Historicidad de la Vida de Jesús I)
Algunos errores modernos historicidad de Jesús.
sobre
la
Después de haber visto el criterio de identidad del cristianismo, vamos a estudiar la existencia histórica de Jesús de Nazaret. De este modo, veremos que la fe y la religión cristiana no están montadas sobre el vacío sino sobre una realidad histórica comprobable y comprobada. La historicidad de Jesús es un hecho aceptado pacíficamente por todos los historiadores hasta el siglo XVIII. A partir de esta fecha, algunos han negado su existencia histórica, principalmente por influjo de la Ilustración francesa y del Modernismo racionalista (cfr. n. 3. 2). Los primeros en negar la existencia histórica de Jesús fueron dos oscuros enciclopedistas, hacia el año 1790. Uno de ellos, Volney afirmó que Jesús era un signo del Zodíaco. El otro, Dupuis, dijo que era un signo solar, semejante al dios Horus de los egipcios. Estas opiniones carecen de todo fundamento v fueron ridiculizadas por la opinión pública francesa, que en tono burlón decía que Napoleón también era un signo del Zodíaco. y no un general que había traído la revolución. auer, en su libro Cristo .v lo s C é s ar es Un siglo después. Bru no B auer, (1877), negó la existencia histórica de Jesús. Según Bauer. Jesús no es el fundador del cristianismo, sino un producto del cristianismo. En su argumentación dice que el cristianismo nació del encuentro
entre
dos
culturas:
el
estoicismo
greco-r omano,
representado especialmente por el pesimismo afirmaciones gratuitas, es de rigor plantear de dónde podrían surgir las convicciones de esos cristianos; si Cristo no había existido. ¿De la nada pudo surgir un movimiento religioso que conmovió al Imperio romano de Séneca: y el m esian is rn o j ud ío que esperaba un Mesías salvador, representado por Flavio Josefo y Filón. La unión del pesimismo v de la esperanza mesiánica c r earía l a fi g ur a m íti ca d e Cr is to . Ante estas A principios del siglo XX. el filósofo alemán A. D r e w s difundió la idea de que Jesús no fue un personaje histórico, sino que es fruto de la fantasía humana, uno de los dios es m ítico s o bjeto de c ulto.
Afirma que el Nuevo Testamento presenta al dios Jesús con la misma claridad que al hombre Jesús. y que, por esta razón, no se puede mantener un Jesús histórico sin aceptar su divinidad. Pero como Drews rechazaba la divinidad de Jesús, tenía que rechazar igualmente su existencia humana. ¿Cómo nació, entonces, el mito Jesús? Según Drews, la unión de dos culturas, en este caso el g n o s t i c i s m o - ' y el mesianismo, sería el origen de la imagen evangélica de Cristo. T. Cou ch oud , médico francés, en 1924 difundió la idea de que
Jesús era un dios personificado y humanizado debido a que los judíos no podían divinizar a un hombre por su estricto monoteísmo. Entonces. Jesús sería uno de los dioses ideal es cr eado p or una exp erien ci a mís tic a col ect iv a, v adornado posteriormente por los evangelistas con supuestos datos históricos. Alfaric, discípulo del anterior. en 1951 difundió la misma idea,
estableciendo una semejanza entre Jesús y los dioses Mitra y Osiris. No es necesario afirmar que estas hipótesis carecen de fundamento histórico y de rigor científico. Su fuente hay que buscarla en los prejuicios racionalistas de la Ilustración'
II) Estado de la cuestión sobre la historicidad de Jesús. Los historiadores solventes consideran la existencia histórica de Jesús como una cuestión científica perfectamente clara y resuelta. pues hay abundantes documentos fiables que avalan la existencia de Jesús. En Jesús se da el caso poco frecuente, con respecto a persona jes de la Antigüedad, de que su existencia histórica está testimoniada por documentos de tres culturas diferentes: la cristiana, la romana y la judía. Sin duda, los Evangelios son los documentos históricos que ofrecen la información más importante sobre Jesús. Su principal fuerza, para los cristianos, radica en su inspiración divina. Pero también tienen una importancia extraordinaria por su cualidad de libros históricos, como estudiaremos en el capítulo siguiente (cfr. n. 41).
De las informaciones que ofrecen los Evangelios -y de otras que veremos a continuación-, se deduce que Jesús es el nom bre de un a Persona h istórica, que viv ió en Palestina. Si es justo dar credibilidad histórica a figuras como Moisés y Josué, o como Anás, Pilato o Tiberio; con más razón hay que acoger la existencia histórica de Jesús. Los Evangelios no refieren de modo detallado su vida, porque no tienen finalidad primariamente historiográfica. Sin embargo precisamente los Evangelios, leídos con honestidad crítica, son los que llevan a concluir que Jesús de Nazaret es una Persona histórica, que vivió en un lugar y tiempo determinados. Incluso, desde un punto de vista puramente científico, ha de suscitar admiración no quien afirma la existencia de Jesús, sino quien la niega- como han hecho las teorías mitológicas del pasado o como aún hace hoy algún estudioso'. Los testimonios de los siglos I y II sobre la existencia histórica de Jesús suelen estudiarse ordenándolos en tres grupos: testimonios romanos, judíos y otros. La importancia de estos testimonios radica en que confirman la veracidad histórica de las narraciones cristianas.
2.1Testimonios
1. Testimonios romanos De la mayor parte de los personajes de la Antigüedad tenemos menos datos históricos que de Jesús de Nazaret. Sorprende que haya datos históricos de Jesús, además de los cristianos, en los ámbitos culturales de Roma y de Judea. La existencia de Jesús. un sencillo carpintero de Galilea y uno de los numerosos profetas del judaísmo de entonces carece de importancia histórica para el Imperio. Destacan los siguientes testimonios romanos: Plinio el Joven (62-I13), gobernador de Bitinia, en el Asia Menor, al consultar al emperador Trajano hacia el año 112 cómo debe comportarse con los cristianos, constata la existencia histórica de Jesús, además de la ejemplar conducta de los cristianos y de su
gran extensión por el Asia Menor. Plinio informa al emperador que «los cristianos, a los que pertenece un gran número de gentes de toda condición, edad y sexo. se reúnen un día determinado [el domingo] antes de salir el sol, tri bu ta» a Crist o ado raci ón cu ltual c o m o a u n Dios,... y participan en una comida inocente»'. E1 historiador Tácito (54-119), para escribir los A nales de Rom a, hacia el año 116. se sirve de las Actas del Imperio, es decir, los archivos oficiales. Al comentar el incendio de Roma provocado por Nerón en el año 64, afirma que el fundador de los cristianos. « Cris to, fue ajus tici ado, bajo el m andato de Tiberio , por el pr oc ur a- dor Poncio Pilato. Esta referencia breve y concreta afirma la muerte
de Cristo a manos de las autoridades romanas de entonces
El historiador Suetonio (75-160) también hace referencia a los cristianos y a Cristo al relatar hacia el año 120, la vida de los emperadores romanos. Habla de la persecución de los cristianos por parte de Nerón" y afirma que Claudio «expulsó de Roma a los ju d ío s p o r lo s c o n s tan tes dis tu r b io s q u e p r o v o c ab an a c au s a d e u n tal Cr is to »'. Suetonio no supo distinguir entre la religión cristiana y
la judía; él se refiere a los hombres pertenecientes a una raza que, debido a sus discusiones religiosas, fueron expulsados por Claudio. Esta expulsión se menciona en el libro de los Hechos de los .A póstoles (18, 2). Nos encontramos ante un caso en el que fuentes de origen diverso afirman los mismos hechos, lo cual refuerza el testimonio histórico.
2. Testimonio Judíos Entre los judíos sólo encontramos dos testimonios, pero tienen gran interés: son los de Flavio Josefo y las breves y negativas alusiones a Jesús en el libro del Talmud. El historiador Flavio Josefo, que vivía en Roma, escribió La guerra de los judr ós (75 a 79) y An tigüedades judaicas (93-94). En esta última obra afirma la existencia histórica de Jesús. «En es te tiempo vivió un tal Jesús, hombre sabio, si es permitido llamarle hombre, porque realizaba obras prodigiosas. Enseñaba a las gentes que se mostraban dispuestas a recibir la verdad. Se ganó a muchos de entre los judíos y también de entre los del mundo
helenista. Se pensaba que era el Cristo, pero, según el juicio de nuestros príncipes, no lo era. Por este motivo. Pilato lo crucificó y le dio muerte de cruz. No obstante, sus seguidores no lo abandonaron, pues se les apareció a los tres días otra vez vivo, según lo habían predicho los profetas, y así otras muchas maravillas sobre él. Todavía hoy, no se ha extinguido el grupo de los cristianos, llamados así por el nombre de su fundador» (18, 3, 3). El primer escritor que cita este texto es el historiador Eusebio de Cesarea`, del siglo IV. Algunos autores han puesto en duda la autenticidad del texto citado, debido a las afirmaciones de carácter cristiano. Es posible que algunas frases hayan sido escritas por copistas cristianos: pero esta hipótesis no merma la autoridad del testimonio de Josefo sobre la existencia de Jesús de Nazaret. El testimonio anterior viene confirmado por la mención que hace Josefo de «Sant iag o, el her m ano d e aq uel Jes ús, l lam ado el Cr ist o» (20. 9. 1), a quien Anás en el año 62 condenó a ser apedreado por confesar a Jesús como Cristo. E1 Talmud (siglos I-v), libro religioso judío, admite la existencia histórica de Jesús v su condena a muerte por el Sanedrín: «En la v ís p er a de l a Pas c u a .fue c olg ado [ cr uci fic adol J esús p or h ereje.»
Las pocas alusiones del Talmud a Jesús tienen una tendencia despectiva. Afirma que Jesús sedujo y extravió al pueblo de Israel, que se burló de las palabras de los sabios y que interpretó la Thora, es decir. la Ley o Pentateuco, como lo hacían los fariseos: pero afirma su existencia histórica.
2.2 Otros testimonios antiguos Entre las obras de la cultura antigua, ordinariamente solo encontramos testimonios sobre Jesús en los autores cristianos y en los que combatieron la religión cristiana. Se comprenderá que los otros autores no hayan escrito sobre Jesús y su religión, si tenemos en cuenta que, en los primeros siglos de nuestra era, el cristianismo era incipiente y que aparecía a los ojos de los no interesados por él, como uno de los numerosos grupos religiosos de la época, que desaparecían poco después de haber nacido.
Aunque no hayan sido testigos directos de su vida, algunos escritores de esta época testimonian la existencia histórica de Jesús", pues no sólo recogen la tradición de los que conocieron a Jesucristo, sino que edifican su fe sobre la firme convicción de su existencia. Por su parte, los escritores anticristianos pretenden destruir la fe cristiana, pero todos dan por supuesto la existencia de Jesús. Entre los testimonios más antiguos, destacamos los siguientes: San Clemente Romano, tercer sucesor de San Pedro, conoció personalmente a San Pedro y San Pablo en Roma. Escribió una Carta n la Iglesia de Corin to hacia el año 95, en nombre de la Iglesia de Roma, en la que pide a los fieles que obedezcan a los presbíteros. Acerca de lo que ahora nos interesa, entresacamos las siguientes frases, las cuales sólo tienen sentido supuesta la existencia histórica de Jesús: «Los Apóstoles nos predicaron el Evangelio de parte del Señor Jesucristo: Jesucristo f ue enviado de parte de Dios... Los Apóstoles después haber sido plenamente instruidos, con la seguridad que les daba la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, salieron... Jesucristo dio su sangre por n o s o t r o s según el designio de Dios. dio su carne por nuestra carne, y su vida por nuestras vidas» (4?. 1. 3: -19, 6)'. San Ignacio de .Antioquía, segundo obispo de Antioquía, fue discípulo del Apóstol San Juan. Durante su viaje de Siria a Roma. donde sería martirizado hacia el año 107, escribió cartas a algunas iglesias por las que había de pasar. E1 texto que recogemos es de la Curta a los Tralianos : en su alusión a los «docetistas» afirma claramente la existencia histórica de Jesús: «Jesucristo es del lin aje d e Dav id e Hij o de M aría, nació verdaderamente, comió y bebió, fue verdaderamente perseguido por Poncio Pilato, verdaderamente crucificado, }, murió a la vista de todos... É1 mismo resucitó verdaderamente de entre los muertos. siendo resucitado por su propio Padre, Y de manera semejante, a nosotros, los que hemos creído en El, nos resucitará su Padre en Cristo Jesús, fuera del cual no tenemos vida verdadera. Pero si, como dicen algunos hombres sin Dios. mejor dicho, sin fe, solamente padeció en apariencia -ellos sí que son apariencia-. ¿por qué estoy encadenado? ¿por qué anhelo luchar contra las fieras? Vana sería mi muerte y falso mi testimonio acerca del Señor»''. Cuadrado presentó una Apología al emperador Adriano hacia los años 123 ó 124. En ella atestigua que algunas personas curadas
o resucitadas por Jesús sobrevivieron «no sólo mientras el Salvador vivía aquí abajo, sino aún después de su muerte, de suerte que algunos de ellos han llegado hasta nuestros días»''. Arístides de Atenas escribió una Apología dirigida al emperador Adriano (117-138), o tal vez a su sucesor, Antonino Pío (138-161), hacia la mitad del siglo II, Dice así: «Los cristianos toman su linaje del Señor Jesucristo, Éste es confesado como Hijo del Dios Altísimo descendido del cielo por medio del Espíritu Santo, para 1a salvación de los hombres. Y engendrado de una Virgen santa, sin fecundación ni pérdida de la virginidad t om ó carne y se m ostró a los hom bres, con el fin de apartarlos del error del politeísmo. Y una vez cumplido su maravilloso designio gustó de la m uerte de cruz - por su libre voluntad, según un grandioso designio. Y después de tres días volvió a la vida y subió a los cielos»`' San Justino (' h. 165), filósofo de profesión. en su primera apología, dirigida al emperador Antonino Pío (13S-161). afirma que os en tiem po de «Cristo naci ó hace s ólo cient o c inc uent a añ Quirirno... Sabemos que se hizo hombre por medio de una virgen . fue cru cificado bajo Ponc io Pilato... resucitó de entre los muertos». A continuación, describe las verdades principales de la religión cristiana, relata la celebración de la Eucaristía e invita al emperador a que consulte las Actas de Pilato y revise la injusta condena a muerte de Jesús y a que admire su grandeza. En el Di álo g o c o n el ju d ío Tr if ón hace un paralelismo entre Cristo-Adán y María-Eva, al tiempo que afirma que «Cristo nació de la Virgen como hombre» (84) y que fue «crucificado bajo Poncio Pilato, procurador que fue de Judea» (30)'". Luciano de Samosata (t h. 167), escritor griego, en su diálogo Sobre la muerte del peregrin o presenta a Jesús como un vulgar estafador, habla de su muerte y se burla de la caridad de los cristianos y de su fe en la inmortalidad. Celso (t h. 180), Filósofo pagano, fue el impugnador más temible de los primeros siglos. En su obra Discurso Verdadero admi te la exis tenc ia histórica de Jesús. Dice de Jesús que no desciende de David, ni es Dios, ni se refieren a él las profecías, ni fue concebido virginalmente; afirma que fue mago y que no resucitó. Y amonesta que la actitud de los cristianos es peligrosa para la sociedad`.