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CLIVE GAMBLE
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
Clivc Gamble EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
Cl ive Ga mbl e está considerado e n Gran Brcta1ia como uno de los más genuinos representantes de la escuela de Binford y, por consiguiente, de la «Nueva Arqueología» no rteamericana. Partiendo de una crítica de las posturas tradicionales, que ide ntifi caban unidades étnicas a partir de la frecuencia y dispersión de unos pocos útiles lít icos, el autor reivindica en este li bro la importancia del estudio del palcoambiente, de los sistemas de asentamiento y del registro arqueológico para reconstruir el pasado de las sociedades de cazadores y recolectores cuaternarios en términos regionales más que locales. Y, lo más sugerente, Gamble nos enseña cómo util iza r los viejos datos arqueológicos pa ra lograr un a nueva interpretació n científica que privilegia e l a nálisis del medio, la distribució n ele los recursos y las variaciones cl imiíticas e n e l marco ele las distintas unidades regio nales. Considera las estrategias ele subsistencia corno un resultado ele adap taciones regio nales y sugiere q ue esta di námica revela pocos cambios significat ivos en e l com porta miento humano d urante los últimos 700.000 años . El resultado es q ue e l autor rechaza por inadecuada la secuencia tradicional que diferenciaba un paleolítico inferio r de un paleolítico medio, para definir un «paleo lítico antiguo», que comprendería todas las industrias anteriores a h ace 35.000 nños, que p receden a l pa leolítico supe ri o r. En conjunt o, se considera este libro l'I me jor cs1udio ;1pa rccido hasta In l'vcl111 solll'l' e l pohla111i c11to paleolítico t•1 11 o¡wo y "" p1111t11s
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DE EUROPA
CRÍTICA/ARQUEOLOGÍA Directora: M.ª EUGENIA AUBET
CLIVE GAMBLE
EL POBLAMIENTO P ALEOLITICO DE EUROPA /
Traducción castellana de
MÓNICA TUSELL
EDTTORJAL CRÍTICA ll/\ ll<'ELON/\
PRÓLOGO
üuedan rigurosamente prohibidas, sin la auto rización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas e n las leyes, la reproducción to ta l o parcial de esta obra por cualt¡ uic r medio o procedimiento, compre ndidos la reprografía y el tratamiento informático , y la dis1ribución de ejempla res de e lla mediante a lquile r 0 préstamo públicos. Título origina l:
T I 1 ~ PALAEOLlTHIC SElTLEMENT OF EUROPE Cubie rta : E nrie Satué 1986: Cam bridge U niversity Press, Cambridge ~' 1990 de la traducción cas te llana para E spaña y América: Edi to rial C rítica, S.A., Aragó , 385, 08013 Barcelona IS llN : 84-7423-445-X l h:pmilo k:Aa l: 13. 5.729- 199() t lll ¡ll'\' SO l'll l1sp11 1l11 1111111 l ll llH>l' I'. S. A ., l ~l·t·a 1 c: do . 2, OHOO'i Barcelona ~)
En cierto modo este libro representa el cumplimiento de aquellos objetivos con que algunos de nosotros soñábamos años atrás. Cuando uno se ponía a discutir sobre el modo en que los arqueólogos enfocaban la tarea de dar un sentido al registro arqueológico, esperaba el día en que se presentase al paleolítico como algo más que una síntesis descriptiva de cosas recuperadas arqueológicamente. En este sentido, este libro es un sueño hecho realidad. Es una discusión seria sobre cómo utilizar el registro arqueológico como puente para comprender el pasado. Es una demostración de que el modelo a nivel regional, a la vez que importante y fascinante, es también el marco empírico obligado a partir del cual debemos abordar la tarea de aprender sobre el pasado. Invita a la arqueología a realizar nuevos sueños, a la vez que subraya a grandes trazos algunos novísimos desafíos. Al dar un giro a la persp ectiva, Gamble cambia el marco de síntesis. En este libro se ha intercalado un nuevo modo de organizar viejos hechos. A su vez, esta nueva organización presenta nuevos hechos. Por decirlo de otro modo, Clive Cambie ha completado algunos estudios de reconocimiento de patrones muy sugerentes para demostrar su enfoque. Estos nuevos hechos no pueden por menos que cambiar el modo en que los arqueólogos piensan sobre el pasado. A l mismo tiempo, nos presentan un nuevo pasado, uno que los arqueólogos no habían sugerido antes. Este tipo de provocación no puede inducir más que a lanzar críticas y generar controversias. Los científicos se dan cuenta de que el aumento de conocimiento es proporcional a( grado en que podemos resolver problemas específicos. Estos problemas sólo se reconocen cuando las ideas entran en conflicto con los hechos. Podríamos decir que el verdadero progreso surge del éxito conseguido por los científicos para oportar perspectivas diferentes en apoyo de hechos parecidos, y esto es lo que ( 'live Gamble ha logrado. Sus propuestas provocan muchas opiniones distintas di'! pa.rndo a partir del registro arqueológico, y su libro no sólo tendrá éxito ahora si1111 r¡11e también en el futuro desempeñará un importante papel para dar fo rma o In tlf'(fl/C'Ologfa paleolftica. I luy 11111<'/10 por alabar y saborear, asf como por discutir e investigar. Espero <{111' 11tm.1· l<•clor<'.I' sen/irán lo inis1110 cuando lo lean por primera vez. El libro ele
.1· ¡111•11•11 t111l11.1· 1•11 !11.I' ¡1ri1111•r11.1'. !'111' 11t/'ll 1111!11 , 1111 1'.1' tan fl1tif 11 1 1111·:r1r 111111 t t'ltic·11 1
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en función de los antiguos argumentos. Si un crítico pudiese hacerlo de un modo bien fundamentado, entonces seguramente será capaz de escribir el libro que reemplace a éste. Imagino que un libro con una crítica constructiva tal iría más allá del contenido de los libros del viejo estilo sobre arqueología paleolítica que hoy llenan nuestras estanterías. Este libro es nuevo y es diferente. L o que él estimule será igualmente nuevo y diferente. LEWTS
R. BINFORD
PREFACIO
Burdeos Febrero de 1984 E l paleolítico europeo está perfectamente representado por obras generales . Cuando se lo compara con otros períodos tecnológicos (el neolítico y las edades del bronce y del hierro), se siente un verdadero desconcierto ante el cúmulo de síntesis nacionales, continentales e incluso mundiales. Ello tiene una ventaja obvia para cualquiera que se embarque en una aventura similar , pues no sólo el mercado está preparado para aceptar un enfoque general de esta índole, sino que además la mayor parte del trabajo duro lo han hecho otros. La otra cara de la moneda, sin embargo, es que el potencial lector ya tiene una imagen de lo que espera, e incluso desea, de otra obra general. Mientras que resultaría fácil romper el molde de los estudios de la edad del hierro con una síntesis europea, porque no existe ninguna, cualquier novedad en un enfoque sobre el paleolítico debe desbastar en primer lugar un nódulo sustancial de tradiciones y expectativas. E n este libro he preferido utilizar un percutor blando antes que uno duro para realizar esta tarea de desbastado, formulando dos preguntas: ¿merece ser estudiado el paleolítico de Europa? y, si es así, ¿cómo debería de hacerse? El tamaño de este libro es señal de que la primera pregunta recibió una respuesta afirmativa, au nque no sea la tan cómoda réplica pueblerina que los arqueólogos europeos a menudo esperan recibir. La segunda se ha contestado al contrastar lo que veo como dos modos muy distintos de investigar este segmento de la prehistoria. El contraste no es desconocido por los arqueólogos, ya que arranca directamente del antiguo debate Bordes/Binford sobre el musteriense donde, en un argumento digno de Henry James, la experiencia europea se enfrentaba a la insaciable sed de conocimientos del Nuevo Mundo . Parte integrante de la redacción de una respuesta apropiada ha sido la de diseñar un marco analítico del comportamiento del pasado , que ha sobrevivido a la apisonadora del pleistoceno en forma de robustos pedazos de cultura material. Siempre he sido de la opinión de que el paleolitico es la peor base arqueológica de datos para intentar reconstruir la historia cultural. No sólo estamos tratando con las primeras formas de Hamo sapiens, sino también con unos estilos de vida móviles que se alejan en todo lo posible de la aplicación de las interpretaciones de senlido común derivadas de la experiencia cultural del arqueólogo. Aunque éslas se hun aplicado libremente y con algú n éxito en los momentos finales de la prehisto ria , mcramenlc han lrivializado nuestra comprensión de la complejidad y l:i potcnciul ti¡; los datos paleolíticos para informarnos sobre los modos de vida del pt1s11do pnrn los cua les no existen analogías contemporáneas o históricas. En l'Sh' lih1 0 ht• 11dop1111 lo l' i punlo de vista ele q11¡; la misma base ele elatos ofrece
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PREFACIO
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un inmenso campo de acción para investigar la interacción entre el sistema ecológico y el cultural, pues las constricciones que ejerce el primero sobre el segundo alcanzan su punto culminante con tales grupos extremadamen te móviles. Como consecuencia, se convierte en una oportunidad para enfrentarse al más duro de los desafíos arqueológicos (unir datos y teoría) con el fin de reemplazar las especulaciones sobre nuestro pasado común por una comprensión de por qué nunca nos hemos molestado en hacer las preguntas en primer lugar. Además, el paleolítico se encuentra en un apasionante momento de transición. La explosión de los estudios etnoarqueológicos ha desafiado fundamentalmente a nuestros modelos e interpretaciones en todos los tipos de datos y en todas las escalas de análisis. Por otra parte, los temas tradicionales de los estudios de datación y del cuaternario han pasado por sus propias revoluciones internas de las que la arqueología es su beneficiaria directa, aunque a veces lo sea de mala gana. Varias han sido las personas que me han presentado estos desafíos . Eric Higgs inflamó mi imaginación con su amplísima visión de la prehistoria, mientras que , por su parte, Charles McBurney, defensor él mismo de una amplia visión geográfica, no me dejaría olvidar esos pequeños y desagradables hechos a los que se tiene que buscar una explicación en el palimpsesto que es el registro paleolítico. Los desafíos críticos de Robin Dennell, Geoff Bailey, Rob Foley, John Gowlett, lain Davidson , Bill Boisrnier, Paul Mellars, Helen Higgs, John Pfeiffer y especialmente Robín Torrence, quienes leyeron los borradores o comentaron ideas y aún me dirigen la palabra, fueron de más ayuda de la que ellos puedan creer. Mis colegas y estudiantes de Southampton me proporcionaron , con los años, esa del todo necesaria atmósfera escéptica en la cual podían lanzarse ideas y pensamientos, dejándolos flotar en el aire sin que causasen un excesivo daño y espero que este libro calme por fin algunas de sus dudas acerca de los hombres-mono. Tengo una deuda especial con Pat Carner , quien puso algo más que su amable contribución y al final me dijo que dejase de preocuparme por lo que los demás pensaran y me pusiera a escribir. Todo autor necesita en algún momento una orden clara como ésta. También quisiera dar las gracias a Robin Derricourt, de quien partió la idea del libro y que ha sido una constante fuente de calma en lo tocan te a los borradores y a los plazos de entrega que parecían desvanecerse. Todos los dibujos originales son de Fiona Gale, ¡jamás sabré de dónde sacó el tiempo para hacerlos ! Las ilustraciones de los útiles de sílex son de Paul A. Crake. Martín Oake, Nick Bradford y Joy Robinson me ayudaron a sacar el manuscrito final. Ciare Tolmie recopiló expertamente el índice. Elaine Morris hizo la mayor parte del tratamiento de texto bajo el dudoso incentivo de que el libro le proporcionaría una excelente oportunidad para uprender esta habilidad tan importante. Sin su interés y sus constantes consejos, 11 lo largo de tantos años, este libro nunca se hubiera acabado. Por último, quisiera reconocer una deuda especial que este libro tiene con l .cwis Hinford , quien ca mbió mis anclas intelectuales en el mome nto preciso al st· 1111ln1· que lns grandes películas están mu y bien en nrqul'o logía , ¡K'ro lo que
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importa es cómo diriges el reparto que tienes detrás. Sin su entusiasmo y deseos de compartir las experiencias de sus estudios arqueológicos y etnoarqueológicos , seguramente que no habría existido un libro sobre el poblamiento paleolítico de Europa sino tan sólo algunos clips olvidados en el suelo de la sala de montaje, a la espera todavía de que alguien dijese ¡ACCIÓN! Southampton Diciembre de 1983
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l. LOS ESTUDIOS DEL PALEOLÍTICO EUROPEO: HISTORIA Y ENFOQUES 1 Los «hechos)) arqueológicos toman su significado de su ordena~ ción conceptual, y la suficiencia o insuficiencia de esta ordenación, modelo o hipótesis constituye la suma de información que pasa a disposición del arqueólogo. DAVID CLARKE, Analytica[ Archaeology (1978, p. 9) INTRODUCCIÓN
El paleolítico de Europa es un registro de observaciones y un testimonio de las ideas. Estos estudios surgieron como una de las divisiones de la prehistoria y el concepto ganó respetabilidad dentro del extenso y fundamental cambio social del siglo XIX. Este cambio supuso la tranforrnación de una sociedad bajo el efecto continuo de la revolución industrial que, desde las dos últimas décadas del siglo XVIII, ya estaba en curso en Inglaterra. El «Siglo de Europa» (1815-1914) presenció Ja culminación de tres procesos a largo plazo: el completo desarrollo de una economía internacional, la creación del aparato del Estado moderno y el nacimiento de la ciencia. Las ventajas, tanto prácticas como potenciales, de este último avance dependían del cambio radical en la forma de concebir, investigar y utilizar la naturaleza. El desarrollo de Ja arqueología como disciplina intelectual está vinculado, de forma inextricable, a este amplio movimiento que también vio sentar las bases de Jos estudios geológicos y evolutivos. Al mismo tiempo, la creación de un mercado internacional condujo a la reestructuración de las relaciones entre las sociedades humanas y a la formación de nuevos intereses de clase dentro de éstas. En todos los estados de Europa occidental, este período contempló la creación de riqueza a una escala sin precedente y la subida al poder de una clase media. No es una coincidencia que los orígenes del estudio de la prehistoria puedan remontarse al mismo momento en que estaban ascendiendo las fortunas sociales de la clase media. La creación de riqueza, de la cual se derivaban la influencia y el poder de esta clase, implicó también la explotación de los recursos naturales y la intensificación de la agricultura para así alimentar a una mano de obra en rápido au-
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l. En este libro, todas las fechas son en años b.p. (before present).
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mento. Se extrajo grava y greda para proporcionar materiales de construcción; los canales y los ferrocarriles exigían trabajos de ingeniería civil a una escala ambiciosa y masiva; la ampliación de las ciudades ocasionó la redistribución del uso de la tierra; y la agricultura, al practicarse con técnicas mejoradas en tierras más marginales, tuvo que ahondar un poco más la superficie de la tierra. Con el tiempo, se desenterró una vasta cantidad de materiales arqueológicos. El hecho de que la mayor parte de estos adelantos se realizaran manualmente, proporcionó también unas condiciones favorables para la recuperación de unos objetos que yacían enterrados a diversas profundidades del terreno. Estos objetos no tenían significado por sí mismos. En este sentido, el pasado prehistórico no fue tanto descubierto, como se describe habitualmente, como inventado para satisfacer las necesidades particulares de esta misma clase sociaL Sólo tras Ja creación de un marco conceptual los objetos materiales adquirieron un significado y un sentido mientras que, anteriormente, cuando fueron hallados, no habían atraído más que una vaga curiosidad. Principalmente, la prehistoria pasó a servir a las ideologías de progreso y nacionalismo en la causa de la identidad de clase. El descubrimiento de que el cambio era una característica del pasado, y por tanto parte del orden natural, se ajustaba admirablemente a la visión decimonónica del mundo. La lección de la prehistoria realmente confirmaba y confortaba a la opinión contemporánea de que el progreso era algo inevitable y civilizado. De la misma manera, la historia nacional suministraba un fuerte marco ideológico que ayudaba a legitimar las posiciones económicas y políticas. Por ejemplo, la clase media de Dinamarca utilizó la arqueología prehistórica para proporcionar un nexo de unión entre ellos mismos, el patrimonio cultural de la nación y el «pueblo». Por otra parte, hicieron hincapié en que la identidad nacional era una precondición necesaria para el progreso continuo y la finalidad del Estado (Kristiansen, 1981). La prehistoria y la noción de un pasado no fueron los únicos medios con los cuales la clase media legitimó su recién adquirida posición e hizo frente a la problemática de adaptarse, en el orden de los asuntos humanos, a estas circunstancias alteradas tan radicalmente. Tendencias similares actuaron en la elección de la vieja arquitectura gótica para construir los «nuevos» edificios tales como las fábricas, las estaciones de ferrocarril, los museos y, en Inglaterra, el Parlamento. Las ideas de época y antigüedad pasaron a ser los criterios generales por los cuales se atribuía un valor social a objetos y acontecimientos y, cubriendo nuevas instituciones y actividades bajo el manto de antiguas tradiciones materiales, se confirmó un nuevo orden. Cotno consecuencia, la «edad de la piedra antigua>>, que se ocupaba de los orígenes de la humanidad y de las culturas más antiguas, pasó a considerarse como un estudio científico del progreso durante los tiempos prehistóricos (Trigger, 1981, p. 142). Y ello hasta tal punto que De Mortillet, un tanto enfáticamente, declaró en su guía de las antigüedades prehistóricas exhibidas en la Exposición de París de 1867, que «es imposible dudar por más tiempo de la gran ley del progreso del hombre» (Daniel, 1964, p. _57). Los años que siguieron a esta afirmación contemplarían la corrupción de la teoóa biológica transformándola, al vincular los niveles de desarrollo cultural a nociones de primitivismo y un diferente grado de inteligencia, en una descripción del progreso social. Esta
opinión se vería aparentemente confirmada por el estudio de los cazadores y recolectores contemporáneos, como se señalaba en el libro de Sollas Ancient Hunters and Their Modern Representatives, publicado en 1911. Aquí el período paleolítico seguía la división entre estadios inferior, medio y superior. En el libro de Sollas, éstos fueron equiparados a los aborígenes de Tasmania y Australia para los estadios inferior y medio respectivamente, y a los bosquimanos y esquimales como representantes del estadio del paleolítico superior. En otro sitio se había hecho referencia al paleolítico como un estadio de salvajismo, Y la barbarie y la civilización completarían el sistema social en tres edades diseñado por Morgan (1877), que ha contado con una larga tradición en los estudios prehistóricos (Clark, 1946; Childe, 1951; Wymer, 1982). Durante el salvajismo se alcanzaría el progreso mediante avances del intelecto, manifiestos no sólo en las formas cambiantes de los cráneos fósiles sino, más importante todavía, en Ja forma cambiante de los útiles de piedra. Aunque han cambiado muchas de las circunstancias originales, aún se puede esperar que Jos estudios prehistóricos sigan reflejando en sus propósitos, objetivos y presentaciones tas diversas fortunas sociales de esa clase a cuyo servicio está el concepto de prehistoria. Esta reflexión puede parecernos poco clara, pero lo que importa es que no ·de~iéramos asumir que la arqueología sea una materia neutral, que pueda estudiarSe «Objetivamente» sin ninguna referencia a su contexto social, o que el registro arqueológico exista como un corpus de hechos que, como inducido por el acto de su descubrimiento, pueda narrar su propia historia. El registro de observaciones y el testimonio de las ideas que conocemos como el paleolítico es el resultado de una serie de tradiciones de investigación regionales y cerradas en sí mismas que, tomadas en conjunto, constituyen nuestra interpretación de este segmento del pasado. Estas investigaciones han tenido lugar en una atmósfera de tradiciones intelectuales del pensamiento occidental diferentes pero relacionadas entre sí. Como consecuencia, el producto del pasado lleva la marca inconfundible de los intereses intelectuales de Occidente. Estos son, desde luego, los intereses de un mosaico de sociedades que, en su proceso de transformación de estados preindustríales a industriales, minaron y rechazaron sus propias culturas tradicionales (A. M.. Gamble, 1981). Resulta una ironía que los estudios prehistóricos fuesen creados para llenar el vacío producido por una sociedad que rompía con sus tradiciones, valores y formas de interpretar el mundo más recientes. En este libro, acepto estas tradiciones regionales y el más amplio sistema intelectual al cual pertenecen como la inspiración y organización del registro paleolítico de Europa. Lo que sigue no ~s, sin embargo, una historia social de la arqueología del paleolítico. El principal objetivo de este libro es proponer un marco regional alternativo basado en un examen de las propiedades del registro paleolítico, empleando medidas diferentes y dirigido hacia otros fines. Mi principal idea es que no se puede estudiar por más tiempo el paleolítico europeo tan sólo por sus supuestas cualidades intrínsecas. En su lugar, debemos utilizar esta amplia base de datos y situarla dentro de una perspectiva global de los estudios paleolíticos. Mostraré en los últimos capítulos que, cuando con esta serie de datos alteramos la escala y dimensiones de nuestra perspectiva, podemos llegar
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a apreciar un significado diferente en los hallazgos de las tradiciones regionales y nacionales en busca de los «primeros europeos». Y cuando lo comparemos
con las raíces tradicionales del tema, este significado será muy diferente. Por consiguiente, es a estos enfoques, suposiciones y logros a los que primero nos hemos de referir, ya que ellos sientan las bases de todos los adelantos posteriores.
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:1 ESCALAS Y ESTRATOS
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Existen dos enfoques que han dominado considerablemente la investigación y presentación de los datos del paleolítico europeo. El primero fue facilitado
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por el antropólogo norteamericano Henry Lewis Margan en su libro Ancient Society, publicado en 1877. Describía aquí la condición del hombre primitivo
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Mientras este enfoque se ocupaba de los conceptos de evolución y cambio, existía un segundo que estaba firmemente arraigado en algunas opiniones con sentido común. Proporcionaba conceptos explicativos que serían rápidamente asimilados por todos los que participaban en las tradiciones regionales de Europa. Éstos confirmaban la opinión de que el continente era por naturaleza un lugar con gentes y culturas diferentes, y en ello radicaban las causas de su pr~ dominio en los asuntos contemporáneos. En un artículo clave del abate Breuli, sobre la sistemática del paleolítico superior, nos enteramos de que: Cada vez es más evidente que lo que en principio se tomó por una serie continua debida a la evolución in situ de una sola población, es, al contrario, el fruto de ¡~ sucesiva colaboración entre numerosos pueblos primitivos que, sea por una influencia puramente de la industria o del comercio, sea por la infiltración gradual o la invasión brusca y guerrera de tribus extranjeras, repercutían más o menos los unos en los otros. 2
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en los siguientes y memorables términos: La humanidad inició su curso en el peldaño más bajo y fue ascendiendo poco a poco, mediante Ja lenta acumulación de conocimientos prácticos, desde el salvajismo hasta la civilización ... Se intentará ... presentar n1ás evidencias sobre la crudeza de la condición primitiva de la humanidad, sobre la evolución gradual de sus facultades mentales y morales a través de la experiencia, y sobre su prolongada lucha frente a obstáculos contrarios, mientras se abría camino a la civilización (ibid, p. 3 [la cursiva es mía}). Esta idea fue repetida en muchos otros trabajos y proporcionó una base clara para comprender la naturaleza de la evolución humana. Establecía que el progreso, aunque lento, era inevitable y finalmente alcanzaba el estado de la civílización. Resultaba, en consecuencia, que el proceso de la evolución, a cuyo servicio estaba el progreso, se orientaba hacia un fin dctenninado. Este enfoque finalista, en donde la evolución tenía su propio motor interno prefijado y sólo la capacidad mental humana actuaba como.. freno, no exigía una investigación de las fuerzas selectivas que obraban sobre la -cultura y biología hornínidas. En su lugar, este enfoque exigía que la arqueología no proporcionase más que una guía de cuándo aparecieron por vez primera las características civilizadas, tales como los útiles, el fuego, los refugios, los enterramientos, el arte y los objetos de adorno. Este esquema demostró ser extremadamente flexible. Proporcionaba un marco unificado que daba sentido a Jos datos procedentes de varias tradiciones regionales mientras que, posteriormente, acomodaría los descubrimientos de otras partes del mundo. La insistencia en la naturaleza lenta y gradual del cam~ bio coincidía con las opiniones de Darwin sobre la variación de las especies y justificaría que no fuese un problema central y que exigiese un examen urgente el explicar por qué tardó tanto la evolución. «Mientras se abría camino a la civilización» resumía lo que se esperaba ha~ llar como objetivo del pasado prehistórico y paleolítico. Por otra parte la frase subraya el espíritu competitivo que tan vivamente se sentía dentro de las tradiciones regionales europeas, ocupadas en reunir evidencias sobre «nuestros primeros ancestros» o <
Aquí se trasladaba al pasado el espíritu competitivo de Europa al reco.no~er entre los materiales paleolíticos unas tradiciones culturales con las que dibujar el mapa político de la Europa prehistórica. La mecánica del proceso fue captada perfectamente por Breuil en la siguiente imagen: Nuestro mundo europeo, y sobre todo su parte occidental, es un callejón sin salida en el que las oleadas humanas, llegadas del este o del sur bajo impulsos desconocidos, han ido a mezclarse y superponer sus sedimentos. 3 Este modelo acuático, refiriéndose a mareas en los asuntos del primitivo hombre europeo, resume una buena parte de las interpretaciones de los estudios paleolíticos, por otro lado implícitas y, en consecuencia, mudas. Breuil consideraba que no conocemos qué fuerzas condujeron a los pueblos prehistóricos, en sucesivas oleadas, al cul-de-sac europeo. Es el registro de su presencia, y no la comprensión de sus intenciones, lo que forma la base de las investigaciones de la tradición regional en los estudios del paleolítico europeo.
UNA IMPORTANTE TRADICIÓN REGIONAL
Este interés por documentar y describir el registro material del pasado, más que por explicar las muchas formas que éste adopta, da una especial importancia al hecho del descubrimiento. Algunos de los acontecimientos más notables se relacionan en los apéndices 1 y 2, y muchos de ellos hacen referencia a una sola tradición regional de Francia. 2. «I! devlent de plus en plus évident que ce qu'on a pris d'abord pour une série continue, due
a J'evolution sur place d'une population unique, est au contraire le fruit de la collaboration successive de nombreuses peuplades réagissant plus o moins les unes sur les autres, soit par une influence pure· ment industrielle ou commercia!e, soit par l'infiltration graduelle ou t'invasion brusque et guerriere de tribus étrangeres» (1912, p. 9). 3. «Notre monde européen, et surtout sa partie occidentale, est un cul-de-sac vers lequel les vagues humaines, arrivées de !'est ou du sud sous les impulsions inconnues, sont venues mé!er et superposer leurs sédiments» (ibid., p. 9). 2. -
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LOS ESTUDIOS DEL PALEOLÍTICO EUROPEO
La importancia de la tradición francesa descansa en la energía de un grupo de primeros estudiosos -Boucher de Perthes (1788-1868), Édouard Lartet (1801-1875), Gabriel de Mortillet (1821-1899)- quienes utilizaron los abundantes descubrimientos de artefactos de sílex, hueso y asta, para organizar y dividir el registro paleolítico del país en lo que pasaría a ser la secuencia clásica para
yacimientos que se agrupan en torno a la localidad de Les Eyzies, a orillas del río Vézere, un afluente del Dordoña, tienen una importancia para el desarrollo de los estudios paleolíticos que sobrepasa su inmediato interés regional. A po·· cos kilómetros de esta pequeña localidad se encuentran muchos yacimientos excavados famosos: Le Moustier, La Madeleine, La Ferrassie, Laugerie-Haute, Abri Pataud, Combe Grenal, los cuales han proporcionado importantes secuencias estratigráficas del cambio en los conjuntos líticos. La complejidad de la tradición regional francesa está bien ilustrada por los dos monumentales volúmenes de La Préhistoire Frant;aise, editada por H. de Lumley (1976a). Sus 1.531 páginas contienen 233 artículos de 218 expertos regionales sobre estudios paleolíticos y del cuaternario. El segundo volumen, que trata sobre las industrias paleolíticas, presenta el material por períodos -paleolítico inferior, medio y superior-, y por regiones administrativas. Una idea de su extensión puede darla el cuadro 1.1.
este período arqueológico. Los términos descriptivos que ellos emplearon han sido utilizados y copiados por toda Europa y más tarde se emplearon para África y Asia. Las bases establecidas durante la segunda mitad del siglo XIX dieron su fruto en una fecha posterior, con las con1plicadísimas perspectivas regionales propuestas por Denis Peyrony (1869-1954), el espíritu internacional de Breuil (1877-1961) y más tarde con el de Bordes (1919-1981), quienes influyeron enormemente en la dirección e interpretación de las secuencias regionales de muchas otras partes del mundo. El desarrollo de una tradición regional francesa puede dividirse en tres amplios períodos. como los resu1nidos por Sackett (1981). l. La época heroica. Desde antes de 1870 hasta 1900. Este período contem-
pló el descubrimiento y la aceptación del arte rupestre como obra del hombre paleolítico. Tan1bién se demostró la gran antigüedad del hombre (Breuil, 1945) y De Mortillet propuso una clasificación, basada en los útiles líticos, que reconocía al achelense, el musteriense, el solutrense y el magdaleniense. Durante este período se aplicaron los principios de la excavación estratigráfica y se estableció una cronología por referencia a los prin1eros estudios del cuaternario de Agassiz y Penck, y a la presencia de mamíferos de clima frío asociados a útiles líticos. 2. Los júndanlentos de la tradición. Desde 1900 hasta c. 1950. Se revisaron y ampliaron, a la luz de la información acumulada, los esquemas iniciales de De Mortil\et. La <
CUADRO l. l. Extensión del paleolítíco en La Préhistoire Fraru;aise, vol. 2 (H. de Lumley, ed., ~ 1976a). NúQiero de regiones detalladas en cada sección
Número de artículos
Primeras industrias
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Paleolítico inferior Paleólítico medio Paleolítico superior
22 22 27
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Las tradiciones regionales francesas han recurrido la mayoría de las veces a las cualidades intrínsecas de sus áreas para explicar el cambio y la variación en el registro paleolítico. Por ejemplo, Peyrony, en un escrito de 1933, explicaba la coexistencia de dos tradiciones a lo largo del paleolítico superior en la zona de Les Eyzies, afirmando que esta área habría sido un coin privilégié (ibid, p. 557). En su opinión, constituía una especie de Jardín del Edén por el cual competían diferentes grupos humanos, cada uno de los cuales se diferenciaba por unos útiles líticos característícos que los vencedores abandonaban, como prueba de su éxito, en los abrigos rocosos. Un punto de vista similar fue el expresado más recientemente por Bordes (1973, p. 222) para explicar la variabilidad industrial de esta misma área durante lapsos de tiempo aún más prolongados del paleolítico. Podría acusarse a Peyrony de un exce'sivo favoritismo regional. Después de todo, ¡vivía en una casa situada en la parte central de los depósitos del abrigo rocoso de Laugerie-Haute! Sin embargo, lo que su obra demuestra brillantemente es el triunfo de la tradición regional que, mediante una búsqueda paciente y unos conocimientos enormes, elaboró un modelo de la secuencia y el cambio de los materiales paleolíticos. Sin este compromiso local hoy día existiría una mínima comprensión de las complejidades de los datos paleolíticos, de manera que, aunque ahora consideremos como pueblerinas algunas de las interpre-
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Dos
taciones de sus hallazgos, probablemente nunca podríamos rivalizar con su conocimiento de este material. En otros lugares de Europa las tradiciones regionales siguieron la guía y el
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modelo dispuestos por Francia. Como consecuencia, existen muchísimos trabajos sobre el paleolítico de otros países y otras regiones. (Muchos de estos constituyen la base del capítulo 5.) Con la acumulación de series más numerosas de datos, también ha pasado a ser más frecuente encontrar interpretaciones geográficamente más amplias de industrias y tradiciones líticas concretas, corno con el paleolítico medio (Gábori, 1976), el auríñacíense (Hahn, 1977), el gravetíense (Otte, 1981), los conjuntos de puntas con pedúnculo (Taute, 1977), y las tradiciones asociadas al tardiglaciar (De Sonneville-Bordes, ed., 1979). Estos estudios encajan dentro del tercer estadio del desarrollo de la tradición francesa (Sackett, 1981). De un período anterior podemos ver, en el trabajo de Zotz (1941) sobre Europa Central, cómo el enfoque regional que trascendía las fronteras administrativas dependía en gran parte de la expansión política, la cual sugería al arqueólogo una unidad regional de estudio convenientemente agrandada. Durante el tercer período ha habido dos adelantos significativos con importantes repercusiones para los estudios del paleolítico europeo. El primero ha sido el desarrollo de una secuencia estratigráfica continua para el pleistoceno basada, como veremos en el capítulo 3, en muestras obtenidas por la perforación de los fondos oceánicos (Bowen, 1978). Éstas han revelado no menos de ocho ciclos glaciares/interglaciares durante los últimos 700.000 años, socavando con ello completamente el modelo de las glaciaciones establecido por Penck y Bruckner en 1909 a partir de su trabajo en el sur de Alemania y los Alpes, y en el que tan sólo se identificaban cuatro grandes episodios glaciares para todo el pleistoceno. No se han asimilado aún del todo los hallazgos de las muestras marinas dentro de las secuencias regionales del cuaternario de Europa, pero tan pronto como esto suceda y se vea respaldado por las dataciones absolutas, también aparecerán muchas revisiones en lo que concierne a la edad y a las relaciones entre los conjuntos. El segundc:;i adelan!o parte de la riqueza dC hallazgos procedente de las excavaciones en Africa. Estos han demolido el concepto inicial de Europa como cuna de la humanidad. J. D. Clark (1975) ha recalcado que Europa ya no posee el monopolio sobre la prehistoria de la humanidad y también que los papeles de supremacía y periferia entre los continentes de Europa y África se han visto invertidos en la búsqueda del hombre primitivo. Esto plantea la cuestión de si el paleolítico de Europa sólo tiene interés para los arqueólogos europeos del paleolítico y sus inquietudes pueblerinas. Si cuestiones tales como los orígenes del paleolítico superior han dejado de ocupar el escenario central de la prehistoria mundial, tenemos que preguntarnos ahora qué otra cosa puede hacerse con esta abundante y bien estudiada base de datos dentro Jel concepto en alza de los estudios globales del paleolítico. La pregunta puede reflejar en menor grado el cambio de posición experimentado por Europa durante la segunda mital del siglo XX. Sin embargo, también debemos observar con más detalle los principales desafíos intelectuales dentro del mismo tema. los cuales están forzando un replanteamiento de las maneras en que abordamo~ los datos europeos.
PARADIGMAS
y
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DOS MODELOS
El paleolítico de Europa puede discutirse en función de dos paradigma:;. El prin1ero refleja las tradiciones regionales y cerradas en sí mismas. Este es el paradigma de la historia cultural que durante largo tiempo ha dominado toda la investigación arqueológica (Flannery, 1967). El segundo paradigma enfoca la cultura como un sistema adaptativo. Desde la perspectiva de las tradiciones europeas esta es una introducción foránea, fuertemente influenciada por los avances en la arqueología y la antropología de los Estados Unidos. El interés por estos dos paradigmas rivales no reside en decidir si uno es correcto y el otro erróneo, sino en ver, a través de sus posiciones opuestas, cómo sus respectivos supuestos y metas se traducen, en forma de modelos y conceptos, en operaciones básicas, y la división de la base de datos en unidades de clasificación. 'fodo ello representa una oportunidad para observar a los arqueólogos haciendo arqueología.
a) La historia cultural
5
Los que siguen este enfoque se proponen como meta la elucidación y la perfecta resolución de las secuencias regionales basadas en una minuciosa observación estratigráfica. La comparación y análisis del material de artefactos se funda en el reconocimiento de patrones de similitudes y diferencias en las formas de los artefactos y en la composición del conjunto. Los ejemplos del apartado anterior encajarían todos en la definición de este paradigma. Han sido considerables los logros por documentar culturas del pasado de la humanidad que difieran radicalmente de cualquier otra que pueda encontrarse en los archivos históricos o en el mundo actual (Dunnell, 1978, p. 193). Este paradigma también respalda la opinión habitualmente sostenida de que el registro paleolítico es fragmentario y se conserva bajo una base selectiva, de manera que lo que siempre se necesita son más datos antes de que se pueda escribir cualquier prehistoria. Según este punto de vista, nunca llega el momento de pasar de la colección de datos al análisis histórico (Brodar, 1979, p. 28; Roe, 1981, p. 268). Sackett (1981) ha caracterizado este enfoque como «arqueología directa>>. La prudencia de sus seguidores es encomiable, pero no descansa sobre ninguna base teórica sólida. En realidad, corno ha señalado Dunnell (1978), el contenido teórico de este enfoque viene determinado por el hecho de que los términos y clasificaciones usados para encasillar las observaciones están contenidos en el mismo idioma y, por la misma naturaleza del lenguaje como vehículo de comunicación, implícitamente derivan un significado y un sentido. Este enfoque de sentido común, o directo, de los datos no es más que una consecuencia de la utilización del lenguaje. Ello significa que los esquemas interpretativos pueden ser postergados, modificados o rechazados recurriendo poco o nada a un corpus teórico explícito sobre el pasado.
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EL POBLAMIENTO PALEOL[TICO DE EUROPA
Esto es especialmente evidente si consideramos los términos básicos del enfoque de la historia cultural y sus definiciones, tal como las proponen varias autoridades: Conjunto: una colección de artefactos procedentes de un segmento específico de un yacimiento arqueológico. Industria: un complejo o configuración característicos de artefactos tipo y frecuencias tipo que reaparecen repetidamente en dos o más conjuntos. Tradición: un grupo de industrias cuyas similitudes de artefactos son suficientes para sugerir que pertenecen al mismo amplio bloque cultural-histórico de ideas y normas tecnológicas (Laville et al.. 1980, pp. 13-14). Tecnocomplejo: un grupo de culturas caracterizadas por conjuntos que comparten una gama politética pero diferentes tipos específicos de las mismas familias generales de artefactos tipo. compartidas como una respuesta ampliamente difundida y entrelazada a factores ambientales, económicos y tecnológicos comunes. Un nivel insignificante de afinidad (del orden de igual o menor al 5 por 100) que reúne el grupo en términos de tipos específicos compartidos, pero con un nivel residual medio de afinidad (del orden del 35-60 por 100) que une al grupo en términos de familias tipológicas (Clarke, 1978, p. 495). Civilización: un todo complejo que implica la posesión de técnicas para la obtención de útiles, una vida social organizada, un lenguaje aunque sea rudimentario, tradiciones comunes y, especialmente, el sentido de la belleza que aparece, desde el alba de la humanidad, en la simetría y regularidad de ciertos útiles y en la elección de la materia prima (H. de Lumley, 1976b, p. xvi). 4 Cultura: una serie politética de categorías específicas y globales de artefactos tipo que reaparecen sistemáticamente juntas en los conjuntos de un área geográfica limitada (Clarke, 1978, p. 480).
Debería subrayarse que las definiciones aquí dadas no son universalmente compartidas, y en verdad pocos arqueólogos ponen por escrito cómo utilizan exactamente estos términos. Un conjunto, por ejemplo, puede utilizarse para describir una colección de artefactos de una de las áreas del yacimiento, del yacimiento entero, o de una unidad estratigráfica del yacimiento sin hacer mención alguna a la dimensión espacial u otros puntos de referencia externos. Leemos que «la unidad cultural aumenta geográficamente con la civilización» (Bordes y De Sonneville~Bordes, 1970, p. 67) y en cambio, aparentemente, el término tecnocornplejo no conoce las fronteras espaciales (Clarke, 1978). Corno término, se le encaja cerca de una distribución geográfica con artefactos de formas parecidas. En otras palabras, se hace una descripción después que se lleve a cabo el trabajo de reconocer el patrón entre los materiales paleolíticos. Resulta más fácil ver cómo estos borrosos edificios se integran en esquemas explicativos e interpretativos. La estructura final puede describirse mediante un 4. «Civi\isation: un tout comp!exe qui implique la possession de techniques pour l'obtention d'ou· tils. une vie sociate organisée, une langue méme rudimentaire. des traditions communes et vraisemblablement le sens de la beauté qui apparait des l'aube de l'Hmnanité dans la symétrie et la régularité de certains outils et le choix de la matif:re premiCre» (H. de Lumley. l976b. p. xvi).
LOS ESTUDIOS DEL PALEOLÍTICO EUROPEO
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modelo orgánico que, origínahncnte, se tomó prestado de las disciplinas de la geología y la paleontología (Sackett, 1981). La base del modelo resíde en ~!l concepto de fósil director (en francés: fossile directeur, en alemán: Leitformen), el cual describe una colección de artefactos. El uso y la aplicación del término es de nuevo muy variable, pero básicamente se reduce al juicio del tipólogo sobre qué es un elemento verdaderamente significativo y característico dentro de un conjunto. El método del fósil director se utilizaba con enorme éxito en la paleontología para caracterizar por especies fósiles concretas el conjunto del estrato geológico. Los prehistoriadores aceptaron este mismo enfoque de las relaciones entre las especies fósiles en evolución de los estratos acumulados, y lo adaptaron al estudio de los útiles de piedra tallados. En geología esta relación, debido a la naturaleza de los datos, podía conectarse a parentescos biológicos, e incluso orgánicos. Los útiles de piedra nunca fueron organismos vivos de la manera en que lo fueron los fósiles, y en cambio se les trató como tales con el resultado que. como remarca Sackett (1981, p. 67), alguna de las aplicaciones · de la terminología en uso escondían la posibilidad de que ellos ¡pudieran incluso mantener relaciones sexuales! Un ejemplo de este planteamiento orgánico se presenta en la figura 1.1, con la relación en forma de árbol filügenético de los conjuntos del paleolítico medio del sur de Francia de H. de Luml~Y- Esta particular representación incorpora los adelantos analíticos propuestos por Bordes (1953a, 1961a), quien argumentaba en contra del uso de los fossiles directeurs y a favor de una metodología de clasificación a través del análisis por conjuntos. Se describe este método en el capítulo 4. Bordes, a través del análisis de numerosos conjuntos del paleolítico medio procedentes de las cuevas y abrigos rocosos del sur de Francia, aisló un mínimo de cinco agrupaciones recurrentes (1981). Ello le sorprendió ya que había esperado que su investigación revelase un espectro continuo de la variación de conjuntos basado en la representación proporcional de 63 artefactos tipo (apéndice 3). En su opinión, ello confirmaba anteriores interpretaciones de que los conjuntos de útiles de piedra eran las tarjetas de visita imperecederas de los grupos paleolíticos. Como consecuencia, Bordes justificó sus hallazgos corno el producto de cinco tribus neandertales que habitarían la región del Périgord y se turnarían en el uso de los abrigos rocosos más deseables que contenía la región. La base de esta interpretación es la premisa de que las similitudes en la forma de la cultura material se derivan de una comunidad de tradición cultural (Collins, 1969). Esta apreciación ha sido considerada por la opinión general como un hecho evidente en sí mismo. Según esta opinión, «los objetos comparten esa característica porque las personas responsables de ellos compartían la 1nisma idea» (Dunnell 1971, p. 194 [la Cl}rsiva es n1ía]). Este clásico enfoque normativo de la cultura hace las veces de explicación del porqué las tradiciones culturales son similares o diferentes. Ello se alcanza por la transición casi imperceptible de lo que, en un minuto. no son más que clases descriptivas para mod,:'los salpicados con materiales paleolíticos, y luego, al minuto siguiente, son clases culturales; restos materiales fósiles de una gente que vivió en otro tien1po. Una vez que se ha hecho esta transición, resulta fácil ver por qué el modelo orgánico se ajusta a las intenciones del paradigma de la historia cultural al ocuparse del cambio a través del tiempo.
LOS ESTUDIOS DEL PALEOLÍTICO EUROPEO Musteriense con
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FIGURA 1.1. Ejemplo de un modelo «orgáníco» aplicado a la evolución de las industrias del pRleolítko medio del sur de Francia (H. de Lumley, 1976c, p. 1.025, fig. 16).
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El paradigma de la historia cultural es la manera en que se ha presentado el registro paleolítico de Europa. Se ha concentrado sobre la variación estilística de ]os útiles de piedra, tal y como se ve en las formas y contornos que adoptan. La naturaleza de esta variación se ajusta a una metodología interesada en el emplazamiento correcto de los conjuntos industriales dentro de una serie de casilleros cronológicos. Los resultados han sido impresionantes al ordenar los datos en secuencias cronológicas y, en menor grado, en unidades geográficas (capítulo 5). El inconveniente es que, al concentrarse sobre los útiles retocados y los fósiles directores, se ha ignorado mucha información potencial. Los restos de talla, los huesos de animales, las piedras quemadas y las relaciones espaciales de todos ellos dentro del yacimiento serían algunas de las otras categorías de materiales e información que se han considerado en gran parte como secundarias para la principal preocupación del paradigma. Esta metodología tan ordenada ha simplificado en exceso Ja complejidad del registro arqueológico y su potencial para informarnos sobre el comportamiento del pasado, el cual operaba a muchas escalas y niveles. Como consecuencia, el contenido teórico del paradigma se agota rápidamente. Resulta saludable leer las interpretaciones y opiniones de Lartet y Christy escritas hace más de un siglo y basadas en sus excavaciones en Aquitania, y encontrar ecos repetidos en las últimas interpretaciones y opiniones expresadas por sus descendientes intelectuales directos. Aunque los criterios de excavación, recuperación y observación han mejorado, sin lugar a duda, las conclusiones y las ideas acerca del comportamiento en el pasado resultan todas ellas muy familiares.
b) La cultura como adaptación
Este paradigma trata con sentencias explicitadas y declaraciones de intención. El enfoque de la cultura es completamente diferente al expuesto en el paradigma de la historia cultural. En la frase de Leslie White ( 1959) se la define como los medios extrasomáticos de adaptación del hombre y es el resultado de la capacidad de simbolizar que sólo éste posee. Gracias a esta capacidad, se crean acontecimientos y objetos y se les infunde un sentido, y éste puede apreciarse, descodificarse y comprenderse. Según esta definición, los seres humanos participan en la cultura en vez de co1npartirla (Binford, 1965). Sin embargo, esta participación no es la misma en todo momento y lugar, por razones que más adelante examinaremos, y es aquí donde nace Ja variación entre aquellos restos materiales de la cultura que constituyen nuestros datos del paleolítico. Una manera de entender este paradigma es comparar su aplicación sobre un corpus de datos, con la de la historia cultural. Ya he examinado brevemente la idea de que las cinco variantes identificadas por Bordes en los conjuntos del musteriense del sudoeste de Francia reflejan cinco tribus neandertales. Esta interpretación de la variación observada ha sido rechazada por Binford y Binford (1966, 1969; Binford, 1973, 1983). En su lugar, estos autores declaraban que la variación del conjunto era una expresión de las formas diferentes en que se organizaba la tecnología para llevar a cabo diferentes tareas. Estas actividades in-
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cluían tareas de mantenimiento, donde se consumía y distribuía el alimento, y las materias prin1as se transformaban en útiles, y tareas de extracción, donde se obtenían los recursos alimentarios y las n1aterias primas del entorno. Los Binford sostenían, utilizando un modelo del sistema de asentamiento, que estas tareas tendrían lugar en localidades claramente diferenciadas; campamentos base y de trabajo respectivamente. Ya que los útiles de piedra eran diseñados para llevar a cabo estas tareas, ello debería reflejarse en tipos diferentes de conjuntos. Su análisis incluyó la asignación de funciones de probabilidad a cada uno de Jos 63 artefactos tipo de Bordes; luego, mediante un análisis factorial, calcularon el grado de dependencia entre todos los tipos de útiles procedentes de unos 17 conjuntos líticos. Esto produjo cinco agrupaciones de artefactos tipo asociados. que se consideraron como equipos instru1nentales funcionalmente interdependientes (cuadro 1.2). Con una visión retrospectiva, podemos ver que el análisis confió demasiado en supuestos tradicionales para dividir la lista tipo en categorías funcionales y se quitó in1portancia a la cuestión del posible abandono de los artefactos en otro lugar que no fuese donde se hubiesen utilizado. Este argumento funcional, que se ha llegado a conocer co1no el debate del musteriensc (véase Mellars,
1969, 1970; Collins, 1969, 1970: J. Guichard, 1976; Rolland, 1981), provocó las críticas explícitas de Bordes y De Sonneville-Bordes (1970; Bordes, 1973). An1bos plantearon dos principales objeciones. En primer lugar, les parecía inconcebible que hubiese existido entre los n1usterienses un pacto en el que se fijase, como si fuese un contrato, qué yacimientos en cueva concretos se reservaban
Resumen del estudio realizado por !os Binford (1966) sobre la variabilidad in· dustrial en el mustc1iense. Los cinco factores representan cinco grupos de artefactos estadísticamente interdependientes entre los conjuntos del musteriense, y se sugiere que estas diferencias podrían comp1ende1se mejor si considerásemos a los conjuntos como equipos instrumentales que desempefi.aban dife1entes tareas. CUADRO 1.2.
Artefactos tipo de la lista de Bordes
Actividad sugerida
Tipo Je actividad
Analogía con las variantes de Bordes
Perforadores, raederas y buriles
manufactura de útiles con otros materiales que no son el sílex
campamento base, tareas de mantenimiento
Musteriense típico
¡¡
Puntas y raederas
caza y descuartizamiento
ca1npamento de trabajo, tareas de extracción
Ferrassie
III
Lascas y cuchillos
cortes e incisiones, campamento base, tareas de preparación del mantenimiento alimento
MTA
[V
Lascas utilizadas y denticulados
descortezar y cortar materiales vegetales
campamento de trabajo, tareas de extracción
Denticulado
V
Puntas. láminas. raedcras
matanza y descuartizamiento
carnpamento de trabajo, tareas de extracción
Ferrassie
Facto<
para su uso durante unas estaciones determinadas del año o para llevar a cabo una serie de actividades muy especializadas. Les parecía que este tipo de acuerdo formal entre las tribus habría sido necesario si el modelo había de resultar bajo la forma de cinco variantes de conjuntos como las modeladas por los Binford. Sólo así podían entender, por ejemplo, la repetida alternancia de las cinco variantes del musteriense a través de las 55 unidades estratigráficas del yacimiento de Combe-Grenal (Bordes, 1972). Su segunda objeción advertía el hecho de que algunas de las variantes comunes en la Dordoña no existían en absoluto en las áreas vecinas de Francia (H. de Lumley, 1965). Se preguntaban qué tipos de actividades que requiriesen un equipo instrumental tal eran exclusivas de la Dordoña y que, en cambio, fuesen aparentemente innecesarias tan sólo a unos pocos kilómetros más allá, en una área con un clima y unas condiciones parecidas. Binford (1972, 1973, 1983) replic.ó a estas críticas con todo detalle. En muchos aspectos el meollo del asunto, al igual que muchas de las perspectivas cambiantes sobre los objetivos y la práctica arqueológica durante la década de los sesenta (Binford y Binford, eds., 1968), puede resumirse si contemplamos el argumento funcional como una afirmación razonada de que no conocemos todas las causas de la variabilidad del registro arqueológico. Esta sencilla realidad fue entregada a modo de excusa en contra de la opinión general, que mantenía que casi toda la variabilidad puede explicarse mediante un enfoque de la cultura que interprete las pautas repetidas de la cultura material como el producto de ideas y normas culturales compartidas. El argumento funcional propuesto por los Binford advertía que era prematuro ·cerrar de una manera definitiva esta cuestión. Los historiadores culturales esperaban encontrarse con que toda la variación era una medida adoptada por gentes diferentes que deseaban expresar que eran grupos diferentes de gentes. A menudo, cuando se les apren1ie, los defensores de este enfoque harán comparaciones entre las pautas de un conjunto y los seguidores de equipos rivales en un partido de fútbol (comunicación personal de Newell). Consideran el argumento funcional. con su énfasis en la cultura como estrategia adaptativa, como un desafío a lo que para ellos es una verdad incuestionable acerca de la existencia social, y que sólo exige la aplicación del tipo adecuado de procedimientos de investigación en el registro paleolítico para que se convierta en una realidad prehistórica. Aunque vean los conjuntos de útiles de piedra como culturas o grupos étnicos diferentes, no los consideran corno parte de un sistema integrado de adaptación. Sín embargo, mientras que la evolución puede favorecer al equipo que juega el partido de ida con el mejor marcador, éste se consigue mediante una estrategia diseñada para alcanzar ese resultado, y no por una creencia en la invencibilidad de los colores que lleva el equipo. Este debate, que engendró muchas discusiones arqueológicas importantes sobre la interpretación de la variabilidad, no debería contemplarse corno una
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campaña electoral entre etnicidad y función como principios explicativos. En su lugar, es un debate sobre cómo se fornza el registro arqueológico. Según uno de los enfoques, los conjuntos se generan mediante una serie de experiencias compartidas y se depositan como testimonio de ese hecho. El otro mantiene que, en el curso de una adaptación eficaz, el sistema cultural deja tras de sí un registro diferenciado de esa estrategia. Este últímo paradigma utiliza un modelo multidimensional para investigar el significado de las pautas y la variación de los materiales paleolíticos (Binford, 1972, pp. 131-135). Desde el momento en que los recursos no se hallan distribuidos uniformemente dentro de los entornos ocupados por los grupos humanos, se deberá invertir energía para recogerlos y reunirlos. Por otra parte, no existe una única estrategia, la más adecuada, para enfrentarse a todas las diferentes situaciones resultantes de la variación en la estructura y naturaleza de los recursos dentro de los entornos. Se puede considerar esta variación como los diferentes grados de riesgo para la supervivencia de los grupos humanos, y tiene que minimizarse por medio de sus estrategias adaptativas (véase el capítulo 2). Los problemas que surgen de la localización espacial de los recursos se resuelven al situar a los individuos y planear de antemano los futuros movimientos. Aquellos riesgos que se derivan de las diferentes épocas en que los recursos abundan o están al alcance, se minimizan mediante estrategias que utilizan el potencial de la tecnología y las propiedades de almacenaje. La base de la estrategia está contenida en el programa que especifica cómo explotar mejor los recursos disponibles para conseguir este objetivo de minimizar el riesgo. Las tácticas por las cuales ello se consigue se sirven de la movilidad de los grupos humanos y de su flexible organización, que les permite dividirse en unidades con tamaños, miembros, duración e intenciones diferentes (Jochim, 1976). Este modelo de adaptación aumenta las expectativas en lo que concierne a la formación de restos culturales sobre el terreno. Debemos suponer que las actividades se díferenciarían en el tiempo ·Y, en el espacio, y ello se debería a la variación en la distribución y organización de ·la energía. En otras palabras, deberíamos esperar que el registro paleolítico variase como consecuencia del comportamiento en el pasado relacionado con estas estrategias adaptativas. Además, debemos esperar que el comportamiento asociado a estas estrategias sea constante en todo el terreno (Foley, 1981a). Por consiguiente, no podemos tomar muestras de un único punto y utilizar los datos recuperados allí para tipificar toda la adaptación. Ello nos lleva a identificar la región como la unidad de análisis para estudiar las adaptaciones paleolíticas. La formación del registro paleolítico reflejará, según este modelo, las dimensiones espaciales y temporales, así como su variable efecto sobre las estrategias adaptativas humanas. Desde el punto de vista sincrónico, debemos esperar la distribuc~ón diferencial de las actividades en el terreno. Por consiguiente, necesitamos medidas de las consecuencias tácticas de la movilidad, localización del yacimiento, distribución demográfica, funciones de almacenaje y la organización de la tecnología. Con una perspectiva diacrónica, donde nos enfrentamos a los cambios a largo plazo en las estrategias adaptativas, necesitamos medidas de cómo opera la presión selectiva sobre estas mismas estrategias, así como de me-
didas de los incrementos relativos en el éxito por la supervivencia. Algunas definiciones básicas para este método son las siguientes: Adaptación: como se define en la biología evolutiva, es cualquier estructura, proceso fisiológico o modelo de conducta que haga a un organismo más apto para la supervivencia y la reproducción (Wilson, 1975, p. 577). Una estrategia para la supervivencia y la reproducción. Grado de adaptación: el estatus de estar adaptado y la capacidad de un organismo para sobrevivir y reproducirse en un medio ambiente dado (Kirch, 1980, p. 103). Adaptabilidad: la facultad o capacidad de llegar a estar adaptado (Kirch, 1980, p. 103). Presión selectiva: cualquier característica física y social del medio ambiente que tiene como resultado la selección natural (por ejemplo, la escasez de alimento, o la actividad de un depredador), y que puede hacer que individuos de diferentes tipos genéticos sobrevivan a diferentes edades medias, se reproduzcan a diferentes ritmos, o ambas cosas (Wilson, 1975, p. 594). Selección natural: la diferente contribución de descendencia a la siguiente generación por individuos de diferentes tipos genéticos pero que pertenecen a la misma población (Wilson, 1975, p. 589). Con1portamiento: la dinámica de la adaptación (Binford, 1972, p. 133).
Ahora ya debería quedar claro cómo difiere este modelo multidimensional del modelo orgánico del paradigma de la historia cultural. Este último se preocupa del descubrimiento, la descripción y la clasificación; el primero de la explicación del cambio y la variación por medio del examen de los contenidos conductuales en los mismos restos materiales. Para conseguir esto, necesitamos observar más atentamente la naturaleza del registro paleolítico como un paso para idear los marcos analíticos y las unidades de medición convenientes.
PROPIEDADES DEL REGISTRO PALEOLÍTICO
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Ya me he referido al paleolítico como un registro de observaciones. Este registro está compuesto por ítems de energía invertida, fragmentos de piedra, huesos y otras poblaciones de materiales tanto artefactuales como ecofactuales. También incluye poblaciones de estructuras tales como los hoyos, agujeros para postes, hogares, cantos rodados y abrigos rocosos y, a una mayor escala de análisis, incluye los acontecimientos y procesos de la geología del cuaternario. Estos materiales están ordenados en una matriz tridimensional, la cual puede describirse en función de sus atributos espaciales. En suma, «el registro arqueológico es una estructura de relaciones entre la distribución y la forma de la materia, como la causada por las fuentes de energía que en el pasado actuaron sobre la materia» (Binford, 1981, p. 26). Esta estructura resulta de las constricciones que las propiedades y la disposición de la energía imponen sobre las adaptaciones humanas. En el fondo se remite a las leyes de la termodinámica (Whíte, 1959, p. 33), y se puede ver de
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una manera más clara en las implicaciones de las relaciones tróficas, la productividad ambiental y la comunidad ecológica para las poblaciones humanas (véase el capítulo 2). Mientras que la estructura de las relaciones puede ser seguida a través de su organización, la manera en que se organiza es a través de transferencias e intercambios de energía en el espacio. Esto produce, por ejemplo, la variación en la división por zonas de entornos diferentes dentro de las latitudes del globo. Ello. a su vez, se relaciona con la cantidad de energía solar y varía de acuerdo con la posición de cada lugar sobre la superficie de la tierra, afectando a la transformación de la energía disponible en la materia antes que a factores locales, como puedan ser el relieve o el agua. Sin embargo, aunque la energía proporciona una estructura, y distribuye en el espacio un marco organizativo, esto no nos permite simplemente ir recogiendo las piedras y huesos, y escuchar lo que tengan que decirnos acerca del comportamiento humano en el pasado. En este sentido, nada es obvio en el registro arqueológico. Los restos materiales tienen que ser descodificados por vía de una metodología precisa si hemos de comprender su significado en términos del comportamiento del pasado. No son las páginas bien redactadas de un manual de instrucciones las que nos van informando sobre la conducta que tuvo lugar en el pasado. En realidad, los datos consisten sólo en ejemplos para, y las consecuencias de, el comportamiento y no en el comportamiento mismo (Wobst, 1978. p. 303). Éste sólo se puede observar en un sisterna vivo. El enfoque aquí seguido asume que la cultura material actúa como parte de un sistema de información que dirige el comportamiento. Los mensajes transmitidos sirven de señales indicadoras para organizar la acción en una gran variedad de contextos sociales. Una forma en que esto se ha investigado es conectando la información que sugiere la cultura material con tres esferas del comportamiento. Osgood (1940, pp. 25-29; véase también Binford, 1962; Sackett, 1982, p. 69) las ha descrito en los siguientes términos:
No obstante, todos los ítems desempeñan algún papel informativo en estas tres esferas, y la división es una mera conveniencia para hacer resaltar cómo la cultura material nos provee realmente de una vía de acceso a la multiplicidad de contextos del comportamiento pasado. El problema al que se enfrentan los arqueólogos radica en la descodificación de esta información; llegar al simbolismo y a su significado adaptativo preservados en la configuración, forma y relaciones de la cultura 1nateria1. Con los datos ecofactuales, puede resultar más fácil descifrar Jos códigos de comportan1iento. Ello se debe a las propiedades de los datos biológicos, de los que conocemos bien las poblaciones de las cuales proceden. Por ejemplo, los esqueletos de los animales son hechos biológicos. Podernos identificar con absoluta certeza un hueso de reno de 15.000 años de antigüedad si lo comparamos con ejemplares actuales. Esto no lo podemos hacer con un útil lítico. Además podemos inferir. a partir de este solo hueso, el esqueleto entero y cómo se repartía en él la carne y la médula. Representaba un recurso para el hombre, así como para otros carnívoros. Hace falta un comportamiento para utilizar estos recursos y en este sentido un animal muerto es corno una lata de conservas, hay que abrirlo para utilizarlo. El hombre y los carnívoros resuelven este problema de diferente modo. Observando el dis!_into tratamiento que recibe un esqueleto, nuestra const
Esferas del comportanúento niaterial: artefactos con los cuales se hace frente al entorno. social: se ocupan de la organización y la conducta sociales. ideológico: se dirige a los sistemas de ideas, valores y creencias.
Todos los artefactos cruzan estas tres esferas, aunque nos parezca que lamayoría desempeñan un papel más importante en una sola de ellas. Tomemos como ejemplo la corona que lleva un monarca. Ésta puede servir en las tres esferas corno 1) un sombrero para abrigar la cabeza; 2) un ítem de prestigio que comunica una posición social y un estatus; y 3) un símbolo del concepto de monarquía. Más recientemente Sackett (1982, p. 70) ha distinguido para los artefactos sólo dos dominios del comportamiento. Éstos son el utilitario, que opera en el reino material e incluye útiles, contenedores, armas, etc., y el no utilitario que incluye aquellos ítems para los cuales tenemos motivos para creer que funcionaban primariamente como vehículos de expresión de las ideas y relaciones sociales. Éstos incluirían la parafernalia ritual, el arte, las estatuillas y la indumentaria.
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EL POBLAt.1IENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
LOS ESTUDIOS DEL PALEOLÍTICO EUROPEO
sirven de puntos de referencia que pueden utilizarse como unidades de contrastación para investigar la conducta del pasado. Estas son las propiedades y problemas metodológicos que se aplican a todos los aspectos del registro arqueológico. Debemos tener cuidado, en todo momento, en emplear unos rigurosos criterios de interpretación y procedimiento (Gardin, 1980); si no, vamos a imponer nuestra propia opinión sobre el pasado, más que pasar a la información que se halle contenida en la estructura y organiza~ión del registro arqueológico. Hay, sin embargo, unas propiedades adicionales del registro arqueológico, derivadas del modelo multidimensional, y que necesitan una breve consideración.
Es habitual, actualmente, reproducir los pasos por los que unos materiales, que se utilizaban en un sistema vivo (o contexto sistémico), pasaban después al contexto arqueológico (Schiffer, 1972, 1976; Gould, 1977). Los materiales se dividen en perecederos y en imperecederos (fig. 1.2), y se hallan sujetos a diferentes grados de reciclaje. El método multidimensional subraya la importancia de la movilidad individual y de grupo entre los cazadores-recolectores. Ésta puede implicar muchos cambios de residencia en el transcurso de un circuito de subsistencia estacional. Cuando los individuos y los grupos circulan por el territorio en busca de alimentos, dejan tras de sí restos materiales que reflejan la naturaleza continuada de este comportamiento a gran escala y regional. Ello contrasta, desde luego, con el modelo de explotación sedentario, de agricultores basados en el cultivo de la tierra, con el que uno se tropieza al final de la prehistoria. Foley ha caracterizado los modelos arqueológicos producidos por grupos altamente móviles como arqueología extra-yacimiento (1981a,b), cuya unidad de análisis es la región. La elección de esta unidad analítica viene determinada por la naturaleza de la adaptación en estudio. Foley sugiere, en concreto, que deberíamos enfocar estas estrategias con un concepto de área de hábitat. Éste podría definirse como el área que un animal conoce a fondo, por la que patrulla de forma regular (Wil· son, 1975, p. 586), y que comparte con los otros miembros que integran un grupo social (ibid., p. 256). La arqueología extra-yacimiento tiene una metodología en desarrollo, diseñada para comprender la información sobre el comportamien· to en las densidades regionales de las poblaciones de artefactos y ecofactos. Como tal, puede contrastarse con los estudios más comunes basados en el yaci· miento (capítulo 2). Su valor reside en apartar nuestra atención de un interés exclusivo en los yacimientos, pequeñas parcelas del paisaje arqueológico, y en dirigirla hacia la dispersión de materiales existentes entre ellos (Isaac, 1981a). En el siguiente capítulo veremos que el grado en que se reúne o se dispersa un modelo regional de materiales arqueológicos es un indicador importante de la adaptación del grupo a las condiciones ecológicas.
a) Movilidad Todas las sociedades humanas desechan cosas y, al hacerlo, crean residuos. Aunque el Horno sapiens no es la única especie que exhibe este comportamiento (véase más adelante), los restos que creamos tienen unos atributos caracterís. tices debido a a la durabilidad, variedad y cantidad de los materiales desechados.
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FIGURA 1.2. Un modelo de los procesos que llevan a la formación del registro arqueológico
(Schiffer, 1976).
Generalmente se considera a los cazadores-recolectores como productores de vestigios efímeros. O los materiales no sobreviven (Yellen, 1977a), o la tecnología y los restos alimentarios constan de un número tan pequeño de ítems que no queda apenas nada para recoger, incluso después de varios miles de años de ocupación (Janes, 1977; Deetz, 1968). Los pintupi australianos, estudiados por Hayden (1979a), utilizan los útiles de piedra para fabricar artefactos de madera. El artefacto más visible, en razón de su tamaño, es un simple útil, una lasca, que generalmente se desecha bajo el árbol del cual se obtiene la madera. Incluso con una alta densidad de desechos, Hayden se encontró con que sólo había uno de estos instrumentos por cada 2.500 m 2 en estos lugares de aprovisionamiento. También son bajos los datos acerca de la densidad de materiales en los campamentos base (cuadro 1.3). Además, las cacerías más habituales entre los pintupi son de un único ani· 3. -
OAM!\LE
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EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
mal, y estos lugares de caza están dispersos por todo el terreno. En consecuencia, hay pocas probabilidades para la acumulación de grupos de artefactos consistentes en raederas, cuchillos y lascas, lo que se daría con el uso repetido de una localidad de caza. Los únicos lugares en donde de veras se producen estas -
acumulaciones de materiales líticos son en los lugares rituales, donde se fabrican máscaras de madera, o en los puestos de vigilancia, donde los cazadores manufacturan y esconden los útiles mientras que, a la vez, vigilan el entorno en busca de caza (véase también Gould et al., 1971, pp. 152-153). Estos ejemplos demuestran cuán importante es el contexto para comprender por qué existen estas variaciones en la densidad de los útiles de piedra en diferentes puntos del territorio regional. También señalan el tipo de problemas incluido en el reconocimiento y recuperación de los vestigios de los cazadores-recolectores a escala regional (Judge, 1973). Foley (1981a, p. 181) ha estimado que se depositaron unos cuatro artefactos por año en cada uno de los 600 km 2 de su área de reconocimiento en la cuenca de Amboseli, África oriental. Ello produce un número potencial de 20.000 artefactos por kilómetro cuadrado, acumulados en los cerca de 5.000 años de explotación de este entorno regional.
CUADRO 1.3. Densidad de los materiales culturales en dos campamentos aborigenes australianos (Hayden, 1979a, p. 166) expresados en restos por persona y semana.
Área
m' Ngarulurutja 79-113 Walukaritji 113
Fragmentos de huesos de caza menor
Total de piedras talladas
Número utilizado como útiles
54-108
28-57
5-10
144
7
3
c) Otros registros
El registro paleolítico es también un palimpsesto de muchos otros registros relacionados entre sí. Éstos incluyen el registro paleontológico, en donde los carnívoros, las aves de presa y los roedores han añadido materiales arqueológicos o han acumulado sus propios depósitos de huesos. Las muertes naturales, como la hibernación entre los osos, y las trampas naturales que apresan grandes mamíferos han proporcionado cantidades significativas de materiales. Estas acumulaciones a menudo se asocian a los depósitos arqueológicos en cuevas, terrazas fluviales o lugares de erosión eólica. Recientemente los paleontólogos, interesados ahora por aumentar la cantidad de información conductual sobre los entornos del pasado, han prestado una gran atención a estos registros paleobiológicos (Brain, 1981; Behrensmeyer y
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Hill, eds., 1980). Principalmente, ello ha supuesto la revisión de los procedimientos metodológicos mediante los cuales se realizan inferencias para los sistemas vivos del pasado, a partir de la observación de los huesos fósiles en su contexto de deposición. El estudio de la tafonomía, que hace referencia a las leyes del enterramiento (Efremov 1940; Gifford 1981), refleja este creciente interés. Ya hemos visto una preocupación similar entre los arqueólogos por mejorar sus metodologías de investigación del comportamiento del pasado, en lo que se ha denominado la Teoría de Alcance Medio (middle range theory) (Binford, 1977a), los procedimientos transformacionales (transformational procedures) (Schiffer, 1972) y las construcciones teóricas (constructs) (Gardin, 1980). También los paleoecólogos están redescubriendo el principio del uniformitarismo como llave que les permita entrar en el estudio de la dinámica de los entornos del pasado y el de las comünidades bióticas que vivían en ellos. Estas disciplinas hermanas de la arqueología han aceptado que una comprensión de los procesos pre y posdeposicionales que actúan sobre los conjuntos faunísticos proporciona una llave para entrar en las complejidades de la ecología animal del pasado. Una forma en que se ha alcanzado esta conciencia ha sido por vía de los estudios actualísticos, donde se utilizan los procesos actuales para resolver las historias post mortem de--g_q1ndes mamíferos (Behrensmeyer y Hill, eds., 1980). Estos estudios ya no consideran dichos procesos como distorsionadores de los datos, o que marcaran tendencias sobre ellos. En su lugar, la acción de factores tales como la conservación, la selección de huesos por el agua, el movimíento del subsuelo y la acumulación, son medios gracias a los cuales se puede investigar la información sobre los entornos del pasado y sus procesos dinámicos, por supuesto ya no observables de una forma directa (Gifford, 1981).
d) Improntas
La importancia de estos otros registros, biológico y mecánico, para una comprensión del paleolítico es que son los compañeros de viaje del registro arqueológico. Estos registros, como veremos en los capítulos 6 a 8, son una fuente de comparación y medición de las adaptaciones humanas. El motivo es simple. Muchos de los elementos incluidos en ellos pueden observarse hoy día, Y por eso generan una serie de directrices que nos ayudan a investigar el comportamiento humano del pasado para el cual, desde luego, no existen análogos contemporáneos. No debiera imaginarse, sin embargo, que estas directrices sean fácilmente observables. Por ejemplo, no existe un análogo directo para las diversas comunidades animales (capítulo 3) que habitaron las tundras de latitudes medias Y los bosques interglaciares de la Europa pleistocénica. Las observaciones contemporáneas son, por ahora, fragmentarias y relativas a elementos sueltos de esta compleja biomasa, tales como las hienas y el reno, los efectos del fenómeno del congelamiento del suelo, o las condiciones bajo las cuales se deposita el loess. Sin embargo, como en el caso del esqueleto de reno (véase antes, p. 31), podemos emplear como constantes algunas de las observaciones contemporáneas. Estas incluirán, por ejemplo, la estructura de la mandíbula de los carnívoros y la manera en que desgarran la carne y quiebran los huesos. De la misma
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LOS ESTUDIOS DEL PALEOLÍTICO EUROPEO RESOLUCIÓN
forma, podemos emplear la distribución de las características periglaciares para tnedir la relativa intensidad de las condiciones glaciares en el continente.
Estas aplicaciones de los principios uniformitaristas hacen las veces de unos primeros pasos limitados para descubrir qué agentes fueron los responsables de crear ciertas partes de los registros, tanto del arqueológico como de los otros, así como para aportar los medios para medir el efecto de la presión selectiva del entorno sobre las estrategias adaptativas (capítulos 6 a 8). Así como los es~ tudios tafonómicos, por vía de estas constantes biológicas, descongelan cada vez más el carácter estático del pasado para revelar el sistema dinámico que lo produjo, nosotros podemos plantearno.s medidas más sofisticadas para aproximarnos al estudio del hombre. Una manera de concebir estas medidas es como si se tratara de improntas (Gould, 1980, p. 113). El término «impronta» describe la relación entre el comportamiento y los distintos patrones de formación de restos. Por ello, podríamos hablar de diferentes improntas arqueológicas que caracterizan a diferentes estrategias adaptativas. Cuando consideremos una única estrategia general, por ejemplo cazadores-recolectores, también deberemos reconocer la importancia de la ecología en la producción de variaciones predecibles en el comportamiento que se traducirán en una impronta arqueológica regional. La ventaja de este concepto es que nos aleja de las rígidas categorías y clases descriptivas que han constituido un rasgo tradicional en la sistemática arqueológica. Por ejemplo, las economías del paleolítico se han descrito a menudo por la especie más abundante hallada junto a los conjuntos de útiles líticos. Hablamos de cazadores de reno, de mamut, de oso de las cavernas o de ciervo (Gamble, 1984a), y estas etiquetas descriptivas se utilizan para caracterizar unas adaptaciones más generales del paleolítico. Un enfoque que tenga en cuenta estas improntas depende menos de estos elementos obvios a la hora de construir clasificaciones y, en su lugar, reconoce la amplia disposición de restos y su patrón espacial como productos de un comportamiento adaptativo variable. Un aspecto de este enfoque es observa:(, improntas concretas asociadas a determinadas contricciones ecológicas (capítulo 2). Una consecuencia de ello es visualizar la formación de un conjunto arqueológico en dos dimensiones: integridad y resolución, cada una de las cuales se refleja en una determinada finura del grano de la imagen que nos ofrece el conjunto (Binford, 1981; Deetz, 1968). Los agentes acumuladores de restos pueden ser varios e incluyen a los seres humanos, los carnívoros y otros agentes biológicos y mecánicos. Se les puede incorporar dentro de un modelo para así evaluar la formación de un conjunto arqueológico.
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(La homogeneidad de acontecimientos y conductas) Baja
Alta
A) Múltiples agentes responsables de la acumulación de material en un sitio concreto. Cada agente desempeña una gran variedad de actividades. El sitio donde se lleva a cabo la acumulación se reutiliza varias veces.
B) Múltiples agentes responsables de la acumulación de rnaterial. Cada agente desempeña una sola actividad. Un único episodio comprendido en la deposición del material por cada agente.
C) Un solo agente es el responsable de la acumulación de material. Desempeña una gran variedad de actividades. El sitio donde se produce la acumulación de restos se reutiliza múltiples veces.
D) Un solo agente es el responsable de la acumulación de material. Desempeña una única actividad. Aquel sitio no se reutiliza.
Esta matriz tiene en cuenta los factores posdeposicionales, la conservación, el transporte y la clasificación, sólo en tanto que son los responsables de que se reúnan los materiales. En términos conductuales, sería posible describir estos conjuntos en función de la finura de su grano tal y como sigue (Binford, 1980, 1981): Granulado de la imagen del conjunto Conjunto de grano grueso: [arriba A, B, C) en cualquier localidad donde la correspondencia entre un acontecimiento y el registro arqueológico que genera sea pobre. Un ejemplo de ello sería el abandono de una punta de proyectil rota en una base residencial, donde estaba siendo reparada, en vez de en el lugar de matanza donde hubiera sido utilizada para dar muerte a un animal. Conjunto de grano fino: [D] donde los materiales depositados reflejan de una manera más precisa las actividades que se llevaban a cabo en ese lugar y en relación con el entorno inmediato. Este modelo ofrece varias expectativas en lo relativo al modo en que podemos emprender la formulación de inferencias desde los conjuntos arqueológicos hacia la conducta que los produjo. Muchos arqueólogos hablan del valor de la recuperación de aquellos raros y preciosos momentos (Roe, 1981, p. 197) en que ambas, resolución e integridad, son altas. Momentos como los de Po1npeya
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LOS ESTUDIOS DEL PALEOLÍTICO EUROPEO
son demasiado escasos en el paleolítico (Villa, 1982), y la mayor parte del tiemM po estarnos tratando con una baja resolución entre los artefactos desechados y el comportamiento que tuvo lugar en aquel sitio, o con una baja integridad, en donde muchos otros agentes y procesos mecánicos han añadido sus improntas al registro. Sin embargo, no deberíamos desalentarnos por este estado de cosas y la imagen de grano grueso que se nos presenta. Después de todo, aunque no podemos cambiar la naturaleza del registro arqueológico, sí podemos investigarla. Más que abandonar ante estas obvias tendencias de distorsiones del pasado cultural y posdeposicional, deberíamos en cambio reconocerlas corno la consecuencia de las condiciones ecológicas y ambientales. (Se ampliará este tema en el siguiente capítulo.) Vale la pena advertir aquí que este modelo de análisis, por vía del reconocimiento de improntas, tiene una gran aplicación en los estudios globales sobre el paleolítico, pues su utilidad como términos descriptivos flexibles significa que no se hallan restringidos a las características y contenidos específicos de los entornos culturales. (¿Cómo si no podríamos comparar, por ejemplo, las economías basadas en los canguros con las basadas en los ciervos?) Ello se debe, esencialmente, al hecho de que estas improntas están proporcionando resúmenes del comportamiento adaptativo a una escala regional de investigación y, por consiguiente, dentro de un marco espacial concreto. El complejo espectro de la variación que se debe esperar dentro de las regiones, y que se deriva de la utilización de un modelo multidirnensional de las estrategias adaptativas, en correspondencia requiere un método flexible de descripción. En los capítulos 6 a 8 se ofrecen algunos ejemplos de cómo esto podría manifestarse en los datos procedentes del paleolítico europeo.
no se respondan debería interpretarse corno un desafío para refinar las metodologías y así extraer la información potencial contenida en el registro arqueológico. Los datos jamás nos hablarán. Wolpoff tiene razón en ello. Tan1poco hablarán a los seguidores del paradig1na de la historia cultural. Ellos han traducido estas observaciones en el ahora familiar lenguaje de pueblos y culturas, progreso y cambio. Los datos tampoco hablarán a aquellos, incluido yo mismo, que prefieren enfocar la cultura como un sistema adaptativo y los restos materiales como los medios por los cuales se puede investigar la complejidad de los sistemas vivos del pasado. El problema clave al cual se enfrenta este enfoque es metodológico. ¿Cómo podemos pasar de la observación de la estructura estática del registro arqueológico a la comprensión de Ja estructura dinámica, el sistema cultural del pasado, que produjo los restos materiales que estudiamos? Este paso de estática a dinámica (Binford 1981, 1983) supone dar un sentido a los hechos muertos del registro arqueológico. En este caso, queremos conocer qué es lo que significan en términos de la conducta que los hizo variar y formar los patrones distintivos que tan habituados estamos a reconocer. Podría argumentarse que este problema se podría resolver reelaborando la terminología en uso y los conceptos__ analíticos. Por ejemplo, algunos enfoques han pretendido que deberíamos investigar las correlaciones arqueológicas de modelos particulares del comportamiento (Schiffer, 1976; Renfrew, 1973; Hayden y Cannon, 1982). Se muestra un ejemplo de ello en el cuadro 1.4, en donde un sistema tradicional de nomenclatura arqueológica (columna a) ha sido transcrito a un sistema aparentemente dinámico, con un significado conductual (columna b). Desde luego, nada tiene que ver con la realidad de lo que sucedió. La traducción de industria por equipo instrumental sugiere que conocernos qué constituye un equipo instrumental paleolítico, cuando ~e hecho ~o es así (Whallon, 1978). Aunque la traducción es plausible, realmente no existe una diferencia de fondo en la sustitución de clases culturales por clases descriptivas, lo que ya he críticado. El uso de correlaciones con el fin de identi~icar las pautas en la
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
«Los datos no hablan por sí mismos. He estado en salas con ellos, y he escuchado muy atentamente. Los datos jamás dijeron ni una palabra» (Wolpoff, 1975, p. 15). Nuestra comprensión del registro paleolítico de Europa está basada en los esfuerzos y logros del paradigma de la historia cultural. Sobre esta base ha crecido una visión del paleolítico que trata las clases descriptivas como clases culturales, y que da una gran importancia a las secuencias y a la evidencia regional para el desarrollo progresivo. Sin embargo, al seguir este enfoque hemos infravalorado demasiado la complejidad y la información potencial contenidas en el registro paleolítico. Únicamente hemos examinado algunos de sus modelos más superficiales, tales como las agrupaciones recurrentes de conjuntos y la copia repetida de elementos estilísticos en el tiempo. Se ha hablado de ellos como de la obra de pueblos distintos. Esta, en muchas ocasiones, se ha considerado la interpretación adecuada y suficiente del material. Más allá de ella, se dice con frecuencia, yacen la especulación, las conjeturas y las preguntas que no merece la pena formular. El paradigma alternativo discutido antes sugiere que las restricciones a nuestro conocimiento del pasado en gran parte son obra nuestra. No deberíamos, de acuerdo con este enfoque, dejar de formular las preguntas porque aún no hayamos desarrollado las vías para responderlas. Al contrario, el hecho de que
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Una aproximación a las entidades basada en los artefactos, en la que las clases descriptivas, aparentemente, son transfom1adas en clases conductuales (a partir de Clarke, 1978).
CUADRO 1.4
a)
b)
Correlación
Regularidad
(un atributo) artefacto conjunto industria tradición cultura/civilización/tecnocornplejo
(una acción) un cúmulo de acciones una secuencia de cúmulos de acciones equipo instrumental grupos sociales grupos sociales geográfica y temporalmente mas amplios
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EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
obtención lítica, o la presencia de una jefatura o grupo corporativo en el registro arqueológico, nos compromete en una metodología de trabajo dirigida a las de-
finiciones. Corremos el peligro de ser capaces de investigar el registro únicamente según las etiquetas descriptivas que podamos tomar prestadas, con apa-
rente certeza, de la etnografía. En aquella dirección yace una posible tiranía del registro etnográfico
(Wobst, 1978), cerrando nuestras opciones para comprender el pasado al enfocar sólo aquellos ejemplos que suelen estar a la vista del público en el escaparate etnográfico. Por ejemplo, ¿a dónde nos conduciría este enfoque en la investigación de la sociedad asociada a los Horno erectus o incluso a homínidos más antiguos? Ciertamente, no podemos asumir que sus patrones de organización social fuesen los que se pueden hallar entre los grupos cazadores-recolectores actuales. El uso de correlaciones puede sugerir posibles patrones de movilidad, conducta de forrajeo y tamaño del grupo (Isaac, 1978), pero éstos permanecen como descripciones del «fenotipo» y no como afirmaciones del tan importante «genotipo» de relaciones sociales que estaban coordinando estos factores. El resultado de esta díscusión es que necesitamos marcos conceptuales para dar sentido a nuestras observaciones, y unidades de medición con las que comprobar el registro arqueológico. De este modo podemos poner en funcionamiento una estrategia de investígación que esté diseñada para abordar el problema de la variación en los materiales paleolíticos. El enfoque seguido aquí examinará las propiedades estructurales y organizativas del registro paleolítico. La energía y el espacio constituirán las dos dimensiones esenciales para la observación de la variación en los materiales paleolíticos, y actuarán como medios por los cuales pueda avanzar la interpretación de los modelos así revelados. La región proporciona la principal escala espacial para la investigación de los sistemas adaptativos del pasado, y constituye una unidad de medición y comparación. Finalmente, se utilizarán Jos materiales ar~ queológicos para calibrar aspectos del comportamiento a diferentes escalas (véase cuadro 2.7). El enfotjue regional aquí defendido utiliza este concepto espacial como el mecanismo analítico primario para trazar el vínculo entre los hechos inertes del registro paleolítico y los sistemas conductuales que los generaron. Este es un marco para el estudio y la investigación del cambio sincrónico y diacrónico de la Europa del pleistoceno, pero no es un producto de las tradiciones regionales de investigación. Aquí se presenta como una alternativa a este enfoque tradicio-
nal. Aunque ningún marco conceptual puede escaparse totalmente del problema de la parcialidad, y presentar así los datos de un modo objetivo, incumbe a una pro¡}uesta alternativa el que la información resucitada de entre el corpus de daros sea mayor a aquella aportada por el método original de observación del pasado. Ello se podrá juzgar a medida que se avance en el libro. Sin embargo, y en primer lugar, es necesario investigar n1ás a fondo tanto las bases que tenemos para escoger un marco regional (con toda la variedad de escalas espaciales) para estudiar los sistemas paleolíticos, como la afirmación de que esto otorga un vínculo entre los productos del pasado y una comprensión de la conducta que los produjo.
2. LOS SISTEMAS REGIONALES DE LOS CAZADORES-RECOLECTORES Habiéndole atribuido al cazador impulsos burgueses y útiles paleolíticos, juzgamos su situación desesperada por adelantado. MARSHALL SAHLINS,
Notes on the Original Affluent Society (1968, p. 86)
INTRODUCCIÓN
El registro arqueológico contiene las evidencias para el estudio de los.F.~º~.e sos a largo plazo__ q~e _inc_luye".1-_l~ a_~ap~ación.y _t?l_~amb_~'!_· La cuestión es, ¿cómo · püderrios -acCeder a esta información? Ya hemos comentado algunas de las propiedades del registro arqueológico derivadas de unas sociedades móviles y reducidas. Por tanto no es sorprendente que se haya utilizado a las sociedades contemporáneas de cazadores y recolectores con el fin de proveer a los arqueólogos de las analogías apropiadas para el estudio de los sistemas paleolíticos. Los sistemas vivos son los que creemos más relevantes para Ja interpretación de las pautas en los materiales paleolíticos. Pero una vez que se han puesto en marcha Jos mecanismos de la investigación arqueológica con este oportuno incentivo procedente del mundo actual, hemos de cuidar de que nuestro vuelo directo hacia la estática del registro arqueológico no se convierta en un círculo vicioso. En los estudios arqueológicos actuales es posible vislumbrar, cada vez con más frecuencia, a los nunamiut, a los !kung u otros grupos ligeramente camuflados bajo la indumentaria paleolítica. Luego, si queremos mejorar el uso previo dado a la observación etnográfica (por ejemplo Sollas, 1911), es importante entender por qué nos dirigimos a estas sociedades contemporáneas como punto de partida para interpretar el paleolítico. La elección de las sociedades de cazadores-recolectores no es más que otra asunción que se hace sobre el pasado. Acaso parezca acertada, pero de todas formas no deja de ser una asunción previa. En otros tiempos habríamos justificado una opción de este tipo señalando que los cazadores eran, desde el punto de vista material, los grupos más primitivos que se podían observar. Ya que se tenía esta misma impresíón cuando se contrastaban los restos paleolíticos con aquellos del final de la prehistoria, por consiguiente parecía lógico vincular esta
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EL POBLAMIENTO PALEOlÍTICO DE EUROPA
REsUMEN Este capítulo ha ofrecido un amplio discurso de la proposición adelantada en el capítulo 2 (p. 81). Hemos visto que la dispg'l!~_ilid_~~ __de._~n~rgí~ no fue .un Ja et_ o~ tan te en las _regiºn~_ y_ provincias durante la_ mayoL pªI!~ =~j-los
-ºmi
,_tres_ estadioSOClCíclO- iiiiérglaciar/glaciar. Tan sólo durante eJ plenigl_aciardel _terc:Cr estaciiOCi:i-li:l-p-iOvinCia rlOfte, las duras condiciones de desi~rto p0J~r-b~
- ~ñan ocasionado que hub.iese poca energía disponible para mantener una_ e_Str_a. tegia _adaptativa. Mientras qu~!E!sP
El
exa~~p_de_JQSJ'ecursos_y.de
4.
LOS ESTUDIOS TECNOLÓGICOS, TIPOLÓGICOS Y EXPERIMENTALES Además, el conservadurismo es habitualmente muy acusado en las, sociedades primitivas, y si uno se imagina que un muste· riense de Ja tradición achelense se casó con una mujer quina, aunque ella seguramente habría continuado utilizando las raederas espesas a las qq,e estaba acostumbrada. dudamos qu~ sus hi· jas hubieran hecho igual. •
su variedad taID:bién pone_de _relieve Ja im-
pOTtaDcia de las estra~~ª5___4~_9rga~c_ión de la sUbsistencla ba.Sada e-:!!. 3n_f~a-
·1.;s;-~__a~-ª~~ aJos«ni()mos de la ·Europa del pleistoceno;
es-
-.flosfargos periodos de tiempo representados por el segundo estadfo. Estos _paaOsabTert~-ab~""ª"4~~~ d,(::_ grandes her~ívoros, eran _sin dllda er_nicho por _ercua1 competian l~_p~t!.9,s ~oajni~os._C(Jtl lQs_otios_Carní~~rOs~.La elaSticiOad a largo plazo de estas comunidades &amiteras y de sus entornos habrla optado por el cambio adaptativo. En los capítulos finales veremos si estos prime· ros colonizadores habían solventado todos tos probleiñ.as relativos a Ja vida en· tre las capas de la edad del hielo de Europa.
0-vi ?>lo E'.R. -p~·~c.e-
rw.i =
7ñe significance of variability in palaeolithic assemb/ages (1970, p. 65)
F. BORDES y D. DE SoNNEVILLE·BORDES,
yen concreto
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INTRODUCCIÓN
En mi propuesta_!<>b~_e!_i;s!t!di() del pal_eo_lítico !'U!opeo_be_identificado las tradiciones regioDales de investigación, aunque por ahora no me haya enfrenta. ilo a ellas. Estas trildiciones nas han dejado. un_ cuadro del pal~!ieo..Cll'!.tres ~os -inferior, med_io_ y__superio~- y, dent.ro de esta d!visión_ tripartita •.!.!1~ numerables cambios geográ!ic:os~
reeederos artefü~tQS.de_piedra.Jos.cuales.luuu:onstituida_elpfü¡-_de I~ ugaciODCsCn las tra~~i~~~ reg!º_I!~le~ Y a pesar;de que se han utilizado da-
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EL POBLAMJE,,'lo,¡TQ PALEOLITICO Q-E EUROPA
tos sobre la. subsistencia y clasificaciones de asentamientos para ofrecer marcos aJternatJvos, actualmente Cstos estudíos se cuentan entre la minoría (capítulo 5).
r ¡
LA TECNOLOGÍA Y LOS DOS PALEOLfTICOS
Anteriormente se utilizaban las diferencias en la técnica de fabricación de los útiles líticos para respaidar--Hf divíSló~ triJJ.~ri;Üa·_ ·d(;i_ p3.Ieolítü:o_.,___AhQui_se pued~ ~co~~ 9::1~ tan sólo h~bo_~~ carn_pio _fupd_~f!!ental __ep_ la_ tecnolog~ las_ tecn1ca~ ~e talla del pa.leolí~-~-~~-2~º· Tuvo iugar e_!! -~l _C::.. ~~~QQO_J?_.p_._J! senala el lurute entre el p_al~~ucc.:_:~~~_1?.r/me~_i_~J_--=~eerior.
LóS ESTUDIOS TECNOLÓGlCOS Y TIPOLÓGJCOS
135
4.618 pequeñas esquirlas y trocitos de sílex adicionales. Otros experimentos han llevado a]'Jewcomer. a propop.~_r_l_l_n_p!:_9_~3_0___9~j!Of lo menos tres estadios para fabricar un bifaz. El estadio de delinear un boceto conllevaba la 1Jtilización de --un-percutoi~i:hiiO_ p_ara~d.lili" priiñ.er3forma al bifaz. y ello producía unas diez _liiScaS-eS~e~~-XJ;""fáif~·e~: co_~p13-h?~.E~]?ercusión marcados yuna gran can'ttdad de_ có[tex___~_11,su ca,ra.dorsal. A éste_J~~~guiª·-~-~~.!!_4i_q__tj.e redUCzr v dar fÓrtrfP., " en el que se cambiaba el PerC.Utor duro por otro de blando. Las lascas más del· gaaas,aeras-qüese· ·eXiiá:jeroUUflaSveinie,-IJevan las señales de las extracciones previas eil su cara dorsal. Los planos de percusión por lo general son más delgados o están astillados, y el filo de las lascas es irregular. En el último estadio o acabado se servía nueYamentc de un percutor blando, y se sacaron otras veinte lascas para corregír el contorno final del bifaz. Eran más pequeñas, con bulbos de percusión más gruesos y filos menos irregularés.
a) La tecnología de los núcleos triibajados y las industrias de lascas a inicios del paleolítico
Hace tiempo se diferenciaba al p~lf?olfti~)nferior del medio _.eq_r_ el em.P!;_o de percutores distintos (dur~_y_!J!~_4(l~}_y ~ I~.l!!PdUCCión-de i;}stnlffientos _ sobre núcleo en vez_ck; útji~ ~~~J~r..Os _trabajoseXperirñ~ntaÍ~ de fabriración.de útiles líticos (Crabtree, 1970; Bordaz, 1970) han reveládo que se pue. de uu~ .una gran y~edad_ ~ _!~_~_1:,t~ !__.aj!ª _p~r_a o.º1e_n~-~a!-fíiial unos p~o - dt1ctos smulares. Por otra parte~J.!JS dªt~9-~!1~S absolutas que ahora dísPonemos de. estas primeras industrias Eldican _q~~-~~~.i~CliiCa:Spodían apare~lin cual. qme:r m~mento,_ e11- ;ez_
17
FIGURA 4.1. Diversas formas de producción de lascas, láminas y puntas levallois (Bon.le~, 1980, fig. 1). 1) CláSico núcleo Jevallois; 2) clásico núcleo levallois alargado; 3) clásico núcleo leva!lois alargado para la producción de lascas/láminas; 4) clásico núcleo levallois con lasca apuntada;:,. 6) núcleos levallois, grande y pequeño, con extracciones paralelas; 7) núcleo Victoria West; 8,_9) núcleos levallois para producir puntas triangulares preparados de dos fonnas distintas. Las lascas: y láminas han sido sombreadas y las flechas indican el lascado preliminar. Las flechas más grandes señalan Ja dirección en que se extrajo la lasca, lámina o punta deseada,
136
EL POBLAMIENTO PALEOLfTICO DE EUROPA
Los bifaces paleolíticos también se fab'ricaban sobre grandes lascas extraídas de nódulós que se habían reducido con cuidado. La más conocida de estas estrategias de reducción, que da lugar a lascas y grandes láminas con las dimensiones
deseadas, recibe su nombre de la localidad de Levallois, a orillas del Sena._ Fue aquí donde por primera vez se tomó nota de esta técnica característica en Ja que J~ _forma d_e las lascas y láminas está predeterminada por la cuidado~a preparact'?n del nucleo previa a la extracción de la lasca (Bordes, 1980). La técnica _ Ievallo~s _di!-..luga_r_~_J_asqis_ amplias_ rp_l~~~sLl~lf!.~ gra_n~e~ y_pun~s-~ljangula -~ (fig. 4.1.): Estos negativ.S__ muest_!"an _l~ señales 1aSextracciones - S?~r~~~s-c_:ir3:5~ doiSal~s y;~ a~vece~,_ sus pfanOS'"dC percusión_ ~s~~~f~cetildoS paia __fa~h!~!~~~~su. ex_tracc1ón del núcleo. El modelo de extracción de las lascas ha Oado lugar a la deSciij)ciOÍl -der nó.CJCo desbastado después de separar las lascas como de ""caparazón de tortuga».
cte_
CuADRO 4.1.
r l
_previas
Las fases y los pasos en un experimento de talla que utiliza la técnica levallois.
1
(producción sobrante)
FArEII Paso 1
Otra técnica de Íeducción del nt1cleo da lugar__aJos __núcleos discoidales, en los ~ -i~scas de diferentes tamaños ante~ que de__Qi~en:_siOD.es específicas. Lli extracción continua de Jas<;a_s P,eja un_!!~s:!eQ resiQi,;~<:_..!! una forma más o menos circular. · El ti~ de fracturación de _las materias primas al alcance de lo~_talla9.ores paieOfíticOs IlOPare-ce habCr representado una importante limitación para ~1-~em - ¡)leo de una técnica concreta. La técnica Jevallois se empleaba sobre cuarcitas. . al igual que en sílex de atta calidad y con una perfecta fracturación ~ncoi?al. Seguramente tenía más importancia el tamaño de los nódulos de matena pnma que la limitación te*°ológica (Fish, 1979, cuadro 24). Aún así, la variedad de técnic;as_de- talla .exhibidas 5º~~-quC'.:ñas grav3:5__Qe río y grandes blogu~~ ..fle -~sílCx apuntan a un domfuiO d~fc:3~9..~-~?P..C~~~.cualquier !!~ de -~~!ta~ ción que p~·º!e~n q_~~"rJOS recuJS>s lí1icq_s.:..Ptceprµ~µdo casQ_~-~~µ-e_m~si,_1_~.
quee1-objetivo eXtrae:r
y numerosos fragmentos de madera de Torralba (Freeman, 1975).
Pi2
preparación de la plataforma
Paso3
j"producción estandarizada de lascas (núcleo de 1ortuga)
' hueso y el asta b) Los núcleos laminares, el Tras _el 35.00Ó b.p. las estrategias de rc:;~ucrjón.del núc1eo.~mbian.de mOdo
coñSiderable•. Las técnicas de preparacit\1LdetnódulQ..estlin.. pensadas_para ~-,, porcionar una.gran cantidád.deJl!.111Jn3s_delgadas~n.bord«.!!aralelos. Servt· - rán-_ aJ!lodO dc.negativQS _g1._!~J_ápid3m.CJ1J~ueden retocar dando lugar a una º ViíriCclad de tipos dq utensilios. El tamaño de los núcleos varía en gran mane~, ºoesde los destlnadOS:i prcXiücir láminas grandes basta aquellos para hacer lam1nillas microllticas. '
Paso 1
. 1
[
Jevallois (oscilan entre 3 y 8) y 102 lascas de otro tipo por cada núcleo.
bién de tejo, con cerca de 2,5 m de longitud de Lehringen (Jacob-Friesen, 1956)
dar forma a la superficie
1
·se continúan haciendo más 1aKas levallois
2• aplicación
ducción de lascas ielanois. Si la longitud de 'la lasca era inferior a este valor, abandonaba el experimento en esa fase. De media, ·se extrajeron 4,35 lascas
Los restantes ítems tecnológicos anteriores al 35.000 b.p. y que han sobrevivido son unos pocos objetos de madera. Incluyen la punta de una «lanza» de madera de tejo proveniente de Oacton (Oackley et al., t9n), una «lanza», tam-
1
L <----1
1• aplicación
Abandono
r
137
decisión a la hora de utilizar una técnica de preparaaón. de lascas._u otra no -dependía tanto· ae-hiSPOOPie~aº~-~d~)~__ni-ª-t~ri~_pfiffi.i!_~mo de las cOñtrngen·cias de la situación ¡ior la ciíal se_empr~J!dí;i_ la fabricación del artefacto (véase ºmás addante, Capituló 6): .
NÓDULO
FASE 1
LOS ESTUDIOS TECNOLóGlCOS Y TIPOLÓGICOS
Paso2
1
Paso3
En Polonia se h3n estudiado con gran detalle las estrategias de reducción
+-l etc. hasta que se alcance el valor de una lasca levaJlois inferior a 6 cm FUENTE: a partir de Bradley, 1977.
f
del núcleo del tardiglaciar (Ginter, 1974; Schild, 1971; Kozlowski y Sachse-Kozlowska. 1980). El 9bjetivo de la estrategia de reducción era producir láminas ligeras y de bordes iectos para engastarlas como puntas de proyectil. Se utiliza· ban fuentes de matdria priJlla de gran calidad y en especial aquellas situadas en
las montañas SantaCruz (Lysa-Gora), donde se extraía un sílex achocolata~o En un experimento de talla, Bradley (19n) produjo veinte núcleos Jevallois sobre bloques tabulares de sílex de 4 cm de grosor por 15 cm de diámetro. Descnbe su estrategia de reducción del núcleo por medio de un gráfico de fases y pasos (cuadro 4.1), en cada uno de los cuales se producen unas lascas características. Este autor fija un límite de 6 cm como el umbral decisivo para la pro-
muy característico (Scbild, 1971). En la figura 4.2 aparece ilustrada la secuencia
de la producción. Todo ello dio lugar a la aparición de unos restos de talla característicos en los talleres de instrumentos y a la producción de núcleos con plataformas opues--
tas (véase el capítulo 6 para una discusión más amplia). Burdukiewicz (1980)
138
139
( LOS Ef111Dl0S TECNOLÓGICOS Y TIPOLÓGlCOS
EL PGBLAI'vHENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
CUADRO 4 .2 . Un~ clasificación tecnológica del rñaterial del yacimiento del PSR de Olbrachcice, región Ne_ \ Oase Descripción : Materia pri~
Preparación del núcleo
¡¡
tascas cortiCales láminas corticales lascas con preparación dorsal intentos
III
FIGURA 4.2. La secuencia de pasos a seguir en una estrategia de reducción del núcleo para
Nota: ,.,
O O
3 dar forma a la plataforma núcleo en primeia fase :i paso 1 preparación de la superficie de lascado mediante la extracción de lascas núcko paso 1 produccíón laminar 2 reavivado del núcleo
2
paso l
comprobarlo
2 extraer el Wnex
¡y
1
rechazo del núcleo
a) núcleos-Con una plataforma b) núcleos~ plataformas. opu~tas e) núcleOs Con -diferente onentactón
lascas en parte corticales láminas en 'parte corticales lascas del ~úcleo tipo a lascas del ri11cleo tipo b tascas del dúclco tipo e láminas dcj núcleo tipo a Jáminas del núcleo tipo b láminas del n11clco tipo e
producir láminas y laminillas. Los ejemplos proceden de1 PSR de Polonia (KozJo\VSki y SachseKozlowslra, 1976, fig. 3).
n6dulo
Explotación~cl nóde'o
ReJvivado del ntkleo uozos del núcleo láminas con huellas de reavivado sobre,,., I~ superficie del núcleo ,..,,
3 4,6 5
V
7
indetermintdos de láminas, lascas Ychips núcleos ~ la fase final de explotación restOs indCtenninados de núcleo
·re
-séa1:1
fragmentcip del~ no corti~les fragmentOli de lám1nas no corttcales . fragmen_tOs indeterminados de Jascas/látrunas chips (tasCas con 1.5 cm de diámetro)
'
\
VI
útiles retocados y 6tiles de desbastado microburiles lascas de buril
VII
Útiles para;la producción de piezas en sílex pero.Jtorei bolster.r
Tatal en cada dase 1 '
u-m rv
1
¡
V VI VII
10, '
'
121 84
18 22
3 (núcleos empezados y rechazados) 11
8 3
130 42 276 22
73 89 JO 14
25 (extracción de
talones) JO
Núcleos en 'la fase final de su explotación +-fragmentos
fragrnentJ de tascas corticales
ha facililado una detallada descripción del material del yacimiento de Olbracbcicbe, al sudoeste de Polonia, basada en esta secuencia de reducción del núcleo (cuadro 4.2). Los estudios han revelado muchos detalles de las secuencias tecnológicas y la.~~.CZa~~e-e5t~s 1~gar~~-~4~Cxii3Cd~1-1-.Y_de Jos talleres de ÍJ."1.Stromentos. Todos__ ~Uo!!_ muestran unas p_autas re~tidas en lo tocante a la ~d~n_si_ciat;l_d!!I~ñla,terial Y-~-l~p!eSCllclalaüSenaactePartes de la secuencia de reducción (Ginter, 1974). · _ La tendencia_ hacia la P!2.~~ón microlítica laminar pasa a ser especialmen-~e- marcada tras el 20.000 b.p. A partiiCJee5tC momento también pueden con~- temp!~~-!1~~y8$ __!o~as !!~J~!Qq~.~ de las cuales la más n~table es el retoque a Presión _en ef(¡uC el tr.?taJI!!.~~19- ª1_gtlpr_d~_la._ma~~Jj_a__p_rima facilit_aha Ja exti:acción_de:UnasJaScas mu,µlelga_dJ!S (Price et al., 1982). _Todo el período está caracterizado por_Ja_explotación_de_recursos_d_
Número
fllé~'TE: Burdul
20 31 proximal
96 256 104
medial
138 237 159
405 2.328 20 49 2 5 121 805
35 1.399
456(+69) 7
distal 80 161
117
141 LOS ESTI!DlOS TECNOLÓGICOS y TIPOLÓGJCOS
140
EL POBLAMIENTO PALEOLíTIGO DE EUROPA
_p~rtir
~ fr:acturación
previsibles. por encima de las In_enos servicíaj~s ~JJE.rCitis-.--- --
- -El Viiaje haCi
ropa también s~~~!!!J>1~.m~rrtargto~t_l_a_ap,afi~iórt9e_objetos..he.chos de hue_S?• asta y marfil. No_..se._tiene_n_oticia de!ª- µtilización _del hueso v de las astas J~ fabrl:~ puntas d~P!~Y~ctil. propulsores. agujas y perfo(itjQ;ej: =e_QJii.Qeríodos p~entes, así c~~~~:!.~-~~--~t::J_ mfil:ftl._4e_~~ut para ha~er ornamen~ tos y estatuillas. La tecnol_ogía_par_a trabajar_e1 asta_y el hueso no es complicada (Semenov, 1964¡ Camps:F3brér 1974;-Newcomer. 1974).- Se puedeñ humedecer las astas para que sean.más flexibles, y resulte más fácil trabajarlas con los útiles líticos. _1.:¿i._Q.ensldad_ deJ h.ues~ ~~ _conv¡e~e en un _material es~ialmen te idóneo para la fªl!ti~tj§I!__d~~-!f
,ed.:
_A_menudo_se_;¡]udi;_~Jatecnofogfª ~e
o
d_e_un.s_Olo_ n.P:Q'_ul() favorecen a estas materias primas, con sus planos de
la piedra
lima_.gj~nJ.~l{ti_ca.
laminar del paleolitico_superior como la
Seguramente se necesitó esta reducción en el
tamaño y el peso a causa de los avances en las p!!lltas_d_e_proye¡:ti!~•JlJlQnde _se uU!filiban elementQ~-d~.pc;~_J~~!~_o_po!_~P-~~as armaduras. Estas incluían los microlitos, las láminas y las laminillas con dorso rebajado. En Ja pane orienta) de España se conocen flechas con aletas y pedúnculo, y por
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pítulo 6).
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Pnr.::•paies \ianaoones
en 1os tipos
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de bilaces
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inferencia los arcos, del 20.000 b.p. (Davidson, 1974). En las tecnologías más antiguas de núcleos trabajados y las industrias sobre lasca. los proyectiles eran lanzas de madera uno de cuyos extremos se endurecía al fuego hasta transformarlo en una punta o se Je engastaba una lasca levallois triangular. Aunque no se conocen bifaces del paleolítico superior, todavía hay chopping-100/s en los conjuntos lo que indica un espectro muy di,.,vergente de input para la tecnología en función tanto de la energía como de Ya experiencia técnica (véase el ca-
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·t c:cs se úo el análisis hecho por Wymer en su faGURA 4.3. Variaciones en la forma de ~ b~ ªi . r gproc.eden1e del valle del Tantesis (1968, estudio del abundante material del paleolftlCO ID ~
p. 60. fig. 27). TJPOLOGfAS Y VARIACIÓN DE LOS CONJ\J~
a) El paleolítico inferior y medio, antes ikl 35.000 b.p. Los sistemas tipoló:g!cos p~rcionan un mé~~ de clasificación basado en el análiS1s de Ja forma de Jos anefactos y º~-~~~~_!9~...s>m9: p~~d~_n_5ª_ el _:-peso~a
m;i_teri!'_pJima y e!r_etQs d~._eaJe~!ft~~ i_n,fe_r,j?,i:,y_!!!_ediq_u.yalúa.
las SÍJDilitudes entre estos tipós a_partir de la medición de unos atri_butos. Des-puéS sC Jos bifaceS 38 COOjuñiOs en la búsqueda del patrón significativo. CaUow (1976). analizando el mismo material, aumentó a 34 los 9 atributos que Roe empleaba:_~ finalidad de ~2!-análisis ~d~_!!brlt._c;:lasificaciones de_ mayor_ orden e~ ..!~§.pautas .recuri-~I!~~s de Jos ar: ~~-~Ctos y los CO!_Jjyntos de_.u~.s~tj~_fl~_dat~_ ~.t..~1!.~uencia. distan de ser _los_adec~~_os pqrJo quuespecta ª·su recuperación y_ cronoíogía (fig. 4.3). Por Jo general se conocen mejor el contexto y el material procedentes de las cuevas y yacimientos a] aire libre de Francia. Bordes y Bourgon (1951; Bordes.
-utiIIZali
-como· oase paraoomparái
aave;
. logia para estos datos en la que se i9S3a; Bourgon, 1957) elaborar?" un~n~:trial excavado. El resultado de ello prestaba atención a todo el ºº;'¿~"~ 1 lásico trabajo de Bordes titulado Typo· fue la publicación, en el ~o 1 • e ~ nálisis del conjunto incluía una li~ta ~-~~lilh_ig_ue anci~n e_t moyen~de:.i:s de 21 formas de bifaceJ~ Bordes
_dc_Q3_~t1~ctos_~- (~pe~d1ce
3)._ . ción mu sucinta de cómo se conduce (1972) también proporoono i_ina exphca tipos de~nidos se clasifica y_s_e_cuenta un análisis tipoló~co. !!:: partir de esto~ 4 aparece una selección de las formas el tot@Ld~_ ú~le! de sílex. (En la figura s; ;e resentan en forma de una gráfiC31 -~corrientes.) d_atQS i:._esultantes_ p describen las variantes. Bordes, actll1!~atjva (fig. 4.5 Y el cua~ro en_ q~ dS: cuál es la composición del conjun-1972, PP· 5l-54), lo que da una idea VlSU •• an otros medidas comparativas. El to. Diferentes índices tipológicos propor:.?: de todas las raederas. desde el nú-
_Le!
mdice de raedera total (IR) es e~ pqrcen fua IQ) es el pqrcentaje de las carac· mero 9 al 29 de Ja lista t1pq. El mdiceQ~ (n~meros 22 a 24) respecto al total
teristicas raederas transv~rsales t~po du~: lista son las lascas y puntas hechas de raederas. Los tres pn~eros upos 1e o se han retocado. También se las mediante la técnica levallo1s pero que uego n
142
1
El POBLAMIENTO PALEOLlTJCO DE EUROPA
143
LOS ESTIJDJOS TECNOLÓGICOS y TlPOLÓGlCOS
car Jos artefa:cfos. _Estos_ índices técnicos calculanJa_fr.~~11.tj._a-:RrOPorcional de
~ pui![~;_-lá!!!_iP~Ül~scas 1.~~ (I~),_tant ..~~~?cadas como sm retocar. Ta~~ bién obtenemos información si consideramos el facetado de los talones
6
~ "
'º
nas y lascas (IF), mientras que e) índice ·1aminar se refiere a la propomón de láminas existente en el conjunto. Bordes ha ;revís:tdo_ su __ Typp_{ogfe.. en.._varias__ocasiones_{l981; Bordes y De So~neville~Bordes, -1970). -El número inicial d~_tjn~_grri.E_~rren!es que r~ velaba__ su análisis h~_-ª.llmenta.4º--ª2.iete .para el sudoeste de Franaa (cuadr~ ~4.3). Varios ·aUtOTe; han analizado los conjuntos de otras áreas de Europa siguiendo el método de Bordes (por ejemplo, Valoch, 1967a; González-Echegaray y Freeman, 1973). . . Bosinski (1967), en su estudio sobre el paleolítico med.10 alemán, empleó un
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32
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FIGURA 4.4. Tipos de artefactos del paleolítico medio. Los nlimeros corresponden a la lista tipo de Bordes (apéndice 3). 6. Punta musteriense. 10. Raedera simple convexa. 11. Raedera simple cóncava. 15. Ra~ra doble oonvexa. 30. Raspador sobre lasca. 32. Buril. 38. Cuchillo
con dorso natural. 43. Util dentiadado.
:
:
j
,.'
i e
trata como un índice (TyLI). Por esta causa, muchas de las gráficas acumulativas comienzan con el número 4 de la lista tipo. Y es algo que también puede verse
.1
en el recuento de todo el conjunto. E! t~_t~ !:~~~~~P!~r.id~_lps 63 ~~la _lista. El total esencial omite los tipos 1-3 y las categorías 45-60, cuyo ligero retoque podrfa deberse a la acción del hielo que causaría un retoque natural en el filo de Jos artefactos al aplastarlos contra el sedimento, o a otros tipos de retoque inintencional (Newcomer, 1976). Los tipos 1-3 se onliten del total esencial para permitir así una comparación más detallada entre Jos conjuntos en los que abundan las lascas IeY:allois sin retocar y aquelJos en que no abundan. También se estudian Jos 63 números de la lista tipo en función de .~.uatro grupt>s: 1-4; el grupo 1olevallois;6-29, el grupo 11 o musteriense y que básicamente está compuesto por diversos tipqs de raederas; 30-37 y el 40, el grupo IIT o del paleolítico superior; y el 43, el grupo IV o de los útiles denticulados. También se expresan mediante fndices. El --sistema .•. de B9rdes t'!_mbién tiene ~J!.fuentaJas._técnicas_~tilizadas al fabri-
-
--~
¡'?
1
¡A.' !
FiouRA 4:5. G~áfi~as acumulativ~s de las cin~ variantes muste.rie~:,S :asa~;;:.~~ ii~~ií}. con 63 utensilios {véase el apéndice 3) (a parnr de De So~eville . r es, e-Ore 'a1 . (a) Musteriense Ferrassie (La Ferra55ie. nivel C); (b) musten~ Quina (Comb. . n 'niv:e1 21)· (e) musteriense típico (Le Moustier, nivel B); (d) mustenense de la trad:iaón ~chelen, {MfA) (~~ Moustier, nivel G); (e) musteriense con denticulados (Combe-Grenal, mvel 14¡.
5
CUADRO 4.3. Las principales variantes industriales en el mustcricnsc del sudoeste de Francia.
~
:t: Variantes
Tipos del paleolítico o/o indice Levallois % Indice de raedcras superior % del Grupo 111 IL IR
Denticulados % del Grupo JV
% fndicc Quina
10
% indice de bifaces IB
Charentiense a) Subtipo Quina < 10 b) Subtipo Ferrassie 14·30
50-80 50-80
bajo bajo
14-30 6-14
ausente/escaso ausente/escaso
Tfpico
muy variable
>50
moder8do
0-3
ausente/escaso
Con denticulados
muy variable
4-20
60
o
bajo
"'>
,-
~
6
"> ,-
Musterietise de la Tradici6n Achelense
"'
o ,-
(MTA) Subtipo A Subtipo B
muy variable muy variable
25-45 4-20
rara vez> 4 acusado
Asinipodiense
muy común
escaso
numerosos cuchillos escaso con dorso natural
Vasconie11se
m ,-
<'l
normal 60
muy bajo muy bajo
8-40 ausente/escaso
..
,"*-
numerosos hendídores sobre lasca
NOTA: Las cinco variantes básicas son los dos subtipos del conjunto en el que predominan las raederas charenticnses. el mustcriense típico, el denticulado y el MTA. FUENTE: Bordes, 1953a, 1972. 1981.
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146
147
EL POBLAMIENTO PALEOLtnCO DE EUROPA
' LOS ESnJDIOS TECNOLÓGICOS Y TIPOLÓGICOS
sistema alternativo .. Utilizaba un ~xamen de los _conJ~~tos _en el que no se~e cificaba ningu_na Jist!__d~ __tipo~ _pr~yi~nieÍlte ]~fiñ~éfqs._ 4_S=_~1ecaonesaremanas
_superficie del sílC:~ según.sLse Je_utiliµba p_a_ra. tr'-?-l;>aja.J_l
normalmente son (educidas y se las puede __ caracteriz_ar más_.fácilfil~__te_por un tipo de artefacto determinado. como_pueda ser_un_bif.az_o_uu.a_punta foliácea. Aunque Bosinski tenia en cuenta la asociación de otras formas, la suya es en esencia una propuesta de fósil director sobre la agrupación de conjuntos (fig. 4.6). La revisión de Gábori (1976) sobre e] paleolítico medio en Europa central y oriental se enfrenta a un problema parecido: colecciones reducidas de artefactos que raras veces aparecen en secuencias con varios niveles estratigráficos. Ello contrasta en extremo con algunos yacimientos del sudoeste de Francia, como por ejemplo el de Combe-Grenal (Bordes, 1972) donde hay no menos de 55 niveles estratigráficos del paleolítico riledio por encima de 9 conjuntos achelenses, la mayoría de Jos cuales poseen el número suficiente de artefactos para efectuar un análisis del tipo Bordes. Todas estas ti~I~gías __ h_ace_E_~~~ial ~~~Pi~-~1.!Jos utensilios retocados. Si bfen--sereg¡stt3ri-Jos- subP_roducto~_de J~J~J>rl~~9.n__de__t).tiles, por lo general se · Jcs-Coñsidera Como-restos de-de5bastado. Tan sólo a las puntas levallois sin re-tocar seles ha concedido el mismo Cs1atuS1ij~Oiógico-qUC3UhlitiI retoclído:Sin embargo~ los recientei aV~Dcis -én e(~iamende tOSbOidéSdéfOSíftües líti~~s! .. ~I! J:>u~_de_biiellas__ de_deterioro 53-e.Lfil.Q_q__q~ señales de pulido dejadas ._a_w.;l!l~-~."_ !'~ª- ac;tfyidadL hlul_"'!llJ!J_iado esaima_gen (Keeley, 1974, 1980; Tringham e1 aL, 1974; Odell, 1975; Odell y Odell-Vereecken, 1980; Anderson. 1980)._Estos_ estudiq~_depen~e~--c!~J _tjg~L_y_!~_precisión de los procedimientos de experi~_entaci~n, en tomo a los cuales gira un considerable debate (Holley y Del Bene, !981; Keeley. 1981; Hayden, ed., 1979; Líthic Technology,; News/euer of Lilhic Technology; Flintknappers Exchange; Lithics). Mls_r:e..suliádos de las pruebas secretas de los análisis de las SCiiales de uso con un microscopio de ·,grandes aumentos y. otro de~3jc)~ ._-aiiiJ!.eiji~.:(CüádfO 4.4) .son espectalmente __alentadores aJ_dem~ar el_poteJ!cial ~ ~-an~i~_y, en concreto. a1 determinar con precisió_i:>-__qué áft:a~. ~~l. ~!il se_:_utiliza:_on. CUADRO 4-4.
fig. 4.7). Todavía no es posible _e:Jaborar _un __sistema de__cl_afil._~~cjóJI._q_\!~~men te Cn la funcionalidad_-cie los_ artefactos de sílex, tanto de útiles como restos de talla:Praci
funciones! A este respe~to,__l~~-!t?l_I~g~~-~~J~y SO!!___~!!.~h!yente~~ que _seña1an qu_e _Ja_m_Q~~log~~ ~~-~~_útil _Q. de Ul]_'!._~ieza de desbaste es de por _sí uD·a mala guía. par3 sU -funcionalidad. El mismo tipo de artefacto podría haberse utilizado_-~ª .un_~. a_-~Rfa-ga_fi!_~-- ~~.. ~~tivi~Ees_gue incluirían a diferentes materias pri~~s._ .. ~st~-~~'!_-~~~~~~~n__ entre Ja forma y la función dificulta Ja CuADRO 4.5. Freéuencia de los diferentes usos determinados por los filos de trabajo de Oacton y Hoxne. la baja Sajonia.
Área utilizada en Ja pieza Actividad Material relativo trabajado Material concreto trabajado
15/17 13117 13/17 10/17
88o/o 77o/o
77% 59%
TaUar/pulir madera Tronchar/desbastar madera
Examen con un microscopio de bajos aumentos (OdeU y Odell-Vereecken. 1980)
26131 21131 23131 10/31
Serrar madera
84o/o
68% 74o/o 32%
Número de ejemplares identificados correctamente/tamaño de la muestra.
__El exam~~ __con un mícroscopio _de grandes au~~n19_?_.jn_ifi_~-~.e.~ley (1980), reconoce un~-iotaf-d~=~~í.f.~Q9.~.-g~_seiJií~s__de __ pulida._.dejadas--Sobre.Ja
Hoxne
Clacton
Resultados de una prueba secreta sobre 1a función de los útiles de piedra.
Examen con un microscopio de grandes aumentos (Keeley y Newcomer. 1977)
NOTA:
cimiento~ __ se_._habían..:..trabajado...diferentes_m(l~~-riales. y que útiles morfoJógícarii~úte distin~qs_Jtal'!_í@._~f.Yitjp_P-ara_t_rabajar el mismo material (cuadro 4.5, y
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rz3 1 1
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1
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Nº
%
Nº
%
JO
20,0 8,0 4,0 10,0 2,0 6,0 2.0 20.0 8,0
2
5.9
1
2,9 0,0 5,9 14,7 14,7 5,9 29,4 5,9 8,8 5,9 100,0 32,3 50,0
4
2 5
Raspar madera 1(?) Astillar madera 3 Raspar pieles Cortar pieles Cortar/descuartiz:lr carne íO 4 Perforar madera y hueso Tala de vegetales o 10 Otros 50 Totales Porcentaje de trabajo sobre madera Porcentaje de uso sobre carne y pieles FUENTE:
Keeley, 1980, P- 159, ctwdro 34.
o.o
o 2
s 5 2 10 2
3
20,0
2
100,0 50,0
34
28,0
LOS ESTUDIOS TECNOLÓGICOS Y TIPOLÓGICOS
1 CL 1480 Para trabajar
1 f
HXN 4200
ta madera
1
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.P,i.grupaciones funcionales de los artefactos según Pradel (197211973).
l. Puntas de proyectil
2. Útiles para cortar 3. Para raspar 4. Útiles de mano apuntados 5. Útiles que no tienen importantes diferencias de función
microlitos, puntas, flechitas pequeños: buriles, cinceles, cuchillos, láminas, laminillas grandes: sierras, tranchets, útiles grandes para cortar raspadores, raederas., útiles planos, raspadores elevados puntas de mano, picos, pedoradores pebble tools, choppers, las primitivas raederas, bífaces abbevillienses, útiles compuestos. lascas utilizadas
NOTA: Las funciones son «conjeturasi. basadas en una valoración del uso de un utensilio por su forma.
.
!' . ·, .
CUADRO 4.6.
149
tarea de inferir ~trones_de_activid.ad_~¿_,~q~ipt?_~Jn~~ment~~~-s..~ P,~i!..d~_)~s conjul)~O, ~~ :artefacto_s. Sin embargo, una de las ventajas de un esquema como el de Pradel sería, si fuese práctico, Que pennitiria comparar las proporciones de clases funcionales entre tecnologías muy diferentes. En Ja actualidad. por ejemplo. no se puede comparar al paleolítico inferior y el medio con el superior (véase tambitn Isaac, 1977). Los sistemas tipológicos y tecnológicos de análisis subrayan muy a menudo las diferencias entre las colecciones de útiles líticos que, sin embargo, se podían haber empleado para llevar a cabo las mis~as ta·
.. .
Cl 1194 Para raspar pieles
reas. b) El pa/eoü¡ico superior, 35.0
Q\2) f \( .
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CL
671 Pata cortar carne
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F'IGURA 4.7. Las diferencias de formas entre artefactos cuyas fu
•
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revelado el estudio de las señales de pulimento (trazado más oscur:~)~esbr':~SJfi.:!sar;:·~as (Keeley, 1980). Las flechas señalan el desgaste que resulta de su utilización H)(N - H
CL = Oacton.
·
-
~a baj~
oxne,
Z4
Para el paleolítico superior se han desarrollado tipologías (De Sonneville· Bordes, 1960; T1Xier, 1963; De Lumley, ed., 1976a; Smith, 1966) similares a aquellas que hay para inicios del paleolítico y que se han aplicado en toda Eu· ropa (Valoch, 1960; Otte, 1979; González-Echegaray y Freeman, 1973; De Son· neville-Bordes, 1961, 1963a, 1965, 1968, 1969). La tipología inicial utilizaba una lista tipo coq 92 ítems. que desde entonces se ha visto aumentada a 195 elemen· tos (Apéndice 4). El lexique typologique propuesto por De Sonneville-Bordes y Perrot (1954-1955) puede desglosarse en diez grandes grupos de artefactos (cuadro 4.7). De Sonneville-Bordes (1974-1975) brinda una vívida descripción de las ventajas de este enfoque y los puntos flacos de la «competencia•. También se _han incorpor~d~ los fósiles di~e~or~s ~- ~ta.-~~~1ogj;t.!.__1...o~JQ~j1~~-dir~-~~~~_ú_ti· __ les so~_aq~~~1º~. ~~e ti~ñen -una existencia breve y cr4?_D.Q.19gtcamente _bif!n _Q~~!ll· _ d~ .den!fO d~~ des~olJp_más_ g1obalde...una_.cultura. __ Para el paleoliti_co _su~~'!r ......_francés. De Sonneville~Bordes identifica como fósiles directores útiles a los si· _guientCS. ariefuétós: fis ·pñntas:_ ~e _1_1;~e~_ y de asta auriñacienses, el buril de Noai!J..!!_S, las, puntas con pedúnculo de la Font·Robert, las puntas foliáceas solu· trenses COn muesca y talla a presión, las puntas con pedúnculo del riiagdalenien·
~fiñary·1ok arporiCs de asta azilien~s. Pueden encontrarse las descrij)éíOñes de éstas y d~ otras muchas formas en el diccionario de términos y tipos paleo· líticos de Brézillon (1968). La variedad de formas_qu_e_f11_ede ~~!•r_,l~ei:ique_
150
EL POBLAMIE?-<10 PALEOLÍTICO DE EUROPA
CUADRO 4.7.
Los grupos tipológicos del paleolítico superior.
De Sonneville-Bordes y Perro! (1954-1955) Lexique typologique
1·92 Lista-tipo (véase apéndice 4) 1-16 ~aspado res
17-12 Utiles compuestos 23-26 Perforadores
y «becs»
27-44 Buríles
45-59 Útiles con dorso 60-(>4
151
LOS ESTUDIOS TECNOLÓGICOS Y TIPOLÓGlCOS
Piezas con truncadura
65-68 Láminas retocadas
Laplace (1966)
Typologie analytique
Grupos tipológicos código Grupos tipológicos 1. Buriles
'
Raspadores
3. Truncaduras 4. Perforadores/ •Zinken... S. Puntas con dorso 6. Láminas con dorso 7. Truncaduras con dorso
69-72 Piezas solutrcnses 73-78 Piezas varias .
8. Geométricos 9. Piezas con retoque plano (foliáceos solutrenses)
79-90 Útiles sobre laminillas 10. Puntas
91
Puntas azilienses
92
Diversos
Kozlowski y Kozlowski (1979)
11. U.minas retocadas 12. Raederas 13.
B
G T
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A. Raspadores B. Raederas y raederas irregulares
C. -Buriles D. Láminas con truncadura
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E. Láminas retocadas PD F. Perforadores LD G. Útiles combinados
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H. Núcleos trabajados l. Puntas foliáceas
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Piezas<011
J. Puntas con pedúnculo y pequeñas puntas fo1iKeas K. MicroJitos y otros útiles con dorso L. Onceles
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M. Diversos
retoque abrupto A 14. Denticulados D Diversos DV o
secundario (fig. 4.S~Q~~ª-.constituye ahora un atributo importante para des__ cJi~ir _Jos .utensilios. --------~La complicada interacción entre los análisis por conjuntos y los basados en el fósil director, fundamentados en el conocimiento de primera mano del mate~ rial lítico. queda perfectamente resumida en la siguiente descripción: En una trinchera de prueba uno puede decir, tras ver unos diez o veinte útiles, o incluso a veces unas lascas, si un conjunto musteriense pertenece a la facies qui~ na o al musteriense de tradición achelense aunque no se haya encontrado ninguna raedera o bifaz. Antes de descubrir el primer buril de Noailles ya se puede decir si se está tratando con un nivel de Noai11es gracias al estilo que tienen los otros buriles sobre truncadura (Bordes y De Sonneville-Bordes, 1970, p. 72).
p
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FJGl!RA 4.8. Tipos de retoque secundario en los artefactos de sílex (Brézillon. 1968, p. 109. fig. 20). (a, b) escamoso; (e) subparalelo; (d} J"'Tlllelo; (e) escalcrifonne (Bordes); (f) auriñaciensc (Bou~ie); (g) marginal abrupto; (h) normal abrupto (ababdo); (i) abrupto sobre yunque: G) pla~nvexo; (k) transve~I y par~lelo; ~I) oblicuo y para1elo; (~)en chni~ru; (n) simple e irregular; (o) directo contmuo y dtSCOnttnuo sobre la parte proximal, medial y distal; (p) inve~; (q) alterno; {r) alternante; (s) prof\ffido.
1 La importancia d~_Jos i¡isteµta~Jip_ológi_s:_QS_~_~JC?.~J3ordes ha sido J!Llle trans-
1
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formar esta aguda apreciación de_l!__9=1E}~sición_ de los conjuntos en afiqpaci<>: -nes-Sobre los-:m.ª~-eriaj_~_iP..aleplíiicos_que_Qtrns_auJores, con menos experiencia sin p_osJ~~li~~-~~s-~~~~?er ~ los~tos originales, pueden repetir y comprender.
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· las subsiguientes subdivisiones (fig. 4.9). Luego se ordenan en 14 grupos tipológicos (cuadró 4.7). para cada uno de los cuales se calcula el índice que sen-irá como base de comparación de los conjuntos. Desde luego, es muy diferente a lo que propone De Sohneville-Bordes, donde cada artefacto tiene el mismo peso dentro de la-gráfica acumulativa. Los Kozlowski (J. KozJowski y S. Kozlowski. 1979) han empleado una tipología similar a la de Laplace en un estudio muy amplio que haJ) realizado del paleolítico superior europeo (cuadro 4.7) . • La_tipología de Lap_lace es un ejemplo llevado al extremo del modelo orgánico, en la que para identificiir lÓS procesos estructuraleS emplea lo que él denomina el método dialéctico (Laplace y Merino, 1979). Según su interpretación, ll)S conjun. tos lept~líticOs}?!JllBD_.~e de un ~t~d?_ ~rg_ánic<.> y por_ lq _tanto. sus_ di:(erentes _ma. nifestaciones -~rovienen de unretado como que los raspadores se utilizaron para frotar estos pigmentos mineral!=S sobre cuero a fin de preservado. En Leroi-Gourhan y Brérillon (1966} y en Feustel (1973) encontramos otros ejemplos de 3.nálisis con altos aumentos. ¡Al igual que en los estudios de las marcas de uso del material de inicios del :Paleolítico. éstos de aquí muestran que ni se utilizaban formas específicas de artefactos para ejecutar una actividad, ni se las restringía al trabajo de una ma'teria prima en concreto.
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154
EL POBLAMIENJ'O PALEOúnCO DE EUROPA
siones temporales~~e~per[oc!Q..!1'_ás an_!ÍguE_ (cuadro 4.8). pr9¡>Qng~¡mai: . el matenarantenor al 128.000 b.p,.de_l;ls_.:qlecciones datadas entre el 128.000 y el 35.0?0 b.p. Tengo d~s mo_tivos. ÉQ_pi:-im~r._Ill~r~}_Qg3._~Í_~_!QJ)~~xiiitá's ~- las datacion~---~e aqut?µ~~--n.ia~eE~~ pr:_f'..yiQ_s_aj__ últin,9:.fi~JQjp.terglaci~qgl
5.
EL REGISTRO PALEOLÍTICO DE EUROPA
CuAORO 4.8. División del registro paleolítico de Europa en cuatro periodos. Período
Años b.p.
Tecnología/tipoiogía
En suma, Jas industrias humanas han estado, en cada momento de su evolución, supeditadas a tres principales imperativos que inter.. fieren Jos unos en los otros: 1) La necesidad de tal o cual útil. .• 2) las cualidades intrínsecas de la materia prima de Ja que entonces dis-ponían los hombres· t ·3) La tradición técnica y la rutina; por suerte
Etapa del Pleistoceno
4
20.000 10.000
láminas y laminillas Pleistoceno superior 4 Paleo1ítico elementos microlíticos superior reciente
3
35.000
laminar
Pleistoceno superior 3 Paleolítico superior antiguo
lascas. núcleos4,
Pleistoceno superior 2
l
chopping tools lascas. núcleos/ chopping tools
Pleistoceno medio
J Paleolítico
lo bastante tiránicas como para permitimos ahora recoMCCr sus Ülm dll$lrías. 1
(PSR)
20.000 2 1
128.000 35.000 > 128.000
l
fRANi;o1s BORDES,
L 'évolution buissonnante
des industries en Europe occidenrale (1950. p. 419)
(PSA) lNTRODUCOÓN ;
antiguo (antes inferior y medio)
La separació?__ q~e _si~e_ ~l. ~-5·~ b.R. ca_e_e_n §Lt!l_!!!_JlE.!fIJ.ximo glacj-ª_r_.__en e_i __ ~O-~~ t,!.p..__~ste ma~_?dgr:_!lQ_~s_!~i,~eterminado por un cambio en las l0ca1i- dades ?e los lugares de_hallazgo_deJQ~-q~-RfQv1~ºe__nyestra base de datos~· Silio la ap_a~~ón_ en_e~te _rµQ~ento de los com~nentes mi_ciolíticos en ca.nt1daCéS _que van_en ~rf:cie~t~_ au?1ento: Páia]~~~~!-~~a__ !'.Il.ii~~t-~~representativa di _e~t?s elem_ent~s de redu~1d~ tam~~-~-~Y._Cf!J_~ t~~! ~cribar. E·nconsecuencra:
_por:
s~ mqeme~t~ el pgtencial de_ g;>nj~.JJ~º.~--11uméri~m,~~-te mj_~gr~~es.-ESia-divi sión cronoiogica, que es la que se seguirá en el próximo capítulo, se ha escogido
Valiéndose de métodos tipológicos combinados con observaciones tecnológi~ cas, se ha dividido el paleolítico de Europa en numerosas agrupaciones espaciales/temporales. Cuesta_hablar de un único enfoque, pues cada tradición regi9nal posee una complejidad interna, una historia de la investigación y un estilo~de presentar los datos recuperados propios de cada una, dificultando así_la tarea de comparar los datos. Sin embargo, la finalidad de este capítulo es la de prom curar ofrecer una imaten general de la variación en los materiales paleolíticos dentro del marCo del modelo regional esbozado en el capítulo 3. Quiere ser una introducción a ia complejidad de la base de datos y, allí donde sea posible, se deberán seguir Ia bibliografía y estudiar ]as colecciones de material para adquirir una impresión de pririlera mano de las dificultades que entraña la descripción de unos modelos tan difundidos.
para tener en cuenta estos factores.
. Este breve repaso de Ja tecnología, la tipología y sus pautas temporales bá-
sicas nos ha proporcionado cuatro divisiones (cuadro 4.8) para analizar el maten rial arqueológico de las provincias y regiones del paleolítico de Europa. A este aspecto de la historia cultural nos vamos a dirigir ahora en la búsqueda de las pautas en el registro paleolítico europeo.
l. &rnme toute, a chaque instant de leur évolution, les industries humaim::s ont été soumises a trois imperatifs principaux, interférant les uns avec les aun:es: le besoin de tcl º11: !et outil.:., 2) les qual~tés intrinseques de la matiere premiere dont les hommes d1sposa1ent alors, 3) la rrodmon rechmq~ et la routme, hereusamem assez ryrt:1rmique pour nous permerrn de difinir des industries.•
t>.
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272
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
cultural, sino más bien con la distribución y organización de la población por el terreno. · 35 000 b me da la '.p., , Respecto a los conjuntos e industrias postenores a1 · im resión de Jo que estamos viendo es Ja entrada en funcionamiento ~~ mas co~stricciones sobre el registro arqueológico. Afecta no sólo a la se~e~c;on Y a la manufactura de útiles sino, aún más importante, a los lugares e erreno donde fueron abandonados. ,. . La diferencia entre el paleolítico antiguo y el pale?ht1co superior no ~s tan sólo la de una resolución cronológica más exacta debida a un lapso de t1emp~ más breve. Las tipologías y las taxonomías lític.as ~~ la.s que he hablado a~u~ están recogiendo unas diferencias conductuales s1gmf1cat1vas entre ambo\ pen? , · están m'idiendo ' a través de las diferentes formas de reg1s· fil l dos eorno mintm 0 , tro ·arqueológico, el grado en que la selección está c?menzando a trar ~ cond t A esar de que todavía no se comprende bien este proceso, po emos v~~ ~~e Jl~va a una mayor repetición y previsibilidad en aspectos tales como la composición del conjunto. . · No hay nada nuevo en esta afirmación. Sin embargo, hemo.s id?. tan 1e1os como nos ha permitido el enfoque de Ja historia cultural, con ~u mtu1t1va ?amada a la explicación. He examinado el marco temporal y e~pac1al y la~ um,dad~! analíticas ue lo pueblan. El siguiente problema es ver ~1 P.º.derr.10s ir ma.s .ª de este m~rco y en vez de anotar tan sólo los cambios s1gruf1cat1vos y ad1vm:r su si nificado, c~menzar a explicarlos. Las bases para abordar un problema e este ~ipo se sentaron en los capítulos 2 y 3, y es hora ya de regresar a ellas como marco explicativo.
6.
ESPACIO Y SUBSISTENCIA La de Ja galaxia ... es una historia de idealismo, desesperación, lucha, pasión, triunfos, fracasos y unos descansos para almorzar extremadamente prolongados. DOUGLAS AOAMS,
Life, the Universe and Everything (1982)
INTRODUCCIÓN
La organización del último capítulo puede haber dado la impresión de que el modelo regional que defiendo repercute de algún modo en todos los aspectos del registro paleolítico. ¿Debíamos esperar, por ejemplo, que cada provincia tuviese un registro característico de conjuntos líticos, material faunístico y planos del yacimiento? Si tracé «correctamente» las fronteras, ¿emergería entonces cada región como una unidad cultural única de lo que podría denominarse su impronta regional adaptativa? Si hubiese sido así, me habría sorprendido y hubiera recelado a la vez. La razón es bastante simple. No diseñé mi modelo para dar sentido a las taxonomías y tipologías del enfoque de la historia cultural de! que tan exhaustivamente he informado en el anterior capítulo. Si bien cualquier ajuste entre el modelo y los datos que he revisado podría sugerir de modo plausible una relación causal, hay que recordar que este modelo no fue pensact0 para que sea verificado con datos presentados de este modo. Sin embargo, apenas hacen falta rectificaciones en el modelo regional. Cuando se los sitúa dentro de un marco de este tipo, los datos presentan un clásico grupo politético (Clarke, 1978), en el que las regiones comparten atributos como los medidos por los fósiles directores, especies animales, tipos de estatuillas, evidencia fósil y todos los otros elementos constituyentes del conjunto ele datos de l paleolítico europeo . La división de Europa en tres provincias y nueve regiones según unos principios ecológicos se hizo con el solo propósito de facilitar un marco a la investigación del comportam iento del pasado y no para inllingirle e imponerle cierto sentido a posteriori a la sistemática que ha constituido In espina dorsnl de la disciplina desde sus comien zos. '1'11111poco espero que.; snlicsc un grupo no motdt ico de características, que re¡_ v111dit·111 í1111 111 l'inTi(in dt• 11nid11clt's rt•gion1ilt'S. si c111pldst•mos un grupo distinto IK
1 O ll U 1
274
275
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
ESPACIO Y SUBSISTENCIA
de atributos de entre los datos disponibles. No espero que pueda darse una separación geográfica precisa con la transformación de unos principios y procesos conductuales comunes por limitaciones ecológicas. Habrán muchos aspectos de las estrategias adaptativas del pasado que parecerán idénticos en las nueve regiones. Uno de estos ejemplos se ofrece en la primera parte del presente capítulo , cuando se examina la formación de patrones en un campamento. Las preguntas form uladas son muy sencillas: ¿qué tipo de conducta repetida genera estas pautas? y ¿cómo podríamos utilizar estas observaciones para comprender algo sobre el pasado? El segundo aspecto de las improntas espaciales examina el concepto de equipos instrumentales, a veces considerado un concepto clave en el enfoque conductual. Los restos alimentarios se incluyen dentro de las consideraciones generales sobre la formación de los conjuntos. Supongo que cuando aumente nuestra comprensión del contenido y la generación de este tipo de restos culturales, serán más evidentes las pautas dentro del modelo regional. Por el momento son oscuras, y este apartado sugiere antes unos atributos de medición que proporcionar unas conclusiones firmes. La investigación de los sistemas de asentamiento debería revelar también algunas pautas claras en el modelo regional. Los estudios particulares citados en el capítulo anterior constituyen la base para analizar las estrategias de muestreo alternativas, así como el modo de enfocar el terreno paleolítico, como se ha sugerido antes (capítulo 2).
Vale la pena decir aquí que el patrón de distribución espacial de los materiales entre los cazadores tiene muy poco que ver con la actividad de «la caza» como por lo general creen los arqueólogos. Lo que la caza describe, si es que describe algo, es el modo de producción y no lo que aquí me interesa , el modo de abandono.
CAMPAMENTOS
Campamento, lugar de habitación , asentamiento, son los calificativos habituales de lo que en el fondo no es más que un denso manchón de restos cultu · rales. Pueden existir estructuras espaciales, como hoyos o cantidades de huesos, que nos hagan creer que estamos tratando con un cúmulo de materiales en don de la gente vivió en vez de en donde se llevaron a cabo unas actividades. Sin embargo, es necesario que seamos precavidos a fin de evitar prejuzgar un an(i lisis por los términos descriptivos que aplicamos al material en estudio. E n pri mer lugar, haré la sencilla pregunta de cómo se crearon estos cúmulos, en Vl' Z de utilizar sus distintos contenidos para construir elaboradas tipologías de yaci mientos. A uno de los niveles la pregunta tiene fácil respuesta. Los densos mancho n e~ están originados por una conducta de abandono . Lo que realmente tiene in tc1't'M son los contextos en que tiene lugar esta básica conducta humana. Incluyen 111· tividades tales como comer, charlar, preparar el alimento y manufacturar úli lt•H Ninguna de ellas está limitada al campamento base sino que podían darse, y di• hecho es así, en muchos tipos distintos de yacimientos en donde el princip11I objetivo podría ser buscar caza, recolectar plantas, visitar a los alineados o 1· 11 frasearse en rituales de grupo. El total de personas incluido y la frecuencia l' tlll que se visita una localidad y se dan estas actividades son obviamente vn1 ii1h l 1·~ en la decisió n para determinar la densidad ele los mancho nes, así co1110 l o~ p11 trones espaciales que siguen.
a) Patrones individuales Freeman nos ha ofrecido una simple pero importante observación que abre la puerta a una considerable cantidad de tipos de pautas en nuestra pequeña parcela de materiales culturales (1978a, p. 113): Un individuo inmóvil puede cubrir sin dificultad con el brazo un área de dos metros cuadrados y med io a tres. Esta dimensió n está relacionada sólo con la estatura y e l largo del brazo, los cuales varían dentro de una gama limitada entre las poblaciones europeas del género I-Iomo, vivas o extinguidas [la cursiva es mía].
La medida menor describe el área que queda frente al individuo sentado en el suelo, mientras que la mayor incluye también el área que queda tras el. Se pueden hacer modificaciones según las diferentes estaturas y longitudes del brazo pero puede aplicarse, como Freeman señala, al Hamo erectus, a los neandertales o incluso a los Australopithecus independientemente de otros factores como puedan ser la geometría craneal o la capacidad cúbica de un cerebro. Cada uno puede verificar por sí mismo estas dimensiones. Al hacerlo, advi értase que el área que más fácilmente se puede alcanzar forma un arco , a causa de la misma mecánica del brazo y el hombro. Estos principios mecánicos son una fuerte limitación al modo en que se originan los restos y, por consiguiente, a cómo se generaron. El resultado es un patrón espacial con dimensiones conocidas y que constituye el principio básico para medir e interpretar aspectos del estático registro paleolítico. Por consiguiente, brinda una sólida base para hacer inferencias. Se ha llevado a cabo otro estudio de experimentación a fin de observar la distribución espacial de los materiales líticos (fig. 6.1). Gracias a él se ha visto que la distribución de los materiales sigue unas pautas previsibles según el objeto que se fabrica y la posición del tallador (Newcomer y Sieveking, 1980). Los objetos hechos en este experimento fueron hachas de tipo neolítico (así rnmo la preparación de nódulos para la extracció n de láminas). La dispersión d(.) los restos de talla que produjeron fue coordenada con exactitud. El tallador ~~ sentaba en el suelo , en una silla o banco de poca alzada o permanecía de pie. Con cada aumento de la alzada, el patrón de dispersión resultante se hacía 111~ s difuso (1980, figs . 3, 7, 8). Estando sentado, la dispersión de los restos 1•1·u mínima, oscilando entre 20 y 50 cm2 ; en cambio , al tallar de pie una hacha, 111 dispersión aumentó a 6 m2 y algunos de los restos saltaban fuera de este líutltc. Cuando se fabricaban hachas en posición sedente, la disposición de los 1t•stos (.) l'll compacta y en círcul o (rig. 6. 1, a). Sin embargo la talla de láminas p1rnh1jo 1111 pntr611 111uy distin to . l .a dispersión era menos compacta y trazaba
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FIGURA 6.1. Experimentos de talla. (a) Patrón de dispersión resultante de fabricar e l contorno de un bifaz con un percutor duro y sentado e n una silla de sólo 45 cm de alzada; (b) el patrón de dispersión al hacer láminas desde una silla de 45 cm de alzada (Newcomer y Sieveking, 1980 , p. 347, figs. 3 y 4).
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., ·u de 45 cm de alzada en donde se sentaba el daron a la derecha de la silla y las piernas un sem1cnculo en torno a _Ja _si a amados Ello refleja el proceso tallador (fig. 6.1, b). Las lammas que del tallador separaron en dos los :e.st~s ~e~pa~:leo se h.izo sosteniéndolo en las de preparación del nódulo: el tra. ªJª o e en~a preparación de Ja plataforma y , entre las iernas. manos y alejándolo del muslo, ?1~entras qu la extracción de lá;in~s- se rea(~~o ~g~)a~t~:d~e~~~~~::CAlbrecht, i979, p. 39) En las plantas e enagu . ~ semicircular los resultantes de permane. .' ·ó densa de Jos restos, asopueden verse unos patrones en fo~m cer sentado, de _d~mensiones parecidas. u::d~tsJ:::;.v~rse en el metro cuadrado ciada a una pos1c1ón s~~n~~, e(~la 1u;9f en donde se encontraron 3.000 lascas del cuadro A7 de Les tio es g. · '. , lo de núcleos Un patrón similar y láminas. Q uedalban dsepaQrala;syd=~~osseipn~~~~~ compararse ~on el patrón resul· 6 1 a) puede verse en e cua ro , tante en el experimento 4 de talla de Ne:vcomer (f1g~si~~tos .es algo que puede La utilización de grandes bloques de p1e_dra como B é ·11 1966 1972) verse en las plantas de Pincevent I (L~roi-Gou(~~an l6) rEz~ ~¡°~uadro' 326 d; donde estaban jun:o a do~. de los treMs ogare(sBo;;~e~s .1951), hay un asiento ' la cueva B de Wemberghohlen, en auern l•1GURA 6.4. El posible parapeto en plena estepa y junto a l rfo Prutt de Ripiceni-lzvor. Los huecos semicirculares tienen el tamaño suficiente para acomodar a un hombre dormido . Adv1~r1ase que no hay ningún hogar asociado a esta estructura (Paunescu , 1965 , fig. 19). (a)
11sociado a una densa dispersión de restos líticos. Por último, aunque fuera de l\uropa, un yacimiento en superficie muy erosionado , el D 27B, en el desierto de Negev, Israel, tiene unas 60 láminas sin retocar junto con otros útiles dispuestos en un nítido semicírculo frente a un asiento de piedra (Marks, ed. , 11>77, fig. 6.5). La dispersión cubre un área de 1,5 m2 . En el yacimiento excavado de Les Tarterets I (Schmider, 1975) hay dos displ·rsiones de restos de sílex dentro de un área de 40 m2 . La dispersión sur rodea 1111 hogar y Ja información adjunta de las lascas revela sólo una reducida disper~1011 de las láminas y restos de debitado lejos de los núcleos rechazados. La disp1•1 sión norte (fig. 6.3) es mucho mayor y no tiene ninguna asociación obvia 11111 un hogar. Una posible interpretación de estos dos patrones distintos puede ~1·1 que en la dispersión norte la talla tuvo lugar de pie, mientras que en la sur 11 t ni bajador estaba sentado junto al fuego. estudio de Ja dispersión del sílex remontando las piezas talladas hasta re11111111ruir el nódulo original proporciona una medida directa de su grado de disp1•1si6n, como en el anterior ejemplo. Otros estudios incluyen los efectuados en 111~ yncimicntos del PSR de Polonia (Schild, 1975, 1976, 1979) y Alemania ( l{l'isch , 1974) , así como los del paleolítico antiguo de Clacton (Keeley, 1980, 1111 . W), Reindhalen (Bosinski , 1973a) y Terra Amata (Villa, 1982). 1\1 lomaflo de l cuerpo humano tambi6n impone limitaciones a la hora de 11111Ml1 11ir p11rnpetos donde dormi r. Un ejemplo probable es el del yacimiento 11111 v11 i111s 11ivl'IL'S y silundo r11 ('( lm•ss dl' Ripkeni- lzvor, en Rumania (Paunes-
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. de Les Tarterets: (a) disl ribución de los n(1cleos ( 1) F IGURA 6.3. Patrones de t~ll~ con(t21g)~10(~) rc111(;11111je de los e le me ntos de dt,shas111do que no de l'lS h scas e xtraídas de ellos • J 1'.10 ¡· 1 \ y 14) ~rnn u'l;uc'ii11~ .ln~t·ns yn unidns n mkkos (Sd1111i1k1' l 'J7'i, p. . ' lf\S. ,
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1 excavador como una estruccu, 19_65), en cuyo ~omplejo 1, interp:~~a~:'~: ~amut en el suelo para formar tura ntual, se depositaron defensas y .. , fugiarse del viento, tanto si venía el armazón de un parapeto que perm1tma re del este como del oeste (fig. 6.4).
b) Varios usuarios
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E l análisis del patrón de un te con la ayuda de un m~delo d~iec~~~~c~ t~rno al fuego. Una vez más he de número de personast_s~ ;:~~~~i~a sería una de las características de yacimie ntos suponer que esta ac 1v1
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mentos en unidades analíticas más manejables. Alrededor de los hogares centrales de los ejemplos australianos contemporáneos que utiliza estaban desparramados los restos de piedras y huesos por lo general en un radio de 5-6 m (1979a, p. 166). Wiessner (1974) también informa de que la dispersión de los restos entre los !kung era del orden de 3-6 m en torno a los hogares. Es corriente, en los ejemplos arqueológicos, la regla de un espaciamiento de 3 m. En todos los casos el espaciamiento entre los hogares va acompañado de anillos semicirculares de restos (tal y como se ve en la fig. 6.6, a). E l material que rodea al único hogar del yacimiento de Verberie (Audouze et al., 1981) es una manifestación especialmente sorprendente de una zona de acumulación de desechos alrededor del fuego -zonas II y III del plano (fig. 6.6, b) - mientras que las dimensiones de la zona de vertido de desechos hacen pensar que muchas de las otras unidades aisladas que el excavador ha identificado -zonas IX, IV, VII, VI y V- tendrían que considerarse también en relación con esta estructura. Tener información sobre el tamaño de los restos de sílex y óseos entre estas dos posibles zonas de acumulación y vertido de desechos ayudaría a una interpretación de esta índole. El principio de un espaciamiento de 3 m aparece repetidamente en el yacimiento con varios niveles estratigráficos de Molodova V (Chernysh , 1961; Fentum, 1983). La distancia media entre los puntos centrales de Jos hogares en los niveles del paleolítico superior es de 2,99 m y un examen de las plantas del yacimiento revela que muchos de sus hogares están asimismo asociados a distri buciones semicirculares de los restos de piedra y óseos, lo que también cuadru con las dimensiones del modelo de colocación sentados y sus zonas de acumulación y de vertido de desechos. Algunos de estos ejemplares que he citado han sido interpretados como los restos arqueológicos de tiendas y cabañas (Sklenái', 1975, 1976). De todo esll' tipo de interpretaciones la que más influencia ha ejercido es la reconstrucci611 realizada por Leroi-Gourhan y Brézillon (1966) de las tiendas circulares en tor no a los tres hogares de Pincevent I (fig. 6.6, a). Muchos la han seguido (Simck y Larick, 1983), verificando los patrones excavados con sofisticadas técnicas es tadísticas. Una interpretación alternativa, fundada en el conocimiento de la co11 ducta que origina estos patrones en el registro arqueológico, interpreta los mis mos datos como indicadores de hogares externos (Binford, 1983, fig. 92) , ubic11 dos teniendo presente los cambios en la dirección del viento; un factor conlir mado por la colocación de asientos de piedra junto a dos de ellos (fig. 6.6, a) . Un ejemplo de la influencia que ha tenido el modelo de Pincevent nos lo d11
y las piedras alrededor de los h og111 1 ·~ (a) Pincevent 1, detalle de dos de los tr es hogar es con las zonas de acumulación de resid1111 claramente marcadas. Adviértase el espaciamiento de c. 3 m entre los puntos centrales dt• 11 1~ hogares y la colocaci ón de un asiento que tiene en cuenta el cambio de dirección del Vil 111 11 (Leroi-Gourhan y Brézillon , 1966); (b) V erberie, detalle del área 201 -202. La zona 1 del pl111111 es el hogar y la 11 es la zona de acumulación ele desechos que lo rodea (Audou1e et. fil., 1'111 1 p. 109, fi g. 7) ; (c) la interpretación de los d111os de Pincevent como hogares dentro de l1t•111l11 Esta expl icación del patr6 11 es In mismn q11l' clcfic11dc11 los l.!xt·11v11dorcs de Vc1lw iil' ( l 1 1111 Go11 rh1111 y 11rózillon , l %C1) .
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el estudio de Campbell (1977, pp. 73-75, fig. 50) sobre la distribución del sílex en el yacimiento del PSR de Hengistbury Head (fig. 6.7). Campbell interpretó la presencia de grandes núcleos de piedra, más de 200 g de peso, como posibles pesos de tienda de una construcción circular que rodearía los dos hogares principales. Adviértase que la distancia entre los puntos centrales del hogar dos y del tres es de 3 m y que el «anillo» de núcleos/pesos de tienda queda a un diámetro de 6 m. En otras palabras, el patrón espacial de Hengistbury responde a un modelo de colocación de los individuos, en el que los elementos más pesados se encuentran en una zona de vertido de desechos a cierta distancia del hogar. De hecho Campbell tuvo en cuenta esta explicación de una zona de vertido de desechos, pero al final se decidió por la interpretación de una colocación deliberada de estos objetos pesados afirmando al mismo tiempo que los restos líticos más pequeños se podían explicar como que estaban situados o vertidos dentro de la estructura de tienda. Se pueden hallar otros ejemplos del principio de un espaciamiento de 3 m entre hogares en las plantas de Kostenki I/1 (Efirnenko, 1958; Klein , 1969a), Pavolv I (Klíma, 1954, 1959) y Lubna II, en Polonia (Prosek, 1961). Varios de estos hogares están asociados a unas hondonadas no muy profundas y a otras estructuras, corno en el caso de los elaborados hogares construidos en Verberie, Les Étiolles y Pincevent 36 (Perles, 1976), que hacen pensar que fueron instalaciones al aire libre reutilizadas durante varios años, como se daba el caso en el yacimiento de las Máscaras. Un comportamiento repetitivo semejante puede observarse en los limitados medios de las cuevas y los abrigos rocosos. De las plantas de Veternica (Malez, 1958-1959) se desprende que un punto en la entrada de la cueva se utilizó repetidamente para ubicar en él un hogar. Los puntos centrales de los dos hogares de la cueva de Lazaret (H. de Lumley, 1969c) distan entre sí 3,5 m, mientras que la distribución de los materiales, tan exhaustivamente registrada por Lumley, quien la interpretó como prueba de la existencia de una tienda en el interior de la cueva, se podría explicar como zonas semicirculares de vertido y acumulación de desechos en torno al hogar oeste (fig. 6.8). Los hogares también eran sitios en donde varios usuarios llevaban a cabo muchas actividades diferentes. Un ejemplo que viene al caso es el hogar externo de trabajo. Muestras de ello las tenemos en las excavaciones de Lommersum (Hahn, 1974, 1977), Corbiac (Bordes, 1968b), y las entradas a la cueva de Grotlc du Renne (Leroi-Gourhan, 1961) y Salpetriere (Escalan de Fonton, 1966). En ellas el hogar no sólo estaba allí para dar calor al trabajador sino que a veces estaba incluido dentro del proceso de manufacturación. Lo han mostrado los recientes estudios de experimentación sobre el precalentamiento del sílex como puso preliminar en ciertas técnicas de talla, como el retoque a presión solutrense ( Robins et al., 1978; Bordes, 1969; Crabtree y Butler, 1964; Collins, 1973; Price 1•1 al., 1982). Calentar el sílex a más de 300 ºC mejora sus propiedades de trabalº· En los materiales arqueológicos pueden detectarse cambios en la textura y 1·1 color del sílex. 01 rn si1uación en que e l uso del hogar es compartido por varios usuarios se 1•m·ucn1 rn en In colocación pnr:i do1111ir. Ln distancia existente entre los hogares 1·~ gc1wrn l11w11l l' i11fc1 io1 11 los \ 111 , 1·1111111 muestran los c.icmplos etnográficos
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tractos por Clark y Walton (1982) en un a brigo rocoso de Sudáfrica se hubiesen excavado e n E uropa, sin duda se habría interpre tado a estos espaciamientos regulares como los restos de tiendas o cabañas. No obstante, se ha de entender este espaciamiento en función de las necesidades de espacio de una person a o personas cuando duermen y del microclima del abrigo rocoso , el cual determina cuál es el sitio más idóneo p ara hacer un fuego a fin de maximizar la retención de calor en la pared del abrigo. Otra cuestión práctica a tener e n cuenta , incluso en la E uropa de la era glaciar, frente a lá búsqueda de cabañas dentro de cuevas es la que comentan los nunamiut quienes, c uando se les preguntó sobre este tipo de conducta , respondieron con las siguie ntes palabras: Si te vas a una cueva o a un abrigo rocoso no tie nes por qué llevarte una tienda; y ¿para qué ir a escalar rocas, estar lejos de los sauces y verte obligado a acarrear tu agua si ya tienes una tienda? (Binford , 1978a, pp. 489-490).
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FIGURA
Walton 1962) La densa concc11 (Hayden , 1979a; Gould, 1968, 19~1 ; Clarklraslov Rogach~v, eds., 1982) , lo" tración de los hogares e n Koste~1 X~~~o~ova I/4 ~Chernysh, 1961 , Ivanovn y niveles VI y VII de Molodova y d 1982) probablemente se debe al us11 Che rnysh, 1965; Go~etsky e Ivanova , e n\'u esos de mamut como lugares do11d1 de estos parape.tos ctrculares hec~os co d los hogares están situados e n las 1111 dormir desprovistos de techo. A gunos e la posición que cabría espl'I111 redes de la estructura, y naturalmente esta no ~s sugerido que era. En el lih11 1 si fuese una cabaña, como b astantes perslonas ~n1·e mplos de hogares en par11p1 de Binford (1983, fig. 68) se presentan a gunos tos/lugares donde dormir.. l cido que los mate riales cultu111l1 Desde hace bastante tiempo es a go recono d d1.str1·bució n (Collic , 11) i1q . · en unos pa trones e .- d en línea paralela a la pared 11" de cuevas y abngos rocosos s1gu Algunas distr~buciones con hoga~es ~pma r~~:r como colocaciones para drn 11111 terior del abn go rocoso, se podnan mterph (B'nford 1983 figs. 97 y '111 l d , entre los ogares 1 • ' e n las que las camas que a n an . d 1 . 1 3 del Abri Pataud (Movius , 1%11 Un ejemplo nos lo da la excavación de ~1~~rpretó cinco hogares cspaciad1111 ' • ed ., 1975 , 1977) , e~ donde el ex~~:ªd:~;:: cabaña ala rgada, pues a ntes s1• i 1• '" gularmente entr~ s1 como los ~es ólo od ría ciarse dentro de una estnu.:1111 11 1 1 SP 1 1 t lado de otras tie nd as ik11t111 il· q ue una ,regula ridad de este otipos es así e la la ) '• etnografia demuestra que n .. G h 196 1) Luz:ircl (11. ¡k 1,1111!11 1 G u c d u R c nnc (Lc ro1· ou r a n, ' 1 cuevas e n ~ ro (R. k 11)70 1971) Si los do 1111 ito1iosy los hop,1111•N 11 J !969c) y nnllc nhü hle 1e • ' .'
Los abrigos rocosos eran luga res excele ntes para pernoctar. Si se les va a visitar durante un a partida de caza el equipamiento pesado y voluminoso , como una tienda, puede deja rse atrás. E l uso táctico de estos alojamientos dentro de una estr ategia móvil sugiere que una for ma provechosa de e nfocar su excavación sería como lugares donde do rmir.
l') Cabañas y casas Hasta ahora me he dedicado a examinar unas explicaciones alterna tivas, y n eo que más económicas, a los patrones de los campamentos excavados por nrqueólogos. He mostrado cómo en algu nos casos estos patrones tan marcados ~t· e ntie nde n mejor co n unos principios sencillos: el tamaño corporal y el modo c 11 que las personas se sienta n junto al fuego. Prefiero este enfoque para com¡11 c nder las pautas de ntro del registro arqueológico a aq uel en que se las clasilk11 , orde na e interpreta sin hacer mención alguna a las clases de co mportamie nto dinámico que generaron estos residuos estáticos . U n e nfoque así es el presentudo e n la publicación de Sklenár (1975, 1976) donde se aceptan sin n inguna 1111 ica las interpretaciones de caba ñas , tiendas y casas a pa rtir de las cuales bro11111 unas clasificaciones elaboradísimas pero inútiles. Pero sería igual.mente imprudente aceptar el principio de un espacia mie nto 1h \ m como una especie de «cinta métrica» paleolítica, apl ica ble a cualquier \' ih 1111ic nto y época. Una rá pida mirada a la etnografía (por eje mplo, Yellen, t 11 / /i1) revela muchas otras distancias «mágicas» y relaciones espaciales posibles. d1•111 ~s , de be mos estar seguros de una cosa: ¡no siempre cabe interpretar a Jos h111'111cs qu e disten 3 m e ntre sí como cazaderos! Todo Jo que podemos decir qu t· ~ ¡ la charla junto al fuego unido a tirar objetos es una aspecto h abitual h l 1 11111po rtnmi c nto en un cazadero , este pa trón observado debería ser un com111111 11l t ' de la est ructura arq ueológica de aquel yacimiento. Tambié n lo sería de 111 1 111111il'ro de l neo lítico , ele la edad del hierro , medieval o conte mporáneo 11 1111 p11rri1110 csco cés y de tocios aq uellos «yaci mie ntos» donde se diese este 111111111111111k·11 to de ~l· nta1 sc, rn11 vc 1s11r y desecha r cosas . Ni ngun a de las tres es
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propiedad exclusiva del paleolítico, ¡aunquc 110 huya n muchos burilcs « h11sq11<.:» ni huesos partidos para extraerles el tuétano en el ejemplo escocés! l)cl mismo modo, espero encontrarme con ejemplos del principio de los 3 m en los yacimientos de las nueve regio nes y tres provincias de mi modelo regional. Con todo, puedo imaginarme que la impronta arqueológica de los campamentos sería muy diferente si estuviésemos examinando un sistema adaptativo humano que poseía el fuego pero no el lenguaje. Aunque el plano semicircular de colocación de los individuos está determinado por facto res tales como resguardarse del frío, también está muy condicionado por la mecánica de Ja comunicación oral entre un grupo reducido. Es más probable que sea en cosas de este estilo que el registro arqueológico nos informe acerca de características inconservables como la aparición del lenguaje, en vez de intentar reconstruir el apar ato vocal de los homínidos fósiles para inferir los niveles relativos de lenguaje articulado (Lieberman y Crelin, 1971; Lieberman, 1976). Esta discusión puede que lleve a hacer pensar al lector que nunca vamos a encontrar una tie nda, una cabaña o una casa de invierno paleolítica, aunque sospechemos que debieron de haber. Se ha hablado de su existencia numerosas veces . La interpretación es difícil porque la presencia de estos alojamientos de carácter permanente por lo general va asociada a una conducta que conlleva estrategias de limpieza (Binford, 1983) . E n consecuencia, puede q ue no encontremos los patrones circulares con los que nos hemos topado en las localidades al aire libre. Se tiende a deshacerse de las basuras y no a acumularlas o verterlas. Por otra parte, las casas son mucho m ás que simples artefactos que proporcionan abrigo y cobijo. Contienen info rmación auxiliar sobre el tamaño y la organización de las unidades familiares. Su forma arquitectónica no está por tanto estrictamente limitada a unas necesidades funcionales (Morgan, 1965). Los contenidos de las estructuras excavadas también pueden ser atribuidos a una fase de su utilización en que dejaron de ser residencias y pasaron a servir como basureros. Con todo, el tamaño de la estructura nos dota de un punto de partida para form ular inferencias. Pequeñas casas compactas, aisladas con turba y bien calentadas gracias a lámparas de aceite o fue) de huesos/leña, supondrían una buena adaptación a las condiciones glaciares. También deberían ser construcciones só !idas porque estas casas se reutilizarían varios años seguidos. Podemos hacernos una idea de su tam año a partir del trabajo realizado por arqueólogos del Ártico sobre los esquimales actuales y los yacimientos prehistó ricos. Han descubierto que las casas de invierno a menudo son comparativamen te de menor tamaño, 3-9 m2 (Osgood, 1940, p. 303; Binford, 1983, fig . 121), y de construcción muy diversa, dependiendo de la disponibilidad de materia pti ma y en especial de la frecuencia en que un hoyo excavado formaba parte del plano de la casa. Además, habitualmente se encuentran poblados fo rmados por varias de estas casas y por almacenes (por ejemplo, Oswalt y Vanstone, 1967, McCartney y Scholtz, 1977). Osgood (1940, p. 310) describe con detalle la existencia de grandes casu~ subterráneas de invierno, de unos 40 m2 , entre los ingalik, mientras que Binford (1983) aporta información acerca de la excavació n de una casa nunamiut qui• cubría una superficie de 31 m 2. U n estudio etnoarqueológico del poblado Crow ,
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/\ !11Hk11 (Oswal l Y V11os1011c, 1%7), rcgist ru ci11co cusas scmisubterráncas, de t·uadrnngulu r y construidas con tablones rectangulares. Su tamaño iba 1k·~dc los 12 a lo~ 24 m2. La estructura más grande de todo el poblado era el K11shgee ceremo nial, con una superficie de 41 m2. Es~as observac'.o nes deberían volvernos ~ás cautos a la hora de aceptar sin d1scus1?n. declaraciones acerca de casas basadas en las plantas de excavación de yac11nrentos tales como Kostenki 1/1, de c. 46 m 2 de superficie, y Molodova l/•I, de 42 m2. La interpretació n de que varios de los hoyos de Kostenki 1/1 1•1 un en verdad hoyos de habitación (Efimenko, 1958; Klein, 1969a) está hecha Ht·g.uramente de acuerdo con el único criterio del tamaño. El hoyo de habi111c1ón A se exca~ó hasta una profundidad máxima de 1 m y cubría, a pesar dt• su trazado desigual, una superficie de 8 m 2 • Dentro de él habían defensas 1•scápulas y pelvis de mamut q ue, según se ha sugerido, eran la superestructur~ rnlnpsada. Kozlowski (1974) defiende la existencia de al menos dos construcciones de t•nhuflas, hechas. con ma ndíbulas y los huesos de las extremidades de mamut apil11dos, en Spadz1sta Street B , cerca de Cracovia, Polonia. Aunque muy alteradas por los procesos de solifluxión , se pueden reconstruir las plantas circulares de dos cabañas con c. 2 m de diámetro. Este autor señala que la naturaleza de los hucs?s de mamu t ~orno material de construcción impide q ue las cabañas tengan 11 11 diámetro supenor a 2,5 m. Algu nos de los huesos habían sido clavados direc111mcnte en el suelo y la presencia de defensas, interpretadas como material1•s para el techo, sugiere que estas pequeñas estructuras tenían una altura de l ,'l m. S.in e~bargo, si son cabañas o almacenes es una cuestión por debatir. La pila circula~ ,de 385 huesos de mamut de Mezhirich (Pidoplichko , 1969) t 11111 fa. ~na ?epres1o n poco ho nda que contenía un hogar y medía c. 5 m2 de ~11pcrfic1: (f1~. ?·9). Se encuentran estructuras de huesos de mamut apilados con 11 11 .laman? s1m1.lar. en la cabaña 1 M~zin , con 4 m2 de superficie (fig. 6.10), 2 Y l n Yehseyev1ch1, de 3-4 m (P1dopltchko, 1969). Se han examinado algu1111s cs;ructuras mayores en Berdyzk (27 m 2), Dobranichevka (12,5 m2), Gontsy 1 '·I m ) y el horizonte 1 de Tel'manskaya (23 m2) (Klein, 1969a, 1973) . Otra gran estructu ra q ue habría que tener en cuenta es la denominada casa d1· invierno de Dolní Vestonice (Klíma, 1963), parcialmente excavada en la Jadl'111 de la colina y que abarcaba como máximo unos 28 m2 . El suelo de ocupa111111 efectivo queda más dentro del orden de los 13 m 2 • En Gonnersdorf se ha reconstruido una estructura entoldada (Bosinski 1'179b). Durante las excavaciones de 1968 se encontró parte de una sólida es~ l111t:tura ovalada de unos 20 m 2 . El óvalo quedaba delimitado por unos sólidos 11~ 11¡eros para poste y al parecer el interior estaba pavimentado con lajas de pi1111ra , muchas de las cuales estaban grabadas. Este área ovalada estaba asimismo 111hicrta por materiales de ocre color rojo que podrían haber sido frotados en 111'1 pieles que formaban la cubierta de la tienda . Dentro de la estructura se ha11111 on. numerosos útiles líticos y bloques de cuarzo agrietados por el fuego y los 1 -pt• nmentos de remontaje testimonian la existencia de una barrera definida p111 que la mayoría de las piezas se encuentran dentro del óvalo. Junto a la zon~ 1h·l hogar había un fé mur de mamut que seguramen te sirvió de punto de apoyo 11 t11pode donde colgaban las pieles para cocinar, dentro de las cuales se ponían l1H 11111
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EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EU ROPA
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~~t ~- os2~)ogares de Mezm , región NI; 1
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• l11t'1ón entre los hogares externos de tr a ba¡o . 'Y 1a estructura ' P· • tg. Puede compararse la 11so con la· de Mezhirich (fig. 6.9).
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FIGURA 6.9. Una posible cabaña en Mezhirich, regió n NE, construida con las mandíbulas y con los huesos de las extremidades de un mamut clavados en el suelo y techado con las costillas y los colmillos. Dos hogares de trabajo externos estarían asociados a dicha estructura (Pidopli
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chko, 1969 , p. 121, fig. 43) . 1. derrumbe de los huesos de la estructura de habitación; 2. hogares fuera de la estructu111 de habitació n; 3. instrumentos de sílex y lascas; 4. huesos con señales de trabajo y utensilio~ de hueso; 5. conchas marinas; 6. piedras (granito, nódulos de sílex); 7 . trows de ocre rojo; 11 estatuillas de hueso con fines de culto; 9. trozos de huesos carbonizados; 10. unas astas tk reno; 11. instrumentos de hueso para cazar ; 12. un hogar dentro de la estructura de habitació11 (cuadro 7) y un lugar de trabajo para el tratamiento del sílex (cuadro 11); 13. astillas de hueso de mamut y otros animales dentro de la w na del hogar; 14. ámbar y piezas de ámbar.
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Jos cantos calentados al fuego que haría n hervir el agua, representados aho1 11 por las rocas agrietadas. Se ha hablado de otro grupo de reside ncias e n los yacimie ntos al aire lih1t de Barca (Bánesz, 1968), Tibava (Bánesz, 1960) y Witow (Chmielewska , 1%1 ), donde se excavaron unas ho ndonadas poco profundas e n un subsuelo blu11d11 como es e l loess. E n e l interior de estos hoyos apa recen hogares y pequ t• ll11" ca ntidades de útiles de piedra. En Ba rca hay dos complejos escncinlcs cxt•11v11 dos, sepnrados e nt1·c sí unos l)SO m. H111T11 1 IÍ l' fl l' ti cs hoyos, mic ntrns q111• 1 11
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EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
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el segundo complejo se han identificado cerca de 15 estructuras en forma de hoyo sobre una superficie de excavación de 1.300 m2 (fig. 6.11). El hoyo 7 de Barca II es una estructura de contorno irregular de 18 m de largo por 2,5-3,5 m de ancho. Se excavó basta una profundidad de entre 40 y 80 cm. Tanto dentro como fuera de la estructura se encontraron agujeros para postes. Su profundidad y sus dimensiones varían. La reconstrucción a cargo de Bánesz (1968 , p. 204) reproduce una única estructura, parecida a una cabaña, con dos entradas y varios compartimentos internos . E l número de piedras talladas que aparece en estas estructuras de hoyos es muy reducido. No se conservan huesos. E n Barca II no hay vestigios de hogares aunque han sido descritos en Barca I. El trabajo de Gaussen (1980) ha sacado a la luz yacimientos al aire libre del PSR en el valle del Isle, Périgord. Son notables por sus pavimentos de guij arros y lajas de piedra que adoptan una variedad de formas. En Le Cerisier, uno de 2 estos pavimentos, de forma rectangular, cubre una superficie de c. 13 m . Se han hallado artefactos en los dos bordes de esta planta y no existe material lejos del área pavimentada. En todos los casos, la zona tan tajantemente delimitada por los pavimentos de guijarros es reducida: G uillassou, 7 m2 y 1 m 2 ; Le Breuil 1, 3,5 m2 ; Le Breuil 2, 4 m2 ; Plateau Parrain , 12-15 m2 (fig. 6.12) . Gaussen los ha interpretado como el suelo de las tiendas, aunque no queda del todo claro por qué el interior de éstas debía estar «pavimentado» con grandes guijarros redondos. Los yacimientos nos recuerdan que el estudio de la arqueología del asentamiento en el paleolítico europeo es comparativamente reciente y hacen falta más estudios. Tan sólo recientemente la implantación de los trabajos etnoarqueológicos (Binford, 1978a, b, 1983; Yellen , 1977a) ha aumentado nuestras expectativas de la complejidad y organización de un yacimiento.
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d) Otros causantes de los patrones Todos los ejemplos anteriores provienen de yacimientos excavados donde la integridad del material es alta. Podemos hacernos una idea si vamos juntando las lascas y las láminas hasta recomponer el núcleo (Audouze et al. , 1981, Schild, 1975). Esta labor de remontaje de las piezas se ha emprendido en muchos de los yacimientos ya citados. También se da el caso de que la mayoría de ellos perle necen al paleolítico superior, lo cual ha contribuido sin duda a este hecho de alt 11 integridad pues no se han visto sujetos a tantos procesos repetidos de destrucci6 n. Hacer un remontaje de las lascas también se puede utilizar para comproh111 la integridad en materiales mucho más antiguos (por ejemplo, Isaac, 198 1h), como se ha hecho en Clacton (Singer et al., 1973). Cuando estas obse rvacirnH' H se combinan con la evidencia geológica de una deposición lenta en los ento rno11 fluviales y lacustres , aparece una medida importante del grado de alte raci6 n dt 1 yacimiento. Otras indicaciones de estos procesos pueden obtenerse de ohse1v11 1 el grado de abrasión y rodadura de los artefactos (Wymer , 1976) . Sin cmlrn 1g11 todavía puede costa r interpretar los patrones espaciales de los art c.:íactos l' 11 y11 cimientos de este tipo y ello se uehe , en parte , a nucstrn aclu nl ct11·c11l'i11 tl1 modolos ncl oc undos qu e 11ns pl·1mit1111 11cccdc1· ni signil'it'11do co11dut·t1111I dl' 1••1111 dls1aih11l'io111•H 1k h11j11 1k11Hid11d .
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l 1i11111A6. 12. '.lateau P~r~ain . El pavimento de piedra tiene una forma más o menos rectanguV 111 mayona de los uules quedan fuera de él (Bordes y Gaussen, 1970, p. 316, fig. 58).
1111
So11 pocos los yacimientos del paleolítico antiguo que se conservan relativaitll' poco alterados Y que poseen una integridad alta. Resulta más habitual 1 1 1 111·o nlru rse,. como el yacimiento de Terra Amata situado en una playa, con '1111 l'I n.' 11101~laJ C del núcleo revela una integridad mucho menor a la que inicial1111 1111• k' 11tnhu fa el cxcavndo r (H · de Lumley , 1969a , 1975) . E n un m1nuc1oso · · , I11tlln, Vill n ( 1976- 1977, 1982) , hn d omoslrado que de los 232 grupos de lascas 1111 1 p11tlo l\'1110111111·, 110 1111•11t1H tk l •10 por 100 crnn lascas lrnllndas en niveles 1111
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EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA ESPACIO Y SUBSISTENCIA
estratigráficos distintos. En la mayoría de los casos ello suponía un desplazamiento vertical de unos 20 cm y plantea la cuestión de que el movimiento del material en el sedimento, a causa de los procesos de solifluxión y crioturbación, a los animales o por extraer tierra al hacer aquéllos sus madrigueras, a menudo es mayor de lo que por lo general se admite (Wood y Johnson, 1978). En el caso concreto de Terra Amata, estas consideraciones ponen en tela de juicio toda la reconstrucción de las cabañas hechas con maleza y juncos, surgida de la idea que el excavador tenía de un material in situ. En realidad , la única planta de este yacimiento con varios niveles estratigráficos presenta una pequeña dispersión de los huesos y las piedras (H. de Lumley, 1975, 1976e), comparable a la de un depósito fluvial como Torre in Pietra (Piperno y Bidittu, 1978) o a la dispersión del material en un depósito loéssico como el de Achenheim (fig. 6.13) (Thévenin, 1976). El transporte fluvial puede afectar intensamente las agrupaciones y la orientación del material, algo que Kleinschmidt (1953) ha advertido en Salzgitter-Lebenstedt, donde las costillas y las astas de reno se habían reorientado siguiendo la fuerza y la dirección de la corriente de agua. Un cráneo de bísonte de este mismo yacimiento proporcionó un cobijo seguro tras el cual se acumularon los huesos de pequeños mamíferos. Algo parecido es lo que puede verse en el yacimiento en una corriente fluvial de Aridos, en donde un omóplato de elefante interrumpió la corriente de agua con lo cual se pudo acumular una bolsada de huesos de microfauna (Santoja et al., 1980, fig. 20). La selección de los huesos por el agua puede explicar también la orientación de los restos de elefante de Torralba (Howell, 1966; Freeman y Butzer, 1966). Según Villa , deberíamos considerar los yacimientos arqueológicos in situ como una rara excepción y «a menos que se demuestre lo contrario, se debería ver los estratos y los suelos como cuerpos fluidos y deformables en los cuales los materiales arqueológicos flotan , se hunden o se deslizan» (1982, p. 287). Naturalmente , estas observaciones harán la interpretación arqueológica de los patrones espaciales mucho más complicada de lo que a menudo se supone . Comienzan ahora los estudios sobre los efectos que tienen determinados procesos (Rick, 1976; Wood y Jobnson , 1978) y entre sus aplicaciones al paleolítico están el trabajo de S'iiriainen (1977) acerca del movimiento de las partículas en los depósitos de los abrigos rocosos y las observaciones sobre la distorsión causada por la solifluxión y la crioturbación en los huesos y artefactos líticos de Rorshain y Lommersum (Camden y Hahn, 1977; Hahn , 1976c), mientras que Cbeetham (1976) examina a grandes trazos el efecto de los difere ntes regímenes hidrológicos sobre los frágiles yacimientos arqueológicos. Los carnívoros también pueden originar patrones espaciales. La distribución espacial de los huesos sobre el suelo de la Grotta Guattari (Piperno , 1976-1977, fig. 5) podría interpretarse como un «suelo de ocupación» paleolítico con tonos rituales, porque en esta misma superficie apareció un cráneo de neandertal vuel to del revés. Sin embargo, los huesos roídos de animales que también estaban esparcidos por este piso , junto con .la composición de las partes anatómicas dl' las presas, son un argumento en pro de que esto fue un cubil de hiena. Poi consiguiente, el patrón espacia l ele los huesos, incluido el cr~ neo, se clchc1(11 interpre tar tal vez como el resultuclo de In nctuución de un cu1 nfvoro.
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~ EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA ESPACIO Y SUBSISTENCIA
Un yacimiento en e l loess próximo a Basilea posee huesos de animales intensamente roídos y coprolitos de hiena (Schmid , 1976). Ante la a usencia de restos humanos, al excavador no le quedó ninguna duda de que la hiena había sido el agente responsable no sólo de la acumulación de huesos, sino también de su distribución espacial e n grupos. En otros casos, por ejemplo en cuevas (Von Koenigswald, 1975) , resulta más difícil hacer distinciones de este tipo porq ue la separación espacial de las actividades de los huma nos y las de los carnívoros se confunde dentro del palimpsesto de restos. Muchas de las acumulaciones de huesos de grandes a nimales, tanto en contextos fluviales como loéssicos, proba blemente son debidas a una muerte por causa natural en estas localidades dondl' los huesos quedaron rá pidamente cubiertos; de aquí que hayan tenido una buena ocasió n para sobrevivir. Entre los ejemplos se contarían los «cementerios» de mamut en Siberia (Vereshschagin , 1974) y los numerosos hallazgos de e lefan tes y mamuts junto a los ríos europeos (Toepfer, 1957; Kowalski, 1959; Daw kins, 1869; Kahlke, 1975). De todas formas , la presencia de fósiles y artefactos humanos en estos mi ~ mos depósitos ha llevado a la frecuente declaración de que todo el material es111 allí únicamente como resultado de la actividad humana. Es lo que Zeuncr (1959) declaraba respecto a los depósitos de Mauern y Taubach , mientras qrn los recientes estudios en Ehringsdorf (Steiner y Wagenbreth, 1971, fig. de 111 p. 58) llegan a la misma conclusión entre la presencia del hombre y la aparició11 de rinoceronte en los depósitos de travertino. En muchos casos esta asociacio11 puede deberse más a una actividad mecánica que humana, y hay que investigar lo antes de sacar conclusiones sobre la conducta humana, como ciertas preferc 11 cías e n la caza, a partir de estas asociaciones.
EQUIPOS INSTRUMENTALES Y RESIDUOS ALIMENTARIOS
Hasta ahora me he ocupado de la forma de los patrones y no de su contc111 do. Pueden aplicarse diversas técnicas tanto a conjuntos con unos patrones m11 v claros (Kintigh y Ammerman , 1982; Simek y Larick , 1983) como a datos t·1111 una estructura menos obvia (Newell y Dekin, 1978). Los estudios han sido ej11 cicios individuales a Ja búsqueda de unidades arq ueológicas «conductualm l: 1tl1 significativas», empleando técnicas de aná lisis espacial a fi n de indagar «pal111 nes teóricamente significativos dentro de los datos espaciales». Estas estratc¡ti11 de «mira y aprende» van junto a Jos estudios que analizan los patrones de cov11 riación en los contenidos de los conjuntos de artefactos y ecofactos (McBur111 v 1968, 1973). Su finalidad es buscar patrones de asociación entre ítems qm·, 1 se encuentran, puedan servir como base interpretativa. Por ejemplo, una e lt rn d a correlación entre las puntas con dorso y los gamos pasa a ser una interp11 111 ción de que aquéllas eran los proyectiles con los que se cazaba dicho ani11111I Veremos luego que es una concepció n bastante simple de cómo se forma r l t 1 gistro arqueológico. Sin embargo, el objetivo de estos estudios es buscar mode los estadfstirm 11 licios como un paso hac ia la interpre tación. Este enfoque dado a l un(llisis q111 d11 bie n demostrado e n e l estudio espacial de los co njuntos di.:! y11ci 111il·nto 1·~¡11111111
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297
de Torralba a cargo de Free (l9 ) . huesos útiles de i man . 78a . E n ~~1mer_ lugar estudió los datos de
:~~~~ c~~:d!~~~{~~!:;:~~~~?:º~.~~!;~:~'~"f~~~::'~lo ~:1::i:::;~:,·
cuatro factores. E l segundo paso en el anáii . n ele ~u a ro 6.1 se prese~tan los observaciones a un contexto e . sis . e reeman es transfenr estas obje tivo de todo e llo es descusbp~cia_l lpar~ ver s1 los grupos se concentran. El . . nr s1 os 1te ms de grupo d ºf us1m1smo una distribución espacial diferente (1978a p 8s9) J ;rentes mues~ran que esto ayudaría a determinar la existencia ' . : re_e man sostiene para unas actividades específicas organizadas o no de equipos i~strumentales rece ser e l caso de algunos de los factores en ~an zonas c?ncretas (fig. 6.14). Padc se encon traron valores modales de c 15 s ocu ~ac1ones ele '!'orral?a, dondistribución (1978a p 93) E t , · Y 25 m en áreas . d1scontrnuas de ' · · n o ro articulo Freema (1975) f · do informe de la variación de activ·d d ,1 ~ . o recio un detalla• a es en a superficie excavada de Torralba
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1'iiAORo 6.1. Agrupaciones de variables «es eci . un1paciones de Torralba (Freeman 1978 .pd alm) ente» delerrnmadas por faclores de las , a, cua ro 5 . Interpretación (1978a, pp. 86-88) l 111•1or l 111 1loradores/becs l 111¡.:rncntos craneales de elefante l 111 1or2 l 11~1·11s utilizadas l 11~1·11s sin retocar 1 ' l11•111idad de équido sin trabajar 11111•\os del pie de bóvidos '1111111
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111vldo
varillas. de filo agudo para extraer las materias comestibles de las cavidades craneales los huesos posiblemente utilizados en la pr~ducción de los útiles líticos sin retocar, 0
residuos de operaciones de cortar suavemente con las lascas de piedra igual que el factor l. Los huesos de cérvido
po~rían haberse utilizado como percutores para
abnr los cráneos (también se cree que lo serían unos b1faces no del todo asociados, para este papel de trabajo duro).
'-ª~ piezas con borde para rascar pueden ser los utiles usados para sacar la carne de las extremidades, en las primeras fases del descuartizamiento 11111111 111os n11ncalcs, escápulas
111l1111N1k· éq uidos 11'11 1 11 ~ tl1• n 1rvido
11111!(1 qut: lo~ hifnccs (bifaccs propiamente dich . h . . d1• 11•1 111 111111 l11~ 1t~oi·i1rdus 11 lm fni·lm cs 1 y 1. os Y cnchdorcs) eran variables
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6.14. La distribución de los ítems de cada factor concreto en la ocupación 7 d e Torralb:i . La distancia entre las líneas de 111 cuadrícula es de 3 m. Para los números de los símbolos, véu~t' el cuadro 6.1 (Freeman, 197811 , p . 90, fig. 1).
F IGURA
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. . ar una base objetiva a la partición di'! empleando estas técnicas para proporc10n t mente tenían un significado con registro paleolítico en umd_ad~~ queE~pea~~~i~ da por supuesto que no exislt' ll ductual para el hombre pnm(hi~1dvo.l , o carnívoros) del patrón originado l' ll otros agentes responsables l ro ogia este yaciroient_o panta~os~.
bre el concepto de un equipo instrumc111 11I
~Este estudio tambié n mfor~a soé . ltó a pr1·mera plana como rcs11lt 11 r d · ·d d El pnmer t rmmo sa
y una zona e activ1 a .' 1969) sobre los conjuntos muste rienscs, t 11 do del estudi~ de los Bm~ord (19?6, en función de los equipos instrumc nt 11li'• el que se analizaban las cmco vanantes ' t lo 1) Sin e mbargo Wl111 diseñados para llevar a cabo tareas diferentesa~~:~1d~ rec~perar equipos \n~lt 11 llon (1978) ha demostrado que n.uestras esp.er r stas El concepto funcio nn ~111! 1 mentales paleolíticos eran excesivamente s~mpt i de .grano fino (véase la p, 111 . lógico es un conJun o si todo el registro arq_ueo . 'dad Las zonas de actividades dentro tk 111111 con unas altas resolución e mtegn. . á , ·1 o Rigaud (1978· Ddpt•1lt " . t muchísimo m s uti , com ' localidad son un concep o ál' . d l nivel Vil de Le Flageolcl 1 ( 11¡• Rigaud, 1974) ha e nseñado ue; n~sª:ac~s~sfa~a modelos que se ocupe n tk 111111•• 6.15). La causa. de ello es ¡ó . no etique tas descriptivas como lo tk t•q11l¡11 1 se formó el registro arqueo gico , Y 1 , , · 1 (i 1st•l1111 . tftl co11 lt\s que 1xlnc r u pruchu los dt1t()S y ucp,o C
Ammerman y Feldman (1974; Schiffer, 1972; véase la fig. 1.2) han propuesto uno de estos modelos. Creen que la generación de un conjunto incluye cinco ele mentos como mínimo. Se los puede describir como: l. el conjunto de actividades; 2. el núme ro de veces que se efectúa una actividad concreta de este conjunto ; 3. el conjunto de tipos de útiles; 4. la «proyección» existente entre los tipos de útiles y las actividades. Hasta qué punto un tipo de útil concreto se utiliza tan sólo en una actividad específica, l111sta qué punto no sirve para una amplia gama de actividades; 5. la proporción de acumulación/abandono de los útiles de piedra. El modelo centra la atenció n e n los elementos cruciales de la correspondent'ill entre tipos de útiles y actividades (elemento 4). Las combinaciones son las ~1 11uie ntes: pocas actividades pero muchos tipos de útiles; pocos tipos de útiles pNO muchas actividades; pocos tipos de útiles y pocas actividades; muchos tipos tl1• útiles y muchas actividades . BI quinto elemento tiene importancia en tanto que nos conduce al problema 1{1' 11eral de qué es lo que exactamente induce al aba ndono de los útiles de piedra (1•11pítulo 2); una cuestión que, aunque podría parecer obvia y básica, se ha más qm· eludido en arqueología. Algo decisivo es el grado e n que se recicla n los artefactos de ntro de un sis11•11111 (fig. 1.2). Puede implicar el llevarse consigo un utensilio a fin de utilizarlo 1k nuevo en e l futuro , así como cargar con un equipo roto para repararlo en 11110 lugar . Este tratamiento marca la diferencia entre una tecnología completa 11 1•1peditiva, en la que se manufacturan útiles en e l lugar con materias primas l11111 lcs y tras usarlos se abandonan allí mismo, y una tecnología elaborada cuyos 11t11t•s se han fabricado de cara al futuro uso que recibirán (Binford, 1973, l 1J //h, 1979). En una tecnología elaborada los útiles se reparan y se cuidan. 1 ' '" inve rsión de esfuerzo puede verse e n las formas más complejas que a me1111tlo cobran estos utensilios (Oswalt, 1976; Torrence, 1983) , lo que contrasta f111·111•rnente con los artefactos fabricados de modo expeditivo en una tecnología 11111plc ta (Ebe rt, 1979, fig. 2.3). AIHO que cabría esperar del registro arqueológico de un grupo cuya tecnolo1111 1·~ 1 ~ o rganizada de acuerdo con e l principio de elaboración será la creación d 111111 impro nta de grano grueso (véase pp. 36-37). Habrá una mínima corres1111lt·11cia e ntre el lugar donde se usen estos ítems elaborados y el lugar donde tl1•11t•che n. Además, y puesto que los útiles de valor se reciclan y se cuidan, • l11•rn c ncia con que se los abandona y, por ende, con que entran a formar 111 li tlcl registro arqueológico es inversamente proporcional a su importancia 11 111 ll•1·11ologfa. Si esto era lo que pasaba, e ntonces un recuento de la propor1\11 dt· l ipos de útiles e n un yacimiento paleolítico no será un reflejo directo 111 ltnpo11 uncia re lativa de su valor dentro de la tecnología. 1 11 1•l11hornció n es otro compone nte del sistema logístico de organización. E n 11 - 1 ~ 11• 111 11 de este tipo sue le h allarse que por lo ge ner al las materias primas se lh 11r11 11 p111t i1 de un aprovisio nam ie nto de pasada e n vez de d irecto (capítulo ~ que• 1•1 equipo indispe nsable para la s11pt• 1vive ncia se c ncuc nt ra despe rdiga' 111·~ rn 1 11ltijos pn1 l od o el l' nt o 1110 (llinlo1tl , 11171>) Hsl 1111 t(1c1i1·11s rd lcj1111 la
ESPACIO Y SUBSIST ENCIA
301
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EU ROPA
300
importancia que e n ciertas circunstancias tiene el planear de antemano y anticipar futuras necesidades. Uno de los elementos de una estrategia de aprovisionamiento de pasada implica q ue el reciclaje y la fabricación tendrá lugar generalmente dentro del contexto de otro grupo de actividades como queda documentado, por ejemplo, en el yacimie nto de Las Máscaras o en los cazaderos australianos (Binford, 1978a, b; Gould et al., 1971). Una cuestión importante es que una estrategia de aprovisionamiento de pasada a horra un tiempo valioso. En este sentido, las actividades de aprovisionamiento de materia prima y su manufactura están planificadas para que se incluyan dentro de otras, como el traslado del campa mento o la espera e n los cazaderos. El uso diciente del tiempo que se deriva de este comportamie nto es otra llave de e n11 11da a las adaptaciones exitosas e n entornos de elevado riesgo (Torrence, 11>83; Carlstein, 1982). La diferencia entre tecnología expeditiva y elaborada no debiera tomarse wmo dando a entender que en cualquier estrategia todos los ute nsilios estarán lwl'11os de una forma expeditiva o elaborada. Puede distinguirse ent re efectos p1•1sonales, q ue estarán muy elaborados, accesorios del yaci mie nto (por ejemplo , pesadas piedras de molienda y percutores), que van con un lugar, y efectos •ltuncionales, o sea , un equipo instrume ntal hecho con una finalidad específica v por tanto de n aturaleza expeditiva. Estas consideraciones quedan obviamente algo lejos de los enfoques que he lllllll'n tado antes en este capítulo. Los diferentes principios organizativos y es1111 111lme nte el vínculo entre una tecnología elaborada y un e ntorno de elevado rh ~~11 y presión temporal son de claro interés en el contexto del paleolítico eur111wo . Pero , ¿cómo podemos verificar estos modelos con datos arqueológicos? l 111d1•111os hace r algo más que no sea decidir qué es lo que nosotros pensamos 111 ~o n ftems elaborados y hacer juicios sobre , digamos, si un conjunto del M1!\ B es más o menos elaborado que otro auriñacie nse? Al formular estas preguntas, estamos comenzando a exponer las limitaciones 1 1·11loque tr adicional sobre la descripción y clasificación de artefacto s. Las l'11l11p.l11s y taxonomías que constituyen la espina dorsal del capítulo 5 no fueron 11-11d11~ para responder cuestio nes conductuales. E l problema es que por el 111w11to ca recemos de los argumentos necesarios que tiendan un puente entre lm 11111ddos y el registro a rqueológico (Torrence , 1983). Lo que vendrá ahora 111111 muestra de lo que debe mos registrar para comenzar a evaluar la varia11 11111d11ctu al q ue origi nó conjuntos industriales de diferente composición.
1 u '' 1~ Pl11111H de distribució n del nivel VII de Le Flageolet 1 (Delpech y Rigaud , 1974). 1111• 1 1 1ltt•11' delimitadas por grandes bloques de piedra. 1-3: abundantes restos óseos y 1 h111111r: 'i-8: escasez de restos óseos y líticos; 9: zona estrecha entre dos bloques de \1111ll~ 1 N de In fragmentación de los huesos: 1: zona de acumulación de residuos; 2, 3: 1lo .11 11vtclml Int erior (Leroi-Gourhan y Brézillon , 1972; 4: hogar; 5, 6: pasillos hacia 1 y H .11111 cl1· 111·1ivid11d exterior, descuartizamiento (Leroi-gourhan y Brézillon, 1972); 9: 11 1 1.11111 cl1·I ~ll c x . 1 1111111 ~1 ~ "''' ~ rt 1· x dio u co11occr las diferencias ent re las áreas de actividad en función de las 111 "' 11 l11llv11' 111· h111 iks piunos sobre truncaduru , grave!les y microgravettes, denticulados ,, ~ 1 ~ 1 1 1 ~ 1lili'11'11d11s l'l'llll llll ll lµun os c n~os 11111 µrnmlcs como lns que cabría esperar entre 1111 1lt v111l111lr11hl\ tli, 1111111' o 1•1111 1• lo' 1hli•11•1111•' 111v1•lcs de 1111 mi, mn yocim ienlo.
ESPACIO Y SUBSISTENCIA
303
EL POBLAMIENTO P ALEOLÍTICO DE EUROPA
302
a) lnputs energéticos
.
. de la remisa de que exist e una relación El concepto de elaboración part~ d p 'a invertida en su fabricación , t.1 la cantida d e energ1 . . , e ntre la utilidad de un u i. ~ . . de Keeley (1980) en los yac1m1entos (Binford, 1973) . Los análisis icneológ~os demuestran de modo convincente del paleolítico antiguo de Clacto n y o~ne tensilios retocados sirvie ron como que tanto las lascas de desb astado co~o os ula cantidad de esfuerzo que se de útiles Lo que distingue a estas dos c:ses ~~ propondría que las lascas de des dicó ~ara hacerlas. E l modelo de ela ora~~· ;adas para llevar a cabo una taren bastado son útiles situacionales, lascas u i
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l11111 cdiata que una vez finalizada , o cuando su filo se e mbotó, se arrojaron. La 11111secuencia es que se había dedicado un mayor e sfuerzo a la fabricación de In~ bifaces de H oxne porque esos utensilios, que cumplen un número de nece~l d11d es futuras y que tal vez realizan las ta reas más rápida y e ficie ntemente que 111111 lasca, devolvían esta inversión. De todas formas, el análisis icneológico re\'l'lll que ambos tipos de útiles sirvieron para corta r carne. Lo mismo puede de' t1 Nl' de los pebble tools, independienteme nte de su edad o el nivel de sofistica' 11111 técnica que presentan los conjuntos e n que apare cen (fig. 6 .16). 1~hert (1979) ha propuesto un mé todo para caracterizar los conjuntos me dl1111te la valoración de su relativo desembolso de esfue rzo. Llega a esta valora' h111 e mpleando una medida del tamaño del utensilio y e l número de lascas ext1 11ld11s e n cada pieza. Ambas unidas hacen de índice de la cantidad de esfuerzo il1dtl'Hdo a la manufactura de un arte facto (fig. 6. 17). Un enfoque parecido es 11 'llll' ha seguido Wildman (1982) al estudiar los conjuntos con bifaces del va lle il1 1 luse , e n Inglaterra, la región NO . H a descubierto que la forma de los bifa'' ~ c•s un a guía pa ra averiguar la cantidad re lativa de esfuerzo de dicado a su 11111111d 11clura. E n un estudio sobre la composición de los conjuntos musterienses, IC11ll11 11d ( 1977 , 1981) ha demostrado que hay una diferencia significativa entre •u~ 1'1 11t·o va riantes y concierne a las proporciones de útiles re toca dos que cada 111111 posee (cuadro 6.2) . E n este caso , he utilizado las proporciones de útiles 1 11 11 11dos como guía de los inputs energéticos relativos. 1 lt1 os a uto res no comparten este e ntusiasmo e n nuestra ca pacidad para id enllfh 111 1·mpfricame nte, con materia les arqueológicos , los conceptos de elaborah)11 Jl11 sus ca mpañas de excavación en Meer , Cahe n et al. (1979) se encontra11111 11111 qu e a que llos artefactos que se suponía eran los que ha bían recibido una 111 1\ 111 in versión e nergética, se habían abandonado en el yacimiento tras un uso 11111111111 l ~ n su opinión , e llo se opone al modelo de elaboración donde estos 111• ~. 1•11 l'Se caso concre to mayoritariame nte buriles y raspadores sobre lámi nas 1h l11d111mme nte preparadas, se hubieran llevado a otra localidad para utilizarlos 111 l 11' l'~t e modo , e l uso continuado de l a rtefacto devolvería la inversión de 1111v111 Sin e mba rgo, esta es una visión muy estrech a del concepto. En prime r dolH; d amos prestar ate nción a todo e l conjunto (por ejemplo , E bert , u Wi ldrn1111 , J982) y no tan sólo a unos útiles específicos. Por o tra pa rte, la 1111li1f•,111 es un a varia ble táctica. ¡Pueden saltarse las limitaciones ene rgéticas 1 1111 11 rn nvcni e nte hacerlo! Si bie n la estrategia global seguida por los caza¡1111
5cm J
'a Son pcbble 1ools proccclr nll ,1 6.16. Ute nsilios con una bai? .inversióndi~~~;~~g~;HI índole son unn ~arncll·d~1 l1 ,¡ il una variada serie de conjuntos-, Los ut1les ~xp~r P'1leolltico an1i¡~110: (n) lsc1nrn ; (h) 11.11 1111 todas las tecnologías en cualquier é p(oc)a u~~ Polcnll1 ico supl· tior : (t) ¡\h11 < 111111!1 lebe n; (e) Achenheim ; (d) Lazare~; e ,1un de; (g) La ugcrie -1lautc; (h) Volcttn y.
FIGURA
J. Oo:lllc.
305
ESPACIO Y SUBSISTENCI A EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
304
1re el uso diario del artefacto, los índices de repuesto y la utilidad del útil tend~~ obviamente importantes repercusiones en la creació n diferencial del registro qucológico (Boismier, 1981). Los estudios icneológicos , pensados para iden til'i1•11 r las señales de enmangue en los útiles de piedra, contribu irán al paso previo obligado de ponerse ser iamente a estudiar este complejo comportamiento en el 1q~istro arqueológico.
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t '11 \ORO 6.2. Frecuencia de los utensilios en las variantes musterienses basada en el 1h 120 conjuntos.
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TamaM del utensilio (pequeM)
l lr11t11·11ludo l1p1rn M 11\ l 1t 111ssk· 1J1111111 N111111•10 de 11111p111tos
Proporción de Lascas no núcleos rcspcc10 11 levallois sencillas lascas y nega1 ivos
Utensilios
Utilizados y negativos
%
%
%
17,l 22,7 25,6 43 49,8
24,7 26,5 25,4 21,4
57,7 50,8 48,5 35,4 39,5
(grande)
120
10,6
120
anális1~
120
% 1/20.2 1122,5 1/14,7 L/31 1/33,3 94
e Indice del tamaM (1x8•0)
•. ). (A) Tabla de contingencia. qu~ 'ación en los conjuntos ht1cos (Ebcrt, 1979 e van uedando en distintas 1 Jos ..ca'!.ma 1: útiltes d 1 áficos de energia mvcr . d un equipo mstrumen a1 1 ~~~,e:ed~c~sofy co~ un uso concretZ~spo~~ ~;1;~!~tl~~ª~n: serie específica de o;,~r:~i~~~~: Utilizados en traba¡os o tare:~c~;to o u~ «trabajo específico», que ~ob~~~empe;~~an ser útilc' Casilla 2: útiles para un uso c la casilla l si bien eran elaborados. am i~n. o uso e inmediil portaban tan lejos com.~ lo:i~~ólico. CasiÚa 3: útiles expcditivo.s, Pª!óª u~eu~~~asez de materia., on un elevado contem o _ d señalar una s1tuac1 n . 1 , ~amente desechados; su reducido taman<:~~~o ~e filos de trabajo, que tienen el mismo v~r~~· 6
f¡~~~r:Ala ~~i~c~~ entre
arg~~ento~i~~ópr~~~ad~al~~ ~~~~t~~lio
epl~~t~~~~
F:.~:~;~~~:~;~~i:~ii,~r~:;.~:~~:::~~:~;~ E';;J:;~~~;:~~~:~~;~¡: p~~ ·el par~ yac1~~~n~~~ju~t: gasto energético dos fig. 2.5). Representan d~s improntas que por el tipo de utens1ho.
eexprcsadas más por la inversión de cnerg 11
'dades Un a sujeción trabajad11 1976) sobre tecnoum · . .1 dica e l estudio de Oswa l t ( . dra tie ne claras consecuencias poi 11 de puntas de proyectil en hueso, asta o P!e de estos elementos. Más importanl1 que respecta al diseño, el ye~~ y el tam~n~I ue se las suje tó. Por ejemplo . 1.~• es e l arqueológicamente 111v1s1ble 0:ang d q . omph e l man~o o se los volvf11 ¡ proyectil cuan o se r ' . . . . .·, , destruían los elemen tos d e . , '?U na complt:ia 1nlc 111cc1011 1 11 a pone r en ese mang.o re parado o e n o tio nuevo
N11 1-\: El aumento de la frecuencia de 1.os utensilios está relacionado con las dos vari1111l1·s 1111 1111•d1·1·11s (Quina y Ferrassie). Estas frecuencias pueden utilizarse como una mcdidu aprn h111111 v11 11 111 inversión de energía total dedicada a estos conjuntos. Además, la proporl'i1i11 1111111 11/111•¡.tulivo muestra que la mayor producción de lascas, y por tanto el desembolso de c111•1 111 1~ 1 11 rn1relacionado también con el aumento de producción de útiles. l 111 Nll·: Rolland, 1977, cuadro 2. 111 111 medida del input e nergético nos la proporciona la utilización e n dcll'I tipos de artefactos de materias primas exóticas o materias locales ill' 11111 111 lid11d (véase el cua dro 7.12) . Se ha trabajado muy poco sobre este tc11111 . 111 d 1·~1udio de Straus (1977b) sobre el solutren se cantábrico, la región SO, l 111lt'11 nlgunas posibilidades interesantes (cuadro 6.3) . U n análisis de los 11w1l· 1h 1 lll 1rns existe ntes en los niveles del paleolítico medio de la cueva de Uacho 1111 1•11 111 región SE (Kozlowski , ed., 1982), muestra que, a pesar de que p1l' 11111111111 l11s rncas vo lcá nicas locales, para los útiles retocados del conjunto Sl' Ull 11 1•1 s1lcx, que es un material exótico en la regió n local de Bacho Kiro 11111llll h.• I). 1 l 1·~111 di o 1klullado de las estrategias de reducció n del núcleo en el PSI{ dl' 11111111 (< l1111n, 1974; Kozlowski y Sachsc-Kozlowska, 1976; Schild, 1971) c11,1· 1 l111 1111w11lt' q11l' l11s l11111i11ill11s es11111dnrizad11s se pmd11cfu11 en vu1 ios pnsoi. y 11111111 1 11~1 1 ~ loc11lid11dcs dií1.·1cnll'S, rn sflt•)( rtd1orol11t11do dt• l11s mo11t11 il11s S1111 l 111 1 (1 VNll c:rn11). lllt' l'Xlrntdo y 111ll11d111•11 n111111h·~ lllldt·o~ ('11 Jlllllll'lll lllSl' f 1 ) , l 11111 V!'/ dlldll l'~fl' pll ~ll p11•vi111•11 111~ llli'-11111~ t\11 llN lt 11111!• )111 111 11•d11
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306
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA ESPACIO y SUBSTSTENCIA
CUADRO 6.3. Utilización de la cuarcita como materia prima en la manufactura de las puntas de proyectil y los conjuntos solutrcnses.
o 6 · 307 A Ro .4. Di versos empleo d 1 • llt'va de Bacho Kiro. s e a materia prima en un nivel del pale 1·1· . o 1 1co medio de la 1'11
% de piezas hechas en cuarcitas
Total de la colección
Total de puntas
Puntas con base cóncava
Puntas con muesca
Resto del conjunto
lipn de
111111cria prima
Región de Asturias
carece de buen sílex Caldas Cova Rosa Cueto de la Mina F La Riera
177 217 584 143
98 52 44 27
100
522 331 138
18 38
69 83
61 50
72
64 18
o
40 36 51
o o
3 7 4
Región de Cantabria
abundancia de sílex Altamira La Pasiega Cueva Morín Provincia de Guipúzcoa
gran abundancia de sílex Aitzbitarte
1
Hlc•x 1'111 c•cida al sílex V111c'~n ica
1 11111·d 1a l\11111isca 1111111111 1 1111111 f l11l11111ftica 1lh111i11 l 1111111111 11111111·.~
332
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NOTA: El cuadro muestra una enorme diversidad en el uso de esta materia prima, depenck de la abundancia local de un sílex de buena calidad. En Asturias y Santander, el criterio de elección de la materia prima para hacer las puntas de proyecti l solutrenses es muy distinto del seguido en el resto del conjunto , y en parte puede reflejar el mayor gasto energético invertido en estos artefactos bifaciales y con retoque a presión, FUENTE: Straus, 1977b. cir s u p eso, los núcleos se transportaban a modo de ítems de ntro de una tecno logía elaborada. Los restos d e talla de sílex, o debitage, han recibido una atención e speciul por parte d e Fish (1979) e n un estudio de cuatro conjuntos del paleolítico anti guo (cuadro 6.5). Se reconoce una talla básica a partir del nódulo de mateJi11 prima según los siguientes criterios: alto po rce ntaje de lascas angulares, Jasc11• con córtex e n Ja superficie y lascas con plataformas corticales. A partir del nivel C-4 de Pech de l'Azé I y en el 28 de Combe-Grena l se podría realiza r otra infe rencia conductual. En Pecb de l'Azé estaba presente 11 re toque bifacial e n e l 43 por 100 d e todos los restos de debitado, mientr as que los bifaces y he ndido res sólo constituían un 2,8 por 100 d el total de útiles. l ·11 Combe-Gre nal no se enco ntraron bifaces, a unque el 13,5 por 100 de las lasr11 llevaban un r e toque bifacial característico. Fish lo interpre ta como prueba
N111 A:
Útiles
Nivel 13 Láminas Núcleos y lascas Total
22
2
17 20 2
1 11
6
2
4
70 20 491 22 1 17
94 38 522 28 1 25
l
2
l
68
20
624
1 2 1 712
% de útiles
% de núcleos
32 25 29 3
10 5 55 20
9
10
% de lascas
% del
11 3 79 4 0,1 3
13
0,1 0,3
total
5
73 4 0,1 4 0,1 0,3 0,1
Adviértase el ma or uso
IUlH11) ~n !?rr~lba (cuadro 6.1, fi . 6.14 . . . •1 11111 ~1gn1f1cat1va entre 't'l g ). El anáhs1s facton al reveló u 1 es con una · 'ó , . una aso1f11111dores Y denticulados) ar . invers1. n deb1l de e nergía (por ejem lo 11111 d erá~eo y los dientes. anat~lll!cas de_ baja utilidad aliment~ri~ 1 -1111•1w invertido e n la produce~ de ~s~unular la idea d e una relación entre In ll11hllidad de estos patrones den e u_t1!es, el .valor d el ingreso alimentario tlrnl de • obte nción de alimento. aprov1s1onam1ento dentro d e la estrategia
l sf'o t::d
l1111 l11vl11 110 es pos ible an a l'izar 1os utiles , . d
. d 111 r11 111 d<.: uso e índices de re uesto e pie ra pa leolíticos en términos llt111·11f 11lcs sobre e l rendimie~t d hasta q~e no se e mprendan estudios Ullli ~ Y 111·1ividades (por ejem lo o Ge as matenas primas para ciertos tipos 111111111 il 11 t•scu rriéndosenos la~ mºa~~~ 1980) e~t~s cálculos tan necesarios 11111 i 111110, t';crn bfando Jos atribut . ~1 o b3etrvo de este apartado es " 'i111w1;111 u junta r al me nos al º~n~~e registramos en. los útiles líticos, potl i 111111•11111<10 ya lus ta reas d f gb.. .datos comparativos sobre el tema 11 11 1111 y 111111 grun ca ntidad dee . ar 11cac1ón d , ·1 · . e ut1 es, y debiera añadirse que 1 • rn1 o rm ac16 n sob · · _,,, i 111 111 lim·so y las ustus e n e l )
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308
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
ESPACIO Y SUBSTSTENCI A
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F 1GURA 6.18. Manufactura de una aguja de hueso (Fcustcl, 1974, p. 186, fig. 78).
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~11 1·on las q ue se hará n agujas (Feustel, 1974, p. 186). Ejemplos simila11~11 de las astas de re no para hace r puntas mediante la técnica de ranurar
n1 111 11~t illa, son habituales (Camps-Fabrer, e d. , 1974; Semenov, 1964). Es111i 1w~ primas podían muy bien ser ela boradas, como se ha insinuado res11 111~ 11úcleos líticos e n primera fase de l PSR, llevándo los de un lado a h 111111tl'f'!l que siempre que hicieran falta estuviesen a mano . Como a lter~· podría n r ecoger de un escondrijo preparado tiempo atrás, previendo 1111111 1·wn tua lidad. De cualquier modo, son otra muestra de la planifica111111 11plicada a la organización de la tecnología. l111¡111111111cia de este acto premeditado se convierte en fundamental cua n111111.111111s la frecuencia de roturas entre las puntas de hueso y asta. En 1•1111 1••,111dio de A lbrecht (et al. , 1972) se examinaron estos artefactos a 1 11/l 1 q11 juntos, pri ncipalmente del PSA, procedentes de E uropa central 11 1! d1 • l11s regiones NC, NE y SE. Sus descubrimientos apuntaban a que 11111 d1 l'Sl11s pu ntas están graveme nte rotas (cuadro 6.6), y yo diría que tlt t.111 111 uso 1111\s que al dcsgaslc posd<.:posiciona l. Casi tres cuartas par'" 11111p111 tos so n de ru<.:vus y 11h1 igo11 rot·osos, y por otra parte todos
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- - -ESPACIO Y SUBSISTENCIA
311
EL POBLAMIENTO PALEOLITICO DE EUROPA
310
los casos de azagayas de base hendida en asta y hueso pertenecían a yacimientos en cueva como el de Istállosko o el de Vogelherd. CUADRO 6.6.
Las condiciones de las puntas de asta y hueso en 68 conjuntos, en su mayor
parte del PSA, de Europa central y oriental.
Ligeros daños
Completas/ sin romper
Fragmentarias/ rotas
%
%
%
14,8
17,3
67,8
FuENTE:
Tamaño de la muestra
277
Albrecht et al., 1972.
Un estudio de las características sagaies d'lsturitz del nivel 4 del Abri Pataud realizado por Movius (1973) revela que ninguna de estas puntas en asta está completa sino que el grupo está formado por cinco bases, nueve secciones centrales y trece extremos. La presencia de tantísimas azagayas rotas induce a creer que estas cuevas y abrigos rocosos eran utilizados por partidas de caza que operaban lejos de su campamento residencial y que las reparaciones del equipo de caza se efectuaban en estos lugares. El uso táctico de estos refugios dentro de un sistema de asentamiento tiene por resultado una frecuencia más elevada de destrucción del equipo roto y deteriorado. He hablado ya (capítulo 5) de que en Europa central y oriental, o sea, las regiones NC, NE y SE, los conjuntos líticos que acompañan a estas características puntas en asta son de tamaño reducido y a menudo inclasificables en términos tipológicos. Más probablemente, los raspadores, las lascas y los buriles simples eran ítems situacionales tallados sobre materias primas locales para cumplir la tarea de reparar el tan necesario equipo de caza. Este argumento no quiere dar a entender que en cada lugar donde encontremos puntas en asta, éstas estarán rotas. Un estudio del material auriñaciense de Poitou-Charente y del Périgord, la región SO (Leroy-Prost, 1974), registra que la conservación del 68 por 100 de una muestra de 111 azagayas de base hendida era total, al igual que un 36 por 100 de las de tipo losángico. E stos altos porcentajes tienen que compararse con las colecciones líticas, por lo gene ral de mayor número, a las que este material está asociado. Una manera {k interpretar estos datos podría ser el considerar estas puntas en asta como objc tos que se escondían en lugares conocidos para ocasiones de emergencia. E~ otra muestra más de la planificación previa, donde el objeto de esta conduct11 es el de minimizar las posibilidades de fracaso al asegurar la subsistencia. Las puntas de proyectil de piedra ofrecen otra oportunidad para examin111 la frecuencia relativa de roturas. El nivel Fo althmühliense de Weinberghohlen, en Mauern (Von Koenigswald et al., 1974), ri ndió varias puntas foliáceas co11 retoque bifacial, algunas de las cuales tienen una muesca de sujeción en la b:1M 1 (fig. 5.10, a). De los 49 ejemplos que ilustran Bohmers ( 195 1) y Zotz ( 195" ), el 55 por 100 están rotas. Casi todas las 11 4 puntas foli ~ceas de R<~rshflin , 1•11 Alemania central , lu reµión NC' (Bosinski , 197:'.lb), est11bnn 111111bié 11 1·0111s (Allli
worth-Jones '. 1975) y ta1 vez representen rechazos de fabricaci , (f Otras colecc10nes reducidas con puntas f l"á on ig. 5.10, e). paleoütico antiguo incluyen las de T od1 l~~~~ procedentes_?e conjuntos del von Lowenstern 1966) Ba B orre e to, en la reg1on MC (Borzatti let, 1961), y ya~imient~s c~:::~ ei°~:~:s~;~ r=~ifn M?, (H. de Lurnley y BotEn muchos casos las puntas foliác ' a regton NC (Freund, 1952). ronoce el número absoluto Si d. eas.~epresentadas est~n rotas, aunque se desNe estas puntas de proyectil. tan ~;~s1 tsemos de estas cifras, podrían compararl'Orno proyectil como . J en es con materiales alternativos que sirven d ' . ~o~ eJe~plo las lascas triangulares levallois (fig 4 1 fi ., ) .2 , no e modo t1polog1co srno con res t 1 , . . . , g. lnctura y la frecuencia de roturas Ot p~c o a a energia dedicada a su manui1111to cuyo fin no es el de se . ro\e ementos de puntas dentro de un conp11n tos de rotura diferentes (c~:;r°;~~~1)~s pueden naturalmente mostrar unos
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Entre los conjuntos en los que las ~nt~s de proy~ctil. com~letas son algo hnbitual están los de los niveles 6 5 dl'I PSA de la región NC U 58 , y e erzmanow1ce (Chm1elewski, 1961) pll'las. En éste y en otros. m:ch por ~O? de sus 43 puntas ilustradas están comltl'llS puntas foliáceas son la bos yadc1milentos de la región NC, estas caracterísase e os estudios f ló · . ¡11tl'SlO que el resto de la industria l'f . ipo g1cos y taxonómicos , lll~l'll hacer un análisis de con· t1 icda es ~b~y- exiguo y los tipólogos que intenJUn o escn m an las c 1 · (v1~asc Kozlowski, 1982, pp. 112 _ ara u . .º ecc1?nes como pobres 113 p 1 na d1scus1ón cuidadosa sobre este ti 11111). Si empezásemos a tene r en cuenta os datos de 1 ilt 111111os ver que el reducido ta . as roturas, creo que po11ll 11111ente significativo en tér:ano nu;énco de estos conjuntos es en realidad 11111~ ve r que la importancia de l~~s c~t _u~tuale~ (c~pítulo 8) . En verdad pode111, unido a la incidencia de la f an is~s de fósil director en vez del de conjun. recuencia e roturas e 11 t d . 111 11tiles de piedra y útiles de a t re etermmadas clases 111~ t11queológicas de conjuntos ~eª~ft:::~;s ser elementos de_ntro de las im~ronlttl'luso entre los conjuntos é . en un marco regional comparativo. 1h l11N regiones SO y MO los dnutm ncamente «ricos», tales como el solutrense . . • a os acerca de las rot a h f111 111•11c1a ignoramos la mayor arte del a ' . _u_r s . acen pensar que con uulm·ta en el pasado (cuadro 8 L ~~ró~ s1?mf1c~t1vo relacionado con la 111111111 ~ según las di t. t . ) . as c1 ~s md1can diferentes frecuencias de s m as puntas de proyectil d á , 111- Y IL'¡.\iones. Otros ejemplos del PSR . 1 'y a em s vanao entre yacimien111111~ t'On muesca que por lo 1 me uyen las puntas salpetrienses y las • enera a arec . . 11 (Onoratini 1978· Bazile lg80) d eln e n_ el sur de Francia, la región '"'" ~1111 cjem~1ares 'rotos Las u , en on e as piezas ilustradas en su mayor 111 (111pí111lo 5), en el PSA .de la ~eni~~ ~~s cuch~llos con mu_esca de Kostenki '~11• modo. En Spadzista Street ~ la re ;ó~mb1én m~recenan ser an~lizadas llp11 , de los cuales sólo 5 estab , NC, habian 64 de estos e1emplal11. i,¡ t·rnn bases 14 d"áf. . a9n comp etos y 12 tan sólo un poco rotos· del . ' t 1s1s y extremos. ' 1 111 ~ observaciones no hacen más ue . , ti 1111111 y l'lusificar los con1·unto d q f apuntar hacia vias alternativas para s e arte actos en piedra h M11 hl111'11plé en la medición de 1 . . y ueso en las que se 11111111111 l ,os CJ'cmplos son mei·amoes ttnp~lts co1~ductuales en la creación de un n e 1 ustrat1vos de lo q d , I'1111111·11 11 todo tipo de cuestiones a. 1 . ue se po n a hacer, 1 IMlll " "• por t• jt• mplo l'I rel'lci6n , . pl ' a r as cua es necesitamos más datos cuan. , ' ' en re actores tales como los tipos de artefac-
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EL POBLAMIE NTO PALEOLITICO DE EUROPA
ESPACIO Y SUBSISTE NCIA
CUADRO 6.7. Info rmación sobre las roturas del yacimiento micoquiense de Bockstein, al sur de Alemania , región NC.
miento . La Cotte es un ejemplo de una conducta economizadora, relacionadn con los recursos líticos, el uso de lo s út iles y la for mació n del conjunto. Una muestra de e strategia de eficie ncia podría ser la proporcionada por al gunas clases de bifaces , si aceptamos la sugere ncia de H ayden (1979a, p . 15) de que su principal papel dentro de la tecnología paleolítica es el de hace r de fuen te para extraer lascas. Si así fuese, deberíamos contemplar a estos artefactos como núcleos trabajados en vez de como utensilios tallados de una manera es pecial. E n e se caso su diversidad de for ma s (Roe , 1964, 1981; Wymer , 1%8; Bordes, 1961a; y véase la fig . 4.3) se deben al uso eficiente de e stas materius primas y no a que sean o bjetos pensados para llevar a cabo unas tareas especiu les. Sirvieron de útiles, pero segura me nte sólo al fi nal de su vida utili taria co mo fue nte de lascas . E n ese m o me nto , tal vez pasaron de ser una mate ria pri 111 11 muy e laborada a ser un efecto situacio na l q ue , una vez utilizado, se dcscclrnlrn. Al ser empleados como útiles e ntrarían por ta nto dentro del registro arqucolo gico del mismo modo q ue las lascas extr aídas de e llos, usa das y luego ráp itlu men te abandonadas. Estas sugerencias tan fasc inantes de muestran que no dclw ríamos cerrarnos a ¡os conceptos trad icionales de útil y resto de talla y, en co 11 secue ncia , predetern:U nar lo q ue era impo rtante e n la tecnología paleolítica. J luy que volver a plantear las pre guntas a fin de tene r e n cuenta la conducta variable q ue originó los conjtJntos . Tenernos suerte porque a hora los estudios de expe 1i me ntación sobre teco ología lítica y e l advenimiento de rigurosos estudios de ic neología (Keeley, 1980) harán posible escoger en tre e stas hipótesis antagónicas .
312
C uchillos de Bokstein B ifaces micoquienses Bifaces plano-convexos Bifaces pequeños Bifaces sobre lasca Pun tas fo liáceas
Completo
Roto
50 20 41 23 121 4
7 7 10 2 13 2
Bocksteinmcsser Micoquiekeile Halbkeile F auste l Faustkeilblattcr Blattspitzen
NOTA: Sólo se ha tomado nota del material trabajado bifacia lmente del principal horizonte con artefactos, el nivel JII . FUENTE: Welzel y Bosinski, 1969. CUADRO 6.8. Porcentajes de roturas en algunos conjuntos solutrenses. % de rotas
Punta de cara plana
Puntas foliáceas
Base cóncava
Punta con muesca
Puntas de [lecha con aletas y pedúnculo
311
e) Escondrijos y almacenes Parpa lió Laugerie-Haute O este Laugerie-Haute Este Regió n cantábrica
43 (30)
41 (34) 52 (31)
69 (35)
44 (23)
67 (31)
100 (4)
97 (88)
100 (9) 72 (138)
NOTA: Las cifras entre paréntesis son el tamaño de la muestra. FUENTE: Pericot, 1942; Smith, 1966; Straus, 1977b.
tos los criterios de e lecció n de la materia prima , las marcas de uso, la frecue ncia ' de roturas y la posició n espacial dentro de un yacimie nto y del sistema de asen tamie nto. . . , U na muestra final de los atributos que podrían medirse y q ue contnbum a n a e ste e nfoque es la relacionada con el reavivado de las pie~as . U n ejemplo es e l yacimiento e n cueva de La Cotte, e n la isla de Jersey, re g_1ón NO (_M~Burney y Callow , 1971; Callow, 1981) . E n él se emp leaba u.na técmca especializada de reavivado e n la que se rebajaba, en lo posible, e l filo conserva n?º a la vez e l mismo ángulo de l borde trabajado. De e llo resultan unas lascas _af1la~as carac~c ríst icas de las que se han encontrado cerca de 1.000 e n la colecció n . ~sta téc111~a ampliaba considerable mente la vige ncia de uso d.c las rac de ras. ~ u 1mportanc1a creció a medida que la subi da del nive l de l ma r impedía p1_-c~gres1 vam cn tc accl: der a las mate rias primas de hu c na calidad loca les parn utt11z11 rl as e n este y11c1
Los escondrijos de materia prima , útiles y a limentos son a lgunos de los 1ipo~ 111tís co munes de yacimie nto s ha llados e ntre los cazadores contem portí 11l'ON t1 1 1 no rt e (B inford , 1979) · H ahn (1976d) da un eje mplo ar queológico de l yad11il1•11 t11 dL' Ba nks Island , en Cana dá. Entr e las piedras cerca na s a este asenlu mil'lllo ~' h11hín hecho un escoo d rijo para guarda r útiles de caza por tierra, c n ttl' Jo~ q 111 Hl' ind uía n un arco , flechas, un cuchillo, pe rforadores y unas gafas para 111 111l·v1· Sl'111 ld ( 1976 , p. 99) il ustra un hallazgo similar, de fle chas, en una sepult 11111 111'1 l'SR de l lago Onega. Un d epósito co n cinco núcleo s trabajados, tallados hi fu 1111l111tnle y de gran tamaño, e n un depósito magdalenie nse de la cueva de Mo11t gaudie r (Duport, 1976, fig. 51) pue de ta mbié n se r uno d e estos escontl1i 111~ . ¡1111 q ue gene ra lme nte estas piezas excepciona lme nte grandes aparecen solos. V111 ios de los hoyos de los yacimie ntos de Kostenki han sido interpretado' 1111111 1 11 lmace nes do nde gua rda r ali me nto, pie les y ma ter ias primas (Efimcn ko, 111, H, Kle in , 1969a), mi e ntras que los dos vertede ros con crá neos y huesos di· 11111111111 y ri nocero nte de l yacim ie nto de La Cotte, e n los acantilados de 111 rnst 11 , 111 1l'p11111 NO (Scott , J980), puede n re presenta r asimismo un imporla nte soh11111 h 11111 li!'o de tlos e pisod ios de caza disti ntos . 11111 1 tl1· los aspecto s de unu co nducta de esco nd e r lle va implíci to Ju ct'l'lldo 11 \ 11 111i l ll' 11ri1~ 11 tic cs111s est1ul'lurns. Schlltl ( J
ESPACIO Y SUBSISTENCIA
314
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se abandonaron en estos sitios para uticionales y accesorios del y~~umento, ylotación de minas provienen de agujeros o3·0 en Lavas cerca del lago lizarlos más tarde. Otros utiles de ~xp ' ó 'd de hierro u ocre r excavados para extraer .~i ºsE (Mészáros y Vértes, 1955) . E n este caso, las , han ínter retado como picos. húngaro de Bala_ton, region astas de ci~rvo gigante halla?as ath : inolo 'a d~ Binford (1979) deberían conOtros e3emplos, que segun l~ ter . gi_ to incluyen el yunque de hueso siderarse como í_tems de accesonlo~ del ~~c;:1~st~nki 1/1 (Efimenko, 1958, fig. en posición vertical hallado ~~ e oyo o arte de un trípode para cocinar de la 17) o el fémur de mamut ut1ltzado co~ k~ 1979b) Dentro de esta misma catecabaña oval~da de Gonnersdorf ~Bosm:ut 'ar cor~iente, y las lámparas de simgoría entranan las lámparas de piedra yl de Lascaux (A. Leroi-Gourhan ples lajas de caliza que reposaban sobre e s~e o erda y los agujeros utilizados . 1979) 1'unto con los fragmentos e cu y All . am, ' . (f 5 30) alguna vez para levantar una tanma ig. d. . repetido en muchos yacimienLos hogares también eran estructurdas e uts oucción como en el Abrí Pataud a veces elabora a cons r · tos y lo demuestra su . l 1981 ) y la sección 36 de Pmcevent (Movius, 1966), en Ver?ene (A;~º~~; :! 76). E l punto de reunión que brin(Leroi-Gourhan y Bréz1llon, 119 , .ó d~ unos patrones espaciales muy patendan estas estructu ras llevó a a creac1 n tes, como ya hemos vist~ ª.ntes. del paleolítico superior suponen importantes s del terreno Los 385 huesos de Muchos de estos yac1m1entos. d l , determina os ugare . , . 9~ . inversiones de energ:a en - de Mezhirich procedian de un mm1m? de ·' mamut que compoman la caba~a e cazar debían recogerse. Las cmco ca . s treet n• mamuts que, aunque no se tuviesen . (fqu 6 l O) ' y las tres de Spadz1sta bañas hechas con huesos de Mezm ig. . , ·mo de restos de 116 y 60 ma . struyeron con un m1m .. cerca de Cracov1a, se con ki 1974) Las huellas de numerosos escondn¡os muts, respectivamente (Koz~ows ' rueba. de las fuerzas erosivas de Jos factores no hubieran superado tan bien la p ºbl algunas de las densas dispersionc~ posdeposicionales. Con todo, es pos1. e fu~ libre como los de Pincevent 1 y de sílex asociadas a ~ogares de traba¡o a ~~ematerÍa prima. El porqué de estn Le Verberie, en realidad sean verte?e:os t aparecen muchísimos más negatl ., n dichos yacuruen os h interpretac1on es que e .1 útiles o se usaban tal cual. Mue 0 8 vos, que se retocaban hasta co~vert1\~~:1~s de uso y los útiles , como se anoto de los utensilios retocados no tienen l 1979) se depositaban en el yacimiento en el yacimiento de Meer (Cahen et. a. , 1 , Una idea es que el uso eficic11 y no se trasladaban para usarlos en otrosdugaráes.negativos laminares y utensil io~ . d · a la manufactura e m s .. . te del ttemp? con UJO • !rededor de los hogares en sitios conoc1(1m de los necesitados y a su escondite a t 1 de repuesto en los mome nto~ . · instrumen a es)) Se podía recurrir a estos «equipos d l b"erta de nieve dificultaba el h11 . e3·emplo cuan o a cu • , 1 de necesidad como '. por . ' d L entaja de una tecnolog1a como 11 llazgo de las mater:~s pnroas_adecu\=~~d: : n Pincevent o en los yacimic111t1 laminar del paleoltt1co superior, la d d los negativos todas las f0111111 · que se pue e ar a d.ig1ac1ar olacos del tar , es . l'tº (f'1g 4 9) La parte q uc lll v11 P ·d d 1 muestrario i 1co · · · de útiles, básicos y repet1 os, e . ·mas necesa1·ias para esta pmdm · · · , d las materias pn más tiempo es la adqu1s1c1on e . . y la prep·11·ación del núcko ih d . d de negativos < e ción controlada y estan an za a 1 h· . hll;1 ! ~m i nas de tlifert.:nl c tt1n111n11 forma que se puedan extraer , cu ane o ,1p.c1 , , , '
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EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
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d) Residuos alimentarios
La investigación de las estrategias de organización de la subsistencia, med111 nte el análisis de los restos alimentarios de las excavaciones, resultaría ser 1111 elemento muy poderoso en un examen de las improntas del estudio del palrolftico europeo (capítulo 2). No obstante, la posición actual ha avanzado un puco con respecto a las declaraciones paleoeconómicas presentadas en el capítulo 'i. Por ejemplo , Klein (1969a) calculó el número mínimo de individuos (NMI) pnrn estimar la cantidad de carne representada por los huesos animales en algu1111~ yacimientos de Kostenki. Luego lo d ividió por las necesidades calóricas dia111111 de un grupo con 50 personas (10 hombres, 10 mujeres y 30 niños). La cifra 11·~11 ltante es el n úmero de días que un yacimiento estuvo ocupado. Si esta ocup111'ión fue ininterrumpida o tuvo lugar de modo intermitente durante un período de tiempo es una cuestión de apreciación, y Klein advierte que estas cifras t1111 Nólo son indicativas. rn yacimiento de Spadzista Street B , excavado por Kozlowski (1974), prop1111'ionó restos d e 60 mamuts, calculándose que suministrarían el suficiente alitlll'llt O durante 8 a ños a las 10 o 12 personas que habitaban las tres cabañas. 1'111Pce que este es el caso donde ¡te has de comer tu mamut ya que no puedes \'lvli en él! La interpretación alternativa, que los huesos se podrían haber reco.ild11 de animales ya muertos por causa natural en vez de tratarse de especíme111 ~ 1·11zados, la descarta Kozlowski por improbable ya que sólo 2 de los 60 ma111111 ~ habían alcanzado la edad en que su muerte podría ser natural (ibid., I' / 1). 1 os estudios etnoarqueológicos han demostrado que en vez de pensar en f11111 l()n de animales enteros, como exige la utilización del NMI (White , 1953; ll111yson, 1978) , deberíamos esperar que se seleccionasen ciertas partes del 111 1po y que se introd ujesen en el yacimiento como porciones de comida . De 11 modo es com o los huesos pasan en potencia al registro arqueológico (Ye11 11. 1977b; Binford , 1978a; Gould, 1967). Entre los nunamiut, raras veces el l11.i111 l'n donde se consume un animal es el mismo en que se lo ha cazado. De 111 qui', por consiguiente, se desprende que el transporte de partes alimentarias 1 ",. una consider able influencia sobre las decisiones tomadas en los lugares 11111l11nza. El cazador ha de decidir qué partes va a dejar en el matadero y 111\11 ~ va a guardar en un escondrijo o a llevarse al poblado con la ayuda de 111•11 os , en un fardo o en trineo. En el análisis de Binford, estas decisiones 11 111111 enmarcadas en función de «cuáles son las partes del animal que cumpli11 11111~ usos)> ( 1978a, p. 72). A fin de seguir la secuencia de decisiones tácticas l1111 1 11l cs a esta estrategia, Binford ha elaborado un Índice de Utilidad Gene1 ( 11 J< :) que estima el producto cárnico, de tuétano y grasa para cada una de ¡111111•s del esqueleto del caribú. Una versión modificada de este índice (cua11 h '1) tambi61 toma en consideración otros factores anatómicos distintos. 1111111!1 los n111111miut descuartizan un animal, no se ocupan de él en términos 111111s l1 11esos 11islados o el cadáver entero. Más bien los desmiembran en por1111 ~ d1· ct11'lll' q ue con tienen un a serie de huesos. E llo da lugar a que huesos lt11j11 11tilid11d l'st6n n(1n unidos él elementos con un elevado rendimiento, por 111pl11 l11s 1wrnl\us (
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EL POBLAM IENTO PALEOLÍT ICO DE EU ROPA ESPACIO Y SUBSISTENCIA
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dificado de Utilidad General (IMUG) tiene esto en cuenta, lo q ue incrementa el valor de las partes de baja utilidad relacio nadas co n otras con más valor, a las que se asocian debido a su posición en el esqueleto y a los procedimientos habituales derivados de la desmembración y segmentación para el transporte. Un co nocimiento de la anatomía, la conexión entre partes del esqueleto con valores distintos, la secuencia seguida para desmembrar un animal muerto, todos son importantes si utilizamos los conjuntos fa unísticos para analizar la conducta en el pasado (capítulo 1; Binfo rd , 1981). La valoración de los conjuntos fa unísticos por medio del IMUG permi te categorizar tipos distintos de yacimientos dentro del sistema de asentamiento de los nunamiut. Por lo menos pueden distinguirse tres tipos de yacimientos. Son: Lugares de m atanza: los conjuntos fa unísticos respondían a un modelo del IU G invertido . Dicho de otro modo, las partes con baja utilidad se dejaban y las partes de mayor uti lidad se trasladaban al campamento residencial para su consumo; Puestos de caza: los conjuntos fa unísticos respondían a un modelo de selección de aquellos huesos con tuétano. Dentro de esta clase habían variaciones entre los conj untos debidas a la población de huesos a partir de la cual se hizo la selección de aquellos con tuétano; Campamentos de caza: un modelo «de recoger» explicaba los conjuntos faunísticos de estos yacimientos. E n concreto, las partes del animal con un valo r alimenticio marginal eran escasas. La variación se da como consecuencia de la introducción de otras partes como provisio nes iniciales, éxito en la caza o por la presencia de perros. Yellen (1977b , p. 279) ha estudiado a fondo la secuencia de procesamiento y consumo entre los !kung. Después de una buena cacería, los animales más grandes se segmentan en porcio nes de comida manejables. Una vez que el alimento llega a los consumidores, o viceversa, se harán más segmentaciones a medida q ue tenga lugar la repartición de la presa (ibid. , pp. 286-289) . Hasta este estadio el esqueleto del animal ha proporcionado una base que determina la pauta de desmembramiento y separación de los elementos en porciones de comida. Sin embargo , luego viene la cocción. E n el caso de los !kung, este es el momento en que se da la mayor parte del desgaste humano en los huesos. Los !kung utilizan trípodes de hierro con un borde de 30 cm de diámetro lo cual, naturalmente, fija los límites efectivos en el tamaño de las porciones de carne y en los huesos que pueden hervirse . E n consecuencia, todos los huc sos son trinchados, con cuchillos y hachas de acero, en piezas de 7-10 cm de longitud . Se sabe poco de estas señales obvias de cortes en los estudios de las coleccio nes de fa una paleolíticas. Von den Driesch y Boessneck (1975) han realizado un minucioso estudio del lugar y la frecue ncia en que aparecen marcas de cortcM sobre huesos de yacimientos neolíticos , m ientras que las observaciones de Bi11 ford (1981, cuadro 4.03) sobre la frec uencia de trazas de clescarn ación en lm uros, caballos y renos de Combe-Grenal apuntan a que cuanto mayor es la t:ill11 del animal, más frecuentemente aparecen estas señales de cortes. Pod rían usarse algunas ele estas observaciones en un estudio tic las cstrnh• gias pa leolíticas de organiza c i(>n de la su hsis tc nc.:iu . De to das fo 1111 11s, 1n 111 \kl w
6.9. El índice modificado de uti lidad general (IMUG) del caribú.
CUADRO
Parte anatómica
Fémur proximal Fémur distal Tibia proximal
Esternón Costillas Pelvis T ibia dista l Vértebras torácicas Escápula l lúmero proximal l l(11nero distal Vértebras cervicales Vértebras lumbares 'l'11rsos Astrágalo < '1 dcánco Munclfb ula con lengua l\fofatarso proxi mal J(ndio/cúbito proxi ma l fvk tofarso dista l l(11dio/cúbito distal 1'11\nco 1 '1 11 pos M11 11dfbu la sin lengua l 11l1111gcs ~k l 11rarpo proximal Ml'l11rnrpo distal t\l lllN ¡\ \llt 1
317
111 1111111cnta
% IMUG del caribú 100 100 64,7 64, l 49,8 47,9 47, l 45,5 43,5 43 ,5 36,5 35,7 32,1 31,7 31,7 31,7 30,3 29,9 26,6 23,9 22,2 17,5-18,7 15,5 13,9 13,7 12,2 10,5 9,8 9,8 1,02
N111A: El lMUG esti ma la utilidad de cada J · •h 1111 111110 o de grasas a la vez que fe e emento en fu nción de su con1enido c:\rnico , 1111. 1 11 11111 to que grup~s anatómicos ~nn~t;~s~~:e el modo ~n ,que los elcmen~os eslán :isodu 11o11 l l1 d\•I f
' ,',' ",'', lt' lllS'.r e,n cu,cnbta aqt~ellos otros agen tes que han contribuido al registro frn1 '11 • ue en ia er senales de de • sgas te so b re ¡os huesos, en forma de mar~:us '111 11 • • . • ,
1 981
1 1: ;.:~ ..~ s~~~l~.s ~~ ~erfo ra c)1ones, efectu~das por Jos carnívoros (Su tcli l'fr , · , 1ain , . Von Koen1gswald (et al 1974 f', 28) 1 1111~1 1 11 1·011 11nos segmentos de las vé rtebras de ma mu t e 1~ c~ 1;exión' d~·l ·i zn 11:: C di Wi•uihc rghl\lc n, en M:1uern , la regió n NC, q ue hahfan estado cltHé;111~1111· lt1flli1~ p111 110 1·:11 nfvo ro, segu ram c nt!' 111111 hil·nu. A u nq ue ¡11 dcntudurn
11 , ,; ;
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1
11
CuADRO
6.10. Comparación entre los huesos de reno de un abrigo y los de un yacimiento al aire libre cubierto por el agua.
(.;.)
......
00
Nivel 3 del Abri Pataud (Bouchud, 1975) N
Parte anatómica Fémur p. Fémur d. Tibia p. Esternón Costillas Pelvis Tibia d. Vértebras torácicas Escápula Húmero p. Conjunto de vértebras
NMI
6 1
o
3 0,5
o
%
PS
16 3
o
40 9
Nivel hamburguiense de Stellmoor (K.rause y Kollau , 1943)
%
N
9 2 3
37 35 6
11
3
o
o
no se conserva
224 4 6
NMI
9
o
o
34
1
%
PS
46 44
8
115 126 32
m
43 47 12
r'
"O
oCl
r
> :;:: tñ ~
no se conserva
47 11 16
188 13 22
53 4 6
173 25 9 212 33 14
véase «conjunto de vértebras»
17
18,5 17,5 3
%
47
o 5
87
o
25
o
13
4
41
12
64
18 25 10 21 3 35 26 5
7
18 33 11 38 43 18
13
4,5 15 17 7
27 14 6
72
38 15 106 80 106
o
"O
> r'
40
30 40
otT1
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o Cj
4,5 24 Húmero d. 9 Vértebras cervicales véase «conjunto de vértebras» Vértebras lumbares véase «conjunto de vértebras» 3 16 Tarsos y carpos 50 32 Astrágalo 12 6 2,5 Calcáneo 13 5 ~iandíbula ~ietatarso
p. Radio/cúbito p. ~feratarso d. R3diG cúbito d.
168 2 19 14 3
14 1 9,5 7 1.5
74 5 50 37 8
89 36 74 12 122 92 16
15 165 107 7 6 8 5 5 16 11 10
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~
!? 100 ~ "'CO!l]lmto de n!nebras. ,-éase •conjunro de vértebras»
Tama5ode la :nuestra
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U,.:
81
7,5 33 21 0,3 3 4 2,5 2,5 8 5,5 5
-
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~-5
40
12 40
24 38
997
38
19 83 53 0,8 8 10 6 6 20
14 13
-
~
31 30
86
100 95
86 141 176
33 268 108 3 22
12 100
28
10
6 15 49 35 26
2 6 18
tT1
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40
1 8
13
10
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32 32 53 66
1.108
:-;OTA: PS = proporción de <11p~rvivencia rll" Mrl<> elPmento 6--- -- - ' _ . __ --r-· .. u~ ""'uª:;:::;;:--·- · · - _ • • 0 .:• • _; ~·~u•v uc nmrora tl~ISl, cuadro 5.04, columna 7). Luego, después de aplicárseles esce faccor de supervivencia, se recalcula el porcentaje de las partes anatómicas más corrientes. están conforme al índice modificado de utilidad general (IMUG) del caribú (cuadro 6.9) . pLas = partes proximal d =ordenadas distal
·-··-·w
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320
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1
ESPACIO Y SUBSISTENCIA
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
infligir un serio daño a los huesos. Por otra parte , lo hacen de un modo predecible y repetitivo (Brain , 1981). También otras especies, como el puercoespín, roen los huesos y en ocasiones se pueden encontrar sus características señales cinceladas en huesos del pleistoceno de E uropa (Gamble, 1978b, lámina 1). Las trazas de descamación y las señales de roeduras no necesariamente facilitan la tarea de clasificar quién fue el responsable de recoger qué en el palimpsesto de las colecciones faunísticas. Los dos tipos de marcas se han encontrado en huesos de la gargan ta de Olduvai (B unn, 1981; Potts y Shipman, 1981) y en uno de los casos ambas han aparecido sobre el mismo hueso, en el que la marca precedía «estratigráficamente» a la señal de los dientes del ca rnívoro. Además, a menudo es difícil identificar un patrón típico de fragmentación de los huesos que sirva para distinguir los huesos partidos por el hombre , a fin de extraerles el tu étano , de aquellos astillados por los carnívoros con e l mismo propósito (véase Brain , 1981; Binford , 1981, 1983, para una discusión completa y sus posibles soluciones). E n co nsecuencia , es mejor tratar con precaución las diferentes declaraciones de la existencia de útiles en lasca sobre hueso que tanto pro liferan en la literatura paleolítica (Kitching, 1963; Valoch, 1980a; Freeman, 1978b, 1983; H. de Lumley, 1976d; Hürmann , 1923). Hace falta más informa ción, en forma de relatos básicos descriptivos sobre la frecuencia de las roedu ras, las pautas de facturación de Jos huesos y ~l tamaño de los fragmentos. Otra vía es examinar la composición de los conjuntos en función de las par tes anatómicas que posee. Según este modelo, Jos conjuntos generados por car nívoros serán muy distintos de los resultantes· de las actividades humanas. E11 numerosos casos, los carnívoros consumirán las partes escogidas de carne en d Jugar de la matanza y a sus cubiles sólo llevarán aquellas partes con menos nli mento con las que se alimentarán las crías. Esto es naturalmente todo lo contrn rio del modelo cazador , en el que serán las partes anatómicas con un elevntl11 IMUG las que se transportarán lejos del lugar de matanza, bien inmediatament l' o tras un período de almacenamiento. Otro fac tor a tener en cuenta es el de la conservació n. En un estudio prec111 so sobre los efectos de desgaste del acto de roer sobre los huesos ani mall'~ Brain (1967, 1976) demostró que cuanto más alto es el valor alimenticio de 1111 hueso menos oportunidades tiene de sobrevivir . Binford y Bertram (1977) 111111 examinado a fondo este descubrimiento calculando el factor de supervivcru 111 de los elementos óseos mediante una estimación de su densidad y, por 1<111111 su resistencia al desgaste. E l cálculo de los factores de supervivencia y su vínculo con un índin· 1111 como el IMUG puede describirse como un estudio de anatomía económica. 1 11 el cuadro 6.10 se presenta un ejemplo cuyo objetivo es hacer un modelo tlt• 111 condiciones conductuales que llevaron a la formación de un conjunto óseo 1 11 ambos casos la especie cazada es el reno. Las muestras proceden del ni vel 1 d11 Ab rí Pataud (Movius, ed., 1975; Bouchud , 1975) y del nivel inferior de Sir 11 moor (Rust, 1943). La conservación en Stellmoor, un yacimiento rr l nin· 111111 anegado por el agua, se ha tachado siempre de excepcio nal. Los cl nlml ( 111' 6.19) señalan un alto porcentaje de huesos de grn n va lo r, ex presado St'¡\t l11 1 1 IMUG. Incluyen los f6m u res, los h(rmcros proximales y las v(• rt chr11s l'l' t vl11111 E n cambio los restos de re no del /\ l)li Pat:rud ( l'ii.1. (1 . l'J) 1knl' ll , dt•11l111 d1·l 11111
321
•
100
•
.
80
.
1
•
1
Stellmoo<
Abri Pataud
1
1
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IMUG
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1>. Cálculo del IMUG de los huesos de reno del nivel hamburguiense de Stellmoor
1 1 11111 1 1 del A brí Pataud.
11 1 1tl11" mucho má~ altas de partes con menos va lor del cuerpo del reno , 1111 1 • V me taca rpos distales, mientras que aq uello s huesos del IMUG con un
111 11 ·1uu a 40 están, salvo las costillas, poco representados. Sin embargo, 1h 1h 111111 cur .un cont~aste, los datos no son tan fáciles de interpretar porque 11 11 dn~ rn n1untos aislados y preferiblemente debiera interpretárselos com11d11l11 1 0 11 r:estos parecidos de otros yacimien tos y en sus respectivos siste,¡, 0 1~1· 111 11 1111 ento. ¿Por qué en Stellmoor, por poner un ejemplo, se abando" 111•1 ll111·sos con mayor valor, algunos ni tan siq uiera estaban rotos, en el 1lr 111111 11111u'? U na respuesta sería que el conjunto representa episodios de 111111 l11dos parn. obtener principalmente ítems no alimentarios (p. 57), 1 l'h 1t ~ p 11 r11 vestir, cuando las pieles de cierta calidad sólo están al alcance llh 111111~ 1\porns mu y determin adas de l año. Esta característica selectiva ha l11l tl11ld11 l'll un rigu roso estudio de Spcth de un yacimiento de batida de 11 ol 1 l 1@ 1\-slt' ele Nuevo México ( 1983). Un análisis de la anatomía econó1 1 11 1 q 111• l11s decisiones de p roccsudo estaban fuertement e condicionadas 1111lld11d dllt-1l'll('i11 I 11L' los t•11d11v1·11·s. C'l111·1111wn tl' se Vl' en e l distinto trnt
,,
j
ESPACIO Y SUBSISTENCIA
322
323
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
tamiento que reciben los machos y las he mbras de bisonte, y en la selección y rech azo de las partes anatómicas. En el yacimiento de Garnsey se abandonaron más partes anatómicas de hembras que de m ach os, y pocos huesos se habían roto durante el procesamie nto. La curva del IMUG para las he mbras de bisonte mostraba que se habían rechazado muchas más partes útiles que en el caso de los machos (Speth , 1983, fig. 31). Speth tambié n fue capaz de demostrar que en este lugar de matanza de primavera muchas de las decisiones sobre el procesamiento que se tomaron se debía n a que e n esta época del año los huesos de los bisontes macho poseían reservas de grasa y tuétano mayores que los de las he mbras. Este minucioso estudio muestra cómo los criterios de elección de las presas, que incluye clases por edad y sexo de la manada viva, por parte de los cazadores continúan con una selección de los cadáveres una vez mue rto el animal. Me figuro que en aquellos yacimientos do nde la conservación sea buena , y por tanto que tengan una resolución y una integridad altas, análisis como el que ha efectuado Speth darán a conocer una serie de curvas de IMUG (véase Binford, 1978a, figs. 2 .12-2. 18) que reflejarán el uso táctico de las batidas sobre manadas y su exterminio para conseguir diversas necesidades estacionales dentro de la planificación a nual. En el caso d el material del abrigo rocoso de Pataud , el co njunto faunístico es e l resultado de traer partes de los animales mue rtos al yacimie nto, bien como mate ria prima, bie n como alime nto. La resolució n y la integridad son por tanto me nores aunque a consecue ncia de ello el material será de utilidad a Jos estudios del uso a largo plazo de estas instalaciones en lo:-. abrigos. E l alto valor de las costillas tiene interés porque pueden represen ta1 peque ñas porciones alimentarias traídas al yacimiento. Por otro l ado, el consumo y el rechazo de partes con un alto valor alimenticio , según el IMUG , y le nie ndo e n cuenta sus [actores de supervivencia, o tuvo lugar e n otro sitio o fm· tan concienzudo que tan sólo ha n sob revivido algunos fragme ntos, imposibles de asignar a las partes a na tómicas de una especie. E n este caso, las partes con menor valor alime nticio (las fala nges y los met acarpos d istales) sobrevivienrn porque no se las procesó tan concienzudamente por su bajo valor alimenticio Sin embargo, llegaron al yacimiento porque ellas «entraron» con otras parll'~ con gran valor alime nticio a las que estaban unidas. Un an álisis espacial de lnN depósitos y, e n concreto, la coordenación de Jos fragme ntos según su talla y tipo que rodean los hogares, una estructura tan notable e n el Abrí Pataud , se1111 un modo de ayuda r a respo nder algunas de las preguntas que este b reve análi~1~ ha planteado. D e todos modos, es muy probable que estas dos localidades ofrezcan u1111 falsa imagen de los tipos de organización de actividades para la subsistcm 111 que allí se dieron. E n el Abri Pataud , el desgaste es muy alto ya que es 1111 lugar de consumo. Partes con bajo valor alimenticio como son los pies o el t•111 neo, representado por los dientes, se introdujeron como subproducto junto l'1111 otros eleme ntos óseos que llegaron al yacimie nto como porciones de co11111l11 y no por traer todo el a nimal. Luego fueron minuciosame nte destru idos e11 111 zón de su utilidad alime ntari a. Por consiguie nte, el conjun to óseo no es u11 11 f\ejo directo de las estrategias de caza del re no (Spicss, 1979) sino m (1s \111 11 e l cubo de basura resultante de la acción de comer y de la cst rnt l.:p,ia tll' 111 p,n niznc i6 n
le de un lugar de procesamiento e n dond 1 d ... , de carne puede que no haya sid t . e a a qu1s1c1on de grandes cantidades informes (Clark, 1957, fig. 27) . o an importante como ha n soste nido algunos Y6ros (1982) ofrece otro e·em ¡ Síigvár, en la regió n SE. E n s~ o ~n~lara la fau~a. del yacimie nto húngaro de •., ni una base reside ncial n· lp dn , este yac1m1ento fechado en el PSR no 1 un ugar e matanza a · . WllJ Unto óseo y lítico. Su análisis (cuadro 6 ' unque posea un importante 111~1odo para evaluar e l potencial ó . .11) , en el que e mplea un sencillo i•111 un yacimiento de proce . econ mico del esque leto, resuelve que Ságvár saffilento tal y como 1 · d. d1· pa rtes con menor utilidad· l á' . o m ican las e levadas cifras i o11ju nto muy distinto de hue~o; d~r neo,f los die ntes y los huesos del pie. Un d1• l'ilisszántó 1, donde suele n habe~e~~esue el que se halló e n el abrigo rocoso v111 11 número de fala nges sugirió a Y6ró os con un elevado IMUG' si bien el m11'nto de pieles todavi'a s . t 1 s que e n la cueva tuvo lugar el trata, ui e as a as patas d 1 . l i 1 11llC se podría haber introducido a la cuev e_ anima . ~demás cree que la i 11l1•cción ósea no habían escáp 1 h , a c_o1tada ya a file tes, p orque en la 111 k mures (excepto cabezas d u f~s, umerods distales, radios-cúbitos proximales PI 1 , e e mur , to os tronchados) ' e esafio al que se enfre nta la ar ue l , . ih·~111 roll ar estos estud1"os de a t , q o ogia del paleolítico europeo es el de . na omia económica · d1·I uhm ento a fin de ab arcar t d 1 . . y ~strateg1as de organización q111• t•xistieron Los dos eJ·empl o a t·ª¡· amdpha d1vers1dad de especies animales · os u 1 iza os aquí ( d 6 O) . lt1111c1ones que atañen a una , . . cua ro .1 son ante todo umca especie com d' h11l ld11 de bisontes (Speth , 1983·, Fn.son 1975· , R ehe o rsuce ia en el estudio de la 1977) 1 . . iu i1 sobre los nunamiut (Binford 197S 19S ) , y e n e or1g111al tra1 1 h11•1i1 llS e n el pleistoceno, el bos, 'el cab:i10 el . _Las cuatro especies gregarias 1111111 l1 ecue ncia (cuadros 7.3 7 4 7 5 , 1 cie rvo ~ el reno, aparecen con 11111v111cias y regiones de Eur~p~. ~l ~-~;nl mu~h?s coniuntos f~unísticos de las 111 " di• l.:Stas especies animales en Cj : ~clas1co es e l cambio de proporcio1) Sin emba rgo, uno tambié n se troº7eze- ren al (Bordes y Prat~, 1965, fig. 111111111''· la gamuza el corzo y el . p . a con muchas otras especies, la cabra ' ciervo gigante por · ' . no menc1~mar la megafauna 111'1 1·111 nfvoros. Si bien el estudio de una 111111 ll 11ve de e ntrada a una s·t ., de_termmada especie nos proporciona 1 uacion compleja e l t d. . t i 111111111idad animal añadi"rá . , es u lO arqueológico de toda ' casi con toda certeza · ·d 1 11111111111·1110 sobre qué hac1'an lo s cazad ores . t eas a nuestro copara v·, nuevas · , 1111 11 1111 tic cualquier experiencia t . ivir y por que; algo que va 1111 11 111 del empleo de los recurso; n°::i~eológi~a. J.?-1 resulta~o será una apre¡1111 h1 ll·jos de la barbacoa de y d orga111: ac1ón del alimento, algo que mamuts e ocho anos.
1 •I 111vl·stigación de los sistemas de ase t . . 11111111 i•'!pnciu l de adaptaciones , ·1 ( n annento es otro ejemplo de la im, . movi es cuadro 2 6) E . 1111 1 1lt•l1 11 1do los sistemas de . · · n numerosas ocasiones 1 . . asentam iento del pal rr 1111ll111 d1• g111pos de yacimie ntos (cuadro 6.12) e n eo i ico y del ~eso lítico en 11 11111~ r111 1crt·tos (cump•imcntos b . los que unos tipos de yací• · ase, ca mpamentos de ca· 1111 ~11111 de ll·1 111in ados por la en ntidncl ele t , . za,197 ca mpamentos mu ena 1 ( 1saac, 1) (fig. 6.20)dey
324
EL POBLAMIENTO PALEOLITICO DE EUROPA
ESPACIO Y SUBSISTENCIA
325
<'IJADRO 6.12. Algunos modelos de sistema de asentamiento y tipos de yacimientos que han 1h·linido varias observaciones arqueológicas.
l'lpo de asentamiento
Equivalencia arqueológica
lli11 ford y Binford, 1966 N
('<)
N
Tipos de asentamiento articulados dentro de un sistema de asentamiento. Su uso define el sistema de asentamiento (p. 269) .
..... .....
N
1 11111pamento
base tareas de mantenimiento: preparació n y consumo de alimento y manufactura de útiles para usarlos en otros lugares (p. 268).
1 11111pamento
de trabajo tareas de extracción: aprovisionamiento de materia lítica, estaciones para recolectar , lugares de matanza; los útiles usados para estas tareas d e extracción específicas dominan los conjuntos. E l grado e n que pueden estar representadas las tareas de mante nimiento depende d el tamaño y el tiempo de permanencia de la unidad social (p. 269).
1 111111111111cntos d e paso 111111 y Flannery, 1967 1 1111111111111.: ntos base estacionales
z
N
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N
li1111 ~
ck• lránsito
permanencia d e una noche : tareas mínimas de mantenimiento de un grupo que viaja.
Asentamiento paleolítico en el valle de Khorramabad una o dos familias extendidas que viven en una gran cueva situada en una ecotona. Los artefactos feme ninos y masculinos están asociados: orname ntos, hogares, en terramientos y una amplia variedad d e tipos de útiles. Los huesos de animales ascienden a más de 500 por metro cúbico. Los huesos de cabra salvaje y oveja están todos y cada uno representados: huesos seleccionad os sólo en el onagro, e l uro y el ciervo. dos o tres cazadores que util izan pequeños abrigos rocosos sin una clara situación ecológica; útiles de tareas específicas, no hay ornamentos; menos ele 100 huesos iden tificables por metro cúbico y a veces no más de 5. Descuartizamiento , en especial de onagro, uros y ciervo, y algo de caza menor. pequeños grupos d e cazadores; reducidas dispersiones de superficie sin huesos y ninguna situació n ecológica clara.
Cuenca de drenaje del río Wabash Útiles de utilidad general
10 + 5 % 15 + 5 % 15
+ 10 %
25 + 5 %
55
1
20 %
Armas 15 + 5 %
Útiles domésticos de fabricación/ procesamiento 75 + 5 %
30 + 5 % 40 +10%
55 + 5 % 40 + 5 %
55 + 10 %
20 + 10 %
35 1 10 %
10 + 10 %
326
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO D E EUROPA
Vita-Finzi e Higgs, 1970 base residencial
yacimie nto de paso
Wilmsen , 1970 localidades de actividad limitada
localidades con múltiples actividades
Price (1978) Pequeños campamentos de extracción
Pequeños campamentos base
concentraciones ovales o circulares de 2-5 m de di ámetro < 1.000 artefactos; < 25 útiles
G randes campamentos de reunión
Modelo de análisis del área de captación del ya~imien to principalmente relacionado con la explotación del · · t o. U na cueva densamente territorio de un yac11111en ocupada (p. 6).
300 m 2
327
Densidad de los huesos - - - - - - Baja Moderada Alta
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suelos con resto de talla pequeños que aparecen en posibles rutas migratorias (p. 7). Los yacimientos de «matanza» tipo ame ricano también e ntran dentro de esta categoría .
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artefactos. , d 1• igual que antes, pe ro ocupadas por un peno o el . mayor·, 2 ·500-10·000 artefactos. tiempo
varias unidades primarias de subsistencia , posibh· mente un total de 30 personas .
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111 llJ RA 6.20. Clasilh 11nón de los res111· l' ll yacimientos oil llÍ I C libre según 1111 111odclo de siste11111 di· asentamiento 11"11111', 197 1, p. 285, 111• IOu).
. nt os de la unidad primaria de subsistencia, asentam1e . o sea, 2-4 familias nucleares. A mplia gama de tipos de artefactos, ocupación a corto plazo; 1.500-2.500
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situadas e n áreas favorables a la acampada y de. ellas se esperaría que rindiesen evidencias ~e una vane?a~ de actividades practicadas por un numero relativa mente elevado de personas.
Sistemas de asentamiento mesolíticos del norte de Europa limitada gama de artefactos en una densa co nce n~ra ción circular, reducido grupo de tare as; ocupació n breve.
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Las grandes llanuras situadas cerca de los recursos disponibles y de ellas se esperaría que rindiesen evidencias de e~t~s recursos como la actividad principal de ese yac1m1ento.
núme ro pequeño de tipos de artefactos, su fi~alid ad general son las tareas de mantenimiento, fam1ha nuclear.
Campamentos concentracio nes base de medio- ovaladas alargadas, corto plazo 30-100 m2 , Campamentos promedio 75 m2 base de medio- 5-10 m de largo por 4-8 m de largo plazo ancho
ESPACIO Y SUBSISTENCIA
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1 TIPOS DE YACIMIENTO SEGÚN ISAAC (1971)
In d1111e nsión espacia l del manchón. Siempre se ha dado por supuesto que una 11111 11L·nsidad de ocupación re presenta a un a ocupació n importante; de aquí se 111d111'l' que descripciones como las de base reside ncial (Vita-Finzi e Higgs, 111 /fl) s<.: haya n aplicado a las coleccio nes de ma teri a les. Mie ntras que muchos 1h 111, eje mplos del cuadro 6.12 define n el uso de tales términos , casi no se tiene fll• ~1·11l e la vari ación en tre zonas geográ ficas. Por ejemplo, la de nsidad del mal 11 111 1· 11 un a c ueva de la región NC podría inducir a clasificarla como una base t l1 k11cial y por tanto como uno de los nudos gordia nos de la investigación de l 1 ~1,1 1·mas de asentamiento regionales (Gamble, 1978a). Sin embargo, e l misff111 v111 i111ic nto e n otra zona, por ejemplo la región ME, sólo a lcanzaría el estaht d1· 1111 peq ue ño campamento a l ser a llí la gama de densidad de restos matel 1111 . 1•11 yucimie ntos mucho mayor (Bailey et. al. , 1983a). 1111 n i 1'11 parte, e ntre los cazadores del norte actuales hay pocos campa me nlt11~1 -. 1·11 forma de poblados de invie rno , y están alejados en tre sí (Campbell, Ut1ll 11 1111111 1) y no me siento convencido de que aún hayamos identi ficado con 11 11 1!1111 d<.: estas clases de yacimie ntos e n el registro p a leolítico de E uropa. 1111 1111 ~1¡i nifirn que no <.:xista n o qu e no haya n va ri os - Kostenki , Dolní Ves111• L l'11vlov , Mczin , 'l'rcrnssnt s ( 11 . ck l,um lcy, 1969b , p . 401 )- q ue se dislh 11 1 1 lfl1tlo. '1'11m111>l'o dl' IWd11 11111' d111 poi ~11p11l'sl o qu e 1odns las :\ re a s pose-
328
EL POBLAMIENTO PALEOLITICO DE EUROPA
yesen en todo momento unos sistemas de asentamiento completos (capítulo 8). Si partimos de un modelo de base residencial , seguramente encontraremos «bases residenciales» miremos donde miremos en el paleolítico de Europa. En realidad puede que lo que estemos viendo sean unos c~rnpa~entos de una n?che utilizados por partidas de caza que operaban a gran d1stanc1a de las áreas nucleo de sus territorios donde estaban sus bases residenciales (Gamble , 1983a). Esto sólo muestra que los modelos de asentamiento son lo suficientemente amplios como para probar Ja veracidad de nuestros modelos fa~or~tos. Cuando nos conviene, un grueso estrato con restos culturales de un yacimiento se convierte en la prueba de una prolongada e ininterrumpida ocupación. Otras veces, la cambiante presencia de carnívoros, revelada por el número de s~s restos, se toma como expresión de la variable intensidad de uso de los abngos r~c~sos por los grupos humanos. Por otra parte, el contenido excavado de un yac1rruento , y especialmente los restos de fauna, pasa a ~er ~a prueba fu~damental para explicar por qué se escogió esa y no ot~a local1zac1~n. para habitarla. El arg~ mento circular entre hallar huesos de ciervos y dec1d1r que es porque el yacimiento estaba óptimamente situado para su explotación es a menudo demasiado obvio (Higgs et al. , 1967). . El enfoque alternativo extrayacirniento (capítulos 1 y 2) que se ha ~plicado en otros lugares (Foley, 198lc; Isaac, 198la; Judge, 1973), falta todavia en los estudios del paleolítico de Europa. Sin embargo, disponemos de algunas pautas para futuros trabajos y las podemos resumir del sig_u iente mod?_: a) No necesariamente los objetos que aparecen Juntos se utilizaron a la v~,z. Esta observación tan simple resulta fundamental para comprender la formac10n y Jos tipos de yacimientos que poseemos en el registro paleolítico de Europa. Supongo que principalmente será una impront_a de grano grueso la que acompa~ ñe a los característicos manchones de materiales culturales que aparecen poi todo el continente (capítulo 1). b) Debemos desarrollar métodos afines a aquellos co~entado~ ant~s? los ~!a nos de colocación de los individuos y posturas de trabajo , para identificar bien las unidades básicas tales como el campamento residencial y los poblados de invierno. Una tentativa en esta dirección es el libro de Conkey (1980) sobre los yacimientos de reunión del Cantábrico que parece, en parte , haber estado im pulsado por Ja ausencia de «g~andes» ya~imientos con arte~ac~os líticos en est<'. región que de otro modo hubieran enca1ado en esta d~scnpc1ón. Coro? Y~ _he mostrado previamente en este capítulo, las grandes can~1dad~s de rnaten_a~ lítico no tienen por qué ser un rasgo propio de las bases res~denciales. Yo ~m_a que una característica más reveladora provendrá de la relación de estos yac1ID1ento~ con el patrón de densidad regional de artefactos que los circunda. La red tk cazaderos, escondrijos, almacenes, campamentos de una noch~, lug~res t~l' aprovisionamiento, etc. (Binford, 1978a, fig. 5.2) será mayor a cierta d1stanc111 de estos poblados. e) Si adoptamos estos modelos, nos hará falta un cambio ele escala cuando tratemos con sistemas de asentamiento paleolíticos. Sabemos ya que los «yari mientos» paleolíticos pueden tener una extensió n considerabl e. En el de l~.01 2 chevo II se excavó una cata de unos 60 m de longitud y 800 m de supe rl1l'H' junto al río Don para seguir los ascntnmientos que se superponían en In l'Sll'llli
ESPACIO Y SUBSISTENCIA
329
grafí~ (Efimenko y Boriskovskij, 1953; Klein , 1969a, p. 205). Las excavaciones que siguen el curso del Prut (Paunescu, 1970), Ja parte central del Dniéster (Gorctsky e lvanova, eds. 1982) y de Willendorf, a orillas del Danubio, en el Wacha_u aus~ríaco, región _NC, (Felgenhauer, 1956-1959) muestran la propagación casi contmua de matenal a cientos de kilómetros. H. de Lumley y Bonne afirman que en el sur de Francia, la región MO, el yacimiento del paleolítico antiguo de Trecassats cubre una superficie de 60 Ha , teniendo seis grandes concenlraciones. Lo describen como un poblado paleolítico (1976a, p. 649) . En las graveras de entre los ríos Jarama y Manzanares, en España, hay abundantes restos d ~ ~ensa~ ocupacio_nes del paleolítico antiguo (Santoja et al., 1980, fig. 1) y el d1~c1?nano geográfico compilado por Roe (1968b) de artefactos del paleolítico li_lfe nor del sur de Inglaterra muestra unas densas dispersiones de material parernlas que van a lo largo y entre los principales valles fluviales. En vez de pensar en «yacimientos», deberíamos contemplar estas densas ma11ifeslaciones de artefactos como ventanillas de muestreo a paisajes del pasado p1ofundamente enterrados sobre los cuales se depositaron, con distintas densid11des, restos culturales masivos en forma de útiles de piedra. Las colecciones d1• material en superficie del altiplano de Drahany, en Moravia, en la región N<' (Absolon , 1935-1936; Valoch, 1967b, fig . 1), y de Hesse, también en la re1' 11111 NC, en Alemania central (Luttropp y Bosinski, 1971) han demostrado que 111l'luso un estudio poco sistemático puede producir grandes cantidades de rnate11111 H escala local-regional. E l muestreo de los depósitos de lechos rojizos ero11111Hdos _en_ Grecia (Vita-Finzi, 1978; Dakaris et al., 1964) brinda unas oportu111d11des s1m1lares de acceder a paisajes vastos y de cualquier modo enterrados . No resulta fácil interpretar los resultados, en parte porque siempre estamos p11H·~m~ndo convertir las dispersiones de sílex en algo a lo que podamos llamar y111'1m1ento». Se ha tropezado con un problema parecido en el estudio del me~11lllico del su~ de Gran Bretaña mediante prospecciones de campo (Shennan, l1IHI ). En realidad, acaso el primer requisito para la interpretación sea el aband111111 t!e estos conceptos centrados en el yacimiento, con sus connotaciones de 111111 li~·1ones ~on una alta inte?ridad y resolución, y documentar en su lugar Jos 1•~l 1 g 1 os vanables de adaptac10nes móviles. Como se había dicho antes (capítu111 1), d grado de concentración o dispersión de los materiales sería un elemento 111 1 11ptivo clave para observar estos paisajes del pasado en función de las imp11111111-; que dejan. A otro nivel de análisis, podemos dedicarnos a los contenidos de estas dis111 1·;1tuii:s lft_icas. En ~n breve estudio, Turq (1978) examinó el material del palt 11l111w.ant1guo localizado entre los ríos Lot y Garona, en la región SO (cuadro f1 1 \) l ~sla breve mo?ografía sugiere un importante patrón, revelado por las 1111 1 11' 1H'HIS entre los tipos de artefactos característicos recuperados a partir de 111111 1·0111exlos determinados. Es necesario introducir más estudios para apoyar 111 1!1111111',gos de Turq de que los choppers y los chopping tools hechos de modo - 111 dili vo se suelen recuperar antes en los márgenes de los ríos que en los alllpli11111H. ( 'ierlamente, se da este caso en los yacimientos de Bilzingsleben, Wan' 11 V W11 llcndorf, en Alemania oriental , la región NC; en Vértesszollos y otros 1111j1111l11N dí.! Buda en 1lungrfa , la regió n SE; y en Clacton , Swanscombe, 111111111'1'1 y '1'111rork al sur de lnglal l!ll'fl , regi6 n NO . Raramente se encuentran
ESPACIO Y SUBSISTENCIA
EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA
330
CUADRO 6.13. Conjuntos paleolíticos de las terrazas del Lot y el Garona y del altiplano que queda entre los dos.
Choppcrs
Bifaces
Terrazas
dominan en los conjuntos
poco frecuentes pero muy bien hechos
Altiplano
escasos/ausentes muy frecuentes, sobre todo los cordiformes y amigadoides
Útiles sobre lasca
Productos de debitado
representación media
frecue ntes
muy frecuentes
menos importantes
FUENTE: Turq , 1978.
pebble tools, así como grandes bifaces, en cuevas. E l .términ? descriptivo de clactoniense , usado para describir Jos conjuntos y las mdustnas con cho~per tools de la regió n NO, en verdad nunca se ha empleado al hablar de un co.n1unto de una cueva. Si bien alguien diría que ello se debe a que los clactomenses jamás vivieron en cuevas, 0 en zonas donde se ~u.diera ocupar ~uevas,.no resulta una explicación convincente. Muchas otras acttv1dade~ se realizaron 1.unto a ~os ríos en el preestadio 5 de Europa (capítulo 7) y esta im pronta espacial que mteresa a una clase de artefacto sólo es uno de sus componentes. , d) Da la sensación de que gran parte de este enfoq ue se aguant.an a o derrumbaría según nuestra capacidad para demostrar la contemporaneidad entre los yacimientos . Es algo que no podemos lograr ~entro de un mar~en aceptable de precisión para el material del preestadio 6, e 11~cluso en un p~nodo tan próximo como es el PSR la noción de contemporaneidad entre con1untos es falsa. ·Siempre existirá una desviación estándar en la probabilidad de un suceso tan Ímprobable! Para muchos arqueólogos, es la prueba del fracaso de~ ~nfoqu~ regional. Me veo obligado a responder que la arqueolo~ía del paleoht1co no tiene nada que ver con aquellos preciosos momentos del tiempo _(R?~· 1981, p. 197) que pueden ser cronometrados con la exactitud de un rel?~ d1g1tal. .Las p~uta.!. de la conducta humana que estudiamos son a la vez repet1t1v~s y acumulat~vas, en términos de los residuos que generan , durante ciclos de tiempo de vanabk duración. Van desde ciclos con una longitud de o nda de va~as ?écadas ~ otros con una longitud de onda del orden de 100.000 años o un c1~Jo mterglaciar/gl;~ ciar completo (Butzer, 1982, cuadro 2.2)'.Establecer la magrntud d~ estas long1 tudes de onda y las improntas arqueológicas ad1untas. que car~ctenzan al ~0111 portamiento humano que operaba bajo estas frecuencias repetidas e_s .una h1s10 ria muy distinta a la de reclamar más y i~ás datos ,Y una mayor. pre~1s1ón c1~0'.1.o lógica de los acontecimientos en estos c1~los (capitu lo,~). Me .1111: 1esa des,~1 1\1 llar un marco del análisis para los estuches del pa leoht1co que se ~cupe de lo procesos -ecológico, conductual , social-. a d iferentes esc¡'.l ~1s d~ .ue~ipt~ 1'.1~1. l', q ue redactar otro que parezca un cale ndnno y por 1anl o que 1gno1c los p1 ocx:so
331
11l11 c los que se ha impuesto. La propuesta central en mi enfoque es que los 111111lecimientos no tienen por qué ser exactamente contemporáneos para comp111111'1 os, ya que el objeto de estudio son los procesos en común y no los mo1111 111os de tiempo compartidos. Aunque la imaginación pueda dar un pequeño li1111111 de alegría cuando contemplamos un precioso momento de tiempo, tal 1111 111 un bifaz en perfectas condiciones y todas las lascas adjuntas, esto no es 1 11l111l·nte en lo qué consiste un registro arqueológico, y menos del paleolítico. 1h• ofrecido en este capítulo algunas indicaciones para la investigación del ¡1l~ l lll paleolítico por medio de improntas espaciales. Es demasiado temprano 1111111 dclcrminar si el modelo regiona l dejará ver im prontas muy distintas para h11 l11~ los aspectos que aquí he cubierto. Creo que es improbable en el caso del 1t111111 l11 de los campamentos. Sin embargo, espero que los fu turos análisis reve11111111 1111H variación interregional como la expresada po r las improntas de las l1111i·~i11s de organización del alimento. Proviene de la variación en la estruc1111 nmhicn tal, los recursos y por consiguiente de las decisiones respecto a la 11111111111ción, y la cuestión digna de interés no será la de q ue en distintas zonas 1 • 11 1·spccies distintas el pilar de la dieta, sino que se hacía un uso táctico 11 11 111t' de las estrategias de almacenaje, carroñeo y caza. Aún estarnos en los 11111 1m nños de vida del estudio de las estrategias de organización del alimen~ 1111l11vfa no es posible sacar una conclusión general. Lo mismo pasa con • ' 1111l111s de los sistemas de asentamiento. Causa de ello es la carencia de l111 l11l11gfas precisas para tratar con la intrincada naturaleza del registro paleo1 11 q1w se revela tan pronto empezamos a hacer las preguntas sobre la con11 q111• originó su formación. En el próximo capítulo ampliaré la escala de 11-1·1 v observaré por la mira pequeña del telescopio en vez de por la grande. 111 1•w11ln de la investigación, aunque con una metodología menos precisa, ft1111 l1 111 l l'~i o nal comienza a servir como un verdadero mecanismo analítico.
a las relaciones sociales, o la sociedad estA creada lta rApida ha de ser que la biologra no establece un 11i formaciones soclalca. De otra forma; al1n estaría· do cazado1es y n:colcttorcs. Lo que ahora constitu· -estudio e1 cu•ntos tipo• dl(orontoa do sociedad ca:r:a· . asociados a una llnlca población biológica.
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9. EL ASENTAMIENTO PALEOLÍTICO EN EUROPA
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Apanc de cualquier otro lotecá qu puedao tener, las YÚil:lDq de COfljuaao son sobre t.odo 4tiJcs pórqlle iDaplJu nuevas lineas de inYCStipción. .
W. l . Sou.As. Andml H~ tlrDr ltloúrll
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europeo. Es mú, ¿por q~ estudiarlo ahora que se han llbandonado las bases que la historia cultural, en w i.ntcrdt por los primeros representantes humanos de las diversu tradiciones regionales, propcnáon6? • Espero haber demostrado en las ptginu prccedeMes que, utilizudo ua mar· co alternatÍVI.) en el que se considera a la culturll C09lO J>8rte de ua proc:em adaptativo, es posible Investigar el comportamiento complejo y los cambios que •ufrió por v(a de un estudio del registro arqueológico europeo. Por otra parte, esto puede hacerse sin tener que recurrir a la lmagiiw:ión o a eapeailaciones infundamentadas. Tamb~a inst¿ a los lectores a que juziuen, a medida que avanzase et libro, el relativo provecho informativo que ACaban de ambos enfoques. ·Puede baccne contrastando el capítulo S cion los capCtulos 6 a 8 en Jos que, mediante patrones alternativos que partea de un esfner:zo por comprender Ja variación dentro del registro arqueológico, se ha ido dando en parte tma'!IUCva forma a las tradiciones regionales. Para aabar de cómpfetar el proceso •oy a ofrecer seguidamente y de fonna breve mi esquema interpretativo del asenta· miento paleolltico en Europa y sugerir uf otras aplicaciones que el modelo realonal pueda' tener en la investigación del conlportiamicnto en el pasado. En el cuad.r o 9.1 se pr~nta una pauta de las evidencias que nos hacen falta pan verificar este modelo.
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cieno gndó o cgmptcjid.cl ea d equipo de caza aunque ada hayan .itil• expeditivos '/ od hoc; CSCISO 1110 dc acondrijol
elaborada. a>n 11111. ft1J1 in~nidn en la sclc:cción de materia primas. uten-
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en Wlrmo
Modele2
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las regularidades en la orpnización y el uso tcpelido de u nas esttucLuras permaneotea, como )()& hog•res. con-
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liscerDllS QCrndos sía tener en cuenta tu condidones ecológie&'S
abierto o cerrado, depende de Jos fac-
i11exis1entes fuera del grupo local
raras
~ se tropiaa C011 C!'ttaw; no hace falla un re¡uro oonffl
la base para una diferenáac:ióo compleja de índivldu05 y lf'lpos
periódica: la oc:upacl6n del 'rea va unida al equilibrio ccolósico de la biomua y a la organit.ación de la c:om.u· llidad faunfstica
de tn111yor d!'racióil en la subregión y i 1000 oon las cond,idones mis abiertaJ y la biomasa del estadio dimitico 2
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un uso muy limicado, 11 es que lo tiene, fuera de las neceaidadcs del
tores ecolópeof
desastres .
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inteft$Íf!CICi6n de la eiplotaoón, uso tJctioo de 'reas t00 esc:ou de n:cur· $0S que quedan en y enlrc las re¡lo11C$; la ucili:r.ación esltatqia de re· Qlt$OS (06(0505 de selección , lleYa a llll UC1ltaaiicnto ~ prolollgado
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1m. p. •11). . · . El txito a largo plazo del Homo sapiens ha co~sistJdo en saber jugar con las perturbaciones periódlcu en los cambie>$ de bioma,.que son una de las caracterfsticas del pleistoceno. Las estnligraflas proporcionadas: por los sondeos marino¡ han revelado que estos ciclos tienen unas frecuencias repetidas y una onda temporal estllndar (fig. 3.3). a In vez que lu inv·estlgaciont! en tierra sellalan todlS 11 progresiva ~implificación de Ju comunidades .de (11una y Oort dentro lle csh~ 11gitadoÁ hábitnt~. u\s primeros homfnit!os compuginnron. su~ c~tr11te· ¡;io~ Je ~upcrvivcncln 11 lurgo pinzo con los ritmos ambientnles del pleistoceno, y 11 rundaclón del registro pllleolltico europeo en el 730.000 b.p. es expresión
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directa de b:ito evolutivo. . Butter (1982, p. 299) ha argÜmcntado de modo convincente que la aparición del primitivo Hotno sapl~ru dependió de una distribución desigual de loa recur• aos a escala aubcontinental. Dicho de otro modo, existran grandea poblaciones regionales enclavadas en zonas con ~™" densos, abundant~s y predecibles, qucdlindo aisladas de ocras por •reas cuyos recursos no podían mantener a una pobllción de esta densidad y, por tanto, en las qúe no se encuentra 1 n11die. Tambl~n sostiene que el efecto de los previsibles cambios a largo plam en la ocpniución del h6bltat y 11 estructura de los recursos ocurridos durante el pleistoceno habrlan resultado •itales para reunir a estas poblaciones aisladas y luego volverlas a 1eparar. De este modo habrfan tenido lugar el flujo de genes y 11 tendencia ge~tlca , asf como la selección dire<:donal de nuevos rasgos adaJ>tativos.
• TRES MODELOS o s LO oue. lllClllRON AL LLEOAR. A EUROPA
MoJclo I : t'Sfrotq;ku Jt org.onitnción 1lt /oJ rtcunos tmlmalC's
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dlatribudóo ¡eopifica (capado) de entorno. y rccunoa, incluidos los ot:os bomloidos, a una acala reJional ·a la 'YC:Z que a v.aa coalioedtal. A mec:ws. que empecemos a d1tpooer de dauiciooes absolutas del_aser.~ a- . miento humano en et plelstocieno medio, ,,cromot que caen mayoritan11JJJco~e dentro de aqucllu tpocas ea las que auban presentes loa e.ntornos del eslll-lÜO cllrn'tico 2 (cap(tulo 3, fi¡. 3.12), ya que atu IOO lu conclcioncs ambia>.1t-tes prevalcntea ca la mayor parte de lol dltialoa 700.000 dos. Las cstral~)as l11r manas, tanto reproductiva• como IOCiala, ettaban por tanto ajustt.d11t a lu estructura y la duración de "111 cin:unstanciu ambientales. Como ya ~e h.i l vi;erido an.tes, los otros dos estadios cllm.6tico9 restutés (el Interglaciar y el pleni· glaciar) tuvieron una breve dmadón, lo que lnabien dado lugar a que utll\ especie t1J.como el primitivo Horno sapltn.s enc»ntrase en una posición ~-,;v:.nta· josa. Nada m6s abrfrselei la puerta, et guanSlú del pleistoceno .se la cr.-.,.aba en sus narices. Partiendo de cata evidencia, par~ ,Rue la etpecic human~ u cuvo adaptada a UA asentamiento a lar¡o plato (es decir, ciclos con un mfoimo de S0.000 11ftos) en entorn04 a escala re¡lonal..cont<> los empicados en Kido este libro. No obttante, ello no quiere decir que Ju poblaciones human&!. ~·frieran den1amente comprimidas en estu re¡Jonea o que el ue.nt1miento en ellu fuese lnlnterrump¡do durante esos ddot. En cuaJquler inomento dado, probablemente la mayor parto de un1 reglón ataba,,~ . Desde una penpcctlva europea. la historia evolutiva de laa adaptaclonea humana • lo. variados cntomoa pldstOCll!oicos de cate continente ha conslttido en ocupar por una proporción ada v" mayor de tiempo un mayor mhnc:ro de repones, y sus correspondientes •ubregioncs, durante los sua:li•OI ciclol de 90.~ ano. de duración del pleistoceno. Este ar¡umento contempla tu ~n.taju evolutivas a largp pluo de la especie humana para adaptarse a aquellu amdic:iooet ambientales. como las indkadas por los sondeos mariooa que c:ucot.an coa UAa lorigitud sostenida dti onda (fig. 3 ..3). Uo motivo en apoyo de esta opinión ea el de ~ner en cucntl los diforentes tipos de recursos de que x disponfa pua su cxplotad611. Los coloniw1orct con 6xito, considerados a.sf por la historia C\'OlatJva a largo pla.o de la espcc:ic. de las latitudes norte serían los homfnidoa que pudiesen explotu la di•enidad de nichos económicos aporudos por la enorme blomasa de unaulados asociada a lu condiciones dim6ticas del eatadlo l . Estas maruidas reU11fan tos requisitos búicos para ser J'CQll'SOI at>un
La colonización inicial de Europa por parte del ·primitivo Homo sapitru no fue, por consiguiente, un caso de una especie oportunista, apro vechllndose de la primera l!Crie de circunst1nclas ambicnt1lcs ravonblcs que J11stamente hicle· ron su aparición en el 730.000 b.p. En su lugar, loa homrnidqs'hab!111 de.Hrro- . liado por entonce.s las estrategias a lar¡o pinzo necesaries, expresa3's aquf en milenios, qua les permitirían la éolonización cor. txlto de h4bltats alternativos. En todu las regiones de Europn hubo siempre. ya desde 11 aparn:lón de los australopltecinos, la suricicnte energía y recursos para que se pudieran ocupar. Sin eRlbar¡ó, uno ooloni:z.aclón lmport1nte exigfa soluclonea evo lutivas a la suPc:mw:nc:ia a largo plato tanto para los cambios periódicos (tiempo) como la
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EL POBLAMJE>ITO PAU!OlJnco DB SUROPA
'EL ASENTAMIENTO PALSOLfnCO EN EUROPA
penaban y migraban, con lo que la movilidad de las posibles preus sobrepasaba el porenciaJ depiedador humano para tenerlas bajo su concrol. Una solución • eñe problema bubien sido el nicho, no di1pUlado por los otros canúvoros, que proporciooaban los cadivercs congelados de anímales. Ésros hab!an muerto por causas naturales ,. fines de1 orofto y durante el invierno . Un aspecto Interesante de estas estrategias invernales habría sido una búsqueda s.istem6Uca e liitcmiva para Jocalizar los animales mue.rtos y con¡clados, algo para lo cual una. especie móvil est.ba perfectamente adaptada. La disponibilidad de este ak:ho para Ja explocación humana habrfa dependido. de la tccoologfa. Por ejemplo, aquellos (tenu como las largas varas.je made· ra para realiiar sondeos (o lana$, cosno a menudo se denomina a los restos hallados en Lebringen y OiK:ton) habrían resultado esenciales para descubrir el posible alimento sepultado bajo la nieve o atrapado entre las grietu de lagos y nos helados. Una vei localiu.dos, estos animales congelados puarían a ser olr jero de unas estrategias de descongdación. en las cuales el control del fuego babrfa dctempetlado un importante papel. Esta estrategia forrajcadora de btlsqueda de recursos alimentarios congéJados durante los largo. y duros inviernos del estadio climático 2 habrfa estad(! ademú adaptada mú bien a un gran IJUPQ de forrajeadores que a unos cuantos caz.adores eo 10litario. Ello se deben•. al tamaJlo de los cad4veres recuperados y a la nccelidad de su inmediato comu.m o (Denndl, 1983a, p. UlO). Un grupo de aran tamaflo harfa- del forrajeo una estrategia mú se¡ura en lo que se refiere a Ja orpniuclóo de la b\\squeda de alimento cubierto por la nieve y a su utiliz..ación una YU hallado. La atmtegia alrematln de usar estos recursos en base a un encuentro c:uuaJ con la pieza pm parte de lndividuot o grupos r~ucidos conllevarla dcruuiadol riesgoe ya qu seda imposa"blc igoalar el tanHAo de1 ¡rupo al de los reamas rccoperados de este modo fortuito. Asimismo, loa grandet grupos de ronajeadol'e$ brindarian una protecc:ión .mclonal frente a los camívo·
no. Durante esas estaciones se podía cazar ya que las grandes manadas migratorias de bisontes, caballos, ciervos y renf>s formaban grandes y lltilcs conCCttuaciones de recurios. Ademis, se podía carrollcar alimento adicional a Jas orillas de los ríos, como se ha. dicho en el capitulo 7, a veces con consecuencias fatales para algun06 de los homfnidos. Durante aquellas °'tKiooes del ai\o habrían sido innecesarias las estrategias de deKongeJación y se hubiese optado por u.na mayor rapidez en la adquisición de los obligados recursos de carne, if&$U ·y tutta· · no que proporcionaban las matanzas ftescas. Las consecuencias que esto tiene para la organización y la variación en la tecnolog(a bajo una presión sel«th r desigual del entorno ya se han tratado en el capítulo 7. En este momento ya f ! puede distinguír una variación entre los registros paleolíticos regionales, ren~ J de las diferencias ecológicas y·de pre.llión selectiva por lodo el continente, mi: ttras que )as pocas dataciones absolutas de que disponemos seilalan que sf es . apropiado un modelo de flujo y reflujo de asentamiento a escala intra e inter·e·
ros veánol. Las ptevisibJes e importantes mortandadc:a dÜrante el invierno entre las manadas europeas habrfan propordoruido,.junco con Ja cstratc¡ia ldecuada de organización de la subtiltencia,""9 medio pu1I raolver el problema del prolongado período sJn crecimiento de vegetación en les inviernos del norte y el del a~ jamlento de los animale.s gregarjol de los territorios locales de los homínidos. Tambii!n hubiera dado una oportunidad para utili.ur el vasto potencial alúnentario de los cadiveres de R!egafauna.(mamut. rinoceronte lanudo y bisonte macho adulto), cuya cua cuando estaban vivos reaultaba peli¡rosa y antJeconómlca (ca~tulo 3) (para una interpretación al~ativa, v~ MnJler-Beck, 1982). Muchos de los útile• de piedra en esta estrategia de forrajeo invernal eatañan por tanto discAados para hacer otros 'Chiles, y en coo.cn:to aquellos utensilios de madera tales c:omo pllas, recogedores, palos de Qvar y varas do sondeo para la nieve, nccaarios para locali:r.ar y recoger los recul'IOI vitales. Cada Instrumento de madera habrfa tenido un total de tecnounldades bajo (capftulo 2). Un r1is¡o de IDI matorlalot lftleoti •ria su naturalo111 nq oatandarb.ada y 1u dcpo1h:l6n en" lupf'CI de aprovl.donemlcnto de madera y localidades de manufactura de \hiles en vez do en c:eolroa de ~wüdn de l.os forrajcadorcs. &tos almplc.a driles de madera habrían hecho falta en· primavera y vera·
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Estos grupos de forrajeadores estaban aj111tados a unos reCllnos de cane, grasa. y médula predecibles y en abundancia . .En consecuencia, serian sistcina.o. espacial y socialmente compactos. Las estrate¡ias de forr~jco, de búsquedá bajo la nieve durante el invierno y de caza y canotlco en el verano, sólo hubieran sido factibles en tanto que loa ferritorios'anuriles tuvi~ian un tamafto compacto. Todo et grupo rondaba regularmente por estas 4reas de hábitat y la movilidad absoluta al cabo del afio hubiera sido elevada, como sucede entre los recolectores actuales de alimentos veget&IC$ (cuadro 2.3). Sin embargo, aunque las zonas controladas por grupos de primitivos Homo sapiens teman una superficie redo•cida. en cambio estaban habitadas por una alta densidad de población humana. La movilidad serviría para reducir el conflicto, que ataba ~bilmente desarrollado, si es que existCa, en el foro social, por un estatus ~petitivo que resultaría de la apropiación desigual de los recursos. Como Butter mantÍCJle en su modelo interpretativo, en las provinclu de Europa habrían cxislido numcrl>lWI poblaciones regionales de cMe tipo y, al mismo tiempo, úeas circundantes a estos focos de actividad. humana en 1111 que durante considerables perfudos de ·tiempo no se produci1ía un asentamiento. . El modelo que aquí se presenta (cuadro 9.l) no iría a buscar bases residenciales o campamentos con una finalidad logfstica específica dentro del registro arqueológico, Es mú bie.n un modelo extrayacimiento, en el que C$perarfa en· contrar una clara relación entre la densidad·de los recunos alimentarios, en este caso tanto animales m11ertos·como vivos, y la dcmidad de los yacimientos. En consecuencia, no me sorpn:ndo que en el paleoUtlco antiguo se d~ una abruma~ dora recuperación de artefactos junto a la¡os y rfos, y menos yacimien1oa en los tcnitori<» que quedan entremedio. Parece aplicable a todas I~ provincias, aunque obviamente haya que verificarlo mú estrechamente con las pruebas geomorfológicas de erosión y desllUcclón de la evidencia .arqueológica. Estos yacimientos no sólo a~rtan localid11dea de aprovislonamiento de alimento, en forma de anímale' vivot·o muertOI, 11lno tambi6n 1itloa cmpl•z.adot a orillas de ríos en donde podrfa ob1encno madera de loa boequea de galerfa supervMentea durante el estadio clim61ico 2b junio con el c:ombuslible necesario pura las acti· vidadcs de descongelación .. Otra Implicación serla que estos grupos raras veces
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EL POBLAMll!NTO Pf.LEoUnCO 01!. !!VROPA
se trasladaban a zonas estaciona lmente dlstintu sino que su cent~ de operaciones permanecia ailcl11<10 e n el h«bltat de lnvie'mo, ya que allí podían hacer frcn· to a los prlnclpales factores limititelofts. En t~rmlncn de la finun del aranulado UO hl lm•••"• lál rothlUOll qUO quodfthA11 l lrU en tnonlORell lllfÍln d• t rano f t· lativamentc nno. Los dnloos flems elaborados serían los tltiles de madera y de aquf q ue, al alglin día los enc:ontramOll, ea de su¡>Oncr que mostrutn un alto grado de antiguas roturaa, las causantes de su abandono, como ei el caJO de la punta de lanr.alvara de sondeo de Oacton (Oalcley tt al., tm). El conocimiento necesario para pro.
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E l registro paleqlltlco asociado principalmente a las, categorías fósiles 3a y 2 de Homo Japieris (cuadro 5.6) muestra alguna variación significativa con respec· to al prlmcrmodelo (cuadro 9.1). Para empeur, hay más pruebu de u.n a pla· ntficación prevía quo de los estrategias del tipo de encuentro casual de Jos forra· . je.adores. El aspecto individ ual más importante de estas estrategias con una base más ~oglstica fue el Jncrcmento en la escala espacial do la sociedad, con la conslguíente reducción de las actirld~ forrajcadoras de todo el grupo y una ma· yor incidencia en las aventuras individuales o i;f~ u~ grupo reducido. La planlfi· cación previa est6· testimoniada por el cambío' en hL\ ·evir;lenclas del sistema de asentamiento, con el uso de cuevas y localidades al aire libre repetidamente visitados ahora °(por ejemplo Molodova V} como altos temporarif' por ¡rupos dedicados a unu tareas que operaban lejos del grupo principal. Una consecuen· tia de ello se ve en las paulas recurrentes de los conjuntos do la rcgi61' SO, un rasgo ausente e n las dispersiones extrayacimlento asociadas al modelo l. Tam· bién se ve en la programación de los campamentos desde el punto de vista de la ordenacíón de los hogares y la t.ooación de actividades. La planificad6n previa ejerce a su vez un filtro selectivo sobre la tecnología, pues ahoTa estas estra' tegios e&tarlan basados en la adquisición de animales vivos por medio de la caza,
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Et. ASEN'l'AWllll'fTO PAU!OIJnco EN ~OPA
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en vez de obtenerlos ra muertos aJ forrajeo o carrol\eo. La or¡an~ación de la teCoolosta pen que permitiae wa Cierto Jrado de planiíleaCI~ prevsa pro· pomonó una .m. dt t~ pata Nd\aclr loé rleltot· En .c¡ucl momento, 1u oat•&orf•i (je Hoirio MJPl11u ae eetabu dbtatendo en la• nueve realonoa a u~ catrategiu de organización de la aubslstenda centradu en lu cuatro capcacs gregarias búic:as: el bisonte, el caballo, el derYo y e l reno. Aloc:iados a este maje en el ~nfasis puctto en Ju cstratepu de or¡aniución de la subsistencia, estaban los avances e n el mo t~ del almac:enamleolo para hacer frC!'te a aquellu temporada del afto, CIC1ldallnente loa lup inviernos. en que los ani· males migratorios no estaban dilpoaibb.' En co~encia, la densidad total de la población hubiera sido mayor e n las aucve regiones. aunque a escala de región locaJ/tcrritorlo anual tuera inferior a la de:Ja anteñor estrategia, el mode· lo 1, donde los gtUJ>O$ estaban eocla..00. en wnai de recursos.muy densos Y .~ )ocalea dentro. de la misma locales. ~ otras palabras, se util~ má •reas reiión aunque con un.a menor densidad de poblici611. Confonnc: a este segundo modelo, los grupos humanos erH capaces de ~tot.r los entorrtos de I ~ r~JÍO· oes por petlodos de 1iempo superiorea a lo que era posible bajo lu cond.i ct0nes del modelo l . Una estrategia del modelo 2 mejor adaptada al estaruo dim4· t1co 2 del c:icto inte'rglacjar/¡tadar, y se 11C01Doda especialmente a los cuatro arandes ungulados que coostitufan el nddeo ~lnll de las comunidades de grandes mamrreros. A este respecto, la planificación y el u10 t6ct~.del almacc111miento llcvnon a un mayor grado de estabilidad en la pobladón y, de aquf, a una aeguridad adaptativa. La probabilidad de que tu pobbidoncs se e.xtlnpieran a escala local o aubreglonal, a causa de las periodiddadcs de Onda corta en los entornos p1eistodnicos (Butzcr, 1982, CWldro 2.2). se habrfa visto minimizada en parte por ~1 mayor grado de inversU>n en un buen conocimiento del entorno y en una plim· ficación par~ enfrentarse a sus problcmu cspada1es y temponles. Sólo lu ondas de mayor duradón, asociad.as a perturi>acione1 ambtentales dr4stlc:as, cJtadloa 1 y 3, situarfao a los s.lstemu adaptativos .,_jo una presión extrema a escala pro· vincial. La estrategia del modelo 2 n:queña una serie de habilidades entre las que e l ex>noclmlento del entorno era Ja clave para planificar y, por tanto, pa111 lograr una adaptación exitosa; y estu habi.lidade1 estaban estrechamente ligadas • los atributos do la comunidad faunfstlca tales como la denaidad de biomasa, predlctibilidad, movilidad y tundo de ta presa. En este sentido, las estrategias adaptativas funcionaban dentro de los limites bien definidos y relativamente atrcchos que les imponfan la estructura y la orpnbxióa de los n:cunos. Ademú. esta forma de conocimie nto de un 'rea de hibilal au¡iete la cJÚStencia de una red de emparejamiento muy distinta, en Ja que las pautas matrimoniales ayudarfan a circunscribir a los grupos dentro de unas zona limitadas 1 donde Ja ~n hecia 'rea• despobladas cuando &tu empezaban a disponer de rcc:ursos seña una ullda por la que raramente ae optaña, pua no ae tendría la iofonnaclón que auiase sobre cómo expk>tu la confi¡urad6n dct.ermin.ad9 de este territorio. Estas unidades aocialcs y demogrüka tamba eran relativamente cerradas por lo que respecta a sus pautas de interaa:ión. No ncc:esilaban del potencial que un componamlento rcaíonal abierto les podrfa obecer para m .guardarsc de los prÓblcmas de una base de recunos poco fiable (capftulo 2).
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El ASENTAMíENTQ PALEoúnCO EN EUROPA
Lo que dl&tfn¡ue • estas e.trate¡ias de lu del modelo 3, asociadas estu ál1imas en Europa a los hWDaDOI •rwómicamentc modernos o categorfa 3b (C\la. dro 5.6), es su re.licencia a inteMificar Ju esttate¡iu de organhaci6n de la sub- . siJtencia ante et empeoramiento de Jos coites de explotación de los recursos, aunque durante los interglaciues la disponlbilidad y abundancia de aquéllos fue en aumenlO. En cst.e momento existlAa COJlliderablea diferencias intcaegionaks dentro de Europa. El registro uqueol6gico lllnlo de cuevas como de yacimientos at aire libre· aporta improntu diferentes entre las regiones. SO y NE y en casi rodas las restantes zonas del continente. Debido a un mejor c:oooc:imiento ;te Ja cronologfa. tambti!tl son ¡>1tcntes lu cvicfendu que proporcionan 1U1 historiu de asentamiento de un flujo y reflujo de poblaaón diferencial entre lu rcgionea. A escala continental, estu dos rcgjonet sobrcMlen como la drus núcleo. Der graciadamente, todavía resulla .diffc:il contrastar la provincia mediterrinea eón las sur y norte en fmlcichl de aus improotu arqucoldgicu. Aún así, tengo Ja sospecha de que si tomtiemo• una imtanú.a de lu coocücione& continentalet, ~sea nos recordarla bucante a ún emparedado. l.&s 'reu con un asentamiento ~ú conslante esta• situadas CQ lu ¡»rtes con clima ocdruaJ de la región SO y en las mú merldiomJcs de la regi6A NE. especialmente junto a los .allcs fttlYÍa1e1. Por encima y por debajo de eatu regiones qued.basa i.onu ocupadas en base a un Dujo y reftujo de población, se¡tlJJ las ondu mú breves dél pJcistoeeno iban dafta.udo loa recunos. De lodu fonau, ea muy posible que durante los í.oter¡laciara estas~ poblaciones de lu úcu núdeo se eatablecieran en el norte de EscalldiÚYI& o incluso eo úeas m.ú amtÍnentalcs en Ju que podía encontrarse una ann blomasa maJDlfera y en tu que, por supue.sto la deatruoclón del rc¡istro arq~ ha sidn total debido 1 la reaparición• de · !JOS mantoa de füdo coatioentales.
Modelo 3: compueM/JI pl4nifiaultJ r
El lll1imo modeJo conesponde al p&lcolftico superior (capitulo 8) y no hay necesidad de vol'ler a repet.ilJo (cuadro 9.1; Gamble, 1984b). Basta con decir que los cambios en lu reladooea sociales dentro del coñtexto de tu redel de ali~. condujecosa a U.- intemUic:adOO de 1u escrategias locfstiatl, lo que tuvo corno resollado el lncremento mui•o tanto de los sistema espada1C5 como ~ da'es a medida que iban empeorando bis condiciones de I°" recursos. La impfonta de asentamiento p~ ahon • ser una imagen pano eitremadameote grueso, y apar«en Indicios de l.,area dedJcado9 a unas tarea cspecfficu. Adem.ú. debemos teQU en cuenta a lol $'UPCJS loadea que operaban entre las regjones de nuestro modelo (ftg. 8.10). Una vn mú luiy una contin11idad de uentamiento en las re¡iones SO y NE, ul como en la provincia mediCeriineai.cogida en el mo111ento culminante de la dJtima ¡1aciaci6n, el 18.000b.p. Puede~ cene est. lntemi.6cad6n en la primera explotación 1iatc!Mtfca el. recur1<>1 de •lecd6n r, alf cocno .it JMIUl.U de oontacto lnlern¡lon1I. Pot ocra pllrtc, eJlo oculonó tambl~ I'! densa comp.reslón do Ju poblaciones cicateo de pequellas •rea P8fifi~ donde estos reamas de ldecddn r serían la bue de lal estra-
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tegias de organinción de la subsistcncfa, lo cual obligó a los consiguientes cambios tecnológicos. La necesidad de resolver los conDic:tos surgid-O~ en unos s~te· mu tan competitivos moverla a realizar cambios en el intercambio de inforpiación. No son tanto sorpresas como adelanto¡ necesarios, dada la nueva forma de organización social. En aquel entonces. en Europa habría habido un variado mosaico de sociedades, densidades distint.as de población, redes de intercambio, competencia y estrategias de subsistencia. · · · Uno de los desaffos a los que ahora se enfrentan los arqueólogos paleolllistas es el de la investigación de estos cambios y sus _implicacio~es en la relativa inte~· lidad de las es1t11tegias de explo1ación. ¿Hay un dnico cambio en la ·estrategia global hacia el 35.000 b.p. y la consiguiente dwtnidad de adaptac:iOOC$ regionales no se ha de ver mú que como el reflejo de las diferentcs·maneras en que aquellos entornos en proceso de transformación y sus recursos atenazan a esta estrategia? Siguiendo esta opinión, otra Intensificación que no tuviera que ver con los cost~ impUcitós en la explotACión ck unos recDn
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ÍNDICE Prólogo, por LEWIS R. BINFORD Prefacio Los estudios del paleolítico europeo: historia y enfoques . Introd ucción ')(Escalas y estratos . Una importante tradición regiona l . Dos paradigmas y dos modelos. Propiedades del registro paleolítico. Planteamiento del problema
l.
2.
Los sistemas regionales de los cazadores-recolectores . Introducción El hombre cazador: modelos y enfoques El análisis regional. Espacial Demográfico . Social. Las implicaciones arqueológicas Proyecto de investigación .
3.
Los entornos y recursos del pleistoceno . Introducción . Cri terios regionales E l modelo regional Cro nología y estratigrafía del pleistoce no El registro marino . A lgun as correlaciones y ciclos . El ciclo interglaciar/glaciar y e l cambio climático a largo plazo El último ciclo interglaciar/glaciar (estadios 5-2 de los isótopos) Síntesis l ,as regiones y sus recursos. Recursos vegetales. l ,os recursos animales: los grandes mamíferos M11111ífcros pcq uc1los, moluscos, peces y aves l (¡·~lll ll l' ll
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7 9
13 13
16 17 21 29 38 41 41 45 53 54 63 68 74 77 84 84 84 87 88 90 93 95 98 112 114 115 120 129 132
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EL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO DE EUROPA INDICE
4.
5.
6.
~
L os estudios tecnológicos, tipológicos y experimentales Introducción La tecnología y los dos paleolíticos . Tipologías y variación de los conjuntos . Otros marcos temporales
133 133 134 140 153
El registro paleolítico de Europa Introducción Los yacimientos clave . La provincia norte en el período 1 . La provincia sur en el período 1 La provincia mediterránea en el período 1 La provincia norte en el período 2 . La provincia sur en el período 2 La provincia mediterránea en el período 2 Resumen de los períodos 1 y 2. La provincia norte en el período 3 . La provincia sur en el período 3 La provincia mediterránea en el período 3 La provincia norte en el período 4 . La provincia sur en el período 4 La provincia mediterránea en el período 4 Resumen de los períodos 3 y 4 . Comparación entre los períodos 1-2 y 3-4
155 155 156 158 168 175 180 188 194 197 200 210 220 226 239 257 267 270
Espacio y subsistencia . Introducción Campamentos. Equipos instrumentales y residuos alimentarios Sistemas de asentamiento
273 273 274 296 323
7. Demografía y estilo Introducción Qué nos pueden decir los carnívoros Carnívoros y herbívoros en la fauna de las cuevas Los humanos y las cuevas Estilo e interacción
332 332 333 338 348 350
8.
Sociedad, sedimentos y asentamiento Introducción Controlando el cambio social Lugares de deposición . Los conjuntos líticos La historia del asentamiento
372 372 373 374 382 397
9.
El asentamiento paleolítico en Europa Introducción ¿Qué fue lo que ocurrió? Tres modelos de lo q ue hicieron al llegar a Europa .
41 5 4 15 111 s IJI H
11
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Apéndices. Bibliografía Índice de yacimientos Índice alfabético Índice de cuadros Índice de figuras Agradecimientos
519 427 446 493 498 509 513 517
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CRÍTICA/ARQUEOLOGÍA Directora: 'María Eugenia Aubet _I
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Títulos publicados: Lewis R. Binford EN BUSCA DEL PASADO Ian Hoddcr f TERPRET ACIÓ EN AR QUEOLOGÍA Co rrientes actuales G.E.M. de Ste. Croix LA LUC HA DE CLASES EN EL MUNDO GRIEGO ANTrGUO Timothy Champion, Clive G a111ble, Stephen Shcnnan , Alasdair Whillle PR E HISTORIA DE EU ROPA Clivc Gamblc EL POBLAMJENTO PALEOLÍTICO DE EU RO PA Anthony M. Snodgrass ARQUEOLOGÍA DE GRECIA
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