http://www.revistamedica.8m.com/histomed78.htm LA ULTIMA HISTORIA CLINICA: EL EXPERIMENTO DE CARRION Dr. Pedro Ledezma Miranda Socio de la Sociedad Boliviana de Historia de l a Medicina Miembro del Instituto Médico "Sucre" (Bolivia) (Bolivia) PALABRAS CLAVES: Enfermedad de Carrión, Fiebre de la Oroya, Verruga Peruana, Bartonelosis.
RESUMEN La ultima historia clínica de Carrión constituye un documento que nos permite conocer el experimento a que se sometió voluntariamente, voluntariamente, para para demostrar que la fiebre de Oroya y al Verruga Peruana son la misma enfermedad en sus diferentes estadios de evolución, es decir la fase histiode y la fase hemática; he aquí una recopilación que la historia nos permite devolver a la memoria memoria los eslabones del desarrollo desarrollo de la ciencia médica y el sacrificio de sus investigadores.
DANIEL ALCIDES CARRIÓN GARCÍA
(1857 – 1885) 1885)
Nació el 13 de agosto de 1857 en un vilorio minero de gran auge, de alucinante búsqueda de riqueza por el oro y la plata, el Cerro de Pasco, un pueblo sin plano urbano, en que las viviendas estaban esparcidas al azar, cada una encima de las vetas que contenían los codiciados minerales. La población de Pasco apenas alcanzaba los seis mil habitantes, con un clima frío y espectacular altura en que se encuentra la población, fueron los escenarios donde nació Daniel Alcides Carrión García, en una pequeña vivienda con techo de paja, ubicada en la calle Cruz Verde Nº 2. En su partida de bautizo del 2 de octubre de 1857 de la iglesia de San Miguel de Chaupimarca, figura como hijo natural del médico y abogado ecuatoriano don Baltazar Carrión y de una nativa Huancaina Dolores García. Sus primeros años transcurrieron en la escuela municipal del lugar, sin ningún rasgo que pudiera predecir el futuro de aquel niño serrano. Cuando tenia 8 años, murió su padre en un trágico accidente, la madre de Carrión Carrión se hizo cargo de de la educación de su hijo y le
proporcionó una mediana vida, como mestizos que fueron procuraron elevar su condición social. Su familia fue prominente miembro de la comunidad, respetada y bien considerada. Daniel Carrión se trasladó a la bell a y cálida villa de Tarma y allí concluyó el sexto de primaria, luego continuó en Huancayo con los tres primeros años de educación secundaria. En 1868 llegó al Perú, procedente de Chile el tenaz constructor norteamericano Henry Meiggs, quien en 1870 inició la construcción del ferrocarril, Carrión tenia 11 años, a sus 14 tuvo que emprender un largo y penoso viaje a caballo hasta San Mateo, donde embarco en el Ferrocarril Central Transandino, cuya primera etapa recién entraba en funciones; lejos estaba de comprender en ese momento a la enfermedad que había diezmado a muchos obreros precisamente en la construcción del ferrocarril. Daniel Carrión bajo a la capital del Perú, desde 4.000 metros de altitud hasta el nivel del mar, para terminar su formación. Desgraciadamente, para él Lima era un centro de cambios fundamentales en las ideas sociales y políticas. Para entonces habían ocurridos los primeros intentos en adaptación de las ideologías foráneas a la realidad nacional, estando en efervescencia las ideas socialistas darvinistas. En la escuela donde terminó sus estudios escolares y en la facultad de Medicina donde se iba a graduar casi todos sus condiscípulos y profesores profesaban esas ideas. Se matriculo en el Colegio Departamental de “Nuestra Señora de Guadalupe”, allí conoció la amistad de Mariano Alcedan, Casimiro Medina, Enrique Mestanza y Julián Arce, quienes fueron después sus compañeros de estudio de Medicina y testigos de su sacrificio posterior. Daniel Carrión tenía los caracteres somáticos y faciales de un típico nativo, de baja estatura, constitución delgada y tez cobriza. Sufrió durante todo el resto de su corta vida, la segregación, que si bien no tenía base legal o jurídica, la invisible cortina de hierro le hacía sentirse diferente. El 10 de abril de 1877 ingreso a la Facultad de Ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos y cursar 3 años de preparación, como requisito para postular a la Facultad de medicina y además de rendir el examen de ingreso, habiéndose presentado al examen no su admitido, igual suerte corrieron sus compañeros M. Alcedan, C. Medina y E. Mestanza, fieles amigos que siempre lo acompañaron. Completaron sus estudios y volvieron a presentarse al examen siendo esta vez aprobados y admitidos el 12 de abril de 1880 en la Facultad de Medicina de San Fernando, cuando un año antes el Perú tuvo que sufrir la guerra del pacífico con Chile, que terminó en derrota y como resultado de ese conflicto, los puertos del Litoral peruano estuvieron bloqueados, desde abril de 1879 a noviembre de 1883, en ese periodo los médicos estaban impagos, cuyos sueldos cedieron simbólicamente para contribuir el sostenimiento de la guerra, La Facultad no contaba con laboratorios, la enseñanza era teórica, no se enseñaba microbiología, ni histología, el curso de anatomía patológica era un apéndice de anatomía general y su enseñanza era solamente teórica y los estudiantes no conocieron las importantes noticias de los descubrimientos de Pasteur, Koch y otros conocimientos científicos llegaron con muchísimos años de retraso. Carrión estudio en las más adversas condiciones, el edificio de la facultad convertido en cuartel. El Hospital Dos de Mayo era el más moderno de entonces, sin embargo no contaba con laboratorios, las enfermedades propias del país, particularmente las endémicas de origen infeccioso no interesaban a los eruditos médicos de la época, ese fue el ambiente en que curso el segundo, tercer y cuarto año de estudio de medicina, concretándose las practicas, a las que durante la guerra hubo que realizar como externo de los hospitales de la Sociedad de Beneficencia de: Santa Ana, San Bartolomé, Lazareto de Guía y la “Maison de Santé” que era particular. Estas practicas consistían en realizar curaciones de heridos, confecciones de historias clínicas y otras de rutina hospitalaria, esto le permitió a Carrión iniciar en 1881 sus observaciones sobre la verruga peruana y la recopilación de las historias clínicas respectivas.
Cuando se firmó la paz, estallo una guerra civil, Daniel se preocupaba por contribuir a la reconstrucción post bélica de su país, trabajo como externo en el Lazareto de guía y en el Hospital Maison de Santé, y en calidad de interno en el Dos de Mayo y en el de San Bartolomé. Durante esos años seguramente leyó el trabajo del Dr. Tomás Salazar, titulado “Historia de las verrugas” y que publicara en “Gaceta Médica de Lima” en 1858, y la tesis de Armando Vélez “anatomía patológica de la verrugas” publicada en la misma revista en 1861.En esas circunstancias llegaron las fascinantes noticias de las hazañas de los cazadores de microbios y recibió la noticia de un concurso organizado por la prestigiosa academia peruana, para premiar a quién demostrase la causa de la Verruga Peruana, una enfermedad endémica circunscrita a los templados valles interandinos y que producía ocasionalmente, graves y mortales trastornos. Hasta esos días, no se tenia una idea concreta sobre la naturaleza de la enfermedad. Inclusive se llegó a pensar que el origen radicaba en las emanaciones tóxicas del cascajo, que le denominaban "miasmas" usado para la construcción del ferrocarril central, ese material era extraído de la Oroya, entonces un páramo a más de 4000 metros sobre el nivel del mar, por eso a las formas graves de la verruga peruana, le denominaron por error, fiebre de la Oroya", no porque de allí provenían los enfermos, sino porque la causa eran las supuestas miasmas desprendida de l as canteras. "
En medio de los anhelos de reconstrucción que se manifestaban unánimemente en los sectores más lúcidos, sucedió un incidente grave a mediados de 1884, cuyos protagonistas fueron nada menos que el Presidente de la República General Iglesias y el Decano de la Facultad de Medicina Dr. Manuel Odriozola. El Presidente firmó un decreto nombrando profesor de la Facultad de Medicina a uno de sus allegados, Odriozola se opuso a dicho nombramiento, porque no se había cumplido el requisito de concurso de provisión y además se atentaba contra la autonomía universitaria. El Dr. Manuel Odriozola fue destituido por el gobierno, se le acusaba de desacato. La reacción no se dejó esperar, todos los profesores de la Facultad de Medicina renunciaron masivamente en protesta, brindaban su apoyo a Odriozola y lanzaron un manifiesto denunciando el atropello del General Iglesias, los alumnos apoyaron este movimiento y enviaron un voto de agradecimiento a sus maestros, entre los firmantes figuraba el joven Daniel Carrión. El 15 de Octubre de 1884 los profesores que renunciaron, fundaron la “Academia Libre de Medicina”, iniciando los cursos libres y conferencias, en sus respectivos servicios hospitalarios, naturalmente que estos gestos fueron recibidos con beneplácito por los estudiantes. El 29 de julio de 1885 se instaló oficialmente la academia y como estímulo a los investigadores, se convocó a un concurso sobre la “verruga peruana”, podían participar estudiantes y médicos. Las bases estipulaban que debían estudiarse los aspectos epidemiológicos, clínicos, etiológicos y anatopatológicos de esta enfermedad. Carrión irrumpió, con imaginación creadora, sin laboratorios de experimentación, porque no tenía a su alcance, sin recursos de ningún género, su espíritu de investigación hizo que buscara una compensación, en el estudio de la “verruga peruana”, acicateado por el deseo oculto de ganar el concurso convocado por la “Academia Libre de Medicina”, por eso se empeño en completar sus apuntes de las observaciones a los pacientes atacados por la enfermedad y de las numerosas historias clínicas que había revisado, recopiló datos bibliográficos de los pocos estudios del tema tales como Armando Vélez, Tomás Salazar, Espinal y los del médicos chileno Vicente Izquierdo, publico unos apuntes sobre la verruga peruana, y se propuso experimentar en el ser humano con el desconocido germen causante de la enfermedad. El primer paso era buscar la etiología, como quería la Ilustre Academia Libre de Medicina y demostrar su inocuidad, por eso Carrión uso su propio cuerpo, un 27 de agosto de 1885, siendo estudiante del sexto año de Medicina.
Antecedentes de la enfermedad La verruga peruana o verruga andícola es una enfermedad propia de los valles interandinos del Perú, Ecuador y Colombia. Conocida por los antiguos peruanos, existen ejemplares de cerámica donde está representada la lesión verrugosa, la cual en el idioma quechua recibe el nombre de “Sirki” o “K’epo”, designándose con el nombre de “ticti” la verruga vulgar. En Ancash en un ár ea donde existe la enfermedad se han encontrado monolitos de piedra con las lesiones dérmicas que probablemente corresponden a la verruga peruana. Se dice que los ejércitos del Inca Kápac, y él mismo fueron diezmados por una epidemia mortal que posiblemente provocada por la verruga peruana. Los escritos de algunos cronistas como Francisco de Jerez y Pedro Sancho, Pedro Pizarro, Inca Garcilazo de la Vega, Anello Oliva, Miguel de Estete; hacen referencias muy concretas sobre la epidemia de verruga que sufrieron los conquistadores cuando llegaron a Coaque-Puerto viejo, en su viaje hacia el Perú. Pedro Pizarro describe así: “ una enfermedad que dio verrugas, tan mala y congojosa que tuvo a mucha agente fatigada y trabajaba con muchos dolores como si estuvieran con bubas, hasta que les salían grandes verrugas por todos el cuerpo y algunas grandes como huevos..” En 1630 el médico peruano Pedro Gago de Vadillo señala a Huaylas (Ancash” como la primera zona verrugosa del Perú, atribuyendo su origen a las “malas aguas”. En 1764, Cosme Bueno, médico aragonés cosmógrafo del Virreynato, cuando describe la provincia de Canta, anota la existencia de la verruga y la uta ( Leismaniasis cutánea), indicando el valor endémico de las “quebradas” y las existencia de un periodo clínico previo al eruptivo “muy molesto y peligroso”. En 1800, Martín Delgar, médico de probable nacionalidad francesa, describe brevemente la verruga, mencionando que esta enfermedad ni es vista ni conocida en Europa. Muchos otros científicos de la época colonial han citado la existencia de esta enfermedad en las quebradas de la cordillera. Haenke refiere, que se debe a ala picadura de un insecto llamado “uta”. Gabriel Moreno e Hipólito Unánue creían que era consecuencia de la sífilis. Durante las campañas de la independencia, los ejércitos libertadores fueron víctimas de la enfermedad, durante su permanencia en las zonas endémicas. El coronel O’Connor del ejército colombiano, relata que “se me dieron todas las instrucciones necesarias para la marcha d y las prevenciones oportunas contra las célebres aguas de verrugas que se encuentran en muchos arroyos en el tránsito por la sierra”, después de pasar la cordillera de Marca. En teoría se consideraba como causa de la verruga, a las aguas de arroyos de la sierra, teoría que tenía mayor aceptación y perduró hasta fines del siglo XIX. Varios médicos que se ocuparon de la enfermedad, entre ellos se pueden citar, a Nicolás Malo que en 1852 presentó su tesis “Verruga Peruana”, a la Universidad de Chile, en este trabajo describió todas las nociones que ya se conocían; José Juan Bravo presidente de la Sociedad Médica de Lima instaba a los estudiantes a conocer la verruga. El estudio más completo realizado por un médico de aquellas épocas, fue publicado por Tomas Salazar en “Gaceta Médica de Lima” en 1858, con el nombre de “Verruga Andícola”, indicaba que la verruga era endémica de las vertientes occidentales de la cordillera andina, pasaba por cuatro perí odos: invasión, erupción, período hemorrágico y desecación; atacaba también a caballos y mulas, y su agente causal posiblemente sería un virus. El Dr. Armando Vélez fue el primero que hizo estudios histológicos de las lesiones verrugosas, publicó sus hallazgos en Gaceta Médica de Lima en 1861.
También en el extranjero, algunos médicos publicaron estudios sobre la verruga, entre ellos podemos citar a: Archibald Smith en 1885 de Edimburgo; Ch. Tasset en 1872, Paul Dounon en 1873 y Bourse en 1876, todos de París; J. M. Brown en 1873 de Norteamérica; Tupper en 1878 en Berlín, y F. De H. Halla en 1883 de Londres. Antes de la construcción del ferrocarril a La Oroya, causó mucha preocupación en los hospitales de Lima, que muchos de los soldados negros que escoltaban las remesas de plata de Cerro de Pasco a Lima, y que acompañaban en las quebradas del río Rímac, al llegar a Lima eran víctimas de fiebre alta y anemia tan grave “que se volvían blancos y morían sin sangre”, según escribió el Dr. David Matto en 1886. La severa epidemia de la fiebre de Oroya, causó la muerte de 7.000 personas, mientras laboraban en el área que ahora es bien sabido corresponde a la zona verrugosa del valle del Rímac; Reynafarje relata: “ para dar una idea patética de lo que ocurría entonces, de 40 soldados que desertaron de un barco británico y que fueron a trabajar en la vía férrea, 32 murieron de verruga en el termino de 7 meses. Durante la construcción de uno de los túneles, de los 2000 hombres que trabajaron allí, murieron 200 de la enfermedad, entre ingenieros y obreros. La situación fue cada vez más grave, lo que obli gó al gobierno a nombrar una comisión para inspeccionar las obras ferroviarias y la situación de los obreros enfermos. En febrero de 1871 la mortalidad alcanzaba el 10,52 %, en marzo aumento a 12,97 % y en abril llegó a 20,17 %; los hospitales de Lima y Callao se llenaron de enfermos, solamente en ese año ingresaron 730 enfermos, de los cuales murió el 20 %. El Dr. Kinney que estaba a cargo del sistema hospitalario de la compañía constructora del ferrocarril Central, dijo “ es popular en aquellos puntos geográficos la creencia de que la fiebre, llamada fiebre de l a Oroya, depende de las verrugas que se quedan en el interior del cuerpo; y que para sanar de ellas es indispensable hacerlas brotar en la piel”. En 1875 N. Pancorvo publicó su tesis de Bachiller “Fiebre de la Oroya” en la Gaceta Médica, basada en las observaciones de los trabajadores del ferrocarril Central. Finalmente el Dr. José Casimiro Ulloa, en editorial del “Monitor Médico”, de junio de 1885 escribió lo siguiente: “habiéndose descuidado hasta hoy la investigación científica de esta enfermedad y de la que poco conocemos, a parte de su sintomatología, investigación tanto más urgente cuanto que la verruga preocupa ya a algunos médicos de Europa que han comprendido la importancia y necesidad de su estudio”. Se inició una polémica sobre la naturaleza de este proceso febril y anemizante, y su probable relación con la verruga peruana. El debate no abría de cerrase hasta la histórica experiencia de un estudiante de 6to año de medicina, tres meses después. Carrión había mostrado un interés inusitado por la enfermedad, en sus apuntes sobre la verruga peruana, anoto los diversos nombres con que se le conocía popularmente: “verruga de sangre”, “verruga mular”, “verruga de Castilla”, “verruga de sapo o de quinua”, “verruga andícola”. Clemente un criado suyo había sufrido la enfermedad; éste antecedente y la epidemia presentada en los obreros que construían el ferrocarril la Oroya-Lima en la Sierra Central, incentivaron sus observaciones. En julio de 1881 inicio sus observaciones escribiendo cuidadosamente su primera historia clínica sobre la verruga peruana; el paciente Antonio Sagamé de 32 años y natural de Italia, ingresó al hospital San Batolomé, a la sala de San Juan de Dios, presentando como antecedente epidemiológico haber permanecido en el área del “puente de Verrugas” y en el examen clínico presentaba las características lesiones verrugosas de piel de diferente tamaño, las de la cara y antebrazo eran voluminosas, dicha erupción fue precedida de fiebre. El Jefe de servicio Dr. José María Romero, formuló su diagnostico como “verrugas mulares”. El paciente permaneció hospitalizado
aproximadamente dos mese, en este lapso le extirparon algunas de las lesiones grandes y salió de alta completamente restablecido. Carrión en sus apuntes llegó a reunir nueve casos, algunos de ellos observados en el Hospital Dos de Mayo, conjuntamente con el Dr. Leonardo Vilar y con el Dr. Aurelio Alarco. La décima y ultima historia clínica fue realizada en su p ropio organismo.
La décima y ultima historia clínica; su experimento Lo que podría llamarse su diario de enfermo y el tratamiento se encuentran en un folleto publicado en 1886, con el título de " La verruga peruana y Daniel A. Carrión", páginas que estuvieron bajo la responsabilidad de Casimiro Medina, Enrique Mestanza, Julián Arce, Mariano Alcedán, Ricardo Miranda y Manuel Montero. A tiempo de someterse a la inoculación Carrion confesó : “Qué hace, no me asusta las deformaciones de la erupción de la verruga puede traerme y si tan fatal fuese que su desarrollo tuviese lugar en algún órgano noble, habría pagado con mi vida mis ardientes deseos, pues no sé que me da ver individuos como el médico Izquierdo que apenas tuvo unos cuantos tumores par ver, se lance a dar opiniones y escribir sobre una enfermedad que nadie mejor que nosotros debía darla a conocer, pues fuera de los doctores Salazar y Velez, no he oído hablar de ningún otro nacional; Uds. saben que he tenido demasiado tiempo para pensar en esta inoculación, que de antemano he previsto los accidentes graves que ella puede traerme; pero ¿no es cierto también que la ciencia, sobre todo la medicina debe en gran parte a su adelanto a experimentos arriesgados? Luego, ¿por qué desconfiar de sus resultados que de todos modos tendrán que ser buenos?”. Daniel Carrión se hizo inocular mediante su amigo el Dr. Evaristo Chávez el germen de la verruga, extraída de la sangre del tumor verrugosa de la paciente Carmen Paredes de 14 años, en la sala “Las Mercedes” del Hospital “Dos de Mayo”, el 27 de agosto de 1885, habían de pasar 21 días sin que tuviera molestias.
Día 17 de septiembre.- Carrión anotó, haber sentido leve dolor ene el pie izquierdo, que molestaba durante la marcha, además en la tarde se quejo de un pequeño malestar indefinible.
Día 18 de septiembre.- Se repitió la misma sensación y comenzó su angustia callada y una gran preocupación por lo que iba a suceder.
Día 19 de septiembre.- Por la tarde aumentó el malestar y a l as 8 de la noche sintió calambres en los músculos abdominales y escribió: “a las 11 y 30 de la noche, sentí gran decaimiento y postración, media hora después fortísimos escalofríos cortos y repetidos que me hacen castañetear los dientes”
Día 20 y 21 de septiembre.- Carrión estaba postrado con una sensación general de calor quemante, que despertó la fiebre elevadísima, que impidió moverse de la cama; Carrión dijo: fue imposible marcar con el termómetro porque no podía moverme”.
Día 22 y 23 de septiembre.- Los dolores se habían generalizado, cefalea, dolor constrictivo en el tórax y paredes abdominales, dolores óseos, articulares y musculares en los miembros, que le i mpedían conciliar el sueño. Carrión se encontraba solo en su pequeña habitación que le había cedido una madrina suya en la calle Púlpito, del barrio de Cocharcas.
Sus compañeros Julián Arce, Casimiro Medina, Mariano Alcedan, Manuel Montero, Ricardo Miranda, Enrique Mestanza, comenzaron a preocuparse por el curso de los acontecimientos.
Día 24 de septiembre.- por la noche Carrión anota: “ tengo cefalalgia occipital, dolor en los ojos con sensación de aumento de volumen del globo ocular, sudo todavía un poco como en las noches anteriores, hay insomnio y poliuria”.
Día 25 de septiembre.- Continua las molestias dolorosas, parestesias e insomnio, hay febrícula por la tarde el resto del día permaneció con temperatura normal.
Día 26 y 27 de septiembre.- La debilidad le impide seguir anotando, y decide ser observado por sus compañeros, los que a su vez piden al Dr. José María Romero para evaluarlo en su estado de salud, quién determina el t ratamiento con preparados en base de hiposulfito de soda, quinina, almicia y valeria.
Día 28 de septiembre.- Los profesores y los médicos de la Facultad de Medicina, habían ignorado al estudiante Carrión.
Día 29 de septiembre.- Carrión pudo levantarse de cama, así lo encontraron sus compañeros; el dolor y los calambres habían disminuido notablemente, solo se quejaba del insomnio, había dormido solo 4 horas. Sus compañeros anotaron lo siguiente: “ acomoda sus frazadas que con sus movimientos desarregla. Hace apagar y encender la luz alternativamente y murmura palabras que no alcanzamos a distinguir, en fin, después de tanta agitación logra dormir de 10 a 15 minutos, para volver muy pronto a su intranquilidad”.
Día 30 de septiembre.- Vomito repetidamente, presentando vértigos y mareos. Carrión atribuye a tratamiento con valeriana y almicia, también presenta dolor abdominal, diarrea, por la noche la agitación y la intranquilidad vuelven a manifestarse. Sus compañeros anotaron lo siguiente: “La agitación y ansiedad son extremas, ninguna posición conserva más de 5 minutos, se desespera de no poder conciliar el sueño, enciende un cigarrillo, lo fuma hasta la mitad arrojándolo luego lejos de sí, como una cosa desagradable; esta operación repetida por varias veces llama en nosotros la atención y acercándonos entonces a preguntar si desea algo nos manifestó una tranquilidad cuya ficción comprendimos fácilmente, que nada deseaba...... descansen ustedes que en pocos momentos más supongo me quedaré dormido”.
Día 1º de octubre.- El enfermo se había agravado notablemente, al intentar salir de su lecho para ir al baño cayó pesadamente víctima de un vértigo; trató de engañarse diciendo que él podía levantarse solo y rehusó cualquier auxilio. Intentó incorporarse varias veces pero volvió a caer debido a su extrema debilidad, se agregó entonces un sobresalto de tendones en las manos y antebrazos. Carrión se siente mortificado, pide a sus amigos que lo dejen solo, que no dejen ingresar a ninguna visita.
Día 2 de octubre.- Las condiciones de Daniel Carrión habían empeorado rápidamente; la diarrea y l os vómitos se acentuaron.
Sus amigos anotaron: “ le molesta grandemente el soplo carotídeo que se percibe con mucha claridad. El aspecto de la piel así como la fisonomía particular que ofrece nuestro enfermo es notable. Además de la sequedad y palidez extrema de la primera se observa un tinte ictérico que unido a su aspecto árido y terroso, imprime una gran semejanza con el que frecuentemente se observan en los enfermos atacados de pirexias infecciosas. Las mucosas, especialmente la gingivolabial, completamente descoloridas semejándose a al color de la cara”. “El rostro desencajado, los ojos hundidos y rodeados de un círculo negruzco, las mejillas y sienes completamente deprimidas; la nariz afilada, los pabellones auriculares casi transparentes; ya en su mirada no se nota la penetración y vivacidad que le distinguía, manifestándose ahora sombría y velada; su voz aún cuando animada todavía por momentos y tratándose de su enfermedad, ha perdido la animosidad y entusiasmo de antes”. En la mañana de este día se reunió la junta médica conformada por los doctores: Leonardo Villar, Mariano Macedo y Evaristo Chávez, quienes recetaron inhalaciones de oxigeno y algunos preparados de hierro por vía oral; además indicaron que se hicieran pulverizaciones de ácido fénico en la habitación. En momentos de lucidez, Carrión dictó a sus amigos lo siguiente: “hasta hoy, había creído que me encontraba tan solo en la fase de invasión de la verruga, como consecuencia de la inoculación, es decir, aquel periodo anemizante que precede a la erupción, pero ahora me encuentro firmemente persuadido que estoy atacado de la fiebre de que murió nuestro amigo Orihuela; he aquí l respuesta palpable de que la fiebre de la Oroya y la verruga reconocen el mismo origen, como una vez le oí decir al Dr. Alarco”. Con voz cada vez mas ronca, se quejó de una sed intensa y la orina era escasa, durante la noche constantemente llamaba a sus amigos para explicarles sus necesidades, pero cuando ellos acudían a su lado se quedaba callado. Se desesperaba y no podía conciliar el sueño. A pesar de las múltiples molestias. Continuaba sus observaciones. “con todo, no son bastantes para doblegar su voluntad, ni lo minado de su organismo, ni la gravedad del mal, ni el amor filial, pues se encuentra separado de su madre que se halla también enferma; nada de esto, decimos, es bastante para abatir la serena tranquilidad de esta alma que se halla fuerza en su misma debilidad para oponerse a los peligros que le amenazan, brindándole la ocasión de comprobar la verdad de sus convicciones y mostrarse cada vez más satisfecho de su obra”..... escribieron sus compañeros.
Día 3 de octubre.- Se agravaron todos los síntomas, no toleraba la medicación, continuaba la diarrea, presentó taquicardia y signos de Shock. En la mañana el Dr. Ricardo L. Flores, examinó la sangre del paciente, encontrando un millón ochenta y cinco mil hematíes por milímetro cúbico, sugirió la conveniencia de trasladar al paciente a un centro asistencial, lo cual no fue aceptado por Carrión. En la noche la agitación se intensificó, cambiaba frecuentemente se posición, hablaba de sus madre y hermano, el insomnio lo mortificaba mucho. El pulso se debilitaba y la respiración se tornó al irregular, la incontinencia urinaria que alarmó a sus compañeros, indicaba la pérdida de l os controles esfinterianos.
Día 4 de octubre.- Sus amigos le comunicaron la decisión de la junta médica para practicarle una transfusión de sangre en el hospital Francés o “Maison de Santé”. Procedimos a vestirlo y colocarlo en un sofá, mientras se preparaba la camilla que debía conducirlo. Pide un cigarrillo, lo fuma tranquilamente y al anunciarle pocos
momentos después que todo estaba listo, se dirigió a Enrique Izaguirre alumno del primer año, con estas palabras: “aún no he muerto, amigo mío, ahora toca a ustedes terminar la obra comenzada, siguiendo el camino que les he trazado” Se despidió con un abrazo de su madrina recomendándole que no avisara su estado de gravedad a su madre, se le escapó una lagrima furtiva y cayo desmayado en brazos de sus amigos. Se recuperó y luego fue conducido en una camilla al Hospital Francés. En la “Maison de Santé”, se encontró con una gran cantidad de amigos y condiscípulos que lo estaban esperando con ansiedad, las palabras de amistad eran de todas las personas presentes. Sus compañeros anotaron: “solicita alimentos y en fin manifiesta constantemente se deseo que lo operen cuanto antes. Parece que los primeros momentos de permanencia en esta casa hubieran hecho experimentar una reacción, mejor dicho, una mejoría notable”. Reunidos en una nueva junta médica, los doctores Villar, Romero, Flores y Chávez decidieron aplazar la transfusión hasta el día siguiente, Posiblemente estos se debía a que la transfusión de sangre en aquellas épocas producía muchas reacciones indeseables, inclusive la muerte, porque aún no se realizaban las pruebas de compatibilidad. “La pasajera reacción de que hemos hablado duró pocos instantes, volviendo al decaimiento y la postración de los días anteriores. La voz se ha hecho mucho más apagada y las palabras a veces no se entienden, la inteligencia va apagándose progresivamente. Los movimientos algo extensos así como las más ligeros, son imposibles de practicar. Su impotencia para poder a cambiar de su posición en el lecho, le han obligado muy a su pesar hacer uso de soleras”. Cuando llegó la noche Carrión se desesperó comenzó a balbucear palabras incoherentes; por fallas del alumbrado a gas, sus compañeros trajeron velas y las encendieron, entonces se produjo un agrave accidente, porque el pequeño depósito de oxigeno situado cerca de Carrión explosionó sin que el paciente se hubiera dado cuenta del peligro el acula estuvo expuesto y que felizmente no le produjo ningún daño. A la una de la mañana volvió a presentar movimientos involuntarios de las manos, progresivamente entró en delirio divagando sobre el origen de la verruga y las diferente opiniones que había dado al respecto, se restregaba los ojos con las manos, el pulso era muy débil, l a piel fría y continuaba la diarrea.
Día 5 de octubre.- En la mañana se encontró con las funciones vitales alteradas ya el sensorio comprometido. “la inteligencia se ha perdido casi completamente, de vez en cuando llama a alguno de los amigos que lo rodean, y una vez cerca de él, nos mira indiferente como si no nos conociese”. En la noche se acentúo el compromiso de sus funciones superiores, prácticamente en coma emitía quejidos o palabras ininteligibles. A la nueve y veinte de la noche tuvo cierto estado transitorio de lucidez y dirigiéndose a su compañero Mestanza pronunció sus ultimas palabras: “Enrique, C’est finit” y luego enmudeció. A las once y treinta de la noche lanzó su ultimo suspiro: “ que fue para los que lo rodeaban ña la señal de que este mártir al abandonarnos, iba a ocupar en l o infinito es sitio que el Todo poderoso tiene reservado para los que como él, ejercen la mayor de las virtudes. Habían pasado 36 horas de su hospitalización y todo estaba consumado.
Así demostró que la verruga era transmisible por la inoculación y que la fiebre grave o anemizante de La Oroya no era una enfermedad diferente, sino un periodo del proceso de la verruga peruana, su inoculación permitió esclarecer varios aspectos hasta entonces oscuros sobre la etiopatogenia y clínica de la enfermedad que le ocasionaría la muerte y lo convertiría en mártir de la medicina peruana. La autopsia apareció en un opúsculo sobre el proceso judicial en torno a la muerte de Carrión, está impreso en la colección "Nuestros Héroes" que dirigió el polígrafo Luis Antonio Eguiguren. El informe en cuestión refería al "abnegado sacrificio de Carrión". La autopsia se realizó 34 horas del fallecimiento, el día 7 de octubre a las 9 de la mañana. Las conclusiones de la autopsia fueron las siguientes: “1.- Que de numerosas informaciones de testigos presenciales consta que el Señor Dr. Evaristo Manuel Chávez inoculó el 27 de agosto del presente año, sangre de verruga al estudiante de medicina Daniel Alcides Carrión García 2.- Que a consecuencia de la operación, enfermó y murió el operado con la fiebre de verrugas, el 5 del presente a horas 11 de la noche. 3.- Que la inspección cadavérica y la autopsia confirmaron éste genero de muerte. 4.- Que el Señor Dr. Chávez procedió por error y no por malicia culpable. 5.- Que debe proscribirse por quién corresponda la ejecución en el hombre sano las experiencias que pueden comprometer la vida”. La muerte de Daniel Carrión sobrepasó los límites nacionales y aún continentales, aparte de las diversas publicaciones periodísticas que dieron cuenta del sacrificio del estudiante peruano, publicaciones médicas de gran prestigio académico en el mundo, le brindaron su postrer reconocimiento: “Le Progrés Médical”, “L’Unión Medicale”, “Revue Scientifique”, y “Gazzete Hebdomadaire de Medicine et de Chirugie” de Francia; “El Siglo Médico” de Madrid; “Cronica Médico Quirúrgico” de la Habana; “Anales del Círculo Médico Argentino”; “Boletín de Medicina de Santiago” de Chile. Casimiro Medina, Enrique Mestanza, Julian Arce, Mariano Alcedan, Ricardo Medina y Manuel Montero, sus seis entrañables e inseparables amigos de la escolaridad guadalupana y universitaria, solicitaron al entonces Ministro de Gobierno, Doctor Pedro A. del Solar la publicación por cuenta del Estado los trabajos originales dejados por el finado estudiante Daniel A. Carrión. En 1886 se publicó en la imprenta del Estado un folleto con los “Apuntes de Carrión” y la historia clínica de su enfermedad. El mundo médico nacional e internacional se enteró y analizó las 9 historias clínicas, que desde 1881 Carrión había recopilado y escrito minuciosamente en base, a sus observaciones de pacientes verrugosos de los hospitales: San Bartolomé, Santa Ana y Dos de Mayo. En ellas señaló con detalles las fechas y el tiempo de permanencia en las zonas endémicas, el consumo de agua de los manantiales, y por su puesto la sintomatología de la enfermedad, Completó estos apuntes con su propia historia clínica, que en los últimos días de su enfermedad, fue concluida por sus leales compañeros, que lo atendieron solícitamente.
Carrión distinguió cuatro períodos de la enfermedad: incubación, invasión, erupción y desecación. También describió los hallazgos de las autopsias de los pacientes fallecidos con esta enfermedad. El análisis de la evolución clínica de le enfermedad Carrión, después de la inoculación de sangre verrugosa, demostró el tiempo prolongado de incubación de la dolencia, que en su caso alcanzó 20 días. También quedó demostrada la unidad etiológica de la Verruga peruana (forma eruptiva) y la Fiebre de La Oroya (forma anemizante y febril grave); posteriormente al definirse el ciclo biológico de la Bartonella baciliformis en el sujeto enfermo, se determinó que correspondían a la fase histiode y a la fase hemática respectivamente. Sus condiscípulos representados por Mariano Alcedan, en la ceremonia del primer aniversario de la muerte de Daniel A. Carrión en la Sociedad “Unión Fernandina”, propusieron como homenaje a su memoria denominar a la Verruga peruana y a la Fiebre de La Oroya, como la ENFERMEDAD DE CARRION”, noción que fue apoyada unánimemente por todos los asistentes a este acto. En 1886 la verruga peruana fue llamada, en homenaje a nuestro personaje, "Enfermedad de Carrión" El 7 de Octubre de 1991 el gobierno peruano promulga la ley que declara “Héroe Nacional”
BIBLIOGRAFÍA 1.- David Frisancho P y Oscar Frisancho V.- “El estudiante, la verruga y la muerte”.Editorial Los andes Lima 1986. 2.- Ministerio de Salud del Perú.- “Situación de la Bartonelosis en el Perú” Lima – Perú 3.- Paúl E. Pachas Chavez.- “Enfermedad de Carrión (bartonelosis) en el Perú”.Ministerio de Salud.- Lima 2001 4.- Uriel Garcia Cáceres.- “Daniel Alcides Carrión”.- www.colmedi.org.pe 5.- Científicos peruanos.- “Daniel Alcides Carrión, Enfermedades infecciosas”.www.concytec.gob.pe. 6.- Dr. Gregorio Delgado G.y Ana M. Delgado R.- “Daniel Alcides Carrión y su aporte al conocimiento clínico de la fiebre de la Oroya y verruga peruana”.- Cuadernos de Historia Nº 80 .- 1995.