La etnohistoria Etnogénesis y transformaciones sociales andinas
Ana María Lorandi Mercedes del Río
C e n t r o Editor d e América Lat Latina ina
L O S FUNDAMENTOS DE LAS
CIENCIAS CIENCIAS DEL HOMBRE
L O S FUNDAMENTOS DE LAS
CIENCIAS CIENCIAS DEL HOMBRE
Dirección: Ricardo Figueira Secretaría de redacción: Osear Troncoso Asesoramiento artístico: Osear Díaz Diagramación: Ricardo Pereyra Coordinación y producción: Natalio Lukawecki, Fermín E. Márquez
© /19 /1992 92 Cent Centro ro Edit Editor or de de Amér América ica Lati Latina na S.A. S.A. Tucumán 1736, Buenos Aires Hecho el depósito de ley. Libro de edición argentina. Impreso en Carybe, Udao Udaondo ndo 2646, Lanús Oeste, Prov. de Bs. As. Encuader nado en Haley, Av. Mosconi 640, Lomas del Mirador, Prov. de Bs. Distribuidores dores en la República Argentina: Capital: Mate Mateoo CanAs. As. Distribui cellaro e Hijos. Echeverría 2469, 5 "C, Buenos Aires; Interior: Dipu S.R.L., Azara 225, Capital. Impreso en noviembre de 1992. 8
ISBN: 950-25-2093-9-
Introducción EL FIN DEL MILENIO Y LOS CONFLICTOS ÉTNICOS
Los sucesos que están conmoviendo al mundo en estos primeros dos do s años de la la década del 90 nos enfrentan con co n un un resurgimiento agresivo agresivo de los conflictos conflictos sociales basados basad os en la diferenciaciones étnicas. Esto nos obliga a una profunda reflexión sobre las raíces estructurales y temporales de una situación que parecía definitivamente superada por la crea ción de las naciones modernas. La inesperada inespera da y conmovedora conmo vedora fragmentación fragmen tación de la Unión Soviética ha desnudado realidades que se trataron de enmas en mas carar durante muchos decenios. No sólo sorprende que 70 años de comunismo parecen haber sido infructuosos para construir un universo socialista, sino que lo que nos parece más importante señalar aun, es que qu e en esos 70 años año s no haya h aya tenido éxito el proyecto de la modernidad, cuyo principal objetivo consistía en lograr la integración de todos los pueblos a los principios de la lógica occidental. Contra todas las expectativas expectati vas de la modernidad moder nidad,, la fragmentación nacionalista nacionalis ta en buena medida me dida se basa en la reivindición reivindición de las las identidades identida des étnicas, si bien los regionalismos y la propia fractura de los estados, por agotamiento del sistema, desempeñaron un papel fundamental en este proceso. En algún momento la superioridad de la "raza aria" fue la base que justificaba la expansión nazi de la Alemania de Hitler, por lo cual todos los teóricos de la modernidad consideraron que los nacionalis mos eran reaccionarios en su esencia. Pero sería ingenuo pensar que todas las reivindicaciones del presente deben de ben ser etiquetadas etiqueta das dentro de estos parámetros, si bien es innegabie innega bie que algunos de ellos están espesamente recubiertos de fundamentalismos que rechazan expresamente el proyecto de modernidad. Para movernos en la densa maraña de los acontecimien tos to s actuales, es necesario comprender las razones del fracafrac a7
so de la universalización de la lógica occidental a la luz de las otras lógicas que no fueron respetadas o que quedaron subyacentes o no comprendidas, por la cultura de la sociedad dominante. Para ello no es suficiente con una aproximación . a la realidad desde la práctica antropológica corriente. _Es necesario incorporar la perspectiva de la larga duración, que nos permita rastrear las raíces de las identidades étnicas y las estrategias que se fueron implementando históricamente para circular en el interior del tejido de contradicciones que se producía entre los intereses de colonizados y colonizadores. > Para abordar estos problemas tan actuales disponemos de una disciplina relativamente nueva, la Antropología Hi s tórica o Etnohistoria, que no sólo puede dar cuenta de los procesos de conformación de las identidades étnicas en el pasado o de las estructuras sobrevivientes de ese pasado, sino que resulta un instrumento de análisis fundamental para - diseñar una prospectiva del futuro. La Etnohistoria, como el resto de las disciplinas que integran las Ciencias Sociales, se desarrolla en forma para lela a dos parámetros fundamentales: por un lado la proble mática social que emerge como producto del propio devinir de la historia de las sociedades y, por el otro, con el desarrollo de una teoría (o teorías) y metodologías que se construyen para dar cuenta de las situaciones que investiga. El plan de este libro, por lo tanto, consiste en describir sucintamente las alternativas teóricas que influyen en la construcción de la disciplina etnohistórica y, a continuación, trasladarnos al área andina central y meridional -Perú, Bolivia y el norte de la Argentina- para analizar con cierto detalle el desarrollo de las problemáticas derivadas de las situaciones que provocaron la existencia de dos sucesivos dominios estatales, o sea el imperio incaico y la colonización española, para establecer las bases de la complejidad étnica actual de la región y tratar de comprenderlos a ¡a luz de esos aportes etnohistóricos, concebidos como una antropología vista des de !a larga duración. ANA MARÍA LORAHDI' MERCEDES DEL Rio"
' Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires / CONICET. " Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Capítulo primero LA ETNOHISTORIA Y LAS CIENCIAS SOCIALES
I. El impacto de las principales corrientes del pensamiento social En la historia de cada disciplina se conjugan una compleja serie de variables que intervienen para configurar su perfil individual. En el marco de las Ciencias Sociales, la Etnohistoria es, por cierto, una disciplina relativamente reciente e integrada no solamente por las dos especialidades principa les que se encuentran en su origen, es decir la Antropología y la Historia, sino prefigurada por los espacios culturales y geográficos donde ha encontrado su desarrollo más amplio. Nos referimos a los ámbitos del planeta que fueron coloniza dos desde el siglo xvi en adelante, o sea América, África y Asia. La etnohistoria como disciplina particular nace con los estudióssobre las sociedades-colonizadas por Europa y,que continuaron siendo_sociedades total o parcialmente áqrafas durante muchos sjgTosf'En realidad se trata de sociedades predominantemente campesinas -aunque este factor no es excluyente- con distintos grados de mestizaje étnico y cultu ral y distintos niveles de integración al mundo llamado Occi dental. En su origen, al comienzo de nuestro siglo, se encuentra la necesidad de los antropólogos funcionalistas de estudiar el cambio social y de penetrar en el pasado que las comunidades pueden reconstruir recurriendo sobre todo a la memoria oral. La Etnohistoria se de'jpfí fní r "Hfooiíñ de Jos pueblos .sin escritura," o, según otroajauiocss (con un criterio altamente etnocéntrico y discriminatorio), como la "Historia délos pueblos sin Historia". Comoya lo ampliaremos más adéTañfel ésta última definición estaba condicionada por n
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la perspectiva teórica del funcionalismo, que no reconocían la existencia de las relaciones coloniales y de las alteraciones que provocaba este contexto en las sociedades asiáticas, americanas o africanas que que constituían su "objeto de estudio". Para introducirnos al tema de la Etnohistoria es aecesario comenzar con una definición muy simple. Se trata -descomponiendo la palabra- de una Etnología.(AntrorjologJgJjTistórica, o sea una disciplina que se ocupa~deT oftfo soc!a]7desde la perspectiva de ja etnícidad y"cojisijera^oXuaI£r5i5S^BB ^£|ojtf s altarás riftltiempo; En este sentido, la Etnohistoria es una disciplina que tiene su origen §9 ® J ' £lJ°iL^.%^ (4ene ^p^n!g,J )@^s -eüfQpeos-occideñtales) ha impues to suiiQminio sobre otro u o^roso^upos étnicos. Históricamen te se desarrolla primero en América con los cronistas espa ñoles y portugueses (a quienes podemos considerar etnólo gos intuitivos, y que en muchos casos utilizaron una metodo logía muy rigurosa para la época) y a comienzos del siglo xx adquiere estatus profesional con los africanistas, extendién dose luego al resto de las regiones bajo colonización europea: Ahora bien, si adoptamos este punto de vista restringido, podría suponerse que, a medida Quejas sociedades colonizadas van alcanzando una mavor.jatearacTon al mundo e
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menos, agudos,Jaoln ia^AntopoJggía, como la Etnohistoria p<^^}^^j^j ^J0íkím ^8S^ocomo disciplinas indepen-
Sin embargo, para romper esta perspectiva negativa, debemos analizar con algún detalle los desarrollos de la Antropología y de la Historia, vinculándolas con el proceso de construcción de la teoría de las Ciencias Sociales y la definición del sujeto social por un lado, y por el otro, con los cambios históricos que han alterado el perfil político del planeta a lo largo del último siglo. /. La Antropología Funcionalista Como todos sabemos, la Antropología funcionalista se desa rrolla en el contexto de las colonizaciones británicas que se inician a fines del siglo xix y ocupa un lugar preeminente en las Ciencias Sociales de la primera mitad de este siglo. No nos 10
ocuparemos aquí de desarrollar sus principios teóricos, que damos por conocidos, sino de señalar su particular manejo de la historia. Es e! contexto colonial en el que se desenvuelve el que determinó que exisitera un escaso interés porel pasado de esas sociedades, excepto en la "corta duración", necesaria para comprender la estructura del tejido social y, sobre todo, la función de las instituciones. Al colocar el acento en la institución como un molde coercitivo y supraindividual, el funcionalismo de raíz durkheimiana, tanto como la Antropo logía cultural norteamericana, ignoran al individuo como sujeto histórico y, por lo tanto, lo consideran incapaz de tomar decisiones que modifiquen el molde cultural y social en el cual está inserto. Desde la perspectiva del Antropología funcionalista, la Historia tradicional, que se caracterizaba por preocuparse de la sucesión de hechos singulares, con una clara relación causa-efecto, resultaba irrelevante para comprender la es tructura y la función de las instituciones.; Es así que, por la singularidad que se le atribuye al hecho histórico, se acusa a la Historia de incapacidad para establecer generalizaciones como las que desarrolla la Antropología, preocupada por establecer las regularidades de los fenómenos sociales. Las más significativas diferencias entre la Historia y Antropo logía Social, tal como esta última se había desarrollado bajo el influjo de Malinowski y de Radcliffe-Brown, radican en la distinta importancia que se da a los acontecimiento antece dentes. Esta distinción tiene su propia historia. Guando Raddiffe-Brown estaba proponiendo que la Antropología se preocupaba por determinar la "función social" de las institu ciones, la Historia se volcaba sobre dos vertientes principales: o bien se ocupaba de los hechos notables sin mayores intereses interpretativos o bien desarrollaba las teorías evo lucionistas o difusionistas para explicar las grandes etapas del desanollo de la humanidad, etapas que, a su vez, también se distinguen por su especificidad irrepetible. Comentando el rechazo de los funcionalistas a la Historia, Lewis (1972:14) señala que, en Inglaterra, la tradición sociológica de Weber y Durkheim tuvo más defensores que la Historia, considerada espuria o conjetural. Para el funcionalismo el presente debía enterderse en términos de su estructura contemporánea, o sea como elementos interdependientes como parte de un conjunto mayor, donde cada parte "funcionaba" para soste ner la integridad total. Esto dio de inmediato a las sociedades 11
y estructuras sociales asi concebidas una intemporalidad que las situó fuera de la Historia y originó lo que M.G. Smith ha denominado con propiedad la "falacia del presente etno gráfico". Lo cierto es que, a su manera, los antropólogos funcionalistas, sobre todo los africanistas, estuvieron haciendo histo ria. Les interesaba la historia de los sistemas de autoridad o las genealogías, recuperadas especialmente por medio de la historia oral. Es decir, una historia que se adecuara a un problema central para ellos, el del cambio social. Es una' historia "de corta duración", que permitía dar cuenta de los procesos de cambio desde la perspectiva de los cambios en las instituciones dentro de la estructura social. Como lo veremos más adelante, muchos etnohistoriadores andinos estuvieron fuertemente influidos por los ejemplos africanos brindados por Max Gluckman, Evans-Pritchard, Audrey Ri chards o Meyer Fortes, entre otros, lo que les permitió efectuar renovadas preguntas a la documentación colonial, en especial las crónicas del siglo xvi, que habían recogido la historia oral sobre el pasado precolombino. Siempre dentro de ese influjo funcionalista, una nueva exégesis de las crónicas permitió formular hipótesis originales sobre temas económicos y las estructuras de poder, tal como lo ejempli ficaremos al analizar los aportes de John Murra. Ahora bien, es evidente que ni esta visión sesgada y parcial acerca de la Historia que hacían los historiadores, ni la que practicaban los mismos antropólogos, basada casi exclusiva mente en la tradición oral y a la que llamaban Etnohistoria, se compadece con otras metodologías históricas que se esta ban practicando simultáneamente en Europa a partir de los años 30 para interpretar el pasado el mundo occidental. El estudio de los hechos singulares y que distinguían a las esferas dirigentes estaba siendo abandonado o caía endescrédito a partir de la Primera Guerra Mundial, dejando espacio para la Historia Social que se manifestaba en el análisis de la familia y la demografía, las crisis económicas y ecológicas, y la cultura social. En Francia ya estaba en marcha no sólo la Historia Social, sino también aparecían los primeros estudios que hoy se han clasificado dentro de la Historia de las Mentalidades, cuyo impacto sobre la Et nohistoria más reciente será comentado más adelante. La forma restringida de Etnohistoria, tal como la practica ban los antropólogos africanistas, se considera perimida en 12
los criterios modernos. En primer lugar porque imponía una distinción estigmatizante entre pueblos civilizados y pueblos ágrafos. Por el otro, porque se negaba a reconocer las realidades de la situación colonial, y se despreciaba, así, una enorme cantidad de recursos metodológicos que, como veremos, enriquecen enormemente la investigación etnohistórica. Los africanistas se preocupaban especialmente por los linajes, situaciones de poder-autoridad, familias, propiedad, pero siempre limitados al corto tiempo de la memoria oral. De más está decir que la memoria generalmente está manipula da por los intereses sociales o políticos y que, sin constrastaclones documentales independientes, toda reconstrucción es incontestablemente parcial, subjetiva e insuficiente. Por el contrario, lo que resulta realmente apasionante es seguir el proceso de cambio de las instituciones a través de la "larga duración", en términos de Braudel. Es necesario conocer ia multiplicidad de funciones que una institución concreta puede ejercer en diversos marcos temporales y espaciales, con lo cual se acrecienta y profundiza nuestra comprensión sobre las propiedades esenciales de las instituciones, especialmen te de su flexibiidad y viabilidad. Aún desde un punto de vista funcionalista, tal como lo expresa Lewis (1972), por ejemplo, resulta beneficioso que la historia actúe como el marco comparativo, tan caro a la Antropología, no ya entre socie dades distintas, sino en tiempos distintos. En ese sentido la Historia ofrece especiales oportunidades para una más pro funda comprensión del pasado de las instituciones y para examinar el valor del particular análisis estructural. 2. El particularismo boasiano y el relativismo cultural
En los Estados Unidos, la figura de Franz Boas tuvo un papel fundacional en la Antropología académica de su país y su obra fue continuada por sus numerosos discípulos, aunque probablemente no se pueda hablar de una teoría boasiana, a lo que se suma además el hecho de que entre sus sucesores se encuentren líneas teóricas y metodológicas muy dispares entre sí. Sus trabajos se caracterizaron por la negación tanto del evolucionismo morganiano como del difusionismo extre mo y-por el énfasis puesto en el particularismo histórico. Boas negaba la validez de las generalizaciones, argumentando que 13
fueron construidas con rasgos seleccionados, y que el desarro llo de los conocimientos antropológicos de su época no permitía avanzar en la formuación de leyes culturales. Enfatizando la importancia del trabajo de campo, Boas asentó las bases de una escuela que eludía las teorías y se enfrascaba en la búsqueda de los hechos particulares, contextualmente organizados, fundando un funcionalismo cultural que difería del funcionalismo socio-institucional de la escuela británica. Es por ello que la Antropología norteamaericana se va a caracterizar por el énfasis puesto en lo descriptivo. Al mismo tiempo, Boas establece claros criterios de diferenciación en los procesos de cambio de la cultura, la lengua y la raza (Boas, 1948), afirmando qué debían ser analizados en forma inde pendiente. Con estos argumentos Boas se oponía al determinismo económico del materialismo histórico y consideró a la cultura como una variable independiente que podía explicar se por sí misma, sin el contenido social que le daba signi ficado. Su negativa cerrada a aceptar la formulación de leyes culturales, o aun de efectuar cualquier síntesis sobre el método comparativo, lo condujo a un inductivísmo militante y a rechazar cualquier tipo de propuesta deductiva o marco teórico para interpretar las culturas. De allí que su par ticularismo histórico derivara en un relativismo cultural, ya que cada grupo étnico tiene una historia única que se debe en parte a causas internas, incluidas las psicológocas, a las que Boas otorga una gran importancia, y en parte a influencias externas y que resultan de los procesos-de endoaculturadón. Esta corriente se destaca por el respeto de los valores y las costumbres de cada sociedad, y procura que el investigador controle su etnocentrismo. La mayor crítica que ha recibido esta postura reside en que la pretendida objetividad y prescindencia esconde, en realidad, un deseo de conservar las sociedades en su estado de indenfensión frente a los poderes externos mediante el aislamiento cultural, con sus-con secuentes implicancias políticas. El respeto por las diferen cias terminó por consolidar la inferioridad de las sociedades menos desarrolladas frente a las hegemónicas. Esta modalidad especial de Boas de recontruir la historia particular de cada sociedad, llevó a uno de sus discípulos, Atfred Kroeber, a afirmar que Boas, en definitiva, terminaba en una descripción sincrónica de los hechos, acusación de la que Boas se defiende diciendo que las historias particulares son las únicas legitimas en el estado del conocimiento de su 14
época. La labor descriptiva, fundamentalmente inductiva, ocupa así el centro del modelo metodológico. Y en lo que se refiere ai tema de interés en este libro, debemos destacar que este modelo descriptivo-funcionalista y de particularismo histórico tiene una notable influencia en algunos de los autores que, como John Rowe, tendrán un peso decisivo en el desarrollo de la etnohistoria andina, y se verá reflejado también en ei pian discursivo de un libro tan fundamental en la etnología americana como el Handbookof South American Indians, aunque se haya realizado bajo la inspiración del neoevolucionista Julián Steward. 3. El neoevolucionismo
En los años inmediatos a la posguena, en los Estados Unidos se desarrolló una corriente de pensamiento liderada por Leslie White y Julián Steward que permitió dejar a un lado los planteos e interpretaciones difusionistas que explicaban el cambio cultural. Fueron los arqueólogos quienes pudieron observar y cuestionar los orígenes de las sociedades estata les desde un punto de vista generalizador y percibir los procesos de cambio desde una perspectiva ecológica y materialista. Las ideas y propuestas de Steward influyeron en un gran número de especialistas. Como lo señala Marvin Harrís, .Steward pudo relacionar los aspectos ecológicos locales con la capacidad productiva, sin caer en particularismos ni determinismos geográficos. Estos aspectos conformarían ei mar co explicativo de la conducta social e ideología de las pobla ciones indígenas. Sus preocupaciones principales se re lacionaban con la explicación de los orígenes de civilizaciones en China, México, Mesopotamia, Perú y Egipto, dentro de una perspectiva neo-evolucionista que planteaba secuencias de desarrollo paralelo hasta conformar estados complejos. Los resultados de este nuevo impulso se observa en la edición de los seis volúmenes del Handbook of South American Indians (1946-50), donde más de 90 especialistas colaboraron con sus investigaciones, organizadas por Steward con un criterio areal, y redasif¡cadas más tarde en "tipos culturales". Hay que observar, no obstante, que no todos los trabajos reflejan este modelo neoevolucionista. En buena medida el historidsmoy el particularismo boasiono están presente en muchos de los 15
artículos del Handbook. En estos volúmenes resulta de especial significación el capítulo dedicado a los Incas, escrito por John Rowe. Este trabajo es la fuente más consultada sobre el terna durante al menos los dos decenios posteriores, porque sienta la bases de una etnohistoria descriptiva (aun que como lo veremos, sincrónica en sí misma), basada en una rigurosa compulsa de las crónicas, constrastadas a su vez con la información arqueológica. Los etnohistoriadores americanistas de los años 50-60 supieron hacer una síntesis muy fértil del neo-evolucionismo, el historicismo y el funcionalismo, aplicándolos al análisis de las viejas crónicas de los siglos xvi y XVII. Fueron aplicando cortes temporales sincrónicos en el pasado anterior a la conquista y reconstruyendo las estructuras e instituciones sociales de los períodos imperiales Azteca e Inca y sus inmediatos precedentes. El interés por las relaciones entre la sociedad y el Estado comienza por ofrecer los primeros enfoques donde se plantean los cambios y co/iflictos produ cidos por la presencia y el dominio de los estados en Mesoamórica y en los Andes sobre las sociedades conquista das.
4. El estructuralismo francés A partir de los años 60, to que podríamos denominar como la nueva escuela etnohistórica americana recibirá también el impulso, como se verá, de la corriente estructuralista france sa, liderada por Claude Lévi-Strauss, y fuertemente influida en su origen por la sociología de Marcel Mauss. Esta escuela también tendrá un carácter sincrónico, pero proveerá a los etnohistoriadores americanistas de importantes recursos metodológicos para la comprensión de las categorías nativas de pensamiento y los principios subyacentes del sistema de parentesco. En especial, podemos señalar la búsqueda de modelos que simplifican la realidad en virtud de pares de oposiciones; derecha/izquierda, arriba/abajo, femenino/ masculino, u otras similares que conformaron modelos analí ticos utilizados para comprender la vida social y el parentesco en particular, las instituciones o el simbolismo religioso, tal como se reflejaban en las crónicas y en las fuentes coloniales en general. Dentro de la Antropolog ía, no sólo la Etnografía culturalista 16
y la más reciente Antropología Estructural liderada por LóviStrauss, consideraban irrelevantes y contingentes a los he chos históricos, ya que el sujeto social estaba ausente como creador y modificador de la cultura, "...después de C. LéviStrauss, no queda sitio para una cierta concepción humanis ta de la Historia, sea evolucionista o 'existencial'" (Ipola 1975:344). También la Arqueología siente que la Historia, por humanista, es a-científica, y, por lo tanto, desdeñable. Para el antropólogo el tiempo quedaba detenido en el momento de hacer sus observaciones en el campo. Buscaba estructuras y trataba de construir modelos explicativos, sin preocuparse por las raíces temporales de las estructuras, ni por el, detalle de los acontecimientos que definen en definitiva las transformaciones. En el debate entre la Antropología Es tructural y la Historia, las estructuras mentales son la realidad - y abandonan el análisis de las prácticas individuales o guípa les como irrelevantes al conocimiento profundo y total. La Etnohistoria asume el modelo lévistraussiano para analizar estructuras simbólicas y de parentesco, utilizando las fuentes de la historia colonial. Si bien las construcciones resultantes no siempren tienen el apoyo empírico necesario, dada la fragmentación de la información de los siglos xvi y xvn, no obstante ello esta teoría aporta categorías de análisis que se han mostrado muy fértiles para el conocimiento de las representaciones andinas en los aspectos mencionados. El posestructuralismo, al tratar de evitar las trampas de las construcciones extremadamente modelizadas, ha optado generalmente por utilizar las categorías estructurales de una manera menos ortodoxa, interrogándose sin demasiados prejuicios sobre sus transformaciones en la larga duración.
5. El marxismo y la Escuela de Frankfurt Ningún análisis de las Ciencias Sociales puede ignorar la influencia del marxismo en el pensamiento contemporáneo y, en especial, en el desarrollo de nuestras disciplinas en el ámbito latinoamericano, particularmente entre los años 6070, como se observa por el auge de los estudios económicos y sociales. Podríamos considerar dos formas de manifesta ción de las influencias del marxismo: a) explícitas, b) implíci tas. En el primer caso r ^ y ^ f ^ ^ u e r z o por incorporar las 17
categorías que se derivan del análisis de la sociedad latinoamericana dentro de las grandes categorías del mate rialismo histórico renovado, influidas por un lado por la teoría de la dependencia, entre cuyos líderes encontramos a Gunder Frank (que se apoya en alguna medida en el antropólogo EricWolf)y, por el otro, porlateoria de los sistemas mundiales de Wallerstein..Asimismo, debemos considerar los intentos de explicar los desarrollos prehispánicos sobre la base del "modo de producción asiático", que fue una tentativa, a comienzos de los 60, de responder a la ortodoxia marxista/ morganiana, incorporando una categoría que se apartaba de las cuatro etapas propuestas por Stalin en 1938. El auge de la teoría de la dependencia no es un emergente puramente académico sino que se conecta con los procesos históricos mundiales, y en especial latinoamericanos, propios de esas décadas, cuando predominaban los gobiernos mili tares autoritarios. Los intelectuales latinoamericanos reaccio naron también contra el particularismo cultural que los aislaba del contexto mundial y los hacía "dependientes" de relaciones hege'mónicas provientes de los grandes estados, espe cialmente de los Estados Unidos. Las dentistas sociales asumieron un papel militante en los problemas de desarrollo, y de allí que su principal preocupación se concentrase en las sociedades campesinas y en los urbanos "marginales", apo yándose para ello, también, en el "marxismo estructural" francés, dominante en esos años, sobre todo en Althusser, Godelier (1971), o Meillassoux, entre otros. Es necesario señalar especialmente que el marxismo ortodoxo había dejado de lado el problema étnico y las contradicdones derivadas de su diversidad, subsumiéndolo en categorías sodales. Ese análisis que se reveló como reducdonista e incompetente para dar cuenta de los conflictos que convul sionan al mundo, fue pardalmente modificado bajo la influenda de Gramsd, al incorporar los conceptos de culturas subalternas y sus reladones frente a las hegemónicas, que se suman a los aportes del estructUralismo. Sin embargo, los emergentes culturales derivados de las identidades étnicas no fueron tratados con el énfasis necesario, que resulta sustandal desde la perspectiva más actualizada, y que terminó por convertirse en una barrera difícilmente franquea ble para, esta línea del pensamiento sodal. Donde el impacto del marxisto se revela como más creativo es en lo que hemos considerado como influendas 18
implícitas. Estas se manifiestan en la elección las temáticas, centralizándolas en las relaciones de producción, pero bus cando la especificidad del comportamiento dentro de determi nada sociedad. Esto ha tenido especial impacto en algunos de los estudios sobre las relaciones entre la sociedad y los Estados Inca, Azteca, o Colonial, tratando de identificar las estretagias grupales e individuales que intervienen en las relaciones de poder. En esta línea debemos considerar el concepto de lucha, aún dejando de lado el de lucha de clases, que ha sido reconocido como insuficiente para explicar una realidad mucho más compleja. El problema es analizar el concepto de lucha como combate activo y ofensivo de un grupo social por ocupar espacios que dominan otro u otros grupos, no nece sariamente definidos por la noción de dase . A su vez, vemos que hay formas de resistencia pasiva donde distintas estra tegias de integración se plantean más bien desde la óptica de la asimilación o de la incorporación de pautas y prácticas culturales que permiten el ascenso social. Estas estrategias generalmente son más individuales que colectivas, aunque esto no significa que sean aisladas o numéricamemte irrele vantes. Del mismo modo, no son siempre conscientes o expl ¡citas, aunque abundan los casos que pueden clasificarse como combates por el reconocimiento social. Buenos e jemplos de esto los veremos en los caciques o curacas andinos. Sin desarrollar este tema por ahora, debemos recordar sin embargo, que el simple término de lucha no agota todo el espectro de las estrategias implementadas para superar las contradicciones y conflictos de la sociedad indíge na dentro de su propio sistema y frente al poder hegemónico europeo. La Escuela de Frankfurt, que se desarrolla en Alemania durante la República de Weimar.'en las décadas del 20/30, tuvo una fuerte Influencia, a través de Mar c use, sobre las revoluciones teóricas y políticas de ta los años 60/70. Por los 80, la Escuela de Frankfurt fue rescatada también por los antropólogos mexicanos (se puede ver en varios números de la revista Iztapalapa). Su importancia radica en que la ideo logía crítica de la Escuela de Franckfurt insiste en mantener la tensión dialéctica entre la ideología y el análisis de la realidad. Por ello el análisis de un tipo determinado de relaciones de producción no es presentado como una verdad demostrada, como lo haría un marxista ortodpxo, sino como un problema sobre el cual es necesario interrogarse. Desde -
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esta óptica, la Antropología pudo desembarazarse de las categorías que se revelaban inoperantes para el análisis de la realidad del presente y, más aún, del pasado, de las sociedades indígenas latinoamericanas. Uno de los postulados de la Escuela de Frankíurt propone que es incorrecta la relación del marxismo ortodoxo entre conciencia o ideología verdadera y falsa, siendo verdadera la que surge del materialismo histórico o de la teoría marxista y falsa la ideología burguesa. Aun en aquellos etnohistoriadores latinoamericanos que no se expresaron explícitamente por el marxismo, puede notarse que su forma de plantear la problemática social estuvo frecuentemente inducida por una preferencia por descubrir las trazas de sometimiento de la sociedad colonizada, haciendo de ello su tema central. Un resultado evidente de este enfoque fue el de suponer que todas las estregias de la sociedad indígena tendían a destruir el sistema dominante, trasladando el concepto de lo verdade ro a las intencionalidades del actor que estaban estudiando, y produciendo de alguna manera aquello que afirma Habermas respecto al marxismo: "La concepción socialista del mundo sería la única verdadera porque 'refleja las leyes dialécticas que dominan la naturaleza y la Historia'" (Habermas, 1 963:162). Cuando se abandona este concepto cerrado y se produce la apertura necesaria para "escuchar" a los actores en sus propios discursos sin prejuicios ideológicos (aunque no sin teoría interpretativa), los etnohistoriadores también pudieron prestar atención a otros tipos de eviden cias, como por ejemplo las representaciones del poder implí citas o explícitas en los expedientes judiciales, ias contra dicciones o convergencias entre prácticas y representacio nes, la valorización de algunos aspectos de la cultura europea que los ind ígenas incorporaron como parte de sus estrategias de ascenso social, así como la critica a algunos aspectos (no siempre los mismos) del sistema de dominación. Se ha aorendido también a distinguir entre discursos y prácticas de los descendientes de las antiguas élites indígenas, y aquellas que corresponden a los hombres "del común", que antes eran metidos dentro de la misma bolsa. El análisis de las estrategias de todos los grupos sociales involucrados en e! proceso colonial revela que éstas ponen al descubierto dos aspectos fundamentales que la Antropolog ía había descuidado hasta el momento, demasiado atrapada todavía (aunque no lo admitiera) por el sincronismofuncional-
estructuralista. En primer lugar, los antropólogos andinos (aunque esto no se reproduce de igual manera en toda América latina), descubren que las estrategias cambian y se adecúan a las coyunturas de cada momento histórico, y que resulta ineludible disponer de una perspectiva de larga, o al menos, de media duración. En otras palabras, que si no se considera la variable temporal o procesuai, no se comprende el presente. Pero a esto hay que agregar que, casi como una consecuencia inevitable, las estretegias coloniales no eran opciones libremente elegidas, sino codicionadas por una sociedad que se expresaba no sólo en clases, estamentos, o sectores sociales, sino a través de instituciones informales -pero también formales-que no podían ser ignoradas, como se había hecho hasta entonces. Como un comentario adicional debemos anotar que, a través de estos marxistas y neomarxistas, la perspectiva históiica del largo plazo se "infiltra" en la Antropología, en especial en regiones como el Perú, por la evidente continui dad que se observa entre el pasado y el presente y a pesar de los cambios y rupturas que se producen en el transcurso de los siglos.
6. La Historia
Social
Ya en 1929 comienzan a publicarse en Francia los
Annales d'Histoire Economique et Sociale, que posteriormente se llamarían Annales, Economies, Sociétés, Civilizations. En
Inglaterra, casi simultáneamente, se inicia la edición de Economic History Review. Los nuevos enfoques provocaron frecuentes y acidas polémicas, que se reflejaron parcialmente en el famoso libro de de Luden Febvre Combáis pour l'Histoire. Combates que fueron siendo progresivamente ganados por las nuevas corrientes, no sin cierto ejercicio de "terrorismo intelectual" típico de los movimientos académicos que comienzan a surgir y deben imponerse. En Inglaterra Past and Present se convirtió en una poderosa rival do Annales, logrando penetrar en los Estados Unidos, que desconocían la producción francesa. Pero no sucede lo mismo en América latina, donde la escuela francesa tiene amplio arraigo, a través sobre iodo de la obra de Fernarul Braudel El Mediterráneo y el Mundo Mediterráneo en la rp< >c\i
de Felipe II. Esta influencia tiene consecuencia decisivas en
el desarrollo de las escuelas de etnohistoria de los países latinoamericanos, cuyos historiadores de vanguardia, prime ro encerrados en la vertiente cuantitava de la vagamente lia/nada "escuela de Armellas", con el tiempo se abrieron sin mayores dificultades a las perspectivas etnohistoricas, y aunque sus desarrollos ¡ocales se originan en el funcionalis mo norteamericano, luego derivarán hacia un enfoque simi lar, aunque parcialmente independiente, al de la Nueva Antropología histórica francesa. La Historia Social europea no sólo reniega del empirismo precedente, sino que, por su temática, se abre al resto de las ciencias sociales, tomando de ellas problemas y temáticas e influyendo a su vez sobre ellas al comenzar a traslapar el vacio que las sepaiaba y haciendo que la Sociología y la Antropología terminaran por aceptar el enfoque histórico del tiempo largo para explicar las tr ansformaciones de las estruc turas y las instituciones. La mayoría de las publicaciones periódicas "reflejan los nuevos vientos" dice Lawrence Stone (1S86): Comparativo Studies m Socioty and History; Journal of Interdisciplinary History; Journal of Social History; Compu téis and the Humanitios; I hstoncal Molhods Newsletter; The Hisiory oíChilhood Quurtcily; Journal uf i'sycho-llistory and Family History. Los canales de relación entie la I listona y la Sociología so
abrieron a través de Lmile Uuikhenn y Max Webei que ofrecían un refugio teórico válido para quienes no aceptaban ni el marxismo, que pujaba seriamente por el pn 'dominio en las interpretaciones sociológicas e históricas, ni al influyente sociólogo norteamericano Talcott Parsons. Por consiguiente, ^volvieron con alivio a estos clásicos del siglo xix o principios XX. En este sentido la Historia reconoce-las mismas raices sociológicas que la Antropología, pero, a diferencia do ésta última, la incorpora en un marco de larga duración. La Historia social francesa se abrió hacia muchas temáti cas y metodologías diferentes. Así como por un lado se volcó hada la Historia cuantitativa, (historias de precios, con F. Simiand y Lrnest Labrousse con evidente deuda hacia la sociología británica y norteamericana) o la agraria y rural con Georges Lefebvre, por otro comienza a preocuparse por los aspectos culturales y simbólicos de la sociedad. Surge as! la ¡¡amada Historia de ¡as Mentalidades, que reconoce una cierta paternidad en los trabajos de Georges Duby y Robert 22
Mandrou y más tarde en la obra de Marc Bloch Los reyes taumaturgos, entre otros. La Historia de las Mentalidades pasa del análisis de las representaciones de las élites a las de la cultura popular, recurriendo a memoria oral, gestualidad, simbolismo pictóri co, folklore, artesanías y temas y metodologías similares. Se ocupa de las actividades colectivas e individuales frente a la vida, la muerte, la salud; ei hombre en íamiiia, e! niño, ¡a educación informal; la violencia, el amor, la felicidad, la locura, ¡a marginación, el imaginario y lo maravilloso. Los recursos metodológicos son tan variados como lo exige su temática, y tanto utiliza la literatura de cordel (en España) o el libro azul (en Francia) como largas series de testamentos o la ar queología de los cementerios (Vovelle,1991). Entre sus representantes podemos mencionar a Jaques Le Gofí que inagura el término Antropología Histórica, a Philipe Aries, Francois Furet, o Michel Vovelle, entre ios nombres más reconocidos.
II. La Antropología, la Historia y las restantes Ciencias Sociales en el presente
En !;i última década la intorrelación de las Ciencias Sociales su h a Mocho cada vt;z más frecuente. Al mismo tiempo es también más difícil establecer límites claros entre ellas. Cada ui 1a de Lis antiguas disciplinas fia tenido desarrollos divcrg». •" tes, según las líneas de pensamiento a las que adherían o a los países donde se las cultivaba. La demografía, por ejem plo, fue una de las pocas Ciencias Sociales que se volcó decididamente hacia la Historia para ampliar su base empí rica. Su extraordinario auge on ¡as últimas décadas se explica a raíz de interdisciplinariedad sobre la cual ha basado su desarrollo y que continúa vigente y renovada. Una prueba de ello son los numerosos trabajos que contrastan los datos demográficos con fuentes etnohistóricas muy diversas, de modo tal que permiten incluso, dibujar hipótesis sobre estruc tura social, simbolismo y poder. La sociología de posguerra, por su parte, a diferencia de la que habían producido los grandes pensadores del período 23
anterior, había quedado atrapada en una visión completamente estática de la sociedad, en especia! por su dependencia de las / encuestas y los análisis estadísticos. En realidad quedó prisionera de un positivismo extremo, que no era ajeno a la mayor parte del pensamiento científico moderno y con el cual las antiguas humanidades trataban de mimetizarse. Esta corriente, especialmente vigente en los Estados Unidos, encuentra su contraparte en el pensamiento sociológico francés y en la Historia Social que comienza a desarrollarse en la década de los treinta, pero que tendrá una tardía influencia entre los científicos sociales norteamericanos. En general todos los historiadores de la cultura prestan atención a actores ignorados hasta entonces, (es el "regreso del actor" como lo expresa Alain Touraine, 1087) no sólo porque se ocupan de los sectores populares de la población, sino también porque rescatan el papel de ciertos articuladores sociales, como funcionarios, curas, maestros, médicos, notarios e incluso a los articuladores marginales como los bandoleros, los herejes, las brujas o curanderos (o estu diando, como lo hace Foucault, las redes de poder no formales o institucionales). Es una historia donde lo social, como fenómeno colectivo, se expresa tanto a través de comportamientos recurrentes, susceptibles de análisis estadís ticos, cuanto de los actores individuales que le permiten visualizar, sobre un marco de realidad concretada en per sonajes específicos, parte de un entramado mayor de relaciones y representaciones simbólicas sobre el mundo y la cultura. Un buen ejemplo de esta forma de hacer historia es el libro de Cario Ginsburg El queso y los gusanos, donde el personaje es un típico hombre entre dos culturas. Esta obra incursiona en la intertextualidad del pensamiento del perso naje, tal como se manifiesta en los documentos de su proceso por herejía, y su enfoque metodológico se aproxima al posmodernismo antropológico y sobre todo literario. Estos trabajos nos enseñan que es necesario considerar el grado de libertad de acción individual que permanece vigente al produ cirse el cambio social. En este sentido, la estructura social no es un sistema rígido de relaciones, sino un abanico de oportunidades para el ejercicio de la voluntad, que se expresa en forma tanto individual como colectiva. Muchos de los reclamos colectivos, violentos o pacíficos son rn anif¡estaciones en defensa de una supuesta ética social -el deber ser- frente a los abusos de las clases hegemónicas. Es más, lo que para
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el antropólogo posfuncionaiista Morton-Williams (1972:41) es "un orden moral" que refleja los conflictos sociales, para el historiador británico neomarxista E.P. Thompson será !a lucha por una "economía moral" (Thomposon, 1984). El análisis posestructuralista más reciente ha tenido en cuenta este ejercicio de elección de oportunidades, y de allí que de la pintura de una sociedad pautada hasta el absurdo, como la planteaban algunos estructuralistas tradicionales, se haya pasado a considerar el conflicto y las circunstancias particulares del o de los actores, históricamente analizado, como causal de las transformaciones de la estructura global. Un ejemplo de este enfoque puede observase en un reciente trabajo de etnohistoria o de historia retrospectiva de Nathan Wachtel (1990). Según Alain Touraine, el actor no es un simple reflejo de las contradicciones de ia sociedad, sino que participa y resignifica los contenidos sociales. Por lo tanto, ia Sociología moderna, como la Historia y la Antropología no sólo se ocupan de las relaciones sociales de producción, como lo propone el marxismo, sino de las de reproducción social y sobre todo cultural, en términ os de vida cotidiana o de cultura popular (véase por ejemplo la producción de G arda Canc!ini)._De esa manera aparece una nueva temática que invade el espacio de todas las ciencias sociales, incluida la Etnohistoria: el análisis de las estrategias de reproducción social. Entre ellas se consideran las colectivas y también las individuales, las de resistencia a ia opresión y el ascenso de los indígenas y los mestizos a niveles más altos de la estratigrafía social, así como los procesos de diferenciación y los conflictos que se producen en el interior de cada uno de los estamentos de la sociedad, sea el nativo, el mestizo o el europeo. Las redes de relaciones y la emergencia de nuevos espacios e instituciones de poder en todos los niveles de esa jerarquía son objeto de especial interés en los estud ¡os rnas recientes.j La consecuencia más inmediata fue el reconocimiento de las situaciones de crisis, sobre las cuales se podían proyectar lasestretegias alternativas que, a su vez, iban provocando U - ; cambios en las relaciones sociales de producción y e n lo:; reposicionamientos de los individuos en las escalar, j-.-ráiqui cas de-la sociedad. Y desde este punto se replantean, ¡x.u u n lado, la noción de crisis, que dejará do estar v i n c u l a d a a sucesos extraordinarios, y, por el otro, se o m i n e n . M a v i . n a tizar al individuo corno un actor respon:;at>l
de la sociedad y no meramente como integrando una masa informe de miembros anónimos sin capacidad capaci dad de protagonis qu e toma la teoría mo (Balandier 1990). Uno de los principios que del caos de autores autores como Gurvitch Gurvit ch y otros sociólogos, sociól ogos, es que el modo de ser ser de lo social soci al es de carácter dramáti dram ático. co. Un drama dram a el interior de d e los los que se manifiesta en sentido horizontal - en el grupos grupos sociales soci ales-yver -yvertica ticalmen lmente-e te-entre ntre grupos grupos jerárquicamen te diferenciados. En consecuencia no es la perennidad ni el orden lo que imperan en las sociedades, sociedades , sino que el desorden trabaja permanente - y no ocasio oca sional nalmen mentete- para provocar los h a insistido en e n que "lo social es e s a la la vez 4o cambios. Gurvitch ha creado y creador". En este sentido la libertad humana es "condicional y relativa;, ni un absoluto ni una voluntad sin límites, no existe sino en relación con los determinismos, l o disconti inserta [....] entre fa contingencia y la necesidad, lo nuo y ¡o continuo" continuo" (Balandier (Balandier 1990 1 990:73 :73). ). En suma el desorden se inscribe en el orden; orde n; es una libertad libertad parcial para modificFr" modificFr" el orden, o las estructuras preexistentes. El orden es visto como un orden anterior, un modelo de deber ser. El presente es generalmente percibido cerno época de crisis, de desorden, de ruptura. Los actores se mueven dentro de las opciones opcion es presentes presen tes para reencontr reenc ontrar ar el orden perdido o construir uno nuevo. La fértil interrelacíón actual entre Antropología e Historia permite, por su mayor flexibilidad, incorporar estos nuevos modelos sociológicos que, de alguna manera, y tal vez de una forma un tanto intuitiva, fueron siendo metodológicamente utilizados por la Etnohistoria americana amer icana más reciente. recie nte. De más qu e puede tener esta teoría para el está decir la importancia que estudio de las las sociedades sociedad es prehispánicas, en tanto otorgan urt instrumento metodológico para interpretar las categorías simbólicas y el concepto del tiempo y de la historia. Hasta el momento no hemos visto aplicaciones explícitas de esta teoría en los los estudios estudios andinos, pero, pe ro, al comentarla, pretende mos anticiparnos a los posibles frutos que de ella pueden derivarse. Desde esa perspectiva, lo que la Etnohistoria ha hecho en losúitimos losúit imos tiempos tiempos es tratar dejdentificar el mayor número de variables qué intervienen eo^sjejueqo_de la sociedad que - e l desorden-, ó^31a~eT¡Fe"etm^elace^ presente -e desorden- , nuev írorden' den' qW 's e' quier quieree y_jdjñúévó''m^.§íx)'írjo. sea el nuevíror e l pasado con conjgj^ífijaunque sea la utopía de recuperar el fines de reivindicación política). 26
En la larga duración, el último libro libro de Wachtel Wach tel (1990) sobre los Chipayas puede ser un ejemplo de como puede operar el etnohistoriador, identificando los elementos y redes que componen compon en la estructura estruc tura de un determinado determinado grupo grup o social, para interrogarse sobre los procesos y alternativas orden-desor den, tanto desde lo empírico como desde lo representacional, a lo largo de cinco siglos de historia de ese pueblo. Las diferentes resp r espues uestas tas ante el azar y la conting con tingenci encia, a, lo que en otros términos tal vez menos filosóficos podemos llamar estrategias frente a los cambios internos y las presiones externas, extern as, constituy const ituyen en el paisaje paisa je histórico y social que como un hilo de Ariadna nos conduce c onduce desde el presente al pasado y de nuevo al presente. La Antrop Ant ropolog ología ía de d e los los últimos veinte años han sido testigo de cambios muy acelerados, tanto en sus concepciones teóricas como en los recursos metodológicos. Los nuevos enfoques simbólicos, simból icos, liderados desde la perspectiva cognitiva, va , permitieron considerar simultáneamente la conducta fenoménica de la sociedad, considerada como su aspecto etic et ic o manifiesto, manifiest o, observables a través de sus regularidades estadísticas y, al mismo tiempo, lo que Ward Goodenough llamó ideacional o emíc em íc (en la terminología termino logía de Kenneth Ke nneth Pike), que no es es propiedad de la comunidad sin o/ie o/ ie sus miembros (1975:37). En un análisis de otro orden podríamos decir que las perspectivas eticy emic representan representan la oposic opo sición ión del uso. uso. de categorías universales univers ales provenientes del esquema esqu ema general provisto por las teorías científicas, versus la reconstrucción del operador significativo particular de una determinada comunidad. En general la Antropología cognitiva reduce Ja cultura a lenguaje (reconstruyendo los paradigmas clasificaclasificatorios), dejando dejan do fuera fuer a importantes sectores de la cultura que no son reducibles a la dimensión lingüistica. De la Antropología cognitiva se pasa rápidamente a la Antropología simbólica y a la interpretativa y luego a la "posmoderna" (Clifford Geertz, por ejemplo participa en alguna medida de las tres). La posmoderna, aun más que las anteriores, abrev abr evaa en la obra de Foucault (y en menor medida en la historia de las mentalidades) mentalid ades) y se vuelca vuel ca decididamente decidid amente hacia la filosofía y la lingüística, en especial en el análisis del discurso siguiendo siguie ndo el deconstruccionismo deconstruc cionismo de Jaques Derrida Derrida y en el análisis literario de Mijail Bajtin. Del mismo modo, la nueva historia cultural y en buena medida la sociología contemporánea contemp oránea,, cuyo representante más conspicuo es PiePie1
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rre Bourdieu, se encuentran profundamente marcadas por Foucault, Derrida y Bajtin, que se alian con la temática antropológica que ya estaba presente en la escuela de la aparición apar ición de estas corrientes corrien tes Annales, aun antes de la posmodernas, pero que parecen cada día popularizadas. Foucault cuestiona el principio rector de la historia social: que la sociedad en si misma es la realidad que debe ser estudiada, estudia da, aunque sin ubicarse en latradici latr adicional onal historia de las las ideas del idealismo idealismo alemán. ale mán. Abandona Abandon a el concepto de causa y efecto, y la reemplaza por sus "genealogías" de sucesos singulares, buscando un punto inicial en una cadena de acontec acon tecimie imientos ntos pero no en el "origen "ori gen"" en el sentido causal caus al de los mismos. En estas singularidades, que se focalizan en los discursos discu rsos,, Foucault investiga la cultura a través de la la tecnolo gía del poder, observando los mecanismos legales, bu rocráticos rocrá ticos o los descubrimient descub rimientos os técnicos técn icos que permiten ejecer ejecer el poder en hospitales, asilos o prisiones. El poder no es privativo de una clase, la burgesía o del Estado: es una estrategia, atribuíble a funciones, ordenamientos burocrá ticos, ticos, maniobras, tácticas y técnicas (O'Brien, 1989:34-35). El poder, además, no es sólo represor, puede ser también creativo, y sobre todo es capaz de generar su propia legiti mación. El rechazo de los historiadores académicos al método de Foucault, produjo su relativo aislamiento durante la década del 60, a pesar de lo cual su modelo de trabajo fue ganando progresivamente mayor predicamento. En realidad muy po cos historiadores tom an su "anti-método", pero han adoptado su temática y algunos de sus enfoques. Sin embargo, hay un cierto rechazo rec hazo a aceptar su descontextuación descontextua ción de ios ios procesos sociales y políticos, que para la mayoría de los historiadores continúan estando dentro de su específico campo de estudio. El rechazo de los factores sociales y políticos y a consi derar a la cultura como un emergente de ellos, o en otros términos,a proclamar la independencia de la reproducción cultural, cultural, ha tenido más adeptos en la Antropología y la Sociología que en la Historia. Dentro de una corriente similar se encuentran los trabajos del antropólogo Clifford Geertz, que además de buscar la interpre inte rpretació taciónn de las las culturas en la perspectiva perspect iva de los actores, niega la influencia de la sociedad y el poder mundial sobre cada contexto local. Para Geertz, Geert z, el análisis o la interpretació interpr etaciónn debe basa b asarse rse más en en lo lo que se se dice di ce sobre la conducta pública
de un pueblo que sobre lo que se hace. Es la lectura de los contenidos simbólicos de la acción, interpretados como sig explicaci ón causal" caus al" y enfatiza los nos. Geertz rechaza la explicación particularismos. Se ha ocupado de temas históricos, por ejemplo en su libro Negara, donde don de su objeto de estudio es la la política en Bali, a través del análisis de un ceremonial ceremonial público, públ ico, el negara neg ara,, donde don de se despliegan desp liegan los estatus y la dramatización de los ideales políticos. Poniendo el acento sobre el drama, como estructuración de los juegos políticos, Geertz es tan sincrónico como cualquier estructuralista, aún cuando trata temas históricos. Sostiene que "el hombre es un animal suspendido en el tejido de sus significados, signific ados, que él mismo mismo teje" (citado por Aletta Bíersack 1989: 80). Como lo expresa la misma autora, le interesa el tejido, tejid o, pero pero noe n oell proceso de tejer, la estructura, pero no la historia de sus transformaciones. Algunas de las obras más recientes del antropólogo tambié n han tenido mucho muc ho impacto sobre los M arshall Sahlins también historiadores. En su Histórica! Metaphors and Mythical Rea- lities, encontramos un renovado intento de convivencia entre el estructuralismo estructura lismo y la la Historia. Historia . Para ello ello Sahlins se apoya en . la historia social socia l de la escuela esc uela de Annales, y en en especial espec ial en los conceptos de larga duración elaborados por Fernand Braudel. Considerando Conside rando que es falsa la aparente irreductibilidad irreductibilidad de la relación estructura/suceso histórico, Sahlins parte del punto donde tanto Braudel como Lévi-Strauss la dejan, comenzado comenzad o por repensar esa relación en términos términos dialéticos. En su Histórica! Metaphors reconstru reco nstruye ye la historia de los los más tempranos contactos co ntactos entre el Capitán Cook y los hawaianos. Para Sahlins, el gran desafío de la Antropología histórica es saber no sólo cómo las culturas ordenan las categorías (estructuras) sino también tamb ién como co mo se reordenan reordena n a lo largo de los procesos históricos. De esta forma las estructuras se resignifican y revalorizan dentro de cada coyuntura histórica. En oposición oposició n a los criterios de Clifford Cliff ord Geertz, Geert z, Sahlins acepta que el cambio cultural puede estar inducido externamente, pero admitetambién que es "indígenamente orquestado". La posición de Sahlins está muy próxima a la de Bourdieu, para quien la la estructura estru ctura y los hechos están ¡nextrincablemente ligados. De allí que representaciones y prácticas conformen una totalidad que está condicionada condicionad a pero también condiciona la conducta de la comunidad y de los individuos que la integran. El enfoque de Bourdieu está teniendo un gran impacto en las investigaciones investigac iones actuales y comienza a hacerse
también relevante en los estudios andinos más recientes (Pizarro 19S1 y 1992). Lo que podríamos llamar mayor apertura o flexibilidad teóricoteórico- metodológica de estos autores, provoca también tambié n una mayor replicación de sus categorías de análisis y conceptos interpretativos interpretativos en otros colega col egas. s. En el caso de la la Etnohistoria andina que trataremos con cierto detalle, es poco común encont encontrar rar citas a los los modelo mod eloss adoptado adop tadoss por los autores.'pero un estudio preciso de la producción más reciente revela una convergencia notable en los enfoque enfo ques. s. En el caso de Sahlins no sería imposible que la Etnohistoria andina le haya servido en realidad como modelo para sus estudios orientales. / ' D e l mismo mism o modo mo do,, otr o troo autor auto r de gran gr an impact imp actoo actual act ual como co mo Bajtiri, aporta su concepto de dialogía que se funda en ia relación existente entre enunciados ("voces") individuales o colectivas y de éstos con los acontecimientos políticos y sociales. sociales. Supone asimismo asimism o que el discurso discurs o contiene las voces del pasado (tiempo), la cultura y la comunidad. Revela, en otros términos, la orientación social de los enunciados que presuponen la existencia exist encia de d e una intertextualidad intertextuali dad que recono ce en en todo todo discurso la pluralidad pluralid ad o la otreda otr edad. d. La Antropología Antropolo gía posmoderna ha incorporado estos principios tanto para deconstruir los propios discursos de los antropólogos (a veces en un ejercicio estéril y casi cínico), en otros para elimin eliminar ar la la monologí mono logíaa del discurso académico acadé mico,, incluyendo las voces de los informantes sobre los cuales se construye el análisis y la interpretación etnográfica (Reynoso 1991). En Historia (Hunt 1989) y en Etnohistoria este modelo teórico-metodológico teórico-metodológico tiene diversas derivaciones. derivaciones . El reconoci miento de que todo discurso contiene lo dicho y lo no dipho, los silencios y lo silenciado, también conduce a observar las inversiones de sentido, y está permitiendo un análisis de fenómenos, discursos y representaciones plásticas que no habían sido debidamente valorizados. Los estudios sobre la fiesta fiesta y el el carnaval -inc -i nclu luye yend ndoo el "charivari" francés francés (Le Goff Goff y Schmitt 1981) o la "parada" americana (Ryan 1989) como fenómeno fenómeno de inversión social s ocial del poder y que además desplie gan la heteroglosia-, la pluralidad de sentidos simbólicos (sincretismos) en e n los los ritual rit uales, es, en la la literatura literatu ra y el arte arte (Chartier (Ch artier 1989; 1989; Laqueur, 1989; Starn 1989), son todos temas que focalizan sobre la cultura como texto. En la etnohistoria americana el análisis del discurso tiene un impacto decisivo para visualizar la intertextuaiidad en las crónicas y en otros 30
tipos de documentos coloniales o republicanos, así como los estudios de arte prehispánico prehisp ánico y colonia! en sus manifestacio nes populares o de élite o las fiestas cívicas y religiosas cristianas, cristiana s, entre otros temas temas que se suman suma n a los tradicionales sobre cultura, simbolismo o parentesco que en tanto mani festaciones de la "otredad étnica" constituían su único sujeto de estudio hasta hace pocos años. Del mismo modo, las teorías psicoanáiiticas lacanianas han invadido la Sociología y la Historia. Baste recordar los temas sobre el imaginario y lo simbólico de la Historia de las Mentalidades, Mentali dades, los análisis de la ideología de Pierre Bourdieu, el modelo comunicacional de Habermas y otros muchos que revelan la cada día mas frecuente interconexión entre las Ciencias Sociales y que, de manera directa o indirecta, se reflejan en las nuevas temáticas que q ue abordan abo rdan los etnohistoríaetnohistoríadores en este último quinquenio. Un ejemplo respecto al imaginario popular puede encontrarse en los renovados estudios estu dios sobre ¡as ¡as utop ¡as ¡as medievales presentes en el acerbo cultural de los conquistadore conqui stadoress espa e spañol ñoles. es. La búsqueda de de los numerosos Dorados, las Amazonas o el Paititi movilizaron grandes contingentes de hombres ansiosos no sólo por el sueño sueñ o del oro sino de hallarlo hallarlo mediante median te la "heroicidad que proviene de combatir combatir contra feroces y mostrousos enemigos. Si bien los los textos de los etnohistoriadores, etnohistoriadore s, como ya lo dijimos, no siempre siempr e explicítan el marco teórico teó rico del cual son tributarios, excepto en algunos autores norteamericano norteam ericanos, s, éste se refleja en la pluralidad de fuentes y recursos metodológicos que exced ex ceden en ampliamente ampliame nte el simple document doc umentoo histórico utilizado utilizado hasta el momento. En la la actualidad actuali dad el etnohistori etnoh istoriador, ador, además adem ás de constrastar su información histórica con los datos de la Antropología ; floklo re, la pintura, pint ura, la arqueología, arqueolog ía, resigifica \ Social, recurre al floklore, relatos históricos sobré manifestaciones culturales criollas y anali an aliza za las crónicas y otros tipos de fuentes buscando buscan do no no sólo • la ¡ntertextualidad, sino los significados ocultos -los silencios ¡ implícitos o el imaginario subyacente-que permiten avanzar en explicaciones más allá del empirismo evidente. Esto se explica si comprendemos que el terreno de la teoría del lengua len guaje je de Bajtin, tal como lo lo expresa expre sa Iris Zavala Zava la (1991 (1991)) "sea "s ea e! discurso social -los'e -lo s'enun nuncia ciados dos y sus sus usuari usu arios os-- tant tantoo en el intercambio rea! cuanto en su concreción en los textos culturales" (p.20). Este tipo de análisis se manifiesta como prolifico en una disciplina como la Etnohohistoria, donde es 1
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necesario decodificar constantemente los enunciados quageneralmente son expresados por una persona de una cultura pero que nos remiten a situaciones (hechos, intencio nes,) producidos o pensados por otras personas, que perte-necen a su vez a otra u otras culturas. Hay textos legales, donde las verdades se oscurecen detrás de fórmulas con vencionales, pero hay otra multiplicidad de textos donde la manipulación ideológica de las evidencias empíricas o de los juic ju icio ioss de valor, valor , las cate ca tego gorí rías as simbó sim bólic licas as o sociales soci ales que se describen u otras similares, deben pasar por varios filtros lingüísticos lingüís ticos de decodif dec odificac icación ión de sentido sentid o (el del informante, informant e, el del receptor y sus respectivos intereses, de la capacidad de captar el sentido original orig inal que qu e se otorga a una categoría, a una palabra; la intencionalidad de expresar la verdad, la verdad, de de mentir o la inconciente parcialidad del informante, informante , opiniones opiniones persona les o consensuadas por un grupo, una élite, una región, una situación histórica o política particular, etc.). Hay historias e historias, cada una mereciendo merecien do una lectura específica, específica, según cada autor y su circunstancia. Con esta mirada hacia los contenidos dialógicos o heteroglósicos de los textos -inclu yendo en esto el análisis de un ritual, de una fiesta cívica, de un cuadro o de una danza- el modelo intenta restaurar la diversid dive rsidad ad y la la diferenc dife rencia ia a través tra vés de los los distintos lenguajes y lenguas, de estilos de escritura o de gestualidad o de las significaciones que intentan reunir, manifestar y liberar los miembros de una determinada comunidad. En el contexto histórico del mundo colonial americano, conviven una multiplicidad de grupos étnicos y sociales, y la Etnohistoria Etnohisto ria moderna mod erna ha h a dejado de ocuparse sólo del del compo com po nente indígena de esa comunidad, para observar los entra mados que los vinculan con la otra mitad, la de los coloniza dores, -q u e es en sí misma totalmente totalmen te plural, diversa diversa y llena de contradicciones internas- además de considerar también a los esclavos africanos y sus descendientes, y todos los migrantes forzados o voluntarios que fueron llegando al Nuevo Continente. La filosofía de Jaques Derrida parte del mismo punto: cuestionando el sentido como un significado único y trascendental. Los textos se caracterizan por la pluralidad de los significados, el reconocimiento de la diferencia, de la otredad subyacente en cada discurso aparentemente monológico. Con el concepto' de diferencia Derrida introduce el tiempo en el lenguaje, donde cada signo prefigura otros
signos. Para interpretar una emisión lingüistica hay que tener en cuenta no sólo el contexto de producción, sino todos los múltiples significados posibles en otros contextos. El impacto de Jaques Derrida en las Ciencias Sociales es enorme en este momento. Entre ellas la Etnohistoria, que se enriquece notablemente con esta recuperación de conceptos como el del Acontecimiento [histórico] y la Diferencia [la otredad] presentes en todo texto y que habían sido ignorados y aún más bien negados por el estructuralismo leviestrausiano. Acontecimiento, diferencia, pluralidad," intertextualidad," todos elementos, temas o condiciones que el etnohisto riadores reconoce en sus textos y para cuyo análisis ahora dispone de un marco hermenéutico más refinado con el cualj decodificar los sentidos y descubrir la otredad que tienen! incorporados. En este punto, además es necesario hacer una aclaración. La Antropología posmoderna ha llegado a límites de nihilismo autodestructivo que np compartimos. La relatividad de los hechos observables, las oportunidades de reinterpretación no puede conducirnos a negar toda posibilidad de acceso a la verdad. Lo que ocurre es que según el ángulo desde el que^' se produce la observación la verdad puede tener matice^ diferentes. Lo importante es que el lector tiene opción de contrastar varios modelos explicativos diferentes, y tom ar sus propias decisiones. Las posiciones más extremas se desarro llan en los Estados Unidos, donde desde un positivismo militante se pasa, casi sin transición al deconstruccionismo total, otorgándole a los aportes de Derrida y Bajtin una intencionalidad que van más allá de sus proposiciones origi nales. . El vacío en ei que se debaten los norteamericanos no es, felizmente, compartido ni por todos los europeos ni por los latinoamericanos, que no desc ub ren, sólo ahora, que es ne cesario hacer participar al "otro" en la construcción del modelo antropológico. El latinoamericano tuvo conciencia que ese "otro" era un sujeto y no un "objeto" (cosa, bien, ente de la na turaleza) de estudio. El norteamericano descubre algo tarde que no supo comunicarse con el "otro" y reacciona mal, autoflagelándose en medio de un incendio de culpas en el cual los latinoamericanos no tenemos ninguna razón para participar.
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III. Etnocentrismo, colonialismo e identidad.
La nueva Etnohistoria Ubicando a la Etnohistoria en el punto teórico y metodológico en el que se encuentra en la actualidad, y habiendo definido sus relaciones con las otras ciencias sociales, ahora nos corresponde interrogarnos sobre la especificidad de la disci plina y sobre aquellas temáticas que aparecen relevantes en el contexto mundial que definimos en la introducción. Ante todo, si partimos de que la Etnohistoria es una disciplina que comienza por reconocer la existencia de compo nentes culturales que tienen raíces étnicas, ningún análisis puede eludir la contextuación histórica en que se desenvuelve el desarrollo de la cultura. En este sentido, la influencia dé Foucault debe encontrar sus límites naturales, porque de otr-a manera sería desconocer las situaciones coloniales y los efectos de los proyectos imperialistas sobre el desenvolvimien to de lo social y lo cultural. No se trata de una toma de posición ideológica, sino de la constatación de una realidad. Dentro de este marco conceptual, tenemos que destacar que la Etnohistoria, y la americana en especial, fue primera mente un intento de hacer antropología sobre la base de la información contenida en las fuentes históricas coloniales. En este sentido era antropología histórica en tanto estaba ubica; da en un tiempo pasado y para ello era necesario intenogar fuentes del pasado. Pero hay que reconocer que en sus inicios, y bajo el influjo funcionalista, también era estática o sincrónica, o sea que prestaba atención a las estructuras pero no a sus transformaciones. Por la misma razón, el sujeto de estudio se ubicaba predominantemente en la identidentificación de las estructuras prehispánicas, eludiendo los cam bios evidentes que se inician con la colonización. Con el tiempo esta situación fue cambiando, en especial porque muchos historiadores, influidos a su vez por la Antropología, comenzaron a ocuparse de las transformaciones coloniales, y para ello acrecentaron el uso de fuentes no convencionales". Después de que John Murra, desde la perspectiva antropoló gica, había descubierto el valor etnológico de las "Visitas" realizadas por españoles para censar y comprender el siste ma tributario de los indígenas al Estado inca, el uso de fuentes administrativas y judiciales se hizo más frecuente, a veces, incluso, en detrimento de las crónicas. Si bien volveremos 34
más adelante sobre este tema, en este apartado nos interesa destacar que'ja Etnohistoria americana encuentra su especi ficidad en una triple confluencia teórica y metodológica: 1) el análisis de las estructuras (económicas, sociales p simbóli cas) realizado por los antropólogos, 2) las transformaciones coloniales de las estructuras, sobre el doble eje del tiempo y el espacio y en relación con los sucesos mundiales que los afectaban, que eran estudiados por los historiadores y, finalmente, 3) el uso de fuentes de distinto tipo y origen. Con el tiempo las perspectivas, de los análisis realizados por antropólogos e historiadores han ido convergiendo, y si bien aun pueden observarse diferencias de énfasis en la discusión interpretativa o en el tema elegido, cada vez es más difícil señalar diferenciaciones muy netas entre ambas vertientes de la práctica etnohistórica. Como lo dijimos en la Introducción, el problema de las identidades étnicas ha adquirido en los últimos tiempos una relevancia en parte inesperada. El fracaso de muchas de las naciones modernas en construir identidades "nacionales" nos obliga a interrogarnos sobre la fuerza del etnocentrismo, desde la óptica de los dos grandes actores colectivos: el del colonizador (aún las más recientes colonizaciones intraeuropeas) y el del colonizado. La interacción colonial, aún en los casos menos evidentes, refuerza la construcción de identidades étnicas que se resignifican a medida que los juegos de oposiciones reubican a los actores en nuevaá coyunturas políticas y económicas o, en otros términos, his tóricas. Las identidades no son por lo tanto estables, ni invariables i dentro de cada uno de los grupos. Cada grupo tiene dife- j rendas internas y sus propios conflictos y pujas de poder, y j los sistemas de solidaridades son tan dinámicos como lo son j la resignificadón de identidades, las alternativas de opciones, ; y el éxito o fracaso de las estrategias de interacción. Perrot y 1 Preiswerk (1979:54) definen el etnocentrismo 1
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como la actitud de un grupo que consiste en atribuirse un lugar central en relación con otros grupos, en valorizar positivamente sus realizacioes y particularismos y que tiende hacia un comportarpiento proyectivo con respecto a los grupos de afuera, que son interpretados a través del modo de pensamiento del en-grupo. Ningún análisis etnohistórico que se ocupe de las situa-
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dones coloniales en América puede ignorar que los textos, . aún las crónicas de autores indígenas, reflejan y/o contrapoi nen identidades endovalorizadas, ni que el propio esfuerzo de • escribir una crónica tiende a reforzar la valorización del propio -grupo, minimizando, o incluso desvalorizando, al ajeno. En este sentido, el más reciente y renovado análisis del discurso aplicado "a las crónicas refuerza una hermenéutica que, aunque parcialmente conocida y practicada, no alcanzaba los jiiveles de sutileza con que son actualmente tratadas. Uña breve revisión de los índices de una revista estadouni dense, Ethnohistory y una europea, Annales. Economies, Sociétés, Civilizations, nos revela que los temas de etnicidad e identidad tienen una presencia constante en la preocupa ción de los autores. Es interesante observar los cambios de definición del objetivo de Ethnohistory a lo largo de la década del 80. "Ethnohistory publica en cuatro números anuales, artículos, documentos originales y reseñas relativas a la historia y el proceso general de la cultura y a una historia específica de pueblos de todos los niveles de organiza ción sociocultural, enfatízando aquellos pueblos no in dustriales y todas las áreas del mundo". (1980-81). En 1982 se produce el primer cambio, "Ethnohistory[...\ trata de la cultura histórica de los grupos étnicos a través del mundo". En 1984 observamos un nuevo intento de identifi cación de los objetivos de Ethnohistory."... trata con el pasado de las culturas y sociedades de todas las áreas del mundo, enfatízando el uso de documentación y materiales de campo e historiográficos y aproximaciones antropológicas". Como podemos observar, el tema étnico, enfatizado en las dos primeras definiciones, tiende a subsumirse en la fercera. ¿Significa esto que la etnicidad ha dejado de ser un tema central? Los artículos podrían contradecir esta opinión. Más bien, lo que se encuentra es el reconocimiento de la diversi dad, la incorporación de la propia sociedad (la mismidad) dentro de los intereses etnohistóricos, o sea un análisis similar de la mismidad y de la otredad. Por supuesto, en todas las definiciones, las dimensiones antropológicas e históricas fueron convenientemente enfatizadas. Las temáticas transcurren por la esclavitud, el contacto colonial, criminalidad y castigo en la colonia (evidente in fluencia de Foucault), análisis de discursos, tumbas colonia les e ideología (influencias del arqueólogo James Bindford y de Michele Vovele), temas teóricos, etnohistoria y folklore o
literatura, relaciones entre medio ambiente y mitos; memoria oral, faccionalismo en pueblos blancos norteamericanos, parentesco, sociedad y estado, transculturación y endoaculturación, minorías, etcétera. O sea los temas que hemos comentado y tratado en general dentro de las perspectivas de vanguardia. * Los índices de Annales son más vanados, en tanto no es una revista dedicada a la Etnohistoria como disciplina especí fica. Pero lo que sí puede observarse es que muchos de los trabajos antropológicos incorporan la historia y todos los de Historia tienen progresivamente un carácter más antropoló gico. Los problemas de las migraciones africanas en Europa, las minorías y la identidad se hacen muy populares a partir de la década del 80, reflejando una preocupación social que continúa vigente. Temas sobre el etnocentrismo y el racismo, ocupan un buen espacio en esta prestigiosa revista. El reconocimiento de que la identidad étnica es un compo nente activo de la sociedad moderna, ha ido generando un creciente interés por la antropología del "próximo". Es una de las formas con las cuales los antropólogos occidentales han comenzado a estudiar a su propia sociedad, aplicando la misma metodología de análisis que se utiliza generalmente para estudiar al "otro étnico". El último número de la revista L'Homme, de enero-marzo de 1992, está dedicado a la antropología del próximo. Esto se observa en el hecho de que en los artículos, por un lado se reconoce la existencia de multicomponentes étnicos que conviven en las grandes na ciones occidentales y, por el otro, se trata de un problema metodológico, o sea el de aplicar los mismos enfoques a diferentes sectores sociales y/o ocupacionales del propio grupo referencial. La misma mirada que se aplicaba antes exclusivamente para estudiar a "otros grupos étnicos" se aplica ahora para distinguir a los campesinos de los urbanos, las élites o los marginados. Todas estas temáticas se encuentran también en los estudios etnohistóricos hispanoamericanos. Hay que recono cer que el etnohistoriador de origen hispanoamericano estuvo investigando a su próximo desde sus comienzos, sólo que los modelos norteamericanos o europeos no le permitían siem pre comprender que partían desde puntos de obseivación diferentes. Claro que esta ignorancia es solamente una verdad a medias, porque muy temprano se levantaron voces, como las Valcárcel, Maríategui o Arguedas en Peiú, quu
alertaban y desnudaban este problema. Pero lo cierto és.que repasando los focos de interés de nuestra disciplina, puede observarse que los que estudiaban a la sociedad o al estado prehispánico, o los que trataban de identificar los grupos étnicos nativos y sus transformaciones, estaban haciendo antropología del "otro" desde una perspectiva eurocéntrica-a veces inconsciente. Parte de la reacción contra este modelo proviene, como ya lo dijimos, del compromiso político con la realidad. El investigador hispanoamericano tiene una mayor sensibilidad por lo problemas de su pueblo, y esto lo compro mete intelectualmente frente a el'a. Muchos antropólogos abandonaron el ejercicio académico en pos de una Antro pología aplicada, vinculándose para ello cor? organismos gubernamentales y no gubernamentales de desarrollo, cua'ndo no a grupos políticos. Debemos considerar además que muchos de ellos tienen un origen mestizo, que hablan las lenguas locales y que están en condiciones de ser articuladores sociales que disponen de los códigos de todos los estamentos de la sociedad. Todo esto tiene también otra Consecuencia: no segmentan el pasado del presente, y la Etnohistoria es la historia de su pueblo que encuentra perfec ta continuidad con la realidad en la que viven. Este proceso no se observa en cambio, entre los antropólogos argentinos, que continúan aislados de la perspectiva histórica, en parte por las evidentes transformaciones que aislan el pasado indígena y el presente y en parte por incapacidad manifiesta para reconocer la existencia de esas transformaciones e interpretar las diferencias como producto de rupturas totales que aportarían luz a ía interpretación de la realidad actual. La novedad en el área andina y en el último decenio ha sido, en primer lugar, la preocupación por la Antropología histórica de la sociedad indígena en el contexto colonial, como un enfoque que incorporaba también a los actores de la sociedad dominante. Y, más recientemente, la Antropología histórica de la sociedad hispana y de sus descendientes está adquiriendo un espacio cada vez más significativo en los nuevos trabajos. Un ejemplo son los renovados estudios sobre el mestizaje, y las élites españolas, o la nueva focalización sobre biografías individuales donde se tratan de discernir la intertextualidad social implícita en sus comportamientos. Lamentablemente, por falta de espacio no hemos podido incluir estos últimos estudios en nuestros análisis, pero es interesante señalar que 38
están ocupando un interés creciente entre los investigadores. El reconocimiento de la experiencia interactiva, como un núcleo en el cual se definen una enorme variedad de comporta mientos de los miembros de cada uno de los grupos que intervienen en el proceso colonial, ha obligado a reananalizar y repensar no sólo el tema de las estrategias o de los árticuladores sociales, como lo mencionamos más arriba. Esta renovación incluye también el estudio de los compo nentes ideológicos y motivacionales de las rebeliones, la conducta política y económica de las élites, los problemas de género, las reivindicaciones nativas como se reflejan en sus reclamos judiciales o en las fiestas y rituales públicos, simbo lismo y parentesco, los grados de éxito y fracaso de la evangelización, los comportamientos del migrante urbano, las reformulaciones simbólicas del sentido del espacio, del tiempo y de las relaciones sociales, y otros temas conexos. Todos ellos abonados por una metodología interdisciplinaria, donde puede destacarse que el predominio anterior de los estudios económicos, que eran casi excluyentes para com prender las relaciones de producción y de reproducción social, ocupan ahora el mismo espacio, cuando no más, que el resto de las temáticas mencionados. Podemos decir que .frente al colapso del predominio de las ideologías, las explicaciones sobre el proceso de desestructu ración de la sociedad nativa americana están siendo acom pañados con el análisis de los procesos de reestructuración y conformación de una nueva sociedad, con sus identidades múltiples. Reconocer la particularidad de los acontecimien tos, admitir ¡as diferencias en las respuestas adaptativas, descubrir las contradicciones en la conducta de ios indígenas, sumergirse en los vericuetos y zigzagueos del mundo simbó lico, aceptar la convivencia de las lógicas utópicas con los oportunismos políticos, todas son conquistas que la Etnohis toria debe tributar a los nuevos desarrollos de las ciencias sociales y a las cuales ha contribuido a su vez a enriquecer gracias a su peculiar "sujeto de estudio": el mundo colonial, con su diversidad étnica, espacial y temporal. Finalmente, uno de los temas que más discusiones ha provocado en los últimos tiempos se vincula con los proble mas inherentes a la modernidad, modernización y la sociedad indígena o hispanoidígena (Urbano 1991). La pregunta trans curre a través de un análisis de los principios de la modernidad iluminista, los límites estructurales e ideológicos para implan39
tarla de pleno en el mundo hispanoamericano, la necesidad 0 no de ponerla en tardío funcionamiento frente a los desafíos del final del milenio. Como es obvio, después de los sucesos de los inicios de la década de 1990, este tema se retoma constantemente desde distintos ángulos y perspectivas, permaneciendo como una preocupación y un interrogante abierto. El combate sostenido por los especialistas para hacer antropolog ía a partir de fuentes históricas difíciles de descifrar (los papeles coloniales son "informantes" ambiguos y contra dictorios) ha sido un motor que ha impulsado muchos de los cambios actuales en las otras ciencias sociales. (~ El mayor mérito de la Ejüohistoria reside, sin embargo, ga. 1 haberle otorgado"voz al vencido y dominado. Con nuestra i disciplina otorgamos también sentido al conflictivo presente ¡de América, para lo cual es necesario entender las \ transformaciones que se produjeron en la colonia y la repú; blica temprana, visualizándolas como una totalidad social muy plural y muy compleja, muy diversa en el tiempo y en el espacio. Con la Etnohistoria disponemos de referentes empíri cos para dejar sin contenido ideológico a la historia oficial que , negaba protagonismo al nativo americano. 1
Capítulo segundo LAS FUENTES
Las fuentes que utilizamos para el área andina pueden clasificarse en distintos tipos, según su origen y objetivos. Existe un enorme corpus documental compuesto por un lado por las crónicas y por el otro por papeles de tipo judiejal administativo, religioso, privado, literario o periodístico. Pero además, como ya lo dijimos, la Etnohistoria reciente y en virtud de su enfoque interdisciplinario, recurre a otras disci plinas, tales como la Iconografía, el Folklore, la Antropología social, la Sociología, laGeograf ¡a, la Arqueología, la Demogra fía, la Lingüística y, en general, a todas las restantes Ciencias Sociales, si bien y como es obvio por los objetivos de este libro, estas fuentes y la metodología que utilizan no serán comentadas, salvo cuando tratemos los temas específicos y resulte necesario para la comprensión de los resultados. En este apartado haremos una sucinta evaluación de los docu mentos históricos tradicionales y de los distintos tipos de información que contienen, asi como del desarrollo de la metodología de lectura e interpretación que exige cada uno de ellos. 5
I. Las crónicas Debemos distinguir dos grandes grupos de crónicas: las redactadas por européosTeTTparticular españoles, y las que TuéFon'escritas^por mestizos o por indígenas, q.ue,_a su vez, se'pueden subdiyidir en otros tres grupos, (a) aquellas cuyos j i ü to r e s f u ero tí personas "que disponían de suficiente ilus.tr.a41
ción como para escribir en españoi, (b) las de aquellos que recurrieron a terceros para expresar sus opiniones, relatar la Historia y/o .reflejar sus concepciones simbólicas y (c) inÍQxmacipnes recogidas entre los indígenas con objetivos políticos, administrativos o religiosos. 1. Las
crónicas
españolas^
Antes de caracterizarlas con cierto detalle, debemos hacer algunos comentarios generales. En primer lugar es necesario señalar que ofrecen una visión eurocéntrica del Nuevo Mum do. Este etnocentrismo está teñido de valorizaciones que resultan desfavorables para la población.jn¿jgena,.á veces encubierto con un cierto paternalismo. Todo ello no impide que reconozcan las diferencias entre los distintos tipos de sociedades con las cuales entran en relación, ni se asombren ante algunos logros,tecnoiógicos como los sistemas de riego, la monumentalidad de los edificios o la belleza del arte. Del mismo modo, el diseño que construyen sobre la aceitada maquinaria política, económica'y administrativa del estado inca refleja la profunda admiración que les producía, si bien constantemente deben retraducirla a las categorías euro peas para ingresarlas a sus propios códigos cognitivos. Sin duda esto provoca deformaciones, ambigüedades o falsas descripciones de la realidad. En suma, etnocentrismo más djficultad de decodificación de las pautas culturales'de la "otredacT resultan, en definitiva, en producciones intelectua les cuya objetividad deberá ser siempre comprobada por verificaciones independientes, e incluso contestaciones in ternas de las opiniones de un mismo autor. De alií que la lectura moderna de los textos, necesaria mente, debe recurrir a la intertextualidad o la dialogia, reco nocimiento de los silencios y de lo silenciado y a todos los recursos que nos ofrece la moderna deconstrucción del discurso. Es evidente que no todas I as crónicas tienen el mismo valor tej>jtimcj3ial, y esto ya había sido controlado parcialmente por la heurística tradicional, que se preocupaba de los factores externos que incidían en la contabilidad de los textos (Aranibar 1963). Estos incluyen el estudio del momento de produc ción, el origen social de! autor, los objetivos del texto, la originalidad (muchos autores copian a sus predecesores sin 42
citarlos), ¡a calidad y confiabilidad do la traducción palecgráfica, la existencia o no de diferentes copias (modificadas o no) de cada texto, los autores citados (cuando lo hacen) o el origen de las ideas planteadas, y elementos de control similares. Con estos recursos heurísticos a mano fue relati vamente común que los investigadores seleccionaran aque llas crónicas que les parecían más confiables, para construir a partir de ellas un modelo histórico-funcionalista de la sociedad prehispánica, en especial del estado incaico. En esta línea se encuentra principalmente el famoso artículo de John Rowe publicado en el volumen II del Handbook of South American Indians (1946). Si bien existe una contrastación de los hechos empíricos más notables, en los años 50 hay una tendencia a aceptar sin mayores críticas el modelo de historia lineal europea al cual los cronistas acomodaron la información recogida entre ¡os indígenas. Entre los temas que interesaban podernos mencionar la sucesión de ¡os reyes incas, con ¡os cuales Rowe (1945) estableció una cronología que ha estado vigente hasta la actualidad. El estudio más detallado de las crónicas andinas con ei que contamos actualmente fue realizado por Raúl Porras Banenechea (1986), que las clasifica según sus tipos y contenidos. Adecuando su clasificación a nuestros intereses discursivos y apoyándonos también en Manuel Marzal (1986) podremos subdividirla de ¡a siguiente manera:
• a. La crónica soldadesca y del descubrimiento, que se refieren a los primeros descubrimientos y hechos de la conquista. Estas crónicas tienen un valor especial porque trasmiten las primeras impresiones sobre la geografía y la organización política del mundo andino. Ofrecen información no sólo sobre Atahualpa, el último rey Inca a quien ejecutan, sino sobre su séquito, sus generales, la organización del ejército, las armas, las ciudades, los tambos y otros datos primarios para reconstruir el Tawantinsuyu o Estado "de los cuatro suyus" (suyus o provii icias) antes de que se iniciase su desarticulación. Estas mismas crónicas también reflejan las primeras.actitudes de los españoles frente a los nativos yjos conflictos que. se suscitan entre los conquistadores por el Botín y el poder. , De este primer gran grupo podemos mencionar,entre otras, a la Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reinos del Perú de Pedro Pizarro ([1571] 1978) o a La 43
Verdadera Relación de la Conquista del Perú y Provincia del Cuzco, llamada la Nueva Castilla ([1534] 1987) de Francisco
de Jerez. Es evidente que los datos sobre la sociedad indígena recogidos en este período muestran a la sociedad andinajtalcomo era antes de los grandes cambios producidos por la conquista española, pero al mismo tiempo carecen de la familiaridad necesaria para conocer la naturaleza profunda de esta sociedad y generalmente son imprecisos, totalmente impresionistas y dependiente de las traducciones._áe los "lenguas". Como son escritos por los propios actores de la conquista, los peores abusos resultan cuidadosamente ocul tados, aunque el saqueo del tesoro de los incas y en particular del Cusco quedan perfectamente consignados. • b. La crónica política, que fue escrita por juristas y licencia dos déla segunda generación. Estas crónicas profundizan en
la recuperación de la memoria oral de los sobreviertes de la conquista, tratando dleJnforma/se sobj^eLpasada prehispá^__ nico en todos sus aspectos y, al mismo tiempo, como en el caso del más lúcido de estos cronistas del siglo XVI, Pedro Cieza de León ([1553-54] 1984-91), t a m h i p r w g l a t j n I ns hejciix3s -del-descubjiji!ie posteriores av atares de la ci2]pj3izaciéf^JiTcJu5oJas.guerras civiles jqu.e ensaRgrentaron e] Perú hasta 1560. La mayoría de estos ai it"r°^jigJKrisan pn p I método rift la recuperación deJa-memoria oral que en rnuchos..caaos era ayudada porla utilización de quipus, los hilos anudados donde sejnjciíbían tajrto__datos •cuantitativos como cualitativos rejatjvo&aiahistofiay la organización social, poJu^c^jjslifliüaa.. de! imperio inca". Én este sentido, algunos, ^económica cronistas, y en especial Cieza de León, se compjprtaajcomo aiijtxoi^ólogos intuitivas, como lo expresamos en un apartado anterior. Son capaces de cqntrastai. diversas fuentes informjatjy_as, a las que .agregan su propia evaluación de. (a realidad, fundada en la observación directa del territorio;yjen las prácticas de sus pobladores. En el caso de Juan de Betanzos, por ejemplo, podemos destacar su matrimonio con una hermana de Atahualpa, que había sido primeramente concubina de Francisco Pizarro. De ella y de su familia, Betanzos ([1551] 1987) obtiene un relato pormenorizado de la sucesión, hechos y conquistas de los incas, tal como esa historia-hoy lo sabemos- había sido "construida" por el linaje de Atahualpa. AA
Era una práctica corriente en los Andes que cada linaje organizara la historia según sus propios intereses, recordan do los hechos de algunos de los incas y borrando los restantes. Aparentemente también fue habitual recordar sólo aquellos reyes incas que habían realizado las conquistas más importantes u organizado el Imperio en la forma en que lo encontraron los españoles. Este modelo de construir la historia mezcla frecuentemente los hechos reales con los míticos y esta peculiaridad fue escasamente percibida por los cronistas de la época. Una caracterísca de las historias premodernas es su carácter cíclico y no lineal, y muchos autores señalan que, más que acontecimientos, estos relatos se refieren a personajes o situaciones arquetípicas (Pease 1989), tema polémico sobre el cual regresaremos al tratar los avances del conocimiento referente al estado inca. La linealidad que trasmitieron los españoles fue una construcción propia, adecuada a los cánones europeos, y a causa de ello los planos de la realidad y el mito aparecen extrapolados de tal manera que aun hoy, después de largos años de debates sobre el tema, resulta difícil identificarlos y aislarlos adecua damente. Es necesario comprender que realidad y mito conforman un tejido que regula la conducta religiosa, y aun la cotidiana de los pobladores andinos, pautando los ciclos cósmicos tanto como los rituales y productivos y que si bien la multiplicidad de sentido en estas categorías cognitivas no es, por cierto, ajena a la mentalidad europea posmedieval, no le resultaba fácil desentrañarlos en el contexto de la conducta y los relatos de los americanos. Otra buena parte de la información proviene de una compulsa documental en los propios archivos coloniales, sobre las "entradas" a nuevos territorios, las sociedades que se iban descubriendo, las similitudes y diferencias entre.eil.as así como sobre méritos y,a veces, debilidades dejos agtoxesespañoles que participaban de la conquista. Tanto las prime ras crónicas como los documentos relativos a la conquista y colonización también fueron utilizados por los Cronistas de Indias, muchos de los cuales nunca llegaron al Nuevo Conti nente, pero abrevaron en estas fuentes para construir las grandes historias encargadas por la Corona. Entre estos Cronistas de Indias podemos mencionar a Fernández de Oviedo ([1535] 1950)" o Antonio de Herrera ([1601-1615] 1934). • De todos modos, muchos cronistas vivieron y escribieron r
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en el Perú o en España en los primeros treinta o cuarenta años después de la llegada de Francisco Pizarro a la región. Sin embargo, la metodología de recuperar la historia oral no se abandona, aunque, en algunos casos, difieren les intereses por los cuales se escribe una crónica. En la época del Virrey Francisco de Toledo, Sarmiento de Gamboa ([1572] 1942) recupera información entre ios señores locales que habían sido incorporados al Tawantinsuyuo Imperio de los Incas, con el propósito de demostrar las injusticias de tai conquista! El proyecto de reorganización del Virreynato que había empren dido Toledo lo conduce a remodelar la ideología de la ocupación española, que había sido ampliamente cuestiona da por Bartolomé de Las Casas en sus numerosas obras y en— sus combates legales (Las Casas, ([1552] 1967; Hanke, 1985). Al tratar de ilegitimar los justos títulos de poder poseídos por los incas, Toledo trata de invertir la ecuación validando ¡a nueva conquista. Hacia fines del siglo wi y principios dol xvn, y aunque no todos se encuentran ya atados al proyecto político de Toledo, los nuevos cronistas recuperan información de fuentes más variadas gracias a un mejor conocimiento de las realidades andinas. Pueden evaluar las particularidades regionales u observar con nuevos ojos las estructuras que se van organi zando a partir de la colonización. Gracias a ello es posible contrastar la información sobre la historia inca construida a partir de diferentes versiones e intereses. Entre los cronistas más destacados de este segundo período, además de Cieza de León, Betanzos o Sarmiento de G amboa, podemos mencio nar a Miguel Cabello de Balboa ([1586] 1951); Martín de Murúa ([1590-16001 1986) o Bernabé Cobo ([1613-í653] 1956), entre otros. La tradición oral también fue utilizada para levantar las denominadas Informaciones. A diferencia de las crónicas -que estaban destinadas a ser leídas por un público muy amplio- las Informaciones (que hemos clasificado en con junto porque ambas recurren a la historia oral), tienen obje tivos más limitados. Estos pueden ser económicos o políticos y están en más directa relación con los intereses propíos de la conquista, la evangelizacíón y la colonización. Tal vez los más conspicuos funcionarios españoles que recurren a la metodología mencionada son el virrey Toledo ([1570-72] 1940) y Poio de Ondegardo (I?]1964; (1554] 1916; [1571] 1916-17). Las Informaciones recopiladas por Toledo le permi46
ten disponer de un enorme corpus de información sobre las comunidades nativas, la tenencia de la tierra y las prácticas de tributación al Inca. Sobre esta base Sarmiento de Gamboa escribirá parte de su libro y Toledo prepara el cuestionario para las Visitas que cubren buena'pílrte del virreinato del Perú, con la excepción de las zonas menos integradas como el Tucumán colonial, por ejemplo, que estaba aún en proceso de conquista. Polo, por su parte, es un observador muy sagaz, fun cionario en el Cuzco y encomendero en Cochabamba. En sus informes al virrey aporta datos sustanciales sobre las prácti cas andinas de poder, de control de recursos naturales y humanos, sobre religión-idolatrías- parentesco y las relacio nes que los vinculan entre sí. El objetivo consistió en interiorizar se de la naturaleza de! estado inca, así como sobre los sistemas étnicos de acceso a la tierra, sus rituales y otros aspectos de ía cultura andina que permitieran reorganizar la estructura económica de la colonia y avanzar en la evangelización de los indios. .En otros casos los testigos indígenas eran convocados para avalar determinadas situaciones judiciales, las cuales, en ocasiones, remiten a los hechos de la conquista o a las condiciones y- aspiraciones de los jefes -curacas- , o a determinadas prácticas sociales, rituales o económicas. Es más, estos testimonios pueden trasmitir la "versión inca de la conquista" española (Guillen, 1974). Una de las fuentes más conocidas, producto de este tipo de compulsas son las Relaciones Geográficas de Indias ([1586] editadas por Jimé nez de la Espada a fines del siglo pasado (citamos ed.1965). La mayor parte de las crónicas e informaciones también se interesaron por los aspectos religiosos y rituales andinos. Sin embargo existen algunas crónicas específicamente escritas con fines de evangelización cristiana que centralizan su preocupación en estos aspectos. c. Las crónicas religiosas, que fueron escritas por los misioneros de las distintas Ordenes, o por sacerdotes regu lares. En el Perú se puede señalar la Relación de la religión y rítos del Perú, hecha por los primeros religiosos agustinos del Perú que allí pasaron para la conversión de los naturales (1555), o la obra del jesuíta José de Acosta que pasa muchísimos años en Perú y mantiene una permanente actividad como organizador e ideólogo de la evangelización 47
y la organización de la colonia. Es uno de los más cercanos consejeros del virrey Toledo, a quien le aporta argumentos valiosos para su proyecto de construir las dos repúblicas, la de indios y la de españoles, que debían mantenerse unidas pero nunca mezcladas. A partir de fines del siglo xvt la preocupación por la evangelización se hace cada Vez más amplia, y surgen no sólo crónicas generales como las de Bernabé Cobo'([1653] 1964) sino también las de las diversas órdenes, en especial de los jesuítas, franciscanos, agustinos y dominicos. Citare mos, a titulo de ejemplo, al franciscano Diego de Córdoba y Salinas ([1651] 1957), al agustino Antonio de Calancha ([1639] 1981), al jesuíta José de Acosta ([1588] y [1590] 1954) o al dominicano Reginaldo de Lizárraga ([1605] 1916) entre o t r o s . . . . . . . En el esfuerzo por descubrir los rituales y destruir las idolatrías (Arriaga [1621] 1968; Avila [1598?] 1966) se recopíló^uchisima información que permitió diseñar estrategias de e'v&ngelización, elaborar catecismos o normas de predica'tfónSppB^^n (Avendaño [1649] ?). Un gran mérito de esta táre^ ^ep^ ífendizaje de las lenguas nativas y la elaboración de Ic^^frríéros diccionarios y catecismos bilingües. (Domin go de Santo Tomás [1560] 1951; Ludovico Bertonio, [1612] 1956,- Diego González de Holguín [1608] 1952). 2. Las
crónicas indígenas o mestizas.
Conocemos tres crónicas escritas por indígenas, la de Gua rnan Poma de Ayala ([1615] 1980), la de Santa Cru rPe ch acutí_([Í6Í3] 1950) y la de Titu Cusí Yupanqui .([157011927) (dTctada a un español), y el Manuscrito de Huarochirí cuya recopilación fue ordenada por Francisco de Avila. Mjención aparte merece la del mestizó Garcilaso de la Vega ([1609-17] 1943): - " Estas crónicas ofrecen ante todo una visión de los nativos, tanto de su sociedad prehispánica, cuanto del mundo colonjajj.Sin embargo, presentaji.c¿fei£ririas_susl sí. Estas se basan éñ las condiciones y lugar de nacimiento lIJé cada uno de los autores, en el grado de aculturacióin europea que.recibieron y en los intereses que Ióslfról7íá7ri7 escribir. Un párrafo aparte merecerá el Manuscrito de Hua rochirí. '
La obra de Garcilaso es la de un intelectual de reconocida solvencia en cultura europea, dado que vive en España desde los veinte años hasta su muerte. Asimismo fue la más tempranamente conocida y difundida y formaba parte de la literatura utilizada por los jesuítas en sus colegios destinados • a los curacas andinos. De allí que la utopia garcilasista, basada en las virtudes civilizadoras de los incas, tuviera un amplio impacto en las representaciones y prácticas de las élites indígenas andinas. Garcilaso presenta a los incascomo el estadio más civilizado de una secuencia evolutiva y ya •próximos a concebir una religión monoteísta sobre la cual podría asentarse sin dificultades la evangelización cristiana. Garcilaso escribe casi anciano y dice utilizar las tradiciones que le trasmitieron los parientes de su madre que pertenecía a las panacas (o linajes) nobles del Cuzco. No obstante tuvo acceso a crónicas anteriores y diversas otras fuentes con las cuales hizo una reconstrucción de la historia de los incas y de la colonización hispana. En el siglo xvm, cuando se produce la gran rebelión de Tupac Amaru, las autoridades prohiben la lectura de libro, por considerarlo una de las fuentes ideológi cas de los disturbios. Guarnan Poma es hijo de un curaca yarovilca (un señorío de la Sierra Central) y tiene participación como traductor en las campañas de extirpación de idolatrías. No alcanza a disfrutar de una formación intelectual como la de Garcilaso, pero en su texto hay citas que demuestran su conocimiento de la literatura histórica y religiosa europea, con lo cual maneja los códigos de comportamiento de ambas sociedades - y sobre los que basa su propuesta para compatibilizar ambos - mundos en una estructura jerárquica más equilibrada. La obra de Guarnan Poma de Ayala es en realidad una larga carta-al Rey, en la cual lo informa sobre la estructura social y religiosa del mundo andino, pero donde también lo aconseja sobre la mejor forma de gobernar el reino de Perú. Es una de las fuentes más importantes para reconocer la relación entre la historia y los ciclos míticos, los aspectos simbólicos, también reflejados en sus famosos dibujos, y los conflictos entre nativos y españoles en el interior de la nueva estructura social. Su vida estuvo signada por una serie de dificultades para conservar las tierras que los españoles otorgaron a su padre, y sus luchas judiciales le permitieron conocer a fondo el sistema legal de la colonia y percibir los desajustes que éste producía en el mundo andino. Guarnan
Poma reclamaba un lugar más jerarquizada para los señores nativos que, en su opinión, no podían estar por debajo del último español de la escala social. Santa Cruz Pachacuti es originario del Collao, al sur del Cuzco, más precisamente de las provincias de Canas y Canchi. Tambiés es hijo del señor de urr grupo étnico y trasmite-una versión local de la historia y del simbolismo de los incas. Su obra está destinada a demostrar la existencia de una evangelización cristiana prehispánica, llevada a cabo por ej dios Tunupa, que estaría asociado a los apóstoles Santo Tomás o San Bartolomé. Con ello procura de demostrar que las idolatrías indígenas ya estaban parcialmente influidas por el cristianismoy que la evangelización no hallaría demasiados obstáculos. El caso de Titu Cusi es diferente. Este es uno de los descendientes de Manco Inca, el rey entronizado por los españoles después de la ejecución de Atahualpa. Sabemos que Manco Inca logra escapar del Cusco, ciudad a la que sitia durante un año, y luego se refugia en Vilcabamba, creando lo que se ha llamado el Estado neo-inca que resiste hasta la intervención de Toledo en 1572. "El testimonio de Titu Cusi -dice Franklin Pease (1988:143)- es ciertamente ambiguo; dictado a un español, tiene a la vez el carácter de una probanza y de un reclamo, al mismo tiempo una autoprodamacáón y un reconocimiento de derrota". Por cierto, su obra comparte con la de los otros cronistas indígenas o mestizos la valorización positiva del estado incaico. Guarnan Poma, a diferencia de Garcilaso, enf atiza la edad de oro que precede al advenimiento dél os incas, no obstante lo cual dice que éstos impusieron un orden moral similar ai cristianismo, por lo cual se permite poner en duda la legitimi dad de la conquista española. Un desarrollo discursivo par cialmente similar es el de Santa Cruz Pachacuti, que busca ia legitimación en el orden moral que les otorgara el profeta (o dios) Tunupa y que luego seria reconocido por los incas. (Pizarra, 1992). Excepto Tttu Cusi que mantuvo escasos contactos con los europeos por haber vivido en Vilcabamba, Guarnan Poma, Santa Cruz y Garcilaso reflejan el hecho de que podían manejar los códigos de la sociedad andina y también de la europea,, con lo cual otorgan a sus discursos un doble juego de símboios lingüísticos (e iconográficos en el caso de los dos primeros) para comunicarse con los dos grandes segmentos de la sociedad colonial. 50
Si bien todos ellos se ocuparon de los cultos andinos y de los problemas de la evangelización, existen otras fuentes específicas cuyo valor etnológico proviene del hecho de ser relatos recogidos entre los propios actores del drama de la extirpación de idolatrías. (Duviols, 1977; 1986). Tal vez el más conocido sea el Manuscrito de Huarochiri, recopilado por orden del cura de Huarochiri, Francisco de Avila. Este texto fue escrito en lengua quichua por un autor desconocido y ha merecido numerosas traducciones de las cuales la más difundida es la que realizara José María Arguedas (Arguedas y Duviols, 1966) y la más cuidada la de Gerald Taylor (Taylor y Acosta, 1987). El interés de este documento es que probablemente fue contada (o cantada en verso) por una persona de lengua aru (de los pueblos de la sierra costeña, arriba de Lima) y que conocía muy bien el quichua. Taylor recupera parte de los vocablos aru, con lo cual ya nos encontramos con una intertextualidad lingüística muy particu lar. Al mismo tiempo es evidente que el relato refleja visiones cosmogónicas de varios pueblos diferentes. En un estudio reciente, Frank Salomón (1991: 465) se pregunta: ¿Cuántas voces individuales cobran aquí expresión? ¿Cuándo se trata de un yo colectivo? ¿Debemos entender que los mitos y ritos pertenecen a un sistema armónico o reúne acaso este libro un conjunto de cultos cuyas respectivas tradiciones no hacen sino contradecirse? ¿Qué panes debemos atribuir al redactor o editor desconocido? ¿Puede nuestra lectura trascenderlo para percibir las rupturas de tiempo, voz y creencia a partir de las cuales modeló el autor la unidad de su texto? • Én otra pregunta Salomón plantea 13 relación entre la versión oral y la escrita, y entre una traducción etnopoética que intente reconstruir la versificación (posiblemente) original y ia prosa escrita. Salomón busca las respuestas en un análisis parci al de los textos y, sin utilizar referencias teóricas, rastrea la intertextualidad, la heteroglosia del texto, dentro de los cánones metodológicos más actualizados. Si bien el texto en si mismo es tal vez uno de los más significativos para reconstruir los mitos y ritos de los andes centrales, en este caso también nos interesa señalar que los esfuerzos de Taylor (cuya traducción y forma de presentación bilingüe permite avanzar notablemente en la interpretación del conte nido) y los de Salomón en este último sentido, nos demues:
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tran que la Etnohistoria se enriquece enormente cuando utiliza estos recursos metodológicos popularizados por Baktin o Derrida.
II. Las fuentes administrativas y judiciales
A partir de los año s6 0 se comenzó a percibir que había mucha información que había quedado fuera del registro de los cronistas. Los investigadores (Rostworwoski, 1963) comen zaron a interesarse mucho más por los documentos burocrá ticos y judiciales que ofrecían buena información, no sola- _ mente sobre los indígenas prehispánicos, sino también sobre sus transformaciones en el contexto colonial. 7. Las
visitas
Estas se encuentran entre los papeles burocráticos más utilizados porque proporcionan información tanto sobre el Estado inca en términos generales, cuanto sobre las diferen tes sociedades que fueron incorporadas a| Estado. Además, la utilización dél as Visitas de Huánuco y de los Lupacas como fuente etnológica fundamental (Murra, 1964; 1967; 1972) estuvo también combinada con los datos arqueológicos (Morris, 1972 y Morris y Thompson,1985), inaugurando una "táctica" (en términos de Murra) de investigación interdiscipli naria que sólo se había aplicado hasta entonces con las crónicas (Pease, 1989). Las visitas fueron un recurso administrativo colonial para obtener datos económicos y_ demográficos a.fjn d.e.jepartif, e Imponer tributo a los indios por medio de las encom¡enda_s. _eL yanaconaje o la mita minera. Se hacían sobre la base de cuestionarios previos, cuyos objetivos '^^ta^Tabiidaj^deT visitador determinaron en alguna medida el sesgo que tomo cada visita, asi como ppjrla^wedjsppsicifínjrjejps indios a ofrecer informacion,~a ocTjTtana o de.foimarla^ Como éstas sé repitieron con diferente amplitud a lo largo de los siglos xvi al xviu por iniciativa de las autoridades o de las comunidades, resultaron ser de un incalculable valor para estudiar las transformaciones pre y poshispánicas en temas que van t
desde la obtención de recursos, tenencia de tierras, regías de la sucesión de curacazgos, migraciones y estrategias frente a la presión colonial, entre otros muchos. Los cuestionarios para las visitas circularon en Peni ya en la primera década después del desastre de Cajamarca (o sea de la ejecución de Atahualpa [Murra 1970J). En 1549 ei Presidente La Gasea (presidente de la Audiencia de Lima con facultades de gobierno) ordena la primera visita general del territorio ya conquistado. Setecientos visitadores coordina dos por el dominico Domingo de Santo Tomás se repartieron por todo el país para averiguar sobre los recursos y la demografía y efectuar la primera tasación oficial de los tributos. Entre 1550 y 1570 se realizaron otras visitas locales, que en algunos casos reunieron información aún más valiosa. Entre ellas mencionaremos las visitas de Iñigo Ortiz de Zúniga en 1562 a los Chupaichus (en las proximidades de Huánuco actual), publicada fragmentariamente por Maríe Helmer en 1955-56 y luego republícada por John Murra en 1972. La más ambiciosa de esas visitas fue la ordenada por el virrey Francisco de Toledo en 1571 y de la cual poseemos algunas partes completas, como la realizada a los lupacas que habitaban la costa occidental del Titicaca y que ya había sido visitado en 1567, con lo cual es posible comparar los datos y los efectos de la colonia sobre este grupo étnico. Del resto del territorio existen copias incompletas (Cook, 1975), donde se han dejado sin transcribir buena parte de los mejores datos etnológicos. Sobre la base de estos datos Toledo organizó las reducciones o pueblos de indios, como consecuencia de las cuales millares de pobladores fueron arrancados de sus tierras y reinstalados para acomodarse al modelo previsto. Estas reducciones tuvieron escaso éxito en el corto plazo, probando en parte la imposibilidad -como decía Polo de Ondegardo- de alterar "a los indios sus fueros". Por el contrario, sí tuvieron éxito en fijar los tributos en relación con los recursos y el capital humano. Es por ello que a lo largo de los siglos siguientes estas visitas se repitieron, tanto como una necesidad burocrática cuanto por solicitud de las comu nidades, a fin de reajustar los tributos de acuerdo con los cambios demográficos (Sánchez Albornoz, 1978).
2. Los memoriales Algunas de estas visitas locales están precedidas por juicios entablados por los encomenderos, los hacendados o los campesinos. Otras veces están acompañadas de extensos memoriales, elaborados por los curacas donde se pueden seguir los antecedentes de los derechos a la tierra o a las jefaturas étnicas, así como a acceder a la estructura indígena de poder (Espinosa Soriano, 1969). Los memoriales pudieron ser escritos por diversas motivaciones, en su mayor parte para obtener un reposionamiento de los curacas frente a la estructura jerárquica colonial. Las investigaciones más re cientes están prestando mucha atención a diversos memoria les del siglo XVII, que otorgan un nuevo sesgo a las relaciones políticas y simbólicas de la época. (Pizarro, 1992) 3. Los juicios
Estos pudieron ser entablados entre españoles, españoles e indígenas o entre estos últimos y motivados por razones muy diversas. Ei acceso a'los tribunales les permito a los indios aprender a manipular con gran habilidad los recursos legales, si bien, cómo lo afirma Stern (1982), al mismo tiempo resultó ser una trampa en la quedaron prisioneros, ya que ellos no controlaban la administración de la justicia. Los juicios contie nen en cierta medida las opiniones de los involucrados," pero no deBemós olvidar que están redactados por escribanos, que no soló utilizan fórmul as legales, sino que pudieron alterar los testimonios con o sin intencionalidad expresa. Si el litigante no era bilingüe, se debía recurrir al "lengua" o traductor, con los consiguientes problemas que de esto se derivaban. En general el análisis de un juicio requiere de una metodología específica. Es necesario controlar los intereses en juego y el hecho de que los testigos eran aportados por cada litigante y, por lo tanto, respondían a favor de quien los. invitara y, fundamentalmente, que existían cuestionarios previos que condicionaban las respuestas de los interroga dos. Sin embargo, y siempre que se tengan en cuenta estos y otros recaudos metodológicos, los juicios, son una fuente riquísima para reconstruir la vida social, cultural, política y ecoxiomica de todos los estamentos de la sociedad colonial.
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4. Otras fuentes administrativas. En este acápite consideraremos al cuerpo de leyes, ordenan zas y disposiciones que regían la vida colonial. Si partimos del hecho, constatado por los historiadores, de que la legislación de Indias hasta la época de los Borbones respondía a la incitación de las necesidades locales, más que constituir un cuerpo normativo uniforme, este tipo de papeles contiene directa o indirectamente, información etnológica. Esto se observa no sólo por las frecuentes contradicciones entre una disposición y otra, sino por las diferencias entre las legislacio nes locales, que demuestran el esfuerzo permanente de la Corona por adaptarse a los condicionamientos de cada medio social específico. Es obvio que bajo estas circunstancias, cada investigador está obligado a atender el cuerpo nor mativo de la región que le interesa, tal vez con mayor cuidado que el que intenta regular la vida general de las posesiones americanas.
5. Otras fuentes económicas y burocráticas Aparte de las visitas ya mencionadas como fuentes para este tipo de datos, debemos considerar ,por un lado, los registros i parroquiales para la demografía comunitaria, estructura fami- \ liar, migraciones y temas conexosfTandeter, 1991) y, por el otro, el inmenso cúmulo de papeles de neto corte económico. Entre estos últimos también incluimos a las mercedes de., indios-las Cédulas de Encomiendas- y de tierras, con las que eran beneficiados ios conquistadores o buenos servidores de la -Corona. Cuanto más rica la tierra y, sobre todo, la comu nidad otorgada en merced, más detallada esTa Cédula, spjbjre^ todo pasados los primeros años.de contacto. Estos papeles, asi como los juicios entre los distintos postulantes a una merceJCS con los indígenas~por razones de segmentación d§.i laTinidad étnica por ejemplo, constituyen una de las fuentes 7ña?~ápreciada$:por;:,su valor etnológico. Al mismo tiempo R9Iian no pocos datos sobre las propiedades y recursos de lojLe^paocJes yja economía de cada regjófl. La solicitud de nñeFcecTéS^Uéron precedidas por Proban zas de Méritos, en las cuales los postulantes relataron y atestiguaronn sobre sus contribuciones en beneficio de la Corona (Leviller,1920). Estas Probanzas resultan ser una a
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fuente muy rica tanto para estudiar a la sociedad ind ¡gena -y a que a través deellas pueden analizarse las categorías que se utilizaron para describir la geografía y los pueblos conquista dos y sus costumbres, entre otros datos de interés etnológico (Lorandi y Bunster, 1987-88)- como para conocer la sociedad española, que nos permite entrar en contacto muy intimo con los personajes que intervienen, los costos de cada empresa, los recursos de una región, etcétera. De más está decir que la producción de papeles en torno al mundo de la explotación de minas, tierras y hombres han generado, a su vez, toneladas de investigaciones macro y microeconómicas. Este tema ha sido generalmente abordado por los historiadores, si bien actualmente parte de estos estudios también llaman la atención de los etnohistoriados, porque la sociedad indígena intervino activamente en el mercado (Harrís et al.,1987) y en especial los grandes curacas, y porque los datos económicos reflejan el grado y los mecanismos de explotación de los recursos humanos, así como diversos aspectos de la conducta y las representaciones de la sociedad europea sobre los indígenas y sobre sí misma.
III. Historiadores, viajeros y periodismo
A partir del siglo xvm, es cada vez mayor el cúmulo de información disponible. La práctica de escribir historia se profesionaliza cada vez más y en este caso se cuenta con una previa compulsa en los archivos civiles, comerciales, judicia les y políticos. No parece necesario en este caso extenderse más sobre el tema, ya que en el capítulo anterior hemos discutido con cierto detalle las características del desarrollo de esta disciplina. Con el surgimiento de las repúblicas independientes, desde comienzos del siglo xix, los historia dores americanos se dedicaron cada vez más a la historia local, como un ejercicio de construcción de las nacionalidades nacientes. Desde el siglo xvm. América fue continuamente visitada por viajeros, muchos de ellos empujados por diversos intereses científicos, que reflejaban el espíritu iluminista de la época. Humboldt, Azara, D'Orbigny, Darwin... : son numerosos los
nombres que jalonan esta pléyade de viajeros ilustres, aun que también había otros, tal vez más oscuros, pero que aportaron infinidad de información histórica y etnológica. Desde el XVII se populariza también el periodismo. El Mercurio Peruano, por ejemplo, es una fuente cada vez más utilizada y en él se reflejan los intereses y acontecimientos de la época, semana a semana. En este sentido es una valiosa crónica que permite reconstruir también el simbolismo colec tivo; tal como se manifiesta en las fiestas populares, la criminalidad, la legislación y todos los temas que preocu paban a los contemporáneos. En general es un periodismo comprometido con fuertes juicios de valor sobre los aconte cimientos y la conducta de los actores sociales. De alguna manera se trata de crónicas moralizadoras. En términos generales, todas las fuentes pueden ofrecer simultáneamente datos o apoyar interpretaciones sobre dis tintas facetas de la conducta humana. En buena parte, la calidad de esas interpretaciones depende de la sutiliza de la lectura y del cruce inteligente de la información. Con este resumen, que por cierto no agota todas la variedad de fuentes disponibles, pretendemos orientar al lector sobre la riqueza etnológica de las fuentes históricas, y de esta forma prepario para comprender cual fue el desarrollo de la disciplina a medida que se fue ampliando el registro e incorporándolo sucesivamente a un esquema multidisciplinarío que abre cada día nuevas líneas de investigación. En este sentido queremos subrayar la renovada importancia que han adqui rido las investigaciones iconográficas, que con sus sentidos manifiestos u ocultos, permiten internarnos de una manera novedosa en las representaciones simbólicas y en las prácti cas pol ítícas déla sociedad en todas las épocas (en el pasado prehispánico con la ayuda de la arqueología) y en todos los espacios.
Nota: La mayor parte de las crónicas han merecido sucesivas
ediciones. En estos últimos años, a raíz de la conmenoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, estas ediciones se han multiplicado enormemente. Por este motivo hemos seleccionado, en lo posible, las ediciones más recientes, si bien no disponemos de todas las que se han realizado en estos últimos diez años.
EL TAWANTINSUYUO
Capítulo tercero IMPERIO DE LOS INCAS
I. El espacio, la gente, la lengua El espacio ocupado por el imperio incaico encierra dentro de sus límites una gran variedad de paisajes, de pueblos y de lenguas. Los incas ocuparon casi un millón de kilómetros cuadrados e incorporaron a su dominio de seis a once millones de sujetos. Las conquistas se extendieron desde el sur de Colombia hasta el río Maule (al sur de Santiago) en Chile y Mendoza, en el territorio argentino. En el sentido transversal, ocuparon desde el mar hasta una frontera irregu lar que corría a lo largo de las vertientes serranas que la separan de la selva ecuatorial y el Chaco occidental. La expansión de los incas cuzqueños estuvo acompañada por la imposición del quechua como lengua general, sin que por ello las lenguas restantes fueran abandonadas como medio de comunicación fundamental en el nivel de las comunidades. Los españoles encontraron que les resultaba más fácil recu rrir al quechua, con lo cual ampliaron su difusión, si bien en algunas grandes áreas lingüisticas como la aymara, debieron adaptarse y emplearla también como lengua general. La grafía utilizada en el siglo xvi no fijó normas uniformes para transcribir esas lenguas, por lo que existe una relativa anar quía en este sentido, que afecta en muchos casos las posibilidades de traducción y sobre todo de captación de las sutilezas del habla en los niveles conceptuales. En los párrafos siguientes vamos a observar que fue necesario utilizar palabras como gobierno, rey, gobernadores, ins pectores, provincias, mercados, dioses, y muchas otras que tienen una clarísima connotación en nuestras lenguas euro-
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peas, pero que problamente no traduzcan con corrección las categorías andinas del espacio, el poder o la sacralidad. En los últimos años se ha difundido la práctica de utilizar los términos quechuas o aymarás a veces, incluso, sin sus equivalentes en lenguas europeas. Los textos así escritos quedan restringidos a lectores entrenados en el tema, y es difícil reproducirlos en trabajos de mayor difusión. Este esfuerzo, sin embargo, revela el interés por lograr una mayor aproximación a la realidad profunda que reflejan las lenguas nativas: en otras palabras un mayor respeto a la "otredad". A medida que los europeos fueron ocupando y conociendo el territorio, fue posible captar las diferencias ecológicas y culturales que habían sido incorporadas bajo el dominio del Cuzco y, posteriormente, comprender también los mecanis mos de cohesión y coerción que habían sido utilizados para cumplir la gigantesca tarea de explotar y administrar este extraordinario mosaico multiétnico.
II. Las fuentes y los autores.
Las perspectivas teóricas Nuestra información sobre los orígenes, desarrollo y condicio nes estructurales del Estado inca provienen de fuentes muy diversas, como lo expresamos en el capítulo anterior. La elección del tipo de fuentes ha ido cambiando en los últimos años al compás de las mutaciones teóricas y metodológicas, así como varían la calidad de las interpretaciones y la dirección que se imprime a las investigaciones. En esta sección analfzareñrió^ de los "autores que se basaron fundamentalmente en el análisis de las crónicas y que ,a su vez, fundan las perspectivas teóricas más difundi das en los_..e_studio,s .andinos. En la "siguiente veremos los efectos de la incorporación de nuevos tipos de fuentes y la apertura de una mayor diversidad de variables que enrique cen el análsis temático del dominio inca, y aún lo exceden. Por ello, la subsiguiente sección está destinada a la discusión de los modelos básicos del comportamiento andino que fueron previos al desarrollo del Tawantinsuyu, pero que lo recubren y lo trascienden hasta el período colonial. Metodológicamen te, es importante señalar, que las investigaciones sobre estos en
últimos temas no se hubiesen podido desarrollar sin contar primero con los diseños sobre el comportamiento del Estado, en especia! por la necesidad de profundizar en las relaciones entre el Estado y la sociedad.
1. Los precursores¿ Los tempranos trabajos de peruanos como Julio Tello (1923), Luis E. Valcárcel (1925 a y b; 1937-41) o Raúl Porras| barrenechea ( 1 S J 3 3 , 1944, 1950) entre otros, así como de diversos auTores norteamericanos y europeos fundan las bases del conocimiento sobre la prehistoria andina y en particular sobre los incas. Luis Valcárcel es considerado el fundador de la antropolo gía cíeñfiTíca en el Perú (Pease, 1976r77). Su'métodcrpuedfe ser considerado como una antropología retrospectiva en tanto combinaba la información de fas crónicas' con iajp evidencias arqueológicas y fue quien introdujo en el meffi peruano él término etnohistoria, que reflejaba por cierto el vínculo entre la anVopoIbgía déla sociedad contemporánea y su pasado histórico. Considerado el fundador del indigenis mo peruano^su historia de los incas tiene un perfil idealizad^. Nos retrata un estadoperfecto, justo.'redistributivo, que tema como meta el "bienestar de todos los seres humanos". Su imagen idealizada se completa con frases como ésta, "el trabajo sería universal, obligatorio, justo, alterno, saludable, útil..." (1970:17). Sin duda esto no desmerece su esfuerzo y su trabajo pionero que le ha merecido el reconocimiento del mundo académico y de los peruanos en general, por sus ¡mporantes contribuciones historiográficas. Valcárcel estuvo influido por la Escuela Htetórico-Cultural' de Leo Frobenius, FrfizCJraebner y otros que precbnízáBán la existencia de ios ciclos culturales^Sobre esta base Valcárcel^ construyó un modelo específico para el área andjiía, meaTaliteülríacómb^ de elementos de cultura materiai... religión;'économí a, arte y organización social. La Historiad? la cultura antigua derPerW .cüya. edición iniciaraA/alcárceTen 1943 y continuara en 1949, incorporó esta perspectiva a los estudios andinos, inaugurando así en el Perú una corriente transitada también entre los años '30 y '40 por otros antro pólogos latinoamericanos, como José ImbeHonl en la Argen tina, por ejemplo (Pease 1976-77:209). Por su parte, Julio_ 61
TéítoTtajmbién un pionero de la arqueología andinajutilizaba las crónicas para venlicar süT6^s^u1frTñTÍé71{ps. La conlxonta.cíónJ3e~ lál^pWs^écBya's antropológica y arqueológica le peimitióaValcárceldesarrollar algunos intrumentos de crítica respecto aja. información contenida en las crónicas. Si bien esta perspectiva no supera totalmente la ingenuidad de la historiografía tradicional frente a esa misma información, es cierto que abre nuevas perspectivas en la metodología de verificación sobre la base teórica de la antropología, un ejercicio en el cual se lo puede considerar un verdadero pionero. Valcárcejfue además un impulsor del indigenismo en ej_J£erú de allí la importancia de sus estudios sobre el Tawantinsuyu como modelo de construcción y reafirmación de la conciencia nacional. Por lo tanto, su metodología etnohistórica vincula el pasado con el presente con el objetivo de formular una ideología de afirmación nacional. * Raúl Porras Barrenechea fue uno de losjnejores conoce dores de las crónjcas andinas. Historiógrafo fino y minucioso, fue un""maestro que dejó una profunda huella entre los especialistas. Su obra se distingue por la edición crítica de nuevas fuentes y por haber inspirado en sus discípulos, como María Rostworowskí, la búsqueda incesante de nuevos ma nuscritos que iluminaran la historia andina desde perspec tivas no exploradas por ios cronistas. Las lecturas posteriores han revisado sin cesar esta bibliografía temprana otorgándole nuevos significados, aun que hayan sido menos sofisticadas que los estudios más recientes, gracias a la obra de estos pioneros y al aproximar nos .a_rnedi,ado5 del siolo. el tema incaico fue reenfocádo sobre la base de numerosos cronistas desconocidos o ina ccesibles hasta entonces yal aportado las nuevas corrientes" antropológicas que privilegian el análisis de lasIñslífÜQÍones. y d e jas representaciones simbólicas, más allá de la historia, láctica.Ln los párrafos siguientes analizaremos tres modelos metodológicos diferentes -en alguna medida basados en los aportes anteriores- ,que tuvieron importantes replicaciones en las investigaciones andinas. Con este tipo de discusión a partir de modelos específicos (a los que agregaremos algu nos comentarios de autores posteriores), también tendremos ocasión de comenzar a observar el proceso de construcción del conocimiento entorno a la problemática andina á lo" largó" dé tos últimos 50 años. "~ " ~ " t
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