Raquel Capurro - Diego Nin
Extraviada X
Edelp ECOLE LACANIENNE DE PSYCHANALYSE
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Virginia ir ginia Nembrini embrini Jorge or ge G. Sarmiento armiento (Univérsit as) Univérsit nivérsitas as.. Editorial Científica Universitaria Venezuela 15-Planta 15-Planta Baja A-T A-Te/ Fax: 54-61-690278-Córdo 54-61-690278-Córdo ba-Argent ba-Argent ina
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© (1995) Raquel Capurro - Diego Nin © (1995) Io Edición. Editorial Edelp S.A. Cerrito 520 - 5o C - Capital Federal. © (1997) 2° Edición. Editorial Edelp S.A. Cerrito 520 - 5o C - Capital Federal. Hecho Hech o el depósito depó sito que previene la ley 11.723 11.723 I.S.B.N. I.S.B.N. N° 98 7-99567-3-7
Foto Archivo Judicial - 13/12/1935
Introducción La publicación de este libro obedece al hallazgo de ciertas páginas escri tas, unas por un psiquiatra, a modo de peritaje de un crimen, y otras — años después—por la autora misma de ese crimen. Polvorientas, arrum badas y editadas, ellas hicieron patente que el tal hallazgo tuvo que ver, antes que nada, con el concemimiento que afectó a sus nuevos lectores. De ahí en más se transformaron en el punto de partida de la búsqueda de documentos, inéditos, de ese caso. Cierta lógica determinó los movi mientos que siguieron, similar a la que Edgar A. Poe mostró de modo ejemplar en “La carta carta robada”. robada”. Este libro pretende hacer un lugar a escritos que, producidos al modo de actas interminables, brotaron de un acto terrible: un crimen parricida. La publicación que presentamos sólo puede entenderse entonces como acto de admisión y de atención a un decir que pugnó por hacer saber..., un de cir rehusado y socialmente devaluado como loco. Quizá por esta vía se pueda descubrir, entonces, una experiencia forjada en forma enigmática en las redes del lenguaje, en las que algo intenta de cirse una y otra vez ... y se escabulle. Algo que increíblemente logra for mularse sin ser entendido ni por quien lo dice ni por quienes escuchan o leen. Como un hablar en lenguas de las que se ha perdido la clave. Bajo esas esa s formas socialm so cialm ente en te devaluadas devalu adas de la palabra palabra —un delirio , un acto “loco”, una alucinación—alguien, catalogado como psicótico, dice, sin porta mucho hacer hacer sabe aber. Le importa mientras embargo, algo que le impor puede creer en un interlocutor posible respecto a eso de lo que quiere ha blar en tanto testigo de una experiencia. La segregación sistemática de su de testimonio puede determinar que alguien llegue a un punto sin retomo y renuncie de distintas formas y para siempre a ese intento1.
1. Allouch, Jean, “Perturbación en Pemepsi”, en Revista Córdoba, 1993.
Lit L itor or a l ,
n°15, Edelp,
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Pero eso que aparece como “loco”, eso de lo que “es mejor ni hablar” ¿cómo tomarlo? ¿desde dónde escucharlo? Este libro forma parte de una apuesta clínica: si se puede tolerar no saber, si no hay apuro en entender, si se s e puede pue de aceptar aceptar que en esa madeja madeja enre enreda dada da están están los hilos conducto algonuev nuevopue puede defabri abricars carse res... algo nuevo puede ocurrir, algo . Por esta senda no inventamos sino que seguimos un surco abierto por la enseñanza de Jacques Lacan. Su práctica, sus textos, determinaron tam bién, para nosotros, encuentros con quienes, sensibles a esta perspectiva, cole cole llacani acanieenne nne depsychan psychanal alyse yse y sus lo hacían saber públicamente. La é publicaciones pub licaciones han sido alguno de los lugar lugares es en que hem os encontrado encontrado el despliegue cuidadoso del reto que se juega hoy en día en el campo del psicoanálisis a partir de la enseñanza de Lacan: el de un trato posible y diferente diferente del d ecir psicódco. psicód co. Un espacio de lecturas foijado en Montevideo, con algunos otros, nos permitió descubrir la tesis de Lacan sobre La psi psicosi cosis par paranoica anoica en en sus sus relaci aciones ones con con la la per personali onalidad dad y y con ella reinterrogar el saber psiquiátri co tal como se constituyó hasta los años treinta. De este modo pudimos situar los puntos de ruptura planteados por Lacan. Se nos hizo entonces argueriite ou ou l ’Aimé e de Lacan, de Jean Allouch, claro, a través de Marguer hasta qué punto la fuerza teórica del camino abierto por Lacan era deudor de esa mujer, paranoica. Vale decir, hasta qué punto dejó que lo que su paciente le hacia saber cuestionara el saber constituido. De ahí en más cobró un primer plano para nosotros esa palabra testimonial del loco y el trato que reclama. Esta cuestión condujo una interrogación al caso de las hermanas Papin , y luego a las Memorias del presidente Schreber3. Pero del francés al ale mán las dificultades crecieron: no es poca cosa hacer sufrir a ese decir una operación de traducción: homofonías que se pierden, así como tam bién las determinaciones literales, transcripciones, transliteraciones, pis tas únicas de cada caso. Se hizo imperioso encontrar y seguir el camino de “eso”, tal como se dice en la particularidad de un caso, en las coorde nadas de nuestra lengua lengu a y d e nuestra cultu cultura. ra. a
2. Caparro, Raquel, “El asentimiento al estilo paranoico”, Intervención en la sec ción de clínica psicoanalítica, psicoanalítica, Córdoba ,1992. ,1992. Inédito. Inédito. 3. Capurro, Raquel, ‘‘La cuestión del público para D. P. Schreber durante la escri tura de su obra”. Intervención en la sección de clínica psicoanalítica, 1993, Córdo lin eass, ed. Roca Viva, Montevi ba, inéd in édito ito y “Un “U n testig tes tigoo y sus s us público púb licos” s” en En tre linea deo, 1992.
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Descartada por razones éticas toda mención posible de nuestra propia práct práctic ica, a, o de cualquier caso que no hubier hubieraa alcanzado estado p úblico por su propio propio movim m ovim iento, decidim d ecidim os echar una ojeada sistemática al pasado. Con varias referencias posibles nos dirigimos hacia el viejo Hospital Vilardebó. Varios días fueron necesarios para “asimilar” algo que en algún momento del pasado “se” leyó pero que evidentemente no “se” llegó a saber: todos los archivos del hospital, todo ese pasado del decir de los locos en esta ciudad ciudad y del de l trat tratoo que les fue deparado, deparado, ¡¡todo es o había de saparecido!! Todo fiie quemado en los últimos años de la dictadura mili tar, cuando la población del Hospital fue trasladada al Hospital Musto. La historia de la locura que allí puede leerse ahora arranca, pues, casi en “tabul ulaa rasa” asa”ll la década del ochenta. Antes, ¡“tab Una pira ardiendo en un hospital psiquiátrico: difícil encontrar una ima gen más paradigmática del estatuto de pura basura a que fue reducido el decir de los locos por la trama del poder psiquiátrico-militar. Algo cul mina allí y se revela. Se revela como desafío en su terrible actualidad ¿podemos dar otro trato a ese decir? Fue necesario entonces localizar nuestra búsqueda en la Biblioteca de la Facultad de Medicina. Allí, entre otros, apareció un peritaje realizado por el Dr. Camilo Payssé en 1935, titulado “Psicogénesis de un parricidio”. Nada nos atraía particularmente en esa forma de esgrimir el saber que se pone en en jueg o en un perit peritaje aje.. M ás bien estábam os en las antípodas de esa posición. No obstante, nos interesaron las largas transcripciones que ha cía el autor de un texto escrito por una joven de 20 años, que en una compleja situación familiar había matado a su padre disparándole cuatro balazos. Fotocopiado, el texto fue a dormir junto con otros. Pasaron los días, los meses, y una cierta mañana de junio, encontramos en la Revista de Psiquiatría del Uruguay la publicación en dos números de un caso de paranoia que buscaba ilustrar el problema de la peligrosi dad de dichos pacientes. En las primeras líneas leimos: “(...) El caso que hemos elegido es excepcional, en más de un sentido. XX es una educacionista muy inteligente, que fue la mejor estudiante de" su promoción. (...) Hace más de 20 años, y teniendo ella 20 años de edad, cometió el delito de parricidio, motivado en gran parte por la con ducta tiránica del padre, personalidad paranoica típica también. La Inter pretación que hizo del caso el Dr. Payssé está en un informe publicado como apartado de la revista de Psiquiatría (1936) titulado: ‘Psicogénesis de un parricidio’”.
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No recordábamos demasiado ese artículo, pero al revisar el material un texto se juntó con otro. Empezamos a leer el escrito de la llamada XX y supimos pronto que había suscitado en nosotros un nuevo público de lectores. Cosa extraña, estos escritos no habían despertado ningún eco, salvo un debate casi sin huellas en la Sociedad de Psiquiatría, en 1936. Del lado de los psicoanalistas nada, sólo la voz de Pérez Pastorini transcripta por Camilo Payssé; luego, en 1959, cuando la práctica del psicoanálisis ya había tomado su forma institucional con la fundación de la APU (1957), nada nada se escribió sobre este ca so. El delirio de XX, publicado como ejemplar por Brito del Pino, cayó en un desierto. Mejor dicho cayó en un momento paranoico que inauguraba la práctica instituida del psicoanálisis en Montevideo y cuya escena re gistra también la Revista de Psiquiatría al dedicar un número de 1957 al debate que titula “Del intrusismo en psiquiatría**4. Bajo la figura del ana lista lista no m édico (la , dijo Freud) se hacía presente, en esta ciu (l aien Anal Analyse yse novedad dad por primera vez y con la modalidad de la persecución, la novedad que el psicoanálisis inauguraba en su trato de la locura. La medicalización de la locura, como respuesta construida durante todo el siglo XIX {cfr. M. Foucault, Histor storiia de la la locur locuraa en la la é poca clá cl á sica sica ) se encon traba, por el hecho de esta práctica ejercida por “no médicos”, en estado de cuestionamiento.
R eabrir un caso caso Los protagonistas de esa historia han muerto. Hoy sabemos sus nombres, pues estaban en los diarios. Allí también estaba indicado el domicilio de la familia, una vieja casona de la calle Larrañaga, en vías de convertirse en tapera, herencia abandonada de la que nadie, al parecer, ha querido saber nada. Allí murieron todos los integrantes de esta familia, menos Iris —po —p o d em o s ahora ah ora deci de cirr su nomb no mbre—Iris re—Iris que v a gó por las la s call ca lles es d e esta es ta ciudad hasta su muerte en 1985. Reclamamos hoy la herencia de su acto y de sus escritos para hacerla de todos los que se hagan público de este libro, que en gran medida es su libro.
Re vista ta 4. “Del intrusismo en psiquiatría” Varios autores en Revis Uruguay, M ontevid eo, 1958.
de Psiq Ps iquia uia tría de l
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En 1935 este ca so tomó estado público: público: Iris Iris hizo hiz o saber con un acto crimi nal un “no va más”. Dos años después, el caso fiie cerrado y el eminente abogado que asesoró la defensa, el Dr. Salvagno Campos, recomendó a su die nta nt a algo qu e ella creyó un atinad atinadoo consejo: “Ahor “Ahoraa Ud., Ud.,olví olvídese desede todo,f. Pero fue la protagonis protagonista ta misma del caso q uien su scitó su reaper reapertu tu ra. En 1957 Iris Iris salió en busca de alguien a quien dec irle porqué no le fue posible seguir el consejo de su abogado. Su decir involucraba a su madre como perseguidora, y con esa nueva perspectiva se reabrió el caso. El psiquiatra que la recibió diagnosticó paranoia y la internó en el Hospital Vilardebó. Esa respuesta cobró significación para ella: los psiquiatras suscriben la tesis materna, no son sus aliados. En defensa de una verdad que busca hacerse saber, Iris escribe y, a pesar de la persecución, da a su psiquiatra un extenso texto del cual éste publi ca algunas páginas. Antes de hacerlo, toma decisiones que determinarán de modo nefasto el futuro de su paciente: la convierten en una mujer errante, sin casa, sin familia y sin trabajo, deambulando por las calles con sus escritos a cuestas. Al no encontrar destino, éstos se perdieron junto con ella en 1985. Acusamos recibo de las páginas publicadas. Mas para poder leer sus sus es critos era preciso retomar su historia, ir también a ese momento álgido de su pasaje al acto, de su primera irrupción pública. A partir de allí, fue ne cesario examinar el tratamiento dado a su acto, tratamiento jurídicopsiquiátrico que tomó la forma de un expediente a localizar.
El buscador buscador , escribe
Goethe, hall halló má s de de lo que espe esperraba encont ncontrar. ar. Realmente la documentación resultó de una riqueza inusitada: no sólo declaraciones, sino largos textos autobiográficos, escritos, fotos. Se hacía posible intentar leer la conexión entre el acto llamado parricida y el pos terior delirio. delirio . No creemos excedemos al proponer con este libro una lectura reclamada por el movimiento que hizo salir de su casa a Iris en 1957 para buscar alguien alguien a quien quien hacer partíc partícipe ipe de los sucesos suceso s en qu e se veía ve ía envuelta.
Transferencia Como Violette Noziére, aunque de manera menos notoria y más fugaz, Iris suscitó comprensión, a diferencia, quizá, de otros casos como el de las hermanas Papin, o el del maestro Wagner, cuyos crímenes provoca
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ron horror; o como el del Dr. Schreber o Marguerite Anzieu que produje ron por su acto o por su decir la extrañeza ante lo que no se entiende. En cada caso la locura convoca, pero recibe respuestas de distinto tenor. A veces la convocatoria toma la figura de un “acto loco”; otras, de un de cir o un escrito delirante. En el caso de Iris nos vemos convocados do blemente por un acto y por un escrito delirante. El primero no fue califi cado como loco ni por su contemporáneos ni por el dispositivo judicial. Declarada inimputable, sin “medidas curativas”, Iris se reintegró a su ho gar y a su trabajo de maestra. Fue necesario que hiciera público el lento trabajo de su delirio para recibir, entonces, la respuesta proporcionada a un nuevo diagnóstico: “paranoia” :.. Por lo tanto ... exclusión del alcance de su palabra y segregación social. Sin embargo, algo en el texto de Iris impidió al psiquiatra silenciarlo en un cajón de su escritorio y decidió su publicación. Sin duda fue el tenor mismo de esas páginas. % En un artículo de 1931 Lacan llamó la atención sobre la transmisión que el psicótico intenta hacer de su experiencia, a través de textos más o me nos inspirados y señaló que “no dejan de estar provistas de.una signifi-
cación intencional eminente y de una comunicabilidad, tensional muy ”5. Advirtió también que esos textos comportan “una sintaxis elevada originar que ha de ser desentrañada. Desentrañarla supone, en primer lugar, deponer toda actitud a priori de elucubración de un saber sobre esos textos, y evitar la pista resbaladiza de la comprensión empática, de la inyección de sentido. Sólo mediante esta ascesis podrá quizá hacerse entender el testimonio que así nos llega, y que, sin saberlo alguien formula. Esto supone, como punto de partida, una cierta posición subjetiva ante lo que se va a leer de este caso, una posición que circunscribe quizá su pú blico y que Lacan expresa en el artículo mencionado con una frase capi tal: esta experiencia (paranoica) no puede ser comprendida sino en el . lí mite de un esfuerzo deasentimiento ¿Qué cariz puede tomar ese asentimiento cuando en vez de jugarse en el ámbito privado de una cura, toma el sesgo de la lectura de un caso? Este 5. Lacan, Jacques.”El problema del estilo y la concepción psiquiátrica de las for mas paranoicas de la experiencia” en De la psico sis para no ica en su s relaciones con la personalidad. México, siglo XXI, 1976
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libro intenta responder a la pregunta con el acto mismo de fabricarlo. Ca da lector está invitado a poner su parte.
Hacer caso a Iris La reiteración es una dimensión que no obviamos al pretender hacer caso de Iris, con Iris. Ella no cesó, a partir de su acto, de fabricar con sus es critos delirantes algo que fracasó una y otra vez en su intento de trasmi sión, sin poder llegar en toda su vida a ocuparse de otra cosa. Seguir las huellas de Iris implica seguir las particularidades históricas de su caso, calibrar sus mojon es, sus hitos. Por es e camino nos muestra que no existe un caso aislado; el extravío de Iris no puede pensarse sin aque llos que se encontraron involucrados con ella a lo largo de su vida: en primer lugar su familia. Iris sitúa su particularidad en la trama de una lo cura jugada entre varios: así aparece en 1935, también en 1957, y des pués, hasta que la muerte va retirando, uno a uno, a cada protagonista. Algunos psiquiatras supieron captar esa trama que hace de la locura al menos una folie ádeux... Laségue, Régis, Clérambault, pero también Etchepare por aquí, Nina Rodríguez en Brasil, José Ingenieros en Argenti na, pusieron en evidencia, desde el siglo pasado, ese anudamiento, que suele ligar con su lógica una cierta comunicación de la locura. Incluso se acuñó la expresión “nido de paranoicos” para marcar esa relación fami liar, de padre e hijo, de cónyuges, de hermanos, que en forma privilegia da señalaban particulares anomalías en la situación familiar con la apari ción de estos delirios. En 1938 Lacan afirmó que en este tipo de delirios a dúo “ podemos captar del mejor modo las condicionespsicológicas que puedenjugar un rol determinante en la psicosis ”6. Con precisión clínica dibuja dos figuras posibles de estas situaciones familiares: la del “tirano dom éstico” y la de la “pareja psico lógica ” madre-hija. En el caso de Iris el delirio hace irrupción años después de la supresión del tirano doméstico por su acto homicida y se presenta, en una primer lectura, como reacción a esa “pareja psicológica” que constituye, sin va llas, con su madre.
6. Lacan, Jacques. Les complexes fam ili au x. Ed. Navarin, Paris, réedition 1984. p 89. Trad. en español La fa m ilia , Ed. Argonauta, Barcelona, Bs. As., 1978. (Hemos traducido el párrafo citado).
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Su locura, sin dejar de tener un lugar de privilegio en el terreno familiar, muestra también su conexión más amplia con la vida social y cultural de esta comarca; Iris nos ilustra acerca del trato excepcional que recibe co mo joven delincuente femenina y del trato regular, en el sentido de con firmar la regla, que le depara el destino social cuando su decir configura para otros un decir de locos. En 1935 fue para el público una heroína trá gica; pero en 1957, cuando fue declarada paranoica y considerada peli grosa para su familia, su destino social tuvo la conclusión de los hombres y mujeres infames7. Su vida acompaña casi la del siglo. Nace en 1915 y muere en 1985. Cuando mató a su padre tenía 20 años, en un Montevideo que conocía la dictadura de Terra y que se hacía eco en sus diarios de las nubes negras del acontecer mundial. En casa de Iris se siguen, en 1935, las alternativas de la invasión de Mussolini a Etiopía, y de ios hechos domésticos que conmueven a la ciudad, como “el crimen de la Ternera”, o años antes, el entierro de Batlle. Sus lecturas nos hacen recorrer el horizonte cultural sil que se abrían, a través de los cursos de magisterio, nuevas generaciones de jov encitas que heredaban ya las primeras victorias de las luchas feministas, las del tiem po de Paulina Luisi, primera médica (1902),y de la poetisa María Euge nia Vaz Ferreira, que ejemplificaban los nuevos roles que pretendían asumir las mujeres de aquellos años. Luchas de la generación de la madre de Iris, que encontraron una primera culminación cuando fueron recono cidos los derechos cívicos de la mujer, en la Constitución de 1934. En ese contexto hay que situar el orgullo sin límites que experimentó al ser becada como maestra para estudiar en Bélgica y su apuesta, luego, de ha cer de Iris, su hija mayor, una maestra de la nueva generación. Como la mayoría de los habitantes de este país, Iris era nieta de inmi grantes: su abuelo paterno vino de Galicia y su madre tenía ascendencia italiana. Su padre era un profesional, agrimensor, que tenía un empleo público, en lo que hoy es la Dirección de Catastro y que en la época se llamaba Dirección de Avalúos. Los avatares económicos y sociales de esta familia forman parte de la experiencia común de la clase media que se fue foijando en el Uruguay durante la primera mitad de este siglo.
7. Foucault, Michel. La
vida de los hombres infam es. Ed.
Altamira.Bs.As ,1992.
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Cuando en 1957 Iris narra los pormenores de su vida, tramada con inter pretaciones que podremos luego calificar de delirantes, no deja de mos tramos esas franjas en las que comparte el discurso social de una época. Las huellas que pudimos rescatar en 1993 de su última internación en 1981, nos muestran a una Iris que bajo la dictadura militar sospecha en contrar perseguidores en una conjura psiquiátrico-comunista, y que no sabiendo ya a qué puerta golpear, definitivamente extraviada, busca aún salvar sus escritos, e invoca como último destino para protegerlos de esa conjura, a quienes fueron la figura del poder en esos años, el poder en su expresión más descamada, la Junta de Generales.
¿Censura? Seguir con Iris los vericuetos de esta historia nos ha planteado el proble ma de hacer públicos nuevamente y de otro modo los nombres de sus protagonistas. Es decir, nos ha puesto ante la cuestión de la censura. Los textos publicados ponen en evidencia el secreto de Polichinela: la censura siempre es fallida. Este fue un caso público. En primer lugar, apareció en los diarios para todo público. Luego circuló entre el público de expertos: en el marco del proceso judicial y, concomitantemente, fue objeto de debate y publicación en la Sociedad de Psiquiatría y en su Re vista. La publicación del peritaje en 1936 ejerce una primera censura sobre la fecha del parricidio: el 12 del N de N. Resulta casi cómico. No había pa sado un año del crimen, en una ciudad que no alcanzaba aun el millón de habitantes; no se cometía todos los días un parricidio en Montevideo, y menos por una jovencita de clase media, estudiante de magisterio. ¿Por qué, entonces, velar esa fecha? Podemos dar testimonio: aun hoy en el barrio, la gente de la generación de Iris mantiene vivo el recuerdo de lo que aconteció entonces. La censura parece obedecer en este caso a una práctica formal: se acepta hablar de la actualidad de un caso a condición de echar un velo sobre el movimiento mismo en el que alguien se precipitó para hacerlo público. Es una medida que pretende proteger la vida privada. Pero ¿vale mante ner esa división público-privado, cuando alguien por sus actos y escritos se colocó en el movimiento de su anulación?
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En el peritaje publicado Iris fue nombrada X. Sin embargo, en las pági nas finales la X de Iris cae y en dos oportunidades a Camilo Payssé se le escapa la I, de Iris. En la publicación de 1959 el Dr. Brito del Pino conserva el mismo crite rio, pero de un artículo al otro varía el juego de las letras identificatorias. Al presentar el caso, Iris es nombrada por Brito del Pino con las letras que en el texto de Payssé eran usadas para censurar la fecha del crimen, N. N. Luego, cuando en el texto de Iris aparece su nombre, vuelve a fun cionar la X . E sa letra de tan baja frecuencia en el español, que nombra en el lenguaje matemático a la primera incógnita, X, será el nombre psi quiátrico de Iris. Una incógnita. ¿Qué hacer entonces con la censura de los nombres? No hay descen dientes directos que aún vivan, ni madre, ni hermanos, ni nietos, ni sobri nos, ni tíos o tías. La decisión está supeditada al trato que la vida y escritos de Iris Cabezu do Spósito reclaman y que este libro pretende instaurar. Decidimos pues levantar la censura de los nombres y fechas para no escatimar en nada la dimensión de la letra, y dejar que los textos en su integridad sean trans criptos.
La autoría de este libro El 22 de febrero de 1969, Michel Foucault pronunciaba una conferencia es un autor? en la Sociedad francesa de filosofía, titulada ¿Qué . Fue un acontecimiento pre-anunciado por un argumento que comenzab a así:
Qué importa quien habla? En esta indiferencia se afirma el principio
ético, el más fundamental quizá de la escritura contemporánea. El borramiento del autor se ha convertido ya para la crítica en un tema coti diano. Pero lo esencial no está en constatar una vez más su desaparición; hay que ubicar, com o lugar vacío —a la vez indiferente y apremiante—el emplazamiento en donde se ejerce su función”9.
8. Foucault, Michel . “Qu’est-ce qu’un auteur?,” en Bulletin de septiembre 1969. Publicado con el acuerdo de M. Foucault, en ERES, París. 9. Idem.
la SF P, julio Litto ra l , n° 9.
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Se trata pues en la autoría de una función, que se construye de distintas maneras y permite describir como “su argumento” aquello que cada vez la especifica. “La función-autor está ligada al sistema jurídico e institucional que en cierra, determina, articula el universo de los discursos, en todas las épo cas y en todas las formas de civilización; no se define por la atribución espontánea de un discurso a su productor, sino por una serie de opera ciones específicas y complejas; no remite pura y simplemente a un indi viduo real, puede dar lugar simultáneamente a varios ego , a varias posiciones-sujeto que diferentes clases de individuos pueden venir a ocu par’’10.
Este libro está compuesto de textos muy dispares. Algunos son transcrip ciones de las palabras de los declarantes realizadas por un Actuario en el marco de un proceso judicial; otros son páginas de los diarios, o alegatos para una defensa, o primeras páginas escritas para hacer algo con un acto atroz; otros son textos con un estilo definido por la función que van a cumplir: peritajes, escritos de la Defensa, del Fiscal, sentencia del Juez. Operaciones complejas que tienen como referente el acto homicida de 1935. Y también está ese otro texto, que no se deja clasificar, el texto de Iris, enmarcado por las consideraciones de su psiquiatra. También nosotros hemos dejado huellas en estos escritos al ordenarlos, presentarlos, darlos a leer, y al ofrecer nuestra lectura, arriesgando con todo ello configurar una versión del caso. Esta fabricación no responde a una reconsideración jurídica ni psiquiátri ca del caso, aunque algo de ello aparezca, ni es un trabajo de historiado res, aunque también la historia asome su nariz; no es tampoco una novela aunque ésta palpite en algunas de sus páginas. Es el resultado de un en cuentro, el testimonio de una transferencia de trabajo que el caso de Iris supo desencadenar allí donde el psicoanálisis nos había situado, a cada uno. El plural, en efecto, debe aquí explicitarse. Hemos trabajado juntos, buscando los textos, corriendo de una biblioteca a un Archivo o a un Re gistro civil, hemos discutido, conversado sobre cada texto y luego sobre cada capítulo. Proyectamos el conjunto y el sesgo del trabajo; a diferen cia de la incompartible situación de una cura, arriesgamos avanzar juntos, de ese modo, hasta un límite: el intransferible mom ento de escribir.
10. Idem.
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A ojos vistas el resultado es un texto polifónico o quizá un monstruo po licéfalo que en cada página del laberinto deja huellas para mejor perder nos. Hemos elegido seguir adelante munidos con el hilo de Ariadna: Iris, jovencita extraviada, no deja de ofrecer con sus escritos un camino. Al re correrlo, como después de una aventura, dejamos en las paredes del labe rinto nuestros propios nombres. Otros podrán también escribir los suyos.
El plan del libro Los documentos escritos del caso Iris se dejan organizar por fechas. Es tas funcionan como índices de las diferentes modalidades que se le impu sieron en el intento por hacer saber a un cierto público la persecución de la que era objeto. La primera parte de este libro despliega las consecuencias del asesinato de Lumen Cabezudo desde sus primeros ecos en la prensa hasta el fallo judicial; recorre los testimonios del proceso, entre los que se destacan las palabras y breves escritos de Iris y la extensa versión que su madre dio de los hechos, versión decisiva para una cierta comprensión del pasaje al acto, hastá el punto que determinó, en buena medida, la construcción jurídico-psiquiátrica del caso. Los documentos de los peritajes psiquiátricos y de la Defensa han de ser considerados en sus coordenadas históricas, no sin dar pie a la apertura de otra lectura posible del pasaje al acto criminal. La segunda parte del libro presenta; en primer lugar, los escritos de Iris cuando en 1957 fue internada en el Hospital psiquiátrico con un diagnós tico de paranoia. El caso, cerrado en la instancia jurídica, se reabrió por este sesgo con una nueva inscripción: un caso de paranoia. Esta nueva inscripción se hizo pública cuando, dos años después, el psiquiatra deci dió editar una selección de páginas de su paciente. Testimonio vibrante, ese texto impone una reconsideración de la versión materna del crimen y solicita del lector una extremada atención a su letra misma. ; " En el mismo año de su internación se produjo para Iris, de la peor mane ra, la culminación del sumario administrativo por el cual quedó excluida de la enseñanza. Sus avatares con los distintos personajes del ambiente son inseparables de su peculiar manera de hacer valer un cierto estilo de enseñanza de arraigadas connotaciones con la historia misma d el país.
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Del saldo trágico de esa época: prohibición de volver a su casa y acata miento de su destitución, resultó una vida de vagancia que se extendió por casi treinta años. La tercera parte de este libro presenta el testimonio de quien supo abrir la puerta cuando Iris, desde el fondo de su extravío, buscó a quien hablar. También recogimos algunos datos más sobre su última internación y su muerte, así como la historia final de los demás miembros de la familia. Lejos de un cierre, la conclusión deja planteados puntos que reclaman aún futuros retornos sobre el caso.
Que el letrista no se olvide... Este libro no hubiera sido posible sin la colaboración de muchos. Sin la colaboración del Dr. Gonzalo Fernández para localizar el expediente y para entender posteriormente los vericuetos del proceso judicial. Sin la aceptación de algunos familiares de Iris que entendieron la apuesta. Sin el interés del Dr. Hugo Trenchi, cuya muerte nos sorprendió cuando una vez más íbamos a hablarle del caso, y luego del Dr. Ariel Montalbán y de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay. Sin la colaboración de la Psic. E. Tuana y de las autoridades de Enseñanza Primaria. Sin el apoyo de fun cionarios de hospitales, bibliotecas y archivos. Sin los vecinos y conoci dos de Iris. Sin los primeros lectores de estas páginas que nos acercaron sus críticas y sugerencias. La reedición de Extraviada presenta una versión del texto anterior corre gida y aligerada. Las modificaciones hacen presente que el trabajo de es critura del caso sigue efectuándose y que ios lectores han incidido en él llevando a los autores a precisar mejor muchas de sus afirmaciones, ma tizar otras y suprimir aquello que entorpecía. Este es el caso, por ejem plo, de la palabra parricidio que, utilizada en la primera parte del libro a partir de la fenomenología jurídica y policial del caso, decidimos des cartar a partir del momento en que no es ya pertinente utilizarla cuando nos referimos al crimen de Iris desde el punto de vista psiconalítico. Agradecemos a J. Allouch su atenta lectura y sus señalamientos, que re lanzaron nuestro trabajo de preparación de esta edición.
Primera Parte
El “parricidio” de Iris. 1935
“Comiencen por no creer que comprenden. Partan de la idea del malentendido fundamental. Es una disposición primera, sin la cual no hay realmente ninguna razón para queno comprendan todo y cualquier cosa” J. Lacan*-23 de noviembre de 1955
Capítulo Uno
Mañana habla la prensa El año 1935 llegaba a su final y, en una tardecita de mediados de diciem bre, Montevideo se preparaba ya para los ritos navideños en el calor del verano que se anunciaba. El país vivía desde hacía dos años bajo las consecuencias del golpe de estado de Terra, inauguradas por el suicidio de Brum. Ese año que —sin que se sepa bien la razón—Mussolini había pronosticado como crucial, la crisis del sistema político europeo comenzó a arrastrar a Europa hacia una nueva contienda general. A comienzos de 1935 el poder de Hitler en Alemania era ya ilimitado, mientras que en octubre Italia entraba en gue rra con Etiopía. El futuro estaba cargado de oscuros presagios que no se sabía cómo afectarían a unos y a otros. En este país de inmigrantes se palpitaba en tonces con la prensa y con la radio. Entre los acontecimientos aciagos de ese año no todos habían sido de índole política: también, el 24 de junio, había muerto Gardel en un accidente aéreo. En el repaso del año segura mente habrían otros hechos que alimentaban en esos días las tertulias de los cafés, en ese mirar hacia atrás al que invita siempre el final de un año. A las seis y media de la tarde, en esa época, el sol no se apuraba en acostarse, y aquel 12 de diciembre probablemente la gente volvía a sus casas caminando, mientras otros tomaban el fresco del atardecer en los
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jardines, patios y veredas. Por una calle de casas solariegas, sin ruido de ómnibus, acaso sí d e los tranvías, también caminaba un periodista. “Cruzaba el cronista la Avenida Larrañaga, cuando oyó cuatro detona ciones, semejantes a las explosiones comunes de las motocicletas. Ob servando en nuestro derredor sólo pudimos descubrir que algunos tran seúntes también se habían detenido sorprendidos, sin acertar ninguno el lugar de donde los estampidos habían partido. Pero casi simultáneamente se oyó otra de aquellas explosiones y enton ces pudo localizarse que ellas eran hechas en el interior de una quinta situada a pocos metros de distancia. Corrimos empujados por la curiosidad y detrás de la amplia verja, dete niéndose ya en su caída por los cinco escalones de ladrillo, vimos el cuerpo de un hombre, de cubito dorsal, que presentaba sólo una herida a la altura de la “muñeca” derecha. Dentro del jardín una jovencita que acababa de disparar el quinto tiro del revolver que empuñaba en la diestra, sobre uno de los canteros. Lucía la muchacha su uniforme de colegiala y las trenzas hechas con su cabellera le daban un aspecto de niña pese a sus veinte años”1. A la mañana siguiente -e l 13 de diciembre de 1935—los diarios desperta ron a los montevideanos con una primera versión del crimen y lo inscri bieron de e se modo en la dimensión de un hecho público. A sí iban a rea lizarse las últimas palabras que habría pronunciado Lumen Cabezudo, padre de Iris, cuando en el camino hacia la puerta de calle, que ya no traspondría vivo, profirió una amenaza: “Ya lo sabes, pronto vuelvo; voy
a preparar todo; esta noche te mato a ti y a tus hijos; mañ ana habla la prensa”2. Lectores de la prensa, tenemos hoy la experiencia de vemos cotidiana mente confrontados al obsceno espectáculo en que se encuentran conver tidos la mayoría de los crímenes. El juego de imágenes que nos acribilla en general deja escapar el drama subjetivo, y en las escenas ofrecidas por los medios masivos de comunicación, la dimensión trágica se esfuma en pro de la banalización de los hechos más terribles. Un primer efecto de estos textos de 1935 es el de confrontamos a un estilo de transcribir el crimen que hace de estas crónicas policiales testigos de una época.
1. Versión del diario La mañana. 13-12-1935 2. Idem.
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En las crónicas de1935 la publicación del crimen se ofrece como lección de vida y de moral. Con este objetivo cada uno de los cronistas arma el relato de la escena d el crimen y produce una inscripción del caso que tie ne ya la dimensión de un veredicto. Los diarios y la radio eran los lugares comunes que la gente transitaba cotidianamente en una ciudad aún pe queña, en donde la participación en los sucesos públicos tomaba fácil mente la forma de la pasión. En el momento del crimen de Iris la opinión pública estaba dividida en dos bandos respecto al crimen de L a Tem erá y se seguían todas las instancias de un juicio oral por jurados que se exten dió por años (de 1929 a 1937), hasta el punto que se tomaron especiales medidas de seguridad e incluso, como secuela, se cambió el dispositivo judicial al suprimirse, a partir de ese caso, el procedimiento del juicio por jurados. A pesar de estas diferencias, la prensa —ayer y hoy—es el primer lugar en donde un crimen se interpreta, el primer lugar donde se pasa del acto efectuado a la tarea de escribirlo . El crimen, en su exceso, como acto de irreversibles consecuencias, pide ser dicho y a esta tarea de socializar el acto son convocados los medios. De ese modo, la opinión pública se fa brica con textos e imágenes una escena con la cual le es posible abordar eso que el acto criminal no dijo. Se cumple así algo que P. Legendre lla ma la función ritual de la prensa3, ritualización que podemos reconocer en los estereotipos que cada época utiliza como recursos específicos de su retórica para tratar el acto “maldito y fascinante del crimen” en su ocurrencia cotidiana.Todo esto destaca el alcance social de estas páginas de las crónicas policiales en donde, en ese primer momento, el parricidio de Iris encuentra su lugar. Son páginas que cumplen una función social. ¿Qué se escribió, pues, en la prensa?
ana , la crónica, que está situada en lugar destacado —la mitad En La Mañ inferior de la contratapa—dice así: UNA JOVEN NORMALISTA MATO A SU PADRE EN UNA QUINTA DE LA CALLE LARRAÑAGA P RO C E D IO D E S E S P E R A D A P O R LA VIDA D E M A R T IR IO Q U E EL A U T O R D E S U S D I A S D AB A A L A M A D R E, A C A U S A D E S U S C E L O S
“Yo lo maté —nos d ij o- es mi padre” y su hermano agregó: "si no lo mataba ella, lo hubiera muerto yo”.
3. Lengendre, Pierre. Le crim e du c aporal Lortie, Fayard, París. 1989.
diario “La Mañana” 13/12/1935
Nrrs'A diario “El Día” 13/12/1935
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“En una quinta de la avenida Larrañaga se registró ayer a la hora 18 y 40 en punto, un desgraci ado suceso en el que encontró la muert e —y a mano de su propia hi j a- lo que hace aún más doloroso el episodio, un hombre que sobre el filo de su vejez, fue presa fácil de los celos, convirtiendo su hogar, por obra de ellos, en “la casa del tormento”. Colocados en situación de reflexionar serenamente, no podemos llegar a explicarnos cómo, hombres que durante veinte años han saboreado las be llezas de la existencia en común, junto a la mujer que eligieron como com pañera de toda la vida, que tienen frente a sí la responsabilidad de afi anzar el porvenir de sus hijos, frutos de ese amor que debió vestir el hogar con las mejores galas, que han gustado todos los goces y pasado por sobre los pe ligros de la loca juventud, pueden caer en los absurdos del sentimiento hasta deshacer lo que toda la vida se han esforzado por mantener en triun fo. Y la víctima del doloroso suceso de ayer es uno de esos hombres que, lle gando a la edad en que se claudica, sintió torpes arrebatos de jovenzuelo enamorado y llegó, por la fatalidad de los celos, a tornar tormentosa la existencia de su esposa, que le había dado juventud, amor y, como un sím bolo hermoso de todo eso, para endulzar las horas de su vejez, cuatro hijos que pudieron llenar con su alegría la casa común. Dos de éstos, un varón y una mujer, soportaron en una juventud que se tor nó de amarga en angustiosa al fin, el triste proceso del hogar en bancarrota. Hasta que la desesperación armó la mano de uno de ellos y el andamiento de la esperanza se derrumbó, destrozando bajo sus escombros cinco vidas que serán por siempre marcadas a fuego por el recuerdo del espantoso cuadro que presentó el padre tendido sin vida, y a la hija, con su traje de colegiala, detenida frente al cadáver con el revólver humeante apretado en la diestra. Amargos pasajes de la vida que deben servir para la reacción de los espíri tus que se sienten presas de sentimientos desviados de la cordura. El mo dernismo de la vida con todas sus crueldades debe enseñarnos ya que el corazón traiciona y tenemos que aprender a dominarlo como a un niño tra vieso y encaminarlo por la fuerza de la razón que es la fuerza de la lógica. Los celos no son otra cosa que la consecuencia de la falta de fe en nosotros mismos y son ahora los hombres mareados por la vida moderna, que no quieren aceptar que la existencia humana, como el día, tiene su aurora y su ocaso, los que matan o destrozan una vida por obra de los celos. El hermoso pasaje por la vida debe dar paso también a la reflexión que nos permita conformarnos con la vejez. Vivir la primavera de la vida a pleno sol y buscar, cuando el invierno llegue, el dulce calor de la estufa, rodeados por los afectos que hemos ido recorriendo en el camino... Desgraciadamente no todos lo entienden así. Uno de ellos fue el hombre que arrastrando a los suyos a la desesperación, decretó su propia sentencia de muerte, perdiendo en su extravío la propia existencia que él había en gendrado y que tuvo la obligación de proteger.
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LA CASA DEL DOLOR Señalada con el número 2867 a tres cuadras de Montecaseros, en la aveni da Larrañaga, está ubicada la quinta en que vivía Lumen Cabezudo Portillo, agrimensor, de 5 3 años de edad y empleado en la Dirección de Avalúos. Habitaba la finca con su esposa Raymunda Spósito, uruguaya de 45 años, su hija Iris, estudiante normalista que se hallaba ya en 5® año, su hijo Ariel, de 17 años y dos menores. Podría creerse que el matrimonio tenía razones para vivir una existencia fe liz en el marco de un amor tranquilo, fruto de la edad y del tiempo pero no era así. Lumen representaba más edad de la que tenía en realidad; blanqueaban ya bastante su cabeza y su barba larga. Nos sorprendió también, por su as pecto, saber que la señora no contaba más que con cuarenta y cinco años. Desde el exterior podría creerse que el chalet en el que habitaban los prota gonistas de la tragedia era una lujosa residencia, pero no hay tal. Cruzando el jardín se aprecia que todo en la casa es modesto y se recoge fácilmente la tristeza ambiente desde hace mucho tiempo y que ha quebrado los espí ritus. CUATRO DETONACIONES Cruzaba el cronista la Avenida Larrañaga, cuando oyó cuatro detonaciones, semejantes a las explosiones comunes de las motocicletas. Observando en nuestro derredor sólo pudimos descubrir que algunos transeúntes también se habían detenido sorprendidos, sin acertar ninguno el lugar de donde los estampidos habían partido. Pero casi simultáneamente se oyó otra de aquellas explosiones y entonces pudo localizarse que ellas eran hechas en el interior de una quinta situada a pocos metros de distancia. Corrimos empujados por la curiosidad y detrás de la amplia verja, detenién dose ya en su caída por los cinco escalones de ladrillo, vimos el cuerpo de un hombre, de cúbito dorsal, que presentaba sólo una herida a la altura de la “muñeca” derecha. Dentro del jardín una jovencita que acababa de disparar el quinto tiro del re vólver que empuñaba en la diestra, sobre uno de los canteros. Lucía la muchacha su uniforme de colegiala y las trenzas hechas con su ca bellera le daban un aspecto de niña pese a sus veinte años. Poco tuvimos que esperar para sentirnos autorizados a penetrar en la finca ya que un agente de la seccional veinte que cruzaba también la avenida, se aproximó al oir los disparos, haciendo correr la llamada de auxilio y diri gién dose enseguida a la chica para solicitarle el arma. uYo lo m at é -di jo inmediatamente la muchacha- es mi pa dr e”. CINCO MINUTOS DE VIDA Respiraba aún la víctima y fue atendida por un médico —también de pasocuyo nombre lamentamos no haber recogido. Sin t ocar el cuerpo lo examinó manifestando que no tendría más de cinco minutos de vida.
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Desdichadamente no se equivocó. LA POLICIA INTERROGA Más tarde llegó el comisario Riveiro, quien procedió a interrogar a los habi tantes de la casa al par que la parricida, por su orden era trasladada a la comisaría y puesta a disposición del juez de instrucción, Dr. Gonzalo Mourigan. Ariel, el muchacho a quien hemos citado en líneas anteriores, fue amplio en sus manif estaciones: “Daba muy mala vida a mi madre —dijo— celándola continuamente y sin razón alguna y hasta existió una época en que la casti gaba para vengar en esa forma ofensas imaginarias. Hemos soportado du rante mucho tiempo una vida imposible y ese estado de cosas fatalmente tenía que hacer crisis. Si no lo hubiera matado mi hermana lo hubiera muerto yo un día cualquiera". LOS CELOS LO ENLOQUECIAN Manifiestan todos que los celos enloquecían a Lumen. Para tratar de cal marlo con la esperanza de que abriera paso a los razonamientos y dejara de entristecer el hogar que ansiaba un poco de felicidad, habíase llegado a eliminar de la casa la presencia de los proveedores. Pero era suficiente que la pobre señora se asomara a la calle para que el marido corriera ocultándose entre los árboles del jardín, para espiarla y po nerse fuera de sí. Jamás —como era lógico—sorprendió nada que pudi era hacer que se sint iera lesionado, pero de todas maneras provocaba escenas violentas a las que su esposa respondía con el silencio amargo de su resignación. Los hijos pretendieron llamarlo al orden repetidas veces, pero fue en vano, puesto que lo que dominaba a Lumen era ya un sentimiento enfermizo. EL DRAMA INEVITABLE A pocas personas los desdichados contaban sus angustias. En los últimos días Lumen se había tornado más violento, llegando a ofen der muy seriamente a su esposa de veinte años ante los hijos que nada po dían hacer con la fuerza de su razonamiento para evitar el dolor de la ma dre. Hoy de tarde una de las escenas comunes se repitió y después que todos la soportaron, Lumen tomó su sombrero y echó a andar por el jardín gritando que se iba, que lo que pasaba en su casa era un escándalo, que tenían ra zón los que mataban a sus mujeres porque los traicionaban. La infeliz esposa fue detrás de él pidiéndole entre llantos, que tuviera sere nidad, que se quedara y entendiera las cosas, y como el hombre siguiera en sus trece quedó arrinconada y llorando en el interior de la finca. Iris, desesperada entonces por todo aquello y en crisis incontenible de ner vios, se armó de un revólver y salió detrás de su padre alcanzándolo en el preciso instante en que este abría l a verja. Apuntó y disparó cuatro balas hiriendo de muerte al autor de sus días.
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- A n t e s —dijo d es pu és - de qu e é l mata ra a m i madr e.
He aquí el tristísimo episodio que culminó un drama íntimo y silencioso, pro vocado por un hombre irreflexivo hasta el desvarío.
En El Dí a , la noticia se inserta entre los titulares de la primer página, en el resumen informativo, y luego, en páginas interiores se puede leer la siguiente crónica:
POLICIA Una joven dio muerte a su padre de 4 balazos L a e x t r em a a c t i t u d f u e a d o p t a d a a n t e e l c o m p o r t a m i e n t o d e a q u e l p a r a con su madre
Una situación agobiante que desde hace mucho venía sustentándose en el seno de una familia perfectamente conceptuada en el círculo a que pertene cía, hizo crisis ayer en forma funesta precisamente para el gestor de ese estado de cosas. El caso qüe presenta detalles sensibles por sus factores determinantes está configurado por una joven estudiante que da muerte a su padre ante la vio lenta actitud que éste había asumido en una discusión con su esposa que es la madre de aquella. Considerado así a primera vista la posición de la autora del hecho no apare ce explicable ni mucho menos aún justificable. Pero existen ciertas circuns tancias en los antecedentes del suceso que permiten llegar a comprender perfectamente el estado íntimo de quien adoptó la extremísima resolución que da margen a este comentario. En ello reside el terrible problema a que se encontró abocada la actora prin cipal, y muy imperiosa debía aparecérsele la rápida solución del mismo para que en su cerebro, indudablemente de un perfecto equilibrio, encontrara campo propicio un propósito que al cumplirse implica una condenable viola ción de ios principios humanos y de las normas sociales, sin que se rebelara para detener su mano trágica, que tiene que estar debidamente educada si se tiene en cuenta su condición estudiosa. Pero es que en ella han tenido influencia decisiva otros factores que en el correr del tiempo fueron modificando su psicología hasta el punto de crear el estado necesario para realizar su trágica obra. LOS ANTECEDENTES Según los informes que poseemos que nos merecen absoluta confianza, el jef e de familia Numen Cabezudo Portizo (sic), uruguayo, casado, agrimen sor, de 53 años, era una persona de características extravagantes. Esa mo dalidad que se manifestaba hasta en los más pequeños detalles del diario vivir, que son precisamente los que han ido conformando esa impresión ge neralizada entre el vecindario, la llevó hasta imprimir en la evolución íntima de su familia, un ritmo singularísimo que llamaba la atención a cuantos te nían ocasión de observarlo.
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En él estaba comprendida la orientación que le había dado a la conforma ción espiritual de sus hijos, Iris y Ariel, ahora de 20 y 18 años respectiva mente. Siempre llamó la atención a los vecinos de la quinta de la Avda. La rrañaga 2867 la manera de ser de quienes aún en su niñez ya exterioriza ban una particularísima seriedad que no condecía con el temperamento que debían tener a esa edad. A esa circunstancia contri buyó mucho sin duda al guna el hecho de que jamás se les vió en compañía de otros seres de su edad privándoseles por lo tanto de las naturales expansiones que debían tener. Además Cabezudo, había hecho de las relaciones con su esposa más que un vehículo de felicidad y de placer, un motivo de constante intranquilidad. Cabezudo era celoso; pero un celoso que no reparaba en nada cuando se veía invadido de la desconfianza que siempre provoca esa sóla circunstan cia. Para él no había razón valedera cuando le daba por adoptar esas acti tudes y es así que eran frecuentísismas las situaciones de tirantez entre él y su cónyugue, sit uaciones que siempre eran precedidas po r borrascosas dis cusiones. En ellas entraban también los niños ya que cuando eso ocurría el compor tamiento de él para con ellos variaba fundamentalmente. Tales características fueron las que configuraron la arista saliente de la im presión que aquellos fueron formándose con respecto a los vínculos que unían a sus padres. Esas escenas repetidas a través de los años y magnificadas por la austeri dad del carácter que había sido creado en ellos por el cerrado ambiente en que se desenvolvía, fueron poco a poco, constituyendo el vértice hacia el cual convergían todas sus preocupaciones. Era indudable que la madre de ellos llevaba una vida insoportable que iba minando su salud a ojos vistas. El deseo de evitarle a ésta un acentuamiento en su ya deplorable estado fue haciéndose cada vez más imperioso. Para lograrlo no podía contarse con la persuasión por palabras o por la influencia que pudieran tener sobre su pa dre, debido al abismo que se había ¡do formando entre ellos por una inter pretación exagerada de la verdadera distancia que debe existir en el orden familiar entre uno y otros. EL HECHO Es por eso que surgió la disyuntiva con líneas crudas y terribles. Desplazar a uno en cualquier forma antes que sucumbiera el otro. La trágica idea tuvo andamiento y ayer de tarde, al sobrevenir una de las tantísimas reyertas, que esta vez amenazaba tener un desenlace mucho más grave que en otras oportunidades, Iris Cabezudo se armó de un revól ver y con él, sin vacilar, serenamente casi, descerrajó cuatro balazos, dos de cuyos proyectiles hirieron de muerte al autor de sus días. LAS AUTORIDADES De inmediato se hicieron presentes en la casa de la Avda. Larrañaga fun cionarios de la seccional 13 quienes procedieron a someter a la autora del hecho a disposición del jue z de Instrucción de Tur no.
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En cuanto al cuerpo de Cabezudo, una vez que fue reconocido por el médi co f orense de turno, se hizo entrega de él a sus deudos.
Curiosamente, El Paí s no menciona el parricidio y ocupa las páginas de “policiales” con el crimen de La Ternera. Este era el nombre del estable cimiento agropecuario de uno de los Saravia en donde, en 1929, la mujer de José Saravia, Jacinta, fue estrangulada con una bufanda. Se presumió que el crimen fue fraguado por el marido y ejecutado por encargo, y el juicio a Jo sé Saravia que estaba en curso en 1935 apasionó a lo s monte videanos. El relieve del caso se debió en parte a la notoriedad política de varios miembros d e la familia. Por su parte, El Bien Público —el diario católico— saca só lo una breve nota que d ice así: Ayer ocurrió un crimen. En una finca de la calle Larrañaga ocurrió un crimen en el cual tuvo partici pación una persona menor de edad. De acuerdo a lo que establece el códi go del niño en lo referente a esta clase de crónicas no damos la información correspondiente.
¿Qué se da a leer en esta primera versión pública del crimen? La presen tación del suceso está construida de manera similar en los distintos pe riódicos; ninguno presenta la figura del muerto como víctima de un ase sinato sino como hacedor del drama familiar y en ese mismo movimiento producen la inmediata exoneración de culpa de Iris como correlato de la coincidencia, para los cronistas, en esa sóla figura de Lumen, del muerto y el victimario. La locura del acto es percibida y toda ella puesta a cuenta de Lumen. Por eso, el horror por el parricidio parece ceder paso al horror por el drama de los celos y el castigo a la locura que éstos desencadenan funciona como principio explicativo que da cuenta desde el primer mo mento del gesto de Iris, leído como un gesto de protección a su madre. La mano de Iris en esta perspectiva habría sido armada por su padre, que anticipa incluso con sus últimas palabras el acto que él mismo parece convocar. Esta manera de disponer los reflectores deja casi en la sombra a Iris y a su madre, relegada como “la infeliz esposa” que sólo respondía “en el silencio amargo de la resignación” a los ataques que “minaban su salud”, sin que por ningún lado aparezca, por ejemplo, la pregunta acerca de su participación en esa “vida insoportable”. La esposa encama claramente el lugar de la víctima, y quizá en su pintura precoz en la que parece primar el sentido común, los periodistas no se equivocaron, aunque ese lugar de
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victima parece no haber despertado en un primer momento ni preguntas ni sospechas. Sin embargo, a medida que vamos más allá de esta primera versión y leemos las declaraciones de los distintos miembros de la familia, la situa ción se toma mucho más compleja; la entidad de las tensiones sociales en la familia salta a primer plano como también así la impresión de que se avecinaba una ruptura en ese “equilibrio” tensional. Sin adelantamos a la presentación de los distintos documentos, algunas frases dichas en los días que siguieron al crimen permiten de entrada in terrogar esta primera versión y abrir el caso a la consideración de las ten siones en juego. ¿Es acaso pensable este caso al modo de un acto en de fensa propia por el cual Iris libera a la familia de un tirano loco? ¿Fue Lumen Cabezudo “el loco” de la familia? ¿Qué determinaciones, qué modos de implicación se tramaron a lo largo de los años entre los miem bros de la familia? La locura del padre ¿dejó fuera de la locura a los su yos? y si no los dejó ¿cómo se enlazó con ella cada uno? ¿Cómo funcio naba en esa familia? Estas preguntas marcan los límites de esta primera versión y conducen a la lectura de los otros documentos del caso sin llevamos, sin embargo, a desechar la primera pieza del rompecabeza que aquí se nos adelanta: la locura de Lumen Cabezudo. Pero, ¿se ofrece el acto a otras lecturas? ¿Cómo se articula la posición de Lumen Cabezudo con el lugar de vícti ma “soportado” por su mujer durante veintidós años? Y ¿cómo explicar que haya sido Iris quien ejecutara el crimen? Para comenzar a esbozar algunos elementos de respuesta, puede ser una vía la de situar en su contexto las últimas palabras de Lumen Cabezudo os de matrimonio ”, su esposa, que titulan este capítulo. En “Veintidós añ al describir la escena que antecede al crimen, comienza su relato de este modo: “Aquel día, el último, Lumen llegó extraordinariamente excitado. Yo lo vi raro y lo miré a los ojos; él también me miró; aquella mirada ¡fue ho rrible!... 4Ya vas a ver, me dijo; esto se concluye ’. Después, me pidió el
diario, queyo habí a apartado con el deseo de que no lo viera pues traí a el relato de un espantoso crimen por celos; almorzó y se fue al jardín a leer... Yo, presa de un terrible presentimiento , fui a observarlo por la ventana del cuarto de trabajo... y vi que, sin leer nada de lo referente a la guerra ítalo-etíope que tanto le apasionaba, pasaba a la página que trata-
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. ba del asesinato de la esposa del polaco, y que leía, y que miraba las fi guras, y que pensaba,... ¡y que se reía!...”4 En las declaraciones del 5 de junio de 1936, Raimunda Spósito relata el mismo suceso y añade un detalle: “(él) le pidió (...) el diario del día, que había escondido la dicente, porque trataba de un crimen pasional por ce los, y dado el carácter del esposo siempre trataba de ocultarle tales he chos (...)”s. En esta descripción Raimunda dice hasta qué punto también ella está in volucrada en la escena. Su manera de anticipar los movimientos del otro, com o los del cuerpo en el espejo, es un modo de conocimiento que Lacan llamó “ conocimiento paranoico”6y que le permite a Raimunda Spósito, en la escena que configura con su marido, “presentir” el desenlace de la situación paranoica: uno u otro. Alguien tiene que morir. Pero su res os ellajuega sobre el borde puesta también dice que en esta escena de añ , de su no efectuación juega sobre eso que diferencia una escena de un acto ; podríamos decir que juega al escondite: así nos enteramos que no hizo desaparecer el revólver cargado, sino que en 1929 lo escondió y co- municó a Iris el lugar del escondite; esconde los diarios a Lumen, pero para entregárselos cuando éste los reclama; sabe lo riesgoso de la situa ción, pero no pide ayuda a nadie. El esconder el diario de ese día, invadi da por los presentimientos, que esa mañana tomaban la forma del crimen del polaco , no fue asunto de ese día, sino que parece ser uno de los recur sos que desplegaba para hacer frente a la persecución en la que, de este modo, participaba. Jugada en ese lugar de la escena, Raimunda Spósito no hizo nunca nada que la hipiera cesar. De ahí la pregunta ¿Por qué? ¿Qué fue ese lugar para ella? Proponemos aceptar que, de cierto modo, ese lugar se da a leer en la crónica policial de ese día. ¿Cuál es la escena que presentifica el crimen del polaco? Podemos con jeturar que la noticia que leyeron Raimunda y Lumen es la que se en a pues es el diario que concuerda con cuentra en el diario batllista El Dí las afinidades políticas de la familia (sabemos que fueron al entierro de Batlle). Los titulares señalan que fue un crimen por celos, en el cual el marido mató a su mujer a marronazos, y “no conformeaún —agrega co mo
4. Cfr. Cap VII. Veintidós años de matrimonio. 5. Declaración de Raimunda Spósito. cfr. Cap. IV. 6. Lacan, Jacques, Es crito s , ed. siglo XXI, México, 1984, t.l, p.170.
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subtítulo otro diario— le clavó en el pecho
unformón , en el mango del cual denunciaba el nombrede losimaginadosarriantesde la infeliz Este crimen, leído por Raimunda Spósito como anticipación del desenla ce posible de su drama, es un elemento de la escena que ella tiene ante sí y que esa tarde pudo sér una “de las escenas comunes” a las que se veía confrontada, sin desconocer, sin embargo, ese clima de tensión creciente del que luego dará testimonio.
Por su parte, Lumen Cabezudo lee el crimen del polaco como un crimen justiciero; la escena que hace merecedora de muerte a esa mujer es una escena que la constituye en un goce ininterrumpido con otros, goce a es paldas del marido, excluido y engañado. Lumen saca consecuencias de ese crimen: es necesario encerrar mejor a su mujer, pues el jardín pasa a formar parte del espacio público en donde ninguna valla le da seguridad contra la mirada intrusiva del Otro. Y regulando su conducta sobre esa lectura, plantea a su mujer: “mira, he resuelto que consideres el terreno
como si fuera la calle; en consecuencia, no quiero qUesalgas de la casa Q *7 ”. para nada “pues la casa ya estaba abierta como una casa pública
Esa casa, que para los vecinos estaba cerrada al mundo exterior, se en cuentra ubicada en la subjetividad de Lumen en el lugar público de una casa de prostitución. En su perpectiva, su mujer está ofrecida, en ese lu gar, al goce de los otros de una manera tal que lo lleva a exclamar, fuera de sí, mirando a sus hijos “a quienes ya no distinguía, son unos degene- , rados”. La solución que Lumen enunció y anunció fue: “ya lo sabes
pronto vuelvo; esta noche te mato a ti y a tus hijos; mañ ana habla la ”. prensa
Iris leyó en este anuncio la proximidad inminente de un acto y le salió al paso. Todo parece indicar que ella entró en la escena colocándose en la perspectiva materna, pero su percepción se acompaña de una certeza q ue determina su pasaje al acto: fue preciso matar a su padre “antes de que é l matara a mi madre”. ¿Qué elementos determinaron esta diferencia que protagoniza Iris? Diferencia con su madre, diferencia también con su hermano, Ariel. Apostamos a encontrar en los documentos que vamos a presentar, algu nos elementos que van a permitir responder a esta pregunta. Sin embar
1. Cfr. Cap.
VIL Veintidós años de matrimonio. 8. Declaración de R aimunda Spósito, cfr. Cap. IV.
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go, queremos destacar antes de qué modo la crónica policial, primera crónica de esta familia, inscribe el caso en una serie cuyo antecedente inmediato es el crimen del polaco, y que puede recibir el nombre de “crímenes por celos”, tipo particular de crimen pasional.
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Un crimen ejemplar El drama universal de los celos no deja de tocar a través de la particulari dad de este caso —con los trazos de un lugar y una época—un punto neu rálgico de la vida social, que pone en juego la relación de hombres y mujeres, en su manera de hacer con la sexualidad. La ima gen de la puta, por ejemplo, tal como podían encontrarla los hombres de la época en las “casas públicas” y como aparecía descrita en los periódicos, está en con tinuidad con las frases que nos llegan de Lumen, testigo de cómo desde ese lugar social algo se dice , que luego invade —sin que sep amos por qué—su vida y su casa. “En 1896 el publicista católico Rafael Sienra describió a las prostitutas de Montevideo como demonios ebrios de sensualidad y de poder sobre sus víctimas, los indefensos hombres: Junto al mostrador o sentadas en
largas banquetas tapizadasde cretona, las mujeresesperan compañ ero, con los brazos enjarras , y el cigarrillo en la boca, tarareando o discu- tiendo” (...)9
Por la vía de su trastorno, Lumen Cabezudo nos muestra cómo tomó contacto con las ideas y figuras de su cultura10. Basta referimos por ejemplo al análisis que hace J. P. Barrán en Historia de la sensibilidad en el Uruguay (í.2) para situar el \ decir de Lumen como sintomático en el i. '* 1•ir* ? contexto de un machismo creciente,^ en donde las prostitutas presentifican la imagen del deseo incoercible, a quienes se les atribuía hacer brotar
“todos los deseos inconfesables en que hormigueaban las concupiscen- ndose comofuego lí quido en el or- , mordiendo los sentidos , inyectá cias ganismo de todos losneófitosy de todos losprostituidos ” 11. “La prostitución, afirma J. P. Barrán, era sin embargo la gran válvula de escape de la caldera burguesa. (...) Eso sí, había que reglamentarla, pro curando, en primer lugar, preservar la salud de los clientes y en segundo lugar, alejarla de la vista de aquel mundo austero* Desde 1868 a 1882 se van perfeccionando los reglamentos que rigen en Montevideo la prosti tución en dirección al ocultamiento: se recluye a las prostitutas en casas de “tolerancia”, las que viven en cuartos que dan a la ca lle son conm ina das a mudarse a piezas interiores o a permanecer con las ventanas her méticamente cerradas; en 1882 las prostitutas no podían mostrarse “en 9. Sienra. R., citado por J. P. Barran, op. cit. 10. Lacan, Jacques, De la psico sis pa ranoica..., op. cit. p.288. 11. Barrán, José Pedro, Historia de la sen sibilid ad en el Urugu ay , Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 1933, II parte, p.159. Cfr. Cap. 3 a 6.
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las puertas de calle, ventanas, balcones o azoteas (...) llamar a los tran seúntes (...) lo que tampoco podrán hacer en las calles, paseos y espectá culos públicos, siéndoles también prohibido ocupar palcos en los teatrosíi12 .
La prensa era el lugar donde estas modificaciones sociales eran leídas; en las páginas policiales las transgresiones eran fustigadas mediante deter minados estereotipos que buscaban obtener el “disciplinamiento” me diante los nuevos valores de una burguesía en ascenso; para ello hacían de cada transgresión una lección de moral. El objeto de los celos de Lumen Cabezudo colapsa en una figura a Raimunda, su mujer, con la imagen de la prostituta. Esto cuestiona la sepa ración de la esposa y la puta que la sociedad burguesa está edificando. Quizá ésta es úna punta para entender la implacable unanimidad que se forjó en la prensa para condenarle, desde el día mismo de su muerte. Al anunciarse como un caso que ocupará un lugar en la prensa, Lumen Cabezudo nos convoca en un lugar público, y de públic&.For esta vía su casa tomó, efectivamente, pero de otra manera, la dimensión de una casa pública. La historia que se tramó en esta familia, lejos de poder ser situa da como de excepción y aislamiento respecto a su entorno social ha de ser considerada, por el contrario, como una vida llevada al extremo de la “participación social” (J. Lacan) en donde no hay fronteras entre lo pú blico y lo privado, hasta el punto en que el drama familiar cotidiana mente es leído en la prensa y con la prensa.
Un crimen paradojal Por otra parte, el cronista de El Dí a fue sensible a lo que, para su época, el parricidio de Iris Cabezudo planteaba como paradoja. Este periodista se pregunta cómo puede explicarse que una joven cuyo cerebro goza de ”, cuya mano está “debidamente educada si se tie- “unperfecto equilibrio ”, haya cometido semejante crimen. ne en cuenta su condición estudiosa Rápidamente halla entonces la respuesta, al proponer como causa la “influencia decisiva de otrosfactores”. La anormalidad del padre le vie ne como anillo al dedo, y no será otro el camino que luego seguirá la Instrucción. Pero, ¿por qué decimos paradoja para su época? 12. Barrán, José Pedro, op. cit. p.201, y en Medicina y socie da d en el no vecientos , Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 1993. t.2 “La ortopedia de los pobres”, Cap. 3.
Mañ ana habla laprensa
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No debemos olvidar que la reforma educativa que se efectuó en el Uru guay hacia fines del siglo XIX, fue uno de los pilares en que se apoyó la forja del Estado moderno. Dicha reforma, que es identificada con la figu ra de José Pedro Varela, halló sus fundamentos en el racionalismo, con su creencia en el progreso de la condición humana por medio de la edu cación. Desd e esta concepción, la causa de todos los m ales es la ignoran cia del pueblo. Las terribles crisis económicas y políticas que asolaron al Uruguay desde su Independencia se debieron, según José P. Varela, a esa realidad social de una población profundamente ignorante, en estado de barbarie. Para alcanzar un Estado moderno, civilizado, era imprescindi ble la educación del pueblo. La educación, el cultivo de la razón, según Varela “destruye los males de la ignorancia ”, “aumenta la fortuna ”, “disminuye los crímenes y vicios” y “aumenta el poder de las nació-
nes’’13.
La educación pública se constituyó entonces en un aspecto fundamental de la transformación del país, bajo el signo de estas ideas que Varela ha bía recogido por el mundo. Se trata de luchar contra “el hombre de la naturaleza”, dice Varela, citando a E. Laveleye: “El hombre de la naturaleza no es ese ser bueno y razonable soñado por los filósofos; es un animal egoísta, que no se preocupa de los derechos del otro, inconsciente del mal, que degüella al que le es obstáculo, y a quien no bastan los frenos de la moral, de la religión y de las leyes, para que se pliegue a las exigencias del orden social. En él hay que domar la bestia salvaje, si no pone en peligro la civilización”14.
Por el contrario, el hombre educado es quien puede alcanzar la mejor forma de dirección de sus pasiones. La educación, entonces, disminuye los crímenes y los vicios. Dice Varela: “Las pasiones del hombre educado son siempre mejor dirigidas que las del ignorante; aquel tiene una conciencia clara del bien y del mal, que a éste le falta, y en todos los actos de la vida , el hombre educado encuen tra siempre, en su misma ilustración, una barrera para el desborde de sus malas pasiones (...)”I5.
13. Varela, José Pedro, “La educación del pueblo”, 1874, reedición en Cuaderno LEA , Montevideo, 1973. 14. Varela, José Pedro, De nuestro estad o ac tua l y sus ca us as , 1876, Ed. Arca, Montevideo, 1973, p.54. 15. Varela, José Pedro, “La educación del pueblo”, 1874, Reedición Cuaderno LE A , Montevideo, 1973.
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Vem os en tonces perfilarse la paradoja que Iris encam ó para su tiempo, al conmover con su crimen los postulados racionalistas que todos, y ella más qu e nadie, suscribían: ¿Cómo explicar el hech o de que precisamente la jov en más buena, la más educada, la más civilizada, la más inteligente, la mejor estudiante de magisterio de su generación, hija de una brillante maestra vareliana y vareliana ella también, haya sido quien cometió el acto de barbarie que más contraviene las normas del orden social civili zado, el parricidio? Dicha paradoja debió ser en aquella época mucho más inquietante de lo que hoy podemos imaginar, ya que lo que dio el golpe de gracia definiti vo a esos postulados de la fe racionalista fue un acontecimiento histórico que ya estaba en curso, pero que aún no revelaba al mundo todo su ca rácter ominoso: nos referimos al hecho singular, pero de consecuencias mundiales, de que la nación de más alto nivel cultural y educativo, la de mayores conquistas científicas y de mayor desarrollo industrial, Alema nia precisamente, engendró en su seno el nazismo que de ella se apoderó y protagonizó actos de barbarie criminal jamás vistos hasta entonces. En el año 1935 ésto resultaba casi inconcebible; como dijo un historiador: “es algo que tuvo que ocurrir para poder creerse ”. En aquel entonces, el crimen de Iris era mucho menos creíble que hoy. ( ° ° ¿Tuvo incidencia esta paradoja en la manera en que los aparatos sociales trataron el caso? El camino que tomó la Instrucción ¿fue acaso, también, una vía para disolve r el malestar que dicha paradoja hacía presente?
El proceso: declaraciones y declarantes Violettea revé de dé faire A defait L’affreux noeud deserpentsdesliens du sang1. Paul Eluard, 1933.
¿Cómo no evocar junto a Iris a esa otra jovencita que dos años antes, en diciembre de 1933, sacudió en Francia a los surrealistas hasta el punto de inspirar un lírico manifiesto en el que poetas y plásticos expresaron su sentir respecto a la acusada, condenada por el envenenamiento a su padre y el intento de hacer lo mismo con su madre? En su defensa, Violette in vocó el incesto al que su padre la sometía. En la prensa, Iris sólo logró la conmoción de un día. Sin embargo, aún hoy, en 1993, hemos encontrado el recuerdo vivido de aquellos sucesos en algunos testigos cercanos. Para algunas compañeras de magisterio, para las antiguas vecinas, para algunos familiares, esta historia sigue allí con su urticante presencia. Cuando del polvoriento anaquel del archivo alguien pudo poner en circulación las páginas amarillas del expediente, una primera reacción nos fue relatada por el Dr. G. Fernández: se produjo conmoción en el Juzgado, allí todos querían leer, sobre todo las mujeres. Iris había suscitado de inmediato un nuevo público. Los capítulos que presentamos a continuación, del II al VI, incluso el VII —al que daremos sin embargo un lugar aparte—sigu en la pista de esa pri mera respuesta e intentan dar a leer los testimonios judiciales de Iris, de sus familiares y de algunos otros recopilados en la causa.
1. Eluard, Paul, Trad: Violeta soñó deshacer/Deshizo/El horroroso nudo de ser pientes de los lazos de sangre.
Capítulo dos
He sido yo que lo herí Según los informes de la policía y del Juzgado, aproximadamente a la hora 19 y 15 del día 12 de diciembre de 1935, la Seccional 13 de policía comunicó con un llamado telefónico al Juez Letrado de Instrucción de 2do.Tumo que en el 2867 de la calle Larrañaga se había producido "un ”. Se presentaron en el lugar el comisario y un sub hecho de sangre oficial y pudieron observar, sobre los escalones que llevan al portón que sale a la calle, el cuerpo sin vida de un hombre. A pocos pasos del cuerpo se hallaba una señorita, quien pronto se acercó al comisario y le dijo: “He sido yo que lo herí”. Se trataba de Iris Cabezudo Spósito, de 20 años, hija mayor de la víctima, quien le había descerrajado varios dispa ros con un revólver calibre 38. A continuación fue detenida y conducida a la Seccion al. Media hora más tarde se presentaron en el lugar del crimen el Juez Le trado de Tumo Dr. Gerardo González Mourigán, el escribano Actuario Martínez Olascoaga y el médico forense Dr. José Rossemblat. Este exa minó el cadáver y encontró dos heridas de bala: una en la muñeca dere cha, con orificio de salida; la otra a la altura del hombro derecho, sin ori ficio de salida, que le habría causado la muerte. El cadáver se hallaba en posición de cúbito dorsal, apoyando la espalda, cabeza y codos sobre los peldaños de la escalera. El brazo derecho estaba extendido, apoyando el codo sobre un escalón; el izquierdo semi-flexionado, con la mano sobre
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el vientre. Las piernas en sem i-flexión, con el pie derecho apoyado sobre el izquierdo, y éste sobre el escalón. La cabeza se hallaba en dirección a la calle y los pies hacia la casa. Luego de este primer examen el médico forense dispone la autopsia del cuerpo. Esa misma noche Iris Cabezudo es interrogada por el Juez en la misma Seccional de policía.
Primera declaración Esta declaración, la única transcripta en primera persona por el actuario, resulta particularmente importante por haberse realizado inmediatamente después del crimen. La transcribimos aquí íntegramente.
F. R.
P. R.
En Montevideo, a doce de Diciembre de mil novecientos treinta y cinco, el señor Juez Ldo. de Instrucción de 2 - turno, asistido del autorizante, se cons tituye en el local de la seccional 13a de Policía, donde procede a int errogar a una persona y que manifiesta llamarse: / RIS CA B EZ UD O S P O S I TO , orien tal, de veinte años de edad, hija de Lúmen Cabezudo y de Raimunda Spósito, soltera, estudiante normalista y domiciliada en la Avenida Larrañaga, Ns 2867. Quién la aprehendió, cuándo, dónde y por qué causas; Me detuvo hace un rato en mi casa el Comisari o seccional y por haber des cerrajado unos balazos contra mi padre. Después que yo disparé contra él, pensé salir corriendo por el fondo para ir a dar cuenta a la Comisaría, pero después me quedé allí. Radicaba mi apuro en comunicar el hecho, espe cialmente, porque temía que mi hermano Ariel fuese a decirse autor de la agresión, impulso que yo puedo agradecer, pero que no debo admitir. Acerca del hecho a que se refiere y sus antecedentes, si los hubiere. En el estado de ánimo en que me encuentro no tengo más remedio que ha cer un relato episódico, sin hilación; casi incoherente, y el señor Juez se to mará el trabajo de ir ordenando todas estas cosas que yo diga. Yo voy a de cir toda la verdad por un imperativo de conciencia y aunque sé que nadie me podría contradecir, y porque las cosas han ocurrido así nomás como yo las digo. Desde mis recuerdos más alejados, desde que era niña, en mi casa vivimos bajo la sensación del profundo temor que nos inspiraba nuestro padre. Ulti mamente, ese sentimiento se había transformado en el terror que nos se guía inspirando. Yo no conocí nunca la cordialidad ni la dulzura, ni el abrigo moral que proporci ona el hogar. Y esto lo digo en lo que se rel aciona y en lo que es consecuencia de la conducta y del modo de ser de mi padre, pues, por el contrario, mi madre es una santa a quien yo adoro. Yo no sé lo que tengo que decir, y por lo tanto ignoro si todo lo que se me ocurre en esta oportunidad puede interesar a la Justicia. Por eso le pido al
He sidoyo que lo herí
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señor Juez que me siga guiando cuando hablot y me diga qué es io que tie ne o no importancia o no se relaciona mayormente con el asunto. Mi madre es una mujer muy inteligente. Conoci ó al que debía ser mi padre, mucho antes de casarse con él, cuando era soltero, porque después él se casó y de ese primer matrimonio tuvo un hijo. Según los informes que yo tengo, la primera esposa de mi padre se murió de consunción y a conse cuencia de la vida que él le daba. Tambié n se murió, y tal vez asimi smo por la falta de cuidados, el pequeño hijo que le quedó de ese matrimonio. Maestra y estudiante notable, mi madre se especializó en Europa, en la or ganización d e las Escuelas del Hogar1, y a su regreso al país, venía ent u siasmada y decidida a iniciar análogas actividades en nuestro medio, fun dando algo así como un “Buen Pastor” laico. Como ya lo dije, mi madre co noció a mi padre antes de irse a Europa, en donde permaneció dos años. Antes de irse ya había algo entre ellos, pero no por eso, mi madre abrevió su estadía en Europa, donde cumplió todo su programa dé trabajo y de es tudio, y cuando mi padre la requería para que regresase, mi madre, según me lo ha dicho, le contestaba que se casase nomásjsin esperarla, si tal era su deseo, porque ella estaba dispuesta a continuar ías actividades a que la inclinaban su vocación por l os problemas de la enseñanza. Mi padre era un ferviente admirador de las condiciones e inteligencia de mi madre, pero con esta particularidad, porque la quería, pero diré, con un egoísmo atroz. Nosotros, los hijos, nunca representamos nada ni en el afecto rii en la vida de mi padre, cuando más, le éramos indiferentes; nos tol eraba... y digo que nos toleraba, cuando él andaba bien de relaciones con mi madre, pues, de lo contrario, nos insultaba, nos humillaba y a los más chicos los castigaba, pareciendo como que él gozaba, con hacemos sufrir. Yo t engo una hermanita menor que tiene catorce años, que a consecuencia de una enfermedad ha quedado retardada en su desarrollo mental; es muy nerviosa y todo es motivo para ella de profunda afectación. Pues en esas circunstancias en que se encontraba mi hermanita, no era óbice para que mi padre la mortificara de todas maneras durante las comidas o por cualquier motivo, y eso, como es natural, y en atención a lo que dejo dicho, le hacía mucho daño a la niña. Siempre nos miraba con profundo fastidio y nos re prochaba y retaba por el hecho más i nsignificante, y aunque no nos castiga ba muy a menudo, una vez me aplicó un golpe de puño en la nariz que me desvió el caballete. Como ya dije, mi padre era egoísta por naturaleza. Siempre nos echaba en cara a mi madre y a nosotros, el dinero que aportaba a la casa, y con res pecto a mí y a mi hermano Ariel decía que una vez que estuviésemos en condiciones de ganarnos la vida, no tendríamos más nada que hacer en ca sa, expresándonos claramente que nos echaría. Nosotros nunca contamos para nuestro padre como decía, todo era oportunidad propicia para dedi car nos los más soeces insultos. Todas las injurias que puedan imaginarse, yo las aprendí de labios de mi padre. Recuerdo que cuando éramos niños, fui-
1. R. S. tradujo del francés “Écoles M énagéres” por “E scuelas del H ogar”.
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mos con nuestro padre al entierro de José Batlle y Ordoñez2. Todos saben lo que fue aquello, y nosotros, impresionados por la enorme multitud, nos adentramos un poco en el gentío porque queríamos ver el féretro. Pues ese hecho banal, tan propio de la imprudencia o de la curiosidad de los niños, nos representó una de las más acerbas reprimendas y castigos por parte de nuestro padre. Otra de las cosas que más humillaban y mortificaban a mi madret casi des de el día que se casó con mi padre, eran los celos continuos de la que la hacía objeto. A los pocos días nomás de su casamiento le incendió unos zapatos y unas ropas porque decía que eran prendas indecentes. Después le prohibió usar collares, porque también los estimaba inconvenientes, y como mi madre no le hiciera caso al principio él dejó de usar corbata; y así salía a la calle, expresando que no volvería a ponérsela mientras mi madre usara collares. Al regresar de Europa mi madre, mi padre apresuró mucho el casamiento, y creo que se casaron al mes de haber vuelto mi madre. A partir de ahí ya le fue prohibiendo las visitas y ni siquiera le permitió que fuera a saludar a su maestra, la señora María Stagnero de Munar, de quien era discípula predi lecta, ni a l as autoridades escolares, ni a sus relaciones en general. Así d e a poco, fue estrechando el cerco de que la iba rodeando, al punto que no le dejaba visitar a sus parientes. De esa manera, las visitas se fueron alejando de mi casa. Cuando alguna vez alguien venía a visitar a mis padres y a no sotros, mi padre no permitía que mi madre tomara parte en la conversación, como es de práctica, y de acuerdo con su cultura; recriminándola cuando aquellas se retiraban porque se había expedido mal en la conversación o porque había dicho inconveniencias. Cuando iban empleados de su Oficina a llevarle documentos para firmar, él no los introducía en la casa: los hacía sentar en un banco del jardín y allí nomás los atendía; no permitía que en traran los proveedores a la casa, y una vez se levantó de madrugada y em pezó a revisar todos los rincones en busca de un supuesto amante de mi madre. Llegó a sospechar de su paternidad con respecto a mi hermanito menor y llenaba de vergüenza a mi madre con esas sospechas infamantes. Y a todo esto, mi madre no hacía más que lavar, planchar, barrer, cocinar, atender nuestra ropa y la de mi padre y cumplir con todas las demás obliga ciones y tareas de la casa; y todavía le alcanzaba el tiempo para carpir la tierra y ocuparse del arreglo del jardín, sin que en cambio a ella le quedase un minuto libre ni siquiera para peinarse. Mi padre ocultaba los méritos y virtudes domésticas de mi madre; y cuando le preguntaban quien era que tenía tan arreglado y tan lindo el jardín, decía que él se encargaba de ello, no obstante expresar en privado, que el labo reo de la tierra era una actividad interiorizante y plebeya. Decía también, que él no podía poner de manifiesto a sus amistades los méritos de mi ma-
2. Don José Batlle y Ordóñez (1856-1929) fue en dos oportunidades preside nte de la República. Durante su gobierno se produjeron cambios socio-económ icos y po líticos que determinaron los rasgos del Estado uruguayo en su modernidad. '
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dre, porque eso era una indecencia. La golpeaba pocas veces, pero en las grandes peleas la castigaba. Mi padre siempre ocultando los méritos de mi madre. Ella siempre sufriendo los insultos y las reiteradas amenazas de muerte de mi padre. Sienpre que la prensa daba la noticia de un marido que había dado muerte a su esposa., mi padre aprobaba siempre la actitud del matador. Cuando se comentaba el crimen de “La Ternera”, y admitiendo la culpabilidad de José Saravia, mi padre siempre lo justificaba y le encontraba atenuantes, dicien do que había estado bien y otras cosas por el estilo. Mi madre, que siempre f ue una sacrificada, retribuyó esa conduct a egoísta y despiadada de mi padre, colaborando con toda su inteligencia y dedicación en la tarea de propiciar y obtener la superación de mi padre en todos los ór denes de sus actividades; y es innegable que mi padre prosperó y ascendió y llegó a gozar de un concepto en que antes no se le tenía en su misma fa milia y entre sus amistades, desde que contó con el apoyo y la guía moral de mi madre. El se decía que era perfecto, que era bu eno, que era un santo, que era un artista, pero en realidad, y dominando todos sus sentimientos, lo que yo creo, es que mi padre era un envidioso. Porque si envidiaba a todos los que se destacaban por sus méritos, a quien más envidiaba era a mi ma dre. No pensaba más que en ella, pero para anularla por completo y para absorberla pura y exclusivamente para él. El propósito de su vida fue anu larla como mujer y como madre, para atribuirse ante nosotros t odo el mérito de la formación y la orientación del hogar, y muchas veces nos decía, que cuando fuésemos grandes, nos daríamos cuenta de lo que él había repre sentado para nosotros y que mi madre era una mujer inferior y que no expli caba la adhesión y cariño que le prof esábamos. Creo que ya dije que a sus hijos no nos guardaba ningún afecto y sin rencor, que nunca se lo tuve, porque a lo sumo, por su manera de ser y por su con ducta me llegó a ser indiferente, -puedo expresar que era un mal padre. Nunca tuvo palabras de estímulo para nosotros y de mi hermano Ariel, que indudablemente es inteligente, decía que era un pobre muchacho. Muchas veces mi padre y mi madre hablaban de divorciarse. Mi madre le decía entonces, que iniciase él el divorcio, porque ella bien sabía que si se hubiese determinado a adoptar esa actit ud, él, la hubi era matado. Tant a era la absorción que mi padre pretendía ejercer sobre mi madre, que yo estoy completamente segura, que si él se hubiera sentido enfermo y corriendo riesgo de la vida, la hubiera matado antes de morir y sin importársele lo más mínimo el desastre que habría representado para nuestro hogar la falta de mi madre. Así, y por todo esto que he dicho, yo llegué a la convicción; a la evidencia más absoluta de que mi padre iba a terminar con mi madre, ya sea matán dola o'‘haciéndola morir con los disgustos que le daba. Yo sabía que todo iba a terminar mal para mamá. Ella hasta ahora había resistido, pero, últi mamente se dio cuenta que ya la cosa “iba a la raíz”; y estaba siempre páli da y tratando de ocultarme sus sufrimientos, cosa que no logró porque eso no podía pasar desapercibido para mí. Ultimamente, persistiendo mi padre en sus injustificados celos, y en su manía de vigilar los movimientos y las
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actividades, aún las más insignificantes de la casa, había manifestado el propósito de trasladar su dormitorio al comedor, con el objeto evidente de controlar desde allí mejor la entrada a la quinta. Mi padr e temía que yo y mi hermano est uviésemos quizás pronto, —porque yo me est oy por recibir de maestra-, en condiciones económicas y sociales de ayudar a nuestra ma dre, porque así ella resurgiría a la vida de relación, y eso se oponía a su propósito i nvariablemente mantenido de anularla por completo. Porque este es el centro del asunto: mi padre siempre quiso anular a mi madre y absor berla para él solo y decía "que mamá no era más que de él”. La tarde del hecho, papá y mamá discutieron como siempre; pero mi padre evidenció que iba a dar un paso más: dijo que trasladaría el dormitorio al comedor. Dijo además, que en su familia lo tenían por un mártir. Que ese día le habían preguntado sobre los exámenes que yo había dado y que él no había sabido qué contestar y que entonces le dijeron que eso era una vergüenza. Mamá le contestó: “pero tú no les dijiste las otras cosas que pa san en casa”- Yo vi que mamá perdía terreno; en eso de que veía de qu e con bondad no podía contener a mi padre. En éste momento yo subí a la planta alta a buscar un revólver que estaba encima de una biblioteca; tomé el arma, la dejé en mi armario y regresé al piso bajo. Cuando llegué, vi que mi padre se iba al tiempo que le gritaba a mi madre con odio: “te voy a re ventar... Te vas a estrellar contra una piedra... voy a armar un escándalo que va a salir en los diarios”. En ese momento, yo subí a mi pieza; tomé el revólver y bajé. Mi padre ya había regresado hacia la casa y así, siempre gritando y gesticulando hizo varias veces el trayecto entre la salida y la en trada. Mientras tanto, yo me quedé en el jardín, mirando, pero»ya sia-oir o por lo menos sin entender lo que decía mi padre, y lejos del grupo que for maban mi madre y mis hermanos, para que no fuera a herir a alguien, y cuando por última vez mi padre salía furioso como una f iera y se encontraba en la escalera de salida, hice fuego contra él. Eso no fue un asunto del mo mento. Como lo dije, esas cuestiones venían obrando en mi ánimo desde mucho tiempo atrás. Me movió la desventura de mi madre y la seguridad.de que mi padre la iba a matar. A qué distancia se encontraba su padre y en qué posición cuando la decla rante hizo fuego contra él. Me encontraría a unos cinco metros de él y me daba el frente. Quiénes tienen conocimiento del carácter y temperament o de su padre. Sobre eso podrían declar ar el señor Luisi de la Dirección de Avalú os; el Ayudante de mi padre, señor Bonnevaux, también de esa dirección, o el ar quitecto Diego Noboa Curraz. Qué expl icación tenían para la declarante los celos de que sufría su padre. Eran completament e injustifi cados; mi madre por su conducta nunca pudo dar mérito a ello. Qué personas tendrían conocimiento de los celos de su padre y de las int e rioridades de su hogar;
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R. Como estas cuestiones cuestiones no trascendía trascendíann al al exterior, por el el moment o sól o se me ocurre nombrar al señor Noboa Curraz. P. Si r econoce el arma que se le exhibe, —un revólver marca “Aut omat ic” , cali bre 38 mm. R. Que sí s í y que es la misma arma que empleó en el el hecho. P. Si t enía motivos de resen resentitimie miento nto para para con su padre y si obró impulsa da por odio o venganza. R. Cont ra mi mi padre yo yo no tengo ningún ningún agravio. Las Las cosas que personal ment e a mí me hizo, las perdonaba y olvidaba; no ocurría lo mismo con las afren tas y vejámenes de todo orden que que infería a mi madre; es ciert o que llegué ll egué a no quererlo, pero nunca lo odié ni me impulsó el odio ni la venganza. P. Si antes de ahora ahora ha estado est ado presa o procesada. R. Es la primera pri mera vez. P. Si ti ene algo más que agregar. R. Por ahora, nada más, señor seño r Juez. ue z. Leída se ratifica y firma con el señor Juez, por ante mí, de lo que doy fe.
Dos días después, el 14 de diciembre, Iris es trasladada al “Establecimiento Correccional y de Detención para Mujeres”, donde se dice que permanecerá “presa e incomunicada”.
Segunda declaraci d eclaración ón El día 17 de diciembre se la hace comparecer en el Juzgado. Es su se gunda y última declaración ante el Juez, en la audiencia de ratificación.
P. R.
P. R.
En Montevideo, a los diez y siete de Diciembre de mil novecientos treinta y cinco, estando en audiencia el señor Juez Ldo. de Instrucción de segundo turno, asistido del autorizante, se hace comparecer a la procesada en esta causa, quien en presencia de su Defensor el Dr. Carlos A. Carrara, mani fiesta llamarse: IRIS CABEZUDO SPOSITO, y tener su filiación en autos. Quién la l a aprehendió, dónde, cuándo cuándo y por qué causa. Que fue f ue detenida por un funcionario funcionario policial policial el el jueves ju eves pasado pa sado , a las dieci nueve horas aproximadamente, en su domicilio, por las causas que explicó al señor Juez en la declaración prestada en la Comisaría seccional, el día en que disparó varios tiros contra su padre, Lumen Cabezudo. Si prestó la declaraci declaración ón que luce a fs. 2 y siguientes de estos aut os, a la que se le da lectura; si se ratif ica, ica, y si tiene algo más que agregar. Que prestó esa declaración declaración y que que se ratif ratif ica, ica, teni endo que agregar; agrega r; que a su padre en la época anterior al matrimonio todos lo conocían por peleador e impositivo, y eso él mismo lo decía, porque antes no ocultaba su modo de ser, porque no pensaba que eso le pudiera hacer mal en lo futuro. Cuando la conoció a mamá, ella estaba discutiendo con una persona y él salió ex presamente para discutirle, y pretender anular el pensamiento de mi madre
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imponiendo sus propias ideas. Que entiende que los celos de su padre da tan de época anterior a su matrimonio; desde que conoció a la que debía ser su esposa. Sabe la declarante que su mamá hubo de postergar su re greso de Europa por tres meses para asistir a una exposición que se reali zaba en Gants; este hecho acrecentó los celos de su padre y los exteriorizó, escribiéndole a mamá y reprochándole la tardanza, lo que dio lugar a que mamá le contestara que si se quería casar y tenía apuro para hacerlo, que no la esperara y que se casara con cualquiera otra mujer. Que su mamá no pensaba casarse, porque deseaba encauzar su vida en su especialidad pe dagógica, emprendiendo las obras que había estudiado en Europa, pero asediada por su entonces novio y movida movida a lástima por el el pobre concept o de que gozaba en su familia y en sociedad aquel hombre, terminó por unirse a él en matrimon matri monio, io, creyéndolo bueno y que estaba enamorado. Que desde el fondo de sus recuerdos, de niña, la declarante sólo percibe que en su hogar reinaba un ambiente de tristeza y aunque sabe que la vida no nos depara sólo felicidades, son tan contadas las que ha gozado en su hogar, en el trato de su padre, que solo recuerda los malos momentos que les hacía pasar a la declarante y hermanos por cualquier nimi edad, teniendo teni endo la impresión de que su padre era un hombre impositivo y cruel. Que avan zando los años, pudo cerciorarse de la verdad de la impresión recogida en su niñez y constatar los motivos que existían para que su mamá viviera en la forma extraña en que lo hizo durante todo su matrimonio, enclaustrada y separada por su esposo de t oda relación relación social. social. Que fuera del hogar su padre hacía esfuerzos aún ante sus enemigos, de pasar por un hombre santo, casi como una víctima de sus deberes de espo so y padre, diciendo que todo lo que ganaba lo invertía en el sostenimiento de su hogar y hasta llegaba al extremo de mostrar a sus relaciones sus ro pas gastadas por el uso diario y la verdad de los hechos es que la mamá de la declarant declarante, e, hace ocho años que se compró el últ imo vesti vesti do, usando hace años un guardapolvo; que esta actitud de su padre tendía a preparar el am biente dentro de la sociedad, en su favor, pues su mamá, hace varios años lo había amenazado con el divorcio para (el) que tenía poderosas razones que él no podía contestar. Que hace unos tres años, después de una vio lenta escena de las que se desarrollaban frecuentemente, dijo que se iba a divorciar, porque porq ue no podía soportar más las humill humill aciones aciones de que era objeto, ni aún para conservar la integridad de su hogar. Entonces, su padre les planteó a la declarante y a su hermano Ariel, con brutalidad, la cuestión de si estaban de acuerdo con su madre, respecto al divorcio. Que la declarante contestó que sí, lo que dio luga l ugarr a que su padre se pusiera f urioso, diciendo: a mate/*, y fue cuando le aplicó el golpe de puño en el caballete de “te vo y a la nariz rompiéndole los huesos propios de la misma, hecho a que se ha referido en su anterior declaración, y no continuó golpeándola porque inter vinieron en su defensa, su mamá y su hermano. Entonces su mamá, que ya estaba vestida para salir e iniciar los trámites de divorcio, desistió de ello di ciendo que no se podía hacer nada porque su marido estaba loco. Que efectivamente, su padre se ponía como loco cuando ocurrían escenas aná logas y su mamá siempre se sacrificaba llegando a calmarlo de estos acce sos. Que esto ocurrió en las vacaciones del Instituto, después que la decía-
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Hesidoyo queloherí herí
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/ rante cursó el segundo año. Durante todas estas vacaciones en su casa se hizo una vida horrible, lo que dejó huellas en el físico de la declarante. Que cuando regresó al Instituto, fue preguntada por sus compañeras y profeso res si había estado enferma, tal era su decadencia física. La declarante pretextó pretextó de que había quedado así a raíz de la muerte de una hermanit a, lo que había acontecido acontecido en el mes de enero de 1933, y la escena violenta pro vocada por la proposición del divorcio a que se ha referido, ocurrió en di ciembre del año 1932. Que a mayor abundamiento, solicita que se agreguen al sumario, los apun tes que ha formulado en estos días, en los que recuerda hechos salientes de la vida de su^ogar y de hechos que se refieren al carácter de su padre en la Oficina a que pertenecía y de otras Oficinas a que también perteneció. (El señor Juez dispone que se agreguen los apuntes presentados al suma rio, debiendo ser rubricados y sellados por el señor Actuario.)
P.
Cuán t os disparos di sparos hizo contra su su padre; padre ; si si los hizo alt ernado s o en forma consecutiva.
R. Que le l e hizo un un primer disparo: su padre la miró con con miedo y estupor; pasan pas an do un breve término le hizo otros dos disparos seguidos, esperó un mo mento y le hizo el último disparo. Que en ese momento su mamá le gritó a la declarante: “¿es t ás he ri da ?' creyendo que su padre la había agredido a mano armada, contestándole la declarante: “no, fui yo " y dándose dándose vuelta, hi zo el último disparo contra la tierra. P. Si f uera uera de de sus estudios estudios del Instituto, la declarant e se dedica a otra clase de estudios filosóficos o literarios y si tiene preferencias o cultiva determinada escuela filosófica; si ha recibido de sus padres enseñanzas de carácter hi giénico que no estén dentro de las costumbres que se practican común mente por la mayoría de las personas; si practica determinada escuela de moral. R. Que su padre siempre si empre se dedicó dedicó al al estudio del del hinduismo hind uismo y que desde t em prana edad escuchó por él esas ¡deas; que tenía mucha avidez por eso y que en cambio su mamá les enseñaba las mismas ideas, pero en la con ducta y en la práctica, tanto en los pequeños hechos domésticos que eran los que veían, como comentando toda clase de hechos universales, hacién doles lecturas y enseñándoles y formándolos como para prepararlos para cualquier clase de vida para el porvenir, pues su mamá tiene gran cultura, un gran discernimiento y una gran claridad de pensamiento. Que en realidad la declarante no sigue ninguna determinada escuela filosófica o moral; que practica la libertad de pensamiento y su norma es discernir en cada caso. Que cuando vino Krishnamurti, concurrió a sus conferencias y siguiendo el pensamiento del filósofo, se percató de que muchas de las conclusiones a que éste llegaba, ya habían sido absorbidas por la declarante en sus in gentes lecturas y en las enseñanzas que habían recibido de su mamá. Que en cuanto al régimen higiénico, en su casa se practica el sistema vegetaria no que era y que fue siempre aplicado en su casa, pues sus padres lo prac ticaban desde antes de casarse. Que en su casa se practicaba un régimen
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P. ñ.
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terapéutico especial, según la naturaleza, lo que se admitía por todos sin re sistencia alguna. Si su padre padr e usaba amen azas para con con su mamá a fin fi n de evitar que ésta ésta se divorciara. Que sí; que por t odos los medios ejercía ejercía coacción coacción contra su mamá, trat ando de evitar el escándalo; que él sabía que iba a ser muy grande si trascendían las escenas horrorosas que se desarrollaban en la intimidad. Su padre se cuidaba mucho del escándalo, escándalo, pues tenía tenía el el prurito prurito de pert enecer a una cla se social superior a la de su esposa y muchas veces se lo echó en cara. Que últimamente, amenazó con renunciar al puesto dejando a la familia sin recursos, pero su esposa le contestó que renunciara, aunque era una injus ticia porque tenía hijos, pero había leyes que la protegerían. Que también tenía el propósito de deshacer la casa, llegando a indicar la idea de comprar una hectárea de campo para llevar a la familia a vivir en la campaña. Si la declarante obró por cuenta propia o si por el el contr contrarío arío fue arrastrada arrastrada al delit delitoo por al guna otra persona. Que obró por cuenta propia y por impulso impulso del del momento. Quiénes ui énes pueden pue den haber presenciado el el desarrollo desarrollo del del suceso. Unicament ni cament e su mamá y sus hermanos; que se se encontraban al pie de la es calera exterior de la casa que está en el jardín, a una distancia aproximada de quince metros del lugar donde se hallaba la declarante, pero debe decir, que es probable que desde el lugar en que se encontraban no hayan podido ver a la declarante y a su padre porque las plantas del cantero que los sepa raba impiden la visibilidad completa. Si ha estado procesada pro cesada anteriormente. anteriormente. Que no. Si tiene algo más que agregar; Que por p or ahora, nada más tiene ti ene que dec decir. ir. Leída Leída se ratif ratif ica y firma con el Sr. Ju Ju e z y el el Sr. Defensor; ef ensor; doy fe.
Capítulo tres
Según el dictado materno Cuatro días después del crimen, Iris comienza a escribir en su lugar de detención. ¿Por qué escribió Iris Iris?? N o sabemos si fue por propia propia iniciativa o animada por el abogado defensor Dr. Carrara, o por su propia madre, quien algunos meses más tarde presentó un largo texto, su “libro”, escrito para la ocasión (Cap. VII)3 Lo cierto es que comenzó para Iris un tiempo de hacer saber de este modo, mediante un escrito producido en el con texto de interlocución del dispositivo judicial, a su vez rebasándolo, sin destinatario explícito, aunque seguramente a pedido de la Defensa. Es cribió en 1935 y 1936 bastantes más páginas de las que nosotros cono cemos, que nos llegaron en forma de fragmentos dispersos, sean origina les o transcripciones citadas por otros. otros. Encontramos nueve páginas originales, manuscritas, que son las que pre sentamos en este capítulo, pero de este tiempo de escritura de Iris tam bién hay fragmentos, uno de ellos citado en el texto de la Defensa y otro en el informe pericial del Dr. C. Payssé, por quien tenemos noticias de qije el manuscrito contaba con más de cincuenta páginas. Por otra parte, también se hace referencia a otro texto de Iris de la misma época, y Carrara da a entender que no se trata del mismo que cita el perito. Tendría mos, entonces, varios fragmentos fragmentos de uno o dos m anuscritos. anuscritos.
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Luego Lue go d el p roceso roce so parece cerra cerrars rsee para para Iris Iris es t e primer primer tiempo de d e escritu escrit u ra, y habrá que esperar unos veinte años para ver resurgir la fuerza de su pluma a partir de la persecución, portadora de un delirio, testimonio que da cuenta del impresionante viraje subjetivo de la relación con su madre. A partir de ahí, cuando el poder psiquiátrico y la administración escolar la condenan al más duro ostracismo, Iris parece no poder parar de escri bir, y sin encontrar nunca a quien confiar sus escritos vagará por las ca lles de Mo ntevideo con ellos ell os siempre siempre a cuestas. cuestas. Escribió hasta hasta el final, en un intento siempre fallido por hacer saber... pero de los escritos de esos tiempos nada llegó hasta nosotros. Estas nueve páginas manuscritas en 1935 con estilizada caligrafía de maestra, dan el beneficio de la textura original, de la posibilidad de apre apsus cal calam amis y la in ciar el trazo del lápiz, los subrayados, tachaduras, laps tensidad del acto de escribir. En nuestra transcripción intentamos mante ner esas huellas, con los subrayados, e indicamos las tachaduras. El texto está compuesto por párrafos que tocan distintos temas, separados algunos de ello el loss por una raya raya firmemente presionada. presionada. El título que escogimos para este capítulo debe ser explicado. Se trata de una cita de la propia propia Iri Iris, s, de su escrito escrito de 1957 1957,, donde ella nombra nombra de esa es a manera la posición subjetiva que fuera suya en 1935, diciendo que “ hay
hijos de 30, 40 y má s añ os que viven viven enter enterame amennte segú según el dict di ctad adoo ma- terno La La posición de Iris en 1935 constituye una figura de la relación
madre-hija, que luego ella misma interpreta como un haber vivido y por ende escrito “según el dictado materno”. Ahora bien, no todo lo que ella refiere en ese texto cae bajo esa nominación; sería simplificar demasiado las cosas, porque también en su decir devela la diferencia de posición con su madre y nos da más elementos para intentar cernir su particularidad y leer, desde allí, su pasaje al acto. Presentemos ya el texto que dice así: “Lunes “Lune s 16 de de Diciembre de 1935 y martes 17. 17. Iris Cabezudo Spósito. Odio no le tenía. En absoluto. Cuando veía las miradas, de odio a veces, de codicia, otras, con que miraba a mamá, me daba mucho fastidio, me enoja ba y con razón (cualquier persona recta que hubiera visto las escenas que se desarrollaban en casa, se hubiera indignado); pero cuando lo veía can sado o asustado, o cuando estaba distraído sin pensar en cosas malas, me daba lástima porque se veía que era una persona sin valor propio: era malo, sí; muy malo; pero era malo por eso mismo, porque no tenía valor positivo, no tenía un motivo para vivir, y se había propuesto enaltecerse con lo que tenían los demás, especialmente con lo que era obra del trabajo, de la inte-
Según el dict dictado ado mat mateerno
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ligencia y de la abnegación de mamá; de mamá, que era la persona que te nía en su poder, aherrojada: 1s por la convicción de que ella que venía de Europa de estudiar las Escuelas del Hogar, y que venía entusiasmada y pletórica pletórica de fuerzas fuerzas y de amor, no podía dejar naufragar su casa, s u hogar recién formado, porque el marido fuera más o menos loco o más o menos malo; 2 - por por el cariño de sus hijos y el deseo de que fuéramos al mundo sin la mancha mancha de un hogar desunido; desunido; 3Spor temor al al escándalo y también, por que ma má tenía la co nvic ción de qu e pa pála iba a se au ir siem pr e, a tod as partes, cualquier cosa cosa que se hiciera. Ultimam lt imamente ente estaban muy pel eados y mamá había cedido; y nos había dicho: “más vale ceder y aguantar, porque papá si ve que no puede triunfar, me mata” (nosotros considerábamos que teníamos que proceder con cierta dulzura, dando “tiempo al tiempo” para li brarnos de sus deseos de ahogarnos -principalísimamente, de ahogar a mamá). Ultimamente tenía un gran deseo de figurar, de enaltecerse, de adquirir fa ma de algo (cualquier cosa que fuese): decía que podía pintar como Figari; que iba a hacer juguetes lindísimos para vender; tenía unos apuntes escri tos, por él en los primeros años de casado, cua ndo nosotros éramos chicos (y dijo que lo habían) [tachado por Iris] en los cuales hablaba de “Felicidad”, “Amor Universal”, “Lo Absoluto”, “Lo Innominado" y todo así, muy ampuloso, y dijo que: “le habían dicho que con esos apuntes podía sacar el premio No bel de la Paz". Estaba cada vez más raro, fuera de sí, hablaba siempre de él; tenía tenía siempre los ojos inyectados inyectados en sangre: ¡daba miedo mirarle la cara, se veía que de ahí ah í iba a resultar algo muy malo! malo! Y t odos esos (sus ) [tachado por Iris ] “triunfos” se los venía a decir a mamá para mostrarle que él era mucho, que era más que ella. Porque sin razón ninguna, porque mamá fue siempre buenísima con él, toda su acción tendía 3 rebajarla a mamá y a enaltecerse él: le decía que era una ignorante, que sólo tenía una cultura de maestrita, maestrita, que el Instituto Instituto Normal Normal no form f ormaa más que pedantes p edantes insoport ables, que todas las maestras que conocía era unas pobres mujeres, muy engreí das y sin valor ninguno, etc., etc, ¡y se había casado con una maestra nota ble que había ido a Europa becada por el Estado para estudiar las Escuelas del Hogar, y la había esperado más de dos años, contra todas las presun ciones de los que lo conocían, y en cuanto llegó se había apurado a casar se, y cuando se casó, antes de salir del juzgado, le había dicho contento: \\”. “Ahora sí, ahora está hecho, ya nadie lo va a deshacer \\nu nc a \\”. El año pasado mi hermano Ariel, se fue una madrugada -de casa. Lo hicimos detener por la policía porque es menor. Lo encontraron acostado en la ca rretera, a las 10 de la noche cerca de Juan Lacaze, en el dpto. de Colonia. Se había recorrido más de 60 kilómetros en bicicleta seguido y sin comer. Pensaba ir a Buenos Aires y allí ganarse la vida como pudiera. Se fué para no depender de papá, para trabajar solo, y. si no hubiera sido menor de edad, no lo hubiéramos visto más. Papá era cruel por naturaleza, aunque estuviera de buen humor; yo me acuerdo desde cuando era muy chica, desde cuando mi hermano Ariel tenía 3 o 4 años y yo 5 o 6. Papá de mañana jugaba en la cama con Ariel; él es taba acostado y lo llevaba a caballito sobre el pecho; etc. y le daba confian
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za; y cuando el nene estaba más contento y tal vez le hiciera cosquillas o algo, lo tiraba de la cama y le hacía dar golpes bárbaros. El nene lloraba y él se reía, se reía con todas las ganas. Me acuerdo que yo me enojaba y le decía que lo h abía hecho queri endo, y él, papá, papá, decía que no, que se había caído solo, y se reía. re ía. Ot Ot ras veces lo tiraba ti raba de la mesa de la cocina. Siempre iemp re se ponía p onía f rente rente a f rente rente con el nene más chico chico y gozaba haciéndolo (gozar) [tachado por Iris] enojar y quebrándolo en su orgullo. Cuando nos llevab ll evabaa a pasear, hace muchos años, siempre chocaba chocaba con nosotros que sin embargo éramos chicos y éramos buenos. Sin embargo, nosotros, yo ai menos, nunca pensé que era malo; sabía que era malo, pero nunca me lo expresé a mi misma, porque mamá siempre nos decía que era bueno, y ha cía que lo acompañáramos a la puerta y le dijéramos “adiós papito”, etc.; y lo que mamá decía, er a para nosotros. Más adelante, éramos demasiado grandes y pasaban en casa cosas demasiado brutales para que siguiéra-'' mos creyendo en su bondad. Sin embargo, hasta hace poco yo creía que era sólo loco. No sólo en casa era así: en las oficinas donde estuvo tenía fama de peleador. En la Dirección de Arquitectura se peleó hasta tal punto con el director que era el Sr. Jones Brown, que tuvo que irse de la oficina (fue a la Dirección de Avalúos donde estaba ahora). Y con uno de los C o s í o (creo que Angel C o s í o ) tuvo una cuestión terrible. Tengo muy grabada en la memoria esta escena: a eso de las 7 de la tarde, en invierno, cuando oscurecía, papá volvía de la oficina y contaba a mamá cómo le había ido (le descontaban a menudo porque llegaba tarde o falta ba), y mamá oía angustiada y estaba siempre preocupada, y lo aconsejaba y lo apoyaba... Muchas veces me acuerdo de aquellas tardes tristes. Cuando pienso en el pasado me acuerdo de muchas cosas tristes. Papá no fue nunca el compañero de mamá, el hombre que ayuda, que comparte las penas, que apoya. El traía el sueldito, y nada más; en todo lo demás era como otro hijo de mamá: mamá lo ayudaba, lo aconsejaba, lo cuidaba (cuando se casó tenía un dolor crónico en los riñones y mamá se lo curó); mamá lo reeducó en muchísimas cosas: lo hizo más cuidadoso; le llamó la atención sobre muchas actividades que él ni sospechaba; le mostró otra vi da; le enseñó. Mamá le decía: “¡yo que en u n a ño hacía de 40 muchach os, pilletes, diarieros, etc., 40 muchachos que tenían tanto criterio para juzgar; o tener una clase que todos decían que era la yo que conseguía en u n a ñ clase modelo; cómo no voy a haberte cambiado cambiado en 2 2 a ño s de de matrimonio!". ¡Sin embargo el aprovechó todo esto para ir en contra de mamá, para aho r o n t o a garla, para enterrarla en vida, y c o n s e g u r i d a d iba a llegar m u v p ro matarla! Cuando abuelita Carmen, la mamá de papá, le decía a mamá: “tú tienes que arreglar la casa de tarde; que horrible: yo no podría!” (porque papá se le vantaba siempre a las 12 ó a la 1h.), mamá le contestaba: “es lo mismo, pa ra mí es igual”; Cuando las hermanas de papá le decían a mamá: “ya sabe mos demasiado como es Lumen y lo que pasarás”, mamá contestaba: “no, Lumen está muy cambiado, si lo vieran no lo conocerían”. Cuando venía al guno de la oficina, de mañana y papá estaba en la cama, mamá le decía;
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“es porque anoche estuvo tr abajando hasta tarde”. Y no era cierto . Pero a sí se fue cimentando la personalidad de papá, sobre bases f alsas. La obra de papá con respecto a mamá fue j ust am ent e o puest a : lo únicot que mamá no se dio cuenta hasta mucho después, porque papá actuaba fuera de casa y en la casa estaba aparentemente buen o. En la casa de él, de niño y de joven, tenía el mismo carácter: con el herma no se peleaban'a trompadas y fue el hermano el que un día dijo: “no nos vamos a pelear más”, y se quedó f irme y entonces no se pel earon. Ultimamente contaba pocas cosas porque sabía que mamá argumentaba muy bien sobre los hechos... Decía que cuando tenía que trabajar en la oficina, los días en que le tocaba guardia, iba con muchísima dulzura y le pedía la máquina de calcular al ta sador que compartía su salón, que es el Sr. Luisi, y que siempre lo dejaba rabiando porque no podía seguir trabajando; pero que no podía decirle na da... y se reía. Contaba que su ayudante veía enseguida qué casa era la que había que tasar; que un día dijo el ayudante: “es est a casa”, y que él le dijo “vamos a con tar unos paso s desde la esquina” y contó y vio que era esa casa, pero le dijo “mire cuente Ud. otra vez porq ue pue do hab erme equ ivo- c a d o " , y el ayudante contó y recién entonces fue a t asar la casa. Así lo hi zo rabiar (esta era su palabra) y consiguió que otra vez no se le adelantara en el reconocimiento de las propiedades. Hay en casa canti dad de cosas que me producen cierta angustia po rque me recuerdan días de pelea: libros, muebles, lugares, músicas (la ópera “Marina”), plantas, comidas, etc., etc.. Son cosas de las que nunca podré ol vidarme. Me acuerdo un día en que mamá estaba tomando agua de una ja rra, y papá se le fue encima y mamá soltó la jarra, que se deshizo en el suelo, y papá le pegó... nosotros éramos muy chicos todavía! Mi hermanito que tendría 5 años, ll oraba... Era de noche. Una (día) [tachado por Iris] noche mamá dijo, después de una pelea bárba ra, que se iba a tirar al Miguelete. Nosotros lloramos muchísimo y papá le dijo que se fuera nomás. Papá se puso a tocar el piano (lo martillaba horri blemente; a mi hermanita la enfermaba oirlo) y mamá se fué. Nosotros la seguimos hasta la puerta llorando, con el nene (Lumencito: tendría 1 año), pero se fué; yo la dejé porque tenía fe ciega en mamá. Volvió antes de 2 minutos, porque sabía que estábamos desesperados. Entró sin hacer ruido y nos fuimos al fondo a un cuartito que hay y nos quedamos esperando. Pa pá tocó el piano como 2 horas (hasta la 1 y 1/ 2 de la mañana); el nene, a pesar de ser tan chiquito no habló en todo el tiempo p£ra no hacer ruido. Después papá se levantó y revisó el jardín y el f ondo, entre l as plantas y to do, pero ni se le ocurrió mirar a donde nosotros estábamos; después se fué a acostar, seguro de que no estábamos en casa. Entonces ent ramos porque los nenes eran chicos y tenían sueño. Cuando nos vio, se rió y le dijo a ma má que ya sabía él que era pura comedia... Siempre vivimos así. De algunas peleas me acuerdo borrosamente: me imagino el día y la hora, algún objeto que llamó más mi atención, y siento el mismo malestar, el mismo miedo...
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Estos días me ha dolido mucho el corazón. Este dolor al corazón me vino en los últimos meses: pasábamos unas angustias tan horribles; de noche me levantaba muchas veces para ver si papá estaba en la cama por si se había levantado; durante el día todo el tiempo vigilando, en el Instituto, en el ómni bus, en la escuela, siempre pensando y siempre temiendo... A mi hermano Ariel también le duele el corazón: un día lo sentía como si se fuera a rom per. A mamá últimamente (3 años) le dolía siempre. Ya estábamos todos enfermos. Los nenes no comían... Yo siempre consideré muy malo, malísimo el matar. Nosotros no comemos carne por no matar. Yo mataba en casa: hormigas, las larvas que se come n las plantas, y las tarántulas que aparecen en la casa. Cada vez que mataba una tarántula (las mataba yo porque ni a mi mamá ni a mi hermano les gustaba matarlas y...¡había que matarlas!) me quedaba pensando, a pesar de que las tarántulas son seres malos. Cuando mataba en verano 40 o 50 “bichos peludos”, me hacía mucho mal y siempre trataba de saber si el ma lestar provenía de haber matado, o del miedo por saber que matar está mal; y también pensaba si se debe matar las larvas para que vivan las plantas, o dejar morir las plantas para no matar a las larvas; o sí es mejor no cultivar plantas para evitar el problema; pero igual uno come y utiliza los productos de las plantas y da lugar a que otros las cultiven y se encuentren en el mis mo problema... Yo llegaba a la conclusión de que esta vida es una lucha brutal y horrible. Muchas veces pensé en el caso del que mata a un semejante, no1por el ca so de papá, que antes no era tan agudo y nunca me hubiera hecho pensar en eso, sino porque siempre pensé en el problema de la vida y la muerte, en la guerra, etc.; desde muy chica. Además, los crímenes pasionales, los ca sos de homicidio en legítima defensa, el caso de la policía que mata a un asaltante, las muertes cuando hay guerra civil: tantas cosas que lo hacen a uno pensar en la muerte que salen en los diarios, que le llegan a uno de mil maneras. Y hace poco (hará 1 mes) le dije a mamá que quien sabe si estaba bien matar en defensa propia, y estuve razonando sobre eso. Los domingos en casa transcurrían así: mamá se levantaba temprano y lim piaba todo, lavaba los patios, barría el jardín y el fondo, regaba, bañaba a los chicos, etc. Papá si había sol se levantaba a eso de las 11 y t omaba ba ño de sol en el patio de arriba, se bañaba, hacía gimnasia rítmica, leía, des pués se vestía. Mamá mientras tanto hacía ravioles o tallarines secos; no sotros la ayudábamos. A eso de la 1 o las 2 estaba la comida pronta (éramos 6 personas), y mamá la servía. Entonces papá bajaba: si estaba de buen humor, comía, hablaba, y cuando terminaba se iba afuera a leer. Ma má se quedaba arreglando la cocina, lavando, etc., y recién estaba libre cuando ya se había ¡do el sol. Cuando se levantaba enojado, o se enojaba después de levantarse, mama, además de hacer la comida, tenía que sos1. Ese “no” se encuentra en el manuscrito al final del renglón, pero caído casi en la línea inferior.
Según el dictado tnatemo
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tener una discusión siempre brutal; y cuando él bajaba, comía con invariable apetito y seguía discutiendo, con lo que nosotros no podíamos comer. Cuando t erminaba, decía unos cuantos insultos fi nales y se marchaba a l eer afuera. A nosotros se nos había echado a perder el día. Siempre estaba l eyendo y por lo que decía en las discusiones, se sabía qué era lo que había leído. Según la lectura, la comparaba a mamá con Circe, con Medea, con Catalina de Rusia, con mujeres de “Las mil y una noches”, (porque su lectura favorita era “Las 100 y 1 noches” (sic) en una versión que a mí no me permitían ni tocar); últimamente la comparó con Mussolini y es taba haciendo en la oficina una furibunda propaganda anti italiana, para de cir después que mamá “era de mal a ra za: ra za de traidoresT. etc. (son sus palabras). Había cortado un retrato de Mussolini en el que está con la cara muy enojada y lo tenía guardado: lo vi el otro día en el cajón. Siempre quiso retratar a mamá; pero nunca la sacó bien. Hace unos días hi zo la cara en un pizarrón tratando de hacerla bien fea. Cuando Ariel la vio, dijo que se parecía a él, le dibujó una barba iguaiita y quedó tan exacto, que cuando Papá lo vio al día siguiente, lo borró inmediatamente y no dijo nada”.
El interés por un análisis pormenorizado (que no haremos aquí) de este escrito de Iris puede abrirse con una pregunta sobre el estatuto de la gran negación inicial: "Odio no le tení a”. Este elemento textual, totalmente descuidado por la comprensión jurídico-psiquiátrica del caso, plantea la cuestión del modo enunciativo de Iris y de su posible relación con los modos de enunciación paranoicos trabajados por Freud en 1911, en parti cular cuando propone leer la negación en el delirio de persecución como resultado de una serie de operaciones transformacionales a partir de la frase “Yolo amo”, que el delirio se aplica en contradecir.
puesyo El delirio de persecución proclama en voz alta: “ Yo no lo amo— lo odio
Esta contradicción que en lo inconsciente no podría rezar de otro modo, no puede devenirle conciente al paranoico de esta forma. El mecanismo de la formación de síntoma en la paranoia exige que la percepción inter na, el sentimiento, sea sustituida por una percepción de afuera. Así, la l me frase “pues yo lo odio” se muda, por proyección , en esta otra: “é odia (me persigue), lo cual me justificará después para odiarlo”. Enton ces, el sentimiento inconsciente que pulsiona aparece como consecuente de la percepción exterior: “Yo no lo amo —pues yo lo odio— porque EL ME PERSIGUE”.
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La observación no deja ninguna duda sobre que el perseguidor no es otro que el otrora amado”2.
Sin embargo^ Iris no se ajusta exactamente a esta formulación freudiana, pues coloca el odio del lado del padre, más precisamente en su mirada hacia la madre ¿Se trata ya de una enunciación paranoica, donde el “yo lo odio” no puede ser admitido? El decir de Iris se desplegará con mayor claridad en el registro de la pa ranoia en los textos de 1957, cuando el odio aparezca en la mirada de la perseguidora, su madre. Veremos aún a Iris en la imposibilidad de subjetivar una mirada de odio. La fórmula de Iris no admite su odio por el per seguidor.
2. Freud, Sigmund, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia autobiográficamente descrito”, Obras Completas , T.XII, Ed. Amorrortu, Bs. As., 1980.
Capítulo cuatro
¿Testigos presenciales? En este capítulo presentamos las declaraciones ante el Juez de la madre de Iris, Raimunda Spósito, y de Ariel Cabezudo, hermano de 19 años. La de la madre fue efectuada el 5 dé junio de 1936, casi seis meses después del crimen —y no d e inmediato co mo hubiera sido de rigor—y luego de haber remitido al Juez, en el mes de mayo, un Memorándum de su auto os ría, de 150 carillas mecanografiadas (por Iris), que tituló “Veintidósañ de matrimonio99 (Cap. VII). Su declaración no es muy extensa y en ella pide al Juez que se remita al texto mencionado. Todo lo que tiene para decir desbordaría ampliamente las posibilidades de la instancia declarato ria oral; por lo tanto, para ser comprendida, esta tragedia debe situarse como consecuencia de los veintidós años de largo suplicio que el padre (victimario) dio a la madre (víctima) y a sus hijos. Esto es lo que detalla en su escrito. Sin embargo, la declaración ante el Juez reviste especial importancia, entre otras cosas porque se centra en el día del crimen y en su modo particular de estar en la escena. Es importante subrayar aquí que las declaraciones de la madre tuvieron también el cariz de una réplica. Una réplica a la voluntaria participación, como testigo, de Siul Cabezudo, hermano de Lumen. En el mes de febre ro de 1936, Siul le hizo llegar una carta al fiscal en la cual impugnó vio lentamente la versión de Raimunda e Iris, versión que rápidamente hizo suya la opinión pública para dar por “comprendido” el crimen, explicar
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los motivos y extraer de él una lección moral. Siul n o solamente reivindi có a Lumen sino que acusó lisa y llanamente a Raimunda de instigadora de un crimen premeditado y fue llamado a declarar en el mes de abril pa ra dar su versión.
La declaración de Raimunda Spósito
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“En Montevideo, a cinco de junio de mil novecientos treinta y seis, estando en audiencia el señor Juez Letrado de Instrucción de segundo turno, asisti do deí autorizante, se hace comparecer a otra persona citada que ju ramen tada en forma dice llamarse: R A I M U N D A S P O S I T O D E C A B E Z U D O , oriental, cuarenta y ocho años de edad, casada, maestra, domiciliada en la calle Larrañaga 2867. Por las generales de la ley. Que le comprenden, por ser madre de la procesada y esposa de la víctima. Si presenció el hecho que motiva estos autos y en caso afirmativo que ma nifieste lo ocurrido dando detalles. Que el día del hecho, Lumen llegó muy excitado a eso de las trece horas y le pidió a la declarante el diario del día, que había escondido la dicente, porque trataba de un crimen pasional por celos, y dado el carácter del e spo so siempre trataba de ocultarle tales hechos. Que como estaría enterado del suceso se lo exigió imperativamente y no tuvo más remedio que dárselo. Que almorzó solo y después se fue a leer al jardín. Que la declarante pre sentía algo grave y desde una ventana observaba a su esposo, que pasó velozmente las demás hojas del diario y se puso a leer detenidamente el suceso. Que lo vio que leía con suma atención, que gesticulaba, reía, pen saba, y era verdaderamente impresionante observarlo, tanto que los chicos estaban aterrados. Que más tarde la declarante fue a arreglar el jardín y notó que su esposo salía a vigilarla; que cuando veía a una de sus hijas menores, aunque la miraba sonriente, le decía: “quéte pa re ce si yo hiciera lo mism o ”, refiriéndose al hecho que ilustraba el diario o si no “qu élind o s i hiciera volar la casa con una bomba d e dinamita ”, frases que efectuaban un efecto desastroso en el carácter de la niña, que es sumament e sensible. Que siendo como las diez y siete horas, su esposo la llamó para decirle que en adelante no iba a permitir a nadie que saliera de la casa, es decir, de la finca interior, pues tenían que considerar el jardín como si fuera la calle, pretendiendo obligar a la declarante que aceptara tal determinación con una contestación afirmativa. Que trató de eludir la cuestión, hablándole cariño samente y haciéndole ver como estaban todos y especialmente los hijos, pero Lumen cada vez se excitaba más, gritándole que si no le decía que si, que la mataba. Que entraba y salía de su pieza de trabajo como si fuera una fiera enjaulada, y siendo como las diez y ocho horas y media, llegó su hija iris y al verla el padre, la miró desafiante y cuando pasó la chica, el padr e di rigiéndose a la menor de nombre Halima, volvió a decirl e: “voy a hace r saltar la casa con una bom ba de dinamita " Que su esposo salió corriendo para el cuarto de baño, y como estaba ocupado, tomó un servicio y fue a hacer sus
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necesidades en el fondo del terreno. Que volvió a una pequeña habitación, de trabajo, ubicada a la entrada de la casa, debajo de la escalera, donde se encontraba la deponente, y ya en un estado de excitación extrema y dando gritos desaforados, quería obligar a la declarante que dijera que sí, que no iba a salir de la casa, pues la casa ya estaba abierta como una "casa públi ca". Que a los gritos corrieron todos sus hijos, que aterrados presenciaban la escena, tratando por todos los medios de apaciguar al esposo, a quien concretaba toda su at ención, tanto es así, que ya ni di sti nguía a sus hij os1. Que le llamó la atención a Lúmen sobre la forma en que se encontraban los chicos y él siempre f urioso le contestó mirándolos: “son unos degenerados”. Que como un loco seguía gesticulando y gritando diciendo que iba a salir y que volvería para matarlos a t odos. Que se sacó el saco bl anco qu e vestía y colocándose el de salir, trataba de dirigirse a la calle, siguiéndole la decla rante sus pasos y hasta pretendiendo acompañarlo. Que Lumen entraba y salía como un loco y en una de esas idas y venidas, vio que levantaba los brazos al mismo tiempo que se producían unas detonaciones y unos fogo nazos? Que la declarante al verlo caer, creyó que se hubiera suicidado, y cuando se dio cuenta que su hija Iris tenía un revólver en sus manos, jamás creyó que ella hubiera sido la autora del hecho, sino que hubiera corrido a desarmar a su padre. La declarante estaba tan absorbida en la escena que se desarrollaba entre ella y su esposo que ni siquiera vio la actitud de su hija Iris, ni le pasó por su mente la menor idea de que ella hubiera disparado contra el padre. Que hasta mucho después del hecho recién sa có en conse cuencia el acto de Iris, pues hasta se extrañó cuando ella fue a la comisaría a declarar, protestando porque no llamaron a la declarante o a su hijo Ariel. Que cuando una vecina, la señorita de Queirol o, la puso en antecedent es de la verdad de lo ocurrido, la declarante no podía creerlo, pero enseguida re capacitó y dirigiéndose a una pieza de altos donde se encuentra una biblio teca, verificó enseguida que el revólver que la declarante tenía oculto d esde hacía muchos años, no se encontraba en ese lugar. Que allí la declarante, a raíz de una escena en que su esposo había pretendi do matarla, escondió el arma en un lugar disimulado de la biblioteca, es decir en un hueco debajo del techo. Que la ubicación del arma la conocía solamente la declarante y su hija Iris, a la que no vio en ningún momento como si se dirigiera a buscar el arma, pues de haberlo observado o siquiera sospechado, el drama no se hubiera producido. Que está segura que se hubiera interpuesto entre el pa dre y la hija, como ya lo había hecho en otras oportunidades, cuando su es poso castigaba a los chicos y la deponente se interponía, recibiendo a su vez, los golpes. Que en el lugar donde se encontraba eLrevólver, tenía tam bién ocultos varios papeles, memorias, folletos artículos y un libro de impre siones de viaje, que la declarante quería conservar y su esposo pretendía quemarlos, con el fin de destruir todo el pasado de la dicente, y crearle otra personalidad, pero en un sentido deprimente e interiorizante, de modo, que cuando vio que el arma había desaparecido y las demás cosas estaban en 1. Frase que deja en la ambigüedad al sujeto de cada verbo. Comparar con ia ver sión de la defensa, pag. 204.
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s u lugar, tuvo recién la certeza de que su hija había sido la autora del he
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cho. Que vuelve a repetir, que si el suceso se hubiera producido en el inte rior de la casa, donde le hubiera sido fácil domi nar la escena, el hecho no se hubiera consumado, pues la dicente, con riesgo de su vida lo hubiera evita do. Que cuando vio a su hija Iris que se aproximaba con el revólver en la mano y llorando decía: “que horribl e" al mismo tiempo que descargaba nue vamente el arma contra un cantero del jardín, apuntando hacia el suelo, la deponente perdió la noción de lo que pasaba a su alrededor, pues se imagi nó a su hija herida, al verla con el semblante demudado, pálida y avanzando como un espectro. Que antes de ver vacilar y caer a su esposo, éste gesti culando, había exclamado: “ahora me voy pero vuelvo enseguida; voy a pre pa rar lo necesario; esta noche te mato a ti y a los chicos” y levantando el brazo, prosiguió “M añana ha bla la pr en sa 0. Deduce por ello, de que encon trándose su esposo en esa actitud, con el brazo levantado, recibió una heri da en la línea axilar. Si la declarante preparó el ambiente para que se produjera la tragedia inci tando a sus hijos contra el padre y si intervino directa o indirectamente con §us hijos para que odiaran al autor de sus días. Que si hubiera preparado el ambiente, la tragedia se hubiera producido en una forma mucho más explicablé; hubiera por lo pronto puesto en evidencia sus locuras, como por ejemplo, cuando pretendía salir desnudo a la calle, cosa que se enteraran los vecinos; que no tenía más que hablar con cual quier vecino para que en plena calle se desarrollara una escena de locura o elegido una de las tantas oportunidades en que Ja declarante hubi era podido ejercer el derecho de legítima defensa al ser agredida por su esposo que llegó a contusionarla; también hubiera podido elegir uno de esos momentos en que una madre puede matar con derecho, como por ejemplo, cuando sorprendió a su esposo abrazado de su hija Halima de catorce años de edad, que en ese momento estaba completamente desnuda en el cuarto de baño de la casa. Que este hecho obligó a la declarante, a vigilar continua mente a la niña inocente e ingenua para evitar esas vergüenzas. Por otra parte, si la declarante hubiera querido deshacerse de su esposo, le bastaba con dejarlo librado al propio temperamento de aquél y se hubiera muerto con la sonrisa en los labios y en poco ti empo. Si reconoce el arma que se le pone de manifiesto. Que es la misma a que se ha referido en su declaraci ón; pertenecía a su esposo y es la que el declarante tenía escondida en la parte superior de la biblioteca que ha mencionado. Si ti ene algo más que declarar y por la razón de sus dichos. Que tendría que declarar tantas cosas que insumirían muchas horas de tiempo; por eso solicita que el señor Juez se sirva mandar agregar al suma rio, un memorándum que le remitió oportunamente para que se enterara de todos los antecedentes indispensables para formarse un verdadero con cepto de las causas que originaron la tragedia de su hogar. También solicita que se oiga a su hijo Ariel que fue testigo presencial del suceso. Que tiene en su poder una copiosa documentación que oportunamente presentará la
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Defensa la que vendrá a corroborar todos sus dichos. Que la razón de és tos, surge de lo declarado. En este estado, el señor Juez dispone que se agregue a los autos el memorándum a que se ha referido la declarante, compuesto de setenta y seis hojas, las que serán rubricadas y selladas por el señor Actuario Adjunto. Leída que le fue la presente se ratifica y firma con el señor Juez, por ante mí; doy fe”.
La declaración de Ariel Cabezudo Cuando Ariel compareció ante el Juez, su declaración también se centró en el día del crimen y, entre otras cosas, destacó un elemento de la rela ción Lumen-Iris que ésta había evitado referir: el interés sexual del padre por ella. También hay que subrayar el hecho de que se lo hizo comparecer como testigo presencial del crimen, al igual que su madre; sin embargo, ni la madre ni Ariel aceptaron esta calificación de "testigo presenciar9 s ino que más bien rehusaron hablar desde ese lugar. Bstaban a escasos metros pero no vieron. La madre no vio ni sospechó lo sucedido sino que pensó en el suicidio de Lumen, y no supo la verdad hasta tres horas después. Ariel adujo que se hallaba a unos diecisiete metros de distancia y que su fría miopía, por lo tanto, “no pudo apreciar las verdaderas circunstan-
ciasdel drama
Al cuestionar la calificación de testigos presenciales del acto de Iris, ma dre e hijo develaron un más allá de la simple no percepción visual del mismo, a saber, su no presencia subjetiva en la efectuación del crimen, allí donde sí estaba presente Iris. Pero este rasgo común a ambos no debe llevamos a perder de vista la singularidad de cada uno en lo que respecta a su implicación en el establecimiento de las condiciones de posibilidad del pasaje al acto de Iris, aspecto que retomaremos más adelante para mostrar hasta qué punto la madre fue gravitante. Por otra parte, recordemos que la primera declaración de Ariel fue hecha a la prensa la noche misma del crimen: “Si no lo mataba ella lo hubiera muerto yo ”. Este enunciado, que subtituló la crónica del drama, contri buyó a diluir las diferencias d e posición entre Iris y, Ariel y a cimentar la versión que reconocía una sola gran diferencia: por un lado el padre vic timario, por el otro la madre y los hijos, víctimas. Así planteada la situación, el crimen podría haber sido efectuado tanto por Iris como por Ariel, indistintamente. Pero ¿hubiera podido Ariel ma
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tar a su padre ? Lo cierto es que no lo hizo. Ariel apareció en la esce na en una posición diferente: alejando a la madre para ponerla a salvo de una posible agresión. Ya desde el año anterior, 1934, su posición era distinta a la de Iris y a la de su madre: en una oportunidad huyó de su casa pretendiendo llegar a Buenos Aires para ganarse allí la vida y poder independizarse de su fa milia. La familia se lo impidió porque era menor de edad. No parece que para Ariel fuera el crimen la vía de “solución”. Las posiciones de Iris y de Ariel eran diferentes, tanto en relación al padre como a la madre. Algunos años después del crimen, la madre echó a Ariel de la casa por negarse éste a contribuir con su sueldo, y no regresó a la misma sino des pués que ella murió, en 1974. Todos los testimonios coinciden en que Ariel siempre fue una persona con la cual no se podía mantener una con versación normal; y el Dr.Brito del Pino lo califició de “esquizoide” en 1959. Cuando en 1987 se encontró sólo en su casa, luego de las muertes de Halima y Lumen (hijo), intentó buscar a Iris y pidió colaboración a los vecinos. Iris ya había muerto, pero él no lo sabía. Vivió solo un año más, encerrado en la casa, acosado por ideas de persecución, y el 3 de mayo de 1988, poco antes de cumplir 71 años, mató al perro y se pegó un tiro con un revólver. Pero volvamos a situamos en 1935, ante la transcripción de la declara ción de Ariel, que constituye casi la única huella de su enunciación. He aquí el texto.
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“Montevideo, a trece de Junio de mil novecientos treinta y seis, estando en audiencia el señor Juez L. de Instrucción de segundo turno, asistido del au torizante, se hace comparecer a una persona citada que juramentada en forma dice llamarse: A R I E L C A B E Z U D O , oriental, diez y nueve años de edad, estudiante, domiciliado en la calle Larrañaga 2867. Por las generales de la ley. Que es hermano de la procesada e hijo de la vícti ma y que en ese senti do le comprenden. Si presenció el hecho que motiva este sumario, y en caso afirmativo para que explique circunstanciadamente lo ocurrido y todos sus antecedentes. Que si bien se encontraba en el jardín cerca de la casa, no puede decir que haya sido un testigo presencial del hecho, pues sufriendo algo de miopía y además encontrándose como estaba a unos diez y siete metros del lugar donde fue herido su padre, no pudo apreciar las verdaderas circunstancias del drama. Que oyó los disparos y el humo de los fogonazos y jamás pensó que hubiera sido su hermana Iris la que hubiera descargado el arma. Que al verla llegar con un gesto de dolor y con una mano, la izquierda, en el rostro,
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la creyó herida y cuando se le acercóvvio que su hermana descargaba un nuevo tiro con el revólver que tenía en su mano d erechavapuntando hacia el suelo, contra un cantero. Manifestó que iría a dar cuenta a la Policía y se di rigió a los fondos de la casa. Que en cuanto a los antecedentes del hecho, el declarante, presagiaba un desenlace fatal, pero no de parte de su hermana ni de ninguno de sus fami liares; que cualquiera que lo hubiera visto en los momentos anteriores al su ceso, se hubiera dado cuenta de la agresividad del padre en esos instantes, gesticulando y gritando, amenazando a toda la familia. Que estas escenas eran continuas y repetidas, el declarante las atribuía a la extraña susceptibi lidad y a la egolatría de su padre. En la casa nadie podía opinar; nadie po día discutir, y todos trataban de no hacerlo para evitar escenas violentas. Su hermana Iris era la más piacífica y nunca la creyó capaz de llegar a una re solución extrema. Ahora mismo se le puede observar en sus pacientes tra bajos manuales y en todo sentido, tratándose de una muchacha completa mente cariñosa y tranquila. Que debe manifestar, no obstante, que en el momento del suceso, todos se encontraban impresionados: Que su padre entraba, salía, gritaba desafora damente, reía, amenazaba, y la madre del declarante era {a que trataba de apaciguarlo, hasta que el dicente logró alejarla, porque ya preveía que iba a ser objeto de una agresión violenta. El declarante quisiera aportar muchos datos al Juzgado para que se pudiera establecer el estado de locura en que vivía el padre, degenerando esto hasta el terreno de la moralidad, pues el declarante llegó a sorprender en la mesita de luz del dormitorio de su padre, dibujos obscenos acompañados de versos y escritos del mismo carácter, hechos en borrador, de su puño y letra, y pasados luego en limpio a máqui na. Por lo demás, su hermana Iris, ya le había prevenido al dicente, que se había visto precisada a encerrarse en sus habitaciones para desvestirse, pues el padre, afectando naturalidad, hacía lo posible por pasar o encon trarse allí en esas oportunidades. Que sin embargo, en la familia, tratando de pasar por moralista, atacaba en forma hiriente a todos los de la casa, aunque fuera de ella tenía interés en profundizar los asuntos sexuales, pero siempre en forma procaz, si bien bajo una máscara de aust eridad y respeto. Que en el caso de los malos tratos a sus familiares, es imposible darse cuenta de la forma en que su padre procedía. No recuerda el declarante ha ber tenido en su vida, un período de paz; las cuestiones que se suscitaban entre sus padres siempre tenían una terminación deplorable; que mediaban los insultos sin medirlos y su madre fue la principal víctima de los golpes, de los que participaban también el declarante y sus hermanos intervenían. Que su padre jamás le profesó cariño a ninguno de sus familiares, y sus resolu ciones siempre fueron extremas; cualquier espontaneidad propia de la ju ventud y de la niñez, él las reprimía, atribuyéndolas a falta de respet o o a in solencias. En esas condiciones siempre vivieron en un ambiente restringido y se encontraban cohibidos, pues su padre en cuestión de castigos era inhumano en extremo, aunque se tratara de sus hermanitos menores, a los que maltrataba con todo el poder de su físico.
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P. Si entre su padre y su hermana Iris existía algún antecedent e de agravio grave u odio profundo que explique en el concepto del declarante el suceso que motiva este sumario. R. Que cree que no existía absolutamente nada de eso. P. Si su padre cumplía con las obligaciones económicas que aparejan el ho gar; en caso afirmativo, si lo hacía en forma regular y suficiente. R. Que entregaba a su madre, que era la que se encargaba de la admini stra ción del hogar, todo el producto de su sueldo como empl eado; cosa que ha cía mensualmente y tiene entendido que tan pronto como lo cobraba. Que últimamente retenía cinco pesos para sus gastos particulares. Que esto lo hacía por no saber administrarse. P. Si tiene conocimiento y en caso afirmativo en qué forma, de que su padr e haya ultrajado el pudor de sus hermanas. R. Que efectivamente afectando naturalidad, su padre entraba al cuarto de ba ño, circunstancias en que su hermanita Halima se hallaba en su interior ba ñándose; esto lo observó varias veces el declarante y la procesada, quien últimamente se encerraba con su hermana menor en el cuart o de ba ño para evitar que su padre entrara al mismo, cuando se estaba bañando. P. Si en su casa se practi caba el nudismo. R. Que sólo su padre lo practi caba, dándose baños de sol en la azotea de la casa, digo, en un patio del primer piso de la casa. P. Si ti ene algo más que agregar y por la razón de sus dichos. R. (...) Que además, cuando el declarante empezó a crecer y a hacerse fuerte, su padre trató de deprimirlo física y moralmente, llegando hasta invitarlo a pelear; esto lo hacía porque temía que el declarante en alguna oportunidad se convirtiera en un obstáculo para que pudiera obrar libremente. Que po dría agregar infinitas circunstancias para demostrar la aberraci ón en que vi vía su padre: carente de lógica, ególatra, lleno de prejuicios, que le impe dían pensar libremente, en una palabra, la lógica que él empleaba para re solver los problemas, podría calificarse de ilógica. Que la razón de sus di chos surge de lo declarado. Leída se ratifica y firma con el señor Juez; por ante mí; doy fe”
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Capítulo cinco
Otros testigos Entre los meses de febrero y junio de 1936 comparecieron ante la Justicia varios testigos. Lo curioso es que ninguno conocía directamente a la fa milia, ni siquiera habían tratado con ella. Ninguno testimonió sobre Iris, sino que todos hicieron referencia a Lumen, yá que sólo con él habían tenido algún tipo de relación. Casi todos resaltaron la extraña vida que llevaba la familia, encerrada siempre tras las rejas y los muros de su ca sa-quinta, víctima del padre, hombre de carácter excéntrico, egoísta, etc. Resulta impactante constatar que, a pesar de tratarse del ju icio de Iris, fue sobre el padre que se dieron todos ios testimonios, hasta el punto en que, al terminar la lectura, nos queda la extraña impresión de que era a él a quien se estaba juzgando. Pensamos que el camino que tomó la instrucción fue el señalado por el estado de opinión generalizado a partir del mismo día del crimen, es de cir, la versión que parte de la premisa de que la causa está ahí, en el pa dre sin duda, en su locura y en su maldad, que todo está allí. De esta ma nera se echó un velo sobre la posibilidad de interrogar no sólo la locura del padre, sino también su complejo entramado familiar y la particular posición de Iris en él. Es a partir de esa premisa simplificadora de Lumen polarizando toda la locura que la institución jurídico-psiquiátrica parece haber abordado en buena medida el caso en su primera construcción, es-
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tableciendo desde ella las condiciones de posibilidad del pasaje al acto y la explicación de su efectuación. El crimen de Iris, por sus características, fue rápidamente eximido de las exigencias punitivas por parte de la opinión pública. En este punto, cre emos ilustrativo contrastarlo con otro crimen (paranoico) sucedido en Francia casi tres años antes, el doble crimen de las hermanas Papin1, donde el acto homicida surgió desde un aparente grado cero de motivos, sin ofrecer posibilidad alguna de ser “socializado” ni revestido por nin gún tipo de “camuflaje de motivos” (id). Por el contrario, el crimen de Iris estuvo, desde el primer día, teñido de “relatividad social” (id), hasta el punto de haber sido leído casi como “el acto acabado de moralidad” (id).
Se dijo de Lumen... Los compañeros de oficina Lumen Cabezudo era agrimensor y trabajaba en la Dirección General de Avalúos como tasador técnico. De dicha oficina comparecieron ante el Juez tres personas. En primer lugar lo hizo el Sr. Angel Luisi, también agrimensor, quien declaró que en el trato que tuvo con él lo consideró siempre “wn perfecto caballero ”, y recordó esas "rarezas sobre ideas
filosóficas y religiosas que constituían en é l una verdadera obsesión”:
“Consideraba que el sumo de la sabiduría estaba en los ritos hindúes; creía en la transmigración de las almas, al punto que, a principios del mes de noviembre ppdo., en una conversación, manifestó al declarante que estaba aburrido del cuerpo en que habitaba su espíritu y que piensaba que pronto se cambiaría e iría a habitar en otro cuerpo más perfecto”2.
De la vida privada de Lumen sólo puede decir que “ era vegetariano , que
no creí a en la medicina (conocimiento de los mé dicos) y que en su casa era é l quien hacía de mé dico de lafamilia”. Sobre las ideas filosóficas y religiosas agrega que: “La venida del filósofo Krishnamurti le produjo a Cabezudo gran preo cupación; asistió a todas las conferencias que dio y aún a una privada 1. Lacan, Jacques, “Motivos del crimen paranoico” en De la psico sis pa ra no ica sus relaciones co n la personalida d , siglo XXI, México, 1976. 2. Las citas de los declarantes forman parte del expediente inédito.
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que dio en el Hotel Cervantes; que las doctrinas de Krishnamurti, al es tablecer que cada cual es el juez de sus propios actos y que debe investi gar de por sí el concepto filosófico, destruyó en parte la argumentación de autoridad de los textos hindúes, que prestigiaba el nombrado Cabe zudo”.
Este testimonio nos lleva a introducir aquí una referencia, aunque sea mínima, al contexto social del cual Lumen tomó estas ideas. Había en el Montevideo del novecientos una cierta circulación de ideas esotéricas: Lumen no elucubraba solo. Por una parte, lo sabemos conectado con el Centro Natura, del cual casi no poseemos información, pero que parece haber sido un lugar donde se encontraban personas con ideales naturistas que iban desde la comida vegetariana y la costumbre de tomar baños de mar, aún en épocas de frío, hasta el rechazo de la medicina. Raimunda Spósito también era una de esas personas, y fue en el Centro Natura que se conocieron en 19073. Por otra parte las ideas de Lumen están referidas a la teosofía, que acuer da un lugar central a los textos hindúes. La Sociedad Teosófica fue fun dada por Elena Blavatsky en la Europa del siglo XIX. Fue una extraña mujer que, nacida en Siberia, viuda de un conde ruso, viajó por varios continentes, incluso por América, fue a la India y murió en Londres en 1891. Un artículo de la revista Graffiti nos ilustra un poco más: “La institución se instaló en el Uruguay por los años 20 manteniendo un grupo de personas mayores dedicados al consecuente estudio y comenta rio de las obras de Blavatsky y otros teósofo s. Lo que la Te oso fía ofrecía a sus adeptos era una ordenadísima y detallada concepción del universo de raíz hinduista (donde conceptos como los de reencarnación, oleadas de vida, ley de karma, planos de manifestación, son el abecé), a la cual se accedía mediante una permanente lectura y especulación mental a tra vés del profuso material impreso de su biblioteca y en las reuniones de las “logias” o “ramas”. (...) La Teosofía agudizaba el intelecto extrema damente, en desmedro del sentimiento y la intuición. (...) Vale aclarar de entrada que esta ciudad nunca dejó, al menos desde el novecientos, de tener tales organizaciones. (...) Con mayor o menor fortuna se mantuvo siempre en círculos cerrados (...)”4.
3. Cfr. “Escritos de Lumen Cabezudo”. Edelp, documentos, Córdoba, 1996. ' 4. Apolonio de Tyana, “Laberintos del ocultismo y esoterismo en Montevideo”, en revista Graffiti, n° 34, octubre, 1993, Ed. De la Plaza.
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Con no poca frecuencia, y sin reducirlos a ello, estos círculos cumplen aún hoy con una cierta función de socialización al constituirse como es pacios de discursos segregados o marginales en una sociedad dada. La reacción de Lumen ante las conferencias de Krishnamurti quizá también refleja la de es os círculos, sacudidos en su dogmatismo por las con feren cias del filósofo hindú. Los ecos de estas conferencias parecen haber sido fuertes en Montevideo, y nos llegan incluso desde el Penal de Punta Ca rretas. En una carta del 29 de agosto de 1935 Miguel Roscigiyo, el anar quista que organizó la fuga de sus compañeros por el túnel de la carbone ría, responde a su hija con e l siguiente comentario: “Cara figlia: He recibido tu carta en la que me informas sobre qué versó Krishnamurti en sus conferencias. Si te dije que era menester conocer algo de historia asiática para entenderlo, .en parte ha sido basado en lo que de él conozco a través de sus escritos, en los cuales, no solamente era nebuloso en su orientación, sino que era netamente budista. Pero por lo que tú dices, se ve que no se ha estancado en una creencia mística y que evolucionando, encara la vida en una forma distinta a los contemplativos y despreciadores del mundo y del cuerpo. Más vale asi...(...)”5.
Jiddu Krishnamurti nació en el sur de la India en 1897 y fue educado desde niño en Inglaterra. Viajó luego por todo el mundo celebrando diá logos y dando muchas conferencias. Cuando vino, a Montevideo tenía pues unos treinta y ocho años. El punto que parece haber preocupado a Lumen es que Krishnamurti “destruyó la argumentación de autoridadde los textos hindúes ”, autori dad de un saber reconocido y aceptado por Lumen. En 1947, en una serie de conferencias pronunciadas en la India, Krishnamurti decía lo siguiente: “No he leído ninguna literatura sagrada, ni el Bhagavad Gita ni los Upanishads. No he leído ningún tratado filosófico, antiguo o moderno. Tampoco hay fuente secreta de conocimiento, puesto que vosotros y yo somos la fuente del conocimiento. (...) Cuando citáis el Bhagavad Gita, o la Biblia, o ciertos libros sagrados de la China, es evidente que no ha céis más que repetir. Y lo que repetís no es la verdad, es una mentira, pues la verdad no puede repetirse. (...) Así pues el hombre que quiere
5. Fernández, Gonzalo, Historia Montevideo, 1993, p.283.
de bandido s ,
Ed. Fondo de cultura universitaria,
Otrostestigos _______ 77 descubrir la verdad, lo real, lo eterno, tiene que abandonar todos los li bros, todos los sistemas, todos los gurús, porque aquello que ha de en contrarse no se encontrará sino cuando uno se entienda a sí mismo”6.
Volviendo a ios testimonios sobre Lumen, compareció luego otro em pleado de la D. G. de Avalúos, el señor Carlos -A. Bonnevaux, ayudante de Lumen en la oficina, quien parece no haberse ahorrado manifestacio nes de antipatía explayándose sobre su carácter vengativo, y vanidoso, sobre su falsa moral sexual y sus preferencias eróticas. También destacó la extraña vida de incomunicación que llevaba la fam ilia con e l exterior y el aspecto de sirvienta de la señora de la casa. “Era excesivamente vengativo, por muchas circunstancias en las que se mostró así hacia otras personas. Que confidencialmente Cabezudo le manifestaba “quien me la hace me las paga”, teniendo este dicho como lema y llegando a discutir con el declarante sobre este punto. Que ade más era de una probada vanidad, pues tenía el prurito de sentirse perso naje y de hacerlo valer en las personas que lo rodeaban”.
Más adelante refiere lo que sabe sobre las preferencias eróticas de Lu men: “Lo que le llamó siempre la atención, dada su condición de individuo que se jactaba de puritano, era la atracción que sentía por las mujeres en general, sobre todo por las “maritornes”, teniendo el declarante la im presión de que era un hombre profundamente sensual, aunque tratara de disimularlo”.
Cabezudo le narraba aventuras de su juventud y buscaba que él le confia ra sus relaciones íntimas con mujeres. "En las relaciones sexuales , Ca- bezudo sentí a preferencias con prostitutasy domé sticas ”. A pesar de ha ber concurrido a la casa de Cabezudo tres veces por semana por razones de trabajo, jamás se le atendió en el interior de la finca, sino siempre en el portón. Veía a los familiares en raras ocasiones y ni siquiera hablaba con ellos. A Cabezudo le molestaba cuando Ariel quería conversar con él, cuando lo atendía en el portón. “Solo una vez habló desde lejos con la Sra. de Cabezudo, en ocasión en que éste estaba ausente de su casa, llamándole la atención el aspecto
6. Krishnamurti, Jiddu, La paz fundam entali (Conferencias en la India en 19471949), Ed. Kier, Bs. As., 1950. Las huellas de Krishnamurti siguen presentes en Montevideo, y -en la vieja Sociedad Teosófica- “se sigue estudiando con venera ción, siempre según Apolonio de Tyana, la Doctrina secreta de Mme. Blavatsky y a Krishnamurti (...)”.
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descuidado en el vestir de la señora, tanto que al principio creyó que es taba tratando con una sirvienta”.
Su impresión fue que Cabezudo no quería que sus familiares trataran con él ni con ningún extraño sin estar él mismo presente para controlar lo conversado. En otra ocasión, comentando con Cabezudo un crimen pa sional en que el esposo había asesinado a la mujer, Bonnevaux le dijo que no llegaría a tal extremo. Cabezudo, sin embargo, le respondió di ciendo que no estaba seguro de poder hacer lo mismo. Por último, el agrimensor F. Machado, Director de la Dirección General de A valúos, es llamado a testimoniar. “Que conoció al Sr. Lumen Cabezudo como perteneciente al personal de la direccción (...). Como Director de la Oficina de Avalúos, fue entrevistado por la señora Spósito de Cabezudo, pocos días después del fallecimiento de su esposo. El fin de la entrevista era el enterar al declarante de las causas que provocaron la muerte de su esposo, atribuyéndole a éste ser causa del des graciado suceso, pero que ante la copiosa verba de esta señora y en aten ción a que ni como funcionario ni como persona le interesaba lo más mínimo las citadas causas, le manifestó terminantemente que la Oficina se situaba completamente prescindente, sin atribuirle ni culpa, ni no culpa, pues sólo lo consideraba del punto de vista del funcionario y que como tal, había sido muy correcto, mereciendo la estima de la casi totalidad del personal de la oficina. Que actuando dentro de la prescindencia citada y del concepto que mereció, la Oficina se proponía rendirle un homenaje, como en efecto se realizó con posterioridad a esta fecha. Vuelve a repetir, que estuvo en el ánimo del declarante como de todos los componentes de la Dirección, que este homenaje, no significaba en absoluto pronunciamiento sobre las cau sas que determinaron el desgraciado suceso. P. Si en oportunidad de esa entrevista fue insinuado en algún sentido por la señora de Cabezudo . R. Que directamente no, pero que si ha de atenerse a adivinar intenciones, es posible que se hubiera querido hacer pero que, las manifestaciones categó ricas del declarante cortaron ese propósito. Se funda en esa presunción, en que no t endría otro objeto la entrevista, si no el de predisponerl o a su favor. Hace destacar asimismo, que ésta misma situación ha tenido frente al señor Siul Cabezudo, que aunque tampoco le ha hecho insinuación alguna, ha culpado en su presencia a la familia de su hermano, habiendo merecido del declarante, como de todos los componentes de la Dirección, la misma acti tud de absoluta prescindencia”.
Algunos meses después de la muerte de Lumen, la D. G. de Avalúos le rindió efectivamente un homenaje que consistió en colocar en el cemen terio una placa recordatoria y en pronunciar algunas palabras exaltando sus cond iciones de funcionario.
Otrostestigos _______ 7 9 Antiguas amistades También comparecieron a declarar dos personas que conocían a Lumen de la época de su primer matrimonio, en la primer década del siglo, cuando concurría al Centro Natura, y que casi nada sabían de su segundo matrimonio. En primer lugar el señor Juan Geis , quien manifestó poseer
“elementos ilustrativos , intimamente relacionados con lo que pueda ha- ber ocurrido “El declarante trató al señor Cabezudo hasta fines de su primer matrimonio y de la nueva unión en que ha nacido la procesada no tiene absolutamente conocimiento alguno. Dado el temperamento de este señor, fácil es presu mir que en nada hubiera cambiado, pudiendo servir algunos elementos co nocidos de su primer matrimonio, como para aplicarlos a su segundo, sin temor a mayores equivocaciones. Las veces que el declarante ha concurrido a casa del señ or Cabezud o, que lo hacía en los días que tanto el declarante como a qui en visit aba se encon traban libres de obligaciones, y en horas como ser las cuatro o cinco de la tarde, pudo comprobar que aún estaba acostado con su señora, desde el día anterior, corroborando ello el concepto que ya le había manifestado de mujer-instrumento. En los días libres del señor Cabezudo, su esposa era víctima de sus excesos sexuales, no permitiendo como ha dicho, que ésta se levantara hasta las cuatro o cinco de la tarde. Siempre a su servicio, o mejor dicho, al servicio de su bestial sensualismo. Más de una vez el decla rante reprochó al señor Cabezudo su conducta y comportamient o, así como intentó mudarle ese concepto inhumano de la mujer. Luego de quedar viudo, fue a vivir Cabezudo a casa de su madre, de donde hubieron de expulsarlo —según manifestaciones de la madr e y de Cabezudo mi sm o- por su conducta inmoral para con las personas que i ban a la casa, y en especial con personas de servicio. De allí despedido, fue al Centro Naturistá, donde vivió poco tiempo, dejando la impresión de un ser inmoral hasta el salvajismo, que contrastaba por cierto con su apariencia de hombre de bien. Hasta aquí el momento en que contrajo enlace con su segunda esposa, acerca de lo que ya ha dicho, nada conoce, pero por la continuidad de los hechos narrados, desde que era joven hasta ese momento, pueden hacer presumir uniformidad en su comportamiento posterior”.
Se le preguntó luego al señor Geis si conocía a Cabezudo desde el punto de vista de los celos, y respondió así: “La segunda esposa de Cabezudo era de amistad de la familia del decla rante, con intimidad en esas relaciones, siendo así que el enlace se efectuó
7. Compañero de estudios de Lumen, añilado, como él, a la logia teosófica Hiranya y al Centro Natura.
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en casa del dicente. Desde el momento del casamiento, no permitió que su familia continuara las relaciones, haciendo lo mismo con todas las amista des, operando así un verdadero secuestro de su señora. Que eso fuera de bido a los celos, no es difícil conociendo el concepto que tenía de la muj er y su egoísmo”.
Luego declaró el señor Angel Ruggiero, constructor, quien coincidió con Geis pero fue m ás lejos aún: "Allá por el año mil novecientos diez tuvo oportunidad el declarante de co nocer al señor Cabezudo íntimamente, en razón de haber vivido en la mis ma casa por espacio de seis o siete meses. Era en ese entonces casado con Emilia De León, y el tiempo aludido fue el de la luna de miel, pues enseguida de casarse fueron a vivir a la casa en que estaba el declarante. No un día, sino por espacio de todo el tiempo que vivieron en la misma casa, pudo comprobar el declarante la forma en que Cabezudo trataba a su señora, haciéndole hacer una vida completamente antihigiénca, y abusando de ella en la faz sexual, teniendo por común ha cerla quedar en la cama hasta las cinco o seis de la tarde, gozando de su cuerpo y dando a las claras a entender que no era su señora más que una cosa, que destinaba para satisfacer sus instintos. Aisló a su señora de todo el mundo y la sometió a un régimen de vida con trarío al que ella estaba acostumbrada, tanto en orden de relaciones de amistad y familia, como también el alimenticio, haciéndole un riguroso tra tamiento naturista. Todos esos elementos unidos: antihigiénico; excesos sexuales; cambio de alimentación; y la depresión psicológica que debía operarse en una mujer de veintidós años, por el aislamiento y tratamiento en grado constante de inferioridad y opresión, han sido a no dudarlo, las causas que truncaron la vida de esa primera esposa de Cabezudo. Es cuanto sabe de esa época en que lo conoció y debe agregar un ele mento más: de ese primer matrimonio hubo un hijo que sobrevivió a la ma dre. Esta criatura de un año y medio más o menos, hizo una bronconeumonía, y seguramente desoyendo indicaciones médicas, Cabezudo lo sacaba a la calle y lo llevaba al Parque Rodó a pasear y a que tomara aire. Excusa do decir que falleció el niño al poco tiempo”.
Las vecinas También concurrieron al juzgado dos vecinas de la familia Cabezudo. En primer lugar la señora Am elia H. de Bárcelo, quien manifestó que los co noció como vecinos pero que no tuvo ningún trato con ellos, y que sólo puede expresar lo que ha podido ver. “Desde hace siete años que es vecina de la familia Cabezudo y no hace mucho tiempo se enteró de quien era la señora. Nunca la ha visto salir a la calle, ni al jardín del frente. Estaba siempre en forma que cualquiera supo-
_______ 81 Otrostestigos nía que se trataba de una fregona, y a la que mal se te tratara a juzgar por la clase de tareas de toda índole que a diario veía hacer a la señora. Grande fue su sorpresa al enterarse que la fregona mal tratada era nada menos que la señora de la casa. Es lo único que puede decir, y respecto de la pro cesa da, tiene el concepto de que era una perfecta señorita, por su educación y corrección. Sobre el señor Cabezudo tiene la impresión de que se trataba de una persona anormal, y aparentaba en el barrio ser persona muy atenta, en sus saludos y constante sonrisa. Contrastaba por ciert o bastante eso con lo que pasaba en la casa, en que a su esposa la tenía como a la peor de las sirvientas. Es lo único que sabe” .
Luego tenemos el testimonio de la Srta. Josefina Queirolo, vecina de la casa lindera desde hacía catorce años, y que declaró de este m odo: “Nunca hubo un escándalo ni una discusión que hiciera presumir lo que dentro de esa casa pasaba, habiéndose formado hasta ese momento el si guiente concepto de ellos. Sería una familia que hacía una vida desligada por completo del mundo, de costumbres diferentes de la generalidad, y en cabezada por un jefe de familia raro, tanto en su aspecto como en detalles que hacían presumir anormalidad. Notaba que existía en esa familia algo así como un temor de estar en contacto con la gente, sabiendo la declarante — por haberlo visto el padre de la que habla, hoy fall ecido —que el señor Ca bezudo y los hijos andaban desnudos dentro de la casa. La señora de la ca sa, no lo hacía presumir a nadie que lo fuera, por la indumentaria y la clase de tareas que hacía y les llamaba la atención que las dos o tres veces que habló con esa señora, siempre el esposo la llamaba, y ella se retiraba con evidente nerviosismo.(...) Infinidad de detalles de la vida diaria, hacían su poner que Cabezudo tenía como obsesión el aislarse de todo el mundo, viendo por todas partes temores y compromisos a su moralidad”. *
Se dijo de Iris... Cartas al Fiscal En los primeros meses de 1936 el Fiscal recibió dos cartas que hablan del apoyo que recibió la causa de Iris, una de sus compañeras y otra de sus profesoras, seguidas de sesenta y de cuarenta y tres firmas respectiva mente. Las cartas dicen así. Carta de los profesores de Iris Señor Fiscal del Crimen de 29 turno: Los que suscriben, profesores del Instituto Normal, se presentan ante el Sr. Fiscal, y dicen: Que habiendo actuado como profesores de la Srta. Iris Cabezudo Spósito, no pueden mantener en silencio en las actuales circunstancias, lo que han
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expresado repetidas veces en reuniones de profesores y que-es voz co rriente en el Instituto. a) La Srta. Iris Cabezudo, es un modelo de puntualidad, orden y cordura, para tos demás estudiantes y hasta para los que han dejado de serlo. b) Caráct er sencillo y apacible, enemigo de lo ruidoso y lo sensacional. c) Respetuosa, sin servilidad ni adulación. d) No retacea esfuerzos en el trabajo, sino que rebasa ampli amente los límites de lo normal. e) Poseyendo una inteli gencia brillante, abarca de una ojeada los proble mas más difíciles, y no se impacienta si no se la deja hablar, cosa que en una estudiante revela falta de egoísmo y casi espírit u de sacrifi cio. f) Es un hecho conocido por todos los que han sido profesores de esa ni ña durante algunos años, el que en estos últimos tiempos estaba algo decaída, que no preparaba sus lecciones con la- brillantez acostumbra da, sin que perdiera por eso los notables rasgos de su fisonomía inte lectual. Ultimamente rehuía a sus compañeras en ios momentos de descanso y se paseaba por el claustro en actitud meditativa y reserva da, lo que aunado a los otros detalles mencionados más arriba, moti vaba que algunos profesores experimentados y que la habían tenido como discípula antes, pensaran que alguna contrariedad había en la vida privada de la niña, y se preguntaran unos a otros; “¿Qué le pasa a Cabezudo? La noto como si tuviera alguna contrariedad; como si tuvie ra alguna preocupación ajena al estudio”. (Palabras textuales, que re flejan la impresión general, dichas en reunión oficial de profesores ci tados con objeto de clasif icar la actuación semestral de las al umnas). g) Que la Srt a. Iris Cabezudo es una alumna más que sobresali ente; es e^pepcional; digna heredera en esto de su señora madre, pues es tra dición en el Instituto la brillante carrera y la acrisolada moralidad de di cha señora. Saludan al Sr. Fiscal atentamente: (siguen las firmas)
Carta de las comp añeras de Iris Señor Fiscal del Cri men de 2 - turno: Señor Fiscal: Habiéndonos causado grandísima impresión el hecho ocurrido a nuestra compañera Iris Cabezudo Spósito, reunimos nuestras firmas para pedir su reintegración al Instituto en este año, el último que pasaremos unidas por la misma aspiración y por idéntico fin. Es en este último año de nuestra carre ra, que sentimos más profundamente la necesidad de estar todas reunidas para el esfuerzo final, y es precisamente Cabezudo, la compañera que no podemos perder; la que siempre nos ha dirigido en la clase y que siempre ha estado acertada al elegir camino en nuestras situaciones difíciles. Y es que Cabezudo está dotada de un espíritu finísimo y una inteligencia supe rior, que aprovecha con acierto en todo momento.
Otrostestigos
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Cabezudo es el alma de la clase: siempre tiene ideas nuevas para refutar sin ningún temor al profesor; ideas que dan nueva evolución a los conoci mientos y que a nosotras, sus compañeras, nos hacen pensar y discurrir profundamente sobre un asunto que podría pasar, de otro modo, sin cuida do; ideas que despiertan nuestra admiración y nuestro entusiasmo, y nues tro deseo de superarnos, y de aproximamos siquiera un poco, a ese mundo verdadero en que vive Cabezudo. En este año, libre ya su alma de ese pensamiento torturante, Cab ezud o se rá, nosotras estamos seguras, superior a los años anteriores; tendremos (a dicha de no ver cohibida su actuación por los pensamientos que en estos últimos meses debían acosar como nunca a nuestra querida compañera; pensamientos que la turbaban, cosa que nosotras percibíamos, pero que atribuíamos a preocupaciones propias del estudio. Y era en estos últimos meses de labor intensísima, cuando más tranquili dad, afecto y descanso necesitamos los estudiantes, que Cabezudo vivía más mortificada, no dejando traslucir sin embargo al exterior, más que una nerviosidad exagerada, que atribuíamos a los exámenes, pero que no com prendíamos en Cabezudo, la mejor alumna del Instituto. Esas pequeñas cosas que veíamos en Cabezudo, a quien notábamos cada vez más cambiada, y que pasábamos por alto en nuestra vida de estudio común, hoy despiertan de nuestro recuerdo, teniendo cada una de ellas su explicación en la vida que, sin derecho, turbábasele. Saludan al Sr. Fiscal atentamente. (Siguen las firmas)
Capítulo seis
Defender a quien ya no puede defenderse A lo largo de este juicio sólo el testimonio de Siul, hermano menor de Lumen, presenta una versión disonante con aquella que, ya desde la prensa, se fue imponiendo como la versión que tomaría forma en el vere dicto del caso, y es por eso que cobra un lugar de relieve en nuestra lec tura del ju icio. El testimonio de Siul puede ser leído como un llamado de alerta a la ho mogénea lectura del caso que se produce en 1935, y muchas de sus con sideraciones serán retomadas años después, probablemente sin haberlas leído nunca, por la propia Iris, cuando arrancándose a esta versión que revelará como habiendo sido la versión materna del caso, propondrá con su delirio, en su delirio, una reconsideración del mismo. Esta otra pre sentación del caso queda expulsada en la articulación de 1935. Sin embargo, toda la familia Cabezudo hizo suya en acto la versión de Siul, y la consecuencia inmediata fue la ruptura para siempre con esa rama de la familia reducida, a partir del crimen, a la viuda y sus hijos. Un sobrino nieto de Siul recordaba aun, para nosotros, el relato familiar que le había sido trasmitido, de cómo Iris había sido expulsada por Siul cuando, al recobrar su libertad, intentó visitar a la familia de su padre pa ra explicarse con ellos. La casa en la que vivieron y murieron los miem bros de esta rama de la familia no fue nunca reclamada como herencia
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por los otros descendientes de la familia paterna, es decir, por alguno de los hijos de las hermanas o hermano de Lumen. D e este modo, en e se re chazo, en esa ruptura mantenida, la versión de Siul no dejó de ser soste nida por la familia Cabezudo que respondió al llamado de defender la memoria de su hermano, con el cual Siul, ocupando el lugar de portavoz, termina su carta. Esta versión plantea, pues, el problema de su articulación en la lectura actual del caso. ¿Cuáles son las aristas del testimonio de Siul? El ataca la imagen de niña inocente que se ha construido como presentación de Iris, y señala a su cuñada, Raimunda, como “instigadora del crimen ” y de tractara de la figura de su hermano. La considera una mujer presa de “celos intelectuales ”, es decir, de un “afá n de lucirse ” que la llevaban a rivalizar siempre con su marido y a hacer de sus hijos, sobre todo de Iris, “la niñ a prodigio ”, su obra. Interesada además por el dinero, habría rea lizado un matrimonio por conveniencia. Raimunda tomará conocimiento de la imputación que le hace su cuñado y redactará su violenta respuesta (
La carta de Siul Cabezudo Estancia “Los Espinillos”, Enero 27 de 1936. Sr. Juez de Instrucción Dr. González Mourigán Montevideo De mi mayor consideración: Habiéndome ofrecido a Ud., por intermedio del Sr. Actuario, para ayudar a esclarecer el crimen de que fue víctima mi hermano Lúmen, a base de in formaciones que podían ser extrajudiciales, y no habiendo sido atendido1, resuelvo dirigirme a Ud. por escrito: Una mujer de 21 años..., lo de las trenzas sueltas que llevaba hasta el día del crimen, no es más que un camouflage, mantenido por la madre, a fin de hacerla pasar por niña prodigio.
1. “Grave omisión de se r cierta”. En este caso también se om itió la reconstrucción del crimen. Comunicación oral del Dr. G. Fernández.
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Una mujer de 21 años..., y aquí cabe deducir, dado lo muy meditado de la acción, que se hubiera apresurado, antes de perder las ventajas legales de la minoría de edad. Le f altaban sólo dos meses para ser mayor de ed ad!2 Una mujer de 21 años, vuelvo a repetir, mata premeditadamente, a toda sangre fría, apuntando lo mejor posible, a mansalva y a traición, a su padre! Su hermano declara que si no lo mata ella lo hubiera matado él! La madre de ambos no hace nada para impedirlo. Tiene todo esto el aspecto de una confabulación para eliminar al jefe del hogar! Una esposa que ha convivido 22 años con su marido, quien jamás faltó un solo día a su casa, a no ser por deberes de su cargo, o de su profesión; quien no hizo otra cosa en su vida de casado que ocuparse del bienestar de su mujer y de la educación e instrucción de sus hijos; que les enseñó tal respeto a la vida que lo hacía extensivo hasta a ios animales más rudimen tarios; una esposa de un hombre de indudables condiciones superiores, no aprendió nada de su marido! No tuvo un solo rasgo de elevación de espíritu! Sólo atinó a salvarse y salvar a sus hijos con sus declaraciones viles. Ni una expresión de piedad para el muerto! Ni ella, ni ninguno de los Spósito, sabiéndonos en perfecta armonía con nuestro hermano, fueron capaces de avisarnos de su muerte, que supimos al día siguiente (!!) ¡por la prensa! Cuando fueron los compañeros de la oficina a rendirle homenaje a la casa, no fueron recibidos! Fue rechazada una modesta demostración de un quintero vecino, q ue cono ció a la víctima desde muchacho y que le llevaba un ramo de flores! Mi hermano Lumen era un hombre, por muchos conceptos, excepcional, in teligente, de muy buena preparación, siempre dedicado al estudio y de espí ritu elevado y recto. En toda su vida no tiene un sólo episodio que desvirtúe esas cualidades que poseía. Era además generoso, al extremo que consideró conveniente, para defen der a los suyos, no llevar nunca dinero consigo, entregando todos los meses su sueldo a su mujer para que lo administrase. Sólo se reservaba para los gastos de bolsillo y para pagar las cuentas de lo que frecuentemente llevaba a su casa para aumentar el bienestar de ella. Debo hacer notar que todo lo que compraba era de primera calidad, hasta cuando se trataba de juguetes para sus hijos con quienes se entretenía a menudo. Pero no era la del dinero su generosidad más preciada. Tenía un don que muy pocos poseen: Cualquier prójimo que se le acercara, buscando ayuda intelectual —espiritual o moral, podía contar indefectiblemente con él; siem pre disponía de tiempo para los demás. Y prestaba los servicios, a veces importantes, con tal sencillez y naturalidad, que no los hacía sentir. A menu
2. “Se trata de una minoría de edad relativa, un atenuante en materia penal” ,
ídem.
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do, con sólo conocer el problema ajeno, ofrecía su intervención espontá neamente. Ten ía una fi neza de educación innata, además de heredada, qu e l lamaba la atención, y la hacía resaltar, por inclinación natural, junto a los humildes, de quienes era especialmente respetado y querido. Esas bellas cualidades no las sabía apreciar su mujer, más, ni siquiera las toleraba, siendo siempre motivos de fastidio para ella. No admitía que su marido se interesara en los asuntos de sus hermanos, ni de sus sobrinos. Puedo dar datos concretos. A pesar de esa manifiesta hostilidad de su mujer, era admir able con la sere nidad que mi hermano, en presencia de ella, seguía atendi endo a los suyos, cada ve z que lo consideraba necesario. Dominga Spósito3, la verdadera autora de este drama , la indudable instiga dora, tenía algunas cualidades apreciables. Era mu y trabajadora, mu y de su casa y buena administradora. Fue maestra bien preparada, siendo su prin cipal condición intelectual una extraordinaria memoria. Cuando ella estaba presente, llevaba casi exclusivamente la palabra, qui tándosela a su marido, cuando intervenía, que por prudencia concluía por callarse. El centro de sus temas era casi siempre su propia persona y, por mi parte declaro que uno concluía semi mareado. En cambio a mi hermano daba gusto oírlo hablar, abordando diversos te mas, siempre interesantes, saliendo uno de su lado con algo nuevo apren dido. Ella demostraba reiteradamente celos intelectuales, queriendo siempre su perar a su marido. Ultimamente hablaba de su hija, la actual asesina, la en salzaba sobremanera y con motivado orgullo, y concluía manifestando que ella, de estudiante, había sido superior a su hija. Los celos se extendían también hacia los hermanos del marido, hacia las relaciones de familia, amigos, etc. y hasta destruyó las cartas de nuestra madre, muerta hace 18 años, que mi hermano gua rdaba com o una reliquia! También hizo desaparecer los apuntes para un libro, dedicado a la ense ñanza de los niños, que mi hermano tenía en preparación y que pensaba publicar. Teniendo cierta afición al dibujo, tomó unos apuntes de la Capilla de Jackson, que luego terminó en pintura en su casa. Gustándole como había quedado, lo puso en un marco, lo que motivó burlas de la mujer, secunda das por el hijo. Mi hermano, como todos los Cabezudo, era sincero y verídico, y cuando su hijo Ariel salía mal en algún examen, no lo ocultaba, aunque bonachona mente buscaba atenuantes. Esto bastó para que su mujer lo apodara: “EL ENTREGADOR”!!!! 3. La familia Cabezudo recuerda aún a Raimunda Spósito con el nombre de Do minga. Ningún documento hasta ahora explica el o rig en de e se nombre.
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Ultimamente habían llegado a no enterarlo de nada, comunicándome a mí, con honda tristeza, que ni sabía a qué altura de estudios estaba ese mu chacho. También me comunicó que allí hacía tiempo que no se comía en familia, que suponía que cada uno comía por su rincón. Muy a menudo, al llegar él de su trabajo no había comida para él, teniendo que pellizcar lo que podía. El suponía que la mujer estuviera tratando de debilitarlo para conseguir do minarlo. Era tal la hostilidad que esta mujer presentaba a los hermanos de su mari do, y cada vez más acentuada, que uno a uno nos vimos obligados a reti ramos de su casa, siguiendo, sin embargo, viéndonos a menudo con nues tro hermano. Una de mis hermanas fue la primera en no ir más a la casa, por haberla in sultado esta mujer de la manera más soez y haberse expresado despiada damente respecto a su salud, seriamente comprometida. Mi otra hermana estuvo por última vez el 1 de julio pmo. pdo., día del cump leaños de l a víc tima. A los pocos días éste fue a verla para prevenirle que no era conve niente que volviera. Como yo resido en campaña iba en todos mis viajes, en domingo, a veces en sábado a visitarlos. Cuando iban a Montevideo mi señora y mis hijas ha cían otro tanto. Volviendo atrás: Cuando mi hermano me comunicó su compromiso con esta mujer le dije francamente que no me gustaba, pero decidido a casarse no insistí. Era entonces el momento de tratar de mantener acercamientos y armonías. Así al tiempo de casarse pasé una pequeña temporada yendo a almorzar con ellos los domingos, llevando por turnos un sobrinito conmigo. Un día, en la sobremesa, oí proferir algunos gritos desde la cocina, llegando a mis oídos claramente: “Se creerá este Siul que s oy su sirvienta pa ra venir to dos los domi ngos a almorzar* . Apenas volvió mi hermano de la cocina me despedí de ellos y él me acompañó unas cuadras, como lo hacía siempre. Al distan ciarnos de la casa me preguntó: " ¿Oíst e ?” — “Sí, n o volverém ás a a l m o rza r a t u casa , pe ro segui révisi tándol es ” “Discúlpala, es la f alta de ed uca ción ” Al mucho tiempo otra vez me invitaron a comer, en f orma que no pude rehu sarme, pero a la salida le dije a mi hermano que recordara y que le rogaba encarecidamente que no me invitara más. Cuando los visit ábamos íbamos de tarde, y a la hora del té nos obsequiaban con fruta y chocolate, recibiéndonos siempre en la planta baja, o sea en el living-room de ellos. Estas atenciones disminuyeron después. Personal mente ya no me recibían en el living, sino en el cuarto de estudio con entra da directa desde el jardín, y posteriormente en el mismo jardín por más frío que hiciera. La última vez que entré a la casa, el 5 de octubre de 1935, es tuvo un buen rato mirándome la actual asesina, antes de decidirse a abrir me, recibiéndome, por fin, en la puerta de la verja, rechazándome el beso que siempre le daba. Me hicieron sentar en el járdín, pasando largos minu tos sin hablar una palabra. Le avisaron a mi hermano que yo estaba y ape-
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ñas él apareció salió la mujer con una serie de quejas incoherentes y dispa ratadas. El la dejó habl ar con la serenidad acostumbrada. En eso me dijo él: “¡ Quétranqui lidad pue do tener en m i casa! mira", y me mostró un montón de cartas rotas diciéndome: 11Me acaba de ro mpe r las cart as de m am á * Fue ese día que me di cuenta acabada de que ese hogar estaba deshecho, quedándome profundamente emocionado, lo que fue notado por todos, es pecialmente por los dos menores que se echaron a llorar. Esto motivó una despedida más cordial. Mi hermano, viendo mi opresión, me sacó a cami nar, y así fuimos a pie hasta Larrañaga y Millán. En ese trayecto empezó él las confidencias y quedamos en que yo pronto volvería a Montevideo, pues tenía que regresar enseguida a campaña. El 5 de dici embre pmo. pdo. volví a Montevideo y, no deseando ir a su casa, nos desencontramos varias veces que él iba a lo de mi hermana, donde yo paro en Montevideo, y yo a la Oficina, hasta que, ya citados, nos encontra mos el 12 en la puerta de la Oficina de Avalúos a las 11 a.m., donde nos saludó el agrimensor Ros. Para conversar tranquilos, resolvimos ir a pie rumbo hacia su casa. En la calle 18 de Julio encontramos, a la altura de la antigua estación Cordón, a nuestro amigo Torres de la Llosa, con quien ha blamos un momento y así seguimos hasta que nos separamos en Monte Caseros y Larrañaga, a dos cuadras de su casa, pmo. a las trece. Me insistió que ya no le era posible resistir más la vida que su mujer y sus dos hijos mayores le hacían llevar en su casa. Me confió que no comprendía de qué medios diabóli cos se habría valido su mujer para sembrarl es odio en dos hijos que tanto había querido. Me aseguró que permanecer allá se vol vía peligroso para él, pues la falta de alimentación podía debilitarlo, tanto que a veces tomaba algún suplemento f uera de casa. El retardaba la necesaria retirada de su hogar, en espera de que su situa ción económica lo permit iera hacer, dejándolos en relativo desahogo. Estaba a punto de ganar un pleito con la Sucesión Antoni o D. Lussich por la mensura de Punta Ballena, al que se había visto obligado a ir, porque ha biéndose permitido algunos miembros de la familia dudar de su recto proce der, quería que fuera la Justicia, la que tasara su trabajo. Todos los herma nos lo aconsejamos en ese sentido, considerando que nuestro nombre es taba antes que t odo. Como creo que esta suma es de importancia, ayudaba a solucionar su pro blema moral. Al retirarse de su casa, insistía en que debía también retirarse del país, pues no resistía estar cerca de su hogar deshecho. Quedamos en entrevistarnos de nuevo y, después de meditarlo muy bien, resolver su problema en definitiva entre los dos. Ignoro, Sr. Juez, si se habrá ido a la reconstrucción del asesinato, que ha bría o habrá puesto en evidencia datos preciosos sobre la rara actitud de la mujer que, debiendo forzosamente poseer algunos antecedentes de las in tenciones de sus hijos, no fue capaz de intervenir, impidiendo el asesinato mismo a costa de peligrar su vida.
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Si el Sr. Juez ha visitado esa casa, debe haberse dado cuenta que el jef e de ese hogar estaba por entero dedicado a él. De entrada habrá visto un exce lente pianit o “Gave au”, cuyo valor es bien conocido y que lo compró para su chica menor que la consideró con especiales condiciones para la música. Habrá visto una radio “Víctor” combinada con ortofónica, la mejor de la épo ca. Habrá visto enormidad de discos todos clásicos y de alto precio. Habrá visto un reloj cronómetro “Oíd Father”, una buena biblioteca con escogidos volúmenes, un escritorio y un comedor bien puestos, dormitorios con todas comodidades, buen cuarto de baño, una excelente cocina y muchas otras cosas que debían ser el complemento de un hogar f eliz. Yendo a los detalles habrá visto excelentes juguetes y especialmente mi niaturas de cartón, pintadas siguiendo todas las reglas de la perspecti va que daban la ilusión de lo real, hechas por mi hermano con tanto cariño para sus hijos. Si Ud., Sr. Juez, se ha preocupado de revisar los papeles de mi hermano, habrá observado la minuciosidad de sus archivos de su profesión; habrá visto la cantidad de trabajos y apuntes, algunos publicados en revistas, he chos por él. Esa persona no tenía tiempo de cometer las sandeces y ridiculeces que le atribuyó la prensa, a informes de los delictuosos. ¿Qué deducciones se pueden sacar de los hechos que conduzcan al escla recimiento de este crimen? Desgraciadamente no conozco la actuación del Sr. Juez ni las declaraciones de los tres conspirados. Lo de matar para evitar la muerte de la madre, es cuento. Mi hermano jamás cargaba armas y alguna vez que de muchacho se vio atacado, usó siempre de sus puños, eso sí, con una energía extraordinaria. Sus armas eran espi rituales, tenía una gran fuerza de convicción y tal dominio sobre sí mismo, que conservaba casi infaliblemente su serenidad, que era digna de ser ad mirada. Lo que su mujer con su poca clase, interpretaba como celos, no eran más que lecciones de educación, como indicarle con su suavidad característica, que los proveedores debían ser amablemente atendidos en sus gestiones, pero que una señora digna no debía mantener otras conversaciones con ellos. También le pedía que no abordara con las visitas temas que a él le parecían inconvenientes, como ser temas sexuales. Pero ella no le hacía caso, era demasiado intelectual para eso. Su afán de lucirse era extraordi nario poniendo en evidencia su egolatría. ¿Por qué no se le deja retirar de su casa a un hombre que a ellos les impide la felicidad? A esto no hay más que una sola contestación: Ese hombre lanzado de su hogar, no resistía permanecer cerca de él y proyectaba retirarse del país, teniendo en conse cuencia que renunciar a su puesto. Esto los privaba de pensión, resultando así su muerte una solución para ellos. Esta gente no ha hecho más que de fender intereses económicos, llamando extraordinariamente la atención la sarigre fría con que todo ha sido calculado: La asesina no hereda, pero en cambio sí su madre, que, para el caso, viene a ser lo mismo.
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La premedit ación es evidente, y también lo es que la madre es causa inicial de todo, y hasta debe pensarse que forzosamente debía de estar al tanto. Estoy en conocimiento que en pequeño grupo en el liceo declaró la asesina que “en ci ert os cas os ella n o tendr ía in conveni ent e en m at ar ”. Puedo dar otro dato de la calidad de la asesina, no heredado de su padre por cierto: cuando alguna compañera le pedía alguna información sobre los estudios se la quedaba mirando con expresión de dureza y no contestaba una pala bra. Cierta vez una de sus maestras le dijo, corrigiéndola cariñosamente: “Por quéno eres a mable y atenta como lo es tu pad re?” Y esto sirvió para que ella fuera contando a la madre que su papá era un Tenorio (!!). El veneno sembrado por la madre en la hija, volvía ahora por rebote a la madre. En cuanto al hijo Ariel, tenemos datos, también de compañeros de estudio, que era sumamente huraño, egoísta y pendenciero, condiciones tampoco heredadas de su padre y absolutamente contrarias a su ejemplo y enseñan* zas. Todo eso no puede ser otra cosa que obra del veneno, lentamente ver tido por la madre en sus hijos, mientras el padre estaba trabajando, pues debo advertirle que, también dentro de su casa, estaba casi siempre ocupa do en sus trabajos intelectuales. Personalmente tengo la convicción de que la muerte de mi hermano estaba decretada. Si permanece en su casa hubiera sido en alguna otra forma. Su lealtad lo perdió. El debió tomar esa resolución desde la oficina, callado la boca, y nombrar una tercera persona para arreglar la parte económica con ellos. Probablemente, Sr. Juez, sea yo la última persona, ajena a los victimarios, que estuvo con la víctima. En este crimen no existen testigos, existen cóm plices. Sé que los parientes no pueden ser testigos, sin embargo mis decla raciones pueden ser de interés informativo4. ¿Es posible que en un caso como el presente pueda prescindirse de una persona que se sabe recta y verídica? Me pongo a sus órdenes, Sr. Juez, para ampiiar, o aclarar lo manifestado, estando en la absoluta convicción de que mi intervención es imprescindible para aclarar las nebulosas de este crimen. Yo no sé, Sr. Juez lo que la Justicia Humana hará de los criminales, los hermanos de la víctima no podemos permitir que esta gente pretenda sal varse pisoteando la memoria de un hombre superior en todos conceptos, que se pasó toda su vida llevando una conducta intachable y rebosante de bondades dignas, en muchos casos, de un verdadero apóstol. Nosotros defenderemos la memoria de LUMEN CABEZUDO. Saluda muy atte al Sr. Juez Siul Cabezudo
4. Los parientes pueden ser testigos en lo penal, pues prevalece en importancia establecer la verdad de los hechos.
Defender a quien ya no puededefenderse
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Siul Cabezudo intervino una segunda vez como defensor de la causa de su hermano con una declaración ante el juez, que tuvo lugar el 4 de mayo de ese año. Tenía en ese momento 52 años, es decir un año menos que su hermano, estaba casado y tenía varios hijos. Dicha declaración reitera lo expresado en su carta, por ello sólo transcribimos algunos párrafos que agregan elementos nuevos. Siul nos entera: 1.
“Que Lumen le informó que tenía en preparación un libro para la en señanza de la niñez, cuyos apuntes también habían desaparecido” .
2.
“Que lo del secuestro de la señora por parte de su esposo es todo in cierto; pues en varías oportunidades, la señora de Gomensoro, a pe dido y de acuerdo con el hermano del declarante, invitó a la esposa de aquel a que saliera a pasear con ella en automóvil.—Que concurrían solamente los chicos, negándose siempre la madre, y a las insisten cias de la mencionada señora de Gomensoro, la esposa de su her mano Lumen le contestó de mala manera que ella no tenía ti empo pa ra eso; que en su casa tenía bastante que hacer —También en una de JU.. las visitas que la señoradaomensoro efectuó a su cuñada, l a señora de su hermano Lumen, la trató violentamente y en forma brusca, tra tándola de mala mujer, diciéndole que iba allí nada más que a lucir su automóvil y sus pieles, y en esa o en otra entrevista, también le dijo, groseramente, que "ya tenía ella a lgo ad ent ro q ue la i ría co m ie nd o si n pena ni tristeza” refiriéndose a una enfermedad que padece la herma na del dicente”.
3.
“Que no se trataba de un hombre afecto a las reuniones; que no fre cuentaba los Cafés y otras diversiones, concurriendo únicamente a los conciertos clásicos y a alguna función de teatro siempre que se tratara de obras seleccionadas; que contrariamente a lo que se ha dicho y murmurado, su hermano no era una persona de carácter huraño; al contrario, sin llegar a gustarle las reuniones mundanas, prefería las fiestas de familia y siempre había tratado de transmitir a sus hijos sus ideas y sus formas de pensar en ese sentido. Que siempre había compartido con ellos momentos de descanso jugando y pasando el rato en sus diversiones infantiles, de modo que si sus hijos mayores resultaron de un carácter muy distinto al del padre, éste no tiene ma yormente la culpa de que esto haya sucedido, pues su manera de ser, como ya lo ha expresado era sumamente bondadosa. Que a criterio del declarante, el matrimonio de su hermano, fue un matrimonio de intelectuales en el que no ha intervenido el verdadero amor. Se conocieron en el ambiente del naturismo y pensaron formar un hogar modelo en ese sentido, pero había una notable diferencia de educación y de sensibilidad, lo que trajo el desequilibrio entre los es posos y luego entre el padre y sus hijos, entendiendo el declarante que el desamor de los hijos hacia el padre, en estos últimos tiempos,
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se debe a la influencia de la madre que los predisponía contra el autor de sus días”. 4.
"Que cree que la instigadora del crimen ha sido la propia esposa de la víctima, en el sentido de que ella preparó el ambiente para que ese hecho se consumara. Entiende que esta es la creencia de toda la fa milia y amigos del extinto”.
5.
"Que no le guía ningún interés personal sino simplement e defender a quien no se puede defender”.
El libro de Raimunda o la versión materna del caso “Yo digo la verdad, lo que digo es lo jus to y el que m e oye qu eda co nven cido de inm ediato ”
Raimunda Spósito, 1936. P a sé m ucho años ¡m uchos años! procurando d e to d as m a n e ra s qu e m am á cesara de martillar mi conciencia en todos los instantes (hasta cuando íbam os al cine) con su versión de todo lo acontecido.
Iris Cabezudo, 1957.
Este capítulo tiene un lugar muy particular en el conjunto de los docu mentos hallados. Su volumen desequilibraba todo intento demasiado formal, demasiado cartesiano. Hasta que... ¡albricias! de eso se trata, del peso que esta versión tuvo, durante todo el proceso, y antes, mucho an tes, cuando estaba ya en los labios de Iris, media hora después del cri men, mucho antes también de que Raimunda escribiera “su libro”, como lo llaman aún las vecinas de entonces. Este texto pide una lectura atenta y convoca particularmente al lector a quien Iris advertirá ¡¡veintidós años después!! que cuando lo transcribió, ella “vivía enteramente según el dictado materno ”. Su delirio será el cuestionamiento más contundente posible a esta versión.
Capítulo siete
Veintidós años de matrimonio Bajo ese título, Doña Raimunda Spósito entregó al Juez un texto dactilo- grafiado por Iris en el que relata la historia de su matrimonio. Está fe chado en mayo d e 1936, es decir, cinco m eses después del crimen. Una vecina de la familia que vivió allí desde su niñez nos relató que Raimunda “comentó su vida despué s del fallecimiento de su esposo , ya
que antes no se daba con nadie; pero despué s que é l falleció “ellos ” se desahogaron , ella empezó a hablar y fue cuando escribió; hizo un escrito sobre su vida , y al mismo tiempo Iris hizo un escrito y coincidieron ¿Cómo situar este escrito? Digamos que se trata, a la vez, de un intento autobiográfico y de un “ardiente alegato”, com o lo caracterizará con justeza el Defensor, Dr. Carrara. Se impone pues considerar esta figura de estilo que pone de relieve la particular posición enunciativa de quien lo escribe. Raimunda Spósito no lo redacta en cualquier momento. Su escrito sigue al asesinato de su ma rido y se ubica durante el juicio de su hija Iris, acusada de parricidio. Es un alegato en el cual indi sociablemente al defenderse, defien de a su hija y acusa al muerto. Es probable que la Defensa haya alentado esta escritu
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ra, pero ciertamente el texto va más allá de ese pedido si es que lo hubo. También va más allá del dispositivo judicial en el que pasa a insertarse en forma anómala. Esta figura de estilo pide ser tenida muy en cuenta en la valoración del texto. Hemos de reconocer el éxito del alegato de Rai munda Spósito. Esta versión se convirtió en versión compartida y oficial. Sólo hubo en esos años un par de excepciones: la de Siul, hermano de Lumen y la de los peritos Rossemblat y Zamora, (c/r. cap. VI y cap. X). El texto tiene además un carácter autobiográfico que reclama una breve consideración. Siguiendo en este punto a Lacan proponemos ubicarlo respecto a los dos tipos de parámetros con los cuales se confronta quien así escribe: por un lado se encuentran los recuerdos. Como Freud lo mostró no son éstos un material bruto sino que, en su organización, cum plen una función encubridora. El trabajo de la memoria tiene algo que la hace “siempre sospechosa”1al multiplicar en su ejercicio los sentidos de los recuerdos. Pero todo intento de “historizarse” (de “s’hystoriser ”) se sitúa también com o una apuesta que pone en jue go la posibilidad de que “un sim bólico alcance el real mediante la escritura”2. Estos dos parámetros nos advierten de las dificultades que vamos a en contrar como lectores del texto que nos llega de la pluma de Raimunda Spósito. Declinamos hacer otros comentarios que, ciertamente, reclama ría este capítulo y presentamos a continuación el plan del “libro”. “Veintidós añ os de matrimonio ”, sigue —en los primeros ocho capítulos— un cierto ordenamiento cronológico:
Cuando lo conocí . El principio denuestro matrimonio. Losprimerosgolpes. 4 Por qué tení a el revólver escondido. 5 Cómofue que Zulma y Diego se enteraron de lo que pasaba en casa. 6 La puerta del fondo. 1 Está s como en un brete. a. 8 Iris. El último dí 1 2 3
Luego dedica dos capítulos al retrato de Lumen:
1. Lacant Jacques, “Conferencias en U.S.A.”, en U¡}76.
2. Idem, p.21.
Scilicet 6/7 ,
p.22, Seuil, París,
Veintidósañ osde matrimonio 9 10
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El rasgopredominante de Lumen. Otros rasgosdeLumen.
para concluir, en un tono francamente reivindicadvo, con otros dos capí tulos en los que encara su relación con la familia de Lumen, especial mente con Siul por quien ha sido acusada de instigadora del crimen de su hermano: 11 12
Lafamilia. Lafamilia y yo.
Hemos respetado en la transcripción todos los detalles formajes del texto, no sólo su división sino también, por ejemplo, los subrayados y los pun tos suspensivos que se destacan por su insistencia, e incluso bajo la for ma de renglones de puntos que establecen separaciones en el texto. ¿Rasgo del estilo de Raimunda o de Iris que mecanografió el texto? ¿Se da a leer de este modo aquello que por no estar escrito queda en.suspen so... esperando...? He aquí el texto de Raimunda Spósito:
Veintidós años de matrimonio Las páginas que siguen sólo son un pálido reflejo de la terrible reali dad. No puedo relatar en tan pocos trazos, estando aún bajo la acción del rudo golpe sufrido y de la serie de pavorosos problemas que se me presentaron enseguida, lo que, de hecho, fue una vida de sufrimiento de ve int idós a ños. Ni puedo presentar, mostrándola tal cual fue, una personalidad de múltiples aspectos, cada uno de los cuales actuaba continuamente sobre los otros y, además sobre mi posible reacción. Porque Lumen era celoso, era sensual, era cruel, era, sobre todo en los úl timos años, de una perversidad extrema; pero Lumen también, y eso fue lo que me dejaba inerme cuando la angustia o el enojo llegaban al máximun, sabía presentarse débil, ti erno, desamparado y arrepentido. Si hubiera sido sólo celoso, si hubiera sido sólo sensual, si hubi era si do sólo cruel, si hubiera sido sólo perverso, o torpe, o débil, la conducta a seguir hubiera sido sencilla... Pero no: era celoso así, porque era también sensual, cruel, perver so, débil y torpe; y porque era además, loco, era que podía llegar a los extremos que llegaba en sus celos en sus obscenidades, en sus actos de perversi dad o en sus torpezas. Y al principio, yo, que hubiera podido reaccionar con violencia contra sus celos o contra sus crueldades, me encontraba en cuanto me proponía ac-
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tuar, con el ser débil, amoroso y t ierno, a quien tanto quería y cuya f elicidad era el fin de mi vida. Además, me decía que había sido muy desgraciado y, sobre todo, creía, y lo creí durante mucho tiempo, que era extraordinariamente bueno... yo lo había sostenido, lo había impulsado, lo había disculpado siempre... me sentía tan fuerte a su lado! en mi cariño hacia él, había mucho del cariño de una ma dre... Cuando me di cuenta de la tir^oísa.que empezaba a inmovili zarme, cuando con un esfuerzo enérgico me pude aún liberar, vacilé en hacerlo... destruía mi obra, el hogar en que había fundado tantas esperanzas... lo dejaba a él, a quien había entregado incondicionatmente mi juventud, mi entusiasmo, mi porvenir, mi vida... fracasaba en todo lo que me era tan querido. No me había casado calculando; si así hubiera sido, tenía yo aptitudes y co nocimiento suficientes para actuar en consecuencia y vencer en toda la lí nea... pero en esas condiciones yo no me hubiera casado nunca... no tenía problema alguno, ni económico ni de ninguna otra clase, que resolver con el casamiento; al contrario, dejé voluntariamente al casarme, todo lo que había conquistado con mi esfuerzo y con mi trabajo. Actué siempre con el corazón en la mano, con t oda buena f e, y por eso justamente, porque puse al f ormar mi hogar tanto amor, tanta confianza y tanto desinterés, es que tuve los hijos que tengo, cada uno de los cuales es tan bueno, tan tierno y tan amoroso, que por sí solo puede compensar toda una vida de dolor. A medida que fueron llegando los hijos, los lazos que me ataban fueron ha ciéndose cada vez más fuertes... seis hijos que yo amamanté, crié y edu qué... nunca manos mercenarias tocaron a mis hijos... Después los trabajos, las preocupaciones, las tristezas, la lucha continua y sin descanso, fueron debilitando la energía que yo creía invencible... Y además, del mismo modo que la planta parásita va creciendo a expensas de aquella en la cual se apoya, así también, a medida que yo me debilitaba, Lumen iba haciéndose más fuerte cada vez... Por otra parte, las cosas no se presentaron de golpe... como no se presenta de golpe la vejez después de la edad madura, como no se presenta de gol pe el invierno después del otoño... Una serie de dolores y zozobras, alguna enfermedad o infortunio grave, y henos ya viejos sin haberlo sentido... una sucesión de temporales al fin del otoño, lluvias, vientos, y henos en el in vierno. Así yo, de golpe en golpe, de injusticia en injusticia, de violencia en violen cia, de concesión en concesión, me sentí atada sin escapatoria posible. ¿Qué podía hacer entonces, si sabía (traté de poner en práctica, fracasando siempre en mi intento, todas las soluciones posibles) que cualquier cosa que ensayara para liberarme provocaría el derrumbe estruendoso de toda mi obra de tantos años?
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Nada pude hacer!... El error mío fue creerme con fuerzas para transformar en un hombre cuerdo, un hombre que todos decían que era loco. (Vi des pués que esa locura era mu y especial y característi ca). No había pretensión en esa creencia; había visto transformar en un año, y eso que actuaba con ellos sólo unas horas, a los cincuenta muchachos de mi clase; a él le dedi qué, actuando continuamente, veintidós años de mi vida... pero lo que fue posible con los pobres muchachos de los conventillos, no lo fue con él... lo transformé, sí, pero sólo en apariencia; el rescoldo quedó bajo la ceniza, y produjo el incendio que concluyó con todo.
Pretender hacer de ^fh hombre loco un hombre cuerdo, ese fue mi error, y haberlo intentado con todo mi cariño y buena f e, es lo único atenuante, que de mi error, puedo presentar ante mis hijos.
Cuando lo conocí Era yo una estudiante normalista que cursaba el último año de su carrera y que, completamente despr eocupada de todo lo que no fuera el estudio, sólo pensaba en trabajar. Fue en una conferencia a la que había ido por acompañar a mi hermana y en la que, al tratarse un tema muy interesante, se inició una discusión en la que tomé parte activa. En cuanto sonó mi voz, vi salir de una habitación próxima a un joven que m e pareció raro, que a pri mera vista me produjo una impresión desagradable y que, sin más trámite, terció en la discusión, po niéndose en contra mío. Pero yo dominaba el tema y lo dejé al poco rato completamente derrot ado. Algo divertida por el i ncidente, pregunté quien era mi contrincante. "Es un m uchacho m uy inteligente , me dijeron, es un mu chach o que estásepar ado de su familia en la que n o lo com pre nd en "... Después lo perdí de vista; yo terminé mi carrera y me hice asidua concu rrente a las conferencias que se daban semanalmente en el “Centro Natu ra”. Allí lo encontré de nuevo y me enteré entonces de que se había casado con una muchacha muy joven y simpática la que me fue presentada y la que so lía yo ver de cuando en cuando... Luego fueron pasando dos años durante los cuales tuve en el Asilo Maternal Nro.3, una clase de chiquitos a los que me había entregado con toda el al ma y que me adoraban... En aquella época yo conocía todos los conventillos de las calles Piedras, 25 de Agosto, Cerrito y sus alrededores... iba a visitar a mis chiquitos cuando estaban enfermos y era tan grande el cariño que por mí sentían las madres, que muchas veces, retenida por ellas, se me hacía la noche conversándoles y dándoles consejos... Llegó el año 1910; pasé en tonces al Asilo Maternal Nro. 2 donde estaba mi hermana de Directora; allí tuve muchachos grandes; eran todos muy pobres... a algunos los encontra ba de noche vendiendo diarios en los trenes... cómo los quise y cómo me quisieron enseguida! era tan fuerte el vínculo que nos unía que muchos de
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ellos, al año siguiente, se pasaron vanos días a la puerta del Asilo, que ya no podía recibirlos, porque querían estar otra vez conmigo... y yo, que ya estaba por irme para Europa, los veía con tanta pena! En el año 1910 estu vo Lumen en los exámenes de mi clase... ya hacía tiempo que yo no veía a la señora, que había tenido un hijito y que decían que estaba enferma... a Lumen lo veía en las conferencias, a las que iba solo; todos le teníamos simpatía porque se decía que era desgraciado y que pasaba mil penurias... Él, siempre que podía, venía a conversar a mi grupo y me escuchaba con gran curiosidad. ...Un día, ese mismo año, de vuelta de una de las conferencias que dio en el “Instituto Verdi” Mario Roso de Luna, el sabio matemático y astrónomo es pañol, nos reunimos un grupo de personas amigas en la Confitería Ameri cana; Lumen se quedó con nosotros todo el tiempo y aun nos acompañó después; a todos nos extrañó eso pues acababa de nacer su hijito y hasta alguno dijo: “cómo es Lu me n de raroI” él estaba como ausente y todos le te níamos lástima. Supe mucho después, ya estaba yo casada, que esa noche alguien dijo de mí: “quému cha cha simpáti ca! pero yo no me casa ría con ell a”; y me dijo Lumen que entonces él pensó: “yo s ím e casaría” Qué ajena estaba yo a todo eso!
Cuando supimos que había muerto Emilia, todos nos identificamos con su dolor... quedaba tan desvalido y con un nene tan chico! Entre todos lo acompañamos, lo sostuvimos, lo animamos... Él visitaba a menudo a mi hermana que vivía en el Asilo donde yo tenía una clase. Entonces conver sábamos, y lo impulsábamos a que terminara su carrera que había dejado interrumpida; él estaba muy decaído, sin ánimo; sin energía... daba pena verlo3. Pasaron algunos meses; me dijeron entonces que se casaba de nuevo, co sa que no mé extrañó pues decían que era muy enamorado. Pero no fue así, y la noche anterior al día en que yo debía partir para Europa, en que se habían reunido un grupo de personas amigas para despedirme, me trajo de regalo un librito con una dedicatoria. Al recibirlo y recomendarle por última vez que se animara y estudiara, él me dijo que lo haría si yo l e prometía que a la vuelta me casaría con él... Tuve una gran sorpresa; nuestras relaciones eran de amistad solamente; además yo tenía mis proyectos para el futuro... pero pensé: “dos años! nunca va a esperar él tanto tiempo sin casarse... y, mientras*tanto, va a estudiar”... Le prometí, pues y él, en cambio, me aseguró que iba a esforzarse en reha cer su vida.
3. Emilia De León falleció el 20 de febrero de 1911. Su hijito murió casi tres años después, el 21 de octubre de 1912.
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Pasaron los dos años; más, pasaron otros dos meses aún, tiempo que dedi camos al congreso que se verificó en Gantes en 1913, y él me esperó pa cientemente. Yo nunca le hubiera creído y conmigo ninguno de los que lo conocían... tanta constancia me enterneció y me conmovió profundamente... Después, cuando me dijo que no quería que siguiera trabajando, dudé una vez más... decir adiós a todos mis proyectos, a todo lo que había conquistado a fuerza de perseverancia y de trabajo!... Nada se puede contra la fatalidad!; fui aconsejada, fui advertida; “es loco, me dijeron, vas a ser desgraciada”. Pero yo, pensando que tal vez fuera loco, pero que era con seguridad bueno y que yo era fuerte y lucharía por los dos, me desgedí de todo l o que hubiera podido ser mi escudo y entré resueltamente en una nueva vida.
Nos casamos en cuanto llegué de Europa; él apresuró febrilmente los pre parativos sin darme tiempo a nada. Yo tenía que hacer visitas, retribuir atenciones... “Después harás todo eso, me dijo, no perdamos tiempo; las fuerzas del mal son poderosas; todos me tienen envidia y muchos querrían impedir nuestro casamiento” ...4 Si hubiera dejado pasar unos meses, con seguridad no me hubiera casado; porque al manifestarse c o m o n o v i o , aspecto en que no lo conocía (muy dis tinto es ser, como lo habíamos sido, novios por correspondencia) hubiéra mos chocado enseguida y no habría sido posible el engaño. Fue la fatali dad!
La casita de la calle Estomba que él había elegido y a la que fui después de casada; una casa orientada al sur, húmeda y sombría, cuyos techos se lle naron de caracoles en el invierno, cosa que yo nunca había visto y nunca he vuelto a ver; aquella casita en que me encerré enseguida, y que pudo ser mi sepulcro, fue todo un símbolo... como también fue un símbolo aquel nuestro primer encuentro en que salió a discutirme en cuanto oyó mi voz... como también fue simbólico el y o s ím e ca sa ría ” pensando en la noche de la conferencia de Roso de Luna, noche en la que, en lugar de estar con noso tros, debió, como lo sentimos todos, quedarse al lado de su mujer enferma y de su hijito... lo mismo que aquella tarde de los exámene s, dos meses antes de morir su esposa, en la que se pasó en mi clase un par de horas sin que yo, completamente entregada a mis niños y rodeada de antiguos maestros míos, lo atendiera lo más mínimo... como aquella larga espera de más de dos años, que, si me extrañó antes, más me extrañó después, cuando vi manifestarse plenamente, su carácter violento e impaciente... como la frase
4. Raimunda Spósito retomó de Bélgica en 1913, presumiblemente un par de me ses después de terminados sus estudios (entre junio y agosto). Se casó con Lumen el 7 de setiembre.
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que pronunció a mi oído apenas casados y que yo tomé como una broma: "ya er es m ía ; nu nc a m ás t e v o y a solta r”...
La primer impresión es la verdadera! nunca debí olvidar, ni aún cuando, viéndolo abatido y débil t anta lástima me daba, la que me produjo l a primera vez que lo vi.
El principio d e nuestro matrimonio Una vez casados, me dediqué empeñosamente a la tarea de arreglar la ca sa. All í todo estaba por hacer: al f rente y al fondo un pequeño t erreno duro, lleno de basura y escombros; en el interior unas habitaciones pobremente construidas y mal terminadas. Lumen no tenía nada ahorrado; ganaba en tonces y no le alcanzaban para él solo, pues debía al casarse 135$, ciento ochenta pesos. Con ese sueldo, pagando todo lo que fuimos comprando, y además (a deuda de 135$ a que hice referencia, vivimos nosotros hasta el año 1925 época en la cual habíamos tenido ya cuatro hijos; los muebles los pagamos, una parte, haciendo una operación en el Banco, deuda que fue amortizada mensualmente y el resto, en cuotas de 50$. La ropa para la ca sa, la compré yo en París; era una preciosa ropa (tengo algunas piezas to davía) de hilo y toda confeccionada a mano, que fue la admiración de cuantos la vieron, incluso de la mamá y de los hermanos de Lume n, uno de mis manteles, fue usado en los casamientos de Zulma y de Siul y en las bo das de plata de Noela5. Muy pronto, en todo lo que dependió de mí, la casa cambió de aspecto: el interior hacía que Lumen me dijera bromeando: "nunca pensé que yo pudie ra tener una casita tan coqueta”; en el frente un lindo jardincito lleno de flo res y en el fondo una huertita de la que sacábamos bastante verdura entre la que recuerdo aún unos tomates que llamaban la atención por su tamaño y su peso. Dije “en todo lo que dependió de mí” - la casa, completamente ori entada al sur, era tan mal-sana que yo, que pasé diez meses en ella casi sin salir, pa recía, al cabo de ese tiempo, la sombra de la que era al casarme.
Otra cosa que absorbía gran parte de mi tiempo era la tarea de mover a Lumen. Nadie que no lo haya conocido en su intimidad, puede imaginarse lo que eso signif icaba. Lumen con sueño era algo inerte contra quien se estre llaban los esfuerzos más perseverantes. Había que llamarlo una, diez, treinta veces; había que soportar sus enojos, sus quejas, y cuando se creía haber triunfado, había que empe zar de nuevo. Para conseguir que estuviera a la hora en la oficina, mientras lo despertaba y lo atendía, perdía yo toda la mañana... después el almuerzo y luego apurarlo de nuevo... porque él, ex cluyendo lo que lo afectaba personalmente, nunca perdía la calma... Cuan
5. Zulma, Siul y Noela eran los tres hermanos de Lumen.
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do al fin parecía estar pronto, entre despedirse y volver varías veces p or co sas olvidadas, pasaba una media hora. En la casa lo habían dejado de lado en ese sentido; la mamá lo había puesto a dormir en un altillo para que no le molestara con sus costumbres en el orden de la casa y el hermano le dijo un día, furioso al ver que no se levantaba, y haciendo una comparación muy... especial: “los emp lead os pú blicos son com o las mujeres públicas; a tanto la dor mid a "!! ... Y ahora re sulta que hice un casamiento ventajosísimo!!! con la energía que malgasté para impulsar a Lumen, cuánta cosa útil habría podido hacer! “En la casa lo ha bían deja do de lado en ese s ent ido ”; dije; por eso fue que en 1911, cuando yéndome yo para Europa, quisimos ayudarlo a que termi nara la carrera, tuvo que ir un amigo a despertarlo y se estaba con él hasta que se vestía, y lo acompañaba a la Universidad!!! ¿Qué hacía Siul enton ces? Esa tarea de moverlo, de ayudarlo, de impulsarlo, y de disculparlo además, cuando al principio lo'criti caba la familia; haciéndole al mi smo tiempo el pro grama de cuanto debía realizar y todo en el secreto más absoluto, la ejecuté yo durante vei nt id ós a ño s ... No hay duda de que como negocio, fue un gran negocio el que hice al casarme!!! ...
Tenía que ocuparme luego del arreglo de la casa... cómo quedaba cuando se iba Lumen! todo revuelto y fuera de lugar; la ropa en el suelo, pisoteada; el cuarto de baño, totalmente empapado... Otra de sus características: el arreglo del hogar no significaba nada para Lumen; él utilizaba la casa como todo lo demás, como una cosa para sí y fuera de eso, poco le importaba que estuviera de cualquier modo; nunca se preocupó de hacer la más mínima mejora, de mantener el más pequeño arreglo o de sostener el orden y el aspecto del conjunto. Se apropiaba de cuanto pudiera representar una comodidad nueva, pero no se tomaba la más insignificante molestia para conseguirla. No se encariñaba con nada; nunca conseguí que se tomara a su cargo al gún trabajito... el cuidado de las plantas, pintar alguna puerta o ventana, colgar un cuadro, cambiar de sitio un mueble... nada, ni siquiera respetar lo que otros habían hecho... y si alguna vez hizo algún ensayo en ese sentido, reaccionó pronto; todo eso era bajo e indigno; yo lo quería rebajar a mi nivel; eso él no lo podía consentir. De mañana quedaba arreglada la casa; después de t erminado el al muerzo y limpia la cocina, tenía yo que empezar de nuevo, porque dormitorio, cuarto de baño y patio (últimamente tomaba en él sol y baños de asiento y hacía ejercicios rítmicos...) estaban hechos un desquicio... y ésto, cuando no pa saba el día en la cama, sucedía siempre; hubiera o no en casa nenes chicos o enfermos; tuviera yo cualquier tarea urgente que atender; fuera el día que fuera, domingo, fiesta o aniversario... y eso, durante vein t i dós año s!
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De noche solíamos pasear por los alrededores; en aquella época todo esta ba muy desierto por Atahualpa; yo le decía a Lumen: "no está bien este re-traimiento; yo debo muchas atenciones; además Extraño la vida de rela ción... deberíamos ir a exposiciones, a conferencias”... y él me decía muy tierno: “dos que se quieren como nosotros, tienen en sí mismos todo lo que les hace falta... estamos tan bien así!”... Y siempre había un pretexto para prorrogar la r ealización de las visitas que yo debía: “hoy estoy indi spuesto... la semana que viene... más adelante”... y las oportunidades fueron pasan do... En veintidós años, sólo dos vece s salí sin él... Y con él, aparte de las visitas a la familia, una vez que f uimos al puerto y otra a Malvín, muy contadas ve ces sal í... y siempre volví a casa disgustada y triste... Desde que volví de Europa nunca fui al Parque Rodó, ni a Pocitos, ni al Prado, ni a Carrasco... nunca estuve en la rambla ni volví a ver el Cerro... N u n c a salí en días de carnaval ni vi nada de los festejos extraordinarios del año del Centenario... Durante vei nt idós año s resistí valientemente la rutina del trabajo repetido diariamente y siempre igual... y eso, a él, que aprove chaba el auto de la oficina para hacer toda clase de paseos y que me decía, a la vuelta de ellos, que el cambio de ambiente y la vista de hermosos pa no ramas tonifica el espíritu y mejora el estado de ánimo, le parecía lógico y natural... Vei nt id ós años; tenía veintitrés cuando me casé... otro tanto de vi da encerrada y sufriendo siempre.
Tampoco le gustaba que leyera; “cuando lees, me parece que te ausentas, que me robas un tiempo que es mío” me decía al principio; luego, cuando quería leer, (ya era difícil que encontrara un momento de tranquilidad para ello) Lumen se ponía a gritar en tomo mío, hablando volublemente sobre mil temas, criticando duramente al autor, cualquiera que fuera (cualquiera que fuera, era el autor que yo leía, y eso bastaba) y poniéndome en tal estado de nerviosidad que terminaba por dejar la lectura. En veintidós años; nunca tuve un momento para mí, nunca un instante de tranquilidad absoluta, siempre estuve enfocada por una atención en ace cho... Fueron vein tidós años . Y, volviendo a los primeros meses de nuestro matrimonio; mientras yo, con una triple vendajdelante de los ojos lo cuidaba y lo mimaba, Lumen que sa lía temprano de la oficina a la que sólo volvía a firmar, y se iba a tomar el té a casa de la mamá donde se pasaba de tertulia mientras yo estaba en casa limpiando y arr eglando, empezaba a realizar su programa: —“No te peines así, me gusta que estés con el cabello ti rante”. —“¿Por qué?; el peinado que uso es sencillo”. —“Sí, pero a mi no me gusta y cr eo que no te peinas para los otros” . Camb ié de peinado y me dijo su mamá:
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—“¿Por qué te peinas así ahora?” —“A Lumen no le gust a el pei nado que usaba antes”. —“Qué tonta eres!” f ue la respuesta. Y luego: — “No me gu sta ese collar que llevas , q u ít a t e l o (Era un collar de coral que había comprado en Nápoles) — “¿P o r q u é?0. —“Es un a alha ja ”. —“No ti ene ni ngún valor ”. —“Pero no tiene objeto” —“Tu c orb at a ta mp oco tiene o bj et o”. —“Bue n o, vo y a su pr im ir l a corbat a° .
Y así fue, en efecto; Lumen anduvo dos meses sin corbata y todos le de cían: “ Cab ezud o, se olvidó de la corbata Una vez que estaba sola conmigo, me dijo la mamá —“¿Po r quéLum en no se p on e cor ba ta ?”; —“po rqu e no quie re qu e yo use el collar de cor al ”’ Y dijo la señora: “ya sa bía yo qu e era a lgun a si nve rgüenza da qu e q ue ría hacerle a la mujer; no le hagas ca so ”... Pero yo, que consideraba que no
había que hacer cuestiones por cosas que en verdad no son f undamentales, me quité el collar de coral... y Lumen volvió a ponerse la corbata... Y así fue siguiendo: “tú can ta s pa ra que . te oigan la voz o para que sepan
que sa be s idio ma s”... “Ho y te arreglast e más qu e de co stu mbr e ... ¿a qui en es p er a s?”... “Est ás dist int a; ¿en qui é n pi e n sa s?”...
Y, poco a poco, víctima de una presión continua y. perseverante, fui cam biando totalmente.
Pero hubo algo más; hubo que durante mi ausencia había pasado algo que yo ignoraba y que afectaba a mi familia... De haberlo sabido, yo no me hu biera casado. Lumen estaba enterado y nada me dijo... hasta después: “Tú ve s ; conviene q u e n a d ie p u e d a p e n s a r n a d a m a l c f. ... Y luego pasado mucho tiempo: “Si tú ha ces esto, yo digo aquello".
Y a pesar de haberme hecho víctima de un vil e innoble “chantage”, lo dijo sin embargo, y corri ó por toda la familia de él.
Pero en la familia de él también se cuecen habas, y ante un caso más grave que el que utilizaba para tenerme cohibida, actuó Lumen de esta manera:
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“Ho y me enco ntr écon la se ñ ora d e .......y la saludécon el m ayo r respeto; no fuera a pensar , ni po r un momento , que yo la estimo m eno s q ue antesF.
Y a todo esto, Lumen empezó a manifestarse celoso; ... tímida y amorosa mente primero, autoritario después, brutal e imperioso luego. “Esa rop a q ue trajiste bor dad a así$ con i niciales qu e t anto pue de n s e r las m ías co m o fas de.... es la prue ba evident e de que ya ten ías can did at o pa ra reemplazarme
“Los ojos se te van tras d e ......ya sa bía yo que desde a ntes te int eresaba”.
“Ho y con la presencia de .... estuviste cambiada; hace tiempo q ue n o te veo tan alegre y expresiva”.
Hoy era un primo político que según él había tratado de separarme de sus ideales ... Mañana era un amigo suyo ai cual había tratado yo con atencio nes inusitadas ... Pasado ... ¿a qué seguir? ... Todos, absolutam ente todos los hombres con que tuve que tratar algo, fueran jóvenes o viejos, ricos o pobres, negados o inteligentes (hasta un jorobado le dio que pensar) pasa ron por el tamiz de sus sospechas, y yo me fui retrayendo paulatinamente y la vida se fue haciendo más triste y penosa cada vez ... Y los altercados su cedían a los altercados porque, injustamente acusada, yo me defendía con indignación: “no es a mí a quién ofendes y a quien insultas, le decía; a quien escarneces y humillas es a la madre de tus hijos”. Como en todo, al no encontrar la resistencia que lo hubiera llamado al or den, Lumen fue evolucionando en la manifestación de sus celos: Primero era que los hombres me solicitaban: luego era que yo actuaba de común acuerdo con ellos; después era yo la desvergonzada y provocati va. Y lo mismo; al casarnos no había para qué salir porque “dos que se quieren bien, etc.”; y al final había que tenerme oculta para evitar los escándalos que provocaba con mi conducta baja y mi poca educación ... Y cuando salíamos siempre había cuestiones ... siempre tenía yo que pasar la vergüenza de ver que empujaba a un guarda de ómnibus o decía imperti nencias a un vecino de teatro; siempre tenía que pasar por la angustia de que me hiciera cambiar de sitio en el biógrafo o de que pretendiera que pa sara al l ado de conocidos sin saludarlos... Era como si llevara un perro con cadena corta... Aparentemente era un es poso tierno que tomaba mi brazo con amor; en realidad era un guardián im placable que me vigilaba estrechamente y de cuando en cuando, para te nerme cohibida me decía una grosería o una procaci dad...
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Por eso no quería yo ya salir con él a ninguna parte; por eso no querían los chicos que saliéramos juntos; por eso dejé sin terminar el t rabajo que a prin cipios de 1933, me estaba haciendo el dentista Sr. Ubaldino Morales. Y ai fin, reducida sólo al interior de la casa, a esta cas a que está tan cerrada como un convento y que él decía q u e e ra c o m o u n m o s t r a d o r , vigilada de una manera terrible, sin atreverme a saludar a un vecino, a levantar la vista si alguien pasaba y estaba yo en el jardín trabaj ando o regando; alej ándome del frente si oía conversar en la acera, para que no pudiera decirme que era yo la que hablaba, mi condición llegó a ser peor que la de un penado... Fue la angustia de todos los momentos durante vei nt id ós a ño s . Entre las escenas de celos que continuamente se producían en casa, hubo algunas que, por su violencia culminante, marcaron, a manera de jalones, diversas etapas en el curso de nuestra vida en común, escenas al final de cada una de las cuales, él obtenía una nueva conquista y yo sufría una nue va desilusión ... escenas de las que yo salía perdiendo terreno, y no por de bilidad, sino porque él, cruel y cobardemente, iba hasta donde podía. ... Y conmigo podía mucho porque tenía la vida de mis hijos en sus manos y yo sabía que estaba dispuesto a t od o .... Por eso, llegado el caso de ceder o de dejar destruir, optaba si empre por ceder. Cuando te mueras, m e de cía últimamente co n u na tranquil idad aterradora (mi muerte a corto pla zo de una manera o de otra la daba ya p or segu ra ), cuando te mueras, a la m ás m ínima observaci ón q ue m e h aga n los m uch a cho s (se refería a Iris y Ar ie l) los mat o sin más trámite p or qu e ellos no so n quiene s pa ra met erse en lo m ío ... y en cua nt o a lo s chi cos los mat o t ambi é n ... para eso so n mis hij os”. Sólo sentía que sus hijos, eran suyos cuando pensaba hacerles algún mal; en cambio, cuando se trataba de algo bueno, er a n m ío s y tenía yo que
agradecérselo ... Cualquier cosa, un paseo, una pi eza de ropa nueva, un ju guete, una pequeña alegría, tenía yo que pagarla ... Ult imament e trat aba de que fueran al biógrafo o al teatro para quedarse en casa solo conmigo.
“Actúas de u na ma ner a tal, le dec ía yo, qu e pa re ce q ue est os hijos de los que cual quier pad re s e sentiría orgulloso, f ueran los hijos de tu ama nte y que los toleras sólo para que yo te tolere a tf\
Yo esperaba ahora, en lo íntimo de mi al ma, ver si er a posible mant enernos hasta que los chicos pudieran independizarse económicamente y entonces, protegida yo por ellos, dejarle t odo lo que teníamos, y l ibrarme de él al f in, y vivir una vida tranquila... Ilusión vana! El vio que yo me le escapaba y perdió p or completo el t ino y la razón.
Los primeros golpes La primera vez que vislumbré hasta donde podía llegar Lumen en el camino del mal, fue en 1917.
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Vivíamos entonces en el camino Cibils (hoy Sochantres) en una lindísima casita llena de luz y de sol que yo había encontrado, por la que pagába mos el mismo alquiler que por la de l a calle Estomba y que era en todo, la antíte sis de ésta, como era la antítesis del carácter de múltiple faz de Lumen, mi carácter recto y sencillo. Siul se estaba por casar, y, no sé por qué (yo entonces est aba ciega) resol vió Lumen que viniera a casa a darse sol y baños. En eso procedió Lumen de acuerdo a una de sus características; ¿no t enía poder o f acilidades para algo? se dejaba estar muy tranquilo; ¿por el esfuer zo de otro llegaba a tener facilidades en un sentido dado? el campo se le hacía orégano y, abriendo la válvula de la energía de ajena fuente, la dis pensaba como propia a manos llenas. Así pasó con el caso de Siul que voy a narrar, y así pasó t ambién unos me ses después, cuando trajo a vivir con nosotros a su mamá que estaba en ferma, estando ya nosotros instalados en la casa de Larrañaga en que vivi mos ahora. (Fue un verdadero hallazgo mío esta hermosa casa que alqui lamos en treinta pesos, lo mismo que pagábamos en Estomba, y que adqui rimos después gracias a una serie de combinaciones con el Banco Hipote cario y a un sistema de estricta economía). El se las echaba de médico (se vanagloriaba de que, gracias a él, yo me le vantaba de la cama antes de veinticuatro horas de haber dado a luz. En realidad yo me levantaba así, haciendo un verdadero sacrificio, un enérgico esfuerzo de voluntad, para evitar que en manos de Lumen, todo se fuera ba rranca abajo y recayera sobre los débiles hombros de Iris, una tarea que era harto pesada para mí). En su primer matrimonio, nunca tuvo semejantes pretensiones; bajo su di rección torpe e inhábil, todo estaba hecho un desquicio y él se hubiera guardado mucho de invitar a nadie a ir a curarse a su casa. Pero después, fue muy otra cosa; él contaba conmigo que estaba ahí para hacer frente a cualquier dificultad que pudiera presentarse, y me imponía, sin ningún es crúpulo (toda la tarea de la casa estaba a mi cargo), cualquier trabajo o preocupación extraordinarios. Mientras la mamá de Lumen estuvo en casa, yo la atendí como si fuera la mía y realicé con ternura y delicadeza, cuanto fue necesario hacer en su cuidado. La señora era muy buena y yo me entendí perfectamente con ella; no así Lumen qúe le dio más de un disgusto: Una vez que le mandaron un pollo, la obligó a que se levantara de la mesa y se lo fuera a comer a su cuarto; no quería jugar de noche a los naipes (yo jugaba y eso que nunca lo hacía, sólo por entretener a la señora) porque según decía era un juego in teriorizante (lo que no impidió que una vez, de vuelta de Punta Ballena, y en presencia de Iris y Ariel, jugara, muy divertido, con una .... señora que por cierto no se parecía a su mamá). Otra vez en la mesa, le dijo una cosa tan hiriente que rodaron de los ojos de la señora, que trataba de dominarse, grandes lagrimones; cuantas veces me había pasado a mí lo mismo!
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Cuando la mamá de Lumen se fue de casat le dijo a Noela, que le daba las lociones que sol í darle yo: (Noela misma me lo dijo) qué manos tan pesadas tienes! vieras cómo me daba Raimunda las l ociones! Mientras vivió, después de que se fue de casa, yo le mandé cada mañana, una jarra de caldo, verdadero "consommé” que preparaba diariamente para ella, y que ella t omaba, agradeciéndomelo mucho, con verda dero gusto. Vuelvo al caso de Siul. Como decía, Lumen resolvió que viniera a darse sol y baños a casa. Venía todos los días, y los domingos, traía además, a co mer, a Enriquito y Haroldo (dos chicos de Noela) después de lo cual, mien tras yo me quedaba limpiando la cocina ellos se iban a pasear. Iris tenía entonces unos veinte meses y yo estaba por tener a Ariel que, de desarrollo vigoroso, tomaba para sí gran parte de mi energía. Siul, hablaba de su pró ximo casamient o y, entre otras cosas de análoga índole, decía que j b a a comprar un piano porque quería que Isabel no perdier a ninguna de sus cua lidades. Yo veía que Lumen aprobaba enternecido, y siguiendo la costum bre, que es innata en mí de observarlo todo, pensaba en aquel “no qui ero que al casarme me separó de mi carrera; sacando en con que tú tra bajes” secuencia que ese uno qui ero que tú tr aba jes” no era, en buen romance, otra cosa que esto: *no quiero que tú trabajes en lo qu e es prop io d e tu pro -, fesión; en lo que pue de s distinguirte y adquir ir reno mbre ; fuera de eso, lo que sea en el interior, lo que no trascienda, no te pre ocupe s, pue de s hac er cuanto quiera s y, si eso no es bastante, ya me pre ocupa réyo de t raerte un suplement o haciend o que seas, incluso, sirvienta de m i familia
Y así fue como, en l ugar de f undar la escuela con la que yo soña ba, escuela que hubiera sido por mucho tiempo, única en su género, me pasé la vida limpiando la casa, haciendo l a comida y atendiendo a todo, sin otra conside ración que la de mis hijos, porque hay cierta clase de personas para las que no hay distinción ni finura dentro del trabajo; cierta clase de personas que, al retirarse de casa en sus lujosos automóviles mientras yo quedaba, por ej. pulverizando las plantas, para prevenir enfermedades y plagas, no sabían que aprovechando la ocasión para darles una enseñanza a los chicos, yo les decía: “ fíjense e n q ue co sas frágiles fun dan m uch os su fel icidad: un traje rico, un collar de perlas, un a utomóvil de último mod elo; ha y que tener cui dado de n o ma rea rse; el dinero é s un buen servidor, per o un ma l amo, y se guía trabaj ando tranquila por que conti nuame nte tuve prese nt e a quella má xima (cuyo fondo he sentido siempr e) aquella máxima que tienen est ampa da en lugar preferente todas las escuelas del hogar belgas: No ha y tareas bajas ni despreciables, y aquellas sobre las que reposan la salud y el bie nest ar de la f amilia, son las m ás no bles; una mu je r digna n o lo d esde ñ ará j a m ás”.
Al margen de todo esto, mientras Siul tomaba sus baños y seguía su trata miento, tenía yo que hacer frente, aparte de las molestias propias de mi es tado y del trabajo que ocupaba todo mi t iempo, a un probl ema de muy diver sa índole:
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Venía de vez en cuando a casa por aquellos tiempos, un alemán. Frise, amigo de Lumen que, alejado de su patria y aislado aquí por la guerra, su fría de una nostalgia terrible. En su afán de saber algo de su país, me pre guntaba cuanto se le ocurría referente a los lugares que yo conocía tan bien y a los hechos de que estaba muy al tanto, pues los había seguido, con apasionado interés, a través de los principales diarios europeos, en los años en que, a semejanza de una fragua inmensa, estaba el viejo continente en los preliminares de la gran guerra. Al principio yo respondía a sus preguntas, pero en vista del efecto que le causaban a Lumen, me aparté por completo. Frise seguía viniendo a casa y, aunque yo no lo veía, a ra íz de cada una de sus visitas, Lumen se enfurecía, pues aseguraba que el alemán, sólo por mí se presentaba. Una noche que estábamos en esas, Lumen, que me había golpeado con verdadera furia, de un empujón brutal (yo estaba muy adelantada en mi em barazo) me tiró al suelo con estrépito. Al ruido acudió Víctor, mi hermano, muchacho de diez y siete años a la sazón, que estaba estudiando en un alti llo. Al ver la escena, le preguntó airadamente a Lumen qué pasaba y éste (era un hombre de treinta y cuatro años) sin más trámite, se le fue encima, primero a puñetazos y luego, apoderándose de un paraguas, a golpes con el mango de aquel. Tomado de sorpresa Víctor, que era un chiquitín por su desarrollo, fue retrocediendo y recibiéndose los golpes hasta que, al llegar a la cocina, encontrándose acorralado allí y a merced de Lumen que no cesa ba de pegarle, viendo sobre el fogón un cuchillito de mesa, lo tomó como si fuera a defenderse con él. Al instante Lumen cesó en sus golpes, y la cosa terminó allí. Pero al día siguiente, Lumen le explicó a Siul el por qué de mi cara triste y llorosa diciéndole que yo estaba disgustada por sus venidas a casa!!! ... Hace poco, siguiendo un plan que tenía perfectamente trazado, le refrescó Lumen a su hermano, el recuerdo de ese hecho. Y sé que dijo Siul : “yo iba a ” ... Cuentos! Siul venía a casa a dar se tu casa sóio p o r estab lecer vínculos sol y baños y a comerse los ricos tallarines y ravioles que yo hacía; que lo que es el vínculo tan poco se le importó siempre que (y esto entre otros cien casos que podría contar) una vez que nos habíamos combinado para ver juntas las dos familias una vista: “Cristóbal Col ón” que daban (hará unos doce años) en el Albéniz, nos encontramos cuando fuimos a buscarlos, que ellos habían ido ya otro día a ver la vista. Por otra parte, en los diez y nueve años que lleva de casado, ja m ás se le ocurrió a Siul invitar a los chicos a pasar unos días en su estancia. Después de la cuestión de Frise, Víctor se fue de casa y yo perdí un com pañero que me ayudaba y me sostenía. NojisíLumen, que siempre tuvo en Víctor un ayudante desinteresado y leal a quieTniámaba siempre que se veía en un caso difícil. La influencia de Lumen, fue mala para Víctor; en la época en que el hombre aparecía en él, le dio una serie de consejos sobre la manera de tratar a las mujeres, etc., que tuvieron como consecuencia mediata que Víctor no se haya casado todavía.
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Después de la bochornosa escena que acabo de relatar, Lumen quedó con solidado en su posición, pues vio que^yo tenía vergüenza de que transcen diera al exterior lo que pasaba en casa, prefiriendo callar y soportar sus brutalidades y sus injustas acusaciones, en silencio, y desde entonces, siempre que trat aba de imponer algo, haciéndose el loco, me pegaba cuant o podía. Muchas veces me trató así; y muchas, también soporté sus golpes sin de fenderme y obligando a los chicos a que dejaran que me pegara sin interve nir en absoluto (lo que había pasado con la i ntervención de Víctor me había servido de advertencia).. Me dejaba pegar sin def enderme, y no porque ten ga yo pasta de víctima (siempre lo miraba fijo a los ojos mientras me pega ba) sino porque sabía por amarga experiencia que eso era lo menos malo que podía pasar ....... es que Lumen no admitía obstáculo ninguno y al más pequeño signo de resistencia en casa, tiraba a matar ... Como una fiera, agredía, a golpes de puño o con cualquier objeto sólido que encontrara a mano, a quien quiera que se le pusiera por delante, fuera yo o cualqu iera de los chicos. Lo que eran esas escenas de golpes, nadie que no las haya visto puede ( imaginárselo. En los accesos de furia la fuerza de Lumen se acrecentaba ... era como un tigre que saltaba de un lado a otro ... su expresión era siniestra, horrible. Una ve z me dejó t oda la cara desfi gurada y, con la violencia de sus puñeta zos, me originó una fuerte hemorragia por la boca y la nariz; otra vez, me agarró la cabeza y me la golpeó varias veces contra la pared con violencia, que tuve un fuerte desvanecimiento; otra vez, hace poco, en octubre o no viembre, la noche del día en que Siul me dijo: uyo n o me met o en na da ”, quiso Lumen abrazarme en el dormitorio y al decirle yo “ déja me , m e in ju riaste y calumniaste ante Siul y ahora pretendes acariciarme” entró en un f u ror, y tomando de su mesita de luz una relojera de madera y metal, me apli có con ella y sin hablar, para que no oyeran los chicos, muchos golpes se guidos en la cabeza.
Por qué tenía el revólver escondido Era la mañana de un domingo del mes de marzo de 1929; Lumen había ido a la playa con los cuatro chicos (Edelweiss no había nacido todavía). Yo los había arreglado, preparado lo necesario y despedido a todos haciéndoles mil recomendaciones y advertencias. Después arreglé toda la casa: qué linda estaba cuando no había enojos y peleas! luego (ya había preparado muy temprano la salsa y el relleno) me dediqué a hacer unos ravioles que les había prometido para la vuelta ... Yo me apuraba ... quería tenerlos prontos antes de que llegaran ... Y pensaba mientras los hacía, como si fuera yo también una chiquilina: “a ver quien ga na, a ver si ellos llegan antes, o si yo termino primero” ... (Siempre, durante
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estos veintidós años, mi único pensamiento fue mi marido, mis hijos y mi casa) ... Cuando llegaron había más de 500 ravioles servidos; además, un plato de tallarines para Hali ma que no comía ravioles y un pucherit o de verduras pa ra Lumencit o que era muy chico. Volvían serios, como siempre que salían con Lumen. Iris se había pasado todo el tiempo cuidando a los chicos (si hubiera sido por su padre, Iris no hubiera estudiado; Lumen quería que trabajara en casa para tenerme más tiempo para él) Ariel había recibido unos golpes y Lumen, después que los tuvo a todos sentaditos y sometidos, se había pasado el tiempo dibujando, tomando como modelo a unas bañistas que andaban por el lugar. (Casi siempre que salían, Lumen les pegaba a los chicos en la calle). Comieron en silencio; Lumen con mucho apetito, los chicos, desganados... yo les fui sirviendo y tratando de animar el ambiente. ... Cuando terminaron, me disponía a comer a mi vez. Entonces me dijo Lumen: “te encuentr o m u y agitada, m u y rosa da d e cara; ¿cfuéhiciste en mi au sen cia ?” “Nada”, le res pondí, señalando los restos de la comida. ... — “No, m e dijo, monta ndo en cólera de inmediat o, a qu íha pasad o algo; tú ha s apr ovec ha do la so le da d par a recibir un hombr e en mi a usencia”... Quedé sofocada, no queriendo
creer lo que oía ... era inaudito! ... haber trabajado tanto para tener un re sultado semejante! Si a mí, de soltera, alguien me hubiera dicho que yo iba a soportar tamaña injusticia, me hubiera echado a reír a carcajadas! ... y, sin embargo, soporté eso y mucho más! Tuvimos una escena espaptosa; era la primera vez que él se atrevía a acu sarme tan abierta y directamente; yo le dije cuanto se me ocurrió, incluso que me iba a ir de inmediato de casa y que todo había terminado entre no sotros...... Cuando me vio de ese modo, él aflojó de golpe; lloró, me pidió perdón de rodillas, se humilló de todos modos ... Pero yo no estaba en tran ce de enternecerme ... no era de una coquetería de que me había acusado, como lo hacía con frecuencia, era de adulterio liso y llano... estaba furiosa, indignada, asqueada... El vio que me iba ... y tomó una resolución súbita ... subió corriendo a bus car el revólver que tenía en su mesita de luz (era un revólver que había traí do de su casa unos años antes y con él hacía ejercicio de tiro todos los sá bados de gloria) y empuñándolo con cara extraviada me dijo que si persistía en irme, me iba a matar y a matarse enseguida... No tuve miedo,t tuve lástima de é l (fue por lástima que me fui dejando enca denar lentamente). Tuve lástima porque me pareció que sufría mucho y pensé que en verdad creía lo que había dicho. Reaccioné entonces y yendo hacia él de frente, exponiéndome a que apretara el disparador, entre frases de cariño, le saqué el revólver dé la mano... Cuánto más hubiera valido que me hubiera hecho matar entonces!; inútilmente detuve la tragedia durante tantos años! ... y mi hija no hubiera sido la víctima inocente!
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Le saqué el revólver de la mano y lo puse fuera del alcance de todos; sólo Iris, en quien tenía absoluta confi anza, sabía donde lo guar daba... Desde el año 1929 estaba escondido el revólver en casa! Desde entonces, en momentos de f uria, muchas veces l o buscó Lumen, pe ro sin éxito. No teniéndolo a su disposición en uno de esos momentos, pen saba yo que podía tener cierta tranquilidad, porque traerlo de afuera era te ner que vencer una resistencia más... Sin embargo, una vez creí que había comprado un arma; fue en una ocasión en que, habiéndose pasado mucho tiempo furioso, apartó una cantidad de dinero cuyo destino ignoré. Yo dor mía entonces con Halima que estaba enferma, y tenía tantas presunciones de que Lumen pudiera atacarme de noche, que, para que no me tomara dormida, ponía entre la puerta del dormitorio y la cama una serie de obstá culos... quería a lo menos estar despierta... Pero la agitación que me domi naba de continuo me tenía muy deprimi da y debilitada ... es que una tensión semejante, acaba por quebrantar la naturaleza mejor templada.
Dos meses después de la escena que acabo de relatar, vino un antiguo amigo de Lumen a buscarnos para hacer un paseo en su auto. Otras veces había venido con igual objeto antes y, aunq ue había insistido en llevarnos a todos, yo nunca había querido salir dejando que f uera sólo Lumen y algunos de los chicos; de esos paseos (hizo muchísimos sin mí en diversas ocasio nes) venía Lumen encantado. Aquel domingo cometí la tontería de aceptar... fue un momento de debili dad... el día estaba muy lindo y, además se trataba de ir a la chacra de la hermana de una de mis mejores compañeras de viaje a Europa... Cometí la tontería de aceptar, pero cinco minutos después de mi salida de casa, ya estaba arrepentida de haberlo hecho ... Lumen subió al aut o, se enf undó en su saco (cuando estaba en cierto estado de espíritu parecía jorobado) y n o desp egó tos labios en t odo el c amino. Yo, verdaderament e violenta, habl aba a media voz con los chicos que estaban conmigo detrás... Cuando llegamos, me aislé con las señoras y tuve unos momentos de tran quilidad... A la vuelta se repitió la escena a que aludí antes (pero en la chacra yo había visto a Lumen hablando amabilísimamente con todos, incluso con el dueño del auto)... Ya en casa ... fue horrible! ... Lu m e n ha bía d es cu bi er to qu ién er a la per son a a quie n hab ía re cibid o yo, en su ausen cia, el cé leb re do mi ngo de los ravioles , ... pero, además, me acusaba de haber permitido finuras del
dueño de la chacra y de sus dos hijos (Uno era de 15 ó 16 años). Quiere decir pues que, estando yo con mis cuatro hijos (el más chico ma maba todavía) y con mi marido, y teniendo además próximo a mí al que ha bía recibido en casa estando sola, había estado coqueteando con el dueño de la casa y con sus dos hijos! Cuando pienso en todo esto, y veo lo que soy, comparado con lo que era, no me extraña el cambio! yo no sé, en verdad, cómo no me he vuelto loca!
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No volví a ver al dueño del auto. Cuando venía a casa, yo no me presenta ba, y Lumen platicaba con él en el jardín, durante horas ... Un día le hice notar lo extraordinario de su conducta y comprendiéndolo él, envió a decirle a su ami go, que, cuando quisiera verlo fuera a la oficina.
Nunca más supe después de entonces de la persona en cuestión, ni nunca se mentó su nombre en casa, pero me enteré ahora con extraordinaria sor presa, que siguió yendo a la oficina, que estaba con Lumen en excelentes relaciones, y que éste, sobre lo acontecido en casa, le ha bía d ad o ex pli ca ciones satisfactorias ... Al hombre que yo había recibido en ca sa en aus en cia suya y estando solal
Como fue que Zulma y Diego se enteraron de lo que pasaba en casa Muchas veces Lumen, simplemente por el gusto de divertirse, atormentaba a Edelweiss y la acosaba corriéndola, fastidiándola, sacándole paquetitos de menudencias que Lumencito le hacía con gran trabajo. Edelweiss era muy altiva; al principio huía de él y se defendía, pero luego, al quedar aco rralada, lo miraba retadora con los ojos llenos de lágrimas, tiraba a los pies de Lumen, que quedaba riéndose, todos sus paquetitos y corría a refugiarse llorando en mis brazos o ien los de Iris. Eso mismo me hizo Lumen a mí continuamente; y así, una a una, acosada por él con una crueldad y una saña inconcebibles, fui renunciando a todas las pequeñas cosas que me causaban placer, fui tirando a sus pies, como lo hacía Edelweiss con sus paquetitos, todos mis gustos, todas mis preferen cias ... y también quedaba él riéndose y pensando a cada renunpia mía, qué otra cosa podía obligarme a renunciar ... El quedaba riéndose, mientras yo, que no tenía donde refugiarme (sabía bien lo que hubiera pasado a la más mínima queja mía) y que no quería atormentar a los chicos más de lo que estaban, seguía trabajando con el corazón apretado por la angustia.
Una vez en un momento de gran debilidad y tristeza, le dije algo a mamá. Era un lunes del año 1931; no recuerdo exactamente el mes; tal vez fuera en agosto. Lumen se había quedado en cama y, como de costumbre en esos casos, yo le había llevado la comida y los diarios, después de lo cual, ya completamente satisfecho, siguiendo su táctica habitual de ahogar en mí la más mínima manifestación de alegría o de entusiasmo, como me viera animada y optimista (yo era como aquella novia que había enloquecido abandonada por su novio en el día de la boda, y que cada mañana se le vantaba alegre y llena de esperanzas) como me viera animada y optimista,
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me dijo varias cosas llenas de crueldad; yo bajé desesperada y ya no pude comer. Llegó mamá de visita y al rato me preguntó por Lumen y quiso subir a salu darlo. Muchas veces pasaba así; la casa estaba hecha un infierno, pero ve nía alguien y todo se ocultaba y desaparecía. Ese día no pude disimular; Lumen había atacado también a ma má y no qui se que todavía mamá subiera a saludarlo y él se pasara hablando amable mente con ella como si tal cosa, para burlarse después de mí cuando se fuera, diciéndome como otras veces: “¿lo ves ? hasta con los tuyos e st oy en exce lent es r el aci on es ¿qu épo dr ías dec ir tú d e m í, qu e te cr eye ra n?”. Aquel día estaba excepcionalmente triste y lo dije a mamá: “no vaya a sa lu d a r a L u m e n, n o e s t a n b u e n o c o m o u s t e d c r e e ”. .. Eso f ue todo.
Cuan do mamá partió y Lumen supo lo que yo le había dicho (lo supo po r mí, que siempre fui recta y sincera) se levantó de la cama, y a puñetazos, como un demonio, me pegó tanto en presencia de Halima y Lumencito que llora ban desesperados, que eché sangre por la boca y las narices y me q uedó la cara completamente desfigurada .... Como para decir a alguien algo de lo que pasaba en casa. Quedé yo tan agit ada que dejé pasar una mamada a Edelweiss que era chiquita y aú n así, al día siguiente la nena estaba enferma con fiebre alta. (Era la hija del hom bre que recomendaba a los otros: “cuid ado c o n s u se ñor a qu e está a m a mantando; mire que la vida de la madre y de la criatura depen de de la tran ” ...Eso lo oía Ariel que había visto mi cara quilidad que se le proporcione
completamente desfigurada por los golpes y a la nena enferma y con fiebre)! Pero esto no quedó así: al ver Lumen cómo tenía yo la cara, temió un esta llido de parte mía (tenía pruebas contundentes a mano) y se achicó com pletamente. Se quedó en cama el martes y el miércoles (ya había pasado acostado el domingo y el lunes) pero esta vez se quedó sin comer, porque pretendía (y en eso seguía una de sus tácticas que era poner al contrincante en condiciones morales de inferioridad para dominarlo mejor) porque pre tendía, lo que no consiguió, que yo misma, en las condiciones en que esta ba, le sirviera la comida en la cama. Cuando se levantó tenía la cara desen cajada (estaba débil, tenía miedo y no había salido con la suya) pero tenía además un plan diabólico que realizó según lo supe después. Buscó a Diego (el arquitecto Noboa Courrás casado con Zulma, la hermana menor de Lumen) con el que estaba muy bien en apariencia, pero del que decía que era un compadre insoportable y un grosero con el que habría ajustado cuentas más de una vez si no le hubieran desagradado los líos; buscó a Diego, se presentó ante él con la cara de víctima que deseaba y, requerido a ello, le explicó que estaba triste porque yo lo separaba de los hijos. Mi acción había sido siempre la contraria; en todo momento cultivé y fomenté el cariño de los hijos por el padre, alabando sus cualidades, ocul tando sus defectos, disculpándolo siempre; en esa ocasión mismo, evité con gran trabajo, que Ariel, que tenía entonces catorce años, al encontrarme, de vuelta del liceo, en las condiciones en que estaba, al conocer su causa, su biera dolorido y furioso a pedirle explicaciones a su cuarto.
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La tarde del jueves, llegó Isabel a casa (la esposa de Siul). Venía porque esperaba (Lumen les había hecho creer que tenía influencia para eso) que obtuviera para Siul por intermedio del Dr. Arturo Lussich un puesto en el di rectorio de uno de los entes autónomos. Cuando Isabel me vio la cara como la tenía (ya habían pasado tres días después de los golpes) me preguntó textual: "¿quién te hinchó el ojo?”. Yo le dije que me había caído, pero ella tan no lo creyó, que trató de estar a solas con Halima (Halima es muy dulce e ingenua) cosa que yo evité porq ue me avergonzaba que se supiera la verdad. Sin embargo, Isabel, que es muy viva, no se llamó a engaño al respecto.
Pasaron dos meses; yo no sabía nada de lo de Diego, pero me mantuve apartada de Lumen diciéndole que no podía soportarlo más, que pidiera di vorcio, que en las condiciones en que estábamos eso era lo único digno. El se pasaba visitando a la familia, haciéndose el triste y débil, otra de sus tácticas para enconar a los otros contra el contrincante. En casa se humilla ba de mil maneras tratando de enternecerme y de desarmarme ... Entonces supe lo que le había dicho a Diego y, furiosa por la calumnia, ie e x i g íque trajera a casa a Zulma y a Diego para desmentirse ante ellos y ante mí. Después de los dos meses de separación pasados; tai vez al verme tan fu riosa y desesperada, no se atrevió él a resistirse ... Fue a casa de Zulma y después de hablarles de lo que quiso y de darles las explicaciones que le vinieron en ga na, l legó con ellos a casa ... Y aquí el asunto varió de aspect o, porque ante mí, no hay engaño, ni insidia ni murmuración, ni chisme, ni ca lumnia, que resista ... Yo digo la verdad, lo que yo digo es lo justo y el que me oye queda convencido de inmediato. Zulma y Diego vieron nuestra vida reproducida en pequeño ... lo vieron a él, temeroso de lo que yo pudiera de cir, pendiendo ansioso de mi palabra, ora tiernísimo, ora furioso y agresivo y me vieron a mí, seria y triste, rechazando sus caricias, pues no era así, con besos y abrazos, como podría arreglarse de verdad nuestra situación.
El nunca les perdonó su actitud conciliadora. A Diego le tomó un odio tal que cuando en su aniversario de 1934, le recordé la fecha, como lo hacía siempre que cumplía años alguno de su familia, para que fuéramos a salu darlo, me dijo terminantemente que no; y el último día, me declaró, entre otras cosas, que el contacto con Diego le era completamente insoportable. Sin embargo, Diego creía que Lumen le quería mucho pues con él era muy amable y cariñoso.
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Cuánto rabió Lumen, por haber traído a casa a Zulma y a Diego! "P e n s a r que yo m ismo los traje!” decía. Porque él trató siempre de evitar que yo ha blara ante otros; él sabía bien que lo que yo decía no se podía rebatir! Para que nadie me oyera, recurría a cualquier treta. Recientemente, estando Siul en casa, al ver que yo aprovechaba su pre sencia para poner las cosas en claro, le dijo: “vámo no s a la c al le; tú no es tás acostumbrado a estas e s c e n a s Estaba acostumbrado a otras; por ej. a que una sirvienta protestara a gritos y que un hombre que blasonaba de austero y fino, le dijera a la madre: “no ha ga s ca so ma m á, est á min ti end o, eso e s lo que ella quisiera
Otra cosa, además, le dijo a Siul aquel día, fiel a su táctica de ocultar las verdaderas causas de nuestra discordia presentando otras que pudieran enojar al tercero: “mira, l e dijo sacando d el bolsillo un as cart as de la m am á, que yo guardaba po rqu e en ellas había frases que a poya ba n po r complet o mis que jas y mi s prot est as y que é l había rot o es e m is mo día, mira , m e ha roto e sta s cart as d e m a m á”.
“M a m á” ... En casa delante mío, dos meses antes de su muerte, rodaron de sus ojos lágrimas silenciosas; “te empolvas co mo una prostit uta" le dijo du
ramente ... Yo comprendí bien esas lágrimas que la angustia y la indigna ción hacían brotar ... tantas veces había llorado yo por causas semejantes!
“M a m á” ... Cuando yo aprovechaba para defenderme frases suyas, me de cía Lumen con desprecio: “mam áera una po bre mu je r de po ca int eligencia; su opinión nada representa para m r.
Lumen no quería “escenas” ... prefería actuar solo, solapadamente, y, qué bien manejaba las debilidades y defectos ajenos para servir sus propios in tereses! .., Indignar a alguien contra otro, fomentar la envidia o el encono, le era tan fácil, cuando podía actuar libremente! ... Me decía: “los t omo com o instrumentos para m is fines contra ti; un hombr e inteligente co mo yo, sabe manejar a los otros como se hace con los peones en el ju ego de ajedrez *
Esa era otra de sus tácticas; una vez en la oficina tuvo una cuestión seria con un superior; éste, más fuerte que él, estaba tan enojado, que todos da ban por seguro un incidente personal... no hubo tal cosa ... Lumen estuvo tan suave cada vez que se encontraba con aquel, que el choque violento fue imposible ... En cambio actuó indirectamente: le dijo a un subalterno: “Fulan o dijo que su abuelo había ro bad o los ca mp os qu e us tedes pose en en ...” a lo que contestó el aludido: “si se d escuida Fula no, le voy a romper los dientes ” (Acabo de enterarme de que la amenaza se hizo realidad y que el mucha cho azuzado se fue a golpes contra su superior y lo hizo rodar varios esca lones ...)
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El muchacho hubiera podido ser víctima de una reacción violenta, ... mien tras que el que “manejaba l a piezas de ajedrez” seguía, sin peligro, desem peñando su papel de “dignísimo caballero”.
¿Qué podía hacer yo contra tales armas? Si hubiera tenido mi tiémpo libre, habría podido anular cuanto fraguaba contra mí, pero estaba absorbida constantemente por preocupaciones que no podía eludir. To do el peso de la casa descansaba en mis hombros y en el momento en que tal vez me hu biera rebelado, la fiebre de un chico o un motivo de zozobra cualquiera, me volvían a la realidad y a mi puesto déSísif o en su eterna lucha.
La puerta del fondo Después de la escena presénciada por Zulma y Diego, Lumen modificó su táctica. Segur o hasta entonces de que por vergü enza y para guardar por los chicos la apariencia de un hogar feliz, yo no hablaría de lo que pasaba en casa, no había contado con la desesperación que me dominaba a veces, que podía hacerme estallar y que al descubrir lo que aquí se ocult aba, haría derrumbar como un castillo de naipes, su reputación de hombre bueno, tan pacientemente formada durante años. Se reconcentró en sí mismo, como siempre que tenía que elaborar un plan muy serio contra otro, y buscó cómo evitar aquella posible alteración en su programa. Y la solución no tardó en presentársele. "Olvidó ha cer se s im páti co” me dijo un día tratando el caso de un maestro a quien atacaba la opinión pública. Así él empezó a cultivar con un ahínco extraordinario, y pasando a veces verdaderas humillaciones, el arte de ser amable con todos. Atenciones, finu ras, servicios, alabanzas, consejos, todo lo prodigó a manos llenas y sin re táceos. Frenando su carácter poco paciente, y agresivo, soportaba con mansedumbre aparente, bromas que a veces lo ponían fuera de sí y que hacían que en ca§a se desahogara violentamente contra tal o* cual persona (Por ej., contra su jefe, de quien decía que le había robado la idea de utilizar la fotogrametría en nuestro país, y que ya lo iba a conocer algún día; o con tra su compañero de despacho en la oficina, de quien declaraba que era un idiota del que nunca se podría sacar nada bueno) Pero con t odos estaba en excelentes relaciones. En el barrio seguía la misma conducta; su amabilidad, que siempre había sido marcada, se acentuó más aún, y no hubo cosa que no hiciera para atraerse la simpatía general. Todos los que hablaron conmigo últimamente me han dicho lo mismo: “nu nc a h ab ía e st ad o t an co r tés co m o a h o r a ”. Pero el plan, a seguir tenía dos aspectos: por un lado él, haciéndose centro del aprecio, de todos; por el otro yo, apareciendo como una persona rara, huraña, poco f ina y sin educación.
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Y así, la táctica de aislarme que había seguido conmigo con todo éxito, evolucionó sin disimulo hacia el secuestro absoluto. Ya no recurría a tretas para separarme de todos; sin pudor alguno me exigía por completo esa se paración. Y las acusaciones más. abominables, las suposiciones más soe ces, me of endían de continuo. Y no es que él en verdad pensara nada malo de mí. El me conocía mejor que nadie, y más que nadie, me apreciaba también; él me sabía i ncapaz, no de un acto repudiable, ni siquiera de un pensamiento impuro; si él hubiera tenido la más mínima sospecha en ese sentido, me habría matado en el mismo instante ... El me conocía bien ... pero sabía que a sus acusaciones, mi altivez iba a responder siempre de la misma manera ... iba a responder no resistiendo al mal, renunciando, como el gavilán del cuento, a cuanto pu diera dar lugar a que se exa spe rara;... y sin pudor, como decía antes, desa rrollaba su plan envolvente contra m í... sin darse cuenta de que, al hacerlo, se iba degradando poco a poco. “Si tú saluda s a tas vecinas, yo me les met o en su casa y arm o al líun es cándalcT. “No quiero que vayas a despedi rme a l port ón; lo que tú busc as es la ocasión de ver a la gente que pasa ”. “A/o me gusta que salgas a recibir a los que vienen a casa; una m ujer de c e n t e n o s e p r e o c u p a d e n a d a d e l o q u e s e r ef i e re a l e x t e r i o r. "Si te saluda alguien al pas ar , no contest es; es una falta de respeto de parte de los qu e lo hacen, a qu e tú das luga r po r tu mod o de set*.
Todo eso y mucho más, oí y toleré yo sin rebelarme ... mientras Lumen se guía muy tranquilo, pues había hecho de la casa aquella caja famosa en la que me decía antes, querría encerrarme para que f uera sólo de él.
Así las cosas, el nene, perdió una tarde una pelota que había saltado la pa red del fondo; yo la recuperé al día siguiente, mientras limpiaba la puerta que da a Catalá, de manos de una vecina. Lumen lo supo ... y se puso de nuevo como sobre ascuas. La puerta del fondo! ... El no había pensado que por allí podía alguien verme y conocer me! ... Desde entonces aquejla puerta fue su obsesión constante y, para todos un nuevo motivo de preocupación. Llegó el 15 de marzo de 1935; era el cumpleaños de Halima; lo vimos llegar sin alegría porque si empre en esos días de fi esta, pasaba algo grave en ca sa. De noche hicimos una fogata con unas ramas secas que había guardado para tal fin ... Después me dijo Halima: “ma má, ¿qu ie re s q ue abr am os la ?” ... puert a del f ondo para ver desde a h íel tablado de la calle Cád iz Mis pobres hijos! allí donde todos los niños, pobres y ricos, se divierten en carnaval, estos niños míos, consideraban una gran expansión, casi un deli-
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tot ver, a una distancia de más de 250 mts., el mísero tablado de un barrio pobre! Y eran hijos del hombre que se presentaba en el exterior como excelenté y amantísimo padre! Le.di permiso a Halima para que abriera la puerta y allí fueron los chicos; también fue Lumen, que inspeccionó detenidamente todo y saludó, con mu cha finura, a unas señoras vecinas. Después, mientras yo que no había terminado de freír unas papas empezaba a zurcir medias, él se fue a acos tar. Al rato me dijo Halima: "mamá, no h ay nadie en la calle (la calle Catalá, a la altura de nuestra casa, está cortada y es un verdadero remanso); todos es tán en e l t abl ad o , ¿qu ieres que ande un mo mento en bicicl et a?” Era el cum pleaños de Halima ... yo accedí mandando a Iris y Ariel para que la vigilaran. Al dar vuelta patinó la bicicleta y Halima se dio un gran golpe; Lumencito vi no a decírmelo corriendo y yo dejé de coser presurosa. Pero no había llega do aún a la puert a, cuando vi a Lumen que, apareciendo desnudo, me decía a gritos, como si estuviera loco: “¿tú qu er ías sa li r a la ca ll e?; t am bi é n vo y a salir yo, cont igoa.
Me quedé aterrada; qué vergüenza! a duras penas impedí que saliera y, va liéndome de cuanto recurso encontré a mano, conseguí llevarlo a la cama; en tanto. Iris y Ariel se ocupaban de la nena que lloraba desesperada, no por el golpe que había sido grave, sino de miedo. Y ... así terminó, como tantos otros aniversarios, el cumpleaños de Halima ...
Después de eso, quise ver yo en qué quedaba el asunto de la puerta y un sábado de tarde mientras él paseaba por el fondo, la abrí para barrer; ... fue formidable! Simulando un ataque de locura, dijo que iba a destruir cuanta cosa había en casa. Cuando llegó al cristal del reloj de pie, al que ya había dirigido un puñetazo, se miró la mano y, pensando tal vez, que se la iba a destrozar (a semejanza de aquel loco de Cervantes cuando decía al ver un perro, después de haber recibido la paliza, “guarda, éste es podenco") dejó el reloj de lado y, tomando una hermosa porcelana la destrozó con estrépito contra el suelo. Yo lo calmé también esta vez y, desde entonces no se abrió estando él la puerta del fondo (sólo por gran necesidad y con gran espanto de Halima y Lumencito, se abrió en alguna ocasión estando él ausente). Una nueva conquist a para Lumen, y para mí una humillación más.
“Para otra vez, t e vo y a ro mp er Ruth, m e dijo cínica ment e alu dien do a u na esplé ndid a porce la na c on m arco bronce, que t raje de Florenci a. ¡Quie ro qu e esté s bien con vencid a que no me detengo ante nada, cua ndo algo se opon e a m i voluntad?'.
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Yo quedé más triste aun desde entonces; veía que el círculo de hierro se iba estrechando, estrechando... No me importaba el encierro en sí; yo no me aburro nunca en casa. Cinco vidas simultáneas podría desarrollar si dispusiera de t iempo. (Yo me pasaría todo el día cuidando y enseñando a los chicos; o cultivando plantas; o le yendo; o haciendo labores; o dedicándome a los trabajos domésticos y a arreglos de albañilería, barnizado o pintura). No me importaba estar encerrada; lo que me indignaba y entristecía tanto, era que Lumen me lo impusiera en una forma tan brutal .y recurriendo a me dios tan viles; y la certeza de que tenía que soportar tamaña indignidad o decretar con mi rebelión la destrucción total dél hogar de mis hijos.
Estás como en un brete Fue un día rico en acontecimientos. Era un sábado de setiembre u octubre de 1935. Como siempre que Lumen tenía que ir a la oficina de mañana^ yo lo había despertado, le había llevado una taza de chocolate a la cama y lo había mimado para que se resolviera a levantarse. Una vez pronto, serían las 11 (iba a la oficina sólo a firmar) me dijo muy risueño: ¿Sa b e s q u e m e dijeron en lo de No el a q ue tú le dijiste un día, que est aba mi nad a po r la en fermedad?
Quedé estupefacta; la única vez que discutí con Noela (está relatado ya este episodio) fue a mediados de 1932; después de ésto sólo la vi tres ve ces; dos a raíz de la muerte de Edelweiss en enero de 1933 y otra, la última, el 15 de marzo del mismo año, día del aniversario de Halima. En esa época Noela estaba muy bien y en esas tres últimas visitas que nos hizo se fue de casa con el mejor humor, figurando después su nombre muchas veces en fiestas y reuniones. Le dije a Lumen: *sa bes q ue no e s cierto, ¿q u édijist e tú?” —"N a d a “¿N o me def endist e?" —‘N o, eres un contrin cante de ma sia do temi ble para qu e yo com et a la to nt ería de darte fuerzas. Cuando l os otros te atacan, me ahor ran trabajo; lo que ellos hacen, no t engo que hacerl o yo".
La indignación me sofocó: fui a la mesita de luz donde sabía que Lumen te nía guardados unos versos pornográficos cuya letra, además, probaba a las claras lo que significaba yo para él y le dije: voy a mandarles a tus herma nos estos versos por correo para que los comenten al mismo tiempo que aquello. Todavía en son de broma Lumen quiso sacarme los versos de la mano, pe ro yo no se los di, cosa que nunca hubiera hecho estando él enojado, pues me repugnaba descender- a las escenas de violencia en las que él estaba como en su elemento y además, porque sabía que a la más mínima resis tencia él se ponía como loco y tiraba a matar sin importársele de nada, co mo pasó el día en que, sólo porque Iris m¿ apoyó mientras yo decía, des pués de haber sido golpeada, que había que pedir divorcio, le rompió del primer puñetazo, el caballete de la nariz.
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Después de esto, Lumen se fue a la oficina, de donde volvió al poco rato, pero ya con la expresión de los malos días y, con una calma horrible de ver, empezó a revisar, los armarios y cajones tirando al suelo cuanta cosa lo molestaba. No encontró los versos (que yo había quemado porque teñía más interés que él en que nadie los viera) pero encontró en cambio unas cartas, unas de la mamá, otras de él, otras mías, que yo guardaba porque en ellas había frases que me apoyaban en las discusiones, probando que había tenido con su madre choques de análoga índole a los que tuvo después conmigo. Las leyó con expresión siniestra y luego las fue rompiendo una a una, lo mismo que un dibujo hecho a pluma por él, en que se representaba a sí mismo cuando andaba en camisón corto por la casa de la calle Estomba. Después de esto almorzó y se fue a leer al jardín. Más tarde llegó Siul que me encontró muy triste zurciendo medias sentada al sol al lado de la puerta del cuarto de dibujo. Llevada por mi carácter inca paz de tener nada oculto, abordé enseguida el tema de la calumnia en que querían envolverme; Siul no dijo nada, pero Lumen, terciando en el asunto, sacó del bolsillo los fragmentos de las cartas que había roto y le dijo a Siul: “No le ha ga s ca so , mira, me rom pi ó las cartas d e m am á”. Entonces dije yo: “quécalu mni a!; Lume n recurre a cualquie r treta pues tiene unos cel os br u respondió Siul “yo ta les y ca da día m e aísla más; ¿t e p ar ec e b ien es to ?” Y no m e meto en nada ”.
Entonces Lumen, tomando por el brazo a su hermano, lo llevó hacia el por tón diciendo: “vámo no s a la ca ll e; tú no est ás acost umb ra do a est as es ce Pero no se fueron tan pronto como para que Siul no oyera que yo le nast” decía a gritos: “yo quiero el di vorcio; dile a Lum en que pida el divorcio; pr e fiero vivir en un ranch o de latas y lava r pisos todo el día a suf rir las humil la cio ne s d étoda índo le que est oy soport an do".
¿Por qué no se quedaron en casa para que ventiláramos entre los tres lo que hubiere al respecto y prefirió Lumen tratarlo a solas, sin mí?; como siempre, tuvo miedo de que yo hablara y recurrió a un gran recurso para im presionar a Siul: “mira, me rom pi ó las cart as d e m am á”. Pero yo guardo los fragmentos de las cartas y del dibujo rotos y puedo pro bar con ellos a la vista que entonces, como siempre, fui cobardemente ca lumniada. No sé lo que Lumen contó a Siul aquella tarde, pero de vuelta del paseo, al que había ido sobre todo asustado, estaba tranquilo y tenía un resplandor maligno en los ojos. Yo le dije: “esper o que aho ra esta rás decid ido a pe di r divorci o y qu e Siu l de spu é s d e h abe rme oído te lo ha bráaco nse ja do a s r . — “Te equivocas, m e contestó; Siul opina que s o y un estoico, que el divorcio no m e con viene pue s m e desprestigiaría por complet o; que lo me jor es a c tuar desde adentro sin que la cosa t rascienda y meter a todo el mund o en " y luego, variando de tono, y co n risa, un zapato, qu e es lo que vo y a hacer ” Luego co agr egó: “estás como en un brete, compl eta ment e a mi mer ced
mió con apetito y se fue a acostar.
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Cuando a mi vez fui al dormitorio, pretendió abrazarme. Yo le dije: “¿cómo, ; él me calumniaste e injuriaste ante SiuI y a hora me vienes co n ca rici as?” me contestó: “¿qu étiene que ver una cosa co n ta o tr a?” . .. Sólo le respondí con la mirada ... entonces él tomando una relojera que tenía en su mesa de luz, sin hablar, para que no oyeran los chicos, fieramente, me dio con ella muchos golpes en la cabeza ... yo los recibí, también por el mismo motivo, en silencio ... pero le dije después:- “me rebajan m en os tus golpes, q ue tus besos”.
Después de este díá, Lumen entró en un período de exasperación horrible en que en casa no se dormía ni se comía, en que todos estábamos deses perados y en que él pasaba de un acceso de rabia espantosa, a un desbor de de furiosa pasión, cosas ambas que yo tenía qu e soport ar por i gual. Fue entonces que compuso unos versos horribles ilustrados con dibujos de igual naturaleza que yo temí que hubiera visto Ariel, y fue entonces también que me escribió un soneto acróstico. Este soneto, lo último que escribió para mí, tiene el mismo estilo que lo que me escribía cuando éramos novios, el mis mo de la carta de diciembre de 1932; lo que prueba que, a pesar de lo acontecido en estos veintidós anos, a pesar de lo que decía, tuvo siempre por mí el mismo sentimiento, y que fue la exasperación de ese sentimiento, manifestada a través de los distintos aspectos de su carácter, lo que lo llevó a los extremos que.tanta desgracia nos ocasionaron.
Los tres hermanos de Lumen oyeron de mis labios y pronunciada con de sesperación infinita, la misma frase: “yo quie ro q uéLum en pid a el divor cio”. Zulma la oyó en 1931 cuando, llamada por mí, vino con Diego a casa; Noela en 1932, en la discusión a que ya hice referencia, y Siul al final de 1935, cuando estábamos ya en plena tragedia ... Sólo a ellos, los hermanos de Lumen, me quejé ... me quejé a los que podían ayudarme actuando sobre Lumen, cuyas características tan bien conocían ... Siempre procedí con sin ceridad y buena fe; en cambio él me traicionó de continuo. Yo me quejé a sus hermanos; él, mientras me denigraba ante ellos, estaba con los míos tierno y cariñoso. El me puso mal con su familia ... los míos lo querían, y lo ayudaron en toda forma siempre que fue necesario ... En todos los ensayos de arreglo, lo que yo buscaba era la solución que nos trajera a todos la paz ...él, en todos los aspectos del problema, sólo veía una solución ... i
“Si dices algo de lo que pasa en casa, ...te m at o”. “Si prete ndes separarte de m ípo r cua lqui er medi o, te ma to ”. “Si consul tas a u n mé di co, lo mat o y ... te ma t o”. “Si viene el comunismo, al prim er indicio de de sorden, ante s q ue a lguien se apo der e de ti, ...te m at o”. “En cualquier conflicto po r causa de una mujer, lo me jor es suprim ir la causa del conflicto; yo, en un caso así, corto po r lo sano y ... te m at o”.
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Y oyendo por radio una copia gitana de amor y celos, me decía: "¡Cómo com pre ndo yo esto !: yo te necesito y te daría m u e rt e ;... te ad oro y te aborre zco ; ... te mata ría y, a unqu e lue go sufriera mi l torme ntos , si resuci tar as, t e mat ar ía otr a ve z”.
Te adoro y te aborrezco. Alrededor de ese par de opuestos giró toda la acti
vidad de Lumen últimamente; ya al final, sólo buscaba la mejor manera de ponerme en completa seguridad ... realizando aquello que tantas veces me dijo: “te quiero de tal mo do, que querría que n adie supi era que existes; yo te encerrar ía en un estu che don de na die pudiera verte ja más".
Lumen decía que el que tiene que actuar en sociedad, tiene que conocer a fondo los códigos, y en casa están, adquiridos por él que estudiaba deteni damente los puntos que le interesaban cuando tenía que hacer algo, los có digos, rural, civil, y de procedimientos. Ahora sé que también había estudia do otro código,{sic, la frase termina con una coma) Una noche en Noviembre último, me desperté con el llanto de Halima que estaba en plena pesadilla; me tiré de la cama y yendo donde estaba la ne na, “¿qué te pasa, le dijé, qué tienes?” —"Ay, m a m á, s o ñéqu e e st abas mue rt a, qu e pap áte ha bía ma ta do ”. —*qu éto nt er ía, ¿n o ve s que est o y aq u í? du é rm et e Hal im a ”.. .. y la tapé y la besé y la dejé calmada.
Al encender la luz en el dormitorio para ver la hora, noté que Lumen no se había acostado todavía ... Me sobresalté de nuevo y, asociando la pesadilla de Halima con lo que había pasado una vez en que, habiéndose quedado Lumen hasta tarde abajo, echó al día siguiente polvos hormiguicidas en el plato de Ariel creyendo que era el mío, quise ver lo que hacía. Bajé y lo encontré sentado en el escritorio leyendo con gran atención un li bro de tapas rojas blandas. Al verme, se levantó y guardando precipitada mente el libro entre la cintura y el pantalón, se adelantó hacia mí y me abra zó con cariño. Yo le dije: "¿no te acu esta s?” - "sí, v o y en s e gu i d a ”. Al qui tarse la ropa, sacó el libro y lo puso debajo del colchón. Le pregunté:" "¿qué libro es es e?” —“un libro que trata de cuestione s sexu ale s ¿qu ier es ver lo?” Lo creí; poco tiempo antes, había hecho lo mismo con un libro del Dr. Marañón que había sacado del escritorio del ayudante y que también trataba de cuestiones sexuales. Le dije que no me interesaba ... él bien sabía que yo pasaba por esas cuestiones como por sobre ascuas, pues no quería avivar más de lo que estaba, la hoguera que lo consumía. No supe más del libro; ni estaba bajo el colchón al día siguiente cuando deshice la cama, ni lo vi ya a Lumen con él ... y no pensé más en ello, por que estaba acostumbrada a que Lumen anduviera siempre cqnJibros..que trataban el problema sexual y se abstrajera y consultara con ellos, de modo que creí lo que me dijo, y además, porque muchas otras cosas graves pa
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saban entonces en casa, que me tenían completamente preocupada y aba tida. Pero el sábado de esta semana de turismo, yo bajé de noche tarde a cerrar una ventana que se golpeaba y al ver en el escritorio el libro de tapas rojas blandas, sentí como un choque eléctrico ... era el códi go penal que Ariel ha bía traído prestado ... y era el mismo libro que Lumen ahí eñ ese mismo si tio, estaba leyendo, completamente abstraído, cuatro meses antes, a las tres de la mañana, mientras todos dormíamos. Ahora comprendo en toda su amplitud el significado de aquellas frases que tanto aterraban a los chicos: “todo lo tengo pensa do; te vas a estrellar contra mí, co m o contr a u na r oc a *
Si Lumen nos hubiera matado a todos la última noche como se lo proponía, lo tenía todo tan bien pensado, que ya estaría en libertad, convencido de que no se equivocaba cuando me decía: “en este m und o lo q ue importa es, no ser, sino parecer; yo no s oy pero pare zco".
Iris El último día Cuánto lloré cuando murió mi Edelweiss!; lloré tanto, que se me llenaron los ojos de ampollas; murió tan de repente, que me quedó la impresión de qué me habían robado a mi nena. Lumen, al ver que mi dolor me tenía ausente, me decía enojado: *!me re cer ías pe rd er lo s hi jos q ue te que da n? y al decirle yo “¿ tú me los s a c a r ía s ?’, me contestó él: usí, yo te los sa car ía pa ra tener te sólo par a m r . Sólo para él!; si no hubiera tenido estos hijos por los que sufrí tanto, no hu biera habido fuerza capaz de retenerme a su lado y, hasta hubo veces en que, pensando con horror en la vida que hacía y si había en el mundo quien, aún mis hijos, tenía derecho de exigirme un sacrificio semejante, viendo ce rradas todas las puertas de liberación, cuando Lumen me amenazaba de muerte, ya olvidada de todo, deseé intensamente que se decidiera de una vez y que eso concluyera al fin, para siempre. Quien apaciguó mi dolor después de la muerte de Edelweiss, fue Iris. Con dulzura, amorosa y firmemente, supo hallar las razones que me trajeron paz y consuelo, supo devolverme reforzadas y seguras, las enseñanzas que yo le había dado en épocas de grandes esperanzas y de fe ... ella me trajo paz y consuelo ... ella ma (sic) fue sosteniendo y animando ... ella me habló de los chiquitos que quedaban y que necesitaban de mí ... Siempre, en todas partes, veía sus ojos tiernos y serenos que me seguían y alentaban ... Ella no lloraba, ella cuidaba a los chicos, ella atendía todo lo que descuidaba yo Pero, muchas veces, a altas horas de la noche, me levantaba a consolarla a mi vez, porque, a pesar de que se tapaba completamente, oía sus sollozos
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desgarradores! Ella adoraba a su hermanita, había sido un poco su madre, y la había visto morir ... Pobrecita mi Iris, tan querida! Al verla' tan buena, tan sensible, tan amorosa, tan comprensiva, muchas veces le dije: *Cuánto vas a ten er que sufri r en la vida!”
Siempre fue así; tan lejos como vaya en mis recuerdos, desde que empezó a comprender, la veo igual: un tesoro de ternura, de inteligencia y de docili dad. Iris era de chica, una linda nenita tierna y alegre. Siempre estaba alrededor mío jugando o ayudándome y haciéndome mil preguntas. Unos preciosos ri zos, rubios y sedosos, encuadraban muy bien su carita risueña y expresiva. Con las flores de! terreno, (elegía las más chicas y modestas) tejía hermo sas guirnaldas que colocaba en sus cabellos; y, así, coronada de flores, descalza y con las ropas sueltas, parecía una pequeña dríada correteando entre las plantas. Lumen me decía: “est ás enva ne cid a co n tu hij a * yo le tomaba a broma por que no concebía entonces que se pudiera tener celos de una hijita ... pero un día, después de una discusión violenta, Lumen la llamó a Iris que estaba muy asustada y le cortó los rizos con una tijera grande ... Yo los recogí del suelo muy triste; los guardo aún; unos largos, otros cortos, son la prueba evidente de la manera que fueron cortados. Iris tenía a la sazón seis años. Desde entonces no se ponía f lores en la. cabeza sino cuando estaba sola conmigo y en cuanto Lumen llegaba se los (sic) quitaba temerosa. Era, muy trabajadora; de actividad múltiple, lo mismo arreglaba un aposen to, que hacía una limpieza, que preparaba una rica comida, que trabajaba un cantero del jardín. Cualquier tarea que emprendiera, ía hacía con cariño y a la perfección. Le gustaba mucho confeccionar trajes y como no disponía de género, con papeles de diarios y tomando a Ariel, que con gran manse dumbre se prestaba a servirle de maniquí, lo vestía de diversas maneras. Y combinada esta tendencia con sus aficiones mitológicas y así me traía al nene representando a Marte, Cupido, Júpiter, Apolo ... Muy observadora, se pasaba las horas enteras mirando las plantas y tos animalitos del jardín sobre los cuales ha hecho estudios interesantísimos y completamente personales. Cuando nació Ariel —su hermani to- ella, la mimada, la única, le cedió es pontáneamente todas sus prerrogativas; para Iris no existió más que Ariel y, alrededor suyo, gritó tierna y solícita: “el ne ne !” me decía brillándole de amor los ojos, “el ne ne !"y en esa palabra ponía un mundo. Qué dócil, qué suave, qué obediente!; qué alegría a cada manifestación del chiquito! Se pasaba las horas a su lado cuidándolo y entreteniéndolo. “Mamá, me dijo un día, radiante de alegría, el nene m e hizo un a caricia, ... si n la s u ñ a s..”.
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Después vino Lumencíto, el nene que se nos fue a los ocho meses en una noche desgraciada y luego Halima que tanto trabajo me dio con los conti nuos ataques debido a los horribles disgustos que yo pasaba y que se re flejaban en mi sangre y en mi leche. Iris siguió igual; más grave, tal vez y menos juguetona, pero siempre a mi lado y junto a sus hermanos, atenta, suave, solícita, ti erna... Desde muy chica, su inteligencia se reveló brillante; a los cinco años, sin que yo me hubiera esforzado en ello, sabía leer todo el libro de primero de Rgueira; muy pronto, después, leía corrientemente cualquier cosa y al ver con qué avidez lo hacía, eliminé de la casa todos los libros que consideré podían serle perjudiciales. Fue así, que se leyó el Quijote, La Odisea, el Telémaco, libros de la India, del antiguo Egipto... Cuando leyó el Quijote era tan pequeña, que no podía cargar sola el libro, que era pesado, y hacía que yo se lo pusiera en una silla al lado de la cual ponía otra chiquita para sentarse ella. Y, cosa sorprendente! lo comprendía por completo y festejaba sus ocurrencias con grandes ca rcajadas. Cuando leyó los libros de la Grecia antigua, del Egipto y de la India, me de cía: “No pu ed es i maginar te, mam á, qu éf amili ar m e e s to do e st o”. No fue a la escuela y, aunque yo no tenía casi tiempo para enseñarle, muy pronto dominó las ideas generales, los conocimientos claves que sirven de base a todos los demás; y, sólo con eso y con un año cursado antes de su ingreso al Instituto, pudo ser la alumna ejemplar que se ha conquistado la estima y el cariño de todos sus profesores. Y mientras tanto, los años fueron pasando, y con ellos aumentó la tensión horrible que nos llenaba de angustia a todos ... Dos nuevos hijitos llegaron: este Lumencito que tengo ahora, y Edelwéiss, la preciosa nena, espléndidamente dotada, que se me f ue en un at aque ho rrible a ios dos años.1De todos mis trabajos, de todas mis fatigas, de todas mis penas, de todas mis continuas luchas, jris fue ]a_compañera constante^ ... Ella fue viendo como, después de resistir valientemente muchos años, fui cayendo y perdiendo la fe y la energía ... ella fue viendo como, poco a poco, todo se iba desmoronando en casa ... Y ella luchó a su vez y me alentó, y me sostuvo; soportando, y de qué ma nera! su trabajo en el Instituto, me ayudaba y me cuidaba en casa ... Pero su carácter se iba modificando ... y a todos llamaba la atención esa chica tan triste y tan sería ... Después, en estos íntimos meses, la tensión llegó a su colmo; me acosaba Lumen de una manera tal, eran hasta tal punto categóricas sus amenazas de muerte, que todos tenían un miedo horrible y Iris no quería salir si no dejaba a Ariel a mi lado. Halima estaba expuesta, dada su naturaleza ipersensible (sic), a un ataque de locura; estaba mareada conti nuamente y devolvía cuanto comía; Lume n-
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cito aterrado, ya no jugaba más y no se movía de mi lado ... era horrible! ... Desde hace unos meses, todos estábamos agotados y desesperados ... Llegó el período de exámenes. Iris estaba tan nerviosa y tan débil, que era un espanto. Yo viéndola así me sentía decaer más y más. La pobrecita no comía, no dor mía, no estudiaba... Y sin embargo daba sus exámenes... Qué ho rr or !... y, qué baldón para l os padres!
Aquel día, el último, Lumen llegó extraordinariamente excitado. Yo lo vi raro y lo miré fijo a los ojos; él también me miró; aquella mirada, fue horrible!... sto , se co nc lu ye "Ya vas a ver, m e di jo; é ” Después, me pidió el diario, que yo había apartado con el deseo de que no lo viera pues traía el relato de un espantoso crimen por celos; almorzó, y se fue al jardín a leer... Yo, presa de un terrible presentimiento, fui a observarlo por la ventana del cuarto de trabajo ... y vi que, sin leer nada de lo referente a la guerra ítalo-etíope que tanto lo apasionaba, pasaba a la página que trataba del asesinato de la esposia del polaco, y que leía, y que miraba las figuras, y que p en sab a,... y que se re ía! ... Qué horrible! Fue pasando la tarde; por hacer algo, por sacudir la espantosa tensión en que me encontraba, fui al jardín a regar ... él iba de cuando en cuando a mi rarme; y, cómo lo hacía! Bromeaba con Halima y entonces Halima haciendo arcadas, lloraba deses perada ... El nene parecía un fantasma, tan pálido y abatido estaba! ... Ariel estaba en su cuarto; yo lo había mandado, como siempre tratando de ais larlo; ... tenía miedo, de que se diera cuenta cabal de lo que pasaba! Cuando dejé de regar y volví al jardín, Lumen me llamó y me dijo: “mir a, h e resuelto qúe consideres el terreno como si fuera la calle; en consecuenci a, de a qu íen adelant e, no quier o qu e salgas de la casa par a na da . Y Siul está con mi go; esta ma ñ ana m e acon sej ó: “imponte, no t e dejes d om in ar ”
Cómo estaba! tenía los ojos inyectados en sangre,... y se sonreía!... Yo le dije que se calmara; que viera que todo eso era inicuo; que tuviera compasión de nosotros; que viera como estaba yo; que viera como estaban los chi cos ........... Todo inútil!; se fue exaltando, y, ya sin reírse, me dijo que aceptara, o que me mataba; ... yo me aparté desesperada viendo claramente que el fin se acercaba, que Lumen estaba decidido, y que la imposición era ya sólo un pretexto. En eso llegó Iris; serían las seis y media (varios profesores la vieron en el Instituto a las seis) saludó a Lumen que había salido al jardín y que la mira
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ba de ese modo horrible que tuvo toda la tarde del últ imo día y vino a darme un beso; yo nada le dije, pero vi enseguida por su acti tud abatida, que com prendía que algo muy grave pasaba. Le serví la comida y fui al cuarto de trabajo. Lumen ya no estaba allí; después que pasó Iris, le dijo a Halima: “¿qu éte par ece si hiciera saltar la casa con una bo mb a de dinam ita ?* y
mientras Halima quedaba aterrada, él, como siempre que algo lo agitaba intensamente, {lo que prueba quéseria era su a m en aza ) , se fue muy apura do al éxcusado y, como lo encontró ocupado, tomó un servicio y, corriendo, fue al fondo a desocuparse. Una emoción o una determinación violenta, lo descomponían de inmediato. Poco después, volvió al cuarto de trabajo. Con qué aspecto! y, aunque traté de distraerlo,, me planteó de nuevo el terrible dilema: “o ce de s o te mat o”. — nt at e, t e dije, c álmat e”. —"A/o, no m e sien to , con t é st a m e”. *si é Quise calmarlo como otras veces lo había hecho, eludiendo la cuestión, pe ro sin resultado. Violentamente se cambió el saco y apartando a los cuatro chicos que esta ban angustiados en la puerta del cuarto de trabajo, me dijo: “ya vas a ver si se hace o no lo que yo quiero”. . ....... “Lumen , ven, no te va ya s * le dije; él volvió hasta donde yo estaba, pero, súbitamente, partió de nuevo, “Espé ra m e, al ca nc éa decir le aún, y o vo y con t ig o”. — “No, n o; me vo y solo; pe ro estáte tranquila, pront o vo y a vol ver ... (Las comillas no están cerradas) Y en la escalera me gritó: “ya lo sabes, pronto vuelvo; voy a pre pa rar todo; esta no che te mato a ti y a tus hijos; mañ ana habla la pr en sa ”.
Y mientras yo, completamente alucinada, miraba aquella fi gura amenazante, vi unas luces que andaban cerca suyo, oí unos estampidos y lo vi caer des plomado en la escalera. “Qué horror, pensé, se ha suicidado!”. Y al mismo tiempo vi que Iris, como un espectro, llegaba con el revólver en la mano y lo descargaba en el cante ro, y pensé “quéimprudencia, le ha sacado el revólver de la ma no, p ued e esta r h erid a!”, perdí la noción de la realidad. Durante tres horas creí que se había suicidado; Ariel actuó de modo que yo quedé aislada y nada supe. Después recibí el otro golpe más terrible aún, si es posible, que el primero: “lo mató Iris”.
¿Por qué, porgué, ]ris?_¿Cómo pudo ser que fuera Iris; Iris, la más buena, la más pura, la más recéptiva de todos nosotros?
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En su aberración, eri su locura, en su afán morboso de dominio, Lumen ha bía desencadenado fuerzas poderosas, (hasta recurría.a fórmulas mági cas...) y esas fuerzas, como todas, tienen su flujo y reflujo, su va-y-ven ... El péndulo se había ido lejos, tan lejos como era posible, y tenía que vol ver... La fuerza de reflujo encontró en su camino un instrumento propicio, más propicio aún, si cabe, por su cansancio, su desesperación y su debili dad ... Encontró en su camino a la niña de frente inmaculada ... la más bue na de la casa, la más pura, la más receptiva. Ins no lo mató; fue tomada como instrumento de las fuerzas que Lumen ha bía puesto en movimiento. • Iris no apunt ó; la bala mortal f ue dirigida.
El vaso estaba colmado; el sufrimiento y la angustia de cinco inocentes que ningún mal le habían hecho y qué, en medio de su dolor, seguían trabajando y luchando, hizo rebasar la medida.
¿Cóm o pude creer que se había suicidado?! No era sacrificio y renuncia lo que se leía en sus ojos la terrible tarde; lo que se leía, en sus ojos; lo que traslucían sus gestos y, sobre todo, su espantosa risa, era una resolución irrevocable de destrucción y exterminio.
No hay derecho, no hay derecho cuando se blasona de bueno, de inteli gente y de instruido; se pretende dar consejos a los demás y marcar rum bos, no hay derecho a traer hijos al mundo, para darles como herencia una vida tan triste y desgraciada. No hay derecho cuando, esforzándose perseverantemente en ese sentido, se ha tratado de crear fama de humano y de altruista, no hay derecho de hacer de la propia esposa, de la madre que da la sangre y la leche a los hi jos, una persona agit ada e inquiet a, en perpet uo t emor y zozobra. Y de esa sangre y de esa leche agitada, verdadero veneno, con frecuencia, se resintieron todos mis hijos. Iris tuvo un terrible ataque a la cabeza en febrero de 1918. (Iba a cumplir tres años). Ariel uno violentísimo en 1923. Lumencito murió en un ataque después de haber estado tapado en la camff donde lo puso Lumen para que no me entretuviera de noche ( “m a m á es m ía ”); Lumencito era tan nervioso que en cuanto se agitaba quedaba aho gado como en un espasmo; el médico de la asistencia que vino a dar el cer tif icado de defunción dijo ai verlo: “quélast ima, qu éhe rm o sa c ri at ura
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Halima, chica extraordinariamente sensible, continuamente expuesta, dado su temperamento y la vida que llevaba, a caer en un ataque de locura, tuvo ataques de meningiti s desde los dos a los seis años ... por milagro est á viva todavía... ¡ Lumencito, el que tengo ahora, también tuvo ataques y últimamente estuvo tan mal y salía de casa con tanto miedo que, de vuelta del dentista Ubaldino Morales (creo que en noviembre) se desmayó en la calle y Ariel que lo acompañaba, asustadísimo pues creyó que se le moría, lo llevó a la pelu quería de la calle Sierra y Nueva York de donde después que se repuso al go lo trajo en t axímetro a casa. Edelweiss, mi última nena, una preciosura de buena, rica e inteligente, mu rió de un ataque a los dos años y tres meses, despidiéndose de Lumen con un "vet e!” tan enérgico y desesperado, que hizo vibrar toda la ca m a ....... Cuando pienso en todo esto y veo a mis dos hijos muertos y a los otros cuatro tristes y desgraciados; cuando me veo a mí, que debía ser ahora su apoyo y su sost én, y que era fuerte y enérgica, con un agotamient o nervioso que se refleja en todo mi organismo y que me interioriza física y moralmen te; cuando pienso que estamos desvalidos y que voy a tener que empezar a luchar como si de nuevo tuviera veinte años, siento un dolor y un desánimo profundos, y, por Lumen una gran compasión; ... porque triste es en verdad ser una víctima desgraciada, pero más triste es, mucho, más triste, haber sido el despiadado victimario de la esposa que le dio sin retáceos los mejo res años de su vida, y de sus inocentes hijos.
El rasgo predominante en Lumen Una de las mayores sorpresas que tuve con Lumen, fue la revelación de un carácter extremadamente sensual. Yo lo creía serio, estudioso y muy tierno ... cuando se lo dije, él, riendo, me contestó: "siempre f ue igual; de todos mis com pañeros, el que men os pa re cía i nteresarse po r los pro blem as sexu ales era yo, y en rea lidad era, d e ellos, el que más se preocu pab a de e so”
Más adelante t uve ocasión de comprobar hasta que punto era cierto. Sondeando el pasado (al verme engañada quise saber toda la verdad), re cordando datos aislados en los cuales antes no había fijado mi atención; haciéndole contar, cuando estaba despreocupado, ciertos detalles de su vi da, fui obteniendo los eslabones que me permitieron reconstruir la cadena entera. De chico fue un onanista empecinado (tengo al respecto datos que me es imposible consignar) que sólo dejó su vicio cuando, minado su organismo por el abuso, supo, de labios de su padre, que eso era malo para la salud. Cambió entonces de procedimientos y así, entre otras, fue actor, más ade lante, en una escena horrible en la que cuatro muchachos se encerraron por
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turno, mientras ios otros tres hacían la guardia, con una niña procedente de Buenos Aires que estaba de huésped en una casa amiga. En esa época sé pasaba dibujando mujeres desnudas. Una vez, habiendo encontrado su padre uno de esos dibujos, lleno de asombro: “pe r o ¿t ú vist e le preguntó; “no p apá, per o m e la s im agi alguna vez una mu jer desnuda?“ nar, fue la respuesta. “Yo so ñ ab a en t onc es, m e decía, yo soñ ab a q ue est aba r od ea do d e m uj er es desnudas, d e mujer es de todas clases y de todos los tipos ... qu e estaba yo solo con todas ellas ... y cuand o me despertaba, d e m añ ana, estaba can sa do y no tenía gan as de estudiar" ...
Después se dedicó a las sirvientas; “no paran las sirvientas en casa p or s u causar dijo un día la mamá a un amigo,- y a ese mismo amigo (esto lo supe después) le dijo Lumen: “sirvienta que no ceda a mis de seos, es sirvient a que yo ha go despedi r a la corta o a la largar. Y me dijo Zulma (su hermana' menor) refiriéndose a [o mismo a raíz de mi casamiento: “donde haya una Poll er a, a h ívan ellosf (los dos hermanos). Antes de su primer matrimonio, tuvo una novia que me dijo, sin que yo fijara en verda d mi atención en ello: “era m uy sensuaP. Después se casó con una muchacha joven y muy simpática. Supe actual mente (y h ay testigos de ello, como de mucho de lo mencionado antes) que el matrimonio casi no comía y se pasaba en la cama la mayor parte del ti empo ... A los tres años más o menos, ella estaba muerta (Lumen dijo que era tuberculosis) y él era un hombre de 28 años, sin energía y sin voluntad para el estudi o... Después, en los dos años que yo pasé en Europa, las edificantes escenas con las sirvientas de la casa se repitieron ... una noche, una muchacha pro testaba gritando que uno había querido violentarla; otra noche la propia ma dre, indignada, procedió a la expulsión de su hijo ... Después, se fue Lumen de pensionista al “Centro Natura”. Allí siguió en lo mismo ... mujeres perseguidas, vidrios o ventanas rotos, etc ... Con los amigos, el tema no variaba; sé que en noches de verano, solía ir él con otros, iluminando con una linterna eléctrica, los cuartos que estaban a oscuras y con los balcones abiertos ... leí también cartas ... siempre el mis mo asunto. (Ultimamente, como tenía una gran curiosidad, para enterarse de las novedades, tomaba a uno de los chaufferes de la Oficina y haciéndo se el escandalizado, averiguaba cuanto se relacionaba con la crónica es candalosa). Después se casó conmigo; y el primer día de nuestro matrimonio pretendió leerme páginas de varios libros que tenía apartados.
A los diez meses, cuando nos mudamos a la casita de la calle Estomba, que él tenía alquilada seis meses antes de que yo llegara de Europa, y en la que no entraba un rayo de sol, estaba yo tan extenuada, que pensé que iba a morir...
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Recapacité entonces y orientándome, tomé de nuevo el cami no ... Busqué y encontré una casa llena de luz y de sol; ya no hubo levantadas tarde (él no cambió en su costumbre; cuatro días por semana se levantaba pasado el mediodía y los otros dos hábiles y el domingo además, se los pasaba acos tado); pero comía, porque yo lo servía en la cama ... Conseguí que dejara cierta clase de iecturais que lo alteraban y que suprimiera por completo las frases de doble sentido que tanto le gustaban ... En casa, en todo lo que dependió de mí, hubo orden, serenidad y trabajo ... después hubo hijos a quienes cuidar y proyectos de mejora para el futuro. Yo siempre lo quise a Lumen mucho; pero mi cariño fue el cariño digno que se tiene al esposo, al padre de los hijos por los que se da la vida ... Muchas veces me decía él: “yo no e sto y acostu mbra do a se r t ratado as í; to ... p a ra mí, t od as das tas muje res qu e yo solicitéfueron mías com o yo qui se las mu jer es so n f áciles
De todas maneras, impuse en casa el respeto mutuo ... pero no fue por mu cho tiempo; unos celos horribles, que al principio no se animó a manifestar plenamente, pero qué estallaron brutales después, concluyeron con todas mis esperanzas ... El quiso forzarme, cambiarme, torcerme, alterar mi naturaleza, todo mi modo de ser ... borrar mi pasado, corromperme ... y, a medida que pasaba el tiem po, así como se exasperaba y rabiaba y pateaba, cuando encontraba una resistencia física en su camino, y en su torpeza para vencerla, rompía y destrozaba todo, se fue haciendo más y más bru t al ... Y reapareció entonces, más fuerte y avasalladora, su antigua tendencia, su naturaleza br ut al ... Dibujos pornográficos, versos horribles, solicitaciones de todo género, brutalidades inicuas alternadas con sumisiones extremas (hasta se ponía de rodillas ante mí pidiéndome que lo perdonara), todo lo ensayó, todo lo puso en práctica, exasperándose más cada vez. Ultimamente sus noches eran espantosas: parecía alucinado o poseído; yo estaba aterrada y no sabiendo ya que hacer, con todos los caminos de libe ración cerrados, esclava de una pasión monstruosa, vigilada en mis más mínimos movimientos con satánica furia, sólo esperaba la muerte para con cluir de una vez.
Sus dibujos representando la figura humana, eran groseros, toscos; primero dibujaba la mujer desnuda; luego la vestía. Quiso tomarme como modelo, pero yo me negué. Y no por mojigatería (visité los principales museos de Europa admirando^ en ellos los magníficos mármoles antiguos y modernos, lo mismo que las obras maestras de la pintura); me negué a servirle de modelo por repugnancia al aspecto bajo que él daba a todas esas cosas.
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Calcó entonces para utilizarlo como modelo en sus grupos, un desnudo de la Mitología ... y en el desnudo que eligió, marcó, como en todo, su carácter ... “Leda y el cisne” ... antes había tomado a Leda también, pero entonces, de un cuadro más .... real, que está en uno de los museos de Berlín y que también tenemos reproducido en nuestra Mitología, pero lo dejó por que, da da su posición, no le servía para modelo. Los grupos que dibujaba últimamente y que dejaba a la vista para mí, eran horribles; yo los quemaba enseguida temblando ... tenía mucho miedo de que cayeran en manos de los ch ic os !...
Otros rasgos de Lumen Todos los actos de la vida de Lumen, como artículos que se clasifican bajo rótulos en anaqueles, podían ordenarse de acuerdo con los diversos lemas que tomaba como norte: “Yo s o y com o el terciopelo ... siempre que no m e ro cen a contra pe lo”. “Quie n m e la hac e, m e la p ag a ”. “El mund o es como un tablero de ajedrez en q ue las persona s se m ueven com o peon es y en que los inteligentes saben moverlas conforme a sus con veniencias". “No h a y que ser, ha y que parecer; yo no soy, pero pa rezco " “El fin justif ica los me dio s”. “En el mun do l os bobos siembr an y l os vivos recoge n”. “El que se m ete con migo, siempre sale mal”. “Ha y qu e d ividir par a reinar”. “Cua nd o se tiene un contrincante, antes de entrar en el cuer po a cuer po co n é l h a y que: Debilitarlo p or todos l os medios. Poné rs el e p o r e nci ma. Ha ce rs e si mpáti co a los dem ás".
Así por ej.: ¿estuvo por morderlo un perrito y Lumen apunta el número del expediente de la carpeta correspondiente a la casa de aquél, para tenerlo en cuenta en la tasación? Eso va en el paquete: “quien me la hace m e la paga".
¿Toma a Siul y le cuenta toda clase de embustes contra su esposa y sus hijos con el objeto de tener más sujeta a Raimunda y de prepararse un de fensor y un apoyo para cuando se decida a actuar? Eso va rotuladb: “el fin jus tif ica lo s med ios ?.
¿Se pasa las tardes cómodamente sentado en una mecedora, mientras Raimunda trabaja la tierra y cuida las plantas, y luego elige para sí, sin preocuparse para nada de los más chicos, la mejor fruta? Es que: “en est e mu ndo los bobos siembran y los vivos recogen”.
¿Hace esperar al auto de la oficina, aunque él esté pronto, reloj en mano, unos veinte minutos como mínimun, para que ayudante y chauffeur se
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acostumbren a hacer plantón a la puerta? Eso es porque: “a l a s p e r s o n a s , para que lo respeten a un o, h a y que poné rseles p or encimar.
¿Le contesta una impertinencia a la madre y la deja angustiada y con los ojos llenos de lágrimas simplemente porque le ha hecho una observación? Es porque: "yo so y suave com o el terciopelo, e t c”. Este lema, uno de los preferidos por Lumen entre los que tomaba como guía, es el que yo decía habría tomado como divisa de su blasón, si lo hu biera tenido. Y era justamente lo que le convenía; porque Lumen practicaba el culto de sí mismo L. todas las cosas que a él se referían, las obse rvaba a través de un único prisma: Yo. Desde chico, cuando se peleaba, cuando rabiaba, cuando estaba en con flicto con quien quiera que fuera, madre, padre, hermanos, parientes, gente de afuera, su punto de mira era el siempre Yo. En casa, com o jefe d e f ami lia, como esposo, como padre, fue igual: Yo. Todo, a las buenas o a las malas, normalmente o con violencia, tenía que someterse y servirle de pla taforma: mamá era para Yo; los hijos, para Yo; los objetos, para Yo. Donde él estaba, estaba el centro de la casa; lo que él hacía, tenía que ser el cen tro de la atención general; lo que él necesitaba, era lo único digno de ser te nido en cuenta; y como él era el desorden en persona, imponía su desorden y nos hacía víctimas de él. La más insignificante resistencia que pudiera encontrar en su camino, fuera de personas o de cosas inanimadas, era un roce a contrapelo , y entonces el terciopelo se erizaba de espinas y Lumen se exasperaba y rabiaba y patea ba y había que someterse o morir. Nosotros no conservamos las señales de sus golpes porque el organismo humano es maraviljoso (hasta el caballete de la nariz de Iris que rompió Lumen de un puñetazo, parece normal) pero en casa se encuentran abun dantes, las huellas de la violencia de Lumen actuando sobre los objetos cuando éstos no daban enseguida lo que él esperaba de ellos: la ventana del cuarto de baño con el marco salido: porque como se hinchaba con la humedad, y él quería cerrarla de todos modos haciendo palanca, hacía pre sión sobre el marco y lo sacó de su sitio. El manubrio de una bomba-reloj que no andaba porque estaba oxidada, y que él pretendió poner en movi miento actuando con una barra de hierro sobre aquél y lo torció totalmente dejando la bomba, claro está, tan atrancada como antes. Es que torpemente, actuaba sobre los efectos y no sobre las causas; lo mismo haqía conmigo, y como torció el manubrio de la bomba sin conseguir moverla, me hubiera matado y no hubiera obtenido lo que se proponía. Una bandera grande de agrimensor que rompió al pretender destapar una canaleta, resultando al final, la bandera rota, él salpicado de barro hasta la cabeza y la canaleta tan tapada como antes. Etc. Etc. Después, los chicos o yo tratábamos de arreglar los desperfectos. Así, la bomba-reloj fue dejada en perfecto estado de funcionamiento por Ariel, que
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la desarmó completamente; la canaleta por Iris (yo no intervine en lo de la canaleta, porque daba a la calle del fondo y la calle estaba vedada para mí; por eso fue que él quiso destaparla, que lo que es en el interior, él no se molestaba por nada) Iris actuó de tal modo sobre la canaleta, que no sólo la destapó, sino que nunca volvió a taparse. Los objetos de uso personal de Lumen: cartera, reloj, lentes, lente' de au mento, bombilla, lápiz, guarda punta, portátil, etc., muestran a las claras có mo los trataba su dueño, y hasta qué punto era suave como el terciopelo con el que se comparaba. Y o ... Si estaba en casa, había que escuchar la estación de radio que él ele gía, atender la lectura que para ejercitarse hacía en vo z alta, comer a las ho ras en que él estaba pronto,... estar siempre solícito a su menor deseo o re cibirse sus golpes ... Si salía, había que ir por donde él quería, mirar sólo lo que él permitía, adaptarse en todo a su voluntad, o ser golpeado en plena calle si eran los chicos, y prepararse a las terribles escenas que armaba en casa si era yo. En cuanto nos casamos, empezó a andar por la casa en camisón corto, y no sólo por la casa; se iba al terrenito del fondo con mi silla de viaje y allíse acostaba. Podía la brisa subir el camisón ... él no se alteraba. Los vecinos (teníamos por medianera un tejido de alambre) desaparecían de la vista en cuanto él salía. Yo hacía cerrar las puertas y ventanas que daban al terreno, por respeto a la chica que venía a ayudarme unas horas. (Me he enterado últimamente que también andaba en camisón corto por to da la casa, y eso que había ot ros inquilinos, durante su primer matri monio). Más adelante suprimió el camisón, y así andaba delante de los chicos y aún después que tuvo hijas mayores. Siempre tranquilo, quien pasa las angustias para evitar que lo vieran y el escándalo consiguiente, era yo (hace ya varios años, los muchachos, de vuelta de la escuela al mediodía, se detenían frente a casa para ver si an daba por ahí y decían a gritos: “est áde snud o, est áde sn udo /” Ultimamente no salía, pero en el interior no tenía reparo alguno. Si yo le ha cía observaciones referentes a los chicos, decía él: "el que n o estéconf or me, que n o m e m ire; yo s o y el señ or de ¡a casa y ha go lo qu e se m e da la ga n a ”.
Otra cosa era con respecto a los demás. Una vez en Malvín que estaba completamente solitaria, porque me saqué la chaqueta de lana y quedé en blusa, me obsequió con una serie de calificativos de los cuales el más stiave era indecente. Y ese hombre, que cuando se trataba de mí era tan ... decente, que se exasperaba hasta el último límite cuando se me veía tan sólo un trocito de cuello, llegaba en la intimidad a extremos hasta tal punto inconcebibles, que era menester una vigilancia continua de parte mía para evitar que los chi cos, que desde hace varios años estaban siempre atentos, oyeran más de lo que ya fatalmente oían, vieran más de lo que ya veían por fatalidad ...Así
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eliminaba libros, destrufa cartas, dibujos y versos, y trataba por todos los medios, de calmarlo cuando se ponía a vociferar ciertas palabras ... y a pe sar de eso, no conseguía del todo mi propósito. Iris y Ariel me dijeron re cientemente: “tod o es o lo s ab íam os ya ... cua nd o d e ch icos oíam os a pa pá pron uncia r pal abr as que n o ent endíamos, íbam os en seguida a b us ca r el significado a l diccionario”. “Yo s oy sua ve co mo el terciopelo" . .. era un terciopelo que, como esos l uga
res engañosos y traidores que atraen al viajero con su tranquila apariencia, ocultaba un tembladeral.
"Hay que dividir par a reinar
En esta frase, está resumida una de las tácticas preferidas de Lumen, que siempre utilizó con gran éxito en el exterior. Donde no le dio resultado fue en casa: en vano quiso separarno s a Iris, a Ariel y a mí por medio de intrigas de toda clase; nosotros lo veíamos actuar entre bastidores y el engaño no era posible.
“Quie n m e la hace, me la p a ga ”.
Una vez, siendo estudiante, un portero de la Universidad que lavaba un pa tio, tuvo la desgracia de mojar sin quererlo a varios muchachos que est aban sentados en un banco; Lumen era uno de ellos. Los otros protestaron algo y no pasaron de ahí; Lumen no protestó: sonriente y tranquilo, tomó un balde, lo llenó de agua, y llamando al desprevenido gallego, lo mojó de pies a ca beza; el hombre, furioso, se le fue encima a golpes de puño; pero lo detuvie ron los otros pegándole por detrás; se dio vuelta entonces como un toro enfurecido y fue Lumen el que a su vez le pegó por la espalda, y así hasta que se dio por vencido; pero el hombre estaba tan profundamente humil lado y ofendido, que en el primer momento dijo que ahí donde encontrara a Lu men, le iba a pegar un balazo, y lo buscó con ese objeto durante varias se manas. Otra vez en el año 1914, Lumen había ido a medir con Víctor la isla de Gorriti. Paraba en un hotel de Punta del Este, junto con un señor Gorri, repre sentante de la firma Benausse y Cía. que pensaba arrendar la isla. En la noche anterior a la partida, tuvo Lumen una violentísima discusión con el Sr. Gorri sobre franceses y alemanes en la que estuvo tan agresivo, que Víctor estaba alarmadísimo temiendo que pasara algo. Al día siguiente de maña na, al tomar el coche que llevaba los viajeros a la estación, Lumen se opuso terminantemente a que se esperara al Sr. Gorri que se había retrasado, y el coche partió sin él. Pudo el Sr. Gorri consegui r por casualidad otro vehículo y llegó a la estación hecho una furia, mientras Lumen, riéndose, le decía a Víctor: “Para que aprenda a meterse conmi go”.
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“El mundo es un tablero de aje dr ez .... etc.”
En una ocasión tuvo Lumen, debido a una nota de tono violento que había elevado, una discusión sería con un superior. Este estaba tan enojado, que todos creyeron que la cosa pasaría a mayores; pero no fue así: Lumen, con suavidad y dulzura, evitó el choque. Pero le dijo a ún subalterno: “Fulano dijo que su abuel o ... et c”, y contestó el subalterno: “si se descuida fulano, te voy a rom per los dientes " Cuando me enteré de lo ocurrido, le reproché a Lumen tal proceder, diciéndole que eso de utilizar a un tercero como cabeza de turco es una indigni dad. Poco tiempo después, estuvo en casa la mamá del subalterno en cuestión y s presente mi entr as yo hab lo c on la s e Lumen me dijo: “no quiero qu e e sté ñ ora ; tiene a su esp oso se cuest rado y no estábien que la t rates” ... y le dijo a la señora: “m i esposa está en cama por que espera dar a luz d e un m o m e n to a o t r o ” ... y me dijo después: “la s eñ ora ven ía p o r u n a su nt o qu e el hijo tiene entre m an os”.
Supe ahora, que la señora había estado para poner a su hijo, que había provocado a su superior, bajo la tutela de Lumen ... Eran cuatro los peones a manejan el superior con el que había evitado una pendencia; el subalterno elegido para sacar las castañas; su mamá, que creyendo en su buena fe y sin saber que él mismo lo había azuzado, venía a pedir a Lumen protección para su hijo, y yo, que no tenía que saber nada para que nada pudiera re criminar... El plan se realizó al pie de la letra con este adicional: que Lumen extremó desde entonces su amabilidad con el superior nombrado ... Eso sí que es saber manej ar las piezas del tablero! Cuando poco tiempo después de la visita de la señora, nació mi Edelweiss, el chauffeur de la oficina que me vio casualmente, le dijo a Lumen: “¿ya está levan ta da su s eñor a? en Esp aña hasta las m uje res m ás pob re s se qu ed an en ca ma en esos casos 2 0 d ías por lo menosf. Y me dijo Lumen: “ Mira que eres i ndecen teI hasta en la oficina sabían que e stab as po r te ner un hijo”. Le contesté: "p or lo pront o, fuiste tú qui en ent eró a ¡a ma m áde tu ayu da nt e d e mi estado, y despu é s, tal vez sea cierto lo que dice s ... e s qu e e n tu conta cto to do r esul ta in de cen té '.
En 1927, poco antes de morir la mamá que vivía en la casa de Noela, Lu men se quedaba de noche a cuidarla (todo este tiempo faltó a la oficina); un día noté que había un gran revuelo en la casa y supe luego que se había decidido que Lumen no se quedara más de noche. Lumen me llamó aparte y me dijo: “lo que pasa es que son unos intrigantes y com o temen que yo cure a m amácon mi sistema, m e a me nazó Zulm á'con enterart e de aquello qu e te contéque pa só una ve z con una sirvienta de c a sa ; tú le t ienes que de cir a Zulma que ya lo sabes, a síse evitan los chis m es ”; y llevándome al comedor donde estaban todos reunidos, dijo en alta voz: “Zulm a, ven a contarle a Raimund a lo que dijiste ”, pero yo, al ver que Zulma se levantaba enojadísima, le dije: “no me digas nada Zulma, ya Lu me n m e lo contó todo” ... y luego me dijo Lumen: “ eso es lo que hay que ha ce r con los chismosos? ... Pero lo que Zulma quería contarme era otra cosa
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que el cuento viejo a que Lumen había aludido ... era.que Lumen andaba bien con una enfermera de la noche, y Lumen, a todo trance, quiso evitar que yo lo supiera. Para Lumen, entonces, como ahora, el mundo era un tablero en que, escu dándose tras su apariencia bondadosa, movía l as fi chas a su gusto.
Ultimamente, Lumen había tenido un agudísimo recrudecimiento de una vieja dolencia: la manía de las grandezas; dolencia que, según las aparien cias, padece toda la familia; la abuela de Lumen, según decía, era descen diente de ios Borbones (no digo yo que no lo fuera). Resulta que en el año 1924, Lumen se había enfrascado en la lectura de ciertos libros de Teosofía de los que se extractaba apuntes que luego fue ordenando y a los que puso por título: “Hacia la Felic ida d Supr em a”. (En ca sa de herrero, cuchillo de palo). Debido a esos apuntes descuidó tanto la oficina, que quedó fuera del presupuesto. Los tales apuntes durmieron en casa un sueño que duró once años; ahora, en 1935, Lumen empezó a sacarlos diciendo que tenía que hacerlos cono cer. Un día llegó disgustadísimo: había perdido ios apuntes y nunca más los encontró; decía que se los habían robado y echaba la culpa ya a uno, ya a otro empleado de su oficina atribuyendo el hecho a que eran unos apuntes tan valiosos que, de haber sido conocidos, se hubieran conquistado el pre mio Nobel de la pa z ... Eso de extraviar cosas era moneda corriente en Lumen: este último año perdió tres paraguas; con frecuencia perdía los libros que se llevaba, lo mismo que las lapiceras-fuente. Un precioso paraguas de seda de Génova que yo había traído de Europa, lo extravió el pri mer día que lo sacó a la ca lle; un lápiz de oro que me había regalado Víctor, le desapareció a la sema na de uso, y una vez, perdió la cartera con todo el sueldo que acababa de cobrar. A principios de 1935, empezó a sacar unos apuntes de un paisaje de Atahualpa; cuando terminó el dibujo, unos meses después, me lo mostraba a cada instante y quería que lo admirara porque, según me decía, él era la reencarnación de Leonardo de Vinci...
También su haraganería habitual se agravó últimamente; estos inviernos, fuera de los días de gira o de guardia, y de los pocos momentos que estaba en la oficina, se los pasó en la cama, ya durmiendo, ya leyendo o meditan do. Allí lo atendía yo y le llevaba la comida; y ya no me preocupaba mucho de que se levantara, pues generalmente cuando estaba en cama había paz en la casa. Con motivo de la vida que hacía le decía yo a veces, y eso le causaba mu cha gracia, algo que papá había aprendido de los campesinos de la alta Lombardía entre los que se crió (mi padre era austríaco): “Lu rt edí, p e r d íla
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ru ca ; Ma rt ed í, f en e gu t a ; Merc oldf , l a c h eq ué ; Jo v e d íla t ru vé ; Ven er dí, la car gué ; et Sa ba t et la Domé nic a... venend o el Lu n e d f ..”.
Si Lumen, en lugar de pasarse acostado, se hubiera dedicado a trabajar la tierra, a ese trabajo que tanto despreciaba diciéndome que era propio de la gente de origen humilde como yo, y al que todos debiéramos dedicar algu nos momentos de nuestra vida (la oración a la madre tierra), con seguridad habría sentido su influencia bienhechora, su organismo se hubiera normali zado y para bien de todos, habría encontrado la tranquilidad.
Verdadero personaje de Poe, tenía con los protagonistas de sus cuentos un vínculo de gran simpatía y una completa afinidad. Como ellos, se presenta ba dulce, suave, ingenuo y tierno, y como ellos, sabía llevar sus terribles planes hasta el f inal sin desviarse ni un ápice del cami no trazado. Cuando se proponía de verdad una cosa, nada lo apartaba de la ruta, y se pasaba los días completamente abstraído, meditando y rumiando; y combi naba tan bien sus programas antes de realizarlos, que el incauto que se le había puesto en el camino, tenía a la fuerza que quedar deshecho. Y en esos casos, él, el imprevisor por excelencia, no descuidaba un detalle. Cuando se casó conmigo, por ej., no tenía otro traje que el puesto y no dis ponía de ropa alguna; pero tenía la casa que me esperaba y en la que me encerró enseguida, alquilada desde seis meses atrás. Los cuentos de Poe, lo entusiasmaban; admiraba la forma maestra de llegar al desenlace. Un día, mientras yo hacía la comida, vino a la cocina y me le yó un cuentp: “El t onel de amont ill ado”, que no conocía. Es un cuento es peluznante en el que el protagonista hace gala de gran cinismo y maldad ... Cuando terminó la lectura me dijo: “¿ ves? a sícon cib o yo la ven gan za. Una venganza, para que sea tal en toda su belleza, tiene que que dar imp une y ser ignorada po r todos".
Más adelante, en una ocasión, intentó envenenarme; después que me con vencí de ello y que hice desaparecer cuanto polvo hormiguicida había en casa, le dije, mientras él, suavísimo, se hacía el tonto: “ya n o vas a en con trar veneno en casa ; cuando quieras envenenarme vas a tener que comp rar el venen o " ... y lo miré fijo a los ojos pensando en el cuento de Poe. Otra vez me dijo enfurecido: “yo vo y a dom ar tu orgullo; vo y a t raerj rtu jere s a c a sa ’*', y yo respondí: “tr áela s; a s ípo dr éde se nm as ca ra rt e * a lo que él contestó algo después, luego de reflexionar un instante: “vo y a elegir un a muj er tal, que tú, p o r vergüenza, tengas que callar "
La Familia Antes de irme a Europa, cuando le prometí que me casaría con él a la vuel ta, éramos tan pobres el uno como el otro; pobres de dinero; pero él era
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además, pobre de voluntad, pobre de entusiasmo, pobre de energía: era un vencido a los 29 años. Yo no sabía entonces, ni nadie viéndolo lo hubiera supuesto, que tenía her manos ríeos y blasonaban de aristócratas. Sólo lo conocía a él, desanimado, triste, revelando en t odo su aspecto pobreza y desamparo . Y a él en esas condici ones, yo, con un porvenir risueño, pletóri ca de fuerzas y esperanzas, llena de fe en la vida y en el trabajo, lo sostuve, lo alenté y lo impulsé. Así fue como, mientras estuve en Europa, terminó su carrera de agrimensor, lo que le permitió pasar a ocupar un puesto importante en la Di rección de Topogr af ía; y como después, ya casado conm igo, lo decidí a es tudiar las materias que le faltaban para terminar arquitectura. La familia entonces no contaba para nada; miraba de lejos, con ironía y burla, esperando siempre un fracaso ruidoso, mis esfuerzos para encaminar en la normalidad a ese a quien ellos llamaban “el loco”. Yo sentía esa burla y sufría por ella tratando en lo posible de no dar, con las cosas que pasaban en casa, tema al comentario irónico y mal intencionado. Ya no actuaba yo, como cuando era soltera, sino que actuaba a través de él, y por consiguiente no dependía directamente de mí, como antes, el re sultado a obtener; cuántas dificultades! Como “Hormiguita” en la conocida obra de Julio Verne, yo movía los títeres desde adentro en el carro del titiritero, y me consideraba feliz, cuando con seguía que la función se desarrollara sin demasiados t ropiezos, y que nadie se enterara, para divertirse con ello, de la lucha que tenía que sostener para llegar a ese resultado. Y, poco a poco, las cosas fueron cambiando; al mejorar Lumen de situación, al cumplir en sus trabajos y en la oficina, al presentarse respaldado por una familia y una casa que revelaban equilibrio y cordura fue adquiriendo una consideración de que antes no disfrutaba; y los parientes, admirados empe zaron a ver que el “loco” aquel del que uno de sus amigos íntimos dijo cuando su primer matrimonio, que no le regalaba nada porque no tenía donde ponerlo, se asentaba e iba adquiriendo bienestar y prestigio, y nom bre y estima como profesional ... y vieron también como su esposa desapa recía por completo de la vida de relación y como, enclaustrada en su casa, todas sus manifest aciones al exterior cesaban tot almente . El perfecto injerto se había realizado ... una energía nueva animaba a Lu men, y la familia, cerrando los ojos para no ver los concomitantes del fenó meno, abrió los brazos y recibió en su seno, tomándolo en propiedad, al que antes había mirado con desprecio, y que enérgico, activo y emprendedor, se les presentaba completamente transformado. Pero nadie se llamó a engaño al respecto, aunque se guardó hermético si lencio sobre el caso; porque no ignoraba la familia, lo que ya todos saben en esta época: que nada se crea ni nada se pierde sino que todo se transfor ma; y no podía creer que en Lumen se había creado una f uerza y una ener gía de que nunca dispuso, ni que Raimunda hubiera perdido su conocido
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dinamismo; sino que sabía que el dinamismo de Raimunda se había trans formado en la fuerza y la energía que Lumen ostentaba tan ufano.
Yo sabía que, a pesar de la apariencia, nadie ignoraba la realidad de nues tra vida; por eso creí ahora, que la familia se compadecería de nuestra des gracia y me ayudaría a traer a Iris con nosotros, pues en ella saben bien, ya que lo han visto, la vida horrible que pasaba Iris en casa. La familia sabe que Iris nunca tuvo expansiones propias de su edad; que se pasaba los días trabajando; que estaba débil y cansada; que sufría, en fin, constantemente. Y sabe también, tai vez mejor que yo pues lo conoce desde niño, quien era Lumen y hasta donde podía llegar cuando se proponía de verdad una cosa. Pero no fue así; y no sólo no me ayudó en mi infortunio, sino que demostró una agresividad que, si se hubiera podido justificar en una familia amorosa y solidaria, no se explica en absoluto en quienes fueron siempre para Lumen de una indiferencia y de una falta de cariño evidentes. Lume n siemp re estuvo solo cuando necesitó verdaderamente el apo yo de la familia. cuando, pasando toda clase de miserias, tenía a su primera Estu vo solo
mujer enferma. Estu vo solo cuando, después de haber enviudado, lo decidí a que terminara su carrera de agrimensor y apoyándolo y animándolo continuamente desde Europa, conseguí que fuera un amigo todas las mañanas para que no falta ra a clases, pues en la casa no había quien se quisiera ocupar de eso. Estu vo solo, creo que en setiembre u octubre de 1912, teniendo Lumen en casa de su madre a su nene enfermo de muerte, la familia fue a recibir a la flia. de Lussich que llegaba de Europa y Lumen, que no tenía quien lo acompañara en ese terrible trance, tuvo que pasarse yendo de la camita del nene a la cocina para preparar fomentos calientes. Estu vo solo cuando, desesperado al ver que el chico se le moría, lo sacó de la casa de su madre y lo llevó al “Centro Natura” donde murió el pobrecito. Y en ese momento de dolor, buscando por instinto calor y cariño, no fue a la casa de su familia donde acudió Lumen, sino a la de mi hermana que era entonces directora del Asilo Maternal Nro. 2, que preparó la mortaja y lo acompañó en el velorio del nene que se verificó en la casa del Dr. Geis, el mismo que lo fue a despertar y lo acompañó a la Universidad todas las ma ñanas en 1911 después de mi partida. cuando, estando por morir la mamá, la familia le hizo un vacío Estu vo solo completo pues no querían que interviniera para nada en el régimen que se seguía. Lumen, que estaba furioso con todos, me dijo entonces que, por se pararlo de la madre y por miedo de que él la pudiera curar, habían hecho correr un chisme sobre cuestiones antiguas de mujeres y que lo habían amenazado con contármelo. En verdad, la cosa era que acusaban a Lumen de andar bien con una enfermera de la noche y que le dijeron que me lo ha rían saber, cosa que Lumen evitó valiéndose de una treta que menciono en
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otro lugar. (Yo amortajé a la Sra. junto con una enfermera estando presente el Dr. Portillo). Est uvo solo cuando, al repartirse los muebles y objetos de uso personal de la madre a raíz de su muerte en 1918, se produjo una disputa vergonzosa que yo presencié con verdadero malestar. Estuvo solot por fin, en todas las contrariedades y sufri mientos que en estos veintidós años pasamos juntos. Nunca f uimos ayudados por la f amilia en las enfermedades que tuvo Lumen, algunas mu y graves; en las que tuvieron los chicos; en los momentos de gran dolor, ni en las penurias económi cas algu nas de las cuales f ueron verdaderamente angustiosas. Si es por cariño a Lumen que la familia se muestra ahora agresiva con no sotros ¿cómo es que no lo acompañó en las circunstancias graves de su vi da, por ej. el día en que, estando por morir su hijito, lo dejó solo para ir a re cibir a la flia. de Lussich? ¿Es que no lo querían entonces? ¿Y lo quieren ahora? ¿Por qué? ¿Es que no lo querían cuando tenían que hacer un bien, y lo quieren ahora que pre tenden hacer un mal?
En representación de la familia se muestra ahora Siul; su intervención es la que menos podía esperarse, pues habiendo sido el compañero de Lumen en sus andanzas, peleas y aventuras, conoce muy bien la naturaleza de su hermano. Sobre los diversos aspectos del carácter de Lumen, nada se pue de decir a Siul que lo tome de nuevas: El sabe al respecto tanto como yo; sabe que se pueden decir de Lumen muchas cosas que no le hacen honor y que revelan un carácter vengativo, artero, peleador, despótico, violento ... etc., etc. Además, la persona que vio languidecer y morir en tres años a una mujer joven y sana, y marchitarse luego a otra de la misma manera (las vari ant es en el tiempo fueron sólo cuestión de carácter y de resistencia), y conociendo como conocía a su hermano , no exteriorizó la más mínima protesta, no p ue de ahora tomarse en cuenta para nada. Por otra parte, de todos los hermanos, el único que siempre se manifestó de un egoísmo atroz para Lumen, el único que jamás lo ayudó para nada ni pe cuniariamente ni con sus consejos, el único que siempre vino a casa con espíritu ávido y aprovechador, fue Siul. Cuando la ganadería estaba en auge, y él duplicaba su capital en un año, y se decía de Siul que era un fuerte hacendado respaldado por más de $300 000 en efectivo, y era Lumen un pobre empleado en cuya casa se pasaron verdaderas penurias, j a m ás tuvo para su hermano la más pequeña aten ción, la más insignificante fineza, nada que fuera una ayuda, un apoyo, una muestra de verdadero cariño. Y lo dejó solo en momentos de gran apremio, por ej. cuando, habiendo teni do una cuestión por faltas de asistencia con su jefe el Sr. Angel Cosio, re solvió Lumen no cobrar hasta que eso se arreglara. Como estaba sin dinero,
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le pidió algo a Siul para sostenerse y éste, en mi presencia, sacó de una cartera llena de billetes, i uno! de diez pesos. Lo mismo una vez en que, no estando en buenas relaciones con el Sr. Jo nes, su director, quedó f uera de presupuesto. Aquí hubo al go.más: temiendo que le pidiera algo, cosa que Lumen no pensaba hacer, Siul se anticipó a decirle que no estaba en condiciones de darle nada. Igual en una ocasión en que, teniendo en la oficina una cita con el escribano Grauert, con el que pensó pudiera tener un incidente, me dijo: “Siu l va a Pero Siul, prudente, le dijo a Lumen est ar allí, y m e gu ar da rá la esp al da” antes de que empezara la conversación: Vo y a esperarte a la puer ta * Pero ahora sí, interviene Siul; también intervino cuando, sabiendo de qué clase era la máquina infernal cuya mecha encendía, le dio a Lumen, en la mañana del 12 de diciembre, viéndolo completamente desequilibrado, el consejo fatal: Imp on te , no te dejes dominar ”. ¿No hubiera sido mejor que hubiera intervenido en el momento en que, con la angustia de un condenado a muerte, le dije: “¿te par ece bie n est o?” y el me contesto: “yo no m e m eto en nada ? ”. ¿Qué desenlace esperaba Siul en el drama del que estaba tan al corriente, si antes no quería intervenir e interviene ahora? ¿Y cuál es la causa que lo mueve? Porque no puede ser el dolor en que lo ha sumido la muerte de su hermano ... No hubiera podido estar su hija ma yor en un “cocktail” (El Pueblo, 28 de enero de 1936, página 6) si el padre estuviera verdaderamente dolorido ... ni hubiera tenido Lumen un entierro pagado con dinero prestado, disponiendo Siul de abundantes recursos ... ni se hubiera dado el caso extraordinario de que, no habiendo podido ir Víctor, mi hermano, ni Ariel, que estaban verdaderamente absorbidos por lo que se refería a Iris, Lumen, que dispuso de quien, con bombos y platillos, le orga nizara un homenaje, no tuvo un solo acompañante cuando lo trasladaron de la autopsia al sepulcro. La f amilia no lo quería a Lum en y Lume n les paga ba con la misma mon eda . Lumen no quería a nadie más que a mí; y me lo decía: “a m íno me impor ta de m i padre, de m i madre, ni de mis hermanos, ni de mis hijos; sólo de ti me preocu po en este mundo, y como temo que te me escapes, para sujetarte no vacilo en recurrir a cualquier medio. Tomo los de mi f amilia com o i nstru ment os, y tambié n v oy a tomar a los de la tuya. Te voy a a islar po r com plet o y te vo y a desacr editar tanto, que, aunque quieras, ya no pod rás de fe nder te.
Si yo hubiera querido matarlo, hubiera podido hacerlo ... y se lo decía, y me contestaba él: “Quélin do ser ía mor ir me d e esa ma ne ra l ". Yo hubiera podido hacer con él lo que hubiera querido ... pero él se hubiera convertido en lo que era cuando me casé con él ... yo lo elevé, lo enaltecí; jamás, conscient ement e, hubiera podido int eriorizarlo ... y cuando, domina do por su pasión morbosa, me proponía ciertas cosas que muchas veces me presentó dibujadas, le respondí siempre: “ja m ás; la mu ert e es pref erib le a es o; máta me si qu ier es; p o r lo menos, d esp ué s d e mue rta m e vas a esti
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mar, reconociendo que siempre me man tuve digna ... Entonc es, reaccio nan do, m e escri bía é l, mi siva s tier nas y a pa sio na da s”.
Lumen no quería ni estimaba a su familia para cad a uno de cuyo s mie mbros tenía ju ici os lapi dari os. "Siul, es un zorro hipócrita y socarrón, que sólo at iende su s in tere ses; y es túpido adem ás. Aun qu e lo s do s ha cíam os l as m ism as c os a s l q u e se , er a é recibía las pal izas, me de cía; y pap á se lo dec lar aba : “ere s fal so co m o m i hermano Miguel, y po r eso te pe go”. De Alberto Portillo, su primo, decía “Que era un tipo de pur a apariencia, todo bambolla, que se había sose gado al encontr ar el “ha ndi cap ” tanto t iempo perseguido”. (Se refería a su casamiento con una muchacha rica). Con Al
berto se peleó en Punta Ballena y su actitud lo obligó a mud arse de cuarto. No quiero seguir la lista; a todos sus parientes los tenía clasificados y cata logados; de todos hablaba con soma y acritud.
Lum en n o conf iaba en lo s de su f amilia: “Si m e en f ermo, de cía, sólo tú me vas a cuida d. Y cuando yo le contestaba: “tú m e desacredita s; ¿cóm o pu e do af rontar tal responsabilidad ?, si te enf ermas yo ten go q ue llama r un m é dico y a alguno de tu familia po r lo menos”, respondía él: “si e sto y enferm o y tú ha ces lo que dices, a l mé dic o lo recibo a tiros, y a ti, te d o y un go lp e en la cabeza con lo primero que encuentre a mano y te mato ... Y no quiero a na die de mi familia, en t odo caso llama a Eugenia ” (Eugenia, mi hermana,
aquella a quien siempre recurrimos en momentos de verdadero dolor o de gran apremio). La amenaza de recibir a tiros al médico, me la hizo tantas veces cuantas fueron las que, viéndolo fuera de sí, le propuse llamáramos un especialista. La amenaza de tirarme algo sólido por la cabeza, no era una vana amena za, casi me tira una portátil que había esgrimido con furia, y no lo hizo, por que a los gritos despavoridos de Iris, llegó Ariel; enseguida se llamó a so siego; hacía tiempo que la presencia de Ariel lo calmaba; por eso, última mente, Ariel no se apartaba de casa; sólo así, Iris consentía en ir al Instituto; tanto miedo tenía! Cuando me casé, Lumen estaba con la familia en relaciones de una cordia lidad relativa de críticas recíprocas. “No hagas caso a na da de lo que te di gan, m e decía, m e tienen envidia porq ue s o y el único i nt elige nte ”.
Por su parte, ellos no desperdiciaban ocasión de vapulear lo. Así por ej., me dijeron: (lo consigno así para abreviar, pero recuerdo perfectamente todo lo que se relaciona con lo que anoto): “Quéfa stidio t e dar á qu e s e qu ed e tod o el día e n la ca ma o q ue se levant e d esp ué s d el m ed io día ob li gánd ot e de ese mod o a arreglar la casa d e tarde!" “Dond e ven una pol lera, a h ívan ell os” (los d os h er ma no s). “Cuidado que no te sugestione como tiene po r costumbre cuan do quiere conseguir algo".
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“Ya sa bia yo que quería ha cerle una si nverguen zada a la mujer". (Fue en
una ocasión en que Lumen anduvo dos meses sin corbata para conseguir que yo me quitara un collar de coral que me gustaba much o). “No lo dejes anda r desnudo po r la casa, que es una vergüenza, a un gan dul semejante “Cáll ens e a hora que a h íllega Lum en ; just ame nte lo q ue bus ca es q ue se hable d e é l”. “¿Dón d e est á Lum en ? Es la hora de com er ... ent onces de be est ar en e l cuar to de ba ñ o dánd ose un la vaj e". “Cuánt o m e alegra de q ue t engas la mujer que t ienes. Aho ra no si em pre te vas a queda r con la última palabra " (aludía a la ropa blanca, sábanas, manteles, etc.; que "Quéro pa te tr aes!! había comprado en Europa) ¿Qu i é n se iba a im agi na r que Lum e n s e ca sa ría co n una m uj er semeja nte?". “No l e hagas caso a Lum en en lo que dice del peinado, de los zapa tos o del vestido; es un extra vagante ”. “Cómo ha s cam bia do! Ant es te vestías de otra ma nera" . “Hac es una vida que es com o la noc he a l día com par ad a co n la q ue ha cías antes". “¿No de cías qu e era tan b ue no ? Una vez, de ni ñ o, m e qu is o es tr ang ula r”. “Nunca me voy a olvidar de que me hi zo esta ame naza: si te casas po r igle sia (la que se ca saba era Noela) el día de tu casam ient o me l o v oy a pa sa r ha cie ndo gua rdi a e n la tumba de pa páen señ al de de sag ra vio ”.
Un día en que yo le hablaba a la mamá de Lumen exponiéndole mis ideas sobre el hogar, la felicidad, etc ..., ella, que me escuchaba atentamente, me dijo de pronto con una expresión de lástima que recuerdo aún: “ Poveretta ". Era la madre! “El dice que es como un terciopelo y que h ay que cuidar, para que no se mol este, de no rozarlo a contrapelo; per o olvida qu e los otros est án en el mism o caso y n o se le importa molestarlos a su vez".
La f amilia siem pre estu vo contra nuestra casa.
Al principio, apoyándome a mí contra Lumen. Fuer on contr a la casa. Después, cuando vieron que yo estaba enteramente unida a Lumen y que lo apoyaba (siempre le fui absolutamente fiel y nunca me presté a criticarlo o atacarlo), nos vapulearon a los dos. Fueron contra la casa. Al final, viendo a Lumen en plena locura, lo apoyaron contra mí. Fueron contra la casa. Y ahora, actuando como lo hacen, extraviados por el bajo deseo de ap rove char la ocasión que se les presenta para hacerle mal, van también como siempre, contra la casa ... Y habría que preguntar: ¿Por qué? ¿Por qué ese encono contra la casa?
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r A Siul lo he visto casi siempre (no de aspecto sino de fondo) contra Lumen; sólo lo vi unido a él cuando tenía algún interés personal que defender y po día utilizar a Lumen en la obtención de sus fines, o cuando se trataba de molestar a un tercero. Cuando Lumen y Siul estaban juntos, la agresividad propia de ambos se reforzaba notablemente; en casa, estando jugando al ajedrez, hicieron llorar a Noela que les hizo una observación, recuerdo bien que antipática era la actitud de los dos, mientras jugaban. De chicos iban a pelearse por gusto con otros muchachos del barrio, y más de una vez, después de haberse ejercitado días y días dándole puñetazos a una bolsa de arena, salían como si nada, pero con un plan perfectamente calculado y combinado, a encontrar al desprevenido adversario para “reventarlo”. (El contrincante tal vez fuera alguno que había tenido la des gracia de rozar a contrapelo la fina piel). Esto, como tantas otras cosas verdaderamente reveladoras de la infancia y de la juventud de los dos hermanos, me lo contó Lumen en momentos en que, desengañada ya en mi creencia de su extraordinaria bondad, trataba de sondear su pasado para descubrir por fin cual era la personalidad que se ocultaba tras esa apariencia. Así fue como me enteré de hechos algunos de los cuales me es imposible relatar. La pareja Lumen-Siul, es verdaderamente digna de estudio: Poseen ambos caracteres comunes y además cualidades propias; en éstas, cada uno se . considera superior y desprecia al otro. Siul domina las cuestiones financie ras; Lumen las filosóficas. Siul se aprovecha de la ignorancia de Lumen y la utiliza en su provecho; Lumen explota la inferioridad de Siul y, como me lo decía, cuando le conviene, “se lo m et e en el bolsi llo ”. Cada uno conoce los defectos del otro y los maneja de acuerdo a sus fines. Y ambos son cons cientes del doble papel que desempeñan: engañan y son engañados; pero se hacen los tontos en lo que les concierne porque esperan la recíproca. Así, mientras Siul maneja a Lumen, adula su vanidad diciéndole por ej.: y al mismo “cómo est ás en la of ici na! to dos t e trat an co m o si f uer as e íj e f e ”: tiempo me dice Lumen: “cómo es Siul! en su mezquinda d, me hace ha cer toda d a se de pa pe lo ne s ent re los té cnico s mis am ig os ”', pero los hace, sin embargo, porque, a su vez, quiere tener propicio a Siul para lo que se pro pone. Eso, en lo que se refiere a cada uno de ellos; cuando se trata de un tercero, la agresividad propia de ambos se refuerza, como dije antes, y ambos se ti ran contra él ... siempre que no sea podenco, porque entonces, como pasó en el caso del escribano Grauert, la pareja se desintegra y deja de actuar en armonía.
A Siul lo he visto casi siempre contra Lumen, dije; así es, en efecto:
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Estu vo contra Lume n cuando, sabiendo que buscábannos un terreno para
construir una casa por la ley Serrato (tenía en su poder los $ 3500 que Lu men heredó al morir su madre), le ofreció uno que poseían en el camino Propios, terreno del cual, después que yo lo rechacé de plano, me dijo que era un “clavo”. No le ofreció por cierto, otro terreno que poseía en el Boulevard Artigas, de cu ya existencia, así como de la de otros también de propie dad de Siul, se enteró Lumen revisando carpetas de Avalúos. Estu vo contra Lume n cuando, al comprar la casa en la que vivimos actual mente por medi o de una operación con el Banco Hipotecario, qui so conven cer a Lumen, haciéndole un cuento sobre el valor de las acciones, de que, aunque habíamos pagado por la casa $ 1000 más que si la hubiéramos comprado el año anterior, época en que Siul no pudo entregarle el dinero a Lumen, habíamos salido ganando. En esa ocasión Lumen quiso depositar el dinero en el banco unos $ 300 que habían sobrado después de aquella operación; Siul le dijo entonces que se los diera a él, que le pagaría el mismo interés que el banco; cosa que olvidó completamente cuando entregó el dinero. Quien nos ayudó mucho en los trámites de la adquisición de la casa por la ley Serrato y nos aconsejó el procedimiento a seguir, fue el Arquitecto Noboa Courrás. Estu vo contra Lumen cuando, habiéndose casado Zulma, la mamá quiso repartir entre los hermanos las cosas de la casa. Lumen pidió para sí, sólo la biblioteca, diciendo que era un crimen que los libros se separaran en lo tes. Siul estuvo en la casa, y en mi presencia , y entonces c o m o c o nt r i n c a n te , igual que en la noche del reparto de que hablé antes, le dijo a Lumen que él quería su parte de libros, que él no estaba en condiciones de comprar otros (era la época en que los ganaderos duplicaban su capital en un año). Lumen replicó que, pensando siempre que no debían separarse, él renun ciaba a ellos, como así lo hizo, cosa que fue aceptada, sin empacho. Estu vo contra Lume n cuando, creyendo como todos que Lumen iba a re nunciar los $ 3500 que heredara de la madre al primero que le hablara de ellos (Y sabía que tenía hijos y que no disponía más que de su sueldo), se pasó las primeras semanas que siguieron a la muerte de la señora hablán dole continuamente de los $ 3500 en cuestión. (Siul nunca trataba con Lu men cuestiones de dinero, pues, entendiéndolas perfectamente, prefería tratar otras de las que pudiera sacar provecho). Lumen no renunció al dinero, con gran sorpresa de todo el mundo. Enrique Gomensoro, cuando supo que Lumen pensaba utilizarlo como base para adquirir una casa, le dijo; *Hace s bien, a s íno ha brá pe li gro de que se los des al primero que te los pid a”. (Junto con los $ 3500 de que acabo de ha blar, recibió Lumen de su madre la disposición de que se diera mensual mente a su hermana Delia Portillo, la cantidad de cinco pesos mensuales. Durante dieciocho años hemos cumplido fielmente este mandato y pienso seguir haciéndolo en cuanto solucione los problemas económicos que se me han presentado). Lo que trató de hacer Siul con el dinero, lo hizo con otras cosas más; los dí as que siguieron a la muerte de su madre, se pasó en idas y venidas; así
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consiguió que Lumen renunciara a su favor, el juego d e copa s de cristal que Noela había apartado para él. La noche en que se repartieron los objetos dejados por la madre, fue, aun que desagradable, de gran enseñanza para quien, como yo, contemplaba las cosas desde fuera, sin el menor interés. De tarde estuvo Siul en casa y, al final, como de pasada, le dijo a Lumen: “¿va s est a no ch e ?”. Lumen res pondió: “bu en o" Yo me di cuenta clara de lo que se trataba y tuve deseos de decirle a Lumen: “cua ndo te pre gunte n que es io qu e quie res, di les: “que uno h aga tas parte s y que los dem ás elijan”. (En esto parodiaba al presi dente Kruger del Transvaal cuando terminó salomónicamente una penden cia entre dos hermanos diciendo: que el mayor haga l as partes y que el me nor elij a). Pero la delicadeza que me hizo callar siempre en esos casos, la misma que detuvo a la madre cuando, sabiendo que los perdía para siempre, dejó que Lumen entregara a su tío Manuel Portillo los $ 3500 heredados de su padre, me detuvo y nada dije. Aquella noche lo conocí a Siul de cuerpo entero. El, que cuando estaba en casa con Lumen le halagaba siempre y lo hacía creer que pen saba como él (se manifestaba por ej. partidario de los alemanes; era durante la guerra), estuvo agresivo y burlón, y al mismo tiempo que se repartían los objetos y que los regateaba como un usurero, apoyaba a los franceses con grandes carcajadas. Lumen quedó disgustadísimo aquella noche, y me dijo “qué ver^ güenza!” ... Al final, me dijeron que habían apartado para mí, como recuerdo un prendedor de oro; estaba yo como para aceptar! agradecí y dij e que tenía como recuerdos todos los que había dejado en casa la señora durante los días que estuvo con nosotros enferma. Yo no me refería a recuerdos materiales, pero al día siguiente estaba Siul en casa ... vino a ver, qu e er a lo qu e hab ía d ej ad o en ell a la señor a!! ! Qué anverso y qué reverso podrían hacer para una medalla, este Siul del reparto y aquel otro Siul que fue a hablar con el Sr. Fiscal para “rehabilitar” la memoria de su hermano! Siul estuvo contra Lume n cuando, al comprar nosotros la radio, tomó a Lu men solo (Lumen solo era presa fácil para él) y le dijo que él podía llevarse de a poco los discos a Molles y después irlos trayendo. Pero Lumen no cayó en la trampa; apreciaba mucho nuestra selecta colección de discos y le contestó: “no, a sílos discos se van a ech ar a perde r; prefiero regalart e al gu nos'1. Así io hizo; pero Siul, decepcionado, ni las gracias le dio por ellos. Lu men me dijo: “Siul, siemp re zorro, quiere hacer se d ueño d e m is dis cos re cu rriendo a la treta de llevarlos y traerlos ”. Siul siempre estuvo contra Lume n , utilizándolo en estos últimos años y sin escrúpulos en una serie de asuntos que Lumen atendía a su pesar, porque ahora cualquier trabajo lo molestaba enormemente; pero Siul no lo dejaba en paz, y ya conmoviéndolo, ya indignándolo, según le conviniera, lo hacía mover... con perjuicio de sus otras ocupaciones. Así fue como Lumen des cuidó sus expedientes (muchos se los devolvían equivocados de Impuestos Directos) y me dijo el Sr. Machado, director de la dirección G. de Avalúos,
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que las cosas estaban tan mal, que Lumen estaba abocado a una cuestión muy sería con el Ministerio. Y así podría seguir ... Siul fue el vivo que se aprovechó cuanto pudo (y no más porque estaba yo; de ahí la simpatía que me tiene) de la incapacidad de Lumen en cuestiones de interés. El único obstáculo que encontraba era yo, que, aunque callaba, sabía Siul que veía todo perfectamente. Tanto lo sabía, que una vez, en la casa que ocupaba Noela en la calle Vilardebó, le dijo a Lumen a raíz de una discusión: “todo eso lo tienes gracias a tu m u je r . (Me lo contó Lumen). Y eso lo sigue pensando a pesar de todo lo que diga. Todo s los de la familia están íntimamente convencidos de que, si no me hubiera tenido a mí, “nu nca hubier a teni do un vinté n partido p o r la mi ta d” como le decía la ma dre en una carta de ía serie que yo guardaba y que Lumen quiso destruir.
Si hubier a espíritu de justicia en la familia, ya se hubieran pr esent ado a p e dir la libertad de Ins.
Ellos saben mejor que nadie quien soy yo, y qué esposa y madre he sido: ellos saben mejor que nadie (fue a ellos y sólo a ellos a quienes recurrí en mi angustia) cuanto trabajé y cuanto sufrí. Ellos saben mejor que nadie, quien era Lumen y hasta qué punto podía llegar en su violencia. El que no se hayan presentado apoyándome, más, el que hayan enfocado hacia nosotros, la agresividad que antes tenían por “el loco”, es la mejor prueba del egoísmo feroz, del cruel encono, contra el que me he debatido angustiada, sola, sin esperanza de liberación. Se han perdido una hermosa ocasión de actuar con justicia; tanto peor para ellos!
La aristocracia (sabemos cual es lá que se estila en nuestra tierra de emi grantes), la posición social, la fortuna, son como esos objetos de vidrio que entregaban los conquistadores a los indios a cambio de metales preciosos; damos por ellas, muchas veces, cosas fundamentales como son la propia estima y la tranquilidad de conciencia. Yo les he enseñado a mis hijos que sean buenos y que se liberen, tanto como sea posible, de esas telas de araña que nos quitan libertad. Yo les he enseñado que, aunque hay momentos de alegría, de dicha, no hay persona de la que no se pueda decir al final de su existencia “vivió, su frió y murió”; y que lo mismo, aunque en un momento dado pueda una f ami lia estar encumbrada o ser pobre, no hay familia de la que no se pueda decir en el transcurso del tiempo: “Pasó de la pobreza al trabajo, del trabajo a la industria, de la industria a la riqueza, de la riqueza al orgullo, del orgullo a la pobreza”. Mi única aspiración en esta vida, es que mis hijos sean en todo momento, y esto, aunque pierdan todo lo demás. verdaderamente bueno s
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La familia y yo Desde que lo conocí a Lumen en el año 1907, no tuve más noticia de su fa milia que esta, dada por terceros: “se sep aró de ta familia po rq ue en elia le h a c e n l a gu e r r a p u e s n o l o c o m p r e n d e n* o esta otra dada por él: “m e tienen envidia po rqu e s o y el único inteligente
Ni en nuestro compromiso, ni en nuestro noviazgo, ni en los preparativos de nuestro casamiento, la familia fue tomada en cuenta para nada. Lumen era solo, independiente y procedía por sí y ante sí, y cuando hablaba de los su yos, lo hacía con todo el desprecio diciendo que tenían ideas de medio siglo atrás. El 6 de setiembre de 1913 conocí a la mamá de Lumen que de vuelta de la casa de la calle Estomba a la que había ido para ver la ropa que yo traía de Europa, venía a cono cerme y a felicitarme por ella. Dos días después, el 8 de setiembre, fecha en que nos casamos, conocí al resto de la familia. No fijé mucho mi atención en los que la formaban; gente de la clase media, con la cultura media que se estila, no podían impresionar a quien como yo, venía de oír en conferencias a las cumbres del pensamiento francés, italia no, y belga, y de tratar a personas pertenecientes a la alta intelectualidad europea. Ni tampoco me fijé en la casa en que vivían, cuando la conocí. Vivienda de pequeños burgueses, sin nada especial que ta caracterizara, no podía lla mar la atención de quien venía de ver las grandes basílicas, la casa de los papas y las antiguas residencias reales y principescas convertidas en mu seos repletos de maravillas, construidas y decoradas por los artistas del re nacimiento y por los grandes maestros geniales que continuaron su obra gi gantesca. Una ve z casada, cumpliendo mis deseos de estar en pa z con todos, propicié y estimulé las relaciones de Lumen con los suyos; y cuando dependía de mí, lo acompañaba en sus visitas, y esto, con toda naturalidad, y es que, sin pensarlo, instintivamente, sentía que la hija del emigrante austríaco cuya extraordinaria inteligencia había llamado la atención de cuantos lo habían tratado, podía alternar sin desdoro para nadie, con los nietos del emigrante gallego cuyo trabajo labró una fortuna que sus hijos no supier on conservar. Mientras vivió la mamá de Lumen, las cosas continuaron así. Fui con ella, amable y cariñosa; semanalmente le mandaba parte de los h uevos f rescos y de los productos de granja que me traía un pariente y fueron siempre para ella las mejores flores de mi jardín. Luego, en el tiempo en que estuvo enferma en casa, la cuidé como si hu biera sido mi madre y ella fue conmigo buena, comprensiva y sumamente agradecida. Después murió la señora, me separé algo de la familia; primero, porque Lu men trataba de aislarme cuanto podía, y luego porque en verdad, yo me aburría oyendo conversaciones superficiales a base de chismes y críticas a las que no estaba acostumbrada y porque me costaba presenciar impasible
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escenas de mezquindad impropias de quienes blasonaban de ricos, y esce nas de prepotencia en las que por ej.( una pobre sirvienta era recri minada e injuriada o en que tratándose de parientes pobres se hablaba de ellos con burla y con desprecio. Me separé algo de la familia, pero seguí siendo atenta y amable; siempre recordé los aniversarios, siempre traté de que Lumen no descuidara las re laciones, siempre cuidé de que los chicos se mantuvieran unidos a ella, siempre estuve presente ante todos, obsequiándolos con las flores y frutos de nuestro terreno. Ellos no dejaron de visitarme (fue Lumen quien intrigando, interrumpió últi mamente las visitas) y mi casa, mis flores, mis libros, mis chocolates, mis helados o lo que fuera, tuvieron siempre especial atractivo. Mientras tanto se iba desarrollando en casa el ovillo de nuestro drama. Lu men había actuado conmigo como se hace con un resorte cuando se le aprieta fuertemente, y eso se mantuvo mientras yo lo creí bueno y leal; cuando vi la realidad, cuando vi que lo que él pretendía era corromperme, moldearme a su gusto, destruir en mí, con mi pasado, toda preocupación de moral o dignidad, el resorte saltó con fuerza tornando a la normalidad. Lu men quiso volverlo a su estado anterior y no pudo; lo que fue posible por amor, no pudo conseguirlo por la violencia. Despechado, pensó humillarme hablándome de aristócratas y de plebeyos, de gente distinguida y de cam pesinos, de f inura y de poca educación; yo me le reí: conocía el pañ o. Qui so entonces degradarme recurriendo a toda clase de bajezas o de viles exi gencias y siempre me encontró digna y altiva; apeló a la violencia y l a utili zó sin miramiento alguno, con el mismo resultado: acorralada, injuriada, mal tratada, golpeada brutalmente, siempre mantuve la altura moral ante la que se inclinaba a pesar suyo ... Entonces rabiando, con la furia terrible y tran quila que en él era imponente, recurrió al recurso supremo: Una vez, intentando mover una bomba-reloj que no respondía a sus esfuer zos, tomó un trozo de hierro y lo hizo actuar como palanca sobre el manu brio; lo que resultó es lo que lógicamente tenía que resultar; el manubrio se torció violentamente y la bomba-reloj continuó atrancada. Así con el mismo criterio, actuando sobre los efectos, cuando fácil hubiera sido hacerlo sobre las causas, buscó Lumen una palanca con que mover esa máquina que ya no respondía a sus requerimientos, y esa palanca la encontró en el sentimiento que inspiraba a la familia quien por su altivez modesta y digna, estaba tan lejos de su comprensión. ... Y encontró enseguida el apoyo que buscaba, y ese apoyo que encontró contra mí, f ue / a única ayuda verdaderamente sincera que encon tró Lum en en toda su vida de parte de s u familia.
Lo atacaron acerbamente antes por lo único que tenía de bueno; lo apoya ron después en todo lo que tenía de malo; lo abandonaron en lo que podía traerle felicidad, lo sostuvieron en lo que era la desgracia segura para él y para t odos nosotros.
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El apoyo que Lumen obtuvo últimamente de su familia, fue el impulso final que determinó la tragedia. Lumen j a m ás se hubiera decidido a actuar como lo hizo, si no hubiera contado con ese apoyo. Lumen buscó apoyo contra mí, pero cuando vio que a pesar de eso no con seguía convertir en una cosa a quien era una entidad, cuando vio que el manubrio se rompía pero que la máquina continuaba atrancada, furioso, en pleno desvarío y en el colmo del despecho, seguro otra vez de que había quien lo apoyara, resolvió concluir con todo eso y dio a su hermano, instru mento inconsciente en eso, los argumentos que luego podría emplear contra mí. Fuera de ésto, de lo que Lumen hablaba de mí a mis espaldas y de lo que trascendió después de mi llamada a Zulma y Diego, de mi discusión con Noela y de lo que dije a Siul a fines de setiembre o principios de octubre, el día que Lumen rompió las cartas de la mamá, nadie sabe absolutamente nada de lo que pasaba en la casa , nadie oyó nunca discusiones de ninguna especie; todo lo que se pueda decir al respecto, todo , o está inventado, o, si son alabanzas a Lumen, soy yo quien las hizo circular pues siempre pre senté embellecido cuanto pudiera honrarlo y enaltecerlo, y si son ataques contra mí, fue Lumen quien los insinuó, cumpliendo su programa. Yo puedo proba r en cualquier moment o que no h ay uno solo en la familia que sepa verdaderamente lo que pasaba en la casa.
Y tan es así, que se están empleando ahora argumentos que Lumen había dado para que fueran usados contra Raimunda muerta, no contra Raimunda viva que puede destruir, con solo presentarse, cuanta falsedad se haya po dido decir. Conozco bien esos argumentos: unos los empleaba Lumen cuando, furioso al verme firme en mi resistencia, pasiva, trataba de humillarme y de reba jarme: “eres de b ajo origen y de poca educación; al casarte conm igo hiciste un casamiento ventajoso* otros los utilizaba en los momentos álgidos en que, ante terceros, tenía que echarse a fondo para salvar la situación: “quiere separarm e de mis hijos; trata cuestiones sexuales co n l os hom bres; me romp ió las cart as de m am á* otros, por fin, los usaba cuando, al mismo
tiempo que iba apretando las mallas de su red, me atribuía lo que yo en ca so de hablar, podía achacarle: “es celosa ; es domina nt e; quiere ais lar me”. Imitaba en esto a Morgiana, la esclava de Alí Babá cuando, viendo marcada la puerta de su amo, puso idéntica señal en la de todos los vecinos consi guiendo de ese modo desorientar a los ladrones que no supieron cual era la casa a atacar. O al calamar, cuando enturbia las aguas con su tinta en caso de peligro. O al ratero, que al verse descubierto grita con t odos: “al ladrón, al ladrón!”. Conozco bien los argumentos que Lumen sembró contra mí; la familia los hace suyos ahora y, creyendo que todos somos mudos, los esparce a los cuatro vientos. Es de poc a educaci ón. Si yo fuera mala, que capítulo podría escribir con este tema!, qué serie de anécdotas elocuentes y sabrosísimas podría con tar!.
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Es de origen humilde . Hay personas que están por completo f uera de la rea
lidad ... pase que hable de poca educación quien de la casa de su hermano pobre se llevaba con el menor pretexto libros, juguetes o lo que fuera; o el que le decía a su hermano que con sus gestiones le había hecho cobrar unos miles de pesos, cuando le preguntaba si era posible obtener, pagán dola, crema de su estancia, “eso n o e s n e g oc i o p a r a m f \ pero que se atreva a hablar de origen humilde el que es nieto e hijo de emigrante, eso rebasa ya los límites de la normalidad y de la cordura ... Me hablaba Lumen de mi origen humilde y al mismo t iempo, que ironía!, me reprochaba que no usara su apellido. Y es que en reali dad nunca , fuera del día en que puse mi firma al pie del contrato matrimonial, usé mi nombre de casada, y Lumen me lo echaba en cara continuamente: *suprimes el de Ca be zudo c om o a cto d e rebeldía, pero a pesa r de todo , eres de Cabe zudo ”, me decía, y siempre que podía, é en cartas íntimas y papeles de cual l s í quier clase escribía con cualquier pretexto mi nombre completo. Nunca usé el apellido de Lumen, y no porque me lo propusiera calculada mente, sino porque no tuve que firmar ningún documento que lo exigiera así y en las pocas cartas escritas durante mi matrimonio, usaba simplemente mi nombre de pila, y es que, a la verdad, yo no le daba ni dejaba de darle nin guna importancia al apellido de Lumen, más, esto de los apellidos por el apellido mismo, me parece ridículo y estúpido: cada uno honra o deshonra su apellido!
Soy la hija de mis obras y quiero mucho y no lo cambiaría, por ningún otro, este “humilde” apellido que me corresponde por nacimiento; el apellido que me legó mi padre de cuya inteligencia estoy orgullosa, y con el que me re cuerdan aún, después de veintidós años de muerte, mis profesores y mis compañeras; quiero mucho y no deseo otro apellido, que el que usaba cuando no sabía de luchas mezquinas, cuando no pensaba más que en el estudio, cuando era estimada y querida por todos, cuando era libre y feliz.
La familia dice que Lumen se quejaba de m í... Luego decía verdad Lumen cuando, al mismo tiempo que me escribía cartas apasionadísimas, me de cía: "te voy a desacreditar tanto que no vas a po de r defenderte Lumen se quejaba de mí con la familia, y siempre en ausencia mía. Pero la familia, sobre todo Siul que era con quien actuaba Lumen más a sus an chas, tenía otros datos además de los que podía darle Lumen en mi ausen cia, tenía los datos que podía obtener con sus visitas a casa. Y en esas vi sitas, no era una mujer prepotente y dominadora la que encontraba Siul, si no una mujer seria y mal vestida que siempre estaba trabajando ... Y no era un hombre sometido el que encontraba, sino un hombre arrogante que se apartaba con él cuando llegaba prescindiendo de todos los demás; y cuan do se iba a acompañar a Siul al tren hasta 8 de Octubre, no era yo la que no quería que fueran los chicos, era Lumen quien no quería llevarlos aunque yo se lo propusi era ...
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Ni podían pensar que pudiera someterse un hombre que desde chico había sido rebelde y violento y a quien hará unos dos años una de sus hermanas frente al Palacio Sarandí y en presencia de Siul , le dijo a Lum en en cuya ofi cina habían nombrado un nuevo director "supongo que ya lo habrás met ido eh u n z a p a t o N o como sumiso y manso lo consideraba la familia; una vez me dijo la misma hermana que acabo de mencionar “¿no de cías q u e era Y una tía anciana de tan bue no?, una vez, de chico, m e quiso estr angular" cía delante de él: “de ni ño ex igía cu a nt o s e p r o p o n ía y d e cía , en o ján d o se much o, qu e se l e subía la sa ngre a la ca be za " Siul mismo, que tantas veces se peleó con Lumen a golpes, sabe bien que Lumen no era sumiso y también sabe que para que esa s pel eas t erminaran, game lo qu e qu iera s; no m e vo y a def en tuvo que decirle a su hermano: "pé de r0.
Yo t ambién recurrí al recurso de dejarme pegar sin def enderme, per o sin re sultado ... porque Lumen quería algo más que reducirme a golpes. Lumen quería hacer de mí una esclava blanca para su uso particular, y en este in sano propósito, concentraba últimamente todo su anhelo. Lumen estaba sometido, sí, pero no a mí, sino a la terrible pasión que por mí lo dominaba y de cuyos extremos traté de huir de todas maneras sin éxito, pues él me fue cerrando, implacable, todas las salidas. Lumen decía que yo era celosa ... Los celos traen implícita para el que los siente la idea de inferioridad. Se t ienen celos por que se supone que al guien mejor que nosotros puede arrebatamos el objeto de nuestro amor ... luego, el celoso trata de superarse a sí mismo, de poner en evidencia de la mejor manera sus cualidades. ¿Veía alguien, algo de eso en mí? La mujer com pletamente despreocupada que todos veían, no manifestaba en su aspecto el deseo de atraer, sino mejor, el de despegar, no era una celosa, no era una prepotente ; era una aburrida, una desesperada , lo que veía la familia y sobre todo Siul, que fue el que, debido a sus asuntos personales, frecuentó más la casa en estos últ imos años. La familia dice que Lumen se quejaba de m í ... Pero la familia y sobre t odo Siul, sabe que Lumen mentía con toda tranquilidad cuando le convenía ... y que se hacía la víctima si eso ayudaba a sus propósitos ... Siul sabe que mintió aquella noche en que le dijo a la mamá refiriéndose a una sirvienta que protestaba a gritos: “no es cierto ma má, e so e s lo q ue ella qu isi er a". Sabe que mintió cuando, estando por morirse la mamá, me dijo a mí que Zulma lo perseguía y que por hacerle mal quería contarme algo que había pasado cuando yo estaba en Europa, e hizo que delante de toda la familia que estaba en el comedor de Noela, le dijera a Zulma que yo ya estaba en terada, que Lumen ya me lo había contado; cuando en realidad lo que Zul ma le había dicho que me contaría era que Lumen andaba bien con una enfermera de la noche, y Lumen a toda costa quiso impedir que yo me ente rara del hecho. Y en posesión de todos estos datos, y recordando la precipitación con que, la última vez que estuvo en casa, (el día en que rompió las cartas de la ma má), Lumen lo llevó a la calle mientras yo gritaba: “quiero el divorcio; dile a
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Lumen que pida el divorcio”, hubiera podido Siul pensar que tal vez hubiera algo más, oculto en la casa, aparte de lo que Lumen decía ... Y es lo que voy a probar, presentando tan sólo una carta y un soneto. A una mujer cel o sa, dominadora y despótica de la que se quiere huir, no se le escribe una carta como aquella a los veint e años de m at ri mo ni o y después de haber te nido seis hijos , ni, si es cierto lo que dice Siul que le dijo Lumen, un soneto como el que me escribió pocos días antes de morir, como reacción a un ac ceso de f uria frenética.
“Hizo con el casamiento un negocio ventajoso " Presento unas cuentas que
comprueban mi afirmación de que, cuando me casé con Lumen, éramos los dos igualmente pobres. El no había ahorrado nada (debía además $ 135), y los muebles que compramos, lo mismo que todo lo que adquirimos d espués, (tengo los comprobantes a mano), fueron pagadas en cuotas ahorradas del sueldo con el que sostuvimos, además, todos los gastos de la casa con los hijos que fueron viniendo. Prueban además (basta para ello con revisar la cuenta de ropa), que si te nemos en casa comodidades y objetos de buena calidad, no es porque, se gún i nsinúa la familia, haya hecho yo al casarme un negocio ventaj oso, sino porque so y industriosa y económica, amiga del orden y de las cosas buenas y artísticas (pese a mi plebeyo origen y a mi poca educación), y que lo que tenemos; lo mismo lo tendríamos si me hubiera casado con un obrero (cuánto más hubiera valido!) Los objetos que había en la casa de esta mujer de poca educación, eran de tanto encanto para los que ahora pretenden criticarla, que algunos sirvieron para adornar sus casas, otros fueron lucidos por ellos en fechas culminantes y otros fueron verdaderamente codiciados por los más ricos, quiero decir, por los más educados, pues en el léxico de la familia, educación es sinóni mo de dinero y un rico puede realizar cualquier acto innoble, sin dejar por eso de ser educado. Mientras yo estuve en Europa, con los $ 100 mensuales de que disponía primero y con los 180 con que conté después, Lumen se limitó a vivir; cuan do me casé estaba sin ropa y sin otro traje que el puesto (era de confección y costaba $ 22); además debía $ 135. Yo tenía $ 150 mensuales. Con ellos, después de pagar los gastos de viaje (recorrí toda Bélgica, Holanda, Italia y Suiza, y gran parte de Francia, Ingla terra y Alemania ), y deducidas las fuertes sumas que me demandó la estada en importantes establecimientos de enseñanza y la entrada a museos y a cuanto lugar de esparcimiento educativo encontré a mLpaso, ahorré los su ficiente para: 1—Mandarle a mi mamá que se pasó los dos años de mi viaje con mi abuela en su aldea natal, de donde volvió completamente rejuvenecida, alrededor de 3000 francos. 2 - Gast ar unos 4000 francos en un soberbio ajuar de la mejor ropa que h a bía en aquella época en París.
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3 - Compra r en Florencia dos espléndidos mármoles (la Venus de Milo y “Amor y Psíquis” de Canova) con sus correspondientes columnas. 4 - Adquirir en la misma ciudad una rica porcelana con marco de br once que es lo más artístico que tenemos en casa y que Lumen quiso romper (tenía celos de la porcel ana). 5 - Comp rar un búcaro y dos fl oreros de cristal “Saint -Lambert ”, en el her moso establecimiento industrial que visitamos detenidamente y que tiene fama mundial. 6 - Tra er un cajón grande lleno de valiosos volúmenes de arte y ciencias. 7 - Varios cientos de vistas estereoscópicas. 8 - Una colección de grabados y fotografías de arte. 9 - Una canti dad de artículos de cocina, entre los que se destacan varios de cobre comprados al peso, que adquirí atendiendo las indicaciones de nues tro profesor en el curso de cocina seguido en el “Cordón Bleu” de París. 10- Una bicicleta de la renombrada marca “Hirondelle" de la fábrica france sa de “Saint Etienne”. 1 1 - Un triciclo (el mejor que encontré en el “Louvre”). 12 —Un precioso bebé “Sumont” . Claro que no fue una vida de ostentación la que hice en Europa, sino de estudio y de trabajo; lo que no impidió que muchas familias distinguidas en tre las que había algunas de nobleza auténtica, me invitaran a sus casas y me trataran de igual a igual; y me sentí entre ellos, como entre los sencillos campesinos de los Montes Ligures en la aldea donde nació mi madre, como entre los nobles y bondadosos granjeros holandeses que me enseñaron a hacer queso y con cuyas familias pasé gratísimos momentos. Viví sencilla mente y sin olvidar ni un solo instante mi condición de estudiante pagada por mi país. Lo mismo pasó en casa; con lo que Lumen ganaba, si me hubiera dado por seguir la corriente de vanidad que se estila, no habríamos pasado de ser unos pobres con pretensiones que apenas hubieran podido sostenerse en un departamento de cierta apariencia. En cambio, viviendo sencillamente, sin gastar en trajes ni sirvientas, pudimos tener verdaderas comodidades y esta casa que, aunque hipotecada en $ 12000, hubiera sido, cumpliendo con el banco, un refugio seguro y tranquilo. Lumen, aunque cambió de oficinas (y esto por conflictos), tuvo siempre el mismo puesto que tenía cuando nos casamos. Vivimos con el sueldo de $ 180 nominales hasta 1925; con $ 220, hasta 1928, con $ 280 hasta 1931; y desde entonces con $ 250 (impuesto a los sueldos). Fuera de eso, hizo va rias mensuras, pero las más fueron para el estado y no recibió asignación por ellas. Heredó además de su.madre , $ 3500, de los cuales $ 1080 fueron pagados en una asignación meifsuál a una hermana de aquella; el resto, junt o con dinero ahorrado por nosotros, fue empleado en la casa en la que hicimos valiosísimas mejoras.
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Si yo, en lugar de ocuparme en impulsar á Lumen que era una máquina que marchaba como con retardador, y para mover a la cual había que emplear una fuerza por lo menos cuádruple a la obtenida, hubiera empleado mi energía en ejercer mi profesión, hubiera ganado $ 200 mensuales como mí nimo (tengo compañeras que ganan mucho más) y, al final de estos veinti dós años, habría obt enido $ 52800 suma con la cual, sin sufrir humillaciones de ninguna especie, hubiera podido vivir digna y cómodament e y eso, como lo dije antes, aunqu e me hubiera casado con un obrero pobre. Siul dice a quien quiere oirlo, que la muerte de Lumen fue fraguada por mí. ¿A quién, sino a Siul, podía ocurrírsele una vileza semejante? Cuando el zapatero tira a alguien algo por la cabeza, puede asegurarse con gran pro babilidad de acertar, que lo que-ha tirado es una de sus hormas. Üna persona como yo, de carácter franco y vehemente, que ha afrontado siempre las consecuencias de sus actos y de quien nadie jamás dijo que fuera "hipócrita y zor ra ”, no es capaz de una indignidad semejante. De mí puede esperarse un estallido en un momento de intensa desespera ción; por ej., que el día en que después de haberle servido la comida en la cama y cuidado y mimado, me dejó la cara negra y chorreando sangre por la nariz y boca a fuerza de puñetazos (la esposa de Siul me vio la cara des figurada unos días después), hubiera tomado el revólver que est aba ahí, en la biblioteca, al alcance de mi mano y lo hubiera muerto a Lumen en el mis mo instante; pero no que solapada y calculadamente, haya concebido un plan infame para realizarlo a mansalva escudándome en mis hijos. “Un plan fraguado” ... qué inconsistencia y ¡cuánta maldad! Desde el año 1929 estuve deteniendo, angustiada, la tragedia que nos amenazaba ... y he soportado en silencio los golpes que Lumen me prodi gaba y he t ragado lágrimas amargas de dolor y vergüenza ... y me he inter puesto entre el padre y los hijos infinidad de veces saliendo yo en esos tran ces con la peor parte ... y les he suplicado a mis chicos con la elocuencia desesperada del que no ve otra salida, que no intervinieran nunca defen diéndome contra su padre, que dejaran que me pegara, convenciéndol os de que eso era lo menos malo que podía pasar, consiguiendo de ellos, pobres criaturas inocentes! que permanecieran a mi lado quietos, mientras él me golpeaba sin escrú pul o... Cuántas cosas no saben, porque yo oculté cuanto pude, estas pobres cria turas que creen saberlo todo! Una vez, el día que murió Batlle, se preparaba Lumen para ir al Palacio Le gislativo donde el cadáver estaba expuesto y yo le expresé mi deseo de acompañarlo. Batlle había sido muy bueno con nosotras; en vísperas de nuestra partida para Europa, nos dio, a mis compañeras y a mí, toda clase de facilidades y consejos que nos fueron de gran utilidad. Lumen se opuso terminantemente diciéndome que ninguna mujer decente saldría a la calle ese día ni el siguiente y como yo insistiera, luego de hacer una serie de pre sunciones injuriosas sobre el porqué de mi insistencia, terminó dándome brutales puñetazos en todo el cuerpo; uno lo recibí en el vientre ... y yo lle vaba dos meses largos de embarazo...
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Un rato después, estando en la cocina sentada en una sillita baja con el ne ne más chico en brazos, Lumen mismo vio que debajo de la sillita había un charquito de sangre ... Yo no me había dado cuenta; la hemorragia siguió y se llevó to do ... Al día siguiente, me acosté temprano; estaba débil y tristísima ... Lumen, que había ido al entierro, me preguntó, ya tranquilo, cómo me sentía ... Le dije que no se preocupara, que pensara que era yo tal vez, una d e las pocas mujeres decentes de Mont evideo ... Hubo veces en que pasé semanas, sin que nada supieran los chicos, con la cabeza dolorida por los golpes recibidos ... otras, conservé moretones en el cuerpo durante largo t iempo ...
“Pla n f raguad o" ... Si yo hubiera querido matar a Lumen, no hubiera tenido
necesidad de recurrir a la infamia de escudarme detrás de Iris por quien da ría gustosa no ya la libertad sino la vida, porque hubiera tenido cientos de ocasiones para ello; casi diariamente en estos últimos tiempos se producían en casa escenas en que yo estaba en peligro de muerte y en las que, con pruebas contundentes a la vista, hubiera podido ejercer, sin responsabilidad alguna, el derecho de l egítima defensa ... y sobre todo, si yo hubiera que rid o matar a Lumen y hacerlo morir con la sonrisa en los labios, no hubiera teni do más que dejarlo actuar conforme a su temperamento y hubiera sido cuestión de poco tiempo: como un fuego de artificio, hubiera ardido y termi nado ... él lo sabía y me decía: “quélindo sería m ori rm e d e esa m a n er a r Nunca pensé en matalr, sino en morir; morir porque, acorralada por él sin ninguna escapatoria posible, sólo la muerte se me ofrecía como puerto de salvación; morir a sus manos como él me lo decía continuamente ... morir y liberarme por fin, para siempre. Y hasta una vez (estaba por nacer Ede lweiss en 1930) sufría tanto, que pensé en el suicidio ... “M e vo y a tirar al ", le dije. El me dejó ir, riéndose (estaba arroyo Miguelete com o tu abuelito seguro de que yo no hablaba en serio y con su risa trató de estimularme en mi determinación). Iris, pálida como una muerta, teniendo en brazos a Lu mencito y de la mano a Halima, me miraba ... Yo me fui i gu a l ... casi corrien do llegué hasta la calle Arrieta, a la altura de un almacén que llaman del “Vasco”. Allí me al canzó Ariel que tenía doce años y me dijo: llorando ama r gamente: “m am á...¿y no so t ro s?" ... Volví a la realidad, *qu élo cur a!" pensé y tomando de la mano a Ariel, retorné a mi puesto ... de madre. Matar! en casa, sólo Lumen pensaba en matar, sólo él hablaba de matar, como ya lo dije antes, y es que él, en todos los aspectos del problema, sólo veía una solución: mi muerte. “Si dices algo d e lo q ue pasa en la casa, te mato". “En cuanto des un paso para pe dir el divorcio, te m a t ol “Si prete ndes separar te de m íp o r cualquier me dio , te mato". “Si co nsu lt as a un m é di co , te mato". “Si viene el com uni sm o , te mato".
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Siul no actúa por amor a Lumen: toma a Lumen como pretexto, pero actúa por cuenta propia y por odio a mí, por odio a Iris, por odio a los chicos, por odio a la casa ... y es que en el fondo, sentía algo de admiración por todos nosotros ... Muy en el fondo, Siul admiraba la seriedad, inteligencia y recti tud de los chicos, la orientación de la casa, nuestra vida sencilla ... La admi ración, la envidia y el odio son gradaciones de un mismo sentimiento ... Todo lo nuestro le gustaba a Siul; en casa, todas las cosas se realzaban a sus ojos; un juguete le parecía hermosísimo y dejaba que se lo llevaran sus hijos; un libro, el pináculo de la ciencia, y se lo llevaba él al menor pretexto; nuestra fruta, riquísima, y se la comía con avide z; nuestras f lores, sobe rbia s, nuestros discos ... en fin.
Nunca Siul tuvo un hijito mío en sus brazos; nunca fue tierno y cariñoso con ninguno de ellos; nunca los llevó a pasear; nunca hizo nada por atraerse su cariño. Ellos, de chicos, se acercaban a él con candoroso afecto ... nunca les respondió é l ... El no sabe que estos niños no tuvieron infancia ni juventud; él no sabe que todos sus intentos de expansión fueron ahogados implacablement e en casa ; él no sabe que sólo vivieron para el trabajo y para el sufrimiento ... Pero sa be que tienen bu enos juguet es y discos selectos!!!
Lumen le dio a Siul argumentos contra nosotros, para prepararse un apoyo eficaz, y sabiendo que no caían en tierra estéril, y no porque creyera ni mu cho menos en el cariño de su hermano, sino porque estaba seguro de que cualquier cosa que intentara contra nosotros iba a tener en Siul un colabo rador decidido.
Para terminar, y con el derecho adquirido por los veintidós años de sufri miento pasado, los mejores de mi vida que le entregué a Lumen sin retá ceos y durante los cuales fui para él (es él mismo quien lo dice) “su esposa, su colaboradora, su amante, su compañera, su confidente, su amiga y su sostén”, pregunto yo: ¿Qué fin persigue Siul al intervenir ahora que la terrible tragedia se ha pro ducido, si dos meses antes, cuando todavía era tiempo de evitarla, contestó a mi pedi do de auxilio con un rotundo “y o n o m e m e t o e n n a d a ? " . ¿Qué derecho tiene de inmiscuirse en nuestra casa, si nunca aconsejó para nada a Lumen, si nunca lo acompañó en sus enfermedades y desgracias, si nunca estuvo con él en los momentos graves y difíciles, si nada sabe, pues se mantuvo alejado, de nuestras contrariedades y sufrimientos?
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En estos veintidós años ¿qué consejo bueno le dio a Lumen, qué ayuda, qué apoyo, qué compañía, que l e den autoridad para erigirse ah ora en inter ventor? ¿Dónde estaba Siu! cuando, viéndose fracasado en su carrera de arquitec tura a raíz de haber sido reprobado en dos materias, lloraba Lumen conmigo en nuestra casa del camino Cibils en la que estábamos completamente so los? ¿Dónde estaba Siul cuando, después de haberse hecho varías extraccio nes, tuvo Lumen en 1914 una fuerte hemorragia que le duró varios días y que lo dejó tan débil que por un mes tuve que atenderlo como si fuera un chico? ¿Dónde estaba Siul cuando, en 1915 tuvo Lumen un grave accidente de bi cicleta en el que se dislocó el pie y que me obligó a aba ndonar mis act ivida des para dedicarme sólo a él durante varías semanas? ¿Dónde estaba Siul cuando estuvo por morir Iris en 1918? ¿Dónde cuando murió mi tercer hijito? ¿Dónde en los meses horribles que pasamos cuando se enfermó Halima en 1923? ¿Dónde estaba Siul ese mismo año cuando Lumen se enfermó y estuvo tan grave que se iba todo en la cama y yo con cuatro hijos chicos lo cuidé y lo fui levantando poco a poco? ¿Qué hizo Siul cuando Lumen quedó fuera de presupuesto y temiendo que le pidiera dinero se anticipó a decirle que no podía ayudarlo en nada? ¿Quién, sino yo, le dio fuerza y confianza y lo sostuvo en la lucha, de la que al fin salió bien? ¿Dónde estaba Siul en el año 1927, cuando trajo Lumen a casa la gripe in fecciosa que nos atacó a todos y yo, enferma y estando por nacer Lumencito (fueron los meses de setiembre, octubre y noviembre y el nene nació en diciembre) me alternaba con Iris que también estaba enf erma y que tenía 12 años, para atender a todos, especialmente a Lumen que fue el primero que cayó y el último que se levantó de la cama? ¿Dónde estaba Siul cuando, por los frecuentísimos incidentes que por faltas de asistencia o contestaciones violentas tenía Lumen con sus superiores, quedábamos sin dinero y me pasaba yo angustiada aconsejándole calma y la manera de actuar serenamente? ¿Dónde estaba Siul cuando, en la serie de trabajos hechos por Lumen, ac tuó como motor de una máquina que se empacaba y encapr ichaba al menor roce? Siul empieza a actuar activamente cerca de Lumen y siempre para mal, cuando, ya menos poderoso en su puesto de estanciero y sabiéndonos de sunidos (la noticia a raíz de mi llamada a Zulma y Diego corrió como un rayo y fue recibida con gran alborozo por toda la familia), pensó utilizarlo para sus intereses sirviéndole en cambio de confidente amable y t olerante, contr a mí.
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A Siul que quiere terminar ahora la obra de destrucción de nuestro hogar, y confi ando en el poder de su dinero y de sus relaciones, piensa apli car aque llo de: “di que no; entre lo que diga una sirvienta y lo que digas tú, mamá no va a dudar”, que le aconsejó su hermano la noche de marras, le digo, paro diando al molinero de Sans-souci ya que a él lo han comparado en otra oca sión y por su prepotencia con Federico de Prusia: Yo espero confiada; “aún tenemos jueces en Berlín!”6 Mayo de 1936. Raimunda Spósit o de Cabe zudo
En su horror este texto fascina: nada en estas páginas que trasunte una situación subjetiva de duelo por Lumen, nada que diga d e una conmo ción por la situación de Iris, Raimunda narra más bien la historia en la que se embarcó, a la que se ató, para realizar la gran obra de “transformar en un hombre cuerdo a un hombre que todos decían “loco”, desafío “educativo” que ató a Raimunda con un aro de acero, pues separarse de Lumen pasó a equivaler a “destruir su obra”, “fracasar”. ¿Es posible precisar la naturaleza de ese lazo? ¿Podría configurar acaso deuxl ¿Tiene el escrito de Raimunda el tenor de una figura de la folieá un delirio? De ser así ¿podría tratarse de un delirio simultáneo articulado como respuesta al supuesto delirio de Lumen y/o podría tratarse de un deux en la que, por delirio comunicado, otra modalidad de la folieá ejemplo los hijos y la madre, como un coro, se dirigen a otro? Por otra parte, la cuestión de la participación de esta mujer en un delirio con su marido y/o con sus hijos ¿implica su psicosis o más bien su másoquism o? ¿cual es la modalidad de su participación?
6. Cita de un poema de Andrieux, en “Le m eunier Sanss ouci”. El emperador de Prusia quería agrandar su parque de Sans-Souci, pero un molino molestaba la eje cución de su proyecto. Federico presionó al molinero quien se obstinó en conser var su herencia. “Frédéric, un moment par Fhumeur emporté: < Parbleu! de ton moulin c’est bien étre entété! Je suis bon de vouloir t’engager á le vendre! Sais-tu que sans payer, je pourrais bien le prendre? Je suis le maitre. -Vous? de prendre mon moulin? Oui, si nous n’avions des juges á Berlín”. Esa expresión “aún tenemos jueces en Berlín” se constituyó en proverbial, y se la emplea cuando la fuerza pretende imponerse al derecho (De la En cic lopedia La rousse “Juge”).
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Estas preguntas piden un compás de espera, tiempo en el que ha de des plegarse la interrogación de Iris. Señalemos no obstante que Raimunda no pudo en ningún momento de esos veintidós años plantearse seria mente salir de esa escena en la que se describe víctima y a la vez cargada de poder con respecto a ese hombre que “la adora y la aborrece”. Se con vierte para él en la sirvienta, la puta, objeto a la vez preciado y desvalori zado, cuya figura encama. Cuanto más abunda en e se sentido m ayor es e l riesgo que corre, ella que es también la madre de sus hijos. Pero aún la terrible escena del revólver nos la relata desde la maestría de la situación, hasta el punto que nos lleva a pensar que si hubo un “último día” para Lumen no fue seguramente porque así lo percibiera Raimunda, sino porque allí intervino Iris. Quizá por eso el capítulo titulado Iris. El último dí a, tiene algo de muy extraño. Es el único que tiene un doble tí tulo y el único en el que aparece el nombre de Iris. Pero, ¡Oh sorpresa! en vez de comenzar hablando de Iris, o del último día, Raimunda evoca la muerte de su hijita Edelweiss, fallecida a los dos años y tres meses, en enero de 1933, y deja aparecer entonces, por única vez a lo largo de este texto toda su fragilidad, su dolor ante esa pérdida. En ese lugar muy preciso, de ser quien apaciguó su dolor, Raimunda in troduce a Iris, su hija mayor, su apoyo, su orgullo. Iris, que mecanografió este texto, no olvidará algunos de los pasajes de os que volveremos a encontrar en la trama de su delirio en el estos 22 añ os después. texto que entrega en 1957 al Dr. Brito del Pino, veintidós añ
Construcción jurídico-psiquiátrica del caso Los capítulos que siguen (del VIII al XI inclusive) presentan la construc ción jurídico-psiquiátrica del caso a partir de los testimonios recibidos. Si bien esta primera fabricación del caso (judicial) se encuentra ordenada dentro del dispositivo de un poder del Estado con la finalidad de instruir la causa abierta a la inculpada y permitir el fallo judicial, como dice la trico (...) y del Defensa, 44no cabe una separación del informe psiquiá
presente escrito; puede afirmarse que es sólo un cuerpo persiguiendo la aclaración de una terrible tragedia que culminó en la desgracia fatal que todosconocemosy lamentamos". Las apreciaciones que realizamos en esta sección no son de expertos en materia judicial, sino que son hechas desde e l ses go particular con el que hemos abordado el caso.
Capítulo ocho
Psicogénesis de un parricidio Este capítulo reedita el peritaje psiquiátrico de Iris realizado por el Dr. Camilo Payssé, solicitado a título privado por la Defensa. Ello explica la realización de otro peritaje posterior realizado por Abel Zamora y J.Rosenblatt, que también daremos a conocer. Sin embargo, el peritaje de Payssé reviste particular importancia por haber sido objeto de un debate en la Sociedad de Psiquiatría á los pocos meses del crimen, y sobre todo porque constituye una nueva publicación del caso. Esta publicación, cuy o nesis de un parricidio ”, se da a leer com o fabricación título es “Psicogé del caso por parte del perito, en el número 4 de la Revista de Psiquiatría del Uruguay, en julio de 1936 . El Dr. Camilo Payssé fue un “distinguido psiquiatra” que ocupó en la Clínica psiquiátrica un papel docente de relevancia como Profesor agre gado de la cátedra de Psiquiatría de la Facultad de Medicina d e Montev i deo. Tenía 56 años, era director-fundador de la Revista de Psiquiatría desde 1929, trabajó asiduamente publicando allí sus trabajos, también fue traductor y comentador de los textos de la psiquiatría francesa. Su tesis ticas” le valió, en Montevi de 1927, sobre “Las constituciones psicopá deo, un premio de medicina y un lugar de miembro corresponsal de la “Soc iété de Psychiatrie de Paris” a propuesta del profesor G. Dumas. Un capítulo de la tesis titulado “La constitución paranoica y sus derivacio- nes ” fue publicado en la Revista de Psiquiatría del Uruguay entre marzo
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y julio d e 1929 , texto que también fue comentado en UEncé phale (Paris, 1931) por L.Wahl. Payssé hace allí un cuidadoso resumen de lo s debates del momento sobre la clasiñcación de los delirios crónicos, afiliándose a una concepción constitucionalista de la paranoia. Consideramos que ésta posición doctrinal no es ajena a su manera de construir el caso de Iris, punto sobre el que volveremos en la segunda parte de este libro al si tuarlo en el debate sobre la paranoia que este caso plantea. Cabe señalar que la publicación del peritaje recoge un solo ec o de su d e bate en la Sociedad de Psiquiatría: la opinión del Dr. Pérez Pastorini, cu yo lugar es relevante en la historia de la psiquiatría y d el psico análisis en Uruguay pues Pérez Pastorini, formando parte de la clínica psiquiátrica, será el primer psiquiatra en analizarse y en decirse analista en Montevi deo. En 1935 no hay psicoanálisis en Montevideo, y las “ideas” de Freud son debatidas y divulgadas por la Sociedad de Psiquiatría al modo de instrumentos teórico-técnicos para el psiquiatra, llamando nuestra aten ción que no se cite ningún texto en particular. Este peritaje da prueba de ello; así también podemos leer en la intervención de Pérez Pastorini el cambio de posición que implica en el trato con la locura el haber pasado o estar pasando, efectivam ente, por un análisis. También ha de señalarse que la psiquiatría, como saber universitario, comenzó en este país con el Dr. B. Etchepare en 1907 y que el Dr. Pay ssé se formó en su clínica. En la orientación clínica hay una explícita afi liación a las doctrinas de la psiquiatría francesa de la época y a los deba tes que se suscitaban con la escuela alemana. No olvidemos que el Dr. Etchepare se formó en Paris, y que el Dr. Camilo Payssé resulta ser un infatigable traductor que logra hacer de la revista un lugar de intercambio fluido con la actualidad de los debates .europeos. El texto del peritaje publicado en la Revista presenta, desde el punto de vista formal, algunas diferencias con el texto del expediente judicial: este último está manuscrito y sin censura de nombres; el editado pone en jue go la censura —que decidimos no mantener dada la op ción seguid a para todo el caso. En el texto publicado, Iris es llamada la señorita X, y sus hermanos Ariel y Lumen son designados como J y L. La censura no deja de jugar sus trampas al Dr.Payssé, pues en cierto momento, y por dos ve ces, la señorita X es designada como señorita I, primera letra del nombre de Iris.
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Hay también una confusión rectificada en la publicación: un párrafo atri buido en el manuscrito a Iris, forma parte, en realidad, de las declaracio nes de Ariel, y la publicación corrige este punto. El texto publicado dice así:
Informe M édico-Legal por el Dr. Camilo Payssé Presentado a la Soc. de Psiquiatría el 2 5/6 /36 “El infrascripto, Profesor Agregado de Clínica Psiquiátrica y Jefe de Servicio en el Hospital Vilardebó, manifiesta haber sido consultado por partes intere sadas para dictaminar sobre la psicogénesis del delito cometido por la Srta. Iris Cab ezud o dej22 años de edad1, que el día 12 de diciembre de 1935 die ra muerte a su señor padre. La comprensión precisa del hecho delictuoso, que forzosamente debió abarcar el estudio de la personalidad psíquica de la autora, ha obligado a copiosa y amplia información. Ha sido obtenida por los innúmeros exáme nes practicados a la Srta. Iris por los interrogatorios a su Sra. madre, Rai munda Spósito , y a sus 2 hermanos Ariel y Lumen . Se ha creído necesario además, el estudio del ambiente familiar de la vícti ma y victimario: se ha convivido, por largos momentos en aquel hogar y ha sido inspeccionado cuanto pudiera aportar algún dato de interés: no sólo la labor común, sino la actividad cotidiana anterior de la señorita, tanto en lo manual como en lo mental, revisando con escrupulosa atención el material de sus lecturas, las fuentes de sus ocupaciones como estudiante de 5Saño para la preparación del Magisterio y mil y un detalles de su vida en acción. Se ha interrogado a cuantas personas pudieran dar datos circunstanciados de su modalidad, de sus preocupaciones, de sus funcionalidades intelectoafectivas, de sus comportamientos familiar y social, etc. Y es obvio decirlo: no se ha descuidado la lectura del expediente respectivo, en trámite en el Juzgado de Instrucción Criminal. Y ha actuado de principal manera, para el conocimiento en estudio un a modo de memorial, interesante documento clínico de 50 y más páginas2en las que está volcado y sólo en mínima par te, el contenido de un espíritu que vivió atribulado ... No se ha podido des poseer el perito, de la necesidad de reproducir algunas de esas páginas, las menos, en el curso de la exposición. Cabe agregar, en relación a ellas, que quedan en poder del mismo perito, por si, previo consentimiento de la inte resada alguien, en der echo, aduzca interés.
1. Sic., en Revista Uruguaya de Psiquiatría. En el manuscrito se lee 21. Iris tenía 3 ' >M 20 años. 2. No ha sido posible hasta ahora encontrar rastros de ese docum ento.
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La vícti ma Más de una declaración consignada en autos, informaciones de los familia res directos y otros, ciertas manifestaciones de dos colegas nuestros que, aunque no lo asistieron, tuvieron alguna relación con don Lumen Cabezudo , demuestran y, en ciertos momentos, de acusada manera, que su compor tamiento familiar o social, carecía de regulada ponderación. La declaración de Ariel, su hijo, es bien explícita: “el tem or y el horro r que nos inspiraba nuestro pa dr e” ... “No s insultaba, nos humillaba, castigaba a los chicos, p a recía q ue go zab a de h ace rno s sufrir ...” “Era un m al pad re . ..” “Nun ca lo ...” nos dice textualmente. “Era u n odié , n i m e i mp uls ó el odi o y la venga nza carácte r cruel , ensa ñ ad o. Era vanidoso, er a ególatr a, de most ran do ca da ve z más gros era me nt e su egolatr ía. Era orgull oso; su mo do de ha bla r era falso, con é nfasi s, artificial, carent e de persona lida d. Era de comple ta falta de contr ol. Era van id oso ; era un ext rañ o, era u n lo co, pe ro ad em ás se ha cía el loco. Si pud ié ram os r esucitarlo y hacerlo bue no... hacerlo pad re... A su p er son a n o l e te nem os f astidio, sino a las cosa s q ue h ac ía...,B.
La Sra. abunda en idénticas o parecidas aseveraciones, producidas en pri vado y que, posiblemente serán manifestadas ante el Sr. Juez respectivo... — “era un violento, un impaciente, un ofensivo en todo momen to. Llen o d e despotism o, de int ransigencia, exigía que se cumpliera de contin uo con su voluntad. Con Iris fue siempre un cruel; se pued e ver en su na riz una cicatriz de un golp e de pu ñ o qu e le dio en e l momen to de una discusión. Era un vampiro, q ue h izo d e su ca sa un inf ierno”. “Era orgulloso, s e cre ía un om ni s cient e. Ciert a v e z hi zo uno s apun te s en qu e se r efer ía a la f ilant ropía, a la solidarid ad social, al socialismo, a la solidaridad humana , a la bond ad un i versal, etc. declaran do qu e si las publicab a le darían e l Prem io Nobe l. Y otro día, un os dibujos, uno s rasgos, le hi cieron d eci r que m erec ían s e r de Le o nard o da Vinci y agrega que “era un vegetari ano po r sistema, naturista po r convicción y nudista p or doctrina"; y referido a esto último nos relata esce
nas y costumbres familiares impúdicas muy frecuentemente... Afirma que de continuo era insultada y ultrajada con las bajezas más denigrantes que a una mujer se pueden decir. Celoso en ext remo o simulando de tal, reñía po r la inocentes conversaciones tenidas con vecinos, y cuenta sus riñas por los vestidos que se ponía, por la educación que la Sra. daba a sus hijos, que a su juicio eran “un os d egen era do s”. Y nos declara cjue, entre otras escenas, una vez, después de una agria discusión con la Sra., tomó un martillo para atacarla; y otro día, una manija de la claraboya, habiendo habido necesidad de que sus hijos lo separaran con violencia... “Mi vida fue siempre u n supl i cio con aquel hombre lleno de maldade s” dice un día. Y excesivamente lar ga sería la narración si se deseara proseguirla... En las declaraciones de autos, hasta en las más favorables existen detalles de interés. Se dice textualmente: “que r ecuer da algu nas ra rezas q ue tenía
sob re ci ert as ide as f ilosófi cas y rel igiosas, que const it uían en é l, u na ver da der a o bs es ión ”. “Par a é l el súm um de ¡a sab id ur ía e st ab a e n lo s rit os h in
3. Cita atribuida a Ariel pero que incluye frases de las declaraciones d e Iris.
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dúes. Creía en ¡a tra nsmigración de la s alm as * UY que est ab a a bur rid o d el cuerpo en que habitaba su espíritu” y que "pensaba qu e pr on to se cam biaría e iría a ha bit ar en otro cu er po m ás per f ect o " Era vegetariano, no creía en la
Medicina; en su casa hacía de “médico de familia”; y conti núa en co nsidera ciones sobre adopción de ideas de Krishnamurti, en desacuerdo con los textos hindúes... Y cabe relacionarse de continuo a las declaraci ones de los Sres.Bonnevaux y Geis tan explícitas como significativas, del Sr. Ruggiero que hacen en el proceso; de la Sra. Barceló: “se trataba de una persona anormal”; de la Sra. Queirolo que aporta una observación de la niña Cabe zudo “tengo miedo de ese hombre...”. Los médicos psiquiatras de nuestra amistad personal acuerdan un diagnóstico: “Era un paranoico”. Es de deplo rar que, por carencia de observación inmediata tal diagnósti co no pu ede ser de completa y absoluta precisión. Más, cabe manifestar que la exactitud de las aseveraciones transcriptas hacen explícitos los rasgos más salientes de aquella constitución paranoica: el orgullo desmedido (hipertrof ia del yo, ego centrismo) tan manifiesto en “las páginas o párrafos dignos de un premio Nobel, o los dibujos a lo Leonardo da Vinci”; su susceptibilidad (ideas más o menos interpretativas de celos, repetidas de conti nuo, con mezcla de perse cución, o sospechas o reservas hostiles); su inadaptabilidad (humor som brío, carencia total de visitas en su hogar, vida solitaria); lo que un autor ha denominado “el idealismo de la naturaleza” (exigencia del vegetarismo, nu dismo,) etc... Y todo ello, descartando ciertas excentricidades que sus foto grafías delatan y que eran de conocimiento indudable de sus amistades. Cabe deplorar que tales rasgos de tal personalidad, que en más de un mo mento produjeron comportamiento insólito, no hayan producido la medida necesaria; posiblemente una asistencia adecuada hubiera ahorrado la tra gedia ... La argumentación es abarcada por la Sra.de Cabezudo. Más de una vez deseó esa asistencia y fue ofrecida. “La contestación —nos dice— fue siempre la misma: “Si viene un médico lo mataré y después te mataré a t i ...” palabras que han tenido ante el perito, la ratif icación de Ariel y de Iris.
La actora Un análisis superficial de la mentalidad de Iris relacionado a un hecho de lictuoso de tal magnitud, tal vez produjera criterios inestables o imprecisos, compuestos de valorizaciones antinómicas contradictorias y hasta incom prensibles en más de un momento. Cabe asegurar, empero, que un ahonde circunstancial de tal mentalidad, un examen "en profundidad” dará la pauta para la explicación y comprensión adecuadas del hecho. Considerada en si misma, en su actuación personal, en su acción instructiva y educativa, apartada por un momento, del acto delictuoso cometido, Iris es individualidad, es conjunto de condiciones que supera lo normal. Es difícil concebir con su edad mayor empeño, mayor interés, mayor dedi cación para la acción ajustada, prudente, plena de seriedad y ponderación. Hemos exa minado en su hogar toda esa labor de estudiante de magisterio y observado con detención sus tan pulcros cuadernos de deberes diarios (escritos y di bujos), sus tan cuidadosos trabajos manuales (bordados, costuras, repuja dos en metal y madera) etc.: todo ello revela un espíritu de orden, de proliji
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dad, de trabajo asiduo y empeñoso, muy poco comunes; son obras de per fección completa, que traslucen el deseo de superación continuada. Rectif i can4 tales observaciones las notas elogiosas de sus maestros, expresadas en términos laudatorios, fuera de fórmulas banales. Su intelecto es de equi librio perfecto: asombra que hasta ayer fuera una niña. Si en ese sentido al go quisiérase reprochar, es su carencia completa de modalidades de jo ven; todo criterio sobre cosas es medido, sesudo, justipreciado, ponderado, pro ducido con exacta discriminación. Ello impide toda originalidad, en el sentido de concepción más o menos caprichosa o irrazonable, o en el entender de una fantasía nacida de una imaginación más o menos libre. Es continuada su ansia de trabajo, su necesidad de cumplimiento, su deseo de abarcar más conocimiento, de satisfacer sus curiosidades siempre latentes; y todo ello producido con orden, con método, con disciplina, con prolijidad. Como ella lo dice: "Com o h acen y deben enseñar ias maest ras” y de princip al m a ner a, "porque a s ílo h izo y m e en señó m i m adr e ".
Y esta tan honda y significativa palabra, que como estribillo se repite en todo momento de conversación, es bien palpable, el símbolo-nódulo de toda su personalidad moral. Tiene la adoración y hace culto de su “madre”. En un memorándum copioso a que nos hemos referido ya, hace relato de la vida de esa madre. Narra, abundantemente sus labores de hogar, sus ta reas tan continuadas como múltiples. “ T odo en m i casa es ¡a obra de m am á, ma má trabajaba siempr e. La la bor que real izó ma má en ca sa dur ant e 22 añ os, e s senci lla ment e colosal, e no rm e” y alude a sus tareas de sirvienta,
de que carecían entonces (la Sra. de C. nos explicó que, para evitar escán dalos ...) de lavandera, de limpiadora, de quintero; a la contracción de sus labores, lavado de la ropa, la comida (“qu éco m id a !”) pintura de puertas y verjas, limpieza de la casa grande, preocupación constante de instrucción y educación de los hijos, cuidado del jardín, abono de la tierra con desperdi cios diarios, su regadío y la matanza de hormigas y caracoles hasta la una de la mañana, y etc. Concluye así un párrafo: “el ja rd ín es la ob ra d e m am á, a s íco m o n osot ros som os la obra de ma má”; y demuestra la influencia de la señora, cuando en otra página escribe: “mam á era s u inspirad ora (de ! p a dr e); siemp re que tenía q ue prese nta r algún escrito, ¡a ent eraba pe rf ect a ment e d e todo y le leía el escrito tantas veces com o fuera necesari o; y m a m ále cambi aba pala bras, le aclaraba concepto s, le ha cía modif icar el m od o de enca rar el asunto, co rre gía anf ibol ogías; a vece s con los mi sm os el e men t os, r eha cía el escr it o ". Y se afana en demostrar su bondad cuando afirma: “m a m ánu nc a no s am ar gó la vid a a no so tr os; no sot ro s ve ía mo s ... ¡o qu e veíam os ; pe ro apar te d e es o, s egún m am á “p a pá era bu en o, p a p á no s qu er ía, et c., et c,”. “Ma mási emp re f uébu en a co n pa p á; lo cu id ab a, lo m im a ba, lo ani mab a. Lo reed ucó, le enseño a actuar, l o guió ... par a que f orma ra una nu eva per sona lida d y para que tuvieran distinto concept o de é l en s u familia y en soci edad ", “el modo d e vivir, la condu cta , n os l a en señó sie mp re mamá, minuto po r minuto, en cada momento, con motivo de cada cosa,
4. ¿Rectifican o ratifican? ¿Error de la publicación o lapsus?
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aprovech ando cualquier hec ho”. “Yo estaba siemp re co n ma má; cuand o mam á barr ía yo estab a siempr e tras ella co n una escobi ta ; cuan do ma má , y o trabaj aba la tierra yo trabajaba co n ella; cuan do m am á ha cía la co mid a e st a b a e n l a c oc i n a y e s o h a n h e c ho u n o p o r u n o m i s h e r m a n o s ; y m a m á sie mp re h ab la ba , sie mpr e no s aten día. Y a s íno s e ns eñ ó tod o (la verda der a , escu ela ac ti va). No s en señ ó mora l', cie ncia s na tu ra les, hi stori a, ast ron omía soci olo gía, geo gra f ía, el cui dad o de lo s ni ñ os y de l ho ga r; n os com en ta ba los suce sos m undia les; nos dió una cultura m u y vasta mientr as hacía todos los tr abajos y cuidaba a los nenes que iba tenie ndo; mam á nos formó... ma má f uétodo par a nosot ros... La única pe rso na qu e e s a m ig a ..”. “Ma má declara en él Juzgado . es una santa a quien yo adoro ”
Cabe anotar en este momento que estas narraciones de Iris podrían ser consideradas com o simplistas (por constit uidas que están por algunos deta lles excesivamente f amiliares, de cosas nimias) para qui enes no conocieran la modalidad de espíritu de la Sra. de Cabezudo. Est a dist inguida educacio nista, talentosa y cultísima, becada del Ministerio de Instrucción Pública, es de sentimientos poco comunes; su matrimonio le exigió el abandono de sus tareas docentes en las que había vertido no sólo su honda instrucción sino su profundo amor a sus discípulps y a sus tareas inherentes. Más tarde, su sensibilidad moral muy afectiva, fue consagrada a su hogar, que deseó amable, generoso, protectivo, enseñante, ejemplar... Pretendió constituirlo, dirigirlo, basamentarlo con ef icacia. Su lucha fue t an honda co mo improduc tiva. Ha escrito: “Lum en era un celoso, era sen sua l, era cruel, de per versi ...Iris comprendió en todo momento los da d extre ma... y ad em ás era l oco " desvelos y af anes maternos. Su vida se adaptó al modelo materno. Se iden tificó con la madre: “era una misma sensibilida d femenina en d os cue rp os”. Amó a su madre como aman las hijas; pero tal vez más que otra hija, por que su madre era hondamente desgraciada ... Nacieron sentimientos pro fundos y doloridos, estados afectivos prevalentes, intensificados, hipertrofia dos por el amor que sufría. Y surgió así un arraigado “complejo materno”, como diría un psicólogo “de la profundidad”. Se tratará de explicar: Iris mató por tal exceso de amor materno. En antinomia con esa acentuada afectivi dad, un sentimiento que culminó en un “complejo anti-padre” se formó, en aquel ambiente de rencillas continuas, de malhumores perpetuos, de violen cias innúmeras. Sintió el desamor paterno que elabora el mal trato conti nuado. Nos escribe: “Papá era c r u e l... tenía sie mp re pro nt a l a pala bra llena r”. Agre de hiel, pa ra enf riar toda na cient e simpat ía que p ud ié ra mo s insp ira ga que no tuvo para la víctima ningún sentimiento de odio: antes bien un sentimiento de desprecio: “Era un pobr e ho mbr e. M alo , m u y malo, sí: per o ma lo p o r si mi smo , por qu e n o valía mu cho. No tenía val or pr op io. Hacía ya 4 ti empo qu e pa páabr igab a la idea de ma ta r a ma m á”. “Si yo no le hubi era ti rad o en to nces , se h abr ía ido, ha bría vuelto a la no ch e y m at ad o a m am áy a todos”. Lenta y continuadamente, pues, evoca recuerdos desde su edad de
3 años, sentimientos adversos y hostiles hacia el padre, se gestaron día a día. En su reverso, sus sentimientos hacia la madre se acrecentaron y la dominaron. Así nacieron sus luchas internas, sus conflictos anímicos. Y cuando escribe:
“Yo no co n oc ínun ca ni la cordialidad, ni la d ulzura, ni e l abr igo m ora l que
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proporciona e i hogar", significa su vacío afectivo: y para colmar el vaso, sur
gieron las amenazas de muerte ... Y escribe aún: “esto s días m e ha dolido el corazón. Ha ce un os m es es que me duele y es p o r la zozobra constante en que vivíamos. Lo s días en qu e la cosa andab a mal , de noch e yo n o dor mía para vigilar; po r si pap á se leva n- taba. Y ese d ía esta ba si empr e vigilando po r si pa sa ba algo , fi jándom e co n ti nua men te d on de est aba p ap áy que ha cía ma má. Y cu an do o ía un ru id o rar o, en cuan to p ap á y mam á habla ban f uerte o m u y despa cio, sa lía co rri end o a ve r do nd e est ab an y quéhacían. Est os últ imos días, yo sa bía co n tinua mente do nd e esta ban p ap áy mam áy que ha cían . Y cuando estaba en el Instituto o e n e l ómnibus, en la Escuela, estaba siem pre intranquila, sie m pr e temiendo q ue pasa ra a lgo. Hub o noches en qu e 'me dolía t anto el cor a zón que n o p od ía dor mi r y a Ar ie l ta mbié n le ha dol ido m uc ho . Un día lo sent ía c om o si f uera un reloj. Yo n o podía est udi ar ... Yo, llegaba del Insti tuto contenta, con tan buenas notas y me encontraba en casa a los nene s llor ando y pla nt ead os l os más grande s pro blem as q ue s ólo la h ero ína de ma má soluciona ba a media s ... A medida que se iba acer cando el ómnibu s a casa , m e iba viniendo m iedo y cuan do llegaba si est aba pa pá, n o po día com er, ni n ad a; y así, se acaba ba e l día, si es qu e n o h abía pe le a p o r la n o che, que m uch as veces se prolongaba hasta la una o dos de la ma ñ ana ...” "Cuan do me po ngo a recordar tiempos pasados, todo lo que re cuerdo es triste, cuan do no trágico. Mismo las escenas qu e yo reco rda ba con m ás gusto se desarrollaban en un ambiente ‘ de opr esi ón...”
Y, a esa opresión ambiental alude, cuando narra el episodio de su hermano Ariel, que huyó del hogar pensando hacer su vida en Buenos Aires. Y conti núa: "... siem pre q ue, mir ando hacia atrás, recu erdo a lgún pa se o q ue hici mo s, lo prim ero que veo es la cara adusta de pap á”.
La Srta. Iris Cabezudo deseó “amistad” con su padre. En ciertas épocas le ayudó en su trabajo y le hizo participar de sus triunfos en el Instituto. Y cuenta: "...cuan do po r casualidad algún día que estaba de bu en hu mo r me habl aba de cual quie r cosa, yo siempré , aunque est uviera conte nta y an im a da de la m ej or intención, al rato de conversarle y mirarle, sen tía la ne ces i dad de “cerr ar m e”, de evadirme de su influencia; y esto sin razonarlo, po r instinto. Y es q ue el fondo de pap á era mu y mal o; no sólo m ás m al o de lo qu e lo cr eían lo s qu e l o con oc ían fuera de casa, si no m ás ma lo , m uc h o m ás de lo que c re íam os nosotr os, a pe sa r de que lo con ocíam os m uc h o ...”
Se hace indudable que la vida moral de Iris fue de inquietudes continuadas, de malestares repetidos, de disgustos duraderos, perennes. Asistía de ese modo a la intensificación, a la hipertrofia de su “complejo materno” (ha dicho Jung, el celebrado psicólogo suizo: “todo afecto tiene la tendencia a conver tirse en un complejo autónomo, a separarse de la jerarquía de la conciencia “a poder ser”, remolcando consigo el “yo”) al mismo tiempo que a la forma ción positiva y negativa a la vez del complejo “anti-padré”. Así encontrados en completa desarmonía nació el conflicto afectivo creado en la lucha que fue desmoralizante y cruel: el combate de dos vivencias antagónicas produjo extensa herida moral, porque así es en todo ser huma
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no, cuando se hiere tanto su físico como su moral; la armonía vital, la auto rregulación psíquica se desestabili zan porque se desordenan los materiales constructivos. E irrumpe la emoción qué es “completo desorden”. Iris sufrió esa emoción: la de la intranquilidad, la de la zozobra, la del miedo, la del pánico. Kretchmer, psicopatólogo de cumbre ha precisado esa emoción en el estudio famoso sobre la acción de intensísimos estímulos que producen “Histeria” (sic). Asevera que sobreviene el pánico “bajo fuertes emociones”. Ampliaremos el tema. Que sea permitido traer a colación en este momento una frase de Mlle. Pascal, psiquiatra de fuste, en su reciente libro Chagrins d'a m ou r et psych os e: “le co mb at est ápre et si le m oi s ’é puise, il laisse sa pl ac e a u pri nci pe d e mort , qu i l’ach é ve (suicide , cri me , et c.JT..
El suceso de autos El memorándum ya citado, que debe ser referido en todo momento, siguien do en ello las pragmáticas clínicas de la psiquiatría, en las que la observa ción adecuada estriba en el comentario eficaz del discurso del enfermo, trae en otras páginas: “yo siempre considerécosa m u y mala el mat ar. Nosot ros no com em os carne para n o matar. Yo en casa mat aba ho rmigas, las larvas que se co me n l as plan ta s y las t arántulas ... las mata ba po rq ue ni a m am áni a m i hermano les gustaba ma ta rla s... y había q ue matarlas. Cuando ma tab a una tarántula m e qu eda ba de noche pens an do y eso qu e las tarántulas son seres malos. Cuando mataba 2 o 3 “bichos pel udo s” me quedaba una i m presión m uy desagradable y yo me pasaba pensa ndo si sería p or miedo, po rq ue y o sab ía qu e est aba m al, o si sería p o r ha be r mat ad o ... Ta m bi é n pensaba si se debe matar las larvas que se comen las plantas, para salvar a é stas, o s i de be dejar mori r las plantas para no mat ar las larvas; o si es m e j o r m at a r las larva s; o s i es m ejor no te ner plant as p a r a ev it ar e l p robl em a ... pero como uno igual come y utiliza productos de las plantas que otros culti van, lo qu e har ía sería d eja r el probl ema a otros ... Yo sa cab a en con se cuencia que esta vida es una lucha horrible! Hace m u y po co yo le había di cho a m am á que ca si con segurida d está ma l ma tar en caso de def ensa propia ; que tal ve z sea mejor para uno, d ejarse matar". Y en otro lugar: “Yo le tiré . Me dijeron q ue m urió; estoy tranquila a pe sa r de q ue h ace ti empo que no pu ed o esta r en casa , porq ue séque ya no está é l para ha cer d es ma nes ... Y sin em bargo aún no me di cuenta exacta de que muri ó; pro ba blemente sólo cuando vaya a casa voy a compre nder que las cosas cambi a r on ..." Y después, con fecha Enero 22/ 936: "... hacía ti empo qu e pa pá abr iga ba la ide a de m at ar a ma má. M uc ha s veces le d ec ía: “yo te de ber ía mat ar”. R e cuer do q ue una vez en la cocina, le dijo: “Si yo te ahorcar a no haría na da mal o". Y mu cha s, m uch ísim as veces, cuan do t odo est aba tr anquil o y é l te nía la a pariencia del m ejo r humor, mientras la be sab a y abr azaba a ma má, le rodeaba el cuello con las manos y ensayaba c on toda atención, la forma de a horcarla ... M am ále dijo much as veces en esa s oca sio ne s: “¿Porq uéno apri eta s? Es lo único que te falta hacer”. Y en el párrafo siguiente, un título: “Un día la qui so e nve ne na f y relata una
ocasión de malestar súbito de Ariel después de haber ingerido una sopa
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destinada a la madre ... Desde entonces, agrega, “se vigiló de cont inuo la comida que s e hacía y el tarro de cianuro destinado a las horm igas del jar dín .. .” Y en las páginas 5 últimas, se refiere al " Ultimo mom ento * "Alguno s dicen qu e yo le tiréa p ap á cua nd o é l se iba, q ue es, co m o s i dijeran, cua ndo ab an don ab a e l cam po. No es cierto! Yo le tiréen el mo men to más terrible de t odos los que presenciamos nosotros desde que tenemos uso d e razón. Yo le t iréa p ap áen "el último m ome nt o”; si no le hu bier a t irado, en to nces s e habría i do y habría vuelto a la noch e y matad o a ma máy a no so tr os ... yo ya sab ía el desastr e. M e d i cuenta perfecta de que en es os m omen tos pap áera la person if ica ción de l cri men ... Yo no o ílo que decía, pe ro m e d i cuenta perfecta d e q ue si se iba, era para volver a la noche trayendo el desastre. Me di cuenta perfecta de que en ese momento estaba determinado a matar a m a m á . .. Yo sen t íeso ... f uélo qu e me movió a ha cer un a co sa qu e sie m ...” pre consideréy considero tan m a la Y en sus declaraciones ante el Sr. Juez se anota: "Llegu éa la con vicción y a la evidencia más absoluta d e que mi padr e iba a terminar con mi ma dre, ya sea mat ándol a, o ha cié ndol a m ori r con los di sgustos que le dab a ... Eso no f ue un as unt o de l moment o. Esas cuestione s venían obr ando e n m i ánim o de sde mu cho tiempo atrás ... Me movió la desventura de m i madre. Contr a mi pad re yo no tengo ningún agravio. Las cosas que personalmente a m íme hizo, las per dona ba y olvidaba. No ocurría lo mism o co n las af rentas y ve j ám e n e s de t odo or den que inf er ía a m i m a dr e”.
La tan abundosa como precisa declaración delata con exactitud el. estado anímico de Iris compartido por todos sus familiares. El ambiente de todo día no sólo carecía de intimidad afectiva, no era sólo de desagrados fútiles. La continuada anormalidad de la situación familiar, el acecho de una escena de reproches, o de exigencias o de intolerancias, la constatación de la discu sión agria o del insulto denigrante, la presunción y la seguridad de las ame nazas de muerte, hacían surgir estados que recorrieron toda la gama, todos los matices del estado emocional: las inquietudes, los disgustos, las zozo bras, el miedo, el espanto, el terror, el pánico. La intranquilidad no tenía re poso, la angustia fue de todos los momentos. Lentamente, paulatinamente, como las gotas de agua que horadan las piedras, agresiones continuadas herían psiquismos, desarmonizaban afectividades, obstruían voluntades. Una madre estoica, soportaba resignadamente; los hijos, con menos armas de vida, se refugiaron en el miedo. Los insomnios, las inapetencias, los vó mitos (“el vómito, a menudo es sólo un disgusto”) los llantos, el temblor, las “piernas cortadas” eran la significación en su forma pasiva. Si al comienzo fueron sólo estados pasajeros, instantáneos, súbitos, subintrantes, en una palabra “emocionales”, el malestar repetido, acumulado, presionante, en du ración e intensidad, se hizo extensivo, perenne, continuado, relacionándolo de ese modo a la causal. Y se nos hace exigente en este momento una ex plicación más precisa de algunos términos que fuera conveniente facilitaran interpretaciones exactas: emoción y pasión contienen en su base, productos reaccionales derivados de la insatisfacción o contrariedad, o de la satisfac ción o estimulación de nuestras tendencias vitales. De ello, una división:
Psicogé nesisdeunparricidio _________ 179 emociones o pasiones esténicas: (alegría, amor, admiración, etc.) o asténi cas: (miedo, cólera, extrañeza, piedad, etc.). De todos modos, constituyen desadaptaciones orgánicas más o menos duraderas ante una nueva situa ción creada. mLa emoción es un desorden", ha dicho JaneL El excesivo po tencial, la intensidad desproporcionada del elemento exógeno, cualquiera sea él, por presión desmedida o por frecuencia desacostumbrada, origina el desequilibrio psicosomático; “desordena” la armonía vital; hay emoción. La cólera, “la corta locura”, según Ribot, y el miedo, tipos de los estados afecti vos asténicos por el desequilibrio psíquico transitorio, obnubilan la concien cia e impulsan a la acción que toma así carácter reflejo; son un a y otra y por tal carácter, productoras del hecho delictuoso. Los autores acuerdan, dice Joussain, que la pasión “es un movimiento de sordena do y violento d el alma que lleva aI se r fuera de si mismo, despoj ándole de toda posibil idad d e do minación y que, en su paroxismo, le empuja mi smo a per segu ir su objeto a expensas de su vida ”, Cuvillier ratifica el punto de vista: "... l a p a s i ón e s i n clinación exclusiva o p o r lo menos predomina nte, una inclinación hipert ro fiada que se ha desarrollado a expensas de l as otr as y que, orga nizándo se aparte, hac ié ndo se el centro de atra cción de toda l a vida af ecti va e int ele c tual, ha roto el equilibrio psíqui co e n s u pr ov ec ho ” “Aprisionado p o r una fuerza que lo domina , el apasionad o sacrifica su f ortuna, su salud, s u virtud, su honor, para conser var su razón de vivir; no ahor ra n i la vida d e los otros, ni la suya... Exalta ción emotiva, continua, desvia ción bas al de l juicio, ac ap a ramient o sistemático de la actividad, inada pta ción pel igro sa a la vida social, es la se ñ a de tod os los a pa sio na do s”. “Todos, por su carga emotiva exagerada y co m o explosiva, a me na zan tras tornar el orden público y la segurida d de las personas”, ha dicho Logres en un artículo reciente. Y hace años que Ribot ha escrito: “Tod a pa sión e s la especialización de una tendencia atractiva o repul siva qu e se concret a en una idea; y ello ataca la plena conciencia en s i m isma . El individuo se en cuentra a s íescindi do en dos part es: la pa sión y el rest o”. Herver, en plena
posesión del concepto, hace distingos precisos entre la pasión delirante y la pasión sin delirio. En ésta, que puede llegar a lo que denomina “psicosis pa sional sin delirio”, asevera que el sujeto es normal, disimula sus preocupa ciones, esconde sus decisiones; muestra en todas circunstancias una san gre fría admirable. Pero, la inteligencia y la voluntad están puestas en juego y accionadas por la pasión para llegar al fin que fija, cueste lo que cueste, con brusquedad y violencia si es necesario, con sangre fría y reflexión si una preparación prolongada lo exige. Y nos eximimos de multiplicar las citas que pudieran ser interminables. El hecho concreto es la desorganización psicosomática que la pasión acarrea. Es que, en su fondo y en su germen, toda pasión lleva un deseo : “Es un de seo al estado violento y crónico”. Reforzada por la imaginación que la con duce a la cristalización, la pasión es un “afectivismo fijo” derivado y com
5. El Dr. Logre es mencionado por Lacan a propósito de las hermanas Pap in por noción de “pareja psicológica”. ¿ v i
180.
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plemento de “la idea fija”. Más, de principal manera, está centrada por una derrota psíquica: se genera, dice Janet, “ de sp ués d e f at igas f ísi cas o m or a les, de violentas sacudidas, de aflicciones prolo ngada s; es cuan do el sujeto está agot ado , t riste, distraído, in ca pa z de re uni r su s idea s, dep rim ido, en una palabra " Desde otro punto de vista y el hecho es capital, toda pasión exige la actividad de una tendencia: “El ca rácter af ectivo predo min a en la emo ción, e l carácte r activo en la pa sión ”, dice Joussain. En su principio,
trastorna la inteligencia, desvía su desarrollo normal y eficiente, tortura en cierto modo, su juego normal, porque “uniteraliza” su adaptación. “El apa siona do carec e de i ndependencia mental”, se ha di cho. Concomitantemente, estrecha el campo de la afectividad, porque en demasía se concreta al ob jeto que es de su aliment o -obs truyendo el libre juego de las demás viven cias- y produciendo así la ruptura entre todas. Y de ahí, sus actividades insólitas, rebeldes, anárquicas, cambiadas en su dirección, tomando la vía de la impulsi ón, del instinto, —es decir— carentes del f reno refl exivo: “en completa deficiencia m o tr il (Dejean). Demostremos que estos elementos psicológicos armaron la mano de Iris. Para ello, no desapartemos una idea general, de casi unánime aceptación: que el delito reconoce doble génesis: una mesológica, ambiental de factores externos; otra individual, personal, de elementos internos, y que ellos se ha cen presentes en cada caso, en una relación de no siempre fácil delimita ción proporcional, pero presentes ambos de continuo. Hemos referido ya las zozobras del medio, las inquietudes y pánicos sufridos, las amenazas de muerte, que incesantemente flotaban en el ambiente, y que las anormalida des de Lumen, mantenían de continuo. Y la personalidad psíquica de Iris, ha quedado esbozada: una honda perturbación moral se cobijaba en su espíri tu: el miedo-pasión perenne, presionando su acción, determinó la reacción defensiva de tipo reflejo, impulsivo, porque estaba impedida la verdadera y justa apreciaci ón del acto. A esa pasi ón-miedo, tendencia def ensiva del ins tinto de conservación, no puede negarse su carácter patológico. Dice Ribot: “es patológica toda forma de miedo que, en lugar de ser un med io de pr o tección se convierte en una causa de destrucción ", y Mosso en su clásico estudio del tópico, asevera: “T e rror y espanto son fenómenos mo rbo sos ”
Nuestro convencimiento tan afirmado, nos incita a una demostración más extensiva, e invita a la aplicación de una doctrina que, en el momento actual preocupa a los estudiosos de la materia. La criminología psicoanalítica ha pasado ya del período de sus primeros balbuceos. Pretende “ftjar el m ec a nism o gener al psíqui co de la cri minalidad’’, “pr ovoc ar la com pre nsión p sic o lógica del agente " e indagar 7a just a ponderación de su s m óv i le s” (Alexander y Staub) hacer exposición de “las larvas o bacilo elemen tar lo del delito " (Camargo y Marin); determinar 7a cat egoría psi col ógica ” del delito y
del delincuente (Jimenez de Azúa). El explayamiento de esa “psicología profunda” exigiría volúmenes. Su míni ma citación debe referirse a su noción básica: el estudio psicoanalítico de la personalidad. Es noción corriente el concepto psicoanalista sobre ésta, so bre los “planos f uncionales de la personalidad”: el “ello”, el “yo”, el “superyo”. En el primero se integran las fuerzas primarias, de fondo orgánico, inme-
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diatas a lo ancestral, las tendencias antisociales, de impulso, de destruc ción, “los instintos agresivos, sádicos o de muerte” (Freud) los deseos, las satisfacciones impuras: lo inconsciente. Son componentes de lo segundo, los productos individuales de corrección, de ni velación o de moderación que la educación y la experiencia imprimen a aquellos pri marios (del ello); el yo está orientado por el raciocinio o por el utilitarismo, está filtrado en ellos: hay selección, ordenamiento, medida, por justiprecio de la razón; son elementos de la subconsciencia. Y es del tercer núcleo de la personalidad, el superyo, la crítica que “inhibe y refrena” la censura casi austera, la conciencia moral casi tiránica si es excesiva, las tendencias morales y estéticas afirmadas, la responsabili dad de mayor o menor exageración, l a dictadura moral exigente, implacable, sobre el yo y el ello. Son valores, los del superyo, que, para su eficacia, deben ser de toda ponderación; más del mismo modo pueden sufrir variaciones, que si son excesivas originan traspiés intensos del comporta miento, cayendo en la anormalidad; en prueba, los casos del superyo crimi nal, los estados obsesivos o escrupulosos, etc., valores que han sido toma dos en criminología, acordando con una aseveración freudiana: “e l ell o e s totalmente amoral; el... (yo ) es d eseoso de serlo; el superyo, e s hipermor al y cap az de ser cruel como el ello”. La personalidad normal supone el equili brio ponderado y armónico de estos “tres pla no s f uncion ales”. Las agresio
nes psíquicas y físicas productoras de conflictos psíquicos y físicos, dislocan esa armonía, porque rompen el equilibrio eficiente y “preparan el camin o pa ra la eclosión de reaccio nes psíqui cas ano rma les" (Mira), “com o valores de fen ómenos de inadapta ción social " (idem). Transpor temos estas escuetas nociones a nuestra r elación: Iris6por su vida anormal, saturada de inquietudes, miedos y pánicos, vio dislocarse su psiquismo que dio paso a la “rea cción psíqui ca an or ma l ", el delito. Los criminólogos psicoanalistas no vacilarían en integrarle en los “delitos neurósicos” de etiología psicológica, acordando con su clasificación general adoptada: delitos de etiología psicológica, de etiología biológica y de etiología socioló gica (y cabe en estos momentos, una recordación a una página anterior: el delito sería en parte psicológico (personal) y en parte sociológico (de in fluencia externa) dato que no desacuerda con el valor primordial. El superyo de Iris7, acusó lesión, cuando constató la injusticia flagrante que su afectivismo predominante, el complejo materno, no fuera no sólo respetado sino agredido de continuo (referido al complejo de Edipo y de incesto, que no pueden ser mentados en este momento). Esa preocupación permanente clavada como un cuerpo extraño en su psiquis, dislocó el juego regular de su mentalidad; se irguió así en su “ello” formado —se ha dicho—por los ins tintos de muerte, normales en todo ser normal ( “no h a y delincuente nat o — dice Quintiliano Saldaña—todos somos delincuentes nat os") que le llevó a la reacción refleja, impulsiva; el acto delictivo.
6. Aquí aparece el fracaso de la censura, al aparecer la primera letra del nombre de Iris, “I” en lugar de la “X”. 7. Idem .
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Aceptados o no, estos y otros puntos de vista psicoanalíticos, no pued e ne garse su realidad: están en gran parte apoyados en conceptos psiquiátricos ya formales; las neurosis después de los trabajos de Hoche y Kretschmer, especialmente, están condicionadas por la preminencia de la vida conciental (sic), en una u otra dirección: hipo o hiperconciental. Casi en su totalidad, la histeria significa la predominancia de la inconsciencia en parte, de la sub consciencia en otra; es la vida del “primitivismo” mental, del “instintivismo" como defectos de determinadas vivencias. Y cabe referir, de la misma manera excesivamente escueta, una otra direc ción de la “Psicología en profundidad” que Adler, un disidente de Freud, ha denominado “Psicología individual” (Individualpsychologie). Según esta doctrina, el concepto básico de la personalidad constituido está por el “complejo de inferioridad” (minusvalía) que tan comprensi va com o re sumidamente Jiménez de Azúa expone así: “Proced e de inferioridades or gán ic a s, f als a ed uca ci ón, ré gi me n social ", que “el impulso de poder” del hombre, trata de superar mediante compensaciones y que conduce al indi viduo a muy variados conflictos “internos y extemos”; y que explaya con las citas del mismo Adler: “Es una acentuada creencia del sentimiento d e c o munidad, sin que el nombre que le demos tenga importancia (solidaridad humana, coop eración o incluso *ideal del yo") -la que prod uce una prepara ción insuficiente para enfrentarse con todos los prob lema s d e la vida. Tal prep ara ción deficiente es la que, frente a los pro blem as, en gendr a las múlti ples formas corporales y anímicas que expresan la insuficiencia y la i nsegu - ridad'6. Y un párrafo más adelante dice: *La psicología i ndividual, co nside ra co mo objetivo de la educación, adaptar el individuo a la comu nid ad; y para ello, no debe ju ga r pap el alguno el f ondo biológico, ni como pret exto de debilidad, ni como ex cusa de vanidades". El delito es, para ios psicólogos de la individualidad, una “ expresión en el autor del com plejo de inferioridad y de la l ucha po r superarlo". “La acción delictiva se p rod uce com o protesta contra el o rdena mient o social° . Y el es quema del celebrado criminalista español hace imagen precisa: Inferioridad , orgánica o soc ia l ; compl ejo an ími co de i nferior idad, af án de sup er ac ión protesta viril, delito (como reacción contra el mund o y pr oduct o de desa liento). Por s er un f racasado del colegio, o de la sociedad, o del amor, el d e lincuente siempre es, po r lo tanto, un se r activo contra el complejo de infe rioridad. Se producen exaltaciones emocionales que m uy a men udo s on el punt o de parti da de a gresiones contra los d emás”.
Hemos deseado estas transcripciones indirectas de la observación de Adler, sin tocar el texto original, pues forman parte de las aplicaciones precisas pa ra el caso nuestro, quedando plenamente ajustadas.
8. Corregimos probable error de citación. Proponemos “ inseguridad” y no “seguri dad” como aparece en RUP.
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En efecto, Iris, en plena posesión de su “complejo materno”, poseyó, del mismo modo, el complejo de inferioridad. Se consideró inferior porque se sabía incapaz de dar a aquel complejo -el materno-, una satisfacción, una forma activa, posesionada de la vida de desgracia completa y continua de su señora madre. Se consideró inferior, inconscientemente, pues su “impulso de poder” era ineficaz de otro modo, para resolver una situación de dolor y de miedo. Se consideró inferior, pues su sensibilidad complexiva su frió por la necesidad de una compensación, por un “afán de superioridad” o de “superación como reacción a esa inferioridad”: es el proceso de “abreacción” de todo complejo molesto. “El desaliento" nació; la protesta surgió y la reacción delictiva fue lógica, dentro de su mente, desarmonizada por la pasión. Y así, pues, cualquiera sea la vida (v ía ) de penetración para abordar la psi cogénesis del delito de Iris, se constata con evidencia, que tal delito fue co metido por la presión que un factor agresivo e hiriente de su medio ambien tal, ejerció sobre su psiquismo, que así influenciado, se vio impelido a la producción de un acto irrazonable, fuera del control voluntario, en un irrefre nable estado pasional.
De la peligrosidad Y, para finalizar, un complement o que juzgamos necesario que constituirá, — posiblemente- una respuesta anticipada a un interrogante que ha de produ cirse: ¿Exist e “estado peligroso” , “peligrosidad”, “temibili dad”, en la señorita Iri s? No podemos apartarnos de que, en modo general, el concepto es arduo; las dificultades e imprecisiones están denunciadas por todo autor. Es que, la solución del problema no sólo presume diagnóstico, implica además pro nóstico; de ahí las trabas para la afirmación precisa, pues son de conoci miento vulgar, casi, las dificultades inherentes, cuando de pronóstico en anomalías mental es se trata. Partidarios e impugnadores, coinciden, con todo, en un punto esencial; la necesidad ineludible del conocimiento de las características peculiares a cada caso, que se hace, de ese modo, “caso de especie”. Debe desapartar se todo concepto abstracto, abarcando el caso particular. Si el Derecho Pe nal, a una vieja fórmula médica “no h ay enfermedades, h a y enfermos" ha yuxtapuesto su postulado 11no h a y delitos, si no de li nc ue nt es ”, puede aseve rarse que su aplicación más directa debe producirse en el tópico que nos ocupa. Relacionado a ello y acordando totalmente con las opiniones de Grispigni, Loudet, Jiménez de Asúa9y tantos otros, debe cumplirse de otro modo, una directiva que ya ha tsido impuesta en otro punto anterior: si he mos empleado, como mejor modo de conocimiento de estudio, las caracte rísticas psicológicas de “la autora del suceso de autos”, es de nuestro pare9. Jiménez de Asúa era un penalista español, que en el período de deslumbra miento po r la criminología escribió una obra titulada Psico logí a c riminal.
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cer, que para el estudio de su peligrosidad, forzoso será emplear idéntica metodología: Y así, “la psicogénesis del estado peligroso se enfrentará con la psicogénesis del acto del victimario”, pues, el estado peligroso, del mismo modo que la capacidad o la responsabilidad es, nítidamente, problema de psicología o de psicopatología . “La individualización de la peligrosidad”, la “tipificación del estado peligroso”, es de conceptos psicológicos. Con ele mentos de Psicología deben indagarse: o los actores genealógicos (la vida anterior, la herencia de especial manera); o los caracterológicos (en su rela ción tal vez estrecha con las glándulas incretoras); o su estructura ética; o sus factores ambientales, etc. etc. Particularmente en Iris, tales premisas, asientan a modo de conclusiones: La “vida anterior” de Iris, aleja toda presunción de peligrosidad: el único afán de su vida, ha sido, bien puede decirse, integrar el radio de acción de su señora madre: el cumplimiento exacto y estricto de sus tareas domésti cas y la aplicación adecuada y precisa de su labor de estudiante de Magis terio. Dedicó sus días, produciendo acción intensa, de completa tenacidad, en la ejecución de sus deberes y trabajos manuales, que se ha dicho, son modelos de perfección. Despreocupada de toda vida social, desinteresada de todo suceso que la alejara de su hogar o de su escuela, sólo supo cum plir con esa su Escuela o ese su hogar. 2—El factor herencia, en su sector materno, influirá en todo momento en la vida anímica de Iris. Hemos denunciado su complejo en ese sentido, com plejo hondo y arraigado, y poniendo a su servicio y a su cumplimiento, toda su personalidad, hasta la de sus instintos. Su influencia ha de ser presio nante, en alto grado, en toda circunstancia de su vida. Y cabe recordar lo ya manifestado, sobre la vida ejemplar de la señora. 3—Los factores caracterológicos y la estructura ética de la'señorita Iris no pudieron, al parecer, ser descartados del delito producido. Más, la explica ción del acto ha sido ya explayada, si delinquió, fue impulsada por un esta do de desarmonía psíquica, de génesis afectiva. Si olvidó un afecto, si de satendió o diluyó su "complejo paterno”, fue por instigación presionante de su “complejo materno”, al cual se pretendió humillar de continuo, culminan do el estado pasional de miedo ya referido. En sus otras afectividades Iris demuestra equilibrio eficaz, ponderado, sereno, no hallándose ninguna ten dencia contraria a la ética normal. Que se recuerde: fue la principal detr actora de su delito y la primera en repudiarlo conscientemente. 4—Y el medio circundante de Iris alejado ya quien por su estado mórbido, estaba impedido de producir armonías, es de regulada y eficaz noción; am biente de trabajo, de ayuda mutua, de compensaciones recíprocas, con inte rés de aspiraciones ... Aceptada la fórmula de nuestra aseveración, debe considerarse que si Iris delinquió por su desarmonía psíquica, al integrarse en los “delitos neurósicos” esa su neurosis, ¿ se mantendrá latente en su personalidad o desapa recerá en la circunstancia? Todo hace suponer que seguirá esta última di rección. Si no se deseara aceptar de pleno la actitud psicoanalítica que pretende que la pena legal intensifica la fórmula mórbida, no puede desde-
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ñarse lo que la psicopatología habitual ha demostrado ya: que la desapari ción de una causa deprimente, alivia, por descarga, la resultancia f inal. Y si, un criterio severo en exceso y rígido en extremo, deseara la valoriza ción del caso, nada obstaría para que una “libertad vigilada” se produjera de continuo controlada y dirigida por un educado r comprensi vo y ef iciente10. Ha escrito Genil Perrin, en un trabajo reciente: " En / a doctrina f reudiana, la cri minalidad neurótica no es una tara congé nita, s ino el prod uct o d e u na edu cación def ectuosa...” En Montevideo, Marzo 1930. (Sic, rectificamos: 1936).
A continuación del peritaje se adjunta él siguien te com entario: “La lectura del presente trabajo ha sugerido al Dr. Pérez Pastorini el co mentario siguiente: En el trabajo que presenta el Dr. Payssé sobre “Psic o gén es is de un p arr ici se me ocurre, en lo que mi atención ha podido captar de la lectura por dio0 el autor de su informe, que el buen deseo de éste de com prender el alma de esta delincuente, sometida a su peritaje médico-legal, lo ha llevado a apli car al caso diversas psicologías —y está bien—pues como lo dicen en su libro Alexander y Staub, juzgar sin psicología es imposibl e. Pero, como era lógico, ante tan variados métodos y puntos de vista que se contraponen, no era posible darnos una idea exacta de los mecanismos psíquicos que en está delincuente la llevó al cri men. De ahí que el aut or en redado en esta madeja de psicologías tan contradictorias, no haya encon trado, como dice Jung, acceso a esa alma y se le haya presentado “un pro blema con cuernos", según la expresión nietzschiana. Pero, en fin, hubiéra mos aceptado por posible cualquier explicación psicológica, ya que no se le puede pedir más a esa psicología de superficie. Pero, entra el autor a tratar el caso desde el punto de vista psicoanalítico (también de la psicología de Adler, que no comentaremos) aplicando los co nocimientos de esta ciencia a la comprensión y explicación de este caso de crimen. Y nos da una interpretación analítica y hasta nos habla de tal o cual complejo. Y aquí, a mi criterio, el error fundamental, pues su estudio está basado en la psicología tradicional que no puede llegar al inconsciente, que por ende, lo desconoce; olvida que el psicoanálisis t iene su t écnica propia, y que es imprescindible usar, (y con más razón en este caso “práctico”) si se quiere alcanzar ese plano conflictual inconsciente. Hay que recordar lo que dicen Alexander y Staub basados precisamente en el psicoanálisis (y des pués de “hacer*’ psicoanálisis se entiende), que todo delito comporta una pluralidad de motivos muchas veces determinados y en gran parte incons cientes, los cuales no pueden ser apreciados y diagnosticados más que por la psicología en profundidad y a él se llega con el instrumental psicológico, repetimos, que es distinto al que el perito psiquiatra posee.
10. Según el Dr. G. Fernández este pasaje revela la función del peritaje: lograr la libertad de Iris. (Comun icación oral).
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Con un espíritu racionalista y consciente no se pueden juzgar los fenóme nos del i nconsciente. En respuesta, el autor se hace un deber en manifestar que, acordando en parte con las consideraciones del Dr. Pérez Pastorini, reclama que debe te nerse en cuenta que en un informe médico legal, no cabe el explayamiento excesivamente detallado del “instrumental psicológico” producido: sólo son de interés los procesos observados por las metodologías usadas. En el caso particular, ellas han sido practicadas, y se han expuesto única mente sus resultancias”.
Algunos señalamientos sobre este peritaje Se trata de un peritaje , peculiar forma de estilo por el lugar que es otor gado al saber psiquiátrico puesto en función de uno de los poderes del Estado. Esta ubicación, que ha ocupado un lugar relevante en la enseñan za de M. Foucault, se encuentra planteada por Lacan en la misma época de este crimen, cuando en 1933, escribe lo siguiente: “Además, no hay que ocultar que el interés por los enfermos mentales nació históricamente de necesidades de orden jurídico. Estas necesida des aparecieron en el momento de la instauración formulada, a base del derecho, de la concepción filosófica burguesa del hombre como ser do tado de una libertad moral absoluta, y de la responsabilidad como atri buto propio del individuo (vínculo de los derechos del hombre y de las investigaciones pioneras de Pinel y Esquirol). De resultas de eso, el pro blema mayor que se le planteó prácticamente a la ciencia de los psiquia tras fue la cuestión artificial de un todo-o-nada de la invalidación mental (artículo 64 del código penal francés)”11.
Ante tal dilema, el peritaje de Payssé se inclina pór no invalidar en nada a Iris, poniendo del lado de la presión ambiental la producción de una reacción que la “impelió al acto irrazonable”. Repasemos las articulaciones del texto de Payssé: 1—Lumen Cabezudo era un paranoico, si es posible decir esto in á bsen tia. Para Payssé esto quiere decir que todos los testimonios explicitan la presencia en Lumen de “los rasgos salientes de la constitución paranoi-
11. Lacan, Jacques, “El problema del estilo y la concepción psiquiátrica de las formas paranoicas de la experiencia”, en De la p sico sis p ar an oi ca en sus relaciones con la personalidad , Siglo XXI, México, 1976, p.333-337. 12. Las citas no numeradas son todas del texto “Psicogénesis de un parricidio”.
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2—Su hija Iris, “apartando por un momento el acto delictuoso cometido” , tiene un conjunto de condiciones “que supera lo normal”y un rasgo sa liente, la “adoración y culto de su madre”. 3-H ay en la casa una “opresión ambiental”. Estos elementos surgen de los testimonios escuchados, de las entrevistas realizadas, de la visita, incluso, a la casa misma del crimen. La observa ción psiquiátrica como p osición objetivante cuya figura histórica encam ó el alienista del siglo XIX, posición magistralmente descrita por M. Fou cault se encuentra matizada por Payssé cuando señala que “la observa ción adecuada estriba en el comentario eficaz del discurso del enfermo”, cabe por lo tanto prestar atención al trato que reciben en su texto los ele mentos que tenemos de dicho discurso. Consideramos que lo s tres puntos relevantes que señalamos son el resultado de esa lectura de Payssé. En esa lectura el acto homicida es puesto “aparte” de Iris. Llegado a ese punto, Payssé tiene que fundamentar sus impresiones y comienza, entonces, algo que criticamente señalará Pérez Pastorini al de cir que “el autor tan enredado en esta madeja de psicologías tan contra dictorias no encontró (...) acceso a esa alma”. Sin embargo, en esa “madeja de psicologías”, Payssé busca mostrar que “cualquiera sea la vía de penetración para abordar la psicogénesis del de lito de Iris, se constata con evidencia que tai delito fue cometido por la presión que un factor agresivo e hiriente de su medio ambiental ejerció sobre su psiquismo, que así influenciado se vio impelido a la producción de un acto irrazonable, fuera del control voluntario, en un irrefrenable estado pasional”. La argumentación de Payssé sigue el modelo de “todos los caminos llevan a Roma”, en este caso, para él, todas las doctrinas permiten pensar el crimen con el esquema d e la reacción. Como lo ha mostrado recientemente Jean Allouch13, J. Lacan, en su tesis sobre la paranoia, privilegia este concepto de reacción puesto en circula ción por Jaspers para situar el pasaje al acto de Marguerite Anzieu (a la que llamó Aimée) como una reacción paranoica, quebrando de este mo do la doctrina constitucionalista y procesal de la paranoia. Payssé, que ha defendido en su tesis la constitucionalidad de la para noia,va a elaborar un informe de este caso que empuja todo lo que escu 13. Allouch, Jean, “La primerísima basculación doctrinal de J. Lacan”, en Litor al n° 16, Edelp, Córdoba, 1994.
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cha del mismo, del lado de la “normalidad” -en la misma medida en que lo aleja de la constitución (paranoica)- poniendo a cuenta del padre la parte de locura en juego y sin poder plantearse pomo se tramó con la lo cura del padre y con su madre la posición de Iris. Si se acepta la hipótesis de un delirio paranoico del padre, ¿pudo este enlazar locamente a otros plusieurs miembros de la familia14 (folie á )? Que esta, hipótesis no haya sido formulada no puede ponerse a cuenta de la época^|ya que el Dr. Pay ssé se formó en la clínica psiquiátrica con el Dr. Etchepare, quien publicó textos sobre la folie ádeux, y casos de “locura familiar”. La manera que tiene de considerar y citar recortadamente el texto que Iris tituló “En el último momento " nos parece ser el más claro indicador de esta lectura sesgada del perito (
dadera yjusta apreciación del acto”.
14. Párrafo modificado en la 2o edición.
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Payssé no niega el carácter patológico de esta reacción a la que califica de defensiva, pues en v ez de ser “un medio deprotección se convierte en causa de destrucción Apela entonces a “la criminología psicoanalítica”, vale decir a las elaboraciones doctrinales de Alexander y Staub15. Con esta referencia, que pone en evidencia su manera de hacer con la “cosa psicoanalítica”, Pa yssé propone: “El superyo de Iris acusó lesión cuando constató la injusticia flagrante que su afectivismo predominante, el complejo materno, no fuera no sólo respetado, sino agredido de continuo (...) Esa preocupación permanente clavada como un cuerpo extraño en su psiquis, dislocó el juego regular de su mentalidad; se irguió así en su “ello” (...) que la llev ó a la reacción refleja impulsiva: el acto delictivo”.
Por este sesgo puede entonces Payssé plantear la irracionalidad del acto sin declarar por ello anormal a Iris16. Como si esto no alcanzara, Payssé echa mano finalmente a la Psicología individual de Adler para identificar también en Iris la presencia del “complejo de inferioridad” del que surgiría “la protesta y la acción de- , dentro desu mentedesarmonizadapor la pasión ”. lictiva quefue lógica Reservamos para más adelante poner en discusión otros aspectos de este peritaje. Señalemos que del mismo surge, como consecuencia lógica, la apreciación de no peligrosidad de Iris. El razonamiento es muy simple: , alivia por descarga , la re- “la desaparición de una causa deprimente
sultanciafinal”.
15. Sobre este punto cfr. Dupré, F., La solution du pas sa ge á Vací e , ed. ERES, Pa rís, 1984, Cap. VIII. En español, El doble crimen de las he rm an as Pap in , Epeele, México, 1995. 16. Párrafo modificado de la 2o edición.
Capítulo nueve
La defensa del caso La defensa de Iris, a cargo del Dr. Carrara, estuvo desde el comienzo bajo el asesoramiento del Dr. Salvagno Campos, el más destacado de los juristas del ambiente montevideano de la época. “Este defensor —escribe el Dr. Carrara— quiere dejar expresa constancia desde ya , de la capital y continua colaboración del ilustre catedrá tico de Derecho Penal , Dr. Carlos Salvagno Campos , en la composición de este escrito ”l. Salvedad inusual en un documento de esta naturaleza, ya que parece indicar la ne cesidad de un joven abogado de respaldar explícitamente su actuación en ..el saber atribuido a quien quizá fuera su profesor en la Universidad, ante un caso particularmente espinoso. El Dr. Carrara había conocido a Iris como alumna en el Instituto de Ma gisterio donde él ejercía la docencia, era alguien cercano a ella, y por eso se implicó en el caso. El Dr. Salvagno Campos, por su parte, era el cate drático de Derecho Penal, fundador además del Instituto de Criminolo gía, y por estas razones era el gran patrón, en Montevideo, de una crimi nología que había tomado cuerpo en la escuela italiana: mientras en Eu ropa nuevas corrientes desplazaban a esta forma del positivismo que ha
l . Los comillados de este capítulo citan, salvo indicación contraría, el texto inédito de la Defensa.
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cía primar sobre el Derecho una serie de construcciones teóricas fabrica das desde la biología y la psiquiatría, en Montevideo, Salvagno Campos imprimía a su magisterio dicha orientación. ¿Cuáles fueron los argumentos de la defensa en est e proceso por homici dio especialmente agravado por tratarse de un parricidio? ¿Cuál su enfo que del caso Iris? Ocho meses después del crimen, en agosto de 1936, la Defensa presenta un escrito de unas 50 páginas destinado a obtener del ju ez la libertad provisional de Iris; para ello , en este ca so de particular gravedad, sólo podía desarrollar un recurso argumental: el recurso psi quiátrico. Vamos a intentar presentar al lector las principales articulaciones, que resultan de nuestra lectura de ese documento. Pensamos que tiene el inte rés de mostrar esta amalgama jurídico-psiquiátrica con la que se constru ye el caso, ordenada dentro del dispositivo de un poder del Estado y con la finalidad de defender a la inculpada.
Etiología del delito
a del delito El texto comienza con un apartado titulado “Etiologí ” cuyo planteo podemos resumir así: hubo un crimen porque antes hubo un dra ma familiar que determinó el acto de Iris, acto realizado “con obnubila- ción de la conciencia y automatismopsicológico ”, vale decir, con altera ción de su libre voluntad. El fundamento de esta conclusión surge de la articulación de tres tipos de textos: 1. El peritaje del Dr. Payssé; 2. algunos elementos doctrinales del punto de vista jurídico (Corso Bovio, Le malattie delie spirito nel nuovo códice penale , Ñapóles, 1935) y 3. El nuevo Código de Derecho Penal del Uruguay que reclamaba “ la individualización de la sanción y la apreciación delapeligrosidadde lossujetos ”.
La idiosincracia de Iris C. Para demostrar que “la responsabilidad de Iris Cabezudo es nula y que tambié n es nula su peligrosidad ” el Dr. Carrara va a exponer en unas 30 páginas “la idiosincracia de Iris “Idiosincracia” es una palabra que proviene del griego, de idiost parti cular, y syncrasis , mezcla, y/o temperamento, término este último que tiene sus orígenes en los comienzos de la medicina pero que deriva en un
La defensadel caso
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sentido mucho más vago y general a partir del siglo XVI2. Describir la llamada “idiosincracia de Iris”, indica una cierta manera del Dr. Carrara de acercarse al caso privilegiando su particularidad. ¿Logra su objetivo ? En su afán por encontrar la raíz de lo a caecido apela en primer lugar, “
la palabra autorizada y siempre imparcial del psiquiatra Dr. Don Ca- milo Payssé ”y y la sitúa claramente: “No cabe una separación del informe psiquiátrico de referencia y del presente escrito; puede afirmarse que es un sólo cuerpo persiguiendo la aclaración de una terrible tragedia que culminó en la desgracia fatal que todos conocemos y lamentamos”.
No cabe separación, insiste Carrara, porque el único camino explicativo del caso pasa, como lo ha dicho Payssé, “por el estudio de la personali- dadpsí quica de la autora Dado este planteo, el Dr. Carrara va a subor dinar su aproximación a la realizada por el perito y consecuentemente Éabunda en citas de l peritaje, que no vam os a reiterar. Sin embargo, y esto nos parece interesante, a partir del movimiento transferencial que lo llevó a ocuparse del caso, Carrara se permite mencionar algunos aspectos muy particulares del mismo, atinentes a la sexualidad de Iris, a los que ha podido acceder a partir de sus conversaciones con ella, con la familia, y de su lectura de las declaraciones. Por este sesgo, el de una posición subjetiva particular de la que nos da testimonio, su trans ferencia hacia Iris, y que se dice en un balanceo enunciativo entre los pronombres de la tercera y la primera persona, Carrara logra abrir la di mensión central del caso que no fue tenida en cuenta por Payssé y que crea una interesante disimetría entre su perspectiva y la de Payssé que falaciosamente parecen engarzarse.
Á El suscrito recuerda... “jEl suscrito recuerda que, hace más de dos años, Iris Cabezudo fue su alumna en el Instituto Normal de Señoritas, a la que examinó posterior mente, teniendo presente sus raras aptitudes personales, su contracción al estudio y al trabajo, su inteligencia; condiciones todas reconocidas unánimemente por el personal docente del establecimiento aludido (me remito a los informes presentados, bien explícitos al respecto). Al tener noticia del suceso, el estupor y la inquietud me llevaron hacia la pobre
2. Diccionario de la Real Academia Española y Bloch y Von Wartburg.
Dictio nn aire etym olog ique ,
de
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familia sumida en la desesperación de la tragedia vivida. Día a día, per sonas, hechos, atmósfera humana en fin, me proporcionaron la firme convicción de la inimputabilidad de Iris C., merced al juego de los ele mentos que integra el complejísimo problema y el desen lace fatal”.
A efectos de probar la evolución sufrida A partir de su convicción, el Dr. Carrara va a adoptar entonces un proce dimiento defensivo: expone el progresivo y nefasto cambio operado en Iris desde su niñez hasta su adolescencia, por efecto del ambiente fami liar. Para ello, “a efectos deprobar la evolución sufrida temperamental- mentepor Iris desde sus má s tiernos añ os hasta la actualidad ”, presenta en primer término una serie de fotos a la par que dice: “En mi afán de conocer todo lo que se relacionara con mi defendida, partiendo de su misma niñez, su Sra. madre me hizo ver, entre otras co sas, fotografías diversas de Iris, ya sola, ya con sus hermanos o familia res- Sus últimas fotos me la mostraron tal como estaba acostumbrado a verla en el Instituto: serena, muy triste, con un fondo indescifrable de sobresaltos; pero las primeras me la hicieron ver en su infancia, alegre, risueña, con la felicidad de su naturaleza alerta y despierta.Yo invito a los magistrados que entienden en este sumario a que contrasten esas fo tografías que agrego y que van señaladas cronológicamente. Comprendo que no es todo: sólo restan escombros y no podemos reconstruir lo vivi do; pero es mucho, agregado a lo demás. Iris tiene en la últimasfoto-
grafí as la 44má scara” de temor y de agobiante dolor interno y lo mismo pasa con Ariel. (...) ¡Qué notable diferencia con las primeras! Lo que pudo ser y lo que fue. Dotada espléndidamente para la vida, optimista y luchadora, he ahí que la creciente anormalidad del padre la destruye y se destruye”.
Este recurso a la mostración, absolutamente infrecuente, no aje no quizá a la influencia sobre las ciencias jurídicas de las teorías fisiognómicas, puede ser leído, también, como una dificultad de la defensa para demostrar, argumentar y articular lógicamente el recurso al acto homicida. Allí donde flaquean los argumentos, las fotos conmueven. Además podemos corisiderar que en la “opresión ambiental ”, Carrara “percibe” algo más complejo y por eso intenta, con las fotos, una manera -que pensamos falli da—de ligar el acto de Iris con su historia en la familia. De igual ndum modo y con la misma finalidad recurre Carrara al memorá redactado por Iris:
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Iris y H alim a con P au lina, d ic iem b re 1929
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Iris en su s 15 a ño s, j u n to al j az m ín 2 de febrero de 1930
Los cuatro hermanos: Iris atrás, Ariel, Lumen y Halima, enero de 1930
Fotos de Iris y su familia. Archivo Judicial
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E xtr a v ia d a
Iris 23 de julio de 1917
Iris 30 de noviembre de 1919
Iris 22 enero de 920
Iris con su madre y su hermano Ariel 1920
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Fotos de Iris y su familia. Archivo Judicial
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“Ella misma nos ha contado su vida en un extenso y jugoso memorán dum (semejante al que se encuentra agregado al sumario)3 recortándose en esa narración y en el horizonte de sus recuerdos, aquellos primeros años suyos que se objetivan, imparcial y decisivamente, en las fotogra fías aludidas. Luego el pánico, al formarse el complejo que había de arrastrarla trágicamente”.
Carrara se aboca, entonces, a reconstruir la historia de Iris para dar nesis de las reaccionespsicológicas”: el lugar de la ma cuenta de la “gé dre para Iris, y también el que Iris supo hacerse fuera del hogar, como alumna en la Escuela República Argentina, como puede constatarse al leer la carta que redactara la directora, Débora Vitale d’Amico, en el momento del egreso de Iris en 1930. Este texto que seguramente se en contraba en la casa d e los Cabezudo y que Carrara transcribe, dice así: “Muy querida Iris: Eres tan buena, tan buena, tan inteligente, tan comprensiva, tan dulce, que la vida ha sido contigo excepcionalmente pródiga. Agregas a todo ésto una riquísima voluntad, fortalecida en un ambiente familiar celosa mente cuidado. Por eso no te deberá extrañar que e l año 1930 de esta es cuela quede íntimamente unido y deliciosamente unido, al nombre de Iris Cabezudo, la gran Iris, nuestra incomparable amiga”.
Y Carrara comenta: “Y no se crea que estamos ante meras fórmulas de complacencia: repe timos que de sus actuaciones restan numerosas pruebas que reflejan su modo de ser paciente, meticuloso e inclinado ardientemente al trabajo. Por otra parte, los informes respectivos, suscritos por personas de sol vencia y seriedad dentro del profesorado, son coincidentes en todo”4.
Coincidencias son también las que encuentra el defensor para destacar la actividad intelectual de Iris, actividad que se complementa con sus tareas en el hogar, que serán objeto de una* “ inspección ocular”, pedida por Ca rrara, y cuyo informe puede leerse en anexo, al final de este libro. De esta reconstrucción, una conclusión se impone: él trabajo era el único placer de Iris, “ especialmente en la hora confidencial con su madre , al trasmitirle sus triunfos ”. Así planteada la articulación del trabajo entre 3. Cfr. Cap. III. Estas líneas permiten concluir que Iris escribió más de un texto en la época que siguió al homicidio. Encontramos en el texto del Dr. Carrara citas que no Se encuentran ni en el manuscrito transcripto en el cap. III, ni en el texto del Dr. Payssé. 4. Cfr . carta de profesores y compañeras de Iris en cap. V.
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madre e hija puede entonces Carrara situar al padre como aquel que me diante “las afrentas y las torcidas persecuciones (a la madre) cerraba cada vez má s el cí rculo torturante”. Mientras fueron niños la madre ha bía podido ocultarles “el sensual egoí smo y la anormalidaddel padre (...) , como dice la Señ Pero llega un dí a en que los niñ os ora, veí an, nada po- , veí día ocultá rseles: veí a Iris aAriel”. Hay exceso en eso que los padres dan a ver a los hijos, “un cí que hace de Iris una púber, rculo torturante99 según Carrara, con un panorama de vida “triste y gris, sin un destello de alegría y carente de tranquilidad”, panorama que se agudiza en los años de la adolescencia, “pavoroso en su precipitación desufrimientos”. El sufrimiento de Iris se hace síntoma
corporal que Carrara destaca:
ndum citado que experimenta tenaces dolores “Ella cuenta en el memorá al corazón. En una entreviste reciente que tuve con ella, me significaba que no podía soportar más esa afección. Por otra parte, la madre y Ariel padecen idénticas presiones dolorosas”. De este modo, con un síntoma, Iris se nos muestra enlazada a su madre y a su hermano Ariel.
¡Pero si es una niña! La defensa avanza, entonces, en el sentido de la peculiaridad, de la idiosincracia de Iris y aborda un punto absolutamente soslayad o en el peritaje del Dr. Payssé: el de la sexualidad de Iris. Carrara constata que esa joven adolescente que tiene ya 21 años, “ha afinado su intelecto, nutrido en lecturasprofundase impropiaspara su edad” y “en soledad moral junto
a su madre como si fuera todo el universo (...) continúa en la sensibili- dad e ingenuidad caracterí stica de sus primeros añ os”. Y más adelante escribe: “Iris Cabezudo adolescente es de una pureza sexual lindante en lo virginal, y su organismo parece haber tomado absurdo desquite al ne- garle los atributos secundarios que configuran la belleza sexual de toda mujer”.(Subrayamos nosotros). Carrara destaca, de este modo, algo muy importante y que no escapó a los periodistas en el primer momento, algo que se expresaba en ese “¡pero, si es una niñ a! ”. Proponemos considerar ese aspecto “aniñado” de Iris como un punto neurálgico a interrogar, punto que será objeto de retomo por parte de la propia Iris cuando en 1957 intentará aproximarse,
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con su delirio, a la dificultad en que se encuentra para “declarar su sexo”5. Prosigue Carrara: “Interesa destacar otro fenómeno psíquico en Iris en el que pueden apre ciarse las procedencias, pero no las incalculables resultancias en su vida. Dominada por su profundo cariño hacia su madre y hermanos, por un lado, y por el anhelo nunca decrecido de estudio científico y disciplina do, de ambiciosos proyectos intelectuales que abrigaba, por el otro, Iris no tuvo osyafectividad sexual , ni siquiera inten , pese a sus veintiún añ cional. Llega hasta parecer poco conforme con su sexo y se rebela abiertamente contra la idea de tener un novio, por ej.. Da la impresión de no querer sacrificar juicios propios (es sumamente sensible), inclinacio nes, etc., y menos, su profunda vinculación amorosa con su madre, esa verdadera identificación que integró su complejo materno”. (Subraya el Dr. Carrara).
Y un po co más adelante prosigue Carrara: “Dotada de una naturaleza sensible, cariñosa y serena, de valores tempe ramentales sumamente afectivos, Iris desechó siempre la idea o posiblidad de mantener amores con un hombre. Tuvo oportunidades de esa cla se a las que fue indiferente. Ese aspecto es tan arraigado, que me consta lo siguiente: las conversaciones con sus compañeras del Instituto, jóve nes com o ella en edad, versaban siempre sobre estudios y lo que a ello s se relacionaba. Nunca podía hablarse con, Iris de otra cosa, en ella no había ni siquiera un eco de lo que es el común denominador sentimental de toda mujer que se asoma a la vida”.
Buscando entonces una explicación a esta peculiar relación de Iris al se xo, Carrara escribe: (...) pero no descuidemos, por su propia importancia intrínseca, la esen cia de causalidad en tal fenómeno. Iris refleja, según se ha dicho, un temperamento amoroso que se ha extravasado en anhelos, precisamente, y que se ha salido de ella misma, poderosamente, armando su mano. El objeto único de su amor— pasiónfue su rnadre, que excluía tiránicamente toda otra manifestación”.
Para Carrara esto debe ser tenido por
“hilo conductor explicativo del ca
5. Esta expresión de Lacan (“Petit discours aux psychiatres”, 1967, inédito) señala la dificultad ligada a la articulación del sujeto en tanto se deja afectar por un sexo. Cfr . La d eclaración de se xo , en Littoral 11/12, Edelp, Córdoba, 1991.
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Por este ses go puede entonces la defensa volver a situar la “rara actividad intelectual” de Iris, que con justeza, es llamada por Carrara “el asidero
artificial, queno soportólos desarreglospsí quicos cuando é stoshicieron eclosión ¿Por qué el crimen?
“Nunca el espíritu superior de lris abrigó odio por su padre; su posición consciente era de lástima y vergüenza; se adivinan sus esfuerzos menta les para suprimir las representaciones penosas que provenían de su pa dre. Siempre quePUDO obrar voluntariamente, Iris vio en su padre un
enfermo moral yfísico; imitósin duda desdepequeñ a la actitud materna y la vivió. Entre madre e hija sobre todo, sostuvieron en cuanto estuvo en sus voluntades, el desquiciado andamiaje. Pero entre tanto, Iris, que evolucionaba recién psicológicamente apuraba, inconscientemente, el quica”. momento traumático de la disociación psí
¿De qué se trata en esa llamada “disociación psíquica”? Carrara postula la existencia de “grupos psíquicos” que pueden quedar “estancados” en un adolescente y no integrarse a su Yo. Se trata de recuerdos que no pue den constituirse como tales porque persisten los mismos “hechos generaadores” y se vuelven entonces “más agudos e impresionantes”. Son estos factores los que harán irrupción la tarde del crimen, trastornando “su conciencia y voluntad”. No pudo Iris incidir “ en la supresión total de los
productos patológicos en el ambientefamiliar, mediante el divorcio o .separación de sus padres, que hubiera auxiliado al YO tambaleante hasta conseguir su defensay preservación, FUE IMPOSIBLE”. La atm ósfera en que se encontraron sumergidos todos...
A lo largo de una decena de páginas Carrara ciñe “ las razones de esa ab- soluta imposiblidad ”, razones que encuentra en el “ambiente familiar”, vale decir "en la atmósfera en que se encontraron sumergidos todos: madre e hijos La “atmósfera”, he ahí un término en cuyo alcance meta fórico podemos, nuevamente, leer el fallido intento por identificar los elementos en juego. Puesto que todo sucedió dentro de la casa, arguye el defensor, es dentro de la casa que ha de encontrarse la comprensión del suceso. Para ello ha visitado, observado, convivido con los familiares y desmenuzado los textos de la madre, de Iris, de Ariel y de los testigos. “Iris es sensibilísima gozadora de objetos, junto con su madre”, apunta Carrara, pero “cuando la silueta degenerada del padre aparece, entra el
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temor, alarma que puede percibirse ahora hasta en el pequeño hijo de 8 años”.
Lumen loco, degenerado, Lumen con su “sistema de afabilidad” y de “parecer lo que no era” con los de afuera, determina, con su sola pre sencia, los cambios en la "atmósfera* ' doméstica. Hay “alarma ”. Carrara enumera las “direcciones de la anomalí a paterna”, es decir “su, egola-
trí a hiperestesiada, su tendencia morboincestuosa en lo sexual, su sen- , y sus celosi desenfrenadosy absurdos ", trae enton sualismo absorbente ces a colación las declaraciones dé los testigos: Bonnevaux, que captó la egolatría de Lumen, su temperamento lujurioso, el encierro carcelario en que mantenía a su familia; Geis, que trasmite la posición de Lumen para con las mujeres, para con su primera esposa, y lue go para con Raimunda, “a quien no permitióseguir relacionada con sufamilia, operando asíun y de otros, apuntando a los detalles más actuales, verdadero secuestro” captados por los vecinos, vale decir al encierro en que vivía la familia y al aspecto de “fregona”que mostraba Raimunda.
El punto de disparidad en los testimonios Carrara se aboca, sucesivamente, a la lectura del texto de Iris, de Rai munda y a sus respectivas declaraciones, como así también a la de Ariel. Las citas abundan y lo interesante de su lectura estriba, a nuestro enten der, en la disparidad que pone en ev idencia entre los testimonios de Ariel y su madre por un lado, y el de Iris por otro. Ariel y su madre “que han
integrado la tragedia como verdaderos actores, no han ocultado lo que la vergüenza hizo ocultar a Iris: lo morbososexual acometió tan mise- rablemente al padre, que le llevó al abismo de desear perseguir a sus propias hijas Y cita: Dice la madre: “cuando sorprendió a su esposo abrazando a su hija Halima de catorce años de edad, que en esos momentos estaba completa mente desnuda en el cuarto de baño de la casa. Que este hecho obligó a la declarante a vigilar continuamente a la niña inocente e ingenua para evitar esas vergüenzas”. Dice el hermano: “por lo demás, su hermana Iris ya le había prevenido al dicente que se había visto precisada a encerrarse en sus habitaciones pa ra desvestirse, pues el padre, afectando naturalidad, hacía lo posible para pasar o encontrarse allí en esas oportunidades” .
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Carrara cierra estas citas con un comentario que coloca entre paréntesis y que dice así: (Violenta y repugna a la defensa repetir lo que antecede , pero hay quedecirlo , nada má s que decirlo). Llegado a este punto, luego de recomendar la lectura atenta de todos los documentos del caso que permiten atisbar los "poderosos elementospsi- cológicos que armaron la mano de Iris ” , pasa entonces el defensor a la reconstrucción del pasaje al acto . Por su importancia presentamos ínte gramente este texto con mínimas variantes formales.
Descripción del suceso —En los meses que precedieron a la tarde fatal Iris C. sufrió un intenso su rmenage, agravad o constantemente por las angusti as de la vida f amiliar. —el 11 de diciembre, día de su último examen en el Instituto Normal su ac tuación no fue la común en ella. Ese mismo día pide al director cambio de grupo de compañera s para el curso del año siguiente. —el jueves 12 sale de su casa a las 13 y 30, sin almorzar , para dirigirse al Instituto a efectos de presenciar los exámenes que rendían esa tarde sus compañeras. Estuvo en el Instituto Normal lo menos hasta las 18 horas; va rios profesores la vieron (...) de modo que, suponiendo que haya salido en seguida, fue hasta Uruguay y Rondeau, dónde esperó el ómnibus, y llegó a su casa, como muy pronto, a las 18 y 30 (Ella vive en Larrañaga y Monte Caseros). Cuando Iris hizo entrega del revólver al oficial de policía eran las 18 y 45 minutos, aproximadamente. Quiere decir pues, que t odo se precipitó en el término de un cuarto de hora, poco más o menos. Importa mucho destacar ese elemento de juicio. El cansancio físico y mental de Iris data en realidad de años atrás; en su de claración ella cuenta: “su padre se ponía como loco cuando ocurrían esce nas análogas, y su mamá siempre se sacrificaba llegando a calmarlo de estos accesos (...)” La actora en sus declaraciones ha precisado cómo se desarrolló el hecho que motiva estos autos. “La tarde del hecho papá y ma má discutieron como siempre. (...) Yo vi que mamá perdía terreno, en eso de que veía que con bondad no podía contener a mi padr e”. —segundos ant es de hacer los disparos, Iris oye que su padre g ri t a ba y c o n (son sus expresiones), dirigiéndose a su madre: ‘Te voy a reven ta r...Te odio vas a estrellar contra una piedra. Voy a arma r un escánda lo q ue va a salir en los diarios . .."
—en tales instantes corrió a tomar el arma al escri torio, pi eza situada a la entrada de la casa, frente al jardín donde se desarrolló la escena. Desde esos momentos Iris fue una autómata, obrando sin conciencia ni voluntad. Su estado de sobreexcitación hacía que: “mirando, pero ya sin oir, por lo menos sin entender lo que decía mi padre (...)”. —a una hora del hecho le impresiona la “furia" de su padre y dice: ‘‘Me mo vió la desventura de mi madre Y LA SEGURIDAD DE QUE MI PADRE LA
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IBA A MATAR”. El hecho fue rapidísimo, imprevisible por los familiares, ma dre y hermanos, únicos testigos. Cuando la madre de Iris sintió los disparos, le gritó a ésta: “¿Estás herida?”, creyendo que su pa dre l a había agredido a mano armada...".
A continuación el Dr. Carrara presenta la reconstrucción de la escena conyugal que se desarrolló esa tarde entre Lumen y su mujer, escena de la que sus hijos Ariel, Lumen y Halima son espectadores y en la que in gresa también Iris al volver a su casa.
La escena conyugal “Veamos de inmediato la declaración de la Sra. de Cabezudo en lo que res pecta al hecho. Empieza diciendo: —Que el día del hecho, Lumen ll egó M UY EXCITADO a eso de las 13 ho ras... Almorzó solo y después se fue a leer al jardín...”. —Había pedido “imperativamente" el diario de ese día, que traía la versión de un suceso criminal en el que un marido mata a su mujer por celos. Al verle dice la declarante que llegó a “presentir algo grave”. —A los pocos moment os, habiendo sali do la Sra. al jardín, su esposo, mos trándole el hecho criminal que se cita, le dice: “¿Qué te parece si yo hiciera lo mismo?”. Y le profiere amenazas terroríficas. —Horas más tarde la llamó para decirle que no iba a permi tir que saliera de la casa, es decir, de la finca interior, pues tenían que considerar el jardín “como si fuera la calle”. Por todos los medios, y viendo el espanto qué el padre causaba en sus hijos, la Sra. trató de calmarlo, hablándol e con dul zu ra y tratando de apaciguarlo. No obstante: “entraba y salía de su pieza de trabajo como si fuera una f iera enjaulada". —Iris que vol vía del Instituto, l legó a su casa a las 18 y 30. “Al verla el padre la miró desafiante”. Entretanto continuaba excitadísimo y amenazante, “tanto es así, que ya ni distinguía a sus hijos”. Gritaba que “ la casa ya esta ba abierta como una C A S A P U B L I C A ” Frente a sus hijos, a una advertencia de la madre, furioso, contestó: “SON UNOS DEGENERADOS”. —A los pocos instantes, con intención de salir, cambió su saco, mientras su esposa trata de retenerlo pretendiendo acompañarlo; sin embargo Lumen Cabezudo “como un loco seguía gesticulando y gritando, diciendo que iba a salir y que volvería PARA MATARLOS A TODOS”. “Voy a preparar lo nece sario; esta noche te mato a ti y a tus hijos: mañana habla la prensa, y al mismo ti empo l evantaba el brazo derecho”. —Fue en ese preciso inst ante, que la Sra. vio unos f ogonazos y oyó las de tonaciones. Dice que “ al verlo caer, creyó que se había suicidado, y cuand o vio que Iris tenía un revólver en la mano, jamás creyó que hubiera sido la autora del hecho, sino que hubiera corrido a desarmar a su padre". Y luego: “Cuando vio que Iris se aproximaba con el revólver en la mano y llorando decía: ¡qué horrible!, al mismo tiempo que descargaba nuevamente el arma
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contra un cantero, la deponente perdió la noción de la realidad pues se i ma ginó a su hija heri da”. > — La her ida en la línea axilar, prueba la posición en que est aba Lumen cuando gesticulando, pronunció sus últimas amenazas levantando el brazo derecho".
Ariel, testigo peculiar “Preguntado por el hecho que motiva el sumario, a efecto de que explique circunstancialmente lo ocurrido, responde Ariel: “Que si bien se encontraba en el jardín cerca de la casa, NO PUEDE DECIR QUE HAYA SIDO UN TESTIGO PRESENCIAL DEL HECHO (...)”. En realidad, comenta Carrara, lo fue, pero la imprevisibilidad absoluta del hecho y el vértigo emocional, hicieron que Ariel Cabezudo no pudiera “abarcar la escena". Así: —“oyó los disparos y vio el humo de los fogonazos y jamás pensó que hu biera sido su hermana Iris la que hubiera descargado el arma”. —“a unos 17 mts. del lugar donde fue herido su padre no pudo apreciar las verdaderas circunstancias del drama”.
El últim o tiro de Iris Un pasaje de la defensa, no desprovisto de interés, reconsidera ese mo mento que clausura el pasaje al acto, y dice así: “Sabido es que, caída ya la víctima, aún quedaba una bala en el tambor de su revólver. Esa bala la disparó ella de inmediato contra el suelo, en terrándola en un cantero del jardín. ¿Cómo explicar semejante repentina resolución? Sólo es posible admitir dos hipótesis. La primera: que com o una rápida llamarada que ilumina su conciencia, al ver caída la víctima llegó a percibir entonces que ella, además del enemigo que amenazaba exterminarle, era también el padre y entonces quizo anular, con un mo vimiento automático, el poder destructivo del arma que lo hiriera. Esto revelaría la aparición súbita, en medio de su intensa emoción, de un contraimpulso inhibitorio, índice claro de su idiosincracia social pertur bada. La segunda hipótesis sería la siguiente: al notar el semblante ate rrado de la madre por quien ella, antes que por nadie, acababa de sacrifi carse, testigo impotente de una tragedia de la que había sido inocente causa, temió una trágica resolución de ésta que diera epílog os más d olo rosos al drama y, siempre velando por la salvación de aquellos que ama ba, quiso cerrarle las puertas al destino haciendo inofensiva el arma de la muerte”.
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Explicación psicológica del suceso Reconstruidas de este modo la escena del crimen y la escena conyugal que lo precedió, Carrara intenta dar una explicación psicológica al suce so. En primer lugar, tipifica el acto como un caso ejemplar de "impulso
pasional delictivo
“Iris vivió dominada por un estado de pasión, que iba dejando en su psiquis profundas y dolorosas huellas, estado de pasión que hizo crisis en y sólo así, que pudo un irresistible impulso de emoción intensa. Fue así matar a su padre”.
Posteriormente el defensor hace una larga disquisición para distinguir pasión de emoción , delito pasional de delito emocional, apuntando a dis tinguir "en la conducta de Iris dos momentos distintos , el pasional y el emotivo”6. El primero, de largo alcance cronológico, está marcado por el tono depresivo y el temor del que Iris no puede zafar “al no poder hacer de un hombre el norte naturalmente orientador de sus afectos , (...) pola- rizadapor su madre, el ser má spróximo , el que má s sufrí a y a quien to- do debía" . El carácter asténico encubre sin embargo los gérm enes de una posible rebeldía: “fue el miedo, el miedo insuperable, el que armó su
brazo, no sin poner enjuego una emoción intensa
Para dar cuenta de este pasaje de la pasión a la emoción que determina el acto, Carrara recurre a una metáfora: “Como va un líquido asimilando una sal cualquiera, hasta que sobresaturado, la precipita, su conciencia fue asimilando día tras día los sobre saltos del miedo que formaban el carácter depresivo de su pasión, hasta que en el momento del hecho, una amenaza del padre, más firme y terri ble seguramente que las anteriores, hizo precipitar la pasión en una emoción intensa e insuperable que obnubiló su conciencia y se apoderó soberana de su normal voluntad. El sentimiento asténico se transformó de pronto en esténico y produjo el impulso”.
Carrara cita entonces un texto de Iris , titulado “En el último momento”, texto que no se encuentra en las páginas transcriptas del manuscrito de Iris, y del que tenemos noticias por las citas que de él hace el Dr. Payssé. Es un texto relevante y eso toma altamente significativos los párrafos que Payssé evitó transcribir. (Comparar con el texto del cap. VIII). El texto,
6. “La emoción violenta era en muchas propuestas doctrinarias, una hipótesis de inimputabilidad”. (Comunicación oral del Dr. G. Fernández):
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fechado el 22 de enero de 1936, un mes y 10 días después del crimen, dice así:
En el último momento “Yo le tiré a papá en el momento más terrible de todos los que presen ciamos nosotros desde que tenemos uso de razón. Yo le tiré a papá en el ULTIMOmomento : si no le hubiera tirado entonces, se habría ido y ha bría vuelto a la noche y matado a mamá y a nosotros... Yo ya había “sentido” él estado de espíritu de papá. En ese momento papá era la per sonificación del crimen... Yo no oí lo que decía, pero me di perfecta cuenta de que si se iba, era para volver a la noche trayendo el desastre; me di cuenta perfecta de que en ese momento estaba determinado a ma tar a mamá... Me ha pasado muchas veces, sólo con ver a una persona que conozco, saber en qué estado de espíritu está: si está contenta, triste, enojada, y aún en algún estado complejo; pero sobre todo, si está mal o bien dis puesta hacia mí o hacia aquel o aquellos con quienes habla. Es como si yo recibiera las ondas que emiten las personas. Siempre me pasa; y no me equivoco. Pues bien: ese día yo, además de todo lo que sabía del es tado de papá en los últimos tiempos, sentí que ese día tenía una determi nación hecha; yo sentíeso , y esa evidencia horrible que tuve al verlo discutir en el fondo, y que corroboré después, fue lo que me movió a ha cer una cosa que siempre consideré y considero tan mala...”.
No le pasará desapercibido al lector la importancia de cada término en este texto que sitúa el pasaje al acto de Iris en la continuación misma de un saber instuitivo, iluminativo, que le sobreviene bajo la forma de “ondas”, de “sensaciones”, de “evidencia horrible” que la mueve al acto. ¿Indica el “como si” el estatuto metafórico de estas líneas, o atestigua más bien de una transformación de la experiencia perceptiva de Iris? El contexto y el relato inmediato al crimen nos inclinan a leer mas bien aquí el testimonio de algo que hizo ruptura para ella y determinó su “point d’acte'1 consecutivo. ¿No es acaso esta iluminación el antecedente in mediato y necesario del pasaje al acto??-;;
7. “Point d ’acte”, expresión de Lacan (“Intervention chez Daumezón”, inédito) puesta de relieve por J. Allouch en Marguerite, Lacan la lla maba Ai mée , Epeele, México, 1996. Al no traducir esta expresión queremos resaltar su doble connota ción de acto y de negación del mismo, es decir de “acto que no cesa de no efec tuarse”, punto que se revelará central en la lectura que del mismo hace Iris con su delirio. 8. Párrafo reescrito.
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¿En legítima defensa? En el plano legal, tal como ha planteado las cosas, la defensa se encuen tra arguyendo que el crimen fue “ producto de un pá nico caracterizado , la defensa de la vida materna, que a Iris C.f por un sentimiento altruista , le importaba má en su adoración por la madre amenazada s que la pro- . Esta argumentación pia, y en aras de la cual llegó asía ser parricida” tropieza con la hipótesis que asoma entonces en el texto: ¿Obró Iris en legítima defensa de su madre y de s í misma? Carrara “peca de sincero” diríamos, pues no puede dejar de escribir lo siguiente: “ Con toda sinceridad reconoce la defensa que el peligro de la
agresión ilegí tima por parte de la ví ctima no era de un cará cter tan in- mediatamente inminente como parajustificar una reacción letal”. Lejos
de peijudicar con esta “confesión” a su defendida, el abogado apunta a dejar muy en claro hasta qué punto en el mom ento del acto Iris Cabezudo llegó a convertirse “en unapersona distinta a símisma” . En efecto:
“El padre amenazaba de muerte, sí, pero no amenazaba de inmediato. ¿Cómo entonces explicarse que con un temperamento así,' hecho de pa ciencia, de serenidad y de reflexión, no advirtiera que bastaba dejar salir al padre para correr a prevenir la autoridad pública e impedir de ese mo do que aquél consumara el prometido acto de exterm inio?” .
A esta pregunta la defensa da una respuesta contundente: “La respuesta es y sólo puede ser una: Iris Cabezudo ya no se pertenecía, ya no era ella misma, porque estaba mentalmente convertida en otra”. Esa otra “subjetivamente”, “ bajo el influjo de su pánico insuperable que no le permitía apreciar con su normal discernimiento la situación aque lla, se creyó en el caso de una legítima defensa, en un estado de necesi dad que le imponía optar urgentemente, entre el respeto a la vida paterna (“personificación del crimen”, según veía ella) y la defensa de la vida de la madre, de la de sus hermanitos y de la propia. De otro modo su con ducta quedaría sin explicación, aún dentro de la del absurdo. Creerse en el estado de necesidad de legítima defensa, sin estarlo, sólo puede ser obra del pánico obnubilador de la conciencia que la sobreco gió”9.
9. “La Defensa pudo haber intentado lo que se llama legítima defensa putativa: cuando se cree, erróneamente, obrar en situación de legítima defensa”. (Comuni cación oral del Dr. G. Fernández)
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Por esta vía el acto encuentra su racionalidad, una racionalidad que he mos d e calificar de paranoica y que podemos formular así: nofue ella la . que mató, sino que ella, la que mató, era otra
“Hasta las desarmonías son susceptibles de una recomposición racio- nal”, cita Carrara y concluye: “Esta queda así racionalmente recompuesta, en la única forma po sible, y nos trae una valiosa comprobación, a posteriori, de la inimputabilidad legal de Iris Cabezudo”.
La inimputabilidad de Iris De la conclusión a la que ha llegado surge el paso sigu iente del defensor. Apoyándose en el principio adoptado por el nuevo Código Penal urugua yo, de “ la individualización subjetiva del protagonista del delito”, Carra ra pregunta si el acto de Iris es el producto de su normal personalidad.
“La respuesta esy sólo puedeser unay absoluta: no La que cometió el
acto no es la misma Iris que está detenida después del acto, es decir la Iris vuelta a su “normal personalidad”. Ella no puede ser declarada res ponsable de ese acto y por lo tanto culpable e imputable desde el punto de vista legal. Carrara considera entonces una objeción que toca un punto importante en una doctrina del pasaje al acto: el de la presencia o ausencia del sujeto en el acto cometido. Dice Carrara: “Al ejecutar su acto Iris C. comprendió que atentaba contra la vida del genitor (...) pero, esa conciencia ¿la hace plenamente capaz de apreciar el carácter ilícito de su acto (...)?¿esa conciencia es la misma que hubie se tenido gozando de su normal personalidad moral?”.
El defensor responde que no, y concluye: “SOLO UN RAPTUS IMPULSIVO, PARTIENDO DE LO INCONS CIENTE, LE IMPUSO EN UN INSTANTE, COMO UN RELAMPAGO, UNA DECISION DE VOLUNTAD QUE, POR ESO MISMO, NO ERA LA PROPIA DE SU TEMPERAMENTO; VOLUNTAD QUE NO PU DO SER CONTRALOREADA POR LA GUIA DE UNA CONCIEN CIA CAPAZ, A LO MEJOR NI SIQUIERA PARCIALMENTE, DE “APRECIAR EL CARACTER ILICITO DEL ACTO O DE DETER MINARSE SEGUN SU VERDADERA APRECIACION”. (Art. 30 Codigo penal) (Mayúsculas en el original).
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Conclusión de un jurista que deja planteada la naturaleza de ese raptus, que se impuso a Iris como un relámpago, y que, para nosotros, la acerca a la figura de las hermanas Papin a la vez qué la aleja del acto mediante el cual L. Althusser mata a Héléne, su mujer10. Apoy ándose en el Alt. 18 del Código Penal que dice: “Nadie puede ser
castigado por un hecho que la Ley prevé como delito, si no es intencio- nal, ultraintencional o culposo s con conciencia y vo- , cometido ademá luntad99, del que hace una amplia lectura interpretativa, declinando las
distintas figuras de la inimputabilidad, Carrara desem boca en el problema de la llamada “enfermedad mental”. En este punto pasa la posta del saber rprete debe dirigirse a la psiquiatría y a la neuro al psiquiatra. “El inté patología99 que se toman “obligatoria referencia” para entender el Có digo Penal. Ahora bien, desde el punto de vista de la psiquiatría, ni toda enfermedad mental da pie para requerir la inimputabilidad de un acto, ni el concepto mismo de enfermedad mental ha de ser restringido a enfermedades cróni cas. Con estas consideraciones y sobre la base del peritaje que antecede, se desprende, para el defensor, que Iris Cabezudo “ en el momento del
acto era una alterada mental, esto es, que no era psíquicamente la mis- ma, la normal, la que hemos visto, ilustrada por numerosos e indubita- bleselementosdejuicio99. ¿Cómofue valorada esta “alteración mental99de Iris? Durante el juicio, se evitó cuidadosamente todo planteo de un trastorno crónico de la per sonalidad de Iris (tal hubiera sido para Payssé encarar un diagnóstico de paranoia); en este punto, psiquiatra y jurista, Payssé y Carrara, cerraron filas, manteniendo la tipificación del acto en términos de “ reacción99, “impulso”, “emoción ”, momento de trastorno fugaz en una “personalidad normal ”, trastorno que se debió a la intervención de “ una
causa criminógena sobre el estado pasional, determinando la aberración delictuosa”. Esa emoción fue de tal índole que no podrá ser considerada sólo como atenuante de la responsabilidad de Iris, sino eximente , pues transformóa
unapersona en otra.
10. Cfr. Althusser, Luis, El porv enir dura de mas iado , Destino, Bs. As., 1993 y Allouch, J. y Rosset C. En estos tiempos. En aquello s tie mpo s , Epeele, México, 1993.
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Extraviada
Si bien toda la argumentación del perito y de la defensa está destinada a lograr la libertad de Iris, no cesa de hacer patentes las dificultades para pensar ese acto homicida y destaca, para nosotros, el singular avance que en esos años, y sin perder hoy actualidad, significó la tesis de Lacan, De la psicosis paranoica en sus relaciones con lapersonalidad, algunos de cuyos aspectos abordaremos más ampliamente en la segunda parte de este libro.
Peligrosidad Esta es la última cuestión que aborda la defensa. Suscintamente el plan teo es éste: “ Objetivamente consumó Iris un parricidio; psicológica- mente no”. No la guió el odio, sino circuntancias excepcionales que no podrán repetirse para ella jamás en la vida. Y concluye Carrara: “Esta es una verdad psicológica, Señor Juez, que salta a los ojos, Iris Cabezudo no acusa ninguna peligrosidad. Su delito fue un accidental rapto emotivo en su vida, que no se reproducirá. La Iris C. que ultimó al genitor fue el producto de una despersonalización excluyente: ella surgió y pasó en un instante y ya no existe. La Iris C. que está sometida a la justicia es otra, la útil, la noble, la normal de siempre. Los ju ec es po drán, si quieren, descargar sobre su cabeza todo el peso de su severidad, pero no harán justicia, porque no castigarán ya a la fugaz y alienada pa rricida, intrusa de un instante, sino a una persona distinta, a la débil jo ven de siempre, buena, extremadamente buena, dada por entero al estu dio, al amor y a la sinceridad”.
Capítulo diez
Otro peritaje Pasados ya un año y cuatro meses del crimen y de la detención de Iris, publicado incluso el peritaje del Dr. C. Payssé, el Juez ordena el peritaje oficial que será llevado a cabo por los Dres. José Rossemblat y Abel Za mora1, “a los efectos de establecer si debe ser (I ris) considerada persona de mentalidad normal (...)”. Ambos son médicos legistas ligados al ejer cicio cotidiano del aparato judicial en su función de peritos. Este peritaje, de unas veinte páginas, tiene como fuente principal toda la documentación del caso, incluso el texto de la defensa y el peritaje ante rior. Ellos también realizaron una serie de entrevistas, y en particular han o transcurrido a partir de su detención, visitado a Iris durante el añ
“recogiendo los detalles de su efímero pasaje por el medio carcelario y de su vida en el Hospital Militar, en donde ha pasado casi todo el tiem po . El texto gira en tomo a tres grandes afirmaciones:
1. El Dr. Abel Zamora era médico forense y abogado. Catedrático de Medicina Legal en la Facultad de Derecho de Montevideo. No era experto en Psiquiatría. (Comunicación oral del Dr. G. Fernández). 2. Las citas sin referencia pertenecen todas al texto inédito del archivo .
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1—La prim era con cierne a l padre d e Iris y d ice así: “Puede afirmarse que el Sr. Lumen Cabezudo poseía una constitución paranoica de tipo reivindicativo; esta. psicología, cuando actúa largo tiempo eñ un mismo medio, conduce inevitablemente al tiranismo”.
La fundamentación de esta afirmación radica, por un lado, en la acepta ción axiomática de la existenciá de la tal constitución paranoica, con su tríada clásica de rasgos —susceptibilidad, descon fianza y or gullo- tal co mo fuera descrita por Genil-Perrin. Distingue y describe luego dos va riantes-perseguidos y reivindicadores o perseguidos-perseguidores—pa ra concluir que “el Sr .Lumen Cabezudo era en el concepto de todos, un
rei vindicador, y para sufamilia, un tirano
Entendemos que a partir de 1932, es decir a partir de la tesis dé Lacan sobre la paranoia, se precipitó la posibilidad doctrinal de una ruptura con la explicación endógena de la paranoia que sostenían los peritos de este proceso. La teoría constitucionalista simplificó el problema de la para noia de Lumen Cabezudo, en una época en que aún no se había acusado recibo del trabajo de Lacan, o al menos no hay de ello huellas escritas. Sin embargo, no. cometemos-un anacronismo al situar aquí el cuestionamiento que pudo haber operado en esos años una lectura de dicha Tesis. Estamos en abril de 1937, y pocos meses después (enero-febrero de 1938) el Dr. Elio G. Ausst publicará un importante artículo en la Revista de Psiquiatría del Uruguay, titulado Concepto actual de la enfermedad mental 3 en el cual la tesis de Lacan se encuentra ampliamente citada. 2 - La segunda a firma ción concierne a la m adre de Iris y dice así: “Puede afirmarse que las características psicológicas de la Sra. Raimun da Spósito de Cabezudo, tuvieron en la gestación del drama una partici pación considerable”.
He aquí una afirmación relevante que abre la pregunta sobre qué tipo de participación tuvo Raimunda en la gestación del drama. Los peritos no andan con vueltas en este punto, destacan que esta participación ha sido considerable y la van a precisar más y mejor: “Basta leer la forma magistral en que está descrito su calvario (“22 años de matrimonio”), para darse cuenta de que esta señora tiene junto a sus invalorables condiciones, admitidas hasta por su cuñado Siul, una psi-
3. García Ausst, Elio, “El concepto actual de enfermedad mental” en Re vis ta Psiqu iatría del Uruguay* n° 13, enero-febrero, 1938, Ed. Libertad, Montevideo.
de
Otroperitaje
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cologí a de ví ctima que la aproxima a la de losperseguidos. Se explica
ría que hubiera extremado la nota en ese alegato ardiente, destinado a salvar a su hija, pero tenemos la convicción de que está volcado allí, el contenido de teda “su verdad”, porque su recta conc iencia l e hubiera impedido alterarla concientemente en lo más mínimo”. (Subrayado nuestro).
La lectura de lo s peritos logra poner de relieve de talles significativo s: “Ese detalle de no haberse hecho un sólo vestido durante los últimos años, es de lo más ilustrativo. Los renunciamientos eran concientes y aceptados sin vacilar porque tenían una sublime compensación; su espo so dominaba el mundo material, ella, el mundo espiritual de su hogar. A medida que los años transcurrían, los hijos apreciaban más el egoísmo y la tiranía del padre frente a la conducta sacrificada y amorosa de la ma dre, sin que ella hiciera otra cosa de su parte para esta observación. El resultado: una compenetración perfecta entre madre e hijos; un aleja miento absoluto, un bloqueo espiritual completo del tirano”.
Bloqueary d ice el diccionario de la Real Academia Española, significa en su primera acepción “ realizar una operación militar o naval consistente , de unpuerto , de un territorio en cortar lascomunicaciones de unaplaza o de un ejé rcito A l calificar de bloqueo espiritual la acción promovida
por Raimunda, que ha logrado establecer bajo la órbita de su poder el mundo “espiritual del hogar”, Zamora y Rossemblat, realizan una lectura del texto de la madre, que sitúa su participación activa en el "dramafa- miliar ”, mediante una metáfora guerrera. ¿No podemos acaso leer su justa confirmación en la queja de Lumen de que está aislado de su s hijos y de que no se entera ni de los resultados de sus exámenes? Se trata en tonces de una batalla y no de una pobre víctima. Se trata de estrategias de lucha, y no de una santa y pobre mujer víctima del malvado y perverso marido.
“La señ ora había soñ ado la comunión completa de todos en un hogar ideal99 (...) ¡Ah, los ideales!...pero “ante el antagonismo planteado por su esposo , experimenta el deleite de esa victoria espiritual , para ella de- cisiva99. No se les escapa a estos lectores que hay un deleite en juego del lado de la madre.
“Firme en esta posición inexpugnable, cumple escrupulosamente todas las absurdas privaciones que su esposo le impone (...) y son precisa mente estos renunciamientos los que más estrechan el vínculo entre ella y sus hijos”.
214
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Proponemos considerar que esa posición inexpugnable, bien señalada por este escrito, va a ser tocada por la intervención de Iris de un modo im previsible para Raimunda y quizá imperdonable, como lo va a leer Iris años después. £1 aporte mayor de este informe consiste, a nuestro parecer, en ha ber descrito cóm o bajo la figura de la víctima, está en jueg o u na po sición inexpugnable de la madre de Iris, un modo de participación activo y beligeran te en el drama familiar. Unas páginas más adelante los autores describen de este modo “/a
entre el tirano y su ví ctima
lucha
“Mientras la tiranía llegaba a sus últimos límites, la víctima, con una tranquilidad espartana, se desquitaba de todos sus sacrificios, reinando soberana en el mundo espiritual de su hogar”.
s del hecho , Raimunda, que había espe En el tiempo de este texto, despué rado alcanzar con Iris “una perfección moral inigualada ”, "ha seguido
sostenié ndola sin descanso , ampará ndola constantemente ndola , envolvié en una atmósfera de cariñ o intenso , cuidando hastáel último detalle de su vida: comida sto , distracciones, tareas , reposo , pensamiento; todo é sin olvidar ni el último detalle de la causa que pueda favorecerla en al go .
Envuelta por su madre Iris necesitará el doloroso trabajo de su delirio pa ra desprenderse de la versión de los hechos que aquella plasmó en el bien llamado por Zamora y Rossenblat “ ardiente alegato ”, cuya versión se encuentra ya en boca de Iris media hora después del crimen, mucho antes de que Raimunda lo lleva se al papel. 3—El tercer apartado de este informe concierne a Iris. Las afirmacio nes, aquí, se multiplican de acuerdo a una serie de puntos sobre los cua les los peritos toman posición. En sintonía con lo que hemos venido leyendo en los documentos de este caso la “psicología de Iris” es descrita como la de “una joven extraordi-
nariamente dotada , educada en una escuela de superación intelectual y moral continuadas cter firme y convicciones inconmoviblesy , de cará completamente identificada con la madre” .
Además de retomar detalles reiterados en otros textos, los peritos narran una anécdota de ese año de detención que pone de relieve las conviccio- nes inconmovibles de Iris:
Otroperitaje _____ 21 5 “Como se sabe, todos aceptaban en su casa las ideas naturistas y el ré gimen vegetariano; y bien, a pesar de lo excepcional de su nueva situa ción, Iris ha continuado enteramente fiel al naturismo y en todos los ca sos en que no tenía seguridad absoluta de que el régimen fuera entera- mente vegetariano, prefirió no comer. Durante su breve pasaje por la Cárcel, ante el temor de ser engañada, prefirió no alimentarse sino de todo aquello en que la duda no fuera posible (frutas por ejemplo) y con cluyeron las Hermanas por darle los elementos para que ella misma se hiciera su comida, caso único en la historia de este Establecimiento; en el Hospital militar, una sabia y humana comprensión ha permitido a la madre, llevar la comida, mañana y tarde”. (Subrayan los peritos).
Interrogada acerca de por qué esas convicciones tienen en su espíritu se mejante arraigo, responde: “No me agrada decirlo, pero esa resistencia invencible, proviene del ho- rror a matar. Cualquier alimento de procedencia animal implica una muerte y vivir matando es horroroso e inconcebible”.
“Esposible —comen ta el Dr. Zamora— que a esa repulsión a matar esté unida en su espí ritu como corolario obligado , el horror a la necrofagia, es decir , a la idea de que se alimentarí a de cadá veres , causá ndole en- tonces unarepulsión absoluta ”. Otra observación de los peritos durante este año en que han visitado a Iris sica. consiste en destacar su transformaciónfí Como muy bien lo hace notar la Defensa, Iris fue excesivamente aniñada hasta el día de la tragedia, no solamente representaba menos edad, sino que carecía casi en absoluto de caracteres sexuales secundarios.
(f Durante el año transcurrido se ha transformado bastante; quizá el descan
so intelectual forzoso, quizá el choque de su drama, haya excitado la producción de las nuevas hormonas, h El segundo aspecto sobre el cual el peritaje deja sentada opinión atañe a la psicogé nesis del delito. El punto destacable en la manera que tienen Zamora y Rossenblat de relatar una vez más el llamado drama familiar, radica en la acentuación del papel activo de la madre en una batalla en la que hasta un determinado momento las fuerzas estuvieron equilibradas. Iris habría visto con horror que en los últimos tiempos su madre no se ritu surge la defendía como antes: la siente herida de muerte y en su espí convicción de quela batalla estáperdida *. Esta aproximación subjetiva del triunfo mortífero de su padre y de la imposiblidad -al acortarse los plazos—de salvar a su madre al terminar sus
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estudios, habrían producido en Iris una tensión creciente cuyos efectos pueden leerse en el decaimiento de sus actividades intelectuales, obser vado por profesores y compañeras y que anteceden al acto homicida. Por lo tanto, los peritos al tener que pronunciarse sobre la naturaleza del acto, después de citar al peritaje anterior y el texto de la defensa, van a concluir del siguiente modo : 1. El delito de Iris Cabezudo Spósito es el estallido de una impulsión mórbida de tipo psico-motor, con conciencia relativa pero sin lucha. 2. Obró en pleno estado mental y completamente privada de voluntad, estando su caso comprendido en el artículo 30 del Codigo penal4.
Los peritos entienden, al igual que Payssé y Carrara, que Iris estaba en un estado pasional que “ favorecela aparición de actos impulsivos , es decir , de accionesquepasan de la idea a la ejecución , sin haber pasadopor la antecá mara de la reflexión ”. Distinguen, entonces, dos tipos de actos impulsivos: aquellos que concordarían con la personalidad del agente y aquellos que aparecen com o extraños y en contradicción con ella. A estos últimos los califican de mórbidos y configurarían el objeto de la Psiquia tría por su carácter aberrante. Estos actos son concientes, es decir, “representados a la conciencia con má s o menosprecisión , pero de inhi-
bición imposible" .
Esta distinción de los actos impulsivos es tomada de un autor italiano, Morselli, quien llega a una conclusión que Zamora y Rossenblat adoptan para leer el homicidio de Iris: Cuando un acto es llevado a cabo con esta semiología caracterí stica , exista o no locura confirmada , es un acto im- pulsivo mórbido. Por este sesgo la morbilidad del acto es separada de una conclusión totalitaria sobre la alienación del sujeto. El acto es calificado de psico-motor, es decir que no fue ni un puro reflejo ni un acto “obsesivo”, (podríamos decir “sintomático”), sino un acto: (...) “Con participación dp la parte inconsciente, que opera en un mo mento en que los frenos inhibitorios no funcionan, y en que la concien cia se encuentra obnubilada, es decir, desposeída de su rol de reguladora de los actos (...) De estos hechos queda un recuerdo más o menos co nfu so, pero en el momento de obrar, no hay lucha y el sujeto obedece tan ciegamente como en el caso anterior”.
4. Según el Dr. G. Fernández el peritaje, al referirse al art. 30, está reclamando inimputabilidad por enfermedad mental.
Otroperitaje
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Así, con este informe, logran ellos zafar de la lógica del todo o nada refe rida a la alienación mental e identificar el acto con sus rasgo s propios. E s
la impulsión mórbida la que representa un verdadero episodio psiquiá - trico que anula la voluntad. No se encuentra ésto demasiado lejos de la fina descripción de una clínica de las “gamas del acto”, tal como la inauguró J. Lacan. Jean Allouch, que la pone en juego al considerar el asesinato de Héléne Legotien por parte de L. Althusser, escribe lo si guiente:
“Propiamente hablando, se trata de un acto sintom ático, de un síntom a y, ni- como tal, plantea el asunto de su recidiva. Por lo demás, un rasgo clí co confirma esta ubicación de la que hablo, a saber, este corto tiempo de
ausencia, perfectamente anotado por Althusser en el momento del ase- sinato (índice de ese punto de angustia del cual sabemos que no está au sente en el acto sexual). No se encuentra esta ausencia en el pasaje al acto tal como lo produce a veces la psicosis, por ejemplo cuando las hermanas Papin masacran salvajemente a sus patronas”5.
Esa “conciencia” y ese “recuerdo” de Iris son rasgos clínicos que nos en caminan hacia una identificación de su crimen como un pasaje al acto6^ Al afirmar que Iris “obró en todo estado mental” pero desprovista de vo luntad, los autores de este informe van a discrepar con la Defensa invo cando el artículo 30 del Código Penal que trata de la relación entre el acto y su responsabilidad. Estos peritos no abogan por la inimputabilidad del acto sino por su impu- nidad es decir por la no aplicación de una pena. Esta figura estaría pre vista en el Código, según ellos, para determinados delitos pasionales cu yo ejemplo típico es el homicidio por pasión provocada por el adulterio de uno de los cónyuges. “La pasión figura entre las causas de impunidad, distintas de la justifica ción y de las de inimputabilidad. En las primeras, falta el delito, en las segundas el delincuente; en las últimas, la pena”.
Hemos requerido sobre este punto la opinión calificada del Dr. G. Fer nández quien nos ha explicado el error en el que a su juicio incurren estos peritos al olvidar que el Derecho Penal es taxativo y no queda abierto en sus artículos a casos de figura que no estén exp lícitamente referidos en el
5. Allouch, Jean, En estos 6. Párrafo reescrito.
tie mp os ,
Epeele, México, 1993, p.50.
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texto. Por lo tanto, no había ningún juego posible en este caso, en el te rreno legal, fuera de la alternativa imputable-inimputáble.
Capítulo once
Inimputable Las distintas etapas de este proceso se cumplieron a lo largo de más de dos años durante los cuales Iris permaneció detenida: desde el 12 de di ciembre de 1935 al 23 de abril* de 1938. Va mos a presentar ahora las instancias finales de éste juicio: la intervención del Fiscal y la sentencia del Juez.
La intervención del Fiscal No deja de llamar nuestra atención la manera que tuvo el Fiscal, Dr. Luis Piñeyro Chain, de ejercer su función en este caso: presentó un par de tes tigos poco relevantes (Sres. Machado y Baccino), dio lugar a la carta de Siul Cabezudo y solicitó que interviniera como declarante; luego, el 27 de noviembre de 1937, casi dos años después de cometido el homicidio, en un documento de unas quince páginas, sin tomar en cuenta elementos dé esas declaraciones, coincide, en sus elaboraciones, con la Defensa. El Dr. Piñeyro Chain era, en Montevideo, uno de los dos fiscales del cri men; hombre de avezada experiencia y de gran competencia técnica, a quien no se le escapó seguramente la gravedad del delito de Iris, ni tam poco la peculiaridad del caso: crimen cometido por una mujer, jovencita, de un medio social que no nutría habitualmente la población de la cárcel, y en una situación familiar muy compleja. El Fiscal se jugó a hacer del
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caso la excepción que confirma la regla de funcionamiento del aparato legal.
“la prueba de sumario estáconstituida por la confe- sión de la encausada corroborada por la restante prueba sumarial, de modo que, sobre los hechos, no existe en verdad discrepancia alguna**1. El Fiscal constata:
En sus citas el Fiscal pone en evidencia que él también ha aceptado la versión construida entonces sin abrir ninguna brecha de cuestionamientos. La confesión de Iris es la piedra angular del ed ificio, junto con la de claración de su madre. En esa. confesión, el acto parricida tiene para el Fiscal ki característica de “una reacción en etapas**, en cámara lenta descompone una escena que “ tal como la describe Iris, revela conciencia
y aún voluntad, por lo menosaparente**.
“Ante la discusión grave (Iris) sube y toma el revólver dejándolo en el armario. C om o los gritos y amenazas continúan, vuelve a subir tomando el arma y desciende, encontrando a su padre en constante movimiento y gritando. Se coloca para no herir a sii madre o hermanos y dispara. Lo hace con cierta pausa. Primero un disparo, pudiendo constatar el estupor del padre, luego dos disparos más, pasado un momento otro disparo. Luego, un último disparo a tierra. La ha movido la defensa moral y ma terial de su madre”.
Sin embargo, el Fiscal no tiene cómo sostener argumentalmente el tipo depresencia de Iris en su acto, (“conciencia y aún voluntad, por lo me nos aparente”) por lo tanto reabre la duda acerca de “esa conciencia, so- bre todo (de) esa voluntad (que) pueden ser má s aparentes que reales** y sólo encuentra cómo zanjarla mediante una dimisión racional que es remplazada por su fe en la palabra de los peritos.
“esta joven es lo contrario de una pasional o emotiva. Sólo una larga acción de desventuras ha podido al- terar su psiquis (...), hasta el punto de hacer posible la impulsión atá vica de matar**. Adoptada esa perspectiva concluye:
Llegado a este punto el Fiscal se encuentra ante la alternativa de recordar al jue z aquello que “para un acto de esta naturaleza la ley penal reserva,
según la apreciación que se haga (del cará cter psicológico o patológi- co): o la inimputablidad o la responsabilidad con pena mí nima de diez añ osdepenitenciaría (art. 30 y 311 del Cod.Penal )**. 1. Los comillados sin referencia pertenecen al texto inédito del expediente judicial.
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No es ocioso citar el mencionado artículo 30 del Código Penal que dice así: “No es imputable aquel que en el momento que ejecuta el acto por en fermedad física o psíquica, constitucional o adquirida, o por intoxica ción2, se hallare en tal estado de perturbación moral, que no fuere capaz o sólo lo fuera parcialmente, de apreciar el carácter ilícito del mismo, o de determinarse según su verdadera apreciación. Esta disposición es aplicable al que se hallare en el estado de espíritu en ella previsto, por influjo del sueño natural o del hipnótico” (art.30).
El peritaje, la ausencia de peligrosidad estimada, así como los dos años de detención ya cumplidos por Iris, hacen que el Fiscal desista de solici tar la pena de diez años que acompañaría a la imputación a Iris de la res a hacerlo sin incurrir en grave ponsabilidad por el parricidio. “No podrí injusticia y sin violentar su conciencia de magistrado ”, afirma en estilo indirecto el Dr. Piñeyro Chain. Por lo tanto el Fiscal se suma a la Defensa y pide al Juez que Iris sea declarada inimputable, sin medidas curativas.
Los escrúpulos de un Juez A los tres días de recibido este escrito el Juez de Instrucción Dr. Amadeo Lando responde: “Atento a que para la resolución definitiva a dictarse en esta causa ha de tener una influencia casi decisiva la opinión médica sobre las facultades de la in teres ada(...)7V<2/a/z¿fose de una causa tan grave y de una medida
de trascendentales consecuencias, es conveniente alejar la posibilidad deun error en el dictamenfacultativo
El Juez pide entonces la intervención de nuevos peritos de los que se es pera un nuevo informe, y con fecha del 13 de diciembre de 1937, notifica al Fiscal y a la Defensa de lo así dispuesto. Al día siguiente se produce un cambio fundamental en la Defensa: el Dr. Salvagno Campos toma oficialmente las riendas de la misma ante una renuncia por “ausencia” (?) del Dr. Carrara y así lo comunica al Juez. Ese mismo día, el Dr. Salvagno Campos, en un breve documento, en virtud 2. Cuando en el art. 30 se habla de una intoxicación no se trata de una intoxicación producida por ingesta, sino de las teorías que suponen autointoxicación po r enfer medad psíquica o física (segregación de algo que altere la conducta). Este artículo concierne pues a la inimputabilidad por alteración mental atribuida a una supuesta causa endógena. (Aclaración del Dr. G. Fernández)
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Extraviada
de los informes periciales y de la opinión del Fiscal, desiste del pedido de excarcelación de Iris y solicita el sobreseimiento de su causa. El 5 de abril de 1938, el Fiscal vuelve a dirigirse al Juez indicando que, a su parecer, el sumario está completo, que consta la inculpablidad de la encausada y que por lo tanto cabe esperar que se decrete su sobresei miento. Sin poner en tela de juicio la facultad del Juez de solicitar nuevos peritajes, el Dr. Piñeyro Chain dice no conocer los motivos concretos de tal pedido dado que existen ya dos exten sos peritajes y si bien el hecho es de extrema gravedad y también lo es la medida impetrada, ha llegado a la conclusión de que se impone aceptar las conclusiones periciales por lo alando hasta las dudas que que ya “fundó extensamente esa opinión señ
le asaltaron y la forma en que las resolvió con arreglo a su leal saber y entender” . Prosigue entonces el Fiscal: “Sin perjuicio pues de respetar los escrúapulos del Sr. Juez , declara que no los comparte y mantiene su opinión ” . El Fallo El 23 de abril el Juez letrado del Crimen, Dr. Pedro Pirán, decreta la li bertad provisional de Iris, orden que se hace efectiva e se mismo día. El 17 de mayo de 1938 el Juez, apoyado en el fundamento de los hechos, de las declaraciones, de los peritajes, y del pedido de sobreseimiento del caso, y atento a los artículos pertinentes del Código, dicta sentencia.
“ Def init ivamente juzgando, fall o: DECLARAN DO A LA PROCESADA IRIS CABEZUDO SPOSITO INIMPUTABLE De este modo concluye para Iris la consideración jurídica de su acto. Una etapa se cierra. A propósito de este cierre he aquí algunas consideracio nes.
3. “La decisión de sobreseimiento a la que arriba el Fiscal es preceptiva para el Juez, tiene efecto vinculante. Evidentemente el Juez no estaba muy convencido y a eso obedece el pedido de un nuevo peritaje”. (Comunicación oral del Dr. G onzalo Fernández).
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a!
Algunos señalamientos Hay algo de excepcional en la manera en que se resuelve este caso. No podemos olvidar la gravedad del delito y las acrobacias arguméntales qu e han sido necesarias en la construcción jurídico-psiquiátrica para sostener la demanda de inimputablidad. Evidentemente, Iris despertó compasión a pesar de la gravedad e infrecuencia de su crimen. Esa compasión, a la vez que jugó a su favor eximiéndola de la tortuosa experiencia carcelaria, impidió reconocer la peculiaridad de su acto. La compasión, la compren-" sión juegan con una cierta identificación imaginaria. La situación sociocultural de su familia y su formación, la extraen del prototipo de la po blación carcelaria femenina de la época, nutrida por mujeres del bajo, con características absolutamente diferentes. Podríamos decir que en este sentido el caso Iris funciona como la excepción que confirma la regla. No obstante hemos de escarbar un poco más en la naturaleza de esa excep ción. Por un lado, teste caso se nos revela paradigmático de una cierta forma de articulación del saber psiquiátrico con el Poder Judicial. Como ha sido señalado a propósito del fallo en el caso de las hermanas Papin4, también aquí estamos en una situación que “ al fundar su convicción sobre la
opinión de los peritos, la instancia judicial , paradojalmente se abstiene dejuzgar al mismo tiempo que pronuncia el juicio ”5. Este desistir se ha ce patente en los escritos de la Defensa, en los del Fiscal y en la senten cia del Juez. "Hay clivajet a nivel del juicio entre quien lo fundamenta y quien lo profiere (...)” 6. dando como resultado una responsabilidad asu mida por procuración. En la época de este Juicio nos encontramos en el Uruguay en los inicios de un problema que fue haciéndose cada vez más complejo: el de las re laciones entre el abordaje jurídico y los peritajes psicológicopsiquiátricos de un caso. ¿Desde dónde y a quien se dirige el peritaje del “psi”? ¿Desde dónde y a quien se dirige el Juez?
4. Dupré, Francis, (Heterónimo de J. Allouch, E. Porge y M. Viltard). “solution ” du pas sage á Vacte, Erés, 1984. En español, El doble crim en de hermanas Papin , Epeele, México, 1995. 5. Idem p. 81. 6. Idem p. 81.
La las
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“El psi se dirige no sólo al juez, sino inevitablemente también al incul pado, pues en su discurso trata la pregunta que se le ha planteado a aquel al tener que responder por su crimen. Subjetivamente es imp osible que, para un inculpado, ese discurso no sea una palabra, y que a ese título, para ese sujeto, no produzca, los efectos de la palabra, en un sentido fundante o destructor de su persona”7.
Por otra parte, señala P. Legendre, es ante el Juez que un encausado ha de responder; sólo que, a diferencia de la Antigüedad que discriminaba dos instancias, con dos Jueces -el foro interno, con Dios cómo único Juez y el foro externo, en el que se rendían cuentas a la sociedad—nos encontradnos hoy en día, y ya era así en los años treinta, con una nueva figura social ante la cual surge la pregunta de si, “esta vez en nombre de
la Ciencia., la multiplicación de losperitajes psi. no es anunciadora de , socialmente ad- unajusticia bicé fala. ¿De dónde proviene la garantía , en el sentido cientí mitida, de que estas intervenciones son de expertos - fico, y no dejueces?”*. Pero pasemos ahora a la sentencia. Es claro que no podemos situarla sino en referencia al horror ante el parricidio, horror que asom a la nariz, com o fue señalado por el Fiscal, en el lugar del Juez de Instrucción. ¡Y cómo no iba a aparecer en ese lugar! Horror que quedó velado con la imagen de una niña inocente. La cuestión que la sentencia intenta resolver con la declaración de inimputablidad se nos aparece como la resolución de un nudo gordiano. Lle gados a este cuello de botella del dilema judicial enunciado por el Fiscal, y resuelto de una cierta manera por el Juez, no podemos dejar de pensar en Iris; es decir, en las consecuencias para un sujeto del acto por el que se “resuelve”—a través de la instancia judicial—su relación con la sociedad, puesta en cuestión a partir del acto de ruptura que constituyó su crimen. La sentencia deja a Iris deshumanizada frente a su acto, un acto trágico, un acto fatal, “había que hacerlo”, y como dijo Ariel, “si no lo mataba ella lo hubiera muerto yo”. Iris habla y escribe desde la fatalidad, no desde la irresponsabilidad, pero esa fatalidad sitúa de una forma particu lar el problema de la culpa y el de la responsabilidad. Ella nos parece más cercana al héroe trágico de la Antigüedad que a la conciencia ator mentada y culposa del hombre moderno. El héroe trágico no es un héroe 7. Legendre, Pierre, Le crim e du capo ral 8. Idem p. 135.
Lortie, Fayard,
París, 1989, p.154.
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carcomido en su conciencia por los sentimientos de culpa, sino sometido a un Destino. ¿Disculpar a Iris?¿Le importaba ser disculpada? ¿Qué tipo de respuesta ameritaba su decir, su acto? ¿No puede pensarse acaso que la sentencia la deshumaniza porque la descarga del acto sin separarla de él, sino declarando que ella, Iris, no fue realmente su agente? La deshu maniza porque la pone aparte de esa norma común que establece, como lo recuerda M. Foucault, que “los individuos que forman parte de esta
sociedad se reconocen en tanto tales como sujetos de derecho, por lo que son susceptibles de ser penalizados y castigados cuando infringen algu- na norma ”9. El Juez autentifica la palabra de los peritos, y desde ese lugar'íe es dicho a Iris que nofue ella, sino otra , la que mató a su padre , la que irrumpió en ella en el momento del raptus y luego desapareció. ¿Cómo podría Iris subjetivar en algo su protagonismo cuando, desde el Otro, le es dicho que no fue ella realmente la que mató, sino otra? Si como lo ha planteado La can siguiendo al poeta “Je est un autre ” , el encuentro con la imagen cri minal plantea a Iris la posibilidad o no de asumirla y subjetivaria recono ciéndose en ella. Como el niño que, inseguro, se vuelve hacia la madre para poder desde su mirada aquiescente, identificar su imagen, quizá es peró Iris una respuesta del Otro que no rechazara de ella esa imagen cri minal que así se había puesto de manifiesto. La respuesta que recibió del Juez ¿no es acaso una forma de empujar aún más lejos el planteo que amerita una reacción paranoica, al empujarla literalmente a un extravío de sí? No se trata aquí de preconizar que la solución estaba en el castigo y la cárcel, no se trata de desconocer los resultados temibles de la maquinaria penitenciaria, tan justamente subrayados por M.Foucault. Se trata más bien de reconocer la relación entre la responsabilidad y el castigo y de marcar de otro modo los límites del brete judicial en una sentencia de inimputabilidad. No deja de ser señalable, aunque no tenga ningún alcance legal, la distin ción a la que apela el peritaje de Zamora y Rosenblat: im punible no es lo mismo que inimputable. Escribe Lacan: “la responsabilidad, es decir el
castigo, es una característica esencial de la idea del hombre que preva-
9. Foucault, Michel, “¿A qué llamamos castigar?”, en infames ”, ed. Altamira, Bs. As.-Montevideo, 1992.
“La vida de los hombres
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lece en una sociedad dada”10. La
responsabilidad es el castigo. No hay castigo fuera de esa subjetividad desde la cual alguien responde con la propia fragilidad. Privar a alguien de esa responsabilidad, de esa posibili dad de responder, quita a su decir el alcance posible de toda palabra: que tenga consecuencias, y toca así el punto mismo que lo constituye como sujeto. Justamente cometer un crimen, dice en ta raíz misma de este verbo grie go, (crino ) que se trata de separar , apartar, elegir y por asociación me
tonímica discernir, distinguir, interpretar, juzgar, sinónimo de acusar. El substantivo designa a la vez el procedimiento del juicio y el hecho ajuz- gar. (P. Chantraine, Dictionnaire etymologique , p.584-585). ¿Qué intentó Iris con su acto? ¿Separar qué? ¿Discernir dónde?¿Qué pretendió, entonces, el llamado acto “parricida”? "Se puede tener la
tentación de responder: el **parricida ” quierejusticia. Pero una cosa es declarar al asesino justiciero y otra distinta es captar en quéconsiste aquíla justicia”11. Decir cuál es el desajuste al que este acto, el “parricidio” pareció dar respuesta para Iris, supone no caer en la trampa de la comprensión rápida.
Si entre el criminal y su acto la sociedad colo ca al Juez, el ofic io del Juez consiste en “separar al asesino de su crimen” (P. Legendre); al Juez se le pide que oficie de intérprete de una sociedad y que como tal inscriba el crimen en su referencia a la Ley. A propósito de un joven, el Caporal Lortie, que cometió un múltiple ho micidio al irrumpir en1984 en la Asamblea nacional de Quebec con la intención de matar al gobierno porque “tenía el rostro de su padre”, se ñala P. Legendre: “No se debe perder nunca de vista que una sentencia de sobreseimiento por locura, en un caso en el cual el criminal reivindica su culpabilidad de sujeto, puede tener el valor de una condenación a muerte subjetiva y significar lisa y llanamente condenación a la locura”12. Hacemos nuestro el planteo, y de ahí surgen una serie de preguntas ¿Qué resulta como efecto para alguien, que luego de cometer un parricidio, y 10. Lacan, Jacques, “Función del psicoanálisis en criminología”, en Es crito s, cit., t .l., p.137. 11. Legendre, Pierre, Le crim e du caporal Lortie , Fayard, Paris, 1989, p.129. 12. Idem,, p.160.
op.
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luego de decir “yo lo maté”, se le declara —desde el liigardel Juez—inim putable, y sana de espíritu, porque habría actuado en su lugar otra que ya no está más ahí? ¿Qué efecto tuvo sobre Iris esta sentencia? ¿Es acaso posible ubicar en su delirio alguna huella que nos permita decidir sobre ello? ¿Realizará el delirio, con su enorme costo subjetivo, una lectura del “drama familiar” a partir de la cual Iris pueda situar su acto?
Alcance de la nominación del crimen como parricidio Otro punto que se destaca recorriendo los textos de este proceso, es el d e 11 la nominación del crimen como parricidio . Avanzar en la respuesta nos exige un rodeo: hemos de situar el crimen de Iris, al igual que todo cri men, en su referencia social, vale decir, en aquello que se c onmuev e cada vez que un crimen ocurre. Freud planteó que toda cultura se construye eii referencia a las dos figuras mayores del crimen: el Incesto y el Parricidio. En 1971, en un texto inédito14 cuya traducción ensayamos aquí, Lacan retoma el hilo de este modo: “Fue necesario que el asesinato del padre constituyera ¿para quién? ¿para Freud?, ¿para sus lectores?, una fascinación suprema,. para que nadie soñara en subrayar que en el primer mito (Edipo) todo ocurre sin el saber (áVinsu ) del criminal que no sólo no reconoce que golpea al padre sino que no puede reconocerlo, ya que, desde la antigüedad, hay otro padre, que lo adoptó y Edipo expresamente se exiló, para no correr el riesgo de golpearlo”.
Y Lacan agrega de puño y letra esta frase al texto mecanografiado: “Nadie tira contra su padre apuntando expresamente contra él” 15.
Luego señala:
13. No nos ocuparemos aquí de la evolución de este término en el código penal. Cfr. Autou r du parricide , en Do cume nta et op uscula n° 19, trabajos del laboratorio europeo para el estudio de la filiación, editado por P. Legendre, ed. Gevaert, Bru selas, 1995. 14. Jacques Lacan, D 'u n dis cours qui en serait pas du semblante seminario inédito, sesión del 9-6-71. 15. Jacques Lacan, D ’un discours qui en s erait pas du sem bla nt, seminario inédito, sesión del 9-6-71. La frase traducida dice así: “Nul ne frappe son pére expressément visé comm e tel”.
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“Aquello que es sugestivo del mito, es que manifiesta el lugar que tiene el padre genitor en una época en la que Freud subraya que, al igual que en la nuestra, ese padre está allí como problemático*’16.
En efecto, cuán problemático es el lugar de Lumen para sus hijos. Si nos referimos al lugar que se dibuja en el decir de Raimunda, su mujer, en el decir de Iris, su hija, o en el de Ariel, su hijo mayor, constatamos que pa ra ello s encamó la imagen del Tirano, que se pretende dueño d e todas las mujeres, sin distinción genealógica (ni hijas ni madre). Recordemos que su mujer y su madre, están marcadas por el significante puta , y que se insiste en su posición filial para con su mujer y su posición incestuosa para con sus hijas. Este padre fuera de la ley, no fue desactivado por la intervención de la madre. Raimunda, desde su lugar de víctima y salva dora, alimentó con su sangre el fantasma del monstruo paterno. Pero nos parece oportuno situar aquí una advertencia de P. Legendre que —a propósito del caso del caporal Lortie—sigue la misma línea que le e mos en la cita de Lacan:
del — padre, “Que el lector evite lanzarse sobre la noción de asesinato— tantas veces invocada en nuestros días en nombre de las evidencias. Antes de llegar a ese concepto mayor, demasiado cercado por doctrinas banalizantes, es necesario observar cómo, en cada cultura (...) la huma nidad construye una representación legal del crimen, se esfuerza por darle un estatuto en la palabra y logra poner en escena, sobre una base cierta, la prohibición de matar”. Se nos invita, pues, a modificar una perspectiva demasiado estrecha para pensar el acto llamado “parricida”: “El horizonte de estos señalamientos (...) está en la percepción de aque ó llo que recubre el horror evocado por el poema de Eluard (“ Violeta soñ
con deshacer. Deshizo. El horrible nudo de serpientes de los lazos de sangre ”). La metáfora del nudo de serpientes dice bien lo que quiere de cir: el horror está ahí, en lo inextrincable de una situación de confusión en donde no se puede ya discernir cómo cada uno está intrincado con to dos (...)”.
Y prosigue un poco más adelante: “Se trata de entender cómo, a través del funcionamiento de la prohibi ción —que supone el oficio del padre—cada sujeto, en cada generación se
16. Lacan, Jacques, inédito, 1971.
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encuentra o no con la posiblidad de emerger del .apelotonamiento fami liar” 17.
El acto de Iris, al precipitarse y matar a este personaje que al parecer no sostuvo para ella la función paterna, no se inscribe como “asesinato — del—padre”, en el sentido freudiano. Su caracterización como parricidio se circunscribe a su sentido legal, que incluye por ejemplo también el asesinato de una madre. En consecu encia evitaremos e ste término que no puede de ningún modo pretender nombrar psicoanalíticamente este cri men18. Entonces, ¿qué pretendió Iris, “solucionar” así, incluso sin saber lo?
17. Legendre. Pierre, idem , p.l 10. 18. Por tal motivo esta segunda edición de Ex tra via da elimina el subtitulo de la primera.
Releer el pasaje al acto de Iris “Nadie tira contra su pa dre expresamente puesto en la mira com o ta l”.
J. Lacan. 1971.
Este capítulo reabre la fabricación del caso y especialmente el pasaje al acto de Iris, desde un lugar diferente al de la instancia judicial. ¿Podemos, desde el psicoanálisis, dar una acogida diferente al acto de Iris? ¿P odem os a esta altura —estam os lejos del mo mento de concluir— esbozar otra lectura del pasaje al acto, rescatar e identificar huellas que reclamarán el retomo a ellas con Iris en 1957?
Capítulo doce
Una lectura psicoanalítica del pasaje al acto de Iris I. Atolladeros de la com prensión El caso de Iris parece cerrarse en 1938 con un veredicto paradójico que la declara sana de espíritu e inimputable del acto por el que puso fin a la vida de su padre. Años después, con su delirio, Iris cuestionó ese cierre que adquiere para nosotros, a partir de ahí, el estatuto de un malentendi do. Desenredarlo, insistimos una vez más, no es sobreinterpretarlo sino se guir los hilos del trabajo delirante de Iris. Sin embargo, se nos imponen dos tareas previas: —ubicar, desde nuestra perspectiva, el estatuto de ese malentendido. —volver a situar las huellas del pasaje al acto, su se miología. ¿P uede allí deletrearse de otro modo e l decir en acto de Iris? 1. El malentendido en la construcción jurídico-p siquiátrica del caso Hacemos la hipótesis de que el caso se convierte en malentendido al des lizarse por la pista resbaladiza de la comprensión. Es necesario, entonces,
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esclarecer los términos de nuestra crítica. Cuando escribimos tico que dio “comprensión” nos referimos, aquí, a ese movimiento empá el tono de cuanto se escribió o dijo durante el proceso de Iris, y a partir del cual se autentificó la primacía del sentido atribuido, casi diríamos es pontáneamente, al acto criminal. Las elaboraciones doctrinales hicieron pie en ese sentido que, en ningún momento, resultó problemático ni problematizado. Pensemos, por contraste, en experiencias de otro tipo para poner en evi dencia cómo funcionó en este caso la atribución de sentidos. Cuando se escucha a alguien hablar una lengua que apenas se conoce, uno “pesca” por centelleos, en una corriente sonora, pero vacila ¿dónde están los cor tes entre las palabras? La atribución de sentido queda entonces en sus penso, o en todo caso, es claramente dubitativa. En otras ocasiones, uno se asombra al ver cómo los jóvenes, por ejemplo, se apasionan con can ciones cuyo sentido desconocen y llegan hasta transcribirlas en su hom ofonía por el placer de su musicalidad. Estas simples experiencias mues tran el funcionamiento de lí mites en la función del sentido y ponen en ju ego otros aspectos del lenguaje ligados al sonido y a su transcripción. De manera más radical, el lenguaje matemático nos enseña cómo puede operarse con las letras y los números de una manera exacta, a condición de saberlo leer, independientemente del sentido. Todo escrito resiste, en parte, por su literalidad, a una reducción al senti do y permanece abierto a una lectura que privilegie esa literalidad. Cuan do alguien le e un texto, su letra constriñe al lector, aun cuando é ste pueda desconocerla o apoyarse mínimamente en ella para despegar de su mate rialidad inyectándole sentidos. La historia del tratamiento exegético de la Biblia nos ilustra abundantemente sobre este punto. Puede haber, pues, una inflación del sentido en detrimento de la letra, o por el contrario, una subordinación a la literalidad que no excluye efectos de sentido. Estas distinciones resultan claras en el campo de la escritura, pero ¿qué pasa
cuando algo se hace saber por la ví a de un acto?
Es lugar común decir que determinados actos han escrito la historia, cara incuestionable del acto que, por significativo, calificamos de humano. ¿Qué tipo de literalidad escribe a un acto? Los historiadores son el testi monio vivo de la dificultad encontrada para leer ese decir en acto, que se trama con palabras ...y algo más. Pues hay algo más en el acto, la presen cia de un real que resiste a su reducción imaginaria o simbólica, un real que pide ser reconocido como tal. El acto parece más susceptible, por ese real que pone en juego, de ser desconocido y velado mediante una
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“inyección” de sentido, que ha recibido en psicoanálisis el nombre de “proyección”. La proyección es el procedimiento que permite alcanzar rápidamente cierto tipo de comprensión, no a partir de la literalidad que allí se ofrece , sino a partir de la subjetividad del lector. El crimen de Iris suscitó comprensión y el sentido del acto pareció calzar justo. La pista del sentido dijo: Iris, pobre jovencita que defendió a su madre —a quien adora—de un padre loco y tiránico. Sancionada esta ver sión con el sello de la normalidad, nada más quedaba por decir fuera del consejo que Salvagno Campos dirigiera a la joven: Yahora olvide todo lo
ocurrido.
El “retomo hacia atrás” de Iris nos lleva a buscar las patas de la sota en tan prolijo resultado; hemos de considerar atentamente los elementos puestos en juego en el crimen, no para darles otro sentido sino para dele trear cómo se plantearon allí, al modo de una “solución” para Iris, los términos del problema familiar. Hacemos la suposición de que algo im portante de ese acto se escabulló y no recibió en 1935 la respuesta ame ritada. Mas hagamos ficción por un momento, y supongamos otro itinerario po sible de este caso. Supongamos que Iris hubiera recibido en esa época el diagnóstico de paranoia que ya sin duda formulará en 1957 el Dr. Brito del Pino, ¿qué hubiera pasado entonces? ¿A qué hubiera apelado la fabri cación jurídico-psiquiátrica del caso? Basta leer otros peritajes de la épo ca para tener la certeza que, en e se caso, en v ez de b uscarse la compren sión del acto se hubiera apelado, para explicarlo, a los elementos consti tucionales de su personalidad. También allí el caso se hubiera cerrado aunque de otro modo: cerrado, es decir reducido a la generalidad de un cuadro, a la paranoia, sin respuesta a la particularidad al desestimarse aquello que el acto parricida pretendió hacer saber. De este modo, vemos aparecer un par de opuestos solidarios: comprensi bleincomprensible. La psiquiatría nombró al incomprensible "discor- dante ”. Cuando lo incomprensible aparece en palabras o actos, se lo devalúa como decir y se recurre a una explicación por fuera del registro significante. Así vemos funcionar el razonamiento psiquiátrico durante todo el proceso cuando se refiere a Lumen: la paranoia de Lumen explica todo, la nominación parece bastar para dar cuenta de la sin razón de sus actos que quedan subordinados a un proceso endógeno, incoercible e inexplicable en su origen. Tanta luz nos deja en la más absoluta oscuri
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dad respecto a la pregunta nunca formulada en este proceso ¿qué habrá enloquecido a Lumen?
2. Un poco de historia Este trato de la locura, de la paranoia en particular, ha de ser situado en el contexto histórico en que se construyeron las doctrinas psiquiátricas de la época. Los psiquiatras montevideanos de la década del treinta se habían formado en las elaboraciones de la clínica francesa y sus polémicas con la escuela alemana, influencias que dominarán la enseñanza universitaria hasta el relativo relevo americano de estos últimos años. En el año 1913, las elaboraciones europeas se vieron confrontadas a la nueva perspectiva que introducía K. Jaspers en su Psicopatologí a gene- ral. El peritaje de Payssé evidencia, por su citación explícita, que tam bién se lee a Jaspers en Montevideo1. Jaspers había establecido una distinción que tendría consecuencias en los planteos psiquiátricos al diferenciar entre trastornos procesuales y tras- tornos en el desarrollo. Estos últimos pueden ser comprendidos ndonos en una si- ([verstehen ) al modo de una reacción , es decir “ponié
tuación determinada podemos llegar a comprender gené ticamente como nace psiquismo del psiquismo”, mientras que los trastornos procesuales sólo podrían intentar explicarse, por sus causas, ( erklaren ), pues allí lo ajeno ha penetrado en el desarrollo inteligible de la personalidad”2. Hasta ese momento los cuadros psiquiátricos construidos durante todo ei siglo XIX, es decir, la clasificación de las psicosis y sobre todo de los llamados delirios crónicos, tenía como médula la noción de “proceso mórbido”: la suposición axiomática de una evolución prefijada e incoer cible hacia la demencia. Se consideraba al déficit como intrínseco al “proceso” psicótico y se esperaba que, así como se habían podido trazar las etapas evolutivas de la sífilis hacia la parálisis general, se pudiera es tablecer la evolución de otros cuadros clínicos. Por esta vía la psiquiatría esperaba realizarse como disciplina médica especificada por el trato de las que pasaron a llamarse “enfermedades mentales”.
1. Payssé, Camilo, “La constitución paranoica y sus derivaciones” , (Fragmento de una tesis) en Revista de Psiquiatría del Uruguay , Ed. Libertad, Año 1, n° 4, oct. 1929. 2. Jaspers, Karl, Psicopatología general.
Una lecturapsicoanalí tica del pasaje al acto deIris
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Con la distinción propuesta, Jaspers se opone a las elaboraciones de Kraepelin (1856-1926), y á las de Clérambault (1872-1934), ya que nin guno de estos dos maestros de las grandes escuelas psiquiátricas de la época, alemana y francesa, se aproximaban al enfermo mental poniendo en juego la comprensión . Jaspers propone, en cambio, hacer de la com prensión un procedimiento de aproximación metodológico para tratar aquello que circunscribe como reacción en el curso del desarrollo. Hasta Jaspers, allí donde había proceso había «reversibilidad y causali dad orgánica. La novedad de Jaspers fue la de decir, por un lado, que los trastornos en el desarrollo podían ser comprendidos como reacción a de terminados hechos, siendo posible trazar en cada caso la psicogénesis de los mismos; y por otro, que podía haber rupturas en la comprensión que no fueran de base orgánica, y que podía haber, por lo tanto, un incom-
prensiblepsíquico .
En 1932, J.Lacan presenta su tesis, De la psicosis paranoica en sus rela- , en la que después de evaluar cuidadosamente ciones con la personalidad las diferentes doctrinas se ve llevado a nuevas posiciones, como conse cuencia del caso que ha tratado. Si bien el eco de la tesis puede ser leído en Montevideo recién en 1938 bajo la pluma del Dr. García Austt, no deja de ser hoy en día, para noso- ‘ tros, una referencia ineludible para deshacer el malentendido de la com prensión del caso Iris. Como ha sido puesto en evidencia por el trabajo de Jean Allouch4, Lacan apoyándose en Jaspers, abandona en su tesis (19 32) las doctrinas estable cidas sobre la paranoia por Kraepelin, pero también Genii Perrin, y en especial las enseñanzas de su maestro en psiquiatría, G.de Clérambault. Comenzada la Tesis bajo la enseña de Kraepelin que definía la paranoia como “ desarrollo insidioso bajo dependencia de causas internas y según
una evolución continua , de un sistema delirante duradero e imposible de sacudir , y que se instaura con una conservación completa de la claridad
3. Pichot, P., Un siglo de psiquiatría , Ed. Laboratorio Roche, cfr. Lantén-Laura, Georges. Psychiat rie et corináis sanee, Ed. Sciences en situación, París, 1993. Bercherie, Paul, Historie et structure du sa vo ir ps yc ha tr iq ue, ed. universitaires, réédition, 1991, París, 1.1. 4. Allouch, Jean, Marguerite, Lacan la lla ma ba A imée, Epeele, México, 1996.
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y del orden en el pensamiento, el querer y la acción”5, Lacan dio un vi raje de ciento ochenta grados para dar cuenta del decir de su paciente, Marguerite Anzieu, (a quien llamó Aimée) y lo hizo apoyándose en la distinción de Jaspers.
Para Lacan, que intentaba dar cuenta de “la maquinaria del pasaje al ac to”6 de Marguerite, la categoría de la “reacción” le vino como anillo al dedo. Aplicar esta categoría a un caso de paranoia suponía decidir si — como era doctrina hasta ese momento- el diagnóstico de paranoia impli caba considerar que se estaba ante ün proceso del tipo descrito por Kraepelin o si, por el contrario, su surgimiento y evolución podía ser situado como reacción a algún acontecimiento en la historia del sujeto. Por el camino de la clínica del caso, se encuentra al final de la tesis, teniendo que abolir la contradicción aparente y aceptada hasta entonces entre pa ranoia y reacción, y desolidariza asíla paranoia de la idea de proceso
endógeno e irreversible.
Puede advertirse que los expertos de este caso, siguiendo las doctrinas “tradicionales”, excluyen, al tipificar el acto de Iris como reacción, toda consideración de una posible paranoia. En el caso de Marguerite, el diagnóstico de paranoia no fue problemáti co, el problema estuvo en la innovación misma. El método de Lacan, en la medida en que operó por la vía comprensiva, tropezó con una dificul tad de envergadura puesta de relieve por Westerterp. Se trata de un hecho clínico ineludible: lasparanoias se desarrollan sin ruptura con las rela- ciones de comprensión. La falta de discordancia del paranoico es una trampa para el investigador. Citando a Westerterp, Lacan se da por noti ficado de la dificultad: “(...) en algunos casos en que se ejerció la penetración psicológica de masiado hábil de investigadores que lo precedieron, detecta él (Westerterp) con gran finura, las fallas de armadura de esas explicacio nes psicológ icas demasiado satisfactorias”7.
5. Lacan, Jacques, De la psico sis parano ica en sus relac iones con la per so na lid ad , 1976, siglo XXI, México, p.23. 6. Lacan, Jacques, Ecrits, 1966, Seuil, Trad. Es crito s, Ed. Siglo XXI, México, 1984 7. Lacan, Jacques, La psico sis par anoica en sus relacione s con la person alidad , Siglo XXI, México, p. 134.
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Se trata, pues, de un exceso de “habilidad”, “de penetración psic ológica ”, por el cual se trasmuta la oscuridad de la locura en una claridad “demasiado satisfactoria”. Este exces o coloca la elaboración doctrinal del lado del co-delirio. ¿Cómo evitar este escollo de lafolie ádeux, es decir de co-delirar con un paranoico, con Marguerite o con Iris? ¿Cómo en contrar eso que ellas hacen saber sin agregarles el lastre de una exc esiv a e inadvertida implicación subjetiva? En esa época Lacan afirma: “Ciertamente, es éste un método de análisis lo bastante tentador en sí mism o para no presentar graves peligros de ilu sion es”.
Pero, a pesar de ser particularmente sensible a la objeción de las posibles proyecciones del psiquiatra sobre el caso, no rehuye el método: “En cuanto a nosotros, no vamos a tener miedo de confiamos a ciertas relaciones de comprensión si éstas nos permiten captar un fenómeno mental com o la psicosis paranoica (...)”8.
Sin embargo, va a intentar equilibrar sus riesgos con una “observación crítica” dándose como regla el atenerse a ella “para reconocer esas rela ciones de com prensión en un comportamiento dado, señ ales m uy exterio rizadas, muy típicas, muy globales”. De este modo Lacan intenta delimi tar, en 1932, e l campo de la comprensión con las barreras de un etólog o: “ (...) no vacilaremos en hacer tan objetivos esos signos que su esquema pueda llegár a confundirse con los esquemas mismos que se aplican al estudio del comportamiento animal”9.
En los ciclos de comportamiento observados —por anómalos que estos sean—espera encontrar una tendencia concreta que se pueda definir en relaciones de comprensión. Por este camino, se ve llevado por su paciente a una posición doctrinal respecto a la cual dice no tener “ ninguna idea preconcebida ” , se ve lle vado a afirmar que “las concepciones delirantes tienen siempre cierto
valor de realidad, el que se comprende en relación al desarrollo históri- co de la personalidad del sujeto ”10. De este modo, el delirio mismo es 8. Idem , p.282. 9. Id em , p.284. 10. Id em , p.269
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ubicado en la Tesis de Lacan en términos de
prensible.
reacción delirante y com-
La consecuencia es notoria: al situar el acto y el delirio de Marguerite en el registro de la reacción, ese caso de paranoia se inscribe en el campo de la reversibilidad < Más aún, al dejar caer la noción de proceso se abre la posibilidad de una clínica del pasaje al acto. Por la aplicación de este doble método — observación crítica y comprensión—a otros casos, Lacan espera que se puedan discriminar “procesos orgá nicos má s evidentes , asícomo reac- ciones a los conflictos vitales cada vez menos comprensibles99 en una perspectiva seriada de los casos, según una “ discordancia creciente 9911. Evidentemente, la discordancia aparece como aquello que, desde el caso, hace borde: delimita a la comprensión, señala el no acuerdo.
3. La discordancia En la _ Tesis de Lacan la noción de discordancia sufre cambios considera10 bies. El concepto, acuñado hacia 1912 por Chaslin , entra en circulación en psiquiatría para designar justamente aquellos signos del enfermo que resisten a la comprensión del psiquiatra. Lacan resitúa las cosas de otro modo al plantear que la paranoia pone en evidencia un tipo de discordancia, no con el otro, sino d el sujeto consigo mismo. Al hacer una particular lectura de la frase de Spinoza que está en el epígrafe de la tesis13 Lacan cierra el libro de este modo: “Lo que queremos decir es que los conflictos deteminantes, los síntomas intencionales y las reacciones pulsionales de una psicosis están en dis- cordancia con las relaciones de comprensión las cuales definen el desa rrollo, las estructuras conceptuales y las tensiones sociales de la perso
11. Idem, p.317. 12. Lanteri-Laura, Georges-Martine Gros, Es sai su r la discorda nce dans la psy chiatrie contemporaine , EPEL, 1992, París. 13. Lacan; Jacques. De la psicosis par anoica en su s relacion es con la pe rson al idad, idem. Epígrafe: “Un afecto cualquiera de un individuo dado muestra con el afecto de otro tanto más discordancia, cuanto más difiere la esencia del uno de la escencia del otro”. (Espinoza, Etica , 111,57)
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nalidad normal, según una medida determinada por la historia de los “afectos del sujeto” 14. “La discordancia -comenta J. Allouch—es situada por Lacan, no tanto entre dos individuos, cada uno difiriendo del otro en su esencia, es decir, espinozianamente, en su deseo, sino de un modo que la toma interna: en su enfermedad, el paranoico hace discordia consigo mismo, con su pro pia personalidad. De este modo, esta concepción espinoziana del parale lismo permite a Lacan diferenciar el conocimiento verdadero, objetivo y que encuentra asentimiento social, del conocimiento delirante cuya últi ma definición puede entonces proporcionar: \El delirio serádefinido)
como la expresión, bajo lasformas del lenguajeforjadaspara las rela- ciones comprensibles de un grupo, de tendencias concretas cuyo insufi- ciente conformismo a las necesidades del grupo es desconocido por el sujeto* ”15.
El lugar del psiquiatra se sitúa a partir de esta posición, como una ayuda para disminuir esa discordancia y de es te modo acercar al enfermo a mo dos de expresión menos disarmónicos con el entorno social. Valoración del concepto de reacción, re-formulación de la discordancia, rehusamiento en un caso de paranoia de recurrir al comodín del proceso endógeno y apertura del caso a un estudio comprensivo: he aquí algunos de los puntos del viraje doctrinal en el trato de la paranoia, viraje efec tuado por Lacan en el trabajo de la Tesis, y que interroga a quienes se dicen practicantes en ese campo. Calibrar este viraje teórico, aceptarlo para nuestro caso, es algo que se deja formular así, al m enos en su punto medular: “ Ybien, el viraje doc-
trinal quese realiza en la tesis, opera para nosotros un cierre (...)es una operación queforcluye todo apoyo en la noción deproceso”16.
He aquí pues un apoyo teórico del que prescindiremos al dejar de lado la hipótesis endogénica que estará sobre el tapete en el caso de Iris a partir de 1957. Sin embargo, para que esta opción no nos lance en brazos del método comprensivo, hemos de recorrer la autocrítica del mismo Lacan bacia el lugar que supo darle a Jaspers en su Tesis. Esa crítica abre un 14. Idem , p.312 y cfr. Allouch, Jean, Letra por Letra , Edelp, 1993, cap. “El discordio paranoico” 15. Allouch, Jean, Margu erite, La can la lla ma ba Aim ée , Epeele,' México, 1996. Cfr. Lacan, J., Tesis citada, p. 307. 16. Allouch, Jean, Marguerite, La can la lla maba Aim ée , Epeele, México, 1996. Cap. XV.
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nuevo camino al plantear las cosas del lado de la discordancia y de su po sible abordaje. Las apoyaturas teóricas de 1932 serán cuestionadas en 1955, durante el seminario dedicado a “Las estructuras freudianas de la psico sis”, a través de la lectura y comentario de las Memorias del Presidente de la Corte de Dresde, D. P. Schreber. D e esa época pocede la cita que encabeza la pri mera parte de este libro: “Comiencen por no creer que comprenden.
Partan de la idea del malentendido fundamental. Es una disposición primera, sin la cual no hay realmente ninguna razón para que no com- prendan todoy cualquier cosa*'11. No puede situarse este viraje sin conectarlo con la conferencia titulada “El simbólico, el imaginario y el real” en la que Lacan, el 8 de julio de 1953, introduce algo que podemos calificar de nuevo paradigma en el psicoanálisis18. Este acontecimiento pronto produce sus primeras conse cuencias en el campo de las psicosis. Al año siguiente, Lacan construye un intrumento de lectura, el llamado esquema L, en el que va a situar en un eje las relaciones imaginarias (aa’) (el otro y su imagen) y en otro, opuesto, las relaciones simbólicas del sujeto con el Otro ( S-A).
La comprensión es situada en el eje imaginario a^a’ y esclarecida por las investigaciones de los etólogos respecto al comportamiento animal; el ejercicio psicológico de comprensión es del mismo orden que las res puestas imaginarias que regulan las conductas animales. La psicogénesis es un ejercicio etológico. Al rechazar, en 1955, la vía de la psicogénesis y del método comprensi vo, Lacan aborda.a Schreber ciñéndose a un trabajo de lectura “al pie de
17. Lacan, Jacques, Seminario inédito del 23 de noviembre de 1955. 18. Allouch, Jean “Freud desplazado”, Littoral e n español , n° 1, Ed. La torre abo lida y Freud, y despu és Lacan , Edelp, Bs. As., 1994.
Una lejcí urapsicoanalítica del pasaje al acto deIris
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La discordancia toma la delantera respecto a las relaciones de comprensión . Se trata de un nuevo punto de partida: “Partan del malen- tendidofundamental”. la letra”.
Se abre entonces una hipótesis que J. Allou ch formula así: “(...) no habría nada demasiado escandaloso en admitir una oposición di ferente a la de discordancia y acuerdo, admitir, al menos a título de hi pótesis para la lectura, que el campo de las psicosis (y con él el conjunto de la clínica ) estaría mejor delimitado si se considera que uno no se las tiene que ver sino con diversos modos del discordio”19. Lacan apuesta a una operación de lectura con una función de “restitución del sentido”, diferente a la de la comprensión imaginaria, pues supone la atención a los significantes puestos en juego entre el sujeto y el Otro en una lectura donde la letra recibe primacía. Veinte años después, en 1975, Lacan decide “no sin reticencias” reeditar su tesis. Esa reticencia es así explicitada en su seminario de ese año: “Si
, es simplemente por resistímucho tiempo a la republicación de mi tesis é sto: la psicosis paranoica y la personalidad no están en relación... sim- plemente por é sto , son la misma cosa” (¿6.12.1976).
A partir de entonces se hace doctrinalmente posible no abordar la psico sis por el sesgo de las relaciones de comprensión sino por el tipo de dis cordancia que cada caso presentifica. Con este suscinto resumen del recorrido de Lacar^se puede situar lo que ' hemos dado en llamar, en el caso de Iris, el malentendido de la elabora ción jurídico —psiquiátrica: no puede el lector ignorar que toda re ubicación se efectúa desde las posiciones doctrinales de quien escribe. Ahora bien, si cerramos la vía de toda explicación del caso en términos de proceso y si también ponemos coto a la comprensión ¿cómo avanzar por el sesgo de la discordancia? Lacan señala el camino de la letra: literalidad que se dice en un delirio o en un acto; literalidad que no escribe todo, y que por ello traza un borde; literalidad que compone su escritura con trazos que a veces llevan al lector más cerca del rebus que del deletreo alfabético.
19. Allouch, Jean, Letra por letra , Edelp. Bs. As., 1993.
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Extraviada
Pero hay otra re-ubicación del acto que no se opone a esta posición doc trinal sino que le da su límite. Se trata de no desconocer,-en nuestro caso, el efecto del delirio en la justa apreciación que hemos de hacer de su ac to. Se trata de la naturaleza misma del acto en relación al posterior deli rio. El delirio resitúa el estatuto del acto. La ausencia de delirio permitió apretar el acelerador de la comprensión y la desestimación de fenómenos scoup. elementales que pueden ceñirse, ahora, en esta lectura apré
U . Nueva identificación de las huellas dejadas por Iris El acto de Iris se reveló en su époc a como excesivo pero comprensible; la incomprensibilidad quedó situada del lado de su padre. Su acto pareció estar en proporción con su motivo, tal jcoino es enunciado en la versión materna del caso. Con esta perspectiva vuelve a nosotros la pregunta: ¿Qué intentó hacer saber Iris con su acto? ¿Ratificamos la lectura de 1935? ¿Qué hubo de fallido t n el acto mismo y en su lectura? ¿Cómo se conecta esta dimensión del fallido con el posterior delirio? En “Motivos del crimen paranoico ” Lacan hace una observación clíni ca que nos parece de capital importancia para una reconsideración del pasaje al acto de Iris: “(...) una sola huella deformulación de ideas deli-
rantes anterior al crimen debe ser tenida por un complemento del cuadro clínico Hacemos pues de ella un instrumento con el cual volver a tratar
el pasaje al acto de Iris.
Las tensiones sociales Hemos de situar claramente el pasaje al acto en referencia a las tensiones sociales que vivía Iris. Este es el aspecto que rescatamos de la construc ción jurídico-psiquiátrica del caso: a lo largo del expediente las tensiones que se vivían en esa familia, y que parecen haberse agravado en los últi mos meses, son llevadas a primer plano: por un lado la madre y sus hijos, y por otro, el padre. Porque las tensiones son tan antiguas como ese ma trimonio de veintidós años, cabe preguntarse ¿qué las llevó a su clímax? ¿Qué desestabilizó el frágil “equilibrio” que hasta ese momento mantuvo a todos los protagonistas en la escena?
20. Lacan, Jacques, “Motivos del crimeji paranoico”, publicado en “La psicosis S iglo XXI, México, 1976.
pa ranoica en sus relacion es con la pers onalida d ” , Ed.
Una lecturapsicoanalí tica del pasajeal acto deIris
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Los testimonios señalan una crisis en las ideas de Lumen, crisis provoca da por los cuestionamientos de Krishnamurti, y una agudización de su estado pasional, de sus celos. Su trastorno no escapá a las miradas de ca da integrante de la familia. Raimunda da su versión de esa agudización de las tensiones y de cómo se particularizaron las reacciones de los dis tintos miembros de la familia: “Después, en estos últimos meses, la tensión llegó a su colmo; me aco saba Lumen de una manera tal, eran hasta tal punto categóricas sus ame nazas de muerte, que todos tenían un miedo horrible e Iris no quería salir si no dejaba a Ariel a mi lado. Halima estaba expuesta, dada su naturaleza hipersensible, a un ataque de locura; estaba mareada continuamente y devolvía cuanto com ía; Lumencito aterrado, ya no jugaba más y no se movía de mi lado ... era horrible! ...Desde hace unos meses, todos estábamos agotados y de ses pe rad os.... Llegó el período de exámenes. Iris estaba tan nerviosa y tan débil, que era un espanto. Yo viéndola así me sentía decaer más y más. La pobrecita no comía, no dormía, no estudiaba...” (Libro de Raimunda cap. VII).
Iris (se) sostiene con Raimunda, lugar que claramente ésta le asigna cuando relata en su “libro” el duelo en que se vio sumergida dos años antes con la muerte de su hijita, Edelweiss. Iris organiza la defensa de su madre y asigna a Ariel el puesto de guardaespalda, cuando ella se ausen ta. Los más pequeños también reaccionan: locura y vómitos de Halima, terror de Lumencito.
scoup , que todos estaban desesperados y uno Raimunda recuerda, apré se pregunta ¿ qué esperaba para reaccionar? Pero Raimunda no hizo na da, no anticipó el ñnal. Este la sorprende y desde ese lugar escribe, escri be después de un acto que no protagonizó, pero que sin embargo propi ció. “Una noche en Noviembre último, me desperté con el llanto de Halima que estaba en plena pesadilla; me tiré de la cama y yendo donde estaba la nena, ¿qué te pasa, le dije, qué tienes?”. —“Ay, mam á, soñ é que esta bas muerta, que papá te había matado”, —“qué tontería, ¿no ves que es toy aquí? duérmete Halima”. Y la tapé y la besé y la dejé calmada. Al encender la luz en el dormitorio para ver la hora, noté que Lumen no se había acostado todavía. ... Me sobresalté de nuevo y, asociando la pe sadilla de Halima con lo que había pasado una vez en que, habiéndose quedado Lumen hasta tarde abajo, echó al día siguiente polvos hormiguicidas en el plato de Ariel creyendo que era el mío, quise ver lo que hacía”.
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La pesadilla de Halima es la pesadilla de Raimunda. Ella cree que Lumen quiso envenenarla y también que él está estudiando el código penal para salir incólume del asesinato. Pero ella no reacciona, salvo que, persegui da, está también, a ojos vista, desmejorada. Mientras Halima sueña y vomita, y Ariel intenta una fuga, Iris sufre un “intenso surmenage " que se hace visible en su lugar de estudios. Ella está pendiente de la escena entre sus padres y vigila, aún de noche. Su testimonio escrito así lo relata: “Estos días me ha dolido mucho el corazón. Este dolor al corazón me vino en los último.s meses: pasábamos unas angustias tan horribles; de' noch e me levantaba muchas vec es para ver si papá estaba en la cama por si se había levantado; durante el día todo el tiempo vigilando , en el Ins tituto, en el ómnibus, en la escuela, siemprepensando^ y siempre temien- do ... A mi hermano Ariel también le duele el corazón: un día lo sentía como si se fuera a romper. A mamá últimamente (3 años) le dolía siem bamos todos enfermos. Los nenes no comían ...” (del cap. pre. Ya está III. Subrayados nuestros).
Mu chos otros detalles que el lector sabrá encontrar, muestran que las ten siones familiares llegaban a su clímax. Destaquemos sin embargo un he cho que há de situarse como telón de fondo que pesa sobre esta pareja y su familia: la versión que se tenía de Lumen como responsable de la muerte de su primera mujer por sus excesos sexuales y luego de su hijito. Hacemos la hipótesis que aquella muerte, ocurrida cuando Emilia De Le ón tenía 22 años, se hace presénte a los veintidós años de esta segunda pareja, cuando en su exceso Lumen anuncia que “ha de trasladar el dormitorio al comedor ”. La escena sexual con su amenaza de muerte se presentifica así de modo intolerable. A partir de este aumento insoporta ble de las tensiones sociales, surge la cuestión de porqué “la solución” que se le impuso a Iris fue matar a Lumen. La p osibilidad del acto Raimunda no se movió en la dimensión de un acto a efectuar o a detener a pesar de que su relato parece la crónica de una muerte largamente anunciada. Para Raimunda esé crimen siempre presente como fantasma no había de efectuarse. Aun cuando se efectuó, para ella seguía sin es tarlo. Conjeturamos que la estructura subjetiva de Raimunda requería de este tipo de escena, requerimiento que la alejaba por lo tanto de todo acto que le pusiera fin. Recordemos sus declaraciones:
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“Que Lumen entraba y salía como un loco y en una de esas idas y veni das, vio que levantaba los brazos al mismo tiempo que se producían unas detonaciones y unos fogonazos. Que la declarante al verlo caer,
creyóquese hubiera suicidado, y cuando se dio cuenta que su hija Iris tenía un revólver en sus manos, jamá s creyó que ella hubiera sido la , sino que hubiera corrido a desarmar a su padre. -La autora del hecho declarante estaba tan absorbida en la escena que se desarrollaba entre ella y su esposo que ni siquiera vio la actitud de su hija Iris, ni lepasó por su mente la menor idea de que ella hubiera disparado contra el pa- dre—Que hasta mucho despué s del hecho recié n sacó en consecuencia el acto de Iris, pues hasta se extrañ ó cuando ellajue a la comisarí a a declarar, protestando porque no llamaron a la declarante o a su hijo Ariel". (Subrayados nuestros). Absorta en la escena conyugal, Raimunda desconoce el acto de Iris y su implicación propiciadora. Iris, en efecto, ocupa en la familia un lugar muy peculiar: ella es la aliada y defensora de su madre, la hija mayor, en quien Raimunda deposita toda su confianza al punto de haberle dicho —a ella sola—dónde guarda desde hace seis años un revólver cargado. La sorpresa de Raimunda ante el acto de Iris, en el que no puede creer, sólo puede explicarse como reacción a la creencia de que ella controlaba la situación y los pasos de sus hijos, en especial de Iris, a la vez que re negaba activamente de las consecuencias que para su hija tenía aquello de que la hacía cargo. En ese sentido siguen siendo elocuentes sus decla raciones, en las que se destaca el lugar del arma “secreta” como prueba de convicción para la madre después del crimen: “Que cuando una vecina, la señorita de Queirolo la puso en antecedentes de la verdad de lo ocurrido, la declarante no podía creerlo, pero ensegui da recapacitó y dirigiéndose a una pieza de altos donde se encuentra una biblioteca, verificó enseguida que el revólver que la declarante tenía oculto desde hacía muchos años, no se encontraba en e se lugar. —Que allí la declarante, a raíz de una escena en que su esposo había pretendido matarla, escondió el arma en un lugar disimulado de la biblioteca, es de Que la ubicación del arma la conocía cir en un hueco debajo del techo. — solamente la declarante y su hija Iris, a la que no vio en ningún mo mento como si se dirigiera a buscar el arma, pues de haberlo observado o siquiera sospech ado, el drama no se hubiera producido. —(...) Que en el lugar donde se encontraba el revólver, tenía también ocultos varios pa peles, memorias, folletos artículos y un libro de impresiones de viaje, que la declarante quería conservar y su esposo pretendía quemarlos, con el fin de destruir todo el pasado de la dicente, y crearle otra personali de modo, que dad, pero en un sentido deprimente e inferiorizante, —
cuando vio que el arma habí a desaparecido y las demá s cosas estaban
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en su lugar , tuvo recié n la certeza de que su hija había sido la autora del hecho**. (Subrayados nuestros). El pasaje al acto de Iris no puede entenderse fuera de ese lugar que le fue asignado por el decir materno, de ese “secreto armado** entre ambas. Pero aún más, en una familia que ha erigido una rígida prohibición de matar, aun a Jas alimañas domésticas, hay alguien, Iris, que se hace cargo de hacerlo cuando no hay más remedio, cuando “hay que hacerlo”. Así lo relata en este texto de sus escritos, en un párrafo que será recurrente en 1957: “Yo siempre consideré muy malo, malísimo el matar. Nosotros no co memos carne por no matar. Yo mataba en casa: hormigas, las larvas que se comen las plantas, y las tarántulas que aparecen en la casa. Cada vez que mataba una tarántula (las mataba yo porque ni a mi mamáni a mi hermano les gustaba matarlas y ...¡había que matarlas!) me quedaba pensando, a pesar de que las tarántulas son seres malos. Cuando mataba en verano 40 o 50 “bichos peludos”, me hacía mucho mal y siempre trataba de saber si el malestar provenía de haber matado, o del miedo por saber que matar está mal; y también pensaba si se debe matar las larvas para que vivan las plantas, o dejar morir las plantas para no matar a las larvas; o si es mejor no cultivar plantas para evitar el problema; pe ro igual uno come y utiliza ios productos de las plantas y da lugar a que otros las cultiven y se encuentren en el m ismo problema ... Yo llegaba a
la conclusión dequeesta vida esunalucha brutal y horrible. Muchas vecespensé en el caso del que mata a un semejante, no por el caso de papá f que antes no era tan agudo y nunca me hubiera hecho pensar en eso, sino porque siempre pensé en el problema de la vida y la muerte, en la guerra, etc.; desde muy chica. Además, los crímenes pa sionales, los casos de homicidio en legítima defensa, el caso de la poli cía que mata a un asaltante, las muertes cuando hay guerra civil: tantas cosas que lo hacen a uno pensar en la muerte, que salen en los diarios, que le llegan a uno de mil maneras.
Yhacepoco (hará1 mes) le dije a mamáque quien sabe si estaba bien matar en defensa propia, y estuve razonando sobre eso”. (Subrayados nuestros).
Este lugar asignado, de ser la que mata , ocupa el pensar de Iris. Con una formidable negación intenta deslindar sus reflexiones sobre el morir y el matar, de la posibilidad abierta a su crimen por la confidencia misma de en el caso del que mata a un semejante , su madre. “Muchas vecespensé
nopor el caso depapá **.
Una lecturapsicoanalítica del pasaje al acto deIris
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Al decirle a Iris, sólo a Iris, dónde estaba el arma, Raimunda propició el pasaje al acto posibilitando que, para su hija, empuñar el arma contra el padre tuviera el alcance de una “ misión materna ”, misión secreta, misión militar. Iris, por su parte, se muestra tan embarcada en esta guerra que hace suya, que no puede cuestionar esa alianza hasta no sufrir las consecuencias de su acto después de salir de prisión.. Por eso, aun después del llamado “parricidio”, cuando escribe, deslinda sus reflexiones sobre la muerte de toda con exión con su crimen. Iris se precipita en el acto y mata, no en defensa propia, sino en defensa de la madre, defensa cuya misión ha asumido. Asignada por su madre a ese lugar, ella es el arma de su madre. Por eso cuando Ariel dice “si no lo mataba ella lo hubiera muerto yo ”, no resulta creíble, pues, a pesar de sus dieciocho años, y de ser un hijo varón, no está asignado al puesto de matar. Es el lugarteniente de Iris en la vigilancia del padre, pero no reci be la confidencia sobre el arma, y forma junto con su madre el dúo de los que no matan, de ahí la constatación de Iris: “(las tará ntulas) las mataba
yo porque ni a mi mamáni a mi hermano les gustaba matarlas y ...¿había que matarlas!”. Toda la situación de tensión empuja a la producción de un pasaje al acto; sin embargo un análisis de la estructura familiar muestra que sólo Iris se encontraba en posición de efectuarlo. Raimunda tuvo que ver la ausencia del revólver escondido para alcanzar la certeza de que su hija, realmente, se había hecho cargo de la misión implícita en su confidencia.¿Podemos aventurar que Lumen estaba también en la inminencia de un acto? Esta pregunta indica más bien el sesgo por el cual Iris pasó al acto. En efecto, para que este acto ocurriera era necesario que de algún modo se le impu siera a Iris la certeza de que debía hacer uso del último recurso porque había llegado el último momento, es decir, el de matar o morir. Para Iris, morir no es álgo personal, es inseparable de la vida de su ma dre, no hay para ella una posibilidad de encarar el vivir fuera de ese re.gistro. Vamos a examinar ahora el testimonio que dio Iris de su acto, para de terminar de qué modo pudo concluir que “se” estaba en el último mo mento de una lucha a muerte y, por ende, se vio precipitada en su acto.
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El pasaje al acto en las versiones de Iris Retomemos en primer lugar ló que Iris dijo y escribió sobre el acto parri cida en sus distintas versiones , no para elegir entre ellas sino para arti cularlas, Esta es ía forma eri que Iris relata el pasaje al acto en su primer declaración ante el juez, pocas horas después del crimen {cfr. cap. II): “La tarde del hecho, papá y mamá discutieron como siempre; pero nú padre evidencióque iba a dar unpaso má s a el dor- : dijo que trasladarí mitorio al comedor. Dijo además, que en su familia lo. tenían por un mártir. Que ese día le habían preguntado sobre los exámenes que yo haIjía dado y que él no había sabido qué contestar y que entonces le dijeron que eso era una vergüenza. Mamá le contestó: “pero tú no les dijiste las Yo vi que mamáperdía terreno; en eso otras cosas que pasan en casa” — ste de que veía de que cor! bondad no podía contener a mi padre. En é momento yo subía la planta alta a buscar un revólver que estaba enci el arma, la dejé en mi armario ma de una biblioteca; tomé y regresé al piso bajo. Cuando llegué, vi que mi padre se iba al tiempo que le gritaba a mi madre con odio: “te voy a reventar ... Te vas a estrellar contra una ndalo que va a salir en los diarios piedra ... voy a armar un escá ”. En ese momento, yo subí a mi pieza; tomé el revólver y bajé. Mi padre ya había regresado hacia la casa y así, siempre gritando y gesticulando hizo varias veces el trayecto entre la salida y la entrada. Mientras tanto, yo. me quedé en el jardín, mirando, pero ya sin oir o por lo menos sin en tender lo que decía mi padre, y lejos del grupo que formaban mi madre y mis hermanos, para que no fuera a herir a alguien, y cuando por última vez mi padre salía furioso como una fiera y se encontraba en la escalera de salida, hice fuego contra él. Eso no fue un asunto del-momento. Co mo lo dije, esas cuestiones venían obrando en mi ánimo desde mucho tiempo atrás. Me movió la desventura de mi madre y la seguridad de que mi padre la iba a matar”. \
Sigamos a Iris: por un lado, ese clía_hay un “como siempre”; una discu sión más, por el otro, algo nuevo en esa lucha sin cuartel de la que es s”. ¿Qué testigo. “Mi padre , nos dice, evidencióque iba a dar unpaso má hizo Lumen a ojos de su hija para dar tal evidencia? Lumen dijo. Propo nemos pensar que ese decir tuvo para Iris el valor de un acto en curso al que sólo se podría oponer otro acto.
a el Pero ¿qué dijo Lumen de tan particular ese día? Dijo que trasladarí dormitorio al comedor. ¿Cómo entendió Iris esta frase en el contexto de una vida de familia en donde la intimidad de sus padres, la sexualidad estaba sobre el tapete cotidiano? ¿Acaso como un exceso imposible de soportar? ¿Algo así como tener tan presente lo que sucede en el dormito-
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rio-comedor que ya ni el comer puede ser preservado? Estas elucubra ciones son nuestras, y sólo pueden quedar ahí, a la espera de a lgo que las valide, desde Iris. Por ahora, si seguimos a la letra el texto, Iris da una respuesta de otro ti rdíq. terreno ”. Si.su padre trasladaba el dormito po: “Yo vi qiie mamápé rio al comedor, lugar de estar de la madre con sus hijos, y según el testi monio de Raimunda pretendía que ella no saliera más al jardín, literal mente, Raimunda perdía terreno. Iris responde en términos bélicos. Al ver que su madre pierde terreno, sube a buscar el reyólver. ¿Para qué había sido puesta al tanto por su ma dre de la existencia de esa arma allí escondida? ¿No era acaso el recurso “de último momento”? Sin embargo aún hay un compás de espera. El arma queda en su armario. Retoma a la escena parental y escucha decir a su padre: “te voy a reven-
tar... Te vas a estrellar contra una piedra.... voy a armar un escá ndalo que va a salir en los diarios”. Nuevamente en lo que escuchó Iris en contró rázón para volver a armarse. Si ella no se armaba el padre anun ciaba que é l iba a armar... un escándalo... Anunciaba que él iba a hacer saber por los diarios...¿su versión? ¿Acaso se figuró Iris una posible de rrota pública de su madre? ¿Versión a versión? No lo sabemos. *v
, En todo caso Iris responde a la “evidencia”: se arma y ocupa el terreno va al jardín. Describe entonces el trayecto que varias veces ve hacer a su padre entre la salida y la entrada de la casa, en ese ir y volver ella ya no oye más o al menos no entiende, pero en esos movimientos —com o lo es cribe luego—“je da perfecta cuenta de que si (su padre) se iba era para . En el momento en que él se va a volver a la noche trayendo el desastre” l pueda armar ...el , antes de que é ir, antes pues de que pueda revolver escándalo , Iris empuña el revólver , el arma —no sin antes haber hecho ella tambien.el movimiento de ir y volver—y hace fuego contra él. A cin co metros, de frente. , armar , No se le escapará al lector la insistencia significante de arma armario , pero si ese día, el arma cobra relieve, hacemos la hipótesis de que esta dimensión significante no es sin conexión con otro significante que está allí oculto: hay un movimiento que pudo cifrar para Iris el signi ficante “revólver”. El ir y volver de Lumen que, como danza mortífera, repite, pudo tomar la dimensión de la escritura, apoyada en las conexio nes literales entre el verbo revolver y el sustantivo revólver. Esta transli teración posible tiene su contexto semántico en la historia de la lengua.
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Dice el diccionario de la Lengua española -el de la Real Academia de1984- que “revólver ” proviene del inglés (to revolve) y éste del latín revolvere. En español es el nombre de un arma que tiene la particularidad de permitir la repetición del disparo al estar provista de un tambor en el que se colocan las balas. El verbo “ revolver ” también viene del latín re- volvere y tiene una serie de acepciones: Mover una cosa de un lado a otro. // Volver la cara al enemig o para em bestirlo.// Mirar para registrar moviendo y separando algunas cosas.// Inquietar, enredar; mover sediciones, causar disturbios // Discurrir ima ginar o cavilar en varias cosas o circunstancias, reflexionándolas. // Vol ver el jinete al caballo en poco terreno y con rapidez. //V olv er a andar lo andado. // Meter en pendencia, pleito, etc.
Entre revólver y revolver la diferencia está en la acentuación tónica que se escribe con el tilde en la letra o. En el sustantivo está, pues, la idea de repetición del tiro —Iris disparó los 5 tiros—y en el verbo esa rep etición se ju eg a en el acto, acto que en varias de sus acepciones tiene una connota ción combativa. Conjeturamos que Iris interpretó las palabras y movimientos de sti padre, haciendo de éstos el cifrado de una decisión: re-volver y matar a su ma dre ... con un revólver. (Tengamos presente que seis años antes Lumen amenazó a Raimunda con un revólver delante de sus hijos.) Ciertos significantes, en el texto de la declaración de Iris , que pudieron funcionar como las huellas en las que leyó el paso que su padre iba a dar.
Esa lectura se le habrí a impuesto con lafuerza de una certeza a partir deesossignificantes enjuego. Esos y no otros. Se le impusieron no como metáfora bélica, sino al pie de la letra. Mediante un cambio en la acen tuación: revolver—revólver. De este modo habría Iris alcanzado la certe za necesaria a su acto. El saber de Iris parece provenir de una lectura que hizo de los signifi cantes que estaban en la escena, en el campo del Otro, su padre, y que se cargaron para ella de “significación personal” . O 1
El texto que analizamos permite hacer la hipótesis de que Iris lee, y que en su lectura interpreta al pie de la letra el decir en palabras y gestos de su padre. Algo semejante a esa forma de lectura que despliegan los niños
21. Lacan, Jacques, De la psico sis paranoica d a d ^ . Siglo XXI, México, 1976, p. 192.
en su s re lacion es con la per so na li-
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cuando juegan a “adivinar”, por ejemplo, el nombre de una película que ha de ser escenificada por el equipo contrario. Para Iris no se trata de una lectura sin consecuencias, y éstas tienen que ver con el tenor del mensaje que lee y con la posición subjetiva desde la cual lee. Le es imposible vacilar ánte una lectura que se le impone como evidencia. “Me movió la desventura de mi madre y la seguridad de que mi padre la iba a matar**. Iris está en el carril del acto, que supone siem pre esa p osición de certeza. Sin embargo, esta hipótesis puede ser objetada por el hecho de que Iris usa también una serie de términos que acercan su experiencia más a una visión, que a una lectura . En efecto, Iris da testimonio de algo que vio. Ella ve; a ella se le evidencian los movimientos que va a efectuar su pa dre. Por este sesgo podemos interrogar su peculiar manera depercibir la escena ese día, percepción que le habría permitido “anticipar” esos mo vimientos. De ser así el saber de Iris estaría más cerca de una iluminación, dé una intuición, que de una lectura. De ahí la pregunta de si hay que situar su saber como algo que le adviene a partir de una experiencia intuitiva o bien interpretativa. ¿Ha de ser situada ésta en un registro con predomi nancia imaginaria o simbólica? Para avanzar en ello recurramos una vez más a Iris. Completemos esta versión con el texto escrito por ella y transcripto en su versión más com pleta por el Dr. Carrara. El texto, fechado el 22 de enero de 1936, un mes y 10 dí asdespué s del crimen, dice así: '
s terrible de todos los que presen “Yo le tiré a pápá en el momento má ciamos nosotros desde que tenemos uso de razón. Yo le tiré a papá en el ULTIMO momento: si no le hubiera tirado entonces, se habría ido y ha bría vuelto a la noche y matado a mamá y a nosotros...Yo ya había “sentido” el estado de espíritu de papá. En ese momento papá era la per- sonificación del crimen...Yo no oí lo que decía, pero me di perfecta cuenta de que si se iba, era para volver a la noche trayendo el desastre; me di cuenta perfecta de que en ese momento estaba determinado a matar a mamá... Me ha pasado muchas veces, sólo con ver a una persona que conozco, saber en qué estado de espíritu está: si está contenta, triste, enojada, y aún en algún estado complejo; pero sobre todo, si está mal o bien dis puesta hacia mí o hacia aquel o aquellos con quienes habla. Es como si yo recibiera las ondas que emiten las personas. Siempre me pasa; y no me equivoco. Pues bien: ese dí a yo, además de todo lo que sabía del es
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tado de papá en los últimos tiempos, sentí que ese día tenía una determi-. nación hecha; yo sentí eso, y esa evidencia horrible que tuve al verlo discutir en el fondo, y que corroboré después, fue lo que m e m ovió a ha cer una cosa que siempre consideré y considero tan mala...” (Cfr. cap. IX. Subrayados nuestros).
¿Qué hizo de la escena de esa pelea parental “la má s terrible de todas**1 Iris no nos da aquí demasiados elementos para determinar los detalles significa tivos a partir de los cuales se le hizo evidente que tenía que recu rrir a lo que estaba ahí como último recurso, y que le permitieron tener la certeza de que “el último momento” había llegado. En este escrito, la dimensión intuitiva parece dominante: Iris supo por “ondas”, porque “sintió”, porque “vio”. Toda ésta experiencia está refe rida a una transformación en la percepción que tuvo de su padre: al verlo discutir tuvo “la evidencia horrible” de que él tenía la determinación de irse, volver y matar. Eso que vio configuró para ella la imagen de “la personificación del crimen ” o como dijo en su declaración, “unafiera”. Al configurar algo que cobra sentido, la imagen cambia de estatuto: es cribe figurativamente. Considerado así se resuelve en parte la dificultad planteada22. En su escrito del mes de diciembre, a los pocos días del crimen, Iris des cribe también una real transformación de la imagen de su padre: “Estaba cada vez más raro, fuera de sí, hablaba siempre de él; tenía siempre los ojos inyectados en sangre: ¡daba miedo mirarle la cara, se veía que de ahí iba a resultar algo muy malo!” (cap. III).
En la imagen, en el rostro transformado de su padre, Iris veí a— leí a, que de allí resultaría algo muy malo que concernía a la madre. Eso que veía le infundía miedo: una mirada de odio sobre la madre. “Odio no le tenía. En absoluto. Cuando veía las miradas, de odio a ve ces, de codicia, otras, con que miraba a mamá me daba mucho fastidio, me enojaba y con razón” {cfr. cap.III).
Esas miradas de odio y deseo operaron eñ forma determinante para Iris en la producción de su “objeto criminógeno” , es decir la imago de esa fiera en la que no puede reconocer su propio odio hacia su madre. Ella dispara el arma contra “esa fiera” en un momento de máxima alienación
22. Párrafo reescrito a partir de un intercambio escrito con J. Allouch. sobre este mismo punto.
Cfr .
Cap. 9
Una lecturapsicoanalítica del pasaje al acto de Iris
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especular en una imago de su propio yo, no subjetivada como tal: una mirada de odio mortal, feroz, sobre la madre. El acto de nombrar y por ende de leer en esa imagen “una fiera”, “la per sonificación del crimen”, habilitó su propia reacción: matar, no a su pa dre,, sino a quien sostenía esas imágenes que se le imponían desde el campo del Otro. Iris valida así el decir de Lacan cuando afirma que al padre com o tal no es po sible ponerlo en la mira23. Esa “fiera” cuya mirada de odio se dirige a la madre, no pudo ser atacada por Iris sin el desconocimiento de las raíces subjetivas de su acto. Ella también aparece por un memento como una fiera, pero esa “otra” que apareció en un raptus y cometió el crimen, fue señalada públicamente en la construcción psiquiátrico-jurídica del caso com o la n o-iris.
Algunos puntos de doctrina para situar esta experiencia de Iris Separándose de Sérieux y Capgras, que postulaban la hipertrofia en la paranoia de la función razonante, Lacan, que supo escuchar a Dali , pu so el acento en las transformaciones perceptivas. "Hemos podido mos-
trar que el mundo propio de tales enfermos estátransformado mucho má s en su percepción que en su interpretación ” . Asimismo, subraya que la percepción está ligada de entrada a la signifi cación: “El campo de la percepción estáimpregnado en estos sujetos de
un carácter inmanente e inminente de 1significación personal*" (idem).
A partir de las tensiones sociales, es necesario entender los hechos de la psicosis co mo una transformación significativa del mundo perceptivo que se acompaña de “aIteraciones notables de las intuiciones espacio
temporales que modifican el alcance de la convicción de realidad (...)”(idem). Los textos dé Iris -la declaración y el escrito—nos colocan ante la puesta enjuego de un determinismo cuyo meollo ha de ser situado del lado de una imagen significante o de una serie de significantes que, desde el
23. Párrafo reescrito. 24. Dalí, Salvador, El mito trágico de l " A ngelu s " de Millet, Barcelona, Tusquets, 1989. 25. Lacan, Jacques, “Problemas de estilo...” en De la psi co sis par an oi ca ..., op. cit ., p.336.
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Otro, se le imponen y le plantean una situación a resolver^ una situación de naturaleza familiar, social. ' . En los textos escritos; predomina la dimensión intuitiva : la imagen le ad viene desde el campo del Otro: su padre se ha convertido en fiera, en la personificación del crimen. Esa imagen pide un acto, es una imagen “criminógena’J (Lacan ) ante la cual Iris encuentra una “solució n” : tira contra ella. En el texto de la declaración inmediata al acto predomina, en nuestra opinión, una dimensión interpretativa pues Iris parece haberse apoyado en elem entos significantes, cuya lectura efectuó. ¿Es posible considerar una articulación de esta acentuación diferente en el relato de su experiencia? ¿Hay entre ambos textos un trabajo de la memoria que determina estas modificaciones? No lo sabemos; de todos modos, si tenemos en cuenta su testimonio, oral y escrito , en sus versio nes, el pasaje al acto de Iris ha de ser situado cómo consecuencia de un saber que se le impone como evidencia, en y desde el lugar del Otro, su padre, al modo de una interpretación y/o de una iluminación. Siguiendo en este punto una propuesta de J. Allouch26, pensamos que interpretación e iluminación son dos experiencias que recubren el terreno de producción del sentido tal como puede visualizársele en el nudo borromeo que Lacan utiliza en el seminario RSI, al escribir en las playas del nudo de tres.
rojo
Nudo borromeo
26. Allouch, Jean, Inte rpr étation París, EPEL.
Playa del sentido
et illumination ,
en Re vue
du Litto ra l n°
31-32,
Una lecturapsicoanalítica del pasaje al acto de Iris
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Como lo muestra esta figura, el pasaje de un borde a otro de la playa del sentido es un asunto de dominancia según que lá experiencia se recueste del lado de significantes a leer o de imágenes que componen un enigma. La experiencia de Iris, en esta dimensión de un saber que se le impone, muestra elementos determinantes para que ella pasara al acto, ese día y rio otro. Esto sitúa el tenor mismo del acto, en su sintaxis particular cuyos primeros elementos hemos intentado leer, y a partir de los cuales califi camos el acto com o paranoico. Acto p aranoico y delirio Como todo acto, este es un acto imposible de situar fuera de las ten siones sociales que busca “solucionar” pero es un acto paranoico porque —por su testimonio—Iris nos hace saber que su acto ha de ser leído como conse- cuencia de un saber que se le impuso a través de dos tipos de fenómenos que la semiologíá psiquiátrica distinguió y llamó interpretación e intui- ción y que adjetivó como “delirantes ”para distinguirlos del régimen común de funcionamiento que ambos fenómenos tienen en toda produc ción del saber. En efecto, sobre estos fenómenos la historia de las ciencias nos ilustta en cada una de las páginas de sus descubrimientos y avances, como también los filósofos y los artistas. Sin embargo, merecen ser calificados (y no des-calificados) de “delirantes”, cuando el / >saber » * es situado en posición intrusiva y llega al sujeto sin mediaciones ^im pon iéndose de modo irre sistible, no sólo como saber, sino también como verdad absoluta. Vemos entonces a Iris, en la certeza que la acompaña de “saber” lo que va a hacer el Otro, sin otra salida fuera de una reacción a la medida de ese saber que la invade. Este da al acto su “justa” proporción pues lo si túa como respuesta ante la amenaza mortal que brilla para ella en la mi rada de odio de su padre hacia su madre y como pretendida solución al drama materno. Este crimen ha de ser calificado como un pasaje al acto, o más aún co mo un acto, si seguimos las coordenadas establecidas por Lacan en su seminario sobre El acto psicoanalí tico. En efecto el acto de Iris se ajusta a su caracterización: —Un acto compromete a un sujeto en algo que le trae consecu en cias. Despu és del crimen nada será igual, en este caso, para ninguno d e lo s que quedaron involucrados en él, especialmente Iris. En este punto el acto de
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Iris se discrimina de las escenas conyugales que no producían cambios subjetivos, sino que se. jugaban en la repetición. —El acto se inscribe además en el campo de lo significativo, no escapa al lenguaje y por eso abre posibilidades de leerlo e interpretarlo; así lo con firma en este caso todo el despliegue de escritura que el acto de Iris sus citó. El" acto pide ser entendido. Pero lo -pide desde cierta dimensión que excede al simbó lico; hay un real enjue go que determina su opacidad. —Por últim o hay otro aspecto del acto subrayado por Lacan y que no se hace patente en 1935. “ Todo acto promete al que toma su iniciativa a ese final que designo en el objeto a ”. (24.1.68). Si bien en este acto hay “producción” de un objeto, el cadáver, Iris se encuentra como preservada de encamar ella alguna figura del mismo. Pero quizá una de las “gamas” que este acto ilustra es la de mostrar sus consecuencias a lo largo de toda la historia de Iris. Podríamos pensar entonces que hacia el final de su vi da Iris, que no cesó de cargar estas consecuencias, encama una figura del objeto a en su destino de desecho social27. Pero el acto paranoico intenta además hacer saber algo cuando el régi men de la palabra parece agotado. Ese intento se dirige a otro público, busca otro público, en este caso, fuera del ámbito familiar.Así escucha mos los gritos de Lumen y, en esta dimensión, Iris es llevada al máximo de un transitivismo: sin saberlo, ella está en esa imagen de Lumen que grita: “voy a armar un escá ndalo que saldrámañ ana en la prensa ”, por eso Iris responde. ¿Cómo? Armando un escándalo mayor, que saldrá en los diarios al día siguiente. En términos de guerra Iris ganó la batalla pú blica. Por su acto, hace saber cosas que van a cubrir de oprobio la memo ria de Lumen. Este acto tiene peculiaridades que se destacan si lo comparamos con otros a los que también calificamos de paranoicos. El acto “parricida” de Iris no está acompañado, por ejemplo, de un delirio como el gesto homi cida de Marguerite Anzieu. Examinemos un poco esta cuestión. Hemos podido leer en el testimonio de quien lo protagonizó, no las hue llas de un delirio, sino las de dos fenómenos elementales que hemos je rarquizado y calificado de delirantes: interpretación e intuición.
27. Cfr. Lacan, Jacques, Seminario L'acte psy chan alytique , inédito; Allouch, Jean, “Le point d’acte de la psychose”, Cap. XII, en “ Marguer ite , Laca n la llamaba Ai mée”.
Una lecturapsicoanalí tica del pasaje al acto deIris ______ 2 59 Estos fenóm enos forman parte de una serie que d e Clérambault oponía al delirio. En esa tradición psiquiátrica, en la que se formó Lacan, el delirio era presentado como secundario a un proceso inicial, caracterizado éste por perturbaciones involuntarias, automáticas, que se imponen al sujeto y que componen la serie de los “fenómenos elementales”. El delirio sería, en esta perspectiva, un fenómeno secundario, verdadera superestructura, acomodo razonante a la intrusión in explicable de un pro ceso de supuesto origen orgánico. El delirio podía tomar la dimensión de n \ decía de Clérambault) pero sin tener mayor im una nove la (“le romá portancia, ya que venía a intentaba acomodar las perturbaciones genera das po r los fenómenos elementales. En 1955 Lacan da al delirio el estatuto de un fenómento elemental subra yando que no son éstos más elementales que el delirio, pues se trata siempre de la misma estructura, como puede vérsela en una planta que se exam ine, ya sea en su totalidad o en la particularidad de su hoja. “El delirio no se deduce (de los fenómenos elementales), sino que re né l es un fenómeno elemental. produce su fuerza constitutiva, tambié Vale decir que la noción de elemento no ha de ser tomada de otro modo que como la de estructura, estructura diferenciada, irreductible a algo di ferente de ella misma” (23.11.55).
Si aceptamos este planteo de Lacan hemos de decir que la ausencia de delirio en relación al acto de Iris no lo descalifica como acto paranoico, y que el lugar ocupado respecto al acto, por la interpretación y la intuición, está allí atestiguando la estructura, irreductible, de la paranoia. Por último, se abre aquí la pregunta -que no puede ser contestada por ahora—sobre la función del delirio en su relación al pasaje al acto. En el caso de Iris, hay un delirio posterior al acto ¿por qué? Abordemos la cuestión de otro modo ¿por qué no pudo el acto poner un punto resoluti vo a esta historia? ¿Por qué el pasaje al acto de Iris no fue la “solución” a las tensiones fa miliares, como parecieron esperarlo todos? ¿Por qué Iris se vio llevada a construir un delirio persecutorio con matices de reivindicación contra su madre? ¿Qué fue lo que no cesó de no efectuarse con ese acto?
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En una charla realizada en 1970 en el servicio de psiquiatría del Dr. Daumezon28, Lacan introdujo a propósito del pasaje al acto el término intraducibie de “point d'acte”. Decimos intraducibie porque a la vez se ñala la dimensión puntual y localizada del acto y todo aquello que en el acto falta a la cita: “point99 en francés es también una negación29.
“Point d'acte” señala en nuestro caso el punto de intervención del acto de Iris: matar a la “personificación del crimen”, y el carácter fallido de esa intervención. Al poco tiempo y contra todos los pronósticos, el acto mostrarásufracaso en su intentopor resolver unasituación. Quien acu- sarárecibo de ese "point d’acte” es Iris: nos lo harásaber. En efecto, ese sesgo fallido del acto va a pasar al primer plano apenas Iris se reinte gre a la vida familiar. El acto homicida no cesará de mostrársele, cada vez con más fuerza, como acto fallido, que no trajo la solución esperada: el problema había sido mal planteado. El trabajo de su delirio será el trabajo para replantear en otros términos lo que en el acto no encontró solución.
28. Lacan, Jacques, Ent retien che z Daum ézo n, 1970, Inédito. 29. Allouch; Jean, Cfr. sobre este punto en Ma rguer ite , La can Epeele, México, 1996, Cap. XII.
la llama ba Aim ée ,
Poema “Madre mía” es e l título que Iris dio a un poema en prosa escrito en julio de 1936, pero publicado recién en 1957 por el Dr. Brito del Pino, junto a los textos de esa época, en la Revista de Psiquiatría del Uruguay. Ubicamos este texto en el lugar preciso de cierre de esta primera parte, ya que es por demás ilustrativo de la posición de Iris con respecto a su madre en este tiempo. Representa, quizá, el punto máximo de exaltación amorosa de la madre, a la vez que plasma una figura de la maternidad que parece alcanzar la ejemplaridad de la nobleza, de la abnegación y de la inmutablidad. Sin embargo, esta posición marca también el punto de inflexión de esta pasión destinada a virar luego a la persecución delirante. La imagen de la maternidad que aquí se muestra, en la apacible y amoro sa metáfora del cuidado de la planta, (también Iris es el nombre de un género de plantas) operará un giro, ante la consternación de todos, hacia la imagen feroz del viejo de la parábola de José E.Rodó, “La pampa de granito”. ¿Por qué?
¡Madre mía! /Madre mí a! Si no te lo debo todo , porque todo es- taba en mí¡te debo tanto! Todo estaba en mí ', como toda la planta estáen el germen de la semilla, pero túcultivaste la planta, y pusiste en tu obra toda la inteligencia que un perfecto cultivo requiere: acti- vidad, atención constante, renunciamiento, pacien- cia, ternura... todo lo pusiste. Y la planta se desa- rrolló sana, y tomósuforma natural: se desarrolló hacia todos los vientos y vio siempre el cielo sobre ella y disfrutó siempre de la luz del sol , porque no permitiste túque crecieran malezas o hubiesen mu- ros que se lo impidieran; y como no lefaltó nunca el agua que purifiqué ni el sol que da la vida, se mantuvo tierna: los vientosy losfríos no endurecie- ron sus tejidos sino que la ejercitaron, y se hizo fuerte y flexible. Pero algo má s hiciste tú, porque sabías que un dí a sus semillas podí an ir a parar a suelos pobres y a climas recios: tú mejoraste sus semillas, tú aumentaste su poder germinatorio: y ahora puedes tener la seguridadde que, cualquiera sea el lugar en que sea arrojada la semilla, la planta siempre se desarrollaráauté ntica, porque hallaráagua en las piedras y sustento en el má s á rido de los suelos y calor en el má s cruel de los climas. ¡Bendita seas madre, por cómo me criaste! Donde quiera que esté , cualquier cosa que haga, ya sea delicada labor o humillante tarea; cualquiera sea la dirección de mi pensamiento: siempre me acuerdo de ti. Porque túfuiste mi madre, mi nodri-
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za, mi niñ era, mi maestra, mi compañ era, mi ami- ga... todo lofuistepara mi. Nuestra casa es un lugar dulcey acogedor: hay en ella hermosas plantasy flores, valiosos libros, mu- chas comodidades, mucho trabajo nuestro: pero to- do eso sin ti no vale nada: túeres el sol que ilumina y vivifica: el lugar donde túestá s es siempre dulcey acogedor. Madre mí a, una sola cosa mehas enseñ ado: me has enseñ ado a ser libre, a ser buena, a ser comprensi- va, a ser activa, a ser sana; me has enseñ ado a ser estudiosa, a amar a la Naturaleza, a no temer al sufrimiento: me has enseñ ado a desearlo todo y no desear nada...: todo es lo mismo. Una sola cosa me has enseñ ado: me has enseñ ado a vivir. Ypor eso, madremí a, ¡bendita seas! Yyo no soy tu única hija: seis hijostuvistey muchas dificultades. ¡Bendita seas madrecita nuestra por cómo nos criaste! ¡Bendita seas en sus (sic) hijos!
Segunda Parte
El delirio de Iris ‘History, Stephen said, is a nightmarefrom which I ant trying to awake”. Ulysses. James Joyce.
1957 Esta segunda parte aborda un período de la vida de Iris que culmina con su internación psiquiátrica en 1957, momento en el cual, por la publica ción que hace su psiquiatra del texto que ella redacta en esa ocasión, el caso vira públicamente a su inscripción como caso de paranoia. Una figu ra emerge entonces com o perseguidora central: su madre. Pero entre la salida de prisión en 1938 y 1957, Iris despliega su actividad en el ámbito de la enseñanza. Navega allí a velas desplegadas en los avatares intersubjetivos, y en esa trama social juega su locura en apuesta perdida contra la inflexibilidad, paranoica también ¿porqué no? de la institución. Se diseña así la estructura formal de esta segunda parte en la cual aborda remos en primer lugar los escritos de Iris desde el Hospital psiquiátrico, en los que nos hace saber en qué términos se re-sitúa en la trama familiar, y luego, los avatares de Iris en su práctica laboral como maestra de es cuela.
Vista de la casa de la calle Larrañaga (Foto Hernán Fonseca)
El portón siempre cerrado de la casa familiar (Foto Hernán Fonseca)
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La verja del frente (Foto Hernán Fonseca)
Capítulo trece
Nueva inscripción del caso En 1957 se produce un acontecimiento: Iris toma la iniciativár de It^a pe dir a un psiquiatra que “estudie” a su madre. Sus consecuencias nos lle van a leerlo como un mojón, un vuelco en esta historia. El caso archivado se reabre a partir de su principal protagonista que viene a cuestionar, precisamente, el modo en que fuera clausurado. He aquí un acto por el cual Iris pretende hacer saber que han basculado para ella los puntos de certeza que la sostuvieron, y pretende ahora, habitada por nue vas certezas, instaurar con algún otro, primero con su decir, y luego con ~ su escrito, una reconsideración del “drama familiar”. Veamos el desarrollo de los hechos: En 1957 Iris sale de su casa luego de cinco años de vacilación, pues con sidera urgente que su madre sea estudiada por un psiquiatra. Le imputa poseer un plan para destruirlos, a ella y a sus hermanos. Internada a raíz de esa consulta, piensa que los psiquiatras se han aliado con su madre en contra suya; escribe entonces para defenderse. Entrega su texto —unas 300 páginas- al psiquiatra responsable de la sala del hospital en la que está internada. Se trata del Dr. Brito del Pino. Un año después, éste escribe un breve artículo en la Revista de Psiquia tría del Uruguay -del que daremos noticias más adelante—sobre la peli-
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grosidad de los paranoicos, y promete ilustrarlo con el ejemp lo d e varios casos. En el número de mayo-junio de 1959 y en el siguiente, el Dr. Brito del Pino cumple su anuncio. Presenta, sin embargo, un solo caso confor mado por una selección de lo s escritos que Iris le entregara, que él prolo ga con una’ breve introducción y con cluye con un también breve c o mentario. i
Iris insiste en hacer saber de qué se trata ahora para ella: el acto de decir y escribir en 1957 es un acto diferente al de 1935, pero tiene efectos que llegan también al estado público: ambos están en la lógica del hacer sa ber... Importa calibrar las semejanzas y diferencias entre los distintos momentos en que el movimiento de Iris se plasma en esa dimensión del “hacer saber”. En 1935, mediante un pasaje al acto, Iris hizo saber de la locura de su padre, tuvo la certeza en ese momento de poner así tope a la escena con yugal; su acto —abierto a “todo público”—suscitó reacciones: en primer lugar los escritos de la crónica policial, y luego los textos más específic os del proceso. Iris también escribió en esa época bajo la fuerza convocante de su acto. Quizá el texto más relevante que suscitó Iris, en aquel enton ces, fue el escrito de su propia madre, Raimunda, que se tomó versión “oficial” de esa historia. El pasaje al acto puso en marcha uno de los po deres del estado y un procedimiento que culminó con el acto declarativo del juez, fallando en este caso la inimputabilidad de Iris, sana de espíritu, “actora” de un crimen bajo la presión de la locura, situada toda ella en el personaje de su padre. El escrito de Iris de 1957 es suscitado por la respuesta que recibe al acto de ir a consultar , a hablar de la locura de su madre. La modalidad de esa respuesta la enfrenta con algo nuevo para ella: los procedimientos socia les que segregan el decir de la locura mediante la institucionalización de un cierto saber, inseparable del poder casi absoluto del médico de decidir sobre los así llamados “enfermos mentales”. Iris dice encontrarse ante un poder arbitrario y sin las garantías de defensa análogas a las del proceso del que fuera objeto. Perseguida, ella se vuelve perseguidora, y en esa situación escribe, sin aliados, su defensa, en la que da a leer una nueva versión de la historiafamiliar , más aún, una versión que viene a cuestio nar de cabo a rabo la historia oficial. Pero esta nueva versión tiene peculiaridades que no escaparán al lector: vibrante testimonio de una persecución de la que se siente objeto por parte de su madre, Iris, a la vez que nos hace transitar por franjas del dis
Nueva inscripción del caso 26 9 curso común, hace también patente la absoluta irreductibilidad de su es critura a ese discurso común. Nos proponemos seguir ese doble movi miento. Pero volvamos antes a la presentación misma de este escrito por el Dr. Brito del Pino. Nos parece importante dar a leer su introducción, para poder discernir luego allí la particular posición desde la cual, por un lado, tomó decisiones clínicas que afectaron definitivamente la vida de Iris, y por otro juzgó interesante el pasaje a la publicación del texto de su pa ciente. He aquí la presentación que hace el Dr. Brito del Pino del texto de Iris.
PELIGROSIDAD DE LOS PARANOICOS por el Dr. JUAN ANTONIO BRITO DEL PINO
“En nuestro trabajo sobre 4Peligrosidadde losparanoicos' aparecido en esta Revista hace algún tiempo, prometimos exponer algunos casos ejem plares, de especial interé s. El caso que hemoselegido es excepcional , en má s de un sentido ”. X. X.1es una educacionista muy inteligente, que fue la mejor estudiante de su promoción. Los padres, arribos, era (el padre), y es (la madre) también muy inteligentes y muy cultos, aunque con graves deformaciones de sus personalidades. Dos hermanos varones, también inteligentes, aunque de carácter extraño: esquizoide uno, normal o casi normal el otro. Una hermana (probablement e ex-meningítica) intelectualmente disminuida. Hace más de 20 años, y teniendo ella 20 años de ed ad, cometió el delito de parricidio, motivado en gran parte por la conducta tiránica del padre, perso nalidad paranoica típica, él también. La interpretación que hizo del caso, el Dr. Payssé está en un informe publi cado como apartado de la Revista de Psiquiatría (1936) titulado: “Psicogénesis de un Parricidio”. Allí se pone de relieve, además del terror de los hijos hacia el padre, el amor y la admiración hacia la madre, en cuya
1. Hemos conservado sólo en el texto de Brito del Pino, y por considerarlo signifi cativo, el “nombre” con el cual este inscibe a Iris, X.X., doble incógnita. El texto de Iris es objeto de una censura de los nombres, que restituimos en la me dida de lo posible, el lector encontrará también algunos problemas de escritura, sintácticos en alguna ocasión, semánticos en otras, que no nos ha sido posible de cidir si son atribuibles al texto de Iris o a la imprenta. Los hemos planteado al lec tor en cada ocasión.
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defensa habría actuado la hija. De ésta, solo se hace notar (y con razón) que estaba por finalizar con gran brillo y dedicación la carrera del magiste rio, que era estudiosa y minuciosa al extremo en sus quehaceres, y que vi vía en la preocupación y el quebranto del conflicto y del drama familiar. Pasaron 20 años. Un día, la precitada X.X. consulta a un distinguido médico psiquiatra, exponiéndole con ardor pasional, todo un mundo de observacio nes e interpretaciones de las cuales se desprendía que la madre de la de ponente era una persona perversa y maquiavélica, que llevaba a cabo, f ría mente, un plan para “destruirme a mi, y a mis hermanos". Como parece na tural, ella (la hija) se defiende, y protege a sus hermanos, y pide examen psiquiátrico de la madre y medidas contra ella. Visto el estado de excitación pasional, y el "antecedente” de esa persona, el colega decide internarla de urgencia, por conceptuarl a peligrosa. Así llegó a nuestro Servicio, donde estuvo meses, con un régimen de espe cial tolerancia, siendo objeto de prolongadas conversaciones psicoterápicas, apoyadas por tratamiento, especialmente insulínico (en dosis moderadas). Fue entonces que pudimos comprobar todas las dimensiones de una perso nalidad paranoica: inteligencia sutil, pero incapaz de escapar a la falacia, ante las conclusiones previas, ya puestas por su pasión: seguridad excesiva en sí misma, orgullo. Suspicacia extrema, desconfianza, y minuciosidad y escrúpulos casi obsesivos. Egocentrismo enorme, que le hacía hablar para defender, horas y horas su asunto, y que le hizo escribir, durante el tiempo de su estada y aun después de salir del hospital, sendos capítulos de entre 20 y 50 páginas cada uno, sobre su vida, la madre, los hermanos, las lecturas, etc., totalizando quizás un libro de 300 páginas o más. Es muy interesante como documento psiquiátrico esa especie de autobio grafía no sistemática. Fue escrit a para defenderse, y demostrar su verdad —LA_yERDAD—: y tam bién, que todos los psiquiatras están equivocados, o peor, que son inmora les por ser despreocupados, o por ceder a influencias indebidas, familiares, sociales u otras. Sus méritos radican en la riqueza y meticulosidad del relato, con relámpa gos de aciertos psicológicos, bien escrito y por momentos con valor huma no, y hasta poético. Es una producción de jerarquía superior. Por momentos nos parece estar leyendo una nueva “A la recherche d u Marcel Proust). La minucia significativa, polvo de tiempo, t e m p s p e r d u ” (de revivida con fidelidad perceptiva de detalle y caldeada con el afecto de lo recién experimentado, tiene en conjunto un gran atractivo, científico ... y es tético (literario). Por momentos, el relato se repite, retoma el tema o el personaje, o una si tuación ya dilucidada: construye en un aparente desorden, que traduce un orden superior y una unidad que debe buscarse en la tesis o tema a mos trar, y a demostrar. Es inevitable recordar a Faulkner, a Hermann Hesse y a algunos narradores y novelistas neo-realistas italianos actuales. Inclusive el
Nueva inscripción del caso 271 reiterante y obsesivo Kafka, pequeño y polvoriento a veces, y otras veces extraño, anormal y casi mágico. Una persona, su ámbito, su evolución inscrita en la franja del tiempo, for mando como un arabesco cuya línea principal se destaca del barroquismo de los acontecimientos concrétos: he ahí el interés de esta observación, que para algunos puede que resulte tediosa como la vida misma, por la monoto nía y la vulgaridad de lo pequeño dé t odos los días: que para otros resultará interesante, por cuanto posee y retiene, en su det allismo e i ntr anscendencia narrativa, el temblor, el hálito y el parpadeo de lo viviente".
Algunas consideraciones Las fechas El Dr. Brito del Pino pone de relieve que aquella jov en que cometiera pa rricidio a los 20 años, aparece un día, después de má s de 20 años, en la consulta de un colega. Así fue, pero dicho así queda oculta una asombro sa correspondencia: han pasado veintidós añ os desde el fatídico 1935. ¿Cómo no sorprenderse ante esa cifra que dio título al alegato de Rai munda Spósito —“Veintidós años de matrimonio”—a la v ez que fijó para siempre el tiempo de su matrimonio con Lumen? ¿Cómo no destacarlo cuando la misma Iris lo trae a colación en su texto que no deja de ser también un alegato y el relato de veintidós años transcurridos con su ma dre y hermanos a partir del crimen cometido contra su padre? La cifra nos autoriza a establecer una relación entre los veintidós años de matrimonio de Raimunda y Lumen con los veintidós años posteriores de Raimunda e Iris, y a seguir la huella de Iris en su intento por comprender el “drama anterior” al crimen, y su conexión con el acto. Por el sesgo de -una fecha, ese veintidós canta una clave de lectura, que el acto de ir a consultar y luego ponerse a escribir ha puesto en juego: el texto de Iris es un escrito que viene al lugar que ocupó veintidós años antes el es crito de su madre, es un escrito que se propone como una nueva versión del caso, exactamente allí donde la madre propuso la suya. La cifra auto riza esta propuesta de lectura. El psiquiatra que Iris consultó se llamaba Isidro Más de Ayala2. ¿Por qué él? No lo sabemos. Sin embargo, hacemos la conjetura de que su nombre pudo jugar en esa elección, su nombre en perfecta homofonía, que el es 2. El Dr. Isidro Más de Ayala fue psiquiatra, profesor, ensayista, periodista y autor de una novela titulada “El loco que yo m até ” , Montevideo, 1941.
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s de allá pañol rioplatense autoriza leer “más de allá... la...” Hay má , para Iris, más para decir de aquello que sucedió hace 22 años. Más de Ayala, lal Hallar, ¿qué? la locura de la pudo escribir también su demanda: hallá madre en todo aquello. Aún hay más de allá, de eso que pasó hace 22 años y que sigue ahí con sus efectos en cada uno de la familia pero en especial en ella. Iris lo plantea con esa pregunta ¿está loca su madre? Tampoco hemos de ignorar que Más de Ayala había publicado, en 1941, . No es imposible que Iris, lectora una novela titulada El loco queyo maté actualizada, conociera ese libro. Pero... Más de Ayala que localizó la locura en Iris, desconoció la dimen sión investigadora de la locura misma; internó a Iris, y ésta quedó a cargo del Dr. Brito del Pino. A é l hace entrega Iris de estas páginas.
La internación como respuesta a un planteo transferencial Iris fue a consultar al Dr. Más de Ayala para pedirle que estudie a su ma dre, porque ésta la persigue tanto a ella como a sus hermanos. Este pro ceder de Iris es altamente revelador. En primer lugar, nos hace saber que para ella no se trata de un asunto policial o judicial, sino de locura, por eso se dirige a un psiquiatra, supuesto ser alguien que puede discernir en la materia. En segundo lugar, Iris va a hablar de su madrey por algo que la involucra a ella como perseguida por iniciativa de aquella, por algo que su madre le hace, y planifica hacer en contra suya y también en contra de sus herma nos. De esta manera sitúa su demanda con un planteo transferencial, al modo como en la psicosis Lacan nos enseñó a pensar la transferencia . Iris es objeto de una transferenciapersecutoria: asílo plantea , y por eso el interlocutor no ha de separar aquello que concierne a una y a otra — madre e hija—sin antes considerar cómo situarse ante esta transferencia. De lo contrario desconocerá precisamente aquello que se le quiere trans mitir.
Aquel con quien Iris decide hablar se
encuentra determinado —sin que parezca advertirlo—por el planteo mismo de Iris. De manera nefasta para
3. Lacan, Jacques, “De una cuestión preliminar...” Es crito s, Siglo XXI, México, 1984, t.2 y Allouch, Jean, “Uds. están al corriente, hay transferencia psicótica” en Littoral 7/8, Córdoba. Ed. La Torre abolida.
Nueva inscripción del caso 273 ella, esta inadvertencia se hace patente para nosotros en las consecuen cias que acarrea la respuesta del psiquiatra en tanto da a leer a Iris su ma nera de recibir —bajo la forma del desconocimiento—el planteo transferencial. La decisión de internación, primera respuesta que recibe Iris del psiquia tra, será leída por ella en coherencia con su planteo, com o la decisión d e considerarla a ella, y sólo a ella como una loca, paranoica, y por ende la decisión misma se toma para ella en el indicio del complot, que a partir de allí va a signar, en su interpretación, la alianza de los psiquiatras con su madre, en contra suya. La decisión del psiquiatra, al desconocer el planteo transferencial, hizo bascular ese lugar virtual -que se abrió durante un momento para que él lo ocupara—del lado de la persecución, ese lugar virtual de ser alguien a quien se suponía poder hablar de la persecución. Todo aquel que de allí en más se presentará a Iris bajo ese trazo significante, bajo ese nombre de “psiquiatra”, va a ser situado como perseguidor y aliado de su madre. Por este sesgo Iris abre para nosotros toda la cuestión clínica, de evidente importancia, de otro trato posible a su planteo transferencial. Un trato que actualice y sostenga ese lugar virtual -de ser alguien ajjuien sepue- dehablar de persecución— lugar que aquí relampagueó, sin poder instau rarse4. ' Veamos cuales fueron los obstáculos que impidieron al psiquiatra escu char de otro modo a Iris. Pensamos que éstos han de ser situados en los puntos de apoyo mismos de una cierta clínica de la psic osis que sostu vie ron la decisión de internar a Iris. Dos elementos fueron valorados por el Dr. Más de Ayala: uno actual, “la excitación pasional” de Iris al relatar su situación; el otro pasado, el retomo del pasado, que cobró, también para el psiquiatra, valor de “antecedente”. La internación se decide entonces “por conceptuarla peligrosa”, planteo que señala un punto de total disparidad con las apreciaciones realizadas veinte años antes/punto que no dejaremos en el tintero, pero que aborda remos más adelante. En todo caso, el colega que recibe a Iris en el Hospital va a encontrarse poco después escribiendo sobre la peligrosidad de los paranoicos en clara 4. Cfr. sobre este punto el libro de Grivois, Henri, Naitre pécheurs de penser en rond, París, 1991.
á la fo lie ,
Ed. Les em-
274
E xtr a v ia d a
referencia con la dificultad q ue ella le plantea. En la persp ectiva que abre su texto han de situarse sus decisiones que, cargadas de consecuencias, marcarán su intervención en el caso. Pero permanezcamos aún en este momento inicial. Internada en el servi cio hospitalario del Dr.- Brito del Pino, Iris recibe dos tipos de trata- miento: por un lado tratamiento insulínico -en dosis moderadas, se nos aclara—y también “conversaciones psicoterápicas”, “tratamiento moral”. Respecto al tratamiento insulínico recordemos algunos datos que releva mos de un texto tan clásico e influyente en nuestro medio como el ma nual de psiquiatría de H. E y. Si bien el manual data de 1960 , su ense ña n za ya hacía escuela en Montevideo, adonde él llega como invitado de la Socieda d de Psiquiatría en 1956, y de cuya visita la Revista se h ace eco. Si hojeamos el capítulo sobre terapias de choque, podemos constatar que Ey aborda la insulinoterapia o cura de Sakel (por el nombre del médico vienés que pusiera a punto esta técnica en 1932) como un procedimiento técnico al que pone una serie de bemoles. Durante veinticinco años de auge y expansión se esperó de esa técnica, (que consiste en provocar me diante una inyección de insulina un estado de coma, o en dosis menores un cierto tipo de sopor) que “permitiera una disolución y reconstrucción de las funciones neuro-psíquicas”. En la época que nos ocupa, la indica ción, que privilegiaba a los pacientes con diagnóstico de esquizofrenia, había mo strado ya sus riesg os y no había dado sus frutos. La aparición de los psicofármacos modernos (la cloropromacina es descubierta en 1952) produjo a nivel internacional una disminución significativa de las tera pias de choque, incluida la insulinoterapia hasta el punto que así queda registrado en la Conferencia internacional sobre la insulinoterapia, reali zada en N. York en 1958, bajo los auspicios de la fundación Sakel5. ¿Por qué entonces esta indicación para el caso de Iris, evaluada por el psiquiatra com o “ una personalidad paranoica” y “pe ligrosa” ? Más allá del contexto -esa práctica era común en esa época en Montevi deo sobre todo en el ámbito hospitalario—hemos de interrogar su indica ción en la particularidad de este caso. Podemos suponer que jugaron dos opiniones que eran de recibo entonces: se ha de evitar, como se suele d e cir aún, que “cristalice el delirio”; y se sabe ya, por experiencia, que los delirios paranoicos son “refractarios” a la medicación.
5. Ey, Henri, M a nua l de
psiq u ia tr ía ,
Masson y Cia., España, 1965.
Nueva inscripción dfil caso 27 5 De todos modos, además de su evidente fracaso en cuanto a cercenar el trabajo del delirio, fracaso que Iris nos muestra con su vida misma, cabe preguntarse cómo es posible pensar esa componenda mediante la cual alguien cree que puede a la vez intervenir de este modo en la vida del “loco” y situarse luego como aquel con quien sería posible “conversar”. Sabemos que una de las “soluciones” habituales que recibe esta contra dicción resulta ser una división de las “tareas” entre psiquiatra y psicoterapeuta. ¿Cuáles son los supuestos de esta división? Para explicarlo es necesario quizá remontarse a los esfuerzos de lo s primeros alienistas que intentaban conciliar el tratamiento moral con los recursos medicamento sos6. Pero, a partir de la experiencia que Freud inaugura ¿es posible no ver que esa palabra, que parece ser alentada en un lugar, busca ser cerce nada en el otro, y que estos lugares se hacen solidarios para “lo peor” cuando se sacrifica el lugar donde la persecución pueda ser dicha para privilegiar, mediante el “choque”, a la amnesia o a la “desestructura ción”? ¿Qué trato posible pedía instaurar Iris cuando a pesar de todo no cesaba de hablar y luego de escribir? Al calificar de “egocéntrico” a su discurso, Brito del Pino lo descalifica y nos plantea con ello la tarea de interrogar al calificativo mismo. Ego céntrico. ¿Vale calificar así el movimiento por el cual Iris pide a otro que la escuche hablar horas y horas de su asunto, y las 300 páginas escritas sobre su vida y su familia? Los otros están más que presentes en la vida de Iris, insoportablemente presentes, y claro que ello daba para hablar horas y horas, meses y meses, años y años. Claro, también era preciso sostener ese lugar, no sacarle el cuerpo. Pero, ¡ojo! no es este un asunto de buena o mala voluntad. Si Más de Ayala y luego Brito del Pino se sustrajeron a la invitación transferencial, ello se debió también al estatuto mismo que se confería a ese egocen trismo con el que se calificó el discurso de Iris. No está lejos, en efecto, del obstáculo que elevó el mismo Freud al tratamiento de la psicosis, al declarar que el psicoanálisis es imposible para el psicótico porque éste no establece transferencia. Será necesario el golpe de timón dado por Lacan, al reconsiderar la teoría freudiana de la transferencia y del narcisimo, pa ra poder situar la particular experiencia transferencial del psicótico.
6. Dowbiggin, Ian, La
Folie h éré ditaire ,
EPEL, Paris, 1993.
276
Extraviada
En esa perspectiva, al releer las páginas escritas por Iris cabe preguntarse por el estatuto de su ego y si aparece éste como el punto de convergencia de su discurso, o si por el contrario nos confronta con su presencia esta llada. Sin responder ahora a esta cuestión señalemos simplemente que, a partir de ese calificativo, el texto nos permite apreciar el movimiento subjetivo por el cual Brito del Pino publicó el escrito de Iris como un movimiento de cierre: con él apunta a desimplicarse del caso, reducién dolo a “un documento psiquiátrico muy interesante”. De este modo, la publicación puede ser tomada a la vez com o indicadora del movimiento de apertura mediante el cual Brito del Pino hizo públicos los puntos a los que fue sensible en el decir de Iris, y su rehusamiento a un compromiso transferencial. Sus decisiones sobre el caso mostrarán hasta qué punto fue con secuente con la lógica de su posición.
La publicación del caso Si bien el ponerse a escribir marca el punto en el cual Iris intenta fabricar un saber que imprima huellas, un saber que involucre su experiencia, hemos de señalar que la publicación de su texto no parece haber sido en absoluto una idea presente en su iniciativa. Ni siquiera sabemos si alguna vez tuvo noticias de ella. Este señalamiento nos parece importante ya que ponerse a escribir, y publicar, son dos operaciones que han de distinguir se claramente. Si tomamos como referencia al Dr. P. D. Schreber constatamos cómo, poco a poco, a través de pequeños apuntecitos tomó cuerpo para él la es critura de su libro Denkwürdigkeiten eines Nerverikrariken y hasta que punto el trabajo de su delirio estuvo tramado con el trabajo de su escritu ra7. A partir de cierto momento Schreber se planteó el proyecto de editar su libro para presentarlo, por un lado como parte de su alegato reclaman do su libertad, y por otro como testimonio de su experiencia. ¿Cómo situar los escritos que hace públicos Brito del Pino? En nuestra opinión, han de situarse en ese tiempo durante el cual, mediante el escri to, la experiencia de Iris se pone a trabajar-la intensamente. Por eso quizá 7. Sobre este punto cfr. Revue du Littoral n° 38 “Fous á lire”, Epel, París, 1993. También Capurro^ Raquel, “Un testigo y sus públicos”, en Revis ta Entre lineas n° 1, Ed. Roca Viva, Montevideo, 1992. “La cuestión del público para Schreber du rante la escritura de su obra”, 1993. Intervención en la Sección de Clínica psicoa nalítica, Córdoba, (inédito).
Nueva inscripción del caso 277 Brito del Pino vacila en calificar el texto de “delirante o casi delirante”. ¿Qué podría indicar ese “casi”, salvo un modo de reconocer que el tra bajo de organización del texto se realiza de una forma particular, desde una posición enunciativa que resulta del hecho que Iris va a relatar algo, cuyo punto de partida está en la iniciativa que toma el Otro y la concier ne? Para Schreber el tiempo de escritura se cerró con la publicación de sus Memorias, y por lo que sabemos no escribió luego nada que tuviera el tenor de una prolongación de su libro. En ese sentido puso un punto final. Por el contrario Iris, de cuyas 300 páginas sólo se han conservado las aquí publicadas, siguió escribiendo hasta el final de su vida como lo atestigua una frase suya recogida en su última internación en 1981: “dice quetiene que escribir, que no puede terminar su vida ahí”, y el testimo nio de quienes la veían en los últimos años cargada de diarios y de es critos. Como no puede ser de otra manera, al escribir, Iris pone en su perspecti va algún destinatario, y aunque el texto no lo explícita, no podemos des conocer que esas 300 páginas fueron entregadas por Iris a su psiquiatra. Si bien no hay en su proceder ninguna alusión a una publicación, en un sentido estricto, nada hay en su movimiento que parezca repugnarle: ha resuelto que los trapos sucios no se laven más en familia, como suele de cirse, sino que hay que ventilarlos: “Ypor eso, ahora, voy a remover y contar todo lo acontecido en casa , aunque sea sucio El acto de hablar y escribir es para Iris un pasaje de lo privado a lo público que de algún modo legitima la publicación de Brito del Pino y nuestra propia implica ción en el caso.
Un estilo testimonial El sesgo testimonial del texto de Iris es un rasgo de estilo preeminente, rasgo identificado por Lacan como típico del estilo paranoico. ¿Cómo funciona para ella esa dimensión testimonial? En primer lugar, ella da el paso de ir a hablar, y luego escribir de algo que otra —su madre—le hace o planifica hacerle. Iris habla a un psiquiatra de_ella (su madre). En el seminario sobre Las estructurasfreudianas de las psicosis (195556) Lacan sitúa de este modo el desencadenamiento de la psicosis de Schreber:
27 8
Extraviada
“El delirio comienza en el momento a partir del cual la iniciativa viene de Otro (...), a partir del cual la iniciativa está allí, fundada sobre una actividad subjetiva: el Otro quiere esto; y aún a ésto hay que ponerle re servas: quiere ésto y quiere sobre todo que se lo sepa, quiere significarlo. A partir del momento en el que hay delirio entramos a vela s desplegadas en el terreno de una intersubjetividad cuyo problema radica en saber por qué es fantasmática”. (11 de abril de 1956, traducción a partir de la este notipia).
Hablar de ella —con toda la ambigüedad que tiene expresarlo de este m o do- pone en evidencia ese lugar tercero, lugar de la Dritte Person seña lado por Freud, del Lui, subrayado por Lacan, lugar accesib le, para quien escucha, por la vía del testimonio. La estructura enunciativa indica la vía indirecta que hace posible acceder a cierta verdad en relación a la cual el testigo está en posición privilegiada y peligrosa. Privilegiada, porque tie ne que hacer saber algo que se le ha hecho saber mediante indicios, que Iris -en este caso—ha podido descifrar: “sabe” que su madre tiene un plan para destruirla, a partir del momento en que ella ha dejado de ser una hija dócil. Riesgosa, porque al hablar a otro de esa transferencia de la que es objeto, Iris corre el riesgo de la incredulidad del otro y de su ines perada respuesta. Así para Iris, la internación fue la inesperada respuesta del otro a su decir. Pero ¿de qué se trata entonces? ¿De co-delirar con el loco? Las obras, los actos, los escritos, el decir de quienes llamamos locos suscitan efectos transferenciales. ¿Y entonces? Una forma de situar la posible respuesta del destinatario de la palabra testimonial de un psicótico se da a leer en una observación formulada por Lacan, que ya hemos citado pero vale la pena repetir aquí. Se trata de una indicación respecto a la posición subjetiva a partir de la cual es posible acceder a las producciones paranoicas: ello lleva a quien se deja interesar por ellas, escribe Lacan, “al límite de un esfuerzo de asentimiento”8. El asentimiento especifica un cierto tipo de respuesta a un decir. Asentir no es convalidar ni con-sentir, ni creer en la creencia del otro. Asentir es abrirse a la posibilidad de descubrir el sesgo mediante el cual pueda es clarecerse la conveniencia de un decir en relación a la experiencia, que de este modo es propuesta, y a la que sólo de este modo es posible acce
8. Lacan, Jacques, “Problemas de estilo...” De la ps icos is ciones con la personalidad , Siglo XXI, México, 1984.
pa ra noica en sus rela-
Nueva inscripción del caso 279 der. El asentimiento supone un movimiento transferencial así habla, el psicótico.
hacia el
que
El Dr. Brito del Pino nos permite señalar en su texto su propia implica ción transferencial, aunque su respuesta, o lo que de ella podemos saber, no tuvo el tenor de un asentimiento al decir de Iris. Fue otra cosa. ¿Qué lo llevó a publicar los escritos de Iris? El mismo se declara impactado ante un caso “ excepcional ”, excepcional por la inteligencia, el brillo de Iris, y de sus padres; excepcional por su “antecedente” y el contraste de su diagnóstico con las elucubraciones del Dr. Payssé veinte años antes. Además esta joven lo inunda de páginas cuyo estilo no vacila en acercar a los grandes escritores del siglo, Proust, Faulkner, Hesse, Kafka... En el a no sistemá tica ”, reconoce Brito texto, al que califica de “autobiografí lito y el parpadeo de lo viviente Todos estos del Pino “el temblor , el há elementos configuran para él un caso que toma el estatuto de “caso
ejemplar
Un caso ejemplar ¿En qué radicó para Brito del Pino la ejemplaridad del caso de Iris? Di cho de otro modo ¿cuáles fueron las coordenadas de dicha ejemplaridad? Estas fueron, por un lado la ubicación del caso como ilustración de un cuadro nosográfico, la personalidad paranoica, y por otro, la ejemplificación d el problema de la peligrosidad paranoica. Brito del Pino nos plantea aquí un doble problema: un problema de mé todo y un problema con la entidad misma en la que subsume el caso.
todo . Nos vemos confrontados aquí con un proble — Un problema de mé ma que va más allá de este caso, y que circunscribe uno de los puntos de ruptura que instaura el método freudiano respecto al método que alcanza sus mayores excelencias en las descripciones de un Kraepelin. Ese punto de ruptura consiste en admitir que la particularidad de cada caso se opone diametralemente a su reducción a las generalidades del cuadro9. La prác tica del caso, que es también una práctica de inclusión en el caso, trae como consecuencia que no “cuadre” más la práctica del cuadro, como reductor de la singularidad del caso o como excluyendo a quien lo “pinta”. Un cuadro hace patente esta perspectiva, y no es otro que el de 9.
Cfr. Allouch,
Jean, Freud,
y después L ac an ,
Edelp, Bs. As., 1994.
280
Extraviada
LasMeninas9 de Velázquez10. El meollo de ese cambio tiene que ver con
la transferencia hasta el punto que podemos decir que los casos de Freud, son justamente también eso, los casos de Freud. Incluido en ellos, Freud logra recrearlos y hacerlos paradigmáticos.
Esta prioridad del caso sobre el cuadro no ha de imped imos reconocer la posibilidad de que un caso alcance la dimensión que Lacan, en su tesis, pica. De este modo se subraya cómo la inédita par designó como prototí ticularidad puede abrirse a la universalidad, al descubrir su manera de realizar-se, de declinar-se como caso defigura , de esas referencias muy mayores de las que no pareciera podamos por ahora prescindir, y que se denominan neurosis, psicosis y perversión. No se le escapará al lector que el caso de Iris nos ofrece mucho más que la posibilidad de ilustrar un cuadro; la figura de estilo que ella pergeña para nosotros, está ligada a la constitución misma de su particularidad y no a la abstracción de rasgos comunes con otros casos. A su modo Iris, al igual que Marguerite, a quien Lacan llamó Aimée, realiza “un cierto prototipo” de la paranoia11. Por este sesgo damos cabida a una apuesta diferente a la del Dr. Brito del Pino, implicada para nosotros en la publi cación actual del caso. Mas subsiste otro problema en la presentación de Brito del Pino; el de la entidad misma que el caso pretende ilustrar.
—La “personalidadparanoica" “Fue entonces, escribe Brito del Pino, que pudimos comprobar todas las dimensiones de una personalidad paranoica: inteligencia sutil, pero incapaz de escapar a la falacia, ante las conclusiones previas, ya puestas por su pasión: seguridad excesiva en sí misma, orgullo. Suspicacia ex trema, desconfianza, y minuciosidad y escrúpulos casi ob sesiv os” .
¿Cómo situar esta descripción elevada al rango de “comprobación”? Nos parece imprescindible esbozar, en primer lugar, el contexto doctrinal en el cual se acuñó el sintagma de “personalidad paranoica”.
10. Lacan, Jacques, Seminario inédito, L ’objet de la psycha na lyse , 1965-66. Porge, Erik “ La clínica del psicoanalista”. Ed. el mono de la tinta, Bs. As., 1991. 11. Lacan, Jacques, De la psicosis paranoica en sus relaciones con la pe rs on al idad ?, Ed. Siglo XXI, México, 1976, p.71.
Nueva inscripción del caso 281 El reciente trabajo histórico de Jan Dowbiggin sobre la elaboración, duIO rante el siglo XIX en Francia, de la doctrina de la locura hereditaria , junto con los primeros capítulos de la tesis de Lacan, cuyo título se toma aquí relevante — De la psicosisparanoica en sus relaciones con la perso- nos permiten las siguientes puntualizaciones: nalidad— La teoría sobre la locura que alcanzó mayor popularidad en Francia du rante el siglo XIX, fue la teoría de la degeneración. Según esta teoría, nos explica Dowbiggin, ciertas familias sufrían de un serio deterioro he reditario que si bien no era irreversible, se extendía al menos durante cuatro generaciones. La causa principal de la degeneración, en las citas de los médicos, era la herencia13. Una serie de razones históricas ligadas a la profesionalización de la psi quiatría, finamente analizadas por Dowbiggin, conducen las cosas al punto que, hacia 1870 “ la comunidad psiquiá trica se ve apurada a
adoptar un modelo clí nico de patologí a mental, apto para convencer al estado y a los demá s mé dicos de que los alienistas poseí an un saber es- pecial, capaz deprobar la realidad biológica de la enfermedad mental, y capazdeautorizar a lospsiquiatrasa hablar simultá neamente del estado mental en cuestión y desu contrapartidafisiológica subyacente”14. La teoría de la degeneración que alcanza sus más representativas formu laciones con Morel (1809-1873) y luego con Magnan (1835-1916) res ponde a esa situación como anillo al dedo. Veinte años después, a partir de 1890, diversas razones producen en Francia el declinar de la teoría de la degeneración y de la locura hereditaria. Las teorí . Otro ángulo de enfoque es el que desplie as sobre la paranoia ga Lacan al marcar los hitos históricos de las distintas teorías sobre la pa ranoia. El término paranoia surge en Alemania en 1818 y es delimitado por Kraepelin quien propone su definición en la edición de 1915 de su
Lehrbuch der Psychiatrie:
“Desarrollo insidioso, bajo la dependencia de causas internas y según una evolución continua, de un sistema delirante duradero e imposible de
12. Dowbiggin, lan, La folie héréditaire ou co m m en t la p sychiatrie frang aise s fes t constituée en un corps de savoir et de pouvoir dans la seconde moitié du XIX siécle. Trad. del inglés por Guy le Gaufey; EPEL, Paris, 1993. 13. Idem , p.14. 14. Id em , p.23.
282
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sacudir, y que se instaura con una conservación comp leta d e la claridad y del orden en el pensamiento, el querer y la acción” 15.
Adoptado tardíamente en Francia, el término paranoia provocará una se rie de trabajos sobre el tema, en un esfuerzo por “pintar las particulari- dades clínicas mediante la descripción má s viva posible ”16. Estos traba jo s tuvieron co mo consecu en cia la disociación clínica de la paranoia res pecto a una categoría anterior y muy amplia, la de los delirios sistemati zados, pero sobre todo, permitió su aislamiento respecto de las formas alucinatorias. La diferencia entre las paranoias y las psicosis alucinatorias radicaría en el origen psicológico, comprensible, de las primeras, en oposición a la intrusión alucinatoria, caracterizada con el término de “automatismo mentar’. Pero este origen psicológico de las psicosis paranoicas dio lugar a un problema, el del supuesto terreno fértil previo, en el cual haría eclosión la psicosis. Ajuicio de Lacan: “Cuando la doctrina de Magnan cayó en el olvido, ya nada se oponía a que los investigadores se refirieran a las psicosis paranoicas como al tipo mismo de los delirios de origen psicológico , para poner de relieve, por , los rasgos de "automatismo” de las psicosis alucinatorias. contraste , las concepciones de patogenia sobre las psicosis A partir de entonces paranoicas debí an encontrar su expresión natural en la noción de cons- titución psicopática, concebida como una disposición determinada de aquellos rasgos psicológicos que constituyen el objeto de estudio del “carácter” y se revelan como los más accesibles a la observación y los más susceptibles de variaciones normales” 17.
Son esos rasgos, en los que se destaca el orgullo y la agresividad, que retoma Brito del Pino en su descripción de la personalidad de Iris, si guiendo en esto las enseñanzas de la psiquiatría francesa. Ahora bien, entre esta personalidad o constitución así definida y el desencadena miento de un delirio hay un hiato. ¿Cómo arraiga la psicosis en la pre tendida constitución paranoica? “Se observa claramente, en efecto, un hiato —señala Lacan— entre la constitución, definida por tendencias y reacciones subnormales, y el de
15. Lacan, Jacques, De la psicosis paranoica... Cap. I, p.23. 16. Idem , p.23. Cita de Kraepelin que señala la valoración que és te hacía de la clí nica francesa. 17. Idem , Los subrayados son nuestros.
Nueva inscripción del caso 283 lirio de interpretación, que es su manifestación psicopatológica princi pal. Toda la obra de Génil-Perrin es insuficiente para colmar ese hiato” 18.
Génil Perrin buscó colmarlo con la suposición de una
noica.
constitución para
El otro elemento que compone el sintagma “personalidad paranoica”, es el de “personalidad E ste término, que no es exactamen te el m ismo que el de “constitución”, fue puesto en juego por Jaspers al buscar distinguir entre “proceso” y “desarrollo” psíquicos; es decir, entre lo incomprensi ble psíquico (el proceso) y lo comprensible (el desarrollo); Jaspers co nectó el término desarrollo con el de “personalidad”19, para indicar de ese modo el desarrollo de relaciones comprensibles. En 1932, al marcar su ruptura respecto a las explicaciones de la paranoia que suponen un elemento hereditario, Lacan se vio llevado a realizar una operación de disociación de esos dos términos, “personalidad” y “paranoia”, para luego establecer una nueva relación entre ambos que articula así: por un lado estarían los conflictos determinados , los sí nto- mas intencionales y las reacciones pulsionales de una psicosis, todos ellos en discordancia con algo que va por otro lado: las relaciones de
comprensión, las cuales definen el desarrollo, las estructuras concep 20 tualesy las tensionessociales delapersonalidadnormal (...) Desp ués de un largo recorrido, en 1975, cuando acepta re-editar su T esis, Lacan sitúa una vez más estos términos, y esta vez puede identificarlos:
lapsicosisparanoica esla personalidad . O1
Por no echar en saco roto este recorrido nos encontramos en posición de recusar la validez misma de esa referencia nosográfica “personalidad pa ranoica”, a la cual Brito del Pino refiere el caso. Cuando de una pared se descuelga un cuadro que estuvo allí muchos años, su lugar queda marca do como un blanco; apostamos a dejar que en ese blanco se inscriban las peculiaridades de la paranoia tal como se d espliega en el decir de Iris.
18. Ide m, p.25. y Génil-Perrin, Le s par an oiaq ue s , Paris, Maloine, 1926. 19. Idem , p. 126-134. Cfr. Allouch, Jean, Ma rguerit e, Lacan la llam ab a Epeele, México, 1996, Cap. XV. 20. Idem , p.312. 21. Lacan, Jacques, Seminario Le sinthome, 1975-76, inédito.
Aim ée ,
284
Extraviada
La valoración de la peligrosidad de Iris determinó las dos decisiones clí nicas de Brito del Pino: prohibirle volver a su casa y prohibirle seguir ejerciendo como maestra. Estas 44dos condiciones a las quefue supedita- da el alta ”, no pueden ser valoradas sin desplegar los elementos que nos permitan' apreciar el entramado de la situación. Digamos aquí que en el texto sobre la peligrosidad, que antecede a la publicación del escrito de Iris, Brito del Pino se ve llevado a concluir acerca del inevitable camino de responder caso por caso. Coincidimos. Se hace necesario entonces proseguir con el hilo que Iris nos tiende en sus escritos. ¿ Cóm o léerlos?
Secretarios del alienado En uno de los primeros tratados de psiquiatría de fines del siglo pasado, Legons sur les maladies mentalest Benjamin Ball escribe lo siguiente: “Nos vemos forzados a recurrir al testimonio de los enfermos. Pero co mo con razón ha sido dicho por Falret no hay que escribir bajo el dicta- do de los alienadosy constituirse en su secretario ; pueden engañamos, con o sin intención, y no se debe admitir bajo su simple aseveración la realidad de las impresiones sensoriales que dicen haber tenido”22.
No sabemos si el Dr. Brito del Pino conocía esta opinión de Falret, pero no creemos equivocamos demasiado al inferir de su propio texto que hu biera podido muy bien asentir a su contenido. El psiquiatra deja bien sentado que no se coloca ante el escrito de Iris en posición ingenua. Tie ne ideas claras, sabe qué pensar a partir de su saber referencial. Incluso cuando se refiere a la verdad como a una dimensión ineludible a la que se ve confrontado por ese decir que le es dirigido, saca rápidamente las castañas del fuego al aclararle al lector que esa verdad, la de Iris, no con cierne a nadie, ya que ni siquiera puede pensarse en cómo concierne a la misma Iris. La tal verdad, en realidad, pasa a ser considerada una figura irónica, presentada como el arma esgrimida contra los psiquiatras. Que un saber se esté allí fabricando y que esté en juego la posibilidad de que algo pueda entonces develarse, con él y para él, a partir del testimonio de Iris, queda ajeno a su horizonte. Indudablemente Iris se las tiene que ver con un saber que la persigue, que plasma en su escrito. El saber, para Iris, no está, en ese primer momento, del lado del psiquiatra, sino que está en el plan que imputa a su madre y
22. Ball, B., Legons s ur les m aladies men tales , Paris, 1883 y 1890, p.128.
Nueva inscripción del caso 28 5 del que sólo tiene indicios. Iris “sabe” que hay un plan, y sabe lo sufi ciente para decidirse a hablar. En la lectura de esos indicios algo de ese saber materno toca a Iris al modo como toca una verdad: conmovida por los sign os que interpreta y lo intuye, Iris está atravesada en esos detalles por la experiencia ciega de una certeza. Encandilada, dice y escribe en esa extraordinaria situación que Lacan califica de “testimonio objetiva- do ” (11.1.56). Su “mito consolador (y opresor )” se ha derrumbado para ella, produciéndole una catástrofe subjetiva de la que, sin saber hasta donde llega su propia implicación, no obstante, nos hace saber. Mientras esto ocurría en Montevideo, un año antes, allá en París, en su seminario sobre Las estructuras freudianas de las psicosis (1955-56), Lacan —en un preámbulo al comentario del texto de Schreber—tomaba posición respecto al texto y al discurso de un psicótico, en las antípodas de la posición de Falret. “Aparentemente nos vamos a contentar con hacer de secretarios del alie nado. Se emplea habitualmente esta expresión para criticar la im potencia de los alienistas. Ybien, no sólo seremossus secretarios, sino que toma- remos lo que é l nos cuenta al pie de la letra , algo que hasta ahorafue siempreconsiderado como aquello quese debía evitar”. (25.4.56)23
Como secretarios pues de Iris, intentaremos seguir presentando del mejor modo posible sus escritos, al pie de la letra. Se trata de crear el espacio necesario para que esa letra llegue a un cierto destino. Ya no el que pudo haber tenido en el tiempo en que Iris y su madre vivían, sino otro que ahora nos incluye, pues no hemos de desconocer nuestro propio lugar en el recorrido de estas letras que, a través de múltiples avatares, han caído en nuestras manos y nos han invitado a leer.
23.
Cfr. Revue du Littoral ,
n° 34-35, “La part du sécrétaire”, EPEL, 1992.
Escritos de Iris
Desde el hospital psiquiátrico “Existe en mi hogar un problema que yo no acabo de com- prender totalmente porque cambia siempre deforma , pero queno setermina nunca, que me ha tenido y me tiene siempre con miedo: esto hadisminuido en todo tiempo mi voluntadpa- ra la lucha(nopara el trabajo) Iris Cabezudo, 1956. “Las figuras de la locura (no decimos de la demencia) parecen poder estar repartidas, según dos polos, entre los cuales tal vez se ordena el conjunto de sus manifestaciones. Por un lado, un discurso a veces par lanchín, otras precavido, pero que raramente deja de apoderarse de lo escrito para su hacer-saber: es de manera ejemplar Schreber. En el otro polo, la palabra se encuentra reducida a casi nada, se presenta como re sueltamente convencional, y la locura entera parece concentrada en la sola efectuación del pasaje al acto. Este será de manera ejemplar el así llamado caso de las hermanas Papin. Si bien es indiscutible que uno y otro modo apuntan a hacer saber, este objetivo no será mas que un intento; y el hacer-saber no accede al decir, no logra encontrar en el Otro esa acogida que haría que el loco pudiera pasar a otra cosa diferente que este intento perpetuamente fracasado de
28 8
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transmisión de un saber. Cada caso de locura sigue siendo, fundamen talmente, arar en el mar”1.
El caso de Iris nos presenta la difícil situación de articular el pasaje al acto y su posterior delirio. Sus escritos son hoy el único camino para abordar la cuestión.
1. Allouch, J., Porge, E., Viltard, M-, El Epeele, M éxico, 1995, p. 13.
doble crim en de las herm an as Papin.
Capítulo catorce
¿Borrar y empezar de nuevo? En 1957 Iris va a consultar a un psiquiatra para pedir que su madre sea estudiada, y el resultado es su propia internación compulsiva en el Hos pital Psiquiátrico. Es entonces, en esa situación límite en que se está por decretar su “muerte civil” por peligrosidad, que Iris escribe muchas pági nas, parte de las cuales publicó el Dr. Brito del Pino dos años más tarde en la Revista de Psiquiatría del Uruguay. Presentamos a continuación dicho texto dividiéndolo en capítulos y a la vez conservando los subtítulos con los que la propia Iris lo ordenó. Cada capítulo consta pues de un texto suyo seguido de nuestra propuesta de lectura. El lector puede optar también por una primera lectura de con junto de los escritos de Iris.
¿Borrar y empezar de nuevo? Cuando, en abril de 1938, la causa fue sobreseída y volví a casa, el Dr. Sal vagno Campos me dijo: “Ahor a, ust ed ol víde se de t od o”. Y yo entendí, que si bien era un buen consejo para mi salud mental, era también, y principal mente, un atinado consejo de abogado. Porque ningún episodio importante de nuestra vida puede ser olvidado (a no ser por enfermedad psíquica). Lo que se hace es la abreacción: dejarlo como asunto íntegramente compren dido y que por ello no afecta en nada la conducta. Es decir: no puede (ni debe) borrarse lo fijado en la memoria, pero pueden ser dejados de lado los mecanismos de evocación.
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En mí, el episodio en si había sido totalmente abreaccionado en los dos años que duró el encausamiento. Lo qu e no había si do a bre accio nad o (por no haber sido cabalmente comprendido) era todo el drama anterior, vivido hondamente en la niñez y la adolescencia, y que había teñido un dese nlace (que parecía final) en el hecho aquel, como podía haberlo tenido en otra forma igualmente cruenta. Yo estudié, trabajé, encaminé a mi hermano, todo con plenitud de vida, sin complejos. A ello me ayudaron todos con su actitud: mis profesores, las au toridades escolares, mis condiscípulas, las amistades que había hecho en el Hospital Militar, mis jueces (que me recibieron en sus casas, donde ellos y sus esposas me trataron con la mayor deferencia y estima), nuestros veci nos. Hubo pocas, muy pocas personas, que me manifestaron repulsa con su actitud. Una fue el Prof. Radecki, a quien yo estimaba mucho. Al asistir a las clases primeras que dictó en el Ateneo, advertí enseguida que a mi actitud de simpatía correspondía con evidente antipatía y menosprecio, y pensé: * Tonto; para qu e te sirve la int eligencia y el espírit u científ ico, si juzgas un drama de veinte años por la última escena del último acto”. Y le demostré la mayor indiferencia. Pero Radecki tenía intuición y conocimientos: enseguida cambió su primera actitud por una de expectativa, y pasado cierto tiempo me estimó totalmente. nos lo Pero ni yo n i mis he rma nos pudim os ol vidar el drama de tantos a ñ os: evocaba continuamente, día por día, mes a mes, año a año, nuestra madre, quien hablando apasionadamente y a ritmo rápido, repetía una y otra vez, como en cine continuado, los episodios vividos, y las discusiones habidas. Al principio (muchos meses) la dejé hablar, pensando que necesitaba de sahogarse. Más adelante, le expliqué que teníamos que sanear el ambiente de nuestra casa: que teníamos que hacer una vida nueva, sin pesadumbres, sin el peso de aquel pasado desgraciado: no me llevaba la contra, pero se advertía claramente que le molestaba la observación. Y al poco tiempo vol vía a empezar: durante las comidas o a la hora del mate, mientras se escu chaba un programa radial o cuando yo corregía los deberes de mis alum nos, empezaba mamá a recordarnos episodios de su lucha con papá, y a criticarlo acerbamente, como si nada hubiera sido dicho, como si tuviera to davía que defenderse de él. Fue entonces que (quizás por 1944), totalmente apoyada por mi hermanito menor Lumen (que, si fue én ese año, tenía 16 años), le dije a gritos (porque es esa la única forma de hablar que mamá atiende) que no me hablara más de papá, que no tenía derecho a hacerlo, que me ponía nerviosa, que nos estaba echando a perder la vida ... Desde entonces mamá empezó a mirarme con desconfianza: y pasados unos meses ... volvió al tema. Con el mismo ímpetu: con el mismo evocar por cualquier motivo; con la misma ausencia total de respeto por nuestras vidas (las de sus hijos) que pugnaban por liberarse del temor, y ser norma les, y felices. Y así fue que llegué a la conclusión (para mi desconcertante) de que el odio de mi madre hacia mi padre es inextinguible: no se extinguió ni con la muerte de él, ni con su desprestigio (logrado en forma casi completa). Le
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odia ahora con el mismo furor que en 1935. No descui da ni un moment o de vilipendiar al padre ante su hijo menor (que sólo le conoció en sus últimos seis años de vida); y lo hace con tal eficacia, que mi hermano Lumen, que tiene el mismo nombre del padre, me dijo hace poco que odia su nombre y quisiera cambiarlo. (Sin embargo, hace pocos años le exigió con energía a mamá que le llamara Lumen, y no más “Lumencito” y mamá, sin discutirle, le llamó ostensiblemente “Lumencito”, delante de los condiscípulos de la Facultad). A esta altura, ruego que no se caiga en el simplismo, y s e piense que estoy tratando de reivindicar a mi padre. No: sería estúpido. Un muerto no nece sita que nadie reivindique su memoria: todo lo que tuviera de bueno (y tam bién lo malo) lo conserva: le pertenece, y nadie se ló puede quitar. Y en cuanto a la opinión del mundo... vale bien poco, dado lo mucho que yerra. Por otra parte, no hay en mí simpatía hacia mi padre. Hubiera podido tenér sela, y mucha: pero la acción demoledora de mamá fue tan eficaz, que lo bueno que papá tenía lo sé y lo recuerdo por vía intelectual, pero emocio nalmente, sólo hay en mí antipatía hacia él. Pero eso sí: yo había entendido en los últimos años, que a mi hermanito Lumen (principalmente por ser va rón) le convenía conocer algo acerca de las virtudes de nuestro padre (que las tenía y auténticas) para no tener que avergonzarse totalmente de él: porque el varón que considera que no puede estimar a su padre, siempre tiene un complejo al respecto que le produce inseguridad. Me dijo el Dr. Salvagno que olvidara aquello ... Pasé años ¡muchos, años! procurando de todas maneras que mamá cesara de martillar mi conciencia en todos los instantes (hasta cuando íbamos al cine) con su versión de todo lo acontecido ... Y ahora me encuentro con que: a ve int iún a ños del suceso; a di ec in ue ve a ños de haber sido sobreseído el caso por magistrados de la calidad moral del Dr. González Mourigán, del Dr. Pirán y del Dr. Piñeiro Chain, y a once a ñ o s de haber prescrito judicialmente el caso, se me manda aprehender por la policía y se me encierra, sin ningu na de las gara ntías pre (abogado defensor y varias instancias), porque se vistas en el juici o criminal supone, por simplismo y por no tomarse la molestia de estudiar a fondo las cosas, que, así como a los vein te a ños de e d a d di muerte a mi padre, ahora, a los cuar ent a y do s a ños (los cumplí en el manicomio) hay un enorme peli gro de que me de por dar muerte a mi madre ... Esta “brillante” tesis de in terpretación de mi personalidad, la conozco bien; porque es creación de mamá; quien la viene repitiendo en casa desde hace muchos años sin que yo me haya enterado de ello hasta hace unos pocos. Pero que mamá lo di ga, se explica: mamá es la misma persona que se pasó como quince años repitiéndome a mi que papá iba a terminar matándola; y la que, simultánea mente, lo acosó en la peor forma en que se puede acosar a un marido ... con el deplorable resultado de todos conocido. Y es la misma, que pasó to do el año 1942 repitiéndome que mi hermano Ariel la odiaba tanto, que iba a terminar con su salud (todo dicho en secreto y a espaldas de Ariel, que no se enteraba); y la que en enero de 1943, pálida, demacrada y llorosa, me explicó que Ariel encerrado en su cuarto (en el que ella le había confinado a fuerza de perseguirlo), concentraba voluntariamente su atención sobre ella con tal maldad, que le estaba quitando la vida con el resultado de que yo,
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la esta si bien no creí exactamente eso de la “muerte a distancia”, c r e íque ba matando a disgustos (en aquella época, aun no osaba yo pensar en que mamá fuera capaz de fingir estar enferma), y le di (¡en qué mala hora!) el apoyo necesari o para que lo echara de la casa paterna sin darle más que su cama, dos sillas y una mesita. Que mamá diga que yo “la per se gu ía ”, que uno Ja dej ab a vivir", y que uiba a te rm ina r matándoIa T , se comprende: está en su ley. Desde que se casó, pa só la mitad de su tiempo, pálida, demacrada, quejándose de que se la per seguía, no se la dejaba vivir y se iba a terminar matándola. Cuando yo aun no tenía tres años, mamá, con una de sirs dramáticas escenas de gritos acusadores, llanto y palidez, fue la causa de que su hermano aun adoles cente, Víctor, que vivía en casa, tomara un cuchillo y se lanzara con él con tra papá ... mamá “lo salvó". ¿Que cómo conozco yo ese episodio que no presencié? Pues porque mamá se lo recordaba a gritos a papá, e n m i p r e sencia y la de mis hermanitos, periódicamente, en cada una de sus grandes peleas. Que mamá afirme que yo puedo terminar matándola, se comprende ... a mí, el comprenderlo me costó años de intenso dolor; pero lo comprendí. Pero lo que cuesta comprender, es que haya médicos psiquiatras que suscriban esa tesis razonando en una forma simplista que puede admitirse al vulgo pero no al profesional responsable. El riesgo que yo corro en el momento presente es enorme; la injusticia de que, luego de dieciséis años de luchar con todas mis fuerzas para sostener un hogar que (sin que yo acertara a comprenderlo) mamá hacía de continuo temblar en sus cimientos afectivos (y de haber por ello sufrido muchísimo), se me haya sustraído de golpe y sin aviso (como a una fiera) a mis activida des y obligaciones y a mi hogar, y se me haya hundido en este infierno que es nuestro Hospital Vilardebó, es brutal; y sin embargo, lo que en primer término se destaca en mi ánimo al enfocar el caso, no es el enojo ni la de sesperación: es el asombro de que una cosa así pueda suceder en el Uru guay. Me observaba alguien (persona de gran solvencia), que la gente es muy su gestionable, y que aun los universitarios, titulados, y que desempeñan car gos de importancia, son sugestionables. Lo sé. Pero es que cuando se ocu pa un cargo de responsabilidad, se debe proceder con la cautela necesaria como para no actuar nunca por sugestión Durante los quince años que llevo actuando como maestra, no tomé nunca en cuenta la opinión que otra maestra o una directora me daban sobre un alumno; la escuchaba, y la re cordaba (y me servía para saber lo que el niño había sufrido), pero me for maba yo mi propia opinión sobre él, opinión totalmente independiente de la de los demás y basada en mayores conocimientos, mayor intuición y mayor experiencia de la vida. En cuanto a la opinión que me daban los padres so bre sus hijos, la tomaba en cuenta sólo al efecto del estudio caracterológico de los propios padres, y no la hacía pesar nunca sobre el niño, porque es muy raro hallar padres cuya opinión sobre sus hijos no esté influida por la ira, el orgullo, la envidia (celos), la codicia ... En una palabra: yo les propor ciono a los niños en la clase un ambiente en el que se hallan totalmente li
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bres de sus " a n t e c e d e n t e s "... (concepto estúpido y cruel, pero m uy cómodo, porque ahorra trabajo y nos sirve para hacernos la ilusión de que comparti mos con otros la responsabilidad de nuestro actuar profesional sobre las vi da s ajenas); proporcionaba un ambiente en el que era posible el "Ca d a d ía que pa se h as d e decirte: ho y he nacido ...” de Amado Ñervo, y así obtenía resultados muy buenos; especialmente con los niños “malos” y con los tími dos. En setiembre de 1952, tomé una clase de varones en la que había (entre otros casos) un muchacho que molestaba muchísimo. Me preocupa ba continuamente por encaminarlo, y una mañana me dijo la subdirectora: ”. Estuve toda la tarde y parte "Es perve rso : convé nza se de q ue es p er ver so de la noche dándole vueltas al problema, y a la mañana siguiente después de la clase, me fui hasta la casa y hablé vehementement e (no excit ada) con la madre, con el padrastro (el “problema”) y con el muchacho, con todos a la vez porque no fue posible hacer apartes. Les dije que el muchacho conside raba que la madre ya no lo atendía por querer al hermanito menor, hijo de ambos; y que creía que el padrastro no podía quererlo a él, que no era su hijo. Les dije que el adolescente que se cree desamparado, fracasa, y que el varón necesita del apoyo de un padre: y le dije al muchacho, bromeándole, que era un tonto que hacía problema donde no lo había. Todo lo que pudie ra parecerles intromisión, lo maticé mimando al chiquito y advirt iendo cuánto se parecía al padre, y contándoles que el mayor siempre hablaba del chi quito en la clase y contaba con orgullo cómo ayudaba al padrastro en tra bajos de carpintería. Les pedí especialmente (más al hombre) que apoyaran al muchacho y le demostraran que lo querían, y simultáneamente me burlé suavemente del muchacho por sus enojos y desplantes. Resultado: el mu chacho dejó de ser problema; estaba contento y dejó de ser “perverso”. Cursó tres años en la Escuela Industrial y luego se empleó en un importante taller mecánico en el que lo quieren mucho. También él me quiere a mí. ¿Si yo hubiera mandado llamar al padrastro a la escuela, y le hubiera comuni cado en tono solemne que el muchacho era “perverso” y que no podíamos con él? ¿Y si me hubiera negado a firmarle el pase para la Escuela Indus trial? ¿No hubiera podido, por inconsciencia, cambiar el curso de la vida del muchacho y quizás también el de su familia? Los profesionales de cuyo trabajo y decisiones depende el destino de vidas humanas, tienen la obligación moral de actuar con mucho tino y tomando todas las precauciones necesarias para no equivocarse; y deberían atener se siempre a aquello de: “En la duda, abstente”. Ahora me encuentro ante el hecho consumad o: Estoy internada en el mani comio: viviendo entre locos, oyendo a todas horas frases blasfemas e in mundas: sin soledad, sin intimidad, sin sol. Y se me hizo saber desde el principio, que no saldré más de aquí al menos que, como Galileo, acepte abjurar de todo cuanto sé que es verdad, y, además, de todo cuanto fue, es y será razón de mi vida. De niña y de joven, siempre sentí aversión ante el h echo de que Gali leo hu biera aceptado abjurar de lo que sabía era verdad: pero más adelante, pen sé que Galileo en aquel momento era ya muy viejo y estaba en manos de fanáticos; y no tenía que defender vidas ni destinos humanos, sino verdades
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físicas y objetivas que no precisaban de su martirio para continuar siendo verdades e incluso para imponerse a la razón humana. Pero mi caso es diferente. Empezando porque no tengo 80 años, sino 42, y si no muero prematuramente tengo aún mucha vida po r delante; y después, porque a mí se pretende quitarme todo aquello para lo cual he vivido y lu chado durante más de treinta años; y no para salvar a otros (lo que podría resultar aceptable: ya lo acepté una vez), sino para que mamá, que ya deshizo al marido, destrozó la vida al hijo mayor, y ahora (según todas las apariencias y vaticinios) consiguió terminar de destrozarme la vida a mí, pueda tener la autoridad y libertad que necesita para terminar de destrozar la vida al hijo menor y para terminar de anular a Halima, quien luego de unos meses (los necesarios: mamá sabe esperar), va a morirse m a n s a mente de desesperación, desnutrición alimenticia y desnutrición afectiva, y desorientación psíquica, sin que ninguno se preocupe en absolut o del caso, que mamá va a explicar m uy satisfactoriamente, entre llantos, diciendo, que murió: por los disgustos continuados que tuvo en su vida “a cau sa de la pe r versid ad del pad re, el egoísmo del hermano Ariel, la locura a gres iva de la herma na Iris y e l ... (todavía no se sabe ) ... de su hermanit o Lum en ; t odos locos al fin y al cab o; porqu e ya se ve: cuando una tiene la desgracia de ca sarse con un ho mbre loco y perverso, todos los hijos le salen igual, y resulta inútil todo l o qu e u na se haya sacrificado po r ello s”.
Tengo que abjurar de todo lo que sé (y me llevó 20 más otros 20 años de dolor el aprenderlo), y tengo que abandonar todo lo que es razón de mi vida ... Uno me dice: *Usted va a tener que separarse de su familia; vivir sola y no preocuparse de sus hermanos. (No importa que haya sacrificado su po r venir y vivido sólo par a ellos hasta ahora : ellos tienen ma dre ). Ade m ás, va a tener que d eja r el trabajo de maestra (que es la más f uerte de mi s voc aci o nes, evi den cia da de sde la n iñez) y se r un par ásit o m ás d el Est ad o en a lg u na oficina ...” . Y otro me dice: “ Despu é s de esto, va s a t ene r qu e cui dar te de no ponerte a 4reformar el mun do ’, porque si no, van a decir ensegui da otra ve z qu e est ás l oc a ”... Y otro, muy convencido, en un ratito en que deja de pensar en sus hij os, su casa, su jardín, su coche, su chacra, me dice: "Usted tiene que borrar, y em pezar de n uevo ”.
Todos (al parecer con la conciencia muy tranquila) se acercan a mí, que (caso poco corriente) sélo qu e so y y lo qu e de seo ser, y me empujan al te rrible abismo de los que contrarían su individualidad para no tener lucha ni problemas, aconsejándome que abandone mi personalidad y adopte otra distinta. (En la actualidad hay en el mundo muchas personas que han hecho eso, y que, si no son locos “de manicomio”, son en realidad auténticos locos (en el sentido que se da a la palabra cuando se dice “rueda loca”, porque vi ven, no como seres humanos, sino como miserables: sin conciencia de su destino). rmi no, por suges Me empujan al abismo ... ¿Por qué lo hacen? En p ri m e r t é tión: mamá lanzó la idea hace años y la fue difundiendo hábilmente (y ade más me dio la mala vida necesaria para que mi apariencia y actuación -por inseguridad y tristeza- respondieran en algo al cuadro que iba a presentar). En se gu n do té rmi no, para “quedar cumplidos”, sin cumplir con su deber y su
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conciencia- (Actualmente, en nuestro país, esto se hace si empre, p or todos, en todos los órdenes de la vida; y todos lo reconocen ya, y de tanto en t anto lo dicen “para cumplir” los editoriales de los diarios). Mi hermanito, por ejemplo (con la amplia y generosa ayuda materna), está procurando hacer un arreglo con su conciencia de modo tal, que no se le der rumbe su “m amy” (que si le faltara, él “se su ici da ría*) y, al mismo tiempo, cumplir en todo con migo: hacerme todos los gustos, y dejarme pronto libre e independient e; pe ro... “lo qu e yo di go de m a m á: es m an ía Y me encuentro en el trance más difícil de mi vida: mamá (como lo hizo con papá) consiguió que "la sociedad” acepte y adopte l a farsa que acerca de mi fabricó; y estoy en la situación del esgrimista que se bate en def ensa de su honra con el abismo a sus espaldas: o venzo en este lance, o muero civil mente y físicamente. Porque yo no tengo carácter para aceptar que se me destruya en lo esencial, en mi conciencia, y se me deje viva en lo transitorio, mi cuerpo. Yo no puedo aceptar (y no voy a aceptar) permanecer en el ma nicomio más tiempo que el necesario para deshacer el equívoco. Pero es necesa rio que se desh aga el equívoco; porque tampoco puedo aceptar el salir de aquí, como una persona que tuvo un ataque o un período de locura y “se curó”, o que tiene “un pequeño delirio", pero se la separ ó del objeto de su delirio y se le arregló una vida restringida “para que no sea peligrosa” . No; yo tengo un tan grande equilibrio psíquico, que sobrellevé pruebas que a otros los hubieran destrozado, sin casi cambiar: , sobrellevé el drama horrible que vivimos en casa y fui, a pesar de Primero todo (y qué todo) una brillante y muy equilibrada alumna. De sp ué s, sobrellevé (sin el más mínimo desequili brio ni cambi o de humor , y sin llorar; y no por falta de corazón) el terrible trauma moral de pasar (casi sin transición y en pocas horas) de ser una muchacha adolescente limpia (sin ser ignorante), buena, llena de ideales nobles, muy inteligente y muy buena estudiante, l a mejor alumna del Instituto en las calificaciones y en el consenso general” , a ser ... una *delincuente ", una *h o m i c i d a ”, una *'parricida” ... yo, que había sido tan buena hija (y que por buena hija caí en eso) yo que siempre decía que si hubiera nacido varón me hubiera negado a ir a la guerra ... M ás t ar de, sobrellevé (con un valor que no se manifestaba; pero que tuvo que ser m uy grande, a pesar de la bondad de la mayor parte de la gente pa ra conmigo) la prueba constante de: continuar estudiando, ejercer el magis terio (y sin claudicaciones), alternar en reuniones, discutir y adoptar posicio nes de lucha en asambleas gremiales ... teniendo encima la terrible mácula de “haber matado al padre”; cuando yo estaba (a pesar de todo) tan limpia en mi alma y en mi conciencia. Y simult ánea y progre sivament e, tuve que sobrellevar la terrible revelación de que mi madre me había engañado, y el terrible dolor de qué mi madre no me quería y se había servido de mi como de un instrumento dócil a sus su n gestiones. Y so br el le vét ambi é el desgarramiento del alejamiento de casa de mi hermano Ariel: del que llevé toda la culpa (pues serví de pantalla con la mayor ingenuidad), y que no pude comprender: porque entonces yo no
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sabía que mamá mentía, y planeaba, e intrigaba entre nosotros. Y no perdí mi equilibrio mental (aunque se resintió mi salud corporal). Y ahora , sobrellevé este otro golpe, imprévisible (pues yo no conocía la rea lidad de nuestra Ley de Psicópatas), de ser internada en el Vilardebó y tener que convivir con mujeres locas, que además son casi todas personas de baja condición, yo, que soy esencialmente fina y delicada; y luego, el de enterarme que estaba internada “par a siempre po r gran peligro sida d*. Y sin embargo no perdí ni alteré mi equilibrio psíquico. ¿Y voy a aceptar, que se me saque de aquí como una persona que “estuvo loca”, yo, que fui capaz de conservar el equilibrio psíquico, y. la ecuani midad, y la bondad, a través de tantas difíciles pruebas? ¿Y puedo aceptar yo, que soy una persona plena de valores sociales, capaz de hacer de una escuela (o de un manicomio) lo que debe ser para que se obtenga el máximo de respeto, recuperación y desarrollo de valores humanos, que se me tilde de persona “agresiva”, y “peligrosa” para la sociedad o para alguno de sus componentes? Pero, es que ... dicen que hay un antecedente ... ¿Y puedo yo, a h o r a , b o rrar , y e m p e z a r de n u e v o ? No; tengo que defenderme. Y para defenderme, tengo qu e recordar. Me dijo el Dr. Salvagno Campos: *'Ahora, u st ed ol víde se de to do ”. Buen consejo; pe ro no contó con la particular naturaleza de nuestra madre. Ahora tengo que defenderme y defender a mis hermanos; y para ello, tengo que evocar todo lo pasado ... Me dijo una señora hace muy pocos días, que esos recuerdos de lo malo sucedido en casa uson ... hasta sucios ”. Es cierto. Y no son “hasta" sucios: son enteramente sucios; y el recordarlos oprime el pecho y deprime el ánimo. Fue por eso que yo, que desde hace ya ci nco años co m prendí claramente que mamá es una voluntad de continuo ocupa da en des truir lazos afectivos, impedir éxitos, atemperar entusiasmos, enterrar ideales y, en fin, terminar con todo lo que sea síntoma de independencia, dé indivi dualidad, de vida ... no me atrevía a pedir ayuda; a dar un paso efectivo para detener ese ímpetu destructor; porque me daba vergüenza tener que expo ner tanta cosa triste, ruin, “sucia” ... Pero sucedió que durante esos cinco años, en los que yo me limité a defender en casa mis derechos y los de mis hermanos y a narrar algo del drama de nuestra vida a algunas personas amigas, mamá actuó de muy otra manera: con plan, con cautela, etapa por etapa ... y mintiendo, y llorando, y fingiéndose enferma y triste con unos y sana y fuerte con otros, mientras simultáneamente minaba nuestra salud y nuestro ánimo con constantes privaciones y disgustos ... hasta que c a íen la trampa, mansita.
Y ahora me encuentro con que la trama está tan bien tejida, que sólo defen diéndome con todas mis fuerzas podré salvarme. Y quiero salvarme. No quiero ser destruida, aniquilada, como lo fue mi padre (y no hay aquí ningún “complejo” enfermizo “de Edipo” o “de Electra”). No quiero ser destruida porque es injusto, enormemente injusto, e insano también; y, además, por que a mi destrucción va a seguir a corto pla zo e indef ectiblemente la des trucción total de mis tres hermanos. Y deseo impedirla; no sólo porque los quiero más de lo que demuestro, sino porque me considero su defensora
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natural: por ser la mayor, y por tener mas comprensión que Lumen, más valor que Ariel y más independencia que Halima. Y por eso, ahora voy a remover y contar todo lo acontecido en casa, aunque sea “sucio”1.
lí Yo digo la verdad, lo que digo es lojusto y el que me oye queda convencido de in- mediato”, (libro de Raimunda) no puede ser tomada como un simple
La contundente afirmación de Raimunda Spósito en 1936:
desplante de soberbia vacía, sin peso ni consecuencias. Por el contrario, la palabra de Raimunda hizo sentir sus dramáticos efectos persuasivos desde m ucho antes, instaurando las con diciones de posibilidad del pasaje al acto de Iris. Pero también su decir dio las cla ves para la “comprensión” jurídico-psiquiátrica de este parricidio, por lo cual cu mplió un papel esencial en la construcción de la versión de los hechos de 1935. La ver sión del caso fue absolutamente la versión materna , en su imponente presencia, simbolizada por las ciento cincuenta páginas de “Veintidós años...” ocupando un tercio del volumen del expediente. Verdaderamen te, Raimunda convenció. Convenció de que la locura de esa familia era patrimonio exclusivo del padre victimario, y que la causa del trágico desenlace había que buscarla en las fuerzas que el propio Lumen desencadenó:
“En su aberración, en su locura, en su afán de dominio, Lumen había de sencadenado fuerzas poderosas (hasta recurría a fórmulas mágicas) y esas fuerzas, como todas, tienen su flujo y reflujo, su va-y-ven... El pén dulo se había ido lejos, tan lejos como era posible, y tenía que volver... La fuerza de reflujo encontró en su camino un instrumento propicio, más propicio aun, si cabe, por su cansancio, su desesperación y su debili dad... Encontró en su camino a la niña de frente inmaculada, la más bue na de la casa, la más pura, la más receptiva”. (idem ).
Esta teoría de Raimunda del pasaje al acto, convenció en 1936, pero sus efectos se prolongaron, para Iris, más allá de esa fecha. Raimunda la nombra “instrumento propicio99 de quién sabe qué fuerzas, con lo cual rubrica el carácter enajenado de la posición de su hija en e l acto. Iris acu- sa recibo de esta nominación y testimonia, en 1957, haberla hecho ple namente suya cuando dice haber sido un “dócil instrumento” de su ma dre. Fue entonces que Iris impugnó violentamente la versión materna del
1. Los textos que transcribimos, con la autorización de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay, fueron publicados en la Re vis ta d e Psiquiatría de l Ur uguay , en 1959, n° 141 y 142.
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caso, y al hacerlo, dev eló un punto esencial de la misma: la preservación absoluta de la madre, que dicha versión aseguraba. El acto de Iris se efectuó deslizándose por los carriles de la lógica de la versión materna. Es decir que si toda la desgracia de esa familia era ex clusivamente una consecuencia de la presencia del padre loco y cruel en el hogar, luego, una ve z eliminado éste, llegaría necesariamente una nue va vida libre y sin esa pesadumbre. Y esto muy especialmente para Rai munda, quien decía haber clamado por desligarse de su esposo para así poder pasar a otra cosa, a una vida más tranquila. La versión de Raimun da, entonces, operó como fomentación del acto de Iris. Y bien, muerto el perro, necesariamente habría de acabarse la rabia (podríamos decir aquí el odió). El acto de Iris debió ser, según esta ver sión, un verdadero punto final al drama. Pero no lo fue. ¿Por qué su acto parricida no fue la solución? La propia Iris intenta dar respuesta a esas preguntas ¿Por qué no pudo borrar y empezar de nuevo? No fue el crimen en si mismo lo que permaneció incomprendido, afec tando su conducta, sino en su relación al drama anterior, es decir el acto como forma extrema de hacer cesar la relación entre sus padres, y su propio lugar respecto a ella. Según Iris, el punto preciso de imposibilidad para terminar con es e drama fue su madre. Raimunda seguía hablando de los episodios de lucha con su marido, relatándolos una y otra vez a sus hijos, “como si nada hubiera sido dicho”, “como si tuviera todaví a que defenderse de é l”. La madre continuaba estando en la escena y lo que es más importante, no le permi tía a Iris no estar ella también allí, repitiéndole una y otra vez —“como en
cine continuado”, “apasionadamente”, “los episodios vividos y las dis- cusiones habidas”. Por más que su hija la increpe a gritos, Raimunda no para de hablar, y esto trae como consecuencia para Iris una revelación capital: la madre era parte jicti^a en esa escena de lucha, adonde siempre la estaban por matar, y que*no Seso con el pasaje al acto, sino que prosiguió, sosteniéndose en los recuerdos o con las nuevas figuras que pasan a ocupar el lugar amenzante, primero Ariel y luego Iris. “Mamá es la misma persona que se pasó quince años repitiéndome a mí que papá iba a terminar matándola (...) y la que en enero de 1943, pálida, demacrada y llorosa, me explicó que Ariel, encerrado en su cuarto (en el que ella le había confinado a fuerza de perseguirlo), concentraba volun-
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(ariamente su atención sobre ella con tal maldad, que le estaba quitando la vida (...)”.
Como consecuencia del cambio subjetivo que se opera en Iris, la versión materna se derrumba. Le tomó a ella seis años enfrentar decididam ente a su madre, a gritos, para que no hablase más de ese modo del padre; pero no solamente no logró su objetivo sino que además se produjo para ella algo nuevo e inquietante: una mirada de desconfianza, la primera, primer atisbo del posterior desarrollo de la persecución de la madre. La mirada de la madre comienz a a ser significativa y significada com o p erseguido ra. La versión materna de 1936 cae porque Iris arriba a una “conclusión des-
concertante“el odio de mi madre hacia mi padre es inextinguible”. “Le odia ahora con el mismofuror queen 1935”. La madre se constituye así en un ser que continúa estando en la escen a de lucha, y no permitiéndole a ella no estar más allí. Constata entonces el fracaso de su intervención en el real: la muerte de su padre no era para su madre lo que ella había creído entender: su recóndito deseo. Hay algo más real que la muerte de su padre, un go ce cuya naturaleza se le escapa. ¿Qué quiere ella? Iris se enfrentó, inerme , a la interrogante estructural y estructurante por el deseo del Otro, deseo materno en este caso: ¿Qué quieres? ¿qué me quieres? Che vuoi? escribe Lacan, en italiano, tomando la expresión de la novela de Cazzotte “El diablo enamorado”, expresión de la cual se sirve para ubicar, en Ja. fabricación de su grafo, la relación del sujeto con el deseo del Otro2. Iris responde con la construcción, no de un fantasma como el neurótico, sino de un delirio, que identifica a su madre como figura odiante, destructora, gozadora, engañadora, que actuó cuidadosamente siguiendo un plan del cual ella sabe algo pues algunos indicios le han sido dados.
La respuesta que progresivamente Iris cree alcanzar, tiene para ella el estatuto de una terrible revelación: su madre la engañó y se sirvió de ella “como un instrumento dócil a sus sugestiones”. A partir de ese momen to, 1952, hay una cristalización de la madre como perseguidora. Iris dice “comprender” que su madre “es una voluntad, de continuo ocupada en destruir lazos afectivos” . Soportó cinco años esta situación, luego de los
2. Lacan, Jacques, “La subversión del sujeto”, en Escritos, Ed. Siglo XXI, México, 1984.
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cuales se decidió a consultar a un psiquiatra porque no quería "ser
des -
truida, aniquilada, como lofue mi padre”. Ahora bien, no fueron solamente la "conclusión desconcertante ” ni la “terrible revelación ”, los puntos de conmoción que posibilitaron la cris talización de Raimunda como perseguidora de Iris. Su texto nos muestra como se insertan en una secuencia lógica más amplia. Veámosla en deta lle, a los efectos de poder cernir más precisamente la articulación actodelirio, en la particularidad de su caso. 1. Iris mata a la “personificación del crimen”. 2. “conclusión desconcertante”: la madre continúa en la escena de lucha con e l padre y lo odia. 3. “terrible revelación”: la madre la ha engañado, no la quiere, y se ha servido de ella “como de un instrumento dócil a sus sugestiones”. Hasta este punto Iris practica la alianza con su madre, ya sea contra el padre como contra Ariel, echado de la casa.
a de ataque contra Lu- 4. Iris ve a Raimunda “lanzarse en una campañ men (hijo)”. Como veremos en el capítulo siguiente, este es un momento clave, de giro, decambio deposición quese efectiviza en un acto. 5. Entonces rompela alianza con su madre y se juega co mo defensora de su hermano, enfrentándola y vindicando también a su padre. Es recién como efecto de es e acto que su madre llega a constituirse como perseguidora para ella. No antes. Su acto, por segunda vez, lejos de dar solución a la persecución, la perfila más nítidamente y nuevamente re vela, en este caso, su inconsistencia resolutiva al precipitarla más aún — aunque bajo otra forma—en la locura. Ese acto selló la ruptura definitiva de la alianza con su madre e instauró el enfrentamiento con ella. Signifi có un cambio de posición subjetiva que consistió en decir no a la existen cia “según el dictado materno”, y en adoptar una posición de defensora de sus hermanos con respecto a la persecución materna. El acto de Iris fue una respuesta a su madre luego de la “ terrible revela- ción”, pero una vez rota esa alianza sólo quedó para ella el delirio perse cutorio (cfr. cap. XV). Más adelante intentaremos dar cuenta de cuales fueron los elementos con los que se edificó el delirio de Iris, aunque es importante subrayar desde ya que, si bien este texto, portador de su deli rio, constituye una impugnación violenta de la versión materna del caso, está en buena medida construido con las argumentaciones del escrito de
¿Borrar y empezar de nuevo?
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Raimunda de 1936, fabricado con el material de las locas imputaciones que ésta dirigía a su esposo {cfr. cap. XXIII). ¿Hay aquí en juego una deuxl forma particular defolie á El texto de Iris fue un alegato para deshacer el equívoco y la injusticia que se había cometido con ella, porque todos creyeron también ahora, en 1957, en este nuevo capítulo de la versión materna de las cosas, esta “farsa” que su madre “fabricó”, cuyo punto más importante era, no sólo considerarla peligrosa por su “antecedente”, sino también haber conven cido a los psiquiatras de “su” verdad, como parte de un plan para quitarla de su casa. Lo más que pudo hacer Iris subjetivamente fue no creer ya en esa versión materna, la anterior a la “conclusión desconcertante”, pero en cuanto a su madre, no pudo cesar de sostenerla, erigida en una figura del Otro no castrado, omnipresente en los menores acontecimientos de su vida coti diana, a través de ciertos indicios gue oficiarán para ella como datos con c destrucción. No hubo para ella firmatorios de la existencia de uri plan)á un cambio de estructura, sino un cambio de signo en la relación con su madre. Iris se decidió a consultar a un psiquiatra para que examinase a su madre luego de un episodio altamente significativo de ese tipo de indicios que nos relata. Se trata de la enfermedad de un canario, a raíz de la cual, co mo luego veremos, se confirma para ella una vez más el plan de destruc ción que la concierne (cfr. cap. XVIII). El episodio del canario enfermo movió a Iris porque se ponía allí en juego un punto clave en la articula ción de su pasaje al acto, punto velado por la versión materna, a saber la relación entre su propia “locura agresiva” y su “fiereza”, con el goce destructivo de la madre. En ese punto insoportable, Iris da el paso de s de no regalar el ca- buscar a quien hablar. "Entoncesyo resolví(ademá
nario y dejarlo sufrir su terror ) que era urgente que a mamála estudia- ra unpsiquiatra ”.
Capítulo quince
De amor y odio El título de este capítulo no es el que dio Iris a las páginas que presenta mos a continuación. El suyo sitúa su particular sesgo de abordaje, y reza así:
La teoría del amor que se transform a en odio Hasta ahora no he leído la obra de Freud (aunque adquirí un ejemplar al efecto el año pasado), pero me he enterado de que tiene estudiado como caso patológico el de hijos que habiendo amado mucho a su madre termi nan odiándola. Creo que en eso, como en muchas otras cosas, Freud se equivocó (como en su ridicula y perniciosa teoría de que lo que llamamos espíritu f enece con la destrucción del sistema nervioso); y se equivocó p o r s i m p l i sm o , por no profundizar. (Como se están equivocando, en acción altamente perjudicial para mí y para mis hermanos, quienes afirman que yo esto y en un estado de peligrosidad en el que puedo agredir a mi madre). Quien ama a una persona continuará Él a m or , nunca s e convierte en odio: amándola, no ya por toda su vida sino por toda la eter nidad. Quie n ama a la humanidad, a los seres humanos, no podrá ya odiarlos, aunque la humani dad, los hombres, la sociedad, no le comprenda, le hunda, le ... crucifique. Lo que sucede, es que lo que parece amor las más de las veces no lo es: hay apego, adoración de algo que es sólo un mito, necesidad de protección, de seguridad, de respaldo, de amistad ... y muchas veces, en lo que llama mos amor, hay temor mucho temor.
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Conozco bi en el asunto, porque desde que tuve uso de razón hasta mis cru ciales veinte años, estuve tratando de comprender las relaciones entre mi padre y mi madre y sus sentimientos y emociones, y luego, desaparecido mi padre, los naturales escrúpulos de mi conducta general para con él determi naron que yo analizara mucho y muy a fondo mis sentimientos, emociones y pensamientos en lo referente a mi madre, quien de ninguna manera lo era todo para mí, aunque parecía serlo. Además, cuando en los años 1950, 51, 52, 53, en conversación con numerosas y diferentes personas amigas, les expresaba mi tremenda angustia moral ante el derrumbe que progresiva mente estaba sufriendo en mi comprensión la personalidad de mi madre, me hallé ante dos cosas: Que eran muchos los que ya estaban convencidos de que nuestra madre no era la maravillosa y sacrificada mujer que yo había descrito: y que eran muchos los que me contaban casos semejantes, de madres “qu e lo era n t odo e n Iáca sa " hasta el punto de que los hijos, de 30, 40 y más años, vivían enteramente según el dictado materno. Madres que quieren a los hijos como a una propiedad; como a personas que deben es tarles totalmente subordinados y a quienes anulan en sus posibilidades de vida. Los hijos que primero “am an ” y después “odian” a la madre, no la han ama do nunca: han sido forzados desde su más tierna edad por la propia madre a adorarla, por medio de una continua sugestión, realizada con razona mientos adecuados, lecturas y narraciones emotivas acerca del cariño y el sacrificio material, un acertado trabajo sobre la imaginación por constantes “atenciones” y “sacrificios” (que son inútiles y malsanos, porque subordinan en forma peligrosa la personalidad), y la indispensable dosis de temor, lo grado por el carácter violento, las órdenes inapelables, la prohibición de amistades y alegrías, el impedimento total de la libre determinación (así se trate del vestido de una muñeca, del arreglo de la mesa con flores o del pei nado), acompañado todo ello por la seguridad del oportuno e implacable castigo, corporal o sentimental. Es así. Analícese con cuidado y objetividad caso por caso, y se comprobará que es así. En mi carácter de maestra, he observado mucho las relaciones entre los niños y sus madres (y sus padres, también), y he aprendido mu cho. Hay una novela de Pearl S. Buck intitulada “La Ma dr e” \ que no expone te sis ninguna pero muestra bien todo lo que de instintivo y de egoísta hay en el amor materno. (Es en esto mucho más verídica que, por ejemplo, las poesías de Gabriela Mistral). Y hay otro hecho digno de análisis: Por lo general, la madre quiere a sus hijos en función del padre. Si se trata de una pareja bien constituida, esto es útil y todo marcha. Pero cuando no hay comprensión entre los cónyuges y surgen desavenencias serias, casi siempre el amor de la madre hacia los hijos se transforma, y la madre quiere entonces a sus hijos en función del desquite: la madre piensa (y casi siempre lo dice): “Ust ede s so n míos y. n o 1. Buck, Pearl, La mad re , Círculo de lectores, Barcelona, 1964.
Deamor y odio
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de é l, y tienen q ue def ende rme de é l” (“que ser vir d e inst rum ent o par a m i re van ch a”). Y todavía, si el odio de la madre al padre es muy grande, porque
se considera muy agraviada (o muy defraudada) por él, entonces se cumple una tercera etapa: cuando los hijos, ya mayores, no compar ten íntegra e in condicionalmente el odio al padre, entonces la madre les odia a ellos tam bién, por hijos de él y procura anularlos y destruirlos. Escribí en 1936 una especie de poema en prosa dedicado a mi madre, por el que cualquiera deduciría que yo' la quería muchísimo. Sin embargo, por los nítidos recuerdos que conservo de la niñez he llegado a la consecuenci a de que yo quería (con más propiedad en el concepto: adoraba) a mi madre (ser creado en mi imaginación, por ella con discursos y por mí con anhelos), pero al mismo tiempo: sentía repugnancia por su cuerpo desnudo; hallaba ordinarios y sin elegancia sus movimientos (modo de caminar, de comer, de gesti cular): me desagradaban el color rojo de sus cabel los y su rostro peco so: consideraba que tenía mal gusto para vestirse; temía los estallidos de su ira; me crispaba su manera de cantar mientras trabajaba (repetición monó tona y punzante durante t oda una mañana o una t arde, de un mismo motivo, parte de una canción); y me producía miedo su modo de hablan imperativo, airado y cortante. En los momentos en que mamá me desilusionaba, he buscado afanosa mente en mi interior imágenes agradables de su persona; y no he hallado más que dos: Una concreta y objetiva: ella sentada dando de mamar a un hermanito. Otra abstracta y genérica: la de la persona siempre presente en la casa y en el evento, que quitaba libertad pero proporcionaba prot ección y respaldo, o sea seguridad. Fuera de ello, las imágenes que de mi madre conservo no son agradables. Yo captaba perfectamente en mi niñez lo que de negativo había en mi madre, pero io enviaba de inmediato y desespera damente a la subconsciencia; y cuando por acaso vol vía a emerger, lo hun día de nuevo allí; porque temía enormemente perder “a la m ad re si mpáti ca y buena, inteligente y sacrificada” que ella nos describía de continuo y yo aceptaba con tanto gusto. ¿Cómo fue que yo llegué a ver claramente cual es la personal idad de nues tra madre, y perdí el mito consolador (y opresor)? Fue cuando, con el re mordimiento latente por lo sucedido a mi padre (no por su muerte en mo mentos en ios que irremisiblemente se iba a perder, sino por no haberle apoyado cuando mamá me enviaba a espiarle), y con el remordimiento bien presente por haber permitido (en 1943) que mamá echara de casa (la casa de todos) al mayor de mis hermanos (Ariel dos años menor que yo), porque se permitía no estar de acüerdo con algunos detalles de la convivencia; en momentos en que parecía que por lo menos ella y los tres hermanos res tantes íbamos a poder vivir tranquilos (en 1949), vi con asombro lanzarse a mamá (con los mismos métodos y el mismo ímpetu de otras veces) en una campaña de ataque y desprestigio contra Lumen, el menor, que tenía 21 años y que gracias a mí estaba encaminado, content o y seguro de sí mismo (terminaba, en muy buena forma, el primer año de Facultad). Recuerdo como si hubiera sido ayer, que el muchacho (que había estado contando cosas de la Facultad con Giert a petulancia, propia de la edad y de
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la confianza en quienes-lo rodeaban) subió a su cuarto; y entonces mamá, luego de seguirl o signifi cativamente con la mirada, empezó a decirme con el “convincente” t opo que yo t anto conocía: Que me fi jara, que Lumen e r a p a - re ci dísi mo__a pa p á; que adoptaba actitudes y posiciones iguales; que “charlaba” igual que él; y que ahora, pensaba \ir a ios bailes! de la Asocia ción de Estudiant es. Que yo tenía que dejar la costumbre de comprarl e ropa buena; que con t raje, camisas y bufanda buena, más tono se i ba a dar (con nosotras), y en cambio con ropa barata se iba a poner más humilde. Que “nosotras” no teníamos ropa; y que, total, después él (que era muy egoísta) se iba a casar, y al final yo iba a tener siempre que sostener sola la casa. Hacía semanas que mamá venía procurando con insistencia diluir mi cariño al hermanito; diciéndome que se parecía mucho a papá y analizándome al efecto cada uno de sus aspectos, y yo había meditado al respecto. Así que ese día le respondí: *Mira: Tú sientes ¡a necesi dad d e esta r siempre p ersi guien do a alguien: Prime ro fue a papá al que perseguist e y acosa ste sin ne cesi dad , exa ger an do l as cos as ; despu é s fue a Ari el Uqu e no te de jab a vivir ”; y yo te creí; per o ahora se acabó; a Lume n no lo vas a per seguir. Lume n no es tu marido , que te vigila y te cela; ni es Ariel, que te critica: Lum en es b ue no, e s alegre, es sano, es lindo, es mu y buen estudiante, t odos lo aprecian, no tiene vicios ni mala s tendencias, t odos lo quieren... ¿Qu émás pret en de s? Esta vez no cuentas conmigo. A Lumen lo vas a dejar en paz. Si no qu erías te ne r hijos q ue se par ecie ran a pa pá, n o te hub ie ra s c asa do con é l. ¿ Qu éh a y d e ma lo en qu e vaya a los bailes de la As o ci a c i ón ? (Er a el p ri m e r baile a! que iba a ir, y estaba entusiasmado y t emeroso). ¡Que vaya a ba iles; que tenga novia, y que se case!
Mamá no me contestó nada; pero desde ese día volvió contra mí todo su rencor. Ese día yo lab rémi ¿se gu ra ? destr ucción. Y ahora recuerdo que hace poco tiempo se exhibió en los cines de Montevi deo un film inglés cuyo nombre era: Odio que fue amor. Muy bien dirigido y con muy buenos intérpretes, basado en una novela del mismo nombre que no he leído, describe de mano maestra cómo una esposa que no está con forme con su marido, lo mortifica de continuo y lo rebaja ante sí mismo y ante los demás hasta conducirlo al borde de la ruina total, de la que sólo se salva por la oportuna intervención de un amigo que le hace ver claro en su situación. Mientras veía el film, la acción de la esposa me estuvo recordan do de continuo el modo de ser de nuestra madre: ella actuó así, exacta mente así, con nuestro padre, y luego continuó actuando así con cada uno de los hijos apenas comenzaban éstos a dar señales de poder emanciparse. Ya fuera del cine (fue en 1953) me pregunté: ¿od i o que fue a m o r ? ¿cómo? ¿acaso era amor lo que aquella esposa había sentido hacia su marido cuando se casó creyendo que sería feliz? No; lo que a aquella mujer la ha bía impulsado al matrimonio, era algo que no tenía nada que ver con el amor; sólo había en ella pasión y ambición: ser la esposa de un hombre elegante, simpático, inteligente, que era además profesor con casa puesta en el colegio y tenía un brillante porvenir. No se entendieron, porque él era muy superior a ella en calidad espiritual y no la satisfacía en sus bajos de-
De amor y odio
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seos y apetitos. Odio sí, pero que nunca hab ía sido amo r. El a mo r nunca muere.
Y terminando el tema: ¿Amaba yo a mi madre cuando niña y adolescente? ¿Se teme a quien se ama? No, yo no la amaba: la adorab a. ¿Odio yo a mi madre? ¿Se desea la felicidad a quien se odia? No, no l a odio: la cono zco y ya no la aprecio; y como sé que busca mi destrucción y la de mi s her manos, me defiendo y los defiendo”. 8 - IV -57
Se dice que... Los decires de Freud han llegado a Iris, filtrados y deformados por la operación misma que los separa del texto y los convierte en rumor calle jero: Freud habría dicho que el mucho amor a la madre se transforma en odio. Es llamativo constatar que esta atribución a Freud, que nos remite a no sotros, lectores de Iris y de Freud, a su doctrina sobre la ambivalencia, también la encontramos imputada por Iris a su madre, cuando pone en sus labios, unos días después, esa misma frase dirigida al Dr. Payssé en a en Iris una gran adhesión al padre , amor que se ha 1935: "que habí brí a ido convirtiendo en odio y llevado a la tragedia99 . Recordemos también que las primeras palabras que nos llegan de un es crito de Iris, a pocos días del crimen, tienen que ver con su particular y vehemente rechazo a toda atribución de odio como móvil de su acto: “Odio no letenía(...)*9 . Estos elementos nos conducen a considerar que en realidad, bajo el nom bre de Freud, Iris, con su teoría, responde a su madre y al Dr. P ayssé4. En su respuesta Iris teoriza, y nos plantea un trabajo de la misma índole que el aceptado por Freud en su lectura de Schreber, al declararse dis nto de verdad hay en el delirio y de delirio en su puesto a encontrar "cuá
teorí a995.
2. Cfr. Cap. XVI. 3. Cfr. Cap. III. 4. Cfr. C ap XIV. 5. Freud, Sigmund, “Sobre un caso de paranoia autobiográficamente descrito”, en Obras Completas, Ed. Amorrortu, 1980, t. XII, Cap. 3.
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Del amor y el odio, según Iris Iris acepta un axioma: el amor nunca se convierte en odio, porque el amor es eterno. D e este axioma deriva la posibilidad de discernir las figu ras falsas del amor: el apego, la necesidad de protección, e l temor y sobre todo la adoración cuyo objeto sitúa a nivel de un mito —se adora un mito. Se constituyen de este modo figuraciones que se parecen al amor pero no lo son. A la vieja pregunta que enfrenta Sócrates en El Banquete ¿de dónde sabe sobre el amor? Iris responde que con oce bien del asunto: “(...) porque desde que tuve uso de razón hasta mis cruciales veinte años, estuve tratando de comprender las relaciones entre mi padre y mi madre (...) y luego, desaparecido mi padre, los naturales escrúpulos de mi conducta general para con él determinaron que yo analizara mucho y muy a fondo mis sentimientos, emociones y pensamientos en lo refe rente a mi madre, quien de ninguna manera lo era todo para mi, aunque
parecí aserlo”.
Ahora puede reconocer esa figura de la maternidad, e identificarla como la de las madres que quieren a sus hijos com o propiedad, y la de los hijos que viven según el dictado materno. Son estos los hijos que “aman” y luego odian, pero la verdad que se revela a Iris es que esos hijos fueron, de niños, forzados a adorar a la madre. Describe ella, finamente, toda una forma de practicar la maternidad cuyos puntos de apoyo son la sugestión continua y el temor, que se plasman en los detalles cotidian os. En buena lóg ica analítica ella invita a proceder caso por caso, para verifi car su análisis, pero llamativamente, al hacerlo se excluye de ese con junto de hijos que “aman”(adoran), y luego, (por lo tanto) odian. Iris no da su asentimiento a esa conse cuencia personal de su análisis: recono cer se odiando. Otra dimensión relevante del análisis que hace Iris, concierne la peculiar relación con el padre practicada en este estilo de maternidad. Ella tiene claro que cuando una madre quiere a sus hijos “en función del padre”, las cosas marchan. Pero cuando eso no ocurre, los hijos pasan a ocupar posi cion es —en términos bélicos—en una confrontación entre marido y mujer. En la escalada materna los hijos pasan a ser hijos de la madre y no del padre. Están para defender a la madre del padre; cuando ya mayores de jan de ser incondicionales en ese odio al padre, entonces la madre los odia , por ser hijos de él, y procura anularlos y destruirlos pues sólo pue den existir como armas de la madre.
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El texto de Iris nos recordó un pasaje de un seminario de Lacan que le es contemporáneo (1956-57) y que dice así: “(...) se trata de saber, para la madre, y en relación a ese falo que es el objeto de su deseo, cual es la función del niño. Es evidente que no es en absoluto lo mismo si el niño, por ejemplo, es la metáfora de su amor por el padre, o si es la metonimia de su deseo del falo que ella no tiene ni tendrá jamás”6. A partir de su análisis, Iris retoma sobre su posición filial de 1936, y concluye: no era amor hacia su madre, com o muchos creyeron, sino ado- ración. Con extraordinaria precisión nos explica cómo se compone para ella esa “madre, ese ser creado en mi imaginación, por ella con discur- sos y por mí , con anhelos”; ese ser —imaginario y sim bó lico —que no la preserva de la experiencia —muy real- de la repugnancia por su cuerpo, por sus gestos, y por su modo de hablar. Iris busca afanosamente imágenes salvadoras que detengan el derrumbe de ese “ser” mítico: una es casi abstracta, pero se connota con la fuerza de la presencia real de su madre en la casa. La otra tiene el carácter de una imago primordial: la madre dando de mamar a un hermanito. ¿Cómo no acercar esa imago a aquella plasmada por San Agustín, y re tomada tantas veces por Lacan para leer allí la matriz de los celos como momento estructurante de la subjetividad, en el que se constituyen, a la , del yo y del objeto”! vez, “la trí ada del prójimo “Vi con mis propios ojos y conocí bien a un pequeñuelo presa de celos. No hablaba todavía y ya contemplaba, todo pálido y con una mirada en venenada, a su hermano de leche”7. El caracter “objetivo” que Iris presta a la imagen indica una operación de borramiento de su propia mirada. Sin embargo, mediante un rodeo, ésta se reintroduce en el texto. El rodeo consiste en interrogar los efectos que produjo en ella el habér servido de ojos a su madre , al espiar a su padre. El remordimiento cobra fuerza traumática apré scoup , después de la muerte del padre y del último acto de Iris en alianza con su madre: la ex pulsión de su hermano Ariel, en 1943.
6. Lacan, Jacques, Seminario inédito, La relation d ’ob jet , 1956-57, sesión del 20 de marzo de 1957. Trad. R. C. 7. Lacan, Jacques, “La agresividad en psicoanálisis”, en Es cr itos , siglo XXI, Mé xico, 1984, 10° ed., Ll.
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¿No habrá que leer este re-mordimiento posterior como una indicación acerca de la posición misma de Iris ante la imagen primordial de la ma dre amamantando al hermano? Echar al intruso . La proximidad textual nos parece dar pie para ello. Algunas páginas más adelante Iris relata una escena de estructura similar, revelando en su repetición su fijación misma; ella ocurría por la noche; cuando al ir a la cocina: “(...) apartaba la cortina que separa el hall de la cocina-comedor (cortina que mamá corría íntegramente, hasta en pleno verano, para que , yo no me atreviera a entrar allí). Dentro estaban: mi hermano y mamá en tetea tete (...) Al entrar yo, mamáclavabalosojos a Lumen para que no se atreviera a hablarme ni tampoco a echarme una mirada de enten dimiento o amabilidad, y él se turbaba visiblemente, y se enfrascaba en la lectura del diario o comenzaba a conversar con ella”8. (Subrayado nuestro). Esta escena presenta la única expresión en francés del escrito de Iris. Si bien el francés era en esa época en Montevideo la otra lengua de referen cia, no deja de ser —a nuestro parecer—muy significativa la expresión que introduce Iris: tete átete. Mediante una operación de transliteración casi letra a letra, téte=teta, aparece connotado allí el objeto oral. Esta escena pone en juego al objeto , teta (transliteración mediante), al otro y al yo, situado éste como excluido, pero al borde de la escena: la cortina puede ser corrida.
Lo que se efectiviza en un nuevo acto de Iris En 1949, defendiendo a su hermano menor, Iris dice “no” a su madre.
Ese día, por primera vez, intenta sostener una disparidad subjetiva con ella; ese día Iris responde a su madre y le dice:
“Mira: tu sientes la necesidad de estar siempre persiguiendo a alguien, t pero ahora seacabó. A Lumen primero papá y luego Ariel. Yo te creí no lo vas a perseguir (...) esta vez no cuentesconmigo. (...) Si no querías tener hijos que se parecieran a papá, no te hubieras casado con él”. Raimunda no contestó nada, pero ese silencio le significó a Iris que a partir de ese momento la alianza estaba rota y su madre volcaría contra
8.
Cfr. Cap.
XVII.
De amor y odio ella “todo su r en cor y por eso concluye:
destrucción
311
“ese dí a yo labré mi ¿segura?
A partir de es e día, de es e acto, se instaura una nueva esc ena de Iris con y contra Raimunda. A partir de allí ella reinterpreta la relación de sus pa dres y su propia posición de “instrumento” materno ; ese movimiento, pese a no cambiar su lugar de dependencia estructural respecto a su ma dre, la posiciona de otro modo en la escena. En 1953, al salir del cine9, ella puede concluir que su madre, como la mujer de la película, no mostraba amor, sino algo que tiene otros nom bres: pasión y ambición. Su primera respuesta a esa posición materna se asienta una ve z más en el escrito: “no , yo no la amaba , la adoraba ”. Una vez más surge entonces, en la lógica de su propio desarrollo, la cru cial pregunta por el odio: ¿odio yo a mi madre?, y responde: “No, no la odio: la conozco y ya no la aprecio; y como sé que busca mi destrucción y la de mis hermanos me defiendo y los defiendo”. Ten emos la impresión de que Iris, que no ha escatimado esfuerzos en el análisis del amor y de sus deformaciones, y en el que ha implicado su propia experiencia, no puede ahora seguir adelante. Iris pone de este modo en evidencia hasta qué punto la relación filial se le ha tomado impracticable ; pero, aún así, preserva a su madre de su odio y, con el mismo movimiento , preserva su propia imagen narcisista. Iris “la má sbuena , lamá sdócil ... ” Iris se aplica con todas sus fuerzas en la denegación activa de esa imagen que la presentifica como alguien que odia a tal punto que hemos podido proponer esta fórmula de su posición: “yo no soy esa que odia, esa es mi madre”. Cuando su padre, con su mirada de odio contra la madre, presentificó esa imago de su propio yo, Iris pasó al acto, mató a la “fiera”. Ahora la barrera erigida a esa imagen se sostiene toda ella en su posición enunciativa: “yo no la odio, ella es la que me odia”. En esta nueva guerra, Iris no puede despegar del universo materno, pues su movimiento consolida aún más el lugar de un saber perseguidor que la concierne y cuyo nombre es “el plan” .
9. El título original es The Browning versión , basada en una obra de T. Rattigan, dirigida por Asquit, y galardonada en Carines (1951) como premio a la interpreta ción de M. Regraves. Nueva versión 1994.
Capítulo dieciséis
Avatares en la declaración de sexo Presentamos en este capítulo tres textos de Iris que componen, a nuestro parecer, una inseparable secuencia. Son escritos en los que nos hace sa ber de sus dificultades con el sexo, o para decirlo con los términos más precisos de Lacan, los avatares en su “declaración de sexo”. (Los subtí tulos son de Iris).
Por qué no quisiera tener que vivir sola Hay un punto en el que coinciden (desde hace más de dos años) todas las personas a las que planteo los problemas de casa. Me dicen: “¿Po r qu éno se va de su c as a?". “Ust ed ti ene que irse a vivir so la ”. Tod os opinan lo mismo ... El que todos coincidan en una idea ¿es signo de que se trata de la solución mejor: la que aconsejan "/a lógica " “el sentido ”? ¿O es sólo índice de que se trata de la solución común", “el buen sentido más simple, la m en os compr omet edora , la que nos libra de pensar y de in
miscuirnos en problemas ajenos?
¿Es la opinión ge n e r a l la m ás acert ada? ¿Se recuerda que cuando los her manos Wright ensayaban sus primeros vuelos en 1903, t o d o s los tomaron
por locos? ¿Y que en 1870 el propio padre de el los, obispo prot estante, ha bía dicho que el pensamiento de que el hombre pudiera volar era blasfemo, porque el vuelo estaba reservado a los ángeles? ¿Y se recuerda, que casos como el cit ado los hay por docenas?
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¿Es lo n o r m a i (lo que todos hacen, piensan o dicen) lo mejor? Nof por cier to: cada ve z que la Naturaleza quiere mejorar una especie, crea lo anormal. Lo anormal mej or; pero que, por no ser normal, todos toman por peó n cuan do no por endemoniado. Yo abordo los problemas de frente; y no me hago la valiente. En los mo mentos de peligro, soy valiente (me lo han dicho mucha? veces); pero por decencia, no porque no tenga miedo. Pero cuando se trata de adoptar una decisión, huyo a la que me aportará peligro o dolor (sin una causa que lo just ifique). Toda persona que vive sola, vive mal y es desgraciada: S i e s h o m b r e , re sulta visiblemente afectado en su estado emocional, y muchas veces, tam cosa es mu bién en su salud física, por falta de orden. Pe r o s i e s m u j e r ; la cho peor. En las sociedades primitivas, la mujer no podía vivir sola. En nuestra sociedad, él caso ocurre y a menudo. Pero la mujer es siempre mujer; y ya se sabe que “no basta sen ha y que parecer ”. Cuando se tiene el respaldo de una familia respetable, se tiene libertad. Yo, cuando asistía a asambleas gremiales de importancia, he salido de casa, sola, a las diez de la noche y he vuelto a casa, sola, a las dos de la mañana, sin temor, y sin que nadie pensara mal de mi. Pero viviendo sola, ya no se puede hacer eso. Ni t ampoco muchas otras cosas; como ir de noche al teatro. A ho ser que se resuelva prescindir totalmente de la murmuración; cosa que puede hacerse, sin duda, pero que puede costar un precio muy alto en desgaste por t ensión emocional. Por cierto, que soy consciente de que estoy escribiendo estas cosas en una época y en un país en los que hay muchos hombres y muchas mujeres que sostienen abiert amente y sin euf emismos que la muj er .debe tener la misma libertad que el hombre, “en todo”. Peró yo no tengo nada que ver con eso; se trata de personas que no tienen conciencia de su destino humano. . j
Hay quienes resuelven el problema tomando para sirvienta y acompañant e a alguna buena mujer; pero eso aumenta el presupuesto con un sueldo. También podría una, llevarse consigo a alguna de tantas mujeres humildes y de trabajo, que no tienen familia con la cual vivir. Pero en cualquiera de estos dos últimos casos se verá obligada a compartir su intimidad con una persona inferior, en cultura, en gustos, en emociones, y hasta en olores. Conozco a quienes han solucionado su caso alquilando un departamento_a— medias con otra mujer más o menos de su misma calidad; ¿pero dón de en cuentro yo eso? ¿yo, que no puedo ver un pescado frito, un pollo asado o un trozo de carne, sin imaginar vividamente al animal al que pert eneció esa materia orgánica tan altamente diferenciada? Y además, una de dos: o las que conviven, son mujeres que no congenian ni simpatizan de verdad, y entonces hay pequeños rozamientos y violencia íntima en la obligada convi vencia; o se trata de mujeres que simpatizan y congenian de verdad, y en tonces no se libran (aunque no sea más que por envidia) de la inevitable acusación de homosexualismo ... También está la solución de la casa de pensión ... Me dijo un señor amigo: “Pero no sola; sino a una casa de f amilia respetable " ¿Y dónde se encuen tra eso? Porque las familias respetables son muchas; pero esas no aceptan
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“agregados". El tema de las “pensiones” está tratado en forma exhausti va en una novela que, casualmente, acabo de leer: “El bu ey suelto ...” 1del nove lista costumbrista españoj. Con cualquiera de las muchas soluciones expuestas, la mujer que no tiene familia o cuya familia no la quiere consigo se verá obligada a emplear gran parte de su energía^ vital en distintas formas de defensa: def ensa de sus bienes, de su fama, de su intimidad ... y disimulo de su desampa ro; y como otra gran parte de energía deberá emplearla en la diaria lucha por la vida, muy poco (o ni nguna) le restará para las actividades más no bles, única jus tif icación de la vida humana. Porque, si bien trabajando en un a tarea huma na y social (maestra, profesora, médica, visitadora) podrá (si acepta estar “en conflicto con e l ambient e ^ tener actividad noble y humana: hay otra co sa ... indispensable para el ser humano de cierta evolución ... que consiste en el trabajo intelectual o artístico puro, realizado sin obligación, sin apre mio, en ambiente apropiado y con alegría. Y lo cierto es que: si se tiene casa con terreno, tratándose de una persona sola, a la que se le puede estudiar las horas de salida y llegada, es casi se guro que periódicamente le roban todo lo que tenga de valor. Y si se quiere seguridad, hay que vivir en un departamento cerrado: sin plantas, sin ani males, sin sol (o con sol en píldoras). Y téngase en cuenta, que una mujer sola no puede ir a pasar una tarde al Prado, ni pasar unas horas quieta contemplando el mar, ni siquiera caminar a la ventura en una mañana de sol; porque la constante tensión defensiva en que tiene que estar para no exponerse a una ofensa, anula todo lo que de bueno y deseable t iene el pa seo; el aflojamiento de tensiones, el abandono a las fuerzas de la naturale za, el descuido de la vigilancia en el plano físico para poder hacer contacto con planos más sutiles. Mamá (siempre mamá), me remachó en muchas oportunidades esta idea: “Es pr oba ble que a ti te toque algún día t ener que vivir sola. Nu nc a te jun tes con otra persona; y mu cho menos vayas a vivir a una casa de pensión. En l o s h o t e le s y c a s a s d e p e n s i ón h a y y s u c e d e d e t o d o, y p o r o t ra p a r t e s e est á tan so lo co m o s i se viviera solo ”. Las ideas que me fueron inculcadas
por mamá, las he puesto todas a reconsideración; y con esta estoy todavía de acuerdo. Tengo una compañéra que resolvió irse a vivir sola, también por incon gruencias de la madre. Vivió en un departamento, sola, más de tres años, sin otro problema que el emocional (no exagerado). Pero tenía y tiene novio; y se va a casar. Veía ¿ su novio diariamente en lugares públicos. Tenía un afecto; tenía un consejo, tenía con quien desahogarse (del ahogo de las emociones). Y, además, sabía que se iba a casar; y que su soledad tendría término. Yo no me voy a casar. No quise y no quiero casarme. Otra solución tendría yo; pero ... mamá ... la considera “pecaminosa”. Sería la de vivir en un departamento o en una casita con el mayor de mis herma
1. Novela de José María Pereda (1833-1906)
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nos varones (dos años menor que yo), Ariel, que vive solo en una pieza, sin cuarto de baño propio y comiendo en cafés o de latas. Yo cocinaría; l e lava ría la ropa, y le proporcionaría el confort de que carece por tener suel do ba jo^ Á medi da que fui conoci endo a mamá, me entró un gran remordimient o por el triste destino de Ariel (que él sobrellevó con mucho valor y entereza espiritual); y a fines de 1953 comencé a visitarlo con regularidad, y un cierto plan de restitución. Procuré convencerlo de que fuera a casa de visita aun que mamá le hiciera el vacío, pero él no quería. Y, de a poco, llegué a casi convencerlo de que alquilara un departamento (al que yo podría ir los do mingos o al guna tarde y cocinar algo). Pero ... con el propósito de unir a mis hermanos (mamá ha conseguido que Halima y Lumen casi lo odien a Ariel), y para que Lumen a quien le iba bastante bien (gracias, en parte, al apoyo familiar), recordara que tenía otro hermano al que no le iba tan bien, l e cont é que visitaba a Ariel y que probablemente se iba a alquilar un departamento ... como todas las cosas, y especialmente las mías (porque había que vigi larme “para que no hiciera daño a la casa"), se lo contó enseguida a mamá ... (que no salía nunca más que a hacer las provisiones en el barrio) salió dos o tres veces de tarde (a la hora en que Ariel salía de la oficina), y luego de cada una de esas salidas me miraba con burla desafiante ... cuando, transcurridos unos dos meses, volví a ver a Ariel hallé que toda mi acción consciente de más de un año sobre él para alegrarlo e inspirarle deseos de mejorar de vida, estaba destruida: lo hallé de nuevo triste, desconfiado conmigo, y una de las primeras cosas que me dijo fue: “Mira que yo n o voy a vivir contigo: esta rna! que dos hermanos vivan ju nt os ” Le contesté que ni se me había ocurrido eso. Que yo no pensaba dejarme echar de casa como lo hizo él.
No necesito improvisar cuando trato el tema de vivir sola: como en tantos otros probl emas, he pensado mucho en éste. Hace ya dos o tres años que cuando compraba un número de lotería y de seaba sacar la grande, pensaba (además de en refaccionar totalmente nuestra casa) en comprarme un departamento o un pisito por el sistema de propiedad horizontal, por si acaso, y luego alquilarlo o prestárselo a Ariel. Por otra parte, soy capaz de poner y mantener un departamento o una casa en perfectas condiciones en todos los aspectos. Pero es que yo no com prendo porqué tenemos que deshacer esa casa nuestra, en la que papá pu so (o no se opuso a que mamá pusiera) todo lo que ganó, en la que mamá puso durante muchos años todo su trabajo, y en la que yo, también, puse todo lo que gané en 15 años de ejercicio del magisterio y todo mi trabajo (que fue mucho) durante 35 años de mi vida ... Y, además, yo no quiero dejar a mi hermana Halima porque desde hace como diez años (si no más) soy la única que se preocupa por su bienest ar.
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Por qué no me casé Cuando lo vi en su despacho, el Dr. Más de Ayala me preguntó: “¿Ust e d n o y lo dijo con entonación acusativa, como para probar se enam oró nunca ?" que carezco de sentimiento. Fue esa pregunta uno de los claros indicios de que había sido cuidadosamente “inf ormado” por mamá. Recuerdo perfectamente' (veo la escena, tantas veces repetida, y me veo a mi chiquita), recuerdo cómo mamá decía a gritos, en presencia de papá, se ñalando con el brazo extendido y dirigiéndose a Víctor (su hermano), a al guna de las hermanas de papá, a abuelita o a algún otro interlocutor: “tris nunca s e va a casa r; ¡nunca ! Ella no va a t ener que soport ar a ni ngún ho m bre , com o yo, que c om et íe\ gran error de ca sar me ”. “Iris no se va a c as ar n un ca ”. —'Como tú no te va s a ca sa r”. —“Es m u y p r o ...” (y Hali ma?) —“Tú te vas a q u e bable que a ti te toque t ener que vivir sola cientos de alusio da r con est a ca sa; por que, com o n o te vas a cas ar ...” —Y
nes; ejemplos: largos y “sesudos” comentarios a solas; lecturas, cuentos: casos concretos de matrimonios en los que /a m u j e r es desgraciada: co mentario altamente dramatizado de cada uno de los casos que iban apare ciendo en la crónica policial... Mamá contaba siempre con risa, en mi presencia: “Cuan do Iris empe zó a
lee r de corrido, yo tométodas las novelas q ue h abía en la casa y se las r e ga léa Víct or”. (La voluntad de mamá imperaba en casa: papá, ni tuvo esa
idea, ni la aprobó ni la desaprobó -porque en la oportunidad seguramente no fue consultado, ni se enteró- ni la aprobaba ni desaprobaba cuando la oía contar). No es que mamá me haya vigilado lo que leía; no: lo que hizo fue mostrarme desde chiquita (sin conmiseración) la crudeza de la vida: incul carme la idea de que una mujer inteligente no debe casarse porque el ma trimonio es siempre esclavitud para la mujer: y quitarme del camino “amorosamente” todo lo que pudiera dar oportunidad (no en cuanto al tra bajo de la casa y cuidado de los niños) para que yo me sintiera mujer: vesti jdo s, zapatos, pei nado bonit o, cari ño y aprecio del padre, amabilidad de los parientes hombres: todo fue diligentemente suprimido de mi vida. Ahora que sé mucho de la vida y de la evolución, y que me conozco y sé lo que soy y lo que deseo ser, agradezco el que se me haya criado así; pero no se lo agradezco a mamá, sino a Dios. Hace ya tiempo que opino, que mamá fue una infame madre en su modo de actuar, no conmigo, que eso no me inte resa, (era mi destino; destino en parte de expiación y en parte de adiestra miento), en su modo de actuar para con su hija mujer. Yo fui criada como si fuera un ser neutro; sin sexo. Un detalle que sólo ad vertí hace dos años: Mamá acostumbraba tejer para mí, al crochet, unas “enaguas” de lana que son vestidos completos (estoy usando la última, teji da hace varios años). Dichas enaguas siempre me oprimieron el pecho, so bre todo cuando eran nuevas. Al final lo entendí: mamá nunca les hizo for ma; la delantera la hacía igual a la espalda. Crecí yo sin saber de eso que todos llaman “el amor”, pero que es algo muy complejo en lo que suele haber muy poco amor. En modo alguno: excepto novelas románticas, de a poco fui leyendo todo lo que me interesó de la hl-
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blioteca de casa. Cuando tuve cinco años, mi tío Víctor que era maestro, lle vó a casa el libro “¿Qui er es le er ?” ( 1a de Figueira), y le pedí tanto a mamá que me enseñara (contaba que yo la seguía con el libro), que me enseñó. Al año siguiente mamá me tomó todas las lecciones del libro 2S *Adelante * y luego me tomó muchas l ecciones del libro 32 “Un bue n a migo * pero ya para entonces leía yo ávidamente otras cosas, como “El Tesor o d e la Juven tu d". Recuerdo que cuando C. me llevó el 4 - libro de lectura “Tra ba jo ” ( que leí pa ra mí en dos o tres tardes) estaba yo leyendo los argumentos de las óperas (leyéndolos y viviéndolos y sufriéndolos) en “El li bro Vícto r* d e la Op e r a ”. El primer libro que, fuera de los de lectura y de “El Tesoro ..., leí, fue una “Mi t ol ogía g r ie ga ", resumida pero muy clara, que me regaló la hermana de papá, U. (mamá dijo que era algún regalo que habían recibido sus hijos y que no les había servido); y ya se sabe que la mitología griega es la.historia de los amores de Júpiter y de otros amores. Después leí los 4 tomos de Fabre acerca de los insectos; y luego (obra completa, no adaptaciones), La Odisea :, La l/ íada (llena de descripciones de amores); La Eneid a (que ade más de tantas otras cosas, narra los amores de Eneas con la reina Dido); y Faust o; y el Quijote; y las tragedias de Sófocles, y las de Esquil o; y Bécquer, y Campoamo r, y Juana de Ibarbourou; y Walt er Scott, y Dickens. Y ya conté, que después cuando tenía 12 años, mamá no se escandalizó de que leyera simultáneamente con ella, Los tres mosqueteros y El vizconde de Brage lo- ne. Pero creo que para entonces ya estaba mamá absolutam ente.segura de que yo n o me iba a casar.
A los 15 años cursé el 62 año en la Escuela “Rep. Argentina”, y a los 16 in gresé al Instituto Normal y estudié allí cinco años seguidos (entonces no era mixto). Cumplidos los 20 años, cursando el 5Saño, la profesora de Puericultura ha blaba desde su pupitre una mañana, y me enteré (sin hacer el más mínimo gesto, pero con la mayor sorpresa y desagrado) de que en las relaciones sexuales había algo más que el abrazo y el beso. Yo había pensado mucho en cómo sería que se producía la concepción. Cuando (con pocos años) se lo pregunté a mamá, ella me envió a preguntárselo a papá, y él me dijo de inmediato que “una cé lul a ma scul ina s e un e a u na cé lul a f eme ni na y f or ma n el germen". Me abstuve de preguntar más, y más adelanté, pensando sola, llegué a la conclusión de que debía haber algo instantáneo y mágico; algo parecido a un fenómeno eléctrico. Pocos meses después ... creé el “antecedente” ... y después de eso, ya el caso para mí no era qu e n o que ría casarme, sino qu e n o de bía casarme. Porque, eso sí: no hay derecho a tener hijos, con tal “antecedente”. Tampo co me expondría yo nunca a que un esposo pudiera echarme en cara aque llo. Tuve que soportarlo de mi madre (que es lo último que yo hubiera podi do suponer); tuve que soportarlo en una asamblea gremial de carácter na cional, en la que se intentó acallar mi palabra (una de las más claras y va lientes recordándome, en sesión, mi “antecedente” y no perdí un momento la calma ext erna). Pero no podía ocurrírseme casarme. Por tanto: como hasta los 14 años y medio estuve siempre metida en casa, vestida con un delantal de colegio de hermanas; como'entre los 15 y los 20
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años y medio, si bien estudié, viajé diariamente en ómnibus e hice todas las compras para casa, no tuve relación social sino con mis compañeras (con las que apenas me daba) y con los profesores; (la mayor parte del tiempo “con el corazón en la boca” por lo que pudiera suceder en casa); y como a los 20 años hice algo que hundió todas mis posibilidades de vida feliz; creo que puedo afirmar sin que nadie lo tilde de exageración, que si no me casé fue porque ma má no qu iso que me casara y tomó las medi das apropiadas al efecto. Sin embargo, hay en este asunto otro aspecto que no se puede desconocen yo nací con vocación o con destino de ... lo voy a expresar con la palabra y la imagen que utilizaba cuando era niña: sacerdotisa. No hay en mí la más mínima amargura por no haberme casado (mi amargura es por haber perdi do ía familia: padre, madre, hermanos); y otra muchacha criada en mis mis mas condiciones (o yo misma si hubiera tenido otro ideal de vida) hubiera conseguido novio en los años en que estudiaba y frecuentaba todas las ca sas de comercio del Centro. También es evidente que otra que no hubiera sido yo, después de haber experirg^ntado durante dos años en el Hospital Militar y otro en el Instituto Normal cómo me trataba la gente (casi toda la gente y sobre todo los más capaces), trato que ahora, recordándolo, sólo podría resumir con la palabra ternura, no hubiera vacilado en casarse. Cierto que para hacerme así, mamá había estado actuando constante e in teligentemente, desde la cuna. Había un destino. Y en lo que atañe al ca samient o, creo que fue un buen destino. El caso es que yo, de niña, observaba y compre ndía l a caducidad de lo que llaman amor, como lo hacen los hombres sabios y con experiencia. La es posa del célebre aviador Lindberg escribió últimamente un libro (cuyo nom bre no recuerdo y que conocí en condensación del Reader’s Digest) acerca del amor en el matrimonio. El matrimonio de los Lindberg fue un auténtico caso de matrimonio por amor, y fue lo que se llama un matrimonio feliz (lo del niño raptado fue externo). Cuando se conocieron, Lindberg era un mag nífico muchacho y ella era ya una buena escritora. Es un libro en el que se dicen, con mesura, .verdades muy hondas, como las que dicen los auténti cos líderes religiosos. Pues ... la mayor parte de esas cosas yo las sabía ya a los 15 años (cuando me saqué la foto bajo el jazmín del país y cursé 6e año en la Escuela “Rep. Argentina”). Para casarse es necesario no saber esas cosas: enamorarse; casarse; tener hijos; vivir; amar y sufrir; y de a po co, se va comprendiendo la naturaleza pasajera del “amor”. Pero cuando se comprende eso ya a l os quince ... a los doce años ... Pero sucedi ó lo inconcebibl e: Sin que yo supiera ni lo sospechara, simultá neamente, mientras me formaba para célibe m a m á d e cía q u e yo n o te nía corazón . (Es evidente que ya se lo decía a papá; y se lo dijo —infinidad de veces hasta convencerlo —a Ariel, mientras yo estaba en el Hospital Militar; y hace años que viene diciéndoselo a Lumen). Qu e no tenía co ra zón, po r ... Y abrigo la sospecha, que ya es casi con que no m e ha bía enam orado vicción, de que cuando mamá habló con el Dr. Payssé (en 1936 el Dr. Ca milo Payssé sólo conversó conmigo una vez durante unos quince minutos, y luego hizo un informe a base de conversaciones habidas con m a m á), lo que
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le dijo fue que había en mí una gran adhesión al padre, “a m o r q u e s éha b ía ido convirtiendo e n o dio ”, y había llevado a la tragedia; y “por e s o y o n o m e ha bía ca sa dc F. (Cla ro está, que a papá le había “explicado” en otra forma mi carácter: mamá pinta un cuadro diferente para cada persona y para cada casoyy confía en que nadie se va a tomar la molestia de comprobar si lo que dijo a uno fue lo mismo que lo que dijo a otro). Yo, que me cono zco, estoy segura de que si me hubiera criado con libertad hubiera sido muy enamoradiza. Pero tuve feroz represión materna, y repre sión paterna (en gran parte por reflejo): Dios proveyó.
Mi punto débil Las personas que me conocen, por lo general me juzgan muy fuerte, muy segura de mi misma. Pero es que yo he ocultado siempre (o hasta hace muy poco) a todos, con el mayor, empeño, cuál es mi punto débil. Yo tengo un “talón de Aquiles” ... y sólo me conformé con ello, cuando (en setiembre último) leí un libro de hinduismo, que lo último de que logra el hombre desprenderse en el largo (muchas vidas) proceso de desprendi miento de las cosas de este mundo, es de eso: de la necesidad de amistad. Yo tengo una enorme necesidad de amistad. Mamá lo sabía, (lo supo siempre); y me (nos) privó de todo tipo de amistad (primero, de la del padre), y llenó ese vacío con su “amistad” ... que yo creía verdadera, y por lo tanto maravillosa; y que parecía bastarme. Pero una vez que me hallé con que la “enorme" amistad de mi madre era un mito, una ilusión ... que no sólo no existía ya, sino que no había existido nunca ... y ello unido al hecho, tangible y desconsolador, de que previa mente me había ella despojado de la amistad de mis hermanos ... quedé con un vacío enorme. Si la evidencia de este desamparo afectivo no me produjo desequilibrio psí quico (no lo produjo, orgánico) fue porque hay en mí una grande fuente de amor; de leg ítimo , limpio amor: un amor al sol, a las plantas, a los pastos, a la tierra, a los olores limpios, a los colores; amor a los animales, a los niños, a los jóvenes; amor al trabajo creador (o conservador), a lo limpio, a lo ale gre, a lo bello, a lo bueno; amor a las obras de los animales y de los hom bres, a la tela de la araña, al nido de la avispa, a nuestra casa, a las calles que conozco desde chica, a la ciudad blanca y bonita; y un amor muy gran de al género humano y sus luchas, y a la lucha por el bienestar del género humano. Sin embargo, mi amor, con ser mucho, no es lo suficientemente pleno como para que no precise de la amistad. Nunca he querido confesarlo (apenas, últimamente, ya desesperada, se lo habré dicho a alguien), pero es evidente que ten go una gran necesida d de amistad.
Y es una debilidad: porque la humanidad, tal como está hecha, presenta to da clase de obstáculos a la amistad.
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Las articulaciones del texto de Iris Por una triple vía, luego de darnos su teoría sobre e l amor, Iris testimonia acerca de cómo su vida cotidiana está conectada con su peculiar manera de verse “afectada por el sexo”.(l) Los dos primeros apartados tienen la forma de respuestas a preguntas que le han sido dirigidas:
no quisiera tener quevivir sola. — Por qué —Por qué no me casé .
—La tercera e s una confesión:
Mi punto dé bil.
He aquí, desde nuestra lectura, algunas articulaciones que nos han pare cido relevantes.
no vivir sola99 1. “Por qué He aquí un consejo que Iris recibía desde hacía dos años. Quienes la aprecian le indican “la solución” ¿por qué no se va de su casa? A esta opinión del sentido común Iris responde. Después de un preámbulo de buena lógica, en el cual interroga el alcance del cuantificador “todos”, y luego de reducir el signiñcante “normal” a su dimensión estadística, Iris se aplica en construir la imposibilidad de la solución que le es sugerida. Sus argumentos se articulan con su manera de entender su condición de a". Con esta afirmación mujer: “No basta ser (mujer) hay que parecerí axiomática Iris se hace ec o y corrige un dicho de su padre: “en este mun do lo que importa es, no ser , sinoparecer; yo no soypero parezco99. El parecer pone enjuego el registro imaginario, es asunto de imagen: una mujer sola, parece mujer. Si parece mujer se verá expuesta al “pensar mal99 de los otros, a “la murmuración y tendría que defenderse a costa de su “desgaste por tensión emocional99. Imaginarizarse sola para Iris es imaginarizarse mujer expuesta, expuesta al “qué dirán” de su condición sexuada, insoportable asunto del que sólo puede preservarla el respaldo de “unafamilia respetable99. La imagen de la puta, tan presente en esa familia a través del delirio del padre, asoma aquí su nariz. En esa época en Montevideo no faltaban mujeres que sostuvieran y bus caran tener “la misma libertad que el hombre en todo ”, pero Iris, que no es feminista, afirma “yo no tengo nada que ver con eso99. Su manera de no tener que ver con eso se apareja con un no ver más la diferencia de los
2. Libro de Raimunda, cap. VII.
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sex os para, sustrayéndose a la cuestión, reafirmar el destino “humano” de las “personas”. Pero, al intentar descartar otras soluciones que le son señaladas como “posibles”, nuevamente Iris continúa articulando su imposiblidad en tor no a su condición femenina. De este modo nos muestra cómo para ella toda esta cuestión se juega en un registro de imposiblidad conectado con una impracticable declaración de sexo. No puede irse a vivir “sola” -es decir lejos de su madre y fuera de su casa—porque ello implicaría parecer una m ujer de un m od o qu e le resulta im practicable. Aun analiza Iris otra alternativa, que sería la de vivir en una
casa depen-
sión. Nunca te juntes con otra persona; y mucho menos vayas a vivir a una casa depensión . En los hotelesy casas depensión hay y sucede de todo . y por otra parte se estátan solo como si se viviera solo. En este asunto Iris ratifica pues las palabras de su madre, y con sus argumentos conclu ye e l punto.
Otro aspecto retiene nuestra atención en este pasaje, ligado a la literali dad misma del texto. Allí se asocian dos significantes, casa y pensión , que tienen sus ho mófonos relevantes en el decir de Iris.
Casa es su hogar, su vivienda, pero también es el verbo que Iris conjuga,
Iris no se casa.
Pensión es una posible vivienda, pero también es el nombre del dinero
que, como herencia, reciben ellos del padre. Dedicará todo un apartado a esa pensión que como “peso muerto” conflictúa la relación con su madre. Antes de cerrar el tema ella encara como alternativa la posibilidad de vi- vir solace so sería entrar “en conflicto con el ambiente99 y verse obligada a desplegar una estrategia de defensa y disimulo de su desamparo. Es una alternativa que agudiza la persecución, e Iris multiplica los riesgos ima ginarios a los que cree estaría expuesta: el robo, el encierro, hasta el punto que ya ni pasear podría, como si fuese a llevar estampillado en su imagen un: “mujer sola”, que hiciera pública una condición de insoporta ble peligro, que la obligaría a estar “en constante tensión afectiva” para
“evitar el descuido de la vigilancia
Hay, sin embargo, otra posibilidad de irse de su casa, y que sería su solu- ción: “otra solución tendrí a yo...99. A esa solución su madre ha puesto
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límite al señalarla como “pecaminosa”. El pecado de Iris sería acceder a una situación “incestuosa” al irse a vivir con su hermano Ariel. La casa se toma e l bastión que se pone en juego entre ella y su madre, la casa que estaba también en la guerra entre su madre y su padre. La casa que señala la debilidad de Ariel, otro más que, en la familia, perdió la batalla con Raimunda. Iris ni se casa ni se quiere ir de su casa: “No com- prendo por qué tenemos que deshacer esa casa nuestra , (...) ”. La casa se revela como aquello que sostiene su imagen de mujer respeta- ble y la preserva del triple riesgo de ser tomada por puta, homosexual o incestuosa. Pero la casa es también ahora el campo de batalla, el terreno disputado entre ella y su madre. El significante conduce a Iris al título que confiere al apartado siguiente. 2.
“Por qué no me casé ”
De entrada Iris toma la pregunta intempestiva que recibiera del Dr. Más de Ayala cuando fue a consultarlo 44¿Ud. no seenamorónunca”? El tono del doctor juega entonces como determinativo que decide su lectura. Por el tono la pregunta es leída como acusación y como pregunta destinada a encontrar las pruebas de que, como dice su madre, ella carece de senti mientos. La pregunta y el tono construyen el indicio que habilita su lectu ra, su interpretación: Más de Ayala ha sido informado por su madre. Sin rehuir esa persecución Iris intenta responder y, al hacerlo, discriminar: por un lado, por qué no se casó, y por otro, por qué le resulta insoportable e inconcebible que, su madre primero y luego el psiquiatra, le atribuyan no tener corazón. La hija sigue el hilo de las palabras de su madre: 44Iris no se va a casar nunca”. 44Como túno te vas a casar” (...), y sitúa su destino a partir de ese cotidiano discurso hecho de frases sueltas, alusiones y cuentos de su madre, incluso y, llamativamente, hasta del “comentario de la crónica policial ”. Llamativamente, porque ya hemos subrayado el lugar de esa crónica en la vida de la familia, y porque sabemos que, hasta el final de sus días, Iris leerá en las páginas cotidianas de los diarios, los indicios de la persecución contra ella dirigida. Pero volviendo al textó, destaquemos con Iris el activo quehacer de Rai munda al inculcar a su hija que una mujer inteligente ha de evitar el ma trimonio. Fue criada como ser "neutro: sin sexo”; ella señala los detalles de esa crianza que implican la relación a su cuerpo y a su imagen: vestí-
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dos y enaguas sm forma, distancia con los parientes varones y distancia respecto al cariño y aprecio del padre. Por este sesgo Iris reconoce en ella misma las consecuencias del decir y actuar de su madre a quien no vacila en calificar de "infame” “para con su hija mujer”. Pero, curiosamente, Iris se separa en su enunciación de esa “hija mujer”: “Fue una infame madre (...), no conmigo , que eso no me interesa, (era mi destino ; destino en parte de expiación y en parte de adiestramiento), en su modo de actuar para con su hija mujer”. (Subrayado nuestro).
La hija mujer es una pura idealidad qjp no tuvo lugar dado el actuar de la madre infame, pero ella, Iris, ser neutro y sin sexo, ella reconoce en ésto su destino. Ése “destino” que aparta a Iris de la posibilidad de declararse sexuada, no se configuró sólo con el decir materno, también confluyeron lecturas y acontecimientos. Uno de éstos resultó relevante porque ocurrió en sus os” y pocos meses antes del crimen. Al parecer, recién “cruciales 20 añ entonces se habría “enterado ”, con “la mayor sorpresa y desagrado ”, s que abrazo y beso”. de que en las relaciones sexuales había "algo má ¿Que conexión hubo entre su sexualidad y el crimen? < Que allí se jugó algo importante>no escapó al Dr. Carrara, su defensor, que observó asombrado las transformaciones corporales de Iris (cfr. cap. IX). Esas señales en su cuerpo, que evidencian su posición anterior de desconocimiento activo de su sexualidad y que aparecen cuando el padre ya no está más allí, la invitan a avanzar en su declaración de sexo, pero dicha invitación es cerrada por un imperativo que hace emanar del acto: no debe casarse. ¿Cómo podría tener hijos una mujer que mató a su pa dre? “Hicealgo quehahundido misposibilidades deser feliz”. Hasta aquí Iris nos había presentado el no casarse como el resultado de un destino fraguado por su madre; ahora lo redobla con un imperativo que sitúa como efecto del asesinato del padre. Adhiere a su destino. Pero, en un giro del texto, ella nos hace saber otro aspecto, absolutamente par ticular y central de su destino . Iris afirma que no puede “desconocer” que nació con vocación o destino de sacerdotisa. Esa es la palabra y lá imagen que la acompaña desde ni-
ñ a.
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Desde ese lugar sitúa Iris su saber sobre el sexo. Un saber que coloca del lado del exceso, como ese algo má s sobre las relaciones sexuales. A los quince años, cuando la foto bajo el jazmín del país, ya sabía demasiado. Y para casarse “es necesario no saber esas cosas”. Exceso en el saber, demasiado escrito de algo que no puede escribirse. Situada en el lugar imposible de la cópula, Iris no puede dar cabida a ese “escamoteo del significante ” descrito por Lacan, escamoteo que permite la experiencia a un sujeto, en tanto afectado por el sexo, de un “desfallecimiento selecti- ” cuando se trata “al decir yo de decirse como macho o como hem vo ”3. ^ bra Ese desfallecimiento no ha lugar; eii cambio Iris se erige como sacerdoti sa a partir del destino que su madre le preparó. Esa posición, fálica, da pruebas de ser la única en la cual puede sostenerse cuando intenta confe sar que está concernida por el sexo. Sacerdotisa es el nombre de su lugar fálico. Ahora bien, si el falo, en la perspectiva psicoanalítica, no puede reducirse al órgano qu e simboliza, ni a una fantasía que le da consistencia imaginaria, ello se debe a que su falta ocupa un lugar central para ambos sex os. “El falo es el significante privilegiado de esa marca en que la parte del logos se une al advenimiento del deseo”4.
Su presencia implica que sólo el sujeto marcado por ese significante dela falta en ser , que puede enunciarse como “ no ser el Falo de La Madre”, puede ingresar, como consecuencia, en la dialéctica del deseo. A esa dialéctica están sometidas las relaciones entre los sexos ocupando por ello el falo una función reguladora, que es precisada por Lacan de la si guiente manera: , “Digamos que esas relaciones girarán alrededor de un ser y de un tener que, por referirse al falo, tienen el efecto contrariado de dar por una parte realidad al sujeto en ese significante, y por otra irrealizar las rela ciones que han de significarse. Esto por la intervención de un parecer que se sustituye al tener , para protegerlo por un lado, para enmascarar la falta por otro, y que tiene el efecto de proyectar enteramente en la comedia las manifestaciones 3. Lacan, Jacques, Petit discours au x ps ych iatres, 1967. Inédito. Traducción de R. Capurro. 4. Lacan, Jacques, “La significación del falo”, en Es critos . Siglo XXI, México, 1984, 10° ed., t.2.
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ideales o típicas del comportamiento de cada unp de los sexos, hasta el límite del acto de la copula ción”5. /
En ese juego del ser, tener y parecer, Iris está jugada" al ser . Ser neutro y a-sexuado (sexus = dividido) que hace del parecer una mascarada hasta los límites de lo cómico, y con la que intenta preservar a ese ser imagina rio de los avatares de la castración. Sin embargo, y como efecto del crimen, algo se resquebrajó en esa ima gen fálica que co m pon ía con su madre. La presencia del m uerto, tuvo efectos imp revisibles para ambas. Las posiciones subjetivas de madre e hija sufrieron un vuelco, y, de la peor manera quizá, Iris se encontró en él impasse de “la declaración de sexo”6.
3. “Mi punto dé bil” Pero la posición de Iris en su sexualidad se acompaña, además, de un te rrible malentendido, de una “ inconcebible di f icult ad” respecto al amor, instaurada por su misma madre. Raimunda habría hecho la deducción de que Iris no tiene corazón porque no se casó. Ese cuestionamiento de Raimunda sobre el amor de Iris hace retomar el significante del síntoma que enlazara a Raimunda con sus hijos en 1935, lo s dol or es al cor azón. En ese síntoma cada uno estaba implicado con su corazón. A hora el corazón de Iris es puesto bajo sosp echa. Y ella respon de: “ Yo, que me conozco , est oy segur a de que si se me hubi er a cr i ado con liber t ad hubiera sido muy enamoradiza. Pero, t uve f eroz r epresión mat erna y r epresión pat erna (en gr an part e po r r efl ejo)”. Iris sitúa su destino com o e fecto de la ferocidad materna y del reflejo q u e de ella le ofrecía su padr e. La ferocidad, retoma como signo que se repite y se enlaza con la imagen del rostro paterno tal como Iris lo pintó en los últimos tiempos “ como una f ier a ”. La falta en ser, desplazada, aislada de toda dialéctica posible, aparece como debilidad oculta que Iris nombra como su “t alón de Aq ui l es”, “ m i
5. Lacan, Jacques, “Petit discours...”. Cfr. Littoral 23/24, La déclaration de sexe, Toulouse, EPEL, 1987. L it to ra l. La declaración de sexo, n° 11/12, Córdoba, 1991. Allouch, Jean, M arg uer it e, L aca n la ll am ab a A im é e , Epeele, México, 1996, 4o parte, “Folie á deux y declaración de sexo”. 6. Id em .
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punto dé bil". Ella reconoce haber desplegado hasta hace poco toda una estrategia para ocultar su debilidad. A sí llama —“debilidad”— a su “necesidad d e amistad”, que circunscribe el lugar de un malestar.
Esto es así hasta que en setiembre de 1956, Iris encuentra un cierto modo de tratarse con ese malestar mediante el saber que encuentra en las doc trinas hinduistas sobre el progresivo desprendimiento del espíritu, a lo largo de las muchas vidas que estaría dado vivir. Se entera de que para esas doctrinas la necesidad de amistad sería el último desprendimiento del espíritu. No es por lo tanto imposible superar esa debilidad. El talón de Aq uiles, marca mortal , deja de ser tal, al dejar de jugarse en el regis tro de algo cuya solución es imposible. Mientras tanto Iris encuentra allí el "vací o enorme" dejado por la Para re “amistad" con su madre, que creyó “maravillosa y suficiente sarcirse entona un himno al amor posible, “legítimo y limpio”, que pue den aún inspirarle la naturaleza, los animales, los niños, el trabajo, la ca sta, las calles, la ciudad, el género humano. Pero no se engaña: su punto débil grita en ella, hasta el punto de que “ desesperada " se lo dice a al guien. ¿Quién pudo recibir ese doloroso testimonio de Iris? ¿Qué res puesta le dio? No lo sabemos. En todo caso concluye reafirmando que, tal como ella ve el mundo, lugar de batalla, campo de la persecución, y bien...en ese mundo la necesidad de amistad es una debilidad. Iris, que esgrimió su imagen de mujer armada contra su padre en alianza con su madre, hará de su delirio el arma con la que enfrentará a su madre, a los psiquiatras y al mundo, en complot contra ella, en una guerra con escasas treguas y que no cesará a lo largo de su vida. La decisión de prohibirle volver a su casa tendrá la dimensión de enfren taría de manera intransitable con su declaración de sexo. Avanzar en ese camino hubiera reclamado otra estrategia de suscitación de su deseo. Las puertas de circulación del deseo se cierran para Iris, y su posición pone de relieve una de las últimas maneras que tuvo Lacan de caracterizar a la paranoia: “La paranoia, es un enviscamiento imaginario. Es la voz que se sonori za, la mirada que se toma prevalente, es un asunto de congelación del
deseo"1.
7. Lacan, Jacques, Trad. R. C.
Seminario RSI ,
sesión del 8 de abril de 1975. Versión Cholet.
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La salida de su casa se convierte para Iris en el objetivo de un plan ma terno para destruirla. De esa persecución comienza a hacemos saber los indicios.
Capítulo Capítulo diecisiete d iecisiete
Indicios de persecución Los textos que se leerán a continuación presentan la incomparable rique za de quebrar toda ilusión psicológica “comprensiva” del caso y de con frontamos con esos puntos duros, puntos de quiebre con el discurso co mún, por cuyo borde nos hace transitar Iris. ¿Qué posibilidades de lectura ofrecen estas páginas? En primer lugar dejemos la preeminencia al texto de Iris. (Conservamos los subtítulos de su escrito).
El olor a naftalina en el “cuarto de trabajo” Mamá acostumbró siempre tener abundante cantidad de bolitas de naftalina en armarios, cajones y bibliotecas; (hasta entre las cuerdas del piano, po nía). Estando los armarios y cajones cerrados, el olor no se sentía; pero cuando uno permanecía un rato frente a un armario abierto, quedaba con dolor de cabeza. En la pieza de la planta baja al frente que llamamos “cuarto de trabajo", hay una larga mesa sobre caballetes (la “mesa de trabajo”) que tiene tres cajones, y los tres tenían naftalina. No obstante, nunca se sintió el olor en el cuarto. Pero en los últimos diez años, me acontecía a menudo que al llegar por la tarde del Centro, luego de salir de la Escuela, hallaba el am biente del cuarto de trabajo impregnado de olor a naftalina (que no desapa recía aunque abriera puertas y ventana). Cuando ello sucedía, como yo permanecía allí cuatro o cinco horas corrigiendo deberes, preparando lec ciones o escribiendo, llegaba a la hora de acostarme con una fuerte jaque ca. ca .
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Después de varios meses, empecé a quejarme del fenómeno (que sólo se producía al gunos días )t y cada ve z que llegaba llegaba y hallaba el ol or a naftalina, le preguntaba a mamá cómo sería que se producía, pues cua nd o y o ab ría Yo inquiría con in los cajones no se impregnaba el ambiente en esa forma. Yo sistencia sistencia a mamá ma má y a mi hermano, porque me hacía mal mal el olor y me quit aba eficiencia, y porque no abrigaba ni la más remota sospecha maliciosa. Ma má aparentemente nunca se interesó interesó por el problema: me respondía con i n diferencia, diferencia, como si la estuviera estuviera molestando con pavada s. Mi hermano no entendía el porqué. Como el hecho se repitiera de cuando en cuando durante muchos meses, un día resolví cortar por lo sano; vacié los tres cajones y les quité hasta el último vestigio de naftalina; los rocié con D.D.T., volví a acomodar las cosas en su interior, y terminado el problema: no habiendo naftalina en la pieza no podía esparcirse su olor en el el ambi am bient ent e... e... Pero sucedió que al año siguient e volví a hallar varias veces la pieza impregnada de olor a naftalina ... Yo me quejaba y decía que me hacía mucho mal (me daba tan fuerte dolor de ca beza, que disminuía el ritmo y la eficiencia de mi trabajo; y sólo se me iba con el sueño de la noche); preguntaba a mamá si había estado trabajando con la ropa del armario de la pieza contigua, y me decía que no, displicen temente; preguntaba a mi hermana, y tampoco; y entonces me dejaba estar, pensando que no era capaz del del razonam razonamiento iento deductivo apropiado. Con to do, pasó bastante tiem ti empo po sin que se repitiera el el caso. Pero hace muy poco, un día de octubre o noviembre, hallé nuevamente la pieza apestada a naftalina ... y como entonces yo ya había visto y compren dido muchas cosas ... como había visto a mamá desenterrar y quemar plantas que estimaba mucho, para que yo no pudiera disponer de sus flores; como había visto que impedía a mi hermano que fuera a conversar conmi go; y que la ponía furiosa el que yo hiciera comida, y tiraba la comida que sobraba para que yo no la comiera; y etc., etc. ... recordé que desde hacía años (por haber faltado en el comercio la naftalina en bolas, durante la gue ... y entonces hallé la solución al rra) había en casa naftalina en esca mas ... problema: Un poco antes de que yo llegara a casa, mamá sacudía polvo de naft naft alina en el aire air e del cuarto cuarto de t rabajo. Si esta última suposición (que de primera impresión parecerá locura o per versidad) proviniera de una manía o un delirio mío de persecución, no ha o s buscando la causa del olor a naftalina, ingenua bría yo pasado d i e z a ñ mente, sin siquiera sospechar nunca nada malo. Por lo demás, si hubiera habido otra causa que no fuera la que expreso, mamá la habría hallado; porque ella (que se entusiasma cuando dice que su verdadera vocación es la de detective) siempre halla la causa de cualquier hecho que se produzca en casa (y se jacta de ello). ello).
La muerte del tero que llamábamos “Prepotente” Al final de 1956, había en casa un tero que teníamos desde 1943. Tendría catorce años, pero no estaba viejo: al contrario, últimamente estaba mejor que nunca: gordo, ágil, lustroso, contento. Como lo entrábamos cada atar
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decer para librarlo del acoso de los gatos, y pasaba la noche tras un cartón en un rincón de la cocina-comedor (lugar de la casa en que pasábamos las veladas), estaba mansísimo. Escuchaba atentamente los distintos progra mas radiales: discursos, comedias, comparsas, partidos, payadores y músi ca de todos los ritmos. Miraba por una ventanita que le habíamos hecho en el cartón, y observaba cóm o hervía la caldera caldera y mientras ma má hacía la so pa. Cuando uno golpeaba suavemente sobre la mesa, él contestaba gol peando con el pico sobre el cartón; y cuando yo l e decía desd e lejos “agua ”, él respondía removiendo con la pata el agua de su tarrito. También com prendía algunas otras palabras, como “sol” , “fuego” y “pla nchar”, nchar ”, y el signifi signifi cado global global de algunas fr ases. ases. Tod os lo queríamos mucho ; y muchas veces, por las tardes, cuando mi hermana lo tenía entre sus manos para entrarlo, me lo traía al cuarto de trabajo o a mi cuarto para que lo saludara; y mien tras yo lo tomaba por las patas con con la l a mano y le besaba l a cabe za, él él se po nía mimoso y parpadeaba de emoción. Pero desde hace unos años mamá estaba empeñada en quitarme toda emoción placentera (con el caritativo propósito de que enfermara física mente o enloqueciera); y así como me quitó íntegramente la amistad de mi hermano mayor, primero; y luego la de mi hermano menor (que había llega do al extremo de considerar un riesgo grande el ayudarme a hacer la fogata, el coment ar conmigo una noticia, y hasta el ir a saludarme cuando cuand o volvía de la Facultad); y si como retaba de continuo a mi hermana porque continuaba haciéndome atenciones (calentarme el porrón, prepararme el mate, regar “mis” macetas), y porque no se negaba a salir conmigo para ir al cine o al teatro; así fue que comenzó a fijarse en que el tero no respondía con docili dad a sus planes. Cuando uan do por la noche yo tenía que ir a la cocina cocina a lavar un vaso o a calentar agua para hacerme té, me armaba de todo mi valor, me revestía de una apariencia de alegre tranquilidad (aunque no tenía ni alegría ni tranquilidad), y apartaba la cortina que separa el hall de la cocina-comedor (cortina que mamá corría íntegramente, hasta en pleno verano, para que yo no me atre t e á té t e , le viera a entrar allí). Dentro estaban: mi hermano y mamá, en t é yendo o conversando, en un rincón bajo la luz de la portátil, y mi hermana, algo separada, escuchando la radio. Al entrar yo, mamá clavaba los ojos a Lumen para que no se atreviera a hablarme ni tampoco a echarme una mi rada de entendimiento o amabilidad, y él se turbaba visiblemente, y se en frascaba en la lectura del diario o comenzaba a conversar con ella. Mi her mana Halima, en cambio, conservaba una digna actitud imparcial, de la que a menudo salía para alcanzarme los fósforos o darme una noticia que aca baba de oír por radio. Y el tero ... revolvía el agua con la pata para llamarme la atención: entonces yo le decía bajito: “agua”, y él volvía a removerla. En las noches en que yo, por sentirme mal, le pedía a mi hermana que me ca lentara el agua para darme un baño de pies, todos se iban a acostar (o a le er en la cama) para dejarme aislada en la cocina, y entonces yo conversaba con el tero y lo mimaba y le enseñaba la palabra “fuego”, y él respondía con golpecitos dados con el pico o revolviendo el agua con la pata o hinchando el copete y parpadeando; y aunque se trataba sólo de un tero, me propor cionaba la oportunidad de experimentar un sentimiento de simpatía que me
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servía para descarga rme de la enorme tensión tensión emocional emocional que me producían pr oducían la indiferencia, el abandono y las demostraciones de desprecio de mis fami liares. El tero, con ser sólo un tero, me daba un poquito de simpatía y cariño, y con ello me ayudaba a no perder el equilibrio y la ecuanimidad. Mamá lo sabía, y resolvió terminar con eso. Al comienzo del verano que acaba de terminar compré en “Emilio Fontana” una chapa, de material liviano de revestimiento, y con ella y bisagras de bronce hice una casita de cuatro paredes (sin techo, ni piso) con una ventanita grandecita, en la que el tero estaba mucho más contento que tras el cartón, porque se sentía más protegido y al mismo tiempo tenía mayor visi bilidad hacia el exterior. Las bisagras la hacían plegable en un plano, por lo que durante el día podía ponerse tras el armario. Gasté cerca de $ 15.00. Mamá no dijo nada, pero (ella sé jacta de ser tan cuidadosa) cada mañana al retirarla la sacudía tanto, que a la semana ya tenía varias bisagras sueltas por rotura del material, que es blando. Mi hermana, muy disgustada, la arre gló cuidadosament e por dos veces lo mejor que pudo, pudo, y creo que mi her ma no también le hizo un arreglo; pero mamá cada mañana la trataba peor: al mes ya estaban las cuatro chapas sueltas, y entonces las arrumbó en un rincón y volvió a poner al tero tras el viejo y sucio cartón. Al tero eso lo dis gustó; pero el objetivo era disgustarme a mi. mi. Yo Yo procuraba que t odo en casa estuviera prolijo y que hubiera comodidad; comodidad; creí que la casita casita para el tero era, además de un mimo para el animalito, una amabilidad para mamá (y así lo hubiera interpretado ella diez años atrás), pues le arreglaba bien un rincón de la l a cocina; cocina; pero es que por entonces mamá no deseaba que hubiera nada bueno hecho por mí, y la deshizo. Mas no paró ahí la cosa. El tero tenía la costumbre de pasar las mañanas en el terreno del fondo; y cerca del mediodía se trasladaba al frente, al jar dín. Mamá, para hacer ver que no podía soportar mi presencia, pasaba las tardes leyendo diarios o novelas en el fondo, bajo el parral; mientras que yo las pasaba trabajando en el jardín al frente. (Antes, donde yo trabajaba la tierra, estaba mamá , o barriendo y quemando basura, o cebando mate; pero eso fue mientras yo aceptaba sin resistencias todas sus sugestiones. Un día noté que hacía muchas tardes que el tero no iba al jardín; y observando en días posteriores vi que mamá se sentaba en el lugar del pasaje y ló obligaba a volverse cada vez que intentaba pasar. Cuando fui a buscar al tero al fon do estaba asustado (los teros son muy tímidos) y ya no se atrevía a marchar al jardín. Me quejé a mis hermanos, pero, como siempre, no me creyeron. (Mi hermana “no creía” por miedo, y Lumen no creía por “cariño"). Con todo, como mamá ya no podía actuar libremente porque mis hermanos observa ban, y como yo me empeñé en animar cada tarde al animalito a pasar al jar dín, a los pocos días el tero, feliz, volvía a recorrer libremente todo el terre no, y ... ... pasaba pasab a las tardes conmigo mientras yo t rabajaba en el el jardín. Pero cuando mamá resuelve que algo ha de ser, no ceja hasta conseguirlo; ella consigue todo lo que se pr opone siempre me ha dicho que ella (sin (sin reparar en los medios): Una mañana la sorprendí, de pie junto a la puerta-vidriera, mirando al tero mientras éste comía en el fondo. Estaba reconcentrada,
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quieta y mansa mirándolo fijo, con una quietud y una mansedumbre que en mamá son enteramente enteramente anormales. No me vio porque estaba totalmente abstraída. Yo pensé que nada bueno auguraba esa actitud para el tero; pero tenía ya tanto miedo a mamá, que no dije ni hice nada. Pocos días después, una tarde me fui con Halima al cine expresamente (sin tener que ir al dentista). Eso a mamá le producía enorme (sin furia; pero a Halima le daba alegría. Apenas salimos me entró una enorme angustia angustia que perduró durante durante todo el tiempo que estuvimos fuera y me hizo temer que en casa (en la que había quedado mamá sola) estuviera suce diendo algo malo. Volvimos tarde, porque fuimos a dos continuados. Apa rentemente, no había sucedido sucedido nada. A la mañana siguiente, cuan do el tero apareció en el jardín vi que estaba enfermísimo: del pico le caía mucosidad en hilos, y tenía una diarrea continua. Les dije a mis hermanos que el tero estaba mal, acusando a mamá: pero los dos me mandaron a paseo. El aire, el sol y los baños que se dio chapoteando en un charquito que le formé bajo la canilla, mejoraron al tero, y a la tarde ya se veía que iba a reaccionar to talmente y a salvarse. Pero al llegar la hora de irse al fondo para que lo en traran, no quería ir, y se me acercaba como nunca y me andaba alrededor, mirándome expresivamente, como pidiendo algo: n o q u i se s e p e n s a r n i v e r. r. Yo estaba sola, y sin fuerzas para una lucha que me estaba resultando agobiadora; y además, no quería creer en lo que para mí era ya evidente; prefe ría pensar que estaba volviéndome demasiado suspicaz. Al atardecer salí, y mi hermano también, y volvimos tarde. Cuando, tarde en la noche, fui a la cocina, el tero me volvió la espalda y no me miró, pero comprobé que esta ba mejor (se nota por la actitud y las plumas y por la respiración) y me tran quilicé ... y no pensé en levantarme temprano al día siguiente para ser yo quien lo sacara afuera. Al otro día me levanté después del mediodía; y cuando bajé, mi hermana me trajo al tero, en una caja, muerto. Mi hermana había intentado darle a ingerir un antibiótico, sin lograrlo. Como lo había ob servado por la noche, yo no dudé de que el animal había recibido otra dosis de ... “enfermedad”, por la mañana temprano, y se lo dije a mi hermano; pe tero” ro él se puso furioso, pues “ya sabia cual era la causa de la muerte d el tero” lógica); ; (se la había dicho mamá (qu e es pu ra lógica) el tero había enfermado y ha bía muerto, po r bebe r agua con creolina y caracoles m uertos que yo había dej ado en el jard ín. De modo que mi hermano enterró al tero y lo lloró solo: eT. echándome a mí Uqu e er a la cul pabl eT. Sin embargo, todos sabíamos en casa que el tero había m u c h a s v e c e s be be bido de tal mezcla dejada en latas por mí o p o r ma má, y que nunca su ma lestar había sido muy grande: gran de: la carne de caracol caracol lo l o atraía, pero el instinto lo alejaba de la creolina. Además, hacía varios meses que había siempre en el jar j ardín dín latas lat as con caracol car acol es muertos muert os en creoli creo li na, y el t ero habí ha bíaa pasa pa sado do esos meses muy mu y sano y feliz. feliz. Pero es que había otros indicios claros, anteriores y posteriores: Hacía ya tiempo que mamá le molestaba el tero en casa: le molestaba porque el comprar teros había sido iniciativa suya, y ella estaba empeñada en que no quedaran ni rastros de sus iniciativas; le molestaba porque nosotros lo que ríamos, y ella estaba empeñada en quitarnos (a todos los hijos) todos los
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afectos; le molestaba porque en el momento de entrarlo, cuando él “se ha cía perdiz” y lo perdíamos, ya oscureciendo, todos nos juntábamos para buscarlo, y ahí hallábamos mi hermano y yo un motivo para hablarnos; y le molestaba, porque, en las tardes en que mi hermano salía por su lado y no sotras salíamos por el nuestro, el tener que entrar al tero le quitaba tiempo para esas salidas clandestinas que hacía últimamente cuando nadie la veía, salidas en las que realizaba gestiones que ni mis hermanos ni (por supues to) yo, conocemos, pero que si las conociéramos nos servirían para expli carnos por qué un médico psiquiatra, en sólo unos quince minutos de- con versar conmigo, llegó al convencimiento de que tenía que encerrarme con urgencia de horas y por tiempo indeterminado (por lo largo). Además (volviendo a la muerte del tero), el hecho de que mamá haya destruido tan rápidamente la casita nueva, indica que no quería a ese tero y que deseabaimpedir que otros lo sustituyeran (ella me había explicado muchas veces que compraba teros y canarios para que Halima tuviera una más rica vida afectiva y se sintiera mejor). s de Pero es que yo la observé a mamá d e s p u é de la muerte del tero: Esa ma ñana, frente a mis mis hermanos, lloró mucho; pero frente a mí, estaba satisfe cha y provocativa. Por la noche, en la cocina sin él tero, no hizo ese am biente biente de drama dra ma al cual cual es tan afecta; afecta; sino sino que su actitud, actit ud, leyendo o co nver sando, era la de “aquí no ha pasado nada”. No habló más del tero (y no se diga que lo hizo por no disgustar a mi hermana, porque se pasaba el día entero hablándole mal de mí y la tenía disgustadísi disgustadísima) ma),, cuando lo natural en ella hubiera sido abordar el tema en tono quejumbroso cada día durante muchos, muchísimos días; y a la noche siguiente al irse a acostar ... colocó su sillit sillitaa de paja paja en el rincó ri ncónn que durante durante tantos años había ocupado ocu pado el tero. t ero. Yo la l a quit quitéé una noche, dos noches, noches, tres: tres: entonces mamá col ocó en el rincón del tero un cajoncito con verduras. Lo dejé.
¿Es esto un delirio mío? Pero es que hay más “delirio" aún: no sólo quedé convencida de que mamá era la causante de la muerte del tero; después de haber visto cómo me mi raba el tero la tarde en que enfermo pero ya mejor, lo iban de nuevo a en trar, recordándola, quedé convenc convencida ida de que mamá le había h echo entender enten der al tero que lo mataba, y que el animalito me había pedido ayuda, confiada y desesperadamente, (y yo salí ... y a la mañana siguiente me quedé dur miendo...) Yo planchaba y trabajaba a menudo en la pieza que llamamos “despensa” (pero que no lo es), que está entre la cocina y el cuarto de tra bajo. Hacía como dos meses que en esa pieza sobre el armarito chico, es taba el aparato de pulverizar D.D.T. y n unca de spe día o lor porque porque no lo uti lizábamos. La noche del día en que murió el tero, pasé por allí (como todas las noches) y sentí un intenso olor a D.D.T. Me acerqué al pulverizador y hallé hallé que qu e estaba goteando. Entonces pensé que mamá había pulverizado D.D.T. sobre el tero (que no podía escapar en su rincón de dos paredes, un armario y un cartón), por dos mañanas consecuti consecutiva vas. s.
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Pero entiéndase bien: yo no hubiera sido capaz de hacer deducciones de este tipo, si no hubiera visto (muy bien y por mis propios ojos) el rostro de alegría., a., mientras se ente mamá descomp uesto p o r una feroz y canallesca alegrí raba de lo que Ariel había sufrido viviendo solo, y cuando miraba como Lu men me p egaba par a “defenderla” “defenderla” de mis reproches. ¿Y LA ENFERMEDAD DEL CANARIO? Porque una de las razones de que yo no vacilara en culpar a mamá de la enfermedad del tero, fue que había estado observando lo que le ocurría al canarito. Cuando nosotros éraimos chicos, (cuando éramos sólo tres hermanos) ma má co m pr ó un casal de ca narios hamburgueses e hizo cría, y llegamos a tener cinco camadas de canaritos lindísimos. Había muchas jaulas; cada uno tenía su nombre (nombres griegos puestos p o r ma má); a menudo los soltábamos en el gran a hall de la planta baja y eran muy felices. Por la noche, después de comer, yo limpiaba li mpiaba cuidadosam cuidadosamente ente cada una de las jaulas y l es ponía arena limpia en el piso, lechuga y mezcla de granos. Pero ma má em pe zó a abu rrir se de de los canarios canarios y del t iempo iempo que yo pasaba limpiándolos. Un Un día se enfermaron los canarios todos a la vez y en pocas horas murieron todos. Nunca habían estado enfermos. Ma m á di jo que que debía ser que un portugués vecino de ca sa, que los había estado mirando y también criaba canarios, les había echado algún veneno por envidia. Y nunca más compró canarios, “p or qu e daban m ucho trabajo trabajo y ocasionaban ocasionaban sufrimiento" sufrimiento" Muchos años después (yo ya era maestra) apareció en el jardín un canario perdido al que cuidamos algún tiempo, pera ma má me lo hi zo regalar . Cuatro o cinco años más ade lante apareció otro canario perdido, y lo adoptamos, y Halima lo cuidó con mucho gusto; y al poco tiempo apareció otro, después de una noche de tor menta, y también lo recogimos. Este último estaba como enloquecido (tal vez por la noche pasada en medio de la tormenta), y se lanzaba como un aguilucho sobre la mano de uno para picarla; pero lo mimamos mucho, y se fue tranquili zando y fue perdiendo perdiendo f iereza. iereza. Comp Comp ré dos lindas jaulas iguales que Halima limpiaba y arreglaba todas las tardes. Al primero, el más lindo y el que cantaba bien, le puso mi hermana: “Puchungo”, y todos le llamamos así. Al que llegó último, nadie le buscó nombre, por lo que pasados tres o cuatro meses resolví llamarle: “Mimoso”; pero ma má no qui so que que se acep tara un nombre puesto por mí, y logró fácilmente que mis hermanos hallaran el nombre inaceptable, por lo que yo le llamaba “Mimoso” y ellos con otro apodo que no recuerdo. Las jaulas envejecieron; y una tarde hará dos años, al cambiar el agua al más lindo, en el jardín, me distraje un segundo y lo dejé escapar. Lo busqué por todo el barrio, preguntando a todos y hasta ca sa por casa, en el sector hacia donde soplaba el viento, pero no lo hallé; y a mi dolor se agregó el odio de mis hermanos, que mamá cruzó especial mente hacia mí por el caso. Nos quedó el canario peor, que cantaba mal y era chúcaro; pero Halima y yo lo mimamos tanto que se puso muy manso y llegó a comerle a mi hermana de la mano. Sin embargo, cuando se introdu cía la mano en la jaula él siempre amagaba el picotazo. Hace poco le dije a Halima que iba a comprar de nuevo dos jaulas lindas iguales, y también un pié para colgarlas, y cuando llegara el verano íbamos a ir a la exposición anual de canarios para elegir y comprar uno bien lindo que le enseñara a cantar al nuestro, y así alegrarían un poco el jardín y la casa. Como de todo
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cuanto yo conversaba con. mis hermanos, se enteró de esto mamá; y no le gustó: mamá no quería que hubiera en casa cosas compradas por mí (quería que yo pagara cuentas de luz, agua, gas e impuestos, y ella poder guardar dinero): y tampoco quería que Halima y Lumen tuvieran alegrías procuradas por mí; y tampoco quería que yo estuviera alegre: ni que los ve cinos vieran que la casa se ponía bonita o alegre por mí. Ai poco tiempo, el canarito (que pasaba la noche en el recinto de la ventana del hall, que no sotros agregamos a la casa en 1928 y a la que siempre llamamos el bowwindow, porque eso es) amaneció enfermo, y ya se veía que se moría. Pri mero pensé que lo había picado una araña de las que siempre aparecían en el techo de bow-window, y lo llevé a dormir al cuarto de trabajo para cuidar lo, y en dos o tres días estuvo bien. Pero sucedió que volvió a enfermar, y jad j adeab eabaa y otra ot ra ve z se s e veía veí a que se moría y ya no había hab ía arañ ar añas as ... Entonc nt onces es consideré que mamá lo estaba enfermando con algo, antes de que yo com prara las nuevas jaulas. Pensé eso por muchos indicios: mamá hacía ha cía ti empo empo que no le compraba lechuga "porque estaba muy cara"; había obligado a Halima a ponerlo en el fondo (para que yo no lo viera más) y yo había pro testado y lo había vuelto vuelto a llevar al jardín, donde pasába mos la tarde tar de Halima y con manchas f lotantes, lotantes, cosa que yo no había había notado ant es ... Consulté con la veterinaria de la casa De Boni, y me dijo que probara a darle un poco de sulfamida en polvo. Se lo dije a mi hermano, y aunque se negó a creer que mamá tuviera que ver en la enfermedad, enf ermedad, me dio enseguida una tablet a que tenía t enía,, de no se qué sulfa, sulfa, que me. me. dijo era er a mejor mej or que q ue ni ngu na: se la puse al canario en una plantilla y mejoró rápidamente y se curó, con gran gra n contento de mis hermanos. hermanos. Mamá volvió a comprarte lechuga, de la que Halima le ponía cada día hojas frescas;' y yo volví a dejarlo dormir en el hall (al que nosotros llamamos siempre el “patio de abaj o”). Pero entonces sucedió que el canarito volvió a ponerse fiero. Estaba cada vez más “loco”, sin causa que lo justificara: y Halima comenzó a tomarle ra bia y a tratarlo mal, porque cada vez_gue ponía la mano en la jaula él la pi caba fieramente. Yo observaba: lofmimaba^tpda la tarde y el pájaro se tran quilizaba quil izaba y se amansaba; pero a la' mañana siguiente vol víamos a encon enco n trarlo malo y chúcaro. Pero también observé, durante unos 15 días, que cuando yo me levantaba antes que mamá, hallaba al canario durmiendo tranquilamente con respiración rítmica y pausada, y al sacarlo afuera des pertaba con la mirada dulce, y mansito: mientras que cuando bajaba yo me dia hora después que mamá, encontraba al canario despierto y agitadísimo, con el pico abierto, las plumas encrespadas y la mirada extraviada, y en cuanto me le acercaba me atacaba a picotazos con las alas abiertas, de sesperado. Llegué a la conclusión de que mamá había resuelto matar al ca nario por medio del miedo, de modo que ninguna sulfa pudiera curarlo, y que para ello (aprovechándose de que todos sabíamos que el pájaro había
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llegado un poco "loco” por el susto de la noche pasada en la tormenta) lo despertaba cada mañana toreándolo y acosándolo c'on el dedo, y lo dejaba aterrorizado para todo el día y ya sin confianza en nosotros. Confirmé mi sospecha una mañana que, habiendo hallado al canario agitadísimo a una hora en la que hubi era debido estar tranquilamente dormido, f ui a la cocina, desde donde mamá me espiaba (es la palabra exacta), y dije: “¡Qué barba ridad; pobre animalitol" a lo que mamá respondió con u n m i r a d a y u n g e s t o de prepotencia y de buria tan manifiestos, a través del espejo, que no había ya por qué dudar. Les dije a mis hermanos que mamá asustaba al pájaro, y cómo, y cuándo; Halima me gritaba entre lágrimas que no fuera tan calum niadora; que ma másiem pre i o mima ba a i cana rio dela nte d éella ; que lo que pasaba era que se trataba de un canario perverso, y que ella lo odiaba y de seaba que se muriera, porque la picaba mientras le ponía la comida como un desgraciado. Lumen me decía que no fuera estúpida, y se negaba a ob servar él. Resolví llevar al canario a dormir a mi cuarto y no bajarlo hasta que bajaba yo (y así lo hice): estuvo contento y t ranquilo varias mañanas; pe ro ent onces mamá empezó a asustarlo (y era evidente, excepto para el tonto de mi her mano que n o qu ería observar) en horas en que nosotros dos estábamos fuera y mucho más en las tardes en que yo llevaba a Halima al dentista y luego al cine, y Lumen tampoco estaba en casa: cuando volvíamos ai me diodía o a la noche, el corazoncito del canario latía a una velocidad que da ba pena. El canario tenía confianza en mí, y yo no podía protegerlo a no ser que no saliera más de casa. Cuand o murió el tero, quedé con remordimiento y rabia; y pensé que tenía la obligación de salvar al canario. Pensé en lle varlo, sin aviso, a casa de un ex-alumno mío donde tienen jaulones y quie ren a los pájaros; pero no me atreví porque sé que las reacciones de mamá son brutales y tuve miedo. Le dije a Halima que ya que ella lo odiaba y ma má también, y a Lumen no le importaba de él puesto que no lo defendía, se lo iba a llevar a una familia que tenía muchos y los quería. Por casualidad, pude escuchar al día siguiente cómo actuaba mamá: f ue al f ondo a buscar a Lumen que estaba sentado al sol, y le dijo, en discurso rápido, con palabra bronca y tono furioso, lo que yo había pensado. Lumen respondió gritando: "Le dices a Iris (sabía que mamá y yo no nos hablábamos, pero él no me lo dijo) que el can ar io es m ío, ¿en t ie nd es ? mío, p or qu e yo lo ag ar ré; y que ¡pobr e d e ella si lo regala! que s e prepare". Entonces mamá se fue rápida mente adentro, buscó a Halima y le dijo; con voz suave y tono medroso: “Dijo Lum en que el canario es de é l, y que p ob re de Iris si lo regala".
Entonces yo resolví (además de no regalar al canario y dejarlo sufrir su te rror) que a mamá la estudiara un psiquiatra”.
La instancia de la letra En 1971, Lacan retoma del Japón recordando que en su primer viaje a esas tierras había hecho la experiencia del litoral. Está fascinado por los caracteres de una escritura que se descuelga allí por todos lados con un
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arte que, bajo la forma de la caligrafía muestra la alianza entre la pintura y la letra; encuentra allí ese espacio de la experiencia en donde algo de “la naturaleza” pu ede virar y convertirse en trazo d e escritura1. U nos años antes, en el seminario sobre La identificación, (1961-61)había for mulado ese momento estructural en términos de una conjetura sobre el on gen de la escritura . Que una huella en la arena, e l pie d e Viernes, pueda convertirse para Robinson en el signo de una presencia humana, he aquí un primer movi miento de otro posib le aún: que esa huella de un pie, se integre como tra- ; que se use por ej. ese elemento zo en una escritura del tipo de un rebus como parte de un cifrado, cuando quisiera escribirse el sonido “pie” de la palabra “piedad” . Con es e paso, la imagen pasa al registro de la escritura al funcionar como trazo fonemático; este tipo de literalidad permitió a Freud encontrar el parentesco de funcionamiento entre los sueños, las producciones del inconscien te y las escrituras jeroglíficas. <3
El surgimiento de una instancia de la letra se hace en un litoral que es habilitado a un viraje a la literalidad. Esta posiblidad se impone a nuestra humana experiencia, como algo que desde el lenguaje llama al litoral
hacia lo literal. (... “ce qui du langage appelle le littoral au litté raV'f. La letra cumple la función de “dibujar el borde del agujero en el sa- ber" 5. Si Freud para leer a Schreber se vio enfrentado a un “desciframiento champollionesco ”6, ello se debió a este caracter de cifrado de su escrito poblado de significantes de una lengua que Schreber llama “fundam ental”. Para situar el problema de esa operación de cifrado-descifrado nos parece de la mayor pertinencia un texto de J. Allouch, que no vacilamos en traer aquí a pesar d e constituir una larga cita:
1. Lacan, Jacques, “Lituraterre”, en Revue Littérature (Larousse) 1971 y en Orni ca r n° 41, Navarin, París, 1987. Trad. Suplemento de las Notas, EFBA, n° 1, Bs. As., 1980. 2. Lacan, Jacques, Seminario L ’'Identification, inédito, sesiones de enero y febrero de 1962. Cfr. Allouch, Jean, Letra po r Letra, op. cit ., 3o y 4o parte. 3. Idem 4. “Lituraterre”, Idem . 5. Idem.
6. Lacan, Jacques, Seminario Las 1955.
estr ucturas freu dian as en las ps icos is ,
19-11-
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“Pero entonces, si fue necesario que Freud volviera a poner de pie el texto de Schreber, si fue necesario un desciframiento, es porque su sen tido no era accesible a una lectura que se hubiera caracterizado por la inmediatez, es porque este texto se diferenciaba, a pesar de las aparien cias, de los escritos usuales que permiten imaginar esta inmediata acce sibilidad. Entonces, leer equivale aquí a “descifrar”; leer implica así que el texto sea tomado en cuenta como cifra. Tal toma en cuenta se presenta como ineludible en lo que concierne al texto que da para leer el psicótico. Es que lo que especifica su forma de usar el lenguaje (esta forma es aquello sobre lo cual la cuestión se encuentra centrada ahora) no llama la aten ción por algo que estaría relajado, que incluso seria deficitario, sino por el contrario, por su muy particular seriedad, por una regulación de lo que se produce como palabra o escrito sobre el cristal mismo de la lengua; dicho de otro modo, sobre lo que, de la estructura del lenguaje, no se re vela más que por el escrito. El psicótico asienta sus interpretaciones fundándolas sobre el escrito. Esta es la razón que las vuelve ilegibles, que desalienta su lectura, que, del mismo modo, reclama su desciframiento y da al conjunto de sus pro ducciones este aspecto de desnudamiento, de presentación a cielo abierto de las operaciones del inconsciente, que Lacan había anotado en su tesis, y después había reafirmado en el seminario sobre las psicosis: estas interpretaciones, escritas lo son demasiado. Ese demasiado escrito es lo que Lacan llamó “automatismo de la fun ción: del discurso” que,especifica la palabra del psicótico, que le da su libertad con respecto al sentido. No obstante, ese demasiado escrito es una posibilidad para la lectura de las interpretaciones delirantes, ya que se puede contar, de ahí, con las operaciones de la escritura, se puede to mar apoyo ahí para descifrar sus interpretaciones”7.
Un goce insoportable La conjetura de lectura, que acercamos al lector así de entrada, para que mejor pueda poner a prueba su consistencia, es la de situar en el lugar central de la persecución de Iris a una figura del goce del Otro, a la que se ve confrontada. Imagen insoportable, fuera-de-sentido (horssens) pe ro que la ata y la concierne, como punto incandescente que intenta cercar con escrituras cuya lectura nos ofrece. No avanzaríamos esta conjetura si no fuera la misma Iris quien la hace así valer: 7. Allouch, Jean, Letra p or Letra , Edelp, Bs. As., 1993, p. 186-187.
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“Pero entiéndase bien: yo no hubiera sido capaz de hacer deducciones de este tipo , si no hubiera visto (muy bien y por mis propios ojos) el , rostro de mamádescompuesto por una feroz y canallesca alegrí a mientras se enteraba de lo que Ariel había sufrido viviendo so lo, y cuan do miraba como Lumen me pegaba para “defenderla” de mis reproches”.
Ese rostro descompuesto por un goce maligno es, para ella, la fuente de la persecución, a partir de la cual el mundo cotidiano se puebla de men sajes, de indicios armados al modo de rebus, en donde el litoral vira a lo literal, en un intento por cercar ese goce del Otro. Iris hace valer para nosotros la nueva definición de la paranoia hacia la cual avanza Lacan en 1966, definición que califica de “más precisa”, al circunscribirla como una operación mediante la cual “se identifica al go ce en ese lugar del Otro com o tal”8. Para Iris su madre pasa a ocupar el lugar de primer agente en una perse cución que irá construyendo su red de perseguidores a lo largo de los años y de los acontecimientos: al comienzo se esboza una alianza osci lante de la madre con los hermanos, Ariel, Lumen, y en menor grado Halima. Luego la red traspasa los límites del núcleo familiar, parcializándo se por un lado en el mundillo de la escuela, para alcanzar luego un punto de viraje en el momento de la internación. Los perseguidores que apare cen en el ámbito de la escuela no son nunca conectados por Iris con su madre, en cambio los psiquiatras van a ocupar el lugar de agentes de Raimunda atándose de este modo nuevos nudos en la red. Dos temas centrales organizan en 1957 a la persecución sufrida por Iris, ordenados ambos por un axioma central', hay un Pian de destrucción que la concierne, promovido por su madre. Subrayemos que en su “libro” Raimunda no cesa de insistir en que Lumen tenía un plan para matarla. Como un “hilo rojo” el Plan muestra la imbricación de cada uno en el caso y la imposibilidad para Iris de despegar del discurso materno. La persecución se estructura a través del tema del envenenamiento y de la amenaza de ser echada de su casa. Los temas son dispares y, para cer carlos, hemos de seguir textualemte a Iris.
8. Lacan, Jacques, “Présentation de la traduction des Mémoires de Schreber” en Cahiers pou r l ’analyse , n° 5, Seuil, París, 1966.
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Del olor a naftalina Iris nos hace saber que hace 10 años —1947—comenzó a oler naftalina de una forma extraña por su persistencia, ya que no desaparecía aunque ella abriese puertas y ventanas. Ese olor aparece localizado en el armario, el cajónpy la biblioteca, tres signos, que el lector puede ubicar por su cone xión metonímica con el acto dnmmal. Ese olor le trae como con secu en cia. fuertes dolores de cabeza , y con él se formula Iris un enigma: ¿de dónde proviene el olor cuando armario, cajón y biblioteca están cerrados ? ___
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En ese primer tiempo ella no tiene explicación a este fenómeno.;Un año después —1948—el olor retoma y esta vez Iris se interroga: “estoy razo- nando mal”. Nuevamente cesa el olor y por bastantes años, hasta 1956, año en que en sus dos ámbitos, familiar y laboral, arrecia la persecución. Ese año Iris encuentra que la pieza "apesta a naftalina la peste está en el aireNÁ. todo esto se asocia un recuerdo del tiempo de la guerra: en esa época no había naftalina “en bolas” sino “en escamas”. Con lo que vio y recordó, Iris hace una lectura que soluciona el enigma del olor a naftali na: "Mamásacudió el polvo de naftalina en el cuarto de trabajo”. La certeza de Iris se apoya en que sólo esa explicación no pudo ser explicitada por Raimunda, pues si hubiera otra, la habría hallado: su madre no puede no saber. De este modo el silencio materno le significa un saber maligno y oculto en su madre, descifrado por Iris en su lectura. ¿De qué modo se construyó para ella ese cifrado con el olor a naftalina? Si contextuamos la aparición de ese olor con la queja de Iris respecto a su madre, luego de retomar de prisión, de que no cesaba de hablar de su pa dre como si nada hubiera pasado, podemos conjeturar que ese hablar de la madre es un decir que intoxica el aire, y que, como el olor, es algo im posible de eliminar. No se puede cerrar la nariz ni los oídos. Para Iris, Raimunda no cesa de sacudir el polvo de su matrimonio. No se le escapa rá al lector que “el polvo” también admite ser leído en su significación - sexual, polvo en ex-camas. Subrayemos que para Iris no hay aquí metá fora: la madre envenena su aire, y sus pájaros. Conjeturamos que se trata de una experiencia alucinatoria. Recordará también el lector, que Raimunda imputó a Lumen haber que rido envenenarla con “polvo hormiguicida” que finalmente se habría to mado Ariel con la sopa, Ariel que ya no está en casa, y cuyo alejamiento coincide con la llegada del tero. En su Libro , que Iris copió a máquina, Raimunda ¿metafóricamente? connota su leche como “verdadero vene-
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no” del que se resintieron sus hijos. En todo caso la hija con la letra de su madre fabrica su cifrado delirante. El efecto de esto s olores no es cualquiera: son d...olores de cabeza, y este último significante pone en juego literal que la relación de Iris al nombre (apellido) que, transmitido por el padre, la ubica en una genealogía, y en la simbólica misma del lenguaje: Cabezudo Conjeturamos una conexión entre el Nombre-del-Padre y el apellido que transmite el padre. Si dam os un paso^ atrás hemos de recordar como la madre en su libro consigna los “ataques a la cabeza” de cada uno de sus hijos en el mo mento preciso en que habla de la transmisión que se ópera de padre a hi jo s. D ic e Raimunda: No hay derecho, no hay derecho cuando se blasona de bueno, de inteli gente y de instruido; se pretende dar consejos a los demás-y marcar rum bos, no hay derecho a traer hijos al mundo, para darles como herencia una vid a tan triste y desgraciada. No hay derecho cuando, esforzándose perseverantémente en ese sentido, se ha tratado de crear fama de humano y de altruista, no hay derecho de hacer de la propia esposa, de la madre que da la sangre y la leche a los hijos, una persona agitada e inquieta, en perpetuo temor y zozobra. Y de esa sangre y de esa leche agitada, verdadero veneno, con frecuen cia, s e resintieron todos mis hijos. Iris tuvo un terrible ataque a la cabeza en febrero de 1918. (Iba a cumplir tres años). Ariel uno violentísimo en 1923. Lumencito murió en un ata que después de haber estado tapado en la cama donde lo puso Lumen para no que estuviera de noche (“mamá es mía”) (...) Halima, chica ex traordinariamente sensible, continuamente expuesta, dado su tempera mento y la vida que llevaba, a caer en un ataque de locura, tuvo ataques de meningitis desde los dos a los seis años ... por milagro está viva toda vía. ...Lumencito, el que tengo ahora, también tuvo ataques (...). Ede lweiss, mi última nena, una preciosura de buena, rica e inteligente, mu rió de un ataque a los dos años y tres meses, despidiéndose de Lumen con un “vete!” tan enérgico y desesperado, que hizo vibrar toda la cama... ,»9
Raimunda no sigue la tradición mucho más fuerte en su época que ahora, que pide a la mujer casada incorporar el apellido del marido precedido de
9. El libro de Raimunda, Cap. VII.
Indiciosdepersecución la partícula siguiente:
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“de R. Spósito de Cabezudo . Al respecto Raimunda dice lo
“Me hablaba Lumen de mi origen humilde y al mismo tiempo, que iro nía!, me reprochaba que no usara su apellido. Y es que en realidad nun- ca, fuera del día en que puse mi firma al pie del contrato matrimonial, usé mi nombre de casada, y Lumen me lo echaba en cara continuamente: “suprimes el de Cabezudo como acto de rebeldía, pero a pesar de todo, eres de Cabezudo", me decía, y siempre que podía, él si en cartas ínti mas y papeles de cualquier clase escribía con cualquier pretexto mi nombre com pleto.(...) Soy la hija de mis obras y quiero mucho y no lo cambiaría por ningún otro, este “humilde” apellido que me corresponde por nacimiento; el apellido que me legó mi padre de cuya inteligencia estoy orgullosa, y con el que me recuerdan aún, después de veintidós años de muerte, mis profesores y mis compañeras; quiero mucho y no deseo otro apellido, que el que usaba cuando no sabía de luchas mezquinas, cuando no pen saba más que en el estudio, cuando era estimada y querida por todos, cuando era libre y feliz” 10. '
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El “nombre de casada”, como dice Raimunda, es un lugar sintomático de un rehusamiento que envenena su sangre y su leche. Ella se ubica en 1936 como agente mediadora de esa herencia envenenada que por su le che y sangre llega a sus hijos y toma en ellos la forma de “ataques a la cabeza”. La alucinación de los olores de naftalina es el punto en que situamos el retomo, en el real, de la problemática relación de Iris al Nombre-delPadre, problemática de la que escribe un efecto: dolores de cabeza. El olor a naftalina tal como ella lo lee es una operación que, como lo se ñala Allouch al analizar la función de las interpretaciones delirantes,
“debí a ser tanto má s literal cuanto que lo que estaba en juego en ella era el hacer a un lado lo que se imponí a borrando su causa material ”n . Con su interpretación, Iris hace a un lado la escena sexual entre sus pa dres, su relación al acto criminal y todo lo que ha sido vehiculizado en su familia en la transmisión del nombre de una generación a otra. A pesar de su carácter persecutorio, su lectura, al localizar toda la persecución en la madre, y al “identificar” su accionar, le permite la tranquilidad de cir cunscribir de este modo el peligro al que se siente expuesta. 10. Ide m. 11. Allouch, Jean, Letra p or L etra,
op. cit., p. 161.
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del litoral
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a lo literal
biblioteca
naftalina en bolas
naftalina
en es(X)camas
armario cajón
alucinación efecto interpretación Olor a naftalina doloresdecabe su madrela quiereenvenenar za
sumadresacudeelpolvo
La muerte del tero prepotente Si bien el lugar de los pájaros en mitos y leyendas es sobradamente co nocido, el lugar de este tero , no deja de sorprendemos. No está de más quizá recordar algunas características de este típico pájaro del campo uruguayo. Su nombre transcribe su grito: teru ! teru ! con el que delata a quien se aproxima y emprende vuelo alejándose de su nido, para despis tar, com o se dice. Examinemos ahora qué se construye para Iris con el tero . En primer lu gar Iris nos dice que habla con el tero. Incluso ella le habría enseñado a decir “fuego” y “agua”, y el tero responde a esas palabras con movi mientos de pico y pata. ¿Cómo en morse? Subrayemos, además, esas palabras que Iris enseña al tero. Para alguien cuyo pasaje al acto se escri bió como un haber hechofuego , para alguien que hacía con su madre la fogata con las hojas del jardín, para alguien que sabía qué fuegos consu mían esa casa, para alguien que leyó en el libro de su madre que la se xualidad del padre era como una “hoguera que lo consumía”, para ella, fuego y agua no eran significantes baladíes. En segundo lugar Iris evoca su gesto para con el tero: le besa la cabeza. Ese tero, así investido, se toma objeto de la persecución de Raimunda que querría “enfermarlo o enloquecerlo” como forma indirecta de atacar a Iris. Se forman entonces dos bandos en la casa: para Iris una alianza sellada por la mirada de Raimunda se ha establecido entre ésta y Lumen, su hermano menor; ella cuenta con Halima y el tero. A comienzos del verano del 56, Iris construye una casa para el tero; en ese momento ella está sumariada y suspendida en su trabajo, es decir que está perdiendo su único punto de apoyo valorado fuera del hogar.
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¿No tiene esa casa del tero el tenor de una mostración y de un verdadero cifrado? Con materiales muy blandos, Iris hace cuatro paredes que in tenta se sostenga con pesadas bisagras de bronce. Conjeturamos que esta construcción fue dirigida por Iris a su madre para plantearle esta cues tión: ¿cómo pueden ligarse 4 en tomo a 1, y hacer una casa? Por esta vía ¿no muestra a su madre el problema mismo de la familia, desde la muerte del padre? Ellos son ahora 4 y 1. ¿Puede sostenerse esa casa sin piso ni techo ni te echol El tero viene cuando uno de ellos es echado, Ariel, y ahora, en 1956, está en el aire que ella puede también ser echada. ¿No entraña la mostración algunos puntos de cifrado? Pared escribe en anagrama padre , y por eso quizá la construcción también da a leer cómo Iris no puede, con esas paredes (con lo del padre) construir algo que se sostenga. Ella, que atribuye a su madre un activo trabajo de demolición de su obra, no parece caer en la cuenta de cómo, por los materiales mis mos con los que opera, también ella está implicada en una construcción que no puede sostenerse. De todos modos, la manera como la madre (no) acoge esta mostración cifrada es determinante en la imputación que se impone a Iris de que Raimunda mató al tero. Es éste quien le hace saber de los planes de su madre: Iris puede cifrarlo -descifrarlo en el disgusto y las dificultades del tero para enfrentar la división del territorio que se ha operado en el jardín de la casa: el fondo para Raimunda, y el frente para ella, allí donde hizo fuego contra su padre, territorio ocupado y ganado en la primera guerra. El tero no puede circular de un territorio al otro. No hay más nada en común, como antes, entre madre e hija.
mate común , señala Iris, “eso fue mientras yo aceptaba sin re- sistencias todas sus sugestiones" . ¿Nueva cifra al pie de la letra? El ma No hay
te, además de la típica infusión, es una forma popular de llamar en el Río de la Plata a la cabeza, y además “ mate”, es el imperativo del verbo ma tar. •
La escena en que culmina para Iris la escalada materna respecto al tero, pudo ser leída a partir de un acontecimiento posterior, la^muerte del pája ro. Esta posibilitó el cifrado de ciertos elementos previos: Iris destaca “la mirada fija y mansa” de la madre, que no auguraba nada bueno)^omo le sucedía en 1935, ella está angustiada ante la idea que su-madre está sola y de que “algo malo iba a ocurrir”.
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A pesar de que e l tero estaba enfemio Iris “no quiere pensar ni ver”, pero a la mañana siguiente ante el tero muerto las ideas se le imponen : el tero no murió. Al tero lo mató su madre. En una escena especular madre e hija se acusan mutuamente por la muerte del tero, sin que se abra la po si bilidad de admitir que este murió. No. El tero fue muerto.
Pero , Iris ya tiene "indicios claros anteriores y posteriores ” a la muerte del tero. Con esa muerte va a leer las salidas “clandestinas” de su madre, y su propia internación com o parte de la trampa que ésta le tendió y en la que cayó “mansita”, como el tero. A la muerte del tero Iris consigna que su madre lloró: segunda mención de un llanto de Raimunda (la primera es a propósito de la muerte de Edelweiss ). Muerto el tero se prolonga entre madre e hija una disputa por el lugar que este ocupaba, se trataba de quien ponía la pica en Flandes. Finalmente se establece allí un terreno neutral. La solución es un “cajoncito de verdura”. ¿También un cifrado? t
¿Es esto un delirio mí o?}. Como Schreber, Iris va a hacer valer el real en scoup, Iris sitúa el donde funda su certeza. En la mirada del tero , apré convencida de que mamále había hecho entender al mensaje “(...) quedé tero que lo mataba y que el animalito me habí a pedido ayuda confiada y desesperadamente ” . “Pero entié ndase bien —nos advierte Iris—yo nunca hubiera sido capaz de hacer deducciones de este tipo, si no hubiera visto (muy bien y por mis propios ojos) el rostro de mamá descompuesto por una feroz y ca nallesca alegría (...)”.
La prueba del canario Para Iris, otra prueba de la culpabilidad de su madre en la muerte del tero se encuentra en aquello que ocurrió al canario. , loco y que picaba fuerte. Tres significantes identifican ese canario: fiero Fiero y loco están metonímicamente conectados con el pasaje al acto, pues formaron parte de la descripción misma de Lumen, tal como la per geñaron Raimunda e Iris.
Durante quince días ella observa esa escena compuesta por el canario y su madre: en ausencia de su madre el canario duerme tranquilo; la pre sencia de su madre lo agita y lo enloquece. Concluye pues que su madre ha resuelto matarlo por el miedo , y conjetura que ella baja de mañana a torearlo y acosarlo con el dedo. Esa sospecha encuentra confirmación pa
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s ra Iris cuando, espiando a quien la espiaba, observa a su madre a travé de un espejo y ve como respuesta que le es dirigida una “ mirada y un
gesto de prepotencia y de burla tan manifiestos que ya no había por qué dudar”. Iris busca proteger al canario, pero cuando sale de su casa lo deja ex puesto al ataque de su madre, y los latidos del corazón del canario le di cen su agitación. A propósito de esta pelea en tomo al canario, vemos implicarse a cada miembro de la familia, y nos enteramos de ese modo que entre Iris y su madre se ha instaurado, no sabemos desde hace cuanto tiempo, un pesado silencio. Entre ellas los mensajes circulan por la vía de Lumen y Halima. En ese clima álgido, madre e hija se ofrecen, en la ver sión d e ésta, enganchadas en la especularidad d e una locura ¿cu ál es su tenor? ¿Qué relación con la locura del padre tiene esta locura que las ata? Esta persecución familiar.es concomitante con los momentos definitorios del sumario que cuestiona la idoneidad de Iris para ejercer su cargo de maestra. Que Iris mantenga dos registros separados para ambas situacio nes se revela como una vieja manera de hacer con la persecución: se puede intentar dividir para reinar. Pero el episodio del canario decide a Iris. Cuando al silencio de su madre se suma el silencio enojado de Halima que no le trasmite un mensaje de Raimunda, Iris, además de aceptar que el canario sufra su terror, decide dar el paso urgente de pedir a un psiquiatra que estudie a su madre. Si tenemos en cuenta el lugar que el goce maligno de Raimunda ocupa para Iris a lo largo de estas páginas, podemos concluir, provisoriamente al menos, que es por ese sesgo que se le plantea a Iris la cuestión de la locura de su madre. En su jaula, el canario ha funcionado, por sus carac terísticas, como alter ego de Iris, así como su madre la identiñca: “la lo- cura agresiva de Iris99 . (Cap. XV). En el trato de su madre al canario una mostración ha tenido lugar para Iris: se le ha hecho visible su propio te rror, su locura y su fiereza, provocadas por un goce que la enloquece. Pero ese canario también está marcado por los significantes que quedaron prendidos para ella a la imagen de su padre como “personificación del crimen”: “loco y fiero”. De este modo Iris replantea que hay un “más de allá” (Más de Ayala), de la interpretación que en 1935 “cerraba” el caso, poniéndolo a sola cuenta de la locura del padre, y en su movimiento de hacer-saber ella pone sobre el tapete el lugar de la madre en esa locura. En la escena del canario Iris
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capta una relación directa entre su locura agresiva y el goce de la madre. En 1935 hubo indicios que le permitieron leer que su padre estaba loco y efectivizó su respuesta en el pasaje al acto. Ahora, otros indicios le per miten leer que su madre puede estar loca y com o respuesta va a consultar a un psiquiatra.
Del sujeto y su estructura Llegados a este punto de nuestra lectura se nos hace imprescindible dos tipos de reflexiones: por un lado acerca de los puntos en los que se asienta la subjetividad de Iris; por otro se trata de la cuestión de si este casó no ha de ser claramente situado en términos de una. folie ádeux, o más bien de una locura entre varios. Vamos a posponer aún este último aspecto para intentar brevemente aquí situar de qué modo logra ella sos tener su existencia de sujeto. En su texto sobre Una cuestión preliminar al tratamiento posible de la psicosis , Lacan forja un par de esquemas de lectura -esquemas L y R— que pueden sernos útiles para situar esos puntos que estaquean al sujeto en su estructuración. Limitémonos a recordar el esquema L:
A leer así: S, inefable y estúpida existencia del sujeto, a, sus objetos. a’, su yo como forma imaginaria que se refleja en los objetos. A, el lugar simbólico desde donde se le plantea al sujeto la cuestión de su existencia. La diagonal indica la línea de la agresividad erótica, mientras que desde A se levanta, interponiéndose a la pura lucha imaginaria, el muro del lenguaje12.
12. Lacan, Jacques, Es crito s, Siglo XXI, 1984, México, t.2.
Indiciosdepersecución
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Si en la psicosis la existencia misma del sujeto se encuentra amenazada cuando se disparan estos cuatro puntos de fijación, la cuestión, es la de qué tipo de solución se ve llevado a inventar un psicótico para sostenerse en la existencia. Llevado al esquema L, diremos que el riesgo en la psi cosis es el de hacer desaparecer la diagonal del esquema, por eso , “para
mantener esa diagonal, le seránecesario apelar a todos los recursos del narcisismo ” 13.
Proponemos considerar que en el tiempo de su demanda a Más de Ayala, Iris se encuentra en un momento de desestabilización subjetiva que puede pensarse com o esa disparada de los puntos fijos del esquema L. En este momento, las armas del narcisismo parecen ineficientes para soste ner su existencia. Si el significante que ha libidinizado como su ideal es aquel que cosechó , y si es desde a llí que se le plantea al en el decir de su madre: “Maestra” sujeto toda pregunta, suponemos que, en este momento, al bascular la diagonal, el pequeño otro perseguidor tiende a colapsarse con el lugar del Otro, y que ese es el lugar ocupado por Raimunda. Esto sucede en el momento en que se le está arrebatando la posibilidad de anclar su ideal en una práctica en la cual pudo sentirse narcisísticamente valorada. (Cfr. cap. XXII). Buscar alguien a quien dirigirse, como lo hace Iris, se inscribe en el mo vimiento que Lacan supo leer en Schreber, de reconstituir, de reafirmar esa diagonal, al fijar el lugar posible de una imagen del otro, (a’),que en la línea misma del yo, (m) le permita resituar su ideal, y separarlo del otro perseguidor.
13. Comunicación personal de M ayette Viltard a quien agradezco. R. C.
Capítulo dieciocho
Del dinero, la pensión y la casa De las páginas de Iris, que damos a leer a continuación, escogimos tres palabras como ejes de estos textos: el dinero, la pensión y la casa.
Mamá y el dinero Creí durante muchos años que teníamos una madre muy generosa y de sinteresada en lo concerniente al dinero y los bienes materiales. ¿Por qué lo creía? Porque ella así lo afirmaba ... Era ese uno de sus temas de repeti ción. Yo o ía , que en las discusiones que tenía con papá uno de los temas princi pales era el del dinero; pero pensaba que de verdad “ e s t a b a h a c i e n d o m i la - g r o s p a r a s o s t e n e r la c a s a c o n t a n p o c o ” Una de las cosas fuertes que le decía papá cuando perdía la paciencia, era “ q ue e r a u n a p e r f e c t a g e n o v e s a q u e s ó l o p e n s a b a e n e l d i ne r o "; cuando lo decía yo me indignaba ... tanto como lo hacía mamá. Sólo después de cumplidos los 25 años, empecé a advertir que, en efecto, a m a m á, p o r s o b r e t o d a s l a s d e m ás c o s a s , l e i n t e r e - s a b a e l d i n e r o y l o s b i e n e s m a t e r i a l e s.
Desde que empecé a entender, hasta el final, podría decir que todos los meses (y quizás me quede corta) oí a mamá echar en cara a papá, con acritud y grosería, y en presencia de los hijos (aun los más chicos), que ga naba poco y la hacía pasar privaciones, y que si la hubiera dejado trabajar ella hubiera tenido un suéldo mayor que el de él. Eso de que le había impe dido trabajar, no dejaba de ser un “chantage” de los que ma má acost umbr a ba utilizar, sorprendiendo al interlocutor desprevenido con medias verdades: Sin duda, (y por eso él, que era sencillo, quedaba corrido ante el argumento)
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papá le había dicho que tenía que dejar de trabajar al casarse, que es el hombre el que debe trabajar fuera y ganar el dinero; pero ella hubiera podi do no casarse. Sé perfectamente que mamá se casó encantada y hasta orgullosa con la condición: porque me dijo muchas veces que estaba harta del Asilo, y que no hubiera resistido mucho tiempo más trabajando como lo hizo aquellos dos años. Lo que sucede es que mam áno pu ede vivir sin hab lar de cómo se gasta el dinero y de que no le alcanza: es esta una de sus varias manías. Papá no era persona de pensa r en el dinero: a él le gustaba estudiar filoso fía y religión; conversar sobre asuntos serios, trascendentes; tocar el armo nio, cantar y oír buena música; y vivir a ritmo tranquilo: No era perezoso; pe ro no era acalorado como mamá. Papá hizo todo lo posib le para ga na r dinero . Mamá misma lo decía muchas veces (antes ...): “Papá nunca rechazó una mensura, y siempre se alegró de tenerlas cualquiera f uera el lugar donde tuviera que ir a medir; lo que hay es que no sabe conseguirlas”. (Yo lo entiendo, porque tampoco he sabido con seguirme alumnos particulares). Papá, como empleado público, ascendió y aumentó bastante su sueldo. Cuando pasó a la Dirección General de Avalúos, fue él quien (para satisfa cer la exigencia de dinero de mamá) proyectó un nuevo y más racional pre supuesto para la Oficina; proyecto que imprimió en muy cuidadoso folleto y que consiguieron se aprobara, con lo que papá aumentó bastante su sueldo. Por cobrar honorarios, que se le debían, concurrió durante todo un año, por las noches, a hacer antesala a las sesiones del P. de M. (no recuerdo bien el nombre —yo tendría 9 años). Por cobrar honorarios (y llevar el dinero a mamá, y acallar sus reproches), entabló pleito a la familia de Don O. S., que le discutió el precio de la hermosa mensura que hizo en 1929 de la propie dad de Punta Ballena. Y eso que la señora de S. era su tía, E. T., hermana de abuelita, y en papá hubiera sido mucho más natural, ceder en el precio o regalarle la mensura. Pleitear por dinero, estaba totalmente fuera de la nat u raleza de papá; él hubiera pleiteado por principios, por ideales. En el caso, se consoló con la idea de que lo hacía por imponer un arancel para los agrimensores; y pleiteó bien hasta que ... murió; y mamá pudo cobrar una buena suma ($ 3000 si no recuerdo mal). Los últimos años papá le decía a mamá: 'Te quejas po r gusto, por que tengo uno de los mejor es sueldos de la Administ ración" ($ 280 en 1934). Mamá le respondía: "Pero otros hombres se consiguen otros puest os o tr abajos y ga na n m ucho m ás; tú te conf ormas con ese su eld o ". Y él quedaba vencido; o si no le respondía: “Demasiado sabías cuan do te casaste con mi go q ue yo no era hombr e para eso. Cre íque me casaba con una m ujer de i deales, y resulta que no pi ensa s más que en el di ner o ”. En aquel tiempo yo no creía
que mamá no pensaba más que en el dinero; y aunque ya entonces me pa recía que era cruel al acosar a papá por ese lado, pensaba que lo hacía como venganza o desahogo por otros agravios. Sin embargo, cuando mamá consideraba que tenía que salvaguardar su or gullo de esposa, hablando con sus cuñadas U. o Y., y también conversando a solas conmigo, decía: "Lumen hizo todo lo que pud o por traer dinero a c a
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sa, y h a y que tener en cuenta q ue eso estáfuera de s u natur aleza: no sólo as cen di ó var ías v ec es , aumentando con eso su sueldo, sino que hi zo mu chas mensuras , con lo que trajo mucho dinero extra. Ha y que ver, que t odo lo que ha y en la casa y la casa misma con todos los arreglos y ampliaciones que se le hicieron , fue pagad o con dinero gana do p o r ér. Me lo dijo muchas
veces a mí a solas; y esa era la verdad. Pero había otro aspecto en la cuestión: y es que pa pá entregaba a ma má su sueldo íntegro, y luego ella le gritaba sin reparos, en presencia de los hijos (chicos o mayores) por cada gasto ínfimo que él hacía. No le dejaba ni si quiera el gusto de decirle “hoy cobré”; vigilaba en el diario y le decía: “m añ an a te p a g a n ”. Al día siguiente, cuando él llegaba, lo besaba y le decía: ¿Co b r a s t e ? ¡d ám el o! Y si él se resistía (en broma, porque en serio no se atrevía a hacerlo) le decía: “¡Dám e lo en seg ui da , q u e de sp ués te ol vid as y puedes perderlo!” Y él se lo daba de inmediato. Cuan do en 1936 mamá es cribió su declaración para el Juez, con motivo de mi “antecedente”, yo se la pasé a máquina en mi piecita del Hospital Militar; y recuerdo que terminé por ... reírme, ante la terrible insistencia con que allí repetía, como broche a ca da una de sus implacables acusaciones contra el marido: “y eso, du rant e veint idós a ñ o s”. Podría yo ahora parodiarla, y decir, respecto a la forma en que le sacaba el sueldo a papá: y eso, durante 22 x 12 = 264 meses. Después de sacarle el sueldo, le daba cincuenta centésimos y le hacía co mo al pasar, la cuenta de cuántos días le iban a durar (el tranvía costaba 6 cts.): a 12 cts. por día, tenía para cuatro días. Cuando iba a ir a la peluque ría, le daba lo necesario. En tal forma, mamá se enteraba hasta de cuando papá compraba maníes. “¿Cóm o, ya necesitas d ine ro? Si el martes te di 50 cts : todavía te que da n 2 6 cts ... ¡Com pr ast e un núme ro de rifa!” Algunas ve ces papá hacía compras sin auto rización el mismo día que cobraba (lotería) o cuando mamá le daba dinero para comprar algo y él lo invertía en otra forma (juguetes): mientras nosotros fuimos chicos, mamá alternaba entre echárselo en cara dramáticamente, diciéndole que ella se estaba sacrifican do para hacer rendir su pobre sueldo y él despilfarraba el dinero, o aceptar el hecho con condescendencia. Pero después que Ariel y yo nos acostum bramos a salir juntos para ir a la escuela (en 1929, yo 14 años, él 12), mamá arr egló que no sot ros hi cié ram os las com pr as. De esta manera, papá no tuvo ya motivo para llevar dfnero consigo; y el día en que cobraba no se atrevía a comprar nada, pues para entonces las furias de mamá éran mucho mayores (porque ya no dependía de él: tenía hijos que le hicieran los mandados y le llevaran los recados). Ariel y yo salíamos siempre juntos a hacer los manda dos, por orden de mamá, pero como yo le llevaba 2 1/3 años y era más pre coz, por ser niña y por naturaleza, quien llevaba el dinero, trataba, y elegía las cosas era yo; Ariel era algo así como mi guardaespaldas. Más adelante, cuando estudiaba en el Instituto Normal, yo hacía sola las compras: pero Ariel me acompañaba a todas las visitas. De esta ma néra , pa p á no t uvo y a nada qu e ver con e l dinero de la casa (except o ganarlo y cobrarlo).
Desaparecido papá, mamá se sostuvo con lo que cobró por la mensura de Punta Ballena y con dinero que le prestaba Eugenia, su hermana. Después, terminados los trámites sucesorios, no entraba en casa otro dinero que el de
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la pensión correspondiente: $ 128 líquidos. Como con eso no era posible sostener “ nuestra casar mamá necesitaba urgentemente otro sueldo. Ariel tenía 17 años y no había terminado el Liceo; no había probabilidades de que ganara un sueldo bueno. A mí, en cambio, me faltaba sólo un año para reci birme. Mamá luchó denodadamente para obtener el sobreseimiento, pero llevó dos años y pico. Cuando volví a casa en abril de 1938, ya habían co menzado los cursos, pero el Sr. S. Morey Otero, director de los Institutos Normales y el Sr. Emilio Verdesio, a la sazón Director de Enseñanza Prima ria y Normal, arreglaron las cosas para que hiciera el año sin perder la re glamentación (y. aun me dieron 15 días más de “ vacaciones? \ que empl eé en hacer visitas de reconocimiento y en reacostumbrarme a casa y a sali r). Me recibí; y en 1939 comencé a ser yo (en sustitución de papá) la persona que n o era c ap az de gana r el dinero suficiente para sostener 7a casa”. Por eso fue, que en abril y durante cinco meses, acepté que me dieran ¡$15 mensuales! del dinero de Comisión Fomento, por el trabajo que, porque me gustaba hacerlo, realizaba todos los días en la Escuela de Práctica arre glando el material de enseñanza. Los últimos 4 meses ocupé, como su plente, la secretaría de aquella escuela, y gané $ 80 nominales y el prome dio de vacaciones. Pero en 1940 no pude hacer suplencias, porque, por trabajar hasta el últ imo momento en mis obligaciones de secretaria, fui nerviosa a la prueba de con curso y me equivoqué en el problema de aritmética, por lo que quedé elimi nada. Fue entonces que comencé a experimentar en serio sobre mí el des prec io de ma má hacia el que n o le aporta dinero (no fui capaz de conse guirme alumnos). Yo hubiera deseado seguir otra carrera, y no quedarme sólo en maestra, arquitectura, me gustaba) pero ahora eso era imposible: el peso de la casa había caído sobre mí (y lo acepté con naturalidad). En 1941 empecé a trabajar (en suplencias e interinatos, pero ininterrumpi damente); y entonces mamá fue más amable conmigo. Como papá, el pri mer sueldo que cobré se lo entregué entero a mamá; pero mamá (ahora me doy cuenta de que lo hacía porque legalmente me pertenecía parte de la pensión) no llegó a guardarlo en lugar seguro como hacía con el de papá, sino que dejaba a la vista y a mi alcance la cajita de cartón donde junt aba su pensión y mi sueldo. Ella misma me había acostumbrado, a parti r de mis 14 añ os, a hacer con toda libertad ( aparentement e con toda libertad, per o yo no lo ha bía a dver ti do ), todas las compras para /a casa ... ahora, con 26 años, habiendo salvado la casa del derrumbe total (eso era lo aceptado por to dos), y aportando el sueldo que venía a salvarnos del derrumbe económico (per der la casa), era totalmente natural que yo continuara haciendo las compras para casa, sin complejo de ninguna especie. Yo consultaba todo con mamá; pero el asunto era que el dinero no estaba escondido ... de lo que resultaba un poco más de albedrío para mí y un poco menos de domi nio para mamá ... Yo le decía siempre: "¿Saco $ 10 para com prar tal cosa ?" "Puse tanto de vuelto " “Y eso siempre, durante muchos meses. Pero suce dió, que me fui dando cuenta de que mamá es me zquina par a el uso d el di nero. El dinero que teníamos nos alcanzaba para comprar ciertas cositas que hacían la vida más desahogada (psíquicamente, emotivamente, de
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sahoga da). Un hule nu evo para la mesa en lugar de otro gastado, una cace rola nueva en cambio de la que tenía el esmalte todo saltado, una bombita eléctrica para que haya luz en aquel rincón cuando se la precise, valen lo que cuestan; porque quit an la sensación de ahogo, de miseria. Gast ando un poco de dinero, yo daba a Lumen, a Halima y a mi también pequeñas ale grías cada mes que equivalían a inyecciones de vitalidad. Para mamá no eran casi nunca pequeñas alegrías, sino pequeños disjgustos; porque m a m á pref ería e l diner o en la cajita y la miser ia e n la s cosas., ¡ Ya a esta altura de la vida yo me había dado cuenta de que mamá tenía manías y de que la constante inquietud por el dinero era una de ellas; pero creía que no había maldad en ello, y que, como el dirtero lo ganaba yo, po dría, suavemente, ir frenando esa manía. Y, de a poco, haciendo ya varios años que yo ganaba sueldo, empecé a sa car dinero y llevar cosas sin consultar previamente. Di un mal pas o: Mamá no se atrevía a decirlo, pero se evidenció después que para ella se trataba de una insubordinación intolerable. Yo no compraba cosas para mí, sino para la casa (o sea para todos): la po ca ropa que para mi compré, fue porque mamá me dijo una y otra vez que me la comprara: me dio permiso. Mamá me echó en cara muchas veces, que para comprarme un saco (un “tapado”) en el otoño de 1945 tuvo que hacer una operación ... pero yo trabajaba en el Cno. Maldonado, volvía a casa ya anocheciendo, y no podía resistir el frío (me moría sin el saco): el. saco costó $ 80, pero lo utilicé hasta terminado el invierno de 1955, y recién el año pasado necesité de uno nuevo (que aún no compré). Para que no me animara a gastar sin su permiso expreso, mamá empezó a hacerme cada mes l argos discursos doloridos cuando l legaban los cobrado res con los recibos de luz, agua, ga s e im puesto . Per o eso lo t enía d em a si ad o o íd o: me había criado, había crecido, había estudiado, oyéndolo ... Y yo pretendía (pretendía ... ) que en casa no hubiera más intranquilidad. Le dije que no'volviera a hacer lo mismo que antes había hecho: que las tarifas no iban a disminuir por sus quejas (ya se sabía que gastábamos lo menos posible) y que en cambio disminuía así nuestra vitalidad y nuestra felicidad. Lumen me apoyaba íntegramente. Pero intentar det ener con argume ntos a ma má en cualquiera de sus propó sitos (que son siempre los mismos, invariables, y parte de su misma natu raleza), es lo mismo que intentar detener con el cuerpo una locomotora en marcha. Vé as e l o q ue hi zo c on Arie l: Allá por 1942, Ariel entró a desempeñar un hu
milde cargo en el que cobraba líquidos $ 26 por mes. El día en que cobró por primera vez, mamá, naturalmente, se los pidió; y Ariel que ya entonces juzgab a a mamá casi como la juzgo yo ahora, le cont estó que no, que ese dinero era para sus gastos. AHÍse pe rd ió. Mamá le dijo que tenía que ayu dar a costear una carrera al hermanito (lo que hice yo, y ahora resulta que lo hice ¡p o r i nt eré s! ) y Ariel respondió que no era hijo süyo. Mamá le dijo en tonces que tenía que pagar la comida que comía, peroi él dijo que con eso iba a pagar el ómnibus y algún otro gasto que necesitara hacer; y no se los
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dio. En aquel entonces, a mí, que soy “dócil”, e invertí en casa todo mi suel do durante dieciséis años, esa actitud de Ariel me resultó asombrosa y ho rrible. Ahor a pienso que Ariel tuvo siempre más carácter-que yo, y que ve ía mucho más claro. Por cierto, que a nuestro hermanito Lumen que t enía en tonces 14 años, le convino que yo no viera tan claro. En cuanto a Ariel que tenía 25 años, mamá se valió de mi imbecilidad y le hizo pagar su rebeldía echándolo de casa (como narro aparte). Ma má que ría q ue y o ga nar a e ídinero, se lo dier a t odo, y no ga sta ra na da
(como lo hacía papá).
Ma má quie re una casa con miseria (tazas rajadas, tenedores torcidos, hule
de mesa raído, sábanas añadidas, toallas rotosas y trapos en vez de pa ñuelos), para que las personas que pretenden ser independientes de su prepotente voluntad (marido, hijos mayores de edad, o quien fuere que vi viera con ella) apesadumbrados por la escasez, avergonzados por no vivir como querrían y podrían, no tengan fuerzas para oponérsele. Si en la casa hay algo bueno, agradable, útil, tiene que ser algo p o r e ll a pensado, p o r e ll a dispuesto, p o r e l la comprado: lo más que llega a admitir es que uno le haga el mandado.
Todo el dinero que entró en casa desde que se casó fue: sue ld o d e pa pá, pe ns ión de p ap á y suel do m ío (ahora, sueldo de Lumen), pero eso para mamá es sólo un detalle sin importancia ... Mamá m e r ep et ía cuando yo era chica: “Tod o ¡o qu e h a y en casa es i dea m ía y tr abaj o m ío; t odo ; pr im ero , porqu e pap á no sabe administrar el dinero y si no fuera po r mi administra ción no t endría nad a; segundo, porq ue yo t rabajo tanto, que si cobra ra su el do po r lo qu e h ago tendría qu e pagar me m ás d el dob le d e lo qu e ga n a ”.
Y cuando él le decía, entre bromas y veras, que tenía derecho a intervenir y opinar en algo, ella le contestaba co n verdadera ira y a gritos: “¿Tú sa be s todo lo que ha go yo en esta casa ? Si cobrara sueldo po r todo lo que hago, tendrías qu e pagar me: un sueldo como lavandera, otro sueld o com o pla n cha dor a, o tro co m o cociner a, otr o co mo ni ñ era, ot ro co m o am a d e cría, ot ro com o jardiner o y otro como administrador. Así, qu e n o sólo me gano el din e ro que traes, sino que m erezco mucho m ás (que cua lquie r otro que no fuera tú m e tr aer ía, y p o nd r ía a mi s pi e s )”. Las veces que lo oí y vi decir ... Pap á no cont est aba . Quedaba anonadado; no sé si por la “solidez” de la ar
gumentación (que era lo que me sucedía a mí, que era niña) o por la desfa chatez evidenciada en la misma.
Entonces mamá empezó a decir, que en ese tomar dinero y comprar cosas, yo estaba gastando cada mes más de lo que cobraba. Véase bien; ya dije que no compraba ropa para mí excepto la estrictamente imprescindible (y con la aquiescencia expresa de mamá). Compré (un poquito cada mes) co sas tales como: escobas, plumeros, cepillos de piso, paños de piso, deter gente, cepillos y pomada para zapatos; cepillos de uñas, cepillos de dientes, crema mentolada; mantel de hule, bandejas, taza, platos, vasos, asaderas, cacerolas, calderas, olla de aluminio (para lavar la ropa); bombitas eléctricas
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(el vendedor ll egó a preguntarme si las compraba para un hospit al), plancha eléctrica, escaleras (de 6 y de 8 escalones), serrucho ¡para jardín, serru cho para carpintería, tijeras de podar, pinzas, destornilladores, cueritos para las canillas, 20 mts. de manguera para el jardín, clavos y tornillos, el espejo de tres cuerpos para la pileta del cuarto de baño, jaulas para los canarios; pantuflas para todos en invierno, sábanas y fundas; lana y agujas para tejer, hilo de coser, algodón de zurcir, tijerítas y tijeras; cuerda, hilo sisal, hilo para envolver; fruta seca; métodos de música, libros de todo! tipo; ropa para Halima, ropa para Lumen; tarjetas de visita para los cuatro, lacre, sobres, es tampillas, lápices, plumas, secante, gomas de borrar, goma de pegar, tinta, clips; papel de copia, papel carbónico y cinta para la máquina de escribir; papel de embalaje (cuánto!) para forrar libros y libretas; regla de cálculo ... y además, pagaba cada mes (del dinero común), los $ 72 de amortización en el Banco Hipotecario, $ 20 por cuota de librería, cuotas por saneamiento y pavimento en el Municipio y los gastos de dentista de Iqs tres hermanos. No sé si era o no verdad que entre todo gastaba más de lo que cobraba; en to do caso, estaba bien gastado, y nunca nos faltó dinero para comer ni para pagar las cuentas.
(Ahora recuerdo que a C. (su hermano)* mamá lo echó de casa, sólo porque no le entregaba parte de su sueldo). 1 Finalmente, cumplió mamá /a última e ta pa: Un mes, tomó el sueldo que yo acababa de poner en la cajita del dinero, lo colocó sobre un mueble, y me dijo: “a h íti enes tu su el do ; pue de s gua rdárt elo ; no lo qui ero m ás”, (no había testi gos) y desde ent onces guardó bajo ll ave la cajit a icón el dinero de la pensión. Fue peor que si me hubiera dado una puñalada ... no era el caso de Ariel, que se había negado a dar su sueldo ... Pensé toda una t arde, con desesp e ración, (ya Lumen no me apoyaba) y luego recogí y guardé mi sueldo; por que cuando mamá toma una decisión con aire dramático, ya no se echa atrás. Me di cuenta de que lo que mamá buscaba era que y a n o p u d i e r a d e cirse de m íque le ent regaba mi suel do; que mis hermanos vieran, que yo me lo guardaba cada mes; y, ad emás, s er ella la du eña tot al de l ma ne jo del dinero de la pensión. Finalmente advertí, que con tal medida ella lo ganaba todo y no perdía nada en su ya abierta lucha para hundirme en el concepto de mis hermanos; porque ... si me enojaba, y no gastaba más nada para los demás, quedaba enseguida como una infame egoísta ... y si (como lo hice) continuaba gastándolo en la misma forma, y pagando la cuota del Banco Hipotecario, la cuota por los libros, las del Municipio, las cuentas del den tista, etc., ya no constaba, porque mamá empezó a realizar con mis herma nos propaganda diaria en este estilo: ¡ii *. ¿Víctor?
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“Iris tiene para ella sola más que “nosotros” los tres (mi sueldo era ya mayor que la pensión). ¿Que paga el Banco? Con esos $ 72 no se paga el alquiler de un departamento: sale ganando. ¿Que paga al librero? Si hubiera paga do el agua, la luz y el gas que gastó en todos estos años, hubiera tenido que gastar mucho más que lo que pagó por tus libros de estudio: fue una farsa el que te los comprara; en realidad, fui yo quien te compró los libros, porque pagué siempre las cuotas de agua, luz, gas e impuestos con la pensión. ¿Que compra cosas para l a casa? Lo hace porque piensa que en esa forma va a tener mayores derechos para quedarse con ella. ¿Que te compró una lámpara y a Halima un saco? ¿Que la lleva a Halima al cine? Es para con quistar la voluntad de ustedes contra mí; porque me odia y me persigue, y quiere relegarme a un rincón de la casa”. (De esta manera de argumentar ... me vine a enterar d os o t re s a ño s m ás tarde, cuando Lumen me la espetó encima con mirada llena de desprecio ... y cuando el trabajo estaba hecho, y bien hecho).
La pensión Había otro problema de dinero, en el que yo no reparaba, pero que mamá tenía constantemente presente: la pensión. Mamá me habló mucho de la pensión; yo la oía siempre, pero sin entender por qué daba ella tanta im portancia al tema. (Como yo daba por seguro y natural el que durante toda la vida le iba a entregar mi sueldo ... y como además tenía la idea de no te ner que cobrar yo pensión proveniente del sueldo de mi padr e ...). Yo pensaba que mamá puntualizaba las cosas sólo por exceso de minucio sidad, y la oía como quien oye llover. Pero últimamente empecé a recordar ... Los primeros años mamá me decía de cuando en cuando: “A ia pe nsi ón sólo ti enen derecho tú y Halima; a Lume n por ahora le toca, pe ro en cuanto cumpla los 21 a ñ os ya pierd e el derecho ; en cuanto a Ariel, n o tiene der echo a nada por que es mayor de ed ad”. Yo le decía, “sí”, y pensaba en otra cosa.
¿Qué importaba a quien le tocara y a quién no, si vivíamos todos juntos y mamá cobraba todo a su nombre y lo invertía para todos? Pero mamá me repetía una y otra vez: “La mit ad de la pens ión les toca a t íy a Halima, p er o
como Halima no es normal, somos tú y yo las dos per sona s responsables Yo le con que t enemos que perm anen cer unidas para soste ner la ca sa ”
testaba, “sí”, y pensaba en otra cosa. Lo de permanecer unidas mamá y yo, era para mí tan innecesario de tratar como el que la Luna tiene que seguir girando alrededor de la Tierra (y no sólo porque yo la necesitaba a ella, sino porque consideraba que ella me necesitaba a mí) (ahora, sólo quitándole el sueldo a Lumen y haciéndole imposible el ennoviarse, puede sostener la casa).
Pero llegó un momento (no tengo ¡dea de en qué año fue) en que mamá me dijo: “Ya ahora , a ti no te t oca pensi ón con el sueldo que cobras". Le dije, “sí”, y no me preocupé más: mi ent ra s m a má vivier a, a m íni s e me p od ía ocurrir pe nsa r en mis derechos sobre la pensión.
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Pero sucedió que mamá tenía a Halima sumamente descuidada: vestida de trapos, con zapatos viejos del hermano, la peinaba a eso de las 17 hs. (por lo que se la veía desgreñada casi todo el día): parecía uña huérfana aban donada. Además, aparte de que le pegaba, la retaba conti nuamente cuando quedaba sola con ella y la tenía la mayor parte del tiempo l lorando desespe rada. Entonces, para defender a Halima (como Lumen no me llevaba el apunte y con mamá por las buenas no conseguía nad a), opté por la amena za, y le dije que si seguía tratándola así yo iba a hace r denuncia de que ha bía en casa una hermana incapaz maltratada por ella^ Tal amenaza tuve que reiterarla por dos veces, pues i ba surtiendo efecto de a poco: primero la vistió con más decencia y le lavó la ropa; más adelante, se decidió a pei narla a las 13 hs. (más temprano, nunca); y después de otro enojo mío dejó de retarla a gritos. Cuando dije que Halima era una incapaz maltratada, es taba tan lejos de pensar en la pensión que cobra ma má, bomo de pensar en la cuadratura del círculo: sólo veía que Halima no llevaba una vida di gna de ser vivida. Pasados unos meses, en una discusión provocada por mamá, Lumen me dijo iracundo: “Y sácate la idea de que t e vas a quedar con Hali ma: si tú pides a Halima, yo te discuto; y entre tú y yo, me la dan a mí”. Quedé como quien ve visiones. No entendía ni de donde había surgido la idea de que yo pudiera pedir a Halima, ni el súbito interés de Lumen por el porvenir de la hermana. Pasados meses, y habiendo visto y oído muchas cosas, recapacité; y recordé que a Halima le perte nece la mitad de la pen sión que ma má cob ra ; y entonces me di cuenta de que si se llegara a reco nocer que ella no es capaz de valerse por sí misma y que mamá no se preocupa de ella como es debido, mamá dejaría de cbbrar la mitad de la pensión ... recién entonces comprendí el porqué del súbito interés de Lumen por hacerse responsable de la hermana: no estaba defendiendo los intere ses de Halima sino los de mamá. Desde entonces Lumen creyó (y cree) una “verdad” más sobre mí: “ quiero apoderar me de la mita d de la pen sión”; y es por eso, y sólo por eso, que le compro ropa a Halima y la llevo al teatro y al cine ... para “hacer méritos”. (Y probablemente también: a Halima la había convencido mamá de eso). El año pasado, me sucedió varias veces que al acercarme por la tarde a la cocina mamá le decía a Halima: “apaga” y Halima apagaba la radio. Creí que sólo se trataba de hacerme una grosería como tantas otras, pero otras dos veces en que llegué sin ser advertida (no de propósito) hallé a mamá bien arrimada a la radio escuchando bajito, la audición para jubilados y p en sionistas. Durante vários años la había escuchado siempre (también leía las respuestas al Consultorio, de El Día ) sin que yo me hubiera preocupado de atenderla. La novedad consistía en que ahora lo hiciera escondiéndose de mí, procurando que mi atención no recayera sobre el asunto. Eso me hizo pensar que hay algo de que ella se había enterado respecto a la pensión, y que deseaba que yo no lo supiera. Eso debe haber sido en noviembre últi mo. Como, cobrando yo $ 311 líquidos e invirtiéndolos casi íntegramente en casa (últimamente me compré algunas blusas, y me compraba cosas para comer), mamá decía que yo estaba viviendo a costa de. ella, y había escon dido los huevos, y ponía las papas, tomates, zanahoriasjy frutas en sendas bolsitas de cotín (que había hecho exprofeso y cerraba con un alfiler de
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gancho) para que yo no le “sacara” alguna, resolví consultar si yo tenía o no derecho a parte de la pensión. Ent iénda se bi en : consult arl o, n o pa ra rect a ma r nada, sino para comprend er a m amáy sus vericuetos mentales. No lle gué a hacerlo; pero sí supe que las maestras tenemos derecho a acumular pensión con sueldo hasta los $ 600. No sé si así puede favorecerse una hija en vida de su madre, cosa que no sería lógica por injusta. De todas mane ras, si se enteró de la existencia de tal ley, en la insana mente de mamá puede habe r surgido la i dea de que a mí me convenía que ella muriera para aumentar mis ingresos con la mitad de la pensión: “Cree el fraile, que todos son de su aire”.
La casa Queda aún otro importante problema de dinero en el que piensa mamá constantemente: /a casa (terrenos, casa, muebles). Una de las primeras co sas que mamá me dijo cuando nos vimos por primera vez, al t ravés de una reja, en el locutorio de la cárcel de mujeres, fue "G. (¿Eugenia?) quiere que me vaya a vivir a su casilla de Atahualpa y deje la casa ¿quéh a go T Le contesté sin vacilar: "/A/o dejes la casa! Ha y que conservar la ca sa”. Mamá aprobó en total acuerdo. Supongo que después le habrá dicho a G.: “Iri s, no quiere que deje la casa”, (más adelant e, nos dijo que G. —que le estaba prestando dinero- había pensado aprovechar nuestro desastre económico para quedarse ella con esa casa que tanto le gustaba; pero que de ninguna manera “teníamos” que perder esa casa, que era el producto de s u trabajo). Recién ahora me doy cuenta de que mamá me consultó sobre si conserva ba la casa, para saber si contaba con mi futuro sueldo: si yo pensaba invertir mi dinero en /a casa . Cuando se inició el trámite sucesorio, todos los hijos éramos menores de edad (yo, la mayor, tenía 20 años), y todos los bienes pasaron a mamá. Cuando mamá vio que Ariel se negaba a entregarle su sueldo de .$ 26, lo consideró enemigo declarado y empezó a perseguirlo; y empezó a decirme que Ariel quería que se vendiera la casa para recibir su parte. Me lo decía una y otra vez con aire atemorizado. Tantas veces me lo repitió a solas, que yo dedu je qu e Ariel se lo reclamaba constantemente. Y esa certeza (basada en mi creencia en la buena fe de mamá) me hizo indignar contra Ariel; por que yo estaba luchando junto con mamá para sostener esa casa, que nos dab a un a situación, — en posición (casa quinta), en comodidad (espacio, sol, aislamiento) y en tranquilidad (no pagábamos alquiler; amortizábamos la hi poteca) —que hubiéramos perdido totalmente si la hubiéramos vendido. Yo cr e í(sin as om o de dud a) que Ariel quería desh acer la ca sa; y por eso no me dolió tanto el que se fuera: si la vendíamos, también iba a tener que irse. Se fue Ariel a vivir solo, en 1942; y no habían transcurrido diez años, cuan do me hallé con que Lumen me echaba en cara con desprecio, (y como co sa que sabía desde hace mucho y no trataba por asco) qu e l o q ue yo quer ía era queda rme con la casa. La impresión que me causó el que mamá dijera eso de mí y el que Lumen lo creyera, es difícil expresarla. Pero además de la impresión de que mamá hubiera trocado el 7r/s, que da t odo lo que gana,
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para /a casa” con que recriminaba a Ariel por el ** iris pa ga ias cuotas y c o m p r a c o s a s y p a g a a r r e gl o s, par a t ener mayor es der é chos so br e la ca sa y quedarse con ella ”, tuve otra tortísima impresión: re cor déqu e n un ca ha bía y entonces deduje, oído a Ar ie l de cir qu e q uería que s e vendiera Ia c as a ; que si mamá se animaba a acusarme a mí de tamaña codicia, después de tantos años en los que había vivido y gastado sólo pára los demás (cierto que era mi al egría), era seguro que también eran fraguadas las acusaciones que en 1942 había hecho contra Ariel (y que yo había creído ... porque lo decía mamá). De manera que el horror de que mamá me acusara de haber invertido mi sueldo en la casa y en mis hermanos (pagué la carrera de Lu men), para tener mayores derechos sobre la casa, quedó casi cubierto por el horror de haber dejado que mamá echara a Ariel de la casa engañándo me con mentiras. Y aquella tarde de 1952 en que mamá me dijo a gritos, con el rostro des compuesto, todo lo que tenía dentro de su espíritu, una de las cosas que me gritó fue: “Y r ecuérda lo bi en : esta cas a es m ía ; y el ja rd ín es m ío ; por qu e a m íme toca la mit ad de todo y a cada u no de ustedes sólo le toca la octava parte”. (Lo recalcó tanto con la voz y con el gesto como lo recalco aquí con
la tinta).
j
El sueldo de Lumen Y últimamente surgió otro problema de dinero: se acercaba el momento en que Lumen iba a ganar un sueldo. Como es natural, yo había estado deseando que Lumen terminara su carre ra; pero no se me había ocurrido pensar que el l ogro de esa meta por el que yo venía luchando desde el principio de 1942 (cuando inscribí a mi hermanito en la Escuela “Brasil”) traería consigo mi ruina total. Lumen aún no terminó la carrera (le falta el examen de dibujo); pero tampo co había yo terminado la mía cuando papá fue deshecho. Cuando mamá está empeñada en terminar con alguien (ya la vi deshacer cuatro vidas hu manas) o con algo (fogatas), se va adueñando de ella un ansia arrolladora, y ya no sabe esperar: precipita las cosas. Lumen estaba a punto de iniciar noviazgo y tenía varias candidatas aguar dando su elección. Lo lógico, era que cuando ganara dinero lo juntase para poder casarse pronto (tenía 28 años). Que él invirtiera su dinero en la casat cuando pensaba casarse lo más pronto posible y poner casa propia, era ri dículo e injusto. Yo lo había hecho, pero yo “no iba a casarme”. Si le empe zábamos a quitar sus primeros sueldos para /a casa (que es un barril sin fondo, porque precisa urgentes reparaciones), él no iba a poder comprarse libros, ni ropa, y no iba a salir nunca de la situación de pobreza y dependen cia en la que hasta ahora estuvo. Lo previne: “A/o v a ya s a p a g a r cu e n t a s d e casa con tu dinero porq ue entonces nos vamos a a costumbr ar y no te vas a po der casar”. El opinaba lo mismo, y los primeros meses invirtió sus $ 120
en libros (libros caros de Química, que necesitaba). Pero la mente de mamá no se está quieta: Había que pagar la Contribución Inmobiliaria correspondiente a 1955, pero mamá no la pagó ni me hizo sa
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ber que no podía o no pensaba pagarla. Como mamá nunca había dejado vencer el año sin pagar la Contribución; como nadie me había reclamado que la pagara yo, y yo estaba segura de que mamá había estado guardando dinero, por lo poco (cuán poco!) que compraba para comer: a mediados de 1956 yo no abrigaba preocupación por la Contribución (durante seis meses —hasta mayo —yo había estado cobrando sólo medio sueldo, e igual había pagado al Banco Hipotecario excepto un mes). Pues resultó que allá por se tiembre (creo), me encontré con Lumen (que pensaba, todo ilusionado, en comprarse un traje de verano) me decía furioso (contra mí!) y casi llorando de desesperanza, que hab ía tenido q ue d ar ios $ 240 que tenía ( dos suel d o s ; uno acabado de cobrar) para pagar la contribución de 1955; que el sueldo d e los d os meses siguientes tendría que emplearlo en pagar la Con tribución de 1956, y el otro mest en pagar a Ariel $ 150 que mamá le había pedido prestado a Ariel para pagar algo que no entendí qué era; que ya no se podría pagar el traje de verano, que estaba pasando calor, que iba a pa sar cuatro meses sin dinero y que no tendría ni para pagar un café a un compañero.
Sent í un dolor enorme Me había preocupado especialmente de que Lumen fuera feliz tuviera ropa buena, y se librara de la pesadumbre del “no se puede” que había sufrido yo; para ello, no sólo me había privado de comprarme ropa y libros que pre cisaba y deseaba, sino que me había enajenado la buena voluntad de ma má; y ahora me encontraba con que Lumen se había quedado sin los d os sueldos ahorrados y sin los tres sueldos a cobrar, y n o en t en día que mamá había acumulado esa deuda a* propósito, para hacerlo caer en la trampa de sus llantos y hacerlo entrar por el aro de que tenía que dar su dinero para la casa, sino que estaba lleno de rencor co nt r a m í... por estar yo a medio sueldo (por sinvergüenza como decía mamá) y por no haber pagado yo (además del Banco y el Municipio y la ropa de Halima) la Contribución, y la luz y el gas ... en lugar de ir al teatro y al cine, y comprarme alguna blusa, y regalos de Navidad y Reyes, “innecesarios” para Halima y plantas para el jardín ... (Cuando estaba sola, yo lloraba desesperadamente; y recordaba que mamá me había dicho en 1935 que papá estaba furioso porque yo —con dinero de él y autorización de ella —, me había comprado una caja de 60 lápi ces Faber de colores ... y comprendía que también aquello había sido int riga). Y ahora, caída yo; en esta trampa que para mí estaba armada, mamá le prohibió a Lumen que se comprara un traje o un pilot con mi dinero (como yo quería y él deseaba) y le prohibió que pagara al Banco Hipotecario y al Municipio con mi sueldo (porque lo voy a necesitar para mí) ... y Lumen me dijo el otro día, en un momento de franqueza, que todo el dinero que él está pagando es dinero que está perdiendo (es la pura verdad) porque él no se va a quedar en esa casa (porque se va a casar). Y a Lumen le ha aumentado visiblemente el encanecimient o del cabello ...
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r. Mamá es como el viejo de la parábola de Rodó “La p a m p a d e gr a n i to 0 (Cf texto en Anexo). Ahora está explotando a Lumen (pese a todos mis es fuerzos por evitarl o)”.
El dinero a sus pies
1'
El regreso de Iris a su casa, luego de más de dos años d e detención, abrió una etapa caracterizada por su nuevo lugar en la familia, donde imbuida de su estatus de “salvadora del hogar”, comenzó a hallar problemas con su madre. Ella consideraba que su acto, por haberlos preservado del de rrumbe familiar, merecía ser reconocido por su madre, quien debía otor garle ciertas prerrogativas. Con precisión subrayó el trazo en el que apoyó una cierta identificación con su padre: ella fue, a partir de 1939, quien tu vo ique aportar el sueldo para sostener la casa. Desde ese lugar Iris intentó marcar una diferencia con su padre, haciendo algo distinto con el dinero, disponiendo de él, in subordinándose al poder administrador de la madre. Lo cierto es que Iris parece haber asumido en su casa atribuciones con las que intentó gober- nar a expensas de su madre. Al hacerse cargo de la economía familiar ella pretendió responder a la nueva demanda de la madre hacia los hijos; extrañada se descubrió, al igual que el padre, en falta ante sus ojos. Iris parece buscar que Raimunda vea, perciba, se entere, de cómo debió haber actuado en tanto madre. Su actuación como protectora de sus her manos, tal como ella misma la describe en estas páginas, constituyó una mostración que entrañaba un amargo reproche hacia su madre. Así lee mos el intento de Iris de proteger a Halima, así como sus autorreproches por su complicidad con Raimunda para echar a Ariel, y muy especial mente la posición adoptada hacia Lumen: encargarse de sus estudios, de que sea un muchacho normal, sano, alegre, a quien incentiva para que se case. A medida que pasaban los años Iris intervenía más fuertemente con in tenciones de dirigir, de dictar la buena manera de hacer las cosasXPero hubo puntos neurálgicos en los que, según Iris, Raimunda vio su exceso y no toleró sus insubordinaciones. Uno de ellos fue el de comenzar a i gastar dinero , “sin consultar previamente ”. El cambio de posiciones que sigue al crimen se deja ver en una modifica ción de la demanda de la madre a Iris. Desde 1939 ella es reclamada por
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su madre de manera diferente, en otro registro, en el cual ella, Iris, se mu eve con muchas dificultades. Su madre comienza a requerirla ya no en el registro del ser, de ser la que completa, la más buena, la m ás pura... la más... sino en el registro del tener. La hija descubre el brillo fálico que el dinero despide para Raimunda y experimenta por primera vez su des precio, ya que no puede procurárselo en forma suficiente. Algo ligado al dinero dejaba a Raimunda en falta insubsanable por parte de Iris: ésto entrañó para ella un cambio extremadamente perturbador. El dinero en tanto objeto es, en efecto, irreductible a la dimensión del ser, registro en el que hasta ese momento situaba sus respuestas a la madre. El dinero sólo se puede tener. Ahora bien ¿cuál fue la respuesta de Iris a este viraje de las demandas maternas hacia ella? Sus consideraciones sobre el dinero n os dan la pista de ello. Ella no significó a su madre y a su demanda de dinero con la fi gura del avaro, gozador de la acumulación y retención d el dinero per se. Iris respondió con una lectura en clave paranoica: el requerimiento ab soluto de lo s ingresos de dinero de la familia, combinado con una política de miseria económica doméstica, eran la forma que tenía su madre de practicar una estrategia de poder, antes sobre su esposo, ahora sobre sus hijos. Así, apesadumbrados éstos por la escasez y avergonzados por la miseria, no tendrían fuerzas para oponérsele. Iris leía cada movimiento de su madre en esta clave de una estrategia solapada, destinada a coartar toda independencia e imponer su “prepotente voluntad' . Más allá del di nero se alza entonces el inefable goce de la madre, que todo este escrito de 1957 intenta, en un formidable esfuerzo, cercar. Iris se aleja, con su propia versión del dinero, de la nominación que Lu men había dado a su mujer: “ unaperfecta genovesa que sólo piensa en el dinero Para ella no se trataba sólo de amor al dinero. Iris apunta a un más allá, a la ferocidad del goce de una madre, explotadora de sus hijos, interdictora de la exogamia (cfr. El sueldo de Lumen); en fin, Iris respon de a la nominación de su padre dando a su madre otro nombre, ella es “ el
viejo de la Pampa de granito”.
Porque le es imposible subjetivar su posición en el registro del tener, Iris responde de esta manera al viraje que se produce en su madre, en el re gistro de la demanda. Tan es así que cuando ésta le dice que no necesita más de su sueldo ¡Iris no le cree! y lo interpreta como una artera manio bra en el combate por el poder. Ella persiste en interpretar la demanda materna en el registro del ser.
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£1 legado del padre
Casa y pensión , además de jugar como significantes que anudan en este caso al dinero con los avatares de la declaración d e sexo de Iris (cfr. cap. XVI), señalan también el legado del padre muerto. Por este sesgo ambos términos remiten a Iris a puntos de dificultad muy grandes. ¡1’
En primer lugar, recordemos su actitud respecto a su casa y las viscisitudes en el enfrentamiento con su madre hasta lograr su terminante res puesta: “Y recué rdalo bien, esta casa es mía; el jardín es mí o; porque a
mi me toca la mitad de todo y a cada uno de Uds. sólo le toca la octava parte”. Las leyes de la herencia dan a Raimunda una forma en la cual enunciar la redistribución de lugares en la familia, en función del padre muerto y su legado. Por último, recordemos también que este enfrentamiento en tomo a la herencia “se resuelve” en este caso con la expu lsión de Iris de su casa. Ahora bien, convengamos que en lo relativo a lá pensión del padre, la posición de Iris no era exactamente la misma que con respecto a la casa. La pensión entrañaba otro tipo de dificultad porque la situaba en forma directa ante su acto homicida y ante un inequívoco legado paterno. No ocurre ésto con la casa a la que Iris llama “la casa paterna”, pero que describe también com o obra de toda la familia, y en esp ecial de su madre y suya. ¿Qué derecho tenía ella a recibir algo del padre luego de haberle dado muerte ? ¿Cuál era de ahí en más el estatuto de su inscripción en la ge nealogía que le daba nombre de Cabezudo Spósito, y la ubicaban en el registro de las generaciones? ¿Cuál sería el riesgo de quedar completa mente desligada, por su acto, del linaje paterno ? No olvidemos que Iris intentó, sin éxito, al recobrar su libertad, hablar con su tío Siul. Sus es critos de 1957 nos dan a leer una cierta vindicación de su padre, como punto de apoyo imaginario, a través de la pensión que es una cierta forma de la herencia; desde este punto Iris intenta reordenar, siempre fallida mente, su relación con su madre. De este modo hace valer, por la negati va, un punto de doctrina que Lacan ha puesto¡ de manifiesto: el lugar imaginario de un padre ha de distinguirse de su función. Que la herencia de Lumen Cabezudo haya sido problemática adquiere mayor relieve aún a la luz del ulterior y aun actual (en 1994) estado de
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esa casa como herencia yacente. El acto homicida muestra de es te modo su proyección y su eficacia en los distintos niveles de la estructura fami liar. Iris tocó con su decir la desesperante situación en la que quedó confinada esta “casa”: a—una situación de desgajamiento familiar del linaje d e ambas familias, mediante un corte absoluto y para siempre con todos los familiares y en especial con la fam ilia paterna. b—la otra cara de ello fue el encierro en una
endogamia irreductible.
Iris tenía la idea inicial de no cobrar la pensión de su padre. Pero ese he cho no la dejaba indiferente con respecto a la cuestión del derecho sobre dicha pensión. No tocaba ése dinero, pero se sabía reconocida por la ley como teniendo derecho a él. Durante un tiempo sólo tuvieron derecho a esa pensión su madre y ella misma; hasta aquí las cosas funcionaron bien, al menos aparentemente bien. Pero los acontecimientos se precipi taron cuando la madre dijo a Iris que a ella ya no le tocaba más recibir la pensión, dado el sueldo que ganaba. En este punto del texto Iris estampó una significativa reflexión: "Mientras mamáviviera, a míni se me podí a ocurrir pensar en mis derechos sobre la pensión”. La madre en vida se erige como infranqueable escollo entre Iris y el legado paterno, no sólo considerado éste como dinero, sino como la metonimia de algo que, junto con el nombre, un padre transmite a un hijo, un lugar que lo discrimina de la madre, una falta que deja deseando.
La insana mente de mamá Iris desemboca también por el sesgo de la pensión en su incesante inte rrogación sobre aquello que ocurre en la mente materna. Observemos que ella ubica los acontecimientos “e/ añ o pasado ”, es decir en noviembre de 1956, cuando más arreció la persecución, meses antes de su internación. Según ella, la madre escucha a escondidas la audición para jubilados y pensionados y se entera de algo que ella no debe saber. Su segundo descubrimiento, en su intento por comprender los vericuetos mentales de la madre, es que las maestras tienen derecho a acumular pen sión y sueldo. Entonces no es verdad que ella pierde el derecho a la pen sión, incluso en vida de su madre, punto sobre el cual deja planear sus dudas.
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ella cree que la madre puede haber pensado que a ella le convenía (que deseaba) que su madre murie- se para aumentar sus ingresos. A partir de estos elementos concluye que
Sólo a través de esta construcción compuesta con la forma de enuncia ción propia de la paranoia, Iris puede acercarse a tocar algo de su voto de muerte hacia su madre, pero a condición de descon ocerlo com o propio, al resguardarlo, mediante la imputación al otro, de toda posible subjetivación. Fue la única vez que se acercó a ese punto, precisamente cuando su madre se erigió ante ella como obstáculo en su accéso al legado paterno, al decirle que ya no tenía derecho a la pensión. ' ^ Quizá uno de los aspectos más dramáticos de la paranoia radique en esa ominosa presencia del Otro como tal, consistente?, omnipresente, com prometiendo prácticamente todos los fenómenos con los cuales se impli ca el sujeto. El caso de Iris presenta esta condición, ya que si bien nos enteramos de que ella y su madre no se hablaban, los acontecimientos del hogar así como las palabras de su hermano Lumen eran significados por ella como efectos de la artera voluntad de su madre e integraban, pues, el discurso materno. Ahí detrás estaba su plan. Tan es así que en este texto vemos hasta qué punto no puede Iris hacer cesar su certeza de que, cuando Lu men le dice algo, es Raimunda quien habla. Ese silencio, por demás sig nificativo de su madre, resuena en las palabras de los otros, incluso en la de los psiquiatras, y se inscribe en los innumerables indicios que consti-tuyen para ella los trazos literales de un saber que la persigue: el plan materno. Tal vez el estatuto que dio a su madre adquiere su más firme consistencia a través de la relación analógica que hallamos en la autopresentación de Raimunda en su escrito de 1936 y que Iris retoma en estas páginas. Rai munda se compara con un personaje de “Hormiguita”, la fábula de Julio Veme. El personaje es ... “el titiritero ” , aquél que mueve los hilos a su gusto y habla en la escena a través de sus personajes. Bajo esa figura, con la que Raimunda identificó algo de su propio estilo y a la que Iris asiente, se instala en el caso la figura clásica de la alienación del sujeto, tema que desde la antigüedad acompañó los interrogantes sobre las marionetas,
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“esas representaciones de tas que se tiran los hilos (nevrospasta agal mata )”1. No fue ella... Queremos ahora llamar la atención del lector sobre un aspecto que consi deramos relevante a la hora de situar la posición enunciativa de Iris en 1957 con respecto al pasaje al acto. ¿Qué sucedió que introdujo un cam bio tan ostensible en lo s enunciados que se refieren al acto? Recordemos ” o “ he sido yo que lo herí”, ubican que Iris decía en 1935, “yo lo maté do claramente un sujeto gramatical en primera persona, para designar de este modo el sujeto del verbo y agente del crimen. Hagamos un relevamiento de los enunciados sobre el acto, en el orden en que van apare ciendo desde el comienzo del texto de 1957, y veremos dibujarse el perfil de un cambio. — di
muerte a mi padre. (Só lo aparece una vez) — el episodio. — el deplorable resultado de todos conocido . — mamádeshizo al marido. —ser una “delincuente”, una “homicida”, una “parricida”. —aniquilada como lofue mi padre. — desaparecido mi padre. — su muerte. — l o sucedido a mi padre. el “antecedente”. (ironía) — creé ) murió. — (papá —habiendo salvado la casa del derrumbe total. fue deshecho. — papá . — l a desaparición depapá El evidente recurso al eufemismo, puesto en juego a través de la tenden cia a enunciar el hecho en tercera persona, o en voz pasiva, o incluso de imputarlo a su madre, se toma ineludible para Iris. De este modo, ella pone en evidencia que su posición respecto al acto ha cambiado. Ya no se hace más cargo del mismo. Muestra así haber hecho suya la explica ción de Raimunda y toda la interpretación jurídico psiquiátrica del caso que basó su fallo en esa afirmación: no fue ella quien mató al padre, fue 1. Legendre, Pierre, L ’inestimable objet généalogique, Fayard, 1985, p.195.
de la tra nsm ission, Etude
sur le principe
Del dinero, lapensión y la casa ron extrañas fuerzas que él provocó, fue etc.
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otra quien disparó el revólver,
La novedad que ella introduce con algunas de sus formulaciones provo ca, de ser tomada en serio, un giro formidable al caso: la otrafue la ma-
dre.
Pero también, la calificación del crimen como “antecedente” lo hace ju gar para la madre y los psiquiatras como una advertencia que Iris retoma irónicamente.
Capítulo diecinueve
Mamá, siempre mamá Estas son las últimas páginas de Iris publicadas por el psiquiatra. Su composición no deja de recordamos los últimos apartados del escrito de su madre como una escritura en contrapunto con aquella. También están a’\ de 1936, que el psiquiatra en contrapunto con el poema “Madre mí transcribe en esta ocasión, y que citamos al final de la I Parte.
Carácter invariable de mamá (Mamá fue, es y será siempre igual) El carácter de mamá fue siempre el mismo: no es que ahora “por la vejez” haya cambiado. Ella gustaba de contar (sobre todo a papá) episodios de su vida, jactándose de que nunca había querido verdaderamente a nadie.
Mamá y la familia paterna El cómo actuó mamá con la familia de papá, sólo llegué a comprenderlo ya cumplidos los veinticinco años; pero lo fui viendo y oyendo, episodio por episodio; y lo recuerdo bien. Mi impresión primitiva, (la que mamá se esforzó siempre por estampar en nuestra conciencia y en la de papá) era la de que ella despreciaba a esa familia, por no ser “ humilde”, por no ser “gentes sencillas y de trabajo ”, por udarse tono y querer f igur ar ; y la de que le molestaban sus visitas. Mi im presión actual, (formada de a poco en años posteriores; sin dejarme ya in fluir por las interpretaciones verbales de mamá) es la de que su novio, y
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luego su mari do, perteneciera a una familia distinguida, educada y cult a; pe ro al mi smo ti empo, procuró siempre que ellos no lo notaran, y encandilarlos con su preparación de maestra y su viaje de dos años a Europa.
¿Actuó mamá en mejor forma con su propia familia? Las cosas de su propia familia no las contó nunca tan claras como contaba las de la familia de papá; de modo que sólo conozco episodios aisl ados, que no conseguí enlazar totalmente porque mamá no respondió nunca con clari dad a mis preguntas al respecto. Mamá estuvo meses en Buenos Aires viviendo con su hermana casada allá y ayudándole (según mamá, muchísimo) a criar los hijos. Y (repitió como máquina lo que oí contar tantas veces) fue mamá la que, a pesar de ser tan joven “tuvo la lucidez y la fuerza de voluntad necesarias” para convencer a Eugenia (?), hacer los baúles y embarcarla para Montevideo, con la premura necesaria para que el marido no tuviera tiempo para detenerlos antes de que zarpara el barco. El marido (continúo repitiendo), no era malo (a mamá la quería mucho); al contrario; ganaba mucho dinero, hacía regalos esplén didos a la esposa (y a los amigos), pero no sabía administrarse y gastaba sin tino. Mamá dice (lo decía aún en 1950) que cualquier favor que le haga su hermana Eugenia (?), puede ella aceptarlo sin reparo, porque nunca le va a pagar lo que hizo por ella aquella vez, cuando la “salvó” del marido. Sin embargo, me ha ocurrido algunas veces pensar, que quizás Eugenia (?) hubiera sido más feliz (y seguramente lo. hubieran sido sus hijos, B. y H.) si mamá no se hubiera metido a gobernar en su casa de Buenos Aires.
Actitud para con los vecinos La actitud de mamá para con el barrio hay que estudiarla antes de la desa parición de papá; porque con posterioridad a ella mamá se volvió distinta (cordial y hasta generosa) para crear y mantener en todos, incluso en noso tros, la convicción de que “el mal o, e l hosco, el ego íst a, el cel oso , er a pa pá, y ella n o hab ía tenido otra alternativa que la de seguirle e l hu m o r . Ultima mente, mamá era amabilísima con los vecinos ... para hablarles mal de mí.
Con mis compañeras A partir de 1938 iban de tanto en tanto a casa a visitarme algunas mucha chas, compañeras mías de estudio, con las que había hecho amistad. No pensé nunca en hacer apartes; y además, me parecía bien, y me gustaba, que mamá fuera a conversar; pero había algo ... algo que yo no definía, pero sentía con desagrado subconsciente, y que sólo llegué a conscientizar y a entender cabalmente, pasados varios años, a raíz de una observación de una de mis amigas: Yo había abandonado la reunión (en la que mamá lle vaba la voz cantante) para ir a recoger jazmines del país y hacer un ramo para cada una de las tres muchachas que estaban de visita; y en un mo mento en que volví llevando unas flores, me dijo una de ellas (con tono de
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Mamá , siempremamá
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enojo que nunca había empleado conmigo): “Deja de j un ta r f lores y quédat e aqu í; que nosot ras vinim os a con ver sar conti go , y no a llevarnos f lores " El tono y el contenido de la observación me penetrarán hondo, y después me hicieron meditar una y otra vez. Toda vez que iban a casa de visita compañeras (y en ocasiones, profesoras mías), mamá se hacía presente desde el primer momento, y rara vez me dejaba sola con ellas: monopolizaba la conversación tratando temas que no eran los que a mí me interesaban (por lo general, repetía “discos” que yo estaba harta de oír); invariablemente me mandaba a juntar flores (teníamos la costumbre de hacer ramos muy bien arreglados, lo que insumía bastante tiempo); y cuando, en los raros momentos de ausencia de mamá, lográba mos mis compañeras y yo encauzar la conversación a nuestro modo, ella llegaba, enfriaba el ambiente con su actitud, y enseguida tomaba la paiabra y (casi sin dar lugar al diálogo) se ponía a tratar el tema en forma conven cional, chata, corriente, para ocupar el tiempo (pero con “animación” y aca parando la atención del visitante) y destruía el encantamiento de la comu nión espiritual, que se establece cuando se conversa en serio, con lealtad, sin u n p r o p ó s i t o previo. Tant o yo como mis visitantes, veíamos que transcu rría el tiempo y perdíamos la visita (nos costaba trabajo reunimos varias), sin haber logrado cambiar ideas, ni estrechar vínculos contándonos nues tros problemas. Mamá era tan obsequiosa, que nos acompañaba hasta la puerta ... y cuando se iban, comenzaba a criticármelas minuciosamente y sin escrúpulos: si habían llevado bombones, decía que eran ordinarios; criti caba sus vestidos, sus actitudes, sus opiniones, sus modismos: todo. En esa forma, mis hermanos, en lugar de simpatizar con ellas, las menospre ciaban; y a mí después de cada una de aquellas visitas que tant o había de seado y con trabajo habíamos concertado, en vez de quedarme alegría y plenitud, me quedaba vacío e insatisfacción.
Con los compañeros de Lumen Lumen es muchísimo más sociable que yo: en Preparatorios enseguida se hizo compañeros, y en época de exámenes (sin complejos y sin suspica cias) quiso llevarlos a repasar a casa. Yo vi con alegría la naturalidad con que procedía Lumen: al fin nuestra casa iba a ser una casa normal; pero lo malo fue, que (sin suspicacias, también) manifesté a mamá mis impresio nes. Mamá no se opuso de frente: al contrario, parecía muy conforme. Pero ... Lumen había decidido por sí, contra todas las costumbres establecidas; y no podía ser que no acatara el “en esta casa sólo se hace lo qu e yo quiero, y nada más que lo que yo qui ero ". Mamá fue actuando con prudencia: ella sabe tirar del hilo sin romperlo; nunca llega a provocar la, rebeldía en el mo mento en que aún existen la salud y la fortaleza necesarias para rebelarse: va apretando el torniquete, suave pero implacablemente!, y lo afloja cuando nota que se ha excedido; posee una pericia técnica, singlar a la del pesca dor que cobra una pieza pesada en alta mar. 1 Cómo actuó en el caso, es difícil de explicar; porque mamá actúa mucho con imponderables. Lumen se creía libre, sin nada que temer; y actuaba con un empuje y una suficiencia difíciles de detener. No hubiera admitido prohi
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biciones; y yo lo hubiera apoyado. Mamá adoptó (como si empre) una táct ica diferente para cada persona: a Halima la mantuvo apartada (y así Hali ma no podía tener simpatía por aquellos muchachos y muchachas, content os y ba rullentos, a los que no se le permitía acercarse); a mí, me impidió toda ac tuación espontánea con su actitud (que conozco bien, y temo), y así fue ella la única persona amable y simpática que apareció; y a Lumen lo convenció (a solas y sin que yo lo sospechara) de que a mí me daba f astidio que lleva ra a sus compañeros a casa. Simultáneamente, y en rueda general, realiza ba (“amistosa y buenamente ... y sólo po r espíritu de obser vación y pa ra ayuda r al hijo en la vida ...” ) una demoledora crítica de cada uno de los confiados adolescentes que se reunían a estudiar y a conversar con Lumen. V así sucedió, que finalizados los dos años de Preparatorios, Lumen no era amigo de aquellos muchachos; porque les conocía al dedillo todo lo que te nían de malo, y en tal forma no se le había dejado lugar (en su conciencia) para ocuparse de lo que tenían de bueno. Llegó Lumen a Facultad* y se encontró con un muchacho de origen suizo que le fue sumamente simpático y con el que surgió un principio de verda dera amistad. Cuando Lumen hablaba de él, se enternecía; y conti nuamente lo nombraba. No pensaba ya en sus éxitos sino en los del compañero; y por lo que contaba, se veía que D. estaba en el mismo estado de espíritu. Se apoyaban mutuamente en clases y asambleas, y ya estaban planeando po ner juntos una fábrica de algo cuando se recibieran. Yo estaba muy con tenta, porque así como había buscado a mi hermanito un buen 6Saño para inscribirlo; y así como lo había hecho cursar los cuatro años liceales en el Instituto Normal porque sabía que allí se preocupaban más de ios alumnos que en los Liceos; así consideraba que el establecer una verdadera amistad con un buen muchacho dé su edad (de su misma carrera y muy inteligente) era una verdadera suerte para él, e iba a influir muy favorablemente en su vida. Lástima que ... todas estas consideraciones se las hice a mamá ... y aún le agregué, que eso era bueno porque lo iba a independi zar de n oso tras: que no era conveniente para un muchacho depend er afectivamente sólo de mujeres.
Y no era que yo creyera, ya a esa altura de la vida, que mamá iba a estar totalmente de acuerdo conmigo en este asunto; sino que procuraba edu carla, transformarla, hacerla una madre como se debe ser. Lumen qúiso traer a D. a casa; mamá aceptó. Arreglé el “cuarto de trabajo” y limpié jardín y casa todo lo que pude; mamá miraba (cuando mamá mira, y no habla ...) D. estaba solo en Montevideo, y vivía en una pensión, buena, pero en la que no se sentía a gusto. Estudiaba piano además, y sabiendo que en casa teníamos un buen piano, había insinuado que pudiera practi car algunas veces en casa; Lumen pensaba que eso le iba a convenir a Halima, pues le iba a estimular para repasar a su vez. Llegó el día, y se presentó en casa D. Era un muchacho rubio, de ojos cla ros, y venía bueno, confiado. A Halima le fue simpático, y a mí también. Es tuvo toda la tarde con Lumen en el “cuarto de trabajo”, y mamá me apartó todo lo posible: me dijo, en tono de reproche, “que los dejara conversar so los", y ella fue a servirles té y conversó un rato. Cuando llegó la noche, D.
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(que tenía hora fija para comer en la pensión) se levantó para despedirse. Entonces mamá dio su permiso para que se le hiciera pasar al hall a ver el plano. El muchacho ya no tenía la espontaneidad con que había llegado. Mamá le conversó de pie un rato, muy amable pero muy... “cortina de hie rro". Se sentía un rico olor a comida porque mamá tenía al fuego la sopa ca si hecha. D. tocó una pieza al piano y Halima (muy contenta) tocó otra. Se iba haciendo tarde, y era evidente que el muchacho no iba a llegar a tiempo r para comer en la pensión ... Rompiendo todas las tradiciones de /a casa, y todas las trabas de la formación recibida, me acerqué a mamá y le dije (en voz baja) que lo invitara a quedarse a tomar un plato de sopa. (El muchacho estaba solo en Montevideo para cursar sus estudios; tenía los padres y los hermanos en San Pablo o Porto Alegre —no recuerdo —y, evidentemente, buscaba calor de familia). Mamá reaccionó com o un resorte: me dio un no rotundo, inapelable. Y a pesar del rico olor a comida, mamá fue dejando ex tinguir la conversación, hasta que el muchacho se despidió y se fue. Fue una despedida triste, fea; el muchacho sintió un ambiente frío, cerrado. Y yo figuré como estando en perfecto acuerdo con la actitud de mamá: nun ca, de ninguna manera, me hubiera atrevido a hacer la invitación en voz alta, pa sando por sobre la voluntad de mamá. Hay que tener en cuenta que, desde que yo me conozco, exceptuando a personas de su más cercana familia (abuelita, C., sus sobrinos, Ariel), ma má nunca , N U N C A ofreció a nadie sentarse a nuestra mesa a comer un plato de nuestra comida. Y no porque hayan faltado ocasiones para hacerlo. Lumen ... que es muy simple y tenía mucha menos experiencia que yo en cuanto al carácter de mamá, no captó bien ni la angustia del compañero ni la premeditación con que actuaba mamá. En cuanto se fue D. comenté el caso abiertamente afeando la actitud de mamá que, por disciplina, había si do la de todos nosotros. Mamá respondió: “De ninguna manera h a y que me te r a un ext rañ o e n la cas a; el m uch ach o est ásolo , y habr ía qu e i nvitar lo much as ot ras vece s; no estaría bien introducir un m uch ach o e n la casa es tando Halima ...” (Halima era como ocho años mayor que él); u y él lo que quiere es venir a r epasar sus lecciones de pian o a quí, y eso n o pu ed e ser, porque el pian o es de Halima" (Halima, sin profesor, no repasaba por falta
de estímulo). Sin embargo, la amistad entre Lumen y D. continuó en la Facultad con bas tante calor, porque existía entre ellos una mutua y grande simpatía. Lumen hablaba a cada rato de D. con evidente entusiasmo, y proyectaban asociar se para algún negocio en cuanto se recibieran. D. fue otras tardes (de do mingo) a casa para conversar con Lumen, pero no salían del “cuarto de tra bajo”. Mamá se arreglaba, y empezaba enseguida a preparar, ostensible mente las cosas para llevarles té, de modo que yo entendiera que era ella quien debía ir a llevarlo; y en cuanto yo me acercaba al cuarto o salía al jar dín, me observaba de tal manera, que sólo me atrevía a ir a saludarlo y reti rarme inmediatamente. Algunas de estas tardes el muchacho, entusiasmado por la conversación, dejaba correr el tiempo y se iba a una hora en la que ya no encontraría comida en la pensión. (Lo que no sospeché, fue que mamá, simultáneamente, convencía a Lumen de que yo estaba furiosa de que D.
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fuera a “quita rme ias tardes de ios domingos ei cuart o de tra bajo ” ). Pero al Comenzó a “aconsejar” abiertamente a Lumen (un día y go m ás h i zo m a m á: otro día) “ qu e se cuidara de D.n. Que mientras él se entregaba ingenua mente y de todo corazón a la amistad, “el otro”, se cuidaba de sacar buenas notas en los exámenes y ule iba a quit ar el pri mer pue sto en la carrera' ". Que no lo alabara en las asambleas, que cuidara de no darle realce con su amistad incauta, porque “el otro” iba a aprovechar de ese realce que él mismo le daba, para hacerlo a un lado y sobreponérsele. Lumen es un poco. envanecido ... Procuré neutralizar esa acción de mamá, hablando a solas con él, pero no lo logré: mam ápo see una sabi duría e spec ial pa ra inf luir so bre la conciencia de las personas.
Mamá repetía a menudo, con complacencia, la frase de Adolf o Hitlen “ Go berna réa los ho mbr es foment ando sus vicios en v ez de su s virtude s”. Y eso hace mamá: no por imitación, sino por instinto: despierta, premeditadamen te, los malos sentimientos y ahoga los buenos, y en esa forma logra hasta enfrentar hermanos contra hermanos. Cuando en vacaciones D. se fue a pasarlas con su familia en el Brasil, ma má le dijo a Lumen ... que el compañero (al que no había querido dar un plato de sopa ) ¡bien podía haberlo invitado a irse con él a pasar las vacaci o nes a Porto Alegre, si de verdad le hubiera tenido cariño! Y la insinuación logró el efecto buscado. Lumen y D. fueron teniendo cho ques en Facultad; se fueron poco a poco enfrentando ... y Lumen contaba a mamá ... y ella observaba cuidadosamente todas sus reacciones todo emocionales par a acomodar a ellas sus futuros “consejos” . Mamá hace que los hijos tengan plena confianza en ella, no para ayudarlos en su desarrollo; sino para poder sorprender hasta sus más recónditos pen samientos, sentimientos y emociones, y estar así en las mejores condicio nes para interferir en ellos de modo de evitar que tengan ami stade s ... y qu e se casen.
Yo no me casé; Ariel no se casó; a Halima no le permite ni saludar a la ma yor parte de las personas que van a casa, y siempre la presenta humillán dola; y Lumen (que hasta hace dos años me decía que él se iba a casar en cuanto tuviera un sueldo, porque él no era anormal), me dice ahora que no va a poder casarse, porque ti ene que ocuparse de Halima y porque “ en casa se necesita un homb re
Entre D. y Lumen el proyecto de asociarse se disolvió en rencores; y en la actualidad, aunque se saludan y se hablan muy cortésmente, son sólo r/Va /es*. cada uno de los cuales conserva abierta la heri da que del otro recibió. Pero además, Lumen está irremisiblemente convencido de que D. dejó de ir a su casa, a raíz de una vez en que (muy posteriormente a todo lo que na rré), estando en casa con otros dos muchachos, yo le pedí a uno de ellos que no fumara dentro de casa, pues quedaba el cuarto (donde yo corregía deberes) impregnado de olor a tabaco. 10 de junio de 1957.
Conclusiones de un psiquiatra “El FILOSOFO—Si Ud. me hubiera conocido en la época en que vine a verla, con mi voz, con mi aspecto de agotamiento, habría visto de inmediato la forma que había tomado mi vida cuando fue atrapada por el discurso terapéutico...Ud. sabe: ese discurso que confina la enfermedad mental en el interior del pensamiento en el que estaría agazapada com o un mal secreto, com o un dete rioro inexorable, hasta el día en que estalla un episodio agudo, siempre que n o lo haya minado d esde adentro hasta vaciarlo por completo. ¿Comprende usted ahora lo que significa la enfermedad mental para el interesado? Es muy simple: lo condena a la locura. En tonces es fácil imaginar la forma que tomará su vida. Relegado a su soledad, humillado, deberá hablar muy cerca de sí mismo, como si hiciera las preguntas y diera las respuestas. Estará obli gado a ser él y el otro. A veces temerá que se lo tome por el otro. Y el d ía que crea ser el otro le dirán dem ente. WITTGENSTEIN—Eso es lo que yo llamo un juego de lengua je: un le nguaje m ás las accio nes en la s cuale s está tejido. YO—Pero en este caso ¿un juego entre quien y quien?”1.
1. Davoine, Fran^oise, La
locura W ittg en st ei n. Edelp,
Bs. As., 1993.
Capítulo veinte
Cristalización de un malentendido Al terminar la transcripción de lo s escritos de Iris qu e se lec cio n ó para su pub licación, el Dr. Brito del Pino co nclu yó de la siguien te manera: “Es interesante y aleccionador analizar la psicogénesis del delito de este pa rricidio, y el diagnóstico e interpretación de la personalidad de la actora, a la luz de toda su evolución posterior. Examinando lo que entonces escribió y declaró (ante el Juez) la actora, ci tado e interpretado en el brillante informe del Dr. Camilo Payssé (“Psicogénesis dé un Parricidio". Informe Médico-legal por el Dr. C. Payssé. Apartado de la Revista de Psiquiatría del Uruguay, Ne 4, Julio 1936) encon tramos, ya en esa época, rasgos que traslucen la personalidad paranoica. La interpretación de entonces consistió en ver en ella una joven inteligente, estudiosa, con gran amor por la madre, y desprecio con algo de temor y de odio hacia el padre, que era tiránico y hasta cruel con la familia; especial mente con la madre. Viviendo en ese ambiente bajo la acción desquiciante de pasiones opuestas hacia sus progenitores, y en permanente quebranto, habría sido presa de un estado de emoción violenta bajo cuya acción obnu bilante y compulsiva, habría matado al padre, para salvar de igual riesgo a la madre y a la familia. Así se entendió el caso, y la justicia redujo al mínimo la responsabilidad de la encausada. Hoy, en cambio, vemos los hechos de otra manera. La actora, que se precia de no comer carne por no matar ( “y o s i e m p r e c o n s i d e r éc o s a m u y m a l a e l m a t a r . N o s o t r o s n o c o m e m o s c a r n e p a r a n o m a t a r " . .. ) sin embargo, mos trando sobrevaloración de sus propias creencias (exceso de fe en sí mis-
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ma), tuvo la “intuición” la “seguridad” (subjetiva) de que el padre provoca ría más tarde la tragedia ... y se adelantó, de acuerdo con su previsión (no queremos decir premeditación), a descargar el revólver, que ya tenía ubica do a su alcance. Ella misma lo dice en forma muy clara: *!Algunos dicen que a papá cua nd o é yo l e tiré l se iba, que es, com o si dij eran, cua nd o ab an do na ba e l camp o. N o e s cierto: Yo le tiréen el mom ent o más t errible de todos los que presencia mos nosotros desde que tenemos uso de razón. Yo ie tiré a pap á en “el último m o m e n t o s i n o le hubiera tirado, ento nces se habría id o y hab ría vuelto a la n och e y ma ta do a m am áy a no sot ros ... Yo ya sabía el desastre. M e di cuenta perfecta de que en ese momento papá era la personif icación del cr imen ... Yo n o o ílo que decía, pero me di cuenta per f ecta de que si se iba era para volver a la noche trayendo el desastre. M e di cuenta perf ecta de que en ese mom ent o estaba determinado a matar a ma m á ... Yo sen tí eso ... fue lo que me movió a hacer una cosa que siempr e consideréy con sidero tan mala ...". Y en sus declaraciones ante el Juez se anota: “Ll egu éa la convicción y a la evidencia más absoluta de qu e mi pad re iba a ter minar con mi madre, ya sea mat ándola , o hacié ndola mor ir con lo s d isgust os que le da ba ... Eso no f ue un asunto del momento. Esa s cuest ione s venían ob ra nd o en m i áni mo de sde mu cho t iempo atrás ... M e m ovi ó la desvent ura de m i madre. Contra m i padre yo no t engo ningún agravio. Las cosas que persona lmen te a m íme hizo, las perdonaba y olvidaba. No ocurría l o mi smo con las af rentas y vejámenes de t odo orden qu e infería a m i ma dr e
He ahí, pues, la “seguridad” absoluta de lo que iba a pasar (¿no pensaba que podía equivocarse?), y su actuación terrible en consecuencia. Y todavía la toma de posición frente al problema, desde mucho tiempo atrás ... reve lando frialdad, resolución, y dureza (por lo menos) que más bien habría que llamar inflexibilidad, y aun, crueldad. Egocentrismo (aunque ribeteado de altruismo) razón orgullosa de si misma, falta de tolerancia y de piedad, actuación cruenta y decidida. La ambivalencia normal de los afectos filiales, aun exagerada, no legitima el vuelco radical de sus afectos y valoraciones en los años que siguieron al delito, y que culminaron en su internamiento compulsivo en un servicio de enfermos mentales. En esa vida posterior al hecho, y en sus propios comentarios; 'en los infor mes de quienes trataron con ella, y en su trato en Sala del hospital, y luego, fuera de él, en entrevistas periódicas de tipo policlínica psicoterápica o de dirección moral, se mostró en todas sus dimensiones la personalidad para noica. En la vida posterior al hecho: capacidad intelectual y de trabajo evidenciada, pero opiniones y conducta rígida e impositiva, trayendo aparejado malque rencia, incidentes y sumarios en su ámbito profesional. Gestación y desarrollo de todo su complejo contra supuestos maquiavelis mos maternales, desarrollado con fervor y con fruición morbosa, con uso y abuso de la razón, interpretando en forma tendenciosa y malévola, hechos auténticos en general, aunque banaíes e intranscendentes. La exigencia ra
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cional y el sentido crítico, y el apego a la verdad científica, claudican ante las intuiciones antojadizas, pero de firmeza inquebrantable, que establece como conclusiones, puestas previamente, y que luego pretende validar a contracorriente, por inferencias “de justificación”, en forma típica de razona miento no lógico sino pasional, como ha descrito, entre otros, Ribot, en su “Lógica de los Sentimientos". 1 Así, por ejemplo, más de una vez "sabía por intuición” que su médico tra tante había estado, una y otra vez en su casa familiar, y que había sido in fluenciado por su madre (de ella), o a veces lo contrario, él había provocado cambios en la actitud o de conducta en la madre y los hermanos. Pues bien: el médico en cuestión (quien ésto escribe) solo estuvo una vez, en extensa entrevista, en la casa y con la madre de la actora, diligéncia necesaria e in formativa que no se le ocultó nunca ni en sí, ni en sus contenidos y resulta dos. Sin embargo, no una sino muchas veces, sostuvo ía enferma, frente al médico, con suficiencia o con ironía, pero siempre con absoluta certeza, que se le engañaba, y que el médico seguía visitando la casa de familia. Las ob servaciones en que basaba sus creencias falsas eran, a veces, meras coin cidencias, y otras, cambios reales, pero con causas objetivas indudables que ella negaba o desnaturalizaba, según el caso. El sentido crítico y espíritu razonador y científico no era óbice para profesar en forma cerrada y dogmática alguna forma de teosofíá, la astrología, el ve getarianismo, la antirreligiosidad frente a las religiones más comunes, el es cepticismo antimédico (ningún médico ni psiquiatra sabe lo que hace ... los diagnósticos son falsos ... los tratamientos no curan a nadie ... son una irri sión, cuando no una burla y un abuso canallesco), y en cambio, fe en cu randeros, prácticos e intuitivos (como cierta vez que envió los nombres de la hermana y el propio ... y recibió diagnósticos escritos y tratamiento y medi camentos a vuelta de correo ...) y todo lo cual suscitó uno de los tantos con flictos en la casa. Desde el punto de vista moral: actuación generosa y preocupada por los hermanos, y por los discípulos y por. los enfermos ... y por otro lado, rigor, falta de comprensión y de calor humano, exigencias y agrias discusiones. En Sala de hospital era difícil y exigente. Se reservaba, frente a muchas personas, y con otras discutía o protestaba con violencia! Al mismo tiempo no podía o no quería comportarse en forma correcta como para lograr su alta. Esta alta fue supeditada a dos condiciones que se con sideraron imprescindibles para intentar la resocialización aunque fuera rela tiva: 1e vivir fuera de la casa de familia, escenario y palestra de su exacer bada dialéctica persecutoria, y 2®, acogerse a jubilación, abandonando su marios pendientes y todo antiguo o nuevo pleito. Mucho costó, por cierto, hacer aceptar, en los hechos, tales soluciones. Siempre fueron resistidas y sentidas como nuevas agresiones, como exigencias absurdas y malignas, abusivas en todo sentido. Piensa mal de la familia, de los amigos que le han ayudado, de los superio res jerárquicos (en su profesión), de los médicos, de los jueces ...
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La falsedad de juicio, el dogmatismo de sus af irmaciones, el orgullo y la so berbia que se escudan en sencill ez aparente y f alsa modestia; la f uria analí tica e interpretativa, y el minúsculo mundo de sí misma, la f amilia y sus inte reses más preciados y directos cierran el panorama poco simpático de esa personalidad, egocéntri ca y egoísta. Las conversaciones o entrevistas, muy prolongadas siempre (por ella, conti nuarían indefinidamente, dos o tres horas ...) giran en círculo vicioso alrede dor de los mismos temas. Del mismo modo cumple con delectación morosa la exposición escrita de su problemática, en fatigante e interminable monó logo, usando y malgastando la razón en toda suerte de asuntos pequeños, y en labores triviales que se pretenden magnificar. En suma. La nueva interpretación retrospectiva del caso, apelando a la revi sión del delito y su ámbito, y de los propios dichos de la actora, ya permiten afirmar que, además de los elementos extemos o exógenos condicionantes, debió reconocerse un fuerte componente endógeno, probablemente, consti tucional (y casi seguro de herencia inmediata), integrado por una personali dad de rasgos paranoicos bien definidos; y que la evolución posterior da el florecimiento pleno de una personalidad paranoica prototípica. La situación actual -de libertad- deja en pie latente una apreciable peligro sidad. Si bien la edad —adultez, casi edad mad ur a- la dura experi encia, las frustraciones, y la parte sana, lógica y humana de su espíritu culto, bien equipado y de estructura superior en muchos aspectos, hace poco probable la reacción de facto, violenta, deben preverse, eso sí, conflictos con amigos, familia e instituciones. Y lo que es lamentable, un perenne y hondo aisla miento anímico, que ensombrece la vida de esa persona, llevándola por momentos al estado de la angustia sin solución
De los distintos aspectos abordados por el Dr. Brito del Pino, va rios han sido ya discutidos en este libro (cfr. cap. XIII ). Por esa razón sólo nos detendremos ahora en dos puntos: las condiciones del alta y el problema de la peligrosidad.
Las condiciones del alta Las dos condiciones puestas por Brito del Pino son en realidad una: la separación de la familia. La otra, su jubilación como maestra, como ve remos en los capítulos siguientes, corría un camino paralelo durante la internación de Iris y seguía los carriles del sumario que culminó en 1958 con su destitución como maestra (cfr. cap. XXI-XXIV). Podemos consi derar, sin embargo, que probablemente haya habido algún contacto di recto o indirecto entre el psiquiatra y las autoridades de Primaria. Sólo así es posible entender que haya enunciado esa segunda condición del alta y entenderla como el respaldo del psiquiatra al orden social que, a través de una de sus instituciones, procesaba en ese momento una engo-
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irosa decisión de segregación. En esa línea se sitúa el én fasis, exagerado, de que Iris debe abandonar “los sumarios pendientes”. De los documen tos del sumario se desprende que éste es el único que ella tiene pendien te, y que si bien hubo uno anterior, fue de otro tenor: motivado por su protesta ante un traslado de escuela, el primer sumario culminó simple mente ratificando el cambio y sin ninguna sanción. Por otra parte, el psiquiatra no parece haberse detenido demasiado en las consecuenciaspara Iris de estas dos nuevas condiciones que se ponían a su vida, hasta el punto que resulta tragicómico leer que las consideró “imprescindiblespara intentar su resocialización”. ¿Qué? ¿Destituirla y jubilarla, a los 42 años, de un trabajo que era su “vocación”? ¿Qué se le ofrecía a cambio? Pero dejemos allí ese primer problema que ha de esclarecerse mejor en los próximos capítulos y abordemos la decisión central, que, esa sí, tomó enteramente el Dr. Brito del Pino: Iris ha de irse fuera de la familia,
“escenarioy palestra desu exacerbada dialé cticapersecutoria”.
Acordemos que era así. Ese era el escenario privilegiado de la persecu ción. Más aun, pensamos que eso era así porque la locura de Iris no fue una locura aislada de aquello que acontecía en su familia. Su locura está desde el comienzo, ya en su irrupción pública de 1935, profundamente articulada con cada uno de los miembros de la familia, y de modo muy particular, está conectada con la locura materna. Iris ha pasado de ser la adoradora de su madre a intentar ser, con su delirio y a costa de una in tensa persecución, alguien que reivindica su diferencia, sin poderla prac ticar. Es necesario juntar aquí varios cabos: ¿por qué no podía Iris llegar a existir separada de su madre? Si esa práctica no le era posible ¿a qué la confronta la decisión abrupta e impuesta de dejar su casa? Por otra parte, ¿cuál era el riesgo de no decidir esa separación? Todo el contexto de esta publicación, que está planteada para ejemplificar los problemas de la peligrosidad en la paranoia, indica que ese fue el punto que incidió en la decisión del psiquiatra. A pesar de eso el Dr. Brito del Pino no parece demasiado convencido de los riesgos, en ese momento, de un pasaje al acto de Iris: “5/ bien la edad — adultez»casi edad madura—la , lasfrustraciones , y la parte sana , lógica y humana de dura experiencia su espí ritu culto , bien equipado y de estructura superior en muchos as- , deben prever- pectos, hacepoco probable la reacción defacto , violenta
se, eso sí , conflictoscon amigos,familia einstituciones”.
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¿Por qué no se jugó entonces a esa valoración clínica? ¿No podía acaso tramitarse esa separación de otra forma? Por ejemplo, apostando a soste ner con ella, artesanalmente, la construcción de una'bifurcación de cami nos con su madre.
La peligrosidad
Algo dehistoria La peligrosidad es un asunto que interesa al Derecho y a la Psiquiatría en es e punto en que sus saberes se cruzan. Históricamente el desarrollo de la Psiquiatría en el siglo XIX no está desligado de su función de procurar una higiene pública. Según M. Foucault, “la Psiquiatrí a nsito , en el trá
del siglo XVIII al XIX, adquiriósu autonomí a y se revistió de tanto pres- tigio porque pudo inscribirse en el marco de una medicina concebida como reacción a los peligros inherentes al cuerpo social**1. Aunque Dowbiggin matiza esta aseveración mostrando las ñaquezas sociales de la corporación, de todos modos se puede considerar que las distintas doctrinas elaboradas en la época apoyaron la función social de la Psi quiatría, consolidada o a consolidar.
Así sucedió con la teoría de la monomanía homicida antes de 1870; lue go, hasta 1890, con la teoría de la degeneración que recibe a su vez la in fluencia de la escuela Antropológica. Esta escuela, desde el campo del Derecho, desplazó la atención “del crimen al criminal , del acto efecti-
vamente cometido al peligro virtualmente existente en el individuo, de la • y punición modulada del culpable a la protección absoluta de los otros** . De cuño positivista, imbuida en los principios del cientásmo, la escuela antropológica desaparece en los albores del siglo XX, aunque hemos visto, en la primera parte de este libro, que sus últimos retoños están pre sentes en el caso a través de la intervención del Dr. Salvagno Campos.
M. Foucault hace la hipótesis de que fue el Derecho civil el que permitió que el pensamiento penal se modificase en dos o tres puntos capitales.
"Esta transformación se articula alrededor de la noción de accidente , de 1. Foucault, Michel, La vida de los hombre s in fam es, Ed. Alta mira, Bs. As., 1992. Las referencias están tomadas del artículo “La evolución de la noción de "individuo peligroso’ en psiquiatría legal”, Cap. 12. 2. Idem , p.251.
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riesgo y de responsabilidad” . A
su vez, la responsabilidad desplaza su acento de la infracción a lá causa. En las causas están los hechos y tam bién los riesgos de una situación equis. Por esta vía “los civilistas intro- ducen en el derecho la noción de probabilidad causal y riesgo” y enton ces se fabrica algo que Foucault va a llamar muy acertadamente el "comodín ” teórico que se necesitaba. La noción de riesgo es ese como dín que permitirá poner en juego —Psiquiatría mediante—la idea de una inimputabilidád sin libertad. Como lo señala P. Legendre (cfr. cap. XI) se constituye entonces una justicia que tiende a ejercerse sobre lo que un individuo “es”, y así llegamos a la noción de individuo peligroso, que se ha convertido en el punto central de la mayoría de los peritajes psiquiátricos. M. Foucault formula con exactitud la consecuencia de este abordaje: “el peligro de autorizar al De recho a intervenir sobre los individuos en razón de lo que son: una terri ble sociedad podría surgir así”4.
Retomoal caso En primer lugar podemos planteamos ¿cuáles eran las ideas del Dr. Brito del Pino respecto al problema de la peligrosidad? En efecto, parece ser un punto que le preocupó, en fecha coincidente con la internación de Iris. La publicación de los escritos de ella se inscribe en una serie de tres pu blicaciones a las que él dio el título de “Peligrosidad de los paranoicos”. E1 primer artículo de la serie es de índole teórica y de él sólo señalaremos algunos puntos que consideramos centrales5. Brito del Pino plantea el asunto bajo el sesgo de la decisión a la que se ve enfrentado el psiquiatra en una situación que “bordea de muy cerca el
abismo de la injusticia ximos va- , en un equilibrio precario entre dos má lores a los cuales debe respetar y armonizar: la libertad individual y la seguridad social”6. Luego de citar a Génil-Perrin para definir la paranoia, y de hacer referen cia a las causas endógenas y exógenas de la peligrosidad, llega a la con clusión de que el juicio dé* peligrosidad es un juicio de “carácter proba- 3. Ide m , p.263-264. 4. Idem. I 5. Brito del Pino, Dr. Juan Antonio, “Indices de peligrosidad en los paranoicos”. Revista de ps iqu iatría del Uruguay , n° 138, set-oct. 1958. 6. Idem, p.3.
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Extraviada
ble ”7. Apoyándose luego en una serie de índices sociales, insiste en que la inserción social es la mejor prevención del hecho anti-social, por lo tanto la reclusión del paranoico sólo cabe como “medida heroica”.
Pero ¿en qué puede apoyarse el psiquiatra para determinar su acto? De los cuatro elementos que señala (trastorno intelectual, carencia de auto crítica, inadaptación social, desadecuación utilitaria) el primero -el lla mado trastorno intelectual- es determinante para él en un diagnóstico de peligrosidad. No obstante espera del segundo elemento -capacidad de autocrítica—que el paranoico “rectifique (enjuicie y critique) sus afirma ciones e intenciones anteriores”8. Sin embargo, pone un fuerte bemol a estos criterios, al declarar que hay
“un aspecto má s importante , pues expresa el meollo de la personalidad: es la calidad (...)y la tensión y el ritmo del haz de pulsiones (...) que se reconocerá n por propia manifestación del enfermo y por sus actuacio- nes , por sus antecedentes ”. Sentada esta posición doctrinal, concluye —y en ello lo acompañamos— que cada caso concreto es único e inédito y que por lo tanto sólo el análi sis caso por caso puede “iluminar desde adentro” estas situaciones com plejas9. Su conclusión acerca del caso de Iris está jugada en las condiciones del alta. No la deja recluida, por lo tanto no la considera peligrosa en forma indiscriminada, pero sí en el ámbito familiar. No queda claro por qué apoya su exclusión de la enseñanza: peligrosidad no es lo mismo que plantear conflictos. Si las instituciones -que tienen sus mecanismos de segregación—se vaciaran de todos los que producen conflictos no se sabe quien quedaría adentro, y para qué ¿no? La cuestión puede plantearse de otro modo. ¿Hay elementos para consi derar que Iris podía pasar al acto? Y si así fuese, ¿con quién? ¿Por qué? Consideremos, en primer lugar, las ideas delirantes de Iris (su “trastorno intelectual”). Ella se encuentra en una situación de perseguidaperseguidora, fundamentalmente con su madre. Como hemos visto, los médicos también entrarán a jugar como perseguidores, y en los próximos
7. Idem, p.5. 8. Idem, p.9. 9. Idem , p. 11
Cristalización deun malentendido
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capítulos se desplegará cómo la persecución se hizo presente en el ám bito de la enseñanza. Pero la figura principal, claramente central en esta época, es su madre. La persecución es la temática dominante del delirio, que señala la posición subjetiva en la que queda Iris a partir del acto por el que empieza a decir “no” a su madre. A veces se desliza a posiciones reivindicativas, que marcan entonces un matiz en su delirio persecutorio.. En su análisis de la relación entre el delirio y el pasaje al acto en el caso de Marguerite Anzieuv J. Allouch avanza unas serie de consideraciones que encontramos muy esclarecedoras para nuestra cuestión: “La reivin-
dicación y los celos nosparecen denotar un cambio en lafunción del de- lirio en su relación al acto en suspenso. Los tres primeros temas (persecución , erotomanía y grandeza) alejan del áctoy los dos últimos (reivindicación y celos) llevan a é l”10. Sin desatender la posibilidad de un pasaje al acto que tuviera como blan co a Raimunda Spósito, único acto que nos parece puede ser situado aquí como acto en suspenso, la cuestión se plantea de si, a pesar de la perse cución, por el hecho de decidirse a consultar a un psiquiatra, primero, por el acto mismo de escribir, luego, no está Iris mostrando hasta qué punto preserva a su madre, y pone en juego recursos que alejan todo acto que atentase contra ella. En vez del pasaje al acto agresivo ella encuentra en este momento otras formas de hacer saber lo que pasa. Dejamos abierta la cuestión de si, para Iris, su madre no constituye jus tamente ese punto paradójico que determina su preservación, su “point d'acte”u: un acto que no cesó de no efectuarse, el acto agresivo contra la madre. En vez de ello Iris fue a pedir al psiquiatra que validara su descu brimiento acerca de cómo gravitaba “la insana mente de su madre” en su propia “locura agresiva”, lo que configura otro tipo de acto. El psiquiatra percibe la dimensión del acto puesta en juego en esa consulta, pero su lectura pone el énfasis en la posibilidad de un acto agresivo posterior. Su respuesta cristaliza el malentendido, pues en vez de responderle, el psi quiatra responde al orden social que tiene que salvaguardar a costa de la segregación del decir de Iris. Quizá, con las barajas en la mano de la evolución posterior estemos en mejor posición que sus contemporáneos para dejamos enseñar por ella:
10. Allouch, Jean, Marguerite, Lacan la llamaba A im ée , Epeele, México, 1996. 11. Idem , Cap. XII, “El 4po int d ’acte* de la psicosis”
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no hubo en e l resto de su vida ningún pasaje a un acto agresivo, y no cesó de vivir una intensa persecución. El tema reivindicativo cedió y ocuparon el primer plano el tema del envenenamiento y la persecución de los mé dicos. Alejada la temática de los protagonistas familiares, no cesó, sin embargo, de verse atormentada por la presencia alucinada de su madre {cfr. cap. XXV ). La decisión médica de separarla de su familia, con su contundente vio lencia, no operó la separación de aquello que ata la locura de Iris con la de su madre (cap. XXVII), ni una nueva socialización, sino que dejó al delirio como único medio para integrar este nuevo hito de su vida. La imagen que la asedia casi veinte años después, de la que habla a E. Tuana, (cap. XXV) es la de su madre que se le “aparece en las vidrieras de las tiendas”, impulsándola en una búsqueda imposible que no podía re conocer como tal. ¿Presencia alucinada o falso reconocimiento, ilusión construida sobre su propio reflejo en el vidrio? De todos modos, presen cia real e intrusiva. Extraviada en las calles de Montevideo, Iris queda separada de su familia, pero ligada y a la vez para siempre separada, de esa imagen materna, de su presencia que retoma como real, luego de su muerte, y que señala, en su imposible duelo, el lugar de un necesario desgarramiento que no cesó de no efectuarse.
La maestra (1939-1958) “Yamayor, desdeel 2 dejulio de 1929, hastafin decurso, asistí , fuera de lista al 5to. añ o de la Escuela Españ a (...).Tenía yo entonces 14 añ os , y\ el cará cter totalmente formado, y observaba toda la vida de la escuela, sabiendo ya que iba a ser maestra, pues eso lo habí a decidido mi madre desde el momento en que nací(y dio lafeliz casua- lidad de que nacícon fuerte vocación para el magiste rio) Iris Cabezudo Spósito N
“La educación primaria está intrínsecamente vinculada con la formación y con el desarrollo de la sociedad uruguaya. Su histórico papel ha sido múlti ple: integrar en una comunidad nacional un conjunto heterogéneo de grupos familiares criollos e inmigrantes de los más. variados dialectos o idiomas formándolos en un lenguaje y cultura común; integrar en una sociedad a es tratificados y, más aun segmentados, grupos sociales a los que se les pre sentó la posibilidad de movilidad social a través de la formación en la es cuela y de una selección meritocrática proveniente de un tribunal social mente imparcial como es el docente; integrar la población a la democracia teniendo a su cargo la formación de los futuros ciudadanos, noción de igual dad política que sólo deviene posible -co mo ya lo planteaba Jos é Pedro Va rela* hace más de un siglo- cuando se constituye la pareja educaciónciudadanía. De pocas sociedades se puede decir como de la uruguaya que la sociedad es hija de la escuela. A lo largo de un proceso que insumió un largo siglo, la escuela no solo fue incorporando en forma lenta y progresiva a la población sino que fue transfiriendo a la sociedad no sólo el lenguaje -increíblemente similar en toda la jerarquía social en comparación a la realidad latinoameri ca na- y las formas de pensar sino también un conjunto de valores que defi nen a Uruguay en el contexto int ernacional.
*. Discípulo de D. F. Sarmiento. Realizó, siendo ministro de Instrucción Pública, la gran reforma de la enseñanza primaria en Uruguay a fines del siglo XIX.
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La acción acumulativa de la escuela se realizó en forma interdependiente con la evolución de la sociedad. En la medida en que ésta fue desarrollán dose económica y culturalmente, la escuela ampliaba su campo de acción y robustecía y estimulaba el proceso; en la medida en que el funcionamiento de la sociedad era democrático, los valores que internalizaba la escueta en contraban su respaldo en el funcionamiento del sistema político nacional y en la conducta de sus distintos actores sociales yf finalmente, en la medida en que la economía se diferenciaba y la ocupación se calificaba, la selec ción universalista propia del desarrollo encontraba como sustento la selec ción merit ocrática de la escuela. Este doble proceso comenzó a deteriorarse a partir de 1955 cuando se ini ció un ciclo de prolongado estancamiento de la economía uruguaya (....)1. (...) Desde los años 1930, la totalidad del cuerpo docente de primaría estuvo constituida por especialistas en pedagogía y educación, reclutados y pro movidos de acuerdo a un objetivo sistema de concursos y ascensos. El ca rácter profesional del magisterio y la motivación recibida durante su forma ción seguramente influyeron en la conciencia de pertenencia a una comuni dad que asumía como uno de sus objetivos prioritarios la transformación cultural del país (...)”z. Germán Rama
1. Rama, Germán W., “Qué aprenden y quiénes aprenden en las escuelas de Uru guay”, informe de CEPAL, Montevideo, marzo 1992, 2o ed. 2. Rama, Germán W., y colaboradores, “¿Aprenden los estudiantes en el ciclo bá sico de educación media?”. Informe CEPAL, Montevideo, 1992.
Capítulo veintiuno
Vicisitudes de una maestra Copiosa documentación nos entera de la trayectoria ele Iris en el campo laboral; ésta proviene de las actuaciones sumariales que tuvieron lugar en la década del 50 y culminaron con su destitución en 1958^Adem ás de los aspectos formales e institucionales allí registrados, encontramos varios textos de Iris, voluminosos, presentados en el contexto de esa querella. Fueron escritos (¿a partir de notas?) y presentados a fines de 1956, vale decir justo antes de su internación; anteceden pues en unos meses a los escritos de lo s capítulos precedentes. Por distintas razones no es posible agotar en este libro su publicación; intentaremos, a pesar de ello, presentar las páginas que hacen valer as pectos insoslayables de la participación de Iris en la vida social. En este capítulo ofrecemos al lector un suscinto relato de los avatares institucio nales que marcaron la trayectoria de Iris como maestra. Luego del sobreseimiento del caso, en abril de 1938, Iris fue autorizada a reintegrarse a sus estudios de magisterio. Se recibe como maestra en 1939 y comienza a trabajar haciendo suplencias. En 1940 pierde un con curso “porquefui nerviosa a la prueba y me equivoqué en el problema de
aritmé tica , por lo que quedé eliminada
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En la escuela de Camino Maldonadp Recién en 1945 Iris adquiere efectividad y elige trabajar en la escuela n° 140 de Camino Maldonado, en la que permanecerá siete añosj Su trasla do fue la cosecha amarga de una serie de malentendidos con la directora y algunos inspectores de clase, que se agudizó y giró en tomo a ciertos puntos muy precisos. Iris imputa a la “inefable directora” y a las presiones que ésta habría ejer cido sobre los inspectores de clase, las calificaciones adversas que le van siendo adjudicadas a lo largo de esos siete años. Esta situación tiene co mo eje de discusión una cierta modalidad, un estilo, que Iris pone en jue go en su práctica de la enseñanza, que no se ajusta a los cánones recibi dos, de los cuales la directora se presenta como garante institucional. Iris no está dispuesta a ceder un ápice en sus convicciones, y las cosas que ella privilegia lo serán a expensas de toda relación jerárquica. Dos anécdotas ejemplifican la actitud de Iris y el tipo de detalles que pri vilegia. —Enseñaba ella a una clase de 1er. año y recibe una inspección de la di rectora: %..)*al trazar en el pizarrón una jota minúscula manuscrita, un chiquito le gritó con la mayor naturalidad (eran niños que no habían padecido a otra maestra; por eso era totalmente espontáneo frente a la directora): estámal. Ella se conmovió en forma ostensible, y yo (que nunca dudo de la lógica de los niños) hice un rapidísimo esfuerzo mental para enteñder que podía ser lo que estaba mal... Y me apresuré a explicarle que se trataba de que yo les había explicado que ese rasgo inclinado que hace mos (Iris usa el rojo para indicar el rasgo inclinado), no pertenece a la j letra - i - - y no debe hacérsele, porque sólo es la ligazón con la letra anterior de la palabra.(...)”.
—Otro día en 1945, una inspectora acude por primera vez a la clase de Iris y examina a los niños en aritmética. Al escribir en el pizarrón: “(•..) no usó la forma correcta de escribir la coma decimal , diferente al apostrofe, que usaba la inspectora. Los niños, por eso, se confundieran al leer los números y al ver a la inspectora equivocarse (...) La inspectora escribió varias cifras y señalando una decía: ¿cómo se llama este cero? ¿cómo, sellama este4? Los niños, por intuición y sugestión, le contesta ban lo que ella deseaba: decenas , millares, pero deberían haber respon
Vicisitudesdeuna maestra 393 ; o si no se lla- ese cero se llama cero; ese cuatro se llama cuatro man cifras (etc.)”1dido:
Iris muestra de este modo un rasgo de estilo, que Lacan señaló al decir que ula psicosis es un ensayo de rigurosidad ”2. Y bien, este tipo de rigu rosidad, sin concesiones ni consideración de las jerarquías, no permitió a Iris buenas cosechas institucionales: en esa inspección obtuvo una mala calificación de su labor docente (calificó 6). Además la nota se acompañó con un juicio de la inspectora que “escribió malignamente”: “La clase
actuó con orden, y atención. La calificación descendida traduce la acti- tud de la clase ”.Mris imputa sus mala nota a una alianza de la inspectora con la directora. Un trazo común funda para ella esa alianza: ambas son católicas , trazo que identificará en el ámbito escolar, a casi todos los per seguidores.
A partir de esa “mala nota” se genera, según Iris, un determinismo nega tivo sobre sus calificaciones, del tipo “cría fama y échate a dormir”, que no está jugado en primer lugar como autorreferido, sino que tiene las ca racterísticas de una ley social que ella destaca: para bien o para mal, las primeras calificaciones de un maestro determinan las siguientes. En efecto, la carrera docente de una maestra está estrechamente vincula da a los méritos y deméritos de los informes inspectivos que va acumu lando a lo largo del ejercicio docente. Iris narra año a año los detalles de cada inspección que recibió y pone a cuenta negativa la ausencia de la misma. En 1950, recibe la visita de la inspectora M. Luisa Ferreirós, obtiene una calificación baja (6,5) y un juicio que decía así: “La clase se desenvuelve
sin mayor lucimiento. Un pequeñ o sector es el que responde en todo; el resto carece de buena disposición para un trabajo continuado y profun do.(...y\ Para Iris ese juicio:
i “(---) cubre con lápida el hecho cierto y saliente de mi modalidad como , (Subrayamos nosotros)que consiste en no dejar a ningún maestra alumno por el camino (...); esa es la causa de que vaya a ritmo más lento
1. Documento del alegato de Iris en el sumario, La labor ins pectiva, inédito. Las citas que siguen y no tienen otro referente pertenecen a dicho documento. 2. Lacan, Jacques, “Conferencias en USA” , Scilicet 6/7, p.9., Seuil, París, 1976.
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que los maestros satandard (subrayamos el lapsus de Iris), en materia de problemas de aritmética, dictados, y trabajos de redacción (...)”.
Inexorablemente el malentendido acerca de su modalidad de trabajo pro dujo después de 7 años que: “(...) se hundieran mis calificaciones; y eso por voluntad de la directora, y porque yo me negué a hacer lo que hacen todas las maestras que tienen ambición: trasladarse-de escuela cada vez que un director (sin motivo o con motivo) se le pone en contra (...)”.
Entonces - ‘convencida la Directora de que yo no pensaba en trasladar- me, precipitólascosasy provocóel sumario en 1951 , al finalizar el cual fui trasladada La decisión fue avalada por el Consejo en los siguientes términos: “(--) que no debe ser una sanción , sino un cambio a un lugar propicio para que ejerza sus funciones teniendo en cuenta las observaciones que se le formulen sobre la orientación y contenidos de la enseñanza”3.
Iris es trasladada a la escuela n° 63, en La Cruz, y allí permanecerá tres años, hasta su cesantía. Los informes que ha acumulado no son cartas a su favor. Sin embargo Iris* se sintió a gusto en la nueva escuela, de cuya directora María Elisa Martínez se consideró amiga. Esto realza el episodio que aconteció dos años después, en 1954, en la Inspección departamental, en donde dicha directora había pasado a realizar tareas de inspección. De ese episodio tenemos dos versiones muy diferentes. Citamos a continua ción la versión oficial y remitimos al lector a la versión de Iris (cap. XXIII).
Un episodio en la Inspección El 29 de junio de 1954', el inspector departamental Héctor Callejas, al que Iris imputará persecución y le dedicará por este motivo un escrito de casi 10 páginas, es protagonista y testigo de una escena que ocurre en su des pacho, y de la que informa al Consejo. Según el inspector: “La inspectora M. Elisa Martínez viene siendo objeto de constante y te naz persecución, al extremo de que la Srta. Iris Cabezudo mantiene un asedio que se prolongó por horas y que la obliga a retirarse por los fon-
3. Documentos inéditos del sumario.
Vicisitudesde unamaestra 395 dos del edificio. La Srta. Martínez ha perdido la tranquilidad, viéndose precisada a formular denuncias concretas a la policía, temerosa de los extremos a que podía llegar la misma” (...). “El 28 de junio, a las 16 y 45 entró la Srta. Iris Cabezudo sin autoriza ción y pidió a la inspectora que la atendiera. Ella le dice'que no, pero la Srta. Cabezudo insiste. No logramos que ella desaloje la sala donde es tamos reunidos. Se llama al secretario para que colabore, pero fue inútil. Le pregunté si era asunto escolar, que yo la podía atender. Contestó que era un asuntoparticular en el queno tenía quemeterme. La invité a que se retirase. Insistió en que no se iría. La Srta. Martínez abandonó la sala, pero la Srta. Cabezudo se le interpuso al paso. Le dije que se fuese. No entraba en razones y el suscrito requirió asistencia policial. Enterada la Srta. Iris Cabezudo abandonó la oficina y se quedó en el patio. Solicité a la Srta. Martínez opinión sobre lo ocurrido. Desde el patio, al verla, la Srta. Cabezudo volvió. Tomándola del brazo la obligué a salir. Llegó el agente de policía. El policía trató de hablarle mientras la Srta. Martínez se retiraba por el fondo. El agente de policía expresó que tenía que ter minar el procedimiento máxime que había-habido desacato. Me comuni qué con la comisaría de guardia pidiéndole que se retirara al policía. A las 18 hs. concurrió el sub-comisario (...) al que pedí no diera publicidad al hecho, dado que se iniciaría un sumario”. i
Después de este episodio, Iris es sancionada por el Consejo con la reten ción de medio sueldo de 8 días, con obligación de trabajar, y una obser vación por sus actos de inconducta, con advertencia que, de reincidir, in currirá en nuevas sanciones.
Tormenta en la escuela n° 63
^
Iris se sintió a gusto en esta escuela a la que fue trasladada en junio de^ 1952 pero,ja^comienzos de 1955, dos elementos cambiaron la estructura de la situación escolar en la que Iris se desenvolvía, y determinaron el estallido de un grave conflicto; éste culminó, cuatro meses después, con su suspensión de la tarea docente y la instrucción de un segundo sumario. Ese año en el barrio La Cruz, donde se halla la escuela n° 63, abrió sus puertas una escuela católica adjunta a la iglesia parroquial. Iris señala esa vecindad eclesial como peligrosa para la laicidad de la escuela pública, en un momento en el que además está acéfala la dirección de la escuela. Dos elementos se conjugan al llegar la nueva directora, en abril de 1955: es católica y tiene cierta modalidad de trabajo. Un conflicto se instaura desde los primeros días del año entre la maestra y su directora.
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Uno de los puntos de enfrentamiento es el reclamo que hace la Directora a Iris de presentar por escrito el Plan del año. La directora documenta en un escrito —que hace firmar a Iris y eleva a la Inspección- que ésta rehúsa hácer el plan del añ o. Tres días después, la directora va al 6to. B para ha cer un dictado, que exaspera a Iris, por el texto, por la manera de dictarlo, por la lentitud, etc. Al llegar la hora del recreo la directora anuncia a los niños que retornará para otros dictados. (Recordará el lector el peso que tiene para Iris ese significante). Para Iris' eso fue demasiado. Lo interpreta como una burla y dice a la directora, delante de los niños, que no le per mitirá más entrar en su clase porque le hace perder el tiempo. Fue la gota de agua que desbordó el vaso {cfr. los detalles en cap. XXII y XXIII). Ese mismo día la Directora informa al inspector zonal, Sr. Gumila, que la , en presencia de los niñ , expresó que no le maestra Iris Cabezudo os
permitirí a entrar má s en el salón de clase porque la hací a perder el 4. El Inspector zonal informa a su vez al inspector departamental tiempo Sr. Héctor Callejas.
De este modo, en una semana, el conflicto entre Iris y su directora cobra otra dimensión, al trasponer los límites de la escuela y tomar el camino de su procesamiento jerárquico. El conflicto va a recibir desde aquí en adelante el tratamiento que impone la lógica de esa institución y sus pro pias reglas de juego. A partir de esta fecha los escritos se multiplican, desplegando los puntos de vista irreconciliables en los que se trenzaban maestra y directora. Los inspectores de zona y departamental van a res paldar sin matices a la Directora. En ese enfrentamiento el asunto del plan se va a convertir en uno de sus tópicos más álgidos. A mediados de agosto de 1955 Iris se ha convertido en un dolor de cabe za para los Inspectores, que buscan solución por la vía jerárquica y admi nistrativa. Así las cosas, el 14 de setiembre la Directora eleva otro escrito que pre cipita los acontecimientos. En efecto, ella sostiene: “(...) que no ha logrado que la Srta. Cabezudo presente registro de acti vidades pese a las promesas reiteradas frente a la inspección” y dice entonces “no'saber como orientarse para comprobar rendimiento y aprovechamiento del alumnado. De seguir ésto pediráser eximida del
control de ese6to. añ o”. 4. Idem.
Vicisitudesde unamaestra 39 7 Esa nota decide al inspector, quien: %..) considerando que la Directora (...) no puede'desprenderse de la fa cultad de orientar y controlar las clases de la escuela a su cargo, resuel ve: 1. suspéndase en el ejercicio de sus fundones a la maestra Iris Cabe zudo 2. elév ese a la consideración de la superioridad”.
El 16 de setiembre de 1955, el inspector Sr. H. Callejas y el inspector zo nal, Sr. H. Gumila concurren a la escuela a efectos de proceder a separar de su cargo a la maestra efectiva, Srta. Iris Cabezudo. “Invitada al despacho de la Directora fue impuesta de la medida”.
Sumariada Comienza entonces una etapa defínitoria en esta querella: Iris, suspendi da en-su labor docente, va a poner toda su energía en defenderse contra los cargos que se le hacen. El final de 1955 y todo el año 1956 transcurri rán de ese modo. i Hemos de subrayar que ese es el período en que la persecución comienza a arreciar también en el ámbito familiar, determinando que Iris pida ayu da a un psiquiatra a comienzos de 1957. El 22 de octubre de 1955 el Inspector H. Callejas resuelve encomendar la instrucción del sumario a una inspectora de zona. Citada para declarar, Iris manifiesta que hará uso del derecho de apela ción, y un mes después, presenta un escrito en el cual recusa el lugar del inspector Héctor Callejas en el sumario, por ser “juez y parte” en este o en el mesde setiem- asunto. ¿Argumento? “El medespojóde mi 6to. añ bre , sin causa alguna quepuedajustificarlo, lesionando con ello grave- mente mi reputación profesional y mi trabajo vocacional Por esta razón recusa también al juez sumariante, ya que la inspectora de zona es subalterna del inspector departamental y carecería de “independencia
para actuar
No deja de ser destacable que en todo este entuerto, escolar Iris combate sola, no hace uso de sus prerrogativas de llevar testigos o de hacerse de ^ ^ fender por un abogado.
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44Para esclarecer al Consejo de Primaria ”, al que sitúa más allá de la contienda, Iris hace un 44someroplanteo" de cómo se presentan para ella
las cosas: “El caso es que yo fui (o estoy siendo) objeto de una persecución orga.nizada que en la escuela n° 63 comenzó ya en 1953. La maestra del otro 6to. año, Sra. B. de Campaiiela aprovechando las circunstancias de que vive en el barrio de la escuela y que visita periódicamente a todas las ca sas de la localidad en misión otorgada por la iglesia católica situada en el paraje que denominan “La Cruz”, ha procurado convencer a los pa dres de los alumnos (...) de que yo les enseño mal y que mi clase es atra sada (...). Luego resultó que cuando el 26 de abril de 1955 se hizo cargo de la es cuela la nueva directora efectiva Srta. Hilda Zúñiga, ya conocía a la Srta. Campanela (maestra del otro 6to.) y ya venía convencida de que tenía que sacarme el 6to. año. Entonces comenzó la persecución llevada a cabo por la propia Directora, que hizo perder tanto tiempo a mis alumnos, a la clase y a mí, que este año, con horario normal, llevé el curso con más lentitud (...)”. Iris dice no haber elevado antes sus quejas, porque debía hacerlo ante el Insp. Departamental, Sr. H. Callejas, quien "estaba deseando poder perjudicarme ”; él fue quien " completóla obra de la Directora quitá n- dome la clase ”... Ella señala que, sin embargo, la 4€animadversación de
H. Callejas hacia mío que la directora haya dicho que yo me creo un genio mientras que ella se sabe una medianía”(...), son causas 44accesorias” delo quepasa”. “La verdad de fondo es que en nuestra Escuela Pública están subvertidos muchos conceptos y que es necesario que en ella se respete la libertad del maestro de enseñar como le parece (dentro del Programa y de los postuladas de Varela*, por supuesto) y que los mejores maestros no lle guen al final de su carrera asqueados de la verdad administrativa y do cente que han vivido, y que no sea imprescindible ser . amigo del Direc tor, o adularlo, para no tener un sumario. En el fondo de este asunto mío, hay un serio problema técnico, que abarca a todas las escuelas y que yo no he querido (como hacen todos, para salvaguardar la tranquilidad) esquivar ni soslayar (...)”.
*. Los postulados de J. P. Varela de una escuela laica, gratuita y obligatoria se plasmaron en la Ley de Educación Común.
Vicisitudesde uriamaestra 399 Así situadas las cosas, Iris concluye recusando ante el Consejo al ins pector H. Callejas como responsable último del sumario. Este escrito de Iris produjo varios efectos:
“por la ví a que corres- ponda llamaráa cuentas a la Srta. Iris Cabezudo por las afirmaciones quevierteen el presenteescrito —La inspectora zonal “devolvió el expediente por haber sido recusada comojuezsumariante”. —El abogado R. Bianchi informó al Director General de que “no ha lugar el planteo de recusación de la Srta. Iris Cabezudo , pues los hechos que aduce no puedenfundamentar presunción de que el funcionariofaltará deecuanimidady ponderación ” y refuerza su posición por conocimiento de “lasmodalidades temperamentalesde la sumariada —El Insp. Sr. H. Callejas dejó constancia de que
—El Consejo desestim ó la recusación de Iris, quien se notiñca unas se manas después. Mientras la enseñanza respira ya el final del año, Iris presenta otro do cumento (el 27.12.55) en el que solicita le sean entregados los trabajos de sus alumnos, que el Insp. zonal H. Gumila optó por empaquetar, lacrar y entregar en custodia a la Directora, el día en qüe “me expulsó de mi es cuela”. Llega el año 1956, y el 12 de enero, en plenas vacaciones de verano, el Consejo resuelve aceptar la excusación de la Inspectora zonal que man tiene su defección. En marzo, el inspector Sr. H. Callejas arremete con la tarea y encomienda la instrucción del sumario a otra inspectora de Zona. Notificada, Iris presenta un escrito (abril, 56) en el que expone su sorpre sa. (...) “Se ha producido una muy extraña confusión (...) Yo no recusé a la Sra. Hilda Melazzi (insp. zonal): no hubiera tenido ningún motivo para (y recuso) al Sr. H. Callejas como Juez sumarianhacerlo. Yo recusé te.(~.) Y me voy a atrever a agregar un pedido que me parece totalmente pertinente: Solicito que este sumario sea instruido por el Sr. Inspector Regional correspondiente (a quien no conozco). Aseguro que esta tarea no le va a quitar mucho tiempo, pues yo voy a tener contestadas por es crito todos los puntos que puedan serme preguntados; y no voy a citar testigos ¿Para qué? Bastará con lo que yo digo: testigos somos todos los maestros, desde el más antiguo hasta el más joven; y todo el pueblo también”.
400
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Unos días después* la segunda Inspectora zonal encargada del sumario solicita ser eximida de la obligación de seguirlo. El caso de Iris parece haberse convertido en un clavo ardiente que nadie quiere agarrar. Ese mismo día el Inspector Sr. H. Callejas eleva un escrito al Director Gral. en el que declara conveniente acceder al pedido de la Srta. Iris Ca bezudo, encargando a la Insp. Regional o a un Abogado del Consejo ins truir el sumario. El Consejo acepta. Iris ha ganado una mano.
Ganar una mano no es ganar un partido El 2 de mayo de 1956 el Consejo resuelve encomendar al Abogado adscripto Dr. R. Sacchi la instrucción del sumario. Iris comparece el 4 de julio para declarar; interrogada sobre los documentos presentados, recla ma, una vez más, el paquete lacrado como su “única prueba”. El 21 de agosto Iris se encuentra con el abogado sumariante y manifiesta que desea formular una amplia exposición sobre el problema del origen de este sumario. Solicita 10 o 15 días para presentar un escrito y se le concede el plazo. Sin embargo, a fines de octubre, no ha presentado el escrito anunciado; el Dr. R. Sacchi decide que se proceda con las actua ciones, reservándole a Iris la oportunidad que solicitó para intervenir con su alegato: podrá hacerlo en el momento de evacuar la vista reglamenta ria que se otorga antes de finalizar un sumario. El 5 de noviembre de 1956 se dan por finalizadas las actuaciones y para el Dr. R. Sacchi ha llegado el momento de que se “de vista a la sumaria da por el término de 8 días”. De este modo, fija el plazo para una última intervención de Iris en el sumario. También solicita, casi al mismo tiem po, un informe a la Inspección técnica a la que dirige dos preguntas: 1. “Si puede considerarse que la actuación cumplida por dicha maestra causa grave perjuicio a la Enseñanza”. 2. “Cuál estima, en uno u otro caso, la resolución técnica a adoptar (29.11.56)”
A fines de diciembre, la inspección técnica declina pronunciarse al no poder apreciar directamente el trabajo docente por estar suspendida la maestra. Mientras, Iris es sacudida en su silencio por el plazo que le es impuesto. Llama la atención cómo a partir del momento en que “ganó” la pulseada y logró que el sumario no estuviera en manos del inspector Sr. H. Calle
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cesó de int inteerveni venir r , a jas, ja s, y que lé entregaran los lo s paquete paq uetess lacrados, lacra dos, Iris ces pesar de que aseguró en agosto que a los 10 días presentaría los docu mentos de su alegato. Notificada ahora de que corre un último plazo, Iris presenta un certifica do médico que dice así: Dis Dispeps pepsiia he hepat patoves ovesicular cular y dis distoní a de los ór-
ganos dige digesstivos vos. Est Esto le leproduce produce un un es estado ado cró crónico nico de de caq caque uexi xiaa de de los , con órga rganos abdomina inales les con ast astenia ni a y cansanc cansanciio. También presenta un es crito en el que aclara este atraso.
Desfallecimiento Este texto es la única ocasión en la cual Iris conecta los acontecimientos familiares con los escolares, en un momento de máxima dificultad, de real real desfallecimiento. D ice así: así: “Esto “Esto tiene una explicación, y es el estado estado anímico en qu e me encuentr encuentro, o, que ha terminado por afectar mi salud. En primer término, existe en mi hogar un problema que yo no acabo de comprender totalmente porque cambia siempre de forma, pero que no se termina nunca, que me ha te nido y me tiene siempre con miedo: esto ha disminuido en todo tiempo mi voluntad para la lucha (no para el trabajo). Luego, por mucha capaci dad que yo tenga para la abreacción, es evidente que el primer sumario (en el que se eludió la cuestión de fondo, trasladándome de una escuela en la que yo había trabajado tan honrada y eficientemente durante 7 años) no me hizo bien: no fue un estímulo para mis energías vitales. En la Esciíela n° 63 fui feliz unos meses, pero el célebre ArL 30 hizo que aquello cambiara cambiara vertiginosamente. Después, Despu és, a part partir ir de abril de 1955, la Srta. H. Zúñiga me sometió a un régimen de continuadas y calculadas molestias, que afectaron mi tranquilidad. Y el que se me quitara la clase en el momento del año en que el trabajo resulta más agradable y prove choso, a mí, que quiero tanto a mis clases, y que tantas veces estando verdaderamente enferma no faltaba por no hacer perder el día a los ni ños, me afectó hondamente; y todo ello repercutió sobre mi organismo. Aun pasados varios meses, podía trabajar en cualquier cosa, pero el te ner que escribir acerca de la escuela me producía hasta fiebre y por eso le huía al trabajo y siempre lo iba dejando para después. Finalmente, el sentirme tan decaída me asustó, y en setiembre vi por primera vez a un médico. Ahora, para justificar mi tardanza en terminar mi alegato, le so licité un certificado, que tengo en mi poder, cuyo contenido copio aquí para para constancia. constanc ia. No ha sido pues por dejadez, que he dejado transcurrir el tiempo sin terminar mi escrito, sino porque, aparte de tratarse de un trabajo largo que yo deseaba fuera objetivo, ordenado y claro; los muchos sufrimien
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tos que me ha proporcionado Enseñanza Primaria han creado en mí una verdadera alergia psíquica a ciertos temas, lo que hace que cuando me pongo a pensar pensar en ellos ell os me m e siento auténticamente mal”.
Luego Iris adjunta la lista de seis documentos presentados “en pré sta sta- mo99 y que integran su alegato. Los" documentos son los siguientes:
"Regis gistro de deLecciones cciones999; “Pl “Plan de deacti actividade vidadess99; “L “Laa labor labor inspect pectiiva99; “El Sr. Hé ctor ctor Call Callejas9 ejas99; “Mi ver versión de los hechos hechos*9; “F “For orm ma en en que llevomis misclase clases, s, ypo por qué qué lohhago agoasí así99. La destit d estitución ución de Iris A ñnes de enero de 1957 el juez sumariante, Dr. R. Sacchi, eleva al Di rector Gral. las conclusiones de las actuaciones cumplidas y de los he chos a investigar que presenta así: “A. Actos de incumplimiento, resistencia o insubordinación. B. Capacitación técnica de la maestra”.
En el primer punto destaca la declarada resistencia de Iris a redactar un plan de trabajo, así como su incumplimiento del horario escolar y su rehusamiento a que la Directora efectuara trabajos en su clase. Respecto al segundo segund o punto informa informa sobre la abstención de la Inspecció I nspección n técnica.
“se han han conf confiigurad gurado o Concluye entonces con respecto al punto A que “se ple plename amente los car cargos9 gos99; y con respecto al punto B, el Dr. Sacchi dice haberse formado él una opinión sobre la sumariada que “ha demost ostrado
que vive vivey actú actúa en un unplano plano total totalm mente nteale alejado de la re reali alidad. dad. Des Descono- ceel ritmo gene generral de la es escuel uela. Se rebel bela cont contrra tod todoo lo lo orga organi nizzado ado y ori orienta nta la la ense enseñ anza anza por plan pl anos os que que elella ent entiiende que debe debe ser ser y no por aquel aquellos que la re reali alidad, el el inte nteré s dir directo cto y vivo vi vo del del niñ niñ o le le im impone ponenn al maestro Reconoce el Dr. Sacchi que desde el punto de vista objetivo pueden plantearse dudas, pero estas desaparecen si se tienen en cuenta los ele mentos subjetivos. “La conclusión a que se arriba es la siguiente: la sumariada no puede continuar desempeñando el cargo de maestra, debido a que su actuación como tal es perjudicial para el niño y para la propia escuela pública. Y por los antecedentes de la misma no estima que pudiera ser factible una modificación en su conducta funcional (...)”.
Vici Vicissitudesdeuna mae maesstra 4 0 3 Mientras esto sucedía entre las autoridades de Primaria, Iris solicitaba que se le permitiese entregar más documentación fuera de fecha. El 19 de febrero se le otorgan tres días y de ello se le notiñca en su casa. Pero Iris Iris ya no está en su casa, y el cedulón aparece firmado por su madre. En esa fecha fech a —primeros días d ías de febrero— febrero—Iris Iris se encuentra por primera v ez inter nada en el Hospital Hosp ital psiquiátrico. psiquiátrico. r
Hasta fines de 1957 el sumario no se mueve; en diciembre se añade un pase a Sanidad escolar, único indicio de que las autoridades sumariantes estuvieron al tanto de la internación de Iris y de que seguramente ésta ha finalizado ya. Ella no se presenta en ninguna de las tres oportunidades en que es e s citada por por Sanidad escolar. Llegados a este punto, y pasadas las vacaciones escolares de 1957, el ex pediente está en la mesa del Consejo como asunto a resolver al comienzo del año escolar. Entonces, el 10 de abr el Consejo adopta la abril de 1958 1958 siguiente resolución: resolución: — “Resultando “Result ando que están probados los lo s actos acto s de incum inc umpli plimi mient entoo a las obligaciones de su cargo, de resistencia a ajustarse a lo que prescriben reglamentaciones vigentes y de insubordinación. —Result —Resultando ando que el e l Sr. Sr. Juez arrib arribaa a la l a conc co nclus lusión ión de que qu e “la sumariada no puede seguir desempeñando el cargo de maestra, debido a que su ac tuación es perjudicial para el niño y para la escuela pública” (...) “y por los antecedentes de la misma no se estima que pudiera ser factible una modificación de su conducta funcional”. —Resultando —Result ando que la sumariada no concurrió al servic ser vicio io de Sanidad e s colar cuyo dictamen se requirió, haciendo caso omiso de las tres citacio nes cursadas. —Considerando —Conside rando que de éstas y anteriores anteriores actuaci act uaciones ones sumaria sum ariales les surge plenamente configurada la inadaptación de la sumariada para el desem peño del cargo de maestra (...).
se resuel suelve: ve: 1. declarar cesante a la Srta. Iris Cabezudo.
2. no comporta ello pérdida pérdida de derechos jubilatórios”. jubilatórios” .
Cuando Iris se notifica, la dirección de su domicilio nos indica que ya no vive en la casa familiar. Debe ahora, además, hacerse cargo de esta nueva decisión sobre su vida. Algunas notas, unas pidiendo reconsideración, otra concerniendo sus ha beres, y por último el reclamo de los documentos presentados, indican
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algunas de sus reacciones que se extienden bajo la forma de notas casi mensuales, hasta junio de 1959, fecha en que se le devuelve la docu esprop propiiame amente nteofi oficial cial De ese mo mentación que solicitaba “y que no es do, se cierra esta etapa de su vida. Resta examinar, en otro lugar, sus consecuencias.
Capítulo Capítulo veinti v eintidó dóss
El combate laico Para defenderse en el sumario, Iris presenta varios documentos. Leerlos solicita, en primer lugar, una limpieza de prejuicios que podrían funcio nar nar como com o obstác o bstáculos ulos a su lectura. lectura. El prejuicio mayor sería el de descalificar los escritos de Iris por su locu ra. ra. Por el contrario, si aceptam ace ptamos os que su paranoia —lejo le joss de d e ser s er un déf d éfic icit it de su razón—es un estilo y una forma de participación social, estaremos en una posición más adecuada para apreciar los aspectos que esos escri tos hacen valer. Como lo observó Lacan en 1933, los delirios y los actos de la paranoia
“se “seprod produce ucenn con con gran granfrecuenci cuenciaa en en un punto punto ne neurá urá lgico gico de la actual actualii- ”1. Lo s escritos de ”1. d e Iris Iris durante durante este es te sumario, sum ario, tiene t ienen n ese e se dad his histórica margen de comunicabilidad que podemos ver llevado al paradigma por alguien como J. J. Rousseau, "a prop propó ósito del del cual cual puede puede pronunci pronunciar arsse
con llaa mayor ayor cer certidumbr dumbree el diag diagnó nósstico de de paranoi paranoiaa tí tí pica, pica,((y que) que)debe debe a su eexpe xperriencia ncia prop propiiame amente nte mórbida bida la fasci ascinaci nació ón que ej ejerció ció en su su siglo glopor su su per personay por su su es estilo . D e la ps icos ic os is 1. Lacan, Jacques, “El problema de estilo...”, en De relaciones con la personalida d , siglo XXI, Bs. As., 1976. p.337. 2. Idem.
pa ra no ica ic a en sus su s
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Los escritos de Iris hacen valer -como fue señalado por Lacan a propó sito de Marguerite Anzieu—que es “justam ustameente ntepor por la ví a de sus tr trast astor- or- , com nosafe afecti ctivosy mental ntalees como la la enf enfeerma hasabido abido tom tomar ar contact contactoo con con , losper lasideas deas personaje onaj esy losacont aconteecim cimientos ntosdesu tiempo**3.
versión de los los he hechos**, Iris se pone y Efectivamente, bajo el título “Mi ver noá pone en contacto con algunos problemas de la enseñanza que con movieron a este país. Veamos como introduce la cuestión: Mi versión de d e los hechos hechos “¿Por qué a mí me suceden cosas en la escuela, y a tantos otros no? Algu na razón habrá ... Sí, hay una razón; y es simple: yo no transijo con lo que está mal; no vendo los ideales pedagógicos por buenos informes y comodi dad; y tengo visión suficiente como para apreciar con claridad el mal que se hace a los niños cada día en nuestras escuelas por falta de capacidad, sí; pero, sobre todo, por falta de honradez. ¿Por qué se me persigue? ¿Tengo mala suerte? No, no tengo mala suerte. La razón es otra. Sin jactancia: a mí me sucede lo que le sucedía al patito feo. Sabido es que “El patito feo” es una simbólica autobiografía de Hans Crist ian Andersen. El trabajo del maestro es hermoso, porque es uno de los que más total mente se entroncan con la vida toda. Pero, por esa misma razón, en la es cuela se enfrenta uno con todos los problemas de la sociedad humana. Si los esquiva, cobra su sueldo y vive tranquilo, pero no es maestro sino un mercenario. En cuanto no los esquiva, sobrevienen las pequeñas luchas. Cuando las Autoridades Docentes, que deben apoyar al maestro (que cons tituye la piedra angular de la escuela), se hacen a un lado y “no ven” por comodidad, la lucha del maestro cabal se vuelve desproporcionada, y está en peligro de sucumbir. Y hay dos maneras de sucumbir: Una es la de tener sumarios en los que no se haga justicia o se haga justicia a medias, y re sultar aplastado en mayor o menor grado por funcionarios estúpidos y ve nales. Eso no tiene mayor importancia: es sólo contingencia. Otra manera de sucumbir es la de hacerse cínico y sinvergüenza, y decirse “¿por qué voy a meterme yo a redentor, si nadie quiere hacerlo?”. Esto sí es sucumbir, porque se trata de algo que trasciende al ser. He visto sucumbir así a varias personas que estimaba, y cada vez que las encuentro lloro interiormente por ellas. Supe que refiriéndose a mí el veterano maestro Sr. Carlos Simón (a quien en oportunidad di a leer copia de mi anterior sumario) dijo en el despacho 3. Lacan, Jacques, De la psicosis par anoi an oica ca en sus s us Ed. siglo XXI, Bs. As., 1976, p.288.
relacio rela ciones nes con c on la pers p erson on alid al idad ad ,
El com combat batelaico aico 4 0 7 eso fracasó en En del Sr. Alambarri: “Cabezudo tiene mucho corazón: po r eso señ a n za Pri Pr i m a r ía * Cuando me lo contaron salté y exclamé: “¿Fra ca só ...? Eso (si no me muero ) io vamos a v er .
En este mundo hay muchas fuerzas que se disputan el dominio de la gente, y por ello ponen sus ojos en los establecimientos de enseñanza. La más ostensible en estos momentos es el comunismo; pero hay otras fuerzas in ternacionales con ansias de dominación tota!. En nuestro medio la más real de esas fuerzas dadas las circunstancias es la jerarquía católica (no los ca tólicos). Y para que no se me crea fanática, ni se me relacione con ningún grupo organizado, voy a comenzar (ya que el clericalismo está int erviniendo erviniendo en la Escuela nfi 63, y no puedo pasar por alto ese hecho) por exponer M I C O N C E P T O A C E R C A D E L L A I CI CI S M O E N L A E SC S C U EL EL A ' * .
A su manera Iris pone en el tapete, a través de una persecución de la que se considera objeto, la cuestión del laicismo, y la relación entre la Iglesia católica -s u cle ro - y la enseñanz enseñanzaa públ públic ica. a. En este país la enseñanza ha sido, y en cierta medida lo es aún, un baró metro sensible de la relación entre la Iglesia, el Estado y la sociedad. Pa ra dimensionar esta intervención de Iris hemos de recordar algunos hitos históricos de la enseñan za en el Uruguay Uruguay hasta hasta esa década del 50. 50 . En primer lugar, tengamos presente que bajo el gobierno de Latoire, José Pedro Pedro Varela echa las bases de la gran gran reform reformaa educativa que se concretó en 1877 con la Ley de Educación común. A partir de ese momento las escuelas públicas son gratuitas, obligatorias, y mixtas. La laicidad apare ce en las discusiones, pero el art. 18 establece aún la obligatoriedad de la enseñanza de la religión católica5. Sin embargo, hay un contexto cre4. Todas Tod as las citas de Iris Iris en este capítulo, capítulo, provienen provien en del mismo mism o documento, docum ento, Mi versión de los hechos. Inédito. Expediente del sumario. El signo (...) indica nuestro recorte del texto, las mayúsculas y subrayados son de Iris, quién además utiliza pa ra ello lápices azul y rojo. Los documentos, fotocopiados en blanco y negro, impi den, por el momento, establecer la existencia o no, para Iris, de una regla en el uso ^de los colores. K^sj K^ sjEn En cicl ci clop oped edia ia de la Educac Edu cación ión , Imprenta Nacional, Montevideo, 1939, Epoca d e educa e ducación ción común comú n de d e 1877 , art. 18. “La enseñanza de la rev III, Año I, n° 1. Ley de * lígi lígión ón católic católicaa es oblig obligato atoia ia en las las escue escuela lass del del estado, estado, exceptuán exceptuándose dose a los los alum alum nos que profesen otras religiones, y cuyos padres, tutores o encargados se opongan a que la reciban”. La ley de 1909 establece en el art. I, que “queda suprimida toda enseñanza enseñ anza y práctica pr áctica religiosa religios a en las escuelas del esta estado do** **,, y en el art. 2. que “la Di D i rección General de Instrucción pública determinará los casos en que baya de apli carse penas a los maestros transgresores de esta ley. Estas penas serán de suspen sión, pudiendo llegarse hasta la destitución en casos de reincidencias graves y Histor ia de la escuela esc uela urug ur uguay uay a . Ed. El siglo comprobadas”, en Araujo, Orestes, Historia ilustrado, Montevideo, 1911.
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cíente de contienda con el poder eclesiástico que a través de su obispo, Mons. Jacinto Vera, se hace eco fiel de los pronunciamientos de Pío IX que en la en cíclica Quanta Quanta cura cura (1864) y el Silabario Silabario,, condenaba al mun do moderno y a sus ideologías. Pero, “aquel Est Estado cel celoso oso de su poder poder , y aquel aquella bur burgue guessí a liliber beral y - anticlerical , apos aposttaron aron a la la labor labor civi civillizador adora desu escuel cuela má má squea la la . Unas décadas des religión cat católica, monop nopolizadapor unpoder poder rival”6 val”6 pués el anticlericalismo logra victorias decisivas, nutrido por el positi vismo y enriquecido en fuerza y número por los inmigrantes italianos, católicos pero garibaldinos, vale decir anticlericales también. Durante la presidencia presidencia de J. Claudio Claudio Williman Williman -entre -en tre los dos gobiernos de B adíe se suprime, suprime, en abri abrill de 1909, la enseñanza enseñanza religiosa de todos los lo s colegio col egioss oficiales. En el gobierno de Don José Batlle se suprimen los subsidios al Seminario, se eliminan las imágenes y crucifijos de los hospitales, se omiten las referencias religiosas en los juramentos de los gobernantes, se votan leyes divorcistas y, fundamentalmente, se vota la separación del vínculo legal con el catolicismo: "todos odos los cult cultos religios giosos os son lliibres
en el el Urugua Uruguay; y; el Est Estado ado nosost ostiene religió gión alguna alguna” .
Todos estos cambios se producen en medio de enfrentamientos en donde el anticlericalismo hace gala de un estilo virulento al que responden los abanderados de la Iglesia sin quedarse a la zaga... Es necesario entender que el anticlericalismo tenía una base social muy amplia y por ello no menoscaba, por ejemplo, ejemplo, la popu popular larida idad d de Batlle com o gobernante8. gobernante8. En el campo de la enseñanza esa situación condujo a que "los liberales
endi ndiosaron la la ed educa ucaciónformal o ins insttituci ucional nal y los cat católicos cos raci acional onali- zaron aron su su propues propuestta defe al grado grado decre creerla eexxpre presable able ttam ambié bié n, y a ve- ces cessobre obre tod todoo, por por supropi propioo sisistema escol escolar ar”9 ”9. Situemos en ese Uruguay a esa maestra que fue la madre de Iris, Rai munda Spósito. Ella perteneció a esas generaciones de maestras imbuida de los l os principios de una enseñanza “laica, “laica, gra gratui tuita ta y obligatoria”; ella fue alumna de María Stagnero de Munar, que participó activamente en el 6. Barran, José Pedro. Historia Histo ria de la sensib sen sibilid ilid ad en el Urugua Uru guayy, T.II, Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 1990, Cap. 1. 7. Machado, Carlos, Historia de los Orient Ori entale aless, Ed. de la Banda Oriental, Monte video, 1993, T.3, p.74. Cita de la Constitución de 1917. 8. Machado, Carlos, Idem, cfr. Cap. 19-21. 9. Barrán, José Pedro, Idem.
El com combat batelaico aico 40 9 homenaje postumo realizado a J. P. Varela en el teatro Solís, en 1881; ella -que recuerda con orgullo cómo el propio presidente de la Repúbli ca, Don José Batile y Ordóñez, despidió en 1913 al grupo de maestras becadas a Bélgica, del que formaba parte- ella nos muestra con ese tipo de detalles, el valor social que nimbaba nimbaba en esa época épo ca a una maest maestra. ra. He aquí un significativo significativ o texto de Raimun Raimunda da Spósito: Tan pronto como hube obtenido de las autoridades correspondientes el permiso necesario para ello y empecé a visitar las Escuelas, comprendí que serías dificultades obstaculizarían nuestro trabajo. La lucha política que liberales liberales y católicos sostienen actualment actualmentee en Bélgica , se hace sentir sentir fuertemente en aquellas. Convencidos ambos partidos del poder inmen so de la enseñanza, quieren asegurar, inculcándoselas a los niños, el éxito de sus ideas para el porvenir. En los colegios están cifradas mu chas esperanzas; allí, trátase de laicos o religiosos, de estos últimos so bre todo, es donde se lucha con más tesón, y en unos y en otros, por po co que se observe, se siente desde luego una oposición tenaz a todo lo que puede suponer el avance del contrari contrario. o. Un visitante visitant e cualquiera, aun aun que presente recomendaciones especiales, es mirado, si no se está bien seguro de lo contrario, como alguien que puede llevar al enemigo deta lles preciosos de organización: las preguntas sobre los diversos puntos, la atención con que observa, se consideran indicio revelador de intereses que deben combatir a todo trance. De ahí que, tras la sonsrisa afnable y las gentiles frases, se escondan, casi siempre, el temor de decir demasia do, el deseo de entretener a toda costa al que interroga10.
Hemos de situar también a la familia Cabezudo como una familia que participaba en el anticlericalismo de la época, posición que se arraigaba en una historia de inmigrantes gallegos, en un odio de raíces más anti guas, hasta el punto que el abuelo de Iris, evitó expresamente dar a sus hijos nombres que figurasen en el santoral. ¿Cuál fue la réplica de la Iglesia a esa contienda con los anticlericales? Al quedar separada del Estado, la Iglesia buscó consolidarse durante va rias décadas a través de instituciones de corte paternalista, paralelas a las que aquel ofrecía; por eso creó sanatorio, banco, partido político, diario, y colegios católicos, etc. Esa posición, que se extendió hasta la década del 50, fue caracterizada años después por algunos teólogos como la de una “pastoral de cristiandad”, para señalar este estilo del accionar ecle siástico. al es 10. Spósito, R., “Las escuelas del hogar en Bélgica” en An ales maria, Ed. El siglo ilustrado, Montevideo, 1912, t.X.
de instru ins trucci cción ón p ri -
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Pero en la década del 50 comienzan a soplar otros aires. A consecuencia de la experiencia de la guerra, el clero europeo se encontró advertido del avance de la descristianización. La pastoral “de cristiandad” es criticada y un libro, "Francia , paí s de misión”u, centra, con su título, la nueva problemática. Surge entonces, como alternativa, la promoción de “una pastoral misionera”, cuya influencia llega pronto también a estas tierras. Su modelo institucional fue la Acción católica, que encomendó a los lai cos una presencia misionera en los territorios ajenos a la influencia del clero, como por ejemplo los lugares de trabajo o de enseñanza. En este nuevo estilo de laicado su dependencia del clero no dejó de ser muy im portante. Esta modificación pastoral situó de otro modo la cuestión de la laicidad, pues aquello que ocurría en las escuelas públicas pasó a intere sar a los militantes de la iglesia. Que Iris haya sido sensible a este cambio social, a esta nueva topología, que lo haya percibido en términos de intrusión y persecución, es algo que sus escritos dan a leer. A través de ese cambio la cuestión misma del lai cismo está, para ella, sobre el tapete. Sus escritos hacen valer su posición ante una cuestión que estaba allí, en el debate político, en la actualidad de la época, como lo evidencia la cita que ella hace del entonces senador católico Dr. Dardo Regules. Iris no se equivoca al señalar que las ideologías políticas (el comunismo, dice ella) van a plantear en el terreno de la enseñanza la misma cuestión. Esta alcanzará su paroxismo en la década del 60, con la polarización ideológica y política, para recibir con la dictadura militar (1973-1985) la peor de las respuestas: la desarticulación misma del sistema de enseñan za. Esta se encuentra aún hoy en el cruce del debate político y social de los uruguayos, a través de los problemas de su presupuesto, pero también de su inevitable reforma. En ese debate, estos textos ¿no guardan acaso cierta actualidad? Recordemos, a modo de ejemplo, las encendidas dis cusiones en 1984-85, sobre la fundación y reconocimiento por parte del Estado de la Universidad católica, y la ardua polémica en el parlamento (1987) sobre si se dejaba o no erigida la cruz de Bv. Artigas, alzada con motivo de la primera visita de Juan Pablo II al Uruguay.
11. Godin, H., y Daniel, Y., France, p ays de mission , París, Ed. du Cerf, 1950.
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Pero veamos ahora cual fue el sesgo que tomó Iris al declararse concer nida por esta cuestión.
Mi concepto acerca del laicismo en la escuela “La Escuela Pública se enfrenta a dos problemas, relacionados entre sí aunque diferentes, que no se pueden soslayar: la laicidad, y los ataques de la jerarquía católica. Yo no soy contraría a la religión; estimo, no sólo que la gente tiene derecho a ir a la iglesia y a creer, sino que es bueno que lo ha ga. No llamo locos o equivocados ,a los que creen en verdades religiosas, puesto que yo misma soy profundamente religiosa (aunque sin depender de ninguna autoridad sacerdotal ni estar esclavizada a ningún dogma). Éstoy convencida de que la vida humana carece de significación si no existe la preocupación religiosa. Pero el clero católico y las asociaciones católicas que el clero orienta y dirige, realizan una sistemática campaña de despresti gio y de ataque a la escuela pública, ante la que no podemos permanecer pasivos e indiferentes como si la ignoráramos. Toda escuela pública tiene cerca una iglesia católica cuyo clero vigila lo que se hace en ella. El clero acepta la laicidad, siempre que sea tal como la definió el Sr. Dardo Regules en el Senado de la República en el año 1950 cuando dijo que: A la Iglesia no le importa que ia escuela pública sea laica, si laica significa neutral idad; y ia neutralidad de la escuela pública significa que el a lum no sa lga de cada clase sin que na da d e lo que se le ha enseñ ado pu ed a privar lo de la t otal convicción o ausencia d e convicción con q ue llegó a la escuela ; sin q ue se an modif icadas sus convicciones f undamentales según Io quieran el pad re y madr e en el ejercicio de la patria potestad. El Dr. Dardo Regules es una de
las personas más inteligentes de nuestro país, y sabe bien qué es la libertad y cómo se la defiende; pero cuando trata de religión, defiende los puntos de vista de la Iglesia Católica, y deja a un lado su innata vocación por la defen sa de la libertad. Por otra parte, están los l aicos o rt odo xos: Estos admiten las religiones por respeto a elementales derechos humanos, pero son ateos y materialistas, y en su fuero interno consideran tontos a todos aquellos que creen en lo sobrenatural (o lo conocen) y en la Providencia. Los maestros y las autoridades de nuestra escuela pública (con muy pocas excepciones) fluctúan entre estas dos posiciones extremas y equivocadas ambas. Muchos (ahora son los más) influenciados o coaccionados (la coac ción que se está ejerciendo sobre mí) por el catolicismo, adoptan una posi ción estrictamente neutral tal como lo exigiera el Dr. Regules; y así, cuando un alumno les pregunta (como me sucedió a mí en 1955), “Señorita, ¿es verdad que Eva se formó de una costilla de Adán?”, responden: “Eso no tie ne nada que ver con lo que estamos tratando, eso es religión; cállate”. Otros, impregnan toda su actuación con su propia filosofía atea, y van ma tando sistemáticamente en los alumnos toda creencia en lo sobrenatural por medio de la negación directa, de la suave burla sugestiva, o de la adoración de la ciencia conocida, como verdad única; restringiendo así el significado de la palabra ciencia, que significa saber o conocimiento. (En mi personal concepto, esta actitud no es pedagógicamente lícita). Al clero católico le
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molesta esta posición netamente atea; pero no la teme mucho, porque s.abe que en la subconsciencia de todo ser humano siempre existe un lugar para la religión, y piensan que a l a larga la victoria puede ser de ellos. Pero existe otra posición, actualmente casi olvidada, que es la auténtica mente /a/ca, en el noble sentido de esta palabra, que por sobre todos los matices significa esencialmente respeto por los demás: Esta es la posición del maestro que no miente ni engaña a i niño; que- no le oculta nada de la verdad (sin crudezas, por supuesto); y que lo respeta co mo a un igual reconociéndole el derecho a pensar por sí mismo e incluso a hallarse más cerca de la verdad que el propio maestro. Tal maestro, no puede dejar de n a i T a r en forma objetiva la existencia de la cultura árabe (inseparable del i slamismo); ni puede ocultar el hecho de que los judíos tie nen su religión. Tal maestro, no puede, ni debe, tomar la defensa de los conquistadores españoles cuando derribaban por la f uerza los altares de los. aztecas y de los incas. No debe afirmar la existencia de Dios; pero t ampoco puede negarla (se volvería dogmático). No debe decir ni insinuar a los alumnos que está m al ser católico; pero tampoco debe decirles ni insinuar les que está ma l ser mahometano o budista. - Así actúa un maestro laico de una escuela laica. Pero a este tipo de maestro, sí le teme la Iglesia Católica en los países pre dominantemente cristianos, como le temería el clero islamista en los países árabes o cualquier otro, clero en el lugar donde dominara la religión por ellos impartida; porque el clero, cuando domina, nunca admite la validez de otras religiones, y prefiere que sus adeptos ignoren su existencia. - El maestro laico ... o tal vez fuera lo mismo decir, el maestro M AESTRO, no puede (no debe) pasar por alto en su enseñanza inf ormativa la existencia de ese f enómeno huma no denominado religión (de re -ligarse ) que ha sido la causa de tantas grandes empresas guerreras, de efectos negativos en cuanto a la destrucción, muerte y odios que provocaron, pero d e efectos po sitivos en cuanto a su acción de difusión de culturas y de mezcla de razas; y en todo caso, parte principalísima de la historia de la Humanidad. Pero tal modo de actuar produce enorme y atractiva resistencia en el clero, que sabe que su mejor oportunidad para el dominio radica en la ignorancia de las ma sas. La Iglesia Católi ca puede aceptar una Escuela Pública que enseñe po co, y sólo técnicas; pero considera como su principal enemigo a una Es cuela Pública que de verdad educa y forma el carácter ... y cuando descubre que en alguna clase de alguna escuela, hay un maestro que sabe lo que tiene entre manos, y difunde cultura ... lo ataca por todos los flancos (sin perderlo de vista aunque cambie de escuela) ... y escondiendo la mano”.
Estas páginas plantean claramente la posición de Iris: defensora de una laicidad que, sin desdecir sus creencias religiosas, se declara respetuosa de las creencias de los otros, y a la vez se manifiesta como profunda mente anticlerical. A esta posición le da un nombre, maestro Maestro.
El combatelaico 413 De acuerdo a ese planteo, y a sus rigurosas consecuencias lógicas, ella comienza a pormenorizar el embate clerical tal como se le planteó en la escuela n° 63, en el año 1955. A esa historia le va a dedicar unas treinta páginas escritas en el momento en que ese ataque está a punto de triunfar sobre ella a través del sumario que se le instruye. La situación persecutoria se generó para Iris a partir de un cambio en la dirección de la escuela (abril 1955), pero su versión da cuenta de un pe ríodo más amplio que arranca en setiembre de 1952. *
Sigamos los hitos de esa historia en la versión de Iris: “La actual directora de la Escuela ns 63, Srta. Hilda Zúñiga, tomó posesión del cargo el 26 de abril de 1955, de modo que el tiempo que tuvo para opi nar sobre mi modo de trabajar apenas sobrepasó los cuatro meses; pero el caso es, que ella llegó a la escuela ya con la decisión de quitarme el 6a año y ponerme en una clase de niños chicos, o sea, que ella no hizo sino tomar la posta de una tarea comenzada por otros el mismo día en que llegué yo a esa escuela, en 1952, tarea que consiste en impedir que una maestra que no es católica, y que conoce bastante el cristianismo y ías otras religiones, esté al frente de una de las clases superiores de la escuela y la oriente de forma verdaderamente laica. Llegué a la Escuela n8 63, el 26 de setiembre de 1953 y me tocó el 6* año C, formado por 26 varones elegidos de los 6tos. A y B (que trabajan juntos en un salón) tomando los menos aplicados y de conducta i rregular. Era una clase que había tenido ya varias maestras y estaba por ello muy indiscipli nada; y trabajaba en un saloncito pequeño que está junto al escritorio. La tuve hasta fin de curso: dos meses y medio. En pocos días ya me sentí perfectamente cómoda en la escuela: tanto la Directora, Srta. María Elisa Martínez, como la Subdirectora, Sra. Lucía Marán de Artecona, apreciaban mi f orma de trabajar. Yo actuaba en la clase (como lo hago siempre, porque no sabría hacerlo de otra manera) con la mayor espontaneidad. Después supe que desde el escritorio se oía todo lo que se decía en nuestra aula. Ya al mes la Sra. Lucía me dijo que la clase había cambiado totalmente; que era otra. Y la Srta. María Elisa notaba los cambios en cada uno de los alum nos; en cada una de las características de cada alumno. Después que se iban los niños, me quedaba hasta las 14 hs. y más haciendo arreglos: forré por dentro las dos bibliotecas (conseguí una nueva para mi colección de Historia Natural en la Proveeduría con nota que me hizo la directora); puse a ambas papel vitraux en los vidrios; acomodé en ellas en forma estética todo el material que llevé de casa; puse macetas con plantas en las ventanas; cambié la vieja tela del-pizarrón chico de pared por una madera compensa da que compré y pinté; triangulé (con ayuda de los muchachos) con varillas nuevas de madera, atornilladas, las cuatro mesitas, que estaban semideshechas; y un día revc>camos la pared, que estaba muy deteriorada. Esa escuela había estado muy prolija antes (había en ella un cargo vacante en 1945 cuando elegí la nfi 140 ...); pero la activa directora se había visto so brepasada en sus energías por el enorme aumento del alumnado, que ya no
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cabía en el loca!. Cuando, at finalizar noviembre, se ensayaban los números para la fiesta de fin de cursos y estaban las tipas en flor, yo estaba tan con tenta de estar allí... El Art. 30 deshizo la escuela12. María Elisa era inflexible (lo fue durante diez años) en no permitir propagan da religiosa dentro de la escuela; y las dos maestras que estaban en 6a año cuando yo llegué eran católicas militantes. Había un problema latente, por que el clero no podía penetrar con propaganda en ninguna forma en esa es cuela. Lo sé bien, porque María Elisa misma me lo contó. Tan hacía un pro blema de esto el clericalismo, que una maestra nacida en el barrio y que vi vía a una cuadra de la escuela, la Srta. Florencia Rosas (Flora), de familia muy católica, y que trabajaba en una escuela del Cno. Garzón (al otro lado de la ciudad), no se trasladaba a la Escuela ns 63 que le quedaba a un pa so, “por que ia directora era una br uta" (lo decía en el barrio y en todas par tes; y fue a parar a la escuela en cuanto María Elisa la dejó). Como posible aliada de María Elisa en tal sentido, yo molestaba a las maestras de los otros sextos años. En marzo de 1953 se me dio a elegir por la Directora entre tomar de nuevo los alumnos más difíciles que pasaban de 5Saño, o que se formaran tres sextos años en igualdad de condiciones. Acepté con gusto tomar para mi el 6Saño C, los difíciles, porque sabía que el trabajo que realizara con ellos se ría justipreciado, dado que la directora Srta. María Elisa Martínez conocía uno a uno a los alumnos en sus caracteres y demás particularidades, nota ba los adelantos obtenidos con cada uno de ellos, y no retaceaba su apoyo. Además, esto haría imposible el establecimiento de la competencia entre los 6os. (la competencia éntre clases me resulta odiosa) y haría también impo sible el paralelismo, que no se adapta a mi temperamento. Ya al finalizar abril mi clase marchaba bien (despacio, pero con todos a la vez), pero a pe sar de todo (y a pesar mío) la competencia fue establecida por parte de las otras dos maestras: lo notaba en las clases de gimnasia en el terreno: mis alumnos actuaban impecablemente todos atentos a la profesora y a mí, pero los alumnos mayores del otro 6S(6os. A y B) se burlaban de ellos siguiendo la sugestión de sus maestras que se reían ostensiblemente de que yo toma ra en serio la corrección de la ejecución de los ejercicios. Los 6os. A y B tra bajaban juntos bajo la dirección de dos maestras, las Sras. Juanita Berhau de Duelos y María Bellomo de Campanela, que daba cada una un grupo de materias. Era una clase considerada como muy buena, y los niños tenían, además de cuadernos, unas carpetas con trabajos muy lindos; pero quien llevaba la clase era Juanita Berhau, que además hacía muchos años que tenía 6a año y había adquirido mucha práctica. Ambas maestras, la Sra. de Duelos y la Sra. de Campanela, son católicas militantes e intolerantes, y cuando estábamos las maestras en grupo, hacían propaganda al Club Santa Elena y a las conferencias que allí se dictaban. La Sra. de Campane-
12. Se refiere al artículo 30 de la Constitución que dice así: “ Todo habitante tiene derecho de petición ante todas y cualesquiera autoridades de la R e p ú b li c a En él se fundamentaron numerosos pedidos de jubilación.
El combatelaico 415 la, por menos responsable, era la más osada; y había llegado en una oca sión a ir por las clases invitando una a una a las maestras a dichas confe rencias / * “Al terminar junio, dejó la escuela Juanita Berhau (se jubiló por el Art 30) y la Sra. de Campanela quedó sola (o con una suplente) frente al 6Saño (A y B); y fue entonces que comenzó a decir que mi clase era "atr asada” y la su ya “adelantada”, lo que era verdad ese año en cuanto al tipo de alumno, puesto que se les había elegido así, pero ya no lo era en 1 954”. “Y al finalizar julio, se fue de la escuela la Directora, que hacía diez años que estaba allí y que conocía a los alumnos uno por uno, y como también se había jubilado la Subdirectora, yo qu ed éco n aqu ell a cl as e d e n iños l ent os y en la que no existía la emulación que producen los buenos alumnos, y si n nadie que pudiera ha cer valer mi trabajo especial. Antes de que se fuera la Srt a. Martínez, conseguí que me permitiera quedarme después de las 11 h., no ya con todos los alumnos para dar clase, pero sí con aquellos que no entendían los temas y con los que hacían mal los deberes (de esta manera salvé a alumnos que fueron a la Escuela Industrial y ahora están muy con tentos). Pero la presión que volvió a ejercer la Sra. de Campanela fue tan intensa, que la compañera que estaba en un momento dado al frente de la escuela me dijo que no era que las otras maestras quisieran quedarse t am bié n y m e pid ieran el saloncit o, sino que querían que yo n o me quedara ;y para terminar con el asunto consultó (el 3 de set.) con el Inspector, Sr. Descueytes, quien le dijo que si yo quería quedarme, no h ab ía n in gún i nco nve niente en que lo hiciera. Entonces, al poco tiempo resurgió el problema en otra forma: “la Negra” (así llaman todos, en el barrio y en la escuela, a la Sra. de Campanela ) desconocía totalmente el hecho de que mi alumnado fuera especial; decía que ella también tenía muchos alumnos difíciles, y me exigía el saloncito para ella dos veces por semana en los días que ella mis ma eligió: lunes y miércoles (sabido es que el miércoles es el mejor día para trabajar con una clase); simultáneamente, una maestra (amiga de Juanita B.) que tenía 4S año exigió para ella el jueves: sólo pude quedarme los martes y los viernes ... Pero de todas maneras, nunca, o muy pocas veces dejé la escuela antes de las 12 h. 20 m. pues siempre tenía algún trabajo para hacer, y muchas veces íbamos al terreno con los niños(...)”. (...) “En la intersección de los Caminos Carrasco y Pereira (ahora Av. Bolivía), en el paraje que llaman “la Cruz” porque hay allí en la acera (pero en terreno privado) una cruz erigida hace muchos años para señalar el futuro emplazamiento de una iglesia, está ahora la iglesia (que en mayo de 1955 abrió una escuela) regida por un cura que dicen es muy “liberal” y al que empiezan a llamar “el cura gaucho”; y a dicha iglesia concurre con la mayor asiduidad la Sra. de Campanela (que vive en el barrio de la escuela), y con una misión otorgada por la iglesia, recorre los barrios visitando a las fami lias, y así conoce (y aprecia según un enfoque clasista muy particular) la si tuación económica, social, cultural y moral de cada familia".
Que una escuela católica abra sus puertas ese año no era un detalle insig nificante para Iris, como tampoco el que su escuela estuviera ubicada en
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ese paraje señalado por La Cruz, con su iglesia. Para alguien a quien su historia ha sensibilizado a las luchas por el territorio, esa escuela que se abre señala una victoria del clero y hace recrudecer la amenaza sobre la laicidad. Su escuela, la n° 63, se toma en esa perspectiva tierra de misión, lugar a conquistar por parte del “cura gaucho” y sus militantes. Todo el acontecer de la escuela, incluso el que precedió a ese acontecimiento, empieza a ser leído por Iris en esa clave, tal como se puede apreciar en el párrafo siguiente: “Aprovechando ese recorrer casa por casa, desde mediados de 1953 empe zó “la Negra” a hacer propaganda contra mí entre las f amilias que tenían ni ños en 5So 4Saño, diciéndoles que no mandaran a sus hijos a mi clase y que pidieran que ios pusieran con ella porque yo enseñaba poco y podía perder el tiempo en tonterías; y quizás les dijera algo más, como que yo les corrompía el alma hablándoles dé la existencia de otras religiones además del cristianismo...”(...) En 1953, primero me sacó un varón, que estaba tra bajando con entusiasmo y me quería: sus padres, pobres e incultos, dejaron de mandarlo a clase (contra el deseo del niño) y luego lo emplearon de mandadero. María Elisa me dijo que eran amiguísimos de “la Negra”, y cuando fui a la casa, no hicieron más que hablarme de ella y de su 6Saño, y de la iglesia
Iris relata detalladamente episodios análogos, que van perfilando su en frentamiento con la maestra, “católica militante” del otro 6to., la Sra. de Campanela (a quien llama “la Negra”). A ella atribuye también una ac ción para desprestigiarla ante sus alumnos y sus familias. Una rivalidad feroz invade por ese sesgo el terreno mismo de la enseñanza. (...) “mi alumna se había encariñado conmigo y notaba cómo había ella me jorado, y un día no resistió y me dijo en clase en vo z alta: “La otr a maest ra se pa sa diciendo en ia clase que este es un 6 3 añ o a trasado y que ust ed no ense ñ a nad a" . Una maestra que realiza una campaña así, sistemática y desleal, contra la maestra de la clase paralela, está cometiendo una falt a (y
una falta grave); y es este uno de los casos en que los maestros debería mos sentir que existe un Cuerpo de Inspectores y un Inspector de Zona, ca paces de po.ner las cosas en su lugar...”.
En esta situación de rivalidad he aquí un primer reclamo de Iris: que las cosas sean puestas en su lugar. De un cierto modo ésto ocurrió durante el año 1954, al quedar al frente de la dirección de la escuela una directora interina, la Sra. Blanca Burdiat de Finochietti. “Frente a ella también desplegó la Sra. de Campanela todos sus argumen tos para convencerla de que yo no sé llevar un sexto año; y la Sra. me pre guntaba también si todavía no había dado regla de tres, superficie del cír culo, análisis lógico ... pero la Sra. de Finochietti proviene de una familia francesa muy culta, de formación humanista, y recuerda cómo la educaron sus padres en la niñez, de manera que cuando vio la serie de trabajos que
El combatelaico 41 7 hago hacer a mis alumnos en las hojas para carpeta, hizo comentarios muy just os y muy at inados, porque comprendió enseguida que yo trabajo para la formación integral del alumno; y me dijo: “ Pero us te d no está defendida frente a una visita de inspección, porque ios i nspectores pregunt an sobr e Aritmé tica y Lenguaje d e acuerd o a lo que se considera que debe estar d a do a esta alt ura de l añ
(que se ha hecho ley) en la manera de inspeccionar la labor realizada. (Yo pienso, o sé, que el mal no está en mí sino en los inspectores). El resultado fue que la Sra. de Finochietti no se interpuso en mi modo de trabajar; dio clases de francés a los niños (muy bien dadas, metodológicamente) pero no fue a hacer ejercicios que interfieran con mi método de trabajo y lo desba rataran. Y así fue que en 1954 mi clase llegó a fin de año en buen estado: no se habían dado todos los puntos (se trabajó en tres turnos hasta fines de junio) pero lo que se había dado estaba bien dado y lo que se había hecho estaba bien hecho; y a los alumnos que ingresaron al Liceo o a la Escuela Industrial, les fue bien”.
La descripción que hace Iris de la modalidad de dirección de la Sra. Blanca Burdiat de Finochietti resulta ejemplar del tipo de respuesta que Iris puede aceptar de alguien que ejerce una autoridad en la escuela. Una de las dificultades del discurso de Iris, radica en que participa del discur so tipificado por Hegel como discurso del alma bella : tío puede recono , que el mal cer su miseria en las miserias del mundo, “yo pienso o yo sé ” (...). La Directora responde como no estáen mí , sino en los inspectores una aliada , una amiga, sin interponer obstáculos a su modo de trabajo, salvo para señalarle los puntos que dejaba sin defensa ante una posible inspección. Ese saber hacer de la directora con el decir de Iris, permite que ésta acepte una cierta crítica, pues salvaguarda su imagen narcisista, sostenida com o valiosa, “apreciada”, por la directora. En mayo de 1955 (estando ya en nuestra escuela la Srta. Hilda Zúñiga) en la iglesia de “La Cruz" abrieron una escuela con un 1er. año, un 2Saño y un 39 año; y se comentaba mucho en el barrio, que de las maestras de la es cuela de la iglesia dos eran de la Escuela ns 63 (...)”. “El problema proviene de ahí; y todo lo que sobre mi clase se dijo y se es cribió de ahí surgió. Por cierto (y casi ni sería necesario decirlo), que a nadie podría parecerle mal que una maestra que trabaja en la Escuela Pública lle vara su amor por la enseñanza de la niñez hasta el punto de trabajar doble horario enseñando también en una escuela religiosa ... pero ello, siempre y cuando no se tratara de una religión que hace cantar todos los días a sus adeptos en sus templos, “A Dios querem os en nuest ras l eyes, en las escuelas y en el hogar”.
y apoya los regímenes de fuerza, por muy crueles e inhumanos que ellos sean, para quitar la libertad de enseñanza”.
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“La Dirección de la Escuela n2 63 estaba a concurso de méritos al terminar los cursos de 1954. La directora Interina, Sra. Blanca Burdiat de Finochietti, inscrita en el curso, deseaba poder elegirla, porque ya hacía más de un año que estaba allí, y porque siempre se piensa que “más vale mal conocido ...”; pero había otras personas antes que ella en la lista, y sus probabilidades radicaban en que la escuela, por trabajar en dos turnos y no estar muy bien ubicada, no fuera muy codiciada. La señora había explicado todas estas cir cunstancias a las maestras. Pero la Sra. de Finochietti posee muy firmes convicciones en lo que refiere al laicismo en la enseñanza, y a pesar de que es incapaz de perseguir a nadie por sus ideas (...), es evidente que no con venía a los intereses de la Iglesia, que luego de diez años de haber estado como directora la muy anticlerical Srta. María Elisa Martínez, fuera a quedar en la dirección la muy anticlerical Sra. Blanca Burdiat de Finochietti... Por lo cual, bien podría ser ... Podría ser que mientras las demás maestras de la escuela nos limitábamos durante las vacaciones 954 - 955 a pensar: “¿Quién elegirá la escuela?”, haya habido alguien que se haya preocupado de ver quienes eran las personas que estaban encabezando la lista, y si en tre ellas había alguna católica ... y que luego, una vez hallada la persona apropiada (Hilda Zúñiga es católica), se le haya hecho saber que la Escuela ns 63 era una escuela buena, y que si la elegía le iba a ser facilitada la tarea por la ayuda que le iban a prestar tanto la Sra. de Campanela (cuyo esposo era muy servicial y hace toda clase de mandados con su auto) como la Srta. Rosas (cuya familia vive a pocos metros de la escuela y que pertenece tam bién desde hace años al b arri o)... podría ser que hubiera sucedido esto. Yo est oy segura de que a sífuef.
A partir de e&a interpretación, Iris lee el estilo mismo de la dirección de la Srta. Hijaa Zúñiga como animado por la ñnalidad de una destrucción sistemática de la laicidad. Se teje para ella una reddeperseguidores de la que —por sus convicciones la icas- se constituye como blanco. ¡ en ? »
Esto ocurre en un año (1955) que fue muy anormal para los montevidea nos, pues una feroz epidemia de poliomielitis -aún no existía la vacunaretrasó el comienzo de las clases hasta el mes de mayo. En ese comienzo tardío la nueva directora se reúne unos días antes con las maestras para poner en condiciones el local, y acordar cuestiones sobre la orientación y funcionamiento de las clases. ( 8 * ") De esos primeros días de convivencia Iris destaca algunos detalles que lee como los primeros indicios del ataque a la laicidad. Así por ejemplo, describe la llegada de la nueva directora: “Cuando más tarde llegó la nueva directora, advertí tres cosas: que era una maestra de mi época, a la que conocía bastante de verla en Tesorería y que siempre me saludaba; que entraba al escritorio muy en posesión de sí misma y mirando a la gente, pasaba bien junto a mí y se sentaba, sin advertir mi presencia (lo que intuitivamente sentí como forzado); y que
El combatelaico 419 en el momento en que ella entraba, la Sra. de Campanela observaba mi expectativa con una burlona sonrisa de triunfo. Tuve una clara impre sión de que la nueva directora y “la Negra” ya habían tenido contacto”.
Otro punto que Iris destaca es el manejo qué la directora hace del tuteo. Esta forma de trato tan generalizada hoy en día en Montevideo, pero mu cho menos en los años 50, no deja de ilamar su atención como un proce dimiento de acercamiento demasiado fácil y excesivo . “A la mañana siguiente, estando reunidos todos los maestros, la Srta. Zúñiga dijo, con la más “entradora” de las sonrisas: "Con Iris nosotras nos tuteá bamosn ... Respondí: “Sí , anoche estaba pensando eso". Y ndonos? ¿estábien?tf como ella aguardaba, agregué: “¿Seguimos tuteá ... y como asintió, pues ... ese segundo día nos tuteamos ella y yo. Pero al día siguiente hallé que ya se tuteaba también con “la Negra”; y luego, reunidos todos los maestros, dijo a las maestras que la tutearan todas, que así era mejor, y que también con el maestro (el Sr. Enrique Rostagno?”; nol, que era bastante mayor que ella) podían tutearse ... “¿porqué por ese lado no halló respuesta. Al día siguiente, conversando con algu a establecer el tuteo tambié n nas de nosotras, insistía en que ella “querí con el maestro , para que hubiera más compañerismo ...” Entonces le dije directamente que yo encontraba mal el tuteo entre hombres y mujeres; que lo había visto practicar entre los maestros y profesores comunistas y siempre me había resultado chocante. No volvió a insistir'’. “En esos días se tiraron muchas cosas en la Escuela N° 63: muchas, por os. Así que no servían; otras, para quitar todo rastro' de lospasados añ se sacaron todos los cuadros del escritorio, entre los que estaban: Un Artigas y un Varela con marco especial; y cuatro retratos a lápiz de José Enrique Rodó, Carlos Vaz Ferreira, Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira. Estos cuadros no volvieron a ser puestos ni en el escritorio ni en ningún otro lugar. El de Varelafue arrumbado(...y\
La limpieza toca los iconos de la laicidad y genera, en el entender de Iris, un nuevo escenario, el de un combate entre clericales y defensores de la laicidad; el inicio de las clases señala para Iris el comienzo de las hostili dades. “El lunes 2 de mayo comenzamos las clases.(...)Después del recreo, Hilda reunió a los sextos años A y B, y habló a los niños.(—) En una pala bra: lo que hizo Hilda aquella mañana fue tomar a los niños que pasaban para 6o año en el momento en que, transcurridos cuatro meses de vaca ciones aún no habían tenido contacto con sus nuevas maestras, y pre sentárselas ella, con una fingida personalidad de adolescente buena y fe liz, para captar su atención primera y penetrar en la imaginación de los alumnos antes que la maestra respectiva. Cuando los llevamos a los sa-
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Iones, antes de que pudiéramos conversar con ellos sonó la campanilla para la salida; de modo que nuestros alumnos llevaron a sus casas una tica” directora nueva queva a cambiar la es- sola impresión: la “simpá cuela. Al día siguiente, les hablamos nosotras las maestras”.
De este modo, desde el primer día de clase, un conflicto imaginario gana el escenario: se trata de la preeminencia que cobra la imagen de la direc tora por sobre la imagen de la maestra, para los alumnos. Estamos ante una situación similar a la que Iris vivía en su casa, cuando venían sus amigas, y su madre “lasacaparaba99.{cfr. cap. XIX) Para ella la modali dad de la directora responde a “unameditada actitud99 a través de la cual busca ganar terreno, “en el corazón de los alumnos99. “La meditada actitud de Hilda para desplazar en el corazón de los alum nos de 6o año (para qué habré nombrado al corazón) para desplazar en la imaginación de los alumnos de los 6os. años a las maestras, prosiguió en el transcurso de los días y las semanas(...)”.
Iris va a relatar, día a día, los acontecimientos de esos meses; son inci dentes que podrían calificarse de mínimos, como por ejemplo las inte rrupciones que causa la directora en el desarrollo de lá clase con mensa jes que Iris juzga fútiles; describe así un sin fin de ejemplos en el trajín del quehacer escolar que son para ella indicios del ataque a la laicidad a través de una relación directora-maestra que continúa tensándose. En junio la directora insiste reclamando de Iris que documente su “plan del año”. Ella responde por escrito, en su libreta, por qué no hará ese plan. El 5 de julio la directora documenta ese rehusamiento por escrito y se lo tiace firmar. El 12 de julio la visita del inspector Gumila termina por definir la situa ción de la peor manera para Iris. Después de reiterarle su negativa a es cribir un Plan, ella intenta enterarle de los ataques del clero y sus aliadas contra la escuela. Según ella: “El Sr. Gumila había esquivado hábilmente el tema. Pero no tenía dere cho a esquivarlo; porque no estaba en una tertulia sino ejerciendo su alto cargo en una escuela, y una maestra a la que se estaba acusando de haber faltado el respeto a la directora le estaba haciendo a su vez una acusa ción grave contra ésta...”.
El combatelaico 421 La modalidad de la intervención del inspector zonal confirma a Iris que — en el combate laico—13 ha quedado sin respaldo y sin aliados. Aún per manecerá dos m eses en su cargo antes de ser suspendida el 16 de setiem bre. e
Ante el inspector, nuevamente los puntos que Iris buscó hacer valer fue ron el ataque a la laicidad y su rehusamiento a escribir un plan del año. Por ese doble sesgo ella se ubica en el centro de la persecución escolar. La persecución, imputada por Iris al clero católico y a sus aliados, se ins cribió en el punto de cruce de la Historia con su historia, tanto en lo que concernía al anticlericalismo radical de los inmigrantes gallegos de la familia paterna, como a la transmisión en línea directa, por vía materna de las banderas de la laicidad: de María Stagnero de Munar a Raimunda Spósito y de ésta a Iris. María Stagnero fue objeto de ataques públicos por parte de la violenta reacción clerical en los tiempos de la reforma educativa. Con el tema de la laicidad Iris muestra su estilo de participación en la vi da social, en un punto “neurálgico” de la actualidad histórica de la ense ñanza en este país.
13. Monestier, Jaime, El combate laico , Ed. El Galeón, Montevideo, 1992. Lectura que nos ha resultado fundamental para situar el problema histórico de la laicidad en el Uruguay, como también, en otra posición, “Cristianos y cambio social en el Uruguay de la modernización ” de Zubillaga, Carlos y Catoya, Mario, Ed. CLAEH-Banda Oriental, Montevideo, 1988.
Capítulo veintitrés
En legítima defensa
La labor inspectiva Como parte de su alegato presentado en la instancia sumarial de Ense ñanza Primaria, en noviembre de 1956, Iris escribió un largo capítulo ti tulado La labor inspectiva , que constituyó una virulenta crítica a los ins pectores, directores y al sistema todo. Efectúa en él un análisis de cómo se realizaba en nuestro país la labor inspectiva, atacándola acerbamente. Según ella dice, lo hace “en legítima defensa”, expresión que en este contexto de persecución,, y tratándose de Iris, revela un cierto enlace de posiciones entre este momento y el homicidio de 1935, lo cual nos da pie para planteamos la hipótesis de una función de su escritura: la de permi tirle defen derse,... y asestar “golpes mortales” a quienes la persiguen. Para Iris, cualquier Inspector o Director, es decir cualquiera que pudiera incidir jerárquicamente sobre su labor docente, era pasible de ser tomado como perseguidor. De esta manera, con el correr de los años, fue tejién dose para ella una red de perseguidores ligados por determinados rasgos comunes, pero también con diferencias particulares. Ya hemos visto que el rasgo predominante que marca a los perseguidores de estos años es el de ser católicos, al servicio del clero, con misión de conquistar la escuela pública y eliminar a los verdaderos maestros laicos, como ella. Pero no
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es sólo este rasgo común el que cuenta al respecto. También existe, para Iris, falta de capacidad y de comprensión de lo que ella considera su acendrado magisterio, por parte de los inspectores y directores, así como también de las maestras que desempeñan su misma tarea (“paralelas”). Cualquier crítica u observación sobre su labor entraña un ataque, una in fusión peligrosa, una grosera incomprensión, que tanto revela las malas intenciones como la falta de capacitación e inteligencia de inspectores y/o directores. No están a su altura. Ahora bien, llegados a este punto en el que Iris da cuenta, año a año, epi sodio tras episodio, de su experiencia con los inspectores, hemos de ha cer una breve disgresión para resolver el problema que enfrentamos de si es posible realmente hacer una historia de la entrada en escena de cada uno de los perseguidores1. El texto de Iris muestra con frecuencia que no podemos descuidar el scoup , momento, la fecha en que escribe, ya que desde esa posición , apré resignifica detalles y los convierte en indicios que le permiten leer la per secución como habiendo existido ya muchos años antes. Se plantea así el difícil problema de la identificación de los perseguidores, en su particular forma de descubrimiento iluminativo (intuitivo) o interpretativo. ¿Cuándo se constituyó tal personaje como perseguidor? ¿Cuándo exac tamente? Es difícil decirlo, debido a esa lógica que está en la base de su construcción y que la aproxima a la manera en que Freud concebía el re cuerdo traumático. Por estar construida de este modo, la identificación de un perseguidor puede ser algo muy difícil de situar cronológicamente. En quince años de trabajo docente Iris fue calificada sólo seis veces. Por esta razón se decide a dar su versión del porqué de dicho estado de cosas. Hace entonces un relato circunstanciado y minucioso de cada uno de los episodios de inspección. Para poder captar desde qué perspectiva ella se situaba respecto a la Es cuela Primaria en general, es ilustrativo citar aquí el siguiente pasaje: “Tuve la suerte que no me mandaran a la escuela de niña, mi personali dad no fue, pues, maltratada por ninguna maestra. Ya mayor, desde el 2 de julio de 1929, hasta fin de curso asistí fuera de lista, al 5to. año de la Escuela España (...) Tenía yo entonces 14 años y el carácter totalmente formado, y observaba toda la vida de la escuela, sabiendo ya que iba a 1. Allouch, Jean, Marguerite, cap. XI.
Lacan la llamaba Aim ée ,
Epeele, México, 1996,
En legí tima defensa
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ser maestra, pues eso lo había decidido mi madre desde el momento en que nací, (y dio la casualidad de que nací con fuerte vocación para el magisteri£>). Aunque nadie sino yo lo supiera entonces, fueron esos mis primeros 6 meses d e práctica escolar”2.
Allí observó Iris por primera vez una inspección, y quedó, según dice, "defraudada ” en sus expectativas respecto a lo que ella consideraba “que debí a hacer un inspector de escuela Con qué agudeza puede Iris transmitir, aún sin saber todo lo que transmite, el hecho de que su parti cular posición con respecto a la escuela es la consecuencia de lo que en ella es producto de su madre-maestra. Resulta poco creíble, entonces, la afirmación de Raimunda Spósito de que al casarse abandonó, sacrificó, su vocación y sus proyectos de las Escuelas del Hogar: Iris es la prueba fehaciente de que Raimunda no trocó las Escuelas del Hogar por matri monio, sino que intentó hacer de su matrimonio una Escuela del Hogar. En todo momento Iris se consideró muy por encima de sus colegas y, como en el texto citado, se jactó de no haber ido a la escuela y de haber tenido a su madre por maestra. Su personalidad no fue maltratada por ninguna otra maestra. En este punto jamás fue detractora de su madre, sino que la preservQ al máximo, haciendo de su enseñanza la prueba, la marca, el blasón más aristrocrático de su escudo. Esta particularidad le permitía afirmar que ella era como el patito feo, es decir un cisne (cap. XXII), era su citouch ofclass ”. Debemos considerar, entonces, que cuando este particular estilo de parti cipación social que implica un modo de jugar su imagen narcisista y sus ideales, es efectivamente puesto en la mira de la acción directriz e ins pectiva de una institución fuertemente jerarquizada, verticalista... y bien, cuando ésto sucede, no deja de tener consecuencias. Exigirle a Iris que se ciña a los programas, métodos, tiempos y formas de la Escuela Pública, como todas las maestras, era equivalente a pedirle que arroje a la basura su imagen narcisista y que renuncie a sus ideales pedagógicos. En este documento comienza un relato en el cual ella va ejemplificando las fallas de los inspectores, donde éstos siempre salen mal parados por no saber o por obnubilarse en el momento. Los episodios se suceden casi año a año desde 1938, época en que concurrió como oyente a las clases de 5to. y 6to. grado.
2. Los textos de Iris citados aquí pertenecen al documento inédito “La labor ins pectiva”.
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Iris siempre tuvo problemas con directoras y maestras de clases paralelas porque “ven que yo trabajo de manera diferente que ellas; ven que con
sigo entusiasmo y cariñ o de los niñ os, y eso les molesta tanto (no a to- das: tuve 3 directoras que me querían ) que realizan directamente pro- paganda entre mis alumnos para que se convenzan de que les va faltar preparación porque yo no sigo los mé todos en uso Iris afirma que en esos siete años "se hundieron ” sus calificaciones, *>
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tanto por voluntad de la directora como por el hecho de no haberse tras ladado de escuela, como hacen los maestros "cada vez que un director se les pone en con tr a Ella no acepta esta costumbre por ética y porque
“perjudica la acción periescolar y social quedebe realizar la escuela ”.
Y entonces concluye: “Y digo yo: los informes y calificaciones que figuran en mi foja de ser vicios, ¿reflejan en verdad mi forma de trabajar, mi capacidad, mi entre ga total al trabajo y al rendimiento que ese trabajo tuvo con mis alum nos? Evidentemente, no. Entonces, ¿qué objeto tiene? ¿para qué sirven las visitas y los informes de los inspectores? (...) salvo excepciones, nuestro sistema escolar, en la actualidad está regido por el temor y la in capacidad”.
Los directores “quieren que se les adule ” y si un maestro no lo hace “y ” entonces 14 no teme se siente desautorizado (...); si no teme y no adula ,
inspira desconfianza y de inmediato es objeto depersecución
Citando un informe de un inspector regional que viajó ál extranjero para estudiar las inspecciones escolares y la formación de los maestros, Iris manifiesta cómo debería ser la forma de actuar de los inspectores: “La supervisión tiene hoy allí una preocupación marcadamente liberal de franca colaboración con el maestro y no de una función fiscalizadora”.(Subrayado nuestro). Sostén, apoyo y colaboración a su tarea docente son los tres rasgos que Iris destaca en la manera de actuar de las tres directoras por quienes se sintió apreciada y defendida. En contraposición, existe para ella un personaje que adquiere relieve particular en la red de perseguidores de Primaria, compuesta por maes tras, directoras y inspectores. Se trata del Sr. Héctor Callejas, máxima autoridad de la Inspección, sobre quien escribe un capítulo aparte, un in creíble capítulo aparte.
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El Sr. Héctor Callejas El texto tiene la muy clara intención de desacreditar al Inspector Sr. Héctor Callejas, de devaluarlo públicamente en su prestigio profesional, administrativo y moral. El Sr. Héctor Callejas era la máxima jerarquía de la Inspección Departamental, lo que no fue obstáculo para Iris, a la hora de su alegato, para cuestionarlo y acusarlo en forma personal. La primera lectura de este texto impresiona fuertemente por el absoluto carácter pa radójico que encierra. ¿Qué buscaba Iris procediendo de tal manera con el inspector Héctor Callejas? ¿Por qué tamaño alegato injuriante en un momento en que su destino de maestra pendía de un hilo? Esta cuestión se plantea debido a la consideración de que, más allá de ser ésta la forma pasional del estilo paranoico, la de proclamar públicamente sus verdades, Iris también parece pretender conseguir resultados prácticos y concretos a su favor: busca ganar la partida ¿o no? Esta acción revela una ingenui dad casi pueril: pretende ella sola, sin testigos ni abogado defensor, no sólo derrocar y desprestigiar al Inspector Héctor Callejas, sino también transformar todo ^1 sistema de enseñanza primaria. Ahora bien, para desanudar esta paradoja que el sentido común adelanta en una primera lectura, debemos procurar no eludir el hecho de que el Sr. Héctor Callejas se había constituido, por la vía lógica de la resignifica ción apré scoup , en una importante figura en la red de perseguidores de Iris en Enseñanza Primaria. No era simplemente el Inspector Departa mental: era para ella un enemigo jurado que, encumbrado en el más alto cargo y sin reparar en ios medios, deseaba eliminarla como docente. Por lo tanto, nada bueno podía esperarse ya de este hombre inescrupuloso que, según Iris, estaba "empeñ ado en una partida a muerte ” contra ella, de tal manera que este alegato injuriante es proporcionado, en tanto res puesta, a los perjuicios que ella cree estar padeciendo a causa del Sr. Héctor Callejas. Iris comienza su relato, ordenado cronológicamente, desde el día en que conoció al Sr. Héctor Callejas. Fue en octubre de 1942, en oportunidad de haber sido nombrada para una suplencia en la escuela 167, donde él era director. En ese breve lapso, que abarcó desde octubre hasta el fin de cursos, las relaciones entre director y maestra transcurrieron cordial mente. Entonces se hizo cargo de un 4to. año en el cual había varios ca sos de indisciplina, hasta el punto en que no tiene ningún pudor en narrar que se vio obligada por las circunstancias a cachetear a un alumno en clase, porque abusaba de su fuerza física con los compañeros a quienes
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abofeteaba a su antojo en el aula. Pero como los casos de indisciplina eran varios y los problemas reiterados, Iris elevó sus quejas al director Héctor Callejas, quien retiraba entonces a los niños del salón y los rein tegraba al rato, Iris notaba algo raro en este proceder. Luego los niños le contaron: “El Director les daba verdaderas palizas utilizando para ello cañas “de la india” verdes. En el pasaje que existe al fondo entre el edificio de la Es cuela y él cerco el linde, había (y hay) un macizo de cañas de la india. Cada día, cuando las necesitaba, el Director iba en persona, cortaba dos cañas y las limpiaba, y luego les pegaba muy en serio con ellas. No les pregunté más detalles porque eran varones grandes y no quería humi llarlos: procuré no quejarme más de ellos”3.
Luego precisa la razón fundamental por la cual no pudo trabajar con el grupo ese año: “Pues bien, cada vez que yo lograba, luego de cierto trabajo, la atención de toda la clase, aparecía el Director y me llevaba la tercera parte (o orita , mepermite más) de los alumnos. Lo hacía sin explicaciones: “Señ , ... etc. El era el dueño de la Escuela venganfulanoy zutanoy mengano y de ese 4to. año; yo era solo una suplente. Llegó a llamarme la atención el que siempre llegara a llevarme los alumnos, en el momento en que estaban tranquilos y entregados al trabajo, y luego comprendí que escu chaba todo cuanto se decía en mi clase desde la piecita 0e atrás, con puerta de comunicación junto al pizarrón, que es un salón chiquito que estaba, vacío, frente al escritorio. Repitió este juego tantas veces como fue necesario para convencerme sin decírmelo, de que no tenía ni que averiguar lo que sabían ni qiie enseñar yo nada nuevo; y como para en tonces ya estábamos a mediados de noviembre, acepté la “modalidad” del Director...(T..) ¿Qué dónde se llevaba a los muchachos el Sr. Callejas? El tenía al norte del edificio una hermosa y floreciente huerta escolar. Era una verdadera huerta, extensa, en la que las hortalizas se daban en la mejor forma y en la que había de todo; porotos, lechugas, repollos, nabos, zapallitos, to mates, ajíes, choclos... Luego, día a día, esas hermosas verduras iban al Comedor Escolar de la zona; y año a año, a los informes de inspección del Director Sr. Callejas. Yo le alabé varias veces la huerta, sin restric ciones, porque estaba verdaderamente linda; pero... no dejé de darme cuenta con el transcurrir de las semanas de la enorme cantidad de horas hábiles de clase que habían perdido los muchachos que trabajaban (que
3. Los textos de Iris citados aquí pertenecen al documento inédito “El Sr. Héctor Callejas”.
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no eran sólo los de cuarto año, sino también los de quinto y sexto año); y también observé día a día que no había allí iniciativa personal ninguna de los alumnos, no había parcelas para cada grupo ni nada de eso. Todo lo disponía el Director sin muchas explicaciones, y los muchachos eran los peones que hacían el trabajo, como trabajo que se les exigía y no como hobby. Cuando les pregunté qué semillas plantaban, y la época, etc. resultó que no sabían: eso lo hacía el Director”.
Más adelante lo acusa de utilizar su cargo para hacer proselitismo políti co-partidario. “Ese año de 1942, había elecciones nacionales. En la calle “Comercio” casi esquina “Ocho de Octubre”, había un club político herrerista, y los muchachos me dijeron que era el club del Director, y que ellos iban a veces a las reuniones. Bien; pero resultó que en noviembre, el Sr. Calle jas salía del escritorio y les recomendaba autoritariamente: “Muchachos, nofalten mañ ana al club ¿eh?; y que vayan sus padres tambié n”. La primera vez que lo oí, quedé estupefacta. Fue esa la única ocasión en que vi que se hiciera política de partido en una escuela. (Y con los alumnos, que eran niños. Y por el Director...). Las elecciones se realizaron, como siempre, el último domingo de no viembre. El lunes, cuando salí al recreo, estaban en un grupo el Director y los maestros pasando el portoncito del fondo, junto a la veija. Me diri gí hacia el grupo y apenas llegué, el Sr. Callejas me miró inquisitiva mente a los ojos y me dijo, no en forma de pregunta amable sino casi n votó?”. Le contesté, “por quien se me dio la una orden: “¿Por quié gana”. Era la primera vez que yo votaba y no había ocultado mi voto a nadie; había votado a los socialistas, para que Frugoni fuera al Senado. Pero antes de contestarle, tuve unos deseos de decirle algo... no lo hice, porque si le llegaba a decir iba a tener que decirle muchas, demasiadas cosas”.
Mientras tanto, el Sr. Héctor Callejas prepara un concurso para el cargo de subinspector en el interior del país. “Yo estaba segura en aquel entonces de que Callejas iba a ganar un car go de Subinspector en el concurso, pues seguramente tenía en sus In formes de cada año, sendos párrafos dedicados a su hermosa huerta es colar, y era seguro también que ninguno de los inspectores que le habían visitado la Escuela había advertido que los muchachos perdían horas de clase por trabajar como peones en dicha huerta. Y así fue: el Sr. Héctor Callejas pasó a ocupar una subinspección en el departamento de Lavalleja. Yo lo recordaba a menudo como el director más falto de escrúpu los que había conocido; y a medida que iba transcurriendo el tiempo fui repasando en mi memoria los episodios de la realidad que había vivido en la Escuela n° 167 y fui tomándole fastidio a ese hombre, que sin vo-
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' cación para el magisterio, y sin capacidad, y sin escrúpulos, había con
seguido escalar a pura viveza un alto cargo en nuestra escuela pública. Porque además sucedía otra cosa en aquella escuela, y era que el cura párroco de la iglesia que estaba enfrente era una autoridad dentro de la escuela: yo tenía unos chicos, que a cada rato salían de la clase, y cruza ban para hacer mandados a la iglesia, y también salían temprano para ir a clase de catecismo.
En el año 1945 se llevó a cabo en Montevideo el Congreso de Educado res, que trató de la coordinación de las enseñanzas que se llevó a cabo en el Paraninfo de la Universidad, estuvo presente el ya subinspector Héc tor Callejas. Yo había estado siguiendo el desarrollo de los informes con la mayor atención y no me había ñjado en el público. En un momento alcé la mirada y me hallé con el Sr. Callejas que me estaba mirando in sistentemente con su sonrisa sobradora. Pero yo ya no era la suplente que lo había aguantado sin discutir yo ya había pensado muchas veces en él y lo despreciaba; y en ese momento que se estaba discutiendo con altura problemas de fondo de la enseñanza, lo despreciaba más todavía. . Así fue que, ante la sonrisa en realidad irrespetuosa del que estaba espe rando un saludo, volví la cabeza y no lo saludé. Y en seguida pensé, ese mismo día: Este hombre va a terminar trasladándose a Montevideo, y algún día lo voy a tener de inspector, y entonces, menos deseé saludar lo”. El Sr. Héctor Callejas se constituyó entonces en una figura particular dentro de la red de perseguidores, porque si bien comparte rasgos comu nes con los otros perseguidores —aliado de los curas, proselitista político (violador del laicismo)—también se distingue por otros aspectos: es un personaje ambicioso a ojos de Iris, personaje que busca ascender, falto de escrúpulos para lograrlo, adulador, etc. Ella subraya fundamentalmente que Héctor Callejas escala posiciones a costa del trabajo de otros, como se le hace patente con los niños en la huerta. No podemos dejar de seña lar en este punto la similitud con el tipo de imputación que circulaba en su familia: Raimunda había dicho exactamente lo mismo de Lumen en 1936, e Iris dirá exactamente eso de Raimunda en 1957, ilustrándolo con la imagen terrible de “La pampa de granito”. Era esta imagen demasiado familiar la que presentificaba para ella el Sr. Héctor Callejas. De esta manera podemos tal vez asir mejor porqué fracasó Iris en los concursos para cargos de Dirección: se veía confrontada a esa imagen familiar cada vez que se ponía en juego su aspiración de ascender. Héctor Callejas en camaba una imagen que, lejos de poderla subjetivar como propia, deján dose concernir por ella, sólo podía despreciar, para intentar conjurarla.
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Pasaron los años y el Sr. Héctor Callejas llegó como subinspector a Montevideo. Seg ús-írisrno se jubila en 1953, porque “tiene ambición de poder”. En 1954 se hizo cargo de la Inspección departamental, y al poco tiempo se suscitó allí un importante episodio protagonizado por él, Iris y la inspectora María Elisa Martínez (su ex-directora y amiga). Vale la pe na transcribir este episodio relatado por Iris, pues nos permite apreciar su posición ante un perseguido*, H. Callejas y alguien, Ma. Elisa Martínez, que —aunque se ubica como perseguida por Iris—es situada, por ella, en una posición que la preserva precisamente de ser su perseguidora. “Y fue entonces que me hizo objeto del primer atropello; del que no pude defenderme en forma oficial por razones ineludibles de delicadeza: Resulta que en la Escuela ns 63, la Srta. María Elisa Martínez y yo (que nos cono cíamos de unos meses antes y nos profesábamos mutua simpatía) nos ha bíamos hecho amigas de verdad. Cuando ella dejó la escuela al terminar ju lio del 1953 para ocupar interinamente una subinspección, yo sufrí mucho: por cómo quedaba la escuela, y porque perdía una amistad que me hacía mucho bien. Le dije que la iba a visitar a menudo y me lo prohibió termi nantemente; pero en cambio me dio las mayores facilidades para que fuera a verla los viernes a la Inspección. A mí, que nunca he pedido nada ni he hecho antesalas, se me hacía cuesta arriba el ir seguido a la Inspección a ver a una subinspectora; pero se trataba de elegir entre mi amor propio y María Elisa, y dejé de lado a mi amor propio. Fui muchas veces a la inspec ción durante el año 1953, época en la que estaba a su frente el Sr. Pereira * (a quien no tuve ocasión de conocer). Cuando el Sr. Callejas ocupó el car go, todo mi sentido común me decía que no me convenía continuar fre cuentando la Inspección de Escuelas. Resolví entonces visitar a María Elisa en su casa (como era lo natural) a pesar de que sabía que ella lo temía; y en efecto, resultó para mal, pues la madre de ella no tolera más visitas que las de quienes van para verla a ella. Solo me quedaban dos alternativas: o con tinuar visitándola a la Inspección (lo que resultaba peligroso y en cierto sen tido, equívoco) o dejar de ver totalmente a María Elisa. Dejar de verla me resultaba muy duro; no sólo porque yo la quería mucho, sino porque evi dentemente ella me quería también. Pero entonces hubo alguien (no de su familia) que se ocupó especialmente de quitarme ésa amistad, en la que yo sólo veía amistad, pero en la que, desgraciadamente, otros veían conve niencia y apoyo para mí. Yo sé quién me quitó a María Elisa y le hizo a ella ese daño: es una persona que utiliza mal su poder, y que varias veces ha interferido en mi carrera para evitar que tenga éxitos. Yo lo sé bien, porque María Elisa me contaba todo; y hasta llegó a decirme, en diciembre del 953: "Si creen qu e vo y a ha cer política desde el cargo de subinspectora , s e equi vocan”. El asunto es que María Elisa se sintió cercada en la casa y fuera de ella, y me dijo que no la viera más; pero como me lo dijo con tanta pena, no me decidí a dejarla abandonada a la soledad en que ella misma me dijo que estaba, y continué esperándola en la calle, con resultados varios, pues mu chas veces se alegró de verme y conversamos y otras me huía. Lo malo fue, que (a pesar de todas las confidencias que me había hecho) yo no llegué a
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comprender que ella podía llegar a perder completamente el control de sí misma, y un día de junio en que la esperé frente a la Inspección y salió por la puerta principal, la llamé, y en vez de responderme o no responderme, entró de nuevojen el l ocal y subió las escaleras corriendo como si huyera de un aparecido. La seguí, porque me pareció que lo mejor era aclarar actitu des arriba: no podía permitir que la viera huyendo de mí como si yo fuera un peligro para ella. Pero no conté con la personalidad de Callejas. Cualquiera que hubiera estado de Inspector, hubiera aprovechado la oportunidad de te nerme allí para conversar conmigo y con ella hasta entender qué había. Era tan fácil ver que María Elisa estaba en un ataque: que su estado de rigidez era impresionante y que miraba sin ver... Una persona que ocupa el cargo de Inspector, debe ser reflexiva; no apresurarse para juzgar, y no acrecentar con sus propias actitudes dramáticas el dramatismo de una situación. Pe netré en Secretaría tras ella y logré, con palabras suaves y mirándola a los ojos, que dejara el teléfono. Entré en Secretaría... como lo había hecho tantas y tantas veces antes para conversar con ella o con empleados o con otra subinspectora amiga en épocas anteriores. Pero ella había perdido la dignidad que la caracterizaba en la escuela, y llamó a gritos: “inspector”. Apareció el Sr. Callejas y no preguntó ni averiguó ni se extrañó de nada; me dijo; mirando hacia arriba con su gesto de gendarme: " Ud. est áf alt ando ei res pet o a los su bin spect ores; ret írese”. Yo expliqué que era un asunto per sonal totalmente aparte de la circunstancia de que ella fuera inspectora y yo maestra: que éramos amigas y hacía como tres meses que me esquivaba en forma inexplicable. Pero el Sr. Callejas, o no comprendía por incapaci dad, o no deseaba comprender por maldad: cuando transpuse la puerta pa ra pasar al corredor, me dijo con especial énfasis: “ Esto le va a costar el p u e s t o ” María Elisa quería llamar a la policía (idea que le habían sugerido ya hacía tiempo), pero no creo que haya podido buscar el n úmero y discar el teléfono en el estado en que se encontraba; debe haber sido ek mismo Ins pector quien hizo llamar a la policía. Además, tomaron al dictado la denun cia que ella hizo a exigencias del agente. Pero lo peor fue que al ver policías frente al local de la Inspección de Escuelas la gente se detuvo en las aceras de enfrente aglomerándose, lo que resultó inconveniente para la institución. Después de eso, el Sr. Callejas envió su informe de lo sucedido al Consejo, informe de cuyo contenido me enteré cuando fui notificada en la propia Ins pección de una resolución tomada al respecto. Y me hallé con que dicho informe estaba sembrado de mentiras. No recuerdo todo lo que dice; porque lo leí entonces y no he vuelto a verlo, porque el Sr. Callejas no me permitió copiarlo mandándome decir que lo solicitara por escrito; pero recuerdo que exageró en términos folletinescos, y donde dice que me tomó de un brazo'y me sacó para afuera, pueden tener la seguridad los que lo lean, que no m e to có ni co n l a puntit a de una uñ a . No quise entonces defenderme por escri to, porque sólo podía hacerlo poniendo en evidencia que la Srta. María Ejlisa Martínez padece una afección mental, y esto no quería hacerlo de ninguna manera en forma oficial y ante el Consejo. Traté el asunto de palabra y a posteriori con cada uno de los Sres. Miembros del Consejo para poner a salvo mi personalidad, pero destacando todo lo bueno de la personal idad de María Eli sa. Pero también tuve que tratar el asunto
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que ella posteriormente hizo una segunda denuncia contra mí, y en los Juz gados las cosas son diferentes: los Jueces tienen experiencia y conoci mientos. En el primero, causó risa el que fueran tres inspectores (dos de testigos) a hacer una denuncia contra una maestra. Yo cuidé de que mi de claración estuviera plena de amistad y alabanzas, y apenas remarcara su enajenación momentánea. El Juez me dijo: “ No h a y delito; no se preo cupe m ás” Pero insistí tanto hasta que conseguí un careo. Ella se quedó muy gratamente impresionada cuando le leyeron mi declaración, y luego me es tuvo escuchando con gusto un rato; pero en eso se emocionó con esa vio lencia característica con que lo hace, y el empleado se asustó de su gesto e interrumpió el careo. Al otro Juzgado yo fui un poco más enoj ada aunque los expedientes no se acumulan, solicité y obtuve que se agregara al primer ex pediente, y en mi declaración, larga y meditada, hice un estudio psiquiátrico completo de ella, puntualizando las causas y las características de su mal. El Juez me dijo: “ A/ o la quiera; no se lo me rece : le ha hech o m uch o daño a Yo la quiero ahora como antes; pero me doy cuenta de que sólo un usted”: buen médico psiquiatra podría liberarla. Si he escrito esto aquí, es por tres causas: Primera: Porque aquel expedientillo fue incorporado o agregado al de mi sumario como un “antecedente”, y todo el mundo tiene su límite. Se gunda: Porque lo que escribo aquí, queda en m i expediente y no en uno de ella; y Tercera: porque es imprescindible recalcar bien cómo actuó el Sr. Callejas en aquella emergencia, en la que se requería inteligencia y delica deza”.
El asedio al que somete Iris a M. Elisa Martínez se debe a que tal vez ella era la única en la Inspección capaz de preservarla de la persecución. Ese lugar que le dio Iris al dirigirle su demanda, que ocupase el lugar de “amiga” supuesta saber arreglárselas de otra manera con la persecución, ella no lo soportó. Iris la ama y pide ser amada4. María Elisa Martínez, lejos de poder acoger esta demanda, invadida por el pánico, convirtió en perseguidora ... a Iris. -¡
Finalmente concluye Iris: “Resumiendo: —El Sr. Héctor Callejas no posee la capacitación técnica necesaria (imprescindible) para desempeñar el alto cargo que ocupa. —El Sr. Héctor Callejas no posee la educación necesaria (imprescindible) para desempeñar el alto cargo que ocupa —El Sr. Héctor Callejas no posee la honradez necesaria (imprescindible) para desempeñar el alto cargo que ocupa.
4. Allouch, Jean, “Uds. están al corriente: hay transferencia psicótica”, Littoral n° 7/8, Las psico sis , Ed. La torre abolida, Córdoba.
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—Y por último: e l Sr. Callejas carece de sensibilidad co mo funcionario y como persona. El Sr. Héctor Callejas al frente de la Inspección de Escuelas de Monte video, desprestigia a la Escuela Pública y desprestigia a su partido polí tico”.
El Plan Suponemos que a esta altura habrá llamado la atención del lector el he cho de que, para Iris, parecen no relacionarse en ningún punto la perse cución que vive en su casa, por parte de su madre, con esta red de perse guidores que se ha ido constituyendo en el ámbito de Enseñanza Prima ria. ¿Es posible concebir dos campos completamente separados en el despliegue de la persecución? En todo caso, para ella, en este tiempo, no hay enlace entre su madre y los otros perseguidores. Ahora bien, creemos que tal situación resulta más bien de un procedi miento, de una maniobra no consciente de Iris, para situarse de una ma nera más practicable frente a sus perseguidores, dividiendo el campo y circunscribiendo la persecución lo más posible. Se tratará entonces de poder establecer, a través de una lectura lo más literal posible, en qué puntos de la persecución de Enseñanza Primaria se revelan los trazos significantes de esa “escena materna”- que constituía para ella el nudo gordiano de su existencia. La persecución se despliega en el ámbito escolar, y ésto no puede no re lacionarse con el hecho de que Iris es hija de una maestra y de que fue concebida para ser maestra: alumna de su madre, producto de la Escuela del Hogar, hija-alumna de su madre-maestra, destinada por ella a ser maestra. De esta manera se enfrenta a la dificultad de cómo hacer para diferenciar estas dos figuras de madre y maestra: son para ella una sola imagen, Raimunda, figura de la maternidad y del magisterio. En una primera instancia, entonces, el despliegue de la persecución es presentado por Iris como separado en dos campos, con dos caras, que tendrían su curso simultáneo y paralelo, sin puntos de contacto entre sí. Si intentamos dar cuenta topológicamente de la estructura con la cual Iris presenta su delirio de persecución, podríamos tomar el modelo de una banda cilindrica: figura bilátera que nos permite recorrer su cara interior o exterior, sin que haya posibilidad de pasar, por continuidad, de una a otra.
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Banda cilindrica
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Banda de Moebius
Sin embargo, si ponemos mayor atención en la lectura, las dos caras que^ estructuran su delirio persecutorio en esta etapa no están sin conexión. Es posible precisar al menos dos signos de la persecución materna que evi denciaron ser decisivos también en el desenlace de su suerte en Primaria, y que muestran el punto de pasajé de un campo a otro de ia persecución. Esto es lo mismo que decir, entonces, que la estructura del delirio se re vela, no como una banda cilindrica (presentación ilusoria ) sino como la de una banda de Moebius, figura de una sola cara. En el propio desenlace de los acontecimientos, 1a operación de Iris se revela como fallida: la persecución materna y la persecución en Enseñanza Primaria eran una sola persecución, a pesar suyo. ¿En qué elementos se apoyan a estas afirmaciones? Como ya fue relata do, 1955 fue un año clave en el destino de Iris. Al asumir la nueva di rectora, Hilda Zúñiga, se estableció con ella una relación de creciente tensión, debido a su estilo de dirección. El desen lace fue la separación de Iris de su cargo en el mes de setiembre. Ahora bien, ¿en qué puntos se tensó esa relación? ¿Qué fue lo que precipitó el desenlace? El punto central de esta disputa era la exigencia, por parte de esta directo ra reglamentarista, de que Iris presentara un plan de trabajo. Iris se nega ba rotundamente e intentaba argumentar al respecto. “Es indiscutible que entre los maestros hay distintos tipos y niveles in telectuales (...) Está el que sólo aprendió lo que le enseñó el Instituto Normal. Puede serle útil e indispensable para realizar una buenaJabor, el trazar previamente por escrito un Plan (...) En cambio, el maestro que posee una amplia y sólida cultura general adquirida con anterioridad y con posterioridad al período de sus estudios magisteriales (...) la sola lectura de un programa cualquiera hará formar en su mente un plan completo para su enseñanza; plan que (como los aprovisionamientos de un buen explorador para pasar el invierno) será, en cada materia y en ca da enfoque, y en el número y calidad de correlaciones y coordinaciones, bastante más amplio de lo que previsiblemente va a ser necesario. Un plan así no puede escribirse, porque concebirlo y sacar de él ideas y
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material, es fácil; pero escribirlo llevaría mucho tiempo y energías. Re sultaría,‘Ciertamente un precioso texto de pedagogía práctica (...) Pero es claro que el Consejo no puede obligar a cada maestro capaz a hacer tál esfuerzo. En cuanto a escribir un Plan bueno pero ajustado al tiempo, y cumplirlo es como vestir armadura de hierro; es limitarse uno a sí mis mo el vuelo lo que es inmoral; y escribirlo para no cumplirlo es también inmoral (...)”5.
Iris nunca escribió el plan, ni ese año ni en los anteriores. En su lugar es cribió en la primera página de la Libreta de lecciones, sus "ideasacerca , para que no se pueda tildar de rebeldí del Plan de actividades a o con- tumacia mi actitud deno redactar el Plan ”. ”, “eso estábien para un “con gesto despreciativo escrito de Pedagogía , no para una escuela ”. Y luego, citando el inspec
La directora le dijo,
tor Gumila le propone tirar esa libreta y hacer otra redactando un Plan, Iris fue categórica en su respuesta: “Ud. no me conoce , Sr. Gumila, si
luego de dos meses de meditarlo y luchar conmigo misma decidíque no , no voy a cambiar mi actitudpor evitar ulterioridades”. En debo hacerlo este punto del Plan, Iris no transije.
¿Por qué afirmar que este asunto del Plan evidencia que para Iris se trata de una sola y misma persecución ? Y bien, porque Plan no es cualquier palabra, es el signo con el que Iris ha nombrado el saber que la persigue, y que ha situado en su madre. Consideramos sumamente importante este punto, ya que nos permite ver a cielo abierto la particular ligazón de Iris con su madre. En su texto de 1936 (cfr. cap. VII) Raimunda no cesaba de decir que su esposo, además de urdir constantemente planes contra distintas personas, “planes diabóli cos”, había pergeñado un “plan envolvente” contra ella con la finalidad de recluirla en la casa, dominarla, quitarle su personalidad, degradarla y finalmente matarla. Podemos leer en ese escrito múltiples detalles de lo que para ella constituían indicios inequívocos de que su esposo planifi caba su destrucción y la de sus hijos. Así las cosas, el crimen de Iris fue „ _. •
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5. Documento inédito del sumario “El plan de actividades” (16 páginas). Subra yamos la alternancia de mayúscula y minúscula usada por Iris en todo el docu mento para escribir la palabra Plan-plan, y algunas otras (directora, inspector, programa. Agradecemos esta observación a Fr. Ben Kemoun). Esta alternancia es cribe una vacilación entre el nombre común y el uso de la palabra como nombre propio. Cfr. “Esbozo de una nueva gramática de la Lengua Española”, Real Aca demia, Espasa-Calpe, Madrid, 1979, p. 144-145.
En legí tima defensa A31 una misión desesperada para detener la supuesta, inexorable e inminente ejecución del plan que Raimunda imputaba a Lumen. El plan de destrucción constituye un punto clave en la estructura porque pone de relieve el tipo particular de locura que ligó a Raimunda e Iris. El pasaje al acto de la hija puso en evidencia la “folie ádeux”, y el cambio de signo en la relación con la madre no la hizo cesar: Iris imputaba a Raimunda lo que ésta había imputado a su esposo: un plan de destruc ción. El delirio de Iris tiene la forma y la temática de las locas imputa ciones de Raimunda a Lumen. Ante el Plan de destrucción que la madre llevaba adelante contra ella y sus hermanos, Iris respondió con un “ plan de restitución” (cap. XVI) hacia Ariel, expulsado de la casa con su consentimiento. Mas el plan materno fue más poderoso e hizo fracasar el suyo: Raimunda podía se guir gozando con “feroz y canallesca alegrí a” por el sufrimiento de Ariel. El episodio del tero (cap. XVII) se inscribe en este llamado “plan de restitución” fallido. Su fracaso no precipitó a Iris a un acto criminal sino a una consulta psiquiátrica por su madre. Para Iris, entonces, trabajar con los niños ciñéndose a las pautas de un plany es enfrentarse a una insoportable conexión entre su trabajo de maestra y ese saber ligado a una figura de la maternidad que se le ha tor nado impracticable. Otro aspecto al que queremos hacer referencia es el episodio del 8 de ju lio de 1955. Ese día la directora concurrió al 6to. B, grupo a cargo de Iris, para realizar un dictado . Leyó entonces un fragmento de El mundo esan- cho y ajeno , de Ciro Alegría, lo hizo lentamente, mientras escribía en el una crítiea a la labor de Iris, que luego le hizo firmar. Esta libro diario nos da su versión de lo que entonces allí se produjo: “Hilda se puso de pie y empezó a hablarles a los niños de próximos dic tados que haría ... Ya a esa altura de los acontecimientos, era evidente que lo que la Srta. Hilda Zúñiga estaba haciendo conmigo era lo que vulgarmente se denomina tomarle a uno el pelo: era evidente que ese dictado tan lento, que había insumido el tiempo desde la entrada hasta el recreo, no era sino un medio de hacerme perder el tiempo para lograr que mi clase estuviera mal preparada en el momento de una_mspección. Y era también evidente que los alumnos se daban cuenta de ello: había llegado el momento en que yo no podía (porque no debía) aguantar más”.
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Le dije a Hilda que me había hecho perder la mejor parte de la mañana con un dictado; y que era evidente que no había proporción entre el tiempo insumido y el beneficio que de ello sacarían los niños; y como se sa mi hizo la asombrada, siguiendo la comedia, le dije: “Túno vienesmá
clase a hacer este tipo depruebas; porque la responsable de la clase soyyo y no tú, y cuando venga el inspector , a quien va a calificar por la clase, es a míy no a ti”. Y se lo dije delante de los niños, porque era delante de ellos que ella me venía desde hace tiempo faltando el respeto debido, no sólo yendo al salón cuando yo tardaba algunos minutos en llegar haciéndolo notar (cosa que no hacía cuando cualquiera de las maestras no llegaba a su salón hasta las 8 h. 30 m. por quedarse conver sando con ella en el escritorio), sino recalcándoles de continuo que esta ban mal preparados y diciéndoles a las monitoras en el escritorio que yo no sabía llevar la clase y que así no iban a poder ingresar.
La burla y el pisoteo habían sido tan evidentes esa mañana, tanto para mí como para los niños, que yo no podía ya continuar soportándola ... pasa se, lo que pasase” (...)6.
Subrayamos este episodio que pone en juego otros dos elementos que para Iris, al igual que el Plan, juegan como signos del saber perseguidor. Se trata del dictado y del Libro Diario. Ya fue señalado anteriormente que Iris nominó su posición en relación a su madre en 1935 como la de una hija que vive “ según el dictado mater- no ”. Para ella, a quien se le observa hacer pocos dictados a sus alumnos, el dictado efectuado por Hilda Zúñiga resultó insoportable. La directora dictaba y a la vez escribía en el Libro Diario, dejando sentado allí el he a asometersea su dictado , en tanto no trabajaba cho de que Iris se resistí como ella se lo pedía: decía “no” al Plan. Hemos subrayado que era una práctica de la familia la de leer-se en el diario de cada día. (Cfr. el día del crimen en 1935). Esa será la práctica que Iris mantendrá durante el resto de su vida. En esta ocasión dedicará varias páginas a rebatir ese asiento diario que escribió Hilda Zúñiga. De este manera, no es difícil ver el porqué de la temeraria respuesta de Iris al echar a la directora del salón de clase: este episodio terminó de instaurar, por el juego de los significantes y la posición de la directora, la transferencia materna sobre Hilda Zúñiga. Iris respondió exactamente igual a como ya lo había hecho con su madre en 1949, cuando vio a
6. Documento inédito del sumario “Mi versión de los hechos”,
Cfr. Cap.
XXII.
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Raimunda “lanzarse” a perseguir a su hermano, Lumen. Esta vez tam bién se labró “su segura destrucción ” {Cfr. cap. XIV). Por si hiciera falta una mayor apoyatura textual a la lectura que aquí pre sentamos, concluiremos con una cita de Iris que revela hasta qué punto estaban ligadas para ella maternidad y magisterio. He aquí el texto: “La mayor parte de los maestros hacen con sus alumnos lo que la mayor parte de las madres hacen con sus niños chiquitos. Obsérvese una madre que vaya de paseo con un niñito menor de cinco años: la madre marcha feliz a su paso; pero el chiquito tiene pequeñas piemecitas, y cada uno de sus pasitos es la tercera parte del paso de su madre, de manera que mientras ella pasea a paso corriente, el hijito va rápidamente a paso de forzado (de forzado, pues la madre le sujeta con fuerza por la manita y lo arrastra con ella). Para evitar el ser verdadera mente arrastrado, es que el niño mueve ansiosamente sus p iemecitas (sin poder ni mirar el camino, cuando lo que él necesita es contemplar a sus anchas), y así, lo que para la madre es un paseo reparador, para el pobre hijito incomprendido es una maratón sin descansos que lo angustia y lo agota. Lo mismo hacen los maestros con sus alumnos: llevan la clase a la velo cidad del adulto (del adulto que ya ha estudiado los temas), a velocidad “¿fe Plan\ a velocidad “para la visita de inspección y los niños se apuran, se angustian, son arrastrados sin comprender (porque no les da el tiempo indispensable para aprender), y luego “rinden” por amaestra- miento (pálabra que proviene del sustantivo maestro : no del sustantivo educador), pero no se encuentran en condiciones como para rendir en la vida”.
Para ella, se trataba de llevar adelante una práctica de la enseñanza como maestra, que le permitiera establecer una barrera más férrea contra un saber y una imagen que la ligaban a su madre en la persecución. Sus “no” al Plan, al dictado, su re-lectura del Libro Diario, fueron sus fallidos in tentos por construir esa barrera.
Capítulo veinticuatro
Forma en que llevo mis clases... Uno de los documentos presentados por Iris lleva por título Forma en que llevo mis clasesy porqué lo hago así . Extraemos algunos textos que permiten calibrar la importancia y el cuidado con los que Iris encaraba su tarea docente. Nos parece ser éste un elemento importante para valorar la calidad y características de su inserción social y las consecuencias de su destitución. Resulta claro que la tarea docente sostuvo su forma de participación so cial, intensa y peculiar por su conexión con sus ideales, y en forma más precisa, con su ideal del yo y su yo ideal, maestra. Iris expone como en cara la enseñanza de cada materia y adjunta, en cada caso, material de sus propios alumnos a modo de ejemplo. Hace también consideraciones de tipo más general. No nos corresponde hacer ninguna valoración pedagógica de sus enfo ques, pero éstos no dejan de plantear la pregunta de si no era posible en contrar a los conflictos que se presentaron, una solución diferente a la de su exclusión del sistema de enseñanza.
Forma en que llevo mis clases y por qué lo hago'así “Cuando tomo una clase qu e no es u n pr im er a ño , no trabajo de acuerdo a lo que considero debería hacerse en el Programa y la edad dé l os alumnos,
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sino que veo todo lo que no saben (y deberían saber) de cursos anteriores y, en lo posible, lo enseño. No doy un conocimiento si veo que los niños ca recen del conocimiento inmediato anterior que es su base y su antecedente natural. Por ejemplo: el tema “simetría” yo no lo habría dado tan cuidadosamente en 6®año si los niños lo hubieran tenido dado y comprendido en 4a año (en cu yo programa figura). Pero si llegan a 6® y el tema les resulta enteramente novedoso( no ya en el nombre, sino en el asunto en sí, al punto de que les resulta difícil realizar los ejercicios... pues hay que darlo, aunque no figure en el Programa de 6a; pues si no está allí es porque está en el de 42 y se le considera asunto ya aprendido. (...)
Dibujo Considero al dibujo como lo primero que debe enseñarse. ¿Por qué? Por que es un lenguaje universal; una forma de expresión tan amplia como el lenguaje escrito y que se entiende en todos los países. Pero además, por que gusta al niño y le sirve como método de abreacción, de drenaje de obstáculos y molestias psíquicas, de liberación de complejos. Y porque le sirve para interpretar la realidad que lo circunda. Y porque le ayuda en el estudio de t odas las demás materias. Si yo tuviera niños en 1s año y luego los siguiera hasta el 6a año, graduaría la enseñanza del dibujo, según el Programa (y adelantándome al Programa en lo que concierne a Perspectiva). Pero cuando me toca una clase cual quiera, procuro siempre llenarles todas las lagunas que traen en lo que con cierne a dibujo. Un tema que he explicado en 6a año sólo porque no había sido dado ante riormente, es “perspectiva”. Figura en el programa de 4a año, cuyo primer párrafo dice así: “Ejercicios de observación: forma, color, proporciones, perspectiva , luz y sombra”. Si el programa dice perspectiva, pues hay que dar perspectiva, con sus leyes y causas y concepto de horizonte. Claro que para enseñar perspectiva hay que conocerla; y tener bien claros los con ceptos de horizonte visible y horizonte sensible. Si los maestros no la ense ñan en 4a año, es porque no la conocen; y no la conocen porque en el Insti tuto Normal no se les ha clarificado los conceptos. Yo y mis compañeras de clase tuvimos en 5a año del Instituto un muy buen profesor de dibujo, que es arquitecto, y que nos enseñó perspectiva y nos hizo hacer varios ejercicios. Sin embargo, omitió llegar ai porqu éde las cos as; y recuerdo que yo me li bré de la confusión en la que quedaron mis compañeras, yendo a buscar los esquemas que conservaba de quien me había enseñado perspectiva de ni ña (cuando tenía 10 años), y luego estudiando los temas “proyecciones” y “perspectiva” en los textos: “Geometría descriptiva” de Haussner y “Tratado de Perspectiva” de Pillet-; porque yo estudiaba los temas de Primer Grado
1. ¿Alusión velada a su padre que era agrimensor, y que además pintaba y dibujaba en su casa? Perspectiva, programa y otros términos alternan también en el uso de
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como muy pocos maestros ios estudian cuando cursan el Segundo Grado.(...) Y cuando tuve 1er. año hice observar a los chiquitos la deformación pers pectiva (que sin ayuda es muy difícil de advertir, aún por los adultos) y la notaron, y dibujaron mejor. (Así como les hice observar que no es posible ver al mismo tiempo tres de las cuatro paredes de un rancho). Porque yo no comprendo, ni podré nunca comprender, porqué tenemos que dejar que los niños hagan las cosas mal durante tres o más años, para luego mostrarles cómo es que se hacen bien: la vida es corta; y la niñez más corta aún; y hay mucho que aprender.(...)
Aritmética Considero que la aritmética se enseña mal por la mayor parte de los maes tros, por falta de profundización en su naturaleza. La aritmética es una cien (se cumplen en cualqui er mundo) cia de conceptos ; y conceptos universales y eternos (se cumplen en cualquier tiempo). Parece que muchos maestros creyeran que enseñamos aritmética para que los futuros adultos puedan arreglarse solos en sus negocios de dinero... Esa part e tiene su importancia; pero la enseñanza de la aritmética es primordial porque enseña a pensar (a ordenar los razonamientos, a no olvidar datos ni circunstancias, etc.) y por que enseña la exactitud y la justeza. También enseña la importancia de las (sistemas de numeración, por ejemplo). No se trata solamente convenciones de hacer problemas aprendidos por series (los niños dicen: “éste se hace como aquel de ayer”). Cuando yo tenía 14 años y fui a la escuela por prime ra vez (5e), no había resuelto por escrito más de cinco problemitas fáciles, y sin embargo, mi capacidad para los razonamientos aritméticos (y para la re solución de problemas escritos) sobrepasaba en mucho la de mis compañe ros de clase: yo conocía los principios.(...)
Geometría La- geometría forma también parte de las matemáticas, y en realidad es in separable de la aritmética. El criterio con que se la da en la escuela (ese sí, presente en el Programa) es totalmente restringido: parecería que se quisie ra impedir que los niños recuerden que hay un espacio infinito, que existen otros planetas, y otros sistemas planetarios, etc. (...) La Geometría es una ciencia tal, que el que la estudia tal como es no puede ser ateo (y entiende la Astronomía con la mayor facilidad). Pero si comenzamos por decirles du rante varios años seguidos, que la recta es... la arista de un prisma... ¿cómo vamos a hacerles comprender que los eclipses de luna se producen cuando Sol Tierra y Luna quedan situados sobre la misma recta? Yo en 6a año en señaría cónicas (círculo, elipse, parábola y hipérbola como cortes de la su perficie cónica con diverso ángulo), para que disfrutaran de la inmensa hermayúsculas y minísculas. No ha sido posible encontrar la presencia de determina tivos que explicasen estas variaciones.
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mosura de la elipse (y su trazado “a la jardinera”) y para que concibieran la parábola (órbita de los cometas) como una elipse que tiene uno de sus fo cos en el infinito. (...) En Geometría hay dos temas que lo son también de filosofía y sirven para desarrollar el espíritu del niño y su imaginación. Uno es semejanza (un caso de la homotecia), que figura en 42, pero no en la forma aislada y jerarquizada en que debería estar sino como “figuras iguales y semejantes”. Será por eso que los niños llegan a 62 sin tener un concepto claro sobre “semejanza”. El otro es si metría. El programa dice sólo “figuras simétricas y asimétricas”, pero “simetría” constituye un tema en sí, y de una importancia difícil de exa gerar; pues sin simetría no se concibe la belleza, ni el equilibrio... ni el Uni verso. Y es por eso, que los niños que tienen algún déficit psíquico tropiezan en mayor o menor grado en los ejercicios de simetría. Los ejercicios de si metría sirven para evidenciar la deficiencia psíquica; y también pueden ser vir en muchos casos para corregirla.
Lenguaje (...) El objeto de la enseñanza del lenguaje, es lograr que las personas pue dan comunicarse entre sí en la forma más completa, natural y verídica. Que cada uno sepa expresar sus pensamientos, sus senti mientos y sus deseos. El primer paso para ello consiste en enseñar a leer y a escribir (porque a hablar aprenden los niños en el hogar). En la enseñanza de la escritura es tán comprendidas la caligrafía (para claridad) y la ortograf ía. La ortografía es importante; y para una persona como yo, que tengo la manía de que todo se haga bien hasta en los menores detalles, la ortografía parece más impor tante. Pero no se debe perder el sentido de las proporciones. La verdad es que en la época actual la ortografía va perdiendo su importancia en los paí ses de habla hispana. Y la va perdiendo, porque cada día somos más igno rantes: ahora es difícil encontrar a alguien que conozca el griego y el latín; y en cuanto al sánscrito, quizás ni el nombre conozca la mayor parte de la gente. Así es, que la filolpgía comparada sólo la estudian algunos, y la eti mología va perdiendo su importancia... sólo así se explica que la Academia Española (la Academia Española!) le haya quitado desaprensivamente la p inicial a la palabra psicología, lo que constituye una verdadera herejía eti mológica, pues la palabra proviene del griego “psiquis” que significa “alma”, y a la palabra “psiquis” no se le puede quitar la letra p inicial. Por otra parte, suceden cosas como ésta: en francés e inglés, fiebre se escribe con v corta, y en italiano y español, se escribe con b larga; en francés, italiano y español, y libertad se escriben con b labial, pero en portugués (también idioma libre latino), se escriben con v labiódental... Además, sabemos que se está ha blando muy en serio de simplificaciones ortográficas del español en las que se suprimen haches a granel (haches etimológicas) y se acepta el “seseo” suprimiendo la zeta y el sonido suave de la c. ¿Se desprende de todo lo expuesto que soy contraria a la enseñanza de la ortografía? No, de ningún modo: me resultan horribles estas reformas orto
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gráficas. Me gusta que se conserve la tradición y los nexos con la ciencia antigua.(...) ^>=» En cuanto a la lectura. ¿Ens e ña a le er nu es tra esc ue la pública ? No. Salvo algunos contados maestros, que no pueden completar su acción porque tie nen cada clase un año. La escuela enseña el proceso de l a lectura mecáni ca (a veces son muchos, muchos , los escolares que abandonan la escuela, incluso en 6Saño, sin dominar la mecánica de la lectura). Pero saber leer no es eso: saber leer, es poder leer solo “La isla del tesoro” dé Stevenson o un editorial de un diario, y entender totalmente lo leído y gustarlo en sus mati ces; y el 95% de nuestros escolares abandonan la escuela sin haber apren dido eso. Algunos lo han aprendido, pero en el hogar: Y son los que las maestras eligen para lucirse en las fiestas escolares. Los niños sólo aprenden a leer, cuando una persona mayor les lee a menu do en voz alta, haciéndoles gustar el asunto con comentarios, repetición de párrafos, tranquilidad y aislamiento (que no entre un monitor a cada rato con una orden estúpida de la directora), enseñanza del uso de diccionarios y atlas, y elección de autores auténticos (no de adaptaciones para niños). No es por estupidez, que los niños chicos se hacen repetir todas las noches la narración del mismo cuento: están estudiándolo y gustándolo, y desarrollan do su espíritu. Aprenden el vocabulario; estudian la entonación; regustan e investigan las emociones que en ellos se producen; fortalecen su voluntad con las hazañas del héroe; enriquecen su corazón con las ternuras y demás sentimientos; y adquieren experiencia para su futura vida, experiencia que no les cuesta dolor ni f rustraciones. Cuando yo empecé a trabajar, siempre les leía... hace unos años estoy ha ciendo las cosas peor, más como todo el mundo, porque me he dejado aco bardar por el estúpido “está perdiendo el tiempo”. Forman también parte de la enseñanza del lenguaje, el estudio gramatical y la red acción. La prosodia y la or togr af ía deben de irse enseñando lenta y continuada
mente, conjuntamente con la lectura. Y a propósito de esto, es necesario decir algo muy, pero muy verdadero, aunque moleste a alguno: Nuestra es cuela perdió mucho, mucho , con la sustitución por otros de los libros de lectura de Jos éHenr iqu es Figuei ra. Figueira era un sabio (y no hay exage ración); no imitó al componer sus libros de lectura: creó. Los que imitan, dejan por el camino perdido el espíritu. La ana log ía y la sintaxis deben irse enseñando lenta y continuadamente, conjuntamente con la enseñanza de las demás materias: analizando lo que se afirma de la materia, lo que se cuenta de los países y sus costumbres, lo que se observa de plantas y animales. ¿Hacer análisis lógicos y analógi cos? Pueden hacerse algunos, cómo no; pero (me estoy refiriendo a los ejercicios escritos hechos por el alumno) no son en absoluto necesarios pa ra el cabal conocimiento del punto.(...) ¿Y la redacc ión ? Oh ! La reda cción ! Sé lo suficiente como para no evadir los problemas y no temer dar opinión. Comenzaré por mi propio ejemplo: Cuando a los 14 años pisé una escuela por primera vez, yo sólo había he
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cho en mi vida un a redacción (creo que a los doce años): “Resumen sobre como el agua busca su nivel y aplicaciones prácticas de esta ley física: po zos artesianos; exclusas”. Lo hice sola, y me quedó muy bien.(...) Yo no ha bía perdido el tiempo en escribir temas impuestos (y no había tenido nece sidad de escribir cartas), pero había leído obras de todo tipo y ios mayores habían conversado conmigo de igual a igual: no había en mi el infantilismo que fomentan la mayor parte de los maestros en sus alumnos; tenía mi mente plena de ideas y mi corazón rebosante de sentimientos: si sabía ha blar bien... sabía escribir bien...(...)
Geografía En lo que concierne a la enseñanza de la Geografía, estoy en desacuerdo con uno (sólo uno) de los enfoques del Programa vigente. Si se sigue el programa (y el niño no tiene parientes o amigos que acudan en su auxilio para informarlo), nuestros niños uruguayos (en esta época de la vida del mundo: Naciones Unidas; noticias de los antípodas al minuto; guerras mun diales) terminan el cuarto año (época de ios entusiasmos viajeros y aventu reros) sin conocer la existencia de otra tierra que nuestro pequeño y monó tono país; y recién al terminar el sexto año (los pocos niños que lo terminan) se vienen a enterar de cómo es el mundo en el que les ha tocado nacer. Puede admitirse que el niño de 1er. año conozca el barrio y el de 2 - la loca lidad (si se completa con cuentos y lecturas en los que figuren otros climas y otras costumbres); pero en 3er. año ya es hora de que vea en un globo te rráqueo cómo es la Tierra entera y dónde está nuestro pedacito. Lo otro re sulta anticuado; pertenece a la época en que a las personas nacidas en otro países se les llamaba “extranjeros”. No queremos que nuestros niños pien sen como el sapo aquel de la fábula... “¿Es grande como mi charca el mun do?” De todas estas grandes cosas de la educación infantil depende el que los hombres sean grandes o mezquinos de alma. Ya en cuarto año, el niño debe familiarizarse con todo el mundo a grandes rasgos (es esa la época en que tiene sed de tal conocimiento): océanos, continentes; corrientes marinas; zonas de huracanes; zonas de volcanes; selvas tropicales y selvas de los lugares en que nieva; desiertos; regiones coralíferas; animales típicos de cada región (llamas, camellos, elefantes, pitones ...); etc.. Y luego profundizar en 59 año y continuar profundizando en 62 año que el tema es inacabable. El que de niño ha aprendido a amar todas las regiones del mundo, de joven desea conocer bien cómo es su país; pero aquel a quien se le ha estado aburriendo con el estudio monótono de la geografía de la República durante cuatro años y medio... difícilmente volverá a estu diarla en e1 futuro.
Vida Vegetal y Animal Esta es la materia más interesante para el escolar, conjuntamente con el di bujo. Me gusta darla por medio de lecturas dramáticamente narrativas to
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madas de “El Tesor o de la Juvent ud”, de la “Historia Natural” de Jackson, de la revista “La Chacra”, de cuentos de Rudyard Kipling, etc.; y cuando se trata de insectos, por observación directa. En 1er. año, está bien estudiar la oveja, el conejo, la gallina, el canario, etc... (...) En el número de nov. 1956 de la Selecciones del Reader’s Digest, apareció un artículo intitulado “Los ni ños deb en m ar avil la rsd ' escrito por la bióloga marítima americana, Rachel Cansón. Es para leerlo ... Su tesis, que ha sido siempre la mía, es la siguiente: “El m un do de un ni ño e s bel lo, f resco , nue vo, lleno de admi ración y de inquietudes. Para la ma yor part e d e nosotros, (no para los hom bres geniales) esa visión en un t iempo clara y deslum brante se oscurece o se pierde antes de llegar a la ed ad adulta. Para que un niñ o pueda mant ener vivo su innato sentido de lo maravilloso, es necesario que disf rute de l a com pañía de u n adult o que pue da comp art ir di cho sen ti do redescubr iendo c on é l el encanto, la inquiet ud y el misterio de l mun do en que vivimos. (As ídebe rían d e se r todos los maest ros). Una ve z despert adas las emociones -e st o es, un sentido de la belleza, el entusiasmo po r lo des conocido, una sen sación de simpatía o a dm ir aci ón- el anhe lo de sa be r se desarrolla rácom o cons ecu en cia " (...) El anhelo de sa be r... eso es lo que no ti ene ninguno de nuestros escolares,
excepto aquellos cuyos padres los educan, aparte de la acción de las maestras. Nuestra escuela se queda en lo formal, en lo que alcanza para cubrir una prueba, hecha por un Inspector que ha olvidado cual es su fun ción; qué es lo que tiene derecho a esperar de él la sociedad. Nuestra escuela no educa ; nuestra escuela no forma: nuestra escuela amaestra y anula. Nuestra escuela está truncando destinos, en lugar de auspiciarlos. Esto no lo afirmo sólo yo: Además de estarlo diciendo a gritos y con la ma yor elocuencia el hecho de que existan patoteros y delitos cometidos po r meno res (De lo cual tenemos toda la culpa; absolut ament e toda la culpa los maestros -sin disculpa para los progenitores), lo han dicho últimamente de diversas maneras muchas personas que saben, que lo que hoy se siembra, mañana dará sus frutos (...)
Astronomía La astronomía es considerada por la mayor parte de los maestros como al go difícil para la comprensión de los niños. Hace unos quince años, me dijo en conversación amistosa la Sra. María Gorostondo, refiriéndose a las cau sas de las fase de la luna: “No les enseñe eso a los niños, pobrecitos!”. Así piensan las personas que recién en las clases de Secundaria han tenido contacto con la astronomía y no han llegado a comprenderla claramente. Los niños, en cambio, que poseen mucha capacidad imaginativa y de abs tracción, conciben fácilmente posiciones, tamaños relativos y movimientos de los astros, si se les explican con claridad y naturalidad. Tenía yo en mi biblioteca de la escuela una cajita muy bien forrada en la que puse: una pelotita (lisa) de ping-pong, un bochón, bolitas de varios tamaños y colores, una lenteja, una semilla de pimienta, una semilla de espárrago plumoso, y
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una semilla de nabo. Con ese material, mis manos como Udeu s e x mach ina ” y mi palabra, les hacía comprender todo, sin esfuerzo de parte de ellos ni de parte mía. Ahora, el Planetario está popularizando esta.ciencia. (...)
Caligrafía A la caligrafía le asigno importancia, porque es reflejo fiel del i ndividuo en su naturaleza física y psíquica. Y así como la escritura refleja exactamente el carácter de la persona, la vigilancia y reforma de la escritura son a la vez vi gilancia y reforma del carácter. Existe, no solo la Grafología, sino la Grafote- rapia. (...) Ten go un modo peculiar de mejorar la letra: Me ocupo de las ma yúsculas una por una, como si fueran modelos elegantes de vestidos o de automóviles; y destaco las series de rasgos iguales en las minúsculas, exi giendo forma correcta, tamaño correcto (entre ellas y con respecto al ren j j glón) y enlace correcto. (...) I --'7
Gimnasia
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El que haya profesora de gimnasia no hace que yo me desentienda de la materia. Antes de la primera clase con la profesora, les hablo a mis alumnos de la influencia positiva de la gimnasia bien hecha, tanto en lo físico como en lo psíquico; y les digo que me voy a fijar muy especialmente en la aten ción con que cada uno tome la clase. Durante la ciase, los observo conti nuamente; especialmente para conocerlos en su velocidad, de reacción y capacidad para la coordinación de movimientos (ahí se explica uno el por qué de los “malos alumnos"). Terminada la clase, les explico los ejercicios que no hacen bien; alabo a los que actuaron mejor, y luego imito los defec tos o errores de cada uno de los que se equivocan. (Pero sin burla; sin he rirlos; y vigilando sus reacciones para que ellas sean de carácter positivo: los libero de complejos; no se los creo nuevos.). Finalmente, les hago notar (al interesado y a los demás) cómo la misma falta de atención que demues tra fulano en gimnasia, se evidencia en su ortografía; cómo lá misma difi cultad para la coordinación de movimientos que revela zutano en gimnasia, se nota en su dificultad para los trabajos con regla y escuadra; cómo la “dureza” que tiene mengano al hacer gimnasia, la tiene también al redac tar... Con esto advierten la utilidad de la gimnasia: “ven” sus propios defec tos e inhibiciones, y los corrigen en parte o totalmente. (...)
Canto El hecho de que haya profesor de canto, no hace que yo me desentienda de la materia. Las veces en que la letra de una canción tiene valor literario (cuán pocas), se los recalco: la escribo en el pizarrón, la leo bien leída, y les hago un rápido análisis lógico y analógico de ella (no les doy el nombre del análisis; y de esto no queda documentación). Cuando la música es bonita, se las canto como jugando mientras escribo la letra o mientras paso por los bancos corrigiendo un dibujo; y los niños me escuchan con gusto, y la valo
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ran más. Cuando se trata de el Himno o la Band era , les explico detenida mente el significado de cada frase. (...)
o , que escapa a las materias (y, por Pero hay algo más en el cóm o ense ñ cierto, no tiene nada que ver con horarios, planes y métodos), porque se relaciona con los alumnos; y se puede centrar en dos afirmaciones: Primero: No olvido que cada uno de mis alumnos (el que falta mucho, hace mal los deberes, me molesta, no va limpio... como el que es una maravilla) tiene el mismo derecho a la máxima atención que yo pueda prestarle. que cualquiera de mis alum nos puede estar predestina Segundo: N o olvido do a cualquiera de los destinos: morir de niño, o vivir largos años; tener una vida vulgar, o pasar grandes trabajos, ir a parar a una mina de oro en Africa, a una universidad en Inglaterra o a un campo de concentración en China... y procuro enseñarles cada cosa en forma universat no “para que vaya al Li ceo” o “para que vaya a trabajar”; sino para que sepa “ vivir con honradez” y “sufrir y morir sin temor”. Estoy muy de acuerdo con José Enrique Rodó cuando decía que debemos educar para ser HOMBRE. Y es por esto que mi “modo” de enseñar les resulta simpático a las buenas directoras (que son pocas), “raro” a las directoras regulares, y “odioso” a las malas directoras (que son legión). Y es por eso, que me gusta (mejor dicho: me parece indispensable y parte de mi trabajo) visitar el hogar de mis alumnos. (Y esto es lo que resulta in tolerable al clero católico, institución que basa su poder sobre las gentes en las visitas periódicas que efectúan las “damas de acción católica” o las “hijas de María” a todas las casas de cada barri o). (...)
Se está ahora hablando a menudo, de la necesidad de formar la conciencia democrática de nuestros niños y jóvenes, y se dice que lá escuela primaria está en déficit en tal sentido. Sí, lo está; pero cuidado; que no se trata de hablar de formas de gobierno y sistemas electorales y hacer simulacros de elecciones (yo los hice en 4e año, y son útiles): se trata de que vean cómo se respetan los derechos del más débil a la par de los de los más fuertes (cosa en la que, por propia experiencia, no cree ningún escolar), se trata de fo rmar espírit us dem ócrat as , cosa que puede hacerse incluso sin dar nunca temas de Cultura Cívica. Sólo un demócrat a (que sepa respetar —no ad ul ar y hacerse respetar) pued e formar demócratas. Una cosa muy buena, que hace que los alumnos quieran a la escuela y al maestro y se entusiasmen por el estudio, son los paseos (con fines educati vos, por supuesto) de cada clase con su maestro, Pero... están práctica mente prohibidos. La reglamentación vigente tiene una serie de limitaciones
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(de horario, de extensión) que pertenecen a otras épocas (las épocas del tranvía y de acostarse a las nueve). (...) En la época en que estuvo al frente de la Inspección de Montevideo el Sr. Julio Castro, tomó una medida muy buena: para salir con una clase (o con un grupo de niños), bastaba con que el maestro respectivo pasara por la Inspección y llenara un sencillo formulario triple, impreso, en el que consta ban: lugar a donde se concurría, fecha y hora en que se concurriría, clase o que concurriría y firma de la maestra que llenaba el f ormulari o.(...)Eso grupo había contralor pero había libertad y reconocimiento de la res estaba bien: ponsabilidad de los maestros (y al que no sea responsable, que se le res ponsabilice, pero que no se le quite la libertad a todos). (...) Decía Agustín Ferreiro en los fundamentos de su proyecto de cali ficación de los maestros por los directores "Siempre estimé inconveniente la política que consiste en atar las manos a fin de que con la acción de éstas no ven gan daños”. (...)
Después de recorrer estas páginas seguramente no queden dudas al lector del lugar que ocupó el magisterio para Iris. Su práctica fue el camino po sible de su inserción social, en una época en que la imagen de la maestra vareliana, defensora de la laicidad, era muy valorada por un amplio sec tor de la sociedad uruguayaCóektituida, y casi al mismo tiempo expulsa da de su casa, Iris comienza una existencia erranté y errática hasta el fi nal de sus días, teniendo como único punto de apoyo, las elucubraciones de su delirio. En esa última etapa de su vida algunos la conocían bajo el nombre de “la Maestra”.
Tercera Parte
Extraviada 1957-1985
El laberinto
Zeus nopodría desatar las redes depiedra quemecercan. Heolvidado loshombresque antesfui; sigo el odiado camino demonótonasparedes que es mi destino. Rectas galerí as quesecurvan en círculossecretos al cabo de los añ os. Parapetos queha agrietado la usura delosdí as. En el pá lidopolvo hedescifrado rastrosquetemo. El aire meha traí do en lascóncavastardes unbramido o el eco de un bramido desolado. Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte esfatigar las largassoledades quetejen y destejen esteHades y ansiar mi sangrey devorar mi muerte. Nosbuscamoslosdos. Ojalá fuera é ste el último día de la espera. Elogio d e la
J. L. Borges. somb ra (1964).
Capítulo veinticinco
Testimonio A partir de 1960 no tenemos más documentos escritos de Iris. Sin em bargo muchas personas aún ia recuerdan. Entre ellas nos ha parecido de singular valor el testimonio que aceptó brindamos la Srta. Elida Tuana, maestra, profesora del Instituto Normal, psicóloga de reconocida tra yectoria en nuestro medio, que abrió su puerta a Iris cuando ésta la fue a buscar.
—Yo conocía el caso porque en 1935 ya era adscripta de profesor de los Institutos Normales, y por lo tanto el caso de que una alumna de la insti tución hubiera matado a su padre, fue un suceso de gran resonancia. Fue un caso que dividió la opinión entre los que estaban a favor de ella, por que su historia había sido muy particular, y los que la condenaban por el parricidio. Era una estudiante que no conocía en forma directa —nunca la tuve de alumna—pero se destacaba entre las otras por sus trenzas (que conservó hasta el final de su vida) por sus polleras tableadas hasta los tobillos, en una época en que la pollera se usaba a la rodilláf y siempre sola. Por lo tanto, era una figura que dentro del ámbito de los Institutos Normales se reconocía com o distinta de todo el resto. Cuando “el problema”, todo el mundo se dividió: los que la criticaban, "los que la defendían, los que ni la criticaban ni la defendían, pero ella
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estaba en e se momento detenida, por lo tanto no concurría al Instituto. La protegieron en esos años María Orticoechea, María Elena Núñez Roca y el Dr. Miguel U. Roca. Porque María Orticoechea hizo las gestiones para que ella pudiera seguir estudiando en la cárcel. María Elena Núñez Roca nos pedía libros de las distintas asignaturas, y se los alcanzaba. Yo nunca tuve contacto con ella en ese período. Y el Dr. Roca la defendió. Todo eso lo debe haber visto usted en el expediente de ella. Luego salió, se re cibió de maestra, concursó y trabajó. Un buen día me tocó timbre, muchos años después. No puedo precisar exactamente cuándo, pero fue a fines de la década del 60, principios del 70. Cómo me descubrió fue una cosa muy particular. Un día pasó por acá y yo estaba lavando el zaguán. Volvió a pasar y ya no me vio, pero salía un auto de casa, y entonces al señor que tenía el auto le preguntó si yo vivía acá. El señor, es mi cuñado, le contestó que sí. Ella, ese día, no vino. Mi cuñado se olvidó. Varios días después tocó timbre, y entonces me dijo —
“¿Usted me conoce?”,—“Sí”, —“¿Usted es Tuana, verdad?”, —“Sí”, — “Yo la vi el otro día y pensé que la tenía que venir a visitar”, — “Cómo no, pase”, y a partir de allí ella empezó a venir y siguió viniendo. Nunca me había tenido de profesora, me conocía así, como uno conoce a los profesores, de verlos por los corredores de la institución. Y ese día que pasó por acá, también otra de las casualidades: que yo no tuviera em pleada ese día y que me dedicara a lavar el zaguán. Entonces empezó el contacto.
Venía, más o menos, a las tres de la tarde y empezaba a conversar. En general llegaba cargada con unas bolsas enormes en las que traía diarios. Ella iba dejando los diarios por distintos lugares, por ejemplo, había de jado en depósito diarios en el Ejército de Salvación, porque hubo un tiempo en que iba a dormir allí; había dejado en depósito diarios en casa de algunas personas que yo no conozco. Un día venía tan cargada de dia rios, y tan agobiada, que le ofrecí dejarlos. Los puse en el garaje, en un armario, y me ocupaban tanto sitio, porque eran dos bolsas llenas de dia rios y de cosas que escribía, pero sobre todo llenas de diarios, que com praba; las tuve ahí hasta que, en el año 90, dejé el Consejo Directivo Central, y tuve que traer papeles, necesité espacio y bueno ... se los man dé a La Charqueada, pero ya no los debe tener, los debe haber vendido. Los mantuve más de diez años.
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Venía y siempre conversaba. Algunas veces pedía dinero, pero lo devol vía religiosamente. Es decir, ella cobraba su jubilación y venía a devol verme el dinero que me había pedido. Nunca tenía dinero, nunca. Tenía grandes deudas con los vendedores de diarios, porque les compraba todos los diarios, todos los días. Usted se da cuenta que comprar todos los dia rios todos los días es un presupuesto que es difícil de mantener con una jubilación relativamente chica. Entonces cobraba la jubilación, le pagaba un poco a los diarieros, venía a devolver el dinero que le habíamos pres tado y otra vez se quedaba sin nada. guando no estaba internada, a veces tenía donde dormir, y muchas veces dormía en la calle. El último refugio para dormir fue la Biblioteca Nacio nal. Dormía en la parte anterior de la Biblioteca Nacional, que es bastante resguardada. Cuando se abría la Biblioteca entraba, se higienizaba, pedía un libro y recuerdan lectores de la Biblioteca haberla visto dormida en • cima de la mesa de la Sala de lectura. {* » En otras épocas durmió por otros lados en la calle, y sus lugares de higienización fueron variando. Por ejemplo, durante un tiempo fue a la confitería “El Oro del Rhin”, y un día me contó que la habían echado, que le habían dicho que no fuera más. Después, cuando estuvo muy lindo el café de San José y Paraguay, iba a ese café y se lavaba la cabeza en el baño de allí. Lógicamente, también de allí, en un momento determinado, la echaron. Por lo tanto le fueron cerrando las puertas. Un día de invierno muy crudo vino con mucho frío y mucha hambre, bueno ... yo a veces la convidaba con algo, pero tenía terror de convidarla porque ella, en su delirio, pensaba que todos la querían envenenar. En tonces le traía una mesa portátil, y el sobrecito de té, la taza, la caldera, etc., para que ella se lo hiciera y no traerle nada hecho. Le traía la man zana y el cuchillo para que se la pelara, porque tampoco le quería traer ni la manzana pelada, ni la manzana cortada, ni ensalada de frutas, cosa que ella pensara que la querían envenenar. Porque uno de sus delirios era el envenenamiento. El delirio del envenenamiento lo elaboró muchísimo. Una vez que estuvo mucho tiempo internada, Graciela Barbot, (que es de la poca gente de esa época, que vive en este momento, y era Asistente Social del Hospital Vilardebó), le abrió una cuenta bancaria y le guardó el dinero. Y el dinero le fue generando intereses durante los tres o cuatro años que estuvo internada, en la década del 70. Estuvo varias veces in ternada en esa década. Cuando salió le consiguieron una pensión en la calle Uruguay, casi esquina Río Braneo, y estuvo un tiempo porque tenía
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dinero y pudo pagárselo. Estaba bien, con una habitación pequeña pero confortable, hasta que volvió a estallar el delirio. En esa pensión fue a hacer la denuncia al Municipio y fue a hacer la de nuncia a OSE1de que le habían pasado un cañito por abajo de la puerta, que el cañito no se veía, pero que ella veía salir gases que la estaban in toxicando. Que la querían envenenar. Entonces fue a hacer personal mente la denuncia. Era una persona correcta, capaz de hablar, una perso na que, si uno no la veía en su delirio, podía creer en lo que decía, y en la pensión tuvieron serios problemas porque fueron inspectores a hacer la inspección. * / Ya en esa época tenía un problema particular(* que fue el de la duplicación o desdoblamiento de las personas. Ella tenía “dos mé dicos mellizos” —no era cierto, tenía uno solo según me dijeron en el Vilardebó—un médico era bueno y el otro malo. Entonces, cuando ella estaba de pronto sentada en una silla en el Vilardebó, y pasaba el médico bueno, le palmeaba el hombro y le decía cosas, y al otro día venía el hermano malo que se ha bía enojado porque el hermano bueno la había tratado bien, y entonces el hermano malo la retaba. Todo eso era parte del delirio de los médicos; había más y de otro tipo.
Ese delirio se hizo evidente y total cuando estuvo en la pensión de la ca lle Uruguay. Esta “tení a tres dueñ os, hermanos mellizos , uno blanco , unojudío y uno negro ”. Ese era su discurso. Cuando ella llegaba de no che y se encontraba con el hermano negro, el hermano negro la trataba bien. Pero el hermano judío la trataba mal ... y entonces empezaba todo el delirio con los judíos ... Como los judíos explotan a las mujeres — porque ese nexo lo tenía muy, muy arraigado—entonces el hermano judío la odiaba porque ella no se dejaba explotar. El hermano blanco no sé porqué la trataba mal, ahora no recuerdo, eran tres hermanos mellizos. Entonces venía ... algunas veces llegó a las tres de la tarde y habló hasta las nueve de la noche. No había manera en ese discurso de poner palabra. Algunas veces yo intenté, cuando estaba muy mal de recursos económi cos, que volviera a su casa, porque tenía una casa por aquí, por Larraña ga, una casa quinta muy grande en que vivía uno de los hermanos, el que es Químico. Y yo intenté alguna vez que fuera a la casa. Una vez conse guí que lo hiciera, pero al cabo de un tiempo, los hermanos la echaron.
1. OSE: Obras sanitarias del estado. Allí trabajaba su hermano Ariel.
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¿Qué había hecho? ¿Qué pasó en la casa? No sé, pero los hermanos la pusieron en la calle, según ella porque quiso arreglar la casa. Había una pensión en que vivió antes de encontrarse conmigo ubicada en la calle Andes y Canelones. Uno se imagina que la pensión era una casa medio ... ¿no? Entonces ella iba por 18 de Julio y veía a las mujeres de la pensión que andaban por allí. Según ella, había hombres que las seguían, y esos que seguían a las mujeres, que vigilaban a las mujeres que anda ban por ahí, por Andes, por Convención, por 18 de julio, esos eran ju díos. O sea, las mujeres iban a la pensión y detrás los judíos que les da ban una paliza que ella escuchaba: sentía gritar a las mujeres. Cuando las sentía gritar salía e iba a quejarse a la policía. Entonces los judíos a ella no la podían ver. Ese era todo el delirio que hacía a partir de una reali dad, porque había un sentido de realidad. Ella, por 18 de Julio, veía a esas mujeres, esas mujeres estaban paradas en las esquinas, esas mujeres andaban con hombres, había hombres que las vigilaban. Todo eso era una lectura de realidad. A partir de esa lectura empezaba el delirio de que esos hombres eran judíos, que los judíos explotaban a esas mujeres, que los judíos les pegaban. Y a partir de ahí seguía el retrato siniestro de los judíos, que eran personas que tenían realmente todos los defectos de este mundo, y, para corroborarlo, usaba la prensa, y las noticias de los con flictos en Oriente Medio. Ese era uno de los temas de sus delirios. Otro era la persecución. Un día estaba acá, sentada ahí donde está usted, y empezaron a pasar ómnibus por Estero Bellaco, cosa que sucede cuando Garibaldi es intransitable por un choque o cualquier cosa, y los derivan hacia acá. Iris se puso fuera de sí: ¿Por “ qué no me dijo que usted le dijo a los de los ómnibus que yo
venía? Me está n persiguiendo porque me mandan perseguir por los óm- nibus . ¿No ve que está n pasando los ómnibus? ¿Ahora dónde me escon- de usted para que yo pueda zafar de los ómnibus que me está n persi- guiendo?”. Cuando se acomodó el asunto del tránsito, los ómnibus deja ron de pasar por Estero Bellaco y se pudo ir, pero tenía la manía de la persecución, así, en ese grado.
Otro de sus temas era el delirio contra los médicos, y sus ideas de que la gente no muere. Que los médicos matan pero no matan a las personas, y las tienen para volverlas a esta vida, para que espíen a la gente. Es decir que daría la impresión de que la muerte era un adormecimiento total; los médicos sacan a las personas de circulación, dicen que se murieron, pero ellos las tienen. Un día estaba ella y mi sobrino entró y me dio un beso. Yo se la presenté y le dije que era médico. Vino al otro día, cosa que
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nunca hacía, (venir dos días seguidos) a pedirme que desconfiara de mi sobrino, que con razón el día anterior me había visto pálida, que ese día también estaba mucho más pálida, porque el médico podría ser mi sobri no, pero primero era médico. Entonces, en ese delirio ella veía gente que los médicos soltaban, y una de las personas que ella veía era a su madre que ya había muerto hacía tiempo, pero para ella no había muerto, los médicos la tenían retenida en ese proceso particular que hacían. Entonces ella, de repente, estaba mi rando una vidriera, y en el vidrio veía a su mamá, que andaba por ahí. Se daba vuelta y la llamaba "Mamá ”, y la mamá había desaparecido, enton ces, corría por todo el barrio, ... nunca le pudo dar alcance. Indudable. ¿Se acuerdan que antes estaba en 18 de julio y Pablo de María, la tienda Aliverti? Cuando dormía en la Biblioteca Nacional, andaba por ahí y de mañana salía a mirar vidrieras, caminaba, comía en algún lado lo que po día comer, lo que le daba la posibilidad de comer y miraba vidrieras de Aliverti que eran bastante resguardadas y muchas veces allí aparecía la mamá, como si estuviera adentro. Entonces ella se metía en Aliverti a buscarla, pasaba por Pablo de María, iba por 18 de julio ... había desapa recido. Durante muchos días iba nuevamente al mismo lugar, pero no la encontraba. Hasta que un día, en otro lado, encontraba a la mamá en otra vidriera y otra vez empezaba la persecución, y contaba todo lo que había hecho buscándola, porque había desaparecido y no muerto; daba toda la explicación de cómo los médicos al morir uno, lo adormecen o le hacen una muerte ficticia, y al cabo de un tiempo, cuando lo necesitan lo sacan. Yo no sé si la madre la perseguía o no la perseguía, es decir que nunca le oí decir “ahora me hacen perseguir por mi mamá”. No, no. Ella veía a la madre, y cuando la quería abordar la madre había desaparecido. Se repe tía muchas veces. — ¿Alguna vezhablódel padre? —Nunca habló del padre. Siempre me habló de la hermana boba, que no sé si era boba o no, porque por la manera como las crió ese padre, uno no sabe si reálmente era boba. La hermana tocaba el piano y nunca salió de la casa. Siendo niños, les enseñaba la madre; luego a ella la pusieron en la Escuela República Argentina cuando ya era grande, era una muchacha mayor que el resto de sus compañeras, porque ella ingresó al Instituto a partir de la Escuela República Argentina, pero cuando ya era una mucha cha bastante mayor. Hasta entonces, nunca había tenido ni compañeras ... era muy buena estudiante, era estudiosa y solitaria. Ese era el concepto
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que uno encontró después del “hecho”, porque antes uno veía una mu chacha rara por los corredores del Instituto y nada más que eso. Alguna vez me contó y me trajo -pero eso no estaba en la bolsa, porque si no, no lo hubiera tirado—los cuadernos que conservaba de cómo lleva ba la clase antes de ser destituida. El plan de trabajo tenía parte de reali dad, como el problema que hacía de la lectura de las prostitutas; en sus cuadernos había hecho unas generalizaciones que no correspondían a la edad de los chicos (porque hay cosas que uno puede generalizar a deter minada edad y ponerla como hipótesis de trabajo) ni a los datos de reali dad que había tomado. Entonces, parece que en la escuela se quejaron, le hicieron dos o tres años inspecciones con malas calificaciones, y por úl timo la jubilaron por incapacidad. Primero estuvo con licencia y después, como no se recuperó, la jubilaron. Sobre esa parte de la escuela tampoco hablaba mucho ... Muchas veces venía con un artículo que había leído en el diario, y enton ces a partir del mismo empezaba a escribir algo dirigido al director, pero nunca llegaba a enviarlo. Ella encontraba un artículo de fondo, o una cuestión de una resolución que hubieran tomado, y entonces iba y se sentaba en la Biblioteca Nacional, o en el lugar que estuviera, y empeza ba una carta al director del diario. Siempre era sobre los problemas inter nacionales, o sobre algunas resoluciones nacionales que se hubieran to mado sobre un problema internacional. Se preocupaba mucho de las cuestiones internacionales, de lo que pasaba en toda la época de la Gue a , que en ese rra Fría, de los editoriales. Pescaba los editoriales de El Dí s , o de La Mañ ana y le escribía a ios direc momento existía, o de El Paí tores criticando a los editoriales. Creo que nunca llegó a concretar el en vío de esas cartas. Empezaba bien, seguía delirante, y io tenía que pulir al otro día, cuando ya tenía una avalancha de diarios para leer, que al final de cuentas no leía. Cantidad de veces tenía los diarios de la semana que no había podido leer porque no tenía ni dónde estar para hacerlo, no tenía tranquilidad para leerlos, ya que tenía que andar buscando subsistencia y privacidad por la calle. Diría que era una enferma mental delirante, indudablemente, pero que no había perdido su capacidad. Les cuento algo que le sucedió y que me im presionó muchísimo. Ella tenía relación con otra maestra, que le había dicho que cuando saliera de la internación podía ir a su casa pero la maestra murió mientras ella estaba internada. Fue a la casa y se encontró con el hijo que le dio una pieza, cobrándole una cantidad de dinero. Un día me vino a contar que se había ido de la casa, y la narración fue esta:
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que el muchacho le había venido a pedir dinero por el mes, y a la semana le había venido a pedir más dinero, y que además esa casa era muy parti cular porque el muchacho convivía con una persona, pero también viola ba o vivía con la hija de esa persona. Yo creí que estaba todo en el terre no del delirio, era indudable ... Pero, un buen día leo en el diario, un poco más adelante, que el muchacho ese había ido preso porque el abuelo de la joven —que no era una niña- el abuelo de la joven había denunciado a la policía las violaciones, y lo habían puesto preso por violador. Por lo tan to, ella había percibido muy bien el problema que se daba en esa casa, creo que al muchacho lo conocía desde chico, y nunca vino a hacer un delirio con respecto a eso; contó el episodio y me dijo porqué se había ido de la casa.
¿Ella vino acádurante varios añ os? — Durante varios años. Un día la dejé dormir acá. Era una noche de mu —
chísimo frío, había venido con mucha hambre, entonces le di de comer, le puse un colchón en el suelo y la dejé dormir. Me vino a proponer al otro díá que la dejara seguir viviendo acá, durmiendo en el suelo. Le dije que no podía por muchas razones. Una era que no podía admitir que una persona durmiera en el suelo; claro que dormía en el suelo en la calle, pero una cosa es que durmiera en el suelo en la calle y otra es que yo tu viera una persona durmiendo en el suelo en mi casa. En segundo término, porque ella tenía tal montón de cosas, que a mi me impediría recibir a nadie después que Iris viniera a vivir aquí, mi casa es chica. Y en tercer término porque a los quince días de vivir en una casa empezaban las de nuncias de persecución, y entonces yo, que trabajaba mucho en esa épo ca, no podía realmente estarme ocupando de deshacer las denuncias que pudiera haber habido contra mí por parte de ella.
— Por lo que usted me dice ¿usted nuncafuepara ella una perseguidora? —No, yo nunca estuve en ese lugar. Venía acá a conversar; venía a pedir dinero algunas veces; venía cuando le había pasado algo, como la vez que se fue de la casa de este muchacho, y entonces vino a contarme lo que le había pasado, pero a mí creo que nunca me vio como un elemento perseguidor.
¿Usted supo de otras personas a quienes ella podía hablar , como ha- — blaba con usted?
— No sé, pienso que alguna vez fue a la casa de un maestro, que fue di
rector de escuela, que se llamaba D’Ambrosi. Cuando dejaba de venir
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aquí yo sabía o suponía que estaba internada. Después de unp de las in ternaciones, cuando yo me hice amiga de Riña Valettajfjíe pedí que se ocupara de ella. Un día Riña me vino a decir que era una persona total mente egoísta, porque cuando estaba bastante bien, el equipo que traba jaba en el Vilardebó, le había pedido que se uniera al mismo y que, te niendo ella muy buen nivel cultural, les leyera, les hablara, les diera clase a las otras enfermas, e Iris se negó rotundamente. Dijo que de ninguna manera ella iba a colaborar, y nunca quiso hacerlo. Riña decía que estaba bien, que tenía que darse una inyección una vez por semana y la empezaban a dejar salir hasta ver si le podían tener con fianza; por dos o tres semanas volvió. Estaba bastante bien. Al vivir en el Vilardebó y al tener una jubilación, le alcanzaba el dinero, porque allí, además, no se podía comprar cada día todos los diarios; empezó a ir al guna vez al cine, etc. Pero después dejó el tratamiento, dejó de darse las inyecciones, y al cabo de un tiempo otra vez había enfermado. La inter nación era siempre por vagabunda. Escuche bien, las internaciones eran porque la policía la encontraba durmiendo o vagando de noche, la lleva ban a la comisaría e iba a dar al Vilardebó. Por lo tanto la internación no era ni porque ella lo hiciera voluntariamente ni porque ningún familiar se ocupara de ella, ni nada. La internación era por vagancia. D e ahí derivaba todo el resto, todo el proceso empezaba ahí, la llevaban presa y bueno... ¿Qué más quieren saber?... Nunca habló mal de María Orticoechea, nun ca consideró que la gente perteneciente al ámbito de su formación do cente la persiguiera. Yo también estaba del lado de la formación. Nunca quise ser inspectora, y ella me descubrió ... i
¿Con qué frecuencia vení a? — - Mire, si me había pedido dinero y me lo tenía que devolver, casi todos los meses. A veces entre ese dinero y la devolución venía alguna vez ... estaba siempre sin dinero. Tampoco uno la podía ofender diciéndole que no lo devolviera. Ah, ahora le cuento otra cosa. El problema de la ropa. Ella se vestía de una manera particular, como las indias bolivianas, con una pollera y otra, y otra, y otra... la última ropa que le regalaban la tenía encima de todas las otras que tenía debajo. Yo no sé cuántas polleras tenía, ni sé cuán fla ca era, porque era flaca —no delgada- con es e montón de polleras, porlo tanto yo no sé realmente en qué estado de desnutrición estaba. Entonces uno le regalaba una pollera. No podía regalarle ninguna pollera como ésta, ni como la que tiene usted porque precisaba una pollera ancha, en
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tonces uno le regalaba una pollera ancha, o le regalaba un saco, pero so bre todo eran polleras. Entonces, en esas sentadas que hacía en la Bi blioteca Nacional, le hacía dos tajos, le ponía un bolsillo que sacaba de otra pollera, se lo cosía a mano, y en ese bolsillo llevaba de todo: el pei ne, la ropá interior, la toálla, el jabón: todo lo necesario para vivir en la calle; las manos las empleaba para llevar las bolsas de diarios y los es critos. A pesar de la vida que hacía, era una persona prolija. Su presencia no era nunca desagradable. Ya le digo que en los distintos lugares la fueron echando porque se lavaba la cabeza, y un café de nuestro país no lo per mite. Perdió posibilidades, por ejemplo, de estar en el Ejército de Salvación, donde iba a dormir de noche, porque fue a denunciar a la policía que era una especie de prostíbulo donde los cuidadores dejaban entrar hombres de noche, y ella sentía que había mujeres que gritaban porque las querían forzar. Entonces, un día le dijeron que no fuera más. Al cabo de un tiem po, convertía todas las instituciones adonde iba, adonde la dejaban dor mir, en instituciones polémicas.
— Ud. mencionó el temor que tenía a ser envenenada por gas ¿y la comi- da? —Sí, con la comida también. Ella no comía en ningún lado. Y cuando comía, (tenía que comer en algún lado porque tenía hambre), en algún café o en alguna cosa así, revisaba toda la comida. Pero sobre todo era con el gas y con el agua. El agua también, porque las denuncias a OSE ... ella denunciaba al Municipio y denunciaba a OSE, porque el agua estaba contaminada, tenía veneno.
¿Contaminada por quié n n atribuía ella eso? — , a quié —Ah, en la época de la contaminación fue fundamentalmente a los due ños de las pensiones, quizá mandados por alguien, pero ese alguien era vago. Cuando ella estaba en una pensión, los dueños con cañitos que pa saban por abajo de la puerta, que no se veían, pero que estaban, le con taminaban el aire y el agua. Entonces ella salía de mañana y cuando vol vía de noche el agua tenía ya un gusto que no la podía tomar, y bueno ... La contaminación estaba en el agua, el aire, y menos en los alimentos, ella comía muy poco, comía manzanas, que se compraba y lavaba, por lo tanto, entre las cosas que tenía en su bolsillo tenía un cuchillo para pe
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larlas. Comía queso, galletas, cosas que en general venían empaquetadas, no comía comida elaborada.
¿Cuá ndo la vio ustedpor —
última vez?
— Un día se perdió y yo le pregunté a Riña y me dijo que estaba internada
por un tiempo. Después es posible que ella haya venido alguna vez en el 81 u 82, pero yo en ese momento estuve de viaje. Nunca venía de maña na. Puede ser que en algún momento, en alguno de esos días que ella sa lió del Hospital de paseo, hubiera podido v^enk hasta aquí. Yo la perdí cuando una internación y no la recuperé másííUn día le pregunté a Riña:
, ¿qué estápasando con Iris na- “Escúchame , que hace tiempo que no sé da de ella s nada?”. Porque ella me decía: “ estáme- , que túno me decí jor ”, “salió”, “volvió a darse las inyecciones ”, "la vamos a tener que internar de nuevo porque hace tanto tiempo que no viene ”,
así que yo tenía noticias de ella por Riña. Pero un buen día ella dejó de darme noti nada de ella , porque se la cias y cuando yo le pregunté me dijo “no sé
llevó una enfermera y cuando ella empezó con losproblemas le quemó la ropa”. Cuando la quisieron mandar al Hospital Musto, ella no quiso, y entonces le dieron de alta, y se la llevó una enfermera.
— ¿Seguía escribiendo? —Siempre.
— ¿Nunca le entregó nada de sus escritos a usted, a Riñ a , a alguien que usted sepa? -El día que me dejó la bolsa de los diarios, se llevó lo escrito. Tuvo la precaución de revisar y sacar todo lo que tenía escrito. Por lo tanto yo tenía una bolsa con diarios, con recortes de diarios y con partes subraya das. Sólo prensa. 30 de marzo de 1994
Capítulo veintiséis
Los últimos años El relato de la Profesora Elida Tuana permite atisbar el estilo de existen cia que llevó Iris a partir de su expulsión de la casa paterna y de su des titución como maestra. Antes de rastrear algunos datos más sobre sus úl timos años, es necesario retomar a la vieja casona de la calle Larrañaga para saber del final de los otros miembros de la familia, primero a través del testimonio de dos vecinas, coetáneas de Iris, que viven en el barrio desde la infancia; luego a través de algo más difuso pero no menos real: el aún se dice ...
Las vecinas dicen ... Los recuerdos están allí, vivos, los del año 1935, incluso anteriores, y luego, los finales. De Raimunda Spósito, éstos vienen de muy atrás y di cen así: “-La señora se llamaba Dominga Spósito (sic) y sé de ella antes de que se casase, porque era compañera de estudio de mi directora. Ella me dijo que era una mujer inteligentísima en el Instituto Normal, que en aquel tiempo era un internado. Luego la becaron a Bélgica para que estudiase el problema de los niños anormales; en ese período ya estaba ennoviada con Cabezudo: se habrán seguido tratando por carta (...) Yo habré hablado unas veinte veces con ella, porque no era una persona muy accesible. Ella comentó su vida después que él falleció, porque antes no se daba con nadie. Pero después que él falleció, ellos se desahogaron, ella empezó a hablar, y fue cuando
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escribió; hizo un escrito sobre su vida, y al mismo tiempo Iris hizo otro, y coincidieron: por eso a ella no la tuvieron presa y estuvo en el Hospital Mili tar —“Nosotros t eníamos las casas separadas en el frente sólo por tejidos, pero ellos alrededor levantaron paredes porque eran nudistas y naturalistas —“La señora impresi onaba bien. Cuando ella se enteró de que mi padre estaba enfermo cruzó de inmediato, y eso que no se movía de la casa. Una noche se quedó conversando y le hizo tanto bien a mi papá.:, porque era una mujer de mucha energía, muy vital y de expresiones correctas, pero si te tenía que decir una cosa medio secota también te la decía. Otra vez llegó a mi casa y nos vio doloridos por la enfermedad de mi padre y nos dijo: Yo los comprendo, porque Uds . s íque son cuatro cu erpo s y un alma. Cuando ella ya estaba enferma para morir, Lumen me vino a buscar y me dijo: yo quisiera que tú fueras a ver si la puedes convence r... La quería ha cer ver por un médico y ella no quería de ninguna manera. A mi me habían operado en ese entonces y ella me preguntó cómo estaba; cuando le dije que me habían operado me puso cara de ¡qué disparate! Entonces estuve hablando con ella y me mostró, no la herida, sino lo que tenía sobre ella, los trapos: era de una mugre impresionante. Pero lo que tenían en la casa era todo de buena calidad, hasta una mesa preciosa... Cuando Lumen me vino a buscar para que viera a su madre, ella le dijo que me mostrara el cuarto de Iris. Ella me dijo entonces que lo que tenía en la pierna se .lo había hecho la hija, porque tocaba timbre y ella no le quería abrir porque le tenía miedo, miedo que los matara”. —“Además tenían orden del médico de no abrirle”. —“La señora salió a ver quien era, porque pensó que a lo mejor era este muchacho, entonces Iris le tiró una baldosa de la vereda y le pegó en la pierna. Así que indirectamente ella mató a la madre”. —“Pero a ella la habían dejado entrar algunas veces, porque dicen que dor mía tapada con diarios”. —“Al otro día la señora hizo que me mostraran el cuart o de Iris. Era el prime ro de la casa. Ella se estaba quedando allí en esos días. ¡Ah, no pueden imaginar lo que era! Yo tenía miedo que viniera y me agarrara allí. Todo te daba miedo. El espacio donde Iris se acostaba sería un pedacito así, porque todo alrededor estaba ocupado por altos de diarios, ollas... de todo”. —“Yo la he visto. Andaba por la calle con un bolso grandote, polleras ta bleadas, en donde llevaba los documentos —todo lo que escri bía— y una trencita acá atrás”. f ^ j —“Cuando se enfermó su madre Lumen estaba desesperado. Me decía “le estoy poniendo ésto y ésto, mamá tiene una lastimadura muy fea”. Y yo le decía: aunque ella no quiera llámale a un médico; qué te importa que se enoje, peor es que se te muera. Al final la llevó al Sindicato médico. Me lla mó por teléfono y me dijo: mamá tiene tétanos y la pasaron al Hospital Filtro. Y así fue que cuando murió la madre me avisaron a mí, y yo a él, porque estaba dando clase. Y le avisé a un familiar de la señora, porque Lumencito
Los últimosañ os 461 me dijo que tenían un panteón, y la señora me dijo: Nosotros no nos trata mos con ellos. Bueno, y después, pobre, él veló a la madre, cosa que esta ba tan lejos de ellos, esa idea de velatorios (...)".
Raimunda Spósito falleció en 1974. Poco después de la muerte de su ma dre, Ariel volvió a la casa paterna. Nada sabemos de la vida que llevó durante los largos años que datan de su expulsión; sabemos sí que fue el último en morir, y que se suicidó poco después de la muerte de su her mano. Una vecina recuerda: “cuando murió Lumen vino Ariel a mi casa, s dónde estáIris?”. estaba muy triste, y me preguntaba ¿Túno sabrá Lumen falleció en 1987 y Ariel se suicidó un año después; al parecer ig noraba que Iris ya había muerto en 1985. Las vecinas (a mediados de 1993) tampoco sabían, al igual que nosotros en ese momento, si efecti vamente Iris vivía aun o no. - “Le dije a Ariel que Iris debía de estar en algún establecimiento, que habría que preguntar. Pregunté en el Hospital Musto y me dijeron que no estaba. Me dijeron que había estado en el Hospital Vilardebó pero que ya no, y que a la Colonia Etchepare ni preguntara porque allí ni saben los que están o no están... Ariel murió el último. Se suicidó, se pegó un tiro el pobrecito. Cuando murió la madre, Lumen tenía que salir a tra bajar y a la chica (Halima) no la podían dejar sola porque entraba gente, parece que un día la golpearon ... no era una chica normal”. / \ L° “ cj
—“Ariel estaba empleado en OSE, pero era un tipo con quien no se po día sostener una conversación. Cuando volvió le dije: “Ariel, cómo te va, tantos añ os ... ” —“Te habrá dicho: siempre”.
‘qué bien está s', porque era
la frase que me decía
- “Se mató un 3 de mayo, hará cinco o seis años, más o men os1. Se ha bía quedado solo (...)”. El Io de mayo estábamos en la ventana de mi ca sa, y ese día todo estaba cerrado. En eso él salió de la casa y cruzó al al macén, se ve que quería comprar algo, pero estaba cerrado y volvió a cruzar. El 2 de mayo fui al almacén y el señor me dijo: "Sabe que estoy
preocupadopor Cabezudo, porque vino tan mal el otro dí a, tan mal, tan , quealgo tení mal a ”. Este hombre fue luego a verlo a la casa y lo encontró todo acurrucado y le preguntaba quien era. Entonces me dijo: “Yo irí a a la comisarí a y da-
rí a cuenta de que este hombre no estábien,\y que vengan a ver lo que pasa”. El se quejaba de que lo iban a robar, de que lo habían amenazado, 1. Exactamente el 3 de mayo de 1988, según los datos del Registro Civil. Tenía 71 años.
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vas y este señor lo encontró con un revólver en la mano. Y le dijo: “¿qué a hacer ?”. Bueno, y después se mató. Por suerte, pobre, si no andana todavía llorando por ahí... Ariel fue el último en morir, en la casa fallecieron antes Halima y Lu men. Halima la niña “boba” (probablemente psicótica, con o sin retardo) dejó también sus huellas en el vecindario. - ‘Toda la familia era muy inteligente. Todos. Incluso la chica, que pa recía tan anormal. Tenía retardo, pero tocaba el piano perfectamente. Se llamaba Halima, creo que quería decir “alma”. De eíla recuerdo una fra se. Al referirse al reloj, el carillón que tenían en la casa, Halima me dijo: “esomelocompróé l”. El , era el padre”.
suerte que se murió . —“Cuando murió Halima, Lumen comentó: ‘qué antes queyo’. Se sentía y era el responsable de su hermana”. De todos los hermanos, Lumen fue el que mejor logró llevar adelante una cierta vida social y profesional. Ingeniero Químico, se dedicó a la docen cia en la Fac. de Química, en el Instituto Normal y en el IAVA. Según E. Tuana “era muy inteligente , pero era un profesor que no podí a cumplir con los horarios”. Un ex-alumno lo recuerda por su bondad —rasgo que todos subrayan unánimemente en él—pero también por la impresión de fragilidad, no de afeminamiento, que provocaba su imagen: muy delgado, algo inclinada su cabeza hacia adelante; llamaba la atención el trato defe rente que tenía con las alumnas, y sus cualidades de excelente profesor. Las vecinas recuerdan que: - “Era con el que se podía tener más contacto. Nos encontrábamos por la calle y se paraba. Decía que se quería casar y que buscaba una persona más joven que él porque —decía— mi madre era muy mayor cuando me tuvo a míy yo tení a esa diferencia generacional. Tenía una manía de persecución terrible. Decía que lo iban a atacar, si estaba en la esquina, o de noche al salir del liceo”. - “Bueno, no estaba tan desacertado, yo también tenía miedo, y en los años 70...”.
El Uruguay se encontraba en la larga noche de la dictadura militar (19731985). Las inflexiones de la época marcan la vida de todos los urugua yos; la persecución que sufre Lumen no se deja reducir a la persecución común, pero es consonante con ella. - “El era catedrático en la facultad de Química y había renunciado junto con toda la cátedra. Dicen que era de una bondad extraordinaria. Pero al encontrarse con él era permanente hablar de temor”.
Losúltimos añ os 469 Un recuerdo desagradable acompaña su imagen: la falta de higiene per sonal. Se recuerda que despedía un olor difícil de soportar. —“Lumencito tenía una infección en los pies, en las piernas, ¡no saben Lo que era eso! Una vez me lo encontré e iba con unos zapatos grandes, ' . porque se ponía cosas adentro, y estaban sucios al máximo. Le dije “¿por qué no te vas a tratar eso!” Y el hijastro del señor del almacén, que era médico lo llevó, pero cuando supo que tenía que hacerse análisis ya no fue más”. —“Cuando —años an tes- él se enfermó de apendicitis, se dio cuenta de lo que tenía y llamó a mi marido, que era médico. Mi marido fue a verio y s apendicitis. Yo te opero si vos me obedecé s, si hacé s lo le dijo: “tené queyo te mando”. Lo internó, lo operó y resultó todo bien. Comió hasta churrasco, y mi marido se reía y decía: “miráal vegetariano, comió churrasco Pero apareció Iris, y armó un escándalo en el sanatorio por que lo habían operado y le habían sacado algo del cuerpo “y si el cuerpo tiene algo esporque lo necesita ”, decía.
Lumen murió solo, a los 60 años, cuando compartía la casa con Ariel. En realidad “vi vían ai slad os el uno del ot ro. Un día Ar i el vio que su her ma - no no ap ar ecía y lo b uscó en su pieza. A síse ent eró que est aba muert o
Se fabricó entonces en el barrio una versión que una de las vecinas, al relatarla, califica de horripilante. —“En ese momento ellos tenían una cantidad de perros, antes no tenían animales, pero en los últimos años la casa estaba llena de perros sarno sos. Se dijo entonces que cuando Ariel encontró a su hermano muerto, éste tenía las manos comidas por los perros”. —“Pero bueno ... hay mucha imaginación. En todo caso el hermano no lo encontró enseguida. La relación entre ellos tampoco era muy buena”.
La versión circula aún, atemperada y situada en el imaginario del barrio. El relato asume de este modo el se dice... del vecindario que no cesó, desde 1935, de intentar, con cuentos y leyendas, decir algo de la locura que localizaban en esa casa. Los recuerdos del crimen también están vivos sesenta años después para quienes, como estas dos vecinas, estaban allí, aún muy jóvenes, en 1935. —“Yo estaba es e día dándole clases a Esthercita I., preparándola para el Ingreso, en el escritorio de la otra casa, del lado de la ventana. En aque lla época esto era bastante tranquilo, no había tanto movimiento, y era un día de verano. Entonces sentimos tres o cuatro tiros. Mi papá no se podía convencer, porque él lo trataba, era taximetrista, y decía que era un hombre buenísimo. Sentimos entonces esos balazos y dijimos: ah.
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pero no son cohetes, parecen tiros. Mi papá estaba en el jardín con sus amontonando gente en plantas y me dijo ¿no sentiste unostiros? se está la puerta de los Cabezudo , porque él quedó caído en los escalones. Lo mató cuando subía para irse, en el jardín, antes del portón que da a La rrañaga. Como tenía barba, gente que pasaba dijo: mataron al jardinero, s que mataron a Cabezudo pero papá se acercó y alguien le dijo: Túsabé y dicen quefue la hijal y él se quedó mal porque lo apreciaba mucho. Luego vino la policía y de todo eso me acuerdo como si fuera hoy; vi nieron en aquellas motos que tenían side-car, y entonces ella se sentó, se arregló la pollera, se tiró la trenza para adelante, le dio la lapicera al Juez, y le dijo: esta lapicera es de mi padre , se le habría caído. Yo la estaba mirando desde allá. Esto me lo dijo mi papá, porque él estaba ahí cerca”.
Si bien en el barrio cundió la versión materna de los hechos, las vecinas no cesaron de insistir con una frase escuchada a una compañera de Iris: “mi r áque no t odo é r a el pa dr e ”.
Los recuerdos remontan más allá de 1935, hasta el fallecimiento de Edelweiss, la hermosa niña de dos años que tanto lloró su madre.) Las versiones que recogimos son siniestras. Nada nos permite afirmarlas ni negarlas. Dicen así: - “Ellos tuvieron otra hermanita que se llamaba Edelweiss; decían que le habían puesto ese nombre porque la habían tenido siendo ya mayores, y es la flor de las nieves. Parece que murió, según el padre, porque se tragó un canto rodado; no dijeron una piedra, eh, dijeron un “canto ro dado”. Entonces vino el médico para hacer la certificación y la hizo sin revisar a la niña, porque el padre tenía una labia muy especial, convencía a cualquiera. Luego ellos dijeron que había sido él que le había dado un golpe a la niña; eso es lo que yo sé por la señora”. - “Ahora les digo mi versión. Lo que yo sé, a través de Lumencito, el hijo, es algo que él me estaba contando un día, después que falleció la gico, porque Iris es paranoica desde que madre y me decía: esto es trá
nació. Porque mirá , yo muchas cosasfio las sabíapero llegué a conclu- siones viviendo con ellos. Y dijo entonces que siendo Iris muy chiquita venían unas primitas, y ella le arañó de tal manera la cara a una que fue algo horroroso, le quiso destrozar la cara, tanto que después dejaron de tratarse con esa familia. Dijo: Date cuenta de eso, y después agregó: yo
estoy convencido dequea mi hermanita la matóella
Esta versión atribuidá a Lumen pone de relieve hasta qué punto Iris se había tomado para su hermano en una figura persecutoria que, al asolar la casa, no cesaba de amenazarlo también a él con su locura agresiva.
Estado actual de la casa (Foto Hernán Fonseca)
Los restos del piano de Halima (Foto Hernán Fonseca)
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—“Ella venía y golpeaba y golpeaba porque no le abrían. Entonces Lu men me dijo que mirara desde mi casa, porque yo vivo esquinada, y que llamara a la policía. Pero, mirá vos si yo iba a hacer todavía eso ¿no?, y le dije: quedatetranquiloquesi laveo teaviso ati”. Las reacciones suscitadas por esa escena en el barrio fueron varias. —“A mi rae habló una vez una persona por teléfono, furiosa con la fa s a tener su milia, diciendo: ella tiene el mismo derecho que los demá casa. Sería alguien a quien ella había convencido, porque convencía a cualquiera”. —“Acá un vecino quería ayudarla a saltar el muro para entrar, y yo le correr. Entonces ella empezó a tocar dije: no temetas, porfavor, dejá novasalapolicí ay hacé sladenuncia? Y timbre y yo le dije: ¿por qué ano, porque ya sabía que la llevaban adentro. me dijo: no, no, alapolicí Pero esa noche ¡qué nervios que pasé!, me pasó tocando timbre y teléfo no toda la noche”. Así nos fue contado el triste y solitario final de cada integrante de la fa milia, tal como se inscribió en la memoria del vecindario, o mejor dicho de las más antiguas vecinas a ellos ligadas, y también cómo, por la vía de estos hechos, quedó allí, vacía, la casa. Su deterioro comenzó a partir de la expulsión de Iris, un deterioro que se acentuó al extremo luego de la muerte de Raimunda. En ruinas y abandonada sigue allí, testigo mudo de esta historia: restos del piano esparcidos por el jardín, cubierto de yuyos; partituras mezcladas con instrumentos de química y libros de todo tipo yacen entre los escombros y la basura, en una construcción que, a pesar de haber quedado sin puertas ni ventanas, conserva la elegancia de sus líneas, y se ofrece así a las miradas de los curiosos que pueden descu brirla desde el gran portón de entrada. Abandonada, fue saqueada por in trusos de la noche, sin que nadie hasta ahora la reclame en herencia. ¿Herencia mal-dita, al no poder ser dicha y asumida como tal? *
Se dice... Los decires de la gente, a medida que “se alejan de los recuerdos “directos” protagonizados por unos y otros, toman la dimensión de la le yenda y del mito. Un se dice continúa vigente en el vecindario, suscitado por la locura y en conexión con ella. Puede ser suficiente que se haya
provocado esa manera de decir, para aseguramos que el sedice, por
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aberrante y escandaloso que sea , (o mesurado y atento) participa de aquello quelo suscita . Esta forma gramatical, que subraya el impersonal de un dicho, indica el defecto de un decir que sigue operando en la memoria colectiva de un barrio, de un país, y es asumido en este caso por quienes nos relataron algunos recuerdos que se pierden en las brumas de algo que insiste en hacerse presente. De esta manera se trenzan detalles fidedignos, confir mados en otras fuentes, con elementos imaginarios suscitados por la in quietud que la locura no cesa de provocar en quien se aproxima a ella. Quizá por eso todos en el barrio se mostraron ávidos de contar, de volver a hablar, como si no pudieran realmente olvidarse de las desventuras de esta familia; como si algo de la locura de cada uno se implicase en la morbosidad misma de los detalles retenidos, en el horror y la exaltación; como si se buscase forjar con las huellas dejadas un relato que al fin de jara reposar a los muertos y a los vivos en paz. pertinente distinguir los testigos cercanos de los acontecimientos y vida de los Cabezudo, de aquellos que sólo conocieron a uno de sus inte grantes y saben cosas por la vía del rumor. Ese rumor creó sus leyendas. Una de las más notables resulta de una condensación de la figura de los dos hermanos, Ariel y Lumen, en una sola, a la que se le añaden toques que le atribuyen por un lado una extrema genialidad, dando lugar así a la figura del científico loco, del genio locot y por otro un final siniestro.
•)e s
Elsa recuerda que “en la casa quedó el hermano ingeniero , que era un genio y que sesuicidóno hace mucho”. La genialidad de Lumen y el fi nal de Ariel se condensan no sólo para esta vecina sino de otra forma, para un profesor, colega de Lumen que lo evoca así: Prof. A. L. —“Lumen era ingeniero químico. Estuvo casado y enviudó. Lo conocí cuando daba clases de química en el liceo Bauzá. Degolló al perro antes de pegarse un balazo. De viejo juntíaba pan para los perros. Vivía en un estado de abandono total, sucio, con olor horrible y juntaba cuanto perro y gato encontraba y los cuidaba. Decayó mucho luego de enviudar. Era un excelente profesor, pero no le interesaba poner orden en la clase. Dominaba los temas que trataba, pero las clases eran un relajo y por el mal olor le perdían el respeto. Era un manso, daba la impre sión de ser un tipo pacífico por demás. Hasta hace poco tiempo los chi2. Dupré, F., La solutio n Allouch, Porge, Viltard, El 1995.
du passage á Vac íe, ERES, Paris, p.9. En español: doble crimen de las he rm an as Pap in , Epeele, México,
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eos del barrio encontraban-en las ruinas de la casa cuadernos con anota ciones del ingeniero. Tenía una enorme cultura, dominaba todos los te mas, cine teatro, etc. y gran inteligencia”. G. —“El hermano mayor vivió ahí y murió un tiempo antes que Lumen. Vivían sin luz ni agua. Lumen se carteaba con Einstein. Tenía una her mana que vivía en el Prado y estaba en muy buena posición económica. Lumen murió por enfermedad, tenía llagas en las piernas y un problema con los líquidos. Encontraron el cadáver varios días después de muerto. Unos decían: se murióCabezudo, y otros que se había suicidado”.
También la dueña del bar de la esquina abunda en la m isma versión: —“Conocí a los dos hermanos. Uno era un genio. Mi hijo ingeniero químico fue alumno de Lumen y dice que nunca vio en el Uruguay a un hombre como él, a una eminencia tan grande en química, física y mate máticas. Fue profesor suyo en la Facultad. Lo recuerda como excelente persona y dice que le debe lo que él es hoy en día. Lumen vivía con pe rros sarnosos y se habrá agarrado la sama”.
El policía encargado de la vigilancia de la casa en ruinas, alcanzó con su relato el acmé del horror: —“Cuando murió uno de ellos los vecinos, por el olor, hicieron la de nuncia y la policía entró. Encontraron el cadáver sin piernas, porque, en fin, el que estaba vivo se habría comido parte del cadáver del hermano. No se suicidó sino que murió del corazón. Era gente que tenían mucha plata. Habitaban los cuartos de adelante, y uno de ellos era profesor de piano (ahí están los restos). Lo que había en la casa estaría en un depó sito judicial para ser rematado con ella (incluso los papeles). Cuando nos quedábamos de noche haciendo guardia acá con otros compañero, pren díamos fuego para entrar en calor y hablábamos de eso y sentíamos un miedo bárbaro”.
Pocos conocieron a Iris en su juventud, salvo las dos vecinas, los demás la veían caminando por el barrio a partir de su expulsión. Algunos cono cen el episodio del crimen, otros no. No saben si ella vive o no. Para Elsa, Iris aún vive, y es la única que queda viva de la familia. La madre es recordada por Elsa como “una persona muy humilde , era del Asilo ”, versión que suponemos inducida por una lectura del apellido Spósito, de la que encontramos eco en un sobrino nieto de Iris.
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—“Murió de gangrena porque todos ellos eran de no dejarse tocar el cuerpo. No se atendían con médicos. Iris se convirtió en bichicome*, caminaba mirando el piso, no levantaba la cabeza. Cuando la jubilaron le prohibieron entrar en la casa; nunca supe donde vivía. Una sola vez entró y agredió a la madre con una piedra. Eso lo contaron los hermanos .
La señora del bar recuerda que, en ocasión de las Elecciones nacionales, en noviembre de 1984, Iris fue a votar al barrio y fue a tomar un capu chino. Ella se dio cuenta.de que estaba mal de la cabeza "porque se lo
hizo cambiar varias veces: que estaba muy oscuro o muy claro, o muy lleno o muy vacío . No aparentaba ser tan vieja. Era una señ ora delgada, , que aún estáviva y se encuentra internada en el Hospital Psiquiá alta - trico”. Las versiones difieren, y con ello realzan las huellas que esta historia de locura dejó en los vecinos de la familia Cabezudo y en su barrio.
El final de Iris El 11 de noviembre de 1981 Iris es internada en el Hospital Vilardebó en el que permanece hasta el 22 de marzo de 1984; sale y muere un año después. De esa internación hay un documento, el más pobre mejor guardado que encontramos a lo largo de nuestra investigaciónyins tenía 66 años, y como en las otras internaciones, de las qúe no encontramos rastros, fue llevada allí por la policía, como vagabunda. Presenta “interé s docente” y es por ello internada en la sala de la Facultad, dejando cons tancia de que “impresiona como la reorganización de un delirio crónico a mecanismo interpretativo e imaginativo” y se la medica con haloperidol y cloropromacina. Pocas palabras de Iris fueron allí transcriptas. Así, por ejemplo: “que le impiden progresar y escribir sus ideas sobre el país”. Que los judíos , y queobligan a losjugadores defútbol, me- “fomentan el proxenetismo , a dejarse la barba”. Consta también su rechazo por los diante chantaje psiquiatras, su convicción de que “el manicomiofunciona como una or-
ganización comunista y que la interrogan a uno para ver si la enojan”.
*. Expresión montevideana para designar al pordiosero.
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Identiñca entre los psiquiatras el nombre del Dr. Etchepare* como el de un perseguidor y se niega a hablar a los médicos de sus escritos que no entregará “salvo a la Junta deGenerales ”.
“¿parafrenia? Persisten ideas de- lirantesquemantienen su inquietud. Seeleva la dosis dehaloperidol y se confirma el diagnóstico deestructura bipolar en la quese han exacerba- do , seguramentecon la edad, losrasgosparanoicos A la semana de su internación, el parte diario informa: “Dice sentirse bien. Verborragia continua ”. Un mes después se le autorizan paseos. A Unos meses después el médico anota:
com ienzos de 1982 se busca sin resultados a su hermano, para analizar su posible egreso, luego se piensa en encontrarle un Hogar de ancianos. Mientras, el tiempo pasa, y en junio de 1983 Iris se enoja con un interlo cutor, le dice “que tiene que escribir y que no puede terminar su vida ahí ”. No quiere ir a una casa de salud porque “tiene un ré gimen vegeta- riano La medicación se modifica y ella sigue ahí. Al haberse destruido la historia clínica anterior, nada se sabe en el Servi cio de la vida de Iris, que “noquiereaportar datossobresu vidafamiliar ni sobre el monto de su jubilación finalmente, a través de uno de los integrantes del equipo médico se enteran de que a los 20 años mató a su padre y estuvo en la cárcel. En abril de 1982 se manejó nuevamente la posibilidad del alta pero ella no aceptó que se la condicione a un control médico regular. Así las cosas, el tiempo pasa y es un acontecimiento ex terno el que determina su alta en marzo de 1984: la mudanza del Hospital Psiquiátrico. ¿Se fue Iris a casa de una enfermera como lo relata E. Tuana? No tene mos datos confirmatorios. De lo que no cabe duda es de su final en la ca lle Blandengues. Un año después, el 12 de julio de 1985 falleció Iris a consecuencias de “un paro cardiorespiratorio” —según el dato recabado en su acta de de función- al ingresar de urgencia, una noche, al Hospital Pasteur. Había vivido durante ese año en sus inmediaciones, en una pensión de la calle Blandengues. Un pensionista hizo de ella esta última evocación:
*. Nombre del primer catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina del Uruguay. Llevan su nombre una clínica psiquiátrica en la ciudad y un asilo en las afueras de la misma.
Losúltimos añ os 477 “Dormía en la pieza que da sobre la calle; recuerdo que por las mañanas escuchaba en la radio los avisos fúnebres, mientras miraba por la venta na abierta hacia la vereda de enfrente: allí, ven Uds., había hasta hace poco una funeraria”.
Capítulo veintisiete
Cuadro de familia El caso que nombramos Iris, para destacar a quien por su acto y sus es critos intentó hacer saber de aquello en lo que estaba inmersa, tiene una dimensión social y familiar que se hizo patente desde sus primeras noti cias. Su peculiar modo de participación -el de Iris—fue desconocido en la construcción jurídico-psiquiátrica que colocó en el primer plano la locura del padre. Pero aun desde esa perspectiva, no dejaron de destacarse la intensidad de “las tensiones sociales” en esa familia, y puede decirse que la locura no apareció en ningún momento, ni siquiera en los inicios del caso como un asunto puramente individual —sólo del padre, por eje m plosino como algo que involucró a todos sus miembros, aunque se intentó separar arbitrariamente al “enfermo” de los “sanos”, al “loco “de los “cuerdos”. En 1957 Iris volvió a poner a su familia sobre el tapete, o mejor dicho, volvió a plantear la cuestión de la locura en su dimensión familiar, esta vez bajo otro sesgo: el de la posible locura de la madre. La presenta co mo alguien que enloquece a sus hijos y a ella en particular, con supuestas maniobras de un Plan de destrucción y como alguien que no cesa de de batirse con la presencia fantasmal del marido muerto. Al Dr. Brito del Pino no se le escaparon los aspectos familiares del planteo de Iris y, aun que ellos no hayan pesado en su modo de responderle, los señaló a modo de introducción al caso: “ Lospadres , ambos (....) con graves deforma
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, normal dones desuspersonalidades. Doshermanos(...) esquizoide uno o casi normal el otro. Unahermana (...) intelectualmentedisminuida ”l. asdela situaciónfamiliar” se han ido desplegan Sin duda las “anomalí do en forma sesgada a lo largo de estas páginas, pero al llegar a este punto pueden formularse una serie de hipótesis acerca del tramado de la locura en esta familia.
Quizá pueda resultar sugerente aproximar el cuadro familiar presentado por Iris al cuadro de las Meninas pintado por Velázquez, al que Lacan propuso considerar como ejemplar de una descripción clínica, psicoana lítica3. La importancia de la puesta en perspectiva de los personajes, permite distinguir los distintos planos y puntos puestos en juego por el artista, así como su propia inclusión en el cuadro; también está su cálculo preciso del lugar desde donde el cuadro ha de ser mirado. Si aproximamos esta última peculiaridad del arte de Velázquez a la pre sentación que Iris hace de su familia, podemos interrogar el lugar que nos es asignado en el juego mismo de las perspectivas que ella establece. ¿Hasta qué punto suscribimos al cuadro que nos presenta? ¿Hasta qué punto aceptamos ser incautos de su parcialidad? Responder a esta pre gunta supone usar recursos que hagan posible interrogar á la perspectiva misma/Por ejemplo, será error de perspectiva en este caso plantear una opción entre la primera versión: el padre está loco, y la segunda: la madre está loca, o una tercera: Iris estaba loca. Habría aún otra opción: todos estaban locos pero nada hay de articulable entre la locura de unos y otros. ¿Cómo puede cifrarse el caso sin producir ese tipo de errores? ( * * 9 En primer lugar intentemos precisar mejor de qué modo Iris nos conduce a hacer caso de su familia. Para ello partamos de una descripción clínica que hace Lacan, en Les complexesfamiliaux, y que dice así: “Fuera de los casos en donde el delirio emana de uno de los padres afectado por alguna perturbación mental que lo coloca en postura de ti rano doméstico, hemos encontrado constantemente estos delirios (de a dos) en un grupo familiar que hemos llamado descompletado, allí donde el aislamiento social al que es propicio alcanza su máximo efecto, a sa 1. Qr. Cap. XIII. 2. Lacan, Jacques, Les complexes famili au x, Navarin, París, 1984. En español, La fa milia , Ed. Argonauta, Bs. As., 1987. 3. Porge, Erik, Littoral , n° 26, “L’analyste comme Velázquez dans Les Ménines”, Érés, EPEL, Paris, 1988.
Cuadrodefamilia 481 ber en la “pareja psicológica” formada por una madre y una hija o por dos hermanas (ver nuestro estudio de las hermanas Papin), o más rara mente por una madre y un hijo”4.
Con esta distinción clínica se puede situar el caso de Iris como la pre sentación de un tríptico que muestra la estructura de sus lazos familiares en tomo al punto pivot del crimen. En el lugar central del tríptico estaría lo que el crimen mostró; desde allí se esboza un antes y se bosqueja un después. Antes del pasaje al acto la escena familiar en casa de los Cabe zudo es pintada por el pincel materno, que Iris refrenda, como la de un grupo, conformado por la madre y sus hijos, dominados por “el tirano doméstico”. Luego del acto se ponen en evidencia los avatares de una “pareja psicológica madre—hija”, su dislocación.
Antes del acto homicida Bajo la certeza que determinó el acto, la hija hizo coro con la madre, y ambas presentaron una versión común del tirano doméstico. Esta versión se reveló como la versión materna del caso, mediante la cual Raimunda atestiguó públicamente de los fuertes y disímiles lazos que la implicaban en la relación con su marido y con su hija Iris. Por un lado ella sustentó la tiranía de Lumen: apaciguadora a veces, bus cando ser la mujer deseada por él bajo los rasgos de una sirvienta empu tecida, con la necesidad de creer y no creer que sería asesinada, envene nada por él, víctima de su Plan; por otro lado Raimunda buscó hacerse fuerte con sus hijos , y dar batalla a la persecución, arrogándose una mi sión salvadora. ¿Fueron los hijos de este matrimonio los que, durante 22 años, mantuvieron el equilibrio de fuerzas que aseguró la convivencia, para que no se repitiera —sin dejar de estar siempre presente—esa otra historia anterior que nos llega en términos de imputación a Lumen de ex cesos sexuales que habrían desembocado en la muerte de su primera mujer y de su hijito? Si así fue, algo de carácter altamente perturbador para la madre tuvo que ocurrir allí hasta el punto de romper el precario equilibrio; tal vez ese he cho nos es indicado por ella cuando inicia el capítulo titulado “Iris. El últimodí a ” con un largo lamento por Edelweiss, “la preciosa nena” cuyo duelo parece haberla desestabilizado muy profundamente, y respecto al
4. Lacan, Jacques, Les complexes familiau x, Navarin, Paris, 1984, p.87-88.
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cual queda situada Iris como consoladora, sí, pero ineñcaz de dicho duelo5. La oscura muerte de esa niña, cuya inscripción ha resultado inhallable hasta ahora en el registro de nacimientos y de fallecimientos, puede ser considerada, quizá, como el. punto de inflexión que trasuntó el desmejo ramiento progresivo que Iris percibió en su madre. Tengamos presente que en esta familia nadie puede simplemente morir; cada muerte implica, al menos para la madre y para Iris, el fantasma o la efectuación de un asesinato. En el horizonte del escrito materno no ha de desconocerse la posible im putación al padre de un nuevo crimen filicida. Raimunda no lo dice, pero insiste en permanente estribillo sobre la amenaza de muerte que pendía sobre ella y sus hijos. La muerte de una joven madre de 22 años y su hi jo , cuya responsabilidad parcial sí es imputada a Lumen, el episodio del aborto por golpes, la muerte del varoncito de 8 meses hijo del segundo matrimonio, constituyen un contexto que destaca aún más el lugar parti cular que ocupó para la madre la muerte de Edelweiss y la posible impu tación de esa muerte al padre, como no deja de plantearlo una versión vecinal. En 1935 éste fue descrito, en la perspectiva materna como “fiera agresiva”. Los hijos, en especial Iris, asintieron aunque con matices. La versión materna fomentó —sin saberlo- el pasaje al acto de Iris. El arimen llegó al público como “solución” al drama familiar mediante la elimina-^ ción del “tirano doméstico”. Sin embargo, Iris pondrá un fuerte bemol a esta perspectiva, al incluir en 1957 la acción de la madre en el drama. Iris, que no desconocía a los clásicos griegos, se encontró iluminada por un film, The Browning ver- sión6, cuyo título indica la presencia temática, en un segundo plano, del Agamenón de Esquilo (Browning nombra al autor de una supuesta ver sión libre del “Agamenón”). El asesinato vengador de Clitemnestra, dan do muerte a su esposo Agamenón por el sacrificio de su hija, Ifigenia, se sitúan pues como trasfondo de su iluminación. “La acción de la esposa me estuvo recordando de continuo el modo de ser de nuestra madre: lo mortificaba de continuo (...) ella actuó así,
5. Sobre la función del duelo cfr J. Allouch, Erótica del duelo en el tiem po de la muerte seca. Edelp. Bs. As. 1996. 6. The Browning versión, versión de la obra teatral de Terence Rattigan, dirigida por Asquit, nueva versión 1994 con Albert Finey.
Cuadro defamilia 483 exactamente así, con nuestro padre y luego continuó actuando así con cada uno de los hijos (...)”.
La “mortificación” infligida a Agamenón, y -de manera menos cruentaai protagonista de la película, ilust^árpara Iris, la modalidad relacional de Raimunda para con Lumen. Las respuestas de Raimunda a Lumen no fueron de asentimiento a la pa labra delirante, ni de ruptura o de huida, sino qué sus respuestas implica ron la autentificación, la adhesión y la creencia en las palabras de su ma rido, pero bajo una forma de adhesión muy particular. Sus respuestas se dejaron regular por las palabras de Lumen, hasta el punto de creerse en venenada por él y de pensar que él tramaba su asesinato cuando lo vio leyendo el Código Penal. En este sentido Raimunda parece codelirar con Lumen y arrastrar a sus hijos en esa posición. El delirio posterior de Iris tendrá una función deíctica, al intentar mostrar la implicación de su madre con la locura jugada en la escena familiar. Pero —y éste e s el punto de complejidad que presenta Raimunda—ella no dejó de poner un límite a ese “co-delirio”, desmintiendo activamente su posible efectuación crimi nal. Se plantea pues la cuestión de cómo pensar la implicación de Raimunda en la paranoia de su marido primero y de su hija después. ¿Psicosis de Raimunda? ¿Delirio de Raimunda? Es una posibilidad que algunos pa sajes sugieren: megalomanía, temores de envenenamiento jugados en la certeza, aislamiento, tenor paranoico de muchas de sus respuestas ...Pero quizá éstos y otros aspectos no sean suficientes para responder en forma afirmativa. ¿No se trataría más bien de una posición masoquista llevada a su límite en el encuentro con la paranoia? ¿Cómo fundamentar esta posibilidad? Se recordará por ejemplo, que Raimunda se convirtió en objeto menos preciable, sin dejar de pretender llevar a cabo su misión salvadora. Espe ró ser llevada al borde de la muerte, siempre al borde y sólo al borde. Se aferró a esa escena que se prolongó años hasta el punto de no poder creer que su hija le pusiera finV Su reacción posterior fue la de restituir la esce na, primero hablando del muerto como si aún estuviera peleando con él, luego participando en una situación paranoica de análoga estructura, con su hija Iris y, así como esperó la muerte de manos de Lumen, parece ha berla esperado luego de manos de su hija, como podemos conjeturarlo a partir de la decisión del psiquiatra que prohibe a Iris volver a su casa. No
484
Extraviada
deja de ser una conjetura: no hay un segundo escrito de Raimunda en esta ocasión. /
Hemos de salvar, sin embargo, las diferencias entre las dos situaciones: con su esp oso ella jug ó al borde de la muerte sin creer realmente que el pasaje al acto pudiera efectuarse. Con Iris, “el antecedente” parece haber atemorizado a Raimunda, creando un límite, una advertencia hasta el punto de llevarla a poner de su parte para interrumpir dicha escena. El acto de Iris tuvo consecuencias para Raimunda. Algunos aspectos del estilo masoquista, señalados por G. Deleuze7, a quien nos remite Lacan-en la sesión del 26.3.69 (D’un Autre áV autre) nos parecen claramente señalables en Raimunda:
“la persuasión y la educación”, (...) “una ví ctima que busca un verdugo, que necesita formarlo, persuadirlo, hacer alianza con é l para una extrañ a empresa; una empresa fundamental- mente educativa ” que “le hace correr los riesgos inherentes a la empre- sa pedagógica” (...) “Un arte del suspenso que nos coloca del lado de la ví ctima , nos fuerza a identificarnos con la ví ctima, a diferencia de la acumulación o precipitación en la repetición que nos conduce má s bien , del lado de los verdugos, nosfuerza a pasar del lado del verdugo sádi- co ”. (...) “Un lugar de la mujerprostituta (que ) cobra un sesgo particular en el masoquismo ”. (...) “Es necesario que el sistema de crueldades sea asumido por la buena madre, y a partir de allísea profundamente transformado, puesto al servicio del ideal masoquista de expiación y re- nacimiento ”. Un lenguaje en el que domina
En la sesión mencionada Lacan destaca el lugar de la voz como objeto a, destinado en la perversión sado-masoquista a “tapar el agujero del Otro” y comenta: “El masoquista, se hace garante de no responder a la voz del otro sino como un perro . Se organiza pues de algún modo para perder la
voz .
Recordemos uno de los tantos relatos de Raimunda, uno que nos parece particularmente revelador de su posición:
7. Deleuze, Gilíes, Pré se nt at io n de Sa ch er M aso ch , Ed. de Minuit, Paris, 1967. En español. Sache rMasoch y Sade , Ed. Universitaria de Córdoba, Córdoba, 1969.
Cuadro defamilia 485 “Después de la bochornosa escena que acabo de relatar, Lumen quedó consolidado en su posición, pues vio que yo tenía vergüenza de que transcendiera al exterior lo que pasaba en casa, prefiriendo callar y so portar sus brutalidades y sus injustas acusaciones, en silencio^-y desde entonces, siempre que trataba de imponer algo, haciéndose el loco, me pegaba cuanto podía. Muchas veces me trató así; y muchas, también soporté sus golpes sin de fenderme y obligando chicos a que dejaran que me pegara sin in tervenir en absoluto (lo que había pasado con la interyención de Víctor me había servido de advertencia). Me dejaba pegar sin defenderme, y no porque tenga yo pasta de víctima (siempre lo miraba fijo a los ojos mientras rae pegaba) sino porque sabía ppr amarga experiencia que eso era lo menos malo que podía pasar (...)”. )
En la posición de Raimunda encontramos, nd sólo la puesta en juego de estos aspectos, sino además la práctica inconsciente de la operación des crita por Freud cuando se aboca a identificar el mecanismo de la perversión y que nombró la desmentida, (Verleugnung) . En la escena que sigue al crimen Raimunda no puede creer en lo que ve, y luego, en su manera de seguir perpetuando en los años que siguieron la escena conyugal, si gue presentificando esa misma dificultad al desmentir aquello que la per cepción le ofrece com o dato: la muerte de Lumen. n
Con estos elementos conjeturamos sea más adecuado situar la implica ción de Raimunda en el caso a partir de un masoquismo estructural, y no de una psicosis. El goce inseparable dé la batalla que se planteó para Raimunda desde el primer encuentro con Lumen en el Centro Natura, se develó, mucho más tarde a Iris en el rostro de su madre haciendo sufrir a un canario enjaula do. Para ella, sus padres, enjaulados ambos en esa casa-prisión, procrea ron seis hijos (o siete si contamos el aborto) paulatinamente instalados ya como espectadores, ya como instrumentos matemos de esa escena sus tentada en la muerte, la violencia y el sexo. El pasaje al acto de Iris pre tendió poner un fin a ésto ¡Basta! y pasar a otra cosa. Fue su primer cua dro ofrecido al público. Este la percibió como heroína de una tragedia familiar, cuya complejidad dejó en la sombra. .En realidad, Iris estaba atrapada en un malentendido fundamental: el de creer que su madre an siaba verse liberada de la escena mortífera. 8. Freud, Sigmund, Obras 1976.
Completas, “El
fetichismo”, t, XXI Amorrortu, Bs. As.,
486
Extraviada
El crimen y la versión materna del mismo, mostraron de qué modo la re lación a los hijos se articulaba desde siempre con el tenor mismo del lazo conyugal, hasta el punto de que no pudieron constituirse las relaciones de filiación como lugar distinto al de una alianza con la madre contra el pa dre. N o hubo posibilidad para los hijos, y en especial no la hubo para Iris, de acceder a la disimetría de los lugares materno y paterno. Los hijos respondieron a la madre con matices, que trasuntaron también sus efectos en la fratría: Iris la mayor, la “más buena”, la futura maestra, confidente de su madre. Ariel su guardaespaldas, el que luego será expul sado por. insubordinarse a la regla materna que le exigía poner a contri bución su dinero. Halima, ¿boba o psicótica? protegida por unos y otros, en especial al final de su vida por Lumen, el hermano menor, el más “normal”, el universitario que sostuvo la casa y se hizo cargo de las mu jeres: su madre y su hermana. Diferentes sí, pero todos concernidos por la persecución hasta el final de sus vidas, todos ligados a esa madre que con ellos, cuando eran niños, replicaba a su marido, todos concernidos por el crimen del padre. El crimen, que pretendió ser una solución, trajo en realidad un problema aun más oscuro al menos para Iris. En su planteo dice, sin saberlo, su fi jación en el lazo materno que se puso en evidencia para ella como efecto inesperado del acto.
La revelación que operó el acto (. *v *^
Con esta nueva perspectiva Iris reveló el punto de falla de la versión materna, al caer en la cuenta del lugar que ocupaba en el grupo familiar scoup , el lugar que le fue asignado por “descompletado”. Ella leyó, apré la madre a los hijos: lugar de instrumentos en la batalla entablada. Des cubrió a partir de su acto homicida qué alcance tenía el lugar privilegiado que ella ocupaba para su madre. El asesinato del tirano doméstico reveló, por sus consecuencias dispares en madre e hija, el estatuto narcisista en el cual funcionaba esa “pareja psicológica” y, paradojalmente, instauró una cierta disparidad. Una dis paridad que no logró sostenerse sino en una escenificación paranoica, en la cual Iris reivindicó -a costa de mayor persecución- su diferencia. A partir de la ruptura de la alianza madre-hija, cuyos determinantes hán sido ya largamente analizados, se puso en marcha pues, una disparidad que, bajo la forma de la reivindicación, Iris intentó sostener con las fabri
Cuadrodefamilia 48 7 caciones de su delirio. Si luego del pasaje al acto asumió su protagonis ”, más tarde —y no sin los efectos paranoizantes de mo con un “yo lo maté la sentencia judicial—rechazó esa forma de enunciación para asentir al lugar de instrumento materno. A partir de sus escritos, ella hace a su ma dre responsable del acto homicida. Tal es la versión que Iris logró fabricar, el otro cuadro que presentó en 1957, cambio de perspectiva que explica su nueva manera de aludir al crimen de su padre, su nueva manera de incluirse en el cuadro familiar, al poner enjuego el protagonismo decisivo de su madre. No encontró el ti po de respuesta con la que hubiera podido, quizá, hacer otra cosa. La es critura fue la única tabla que quedó al alcance de Iris en medio de este naufragio.
Anexos
Anexo 1
Arbol genealógico de Iris Cabezudo Sposito Luis Higinio Cabezudo - Carmen Portillo \Skc -(+ 19 0l) I (+1918)
Genaro Spósito - Victoria Poiré I
Iris
Ariel
Lumen
Halima
Lumen
( 1915- 1985)
( 1917- 1988)
( 1919- 1920)
( 1921-?)
( 1927- 1987)
Edelweiss ( 1930 - 1933)
Anexo 2
Datos filiatorios de la familia Cabezudo Spósito Fuentes de los datos:
RC —Registro Civil. RS —Escrito de Raymunda Spósito A
-Dedu cción hipotética
-Iris Cabezudo Spósito es hija de Lumen Cabezudo Portillo y Raimunda Spósito Poiré. —Lumen, el pad re de Iris Nace el Io de julio de J8§2)(RC) y muere el 12 de diciembre de 1935 (RC), a los 53 años, asesinado por Iris. Es hijo de Luis Higinio Cabezudo, fallecido el 21 de junio de 1901 (RC) y de Carmen Portillo, fallecida el 11 de enero de 1918 (RC). Fue el hijo mayor de cuatro hermanos: Siul, Noela y Zulma. Todos ellos se casaron y tuvieron hijos. Lumen se casó, en primeras nupcias, el 23 de diciembre de 1907 (RC) con Emilia De León Torres, nacida el 27 de agosto de 1889 (RC) y cu yos padres fueron Manuel De León, de profesión comerciante, y Juana Torres, de profesión labores. Emilia muere el 21 de febrero de 1911 (RC) de tuberculosis (RS). Tuvieron un hijo, Lumen Virya Cabezudo De León, que nace el ? de ? de 1909 (RS, A) y muere el 21 de octubre de 1912, a la edad edad 3 años (RC) también de tuberculosis (RS) o de “bronquitis”, según señala la partida de defunción (RC).
494
Extraviada
Lumen, de profesión agrimensor, se casó en segundas nupcias, el 8 de setiembre de 1913, (RC) con Raimunda Spósito Poiré, de profesión maestra, aunque el acta de matrimonio dice “labores de su sexo”.
Ra imun da, m adre de Iris Es conocida también por familiares y vecinos por el nombre de Dominga. Sin embargo este nombre no figura en ningún documento escrito. Nació el 30 de diciembre de1889, hija de Genaro Spósito, empleado, de nacio nalidad italiano (RC) o, según su hija, austríaco criado en alta Lombardía, y de Victoria Poiré, ama de casa, de nacionalidad italiana. Raimunda tuvo una hermana, Eugenia y un hermano Victor, que fue tes tigo de su boda. Quizá tuvo otra hermana que no logramos identificar. Eugenia se casó y tuvo dos hijos. No tenemos otros datos de la familia. Raimunda fallece el 28 de febrero de 1974, (RC) de “gangrena en una pierna”, de “tétanos” (según vecinas), a los 85 años. Los hijos de Lum en y Raimunda, por orden de nacimiento , fueron: 1. Iris Cabezudo Spósito Nació el 21 de febrero de 1915 (en la seccional 15 Mvd, acta 180) (RC), y falleció el 12 de julio de 1985, en una pensión de la calle Blandengues Oficina 3, Acta 7580778- (RC), de un “paro cardiorespiratorio” a los 70 años. 2. Ariel Ca bezudo Spósito Nació el 20 de mayo de 1917 (Seccional 15. Acta 299) (RC) y falleció el 3 de mayo de 1988. (Oficina 3. Acta 463) (RC). Se suicidó de un balazo a los 71 años (RC). 3. Lumen Cabezudo Spósito Nació en setiembre de 1919 (RC) y falleció a los 8 meses (RS) el 19 de mayo de 1920 (RC). Causa desconocida. 4. H alima Cabezudo Spósito Nació el 15 de marzo de 1921 (RC 12a. sección, 213) y su fallecimiento ha de ubicarse entre la muerte de su madre (1974) y la de su hermano Lumen (1987) (vecinos) “a los sesenta y pico”. Causa desconocida. 5. Lum en C abezudo Spósito
Anexo 2
495
Nació el 9 de diciembre de 1927 (en la 12.Sección.RC) y falleció el 13 de julio de 1987 (Oficina 3. Acta 803) (RC) a los 60 años. Causa desconoci da. Entre Lumen y Edelweiss, Raimunda tiene un aborto , que imputa a los golpes recibidos el día antes. Esto ocurre el 21 de octubre de 1929 (RS), el día antes del entierro de Don José Batlle. 6. Edelweiss Cabezud o Spósito Nació, según inferencia de los autores, en noviembre de 1930 (A), ya que falleció en enero de 1933 (RS), en un “ataque horrible”, según la madre. Tenía “dos años y tres meses” (RS). En el vecindario hay versiones más siniestras de esa muerte. De todos los hijos es la única de la que no logramos encontrar datos en el RC, ni de su nacimiento ni de su muerte. Ningún miembro de la familia Cabezudo Spósito se casó. Ninguno tuvo hijos. Menos Iris, todos fallecieron en la casa familiar de la calle Larra ñaga. No hay primos de Iris que lleven su apellido como primer apellido, ya que dos de sus tías eran mujeres, y el tío varón tuvo hijas mujeres.
a Quienes llevan el apellido hoy en dí pertenecen pues a la descendencia de un hermano de su abuelo. A pesar de un origen común en Noya (Galicia), la familia al emigrar se dividió, viniendo el abuelo de Iris a Montevideo y yendo su hermano Miguel a Buenos Aires. De la generación de los abuelos de Iris tenemos muy pocos datos, que no dejan de ser por ello significativos. El abuelo paterno, Luis Higinio, tenía 2Q años cuando emigró de España por razones que desconocemos. De mayor fue Corredor de Bolsa. Era ateo, anticlerical, hasta el punto de buscar para sus hijos nombres que no figuraran en el santoral. Su mujer, la abuela paterna de Iris, Carmen Portillo era hija de Pedro Portillo, comerciante, que —según la misma fuente (el hijo de un primo de Iris)—en una de las crisis económicas del siglo XIX se endeudó al no recibir desde Europa el pago por la venta de lana. Acosado por sus acreedores vendió su casa y se mudó a la de su yerno, Luis Higinio. Al no poder cumplir con los pagos se suicidó, tirándose en el arroyo Miguelete. A los pocos días el dinero que le debían llegó de Bélgica. Su
496
Extraviada
muerte se produjo en 1887, es decir cuando su nieto Lumen ya tenía 4 años. Raimunda Spósito amenaza a Lumen en determinado momento con tirarse al arroyo Miguelete como el abuelo de él. De los abuelos maternos no tenemos más datos de los y a consignados.
Anexo 3
Cronología
188lju\io Io
Nace Lumen Cabezudo.
i 557—febrero 10
Se suicida Pedro Portillo, Abuelo materno de Lumen.
1889agosto 27
Nace Emilia De León Torres, primera mujer de Lumen.
diciembre 30
Nace Raimunda Spósito.
- junio 26 1901 1903
Muere el padre de Lumen, Luis H. Cabezudo.
i.907-diciembre 23
Se casa Lumen con Emilia De León.
1909
Nace en ese año el hijo de esa pareja, Lumen Virya.
Primera presidencia Don José Batlle y Ordóñez.
Reencuentro en el Centro Natura de Lumen y Raimunda. Lumen está estancado en sus estudios de agri mensura.
1910
Raimunda trabaja con su hermana en el Asilo Maternal n° 2 en donde ésta es directora. Lumen presencia los exámenes de los alumnos de Rai munda. La mujer de Lumen está enferma. Encuentro en la Confitería Americana luego de una conferencia.
49 8
Extraviada
1911
Segunda presidencia de Batlle.
febrero 20
Muere de tuberculosis Emilia De León. Raimunda se va a Europa por dos años y el día de su partida Lumen le propone matrimonio. Un acontecimiento importante ocurre en la fa milia de Raimunda. De haber sido informada hubiese decidido no casarse con Lumen. Lumen se recibe de agrimensor.
1912 —octubre 21
Muere de “bronquitis” Lumen Virya, del hijo de Lumen y Emilia.
1913 - julio o agosto
Raimunda asiste a un congreso en Gantes y re toma a Montevideo.
setiembre 8
Casamiento de Lumen y Raimunda Vida en la calle Estomba.
1914
Comienza la primera guerra mundial.
i P i 5—febrera 2
Nace Iris.
1917
Viven en Cno. Cibils. En esos años Lumen tiene un accidente de bici cleta. Primeros golpes: Raimunda embarazada de Ariel, interviene su hermano Victor. Víctor se va de la casa de Lumen y Raimunda.
mayo 1
Muere J. E. Rodó
"mayo 20
Nace Ariel.
1918o ñero 11
Muere la madre de Lumen, Carmen Portillo (Reg Civil).
febrero
“ataque a la cabeza” (?) de Iris.
191 9 -setiembre 1920mayo 19
Nace un hijo ai que llaman Lumen. Muere Lumen , niño de 8 meses.
Anexo 3
1921 —marzo 15 1923
499
Nace Halima. “Ataque a la cabeza” de Ariel. Enfermedad de Halima.
1924 1927 —diciembre 9
Lumen padre muy interesado por la teosofía.
2929-marzo
Escena en la que Lumen amenaza con el revol ver a Raimunda. Esta esconde el arma y lo co munica a Iris.
mayo
Nueva escena ligada a la anterior. .
octubre 21
Muerte de Don José Battle y Ordoñez.
octubre 22
Raimunda tiene un aborto cuya causa atribuye a los golpes de Lumen.
1931 —noviembre 19
Nace Edelweiss Reg.Civil).
1933— enero
Muere Edelweiss a los dos años y tres meses. (Dato no encontrado en Reg.civil)
marzo
Golpe de estado de Terra al que responde el sui cidio de B. Brum, ex-presidente de la República y líder del batllismo.
1935 —marzo 15
En ocasión del cumpleaños de Halima episodio de “ la puerta del fondo” .
Nace otro hijo al que se le da nuevamente el nombre de Lumen.
(Dato
no
encontrado
en
Iris “se entera” de cómo son las relaciones se xuales. set—octubre
Lumen declara a su mujer: “Estás como en un brete”.
diciembre 11
Examen de pedagogía de Iris con resultado me diocre. Su madre le dice que vuelva a rendirlo. Las autoridades de la enseñanza se rehúsan a in validar el examen aprobado.
50 0
Extraviada
diciembre 12
Iris mata a su padre, se entrega a la policía y comienza el proceso. (Cfr. cronología detallada del proceso en Anexo 4).
16
Primeros escritos conocidos de Iris, desde pri sión.
1936
Guerra civil en España.
mayo
Raimunda Spósito entrega su texto al Juez.
junio 25
Presentación del caso en la Sociedad de psiquia tría.
julio
Publicación en la Revista de Psiquiatría del pe ritaje de 1 Dr. Camilo Payssé, bajo el título Psi- cogé nesis de un parricidio .
1938 - abril 22 1939 —mayo 17
Iris es excarcelada. Fallo judicial que declara a Iris inimputable. Iris termina sus estudios de magisterio y co mienza a trabajar haciendo suplencias. Segunda guerra mundial.
1940
Iris se equivoca en un problema de aritmética, pierde el concurso y no puede ocupar ese año ningún cargo suplente. Enton-ces experimenta el desprecio de su madre. homenajes a J. P. Varela a los 60 años de su muerte.
1941
Iris trabaja en suplencias ininterrumpidas y en trega el primer sueldo a su madre.
1942 1943
Disputa entre Ariel y su madre por dinero.
1944
Iris grita a Raimunda que no le hable más del padre.
Raimunda echa a Ariel de la casa. Este tiene 21 años. Ella cree que él la va a matar a distancia. Ese año Raimunda compra el tero.
Anexo 3
501
Iris trabaja en la Escuela n° 140. Permanecerá allí 7 años. Final de la guerra.
1947
Iris sitúa en esa época la aparición del olor a naftalina.
1948 1949
El olor persiste.
195053
Iris conversa con sus amigas de la angustia que estaba sufriendo por el derrumbre en su com prensión de la personalidad de su madre.
1951
primer sumario en Enseñanza Primaria.
junio
En defensa de Lumen, Iris responde a Raimunda y ésta cristaliza como perseguidora.
Iris es trasladada a la escuela n° 63 , en La Cruz.
1953
Iris comienza a visitar a Ariel e intenta li-derar a sus hermanos contra su madre.
1954 - junio 29 1955
Episodio en la inspección departamental.
abril
Abre sus puertas la escuela católica de La Cruz.
Iris se percata que fue criada por Raimunda co mo ser “neutro”. La escuela n° 63 cambia de directora.
julio
Iris declara a la directora que no la dejará entrar más a su clase porque le hace perder el tiempo.
agosto
El inspector zonal visita a Iris y a su clase.
setiembre 16
Iris es suspendida de su cargo.
octubre 11
Se le inicia un segundo sumario.
noviembre 28
Muere el Dr. Camilo Payssé.
1956 —enero febrero,
Iris construye una casita para el tero.
setiembre
Lee un libro de hindúismo y resitúa su “punto débil”.
oct. nov
Reaparece el olor a naftalina.
Extraviada
50 2
noviembre 5
Finaliza la actuación sumarial y se da a Iris la última oportunidad para presentar sus descargos. Presenta sus escritos.
Hacia fin de año
Muere el tero. Enfermedad del canario.
195 7—Comienzos de febr. Iris va a consultar al Dr. Más de Ayala por su madre.
Es internada en el H. Vilardebó en e l servicio del Dr. Brito del Pino. Escribe una 300 páginas, durante su internación. Iris fecha las primeras páginas que luego son publicadas.
abril 8
Fecha de los escritos posteriores.
junio 10 En fecha incierta
Iris es dada de alta con dos condiciones: no ha de retomar ni a su familia ni a la enseñanza.
1958 - abril
El Consejo de Primaria resuelve destituir a Iris.
10
set. oct.
El Dr. Brito del Pino publica un trabajo sobre Indices depeligrosidad y anuncia que lo ilustra rá “con algunos casos” (Rev. de Psiquiatría del Uruguay, set-oct. 1958).
1959 —mayo junio
Brito del Pino publica una primera selección de textos de Iris en la Revista de Psiquiatría del Uruguay bajo el título Peligrosidad de lospara-
noicos. junio
Se entregan a Iris algunos documentos que pre sentó para su alegato. Ultimo rastro oficial de Iris en Primaria.
ju lio agosto
Publicación de lasegunda parte de la selección de textos de Iris. Vive un tiempo en casa de la hija de un amigo de su padre. Empieza a vivir en pensiones y en la calle.
-Hacia
1970
Encuentros de Iris con Elida Tuana.
Anexo 3
503
Iris vive en pensiones y en la calle (Biblioteca Nacional. Teatro Solís). 1973-junio 27
Quiebre institucional. Golpe de estado militar.
1974í é brero 28 Muere Raimunda Spósito de una gangrena. 1981 -noviembre 17 Iris es internada en el Hospital Vilardebó. 1984 marzo 22 Traslado del H. Vilardebó al H. Musto. A consecuencias de ese traslado Iris es dada de alta. Vive un tiempo en casa de una enfermera del Hospital. Vive un tiempo en Pensión de la calle Blanden gues. noviembre
Elecciones nacionales.
2P55-marzo
Final de la dictadura militar. Gobierno democrá tico.
julio 12
En el Hospital Pasteur, fallece Iris, internada de urgencia con un “paro cardio-respiratorio”. Se hace cargo del entierro el Servicio municipal.
fecha ?
Fallece Halima (“antes que Lumen”) (Dato no encontrado en Reg.Civil).
1987 julio, 13 1988 mayo, 3
Fallece Lumen. Servicio fúnebre municipal. Ariel sesuicida. “Herida de bala”. Se hace cargo del sepeHo'rt'Servicio municipal.
1994
La casa vacía no ha sido nunca reclamada.
Anexo 4
Cronología del proceso judicial
1935 12 de diciembre a las 18hs y 45
Iris mata a Lumen Cabezudo.
a las 19hs y 15
Primera declaración de Iris ante el Juez en la seccional 13a. de Policía.
14 de diciembre
Iris se encuentra incomunicada en el Estable cimiento-Correccional y de Detención para mujeres de la Jefatura de Policía de Monte video. Comparece el primer testigo, Mauricio Klot.
16 de diciembre
Iris comienza (?) a escribir.
17 de diciembre
Segunda declaración de Iris ante el Juez.
1936 3 de enero
Solicitud para que Iris sea trasladada al Hosp. Militar en observación por problemas de sa lud y para practicar allí los exá mene s c línicos que correspondían.
6 de enero
Iris es internada en el Hospital Militar.
27 de enero
Siul, hermano de Lumen, escribe al Juez.
19 de febrero
Después de la Feria judicial prosigue el pro ceso. Comparecen otros testigos (Luisi y Bonnevaux).
50 6
Extraviada
11 de marzo
Comparecen más testigos (Geis, Ruggiero, Bárcelo, Queirolo). Queirolo).
25 de marzo
El Fiscal presenta al Juez la carta de Siul Ca bezudo y solicita sea llamado a declarar.
4 de mayo
Declaración de Siul ante el Juez.
(?) mayo
Raimunda Raimunda Spósito termina su escrito.
5 d e junio
El Fiscal presenta sus testigos, Sres. Macha do y Baccino. Declaración de Raimunda Spósito ante el Juez.
10 de junio
Nuevamente Iris Iris en el Hosp. Hosp . Militar. Militar. El Fiscal eleva al juez las cartas de profesores y compañeras de Iris en el Instituto Magiste rial.
13 de junio jun io
Declaración de Ariel, hermano de Iris.
25 de junio junio
Presentación del caso en la Sociedad de Psi quiatría.
20 de julio julio
Nueva solicitud para que Iris pase al Hospital Militar.
22 de julio julio
Se informa al Juez que Iris ha sido trasladada al Hosp. Militar.
(?) julio
Publicación del peritaje del Dr. Payssé en el n° 4 de la revista de la Sociedad de Psiquia tría tría.. El texto llev a por título "Psico Psicogé gé nesis esisde de
unparricidio”.
5 de setiembre
Presentación del escrito de la defensa pidien do la excarcelación provisional de Iris, texto fechado en agosto. Incluye el peritaje del Dr. Payssé.
9 de octubre
Inspección ocular en el domicilio de la fami lia Cabezudo.
1937
Anexo 4
50 7
30 de abril
Peritaj Peritajee de los Dres. Rosenblat Rose nblat y Zamora.
27 de noviembre
Dictámen del Fiscal en el que solicita la ex carcelación de Iris porque será declarada inimputable, sin medida de seguridad alguna.
11 de diciembre
El Juez pide nuevos estudios psiquiátricos, pedido que quedará luego sin efecto.
14 de diciembre diciem bre
Se hace saber al Juez que el Dr. Carlos Sal vagno Campos se hace cargo de la defensa. El mismo m ismo día día el Dr. Dr. Salvagno Campos desiste del pedido de excarcelación y pide el sobre seimiento de la causa. causa.
1938 5 de abril
El Fiscal acepta el pedido de la Defensa eh una dictámen en el que alude a los “escrúpulos del Sr Juez” que respeta pero no comparte.
8 de abril
El Juez deja sin efecto el pedido de nuevas pericias y eleva la Causa al Juzgado del Cri men, el competente para dictar sentencia.
22 de abril
El Juez firma la excarcelación que se cumple ese mismo día.
17 de mayo
Se produce el FALLO judicial. Iris es decla rada inimputable, sin que esto prejuzgue nin guna alteración en su personalidad y sobre seída.
23 de d e junio
Del depósito judicial se hace saber al Juez que hay un paquete con un saco de hombre en mal estado y un revólver. El Juez ordena “devolver el arma y destruir el saco”.
30 de junio
Se cita a Iris y se le devuelve “el revólver de su propiedad”.
Así se cierra este primer tiempo del caso de Iris, el caso judicial. Co menta el Dr. Gonzalo Fernández:
508
Extraviada
“Ir “Irisfue pri privada vada de de liber bertad entre ntre dicie ciembre de 193 19355 y abri abril de 19 1938: dos dos añ añ os y cinco meses . De haber haber sido condenada condenada , hubie hubiera tenid nido de dere- cho a la la liliber bertad ant antiicipad cipadaa a los los cinco cinco añ añ os, os, la mi mitad de la la pen pena mí mí nim nima proba probabl bleemente nte impuest puesta ”.(Comunicación ”.(Comunicación oral).
Anexo 5
Inspección ocular En Montevideo el nueve de octubre de mil novecientos treinta y seis, el Señor Juez Letrado de Instrucción de 2o Tumo, acompañado del Señor Fiscal del Crimen del mismo tumo; del Defensor doctor Carlos A. Carra ra; del colaborador en la defensa doctor Carlos Salvagno Campos y del autorizante, se constituyó en la finca de la Avenida Larrañaga dos mil ochocientos sesenta y siete, domicilio de la procesada Iris Cabezudo Spósito y de su familia, con el fin de realizar la diligencia de inspección ocular solicitada por la Defensa y dispuesta a fs. El Señor Juez, siempre en compañía de todos los nombrados, y de la se ñora madre y de los hermanos de la prevenida, recorrió la finca obser vando detenidamente todas sus dependencias interiores y exteriores y deja, por su parte, constancia ante el suscripto, que el orden y la proliji dad son características salientes del hogar visitado, llamándole la aten ción el estado de meticuloso cuidado en que se encuentra el jardín que circunda la casa, casa , —el que sól s óloo es e s atendido por ella y por p or sus hijos—según hijo s—según así se lo expresa la señora madre de la procesada, y la solución feliz e ingeniosa, ingeniosa , —también por las mismas misma s personas— de diversos dive rsos problemas vinculados a la conservación y hermoseamiento del hogar; y que para dar una idea de la meticulosidad observada en todos los detalles de la casa, deja también constancia que sobre uno de los costados de la finca ha visto una cantidad de ramas trozadas como para estufa o cocina, perfec tamente estibadas, todas las cuales son, casi matemáticamente, del mis mo largo. Terminada la inspección de la casa, el Señor Juez es invitado a pasar a la pieza destinada a comedor, en la planta alta, donde el Señor Defensor y el señor colaborador técnico en la defensa, le ponen de manifiesto a los efectos de su exam en y del Señor Fiscal, Fiscal, veinticinco carpetas carpetas de cartul cartulina ina
51 0
Extraviada
correspondientes a las materias: sociología, química, literatura, lenguaje, historia americana, higiene, historia universal, física, pedagogía, francés y solfeo, expresando: que la procesada Iris Cabezudo lleva cinco años de carrera; que durante ese tiempo cursó veinticinco materias y que para ca da una hizo una carpeta en la que coleccionó los trabajos ejecutados, casi todos ello s ilustrados ilustrados con dibujos, dibujos, y que son los que se exhiben. exhibe n. —El Se Se ñor Juez deja constancia que ha visto y examinado con detención, ade más de las carpetas que contienen trabajos referentes a las materias enun ciadas, ios siguientes ejercicios especiales: Geografía: Una carpeta con los mapas de todos los países, ejecutados a tinta y pintados al pastel, y una bella col c olec ecció ció n de d e gráficas. —Historia Natura Natural: l: D os carpetas de lám i nas, una de botánica y zoología, y otra de anatomía y fisiología, a tinta china e iluminadas. —Astronomía: Astronomía: Una U na carpeta de resúm r esúmenes enes ilustrados con dibujos iluminados, sobre el movimiento de los astros tomado aisla damente, en combinación los unos con los otros, y en relación con el es pacio. —Matemáticas: D os cuadernos grandes grandes llenos llen os de d e ejercic eje rcicios ios de aritmética, geom g eometría etría y álgebra, todos tod os ilustrados. ilustrad os. —Agr Agrono onomía: mía: A) Un Un plano en colores de una huerta escolar modelo. B) Dos cuadernos con trabajos hechos por iniciativa propia y a base de observaciones persona les, sobre plantas, animales y la naturaleza en general. C) Un cuaderno de apuntes de clase, cuidadosamente ilustrado. D) Un álbum con más de cien hojas de cartulina, llenas de recortes, láminas y dibujos, alusivos a cuestiones agrícolas y ganaderas, perfectamente coleccionados. E) 14 carteles sobre los temas: “el trigo”, “el maíz”, “apicultura”, “textiles animales”, “textiles vegetales”, “abonos”, “harinás”, “específicos”, “aceites”, “cereales”, “forrajeras”, “oleaginosas, “leguminosas”, “el ta baco”. Hay en ellos cientos de frasquitos iguales, ordenados con gran prolijidad. -Costura: Una gran caja conteniendo toda clase de labores: ajuares tejidos, zurcidos, remiendos, festonados, moldes, etc., etc. — Puericultura: Un álbum con una colección de recortes, láminas, fotogra fías, etc., referentes a cuestiones de la materia. Hay en este álbum una copia de un trabajo hecho por propia iniciativa sobre una clase dictada por el Do Doctor ctor Morquio. —Caligrafí Caligrafía: a: Una carpeta con muchísim mu chísimas as hojas de ejercicios caligráficos en letra inglesa, redonda y gótica, y monogra mas en colo co lorr y tinta china. —Lectura: Lectura: Un álbum álb um grande con co n una colecc cole cción ión de recortes y copias artísticamente arreglados, elocuente demostración del carácter y preferencias de la autora. -Dibujo: Tres carpetas corres pondientes a tres cursos, que contienen unas treinta y seis láminas cada una una: 1) Láminas en colores de dibujos decorativos y de composición com posición,, guardas, etc. Dibujos del natural en color. 2) Láminas en colores de di
Anexo 5
511
bujos tomados del natural, muchos de los cuales son verdaderos cuadritos. Una colección de ejercicios geométricos y de proyección, hechos con tint tintaa china a compás y tiralí tiralínea neas. s. Una colecció cole cción n de ejerc icios en color, de perspectiva. Un dibujo para ejecutar en “fillet”, hecho en tinta blanca con fondo de tinta china, de gran prolijidad y mucho trabajo. 3) Dibujos en color, del natural. Ejercicios en color de decoración y perspectiva. Cará tulipe noir noire”. Una serie de tula en color para la novela de Dumas “La tuli pinturas al óleo. óle o. —Trabajo Manual: 1) U na carpeta car peta que conti co ntiene ene:: a) a ) Una U na colección de láminas hechas con papeles pegados (entre ellas se destacan unas representando conocidos personajes de cuentos infantiles y otra, co pia de un mosaico de una iglesia italiana. B) Una serie de ejercicios de plegado. C) El desarrollo de los sólidos regulares, ejecutado en cartulina, cada uno de los cuales pude armarse con toda exactitud. 2) Una caja de trabajos de cartón (carpetas, marcos, etc.) entre los cuales hay unos cu riosos “libros mágicos”, y un pequeño aparatito (“escala de Jacob”) que construyó. 3) Varios aparatos de física construidos en madera. 4) Todas las carpetas y cajas en las que presenta sus trabajos. A pedido de la Defensa y de su colaborador técnico, se deja constancia: a) Que los traba trabajos jos exhibidos exhibido s constituyen constituyen part partee de lo s elem entos de juicio que tuvo para redactar su informe el médico psiquiatra doctor Camilo Payssé; b) Que, en concepto de ambos, el examen de los trabajos ma nuales y ped ag agógic ógicos os que qu e han han sido vistos, visto s, —y que sólo só lo pueden ser obra obra de largos y pacientes esfuerzos durante muchísimo tiempo, revelan, evi dentemente, en la actora del hecho, una excepcional aplicación al estu dio, un temperamento de sobrenaturales dotes de inteligencia, paciencia, dedicación, constancia en la labor, y una mente de enorme equilibrio y disciplina en el estudio aplicado y sereno de todas las cuestiones; y, c) Que, igualmente en concepto de los peticionantes, de la colección de lecturas que la misma procesada se había formado, con selección de re cortes periodísticos y de diversos autores, se advierte en ella una especial inclinación afectiva hacia la figura de la madre, los niños, los seres irra cionales y las plantas; y un temperamento sumamente sensible hacia to dos los problemas sentimentales de la humanidad. Y entendiendo el Señor Juez que con lo actuado quedaba cumplida la di ligencia, la dio por terminada, labrándose la presente que firma con las personas nombradas, por ante mí; de lo que doy fe.
Anexo 6
La Pampa de Granito José Enrique Rodó
Era una inmensa pampa de granito; su color, gris: en su llaneza, ni una arruga; triste y desierta; triste y fría; de indiferencia; bajo un cielo de plomo. Y sobre la pampa estaba un viejo gigantesco, enjuto, lívido, sin barbas, estaba un gigantesco viejo de pie, erguido como un árbol desnu do. Y eran fríos los ojos de este hombre como aquella pampa y aquel celo; y su nariz, tajante y dura como un segur; y sus músculos, recios como el mismo suelo de granito; y sus labios no abultaban más que el filo de una espada. Y junto al viejo había tres niños ateridos, flacos, mi serables; tres pobres niños que temblaban junto al viejo indiferente e im perioso, como el genio de aquella pampa de granito. El viejo tenía en la palma de una mano una simiente menuda. En su otra mano, el índice ex tendido tendido parecí parecíaa oprimi oprimirr en el vacío del aire aire com o en e n c osa os a de bronce. Y he aquí que tomó por el flojo pescuezo a uno de los niños, y le mostró en la palma de la mano la simiente, y, con voz comparable al silbo helado de Abre un hue hueco para ara es este si m i ent en t e y luego soltó el una ráfaga, le dijo: “Abr cuerpo trémulo del niño, que cayó sonando como un saco mediado de guijarros, guijarros, sobre la pampa de granito.
“Padre — ¿cómo lepodré abrir si todo este suelo es ras raso y — “Padre —so llo ll o zó él— él — contestó con el silbo helado de la ráfaga; y le duro?” — “Mué rdelo elo”— vantó uno de sus pies, y lo puso sobre el pescuezo lánguido del niño; y los dientes del triste sonaban rozando la corteza de la roca, como el cu chillo en la piedra de afilar; y así pasó mucho tiempo, mucho tiempo; tanto que el niño tenía abierta en la roca una cavidad no menor que el cóncavo de un cráneo; pero roía, roía siempre, con un gemido de estertor; roía el pobre niño bajo la planta del viejo indiferente e inmutable, como la pampa de granito. granito.
514
Extraviada
Cuando Cuando el hueco hue co lleg ó a ser lo hondo hondo que se precisa precisaba, ba, el viejo levantó la planta opresora; y quien hubiera estado allí hubiese visto entonces una cosa aun más triste, y es que el niño, sin haber dejado de serlo, tenía la cabeza blanca de canas; y apartóle el viejo con el pie, y levantó al segun Junta tie tierra para ara do niño, q ue había mirado mirado temblando temblando todo aquello. — “Junta la sisimiente nte99 ¿en dónde hay tie- tie- —le dijo— dij o—" "Padre -preguntóle el cuitado— rra?*9, "La hay hay en eell viento , recógel ecógela9 a9* — —repuso; repus o; y con co n e l pulga pu lgarr y e l índ ín d i ce abrió las mandíbulas miserables del niño; y le tuvo así contra la direc ción del viento que soplaba, y en la lengua y en las fauces jadeantes se reunía el flotante polvo del viento, que luego el niño vomitaba, como li mo precario; y pasó mucho tiempo, mucho tiempo, y ni impaciencia, ni anhelo; ni piedad, mostraba el viejo indiferente e inmutable sobre la pampa de granito. Cuando la cavidad de piedra fue colmada, el viejo echó en ella la si miente, y arrojó al niño de sí, como se arroja una cáscara sin jugo, y no vio que el dolor había pintado la infantil cabeza de blanco; y luego le vantó al último de los pequeños, y le dijo señalándole la simiente ente de re regar esa sisimiente* nte**; y como él preguntase, todo trémulo rrada: —“Has de Padre ¿en dónde hayagua? ua?'* “L “Lllora; ora; la hay en en tus tus ojos** d e angust an gustia: ia: —“Padre —cont co ntest estó; ó; y le torció tor ció las manos ma nos débil dé biles, es, y en los lo s ojos oj os d el niño ni ño romp ro mpió ió entonces abundosa vena de llanto, y el polvo sediento la bebía; y este llanto duró mucho tiempo, mucho tiempo, porque para exprimir los la grimales cansados estaba el viejo indiferente e inmutable, de pie sobre la pampa de granito. Las lágrimas corrían en un arroyo quejumbroso tocando el círculo de tie rra; y la simiente asomó sobre el haz de la tierra como un punto; y luego echó fuera el tallo incipiente, las primeras hojuelas; y mientras el niño lloraba, el árbol nuevo criaba ramas y hojas, y en todo esto pasó mucho tiempo, mucho tiempo, hasta que el árbol tuvo tronco robusto, y copa an churosa, y follaje, y flores que aromaron el aire, y descolló en la soledad: descolló el árbol, aun más alto que el viejo indiferente e inmutable, sobre la pampa de granito. granito. El viento hacía sonar las hojas del árbol y las aves del cielo vinieron a anidar en su copa, y sus flores se cuajaron en frutos; y el viejo soltó en tonces al niño, que dejó de llorar, toda blanca la cabeza de canas; y los tres niños tendieron las manos ávidas a la fruta del árbol; pero el flaco gigante los tomó, como cachorros, del pescuezo, y arrancó una semilla, y fue a situarse con ellos en cercano punto de la roca, y levantando uno de sus pies juntó los dientes del primer niño con el suelo: juntó de nuevo
Anexo 6
515
con el suelo lo s dientes del niño que sonaron sonaron bajo bajo la planta del vie jo indi ferente e inmutable, erguido, inmenso, silencioso, sobre la pampa de gra nito1.
1. Rodó, José Enrique, Motivos de Proteo, Ed. Albatros, Bs. As., 1949, J. E. Rodó nació en Montevideo en 1872. 1872. Maestro de una generación, catedrático d e Literatu Literatu ra, director de la Biblioteca Nacional y Legislador. Murió en Palermo (Italia) en 1917.
Indice Introducción..................................................................................................9 Reabrir un c a so ....................................................................................... 12 Tra nsferencia...........................................................................................13 Hacer caso a Iris ...................... ..............................................................15 ¿Cen su ra ?................................................................................................. 17 La autoría de este libro.........................................................................18 El plan del libro...................................................................................... 20 Que el letrista no se olvide ......... .........................................................21 .
.
Primera Parte El “parricidio” de Iris.............. ...................................23 Capitulo 1. Mañana habla la prensa.......................................................25 Un crimen ejem plar ..........................................¿...................................39 Un crimen paradojal..............................................................................40 El pr oc eso: dec lara cion es y dec la ra n te s...........................................43 Capítulo 2. He sido yo que lo herí .........................................................45 Primera declaración...............................................................................46 Segunda declaración..............................................................................51 Capítulo 3. Según el dictado materno................... ...............................55 .
Capítulo 4. ¿Testigos presenciales?.................... ..................................65 La declaración de Raimunda Spósito................................................66 La declaración de Ariel Cabezudo ....................................................69 .
Capítulo 5. Otros testigos.........................................................................73 Se dijo de Lumen ................................................... ................................74 Antiguas am ista des................................................................................ 79 Las v ec in a s...............................................................................................80 Se dijo de Iris........................................................................................... 81
51 8
Extraviada
Capítulo 6. Defender a quien ya no puede defenderse.....................85 La carta de Siul Cabezudo..................................................................86 El libro d e R aim unda o la versión materna del caso .................. 95 Capítulo 7. Veintidós años de matrimonio .......................................... 97 ¿Cómo situar este escrito? ............. ................................................... 97 Veintidós años de matrimonio...........................................................99 Cuando lo conocí ............ . .................................................... . ........ 101 El principio de nuestro matrimonio ............................ ............... 104 Los primeros golp es.......................................................................109 Por qué tenía el revólver esc ondido...........................................113 Como fue que Zulma y Diego se enteraron de lo que pasaba en ca sa ......................... ............................................. 116 La puerta del fo ndo........................................................................120 Estás como en un brete.................................................................123 Iris....................................................................................................... 127 El último día ......................... .......................................................... 127 El rasgo predominante en Lu m en ............. ............................... 133 Otros rasgos de Lumen.................................................................136 La Fam ilia.......................................... .............................................. 142 La familia y yo ................................................................................ 153 .
.
.
Construcción jurídico-psiquiátrica del caso................................167 Capítulo 8. P sicog éne sis de un parricidio ............... .........................169 Inf o rme M édico-Legal ......................... ............................................ 171 La víctima.........................................................................................172 La acto ra........................................................................................... 173 El suceso de autos .......................................................................... 177 De la peligrosidad.......................................................................... 18 3 Algunos señalamientos sobre este peritaje ................................... 186 .
.
Capítulo 9. La defensa del caso ........................................... ............... 191 Etio logía del delito................................................................... .......... 192 La idiosincracia de Iris C .................................................................. 192 El suscrito recuerda ............................................................................ 193 A efectos de probar la evolución sufrida.......................................194 ¡Pero si es una niña!........................................................................... 198
Anexo 6
519
¿Por qué el crim en?............................................................................20 0 La atmósfera en que se encontraron sumergidos todos ............. 200 El punto de disparidad en los testimonios ................. ...................201 Descripción del su ce so ................... .............. . ................................. 202 La escena conyugal........................................... .. ......... .....................203 Ariel, testigo pe cu liar ................................ ....................................... 204 El último tiro de Iris .......................................... -................................2 0 4 Explicación psicológica del su ceso ................................................ 205 En el último mom ento........................................................................206 ¿En legítima d efen sa?..... ........ ........................................................207 La inimputabilidad de Iris.................................................................208 Peligrosidad...................... ...................................................................210 .
.
.
Capítulo 10. Otro peritaje......................................................................211 Capítulo 11. Inimputable.......................................................................2 19 La intervención del Fiscal.................................................................219 Los escrúpulos de un Juez ...................................................... ......... 221 El Fallo .............................. r...................................................................222 Algunos señalamientos......................................................................223 Alca nce de la nominación del crimen com o parricidio ............ 227 Releer el pasaje al acto de Ir is ............... ..........................
............... 231
.
Capítulo 12. Una lectura psicoanalítica del pasa je al acto d e Iris 233 I. Atolladeros de la comprensión....................................................23 3 II. Nueva identificación de las huellas dejadas por Iris ............ 244 P o e m a .................. ..................................................................................... 26 1
/Madremí a! ...............................................................................................263 Segunda Parte. El delirio de Iris. 1957............................................265 Capítulo 13. Nueva inscripción del caso .......... ................................267 Peligrosidad de los paranoicos ........................ ................................ 269 Algunas consideraciones................................... ...............................271 La internación como respuesta a un planteo transferencial ..... 272 La publicación del c a so .................................................................... 27 6 Un estilo testim onial.................................................................. .......277 Un caso ejemplar................................................................................279 .
.
.
520
Extraviada
Secretarios del alienado....................................................................284 Escritos d e Iris desde el hospital psiqu iátrico..... ....................... 287 Capítulo 14. ¿Borrar y empezar de nuevo?.......................................289 ¿Borrar y empezar de nuevo?..........................................................289 Capítulo 15. D e amor y odio.................................................................303 La teoría del amor que se transforma en o d io ............................. 303 Se dice que .................................. ........................................................307 Del amor y el odio, según Iris..........................................................308 Lo que se efec tiviza en un nuevo acto de Ir is ............................. 310
.
Capítulo 16. Avatares en la declaración de sexo ............................. 313 Por qué no quisiera tener que vivir so la ........................................ 313 Por qué no me c a sé .............. ........................................................317 Mi punto d éb il................................................................................32 0 Las articulaciones del texto de Iris ................................................. 32 1 .
Capítulo 17. Indicios de persecución .............................. ...................329 El olor a naftalina en el “cuarto de trabajo” ............................ 329 La muerte del tero que llamábamos “Prepotente” ................. 330 ¿Es esto un delirio mío? ............................................................... 3 34 La instancia de la letra ..................... ............................................... 337 Un goce insoportable.........................................................................339 D el olor a naftalina......................................................... ..................341 La muerte del tero prepotente..........................................................344 La prueba del canario.......... ...............................................................34 6 D el sujeto y su estructura..................................................................348 .
.
Capítulo 18. Del dinero, la pensión y la ca sa ................................... 351 Mamá y el dinero ........................................................................... 351 La pen sión .................... ................................................................. 358 La casa..............................................................................................360 El sueldo de Lu m en ...................................................................... 36 1 Sentí un dolor enorme...................................................................36 2 El dinero a sus p ie s............................................................................ 363 El legado del padre............................... ............................................. 365 La insana mente de mam á.................................................................36 6 N o fue ella.............. .............................................................................368 .
Anexo 6
521
Capítulo 19. Mamá, siempre mamá ....................................................371 Carácter invariable de mamá (Mamá fue, es y será siempre igua l) ......................................................................... 371 Mamá y la familia paterna ........................................................... 371 ¿Actuó mamá en mejor forma con su propia familia? .......... 372 Actitud para con los vecin os........................................................372 Con mis compañeras......................................................................372 Con los compañeros de Lumen ................................................... 37 3 Conclusiones de un psiqu iatra .......................................................... 37 7 Capítulo 20. Cristalización de un malentend ido ............................. 379 Las condiciones del alta.....................................................................382 La peligrosidad....................................................... ........................... 384
.
La maestra (1939-1958).......................................................................389 Capítulo 21. Vicisitudes de una maestra ....................... ................... 391 En la escuela de Camino Maldonado .................................. ......... 392 Un episodio en la Inspección ........................................................... 394 Tormenta en la escuela n° 6 3 ...........................................................395 Sumariada................................................................ ........ .................... 397 Ganar una mano no es ganar un partido .......... .............................400 Desfallecimiento..................................................................................401 La destitución de Iris.......................................................... .............. 402 .
.
. .
.
Capítulo 22. El combate laico.,.............................................................405 Mi versión de los he ch os .................................................................. 406 Mi concepto acerca del laicismo en la escuela ....................... 411 Capítulo 23. En legítim a defensa .........................................................423 La labor inspectiv a.............................................................................. 423 El Sr. H éctor C alle jas ........................................................................ 427 El Plan....................................................................................................434 Capítulo 24. Forma en que llevo mis clases ......................................441 Forma en que llevo mis clases y por qué lo hago a s í ........... 441 D ib ujo ................................................................................................ 442 Aritm ética.........................................................................................443 Geom etría.........................................................................................4 43
522
Extraviada
Lenguaje................................. ...................................................4 4 4 Geografía................................................................................ ........ 446 Vida Vegetal y Animal.................................................................446 Astr onom ía ...................................................................................... 447 Caligrafía..........................................................................................448 Gim nasia...........................................................................................448 Canto ..... . ............................. ;........................................................... 4 4 8 ......
.
Tercera Parte. Extraviada............................................................;......451 Capítulo 25. Testim onio ........................................................................453 Capítulo 26. Los últimos añ o s ....... .................................................... 46 5 Las vecinas d ic e n ............................................................ ................. 465 Se dic e.................................................................................................... 472 El final de Iris......................................................................................475 .
.
Capítulo 27. Cuadro de fam ilia...........................................................: 479 Antes del acto homicida ............. ..................................................... 48 1 La revelación que operó el acto ......................................................486 .
A n e x o s ..................................
........ *.............................. -..........................489
.
Anexo 1 Arbol genealógico de Iris Cabezudo Sposito .................. 491 An exo 2 D atos filiatorios de la familia Cabezudo Spósito ........... 493 Anexo 3 Cronología................................................................................4 97 Anex o 4 Cronología del proceso judicial .......................................... 505 Anexo 5 Inspección ocular ................................... :...............................509 An exo 6 La Pampa de Granito............................................................. 51 3 Indic e...........................................................................................................517
Edelp ECOLE LACANIENNE DE PSYCHANALYSE
Colección de Libros
Jean Allouch
Letra por Letra
Frangoise Davoine
La L ocura W ittgenstein (en coedición con Epeele, Méx ico)
Jean Allouch
Freud, y después Lacan
Raquel Capurro —Diego Nin
Ex traviada. D el par ricidio al delirio.
Guy Le Gaufey
La evicción del origen
Jean Allouch
Eró tica de! duelo en el tiemp o de la m uerte seca
Revista Litoral
N° 14-Febrero 1993 Lacan con Freud N ° 15 - Octubre de 1993 Saber de la locura N ° 16 - Abril de 1994 Antecedentes Lacanianos N° 17 —Octubre de 1994 La función del duelo N° 18/19 - Abril de 1995 La im plantac ión del significante en el cuerpo .
524
Extraviada
N° 20 - Octubre de 1995 Su santidad el síntom a N ° 21 - Abril de 1996 Los giros de la transferencia N ° 2 2 —Octubre de 1996 El C olor de la mu erte N° 23 —Marzo de 1997 Analítica del Encadenam iento