El tabernáculo — Una breve descripción de sus componentes El tabernáculo en el desierto y las ofrendas ; John Ritchie
La asamblea ilustrada en el tabernáculo; Albert McShane
La carpeta 774 consta de dos documentos más de exposición sobre el tabernáculo La carpeta 796 presenta varias imágenes sobre el régimen levítico. El documento 511 se titula Cómo enseñar el tabernáculo . Es una guía para el evangelista.
El tabernáculo A. Rosel, Francia Ediciones Bíblicas, Peroy, Suiza
Prólogo Dios quiere habitar entre los hombres y que los hombres habiten con Él (2 Corintios 6: 16; Apocalipsis 21 :3). Inicialmente, Él habitó en medio de un pueblo terrenal, Israel, de una manera invisible, en la profunda oscuridad de un tabernáculo, el cual, sin embargo, daba un visible testimonio de su presencia a través de los objetos que contenta y de la nube que lo cubría. Más tarde, habitó en medio de ese pueblo bajo forma humana, visible, en la Persona del Hijo eterno, Jesucristo. Pero, al ser desconocido, rechazado y muerto bajo tal forma, volvió a subir a los cielos por el poder de la resurrección. Hoy habita en Espíritu en medio de un nuevo pueblo celestial, la Iglesia, bajo una forma invisible al ojo humano, pero perceptible para la fe de aquellos que constituyen ese pueblo. No obstante, el tabernáculo de otrora y los objetos que contenía constituyen, según Hebreos 8:5, “figura y sombra de las cosas celestiales”. De tal manera que, por medio
de cosas precedentemente establecidas en la tierra, nos son reveladas aquellas que ahora lo están en los cielos. Además, si bien los levitas tenían el cargo de llevar el altar y la fuente de bronce y los muebles y utensilios de los lugares santos durante las jornadas del desierto, nosotros tenemos un honor aun más grande: llevar, a través de este mundo, el testimonio de las riquezas ocultas en Aquel que fue despreciado y desechado entre los hombres y por quien no se tuvo ninguna estima (Isaías 53:3). El tabernáculo que Moisés y los hijos de Israel construyeron en el desierto por orden de Jehová era la morada de Dios en medio de su pueblo. Ningún detalle de la ejecución quedó librado a la imaginación o la apreciación del hombre. Todo fue hecho según el pensamiento de Dios, a fin de que todo correspondiese a la santidad y a la majestad de su Persona. Moisés habla sido advertido divinamente, en Éxodo 25:40, cuyo pasaje es reproducido en Hebreos 8:5: “Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”. Para facilitarnos la comprensión de ellas, un autor cristiano ha pintado una representación de las antiguas cosas visibles, ya desaparecidas desde hace mucho tiempo. Lo ha hecho sobre la base de las descripciones proporcionadas por la Biblia, plasmando las ilustraciones que contiene este folleto desplegable. El texto que las acompaña es también, parcialmente, del mimo autor. Ojalá que el gozo y la gratificación espiritual que este último disfrutó durante su trabajo sean también vuestros al aprovecharlo. Esto era muy importante, pues el tabernáculo debía ser la figura exacta de las cosas que están en los cielos. Por eso el estudio de esas imágenes del Antiguo Testamento es una preciosa enseñanza y una fuente de bendiciones para nosotros, los creyentes, gente de la casa de Dios en la tierra actualmente. Ese tabernáculo terrenal estaba formado por tres partes,: el atrio, el lugar santo y el lugar santísimo. La descripción que de ellas nos da la Escritura comienza por el arca cual trono de Dios, ubicada en el lugar santísimo; seguidamente nos presenta el lugar santo y los objetos que se hallan en él, para terminar por el atrio, con el altar del holocausto. Ése es el camino recorrido por nuestro adorable Salvador, Hijo de Dios, quien descendió de la gloria suprema y se humilló hasta la muerte y muerte de cruz, de la cual el altar de bronce es figura. Allí, en la cruz, vemos a Dios ejerciendo su justicia inexorable respecto del pecado y de los pecados que cometemos, pero al mismo tiempo le vemos como Dios salvador, lleno de gracia y amor, quien justifica por la sangre de la cruz a todo aquel que cree y recibe a Jesús como su Salvador personal. A la inversa, el camino del adorador comienza en el altar de bronce para desembocar en el lugar
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santísimo. Ése es el camino que seguiremos en nuestro estudio. Pero primeramente es preciso que entremos por la puerta en el recinto del atrio.
El atrio Éste era un vasto patio de 100 codos de largo por 50 de ancho (un codo equivale a algo menos de medio metro). En el interior se encontraba el altar del holocausto y la fuente de bronce y luego, en segundo plano, los lugares santos. El cerco que rodeaba al recinto del atrio estaba hecho con cortinas (o colgaduras) de lino fino torcido, de 5 codos de alto, suspendidas por medio de corchetes de plata y varas conexivas de plata, las cuales estaban fijadas a columnas, cada una de las cuales descansaba sobre una basa de bronce. Había 20 columnas en el costado sur. 20 en el norte, 10 al occidente y 10 al levante.
La puerta del atrio Al oriente se hallaba la puerta del atrio, formada por una cortina de 5 codos de alto y 20 de ancho. Esta cortina era de azul, púrpura, escarlata y lino fino torcido, de obra de recamador. Como las demás cortinas (o colgaduras), estaba fijada, por medio de corchetes de plata y varas vinculantes de plata, a cuatro columnas que descansaban sobre sus basas de bronce y que estaban coronadas de capiteles de plata. Todos estos detalles son muy instructivos. El oriente hace pensar en la hermosa profecía de Zacarías (Lucas 1:78-79): “Nos visitará el Sol naciente (o el Oriente), descendiendo de las alturas, para dar luz a los que están sentados en tinieblas y en sombra de muerte; para dirigir nuestros pies en el camino de la paz” (Versión Moderna). Dios quiere que todos los hombres sean salvos, lo que es sugerido por la amplitud del ancho de la puerta. Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11 :28). Y también: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9). Las cuatro columnas de la puerta y la magnifica cortina bordada con cuatro colores ¿no ponen ante nosotros los cuatro evangelios que nos hablan de la gloriosa Persona de Cristo según sus distintos caracteres: Mesías, Siervo, Hijo del hombre e Hijo de Dios? Todas esas glorias tuvieron su plena manifestación en Él, la divina Persona que vino del cielo y se humilló hasta descender al nivel del hombre.
El altar de bronce En figura, alel llamado hombre que responde del Salvador entra por la puerta. Al penetrar en el atrio ¿qué ve en primer término? El altar de bronce. Sabe entonces que una víctima santa, inocente y sin mancha fue consumida allí para que no lo fuera él mismo. Este altar estaba hecho con madera de sittim recubierta de bronce. La 3
madera de sittim (acacia) es una bellísima imagen de la verdadera humanidad del Hijo de Dios, “nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4). Esta madera estaba interior y exteriormente recubierta de bronce, figura de la justicia y santidad divinas frente al pecador y al pecado. El bronce resiste las ardientes llamas que todo lo consumen, vale decir que es una imagen de la manera en que nuestro Señor Jesús sufrió el ardor de la cólera de Dios, voluntariamente y con una entera sumisión, pero también con una determinación única y una perseverancia sin parangón. ¡Loor a Él! El altar era hueco, simplemente formado por cuatro tablas que se apoyaban en un enrejado de bronce de obra de rejilla. En los cuatro extremos de esta rejilla habla sendos anillos de bronce para introducir por ellos las varas de acacia recubiertas de bronce. El altar, pues, era asido por la rejilla al transportárselo. Ésta se encontraba oculta en el interior del altar. La leña y la víctima eran puestas encima. E1 aire podía penetrar libremente por debajo. Allí se producía todo el ardor del fuego, el que permanecía oculto a los ojos del sacerdote. En sus sufrimientos, el Señor Jesús experimentó hasta la muerte todo el ardor de la cólera de Dios. El altar era cuadrado y en sus esquinas había cuatro cuernos que salían de él. El cuerno es el símbolo del poder. Para el ojo profano del hombre puede parecer que Cristo fue crucificado en debilidad, pero, sin embargo, Él se dejó clavar en la cruz merced al poder de su amor. Como sólo hemos tratado superficialmente la enseñanza del altar de bronce, retengamos esto: desde que el pecador acude a la cruz, es salvo y está santificado; mediante la obra de la redención se encuentra ligado a todos aquellos que han pasado por el mismo camino. Las columnas del cerco —ya descritos sumariamente— estaban emplazadas sobre sendas basas de bronce. Estaban coronadas por capiteles de plata. Gracias a la obra de la cruz, el creyente se halla sobre un terreno en el cual el juicio ya pasó y su cabeza está cubierta, como lo hace pensar el capitel de plata, con el yelmo de la salvación para resistir al adversario (Efesios 6:17). Las columnas estaban separadas entre sí por una distancia de cinco codos, pero las enlazaban las varas conexivas de plata que sostenían a las cortinas o colgaduras de lino fino torcido. Esas columnas y las hermosas cortinas blancas se veían desde el exterior. De igual modo, el mundo puede reconocer a los testigos de Cristo a través de la vida santa y pura y la justicia práctica de ellos, fruto de la vida divina que les anima. “En todo tiempo sean blancos tus vestidos” (Eclesiastés 9: 8). Eso es lo que se requiere de los rescatados.
La fuente de bronce Pero, como cristianos, a menudo nos manchamos el desierto aldeatravesar este mundo. Por eso Dios nos ha dado un recurso purificador y santificador: su Palabra. Ella está prefigurada por el agua de la fuente de bronce en la cual los sacerdotes debían lavarse las manos y los pies a fin de estar limpios para servir en el santuario. La Palabra está a nuestra 4