ETICA COMO AMOR PROPIO Fernando Savater
SERVICIO NACIONAL DE APRENDIZAJE – SENACENTRO DE SERVICIOS Y GESTIÓN EMPRESARIAL MEJORA CONTINUA DE INSTRUCTORES MEDELLÍN 2010
ETICA COMO AMOR PROPIO 1
Fernando Savater
Lo que hoy expongo ante ustedes no es una novedad ni una invención genial ni mucho menos no he descubierto descubierto ningún Mediterráneo. Mediterráneo. No los voy a sorprender con una noticia que no hayan oído nunca, más bien es hacer hincapié en una tradición muy sabida pero postergada, marginada. Es la tradición que va en contra de la opinión vulgar, normal de la ética como renunciamiento a uno mismo, como postergación del propio interés en beneficio del interés ajeno. Hay una especie de unión espontánea entre altruismo y renuncia, entre abandono del egoísmo y ética ética casi sistemáticamente. sistemáticamente. En el lenguaje habitual y moral, moral, se emplea la palabra ética como sinónimo de altruismo, de renuncia al propio interés. Mi idea es más bien lo contrario. Es decir, yo creo que la ética surge precisamente del interés propio, bien entendido. La ética está vinculada con nuestro gran apasionante interés, con lo que más nos concierne. No es renunciar renunciar a nosotros nosotros mismos para para sustituirlo sustituirlo en nombre de de qué?. ¿Por los intereses ajenos?, es entenderlos en una forma completa y amplia como para que rompan la barrera artificiosa de un yo cerrado sobre sí mismo, e incluya un mundo de colaciones, colaciones, de intereses, de interdependencias. interdependencias. El fundamento pues de esta ética iría en contra de esa especie de supuesto desinterés de otras otras éticas. En nombre de qué qué vamos a hacer hacer tal o cual cosa. cosa. Como diría Biblistein en una de sus conferencias célebres sobre la ética, en el fondo de la primera pregunta que se le ocurre a uno cuando le dicen, debes hacer tal cosa, hay que hacer tal otra, debes cumplir tal precepto, es: ¿y qué pasará si no lo hago?. Bueno hay muchas respuestas. Las hay de tipo religioso, serás castigado, irás al infierno, te pudrirás en algún tipo de lugar incómodo o determinado por los dioses, o serás castigado por los jueces o por la sociedad. Es decir, normalmente en el fondo el si no hago esto, originará una serie, más o menos, vedada de de amenazas o de castigos. castigos. Si lo cumples serás serás recompensado, recompensado, iras el cielo, la sociedad te te considerará considerará uno de sus más importantes importantes hijos. En cualquier caso los planteamientos tienen que ver con el interés obviamente. Si yo entrego como un santo clásico mi vida a cuidar leprosos y abandono mis riquezas, como lo hiciera San Francisco de Asís para vivir una vida más pura y
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Fernando Savater Escritor y filósofo español, fue invitado a la 2ª. Feria Internacional del Libro, Bogotá-Colombia, para participar en el encuentro Internacional de Escritores. Escritores. Sobre su último libro “Etica como amor Propio” Fernando Savater ofreció ofreció esta conferencia en el marco del Encuentro
más próxima a los cielos, es evidente que soy desinteresado respecto a una serie de cosas, a las riquezas o la los bienes terrenales. Pero soy muy interesado respecto a otras, al premio celestial que voy a obtener con ese comportamiento. Si San Francisco o cualquier otro santo hacen lo que hacen es porque esperan una recompensa, aunque sea un interés trascendental no deja de ser un egoísmo igual que los demás. Lo que pasa es que es un egoísmo a más largo plazo, más ilustrado. Esto no es extraño. Lo que sería sería impensable impensable es una ética, una norma de comportamiento que no tuviera nada que ver con lo que los hombres quieren. ¿Cómo puede haber un debes hacer esto sin estar ligado con tal o cual cosa?. La raíz de la ética es lo que los hombres queremos. Si la ética es el arte de dar algún sentido racional a la libertad, si es el arte de poder manejar, orientar y justificar de un modo más o menos plausible el uso de nuestra libertad, es evidente que tiene que estar vinculado con algún querer, sea el querer obtener un premio transmundano o vivir en un mundo de tales t ales o cuales características. Por lo tanto me parece que no hay posibilidad de hallar ninguna ética que esté desligada de eso que Spinoza, llamó en su ética con un término clásico, el Conatus, el deseo de autoafirmarnos autoafirmarnos en nuestro ser. ser. Todos los objetos -dice -dice Spinoza- todas las cosas, los seres vivos, los inanimados quieren seguir siendo lo que son. Quieren asegurar su ser lo más posible, y esto está en el fondo de todos los quereres explícitos o implícitos de los seres. La piedra quiere seguir siendo lo que es porque cuando la golpeamos lo resiste. Y el hombre desea seguir siendo lo que es porque desea comer y vivir en una sociedad organizada justamente y encontrarse reconocido por los otros hombres. Siempre hay ese mismo Conatus, el deseo por perdurar y perseverar en nuestro ser, como punto de todos los quereres. Si yo creo en una vida eterna más allá de este mundo y considero que este mundo es un lugar de tránsito en el cual estoy sometido a prueba para luego ganar la vida eterna por interés en perseverar en mi ser, de la mejor manera posible cumpliré cumpliré aquellos requisitos requisitos para obtener obtener ese premio celestial. celestial. De modo que en cualquier caso sigue siendo el afán, el apego a perseverar en mi ser lo que lleva a los comportamientos, el Conatus. “Una ética que no pretende el desinterés, sino al contrario, reivindica un apasionado interés en lo que más concierne al hombre”.
Si quisiéramos poner tres títulos en el Conatus diríamos que es el deseo o afán de autoconservación, autoconservación, autoafirmación y de autopromoción. Conservarnos Conservarnos y afirmarnos frente y en medio de un mundo frecuentemente hostil y promocionarnos, promocionarnos, es decir, decir, mejorar nuestras posibilidades. posibilidades. Esto es es el fundamento de toda ética no hipócrita. No puedo decir que todo lo que hago lo hago por mis vecinos y uno se pregunta, ¿Qué tienen sus vecinos? ¿Por qué renuncia a sus derechos? Bueno porque yo los amo. Esa es una razón vinculada al propio interés. Lo absurdo es suponer que todos nuestros intereses revierten exclusivamente sobre un yo cerrado o absolutamente aislado de los demás. Yo tengo un interés puesto en mi obra, en mis vinculaciones, en mis relaciones, en las instituciones en las que creo, en los seres a los que amo, y todo esto forma parte de mi interés. Si yo hago algo por alguien a quien amo, por una idea en la que creo, por una obra que me importa no estoy haciendo algo desprendido, sino apasionadamente interesado en mi propio interés porque yo soy mi propia obra, mi relación, relación, mi ideal. ideal. Este es el planteamiento planteamiento que quería fundamentalmente expresarles. Si quisiéramos buscar algo que identificara y que homogenizará en cierta medida los quereres últimos de todos los hombres, un querer que no falte en ninguna cultura, a ese querer querer yo lo llamaría llamaría el deseo deseo de inmortalidad. inmortalidad. Todos los deseos deseos culturales, todos todos los del hombre son son de inmortalidad. inmortalidad. No vamos a entender entender la inmortalidad exclusivamente en la manera transmundana y religiosa, aunque sea una forma de deseo de inmortalidad inmortalidad por supuesto. supuesto. Es decir, el deseo deseo de no morir con la muerte y perdurar en algún lugar, no. Debe ser entendida como la resistencia a las pompas y obras de la muerte, como resistencia al asedio de la muerte. Cómo aseguramos aseguramos frente a ella. ella. Porque el problema no es saber si hay una vida más allá de la muerte, sino si hay vida más acá, si verdaderamente tenemos una vida antes de la muerte, el problema es si ahora podemos vivir una vida que tenga dimensiones de plenitud o de autocontento suficiente. Hay una definición famosa de un médico del siglo pasado que definía la salud como el conjunto de funciones que en el organismo resisten a la muerte. Entonces podríamos decir que la cultura toda es el conjunto de funciones con el que los hombres resisten resisten a la muerte. muerte. Se enfrentan a la la necesidad aniquiladora aniquiladora de la muerte en todas sus facetas y así por ello la cultura pone frente a la muerte el elemento contrario y potencia potencia el elemento que la muerte borra. borra. Si la muerte es insensibilidad pues la vida, la cultura potencia en diversidad de plenitudes y de experiencias experiencias sensoriales. sensoriales. Si la muerte muerte es olvido, olvido, la cultura es memoria o momento. Si la muerte es transitoriedad, la cultura produce gloria y perennidad. Si la muerte es extinción la cultura asegura la progenia y la familia, familia , la continuación de la especie. especie. Si la muerte es un caos que desordena desordena los elementos elementos por un momento reunidos en el hombre, pues la cultura propicia alguna forma de orden y de establecimiento que resiste al caos.
La cultura introduce todos aquellos elementos que la muerte permanentemente está negando, y frente a las obras reales, opuestas o simbólicas, la cultura frente a la muerte vivifica como un intento de asegurar la inmortalidad en diversos registros. Y en ese sentido está el querer último de los hombres. El hombre desea aquello, esa perduración, esa garantía de inmortalidad. inmortali dad. Por lo tanto la vida buena, la vida mejor será aquella que nos aproxime más al sentimiento de inmortalidad y al sentimiento de estar resistiendo a la necesidad de la muerte con la libertad de la vida. Frente a la la muerte, la vida como libertad libertad arriesgada arriesgada y comprometida. De ahí que yo he hablado de la ética como un amor propio, no como denuncia sino como un amor a uno mismo, bien entendido. entendido. Amor propio sería entonces entonces querer para uno mismo mismo lo mejor. Pero ¿Qué es lo mejor? ¿Qué es un egoísmo verdaderamente verdaderamente consecuente?. consecuente?. Supongamos que Calígula es el ejemplo de un egoísta perfecto. Es decir, que alguien que prefiere vivir rodeado de terror, de crimen, con las relaciones humanas positivas rotas, entregado a inspirar el pánico o el odio o el temor a los demás; esa persona es el que ha cortado con la vida, el que ha deseado lo mejor para sí mismo, y esa persona es mejor que el que ha intentado llevar una vida como un ciudadano más o menos libre, participativo o racionalmente comunicado con lo demás. ¿A santo de qué vamos vamos a suponer que una persona que que lleva una vida tan anómala es el ejemplo del buen egoísta?. Sería como suponer que el egoísta es aquel que tiene su casa alimentada de excrementos y adornada con todo tipo de flores putrefactas putrefa ctas en vez de procurar mantenerla ordenada. Hay gustos para todo. Sabemos que el mundo de lo morboso es muy amplio y complicado, pero en general suponemos que quien realmente se quiere a si mismo es quien propicia una organización de su ambiente vital y de su vida misma más acorde con lo que suponemos que es la función del hombre en el mundo, frente a suponer unas funciones que destruirían inmediatamente las relaciones de los hombres con otros y que nos llevan al destino de Calígula o a destinos parecidos. Verdaderamente el amor propio es una una conciencia de que que es lo que realmente realmente el hombre quiere y, no solamente el hombre yo, el hombre con mayúsculas, sino el hombre que somos cada uno de nosotros, que todos tenemos más a mano, como diría Unamuno. Suponer por ejemplo ejemplo que alguien que potencia su amor propio lo va a potenciar asocialmente siendo la dimensión social una dimensión innegable de todos los seres humanos, sería como suponer que alguien que potencia su amor propio lo va a hacer en puro espíritu sin conceder nunca una satisfacción al cuerpo cuando todos sabemos que el hombre es cuerpo, espíritu y muchas cosas más. Si vamos a potenciar potenciar nuestro amor propio amaremos nuestro nuestro cuerpo cuerpo y
amaremos también otras dimensiones del espíritu. espíritu. De la misma forma amaremos amaremos aquellos aspectos idiosincrásicos y los aspectos sociales o de coordinación y de comunicación con los otros. No hace falta buscar una obligación externa, un tipo de coacción en contra de nuestro propio interés para apoyar los movimientos de aproximación solidaria y racional con los otros, basta con el análisis y con la buena ilustración del amor propio para descubrir que lo que nos hace falta, que lo que nos conviene más no es lo que excluye a todos, sino lo que incluye a todos dentro de un determinado sistema de orden, de relación o de interdependencia. interdependencia. Esta idea no es una novedad ni una ocurrencia que yo haya tenido, es algo que está constantemente y que está inscrito con asiduidad en la historia de la filosofía, en la historia de la ética. Aristóteles, Aristóteles, por ejemplo, habla de de la filautía, es decir, decir, el el amor a uno mismo. Y ya ya Aristóteles Aristóteles responde previamente a esa idea de que que el amor a uno mismo puede ser considerado como algo malo, es decir, consideramos que se ama a si mismo y no se abre a los demás. Aristóteles sale al paso diciendo, quien se ama es quien busca para si mismo lo más excelente. Quien practica la búsqueda de la excelencia está buscando de sí mismo en la buena ciudad. En la religión cristiana San Agustín habla de un amor a uno mismo y del mal amor a uno mismo. Por que incluso en el origen del cristianismo de hecho cuando se pone el parangón parangón para el amor público público se dice dice “ama a tu prójimo como como a ti mismo”, no te dice no te ames en modo alguno a ti mismo y ama a tu prójimo. Nieztche en “El Zaratustra” Zaratustra” malignamente decía, decía, tu ante todo se de los que te amas, mira a ti mismo y lo demás vendrá por consecuencia. La sicología y el sicoanálisis moderno han dado amplia razón a estos atinos. La mayoría de los hombres que vierten su agresividad destructiva hacia el exterior no es tanto por el odio hacia él sino por un odio a ellos mismos volcado al exterior, a una incompatibilidad incompatibil idad con ellos mismos que revierte sobre el exterior. Es difícil que una persona que se encuentre equilibradamente en buenas relaciones consigo mismo viva entregada a la destrucción, destrucción, al enfrentamiento con con el exterior. exterior. La agresividad, sobre todo en sus facetas más irracionales proviene de un mal entendimiento con con uno mismo. A partir del amor propio es donde hay que empezar a entender la relación social, la vinculación con el otro por un amor bien entendido, no como una negación del primer amor a uno mismo.
Hay otro concepto que yo quisiera defender hoy ante ustedes, narcisismo. Como ustedes saben, es la palabra introducida en la clínica por Freud para designar esa inversión libidinal libidinal del propio propio yo, esa especie especie de amor a uno mismo. Normalmente
cuando decimos a alguien narcisista no se le dice propiamente como un elogio. Sin embargo, si nos detenemos en el estudio que hace Freud, él dice que el narcisismo es indispensable para la cordura, si yo tengo cierto interés apasionado en mí, si no he invertido algo en esa empresa que cada uno de nosotros somos verdaderamente, verdaderamente, yo no logro mantenerme cuerdo. Hay dos polos a ese narcisismo, a esa relativa inversión favorable y que son enfermedades, la manía y la melancolía. melancolía. El narcisismo narcisismo pone el yo de cara al ideal ideal del yo. Entendido éste éste como eso eso que cada uno de nosotros, nosotros, consciente consciente o inconscientemente inconscientemente quisiéramos quisiéramos ser, creemos merecer ser. El narcisismo mantiene viva la distancia y el acercamiento al ideal del yo. La manía se refiere a quien cree que ya es el ideal del yo, quien cree que ha perdido la distancia entre su yo ideal y su yo real, y esa persona como piensa que ya encarna la absoluta perfección no admite críticas de ningún tipo de coartamiento a su ego, sino que ya vive absolutamente satisfecho, maniáticamente satisfecho de sí mismo, y entonces se convierte en verdadero peligro para su entorno, porque no está expuesto a ningún tipo de concesión, a ningún tipo de sujeción sino que vive convencido de que él ya cumplió en la tierra le ideal del yo. Es el maniático que tiene tiene una fuerza de atracción atracción inmensa entre el el resto de personas, por que las más inseguras necesitan sentir un poco de estremecimiento de satisfacción satisfacción que esa persona tiene por sí misma. Frente al yo del maniático está el melancólico, es decir, quien ve tan inmensa distancia entre el ideal de su yo y su yo real, quien se considera lejos de poderse aproximar, de cumplir su ideal del yo y entra en un largo proceso de autodestrucción autodestrucción para castigarse por estar lejos de su ideal del yo. El individuo que se mantiene en ese equilibrio narcisista siente la culpabilidad de nuestra libertad. libertad. Los actos libres libres nos culpabilizan culpabilizan en cierta cierta forma. La historia historia del primer acto libre allí en el Jardín del Edén pues la historia de una transgre t ransgresión. sión. Cómo saber yo si soy libre más que haciendo lo que me han dicho que no haga, cuando uno traza una raya la única forma de saber si tiene dos lados es pasando por encima. Entonces la libertad descubre la culpabilidad y el mito del jardín en el fondo se puede ampliar a cada uno de nosotros, en cuento autoafirmamos nuestro yo frente a los otros, sentimos nuestra libertad entendida como una transgresión. Sentimos a la vez, el vértigo favorable y entusiasta y el temor de haber ejercido nuestra libertad. Y esto esto acompaña acompaña a todos los los individuos. individuos. La individuali individualización zación es una carga, de ahí que la libertad sea una carga.
Solo hay un caso en el que la libertad vence el vértigo de la transgresión que es el artista por que él no podrá hacer que los demás agradezcan ser el mismo, ser libres. Mozart compone su Sinfonía, no le reprochamos que se dedique a ser Mozart. Por el contrario le agradecemos agradecemo s que sea Mozart, encontramos encontram os un contento personal en el hecho de que él haya afirmado en su gran obra su personalidad. personalidad. Al artista artista le perdonamos su individualidad. individualidad. Entonces es natural natural el que casi todos nosotros busquemos participar en un transgresor colectivo que nos desculpabilice desculpabil ice de nuestra individualidad. individuali dad. El buscar esa masa donde uno pierde, ya sea por identificación con unas coordinadas homogenizadoras, el miedo a la libertad que tenemos un poco todos, como decía Erich Fromm. De ahí el deseo de pertenencia, de formar parte de algo. La pertenencia es enormemente satisfactoria. El problema en cuando el grupo de pertenencia termina por obturar todas otras posibilidades de nuestra vida moral, cuando ya no tenemos otra vida moral que nuestra pertenencia. pertenencia. Es bueno lo que favorece favorece nuestro grupo, es malo lo que que va en contra de él. Cuando ya no haya más juicio moral que el grupo de pertenencia, es cuando hemos hemos perdido toda sensación de de autonomía y entramos a formar parte de un colectivo que anula nuestra individualidad moral, para ser sustituida por esa especie de embadurnamiento de la pertenencia que nos dispensa de ser libres y nos permite ser partículas. Como veis, esto también forma parte del amor propio, el deseo de pertenencia, es en el fondo, una desconfianza desconfianza con respecto al propio propio amor, es trasladar trasladar el amor propio a una entidad exterior, a un transgresor colectivo, a una masificación, a un grupo, a una identidad exterior con la cual no se reconcilia uno por que uno no se puede reconciliar con uno mismo, mientras que la participación es a partir del propio amor que se plantea proyectos que lo polemiza o los resuelve en concordia o discordia discordia con los demás. De ahí entonces la la idea de este amor propio propio individualizado, individualizado , participativo, participat ivo, equidistante entre el maniático ideal del yo yo y el melancólico. Este ideal ético es un poco acartonado por que cada uno inventa su vida y no nos parecemos nunca tanto a la teoría como la teoría quisiera. quisiera. El proyecto de los Derechos Humanos nace del deseo de encontrar un código minino en el que los hombres puedan leer la situación de su propio amor frente a la colectividad humana. Los Derechos Derechos Humanos intentan ir más allá de las pertenencias racionales, étnicas, religiosas o ideológicas, un grupo en el que la pertenencia sea participación participación porque cubre cubre a todos todos los hombres. Ya no es simplemente la identificación identificación de yo soy de éstos frente a aquellos aquellos sino que que yo formo parte y reconozco mi propio amor en el amor que cada hombre se tiene a si mismo y en la forma en que se ama a si mismo.
El proyecto ético que hoy les propongo es el siguiente: Una ética que no se avergüenza de su origen en el propio amor, en el egoísmo racional si se quiere. quiere. Una ética que no no pretende el desinterés, desinterés, sino al contrario, contrario, reivindica un apasionado interés en lo que más concierne al ser humano. Una ética que desde el punto de vista sicológico procura superar esa dicotomía entre la manía y la melancolía y mantiene la vinculación narcisista con el ideal del yo sin tomarnos por la imagen del espejo, ni tampoco perder completamente la imagen y por lo tanto perder la cordura de la autoconciencia y de la autosatisfacción y la vinculación política por encima de las pertenencias pertenenci as nacionales, éticas, etc., que crea el esquema de ese amor propio extendido, que amplía, incluye y no excluye a los demás.