J . !.aplanche y J.·B. Pontalis
FANTASIA ORIGINARIA, FANTASIA DE LOS ORlGENES, ORIGEN DE LA FANTAS lA
COLECclÓN PSICOTECA MAYOR
FANTASIA ORIGINARIA, FANTASIA DE LOS ORIGENES, ORIGEN DE LA FANTASIA por
J. Laplanche y J. ·B. Pontalis
gedisa
l'ltulo del original en francés: 1:r1utt1.t!IU! or1ginoire..fon1asu1e
' I~> ll3chette, Paris. 1985
Tmduccion: Stella Abrcu Di>eño de cubierta: Rolando McmelsdorlT Derechos reservados para Lodas las ediciones en castcllono
© E
'"'vw.gedisa.co1n
ISBN: 978-95-091 1-322-0
l mpr••O e n Argentina l~rntcd
in Argentina
l .lu»d.1 prolub1da la reproducción total o parcial ¡>Or cualquier id~ntica, extractada o n1oclificada l"ll ,. 1•11clhu10 o en cualquier otro idionla. 1111·d10 de unprcsión, en forn1a
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INDICE Post scriptum ( 1985). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . •
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"Lleg¡¡ba yo al anochecer" . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1S
" He dejado de creer en mi 11euró1ico". . . . . . . . . .
27
" Leo o bras de prehistoria" . . . . . . . . . . . . . . . . . .
43
Ur.....................................
SJ
Un escenario con múltiples entradas. . . . . . . . . . .
65
El tiempo "auto", origen de la sexualidad. . . . . . .
77
No ta sobre los autores.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Post scriptum (1985)
Este texto. como todo texto psicoanalítico y quizá más que otros, corresponde a una fecha. No queremos decir con esto que veinte anos después de ser publicado por pnmera vez en Ja revista les Temp~ modernes haya quedado perimido. Así lo esperamos al menos, tanto por el lector de hoy como por nosotros mismos. Pero es innegable que lleva una fecha, inscripta en las circunstan· cías en que lo concebimos y hasta en su movimiento mismo. Fue escrito en un momento de cierta urgencia. ur· gencia acribuible en un princ1p10 a un acto de ruptura En efecto, en 1964 acabábamos de expre~ nuestra negaliva a seguir a Lacan en Jo que de ahí en más se Uamó la Escuela y que iba a convertirse en su escuela. Pero aún no aceptábamos plenamente que ya habíamos tomado distancia respecto de su pensamiento. De ahi que en ~stc breve ensayo se advierte una especie de oscilación entre la audacia y ta prudencia, oscilación que está presente ti
también en el ritmo del escrito: por momentos avanza· mos paso a paso y otras veces condensamos excesivamcn te. Al efectuar, sólo que a nuesrro modo, un "retor· no a Freud", indicábamos nuestra negativa a emprender un viaje de ida, sin regreso, hacia Lacan. Pe ro al mismo tiempo, hasta cierto punto nos frenaba la preocupación por establecer una continuidad entre Freud y él. La fecha de este texto está marcada también por el hecho de que fue escrito siguiendo las huellas del Vocab11laire de la psyclranalyse, en ese entonce11 a punto de quedar terminado. Sin duda es lícito considerar que, al igual que esta obra, pertenece al género de la exégesis, siempre que por ésta se entienda permitir que el propio pensamiento sea fecundado por otro t an soberano como enigmático y no explotar un caudal de ideas ajenas, vol· viendo a analizarlas. El descubrimiento de un tesoro implica uri período de deslumbramiento, previo al del inv·entario y, después, al de la inevitable dilapidación. Recordemos que la riqueza del tesoro freudiano no era sospechada siquiera por aquellos que entonces se contentaban con percibir sus utilidades, cuando no con delegar en un único Otro la función de enunciar su Verdad. Era preciso ante todo revivir conceptos totalmente olvidados (olvidados desde el momen10 en que los abandonaran los freudianos y hasta el mismo Freud), como los de apuntalamiento o de fantasía• originaria. Había • El l~rminofon14:smt del ~crho ori¡inil aparecerá aquí traducido como fant41ÚJ. marcando la diferencia rcspeclo de los 1ex1os Lacanianos,
donde apas- oomo
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¡.,.,•.,,... (T. )
que volver a dar todo su valor fundacional, cuando no trascendental, a conceptos que hablan quedado vulgarizados. como autoerotismo, o desacreditados e incompren· didos, como seducción. Pero pronto la tarea se hito más ardua. en la medida en que era preciso conciliar dos necesidades: no íal· sear ni esq uematizar el pensamiento de Freud, y por el contrario tratar de restituirle las exigencias, las represiones. los re tomas, las ambigüedades, quizá las "ingenuida· des" (la hipótesis filogenética ... ); y, por otra parte, llevar adelante el intento de delinear, entre los conceptos'redescubicrtos. una configura ción m:lsexpllcita, más cohere n· te y estimulante. Es asf que e l lector - al igual que nosotros mismos a l rckcrcstc t exto- dcscubnr4 una variedad de estratos· una necesaria y saludable arqueología de los con· ceptos, que prete nde ser a la vez fiel y crHica; un intento de interpretar la problemática de lo originario. en la que sigue siendo pe rceptible una c ierta inspiración estructuralista. a pesar de que ésta ha sido nc¡;;ula. - finalmente, el inicio de nuevos desarrollos que después analizará más libremente cada uno de los auto· res. afirmando su propia posición en el contexto de la experiencia cuyos limites y direcciones Fueron marcados por Fr~ud . Al menos hemos aceptado e l riesgo de reabrir y desp lcgu r e n e l campo "sexual" de l psicoanálisis la cuestión "infantil" de los orígenes. Esta cuestión. a la que el co·
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noc1m1ento positivo no reconoce carta de ciudadanía, no deJa de acicatear, sin embargo, al pensamiento; el del psicoanahs1a y el del l'ilósofo, que aqul in1enl3remos conciliar. Releído hoy, cuando vuelve a aparecer sin modificaciones (sólo se agregaron títulos a los capítulos, se incorporaron ciertas notas al texto y se precisaron las referencias), el ensayo conserva para nosotros el valor de un índice: un dedo que señala la cosa, gesto que se prolonga en un camino que necesariamente debe tener rodeos. indicación de un enigma y no de su solución.
«Llegaba yo al anochecer»
El psicoanálisis utiliza desde sus orígenes el material de las fantasías. Ya en el caso de Anna O. , Breuer no pa· rece hacer más que inmiscuirse en el mundo de las pro· duccioncs imaginarias de la paciente, en su "teatro privado", para permitir una catarsi.s mediante la verbalización y la expresión emocional. "Llegaba yo al anochecer - di· ce Breuer- al momento en que la sabía inmersa en su estado de hipnosis. y la liberaba de todas la> fantasias acumuladas desde mi última visita".' Al leer la historia de este caso. llama la atención comprobar que Breuer, a diferencia de Freud , se preocupa poco por descubrir los
1 L. Brc11l!r y S. l~ rcud, Erudts sur l"hystin'e, Pl'F. p:lg.. 2J.1Hay v"•r· aión castellana: Estudio sobr~ la histeria en Obr11s Compl~ra.s. vol. 1. pág. 25, Buenos Aire~ . P3idós, 1
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lo'mrnh" 1<•.1lr11fntc Y1~1Jo~quc podrían ~-st:1r en la base •Ir lo\ •11e11<1> J1umo' l ·n el hecho considerado descnca· .¡, nunll' de la ncurosl~, hay ya un elemento nnagmano, 1111J aluclnadón que provoca el trauma. Entre la fantasía ~ IJ esci
ccial estado ca lificado de "hipnoí· 1lr". pero recíprocamente, por el terror y la ~1deración •1ue causa, la misma fanlasía conmbuye a ere.u ese c•ta· do de base. hay "aulohipnosis". Si Breuer se ubica en el mundo imaginario y 1ra1u de disminuir su poder pa16geno sin recurrir a una refe· rencia extrínseca, ¡;no hacen lo mismo en su prác11ca (lerlos anali•tas contemporáneos, en es¡J
1 Vé1Jie Mclanie KleJn, f'J)lclranolyx d\111 enfont, París, Tchou, 197), (Hay vruJón cuteUa.tta· Et ps/cootW.11111 dt "llfos en ObroJ ('omplttal, vol 1 l)ucnos Aue1. Pa1dós 1
IR
ma ms1anc1a. la introyecc16n estable del objeto bueno (no menos imaginario que e l malo) permite que se fu>ionen los instintos en un equilibrao basado en la prccm1 nencia de la libido sobre el instinto de muerte. Fantasía, en alemán Phantasie, es el tl!rmino 4uc designa la imaginación; más que la "fJcultad de 1111ag1· nar" (la Einbild1111gskraf1 de los filósofos), el mundo imaginario y sus contenidos, las "imaginacíones" o "fanta· sfas" en las que se atrincheran el neurótico o el poeta. En estas escenas que relata el sujeto, o que el psicoanalista le relata, es imposible de¡ar de reconocer el matiz de lo fantasmagórico. ¿Cómo entonces eludir la tenta· ción de definir este mundo en función de aquello de lo cual se separa, es decir el mundo de Ja reahdad? Esta oposición existió desde mucho antes que el psicoanálisis, pero puede llegar a encerrar en sus términos la teoría y la práctica psicoanalíticas. ¿Cómo se manc¡an los ps1L-oanahstas en la teoría? Ciertamente mal y la mayoría de las veces con una teoría del conoclJlliento por demás rudimentaria. Mclanie Klein, por ejemplo, cuya tecmca está exen· ta de cualquier propósito ort opédico y que má que ninguna otra se esfuerza por distinguir de la imagm~r!a contingente de los suenos diurnos. la función estructuran te y la pennanencia de lo que denomina fantasías inconscientes,> sostiene en última instancia que éstas son "fal· sas percepciones". En rigor, el objeto "bueno" y el ob¡e> Esta d.tfttt:nálción ttri an.1.U11ch más 1delan10.
1C)
to "malo", para nosotros, deben ir encerrados entre comillas,• aunque toda la evolución del sujeto esté conte· nida dentro de esas comillas. ¿Y Freud? Veremos a lo largo de estas páginas toda la ambigüedad de su concepción y cómo, ante cada giro de su pensamiento, encuentra abierta otra vía. Pero si tomamos la formulación más oflcíalmente consagrada de su doctrina, el mundo de las fantasías parece situarse en· teramente en el marco de la oposición entre lo subjetivo y lo objetivo, entre un mundo interno que tiende a la satisfacción por Ja ilusión y un mundo externo que poco a poco, por medio del sistema perceptivo, impone al su· jeto el principio de realidad. El inconsciente aparece en· !onces como el heredero del que en un principio fue el único mundo· del sujeto, en el que sólo regía el principio de placer. El mundo de las fantasfas es como las "reser· vas naturales" que crean las naciones civilizadas para perpetuar en ellas el estado natural. "Con la introduc· ción del principio de realidad , una modalidad de activi· dad del pensamiento se escinde; permanece independien· te de la prueba de realidad y sometida únicamente al principio de placer. Es lo que se denomina "creación de fantasías.''> Para los procesos inconscientes, "la pmeba
4 Los obje1os .. bu~nos .. l ..malos" son "imágenes, dcformad;u en tu fantasía, de los objetos reales en los cuales se ba~n". Mclanic Kkln. Enta· yos d~ psiCOQntilis;s. f>urís. Pa)'Ot. 196 7. piig. 31 l . · s S. Freud: •formulations sur les deux principes du coun de$ ¿,·én~ mcnls psychique1"1 191 t, Resuhados, ideas, problemas, PUF. págs. 138-139 IHay versión castellana: Los dos pn·n~ipios del su~de.r pstquko en Oh111Compltta1, vol. JI, píg. 49S, Buenos Aires, Paidós.)
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de realidad no « válida; la realidad de pensamiento es equiparada a luealidadextema,eldeseo a su realiución , al hecho".• Debido a la ausencia del "patrón de reali· dad" en el inconsciente, éste puede quedar reducido o un ser menor, a un estado menos diferen ciado. En la plictica psicoanalítica, la insuficiencia del caudal conceptual hace sentir sus efectos inevitablemcn· te. Innumerables modalidades técnicas., apoyándose en la oposición entre lo imaginario y lo real, se proponen en definitiva lograr la integración del principio de placer con el principio de realidad, proceso en el cual se supone que el neurótico se detiene a mitad de camino. Por su· puesto, no es válido hacer intervenir a las " realidades" exteriores al tratamiento mismo, ya que el material debe ser analiz.ado en la relación del paciente con el analista, es decir "en el contexto de la transferencia". Pero si no ponemos cuidado, en toda interpretación transferenc1al, por ejemplo "usted se comporta conmigo como si...", está sobreentendido "y usted sabe que no soy en reali· dad como usted cree". Afortunadameme la ttcnica nos dispensa de pro· nunciar ese malhadado sobreentendido.• La regla analíltca, más rigurosamente, es comprender como epoclui, suspendiendo de manera absoluta todo juicio de realidad . ¿No significa esto ponerse en un plano de igualdad
' Ob. w .. P•&· 142.
" Es admlrable comprobar cómo Melanit Klc.in, que interpreta de 1111 ne11 Í1interru.mpk11 la retM'ión 1ransrerenclaJ, lo1t1 no lntroducir nunc1 ti ..en realidad", ni Jaquie.fa el ..como si".
:! 1
con el inconsciente, que no conoce el juicio de rcahdad? Un paciente que dice ser huo adoptivo, relata fantasías en las que a l buscar a su verdadera m adre, se entera de que ésta es una mujer de la vida que se hizo prostituta . i.No reconocemos en este relato el tema común de ta "novela familiar" que tan bien urde un hijo no adoptivo? En la reducción fcnomenológ1ca , la diferenciación sólo tendría cabida para consider.ar que el apoyo que en el pa· ciente encuen tra , por CJemplo, en documentos que testa· fican su adopción, es una di'fc11so por la realidad. Suspen· der la referencia a la realidad se convierte en un "es usted quien lo dice'', que en últama instancia implica "todo es sub¡ellvo". Sin cmbaigo. en el caso de adopción rul al que aludoamos. la diftrtnci> se manifesto cl1nic1n1entc en la actuahzación, que por otra pane menguó ripid¡mente, de f1n1asias de reencuentro con la madre y episodios en los cuales el 1nten· to de reunión con la verdadtra madre se cxpres•ba en el ni· ve) simbólico como una especie de segundo tstado. etc. Des· de el comaen10 mismo del 1ratamien10. muchos elementos como por ejemplo conten idos oníricos o el hecho de que el paciente se quedara dormido a menudo en las sesiones. ma nife~tmndo de 1nanera masa'la y tn los 1c1os una tendencia [email protected]>iva bacl3 lo> ori¡r.encs indicaban la scpuac1ón de 11 reahdad ~ Ja verhahzac1on
t\c uc1ai.lo cómo reprod1ár"'lu por IJ nc.:cs1dJJ Je ;abcr en que rc~1ón dd \Cr ~e mue, e. a Frcud no le rc~uha IJcal JU~llÍl~Jr la su\p,·ns1ón dd¡u1cio de realidad <'ll e l lr:11.1micmo Al comk111.0. se siente casi obh¡;ado a rcvelJr al paciente <'I otro lado de las cos.as. Pero situado.
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al igual que éste, an1e la opción real-imaginario, enfrenta un doble riesgo: que el interés por el análisis se desvanezca si desde el primer momento le dice al analizado que todo el materia.! que aporta son sólo imaginaciones (Einbi/dungen), o que se reproche más tarde por haberlo estimulado a tomar las fantasías por realidades.• Propone entonces como solución recurrir al concepto de "realidad psíquica", dim ensión nueva a la que el analizado no tiene acceso en un principio. ¿Pero qué significa realidad psíquica? ¿Cómo la entiende Freud? Muy a menudo no es o tra cosa que la realidad de nuestros pensamientos, de nuestro mundo personal. una realidad lan válida como la del mundo material y cuya eficacia es decisiva en cuanto a los fenómenos neuróticos. Si se trata de oponer la realidad de los fenómenos psicológicos a la " realidad material" ,• la "realidad de pensamiento" a la "realidad externa",'º es lícito decir que nos movemos en lo imaginario, en lo subjetivo: pero lo subjetivo es nuestro objeto. El objeto de la psicología es tan válido como el de las ciencias de la naturaleza. ¿Y el término mismo realidad psíquica no indica acaso que Freud sólo puede otorgar la jerarquía de objeto a los fenómenos psíquicos por referencia a la rea lidad material , al afirmar que "también éstos poseen una suerte de rea-
1 Véase Jnrroducrio n Ola psythanalyse. 19l 7, Pu is, Payo1. p~g~ 346· • 347. 9 Ob. cit., pág. 347. IO "Fonnuladons sur ~ deux p rinc.ipcs du cours dt!$ évenemenn psy. chiques", pág. 42.
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lidad"?" La suspensión del juicio de realidad, en ausen· cia de una nueva categoría, nos hace oscilar nuevamente en la "realidad" de lo subjetivo puro. Sin embargo... Cuando introduce el concepto de realidad psíquica en las últimas líneas de la inierprera· ci6n de los slieños, donde está resumida toda su tesis (el suefto no es una fanrasmagorfa sino un texto a descifrar), Freud no la define como codo lo subjetivo, como el cam· po psicológioo, sino como un núcleo heterogéneo dentro de ese campo, resistente, auténticamente "real" sólo por oposición a la mayoría de los fenómenos psíquicos: "¿De· bemos reconocer una realidad a los deseos inconscientes? No lo sé. Ciertamen te no la poseen todos los pensamientos transicionales o de relación. Cuando nos encontra· mos frente a los deseos inconscientes en su expresión última y más verdadera , nos vemos fonados a admitir que la realidad psíquica es una particular forma de existencia
que no puede ser confundida con la realidad material"." Existen por lo tanto tres tipos de fenómenos (o, en un sentido más amplio, de realidades): la realidad mate· rial, la realidad de los "pensamientos de relación" o de
11
lnrrod11crion d "7 psychonolyse. pág. 347. [Hay •erstón castel11na:
lturodntt'i6n al psitOllnOllsls en Obras Completas. vol. ti. pá¡. LSl. Bueno.s
Aire.s. P.,idOs. I
11 LYnterprt:t1.1rion dn réves, PUF, píg. Sl6. [Hay • e rsi.ón cutellln1: f.o l"ttrprrtaciOn de los Pleitos en Obras C"ompletas, •al. 1,. pág. 2.ll. Bue-
n~J Aires. Pajdó~ J Las sucesiva1 modificaciones de este rfln1~\
pasaje en 13.S diíe·
t'dteionr!í de TraumdeutllnK, mut'sttan la prcocupac1e)n de Frcud por
Jl'l'un1 el c;onccp10 de realidad p$Íquit'll y la$ dificultades con que uopteza
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lo p51col6gico y la realidad del deseo i11conscien1e y de su "expresión más verdadera" (la fantasía). No basla designar esla "realidad" psíquica, nueva categoría permanenlemenle encubierta en Freud, como lo "simbólico" o lo "estru ctural". Sí Freud la encuentra y vuelve a perderla, no se debe sólo a la carencia de una herramienta conceprual: su relación - a su vez estructu· ral- con lo real y con lo imaginario da origen a toda la dificuhad y la ambigüedad con que se presenta en el dominio central de la fanrasía. Unas palabras más sobre la epochO mencionada en relación con Ja regla anah11ca· "dcctr todo y no hacer más que de· crr" No nnplica suspensión de la reaUdad de los hechos ex· ternos e11 be11efie10 de la realidad subjetiva. Crea un campo nuevo. el del decir. donde la diferencia enue lo real y lo 1maginarr0 puede seguir "endo v11ida (véase el cato del pi· ciente al que nos referimos antes). La asimilación del campo analít1co con el campo mconscoente, cuyo surgimiento aquél debe susc11ar, no se basa en su comun "sub¡c1iYidad", sino en la afinidad profunda del lnconsctenie con el camP< de la palabra. Ya no "esust~d quien lo dice", sino "es usted quien lo drc~" .
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«t-1e dejado de creer en mi neurótica»
El período 1895- 1899, durante el cual tiene lugar el descubrimiento del psicoanálisis, es significativo asimismo tanto por la ambigua luclu que se produce como por la manera demasiado simple en que se ha escrito su historia. Sí se Ice, por ejemplo, la introducción de Ernest Kris a Naíssance de la Psych/Jnalyu, • la evolución de los puntos de V1Sta de Freud adquiere un sentido perfectamente claro: los hechos - Y· en primer lugar su autoanálisis- lo forzaron a abandonar sus primeras concepciones. La escena de seducción por el adullo, que hasta entonces Freud había considerado el prototipo del trauma psíquíco, no es un hecho real sino una fantasía, a su vez 1
En espccltl el capílulo lll. ··Srxualité in/uu.Ue et au1oanaJy1e..
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producto y fachada que encubre manifestaciones espon· táneas de la actividad sexual infantil. Asl lo atestiguó Freud al escribir su propia historia. "Si bien es cierto que los histéricos relacionan sus síntomas con traumas ficticios, el hecho nuevo es que fantasean esas escenas; por lo tanto es preciso tener en cuenta, junto con la rea· lidad práctica, un realidad psíquica. No tardamos en descubrir que esas fantasías servían para disimular la actividad autoerólic~ de los primeros años de la infancia, embelleciéndola y llevándola a un nivel más elevado. En ton· ces, detrás de esas fantasías, surgfa en toda su magnitud la vida sexual del niño.'" Freud reconoce su "error": había atribuido al "afuera" algo que era obra del "adentro"'. Teoría de la seducción sexual; el término mismo induce a detenerse. Se trata de la elaboración de un esquema explicativo de la etiología de las neurosis, no de una comprobación clínica de la frecuencia de episodios de seducción del nuio por el adulto, ni siquiera de una sim ple lripútesís de que esos hechos ocupan un lugar pre· eminente en la secuencia de traumas. Para Freud, se tral:l de formalizar el vínculo que descubrió entre la sexua· lidad, el trauma y la defensa: producir un efecto traumá· t1co es inherente a la naturaleza misma de la sexualidad
1 "Contribuuon i l'hb toire du rnouvemen1 p~ychanalyüque··. 19l4. (',nq l.C('Ml JUt fil Psyc:hanaly se. Payot, pig.s. 83·84. (Hay veriión castclla~ n11o "Contribuciones al psicoanálisis", en Obrat Completo1, vol. JI. Buenos Ailc4, l\a.idós.)
y, a la inversa, en últ ima instancia sólo se puede hablJr de trauma y descubrir en él el origen de la neurosis en la medida en que haya intervenido la seducción sexual. Cuando esta tesis se consolida (entre 1895 y 1897), la innuencia del conllicto defensivo en el origen de la histeria y de las "psico-neurosis de defensa" queda plenamente reconocida, sin que ello disminuya la función etiológica del trauma. Los conceptos de defensa y de trauma están estrechamente articulados: la teoría de la seduc· ci6n, al mostrar que el trauma sexual es capaz por si solo de movilizar una "defensa patológica" (represión), constituye un intento de dar cuenta de un hecho descubierto por la clínica ("Estudios sobre la histeria"), asaber que la represión se ejerce selectivamente sobre la sexualidad. Detengámonos p0r un momento en el esquema propuesto por Freud. El trauma ejerce una acción que se d 1vide en varios tiempos y supone siempre la existencia de por lo menos dos h~chos. En la primera escena, denominada "escena de seducción", el niño es objeto por parte del adulto de una tentativa sexual ("atentado" o simples avances), pero sin que ésta despienc excitación sexual en él. Para calificar de traumática una escena de estas características, hay que desechar eJ modelo somático del trauma: aquC no hay afluencia de excitaciones ex· temas ni desborde de las "defensas". Cabe calificarla de sexual en la medida en que lo es desde el exterior y para el adulto. Pero el nillo no posee ni las coodiciones somáticas de Ja excitación ni las reprcsent~ciones para inte· grar el hecho. Aunque éste es en sí sexual, no adquiere significación sexual para el sujeto: es "sexual pre-se31
xual".> En cuanto a la segunda escena, que tiene lugar desputs do la pubertad, es, si cabe decirlo así, aun menos traumática que la primera. No violenta, en aparien· cía anodina, sólo tiene el efecto de evocar retroactivamente el primer hecho en función de ciertos rasgos asociativos. Es entonces el recuerdo de la primera escena lo que desencadena la escalada de excitación sexual, que sorprende al "yo" (moi) y lo deja inerme, sin poder utilizar las defensas normalmente dirigidas hacia el "afuera", poniendo así en acción una defensa patológica o "proceso primario póstumo": la represión del recuerdo. Si nos retrotraemos a concepciones de las que a primera vista se puede pensar que sólo ofrecen un interés histórico, en la medida en que parecen presuponer un nino inocente, sin sexualidad, encaminado al encuentro de una experiencia indudablemente ulterior, no lo hacemos sólo para jalonar las etapas de un descubrimiento. Este esquema explicativo, que Freud llamó proton pseudos, conserva en nuestra opinión un valor ejemplar en cuanto a la significación de la sexualidad humana, por la dificultad misma que ímphca pensarlo. En efecto, pone en juego dos premisas fundamentales. Por una parte, en el primer tiempo, la sexualidad irrumpe literalmente desde afuera y penetra en un "mundo de la infancia" presumiblemente inocente, donde queda enquistado como un hecho no elaborado, sin provocar reacción de
• ' L4 N•IJS11n« d• lo p1yclt.,..lyu, C111a 30, PUF, pq. 113. (H>y ..,. t1°n (111t~Ha.n1 · Lo1 onit~s lhl p~lflls, en Obro1 Compl,1•.1, vol 111.
11•1 8S, Bueno• A11es. Ptldós.J
defensa alguna; el hecho en sí no es patógeno. Por otra parte, en el segundo tiempo, cuando con la pubertad se activa el fenómeno fisiológico de la sexualidad, surge el displacer cuyo origen se sitúa en el recuerdo del hecho primero, hecho del afuera 1ransfonnado en hecho de adentro, "cuerpo extrai\o" interno que ~ta vet irrumpe desde lo más íntimo del sujeto. En "Estudios sobre la histeria" ya está presente la idea de que el trauma psíquico no puede ser reducido a los efecios que un hecho externo ejerce sobre un organismo una vez y pan siempre. "En la relación causal entre el trauma pu· quieo causante y el fenómeno hast6rico, el trauma no desen· cadena el síntoma como un agente pff)•OC:ador, síntoma que después persiste de manera 111dependiente. Debemos decir, en cambio, que el trauma psiquk:o', o rn4s bien su recuerdo, actúa a la manera de un cuerpo extrallo que per· manec:e activo largo tiempo despuk de haber penetrado."•
Sorprenden le manera de solucionar el problema del 1rauma. Uno se prcgunla s1 es la anuencia de exci1ación externa la que causa el trauma en el sujeto, al modo de una rup1ura psíquica. O, por el contrario, la exci1ación interna, es decir la pulsión, al no encontrar salida, hace que el sujeto caiga en un "estado de ansiedad".• Por otra parte, • S. Frcud. f'tudrs ''" lliysttrl<. 1 98~. PUF, p4~•· 3-t. (Hiy vmlón castclUna E1rudJo sobte Ja hiJlblcmatka S<'guirá enando presente el'I obras c:omo Au.¡i,IJ du prl"ti~ dt pl.aislr e lnhib1tion. rympt6m' el tUt.fOil#. de freud, o L' Tras.lnt1111smr dt lo Nauuntt, dt' Rank (Hay wentón c:asttllant Mfit 1/W
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de acuerdo con la teoría de la seducci6n, cabe decir que el lrauma en su totalidad proviene a la vez del cxierior y del interior. Del exterior, porque la sexualídad le Uega al sujeto desde ti otro,• del interior, porque emana del aporte ex temo internalizado o, como con tanto acierto se lo ha descrito, de esa " remíniscencia" que sufren los histéricos y en la que bien se puede reconocer a la fantasía . Solución atrayente pero que puede perder validez tan pronto como se desplace el sentido hacía uno de dos términos: lo externo hacia el hecho y lo interno hacia lo endógeno y biológico. Tratemos, por el conlrario, de interpretar del mejor modo posible la teorra de la seducci6n, rescatando lo que tiene de más profundo. Se trata de la primera y única tentativa de Freud por establecer una relación intrínseca entre represión y sexualidad.' Para él, esta relaci6n nace no de un "conlenido", sino de las caracleríslicas temporales de la sexualidad humana, que la convierten en el campo privilegiado de una dialéctica entre el exceso y el defecto de excitación, entre un hecho demasiado temprano y demasiado tardío: "Se presenta aquí la posi-
dtl prlncipil> dtl p i.~ en Obru ccmpltb5, •ol 1, PÓ&- 1 097. e Inhibición. llntotf'W y #1tplM en°""' Compl~tu. •ol 1, r4. ll, Buencn Auu, Pa.tdi>s) 6 .. La hí.stcrla par«c ser más bien el result11do de la ptl""ct$tón del n· ductOf', Lo hereditario partee set la teducción por el pad.Jt " Carta 2S, en u / \ " - t dt t. hydu1nolyr.. ob. cit.. pÓp 158-1 S9. 1 .. teud nunca dejó de sosicoer cita relación (vé.ue Abrígt dt p1ycho· nolyu. 1938. PUF. p.á¡s. SS·S7). 1Hav versión CHl
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bilidad única de comprobar cómo un recuerdo produce un efecto mucho más poderoso que et hecho en sí:'• De ahí la división del trauma en dos tiempos; et trauma pslquico sólo es concebible como proveniente de un "ya ahf", rtminiscencia de la primera escena. ~Cómo concebir ahora la formación del ya ahl1 ¿Cómo la primera escena, "sexual pre-sexua.I'', adquirió significación para el sujeto? Desde una perspectiva que tiende a reducir lo temporal a lo cronológico, habrfa que remontarse en una regresión sin fin, en la que cada esce· na adquiere valor sexual sólo por la evocación de otra anterior, sin la cual no habría significado nada para el sujeto, o bien detenerse arbitrariamente en una "primera" escena, sin importar toque ~sta tenga de mconcebible. La idea de un mundo infantil inocente es una ilu· sión según la cual ta sexuaLidad es introducida desde el exterior por un adulto perverso. Ilusión, o más bien milo, como lo demuestran sus propias contradicciones. Exige concebir al mismo tiempo un nino anterior al liem· po, un "salvaje bueno", y una sexualidad ya presente, por lo menos intrínsecamente, para que pueda ser despertada. Exige conciliar la ,irrupción de un afuera en un adentro, con la idea que de antes de ta irrupción no existía ningún adentro ; la pasividad de una significación simplemente endosada , con el mínimo de actividad imprescindible para que la experiencia pueda ser por lo menos recibida; la indiferencia de la inocencia, con el displacer que se supone que provoca la seducción. En resumen, es 1
" Dt•í1 K", en la Nail.Jantt d~ la Pryclwnolyu. ob. cit.
JS
preciso concebir un sujeto anterior al sujeto, que recibe su ser, su ser sexual, desde un exterior previo a la diferenciación interno-externo. Cuando cuarenta allos más tarde Ferenczi retomó la teoría de la seducción, le dio una importancia similar.' Sus fonnulaciones son sin duda menos rigurosas que las de Freud, pero tienen el mérito de completar el mito con dos elementos esenciales: más allá de los hechos y por mediación de éstos, hay un "lenguaje" nuevo, el de la "pasión", introducido por el adulto en el "lenguaíe" infantil de la "ternura". Por otra parte, el lenguaje de la pasión es el del deseo, necesariamente signado por la prohibición, la culpa y el odio; un lenguaje por el que transita la sensación de aniquilamiento ligada al goce orgástico. La fantasía de la escena primaria con su carácter de violencia, es testimonio de una verdadera introyec· ción del erotismo adulto por el niño. En un principio Freud rechazaba la te.lis corriente de que el displacer provocado por la sexualidad depende de una pro· hibición puramente externa. lndependjentemen1c de que sean de origen "interno" o "externo". deseo y prohibición están unidos. "Al buscar el origen del displacer que provoca una excitación sexual temprana y sin el cual ninguna rtpre·
sión seria explicable, nos adentramos en el corazón mismo del enigma psicológico. La respuesta que surge inmediata· mente es que las fuenas represoras son el pudor y la moral!· dad ( .. . ). Me resisto a creer que la aparición de displacer
9 $, l·t'rt'n~i. ··confus1on de- langut' entre les adultcs et l'cnranl'', en
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durante las experiencias sexuales pueda ser el resul~do de la intervención fonuita de ciertos factores de displacer(... ). Pienso que en la vida sexual debe de haber una fuente independiente que origina displacer. Si existe, esa fuente puede estimular sensaciones de disgusto y otorgar fuerza a la moralidad." ("Manuscrito K" .)
Al igual que Freud en 1895, Ferenczi se ve llevado a situar cronológicamente la intrusión y a plantear hi· postáticamente un niño anterior a la seducción. Por el contrario, el problema podría ser definitivamente resuelto invocando la dimensión del mito : la seducción sería un mito, mito del origen de la sexualidad por la introyección del deseo, la fantasía y el " lenftJaje" del adulto. La relación del mito con el tiempo (con el hecho), men· cionada en el mito mismo, esúl como envuelta en él. A su vez, el mito (o la fantasía) de la intrusión de la fan· tasia (o del mito) en el sujeto debe ocurrir necesaria· mente en el tiempo, a ese organismo que es el niño, en función de ciertas características de su evolución biológica en las que ya están inscritos el demasiado y el dema· siado poco, el demasiado temprano (del nacimiento) y el demasiado tarde (de la pubertad). En el curso de 1897, Freud abandona su teoría de la seducción. El 2 1 d e setiembre escribe a FJiess: " Debo confia rte ya mismo el gran secreto que se fue revelando poco a poco en el curso de los últimos meses. He dejado de creer en mi 11e11ro11ca •.• " Plantea una serie de argu· mentos. Entre los argumentos de hecho, imposibilidad de Uevar los análisis hasta su té rmino , es decir, hasta el
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hecho patógeno primero: ni siquiera en las psicosis más profundas -aquellas en las que el inconsciente parece más accesible- es posible dilucidar la esencia del enigma Entre los argumentos teóricos, habría que generalizar la perversión del padre, incluso más allá de los casos de h1Steria, ya que en la instalación de tsta intervienen ade· más otros factores. Por otra parte, y respecto de to que nos interesa específicamente, "no existe en el inconsciente ninguna sellal de realidad , de manera que es imposible diferenciar la verdad de ta ficción que ha recibido una carga afectiva". Sellala entonces dos vías de solu· ci6n: ver en las fantasfas infantiles sólo el efecto retroactivo de una reconstrucción presumiblemente efectua· da por el adulto (lo cual correspondería a la idea de Jung del denominado Zurucksphantasieren, que Freud recusa de entrada), o bien retomar la idea de una predis· posición hereditaria. Esta segunda posibilidad -que Freud confiesa haber "reprunido'· siempre - vuelve a ganar terreno porque la búsqueda del acontecimiento primero ha llegado a una impasse ; pero tambitn porque en este momento de desaliento, Freud no logra percibir lo que hay de positivo en la teorfa de la seducción, más allá del realismo del hecho cronológicamente situable. Como no es posible aprehender este acontecimiento, rehabilita el otro término de la alternativa, lo constitu· cional. Como lo real, en una de sus modalidades, está ausente y resulta no ser más que "ficción", busca en otra parte algo real que sirva de cimiento para esta fic· ción. Cuando los historiadores del psicoanálisis, retomando el punto de vista oficial del propio Frcud, dicen que
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la renuncia a la teorla de la seducción ante la evidencia de los hechos, despejó el camino para el descubrimiento de la sexualidad infantil, están simplificando una evolu· ción que fue mucho más ambigua. Para un psicoanalista contemporáneo, para Kris como para nosotros, la sexuaLidad infantil es inseparable del complejo de Edipo. Es cierto también que paralelamente con el abandono de la seducción, tres temas se hicieron preponderantes en la correspondencia con Fliess: la sexualidad infantil, la fantasía y el Edipo. La renuncia a las concepciones del trauma real y de la escena de seducción, en la medida en que fue efectiva,•• hizo lugar no al Edipo, sino a Ja dcscrip· ción de una sexualidad infantil espontánea , de desarrollo esencialmente endógeno. Estadios evolutivos, fijación concebida como inhibición del desarrollo y regresión genética constituyen una de las perspectivas que ofrecen los tres ensayos sobre Una teoría sexual, cuyo segundo capítulo sobre "La sexualidad infantil" no h~ce mención del Edipo o de la fantasía. Un artículo contemporáneo de la primera edición de Jos tres ensayos ilustra su posición en aquel momento. Freud expone en él sus "puntos de vista sobre el papel de Ja sexualidad en Ja etiologla de las neurosis", sin decir una palabra sobre el Edipo. El desarrollo sexual del niño aparece definido como endógeno y determinado por la constitución sexual: "Al disminuir la importancia de las influencias circunstanciales de la vida, iban a adquirir preeminencia los fao-
10 Sería Jencillo mo1u1r que a 1o llllgo de toda su vida Frcud iruisti6 en l¡¡ ít'aJid.ad de los hechos de .seducción.
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lores constitucionales y hereditarios, pero con la difercncui de que reemplacé la predisposición neuropática por la 'constitución sexual' ". 11 Se podr!a objetar que también en 1897, precisamente cuando abandona la teorla de la seducción, Freud des.cubre en su autoanálisis el complejo de Edipo. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que si bien Freud re. conoció desde el primer momento la importancia del Edipo, en el contexto de su obra, este tema quedó mar· gin.ado durante unos veinte anos de las slntesis teóricas. Por ejemplo, fue separado en un capltulo aparte sobre la elección objeta! en la pubertad {Una teoría sexual) o sobre "los suenos Hpicos" (La Interpretación de los sueños). En nuestra opinión, el descubrimiento del Edipo en 1897 no fue la causa del abandono de la teoría de la seducción ni ocupó el lugar que aquella dejara vacante. Parece más acertado decir que, entrevisto ya de manera rudimentaria en la teoría de la seducción, estuvo en peligro de perderse junto con ésta, en favor de un realismo biológico. Por otra parte, el propio Frcud reconoce, aunque mh tarde, los aspectos positivos y anticipatorios de la seducción: "Ahí descubrí por primera vez el complejo de Edipo", o "Descubrí que los slntomas histéricos se originaban no en hechos reales sino en fantasías. Sólo más tarde me di cuenta de que la fantasfa de seducción por
11 "Mes vues aur 1~ r6le de t1 ~.11u 11i1; dan' l 'étiolog~ dn nivro1e1", 190.S. R.l11J/to11, ldht, l'>obl•m<1, l . PU~. pía. l J 8
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el padre era en la mujer la expresión del complejo de Edipo". 12 Durante algún tiempo , fue como si abandonando la idea, presente en la teoría de la seducción, de un "cucr· po extraflo" que introduce en el sujeto la marca de la sexualidad humana, mientras por otra parte descubría que la pulsión sexual no espera a la pubertad para entrar en actividad, Freud no lograra articular el Edipo con la sexualidad infantil. Si ésta existe, como lo demuestran de manera irrecusable la observación y la clínica, sólo puede ser concebida como realidad biológica, en tanto que la fantas(a no es más que la expresión secundaria de esta realidad. La escena en la que el sujeto se describe seducido por un compallero mayor que él, es en verdad sólo un doble enmascaramiento: una fantasía pura se lransfonna en recuerdo real, y una actividad sexual espontánea en pasividad.u Ya nosejustifica entonces reconocer a la fantasía un.a realidad psfquica, en el sentido rigu'roso que Freud da a veces a la expresión, porque se ha trasladado toda la realidad a una sexualidad endógena. de la
ll V ya no la txpresión de la actividad st,xual C"Spontánea y biológ~ del niño. véa,. Stlb11d4rst
mhne. Gallimatd, pág. 58, y Nou~tlltt con/bmcts dfntroduc1io1t i lo psych.anlllyM, 1931, C1Uima.rd, págs. 161-162. [Hay versión castellana Nuewn oporta~ione1 al p1J'c00Mlisi.1 en Obras Complttos, vol. 11, pág. 879,
Buenos Aires, Paidós. J •> " He llegado a comprobar que. má.s de una íani.asja de seduccJ6n ca
en verdad una tentatí'ta de defenia contra la actividad sexual del pro pio 1u.je10 (masturbac~n infantiO.", -en .. Mes vues sur le r61e de la iexuaJi1é
dam l'étiologie des névtoses''.ob. cit., pá¡. 117.
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cual las fantasías serían solo una derivación puramente imaginaria. Hay algo que se pierde con el abandono de la teoría de la seducción: en la conjunción y el juego temporal de las dos "escenas" se inscribía una estructura presubjetiva, al mismo tiempo más allá del hecho específico y de la imaginería interna Limitado por una serie de alternativas teóricas, sujeto-objeto, factores constitucionales- hecho,. interno-externo, imaginario-real, durante un tiempo Freud se ve llevado a valorizar los primeros términos de estos "pares de opuestos". Llegamos entonces a la siguiente paradoja: en el momento mismo del descubrimiento del objeto psicoanalítico por excelencia, la fantasía, éste corre el riesgo de perder su propia esencia en favor de una realidad endógena, la sexualidad, enfrentada a su vez con una realidad externa que impone prohfüiciones y normas, obligándola al disimulo. Se conserva la fantasía -en el sentido de producción imaginaria- pero se pierde la estructura. A la inversa, con Ja teorla de la seducción, tenemos si no la tesis, por lo menos la intuición de la estructura (la seducción aparecla como una dotación casi universal, en todo caso más allá ¡lel hecho y, por decirlo asl, de sus protagonistas), pero los factores de la elaboración de la fantas!a se ignoran o, por lo menos, son subestimados.
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«Leo obras de prehistoria»
Afirmar que la evolución del pensamiento freudiano alrededor de 189,7 se limitó a pasar de una concepción del sin toma como producto de determinantes históricos, a una teorla en última instancia biológica, resumlble en la secuencia causal constitución sexual->fantasla... síntoma, delataría una visión demasiado parcial. Freud adopta plenamente esta teoría sólo cuando se ve Uevado a exponer de manera sistem4tica sus "puntos de vista" etiológicos. Si se deseara seguír paso a paso la historia del pensamiento freudiano, tarea que no nos proponemos emprender aqul, habría que distinguir, dentro de este periodo central, por lo menos otras dos corrientes. Una emana de la nueva concepción de la fantasía , que surge a partir de 1896: la fantasla no es sólo material a analizar, independientemente de que se presente de entrada como ficción (en un suefto diurno) o que sea nece-
sario demostrar que es una construcción no obstante las apariencias en contrario(como en el recuerdo - pantalla). La fantasía es también un resultado del análisis, un término o contenido latente oculto detrás del síntoma y que debe ser sacado a la luz. De símbolo mnémlco del trauma, el síntoma pasa a ser escenificación de fantasías (por ejemplo, detrás del síntoma de agorafobia, podría haber una fantasía de prostitución, de ser "una mujer de la vida"). Freud comienza a explorar el campo de estas fantasías, inventariándolas y describiendo sus formas más típicas. En la intersección de dos perspectivas opuestas, aquellas que la enfocan como material manifiesto y como contenido latente respectivamente, la fantasía adquiere la consistencia de un objeto, el objeto específico del psicoanálisis. De ahf en más el análisis se detiene en la fantasía como "realidad psíquica", para investigar sus variantes y, sobre todo, sus procesos y estructura. Entre 1897 y l 906 aparecen todas las grandes obras que estudian los mecanismos del inconsciente, es decir las transformaciones (en el sentido que este término adquiere en geometría) de la fantasía : la interpretación de los sueríos. Psicopatologta de la vida cotidiana y El chiste y su relación con lo inconsciente. Pero desde el primer momen10 se advierte en la marcha de la investigación de Freud y en el tratamiento psicoanalltico la tercera corriente que mencionamos an· les: una tendencia a remontarse hasta el origen y la base del síntoma y de la organización neurótica del individuo. Aunque la fantasía se presente como un dominio aulónomo. consistente y susceptible de investigación, cont i-
núa en pie el interrogante sobre su propio origen, no s6· lo el de su estructura, sino también el de su contenido y sus detalles más concretos. En este sentido nada ha cambiado y la práctica de Freud sigue estando basada en una indagación cronológica que se remonta hasta los elementos primeros, reales y verificables. En relación con uno de sus pacientes, escribe en 1899: "'Profundamente oculta debajo de todas las fantasías, descubrimos una escena que data de las épocas más tempranas (antes de los veintidós meses); esta escena satisface todas nuestras exigencias y en ella desembocan todos los enigmas aún no resueltos".' Poco después, el siguiente pasaje testimonia la decisión imperiosa de llevar adelante la investigacíón, incluso recurriendo a terceros si fuera necesario, para verificar la exactitud de la indagación: "Por la noche leo obras de prehistoria sin propósitos de trabajo( ... ).' En E., la segunda escena verdadera vuelve a la superficie; yo podrfa recurrir incluso a la hermana mayor del paciente para que la confirme objetivamente. En un tercer plano, aparece además algo largamente sospechado".> Freud llama Urszenen (escenas "originales" o "primarias") a estas escenas verdaderas de los orígenes. Como se sabe, este término quedará reservado después para
1 Cana 126. la Noistanu dtt Ja psychanolys~. PUF, pág1. 271·272. {Ha)' vtrslón cuteUa.na: Or.rientt dtl pticoanáliJir en Obras Completa1, vol. 111, pág. 585, Buenot Alfé$, Paidót.J
2 Nuesuai bastardillas. 3
Cana 127. Lo Naimnct dt la psychonalyse. ob. ,;,., pigs. 273·274
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la observación del coito parental supuestamente presen· c1.1do por ti ntllo. En "Historia de una neurosis infanttl" (1918), espcclficamente en la discusión de las relaciones entre el sueno patógeno y la escena primaria en la que aquél se basa, el primer esbozo del resumen clfnioo, U· cnto "poco dcspuh de finalizado el tntam1ento, en el invierno de 1914-19 IS". llama la atención por la apasionada convicción que impulsa a íreud, como detective que sigue obstinadamente una pista, a establecer la reali· dad de b •~ce~. reconstruyfodola en sus menores dcta· Ues ¿El hecho de que esta preocupación se manifieste tanto tiempo después de haber "abandonado" la teorla de la seducción, no demuestra acaso que Frcud nunca se resignó a conaderar que estas "escenas" son vcclus1vo· mente creaciones 1maginanas' Detenido en una impasse respecto de b escena de seducct6n, el mterropnte resur· ge veinte anos despu~s en términos idénticos en relación con el coito parent1I presenciado por el llombre de los lobos. El descubnm1ento de 11 sexualidad infantil no h1· zo rcnunc11r a Freud al esquema en que se basó la teorfl de la seducción. En lodo momento postula el mismo proceso de efecto "rccroactivo". Vuelven a estar presentes los dos hechos (en este caso la escena y el sueno), se par.idos en la secuen<:ta temporal El primero permantcc incomprendido y como aislado en el interior del su¡eto, para dcspu~s reaparecer en la elaboración del segundo tiempo. El hecho de que el esquema se escalone en los pnmeros aflos de la infancia, en nada cambia lo cscnc11l de modelo teórico. Existe u111 e•identc scmtjanu entre el uqucma freudb·
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no del a posteriori y el mecanismo psicótico de forclus/611 postulado por Lacan: aquello a lo cual le fue vedado el ac· ceso a lo simbólico (Jo "forcluido") reaparece en la realid~d (como alucinación). Esta no·simboli2ación es precisamente el primer tiempo descrito por Freud. Como Lacan y Freud se sirven del caso del Hombre de los lobos para ilustrar sus teorías, cabe preguntarse si Lacan consideró específicamente psicótico algo que en verdad es un proceso muy general, o si Freud tomó la excepción por la regla, basando su demostra· ción en un caso comprobado de psicosis. De hecho, la demostración de Freud se ve facilitada por la muy probable realidad de la escena primaria en el caso del Hombre de los lobos. Pero es licito pensar que la falta de elaboración subjetiva o de simbolización no es patrimonio de una escena realmente vivida. Ese •·cuerpo extraño"' que va a quedar "a.islado" en el interior. es más generalmente producto del deseo parental y de la fantasía que lo sustenta. que de la percepción de una escena. En un caso típicamente neurótico, en un ºprimer tiempo" (tiempo no situable por estar fragmentado en la serie de momentos de pasaje al au· toerotismo; véase más adelante, páginas 77 y siguientes), algo "simbólico presimb6Uco" (para utilizar el t~rmino de Freud) queda aislado dentro del sujeto; en un segundo tiempo, será retomado a nosteriori, "simbolizaJo" por el sujeto. En la psicosis, en el primer tiempo se iinpone un elemento real no elaborado , evidentemente no simbolizado por el sujeto, pero que además opone un núcleo irreductible a todo intento ulterior de simbolización. De ahí la ruptura e incluso el caráC1er catastrófico del segundo tiempo en la psicosis. Desde esta perspectiva se podría intentar precisar la dífe· renciación entre la represión (primaria) y el mecanismo psi· cótico que Freud se esforzó por discriminar a lo largo de
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toda su obra (en especial al llamarlo Vtrle11gnu111. ncgacion) y que Lacan denominó forclusión. ·
Se sabe que antes de publicar su manuscrito, Freud le aftade en 1917 dos largas discusiones que muestran la preocupación que le provoca la tesis de Jung de la "fan· tasCa retroactiva" (Z1,,ückphant1Uleren). Reconoce que al analizar el resultado de una reconstrucción, se advier· te que la escena bien pudo ser imaginada por el propio sujeto: sin embargo, ito deja de insistir en que la petcepción proporcionó por lo menos atisbos, aunque sólo fuera de una cópula entre perros. .. Pero más importante aún, en el momento mismo en que Freud parece deJar de creer en el sustento que le puede ofrecer un piso de realidad, por lo demás muy poco consistente, mtroduce un concepto nuevo. el de Urphantasten o fanrnsías originales.• Se produce aqul una verdadera mutación en cuanto a la concepción del fundamento. Puesto que respecto de la escena primaria es imposible determinar si nos encontramos frente a un hecho vivido por el sujeto o a una ficción. es preciso buscar en otra parte aquello que en última instancia da fun4 Uri:tM 'I UrplumtoJft llc'flft el mlJmo prtfijo, l/r, que e•IÍ prc\Cn1t t1mbié:n en otro• tirm1nos frc:udllnM. en especW U1vtrclr•n.png. liabrÍa• mos detado poder uaduci:rto tn todos los ca1os como oriflnal, pero "es('e na pumaria•• es una upresi6n con•grad1 en psicotn.i.Ua1. No1 pregunt•· mot •no sería prtferible hablar de ..fant11ía1 prtmarl1t .. o ""rC"Presión prtmaría"" FJ término ••pnmano"' tiene el lnconvcnienie de va.lonz.ar en cxcietc> tl s.lanúicado arca.co de fJr, conno1ando algo fr1.1suo o inacabado. un w:r mtnot l·n el térmtno ..original .., co c..mbK>, eiú presente esa conJUl't· tión amt.pa que intenta tra.o.smrtir el ci1ulo de n1.1estro en,ayo
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damento a la fantasía; es preciso buscarlo en algo que trasciende a la vez a la vivencia individual y a Jo imaai nado. También para nosotros. sólo a posteríor i se revela todo el sentjdo del giro del pensamiento freudiano en 1897. En apariencia nada ha cambiado: continúa la mlSma búsqueda de una realidad aut~nticamente primigenia, reaparece el mismo esquema de una dialéctica en ire dos hechos históricos sucesivos, Freud se siente igualmente decepcionado -como si nada le hubiera ensenado la experiencia anterior- ante lo inasible del hecho últi· mo, de la "escena". Pero paralelamente, merced a lo que llamamos la segunda comen1e, el inconsciente se revel3 como un campo estructurado, susceptable de ser reconstruido porque es en sí mismo ordenamiento, descomposición y recomposición de elementos según ciertas leyes, lo cual permite que la búsqueda del origen tenga lugar en una dimensión nueva. En el concepto de fantasía original• se conjugan lo que cabe definir como el deseo de Freud de descubrir el fundamento del hecho (que si a fucrw de sucesivas re· fracciones y descomposiciones se desvaneciera en la his· toria del sujeto, obligará a que la búsqueda se remonte aun más lejos) y la necesidad de dar a la estrucru.ra de la fantasía misma un fundamento que esté más allá del hecho. s Al h1bl1r de conctpto, st nos pod.ua reprochlll que pitcamos por ,,. ceso. S.n duda. la "fantaiáa ong:inal .. no forma parte del clásico caud~I co11 cepturaJ del pWcoanilists. Con este térmlno, Freud cvha aproximaise dlte\
umenlc 1 una prablomític• predsa. cuyo 1tnrtdo tratamos de restablfm
1:.1 término tiene sobre todo valor de lndlcocl6n )'como cal requiere netr~11
riamtn1c lntcrpre.ttción.
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Las fantasías originales constituyen "ese tesoro de fan1aslas inconscienles que el análisis puede descubrir en iodos los neuróticos y quizás en todas las criaturas hu· manas".' Estas palabras sugieren por si solas que no es sólo su frccu~ncia, ni siquiera su carácter general lo que caracteriza a las fantasías originales. Si "una y otra vez surgen las mismas fantasías, con el mismo contenido'',>
' ..Comunteación de un ca.so dt para.no11 contra.no a la 1eoría pS1CO-
ana.h11ca•· (191S).tnNlvro~.ps)'chowfl/'Cf'Wrlion, PUF. pág. 21S. (HJy
\'tn.iOn c-111cn1n1 "Comunicación de un caso de par•no11 conuano a la 1coria eslcoanal{uca" en Obrat Complet111, vol. J, pág. 994, Butno.s AirtJ, Paidós J l fntrotluctlon ti lo psychanalyrt, Pul" l'.lyol, pág. 349. (Hay venl6n eauc Uana ~ lntrodUcciOn ol p.titoc11t41111J. tl'I Ob,.11 Compk141, vol. 11, pi¡ !SI , Butnos Alm. hidós.]
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s1 más allá de b dr.ersidad de las tonstruccioncs 1nd1v1dualcs, hay fantasías que son "tlpicu",> es porque el pnmum move11s no es lu historia circunstancíal del sujeto. por el contrario, hcne que haber un esquema previo capaz de funcionar como "organizador" Para Frcud, sólo hay un modo de dar cuen1a de este antecedente la explicación filogenélica "Es posible que todas las fantasías que hoy escuchamos en el 1rúlists (... l hayan sido antano. en las ~pocas on¡inalcs del atnero humano, realidad" (lo que fue real1CJad de hecho se tran Ptcocu:pa..lllM prescntr e• fread d«lde f1)0UJ Mt.ty .._,,1n1\. \'C.K "Manu1trito M.. "Uno de n"nuos mas uros anhclot u llepr t atable· cr.r el nUmero '/los Opot de ítntali11 con la mitma precltkSn con que tstl• ~CCUI' •)f kK de la• nttll'l•J' ..
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ps:f"MMI>"· oh Cll. HO 'C'\lando loi htchos no w 1¡usian al c;.quem1 lwTcdJtano. "'rttn ul\I tnt1furm1etOG en la fanusi'a { . )_ l'• prcL1Ymrnte tn etos e.esos donde 1
destacando su disposición y eficacia en el campo de la etnología y del psicoanálisis respectivamente. Estas cscc· nas referidas a la prehistoria del hombre, cuya trama intenta revelar Torem y tabú, atribuidas al hombre o ri111· nario (/Jrmensch) o padre ongmano (Urvater), son invocadas por Freud no tanto para situar una realidad que no puede aprehender en el nivel de la historia individual, como para lim itar lo imaginario, que al no ser capaz de contener e n sí mismo su principio de organización, no puede const iluir el ''núcleo del inconsciente". Mds allá de la fachada seudocientífica del enfoque filogenéiico, es preciso tener en cuenta que Freud invoca las huellas mnémicas hereditarias porque necesita postular la existencia de una organización significante ante· rior a la eficacia del hecho y a la t otalidad del significado. En esa prehistoria mítica de la especie se basa la concep· ción de la necesaria exis1encia de una preestructura inac· ces1ble al suJe lo, más ali:! de su poder y de su iniciativa, ajena a su "pócima" inlerior ( tan rica en ingredientes como quieran imaginarlo nuestras hechiceras de hoy). Pero frcud queda literalmcnlc alrapado en su propia míi clatamft\tt K pone de ma.núiesto la e:xilttnc1a 1nd.epqd1mte dtl esqutma M.1• aun. hrmos obsef\'lldo que t1ie prevde« a m~udo sobre 1.1 t>.ptr~ne9 U\dl\'11Ch,1al. Por e)tmplo, en nues:uo (UO (ti ckl hombre ck los IObo\). ti p~rt se conv1rut en el CbUador que 1mtn.a..r.1 b sexuabdi.d del n1r.o. • pt~r de un compltJO de ld1po pot !o dnnls invt.rtido ( .. ). L1) conuad1t'<'tone1 que se prcscn~n t'nlre 11 c.~p~nencu '/rol t)QUt'fPI p¡iecen propou: lonar 1bundan1e matcii.11 a 101 conOktO$ inf1nt1les.:· "Exu~11 de l"hi1tobc d'u ne névrosc infantUe". (El hombre de los lobos), 1918, en Cinq
p1y
11, pÍ¡. ~11.1. Buenos Aires, Paidós. J
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conceptualización. En efecto, en esa falsa sfntesis que es pasado de la especie humana perpetuado en esquemas transmitidos por herencia, reaparece la oposición que trató en vano de superar, entre el hecho y la dotación constitucional. Reconocida esta circunstancia, no debemos apresuramos, sin embargo, a reemplazar la explicación liloge· nética por una interpretación de Upo eslructuralista. Independiente de la historia del sujeto pero al mismo tiem· po incluida en la historía, discurso y vínculo simbólico pero impregnado de lo imaginario, estructura pero con arreglo a elementos contingentes, la fantasía original es ante todo fantasía, y como tal posee ciertas características que difícilmente permiten asimilarla con un esquema trascendental, aunque de ella dependa que la experiencia sea posible. ~I
No pretendemos desarrollar aquí - como lo exigiria una ceoría psicoanalítica coherente- el problema de las relacio· nes entre el nivel de la estructura edípica y el de las fantasías oríginales En primer lugar. habría que precisar qué se entiende por estructura edípica. Vale la pena recordar que Freud discernió muy tardíamente el aspecto estruccural del complejo de Edipo. considerado tanto en su función funda· cional como en su configuración triangular. No hay ninguna mención al respecto en los Tres ensayos ( 1905), por ejem· plo. La formulación del Edipo que se considera gcneraliuda aparece sólo en El Yo y el Ello (1923) y la "generalización" en cuestión no puede ser interpretada en un sentido fom1al, ya que se refiere a una serie limitada de posiciones concre· tas dentro del campo interpsicológico determinado por el triángulo padre- madre- hijo. Desde el punto de vista de la
antropOlo&ia estructural, se la puede conllderar uno dt i.1 mod4Jidadrs de la ley que ngc lu mterrdaCJOnes humaria> De acuerdo con las diferentes cuhuru. nu lty se pub!• tn• e.mar en otros P"l'IOl\3JtS y con otras modalicbdes. asi, 91 ÍUncaon de prolubterón putde ser t)trc.cb llO pOI ti padre, SU\O p0r otra rnsuncu Ot adoptar una solucaón b proput!la, el ¡>1iCO•nalistt enaria cono.;1tnte de P"nler un• dunen\Jón fundamental de su CXP"rM!nC11. es verdad que el NjOtO estj Inserto en una estructur1 de intercambio, P"ri> ~511 le Ucga transmitida p0r el rnconscknte parental y es por lo tanto mas asimilable a JA singular conforrnac16n de un d&Seurao que al 111tema de una ltnaua Oc he enfoque como conílrcto rnternu ("complt¡o nuclear") o como m>trtucrón soaal. el Wrpo "'"e 11endo UN dota.ron con la que el su¡ero u'" nitntn, "todo ser hu1T12110 se ení~nta etn la ineludible ta· rea de dominarlo" .• Quvís 0111 concepcrón rulata rndu¡o a Freud • hacer coe•ntlr ¡unto al complt¡o de Ed1ro y 11n llat•r de arucu larlo con este. el concepto de fan1a11a original esta vez el SUJeto no 4iC tnc.uentra oon la e51ruc-tuna, stno que es llevado por ést1 pero subra)r!mo
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so de una paciente paranoica que manifiesta haber sido espiada y fotografiada cuando se encontraba en Ja cama con su amante; en tales circunstancias habría escuchado un "ligero ruido", el disparo de la cámara fotográfica . Para Freud, detrás de este delirio está la escena primaria: el ruido es el que ocasionan los padres y que despierta al hijo; es también el ruido que éste teme hacer porque delataría que está atisbando. ¿Qué papel desempeí'la en la fantasía? En un sentido - dice Freud - no es más que una "provocación", una causa ocasional; se limitaría s6· lo a "movilizar la t lpica fantasía de estar al acecho, que forma parte del complejo parental". Sin embargo, ense· guida se rectifica: "Dudo que en verdad corresponda ca· lificar de 'accidental' a este ruido ( ... ). Por el contrario, es una parte esencial de la fantasía de estar atisbando."• En efecto, el ruido al que alude la paciente• reproduce en lo actual la señal de la escena primaria, el elemento a partir del cual se pudo fraguar toda la elaboración de las fantasías ulteriores. En otras palabras, el origen de la fa11t0$Ía esrd in legrado en la estructura misma de la fantasía original. En los primeros bosquejos teóricos que le sugiere el tema de las fantasías, Freud valoriza la importancia de
8 Ob. cit., pág. 21 S. 0 E$tt. sería, scg·ún frcud, el ettcto de la proyección Se cratan'a en ve1d.11d de una p.uJ51ción del clí101b ptoytctada hacia afuera bajo la form1 de un ruido. Podriamos hablar de Ja pulsación di: una pulsión, h:iciendo un juego de palabras que pJantea una nueva rtlaclón .circula.r entre ta plllJadón tlU( tl~tualiza á Ja fan!asía )'la pul,ión que ésta ha« surglt.
60
lo escuchado•• de un modo que puede intrigar a los lec tores. Sin entrar a considerar selectivamente aquellos pn sajes en los que F reud parece referirse de manera parHcular a las fantasías paranoicas, uno se pregunta el por· qué del ¡ rivilegio que o torga a lo escuchado. Existen, en nuestra opinión, dos mo tivos. Uno tiene que ver con el registro se11soría/ en cuestión: cuando irrumpe lo escuchado, quiebra la continuidad de un campo perceptivo indiferenciado, y al mismo tiempo es señal (el ruido esperado y percibido en la noche) que coloca al sujeto en la posición de interpelado. En este sentido, el prototipo del significante es sin duda lo escuchado, aunque tenga equiva lentes en otros registros sensorial~s. El segundo motivo al que Freud alude de manera explicita en el pasaje en cuestión, es que lo escuchado es también la historia o la leyenda de padres, abuelos y antepasados: el decir o el ruido familiar, discurso enu nciado o tácito, anterior al sujeto, al que éste debe llegar y en el que se debe situar. El ligero ruido, o cualquier otro moderado elemenio se nsorial apto para funcionar como señal, adquiere valor en la medida e n que pueda serv ir retroactivamente para invocar ~se "discurso". Por su contenido mismo y por su temática (escena primaria, castración, seducción), las fantasías originales 16 "COn.$11luidas :1 panir dr ~OS:U\ ~tt"1Jchi1da1 y que adquicn~n valor ü po11cd()('i, .:on\b1nasado fprovienienlc de Ju
hh toria de: padre' )' an1epasados) y Ju v1s10 por el prc,>pío suj1:10. Se rt'la1:10· na.n t'On to .:Kuchadv de) mi~rno 1nodo en qu~ los, su ..:-ño~ lle' relacion:tn 1.:011
lo v1!f.to" COraít L). Y mi~ adcl.-inte .. las fantasias se producen por un.i comb1n.iuón in-:on)4.'.icnte de cosas vividas)' cos:u escuchadas" (Dr3fl ~t ).
<• I
connotan también esta postulación retroactiva : se refieren a los orlger1es. Como los mitos, pretenden brindar una representación y una "solución·• a los que para el mllo son enigmas fundamentales: dramatiz.an como momentos de apanc16n o como ongen de una historia. algo que se presenta ante el SUJCto como una realidad de naturaleza tal que exige una explicación. una "teorla". Como fantasías de los orígenes, en la escena primaria lo representado es el origen del individuo, en las fantasías de seducción. el origen o surgrnuento de la sexualidad. en las fantas1as de castración, el origen de la diferenciación de los sexos. En su temática. aparece remarcada la condición de "ya ahí" de las fantaslas originales. Convergencia del tema, de la estructura y, sin duda. de la función, es decir en la señal que determina el campo perceptivo, en el escenario construido y en la busque· da modulada de los comienzos, en la escena de la fantasía se presenta aquello que "da origen·· al su1cto mismo. Para plantear qui significan para nosotrvs las íantasias de los origene¡, debemos ubicarnos en otro nivel de Interpreta· ción Se advierte entonces hasta ~ué punto es lícito dec;ar no iólo que esián enmudas en lo simbólico. sino que reOe11n, valif-ndosc de un cicenario imag1nano que prelende repre· sentarlo. cómo lo sambóhco más radoc•lmcnte fundacional se inserta en la realidad del cuerpo. ¿Qué representa para nosotros lo e$Ctna primaria' La unoon entre el hecho biológico de la concepcion (y del nacimiento) y el hecho slmbóloco de la ílhación, entre el "acto salvaje" del coi10 y la exls· tencoa de una tríada madre·hijo-padre En las íantasiu de .:astraclón, la unión de lo real y lo simbólico es aun mas evidente. Respecto de la seducción. agreguemos que, como
creemos haberlo demostrado, si Freud pudo hacer de una fanwia una teoria cientifica, no fue sólo porque los muchos episodios reales de seducción que observó le permitie· ron finalmente de$Cllbrir la función misma de la fan1Uia, sino porque se propuso da1 cuenta, enfocándolo como 011· gen. del modo en que se produce el ad•enimien10 de la se· xualidad en el ser humAno.
63
Un escenario con múltiples entradas
Situada la fantasía en los más diversos niveles de la experiencia psicoanal ítica, considerada dotación natural, interpretada, reconstruida y postulada, era inevitable que surgiera el difícil problema de establecer su posición en el campo de la metapsicologia y, ante todo, su ubicación tópica en el marco de la diferenciación de los sistemas inconsciente , preconscienté y consciente. Ciertas corrientes psicoanalllicas contemporáneas• intentaron solucionar el problema, trasladando a la teoría la distinción que parece manifestarse en la práctica, entre la fantasía tal como se plantea a la interpretación 1 Vé.asc sobre todo Susan h.aacs~ "NaNre et fonction du phanlasme"',
en Dbtlopll""tnlf dt 14 prychanalyrt, Parí•. PUF, pigJ. 64·114. [Hay ver· slón castellana: Dtm"ollo del psitoandllsi1 en Obros Compltt4S, vol 11 1. 81.:cnos Aires. Paidós.)
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y la fantasía que resulta de la labor interpretativa. Freud parece cometer un error al desígnar con un mismo ter· mino, Phantasie, dos realidades totalmente diferentes· por una parte, la Phantasie inconsciente, "contcnído primario de los procesos mentales 111conscientes", 1 y por la otra las imaginaciones conscientes o subliminales, cuyas expresiones típicas son las ensonaciones o suenos diurnos. Estas ültimas no serían más que un contenido manifiesto como otros, sin más afinidad con la Phantasle inconsciente que los suenos, las conductas y todo aque· Uo que de manera general llamamos "material" : al igual que todo aporte manifiesto, serían susceptibles de ser interpretadas como Phantas1e inconsciente. Para evitar esta confusión, Susan lsaacs propuso una diferenciación ortogr•fica, llamando fan1as1es "a las fantasías consc1en· tes" del hpo de las ensonaciones, y phantasies a las "fan· tasías inconscientes". ¿Constituye esto, como se ha sos· tenido en ocasiones, un gran progreso, fruto de medio siglo de psicoanálisis? Comparemos este "progreso" con la Inspiración y la progresión del pensamiento freudiano. En cuando a la inspiración , con su ob>tinada insis· tencía en emplea1 el mismo término, Phantasie, hasta el final de su obra, a pesar de no haber tardado en descubnr que sus Phantas1en podían ser tanto inconscientes como conscientes, Freud se propuso demostrar una ver· dad profunda: "Las fantasías evidentemente con scientes de los perversos que en circunstancias favorables se pueden transformar en conductas organizadas, los temores 1 Ob Cll.. pi¡. 64.
delirantes de los paranoicos, que son proyectado~ en otros con un sentido de hostilidad, las fantaslas incon~· cientes de los histéricos, que el psicoanálisis descubre detrás de sus síntomas, son formaciones que coinciden por su contenido hasta en los menores detalles".' Es decir que en formaciones imaginarias y estructuras psicopato· lógicas tan diferentes como las que menciona Freud, se observa un mismo contenido, una misma organización, independientemente de que sean conscientes o i.nconscientes, actuadas o representadas, presenten o no cambios de signos o de personajes. Tal afirmación ( 1905) no pertenece a un supuesto proto·Freud. Ocupa un lugar sobresaliente en especial en el período 1906-1909, cuando la fantasía es objeto de estudio en muchos trabajos.• En esa época Freud rece· noce plenamente la actividad inconsciente de la fantasla , que se encuentra en la base, por ejemplo, del ataque histérico que Ja simboliza. Su punto de partida es, sin embargo, la fantasía consciente o el suei\o diurno, al que toma no sólo como mod~lo sino también como fuente. 3 1\-ois ....11 "''lo théóri< de lo wcualité, Gallim1td, pái. t74. no"33 . .. CrodfltO ( 1907), "le poCte et Ja créa1ion de f~ntasme1" (1908), ••u1 íantasmes hysttéñques et leur rela1io11 i Ja bisexuaJlté .. (1908). "Les 1héoricJ tc.XueUcs infantiles" (J 908). "Cenrralltés sur 1•attaque hystérlqu~ .. (1909). "Lt roman familia! des névroS(s" (1909). [Hay versión CA.$1ellana "EJ poeta y la fantasía" en Obrat Compltl41, vol. U, pá.g. lO.S?, "Fant11{11 h1ttéricas y su rel:t<'IÓn cnn la b1sexuahdad .. en Op. cit., vol 1, pág. 9S• . ..Teoría1 sexuales de los niflo~" c,n Op. cit., vol. t, pág. l 171, "Gencrallda.. des sobre el at:aque histérico•• en Op. cit.• vol. l. pá¡. 960, "Novela f1ll1lll1.1 del n~rótico" en Op. cft., vol Jll, pág. 46S, Buenos Altes. Paidós.]
6?
Las fantasías histéricas, que tienen ..relaciones importantes con el determinismo de los síntomas neuróticos" (¿no se trata de fantasías inconscientes?>. tienen como "causa común y prototipo normal lo que conocemos como suel\os diurnos de los jóvenes".• ¿Causa común? En efecto, la misma rantasía consciente, al ser reprimida, se vuelve patógena. Para Freud, es precisamente en la íantas{a donde se puede observar en actividad el proceso de pasaje de un sistema al otro, represión o retorno de lo reprimido.• Es la misma esencia mixta, la misma "sangtt mezclada" que cercana al 1 mite de lo inconsciente, puede pasar hacia uno u 01ro lado, sobre todo en función de una modificacíón de las cargas afectivas.' Quizá quepa objetar que Freud no habla de la fantasía inconsciente en su ntvel más profundo, que no se refiere a una
t
"Lt.s fantatma hyllé.rtquu et acui
rt ..Oon
i 11. bituu.Uté••. en NI-
''°"·6 psy
eta lJna fa.ntaaCa lncontciente do este tipo. Un• de mis pacientes, 1 ta que yo habi'a inducMSo 1 estar atenta a .sus fa.ntas(as, me. dijo que tst1ndo un d11 en la calle, hab(a tmpez.clo a llOlu de rcp(nte Al"º"°'' lnmtdiatameonte: tObrc ti misft1 P•• dctaabrit la e.u• del llanto, había pc:rctido 11 • 11.urnte fant11i1 habia rnt.lblado una ucrna rt-bción con un pun~t1 muy tonocido en 11 ciudad (peto al que ella no conocía ptr.onalmente). hab1'1 tenido un hijo de é1 (ella no ten(1 hijos} y h1b(1 sido abandonada junto con fl niño, quedando e.n ta mlltril. En este punto de 11 novel1 habíu brot1do 111 li¡rimas", ob.
tan pronto como e,,. carga 1ftctlv1 sobrep111 cierto njvc-J", "L 'inconsc:ttn1" 11915), en Mltaprydtolofir, G•llím11d, pía, 103. fluy vmi6n ust
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verdadera "fantasía" sino a una simple ensoi\ación subh minal. Sin embargo, designa claramente como represión al proceso que rechaza a la fantasfa, y la frontera que menciona es sin duda la del inconsciente, en el senhdo propio, tópico, del término. Por su puesto, no negamos la existencia de diferc n· tes njveles en las fantasías inconscientes, pero es de haoer notar que cuando Freud estudia la metapsicologla del sueno, observa la misma analogía entre las fantasías inconscientes más profundas y los suenos diurnos: en el trabajo onírico, la fantasía esté presente en los dos extremos del proceso. Por una parte, está ligada con el deseo inconsciente úllimo, con el "capitalista" del sueno, y como tal está en el origen del "camino tantas veces desandado" que sigue la e1tcitaci6n a través de la sucesión de sistemas psíquicos: " La primera parte (de ese camino) va, de manera progresiva, desde las escenas o fanta· sías inconscientes hasta el preconscicnte",• donde son reclutados los " restos diurnos" o "pensamientos de tran· sicíón ". Pero la fantasía está presente también en el ocro excremo del sueno, es decir, en la elaboración se· cundana, respecto de la cual Freud afirma que no form~ parte del trabajo onírico inconsciente, sino que debe ser identificada con ''el trabajo del pensamiento de vigilia" La elaboración seamdaria es un reacomodamiento a posteriori que se con tinúa en las transformaciones que el sujeto, una vez despierto, introduce en el relato del sue ño. Consisten en esencia en recrear en el producto no 9 L'lntuprltarion dt1 ' ivt1, en frinc:és PUF, pá¡. 488.
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elaborado resultante de los mecanismos inconscientes (desplazamiento, condensación, simbolización) un mini· mo de orden y coherencia; en adosar a ese ágrcgado he· teróclito una "fachada" o escenario que lo haga relativamente coherente y continuo. En una palabra, se trata de hacer que el sueno defini1ivo sea relativamente semejante a un "sueño diurno".• La elaboración secundaria se vale asimismo de escenarios ya existentes, que son las fantasías o cnsoflaciones diurnas que el sujeto luvo en el curso de la jornada que precedió al sueño. ¿No existe entonces una especial relación entre la "phanrasy" que está en el centro mismo del sueño y la "fanrasy" que lo hace aceptable para la conciencia? Es natural que aJ descubrir que el sueflo es realización del deseo inconsciente, Freud desvalorice todo aquello que por estar cerca de la conciencia puede aparecer como defensa, encubrimiento y, precisamente, elaboración secundaria.•• Pero no tarda en considerar las cosas de otro modo: "Sería engafloso no ver en la fachada del suei\o más que la elaboración, basada toda ella en equf· vocos y bastante arbitra.ria, que la instancia consciente hace del contenido onírico ( ... ). Las fantasías de deseo que el análisis descubre en los sue~os nocturnos resul·
9
Ob. dt, pág. 4 20.
10 Para cstudi11 el sueño elemento por eJen1enlo. es prtci110 ruprlmu la c1aboración sec-1.1nda.ria. desmantelar el escenario. Pero freud no otvida que al "poner todo c.n un mi.smo plano'', lo cual es uno de los t:fcct0$ de la
111cnc:ión del analina, la estructura miima, es drcir el escenario, pa1a a ser un elemt-nlo, como lo es. por ejemplo, la reaccibn global del sujeto.ante su p1opio sueño.
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tan ser repct1c1ones y modificaciones de escenas de I• infancia; así, en más de un sueno, su fachada revcl• inmediatamente su verdadero núcleo, que aparece di• torsionado porque está mezclado con otro tipo de ma teriaJ."11 Así, los dos extremos del sueflo y las dos mo dalidades de fantas1a presentes en ellos parecen, s1 no unirse, por lo menos comunicarse íntimamente y en cierto modo simbolizarse rec!procamente. Mencio naremos una progreJ1ó11 del pensamiento de Freud en cuanto a la si1Uac1ón metapsicol6gica de la fantasía. Esa progresión tiende sin duda a establecer una diferenciación pero, como creemos haberlo demostrado, si n dejar de lado el carácter homólogo de los diferente~ niveles fantasmáticos y, en especial, sin hacer coinc1d11 la principal línea de d1ferenciac1ón con la barrera tópica (censura) que separa a los sistemas preconsciente y consciente de un lado e inconsciente del otro. La diferencia se establece en el seno de lo inconsciente: " Las fantasías mconsc1entcs fueron desde siempre inconscien tes y se formaron en el inconscien te o bien, como ocurre en la mayoría de los casos, fueron en el pasado fanta sía~ conscientes o sueños diurnos que después fueron olvida ll le Rl~t t i ro" uut1pré111rlon, 1901, Plri't, G1lhmard, pig. 77 r reud pa.recc scfta.la.r ta111bién que, en ¡enc1at. et des.co se milni(ien1 tn 11 t1ttuctun dt li fantas{a m.it clan.mente qut en ta del sucfto (.ah-o cu11nd.., éue tia sido ret1ttvctundo por la (antasia. como ocune sobrc lodo con lo\ ''1ue:ños tip.co1; .. Basta e1amsnar la eitructura (A11jbou) tdc b~ ían11 síatJ, par• c:onvenct'rst' drl mOdo éR que el tema del deseo C" '&lnichmotH') .p;utir del cual se producen, trastocó y n1odiOcó el material del que C\llHI coruuuidot, pata voh·c1 a ensamblarlo en una nueva 1ot.1hdad (l ~"''' prltodon dts ob. c11 pis 4 t9.)
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7 ,l
dos intencionalmen te y llegaron a l inconsciente por acción de la 'represión'". 11 Esta distinción coincidirá poco despues, en la terminología freudiana, con la que se establece entre las fan tasías originales y las que podemos denominar secundarias, independientemente de que sean o no inconscientes.u No obstante esta diferenciación fundamen tal, el común denominador que une a todas las fantasías es su carácter mixto, que concilia, aunque en grados variables, lo estrncn1ral y lo imaginario. Es en este sentido que para Freud el modelo de Ja fan tasía estará repr~sen· tado siempre por la ensonación, esa especie de novela folletinesca, al mismo tiempo estereotipada e infinitamente variable, que el sujeto urde y se narra a si mismo en su vida de vigilia. El sueño diurno es un juego de imágenes que se sir· ve del variado material en bruto de la vivencia individual: 12 "Les fantaJmes h)'Stérlquest.t ltu1 relation ita biscxuali1é".ob tir.. pág,. 1S0·15 l IJ Proponemos c1 s:igu ientc cuudro
Urplta1tu1sit tdt• orlllen 1nconsctcnte)
Pl1antos-it (secund.u-la>
mcon,cientc _ ..:. -..consciente (rcprunida)
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(sueño d1urnu}
la represión que ..teltga·· tn ..-1 incon$Cicnte a las rantas1'as secunda· nas Stría lo que t-rcud llama "rcprc~ión s.ecundiria'' o "reprc-sión a poste· rtorr· A la íormat1ón o la fn1;crlpción en el ¡ndívlduo de las fantasías origi· nales ('OJfe~pondc otro upo de "rep1esión". más oscuro)' más múico, que t-reud denomina ''represión pnma.ria" (Ufverdro·nguni). Más adelante pro· ponemos un po1iblt t'níoquc- de t-Ue rroceio. Vé:a~ también J. L;iplanchc y S Lcclairt, "L'ineonscienl, une étude psyc:ha.naJyciquc", en l(J Temp1 Mrxl"'rnt!t, julio de l 961 .
pero también lo e.s la fantasía original, cuyos
úr
personllt, como figuras de naipes, lucen emblemas pru
venientes de una leyenda familiar mutilada, trutocad11, malinterpretada. La fantasía original es una estructur.1 en la que está inscnia claramente la configuración edlp1 ca; pero también lo es el suei\o diurno, en la medida en que el an:lbsis revela, detrás de las diferentes fabulac10 nes, los mismos escenarios típicos y repetitivos. Sin embargo, no es unicamente, ni fundament.d mente, la proporcionalidad variable e inversa entre el ingrediente imaginario y la ligadura estructural lo que permite diferenciar y clasificar las modalidades fantas· máticas" entre los polos extremos de la fantasía ori~1· nal y la ensoilación. La estructura misma parece variar En el polo del suei\o diurno hay un escenario esencial· mente en primera persona, con un lugar invariable asas· nado al sujeto. La organización es estable merced al proceso secundario, gracias al lastre que le brinda el "yo" (moi) como se suele decir, el sujeto vn·e su enso· nación. Por el contrario, el polo de la faniasía original se caracteriza por la no subjetivación as! como por Ju presencia del suje10 en Ja escena. el niilo, por ejemplo, es un personaje entre otros en la fantasía de "golpean .i un niilo". En este sentido, se puede considerar que el recuerdo-pantalla, refiriéndose al cual Freud insistió en que el sujeto se visual.iza en un pie de igualdad con los
14 Enue lu cu&le1 ~ lneh1dJble mencionar los rec:uetdot-pantaJJ.a y lit tcori&) sexuales de Los o.iños.
7~
restantes personajes, tiene una profunda afinidad estruc· tural con las fantasías originales." ·•un padre seduce a una hija" sería la formulación sucinta de la fantasía de seducción. En este caso, no es la falta de organiiación lo que pone de manifiesto la pre· sencia del proceso primario, sino la part icular caracte· rística de la estructura: hay un escenario con múltiples entradas, en el que nada indica que el sujeto encontrará desde el primer momento su lugar en el término hijo ; se podrfa ubicar asimismo en padre e incluso en seduce.
IS lila ear1c1c1istic1 dt los 1t!cutrdo1-p1n1all1 constituye pa11 1-~ 1cud una prueba de que no son verdldet0>1 recur:rdos. Pero prce1sa.mcnle.. de en·
oe 11' fantaJíai con.scientes, son las Un1c11 que .~ prcq:ntan co1t10 rtahditd Son eacena' verdaderas que $irven de p11n1alla a escena! o fantasías 0111tn1ltJ
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El tiempo "auto". origen de la sexualidad
Cuando Frcud se pregunta si existe en el hombre alglln equivalente del "insti.nto de los animales",• lo en· cuentra no en las puls1ones (Trltbe) sino precisamente en las fantaslas ong1nales.2 Seftalamiento valiosísimo, ante todo porque ofrece una prueba indirecta de su re· nuencia a postular una tesis biológica como solución al problema de la fantasía : leJOS de ver en las pulsiones el fundamento de la fantasía, hace depender la actividad instintual de estructuras fantasmáticas previas. Valiosl6i· ma también porque contribuye a situar ciertas concepciones contemporáneas y, por último, porque induce u 1
"L lnoonsdent" en 1\lltap1ycho/ofie. Gallimud, pía. 109.
l ''Extra.it de l"hbtorie d'une ntYro• lnfantile'' (El hombfe de lo• lo
boJ), ea Oltq piyclttJMlyia, PUF, póa. 419.
71¡
plantear la cuestión del estrecho vínculo existente entre fantasía y deseo, condensado en el término WU11schplia111asie.
Susan lsaacs, por ejemplo, considera q ue las fantasías inconscientes son "una actividad paralela a las pulsiones de las cuales emanan", "expresión psíquica" de una vivencia, determinada a su vez por el campo de fuer1as formado por la actividad de los instintos tanto hbidinales como agresivos, y las defensas que éstos movili1an, por último, trata de establecer una J'ntima relación entre las modalidades especificas que adopta la vida fantasmática con las zonas del cuerpo que son asiento del funcionam1cnto instíntual. A nuestro ¡u1cio, lsaacs parece ignorar una parte de IJ concepción freudiana del insllnto y de la fantasía . En efecto. para ella la fantasfa no es más que la transcnpc1ón imaginaria del objetivo primero de toda pulsión, que es un ob¡cto específico. El
"impulso ms1m1ual" es v1v1do neccsanam~nte como una fantasía, que independientemente de su contenido (por ejemp lo, en un lac tanle el deseo de mumar), se presentará, una vez que pueda ser verbalizada,1 como una
l P4lra su~1n l~1ac~. 13\ "(1no,Í1'1 pnmarl11 se asocian con pro\_.f'10$ Las palab11s" (ob. cit.. píg. 8S) La.s ex.pre~mos
111~ntafe<; muy 1kjado$ de
«."n palabras ,Olo "para poder hablar de ellas... Pf:•O 1S h1cerlo introducimos "'" ··e&cmen10 aJcno" Cob cit .. P•lt. 80-81). Retomlftdo una formulxlÓn
d- t-rcud. ha•'• habla drl ''tencua.Jt: an~lintual· et muy c.aio que la calt~ Joria del knJUIJf no te define por ~ caricter v(rbal o no "tJbal Pt10 g l'ill i1U10t• c9ulp1r1 JenguaJe con poder de cxprtAOn, quizá no haCCJUUI· l 11
a lo ma'I 0J111nal que
t~nen
1•, conoc.pciones de Mc1Jn1e Klc1n
el 1n1rn·
lo de aprchcndi:r un lcnguaJC que no es de palabra~ pero que sin cn1b;ir¡o
"''' t'\ltUctur.ado en funuón de part' de opueno' (b\lf'nO-malo, 1nlt1no-
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''frase" compuesta por tres elementos: sujeto (yo), ver· bo (tragar o bien morder o rechazar), y objeto (pecho, madre).• Es sabido que para Jos kleinianos la pulsión es, por principio y por naturaleza, relación ; pero Susan 1saacs demuestra que una fantasía de incorporación como Ja que enuncia puede ser vivida en el sentido opuesto, con la parte activa transformada en pasiva; más aún, el temor de que la acción se vuelva sobre el sujeto es parte de la fantasía misma. ¿Pero basta reconocer que en la fantasía de incorporación, devorar y ser devorado son equivalentes? En tanto persista la idea de un Jugar fijo para el sujeto, aunque éste se pueda hacer pasivo, cabe preguntarse si en verdad nos estamos refiriendo a la estructura de la fantasía más fundamental. Si la fantasía es para Susan lsaacs una manifesta· ción inmediata de Ja pulsión, casi consustancial con ésta, y en última instancia equiparable con el vínculo que une aun sujeto con un objeto, mediante un verbo que connota una acción (a la manera de un deseo omnipotente), es porque, según ella, lo que estruc tura la pulsión es una in· lcncionalidad subjetiva, inseparable del objeto al cual está dirigid a; la pulsión intuye, "conoce" al objeto que ha de satisfacerla . Como la fantasía empieza por expre-
e.\tc1no). .,Aca\O l'n la audacii lécn1ca de Klein no csti irnpliciu1 una itre· rcnc1a. no u la cxp1ts1ón cambitnl<' dé hl vida in~llnc u oJ, slno a c•~JlO!' ~igni· nc-an1es íundamunta.lcs? 4 ObsérvenM: l<11s dlv~rsa, va1iantes formuladas p-Or SUsan lsnacs: "yo deseo devor:ulo por completo... ··yo deseo con$ervarla dcnuo de mi'", '')•o de!W!o deiped.a.iarla''. "yo deseo anojatla fuera de mí", ..yo deseo hacer que ... uelva". "y() necesito tenerla aho1a ... etcétera(ob. cit.,.pig. 81).
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'lar pul'lones hbtdinales y destructivas pero puede pasar nlpidamente a funcionar como defensa . toda la dinám1ra in tema d~I su¡cto termina por mo..trar este único tipo de or¡aninci6n. Coincidiendo por lo dem's con algunas forrnulac1on~ frcudi:lnas. este enfoque que postula que "'todo lo que es con•ernrr la accr6n de la repre.i6n. ya que la '"vidJ de hntnla" aparece 1mpllcna m.1s que su¡e ta a la reprcsr6n. y conllenc en si misma sus propios conílictos, por el
Llama la atenoón que en una época en que ya reconoce plenamente la existencia y los alcances de la vida sexual y las faniasías en el nino, Frcud ms1Sta en asociar la actividad fantasmática esencialmente con la masiurba-
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ción de la etapa puberal y prepuberal,• como lo dcmuc• tra, por ejemplo, la nota que agregó en 1920 a los "Tre~ ensayos".• Esta insistencia se debe quizás a la estrcchu correlación que percibe entre la fantasía y el autoerolis· mo, para dar cuenta de la cual no basta decir que éste se disimula detrás de la fantasía. ¿Freud se limita entonces a hacer suya la idea gene· ralizada de que en ausencia de objetos reales, el sujeto se procura una satisfacción imaginaria? ¿No avaló el propio Freud esta concepción cuando trató de formular un modelo teórico de la constitución del deseo, su objeto y su finalidad? 7 Para él, Ja fantasía tiene su origen en la satisfacción alucinatoria del deseo: así, en ausencia del objeto real, el lactante revive como alucinación la experiencia de salisfacción original. En este sentido, las fantasías más fundamentales son las destinadas a recuperar los objetos alucinatorios asociados 5 Por supursto, la rnayoria de las veces Ja manurbaoión imphc3 una 1eb ción imagina.ria con un objeto, de manera que la e:aUficación de au10-
erótlca. es muy supe10cial. ya que: se limita a reflejar el hecho dt que el iujetb obriene satisfacción recurriendo únicamenre a su propio cuerpo. Pe·
ro una 1cciY1dad autoerótica lnfandl, como por ejemplo chtJpeceaue: el dedo, de ningún modo implica ¡01&1 ausencia de objetos. Lo que la deílne escncialmrnte como autoetótic.a e s, ~mo lo JCñalamos más adelante, un1 particular modalidad de satbíacción, específica del ..nac imicnio" de b ~x ualidad. cuyo seUo se conserva en pule en la masturbación de la edad
puberal. 6
TroU ess.ais sur la thWrie de f4 st:Xualité, Gallimard , pigs. 186·181,
nota 82.
1 '.'El primer d•l•O ( ~nichtn) paree< babtr sido unt fügá alU
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con l3S m's tempranas vivencias de surgimiento y resolu· ción del deseo.• Pero antes de definir aquello de lo cual intenta dar cuenta la ficción (Fiktion) de Freud, debemos establecer qué ~ntido tiene ésta, ya que rara vez es formulada en detalle y por el contrario aparccesiemprecomosupuesto previo en la concepción freudiana del proceso primario. Podrfa ser un mito de origen · en efecto, lo que Freud trata de aprehender, al darle una representación figurad~, es el momento mismo del surgimiento del deseo. Esta· mos frente a una "construcción", o una fantasía, anall· lica destinada a señalar el momento en que el antes y el después ~ escinden, un momento que sin embargo los con llene aún al uno y al otro, momento mítico de sepa-
• ObM"n-
mc101 en lo" momcncos en qut la 1ensión ln!tlntual no es todavía dc:masta-. do 1ntrn,a. quizá cuando el bcbt no está aún del todo despierto y •p.tn11 comttn1.1 a atnth h.ambrc (.•. ). El dispbcrr de la rnotración prowoce t.n!IC" ~id.a un deseo cacb vez m.ís it1.tc::n.t0, por ejemplo el de Ec01p0r111odo el pecho " con1trv1tlo como fuente de sat¡,f•eción La crtencui en la alucln.. c1on ptrnutt dJr.tnte cteno lltmpo '"1tt'1ac:er ute dtJto de m.antt1 omntpotenlt' ( .). Stn embario.,. b rruJltac.On perskte y nJd.J; •itfl.t 1 miupr t'I bambte, ta a1Uc1n1eión del ptcho 1nc0ff!Ofldo y paurante pueck fr.a-ur. porque ta ten.qon mstmtual te ba...-.e dtm111ado 1.n1tnu paza xr nepda.. fob clt • PIP 82·83). 1 s dt hJCer notar la dificulud qut tn~ucnua la autora par1 que la idea de una 1t1tufo«lón aluanatoria rct:'llte comp;.1llble con las exigenciaJ de un ln1tinto fNstrtdo. En verdad. ;.cómo podr(a un lactante nutr/TM Úni·
tllf'nt'11te del aire? Si no se t:nrit.nde que 11 "aluclRación prunaria'' se hace no sobre el objeto real sino sobre el ob)cto perdido, que no se trat• de lit ltche sino dcl 1ignificante p~o. el modelo freudiano se vuelve i.ncomprcn· \l~tt.
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ración entre el aplacamiento de la necesidad (Befrlttll· gu11g) y Ja realización del deseo (Wunscherfullw1g), cn1rc los tiempos de la experiencia real y de su revivencia alucinaloria, entre el objeto que gratifica y el signo• en t i que están inscriptos a la vez el objeto y su ausencia, mo mento m ítico de desdoblamiento del hambre y la sexualidad en un punto de origen ... Si seducidos nosotros mismos por Ja fantasía de los orígenes, pretendiéramos establecer ahora el momento en que emerge la fantasía, ubicándonos esta vei en el cu rso real de la histo ria del niilo (perspectiva que ado pta e l segu ndo capítulo de los Tres ensayos), Jo asociaría· mos con la aparición del au1ocro11smo. Es el momento en que, del universo de las necesidades, se desprenden funciones "de importancia vilal", con sus objetivos e instrumentos asegurados y sus objetos preconstituidos, n1> como placer derivado de la realización de una función, cualquiera que ésta sea , o d~ una disminución de la tensión qué provoca la necesidad, sino como producto mar· ginal, o lo que Freud llama la "prima de placer". Pero hablar de aparición del autoerotismo, aun teniendo en cuenta la s reservas que impiden considerarlo una etapa del desarrollo libidinal y reconociendo su per· manencia y su presencia en todo comportamiento sexual adulto, implicaría el riesgo de perder de vista el sentido mismo del concepto y lo que puede aclarar acerca de la función y la estructura de la fantasía.
9 Que los psicoanaHuas llaman erróneamente "objeto del dc$eo... el pecho.
En psicoanálisis se critica a menudo el concepto de autoerotismo, porque se lo entiende erróneamente, esla· blcc1endo una correlación con los objetos, como una primera etapa cerrada en sí misma, a partir de la cual el SUJelO entra en contacto con el mundo objeta!. Resulta senetllo demostrar entonces, con el respaldo de gran can· tidad de observaciones, la vanedad y la complejidad de los vínculos que desde un principio unen ni lactante con e l mundo externo y, e n primer lugar, con su madre. Pero cuando Frcud hab la de autoerotismo, sobre todo en los Tres ensayos, de ningún modo niega la existencia de una relación primaria con el objeto , por el contrario. senala que la pulsión se hace autoeróllca sólo después de haber perdido a su objeto.'° S1 e~ lícito decir que el autoerolismo es anobjetal (objektlos), no es porque su aparición preceda a toda relación con un ob¡eto, 11 n1 porque con 10 "l' n ta época en que la sat11facc¡6n 1exu1I e.taba h1adacon la inges· 11ón de alimentos, eJ objeto de la pulilón '' encon1raba afueca, e.n la JuC· ción del ptcl'lo materno. Pero ul1erionnen1e este obJeto se perdió qulr4 fNt• c-(Jamtntt 111 ti mommto en que fu« copoi dt p~tlbir como Pf'l<>M total o 1qutlld 1 14 cual pattnttt ti 6rpno qur Ir. INinda una utu/1t· t l6n De •hí en mis, la pubión M'tual se hace au1ocróua... ('ft'ofJ n»iJ Olr /ir th/orlt dt /ir Sf'Jt114/iti. ob. Cll • p~ 132). Es1e ptU)t •dquiru especial vator por et SCl\1lltruen10 que con111Cnc (nue.UllJ baJt1rd1lla1) en la COnlht"clOn matna dt la ÍAntasia 8V10tto ltea 1ntervttne no lOla.mente el ob}tto p11cill (el pecho o tu sush.t\lto, el dcdol. sino tambitn 1• mld.re como pmon1 1otat. qut dnapuca: en el momento preciso en que e-1 rttonoclda como 1al üta ••10111iución" debe sc.r cntcn didl no tanto en e1 nivel de la perccpcton de una Gttttllt, sino más btcn en (unc•ón de la demanda dt'.I beb'. que puede 1er concedida o rechazada por la m1dJe.
ti"'"º
11 EJ lo que algunos p.t;icoanalht•S llaman "periodo anobjctal", adop· t1ndo un enfoque genético que pod.ríamol califl( tl de 101alitan1c , porque
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su advenimiento los objetos dejen de estar prcscn1 <• 1·11 la büsqueda de satisfacción, sino únicamente porc1111• M· produce una escisión en el modo natural de aprehcmll'I al objeto. La pulsión sexual se separa de las funciom·~ no sexuales (por ejemplo, la alimentaria), que le sirven d1• apuntalamiento (Aulehmmg)" y le indican su flnafülatl y su obje to. El "origen" del autoerotismo serla entonces el momento - más abstracto que precisable en el tiempo, ya que se renueva constantemente e implica necesariamente la preexistencia de una excitación erótica para que éstn pueda ser buscada como tal - en que la sexuaLidad se se· para de todo objeto natural, queda librada a la fantaSÍJ y por lo mismo instituida como sexualídad. Pero también se puede plantear, a la inversa. que la irrupción de la fan· tasia provoca la separación entre la sexualidad y la ncce· sidad." Relación causal circular o nacimiento simultá· neo, lo cierto es que por lejos que nos remontemos, am· bas tienen su origen en un mismo punto. La satisfacción auLoerótica, en la m1edida en que es observabl~ como fenómeno autónomo, se define por una clara caracteris tica distintiva : producto de la activ1-
confunde la íotm3.c10n d1:l objeto hbidinJl <'On la de los objetos del nlUndo ex terno)' ptttcndc -:sflblcc-er ta1; c1apas de d1!$uv 3S de las libidlr'lalci. 11 l:.n otro lugar (VocolH,bJve de lu ptychanalyte. París. PUt-. L967) desarrollam os ~:. te con,cpto. que es fundami:n1al en la teoría f1tudiilna dt"
los 1nst1nto~ .
IJ En una de sus pritne:ras con~dcraeioncs acere.a de la fantasía, froud obitrva que loslmpuls~ bu:n pQdria.n emanar de las fantatía.s (Draft N.).
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dad anárquica de puls1ones parci3les, estrechamente asociada con la excitación de z.onas erógenas específicas (la excitación surge y se aplaca localmente), no es placer funcional global, sino placer fragmentario, placer estrictamente localizado en el órgano en cuestión (Organlusr). Es bien sabido que la erogenicidad está ligada con zonas corporales "predestinadas" (en la succión, por e¡cmplo, Ja tona oral est~ destinada a adquirir significación erógena hasta por su mi~ma fisiologfa), pero se puede hacer exiensiva a cualquier órgano (incluso interno), en cualquier parte del cuerpo y cualquiera que sea Ja función que descmpena. En todos los casos, la función sólo sirve de apoyo; as!. la ingestión de a limen tos. por ejemplo, sirve de modelo para Ja fantasía de mcorporac1ón. Aunque modelada sobre la base de la función, la sexualidad se dcfi· ne enieramcnte por su diferenciación de la función. En este sentido, su prototipo no es la succión sino el chupeteo, el momento en que el objeto externo es abandonado, en que la finalidad y la fuente se independizan del alimento y del sistema digestivo. El ideal del autoerolismo. si cabe decirlo as!, son "Jos labios que se besan a si mismos":"' en este ¡¡occ aparentemente cerrado en si mis14
Tro/J tisau sur lo tht'Qrlt dt "1 s~:rut1llli, ob clt, pág. 7~ VC11se tambtt:n tn "Pu1s.lon.s et dtstins des pul"onl" IUay vernOn <'astellanóll .. lo.1 instintos y su.s desunos", en Op. cfl .• •oL l. P*a- 103.S. Buenos A.he• Paidós 1el1.náhsls dt los par« de opuestos ud1smo-m110quismo y vo~ert1: mo-tJ1:1'1b"t0n11mo. Aparte de b. íorm1 actrva o pa9\t1 de b fta.tr (por
tjt:mpk> ve1-sc1 •isto), htbria que supon<"r una formt rtílcxj\11 (verte uno mkmo) que para Frcud t' primo1dl11.I Sin duda, e~ prlmo1d1al t'n aquellos \lisos en que el sujeto )'I no ~ sitúa en n1n,gunodc los d1ferentC1 1t:rmlno,
de l.1 fanwia
suje10 no se represenla al ob1e10 deseado, smo que él mismo aparece parllc1pando en la escena y, en las moda· lidades que más se acercan a la fantasía ori111nal, sin un lugar que le pueda ser cspecíílcamente asignado (de ahí lo peligrosas que son en el 1ra1amiento las interpretaciones que pretenden hacerlo). Como resultado, si bien el sujeto esld Siempre presente en la fantasía, puede apare· cer desubjetivado, es decir en la sintaxis misma de la secuencia en cuestión. Por otra parte, como el deseo no es sólo surgimiento de la pulsión, smo que esul aniculado en la formulación de la fantasía, ésta es el asiento de elección para las operaciones defensivas más primitivas, por ejemplo la vuelta contra sí, la conversión en lo con· trario, la proyección y la negación. Más aún, estas defen· sas están indisolublemente asociadas con la función pn· mordial de la fantasía, que es la cscen1ílcación del deseo, en la medida en que el deseo mismo se constl1uye como prohibición y que el conflicto es conflicto original. Respecto de aquello que hace surgir la escemílca· ci6n, para descubrir qué es no le bastan al psicoanalista los recursos de su propia ciencia, ni siquiera los del mito. Necesitaría ser, además, íllósofo.
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Nota sobre los autores
Jean Laplanche y J.-B. Pontalís, ambos miembros de la Asociación Psicoanalitica Francesa, son coautores de Vocabulaire de la psyclzanalyse ( 1967). 1Hay versión castellana: Diccionario del psicoo1uilisls, Barcelona, La· bor, 1979, 3ª edición.) Jean La planche es profesor en la Universidad París· VII , donde dirige el Cenlro de Investigaciones de Psico· análisis y Psicopatología. Publicó las siguientes obras: Holder/in et la question du pere ( 1961), Vie et mort en psyclzanalyse ( 1970) y Problématiques (cualro volúme· nes), 1) l 'angoisse, 11) Castratíon-Symbolisatfons, 111) la subllmation (1980) y IV) l 'inco11scie111 et le ¡:a (198 1). J.-B. Pontalis es director de colecciones de la Edito· rial GaUimard. Es autor de ensayos, Apres Freud ( 1968) y E111re le réve et Ja dou/eur ( 1977), una novela , L 'enfan ce d'un autre (1952) y un cuento, Loin (1980).
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Estn erllción se lrrmlnó de lmprimiren el mrs de Noviembre dt 2012 en Bibliogr;\llLa de Voro~ S.A., Bucarelli 1160, Buenos Alrrs. \V\~w.bihl iogra.ílka.co1n