Rodolfo Enrique Fogwill MUCHACHA PUNK de "Muchacha Punk". © 1992 Editorial Planeta.
En diciembre de 1978 hice el amor con una muchacha punk. Decir "hice el amor" es un decir, porque el amor ya estaba hecho antes de mi llegada a Londres y aquello que ella y yo hicimos, ese montn de cosas que "hicimos" ella y yo, no eran el amor y ni siquiera !me atreer#a hoy a demostrarlo!, eran un amor$ eran eso y slo eso eran. Lo que interesa en esta historia es que la muchacha punk y yo nos "acostamos %untos". &tro decir, porque todo habr#a sido igual si no hubi'semos renunciado a nuestra posicin b#peda, !integrando eso ()el amor*+ al hbitat de los sue-os$ la horiontal, la oscuridad del cuarto, la oscuridad del interior de nuestros cuerpos/ eso. 0rimera decepcin del lector$ en este relato soy arn. onoc# a la muchacha 2rente a una idriera de 3arble 4rch. Eran las die y treinta, el 2r#o calaba los huesos, hab#a terminado el cine, ni un alma por las calles. La muchacha era rubia$ no i su cara entonces. Estaba ella con otras dos muchachas punk. La m#a, la rubia, era 2lacucha y se mo#a con gracia, a pesar de su atuendo punk y de cierto despliegue punk de gestos n#tidamente punk. El 2r#o calaba los huesos, creo haberlo contado. 3arcaban dos o tres grados ba%o cero y el helado iento del norte ara-aba la cara en &52ord 6treet y en egent 6treet. Les cuatro !yo y aquellas tres muchachas punk! mirbamos esa misma idriera de . En el ambiente clido que promet#a el interior de la tienda, una computadora %ugaba sola al a%edre. n cartel anunciaba las caracter#sticas y el precio de la mquina$ 1.8: libras. ;anaban blancas, el costado derecho de la mquina. Las negras hab#an perdido iniciatia, su de2ensa estaba liquidada y acusaban la desenta%a de un pen central.
n dos o tal e ms/ era la moida l1: l18, y los mirones !nadie a esas horas, por el 2r#o!, habr#an podido recomponer la partida porque una peque-a impresora en#a reproduciendo el %uego en cdigo de a%edre, y un gr2ico, que la mquina compon#a en su pantalla en un par de segundos, mostraba la imagen del tablero en cada 2ase preia del desenolimiento estrat'gico del %uego. Las muchachas hablaron un slang que no entend#, se rieron, y sin prestarme la menor atencin siguieron su camino hacia el oeste, hacia egent 6treet. 4 esas horas, uno pod#a mirar todo a lo largo de la ciudad arrasada por el 2r#o sin notar casi presencia humana, salo las tres muchachas y'ndose. erca de 6el2ridges alguien deb#a esperar un mnibus, porque una sombra se col en la garita colorada de esperar mnibus y alg>n aliento hab#a nublado los cristales. ?uis el humano se hallase contra el idrio, 2rotndose las manos, escribiendo su nombre, !garabateando un coran o el emblema de su equipo de 2>tbol/ qui no. on2irm' su e5istencia poco despu's, cuando un mnibus rumbo a @ings oad se detuo y alguien subi. 4l pasar 2rente a nuestra idriera, semiac#o, pude er que la sombra de la garita se hab#a conertido en una mu%er ie%#sima, harapienta, que negociaba su boleto. 0ocos autos pasaban. La mayor#a ta5is, a la caa de un pasa%ero, cale2accionados, lentos, diesel, libres. 0ocos autos particulares pasaban/
Daimlers, Aaguars,
ont' del 2r#o, cont' del polar!suit. 4hora oy contar de m#$ el 2r#o, que calaba los huesos, desalentaba a cualquier habitante y a cualquier isitante de la antigua ciudad, pues era un 2r#o de lontanana inglesa, un 2r#o hecho de tiempo y de distancia y !)por qu' no*! hecho tambi'n de ms 2r#o y de miedo, y era un 2r#o rtico y masio, resultante de la ola polar que en#a siendo anunciada y promoida durante d#as en in2initos cortes in2ormatios de la radio y la teleisin. En e2ecto, la radio y la teleisin, los diarios y las reistas y la gente, los empleados y los endedores, los chicos del hotel y las se-oras que uno conoce comprando discos !todos no hablaban sino de la ola de 2r#o y de la asombrosa intensidad que hab#a alcanado la promocin de la ola de 2r#o que calaba los huesos. Io soy 2riolento, normalmente 2riolento, pero %ams he sido tan 2riolento como para ignorar que la campa-a sobre el 2r#o nos en#a helando tanto, o ms a>n, que la propia ola de 2r#o que estaba derramndose sobre la semiobsoleta capital. 0ero yo estaba ya en la calle, no ten#a ganas de oler a mi hotel y necesitaba estar en un lugar que no 2uese mi cuarto, protegido del 2r#o y protegido cuidadosamente de cualquier re2erencia al 2r#o. Entonces i, dos cuadras antes del hotel, un local que d#as atrs me hab#a llamado la atencin. Era una pier#a llamada he Lulu, que no e5ist#a en oportunidad de mi >ltimo ia%e. Io recordaba bien aquel lugar porque hab#a sido la o2icina de turismo de umania en la que alguna e hice unos trmites para mis clientes italianos. Desde el ta5i le# el cartel que probaba que el boliche permanec#a abierto, i clientes comiendo, not' que la decoracin era mediocre pero honesta, y de las mesas y las sillas de mimbre blanco indu%e una nocin de limpiea prometedora. ;olpe' los idrios del cho2er, pagu' :J pence, ba%' del auto y me met# en la pier#a. Era una pier#a de espa-oles, con moos espa-oles, patrones espa-oles y clientes espa-oles que se conoc#an entre s#, pues se gritaban !en espa-ol!, de mesa a mesa, opiniones espa-olas, y 2rases espa-olas. 3e promet# no entrar en ese %uego y en mi me%or ingl's ped# una pia de espinaca y una botella chica de ino hianti. El moo, si ya hab#a padecido un plao raonable de e5ilio en Londres, me habr supuesto un ia%ero del continente, o un natio de una colonia marginal del ommonCealth, tal e un malinero. Io tra#a en el bolsillo de la campera la edicin a'rea del diario La =acin, pero eit' mostrarla para no delatar mi carcter hispano!parlante. El hianti ! embotellado en 4rgelera delicioso$ entre 'l y el aire tibio del local se estableci una a2inidad que en tres minutos me redimi del 2r#o. 0ero la pia era mediocre, dura y desabrida. La mastiqu' 2eli, igual, leyendo mis recortes del Kinancial imes y la reista de turismo que dan en el hotel. ue ms hambre y ped# otra pia, reclamando que le echasen ms sal. Esta segunda pia 2ue me%or, pero el moo me hab#a mirado mal, tal e porque me descubri estudiando sus moimientos, perple%o a causa de la seme%ana que puede postularse en un relato entre un moo espa-ol de pier#a inglesa, y cualquier otro moo espa-ol de pier#a de 0ar#s, o de osario. e elegido osario para no citar tanto a mero dos analiando la eolucin de los mercados de metales en la >ltima quincena/ un disparate. Los precios que la 66 y los nueos ricos petroleros segu#an in2lando con su descabellada pol#tica de compras
no auguraban nada bueno para Europa &ccidental. Entonces aparecieron las tres muchachas punk. Eran las mismas tres que hab#a isto en 6el2ridges. La m#a eligi la peor mesa %unto a la entana/ sus amigotas la siguieron. La gorda, con sus pelos te-idos color anahoria, se ubic mirando hacia mi mesa. La otra, de estatura muy ba%a y con cara de sapo, ten#a pelos te-idos de erde y en la solapa del gabn tra#a un p%aro embalsamado que pens' que deb#a ser un ruise-or. 3e repugn. 0or 2ortuna, la 2ea con p%aro y cara de sapo se coloc mirando hacia la calle, mostrndome tan solo la super2icie opaca de la espalda del grasiento gabn. La m#a, la rubia, se pos en su sillita de mimbre mirando un poco hacia la gorda, un poco hacia la calle$ yo slo pod#a er su per2il mientras com#a mi pia y procuraba imaginar cmo ser#a un ruise-or. n ruise-or$ record' aquel soneto de nico testigo de lo que estaban iendo y eso debi aumentar mi alor para ellos. res punks hab#an entrado al local, yo era el >nico no espa-ol capa de atestiguar que eso ocurr#a, que no las hab#an llamado, que ellos no eran punk y que no hab#a all# otro punk salo las tres muchachas punk y que ning>n punk hab#a pisado ese local desde hac#a por lo menos un cuarto de hora. 6lo yo estaba para testimoniar que la mala pia y el e5celente ino del local no eran desde ning>n punto de ista algo que pudiera considerarse punk. 0or eso me miraban, para eso parec#an necesitarme aquella e. rabado para mirar a mi muchacha !pues la 2orma de la de p%aro embalsamado y cara de sapo la tapaba cada e ms! me concentr' sobre mi pia y mi lectura desatendiendo las miradas cmplices de tantos espa-oles. 4l termianar la pia y la lectura, ped# la cuenta, me 2ui al ba-o a pishar y a laarme las inanes y all# me hice una larga 2riega con agua calent#sima de la canilla. Desde el espe%o, nitr'
contento cmo sub#an los tonos rosados de los cachetes y la 2rente reales. ab#an uelto a nacer mis ore%as/ 2ui 2eli. 4l oler, un rodeo in%usti2icable me permiti roar la mesa de las muchachas y contemplar me%or a la m#a$ ten#a hermosos o%os celestes casi transparentes y el ensamble de rasgos que ms irte gusta, esos que se suelen llamar "aristocrticos", porque los aristcratas buscan incorporarlos a su progenie, tomndolos de miembros de la plebe con la secreta 2inalidad de me%orar o re2inar su capital gen'tico hereditario. GKlorecillas silestresH Genicientas de las masas que engullirn los insaciables cromosomas del se-orH G6e inicia en uestros ulos un ia%e ala porenir so-ado en lo ms #ntimo del programa gen'tico del amo+. Es sabido, en 'pocas de cambio, lo me%or del patrimonio 2isiognmico heredable (esas pieles delicadas, esos o%os transparentes, esas narices de rasgos e5actos "cinceladas" ba%o sedosos prpados y %usto encima de labios y de enc#as y puntitas de lengua cuyo carm#n per2ecto titila por el inundo proclamando la bellea interior del cuerpo aristocrtico+ se suele resignar a cambio de un campo en 3arruecos, la mayor#a accionaria del =ueo n improbable siglo del porenir. La chica me gust. Mest#a un tra%e de hombre holgado, tres o ms n>meros mayor que su talle. De altura normal, no pesar#a ms de kilos. su piel tan suae (algo de ella me record a ;race @elly, algo de ella me record a atherine Deneue+ era ms que atractia para m#. alaba botitas de astrakn per2ectas, en contraste con la rasposa con2eccin de su tra%e de lana. na camisa de cuello &52ord se le abr#a a la altura del busto mostrando algo que cre# su piel y comprob' despu's que era tina campera de gimnasta. Ella, a m#, ni me mir. 0ero en cambio, su amiga, la ms gorda, la del pelo te-ido color naran%a, en#a emitiendo una onda asa proocatia. =o quise sugerir se5ual$ proocatio, como buscando ri-a, como buscando o plani2icando un ataque erbal, como buscando tina humillacin, como ella misma habr#a mirado a un o2icial de la polic#a inglesa. 4s# mirbame la gorda de pelo anahoria. La m#a, en cambio no me mira ha. 0ero. .. ampoco miraba a sus acompa-antes. 3iraba hacia la calle ac#a de transe>ntes, con las pupilas e5traiadas en el paso del iento. 4s# me di%e$ "se pierde su mirada pincelando el 2r#o iento de &52ord 6treet". Era et'rea. Esa nota, lo et'reo, es la que me%or habr#a de2inido a mi muchacha para m#, de no mediar aquellas actitudes punk y los detalles punk, que luc#a, punk, como al descuido, negligentemente punk, ella. 0or e%emplo$ 2umaba cigarrillos de ho%a/ los tomaba con el gesto e5hultante de un europeo meridional, pitaba 2uerte el humo y lo tiraba insidiosamente contra el cristal de la idriera. 4l pasar por su mesa hab#a isto en sus manos una mancha amarilla, aa2ranada, de alquitrn de tabaco. GI %ams i manitas sucias de alquitrn de tabaco como las de mi muchachita punkH El #ndice,
el mayor y el anular de su derecha, desde las u-as hasta los nudillos, estaban embebidos de ese amarillo intenso que slo puede conseguir alg>n gran 2umador para la primer 2alange del dedo #ndice, tras a-os de 2umar y 2umar eitando laados. 3e impresion. 0ero era hermosa, ten#a algo de atherine Deneue y algo de Fsabelle 4d%ani que en aquel momento no pude de2inir$ me estaba con2undiendo. 0agu' la cuenta, ech' las r'moras de mi botella de hianti en la copa erde del restaurante, y copa en mano !so british!, como si 2uese un parroquiano de alg>n pub con2ianudo, me aperson' a la mesa de las muchachas punk asumiendo los riesgos. 4ntes de partir hab#a calculado mi chance$ una en cinco, una en die en el peor de los casos/ se %usti2icaba. oy a contarlo en espa-ol$ !)0uedo yo sentarme* Las tres punk se miraron. La gorda punk acariciaba su ictoria$ debi creer que yo ba%aba a reclamar e5plicaciones por sus miradas punk proocatias. 0ara eitar un rpido rechao me sent' sin esperar respuestas. 0ara eitar desanimarme ech' un trago de ino a mi garguero. 0ara eitar impresionarme mir' hacia arriba, e5pulsando de mi campo isual al pa%arito embalsalmado. La gorda re#a. La punk m#a mir a la del pelo erde, mir a la gorda, sopl el humo de su cigarro contra la nada, no me mir, y sin mirarme tom un sorbito de aquella mecla de oca ola y hianti que estuo preparando en la pgina anterior, pero que yo, con esta prisa por escribirla, hab#a olidado registrar. abl la punk con p%aro !)?u' usted quiere* !=ada, sentarme... Estar aqu# como una sustancia de hecho... !di%e en cachuo ingl's. 6in duda mi acento raro acicate los deseos de saber de la gorda$ !)Dnde iene usted de...* !ladr. La pregunta era 2uerte, agresia, despectia. !De 6udam'rica...
" segu# as#, y ella se 2ue enoliendo en mi relato. Lo percib# por la incomodidad que comenaban a mostrar sus punks amigas. Lo con2irm' por esa lu que i crecer en su carita aristocrticamente punk. 6usurraba ella$ !na e mi ain tom suelo en Lisboa y quise yo ba%ar, pero no permitieron !di%o!$ Encuentro que la gente del aeropuerto de Lisboa son unos cerdos sucios hi%os de perra. )Es no, eso ...Lisboa, 0ortugal*!. La duda tintineaba en su o. !6# !adoctrin', pero en todos los aeropuertos son iguales$ son todos pio%osos malolientes sucios hi%os de perra. !omo los cho2eres de ta5i, as# son !me interrumpi la gorda, sacudiendo el humo de su 0layers. !omo los porteros del hotel, sucios hi%os de perra !concedi la pa%ar2ora gorda cara de sapo, quieta. !omo los endedores de libros !di%o la m#a !Gi%os de una perraH!. I 2lotaba en el aire, et'rea. !6#, de curso !di%e yo, 2este%ando el acuerdo que reinaba entre los cuatro. Entonces ocurri algo impreisto/ la de pelo erde habl a la gorda$ !De%a nosotros ir, de%emos a estos traba%ar en lo suyo, eh... !y desenroll un billete de cinco libras, lo apoy en el platillo de la cuenta, se par y se march arrastrando en su estela a la cara de sapo. n ms, pensando que asist#a a otra prueba de que el prestigio deportio de mi patria ya hab#a 2ranqueado las peores 2ronteras sociales de Londres. 0regunt' a mi muchacha por qu' no las hab#a saludado$ !0orque son unas ceras sucias hi%as de perra. )Me* !di%o mostrndome los billetitos de cinco libras que iba sacando de su bolsillo para completar el pago de la cuenta. 4sent#. omo un cern#calo, que a tra's de las nubes ms densas de un cielo tormentoso descubre los moimientos de su peque-a presa entre las hierbas, atra#do por el 2luir de las libras , un moo muy gallego brot a su lado, 2rente a m#. ;ui- un o%o, cobr, recibi los pocos penns de propina que mi muchacha de% caer en su platillo, y yo ped# otra botella de hianti y dos de oke y ella me deoli un hermoso gesto$ abri la boca, 2runci un poquito la nari, al la ce%a del mismo lado y moi la cabea como queriendo deoler la pelota a alguien que se la habr#a lanado desde atrs. on%etur' que ser#a un gesto de acuerdo. 0oco despu's, su manera golosa de beber la mecla de ino y oca ola, acab de con2irmndome aquella presuncin de momento$ todo hab#a sido un gesto de acuerdo. 3e cont que se llamaba oreen. Era et'rea$ al promediar el dilogo sus o%os se e5traiaban siguiendo tras la entana de la pier#a espa-ola de ;raham 4enue al iento de la calle. omamos dos botellas de hianti, tres de oke. Ella meclaba esos colores en mi copa. Io beb#a el ino por placer y la oke por la sed que hab#an proocado la pia, el calor del local y este mismo deseo de aeriguar el desenlace de mi relato de la 3uchacha 0unk. La conid' a mi hotel. =o quiso. abl$ !6i yo oy a tu hotel, tendrs que a ellos pagar mi permanencia. Es no sentido !a2irm y me init a su casa. 4ntes de salir pagamos en al#cuotas
todo lo bebido/ pero yo necesito hablar ms de ella. Ia escrib# que ten#a rasgos aristocrticos. 4 esa altura de nuestra relacin (eran las 1B.OJ, no hab#a un alma en la calle, el 2r#o ingl's del relato, calaba, los huesos, argentinos, del narrador+, mi deseo de hacerla m#a se hab#a despo%ado de cualquier snobismo inicial. 3i 3uchacha !aristocrtica o punk, eso ya no importaba!, me enardec#a$ yo me e5traiaba ya por ese ardor creciente, ya era un ciego, yo. Io era ya el cuerpo sin huellas digitales de un ahogado que la corriente, delatora, entra boyando al 2iord donde todo se uele nada. 0ero antes, cuando la i 2rente a mi idriera de 6el2ridges hab#a notado detalles raros, n#tidamente punk, en su tenue carita$ su me%illa iquierda estaba muy marcada, no supe entonces cmo ni por qu', y el lado derecho de su cara ten#a una peculiaridad, pues sobre el ala derecha de su nari, se apoyaba !cre#! una piea de metal dorado (cre#+ que traando una comba sobre la me%illa derecha ascend#a hasta insertarse en la espiga de trigo, que cre# dorada, a2eando el lbulo de su ore%a a la manera de un arete de 2antas#a. Del tallo de esa espiga, de unos dos cent#metros, colgaba otra cadena, ms gruesa, que ca#a sobre su cuello libremente y acababa en la miniatura de la lata de oke, de metal dorado y esmalte ro%o que siempre iba y en#a rondole los rubios pelos, el hombro, y el pecho, o golpeaba la copa erde proocando una m>sica parecida a su o, y algunas eces se instalaba, quieta, sobre su hermosa cla#cula blanca, curada como el alma de una ballesta, armnica como un golpe de tai chi. Durante nuestra charla aprend# que lo que hab#a cre#do antes metal dorado era oro dieciocho kilates, y descubr# que lo que hab#a cre#do un grano de ma# de tama-o casi natural aplicado sobre el ala de su nari era una piea de oro con 2orma de grano de ma# y tama-o casi natural, sostenido por un mecanismo de cierre delicad#simo, que atraesaba sin pudor y enteramente la alita iquierda de su bella nari. Ella misma me mostr el ori2icio, haciendo un poco de palanca con la u-a aa2ranada de su #ndice, entre el ma# y la piel, para lucir me%or su agu%erito en 2orma de estrella, de unos cuatro mil#metros de dimetro. GEstaba chocha de su ori2icio... H Del lado iquierdo, lo que temprano en &52ord 6treet me hab#a parecido una marca en su me%illa, era una cicatri pro2unda, de unos tres cent#metros de largo, que parec#a proocada por algo muy cortante. 6urcaban ese ta%o tres costuras bien desproli%as, traba%o de un a2icionado, o de alg>n practicante de primer a-o de medicina ms chapucero que el com>n de los practicantes de medicina ingleses y en ausencia de los %e2es de guardia. 6egunda decepcin del narrador$ la cicatri de la iquierda, a di2erencia de las cositas de oro de su lado derecho, era 2alsa. La hab#a 2raguado un maquillador y mi muchachita se apenaba, pues hab#a comenado a deshacerse por la humedad y por el 2r#o y ahora necesitaba un serice para recuperar su color y su consistencia original. 0oco antes de irnos, ella 2ue al ba-o y al oler me sorprendi cailando en la mesa$ . !)ul es el problema con t>* !me pregunt en ingl's!. )?u' eres t> pensando* !=ada !respond#!. 0ensaba en este 2r#o maldito que estropea cicatrices... 0ero ment#$ yo hab#a pensado en aquel 2r#o slo por un instante. Despu's hab#a mirado la calle que se orientaba hacia la nada, y hab#a tratado de imaginar qu' andar#a haciendo la poca gente que, de cuando en cuando, produc#a brees interrupciones en la constancia de aquel paisa%e urbano ac#o. oqu' el cristal helado/ ol# los bordes de la copa erde de ella para reconocer su olor, y ol# a
pensar en las 2iguras que iban pasando tras los cristales, es2umadas por el apor humano de la pier#a. Entonces quise saber por qu' cualquier humano desplandose por esas calles, siempre me parec#a encubrir a un terrorista irland's, lleando mensa%es, instrucciones, cargas de plstico, equipos m'dicos en miniatura y todo eso que ellos atesoran y mudan, noche por medio, de casa en casa, de local en local, de taller en taller, y hasta de cualquier sitio en cualquier otro sitio. ")0or qu'*" !me preguntaba" )0or qu' ser*" rataba de entender, mientras mi bella 3uchachita estar#a cerqu#sima pishando, o landose con agua tibia, y cuando apenas tirone' del hilito de la tibiea de su imagen, estall en mil 2ragmentos una granada de isiones y asociaciones #ntimas, intensas, pero por r>as, por argentinas y por incon2esables, poco leales hacia ella. )ay Dios* =o creo que haya Dios, pero algo o alguien me castig, porque cuando adert# que estaba siendo desleal e innoble con mi 3uchachita 0unk y sent# que empeaba a crecer en mi cuerpo !o en mi alma!, la deliciosa idea del pecado, cru por la idriera la 2orma de un ciclista, y lo i pedalear suspendido en el 2r#o y supe que 'se era el hombre cuyo 2also pasaporte 2ranc's ocultaba la identidad del e5 %esuita del F4 que alguna e har#a estallar con su bomba de plstico el pub donde yo, esperando alg>n burcrata de <4, encontrar#a mi 2in y entonces cerr' los o%os, apret' los pu-os contra mis sienes y la i pasar a ella apurada por la ereda del pub, a2' de all#, corr# tras ella respirando el aire libre y per2umado de abril en Londres, y en el instante de alcanarla sentimos %untos la e5plosin, y ella me abraaba, y yo e#a en sus o%os !dos espe%os aules que ese hombre que rodeaban los braos de mi 3uchacha 0unk no era ms yo, sino el %esuita de piel escarbada por la iruela, y adiin' que pronto, entre pedaos de mamposter#a y 2lippers retorcidos, 6cotland Iard identi2icar#a los 2ragmentos de un autorP que %ams pudo componer bien la historia de su 3uchacha 0unk. 0ero ella ahora estaba all#, sal#a del te5to y comenaba a o#r mi 2rase$ P !=ada... pensaba en este 2r#o maldito que arruina cicatrices... !o#a ella. I despu's inclinaba la cabea (Gchau irlandesesH+, me claaba sus espe%os aules y dec#a "gracias", que en ingl's ("agradecer t>", hab#a dicho en su lengua con su lengua+, y en el medio de la noche inglesa, me hio sentir que agradec#a mi solidaridad/ yo, contra el 2r#o, luchando en pro de la conseacin de su preciosa cicatri, y que tambi'n agradec#a que yo 2uera yo, tal como soy, y que la 2uera construyendo a ella tal como es, como la hice, como la quise yo. Debi adertir mis lgrimas. Austi2iqu'$ !ue gripe. . . adems. . . GEl 2r#o me entristece, es un ba%n...H "Glt doCns meH" tradu%e!. GEso ab%ameH !GMayamos al hotelH !di%e yo, ya sin lgrimas. !Gotel noH !di%o ella, la historia se repite. =o insist#. Entonces no sab#a !sigo sin saber!, cmo puede alguien imponer su oluntad a una muchacha punk. 6alimos al 2r#o/ calaba. Los huesos. =i un alma. 0or las calles. Llam' a un ta5i. El no par. 0ronto se acerc otro. 6e detuo y subimos. &l#a a transpiracin de cho2er y a gas oil. 3i 3uchacha nombr una calle y arios n>meros. imagin' que iir#a en un barrio ba%o, en una pocilga de subsuelo, o en un helado altillo y calcul' que compartir#a el cuarto con media docena de punks malolientes y drogados, que a esa altura de la noche se arrastrar#an por el suelo disputando los restos de la comida, o, peor, los restos de una hipod'rmica sin esteriliar que circular#a entre ellos con la misma arrogante
naturalidad con que nuestros gauchos se de%an chupar sus piorreicas bombillas de mate 2r#o y laado. 3e equioqu'$ ella i#a en un piso paquet#simo, 2rente a yde 0ark. En la puerta del edi2icio dec#a "6hadley ouse". En la puerta de su apartamento !doble batiente, de bronce y de lu%uria !dec#a ". . 6hadley". !Es la casa de mi 2amilia !di%o humilde mi 0unk y pasamos a una gran recepcin. 4 la derecha, la sala de armas conseraba tro2eos de caa y numerosas armas largas y cortas se e5hib#an %unto a otras, ms medianas, en mesas de cristal y en itrinas. 4 la iquierda, hab#a un saln tapiado con capiton' de raso bordeau5 que brillaba a la lu de tres ara-as de cristal grandes como MolksCagens. El pasillo de entrada desembocaba en un saln de m>sica, donde sonaban oces. 4l pasar por la puerta ella grit "hello" y una o le deoli en 2ranc's una ristra de guarangadas. Detrs pasaba yo, las escuch', memoric' nuestra oracin "queterrecontra" y con una mirada relmpago, busqu' la boca sucia y gala en el saln. =o la identi2iqu'. En cambio i dos pianos, una peque-a tarima de concierto, arios sillones y dos ie%os so2s en2rentados. Entre ellos, sobre almohadones, media docena de punks malolientes 2umaban haschich disputando en 2ranc's por algo que no alcanc' a entender. n negro desnudo y esquel'tico yac#a tirado sobre la al2ombra purp>rea. 0or su 2lacura y el color erdoso de su piel me pareci un cader, pero despu's i sus costillas que se mo#an espasmdicamente y me tranquilic'$ epilepsia. Fmagin' que el negro punk entre sus sue-os estar#a muri'ndose de 2r#o, pero no ser#a yo quien abrigase a un punk esa noche de perros, estando 'l, punk, reentado de droga punk entre tantos est>pidos amigos punk. opamos la cocina. 3i 3uchacha me di%o que los batracios del saln de m>sica eran "su gente" y mientras trababa la puerta me e5plic que estaban enculados ("angry", di%o+ con ella, porque les hab#a prohibido la entrada a la cocina. Ellos argumentaban que era una "orra mequina", creyendo que la eda obedec#a a su deseo de impedir depredaciones en heladeras y alacenas, pero el motio eran las que%as y los temores de los sirientes de la casa, que en arias oportunidades hab#an topado contra semidesnudos punks que com#an con las manos en un rea de la casa que el personal consideraba suya desde hac#a tres generaciones y en la que siempre deb#an reinar las leyes de El Fmperio. Ese d#a hab#a recibido nueas que%as del ama de llaes, pues uno de los punks, el marroqu#, hab#a estado toqueteando las armas automticas de la coleccin y cuando el ie%o mayordomo lo reprendi, el punk le hab#a hecho oler una daga beduina, que siempre lleaba pegada con cinta adhesia en su entrepierna. oreen estaba entre dos 2uegos y muy pronto tendr#a que elegir entre sus amigos y la seridumbre de la casa. Macilaba$ !6on unos cerdos malolientes hi%os de perra ! me di%o re2iri'ndose a los dos 2ranceses, cl marroqu#, el sudan's y el americano, quien adems !conten#a "costumbres repugnantes". =o pude saber cules, pero me sent' en un banquito a imaginar media docena de posibilidades punk, mientras ella 2iltraba un delicioso ca2' con canela. uando la ca2etera ya borboteaba, me cont que aquel departamento hab#a sido de los abuelos de su madre, que era una cr#tica de museos que traba%aba en =eC Iork. El padre, einte a-os mayor, se hab#a casado por prestigio, tomando el apellido de la mu%er cuando lo hicieron caballero de la reina ie%a en recompensa de sus Pseicios de esp#a, o polic#a, en la Fndia.
Minculado a la compa-#a de petrleo del gobierno, el ie%o hab#a hecho una apreciable 2ortuna y ahora pasaba sus >ltimos a-os en N2rica, administrando propiedades. 3i 3uchacha 0unk lo admiraba. ambi'n admiraba a su madre. =o obstante, al re2erirse a las relaciones de los dos ie%os con ella y con su hermana mayor, puntuali arias eces que eran unos "hi%os de perra malolientes". re# entender que hab#a un banco encargado de los gastos de la casa, los sueldos de los sirientes y cho2eres y las cuentas de alimentos, limpiea e impuestos, y que las dos muchachas !la m#a y su hermana recib#an cincuenta libras. "erdos malolientes", hab#a uelto a decir tocndose la cicatri y e5plicando que el serice !que en tiempos de humedad deb#a realiarse semanalmente le costaba einticinco libras, y que as# no se pod#a iir. 0ed#a mi opinin. Io pre2er# no tomar el partido de sus padres, pero tampoco quise comprometerme dando a su posicin un apoyo del que, a m#, moralmente, no me parec#a merecedora. Entonces la bes'. 3ientras beb#a el ca2' la muchacha sali a arreglar algunos asuntos con sus amigos. Io aproech' para mirar un poco la cocina$ estbamos en un cuarto piso, pero uno de los anaqueles se abr#a a un stano de cien o ms metros cuadrados que o2iciaba de bodega y depsito de alimentos. ab#a %amones, embutidos y ciento cuarenta y cuatro ca%as con latas de bebidas sin alcohol y conseras. i ca%ones de Chisky, de inos y champa-as de arias marcas. ontra la pared que en2rentaba a mi escalera, dorm#an millares de botellas de ino, acostadas sobre pupitres de madera blanca muy suae. ab#a olor a especias en el lugar. alcul' un stock de alimentos su2iciente para que toda una 2amilia y sus amigos argentinos sitiados pudiesen resistir el asedio del inasor normando por seis lunas, hasta la llegada de los e%'rcitos libertadores del ey harles, y al aanar los atacantes, obligndonos a lanar nuestras >ltimas reseras de bolas de granito con la gran catapulta de la almena oeste, apareci otra e mi princesita punk, que repuesta del 2ragor del combate, ol#a a trabar la puerta con dos ueltas de llae y me miraba, carita de disculpa. Io di%e, por decir, que me parec#a %usti2icado el temor de sus sirientes. "=unca se sabe", di%e en espa-ol, y le aclar' en ingl's "es no 2cil saber". Ella se encogi de hombros y di%o que sus amigos eran capaces de cualquier cosa, "como pobre harlie". ?uise saber qui'n era "pobre harlie" y me cont que era un pariente, que se hab#a hecho 2amoso cuando arranc las ore%as de una bebita en ;ilderdale ;ardens pero que ahora ene%ec#a olidado en un asilo cercano a Dundall, 2ingi'ndose loco, para eitar una condena. Entonces oli a preguntar mi nombre y el de mis padres y se ri. ambi'n oli a hablarme de su cicatri que hab#a costado cincuenta libras$ el precio de su pensin semanal, "como una substancia de hecho". El banco le liquidaba cincuenta libras por semana a mi 3uchacha y otras tantas a su hermana mayor, pero el maquilla%e requer#a serice. (Estoy seguro de haberlo escrito, pero ella ol#a a contrmelo y yo soy respetuoso de mis protagonistas. El arte !pienso debe testimoniar la realidad, para no conertirse en una torpe 2orma de onanismo, ya que las hay me%ores.+ =ecesitaba serice la cicatri y le imped#a, entre otras cosas, la prctica de natacin y de esqu# acutico. oreen adoraba el esqu# y las largas estad#as al aire libre en tiempo de humedad y me init con un cigarrillo de marihuana$ un %oint. Lo rechac' porque hab#a bebido mucho, me sent#a ebrio de
planes, y no quer#a que una ca#da s>bita de mi presin los echara a perder. 3i 3uchacha empapaba el papel de su peque-o %oint con un l#quido untuoso que guardaba en la miniatura de oke de su colgante de oro. "4ceite de hero#na", e5plic. Ella hab#a sido adicta y 2riendo ese %uguito que impregnaba el papel y la yerba, tranquiliaba sus deseos. ac#a un a-o que en#a abandonando el hbito, tem#a recaer en los pinchaos que hab#an matado a sus me%ores amigos una noche en 0ar#s !septicemia y ahora quer#a curarse y salir de aquello porque su pensin no le alcanaba para solentar el hbito$ ya bastantes problemas le tra#a el serice de su maquilladora. Despu's oli a de%arme solo en la cocina, 2ue al ba-o y yo rob' del stano una lata de queso cammembert, y a medida que me lo iba comiendo con mi cuchara de madera, hice una recorrida por las dependencias de la cocina$ arte testimonial. 4m'n de arios hornos erticales, y un gran hogar reestido de barro para hacer pan en la sala contigua ten#an una mquina de asar el'ctrica, con un spiedo que medir#a tres metros de ancho por uno de circun2erencia. alcul' que un pueblo en marcha hacia la liberacin pod#a asar all# media docena de misioneros mormones ante un millar de 2erientes Catussi desesperados por su al#cuota de dulona carne de misionero mormn rot#. 3s all de la sala estaba el depsito de tubos de gas, le-as, carbn y especias. &l#a a a%o el lugar, pero no i a%o sino ramas de laurel y bolsas de yute con hierbas aromticas que no supe cali2icar. )omero* )0eter =ollys* )@elpsias* Gaya uno a distinguir las so2isticadas pre2erencias de esos maniticos magnates britnicos...H uando oreen !mi 3uchacha 0unk, due-a y se-ora de la casa ol#a del !ba-o, trab la puerta que separaba la cocina del o22ice !al que ella llamaba "hogar" en ingl's de los salones donde segu#an gritndose barbaridades sus amigos. Fgnoro lo que habrn dicho ellos, pero como resumen di%o que eran unos pio%os hi%os de perra/ grae. 0rendi otro %oint con la brasa de mis , y !G4chalayH! nos 2uimos con 'l a apestar el dormitorio de su hermana, donde, dormir#amos, pues el suyo en#a desordenado de la tarde anterior. El pasillo que lleaba a los cuartos, estaba custodiado por grandes cuadros que parec#an de buena calidad. epar' en el piso$ listones de roble enteros se e5tend#an a lo largo de quince o einte metros. 6in al2ombra ni lustre alguno, la madera blanca repulida me eoc la cubierta de aquellos clippers que se hac#a construir la pandilla de nobles que rondaba a Disraeli para gastar sus acaciones en ;ibraltar. Gn derrocheH El cuarto de la hermana era amplio, sobriamente al2ombrado, y en un rincn hab#a una piel de tigre, en otro, una de cebra iel y otras pieles gruesas que supuse ser#an de alg>n lanar e5tico, pues eran ms grandes que las pieles de las oe%as ms grandes que mis o%os han isto y que las que cualquier humano podr#a imaginar con o sin %oints embebidos en substancias equis. =os acostamos. ercera decepcin del narrador$ mi 3uchacha 0unk era tan limpia como cualquier chitrula de Klores o de
hu'spedes MF0, nunca sent# en mi piel 2ibras tan suaes como las de esas sbanas de seda suae, que ol#an a lima o a capullitos de bergamota en #speras de la apertura de sus clices. ercera decepcin del lector$ Io %ams me acost' con una muchacha punk. 0eor$ yo %ams i muchachas punk, ni estue en Londres, ni me 2ueron 2ranqueadas las puertas de residencias tan distinguidas. 0uedo probarlo$ desde maro de 197: no he uelto a hacer el amor con otras personas. (Ella se 2ue, se 2ue a la quinta, nunca oli, %ams oli a llamarme. La 2ranquean otros hombres, otros. =os ha olidado/ creo que me ha olidado+. uarta decepcin del narrador$ no dir' que era irgen, pero era ms torpe que la peor muchacha irgen del barrio de meros de reistas de ciencias naturales y de eor#a de los 6istemas. 6epar' algunas para in2ormarme qu' era esa teor#a que yo desconoc#a pero que %usti2icaba tina publicacin mensual que ya iba por el n>mero ciento treinta y cuatro. Las mir'. interesante$ enriquecer#a mi conersacin por un tiempo. 4ndaba en eso citando lleg la hermana de mi 3uchacha 0unk con su noio. La chica di%o llamarse Dianne y era naturista, mar5ista, estudiaba biolog#a, odiaba las drogas, despreciaba a los punks y no tom nada bien que estui'semos acostados en su cuarto, pero disimul. uando le habl', su e5presin se hio a>n ms seera como reprochando que un desnudo, desde su propia cama, se dirigiese a ella en un ingl's tan choto. =o le gust' y ella no pudo disimularlo ms. En cambio el noio me mostr simpat#a. Era estudiante de biolog#a, naturista, mar5ista, odiaba pro2undamente a las punks y mani2est un intenso desprecio hacia las drogas y sus clientes. reo que de no haber mediado el episodio del encuentro y la irritacin de su noia, habr#amos podido entablar tina proechosa amistad. 3e conidaron con sus 2rutas, algo muy delicioso, parecido al n#spero y muy re2rescante, que erradic de mis enc#as el gustito a oreen. Ella, a pesar de nuestra conersacin en o muy alta, mis gritos angloargentinos, mis carca%adas y 1(+s mendrugos de risa que alguno de mis chistes lograron de la biloga, no despertaba. Di%e a los chicos que me estir#a y que deb#a partir pues me !esperaban en mi hotel. Ellos di%eron que no era necesario, que siempre dorm#an en el suelo por motios higi'nicos y que yo pod#a seguir leyendo, pues "Pla lu de la lu no nos
molesta". 4s# di%eron. 6e desnudaron, se echaron sobre una piel de oso y se cubrieron hasta los o%os con una manta hind>. De inmediato entraron en un pro2undo sue-o y los i dormir y respirar a un mismo ritmo, boca arriba y agarraditos de las manos. 0ero yo no pod#a dormir/ apagu' la lu de la lu y estue un rato elando y escuchando el contraste entre las respiraciones sim'tricas de la pare%a, y la de oreen, ms 2uerte y de ritmo ms que sinuoso. 0rend# la lu y reis' el relo%$ ser#an las siete, pronto amanecer#a. 4carici' los pelos de mi 3uchacha, su carita, sus lind#simos hombros y sus braos, y casi estue a punto de hacer el amor una e ms, pero tem# que un moimiento inoluntario pudiese despertarla. 4proech' para mirar su piel delicada y suae. =ada punk, muy aristocrtica la piel de mi 3uchacha. Le estudi' bien el agu%erito de la nari$ med#a seis mil#metros de ancho y 2ormaba una estrella de cinco puntas. )& eran cinco mil#metros y la estrella ten#a seis puntas* =unca lo oler' a mirar. 0ara esta historia basta consignar que estaba dibu%ado con precisin y que debi ser obra de alg>n ciru%ano plstico que habr cargado no menos de quinientos pounds de honorarios. Gn derrocheH 3ir' la cicatri de la mitad iquierda de mi chica$ hab#a perdido ms color y estaba apelmaada por el roce de mi mentn que la barba crecida de dos d#as torn abrasio. 3e apen imaginar que en la tarde siguiente, al despertar, mi 3uchachita 0unk me guardar#a rencor por eso. Escrib# un papelito diciendo que el serice quedaba a mi cargo y lo de%' abrochado con un clip %unto a un billete de cincuenta libras que hab#a comprado tan barato en n ms la horrible imagen de mi patria que desde hace un tiempo inculcan a los %enes europeos. 3e est#. 4l de%ar el cuarto apagu' las luces. 0ara salir destrab' la cerradura de la cocina pero ol# a cerrarla y deslic' la llae ba%o la puerta. Los punks segu#an peleando$ el a2ricano reprochaba a los otros no haberlo despertado para la cena. &tro lloraba, creo que era el 2ranc's. Despu's o# una s#labas rar#simas$ era alguien que hablaba en holand's. ;racias a Dios no me ieron y encontr' un ta5i no bien sal# a la calle, 2r#a como una daga rusa olidada por un gelogo ruso reci'n graduado en la heladera de un hotel pr5imo a las obras suspendidas de 0aran 3edio. La tarde siguiente, le# en he ;uardian que durante la noche catorce agabundos, a causa del 2r#o, hab#an muerto, o crepado, estirando sin rencor sus eintitantas agabundas patas inglesas, en pleno coran de la ciudad de Londres. icieron no s' cuntos grados Karenheit/ calculo que ser#an unos die grados ba%o cero, penique ms, penique menos. En el hotel me pegu' un ba-o de inmersin y calentito y con el agua hasta la nari le# en la edicin internacional de lar#n las hermosas noticias de mi patria. ?uise oler. 4l d#a siguiente Pol' a
3uchacha 0unk. =o ten#a su tel'2ono/ su nombre no 2igura en el directorio de la ie%a ciudad. orr# a su casa. 3e recibi amistosamente Kerdinand, el noio de la hermana$ mi 3uchacha estaba en =eC Iork isitando a la madre y de all# saltar#a a Rambia, para reunirse con el padre. oler#a reci'n a 2ines de abril, y 'l no me initaba a pasar porque en ese momento sal#a para la uniersidad, donde daba sus clases de citolog#a. ipo agradable Kerdinand$ ten#a un 3orris blanco y negro y mane%aba con prudencia en medio de la rougb hour de aquel atardecer de inierno. 6e mostr preocupado porque hac#a un a-o le en#an 2allando las luces indicadoras de giro del autito. Le suger# que deb#a ser un 2usible, que seguramente eso era lo ms probable que le suceder#a al 3orris. umi un rato mi hiptesis y 2inalmente concedi$ !=o lo s', tal e tengas ran... 3e de% en ictoria 6tation, donde yo deb#a comprar unos catlogos de armas y unos art#culos de caa mayor para mi gente de