalariado temporero. Para unos aferrarse a la parcela era lo esencial, y en función de ella bajaban al llano. Para los otros no había parcela estable posible y, zafra concluida, el resto era subsistir hasta la próxima. Inversa era, pues, la dirección que tomaban. Pero,
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jando o subiendo la sierra, en el mismo camino se cruzaban. ompartían un destino, el azúcar, el café. Campesinos pobres incluso medios), obreros agrícolas, a todos llegaba el eco l cañaveral. Todos pertenecían a la raza de los explotados, era por las compafiías comercializadoras de granos y de tos, por el latifundista, por el ingenio. Todos identificaban enemigo común, la guardia rural: con una mano expulsaba os obreros agrícolas sin trabajo que intentaban una econoa de subsistencia, con la otra «se alzaba con un puerquitox la finca del campesino, a quien, si por el momento no iba esalojar, por lo menos hacía objeto de una exacción. Y un tercer tipo social, a mitad de camino entre el peeño campesino y el obrero rural: el precarista del tipo urpadorn. (Qué era? Un documento oficial y libre de apreciones de tipo subjetivo como el censo agrícola de 1946, taba: ano existiendo disposición legal que le ampare en disfrute de la tierra en que se encuentrap. Y no podía -ya 1946- dejar de reconocer: «durante los últimos años se intensificado el problema social que implica este tipo de encia^.^ Insistimos: ¿qué era el precarista? Lo que le den ser: un cultivador sujeto a la voluntad de un tercero. si era desalojado, tendía a proletarizarse. De esta situación y, en general, del contexto brindado por ierra de oriente, una variedad de fuentes aporta. Aparte relatos y crónicas se cuentan estudios especializados, así o la información procesada por el INRA (Instituro Naal de la Reforma Agraria), la prensa de la época (comery clandestina), los censos y diversos informes oficiales, cuales proporcionan el ángulo de la demografia o de la uccióil, los debates parlamentarios, los partes de guerra, lamas y declaraciones, etc., escapando a este trabajo hasu relación pormenorizada.
..Memoria del censo agrícola, 1946, p. 93.
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Una muestra elocuente de las fuentes lo constituye el juego de dos testimonios provenientes de las antípodas. Uno corresponde al jefe militar del bando rebelde, Fidel Castro, y el otro al coronel Pedro A. Barrera Pérez, comandante de operaciones (entre enero y agosto de 1957) del ejército de la dictadura. Uno ha sido-Publicado por un órgano virulentamente «anticastrista», editado haSta hace unos anos en Caracas, Bohemia Libre (como réplica de la ~ ~ h e m que i a contin~iópu- . blicándose en Cuba), y el otro pertenece a una intervención radiotelevisada --luego editada por el gobierno- de Fidel Castro. Las citas irán in extenso a fin de afectar 10 menos posible el sentido de visión de conjunto que proporcionan. Dice así el coronel Pedco A. Barrera Pérez, refiriéndose al momento de desembarco. del yate Granma: «En aquellos días .. estaba en plena efervescencia un viejo problema que jamás tuvo solución, y que se agravaba por momentos. Desde tiempo inmemorial todo el vasto territorio de la Sierra Maestra se .. hallaba dividido entre un pequeño grupo de familias que tenían la propiedad de fincas de dos y tres mil caballerías ( 1 caballería: 13,4 hectáreas). Alrededor de 8.000 km2 de tierra feraz, malamente explotada en toda su riqueza, estaba ocupada por más de cuarenta mil habitantes, con un promedio de cinco por familia, que vivían regidos por sistemas primitivos, al extremo que no conocían ni remotamente la civilización imperante en las demás zonas de Cuba. »Tradicionalmente la tierra se dividía entre los vástagos de cada familia -continúa expresándose el jefe b a t i s t i a n e , que ocupaban, sin más trámites, pequeñas parcelas de terreno donde levantaban su bohío y sembraban aquello que más fácilmente sirviera para el sustento, como el maíz y la malanga. Ajenos a los litigios legales, permanecían en los predios que ocupaban sin importarles otra cosa que. tener hijos y es-
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perar a que los mismos crecieran para que les sirvieran de ayuda en las labores agrícolas, hasta tanto formaran a su vez otras familias, que irían a repetir la ininterrumpida historia. »Éste era el tipo denominado precarista; pero no eran solamente ellos los que residían en las abruptas regiones de la Sierra Maestra. También había los pequeños propietarios -se precisa seguidamente- que mediante préstamos bancarios obtenían para sus fines los aperos de labranza, semillas y equipos necesarios para un mejor rendimiento de las mismas. Existían los llamados mayorales, que con grupos de empleados de los terratenientes, cultivaban las tierras y vivían en los bateyes [tipo de alojamiento rural] con algo más de comodidades que los precaristas, a los que mantenían a raya, tratando de evitar que extendieran el terreno que ocupaban. »Surgían así, de estas luchas -se relata seguidamente-, constantes pugnas entre precaristas, los mayorales y sus hombres de confianza, con el resultado de que pereciera unas veces el mayoral o alguno de sus hombres y otras el precarista, al que quemaban la casa o lo asesinaban~.~ Aquí interrumpimos el testimonio del coronel Pedro A. Barrera Pérez para retornarlo más adelante. Como a través de un film, viejos conocidos hemos visto desfilar sobre el terreno de la Sierra Maestra: ancestral latifundismo, cultivador minifundista, atraso en los métodos agrícolas, alta concentración demográfica, aislamiento, cultivos en zonas abruptas, economía de subsistencia, imágenes del precarista (en procura de tierras, su desamparo jurídico, etc.) y del pequeño propietario. Haremos un flash retrospectivol Ha aparecido un nuevo 8. Pedro A.-.Barrera Pérez, «Por qué el ejército no derrotó a Castro» (versión de) Rodolfo Rodríguez Zaldívar, Bohemia Libre, Caracas (agosto 1961); cit. en J. García Montes y A. Alonso Avila, op. cit., pp. 553-554.
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factor que desde páginas atrás pesaba como signo de interrogación: viviendo tan mal, .siendo objeto de tanto abuso, (cuál era la reacción del pequeño campesino? Y bien, la respuesta se hace presente: la lucha armada venía siendo, desde mucho antes del desembarco del yate Granma, tradición en la zona. Y en general en la provincia de Oriente. Alguna vez hemos hecho referencia a Realengo 18. Ocurrió en los años treinta. Quien gobernaba en los años cincuenta, el general Fulgencio Batista, había pretendido ya entonces desalojar a varios miles de pequeños cultivadores asentados en el predio que llevaba por nombre Realengo 18. Movilizó al efecto sus tropas. Y los campesinos lo hicieron por su lado: se armaron y recurrieron a la más vasta solidaridad. Resultado: las tropas, como vinieron, se fueron, sin desalojar. Había ocurrido en los años treinta. Pero desde entonces la memoria se renovaba. Cada vez que en la provincia de 'Oriente una familia eta desalojada, se erguía el ejemplo de los campesinos del Realengo 18: invictos salieron de sucesivas conspiraciones y conservaban sus tierras. Ejemplo que, por otra parte, no era aislado: estaban las jornadas de Ventas d e Casanova, El Cobre, Las Maboas. Una viva tradición de luchas agrarias se recogía en la Sierra Maestra. El coronel Pedro A. Barrera Pérez señala cómo allí ellas tenían . nombre y - apellido. «Tanto los precaristas como los pequeños propietarios -nos informa- tenían fideres, que utilizaban todos los recursos para vencer a los contrarios. Eran hombres de extraordinaria agilidad, valor y resistencia, capaces de subir o bajar las más abruptas montañas con agilidad felina, sostener fieras riñas con sus enemigos y ejecutar cualquier labor sobresaliente entre los demás. Entre los líderes precaristas ocupaban primer plano Crescencio Pérez y dos de sus hijos, Eutimio Guerra y otros. Por los pro-
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Hetarios de pequeñas haciendas se destacaba Chichi Mendoza con un grupo de hombres de su misma formación.» Por alguna razón la cabeza de Crescencio Pérez -junto a las de Fidel Castro y Raúl Castro- había sido puesta a precio por el gobierno. Cuando los acontecimientos se precipitan en la sierra, Crescencio Pérez sabe de qué se trata: entre dictadura y latifundistas hubo y hay siempre algo más que coincidencias. Es bajo ella que los latifundistas reinician sus ofensivas, cuando mejor pueden disponer no sólo de sus mayorales, sino de la guardia rural y, en la ocasión, del ejército. Si Fidel Castro viene a defenderlos sobre sus parcelas, a castigar la mano de los asesinos, reponer a las familias expulsadas sobre sus tierras, bienvenido sea. Crescencio Pérez se pondrá a .sus órdenes: Incluso para llegar lo más lejos posible, a derribar al dictador Fulgencio Batista. Que por lo demás ya él se había levantado hacía veinte años contra aquel otro dictador que supieron tirar abajo, Gerardo Machado. Todo esto hizo que el 26 de Julio, encabezado por Fidel Castro, estuviera desde tiempo atrás en contacto con rurales de la zona, particularmente Crescencio Pérez. Y explica que para éste el día del desembarco fuera como un día de fiesta. Una colaboradora de Fidel Castro, Celia Sánchez, narra cómo una madrugada arriba a casa de Crescencio Pérez y le dice: ~Crescencio,levántese; Fidel llegó por aquí y usted se tiene que ir con toda la gente suya a esperar a que Ilegiie, sin decirle nada a nadie». Y el relato continúa: «Crescencio, de lo más apacible, dijo: "Un momento". Fue al cuarto y al rato salió ide punta en blanco! con zapatos bajos, guayabera [camisa típica cubana], lacito y un sombrero de fieltro, como si hubiékamos estado en una fiesta y no en el campo. Y con su revólver a la cintura».'' 9. Ibid. 10. Félix Guerra
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Éste era Crescencio Pérez. La anécdota describe a la vez el respeto que, sin conocerlo personalmente, experimentaba por Fidel Castro. Así, los contactos mantenidos desde hacía tiempo habían arrojado como resultado su colaboración activa para el plan inicial del desembarco del Granma. Éste, en efecto, era esperado en determinados lugares de la costa con camiones, gasolina y jeeps. Además, «el día tres [al día siguiente del desembarco] por el mediodía -relata otro entonces rural, Guillermo García, luego comandante-, se empezó a hacer patrullas en la zona y a reorganizar al campesinado, avisándoles que si salía gente armada que había que prestarle protección [ ... ] En la zona organizamos a toda la ., juventud» ." La cita no pudo tener lugar como estaba pretisto, pues el ejército .batistiano sorprendió a los 82 hombres mandados por Fidel Castro, quienes se habían visto obligados a desembarcar en otro paraje que el convenido, y los diezmó. Pero los rurales de la sierra necesitaban de Fidel Castro. Y dieron con él y con sus compañeros que aún quedaban en pie de lucha, les protegieron del ejército que rastreaba toda la zona para darles caza. No es exagerado decir que, poniendo en riesgo sus vidas, salvaron las de aquel grupo de sobrevivientes del Graízma -apenas más de una docena- que serían el embrión del Ejército Rebelde. Y bien, si las puertas de los bohíos se abrían para recibir a aquellas gentes de la ciudad -por un tiempo extraño injerto en las montafiasera en función de esa alianza socio-militar de objetivos muy precisos, cuyo garante había salido Crescencio Pérez. Varias páginas atrás nos preguntábamos sobre el abaste-
~ a b a n a ,XI, n! 1 (marzo 1972), pp. 111-112 y 127; Carlos Franqui, El libro de los doce, Instituto del Libro, La Habana, 1967, pp. 56 y 105. 11. C. Franqui, op. cit., p. 96.
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cimiento de los efectivos de Fidel Castro, sin cuyo funcibnamiento inútiles resultan las victorias militares. Si el soldado no tiene resueltos I s problemas de alimentación, etc., su fin es rev visible. Pero si de guerrilleros se trata -quien debe reclutar sus compañeros de armas en el medio donde actúaestá totalmente excluido procurarse la manutención entrando a saco a los productores rurales. Debe, pues, para sobrevivir, contar con el apoyo y auxilio de éstos. Hemos visto la plataforma económica y social sobre la cual se asentaba la población rural de la zona. Hasta qué punto le estaba vedado el progreso. Luego intentamos dar las pautas de su proceso de autoconciencia, que reposaba sobre esa asfixia económica y sobre una original interpenetración clasista. De todo este panorama se infiere que en general estaban dadas las condiciones objetivas para un tipo de lucha prolongada. Concurría asimismo una viva tradición y gimnasia para emprender esa lucha, siempre en función de lo reivindicativo, esto es, la defensa de la tierra. Todo esto fue proporcionando un marco, y dentro suyo se tendieron las líneas. La cuestión, sin embargo, no se agota en estos términos. Pues hemos hablado de una alianza militar entre rurales de la sierra y la expedición de Fidel Castro. Y esto supone una masa de voluntarios (de uniforme para formar filas y sin uniforme para el abastecimiento, la información sobre los pasos del enemigo, la comunicación con los centros urbanos, la guía por terrenos difíciles e inexplorados) dispuestos a dejar el habitual plano civil donde, en cierta medida, las desgracias de siempre tienden a soportarse con resignación. Pero he aquí que los males se vieron súbitamente agravados o, si se quiere, se daban ahora condiciones objetivas ea particular. (De qué se trataba? De una ola de desalojos ruraIes instados por los latifundistas del café y operados por la mano del ejército de la dictadura, mediante asesinatos en masa de
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pequeños campesinos. Ni los desalojos ni el crimen eran extraños en la sierra, recuérdense las declaraciones del coronel Pedro A. Barrera Pérez. Pero ahora todo subía de grado. No se trataba de casos individuales, sino de una ola abarcando decenas y decenas de fainilas. Tainpoco se trataba de un crimen aislado, sino de asesinatos en masa. Y no bastaba la mano de los mayorales, se recurría ahora al ejército, aprovechando su presencia en la sierra. Pues el pretexto lo brindaba la expedición del Granrna. pero *eintegremos la palabra al ofidal de la dictadura. «Cuando el grupo comandado por Fidel Castro era buscado en la sierra d o n t i n ú a la narraci61i-, en la que se hablan dispersado después del ataque de "La Alegría del Pío", algunos de los terratenientes se pusieron d e acuerdo con determinados oficiales designados para la búsqueda y captura de los invasores fugitivos, a fin de darle un matiz político a la antigua cuestión planteada y obligar a los propietarios a abandonar las tierras que ocupaban, bajo la acusación de estar en connivencia con Fidel Castro. , »Uno de aquellos óficiaies destacados eri la región, irresponsablerriente, hizo una incursión por una zona conocida por "Palma Mocha", en la que había alrededor de cuarenta familias precaristas -prosigue el relato- y procedió a quemar las casas y matar' a los cabezas de familiaque pudo capturar, con el pretexto de que ,estaban cooperando con .los expedicionarios: Los supervivientes de esa masacre, en su mayoría mujeres y nifios, se refugiaron en dos ranchos miserables en .lascercanías de la playa de "Cbivirico", Éste y otros hechos por el estilo propició que los líderes precaristas de.la sierra tomaran el acuerdo de entrevistarse con Fidel Castro para brindarle apoyo, a cainbio de que los ayudara a vengarse de aque'lloi abusos. »Fue así como localizsiron. al grupo disperso -agrega !a narracióri- y Io condujeron a la loma IIamada "Caracas", 9. -- WINOCUR
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de después de varias reuniones llegaron a ponerse de erdo. Surgía de esta manera una nueva fuerza, con el reso de hombres que conocian palmo a paln~oel complicado nario montañoso.» l2 Hasta aquí el coronel del rkgimen, jefe de operaciones ares. Permítasenos ahora agregar, también in extenso, stimonio del jefe del bando revolucionario, Fidel Castro, n, refiriéndose a los mismos hechos, consigna: «Cuando cmos, por la maiiana, una caravana enorme de campesinos a bajando de todo aquello. Eran campesinos que estaban o a diez ltilómetros del lugar donde se había llevado a la acción [toma de un puesto ~nilitaren La Plata, SieMaestra, 17 de enero de 19571, no habían sabido nada de ue había pasado. Cuando.nosotros les preguntamos: ¿qué ? Desde luego, ya nosotros sabíamos cuál .era la causa de llo C.. -1 que un tal cabo Baso1 había estado por el río a Mocha, diciéndoles a los campesinos que se fueran de que iban a bombardear al otro día. Aquella patrulla -precisa seguidamente la narracióna parando en casa del mayoral de la coinpañía Viti; haprovechado la presencia de la expsdici6n que ellos ya n por liquidada; nadie sabía que estábamos por allí; sin rgo, aprovecharon esa circunstancia para desalojar a los esinos. Ningún avi6n había bombardeado ni iba a bomar, y era absurdo ponerse a bombardear unas lornas allí más ni más. Sin embargo, a todos los campesinos, por el río de Palma Mocha hacia arriba, en la falda del Tur, el cabo les había dicho que iban a bombardear al otro l objeto de que los campesir~ostodos abandonaran siis después iban con una patrulla, quemaban todas las y desalojaban, sencillamente, a los campesinos. «Por qué el ejército...», aet. cit.
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»Figúrense: cuando nosotros, subiendo por el río P a h a Mocha -prosigue el jefe revolucionario-, a l amanecer, vimos una corriente de campesinos, algunos con siete hijos,. cuatro hijos, (< diez hijos, bajando, y nos topamos con ellos, y les digo: ;Por qué bajan?", dicen: "van a bombardear aquí". Yo les deda: es ~nen.~ira; jcómo ustedes van a creer eso, si nadie sabía ayer que nosotros estábamos por aquí, nadie sabía que íbamos a atacar ese cuartel, que lo atacamos de madru- .. gada? Esto lo han hecho pira hacerles abandonar a ustedes esta región.. Regresen otra vez". Y los campesinos, ifiirense!, cuando nos vieron a nosotros de verdad por allí, que habíamos atacado un cuartel, más creyeron que era cierto que iban a bombardear aquello. .Muy pocos -agrega Fidel Castro-" fueron los que subieron [ . ..] incluso habían aprovechado aquella circunstancia de la expedición para desalojar».13 Esto ocurría por enero.de 1957. Tiempo desp~iés-relatado el hecho por Bohemia- " ocurrió el caso de las Mabons. En la provincia de Camagüey -vecina a la de Oriente- unos 250 pobladores rurales; iritegraclos por familias completas, ocuparon de mota propio una extensa zona que habfa sido objeto de desmonte por parte de King Rancli Co. -capitales norteamericanos- y de la Francisco Sugar Co. Allí se instalaron, montaron guardia, se organizaron y elevaron su voz en demanda de justicia por una tierra que les habla sido negada. Pues, en efecto, una pregunta salta a , OS ojos: (de dónde salía toda esa gente?
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I 13. Fidel Castro, «Discurso pronunciado...», op. cit. (1-2 diciembre 1961); Ernesto Che Guevara, «Combate de La Matan, en Obras, t. 1, p. 213. 14. Luis Kolando Cabrera, «En el rcdengo "Las Matoas". 250 c a w pesinos en pie de lucha por un pedazo de tierra cubana)>,Bohemia, L, nP 9 (2 marzo 1958), pp. 46-48, 113-115 y 128.
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una población rural asentada regularmente sobre parcelas las abandone para emprender semejante aventura? La respuesta la proporciona uno de loC canipesinos ocupantes, presentado por Bohemia, Elpidio Barrera: «tienemujer y seis hijos que fluctúan entre los 17 y 7 años, viviendo en el camino real en Hato Estero. Trabaja donde encuentra y cuando encuentra». Y la revista comenta:. «Elpidio es uno de talitos. Como 61 hay cientos y rniles».15 De modo que por un lado habia una población flotante y sin empleo estable, la población rural del tiempo muerto. Y por .el Gtro lado la oferta de tierra era virtualmente nula. Por eso ocurrían casos como el de Las Maboas. Una fracción desmontada y buena para cultivar era uti imán. Y coi1 mayor fuerza actuaba si - c o m o en la emergencia- una organización campesina respaldaba y asumía la responsabilidad por la ocupación «iIegal>>l Venían entonces las luchas por la tierra. Y un fenómeno colateral: el bandolerismo. Poco antes del arriba del Gvanma a costas cubanas habia sido muerto por Ia guardia ruraI un personaje que por años cometiera asaltos al frente de una Liaiida, de nombre Edesio y apodado «El Rey - d e la Sierra, Maestrau. No era un delincuente comJn sino un típico bandido social." Tampoco se trataba de un hecho aislado. Son frecuentes las crónicas dedicadas a un estado de alzamiento armado apor Ia libre», rayano en la delincuencia, observado especialinenie en las montañas orientales, donde en 1958 se abre el llamado Segundo Frente Frank País, que mandara Raúl Castro. Frente a este fenSmeno la guerrilla reaccionh con energía, no ex15. Ibid. 16. Rubén Castillo Ramos, «~EXC~US~VO! Muerto Edesio, el Rey de. k Sierra Maestra», -5ohenzía, XLVIII, no 33 (12 agosto 1956), pp. 52-51 y 87.
duyendo la aplicación de la pena de muerte, tanto en aqu zonas como en la Sierra Maestra.17 Vale decir, con el correr del tiempo, en medio de las diciones favorables descritas y al calor de sucesivos éxito encuentros rnilitares, la autoridad de la guerrilla se fue mando en 1957-1958, al punto de establecer áreas de s clusivo gobierno, Naturalmente, esta situación preocup régimen, el cual se dio a intensificar la represión. Consc de que los efectivos de Fidel Castro se sostenían graci apoyo prestado por la poblaci6n rural, fue contra ésta la dictadura ensayó sus golpes. ¿Y cuál es el mayor castigo que puede abatirse contr campesino? Quitarle de las tierras donde se asiento. De m que represión y desalojos rurales iban de la mano y, con el aumento de la población flotante. La represión en la sierra pasa, as$, por cuatro mome
1) Luego del desembarco del Granma - e n t r e di bre de 1956 y enero de 1957- este hecho es tomado pretexto para desalojar en zonas adyacentes de la Sierra M tra. La mano ejeciltora es el ejército pero el objetivo n de índole militar, sino económico: el despojo de tierras padas por campesinos en beneficio de latifundistas, qu instigan la represión. 2 ) Advertida por la dictadura la alianza Fidel Ca Crescencio Pérez, la represión se dirige contra quienes convictos o sospechosos de brindar ayuda a los guerril Estos se encuentran en fase de desplazamiento nómada, ningún lugar les significa refugio seguro. Y así, deambu los guerrilleros y recibiendo el entorno rural golpes repre -
17. Ernesto Che Guevara, *Lucha contra el bandidaje», en t. 1, pp. 324-327.
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que aqiiéllos aún no están en condiciones de parar, se extiende un período entre el 17 de enero y el 28 de mayo de 1957. Fecha la primera del inicial encuentro a qiie se atreviera la guerrilla, el ataque con éxito al puesto iniíitar de La Plata. Y la segunda, fecha del asalto --también con resultado positivo- contra el pequeño cuartel de El Uvero. La significación de ambas fechas es la siguiente: la primera da a conocer, dentro del entorno rural, la supervivencia en pie de guerra del grupo guerrillero y desata la represión militar; mientras que la segunda lo hace saber al país y determina el abandono por parte del ejército de una considerable zona en las montañas, pues ya no se encuentra en condiciones de coritrolar con el sistema de puntos fortificados aislados y de patrullas con escaso apoyo logística. Queda, pues, una zona librada a la autoridad de la guerrilla; cesa su fase nómada y, sobre el área en cuestión, l n población rural quedará al abrigo de la represión. 3 ) Pero ello no quería decir que la dictadura fuera a permanecer de brazos cruzados. (Y qué hizo? Administrar más represión, en dosis hasta entonces desconocida, abarcando un más extenso radio y empleando otros medios. No podía llegar por vía terrestre, ensayó la aérea. Fue así cómo, previo lanzamiento de octavillas ordenando la evacuación de toda la regióri sudorienta), ésta fue bombardeada desde el aire con cargas explosivas e incendiarias: Fue entonces el éxodo, cakulando Bohemia en 6.000 los pobladores afectados, quienes fueron concentrados por el ejército en un paraje situado en las estribaciones de la Sierra Maestra, Uamado Minas de Bueycito. Otros contingentes fueron trasladados y alojados en Santiago.I8 Todo esto ocurría en los primeros días de junio 18. Luis Rolando Cabrera, «Éxodo en IR Sierra Maestra. Seis mil cubanos dejan sus hogares en doliente caravana», Bohemia, XLIX, 9.0 24 (16 junio 1957), pp. 74-77 y 90-91; Rubén Castillo Ramos, «Odisea en
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del mismo año (1957) y por entonces la ciudad capital de la provincia de Oriente se encontraba ya muy sensibilizada frente a la represión. Apenas un mes después -recuérdesesera la huelga general con motivo del asesinato de Frank País. Los pobladores rurales refugiados en Santiago fueron recibidos solidariamente por las gentes de la ciudad, sin distinción de clase, Es entonces cuando los sectores no azuczreros de la burguesía santiaguera -dediczdos, entre otros, a los rubros de fabricación de ron y tabaco- se ven enfrentados públicamente al gobierno a través de un ácido intercambio epistolar entre las institucioiles cívicas y el ministro de Gobernación, Santiago Rey. Mientras aquéllos protestan por el auge represivo que se abate sobre la ciudad, el ministro acusa a los sectores propietarios de oportunismo, insinuando su encubierta complicidad con Fidel Castro.'' En fin, todo contribuye a crear un clima adverso a la ordenada «reconcentración campesina», que obliga al régimen a levantar la medida. Lcs pobladores rurales regresan a sus tierras y viviendas con una nueva experiencia que fortalece su decisión de resistencia a la dictadura.'" 4) De aquí en más el gobierno se verá obligado a consi-. derar a la guerrilla un hecho militar, y aquélla irá evoluciola sierra. Después del Uvero», Bohemia, LiV, nP 29 (20 julio 1962), pp. 18-21 y 111. 19. «Odisea en la sierra...», art. cit.; y los artiailos siguientes de Bohemiu, XLIX, nP 23 (9 j u ~ i o 1957): «iExdusivo! La marcha del hambre frente a las Naciones U n i d ~ s ~ , 52-53 y 102; «Documentos para pp. la historia. Mensaje al presidente Batista de las Instituciones Cívicas de Santiago de Cuba», pp. 66-67 y 94; «Telegrama de las instituciones femeninas de Santiago de Cuba al presidente de la República», p. 67; «Respaldo del Comité Conjunto de Instituciones Cubanas», p. 67; «Respuesta del Dr. Santiago Rey, ministro de Gobernación, a las instituciones de Oriente*, p. 67. 20. Ernesto Che Guevara, '((~uerray población campesinas, en Obras, t. 1, PP. 158-159.
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nando hasta constituir un cuerpo armado que alcanzará uno's 300 efectivos para mediados .de 1958, y será conocido como Ejército Rebelde. La represión entrará entonces en un nuevo momento: el régimen no buscará ya imponer el terror entre la población rural, sino un enfrentamiento decisivo con el Ejército Rebelde. Este tendrá lugar en el lapso 25 de mayo6 de agosto de 1958, teniendo como resultado la derrota de las tropas de la dictadura. Vimos que Fidel Castro y sus hombres habían golpeado a las puertas del bohío, y que éstas se hubieron de abrir. Pues bien, a medida que se dieron desalojos y éxodo de pobladores rurales, la situación brindó perspectivas de más en más favorables: la guerrilla encontraba a su hombre ya en camino. Por peor que viva el campesino sobre una parcela, será su asidero y su esperanza. Difícilmente la cambiará por un fusil. Pero todo cambia si la tierra falta. Y más aún si la poca de que ha podido hacerse el iural la pierde de la noche a la mañana. Toda resignación es entonces proclive a devenir en furia: quien le ofrezca un fusil le encontrad receptivo. Ciertamente, estaba de por medio la represión. Pero ésta había apuntado mal. No eran los campesinos desalojados -recuérdese el narrado encuentro en Palma Mocha- quienes esperaban a Fidel Castro, sino Crescencio Pérez. Cuando la represicín reparó en este último y puso precio a su cabeza, ya era tarde. No sólo había errado el momento, sino dado razón a Crescencio Pérez y a Fidel Castro: sólo una mano armada podía contestar los abusos, el desalojo y los crímenes. H e aqui cómo la represión brindó lo que faltaba: una coyuntura desencadenante. Pauperismo, movilidad, de tiempo atrás existía una estructura social de por sí favorable, sobre la cual hemos abundado. De alguna manera, la estructura generaba espontáneamente movimientos, cuya expresión degenerada -y muy sintomática- era el bandolerismo: caer en
la delincuencia conservando como 'pretexto la motivación cial: que se robaba a los ricos para distribuir entre los bres. Y desde luego se venían generando - e n buena dosis ta bien espontáneamente- las acciones regionales de resisten en la Sierra Maestra. Pero éstas podían contra los mayora y contra 12 guardia rural: no contra el ejército. Contra él cia falta un igual, y fue el Ejército Rebelde.
Julio Lobo, rey, de gesto paternalista, el país es el azúcar y el azúcar es él. Jesús Menéridez y su réplica: «sin obreros no hay azúcar*. Crescencio Pérez, su revólver a la cintura, vistiéndose de fiesta para recibir al visitante que le trae la iuerra. Tres personajes que a su hora juegan su rol histórica y a la vez son prototipos de la clase. De ellos se ha procurado captar la imagen en un flash, ubicado cada uno en el capitulo donde se tkató de su respectivo sector social: burguesía azucarera, proletariado, masas rurales de la sierra. De por vida consecuentes a su clase, la pintan de cuerpo entero y, por encima de sus individualidades, corresponden al plano social de época. Claro está, los protagonistas del plano político son otros: Fidel Castro y Fulgencio Batista. Les hemos visto <
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CONCLUSIONES
1.41
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te», con el cuartel Columbia tras suyo, útil y propio para manchirse las manos. Fidel Castro, de hogar rico, hijo de un propietario terrateniente, va a la capital a estudiar leyes y se gradúa de abogado; naturalmente, es de raza blanca. El reverso de la medalla. El alto mundo de los negocios no tiene reparos para recibirlo entre los suyos, sólo que con el tiempo se crearía un inconveniente: los mandatos ordenando la expropiación de ese mundo Ilevarían la firma de Fidel Castro. Así, la «astucia» del devenir histórico consiste en los papeles trocados. Fulgencio Batista para el rol de ganar la confianza popular, Fidel Castro para el rol de no despertar la desconfianza del alto mundo de los negocios. Fidel Castro, Fulgencio Batista, Julio Lobo, Jesús Menéndez, Crescencio Pérez: figuras de una época, el trasfondo lo proporciona la república semicolonial cuyos componentes, heredados de la colonia y remodelados, u otros originales, reconocen la contrapartida en el invariable reclamo: por la hdependencia. Tras ella, cuatro nombres encarnan otros tantos momentos revolucionarios. Carlos Manuel de Céspedes y luego José Martí, en el siglo pasado, y en el presente Antonio Guiteras 4 é c a d a del treinta- y Fidel Castro, parten todos de una raíz común. Varía el adversario, la tarea histórica permanece incumplida. Carlos Maiiuel de Céspedes se bate coiitra un imperio al modo antiguo, España. José Martí entra en escena sobre la transición misma, cuarido dos frentes se han abierto: el tradicional imperio y el recién llegado imperalismo al modo moderno, los Estados Unidos. Con este último se encuentran..Antonio Guiteras y luego Fidel Castro. Con el transcurso del siglo, el paso de un adversario a otro. Y la consigna permanece siempre invariable: la emancipación nacional. Persiguiendo su logro se articula la línea fundamental de contradicciones:. contra los explotadores de fuera. Las fechas puedendeterminarse con precisión. El 24 de octubre de 1868
es el levantamiento La Dén~aja~ua e inicio de la primera guerra por la independencia. La segunda guerra, tras idénticos objetivos, tampoco alcanzará resultados. Las tareas de liberación nacional, luego de tanto esperas, se cumplirán al promediar este siglo y entonces lo harán aceleradamenle. Iniciadas en 1359 luego del derrocamiento de Fulgencio Batista, un año después se ven agotadas. En el poder se encuentra el Ejército Rebelde, una coalición de fuerzas políticas donde se destaca el 26 de Julio y como primer ministro Fidel Castro. La revolución encara entonces otras tareas. Unst nueva línea fundamental de contradicciones se pone en marcha: contra los explotadores de dentro. También aquí las {echas pueden determinarse con precisión. El 13-14 de octubre de 1960, al decretarse la extensión de las naciona.hzaciones al capital nativo (y dictarse la reforma urbana), la meta pasa a ser el socialismo. Nuestro trabajo se mueve dentro de la primera lhea de contradicciones, considerando que ].a lucha aritibatistiana (1952-1959) se inscribe dentro de la empresa de liberación nacional. Ello y otros aspectos conexos se han tratado de sistematizar en el cuadro 4. Un período de siete años (1952-1 959) inserto en casi un siglo (1868-1960). Ubicado su contexto exterior -tanto en el precedente cuadro como antes en una classcación de elementos de sernicolonia- nos volvemos hacia su interior. Así sea provisionalmente, es posible ensayar una periodización polític~dentro de este período de tiempo corto (cuadro 5).
143
CONCLUSIONES
El periodo que abarca la lucha antibatistiana integrado dentro de la empresa de liberación nacional, correlacionados los regirnenes por los cuales gasa la isla: colonial, semicolorzial, república democrática, socialista 1868
1
Periodización en el ifiterior del tiempo corto marcada por los hechos politicos
1868
1
primera guerra de independencia lg6* 1878 1
l
colonia
1
I
Del golpe de estado -10
1.1.1
Moncada -26 ción armada;
1895
segunda guerra de independencia f 898
Izchas de 1902 LIBERACION liberación n'acional . . antes de la 1902 toma del podei
de: marzo de 1952- al asalto al de julio de 1953-: planteo de la insuriec-
1.3..2
del asalto al Moncada a la a h i s t í a , mayo (primera quincecena) de 1955: tramo excepcionalmente caracterizado por u11 coritenido con dorninante pacífico;
1.1.3
de la amnistía a la huelgil azucarera, diciembre (segunda quincena) , de 1955: primera expresión de resistencia de masas;
19sj
gobierno nacionalista de izquierda
república semicolonial
1.1.4
de la huelga azucarera al desembarco' del ~t.an&a-2 de,' dicienbre de 1956--: inicio del. levantamiento rural en siente;
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1934
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lucha antibatistiaria J959
1.1.5
del desembarco del Guanmn. a la huelga de Frank País, agosto (primera semana) d e 1957: incorporación de la clase .obrera a la lucha antibatistiana;
1.1.6
de la huelga de Frank País al Pacta de Caracas y a la derrota militar decisiva del régimen, culminada en agosto (primera semana) de 1958;
1.1.7
del Pactg de Caracas y la derrota militar decisiva del régimen a la huelga general revoIucionaria y a la entrada del Ejército Rebelde en La Habana, el 2 de enero de 1959.
1959
república democrática 1960 1960 república socialista
I
liberaciónnacional después de la toma del poder 1960
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144
LAS CLASES OLVIDADAS
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El acontecer es rico, la evolución sostenida. Diferentes vías, distintos escenarios y actores, gradaciones diversas. Una coristante: no hay pausas, o, apenas, eiltrc tramo y tramo, algo así como un respiro para 12 subsiguiente adecuacijn de tácticas. Hechos políticos que se dan contemporáneamente a hechos económicos no menos relevantes, producto de las decisiones del estado en materia de política azucarera. Sobre la base de estos últimos, un nuevo cuadro.
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1952. Zafra libre cuyos resultados son excedentes azucareros a colocarse en aíios subsiguientes. 1953-1959. Tanto para posibilitar la comercialización de tales excedentes, como cuenta habida de !a oferta in trescendo cn el mercado rnundial, adopción del régimen de zafras restringidas. Como instrumento regulador internacional, Cuba adhiere al Convenio de Londres. Disminución en la proporción de compras azucareras de los Estados Unidos a Cuba. ,
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Puede ahora esta5lecerse una correlación a partir de los Ilechos económicos. El primer paso será advertir la repercusión de estos sobre las condiciones económicas generales +arestía y contracción en el consumo, desempleo, etc., su incidencia en el nivel de vida- psrrd, en un segundo paso, constatar la respuesta de Ias masas: tanto su evolución anímica como los hechos políticos que en consecuencia ellas producen.
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LAS CLASES OLVIDADAS
este último panorama se corre el riesgo de pere coi~sideramosel punto de partida? En el helte a la superproducción azucarera cubana: las idas. El Convenio de Londres es el complemenución en la proporción de la cuota nortearneque derrama la copa. Pero la espina atraveganta de los cubanos es haber sido forzados a azucarera. Pues ésta es igual a deterioro ecoél, el descolitento. Y biei,, para eso es Jlamado erteu Fulgencio Batista. Se lia insistido en que tado cortó un proceso cívico en ascenso,. conones generales para el segundo semestre de e se adelanta con ese objetivo, es cierto. Pero ese tipo se torna peligrosa cuando factores irriemer por su radicalizacióii. averse coiitra factores de ese tipo se trataba. da la gigantesca zafra libre y sus excedentes ingolpe de 10 marzo de 1952. Cuando se sabía, uda, que los mecanismos del mercado muiidial contracción azucarera a partir de la próxima ue los gobier~~os civiles estaban desprestigiaupción, y ello facilitó la obra de los conjuraencio Batista viene a otra cosa. Coincidiendo mientos hemisféricos de la guerra fría, su tarea o civil sería capaz de encarar. La tarea de decir reslgnense al deterioro que 1;s traerá la conera. este fenómeno sea reivindicado por nosotros partida: bien que'liayamos adelantado una ntre hechos políticos, de inmediato hemos pae relieve los hechos económicos para contratros. La resultante ha sido un redimensionaertura del tiempo corto no aparece el golpe un conjunto interactuado de oferta azucarera
CONCLUSIONES
en alza en el mercado mundial, chocando con la zafra gigante cubana de 1152 para arrojar el nuevo signo del período: política de forzada contracción azucarera. Zairris restrjngidas.. .
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LAS CLASES OLVIDADAS CONCLUSIONES
nacional favorable y frente a un Fulgencio Batista no menos torpe que Luis XVI. Y llegan, en uno y otro caso, las <
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en proceso el accionar revolucionario que azuza el sentido de la exasperación. En los años 1957-1958 es cuando el Ejército Rebelde, el 26 de Julio y Fidel Castro Uenan definitivamente el vacío producido desde el golpe de estado en el campo de la oposición, adquiriendo prestigio y autoridad. Dejan de ser vis,tos como un grupo romántico de «robins hood» de la sierra, para devenir la contrapartida de la dictadura. Tenemos, pues, en juego factores que se interrelacionan y, según avanza el proceso en el interior del tiempo corto, mu-. tuamente se ceden espacio. En la base el mercado mundial y el motor que pone en marcha en la isla: las zafras restringidas. Y en la superestructura política marchan al encuentro las condiciones subjetivas de masa y la voluntad del hombre traducida en accionar revolucionario organizado. Ahora bien, a estas consideraciones no se arriba sino a través' de una visión ampliada: la que resulta de incorporar al mapa social las clases olvidadas: proletariado y burguesía azucarera; más la consideración en capacidad de decisiones autónomas de las mas. rurales. ¿Y qué viene a resultar? Pasan a primer plano las propias necesidades, intereses y coiitradicciones de clase como fundamento de-las decisiones políticas. En ese sentido el punto de arranque es común. Cualquiera que sea la clase, invariablemente se trata de lo específico reivindicativo, conectado en la emergencia al factor de base antes relacionado, el deterioro económico de las zafras res.tringidas. Los obreros exigen mejores salarios, los pobladores rurales tierra y trabajo, los hacendados se resisten a aceptar un giro recesivo a sus negocios. Así es como, a medida que avanzan los años cincuenta y aun antes de estar ganadas las masas por un estado de exasperación, asistimos a violentos movimientos de huelga, ocupaciones de tierras, agresivas actitudes en la disputa por los mercados. Corren los años cin-
50
LAS CLASES OLVIDADAS '
enta y tras la agudización de lo reivindicativo van afíorando neas de contradicciones: la clase obrera y las masas rurales ntra la burguesía azucarera (y contra todo poder terratenienlos pobladores de la sierra contra los latifundistas del café, cétera), y ésta contra sus competidores, especialmente los molacheros norteamericanos, Es un cuadro de situación que encuentra a la burguesía ucarera tomada entre dos fuegos. Para cualquiera resulta a incómoda posición. A esta clase corresponde, pues, la deión: zafarse pactando con un enemigo. Y así se determina actitud cuando la huelga de 1955. Tiene a mano el estado ocrático (pronunciado a su favor en el pleito salarial) y su lado está la dirección sindical rnujalista, en posición de ociar la entrega del movimiento. No obstante, la burgiiesía carera prefiere pactar con 105 trabajadores. Ha hecho su cción: plantear el enfrentamiento con el otro enemigo, los molacheros del norte. Y no excluye de sus planes llegar a tar, en su puja extrafronteras, con el apoyo de la nación a, incluida la clase obrera. ,Que por su parte -y tal prepación comparten los pobladores rurales- coinciden sus reses en cuanto preservar la fuente de trabajo; y ésta se a en la medida en que la restricción opera sobre las zafras. Es asi como, no obstante la agudización de lo reivindica, las masas se avienen al compromiso. El proletariado erda poner fin a la huelga de 1955 tras la satisfacción ial de las exigencias salariales. No distinta es la actitud os pobladores de la sierra. Quieren la tierra pero, incluso la protección armada del Ejército Rebelde, aceptan por momento poner límite a sus exigencias de reforma agraria: sición de los desalojados y expropiación de los latifuns sólo en caso de tratarse de personeros o córñplices de ictadura. De modo que las líneas de contradicción clasisncontrarán en el período su modo coexistente y, un paso
CONCLUSIONES
151
más allá, la común traducción política: contra la dictadura de Fulgencio Batista. (Quién, sino ella, acabirá por aparecer como la responsable de los males? Por la mano de su ejército se ha desalojado y asesinado a los pobladores de la sierra. A su amparo ha culminado la tarea mujalista, acompañándola también del crimen. Su política econúmica sirve al capital extranjero, antes que al nativo. Y, en fin, es el gobierno de las zafras restringidas sobre quien se concentra la responsabilidad por el deterioro económico que sufre el país en su conjunto. De ahi que los movimientos comiencen bajo una faz r e t vindicativa para terminar apuntando sobre la dictadura. Las grandes huelgas, que sufren tan neta evolución: de una a otra es como decir de lo laboral a lo político, de lo salarial a lo insurreccional. Los pobladores de la sierra recurriendo a las armas para recuperar tierras y seguridad, mas no quedando en ello sino dirigiéndolas en definitiva a derrocar la dictadura. Y, en su medida, es también la actitud que adoptan los hacendados, quienes, luego de contribuir a minar la autoridad del gobierno con crecientes críticas a su política económica, acaban en bloque por volver la espalda a Fulgencio Batista. En 1957-1958 hay exasperación y hay compromiso. Una domina el plano político, el otro gobierna el plano social y, desde ambos, otorgan relieve propio al período. La exasperación no es ciega sino consciente y clara en la formulación del objetivo: derrocamiento de la dictadura. Y a este último se somete el compromiso clasista. Una vez cumplido el objetivo, el postbatistato desobliga, rá a los contratantes. Quedarán con las manos libres. Y entonces se sabrá quién hizo negocio. Si la burguesía azucarera logrando restringir la tarea de liberación nacional a su pleito con los remolacheros norteamericanos. Si las masas rurales accediendo a la tierra a través del instrumento jurídico de la reforma agraria. Si la clase obrera obteniendo mejores sala-
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LAS CLASES OLVIDADAS /
rios y enderezando los acontecimientos hacia fa apertura socialista. El tiempo lo diría. Y, en todo supuesto, no serh tiempo perdido: la isla no recordaba, desde épocas del dictador Gerardo Machado, otro gobernante más proclive a favorecer los intereses extranjerds, represión mediante. Constituia ya un beneficio el hecho de la salida de Fulgencio Batista. A ese objetivo cada clase aportará a través de mecanismos que le son propios. Con respecto a las masas rurales de la sierra es notorio como actúan dinámicamente, contribuyendo a ponerlas en camino. El pauperismo ha aflojado los lazos con una tierra donde capitalizarse resulta poco menos que vano intento. Pero este factor, de por sí, no es de grado suficiente para hacer dejar la parcela con ánimo revulsivo; se adiciona la falta de oferta de tierras en el entorno y otros componentes de orden más específico aún que irán a interactuarse entre sí. Nos referimos a la movilidad horizontal del circuito sierra-llano, que otorga un rasgo nómada. También pesan las tradiciones agrarias, que han familiarizado con el manejo del arma y valorizado a los ojos del poblador rural la movilizaci6n solidaria para la defensa de la tierra, más de una vez librada con éxito. El bandolerismo, variante degenerada, no por eso dejando de contribuir como desagregante del conformismo. Y, por fin,la gota que desborda la copa: los desalojos y la represión masivos, coincidentes con el desembarco del Gvanma. Convergen estos factores dentro de un proceso general de proletarización, y coyunturalmente colocan al poblador nird en la situación límite: reaccionará de más en más favorablemente a la convocatoria de la guerrilla. Y lo hará en defensa propia: antes convencido por su estado de necesidad que por la proclama de los hombres venidos de la ciudad. Éstos así acaban por comprenderlo. De ello rinden testimonio ciertas reflexiones de Ernesto Guevara. Como se recordará, nos advierte sobre una menta-
l
CONCLUSIONES
1
lidad dominante entre 10s hombres que desembarcaro Granma, y que consistía en esperar una respuesta casi mática de las masas para culminar rápidamente en el camiento de Fulgencio Batista. Ha sido visto cómo los h no concordaron con este esquema y antes bien otras a tivas aguardaban, notoriamente las exigencias de lo dicativo. De cómo los hombres venidos de la ciudad re ron su punto de vista originario, el mismo Ernesto Gu da cuenta en otro texto: «la reforma agraria no fue in nuestro, fue conminación del campesino, quien la imp la revolución» .l De este último testimonio las propias necesidades tradicciones de clase surgen dotadas de la fuerza nec para dar actualidad programática y, en consecuencia, car la estrategia. Con ello queremos puntualizar las sigu cuestiones. Necesidad de las masas rurales: la tierra. C dicciones: contra los latifundistas que la acaparaban. Y que ceñidas al compromiso clasista del período, he a rol de las contradicciones: imponen -retomamos el té usado por Ernesto Guevara- la reforma agraria. Y q llegaron a la sierra pata levantar en armas a sus pobl se dan con que éstos no serán tanto despertados a la r ción como los guerrilleros a la realidad social: no habrá camiento de la dictadura sin antes atender a los intere clase. Claro está, las citas recién traidas corresponden época en que su autor aún no se planteaba la revolució tinental. A este propósito permítasenos una aclaración. tudioso -o simplemente el hombre que ha vivido los tecimientos políticos latinoamericanos que van de lo sesenta a los setenta- podrá encontrar citas de diferen
1. Ernesto Che Guevara, «Proyecciones sociales...», en Obra p. 18 (texto abreviado).
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154 LAS CLASYS OLVIDADAS
tenido a las aquí traídas. Su manejo no es simple - e n general se trata de juicios emitidos postperíodo- y debe distinguirse si las dicta el pasado o un cierto presente. Pues la regla es una: verificar los dichos con los hechos, las interpretaciones con la Historia. Las sierras orientales tienen, y transmiten de padres a hijos, circuitos propios, marcados por los tipos de producción imperantes. Con ellos se dieron los I-iombres venidos a bordo del Granma. Una senda conduce de la sierra al llano y otra del llano a la ciudad. El llano está en la encrucijada de la zafra. De ella el pequeño campesino no regresa a la sierra tal cual vino. Vuelve con elementos que en su ánimo contribuyen a morigerar lo que son los típicos individualismos de su clase y el aferrarse a la propiedad privada de la tierra, sin otra perspectiva que capitalizarse. Que, por lo demás, era para el pequeño campesino de la sierra bastante ilusorio,'y la prueba es que al año siguiente lo tendremos de regreso a la zafra o a la recolección de café, en predio ajeno. En fin,un circuito que pone a las masas rurales en movimiento y donde los obreros venidos de la ciudad' o residentes en el llano -a quienes hemos visto organizarse desde años atrás y actuar sin titubeos en la huelga azucarera de 1955- tiene concertada puntual cita. Dejarán caer una palabra en los oídos del pequeño campesino y le encontrarán receptivo. Necesitado como fuerza de trabajo, rechazado de la competencia, es natural que así sea en el hombre de la Sierra Maestra. Pues allí -primigenio teatro de guerra, asentamiento del Ejército Rebelde y escenario luego de batallas decisivas- las relaciones de producción parecían navegar contra la corriente: en lugar de participar del capitalismo llevado a todo lo largo de la isla por el ingenio -esa fábrica de azúcar- permanecían sus pobladores sumergidos en el pozo de las supervivencias feudales, sobre las cuales nos hemos extendido. En esas condiciones el pe-
CONCLUSIONES
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aueño campesino quedaba expuesto al «contagio» de la ideo- - '. logía proletaria, pasando sin transición a absorber unaqpers. > h IJ ' pectiva radicalizada: los ~crescenciospérezu no vacilarían en :> medios para lo reivindicativo ni les asustaría que su logro - Illi,, pudiera conducir más lejos de tierra y trabajo a secas. Il! i En fln, si de calibrar el rol de la clase obrera se trata, lo ir,' primero a tomar en cuenta es esto: no se circunscribía su presencia. a las empresas típicamente manufactureras de la ciudad y a los ingenios del llano sino que, en su medida, se dejaba sentir en la sierra. Y lo segundo a considerar hace a / 11'1 j su actividad específica en el período: de una a otira huelga 1111 pasó a gobernar el llano, Hasta el momento en que el Ejér111 iL cito Rebelde entra en La Habana, ningún movimiento llega y i/; * ti 1. a tener la importancia y cubrir el país n la manera de sus granl des huelgas. El recuento de fechas habla de por sí. 1955, i 1957, 1959: bajo dictadura y mujalismo un paro masivo cada dos años (en realidad es menos: cada año y medio). , 111 11 i Y bien, se ha intentado poner de relieve el rol de la cla, 1: 1 se obrera en el período. Conforme lo dejara enunciado el Pac-1 ' to de Caracas, el triunfo requería una conjunción de lucha armada y paralización del país. No habrá derrocamiento de - S 1, la dictadura mientras el Ejército Rebelde no .baje al llano y la / A i: isla sea ganada de oriente a occidente, de la Sierra Maestra a , - , 1 ~ 1 , k 'i \ La Habana, Y el Ejército Rebelde no tendrá ese camino has- . ; 1'1 1; ta tanto la clase obrera, en el centro de un conjunto de ac- . ciones cívicas y de masa, lo deje expedito. ;! Más se visualiza el rol del proletariado en el período en . /li cuanto el historiador se pregunte por las razones del, triunfo' 14 militar. Todo hombre de uniforme sabe qué factor determina '; ,!; 1; la victoria de un bando: la relación de fuerzas. Ahora bien, si tomamos el hecho de armas decisivo, aquel que otorga irre, . versiblemente la primaci'a al Ejército Rebelde, los primeros, datos son desconcertantes. Nos referimos a la batalla conti-, nuada que se da entre mayo y agosto de 1958 en la Sierra . , ' r i i
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156
LAS CLASES OLVIDADAS
Maestra, y al número de efectivos que se cuentan de cada lado. Veamos el hecho de armas. Tras el fallido intento de huelga general del 9 de abril, cree llegado su turno Fulgencio Batista. Y decide pasar a la ofensiva en un esfuerzo supremo, movilizando las fuerzas disponibles. Cerca el territorio rebelde y comienza a avanzar paso a paso. Es el encuentro militar decisivo y ambos bandos lo saben. Y bien, al cabo de algo menos de dos meses y medio, los cuerpos armados de la dictadura emprenden la retirada. Es la derrota de Fulgencio Batista. (QuC habia pasado? Comencemos por destacar los datos primarios. (Cuántos hombres hay en pie de guerra? 10.000 del lado de Fulgencio Batista, 300 del lado de Fidel Castro. (Armamento? Malo e insuficiente en el Ejército Rebelde, moderno en el bando de la dictadura. Por ello deciamos que los primeros datos aparecen desconcertantes, al punto que Ernesto Guevara lleg6 a calificar esa victoria como «increíble». Ahora bien, estos datos no pueden ser tomados al pie de la letra. Lejos están de reflejar la relación de fuerzas. Tras Fidel Castro había -lo hemos subrayado- no únicamente un ejército uniformado, sino otro no uniformado. E1 segundo , aprovisionaba al primero, constituía su vasta retaguardia, sus ojos y oídos a la vanguardia. No estamos en condiciones de estimar su número, pero hacen muchas veces 300. En cambio, los 10.000 batistianos son muchos menos. También lo hemos explicado: estaban desmoralizados al punto de pelear poco y mal o, lisa y Ilanamente, negarse a pelear y desertar, como lo consignan los partes de guerra de ambos bandos? Como 2. rDocumentos de la tiranb, anexos del libro Che, Instituto del Libm, La Habana, 1969, pp. 141-269; FideI Castto, discurso difundido por Radio Rebelde los ,días 18-19 de agosto de 1938, en Nuevo curso de in1trucci6n revoluciotzaria. Los diarios de guerra llevados por Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara en las expediciones cjm bajo sus mandos
157
CONCLUSIONES
se sabe, un soldado en esas condiciones vale por medio, cuarto o aún menos de un. soldado. Lejos está, pues, la aritmética de «bajo bandera» de aportarnos la realidad. Tras Fulgencio Batista había muchos menos y tras Fidel Castro muchos más. Se diría que, entre resta por un lado y suma por el otro, se habia llegado a una suerte de equilibrio de fuerzas. Lo testimonia a nuestro entender lo prolongado de la lucha y el hecho de que en los momentos culminantes los rebeldes Ilegaran al extremo de eilcontrarse sitiados en un área de unos pocos kilómetros. Cuando, lo expresa Fidel Castro, un error y era la derrota? Son evidencias, y en particular la última, de un equilibrio de fuerzas. Un bando en relación de superioridad respecto del otro puede consentir errores y conserva su capacidad de recuperación. En las condiciones descritas, no era el caso: un punto más de ajuste del cerco significaba el aniquilamiento para los rebeldes, mientras que los sitiadores habían llegado al máximo del esfuerzo de que eran capaces. Claro esti, dada una situación de equilibrio, todo factor pasa a gravitar y puede decidir la suerte de las acciones. El fiel de la balanza se inclinará hasta con el peso de una. pluma. Aquí debe, pues, completarse el recuento. Jugaban a favor de los rebeldes su moral; la situación geográfica que brindaban las escarpadas sierras, de difícil accesibilidad; la acertada conducción político-militar de su jefe; y otros factores. Pero el decisivo, que llevó al equilibrio de- 300 contra 10.000, no se encuentra allí sino en el campo de Fulgencio Batista. Un ejército que pelea mal, o no lo hace y llega su tropa a desertar, poco importa el número. de los efectivos: no sirve. ,
parten luego de la derrota batistiana desde la Sierra Maestra hacia La Habana, confirman ese panorama en el bando de la dictadura. 3. Fidel Castro, La Revolución Cubana.
8
CONCLUSIONES
LAS CLASES OLVIDADAS
(Por qué ese ejército había llegado a tal estado al prodiar 1958? Hemos señalado la causa: el desgaste p o d u 0 por un c o n t i n ~ ~hostigamiento. o AUí 'donde, junto a las ones militares, se inscriben las chicas que suelen no guarla brillante. 11iemorj.a de los hechos de armas. Un día es el mento de fe democrática convocado en la colina universia de La Habana, donde silenciosamente miles de personas monian su repudio al golpe. Otro día es la demanda de cia para los pi:isioneros políticos, efectuada por doquier te los mismos estrados de los tribuiiales. Tal el caso del o de quierics fueran capturados luego del desembarco del nmo, proceso celebrado en Santiago; y cuyo voto absoluo en disidencia hace célebre al magistrado Manuel Urrual punto de valerle la presidencia d e l a Repíiblica a la a de Fdgencio Batista. Mención especial merece la campor la amnistía que llegó a aprovechar la coyuntura oral de la reelección del dictador (votado como candidato o, 1954) para exigir- de viva voz la libertad de Fidel Casy demás presos, forzando finalinente la presión de masas uertas de 4.as cnrceles. No escapa'a este recuento la constante rebeldía estudianus manifestaciones recorriendo las calles habaneras, done 'inscribe el nombre del líder universitario caido José nio Echeverría; ni tampoco falta cierta actividad' de los dos políticos rradicional.es, donde se destaca la personad e ,Pelayo 'Cuervo, mandado asesinar. Y el componente ayor peso: las huelgas, con los movimientos de 1955 y iamente de 1957. Tampoco se. circunscriben las accioiviles aJ jmbito urbano. Hemos dado cuenta de ocupade l a , isla s de tierras que ocurren en diversos s aiios cincuenta, reflejadas a su manera en la prensa.'
Apnrte del citado caso d e í l a s Maboas, según rdatara Bohemio ver para provincia de Oriente: «Geofagia. Presos 135 campesinos.
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En cuanto a las acciones militares, ocupa el primer plano el Ejército Rebelde en las montañas de Oriente. No son, sin embargo, las únicas. La base naval de Cienfuegos se subleva en operación coordinada de militares y civiles, sin prosperar, pero concurriendo igualmente al desgaste del régimen por hostigamiento. Un país, su pueblo --clase obrera, masas rurales, pequeña burguesía, como sectores sociales más representativos por su caudal- va separando de su seno, como si se tratara de un cuerpo extraño y nocivo, a los institutos represivos del régimen. Hostigadas permanentemente por un conjunto de acciones militares y cívicas, rodeadas por un clima general de repudio, las tropas batistianas llegan finalmente a la sierra si no vencidas, debilitadas. Van a librar su ofensiva de mayo-agosto de 1958 en curiosa posición: a la defensiva. Allí han sido colocadas. Si son 10.000 que cercan a 300, no es menos cierto que 6.000.000 cercan a su vez a los 10.000: el país está contra el régimen. Cada soldado batistiano acaba por sentirse como el integrante de un ejército de ocupación. Y ese estado de cosas afloja su brazo al punto de hacerle bajar el arma antes de decidirse a jugar su vida. Otro es el panorama en el bando rebelde, donde se está dispuesto a morir. Falta la moral elemental del soldado en el bando batistiano, salvo en algún cuerpo que mantiene el espíritu de profesionalidad, como la tropa al mando del comandante José Quevedo. Es ilustrativo recordar el episodio, que enmarca el atascamiento definitivo de la ofensiva gubernzmental de mayo-agosto de 1958. Terminará esta tropa por
Creyendo tener derecho, pretendieron ocupar una finca de propiedad ajena*. Alerta, La Habana (25 julio 1953), pp. 1 y 7; «Consultivo. Los litigios por tierras. Podrá el Ejecutivo resolver reclamaciones s ~ b r edesalojos con cargos al fondo especial», Alerta (17 julio 1953), pp. 1 y 12; «M~inicipiode San Luis», Diario de Cuba, Santiago (1 febrero 1956); etc.
160
CONCLUSIONES
LAS CLASES OLVIDADAS
rendirse luego de un ÚItimo esfuerzo de combate, Uegando luego su comandante a ser ganado políticamente por Fidel Castro. Y bien, a poco que se examinen las razones del desenlace militar, se constata: nunca llegaron los abastecimientos y refuerzos que, para salvarse del agotamiento, insistentemente reclamaba el comandante José Quevedo.
en las huelgas de 1955 y notoriamente de 1957 como principal agente del desgaste que, dentro de la continuada contienda civil que se da en el período, corroe el poder batistiano; b ) dada la específica estructura de clase que la vincula a las masas rurales de oriente, interaccionado con éstas y, en esa medida, haciéndose presente en la sierra, teatro de la guerra de guerrillas ( 1956-1958); c ) protagonista civil del segundo escenario de lucha armada, el llano, abriendo camino al Ejército Rebelde destino, a La Habana (1958); d ) en la huelga final (declarada el primero de enero de 1959) decidida y puesta en marcha desde diciembre fundamentalmente en cuanto a no levantar la zafra, coadyuvando a precipitar la elección de los hacendados de desligarse en bloque de Fulgencio Batista; e ) en la misma huelga en el remate de la dictadura y secuelas, al dar cumplimiento a una de las dos grandes vertientes planteadas dentro de la táctica revolucionaria, según se acordara en el Pacto de Caracas. a)
De donde el acceso al poder del Ejército Rebelde encuentra aI proletariado cubano movilizado, se diría en pie de guerra. Lo que ocurre después tiene que ver con ese grado alcanzado en las condiciones subjetivas de masa. Los rnomen~ tos históricos subsiguientes plantearán las tareas de liberación nacional y de paso al socialismo; y la audacia que agotará las primeras y la decisión de adoptar el segundo tendrán en la clase obrera su protagonista. Y bien, las clases olvidadas cuya revaloración histórica, decíamos, enriquece el panorama. A modo' de conclusiones hemos pasado revista a las masas rurales de la sierra y al proletariado cubanos. Queda por considerar la cúspide de la pirámide social, la burguesía azucarera. Por supuesto, su par-
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CONCLUSIONES
ación en el período se da en distinta medida a k s clases n mencionadas y a la que cupo a la pequeña burguesía US sec'tores radicalizados. Para éstos y respecto de masas es y proletario, un rol que puede calificarse de decisivo, anto que el 'jugado por la burguesía azucarera se ubica bien como de refuerzo. Ahora bien, la última expresión califica un específico y lejo espectro de cuyo análisis aquí se trata. Como recormos, lo reivindicativo, en función de los intereses de no está ausente en los hacendados. Informa y da cono a sus planteos', (Qué nos interesa de éstos? Fundalmente dentro de dos registros:
lo reivindicativo como actitud en defensa propia que se propietaria por excelencia de un país dependiente se zada a asumir frente al mercado mundial; y en tanto consecuencia sobre el plano poütico en decisivas para la suerte de la nación.
el punto b quien da realce al punto a e informa para rve a en el caso de nuestro país y período. Un pleito ercados ¿queda en tal o tiene que ver en el destino ? Hemos adelantado una respuesa afirmativa y caliel grado de la consecuencia política, llamándola de reUna expresión que presupone en un solo enunciado cesidad: sumar en dirección al objeto del momento hise 1 derrocamiento de la dictadura- sin entrar a disr en qué medida y tras cuáles fines el recién venido aporte. ndo se está empeñado en una guerra sin cuartel de regresar «con la tiranía descabezada a los pies» una bravata- difícilmente se dude: todo lo que suma venido. Máxime si, como vimos, la situación se apreda a un punto de equilibrio de fuerzas que un bando
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se apresta a romper a su favor. Nos referimos a la ofe militar batistiana de mayo-agosto de 1958. En medio d Fidel Castro no descuida lo político. Siete meses at permitió romper con representantes de corrientes de partidos tradicionales. Ahora, en situación, si no desesperada, difícil -cercado militarmente jr su movimiento 26 de Julio bajo los efectos del fallido llamamiento a la huelga del 9 de abril- ' se recompondrá un acuerdo con políticos, donde figuran connotados hombres de confianza de la burguesía azucarera. Es asi como se abren consultas y relaciones que epilogarán el 20 de julio al prestar Fidel Castro su acuerdo al texto, en adelante conocido como Pacto de Caracas. (De dónde viene ese nombre? Precisamente, tiene que ver con lo característico de la situación. Cercado el Ejército Rebelde, difícilmente alguien atravesará las líneas enemigas para recoger la firma de Fidel Castro. De modo que éste brinda su conformidad por radio desde su cuartel general en la Sierra Maestra, comunicándose con exiliados cubanos residentes en la capital de Venezuela. Tal conformidad es tenida por firma. Hay también el hecho de la fuena que otorga la unanirnidad. Tal cual fue relacionado, la actitud de los hacendados se fue desvelando gradualmente. Primero, elementos aislados hicieron oír su voz de protesta. Luego, una corriente mi-3ritaria se compuso en el seno de la burguesía azucarera. Y finalmente la clase en bloque, luego que su palabra «oficial» sea dicha por boca de Julio Lobo, vuelve las espaldas a la dictadura. Y bien, a medida que un paso sucede a otro, el desgaje de los hacendados cobra un valor adicional: completa el aislamiento del enemigo. Otorga la unanimidad social al bando de la revoIución. Compone un panorama que permitirá proclamar inter y extrafronteras: el país está contra Fulgencio Batista. Y esto último irá cobrando especial relieve a medida del I
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LAS CLASES OLVIDADAS
transcurso de 1958. Este año no significa el desplome de la dictadura como un asunto que compete únicamente a los cubanos, sino el arribo al punto límite para la decisión de los Estados Unidos. ¿Debían intervenir? En la segunda mitad del año se hizo claro que Fulgencio Batista no ofrecía garantías de estabilidad. En caso de operarse su relevo ¿quién le sucedería? Para el Departamento de Estado cabían dos alternativas: dejar que los acontecimientos siguieran su curso o bien intervenir para garantía de que ningún control dejara de funcionar. Nos referimos a una vasta gama que va desde los económicos -la cuota azucarera y el reguardo de las inversiones norteamericanas- a los militares -la misión instalada en La Habana y la base de Guantánamo-, sin olvidar los requerimientos de una política internacional occidentalista. Y bien, es así cómo la posibilidad de intervenir se baraja en el Departamento de Estado y en otras altas esferas gubernamentales en esa segunda mitad del año 1958. La intervención militar norteamericana no es un hecho que pueda sorprender. Y menos en esa zona del globo, a 180 lun de las costas de los Estados Unidos. Como referimos en el primer capítulo, Theodore Roosevelt protagonizó una de las más sonadas, ya en 1898. Desde entonces hubo otras en la isla hasta arribados los años treinta. De ahí en - adelante la política intervencionista se desplazó hacia los golpes de estado, como también se indicara. Estos reemplazaron a los marinps. Pero no del todo. Si por alguna circunstancia la posibilidad del golpe de estado quedaba bloqueada, no estaba excluido retornar in extremis al viejo método. Fue así cómo en 1954 un cuerpo armado invadió la centroamericana Guatemala, colaboró eficazmente en el derrocamiento del mandatario cuestionado, Jacobo Arbenz, y llevó al jefe de la expedición, Carlos Castillo Armas, a la presidencia. Otra operación de ese tipo fue intentada en 1961 con el cuerpo armado que desembarcó en Bahía de Cochinos en
1i) ~ CONCLUSIONES
165
Cuba, sin lograr sus objetivos. Y un tercero, a cargo de mariIzes, se registra en 1965 en la República Dominicana. De todos estos episodios la responsabilidad fue asumida, aludiendo a razones de seguridad hemisférica, por los Estados Unidos. De modo que la intervención militar extranjera en las . áreas del Caribe y Centroamérica no era cosa del pasado y, llegados los años cincuenta, continuaba pesando en las decisiones políticas. Toda empresa debía medir su dosis de audacia en estos términos: (y si intervienen los Estados Unidos? En cuanto a Cuba, bien que remontando su aparición a fines de siglo, el fantasma había regresado con los recientes años treinta. Fue cuando el gobierno nacionalista de izquierda orientado por Antonio Guiteras. A la espera de los acontecimientos La Habana vio anclar barcos de guerra de los Estados Unidos. Tras esa presión y otras canalizadas por ,la misión Summer Welles, finalmente el golpe de estado se produjo elevando a la categoría de «hombre fuerte» al sargento Fulgencio Batista. Fidel Castro tuvo presente la eventualidad. Mayor era el peligro a medida que la dictadura perdía estabilidad y la guerra civil cobraba vigor. Un doble argumento proporcionaban las circunstancias a los Estados unidos: restablecer el orden en su vecino y asegurar una zafra en nombre de SU abastecimiento de azúcar. Si se agregaba un tercer argumento, el de un ejército de «comunistas» tomando el poder a 180 km de sus costas, mientras la burguesía ponia el grito en el cielo viéndose al borde de la expropiación... Uícilmente se conciben dudas en la decisión del Departamento de Estado. Pero la situación era otra. La burguesía azucarera tenía pendiente su pleito con los remolacheros norteamericanos y, encontrándose en fase de expansión, no miraba con buenos ojos al capital extranjero sobre suelo cubano. Y, aun cuando desconfiara, no alcanzó a medir el peligro que significaba el Ejército Rebelde, dándose por satisfecha con 1;s explicacio-
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6
CONCLUSIONES
LAS CLASES - OLVIDADAS
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s programáticas que ofreció Fidel Castro. En esas condiones, advirtiendo el insalvable descrédito de la dictadura, uó de distinta manera que sus antepasados de 1898. No la ocasión para ningún reparto ni los hacendados estaban disposición de ello. De modo que no prohijaron la internción militar del vecino del norte para resolver problemas e afectaban a la nación cubana. De ahí la importancia que men las decisiones políticas de la burguesía azucarera. Páfos atrás vimos a ésta como sector social que, restándose batistato, arroja la unanimidad opositora. Ahora la enconmos en misión especgca, a su medida, como parte intente del mundo de las relaciones internacionales: contribuir ejar el peligro de intervención. En diciembre de 1958 las opciones para evitar la catáse azucarera no eran más que dos: desplazamiento de Fulcio Batista o intervención norteamericana. La burguesía se olvió por la primera de las opciones. De ahí que la revoón estuviera interesada objetivamente en desarrollar la a de contradicciones extrafronteras, aun al precio de poser las masas parte de sus reivindicaciones. Así, pues, se entiende la convocatoria que el Pacto de acas hace a los hacendados y cómo, entre sus firmantes o a Fidel Castro, se encuentren connotados políticos vincus a la burguesía azucarera, como el ex-presidente Carlos SocarráS y José Miró Cardona? Encontrándose ambos en 8 exiliados en los Estados Unidos, saldrán de garantes Ejército Rebelde ante el Departamento de Estado.
Josi Miró Cardona será ungido como primer ministro del gobierno do en enero de 1959. luego del triunfo del Ejdrcito Rebelde. Permaá en el cargo poco más de un mes, siendo reemplazado gor Fidel o. José Miró Cardona, como la mayoría de los íirmantes del Pacto de as, se exiliará luego en los Estados Unidos. Dos años después, en de 1961, aparecerá como cabeza civil de la fracasada expedición de de Cochinos, sin llegar a desembarcar en Cuba.
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6. FideI Castro, La Revolucidn Cubana.
168
LAS CLASES OLVIDADAS
en la otra orilla el pleito planteado con los compatriotas remolacheros. ?Qué le preocupaba en la emergencia al gobierno de los Estados Unidos y a su encargado de relaciones exteriores, el Departamento de Estado? Más que la suerte particular de los remolacheros
CONCLUSIONES
CUADRO 8
Grado de participación y época de incorporacidn de sectore los que se muestran más activos, al, proceso revolucio del período 1952-1953 Sector social
Época de incorporación
núcleos radicalizados
pequeña burguesfa
-
grueso de la clase
1958
clase obrera
masas rurales
núcleos no azucareros de la burguesía
burguesía azucarera 1
1
1953
-
gradual entre 1955 y 1959
d e la sierra en oriente -
1956-58
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1958
a nivel nacional en oriente
1957
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a nivel nacional
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en bloque
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desde 1952
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1958
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* Conlo se destacara, incorporación debe entenderse ,aq
como apartamiento del batistato, es decir, adopción de una
neutralidad que objetivamente era favorable a la revolución.
170
LAS CLASES OLVIDADAS
lución dio en 1952-1959 con un impensado aliado y la burguesía azucarera aceleró la marcha hacia un destino por entonces más impensado aún. Tumbada la dictadura, el periodo cede lugar a los subsiguientes. Otros serán los objetivos y las contradicciones de clase dominantes a partir de 1959. No aceptará la burguesía azucarera y terrateniente pagar el precio de la reforma agraria para continuar gozando de apoyo en su disputa.por los mercados. Toda tarea de liberación nacional acabará por serle irritante y rápidamente será cancelado el compromiso establecido con las masas 9rales y la clase obrera, alistándose la burguesía junto a su reciente adversario, el capital extranjero. Pero esta es ya otra historia. Y nuestras notas no van más aUá de un periodo de la revolución cubana, y no tratan sino de las clases olvidadas. Tal vez en adelante lo sean menos. Argentina, noviembre de 1977.
Introducción
.
Un país de rostro vuelto hacia afuera
1. La burguésía azucarera
.
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.
.
Siglo XIX: La expansión azucarera para la apertura republicana . Caracterización de .fuentes . Siglo xx: La restricción azucarera para el epílogo republicano .
2. ' La clase obrera
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. .
La estructura de clase
.
.
Accionar de la clase y coyuntura politica .
3. Las masas rurales .. Quiénes - convocan Quiénes acuden . Conclusiones
.
.
. . .
.
.
Alejandro Alvarez LA CLASE OBRERA Y EL MOVIMIENTO SINDICAL E N MEXlCO (En prensa] Harley Shaiken y Stephen Henzerberg AUTOMATIZACION Y PRODUCCION GLOBAL. PRODUCCION DE MOTORES DE AUTOMOVILES EN MEXICO, ESTADOS UNIDOS Y CANADA (En prensa) Guadalupe Mántey LA INEQUIDAD DEL SISTEMA MONETARIO (En prensa)
PUBLICACIONES DE EDICIONES Y DISTRIBUCIONES HISPANICAS Colección Savia del Saber Karel Capek APOCRIFOS Otto Rühle EL ALMA DEL NINO PROLETARIO Ernest Mandel LA BUROCRACIA DE LOS SINDICATOS Francisco Davila CIENCIA Y METODOLOGIA EN LA ERA DE LA MODERNIDAD I
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Ernest Mandel EL LUGAR DEL MARXISMO EN LA HISTORIA 1
Jose Antonío Alonso METODOLOGIA
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Jose Antonío Alonso MITO DE LA PEUTRALIDAD George Novack ORIGENES DE LA FlLOSOFlA MATERIALISTA Dr. Jack Lee Rosenberg ORGASMO TOTAL
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