Ilusiones
De Iván Viripaiev
Personajes Primera Mujer – 30 años Segunda Mujer - 30 años Primer Hombre – 35 años Segundo Hombre – 35 años
“Toutefois, si votre âme était assez hardie, Sous une illusion vous pourriez voir sa vie, Et tous ses accidents devant vous exprimés Par des spectres pareils à des corps animés” ’Illusion Comique Pierre Corneille, L ’Illusion
Primero aparece una mujer, después otra, después aparece un hombre y un poquito después, un último hombre. Estas personas han llegado al escenario con el único objetivo de contarle al público la historia de dos matrimonios. matrimonios.
Primera mujer
Bienvenidos. Gracias por acompañarnos esta noche. Quiero contarles la historia de un matrimonio. Eran personas muy especiales. Vivieron 52 años juntos. ¡52 años! Siempre juntos, todo el tiempo. Tuvieron una vida verdaderamente plena. Fue un gran amor. Ella se llamaba Sandra y él se llamaba Danny. Al cumplir los 82 años, Danny se enfermó gravemente. Se preparó su cama de enfermo y ya no volvió a levantarse. Un buen día tuvo la sensación de que iba a morir pronto, y por ello llamó a su mujer junto a su lecho. Llamó a Sandra. Ella fue y se sentó a su lado en la cama. Él tomó su mano y comenzó a hablar. Consiguió decir todo lo que se había propuesto decir y contar todo t odo lo que era necesario contar. Dijo: 1
-Sandra, quiero expresarte mi agradecimiento. Tengo que expresarte mi agradecimiento. Pausa
-Te doy las gracias por la vida que me fue concedida. A ti debo que haya sido tan bella, tan maravillosa y tan plena. Todo eso, gracias a que existes. Sandra quiso decir algo, pero Danny le pidió que guardara silencio. Necesitaba decirlo todo. Sandra comprendió que Danny se estaba muriendo, se quedó sentada a su lado y calló. Lo vio asirse al último instante de su vida. Ella quería conservarlo vivo en su memoria. Pausa
- Estoy obligado a darte las gracias porque me enseñaste enseñaste a amar. Porque pude entender, a través de ti, lo que significa el amor. Y su fuerza. Entendí que el amor no es solo una palabra, un concepto romántico, sino trabajo. Amar es trabajar. Es ser capaz de asumir una responsabilidad. Sandra, Sandra, gracias a ti comprendí lo que es la responsabilidad. Esto es lo más importante, ser capaz de asumir responsabilidades. responsabilidades. Y agradecer. Ser agradecido y ser responsable son claves en la vida. Responsabilidad y gratitud. Agradezco a ti y a tu amor que me enseñaron enseñaron que solo la generosidad desinteresada desinteresada al prójimo puede darle sentido a la vida. Amándote aprendí a ser generoso. Y gracias a ello aprendí a tomar en serio a los demás. El amor nos enseña a mirar al otro, no solo a uno mismo. Yo te amé y al hacerlo comprendí comprendí que debía corresponder ese amor, que debía corres corresponderte ponderte – y eso me transformó. Tenía que cambiar. Eso es un regalo, un milagro. Un buen día, algo te hace cambiar. Te esfuerzas y cambias. Llegas al mundo siendo una cosa y te vas totalmente transformado. Esto quiere decir que realmente has vivido. Que verdaderamente has vivido. Y vivir de esta manera, es algo que solo el amor te puede enseñar. Nada, salvo el amor, puede sacarnos del callejón sin salida al que nos lleva nuestro egoísmo. El amor me abrió los ojos, me permitió observarme con objetividad; el amor me permitió superar mi pereza, mi cobardía, mi miedo. Todo lo que he logrado en la vida, lo logré gracias a ti, Sandra. Cuando me di cuenta a qué grado me amaba la mujer que tenía enfrente, quise ser digno de su amor y por eso todo lo hice en nombre del amor, de mi amor por ti. Y todo lo que hice por los otros y por el mundo estuvo cargado de la energía de mi amor por ti. Y mi amor por ti, un buen día comenzó a crecer, y dejó de ser únicamente el amor hacia una mujer; se desbordó e inundó al mundo entero. Gracias a mi amor por ti t i aprendí a amar a otras personas. Sandra, el amor que me has regalado todos estos años, estos 52 años, Sandra, ese amor no solo me llenó de sentido a mí, sino a todos aquellos que nos rodearon. A nuestros hijos y a nuestros amigos. Me di cuenta de la forma en que nos veían nuestros amigos y de cómo deseaban ser como nosotros, cómo querían q uerían ser capaces de amar como nosotros. Y muchos cambiaron su vida por ello. Tu amor, Sandra, es como una gran luz; iluminas todo lo que tocas to cas con tu amor, tu amor todo t odo lo transforma, todo lo cambia, todo lo multiplica y lo hace florecer. Sandra, te expreso mi agradecimiento agradecimiento por tu intransigencia, intransigencia, por la entereza con la que siempre defendiste tus principios. Gracias por todas tus palabras duras. duras. Gracias por haberme dicho dicho a la cara las cosas desagradables. desagradables. Gracias por tu severidad. Cuando me decías algo que no me gustaba, me hacías enojar, y 2
por ello te estoy particularmente agradecido. A veces me irritabas, pues tus palabras me dolían. Pero me decías la verdad. Y eso me salvó de ser soberbio y orgulloso como tantos otros. Fuiste sincera y siempre dijiste lo que tu corazón sentía y eso me ayudó a no meterme en problemas. Sandra, siempre me protegiste, fuiste una auténtica maestra para mí. Te estoy profundamente agradecido por la vida que me regalaste, por esos hijos maravillosos que criaste. Es a ti a quien hay quien hay que agradecer su refinamiento y su rectitud. Y lo más importante, Sandra, lo principal, por lo que quiero darte las gracias, es porque me regalaste el amor y me enseñaste la importancia de amar. Tu me explicaste lo que es el amor. Ya desde nuestro primer encuentro, recuerdas, me lo dijiste. Dijiste que el amor verdadero solo se alcanza en la reciprocidad. Que el amor real solo se da cuando ambos se aman. Y que si es uno solo quien ama, a eso no se le puede llamar amor. Esas palabras me las aprendí y me han acompañado toda la vida. He recordado eso cada segundo de mi vida, recordé que para amar hacen falta dos y eso significa que yo me hago responsable de tu amor. Eso me salvó de hacer muchas tonterías, eso me permitió no engañarte con otras mujeres. No es ningún secreto que los hombres miran a otras mujeres y yo no soy la excepción. Y cuando estaba a punto de engañarte, recordaba tus palabras: el amor solo se alcanza en la reciprocidad. Y entendía que no solo traicionaría mi amor sino también el tuyo. Y me contenía. Estoy tan contento de que hayamos conseguido vivir juntos durante 52 años sin habernos engañado ni una sola vez y sin tener nada que ocultarnos. Y de poder morir aquí. Una muerte maravillosa. Te doy las gracias por poder morir así, justo así. Es una gran fortuna poder llegar al final de la vida y decir lo que acabo de decir. Así. Tuve una vida plena de principio a fin, viví en el amor, en la realización y dejo el mundo con un digno adiós. Te doy las gracias, amor mío, por todo eso. Por mi vida y por mi muerte maravillosa. Perdóname por ser el primero en morir y dejarte sin nadie a quien decirle todo lo que te acabo de decir. Sandra, morir antes que tu es muy egoísta de mi parte, pero no lo puedo remediar. La naturaleza es más fuerte que nuestra voluntad. Como me gustaría estar contigo en el momento de tu muerte, sentado precisamente aquí, mirándote. Estoy seguro de que debe ser muy difícil. Sé que morirse es más fácil que tener que vivir la pérdida de un ser amado. Discúlpame por irme primero. Cuando mueras, Sandra, acuérdate de mis palabras y ten la seguridad de que estaré cerca de ti. Mi amor estará contigo. No creo en una vida después de la muerte. Sé que hoy se acaba mi camino, pero creo – mejor- sé, Sandra, que el amor no muere. Que vive para siempre. Nuestro amor vivirá aun después de nosotros. No lo puedo explicar científicamente, pero siento que así es. No soy un místico, hablo de algo sencillo, muy sencill o. El amor es algo sencillo. Ilumina a cualquiera. Viví esta vida para aprender… ¡que el amor existe! El amor es una gran fuerza. El amor es más fuerte que la muerte. No tengo miedo de morir. Te amo. Y muere. Y pausa. Y Sandra se queda sentada y mira a su marido. Y él ya no está ahí. Y ella se pone de pie y sale del cuarto. Y pausa. Pausa.
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Y luego de la muerte de su marido, Sandra vivió aproximadamente un año, después se enfermó, se acostó en la cama y un buen día tuvo, a su vez, la sensación de que iba a morir. Entonces, le pidió al amigo de su marido que fuera a verla. Él se llamaba Albert. Albert y Danny habían sido mejores amigos desde la primaria. Albert fue el padrino de bodas de Danny y Sandra. Y cuando Albert llegó a visitarla, Sandra sintió, con una fuerza que no había sentido en todo un año, la ausencia de Danny. Ella dijo: - Siéntate, Albert, todavía tengo un par de cosas que decirte antes de morir hoy. Porque hoy voy a morir. Lo sé. Y doy gracias a Dios que así sea. Albert quiso decir algo, pero Sandra le pidió que guardara silencio. Necesitaba decirlo todo. - Hace ya más de cincuenta años que nos conocemos, ¿no es así Albert? Tu eras el mejor amigo de mi marido. Fuiste el padrino de nuestra boda. Y sabes, quiero decirte que el día en que te vi por primera vez, fue el día en que conocí a Danny. Yo había sido invitada a casa de Danny, y tu estabas ahí. Y desde ese primer minuto hasta hoy, todos estos años, estos cincuenta y tres años y cuatro meses, todo este tiempo, solo te he amado a ti, Albert. Desde que te vi, ahí, junto a Danny, en ese momento preciso, supe que tu eras la persona a la que amaría siempre. Pero tu estabas casado y me di cuenta que amabas a tu mujer. Y entonces me casé con Danny. Y viví con él todos estos años. Y tu estuviste siempre cerca. Y cada segundo de mi vida te he amado. Así como te amo ahora. Y solo ahora que muero, quiero decírtelo. Pero eso no es todo, Albert. Pausa
Te doy las gracias por la dicha que me fue concedida, agradezco haber podido amarte de esta extraña manera. Gracias a este amor comprendí lo que significa dar sin pedir nada a cambio. Mi amor por ti me enseñó que dar es mucho más importante que recibir. Experimenté en carne propia que el amor es un regalo, que el amor verdadero no pide nada y no reclama ningún derecho. Durante todos estos años -cincuenta y un poquito más- cada vez que te vi, mi corazón experimentaba una sensación maravillosa. Por supuesto que me dolía no poder estar contigo porque siempre quise, siempre quise estar cerca de ti. Pensaba en eso casi todo el tiempo. Pero siempre que pensaba en ti, estaba contigo. Y mi amor por ti se transmitía a los demás. Mi amor por ti se repartió entre todos los que nos rodeaban. Mi marido Danny también lo sintió. Nunca lo engañé porque el amor estaba dentro de mí. Y un pedazo se lo di a él. Yo le regalé un pedazo de mi amor hacia ti. Siempre fui sincera con él. Y gracias a que amaba -aunque no a él- siempre tuve amor en mi corazón y él fue capaz de recibirlo y siempre fue feliz. Cuando era joven, sufrí mucho, porque estaba convencida de que el amor solo se alcanza en la reciprocidad; pero después comprendí que el amor no tiene reglas. Comprendí que el amor es simplemente amor y da igual como y con quien sea. El amor es una fuerza que se desborda y rompe todos los diques. Te amé sin la más mínima esperanza de ser correspondida y por ello mi amor se volvió más fuerte. Yo misma me volví más fuerte. Más audaz. Más valiente. Ese amor, sin esperanza de ser correspondido, me enseñó a hacerme responsable de mis sentimientos y a cuidar mi corazón. Comprendí que el amor es difícil de encontrar y fácil 4
de perder. Comencé a proteger mi amor. Te agradezco que no me hayas dado, ni una sola vez, la ocasión de acercarme a ti. Gracias por no haberme visto nunca como mujer y siempre como la mujer de tu mejor amigo. No se si hubiera podido resistir estar más cerca de ti. En verdad aprecio a Margaret, tu extraordinaria mujer. Es una persona finísima, tu la amas y eso es maravilloso. Y a mí me llena de alegría que el hombre al que amo más que a mi propia vida sea capaz de amar. Sé que eres capaz de amar y eso es magnífico. Les deseo a ti y a Margaret mucha felicidad. Les deseo mucho tiempo juntos. Te agradezco que nuestros caminos hayan podido cruzarse. Te doy las gracias por estar, por existir. Por hacer que una vida en el amor sea posible. Por haberme dado la oportunidad de descubrir que el amor existe cuando das y no pides nada a cambio. Gracias por haber venido, por haberme escuchado, por regalarme una muerte tan hermosa. Estoy feliz de poder morir así. Tuve suerte de que Danny muriera primero. Lo pude acompañar. Tuvo una muerte linda. Y ahora muero también yo con la certeza de no haber vivido en balde. No tengo miedo de morir. Viví esta vida para aprender que el amor existe. El amor es más fuerte que la muerte. Te amo. Y después dijo: - No tienes que decir nada, Albert. Te lo pido, no digas nada. Solo vete. Adiós. Ya no nos volveremos a ver. Saludos a Margaret. Sean felices. Adiós. Y esa es la historia. Pausa.
Segunda mujer
Ahora quiero contarles sobre otro matrimonio. También ellos vivieron más de cincuenta años juntos. Él se llamaba Albert y ella, Margaret. Los dos tenían ochenta y cuatro años. Tenían la misma edad. Y un buen día, Albert regresó a casa después de un paseo. Se sentó en una silla en medio de la sala, llamó a su mujer y le pidió que se sentara frente a él en el sillón de mimbre. Así que ella vino y se sentó frente a él en el sillón de mimbre. Y entonces él dijo: - Quiero hablar contigo, Margaret. Es muy importante. Hace mucho que tu y yo no hablamos de cosas importantes, ¿no es cierto? - Yo creo que tu y yo nunca hemos hablado de cosas importantes, contestó Margaret. Ella era una mujer con sentido del humor. - Qué gracioso, dijo Albert. Y prosiguió.
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- Te quiero decir, Margaret, que la cosa está así: amo a otra mujer. No me resulta fácil hablar de esto. Llevamos 54 años viviendo juntos y nunca te he sido realmente infiel. Te quiero mucho. Eres la madre de mis hijos…
- Y la abuela de tus nietos, completó Margaret. Ella era una mujer con sentido del humor. - Sí, muy gracioso, reaccionó Albert antes de continuar. Bueno. Tengo que comunicarte una verdad muy incómoda. Margaret, he comprendido por primera vez en mi vida lo que es el amor. Lo que es el verdadero amor. Ese que aparece en los cuentos. El amor con el que sueña todo joven, el que nadie alcanza. Por eso terminamos aceptando lo primero que se nos cruza en el camino porque, en la medida en la que no encontramos el verdadero amor, nos convencemos de que no existe, de que solo es literatura. Y entonces terminamos casándonos con quien teníamos a mano, por decirlo de alguna manera. Y entonces vivimos toda la vida con esta o aquella creyendo que el ser humano solo es capaz de eso. Pero en el fondo, el amor es una cosa totalmente distinta. No es así. Así no es. Es completamente otra cosa. Realmente existe, Margaret. Solo que a nosotros no se nos dio. Vivimos 54 años juntos pensando que esto que sentimos el uno por el otro es amor. Pero no es así. Así no se siente. El amor es otra cosa. Huele distinto. Pulsa distinto. Tiene otro sabor. Otro color. Y eso lo comprendí apenas hoy, Margaret. Esto fui capaz de entender al final de mi vida, y aunque solo haya sido al final, me siento dichoso de que haya ocurrido.. Estoy feliz y a la vez, lo siento por ti. No quiero parecer ingrato. Tu me regalaste tus mejores años. ¡¿Qué digo?! Me reglaste tu vida entera. Y te estoy infinitamente agradecido. Lo aprecio mucho. Eres la persona más cercana en mi vida. Siempre lo has sido y lo seguirás siendo. Pero ahora comprendí, créemelo, que no nos amamos con el amor con el que sueña todo joven. Ese amor casi nunca se encuentra. Pero yo lo encontré hoy. Y soy feliz, Margaret. Amo por primera vez en mi vida. Pero a otra mujer. Perdóname. Y al terminar de decir esto, Albert calló. Y así, de forma totalmente espontánea, se hizo una pausa. No muy larga. Y entonces Margaret dijo. - Albert eres un baboso. Por lo pronto, solo dijo eso.
Primer hombre
Porque era una mujer con sentido del humor.
Segunda mujer 6
Sí, era una mujer con sentido del humor… Primer hombre
Y eso que tenía cáncer. Cuando cumplió 60 se le diagnosticó cáncer de pecho. La operaron y le quitaron un pecho… ¿Cómo creen?… es broma… Ella nunca tuvo cáncer y su pecho sigue en su lugar. De hecho, no estaba enferma de nada. Era una mujer sanísima y con muy buen sentido del humor. Segunda mujer
Bueno… entonces… mientras Albert lanzaba su monólogo sobre el amor, ella pensó: “Dios mío, qué baboso. Para qué le voy a contestar, no importa lo que le diga, solo lo hace para hacerme enojar. Por qué tendría yo que reaccionar a todas las tonterías que está diciendo sobre el amor. Los dos ya estamos con un pie en la tumba. Para qué nos vamos a poner a imaginar cosas, a sacar nuestros trapitos al sol, ya es tarde para eso. Prefiero callarme y no darle a este baboso la oportunidad de sacar al galán joven que lleva adentro.” Eso fue lo que pensó. Pero en el fondo, lo que sucedió fue que a Margaret toda esa palabrería patética le rompió el corazón- a saber por qué-. Y aunque era una mujer muy inteligente y con sentido del humor, en ese momento la traicionaron tanto su inteligencia como su sentido del humor. Porque justo mientras pensaba en no contestarle al baboso, no pudo evitar decir lo siguiente: - Solo quería decirte, Albert, que no deberías hablar por los demás. Si ti la vida no te dio la ocasión de experimentar el amor –perdón- eso no quiere decir que a los demás nos haya pasado lo mismo. - Por “los demás” te refieres a ti misma? – preguntó Albert. - Sí, me refiero a mí -contestó Margaret. - O sea que lo que estás queriendo decir es que tu sí lograste experimentar el amor verdadero, ¿no? - Sí, eso es exactamente lo que quiero decir. Entonces Albert fue hacia ella, se arrodilló, cubrió su rostro con sus manos, permaneció así durante un par de minutos, descubrió su rostro, miró hacia Margaret y dijo: - Me da mucha pena, Margaret, pero solo crees que me amas. Para ser más preciso, por supuesto que me amas. Como yo te amo a ti. Pero, Margaret –perdón- yo estoy hablando de un amor totalmente distinto. Del amor que a nosotros no se nos permitió vivir. - ¿Por qué vuelves a hablar por los demás, Albert? A ti no te sucedió, pero quizá a otros sí.
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- No, Margaret, porque a los demás, es decir a ti, tampoco te ocurrió. Porque el amor verdadero solo se alcanza en la reciprocidad. Y eso lo comprendí, literalmente, hoy. El amor solo existe cuando es recíproco. Cuando una persona ama a otra y ese otro no le corresponde, entonces no es amor. Así, el primero, no ama en realidad, solo cree que lo hace. Eso es lo que he experimentado en carne propia el día de hoy. Yo no quería entrar en detalles, pero ya que hemos llegado hasta aquí, te lo voy a contar todo. Y vuelvo a pedirte perdón por el dolor que te causo. - Te perdono, dijo Margaret. Pues era una mujer con sentido del humor. - Muy gracioso, dijo Albert, antes de continuar. Hoy estuve con Sandra. Se siente muy mal. Parece que va a morir pronto. Bueno, estuve con ella y me lo confesó todo. Imagínate. Me ha amado toda su vida. A lo largo de todos estos años. ¿Entiendes? No a Danny, a mí. Y es verdad. ¿Por qué mentiría justo antes de morir? Y al escuchar su forma de decírmelo, comprendí que no estaba mintiendo. Durante toda su vida solo me amó a mí y nunca se atrevió a decírmelo. No se atrevió a engañar a Danny. No se atrevió a destruir su vida. Y también dijo que antes pensaba que el amor verdadero solo se alcanza en la reciprocidad pero, después, al darse cuenta de su amor por mí, comprendió que estaba equivocada, pues me amaba sin ser correspondida. Y mientras me decía todo esto y yo la escuchaba, frente a mis ojos apareció la vida que compartimos con Sandra y Danny. Me acordé de Sandra de joven, me acordé de los sábados por la noche cuando íbamos a su casa, de nuestras fiestas en común, y de nuestros viajes al mar. Me acordé de Sandra y de lo hermosa que era, de su forma de caminar, de sus manos hermosas, sus caderas, su carácter, su sensatez y su inteligencia. Me acordé de aquella parrillada en la que se echó a llorar porque Danny había asado a un caracol junto con las verduras. ¿Te acuerdas? Fue en tu cumpleaños. No se por qué, pero de golpe, recordé todo eso. Mientras escuchaba a Sandra, recordé eso: que siempre me gustó. Me gustaba, sin más. Y de pronto ese pensamiento me atrapó “Me gustaba, sin más”. Y, en ese instante, de p ie frente a esta anciana tendida en su cama, comprendí que la amaba, ¿me entiendes? Y aun más, entendí que siempre la había amado pero que ese sentimiento estaba metido en un lugar tan profundo que no se podía tocar. ¿Me entiendes? Me cuesta trabajo explicártelo. Ese amor no es algo que haya aparecido de pronto, ese amor siempre estuvo ahí, solo que yo no lo había visto, no lo había dejado salir porque tenía la cabeza en otra cosa. ¿Puedes entender, Margaret, qué esto no es algo nuevo? Ahora entiendo que siempre he amado a Sandra, solo a Sandra. Y que este amor es verdadero porque es recíproco, estábamos destinados el uno al otro, pero yo no lo sabía porque estaba ciego. No sé por qué ocurrió ahora, pero hay un tiempo para todo. Cuando la fruta está madura, cae de la rama por sí sola. ¿Será una simple casualidad o un juego cruel del destino? No lo sé, pero lo más importante es que ese amor siempre estuvo ahí, no es algo que empezara hoy. Aunque hoy se despertó. Y mira, Sandra se equivoca cuando dice que el amor no necesita ser correspondido, simplemente no sabe, como yo mismo no lo sabía, que la amo. Su amor alcanzó la reciprocidad porque siempre la he amado. El amor verdadero solo se alcanza en la reciprocidad, no puede ser de otro manera. Por eso me duele mucho que nosotros, Margaret, no nos hayamos amado recíprocamente. ¿Comprendes? No solamente yo. Tu tampoco. Pausa
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Después de eso, se hizo, como siempre, una pequeña pausa. Y entonces Margaret dijo: - Lo sabía. A mí me pasa igual. Solo que no quería salir con eso, pues finalmente, pensé, que diferencia puede hacer el pasado ahora que tenemos 84 años. Es pasado, ya pasó, no va a regresar. Y mira, aquí viene de regreso. Tu mismo lo has traído de regreso, Albert. Y de tal manera que me obligas a decirte lo que, de otro modo, nunca te hubiera dicho. El amor verdadero solo existe cuando es correspondido, eso lo sé. Durante todos estos años fui amante de Danny. Nos encontrábamos casi todas las semanas. Y de vez en cuando viajamos juntos. ¿Te acuerdas de esos viajes de negocios que hacía de joven? Nunca te diste cuenta que, de vez en cuando, coincidían con los viajes de tu amigo Danny. Hubo momentos en que hubiéramos querido decirles todo y cambiar nuestras vidas. Pero, pues no sabíamos que Sandra te amaba. Ni tu mismo lo sabías. Los apreciábamos mucho, y no queríamos arruinar nuestra amistad. No queríamos lastimarlos en nombre de nuestra felicidad. Así que, en vista de las circunstancias, decidimos sacrificar nuestro amor. Nos amamos el uno al otro, sufrimos, pero a nuestro modo, conseguimos ser felices. Cuando Danny murió, ni siquiera pude ir a despedirme de él. No pude porque no habría podido contenerme y Sandra se hubiera dado cuenta de todo. Danny y yo decidimos hace mucho tiempo que cuando uno de los dos muriera, el otro guardaría distancia. Y entonces… Margaret, no pudo controlarse y rompió en llanto. Albert se quedó ahí,
callado, inmóvil. Seguramente estaba en shock. No dijo nada. Ni siquiera intentó tranquilizar a su mujer. Y así estuvieron sentados ahí. Margaret sufría y Albert tenía la mirada perdida. Dos viejos que habían vivido su vida de manera extraña. Finalmente, Margaret se tranquilizó y dijo: - Si tu, Albert, hubieras comprendido un poco antes que amabas a Sandra y me lo hubieras dicho, entonces quizá habríamos podido cambiar nuestras vidas y ser felices. Pero no fue así. De modo que así tenía que ser. El amor solo se alcanza en la reciprocidad. Estoy de acuerdo. Albert, perdona mi franqueza.
Y pausa. Segundo hombre
Quiero platicarles de Danny… Primer hombre
Sí, perdón que te interrumpa. Solo quisiera agregar algo. Un detalle importante. Solo quería decir que Sandra y Danny eran hermanos. Se nos había olvidado decirlo. Eran hermano y hermana solo que de distinta madre. Eran hijos del mismo padre. Danny era hijo del primer matrimonio de su padre y fue criado por su madre. Conoció a Sandra cuando ya tenía 30 años. Sandra tenía 27. Fue amor a primera vista y quisieron casarse en seguida. Por supuesto que todos sus parientes se opusieron empezando por su padre. Pero ellos no quisieron escuchar a nadie, se casaron y rompieron relaciones con todos, 9
incluyendo a su padre quien los maldijo y nunca más los volvió a ver. Bueno solo quería decir eso. Perdón por la interrupción. Continúa. Pausa
Sí y claro que esto también fue una broma. No eran hermano y hermana. Sandra y Danny no eran hermanos. Era un chiste. Segundo hombre
Bueno, pues. Ahora voy a contarles la historia de Danny. La cosa está así. Danny fue un hombre que nunca dijo una mentira. Nunca. Una noche en que no podía dormir, cuando Danny tenía ocho años, vio una luz extraña afuera de su casa. El pequeño Danny miró por la ventana y descubrió un enorme disco plateado. Vio una nave espacial. Un gran platillo volador que brillaba con una luz intermitente y plateada; la luz más maravillosa del universo. Era una luz plateada tan espectacular que daba la impresión que de ella emanaba un perfume. El platillo volador no era de metal ni de ningún material conocido. Más bien recordaba a la luna llena. Todo el disco era plateado, para ser más preciso, del color de la luna. La luz era tan intensa como si el Universo mismo hubiera querido llover fina y agradablemente sobre la espalda de Danny hasta estremecerlo. Y eso fue lo que sucedió. Una lluvia fina y agradable recorrió la espalda de Danny y lo estremeció. Así, ese niño de ocho años, firmemente de pie ante la ventana, miraba esa nave fantástica. Danny estaba sencillamente arrobado ante esa maravilla, la más hermosa, la más hermosa luz plateada del Universo. Estaba ahí, mirando esa aparición gigantesca. Y le dieron ganas de correr y despertar a sus padres. Pero, de pronto, le dio miedo. Le dio miedo que sus padres despertaran y la nave desapareciera y sus padres no le creyeran y entonces, en cuestión de un segundo, toda esa belleza podría convertirse en la fantasía de un pequeño niño. Y Danny entendió que no importaba lo que contara, nadie le creería. Y que ese milagro que estaba viendo, la luz más maravillosa del Universo, terminaría por convertirse en la mentira más vulgar del mundo. Y entonces, Danny comprendió la crueldad de la vida. Entendió que por eso, porque los hombres faltan constantemente a la verdad, por eso, ya nadie cree en nada. Ese sencillo pensamiento le vino a la cabeza. Y ahí, ante la luz más hermosa del Universo, contemplando un disco suspendido en el firmamento, Danny se juró a sí mismo no volver a decir una mentira en su vida. Nunca, nunca, nunca más. Pasara lo que pasara. Y Danny cumplió su palabra. Hasta el día de su muerte, nunca volvió a mentir. En algunos casos, si la pregunta no era específica, Danny sabía quedarse callado. Como con la historia de la nave espacial. Solo una persona en el mundo la conocía: Sandra. Porque Danny la amaba mucho. Primer hombre
Ahora voy a contarles la historia de Danny y Margaret. Danny y Margaret se conocieron un año antes de que Sandra y Danny se conocieran porque Margaret se casó con Albert, el mejor amigo de Danny. Inmediatamente se hicieron muy amigos. Albert no daba crédito de la facilidad con la que su mujer se conectó con Danny. Se volvieron amigos de verdad. 10
Y precisamente un año después, Danny conoció a Sandra. Le llevó a Margaret una foto de Sandra y le preguntó qué le parecía su nueva novia. A lo que Margaret contestó que la muchacha le parecía magnífica y celebró el buen gusto de Danny. Y, cuando Danny decidió pedir la mano de Sandra, volvió a ir con Margaret para preguntarle qué opinaba. A lo que Margaret contestó que le parecía una idea espléndida, felicitó a Danny y le deseó a él y a su prometida mucha suerte. Danny y Margaret eran amigos de verdad. A Albert lo confundía la amistad de su mujer con Danny. - Danny, a veces no entiendo, ¿quién es tu mejor amigo? ¿Margaret o yo? - ¿Estás celoso?, replicaba Danny. - Mucho. Quiero ser el único en tu vida, bromeaba Albert. - Perdona pero también tengo a Sandra, así que por lo menos seremos tres, contestaba Danny con humor. Pausa.
Una vez, cuando Danny y Margaret , rondaban los cuarenta… estaban sentados en la terraza de la casa de Danny y Sandra. Los dos. Sandra y Albert estaban en algún lugar del jardín. Danny y Margaret se sentaron frente a frente en la mesa. Danny deslizó su pierna bajo la mesa y al hacerlo se encontró con la pierna de Margaret. Margaret y Danny se tocaron por debajo de la mesa. Y entonces Margaret preguntó, inesperadamente. -Oye Danny, ¿a ti te gustaría hacer el amor conmigo? Mejoro la pregunta, ¿crees que tu y yo podríamos ser amantes? Contéstame en serio porque no estoy bromeando. Danny se le quedando viendo raro, muy raro, muy muy raro. Después puso su mano sobre la de ella y dijo: - No Margaret, tu y yo no podemos ser amantes porque amo mucho a mi mujer y aprecio mucho la amistad que tengo con tu marido. Pausa
Que Margaret le haya contado a su marido Albert, que Danny y ella fueron amantes, fue solo una broma de su parte. Pues ya sabemos que era una mujer con sentido del humor. Una pausa corta para tomar agua.
Primera mujer
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Quiero contarles sobre una noche particular. Danny y Sandra estaban sentados en la sala de su casa en completa oscuridad mirando las estrellas. Era invierno. Los niños habían ido a pasar la Navidad a casa de la mamá de Danny en otra ciudad. Danny y Sandra estaban solos. Sentados ahí, mirando el cielo. Era una noche despejada. Y, de pronto, a Danny lo asaltó una sensación, una sensación muy particular, una sensación arrobadora. De pronto se sintió muy bien. Se sintió muy bien por estar sentado junto a la persona que más amaba contemplando las estrellas. Y fue entonces que decidió contarle a Sandra sobre la nave extraterrestre que vio de niño. Y Danny le contó a Sandra de la nave resplandeciente y de la luz plateada que emanaba de ella. Y también de cómo había decidido no volver a decir una mentira nunca en su vida. Pausa
Al terminar su historia, Danny le preguntó aprensivamente a Sandra: ¿Verdad que me crees? Pausa
Y justo en ese segundo, Sandra comprendió que la vida está compuesta de minúsculos fragmentos de colores que se articulan al azar. Que no hay un todo absoluto, sino pequeñas partículas que se superponen y que no construyen una sola historia sino que son un montón de episodios. Que no hay tema central sino un abanico de detalles. Y que nunca esos detalles te llevan a una verdad absoluta. Es difícil explicarlo con palabras, pero a Sandra la asaltó la impresión de que a su mundo le hacía falta un todo capaz de sostenerlo. Vio a Danny y pensó – ¡Carajo, y encima me sale con extraterrestres! Pausa
Segundo hombre
Ahora quiero contarles algo de Albert. Albert era una buena persona. Muy pronto comprenderán por qué. Una noche, Albert se despertó porque alguien estaba arrojando piedritas a su ventana. Margaret dormía profundamente y no se percató. Albert se levantó y fue a la ventana… No, ahí no había ni naves espaciales ni extraterrestres aventando piedritas. Albert miró por la ventana y descubrió a su amigo Danny quien gesticulaba pidiéndole a Albert que bajara. Albert bajó y salió a la calle. Esta conversación tuvo lugar en agosto de 1974, Danny y Albert tenían entonces 35 años. - ¿Qué pasa, Danny?, preguntó Albert perplejo. - Albert, tengo que decirte algo importante. Nos atañe a todos. No puedo dormir. Tengo que contártelo todo, escúchame. Albert dijo:
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- Por supuesto Danny, vayamos a la terraza. Ahí podemos tomarnos una taza de te o de café. Así que fueron a la terraza y ahí, en esa terraza, Danny lanzó su apasionado monólogo. Dijo: Albert, tu y yo somos amigos. Tu eres mi mejor amigo. Aparte de Sandra, nadie es tan cercano como tú. Tengo que confesarte algo, pero te suplico que me escuches y no me interrumpas. Es importante que me escuches hasta el final y no me interrumpas. Voy a hablar largo y tendido. Escúchame. Tu sabes cuánto amo a Sandra, mi mujer. Esto es así y es verdad. La amo más que a nadie. Si te soy sincero, la amo más que a mis propios hijos. Sandra no solo es mi mujer, es mi amiga. Y no solo la amo por ser la madre de mis hijos, o por ser mi amiga sino porque es una mujer atractiva. No me vas a negar que Sandra es hermosa. Albert quiso decir algo, pero Danny no le permitió interrumpir. - Sandra es una mujer guapa. Todos estos años me he sentido atraído hacia ella. No me canso de mirarla. Cada día, al verla, me vuelvo a enamorar de ella como si fuera la primera vez, como un adolescente. Amo a Sandra y soy feliz con ella. En la cama nos va muy bien. Estoy totalmente satisfecho. Sandra es mi ideal. Quiero estar con ella hasta el día de mi muerte. Nunca la he engañado ni pienso hacerlo. Quiero envejecer con ella y tenerla al lado en mi lecho de muerte, poder tomar su mano y decirle las palabras más hermosas, más importantes y más conmovedoras que encuentre en mi corazón. - ¿Y que te hace pensar que morirás primero?, deslizó Albert. - No lo pienso, es mi sueño. No es que sueñe con morir primero sino con poder decirle a Sandra todas esas cosas importantes. Pero no se trata de esto. Albert, te lo vuelvo a repetir: amo a Sandra con el amor más íntegro, más sincero y más grande del mundo….pero me muero de deseo cuando veo a tu esposa Margaret. Casi todas las noches tengo fantasías sexuales con ella. No lo puedo evitar. Sucede a pesar de mí. Apenas veo a Margaret, todo me da vueltas, me mareo, me castañean los dientes. Desde el primer día en que la vi, me ocurrió, pero entonces pensé que sería capaz de controlarlo. De hecho, conocí a Sandra, y durante cierto tiempo ya no tuve que pensar en tu mujer. Pero hace poco, todo resurgió. Ahora, en pleno verano, cuando todas las mujeres van por ahí con sus vestiditos vaporosos. Albert, no tengo idea por qué me pasa, pero esto es más que una pasión, ¿me entiendes? Cuando me voy a la cama, pienso en Margaret, sueño con ella y me despierto pensando en ella, incluso – perdón- cuando hago el amor con Sandra, tengo que hacer un esfuerzo para no pensar en ella… y no lo consigo, termino pensando en Margaret. Me estoy volviendo loco. No resisto escuchar su voz cuando me habla de cerca. No puedo ver sus manos, porque solo de mirarlas, siento que enloquezco… Su inteligencia… Una persona tan maravillosa… Y ese sentido del humor…
Cuando está cerca de mi, el mundo se transforma. Dios mío, que suerte que exista en este mundo una mujer así, una mujer como tu Margaret. Su existencia le da sentido a la vida. Un sentido que Margaret esparce con su sonrisa y su maravillosa manera de ser. Una sola mirada suya hace que todo adquiera sentido y belleza. Si existe Margaret, existe la belleza. Y si la belleza existe, la vida tiene sentido. Estos son los sentimientos que me 13
asaltan, amigo mío. Y la verdad es que ya no puedo más. No sé lo que me pasa. Albert, dime lo que es esto. - Se llama amor, amigo mío -contestó Albert con serenidad. Y entonces Danny cayó al piso, se contrajo, y comenzó a llorar como un niño. -Pero si amo a Sandra, mi mujer, alcanzó a gemir entre lágrimas. Sé lo que es el amor y sé que el amor solo se alcanza en la reciprocidad. - Tu amas a Margaret, - contestó Albert con una inexplicable tranquilidad. - No, no quiero, no quiero. No es así, es otra cosa, totalmente otra cosa – imploró Danny. Cuando Danny se calmó, se sentó en una silla y tomó té caliente. Albert prosiguió con gran naturalidad: - Tu amas a Margaret, Danny. Lo que acabas de describir son los sentimientos de quien está enamorado. ¡Tu amas a Margaret sin duda alguna, amigo mío! - Pero si te estoy diciendo que amo y quiero amar a mi mujer Sandra. Si tuviera que decidir en este momento con quien quiero vivir… perdón que hable así… Albert…
- Tranquilo, no pasa nada, amigo mío –contestó Albert. - Es solo un ejemplo – continuó Danny. Así que si tuviera que decidir en este momento con quien quiero vivir, con Sandra o con Margaret, te juro que no lo dudaría un segundo y escogería a Sandra. No quiero vivir con Margaret. Estoy conforme con Sandra y con todo. Totalmente, ¿me entiendes? Totalmente conforme. Y ni siquiera pienso que Margaret sea más bonita o más seductora que Sandra. Estoy totalmente conforme. Amo a Sandra y no a Margaret. Por qué me pongo fuera de mí cuando pienso en tu mujer, no lo sé. - Pero yo sí sé por qué – dijo Albert. Y tu, amigo mío, también lo sabes. No nos engañemos. Desde que tengo memoria, nunca me has mentido. - Pero entonces, ¿qué es el amor? – preguntó Danny con total inocencia. - Justo lo que sientes cuando ves a mi mujer –contestó Albert sabiamente. La escena recordaba un diálogo entre padre e hijo. Danny parecía un adolescente que llega a preguntar a su padre por primera vez lo que es el amor. Y Albert parecía un padre sabio, viejo y tranquilo que sabe que ha llegado el momento de que el amor se abra paso a través del joven corazón y quien, por tradición familiar, inicia al hijo en la naturaleza del amor. - ¿Como debo llamar ahora a lo que siento por mi mujer Sandra? - Desde mi punto de vista, simplemente viven bien juntos, Danny. Eso es todo. 14
Entonces llegó Margaret a la terraza. Los chillidos de Danny la habían despertado, aunque no alcanzó a escuchar lo que decía. Por eso salió a la terraza. Quería saber lo que estaba ocurriendo entre ellos a las dos y media de la madrugada. - Buenos días, señores, dijo Margaret. Perdón que me meta en su plática pero… En ese momento Danny se puso pálido como plato de porcelana. Se levantó, agitó los brazos torpemente intentando mantener el equilibrio y finalmente cayó al piso, inconsciente. Pausa
Albert era muy buena persona. Por supuesto que nunca le dijo a Margaret ni una palabra de lo que Danny había venido a confesarle. Tuvo que mentirle. Y le dijo que Danny había tenido una colapso nervioso porque acababa de cumplir los 35 y se acercaba a la crisis de los 40 y que eso siempre resulta muy doloroso para los hombres. Albert le mintió a Margaret. No era como Danny, que nunca decía una mentira. Albert era una persona común y corriente, una buena persona. Justo después de este episodio, Danny y Sandra, se fueron tres meses de vacaciones. Se fueron a Australia porque Danny quería irse a otro continente a como diera lugar. Y cuando regresaron, después de tres meses, Albert y Danny siguieron siendo amigos como si nada hubiera pasado. Y las cosas volvieron a encontrar su lugar. Y estas dos parejas maravillosas siguieron juntas su camino hacia la vejez. Pausa corta para tomar agua.
Primer hombre
Y ahora una historia chistosa de cuando Albert fumó mariguana. Una vez, cuando Albert ya tenía 48 años, quiso probar la mariguana. Y resulta que uno de sus estudiantes le ofreció un cigarrito. No voy a entrar en detalles sobre el tipo de yerba, de donde venía o porqué el alumno se la ofreció a su profesor… aunque a lo mejor termino por contárselos. En aquella época las clases de Albert versaban sobre la utilización del hilo de cáñamo de mariguana en la construcción de barcos. Explicaba como la mayoría de los amarres de los barcos se hacen con el cáñamo que se produce a partir de la planta de la mariguana. Y así, hablando de amarres, Albert dejó claro que nunca en su vida había fumado mariguana. Para no hacerles el cuento largo, uno de sus alumnos le ofreció fumar un poco y para sorpresa del propio alumno, Albert aceptó y, no solo eso, se puso a fumar considerablemente. Pausa
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Después de un par de fumadas, unos minutos después, sintió que el mundo que lo rodeaba… sí… ¿como decirlo…? Entonces el mundo… Abreviando… todo se volvió suave. Albert levanto los brazos y comenzó a tocar el mundo. Y ahí, con los brazos extendidos, Albert rompió en llanto. - ¿Necesita usted ayuda, señor profesor? – preguntó el alumno asustado. - No – contestó Albert entre lágrimas – todo está bien. Solo que acabo de entender algo del mundo. - ¿Y qué acaba de entender del mundo? – preguntó el estudiante muerto de risa por que le parecía muy divertido ver a su maestro en ese estado. - Que es blando y suave – contestó Albert con una voz peculiar-, yo siempre pensé que era duro pero es suave, asombroso, y también triste, muy triste, cuando estamos en nuestros cinco sentidos no nos damos cuenta y pensamos que es amargamente duro. Albert volvió a tocar al mundo con sus brazos extendidos y se admiró de lo suave que era. Y así siguió hasta que fue pasando el efecto y el mundo comenzó a endurecerse. Albert se secó las lágrimas, agradeció al alumno por su ayuda y regresó a su casa. En su camino a casa, el mundo se endurecía y endurecía cada vez más y al entrar en su casa, el mundo ya era completamente duro otra vez. Vio a Margaret y le dijo: - Amor mío, ¡soy duro como una piedra! A Margaret, como siempre, le costó trabajo reírse del chiste de su marido. Aunque hacía mucho que se había acostumbrado a eso: su marido tenía un sentido del humor muy particular.
Segunda mujer
Ahora les contaré la historia de la desaparición de Margaret. Un día, Albert llegó muy tarde a casa. Eran las once y media de la noche. Entró en su casa, y después de unos minutos, tuvo la certeza de que su mujer no estaba en casa. Llamó a su amigo Danny para preguntarle si Margaret no estaba con ellos. Danny le contestó que no y que él y Sandra hacia mucho que se habían ido a dormir. Así que Albert llamó a varios conocidos con los que Margaret podía estar, pero tampoco tuvo éxito. Entonces se puso a llamar a gente menos cercana para asegurarse de que Margaret no estaba con alguno de ellos. Después llamó a los padres de Margaret -que vivían en otra ciudad- y los alarmó con su pregunta. 16
Por supuesto que no estaba ahí. Así que los padres de Margaret se unieron a la búsqueda. Lo último que hizo Albert fue llamar a los hospitales y a la morgue. Eso también se llevó su tiempo. Me permito recordarles que, en aquella época, no existían los teléfonos celulares. Tuvo que hacer estas llamadas a través de la operadora, lo cual se llevó bastante tiempo. Y cuando Albert llamó al último hospital posible solo para enterarse de que ninguna Margaret había sido ingresada ese día, colgó exhausto el teléfono. En ese instante escuchó la voz de Margaret. Provenía de un enorme armario que tenían en su recámara. - Aquí estoy, Albert. En el armario. Pero vas a tener que hacer algo sorprendente para sacarme de aquí. Albert se puso pálido y casi se desmaya. Cuando recuperó las fuerzas, se abalanzó sobre el armario. Ahí constató que el mueble estaba cerrado con llave. - ¿Como entraste ahí dentro?, preguntó Albert mortificado. - Estoy en el armario, contestó Margaret, gravemente. Ese tono de voz asustó a Albert porque lo llevaba a concluir que su mujer había enloquecido. - Me tienes que sacar de aquí. De este mundo. Y para eso tienes que cantar una canción mágica. - ¿Como entraste ahí, Margaret? , le gritó Albert. ¿Quién te encerró ahí dentro? - Yo me encerré sola. Quería que jugaras este juego conmigo y que siguieras mis reglas. Por favor, Albert, no te enojes. Juega. Es solo un juego. Me tienes que sacar de este armario y para eso tienes que cantar una canción mágica. Piensa en unas palabras mágicas y ¡cántalas! A eso siguió, por supuesto, una larga escena doméstica. Albert gritó, intentó tumbar la puerta del armario, pero fue inútil pues era un gran mueble de roble imposible de destruir. Albert estaba totalmente fuera de sí. No podía concentrarse. Finalmente -no podía haber sido de otro modo- Margaret salió del armario sin necesidad de las palabras mágicas. Descorrió los cerrojos por dentro y las puertas se abrieron de par en par. Albert la miró alucinado haciendo un esfuerzo por comprender que demonios estaba ocurriendo en su casa a las dos y media de la mañana y si realmente su mujer se habría vuelto loca. Margaret se acostó en el piso y súbitamente dijo: - No te enojes. No me volví loca. Solo quería jugar, ¿me entiendes? En la vida hay momentos, momentos extraños, en los que uno simplemente tiene ganas de jugar. - ¿Así que era un juego?, preguntó Albert derrotado. Y miró a Margaret con desolación. - Fue un “momento extraño”, contestó Margaret secamente. Tienes que saber que me pasé horas en este armario y no fui al baño ni una vez. Ya sabes lo difícil que es eso para una mujer. Margaret hacía sus chistes y miraba a Albert con una sonrisa en la boca. 17
O por lo menos lo intentaba.
Segundo hombre
Quiero contarles la historia de Danny y la piedra redonda. Cuando Danny y Sandra se fueron de vacaciones a Australia, durante una caminata, Danny encontró una gran piedra redonda en medio del camino. Una piedra redonda común y corriente del tamaño de una cabeza de caballo. Danny y Sandra pasaron al lado de la piedra y de pronto Danny se detuvo. Algo lo atrajo hacia ella. De pronto sintió que entre la piedra y él había una conexión especial. Así que Danny dio media vuelta y se fue a sentar sobre la piedra. Así, estuvo sentado con los ojos cerrados hasta que escuchó la voz de Sandra. - ¿Todo bien, Danny?, preguntó Sandra. - Sí, contestó Danny con los ojos cerrados. Tengo que quedarme sentado un rato sobre esta piedra. Perdón, Sandra, ¿me esperas? - Por supuesto, Danny. Yo te espero. Si te tienes que sentar en esa piedra, yo te espero el tiempo que haga falta. Y Sandra comenzó a caminar, a cierta distancia, en círculos alrededor de Danny, mientras este permanecía sentado sobre la piedra, con los ojos cerrados. Y pasada una hora, Sandra no aguantó más y dijo: - Comprendo, Danny, que probablemente sea muy importante para ti estar sentado sobre esa piedra. Tus razones tendrás, sin duda. ¿Pero yo que hago? Llevo una hora dando vueltas alrededor de ti. ¿Qué se supone que debo hacer? - Buscar tu lugar en el mundo, le contestó Danny. - ¿Qué, qué?, contestó Sandra. - Buscar tu lugar en el mundo, repitió Danny. Cada cosa tiene su lugar. Un árbol crece en su lugar. Las flores crecen en su lugar. Un pájaro tiene su trayectoria de vuelo. Así que también el ser humano debe encontrar su lugar en este mundo. - Qué teoría tan interesante, querido, contestó Sandra. ¿Y tu, ya encontraste tu lugar? - Sí, contestó Danny, ya lo encontré. Justo hace media hora. Este es mi lugar. Estoy sentado encima de él. Este es mi lugar en el mundo. 18
Sandra miró a Danny. Danny volvió a cerrar los ojos y dejó caer la cabeza. En ese instante, Sandra se dio la media vuelta y se fue. Volvió al sitio donde estaban hospedados en una ciudad llamada Nord- Darwin. Entró al hotel, se acostó en la cama del cuarto, cubrió su rostro con sus manos y comenzó a llorar. Ella no podía encontrar su lugar en el mundo. No podía encontrar ningún lugar para ella. Ningún lugar donde estar. No podía encontrar un lugar propio para vivir.
Primera mujer
Quiero contarles la historia de Sandra y la línea rosa. Una vez, Danny y Sandra viajaron a Australia y ahí hicieron muchas caminatas por caminos terregosos; se sentaron sobre piedras redondas y se fascinaron con paisajes maravillosos… Y una vez, durante una de esas caminatas, Sandra descubrió en el horizonte, una larga línea rosa. Esa línea rosa parecía el listón de un vestido de novia colgado sobre una montaña … - Mira Danny, dijo Sandra. ¿Ves esa línea rosa en el horizonte? ¿Crees que sea un juego de luces o el reflejo de algo rojo en la cima de la montaña? Se hizo una pequeña pausa. Danny miró con atención al horizonte. Contempló la línea rosa con la mirada del experto que decide los precios de los cuadros en una subasta. Dejó pasar unos segundos antes de decir: - ¿Sabes, Sandra? Pienso que no deberías dramatizar así tu vida. Por supuesto que la vida es triste y, en ocasiones, no tiene sentido y es inconstante, pero para eso me tienes a mí y yo te tengo a ti. Somos muy, muy afortunados en tenernos el uno al otro. Sandra miró a Danny y sonrió. Continuaron su caminata en silencio, cada uno metido en sus pensamientos. Sandra pensaba en la línea rosa del horizonte. Y de pronto dijo: - Sabes, Danny, todos deberíamos tener algo de qué agarrarnos cuando estamos desesperados. Y tal vez esa línea rosa lo sea para mí. - Es una línea rosa en el horizonte. ¿Algo de qué agarrarte, Sandra?, preguntó escéptico Danny. - Sí. Algo es algo, contestó Sandra. Sandra y Danny continuaron su camino hacia la cima, subieron y miraron el valle delante. A lo lejos, el sol pendía del horizonte y de él emanaban rayos de color rosa en todas direcciones. - He ahí el origen de tu línea rosa, la puesta de sol, dijo Danny.
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Sandra, simplemente, comenzó a llorar. Durante cuarenta minutos. Sin poder contenerse. Danny no sabía como ayudarla. Él mismo estaba atribulado, su corazón se estremecía de dolor por Sandra, pero no sabia qué hacer. Se sentó. Recargó la cabeza sobre sus brazos y clavó la mirada en el horizonte. La línea rosa del crepúsculo iluminaba todo el valle. Danny estaba ahí sentado mirando la línea rosa. De pronto, se tranquilizó. Se sintió bien. Volvió la cabeza y vio que Sandra también se había tranquilizado. Estaba sentada detrás de él, miraba la línea rosa del horizonte y se sentía bien. Pausa
Primera mujer
Y ahora ha llegado el momento, de contarles como terminó todo.
Primer hombre
Al decir “como terminó todo”, queremos decir que todo se terminó definitivamente.
Primera mujer
Sí. Ahora voy a contarles como murió Sandra. Fue así. Después de que Margaret le contó a su marido que toda la vida había sido amante de su mejor amigo Danny… S e acuerdan de que, en realidad, no fue así … Esa solo era otra de sus bromas… Por que Margaret era una mujer con… Ajá… Ya lo saben… Bueno… aquello de que había sido amante de Danny todo ese tiempo…tuvo un impacto muy extraño en Albert. El hecho de que su mujer, con
quien había vivido cincuenta y dos años, lo hubiera engañado durante toda su vida, lo dejó totalmente frío. Es más, la noticia, lo alegró profundamente, era la prueba de que el amor solo se alcanza en la reciprocidad. Así que decidió ir a ver a Sandra para decirle, antes de que muriera, que estaba equivocada por pensar que el amor puede no ser recíproco y que él, Albert, siempre la había amado y que eso significaba que su amor era correspondido. Quería que Sandra muriera con esa certeza. Era muy importante. Fue a ver a Sandra, la encontró, le dijo que siempre la había amado y siempre la amaría. Y le contó sobre el amorío entre Danny y Margaret con el fin de que Sandra, antes de morir, supiera que Danny la había engañado toda su vida y que todas esas sentidas palabras que había pronunciado en su lecho de muerte no eran más que mentiras. Sandra murió pensando que Danny no fue un hombre que nunca mintió y que seguramente su historia de la nave espacial también se la había inventado.
Segunda mujer
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Y ahora voy a contarles como murió Margaret. Recordemos: Albert había conseguido ver a Sandra antes de su muerte y le contó un montón de cosas interesantes. Así que, al dejar a Sandra, Albert tuvo la sensación de haber cumplido su deber y tomó el camino de vuelta a casa. Al llegar, decidió sentarse un poco en la terraza. Se sentó en un sillón de mimbre y ahí, en la terraza, sentado en el sillón, Albert recordó como aquí mismo, hacía 52 años, Danny le confesó su amor por Margaret. Visto en retrospectiva, era obvio que Danny lo había engañado, puesto que Danny había sido amante de su mujer. Porque Albert no sabía que Margaret solo estaba bromeando. Estaba convencido de que Danny y Margaret tuvieron una historia de amor. Pero, extrañamente, Albert no estaba enojado con Danny porque lo quería mucho. Imaginó lo difícil que debió ser ocultar ese amor y lo mucho que debieron haber sufrido por ello. Sentado en el sillón de mimbre de la terraza, recordó las palabras que Danny había pronunciado en ese mismo lugar hacía 52 años. Recordó lo que dijo y se acordó de Margaret y de lo hermosa que era. La recordó de joven, su gracia, su forma de caminar. Sus labios. Su respiración. Recordó su cuerpo, sus líneas y curvas, su figura. Recordó su ternura y su inteligencia. Margaret era un ser amoroso, inteligente y fino. Al llegar a algún lugar, su belleza lo transformaba todo. Margaret no era una persona complicada. No era coqueta. Hablaba con sencillez y te miraba a los ojos. Podía ser ácida en sus comentarios, de vez en cuando ironizaba sobre los demás, pero todo mundo se lo perdonaba porque era un ser amoroso. Albert pensó en lo afortunado que había sido en tenerla como compañera. Y de lo bien que se siente estar con ella. Y lo maravilloso que será entrar a casa, estrechar a Margaret entre sus brazos y tomar su rostro entre sus manos. De pronto Albert se sobresaltó. Lo asaltó el siguiente pensamiento: Dios mío, ¿qué he hecho? Yo la amo. En ese momento, Albert entendió que su amor de hoy por Sandra no era más que la tontería romántica de un viejo estúpido. Pues había vivido 52 años con Margaret y era feliz con ella. Y eso es el amor. Siempre amó a Margaret, y la amará por siempre. La madre de sus hijos. Esa mujer maravillosa. Eso es el amor. ¿Qué más? - Yo la amo, gritó Albert. De pronto comprendió que las palabras de Sandra habían despertado sus sentimientos románticos, lo habían hecho sentirse joven otra vez. En realidad solo habían provocado que el corazón de un viejo octogenario se sintiera rejuvenecido. Nunca amó a Sandra, ni siquiera cuando sufrió tanto por aquel caracol que había aterrizado en la parrilla por accidente. El no amaba a Sandra, solo se sintió atraído por ella algunas veces. ¿Amar? Solo a Margaret. Eso es. ¿¡Qué has hecho, viejo estúpido!? ¡Claro que te amo, Margaret! Así que quiso entrar en la casa a toda prisa para buscar a Margaret, caer de rodillas a sus pies y confesárselo todo. Pero de golpe, una idea lo dejó sin aliento: así que el amor también existe sin ser correspondido … porque Margaret amaba a Danny ¿o no? - Pero si yo la amo – volvió a gritar Albert. Pero si yo la amo, gritó. Yo la amo, gritó Albert. Al diablo con las teorías, yo te amo, gritó Albert con todo su corazón y se abalanzó al interior de la casa. - Yo te amo, Margaret , gritaba Albert desde el umbral de la casa. Pausa corta. 21
La puerta de la recamara estaba cerrada. Sobre la puerta había una nota pegada en la que se podía leer, escrito a lápiz: “ Amor mío, antes de que entres al cuarto quiero que sepas que me he colgado. Margaret .” Albert abrió la puerta del cuarto. Ahí estaba Margaret, colgada de una cuerda. Sin vida. Pausa Primer hombre
Ahora voy a contarles lo que sucedió después. Fue así. Albert llamó a la policía y pidió una ambulancia. Decidió no descolgar a Margaret. Se dijo que sería mejor para determinar la causa de la muerte, aunque la verdad, lo mortificaba la idea de estar chocando contra el cuerpo suspendido. En lo concerniente a la investigación para determinar la causa de la muerte, los médicos y la policía nunca podrían entender los verdaderos motivos. El parte oficial determinaba suicidio. Sobre la mesa había una carta de despedida de Margaret. Albert tomó la carta y salió de la casa. Fue a la terraza y se sentó en el sillón de mimbre. Abrió la carta y comenzó a leer: “Amado Albert, he decidido dar este paso, porque definitivamente ya no entiendo como
funcionan las cosas. No sé como llegamos hasta aquí y como seguir adelante. No entiendo el origen de todo esto y no reconozco sus reglas. No tiene sentido. ¿No debería haber una cierta constancia? ¿No debería haber un mínimo de constancia en este Universo inmenso y cambiante, Albert?”
Y en el resto de la hoja, se repetía la misma frase. Por lo visto, mientras Albert visitaba a Sandra para confesarle su amor y contarle sobre el amorío entre Danny y su mujer, Margaret se la había pasado todo el tiempo frente a la hoja escribiendo “¿No debería haber un mínimo de constancia en este Universo enorme y cambiante, Albert?” En toda la hoja, por los dos lados, estaba escrita esta frase. Y al final se leían un par de renglones: “ El amor puede existir ahí donde no es correspondido. Pues yo, Albert, te he amado toda
mi vida. Te amo. Tu no tienes la culpa de mi muerte. La culpa de mi muerte la tiene esta maldita inconstancia. Perdóname. Adiós.” Pausa Segundo hombre
Ahora solo queda contar como murió Albert. Después de la muerte de Sandra y Margaret, Albert vivió diez años más. Murió a los noventa y cuatro. Murió así: Caía la noche. Albert estaba sentado en su sillón de mimbre en la terraza. Ya estaba oscuro y Albert contemplaba las estrellas. Debido a su avanzada edad, Albert ya no veía bien y toda la bóveda celeste se le hacía borrosa como una sopa azul resplandeciente.
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Y ahí estaba sentado Albert, mirando esa sopa azul resplandeciente, cuando se le vinieron a la mente las últimas palabras de Margaret - ¿no debería haber un mínimo de constancia en este universo cambiante? Albert se repitió esas palabras como si le hiciera la pr egunta a ese mismo Universo que giraba a su alrededor en forma de sopa azul resplandeciente. - ¿No debería haber un mínimo de constancia en este Universo enorme y cambiante?, le preguntó Albert al Universo. Y justo en ese segundo, su corazón se detuvo. Así murió Albert. Segunda mujer
Y así terminó todo. Primera mujer
Hasta luego.
Los hombres y las mujeres salen del escenario. Telón.
Moscú, septiembre del 2011.
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