estuviera mezclado, pero como no encontré ninguno tomé un pedazo de queso y le di una pequeña mordida. – Uf, no hagas eso en mi presencia… me trae muy gratos recuerdos –
dijo Edward detrás de mí y casi me atraganto, tomé una copa y bebí. – Quieres provocarme un infarto, ¿verdad? – exclamé volteándome para encararlo. – Tú también a mí, no tienes idea de lo sensual que te ves comiendo. – Estás loco – dije mirando hacia el techo. – Puede ser, pero, ¿a poco no te fascina? – exclamó guiñándome un ojo. – Pero, ¿ustedes se conocen? – dijo de pronto Alice parándose frente a nosotros y no supe que decirle, entré en pánico al pensar que hubiera escuchado el comentario de Edward, pero pensé que no tendría esa sonrisa en el rostro. – Sí, estuvimos juntos un semestre en la universidad – respondió él muy seguro. – Yo siempre he dicho que el mundo es un pañuelo, jamás me imaginé que fueras amiga de Edward, no te ofendas hermanito, pero tienes unas amistades – dijo dándole palmaditas en el hombro – no lo digo por Jennifer, ella es aparte, pero te he conocido cada “amiguita” – agregó mirando hacia arriba. – Bueno, en realidad no somos amigos, no nos habíamos visto desde ese entonces – dije siguiéndole el juego. – Pero las amistades se pueden retomar, ¿verdad hermanita? – dijo abrazándola cariñosamente – además aquí entre nos Alice, si no fuera porque le ayude en matemáticas Bella aún a ún no se graduaría. – ¿No me digas que ella era la que te regalaba esos deliciosos chocolates? – La misma – respondió muy seguro dándome una mirada de complicidad. – Sí, es que mi mamá trabajaba ahí y siempre llevaba, pero como a mí no me gustan, prefería dárselos a él en pago a sus clases, en lugar de… – Te dije desde un principio que jamás aceptaba dinero de las mujeres, ni siquiera pensaba cobrarte, tú insistas en regalármelos – interrumpió
mirándome seriamente. – Ay sí Edward, como si desconociera la forma en que te cobrabas, fui a la misma preparatoria que tú, ¿recuerdas?, creo que aún sigue ahí tu fama, por eso ella me caía bien, porque nunca sucumbió ante tus encantos. – Más bien dirás que te encantaban los chocolates. – También, pero eso es aparte, definitivo, Bella, tienes que ir a mi boda, no voy a permitir que este hermano mío vaya con nadie más que no seas tú.