ELENA HERNÁNDEZ CORROCHANO Profsora Contratada Doctor en Antropología Socia (UNED)
TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES CLAVES ANALÍT ANALÍTICAS ICAS
Univeitaria
� Ramón Aces
ELENA HERNÁNDEZ CORROCHANO Profsora Contratada Doctor en Antropología Socia (UNED)
TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES CLAVES ANALÍT ANALÍTICAS ICAS
Univeitaria
� Ramón Aces
Resevados todos los derechos Ni la totalidad ni pate de ese libo puede eproducirse o tansmitirse po ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo tocopia grabación magnética o cualquie almacenamiento de inrmación y sistema de recuperación sin permiso escto de Editoial Cento de Estudios Ramón Areces S A Diríjase a CEDRO (Cento Español de Derechos Reprogáfcos, wwwcedroog) si necesita tocopia o escanea algún agmento de esta obra (wwwconlicenciacom; licencias@cedoorg) Imagen cubiea: Miguel Ángel Álvaez San Ftos ©EDITORIAL CENTRO DE ESTUDIOS RAMÓN AECES S A Tomás Bretón 21 - 28045 28045 Madid Teléno: 91.5061190 Fax: 914681952 Coeo: cerasa@cerasaes Web wwwcerasaes ISBN13 978-84-9961-0191 Depósito legal: M-248-202 Impreso por: Campillo Nevado SA Antonio Gonzáez Poas, 35-37 28019 MADRID Impreso en España/ Printed in Spain
A mis amig@s . el feminismo tiene un ndamento emocional eidente en todas las ersonas que son feministas Es deci tienen que haber sido caaces de ercibir la discriminación de mane sucientemente potente L que dice Baruj Sinoza es erdad, que no nos conencen las erdades intelectivamente, sino que la roia erdad tiene que conertirse en asión a resultar ecaz, pa tsfoarse en ot cosa ( Amelia Valcárcel, en H. Corrochano, E., Los estudios fministas en las universidades españolas Una aproximación a través del relato de vida. 2012)
AGRADECIMIENTOS En primer lugar, quiero agradecer a las tres colegas que han colaborado en este libro sus aportaciones en un tema tan complejo y novedoso, como es hacer un estudio recopilatoio de los dierentes eminismos que se desaollan en Latinoamérica, el Islam y Á rica. Gracias, por lo tanto, a Á ngeles, Carmen y Silvana. Este agradecimiento lo hago extensivo a María Luisa Femenías, que ha tenido la amabilidad de prologar este texto. Una amabilidad que, por otro lado, sabe desplegar en todas las cetas de la vida. Asimismo, agradecer a Aledo Francesch y a Jesús Á lvarez Díaz el haber dedicado su tiempo a la lectura de este libro. Sus consejos, apreciaciones y sabias sugerencias me han sido de mucha ayuda. Igualmente, quiero dar las gracias al Instituto de Investigaciones Feministas de la UCM y, en concreto, a Celia Amorós y Ana de Miguel por su generosidad a la hora de trasmitir conocimientos y permitir que otras personas se hagan eco de ellos y los puedan a su vez divulgar. Por último, quiero mandar mi más sincero reconocimiento a todas las maestras y colegas que, dentro y era de la universidad, han luchado y luchan por dar a la teoría fminista el lugar que le corresponde en los estudios académico s. Su tenacidad, valía y eserzo han posibilitado que conozcamos esta teoría y que podamo trabajar desde esta perspectiva analítica.
AGRADECIMIENTOS
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ÍNDICE PRÓLOGO
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INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 3 Primera Parte FEMINISMO Y FEMINISMOS EN CIDENTE: DE LOS ANTECEDENTES AL SIGLO X
Capítuo 1 . LA CRUZ DE LA ILUSTRACIÓN: MUES Y FAMILIA EN EL PENSAMIENTO PATRIARCAL LUSTRADO . 1 . La interpretación ilustrada de la naturaeza fmenina. Única rma de ser para poder estar ............................. 2. La milia patriarcal reducida: nada desaparece, todo se trasorma . 3. E Siglo de las Luces: más oscuridad para las mujeres, menos caridad en a sociedad ..................................... ....
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Capítuo 2. LA CARA DE LA ILUSTRACI ÓN: INSTRUCCIÓN PARA LAS MUJERES Y LOS INICIOS DE LA VINDICACI ÓN ................................................... 1 . La educación rma: una herramienta indispensable para acanzar a iguadad ............................................. 2. Crítica de a Iustración a a Iustración: a racionalidad se impone a prejuicio . ......................... .
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ÍNDICE
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Capítulo 3 . N SIGLO DE MOVIMIENTOS SOCIALES , NEVAS TEOR ÍAS Y VIEJOS DESENCENTROS . . . . 1 . Hablando de l a evolución del hombre, l a sociedad y, algunas veces , de las mujeres ................................ 2. La igualdad entre los sexos, una cuestión que también atañe a los derechos individuales de las mujeres . . . . . . . . Capítulo 4 . DE LA TOPÍA SOCIALISTA A LA IDEA DE LA MJER NEVA: CONSTRYENDO LA TEOR ÍA CRÍTICA FEMINISTA . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 1 . La división sexual del trabajo y el salario miliar: una crítica desde la teoría fminista a los posicionamientos maxistas . . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . .. . . . . . 2. Adhesiones y disidencias: nuevos caminos en la investigación empírica . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . . . .. . .. . . .. . .. . .
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Capítulo 5. EL FEMINISMO ACAD ÉMICO DE MEDIADOS A FINALES DEL SIGLO XX NA PERSPECTIVA PARA VER EL MNDO, MCHAS TESIS CON QU É ANALIZARLO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 0 7 1 . Tres autoas marcando tendencias : Beauvoir, Bandinter y Friedan . . . . . . . . . .. . .. . .. . . . . . .. . .. . .. . .. . .. . . .. . .. . .. . . . . . . 1 1 1 2. Algunas cuestiones sobre la investigación fminista a manera de conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 9
Segunda Parte LO FEMINIMOS EN LATINOAMÉRICA, EL LAM Y ÁFRICA Capítulo
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ANTROPOLOG ÍA Y FEMINISMOS EN AM ÉRICA LATINA: HACIA NA PRÁCTICA DESCOLONIAL . l. Saberes situados: enunciando desde los márgenes . . . . . 2. Patriacado y colonialidad . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 3 . Descolonizando el fminismo y eminizando los movimientos sociales . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . .. . .. . .. . . .. . .. . . . .
1 2 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CVES ANA LÍTICAS
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Capítulo 7 . FEMINISMOS MUSULMANES: HISTORIA, DEBATES Y L ÍMITES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Cómo y desde dónde denir el fminismo musulmán? Algunas propuestas .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 2. Denición y prácticas de los fminismos musulmanes . . . .. . .. . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . . . . . . . .. .. . . .. . .. . .. . .. . . . . .. . .. . 2. . Feminismos musulmanes pioneros . . . .. .. .. . .. . .. .. .. . . 2. 2. Feminismos musulmanes en Marruecos . . . . . .. . .. . .. 2.3. Feminismos sin nombre: la negación del eminismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.4. Los límites de los fminismos . .. . .. . .. .. .. . .. . .. . .. . .. .. .
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Capítulo 8. FEMINISMOS AFRICANOS . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. l. Enques desde los fminism os aricanos . . . .. . .. . . .. . .. . .. 2. Movimientos sociales y dilemas del desarrollo . . . . . . . . .. 3 . Colonialismo, independencias y violencia de género 4. Temáticas y debates . . . . . . . . .. . . . . .. . .. . .. . ... . . . . .. . .. . .. . .. . .. . . . . . . . . 5 . Empoderamiento y agendas de turo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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PRÓLOGO ¿Mirada alerta y flosofía e la sospecha? La aparición de un libro sobre las situaciones de las mujeres, sus derechos, la historia de sus reivindicaciones y de sus logros, siempre es un acontecimiento a celebrar ' . A esta celebración nos sumamos gracias a a gentil invitación d e Elena, a autoracompiladora de esta entrega. Decios, autora porque la primera parte del libro es de su total autoría; decimos compiladora, porque la segunda parte incluye trabajos de otras investiga doras, que revisan las teorías y las prácticas de las mujeres que viven «extramuros» de Europa y que, directa o indirectamente, acusan recibo bien lo sabemos de los diseño s hegemónicos y periéricos de las poticas en general. Y cuando decimos «extramuros» , aludimos no solo a una cues tión urbana o geográca, sino cultural, económica, e histórica, aunque algunas de esas mujeres vivan en los suburbios de as grandes ciudades europeas, poniendo de maniesto el nuevo fnómeno de a fminizació e las migraciones (y de a pobreza). Ambas perspectivas, se suman para enri quecer la mirada antropoógica, interés subrayado por Elena Corrochao, quien ha diseñado este libro para uso preerencial de estudiantes de esa
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Inscribo este próogo en e maco de os proyectos « igualdad de éne e la cultura de la sostenibilidad: valores y buenas prácticas a el desarllo solidario» qe dirige Aicia Pueo García (U nivesidad de Vaadoid , España FEM 20 1 0 1 55 99, peíodo 20 1 0-20 1 3 en e que soy investigadora extranjera invitada y en e «Contibuciones paa análisis intediscipinar de a vioencia de sexo-género. Estrategias paa s abodaje», CINIG-IdIHCS, FaHCE (H 592 ), q e diijo en a Uni vesidad Naciona de La Pata
PRÓLOGO: ¿MIRADA ALERTA Y FILOSOFÍA DE SOSPECHA?
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disciplina, pero de gran ayuda para todas y todos los que inquietos por la situación de las mujeres deseen comprenderla mejor, para superarla. Como sostiene la ló so ancesa Colette Guillaumin, pensar ya es cambiar; pensar un hecho ya es cambiar el hecho. Y el hec ho de la exclusi ón histórica de las mujeres es «Un hecho» que está siendo cambiado pero que exige aún una mirada alerta o, como desde hace años aprendimos con Celia Amorós, es un hecho que merece abordarse desde una osoa de la s ospecha. Sobre todo, porque seguimos con statando que tanto las teorías como las prácticas fministas siguen siendo necesarias para sostener los espacios ganados y ampliarlos . La primera parte del libro, parte de la Ilustración y opera como memoria histórica de las mujeres. A lo largo del siglo XX, un amplio conjunto de actividades y propuestas, se vio s istemáticamente interrumpido por las guerras, los dislocamientos territoriales, lingüísticos y culturales, los autoritarismos y los cercenamientos de la memoria por la vía expeditiva del silenciamiento y la muerte. Por su parte, la Ilustración del otro lado del océano guarda un perl difrente, como difrente es también su memoria de las guerras y de las expoliaciones. Sin embargo, con las modelizaciones propias de cada caso, de sus geograas y de los desencuentros culturales, las situaciones de las mujeres han sido semejantes. La aguda observación de Simone de Beauvoir, respecto de su situación de inmanencia y de los intentos de mantenerlas en la ahistoricidad, se compueba una vez más : Dramáticos mecanismos de exclusión, les eron impuestos a lo largo del siglo XIX, luego de que las guerras de las respectivas independencias las contaran como aliadas privilegias de los proyectos políticos independentistas. Esa relativa libertad, sin benecios cívicos, se convirtió en las políticas de la «domesticidad» moldeadas sobre el Código Napoleónico. Luego, las crisis económicas, la s inestabilidades políticas, la s sacudidas sociales, las consecuencias de las propias guerras o ajenas, la prostitución inteacional y las narcoguerrillas rompieron violentamente con los estereotipos del padre proveedor y de la madre doméstica, desaando los proyectos de vida planeados bajo el Estado de Bienestar. Como las ondas concéntricas que se rman en un lago tras haber arrojado una piedra, Europa acusa también recibo de la cris is . Y allí están las mujeres, con sus recursos, como sostiene Amorós, de economía doméstica era del do mus. Podría decirse entonces que la primera parte de este libro sigue una ruta ilustrada que desemboca, con éxitos y acasos, en las sociedades postsocialistas, por utilizar la terminología de 1 6 TEORÍA FEMINISTA
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ANTROPOLOGÍA: C VES ANALÍTICAS
Nancy Fraser. En esa ínea, hay varios probemas que intereren en detriento de los avances fministas, en particuar y de las mujeres en general 2 • Siguiendo a Fraser, os más inminentes son aquelos que amenazan a justicia socia gobal, de a que indirectamente las mujeres (y otros grupos postergados) se benec ian. Así, pone en primer ugar e esencialismo o la reicación de os colectivos culturales, con a consecuencia cilmente colegible de que se esencializa a las mujeres y se coagulan sus lugares coo naturles, respondiendo a parámetros tradicionales de infriorización3 . Algunos aspectos de este proceso son señalados a lo largo del libro. En segundo lugar, Fraser advierte sobre a sustitución de la distribución por el reconocimiento en términos identitarios, postergándose e problema económico y sobre todo el reciente fnómeno ue ya mencionamos de la fminización de la pobreza. Precisamente, sobre los diversos modos de entender el problema identitario, trabajan os artículos que integran la segunda parte de este libro. Por último, la lóso estadounidense adviee sobre as maneras en que los difrentes tipos de lucha desajustan los procesos transnacionales que intentan alcanzar justicia social gobal, interriéndose entre sí y generando somos testigos de el ertes inestabilidades locales. Por su parte, ¿cómo contemplar los problemas que surgen de las intersecciones analíticas de etnia, cultura y derechos de as mujeres? ¿Cómo aceptar os cánones de respeto a la «identidad» y l as «tradiciones» cuando éstas arrastran vejaciones a los derechos de las mujeres? Y, en un sentido poémico tal como el sostenido en algunas obras por Gayatri Ch. Spivak, ¿cómo entender los derechos huanos de las mujeres por era del modelo ilustrado occidental, sin imposiciones jerarquizantes, como as que denunciaba ya hace más de veinte años Chandra T Mohanty? ¿Qué lugar dar a as difrencias? ¿Qué criterios utilizar para sopesaras? 4 •
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Femenías, M L «¿Por qué es necesaria una mirada generizada?» en Dalmasso, M T & A Boria (comp) Discurso Social y Construcción de Identidades: Mujer y Géne (2006), Programa de Discurso Social, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de CórdobaCONICET, 2006, pp 1 3 1 8. 3 Femenías, M L «La construcción política de las identidades: Un alerta de género» en Huguet, M & C González Marín, Historia y pensamiento en too al géne , Madrid, Universidad Carlos IIGrupo Koré, 2010, pp 159190 4 Femenías, M L «Multiculturalismo y paradojas de la identidad» en Amorós, C & Posada Kubissa, L (coord), Feminismo y Multicultulismo, Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Secretaría General de Políticas de la IgualdadInstituto de la Mujer, 2007, pp 3 1 47.
PRÓLOGO: ¿M IRADA ALE RTA Y FILOSOFÍA DE SOSPECHA?
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Los trabajos de la presente obra exhiben diversas estrategias puestas en práctica por las mismas mujeres en búsqueda de respuestas a esas y otras cuestiones. Con todo, las líneas ndamentaes del fminismo más reciente giran en too al debate globalidad, muticulturalidad y redistribución, sin excluir ni los marcos medioambientales ni los escenarios propicios para el diálogo y la construcción de la Paz. En e complejo escenario que recorre el libro, la primera pregunta que me planteo es si aún hay espacio para que las mujeres nos constituyamos en agentes de cambio, encauzando omo quiere Judith Butler la productividad de deseo, incidiendo en l a economía simbólica que rige de circulación de los sig nicados . En consecuencia, distinguimos do s nivees : el de lo s discursos explícitos sobre los derechos alcanzados por las mujeres uya historia europea tan bien recorre Corrochano y el de las prácticas que, para muchas muje res siguen ancladas en lo s cánones estamentarios, a os que nos reeríamos más arriba. El atravesamiento de la variable de sexogénero por la etnia, la opción sexual, l a religión y la cultura, como las más signicativas, produce una nueva lectura de la situación política y socia de las mujeres y echa luz sobre nuevas trampas. Al mismo tiempo, perite entrever os modos en que se tejen dinámicamente os diversos mecanismos de exclusión. La segunda parte del libro se encarrila hacia ese horizonte plagado de desaos, sobre todo teniendo en cuenta lo s más recientes desequili brios económcos. Las políticas de «vuelta al hogar» para las mujeres, a n de despejar puestos de trabajo para los varones no son nuevas. Tampoco lo son las que promueven emplear mujeres y niños por menores salarios menores benecios sociales. En cambio, sí es nuevo el escenario de la globalización. Si desde difrentes sectores se brega aún por reverir el discurso discipli nador que exaltó la misión sacricial de La Mujer, entendida solo como madre, centrada en sus deberes y en su vocación natural en el cuidado del hogar, de los hijos y de los débiles modelo que la misma Ilustración contribuyó a (de)construir y (re)construir la situación actual está imponiendo nuevos modelos, igualmene degradanes. Tradicionalmente excluidas por infrioridad o por excelsitud del plano simple y llano de la igualdad, de los derechos, de los errores y de los aciertos, actualmente las mujeres son «signicadas» como las «cuidadoras» de la milia y hogar, por un lado, y del planeta y sus reservas, por otro. La Mujer Ideal que aún nos ahoga ha cambiado su perl. Quizá por eso, inscriptas tal como siempre en múltiples paradojas, debamos volver sobre las viejas herramientas para revisar y 1 8 TEORA FEMINISTA
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ANTROPOLOGA: CVES ANALÍTICAS
repensar una vez más nuestras experiencias, y el libro de Elena Coochano contribuye a ello. Nuevamente, surge así la pregunta por la necesidad de una mirada de género. ¿No se hizo suciente? (¿No se concedió suciente?, se preguntan algunos) ¿Qué más queremos las mujeres? En principio, simplemente el derecho a poder querer más sin que se considere inadecuado o impropio acerlo; donde «más» no solo remite cuantitativamente a una cantidad (en érminos de más centros e institutos; más leyes, más estudios, más investigaciones, más estadísticas, etc.) sino undamentalmente, un «más» (un «plus») signado por lo cualitativamente difrente. Un «más» cuantitativo que pueda llegar de su saturación y se abra a un «más» cualitativo, a un cambio de estructuras que vorezca un modo de vinculación del tejido social, la cultura, el conoci miento, la política, no centrados paradigmáticaente en el modelo patiarcal. Un paso de lo cuantitativo a lo cualitativo, como bien decía Hegel, que haga estallar desde dentro el paradigma tradicional androcéntico y patriarcal. Ahora bien, sabemos que los sexogéneros son construccione sociales con implicancias concretas y reales en la vida de los individuos. Sabemos también que esas construcciones de sexogénero continúan aún dentro del fminismo y que su deconstucción afcta su resignicación. Si el sexogénero, en su carácter paradigmático, se vincula con la ideología patriarcal constituyendo el sitio primario de identicación de los sujetos, el problema excede la constucción ideológica de los sujetos mismos para convertirse en un asunto político; un asunto de las políticas públicas y un proceso de cambio transgeneracional, cuya homologación alienta la globalización, más allá de las políticas de Estado. Una vez más, paradógicamente para las mujeres, los intentos de regresar a un espacio del «Í misma», de la apropiación de su propia historicidad situada, por era de las homologaciones y los mandatos globales, choca con la mayoría de las veces que invocan un retoo a tradiciones. Precisamente son estas tradiciones las que las colocaron en un lugar de inmanencia, y así, las mujeres nos enentamos a un doble desao: las relaciones que constyen, de un modo u otro, el tejido político de la ciudadanía y los diversos niveles de interdependencia transversal del tej ido social. Dos entes de acción: lo político y lo sial. De modo que, como vemos, la pregunta del título es meramente retórica y por respuesta solo cabe una rotunda armación. La discriminación de sexogénero sigue operano bajo nuevas máscaras retóricas y se prolonga PRÓLOGO: ¿MIRADA ALETA Y FILOSOFÍA DE SOSPECHA?
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más allá de lo que noalmente aparece: un golpe, un grito, una descalicación. Su maniestación cotidiana se sostiene sobre bases muchísimo más prondas y, lamentablemente, por lo general, invisibles a la mirada ingenua. Por tanto, hay que despejar la natulidad de ciertas situaciones, porque nos hacen perder de vista la erza de su construcción. «Nada en la natraleza legitima un orden social discriminatorio», sentenció Simone de Beauvoir hace más de sesenta años . Sin embargo, este mirar nuestro entorno natulizadamente nos inhibe en muchos casos de cuestionarlo, de interrogarlo y de desa arlo . Porque la pregunta sobre la posibilidad de que una situación resultado de un conjunto de erzas en tensión tenga una historia y pueda ser de otra manera, se bloquea aún antes de que podamos rmularla. Cuanto menos, entonces, la mirada alerta de género es necesaria para desnatulizar el mundo y el conjunto de normas, relaciones y aiculaciones sociales que lo conrman. El libro que nos complacemos en prologar es una contribución para generar mirada atenta y despejar articulaciones reicadas. El sesgo genérico disciminatorio no es errático, casual o indistinto. Por el contrario, es coherente en el sentido de que siempre recae de una cierta manera sobre el mismo tipo de personas. Obedece a algunas pautas o premisas que se presuponen acríticamente o que se conocen mal. Y solo llegamos a descubrir gracias a una cierta incomodidad histórica, promovida por la «sospecha» de que el lugar natural de cada quien en el mundo es el producto de una construcción ni estrictamente voluntaria, ni estrictamente ingenua, pero que se acomoda en benecio de unos y en detrimento de otras. Es cieto que esos colectivos no son en su interior homogéneos; pero es cierto también que in toto el genérico de los varones se benecia sobre el genérico de las mujeres en los sistemas binarios o, sobre el genérico fminizado. Como subrayan las antropólogas, ninguna sociedad conocida cuida a sus mujeres tan bien como cuida a sus varones, incluida la sociedad occidental a la pertenecemos, sean cuales eren los límites que queramos darle a un concepto tan laxo y d iso. Este dato ya es de por sí relevante y debería moveos a interrogaos por sus causas, sus efctos, sus problemas concomitantes. Por eso va una última sugerencia en la línea de la sospecha, q ue vertebró estas páginas: si el mundo cambia, con él cambian las situaciones, los modos de sesgar y de excluir a las mujeres. La tarea no está concluida porque no puede ni debe concluirse; las sociedades son dinámicas como dinámicas son sus estrategias de subordinación y de liberación. La globaliza 20 TEORÍA FEMINSTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES AN ALÍTCAS
ción, que ofece un desao, ofece también las herramientas necesarias para un estado de alerta. Este libro es un buen ejercicio en ese sentido; ilumina zonas, muestra problemas, delimita nuevas cuestiones, recupera memoria. n suma, ayuda a descorrer el ve lo de la ceguera sexi sta que mantiene aún oy, a pesar de lo avanzado del camino, en la invisibilidad situacional a las ujeres con sus zonas completas de problemas y de soluciones.
María Luisa Femenías
Doctora en Filosoa, Directora del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de la Plata. Catedrática de Antropología Filosófca del Departamento de Filosoa de la Universidad Nacional de la Plata.
Beos Aires, 5 de marzo de 2012
PRÓLOGO: ¿MIRADA ALERTA Y FILOSOFÍA DE SOSPECHA?
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INTRODUCCIÓN En el año 2000, después de llevar algún tiempo investigando y trabando en antropología fminista, tuve la gran rtuna de asistir al Seminario de Historia de la Teoría Feminista que el Instituto de Estudios Feminstas imparte en la UCM . A pesar de haber leído y estudiado varios libros sobre esta teoría, este curso e revelador y ndamental en lo que sería mi tura trayectoria proesional . Los apuntes que recopilé de las clases que tan estupendamente impartían Celia Amorós , Ana de Miguel o Rosa Cobo, entre las muchas teóricas y analistas que participaron en el Seminario ese año, me sirvieron para preparar una asignatura que impartí durantes tres cursos en la Facultad de Comunicación de la UPSA , donde era proesora. Las lecturas que en esos años realcé y que se eron ampliando con el tiempo, han dado como resultado el texto que ahora presento. Un libro, introducción a esta teoría, que espero tenga los mismos efctos que el Seminario de Historia de la Teoría Femini sta tuvo en mí, permitiéndome ampliar la perspectiva con que encar mis investigaciones y, porque no decirlo, mi propa experiencia de vida. Este libro consta de dos partes que, en su conjunto, nos muestran no solo algunas de las diversas proposiciones que teóricas/os y analitas eminstas han desarrollado, sino que reej an la importancia que la interdisciplinariedad y multidsciplinariedad ha tenido en la conrmación de esta teoría. En este sentdo, la teoría fminista, aunque pensada ndamentalmente por losos y lósos, ha contado entre sus las con mujeres y hombres provenientes de difrentes disciplinas, algunas/os de las/os cuales quedan convenentemente refridas/os en este texto. Este libro aunque está especialmente dseñado para e alumnado de la asignatura Antropología y perspectivas de géne, que se imparte en el tercer curso de grado de a UNED, puede ser del interés de cualquier persona que desee introducirse en esta corriente de pensamiento. INTRODUCCIÓN
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Teoía feminista y antopología: claves analíticas es, por lo tanto, un texto didáctico e introductorio a una teoría compleja que ha generado en casi tres siglos de existencia una gran cantidad de material intelectual. Aunque en el mercado editorial español ex isten estupendos libros recopilatorios de la historia del eminismo y textos sobre esta teoría, este texto incide en aquellas cuestiones que entiendo son necesarias para aquel que quiera acercarse por primera vez a la antropología fminista. No obstante, tengo que advertir que este libro no es un libro de antropología, ni tampoco de losoa o historia. Su «noble» pretensión es cubrir de manera amena y sencilla algunas de las carencias con las que entiendo llegan los estudiantes a las disciplinas sociales que trabajan en pespectiva de géneo. Sus capítulos darán claves de análisis y mostrarán caminos a seguir a aquella o aquel que desee prondizar en esta teoría, por lo que tan primordial es lo que en ellos se dice coo los comentarios y las recomendacio nes de lecturas que se dan en sus pies de página.
La primera parte del libro, titulada Feminismo y feminismos en Occidente: de los antecedentes al siglo X, expone brevemente los comienzos de la teoría fminista desde nales del siglo XVIII a los últimos años del X X. A pesar de presentar una linealidad histórica, esta parte del texto no respeta las ses en las que algunas analistas, como Amela Valcárcel, ordenan la historia del fminismo, y que in scriben al femin ismo ilustrdo en la «primera ola del fminismo» , mientras que feminismo liberl sufrgista y el de mediados del X se registrarán, respectivamente, en «la segunda» y «tercera ola» de este movimiento sociopolítico y teórico. La segunda parte del libro, os femin ismos en atinoaméica, el Islam y Áfica incluye los textos de tres expertas en Sudamérica, el mundo árabemusulmán y el Árica subsahariana, que anali zarán cómo se desarrolla esta corriente teórica en estas áreas geográcas en el siglo XXI. El primer capítulo, cuya autoría pertenece a Sil vana Sciortino, lleva como título Antopología y feminismos en Améica atina: hacia una páctica descolonial. El segundo, realizado por Mari Á ngeles Ramírez, tratará sobre El femin ismo islámico: histoia y debates. Concluyendo esta parte con el capítulo que lleva por título Feminismos aficanos, que ha elaborado Carmen Ascanio. A las tres mi más sincero agradecimiento. El primer capítulo de la primera parte del libro, titulado L cuz de la ustrción: mujees y familia en el pensamiento patiacal ilustrdo, expone algunos de los supuestos que el pensamiento misógino ilustrado esgrimía 24 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍICAS
para excluir a las mujeres del concepto de igualdad . El tratamento del constructo «sujeto modeo» individuo que actúa con libertad, reexividad, criterio personal y autonomía, en parámetros masculinos, obligó a aquellos lósos que excluían a las mujeres de esta categoría descriptiva a exponer los motivos de dicha exclusión. Este ostracismo que surieron las ujeres se sustentará, en buena medida, en un modelo de milia patriarcal que con anterioridad a la modeidad había dado el poder y la capacidad de actuar en base a sus intereses al pateramilias . Este modelo, según Lawrence Stone, lejos de exibili zarse en los albores del siglo XVIII, se homogeniza y endurece en las sociedades europeas occidentales, agravando la subordinación de la esposa y los hijo s. Así, el discurso misógino ilustrado, representado en el último apartado del capítulo por uno de sus más insignes lósos, Jean Jacques Rousseau, no hará más que legitimar el poder del varón dentro de esta institución social y, por ende, en el resto de las i nstituciones sociales. En contraposición a estos discursos dominantes, el segundo capítulo del libro L car de la Ilustrción: instucción par las mujees y los inicios de la vindicacin expone aquellas tesis que deenden los lóso s y tratadistas prefministas, y que centran sus propuestas en la igualdad como derecho político universal. Estos ensayistas entenderán, especialente, cómo la supuesta inforidad de las mujeres respecto a los hombres es ruto de una socialización que las ha convertido en seres dependientes y subordinados al grupo miliar. Una educación igualitaria corregirá estos hechos, permitiendo que las falsas elaciones de ecipocidad que estructuran las dinámicas sociales entre los sexos cambien. Estas relaciones demandaban a las mujeres la entrega de su individualidad a cambio de anutención, protección o estatus, como se expone en el apartado dedicado a Mary Wollstonecrat y a su texto Vindicación de los deechos de la muje El tercer capítulo Un siglo de movimientos sociales, nuevas teoías y viejos desencuentos, comienza contextualizando el movimiento suagista decimonónico dentro del resto de movimientos sociales que se dan en esta época. El siglo XIX, convulso por la extensión de los ideales revolucionarios de igualdad, libertad y ateidad, y por los cambios socioeconómicos otivados por la industrialización y el sistema liberal, muestra en su paroxismo las desigualdades a las que las mujeres estaban sometidas bajo el sistema ideológico patriarcal. Unas desigualdades que desde dierentes posiciones académicas pretenden ser justicadas, pero también denuncia NTRODUCCIÓN
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das. El planteamiento de un nuevo orden social, más justo e igualitario, se diseñará desde difrentes posicionamientos ideológicos que, según los casos, disceirá que los orígenes de esta desigualdad vienen motivados por el sistema capitalista, o por la asociación de este con el sistema ideológico patriarcal. Dos son los ensayistas que hemos tomado como refrentes de ambas posturas, por un lado Friedrich Engels, y por otro John Stuart Mill, que en junto con Harriet Tylor Mill escribirán algunos de los textos más acreditados del fminismo como corriente de pensamiento, entre los que se encuentra L sujeción de las mujeres. Esta posición del pensamiento fminista liberal, junto los postulados que deende el marxismo, nos conducirán al cuarto capítulo, en el que se exponen algunos temas claves del pensamiento marxista respecto a la desigualdad entre los sexos, como son la división sexual del trabajo y diversas «imágenes» de la milia como institución social. Una institución que desde los postulados más críticos del pensamiento marxista representados por Alejandra Kollonta", ahoga a las mujeres limitando su construcción como sujetos libres, tanto sexual como moralmente. En el quinto y último capítulo hablaré brevemente de las difrentes propuestas teóricoprácticas del fminismo de mediados del siglo XX. Junto a esto, expondré algunas de las tesis de tres de las teóricas más importantes e interesantes, desde mí perspectiva, de esta corriente académica : Si mone de Beauvoir, Elisabeth Bandinter y B etty Friedan. La brevedad con que tratamos sus contribuciones a la teoría fminista solo se debe a que sus estudios son ya clásicos y están al alcance de cualquier estudiante que quiera prondizar sobre ellos. Para terminar este apartado propongo un breve, pero interesante, resumen de cómo se concibe l a investigación fminista, cuestión que entiendo debe interesar a los turos antropólogos y antropólogas , aquellos a quienes está destinado este libro. La segunda parte del texto, como ya señalé anteriormente, recoge las aportaciones de tres investigadoras que de manera desinteresada y muy amablemente, han cedido sus conocimientos a esta empresa. El capítulo sexto está rmado por Silvana Sciortino, docente e investigadora de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) en la Cátedra de Antropología Sociocultural 11 de la Facultad de Trabajo Social. Esta antropóloga es además integrante del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CINIG) 26
EORÍA FEMINISTA
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ANROPOLOGA: CLAVES ANALICAS
e la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FAHCE), NLPCONICET. Entre sus investigaciones actuales destaca el proyecto «Contribuciones ara un análisis interdisciplinar de la violencia de sexogénero. Estrategias ara su abordaje » (FAHCE UNLP) y la coordinación del proyecto de extensión «Mujeres decidiendo sus cambios: creatividad contra la violenia» (FAHCE, UNLP), dirigidos ambos por la Dra. María Luisa Femeninas, sieno además integrante e la Colectiva Feminista Las Furiosas . Entre sus ublicaciones más recientes destacan, entre otras, «Saberes y prácticas situaas: la experiencia de las mujeres mapuches en os Encuentros de ujeres (Las ColoraasNeuquén) (20 1 1 ) ; «La cultura como espacio de enunciación y agencia: una lectura de la participación de las mujeres indígenas en los Encuentros Nacionales e Mujeres » (20 1 1 ) ; «Mujeres situaas/situaciones de mujeres: mirándonos as unas a las otras» (20 1 1 ). Silvana Sciortino nos propone en este texto un acercamiento a los finismos en Latinoamérica. Su trabaj o es un a introducción a las ideas que conrman esta perspectiva, para lo cual realiza un recorrido por iversos estudios antropológicos y mini stas que dialogan con el moviiento y la lucha de las muj eres . Trabajo s interesados en c omprender el género de manera situada desde a intersección con la pertenencia étnica cultural. El resumen de su propuesta, que ella misma ha eaborado, recoge las voces, ideas, postulados que en la actualidad son parte del fminismo en América Latina . En las últimas écadas, las mujeres de los «árgenes», de las «perierias, del «tercer mundo», se han armado omo sujetas capaces de criticar y transrmar un fmini smo hegemónico que poco lugar ej a en su interior a muj eres indígenas, negras, lesbianas, entre otras. La lucha de las mujeres en Latinoamérica puede rastrearse desde épocas coloniales. Pero recién a nes del siglo XIX y principios del XX , las ideas fministas comienzan a ser nombradas como tales . La historia del fminiso pone en evidencia distintas estrategias, rmas organizativas y acciones en convivencia. Es posible observar, a través de esta historia, momentos en los cuales el fminismo entra en conexión con otros movimiento sociaes. En especial, los procesos de armación identitaria y movilización etnopolítica le darán una impronta particular. La intrusión colonial ha dejado una huella que aún sangra en las luchas de los movimientos etnopolíticos. Estas dinámicas permiten comprender muchas de las voces e ideas qu e en INTRODUCCIÓN
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las últimas décadas enuncian un eminismo diverso, mestizo, latinoamericano. La antropología en América Latina se ha interesado por el estudio de los procesos de etnogénesis con objetivos analíticos, pero también con el compromiso político de acompañar la armación de sectores históricamente silenciados y excluidos. Este es un aspecto que en la actualidad reúne a antropólogos/as y eministas en la construcción de un pensamiento descolonial. La antropología apuesta por registrar y comprender estos fnómenos desde una abordaje etnográco que privilegia las voces de los/as actores/as sociales. El fminismo mantiene una mirada crítica ante la reproducción de relaciones sexistas en el interior de los movimientos políticos. Ambos caminos convergen en una antropología eminista descolonial comprometida con prácticas y saberes que des aticulan la colonialidad del poder, pero que a la vez se pregunta por las rmas en que co lonialidad y patriarcado se articulan. El capítulo séptimo lo rma Á ngeles Ramírez, profsora titular de Antropología en la Universidad Autónoma de Madrid, que nos propone un análisis del feminismo islámico. Los trabajos etnográcos de esta antropóloga se han desarrollado ndamentalmente en Marruecos y en las comunidades musulmanas europeas. La doctora Ramírez rma parte del Grupo de Investigación de Antropología en Contextos Islámicos, del CRIA (Universidade Nova de Lisboa) y actualmente dirige el programa, Cultur, géne y pode: Islam y diáspor que indaga en las construcciones de género e Islam en las comunidades musulmanas en Europa. Desarrolla asimismo otra línea de investigación basada en la reexión fmini sta en relación con los contextos musulmanes y en las políticas de género en estos ámbitos. Su último libro publicado, L trmpa del velo (La Catarata, 20 1 1 ) indaga en los debates sobre la vestimenta musulmana y l a relación con los procesos de dominación de las mujeres y de las minorías. La doctora Ramírez en este capítulo se adentra, como ya hemos señalado, en el denominado fminismo islámico, revisando la historia de este fminismo desde s us orígenes, en el Irán postrevolucionario, hasta sus desarrollos en el seno de las comunidades musulmanas en Europa. Como ella expone, se trata de analizar algunas deniciones, discursos, agentes y universos morales y políticos de o que aún se duda en calicar de movimiento, puesto que en muchos contextos se limita a eves declaraciones de princip ios de personas públicas vincuadas o no a otros movimientos . 28
TEORÍA FEMNSTA
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ANTROPOLOGA: CLAVES ANALÍTICAS
La idea idea central central es que para reconstruir la historia del del fmin f minism ismo o islámiis lámico hay que recurri recurrirr al al papel del Isl am en las sociedades soc iedades musul mu sulmanas manas y a su capacidad de movilización política y social, siendo el eminismo un ctor enor enor en lo que reere reere a la explicación explica ción de su origen . Se hace especial especi al hincapié en la heterogeneidad del concepto y en las difrentes rmulaciones según el momento y el contexto. Esta heterogeneidad es su seña de identiad, hasta el punto de que en algunos lugares ha establecido alianzas con una parte de la izquierda revolucionaria, como es el caso ancés, o con grupos religiosos tradicionalistas, como es el caso de buena parte del mundo árabe. El octavo y último capítulo aborda los Feminismos africanos, desarrollados en las las últimas últim as décadas en diversos ámbitos académico académicos, s, ciudadanos ci udadanos e intelectual intelectuales es de países países acanos a canos.. Firmado Firmado por Carme Carmen n Ascanio, doctora doctora en Antropología S ocial por la Universidad de Sevill Sev illa, a, esta e sta académica es en a actualid actualidad ad profs profsora ora del del Departamen Departamento to de Sociolo Soc iología gía y subdirectora subdirectora del Centro Centro de Estudios A Aricanos de la Universidad Un iversidad de La Laguna (CEAULL) (CEA ULL) . Sus líneas de investigación se centran en Migraciones, Identidad Cultural, Género, Género, Cooper Co operación ación al Desar De sarrollo rollo e Ivestigación c ualitat uali tativa. iva. Su área área geográca de interés gira alrededor del Atlántico y Latinoamérica, habiendo realizado trabajos de campo en Venezuela, México, Cuba, Malí y España (Canarias y Andalucía). Ha traba trabajj ado en numeroso s proyectos de cooperac ooperación al desarrollo, publicado libros y artículos sobr estas temáticas y reaizado estancias en universidades europeas, latinoamericanas y aicanas. En la actualidad coordina el proyecto de rtalecimiento institucional titulado «Gobeabilidad, género y desarrollo. Estrategias de rtalecimiento, cooperación y disión en Á ica del Oeste», de la Agencia Española de Cooperación Cooperación Inteacional al Desarroll Desarrollo o (AECID) (AECI D),, entre la Universidad de La Laguna Laguna y la Universidad de Bamako (Malí). (Mal í). La doctora doctora Ascanio Asc anio expone en este e ste texto, cómo cóm o el concepto con cepto feminismos africanos es tan amplio que puede llevar al riesgo de con siderarlos como si esen una única úni ca realidad realidad continental ; al contrario, si bien los países países ar aricanos comparten comparten muchas much as semej semej anzas, la diversidad geográca, de trayectorias trayectorias históricas y recientes, de enques y posturas, ha constituido diversas corrient corrientes es . Quizás Quiz ás uno de los rasgos rasgos comunes co munes ha sido sid o su clar cl araa conontación conontación con los fminismos occidentales. Efctivamente, las mujeres del Norte (Europa, Noteamérica, Japón y norte de Asia) han desarrollado su labor en pleno sistema capitalista y de economías globalizadas; las mujeres del Sur se siguen sig uen enentando enentando a situaciones situacio nes de gran precariedad precariedad y pobreza, sin s in dere INTRODUCIÓN
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chos laborales o incuso carencias graves en educación y saud. Estas radicaes difrencias difrencias de calidad de vida condicionan condi cionan,, e incuso inc uso determina determinan, n, as dinámic din ámicas as de grupos grupos de muj muj eres activi activi stas en una u otra área área de mundo . En estas páginas se pantean cuestiones cuesti ones generaes sobre estos fminismos fminismo s ariaricanos, debates centraes en los fminismos Norte/Sur, sus temáticas claves para e turo, turo, ej ej empos y/o casos escogidos y, por útimo, una bibiogra bibi ograí í básica, en su mayor parte accesibe a través de a red.
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TEORÍ TEORÍ FE MI NIST NIST Y ANTROPOLOG ANTR OPOLOG: : CLAVE CLAVES S ANALT ANA LTICAS ICAS
Primera parte Feminismo y fminismos en Occidente: de los antcedentes al siglo XX
CAPÍTULO
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La cruz de la Ilustración: uje res y fa m i l ia n el pensamiento atriarcal ilustrado En los siglos XVII y XVIII, en plena marea de cambios sociales, los escritos cientícolosócos sobre las mujeres se multiplican. Uno de los otivos que impulsa este interés por manifstar de manera positiva cómo es la mujer se debe, entre otras cuestiones, a las ambigüedades que respecto a as relaciones entre los sexos plantea una novedosa proposición de odelo social, en la que una de sus principales premisas e s la igualdad del énero humano. El rechazo que muchos ilustrados muestran a la adscripción de las personas a un determinado estamento por motivos de nacimiento (sangre), se enenta con un pensamiento tradicional , defndido por los discursos doinantes, donde el sexo marca la posición social de las mujeres . Así, los misos autores que exaltaban la igualdad, ateidad y libertad del género umano, y que reconocían que hobres y mujeres rmaban parte de la isma especie, matizarán que la igualdad «natural» de pertenencia a este género no debía conndirse con las difrentes capacidades que hombres y ujeres poseen en relación a su sexo. El hecho que las mujeres pertenecieran a la misma especie que los hombres debía entenderse en el sentido biológico y no en el sentido político: la mujer es la mitad del género humano en tanto que contribuye a la reproducción de la especie, es esposa, madre, CAPÍTULO
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CRUZ DE I LUSTRACIÓ N
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hija y (o) hermana de un varón, lo que no signica que sea la mitad de la ciudadanía ' . La especie humana, por lo tanto, e stará compuesta por dos mitades desiguales donde el (re)conocimiento de la muer omo constructo sociocultural se sitúa en tanto en cuanto existe el hombre y se compara con é. Este sosma se argumentaba en el hecho de que « salvo en casos debidos a circunstancias especiales, las mueres no han aspirado nunca a a iguadad, pues gozan ya de tantas otras venta as naturaes, que a igualdad de posibilidades es siempre para ellas un imperio» (CrampeCasnabet, M ., c itando a Montesquieu, 1994:339). Esta praxis losóca, que bebe sus entes en a tradición astotélica, subraya aquellas «características ontoógicas» que dierencian al hombre y a la mujer, y que se suponen ventaosas para ambos sexos y para el nuevo orden social. Un orden donde el obeto denido, as mueres, deben representar el papel de cuidadoras en el ámbito doméstico, para que el sueto denidor, los hombres, puedan pereccionarse y constituirse en el espacio privado y público como individ uos y ciudadanos 2 • No obstante, la cita anterior perteneciente a Montesquieu ( 1 689 1 75 5) nos lleva a interrogos e n primer lugar a cerca de ¿cuáles s on las ventaas naturales que las mueres gozan para no demandar la igualdad? Y, sobre todo, ¿quién dene estas ventaas? La respuesta a esta última pregunta es ácil, serán algunos lósos, médicos o eruditos ilustrados, la mayoría hombres, los que tomen la palabra y actuando como suetos representantes de la especie humana, describirán y denirán a una de sus dos mitades, las mujeres, obeto de sus reexione s. Para estos pensadores, defnsores de un nuevo orden, la desigualdad políticosocia entre los sexos tiene su justi cación en sus dierentes características anatómicas. Rasgos que en la muer le impedirán alcanzar el mismo intelecto que el hombre. Quienes así piensan entienden que las mueres que toman la palabra y actúan como individuos, escribiendo y deniendo su propia realidad, son sujetos singulares y excepciones que no hacen más que conrmar a rega, pues «para ser una buena excepción, conviene o bien permanecer siendo
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Como señala la oso femini sta, Fraisse, G. 99: 93 . 2 L relación del hombre con la civilización es a tvés de su capacidad de ser perfectible. Fraisse, G.99 1 :95 .
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ANTROPOLOGÍA: CLAVE S ANA LÍTICAS
ujer, lo que quiere decir no hacerse hombre, o bien mantenerse infrior al ombre, lo que es equivalente a hacer de mujer» (Fraisse, G. 1 99 1 : 60). demás, aquellas que lo intentan perderán toda posibilidad de ser flices a través del único camino que su sexo les permite, el del amor . Una instucción idéntica para mujeres y hombres les permitiría a ellas reclamar sus derechos y, lo que es peor, expresarse y actuar con autonomía. Es decir, proceder como seres libres e iguales y, por lo tanto, convertirse en ciudadanas. «La muer que se permite otras «cosas», la escritura o la política, por ejemplo, porque se da a sí misma el «derecho», abre la puerta a lo desconocido. «Tener derecho» es un estado en sí mismo problemático para una ujer. «Considerar tener derecho» este es un gesto de independenc ia en el que la muer se toma como sujeto de derecho en lugar de limitarse a ser obeto de derecho. Además del miedo a la rivalidad entre los sexos, existe el miedo a la independencia de las mujeres, además del miedo a la competencia en el espacio público, existe el miedo a la autonomía. «Estar ba tutela» e n cambio, es el estado más conveniente . . . » (Fraisse, G. 1 99 1 :3 2). El estatus de ciudadanía implicaría además el reconocimiento de una razón en la muer, algo que le está vetado pues l a mente fmenina es una ente sexuada por el amor y la reproducción, lo que solo posibilita un concreto proceso de reexión centrado en las habilidades cotidianas. La propuesta ilustrada es, a este respecto, «una interpretación de la relación entre el cuerpo y la mente en la que la existencia del útero, junto con su nción de reproducción, condiciona todo el cuerpo fmenino, tanto su vida moral como intelectual y social. [ . . . ] Así, según Cabanis4 , el útero es no solo un lugar de la difrencia, sino la causa de la difrencia» (Fraisse, G. 1 9 9 1 : 9 1 ) . Estas argumentaciones permiten a estos ilustrados defnder sus posiciones ambiguas de igualdad universal, situando al sexo fmenino en el ámbi
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Fraisse, G. 1 991 :63. 4 Georges Cabanis , (Cosnac, 1 75 7Rueil , 1 808) médico y flóo ancés. Prosor de higiene en París durante la Revolución ancesa, estudió la relación mentecerebro e interpretó el pensamiento como una unción de la actividad cerebral. Su pensamiento ejerció notable inuencia sobre las costumbres de su tiempo. Cabe destacar su obra Ttado de física y moral del hombre ( 1 802). http://www.biografasyvidas .com/biografa/c/cabanis . htm
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to de la naturaleza al género masculino en la cultura 5 • El varón, para estos ilu strados, tendrá una relación con el hecho natural más exible mudable, siendo el hombre natul, e hombre virtuoso, sin articios, que no necesita de la apariencia para ser que no sigue a opinión pública, cuestiones que solo afctarán a las mujeres. En este sentido, CrampeCasnabet citando a Denis Diderot ( 1 7 1 3 1 784) señalará: «En la mujer «predominan los sentidos , no el espíritu; lleva dentro de sí un órgano incoercible, susceptible de espasmos terribles [ . . . . ] su cabeza habla todavía el lenguaje de los sentidos , incluso una vez muertos» (Dide rot, Critique de l' essai sur les emmes ) . Los hombres hablan de las mujeres según una relación asiméica, desva lorizadora, incluso, quizás sobre todo cuando el discurso masculino valora las viudes fmeninas. Ests vitudes permten marc una insuperable difrencia. El discurso masculino que parece cumpli la visión de discurso divino es este decir creador, teológico, que habla, con suerte de asombro, de su propia producción: la criatura emenina» (CrampeCasnabet, M. 1 994: 346) . Con ello alude la autora a las dos modalidades de discursos masculinos tradicionamente utilizados para hablar de las difrencias entre los sexos: el discurso de la inferioridad y el discurso de la excelencia . Ambos discursos muestran las cuaidades fmeninas, debilidades o virtudes, según les con viene. Así la lta de erza sica se convertirá en taleza al engendrar, l a torpeza en intuición, la vanidad en coquetería . . . , complementándose el uno al otro con el único n de legitimar a desigualdad.
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I NTER PRETACI ÓN I LUSTRADA DE L NATU RALEZA F E M E N I NA . ÚN ICA FORMA DE S ER PARA POD ER E STAR
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Las explicaciones que estos ilu strados aportan para justicar sus tesis de desigualdad entre mujeres hombres se sustentan en las difrencias siológicas, psicológicas e intelectuales, que obsevan en la realidad construida.
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Esta ambigüedad es habitual en los textos ilustrados, como señala A. Puleo ( 1 992: 1 30) en su estudio de L Enciclopedia.
36 TEORÍA FEMNSTA Y ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
Sus anáisis (pseudo)empíicos sobe a natuaeza de a muje 6 , que pesentan como un hecho ontológico, entemezclan cuaidades sicas y moaes que demuestan no soo su infioidad sica especto a macho de a especie humana, sino o coecto de su sometimiento a hombe como se de cutua y hacedo de sociedad. En pime uga, desde a sioogía, a beeza es una de as pincipaes caacteísticas que dene a a muje. Este don natua, que hace de eas sees iesistibemente atactivos a oto seo, as conviete en pesonas pusiánimes, débies y coquetas . «En eas a azón nunca se encuenta . . . con a belleza. Cuando a beeza eige e dominio, a azón s e o impide; cuando la azón podía obteneo, a beeza ya no ex. Las mujees deben pemanece en dependencia» (CampeCasnabet, M. 1994:350, citando a ontesquieu en El Espiítu de las les). Así, as ujees instuidas que retan a su natuaeza mostándose como sujetos cutos, autónomos e ingeniosos, disimulando lo que en ealidad es pur pedanteía, sueen se desagradabes al vaón, pues «e eogio de caácte o de espíitu de una muje es, po lo genea, una pueba de su fadad» (CampeCasnabet, M ., citando a Desmahis, 1994:344) 7 Ota de as caacteísticas que dene a natuaeza fmenina son sus órganos epoductivos. La sevidumbe sioógica que acompaña a menstuación, os embaazos, e pato y a actancia, hacen de as mujees sees débies, incapaces de taece cuepo y mente, y po o tanto poco apopiadas paa os tabajos mascuinos 8 • Además, su singua anatomía hace de llas sujetos seuamente instintivos, aunque pasivos en e acto seua E
6 El espíritu científco que mueve a muchas de las obras de estos euditos, ente la s que
destaca Enciclopedia, de la que ya hablaremos, se demuestra en la aplicación de métodos experimentales que expresa que todo conocimento deriva de la observación directa y de la experiencia de los sentidos. No obstante, la pregunta que se hacen algunos historiadores omo A Burguire o F Lebrun ( 1 988) es si la imagen que los I lus trados daban de la mujer y la milia es l a que ellos observaban o es la que ellos pretendían que era. 7 Desmahis e coautor del artículo de L'Encyclodie titulado mujer Este autor se encargó de describi r a la mujer desde el punto de vista moral, m ientras que De Jaucourt y el abad Mallet el que ya hablaremos lo hacen desde el punto de vista del Derecho Natural y de la Antropología, respectivamente. 8 Crampe-Casnabet, M. 1 994: 347. 9 Crampe-Casnabet, M . 1 994: 347, al udiendo a Rousseau cuando señala en el l ibro V de Emilio ( 1 762 que el hombre, en el acto sexual es activo y ete, mie ntras que la mujer es pasiva y débil.
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hombre, ser de conciencia, deberá reprimir estos instinto procurando nor mas morales y sociales que los reenen en aras al manteniendo del orden social. Este deber moral llevará, por ejemplo a Montesquieu, a justicar prácticas sociales como la poligamia o la enclaustración en los pueblos primitivos. Mientras que las sociedades civilizadas educarán a las mujeres en el pudor y la vergüenza para que no se desborden 1 • No obstante, la naturaleza hace de las mujeres seres maliciosos que utilizarán el pudor para subyugar al hombre y dominarlo con el n de conquistar su libertad. CrampeCasnabet ( 994) comenta cómo, por ejemplo, para Immanuel Kant ( 724 804) estas ansias de dominio que la especie humana comparte con el resto de especies animales, deben ser contenidas en las mujeres aunque sea por la erza, pues la única empresa digna que ellas pueden y deben desempeñar la de madre preceptora de varones en la moralidad y de mujeres en el saber estar, así lo demanda 1 1 • La mujer, en relación a estas premisas, se concretará como un ser de pasión , mientras que el hombre es un ser de concepto Psicológicamente, el proceso que lleva a la elaboración del pensamiento abstracto en ellas ha quedado congelado, negándoles la capacidad de abstraer y generalizar. Su naturaleza débil, inntil, ágil e incontrolable, no les permite alcanzar la razón teórica, lo que la dej a siempre en la etapa de la imaginación y, aunque algunas puedan acceder al conocimiento, su exceso de ntasía puede hacerlas enfrmar e incluso morir. Por lo tanto, es compresible que las mujeres deban arse de los hombres en todos los princip ios y máximas que rigen su vida. Este estado de absoluta inmadurez psico lógi ca explic aría además que las mujeres siempre hayan permanecido en el mismo puesto en toda sociedad y cultura, y que por lo tanto no tengan hi storia, mientras que los hombres han ido cambiando a través del tiempo y en la sociedad. L his toria de las mujeres se reduce a su papel de espo sas y madres , siendo su lugar natural el espacio doméstico, lo que lleva a algunos de estos lósos a expresar una erte crítica a los conventos, uno de los pocos sitios don de algunas mujeres podían estudi ar y alcanzar erudición 1 • Así,
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Crampe-Casnabet, M. 1994:349. Crampe-Casnabet, M 1994 Rousseau, J J 1997 (1762): 580
TEORÍA FEMINISTA
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ANTROPO LOGÍA: CLAVES ANAÍTICAS
a unción de as muj eres se reduce, según Jean Jacques Rousseau ( 1 7 1 2 778), a: «Agradar [a o s hombres] , seres úties, hacerse amar y honrar por elos, educaros de jóvenes, cuidaros de adutos, aconsej aros, consoaros, haceres a vida agradabe y duce, he ahí os deberes de a mujeres en todo tiempo, y o que debe enseñárseles desde su inncia» (Rousseau, J J 1997 [1762]:545). Este autor subraya que as nciones domésticas que as mujeres deben esempañar con excusividad son arduas y dicutosas, por o que sería un acto de absouta cuedad hacer que se dedicaran a otras cuestiones. En este entido, su vincuación a o doméstico no soo excuye a as mujeres de a vida púbica, sino que también entiza su dependencia económ ica respecto al varón padre o esposo, y as imposibiita a uso de un tiempo propio en e espacio privado, o que imitará aún más s u capacidad de con struire como individuos • Este idea burgués, a que toda mujer debería aspirar, se rerzará gracias a entender e matrimonio como un contrato que as mujeres rman ibre y vountariamente , con é muestra y demuestra su consentimento a ocupar una posición de subordinación dentro de a sociedad • E víncuo matrimonia, ejo s de concebirse en igualdad , se expresa en términos de desiguaad, pues a idea de democracia entre esposos no debe, ni puede existir, ya que «e hombre es superior a a mujer por a erza corpora y e coraje; y] la mujer por a cutad natura de someterse a a i ncinación que e hombre tiene por ea» (CrampeCasnabet, M 1 994: 354 . Citando a Kant). Este pensamiento basado en e Derecho Natura teme a dictadura fmenina que se expresa en su dobe mora • Por un ado, en a feminidad gaan-
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Ver Muril lo, S . 2003. 4 La idea del matrimonio como contrato, no como sacramento, ya había surgido en el siglo X VI c on La Rerma Lo s reradores protestantes entendían que el común acuer do de los turos cónyuges ayudaía, entre otras cuestiones, a combatir ciertas prácticas nupciales usuales en la época, como los casamientos concetados o las dejaciones de las obligaciones pateas Estas cuestiones, entre otras, les l levaon a considerar la aceptación del divorcio solo en casos de adulterio o abandono prolongado del hogar. 5 Fraisse, G. 1991:105. 6 Uno de los primeros y principales representantes del Derecho Natural es Hugo Grocio (1583-165). Posteiorente otros flósos tan conocidos como Thomas Hobbes
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te, «que busca la subyugación del hombe con malos atifcios y que llevaá a aquella que así actúe a una vida desgaciada»; y po oto, en la muje vituosa, «que buscaá el sometimiento del vaón a tavés de su papel de esposa y made, actuando de manea disceta, sumisa y silenciosa» (CampeCasnabet, M. 1994:344) En este sentido, la desigualdad pemitiá al hombe modero «sometese» a la muje vituosa a tavés del amo conyugal, pues éste nunca cuestionaá el pode del esposo y su autoidad dento la milia.
Un hombe que según la defnición de L' Encyclopédie, «es un se que siente, eexiona, piensa, está dotado de un cuepo y un alma, es capaz del bien y del mal y en este sentido es un se moal, que vive en sociedad, se da leyes y a veces señoes» (CampeCasnabet, M. 1994:342) • Es deci, a su condición moal y política, había que añadi el sentimiento, pues lejo s de lo qu e el pejuicio sobe la masculinidad pudiea haceos pensa, «el epati el senti y el conoce, atibuyendo el pimeo exclusivamente a la muje, nunca signifcó que se quitaa al hombe la cultad de senti. Se tata de una tiquiñuela paa dej a a la muje el gozo insulso del sentimien to y eseva al hombe el place sublime de la emoción» (Faisse, G. 1 9 9 1 : 5 7 ) . Mientas que a la muje, según L'Encyclopédie, le quedaía el dudoso papel de se un hombe fustrdo 8 •
( 1 588 1 679) Baruch Espinoza ( 1 632 1 679) John Locke ( 1 632 1 704 ), o Jean Jacques Rousseau ( 1 7 1 2 1 778 ), hablaran desde el Derecho Natural sobre los derechos, las libertades y la construcción del sujeto modeo como individuo reexivo, autónomo y con crite rio, sin que esto sea extensivo a la mujer, parte inrior de l a especie humana y cuyo destino debe ser marcado por el varón dentro del ámbito doéstico y por un Estado que se defne desde esta corriente jurídica como la Asociación peecta de hombres libres asociados para gozar de sus derechos y pa la utilidad común Suarez, A. 201 1 : l . No obstante, no todos los Ilustrados recurrirán al Derecho Natural para justifcar sus alegatos. Como señala Á ngeles Jiménez, Jaucour, enciclopedista que escribe sobre Mujer ndamenta que de acuerdo con el principio ilustdo de la igualdad natul de los hombres, la subordinación de la mujer solo puede ser asunto del derecho positivo, que legisla aquí en oposición al derecho natul. 1 992: 1 37 17 Defnición de L'Encyclopédie ou Dictionnaire isonné des sciences, des arts et de métiers, digida por Denis Diderot y Jean d' Alembert y editada entre 1 75 1 1 772 es con-
siderada la obra cumbre de la Ilustración. 18 Esta máxima sobre la mujer, expuesta por el abad Mallet e n Enciclopedia, desde i perspectva resuena a lo que con posterioridad Sigmund Freud expresa en su texto El fetichismo, con su exaltación del pene y la reducción del clítoris a un pene atrofado.
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TEORÍA FEMNSTA
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ANTROPOLOGÍA: CVES ANA LÍTICAS
2 . L FAM I LIA PATRIARCAL RE D U C I DA :
NADA DE SAPAREC E, TODO SE TRASFOR MA Lawrence Stone ( 1 977 ), apicando o s parámetros de a modeidad a su visión psicoogi sta y evoucionista de a miia en Europa desde naes de sigo XVI a XVIII, propone que la familia patriarcal reducida, imperante en la época, es: « . . . e producto conjunto de una transrmación de as actitudes poítico reigiosas . E rerzamiento de poder monárquico, a disión de as ideas humanistas sobre e Estado de derecho y a soberanía, trasrieron a a persona de Rey o a a Nación una gran parte de os azos de afcto y eatad que igaban a individuo a su i naje . . . » (Burguire, A. 1988:34). Como consecuencia, e modeo comunitario europeo, que se habría construido «entoo a universo miiar [ . . . ] identicando as obigaciones de soidaridad con os azos de sangre . . . , esrzándose por reunir bajo e mismo techo a mayor parte de entramado de parentesco» (Burguire, A. 1 98 8: 54 ), y que estaba respadado por e poder de coerción de patriarca y e receo a qué dirán, irá perdiendo reevancia a medida que a centraidad de Estado y a industriaización avanzan. E importante pape que hasta entonces a sociedad comunitaria ejercía sobre as aianzas matrimoniaes, e destino de os sujetos por ejempo, uno trabajaría en e mismo ocio que e padre, o en a organización de grupo doméstico , va sucumbiendo pauatinamente en os
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Dentro de la teoría fmin ista hay inn umerables estu dios que abordan las categorías de públi co, privado y doméstico, desde varias perspectivas de estud io La jerarqui zación de los espacios y competencias dentro de cada uno, se entiza en los textos ilu strados, donde el espacio y la actividad pública es propia del varón, mie ntras que las actividades domésticas son propias de la mujer y se dan en el espacio de la casa No obstante, en lo privado, también se ejerce un tiempo privacidad que el sujeto, varón, empl ea para desarrollarse como individ uo y que est á vetado a la mujer Esta s tesis l as expone la socióloga Murillo, S (2003) en su libro El mito de la vida privada. De la entrega al tiempo ppio Asimism o, esta divi sión de espacios y actividades son cuestionadas desde el campo de la Antropología, entendiendo entre otras cuestiones que lo doméstico no siempre se reduce al espacio de la casa y actividades que desde la persctiva occidental son consideradas propias del espacio privado, en otras cul turas son entendidas así. E n este sentido se expre
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difrentes países, regiones y comarcas, teniendo un efcto transrmador no solo en las conguraciones de los modelos miliares, sino en la rela ción del sujeto varón) con la milia y la sociedad . Sin embargo, la organización jerárquica dentro de la milia, orgánicamente bastante homogénea y coincidente en el occidente europeo, lejos de modicarse se mantendrá, rerzando, según L Stone, el poder del padre sobre los miem bros del grupo reducido y agravando la subordinación de la esposa y los hijos. El modelo ideológico de mi lia patriarcal, defndido y just icado por algunos i lustrados, pilar del nuevo orden social legitimado por el contrto sexual que los esposos rman por consentimiento mutuo, establecerá que el pateramilias es al grupo miliar lo que el Rey o el Estado es a la sociedad 20 • Sin embargo, los Estados Nación aliados con las Iglesias, entenderán que hay ámbitos de la milia en los que deben intervenir, permitiendo a los Parlamentos elaborar leyes en aquellas cuestiones que estipularan necesaria s. En concreto, en la Francia republicana se establecerán normas sobre la edad de casamiento, la anulación de los enlaces secretos de menores, los matrimonios no deseados o el divorcio 2 , coinci diendo con ciertos cánones del catolici smo en todos estos casos menos en el tema del divorcio . El Concilio de Treno ( 1 545 1 56 3) , que concebía la separación matrimonial competencia exclusiva de la Iglesia al afctar a la separación de los cuerpos 22 , será cuestionado por el Estado al entender que la separación de los cuerpos conlleva en casi todos los casos la sepa
sa el artículo de Teresa del Valle, «El espacio y el tiempo en las relaciones de género» Asimismo, otros estudios abordan el tema en relación con los conceptos de producción y reproducción. Paa más inrmación sobre este enque recomendamos el libro de Narotzky, S ( 995 Muje mujeres y géne. 20 Ver Amorós, C. 997:267 21 Este papel intevencionista del Estado se completará con leyes y actuaciones que pretendían subsanar diversas problemáticas y prácticas sociales que atañían a la milia, como el abandon de niños, el innticidio, o el empleo «abusivo e iesponsable» de nodizas por las madres de clases pudientes, lo que incrementa la mortandad inntil por la lta de cuidados Lebn, F 1 9 8 8 2 El Concilio de Trento, en 1547 defne el matrimonio como un sacmento canon ), monogámico can. 2) e indisoluble can 5 y), la Iglesia tiene competencia exclusiva en materia de causas matrimoniales can 12) bien sea pa establecer los impedimentos y otorgar dispensas de algunos de ellos can 3 y 4 ) bien a autorizar en determinados caos la sepación corpol can. ) Lebrun F 9 8 8 : 100 ,
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TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES AALÍTICAS
acón de os benes materiales, o que permtó a intervencón drecta de der judicia 3 No obstante, aqueos gobeos que egaron a egsar e divorcio o ceron casi siempre más como un recurso teórco que como una práctica a, pues como os ecesástcos también consideraban e divorcio un peo para e mantenmiento de orden soca En este sentdo, agunos de os atadistas que defndían e divorco como un derecho ndvidua que as jeres podían disrutar en determinados casos, especicaban que éste nca debería ser recamaro y menos debatdo por eas en e espacio úbco, pues «una cosa es a iguadad en el amor y otra tener e poder de ecretar esa iguadad» (Frasse, G . 1 99 1 :29) • Esto se debe, entre otras muchas cuestiones , a que mujees solas viudas, ivorciadas o soteras, nunca han sido bien vistas por una deoogía donde l smpe atisbo de autonomía emenna es un signo de trasgresón socia La chca mayor, o sea a mujer sin marido o sin padre, es a metára de oa mujer en vías de independenca S os órdenes púbco y privado deben antener entre eos una separación, esto soo es posibe gracias a matrmo io patriarca y a a dependenca de a esposa rerzada por e «Códgo civi» Para prohibires toda pretensión de guadad, hay que poneras bajo la dependencia jurídica y económica» (Fraisse, G. 1 99 1 : 84). La situacón de vdas o soteras era por o genera muy precaria, «a menos que tuvieran una amiia de origen que se hiciera cargo de manteneras» (Huton, O. 1 994: 64). Las anidades ideoógcas entre as Igesias y os Estados también se aban en e hecho de entender que a egitimidad de matrimono soo se producía cuano a pareja tenía hijos 5 • E Dictionnaie de l 'Académie frnoise conocido popuarmente como de Fuetie 26 , así o expresaba en su primera edición de 1694:
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Lebrun, F 1 9 88 : 1 0 . 24 Fraisse alude en esta cita a uno los artículos de Sylvain Maréchal, Revoluciones de París, publicado en 1 79 l . 25 Louis de Jaucourt ( 1 704 1 779) nci clopedista que aportó numerosos artículos de política, medicina, economía a esta obra, reitera el carácter natural de la i nstitución matrmonial , cuyo ndamento está en las sociedades civil izadas en la sum isión de l a mujer al hombre, y cuyo principal f n es la reproducción. 26 Antoine Furetire ( 1 6 1 9 1 688) impulsor del Diccionario de la Academia ancesa, mró antes de ver su prmera edición, realizada en 1 694 después de haber tenido varos altercados con editores y colabradores
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«El matrimonio es un] Contrato civil por el cual un hombre se une a una mujer para la procreación de hijos legítimos; el matrimonio viene del derecho de gentes y es practicado por todos los pueblos . . . El matrimonio, entre los católicos romanos, es un sacramento, un vínculo sagrado e indisoluble» (Lebrun, F 1 988: 109). Esta institucionalización y moralización pública de las relaciones de pareja y de la milia, que en el siglo XVIII contrastaba con el clima de aperturismo sustentado en la autonomía del individuo (varón) y la búsqueda de la flicidad terrestre posibilitó , entre otras cuestiones , la exaltación de un nuevo ideal de amor, «el amor romántico, que pretende ndar el matri monio sobre una base estrechamente afctiva e incluso pasional» (Burguire, A 1 98 8 : 1 1 7) lo que no signica que con anterioridad las parejas no se casaran por amor. No obstante, el amor romántico se caracteriza en este contexto porque la mujer verá al hombre como un ser singular, único y exclusivo en su individualidad, mientras que la particularidad de una mujer solo residirá en sus encantos , pues en el ndo todas serán idénticas al compartir una misma naturaleza inmutable. El amor romántico, congruente con el amor conyugal que recluye la sexualidad al ámbito del hogar, será exaltado en El Siglo de Las Luces por textos, poemas, pinturas, etc., ayudando a consolidar, según A Burguire ( 1 98 8) , la concepción liberal de la división del espacio en público y privado. La milia y el hogar se convirtió para «los hombres libres de elegir, en el] regio aectivo y en la] unidad de producción» (Burguire, A 1 98 8: 1 2 1 ), mientras que para las mujeres cristalizó en el único destino posible para alcanzar la flicidad y el único espacio donde subsistir con virtud. Un espacio que no es creador de derechos políticos, ya que la ciudadanía se construye en el espacio público • La mujer de la burguesía, nuevo constructo social, representará a partir de entonces el ideal al que todas las mujeres, burguesas o no, deberán aspirar : « . . . en los primeros tiempos del capitalismo, las mujeres de la burguesía se retiraran [del espacio público] para consagrase, tanto a
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Burguire, A. 1988 . Cobo, R. 1995 : 15 3. De ahí el conocido eslogan minista lo privado es político. 29 Los il ustrados cuando hablan de la mujer se referen sobre todo a la nobleza y la alta burguesía, haciendo pocas alusio nes a la pequeña burguesía. Puleo, A. 1992 :127: 128. 28
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EORÍA FEMINISTA
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ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALICAS
la educacón de sus hjo s, como al desarrollo de las relacones socales. Por otro lado, la retrada de la mujer burguesa de la vda proesonal se acentuará con la dverscacón socal, la consttucón del gupo de nconaros y el desarrollo de las profso nes lberales. La mujer, en el centro de este dstntvo mlar, es valorada como madre, cuyas vtudes son exaltadas por el sglo XIX» (Segalen, M 1988:405)3 • Esta dvsón deológca del espaco y la adscrpcón de la mujer al ámbto prvado, con todas las connotacones que ello mplca, pemte a algunos lustrados hacer una nterpretacón cuanto menos curosa de la mujer en lo públco Según explca G. Frasse (1998), las mujeres que ejercen alguna profsón ltarían a su sexo y se vrlzarían, asemej ándose a aquellas mujeres mayores que han llegado a la menopausa y no pertenecen a «nngún sexo» , pues su cerebro dej a de estar bajo la dependenca de sus órganos reproductores. Para Cabans, médco lustrado ctado por la autora, el prvlegar la actvdad cerebral de las mujeres es hacerlas «salr de su sexo», en donde « es la palabra mpotante, tanto en el sento propo como gurado: salr el espaco doméstco equvale a salr de su sexo». Esto afctaría, según Frasse, sobre todo a las mujeres del pueblo, a las prosttutas y a las lósos, que hacen públco sus cuerpos o sus mentes 3 • En resumen, los teórcos lustrados recogerán parte del legado del Antguo Régmen cuando teorzan y proponen las «relacones lbres y (des )guales» entre las parej as. Los cambos que en estos sglos afctaron al matrmono y a las mlas absorben y reerzan la deología del patrarcado, otorgando, como decía L. Stone, mayor poder a los hombres pateramlas y reducendo la lbertad de las mujeres a la eleccón o aceptacón e su turo esposo, s no era por que la homogama socal por lnaje, rango o profsón, continuaba sendo una práctca habtual en muchas partes de la «modea Europa» 32 •
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Los corchetes son nuestros 3 1 Fraiss e, G. 1991:101/102 3 2 L tendencia a concluir las alianzas lo más próximamente posible, en el círculo restringido del interconocimiento. Burguire, A. 1988 : 89.
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3 . EL SIGLO DE LAS LUCE S: MÁS OSCU RI DAD PARA LAS MUJERES, MENOS CLARIDAD EN LA SOCIEDAD Uno de los teóricos más destacados del s glo XVIII e Jean Jacques Rousseau (17121778) 33 • El modelo que este flóso gnebrino proyecta sobre el Estado y el nuevo hombre, actor socal de la modedad, se ndamenta en la voluntad general y en un nuevo contrato socal, en el derecho a la ndvdualdad y en la gualdad Consderado uno de los padres de la democraca modea, dscrepó en muchos temas con los principales representantes de la Ilustracón concdendo, sn embargo, en la dea de mujer y mla que estos proyectaban para la sociedad nacente Lo s planteamentos que sobre flosoa polítca y confguración del nuevo orden defende este flóso son dcles de resumr 34 • No obstante, partendo de su concreta proposcón de la prehstoria e hstoria de la humanidad, que de manera lneal y progresva comienza c on el hombre primgeno y concluye en el constructo de ndvduocudadano, podemos entender sus posconamientos y posterior nuenca en los temas que ahora nos ocupan, la mla y las mujeres en la sociedad modea 35 • Jean Jacques Rousseau, en primer lugar, conjetura la exstenca de un estado de pur naturleza donde el hombre primgenio o natural se caracteriza por le bon sens y cualidades innatas como la piedad, el amo de sí y la peectividad. Este sujeto, cuando toma concenca de la existenca de otros seres semejantes a él pasará al estado pesocial, desarrollando su capacdad de perecconarse a través de la colaboración con sus congéneres . No obstante, el lujo, la queza y otras necesidades fcticias harán de este hombre, sujeto que ya ha entrado en la hstoa, un ser de artfco, que vve bajo la opnión pública y que genera desigualdades en la socedad. Este
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Los precedentes más cercanos a Rousseau son Thomas Hobbes y John Locke, con el que Rousseau tiene algunos puntos en común, aunque su planteamiento es más radical. 34 Para este apartado hemos seguido prncipalmente el estudio que Rosa Cobo publicó en 1995, Fundamentos del patriarcado modeo. ean Jacques Rousseau, y el tex to orgi nal de El Emilio en la traducción que hace Alianza Editorial, publicación de 997 35 Desde mi perspectiva su narrativa sobre los estados po r lo s que ha pasado la humanidad nos reuerda a la que posterioente harán los antropólogos evouci oni stas del siglo XIX
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estado civilizado soo concuirá cuando e hombre deje de estar dominado por a apariencia gracias a a razón, que e permitirá vivir en una comunidad e iguaes rmando un nuevo contrto social y donde a voluntad generl ordenará a vida púbica Este hombre enaturlizado deberá ser educado en os vaores de individuo y de ciudadano, siendo a miia y e preceptor los encargados de eo 36 •
Sin embargo, Jean Jacques Rousseau, exceente teórico político y huma nista, conocedor de os iustrados que denuncian a subordinación de las mujeres 3 , cuando haba de hombre en os difrentes estados y del ciudaano de nuevo orden no piensa en eas E uso neutro de enguaje que empea en sus escritos, no evita que su ectura nos dé as c aves para entener que su expresión de hombe no contiene a a mujer. Aunque, también es cierto que en su proyecto de Estado no se ovida de «esa preciosa mitad de la Repúbica que hace a ficidad de a otra, y cuya duzura y prudencia mantiene a paz y as buenas costumbres» (Rousseau, J.J. 1 77 5) 38 • En este sentido, cuando Rous seau sitúa a hombre en e estado de pura naturaeza, dirá que este es e mej or período en e que ha vivido a huma nidad, siendo a única difrencia reseñabe entre los seres humanos aquela que marca a erza sica. La desiguadad entre los sexos no será reevan te por a ausencia de instituciones sociaes y poíticas, imitándose sus reaciones a apareamiento con nes reproductivos No obstante, la inexperiencia de a desiguadad en este estado de abundancia y autoabastecimiento no evita que as muj eres sean denidas co mo el oto. Rousseau ya observa en eas difrencias signicativas que serán as que provoquen turas desiguadades 39 • E hombre, según este autor, entrará en e estado presocia o de natura leza cuando comience a cooperar con otros hombres. Aunque Jean Jacques Rousseau no habe expícitamente de a perectibidad, se percibirá en s texto Discuso sobe el oigen y los fndamentos de la desigualdad ente los hombes ( 1 75 5), que el hombre primigenio se alej a de a pura naturale
36 Méndez, L 207: 1 9/3 1 37 Los textos de Rousseau refejan que conocía las tesis de Pou i n de la B arre, del que
ya hablaremos. 38 Extraído del Discurso sobre el origen y losfundamentos de la desigualdad entre los hombres Alocución de la República de Gineb. 1775. 9 Cobo R. 1 995: 1 1 5.
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za gracias a su capacidad de pereccionarse 40 • En este estado surge la milia patriarcal nuclear como institución natural, pues el varón necesita una mujer para su completo desarrollo 41 • Junto a este modelo miliar aparecerán cuestiones tan «provechosas» como, la división sexual del trabajo, el amor conyugal o el aecto pateo lial, pero también los celos y la discor dia, lo que obligará al varón a educar a la mujer en los valores necesarios para mantener la flicidad conyugal . La difrente socialización de los sexos que Rousseau expone explícita mente en su libro Emilio o de la educación ( 1762) y que según él surge de ctores exteos a la milia, harán del hombre un sujeto con poder, vínculo de conexión con el espacio públic o y cuya capacidad psicológica mejorará gracias a disrutar de un tiempo de ocio para cultivarse 42 • La imaginación y el entendimiento comenzarán a rmar parte de la conciencia humana. La mujer, en cambio, aparecerá adscrita al espacio doméstico y deberá cuidar de los hij os hasta que estos abandonen el hogar. En este estado, donde la piedad y el amor de sí están en equilibrio, la cooperación acrecienta las necesidades de los varones y lo que en un principio beneciaba al hombre, después le perjudicará. La cooperación se convertirá en competencia, el tener será más importante que el ser y el actor social se convierte en pura apariencia, es decir, el hombre natural se ha convertido en un ser de articio. En este estado civilizado, que se caracterizará por el caos, la guerra y la esclavitud del hombre por el hombre, las únicas instituciones que se libran de la crítica rousseauniana son la milia patriarcal y el matrimonio. La regeneración de este hombre, dominado por la opinión pública, solo se podrá llevar a cabo a través de su renaturalización. En este sentido, el autor de El Contto Social ( 1 762), conjetura sobre un nuevo Estado, similar al presocial, donde un nuevo contrato social y la voluntad general permitirán a los hombres alcanzar la virtud.
Cobo, R 1995 :43/44. 4 1 Respecto al origen de la fmilia, Rosa Cobo señala que en Rousseau hay dos versiones, en el Contrato social dice que: «L más antigua de todas las sociedades y la única natural es la familia ». Por el contrio, en el Segundo Discurso se obsea que la familia surge espontáneamente en la era patriarcal del estado de la natuleza, pe no puede decirse, siguiendo el esquema de argumentación de Rousseau, que sea natul Cobo, R. 1995:123. 42 Fraisse, G 1991:106/109 Ver también, Murill o, S 2003
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«En a sociedad de «E Contrato Socia» e individuo es vituoso cuando obedece as eyes que é mismo se ha dado y que para ser egítimas deben habar con a voz de a naturaeza. En consecuencia, e respeto a a Vountad Genera constituye a esencia de a vrtud. Pero a mismo tiempo hay que señaar que esta virtud es de carácter poítico. Sin embargo, e acceso individua a a virtud es marcadamente socia . . . » (Cobo, R. 1 995 :65/66). Las mujeres, en cambio, nunca van a renaturaizarse. La mujer que usseau supone para este nuevo orden es simiar a a que conjeturó para l estado presocia. Aunque esta mujer no soo se somete a varón de rma atura, sino también vountaria, frmando un contrato sexua anterior a cntrato socia en e que a cambio de su subordinación obtendrá sustento 4 y protección • Como señaa Rosa Cobo: «E proceso de individuacón que cumina con a frma de pacto socia soo incuye a os varones. Pateman anza una hipótesis: e contrato socia está precedido por un contrato sexua que estabecería a sujeción de as mujeres. Este pacto sexua se habría desarroado en os mismos términos que e pacto origina rousseauniano. E pacto origina de Rousseau estabece una sociedad de amos y escavos, en e que a erza en razón de sus intereses vence (guerra) y convence (derecho) a débi. Sin embargo, e convencimiento tiene como con trapartida que e erte proporcione subsistencia y protección a débi. Este contrato originario que Rousseau caifca de inicuo es e modeo de contrato sexua» ( 1 995 : 1 3 1 ). La prueba de conrmidad de a mujer a matrimonio es para é, como para a mayoría de os iustrados misóginos , e amor que ea manif esta a su esposo y a su progenie, y que se signifca en que su condición está «hecha para agradar y para ser sometida, debe hacerse agradabe a hombre en vez de provocare . . . y fnamente a modestia y vergüenza con que a naturaeza e] armó . . . » (Rousseau, J. J. 1997 [1762]:535). Esta cita, extraída de Emilio o de la educación, nos permite adentrar os más específcamente en e universo rousseauniano de a mujer y su adiestramiento. Este tratado de pedagogía, que Jean Jacques Rousseau escribe e mismo año que El Contrto Social ha sido considerado durante
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Rousseau, J. J. 1 997 ( 1 762):53 9.
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mucho tiempo un texto clave y ndamental en los estudos de educación, pero también uno de los alegatos más misóginos y androcentrstas escrtos en la sociedad europea del XVIII Rousseau en Emilio descrbe en sus cuatro primeros capítulos cómo se debe educar, hacer y valorar al hombre, ciudadano del nuevo Estado, y solo el capítulo V, últmo del texto, se lo dedica a Sofía o la mujer4• A Emilio, o el hombre renaturalizado, Rousseau le otorga una sociali zación que le concederá alcanzar la pieda y la virtud, defnder su individualidad y no dej arse llevar por la opinión pública. La educacón que recibe el joven de su preceptor le permitirá además obtener un conocimiento elaborado y el pensamiento abstracto4 • Esta razón ndvidual, identicada con la moral social, será la que ayude a Emilo a aceptar la voluntad general y reendar el contrato social que rma con sus iguales . S in embargo, Emilio para ser un hombre completo necesitará una mujer y no cualquier mujer, necesitará a Soía. Soa, socializada por el mundo en la única ciencia que debe cultivar l cuidado del esposo y la educación de los hijos, solo alcanzará la piedad cuando se convierta en madre, perdiendo al msmo tiempo el amor de sí y toda posibilidad de renaturalizarse. Su educación solo llegará al catecismo elemental. Ayudada por su crada aprenderá lo ndamental de la vida, que todo ser nace, crece, se reproduce y muere. «La razón de las mujeres es una razón práctica que les hace encontrar con mucha habilidad los medios para llegar a un n conocido, pero que no les hace encontrar ese n » (Rousseau, J J 1997 [1762]:565) por lo que será Emilio quien la guíe en todos los aspectos de su vida. «Al volverse en vuestro esposo, Emilio se ha vuelto vuestro jef; a vos corresponde obedecer, así lo ha querido la naturaleza. Cuando la mujer se parece a Soa, conviene sin embargo, que el hombre sea guiado por ella, es también una ley de la naturaleza; y para que ten gáis tanta autoidad sobre su corazón como su sexo se le da a él sobre vuestra persona, os he hecho árbitro de sus placeres» (Rousseau, J J 1 997 [ 1 762] :72072 1 ).
A comienzo de este capítulo Rousseau descrbe a la mujer, para adentraos luego en a reación entre Emiio y Sofa, y os consejos del preceptor respecto a a reación que e hombre debe mantener con a mujer amada. 4 5 Rousseau, J J 1 997 ( 1 762):5 79
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Esta mujer, dseñada para cubrr as necesidades doméstcas de varón y llevarle por e buen camino gracas a su positiva infuencia, es sin embargo por su naturaeza un ser predspuesto a a perversión que ntentará someter al hombre con su dulzura y sus artes emennas; y es por su razón un ser innt que deberá ser educada en «muchas cosas, más soamente aqueas csas que es conviene saber [ . . . ], toda educacón de as mujeres debe refrse a os hombres» (Rousseau, J. J. 1 997 1 762] : 542/545) La nstruccón e Soa, por o tanto, deberá basarse en e castgo y en a autordad, pues esde nña a mujer tene ya maneras especícas de proceder. La sensuadad y sexuadad de a mujer deben ser de msmo modo reprimidas y encauzadas para servir a hombre y trasrmaro de un ser cmpetitivo a un padre benevoente • No obstante, Soa deberá «aprender esde hora temprana a surr incuso a njustca, y a soportar as equvocaciones de su mardo sn quej arse» (Rous seau, J. J. 1 997 1 762] :5 54 ), si esea ganar autordad en e únco espaco donde puede ejercera, e doméstico. Es decr, «e varón manda y a mujer gobea. Esta idea esta reaconada con e pacto de asociacón y la magistratura . . . de gua modo que e beo debe estar sujeto a a volunta genera, la mujer debe estar sujeta a varón» (Cobo, R. 1995:237) La mujer ne y que no cuda de s us hjo s está cometendo e msmo eito que e hombre que tracona a vountad genera • La mujer que trabaja cobrando un saaro por eo atenta contra a ey natura. Soa, por o anto, solo puede ser esposa y madre. Esposa para Emo y madre para a socedad, educando cudadanos en a vrtud. Cuaquer atentado a hombre o a a ma deberá ser castgado por e esposo legtmándose el uso de la erza, y recrmnado por a opnón públca. Así, a aparenca, que en Emo es una cuadad reprobabe, en Soa es un vaor que e acerca a a virtud: «La opnión es a tumba de a vrtud entre os hombres; pero su trono entre as mujeres» (Wostonecrat, M. 2005 [ 792]:226) 8 •
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Este autor dirá, . no hay paridad alguna entre ambos sexos El macho solo es
cho en determinados instantes, la hemb es hemb toda su vida, o al menos toda su juventud; todo la remite sin cesar a su sexo, y pa cumplir bien sus nciones necesita una constitución referida a él. Rousseau, J J. 1997/539. 47 Rousseau, J. J . 1 997 ( 762):540. 48 Wollstonecraft, citando a Roussea en Emilio
CAPÍTULO l CRUZ DE I LUSTRACI ÓN .
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En resumen, la perfecta simbiosis que para Jean Jacques Rousseau, como para muchos de ilustrados msóginos, existe entre mujer, mlia y sociedad, nos descubre con un lenguaje aparentemente neutral algunos de nuestros supuestos implícitos sobre la diferencia sexual origen de la desigualdad. Estos discursos dominantes, tanto en potestad y como extensión, utilizan la lacia de la naturaleza dando como hechos naturales lo que en realidad son prejuicios. La crítica a esta Ilustración es el primer paso para hacer un análisis a estas totalidades sociales y establecer una nueva dialéctica entre discurso y práctica, superando nuestras dicotomías culturales supuestamente marcadas por el sexo y su lsa, en tanto que imaginada, complementariedad.
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ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
CAPÍTULO 2 La cara de la Ilustración: strucción para las mujeres y los inicios de la vindicación Los discursos positivistas de la Ilustración, que observaban como una consecuencia lógica la exclusión de las mujeres de la ciudadanía argumen ada en su dierente naturaleza, son contestados por otros ilustrados que entienden que la igualdad del género humano no admite exclusiones cuando su ndamento es el principio político de universalidad 4 • Algunos de estos Ilustrados abrieron la puerta a la vindicación fminista, es decir, a cuestionar el poder establecido y buscar una nueva platarma cultural difrente de as abstracciones misóginas ilustradas 50 • No obstante, los primeros discursos que reclamaban una mejor condi ción social de la mujer tuvieron sus comienzos en el Renacimiento, donde la situación de precariedad de las mujeres se entiza con respecto a la Edad Media. En la sociedad medieval, como señala Celia Amorós ( 1997), las difrencias entre estamentos eran mucho más visibles que las existentes
49 Como dice Fraisse, G (1991: 103) « . . . el procedimiento de exclusión se oculta ts
un argumento no político L exclusión es dada como una consecuencia, nunca como un principio». Ver también, Valcárcel, A . 1993 . so Ver, entre otros, L ilustción olvidada. L polémica de los sexos en el siglo XVII. Dir. Díaz-Diocaretz, M. Barcelona. Anthropos 1993
CAPÍTULO 2. CARA DE LUSTRACIÓN
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entre los sexos. Las mujeres, dependiendo del estamento al que pertenecieran no se dedicaban con exclusividad a las tareas domésticas, pudiendo desarrollar diversas nciones en el ámbito público • Sin embargo, la movilidad social que comienza a manifstarse en los siglos XIV y XV degrada la situación de las mujeres agudizando las dierencias que ya existían e incrementándose, como ya hemos comentado en el capítulo anterior, el dominio masculino. En esta época destaca como escritora reivindicativa de la condición fmenina Christine de Pizan ( 1 363 c. 1 430) . Nacida en Venecia, vivió toda su vida en Francia, donde ya era considerada «la primera mujer que se atrevió a rebatir los argumentos misóginos en deensa de los derechos de las mujeres» (Varela, N. 2008 :25). Autora de varias obras de carácter político, moral, jurídico e histórico, su libro L ciudad de las Damas ( 1 405) es un interesante texto con el que la autora polemiza con uno de los poemas de caballería más populares de Francia, Roman de la Rose 53 • Este poemario escrito entre 1 225 y 1 280 por dos autores difrentes , Guillermo de Lorris y Jean de Meung, presenta a las mujeres como sujetos interesados que utilizan sus encantos para conseguir sus objetivos . En L ciudad de las Damas, catalogado entre l as denominadas memorias de agvios Christine de Pizan se pronuncia en defnsa de lo s intereses morales y materiales de las muj eres . En él, la autora crea una ciudad alegórica donde habitan mujeres mosas de la historia y donde se reivindica la participación activa de las mujeres en la sociedad. Para la construcción de los cimientos y las casas de esta ciudad cuenta con la ayuda de tres virtudes,
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En líneas generales la mujer de la aristocracia eudal disrutaba de cieas áreas de poder. Los matrimonios, conceados por intereses económicos, permitían a las mujeres consear sus propiedades aunque éstas eran admin istradas por la autoridad masculina. Estas mujeres recibían una educación que les permitía gestionar sus fudo s en ausencia de sus esposo s. Además, el cuidado de los hijos no dependía tanto de la madre como de preceptores, o en los conventos, lugares donde algunas mujeres alcanzaron una gran autonomía y erudición, aunque era bajo la supervisión mascul ina . El amor cortés, ensalzado por poetas y trabadores, lejos de asemejarse al amor romántico, era un amor basado en la dignidad de trato. Mientras, en los estamentos más bajos las mujeres solían trabajar en el espacio público, ya era de campesinas o artesanas. 5 2 Nuria Varela señala cómo este libro e atribuido hasta 178 6 a B occaccio, recuperando su autora otra mujer, Louise de Kéralio 208 : 25 . 5 3 Versión e n pd, http://www.gutenberg. org.
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a razón, la justicia y la rectitud. Entre todas buscarán a las mujeres virtuo sas que residirán en la urbe y que servirán de ejemplo para el resto de las ujeres que viven en la sociedad • Este texto, aunque no se puede considerar vindicativo ya que no va en cntra del poder patriarcal, Dios es el que reparte las tareas de cada sexo, efnderá entre otras cuestiones el retoo de los ideales caballerescos que efndían el honor fmenino . A la solicitud de un mejor trato, Cistine de izan añade además la conveniencia de dar una educación a las niñas, recri inando a las madres que no quieren que sus hijas estudien aunque cuenten con el beneplácito de su progenitor, «deende la imagen positiva del cuerpo fmenino, algo insólito en la época, y [ . . . ] Sorprendentemente, elogia la vida independiente . . . » (Varela, N. 2008:2 5) . Los planteamientos vindicativos tendrán que esperar hasta los siglos VII y XVIII, cuando autores como Fran
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L ciudad de las Damas.
2 . Madrid. Si ruela
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Vaera, N. 208:26. En este capítulo no tratamos l a obra de Madame Lambert. Para os interesados ver, Puleo, A. 1 992. «Cartesian ismo y moral estoico-epicúrea en la refexión de Madame de Lambert», en Feminismo e Ilustración, pp 1 1 3- 1 1 8. 56
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namientos y grados de reivindicación política, se centran principalmente en hacer una crítica a la educación y siuación de las mujeres de su época, adiestradas en el ngir, en ahogar sus sentimentos y ocultar sus opiniones.
ED UCACI ÓN FORMAL: U NA HE RRAM I E NTA I N DISPE NSABLE PARA ALCANZAR L IGUALDAD
1 . L
En aquellas sociedades donde la movili dad social s e ndamenta prin cipalmente en el mérito de los individuos, la instruccón rmal se estima como una herramienta primordial para el ascenso social. La educación se convierte entonces en un derecho universal necesario para que los individuos prosperen. Las dierencias entre hombres y mujeres que los ilustrados esgrimen consecuentemente les llevarán a proponer una educación segregada por sexos, cuyo n prmordial es que cada uno represente con corrección su papel en el lugar que le corresponde: «Los hombres se preparan en su juventud para las profsiones y el matrimonio no se considera el mayor logro de sus vidas , mientras que las mujeres por el contrario, no tienen ningún otro esquema con el que armar sus cultades» (Wollstonecrat, M. 2005 [1 792]: 123) • En este sentido, como decía Rousseau, las mujeres deben saber aquellas cosas que les conviene saber. O lo que es lo mismo, su educación debe ajustarse a las necesidades de la sociedad, de la milia y del rol que representan en cada etapa de su vida. Así, la j oven casadera será educada en las cualidades que atraigan a buenos pretendientes, pues el matrimonio es una de sus principales rmas de ascenso social que, a su vez, beneciará a toda su milia8 • Una vez casada la mujer debe ser una buena ama de casa y una inuencia positiva que ayude a su esposo a mejorar de estatus. Convertida en madre, la mujer deberá educar a los varones en los valores del individuo y del ciudadano, y a las mujeres en las buenas prácticas.
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Wollstonecrat, M. 205 ( 792) : 1 23 . Refriéndose a las clases medias inglesas. 58 Como señalaremos en las conclusiones, una de las características de la milia patriarcal es que los intereses de las mujeres siempre están en nción d e los i ntereses del grupo, es decir, de la milia. Mientras que el varón, pater milias, tiene la potestad de hacer que sus intereses se conviertan, cuando así lo requiere, en los intereses del grupo.
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Sn embargo, esta vsón utltarista sobre la educacón de las mujeres o era compartda por todos los lustrados, de hecho un teólogo y lóso acés, Fraos Poullan de la Barre, cas un sglo antes que Rousseau crbera su Emilio, había hecho una frvente deensa de la gualdad entre s sexos. Poullan de la Barre entende que la educacón en gualdad era ndamental para que mujeres y hombres adqureran la capacdad autónoa de juzgar y no cederan ante la opnón públca actuando como ndvuos con derecho a todo • En su prmer lbro, L igualdad de sexos, discuso físico y morl que emuestr la impotancia de deshacese de los pejuicios ( 1 673), escrito a los ventsés años, Poulan de la Barre ya demuestra «la gualdad natural tre hombres y mujeres por encma de las costumbres y los prejucos vgentes en nuestra socedad» (Cobo, R. 199582). S ben será en L educación de las mujees par la conducta del espitu en las ciencias y las costumbes (1674) cuando maneste «cómo se puede combatr la esgualdad sexual a través de un método rermador, la educacón» (Cobo, R. 199582). Como señala Alca Mllares, Poulan de la Barre pensa cómo: «Educar en la costumbre mplca educar en la prevencón, el error, la gnoranca y el escrúpulo y termna tanto por alcanzar a varones y a mujeres que vvrán constreñdos por la tranía de la opnón. La tranía de la opnón hace langudecer a los humanos en una lastmosa esclavtud ya que sempre están expuestos a las ncertdumbres, las perturbacones y las agtacones en la que la socedad lo s envuelve» (200374). Para este autor, «la unidad del espitu [. . . . ] garntiza la iguosa igualdad intelectual de los sexos» (CrampeCasnabet, M. 1 994 3 3 8), lo que ndcaría que la desgualdad es una construccón socal y educatva. En este sentdo, Rosa Cobo señala cómo Poulan de la Barre recurre a la dea cartesana de dstncón entre alma y cuerpo para armar que « . . . el ntelecto no tene sexo, es común para toda la espece, por lo que las dfrencas del cuerpo no pueden legtmar nngún tpo de desgualdad» (Cobo, R. 1 995 86). Aplcando el método cartesano él drá, «exsto, yo que penso, porqu actúo» (Cobo, R. 1 995 84), demostrando que la dentdad de las apttudes
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Más infración, León, L. S 20 1 l .
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y de las nciones tanto fmeninas, como masculinas, se imputan a la rmación recibida. «Si las mujeres estudiaran en las universidades, o bien con los hombres, o bien con las que establecieran para sí mismas, podrían obtener el título de doctor y de maestro en Teología, y en Medicina, y en ambos derechos : y su genio, que tan ventajo samente las dispone así a aprender, también las pondría en condiciones para enseñar con éxito» (Sonnet, M ., citando a Poullain de la Barre, 1 994: 1 34). La sociedad, para Poullain de la Barre, no tiene nada que ver con el orden natural de las cosas, sino que es una creación humana 60 • El prejuicio reside en la sociedad y esta tiene que combatirlo desde en el ámbito social y político. En su obra L excelencia de los hombes contr la igualdad de los sexos (1675) consigue «desmontar, desde la asunción irónica de la irracionalidad, los argumentos que legitiman la infrioridad de las mujeres» (Cobo, R. 1995:82); mencionando que uno de los mayores prejuicios es considerar ciertos los discursos que los varones hacen sobre ellas, pues cuando ellos se expresan actúan como juez y pae. Este cura católico, convertido al calvinismo, entiende que los comienzos de la desigualdad tuvieron su origen en la extensión de la milia nuclear, que puso n al estado de naturaleza con la división sexual y ncional del trabajo. Un estado natural que «culmina asimismo con la guerra. Sin embargo, las causas de la guerra, aunque ligadas a la propiedad, tienen otro escenario distinto al de Rousseau. La guerra comienza dentro de la propia milia al rebelarse los hijo s pequeños contra la autoridad y propiedad del primogénito . . . .la guerra es el inicio de la verdadera sujeción de las mujeres, en la medida en que éstas ya aparecen como parte del botín» (Cobo, R. 1995:139/140). En este sentido, el autor plantea ya «difrencias entre autoridad y poder dentro de la milia y del matrimonio e introduce la curiosa observación de que «Dios se adapta a las costumbres» (Cazés, D. 2007:346). Veinte años despu és, Mary Astell recoge la crítica social de Poullain de la Barre en su libro Una popuesta seia par las damas ( 1 694 ). Esta escri
6 Como señala Rosa Cobo ( 992: 1 25), «
todos los teóricos clásicos del contto hacen una narción patriarcal, excepto Poulain, en sus descripciones del estado de la natuleza».
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ra y retórica inglesa, en un tono amistoso y cálido anima a las mujeres de época a tomar conciencia de su lta de instrucción, lo que limitaba sus sibilidades como individuos . Sus reproches también se ocupan de la edu cación decitaria que recibían los varones, alegando que las críticas que ts hacían a la lta de instrucción de las mujeres eran aplicables del mi s modo a su sex • La instrucción que ella teoriza y que pone en práctica n la escuela que crea en Londres en 1 709, «e desmarca de las otras [de su épca] al no dedicar una parte privilegiada del tiempo a los ejercicios de iedad, a la vez que se niega a ocupar a las escolares en trabajos manuales qe se vendan al exterior» (Sonnet, M. 1 994: 1 52) . En su libro, Algunas refexiones sobre el matrimonio ( 1 700) , Mary stell expresa que la educación es una herramienta ndamental para que as mujeres puedan vivir en armonía con sus esposos. En su obra habla del atrimonio basado en la amistad y no en los intereses económicos o socia que slo sirven para subordinar y humillar a la mujer, deniendo como iránica la relación del padre con la milia • Esta autora entiende que la ucación debe servir para ampliar las opciones profsionales de las mujeres más allá de convertirse en esposas o monj as, proponiendo que aquellas qe n desearan estos destinos entraran en colegios y se dedicaran al cono cimiento, principal camino para alcanzar su autonomía • Esta llamada al celibato para conseguir la independencia no es nueva. A ediados del siglo XVII la lóso Grabrielle Suchon ( 1 63 1 1 703 ), duran e muchos años religiosa j acobina en su ciudad natal, Semur, animaría a la sltería para las mujeres que « deben asegurarse una independencia que les permita realizar su libertad bajo todas sus rmas: libertad del lugar y de la vocación, libertad del corazón y del espíritu. [Donde], el término libertad no queda nunca en una vana abstracción» (Auret, S . 1 992 : 1 09) • Discerniendo que la independencia no solo espiritual, sino económica, e s uno de ls dos registros ndamentales para adquirir la ciud adanía •
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Sonnet, M. 1 994: 1 34/1 35 62 Los corchetes son nuestros 63 Este mi smo parecer lo comparte Wollstonecraft, M . 2 05 ( 1 792) :2 52/253 . Cabaleiro, J 204-208. 65 Los corchetes son nuestros. El ot [es], el político, po r el qu e se defne a través del ejercicio (al menos virtual) del poder político. Ji ménez, A 1 992: 1 38 , recogiendo la denición de ciudadano dada por La Enciclopedia (Los corchetes son nuestros)
CAPÍTULO 2. CARA DE ILUSTRACIÓN
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2.
CRÍTICA DE L I LUSTRACI ÓN A L ILUSTRACIÓN: L RACIO NALI DAD SE I M PON E AL PREJU ICI O
En la Francia revolucionaria muchas eron las mujeres y algún hom bre que arremetieron contra la irracionalidad y el prejuicio que dominaban los textos de los misóginos ilustrados . El sentimiento de la igualdad señala Celia Amorós «activó vigorosamente la irracionalización de las bases del poder patriarcal por apropiación resignicativa por parte de las mujeres de los mismos argumentos con que la razón ilustrada deslegitimaba los antiguos poderes constituidos. [ . . . ] Lejo s de asociarse con las ideas abstractas ni puramente rmales, el sentimiento de igualdad se carga de contenido s concretos, precisos y contrastables ; se nutrirá de un a experiencia real de protagonismo que servirá de platarma para una nueva autoestima. (1992:93) Las revolucionarias, organizadas e n defnsa de s us derechos, recurrie ron principalmente a dos vías de reivindicación : por un lado los denomina dos cuadeos de quejas, donde las mujeres expresaban su malestar ante la situación social que soportaban y proponían estrategias de mejora; por otro, la organización en clubes políticos y de mujeres. Dentro de este movimiento reivindicativo destaca una mujer, Olimpia de Gouges, que denuncia y argumenta la desigualdad que suen las mujeres desde su propia resigni cación como individuo, y desde su convencimiento de ser y poder actuar como sujeto político . La vida de esta activista, que no vamos a relatar pues es sobradamente conocida, termina en el cadalso, pero antes nos dejó uno de los alegatos políticos más revolucionarios de la historia, en tanto que se rebela ente aquello que ya se postulaba innovador, la Declación de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana ( 1 7 9 1 ) 6 • En este maniesto la autora desaía la Declación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano ( 1 789) presentando la replica feminista a un texto «que había denegado los derechos políticos a las mujeres y, por lo tanto, denunciando] que los ilustrados mentían cuando se les llenaba la boca de principios «universales» como la
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Exi sten muchas biografas de Olimp ia de Gouges , entre ella s destacamos el tículo de Guisela López, «Ülimpia de Gouges: un personaje que escribió su propia historia Artículo cedido por la autora a la Ciudad de Mujeres http://wwwcuidaddemujeres.com 206: 1/ 1 3
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aldad y la libertad pero no digerían mueres libres e iguales» (Varela, N. 8:32)6 • Un año antes de este maniesto censurado por su sociedad, el lóso, aemático, político y politólogo, MarieJeanAntoine Nicolás de Caritat, arqués de Condorcet, había publicado su obra, Sobre la admisión de las ujeres al derecho de ciudadanía, en la que abogaba por la igaldad de rechos y de educación para todos los seres humanos. Este ilustrado, al qe Voltaire denominó «loso universal», intentó desde su posición políca y académica implantar cambios que vorecieran los derechos hmaos, en general, y los de las mueres en particular. Las inuencias que recibe este autor de las ideas innovadoras que llega an de los Estados Unidos le permitieron redenir su pensamiento liberal y rayar el principio de igualdad, ente algunos otros de los principios que conrman este pensamiento, como la seguridad, la libertad y la propiedad. Sgún apunta Á ngeles Jiménez, Condorcet distingue entre «la igualdad ablecida por las instituciones y la que existe entre los individuos», sepa rando a su vez «difrencia e igualdad [ . . . ] La discriminación de la mujer abría que catalogarla en el segundo grupo, como desigualdad en el sentido stricto y no como difrencia» ( 1 992: 1 40). Condorcet, comenta Jiménez, no aboga por la desaparición d e las difrncias, que según él tiene su origen en «ca usas naturales y necesarias, que ría absurdo y peligroso querer destruir», sino por hacer todo lo posible para que estas no traigan desventaas sociales y generen desigualdad 6 • En ste sentido, el político entiende que los preuicios que evitan que la muj res lleguen a la ciudadanía violan el principio natural de igualdad de los seres humanos, usticándose dicha violación en los supuestos que las ueres no son capaces de eercer los derechos que conlleva la ciudadanía y en la superioridad intelectual del varón. Utilizando las mismas categorías que sus adversarios, lo sico, lo natural y lo social, el lóso desmontará sus argumentos. Por un lado, determina que aunque se reconociera una relación entre lo sico y lo intelectual, atemáticamente una mnoría de mueres sería siempre superior a la media establecida entre los hombres; por otro, que no hay naturaleza, genial o no,
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Los corchetes on nuestros. Jiménez, A. 1 992: 1 39.
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sin educación y perectibidad; ultimando que, aunque las mujeres no están destinadas a la vida pública, no hay «difrencia de cultades sino de destino social que en ningún caso debe impedir la expresión de singularidades, de excepciones» (Fraisse, G 1 99 1 :65/66) En este sentido, las reivindicaciones de Condorcet, que pasan por plan tear la coeducación como el mejor sistema para que niños y niñas estudien, no van a afctar a la milia y a las nciones de la mujer dentro de ésta, lo que «le obliga a traicionar en alguna medida el ideal que se había rjado» (Jiménez, A 1 992: 1 44 ) Él entendía que aunque de iure las mujeres son ciudadanas, de facto sus labores domésticas n o les permiten ejercer plenamente este estatus Lo único que este autor asevera con rotundidad, es que la mujer como el hombre es perectible, lo que indicaría que es transrmable y que, por lo tanto, puede desprenderse de los prejuicios que tiene y que le lleva a aceptar sin réplica la posición de subordinación que la sociedad le otorga Esta aceptación es para él el principio y l a conclusión de la desiguadad • «Las mujeres están tan contaminadas del prejuicio como los hombres, pues son educadas y socializadas (en contra de sus intereses) para asumir el prejuicio, para tener un comportamiento que lo legitime y para jugar un papel compementario al de los varones (beneciarios del prejuicio) Si no [ . . . ] no esta tan prondamente arraigada ni tan unánimemente aceptada, hasta el punto de que «nadie piense en reclamarlos ni crea haber surido una injusticia» (Jiménez, A , citando a Condorcet, 1 992: 1 43) . Un comenrio de similares características, aunque desde mi perspectiva más contundente, lo hará M Wollstonecrat. «La mujer en particular dirá esta lóso cuya virtud se construye sobre prejuicios mutables, raramente alcanza la grandeza de mente, de tal modo que, convirtiéndose en escava de sus propios sentimentos, se subyuga cilmente a aquellos de los otros Así degradada, su razón, ¡ su empeñada rón! , se emplea antes en abrillantar que en romper sus cadenas [ . . . ] . Indignantemente he oído a las mujeres argumentar en la misma línea que los hombres, y adoptar los sentimientos que la brutalizan con toda pertinacia de la ignorancia» (2005 [ 1 792] : 1 80).
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Jiménez, A. 1 992: 1 4. Fraisse, G. 1 99 1 :65/66.
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En esta cita aparecen dos de los ejes ndamentales desde donde Mary llstonecrat articulará sus discursos, la educación y la lucha contra el ejuicio. Muy inuenciada por las ideas de la revolución ancesa, esta ta además disertará sobre la igualdad y la libertad en clave de univeización, descubriéndonos las prondas incongruencias y contradiccio de los textos ilustrados. El método cartesiano le ayudará también a legitimar el sistema que los contractualistas proponían para las mujeres, icando su concepción de feminidad noativa cargada de prejuicios ardes. ary Wollstonecrat, que murió a los treinta y ocho años por complica nes en el parto, era como la mayoría de las mujeres anteriormente citadas ácticamente autodidacta. Su vida es un continuo acto de rebeldía ante los nvencionalismos sociales, lo que sin duda le ayudó a tomar conciencia de ubodinación de su género y construir un razonamiento vindicativo en a la sociedad que le tocó vivir . Seguidora, entre otros, de John Locke 632 1 704 ), aprende del pasado político de las mujeres y busca nuevas rmulaciones al derecho natural, animando al esto de lósos a segui el amino de la racionalidad sin prejuicios • «Situémonos por encima de esos prejuicios estrechos, queridos contemporáneos . Si la sabiduría es deseable por sí msma, si para que la virtud merezca ese nombre debe ndamentarse en el conocimiento, esrcémonos por rtalecer nuestras mentes mediante la reexión hasta que nuestras cabezas sean el reejo de nuestros corazones» (Wollstonecrat, M. 2005 [ 1 792] :236). Autora entre otras obras de, Reexiones sobre la educación de las hijas (1787), Relatos originales de la vida real ( 1 7 88 ) , Vindicación de los derechos del hombre ( 1 790) y ndicación de los derechos de la mujer (1792) , ntendía que poner como ejemplo de eminidad a las einas o las voritas mplicaba una gran rivolidad que perjudicaba a todo el sexo fmenino •
72 Ver para su biograa, Obligado, C 2004 Mujeres a cont corriente. L ot mitad de su historia. Barcelona Plaza&Janes Citado por Valera, N. 2008 73
Zemon, N. 1 994:227 4 Las obras señaladas so n las que están traducidas al español Entre su bibli ograa se encuentra una veintena de obras y relatos, algunos publicados con caácter póstumo, ya qu e la autora murió a los 3 8 años 75 Wollstonecraft, M 25 ( 1792):258
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Para ella las mujeres en su conjunto y no solo como señaladas excepcones, poseían sucentes apttudes para ser educadas en la virtud. Los hombres, por su parte, debían asumir su responsablidad de actuar pacícamente Ambos, en base a sus guales capacidades, tenían los mi smos derechos para estar en el gobeo y para ser cudadanos con plenos derechos, pues ambos actuaban guados por la razón «La mujer que ha dedicado una porcón consderable de su tiempo a empresas puramente ntelectuales, y cuyos afctos han sdo ejerci tados por planes bondadosos de utldad, debe tener más pureza de mente, como consecuenca natural que los seres gnorantes cuyo tempo y pensamiento han sido ocupados por placeres alegres y esquemas de conquistar corazones» (Wollstonecrat, M. 2005 [1792:210) El nteresante estudo que realza sobre la verdadera naturaleza del poder, lleva a Wollstonecrat a plantear la elimnación de las jerarquías en el matrimonio, aun cuando las mujeres sgueran dedcándose a la matei dad y todo lo que ello conlleva 6 • La lóso mputará a los hombres un comportamento con las mujeres smilar al que la aristocraca tenía con el pueblo llano, pues como el aristócrata, el mardo sempre estará dspuesto a hacer que la mujer vaya por el camno de «U razón» • La vndicación, por lo tanto, pasa por entender a las mujeres como sujetos políticos, abogando por los pactos de mujeres para así consegur la gualdad «Es tempo de eectuar una revolucón en el comportamento de las mujeres , tempo de restaurar la dgndad perdda y hacerlas trabajar, como parte de la especie, para rermar el mundo con su propo cambio Es tiempo de separar la moral inmutable de los usos locales» (Wollstonecrat, M . 2005 [ 1 792] : 1 0 1 ). Su crítca a las nsttucones tambén alcanza a la Igles a y a la mla Por un lado, crtcará el natsmo y la lta de coherenca ntelectual de las observancias religiosas, pues «la religón no tendrá energía compensadora a menos que se ndamente en la razón [ ] , un prncpo gobearte de la conducta, extraído del conocmento de uno msmo y de una opnón raco
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Wollstonecraft, M. 2005 ( 1 792) :245 77 ormularía [. . . ] Wollstonecf los hombres encuentn que las mujeres no educadas son sexualmente más dóciles Rattner, N 1 994:468 •
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6 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS
a sobre los atributos de Dios» (Wollstonecrat, M. 2005 [ 1 792 : 1 97). Por tro, entenderá que a miia tiene una nción provisora en la sociedad, cestionándose desde mi perspectiva la drástica separación entre púbico y rivado que defende e pensamiento ilustrado 8 • «Un hombre ha sido denominado un microcosm os, y cada milia podría ser llamada también un Estado. Los Estados, es cierto, han sido en su mayoría gobeados por artes que deshonran el carácter del hombre, y la lta de una constitución justa y leyes iguales ha conndido de tal manera as nociones de la sabiduría humana que hace algo más que cuestionar si es razonable luchar por los derechos de a humanidad. De este modo la moralidad, contaminada por la reserva nacional, despacha corrientes de vicio para corromper as partes constituyentes de cuerpo político. Pero si os prncipios más nobles, o más bien, más justos, regulasen las leyes que debieran ser el gobieo de la sociedad, y no aquellos que las ejecutan, el deber podría convertirse en el gobieo de a conducta privada» (Wollstonecrat, M 2005 [ 1 792 :290/29 1 ) • En Vindicación de los derechos de la muje Wollstonecrat va a polemizar con os ilustrados en genera y con Jean Jacques Rousseau, en particular, recriminándoles que su modelo normalizado de mujer no es más que una quimera adaptada a sus deseos 8 • En este libro, que se centra más en el estudio de la vida cotidiana que en a poítica estata, la autora enumerará los argumentos utiizados por los iustrados en su construcción ideal de mujer para, posterormente, desenmascarar los prejuicios que cada uno encierra. Preguntándose, al principio de a obra, cómo es posible que estos flósos otorguen a las mujeres el papel de educadoras de la prole si los únicos seres racionaes son los hombres . «Al luchar por os derechos de a mujer, mi prncipal argumento se construye sobre este principio sencillo si no se la prepara con a
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Este tema será tratado en el capítulo cuarto de l texto Wollstonecraft está hablando de la educación que mujeres y hombres deben recibir para un correcto y asociativo ncionamiento de la milia 80 Las opiniones usseaunianas hacen saltar a Hannah More, Marí Edgeworth, Catherine Macauley y Ma Wollstonec. Esta última quizá sea la más virulenta en su condena d la hostilidad de los hombres a la identidad del saberfemenino y saber masculino. Sonnet, M. 1 994: 1 39 79
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educación para que se convierta en la compañera del hombre, deten drá el progreso del conocimiento y la virtud Pues la verdad debe ser común a todos o se volverá inecaz a la hora de inuir en la práctica general ¿Y cómo puede esperarse que la mujer coopere, a menos que sepa por qué debe ser virtuosa, salvo que la libertad rtalezca s razón de modo que comprenda su deber y vea de qué manera se encuentra vinculada con su auténtico bienestar? Si se ha de educar los niños para que comprendan el verdadero principio del patriotismo, su madre debe ser patriota; y el amor a la humanidad, del que brotan una serie ordenada de virtudes, tan solo puede producirse si se tienen en consideración la moral y los intereses civiles del género humano; pero la educación y la situación de las mueres en el presen te la excluyen de tales investigaciones» (Wollstonecrat, M 2005 [1792]:4). Uno de los primeros reproches que Mary Wollstonecrat hace a Jean Jacques Rousseau, como ya hemos apuntado anteriormente, es el que reve la que Soa no representa ni mucho menos a las mujeres, sino que es una idea en la mente del autor Rous seau, como el resto de los varones, lo único que hace es exponer como le gustara que eran las cosas, poniendo su rzón al servicio de legitimar una educación cuyo n es l a sumisión de las mujeres Así, todos, «han caído en este error probablemente por considerar la educación bajo una luz lsa, no como el primer paso para rmar a un ser que avanza gradualmente hacia la perección, sino solo como preparación hacia la vida» (Wollstonecrat, M 2005 [ 1 792] : 1 1 3). Una vida que, según Wollstonecrat, Rousseau y la mayora de ilustrados la concibieron haciendo un análisis discriminatorio de las costumbres y los hábitos de las mujeres como rasgos innatos o cultades naturales Desenmascarar el so partidario que estos lósos hacen de la naturaleza, seleccionando «el papel fmenino tradicional de una sociedad patriarcal, imponiendo a la naturaleza de la mujer los rasgos y habilidades que conlleva esa nción» (Cobo R, citando a J Roland Martn, 1 995 : 236) , comporta su vez cuestionar sus métodos empíricos que dan como ciertos juicios de valor «Se ocupan de efctos y modicaciones, sin trazar el origen de sus causas, y las complicadas reglas que rigen la conducta constituyen un débil sustituto para los prncipios elementales [ ] Esta conanz con las costumbres y hábitos cotidianos se ha conndido a menudo 66 TEORÍA FEMINSTA
Y
ANTROPOLOGÍA: CVES ANALTICAS
con el conocimiento del corazón humano» (Wollstonecrat, M. 2005 [ 1 79 2 ] : 7 1 ). La dependencia de las mujeres, señalará Wollstonecrat, es impuesta a través de una socialización discriminatoria dirigida a mantener un sistema e desigualdades, una «democracia exclusiva» omo señala G Fríase onde los hombres son los únicos miembros aceptados 8 • En este sentido, la misoginia ilustrada analizará los efctos que produce esta socialización como si eran principios ju sticados en un supuesto natural, las difren cias siológicas, para mantener aquello que les conviene 8 • Wollstonecrat dirá que la belleza, el pensamiento sexuado, la servidumbre a su sexo, la sensualidad o el limitado intelecto son efctos en correspondencia mutua ruto, no origen, de una educación discriminatoria e interesada. «Todo lo que ven u oyen [las mujeres] sirve para jar las impresiones, suscitar emociones y asociar ideas , que dan un carácter sexual a la mente. Nociones lsas de belleza y delicadeza detienen el crecimiento de sus miembros y producen una enfrmiza dolencia, m ás que una delicadeza de órganos, y así debilitadas, al emplearse en desarrollar en vez de examinar las primeras asociaciones impuestas sobre ellas por todo objeto alrededor, ¿cómo pueden obtener el vigor necesario para permitirse liberarse de su carácter cticio ? [ . . . ] Esta cruel asociación de ideas, que todo conspira para entretejer en todos sus hábitos de pensamiento o, para hablar con más precisión, del senti miento, recibe nueva erza cuando empiezan a actuar un poco por ellas mismas, pues entonces perciben que es solo a través de su destreza para excitar emociones en los hombres que han de obtener placer y poder. Además, los l ibros expresamente escritos para su instruc ción, que causan la primera impresión en sus mentes, inculcan todos las mismas opiniones» (Wollstonecrat, M. 2005 [1792]:201). La socialización y la educación subyugan a las mujeres. La aceptación consciente o no de la subordinación les muestra el único camino que tienen
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L democcia es exclusiva, no excluyente, por que no enuncia las reglas de exclusión. Pduce la exclusión por una serie de impedimentos reales o imaginarios, jurídicos y médicos, literarios y losócos Por lo tanto, no hay enunciado de exclusión de las mujeres, como tampoco hay texto fundacional del contrato sexual Fraisse G 2003:54 82 Para más infrmación ver Valcárcel A 1 997 L política de las mujeres Madrid, Cátera pp. 58-60
CAPÍTULO 2. CARA DE ILUSTRACIÓN
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para alcanzar el poder, la capitulación del hombre a sus encantos. Pero, someter al varón conlleva representar correctamente el modelo de fmini dad normativa que éste ha impuesto . Esta representación tendrá como efcto incrementar el poder del que somete. En este sentido, Wollstonecrat entenderá que las relaciones entre los sexos se construyen en una interde pendencia de lsas reciprocidades, donde las mujeres buscan dominar a sus señores gracias a la obediencia ciega que les deben, llegando a tener la l sa percepción de que los dominados son ellos. « . . . el poder persigue la obediencia ciega, los tiranos y los libertinos están en lo cierto cuando tratan de mantener a la mujer en la oscuridad, porque los primeros solo desean esclavos y los últimos un juguete. El sensualista ha sido en realidad, el más peligroso de los tiranos: las mujeres han sido embaucadas por sus amantes, como príncipes por sus ministros, mientras soñaban que reinaban sobre ellos». (Wollstonecrat, M. 2005 [1792]:73). Así, la autora de Vndicaciones. . . entiende que el amor debe servir para rtalecer a los sujetos y no para subyugarlos. El amor despreocupado y placentero de la juventud debe dar paso a un amor ruto de la reexión y la autoarmación de la pareja como sujetos individuales . Esta rma de amar servirá para que la mujer no se centre solo en la apariencia y en el encanto para mantener vivo el amor de su esposo, sino que «tanto si es amada o descuidada, su primer deseo debería consistir en hacerse respetable y no delegar toda su flicidad en un ser sujeto a las mismas debilidades que ella» (Wollstonecrat, M. 2005 [ 1 792] :7 8). Las mujeres, por lo tanto, no deben conrmarse con la apariencia, sino que deben rmarse como un ser de concepto. A l contrario de lo que proponía Rousseau, cuando señalaba que la mitad de la reputación de una mujer dependía de la simulación, pues lo que se piense de ella es tan importante pa ella como lo que realmente es, M Wollstonecrat nos dirá que es la apariencia lo que hace de las mujeres seres maliciosos y, por lo tanto, lo que las aleja como al hombre de la virtud. El apego a la opinión publica, sustentado a veces por la religión, es lo que ha originado que la «moralidad [sea] socavada muy insidiosamente en el mundo fmenino por la atención volcada en la apariencia en vez de en la sustancia» (2005 [ 1 792] :229) •
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Woll stonecraft, M. 205 ( 1 792) :2 29 E l corchete es nuestro
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ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALTICAS
En resumen, Mary Wollstonecrat aboga por el rtalecimiento de la ente fmenina y su ampliación, lo que evitará que el hombre se crea dueo de su cuerpo y de su voluntad, respetándola como individuo y aceptando sus decisiones como sujeto político y social . La vindicación, por lo tanto, os obliga a razonar y cuestionar nuestros supuestos implícitos en las ras y en el ndo, analizando las causas y los efctos de todo aquello que construye los géneros y la sociedad. En este sentido, como señala Nuria Varela, «Wollstonecrat es radicalmente modea puesto que pone el ebrión de dos conceptos que el eminismo aún maneja en el siglo XXI la idea de género [ . . . ] y la idea de discriminación positiva puesto que asegura la autora inglesa: «Y si se decide que naturalmente las mujeres son más débiles que los hombres ¿por qué no establecer mecanismos de carácter social y político para compensar su supuesta infrioridad natural?» (2008:40).
CAPÍTULO 2. CARA DE IL USTRACI ÓN
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CAPÍTULO 3
U n si g lo d e m ovi m iento iento s ociales, nuevas teorías y viejos desencuentros En el siglo XIX aparecerán varios movimientos sociales en deensa de los derechos de las mujeres. Entre ellos uno de los más (re)conocidos será el moviendo suagista, que nace con una vocación vindicativa ilustrada y va en contra de de la misogi mi soginia nia romántica84 • Otros movimientos serán el socialismo y el anarqui anarquismo smo,, que se s e ocuparán ocuparán de algunas problemáticas problemáticas concret conc retas as de las mujeres, pero siempre dentro de un marco global de demandas socio políticas. Por ejemplo, mientras que el suagismo centraba sus reivindicaciones en los derechos civiles que aectaban a todas las mujeres sin distin ción de clase, socialistas y anarqui anarquistas stas se preocuparon preocuparon más de lo s derechos laborales, algunos específcos de las mujeres, como el orario laboral o el peso que debían cargar las obreras en las ábricas 85 El movimiento movim iento suagi suagista sta alcanzó gran importancia en Inglat Ingl ater erra ra y Esta dos Unidos de América, mientras que en el resto de Europa tendrá más
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El romanticismo, como movimiento social y político, aparece a nales del siglo XVII XV III.I. Este movimiento dará más impor im portancia tancia a los sentimientos sentimi entos ente a la razón. razón. Para Para los románticos el amor es casi un princi pio divino, y la mujer un ser angelical que puede llevar llevar al hombre a la perdición 85 Para saber más sobre el feminismo en Europa continental y sobre los movimientos obrro obrross de de mujeres, mujeres, ver Kppeli Kppeli,, A M 1 994
CAPÍTULO 3. UN SIGLO DE MOVIMIENTOS SOCIALES
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relevancia �l movimiento sindical, socialista o anarquista Las mujeres suagistas, en estos esto s dos países , pusieron pus ieron de maniesto una una gran creatividad creatividad reivindicativa A las manifstaciones públicas, las huelgas de hambre o recogida de rmas algunas de estas acciones copiadas después por el socialismo socia lismo y el anarqui anarquismo, smo, tenemos que añadir que que este movimiento movimient o e, según algunas fministas actuales, uno de los primeros en la historia con tradición tradición pacista Los agentes políticos, políticos, económicos y sociales que permitiero permitieron n el surgisurgimiento del suagismo en Inglat Ingl ater erra ra y Estados Unid os eron, según seg ún Richar Rich ard d J. Evans 86 , la revolución industrial, la urbanización creciente, la ideología liberal y el auge del protestantismo A esto habría que añadir en Estados U nidos, donde el movimiento movi miento suagistas alcanzó más importancia importancia,, ctores especícos como el movimiento abolicionista o el movimiento de renova ción religiosa denominado el segundo gn activism o de las g n despe despertar rtar87 • El activismo suagistas en estos grupos posibilitó que aprendieran a hablar en público, ej ercer ercer una militancia militanci a activa y articularse articularse como colectivo c olectivo político pol ítico Las reivindicaciones del movimiento suagista, tanto inglés c omo ame ricano, terminaron centrándose centrándose en la l a participac participación ión política p olítica de las muj muj eres eres y en el derecho al voto No obstante, sus pretensiones desde un principio eron más allá y siguiendo la senda abierta por la vindicación ilustrada criticaron ertemente el derecho patriarcal que otorgaba el poder de deci sión al esposo espo so en l a vida marital marital88 , yyaa eran derecho derechoss sexuales sexua les o de propiedad Además, Además , demandaron leyes que mej mej oraran oraran la vida de la s madres solte ras y su prole; solicitaron ordenanzas para mejorar la situación de las prostitutas; abogaron por la educación de niñas y mujeres; reivindicaron
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Ver Evans, R. 1980:22/23. Este movimiento religioso religioso se postuló como un movimiento i ndependentista ndependentista y abo abo licionista Muy inuido por el socialismo utópico, entre sus las se encontraban mormones, baptistas y cuáqueros. Para más información ver, http://infokrisis.blogia. co2005/0280860elsegundograndespertarreligiosonorteamericano.php 88 Los antecedentes teóricos del suagismo se encuentran en el siglo anterior: las proclamas proclamas de Olympe de Glou gles representante representante de la corriente corriente más pol ítica de la Ilustra Il ustra ción, ción , alentarán alentarán a las las mujere mujeress a movili movi lizarse zarse y hablar de un compromiso m ilitante il itante de lucha; los argumentos argumentos de Condorcet animarán animarán a la participación p olítica en las sociedades demo cráticas, con el objetivo objetivo de corregir las asime tas tas sociales tan perj perj udiciales udici ales para la sociedad; m ientras que Ja J a corente corente mas ética que en caba Mary Wol Wol lstonecraft, lstonecraft, le s abrirá una posibilidad de cambio para ella misma . Sledziewsi, E. G . 1 994:48/55 . 87
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ANTROPOLO ANTR OPOLOGÍA: GÍA: CLAVE CLAVES S AN ALTICAS ALTICAS
legislaciones laborales y de divorcio; y emplazaron al control de los naci ientos, ientos , separando separando placer sexual de procreación procreación 89 • Las mujeres y los hombres suagistas aunque entendían que algunos de estos estos puntos punto s podían podían estar entre las las reivindi reivin dicacio caciones nes del soci s ociali alismo smo y el anar anar quismo, como la trasrmación de la milia patriarcal 9 , opinaban que la categoría clase no satiscía determinados requerimientos especícos del sexo emenino. A esto se unía que las demandas reeridas a la mateidad o al al aborto aborto no eran bien recibidas , dentro de la tradició tradición n sociali so ciali sta, por una mentalidad masculina que presuponía que la lucha de clases incluía la igualdad de sexos y ue la usca usc a soc so caal acaa acaa de dca maea a oda la especie humana. La consecuencia de todo esto e que el suagismo (y despus el fminismo) se quedaría solo en sus proclamas. « . . . los hombres de izquierdas del siglo XIX ven casi siempre la revolución como el horizonte a partir del cua habrá que pensar a plantearse la cuestión de las mujeres. La contradicción hombresmujeres siempre es secundaria ente a temas urgentes. El retraso denunciado como obstáculo deja paso a la idea de que no hay que adelantarse demasiado a los tiempos. Así se estructura el conicto, duradero, duradero, entr entree fminismo fmini smo y sociais soc iaismo mo.. El fminismo fmin ismo sería rermis rermis-ta más que revolucionario. Por eso se construyó la expresión de «minismo burgués». Reclamar los derechos civiles o los derechos políticos distraera de la lucha de clases» (Fraisse, G. 2003/101). Las críticas al movimiento suagista no se hicieron esperar. A los antisuagistas, hombres y mujeres, se unieron aquellos que lo denominaron movimiento urbano, urbano, liberal o burgués burgués de clase c lase media 9 • No obstant, aun que es cierto cierto que el suagismo , tanto inglés co mo norteamer norteamerican icano, o, conecco nectó en un principi o con el pensamiento p ensamiento lib eral eral por entonces una corriente corriente progresista, según avanza el liberalismo a parámetros políticos más con servadores este ovimiento tomará dierentes caminos. El ala moderada del suagismo se vinculará a la corriente liberal hasta que agunos liberales ya ya en el sigl o XX e acusen de tener tener posicionamientos muy radicales. radicales.
89 Como señala R Evns L s feministas eminist as modedas no comenzar comen zaron on nunca nu nca pidiendo
la igualda igualdad en todo todoss los casos casos [ . . . ] L historia del feminismo es en genel una historia de unos objetivos objetivos progresivam progresivamente ente ampliados. ( 980:37 Elejabeit eitia ia C 1 987: 1 30. De Elejab 9 1 De Ele Elejabei jabeiti tia, a, C 1 987: 1 08 08 1 1 4
CAPÍTULO 3 . UN SIGLO DE MOVMIENTOS SOCIALES
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Otra parte del fminismo suagista se irá al socialismo. Mientras que la corriente menos moderada dará orgen en el siglo XX al movimiento social alternativo denominado minismo radical. El hecho es que aunque el suagismo naciera en las urbes industrializadas de Estados Unidos e Inglaterra, lo que justicaría en cierta medida las críticas, en el medio siglo que duró este movimiento hubo más de una clase y de una ideología implicada Los logros que consiguió el movimiento suagista a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX eron muchos. Aunque el más reconocido haya sido la consecución del suagio universal, el más destacable e sin duda la organización de las mujeres en asociaciones por la lucha y reivindicación de sus derechos En concreto, las suagistas amercanas, siguiendo los pasos organizativos de los partidos políticos, comenzaron constituyéndose en Convenciones. La primera Convención se realizó en Seneca Falls (Nueva York) el 1 9 y 20 de julio de 1 848, redactándose en ella, a imagen de la Declaración de Independencia (1776), lo que se ha considerado la carta ndacional del suagismo, L Declarción de Seneca Falls 94 • No obstante, a pesar de los logros, la militancia en defnsa de los derechos de las mujeres nunca ha estado exenta de coerción, tropiezos y desencuentros A la dura represión que surieron a nales del XIX las suagistas inglesas más radicales, se podría añadir las discrepancias que surgieron dentro del suagismo amercano y que provocó, por ejemplo, que de las doce resoluciones que contenía el Acta de Seneca Falls la única que no se aprobó por unanimidad e la refrida al suagio electivo Sin embargo, una de las lecciones más amargas que el suagismo americano tuvo que aprender e el desencuentro con los abolicionistas, pues una vez estos consiguieron el voto para los hombres negros abandonaron la causa suagista y sus reivindicaciones 5 . En este sentido, como señala Amelia Valcárcel, «cuando emergió el «nosotras», se estableció también el paisaje de la solidardad, la ayuda mutua, los caracteres meliorativos y, si era el caso, la parcialidad» (1997: 138) No obstante, esta solidaridad se ejerció por las suagistas de
92 93 94 95
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Evans R. J 1 980:279/280 Varela N 2008: 48/50 Para más infrmación ver Tavera, S 1 996: 1 35/ 1 44 Varela, N 2008: 52/53
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ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTCAS
rma afectuosa, vinculada a disposiciones compasivas que, desde mi perspectiva, posibilitó éste y otros desencuentros que se han dado con posterioridad en la historia del fminismo con otros movimientos sociales. Esta solidaridad, sustituta del término ateidad en el discurso suagista como nos dice la autora, e posesionada en el sentido más vago de empatía o altruismo, pero: «Ser solidario es, también, hacer comunidad, educir «nosotros» por encima de los intereses y disposiciones individuales Por solidaridad debemos ayudar, pero también debemos absteneos de ayudar. Depende de qué constituya el grupo de refrencia a que se aplique . La solidaridad es una virtud ruda y no estoy segura de que incluso en todos sus tramos y matices sea una virtud. En cualquier caso es una virtud igualitaria . . . » (Valcárcel, A. 1 997 : 1 36)
1.
HABLAN DO DE LA EVOLUCI ÓN DE L HOM BRE, LA SOCIEDAD Y, ALGUNAS VECES . , DE LAS MUJERES
En el siglo XIX, el interés por teorizar sobre cómo es «el temperamento de la mujer» parece haber disminuido, centrándose más en cuestiones como la milia, la rproducción o el derecho, es decir, «la situación jurídica o no, entre el hombre y la mujer (e matrmonio)» (Fraisse, G . 1 994: 58) • Muchos estudiosos de la época, como Auguste Comte ( 1 798 1 857) , han asumido la inmutabilidad de a naturaleza fmenina y su condición ahistórica expresada por los ilustrados misóginos, y aunque estaba en contra de algunos de sus postulados políticos, señalará que las mujeres son seres dignos de ado
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El cuestionamiento del matrmonio como contrato, las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, la construcción de los sujetos mujeres como individuos o el amor, serán algunos de los temas que preocupen a l a lo soa de la época. Autores que destacan en este sigl o y que tratan la situación de las mujeres son, Charles Fouier ( 1 772 1 83 7), Fredrich Schlegel ( 1 772- 1 829) o Georg Wihelm Friedrch Hegel ( 1 770 1 83 1 ). Filósos que no vamos a tratar, pero que son estudiados por G. Fraisse en «Del destino social al destino personal. Hi stora losóca de la diferencia entre los sexos» ( 1 994), y que deben ser tenidos en cuenta por sus aportaciones min istas o no al tema que nos ocupa.
CAPÍTULO
3.
UN SIGLO DE MOVIMIENTOS SOCIALES
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ración, pero infriores y menos inteligentes • Este compromiso con el pensamento patriarcal lejo s de ser justicado ha sido posteriormente criticado por varias autoras como J. M. Lehmman, quien en su libro Durkheim and Women ( 1 994) se preguntará por el ostracismo académico que ya surían los lósos ilustrados prefministas en el siglo XIX • Esta socióloga señala cómo, en concreto, Emile Dureim ( 1 85 8 1 9 1 7) armaba en sus textos que la dierencia entre lo social y lo no social la marcaba el sexo, reduciendo, como anteriormente lo hizo Comte, el estudio de las mujeres a un determinismo biológico. Constatando en su libro, «[Las] anidades entre Durkheim y algunos pensadores que lo antecedieron como Rousseau, Comte y Proudhon, quienes a pesar de los notorios contrastes en sus posiciones políticas sostenían que las difrencias entre los hombres y las mujeres estaban dadas únicamente por las estructuras dierenciadas de la naturaleza y que éstas determinaban que las mujeres tuvieran o no ciertas cultades . . . [ . . ] , e l silencio e n too a las mujeres está presente incluso e n s u estudio de la milia» (Zabludovsky, G 2002: 243/244) . Este determinismo biológico, aunque tuvo sus inicios en los pensadores ilustrados, alcanzará su paroxismo en este siglo, cuando se le dota de un lenguaje cientíco con una base empírica y positivista. El uso de este lenguaje, que permitirá explicar con «rigor cientíco» la universal subordinación de la mujer al hombre, tendrá entre sus principales argumentos la capacidad reproductora de la mujer y su consecuente instinto mateal. Como dirá John Stuard Mill ( 1 806 1 873 ), en su crítica al determinismo biológico, en el siglo XIX «hemos sustituido la apoteosis de la Razón por la del Instinto; y llamamos instinto a todo lo que hay en nosotros para lo que no 97 Bedogni, U 2008:82 98
Nadie ignora la cuestión feminista. Schopenhaue Kierkegaard o Auguste Comte considen útil, por tanto, escribir un párfo o dos sobre lo absurdo e inútil de la cuestión feminista Fraisse, G 994:64 Zabludovsky, en este atículo hace un a reseña al texto de Lehmman, J . M ( 1 994) Ver también Fraiss e, G 200 :27/28 Los novedosos postulados de Durkheim sobre la fmi lia, q ue pasa de se r un a unidad patriarcal a una sociedad conyugal; o el matrimonio, institución social que ya no tiene que ver con el hecho natural; no evitan que se oponga por ejemplo a la idea del divorcio, que según él consagra la autonomía de los sujetos, sobre todo en las mujeres Ver Fraisse, G 1 994:84 y 200 1 :28
7 6 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
podemos encontrar una base racional Esta idolatría [es] innitamente más degradante que la otra . . . » (Stuard Mill, J. , 2001 [ 1 869] : 1 52) • Así, el propio Charles Darwin, en su libro El origen del hombre y de la selección en relación al sexo ( 1 87 1 ), aplicará su teoría de la evolución al origen de la humanidad para explicar, con argumentos cientícos, la desigualdad entre los sexos º • «Podemos asimismo infrir de la ley de las desviaciones con respecto a la media, tan bien rmulada por Mr Galton en su obra «Hereditar y Genius», que si los hombres están capacitados para una denitiva preeminencia sobre las mujeres en muchos aspectos, la media de la capacidad del hombre debe estar por encima de las mujere» (Francesch, A, citando a Charles Darwin, 2008:2 3) El autor de la teoría evolucionista, que opinaba que e l instinto mateal situaba a las mujeres más cerca de la naturaleza, aunque recibió algunas críticas en su época por este posic ionamiento androcentrista , e notablemente secundado y sus tesis eron asimiladas por muchos analistas socia les dando origen al denominado Darwinismo Social • Cientícos coo Lewis Henry Morgan (18221888) o Edward Buett Tylor (18321917), representantes de la naciente antropología y seguidores del evolucionismo, señalarán en este sentido que la situación que tenían las mujeres de su época era la conclusión de la evolución que había llevado al hombre del estado de salvaj ismo a la civilización y, por lo tanto, era la mejor posición que ellas podían disrutar • El interés que la generalidad de los antropólogos varones mostró por as mujeres en sus investigaciones se debió, ndamentalmente, al hecho e
Stuard Mil , J ; Taylor Mil , H 2001 ( 1 832 1 869) 1 52 Los corchetes son nuests Fraisse, G 1 994: 82. 02 Clémence Agustine Royal ( 1 830 1 902) o Antoinette Brown Blackwell ( 8' 51 92 1 ) criticaon sus conclu siones sobre la direncias de los sexos Para má s inrmación, Puleo, A 2009 «L a discípula de Dawi n» alic iapuleobl ogspotcom 103 Algunos darwini stas sociales se unen a l os eugenistas, que piensan que una «estirpe cial» superior es decisiva para la supervivencia de los más adaptados en las luchas por la vida, en el dominio de la clase social y las naciones. Walkowitz, J R 1994:3Q Esto afectará, e n concreto, a la capacidad reproductora de la mujer y a s u identi dad sexl, a pate de a otros temas como e l racism o Méndez, L200739/46 01
CAPÍTULO 3 . UN SIGLO DE MOVIMENTOS SOCIALES
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dedicar tod todos os sus s us eserzos a los estudios del del parentesco parentesco.. Asimi smo, muchos de ellos postula postul arán que la cultura había evolucionado evolucio nado en progresión progresión pos p os tiva y aunque sus explicaciones sobre la evolución de la humanidad podían variar, variar, en general reconoc reconocía ían n la l a existenci exi stenciaa de un perodo remoto remoto donde las mujeres habían detentado el poder, el matriarcado • Ambas premisas les llevarán llevarán a pensar que las muj muj eres, en principio princi pio,, deberan deberan estar adscritas adscritas a un varón varón padr padre, e, hermano o espos espos y si encontrab enc ontraban an alguna prueba etnográetnográca donde ellas tenían poder la posic po sicion ionar arán án automáticamente automáticamente en un es tado tado primitivo ' • En este sentido, sentid o, la atenció atención n que estos cientíco c ientícoss prestaron prestaron al matriarc matriarcaado en casi ningún caso tuvo la pretensión de dotar a las mujeres de capacidades iguales igual es a las del de l varón varón,, sino s ino más má s bien bie n todo todo lo contrario contrario,, el matriarc matriarcaado habría habría sido una etapa etapa prec precivi iviliz lizada ada por la que la sociedad soc iedad había pasado y aunque algunos alguno s pensaban pen saban que la ideología patriarca patriarcall no era el ideal, estaba en un período evolutivo evoluti vo superior. En palabras palabras de Johann Johan n Jakob Jakob Bachofn B achofn (18151887), el matriarcado se marchitó con el victorioso desarllo del varones descubrier desc ubrieron on su contri co ntribución bución biopatriarcado, momento en que los varones lógica a la repro reproducción ducción • Sin embargo, a pesar de la misoginia que adolecía las ciencias sociales y la losoa de la época, hubo mujeres que se dedicaro dedicaron n a la antr antropologí opología, a, como Erminnie Erminnie Platt Platt Smith ( 1 836 83 6 1 886) 886 ) o Harrie Harriett Martineau Martineau ( 1 802 1 87 6), 6) , que que cuestionar cuestion aron on abiert abiertame amente nte el andro andro-centrismo del evolucionismo social • Estas antropólogas se preguntaron sobre los porqués de las desigualdades entre los sexos en las sociedades civilizadas civil izadas cuando, por ej ej emplo, emplo , las muj muj eres indígenas americanas supues supues-tament tamentee salvaj salvaj es gozaban gozaban e mayores mayores pvilegios que ellas ' •
105 Solo Henry S Maine ( 1 822- 1 888) nega negará rá la existencia de de un matr matrar arca cado do 1 Méndez, L 2007: 39/46. 39/46. 107 Bachofn, J J 199855
Fran�oise Fran�oise Heitier ( 1 996) , entre otra otrass antropólogas , demuestra demue stra que que la relación entre patriarcado y el «descubrimiento», por parte de los varones, de su contrbución biológica a la repro reproducció ducciónn es lsa, lsa , señal ando la exis tencia de culturas patriarcales patriarcales que desconocen dicha contrbución contrbución 108 Del mismo modo la misogi mis oginia nia de los lósof lósofos cambia de natulez natu leza a ; sin si n duda, esto est o se debe a que la emancipación de las muje mujeres res se de deja entrever [. . . ] ciertos ciertos lóso lósof fos [. . . ] vacilan entre la exclusión social y política po lítica del sexo femeni eme nino no y su designación como fuerza maléca. Fraisse, G 1994:72. Martín, Martín, A. 2006: 7 1 /82
7 8 TEORÍA FEMNSTA Y ANTROPOL ANTROP OLOGÍA: OGÍA: CVES ANALÍ ANA LÍTICAS TICAS
Las críticas críticas a las tesis tesi s evolucionistas evolucio nistas del patriar patriarcado cado no solo sol o se manies manies taro taron n desde desd e la antropología, antropología, y desde des de la losoa l osoa Friedr Friedrich ich Engels En gels ( 1 820 1 895 ) expresa expresará rá en su libro El orige or igen n de la fami amilia, lia, la ppiedad p rivada rivada y el Estado ( 1 884) 884 ) que la tnsición natul al matrimoni matrimonio o monógamo estricto, la propiedad propiedad privada privada y las la s leyes ley es de herenci herenciaa que bene ciaban las patril patrili i neas, supusieron «el derrocamiento del derecho mateo, la gran derrota histórica del sexo fmenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas de la casa; la mujer se vio degradada, convertida en servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción» ducción» (Engels, F 1 999 [ 1 884] : 66/ 66/67) • Friedr Friedrich ich Engels entendía, entendía, al igual qu e los antr antropólogos opólogos evolucioni stas, que entre las muchas causas que posibilitaron que las mujeres perdieran el poder en el matriarcado estaba su espíritu de entrega. Este altruismo moral y un mayor apego al pensamiento práctico permitieron que los varones, amantes amantes del poder y apoderados apoderados del pensamiento pe nsamiento abstracto, es tableci tableciera eran n el patria patriarca rcado do asociado asoci ado consecuentemente consec uentemente con la economía capitalista, capitali sta, ambos sistema si stemass de dominación • Este estado estado de supuesta civili zación para Engels , lejos de ser un punto y aparte en el pereccionamiento de la sociedad, era solo solo un punto punto y seguido hacia haci a una una sociedad soc iedad más j usta e igualitaria, la so cia lista. «Así, pues, lo que podemos conjeturar hoy acerca de la regula rización de las relaciones sexuales después de la inminente supresión de la producción capitalista es, más que nada, de un orden negativo, negativo, y queda limitado, li mitado, principa prin cipalmente, lmente, a lo que debe desaparecer. Pero, ¿qué sobrevendrá? Eso se verá cuando haya crecido una nueva generación: una generación de hombres que nunca se hayan encontrado en el caso cas o de comprar a costa de dinero, ni con ayuda de ninguna otra erza social, el abandono de una mujer; y una gene ració ración n de muj muj eres que nunca nunc a se hayan vi sto en el caso ca so de entregarse entregarse a un hombre en virtud de otras consideraciones que las de un amor real, ni de rehusar entregarse a un amante por miedo a las consecuencias económicas que ello pue da tra traer erle le s. Y cuando es tas gene raciones aparezcan, enviarán al cueo todo lo que nosotros pensa
110 Para más inrmación sobre las críticas de a osofa a as tesis evoucionistas e Fraisse, G. 1994:81/82 De Miguel, A 1 992/29 992/294 4
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3. UN SIGLO DE MOVIMIENTOS SOCIALS
79
mos que deberían hacer Se dictarán a sí misma mi smass su propia conducta, y, en consecuenc consec uencia, ia, crearán una opinión pública para juzgar ju zgar la conducta de cada uno ¡Y todo quedará hecho!» (Engels, F 1999 [ 1 884 884 ] : 100 10 0/1 01 ). E n l a sociedad sociedad socialista e l matrimonio matrimonio monógamo monógamo n o desapar desaparec ecee en nción de los cambios sociales, aunque ya no se considerará estricto en el sentido que la mujer estará sujeta al varón, mientras que el varón puede tener tener relacion relaciones es extrama extramatrimoniales trimoniales cuando quiera; las relaciones sexuales por lo tanto serán iguales, reciprocas y afctivas • La milia patriarcal reducida reducida dej dej ará ará de ser la unidad económic a de la sociedad, soc iedad, pasando pas ando el cuidado y educación de los hijo hijo s, legítimos o ilegítimos, a ser una responsa responsabi bi lidad social • Sin embargo, esta sociedad ecuánime no se opondrá al pre dominio de la mujer en la casa o a la división sexual del trabajo , pues ninguna de estas cuestiones según Engels había sido en sí msmas ms mas origen origen o ente de desigualdad en el comunismo primitivo 5 • En resumen resumen,, Friedrich Friedrich Engels , aunque crítica crítica a los evolucioni stas en su interpretación sobre el patriarcado, sigue las investigaciones de Morgan y B achofn sobre la evoluc evolución ión de la milia mil ia articu articulando lando respecto a las las muje muje res un discurso di scurso ambiguo que, desde mi perspectiva, perspectiva, esta muy inue nciado por el discurso de la excelencia utilizado por algunos cientícos decimonónicos Las especicidades de género no son tratadas por él desde posi cionamien cionamientos tos vindicativ vindicativos os y, y, siguiendo siguiendo las tesis tesis Karl Marx Marx ( 1 8 1 8 1 88 3 ), supondrá que la trasrmación de las estructuras económicas capitalistas será condición condici ón necesar nec esaria ia y suciente suc iente para para conseguir la ig ualdad entr entree los sexos, algo que como observa Alicia Millares (2003) se aleja de la rea lidad «Engles ni contempla ni aborda aborda qu e la apropiación apropiación de la s muje muje-res e previa previa a la aparición aparición de la propiedad propiedad y de la mil ia monogámica; por tanto que en rmas miliares más primitivas el trato sexual correspondía por entero a los varones, los padres y que el intercambio de mujeres e quizá la primera rma de comercio» (200 (20033 : 1 1 4 ).
1 12 1 13 1 14 1 15
Millar Millares, es, A 20 203: 1 1 3/1 14 Engels, 1 999 ( 884 884) : 9 1 Ver Ver Fraisse Fraisse,, G. 203/28 Sobre la divis ión del traba trabaj . Engels, F 1 999 ( 884 ):56/57 ):56/57
8 0 EORÍA FEMINISTA
AN TROPOLOGÍA: C LAVE LAVE S ANA LÍICAS LÍICAS Y ANTROPOLOGÍA:
2.
A IGUADAD ENTRE LOS SEXOS, UNA CUESTIÓN QU E TAM BIÉN ATAÑ E A OS DERECHOS INDIVIDUAES DE AS MUJERES
A pesar que la lucha por la igualdad política universal encontró más detractores que apoyos en la sociedad decimonónica, hubo quien entendía que no solo la situación pública y civil de las mujeres era un índice de pro greso social, sino que también sus derechos como individuo debían de ser deendidos en aras a su completa construcción como sujetos y ciudadanas. Entre defnsores de estos postulados estaban los empiristas y positivistas John Stuart Mill y Harriet Taylor Mill ( 1 808 1 87 3), quienes aducían que la libertad individual, la igualdad y la flicidad permitirían al ser humano desarrollar su personalidad y sus capacidades 6 • El derecho a la individuación sería para ellos un principio ndamental por el cual un sujeto podría actuar en defnsa de sus intereses, siempre que no dañara a los otros, a él ismo o a la comunidad. Esta cultad en las mujeres se consumaría con la desaparición de las legislaciones que las mantenían en régimen de esclavitud. Ya no quedan esclavos, sino amas de casa, dirá John Stuart Mil l. La obra rsonal de este lóso, como la que escribió en coautoría con Taylor Mill, por sí solas cuestionarán la posición romántica de la mujer en la vida de un hombre y la irracionalidad del pensaento fmenno • Sus textos aunarán sentimiento y razón, adviiendo que el quehacer intelectual es propio del ser humano y nada tiene que ver con la siolog de los sexos. Así, utili zando un status cercano a lo angino la creación de los Mill nos adelanta, « [ . . . ] la ruptura entre sexo y genero, cuyo reconocimiento inci piente aunque notable para la época permite pensar la reconstruc ción rígida de las distinciones sociales impuestas sobre la base de los roles sexuales. [ . . . ] esta consideración aparece expresada en la idea de «sion o two» desde la cual John Stuart] Mill desdibuja la dierencia sexual, integrando la voz de ambos [John y Harriet] en un mismo plano identitario» (Nocera, P. 2009:24/25) •
1 6 1 17 1 18
De Miguel, A 1 992/291 . Nocera, P 209:2 3. Los corchetes son nuestros
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3
UN SIGLO DE MOVIMIENTOS SOCIALES
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En Ensayos sobre la igualdad sexual (200 1 ), se recogen tres textos emblemáticos de estos dos autores , donde ambos exponen sus tesis sobre la sociedad y la construcción del género, el matrimonio y la educación. Primeros ensayos sobre matrimonio y divorcio ( 83 2) está escrito por Stuart y Taylor Mill, mientras que la autoría de L concesión del derecho de voto a las mujeres ( 1 85 ) pertenece a Harriet y L sujeción de las mujeres ( 1 86 1 ) a John Stuart Mill. En este último ensayo, sin duda el más exhaustivo de todos, el autor se centrará en impugnar el rol tradicional de esposa y la consolidación de un estereotipo fmenino subordinado a la milia en deensa del honor y el es tatus del grupo mil iar 1 19 • Los argumentos que Stuart Mill esgrime le llevarán, en primer lugar, a hacer una crítica al determinismo biológico de manera magistral. El inteligente tratmiento que hace del concepto naturaleza desmontrá el discurso misógino decimonónico en sus dos variantes, el de la infrioridad y el de la excelencia 120 , utilizando tres argumentos losócos: el retórico, el empírico y la universalización del concepto naturaleza humana 1 2 1 • El argumento retórico lo empleará para cuestionar la naturaleza igual, pero complementaria de los sexos, señalando que el ser humano es incapaz de tener un conocimiento de lo absoluto, pudiendo solo disceir los fnómenos y lo relativo. Partiendo de esta evidencia determinará que las ciencias sociales de su época cuando estudiaban a los hombres y a las mujeres lo hacían como seres socializados. «Tampoco tiene provecho alguno armar que la naturaleza de los dos sexos los adapta a sus nciones y posiciones presentes, y las hace apropiadas para ellos. Basándome en el sentido común y la constitución de la mente humana, niego que nadie conozca o pueda conocer la naturaleza de los dos sexos, puesto que solo se h an visto en su relación mutua actual» (Stuart Mill, J. 200 1 [ 1 8 6 1 ] : 1 7 1 ) . La única manera de valorar si existe una naturaleza especíca para cada sexo, dirá Stuart Mi ll, es haciendo losoa y lo primero que se preguntará es, ¿ qué es natuleza ?, a lo que responderá, lo que se desarlla espon táneamente. En este sentido, si la naturaleza de la muj er era la que indica
1 19
De Miguel, A. 1992:298. Para la crítica al discurso de la excelencia ver, De Miguel, A. 1 999: 1 68 . 12 Ver, De Miguel, A. 1 994. En este tema hemos seguido las clases magistrales que De Miguel impartió en 201 en el Seminario de Estudios feministas de la UCM. 120
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Y
ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS
ban los pensadores misóginos, la siguiente cuestión sería, ¿para qué se educa a las mujeres en valores, actitudes y nciones supuestamente fmeninos? O lo que es lo mismo, ¿para qué se educa a las mujeres para ser esposas o madres si esto está en su naturaleza? Y, por lo tanto, ¿por qué existen códigos que les prohíben desarrollar otras actividades que no son las domésticas? Las respuestas a estas preguntas obligarán a Stuart Mill a deducir que, a lo mejor, hay algo en las mujeres que por naturaleza se opone a estos papeles de esposa o madre, ya que toda la sociedad, incluso las leyes , han estado ndadas para inculcarles esta supuesta naturaleza 1 22 • Concluyendo que en este tema no hay naturaleza, sino que todo es ruto la educación y, por lo tanto, de la cultura. «A las mujeres se las educa para que no sean capaces de subsistir en el mero sentido sico sin que un hombre se ocupe de ellas ; se las educa para que no sean capaces de protegerse del daño o el insulto sin que algún hombre sobre el que tengan un derecho especial las proteja ; se las educa para que no tengan vocación u ocio [ . . . ] La ley del matrimonio que ahora existe, sin duda es el resultado de dicha ley y encaja en el estado general de la sociedad de la que rma parte . . » (Stuart Mill, J. 2 0 0 1 [ 1 8 6 1 : 1 0 2 ) . .
.
El segundo argumento utiizado por Stuart Mill será el argumento empí rico. El lóso buscará ejemplos sobre qué hacen las mujeres en la vida real y en qué grado esto contradice la ideología doinante. Su observación le permitirá encontrar mujeres que, lejos de ajustarse a la fminidad norma tiva decimonónica, se han convertido en sujetos con una gran relevancia social y política 1 23 • S iendo su tercer y último argumento el de la universalización del concepto naturaleza humana desde una perspectiva losóca. Stuart Mill indicará que, o bien las mujeres y los hombres son dos especies distintas, o bien tenemos una naturaeza común que por lógica universaliza todo: lo que es bueno para el hombre lo es para la mujer y viceversa. Al nal de estos tres argumentos Joh n Stuart Mill concluye, que l a única rma de ser libre está en la c apacidad de decidir por uno mis mo desa
122
Stut Mil J . ; Taylor Mil H. 200 1 ( 1 8321 86 1 ): 1 77 1 23 Por no remontaos a la historia antigua, buscamos en vano gobeantes más capaces ofrmes que Elisabeth; que Isabel de Castilla; que María Teresa; que Catalina de Rusia . . . Stut Mil, J . ; Taylor Mil H 2001 ( 1 832- 1 861 ): 1 28
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rrollando todas las cualidades que nos denen como seres humanos, tenien do siempre en cuenta que ninguna capacidad es innata a uno u otro sexo. En este sentido, el autor señalará que el problema de las mujeres es que nunca se les ha dejado comportarse como seres humanos, pues histórica y cultu ralmente se les ha coartado su libertad de decisión y de acción 1 24 • A las mujeres siempre se las ha tutelado en relación con esa naturaleza inntil que la cultura patriarcal les ha otorgado. «La regeneración moral del género humano no comenzará realmente hasta que la más ndamental de las relaciones sociales se someta a la regla de una justicia igualitaria y hasta que los seres humanos aprendan a cultivar su anidad más erte con un igual en derechos y educación. Hasta ahora, los benecios que parece que obtendría el mundo al dejar de hacer del sexo motivo de incapacitación para los privilegios y un distintivo para el sometimiento son sociales más que individuales, pues consi stirían en un aumento del caudal general de pensamiento y actuación, y una mejora de las condiciones generales de la aso ciación de los hombres con las mujeres. Pero sería desestimar deplorablemente el caso de omitir el benecio más directo de todos, el indecible provecho en libertad privada para la mitad de la especie liberada: la difrencia entre una vida de sometimiento a la voluntad ena y una vida de libertad racional» (Stuart Mill, J ., 2001 [1 861 ] :252). Una vez demostrada la irracionalidad del determinismo biológico, Stuart Mill dedicará parte de L sujeción de las mujeres a demostrar las ventajas sociales que aportan la libertad e igualdad de las mujeres respecto a los hombres. Argumentará, con un silogismo moral, cómo la milia patriarcal es el origen de la desigualdad y la escuela donde las generaciones turas aprenden sobre la difrencia e infrioridad del género fmenino 1 25 • Para el autor, la integración de las mujeres en la sociedad en igualdad de oportunidades con el varón supone una competencia instrumental positiva, pues no solo se incrementarían las capacidades, sino que obligaría a los hombres a trabajar más y mejor 1 26 • Esta argumentación social se completa
1 24
Ver De Miguel, A 1 994 1 25 Stuart Mil, J . ; Taylor Mil, H 2001 ( 1 832 1 86 1 ): 196 y De Miguel, A 1 992/293/294 1 26 Stuart Mil, J . ; Taylor Mil, H. 2001 (1832-1861):239/240
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con el argumento espiritual que deslegitima el amor romántico y ensalza el amor racional entre compañeros. «Por el contrario, cuando cada una de la s do s personas, en lugar de no ser nada, es algo, cuando están unidas mutuamente y en princi pio no son demasiado distintas, el hecho de compartir constantemente las mismas cosas, ayudado por su simpatía, contribuye a extraer las capacidades latentes en cada uno de interesarse en las cosas que al principio solo le atraían al otro, y obra una asimilación gradual de gustos y caracteres [ . . . ] un enriquecimiento real de las dos naturale zas sumando cada una a los propios los gustos y capacidades de la otra. [ . . . ] Toda compañía que no eleva rebaja; y más cuanto más estrecha y miliar sea» (Stuart Mill, J ., 200 1 [ 1 86 1 ] :249/250/25 1 ). Esta visión de las relaciones de pareja se maniesta también en Primes ensayos sobre matrimonio y divorcio, donde Stuart y Taylor Mill argumentan empíricamente que el matrmonio europeo en el siglo XIX es una insti tución que tiraniza 1 27 • Según los autores, las leyes que apoyan la servidumbre del matrimonio han sido establecidas por los gobieos con la vana esperan za que el marido será un ser justo y actuará de buena e en lo relativo a su esposa. Esta dignidad en el trato por parte de esposo es para los autores una presunción incoherente en una sociedad ndamentada en la desigualdad y que incluso aquellos deenden que son flices en su matrimonio no pueden negar la evidencia de que su ndamento está en la supremacía masculina. Ambos lósos no criticarán el matrimonio monógamo en sí mismo, cuanto su carácter indisoluble y discriminatorio hacia las mujeres. Tanto John Stuart como Harriet Taylor Mill deenden, en las dos partes que componen este ensayo, que el divorcio lejo s de ser causa de desorden social, es un derecho individual que deben disrutar aquellos cónyuges que no basan su relación en el amor y el respeto a su mutua individualidad. Además seña larán, que la igualdad entre los géneros evitará que el divorcio se utilice rí volamente como argumento legitimo para cambiar de pareja (sobre todo por los varones que no se quedan al cuidado de la prole), pues la libertad y la flicidad entre el hombre y la mujer asegurará y mejorará sustancialmente las relaciones conyugales. «Tan cierto es que ahora no existe igualdad en nada, siendo todos los placeres como tales de los hombres y todo lo desagradable y los surimientos de las mujeres irá Taylor Mill como que todo
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placer se vería ensalzado innitamente en clase como en grado por la perctaigualdad de los sexos» (Stuart Mill, J ; Taylor Mill, H. 2 1 [ 1 8 32] : 4) • Para añadir en su texto, L concesión del derecho de voto a las mujeres: «El orden elevado de las uniones duraderas y elices sería cien veces más ecuente si el afcto que los dos sexos buscan mutuamente era esa amistad genuina que solo existe entre iguales en privilegios y cultades». (Taylor Mill, H. 200 1 [ 832] : 4 ). Estas palabras son el corolario de un ensayo donde la autora denuncia que la desigualdad de la pareja debilita de igual modo a hombres y mujeres . Retomando los argumentos de aquellos que justican el sometimiento laboral, político y afctivo de la mujer ndándose en el prejuicio de la costumbre, Taylor contraargumentará cada punto partiendo de la cuestión real. Es decir, «si es justo y oportuno que la mitad de la raza humana pase por la vida en un estado de subordinación obligada por la otra mitad. Una subyugación, explica, porque a los hombres les resulta agradable vivir en su propio benecio y las mujeres, en benecio de los hombres» haciendo de las necesidades de unos las virtudes de las otras (200 : 1 33/1 34) . En síntesi s, John Struart Mill y Harriet Taylor Mill hacen en estos ensayos una dura crítica al prejuicio denunciando la tiranía de la costumbre, que se aprecia sobre todo en la milia. Los cambios que proponen en las relaciones entre los géneros conllevan el respeto al individuo ser libre, reexivo, autónomo e igual a sus semejantes, que defnderá cabalmente sus intereses sin por ello menospreciar los del otro. La noción del matrimonio decimonónico, que reduce a las mujeres a meros objetos de placer y reproductores, debe dar paso a una institución que permita a la mujer elegir libremente su condición de casada o soltera, disrutando de los mismos placeres que los hombres asumen por el mero hecho de haber nacido varón 1 29 •
1 28
Stua Mil, J . ; Taylor Mill, H. 201 ( 1 832- 1 861 ): 1 1 4. En Primeros ensayos sobre matrimonio y divorcio. 1 29 Las mujeres solas solteras siguen sieno vistas con recelo en Europa, a pesar e su aumento, e que algunas gocen e inepenencia económica y que se les reconozca los mismos erechos el hombre, aunque nunca cons igan l a plena ciuaanía a pesar e paga impuestos omo enuncia Taylor Mil, la incertiumbre y suspicacias que levanta su identia social son granes Las viuas o ivorciaas siempre serán socorrias por la fmilia o el Estao, pero una mujer soltera puee convertirse en un sujeto inepeniente y autónomo, en un iniviuo. Ver Dauphi, C 1 994: 44 1
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En este sentido, como expone De Miguel ( 1 992 y 1999), su crítica a la construcción de la masculinidad es rigurosa y contundente. Si un joven que a llegado a la vida adulta sin ningún mérito, ni eserzo, tiene la creencia que es superior a las mujeres que le rodean por el mero heco de haber nacido varón, es que es torpe o demasiado listo para renunciar a sus derecos adquiridos por su género 1 30 • La condición de ser superior, que se aprende en el entoo miliar y es raticada por la sociedad, potencia la tiranía y el despotismo entre los géneros y dentro de cada uno, pues la mujer en su aán de tener poder para conseguir su liertad no solo querrá dominar al ombre, sino que oprimrá a las mujeres que están por debajo de ella 1 3 1 • La educacón de las mujeres y de los ombres en igualdad y autodetermnación eliminará estas y otras rmas de poder, así como los riesgos que conllevan para la sociedad. Residiendo en el mérito «el único título legítimo para obtener poder y autoridad» (De M iguel, A. 1992:293). « ... la igualdad de derechos reduciría el sacrico exagerado [de la mujer por los miembros d e su milia] que es e l ideal articial presente del carácter fmenino, y que una buena mujer no sería más abnegada que el mejor ombre; pero, por otra parte, los hombres sería menos egoístas y se sacricarían más que hoy porque dejaría de enseñárseles a adorar su propia voluntad como algo tan grande que a de ser ley para otro ser racional. No ay nada que los hombres aprendan con tanta cilidad como ese culto a sí mismo, que an practicado todas las personas y clases prvilegiadas. Cuanto más desciende en la escala de la umanidad, más intenso es; y llega a su punto máximo en quienes no están, ni estarán por encima de nadie, salvo de su espos e ijos desartunados. [ . . . ] La losoía y la religión, en lugar de mantenerlo a raya, son soboadas para mantener [el poder del esposo, como . . . ] En los estados menos avanzados [donde] la gente apenas reconoce la relación entre iguales [y . . . ] , las modalidades existentes son de mando y obediencia. No obstante, mando y obediencia son modalidades desartunadas de la vda humana: la sociedad en igualdad es su estado natural» (S tuart Mil , J., 2001 [ 1 86 1 ] : 1 9 3/ 1 9 4) . Stuart Mil, señalará De Miguel ( 1 999), deende que un gobieo ser libre y justo si se sustenta en un pueblo libre y justo, cuestión que nunca se
1 30 De Miguel, A 1 992:296 y 1 999: 1 66 Stuard Mil, J.; Taylor Mil, H 2001 ( 1 832-1 861 ): 1 94
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dará mientras se mantengan la subordinación legal de un sexo a otro. El patriarcado y las instituciones que lo sustentan, en concreto la milia, deberán cambiar, pues «por mucho que las instituciones políticas modeas puedan hacer por trasrmar el carácter humano, su inuencia no es superior a la de la familia, agente socializador primordial. [ . . . ] La igualdad entre mujeres, tanto en el espacio público como privado, se convertiría en una autentica escuela de igualdad social» (De Miguel, A. 999: 1 69). En este sentido, la igualdad permitiría a las mujeres participar en la vida política y social con la esperanza positiva de poder inuir en ella. La situación de las mujeres de su época, sigue diciendo De Miguel en su e studio sobre Mill, es similar a la del gobieo de buen déspota donde «los ciudadanos al no poder aplicarse a la vida política perderían todo interés por la misma» (De Miguel, A 1 999: 1 67).
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Y
ANTROPOLOGÍA: C VE S ANALÍTICAS
CAPÍTULO 4 De la utopía socialisa a la idea de la mujer nueva: construyendo la teoría ríica feminista La industrialización y el capitalismo emergente agudizaron los problemas sociales en la Europa de los nales del XVIII y XIX. Las situaciones de desprotección y explotación que surían los trabajadores despertaron las críticas de algunos teóricos como Robert Owen ( 7 7 8 5 8 ) , Henri SaintSimon ( 760 825) o Charles Fourier ( 772 837), quienes expresaron en sus escritos argumentos que arremetían contra los principios burgueses, el individualismo o las prácticas económicas liberales . Este grupo de lósos son conocidos como socialistas utópicos, apelativo que les otorgó Engels al entender que no actuaban por los intereses del proletariado, sino que como los ilustrados se proponían utópicamente «emancipar [ ] de golpe a toda la humanidad» (Engels, F 982: 24 ) . Una de las principales representantes de esta corente es la escritora y activista ancesa Flora Tristán (1803-844 ). Sus planteamientos políticosociales respecto a la condición de las mujeres en los albores del capitalismo son considerados por la teora fminista un puente ideólogo entre el eminismo ilustrado y el fminismo de clase 1 32 • Coetánea de Olympe de
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El cambio total de la sociedad perseguido por los utópicos incluía en las corrien tes como la sansimoniana, el replantearse las relaciones de géne. Abensour asocia de-
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DE UTOPA SOCIALISTA A IDEA DE MUJER NUEVA
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Glouges y de Wollstonecrat, su vida también estuvo llena de injusticias y malos tratos, parte de los cuales quedaron recogidos en su diario de viajes, Peregrinaciones de una paria ( 1 83 8). Inuenciada por lo s deterministas histórico s, Flora Tristán entendía que la humanidad debía progresar hacia una civilización «en que cada uno tenga conciencia de sus cultades intelectuales y las desarrolle deliberada mente en interés de sus semejantes, sin considerarlo difrente del suyo» (Urién, L. 2005:3). Esta máxima se maniesta en la autora a través de una metodología de trabajo antropológico-sociológico que, según Leticia Urién (2005) no solo tiene en cuenta los hechos, sino también las pasiones , pues el conocimiento de ambos es el único camino para alcanzar una visión completa de la realidad. «Si la apreciación de nosotros mismos es previamente necesaria para el desaollo de nuestras cultades intelectuales; si el progreso intelectual está proporcionado al desarrollo y a la aplicación que recibe n estas mismas cultades, es incontestable que las obras más útiles para los hombres son aquellas que les ayudan al estudio de ellos mis mos, haciéndoles ver al individuo en las diversas posiciones de la existencia social. Los hechos solos no son sucientes para hacer conocer al hombre. Si el grado de su progreso intelectual no se nos presenta y si las pasiones que han sido sus móviles no se nos mues tran, los hechos no llegan hasta nosotros sino como otros tantos enigmas que la losoa, con más o meno s éxito, intenta calicar» (Urién, L., citando a Tristán 2005:4). Esta metodología es la que permite a Tristán en su siguiente escrito, aseos en onres ( 183), exponer e manera cas ocumenta a stuacn social de los más desheredados en una Inglaterra que presumía de estar en la vanguardia occidental 1 33 • Paseos en Londres, que provocó tantas críticas
rentes manestaciones dent de este feminismo cuyo elemento denitorio es que no se imaginan a la mujer feliz si no es con el cambio total de la sociedad Así Tristán Méphis) y Sand Valentín, Indiana, Lelia, Jacques) en la novela o la prensa antes aludida serían un ejemplo de este feminismo sansimoniano [ ] que desde su inicio esta marcado por la andgénesis. Urién, L. 205:7 citando a Campil lo en s sansimonianas un grupo feminista padigmático, 1 992 . 1 3 En el resto de Europa aparecen también textos críticos con el incipiente sistema capitalista, entre ellos se puede destacar, Este libro pertenece al rey ( 1 842 de Bettina von
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como adhesiones, preludia la madurez ideológica que la autora alcanzará en su siguente escrito, L unión obre (1843) en la que aboga por la unión de todos los trabajadores, mujeres y hombres, contra la explotación de las milias, las iglesias y l os patronos 1 34 • Gran conocedora de la realidad ancesa de la época gracias a los viajes que realizó para impulsar la construcción de los palacios de la unión 5 , Flora Tristán expone en este libro la situación de precariedad que padecían impúberes, tullidos y ancianos en el pas galo, convulso por la inestabilidad poltica y las secuelas de las guerras. Esta intensa « labor de campo» le permitió además vivir en primera persona los agravios que suran las mujeres olas que, como ella, pretendan defnder su privacidad e independencia. Aunque su implicación con la causa fminista ya se maniesta en Paseos en ondres 6 es en el captulo Por qué menciono a las mujeres de L unión obre cuando la autora da un giro de clase al pensamiento suagista ilus trado, presentado el analbetismo y la explotación de las mujeres trabajadoras como una consecuencia directa de la desigualdad social 1 37 •
Armin, donde la autora recrimina a Federico Gu ill ermo de Prusia las situaciones depl orables que soportaba el proletariado y propone, en el segundo tomo de su obra, una solución basada en una utopía social 1 34 Este libro e leído y alabado por los marxistas científcos, entre ellos Karl Marx 1 35 Los palacios de la unión obrera eran lugares donde las milias recibirían atención médica educación e inrmación «En ellos se educaría a los niños de ambos sexos, desde los 6 a los 1 8 años, y se acogería a los obres lisiados o heridos y a los ancianos». De Miguel, A. ; Romero, R 2003: 4 1 1 36 Urién, L 2005 :4/5 137 En este capítulo la interpretación genel de ser muje o « la a mujer [ . . . ] encabeza la reexión. Pe de mane parca, pues Tristán tiene presente un enfoque «vuelvo a mi marco, la clase obre». L que Tristán argumenta es el interés que puedan tener los obres en mejor la situación de la muje y en concreto de las mujeres del pueblo, las mujeres de la clase obre. Esto explica, pe no justca, que encontremos pasajes en los que la instrucción es algo necesario no pa el desarllo intelectual de las mujeres, sino pa que puedan educar a los hombres. Supone pensar a las mujeres desde los patnes sociales existentes, y por tanto patriarcales. Por la dscripción que hace de las muje res del pueblo vemos que son obres en tanto que tbajados, educados en tanto que madres y compañes como esposas. Parte del enunciado «en la vida de los obreros la mujer lo es todo». Madre, amante, hija. . . , lo que les conere una posición privilegiada como agentes «molizadores de los hombres». Educar a la clase obre es posible si se educa a las mujeres De la educación parte la espenza de romper el círculo vicioso de la ignoncia y la miseria. Urién L 2005 : 1 1
CAPÍTULO 4. DE UTOPÍA SOCIALISTA A IDEA DE MUJER NUEVA
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«¡ Pobres obreras ! ¡ Tienen tantos motivos para irritarse¡ En primer lugar el marido. Hay que reconocerlo, existen pocos hogares obreros flices . El marido, que ha recibido más in strucción, que es el jef por ley, también por el dinero que trae al hogar, se cree (y de hecho lo es) muy superior a la mujer, que no aporta más que el pequeño salario de su trabajo diario, y en la casa no es más que la más humilde sirvienta» (Urién, L. 2005 : 1 2. Citando a Tristán). Tristán, aunque no se olvida de la subordinación por género que suen las mujeres sin distinción de clase, entiende que la situación que viven las aristócratas es más conrtable gracias a la educación que han recibido, los sirvientes y las distracciones que disutan. Mientras que las obreras ten drán una vida llena de humillaciones y explotación desde que entran de aprendizas en una ábrica o taller, hasta cuando se casan y sus maridos las menosprecian 1 38 • La educación será para ella uno de los caminos por el que las proletarias podrán «convertirse en obres hábiles pa su ocio, en buenas madres de familia capaces de educar y guiar a sus hos» (Urién, L. 2005: 1 2 . Citando a Tristán). La importancia que Flora da a la educación y que comparte en esenci con el fini smo ilustrado, dará a las obreras más y mej ores empleos, equilibrando las relaciones de poder en el ámbito mili ar proletario, cuyo principal aporte económico es el salario miliar que el esposo lleva al hogar. Al mismo tiempo, Tristán entiende que la independencia personal de las mujeres trascurre por el camino de la independencia económica, aunque no por ello llega a cuestionar el rol heterodesignado de la mujer y, por lo tanto, la división sexual del trabajo 1 39 • Como señalan De Miguel y Romero (2003) la autora de L unión obre asume «la heterodesignación de la identida de las mujeres y acepta de rma acrítica la denición patriarcal de su iden tidad en términos relacionales, como esposas y madres, nada en sí mismas» (De Miguel, A. ; Romero, R. 2003:25).
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De Miguel, A 205:299 Heterodesignado: Cuando es otro, en este caso la cultura patriarcal, el que señal o destina a alguien (l as mujeres) para determin ado fn. 39
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A DVISÓN SEXUA D E TRABAJO Y E SAARO FAM AR : U NA CRÍTCA DE SD E A TEO RÍA F EM N STA A LOS POSCONAMENTOS MARXSTAS
La revolución industrial aportó varias novedades al mercado de trabajo, entre ellas la profsionalización y l a proletarización de lo s trabajadores. En el primer caso y con el tiempo, algunos empleos profsionalizados crearán monopolios de conocimento (colegios profsionales) y demandarán un alto grado de cualicación para el desarrollo de su nción 140 • Esto no solo limitará la competencia, sino que evitará que determnados sectores de la población, los más modestos y las mujeres, accedan con cilidad a los puestos destinados a las élites 141 • En el polo opuesto se encontrará el proletariado, un ejército de hombres, mujeres y niños/as que en los comienzos del capitalismo trabajarán en condiciones precarias por un salario ínmo. No obstante, las mejoras en las condiciones laborales de esta clase social a lo largo del siglo XX impondrán paulatinamente lo que se conoce como salario amiliar aquel que aporta el patermilias al hogar y que inuirá en una mayor desvalorización e invisibilización del trabajo de las mujeres tanto era como dentro de la casa. El salario familiar agudizará las desigualdades de género consolidando el papel de proveedor económco del varón 142 • La profcía revelada por los primeros marxistas, incluidos Marx, Engels, Kautsk y Lenin sobre que «el
Para má inación obre el tema, Guill én, M. F 1 990 En ete artículo el autor
eñala como otra proione, lejo de epecial izare, e proletarizarán. 1 4 1 La univeridad pública permitirá a ectore que en un principi o no podían acceder a lo etudio uperiore, poder dedicare a la ll amada profeione l iberale. La primera mujer univeritaria en Epaña e María Goyri en 1 893 Hata 1 9 1 0 la mujere que deeaban ingrear en la univeridad epañola debían olicitar un permio epecial a las autori dade académica. 142 El rol ocial de lo ombre e ve rerzado por u mayore ingreo . . y en ots ocasiones, pese a os menores ingresos de estos útimos, mujeres y hombres se afanan por evitar que eos pierdan su pape de principaes pveedores, con e n de ogr que os mayores ingresos femeninos coisionen con una de as bases de a mascuinidad, la preeminencia económica. Dema, S. 26: 1 92 El alario de la mujere, i ncluo en la actualidad, e ha coniderado un complemento a lo ingreo miliare, lo que alguna ocióloga, como Soledad Murillo, denominan saario ayuda.
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capitalismo arrastraría a todas las mujeres hacia el trabajo asal ariado y que este proceso destruiría la división sexual del trabajo, [s ocavando el patriarcado y llegando a la igualdad] cuando todos eran trabajadores y la propiedad privada hubiera sido abolida» (Hartmann, H. 1988 [1980]:3/4. Citando a Engels) lejo s de cumplirse, se desveló como un anacronismo. Las tesis marxistas, que desde el principio esquivarán hacer una crtica a la división sexual del trabajo , entienden como único sistema de explotación (de clase) el capitalismo, obviando la substancial condición de explotación (por sexo) del patriarcado. No obstante, la connivencia de ambos sistemas era ya evidente en los comienzos de l a industrialización, cuando la mujer era considerada mano de obra barata y las labores domésticas se sobreentendían como propias de su sexo. «El hombre trataba de reservar los trabajos bien pagados para sí mismo y de elevar los salarios masculinos en general. Abogaba por un salario suciente para mantener con su exclusivo trabajo a su milia. Este sistema del «salario miliar» se convirtió gradualmente en la norma de las milias estables de l a clase obrera a nales del siglo XIX y principios del XX [ . . . ], el trabajador pedía el «salario miliar», puesto que deseaba retener los servicios de su esposa en el hogar. [ . . . ] Tanto la jerarquía como la solidaridad entre los hombres eron ndamentales en este proceso. El « saario amiliar» puede ser interpretado como una solución al conicto en too a la erza de trabajo fmenina que se produjo entre los intereses patriarcales y los capitalistas en aquella época» (Hartmann, H. 1 98 8 [ 1 980] : 1 7) . El perecto engranaje patriarcado/capitalismo ha establecido con el tiempo un proceder socioeconómico en el que las mujeres han cubierto las necesidades básicas de trabaj adores y dependientes en el ámbito doméstico, mientras que mayoritariamente han sido los varones los que han ocupado los trabajo s remunerados, es decir, los empleos en el espacio público • Las
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Los corchetes son nuestros 1 La diferencia entre trabajo y empleo como categorías de análisis nos permite no solo valorar las labores domésticas que las mujeres realizan como un trabajo, sino que vis ibi liza estás y otras unci ones no ins trumentales, como el cuidado, la educación y apoyo a los dependiente s El hecho de que un trabajo no esté remunerado no quiere decir que no sea un trabajo y no sea productivo El trabajo doméstico dota a las mujeres, como señal la socióloga Soledad Muillo, de un currículo oculto pefectamente traspasable al mercado laboral.
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salariadas, lejo s de conseguir la independencia económico social vaticina por los primeros marxistas, han experimentado más que el resto de mujees los acomodos del doble sistema de explotación. Los bajos sueldos que n recibido, a veces por hacer las mismas tareas que un hombre, han deselado «l naturaleza del pacto de sujeción entre varones» al no contar con los sucientes recursos para independizarse (Murillo, S 2003: 129). Este contexto social de doble explotación nalmente e reconocido y sumido por algunos marxistas en el transcurso del siglo XX. Obligados a ermular los posicionamientos de origen del marxismo cientíco sobre el trabajo de las mujeres, incorporarán a la producción el hecho que «la mujer trbaja en el hogar de rma privada» (Hartmann, H . 1 988 [ 1 980] :6). Este lnteamiento, defndido por el historiador Eli Zaretsky en «The polical economy o women's liberation» (1969) un siglo después de las tesis de ngels, aunque introduce un argumento eminista respecto a los postulados el marxismo primitivo, el del sexismo, sigue sin cuestionar la división sexual del trabajo. Zaretsky deende que el trabajo que las mujeres realizan en el espacio privado, aunque pareciera en principio que vorece l homre, solo benecia al capital 145 • En este sentido, la esfra privada será para él lo que para Engels e la propiedad privada, pues sigue «sin hacer reerencia al patriarcado, al predominio sistemático del hombre sobre la mujer» (Hartmann, H. 1988 [1980]:5). «Zaretsky niega en buena medida l a importancia y l existenci de la desigualdad entre el hombre y la mujer. Lo que le preocupa es la relación de la mujer, la milia y la esfra privada con el capitali smo. [ . . . ] Del mismo modo que Engels ve en la propiedad privada la contribución capitalista a la opresión de la mujer, Zaretsky la ve en la esera privada. La mujer está oprimida porque trabaja en el hogar de rma privada. Zaretsky y Engels idealizan la milia y la comunidad preindustrial, donde hombres, mujeres, adultos y niños trabajan juntos en una empresa centrada en la milia y participaban todos en l vida comunitaria. El socialismo humano de Zaretsky reunirá a l milia y recreará este «taller fl iz » (Hartmann, H . 1 988 [ 1 980] :5/6). La concepción d e Zaretsky d e entender el trabajo doméstico como trajo productivo será defndida cuatro años después por la politólog y
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Harmann, H. 1 988 ( 1 980):5/6
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fminista marxista Mariarosa Daa Costa 46 • En «Women and the subver sion o the community» ( 1 973) Daa Costa propondrá e salario doméstico como una soución a a singuar expotación capitaista que suen as mujeres 4 • Esta propuesta, que e crticada tanto por a izquierda, como por el fminismo radical, aunque vi sibiliza y pone en a agenda política e trabajo del ama de casa, vuelve a pasar por ato «e hecho de que a mujer haga e trabajo doméstico, de que reaice un trabajo para e hombre, [o cua] es crucia para e mantenimiento del patriarcado» (Hartmann, H. 1988 [ 1 9 80 ] : 7/8) 4 Las voces discordantes de fminismo radica y marxista de naes del siglo XX, como a de a economista Heidi Hartmann, cuyas tess hemos seguido en este apartado, criticarán a ta de compromiso fmnista de estas posturas y propondrán una sere de ideas que permitan a marxismo y fminismo legar a una asociación dentro de un marco poítico de izquierdas « lucha cont el capital y el patriarcado dirá Hartmann no tendrá éxito si se renuncia al estudio y a la práctica de las cuestiones del feminismo» ( 1 988 [ 1 980] :2 7. El patriarcado, que para ella se expresa en «un conjunto de relaciones sociaes entre os hombres que tienen una base matera, y aunque son jerárquicas, crean o estabecen interdependencia y s oidaridad entre elos que os capacitan para dominar a as mujeres» (Fontena, M. 2008 : 20) debe ser incluido en cualquier posicionamiento de izquierdas. «Una lucha dirigida soo contra as reaciones c apitastas de opresión estará condenada al acaso, ya que se pasarán por alto as rea ciones patriarcaes de opresión que e sirven de base Y e anáisis del patriarcado es esencia para una denicón de tpo de sociaismo capaz de destruir e patriarcado, e único tipo de sociaismo úti par la mujer» (Hartmann, H 1 988 [ 1 980] :2 7) . Por lo demás, no soo estos eminismos se han expresado ante a t de perspectiva de género de pensamiento teóco marxista La historiador Joan W Scott (1997), por ejempo, ha ido más alá de a crítica a a jerar quización y designación sexua de las competencas del trabajo doméstico,
1
Citada, como el artículo de Zaretsky, en Hartmann, H 1 988 ( 1 980) 1 47 Para más inrmación sobre el trabajo doméstico y las labores no solo instrumentales que incluye, así como su dicil cuantifcación económica en relación a los tiempos ver el artícuo de Á ngeles Durán, L contabilidad del tiempo. 2 1 . 48 Los corchetes son nuestros.
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advierte que las categorías dicotómicas espacio público/espacio privado uya enunciación inicial es ndamental para entender la división sexual el trabajo, son conceptos con una erte carga etnocéntrica. Privado y úblico, señalará Scott, no deben ser exclusivamente percibidos como erramientas de análisis, sino también como categorías etnolingüísticas que onstruyen una realidad concreta que afcta directamente a la percepción e las nciones sociales de las mujeres y a las políticas del desarrollo. y
«Los investigadores marxistas se han centrado especialmente en la división sexual del trabajo y su relación con el desarrollo capitalis ta. Argumentando que la ideología de las esfras separadas [ . . . ] satis ce las necesidades del capitalismo de rebajar continuamente la mano de obra y tener un trabajo reproductivo no compensado. Sus análisis se han extendido hasta los estudios interesados en el desarro llo del tercer mundo [ . . . ] modicando seriamente las estructuras de la milia y las relaciones sociales. La invisibilidad de las mujeres, según esta perspectiva, se debe a que las ideologías de las esfras separadas ha denido a las mujeres como seres exclusivamente «privados», negando así su capacidad de participar en la vida pública, política» (Scott, J. 1 997: 48 ). A este análisis se unirán los qu e se hacen algunas antropólogas fmi nistas como Olivia Harris (1981), que considera que determinadas cate gorías utilizadas por el marxismo, como público y privado, son una ltración ideológica de conceptos generados históricamente por el capitalis mo. «El dualismo marxista dirá Harris separa [además] producción social de producción doméstica y le asocia valor de cambio y valor de uso» (Narotzky, S. 1995:31) • En este sentido, sus criticas al empleo de dico tomías en el análisis social alcanzará también a categorías como «reproducción»/«producción», señalando « la necesidad de desnaturalizar la reproducción y por lo tanto la identidad de género que se reporta luego a la división sexual del trabajo en la «economía natural>> (Narotzky, S. 1995:32). A partir de este razonamiento el concepto reproducción será considerado por la teoría fminista desde una triple signicación: la reproducción de las co ndiciones de producción social ; la reproducción de la erza de trabajo; y la reproducción biológica 0 •
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Los corchetes son nuestros Narotzky, S. 1 995 : 3 1 .
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2.
ADHESIONES Y DISIDENCIAS: NUEVOS CAMINOS EN L INVESTIGACIÓN EMPÍRICA
A comienzos del siglo XX los movimientos sindicales en América del Norte y Europa van consiguiendo que algunas de sus reivindicaciones laborales sean atendidas por patronos y Estados, desde l a joada de ocho horas, hasta los derechos a una retribución j a o el amparo social. Al msmo tiempo, estos mismos Estados muestran cada vez más su preocupación por la situación de las mujeres, aprobando legislaciones que consolidarán una «ideología de la domesticidad [ . . . ] en interés de la sociedad y el Estado, reglamentando el papel reproductor de la mujer como principal obligación hacia la sociedad, [y] castigando a quienes se valieran de la contracepción o recurrieran al aborto» (Scott, J. 1 997 : 62/63) 5 • El valor público que los Estados occidentales otorgarán a la reproducción biológica, lejos de ser rechazada por toda la izquierda, es apoyada por algunos marxi stas que piensan que determinadas cuestiones como la explotación de las obreras, l a elevada mortandad inntil o los bajos salarios que cobran lo que supone una competencia desleal hacía el varón, se remediarían si las mujeres se dedicarán con exclusividad a la economía doméstica y a su nción de madres 5 • Así, producción y reproduc ción actuarán como e sfras separadas también en es te pensamiento marxista, del mismo modo que la institución miliar ya había quedado aislada del resto de in stituciones sociales desde l os comienz os del capitalismo. « . . . el tratamiento de la milia como algo separado de otros tipos de relaciones sociales simplemente viene a perpetuar la «ideología de la domesticidad» que surgió, en su rma occidental, junto con el capitalismo industrial. Además, promueve la invisibilidad de las mujeres como trabajadoras, pues tiende solo a estudiarlas en su ubicación doméstica, . . . ] . La «economía amiliar» e una clara demostración de la interconexión entre trabajo asalariado y estructura del hogar; de hecho, el salario [en el análisis marxista de la milia obre
15
Los corchetes son nuestros. 52 No se crea que todos los socialistas sean emancipadores de la mujer; los hay para qienes la mujer emancipada es tan antipática como el socialismo para los capitalistas. De Miguel, A 2005 Citando a August Bebe!.
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ra] parece haber sdo e nexo entre ma 1997:54) •
trabajo» (Scott, J.
Una de as rncpaes impusoras de este razonamento e, desde m perspectva, Cla Zetkn ( 18571933), dscípua de Edud Besten ( 1850 932) gura cave de mnsmo socasta aemán. Esta maestra, redactora en varos de os peródcos mns más mportantes de a época, aunque o escrbó nngún bro dejó un mpotante egado de atícuos dscursos que han tendo gran repercusón en el pensaento maxist. Conocda, entre otras muchas cuestones, por haber sdo a mpusora del día de a mujer tra bajadora 154, Zetkn e más una mujer de partdo que mns. Aunque debatió acaoradamente con agunos drgentes marxstas por e derecho a voto menno, de msmo modo dendó la necesdad de que as mujeres se orga izarán poítcamente dentro de movmento sndca obrero 155 • Las tess de Zetkn sobre la causa menna se sustentan en el prncpio de que «os ntereses de as mujeres no son homogéneos» (De Mgue, A. 2005:304). Esta máxma, ndamentada en El origen de la familia la propiedad privada y el Estado de Engels en mujer y el socialismo de August Bebel ( 1 8 4 0 1 9 1 3 ) 6 , permtrá a esta poítca manfstar, por un lado, a atedad de todas as proetaras sn dstncón de costumbres, 1 53
Lo s corchetes so n nuestros. 1 54 En el Congreso de Copenhague ( 1 9 1 0), Zetkn propone el uno de mayo com o día de la mujer trabajadora en memoria de las 1 29 obreras que murieron que madas en la brica de algodón Cotton de Nueva York mientras hacían huelga. 1 55 Otro tema de discusión con sus compañeros marxistas e el de la Guerra del 1 4: Tampoco las mujeres socialistas tienen éxito en su oposición a la guerra [ . . . ] Clara Ztkin lanza un llamamiento a las mujeres socialistas y convoca una conferencia inteacional [ . . . ] la resolución adoptada condena la guer capitalista e invita a las mujeres del pletariado madres y compañes víctimas de los duelos y de la miseria, a ocupar el lugar de los hombres reducidos al silencio [. . . ]. Encarcelada y enfea del corazón [tkine reemplazada] por Luise Zietz [que] vacila dunte mucho tiempo entre la delidad al partido y la oposición a la guer. Thébaud, F 1994:69. El sentir de Lui se Zietz es lo qu e aporta la doble militancia qu e en las femin istas de izquierdas ha sido bastante común debido a las pos iciones de ambigüedad que en la cuestión de las mujeres han tomado socialistas y marxistas No obstante, Cl ara Zetkin optó nalmente por ser una mujer de partido. Fue miembro ndador de Ja Segunda Inteacional y elegida presidenta del Movimiento Inteacional de Mujeres Sociali stas en 1 920. 1 56 August Bebe escribe mujer y el socialismo en 1 879 Aunque este autor aboga por una independencia social de las mujeres, entenderá que esta emancipación deberá esperar que la revolución socialista se convirtiera en una realidad.
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tradición o religión y, por otro, exponer sus opiniones sobre la milia, entendida como una institución histórica y mudable cuya heterogeneidad se maniesta en la sociedad occidental de acuerdo con las difrencias que existen entre las clases sociales. «Zetkin desarrolla [la tesis de que los intereses d e las mujeres no son homogéneos] a través del análisis de la milia, análisi s que coincide prácticamente con l a posición y a mantenida por Marx y Engels en el Maniesto Comunista. Como es bien conocido, Marx y Engels desmiticaron el carácter sagrado e inmutable de la mil ia burguesa, devolviéndola al terreno de las instituciones sociales tangibles y convirtiéndola en una categoría histórica transitoria. Según su análisis, la milia estaba inevitablemente abocada a una rápida desaparición . . . » (De Miguel, A. 2005:304/305) 1 7 • La milia de alta burguesía será para Zetkn la única que está plenamente desarrollada. Esta milia basará su existencia en el capital y en el lucro privado, desapareciendo cuando ambos se hayan ecl ipsado. Las mujeres de esta clase social no criarán a sus hijo s y dedicarán su tiempo a banalidades , careciendo sus vidas de sentido moral. Los deseos de estas mujeres se plasmarán en la lucha que tienen con los varones de su clase por recuperar su patrimonio y un lugar en la esera pública 1 8 • Mientras, la milia de la mediana y pequeña burguesía históricamente se ha ido destruyendo. La proletarización de algunas profsiones liberales y el aán de los hombres de este estatus por prosperar económicamente, han causado un descenso de los matrimonios en esta clase social . En este contexto las mujeres estarán obligadas a incorporarse al mercado laboral, convirtiéndose en inmediatas competidoras de unos varones que intentan evitar por todos los medios que sus derechos civiles y laborales sean reconocidos 1 9 • «Los varones [de esta clase], gracias a la voracidad del sistema capitalista cuentan con un nutrido ejército de prostitutas para satiscer sus deseos sexuales y esto les resulta considerablemente más económico que el matrimonio. [ . . . ] lo que genera la imperiosa necesi dad de incorporarse al trabajo asalariado para las mujeres de esta clase social, [que lo desean también] por otras razones no estrictamente
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Los corchetes son nuestros De Miguel, A 2005: 305/306. 159 De Miguel, A 25 : 305/306.
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económicas. [ . . . ] De nuevo, el conicto de intereses es un conicto que enenta a ambos sexos» (De Miguel, A. 2005 : 306) . Finalmente, la milia proletaria para Zetkin no existe, ha sido destruida por el capital que ha aancado a niños/as y mujeres del su entoo miliar para explotarlos en minas y ábricas. Este hecho, sin embargo, ha tenido como positivo incluir a las mujeres en la producción e igualar su condición con la del varón. En esta clase social no existe la lucha de sexos, pues el único problema de la proletaria, «como persona, como mujer y como esposa [es no tener] la menor posibilidad de desaollar su individualidad. Para su tarea de mujer y madre solo le quedan las migajas que la producción capita lista deja caer al suelo» (De Miguel, A. 2005 : 307, citao a Zetkin) . Con trariamente a lo que pensaba Flora Tristán, Zetkin eiende que la pareja proletaria posee más una relación de compañeros, de camaradas de clase que luchan por un objetivo común, que una relación de tiranía y humillación. La importancia que Zetkin da al tema de la individualidad de las mujeres, único problema que tienen las proletarias ya emancipadas, es examina da por su coetánea y camarada Alexandra Kollont ( 1 892 1 952). Kollonta", aunque asumirá la ortodoxia marxista en la cuestión femenina y la división sexual del tbajo se distanciará de ella en lo que se reere a las relaciones hombremujer, donde el concepto amor cobrará una signicativa importancia . Entre sus libros destacamos, Bases sociales de la cuestión femenina ( 1 905), familia y el estado comunista ( 1 9 1 8) nueva mol y la clase obre ( 1 9 1 8) y Muje historia y sociedad, sobre la libeción de la mujer (1979) obra que recoge las confrencias que dio en la Universidad Sverdlov de Petrogrado en 1920. Esta autora y activista política, que en ningún momento se denió como fminista, abogará por unas condiciones sociales para hombres y mujeres que les permtan construirse como sujetos autónomos . Para ella todas las mujeres, sin distinción de clase, estarían interesadas en esto. Siguiendo a Engels, Alexandra Kollonta" arma que el capitalismo y el matrimonio monógamo dan la propiedad exclusiva al hombre de patrimonios y sujetos. El amor en la pareja por lo tanto no es recíproco, pues el amor monogámico es exclusivo y absoluto solo para un sexo. El pasional amor que exaltaban las novelas de la
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Los corchees son nuesros. Los corchees son nuestros Kollonta"; A. 204 ( 1 979) : 227/8
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época y que Kollont criticará por alienante 163 , debe dar paso a un amor sano, libre y natural, que permta el desaollo de la pareja en igualdad, sin impor si existen comportamientos proscuos o la monogamia sucesiva • «El estado de los trabajadores tiene la necesidad de una nueva rma de relaciones entre los sexos. [ . . . ] . En lugar del matrimonio indisoluble, que se nda en la servidumbre de la mujer, se verá nacer la unión libre, que debe su erza al amor y el respeto mutuos de dos miembros de la ciudad del Trabajo, iguales en derechos y en obligaciones. En lugar de la milia individual y egoísta, surgirá la gran milia universal obrera en la que todos lo trabajadores, hombres y mujeres, serán ante todo hermanos y camaradas» (Navailh, F 1994:262. Citando a Kollonta. El cambio que, por lo tanto, Kollonta' propone se reere a las costum bres y la moralidad que sustentan las relaciones tradicionales de pareja, donde la mujer está siempre subordinada a los deseos del varón. La mujer nueva que ella modela, ruto de la revolución bolchevique, es una mujer sexualmente emancipada que ya ha encontrado su lugar en la sociedad, aunque sea ignorada por los hombres y por aquellas mujeres que no se han emancipado 165 • «La conciencia y las costumbres tradicionales irá Kollont no pueden aparentemente seguir los enormes cambios de los cuales somos testigos hoy en día» (2004 [1979]:225). Los varones, según la autora, permanecían todavía anclados e n la tradición, advirtiendo exclusivamente la singularidad de la mujer en la se de enamoramiento, atraídos por su belleza e ingenuidad. Pasado este momento ellos solo verán la fminidad normativa, la madre productiva y un sujeto
' 1 63 Kollonta; A 1977:65 Navailh, E 1994:262
La monogamia sucesiva o monogamia secuenci al, co mo la denomina Henrietta Moo re, es una práctica que permite a los sujetos casarse y divorciarse sucesivamente En el caso de las sociedades que permiten a los vaones repudiar o divorciarse de sus esposas con cilidad, estas prácticas conllevan un incremento de la subordinación femenina Cuando Kollonta deende la monogamia sucesiva, se está reriendo a sociedades donde las mujeres están emancipadas económicamente y tienen las mismas oportunidades que los varones de cambiar de pareja, ya que no dependen económicamente de ellos Para más inrmación, Moore, H. 1 99 1 1 65 Sus postulados sobre Ja mujer nueva Jos expresa en su libro, L mujer nueva y la mol sexual, 1977.
1 0 2 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES AN ALÍTICAS
ada singular que desata un amor posesivo y celoso. Mientras, las mujeres ntiguas, representadas por las burguesas, prefrirán cualquier tipo de atrimonio antes que la soledad, poniendo el amor por encima de sus intereses individuales y reprimiendo su propio yo • «Las mujeres nuevas [en cambio] no reivindican la PROPIEDAD de su amor. Al exigir respeto para su propia libertad sentimental, aprenden a admitir tal libertad también para los demás. . . . ] La nece sidad de la mujer de verse amada, no tanto por el «impersonal fmenino» como por el contenido espiritual de su «yo», crece de modo atural a medida que toma conciencia de sí misma como individuo» (Kollonta; A. 1 977 : 82/85) • La mujer nueva se caracterizará, consecuentemente, por ser un indivi duo emancipado, autónomo económicamente, libre en sus relaciones y afctos. «Se trata [ . . . ] de un nuevo tipo de heroína que trae sus propias exigencias en relació con l a vida, que arma su personalidad, que protesta contra la múltiple esclavitud de la mujer bajo el Estado, la ilia, la socie dad, una clase de mujer que lucha por sus derechos y representa a su propio sexo» (Kollonta; A. 1977:65). La mujer nuev es la mujer soltera, no solterona, es la heroína incomprendida del pasado, es en denitiva la mujer proletaria liberada, productiva, que busca en sí misma el respeto y la admiración del otro • Mientras, la burguesa sigue alineada en su nción de mujer hogareña e improductiva, buscando el reconocimiento de su esposo a través del agrado, de su buen hacer doméstico y de su entrega incondicio nal en nobre del amor. «En la sociedad burguesa, la mujer utiliza su arte culinario para obsequiar a su marido que le aseguraba la subsi stencia, [ . . . ]. En el estado obrero, en cambio, la mujer es reconocida como persona independiete y ciudadana, y cuesta imaginar que exista etre nosotros muchas mujeres dispuestas a atarearse durante horas en sus hoillos solamente para agradar a su marido. Hemos de reeducar a los hombres de tal rma que aprendan a querer y apreciar a la mujer no por sus talentos culinios, sino por su personalidad y cualidades humanas» ( Kollonta; A. 2004 [ 1 979] : 239 ).
1 1 67 1 68
Navailh, F 1 9 9 4 : 2 6 1 . Los corchetes son nue stros Kollonta; A 1 977 :66.
CAPÍTULO
4.
DE UTOPÍA SOCIALISTA A LA IDEA DE LA MUJER NUEVA
1 03
Este planteamiento, s in embargo, no cuestionará el hecho de que son las mujeres las que deben dedicarse las labores hogareñas y a los cuidados inntiles, que pasarán de ser solo una cuestión privada xclusiva de mi lias y mujeres, a ser una cuestión pública y social que termine con el ambiente asiante de lafamilia al peitir a la mujer acceder al terreno social. . . 169 • La procreación, por lo tanto, será un asunto de Estado y la contracepción o el aborto libre actos que solo se regularán en l a sociedad socialista para situaciones extremas 1 70 • Las madres, dirá Kollonta, no deberán temer por el desarrollo de sus capacidades como individuos y por su emancipación, pues de igual manera el cuidado de los hijos será entendido como una cuestión estatal, accediendo las mujeres a ayudas que hagan más livia na su nción de ciudadoras y educadoras de la prole . «La reducción del trabajo improductivo de la mujer en la economía doméstica no es sino un aspecto de l a problemática general, pues la mujer es responsable también de la educación y del cuidado de los hijos. Esta tarea apremiante sujeta igualmente a la mujer a la casa y la esclaviza a la milia. Pero, con su política, el gobieo de los Soviets protege la nción social de la mateidad y alivia considera blemente a la mujer de la carga de la educación de los hijos, al des plazarla sobre la colectividad. [ . . . ] La mateidad en nuestro país ha dej ado de ser un asunto privado, miliar; la nción matea [ . . . ] es una nción social de la mujer» (Kollonta; A. 2004 [ 1 979]: 241 /243). En conclusión, las tesis de Kollonta sobre la mujer nueva pasan por cuestionar que el amor sea todo en la vida de la mujer, mientras que para el hombre es solo una cuestión insignicante en su prolija vida 1 7 1 • Estas tesis, que eron rechazadas por el disc urso marxista dominante que veía en la milia patriarcal el pilar de la sociedad y que no admitía una sexualida fmenina emancipada 1 72 , serán ampliadas posteriormente por los estudios
1 69
Kollonta; A. 204 ( 1 979) :2 58 . ( Los corchetes son nuestros) y Navailh, F 1994262. 1 7 ° Kollonta; A. 204 ( 1 979) :2 53 . Comisaía del pueblo para la asistencia pública en la Rusia de los Soviet, en su mandato se aprobó el derecho al divorcio , al aborto, salarios de mateidad, guarderías . . . 1 7 1 Kollonta·; A. 1977:92. 1 72 Navailh, F 1994:263. La s ideas inn ovadoras sobre la sexualidad femeni na y el cuestionamiento de la milia tradicioal llevarán a Kollonta al exilio político después de habr tenido vaios cargos de responsabil idad pública y haber sido una estrecha colaboradora de Lenin . L grn mayoría
1 0 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
ministas a los afctos, el tiempo, el apoyo y los cuidados que las mujeres despliegan dentro de la in stitución miliar y que junto con el amor de parea, reerzan que ellas desatiendan su personalidad en benecio de otros. Las dependencias afctivas y emocionales de las mujeres hacia el sujeto amado serán estudiadas, entre otras fministas, por Anna G. Jónasdóttir en su moso libro El poder del amor ( 1 993 . Para esta materialista histórica este poder, eje central de su tesis sobre el patriarcado, menta «que las mujeres y los hombres como seres sociosexuales [constituyan] las partes principales de una relación explotadora particular, una relación en la que los hombres tienden a explotar las capacidades de las mujeres para amar y transrman estas capacidades en modos de poder individuales y colectivos sobre los que las mujeres pierden el control» (Jonasdottir, A. G. 2009: 1 7. Por otro lado lósos, psicólogos o sociólogos fmnistas o n, como por ejemplo Carol Guilligan, Lewis Coser y Rouse Laub Coser, desarrolla rán sus investigaciones y estudios sobre las relaciones de apego dentro del ámbito miliar. Guilligan, en su reconocida y polémica teoría sobre la ética del cuidado, señalará cómo las mujeres privilegiarán los lazos aectivos miliares por encima de sus propias necesidades, culpabilizándose cuando anteponen al cuidado de los demás sus circunstancias personales 1 73 • Por otro lado, Lewis y Rouse Laub Coser ( 1 97 4) estudiarán estas delidades en el ama de casa, señalando que la milia occidental actúa como una institución voz sobre los miembros fmeninos del grupo 1 74 • «La esposa, cuanto más se sacrica por su milia, más se esclaviza a ella. Lo que opera en ella es el principio de «disonancia cognitiva»: como no es ácil renunciar a objetos en los que mucho hemos invertido, cuanto
de los ciudadanos -dirá Kollonta- deben seguir viviendo bajo el régimen de la economía doméstica y en las células familiares aisladas. [aunque nosots} nos hemos ppuesto super las normas sociales de la vida de la familia tradicional 2004 ( 1 979) : 225 (Los corchetes son nuestros) 1 7 3 Más infrmación, López de la Vieja, T 20 1 1 1 74 la sociedad modea, al igual que la sociedad tdicional, sigue engendndo grupos y organizaciones que, en contdicción con las tendencias dominantes, demandan la adhesión absoluta de sus miembs, y pretenden abarcar toda su personalidad dentro de su círculo. Éstas podrían llamarse instituciones voces, por cuanto exigen una lealtad exclusiva e incondicional y ttan de reducir la inuencia que ejercen los papeles y los status competidores sobre aquellos que quieren asimilar por completo. Sus demandas respecto a la persona son «omnívos». Coser, L 1 974: 1 4. .
.
•
CAPÍTULO 4. DE UTOPÍA SOCIALISTA A IDEA DE MUJER NUEVA
1 05
ás invertios en un objeto, mayor es el doinio que éste ejerce sobre uestra persona. De esta anera, a la mujer no solo se la educa para que invierta en la milia sus recursos emocionales, sino que esa inversión, a su vez, solo viene a auentar su dependencia, que la hace todavía más vulne rable a las exigencias del marido situado en una posición superior» (Coser, L.; Laub Coser, R. 1974:89). En resumen, las tesis finistas desde principios d e la revolución industrial han actuado como u n coectivo de género ente a aquellas ideologías cuyos postulados, si bien han impulsado la emancipación de las mujeres corrigiendo algunas desigualdades, nalmente se han revelado insucientes al no cuestionar o ignorar la existencia del patriarcado. Esta nción crític del fminiso se ha incrementado a patir de las últimas décadas del siglo XX desde difrentes perspectivas y con una visión integral, teórica y gene radora de categorías propias , comenzando por entender al patriarcado coo una constante de las rmas de subordinación fmenina con gran adaptació hacia los cabios que experimentan las sociedades 1 75 •
1 75
Ramos, C . 1 9 97 : 1 6 .
1 06 TEORÍA FEMINISTA
Y
ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS
CAPÍTULO
5
El femi n ismo acad é mico de mediados a fnales del sig lo XX: una perspectiva para ver el mundo, muchas tesis con qu é analizarlo
En los años sesenta del siglo XX grupos pacistas, estudiantiles, anti acistas y partidos de izquierdas aúnan sus erzas en lo que se denominó la Nueva Izquierda. Entre las las de este grupo se encontraban las fminis tas, aliadas o no a partidos políticos. Las reivindicaciones comunes que este colectivo expresa, ente a las contradicciones y desigualdades que generaban las democracias liberales no evitarán que una parte del eminismo nalmente se desligue de este movimiento al comprobar cómo las prác ticas de subordinación de género que dominan las estructuras sociales son reproducidas por aquellos varones que abogaban por construir un nuevo orden social. «Como quiera que creíamos que estábamos metidas en la lucha para construir una nueva sociedad, e para nosotras un lento despertar y una deprimente constatación descubrir que realizábamos el mis mo trabajo en el movimiento que era de él: pasando a máquina los discursos de los varones, haciendo caé, pero no política, siendo auxi CAPÍTULO 5. EL FEMIN ISMO ACADÉMICO DE MEDIADOS A FINALES DEL SIGLO X
1 07
liares de los hombres, cuya política, supuestamente, reemplazaría e nuevo orden» (Varela, N. 2008: 1 03/ 1 04) 76 • Entre las activistas desilusionadas por estos comportamientos se encontrarán algunas mujeres que militaban en partidos políticos y que, ante la lta de representatividad de sus instituciones, objetan de su doble militancia englobando las las de lo que se ha conocido como Movimiento de Liberación de las Mujeres. Mientras, las denominadas políticas, permanecerán eles a las directrices de los partidos juzgando que este marco institucional era el más adecuado para denunci ar la subordinación de las mujeres al sistema 77 • Los logros que ha conseguido el fminismo como movimiento social desde las últimas décadas del siglo pasado, aunque a veces no han sido reconocido explícitamente por aquellos estados que los han cursado, han sido muchos y en ámbitos muy variados. El fminismo en su vocación más práctica ha conseguido, entre otras muchas cuestiones , la representatividad política, la mateidad sin peligro, la anticoncepción, la igualdad de oportunidades, la corresponsabilidad miliar o la descodicación de imágenes sexuadas. Asimismo, su labor crtica ha permitido desenmascarar políticas que bajo la apariencia de igualitarias encubren estrategias patriarcales : políticas de anticoncepción que sirven a políticas demográcas que utilizan el discurso médico y genetista para incidir en la relación instintiva mateolial ; discursos que bajo la aceptación del deseo emenino ejercen una erte presión a vor de un modelo de mujer obsesionada por el cuerpo y la apariencia; o acciones que mentan la entrada de la mujer en el mercado laboral, potenciando a su vez la fminización de profsiones o el desprestigio de aquellas en las mujeres han conseguido ingresar masivamente. Esta militancia social activa ha estado asi stida por una corriente de pensamiento que paulatinamente ha ido rescatando su historia y congurando un corpus de conocimento que desde mediados del siglo XX entra en las universidades y adquiere la categoría de teora académica, la denominada teoría fminista o «corriente de género» 7 • Las tesis de la teoría eminista,
1 76
Esta cita es del texto de Morgan, R., Daring to bo Bad. Feminism radical in America, de 1967. 1 77 Remitimos al capítulo cuarto del texto, en el que se analizan esta y otras cuestiones del pensamiento socialista fmini sta del siglo X X 1 7 8 H: Corrochano, E., 20 1 2
1 08 TEORÍA FEMINISTA
Y
ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
e en algunos casos han actuado como trasversal dentro de otras corrientes mo el psicoanálisi s, el existencialismo o el estructuralismo posmodeis a, se han signicado ente al resto por su carácter vindicativo, aún cuando o han sido monolíticas en sus concepciones 1 79 • Entre los «eminismos» de nales del siglo XX destacamos el fminismo radical e institucional, y los lteriores fminismos de la igualdad y de la difrencia 1 80 • Mientras que las crrientes más dinámicas en el siglo XXI son el cibereminismo, el ecofinismo, el eminismo multicultural y el poscolonial 1 8 1 , nacidos estos últi os de los movimientos antiglobalización 1 82 • Sin embargo, es de destacar desde mi punto de vista cómo la doble miliancia de algunas teóricas de estos fminismos en otros movimientos socia les omo, por ejemplo, indigenistas o religiosos, ha tenido en ciertos casos similares características que la doble militancia del eminismo socialista. Es decir, sus tesis se han centrado en hacer una crítica al neocapita lismo y al pensamiento occidental incluyendo al fmini sta de la igualdad, soslayando a veces la existencia del patriarcado en sus difrentes escenicaciones . Esto ha supuesto que algnas de sus postras se hayan ido alej ando del carácter analítico qe dene esta teoría, incurriendo en un esencalismo culturl que nada tiene que ver con lo que el fminismo deende. « . . . el multiculturalismo pretende que cada cultura es un bloque monolítico, una totalidad autorrefrida, homogénea y estática. Habría así una inconmensurabilidad radical entre lo s parámetros propios de las distintas culturas. No sería posible ni legitimo, de este modo,
1 79
El minismo radical de los setenta se separa en varios feminismos, entre los ue se podría destacar el llamado mi nism o cultural, muy pujante en Estados Un idos y cuas ideas sustentarán el pensamiento de la direncia ancés e italiano Como señala Nria Varela, A partir de los años setenta, elfeminismo nunca más ha vuelto a ser uno. L explo sión delfeminismo dical, en todos los sentidos, pa bien y pa mal, tuvo varias caus's [. . . ] -una vez puesta la semilla de « lo personal es político» cada grupo se puso a ha:er olítica desde su ppia rivalidad vital- Varela, N 2008: 1 1 6 1 80 Los términos igualdad y direncia para denominar a estos mi nismo causan cntroversia, cuando no malos entendido sobre sus pretensiones El vocablo igualdad se ha interpretado en algunas ocasiones no en el sent ido político, sino como idéntico Así, señala Amelia Valcárcel, que si la semántica igualdad parece teos tantas complicacioes sustituyamos el término por equipotencia Valcárcel, A 1993:99 1 8 1 Para más inrmación sobre estos femi nis mos : Puleo, A , 2005 ; Amorós, C , 2005 ; Posada, L, 2005 , entre otros 1 8 2 Para más inrmación, ver Femenias, M L, 2005. .
PÍTULO 5. EL FE MINISMO ADÉMICO DE M EDIADOS A FINALES DEL SIGLO X
1 09
interpretar las diversas prácticas que se ejercen en el seno de cada cultura sino exclusivamente en nción de los refrentes de sentido de la cultura en cuestión. [ . . ] . No puedo entrar aquí en un debate pormenorizado de las asunciones normativas desde las cuales se elabora esta concepción de l a cultura ni del relativismo cultural radical que de ellas se deriva. Me limitaré a señalar, que desde el punto de vista empírico, esta concepción cultural no se sostiene» (Amorós, C. 2005:222/227) 1 83 • .
Entre las muchas aportaciones cientícas que debemos a la teoría fmi nista están el haber acuñado categorías de análisis tan conocidas ahora como patriarcado o género, necesarias para examinar los mecanismos de inclusión y exclusión que la ideología patriarcal genera en las diversas sociedades o grupos culturales 1 84 • Unos conceptos que como el sistema sexo/género o las teorías que recurrieron a las dicotomías para explicar la existencia del patriarcado, por poner algún ejemplo, han sido cuestionados y redenidos por las propias teóricas del fminismo, ampliando así la capacidad de análisis reexivo y empíric de esta corriente académica 1 8 •
1 83
Amorós matiza que cuando habla de multiculturali smos, se refere a una tesis nor mativa de cómo deben coexistir las derentes cultus. Mientras que multiculturalidad lo emplea para designar el hecho sociohistórico, incrementado en la e de la globalización, de la coexistencia de diversas cultus en los mismos ámbitos geográcos. 25:222. Ver también Femenías, M L 23 1 84 Entre los libros más emblemáticos de esta etapa señalamos, Política sexual de Kate Mil let y L dialéctica de la sexualidad de Sulamit Firestone, ambos escritos en 1 970 1 85 El concepto género, entendido como construcción cultul de los sexos, ha sido cuestionado por algunas antropólogas, como B ritt-Marie Thurén, por su i nefcacia empíri ca Estas cticas han posib ili tado la elaboración de nuevas defniciones, como la que expu so Joan W Scott, señalando que el género alude a relaciones primarias de poder entre hombres y mujeres Por su parte, ministas como Linda Nicholson (2003), expresaron crticas al sistema sexo/género teorizado por Gayle Rubin como un sistema de relaciones sociales que tnsfoa la sexualidad biológica en productos de actividad humana y en el que se encuentn las resultantes necesidades sexuales históricamente especcas. Par más inrmación ver Méndez, L 2007 El uso de las aproximaciones duali stas para explicar los orgenes de la subordinación de las mujeres en l os si stemas patriarcales, como naturaleza/cultura [Ortner l 997 ( 1 972): 109 1 32 ], o público/privado Rosaldo, M Z. 1 997 1 53/1 80, también ha sido obje to de crticas por antropólogas, como Yanagisako y Colie (27 ( 987) ) o la ropia Ort ner, que autocrtica las tesi s que expuso en los años setenta en su aíulo de 2 1 , Entonces, ¿ es la mujer al hombre, lo que la natuleza a la cultura ?
1 1 0 TEORÍA FEMINISA Y ANTROPOOGÍA: CAVES A NALÍTICAS
A estos conceptos podemos añadir algunos otros muy utilizados actualmente en el lenguaje académico, como empoderamiento o transversalidad 1 86
1 . TRES AUTORAS MARCAN DO TE N DE NC IAS: BEAUVO I R, BAN DI NTER Y FRIEDAN La teoría fminista s e ha revelado como u na de la s doctrinas contemporáneas más productivas en estudios, investigaciones y propuestas sociales dentro del panorama intelectual inteacional. La aplicación de sus tesis y categorías de análisis, así como su vocación práctica en diversas disciplinas académicas, han posibilitado que sus planteamientos vindicativos repercutan en las políticas que determiados gobieos, occidentales o no, han implementado en las últimas décadas 1 87 • Elegir qué autoras se deben leer y estudiar, por lo tanto, es una labor leonina que dicilmente se puede llevar a térmno en un texto como el que presento, que solo pretende dar claves a lector e introducirlo en esta teoría. En España, sin ir más lejos, contamos con algunas de las representantes más importantes de estos estudios dentro del panorama inteacional Nos estamos reriendo a las lósos Celia Amorós, Amelia Valcárcel y Victoria Camps, entre algunas de las estudiosas que han sido citadas en el tanscurso del texto A estas habría que añadir ensayistas de la talla de Nancy Fraser, Sheila Benhabib o Fatima Meis si, entre otras, que desde difrentes disciplinas académicas han enriquecido esta teoría independientemente de la corriente hayan seguido. En este sentido, elegir a las tres autoras de las que brevemente voy a hablar se debe, en primer lugar, a que sus textos han sido un refrente en el actual pensamiento fminista; y en segundo lugar, por la
1 86
Empodemiento o toma de conciencia de poder de as mujeres a nive individua (dignidad personal) y político (ciudadanía); o mainstreaming o transversaidad, entendida como la consideración sistemática entre las condiciones, situaciones y necesi dades respectivas de as mujeres y de los hombres en ses de panif cación, ejecución, y evauación en todos os campos de a vida Más i nrmación, ver Vaera, N. 28 1 87 Ver Varea, N 2008
CAPÍTULO 5. EL FEMNISMO AADÉMCO DE MEDADOS A FINALES DEL SGLO X
111
relevancia que sus tesis y propuestas de análisis han tenido en las investigaciones y estudios sociales 1 88 • Simone de Beauvoir (1908-1986) es de las tres, sin duda, la más conocida y comentada por lósos y fministas 1 89 • Su libro, El Segundo sexo publicado por primera vez en 1949, e un revulsivo para el Movimiento Feminista de los sesenta, etapa en que a militancia activa no estaba pasando por su mejor momento 1 90 • Filoso existencialista y escritora, sus libros no hablan solo de mujeres, sino que su sujeto de estudio es todo género humano, lo que consecuentemente le obligará a tratar la condición y posición de la mujer en la sociedad. En sus textos Beauvoir desarrollará los fnómenos de presión y exclusión con relación al sexo, señalando que la mayor contradicción que se da en las sociedades es l a lucha de sexos , antes incluso que la lucha de clases. Lo s prejuicios que dominan la sociedad ha n permitido, según esta lóso, que aunque las mujeres hayan tomado a palabra, su peso especíco siga siendo menor que el de los hombres 1 91 • Esta autora, que habla del sexis mo desde una concepción dua del mundo, analizará la violencia simbólica a la que están sujetas las mujeres denunci ando el control cultural que histó
1 88
En este punto solo vamos a tratar algunas de las tesis y conceptos que estas autoras han aportado a la teoría mini sta. La brevedad con que abordamos sus propuestas se debe, entre otras causas, a que son autoras sobradamente conocidas, estudiadas y a veces cuestionadas, por lo que no es d icil encontrar textos que amplíen l o aquí expuesto Sobre todo en el caso de Beauvo ir, cuya aportaciones a l a losoa son, e n muchos casos, com plejas y abstractas 1 89 Remitimos, entre otros, al l ibro de Celia Amorós, Hacia una crítica de la zón patriarcal 1 99 1 1 Libro de rerencia del feminismo, sobre todo en Europa, será en los años sesen ta cuando más importancia alcanza con las corrientes neoministas. Estas hacen una nueva lectura del texto de B eauvoir rescatando la imprtancia de los problemas que plan tea y de las c uestiones qu e trata, pero también conjeturando muchas cosas que el libro ni siquiera plantea El segundo sexo alime ntará más el femi nis mo de la igualdad que el de la diferencia 191 Esta autora señalará, muy acertadamente, que independencia económica es algo abstcto, ya que no gene ninguna capacidadpolítica Beauvoir, S. 22 ( 1 949): 1 60. Vol l Esto limi tará la capacidad de actuació n de las mujeres y s emancipación Los derechos abstctos, lo acabamos de deci nunca bastan pa dar a las mujeres un aside concreto sobre el mundo entre los dos sexos, todavía no hay verdade igualdad Beau voir, S. 22 ( 1 949):2 1 6 Vol l.
1 1 2 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS
ricamente han tendo los hombres. La expresón, «usted pensa eso por ser ujer», que para Beauvor sgue vgente en la socedad y desacredita el pensamento de as mujeres, debe tener como respuesta, «yo penso esto porque es verdad». Esta réplca, con una ete carga de volencia simbólica que descalca al nterlocutor, desenmascara la subjetivdad del pensamento mascuno y desmtca «el hecho de [que] ser hombre [ . . . ] es una sngulardad; un hombre tiene derecho a ser hombre; la mujer es la que está equivocada» (Marn, M. 1994: 328). « . . . la s mujeres irá Beauvor que solo pueden sur la s leyes, os doses, las costumbres, las verdades creadas por los hombres. Incluso hoy, en países de occdente, exsten todavía muchas mujeres que no han hecho por medio del trabajo el aprendizaje de su libead, que se cobjan bajo la sombra de los hombres: adoptan sin discusón las opnones y valores reconocdos por su mardo o amante, lo cual les permte desaollar cualdades nntles prohbidas en los adultos, puesto que se apoyan en un sentmento de esponsabilidad» (Beauvor, S. 1 972, [ 1 947] :4 1/42). Tanto el concepto subjetvidad, como e de alterdad, serán esenciales en su análs s de la desigualdad. En El segundo sexo, después de hablar de las ventajas y desventajas de la sología y supuesta psicología fmenina, Beauvor conclurá que «no se nace mujer, se ega a serlo» • El rol que la mujer desempeña en la socedad se debe al sstema deológico patriarcal y a las mposcones educatvas, legales, económcas y sociales que le ha mpuesto, convrténdola en el otro. «La mujer sempre ha sdo la esclava del hombre [ . . . ] . Negarse a ser Alterdad, rechazar la complicdad con el hombre sería para ellas renuncar a todas las ventajas que les puede procurar la alianza con la casta superor. [ . . . ] El hombre, que consdera a la mujer como Alterdad encontrará en ella prondas complcdades. De esta rma, la mujer no se revndca como sujeto, porque carece de medos concretos para hacerlo, porque vive el vínculo necesaro que la ata al hombre sn plantearse recprocdad, y porque a menudo se complace en su aterdad» (Beauvor, S. 2002 [1949]:55. Vol. ).
1 92
Beauvoir, S 202 ( 1 949): 1 3 Vol. II
CAPÍTULO 5. EL FEM INISMO ACADÉMICO DE MED IADOS A F INALES DE L SIGLO X
1 13
En conclusión, Beauvoir niega la exi stencia de una natraleza emenina pues el sujeto, hombre o mujer, trasciende a s sexaldad y construye su deseo 193 . Las difrencias son ruto de la socializacón qe los adultos otorgan a nños y niñas, conrmando en el sujeto maslno desde pequeño la percepción de que la mujer es alteridad, n «otro» déntico. En ellas, sin embargo, la construcción desigual de los sexos será tan natural como que «hay un sol y una luna », percibiendo las desventaj as de esta construcción y las ventajas de ser hombre cuando llegan a la edad adulta 1 94 . La mujer, dirá por lo tanto la lóso, deberá llegar a ser «una misma como proyecto» tomando como refrente al hombre, único en la especie que se ha mostrado como individuo. Así, «la mujer liberada sería tan creadora como el hombre. Pero no aportaría valores nuevos. Creer lo contrario sería creer que existe una naturaleza fmenina, lo que yo siempre he negado» ( Marini, M. 1994: 338. Citando a Beauvoir). Elisabeth Bandinter, historiadora ancesa nacda en 1944 y seguidora de Simone de Beauvoir, cuenta entre sus escrtos varas biograías y ensayos, entre los que destacamos, Existe el amor matal ( 1984 ), Uno es el ot (1987) y X L identidad masculina (1993). Sus estudios sobre la identidad y la cultura le llevarán, entre otras cuestones, a impugnar el ins tinto mateal o la construcción del sujeto varón. En el primer caso, la autora expondrá desde un a perspectiva histórica cómo los siócratas y polí ticos natalistas del si glo XVIII manip ularon y crearon el concepto matei dad. El discurso moralista ilustrado, que ya analizamos en el primer capítulo, construirá un lso instinto mateal que lejos de ser na disposición innata es aprendida. El calicativo de madres desnaturalizas será por lo tanto erróneo y alenante, pues la mateidad está sometida a cambios como el resto de comportamientos socalizados y pertenece al ámbito de la cultura 1 9 . Badinter analizará también las sociedades patrarcales, acercándose a las teorías del psicoanálisis en XY Para esta hstoradora el patriarcado tiene un carácter unversal y su análisis es más psc ológico qe antropoló
1 93
Ver, Amorós, C 1 99 1 : 1 35/1 36 Beauvoir abre el camino de la autodesignación y auque ss t esis no han estado exentas de cticas, sobre todo desde el minismo de la diferencia, su inuencia dentro del feminismo práctico y académico ha sido ndamental para su desarrollo teóico 1 94 Beauvoir, S. 202 ( 1 949): 1 8. Vol. 11. 1 95 Bandinter, E. 1993:87
1 14
TEORÍA FEMINISTA
Y ANTROPOLOGÍA:
C LAVE S ANALÍTICAS
gico 1 96 • El ser hao, ir la atora, se caracteriza por teer a parte asclia y otra eia. Ella postlar qe orgaizacioes sociales, etre ellas la ivisió sexal el trabajo , lo úico qe hace e s polarizar los caracteres y costrir los géeros. El patriarcao, coo sistea e ieas, iversalizar las ierecias etre los sexos cofrieo coctas esteriotipaas a iños y iñas. Estas irecias, si bie so ecesarias en la icia, ca ebe ser el gere e la desigala e la edad aulta 1 97 • Baiter etiee qe la opresió qe los hobres ejercen sobre las jeres es rto e a relació ateoflial oe las adres se ecarga e los ciaos y los geitores est asetes. El iño, pasivo ate las atecioes ateales, eberá alej arse, a vez alto, e aqellas actites qe ase coo eias para así afazar s viriliad. Cato s ausete est el pare e la ea itil el iño, s esteriotipaa ser la ietia asclia. Ua ietia qe est presete e los oelos e ascliia qe el crío observa y qe ietifca co el rago, el éxito, la rtaleza, la ieeecia y las relacioes sexales co jeres. Mietras qe los rasgos eios se efe por egació e estos atribtos, caracteriznose las jeres por s ocilia, epeecia, soetimiento y pasivia sexal 1 98 • La autora e XY expor las «périas» qe tiee el ser varó e estas socieaes patriarcales. Este texto pretee, sobre too, ar respestas a la crisis e la ascliia qe segú ella acta al hobre oeo 1 99 • E la
1 96
Badite etiede que todas las sociedades patiacales se caacteiza po tener asgos comues, ete otos: la separació de sexos, covitiedo a la muje e el oto (alteidad); el temo al coicto ete los géneos, idetifcado el magiaio masculio a la muje co el caos; o la existecia de itos de iniciación paa sepaase de la muje, eafma la viil idad y epimi la actividad mascul ina . 1 9 7 Desde uesta pespectiva, esta suposició, que ya vimos en alguos ilustrados como el Maqués de Codorcet, o es expesada po Badite desde los postulados del emiismo de la decia, sio desde u posicioamieto de la idetidad sexual basada e u pesamieto dicotómco de la sexualidad Estas tesis, como ya hemos d icado, ha sido cuestioadas po otas estudiosas e divesos campos, e coceto, desde l a atopología, etediedo que e sta autoa cae en u esecial ismo esecto a la costuccó de los sexos, así como e el uso de dicotomías sexuales Paa más imació, Médez, L 27 198 Badite, E. 1 993: 1 1 2/1 1 3 1 Badite, E 1 993: 1 1 2/ 1 60/1 66.
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segunda parte del libro, Badinter señala que la sociedad del siglo XX ha creado un varón mutilado que niega su yo fmenino y maniesta su masculinidad en base a dos modelos : por un lado, el denominado «hombre duro», que basa sus acciones en la competencia sexual y es muy activo; y por otro, «el hombre blando» , que tiene miedo a hacerse adulto, l e atea la agresividad y es dependiente. En contraposición a estos estándares la autora propone el «hombre reconciliado», un hombre que entre otras cosas acepta su «yo mateal» . Contemporánea a estas dos teóricas es Betty Friedan (1921-2006), psi cóloga social y analista. Representante del fminismo liberal, Friedan comienza siendo más liberal que eminista, para terminar asumiendo los postulados eministas de la igualdad por encima de sus posicionamientos liberales 20 ' . Este cambio de paradigma estará motivado por una trayectoria política que le permite observar, desde primera la, cómo la adquis ición de derechos por parte de las mujeres en las democracias liberales se maniesta insuciente cuando no existe una valoración integral de sus efctos dentro de las estructuras patriarcales . En este sentido, los c ambios pueden tener efctos perversos y negativos para las mujeres si no se abordan desde una perspectiva fminista. En su libro, mística de la feminidad (1963), Friedan analiza la subordinación de género reuniendo y analizando testimonios directos de mujeres, cuyo perl se identicaba con mujeres blancas, de clase media y con estudios. Las mujeres de este estatus en Estados Unidos de América estaban por entonces expuestas a u n discurso dominante que exaltaba la eminidad normativa, al contrario que s us semej antes europeas, donde los discursos eran dispares y más vindicativos. Este enaltecimiento de la mujer americana como garante de los valores miliares provocaba una enajenación sobre sus inrmantes que solo se concebían como madres y esposas 2º2 • 2 Las tesis de B adinter sobre la construcción de la mascu lin idad se asemejan a las que Chorodow expone en The Repduction of Mothering: Psychoanalysis and the Sociology of Gender ( 1978) sobre los orígenes del patriarcado y que, como las de Otner y Rosaldo, ha sido posteriormente criticadas por etnocéntricas. Sin embargo, Badinter se aleja de esta socióloga a la hora de interpretar las capacidades relacionale s del sujeto varón Badinter, E 1993:213 2º 1 J . Perona, A. 2005: 1 7 202 J . Perona, A. 2005: 1 8
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TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
El desinterés que sus interlocutoras mostraban por la cosa pública les llevaba a criticar a aquellas mujeres que ejercían una proesión, desatendiendo supuestamente su rol de ama de casa No obstante, el haber conse guido aquellos objetivos que como mujeres les había marcado la sociedad, lejo s de complacerlas les provocaba una gran insatiscción y un sentido de culpabilidad que se veía rerzado por un discurso cientíco que las tildaba de sujetos depresivos o reprimidos sexualmente La deslegitimación de sus discursos por psicólogos y psiquiatras ensombrecía la posibil idad de categorizar un problema que se maniestaba con diversas patologías y que Friedan calicará como «el problema que no tiene nombre» En este sentido, esta autora expone En la mística de lafeminidad que la situación que vivían las mujeres no es, ni mucho menos, consustancial a l naturaleza fmenina, si no que tiene su origen en un sistema cultural que no les permite desarrollarse era de las directrices que heterodesigna el sistema ideológico patriarcal Esta situación que viven las mujeres, según Frie dan, se registra en «Una estructura [que] es represiva y [que] se maniesta con ansiedad, alcoholismo, neurosis, desmedido o ningún deseo sexual» (Friedan, B. 1974:30). Estos síntomas, por lo tanto, no son el inicio de los problemas, sino los efctos del sometimiento a una «esencia de la fmini dad» que reprime su autonomía y anula su capacidad de construirse como individuos 203 • El problema que no tiene nombre, consecuentemente, no es un asunto que solo atañe a las mujeres, sino que afcta a la sociedad en su conjunto La fminidad normativa, aunque mutable e histórica, siempre se ha signicado en el imaginario masculino como un mito cultural que se asum e como un hecho natural, inevitable y al que toda mujer debe aspirar Esta idea, según Friedan, históricamente ha contado con muchos apoyos y se so stiene en las sociedades occidentales gracias a un discurso erudito que legitima las
203
Friedan observa cómo los iempos que l as mujeres emplean en el ámbio domési co peien al hombre riunr en lo público. El espacio domésico, que ella denominará coortable campo de concentración, ha creado un modelo de mujer que no desaparecerá con su incorporación al mercado de rabajo, sino que iene que ir acompañado de un cambio de mentalidad y una reorganización de lo domésico. Esos cambio s, posibil iarán con el iempo una rasfrmación de las insiuciones que permitan a las mujeres paricipar en las esrucuras de poder. La paridad no debe ser un hecho represenaivo, sino que iene que servir para que las mujeres cambien el sisema desde dentro.
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estructuras sociales patriarcales, que deben ser combatidas dentro de la teoa fminista2 • «La mística de la fminidad» es un modelo mítico [ . . . ] que se presenta como inevitable en todas las mujeres y que, en tanto que denición ontológica, las hace idénticas entre sí, bagatelizando sus rasgos individuales distintivos. [ . . . ] el modelo estaba sustentado de distintas maneras por las teorías mas relevantes del momento: por el psicoanálisis eudiano, por el ncionalismo sociológico e, incluso, por la antropología cultural de M. Mead (J Perona, A. 2005:2122).
En L segunda fase ( 1985) Betty Friedan ratica su posicionamiento fminista al observar que los logros sociales que ha conseguido la sociedad civil y, en concreto, el movimiento fminista, han provocado una reacción causaefcto negativa para los intereses de las mujeres. Las nuevas situaciones que afctan a las mujeres a nales del siglo XX, la doble joada y la mujer super-woman, están inteelacionadas y denirán su existencia en la sociedad de mercado. Así, estas mujeres, si bien han conseguido entrar en el espacio laboral remunerado, deben conciliar sus tiempos con las demandas que su nción tradicional de esposas y madres les exige. Además, la super-woman, aunque económicamente independiente, debe ser capaz de realizar estas y otras labores demostrando continuamente una alta capita ción y ecacia205 • A esto se sumará el cuidado de su cuerpo y el mantenien do de actitudes que no atenten signicativamente contra el modelo de fminidad que aún está presente en el imaginario social 2 • En este nuevo contexto, las mujeres expresarán una gran insatiscción cuya solución pasa, según nuestra analista, por una revolución de la vid doméstica, en que l a responsabilidad sea compartida por todos los miem
2
Los disc ursos dominanes respeco a la femin idad normaiva, no solo se expresan en cómo iene que ser la mujer, en cuano sujeos heerodesi gados por la ideología pariarcal e idénicas enre sí, sino en cómo tiene que ser en una deerminada culura. Así, ls mujeres dirá Cel ia Amorós se nos sign el deber de l identidd, el ser depositris de los bgjes simbólicos de ls tdiciones Los vnes se utoconceden el derecho l subjetividd, que les d siempre un margen discrecionl de mniobr p dminist seleccionr y redefnir tles bgjes. Amorós, C. 2005:230. 205 J . Perona, A 25: 30. 2 Thébaud, F 1 994: 1 2.
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TEORÍA FEMI NI STA Y ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
bros de la milia, y por un cambio de la mentalidad masculina y las estructuras de poder miliar 2°7 • Las mujeres no solo deben tener los mismos ingresos económicos que un hombre, sino que a través de un proceso poltico deberán llegar a los órganos de poder, a las instituciones, con el objetivo de cambiar las legislaciones vigentes que limitan su autonoma y el acceso pleno al ámbito público. El capitalismo, a la luz de las tesis finistas, debe trasrmarse peritiendo: un cambio en las estructuras de trabajo; la exibilidad de los horarios laborales; el derecho a la libre opción de la mujer a ser o no am a de casa ; o la mejora de las políticas sociales qu e ciliten su acceso al mercado laboral2º8 •
2.
ALGUNAS CUESTONES SOBRE L NVESTGACÓN FEMINISTA A MANE RA DE CONCLUSÓ N
En la introducción a este captulo hemos menc ionado varios de los posicionamientos doctrinarios que exi sten actualmente dentro de la teora fminista, entre ellos el eminismo de la igualdad y el finismo de la difrencia, cuyos planteamientos han servido de puente para la articulación de algunos de los fminismos más pujantes del siglo XXI 20 • El fminismo de la igualdad, heredero del discurso Ilustrado, reivindica una sociedad en la que hombres y mujeres posean los mismos derechos y obligaciones a nivel poltico y social. Mientras, el fminismo de la difrencia se opone a las estructuras jerárquicas de los partidos polticos y tiene como temas refrentes en su discurso la sexualidad, el lenguaje o la identidad sexual. No obstante, una de las mayores discrepancias entre ambos fminismo la encontramos en su c omprensión de l género. Mientras que para las eministas de la igualdad el género es una construcción h istórica y luchan por la superación de los géneros, el pensamiento de l a dierenci a tiene un
207
J Perona, A. 2005 :2 7
208
El fmini smo liberal de Friedan será criticado por optimista y por conndir capi talismo con patriarcado Más infrmación, J Perona, A. 2005:24/25 2 En la segunda parte del libro se tratarán por especialistas en el tema estos feminismos en di rentes áreas geográcas.
CAPÍTULO 5. EL FEM IN ISMO ACADÉMICO DE ME DIADOS A FINALES DEL SIGLO X
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carácter más esencialista, proclamándose densor de la direncia sexual. Este fminismo, en su vertiente más psicoanalítica, entiende a la mujer como el otro, manteniendo que existe una identidad exclus ivamen te menina que ha sido subyugada por la cultura del varón 2 1 0 • Sin embar go, aunque estos fm ini smos presentan posturas y estrategias direntes, ambos tienen el objetivo común de trasrmar el orden ideológico patriarcal. . . .las hijas del 68 nos encaminamos hacia dos minismos diversos que, estoy convencida, se complementan por más que se empeñen en excluirse. Si uno u otro no existieran, habría que inventarlos. Unas eligieron lo urgente y otras nos encaminamos hacia lo impoante. Creo que ni unas ni otras estábamos dispuestas a ser una generación perdida» (Varela, N 200 8 : 1 1 7 . Citando a Victoria Sen dón de León) 2 1 1 «
A partir de aquí, algunos de los diversos fminismos surgidos de estas dos posturas, han sido capaces de globalizar la causa de las mujeres y poner en las agendas políticas de gobieos e instituciones, nacionales e intea
210
Ente las teóicas más destacadas del feminismo de la difeencia están, la italiana Carla Lonzi, la canadiense Susan Pinker, o la ancesa Luce Iigaay. En este pie de página, no obstante, ecojo un texto de Claisa Pinkola Estés , mosa psicoanali sta ameicana, que en su best selle, Mujeres que corren con lobos busca el aquetipo de muje, en lo que el l denomina la mujer salvaje, que se esconde en l os mitos y cu entos Los motivos que tene mos paa pone a esta autoa, que no se destaca si gnicativamente en l os textos mi nistas, se debe a que su investigación indaga en los mitos, como en su momento lo hizo J . J Bachoen (ve capítulo tres), peo evidentemente con resultados muy dientes Contasta ambos tabajos nos da una claa visión del andocentismo de la academia en el siglo XIX y de lo signicativo de la pespectiva de géneo a la hoa de analiza cualquie tema de i nvestigación . En la intoducción al libro, Pinkola Estés expesa: . . . como ots muchas mujeres antes y después de m vivía mi vida como una criatu disfzada. [. . . }. No se puede abordar la cuestión del alma femenina moldeando a la mujer de mane que se adapte a una foa mas aceptable según la denición de una cultu que la igno, y tampoco se puede doblegar a la mujer con el n de que adopte una congución intelectualmente aceptable para aquellos que arman ser porteadores exclusivos del conocimiento [ }. El arquetipo de la mujer salvaje envuelve el ser aa matrilineo Hay veces que la percibimos, aunque solo de mane fugaz, y entonces experimentamos un ardiente deseo de segui r adelante. 1998:14/15 2 Victoia Sendón de eón, lóso femini sta y epesentante e n los 70 del minis mo de la diencia, actualmente mil ita en lo que se conoce como del mi nismo i ntegal
1 20 TEORÍA F EM IN ISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS
cionales, sus reivindicaciones 2 1 2 • Mientras, en su parte más académica, la teora fminista se ha abierto cada vez más a la investigación emprica, complementándose su vertiente ensaystica con un número muy importante de investigaciones que, desde difrentes perspectivas, han enriquecido la teora planteando «desaos radicales a los análisis que la ciencia social hace de las mujeres, de los hombres y de la vida social en su conjunto» (Harding, S . 1 9 8 7 : 1 ) . Estas palabras, expresadas por Sandra Harding en su artculo Is There a Feminist Method? ( 1 987), nos permiten adentros en el complejo mundo de la investigación fminista, preparada desde sus comienzos para «descubrir la manera de eliminar la parcialidad y las distorsiones de los estudios sociales tradicionales» (Harding, S. 1 987 : 1 ). En este sentido, la investigación fminista, señala Harding, no solo ha requerido de nueva metodología de análisis, sino también de una adaptación de los métodos de trabajo androcéntricos. E l analista que trabaja desde esta teora debe tener, por lo tanto, una posición crtica ente a las concepciones de los cientícos sociales que le han precedido, buscando «patrones de organización de los datos históricos no reconocidos con anterioridad» (Harding, S . 1 9 8 7 : 1 0 ) . Estos condicionantes, según Harding, han posibilitado que los comienzos de la investigación fminista, aunque prometedores, no hayan estado exentos de anacronismo s. Las primeras lneas que la investigación eminista siguió desde mediados del sigl o XX, a saber, rescatar y valor el tbajo de las investigados y pensadoras de género femenino, examinar las contribuciones de las mujeres a la esfe pública y analizar a las mujeres, en tanto que víctimas de la dominación masculina aunque han sido muy esclarecedoras, han tenido sus desaciertos Harding señala cómo conocer la h istoria de esas mujeres perdidas pero artunadas por haber entrado en el mundo del conocimiento reservado a los varones, si bien ha sacado a la luz sus aportaciones cientcas, en algunos casos ha afctado al reconocimiento de los logros del fminismo en los últimos dos siglos 2 1 3 • Por otro lado, la visibilización de las contribuciones
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E s de destacar e l papel que han jugado las femini stas e n l a organización de las Conferencias Mundiales de Mujeres, amparadas por Ja ONU O las batallas que el feminismo de Ja diferencia ha librado en densa de Jos derechos de gais y lesbianas, y que nalmente han sido reconocidos por gobieos como el español. 213 Harding, S 1987:3
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de las mujeres en la esfra pública, en muchos casos, ha dejado indemnes algunos presupuestos androcéntricos al oeceos exámenes parciales de las actiidades sociales de las mujeres. Por último, el estudio de las violaciones de los derechos ndamentales de las mujeres, si bien ha puesto en la agenda política la «violencia de género», ha creado . . . « .la lsa impresión de que las mujeres se han limitado a ser víctimas, de que nunca han protestado con éxito, de que no pueden ser agentes sociales ecaces a vor de sí mismas o de otros. Y, sin embargo, el trabajo de otras académicas e investigadoras fministas nos dice lo contrario. Las mujeres han opuesto resistencia permanente a la dominación masculina» ( arding, S 1987:4). Con todo, estas líneas de investigación han sido ndamentales para impulsar y signicar la investigació n fmini sta del resto de las investigaciones que se hacen en la académica. Las características que denen esta inves tigación, según esta autora, son al menos tres : nueos recursos empíricos y teóricos; nueos propósitos pa la ciencia social; y un nuevo objeto de inestigación donde la inestigado se sitúa en el mismo plano crítico que su objeto explícito de estudio 2 • «Esta teoría dirá arding ha sido valio samente interpretad como un método de investigación en el sentido de que responde a l pregunta de cómo las eministas deben llevar a cabo la investigación . Esta teoría dice: empieza por la vida de las mujeres para identicar en qué condiciones, dentro de las relaciones naturales y/o sociales, se necesita investigación y qué es lo que puede ser útil [para las mujeres] que se interrogue de esas situaciones» (Harding, S 1 9 8 7 : 1 0 ) 2 5 • A estas cuestiones que expone esta profsora de la Universidad de Caliia, añadiría algunos puntos que me parecen substanciales a la hora d abordar una investigación fminista. En primer lugar, el carácter trasversal de las relaciones primarias de poder que denen el género como categorí de análisis empírico y que deben ser analizadas en co njunción con el rest
214
En http://eswikipediaorg/wiki/Categor%C3%ADa:Conceptos_fministas, la personas interesadas podrán encontrar un listado de categorías de investigación propias de la teoría fminista. 215 Los corchetes son nuestros
1 2 2 TEORÍA FEMINISTA
Y
ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANA LÍTICAS
de reaciones de poder que se superponen, ya sean de status o generacionales 2 1 6 . En segundo ugar, el carácter integra que deben tener estas investigaciones, anaizando as series culturales en as estructuras sociaes que consoidan a desiguadad. Y por útimo o que opino que es más importate, entender que: «Hablar de mujeres no es o mismo que hablar de fminismo. Desde el punto de vista de algo a o que se ama la mujer o as mujeres, se puede discursear perectamente sin que a perspectiva fminista esté asumida [ . . ] . E fmiismo es una tipoogía discursiva que tiee fcha de acimiento y su propia tradición teórica, bastante divergente de ago simiar a un discurso genérico sobre as mujeres o de as mujeres. Aunque en agunos momentos puedan coincidir, no son o msmo, y es importante que esta distinción quede cara» (Vacárcel, A. 1997:89)
216
La defnici ón de la categora género que apunto recoge sintéticamente la q ue J Scott propuso en su conocido texto, «El género: una categoría útil para el análisis histórco» 1 990 ( 1 996) y que, desde mi punto de vista, resulta muy operativa en los trabajos de investigación empírca No obstante, hay que saber que no es la única y que con postero ridad se han planeado otras tesis igualmente válidas sobre esta categoría analítica Para más inrmación ver Méndez, L 27 : 1 96: 204.
PÍTULO 5. EL FEM IN ISMO ACADÉMICO DE MEDIADOS A FINALES DEL SIGLO X
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1 30 TEORÍA FEMINISTA
Y ANTROPOLOGÍA:
C LAVES ANALÍTICAS
Seg u nda parte Los feminismos en Latinoamérica, el Islam y Africa ,
CAPÍTULO 6
Antropología y feminismos en Am é rica Latina: hacia una práctica descolonial Silvan Silvano o Scirtin Scirtin
El siguiente sig uiente traba trabajj o recor recorre re voces, voces , ideas, id eas, po stulados que que en la actuali actuali dad rman parte del fminismo en América Latina. En las últimas déca das, las mujeres situadas en los «márgenes», las «perifrias, el «tercer mundo», se han armado como sujetas capaces de cuestioar y transmar un fminis fmi nismo mo hegemónico hegemónic o que poco lu gar de dej a a indígenas, afrodescendentes, lesbianas entre otras. La historia del minismo pone en evi dencia distintas estrategias, ormas organizativas y acciones en convivencia. Es posible observar, a través de esa historia, momentos en los cuales entra en conexión con otros movimiento sociales. En América Latina, los lo s procesos de armación identitaria y movilización etnopolítica le dan una impronta particul particular ar.. La intrusión i ntrusión c olonial olon ial ha dej dej ado una huella que aún sangra en las luchas de los movimientos etnopolíticos y que también también se dej dej a oír en las voces e ideas qu e enuncian enunc ian un fmi nismo nis mo diverdiverso, mestizo, latinoamericano. La antropología en América Latina se ha interesado por el estudio de los procesos de etnogénesis con objetivos analíticos pero también co el compromis compromiso o político de acompañar la armación de sector se ctores es hisór his óricame icame CAPÍTULO
6.
ANTROPOLOGÍA Y FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA
1 33
te silenciados y excluidos 1 • Este es un aspecto que en la actualidad reúne a antropólogos/as y fministas fmin istas en la construcció construcción n de un pensamiento desco lonial lon ial.. La antropología antropología apuesta por registrar registrar y comprender comprender estos fnómenos desde un abordaje etnográco que privilegie las voces de los/as actores/as sociales soci ales El fmin ismo ism o mantiene una mirada crítica crítica ante la reproducció reproducción n de relaciones sexistas al interior de los movimientos políticos Ambos cami nos converge convergen n en e n una Antro Antropología pología emini emini sta descolon desc olonial ial compr c omprometida ometida con prácticas y saberes que conontan la colonialida coloni alidad d del poder pero que a la vez se pregunta por las rmas en que colonialidad y patriarcado se articulan. El siguiente trabajo es una introducción a las ideas que convergen en una Antropología comprometida con el fminismo y la decolonialidad decolon ialidad Par Par la cual, realizo un recorr recorrido ido por por diversos estudios es tudios antropológic antropológicos os y eministas que dialogan con el movimiento y la lucha de las mujeres Trabajos interesados en comprender el género de manera situada desde la intersec ción ción con la perten pertenencia encia étnica y cultural
1
SABERES SABERES STUAD STUADOS: OS: E N U NCIAN DO DESDE LOS MÁRGENES
.
Las fministas latinoamericanas nos encontramos ente al desao de construir y rtalecer prácticas y saberes que nos denan de manera más genuina ante ante imposiciones de contextos, contextos, luchas, soluciones, solucione s, problemá problemátic ticas as exteas y ajenas Con este objetivo, nos situamos en locus inespedos;
1
En las últias décadas han eergido en Latinoaérica últiples organizaciones etno-políticas, las cuales no son enóenos novedosos y espontáneos sino el producto de un proceso de ees raíces históricas, que en la actualidad son la expresión rerulad de la isa lucha que han llevado a cabo las grupos étnicos, pero que ahora se expres través través de un nuevo nuevo tipo tip o de di scurso y de acció acciónn política políti ca El concepto de etnogénes is, is , busc coprender la identifcación étnica ectuada por un grupo huano, cuyo ogen y cultu copartida puede ser solo un dato del pasado, real o iaginario, pero que se asue com rerente ndaental en la confguración de una counidad identitaria. Por lo tanto, cietas prácticas y representaciones culturales se esgrien coo arguentación clave que perite perite la legitii l egitii dad de la colectividad que se asue asue en térino térino s étnicos Ver Ver Baolom Baolomé é 202.
1 34 TEORÍA TEORÍA F EM IN ISTA ISTA Y ANTROPOOGÍA: CVES ANALÍTICAS
espacios qe ncionan coo loc s de ennciación y reinscripción en tanto tanto sujetosagentes. «Es decir, priero nos reinscribios y nos rearticlaos contrahegeónicaente a partir de lo cual, en un segundo oento, nos autoconstit autoconstitios ios coo sujetoagent sujetoagentes es»» (Feenías, (Feenías, 2006b: 1 08 ). Lo inespedo, lo descentdo se velve espacio de agencia. Locus qe periten pensar los ecanisos de desplazaiento hacia era (en tanto ecanismos de exclsión) excls ión) o de aración aración en e se espacio marginal marginal (en (e n tanto tanto ecanismos de identicación ya que desde la perifria se elige antenerse y reaarse hasta constituirla en pivote de agenciación). Por ende, espacios y sujetos arginales eergen coo categorías a repensar en tanto lugares y agentes de ennciación (Feenías, 2006a:63). Nuevas Nuevas concepciones d e sj sj eto: sujetos sujetos excén excén tricos en Teresa d e Laresujetos nómades nómade s en Rosi Braidotti, sujetos dislocados en María Luisa tis, sujetos Feenías, agentes para Jdith Btler, cestionan la categoría odea de suj suj eto, logrand l ogrando o vislbrar vi slbrar concepcion conce pciones es alteativas alteativas.. En tanto excéntrico el suje sujeto to bicado en los árgenes, excl e xclido ido del estatus de sujet sujeto o «nor «no ral» denido denid o por las las convenciones convencion es hegeónicas hegeónica s del dis crso, eer eerge ge de anera anera contrahegeónica. Otsas dislocados/ planic ada o espontáneaen espontáneaen te, rehúsan adoptar la ra y el lgar qe las narrativas hegeónicas le coneren coneren (Feenías, (Feenías, 2007a: 94). Esto spone n proceso proceso de eserzo eserzo por la interpretación y reestrctración constantes del propio yo y de s relación con la counidad, la historia y la cltra cltra (Feenías, (Feenías, 2006a: 62) . El u uj o unidir un idireccional eccional d e ideas Centroperifria Centroperifriass h a sido cestionado y conontado a partir partir de la constrcció con strcció n de n nevo nevo circi ci rcito to entre entre peri perierias erias,, sursur. Las ideas srgidas en contextos de descolonización precedentes de Árica y Asia eron recibidas recibidas y conontadas con experiencias experienc ias de descolo des colo nialidad en Aérica Aérica.. El finiso fini so no se ha antenido antenido ajeno jen o y ha sido n agente agente crítico crítico en la construcción del pensaiento poscolo posc olonial nial . Los feminismos del sur señalan las l as relaciones relacion es de poder y subalteidad s ubalteidad entre entre j j eres a partir partir de na geopolítica qe difrencia «países «p aíses centra ce ntrale les» s» y países «perié «perié ricos». Esta división establece na ontera entre las jeres del «norte» y las del «sr». Las últias qedan subsidas a na categoría de mjer monolítica e inexible a la incorporación de la difrencia (Hooks, 2004; Moha Mohant nty, y, 1 98 8; Mendoz Mendoza, a, 20 1 0). Donna Haraway desarrolla desde una perspectiva finista una pro puesta episteológic epis teológicaa desde desde la l a cual propone, ante el obj obj etivismo etivis mo de la cien cien cia positiva, reconocer que el conociiento es siepre parcial. El sujeto CAPÍTULO 6. ANROPOLOGA Y FE MI NISMOS EN AMÉR ICA ICA INA INA
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que conoce se encuentra inserto/a en contextos políticos y sociales determinados, los cuales vivencia desde las trayectorias personales y colectivas que lo constituyen. La autora propone saberes situados, insistiendo en la natu raleza corporizada de toda mirada y en las localizaciones circunscriptas que permiten «aprender a ver», en vinculación a un lugar, un posicionamiento, donde la parcialidad es precisamente la condición para que nuestras proposiciones de saber racional puedan plantearse, entenderse y solucionarse
(Femenías
y
Soza Rossi, 201 1 : 15).
A modo de saberes situados, en las últimas décadas vienen tomado erza estudios sobre género en intersección con otras categorías tales como la cultura, la etnia, la clase, la elección sexual, entre otras . Desde esta pers pectiva, el género se reconoce como una categoría complej amente entramada en distintas estructuras personales, sociales, políticas. Por un lado, se contempla la posición subaltea de las mujeres en relación a los varones, resultado de las relaciones de poder y opresión a través de las cuales el patriarcado estructura la sociedad. Pero por otro lado, se hace visible que la situación compartida entre mujeres toma distintas jerarquías dependiendo de la trayectoria social, histórica, cultural de cada mujer (Sc iortino, 201 c). Las feministas poscoloniales señalan el desao de reconocer, en palabras de Saba Mahmood, que el deseo de libertad y liberación también está históricamente situado y que su erza motivacional no puede ser asumida a priori. Antes bien, la libertad por la que las mujeres abogan, debe ser con siderada en el contexto de voluntades, proyectos históricos y capacidades que son inherentes al sujeto históricamente localizado (Mahmood, 2006: 1 49). Entre las antropólogas comprometidas con estudios que abordan la interseccionalidad del género con la diversidad cultural y étnica en Améric Latina y el Caribe se encuentran Silvia Hirsch en Argentina, Rita Segato e Brasil, Silvia Rivera Cusicanqui en Bolivia, Ochy Curiel en Repúblic Dominicana, Marisol de la Cadena y Maruja Barrig en Perú, Sonia Monte sino en Chile, Rosalva Aída Heández Castillo y Marcela Lagarde en México, por nombrar algunas. En mi opinión, la potencialidad de la antro pología para situar el género permite acercaos a las múltiples «miradas» que ls mujeres tenemos sobre nuestro «estar en el mundo». Las articula ciones entre género y etnia o entre identidades culturales e identidades de género, así también como el reconocimiento del vínculo entre racismo sexismo, son aspectos ndamentales que hacen a una perspectiva críticareexiva de género.
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EORÍA FEMINISTA
Y
ANROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍICAS
2 . PATRIARCADO Y COLONIALIDAD La crítica al colonialismo puede ser sistematizada en tres corrientes: la crítica posmodea, que expresa la cris is del proyecto modeo en Europa y Estados Unidos; la crítica poscolonial vinculada a las experiencias indepen dentistas de las excolonias después de la Segunda Guerra Mundial (India, Medio Oriente) y la crítica posoccidental, situada en América Latina y cuyos antecedentes se remontan a las primeras décadas del siglo XX (Mignolo, 27 citado en Bidaseca, 20 1 0 1 1 6) . En esta última línea, emerge el pensamiento o gio decolonial . En la segunda mtd de la década de los noventa se reúne un gupo de pensadores, entre ellos Aníal Quij ano, Enique Dussel y Walter Mignolo. El objetivo que los convoca responde al interés compartido por reexionar sobre las herencias coloniales en Aérica Latina. Desde aquel momento el grupo e creciendo en número y enriqueciendo su propuesta teórica a partir del aporte de intelectuales rmados/as en múltiples disciplinas. La denonación «decolonial» es reciente, a inicios de la década de los noventa emergen asociados al nombre de estudios poscoloniales latino/atinoamericanos. A fnes de los noventa, el grupo había adoptado la denomna ción posoccidentalismo (Mignolo y Coronil) y a principios del 2000 turo Escobar lo denomina programa ModeidaColonialidad (Gigena, 20 1 1 :4 ). Diversas corentes emergidas en América Latina y Estados Unidos, conuyen en la conrmación del pensamiento decolonial : « [ . . . ] la Teología de la Liberación desde los sesenta y setenta; los debates de la flosoa y la ciencia social latinoamericana sobre nociones como flosoa de la liberación y una ciencia social autónoma (por ejemplo, Enrique Dussel, Rodol Kusch, Orlando Fals Borda, Pablo Gonzáles Casanova, Darcy Ribeiro); la teoría de la dependencia; los debates en Latinoamérica sobre la modeidad y posmodeidad de los ochenta, seguidos por la discusiones sobre hibridez en antropolo gía, comunicación y en los estudios culturales en los noventa; y, en los Estados Unidos, el gupo latinoamericano de estudios subalternos» (Escobar, 200353) .
2
Para una genealogía dl pensamiento decolonial Ver Escobar, 2003; Mignolo, 27; Castro Gómez, 2007 ; B idaseca, 20 1 0 Para ver continuidades y divergencias entre e pensamiento decolonial y el poscolonialismo ver Castro Gómez, 1997, 2007, Mignolo, 2, 27; Bidaseca, 201 0; Gigena, 201 .
CAPÍTULO 6 . ANTROPOLOGÍA Y FE MI NISMOS EN AMÉRICA LATINA
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Este grupo destaca el uso de las categorías decolonaldad' y colonaldad del poder' El concepto decolonaldad' , trasgrede la suposcón según la cual, con el n de las admnstracones colonales y la rmacón de los Estadosnacón en la perfra, el mundo actual es descolonzado y poscolonal La dvsón nteaconal del trabajo entre centros y perfas, así como la jerarquzacón étncoracal de las poblacones, rmada durante varos sglos de expansón colonal europea, no s e transrmó sgncatvamente con el n del colonalsmo y la rmacón de los Estadosnacón en la perfra En realdad, se asste a una tnsición del colonialismo modeo a la colonialidad global, proceso que ha transrmado las rmas de domnacón desplegadas por la modedad, pero no l a estructura de las relacones centroperfra a escala mundal (Castro Gómez, 2007 : 1 3). Catherne Walsh, retomando las deas de Nelson MaldonadoToes , sostene que la decolonialidad mplca partr de la deshumanzacón como sentdo asocado a la colonaldad del poder, del saber y del ser Desde ahí con sderar las luchas de los pueblos hstórcamente subaltezados por exstr, por construr modos de vvr, de poder, de saber y de ser dstntos La decolonaldad hace vsble las luchas en contra de la colonaldad pensando desde la gente y sus prácticas sociales epistémicas y políticas (Walsh, 2005:23-24). Aníbal Qujano, uno de sus prncpales reerentes, propone pensar en térmnos de un nuevo patrón de poder global ncado con la conqusta de Amérca Este patrón de poder se consolda a patr de dos ejes ndamen tales Por un lado, la dea de «raza» construda como ns trumento de dominacón socal en la rmacón de América y del captalsmo entre los sglos XV y XVI. La clascacón socal en razas, dvde a la humandad en clases nfrores y superores La derenca entre conqustadores y conqustados se codca en térmnos de raza, suponendo una derente estructura boló gca que poscona a los prmeros como superores y condena a los segundos a la nfrordad El segundo eje reere al control de todas las rmas hstórcas del trabajo , de sus recursos y de sus productos en too al captal y el mercado mundal (Qujano, 2000:202). Este eje se entrama con el p mero establecendo rmas de trabaj o sgnadas por la pertenenca racal «El control del trabajo en el nuevo patrón mundal se con sttuyó, así, atculando todas las rmas hstórcas de control del trabajo en too de la relacón captaltrabajo asalaado, y de ese modo bajo el domno de ésta Pero dcha artculacón e consttutvamente colo nal, pues se ndó, prmero, en la adscripcón de todas las rmas de 1 38 TEORÍA FEMSTA Y ANTROPOLOGÍA: C LAVE S ANAÍTICAS
trabajo no pagadas a las zas colonizadas, originalmente indios negros y de modo más complejo, los mestizos, en América y más tarde a las demás razas coloni zadas en el resto del mundo, oliváceos y arillos. Y, segundo, en la adscripción del trabaj o pagado, asalariado, a la raza colonizadora, los blancos» (Quijano, 2002:208). La conrmación de este nuevo patrón de poder mundial necesitó de la instalación de la hegemonía europea sobre todas las rmas de control de la subjetividad, de la cultura y especialmente de l a producción de conocimiento. La modeidad y la racionalidad eron imaginadas como experiencias y productos exclusivamente europeos. Desde esta visión eurocentrada, las relaciones intersubjetivas y culturales entre Europa (Occidental) y el resto del mundo, eron codicadas en un juego de nuevas categorías: OrienteOccidente, primitivocivilizado, mágicocientíco, irracionalracional, tradicionalmodeo. Este dualismo, acompañado de una perspectiva evolucionista de la historia de la humanidad, son los ndamentos del eurocentrismo que conma el nuevo patrón de poder colonial modeo (Quijano, 2000:21 1 ). La conquista de América y con ella la conrmación del patrón de poder colonial modeo, el cual se expande a nivel global, implicaron un cambio histórico paradigmático. Se trata del cambio del mundo como tal, se constituye una nueva perspectiva sobre el tiempo y sobre la historia para la cual se recurre a la conmación de un universo de nuevas relaciones mateiales e intersubjetivas (Quij ano, 2000:216). Aora bien, e n este proceso de conquista y colonización del cual surge América como «la otra» de Europa, en el cual la raza y el racismo se ndan como ideología del sistema capitalista, las fministas nos preguntamos: ¿Cómo s e conguran las relaciones d e género a partir d e la dominación colonial? ¿Cómo se conrma o transrma el pariarcado al entrar en contacto con la colonialidad del poder? ¿De qué manera las relaciones coloniales se apoyan en las difrencias sexuales para consolidar poder? En esta opotunidad presento un estudio recientemente publicado el cual proviene del campo de la antropología. En «Género y colonialidad: en busca de las claves de lectura y de un vocabulario estratégico descolonial» , la antropóloga Rita Laura Segato, sistematiza una perspectiva que reúne aportes del fminismo y de la antropología. De esa manera, present una perspectia desde l a cual pensar el compejo enramado que se conrma entre patriacado colonialidad. Frente a posturas qe sostienen un patriarcado de cote iesal o en diálogo con las fminisas, que sostienen la inexis CATULO
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ANTROPOLOGÍA Y FE MI NISMOS E N AMÉRICA LATINA
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tencia del género en el mundo precolonial (tales como María Lugones y Oyeronke Oyewumi); Segato propone pensar la existencia pre-intrusión colonial de un patriarcado con características particulares, las cuales son transrmadas o potenciadas una vez acontecida la conquista. La historia de la humanidad ha sido acompañada por una pre-historia patriarcal de la humanidad «Datos documentales, históricos y etnográcos del mundo tribal, muestran la existencia de estructuras reconocibles de difrencia, semejantes a lo que llamamos relaciones de género en la modeidad, conteniendo jerarquías claras de prestigio entre la masculinidad y la fminidad, representados por guras que pueden ser entendidas como hombres y mujeres» (Segato, 201 1 3233). Por lo tanto, para la autora, e l género existió como categoría social previamente a la colonización de América. Aunque Segato reconoce que lo hace de una rma difrente que en la modeidad. La colonización produce un nuevo orden, producto de la intrusión colonial al mundo-aldea. La aldea o el mundo-aldea reeren a un rden pre-intrusión. Este mundo convive con la modea colonialidad consiguiendo mantener algunas características del mundo que precedió a la intervención colonial. El mundo-aldea no es premodeo, ya que no es un estadio anteror a la modeidad que marcha hacia ella inevitablemente. «S e trata de realidades que continuaron caminando [ . . . ] junto y al lado del mundo intervenido por la colonial modeidad» (Segato, 20 1 1 28). Pero al ser las dinámicas de aldea conec tadas por el proceso colonizador (primero metropolitano y después republi cano), eron perjudicadas sobre todo en un aspecto ndamental para Segato: «exacerbaron y toaron perversas y mucho más autoritarias las jerarquías que ya contenían en su interior, que son básicamente las de casta, de estatus y de género» (Segato, 201 1 :28). La aldea se organiza por estatus, dividida en espacios bien caracterizados y con reglas propias, con prestigios difrenciales y un orden jerárquico, habitados por criaturas destinadas a ellos que pueden ser, de rma muy genérica, reconocidas desde la perspec tiva modea como varones y mujeres. El nuevo orden conlleva ciertos ctores que hacen a la restructuració de las relaciones de género en la aldea y que habilitan la colonialidad de poder. Por lo tanto, es la colonialidad del género una de las dinámi cas clave para la entronización del nuevo patrón de pode Cuando la colonial moder nidad interviene la estructura de relaciones de género de la aldea, las cap 1 40 TEORÍA FEMINISTA
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ANTROPOLOGÍA: C LAVES ANALÍTICAS
y la reorganiza manteniendo a apariencia de continuidad ans rmando los sentidos. En consecuencia, al introducir un orden ahora reido por noa diferentes, las nomenclatura anecen, r son rein terpretada desde el nuevo orden meo. Deerminado ctores intervneron en esta eestrcturación modea e las relacoes enre los género. Un primer ascto señalado r a antr póloga reere a la superinjción de los hombres en el ambiente comuia ro. La administración coonial los elijá como intermediarios legítimos con el mundo exterior. La posición macuna ancestral es recongurada en el concto con la agenci de la adminstraciones coloniales. Esos varo nes que se encargaban de l exdiciones de ca, de los viajes de contac o con parientes y vecnos, que guerreaban y deliberaban, pasan a ser los referenes con los cuales as adinistraciones negian, pactn, acuerdan o gerrean. «La posición mculina ancestral, por lo nto, se ve ahora ans rmada por ese pal relacional con las poderos agencias prodc toras y reproductoras de colonalidad. Es con los hombres que ls colonizadores gueearon y negociaron, y es con os hombres que e etado de la coloia medad también lo hace» (Segato, 201 1 :36). La colonización de la masculindad ancestral, implicó para as mujeres na pérdda radical del poder políico que detentaban. Esta rdida proo vió la «domesticación» de las mujeres y su mayor distancia y sjecón para cilitar la empresa colonial. «La posición masculina se ve así inexionada y promovida a una platorma nueva y distanciada que se uta por ders de la nomenclatura precedente, bustecida aho por un acceso privilega do a recursos y conimientos sobre el mudo del pe>> (Segato, 20 1 1 :3). La mujeres y la misma adea se vuelven ahora pae de na objeiva para la mrada maculina, propia de la caracerísticas del ejeri cio de poder en el mundo de la colonialidad. La mcunida de la adea es r un lado superinjma al interior e la comunidd y en relaión a mujeres de su g; su un prso nverso en e bient exaomuniario. Est es e segundo ctor que sea la Segato, la escución d los homres ente a er de los adminis dores bancos en el ambiente exa-comuitio. La degradación ente a colondor somet a los vones de a adea a esés y es mues a rei vidad de su sición macuina. Este preso es, en palabra de Segato, violentogéico, ue oprime en la reación con el vón blanco y empeCPLO 6. ANTROLÍA Y FEMINISMOS EN AMÉRIC LATINA
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ra en la aldea (Segato, 20 1 1 : 38 ). El varón, se encuentra reproducendo exhbendo en la aldea la capacdad de control que le otorga su poscón masculna ahora transrmada en el contacto con el blanco. De esta manera, restaura la vrldad peudcada en el ente exteo. «Esto vale para todo el unverso de masculndad racalzada, expulsada a la condcón de noblancura por el ordenamento de la colonaldad» (Segato, 201 1 :38). Segato señala u n tercer ctor refrido a la superinación y universalización de la esfe pública, de la mano con el derrumbe prvatzacón de la esfra doméstca. Las relacones de género de la aldea se verán captadas tambén por el género modeo al ser secuestrada toda polítca, toda delberacón sobre el ben común, por parte de la nacente expansva esfra públca republcana. Este proceso es acompañado por la prvatzacón margnalzacón de la esfra doméstca junto a la expropacón de todo lo que en ella era quehacer polítco . Los vínculos entre las mujeres, que orientaban a la recprodad a la colaboracón soldara en lo rtual, en las tareas de produccón reproduccón, se ven desgarrados connados en la con rmacón de una «vda prvada». Esfra en la cual los lazos entre mujeres entre ellas los varones se despoltzan. Esto sgnca, para el espaco doméstco para quenes lo habtan la expropacón de su capacdad de partcpacón en ls decsones que aectan a toda la colectvdad. «Las consecuencas de esta ruptura de los vínculos entre las mujeres del n de las alanzas polítcas que el los permten propcan para el ente fmenno eron lteralmente tales para su segurdad, pues se hceron progresvamente más vulnerables a la volenca masculna, a su vez potencada por el estrés causado por la presón sobre ellos del mundo exteror» (Segato, 20 1 1 : 3 8) Por últmo, Segato señala la binarización de la dualidad. El género de la aldea conrma una dualdad jerárquca, en la que ambos térmnos que la componen, a pesar de su desgualdad, tenen plentud ontológca polítca. Esta dualdad mplca complementaredad. En el mundo prentrusón el espaco doméstco es completo, con su polítca, con s us asocacones propas, jerárqucamente nfror a lo públco, pero con capacdad de autode fnsa de autotransrmacón . En el mundo de la modedad lo que exste es el bnarsmo. La relacón bnara es suplementar, un térmno suplementa, no complementa, al otro. Uno e esos téros, lo pblco, se toa «unversal» el segundo, lo doméstco, se vuelve resto: esta es la estructura bnara, derente de la dual (Segato, 2 0 1 1:40) 1 42 TEORÍA FEMNSTA
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Finalmente, el abordaje de Segato supera la propuesta de comprender el género como un tema posible entre otros de la crítica descolonial o como uno de los aspectos de la dominación en el patrón de la colonialidad. Esta perspectiva invita a introducir el género, dándole un real estatuto teórico y epistémico al examinarlo como categoría central capaz de iluminar todos los otros aspectos de la transrmación impuesta a la vida de las comunidades al ser captadas por el nuevo orden colonial modeo (Segato, 20 1 1 : 30 3 1 ). La antropología fminista descolonial señala críticamente abordajes anodinos y oamentales de la diversidad cultural y las relaciones interculturales (Rvera Cusicanqui, 2006). Pero a la vez recuerda que la descolonialidad también implica el desmantelamiento de las relaciones patriarcales.
3. DESCOLONIZANDO EL FEMNISMO Y FEMINZANDO LOS MOVIMIENTOS SOCALES Las mujeres de los Pueblos en lucha por reconocimiento cultural han desarrollado un discurso y una práctica política situada en la historia colonial del continente. Indígenas, afrodescendientes, mestizas, chicanas, latinas, hacen visible la difrencia que las constituye. Culturalmente diversas, muchas de ellas también lesbianas, obreras, campesinas, migrantes, regia das. Estas múltiples trayectorias desaan los resabios racistas que aún regu lan las relaciones fministas, así como también cuestionan el androcentrismo que prevalece en el registro etnográco. En las próximas líneas hé na reseña de los saberes situados que en las últimas décadas han contribuido a una revisión crítica del fminismo y de la antropología en Latinoamérica. Inicio este recorrido haciendo refrencia a las mujeres indígenas o auto denominadas mujeres de los Puebos originarios o mujeres originarias • En la actualidad es posible escuchar expresiones tales como feminismo indígena (Heández Castillo y Sierra, 2005) sobre todo en relación a los proce sos políticos acontecidos en Chiapas. Las mujeres zapatistas han mostrado una práctica revolucionaria también al interior del movimiento. La rma
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En Argentina identifcadas como mujeres de los Pueblos originarios o mujeres originarias, las indígenas reivindican una historia y lucha en común qu e las reúne más allá de las dierencias étnicas, culturales y comunitaras.
CAPÍTULO
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ANTROPOLOGÍA Y FE MI NISMOS EN AMÉRI CA LATINA
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en que se psentó a refente de EZLN, e 28 de mo de 201 ant el Congeso de a Unión-México ne en paabr a articuación de reivindi caciones: «Mi nombre es Esther, ro eso no imr ahora. Soy zapatista y eso tampo im. Soy indígena y soy mujer y eso es o úico que ima ahora>> (Heández Castio, Siea 205) La mujeres zapatista ograron hacer de movimiento un ugar de concienciación y enunciación ítica. También en gentina as mujeres orginarias vienen participando de movimento de mujeres a avés de activismo en os Encuentros Nacio naes de Mujeres4 • Dsde os noven as mujeres indígena de América Latina articuan sus uc con una agend ítica en a que combin sus demanda es cíca de géero con as demandas autonómcas de sus puebos. Segn Rosava Heández Ctio y María Teresa Siea dos antecedentes centra es actuon como citadores pa a organización de as mujeres indíge nas en a gión. Por un ado, a previa participación de as mujeres como encg de a «ogístca>> de mch y encuentros, en moviizaciones de sus prpios puebos. En genera, en segundo pano o invisibiizadas, as indígenas eran integrantes activas ue sibiiban con su trabajo a reai zación de as acciones organizadas. E pa de «acompañamiento» as segu excuyendo de a toma de decisiones y de a paicipación pena en a organzaciones. Sin embargo es rmtió reunirse y compair exrien cia con mujeres indígenas de distinta regiones (Heández Ctio y Sie a 205: 2-3 ) Por oo ao, os cambios en a economía doméstica condu jeon a que muca de ea se icorporaen a comercio irma de pructos agríco o aesanaes en mercados aes. La monetarización de a economía indígena resutó pa mucha mujeres en una reestructur ción de su sición a interior de a unidad doméstica; a incorrarse al comercio inrma entraron en contacto con otras mujeres indígena, r mando organzaciones, crativ que con e tiempo deviiern en espa cios de reexión coectiva (Heández Catio y Siea 205:3) Como mujeres e indígenas construyen una identidd poítica qe denun cia distin opresiones que viven. Las originaras vienen aando a debate sobre a representación menina en os poderes púbicos y en o espacios de activismo indígena. Así, señaan e sexsmo que excuye de
Durante los Encuentros Nacionaes de Mjers s reúne anuamente el movimiento de mujeres en Agentina desde 1986. Ver Scioino, 20 1 1 ; 20 1 1 a. 4
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TEORÍA FEMINISTA Y ANPLÍA: CVES ANAÚIS
ug c ón íc; ún nr de gnzcn níc. Revolcionaria de mujere z uc c cón inacomuntao, al n c n u cunde organzacone. De cnzn cun acn d er y rviego de n, nn n ndc cu mveno indígena u cc nía ui a cmplementedad entre x (énz 207). zcón ncun cn d re e frene cnc n cn cn c u cun ud con un c cn ccón n a ujere ndí gn n ncn. An fnóno nogía e ha n n u c nccón nc cuua en o u uj cncón énc ncún n í cn lo vrn, n c éc, n nc, c, au , a aciacón c (v Cucnu 1 996: 25). ca oíca u gn nñ ngí u géno fmn u cncón gén fc nra có e e nígena; aí én nnc énc ngun vv a uación de u. «S uj nígn ( c c) amá ore nnc un g u n un ccn núr de gene cc un u gn n un» (vra Cuicanqui, 1996:22). c ue a uca a indígena preenta, contra e machis u P cna encno co de a organzacon u n én c en e dcuro de as uj cnn. Ennegrecer al einiso y einizar la lucha antirracista n Sue Cero, fnsta aoraera. Black feminis einiso aicano einistas arodescendientes jeres negs, n fnc vé cua cv acana rdecnn cn v u uc evnccone . Léa Gonzáez, Jurema Wk, Oc Cu, Su Cir, M Ramo Roado on algunas u u n nca cuuae acana ara construir un nn íc o. éa Gnzáz roone habr en téin Aericanida: « [ . . . ] c c óco nca, d reinterretación, ccón nuva cuu ue ene refrenca en CPÍTULO 6. NTROLOGÍ Y FE MI NISMOS E N MÉRICA TINA
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mdes ricns , per que mbién esc s epeiencis hisó ics y cuues que cnevn cnsucción de un idenidd pticu, un mezc de muchs css vez» (Cuie, 27: 1 84). En el prces de cnsucción de un idenidd píic, s descendienes inmecns y cribeñs se ecncen píicmene cm «negs» y más recienemene cm «descendienes». Asumirse mujer neg h sid un de s piiddes píics de mvimien en necesi dd de i nd un fminidd emd ne s embes de rcism y sus efcts sbe s mujeres . L negiud, pr n, e y sigue siend el pun de pid p un icución píic (Cuie, 27: 1 9). Ochy Cuie, pne es cuesinmiens ndmenes que eizn s descendienes. P un d, ppues de bd e cism inei de fminism. Pr r, cíic seism en uch nicis de mvimien neg. P úim, hce efenci cnscción de un suje píic ceciv cpz de incp ess pespecivs mbs mvi miens pe que eng sus ppis cnsccines ines y s puns de vis de s descendienes (Cuie, 207 1 84). Ls civiss hn enid que cuesin s píics demgács, s cues eejn s efcs de rcism cu s pbemáics especícs de s pbcines de descendienes y en especi de s mujees negs. Tmbién hn señd e cism, que mnd cn s esucus pices, prducen siucines de subeidd que vn desde im gen esereipd de ls mujees negs en s medis de cmunicción hs l vienci sic en s ámbis púbics (pici, sud, educción, br, ene os) 5 . De mism md que s mujeres indígens, s odescendienes sn s hceds de un pensmien cíic dnde e seism m dimensines pticues en icución cn e cism. Ser mujer, se negr, cnev enecuzmien de pesines. «Td buen náisis de ess inedendencis en s expeencis de presión de s mujees negrs debe encnrr su génesis en insiución de escviud icn y en e cniism cm mnibra eségic igd epnsinism cpiis eu desd a pncipis de sig XV [ . . ] Cm señ Cei, vición cni peped pr s señres bncs mujees negs e indígens y mezc esue es en e igen de ds s cnsuccines sbre .
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Ver Curie!, 207.
1 4 TEORÍA F EM IN ISTA Y ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
nus idnidd ncion [ . . . ] s vionci sxu cooni s m bién cimino d ods s quís d géno y z psns n nuss sids» (Rodíguz Vázquz, 20 1 1 : 1 5 5) . Ls mujs hn nido qu nconr, econsui, rermr herencias cuus qu cooniidd d coninn h inendo bor. Améica s msiz, s un nmdo d hisois d conquiss, coonizción y esisncias. Améic s mstiz poqu se m y rnsm en os nrama dos, a veces mónicos vcs nsos, de Puebos y diciones divess. Jusmn, fminismo chicno popone pns en éminos d expein cis msizs. A ns d os ssn y pincipios d os sn s vocs de ls muj s en inio d movimno d mgns mxicnos en Esdos Unidos, cusionn ndocnismo qu s sinci. L histoiogí d movimieno chicno bo picipción d s mus y consuy un hgmoní mscuin n su inio (Bckw, 2008:352). En 1 9 7 1 pubicción d piódico Hijas de Cuauhtémoc mcó un momno hisóico n dsoo d s oís y pácics d fminismo chicno (Bckw, 2 0 0 8 3 5 1 ) . Ls His d Cuuhémoc s un d s prims ognizcions fminiss qu suge en e inrio del movimieno sudini chicno ns d os ssen. Es gupo gnó un mdio de comunicción y c icución d ipso qu conibuyó m ción d divss comunidds fminiss chicns. A difnci d o que sñ documnción hisóic, cu ubic mgnci d fminis mo chicno n os ochen: «L fminis chicn h esdo mndo nción sob su opsión socioconómic como chicn y como mu dsd 1968. L fmnis chicn h denuncido m n qu cismo, sxismo y sxiso cis s uiizn p mnn opsión soci y conóic d u chicn» (Ann Nio Gomz, 1974 n Bckw, 28355). Los numosos ícuos piísicos y nsyos d ls eminiss d décd d ssn y sn uvion un pp ipon p mción d nueva chicana o nueva mestiza. L nuv msiz s nueva chicana qu d mno d Goi Anzú in fminismo n déc d os hn. zdú voucionó undo iio chicno con su ib Borderlands/ Fronte Te New Mestiza ( 1 98 7); cu scib CAPÍTULO 6. ANTOLOGÍA Y FEMNISMOS EN AMÉRICA TINA
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parir de s prpia vivencia mestiza. a prsa de s r es n ezc idiomáica reejada en el enrecrzaien de érins, eresines, modismos propis del casellan y del inglés. a cncencia esiz, es la conciencia de la jer qe emerge del estar entre dos cultus, siación qe experimena cm chicana en Esads Unids. a nera (entre) se vive como lcs de eergencia de l esiz (lo nuevo) «Becase , a mesiza, Coninally walk o one clre And in anher, Becase am in all clures a he same ime, Alma enre ds nds, res, cr, Me zumba la cabeza con lo conradicori» (Anzaldúa, 1987:77) Las finisas chicanas d e nes de l s sesena ern cnsryend n rmao de escrura mio enre lo peridísc, la pesía, las crs aiers qe rmaron las bases de la pedaggía de la lieración enre las chicanas. Prosa presene en los reeldes escris de Anzaldúa: «For a wman y clre here sed e ny hree direcins she culd : he Chrch as a nn, he srees s a rsie, r o he hme as a her. Tday se s have a rh chce: ene ring he world y way edcain and career and se aonomos persns. [ . . . ] Edcaed or n, he ns is sill n wan o be a wif/moher [ . . . ] «¿ Y cuándo te casas Gloria ? Se te va a pasar el tren» Y yo les digo «Pos si me caso no va ser con un hombre. » Se quedan calladitas. Sí soy hija de la Chinga. / 've always been her daughte No 'tés chingado» (Anzaldúa, 1 987: 1 7). Finalmene, lego de ese recorrido e s psile recncer qe la anrplogía fminisa ha conrad n ái de es e ara crers eóricos y meodológics para a cprensión de l as j eres y s reacnes de géner en Lainaérica. a anrplgía se ha arad c inerlocutora en el diálogo enre vmens píics y rganizacines de mjeres. as lchas fnisas y las reivndicacines de géner en la regón demuesrn la necesidad de pensr y cnsrir saeres sads desde epe riencias políicas, clrales, persnales y clecivs. a pencialidad de la anropología para cprender dinámcas lcalizdas es na de ls ascs qe ha prmvid el diálg e inerca cn ls fniss. De es anera, la anrplgía finis h d n r recis señd pr la hisria de la región. Pararcad, clnili, encd, rcis, esclavid, esizaje sn algns de las ncines y rcess esde s ca les la nrplgía finis se pne en dálg cn el nsn esc lnial.
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TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGA: CLAVES ANALÍTIS
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ANTROPOLOGÍA Y FE MI NSMOS EN AMÉRCA LATINA
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ANTROPOLOGÍA Y FE MIN ISMOS E N AMÉRCA LATINA
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CAPÍTULO
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Feminismos musumanes: h istoria , debaes y lím ies Ángeles Ramírez
A difrencia de lo que ocurre con otros emnismos, parece que el llamado islámico o musulmán debe comenza dando una suerte de f de vida antes de ser objeto de análisis. La cuestón es: ¿existe este fminismo? Y si existe, ¿en qué consiste?, ¿cómo puede ser compatible el poyecto fminista con la religión? En conceto, ¿puede selo con la religión musulmana? ¿Quién debe decir si eso es o no fminismo? ¿Hay que identicarse como fmnista pra serlo? El fminismo académico, especialmente desde la antropología, ha contribuido con mucha erza al debate, propocionando etnograías que relativizaban los grandes relatos sobre el feminismo y su posibilidad en entornos musulmanes, descubiendo modos de agencia1 o más concretamente, de negociación con el poder patriarcal (Kandiyoti, 98 8) de las mujeres de otras culturas que obligaban a una reexión de las bases conceptuales del propio fminismo y de la antopología del mundo arabomusulmán. En un pimer momento, tal y como relata Talpade Moh anty ( 984 ), las mujeres no occidentales eron retatadas en bloque como la «mujer del tercer mundo»
1 Retomo a defnici ón de Ahe (20 1 ) de agencia como «la capacidad sociocuturalmente mediada de actuar».
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FM INISMOS MUS ULMANES: HISTORI DBATS Y LÍMITS
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caracterizada por su pasividad, su dependencia y su subordinación ; para e caso de área que nos ocupa2 , esta representación está en Minces ( 1 990) y en LacosteDuj ardin (1990), por ejempo; en un segundo momento, que se extiende a lo argo de a década de os años 90, comienza a ser reevante una idea en cierto modo opuesta: a identicación de muchas prácticas de las mujeres no occidentaes como un modo de resistencia a as estructuras de poder, aunque aparentemente supusieran una aceptación y reproducción de as reaciones patriarcaes en as que estaban inmersas. É sta ha sido a ínea en agunos estudios sobre e pañueo de as musumanas, por ejempo, que lo situaban en e centro de acciones de resistencia, como e estudio de MacLeod ( 1 9 9 1 ) sobre as trabajadoras de E Cairo. El mismo tipo de pregunta se hace a fminismo musumán y su rmuación desde as ciencias sociaes y a teoría eminista: ¿e fminismo isámico es una rma de resistencia puesto que pantea una serie de reivindicaciones en contra de as estructuras de poder?, ¿ sería más bie n una rma de adaptación a un entoo hosti que niega ciertos derechos a las mujeres y q ue se egitima desde e punto de vi sta de a reigión musumana, reproduciendo a subordinación3?, ¿cómo conceptuaizar e hecho de que las mujeres uchen por sus derechos en rmas difrentes a las que siguió e fmin ismo occidenta? , ¿ es posibe esta ucha dentro de marco reigioso? Este capítuo indaga en os fminismos en diversos contextos musumanes y se interesa especiamente en el tipo de discurso fminista desde e que se hacen estas preguntas a propósito de su egitimidad. Éste es un discurso hegemónico dentro de as ciencias sociaes, sobre todo en España, aunque no responda a a mayoría en as miitancias fministas. De este modo, partiendo de esa reación entre este fminismo hegemónico y e fminismo musumán, se podrá acceder a cuestiones caves en los debates dentro de fmnismo académico y activista. La reexión de este texto parte de a comprensión de la diversidad de as uchas fministas, que no se circunscriben
2 Talpade Mohanty ( 1 984) proporciona muchos ejemplos de textos sobre mujeres de otras partes del mundo. 3 Ya hace diez años, Moghadam (202) planteaba si l a actividad rermista de hombres y mujeres situados dentro del régimen podía llamarse fmini smo i slámic o aunque en realidad est actividad política estuv iera rerzando y legitimando ls políticas de género del propio sistema.
1 5 TEORÍA FEM IN ISA Y ANROPOOGÍA: CVES ANA LÍICAS
a las occidentales. Sin embargo, tanto el fminismo liberal hegemónico como los eminismos musulmanes son proyectos limitados puesto que dejan intacta la base del patriarcado, que es el sistema capitalista.
1 .
¿CÓMO Y DESDE DÓNDE DEFINI R EL FEMI NISMO MUSU LMÁN? ALGUNAS PROPUESTAS
El discurso del fminismo hegemónico considera que la opresión patriarcal es transcultural y transhistórica, concibiendo que los mecanismos para luchar contra esta opresión deben ser iguales y asentando su proyecto sobre los valores liberales o ilu strados, como la emancipación, el individua lismo y la autonomía. Desde esta perspectiva, podría ser también nombrado coo fminismo liberal, aunque hay que decir que las activistas y académicas que comparten esta visión con respecto a la lucha fminista no se identican con este nombre. Para Amorós ( 1 990), el fminismo «sol o pudo articularse teóricaente [ . . . ] a partir de las premisas ilustradas [ . . . ]» (p. 1 39) aunque a la vez el fminismo sea «n hijo no querido de la Ilustración» (Valcárcel, 1997). El relato hegemónico supone entonces que solo la Ilustración pudo proporcionar los edios, en términos de valores, para el nacimiento del fminismo. De esto se deduce que a no ser que en otros contextos se den las mismas condiciones, no será posible hablar de fminismo. Por tanto, esta posición tiene una elaboración concreta acerca de la relación del emi nismo con la cultur en contextos no occidentales. De hecho, la base y l consecuencia de este planteamiento es que el fminismo es incompatible con la cultur, entendiendo por cultura las otras culturas no o ccidentales . De este modo, divide el mundo en dos mitades: una euronorteamericana, occidental, racional, heredera de la Ilustración, como condición de posibilidad del eminiso; y enentado, otro mundo, con tradiciones constui das en buena pate en contra de las mujeres y cuyo único cami no a recorrer es el ya transitado por el eminismo occidental. Una de las ilustraciones más interesantes de este planteamiento es la discusión de Susan Molle Okin sobre la compatibilidad entre emini smo y multiculturalismo . En un texto ndacional, Okin (1997) problematiza la discusión fminismocul CAPÍTULO
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FE MIN ISMOS M USULMAES: HISTORI DEBATES Y LÍMITES
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tu, peentndo como excluyente lo do témino. En elidd, eí má coecto deci que en u texto l polizción e d ente eminismo y cultu no occidentle. Molle On identi cb deteminds páctic como epeenttiv de gupo cultule conceto y, l vez, como incomptible con l emncipción de l mujee. Poyectb un imgen eencili t y pimitiv de l cultu no occiden tles, llegndo popone incluo u depición. Hy do cuetione ndmentle en el texto de Molle Okn, que on inteente p ete cpítulo. L pime e u epeentción de l «ote dd» cultul, que coí cgo de l mujee muulmn . L segund e que l inmción obe e «cultu» que peent el texto es incomple t y tn llen de epeentcione eteeotipd que e hcí extño encontl en un documento cdémico . El ttmiento que hce Molle Okn de lo que ell conide como ilm, ábe o ilámico, poque u popi teinologí e cons, no eneñ que l eticenci del fminimo hegemónico dmiti l existenci de un eminimo muulmán tiene que ve no olo con l pevencione epeble de quél ente oto fminimo no occidentle, sino con l deconnz occidentl hci lo ábe y lo muulmán, que h ccteizdo de modo denitivo incluo l poximcione cdémc. El orientalimo, según e denido po Sid ( 1 979) y evido po multitud de acdémic y cdémico, e poy en un epeentción concet de las ujees orientle como ubodind, sumis y piione de un religión távic. Po ello e dicil l decontucción de et imgen, que serí un po pevio p compende ot m de poxime l eivindicación de los deecho de l mujee, in que en ningún co ello deba supone l invisibilizción de l páctic eectivmente dicimintoias en los con texto muulmne, más bien l contrio. Peo el hecho es que est do cuetione: l ieolut elción ente fminimo hegemónico y cultu, po un ldo, y l epeentcione oientlit, po otro, ponen en un dicil situción l fminimo muulmán l ho de present sus creden ciles fminist. El eminimo muulmán h ido zdo denie desde los co epitemológico popociondo po el finimo hegemónico. Peo i e tomn l pie de l let l denicione de fminimo de lgun teóic de est líne, lo movimiento eivindictivo de mujee de be islámic y mucho ot quedn e. 1 56 TEORÍA FEMI NI STA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS
2.
DEFIICIÓ Y PRÁCTICAS DE LOS FEMINISMOS MUSULMAES
Un d e denicione má enci de fminimo ilámico es a de Bdn (2002), ue o ccteiz como un dicuo y un páctic fminit ticud dento de un pdigm iámico. E fminimo islámico, cuyo ne e deivn de Coán, peigue conecución de o deechos p o hombe y mujee de modo integ. Aquí demás eside e pime pobem p un pte de fminimo libe: ¿e posibe un páctic fminit dento de un mco eigioo? , ¿hy ug p el fminimo dento de im?, ¿cbe un poyecto eminit en un ociedd muumn? L epuet et pegunt e emiten l o nteiomente expuesto obe ecione de fmnim o hegemónico con eivindicciones de mujee dede ot pepectiv no occidente. L pegunt po la comptibiidd ente fminimo e im oo cbe en un univeso conceptu en e ue e penmiento hegemónico ez que no lo es denise en u témino. L cuetión ue e ocut uí e i on comptibes e fminimo, t y como e h concebido en hitoi etingid de occidente, un do, y e im, t y como e dene dede e mimo ug, po oto. Ete cpítuo e cent en quels mas de lucha política po los dere cho de mujee en o contextos musumnes que suponen un activiso oci y un teoí cític. Me efié elo coo eminimo musumán, un biend de ue en eto contexto, muchos ovimientos po a cu de mujee no quieen se etiquetdos de eministas o se llaan í oo en cicuntnci deteind y con ne esttégicos. Existe una enome diveidd en eto dicuo y ms de cción, que es coheente con de mundo iámico tmbién. En pime lug, difentes eas y contexto ociopoítico eej n ditint tdiciones cutue y modos de con ide o eigioo4• Segundo, contucción de im como ideoogía de eitenci Etdo e dieente que puede dse cundo cienta y egitim éte; teceo, cundo muumn y musulmnes constituyen una
4 U text cásic en este seti es cmprció que estbleció Cliford Geer etre e ism muí y e inonesi e su ibro Islam Obsered, pubicado en 1 968.
CAPÍTULO
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FEMINISMOS MUSUMANES: HISTORI DEBATES Y LÍMITES
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minoa étniconaciona, mbién a e moo e oanizae oticamente, ee vaa. A eta eecacione aún een nie ota como a cae o a inecin en go eiioo iveo. Má aá e a ifencia, o que meta a aoximación a eto movimento, e que e iam pede conttie en un moo e oaniza y teorizar a ucha de a mujere en contexto muumane, conmánoe como una teoa e a páctica (Boie, 2000) En ete entido, el concepto de Islao prático, acuñado o Caeia ( 1 999) e ndament. E Ilam práctico pemite dipone de n acevo in nito e etategia cotidiana dependiendo e caita e habitus (Boie, 1987) Eo no ignica que el único moo egtimo de activa ociopotica po o derecho de la mujere en un contexto muumán haya de ai del i am, y aí e han pronunciado aguna académica y activita fminita aica (Moghii, 1999; Ahmadi, 2006) De hecho, hay impotante movimiento fminita de tipo liberal en e mundo árabe y mumán. Tamoco upone aumir como lucha eminita todo o que tome e maco i ámico como etructura, como má abajo e veá, peo eza a a conieación de otra teoa crtica y otro activimo fminita qe, ee poicione difrente a las generada dede un tipo conceto de emnimo occiena, contibuye de modo impotante a a ucha por o derecho e a mjee y que encuenta poca poibilidade de pode expicae ente a na accin impotante el fminimo hegemónico, que o coniea impemente antifmini ta.
2.1
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Feminismos musulmanes pioneros
E fminimo mmán, co mo áctica como eexin acaémica, e geneado po intelectae y activi iane, qe eien tanto en el pa como en e exilio. Fue Aaneh Najmabai qien o menciona por primera vez en 1995 en na coneencia en a S OAS, en a qe ecribe el fminimo ilámico como un movimiento emita que abre e diáogo ente fminita eligioa ecae (Mohaam, 22; Badan (2002. A partir de aqu, e va conmano un ebate qe intega ndamental mente a acadé ica iane y qe eé, con a ma e oto contextos mumane, e va eneaizano. Eno e movimiento etemente vincuado a a ituacin ociootica ian, e ineibe a eviión de a conicione e ete a ee o año 70 cotexto e ee eo ioneo.
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TEORÍA FEMINISTA
Y
ANTROPLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
En 1979, na evolción oa encabezada o eza olítica hete rogénea acabó con el gobieo ooccidental del Sh ah de Peia. La coa lición evolcioaia no do obevivi al tin de la evolción, qe acabó iendo caitalizada o la eza eligio a, qe aotaban o na reública ilámica, en detimento de la eza de izqierda (Keddie, 206. La eza económica aoyaon a Jomeini en lo qe Moghadam ( 1989) llamó la egnda evolción, qe e caacteizó además por una intena peección de lo movimiento de izqieda y o la aplicación de una eie de leye qe convetiían a Ián en na eública ilámica. Uno de lo acevo legale má elevante del Etado nevo aectaba al deteo ro de la elación de la mjee con atonomía en el eacio úblico, ezado con na noma jídica vetimentaia « ilámca» qe eej aba la centalidad qe el égimen daba al hiyab o añelo mulmán en el enacimiento de la ociedad ilámica (M oghadam, 202. Deé de la evo lción, el etatto jídico y ocial de la mjee e degadó a tavé de difente dioitivo jídico male e inmale. Aha ( 1985) ela ta cómo i bien no e la obligó a deja emleo, e edjeon de tal modo lo benecio de eto, qe la oia tabajadoa rennciaon a ello . Dado qe eto c ambio e odjeon en n ambiente orevolcionaio y qe ean alicado en el nombe de la eligión, la mjee qe no lo acataban ean acada de mala atiota, como n ioteo de la ange de lo mátie qe dieon vida o la evolción (Aha, o. cit. ) . Peo mcha mjee ilamita5, dede dento del oio égimen, comenzaon a dienti de qe la idea de qe la deigaldad e j tic aa en el ilam. Eta eta en cetión del itema ocial co ntuido po la epúbli ca ilámica, llevada a cabo dede ólido conocimiento de lo texto agado e lo qe ha ido cono cido deé como fminim o mlmán y econocido como n intento ioneo de n oyecto eivindicativo de los
5 Al mencion ls mujees islmists quí me efero quélls que compten y mili tn por l ide de un proyecto sil y político con un bse islámic. S obe movimientos islmists, ver los estudios clásico de Bugt ( 1 996 y 21 ), Kepel ( 1 993 y 2 1 ), Lmchichi (2) o Roy (1996, 999 y 23). Un muy buen proximación en espñol es l de Desues (2) y López y Hendo de Lmendi (26) P el cso mroquí, ve Tozy (2 ) Zeghl (2) y Mcí Amoetti (25) éste últi mo sobre l visión de ls mujees en los movimi entos isl mists moquíes Pr los movimientos is lamists en píses donde e i sl m es mi noritio, ve Méch (29) y Aigit (20 l 0 Sobre un visión genel popósito del isl m político en elción tems direntes en Europ, ver Amgh, Boubkeu y merson (27) .
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FE MI NI SMOS MUSU LMANES : HISTORIA, DEBATES Y LÍMTES
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deechos de as mujees desde e isam. As, e fminismo musumán comienza a usase paa identica a actiidad potica de muj ees isamstas que, desde dento de égimen ian, pantean disidencias y exigen emas de diesa ndoe6• En su Tesis Doctoa, defndida en Fancia, a antopóoga Faia Ade lah ( 1 9 9 1 ) se refía a a ctica que panteaan agunas muj ees de égi men islámico en Ián. É sta estaa caizada en as pácticas eigiosas, sobre todo a aqueas que estan menos estuctuadas y en as que, po tanto, se poda tener un ámito mayo de actuación . La autoa caacteizaba como remista y no adica e conjunto de as eiindicaciones de as mujees isamistas, puesto que se centaa en una eisión y eoientción de algunas pácticas, con e ojeto de haceas más úties y más compometidas sociamente. En este ecoido, as muj ees isamistas tamién ceaan otos conceptos vincuados a a acionaidad y a conocimiento, como medio de egitimación de a f. E oto aspecto de deate ente as mujees isamistas, siempe según Adeah, que descie minuciosamente institu ciones fmeninas de eunión y discusión, es e que eee a a concepción de hombres y mujees, a a constucción de géneo en denitia. Las mujeres isamistas haan de a iguadad dento de a difencia. E hiyab, identicado en e mundo occidenta como smoo de sumi sión de as mujees a os homes , es euicado po as is amistas ianes en una ógica de oculción de la difencia ioógica ente homes y mujees, en una estategia de eivindicación de os deechos en e espacio púico. Con especto a la poigamia, as isamstas no discuten e pincipio ni a ey, peo sí su utilidad, haciendo hincapié en a dicutad de su cumpimento otodoxo, con igua tatmiento paa todas as esposas, as como en su natuaeza de posibiidad y no de oigación. Pácticamente ninguna isamsta de las entrevistdas paa su etnogaa a apuea en su ida esona. Paa Adekah ( 1 9 9 1 ) as mujees isamistas ianes tienen una ete cítica a la dependencia especto de os hombes y a eoución hizo que
6 En otros contextos culturales, hay que reseñar el trabajo e Elizabeth Cay Staton y su proyecto e la Bib lia e las Mujeres , ju to con otras activists, e os út imos años el siglo XI X. Mucho más cercano en e l tiempo estaca la reexió e la i teectua eicina Teresa Forcades i Vil a (20 1 1 ), que reaiza un ejercicio e teoogía crítica mi ista los Evangelios y e algunos pensaores y pensaoras cristianas, esafao a os ere eclesiásticos y ponieno en suspenso su propia continuia como religiosa
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TEORÍA FEMNSTA
Y ANTROPOLOGÍA:
C VE S ANALÍTICAS
ests demnds tuvien un cácte colectivo. Ls islmists desn ls tdiciones ines con especto ls mujees desde un eligión en l que el conocimiento y l cionlidd son puntos clve, con lo cul no se code l elidd sumi que l militnci islmist supone un sunción de un islm dominnte y subodinnte de ls mujees, sino que ls islmis ts prticipn del poceso de modeidd, siendo ést «conictiv y poltic» (pp. 277). Tmbién en 1 993, un sociólog tuc plnte lo que puede vese como un consecuenci de l evolución in en otos contextos musulmnes. Gole (1993) llev cbo un investigción con mujees tucs, que llevn pñuelo en un ps lico donde está pohibido potlo en estblecimientos públicos y que desde el islm militnte plnten un ejecicio de esistenci poltic. L mción públic de su identidd islámic se poduce pti de l dopción voluntri del pñuelo, convetido de este odo de sbolo estigmtiznte en smbolo de setividd, como escribió l uto ños más tde (Gole, 2003) Reclmn su plen pesenci en los espcios públicos y pofsionles y su lectu de l eligión conduce una doble ctic. L pime v diigid cont l subodinción de las mujees que pedic un islm tdicionl, como hcn tmbién ls ines. L segund se diige cont el pensmiento occidental y su iposición de l odeidad asoci d un tipo conceto de vloes. Tmpoco en e cso del islmismo fe nino del Ián posevolucionario está usente est crtic poscolonil que e ndmentl en el deocmiento del Sh h. Ningun de estas dos utos, que copten el pl ntemiento teóico y metodológico, mencionn los téminos de einismo usulán. Sin embgo, su s mulciones popocionn l bse etnogác qu e después se usaá pa hbla de éste. Buena pte de ls discusiones que se llevn cbo después dolecen de lta de dtos sobe ls páctics y los pocesos objeto de estudio, centándose l myo pate del debte en un discusin losóca sobe los lmites de este finismo y sus condiciones de posibi lidd, cilitndo de este modo l ltción de esteeotipos y luges comu nes sobe el islm y ls musulmns. En l lne de los movimientos de mujees usulanas en Tuquí e Ián se encuent Sistes in Islm (SIS), que gupa a activists lys cont un élite eligios de ulems que petende impone un discuso y uns páctics que euezn l desiguldd ente hombes y mujees, bsándose en un lectu detemind de ls entes sgds (Ong, 1 999) CAPÍTULO
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FE MI N ISMOS MUS ULMANES : HI STORIA. DEBATES Y LÍMITES
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Las miembras de SIS comienzan a reunirse en 1987 en e seno de la Asociación de Abogadas para discutir los efctos de Código de Familia que se promulga en 1984. Estas mujeres se sienten apremiadas a vover a Corán para saber si verdaderamente éste apoya a opresión de as mujeres1• De anáisis de as eyes, SIS pasó a convertirse en un grupo de reexión sobre la exégesis coránica, rerzado por a presencia de Amina Wadud. SIS no se identica con el término de fminismo, pero no reniega de é. Una activista ineudible si se haba de fminismo islámico es Amina Wadud, una musulmana negra norteamericana ertemente rmada en exégesis coránica, a partir de la cual construye su práctica de lo que amó en 2006 Gender Jihad, concepto que puso nombre por primera vez a a actividad interpretativa de los textos que muchas musumanas estaban evando a cabo en difrentes lugares del mundo. Wadud legó a dirigir la oración del viees en 2005 en una comunidad musumana en Nueva York8, lo que le valió ertes críticas del establishment musumán9• Antes lo había hecho en Sudárica, con un impacto socia mucho menor. La guía de a oración, como sucede en el catolicismo con l a isa, es una actividad que solo los hombres pueden llevar a cabo, de modo que asumiendo ella la dirección de la azalá, rompía uno de los grandes tabúes en e islam. La activista sostiene que el principio de unicidad islámica, a unicidad de Dios, es un paradigma unita rio que se construye contra la desiguadad de género. Éste es el origen del principio básico por el cual Wadud considera que hombres y mujeres son iguales en el Corán. Violando los derechos de las mujeres, se violan os derechos ante Dios, dice Wadud'. El caso de Irán y e debate generado a patir de la disc usión de fminismo islámico se extiende a o largo de os años 90 y se puede decir que ést es su época más intensa. La revolución iraní provocó una extensión del islamismo por todo e mundo musulmán que pronto trocaría, con e n de esa década, en un proceso que ha sido nombrado como reisamización y qu
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ttp://www.sistersinislam.org.my/ 8 New York Times, 1 9 de marzo de 2005 . 9 Así como de la activista Houria Bouteldja, del Parti des Indigénes de la Républiqu (ttp://wwwindigenes-republiquef), que la acusó de atender a un problema secundario como éste, dictado por las exigencias occidentales, en vez de pensar que las mujere musulmanas tenían otras necesidades más perentorias (http://wwwindigenesrepublique. f/article php3?id_aticle= 1 1 5 3). 'º Entrevista de Abdennur Prado a Amin a Wadud, publicada en Vaos (28 )
1 62 TEORÍA FEMINSTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANA LÍTICAS
h tenido lugr tnto en pe de myor muulmn como en l diápor (Rmrez, 20 1 1 ). L reilmizción, l contrrio que el ilmimo, que ten un proyecto poltico de llegar a poder y cmbir l ociedd, entiz el peo de un morl públic muulmn que propone modo de vid y de relcione divero, unque mucho de ello concentrdo en un neoconervdurimo que Henni (2005) h llmdo «l nuev revolución conervdor». Ello h epoledo tmbién el ctivimo fmenino, con interpretcione muy diver cerc de u impcto. L luch de l mujere, muulmn o no, etán ertemente enriz d en lo contexto en lo que tienen lugr. Por ello e importnte l con iderción de l biogr locle de lo movimiento, l ctivit y u relción con lo globl, rereentdo en ete co por un comunidd muul mn mundil, l Umm. L coheión de l Umm h ido rtlecid de modo denitivo prtir del uo de l tecnolog de l comunicción, per mitiendo vehiculr dicuro minoritrio y rerzndo otro hegemóni co . En el iguiente prtdo e nlizn lguno dicuro y práctic muulmn fminit y no fminit en Mrrueco, con el objeto de motrr et epecicidd locl.
2.2. Feminismos musulmanes en Marruecos
En Mueco la relción entre fminio e il e puede trtr a r tir de do dicuro difrente . Primero, el que reere l ilio ilitante, que viene derrollndo un contrucción refrid l ppel ocil de l mujere en dierente omento y ámbito; en egundo lugr, el rticulado dede potur intelectuale individule, con proyecto intecionalist de lcnce, pero con perl poltico bajo, como el de l médic Am Laabet, que e h hecho un lugr como productor de un dicuro que nej el finimo y el ilm y que tiene un importnte lcnce ediático . Lo principle grupo ilmit mrroquíe preentn un dignótico obre l itución de l mujere en Mrrueco, el ppel socil de ét y lo mecnimo pr lcnzr eo ne . En lgun ocione, su ldere han
Ver, en ese sentido, los textos de Mahmood (2005) y Deeb (2006) Ver Eickeman y Pi scator (2005). Ver también Ramírez (2008 CAPÍTULO
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FE MI NISMOS M USU LMANES : HI STORI DEBATES Y LÍMITES
1 63
manejado el término fminismo, aunque de modo puntual (Ramírez, 2004). rente al fminismo tipo asimil acionista, de los principales grupos fminis tas marroquíes, que plantean un proyecto emancipador al margen del reli gioso (Guessous, 20 1 1 ), las islamistas marroquíes solo conciben el proyecto reivindicativo de los derechos de las mujeres en el marco de un espacio sociomoral musulmán, que puede incluir a medio o largo plazo el espacio político. En Marruecos hay dos movimientos islamistas principales, es decir, que remiten parte o toda su ideología política al i slam, sea cual sea la interpre tación que de éste se tenga. Estos movimientos a su vez generan un discurso sobre las mujeres, que se articula en parte a través de sus secciones fmeninas . El primer grupo es Justicia y Espiritulidad (Al Adl ua al hsán, YAI), en adelante la Yemáa13, llamado radical en Marruecos. Su líder es Abdessalam Yasín, conocido como el Sheij Yasí. El movimiento, que no es legal en Mauecos, pone en cuestión la legitimidad del sistema monárquico marroquí en su totalidad, por lo cual son represaliados continuamen te: detenciones de líderes, retiradas de pasaporte a algunos de sus militan tes, arbitrariedades laborales, etc. Políticamente, se sitúan en la línea de los Hermanos Musulmane s, el movimiento rermista ndado a últimos de los años 20 en Egipto y extendido a todo el mundo árabe, aunque el líder de Al dl proceda de una coadía, con una gran inuencia del susmo. La hija del S heij , Nadia Yasín, lidera un sector de mujeres dentro de la asociación, llamado Isa aunque no es el único agrupamiento fmenino dentro de la Yemáa. El otro movimiento es el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), que lleva en el Parlamento con diputados esde los años noventa y que ganó las elecciones generales en noviembre de 20 1 1 . É ste también tiene un sector fmenino especíco, llamado Organización para la Renovación de la Conciencia emenina (en adelante, ORCOFE). Isaf tiene una propuesta para las mujeres que recoge una crítica a l occidentalizacióndesmarroquinización de la vida. En la estructura de l organización, la unidad básica es la usr, que corresponde a la miia nuclear, como núcleo básico afctivo 5• Eso es una difrencia con los islams
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Yemáa
signifca asociación en lengua árabe, y los militantes de se referen así a la asociación. Ver www.opemam.org. 5 Tozy ( 1999) lama a atención sobre esta cuestión.
1 6 TEORÍA FEMINSTA Y ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTCAS
A l Adl ua a l hsán
tas del PJD, que no entizan este aspecto. La propuesta de la Yemáa es bastante original con respecto al modelo de mlia que tradicionalmente se ha considerado musulmán en Marruecos, y que coincide con la milia extensa. El proceso de nuclearización de la amilia, que tuvo lugar entre las clases medias urbanas en el Marruecos de los años ochenta después de la independencia, pero sobre todo, a partir de los años setenta, se considera, en crculos nacionalistas y del propio PJD, como síntoma de la occidentalización, de la desmarroquinización por la que está pasando el país, signo de decadencia. Sin embargo, las propuestas de la Yemáa con respecto a los modelos liares hacen hincapié en la valoración de la pareja, de la unidad conyugal, con una gran importancia de la noción de compañerocompañera. En los relatos que hacen las mujeres de la s de sus historias mliares, puede advertirse este proyecto de pareja como ideal romántico, y la lucha política como trasnd y pilar de tal proyecto1 6 • No se acepta la poligamia porque las condiciones no son las adecuadas. É sta solo se concibe en situa ciones especiales, cuando sea realmente necesario (Kalif, 2003 y cuando se haya instaurado la C17• Ante los casos concretos de poligamia, los miembros de la Insa elaboran comentarios negativos, de victimización de las coesposas y de deslegitimación de la islamicidad de la práctica, que esta ría concebida únicamente ara un contexto musulmán y ahora éste no se da. Las mujeres, para la Yemáa, no son los bastiones exclusivos de la milia, sino que la milia es cosa del marido y de la mujer 1 8 • Las mujeres de la Insa no se cansan de repetir que ellas militan y viajan mientras los maridos cuidan a los hijos, y ponen esta situación como muestra de lo que ellas quieren para las mujeres. En su modelo, se considera que a las mujeres musulmanas les han sido sustraídos sus derechos algo que, dicen ellas, las distingue de feministes occidentales (sic), que partían de una situación en la que no tenían nada, y han ido ganando estos derechos y se apuesta abiertamente por la ley islámica como el marco donde la recuperación de los derechos es posible. P Insa las mujeres han de poner a punto la jurisprudencia islámica, algo que siempre han llevado a cabo los hombres19•
1 6 Los modelos señalados por estas mujeres recuerdan al representado por a historia que en 1981 dirige W Beattie, Reds. 17 Con Charía quiero hacer referencia a un ordenamiento jurídico, poítico y social de base musulmna. 1 8 No se contemplan otros modelos de residencia o de sexualidades. 19 Entrevistas con líderes de a organización, 2003-2004
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FE MI NISMOS M USU LMANES : HI STORIA. DEBATES Y LÍMITES
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Para ORCOFEPJD, cuyas militantes nunca se llamaon a sí mismas fministas, el modelo de mujer y de amilia es compatido con otras corientes tradicionalistas marroquíes que no se identi can como islamstas 2º. Sostenen un modelo de mila asocado a l o que es «tradcona» en Marruecos, vigente jurídicamente hasta 2004: necesidad de tutor para que una mujer peda contraer matimonio, autoizacón del matrimono para las mujeres desde los quince años y mantenmento de la gua de la poligama. La poligamia se acepta como pate de lo escrito, siendo su única condición la que ya gura en el Corán, que el esposo pueda tratar a sus esposas de gual manera, sn hacer distngos. De algunos epresentantes públicos del movmento, tanto del partdo como de la organzacón de muees, es públicamente conocda su situación cvil en amlias polígamas y son sometdos a un jicio negativo por ello por parte de otros islamistas 2 . Co respecto al pañuelo musulmán, tanto las mujeres de la ORCOFE como las de la Insa, lo llevan. En pncpo, están de acuerdo en sostener que es un gesto coo creyentes: no descubrir su cabelo ante los hombres, excepto s se trata del mardo, el hermano, el padre o el hijo, es decir, ante el esposo y los parientes prohibidos para el matrimonio (mahrm). Las ujeres de la Isa sn embargo, a difrenca de ORCOFE, hacen hncapé en el carácter espiritual y trascendente del hiyab, argumentando que oculta la difrencia sexual en público, desobjetivando así el cuerpo de las mujeres22, tal y como relata Adelkhah ( 1 99 1 ) en el caso de las islamistas iraníes. A la vez arman, sin embargo, que la manera de vestirse no es importante, porque la e es algo nteo. Hay miembros que piensan que hay mujeres que, próximas a los panteamietos de la organización, podrían opar o llevar velo y ello no cambiaría ni su f n su legitimidad . En este sentdo, se sostene que con educación en el movimiento, todo llegará. Isaf consdera básica la instrucción de las mujees y su nsercón en una profsión. Las iliantes cuenta como tiuns la vuelta a los estudios de mujeres que hace veinte años que abandonaron la escuela. La pcacón de los maidos con la prole, que permite a las mujeres hacer el trabajo de mtanca y lleva una vida proesional, es achacado a la labor educatva de la organización, que ha logrado dar la vuelta a los modelos tradicionales de milia y que
20 Entrevista con una responsable, octubre de 2003. 2 Etnografa con mujeres de la YA/, 23-2004. 22 Entrevista a Nadia Yasín, octubre de 2003. 1 66 TEORÍA FEMINISTA
Y
ANTROPOLOGÍA: CVES ANALÍTICAS
busca en las entes islámicas la liberación de las mujeres, una suete de ressourcement3, en palabras de la portavoz de la YA/. La ORCOPJD, en cambio, no tiene interés en cambiar estructuralmente la sociedad, mantiene unas posturas acordes, con cietos matices que se traducen en protestas en los medios, con el establishment, y desde esta perspectiva, intenta paliar las carencias evidentes que presenta la situación de las mujeres en Marruecos. Una segunda reexión importante sobre el eminismo musulmán en Mauecos es la de la médica rabatí Asma Labet, que no está comprome tida en ningún moviento islamista. A través de sus escritos, Labet des grana su posición sobre las mujeres y el islam. Basándose en el Corán, habla de una liberación fmenina que se basa en la reapropiación de su propio des tino y en la ruptura con las lecturas que estipulan la infrioridad de las mujeres sobre una interpretación de los textos sagrados. El Corán es un mensaje de igualdad y libertad (Laabet, 2007) y es prondamente emancipado4• Critica que cuando la lucha por la participación activa de las mujeres en el espacio musulmán se lleva a cabo dentro de los límites de las refrencias islámicas es descartada inmediatamente por el fminismo hegemónico. Estas tres posiciones dan cuenta de la diversidad de discursos sobre las mujeres que pueden presentarse dentro del marco islámico. El discurso de la Yemáa y el de Lamrabet presentan un panorama rermista e innovador a partir de la revisión de los textos religiosos. El primero tiene como horizonte un cambio político, aunque los medios para ello están aún por deci dirse, puesto que el movimiento no paticipa en elecciones ni tiene una estrategia violenta; el segundo apunta más bien hacia una revisión de los valores y del modo de vida, muy en la línea de los procesos de reislamiza ción mencionados más arriba. Los dos hacen un trabajo reivindicativo y crítico sobre la reivindicación de derechos de las mujeres como musulma nas. La estrategia de ORCOFE PJD, sin embargo, es difrente. No se sepa ra del discurso del partido de orgen, que no tiene ninguna inquietud espe cíca por las cuestiones emeninas. No se distingue, en ese sentido, de otros movimientos conservadores que no son necesariamente islamistas, sin alte rar las bases de la desigualdad y sin proponer ninguna revisión del actual
3 Nadia Yasín. Conferencia pública, M adrid, Círculo de Be as Artes, 22 de enero de 204
4 Ver el texto «Feminisme islamique?» en su web www.asma-lamrabet.com/html/ articles.htm
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FEMINISMOS MUSULMANES: HISTORI DEBATES V LÍMITES
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estado de cosas. Si nos remitimos a a denición de Badran (2002), a ORCOFE no articula un discurso fminista musumán o cua muestra que un movimiento isamista con un di scurso especíco paa as mujeres no es garantía de una práctica fmini sta isámica. En os casos anteriores anaizados a cuestión de a relación con occidente es parte ndamental de a conrmación del discurso. Esto va a ser muy importante a a hora de asumir e eminismo como una etiqueta.
2 . 3 Femi ni smos si n nombre: la negación del femi ni smo Una vez reconstruida desde la academia la geneaogía del fmiism islámico y revisados agunos casos urge amar la atención sobre a dicltad de considerar como feminismos musulmanes a movimientos que reniegan de ese nombre y feministas musulmanas a activistas e inteectuales que explícitamente se desmarcan del término aunque o siempre. A pesar e todo ello existe esta historia. De as posiciones que sueen incuirse como parte del fminismo islámico ninguna se autodene al menos de modo estable como fminista• Las excepciones es decir el hecho de que aguna activista tiice esa equeta para situarse políticamente son asumidas por ellas mismas como d u so puramente estratégico para tratar con un público occidental e momentos concretos. La marroquí As ma Laabet arma en 20 1 2 que no usa la paabra fminismo cuando está en e mundo árabe. Asume que «hay corrientes emeninas islámicas que no quieren el título de fminismo porque tiene una conotación negativa occidenta». Sostiene que en Europa reivindica s fminismo porque «é que la gente me entiend». Otra destacada miitante marroquí en este caso de Al Adl u a al Ihsán, no renunciaba a término fmini sta en 2003 , alegando que el profta era e primer fminista (Ramírez 2004 ). Años después con un discurso más elaborado la misma activista reniega de término de fminismo aduciendo s
5 Si n embargo, muchas de el as son más radicales que otras en renegar de término Por otra parte, prácticamente todas han pasado por los Congresos de Fem inismo Is ámic organizados por Ndeye Andújar y Abdennur Prado, de la Jun ta Is ámica Cataana.
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ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALTICAS
perspectva parcal éste entza los derechos de modo ndependente a las oblgacones, elmnando la medacón de lo dvno, de modo que los dere chos se separarían de la nocón de oblgacón moral y de rendcón de cuentas a Dos (Salme, 20 1 1 : 1 37 . La potavoz de la msma organzacón, Nada Yasín, empleó durante m trabajo de campo el témno fmnsta para hablar de sus deas, habendo constanca de que en otras ocasones había renegado de su uso (Ramírez, 2004 . alguas ocasones, como e el caso de la actvsta Asma Barlas, la negacón del témno emnsta se converte en una cuestón de prcpos (Barlas, 2008. Barlas, que deende la posbldad de una lucha contra el patarcado desde el Corán, se manesta contra el hecho de ser consdera da como fmnsta, sostenendo que no puede dentcase con un movmento que ha negado la no voz a mujeres no blancas, como ella msma. Para Barlas ( op. Ct .) , además, el hecho de llamar fmnsmo a su encuentro con el Corán no solo le resta especcdad a esta experenca, sno que pare ce mponerse como el únco marco donde puede pensarse la gualdad sexual, sn que sea posble proponer otros alteatvos. En este sentdo, la renunca de Barlas recoge la crítca poscolonal al fmnsmo y a la epstemología occdental en general, que mpone un modo de conocer y lm ta los objetos de conocmento. stas tres poscones muestran que el proyecto emancpador del fm nsmo lustrado no tene sempre las respuestas a las necesdades de todas las mujeres. Ilustra tambén la dea, sobre todo en el últmo caso, de su asocacón en buena pate del mundo a proyectos que supuseron todo lo contrario a la emancpacón. llo explcaía las poscones antfmnstas. el mundo musulmán, entre otros, el fmnsmo hegemónco occdental es consderado como pate del mperalsmo cultural occdental y del cons tructo deológco del colonalsmo. Así sucedó explíctamente en casos como el argelno, donde la lberacón de las mujeres argelnas por parte de las esposas de mltares anceses se escencó a partr de las quemas colec tvas del pañuelo (MacMaster, 20 1 0 . n ocasones, la volenca colonal se manfstó a patr de esta dea lberadora con respecto a las mujeres ndíge as (AbuLughod, 2002; Ahmed, 1992. La nstrumentalzacón del fm nsmo como dscurso de lberacón no temnó con el n del colonalsmo polítco, sno que está ben presente en las actuales stuacones en que se manesta el mpero, como la ocupacón de Aganstán o de Iraq. Abu Lughod se reere a la erza del argumento de la «salvacón» de las muje res, bajo el poder de los talbaes, cuando se trata de justcar la ocupacón CAPÍTULO
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FE M NSMOS M USULMANE S: H ISTORIA. DEBATES Y LÍMITES
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de Aganistán. Asímismo, Mahmood y Hirschknd (2004) relatan la manipulación que algunas campañas, como Feminist Majori en los Estados Unidos, hicieron de la cuestión de las mujeres aganas y cómo ello ocultó el importante papel que había tenido Estados Unidos en la precarización de las condiciones de las propias mujeres. Es evidente que en la demonización del mundo árabe y musulmán, pieza clave de la política exterior de las potencias occidentales, la cuestión de las mujeres es ndamental. Esta supuesta difrencia insalvable, que comienza a construirse para legitimar la penetración colonial del siglo XVIII y XIX en los países musulmanes se basa en una retórica liberadora y salvacionista de las mujeres, que deben ser deendidas de sus propias culturas, e s decir, de los hombres de sus culturas (ver AbuLughod (op.Cit.) y Ahmed (op. Cit.)). Esto ha sido llamado islamobia generizada (Zine, 2006; Mijares y Ramírez, 2008). Obviamente, el hecho de que el fminismo hegemónico occidental haya sostenido estas más que dudosas alianzas no invalida su proyecto liberador en momentos histórcos concretos_, pero su no reconoci miento de su implicación en ellas le resta capacidad y legitimidad para proporcionar a las mujeres en otros lugares su proyecto emancipador. Esta histora es ndamental para explicar la relación que tienen las mujeres arabomusulmanas con el eminismo europeo y norteamericano. P Ahmadi (2006), las fministas occidentales no han prestado atención a las luchas, tanto intelectuales como políticas, para reconstuir los discursos de género desde el isla. En buena pate de los contextos musulmanes de militancia emenina, además, el discurso eminista liberal es considerado coo situado políticamente en una cultura dominante y portador de una serie de imposiciones epistemológicas que no se está dispuesta a asumir. La labor de los organismos inteacionales en el área y el hecho de la adopción por pate de estos del di scurso de la igualdad ha venido a rerzar la distan cia con el fminismo.
2.4 Los límites de los feminismos
En este capítulo se han analizado algunas cuestiones sobre el llamado fminismo islámico y su histora se ha contrapuesto a la del fminismo hegemónico en occidente. Se ha cuestionado la idea de que sea el minis mo liberal ilustrado el que deba denir lo que es y lo que no es el fminismo en difrentes contextos . Ello explica que mujeres activistas del mundo 1 70 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVE S ANA LÍTICAS
árabe y musulmán renieguen de una etiqueta, la de fminista, que ara muchas ha servido justamente ara todo lo contrario de la emanciación, a saber, ara sostener rácticas de subordinación y deendencia. El fminismo liberal descarta como eminismo los royectos emanciatorios fmeninos que se generan en el marco islámico, or considerarlos como meras reroducciones de la subordinación y or no comartir su universo de valores. A su vez, el fminismo islámico acusa al fminismo liberal de haber comartido la base ideológica del colonialismo y aún más, de an tener esta connivencia con las éli tes occidentales y su royecto ierialis ta neoliberal, como se ha vi sto en este artículo a artir de los ejemplos d e Aganistán e Iraq. La mayor cítica que recibe el fminismo i slámco es j ustamente la limitación que imone la religión ¿cómo uede concebirse un royecto de emanciación dentro de los límites de la religión, de cualquier religión? Desde esta ersectiva, lo máximo que se e concedera al fminismo musulmán es la idea de royecto rermista ara las mujeres, ero no fminista, uesto que no romueve cambios estructurales. Los fminismos musulmanes lantean un roecto emanciatorio limitado or la f y or la creencia en la alabra de Dios, dentro de las onteras de una comunidad reigiosa. Pero lo cierto es que no son menores las limitaciones del fminismo liberal. É ste no pone en cuestión los ilares del patriarcado, que se sustenta en el caitaismo, con lo cual dicimente uede aostar or cambios estructurales. Co mo sucede con los fminismos musumanes, en los que el marco es la comunidad de creyentes, en el iberal o es el sistema caitalista. Federici (2004) avisa de que no es posible hablar de atriarcado sin hablar de caitalismo . En el orden atriarca que imuso el caitalismo a artir del siglo XVIII en Euroa, las mjeres debían ser sirvientas de la mano de obra mascina, desviándose el antagonismo de clase hacia el anta gonismo sexa . Esta neva división sexual de trabajo , que constuía jerar quías sexuales qe estaban al servicio de la dominación, también suuso una difrenciación de vida y de experencias entre hombres y mujeres, constituyendo a base socia de la sociedad caitalista (Federici, o p. Cit. ). Por tanto, s i s e qiere roponer n proyecto verdaderamente emancipador fminista, éste deberá pasar por n cambio estructural de marco de la subordinación. Un eminismo que no se pantee una ucha integral contra as condiciones qe están en a base de la reprodción de la subordinación, es decir, contra el caitalismo, no pasará de ser un programa rermista y CAPÍTULO
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FE MI NISMOS M USULMANE S: H ISTORIA. DEBATES Y ÍMITES
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no d cambio stuctural. Lo vrdadramnt paradójico s qu l fminismo libral s apoya n la Ilustración, qu l sistma d valors qu stuvo n la bas dl libralismo, l prcursor dl sistma capitalista. Para trminar, hay qu dcir u no todo l fminismo occidntal dja d rconocr a los fminismos no occidntals. El primro no s agota n l fminismo libral, aunqu ést ocup un pusto d podr y s haya convrtido n un discurso hgmónico. Los ll amados fminismos poscolonials, rtmnt implicados con a crítica poscolonial, con autoras como Lugons (2008) o Curl (200), as como los llamados minismos crticos, procdnts d la xtrma izquirda y d caráctr anticapitalista (vr Samary (2005 ) y Montro, 2009 y 20 1 0), stán llvando a cabo una important rxión sobr los procsos d mancipación d las otrs mujees, sa cual r su constucción concptual. Elo dbra prodcirs sin liminar d ntrada ningún camino, rcuprando lo qu tin qu sr l n y los mdios dl proycto fminista, l a libración d todas las mujees.
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FEMINISMOS MUSULMANES: HISTORI DEBATES Y LÍMITES
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CAPÍTULO 8 Feminismos africanos Carmen Ascanio Sánchez
E activismo poítico de as mujeres ha transrmado realidades contemporáneas que, en e ámbito Occidenta, han sido radicaes tras a Segunda Guerra Mundia y en e resto de mundo tras as independencias y procesos recientes de gobalización. En genera, estos movimientos han estado reacionados con otros más ampios de ucha socia, sea en reación con ls trabajadores o con os derechos humanos y la justicia goba e acceso al mercado de trabajo, los derechos egaes de as mujeres, la violencia de género, os derechos reproductivos y aborto, la ibertad sexua, la participa ción y representación poítica, etc. Sin embargo, a partir de estas uestne básicas, no ha habido a misma coincid encia en a conceptuaización de este activismo emenino y de su estrategias de ucha que han variado bastante dependiendo de contextos histórico s, sociaes, económico y uturale . Y aquí radica a difrencia más importante entre los fminim del n y de sur: mientras as mujeres del norte (Europa, Norteaméria, Japó y r te de Asia) han desarroado su abor en peno sistema capitalista y de e nomías gobaizadas, as mujeres del sur se siguen enentando a itai nes de gran precariedad y pobreza, sin derechos aborales o inclu areia graves en educación y saud. Estas radicales dierencias de alidad de vida condicionan, e incuso determinan, as d námicas de grupos de mujere ati vistas en una u otra área del mundo (Oywmí, O, 1997). Escribir sobre fminismos aicano tiene u diemas y riesgo, en especia para aqueas investigadoras que pareciera estamos en el ámbit de CAPÍTULO
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lo occidental, aunque ciertamente en ocasiones, como creo que es el caso, nos ubicamos en perifrias intermedias de dicil denición Lo cierto es que a partir del denominado fminismo de la segunda ola, conocimiento y experiencia están íntimamente interconectados , uniendo el discurso teórico al conocimiento de las realidades y experiencias de lo social. Este es, quizás, el principal escollo que se ha planteado en la discusión entre grupos eministas del norte y del sur: cómo unas opinan y deciden sobre otros/as, en terrenos que aquéllas primeras en muchos casos siquiera han pisado. Más allá, otros riesgos se cieen sobre esa denominación tan amplia de «eminismos aricanos», como si de una única realidad continental hablásemos; ciertamente, los países aricanos pueden compartir muchas semejanzas pero, sin duda aguna, la diversidad geográca, de trayectorias históricas y recientes, de enques y posturas hacen inviable idear vías únicas . En todo caso, la intención en estas páginas es plantear cuestiones generales, debates centrales en los fminismos note/sur, temáticas claves para el turo, ejemplos y/o casos escogidos y, por último, una bibliograa básica, en su mayor parte accesible a través de la red 1 •
1 . NFOQUS DSD LOS FEMINISMOS AFRICANOS Las generalizaciones, polarizaciones y representaciones occidentales son de enorme importancia para comprender las vías de estos denominados fminismos aricanos . En el continente, la polémica ha sido una constante ya que, por una parte, ha habido difrentes corrientes que no se han puesto de acuerdo en temáticas consideradas básicas para el desarrollo y, por otra, la población aricana desconoce gran parte de estos movimientos o, en otros casos, rechaza planteamientos que impliquen cualquier conontación entre mujeres y hombres o entre las poblaciones y lo que consideran tradiciones ancestrales. De hecho, muchas de las cuestiones que aquí vamos a tratar convergen en las aguas pantanosas de las políticas de identidad, que expi
La bibliograa sobre Á frica ha sido, hasta el momento, bastante escasa en e ámbito académico español . Artunadamente, la disió n de documentos a través de la red es cada día más amplia y gran parte de los artículos pueden rastrearse en diversos sitios web 1
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can gran parte de las difrencias, tensiones y alianzas en diversas áreas, estados y organizaciones. El debate de los fminismos note/sur, los movimientos de mujeres, el papel del colonialismo, las independencias y los estados, nos interrogan sobre las bases del poder fmenino, de la creación de valor y de las preocupaciones más acuciantes de la vida cotidiana e una gran parte del contexto aricano. Como decíamos arriba, u importante asunto desde las Ciecias Socia les es a excesiva sobregeneralización de la realidad aricaa que, auque coverge e temáticas de comú interés, destaca por su multidimesioai dad. Resulta evidente que el colonialis mo, la s independencias y las sucesivas crisis de las últimas décadas tieen tintes comunes: el acaso de as políticas multipartidistas masculinas, acionalismos de estado tras las idepedecias, dictaduras militares, iestabilidad económica, implatació de programas de desarrollo dirigidos desde el exterior, presión para instaurar democracias, desarrollo de nuevos estados en el mudo global, etc. Las cosecuencias de esas situaciones han pasado ctura a la població civil pero, de modo especial, a las mujeres : escaso nivel educativo, predominio del sector primario en áreas rurales, malnutrición, violencias de diverso tipo, mortalidad inntil elevada, etc. Esta situación ha incrementado el intervencionismo, las medidas políticas desde el exterior y los programas de desaollo, que se han centrado, de modo impotante, en incrementar la participación de las mujeres . Esto ha tenido dos efctos : por una parte, estas políticas han mejorado las oportunidades de las mujeres en sectores clave y, en especial, en los de toma de decisiones. Por otra, resulta evidente que en diversos contextos aricanos la posición de las mujeres es de subordinación, apreciándose importantes difrencas y desigualdades entre ambos sexos, tanto en diversos momentos de los ciclos vitales como en situaciones estructurales relacionadas con la educación, la rmación profsional, el empleo y la salud. En los últimos decenios ha habido importantes cambios que sobre todo afctan a espacios urbanos o polos de desarrollo; en las zonas rurales sigue habiendo una estricta divisón sexual del trabajo y las mujeres siguen ocupándose asi en exclusiva de las tareas relacionadas con lo doméstico (salud mliar, alimentación, transporte de aguleña, hoticultura, etc.) o consderadas degradantes o de poco valor para los hombres. En todo caso, la mayor parte de estos trabajo s son nvsbilzados y no remunerdos, sendo su ocupación productiva incluso mayor que la de los hombres . Un ele mento de gran importancia es la desigualdad educatva debdo a diversos CAPÍTULO
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ctores; uno de los más importantes es la precocidad del maimonio que hace que muchas milias pesionen a las jóvenes para que aandonen lo estudios y se casen. En otros contextos el matimonio se acueda sin el consentimiento de las mujeres, pudiendo acabar en el aumento de suicidio, asesinatos por parte del marido o gas , generalmente hacia las ciudades en donde las mujeres pueden entrar en redes de explotación sexual. El maimonio y la mateidad son dos cuestiones básicas para sus vidas peo también para su estatus y valoración social. En deteminadas tradiciones la mjeres pasan a rmar parte de la herencia del marido e incluso tienen que casarse con otro miembro de la milia si quedasen viudas. En cuano a la mateidad es un imperativo y, al mismo tiempo, uno de los iesgos más importantes ; de hecho el 20% de las mujeres aricanas tienen un peso infrior al normal debido a deciencias nutricionales, lo que supone un ete riesgo ante la sucesión de embarazos. A partir de esta realidad, plantea el tema de los fminismos aricanos implica aludir a un eje crono/tópico (tiempo y espacio) que ha unido a Occidente y el resto del mundo, especialmente a patir del siglo XVIII. En este sentido, en las últimas décadas se han planteado numerosas reexiones epistemológicas y experiencias centradas en la hegemonía de la poducción teórica occidental. Sin duda alguna, las teorías poscoloniale han sido un aporte ndamental para estos análi sis que tienen como refrencia reaidades en contextos de diversidad cultural. Johannes Fabian ( 1 9 9 1 ) explica algunas de estas cuestiones desde tres generalizaciones y/o polaizaciones que de múltiples rmas siguen estando activas en el presente y que emiten, básicamente, a varios asunos: el etnocentrismo occidena, la ecuencia al enentamiento entre tradiciónmodeidad y, por último, a a consideación de los otros/as como objetos y casi nunca como ujetos de sus popios procesos . Todos ellos se reejan en los enques de los f mini smos aicaos y ss movimientos recientes etnocentrismo relaconado con o estudio en y sobre Á ca ha sdo una constante, siempre larvada por una supuesta neualidad ciení El
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Basándose en una obra de Mi che le Duchet ( 1 97 5 otros autres Fabn exlic las tres generaizaciones clave que desde el siglo XVIII alumbraron la estrctura ccetal sobre los «Otros»: una red de negaciones sobre esos otros (sin hi stora s relgó sn . . . ) representados desde el asado en situaciones estáticas o oco rclves cb y, útimo, remitiendo esde esas olaces rmtvos/civil ads s/resete- roes de sujeto/objeto geren del telism ccidentl.
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ca y unos observadores/as invisibles y objetivos. Respecto a los estudios sobre las mujeres, en occidente el fm inismo ha sido un ctor incentiva dor de los mismos y baluarte de movimientos sociales. Sin embargo, como aclaran otros autores/as (Adomako, A. A., y Aed, S., 2009), la orentacón empírica de la investigación en Á ica no ha producido el surgimiento de marcos teóricos coherentes y el conocimiento de la situa ción de la mujer y de las relaciones entre los sexos ha sido y continua siendo bastante agmentario. En este sentido, parece haber muchos tra bajos sobre el desarrollo pero pocos sobres cuestiones fministas (A ed, S. y et al, 2004 ; Ask, K. y Tjomsland, M . , 997; Mohanry, C , 99 ; Oywmi, O. , 2005) . A las fministas del mundo las une una temática centrada e n las desigaldades históricas entre hombres y mujeres pero existen prondas divergencias en too a la naturaleza de esa opresión, a su proceso histórico y a las estrategias de lucha. Por ello, los conictos entre diversas tendencias han sido centrales en el fminismo contemporáneo, en espec ial porqe s di sión mundial ha ido de la mano de políticas de desarrll, tanto en Árica como en el resto de países del denominado Tercer Mundo. De hech, la carta de presentación del fminismo en Á ica ha sido a través de las agen cias de desarrollo que, en muchos casos, han utilizado la polarización entre tradiciónmodeidad, encontrando una gran resistencia en diversos cn textos. Por ejemplo, gran parte de la relación entre los fminismos del norte y del sur ha estado atravesada por representacione s, debates e inic ia tivas relacionadas con los derechos humanos de las mjeres . Sin embargo los orígenes y rasgos identitarios de ambos dieren considerablemente. El eminismo aicano ha crecdo ertemente unido a las luchas contra el colonialismo y las ideologías racistas, ligado pues a la búsqueda de liber tad, igualdad y contra la explotación (Mikell, G., 997; Suárez Navaz y Heández, 2008 ; Thiam, A ., 1 98 6) . Por ello, los temas centrales siempre han estado relacionados con las condiciones de vida, siendo menos relevante asuntos como el sexismo. En debates al reseto, algunas eministas aricanas plantean que la principal difrencia es que las fministas occidentales se muestran radicales en asuntos centrados en la sexualidad y el placer sexual, que no son prioridades en las vidas de la mayor parte de las mueres arcanas, donde la precaredad y la pobreza sí son cuestiones clave. Las fministas occidentales, según ellas, tienden a identicar el patrarcado como el mayor enemigo, dejando de lado al hombre como un posble socio y las polítcas de hermandad (sororidad). Algunas autoras CAPÍTULO
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difrencian entre estos fminismo s aricanos (Olalla, A. , 2002: los culturalistas que se centran en el cambio de mentalidades, los rermistas que ponen el acento en el cambio legislativo y de prácticas, y los radicales que plantean la necesidad de la derogación de códigos, leyes civiles, así como la inclusión de guras delictivas que atentan contra la integridad de las mujeres . El aspecto común a todos es la idea de que el fmi nismo se aleje del occidental, así como la continuidad en el trabajo de temáticas clave, entre las que destacan dos : la poligamia y la mutilación genital fmenina . Otras investigadoras inciden en cuál es la arena común del f minismo aicano. Fatima Adamu ( 1 999) incide en las dimensiones epistemológicas, metodológicas y políticas de fminismo aicano, planteando cuestiones como: ¿qué voces son escuchadas?, ¿qué valor se da a las fministas y activistas y en qué ros?, ¿cómo es la investigación percibida y valorada, tanto desde Á ica como desde occidente?, ¿cómo se genera, utiliza y dinde este conocimiento ? Resalta los debates terinológicos que se han desarrollado, casi siempre en resistencia hacia las reglas y términos occidentales. En realidad, todos los enques anteriores nos l levan al enentamiento entre tradición y modeidad, esgrimido en ocasiones para reejar las abismales difrencias entre las mujeres aricanas y l as occidentales. De hecho, resulta innegabe que los roles de la mujer aicana se han desarrollado a través de una larga tradición de integración fmenina en estructuras colec tivas; esto diere considerablemente del fminismo occidental que ha crecido desde la clase media individualista y las estructuras patiarcales en una sociedad industrial. Las activistas occidentaes inciden en la autonomía de las mujeres como punto central, mientras las fministas aricanas comienzan desde as conexio nes culturales y sus mas de participación. Por ello, debates como el de lo público y lo privado se toan clave. Generalmente las mujeres han estado asociadas a la esfra de lo privado (hogar, niños , . . . ) mientras los hombres o han estado en la conexión con lo púbico. Sin embargo, estos téminos spaciales y más allá conceptuales no son necesariamente contrarios o incluso contradictorios como demuestran los debates de las fministas aricanas que, en algunos casos, deenden que la aceptación social de ciertos roes (sean o no el resultado de difrencias bioógics entre hombres y mueres) no necesariaente incluye l sujeción de las mujeres. La división occidenal entre naturaezacutura puede unirse en determinados contextos , desarrolando estcuras tanto en el ámbito doméstico como en las poticas y a economía. Oo escolo es 1 8 2 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS
la relació co el poder establecido. Los fmiismos occidetales se ha desarrollado e cootació abierta co los poderes establecidos, algo complejo e alguos cotextos aricaos e pleo desarrollo poscoloial. Por ello, las activistas aicaas ha prefrido estrategias, complejas e muchos casos, de combiar la defsa de sus derechos co el apoyo a sus estados respecto a la toma de decis ioes autóomas ete al exterior. Esto resulta ua tarea realmete ardua, ya que se mueve etre las jerarquías sexuales existetes y la ecesidad de oecer alteativas reales y política mete válidas. Todos estos dilemas ha llevado a dversas activi stas a replatearse el mismo térmio de fmi ismos aicaos, destacado dos posturas; la pri mera, deede su cotiuidad pero repateádose las cootacioes egativas que tiee d icha deomiació , auque mateiedo aquellas que cosidera positivas: la hablidad de egociació y diplomacia, el ésis e la historia, la cultura y la religió, la oció de hermadad e ituició. La seguda postura aboga por abadoar el cocepto porque está lgado a la desigualdad etre hombres y mujeres, buscado ua deomiació de géeroeutral; ua alterativa de alguos movimietos fmiistas aicaos ha sido la de «movimietos aocetrales de géero» . Estos debates retora a esa estructura polarizada mecioada al i i cio: fmiismos occidetales/sujeto versus fmi ismos aicaos/objeto. • U claro ej emplo de este tipo de co icto y de sus resolucio es termio lógicas e la creació del térmio de «mism o trasacioal ». Mietras alguos autores/as lo ven como u subterugio para el diseño de ua participació occi detal e los movimietos fmi istas a escala mudial , otros aprecia su eserzo e recoocer la direcia y las relacioes de poder. Co ecuecia estos coictos y direcias ha sido vistos e térmios de perspectiva de clase y e cocreto, del domiio de la clase media mei a occidetal. De hecho e determi adas ses, el miis mo o occidetal se ha desarrollado e cootació co estos valores de clase media, reclamado la relevacia de las direcias de raza, co lor y eticidad. Otro ej emplo de elo es el de activismo meio egro e Occidete, que ha sido clave para la reovació y compresió del mismo miismo occidetal. Tambié habría que teer e cueta las dierecias geeracioales etre las ministas aicanas, ya que las más jóvees tiee otras prioridades respecto a las pasadas geeracioes de sus madres. CAPÍTULO
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2 . MOV M E NTOS SOCIALES Y DILEMAS EL DE SARRO LLO spcto a a racón ntr os fmnsmos y movmntos socals habría qu ndcar qu la causa d la s mujs ha sdo hstócamente ocultada y solo a partr d la Carta d as Nacons Undas a vor d la mujr 1 945, os movmntos d mujrs tuvron un mportant mpuj sendo la tmátca d dsarrollo una d las más mportants. Dsd nques n cas mas asstncalstas s pasa a los d «Mujr n l dsarrollo» (WID) «Mujr y Dsarrollo» (WAD) y nalmnte «Gnro y Dsarrollo «(GAD) dond los cambos concptuals ndcan ben a las c aras dsd dónd patía la mrada y haca dónd ba. Las confrncas mundals sobr la muj spcalmnt ntr los ochnta y novnta han sdo ros d dbat d gan portanca y vías para l avanc d las agndas fmnstas mundaes. En Árica n las tapas prvas y postrors a las ndpndncas muchas mujrs s compromtron con los pocsos rvoluconos y con postrordad con los rcén crados stados. El ncal dbat d stos movmntos d mujrs mplcaba a la msma da dl stado aunqu los rsutados y contxtos han sd o d gran dvrsdad. Crtamnt ha habdo una consdrabl nrgía n luchas rlaconadas con gupos polítcos e nclu so stados abandrados d a gualdad d génro n térmnos d prsenta cón polítca. Por jmplo ntr los años cncunta y ssnta del sglo XX, muchos drgnts acanos rconocron l papl d las mujrs n la lucha por a sobranía naconal xplctándose n la mayor presenca emenna en cargos públcos. Sn mbargo n la mayo pt d los casos a de manera smbólca y n pustos rstrngdos a tmátcas consdradas fmnnas como ma nanca. Al contraro allí dond los stados ran couptos agmntados n rápda transcón u organzados a través d las glas l tars los dbats sobr otras tmátcas han stado smpr lejos de los nterss fmnstas (Mama A. 1995; Mama y OkazawaRy M. 2008). Lo crto s qu n la sgunda mtad dl sglo XX , las mujeres acanas s han movlzado a través d la cracón de organzacones centradas en la promocón fmnna aunqu su papel en l a vda públca ha dependdo de la voluntad d sus gobos d las strategas d progamas de desollo y d las propas mujrs qu han luchado por mddas de gualdad. En algunos paíss las luchas dmocátcas han ocdo canales de accón y dsón a stos movmntos; un jmplo ha sdo l d Mal a comenzos 1 84 TEORÍA FEMINISTA
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de os años noventa en donde se produjo una efrvescencia de asociaciones, muchas de elas i samistas, y ONGs fmeninas, aopadas por la transición democrática. Las académicas y activistas fministas aricanas comezaro a desarroar sus más reevantes enques e investigaciones entre los años seteta y ochenta, impicándose en la creación de asociaciones y gupos de mujeres a o argo del continente, aunque ero de mayor mportacia en uos contextos que otros Por ejempo, la Asociación d mujrs aricaas para a investigación y desarrollo (AAWORD/AFARD, l' Associatio des fmmes aricaines pour la recherche sur le développement), creada en Dakar en 1 977, panteó una agenda fminista aicana por la investigación y el activismo (Adomako, A y Aed, S , 2009) Esta organizació ha sido pioera en a eaboración de metodoogías y conceptos asetados en la realidad aricana y a aproximación al género Su adhesión a la red DAWN (Development Alteatives with Women fo a new Er), e Nairobi en 1985, ha permitido a unió d voces plurales de mujeres del Tercer Mudo Otros gupos como CODESRIA y su instituto sobre género, ha dispensado d ndos, trabajo de expetos/as y pubicacioes d ivestigadores/as Todos estos movimientos han ido desarrollándose co dicultades ihretes a sus reaidades sociocuturales, moviéndose pues ntre las luces y sombras de caminos errantes hacia una mayor caidad de vida y justicia social de su ciudadanía (Mohammed, A y Madunagu, B 2008; Tamale, S, 2005; Toure, Ceou y Diollo, 2003). Uno de los principals dilemas que much os autors/as meioa e s de la nanciación ecesaria para e desarrollo d objetivos y proyectos Cuando ésta procede mayoritariamente de agecias inteacioales e l itrrogante es claro ¿dóde stá el equilibrio etre el trabajo autóomo, loa , y los requerimietos a los srvic ios de estos doants y goios xtrajros?, ¿quién decide las agedas, los cos d iterés, las tmáticas a abord y, más alá todavía, los coceptos utilizados? En medio de todo ello o hay teorías sino personas: académicas qu realiza investigacios, assoras que elaboran inrms, personal de apoyo local (psicólogas, abogadas, tra bajadoras sociaes, etc), que en muchas ocasiones cumple una o varias d estas nciones óde está la independencia? E este sentido o resulta áci la reación entre l activismo político, por una parte, y la participació en proyectos de programas y/o agencias inteacionaes, por otra Desde el ámbito occidental pudiera parecer un dilema ácilmente solucionabe ; desde otros ámbitos el equil ibrio es reamente complejo: académicas con bajos CAPÍTULO
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sueldos que solo pueden completar su salario con su múltiple participación en proyectos exteos, universidades sin recursos (materiales, bibliograas, comunicación en red, espacios de trabajo, etc.) que requieren de ndos exteos para ncionar bajo mínimos, etc . Lo anterior va unido a un distanciamiento entre la teoría y la práctica, que ha variado dependiendo de los momentos y contextos. Las activistas a menudo han criticado los enques excesivamente teóricos ue o bajan al terreno de lo social; las académicas han destacado el papel de la teoría para el diseño de estrategias de cambio social. Este debate no es novedoso, ya que surgió desde el mismo eminismo occidental • En el fminismo aricano ha evolucionado de difrente rma, debido a esas identidades múltiples entre académicas, asesoras y activistas arriba mencionadas; y más allá existen otras identidades en conuencia o conicto cotidiano : mujeresesposas, mujeresmadres, mujereshijas, etc., que afctan de diversas rmas a las capacidades en estos ámbitos ¿Cómo se resuelven estas dudas, etre los intereses personales, académicos y los activismos, en la práctica de lo social ? Lo cierto es que todas estas cuestiones aectan a las relaciones entre países del norte y del sur y al mismo concepto y práctica del desarrollo. Conceptos que manejamos habitualmente («participación», «empodera miento», «gobeabilidad», etc.) se construyen, desarrollan, legitiman y incluso sustituyen y destruyen bajo la atenta mirada de las agencias de desarrollo, de las expertas occidentales y/o occidentalizadas. Con esto últi mo os reerimos a la complicidad de intelectuales locales , ya que la hege monía del conocimiento no es solo construida por fministas del norte, sino también desde el propio conocimiento fminista aricano. Construir alternativas a estos conceptos exteos, cuyo uso es dicilmente intercambiable, no resulta cil (Nnaemeka, O., 2003 ) . De hecho, una de las labores de las eministas aicanas ha sido la deconstrucción de enques y conceptos exteos, aunque en muchas ocasiones estos debates quedan más en gritos de desesperación ante el imperialismo del conocimiento occidental que en el aporte de alteativas para el desarrollo endógeno. Esto puede apreciarse en la misma agenda de las confrencias mundiales, donde el predominio del orden del día occidental ha sido arrasador.
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El mismo surgió tras el declive, en el ámbito occidental, de fminismo académico, debido al aumento d la profsionalización y la introducción de curículos académicos individualistas (méritos, etc.) que desmovilizó a muchas investigadoras y activistas.
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Lo cierto es que la relación entre movimientos sociales, academia y agencias de desaollo es de gran importancia para comprender la realidad actual. Las redes de fministas aricanas han crecido notablemente en los años noventa, estando unidas a centros de estudios y movimientos c iudadanos pero, en todo caso, siempre con un importante apoyo de las agencias inteacionales. En la actualidad, en un mundo dominado por las interven ciones militares, el incremento de las brechas entre los países del bienestar y los pobres, las nociones de prgreso y democracia, etc., se reactiva el debate sobre el papel de estas organizaciones. El escepticismo y la decepción parece predominar en muchas discusiones transnacionales, aunque diversos grupos siguen apostando por nuevas propuestas y la búsqueda de alianzas: incentivación de análisis teóricos, solidaridades en activísimos transnaciona les, estrategias de calle y participativas, búsqueda de nuevos escenarios políticos, etc. Claro ejemplo es el aumento de la actividad y producción de inrmes de las organizaciones eministas, gran parte basadas en las estrategias de la Confrencia de Nairobi (Kenya, 1 995 ) que promovió los derechos de las personas, gays, lesbianas, transexuales, etc. , con erte acento en la lucha homobica y el signicado de la violencia y di scriminación contra las mujeres. De hecho, en los últimos años la salud reproductiva, la libertad desde asuntos relacionados con la violencia de género y, por tanto, con el libre acceso a los derecho sexuales han sido centro de atención. Como indican algunas fministas (Mama, M. y OkawaRey, M., 2008) en el mundo post de septiembre, las políticas sexuales y la moralidad de los discursos dominantes no pueden ser relevados a la perieria del análisis eminista. La unión entre cultura, género y sexualidad está prondamente naturalizada en los discursos identitarios, de lo domestico (amilia, reproducción, matrimonio, mateidad) y, por tanto, son prioritarios en las luchas por venir.
3 . COLON IALISMO, I N DEPE ND EN CIAS Y VIOLEN CIA DE GÉ NE RO En la teoría fminista aricana ha habido un relevante discurso sobre la violencia que ha remitido, casi exclusivamente, al pasado: uno, aquél aaigado en cosmologías, nociones de reproducción y sexualidad fmenina vinculadas con rmas de violencia de sus propias sociedades tradicionaes (tortura sexual de esposas, rapto de niñ, etc.); otro, relacionado con el proceso CAPÍTULO
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clnial clave también para cmprender las cnexines entre género y violencia. Este debate se manifstaba en una cnstruida plaridad entre la «tradición» (dnde se nrmalizaba la vilencia cntra las mujeres como si ese un ritual ya extinguid) y la «mdeidad» que se basaba en otros pares asciads cm la cultura y ls derechs humans. De hech, muchas escrituras psclniales destaca pr su interpretación del clnialismo como vilencia desveland prácticas clniales dminadas pr la jerarquía de géer y la cerción sexual hacia las mujeres. Un ejempl ern las clasicacines raciales del sigl XIX 4 que tuviern una clara relación cn las prácticas reprductivas en ls nuevs cntexts clniales y la preservación de la pureza racial. En el ámbit jurdic también existen muchs ejemplos de ello. Ls primers códigs legales cntra el rapt (Ciudad del Cab, Rodesia . . . ) se instituyern para prteger a las mujeres blancas de ls hmbres aricanos, sied desprtegidas las mujeres y niñas aicanas de prácticas simlares; en td cas ests discurss cnstruyern unas masculinidades aicanas agresivas ente a una imagen de la mujer eurpea ágil y desprotegida. Un de ls rets del fminism arican ha sid y psiblemente sigue sied desvelar vilencias ctidianas hacia las mujeres (vilencia dméstica ctra las espsas abuss sexuales hstigamients públics etc.) en ls nuevs estads psclniales ente al med de relacinar esta denuncia con la traición a ls hmbres y a ls mvimients de lucha pr la liberación nacinal. L ciert es que en la actualidad carecems de investigacines amplias y de cóm se ha experimentad la vilencia y la invisibilidad scial tant en la etapa clnial cm en las tempranas independencias. En td cas sí se tienen breves refrencias sbre el rechaz de las mujeres a estos abusos y el acs basad en el géner en especial dentr de ls piners mviments revlucinaris de la segunda mitad del sigl XX 5 • Ya en ls añs nventa, un
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Por ejemplo, en las zonas coonias brtánicas surgieron numerosa categoras como «our women», «European women» «nativewomen» «noEuropean oen» «Coloured women» «back women», «white women», «Aican women». 5 En Sudáfrca s e raron im portantes organizacione People Opposed to Women Abuse, Por Aed Women's Organizaion, ec que ucaron contra el apartheid en los años ocena En Senegal, Awa Thiams en L Pa/e aux Negresses, escrta en 1978 documenaba parte de esa violen cia contra las mujeres en Á frica del Oeste (Thiam 1 986) En Nigeria en 1982 se frmó una asociación WIN que mencionaba explícitamente la ioencia sexual hacia las mujere como una de las principale barrera para u deaollo económico Mohammed A y Madunagu B, 2008) Todo estos moveto contruyeron conocimiento sobre esta reaidad y la nece idad de una teora femini t 1 88 TEORA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CVES ANALICAS
eeao núeo e ONGs que tabaaban en el continente han apoyado a uees y nias e as que se había abusao sica sexual económca y psicoógicaente. Esto incuía e asesoaiento legal inteación de las mujeres en nueas opotuniaes econócas bienesta, ateiales educacionales, poticas e cbio etc. El cono e a sexuaiad se relaciona con categoías igaas a a ioencia contra las ueres en especial a tavés del término gn-baado-n la violncia que abarcaba un asto rango de volacioes potenciaes: secuesto asalto doméstico, incesto golpes, asesinatos de mje es o copaeos, etc. Análisis tansesales ponían el aceno en la imporan cia e a clase a etniciad o la eda, reconociendo que las mjeres co escasos ecusos son ás unerabes a la ioencia so stenda. Así pues en as últimas décadas se ha aborado con cierta prondidad a eación ente ioencia y género, conectándose n consenso o disens con as teoías e fminismo aricano ya que e co de atención ha sido a poitización e lo priado al deener que contextos convencionales de seguia (a miia el matrimonio, la mateidad, lo religioso, la imia etc. pueen convetirse en espacios de ucha de poder en donde las ueres pueen er peligrar sus idas, recusos (s alud, educacón, . . . ) y esperanzas itales . Uno e os debates más prolícos de los últimos aos ha sio e e a tansmisión y tratamiento e VIH HIV, AIDS, relacioado con inestigaciones sobre las masculinidades. La primera colecció de estios sobe esta temática African Maculinitie. Men in Aric fm te te nintnth cntu to the present e compilada por L. Ogane and R. More en e 2005 ; la mayor parte de los atículos se cocentraba e S dá ica y en a repesentación de las mascuiniaes dentro de cuturas juveniles, pobeza ubana y entoos de trabao en el contexto proesional cos opoita (Baker G. y Ricardo, C., 2005). Los reslados ero iportantes ya que se abordaba os cambios en las mascliidades e situaciones e mgraciones radas mercados de trabajo altamente com petitios y a inestabiiad económica y poítica. También eron amplia ente citicaos y agunas voces (Ratele, K., 208) contestaron a discrsos que consieraban e hiper (hetero sexualidades, misoginias volentas, etc. Otas finistas aicanas se han concentao en las estrategias de con icto y iitaiso (LiebingKalini y et al., 2008; Mama y Okaawa Rey M. 2008 Este aspecto es e gran reeancia en los útimos años ya que zonas e conicto pueden aicaizarse en oentos de crisis, contri buyeno a a ación e eécitos capos e egiaos etc. donde la uee e unos y otos está a a oen e ía (Cake, Y. 2008) . Las diná CAPÍTULO
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micas de géneo elacionan estos tipos de violencias , pondamente imbicadas en pocesos sociales . En este sentido, había que menciona tabajo s de gan valo como los d e la oganización ugandesa ISIS WICCE que documenta las expeiencias de mujees supevivientes en gueas y conictos amados, dando la voz a aquellas que han sobevivido a catástofs o que han constuido caminos paa oganiza su lideazgo y toma de decisiones, de caa a los pocesos de posconicto.
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TEMÁTICAS Y DEBATES
La mayo pate de la temáticas y debates elevantes ente las mujees aicanas (emini stas, académicas, lidees . . . ) ya se han ido citando en las páginas anteioes. En todo caso, epeti que todas ellas se ubican en espacios que van entre lo comunitaio/individual y lo público/pivado: matrimonio y mateidad (sexualidad), costumbes que han sido co de atención desde el exteio como la poligamia y la mutilación genital fmenina o, especialmente en los últimos tiempos, el Islam y las eligiones. La mateidad ha sido abodada po muchas académicas que ponen el acento en los controles sociales y en la posibilidad de ealización personal era de la misma. De hecho, la mateidad ha sido defndida por colectivos fministas como una decisión de las mujeres peo, ¿qué pasa cuando la práctica social oece un espejo de autoestima y valor solo a las mujees que son madres, al se una de las pocas pero podeosas mas de valoación por parte del gupo social? Otro ejemplo es el de la poligamia, temática importante, ya que ha sido una institución conta las que muchas mujeres han luchado por las condiciones que les impone y las ivalidades que implica. El matimonio poligámico es legal pero muchas mujees peeren la monogamia, aunque se ven obligadas a acepta la ota opció n. Sin embago, la práctica de la poligaia tiene muchos vétices que es necesaio tene en cuenta paa compende su continuidad: estategias de contol masculino sobe las mujees en el ámbito amilia, mas de potección de mujees solas, símbolo de pestigio especialmente en el ámbito ual, etc. La mutilación genital fmenina ha sido oto de los debates estellas desde el exteio y desde el inteio, tema también complejo poque se poduce genealmente en el se no del hoga y, po tanto, en el ámbito de lo pivado. Una de las pimeas decla 1 90 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVE S AN ALICAS
raciones que a abordaban (Conerencia de Jartum, 1979) o hacía con e eufmsmo de «prácticas tradicionaes nocivas para a saud de as ujeres y os niños» (Abdumumini, A. , 2008; Veasco Juez, Mº C. , 2002), debiendo esperar casi dos decenios para una denición más contundente a refrirse a as ablaciones totaes o parciaes de os órganos genitaes exteos de a mujer, practicadas por raones cuturaes y no con nes terapéuticos (Deca ración conjunta de a OMS , a UICEFD y a FNUAP, 1 997) . Por útimo citar e tema de o reigioso donde predominan los claroscu ros, a pesar de que e discurso occidental siga siendo extremadamente poarizador. E ro de isamismo en os países musumanes, después de la revoución iraquí, ha construido e denominado eminismo isámico, ampliamente debatido y que parece una paradoja. A contrario, la posibe contradicción se construye desde a misma percepción occidenta que asimia is lamismo a ideas contrarias a a modeidad (bauarte que parece solo de Occidente) y que asocian e término a a tradición e inmoviidad. Por supuesto que habría que difrenciar países, áreas y procesos; en agunos países, por ejempo, se ha dado una adaptación autóctona de Isam, llegándose a procesos de síntesis entre cuturas autóctonas y las normas reigiosas, o incluso aceptándose costumbres y hábitos ajenos a esta reigión . Polé micas tan públicas como el uso de velo levan una erte carga simbóica en e debate entre Occidente y Árica: en agunos países no parece obiga torio y apenas se utiiza, aunque depende de os grupos étnicos y cotextos ruraurbano; en otros tampoco existe una ocutación tan rígida de cuerpo eeino como parece haber en otras áreas. E países del Á rica del Oeste el pape de as mujeres en e sector comercia es tan reevante que su vida púbica es una reaidad que nadie cuestiona. De hecho, existen normativas que explcitan el derecho de a mujer a realizar actvidades coerciales o incuso escueas religiosas (maik) que lo reivindican. En todo caso, s se repite a continuidad de a separación de espacios; e ejemplo de las mez quitas es signicativo, ya que sueen existir zonas separadas, prohibiciones de entrada o restricción . Lo cierto es que en esta temática de género y rei gión se recurre al Isam para armar a dependencia de as mujeres, aunque no se puede generaizar si bien e s cierto que en muchos ámbitos a autorida de as mujeres se ha debiitado, rerzando sistemas patriarcaes de as sociedades aricanas tradicionaes. Por ejempo, una de as cuestiones que e Isam consoidó e a poigamia, practicada tradicionamente pero que ahora recurre a a reigión como rma egitimadora y, en agunos casos, ovidando as estrictas condiciones que e Isam autoriza. En muchos países CAPÍTULO
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FEMINISMOS AFRICANOS
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uo de los etes de lucha de las mujees ha sido el estudio y e conocimieto del deecho islámico (Bada, M., 20 1 1 ). Este heco ha incenido la creació de asociacioes de cote islámico que tienen una postua acia e el estudio del Islam, co el objetivo de esta cualicadas en el debae sobre la itepetación, adopció y aplcación de la doctina isisa, ya que la excusa religiosa ha legitimado omas y pácticas que maginn a as mujeres. U ejemplo es Mali dode una de las eivindicaciones más impo aes a sido implatar el matimoio civil como ma obligatoia, ade más del is lámico, limitado así el epudio y otas pácticas que maginan a las mujeres. Cosecuecia de ello es el Código del Matimonio y de la Tutela, promulgado e 1 962, donde se pohíbe el matimoio sin el consen imieto de la mujer, la posible ma de compomisos de monogaia, eda des mias para el matimoio (15 años), etc., aunque también sigue explicitado la posición de dependecia de las mujees especto al esposo. E odo caso esto es u pas o impotante, auque la ealidad cotidiana de estos países demuesta que su cumplimieto depede de ota seie de cambios socales que todavía camian letamente (Callaway, B. y Ceeey, L., 994; Kayai, A y Zei, M. , 20 1 0; Olatude Uthman, ., 20 1 1 ; OlokaOyago, l. y Tamale, S., 1995; Relique, A y Vidal, F, 2002). Lo que resulta idudable es que el mismo témio de fminismo i sláico resulta sigicativo de las egociacioes que las mujees plantean y ecesita, así como de las coradiccioes de estos procesos. Desde la ublcacó de la obra Women in the Muslim World de Lois Beck y Niki Kde e 9 los esudios de la mujer e las áreas islámicas se ha ice eado cosdeablemete. E estos trabajos puede apeciarse como las eistas isláicas tiee ua claa cociecia de la opresió de las muje es e la milia, e la ecoomía, e la ley, e el tabajo, etc., recamado ss ds - ás idetidades: la religiosa (Islam) y la de petenecia de géero. Coo apua alguas académicas, las mujeres islámicas han desa ado el coocimieto islámico de dos rmas: ua, al iteogase cítica ee sobre ua oció úica del Islam. Como ejemplo de ello teemos erosos rabajos como los de El Saadawi ( 1 92), Meissi ( 1 98 7; 1 99 1 ) y otros (Roald, A S., 1997). Dos, cuado las fmiistas isámicas se han plaeado evaluar críticamete la mayo pate de las etes del Islam. Los movimietos de mujees también ha sido impotanes, como a «Federació de oganizacioes de mujeres islámcas» en Nigeia y otas. Si embargo, tambié es cieto que la situación es ambigua paa las fmiistas islámicas: luchado conta la desigualdad mientas ién acepan 1 92
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ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALTICAS
la subordinación en el Islam (Duval, S., 1997). En todo caso, también a través de los movimientos eministas islámicos las mujeres han conocido sus derechos, encontrado sus voces y creado sus propios espacios.
5. EMPODERAMIENTO Y AGENDAS DE FUTURO Esta realidad aricana multidimensional implica análisis tanto globales como locales pero, en especial, intervenciones que sirvan de apoyo comparativo y construyan estrategias de turo. La creación de valor de lo «fmenino», del papel de las mujeres aricanas y de su necesario empoderamieto ha sido constante, aunque constreñida por múltiples imponderables, generalmente relacionados con las dicultades cotidianas que ahogan los tiempos, espacios y logros. Un ejemplo de empoderamiento y de transrmaciones relacionadas con la creación de valor sobre «lo fmenino» es la literatura aicana de mujers que surgió con posterioridad a las i ndependencias, desarrollándose y consolidándose en los años ochenta y noventa del siglo XX (Martín, Velasco y García, 2002 ). La anterior literatura aricana de hombres ha dejado visiones idealizadas de las mujeres aricanas, siempre descritas como sumisas, obedientes, respetuosas de la tradición y la sociedad en que vivían (Cuasante Feández, E., 2002). En ese pasado, la literatura oral ha tenido escaso cré dito académico y, por tanto, escaso valor en la sociedad. Si se revisa gran parte de esta literatura oral se aprecia una imagen dual del papel de las mujeres pero dónde, en todo caso, se transmite el modelo que la sociedd pretende (Díaz Narbona, l , 2002). Por ejemplo, la mujer raramente acta como sujeto literario y si lo hace es con un acento negativo, siendo ss principales cualidades las de sumis ión, discreción, etc. Otro ejemplo , es la literatura de un movmiento tan relevante con el d e la Negritud que ha ta tado ampliamente aspectos relacionados con la mujer aricana pero rec:rriendo casi siempre a estereotipos como su belleza, dulzura y mateida 6 •
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Un ejemplo es el poema «Mujer negra «de Léopold Sédar Senghor. En los últios años se han impuesto otras visiones como la que nos deja autores como Sembene Ousmane; por ejemplo, en su obra Les bouts de bois de Dieu ( 1960), un personaje fmenino, Penda, encaa a una prostituta que se convierte en u na heroína por una causa común ; en
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Las prmeras voces de cambio tuvieron un acento fmenino : as cameunesas Caixthe Beyala y Werewere Likng, a ancosenegaesa Marie Ndiaye o la ghanesa Ama Darko, son ejemplos de una iteratura sugerente que expicita nuevas narrativas sobre la situación de a mujeres y sus reaciones con e entoo sociopoítico. En relación con el fminismo y/o movimiento fmini sta, muchas artistas aricanas se han implicado en su conceptuaización y debate. En un artícuo de a crítica Irene Assiba d Ameida (Miampika, LW., 2002) pubi cado en la revista Notre Libirie, se reaiza una interesante distinción entre «comportarse como fmini sta» y «declararse fminista», ya que as inteectuaes aricanas reconocen y deenden e importante pape de as mujeres en mútipes cetas, pero rechazan e fminismo como refrencia ideoógica ya que lo ubican en el contexto histórico y económico europeo que es, en muchas ocasiones, conictivo con a reaidad aicana 7 • Como se ha visto a o argo de estas páginas, un peigro importante para el trabajo de esas fministas aricanas es a dependencia de as agencias exteas y el denominado «síndrome de asesoramiento o a consutoría». Por supuesto que as condiciones de vida de las mujeres académcas, activistas y profsionaes incentivan estas situaciones; también a corrupción de gobieos y grupos que prorzan intereses desarroistas occidentaes ente a desarroo oca y a caidad en os recursos y servici os . E conoci miento fminista, de norte y de sur, debe estar unido a a experiencia y e activismo para conseguir mejores ogros entre e trabaj o teórico y a praxi s
nire de ( 1 962) narra las relaciones de una ujer con l a servidubre en el exilio Otros autores conteporáneos s on considerados coo verdaderos ini stas por su en que del papel de las ujeres: Henri Lopes Tribaliques 1 9 7 1 ; Sur l'autre rive 992); tabién el congoleño So ny Labou Tansi con Les sept solitudes de Lorsa Lopes Miapika, LW, 2002) 7 Una de las prieras narradoras aricanas, Ainata Sow Fall (Revenant, 1 976), ha sido acusada de antieinista por no cuestionar el patricado y critic algunos postulados del einiso tradicional En todo caso, la ayor parte de estas ujeres redenen y reconceptualizan la idea del feiniso, adaptándolo a rmas que respondan a las necesidades de las ujeres africanas coo ocue con las escritoras Buchi Eecheta, Bessie Head, Calixthe Beyala, Maria B, y otras En otro sentido, la escritora Werewere Likng señala una estra tegia de subvención eenina ente a l a donación asculina y que explici ta en su nove la Tu serás de jaspe et de corail en la que expone el neologiso «isóvira» construido a partir de las palabras «isógino» y «isántropo» el iso designa a una ujer que detest a los hobres o que no encuentra un hobre adirable Mi apika, LW, 22).
1 94 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANAÍTICAS
de lo social. Esto no resulta nada cil ni en un lado, ni en el otro: en el note por el predominio de la meritocracia individualista; en el sur, por las necesidades cotidianas. A las dudas sobre cómo aprovechar el fnancia miento exteo y mantener la autonomía solo puede responderse con la práctica cotidiana, el debate continuo y la evaluación rigurosa.
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