Enrique Cornelio Agrippa [de Nettesheim] (1485 - 1535) Filosofía Oculta: Magia Natural
Capitulo XIV El espíritu del mundo y el vínculo de las virtudes ocultas Demócrito, Orfeo y muchos pitagóricos, que investigaron a fondo las virtudes de los cuerpos superiores y la naturaleza de los inferiores, dijeron que todo estaba lleno de dioses, y no sin razón pues nada tiene el poder suficiente para bastarse a si mismo sin el auxilio divino. Y es que llamaban dioses a las virtudes existentes en las cosas. Zoroastro las llamaba «atracciones divinas», Sinesio, «atracciones simbólicas», otros, «vidas», o «almas». Decían que las virtudes de las cosas dependían de éstas, porque era la función del alma extenderse desde una materia única a todo lo demás; como el hombre, que extiende su inteligencia hacia las cosas inteligibles y su imaginación hacia las imaginables. Así lo entienden cuando dicen que el alma sale de un único ser y penetra en otro, lo hechiza y le impide obrar, igual que el diamante hace que el imán no atraiga al hierro. El alma es ante todo móvil, y, según dicen, móvil voluntariamente y por sí sola, mientras que el cuerpo o la materia es ineficaz por sí sola. Sostienen por ello que se necesita un mediador que no sea un cuerpo, sino un alma, o, si no alma, una especie de cuerpo al que esté conectada el alma. Hacen consistir tal medio en lo que llaman el «espíritu del mundo, o lo que nosotros llamamos la quinta esencia porque subsiste no a partir de los cuatro elementos, sino como un quinto al margen de éstos. Tal espíritu se busca como mediador por el cual las almas celestes ocupan el cuerpo material y obtienen sus virtudes propias. Este espíritu tiene en el cuerpo del mundo la misma forma que el nuestro en el cuerpo humano; igual que las fuerzas de nuestra alma pasan a través del espíritu de los miembros, así la virtud del alma del mundo se extiende a todas partes gracias a la quinta esencia. Nada hay en el mundo sin su virtud propia; es más, se absorbe por las radiaciones estelares hasta que las cosas quedan completamente impregnadas. Así es como se propagan las virtudes ocultas a las hierbas, a las piedras, metales, seres vivos, al Sol, a la Luna, a los planetas y estrellas. Aún pueden ser mayores los beneficios de este espíritu si se aprende a separarlo de los demás elementos, o por lo menos a servirse de cuanto participa de él. Las cosas que contienen ese espíritu y operan con toda su fuerza pueden producir efectos afines; por esa razón los alquimistas pretenden separar el espíritu del oro y de la plata: obtenido y extraído debidamente, si lo unen a cualquier cosa de materia semejante, por ejemplo, a los metales, lograrían enseguida oro y plata. Nosotros aprendimos a hacerlo y lo vimos de vez en cuando, pero no pudimos fabricar más oro que la cantidad que había al extraer el espíritu, pues al ser éste una forma extensa y no intensa, no puede transformar un cuerpo imperfecto en otro perfecto más allá de su medida. No niego, sin embargo, que se pueda lograr por otro procedimiento. Capítulo XV Cómo podemos buscar y experimentar las virtudes de las cosas a partir de su similitud Está claro que las propiedades ocultas existentes en las cosas no han sido introducidas por la naturaleza de los elementos, sino a través del cielo, y, ocultas a nuestros sentidos, difícilmente pueden ser conocidas por la razón. Se mueven por medio de las radiaciones estelares, y solamente podemos estudiarlas por la experiencia y la hipótesis. De modo que tú, que te empeñas en profundizar en este estudio, debes considerar que cada cosa se mueve y se orienta hacia su semejante, y se inclina hacia sí misma, tanto en lo que respecta a su virtud oculta como a su cualidad, esto es, a su virtud elemental. En ocasiones, también en lo que respecta a su sustancia, como ocurre con la sal, pues todo lo que permanece mucho tiempo con la sal, se hace sal. Todo agente cuando empieza a actuar no se mueve hacia lo que está por debajo de sí mismo, sino hacia su semejante; eso es algo que vemos claramente en los animales sensibles, en los que la virtud alimentadora no transforma la comida en hierba o en planta, sino en carne sensible. Y es que en las cosas hay exceso de una cualidad o virtud determinada, como el calor, frío, audacia, miedo, tristeza, mal genio, amor, odio o cualquier otra pasión, ya sea por naturaleza, ya por artimañas o por casualidad, como sucede con la audacia en la prostituta; entonces las cosas tienden por sí mismas hacia esa cualidad en particular. Así, el fuego se mueve hacia el fuego, el agua hacia el agua y el audaz hacia la audacia. Es conocido entre los médicos que un cerebro ayuda a otro cerebro y un pulmón a otro pulmón; afirman que el ojo derecho de la rana cura las inflamaciones del ojo derecho, el izquierdo, las del izquierdo, colgándose del cuello un paño de color natural, y lo mismo dicen de los ojos del cangrejo. Las patas de la tortuga se emplean para los enfermos de los pies, atadas de tal Modo que una de ellas se cuelgue de la mano, otra del pie derecho y otra del izquierdo. Dicen,
asimismo, que todo animal estéril produce esterilidad, principalmente los testículos, matriz y orina. La mujer no concibe si toma todos los meses orina de mula, o algo introducido en ella. Así pues, si queremos realizar alguna operación, busquemos seres vivos u otras cosas en los que la virtud pretendida se encuentre en mayor medida, y tomemos aquello que actúe con más fuerza; por ejemplo, si queremos incitar al amor, busquemos algún animal que ame intensamente, como es la paloma, la tórtola, el gorrión, la golondrina, el aguanieves; tomemos de ellos los miembros o partes en los que tenga mayor fuerza el apetito venéreo, tales como el corazón, testículos, matriz, miembro, esperma, o flujo menstrual. Hágase en el momento en que estos animales estén más dominados por el deseo; entonces provocan el amor y lo transmiten. Igualmente, si queremos aumentar la audacia, busquemos un león, o un gallo, y cojamos su corazón, ojos o frente. Entenderemos, pues, lo que dice Psello, el platónico, que los perros, cuervos y gallos contribuyen a la vigilia, así como el ruiseñor, el murciélago y la lechuza, sobre todo la cabeza, el corazón y los ojos. Dicen que si alguien llevase encima el corazón de un cuervo o de un murciélago no dormirá mientras no se lo quite. Lo mismo hace la cabeza seca de un murciélago atada al brazo derecho del que está despierto; si se coloca sobre quien está dormido, dicen que no se levantará hasta que no se lo quite. La rana y el búho tornan locuaz, especialmente la lengua y el corazón; la lengua de rana, colocada debajo de la cabeza, hace hablar en sueños; el corazón del búho colocado en la mama izquierda de una mujer dormida le hace contar todos sus secretos, y lo mismo con el corazón de la lechuza y sebo de liebre colocados sobre el pecho de alguien dormido. Y por la misma causa, los animales de larga vida contribuyen a una vida larga; los que tienen la virtud de renovarse contribuyen a la renovación de nuestro cuerpo y al restablecimiento de la juventud, cosa que los médicos han demostrado conocer en multitud de ocasiones, y se comprueba con la víbora y las serpientes. Es bien sabido que los ciervos renuevan su vejez comiendo serpientes; de igual modo, el ave fénix se renueva en el nido que autoconstruye, y lo mismo el pelícano, que poniendo su pata derecha tres meses en estiércol caliente renace. Por esa razón algunos médicos prometen devolver la juventud mediante preparados de víbora y eléboro y carnes de ciertos animales. En alguna ocasión lo consiguen, como Medea se la restituyó al anciano Pelias. También dicen que aplicando la boca para sorber la sangre que mana de la herida reciente de un oso aumentan las fuerzas del cuerpo, porque el oso es un animal muy fuerte.