hombre re medie medieva val. l. Madrid: JACQUES LE GOFF y otros. El homb Madrid: Alianza Alianza Editorial, 1999.
La lectura propuesta procede del libro “El hombre medieval”, en el cual se ofrece de él diez perles escritos por tantos otros medievalistas que guran entre los más destacados de la actualidad. !ero ha e"istido este hombre tal cual# $o es quizá una abstracci%n le&ana de la realidad hist%rica# La denici%n de una historia “humana” ' la (nica digna de este nombre ' fue dada, hace medio siglo, por )arc *loch + Lucien ebvre, + es una conquista irrenunciable. !ero esta historia humana, es la historia del hombre o hombre o la historia de los hombres# hombres# - esta pregunta Lucien ebvre ha respondido “El hombre, medida de la historia, su (nica medida. -(n más, su raz%n de ser.” !ero también “Los hombres, los (nicos ob&etos de la historia ' de una historia que no se interesan no sé qué hombre abstracto, eterno, inmutable en el fondo + perpetuamente idéntico a s/ mismo ', los hombres mirados siempre en el marco de las sociedades de que forman parte. Los hombres miembros de las sociedades en una época bien determinada de su desarrollo ' los hombres dotados de m(ltiples funciones, de actividades diversas, de preocupaciones + actitu actitudes des varias varias que se me mezcl zclan an entre entre s/, provo provoca can, n, se contr contradi adicen cen,, para para conclu concluir ir en una paz de compr comprom omiso iso,, en un modus vivendi vivendi que se llama la 0 vida” vida” . El hombre + los hombres, los hombres de la sociedad del 1ccidente cristiano, en sus principales funciones 2esto es, en sus rasgos esenciales, pero también en su estatus social concreto, en sus ocios, en sus profesiones3, en la época de un d/ptico medieval que en la primera cara muestra el prodigioso prodigioso desarrollo desarrollo de la cristiandad entre el a4o 0555 + el siglo 6777, mientras que la segunda representa ese tiempo de turbaciones llamado *a&a Edad )edia, en el que giran &untos en un torbellino un mundo del pasado en crisis + el mundo de un nuevo nuevo )edioe )edioevo, vo, el 8enacim enacimien iento9 to9 en n, de los hombres vivientes vivientes 2en sus condiciones de vida, con sus creencia + sus prácticas3 ése es el ob&eto de este libro.
¿El hombre o los hombres?
La ma+or/a de estos autores de estos perles han insistido en la diversidad de los tipos tipos huma humanos nos del del )edioe )edioevo vo que prese presenta ntaba ban. n. :iovan :iovanni ni )icco )iccoli, li, de hecho, ha preferido hablar de los monjes más monjes más que del monje. monje. ;
L. ebvre, Combats pour l’histoire, l’histoire, !ar/s, 0=>?, p. 05? + pp. @5, @0.
entre los mon&es provenzales 2Lerins, Aan B/ctor de )arsella3 de los siglos 7B + B, que se inspiran en el modelo oriental de los !adres del desierto, + los cluniacenses del siglo 6 en adelante, entre los irlandeses del siglo B77 + B777 + los cistercienses del siglo 677, entre Aan *enito + Coaqu/n de ioreD Aoledad o apostolado, traba&o manual manual o traba&o intelectual, intelectual, servicio a ios en la oraci%n + en las funciones lit(rgicas o servicio a la cristiandad en las %rdenes militares de los mon&esFsoldados, nacidas de la Gruzada, vida erem/tica o vida conventual ;cuánt ;cuántas as ele elecci ccione oness difer diferent entesD esD Ain Ain embar embargo, go, los hombr hombres es del )edio )edioevo evo tuvieron, tuvieron, sin lugar a dudas, conciencia de la e"istencia de un tipo particular, de un persona&e colectivo el mon&e. El hombre que, individual o colectivamente, se separa de la masa social para vivir una relaci%n privilegiada con ios. 1 bien, bien, seg(n seg(n una de las numerosas numerosas deniciones deniciones medievales medievales del mon&e mon&e Is qui luget: “aquel que llora”, que llora por los propios propios pecados + por los pecados del hombre + que, con una vida de oraci%n, de meditaci%n + penitencia, busca tener su propia salvaci%n + la de los hombres. Cacques 8o 8ossiaud, ssiaud, afrontando afrontando el problema problema del “ciudadano”, “ciudadano”, se pregunta pregunta “
entre los mon&es provenzales 2Lerins, Aan B/ctor de )arsella3 de los siglos 7B + B, que se inspiran en el modelo oriental de los !adres del desierto, + los cluniacenses del siglo 6 en adelante, entre los irlandeses del siglo B77 + B777 + los cistercienses del siglo 677, entre Aan *enito + Coaqu/n de ioreD Aoledad o apostolado, traba&o manual manual o traba&o intelectual, intelectual, servicio a ios en la oraci%n + en las funciones lit(rgicas o servicio a la cristiandad en las %rdenes militares de los mon&esFsoldados, nacidas de la Gruzada, vida erem/tica o vida conventual ;cuánt ;cuántas as ele elecci ccione oness difer diferent entesD esD Ain Ain embar embargo, go, los hombr hombres es del )edio )edioevo evo tuvieron, tuvieron, sin lugar a dudas, conciencia de la e"istencia de un tipo particular, de un persona&e colectivo el mon&e. El hombre que, individual o colectivamente, se separa de la masa social para vivir una relaci%n privilegiada con ios. 1 bien, bien, seg(n seg(n una de las numerosas numerosas deniciones deniciones medievales medievales del mon&e mon&e Is qui luget: “aquel que llora”, que llora por los propios propios pecados + por los pecados del hombre + que, con una vida de oraci%n, de meditaci%n + penitencia, busca tener su propia salvaci%n + la de los hombres. Cacques 8o 8ossiaud, ssiaud, afrontando afrontando el problema problema del “ciudadano”, “ciudadano”, se pregunta pregunta “
en la que crea, de un persona&e que más tarde, en francés, será llamado un artista. artista.
El hombre medieval
!ero volvamos al hombre. 8econoc/an los mismos hombres del )edioevo una una rea eali lida dad d a la que que llam llamar ar el hombre hombre## isti istingu ngu/an /an,, en la heter heterogé ogénea nea sociedad en la que viv/an, un modelo que se adaptase al re+ + al mendigo, al mon&e + al &uglar, al mercader + al campesino, al rico + al pobre +, para hablar en términos de se"o, a la mu&er + al var%n, un modelo que ser/a el hombre# hombre# La respuesta es, sin duda, armativa + se debe subra+ar también que pocas épocas han tenido como el )edioevo cristiano occidental de los siglos 67 + 6B la convicci%n de la e"istencia e"istencia universal + eterna de un modelo humano. En esta sociedad, dominada, impregnada hasta sus /ntimas bras por la religi%n, tal modelo, evidentemente, era denido por la religi%n +, en primer lugar, por la más alta e"presi%n de la ciencia religiosa la teolog/a. Ai hab/a que e"cluir a un tipo humano del panorama del hombre medieval era precisamente aquel de quien no cree de modo absoluto9 el tipo que más tarde se llamará libertino, librepensador o ateo. -l menos hasta el siglo 6777, e incluso hasta el nal del per/odo que e"aminamos, no se encuentra en los te"tos más que un n(mero insignicante de negadores de la e"istencia de ios. H en la ma+or parte de estos casos uno también se puede preguntar si no se trata de una mala lectura de los te"tos o de e"trapolaciones debidas a quienes han referido las palabras de estos originales aislados, aislados, e"trapolaciones nacidas de e"cesos e"cesos verbales, fruto de alg(n momento de ira o ' para alg(n intelectual ' de ebriedad conceptual. Ai los hombres del )edioevo repitieron a menudo el verso del salterio ' el libro en el que los analfabetos aprend/an a leer ' “dice en su coraz%n el necio no ha+ ios” 2Sal. 2Sal. 0?.03, la cita habitual no ten/a que ser entendida más que como una de esas e"presiones misteriosas e incomprensibles propias de un te"to sagrado. !ara los clérigos era un c%modo punto de partida ' por cuanto está sacada de la autoridad de las Escrituras ' para enunciar las pruebas de la e"istencia de ios. !ero el no cre+ente, que se encuentra cercano a los “otros” “otros” 2el &ud/o, el inel, el pagano3, es una gura tan rara en el )edioevo, que no forma ni siquiera parte de la galer/a de marginados que nos presenta *ronisla :eremeM.
naturaleza desconsagrada, de la tierra + de los animales. !ero -dán, instigado por Eva, seducida a su vez por la serpiente, esto es, por el mal, cometi% el pecado. os seres habitan +a en él, el que fue hecho “a imagen + seme&anza” de ios + el que, habiendo cometido el pecado original, fue e"pulsado del !ara/so Nerrenal + condenado al sufrimiento ' que se concreta en el traba&o manual para el hombre + los dolores del parto para la mu&er ' a la vergPenza, simbolizada por el tab( de la desnudez de los %rganos se"uales, + a la muerte. Aeg(n las épocas, la Gristiandad medieval insistirá más en la imagen positiva del hombre, ser divino, creado por ios a seme&anza su+a, + asociado a su creaci%n, +a que -dán dio su nombre a todos los animales, llamado a reencontrar el para/so que perdi% por su propia culpa9 o contrariamente, en la imagen negativa, la del pecador, dispuesto siempre a sucumbir a la tentaci%n, a renegar de ios +, por lo tanto, a perder para siempre el para/so, a caer en la muerte eterna. Esta visi%n pesimista del hombre, débil, vicioso, humillado frente a ios, se encuentra lo largo de todo el )edioevo, pero está más acentuada durante la -lta Edad )edia, entre los siglos 7B + 6 ' + a(n en los siglos 7B + 677 ' mientras que la imagen optimista del hombre, reOe&o de la imagen divina, capaz de continuar en la tierra la creaci%n + capaz de salvarse, tiende a predominar a partir de los siglos 677 + 6777. La interpretaci%n de la condena al traba&o del :énesis domina la antropolog/a del )edioevo. Es la lucha entre dos concepciones del traba&oQfatiga + del hombre en el traba&o. !or un lado se insiste en el carácter de maldici%n + de penitencia del traba&o9 por otro, en sus potencialidades como instrumento de rescate + salvaci%n. Ghiara rugoni ha se4alado bien9 a través del análisis de las esculturas de Riligelmo en la fachada de la catedral de )%dena 2hacia el 00553 el momento en que el humanismo pesimista de la -lta Edad )edia parece cercano a deslizarse hacia un humanismo optimista se ve prevalecer la imagen de un -dán capaz de un traba&o creativo sobre la de un -dán oprimido por un traba&o que es castigo + maldici%n @. En la -lta Edad )edia Cob es sin duda el modelo b/blico en el que la imagen del hombre está me&or encarnada. La fascinaci%n del persona&e del -ntiguo Nestamento fue tanto ma+or por cuanto el comentario al Libro de Job, los Moralia in Job del papa :regorio )agno 2>=5FS5T3, fue uno de los libros más le/dos, utilizados + valorados por los clérigos. Cob es el hombre que debe aceptar la voluntad de ios sin buscar otra &usticaci%n aparte del arbitrio divino. En efecto, es menos pecador que cualquier otro hombre “era un hombre /ntegro + recto, temeroso de ios + apartado del mal” 2 Job, 0,03. urante mucho tiempo, anonadado por las pruebas que le env/a ios, no G. rugoni, Le lustre veterotestamentaire e il programa della facciata, en Lafranco e iligelmo. Il !uomo de Modena" )%dena, 0=UT, pp. T@@FT>0. @
comprende + constata que el hombre “consume sus d/as sin esperanza”, + que su vida es s%lo “viento”. inalmente renuncia a cualquier orgullo, a cualquier reivindicaci%n “G%mo, pues, puede &usticarse el hombre ante Vl# G%mo puede ser puro el nacido de mu&er# La luna misma no brilla, ni son bastante puras las estrellas a sus o&os. ;Guánto menos el hombre, un gusano9 el hi&o del hombre, un gusanilloD” 2 Job, @>, TFS3. La iconograf/a medieval, tan reveladora como formadora en el campo de lo imaginario, no conoce la historia de Cob, en general, más que los episodios de su humillaci%n ante ios, + la imagen preferida es la de Cob ro/do por las (lceras en su estercolero la pintura medieval hace de Cob ese desecho de hombre que es un leproso. -l contrario, desde nales del siglo 6777 en adelante, nos propone el retrato del hombre ba&o los rasgos “realistas” de los poderosos de la tierra papas, emperadores, re+es, prelados, grandes se4ores, ricos burgueses, seguros de s/ mismos, en la pompa de su encumbramiento + hermosos, + cuando esto no es posible, persona&es que imponen a las miradas admiraci%n por sus rasgos individuales9 incluso más imponentes cuando son feos. En compensaci%n, el hombre que sufre +a no es el hombre, sino el mismo ios Ces(s. El cristianismo latino hizo en época carolingia una importante elecci%n. Eligi% las imágenes, rechazando el arte no gurativo de los hebreos + los musulmanes + la iconoclastia del cristianismo grecoFbizantino. Elecci%n esencial que instaura el antropomorsmo cristiano medieval ?. Las relaciones entre el hombre + un ios que se le aparece + que puede representar ba&o aspecto humano reciben as/ una impronta profunda. In ios que, además, aunque uno, es trino. Ai el Esp/ritu Aanto, representado por el s/mbolo animal de la paloma, escapa al antropomorsmo, las dos primeras personas se mueven entre los contrastes fundamentales de ve&ez + &uventud, de ma&estad + !asi%n, de divinidad + de humanidad. -hora, como muestran ecazmente aqu/ :iovanni )icoli + -ndré Bauchez, desde los siglos 677F6777 en adelante Ces(s es cada vez más el Gristo de la !asi%n, de la Oagelaci%n, del ultra&e, de la cruci"i%n + de la piedad. !or una violenta inversi%n de las imágenes, el hombre que sufre por e"celencia es +a el ios de la encarnaci%n Gristo. H la imagen que sobresale en el siglo 6B es la de Ces(s con el manto de p(rpura + la corona de espinas del escarnio, como !ilatos lo muestra a la multitud, diciendo, seg(n el Evangelio de Aan Cuan #cce homo" “ah/ tenéis al hombre”. Este hombre de un momento e"cepcional de la historia humana es +a la gura simb%lica del hombre que sufre, del hombre humillado, pero divino. H el gran misterio de la historia que durante todo el )edioevo los te%logos se han esforzado en e"plicar es por qué ios acept%, decidi% hacerse hombre + . *oespOug + $. LosM+, edicion a cargo de, $ic%e II" &'&()*'&" !ou+e si,cles d’images religienses, !ar/s, 0=UW. ?
humillarse en Gristo. Cur !eus homo 2“por qué ios se hizo hombre”3 es el t/tulo de uno de los más hermosos tratados de Aan -selmo de Ganterbur+. !ero el hombre de la teolog/a 2o, con otra perspectiva, el de la mitolog/a cristiana3 T medieval no está connado a una relaci%n que lo sit(a cara a cara con ios. Está implicado en una lucha que, a menudo, se escapa a su poder, esa que Aatanás, el esp/ritu del )al, entabla contra ios, contra el *ien. Giertamente, el cristianismo refut% + conden% el manique/smo. Aalvo para ciertos here&es, como los cátaros, no ha+ un ios del *ien + un ios del )al, un ios del esp/ritu + un ios de la materia9 ha+ un solo ios, un dios bueno que puede ser también un dios de c%lera3 superior al &efe de los ángeles rebeldes + vencidos, a Aatanás, que sin embargo ha de&ado a éste un gran poder sobre el hombre. -ceptar o rechazar la gracia que lo salvar/a, ceder o resistir al pecado que lo condenar/a, eso es lo que concierne al hombre que obra seg(n su libre albedr/o. uera de los au"ilios espirituales de los que hablaré más adelante 2la Birgen, los santos3, el hombre es la apuesta de la batalla en la que se empe4an para su salvaci%n o para su condenaci%n los dos e&ércitos sobrenaturales, dispuestos a cada momento a atacarlo o socorrerlo los demonios + los ángeles. La apuesta es su alma, que algunos autores medievales aseme&arán a la pelota de un encarnizado partido de balompié entre un equipo diab%lico + otro angélico. El hombre medieval es también la imagen de sui alma ba&o la forma de un peque4o hombre que Aan )iguel pesa con la balanza del &uicio ba&o los o&os atentos de un Aatanás, dispuesto a hacer que se incline el platillo del lado desfavorable, + de un Aan !edro, dispuesto a actuar sobre el plato bueno. e esta antropolog/a cristiana nacieron dos concepciones del hombre que, a lo largo de toda la Edad )edia, manifestaron una tendencia a ampliarse en una auténtica concepci%n del hombre. La primera es la del homo viator , el hombre en el camino, siempre en via&e por esta tierra, + por su vida que son espaciosQtiempo ef/meros de su destino, donde él camina, seg(n sus elecciones, hacia la vida o hacia la muerte ' para la eternidad. !or ello, parad%&icamente, el mon&e, ligado por vocaci%n a un lugar de clausura, va a menudo peregrinando por los caminos. En el siglo 6777 los frailes de las %rdenes mendicantes, con Aan rancisco de -s/s a la cabeza, estar/an tanto in via, en el camino, como en sus conventos. El hombre del )edioevo es un peregrino por esencia, por vocaci%n +, en los siglos 677 + 6777, ba&o la forma terrenal más alta + arriesgada de la peregrinaci%n, un cru+ado. $o obstante, no hemos incluido al peregrino + al cruzado entre los tipos de hombre medieval que se presentan aqu/. -l primero, porque, aunque no todos los cristianos hicieran una de las tres grandes peregrinaciones, a Cerusalén, 8oma, o Aantiago de Gompostela 2;cuántas peregrinaciones hab/a a localidades C. Gl. Achmitt, Christianisme et Mithologie. -ccident m%di%val et pens%e m/thique" en !ictionnaire des Mithologies, dirigido por Hves *onnefo+, !ar/s, 0=U0, t. 0, pp. 0U0F0U>. T
más o menos peque4asD3, todo hombre del )edioevo era un peregrino potencial o simb%lico. Los cruzados, por el contrario, pese a los sue4os de cruzada que persisten hasta el nal de la Edad )edia, fueron solamente una minor/a, aunque mu+ signicativa, durante s%lo dos de los siglos que aqu/ se estudian. !ero la llamada del camino puede también e"traviar al hombre del )edioevo, porque puede arrancarlo de esta estabilidad, que también es una condici%n de moralidad + salvaci%n. El peregrina&e puede transformarse en andar errante, en vagabundeo. ;!obre del hombre, en la Edad )edia, sin familia ni residencia &a, sobre todo si es clérigoD Glérigos errantes + mon&es vagabundos se encuentran entre las peores encarnaciones del hombre medieval. :iovanni )iccoli los ha caracterizado, *ronisla :eremaM ha encontrado entre sus marginados bandas de vagabundos >. La otra concepci%n es la del hombre como penitente. -unque no sea mon&e, penitente por e"celencia, aunque no sea acuciado por la idea de que el traba&o es una penitencia, el hombre del )edioevo, condicionado por la concepci%n del pecado que le ha sido inculcada, busca en la penitencia el medio para asegurar la propia salvaci%n. -unque no recurra a las formas e"tremas de penitencia, representadas por la autoOagelaci%n privada 2como en el caso de Aan Luis, re+ de rancia3 o p(blica 2grupos Oagelantes se hicieron notar tanto en 0@S5 como en 0?T= F 0?>53, después de la primera oleada de peste negra3, el hombre del )edioevo está siempre dispuesto a responder con una penitencia e"cepcional ante una calamidad o un suceso perturbador. - partir del 7B Goncilio de Letrán 20@0>3 la obligaci%n para todo cristiano de realizar al menos una vez al a4o la confesi%n auricular + de cumplir a continuaci%n la penitencia que se le imponga, institucionaliza + regula la práctica penitencial. Este hombre, de quien el dogma + la práctica del cristianismo medieval tienden a hacer un tipo universal, reconocible en todas las condiciones, es un ser comple&o. En primer lugar, está constituido por la uni%n de dos elementos bien distintos el alma + el cuerpo. Aea el que fuere el desprecio del cristianismo medieval por el cuerpo, “ese abominable revestimiento del alma”, seg(n :regorio )agno, el hombre del )edioevo está obligado, no s%lo por su e"periencia e"istencial, sino por la ense4anza de la 7glesia, a vivir seg(n la dualidad cuerpo + alma. Gada parte del cuerpo, cada se4a carnal, es un signo simb%lico que remite al alma. Aalvaci%n o condenaci%n se realizan a través del cuerpo + el alma, o me&or, el alma alcanza su destino mediante el cuerpo. Gomo recientemente ha escrito !iero Gamporesi S, “el dogma de la resurrecci%n :. *. Ladner, 0omo viator: Medieval Ideas on 1lienation and -rder" en “Apeculum”, vol. 6L777, 0=SW, pp @?> + ss. S !. Gamporesi, La casa dell’eternit2, )ilán, 0=UW, p. UT. >
de la carne Xel más sorprendente género de dogmaY 2Ghesterton3 agudiza hasta la más insoportable tensi%n las sensaciones materiales de dolor + de terror”. El cuerpo de los santos, como recuerda -ndré Bauchez, cadáver en el que se ha iniciado la resurrecci%n de los cuerpos, emana el célebre “olor de santidad”. !ero el hombre medieval no se agota en la dualidad cuerpo + alma 3corpus4anima5. Nambién está el esp/ritu 3spiritus5 que introduce el soplo, se abre a un amplio abanico de signicados, desde aquellos de la más elevada losof/a antigua + cristiana a los signicados casi materiales que asume en las lenguas vulgares, + liga el elemento mental del hombre con la tercera persona de la Nrinidad W. H además el cor , el coraz%n que se insin(a entre el alma + el esp/ritu + llega a apropiarse de la interioridad de los sentimientos, uniéndose al amor + a una gama cada vez más amplia de sentimientos. Ae opone además a la cabe+a + su prestigio aumenta a medida que se difunde el simbolismo de la sangre, de la que es el motor. El hombre, en su constituci%n f/sica, en su organismo corp%reo, se convierte a su vez en punto de referencia simb%lico. espués del humanista Ghartres Cuan de Aalisbur+, que as/ lo propone en su 6olicraticus 200>=3, el cuerpo humano es la imagen metaf%rica de una sociedad, una sociedad de la que el re+ 2o el papa3 es la cabeza, mientras que los artesanos + los campesinos son los pies. !ero esto supone armar la unidad del organismo humano + la solidaridad del cuerpo social. !ara ciertas escuelas teol%gicas + los%cas el hombre es un microcosmo. En las perspectivas naturalistas que se desarrollan partiendo de la losof/a de Ghartres del siglo 677, el hombre asume una nueva imagen positiva, la de una naturaleza reducida a dimensiones peque4as, una naturaleza creada ciertamente por ios + obediente a las le+es que ios le ha dado, pero a través de la cual el hombre encuentra de nuevo en el plano “cient/co” una plenitud + un lugar central de los que, más o menos, parec/a estar privado en la -lta Edad )edia. En n, todas las concepciones medievales del hombre integraban a este, de un modo u otro, en la sociedad. Estas concepciones ofrecen as/, mutatis muitandis, un punto de convergencia con los historiadores modernos + en particular con los que han escrito los estudios de que se compone este libro. $inguno ha concebido + presentado su perl del hombre medieval sin tener en cuenta la sociedad en que viv/a. -s/, -ron :urevie estudiando la concepci%n del hombre en el predicador franciscano del siglo 6777 *ertoldo de 8atisbona, encuentra una concepci%n de la persona que integra su carácter social “la persona no se reduce a la unidad de alma + cuerpo, puesto que inclu+en en s/ la funci%n social del hombre”. Nodos los historiadores que han colaborado en esta obra han querido, Z[\ describir + e"plicar al hombre medieval con la a+uda de las realidades econ%micas, sociales, mentales + de la imaginaci%n9 la ma+or/a de los Spiritus" 7B Goloquio internacional del Lé"ico 7ntelectual Europeo. -ctas a cargo de ). attori + ). L. *ianchi, 8oma, 0=UT. W
historiadores actuales concibe la historia como la uni%n estructurada de estas realidades. Ellos mismos son herederos + art/ces de las dos grandes problemáticas que han renovado la historia en nuestro siglo. La historia econ%mica + social en primer lugar, que es siempre la base social de la e"plicaci%n del pasado, + luego la historia de las representaciones, de las que los historiadores han comprendido la funci%n igualmente fundamental en la evoluci%n hist%rica. -qu/ se presenta al hombre medieval en todas sus dimensiones, incluida la imaginativa, que permite hablar de forma racional, si no cient/ca, de la tipolog/a social + mental de los hombres del pasado. Lo que hace posible esta evocaci%n documentada + razonada del hombre del )edioevo a través de diez perles, es este fecundo cruce que tiene lugar en la historiograf/a contemporánea entre las tipolog/as medievales + las tipolog/as modernas. A%lo combinando unas + otras el historiador puede presentar de los hombres del pasado una imagen + una e"plicaci%n libres de anacronismos + que responden, q la vez, a las interrogantes de nuestra época, + a los progresos de la ciencia hist%rica.
Los tipos humanos: de las dualidades al esquema de las tres funciones: el monje, el caballero, el campesino
Las sociedades se esfuerzan en describir sus estructuras a+udándose de esquemas que cumplen dos condiciones la de corresponder a las realidades sociales concretas + la de ofrecer a los que quieren pensar +Qo gobernar estas sociedades unos medios intelectuales adecuados. La sociedad medieval, más que muchas otras, fue una sociedad de contraposiciones +, si bien rechaz% el manique/smo doctrinal, practic% un manique/smo de hecho a través de contraposiciones del tipo buenosQmalos, más o menos e"pl/citas, o, en cualquier caso, del tipo superiorQinferior. -s/, la Gristiandad medieval fue representada a menudo con esquemas binarios, con dualidades antitéticas ' la más general e importante fue la contraposici%n clérigosQlaicos U. $ormal en una sociedad dominada por una religi%n gestionada por el clero. !ero el poder fue también una importante l/nea divisoria. En la -lta Edad )edia se tradu&o en la contraposici%n potens4pauper" poderoso4pobre, sustituida después del siglo 677 por la contraposici%n rico4pobre, lo que reOe&aba los progresos de la econom/a monetaria + la promoci%n de la riqueza como fuente o consecuencia del poder. Ain embargo, la toma de conciencia del hecho de que la sociedad se hac/a más comple&a llev% a los hombres del )edioevo a preferir esquemas más articulados que el simplista esquema binario. -s/ pod/an e"plicar me&or un &uego social más comple&o. e estos esquemas, uno de los más importantes U
C. Le :o], Chierico laico, en Enciclopedia Einaudi, Nur/n, 0=WW, t. @, pp. 05SSF05UU.
fue el que introdu&o sin más una categor/a intermedia, la de quienes se encontraban entre las caracter/sticas e"tremas de los grandes + de los peque4os maiores" mediocres" minores. Este esquema fue particularmente válido a principios del siglo 6777, cuando los burgueses de las ciudades se presentaron como mediocres entre la aristocracia de los grandes laicos + eclesiásticos + la masa de campesinos + ciudadanos sin importancia. !ero el esquema que tuvo entre los clérigos + tiene ho+ entre los historiadores más é"ito es el de las tres funciones, en el que :eorges umézil ha distinguido una estructura fundamental de la cultura indoeuropea. Este reconoce como operantes en el esp/ritu + en las instituciones de las sociedades herederas de esa cultura, tres funciones necesarias para su buen funcionamiento una primera funci%n de soberan/a mágica + &ur/dica, una segunda de fuerza f/sica + una tercera de fecundidad =. -usente en la *iblia, este esquema aparece en el 1ccidente cristiano en los siglos 76F6 + se impone a partir de un testo del obispo -ldaberon de Laon en su 6o,me au roi 7obert 3le 6ieu85 hacia al 05?5. -ldaberon distingue tres componentes en la sociedad cristiana oratores" bellatores" laboratores, los que rezan, los que combaten, los que traba&an. El esquema se corresponde con el paisa&e social inmediatamente posterior al a4o 0555. Están en primer lugar los clérigos +, más concretamente, los mon&es 2el obispo -ldaberon reconoce con acritud su poder3 cu+a funci%n es la plegaria que los pone en relaci%n con el mundo divino + les conere un eminente poder espiritual en la tierra9 luego los guerreros +, más en particular, ese nuevo estrato social de combatientes a caballo que se convertirá en una nueva nobleza, la caballer9a que protege con las armas a los otros dos %rdenes9 nalmente, el mundo del traba&o, representado sobre todo por los campesinos, cu+as condiciones &ur/dicoFsociales tienden a unicarse + que alimentan con el producto de su traba&o a los otros dos %rdenes. Aociedad arm%nica en apariencia, complementaria, donde los traba&adores gozan de una promoci%n, si no social por lo menos ideol%gica. e hecho, el esquema ideol%gico no tarda en vincularse a la realidad social reforzándola la aplicaci%n del esquema b/blico de los tres hi&os de $oé al esquema de las tres funciones permite subordinar el tercer orden a los dos primeros igual que Gam, el más irreverente en las relaciones con el padre, se convirti% en siervo de sus dos hermanos, Aem + Cafet. El esquema, aparentemente igualitario, refuerza la desigualdad social entre los tres %rdenes. Este esquema fundamental ha servido como punto de partida en los tres primeros perles del presente libro, el del monje 2de los mon&es3 de :iovanni Gopiosa bibliograf/a en :. umézil, L’id%ologie tripartie des Indo(#urop%ens, collection Latomus, 0=>U. :. ub+, Les trois ordres ou l’imaginaire du f%odalisme, !ar/s, 0=WT, + en el (ltimo traba&o de :. umézil sobre las res funciones en el 1ccidente medeival propos des trois ordres 2ensa+os @0F@>3 en 1pollon sonore el autres essais, !ar/s, 0=U@, pp @5>F>?. =
)iccoli, el del caballero de ranco Gardino + el del campesino 2+ su traba&o3 de :iovanni Gherubini. :iovanni )iccoli saca a la luz la pretensi%n de hegemon/a social de los mon&es occidentales durante el )edioevo, as/ como su mentalidad elitista. Estos se presentan como los (nicos herederos auténticos de la 7glesia primitiva + describen las condiciones de vida de los hombres seg(n una &erarqu/a de moralidad + mérito en cu+a c(spide se colocan ellos mismos. )ás que un eremita aislado e independiente, el mon&e vive seg(n una regla + encarna los ideales de obediencia + disciplina. Está consagrado a la b(squeda de ios por medio de la oraci%n + la soledad, pero también persigue la paz + la tranquilidad. 8eza por la salvaci%n de los otros hombres, pero persigue en primer lugar su propia perfecci%n + la salvaci%n personal. El monasterio se presenta como una isla o un oasis, pero también, al mismo tiempo, como una ciudad, una ciudad santa. El mon&e tiene una relaci%n tanto con ios como con el diablo, de quien es la presa preferida. Especialista en la agresi%n satánica protege a los demás hombres del “antiguo enemigo”. Es también especialista en la muerte, a través de los obituarios que llevan los monasterios + que establecen series de oraciones por los difuntos. Es un conse&ero + un mediador, principalmente entre los poderosos. Es también un hombre de cultura, un conservador de la cultura clásica, un especialista en literatura + escritura gracias al scriptorium de los monasterios, biblioteca + taller de copia e ilustraci%n de manuscritos. 8e(ne “el vigor intelectual + la e"uberancia emotiva” &unto a “una sabidur/a de escritura que sabe e"presar e insinuar sensaciones, elecciones, sutiles cumplidos + secretos”. El monasterio es la antecámara del para/so + el mon&e el más id%neo para convertirse en santo. El caballero, seg(n ranco :ardini, vive entre la violencia + la paz, entre la sangre + ios, entre la rapi4a + la protecci%n a los pobres. esde que aparece en una biograf/a individual, la de Aan :éraud dY-urillac debida al abad 1d%n de Glun+, en el siglo 6, tiende a convertirse en el miles Christi, en el caballero de Gristo. La “8econquista” espa4ola + las cruzadas abren un vasto campo a su esp/ritu de aventura, a su devoci%n + a su puesto en el mundo de la fantas/a. Es el héroe de los primeros grandes te"tos literarios en lengua vulgar de la Chanson de 7oland + del 6oema del Cid. Ae crea una ética caballeresca que oscila entre la proeza guerrera + la prudencia. “8oldán es valeroso, pero 1liveros es prudente”. El caballero tiene una importancia esencial en el descubrimiento del amor moderno + su actitud se"ual oscila entre la violencia obscena + el renamiento de la “alegr/a” de amor + del amor le&ano. Es también el protagonista de la promoci%n de los “&%venes”. -nimado por el furor guerrero + por el arrebato m/stico es, a un tiempo, como Bivien, “santo + carnicero”. La cristianizaci%n de los vie&os ritos bárbaros de la entrega de las armas crea un rito de paso esencial para el &oven guerrero la investidura. En el siglo 677 Aan *ernardo bendice el nacimiento de una nueva caballer/a la de los mon&esFsoldados de las %rdenes militares. Gomo el mon&e, el caballero es un
héroe de la pugna spiritualis, de la lucha contra el diablo. Gon !erceval, el caballero se convierte en m/stico + la aventura caballeresca se transforma en b(squeda religiosa del :rial. Lo imaginario caballeresco que durar/a hasta Grist%bal Gol%n, conquistador m/stico, se nutre de un fondo “m/tico folMl%rico” + de los espe&ismos de 1riente. Lo imaginario caballeresco se e"presa en la caza, en la heráldica, en los bestiarios +, sobre todo, en los torneos, contra los cuales la 7glesia se mostr% al cabo impotente después de una prohibici%n de un siglo 20@0>F0?0S3. Las instituciones + la cultura caballeresca fueron uno de los principales motores del “proceso de civilizaci%n” descrito por $orbert Elias 05. :iovanni Gherubini sit(a al campesino medieval en el punto de intersecci%n de dos acentuadas tendencias de la demograf/a que, a principios del siglo 67B, ve doblarse la poblaci%n que ten/a el 1ccidente del a4o 0555, para después mermarse por la peste, la carest/a + la guerra hasta mediados del siglo 6B9 en la diversidad de los paisa&es agrarios + de los tipos de h;bitat , agrupados o diseminados, en la lucha contra la naturaleza representada por las roturaciones + la creaci%n de los polders. Lo presenta atormentado por la b(squeda de seguridad alimentaria + por la preocupaci%n de la autosuciencia, inclinado, pues, a la multiplicidad de los cultivos, entre los que predominan los cereales. El campesino, ante todo, es un productor de pan en una sociedad en la que la primera &erarqu/a es la del color, más o menos blanco, + la calidad del pan que se come. Es un traba&ador amenazado por la fragilidad de la agricultura frente a la naturaleza + la escasez de rendimiento. !uede ser también el hombre de los cultivos especializados, ricos o pobres, de la vid, del olivo o del casta4o9 o alguien que se dedica al aprovechamiento de recursos marginales pastores que practican la trashumancia + traba&adores de los bosques. La campesina, ante todo, es una traba&adora te"til, una hilandera. 1b&eto de malas descripciones en los te"tos, el campesino es gura destacada en las encantadoras representaciones art/sticas de los traba&os de los meses 00. ^ombre que vive casi siempre al aire libre, en invierno mata al cerdo + lo consume poco a poco &unto al hogar. Aocialmente, el campesino se mueve entre el se4or + la comunidad rural. esde hace mucho tiempo, considera Gherubini, es el habitante de una aldea, desde los tiempos antiguos e incluso prehist%ricos9 otros, en cambio, remontan el generalizarse del agrupamiento en aldeas s%lo al siglo 677 0@. Aufre el gravamen de las corv%es)< que ha de pagar a su se4or, además de los cánones $. elias, =ber den 6ro+ess der >ivilisation. So+iogenetische und 6s/cogenetische ?ntersuchungen" @ vols., *asilea, 0=?S. 00 G. rugoni, Chiesa e lavoro agricolo nei testi e nelle inunagini dall’et2 tardoantica all’et2 romanica" en Medioevo rurale. Sulle tracce della civilt2 contadina" *olonia, 0=U5, pp. ?@0F?T09 !. )ane, Calendriers et techniques agricoles 3@rance(Italie AII(AIII so,cles5, !ar/s, 0=U?. 0@ C. Ghapelot + 8. ossier, Le villaje et la maison au Mo/en 1ge" !ar/s, 0=U5. 0? Nraba&o e"igido a los paisanos 2siervos3 por los se4ores, las covr%es seigneuriales consist/an en d/as de traba&o gratuito en la vendimia, cosecha, etc., en las tierras de los 05
en dinero + de las e"acciones aplicadas dentro del seBor9o comn, en concreto la su&eci%n al monopolio se4orial del molino. 1primuido, el campesino se implica en la lucha social + practica casi siempre la resistencia pasiva, pero a veces estalla en revueltas violentas. El campesino se encuentra en primera l/nea entre los hombres de la Edad )edia en la lucha contra los animales salva&es lobo, oso, zorro. Gonocemos su mentalidad sobre todo a través de fuentes &udiciarias, como las utilizadas por Emmanuel Le 8o+ Ladurie en su Montaillou" villaje occitan 20=W>3. Las fuentes literarias muestran desprecio o incluso odio hacia el campesino, ese analfabeto del quien se insin(a que está situado, de alguna manera, entre el hombre + el animal. Vl es quien practica, sobre todo esa religiosidad llamada “popular”, que la 7glesia tachaba de “superstici%n”. Ain duda era un seguidor de las creencias + de los ritos que llamamos “mágicos”. -s/, este persona&e, predominante en una sociedad anclada en la tierra, es, respecto a la cultura + la ideolog/a dominantes, un elemento marginal, pese a asistir con frecuencia a la iglesia de la aldea, cosa que inspir% a ciertos clérigos una etimolog/a e"travagante, por la cual las campanas 'campanae' se llamar/an as/ por el hombre del campo. Vl, por si parte le devuelve el desprecio a la sociedad. Giertos documentos + algunas maneras de comportarse reOe&an su adversi%n hacia los se4ores, los burgueses + las gentes de la ciudad. Las jacqueries son la e"plosi%n de vie&os rencores.
Los olvidados
-l presentar aqu/ solo diez tipos caracter/sticos de hombre medieval hemos tenido la obligaci%n de elegir + limitarnos a los más signicativos para no reducir a este hombre medieval a un polvo tipol%gico. ^e hablado +a de la e"clusi%n del peregrino + del cruzado. El tr/o mon&eF caballeroFcampesino no representa por completo las categor/as del esquema de las tres funciones. Entre los oratores hemos de&ado a un lado al obispo, gura importante de la que -ndré Bauchez habla a prop%sito de la santidad, al sacerdote secular , + sobre todo, al fraile de las %rdenes mendicantes que aparecieron en el siglo 6777, los predicadores o dominicos, los menores o franciscanos, los agustinos + los carmelitas. - estos hombres que ocupan un primer plano, aunque s%lo en los (ltimos siglos de nuestro periodo, los encontraremos a menudo &unto a los laicos durante estos tres siglos. En el mundo de los bellatores no hemos tenido en cuenta al mercenario, el combatiente asalariado, el soldado de ocio que aparece más bien tarde + del que se hablará cuando ha+a pasado a ser un rapi4ador, un bandido, un se4ores feudales. urante la época carolingia llegaron a ser tan duras que pod/an alcanzar hasta 0U5 d/as por a4o, atenuándose desde nes del siglo 76, tornándose en aportes &os. Gf. Enciclopedia Larousse, en l/nea, _httpQQ.larousse.frQenc+clopedieQnomFcommunFnomQcorv`G?`-=eQ?W>>@
asaltante de caminos, entre los marginados de :eremeM. inalmente, hemos limitado los laboratores a los más importantes cualitativa + cuantitativamente entre ellos los campesinos, referencia al esquema tripartito de los siglos 67 + 677. Los artesanos + los obreros )D se encuentran entre los ciudadanos de Cacques 8ossiaud. . )arie Ghristine !ouchelle ha recordado con acierto, a prop%sito del ciru&ano del re+ de rancia elipe el ^ermoso, a principios del siglo 67B, la ambigPedad del estatus del médico, situado entre el hombre de ciencia + el traba&ador manual0S. Entre los que viven al margen, dos tipos, sin duda, merecer/an un tratamiento algo más amplio del que les ha podido dedicar *ronisla :eremeM el pobre + el hereje. !ero también aqu/, como ocurre con el se4or + el feudalismo, la amplitud + la comple&idad de los problemas concernientes a la pobreza + a la here&/a en la Edad )edia nos habr/an llevado mu+ le&os. 8ecuerde el lector que la pobreza es una de las realidades sociales e ideol%gicas más hirientes del )edioevo. E"iste toda una tipolog/a de pobres + la pobreza voluntaria fue ob&eto de ásperas discusiones en la Edad )edia. En n, durante el per/odo del que nos ocupamos, del a4o 0555 a nales del siglo 6B, la here&/a, ba&o formas diversas, más o menos difundidas + violentas, e"isti% de forma endémica. El here&e es el hombre al que más detesta la 7glesia porque se encuentra dentro + fuera al mismo tiempo + amenaza los *. :eremeM, Le salariat dans l’artisanar parisein au8 AIII(AIE si,cles. #tude sur le march% de la main d’oeuvre ea Mo/en 1ge. Nrad. r. !ar/sFLa ^a+a, 0=SU del te"to polaco de 0=S@. 0> C. -grimi + G. Grisciani, Medicina del corpo e medicina dell’anima. $ote sul sapere del medico Fno all’ini+io del secolo AIII" )ilán, 0=WU9 Malato" medico e medicina nel Medioevo, Nur/n, 0=U5. 0S ). Gh. !ouchelle, Corps et chirugie 2 l’apog%e du Mo/en 1ge. Savoir et imaginaire du corps che+ 0enri de Mondeville chirugien de 6hilippe le Gel" !ar/s, 0=U?. 0T
fundamentos ideol%gicos, institucionales + sociales de la religi%n dominante, la fe, el monopolio religioso + la autoridad de la 7glesia. El niBo también habr/a quedado fuera de la presente obra si Ghristiane JlapischFKuber, al hablar de la mu&er + estudiándola en su funci%n familiar, no hubiera recordado al ni4o + la actitud de los padres respecto a él. -ctitud que ha+ que valorar, sin duda, con la debida cautela, aunque sigo pensando que !hilippe -ries ten/a raz%n cuando armaba que, en el 1ccidente medieval, el ni4o no era alguien al que se atribu+ese un valor especial, lo que no imped/a que los padres quisiesen a sus hi&os, sobre todo pensando en que éstos se har/an adultos, algo que se deseaba que ocurriera en el menor tiempo posible0W. Nampoco se encontrará aqu/ al marinero, durante mucho tiempo al margen de una sociedad que, a e"cepci%n de algunos celtas + de los viMingos, tiene miedo al mar, + que para adue4arse de él necesitará bastante tiempo, partiendo de los inventos esenciales de los siglos 6777F67B tim%n de popa, br(&ula, portulanos +, mu+ tarde, mapas. Aan Luis, en la nave que le lleva a la Gruzada, se sorprende al encontrarse con esos hombres, que le parecen poco corteses + poco religiosos. Ain embargo, no mucho antes, Cacques de Bitr+ hab/a dedicado en sus modelos de sermones dirigidos a los distintos “estados” del mundo dos homil/as a los hombres de la mar 0U. El nacimiento de los estados a nales del per/odo que e"aminamos, desarrollando la burocracia + la especializaci%n de las prácticas &udiciarias + nancieras, tra&o consigo la aparici%n de nuevos tipos de hombres los jueces + la gente de toga, los ociales de los se4ores, del re+ + de los municipios. !ero a estas alturas se alcanza otro )edioevo que habitualmente se habla de 8enacimiento o Edad )oderna 0=.
Nuevos tipos ligados a la ciudad: el ciudadano, el intelectual y el mercader
!h. -ries, l’enfant et la vie familiale sous l’1ncien 7%gime, !ar/s, 0=S5. ). )ollat, La vie quotidienne des gens de mer en 1tlantique 3IA.AEI siecles5, !ar/s, 0=U?. 0= ^a+ dos estudios e&emplares sobre estos aspectos en la rancia ba&omedieval *. :uenée, Hribunau8 et gens de justice dans le bailiaje de Senlis 2 la Fn du Mo/en 1ge 3E. )<(E. )KK5, !ar/s, 0=S?9 . -utrand, $aissance d’un grand corps de l’#tat" les gens du parlament de 6ar9s" )
Ino de los aspectos esenciales del gran progreso de 1ccidente después del a4o 0555 es el desarrollo urbano que alcanza su apogeo en el siglo 6777. La ciudad cambia al hombre medieval. 8estringe su c/rculo familiar, pero hace ma+or la red comunitaria en la que participa9 sit(a el mercado + el dinero en el centro de sus preocupaciones materiales, ensancha sus horizontes + le ofrece los medios para instruirse + cultivarse, as/ como un nuevo universo l(dico. !ara Cacques 8ossiaud el ciudadano e"iste. !ero está prisionero en un espacio, en un lugar que puede ser el peor o el me&or sitio del mundo seg(n su ocupaci%n o su mentalidad. !ara el mon&e que busca la soledad, la madre de todos los vicios, el trono de la impiedad, es *abilonia. !ara el clérigo sediento de ciencia + de discusiones, para el cristiano que ama las iglesias + las ceremonias sacras, el me&or lugar del mundo es Cerusalén. El ciudadano suele ser un inmigrante reciente, un campesino de a+er mismo. ebe adaptarse a la ciudad + llevar a cabo su aculturaci%n. Es raro que, como dice el proverbio alemán, el aire de la ciudad vuelva libres a los hombres, pero s/ que ofrece todo un con&unto de franquicias. El alo&amiento es un problema de soluci%n dif/cil que a menudo implica la cohabitaci%n. )ás allá del espacio de l casa ha+ otro espacio, bien delimitado el que está encerrado entre las murallas. El ciudadano es un hombre que vive dentro de las murallas. Noda la ciudad es bullicio + en algunos, como en el milanés *onvesin de la 8ica, en el siglo 6777, despierta un lirismo del n(mero *onvesin enumera con asombro todos los elementos + maravillas de la ciudad. La ciudad también es multitud. La poblaci%n urbana es un con&unto de células restringidas, de n(cleos familiares de tenue densidad. El ciudadano aprende qué es la fragilidad familiar. Ae da cuenta sobre todo de la diversidad + el cambio. En la ciudad ha+ grandes, medianos + peque4os, opulentos + necesitados, poderosos + gente del com(n. En la ciudad el dinero es el re+. La mentalidad dominante es la mentalidad mercantil, la del benecio. Ai en el ambiente se4orial los pecados por e"celencia son el orgullo + la soberbia, vicios feudales, aqu/ lo son la avaricia + la codicia, vicios burgueses. -qu/ se aprende a conocer el valor del traba&o + del tiempo, pero sobre todo los perpetuos cambios el incesante movimiento de los precios + las continuas transformaciones de los estatus + condici%n. En la ciudad el hombre se encuentra sometido constantemente a los movimientos de la rueda de la fortuna, que, en actividad, siempre, gira sin descanso. -s/, en la ciudad, los “casos de conciencia” se multiplican. ^a+ que estar prevenido continuamente contra la violencia, porque la “ciudad empu&a al delito”. -l ciudadano se le ofrecen como espectáculo las violencias c/vicas gente en la picota, Oagelaciones, e&ecuciones de condenados. En la ciudad se está en primer lugar entre vecinos + amigos. El ciudadano se ha+a insertado en la vida del barrio, en la manzana, en la calle. Los lugares de reuni%n son numerosos en ella la taberna, el cementerio, la plazuela +, para la
ciudadana, los pozos, el horno, el lavadero. El ciudadano es atra/do también por la parroquia. Bive una intimidad ensanchada. !ero a veces la vecindad le pesa. Le queda entonces, por fortuna, la posibilidad de moverse en la ciudad, de ir a otro sitio, a lugares urbanos no distantes. El ciudadano es también miembro de una o varias cofrad/as, pacicadoras o protectoras, que, en particular, suavizan + mitigan la muerte. H a él se dirige, espec/camente, el apostolado ecaz de las %rdenes mendicantes, que se encargan de su conciencia + de su salvaci%n, + que, a veces, sin más, intervienen poco discretamente en las cosas de su casa, en sus negocios + en su fuero interno. !ero en general el ciudadano se benecia de todos los recurso de integraci%n en los que es rica la ciudad. El ciudadano puede entonces gozar plenamente de ser un “ciudadano bien educado”. Ae benecia de ese renamiento su+o en la ciudad9 renamiento que, después de 0?>5, es llamado urbanidad o civilidad, porque e"iste un “estilo de vida propio del mundo ciudadano”. Ai tiene los medios, puede gozar de muchos placeres alimentarios + ser plenamente el hombre carn/voro caracter/stico del )edioevo. Ai no puede resistir los impulsos carnales, la prostituci%n, cada vez más tolerada, le permite satisfacerlos. Ai tiene é"ito no se avergPenza, porque en la ciudad se aprecia el traba&o +, si la usura está desacreditada, no as/ la riqueza de honesta procedencia, que es alabada. !ero la ciudad es dif/cil para el traba&ador su&eto a la implacable dureza de los que ofrecen traba&o. El ciudadano puede asegurar un buen futuro a sus hi&os enviándolos a las escuelas. H para todos los ciudadanos la ciudad es escuela del gesto + del saber vivir. Ense4a medida, orden + cortes/a. -ll/ todo está me&or regulado que en cualquier otra parte + en primer lugar el tiempo, que impone cada vez el uso del relo& mecánico. El ciudadano participa como espectador o actor en las celebraciones de la ciudad, en las estas de regoci&o, en las procesiones + en los “triunfos ciudadanos”. !ara el enfermo + el pobre está el hospital. !ara quien se encuentra bien está la risa + la contestaci%n de los carnavales + de las cencerradas. !ara el ciudadano medieval, generalmente, la ciudad es una esta. Ese es el perl, quizá demasiado optimista, del ciudadano medieval seg(n Cacques 8ossiaud. !ero es cierto que la ideolog/a medieval, e"ceptuando alguna espera monástica, es favorable a la ciudad. )ariateresa umagalli *eonio *rocchieri se ha dedicado al tipo quizá más dif/cil de esta galer/a de retratos solidarios entre s/. e hecho, en el )edioevo, en intelectual no e"iste. $o se habla de él. E"iste sin más un tipo que se caracteriza como alguien que traba&a “con la palabra + con la mente”, no “con
las manos”. !uede tener diversos nombres magister 2maestro3, doctor 2doctor3, philosophus 2l%sofo3, litteratus 2literato39 en particular, alguien que conoce el lat/n. Es un clérigo + goza de los privilegios reservados a este estado9 si no pasa por las %rdenes menores, se benecia de su pertenencia al clero sin tener sus cargas. Es un hombre de escuela, + de escuela ciudadana. -s/, del siglo 677 al 6777 pasa de la escuela de la catedral, en declive, + de la escuela ciudadana, sin privilegios, a las universidades. La universidad es una corporaci%n + el universitario un profesional, habiéndose liberado de la rémora ideol%gica de la ciencia gratuita, en cuanto don de ios, se hace recompensar por sus estudiantes, por la ciudad o por la 7glesia ba&o forma de prebenda. Es un hombre de libros 2que no gusta de prestarlos3 + de palabras, e insiste en lo que le diferencia del traba&ador manual ale&ándolo de él + poniéndolo por encima. Es, sin más, un “profesor”. En ese mundo de los intelectuales las guras e"cepcionales, perm/taseme la parado&a, son la regla. )ariateresa umagalli *eonio *rocchieri recuerda algunas de las más célebres Aan -nselmo, -belardo, -rnaldo de *rescia, los grandes maestros universitarios del siglo 6777, en particular 8oger *acon + los problemas de la ciencia medieval, + luego la llegada del nuevo -rist%teles. La vida del intelectual no siempre es fácil. El ingreso de los maestros de las %rdenes mendicantes en la universidad de !ar/s desencadena una grave crisis estos maestros introducen novedades intelectuales, mu+ apreciadas por cierto por los estudiantes, pero al ser miembros de una orden religiosa, rechazan insertarse en el &uego corporativo por e&emplo, rechazan abstenerse de traba&ar. La introducci%n de las ideas del l%sofo árabe -verroes determina una grave crisis ideol%gica. Ae puede admitir con -verroes la doctrina de la doble verdad, la e"istencia de verdades cient/cas contrarias a la verdad religiosa# En 0@W5 + 0@WW la pastoral del poco iluminado obispo de !ar/s Esteban Nempier se abate sobre lo intelectuales parisinos. Ae promulga un autentico s/labo de proposiciones condenadas, que tiene circulaci%n + se impone. El maestro Aigerio de *rabante, sospechoso de averro/smo, es encarcelado. H aqu/ surge una pregunta. ue ante un intelectual# Gomo +o, )ariateresa umagalli *eonio *rocchieri tiende a decir que s/, porque en cualquier caso, tuvo caracter/sticas intelectuales no desempe4aba un ocio, aunque se inscribiera en una corporaci%n, la de los médicos + boticarios, +, en n, hizo pol/tica. !orque a nales del siglo 6777 + durante el 67B, la nueva tarea del la nueva tarea del intelectual medieval era hacer pol/tica. Esos clérigos, estando poco satisfechos con la 7glesia, optan por el emperador + atacan el poder temporal de los papas9 es el caso de 1ccam + de )arsilio de !adua.
En cualquier caso, )ariateresa umagalli *eonio *rocchieri subra+a tres caracter/sticas. Es un persona&e internacional que a menudo via&a de una escuela a otra, de una a otra universidad, gracias a su conocimiento del lat/n. Es un célibe libre de los impedimentos de los deberes con+ugales + familiares, como +a dec/a Eloisa a -belardo. En n, es un hombre de “autoridades”, de te"tos imperativos, comenzando por la *iblia, pero no se somete a ellos ciegamente sabe contraponerlos, criticarlos, combinarlos con la “b(squeda racional”, o sin más elige ésta. El intelectual ciudadano hab/a tenido que distraerse a la acusaci%n de vender la ciencia “que pertenece s%lo a ios”9 el mercader , a(n más ligado a la ciudad, tuvo que vendérselas con la acusaci%n de vender el tiempo, que también “pertenece s%lo a ios”. La situaci%n del mercader es más ambigua que la del intelectual. La vie&a sospecha que suscita desde la -ntigPedad + que se refuerza con el cristianismo 2Ces(s e"puls% a los mercaderes del templo3 lo acompa4a siempre, aunque econ%mica, social e ideol%gicamente, su estatus me&ora. esde los comienzos del gran desarrollo de 1ccidente se reconoce la utilidad del mercader, por e&emplo, por el anglosa&%n -elfric en su Colloquium 2principios del siglo 673. los servicios que rinde a la comunidad se a4ade la toma de conciencia de los riesgos que corre, como subra+a el Speculum regale noruego, también de principios del siglo 67. !ero el mercader sigue siendo un paria. Los frailes de las %rdenes mendicantes buscan una &usticaci%n para él + llaman en su a+uda al purgatorio, peor el dominico Nomás de -quino se muestra ambiguo al respecto “el comercio tiene en s/ algo de vergonzoso”, escribe este esp/ritu abierto. La l/nea de separaci%n entre mercader + usurero es difusa. Ai el mercader es re+ en bastantes ciudades italianas 2“genovés, por lo tanto mercader”, dice un proverbio3, fuera de 7talia el mercader latino, el lombardo, no es visto con buenos o&os + en toda la Gristiandad la imagen del &ud/o aborrecido se reOe&a en la su+a. In an%nimo poeta inglés de principios del siglo 67B pone de maniesto lo que separa la nueva ética no aceptada del “aquel que acumula” de la tradicionalmente alabada del “derrochador”, del que tira el dinero. El mercader se funda sobre la nueva ética del traba&o + de la propiedad. Gontrapone el talento al nacimiento. Es un self made man. H, nalmente, también ha+ santos mercaderes, como a nales del siglo 677 Aan 1mobono de Gremona. ^ombre instruido, el mercader a+uda a la difusi%n de las lenguas modernas. El te"to más antiguo en italiano que se conoce es un fragmento de una cuenta de 0@00 de un mercader sienés. El mercader es un pionero en aprender lenguas e"tran&era, as/ como del perfeccionamiento de las medidas + de la manipulaci%n de las monedas. Es un hombre que escribe se han encontrado ciento cincuenta mil cartas de negocios en el archivo del mercader de !rato rancesco di )arco atini. Gontribu+e a la armaci%n del individuo + de la
persona, + a los componentes fundamentales de la persona, el alma + el cuerpo, a4ade dos novedades, la vocaci%n + el tiempo convertido en ob&eto de apropiaci%n individual.
l margen de las categor!as medievales: la mujer, el artista y el marginado
En el esquema de la sociedad trifuncional la mu&er no ten/a un puesto. Ai para los hombres de la Edad )edia ha+ una categor/a “mu&er”, ésta no está caracterizada por distinciones profesionales, sino por su cuerpo, por su se"o, por sus relaciones con determinados grupos. La mu&er es denida como “esposa, viuda o virgen”. ue la v/ctima de las constricciones que el parentesco + la familia impusieron mucho tiempo al armarse de las mu&eres como individuos dotados de una personalidad &ur/dica, moral + econ%mica. En la documentaci%n de la Edad )edia, fruto de una sociedad dominada por el var%n, rara vez se hace o/r la voz de la mu&er + cuando ello ocurre proviene de los estratos más elevados de la clase más alta. !ero gracias a las recientes aportaciones de la antropolog/a social, Ghristiane JlapischFKuberhace revivir a la mu&er en el seno de la familia. La mu&er es un ob&eto fundamental de los v/nculos que se contraen dentro de la aristocracia feudal, posibilidad de ascenso social para el esposo, en general es desclasada en los matrimonios que resultan de esas estrategias. La transferencia f/sica + de riqueza que tiene lugar a través de ella termina con su e"propiaci%n + la espiral inOacionista de las dotes lleva a una devaluaci%n de la mu&er en el transcurso de la Edad )edia. Ain embargo, gracias a la 7glesia, la obligaci%n creciente del consenso de los dos esposos para el acuerdo matrimonial es una revoluci%n que eleva el estatuto de la mu&er, mientras que por otra parte la presi%n de los &%venes a+uda t/midamente a la armaci%n del matrimonio por amor. !ero el “orden familiar” lleva a un retraso de la edad matrimonial de los hombres. La mu&er se casa mu+ &oven con un hombre que se acerca a los treinta, + una decena de a4os separa a la pare&a. La mu&er es un vientre, v/ctima de una gran fecundidad que antes de los cuarenta a4os le hace pasar la mitad de su vida de un embarazo a otro. El poder que se le otorga sobre la casa en el centro de la cual está situada la habitaci%n con+ugal, es una débil compensaci%n. Ae4ora del espacio doméstico, la mu&er es la administradora de la familia. Aometida a sus deberes de esposa, a la delidad al marido + a la autoridad de éste, encuentra s%lo compensaciones limitadas en el amor a sus hi&os, conados casi siempre a nodrizas en los primeros a4os + diezmados por la terrible mortalidad infantil. En la -lta Edad )edia a la muerte natural se le a4ad/a el infanticidio. Austituido más tarde por el frecuente abandono de recién nacidos. Los e"p%sitos pululan en la cristiandad de la *a&a Edad )edia + las mu&eres “quedan como un engrana&e subordinado a la reproducci%n familiar”.
Enrico Gastelnuovo parte de una parado&a la grandeza del arte medieval + el anonimato que oculta a la ma+or parte de sus creadores. El 8omanticismo vio la desaparici%n del individuo dentro de la creaci%n colectiva, pero es una perspectiva intelectualista. )ás bien ha+ que constatar que, como por lo demás en la -ntigPedad, el artista de la -lta Edad )edia se mueve entre el desdén de la sociedad hacia un persona&e cercano al con&unto de los traba&adores manuales + su deseo orgulloso de armar su propia gloria, su notoriedad, por lo menos dentro de un c/rculo restringido de clientes + acionados, lo que le empu&a a poner la rma en sus obras. Estos nombres, que se encontraban en la -ntigPedad, hab/an desaparecido a principios de la -lta Edad )edia. En 7talia reaparecen en el siglo 6777. La primera biograf/a de artista es la vida de Aan Eligio, escrita en el siglo B77 por si disc/pulo Aan 1uen. En él es alabado el orfebre, el artista por e"celencia dada la nobleza del material tratado. !ero Aan 1uen es también un prelado, un obispo, el conse&ero del re+ agoberto. ^abr/a bastado su arte para estimular a un bi%grafo# H, si el orfebre tiene su prestigio, )arc *loch ha hecho observar que las iglesias hac/an fundir a menudo sus tesoros + sus piezas de orfebrer/a no atribu+endo ning(n valor a la obra del artista. -ntes del siglo 67B no ha+ un término para designar al artista, como tampoco lo ha+ para designar al intelectual. Gomparte con el artesano el término artife8 , dado que la palabra latina ars se reere más al campo de la técnica + del ocio que al de la ciencia + a ese no especicado que 1ccidente llamará más tarde arte. En la Edad )edia e"iste toda una &erarqu/a de estos artistas an%nimos. Gada vez más, &unto al orfebre, el arquitecto tiende a situarse en el vértice de esta &erarqu/a. Es en rancia + en la época g%tica, siglo 6777, cuando el arquitecto pasa a matre 2maestro3 e incluso a intelectual, a matre ,s.pierres 2maestro en piedras3. !ero a(n en el siglo 67B, en el taller de la catedral de )ilán, se contrapone a la “ciencia sin arte” de los arquitectos franceses el “arte sin ciencia” de los alba4iles lombardos. recuentes en el siglo 677, las rmas + las menciones de artistas 2piénsese en los artistas de )%dena, Lanfranco + Riligelmo, + de !arma, *endetto -ntelami3 que se beneciaban quizá de la promoci%n de las artes mec;nicas &unto a las artes liberales, se vuelven curiosamente más escasas en el siglo 6777 cuando el prestigio del artista, a+udado por el retorno a la -ntigPedad, crece, en particular en esa 7talia donde las estructuras comunales favorecen la gloricaci%n de los artistas que las ciudades se disputan porque monumentos + obras de arte alimentan el gusto de los ciudadanos por el prestigio + por la belleza. Efectivamente, la ambigPedad de su estatuto es lo que retarda el emerger del artista en la sociedad medieval. E"iste también la lentitud del proceso que de las nociones e impresiones de grandeza, de riqueza + de orden e"trae la idea + el sentimiento de la belleza.
En los e"tremos: el marginado y el santo
^e aqu/ nalmente dos encarnaciones opuestas del hombre medieval, el marginado + el santo. En la Edad )edia no e"iste diferencia más grande que aquella que reina en el universo de los que viven al margen. Lo que les re(ne ba&o un mismo perl es su e"clusi%n de la sociedad reconocida, el proceso por el que son empu&ados al margen o fuera de él. El primer marginado es el desterrado. *ronisla :eremeM recuerda que en la -lta Edad )edia el destierro era considerado pena sustitutiva de la muerte. E"clusi%n del habitual ambiente de vida, el destierro puede ser una especie de e"ilio interior, como el que deriva del interdicto + de la e"comuni%n, e"clusi%n de un hombre de una tierra, del benecio de los sacramentos, privaci%n de los medios cotidianos de salvaci%n, e"tra4amiento en un lugar donde lo sagrado +a no act(a, donde no e&erce +a la 7glesia. Es un caso e"tremo de la marginaci%n espacial, destierro al campo, a zonas de mala reputaci%n, +, a nales del )edioevo, a guetos de las ciudades. esde el siglo 6777 en adelante aparecen los “archivos de la represi%n” donde se registra el eco de la violencia ciudadana, mientras en la rancia de los siglos 67B + 6B el perd%n a los criminales &usticado en las “cartas de remisi%n” hace revivir el mundo de los marginados a los que se les ofrece una reinserci%n social. !ero la frontera entre el mundo del delito + el mundo del traba&o es incierta. La marginaci%n es a menudo “el fruto secundario del peregrinar + de la b(squeda ambulante de traba&o”. Ae trazan destinos de marginados los “carne de horca”. En el siglo 67B + en el 6B muchos marginados se organizan en bandas de vagabundos, de ladrones de salteadores, de homicidas. )ás acá del delito la mala reputaci%n 2infamia3 genera marginados. 7ndividual, la infamia puede ser colectiva en el caso de los ocios “il/citos” o “deshonestos” cu+a lista se reduce del siglo 6777 en adelante. !ermanecen la infamia, estos es, e"cluida, la gente del espectáculo, como los &uglares 2pese a la provocaci%n de Aan rancisco que se presentaba como “&uglar de ios”3, las prostitutas 2pese a su conciencia profesional3 + los usureros 2pese al purgatorio3. En esa sociedad en que la ambigPedad corp%rea se resalta tanto en enfermo + el inválido tienden a ser unos marginados. La e"clusi%n es maniesta para el más peligroso, el más escandaloso, el más miserable de ellos, el leproso, aunque, a imitaci%n de Ces(s, Aan Luis le sirve + le da un beso. Gasos e"tremos de marginaci%n, el here&e + el &ud/o son simplemente recordados por *ronisla :eremeM, que se reere a los signos de infamia con
los que algunos de ellos son se4alados, a su presencia en el carnaval + a esos importantes puntos de referencia opuestos a las caracter/sticas del marginado medieval estabilidad, traba&o, estatuto reconocido. ^a+ un hombre que encarna la más alta realizaci%n del hombre medieval el santo. El santo establece el contacto entre el cielo + la tierra. Es en primer lugar un muerto de e"cepci%n, testimonio de la “carne impasible” seg(n !iero Gamporesi su culto se desarrolla en torno al cuerpo, a la tumba, a las reliquias. Es también el hombre de las mediaciones alcanzadas, un sostén para la 7glesia, un e&emplo para los eles. Es un patr%n para los ocios + las ciudades, para todas las comunidades de las que forma parte el hombre medieval, + gracias a su nombre, atribuido a éste o aquél, es el patr%n individual de los hombres + de las mu&eres del )edioevo. !ero la santidad del santo medieval no es e"tratemporal no está absorbida por la continuidad como pensaba el etn%logo Aaint+res que s%lo ve/a en el santo el continuador de los paganos de la -ntigPedad. El santo, en cambio, en un primer momento fue el mártir9 en la -lta Edad )edia fue inOuido por el asceta oriental + después, la ma+or/a de las veces se encarn% en los poderosos el obispo, el mon&e, el re+ o el noble. ue e"presi%n de la preponderancia masculina, adulta + aristocrática en el ideal del hombre medieval. Luego, desde los siglos 677 + 6777 en adelante, se acent(a el paso de la santidad “de funci%n” a la santidad a través de la imitaci%n de Gristo. -l principio, “profesional”, el santo se arma después entre los hombres “comunes”. Le bastaba, en los l/mites de lo posible, realizar el ideal de la vida apost%lica + de la perfecci%n evangélica de “seguir desnudo al Gristo desnudo”. La santidad se espiritualiz% + se lig% más al estilo de vida que a la condici%n social + más a la moralidad que a los milagros. - nales de la Edad )edia un creciente n(mero de santos se impuso con la palabra inspirada + la visi%n. Los santos, hombres + mu&eres, fueron a menudo m/sticos, profetas, predicadores + visionarios. -unque a partir de nales del siglo 677 la 7glesia pas% a controlar la creaci%n de santos, el pueblo sigui% siendo durante todo el )edioevo un “creador de santos”.
#ronolog!a: larga duraci$n y transformaciones del hombre medieval
-s/ pues, el santo, que parece una gura del cristianismo &ada en sus l/neas también cambia, como demuestra claramente -ndré Bauchez. El per/odo de la -ntigPedad tard/a + de la -lta Edad )edia fue esencial para el nacimiento del hombre del )edioevo. -s/, :iovanni )iccoli se ha remontado a los primeros
siglos cristianos para ver aparecer al mon&e. ranco Gardini ha visto al caballero a través de los caballeros del mundo romanoFbárbaro. El imperio carolingio adopta +a medidas contra los vagabundos, antecedentes del marginado. Bie&a herencia transformada por el cristianismo, el hombre medieval viene de le&os. !ero se transforma con el -4o )il que ve una especializaci%n de las funciones, una valoraci%n de los laicos +, sobre todo con el siglo 6777 en el que la sociedad se vuelve comple&a, los distintos “estados” se multiplican, los perles se diferencian más + los valores, en el seno de una religiosidad que acepta cada vez me&or las cosas del mundo, ba&an mucho más del cielo a la tierra, sin que el hombre medieval de&e de ser profundamente religioso + de preocuparse por su salvaci%n que se funda menos +a en el desprecio del mundo que en su transformaci%n. En n, en medio de pruebas temibles, el hombre medieval cambia en los siglos 67BF6B, modicado por la crisis profunda del sistema feudal, pero también renovado, vuelto moderno por un nuevo mundo de estructuras + valores. :iovanni )iccoli no ha seguido al mon&e más allá del siglo 6777, cuando cede el primer puesto de los reguladores a los frailes de las %rdenes mendicantes. ranco Gardini presenta al caballero del )edioevo clásico, visto en los siglos 67BF6B a través de las e"ageraciones de la caballer/a + la transformaci%n de las técnicas militares. El siglo 67B es el siglo de la “derrota de los caballeros”. !ara Cacques 8ossiaud, el ciudadano, en el siglo 6B, se identica cada vez más con el cito/en c%r%moniel 2el ciudadano que hace vida de sociedad3, arrastrado por el torbellino de las estas, los corte&os + el carnaval. )ariateresa umagalli *eonio *rocchieri ve al intelectual cada vez más preso de la pol/tica 2R+cli], ^us, :erson3, a punto de abandonar el lat/n + de e"presarse en ambientes distintos del universitario el c/rculo, la academia, la biblioteca, la corte. !etrarca hu+e de la ciudad. El intelectual medieval, ganado por la “melancol/a”, cede su puesto al intelectual humanista + al intelectual de corte. El mercader de -ron :urevi se de&a dominar por la “fortuna”, considera cada vez más el tiempo como dinero, es ganado también por el “pesimismo mercantil” del 8enacimiento + pasa del feudalismo en pleno desarrollo al capitalismo naciente. Enrico Gastelnuovo asiste a la armaci%n + al reconocimiento del artista en el 6urgatorio de ante donde son recordados dos miniaturistas, 1dersi da :ubbio + ranco *elognese, + dos pintores, Gimabue + :iotto. La gloria de :iotto se reOe&a sobre la corporaci%n.
*ronisla :eremeM ve las turbas de vagabundos, mendigos, pordioseros + maleantes e"tenderse por la cristiandad del 8enacimiento + de los tiempos modernos.
lgunas obsesiones del hombre medieval
En n, legitima la evocaci%n de un hombre medieval el hecho de que el sistema ideol%gico + cultural en el que se inserta + el elemento imaginario que lleva en s/ mismo imponen a la ma+or parte de los hombres 2+ de las mu&eres3 de estos cinco siglos, clérigos o laicos, ricos o pobres, poderosos o débiles, unas estructuras mentales comunes, unos ob&etos seme&antes de creencia, de fantas/a, de est/mulo. Giertamente, el estatus social, el nivel de instrucci%n, las herencias culturales, las zonas geográcoFhist%ricas, dan lugar a diferencias en la forma + en el contenido de esas actitudes culturales + psicol%gicas. !ero lo que nos afecta, más es lo que tienen + e"presan en com(n. El hombre occidental de ho+ ha mantenido, más o menos atenuados, remodelados en s/ndromes nuevos, algunos de esos hábitos de mentalidad o de comportamiento. !ero si es normal que ha+amos mantenido caracter/sticas de nuestro antepasado, el medieval, la evocaci%n de sus obsesiones nos hace ver sobre todo diferencias. El hombre del )edioevo, para nosotros, es e"%tico. !ara dar vida a su imagen, el historiador debe recurrir a su sentido del cambio + hacerse historiador de la etnolog/a para apreciar adecuadamente su originalidad. Los vicios. El hombre del )edioevo está obsesionado por el pecado. Este pecado lo comete abandonándose al iablo, declarándose vencido frente a los ociales del pecado, los vicios. Be estos vicios ba&o forma de animales simb%licos, de amenazadoras alegor/as, encarnaciones de los pecados capitales, que en el siglo 677 son &ados en un n(mero de siete9 soberbia, avaricia, gula, lu&uria, ira, envidia + pereza. 1 los ve también ba&o la estela de la enga4osa seducci%n de las hi&as del diablo desposadas con los “estados” de la sociedad. El diablo tiene nueve hi&as que ha casado de la siguiente manera La simon/a La hipocres/a
con los clérigos seculares con los mon&es
La rapi4a
con los caballeros
El sacrilegio
con los campesinos
La simulaci%n
con los ociales de &usticia
La usura
con los burgueses
La pompa mundana
con las matronas
H la lu&uria que no querido casar, pero que ofrece a todos como com(n amante@5. Lo visible / lo invisible. El hombre de ho+, incluso aquel que consulta a los videntes + adivinos, convoca a los esp/ritus en las mesas que giran + participa en misas negras, reconoce una frontera entre los visible + lo invisible, lo natural + lo sobrenatural. !ero éste no es el caso del hombre medieval. $o solamente lo visible es para él la huella de lo invisible, sino que lo sobrenatural irrumpe en la vida cotidiana en todo momento el hombre medieval se encuentra rodeado por continuas “apariciones”. $o ha+ l/nea divisoria, menos a(n una barrera entre este mundo + el más allá, la e"istencia del purgatorio se prueba por apariciones + unas cavidades terrenales llevan a él cráteres sicilianos o grutas irlandesas. Los muertos no salvados, los fantasmas del paganismo + del folMlore, empu&ados por Aatanás, también se aparecen. La aparici%n atemoriza pero no sorprende. #l m;s all;. La eternidad para el hombre de la Edad )edia se encuentra siempre a dos pasos. -unque cree cada vez menos en la cercan/a del Cuicio inal, se trata de una eventualidad que no e"clu+e. El inerno o el para/so pueden ser ma4ana. Los santos están +a en el para/so + los que seguramente están condenados Qinnumerables3 se encuentran en el inerno. El sistema espacial del más allá se convierte en un sistema racional en los siglos 677.6777. Es un sistema de tres + cinco lugares. Nres lugares esenciales el 7nerno + el !ara/so +, entre ellos, un más allá intermedio + temporal en el que los muertos manchados solamente con pecados veniales o en estado de penitencia inacabada pasan un tiempo más o menos largo, el !urgatorio, que adquiere forma denitiva a nales del siglo 677. -ntes de la 8esurrecci%n nal + del &uicio universal, el !urgatorio desaparecerá, +a que sus (ltimos habitantes habrán alcanzado el !ara/so, del que es antesala. El más allá tiene también dos lugares au"iliares el limbo de los !atriarcas que Ces(s ha vaciado ba&ando al 7nerno durante su “muerte” terrena los &ustos del -ntiguo Nestamento no bautizados por haber vivido antes de la Encarnaci%n, han alcanzado el !ara/so + su limbo, vac/o, ha sido cerrado para siempre. H el limbo de los ni4os, que, en cambio, acogerá para siempre a los ni4os muertos sin haber recibido el bautismo, los cuales no sufrir/an all/ penas corporales, pero serán eternamente privados de la alegr/a suprema de la visi%n beat/ca, de la contemplaci%n de ios. #l milagro / la ordal9a. La frecuente intervenci%n, directa o indirecta, de ios contra el orden de la naturaleza es reconocida por todos. ^a+ una &erarqu/a de Ne"to 'que olvida una hi&aF anotado en la página de guarda de un manuscrito Oorentino del siglo 6777. @5
intercesores la Birgen )ar/a, la más poderosa de todos, puede obtener de ios cualquier milagro, los principales santos tienen igualmente un gran poder de intervenci%n cerca de ios. Giertos santos + en particular los santos locales están especializados de manera más o menos estrecha. Los milagros son particularmente numerosos en los campos donde resalta más la fragilidad del hombre medieval en el campo del cuerpo en el que los milagros de curaciones son innumerables9 en el campo de las parturientas + de los ni4os, v/ctimas predilectas de la miseria del )edioevo en lo que concierne a siolog/a + medicina. !ara evitar la dudosa actividad de los supuestos taumaturgos, la 7glesia, desde principios del siglo 6777 en adelante, tiende a limitar el poder de los santos al per/odo posterior a su muerte. Estos refuerzos tienen como consecuencia el relanzamiento del culto de las reliquias tocarlas puede dar lugar al milagro. ios puede también permitir infracciones circunstanciales de las le+es de la naturaleza en el caso de &uicios que le son directamente presentados, en particular pruebas por medio del agua en las que un acusado que no sabe nadar prueba su inocencia no ahogándose cuando naturalmente tendr/a que ahogarse, +, sobre todos, pruebas mediante el fuego, en las que un acusado inocente puede coger un trozo de metal incandescente o pasar a través de las llamas sin quemarse. El &uicio de ios puede también manifestarse por el resultado de una singular contienda en la que uno de los que combaten es el acusado o su campe%n, que le sustitu+e gratuitamente o por una compensaci%n monetaria. La 7glesia proh/be ordal/as en el 7B Goncilio Lateranense, en 0@0>. 7ntroduce as/ una revoluci%n en la administraci%n de la prueba los testimonios orales + escritos sustitu+en al veredicto de las armas o de las pruebas f/sicas. El cristianismo, as/, ale&a un poco más del hombre medieval las creencias + prácticas mágicas. La memoria. )uchos hombres de la Edad )edia son analfabetos. ^asta el siglo 6777 en el caso de la gran ma+or/a de los laicos. En este mundo de iletrados, la palabra resuena con singular fuerza. En la predicaci%n el hombre medieval recoge nociones, anécdotas, instrucci%n moral + religiosa. Es escrito, desde luego, tiene in gran prestigio, fundado sobre el de las “Aagradas Escrituras” + el de los clérigos, hombres de letras empezando por los mon&es, como atestigua el scriptorium, lugar de la escritura, estancia esencial en todos los monasterios. !ero el gran veh/culo de la comunicaci%n es la palabra. Esto supone que dicha palabra sea bien conservada. El hombre medieval es un hombre dotado de memoria, de buena memoria. La e&ercita de modo natural o por una especial formaci%n. En los procesos, en las disputas, el testimonio de los ancianos, hombres de gran memoria en una sociedad donde la esperanza de vida es breve, ocupa un lugar de privilegio. Los intelectuales, los hombres de le+es + los mercaderes aprenden métodos mnemotécnicos. Las “artes de la memoria” ocupan un puesto de gran importancia en la formaci%n del hombre
medieval@0. En una sociedad en la que el &uramento ' mu+ vigilado por la 7glesia ' es tan importante, un hombre “que tiene palabra”, cu+a delidad es probada por una larga memoria, instrumento de buen nombre 2 bona fama3 es un hombre estimado. El cristianismo del hombre medieval es un cristianismo de tradici%n, de memoria. -caso Ces(s no di&o a sus disc/pulos la noche del Cueves Aanto institu+endo la Eucarist/a después de la Gena “^aced esto en memoria m9a”# La mentalidad simblica. El hombre medieval, como el poeta *audelaire, vive en una “selva de s/mbolos”. Lo di&o Aan -gust/n el mundo se compone de signa + de res, de signos, esto es, de s/mbolos, + de cosas. La res que son la verdadera realidad permanecen ocultas9 el hombre aprehende signos solamente. El libro esencial, la *iblia, contiene una estructura simb%lica. - cada persona&e, a cada suceso del -ntiguo Nestamento le corresponde un persona&e, un suceso del $uevo Nestamento. El hombre medieval está continuamente empe4ado en “descifrar”, + esto refuerza su dependencia de los clérigos, doctos en el campo del simbolismo. El simbolismo preside el arte + en particular la arquitectura en la que la 7glesia es, antes que nada, una estructura simb%lica. Ae impone en pol/tica, donde el peso de las ceremonias simb%licas tales como la consagraci%n del re+, es considerable, donde las banderas, las armas + los emblemas tienen una importancia fundamental. 8eina en la literatura, donde a menudo asume forma de alegor/a. #l nmero. El hombre medieval está fascinado por el n(mero. ^asta el siglo 6777 el que e&erce ma+or seducci%n es el n(mero simb%lico. Nres, el n(mero de la Nrinidad9 cuatro, el n(mero de los evangelistas, de los r/os del para/so, de las virtudes cardinales, de los puntos cardinales9 siete, el n(mero de los septenarios de la religi%n 2siete dones de ios, siete sacramentos, siete pecados capitales[39 diez, el n(mero del ecálogo, de los mandamientos de ios + la 7glesia9 doce, el n(mero de los ap%stoles + de los meses del a4o, etc. H el -pocalipsis revela un universo de n(meros simb%licos donde están escritos el sentido + el destino ocultos de la humanidad, incluido aquel Millennium, esta m/tica época de “mil” 2o sea, muchos3 a4os temidos o esperados en los que a las pruebas del -nticristo seguirá un largo reino de &usticia + de paz sobre la tierra. Luego, ba&o la presi%n de nuevas necesidades de la sociedad 2contabilidad de los mercaderes, del se4or, de los “Estados” nacientes3 + de la difusi%n de la matemática 2en particular de las traducciones latinas de los #lementos de Euclides + de manuales como el Liber 1baci del pisano Leonardo ibonacci, 0@5@3, el n(mero e"acto, cient/camente calculable, ob&eto de operaciones aritméticas, tiende cada vez más a ocupar esa posici%n de deslumbramiento. El hombre de la *a&a Edad )edia está obsesionado por una moda, por una idea @0
. Hates, Hhe 1rts of Memor/ , Londres, 0=SS.
&a, por una pasi%n por la aritmética @@. 7ntroduce la locura aritmética hasta el ámbito de la religi%n en los testamentos se piden misas a centenares, a miles, a decenas de miles9 la aritmética de las indulgencias + el cálculo angustioso de los a4os del purgatorio que suscitarán la c%lera de Lutero crean lo que Cacques Ghi]oleau ha llamado “la contabilidad del más allá” @?. Las im;genes / el color. El analfabetismo que restringe la acci%n de lo escrito conere a las imágenes un poder mucho ma+or sobre los sentidos + el esp/ritu del hombre medieval. La 7glesia, conscientemente, hace uso de la imagen para informarlo, para formarlo. La carga didáctica e ideol%gica de la imagen pintada o esculpida prevalece mucho tiempo sobre el valor propiamente estético. En francés antiguo el escultor se llama imagier 2creador de imágenes3. In sistema simb%lico que deforma las formas para hacer surgir su signicado se impone hacia el siglo 6777, en que un nuevo sistema simb%lico fundado en la imitaci%n de naturaleza + en el uso de la perspectiva la sustitu+e, lo que nosotros llamamos “realismo”. El hombre medieval ha transferido del cielo a la tierra la aprehensi%n que le otorga del universo la representaci%n art/stica. !ero en el curso de todos esos siglos, con una especie de e"asperaci%n, al cabo, el hombre medieval 'hombre visionario en el sentido siol%gico 'es llamado a ver + a pensar en colores el universo + la sociedad. Los colores son simb%licos + constitu+en un sistema de valores que cambia. El primado del ro&o, color imperial, cede ante el azul, el color de la Birgen + de los re+es de rancia. El sistema blancoQnegro es casi inmediatamente ideol%gico. El hombre medieval se acostumbra titubear ante el verde, ambiguo, imagen de la &uventud atractiva + peligrosa9 a reconocer el mal en el amarillo ' el color del enga4o 'de los persona&es + de las supercies. Aobre todo lo ra+ado + lo abigarrado indican un peligro moral. El oro, que es + no es un color, valor supremo, domina sobre todos los demás @T. #l sueBo. ^ombre de visiones, de pensamiento simb%lico, que vive un universo donde se mezclan sin soluci%n de continuidad lo visible + lo invisible, lo natural + lo sobrenatural, el hombre medieval ten/a vocaci%n de gran so4ador, pero el cristianismo vigil% estrechamente su actividad on/rica. En la -ntigPedad el hombre grecoFromano estaba pendiente de sus sue4os + los interpretaba sin cesar9 ten/a a su disposici%n especialistas, ornirománticos instruidos o no. el siglo 7B en adelante la 7glesia, adoptando una nueva teor/a acerca del origen de los sue4os + haciendo comple&a la distinci%n entre sue4os “verdaderos” + sue4os “falsos” al atribuir a los sue4os una triple fuente 2ios, -. )urra+, 7eason and Societ/ in the Middle 1ges, 1"ford, 0=WU. C. Ghi]oleau, La comptabilit% de l’au(del2: les hommens" la mort et la religion dans la r%gion d’1vignon 2 la Fn du Mo/en 1ge" 8oma, 0=U5. @T ). !astoreau, @igures et couleurs. #tudes sur la s/mbolique et la sensibilit% m%di%vales, Ed. Léopard dY1r, !ar/s, 0=US. @@ @?
fuente de los sue4os benécos, el cuerpo humano, generador de sue4os sospechosos, +, sobre todo, el iablo, gran art/ce de sue4os tentadores + perniciosos3, ped/a al cristianismo que rechazara al sue4o, que rehusara a buscar su signicado, que se ale&ara de esa ocasi%n de pecar. A%lo los so4adores privilegiados, re+es, dirigentes +, sobre todo, mon&es, pod/an sacar partido de los sue4os, bien para encontrar en ellos mensa&es de ios, bien para triunfar sobre estas pruebas demon/acas. e este modo, el camino de los sue4os se cerr% al hombre de la -lta Edad )edia que se convirti% en un refoul% del sue4oF s%lo la literatura monástica for&aba sue4os en los que el alma atormentada del mon&e se revelaba en visiones e"tra4as + fantásticas. espués, hacia los siglos 67F677 la presi%n de los sue4os se impuso a las reticencias + temores de la 7glesia. Esta admiti% que los sue4os buenos o neutros prevalec/an sobre los sue4os diab%licos, + el hombre del )edioevo se hizo un so4ador habitual fascinado por sus sue4os + vivamente deseoso de interpretarlos o de hacerlos interpretar. reud se vuelve hacia él + lo interroga cuando escribe su HraumdeutungNK.
%bsesiones sociales y pol!ticas: jerarqu!a, autoridad, libertad
uera de los esquemas medievales que ha guiado a los editores + autores de este libro en elecci%n de los perles del hombre medieval, los hombres del )edioevo pensaron, actuaron + vivieron en el marco de algunos valores fundamentales que responden a la voluntad de ios + a las aspiraciones de los hombres. Jerarqu9a. El deber del hombre medieval era permanecer donde ios lo hab/a situado. Elevarse era se4al de orgullo, reba&arse, pecado vergonzoso. ^ab/a que respetar la organizaci%n de la sociedad querida por ios + ésta respond/a al principio de la &erarqu/a. )odelada sobre la sociedad celestial, deb/a reproducir la &erarqu/a minuciosa de los ángeles + arcángeles que hab/a descrito en sus obras el mon&e oriental del siglo 7B, traducido después al lat/n + conocido ba&o el nombre de ionisio el -reopagita 2para los historiadores modernos, el 6seudo(!ionisio3. Aeg(n su grado de cultura, ba&o forma docta o popular, el hombre del )edioevo se inspir% en el !seudoFionisio insertándose en una concepci%n &erárquica de la estructura del mundo @S. Ain embargo también aqu/ se maniesta una importante evoluci%n a partir de los siglos 677F 6777 &unto a una &erarqu/a vertical aparece una &erarqu/a horizontal, la de los “estados” de este mundo, que a nales del )edioevo será arrollada por la “danza macabra”. -bundante bibliograf/a en las actas del congreso organizado por Nullio :regor+ + por el Lessico 7ntellecttuale Europeo, I sogni nel Medioevo" 8oma, 0=U>. @S 8. 8oques, L’univers dionisien. Structure hi%rarchique du monde selon le 6seudo( !envs" !ar/s, 0=>T, 0=U?. @>