Ayudantía Corrientes y problemas de la historiografía. G. Iggers, La Historiografía del siglo XX Francisco Castillo C. El text texto o abor aborda da la tran transf sfor orma maci ción ón que que sufr sufree la hist histor orio iogr graf afía ía como como disc discip ipli lina na desd desdee el siglo XIX en adelant ante, pasan sando por la crí crític tica hacia cia el positiv tivism ismo por part arte de las cie ciencias sociale ales, hast asta la profesio sionaliza izació ción de la discip ciplin lina en el sig siglo XX y su posteri erior decl eclive ive, motiv otivad ado o prin princi cipa palm lmen ente te,, por la rup ruptura tura epis episte temo moló lógi gica ca que sig signific ificó ó el giro iro lin lingüís güísti tico co,, el giro narrativo y más propiamente más propiamente el postmodernismo. La irru irrupc pció ión n de las las cien cienci cias as soci social ales es en la inve invest stig igac ació ión n hist histór óric icaa supu supuso so un camb cambio io de paradigma frente a lo establecido: ahora la historiografía es una disciplina con aires cient entífi íficos cos, la cual posee un método y objeti etivos más o menos clar laros. Este camb ambio respo sponde también a otro fenómeno importante, a saber, que así como la sociedad del siglo XX tran transf sfo orma rma y con constru struy ye su prop ropia real realid idad ad (ah (ahora ora perme ermead adaa por por el cap capital italis ism mo cad cada vez vez más mundi undial al), ), la histo istori riog ogra rafí fíaa la sig sigue detr detrás ás puest uesto o que que corr corres espo pond ndee a un prod roducto ucto de sí mism misma. a. Es deci decir, r, que que en tant tanto o la soci socied edad ad dete determ rmin inaa sus sus prop propio ioss símb símbol olos os y sign signif ific icad ados os,, la disc discip ipli lina na histórica (como producto de esta realidad) también sufre mutaciones, variando en sus intenciones, motivos y temáticas, así como en su forma de concebir la realidad. He aquí el notable paso entre una hist istoriografí afía que se identif tificab caba más bien con la literatura, a una histo istori rio ograf grafía ía que erig erigió ió a la ciencia como como su colu column mnaa cent centra ral. l. Para Para comprender mejor este fenómeno es posible remitirnos a la teoría de Kuhn sobre las estructuras de las revoluciones científicas y científicas y los paradigmas socio-culturales. paradigmas socio-culturales. El trabajo de Iggers puede resumirse en dos postulados: → Su objetivo: ocuparse de los cambios que ha sufrido la escritura de la Historia. → Su hipótesis: este cambio es de orientación. Es decir, es un cambio en la perspectiva de cómo se comprende el quehacer historiográfico. quehacer historiográfico. De cualquier forma, las continuidades con la tradición historiográfica clásica siguen presentes. Para Iggers, hay una creciente profesionalización de la historiografía la cual está sujeta a los estándares de la ciencia moderna. Se pasa de la historia como literatura a la histo storia como cienc encia social. En el int intert ertanto, la hist istoriografía se institu itucio cionaliza iza en las univ univer ersi sida dade dess y su prác prácti tica ca se exti extien ende de en los los círc círcul ulos os acad académ émic icos os.. Haci Hacia a medi mediad ados os de sigl siglo o se cree que realmente se está haciendo ciencia y se está apuntando a una verdad histórica, aun cuando el elemento narra rrativ tivo persi rsiste ste. De este elem lemento narrat rativo ivo nacer cerá una nueva eva crítica, la crítica postmoderna.
Sin embargo, la histo storio riografía fía del sig siglo XIX (Von Rank anke, el posit sitivismo y el histo storic ricism ismo) compartía aún dos supuestos con la historiografía de la primera la primera mitad del siglo XX: 1) que la historia se construye sobre una “teoría de la verdad”, en tanto que esta versa sobre hombres y acontecimientos que realmente existieron. Esto es la verdad histórica. 2) que el tiempo se entiende como unidireccional, aún cuando hubo una pequeña dife difere renc ncia ia.. Para Para el posit ositiv ivis ism mo el tiem tiempo po era era ente entend ndid ido o como como una cohe cohere ren ncia cia inte intern rnaa del desar sarrol rollo hist istórico; co; en cam cambio para ara la “nu “nueva eva hist istoria” el tie tiempo es un “tiemp empo racionalizado” o un tiempo producto de la “modernización” de las estructuras sos el tiemp empo político-sociales (importante no confundir con progreso) En ambos casos es ordenado y se encuentra en constante evolución.
Cuando los postulados de Ranke sobre la historiografía estaban siendo aceptados universalmente, las estructuras sociales del mundo occidental se transforman profundamente y el concepto de historiografía quedó desactualizado a las nuevas necesidades. Por lo tanto, la disciplina comenzó un largo camino en donde un gran conglomerado de supuestos fueron cuestionados y subvertidos por la crítica. En Francia, Estados Unidos, Bélgica e incluso Alemania los historiadores comenzaron a exigir una historiografía que diera cuenta de los factores sociales y económicos presentes en las sociedades. El rol de las ciencias sociales, en el especial la sociología y la economía fueron aquí fundamentales para levantar esta exigencia. Se aboga por una democratización de los temas tratados por la historiografía: la historiografía positivista había volcado sus mayores esfuerzos en poner de relevancia la política, los grandes personajes y los acontecimientos particulares. Henri Pirenne, Henri Berr, los marxistas, entre otros, insistieron en la idea de que la historia es mucho más que acontecimientos políticos e incluyeron progresivamente las ideas de las ciencias sociales. Si bien la Historia política trascendió, ahora se le prestó mucho más atención a la Historia Social. Otro fenómeno importante: la cultura occidental y su creciente industrialización terminaron por transformar la sociedad en general. El concepto de modernidad había traído “progresos” pero las críticas no tardaron en llegar. Ya hacia mitad del siglo XIX Jacob Burckhardt y Friedrich Nietzsche habían advertido sobre las contradicciones de la civilización occidental y dejaban entrever un notable pesimismo. Estas reacciones llegaron paulatinamente a la historiografía, por no decir que fue prácticamente una de las últimas disciplinas “humanistas” que recibió el influjo de esta crítica estructural hacia la modernidad. Posterior a la segunda guerra mundial, la sociedad occidental entró en una profunda crisis y para algunos historiadores este fenómeno supuso el fin de los “grandes relatos” o “gran narrativa”. Por primera vez occidente podía reconocer que otras civilizaciones también tenían Historia, y que aquella no era más que una de las tantas civilizaciones existentes en el mundo. Esto implicó otro gran fenómeno: el tiempo newtoniano de una entidad objetiva, o el tiempo kantiano de una categoría universal de pensamiento, dejó de existir. Para F. BRAUDEL, importante historiador de la revolución historiográfica de los annales, el tiempo es una categoría variable y dinámica que depende de los tiempos de cada temática estudiada. Cada una posee sus propias velocidades y sus propios ritmos. Así por ejemplo, la Historia política en determinado contexto posee un determinado tiempo histórico, pero ese tiempo histórico no es necesariamente igual al tiempo histórico que posee un fenómeno social o económico de la misma época en cuestión. Incluso, las diferentes nociones sobre tiempo histórico que confluyen en una misma época pueden llegar a coexistir o competir entre ellas. Este es el caso del la coexistencia en la edad media del tiempo del clero y el tiempo de los mercaderes (Le Goff), o el enfrentamiento entre el tiempo preindustrial y el tiempo industrial de las sociedad modernas (Thompson). Se incluyeron además nuevas demandas temáticas: a los clásicos sujetos de la historia narrativa (la política, los grandes personajes) se incluyeron nuevos sujetos históricos que demandaban atención, tales como las mujeres o las minorías étnicas y socioculturales. En ese sentido, el interés por la historia no cayó, sino que por el contrario, se extendió a lugares antes inexplorados. El interés por otros sectores de la sociedad tuvo un gran auge y ahora se incluyeron otros actores históricos, desde la “historia desde abajo” hasta la historia feminista, pasando por la Historia del poder (en mayor medida estudiada desde una perspectiva marxista) y la Historia económica.
Pretensiones de objetividad y posmodernismo La historia como disciplina había participado de un consenso general sobre la epistemología de las ciencias, adhiriéndose a los métodos tradicionales de la investigación científica y asumiendo como postulado básico la existencia de la realidad objetiva. Supuso también la existencia de sujetos de investigación claramente definidos, separando así el discurso histórico y la literatura. En efecto, la historiografía creyó estar trabajando sobre una realidad posible de comprender y explicar. En otras palabras, la historia adoptó la idea central de la cultura occidental: que es posible referirnos a la realidad mediante el lenguaje. La crítica postmoderna a la cultura occidental quería introducir un postulado totalmente contrario a este. La idea venía fraguando ya desde el siglo XIX pero no fue hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX que se introdujo tímidamente en la historiografía (no así en el resto de las ciencias humanas en donde la lingüística estructural era el tema de discusión por excelencia). Antes Nietzsche, y en alguna medida Marx, habían teorizado sobre este punto. Nietzsche presentó el conocimiento como una construcción estructural en donde su contenido se refiere a sí mismo, en cuanto que el poder de un tiempo/espacio determinado ejerce sus influencias sobre el lenguaje. Desde esta impronta, y luego con la lingüística estructural de comienzos del siglo XX, algunos historiadores adoptaron la postura de que la historia se encontraba más cerca de la literatura que de la ciencia. La Historia se encuentra cautiva del lenguaje sobre el cual opera, cautiva de su mundo y de sus significados. Entonces, ¿cómo sería posible referirnos a la Historia si esta misma Historia ya es lenguaje en sí mismo? Incluso algunos fueron más lejos, como Jacques Derrida, quien llegó a enunciar que no hay nada fuera del texto. Para él, la idea de extraer información sobre un texto que se refiere a la historia era poco realizable, puesto que incluso las fuentes históricas se encuentran repletas de significados que pertenecen a otro momento u otro época y nuestro lenguaje (ya permeado por nuestras propias categorías de lenguaje) no iba a captar de manera total el significado de ellos.