EL SUEÑO DE LA ARGENTINA ATÓMICA
DIEGO HURTADO
EL SUEÑO DE LA ARGENTINA ATÓMICA Política, tecnología nuclear y desarrollo nacional (1945-2006)
Hurtado de Mendoza, Diego El sueño de la Argentina atómica : política, tecnología nuclear y desarollo nacional. 19452006. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Edhasa, 2014. 344 p.; 22,5x15,5 cm. ISBN 978-987-628-291-8 1. Políticas Públicas. 2. Recursos Energéticos. 3. Energía Nuclear. CDD 320.6
Diseño de tapa: Juan Balaguer y Cristina Cermeño Primera edición: abril de 2014 © Diego Hurtado, 2014 © Edhasa, 2014 Córdoba 744 2º C, Buenos Aires
[email protected] http://www.edhasa.com.ar Avda. Diagonal, Diagonal, 519-521. 08029 Barcelona E-mail:
[email protected] http://www.edhasa.com ISBN: 978-987-628-291-8 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Queda hecho el depósito que establece la ley l ey 11.723 Impreso por Arcángel Maggio-División Libros Impreso en Argentina
Índice Abreviaturas ..................................................................................... Introducción .................................................................................... Semiperiferia y tecnología ............................................................. Cultura, ideología y régimen tecnopolítico ................................... Fronteras tecnológicas universales versus fronteras locales .............
9 13 18 21 25
Capítulo 1. La energía atómica como encrucijada histórica .............. 33 Militares, industria y recursos naturales ........................................ 36 Perón, los científicos argentinos y EE. UU. .................................. 39 Los físicos entre la academia y la industria .................................... 43 La ilusión del camino corto y las primeras instituciones ................ 52 Excursus : los inicios de la energía atómica en la periferia ............... 59 Nuevo comienzo y diversificación de área atómica ........................ 62 Los primeros aceleradores de partículas ......................................... 66 Discurso hegemónico y polisemia ................................................. 69 Consecuencias de la “desperonización” del Estado ........................ 75 El primer reactor de investigación ................................................. 81 Elementos para una tecnopolítica ................................................. 86 Capítulo 2. “Desarrollismo” y proliferación nuclear.......................... 95 Reactores de investigación e industria nacional ............................. 101 La producción de electricidad en el horizonte ............................... 104 El “hecho atómico” y la seguridad interna..................................... 110 El negocio de las explosiones nucleares pacíficas ........................... 113 Relaciones internacionales y feudalismo nuclear .......................... 117 Física nuclear y ejercicios de supervivencia .................................... 122 Ezeiza y Bariloche en los años sesenta ........................................... 125
8
LOS SECRETOS DEL URANIO
Capítulo 3. Sobre electricidad y bombas periféricas .......................... 133 La primera central de potencia ...................................................... 136 Uranio natural versus uranio enriquecido ..................................... 141 La Argentina, país proliferador ..................................................... 147 Vuelve Perón, vuelve Iraolagoitía .................................................. 152 La segunda central de potencia ..................................................... 155 Balance a comienzos de los años setenta........................................ 157 La consolidación del grupo de física nuclear ................................. 160 La “explosión pacífica” de la India................................................. 163 Capítulo 4. Dictadura, desindustrialización y aceleración del plan nuclear ....................................................... 173 La CNEA y el terrorismo de Estado.............................................. 178 Los senderos del plutonio que se bifurcan ..................................... 182 Presiones internacionales y reacciones locales ................................ 187 Diplomacia de salón o juego de tahúres ........................................ 192 Exportación de tecnología nuclear a Perú...................................... 196 Ingreso a la big science ................................................................... 201 La tercera central de potencia ....................................................... 204 El proyecto secreto de Pilcaniyeu .................................................. 211 Las islas Malvinas y la bomba imaginaria ...................................... 219 Final senza misura ......................................................................... 226 Capítulo 5. Democracia, deuda externa y desarticulación del plan nuclear ................................................. 237 Cultura nuclear y esfera pública .................................................... 242 Atrasos, presiones y paralización de obras ..................................... 250 Inauguración del acelerador TANDAR ......................................... 256 Repositorio o basurero nuclear...................................................... 258 La colaboración nuclear con Brasil................................................ 261 “País periférico, empobrecido, endeudado y poco relevante” ......... 269 Desguace del sector nuclear .......................................................... 278 Relanzamiento y final abierto ....................................................... 287 Epílogo............................................................................................. 297 Bibliografía 1945-1958 .................................................................... 301 Agradecimientos ............................................................................... 341
Abreviaturas AAScW: American Association of Scientific Workers ABACC: Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares AECL: Atomic Energy of Canada Limited AFA: Asociación Física Argentina AFNE: Astilleros y Fabricaciones Navales del Estado AGR: Advanced Gas-Cooled Reactor ANL: Argonne National Laboratory ANSTO: Australian Nuclear Science and Technology Organization APCNEA: Asociación de Profesionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica CAB: Centro Atómico Bariloche CAC: Centro Atómico Constituyentes CAE: Centro Atómico Ezeiza CANDU: CANadian Deuterium Uranium CAREM: Central Argentina de Elementos Modulares CBPF: Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas (de Brasil) CDHPCNEA: Comisión de Derechos Humanos del Personal de CNEA CEA: Commissariat à l’Energie Atomique CEPAL: Comisión Económica para América Latina CITEFA: Centro de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas CNEA: Comisión Nacional de Energía Atómica CNEN: Comissão Nacional de Energia Nuclear (de Brasil) CNIE: Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales CNPq: Conselho Nacional de Pesquisas (de Brasil) CONACYT: Consejo Nacional de Ciencia y Técnica CONADE: Consejo Nacional de Desarrollo CONASE: Consejo Nacional de Seguridad
10
LOS SECRETOS DEL URANIO
CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONUAR: Combustibles Nucleares Argentinos COPREDAL: Comité Preparatorio para la Desnuclearización de América Latina DDG: Unidad de Demostración de Difusión Gaseosa de 20 etapas construida en las instalaciones de los Laboratorios de Villa Golf de INVAP DGFM: Dirección General de Fabricaciones Militares DINFIA: Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas DINICET: Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas DNEA: Dirección Nacional de la Energía Atómica DNIT: Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas EDC: Export Development Canada ENACE: Empresa Nuclear Argentina de Centrales Eléctricas ENREN: Ente Nacional Regulador Nuclear EPEC: Empresa Provincial de Energía de Córdoba ERE: Ensamble de Reprocesamiento EURATOM: European Atomic Energy Community FAE: Fábrica de Aleaciones Especiales FCEN: Facultad de Ciencias Exactas y Naturales FECN: Fábrica de Elementos Combustibles Nucleares FECN: Fábrica de Elementos Combustibles Nucleares HVEC: High Voltage Electrostatics Corporation IADE: Instituto Argentino de Desarrollo Económico IAEAB : International Atomic Energy Agency Bulletin IALE: Isótopos Alejados de la Línea de Estabilidad IAME: Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado IAPI: Instituto Argentino de Promoción del Intercambio IIAE: Instituto de Investigación Aeronáutica y Espacial INTA: Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria INTI: Instituto Nacional de Tecnología Industrial INVAP: Investigaciones Aplicadas IPEN: Instituto Peruano de Energía Nuclear LPR: Laboratorio de Procesos Radioquímicos MIT: Massachusetts Institute of Technology NEC: National Electrostatics Corporation NUCLEBRAS: Empresas Nucleares Brasileñas S. A. OIEA: Organismo Internacional de Energía Atómica OEA: Organización de Estados Americanos ONU: Organización de las Naciones Unidas
DIEGO HURTADO OPEP: Organización de los Países Exportadores de Petróleo PATN: Programa Autônomo de Tecnologia Nuclear (de Brasil) PEAP: Planta Experimental de Agua Pesada (originalmente PMEAP) PHWR: Pressurized Heavy Water Reactor PIA: Programa de Investigaciones Aplicadas PMEAP: Planta Modelo Experimental de Agua Pesada RAEP: Reactor Argentino de Experimentación y Producción RP1: Planta de Reprocesamiento 1 SATI: Servicio de Asistencia Técnica a la Industria SECyT: Secretaría de Ciencia y Tecnología SEGBA: Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires SIDE: Servicio de Inteligencia del Estado SIPRI: Stockholm International Peace Research Institute TNP: Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares UBA: Universidad de Buenos Aires UIA: Unión Industrial Argentina UNLP: Universidad Nacional de La Plata UNT: Universidad Nacional de Tucumán US AEC: United States Atomic Energy Commission YPF: Yacimientos Petrolíferos Fiscales
11
Introducción La historia de la energía nuclear en la Argentina es un caso paradigmático de desarrollo de una tecnología capital-intensiva en contexto de país periférico con cierta capacidad industrial. Se trata de un proceso que comenzó en la mitad del siglo veinte y que no naufragó en los remolinos de algún golpe militar o crisis económica, como fue el caso de otros emprendimientos tecnológicos locales. Por el contrario, a pesar de las tenaces presiones internacionales y los períodos de proverbial inestabilidad social y política, el desarrollo de tecnología nuclear presenta una trayectoria lo suficientemente nítida como para merecer la categoría de excepción. Muchas de las incertidumbres que plantea para los países de la región la construcción de capacidades políticas, institucionales y organizacionales para impulsar desarrollos tecnológicos con cierto grado de autonomía, capaces de articular con otros ámbitos de la vida social y de hacer aportes irreversibles a la transformación –desprimarización y destransnacionalización– de la matriz económica, tienen un lugar protagónico en esta historia de más de medio siglo: (i) El papel central del Estado –desde 1955 fragmentado por varias décadas– en el impulso de una estrategia de institucionalización que contempló la formación de recursos humanos, el desarrollo de tecnologías –algunas “sensibles”– y la construcción de encadenamientos tecnológicos y de vínculos con otros ámbitos del sector público –como energía, salud, agro o educación superior–, la conformación de una “industria nuclear nacional” y la exportación de tecnología a países de la periferia. 1 (ii) La presencia de componentes geopolíticos y geoeconómicos que justificaron las ambiciones de “autonomía tecnológica”, la búsqueda del liderazgo nuclear en América Latina, al igual que
14
LOS SECRETOS DEL URANIO
Brasil –su “rival” regional hasta la década de 1980–, y como respuesta proporcional a la magnitud de estas “pretensiones”, las crecientes presiones políticas y comerciales –formales e informales– de los países proveedores de tecnología nuclear. (iii) La relativa consolidación sistémica de una tecnología capital-intensiva, relevante para los países centrales, en condiciones de debilidad económico-financiera y en un campo de las fuerzas sociopolíticas de insólita inestabilidad, proceso que amplificó debilidades estructurales –como la inevitable funcionalidad del desarrollo nuclear a la llamada “patria contratista” a partir de los años setenta–, pero que también hizo posible la materialización de objetivos que iban a contracorriente de las potencialidades tecnológicas asignadas a la periferia por las economías centrales. La “pretensión” de algunos países periféricos de desarrollar capacidades autónomas en el área nuclear es un tema de intensa, ambigua y permanente conflictividad. En el imaginario político de algunos países relegados por el orden mundial al rol de productores de bienes primarios, la energía nuclear a fines de la década de 1940 fue interpretada como una segunda oportunidad. Países como India, Brasil, Pakistán, Sudáfrica o la Argentina, entre otros, con la mirada puesta en los programas nucleares de los países avanzados, apostaron a construir las condiciones de posibilidad políticas e institucionales que les permitieran abrirse paso hacia la nueva y promisoria fuente de energía. En el caso de la Argentina, la trayectoria del desarrollo nuclear presenta algunas características específicas: (i) Las actividades de investigación y desarrollo, así como los procesos de evaluación y compra de tecnología, tuvieron como epicentro una única institución, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA); la diversificación, expansión y enraizamiento del área nuclear, si bien fue incorporando muchos otros actores relevantes –públicos y privados, nacionales y extranjeros–, hasta la década de 1990 no modificó sustancialmente este rasgo inicial. (ii) En contra de lo que argumentó una caudalosa pléyade de “expertos” de países centrales –especialmente norteamerica-
DIEGO HURTADO
nos– desde la diplomacia, la academia y la prensa, el desarrollo nuclear argentino a lo largo de su trayectoria mantuvo una orientación pacífica; en todo caso, cuando esta posición parecía contradecir los objetivos declarados –como cuando se discutía en la arena internacional los usos potenciales de las llamadas “explosiones nucleares pacíficas” durante la década de 1960–, la diplomacia argentina defendió la igualdad de derecho de los estados en el acceso a los beneficios económicos de la energía nuclear. (iii) No existieron presiones de un sector industrial en expansión que reclamara energía eléctrica al sector nuclear, como podría observarse en los casos de Brasil o España; por el contrario, desde los años sesenta uno de los objetivos del sector nuclear argentino fue promover la conformación de una industria nuclear nacional con hábitos que tendieran al ideal schumpeteriano, capaz de modificar una cultura empresarial dominante reactiva a las inversiones de riesgo, con hábitos rentísticos y, en el caso de las grandes empresas, predatorios hacia el sector público. (iv) Durante la última dictadura (1976-1983), en un contexto de cambio de régimen de acumulación –de un patrón de industrialización sustitutiva a uno de apertura, desregulación y valorización financiera–, el desarrollo nuclear pasó a ser funcional a los intereses de grupos económicos concentrados a través de, básicamente, contrataciones para grandes proyectos de obras públicas; como correlato, el personal de la CNEA padeció las prácticas de disciplinamiento y terrorismo de estado. (v) A pesar de las predicciones ominosas acerca de posibles escaladas nucleares en la región que, desde los países centrales, repitieron muchos “expertos” en tecnología nuclear y relaciones internacionales, desde la década de 1980 la Argentina y Brasil iniciaron un proceso de construcción de ámbitos de colaboración en el área nuclear con características inéditas. (vi) Desde la segunda mitad de la década de 1980, en pleno proceso de recuperación democrática de las instituciones, en un contexto de crisis de la deuda externa, creciente inflación, paralización de obras y a contracorriente de las presiones de los países
15
16
LOS SECRETOS DEL URANIO
exportadores de tecnología nuclear, el sector nuclear fue capaz de iniciar una serie de exportaciones de tecnología a otros países de la periferia. Gran parte de la literatura que circula sobre los programas nucleares de países en desarrollo se vincula a sus proyectos de bombas atómicas reales, potenciales, fallidas o imaginarias. En este sentido, el “miedo” a la proliferación de bombas nucleares periféricas que obsesionó a los países exportadores de tecnología nuclear –los verdaderos dueños de los arsenales nucleares– fue una de las construcciones políticas más eficaces para proteger sus intereses comerciales. Acompañada y potenciada por la prensa y por sectores prestigiosos de las ciencias sociales anglosajonas, casi un género en sí mismo, esta producción ingente sobre las bombas atómicas periféricas se dedicó durante décadas a la extraña ciencia del “cálculo” de las intenciones ocultas de los países pobres que, con magros presupuestos, osaban aspirar al dominio de algunas líneas de tecnología nuclear. La prepotencia política y discursiva que los países exportadores de tecnología nuclear dedicaron al objetivo de elaborar y difundir una representación de la Argentina como país proliferador interviene en esta historia como influencia relevante, tanto en la construcción ideológica y discursiva –en algún punto contraideológica y contradiscursiva– elaborada por los actores locales más visibles –tecnólogos, científicos, funcionarios, diplomáticos argentinos– como en los procesos de toma de decisiones, ya sea para mostrar evidencias (o dar señales) de la orientación pacífica del desarrollo nuclear argentino, para confrontar con marcos regulatorios discriminatorios, evaluaciones incorrectas (a veces malintencionadas) o decisiones unilaterales perjudiciales para los objetivos locales. A comienzos de los años setenta, el programa nuclear argentino aparece, detrás de la India, como el segundo más avanzado de la periferia. Ahora bien, si en algún momento se hubiera aceptado que la Argentina no estaba detrás de un artefacto atómico, ¿a quién podría entonces interesarle el desarrollo nuclear de este país, cuya escala era varios órdenes de magnitud menor que los programas nucleares de los países avanzados? La pregunta es imprecisa porque supone un legítimo interés por conocer. El interés que la diplomacia, la academia y la prensa norteamericana –y en menor medida el de algunas potencias europeas– dedicaron al desarrollo nuclear argenti-
DIEGO HURTADO
17
no no parece tener el propósito de describirlo, explicarlo o comprenderlo, sino que se inserta en un contexto “cognitivo” donde aparece naturalizado que el buen análisis del desarrollo nuclear de un país de la periferia significa comprender de qué manera este país puede llegar a desestabilizar el sistema global, esto es, comprender si es capaz de alterar una estructura de mercado oligopólica estrictamente regulada por organismos internacionales para que lo continúe siendo y de qué manera esta alteración puede ser neutralizada. Después de todo, este es un rasgo primario del capitalismo. Aquello que es peligroso por su poder de control transformador –constructivo o destructivo– es exactamente lo que la lógica de mercado define como costoso y codiciado, justamente por su capacidad de control transformador. Esto es la tecnología. Producir energía, industrializarse, incorporar valor agregado significa también volverse peligroso en el mercado y en la política, que son los territorios donde se juegan las relaciones de poder. Este es el sentido de la naturaleza “dual” de la tecnología. En contraste con el enfoque de “las malas intenciones ocultas”, este libro propone analizar la historia de la energía nuclear en la Argentina desde la perspectiva de una historia política y tecnológica “descentrada” de los valores e intereses de los países exportadores de tecnología nuclear. Con este objetivo, los capítulos siguientes intentan mostrar: (i) La forma en que interaccionaron la dinámica política e institucional, la elaboración de objetivos y los procesos de toma de decisiones locales con las iniciativas de coerción explicitadas parcialmente en un tipo de discurso dominante –en la diplomacia, la academia y la prensa– que se propuso naturalizar la opacidad y la sospecha alrededor de las supuestas intenciones ocultas de la Argentina. (ii) Como corolario de (i), la especificidad de los procesos que derivaron en la relativa consolidación sistémica de una política nuclear, un entorno institucional y una cultura nuclear que hicieron posible la conformación de lo que vamos a llamar una frontera tecnológica local capaz de legitimar objetivos cognitivos, políticos y comerciales.
18
LOS SECRETOS DEL URANIO
Por lo dicho, asumiremos en esta historia el papel primario que desempeñan las instituciones, entendidas como organizaciones gobernadas por reglas y prácticas –formales e informales– y por el modo en que se vinculan con otras organizaciones y con la sociedad, como espacios de construcción cultural y como portadoras de ideas, ideologías y modos de acción. Especialmente pertinente –aunque, como veremos, problemática– para un país no central es la afirmación que está en la base de la concepción de las instituciones que presenta North: “La función principal de las instituciones en la sociedad es reducir la incertidumbre estableciendo una estructura estable (pero no necesariamente eficiente) de la interacción humana”.2 Compatible con este enfoque, una buena síntesis de la perspectiva que asumimos es la que presenta Katz al referirse al papel de las instituciones en el crecimiento económico: Las instituciones son “portadoras de historia” […] y van dando forma y contenido a una vasta “cultura” organizacional y productiva que permea a la sociedad. Tal cultura, que incluye saberes tecnológicos, capacidades de gestión empresarial, hábitos de comportamiento laboral, normas éticas, constituye un “capital social” de gran importancia que condiciona y es, a su vez, condicionado por la “capacidad social de absorción de nuevos conocimientos tecnológicos”.3
Semiperiferia y tecnología Impulsado inicialmente por un proyecto político de industrialización, vinculado a símbolos de modernización y progreso, el desarrollo de tecnología nuclear en la Argentina presenta rasgos que hacen posible evaluarlo como la evolución –crecimiento, diversificación y enraizamiento– de una trayectoria sectorial en un contexto de país semiperiférico que fue capaz de configurar lo que podríamos llamar un entorno sistémico, entendido como una trama organizacional e institucional con capacidad de desarrollar tecnologías capital-intensivas que, luego de varias décadas, demostraron ser “competitivas” en los mercados oligopólicos conformados tempranamente por un grupo de países avanzados. Entre las consecuencias de esta trayectoria
DIEGO HURTADO
19
figura también la capacidad de extender algunos de sus componentes ideológicos, su orientación programática y las competencias adquiridas hacia otros sectores. Las nuevas industrias, sostienen Chase-Dunn y Reifer, “son importantes como plataforma para el ascenso hegemónico porque producen enormes beneficios indirectos para las economías nacionales en las cuales emergen […] y porque generan ‘rentas tecnológicas’”,4 es decir, grandes beneficios por disponer del monopolio sobre las tecnologías que están en la base de estas nuevas industrias.Desde esta perspectiva, las tecnologías pueden entenderse como causas primarias del surgimiento y prolongación de los ciclos de hegemonía económica y militar en el sistema mundial moderno. Como nueva industria que surge al final de la Segunda Guerra Mundial, la energía nuclear acompaña la redistribución de poder en el sistema mundial que hizo posible la consolidación del primer ciclo de hegemonía de los Estados Unidos. Por otra parte, la Argentina pertenece a la categoría de países que Wallerstein define como semiperiferia: “Es la condición normal del sistema mundial tener una estructura de tres capas”, de lo contrario el sistema se desintegraría, dado que sería “mucho menos estable políticamente , pues esto significaría un sistema mundial polarizado”. Y agrega: “La existencia de una tercera categoría significa precisamente que el estrato superior no se enfrenta con la oposición unificada de todos los demás, dado que el estrato medio es explotado y explotador”.5 Mientras que para la mayoría de los países de la periferia el capital extranjero se involucra en los sectores primarios con capacidad de exportación, explica Evans, por el contrario, en los países semiperiféricos la inversión extranjera se concentra en áreas dinámicas de la industria. Siguiendo a Wallerstein, Evans asoció la noción de semiperiferia a países de la periferia con capacidad industrial impulsada por –e integrada a– procesos de desarrollo dependiente , caracterizados por la presencia dominante de capitales transnacionales en los sectores más dinámicos de la industria y por una demanda de bienes de consumo durables que coevoluciona con el aumento de la desigualdad.6 Como consecuencia, sostiene Evans: “La posición distintiva de la semiperiferia en la economía internacional hace que el curso del desarrollo dependiente en estos países sea crítico para el futuro del imperialismo”.7
20
LOS SECRETOS DEL URANIO
Por un lado, un corolario de esta afirmación es que son justamente los países de la semiperiferia los que se presentan como mercados de tecnología codiciados por los países avanzados, ya sea a través de ventas “llave en mano”, pago de regalías o asistencia técnica. Como señala a fines de los años sesenta Furtado refiriéndose a las inversiones extranjeras directas en el sector industrial, que en su mayor parte se volcaron sobre la Argentina, Brasil y México: “Entre 1955 y 1968, las ganancias de las subsidiarias de empresas norteamericanas en América Latina por derechos de patentes y asistencia técnica representaron el 56% de las ganancias remitidas a sus casas matrices”.8 Por otro lado, son los países semiperiféricos los que aspiran a desarrollar y exportar tecnología a otros países de la periferia como modo, no solo de evitar el deslizamiento hacia la periferia, sino también de mejorar su influencia y su estatus en el subsistema regional. Para Hall y Chase-Dunn, esta actitud busca transformar la lógica de desarrollo, es decir, desafiar las reglas de juego que intentan imponer los países centrales.9 Por esta razón, en su intento de avanzar sobre el desarrollo de tecnologías que le posibiliten el acceso a mercados que están en el foco de interés de los países centrales, los países semiperiféricos suelen ser objeto de las estrategias de obstaculización o bloqueo. Poner en riesgo los intereses de los países centrales suele ser conceptualizado por la “lógica” hegemónica como una alteración del “equilibrio”, de la “estabilidad”, es decir, del balance de poder –militar y/o comercial– del sistema mundial. Los desarrollos nucleares de países como la Argentina, Brasil, India, Pakistán o Sudáfrica parecen adecuarse a esta caracterización. Otro corolario evidente es que los procesos de desarrollo tecnológico en contextos semiperiféricos deben entenderse desde perspectivas diferentes a aquellas que propone el enfoque de los “sistemas nacionales de innovación”, caracterización que requiere de entornos institucionales robustos que favorecen, protegen, subsidian o regulan tanto los “sectores estratégicos” como los procesos de competencia schumpeteriana, en los cuales los factores disruptivos exógenos –filiales de empresas transnacionales que responden a los intereses de sus casas matrices, coerción diplomática, etc.– no son decisivos en la evolución de la trayectoria del sistema. El propio Lundvall, uno de los forjadores del concepto de sistema nacional de innovación, reconoce: “Otra debilidad del enfoque de los sistemas de innovación radica en que hasta el momento no se ha ocupado de las cuestiones de
DIEGO HURTADO
21
poder en relación con el desarrollo [...] Los privilegios de clase y la situación poscolonial pueden bloquear las posibilidades de aprendizaje; asimismo, competencias ya existentes podrían ser destruidas por motivos políticos vinculados con la distribución mundial de poder”.10
Cultura, ideología y régimen tecnopolítico En este libro nos interesa presentar la historia del desarrollo nuclear en la Argentina como un proceso de conformación de lo que vamos a caracterizar como una cultura nuclear –cultura organizacional, material, discursiva y simbólica– para aludir a la conformación de una comunidad de investigación y desarrollo que creció y se diversificó alrededor del proyecto de construcción de un sistema tecnológico –entendido como red de artefactos, organizaciones, conocimientos, recursos naturales y regulaciones que operan de manera coordinada para alcanzar una serie de objetivos materiales–,11 alrededor del cual se configuraron códigos de identidad, valores, creencias y modos de acción que hicieron posible la conformación de un entorno institucional que alcanzó rasgos sistémicos y que, desde sus inicios, buscó impulsar mecanismos de enraizamiento en otros sectores del Estado y de la sociedad. Inicialmente concentrada en una institución, la expansión del sistema tecnológico nuclear también significó la diversificación de la cultura nuclear hacia otros sectores de la actividad social, como la academia, la industria o la diplomacia. Si bien parece obvio, aclaremos que la comprehensiva noción de cultura nuclear alude estrictamente a una subcultura, que también supone que a los anteriores atributos demarcatorios deben agregarse la capacidad de resolución de conflictos “internos” y prácticas propias de reproducción y legitimación. Incluso, dado que el núcleo articulador de esta subcultura es un sistema tecnológico –alrededor del cual crecerá un sector de la economía–, para dar cuenta de su cohesión y expansión no es uno de los rasgos menores su capacidad de producir actores que teorizaron, con influencia a escala nacional y regional, sobre el problema de las políticas tecnológicas para América Latina. Ahora bien, el proceso de conformación y diversificación de esta cultura nuclear no es comprensible si no se considera el sentido político asignado a
22
LOS SECRETOS DEL URANIO
los objetivos tecnológicos. Hecht habla de tecnopolítica para caracterizar “la práctica estratégica de diseñar o usar la tecnología para constituir, encarnar o impulsar objetivos políticos”.12 ¿Por qué hablar de tecnopolítica en lugar de referirnos lisa y llanamente a política tecnológica? Digamos que el concepto de tecnopolítica intenta enfatizar: (i) la realidad material de las tecnologías como componentes de procesos políticos o como vehículos de objetivos políticos;13 (ii) las competencias del tecnólogo, su compromiso en procesos de diseño y desarrollo, o de compra y adaptación de artefactos, como forma de participación política. Podría decirse que la evolución de los procesos políticos de toma de decisiones y la efectividad de los resultados tecnológicos involucrados son la manifestación más visible de una tecnopolítica, como entidad no cristalizada, sino maleable y dinámica, fuertemente dependiente del sendero y, por lo tanto, desde su caracterización metodológica, historizable. Por ejemplo, la decisión de adquirir, a fines de los años sesenta, un reactor de potencia de uranio natural con el propósito de utilizar el uranio argentino y minimizar la dependencia de Estados Unidos –entonces el único proveedor de uranio enriquecido– no es comprensible sin la puesta a prueba de la competencia de ingenieros, tecnólogos y científicos que transformaron esta decisión en económica y técnicamente viable y que, en este proceso, a su vez orientaron las subsiguientes decisiones políticas, como el lugar de la energía nuclear en el sistema eléctrico nacional o la elección de la tecnología para la segunda central de potencia, estadio que al enfrentar nuevos obstáculos desencadenó debates internos, reorientó prioridades y, en definitiva, condujo a una reformulación de la tecnopolítica. El concepto de tecnopolítica remite no solo a las relaciones de poder que se constituyen y ponen en juego en las instancias de negociación y en el proceso de persecución de los objetivos tecnológicos en un contexto interno de alta inestabilidad política, sino también –y centralmente– a las que son producto del carácter semiperiférico de la Argentina en su relación determinante con el centro y también en su relación con la periferia. Es decir, el concepto de tecnopolítica se refiere no solo a las competencias para impulsar procesos de negociación, gestión y desarrollo tecnológico endógenos, sino que juegan un papel protagónico, por un lado, las capacidades para conceptualizar y negociar las importaciones de tecnología y las estrategias para asimilarlas a los objetivos locales –procesos problemáticos
DIEGO HURTADO
23
característicos de la semiperiferia– y, por otro lado, si se alcanzara el umbral, también para impulsar procesos de exportación de tecnología, en principio, a países de la periferia. De esta forma, integrando la trama densa de sentidos de la cultura nuclear, también hablaremos de componentes ideológicos, si bien se pondrá el énfasis en los aspectos que, siguiendo a Therborn, podríamos caracterizar como componentes “alter ideológicos”, entendidos como aquellos que remiten a la dimensión ideológica que enfoca las relaciones de poder y dominación. Así, la alter ideología del agente dominante es traducida como el intento de moldear a los sujetos dominados de acuerdo con la imagen que tiene de ellos, mientras que la alter ideología del sujeto dominado también involucra la percepción y la evaluación de las diferencias con el Otro, pero tiende a resistirlo más que a buscar moldearlo. “La diferencia se inscribe en la asimetría de la dominación”, explica Therborn.14 Por ejemplo, hay un componente ideológico reactivo crucial que se integra a la cultura nuclear desde la década de 1960 como respuesta a la operación ideológica promovida por los países exportadores de tecnología nuclear –principalmente por Estados Unidos– que intentaban mostrar a la Argentina como país proliferador. En definitiva, nos interesa hablar de cultura nuclear para delimitar un campo de prácticas portadoras de representaciones, componentes ideológicos y objetivos en el que intervienen múltiples sectores y tipologías de actores –científicos, ingenieros, técnicos, políticos, militares, administrativos, diplomáticos, empresarios– que asociaron el proyecto de construcción de un sistema tecnológico a componentes de política nacional, como la búsqueda de la autonomía tecnológica –entendida como la capacidad del país para alcanzar objetivos tecnológicos sin interferencias o restricciones externas–, el impulso del proceso de industrialización y el liderazgo científico-tecnológico regional, por momentos conceptualizado como parte del proyecto de integración regional, por momentos conceptualizado desde los intereses comerciales proyectados sobre la potencialidad de un mercado nuclear regional.15 Estos objetivos, ya presentes de forma nítida en el discurso de algunos actores influyentes de la cultura nuclear durante la década de 1960, pueden inscribirse en lo que Hecht caracterizó como régimen tecnopolítico . Dice esta historiadora: “Estos regímenes, basados en instituciones, consisten
24
LOS SECRETOS DEL URANIO
en vínculos entre grupos de gente, prácticas ingenieriles e industriales, artefactos tecnológicos, programas políticos e ideologías institucionales, los cuales actúan juntos para gobernar los desarrollos tecnológicos y perseguir tecnopolíticas”. Y agrega que el concepto de régimen tecnopolítico “provee una buena aproximación a la estrecha relación entre las instituciones, la gente que las dirige, los mitos e ideologías que las guían, los artefactos que producen y la tecnopolítica que persiguen”.16 Finalmente, si bien lo que llamaremos cultura nuclear y régimen tecnopolítico nuclear en la Argentina tienen como matriz de producción de sentidos dominantes una institución pública de investigación y desarrollo, se torna necesario teorizar a partir de estos conceptos en la medida en que aquellos sentidos, como ya dijimos, desbordaron este ámbito institucional y fueron asimilados, refractados y empleados como materia prima para la producción de nuevos sentidos –culturales, políticos y económicos– en otras esferas de la actividad social, como diversos espacios del sector público, empresas, universidades, grupos de militares, así como en el ámbito de las relaciones internacionales. Que durante algunos períodos del desarrollo nuclear en la Argentina se produjeran debates que iban a ser reproducidos en periódicos nacionales e internacionales, o que del ámbito nuclear surgieran referentes latinoamericanos del pensamiento sobre políticas tecnológicas, son otros indicios que permiten pensar que la influencia y persistencia de la cultura nuclear es una razón adicional para entender el sector nuclear en la Argentina como una singularidad. El tecnólogo Jorge Sabato, uno de los referentes de esta historia, afirmaba a comienzos de los años setenta: “Lo atómico ha dejado pues de ser un tema académico y de laboratorio, y se ha integrado a la trama sociopolítico-económica argentina, a la que sin duda agregará color y textura y de quien recibirá influencias beneficiosas y deformaciones perjudiciales”.17 Desde la década de 1980, no es poco común encontrar en la prensa norteamericana referencias que, al hablar de la Argentina, asumen el “conspicuo lugar del programa nuclear en la conciencia nacional”.18 Como corolario de todo lo anterior, agreguemos que sería de esperar que los distintos regímenes políticos por los que atravesó la Argentina –períodos de democracia, “semidemocracia” y dictadura– y los diferentes regímenes de acumulación –industrialización sustitutiva previa al golpe de es-
DIEGO HURTADO
25
tado de 1976 y, desde entonces hasta 2001, apertura y desregulación de la economía– hayan dejado sus marcas, tanto sobre la cultura nuclear como sobre la evolución del régimen tecnopolítico nuclear.
Fronteras tecnológicas universales versus fronteras locales Tratando de ubicarse en el marco amplio de la teoría del sistema mundial, tomando elementos de un conjunto heterogéneo de orientaciones “dependentistas”, con sorda desconfianza hacia el esteticismo rutilante y lejano de los estudios poscoloniales –aunque impregnado y deudor, seguramente, de algunos de sus giros y matices–, podríamos decir que este libro intenta articular una historia del desarrollo nuclear en la Argentina como un proceso de construcción de lo que podría pensarse como una frontera tecnoló gica local . Motiva esta noción el intento de capturar una idea sencilla aunque invisible en el área de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología: los países no centrales también tienen un devenir –de estructura tan compleja y tan rico en novedades y desafíos como el de los países avanzados– y la noción de frontera local se propone desinvisibilizar la zona de contacto con el propio devenir de país no central. Definida para el caso estudiado en este libro por los componentes ideológicos que integran la cultura nuclear –especialmente, aunque no únicamente, por los componentes de alter ideología propios de una posición semiperiférica– y por los objetivos que surgen de su adopción como principios orientadores tácitos del régimen tecnopolítico, la noción de frontera tecnológica local funciona como horizonte de posibilidades a partir del cual una tecnopolítica es considerada verosímil, esto es, políticamente significativa y materialmente viable. Por ejemplo, si se asume que la Argentina puede comenzar a exportar reactores de investigación y una regulación surgida en Estados Unidos, proveedor del uranio enriquecido para los elementos combustibles de sus reactores, transforma a la Argentina en proveedor poco confiable, un acceso alternativo a la tecnología de enriquecimiento de uranio se vuelve necesario, sea a través de la compra de tecnología –de forma abierta o en el mercado negro–, del desarrollo endógeno, o de una combinación de ambos. En este punto se redefinen algunos componentes de la frontera
26
LOS SECRETOS DEL URANIO
tecnológica local como horizonte, como un evento previo a la decisión del camino concreto a elegir. Si se evalúa como factible el desarrollo endógeno de esta tecnología y, además, se acuerda que es conveniente que debe hacerse en secreto, entonces se redefinen objetivos y se reorientan capacidades e inversiones, es decir, se resignifican aquellos aspectos del régimen tecnopolítico que deben hacer viable el desarrollo endógeno de la tecnología de enriquecimiento de uranio. Si la frontera tecnológica construida por los países centrales se presenta como universal –empresa de descubrimiento, invención, innovación, que se ubicaría en la interfase sociedad-naturaleza y que avanzaría sobre el develamiento de los secretos últimos de la realidad material y sobre la solución de los “grandes problemas de la humanidad”–, en los hechos su “valor” social y su grado de prioridad se mide principalmente en capacidades de eficacia técnica con potencialidades económicas y militares –control de los mercados, hegemonía política y acceso a los recursos naturales–, o bien, dicho con un eufemismo tomado de Pérez, por “el papel que desempeñan en el rejuvenecimiento de la economía en su conjunto”. 19 Es claro que, en este caso, universalismo y hegemonía –proyectados en la expresión “la economía en su conjunto”– actúan como conceptos simbióticos con sentidos parcialmente superpuestos.20 Como contraste, entre las fronteras tecnológicas que puede construir un país no central a partir de las determinaciones materiales que explican su lugar en el sistema mundial, están aquellas fronteras que se definen principalmente por la capacidad de la tecnología que se busca desarrollar para vehiculizar objetivos políticos capaces de incidir en el balance de las relaciones de poder –que no son, en principio, solamente económicas–, es decir, por la capacidad de dar sentido a una tecnopolítica y materializar un régimen tecnopolítico. La configuración de motivaciones y objetivos que dan sentido a un régimen tecnopolítico de un país no central –muy diferente en sus componentes y estructura a los regímenes tecnopolíticos de los países centrales– define la zona de contacto con el propio devenir y, por lo tanto, define el sentido que tiene la tecnología para un país no central, en contraposición a la noción de brecha y al objetivo de acortar la brecha , que presuponen una única frontera fijada por las agendas de los países centrales y como única opción para los países no centrales –siempre alejados de esta frontera, es decir, sin acceso a la zona de contacto con el devenir– la nece-
DIEGO HURTADO
27
sidad de seguir la huella copiando, comprando, pagando regalías y asistencia técnica. En general, el núcleo de sentido de operaciones de trasplante, recepción, copia, adaptación, asimilación o desarrollo de artefactos y procesos ya realizados en otro lugar –operaciones características de los desarrollos tecnológicos en contexto periférico– no está motivado por el logro tecnológico “universal”, por la innovación “que rejuvenece la economía en su conjunto”, por la novedad que disminuye costos, amplía mercados u hace posible armamentos más eficaces. Si continuamos con el ejemplo del acceso a una tecnología “sensible” como el enriquecimiento de uranio, su sentido no se agota en la ampliación de las competencias científico-tecnológicas que aumentarán las capacidades autónomas para la exportación de reactores de investigación, lo que no es poco. Para un país semiperiférico, desarrollar una tecnología sensible, mientras los países centrales utilizan todos los recursos de la arena internacional –regulaciones, organismos transnacionales, diplomacia formal e informal, academia, prensa– para evitar la competencia de los países de menor estatus, requiere también de la creación de condiciones de posibilidad para el fortalecimiento de las competencias técnico-burocráticas del Estado capaces de, por ejemplo, neutralizar presiones y coerciones, o de incentivar y disciplinar a las firmas locales involucradas. Mientras que, en general, en un país central la estabilidad institucional es una condición a priori para el impulso de tecnopolíticas, un corolario crucial de nuestro enfoque es que, dependiendo del grado de enraizamiento en la trama política y económica más amplia, para un país semiperiférico como la Argentina, el impulso de un régimen tecnopolítico orientado por una frontera tecnológica local puede ser vehículo de estabilidad institucional. Finalmente, si bien el acceso a una tecnología hace tiempo dominada por los países centrales es evidente que no incide sobre la frontera tecnológica universal (o hegemónica), en la medida en que un país no central alcanza sus objetivos –en nuestro ejemplo, ganar capacidad autónoma para exportar reactores de investigación– también resignifica su estatus, no importa si de manera sustancial o infinitesimal, en la configuración jerárquica del sistema mundial y del subsistema regional. Haber logrado la primera reacción en cadena en 1958 con un reactor nuclear de investigación construido en el país, aunque utilizando los
28
LOS SECRETOS DEL URANIO
planos de un modelo norteamericano, significó primariamente una autodemostración de capacidades y el primer paso para la elaboración de una estrategia; alcanzar la capacidad de enriquecer uranio a cuatro décadas del Proyecto Manhattan fue interpretado en su momento como un importante paso hacia la autonomía tecnológica, un mensaje a las presiones internacionales y el primer logro importante de una empresa de tecnología local traccionada por contratos con el sector público; la exportación de los primeros reactores de investigación en los años setenta y ochenta demostraba que un país latinoamericano podía ser un país exportador de tecnología nuclear y abría un horizonte a la potencial conformación de un mercado nuclear periférico. En los tres casos, la estabilidad relativa del entorno institucional y las capacidades de organización también son logros –probablemente los más importantes– en un contexto político-económico de alta inestabilidad. Mantener el equilibrio y aprender a caminar cuando a uno le mueven el piso es bastante más que aprender a caminar. En ninguno de estos tres ejemplos, como veremos, jugó un papel relevante el objetivo de acortar la brecha. El sentido es primero político, más que tecnológico o económico. Lo importante no es la brecha –noción que extirpa el contenido tecnológico de su trama cultural, política e institucional–, sino la configuración sistémica de capacidades con modalidades específicas de la cultura que impulsa el régimen tecnopolítico y de su enraizamiento en el propio contexto de país no central. En síntesis, mejorar el estatus de país semiperiférico en el sistema mundial y en el subsistema regional y configurar entornos institucionales estables con características sistémicas son resultados muy diferentes a acortar la brecha, que en los hechos muy probablemente se haya ensanchado. En este punto, podría argumentarse que el concepto de frontera tecnológica local es redundante. ¿Por qué no simplificar y hablar sencillamente de régimen tecnopolítico y de la agenda o los objetivos que lo orientan? Es cierto que la noción de frontera tecnológica local está definida, en parte, por los objetivos del régimen tecnopolítico que, en sus inicios, puede inspirarse en la copia o el trasplante de modelos. Sin embargo, parece claro por lo dicho que, a medida que el sistema tecnológico gana impulso –metáfora que alude a la “masa de componentes técnicos y organizacionales […] tasa de crecimiento que sugiere velocidad”, dice Hughes–, 21 el horizonte de posibilidades se resignifica a partir de la incorporación de compo-
DIEGO HURTADO
29
nentes ideológicos, simbólicos y, también, épicos. Así, creemos que esta noción de frontera local, como horizonte orientador y motivador, es crucial para lo que podríamos caracterizar como el proceso de endogeneización de las instancias de legitimación del régimen tecnopolítico, componente no menor en la medida en que también significa el desacople –por supuesto que parcial– de los objetivos tecnológicos y políticos que el mainstream –a través de, por ejemplo, la ONU, el OIEA, la OMC, el Banco Mundial, el BID, la Fundación Nobel, etc.– define como universales, prestigiosos y perentorios. Así, las fronteras tecnológicas locales legitiman objetivos tecnológicos y políticos “anatómicamente” diferentes, vinculados a procesos de industrialización tardía o a la construcción de entornos institucionales estables –por mencionar dos problemas “marco”, cruciales para la consolidación de democracias con seguridad jurídica y equidad en contextos periféricos–, procesos concebidos como problemas menos o nada perentorios, de menor rango ontológico, más vagos en su condición de cuestiones que requieren de competencias científico-tecnológicas. Un componente ideológico implícito en estas valoraciones es aceptar que “por ahí ya pasaron” los países centrales. Así, en la epopeya neoschumpeteriana de los sectores industriales líderes que guían la economía mundial, la periferia y la semiperiferia quedan relegadas a una especie de “pasado en el presente”, lugar donde no hay devenir, transformación o cambio posible.22 Desde esta perspectiva, la construcción de una frontera tecnológica local que acompañe el despliegue de un régimen tecnopolítico aparece como la condición de posibilidad para desacoplarse de esta temporalidad subsidiaria y abrir el horizonte tecnológico a las necesidades y potencialidades culturales, organizacionales, institucionales y políticas propias.23 En síntesis, este libro se propone trazar una historia política y tecnológica de la conformación y evolución de una cultura nuclear y de su entorno institucional, proceso que incluye la historización de una tecnopolítica y de una frontera tecnológica a escala de país semiperiférico, que guiaron a la vez que fueron iterativamente reconfigurados por el proceso de construcción de un régimen tecnopolítico. Este proceso presenta un período de crecimiento, diversificación y enraizamiento (1950-1982), un período de debilitamiento y desarticulación (1983-2002) y un tercer período, en curso, de recuperación (2003 en adelante), que será mencionado solamente a
30
LOS SECRETOS DEL URANIO
modo de epílogo. El libro se inicia al final de la Segunda Guerra Mundial, con la conformación en la arena internacional de un mercado nuclear y las primeras iniciativas de institucionalización del sector nuclear en la Argentina impulsadas por el gobierno de Perón. Finaliza con el intento de desguace del régimen tecnopolítico nuclear durante la década de 1990 y con la resistencia de la cultura nuclear, que hará posible la reestructuración del sector luego de la crisis de 2001 y de su relanzamiento cinco años más tarde por un gobierno que recupera los valores del primer peronismo.
Notas Las nociones de centro y periferia están definidas a partir de la antinomia que genera la división del trabajo en los papeles que desempeñan los países en la economía mundial capitalista, diferenciando según Wallerstein (1976: 463) “aquellas zonas en las cuales se concentra la producción diversificada de alta rentabilidad, tecnología avanzada y altos salarios (los países centrales) de aquellas en las cuales se concentra la producción menos diversificada de baja rentabilidad, baja tecnología y bajos salarios (los países periféricos)”. Sin embargo, veremos enseguida que para este mismo autor hay una tercera categoría de países que se sitúa entre los países centrales y los periféricos, aquellos que componen la “semiperiferia”, y que son necesarios para comprender la estabilidad del sistema mundial. 2 North (2006 [1990]: 16). 3 Katz (2000: 262). Las comillas dentro de la cita remiten a: David (1994). 4 Chase-Dunn y Reifer (2002). 5 Wallerstein (1974a: 404-405); itálicas en el original. Sobre la noción de semiperiferia, puede verse también: Wallerstein (1974b; 1976). 6 Evans (1979: 294-295). 7 Idem (1979: 33-34). 8 Furtado (1970: 204 n. 4). 9 Hall y Chase-Dunn (2006: 49). 10 Lundvall (2009: 380-381). 11 Hughes (1989: 51-52). 12 Hecht (1998: 15). 13 Idem (2001: 257). Con referencia a “la realidad material” de las tecnologías, dice Hecht (2001: 257): “La efectividad de una tecnología como objeto diseñado para cumplir propósitos materiales importa –entre muchas otras razones–, porque la efectividad material de la tecnología puede afectar su efectividad política”. Itálicas en el original. 14 Therborn (1980: 28). 15 Una discusión iluminadora sobre la noción de autonomía en América Latina desde la perspectiva de las relaciones internacionales puede verse en: Russell y Tokatlian (2003). 16 Hecht (1998: 16-17). Puede verse también: Hecht (2001: 257-259). 1
DIEGO HURTADO
31
Sabato (1973a). The New York Times (1984). 19 Pérez (2009). 20 Se asume una noción gramsciana de hegemonía que alude al poder de un estado en el ejercicio de funciones de liderazgo y gobernanza sobre un sistema de estados formalmente soberanos, donde el poder se presenta como una combinación de coerción y consentimiento. Ver, por ejemplo: Arrighi (2010 [1994]: 28-29). 21 Hughes (1989: 76). Ver también: Hughes (1983: 140). Traducimos momentum como impulso. 22 Un enfoque evolucionista sobre el papel de las tecnologías en el surgimiento de nuevos sectores industriales líderes, puede verse en: Modelski y Thompson (1996); Rennstich (2008). 23 En el límite ideal y utópico –expresado por pensadores como Oscar Varsavsky en la primera mitad de la década de los setenta a través de conceptos como “estilos tecnológicos” o “estilos de desarrollo”–, en la medida en que un “éxito” tecnológico sectorial en contexto semiperiférico pudiera reproducirse en una tecnopolítica –política tecnológica diría Varsavsky– de escala nacional (o regional) capaz de definir objetivos de largo plazo –un “proyecto nacional”–, estaríamos frente a un caso de impulso de un modelo alternativo de sociedad y al desacople del sistema mundial y del modo capitalista de producción, objetivos que se proponía Varsavsky cuando se preguntaba cómo deben ser la ciencia y la tecnología en una sociedad socialista. Sobre las nociones de “estilos tecnológicos” y “estilos de desarrollo”, puede verse: Varsavsky (1982: 137-174; 233-263). 17 18
Capítulo 1 La energía atómica como encrucijada histórica A las pocas horas de que EE. UU. arrojara la segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki –el 9 de agosto de 1945–, la primera ráfaga de proyecciones lúgubres sobre el futuro de la humanidad ya había comenzado a dejar algún espacio en los periódicos norteamericanos a un componente especulativo optimista: si se la utilizaba con sabiduría, la energía atómica también podía ser, según un periódico norteamericano de la época, “una bendición que hará posible que la raza humana pueda crear una aproximación cercana a un paraíso terrestre”.1 Esta frágil hebra de luz que se filtraba en un horizonte incierto no era una manifestación ingenua de un reflejo social de autopreservación. Por el contrario, eran los primeros indicios de una construcción ideológica que se iba a transformar en las próximas décadas en una pieza central de las proyecciones geopolíticas del gobierno norteamericano. Esta tensión dialéctica que combinaba el miedo de las sociedades industrializadas a la destrucción atómica con una incipiente esperanza en la nueva y prodigiosa fuente de energía, marcaba el comienzo simultáneo de la era atómica y la guerra fría. Al lado de la potencia destructiva de la radiación, en tensa convivencia, comenzaba a hablarse de los usos pacíficos de la energía atómica, identificándola con una nueva panacea que haría posible todo tipo de maravillas tecnológicas, como autos atómicos, soles artificiales o la cura del cáncer. Para comprender aquellos aspectos de la política nuclear de EE. UU. que impactarán sobre el desarrollo nuclear argentino –desde las presiones por afuera del espacio de las regulaciones diplomáticas formales hasta las futuras políticas de no proliferación– debe considerarse la tradición
34
LOS SECRETOS DEL URANIO
ideológica de los funcionarios norteamericanos vinculados a la política exterior de su país desde los inicios de la guerra fría. Concebida inicialmente en el contexto de la rivalidad con la Unión Soviética y de los procesos de descolonización que marcan la disolución de los imperios coloniales europeos, los contornos ideológicos de la política nuclear norteamericana están diseñados a partir de la fe en el excepcionalismo del destino nacional de EE. UU. y una concepción mítica de su pasado nacional. Estos componentes justificaron la creencia de sus elites políticas en que su país debía ser la única potencia nuclear legítima. Un efecto visible de largo plazo será la persistencia de políticas discriminatorias contra aquellos países que no eran percibidos como portadores de las virtudes norteamericanas tradicionales y, como corolario, de un comportamiento “civilizado” y, sobre todo, predecible.2 La historia de la energía nuclear en la Argentina fue tenazmente modulada por esta variable. Estados Unidos era el único país que al final de la Segunda Guerra Mundial disponía de la capacidad organizacional y tecnológica para fabricar bombas atómicas. En su empeño por asegurarse este monopolio y desalentar por todos los medios que otras naciones desarrollaran artefactos atómicos, la primera reacción de su gobierno fue prohibir cualquier forma de transferencia de conocimiento vinculado al átomo. A través de la Ley de Energía Atómica –difundida como “Ley McMahon”–, aprobada por el Congreso norteamericano en julio de 1946, la administración del presidente Harry Truman transformó en información clasificada todo el conocimiento codificado o tácito vinculado a la tecnología atómica. Esta misma legislación autorizaba la pena de muerte para aquellos que revelaran secretos atómicos a otros gobiernos. Incluso países como Gran Bretaña y Canadá, que habían colaborado activamente en el desarrollo de las primeras bombas atómicas “antinazis” durante la guerra, fueron excluidos del acceso a la información. Truman y sus consejeros pensaban que el secreto haría posible, con una alta probabilidad, la preservación del monopolio atómico por los próximos veinte años. Maddock sintetiza: “La retórica y la política de la administración Truman evocaban imágenes de pistoleros del salvaje oeste con armas en sus caderas, sosteniendo la bomba como una amenaza implícita hacia cualquier nación que osara oponerse a Estados Unidos”.3 La ley aprobada por el Congreso norteamericano clasificaba toda información relacionada con el área atómica y creaba la United States Atomic Energy
DIEGO HURTADO
35
Commission (US AEC) como agencia civil, aunque daba una capacidad de influencia significativa al sector militar. Los miembros del comité directivo de la US AEC serían designados por el propio presidente.4 En paralelo a este proceso, en octubre de 1945 había sido creada la ONU. En enero del año siguiente, bajo la dirección del Consejo de Seguridad de la ONU, se creó una Comisión de Energía Atómica a la que fue convocado Brasil, que había firmado hacía poco tiempo un acuerdo secreto con EE. UU. para proveer a este de uranio y torio. 5 El jefe de la delegación norteamericana, Bernard Baruch, intentó promover en esta comisión un proyecto –conocido como “Plan Baruch”– que era una versión que modificaba una propuesta anterior de EE. UU. conocida como “Plan Acheson-Lilienthal”. Este plan proponía crear un organismo internacional que tuviera “el control de la gestión o propiedad de todas las actividades potencialmente peligrosas a la seguridad mundial” y que una de sus principales tareas fuera “obtener y mantener información completa y cuidadosa sobre las fuentes mundiales de uranio y torio”. En la lista de “actividades peligrosas” se encontraba la prospección y procesamiento de uranio y torio, el enriquecimiento de uranio y las tecnologías vinculadas al plutonio. En la propuesta que Baruch presentó a la ONU en junio de 1946 había un importante agregado. Como garantía de la aplicación efectiva de sus decisiones, el organismo de control debería ser capaz de imponer rigurosos castigos. Puesta en vigencia esta propuesta, EE. UU. se comprometía a eliminar su arsenal atómico. Ahora bien, mientras en la ONU se debatía el Plan Baruch, el Congreso de EE. UU. sancionaba la Ley de Energía Atómica. Diseñada para prolongar en el tiempo el monopolio atómico norteamericano, esta ley hacía virtualmente imposible cualquier forma de control internacional de armas atómicas. Así, las dos iniciativas que promovía EE. UU. eran contradictorias y excluyentes. La Unión Soviética sostuvo que el objetivo de EE. UU. era montar un dispositivo para monopolizar la industria atómica y su representante Andrei Gromyko propuso a la ONU la secuencia inversa: la primera medida debía ser la eliminación de todas las armas atómicas existentes. Después de alrededor de 200 sesiones y más de dos años de debates estériles, la Comisión de Energía Atómica de la ONU fue cancelada a fines de 1949. 6 Además de estos intentos iniciales de legislar sobre esta nueva tecnología, otro aspecto significativo que acompañó, en EE. UU., el nacimiento
36
LOS SECRETOS DEL URANIO
de la era atómica fue la consolidación de la alianza entre científicos, militares y la administración federal. En paralelo a la escala de inversión de las actividades de investigación –inimaginable al comienzo de la guerra–, algunos resultados contundentes como la penicilina, el radar o la bomba atómica también sirvieron para legitimar las expectativas en la capacidad de los “expertos” para resolver problemas en momentos de crisis. Los científicos –especialmente los físicos– fueron objeto de la atención pública. Además, los gastos federales masivos durante la guerra habían hecho descender el desempleo, corroborando las predicciones de los economistas keynesianos. Los fondos públicos que EE. UU. concentró en investigación y desarrollo, que en 1940 habían sido de 97 millones de dólares, treparon a 1.600 millones en 1945 y alcanzaron los 2.100 millones en 1952. El 1° de febrero de ese mismo año, James Conant, presidente de la Universidad de Harvard y, detrás de Robert Oppenheimer, el segundo civil responsable del Proyecto Manhattan, señalaba en un discurso en el National War College que los militares norteamericanos de alto rango, “demasiado lentos en algunos casos en comprometerse con nuevas ideas desarrolladas por científicos civiles”, luego de la bomba habían encarnado algo semejante a un “fenómeno de conversión religiosa”.7
Militares, industria y recursos naturales Algunos militares y científicos argentinos vieron en esta encrucijada una oportunidad histórica. La primera reacción oficial ante las dos bombas atómicas de agosto de 1945 tuvo como protagonista al general Manuel Savio. Integrante de una generación de oficiales que consideraban que la existencia de una industria nacional integrada era necesaria para garantizar la seguridad del país, Savio sostenía a comienzos de la década de 1930 que el sector militar debía participar activamente del impulso de la industria local.8 A su vez, la consolidación de la industria estaba asociada al problema del acceso a la tecnología. Durante la década de 1940, Savio ocupó un lugar clave al frente de la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM), que había sido creada en octubre de 1941 a partir de la integración de fábricas militares pequeñas y medianas organizadas durante los años treinta. Entre sus objetivos ini-
DIEGO HURTADO
37
ciales, este organismo se propuso coordinar las iniciativas industriales y mineras de áreas de interés militar y planificar la instalación de nuevas industrias para la producción de insumos básicos y armamentos.9 Savio participó activamente en los debates desencadenados al inicio de la Segunda Guerra Mundial acerca de cuál debía ser la estrategia económica del país y el lugar de la industria local en la posguerra. “El peor aspecto de la posguerra es el caos económico”, sostenía Savio en 1942, en el auditorio de la Unión Industrial Argentina (UIA), y ponía el énfasis en la necesidad de diversificar la explotación de materias primas e intensificar la producción metalúrgica.10 El gobierno militar que llegó al poder en junio de 1943, de matriz nacionalista y antiliberal, produjo un marcado giro industrialista a partir del establecimiento de una nueva posición del Estado frente al sector industrial y de una serie de instrumentos que serían los antecedentes de las políticas industriales del peronismo. También impulsó la creación de una burocracia especializada para hacer frente a los problemas que planteaba el desarrollo industrial, como la necesidad de estudiar la cuestión de los combustibles y la energía, así como la programación de su producción y distribución. También se concretó en junio de 1944 el primer régimen de promoción de las “industrias de interés nacional”, que protegía a las actividades industriales que empleaban materias primas nacionales o eran de interés para la defensa, y se incrementó, con resultados dispares, la participación directa del Estado en sectores que servían de base para la defensa, como la producción de acero, aeroplanos, automóviles y la industria química.11 En este contexto, luego de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, un sector de las Fuerzas Armadas vio en el desarrollo del área atómica una posible solución a la dependencia de carbón y petróleo extranjero, factor percibido como rasgo central de la vulnerabilidad económica del país.12 Así, a los pocos días de las explosiones atómicas, Savio presentó, a través del Ministerio de Guerra, un decreto por el cual se proponía preservar los depósitos de minerales estratégicos para el área atómica, prohibiendo su exportación. Desde su sanción a fines de septiembre,13 la DGFM y la Universidad Nacional de Cuyo se hicieron cargo de la prospección de uranio y torio. Ahora bien, para ingresar en la era atómica hacía falta una masa crítica de científicos, ingenieros y técnicos, además de laboratorios, instru-
38
LOS SECRETOS DEL URANIO
mentos y capacidad de organización, administración y financiamiento, conjunto de capacidades que no existían en la Argentina a comienzos de los años cuarenta. El Proyecto Manhattan significó un punto de inflexión que marcó la presencia irreversible de un nuevo “estilo” de investigación y desarrollo tecnológico, más tarde bautizado como “big science ”. Organizar y financiar la expansión inédita de la investigación fue el principal desafío que EE. UU. enfrentó en la inmediata posguerra. “No tenemos una política nacional para la ciencia”, sostenía un informe dirigido al presidente de EE. UU. un mes antes de finalizar la guerra.14 La preocupación de Vannevar Bush, ingeniero del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y encargado de este informe, era capitalizar el impulso inédito que la guerra había dado a las actividades de investigación y desarrollo. Bush proponía una intervención decisiva del gobierno federal, que debería centralizar el establecimiento de prioridades y crear un organismo de financiamiento a escala nacional. La amenaza comunista y la guerra fría definían un contexto de crisis adecuado para que la movilización masiva de los recursos científicos perdurara aun después de finalizada la guerra. Durante los años de posguerra, el reconocimiento de las responsabilidades mutuas entre los gobiernos y las comunidades científicas, la creación de burocracias especializadas y la interacción creciente entre ciencia e industria abrían un horizonte de interrogantes inéditos. Este nuevo escenario ponía en discusión cuál era el significado de la autonomía reclamada por los científicos, qué vínculos debían mantener con la industria y la defensa, qué tipo de compromisos exigir a científicos e ingenieros que trabajaban con fondos públicos, en qué medida el Estado debía intervenir y con qué criterios seleccionar prioridades, cuál era el mejor camino para alcanzar desarrollos tecnológicos útiles para la economía, la sociedad y la seguridad de la nación, entre muchas otras cuestiones.15 En la Argentina, dos circunstancias contribuyeron a establecer un contexto político poco favorable para hacer confluir en el desarrollo del área atómica los recursos materiales y las capacidades científicas disponibles. Por un lado, la divergencia de intereses y objetivos de científicos, industriales y militares y, por otro, un panorama internacional complejo que incluyó presiones al gobierno argentino ayudan a explicar las primeras iniciativas fallidas en el área atómica. La primera circunstancia se vincula al golpe de Estado del 4 de junio de 1943. La intervención de algunas universidades y la posición
DIEGO HURTADO
39
neutral sostenida por la Argentina frente a la Segunda Guerra Mundial desencadenaron una respuesta de un grupo importante de intelectuales y profesores universitarios. El 15 de octubre, algunos diarios argentinos publicaron un manifiesto firmado por un grupo de 150 intelectuales y profesores universitarios. “Democracia efectiva por medio de la fiel aplicación de todas las prescripciones de la Constitución Nacional y solidaridad americana por el leal cumplimiento de los compromisos internacionales”, reclamaba el manifiesto a las autoridades militares. Todos los firmantes fueron declarados cesantes.16 Esta reacción del gobierno de facto puso en marcha un proceso de enfrentamientos que tuvo repercusiones internacionales.17 Estos episodios, sumados a la movilización popular del 17 de octubre de 1945 y a la polarización previa a las elecciones de febrero del año siguiente –con activa participación del embajador norteamericano en contra de la candidatura de Juan Perón–, pusieron de manifiesto las contradicciones entre, por una parte, los inicios de un proceso político de reivindicaciones sociales acompañado de un proyecto económico industrialista y, por otra, el componente elitista y universalista que desvinculaba los intereses de un grupo importante de científicos de la realidad social y económica locales.
Perón, los científicos argentinos y EE. UU. Durante los primeros años del gobierno de Perón se consolida una orientación planificadora de la economía. Como observa Berrotarán, las experiencias de planificación en la posguerra fueron seguidas con atención por el gobierno. La virtual planificación centralizada y la efectividad de las prescripciones keynesianas que EE. UU. heredó de la guerra indicaban cómo el Estado podía desempeñar un papel protagónico en la estabilización y el direccionamiento de una economía capitalista.18 En el caso de la Argentina, estas iniciativas fueron acompañadas por una percepción ambivalente del futuro próximo. En primer lugar, la posguerra despertaba el temor a la repetición de eventos producidos al final de la Primera Guerra Mundial, con la consecuente quiebra de las pequeñas industrias locales que habían prosperado durante la guerra. Y en segundo lugar, el optimismo que infundía una economía en crecimiento.19
40
LOS SECRETOS DEL URANIO
Esta configuración de factores instalaba en un primer plano el problema de la previsión de las fuentes de energía. A mediados de la década de 1940, el carbón mineral era la fuente de mayores reservas probadas (poco más del 45% en 1946). Le seguía en importancia la energía hidráulica, mientras que los hidrocarburos –petróleo y gas natural– estaban en un nivel equivalente al de los combustibles vegetales (no alcanzaban el 14%). Entre 1946 y 1955, la política energética del gobierno de Perón promovió exploraciones que modificaron la composición de las reservas a favor del gas y el petróleo. Se avanzó en numerosos proyectos energéticos aprobados en el Primer Plan Quinquenal y la Constitución de 1949 declaró a los yacimientos de hidrocarburos bienes nacionales. En este momento se incorporaron las primeras reservas de uranio.20 Desde los inicios de la primera presidencia de Perón, en junio de 1946, el discurso oficial ponía un énfasis creciente en las áreas de la ciencia y la técnica que pudieran incidir sobre los sectores estratégicos de la economía. A su vez, la orientación planificadora y centralizadora del gobierno de Perón se oponía frontalmente a los reclamos de libertad de investigación y autonomía de un sector de la comunidad científica representado por la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC), que presidía el fisiólogo Bernardo Houssay.21 Por su parte, los físicos reunidos en la Asociación Física Argentina (AFA), liderada por Enrique Gaviola, encontraban algunos puntos de interés en la orientación del gobierno. Por esos años, además del propio Gaviola, algunos físicos e ingenieros como Teófilo Isnardi, Ernesto Galloni o Augusto Durelli interaccionaron con empresarios y militares argumentando a favor de la necesidad de crear laboratorios industriales.22 Así, a diferencia de la orientación hacia la “investigación pura y desinteresada” del grupo que lideraba Houssay, los físicos y los ingenieros, desde una posición más bien híbrida, si bien compartieron los “valores académicos” de los científicos reunidos en la AAPC, también intentaron fundamentar y promover los vínculos entre ciencia e industria. En 1943, por ejemplo, el físico Teófilo Isnardi –profesor en la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), la Escuela Naval Militar y la Escuela Superior Técnica del Ejército– sostenía que la investigación científica en nuestro país “debe vincularse a la actividad técnico-económica”. Para Isnardi, los científicos en las universidades debían
DIEGO HURTADO
41
preocuparse por problemas como los “del petróleo, de los caminos, de las construcciones con un mínimo de material y por lo tanto de costo, de las obras hidráulicas, de la fabricación de aviones, aceros, etc., etc.”. 23 Dos años más tarde, el ingeniero Ernesto Galloni –especializado en rayos X y cristalografía, también profesor en la UBA, la Escuela Superior Técnica del Ejército y la Escuela Naval Militar–, secretario de la AFA e integrante del comité de redacción de la revista Ciencia e Investigación que editaba la AAPC, sostenía que “nuestra industria, salvo excepciones, no crea ni sostiene laboratorios, porque no confía en ellos”. Para Galloni, “nuestras universidades no progresan porque viven alejadas de la industria y carecen de su apoyo económico”.24 Si bien las tensiones políticas iban a jugar un papel en el bloqueo de los vínculos entre física e industria, la institución que se iba a crear para el área nuclear, y no las universidades, iba a ser el lugar en donde se iba a desarrollar la física experimental en la Argentina. También interfirió en la integración del desarrollo científico a los planes del gobierno la conflictiva relación entre la Argentina y EE. UU. Los inicios de la era atómica encontraron a la Argentina en una posición de tenso aislamiento en el concierto interamericano, al punto de que estuvo cerca de perder su membrecía en la recién creada ONU. La política de coacción frontal que desplegó EE. UU. hasta 1947 puede ser ilustrada con el llamado Blue Book on Argentina , publicado por el Departamento de Estado de EE. UU. poco antes de la elección presidencial que tuvo lugar en la Argentina en febrero de 1946.25 Concebido como un intento de represalia a la oveja negra del panamericanismo, el propósito de El Libro Azul era presentar supuestas evidencias de que, durante la guerra, el grupo de oficiales encabezados por Perón había trabajado activamente a favor del Eje.26 Esta iniciativa formaba parte de una operación más amplia y persistente de descrédito que fue acompañada por algunos diarios norteamericanos y por entidades como la American Association of Scientific Workers (AAScW), que acusaban a los profesores universitarios del peronismo de “simpatizantes nacionalistas, nazis, fascistas y falangistas”.27 Cuando la crisis económica argentina alcanzó su punto de mayor gravedad en los años 1951 y 1952, el gobierno de Perón buscó mejorar las relaciones con EE. UU. Sin embargo, aun aquellos sectores del gobierno norteamericano que veían en la industrialización argentina una oportunidad para desplazar los intereses británicos, explica Rapoport, encontraban
42
LOS SECRETOS DEL URANIO
un serio obstáculo en el estatismo, el bilateralismo, el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), la no incorporación al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, las restricciones para la movilización de capitales norteamericanos, la Tercera Posición en las relaciones diplomáticas, todas iniciativas del gobierno de Perón que “contradecían la política de ‘puertas abiertas’ impulsada mundialmente por los Estados Unidos”.28 Este contexto explica el interés y la inquietud que despertaban en sectores del gobierno norteamericano los intentos incipientes de la Argentina por embarcarse en el desarrollo de la energía atómica. “Preliminary Investigation Concerning Potentiality of the Development of Atomic Energy in Argentina” es el título de un documento que formaba parte de una investigación secreta promovida por la embajada de EE. UU. en la Argentina. En el marco de estas investigaciones, el químico argentino Venancio Deulofeu –que sería nombrado presidente de la AAPC en 1949– respondió un cuestionario que le fue presentado “a través de un contacto externo de la Embajada”.29 Ante la pregunta de si algún científico importante estaba en posición de servir al gobierno en el campo de la energía atómica, Deulofeu mencionó a Félix Cernuschi, Enrique Gaviola y Guido Beck. Cernuschi era un científico uruguayo, que había estudiado ingeniería en la UBA, se había doctorado en astrofísica en la Universidad de Cambridge y había abandonado el país al haber quedado cesante en la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), luego del golpe de junio de 1943. Deulofeu aclaraba que Cernuschi en ese momento estaba en EE. UU. y se encontraba en un gran lío con el gobierno. Ahora bien, mientras que Deulofeu afirmaba que Gaviola no había publicado gran cosa en los últimos años, agregaba: “También debo mencionar al doctor Guido Beck (refugiado alemán), quien tiene experiencia en la manipulación de materiales radiactivos y en el estudio de sus radiaciones y transformaciones”. Beck era austríaco –no alemán– y su perfil científico era el de un físico teórico. Antes de la guerra se había desempeñado como asistente de Werner Heisenberg y había llegado a la Argentina en mayo de 1943. 30 Los comentarios de Deulofeu, como veremos, iban a perjudicar a Beck y a ser utilizados contra el gobierno de Perón.
DIEGO HURTADO
43
Los físicos entre la academia y la industria La reacción de la pequeña comunidad argentina de físicos a la irrupción de la cuestión atómica fue canalizada a través de la AFA. La AFA había sido formalmente creada en agosto de 1944 y Gaviola –doctorado en Göttingen, desde 1940 director del Observatorio Astronómico de Córdoba– era su primer presidente. Cuenta Gaviola: “De los 26 concurrentes a la Asamblea no menos de 14 eran estudiantes”.31 Desde comienzos de la década de 1930, con poco sentido de la diplomacia, Gaviola promovía en notas periodísticas y folletos el mejoramiento de las condiciones para la práctica de la investigación en las universidades. Durante la década siguiente, preocupado por el escaso número de físicos que había en el país, Gaviola buscó interlocutores –especialmente entre militares y empresarios– que pudieran interesarse en el impulso de la física experimental. También consideró que había que atraer científicos extranjeros de primera línea.32 Uno de sus principales logros en esta dirección había sido la obtención de la residencia permanente de Beck. Ante la noticia de las primeras explosiones atómicas y la creciente difusión de una retórica que promovía la energía atómica como una nueva panacea, Gaviola y Beck vieron en el desarrollo nuclear una oportunidad para impulsar la creación de una institución dedicada a la física experimental. En una reunión de la AFA, en abril de 1946, Gaviola presentó una comunicación donde especulaba sobre los aspectos científicos y tecnológicos de las reacciones en cadena, la física de reactores, la producción de plutonio. También propuso un hipotético diseño experimental de bomba atómica. Gaviola sostenía que se había terminado la era de “la ciencia libre internacional” y que había comenzado otra, “la de la ciencia nacional al servicio de la guerra”. Y agregaba: “Todo lo que se haga por mitigar este mal será beneficioso para la ciencia”.33 El agradecimiento final de Gaviola a Beck sugiere la colaboración del físico austríaco en la comunicación. En junio, Gaviola envió un memorándum a los ministros de Guerra y de la Armada, que también hizo público. 34 Allí Gaviola sostenía que la Argentina atravesaba una encrucijada inmejorable para atraer científicos europeos de primera línea. Muchos de ellos estaban experimentando la opresión de la inseguridad económica y la censura que atravesaba la Europa de posguerra. Gaviola urgía a los militares a tomar partido en esta oportunidad
44
LOS SECRETOS DEL URANIO
única para el país: “Una coyuntura tan favorable como la presente, para convertir a la Argentina en un país civilizado y culto, puede no volver a presentarse en los próximos cien años”. Como contraste Gaviola evaluaba el magro escenario científico local: “El número de físicos y químicos capaces de investigar con provecho es actualmente en el país seguramente inferior a veinte. Ninguno de ellos ha revelado ser –hasta ahora– de primera línea”. Y agregaba: “Si tuviéramos mil –y entre ellos tres o cuatro de primera línea– la industria podría abrir laboratorios industriales, las universidades podrían tener profesores que supiesen enseñar a investigar investigando [...] y podríamos construir institutos tecnológicos. Pero tenemos veinte”. La propuesta concreta de Gaviola era crear una “Comisión Nacional de Investigaciones”, independiente de la esfera militar. Su propuesta, sostenía, también sería útil para atraer a algunos de los científicos argentinos que habían sido separados de sus cargos en las universidades y minimizar de esta forma el impacto de la conflictiva relación de la comunidad científica con el gobierno.35 Aquel mismo año, Gaviola se enteró de que estaba por ser creado un “Instituto Radiotécnico” a través de un acuerdo entre el Ministerio de Marina y la UBA. Junto con el matemático Alberto González Domínguez, Gaviola fue convocado por el jefe de Comunicaciones Navales, quien le hizo saber que buscaban un premio Nobel para integrar el plantel de profesores del nuevo instituto. Beck y Gaviola escribieron a Heisenberg. Cuenta Gaviola que Beck recibió respuesta en noviembre. Heisenberg via jaría a Buenos Aires por un corto período si podía obtener de las fuerzas de ocupación británicas el permiso para dejar Alemania. Las negociaciones no prosperaron. A fines de febrero de 1947 circuló que las autoridades británicas habían negado a Heisenberg el permiso. La solicitud, sostenía The New York Times , “no podría ser otorgada ‘por obvias razones’”. 36 Desde el Ministerio de Marina argentino se le comunicó a Gaviola que había habido un cambio de planes, que el nuevo instituto sería un laboratorio de técnica aplicada y no un centro de investigación científica.37 En una carta al jefe del Estado Mayor General de la Armada, con fecha del 11 de marzo, Gaviola reconocía que el fracaso de las negociaciones se debía a la interferencia de las autoridades de ocupación británicas. Sin embargo, Gaviola increpaba a la Armada por no haber mostrado interés y no hacer honor a los compromisos asumidos: “¿Es que la Argentina sigue siendo
DIEGO HURTADO
45
‘Dominio Honorario’ inglés como en los tiempos de la Conferencia de Otawa?”. Gaviola describía con sarcasmo la formación técnica recibida por los oficiales argentinos: “La base científica de un joven oficial ni es ancha ni es sólida: es elemental […] el resultado es un curandero técnico”. Gaviola terminaba su carta aludiendo a “los compromisos materiales y morales” contraídos con Heisenberg. Si estos no se cumplían, “el prestigio internacional del país en el mundo científico y técnico sufriría grandemente”.38 Comprender el lugar de Heisenberg en Alemania puede ayudar a evaluar el enojo de Gaviola. Un informe de 1947 realizado por dos matemáticos que habían migrado a Estados Unidos luego del ascenso del nazismo explicaba que la Universidad de Göttingen era el lugar más destacado de Alemania y que, si la ciencia europea iba a ser reconstruida, entonces esta universidad tenía “una buena chance de transformarse nuevamente en uno de los grandes centros científicos internacionales”. El informe también sostenía que Göttingen, después de la guerra, “era un refugio favorito para los científicos”, y aclaraba que allí, además de Otto Hahn, Max von Laue y Carl von Weizsäcker, también se encontraba Heisenberg, que era “por lejos el centro más importante y vital de actividad”. Desde la perspectiva norteamericana, lo que era “más específicamente interesante” eran los trabajos de Heisenberg sobre turbulencia.39 Este informe sugiere dos debilidades en la posición de Gaviola. La primera, que Heisenberg aparecía muy comprometido con la reconstrucción de las actividades de física en su país y que, por lo tanto, la aceptación de Heisenberg no significaba una aceptación para viajar a la Argentina por un período prolongado. La segunda debilidad de la posición de Gaviola que se infiere del informe viene dada por el marcado interés de Gran Bretaña y EE. UU. en la figura de Heisenberg. Este interés, fundado tanto en motivos científicos como políticos, hace pensar que las gestiones diplomáticas desde la Argentina habrían tenido escasos resultados. En paralelo con el “affair Heisenberg”, en agosto de 1946, Gaviola había logrado captar la atención del general Savio, con quien había mantenido dos extensas reuniones en Fabricaciones Militares. El físico argumentó a favor de crear una Comisión Nacional de Investigaciones. Este proyecto, entre sus requisitos, ponía énfasis en la naturaleza civil de la institución y en la necesidad de garantizar “libertad científica”. Para su sorpresa, encontró que Savio “tenía un proyecto en sus manos de ‘Instituto Nacional
46
LOS SECRETOS DEL URANIO
de Investigaciones Físicas’, dependiente del Ministerio de Guerra, proyecto redactado por Teófilo Isnardi”. Cuenta Gaviola que, ante sus objeciones, Savio estuvo de acuerdo en redactar un nuevo proyecto centrado en “la creación en la Presidencia de la Nación de una Secretaría de Investigaciones Científicas y dependiendo de ésta, de una Dirección General de Investigaciones Científicas, con autarquía y un amplio presupuesto”. Sin embargo, para consternación del físico, un mes más tarde se podía leer en los diarios que el Poder Ejecutivo había presentado al Congreso un proyecto de ley donde se proponía la creación de un Instituto Nacional de Investigaciones dependiente del Ministerio de Guerra. “Para la Asociación Física Argentina este proyecto era inaceptable, había que pararlo”, concluía Gaviola.40 Efectivamente, con la firma del propio Perón y de sus ministros de Guerra y de Justicia e Instrucción Pública, se había presentado al Parlamento, a comienzos de septiembre de 1946, la propuesta de creación de un Instituto Nacional de Investigaciones Físicoquímicas, que daba un lugar central al desarrollo de la energía atómica.41 Por carta, Savio intentó explicarle a Gaviola, desde una perspectiva más bien pragmática, las razones por las cuales el gobierno había decidido avanzar con aquel proyecto. La respuesta de Gaviola a Savio volvía a la carga con la inconveniencia del secreto, fundando el argumento en que el secreto en ciencia sirve a menudo “para escudar la ineptitud y la charlatanería” y que “el fantasma de la dependencia de militares” asustaría a los hombres de ciencia y técnicos extranjeros de primera línea, que estarían dispuestos en otras condiciones a radicarse en el país. Una breve evaluación retrospectiva de ambas posiciones parece inclinar la balanza a favor de la posición de Savio. En primer término, si se considera, por ejemplo, el impulso que la física en EE. UU. o la Unión Soviética recibía a partir de sus vínculos con sus sectores militares, supone cierto grado de idealización y anacronismo la defensa de Gaviola del científico como un rebelde intelectual que rechaza la autoridad jerárquica. En segundo término, muchos científicos extranjeros migraron a la Argentina durante este período, si bien las migraciones más importantes en caudal y en calidad se enfocaron en EE. UU. y la Unión Soviética, justamente aquellos países donde el secreto tuvo sus manifestaciones más extremas. Ahora bien, Gaviola difundió su respuesta a Savio entre científicos y políticos. Cuenta Mariscotti que el senador de San Luis, Luis Sosa Loyola,
DIEGO HURTADO
47
le escribió a Gaviola: “Después de su carta el proyecto está muerto”. Y agrega Mariscotti: “Con todo, el proyecto de Savio no era malo. En realidad, visto ahora con la perspectiva de casi cuatro décadas [1985], el texto presentado a la Cámara de Senadores era excelente y mueve a imaginar los resultados de haber sido aprobado”.42 En este punto parece justo comenzar a pensar en la capacidad de obstrucción del proceso de institucionalización de las actividades de ciencia y tecnología que por esos años ostentaban algunos de los más destacados científicos argentinos en nombre de posiciones que las décadas siguientes mostrarían que, como mínimo, adolecían de buena dosis de ingenuidad. Sin embargo, Gaviola no era el único que pensaba en la conveniencia de que las investigaciones en física y química quedaran bajo la órbita civil. El 28 de septiembre, dos senadores de la provincia de Mendoza también propusieron la creación de un Instituto Superior de Investigaciones Científicas como ente autárquico dependiente directamente del Poder Ejecutivo y con un presupuesto de 200 millones de pesos (alrededor de 50 millones de dólares). Finalmente, dos senadores de San Luis –uno de ellos, el ya mencionado Sosa Loyola– presentaron el 13 de diciembre un proyecto de “Instituto Nacional de Investigaciones Físicas y Químicas” con dependencia del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública y un presupuesto inicial de 20 millones de pesos (alrededor de 5 millones de dólares).43 Este último proyecto, que decidió apoyar la AFA, fue el aprobado en septiembre de 1948 por el Parlamento, aunque con el pedido expreso del Poder Ejecutivo de transferir su dependencia al Ministerio de Guerra. Sin embargo, la sanción necesaria del Poder Ejecutivo para convertir el proyecto en ley nunca llegó.44 A modo de síntesis parcial, digamos que un claro indicio de la relevancia política que cobró la energía atómica es el despliegue de iniciativas de organización de las actividades de investigación en física y química que, entre 1946 y 1948, fueron impulsadas desde el Congreso, el Poder Ejecutivo, las Fuerzas Armadas o la propia comunidad científica con la colaboración vacilante de un grupo de industriales. Es una novedad de este período la apertura del debate político hacia problemáticas como los vínculos entre ciencia e industria, “ciencia civil” versus dependencia militar de la investigación, libertad de investigación y ciencia desinteresada versus “investigación estratégica”.
48
LOS SECRETOS DEL URANIO
Una encrucijada de acontecimientos fue desplazando la estrategia del gobierno para impulsar el ingreso del país en la era atómica. Además del fallecimiento del general Savio en julio de 1948, tres eventos –dos de ellos ocurridos en el complejo mes de febrero de 1947 y el tercero en agosto de 1948, un mes antes de que la Cámara de Senadores sancionara el proyecto de creación del Instituto Nacional de Investigaciones Físicas y Químicas– aparecen entre las razones que hacen posible entender la decisión del gobierno de pasar finalmente por alto las tres propuestas debatidas en el Congreso, las cuales “habían provocado comentarios antiargentinos en el extranjero”, según Gaviola.45 Esta alusión a los “comentarios antiargentinos” se vincula con el primer evento, desencadenado por un artículo publicado en el semanario norteamericano The New Republic , cuyo director, Henry Wallace, había sido secretario de Agricultura de Roosevelt y luego su vicepresidente. Mientras ocupó este último cargo, encabezó varias misiones diplomáticas a América Latina para promover que la región tomara posición en contra del Eje. En la edición del 24 de febrero de 1947 –el mismo día en que algunos diarios norteamericanos comentaban la prohibición a Heisenberg de viajar a la Argentina–, The New Republic anunciaba en tapa: “Exclusive – Perón’s Atomic Plans”. Su autor, William R. Mizelle, corresponsal de The New Republic en Buenos Aires, comenzaba su nota afirmando que Werner Heisenberg había sido invitado por el gobierno de Perón y que “con una gran fuente de uranio descubierta en la Argentina, esta nación está lanzando un programa militar de investigación nuclear para romper la caja de Pandora de la energía atómica”. Y agregaba que los “propósitos francamente militares no pueden ser despreciados como sueños poco prácticos de una pequeña nación”. La Argentina “tiene los materiales y el dinero, y ha hecho previsiones para disponer de hombres con el know-how científico y técnico necesario”. El artículo hablaba del uranio que había en el país, de la frustrada invitación a Heisenberg, de los proyectos discutidos en el Congreso argentino y presentaba a Beck como “oficialmente el astrofísico”, pero en los hechos un experto en física atómica que “ha trabajado con la mayoría de los gigantes de la física nuclear”. El artículo citaba la “entrevista exclusiva” a Beck, donde el físico austríaco, según Mizelle, sostenía “que el presente nivel de competencia científica y técnica de la Argentina puede duplicar el progreso ya hecho en el campo de la física nuclear vía el ahora muy
DIEGO HURTADO
49
transitado camino que conduce a la bomba atómica”. El corresponsal de The New Republic también había entrevistado a Teófilo Tabanera, ingeniero de la UNLP que se desempeñaba como funcionario de Gas del Estado. Mizelle contaba que Tabanera había comparado la región de La Pampa con el desierto de Los Álamos, lugar emblemático donde se había desarrollado la bomba atómica norteamericana.46 La repercusión del artículo de Mizelle motivó a Gaviola y a Beck a dar respuestas públicas. En una entrevista publicada el 27 de marzo en el diario porteño Crítica , Gaviola argumentó que, además de Heisenberg, otros cuatro científicos habían sido invitados por el Instituto Radiotécnico, ninguno de ellos en el área de la energía atómica, sino más bien seleccionados pensando en el posible mejoramiento técnico de las comunicaciones radiotelefónicas dentro del país y, especialmente, en aplicaciones de radar.47 Por su parte, Beck envió una carta aclaratoria a Wallace. Allí sostenía que en la entrevista con Mizelle no recordaba haber dicho “nada que pudiera hacerle creer que mi actividad en este país, como astrofísico del Observatorio de Córdoba, tenía alguna relación con el plan del gobierno o con investigación sobre energía atómica”. También explicaba que nada vinculaba a la AFA con los planes del gobierno, y que Heisenberg había sido invitado para formar físicos.48 The New York Times también citaba a Beck: “Es completamente falso que mi trabajo esté conectado con problemas de energía atómica o con proyectos del gobierno”.49 La carta de Beck fue reproducida en The New Republic , pero junto a una carta de réplica de Wallace y, además, ambas cartas a continuación de un segundo artículo de página y media de Mizelle titulado “More About Peron’s Atom Plans”. En este segundo artículo, Mizelle se centraba en las versiones que intentaban explicar por qué no se le había permitido a Heisenberg viajar a la Argentina y aludía a las repercusiones que había tenido en Brasil su primer artículo. También Mizelle comentaba con ironía la dura respuesta del diario argentino Democracia , que asociaba a “Mizella” (así lo llamaba el diario oficialista) con la actividad de Arnaldo Cortesi, corresponsal en Buenos Aires de The New York Times , que había recibido el premio Pulitzer en 1946 “por reportar las opresiones del régimen de Farrell-Perón”.50 Por su parte, Wallace en su respuesta desautorizaba los argumentos de Beck. De paso, se presentaba a sí mismo como un esforzado luchador por el control civil de la energía atómica “en interés de la paz y de
50
LOS SECRETOS DEL URANIO
la elevación de los niveles de vida en cualquier lugar del mundo”. Con un desconocimiento ofensivo, finalizaba: “Me disgusta profundamente, Dr. Beck, que científicos como usted mismo, tal vez inocentemente, estén siendo empujados o forzados a realizar acciones que pueden fácilmente derivar en una catástrofe mundial en un tiempo futuro”.51 Este juego de falacias de la revista The New Republic debe entenderse en el marco de una estrategia más amplia, en la que participaban otros medios de la prensa norteamericana, con el objetivo de desprestigiar y fustigar al gobierno de Perón. Por un lado, el historiador brasileño Cabral incluye a Mizelle en una lista de periodistas norteamericanos y argentinos que fueron empleados por agencias de inteligencia de EE. UU.52 Por otro lado, cuenta Rapoport que, durante la guerra, Wallace era partidario de la “línea dura” hacia la Argentina y uno de los que alimentaba cierto rencor como consecuencia de las discriminaciones comerciales mutuas entre ambos países durante los años treinta.53 Barsky y Gelman, al tratar el boicot que EE. UU. aplicó, entre 1942 y 1949, a las exportaciones agrícolas argentinas y a la importación de insumos y bienes de capital, señalan que Wallace –como representante del Estado de Iowa– había sido parte del populismo agrario más radical y autor de una de las medidas más drásticas del boicot económico a la Argentina: el congelamiento de los activos financieros argentinos en EE. UU.54 Desde antes del artículo de Mizelle, The New Republic venía participando activamente de la campaña de prensa que hostigaba al gobierno de Perón.55 Un segundo evento que podría haber influido en la decisión del gobierno argentino de avanzar con cautela por un camino menos ortodoxo que la creación del instituto aprobado por el Congreso ocurrió también en febrero y se vincula al “gesto” ampuloso de apoyo de EE. UU. a Tomás Beretta, el nuevo presidente de Uruguay, antiperonista declarado a voces. Fuerzas navales norteamericanas –un crucero y cuatro destructores– desfilaron por las costas uruguayas y ocho bombarderos B-29 realizaron “Un vuelo de buen vecino” –en referencia a la “política de buena vecindad” promovida por Roosevelt– y aterrizaron en Montevideo el día que Beretta asumió la presidencia de su país. Graham Hovey, el corresponsal de The New Republic enviado a Uruguay a cubrir el evento, se refería a esta prueba de que Uruguay podría contar con EE. UU. en su tensa relación con la Argentina como “una sutil aplicación de la diplomacia del gran garrote”. Si
DIEGO HURTADO
51
bien el nuevo presidente uruguayo rápidamente iba a componer las relaciones con la Argentina, Hovey forzaba otra lectura: “No es que los uruguayos consideren ahora al régimen de Perón favorablemente. La mayoría siente un gran desprecio por este dictador amateur [...] Pero junto a este desprecio, la mayoría de los líderes políticos uruguayos le temen a Perón”. Finalmente, Hovey mencionaba que los uruguayos estaban preocupados por las investigaciones atómicas promovidas por el gobierno argentino.56 En este punto, es importante recordar que durante aquellos mismos días EE. UU. trataba de impulsar en la ONU el Plan Baruch, que preveía la aplicación de sanciones severas contra aquellas naciones que desarrollaran programas atómicos “ilegales”, como sería el caso de la Argentina, según intentaba demostrar The New Republic .57 La frustrada invitación a Heisenberg, los desacuerdos con Savio y las tensiones ocasionadas por sus reiterados reclamos para mejorar las condiciones de trabajo en el Observatorio de Córdoba impulsaron a Gaviola a renunciar a su cargo de director de esta institución en julio de 1947 y a abandonar la escena pública. Hasta 1951, Gaviola trabajó en la empresa de León F. Rigolleau como asesor científico, continuó vinculado a la AFA y, cada tanto, apareció en algún foro para señalar lo que a su juicio eran debilidades o desaciertos políticos.58 Antes de su renuncia, Gaviola había obtenido de la Dirección General de Inmigraciones la residencia permanente de su antiguo maestro, el físico alemán Richard Gans.59 Luego de algunas penurias padecidas durante la guerra –en 1943, a los 63 años, había sido obligado a realizar trabajos forzados–, Gans arribó a la Argentina en mayo de 1947 y, con cierto desgano, aceptó su elección en 1950 al cargo de presidente de la AFA, aunque renunció poco tiempo después y, desde 1951, se dedicó a las telecomunicaciones en el Instituto Radiotécnico.60 Como se verá, en 1952, en circunstancias excepcionales, será convocado por el gobierno como Consejero Científico.61 Lo cierto es que, al margen de los aportes que hicieron a la formación de físicos argentinos o de acercamientos ocasionales al gobierno, ni Beck, ni Gans, ni Gaviola estuvieron implicados en los primeros estadios del desarrollo de la energía atómica en la Argentina. De esta forma, a las presiones norteamericanas, que tuvieron como manifestaciones más visibles la campaña de The New Republic y el despliegue de fuerzas militares en territorio uruguayo, y al complejo panorama
52
LOS SECRETOS DEL URANIO
universitario que afrontaba el gobierno con la promulgación de la nueva ley universitaria que entró en vigencia el 1° de enero de 1948, se sumaba un tercer evento que motivó la decisión de postergar el proyecto de creación de un instituto para el desarrollo de la física y la química. 62 A fines de agosto de 1948 Perón conoció al físico austríaco Ronald Richter. Este encuentro terminó de decidir el rumbo de las primeras iniciativas importantes en el desarrollo del área nuclear en la Argentina.
La ilusión del camino corto y las primeras instituciones Richter se había graduado en la Universidad Alemana de Praga y había trabajado en Berlín, en el laboratorio de Manfred von Ardenne, que había participado en el proyecto nuclear del Tercer Reich y que, terminada la guerra, había emigrado a la Unión Soviética. 63 Richter llegó en secreto a la Argentina a mediados de agosto de 1948, como parte de un grupo de ingenieros, técnicos y pilotos de prueba alemanes liderados por el experto en diseño y desarrollo aeronáutico Kurt Tank.64 El 24 de agosto, por recomendación de Tank, Perón conoció a Richter, quien logró persuadir a aquel sobre la posibilidad de obtener energía por el proceso de fusión controlada. Según Richter, el costo del proyecto –alrededor de seis millones de dólares– era mil veces menor que lo invertido por EE. UU. en el Proyecto Manhattan. Sin el asesoramiento de los pocos físicos que podrían haber ayudado a Perón a evaluar la propuesta, avalado por la recomendación –y el prestigio– de Tank, Perón comenzó a dar apoyo irrestricto a los planes de Richter. En junio de 1949 se decidió impulsar la construcción de un con junto impresionante de instalaciones en Bariloche (provincia de Río Negro), con sus principales laboratorios e instrumentos en la isla Huemul.65 Un hecho que contrarió desde el principio los planes del gobierno fue la negativa de Richter de incorporar investigadores argentinos. El físico austríaco solo aceptó incorporar a dos colaboradores venidos de Alemania por pedido del propio Richter.66 Más tarde, el coronel Enrique González, amigo personal de Perón y administrador pragmático, a quien Perón había encargado la gestión de los trabajos en Huemul, explicaba que el problema de satisfacer el deseo de Richter de trabajar con la más absoluta independencia “radicaba en la falta de una partida especial de presupuesto”.
DIEGO HURTADO
53
Dado que González era entonces también el titular de la Dirección Nacional de Migraciones, inicialmente se había autorizado la inversión de parte de los fondos reservados a su disposición –aproximadamente dos millones de pesos– hasta que la creación de un organismo oficializara y regularizara la situación.67 Finalmente, el 31 de mayo de 1950 se firmó el decreto de creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para administrar e impulsar las iniciativas de Richter, y se nombró a González, autor del decreto, secretario general de la CNEA. El decreto aclaraba que este nuevo organismo dependería directamente de la Presidencia de la Nación a través del Ministerio de Asuntos Técnicos, a cargo del médico Raúl Mendé, y que su finalidad sería coordinar, estimular y controlar las investigaciones atómicas que se realizaran en el país. El texto del decreto aludía explícitamente a la orientación pacífica de la nueva institución: “Que la República Argentina, despreocupada de toda intención ofensiva, puede trabajar en este orden de cosas también con elevado sentido de paz en beneficio de la humanidad”. Sin embargo, el decreto no desconocía el carácter dual de la tecnología atómica al explicitar también “la adopción de las previsiones necesarias a los fines de la defensa del país y de las personas contra los efectos de la radioactividad atómica”.68 La creación de la CNEA también significaba el primer reconocimiento explícito de la existencia de actividades en el área atómica. González además quedó a cargo de la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas (DNIT) –creada en julio de 1950 también bajo dependencia del Ministerio de Asuntos Técnicos–,69 iniciativa que mostraba la intención del gobierno de contar con un organismo de coordinación y planificación de las actividades técnicas y científicas a nivel nacional. Ante la noticia de la creación de la CNEA, Gaviola envió a González copia de sus artículos de 1946. González le agradeció y le envió copia autenticada de los decretos de creación de la CNEA y la DNIT, además de expresarle “los vivos deseos de estos organismos de poder contar con su valiosa colaboración científica”. Gaviola respondió a los pocos días que estaba dispuesto a prestar su “modesta colaboración en todo momento” y proponía: “Ella podría ser formalizada, salvo su mejor opinión, mediante una designación de asesor científico de dichas comisiones o del señor Secretario General”.70 En los meses siguientes se avanzó en el contrato que
54
LOS SECRETOS DEL URANIO
incorporaría a Gaviola como asesor de la CNEA y la DNIT. Sin embargo, cuenta Mariscotti, si bien Gaviola llegó a firmar el contrato, una charla entre Gaviola y Mendé disuadió a este último y a González de no concretar la incorporación.71 Estas iniciativas del gobierno fueron complementadas por actividades de difusión dirigidas a la opinión pública. En septiembre, la publicación del primer número de la revista trimestral Mundo Atómico puso en circulación las expectativas que el gobierno enfocaba sobre las potencialidades de la energía atómica. Concebida como revista de divulgación científica, a través de esta publicación fue posible difundir la representación oficial acerca del lugar que debían ocupar las actividades de ciencia y técnica en el proceso de construcción de la “Nueva Argentina”.72 Un hito equívoco de estos primeros pasos tuvo lugar en la mañana del sábado 24 de marzo de 1951. Ese día Perón organizó una conferencia de prensa en la Casa Rosada, que fue transmitida por radio a todo el país. Con la presencia de Mendé, González, el presidente de la Cámara de Diputados, entre otros funcionarios, y Richter a su lado, Perón anunció que a mediados de febrero de 1951, “en la Planta Piloto de energía atómica, en San Carlos de Bariloche, se llevaron a cabo reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica”. Los títulos festivos que utilizó la prensa local para saludar el anuncio contrastaban con el escepticismo de la prensa internacional. Heisenberg, interrogado por The New York Times y el Neue Zeitung de Múnich, pensaba que el logro anunciado tenía pocas probabilidades de ser correcto.73 Otto Hahn sostuvo en el diario norteamericano The Washington Post que nunca había oído hablar de Richter. 74 The London Times y la agencia France Press citaban a científicos británicos y franceses que expresaban su incredulidad. Con el título “Atomic Claim ‘Crazy’, U.S. Astronomer Says”, The Washington Post presentaba la opinión de un astrónomo del Observatorio Naval de EE. UU., que sostenía que era absurdo pensar que una explosión producida en la Tierra pudiera alcanzar una temperatura comparable a las registradas en las estrellas, 75 afirmación que sería desmentida por la explosión de la primera bomba de hidrógeno a fines del año siguiente. El episodio fue cubierto con detalle por Mundo Atómico. En sus páginas el propio Perón explicaba que la Argentina se había dedicado a evaluar si debía seguir el mismo camino que EE. UU., Gran Bretaña y Rusia –la
DIEGO HURTADO
55
fisión nuclear del uranio–, con “la consiguiente inversión de enormes capitales, o si era preferible correr el riesgo de crear un camino nuevo que condujera a superiores resultados, pero que también podía conducir a un fracaso”. La segunda opción fue la elegida: “La Nueva Argentina decidió afrontar el riesgo”. Y aclaraba el presidente argentino que “la Argentina necesita energía atómica y está firmemente decidida a producirla y emplearla únicamente en usinas, hornos de fundición y demás aplicaciones industriales”.76 A continuación de las palabras de Perón se reproducía la conferencia de Richter y su posterior charla con los periodistas en la quinta presidencial de Olivos. Richter también aludía allí a la cuestión de la bomba –“conocemos los procesos que conducen a la obtención de la bomba de hidrógeno”–, aunque aclaraba que “sabemos que son enormemente costosos”, que “sólo tendría desventajas para nosotros” y que “el señor Presidente se opone a eso”.77 La portada del número siguiente de Mundo Atómico presentaba un retrato de Ronald Richter. Esta edición se iniciaba con un editorial que reproducía partes del discurso pronunciado por Perón el 1° de mayo, que hacían mención a “las realizaciones energéticas” y a la preocupación por enfatizar las intenciones pacíficas del gobierno. La Argentina, sostenía el editorial, “no está poseída por el nervioso afán de fabricar armas de destrucción ni de aniquilamiento”. Por el contrario, “quiere paz y progreso, quiere emplear el descubrimiento, entre otras cosas, en usinas atómicas que lleven luz, alegría y bienestar a todos los habitantes de su inmenso territorio”.78 Al margen de las repercusiones internacionales y de las evaluaciones escépticas, el anuncio de Perón motivó el inicio de las investigaciones formales para la construcción de un reactor de fusión en EE. UU. A fines de julio la US AEC otorgó cincuenta mil dólares a Lyman Spitzer, un físico joven que estaba al frente del Departamento de Astronomía de la Universidad de Princeton. Cuenta Mariscotti que en las actas de la reunión en que se aprobó el subsidio se puede leer que la investigación que se promovía se “encuadraba en el área en la cual Ronald Richter, trabajando en la Argentina, sostenía haber tenido éxito”.79 A fines de mayo, en un “informe semanal” dirigido al Departamento de Estado de EE. UU. por funcionarios norteamericanos en Buenos Aires, se informaba con detalle sobre la creación, por decreto presidencial, de la
56
LOS SECRETOS DEL URANIO
Planta Nacional de la Energía Atómica en Bariloche y de “una serie de organismos dependientes del Poder Ejecutivo que serán responsables del desarrollo de la energía atómica”. El mismo documento aclaraba: La definición de las políticas y el control son responsabilidad de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Esta es presidida por el presidente de la nación y está integrada por el ministro de Asuntos Técnicos, por el director de la Planta de Energía Atómica y por el secretario general de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Por decreto se transfiere al Ministerio de Asuntos Técnicos una unidad del ejército cita en Bariloche.80 Este informe se refería al complejo decreto 9.697, del 17 de mayo de 1951, aunque pasaba por alto una iniciativa que tendría consecuencias cruciales: en su artículo séptimo se decretaba la creación de la Dirección Nacional de la Energía Atómica (DNEA), como organismo dependiente del Ministerio de Asuntos Técnicos. Además de heredar algunas de las funciones originales asignadas a la CNEA, que pasaba a ser órgano de consulta y asesoramiento del Poder Ejecutivo, la DNEA debía formar el personal técnico y adquirir los equipos necesarios para la investigación y aplicación de la energía atómica. González, secretario general de la CNEA, también quedó a cargo de la dirección de la DNEA. Con la creación de la DNEA en Buenos Aires el gobierno se proponía abrir el juego. Por un lado, Richter se negaba a incorporar científicos argentinos a su proyecto. Por otro lado, el gobierno también era sensible a la crítica de los físicos. A fines de septiembre, en una reunión de la AFA en Córdoba, tanto Gaviola como Beck hicieron sus descargos. Gaviola apuntó al deterioro de las universidades nacionales.81 Beck comunicó su renuncia a la AFA y su partida a Río de Janeiro, decisiones que justificó “por la falta de garantías mínimas que considero indispensables para poder efectuar mi trabajo con éxito”. Beck se había referido también al “aparato administrativo considerable” a través del cual se impulsaban algunos proyectos de física mantenidos al margen de las universidades. 82 Luego de la publicación de estos dichos en la revista Ciencia e Investigación, Galloni, que integraba su comité de redacción y era uno de los primeros investigadores de la DNEA, le contaba en una carta a Gaviola: “El número de no-
DIEGO HURTADO
57
viembre de C. e I. [Ciencia e Investigación] con su crónica de la AFA y la renuncia de Beck ha provocado gran enojo en las altas esferas”.83 Sin embargo, la principal preocupación por esos días se enfocaba en los laboratorios de Huemul. Además de las críticas de la AFA, González había recibido opiniones escépticas de los físicos Isnardi y José Collo y había intentado fiscalizar sin éxito los “avances” de Richter. El malhumor generalizado, la creciente tensión que ocasionaba la falta de resultados y las permanentes disputas motivadas por las exigencias de Richter provocaron la renuncia de González en febrero de 1952. Su lugar fue ocupado por el capitán de Fragata Pedro Iraolagoitía, antiguo edecán de Perón. Este recambio de individuos significaba, de hecho, el paso del sector de energía atómica, hasta entonces dependiente del Ejército, a manos de la Armada. Durante las siguientes tres décadas, oficiales navales estarían al frente del área nuclear. Perón fue persuadido por Iraolagoitía de iniciar una investigación sobre la confiabilidad de los supuestos resultados obtenidos en Huemul, aunque rechazó el nombre de Isnardi para presidir la comisión.84 Con este objetivo fueron organizadas dos “pericias científicas” a cargo de dos comisiones evaluadoras que concluyeron que los experimentos y las afirmaciones de Richter no tenían fundamento. En la visita a la isla Huemul realizada por la segunda comisión, a comienzos de septiembre, había participado José Balseiro, el físico argentino que contaba con la mayor confianza del gobierno. Si bien el informe de Balseiro fue el más concluyente y categórico en cuanto al carácter fraudulento de los trabajos del físico austríaco, Mendé solicitó a Gans y a su colaborador Antonio Rodríguez un tercer dictamen. Entregado el 20 de octubre, este informe también descalificaba los trabajos de Richter.85 Finalmente, el 22 de noviembre de 1952 el proyecto Huemul fue clausurado. Mientras Richter se encontraba en Buenos Aires, una operación militar conducida por Iraolagoitía ocupó las instalaciones de Bariloche.86 Desde la clausura del proyecto Huemul, la historia de Richter ha ejercido una atracción poco común y, desde hace un tiempo, en ámbitos donde la tensión peronismo-antiperonismo no nubla el pensamiento, el nombre del físico austríaco parece estar disputando un lugar como exótico pionero en la temprana historia de la fusión controlada. En 2003, un físico teórico de la Universidad de Nevada publicaba en la revista Physics Today
58
LOS SECRETOS DEL URANIO
un análisis acerca de cuáles habían sido las intenciones de Richter. Familiarizado con la física de descargas eléctricas, aparentemente el físico austríaco conocía poco de física nuclear. Ahora bien, según este análisis, si hubiera publicado sus investigaciones, seguramente EE. UU. habría desclasificado mucho antes sus investigaciones sobre fusión controlada. Incluso, algunas de las ideas de Richter –como el calentamiento iónico acústico de plasma– eran realmente novedosas para la época: “Inserto en un anillo cerrado, el dispositivo de Richter se convierte en una configuración de tipo tokamak”.87 Esta evaluación concluye: “La pretensión de Richter de haber alcanzado la fusión por supuesto que estaba equivocada, pero también lo estuvo, más tarde, la pretensión británica ampliamente publicitada de que habían alcanzado la fusión con un dispositivo Zeta [reactor de fusión]”. 88 Por su parte, en 2011, la introducción de un libro dedicado a la fusión por láser, luego de comentar por qué los resultados de Richter fueron desestimados por sus contemporáneos, explicaba: Pero las afirmaciones de Richter hicieron considerar a otros científicos cómo contener una reacción de fusión controlada. Ellos comprendieron que los campos magnéticos afectan fuertemente a los iones de un plasma y varios diseños fueron desarrollados usando este concepto […] Esto condujo al físico indio Homi Bhabha a establecer en 1955 que “un método será encontrado para liberar energía de fusión de una manera controlada dentro de las próximas dos décadas. Cuando esto ocurra, los problemas de energía del mundo habrán sido verdaderamente resueltos”.89 En paralelo a la saga de Richter, en la arena internacional, contrariamente a las previsiones que auguraban a EE. UU. el monopolio de la bomba atómica por veinte años, en 1949 la Unión Soviética hizo explotar su primer artefacto atómico, mientras que Gran Bretaña lo hizo a comienzos de octubre de 1952 en suelo australiano. Ahora bien, EE. UU. había avanzado en el desarrollo de la “superbomba” –como se llamó a la bomba de hidrógeno– que hizo explotar en el Atolón Eniwetok el 1° de noviembre, tres semanas antes de la clausura del proyecto Huemul. Esta vez la Unión Soviética solo necesitó un año para desarrollar un artefacto seme jante.90
DIEGO HURTADO
59
Esta dialéctica que combina la clausura de la información científica con una carrera acelerada hacia el perfeccionamiento de artefactos atómicos para expandir arsenales nucleares estuvo en “el código genético” del proceso de consolidación de EE. UU. como potencia económica y militar dominante y en el inicio de la guerra fría. Como señala Gilpin, desde 1947 la política nuclear norteamericana desplegó una “peligrosa contradicción”. Al mismo tiempo que sus propuestas de desarme abogaban por la eliminación de los arsenales atómicos, su política militar fue en exceso dependiente de las armas atómicas para la defensa de los compromisos de su política exterior.91 Es interesante capturar este rasgo en toda su profundidad para desnaturalizar –podría decirse desficcionalizar– el absurdo estructural en el que iba a comenzar a desarrollarse, desde los años sesenta, la estigmatización de aquellos países en desarrollo que impulsaron programas nucleares como países “proliferadores”, notable categoría que hasta el presente no se reconoce que pueda aplicarse a los verdaderos dueños de los arsenales nucleares. Excursus : los inicios de la energía atómica en la periferia
La comparación del caso argentino con los inicios de la energía atómica en Brasil puede ayudar a poner en contexto y atenuar la percepción de anomalía inaudita del proyecto Huemul. En el mismo momento en que Richter trabajaba en Bariloche, el almirante Álvaro Alberto da Mota e Silva, presidente del recién creado Conselho Nacional de Pesquisas (CNPq) de Brasil –iniciativa que había sido posible por la alianza entre militares y científicos–, visitó el Institute of Nuclear Studies de la Universidad de Chicago. Había viajado allí para conocer el nuevo sincrociclotrón de 450 MeV (megaelectronvoltios) y 170 pulgadas. Isidor Rabi, miembro de la US AEC y premio Nobel de física en 1944, vio en la visita de Alberto la oportunidad de conservar el equipo de Chicago unido para el desarrollo de futuros proyectos. Por su parte, la impresión que le causó el instrumento a Alberto motivó su decisión de cambiar los planes concebidos por el Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas (CBPF). Dejando de lado el sincrociclotrón de 72 pulgadas que le había ofrecido la empresa holandesa Philips, Alberto optó por el siguiente plan: adquirir un modelo en escala –de 21 pulgadas– del
60
LOS SECRETOS DEL URANIO
acelerador de Chicago de 170 pulgadas para entrenar técnicos y científicos brasileños, mientras Brasil adquiría los planos y emprendía, con la ayuda de ingenieros norteamericanos, la construcción del instrumento original de 170 pulgadas. Cuentan Ribeiro de Andrade y Muniz que en ese momento los militares brasileños “tenían la esperanza de realizar proyectos grandiosos” y la adquisición de estos dos sincrociclotrones iba en esa dirección. En la imaginación de Alberto, avalada y potenciada por las promesas de Rabi, esta iniciativa colocaría a los físicos brasileños en la punta de la física de altas energías en América Latina y entre los más adelantados del mundo en desarrollo.92 Así fue que se puso en marcha en Brasil lo que sería el proyecto científico de mayor envergadura durante la administración del presidente Getulio Vargas. Luego de un acuerdo con la US AEC, el instituto de Chicago cedió los planos del acelerador de 170 pulgadas y el CNPq pagó por el modelo de 21 pulgadas para que sea construido en EE. UU. Cesar Lattes, el físico más importante con que contaba Brasil, estaba en desacuerdo con la iniciativa de Alberto. Sostienen Ribeiro de Andrade y Muniz que, “bajo el disfraz de transferencia de tecnología e instalación de laboratorios de investigación, fue implementada una política de hegemonía”. Y agregan, con sugerentes resonancias con el caso argentino: “Aquellos que tomaron las decisiones del lado de Brasil parecen haber sido crédulos e ingenuos al no ser capaces de realizar una evaluación realista de otras opciones disponibles”.93 El encandilamiento que producían las expectativas de rápida consolidación que podría obtenerse a través del proyecto combinado con la inexperiencia en temas de gestión de adquisición (o transferencia) de tecnologías capital-intensivas de punta llevaron a la Armada y al Ejército brasileños a estimar que la máquina de 170 pulgadas podría construirse en tres años. Sin embargo, ya en los primeros pasos, el proyecto se encontró con ingenieros, técnicos e industriales brasileños sin la experiencia requerida. La integración de la infraestructura necesaria, incluido el entrenamiento del personal y las medidas de estímulo de la industria electrónica, estaban lejos de lo que se necesitaba. Mientras que la industria brasileña solo podría encargarse de unos pocos componentes eléctricos, maquinarias y herramientas, por otro lado, un simple pedido de presupuesto de componentes electrónicos condujo a la filial brasileña de la
DIEGO HURTADO
61
empresa norteamericana General Electric a informar al CNPq que estaba siendo presionada por US AEC y tenía dificultades para negociar. En enero de 1954 llegó la noticia de que el acelerador de 21 pulgadas estaba listo para embarcar en el puerto de Nueva Orleáns. En Brasil comenzaron los preparativos para la recepción del aparato. En este momento, Lattes, director científico y técnico del proyecto, encontró numerosas irregularidades administrativas y financieras, que incluían malversación. Los conflictos internos en el CBPF entre la facción de Alberto y aquellos que apoyaban a Lattes se tornaron intolerables. La crisis política que ocasionó el suicidio de Getulio Vargas agravó la situación. Como consecuencia, Alberto renunció y los ingenieros norteamericanos y Lattes abandonaron el proyecto, que fue continuado por el CNPq. Recién en 1960, la máquina de 21 pulgadas se puso en funcionamiento por primera y última vez. “El acelerador de 21 pulgadas disfrutó del envidiable estatus de un objeto extraño y costoso que nadie deseaba, pues no había proyectos científicos ni técnicos para él”, concluyen Ribeiro de Andrade y Muniz.94 El ejemplo de los aceleradores brasileños presenta algunos rasgos de semejanza sugerente con el proyecto Huemul: el bajo nivel de influencia y el papel secundario de los físicos locales, el lugar protagónico de algunos militares en el proceso de toma de decisiones, la búsqueda de atajos que colocarían el área en el estado del arte y la presencia de científicos extran jeros con propuestas seductoras. En la Argentina, el prestigio del ingeniero aeronáutico alemán Kurt Tank avaló la figura de un físico sin trayectoria verificable como Richter. En el caso de Brasil, el prestigio de Isidor Rabi avaló una empresa condenada al fracaso antes de comenzar. Tanto en el caso de Huemul como en el del acceso de Brasil a la tecnología de los sincrociclotrones de Chicago se trató de incorporar tecnologías complejas y costosas que excedían las competencias de evaluación, así como las capacidades financieras e industriales locales. Los dos casos considerados se vinculan a la física nuclear, área que en los países avanzados derivó en lo que más tarde se llamó big science : enormes inversiones, patrones complejos de organización y presencia de un ethos tecnológico centrado en grandes y costosos instrumentos. Como veremos más adelante cuando profundicemos la relación entre big science y contextos periféricos, en las próximas décadas todos estos componentes van a integrar el núcleo de las debilidades crónicas de la ciencia latinoamericana.95
62
LOS SECRETOS DEL URANIO
Nuevo comienzo y diversificación del área atómica Con la clausura del proyecto Huemul, se inicia un período de crecimiento sostenido de las actividades nucleares en la DNEA. El gobierno promovió la integración al desarrollo atómico de los mejores físicos y químicos disponibles en el país. La iniciativa tuvo éxito y la DNEA se transformó rápidamente en un polo de atracción de científicos jóvenes. Buenos salarios, condiciones favorables para la investigación y la posibilidad de perfeccionarse en el exterior hicieron de la DNEA una institución privilegiada. 96 Uno de los primeros grupos que se consolidaron fue el de radioquímica, a cargo de Walter Seelmann-Eggebert, un químico alemán que había trabajado con Otto Hahn y había llegado a la Argentina en 1949 para trabajar en la UNT. Un ambicioso proyecto de esta universidad para acompañar el Primer Plan Quinquenal para el período 1947-1951, que tenía como principal objetivo la creación de numerosos institutos de investigación y una política de contratación intensiva de profesores extranjeros, hizo posible que Seelmann-Eggebert integrara el plantel de profesores alemanes que, en 1950, rondaba el 25% del cuerpo docente total de poco más de cien profesores.97 Seelmann-Eggebert fue convocado a colaborar con la DNEA en septiembre de 1951 y al año siguiente se trasladó a Buenos Aires. Al poco tiempo, invitó a Renato Radicella, uno de sus discípulos en la UNT, para que integrara el grupo de radioquímica de la DNEA. Cuando retornó a Alemania en 1955, había logrado conformar un equipo de veinticinco científicos y técnicos bien entrenados, que rápidamente producirían resultados relevantes en el área de los radioisótopos.98 Otro grupo inicial estuvo enfocado en reactores y quedó a cargo de Otto Gamba, un joven ingeniero químico de la Universidad Nacional de Cuyo, que al poco tiempo de su ingreso a la DNEA fue nombrado subdirector nacional del área nuclear. En cuanto al equipamiento, en mayo de 1951, la DNEA había adquirido de la empresa holandesa Philips un sincrociclotrón para deuterones y un acelerador Cockroft-Walton. Veremos más adelante que estos aceleradores, cuya compra había sido recomendada por Richter, iban a jugar un papel crucial en el desarrollo de la física experimental en el país. Después de la cancelación del proyecto Huemul, quedaban en Bariloche, cuenta Gaviola, personal técnico y administrativo, instalaciones, una
DIEGO HURTADO
63
colección importante de instrumentos “y la mala fama dejada por el charlatán de Huemul”. Gaviola pensaba “que se podía aprovechar lo que había de positivo […] creando allí una Escuela de Física de nivel internacional”. En mayo de 1953, en la reunión de la AFA en La Plata, Gaviola habló de su idea con Galloni y Balseiro y les pidió que gestionaran una reunión con el capitán Pedro Iraolagoitía, desde el año anterior a cargo del área nuclear. El 26 de mayo, junto a Galloni y González Domínguez, Gaviola fue recibido por Iraolagoitía y por el secretario científico de la CNEA. En esta reunión, Gaviola propuso el traslado del equipamiento fuera de la isla Huemul y la organización de un centro de enseñanza e investigación dedicado a la física experimental en las costas del lago Nahuel Huapi. “Iraolagoitía nos pidió que volviéramos el 28 de mayo a las 18, para darle tiempo para consultar con Perón”. En esa segunda reunión repitió el planteo con algo más de detalle. “La idea fue favorablemente acogida”, cuenta Gaviola. Sin embargo, la intolerancia de Gaviola a las modificaciones de sus propuestas volvió a escena.99 El 16 de julio tuvo lugar una nueva reunión con Iraolagoitía, donde estuvieron presentes Gamba, Galloni y Gaviola. Dos días más tarde, Gaviola presentó un anteproyecto de decreto de creación del “Instituto Físico Bariloche”. En esa ocasión se le pidió un plan detallado. El 10 de agosto, luego de una estadía en Bariloche, Gaviola presentó un plan detallado de adaptación de las instalaciones y equipos. Mientras tanto, cuenta Gaviola, “el capitán de navío Iraolagoitía había sido informado de mi condena por desacato al fiscal federal de Córdoba, años antes, por negarme a aceptar (como director del Observatorio) máquinas de calcular usadas en lugar de las nuevas que había licitado, negociado en el que estaba complicado dicho fiscal federal”. Gaviola propuso al ingeniero italiano Manlio Abele, al químico Rodolfo Busch y a Balseiro que aceptaran ser profesores del futuro instituto. El 15 de septiembre Balseiro informó a Gaviola que el secretario científico de la CNEA había presentado un informe desfavorable. Gaviola decidió en ese momento renunciar al proyecto: ¿Cómo se explica este abandono? En La Plata, con Gans y [el matemático italiano] Broggi, y en Alemania, con Einstein, Nernst, Planck, Franck, Born y otros adquirí una noción muy clara de jerarquía. Iraolagoitía no era más que un capitán de Navío, su
64
LOS SECRETOS DEL URANIO
secretario científico era apenas un teniente de fragata; al lado de ellos yo, como ex presidente de la Asociación Física Argentina durante tres períodos era, por lo menos, un Almirante.100 A pesar de todo, dos días más tarde, Gaviola fue instado a concurrir a una reunión, donde también estuvieron presentes Balseiro, González Domínguez, Abele, Busch, Iraolagoitía y su secretario científico. Allí, Gaviola se enteró de que se planeaba suprimir los dos primeros años en los cursos de la carrera de Licenciatura en Física y tomar a los alumnos del tercer año de las universidades. Consternado porque su proyecto fuera sometido a la decisión del secretario científico de Iraolagoitía, “un teniente secretario sin jerarquía científica”, Gaviola consideró que era una “desconsideración” a su persona. “Para colmo, durante la reunión, el teniente secretario llegó a decir que el charlatán de Huemul merecía un monumento por haber obtenido fuertes partidas presupuestarias. Recordando que yo había rechazado 50 millones que ofreció el general Savio en 1946, me levanté y abandoné la reunión.”101 Es cierto que la intransigencia de Gaviola no era improvisada. Más de dos décadas de escritos explicaban sus razones. En un trabajo publicado veinte años atrás sostenía que la universidad argentina “es tan absurda, su funcionamiento tan irracional, su medio ambiente tan chato, que dudar de la urgente necesidad de cambiar todo esto es imposible”. 102 En 1946, Gaviola había pronunciado una conferencia en el Ateneo del Club Universitario de Buenos Aires, donde sostuvo que los problemas que aquejaban a la ciencia argentina eran una mera manifestación de un mal general de “decadencia ética” y “deshonestidad social” en el uso de los bienes públicos.103 Por esta razón, Gaviola creía que un punto crucial de su proyecto era evitar que los jóvenes pasaran por la universidad pública. De esta forma, después de poco más de dos décadas de liderar las principales iniciativas vinculadas a la consolidación de la institucionalización de la física, esta deserción de Gaviola marca el momento en que comienza a desdibujarse su papel de líder unívoco de la física argentina. Entre 1952 y 1955, Gaviola iba a trabajar como consultor para la empresa General Electric Argentina y a permanecer al margen de los inicios del área nuclear. Balseiro, entonces con 32 años, tomó el relevo.104 Balseiro se había doctorado en la UNLP en 1944 y, a instancias de Gaviola, había trabajado con Beck en el Observatorio de Córdoba. En 1952 se
DIEGO HURTADO
65
encontraba en Manchester, cuando tuvo que regresar al país por pedido del gobierno, para integrar una de las comisiones evaluadoras de los trabajos de Richter. En 1953, mientras algunos científicos habían abandonado la UBA a causa de conflictos políticos, Balseiro y Gans ingresaron a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) para hacerse cargo de los cursos avanzados de la carrera de Física. Ese mismo año, la DNEA organizó el primer curso sobre reactores. Por iniciativa de Balseiro y los matemáticos González Domínguez y Luis Santaló –dos discípulos de Julio Rey Pastor–, esta actividad continuó el año siguiente en Bariloche como escuela de verano. En 1954, se organizó una segunda escuela de verano en las instalaciones ubicadas en un espacio de 30 hectáreas, frente a la isla Huemul, que habían sido cedidas por el Ejército a la CNEA. Allí se dictaron cursos sobre temas de física nuclear, física del sólido y física de reactores, además de cursos para profesores de física.105 Finalmente, el grupo liderado por Balseiro hizo posible que el 22 de abril de 1955, Iraolagoitía por la CNEA y el rector de la Universidad Nacional de Cuyo –la universidad más próxima, a 1.000 kilómetros de distancia– firmaran el convenio por el cual se creaba el Instituto de Física de Bariloche. Las actividades comenzaron el 1° de agosto con Balseiro como director, 15 alumnos con becas completas, 6 profesores y 6 auxiliares, todos con dedicación exclusiva.106 Durante esos meses se produjeron otros eventos vinculados al crecimiento y diversificación del área nuclear. El 15 de diciembre de 1954, Jorge Sabato, profesor de física e integrante de una pequeña empresa enfocada en dar respuesta a problemas de mecánica y metalurgia de la industria local, ingresó a la CNEA “como asesor personal y representante de I.M.E.T. (Investigaciones Metalúrgicas) [...] en carácter de ‘a prueba’ por el término de 6 (seis) meses a partir de la fecha”.107 Desde 1947 Sabato también se había dedicado al periodismo como medio para ganarse la vida y, en 1952, había montado un pequeño laboratorio de investigación para una empresa de metalurgia. Había renunciado a este cargo en 1954 para tomar parte en la creación de IMET. La compañía de Sabato fue contratada por la CNEA para asesorar sobre metalurgia y elementos combustibles para reactores de investigación.108 A comienzos de 1955, Sabato quedó al frente de un Servicio de Metalurgia, que en 1957 se transformaría en la División de Metalurgia de la CNEA y en 1960 en el Departamento de Metalurgia. 109 A cargo del ingeniero Gamba, también se formalizó el grupo de reactores,
66
LOS SECRETOS DEL URANIO
que dos años más tarde conformaría la División de Reactores. El 1° de julio de 1955, a dos semanas de los bombardeos a Plaza de Mayo y del intento fallido de golpe de Estado, se comenzó a dictar en Buenos Aires el primer curso de metalurgia de transformación para los primeros profesionales del plantel. El metalurgista Robert Cahn, de la Universidad de Birmingham (Inglaterra), participó de algunas clases.110 Las páginas de Mundo Atómico reflejaron el notable crecimiento y la diversificación del área atómica. A lo largo de los casi seis años, esta revista de divulgación dejó testimonio de las instalaciones, los instrumentos y los temas, así como de los conflictos políticos y las aplicaciones económicas y sociales que rodeaban el desarrollo del área nuclear. En Mundo Atómico pueden verse títulos como “Separación de isótopos por métodos espectrográficos”, “Incidencia de la energía atómica en el campo del derecho”, “El cobalto radiactivo en la lucha contra el cáncer”, “Mesones”, “Yacimientos minerales de uranio en la Argentina”, “La energía atómica al servicio de la agricultura” o “La energía atómica como fuente de energía industrial”.111
Los primeros aceleradores de partículas El anuncio de Perón del 21 de marzo de 1951, al sugerir que en la Argentina se estaban invirtiendo recursos ingentes en investigaciones atómicas, iba a tener consecuencias cruciales para la física experimental. El príncipe Bernhard de Holanda, que a comienzos de marzo de aquel año ya tenía planeado visitar América Latina, prestó atención al evento. Durante su encuentro con Perón, Bernhard acordó el envío de un emisario para abrir un canal comercial para la venta de equipamiento nuclear holandés a la Argentina. El enviado fue el prestigioso físico nuclear Cornelis J. Bakker, director del Instituto Holandés de Investigación Nuclear, donde se operaba entonces el sincrociclotrón más potente de Europa, diseñado por el propio Bakker y F. A. Heyn. Bakker visitó la Argentina trayendo consigo el plano de esta máquina.112 Como resultado de la visita, el 18 de febrero de 1952 se firmó el contrato con la empresa Philips Works de Eindhoven, Holanda, para la compra de un sincrociclotrón y de un acelerador Cockroft-Walton, máquina no tan moderna, aunque bastante más sencilla de utilizar. 113 Mariscotti
DIEGO HURTADO
67
cuenta que Perón decidió la compra de ambas máquinas siguiendo la recomendación de Richter.114 De esta forma, la aventura de Richter también iba a dejar como herencia las únicas dos grandes máquinas –con excepción de aceleradores de menor porte construidos en el país– con las que contarían los físicos argentinos hasta mediados de la década de 1980. En paralelo con la visita de Bakker, Galloni se quejaba en una reunión de la AFA –y sus quejas eran reproducidas en la revista Ciencia e Investigación– de que en el país no existían laboratorios, que en todo caso “existe alguno que otro equipo costoso, pero un equipo costoso no es un laboratorio”. Y fundamentaba su crítica: “Esto se debe a que los recursos económicos no fluyen con regularidad hacia los laboratorios; después de muchos años de faltar en forma absoluta todo recurso, cuando ya no queda nadie con deseos de trabajar y con problemas a resolver, llega una suma fabulosa para invertir en pocos días”.115 Igual que en el caso de Gaviola, si bien las ambiguas quejas de Galloni aluden obviamente al gobierno de Perón, también parecen señalar debilidades que venían de más atrás en el tiempo. Ahora bien, a pesar de estos dichos, Galloni ingresó a la DNEA al año siguiente, convocado por Iraolagoitía, y quedó a cargo de la instalación del sincrociclotrón. El acelerador Cockroft-Walton se puso en funcionamiento en 1953 y, un año más tarde, un equipo de tres técnicos y un ingeniero electrónico bajo la dirección de Galloni, con la asistencia de un grupo de técnicos holandeses, logró poner en funcionamiento el sincrociclotrón. Santos Mayo, integrante del laboratorio del sincrociclotrón, que en 1955 sucedió a Galloni, comentaba años más tarde: [...] saltamos del clásico laboratorio universitario, en donde un osciloscopio era un lujo, al recinto blindado, construido de acero y cemento, con doble-paredes tanque conteniendo toneladas de agua y albergando grandes bloques de hierro, aluminio, acero, equipos generadores e instrumental de control como jamás habíamos visto en una instalación dedicada exclusivamente a la investigación científica en la Argentina.116 El propio Galloni interpretaba retrospectivamente que en aquellos años “el desarrollo de la física adquiere una nueva característica, es decir, cuando
68
LOS SECRETOS DEL URANIO
empezamos a manejar máquinas grandes y se empieza a formar a investigadores que hasta ese momento muy esporádicamente se formaban”.117 La revista Mundo Atómico dedicó un número especial a estos aceleradores en ocasión de “la inauguración del primer sincrociclotrón del hemisferio sur” en la CNEA, el 2 de diciembre de 1954, tal vez el evento tecnológico más importante en el área nuclear que tuvo lugar durante esos años, al que asistieron el presidente y el vicepresidente de la república, el gobernador de la provincia de Buenos Aires y un senador norteamericano. La ocasión fue aprovechada por Iraolagoitía para abordar un conflicto político provocado por la intervención del diputado radical Santiago Nudelman, al afirmar en una sesión del Congreso que el proyecto Huemul había costado al Estado argentino 1.000 millones de pesos, cifra que al no ser ratificada por la bancada oficial fue tomada como aceptable y tuvo amplia circulación.118 Como respuesta a quienes sostenían que el gobierno estaba dilapidando el dinero, Iraolagoitía presentó su evaluación, que fue reproducida en Mundo Atómico. Allí sostuvo que se habían instalado hasta esa fecha “más de 100 laboratorios de física, química, radioquímica, reactores, detectores, electrónica, radiación cósmica, biología”; también “talleres generales de precisión en los que obreros especializados argentinos están construyendo aparatos y mecanismos que nos independizan de la industria extranjera”; mencionó “una de las bibliotecas científicas especializadas más importantes del país”. En cuanto a las provisiones de uranio, se refirió a la fábrica de Córdoba, a la construcción en curso de otra fábrica similar en Villa Marlagüe, en la provincia de Mendoza, y de “una planta de purificación nuclear y de metalurgia del uranio” en Buenos Aires. También mencionó a 30 geólogos en “operaciones permanentes en las más recónditas regiones del país” en busca de los yacimientos uraníferos y trabajando en las investigaciones para la producción de “agua pesada, grafito, berilio, etc.”. En ese momento, sostenía Iraolagoitía, la CNEA empleaba a 170 científicos y 230 técnicos.119 Iraolagoitía estimó que la US AEC “ha gastado en el transcurso del año fiscal próximo pasado por todo concepto la fabulosa suma de 4.208 millones de dólares”. Esa cantidad, explicó, traducida al cambio libre significa “un gasto de 157 millones de pesos moneda nacional diario”. Y completaba el argumento:
DIEGO HURTADO
69
Voy a revelar, expresamente autorizado por el Excelentísimo señor Presidente de la Nación, la siguiente información: la Comisión Nacional de la Energía Atómica, desde su creación, el 31 de mayo de 1950, hasta el 31 de octubre de 1954, en el desarrollo de todas sus actividades, incluidos absolutamente todos los gastos realizados y documentados, ha gastado exactamente esa misma cantidad: 157 millones de pesos. Es decir, la CNEA había gastado en los últimos casi cinco años de existencia la misma cantidad que el programa nuclear norteamericano gasta, en promedio, en un día.120 En el mismo número de Mundo Atómico también se publicó un artículo de Mario Báncora, ingeniero civil de la Universidad Nacional del Litoral que había realizado una estadía en el Radiation Laboratory de Ernst Lawrence en California. Báncora contaba en su artículo cómo se había construido un ciclotrón de 35 centímetros en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Litoral, en Rosario, que había sido inaugurado el mismo día que el sincrociclotrón de la CNEA. 121
Discurso hegemónico y polisemia Mientras esto ocurría en la Argentina, el 8 de diciembre de 1953, el presidente de EE. UU. Dwight Eisenhower presentaba ante la Asamblea General de la ONU el programa Átomos para la Paz. Su discurso era la temprana manifestación de una estructura argumentativa preparada para confrontar al comunismo soviético en el marco de la guerra fría. Stalin había muerto. La guerra de Corea había terminado. Eisenhower ponía en un primer plano los peligros de la proliferación nuclear, la urgencia del desarme y la enorme potencialidad de los usos no militares de la energía atómica. Mientras asociaba los adelantos tecnológicos de su país al avance del conocimiento y a la decisión de transitar un sendero pacífico, en su discurso los adelantos tecnológicos soviéticos remitían al miedo y la amenaza de una guerra nuclear. A través de un contrapunto retórico en torno de una noción ambivalente de paz, Eisenhower retrataba a EE. UU. como una superpotencia nuclear benévola, aunque no dejaba de aludir al poderío abrumador de su
70
LOS SECRETOS DEL URANIO
país y a la firme decisión de acrecentar su arsenal nuclear y de aplicar represalias nucleares a los potenciales agresores.122 Quedaba claro que la paz era un elemento de propaganda crucial, que EE. UU. se esforzaba por monopolizar. Los argumentos implícitos en el discurso de Eisenhower ante la ONU fueron retomados, reproducidos y amplificados por numerosas organizaciones oficiales a través de una campaña intensa y costosa. En conjunto, sostiene Medhurst, este programa fue “un componente cuidadosamente diseñado –y enormemente exitoso– de la posición básica en política externa y defensa de la administración Eisenhower”.123 Entre otras iniciativas, más de 500.000 folletos titulados The Atoms for Peace and Progress fueron distribuidos dentro de EE. UU. También se implementaron traducciones y transmisiones radiales del discurso para audiencias internacionales, y films como Blessing of Atomic Energy , donde se explicaban las aplicaciones del átomo a la agricultura, la industria y la medicina. En todas estas iniciativas la ciencia y la paz aparecían asociadas a EE. UU., mientras que las actividades soviéticas aparecían impregnadas de intenciones ocultas y asociadas al peligro del avance del comunismo.124 Existen numerosos estudios sobre los significados políticos, sociales y económicos de Átomos para la Paz y de sus consecuencias. A nivel de política interna, para Brand, este programa fue un paso crucial para la creación del “estado de inseguridad nacional”.125 Chernus asume que en el imaginario nuclear no hay manera de separar el bien del mal, dado que ambos están dialécticamente relacionados, y que es precisamente esta dialéctica la que es intencionalmente utilizada en Átomos para la Paz. Para Chernus, Eisenhower inaugura el “discurso del gerenciamiento del apocalipsis”, el cual debe buena parte de su poder persuasivo a “su habilidad de dar sentido positivo a la bomba por medio de la armonización de los lados destructivo y constructivo del imaginario nuclear”. Es claro que esta elaboración se sostiene en una contradicción que está en el corazón del argumento: ¿cómo compatibilizar una paz que depende de la mutua cooperación con el bloque comunista con la total victoria norteamericana? Chernus responde asignando un componente de “ritual religioso” al programa Átomos para la Paz. En todo caso, es claro que esta ambigüedad retórica selectiva estará en la base del futuro discurso sobre proliferación nuclear, que persistirá a lo largo de la guerra fría. Durante las décadas siguientes, EE. UU. iba a inver-
DIEGO HURTADO
71
tir una enorme cantidad de recursos en la construcción de arsenales nucleares y en investigación para el desarrollo de su programa nuclear, mientras que simultáneamente sus diplomáticos trabajaban en la consolidación de tratados de prohibición de pruebas nucleares con la Unión Soviética, iniciativas que en la práctica sirvieron para actualizar la “matriz apocalíptica” que intentó dar sentido, como veremos, a las iniciativas de no proliferación y bloqueo del desarrollo nuclear de países en desarrollo.126 Finalmente, en Átomos para la Paz también está presente la variable económica. A comienzos de los años cincuenta, los intereses militares en EE. UU., centrados en la construcción de un arsenal atómico, comenzaron a colisionar con las expectativas de la industria de ese país. Las empresas que habían participado del proyecto Manhattan reclamaban que el gobierno federal asumiera un papel decidido en la construcción de un “mercado” nuclear. El desarrollo de reactores para la producción de energía eléctrica era percibido como un horizonte de negocios promisorio para las próximas décadas. En síntesis, mientras que Átomos para la Paz presentaba a EE. UU. ante el mundo como adalid de la paz, hacía posible dar el primer paso hacia la futura comercialización de tecnología nuclear y asegurarse el liderazgo inicial frente a posibles competidores. Asumiendo implícitamente que los intereses estratégicos y comerciales son inescindibles, sostiene Medhurst: Brevemente, si la industria norteamericana pudiera ser la primera en establecer una presencia nuclear en varios países, éstos serían casi inevitablemente dependientes de Estados Unidos en el diseño, construcción, operación inicial, materiales educativos y en cada aspecto de esta industria incipiente. Por supuesto que, una vez establecida, la tecnología norteamericana sería difícil, sino imposible, de sustituir.127 Átomos para la Paz fue un programa polivalente, concebido como instrumento de propaganda, como arma para lo que Eisenhower llamó “guerra psicológica”, para limitar las aplicaciones civiles y ganar influencia comercial sobre los programas nucleares de los países en desarrollo. Finalmente, también sirvió para desviar la atención del programa de construcción masiva de armas atómicas. En 1952, antes de que Eisenhower asumiera la
72
LOS SECRETOS DEL URANIO
presidencia, EE. UU. contaba con 841 armas nucleares en su arsenal. En 1960, cerca del final de su presidencia, el número había ascendido a 18.638.128 El programa Átomos para la Paz incorporó entre sus formas de promoción la distribución de radioisótopos a las naciones “amigas”. Mientras la ONU avanzaba sobre el control de las actividades atómicas, la distribución de radioisótopos ya era un tema de interés en los diarios norteamericanos a mediados de 1947. En junio, la US AEC rechazaba el pedido de radioisótopos de veinte países por problemas legales. La Argentina, además de Bolivia, Brasil, Chile y México, figuraba en la lista de solicitantes. 129 Tres meses más tarde, el presidente Truman anunciaba que EE. UU. iniciaría un programa de distribución de radioisótopos especialmente seleccionados para usos terapéuticos. A fines de ese año, además de Australia, Dinamarca y Gran Bretaña, la Argentina estuvo entre los cuatro países que más partidas de radioisótopos recibió de EE. UU.130 Entre septiembre de 1947 y junio de 1949, la Argentina recibió 35 envíos de radioisótopos, mientras que en ese mismo período, en el resto de América Latina, recibieron siete envíos Perú, uno Brasil y uno Colombia. 131 Este temprano uso de radioisótopos en la Argentina, casi en su totalidad para usos médicos y estudios en fisiología animal, fue un importante incentivo para los inicios del desarrollo nuclear en el país. Entre 1949 y 1950, en la Universidad Nacional de Cuyo se realizaron los primeros estudios médicos con radioisótopos para determinar las causas del bocio endémico en Mendoza.132 En 1954, un editorial de Mundo Atómico titulado “Empleo de radioisótopos en medicina y biología” alertaba sobre la “propaganda irresponsable administrada por publicaciones de quiosco”. El editorial explicaba: “Estamos frente a una nueva psicosis [...] Con el advenimiento de la energía nuclear y su empleo pacífico mucho se escribe en estos días sobre el poder curativo de los radioisótopos. Se los pide incluso como si se tratara de analgésicos”. El editorial era un llamado a la “mesura, prudencia y cordura” de los médicos. En el mismo texto se mencionaba también que la CNEA había entregado a la prensa información sobre el uso de radioisótopos en medicina.133 Como veremos, el uso de radioisótopos, junto con la promoción de los reactores de investigación, iban a ser la columna vertebral de la colaboración internacional en los usos pacíficos de la energía atómica, por lo menos hasta comienzos de los años sesenta, cuando co-
DIEGO HURTADO
73
menzaron a comercializarse los primeros reactores para la producción de electricidad. El 1° de marzo de 1954, las primeras pruebas de EE. UU. en el atolón de Bikini, en las islas Marshall, mostraron tres veces el poder de destrucción estimado y niveles de radiación alarmantes con daño físico a habitantes de islas vecinas.134 A modo de compensación de esta faceta sombría, el programa Átomos para la Paz debía ayudar a crear un clima de distensión en cuestiones de seguridad. Desclasificar información útil para los aspectos civiles de la energía nuclear aparecía como una condición cada vez más apremiante para el éxito del programa. Con este objetivo, se organizó la Primera Conferencia Internacional sobre Usos Pacíficos de la Energía Atómica. El evento tuvo lugar en el Palacio de las Naciones, en Ginebra, se inició el 8 de agosto de 1955, fue presidido por el físico indio Homi Bhabha y duró doce días. Participaron más de 1.400 delegados de 73 países, otro tanto de observadores y más de 900 periodistas. Allí se levantó el velo de los programas de reactores de los países industrializados.135 Especial impacto causó la Unión Soviética al revelar que el año anterior había construido y puesto en operación el primer reactor experimental de 5 MW (megavatios) para producir energía eléctrica. Para países como la Argentina, el encuentro fue una oportunidad para acceder al estado del arte sobre reactores nucleares.136 Aludiendo a los intereses estratégicos y a los componentes de inteligencia que se pusieron en juego en este encuentro, Krige llama la atención sobre los usos de la “ideología de la transparencia” que atraviesa el intercambio científico internacional. El incentivo de suponer la libre circulación de la información permitió a EE. UU. utilizar este tipo de eventos como ventana de observación, vigilancia y control: “La Conferencia de Átomos para la Paz de Ginebra fue un tal panóptico”.137 Desde la perspectiva de las ambiciones comerciales, el centro de esta reunión fueron los reactores. Como sostiene Medhurst, “el programa de reactores funcionó como una forma de imperialismo industrial a través del cual una tecnología avanzada podría ser subsumida en una cultura todavía no preparada para explotar todo su potencial como un medio de obtener un punto de apoyo tecnológico y económico”.138 Simultáneamente a la realización de esta conferencia internacional, EE. UU. comenzó a preparar el terreno para construir un mercado de
74
LOS SECRETOS DEL URANIO
reactores de investigación. Entre 1955 y 1961, US AEC promovió la firma de veintiocho acuerdos de cooperación en “usos civiles de la energía atómica”. Como fue el caso de otros países en desarrollo, la Argentina firmó en Washington un acuerdo bilateral el 29 de julio de 1955.139 Este acuerdo anticipaba que EE. UU. se comprometía a proveer el uranio enriquecido necesario para los futuros reactores de investigación argentinos. Acuerdos idénticos al de la Argentina fueron firmados en 1955 por Washington con Turquía (10 de junio), Israel (12 de julio), China (18 de julio), Líbano (18 de julio), Colombia (19 de julio), España (19 de julio), Portugal (21 de julio), Dinamarca (25 de julio), Filipinas (27 de julio), Brasil (3 de agosto), Grecia (4 de agosto), Chile (8 de agosto) y Pakistán (11 de agosto).140 La Argentina envió a la reunión de Ginebra una delegación presidida por Iraolagoitía, e integrada por Gamba y tres doctores, entre ellos el físico Fidel Alsina Fuertes. En calidad de asesores fueron otras once personas, entre los que se contaban Seelmann-Eggebert, Kurt Fränz –experto alemán en electrónica que trabajó en la DNEA y fue profesor en la UBA entre 1949 y 1956– y un “Agregado Obrero”. El último número de Mundo Atómico, editado sobre el filo del golpe de Estado que expulsó a Perón del gobierno, estaba dedicado a la presencia argentina en Ginebra. Allí se explicaba que para los directivos de la CNEA esta reunión había representado un “bautismo de fuego”. La delegación argentina había presentado 37 trabajos, donde se incluía el reporte de los trece nuevos radioisótopos que el grupo de Seelmann-Eggebert había descubierto con el sincrociclotrón.141 El químico Radicella cuenta que esto había sido posible por el trabajo del grupo de Fränz, que desarrollaba equipos de detección y medición de radiaciones que todavía no eran comerciales y que “estaban en la vanguardia de la electrónica nuclear del momento”.142 Iraolagoitía presentó en Ginebra una evaluación del lugar que podría tener la energía atómica en la Argentina en relación con sus necesidades y sus recursos energéticos. Existía una concentración industrial ubicada en el centro geográfico del país, explicaba Iraolagoitía, “cuya necesidad de energía va rápidamente en ascenso y que, prácticamente, no dispone de recursos zonales importantes”. La energía debía ser transportada a través de grandes distancias. Esta situación había llevado a “la adopción de medidas sustitutivas para satisfacer los requerimientos de energía de la Zona Este”, como la importación de combustibles. Así, “el papel que jugará la energía
DIEGO HURTADO
75
electronuclear en el desarrollo del país” debía orientarse a corregir este déficit. Luego de un análisis panorámico de los recursos energéticos, la conclusión era “que la zona central, con sus recursos hidroeléctricos colmados y sin ninguna otra fuente energética cercana, tendrá prioridad sobre el uso de energía nuclear”. Por otra parte, si bien no se habían “encontrado grandes depósitos de uranio, la existencia de siete yacimientos en explotación” permitían abrigar “grandes esperanzas de que nuestro país haya sido dotado suficientemente por la naturaleza en lo que a minerales radiactivos se refiere”. En “los planes inmediatos y mediatos”, la Argentina “no puede, desde luego, planificar su desarrollo electronuclear sobre la base de combustibles enriquecidos” o sobre el desarrollo de “reactores exclusivamente convertidores”. Es decir, se descartaba la producción de uranio enriquecido y plutonio, dado que significaría “un esfuerzo demasiado agotador”. Iraolagoitía concluía: “Por estas razones el programa primario de generación de energía nuclear se ha confeccionado sobre la base del uranio natural, obtenido de minerales argentinos e íntegramente elaborado, tratado y envasado dentro del país”.143 Durante este período, la DNEA se centró en programas intensivos de formación de técnicos e investigadores y de investigación en radioquímica, metalurgia y física de reactores, además de la exploración y prospección de minerales útiles para el área nuclear, que había comenzado en 1950. En 1955, el equipo de geólogos de la CNEA realizaba una prospección sistemática para detectar la presencia de minerales de uranio en todo el país. Igual que para el resto de los países en desarrollo, el principal propósito por esos días comenzó a enfocarse en la compra del primer reactor de investigación.144
Consecuencias de la “desperonización” del Estado Al mes siguiente de la reunión en Ginebra se produjo el golpe de Estado que puso un final dramático al gobierno de Perón e inició más de un cuarto de siglo de dictaduras y breves períodos de democracias condicionadas por la proscripción del peronismo. Luego de la disolución del Congreso y “ante la ausencia de entendimientos prerrevolucionarios”, el gobierno de facto debió definir su propia orientación en un contexto de disputas entre
76
LOS SECRETOS DEL URANIO
grupos rivales. El apoyo casi unánime de la Armada al golpe de septiembre impulsó a sus representantes a disputar un lugar privilegiado en las designaciones y en las decisiones políticas. Las tensiones internas que llevaron a que el primer presidente de facto fuera reemplazado a comienzos de noviembre por el general Pedro Aramburu derivaron en un acuerdo de la cúpula militar: la Armada debía elegir vicepresidente y se crearía un Consejo Militar Revolucionario. Este arreglo aseguraba a la Armada la mitad de los integrantes de este cuerpo.145 Sin embargo, la fragmentación interna de la cúpula gobernante y las intenciones de “reorganización” de las instituciones heredadas del peronismo –que en algunos casos, como el de la Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, significó la clausura– iban a dejar al gobierno de facto con escasa capacidad para la implementación de políticas públicas.146 Por otro lado, fue con la caída de Perón, señala Rouquié, y “la ‘desperonización’ de las instituciones militares […] que el esfuerzo industrial dejó de ser una de las preocupaciones obligadas del Ejército argentino”. El panorama de confrontación entre facciones militares y puja entre sectores económicos dominantes obstaculizó la posibilidad de formular una política industrial de mediano plazo, que a su vez se articulara con una política de desarrollo científico-tecnológico, y facilitó la compartimentalización y consolidación de formas centralizadas de autoridad de las tres armas sobre sectores estratégicos de la industria. El Ejército controló la Dirección General de Fabricaciones Militares. La reorganización de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), bajo la órbita de la Fuerza Aérea, llevó en 1957 a la creación de la Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas (DINFIA). La Armada, por su parte, mantuvo bajo su jurisdicción Astilleros y Fabricaciones Navales del Estado (AFNE) y la CNEA.147 Con referencia a este tipo de escenarios, sostiene Oszlak: “En condiciones de fraccionamiento burocrático resultante de la descentralización y autonomización de funciones, la coordinación de actividades entre unidades se hace, o bien innecesaria, o bien imposible”. La tendencia a la conformación de “comportamientos estancos”, la relativa estabilidad de la Armada sobre sus ámbitos de influencia y un sector industrial local ajeno a los problemas de la renovación tecnológica y la política energética fueron las condiciones de posibilidad para el alto grado de autonomía institucional con que la CNEA iba a contar en los años siguientes. 148
DIEGO HURTADO
77
En 1954, la CNEA había pasado a depender de la Presidencia de la Nación.149 Luego del golpe militar, por decreto de octubre de 1956 se produjo una reestructuración de los organismos del área nuclear. Tanto la DNEA como la Planta Nacional de Energía Atómica de Bariloche dejaron de existir en términos formales y su patrimonio pasó a la CNEA, a la que se le dio autonomía en la determinación de sus objetivos y regulaciones.150 Mientras que desde 1953, la CNEA tenía control exclusivo sobre la propiedad de mineral radioactivo, la nueva legislación agregaba ahora también control exclusivo sobre la producción.151 Entre las primeras reacciones que siguieron al golpe militar de septiembre y a la consolidación de la “línea dura” en la cúpula de la dictadura, que alentó el ataque a cualquier vestigio visible de peronismo, deben incluirse algunos embates contra la CNEA. Algunas discusiones dentro de la comunidad académica alcanzaron la esfera pública y pusieron de manifiesto las tensiones entre los físicos que trabajaban en la CNEA y aquellos que habían permanecido en las universidades.152 En diciembre de 1955, mientras una Comisión Investigadora, que integraban los físicos Isnardi, Collo y Galloni, se proponía realizar un informe sobre el “caso Richter”, en las páginas de la revista Mundo Argentino, dirigida por el escritor y físico retirado Ernesto Sabato, Gaviola aconsejaba: Dejar sin efecto la creación de la Comisión Nacional de la Energía Atómica, disponiendo que sus instalaciones y personal en Buenos Aires pasen a la Universidad, junto con los fondos para su mantenimiento; que el contralor de la extracción, elaboración y destino de los minerales de uranio y torio pasen a la Dirección Nacional de la Energía; que los instrumentos depositados en Bariloche sean distribuidos entre los laboratorios de física y de electrotécnica de universidades y escuelas industriales. Gaviola atacaba la propia existencia de la CNEA por haber “absorbido el jugo vital y la poca carne científica de las universidades, hasta dejarlas inermes”. Entre otros argumentos, sostenía que en “un país pobre en investigadores, laboratorios y fondos para gastos, es un despilfarro tener laboratorios de investigación donde no se enseña”. En su argumentación, Gaviola volvía sobre el argumento erróneo que atribuía
78
LOS SECRETOS DEL URANIO
gastos del orden de los 1.000 millones de pesos al proyecto Huemul. Finalmente, señalaba la baja productividad de la CNEA: “El doctor Beck afirmaba que un científico dedicado a la investigación debía producir no menos de tres trabajos originales cada dos años”. A partir de este estándar, Gaviola contaba los artículos producidos por la CNEA y concluía: “Ello revela una espantosa ineficiencia en el manejo del escaso caudal humano y económico del país”.153 En este punto, el físico no parece comprender que el número anual de artículos artículo s publicados no era un parámetro de productividad adecuado para mensurar los objetivos que guiaban a la CNEA. Al año siguiente, el diario cordobés Los Principios publicó publicó una nota de Gaviola motivada por una carta previa de Balseiro publicada en ese diario. Contradiciendo los reclamos y actitudes anteriores, Gaviola repasaba los orígenes del Instituto de Física de Bariloche: “[…] reivindico al Instituto de Bariloche como hijo espiritual mío”. Y también sugería una reorganización: “La dependencia ficticia de la Universidad de Cuyo Cuyo hace daño a ésta, pues le impide tener su propio laboratorio de física y sus propios profesores profeso res que enseñen a sus alumnos propios”. Para Para superar esta anomalía proponía “darle al Instituto de Bariloche la personería de núcleo de una Universidad de los Lagos del Sur”.154 Por esos días también fue criticado el sistema sis tema de admisión del Instituto de Física de Bariloche –solamente quince estudiantes eran admitidos anualmente– en contraste con el ingreso irrestricto tradicional de las universidades argentinas. Un alumno del Instituto de Física de aquellos primeros años, Leo Falicov, explicaba que, luego de la caída de Perón, el instituto fue acusado de elitismo. Cuenta Falicov que también se argumentaba que, como “el “el instituto había funcionado medio año bajo el gobierno de Perón, entonces no podía ser confiable, su integridad política era cuestionable y podría no funcionar en democracia d emocracia”. ”.155 Además de afrontar estas críticas, Balseiro debió hacer frente a otra serie de problemas. El más acuciante fue el sostenimiento del plantel de profesores. Entre 1955 y comienzos de la década del sesenta, el instituto dependió en gran medida de los profesores invitados y de la ayuda recibida del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), creado en 1956, la Unión Panamericana y, más tarde, de la OEA. También hubo acuerdos de cooperación con universidades extranjeras, como c omo las de Vancouver Vancouver (Ca-
DIEGO HURTADO
79
nadá) y Stanford (EE. UU.). Jorge Sabato, director de la División de Metalurgia de la CNEA, solía visitar el instituto acompañado por profesores visitantes. El golpe militar trajo consigo el cambio de autoridades en la CNEA. El nuevo presidente, el capitán (más tarde contraalmirante) Oscar Quihillalt, había sido convocado tres años atrás por Iraolagoitía para hacerse cargo de las instalaciones de d e Bariloche. Luego del golpe de Estado, González Domínguez y Galloni se habían reunido con el presidente y el vicepresidente de facto para pedir el nombramiento de Quihillalt.156 Graduado en 1944 de Ingeniero Especialista en Radiocomunicaciones de la UBA, Quihillalt había pasado por los establecimientos Bofors en Karlskoga, Suecia, donde realizó estudios en balística y armamentos. A fines de la década de 1940 había sido el autor de los primeros trabajos escritos en la Argentina sobre computadoras.157 Quihillalt continuó las principales líneas de acción iniciadas por Iraolagoitía y, salvo una breve interrupción durante la presidencia de Arturo Frondizi, iba a estar a cargo de la presidencia de la CNEA desde 1955 hasta el retorno de Perón en 1973, momento en que el propio Quihillalt promovería el nombramiento de Iraolagoitía. Cuando Quihillalt quedó al frente de la CNEA ya existía una incipiente masa crítica –alrededor de 250 científicos y 300 técnicos– y un entorno institucional con cierta densidad y estructura.158 Lo acompañaron inicialmente en el directorio los físicos Isnardi y Collo, los ingenieros Galloni y Carlos A. Volpi –director de grandes obras, como el dique Nihuil, en la provincia de Mendoza–, el matemático González Domínguez y el capitán de Fragata José María Rubio, primer egresado de la carrera de Ingeniería en Radiocomunicaciones e, igual que Iraolagoitía y Quihillalt, egresado de la promoción 60 de la Escuela Naval. En este punto era claro que los estereotipos de la ciencia académica que se difundían en la región –universalismo, libertad de investigación y ciencia pura o básica– no encontraron un terreno fértil en la CNEA. Guiada por una agenda de desarrollo tecnológico, una decisión que iba a marcar el futuro de la gestión de Quihillalt está relacionada con el camino seleccionado para disponer del primer reactor de investigación. El entendimiento entre Quihillalt y Sabato fue una pieza clave en la orientación de este proceso. Como director de la División de Metalurgia, Sabato adoptó una posición original que iba a ganar dimensión de rasgo de identidad
80
LOS SECRETOS DEL URANIO
institucional. Si bien en 1955 había buenos metalurgistas en la industria privada, la metalurgia no era enseñada en ninguna universidad argentina. Sabato y Tanis Tanis explicaban años más tarde que, al margen de d e algunos laboratorios de control de calidad pertenecientes a organismos públicos o empresas estatales y privadas, no había laboratorios de investigación y desarrollo y que la actividad de formación se reducía “a cursillos de extensión en un par de facultades de Ingeniería”.159 Sabato contaba en una entrevista a comienzos de los años setenta: “De hecho, la metalurgia era una suerte de paria en el mundo académico, a pesar del hecho de que la industria electromecánico-metalúrgica ya comprendía un 25% de toda la industria argentina”. tina ”. De esta forma, la decisión de organizar un laboratorio típico de metalurgia nuclear “habría sido el ‘camino fácil’; pero CNEA eligió el ‘camino difícil’”, explicaba Sabato. En lugar de un laboratorio de metalurgia nuclear, Sabato y su grupo decidieron establecer un laboratorio de investigación en metalurgia capaz de resolver problemas más generales.160 Así se inició uno de los emprendimientos que en los siguientes años iba a ganar mayor dimensión simbólica dentro de la CNEA. Percibido como una empresa quijotesca, el “ establishment científico”, cuenta Sabato, apodó “la murga” al grupo que se propuso crear un laboratorio de metalurgia sin expertos en metalurgia. En sus comienzos, esta nueva área estuvo integrada por un profesor secundario de física –el propio Sabato–, dos ingenieros electromecánicos, un ingeniero aeronáutico, cuatro ingenieros químicos, un ingeniero civil, tres licenciados en química y un estudiante de química. Refiriéndose al ingeniero químico Jorge Mazza, quien en 1957 condujo el grupo que desarrolló los elementos combustibles del primer reactor de investigación, Sabato cuenta que, a pesar de haber sido entrenado en Birmingham sobre fatiga de metales, Mazza “ni siquiera había visto un elemento combustible en su vida”. Las condiciones impuestas por Sabato ante las autoridades de la CNEA fueron claras: […] nosotros asumimos el compromiso de satisfacer todas las necesidades en metalurgia nuclear que nos planteara la CNEA; contra ese firme compromiso, solicitamos la más completa libertad para elegir el camino que nosotros creyéramos más conveniente para cumplirlo, por heterodoxo que ese camino pareciese a los observadores externos.161
DIEGO HURTADO
81
Primero Iraolagoitía y luego Quihillalt dieron pleno apoyo a las demandas de Sabato. Los primeros cursos de capacitación fueron continuados con co n un programa intensivo de perfeccionamiento de posgrados en física y química de metales en el exterior.162 Si bien el perfil industrialista y el énfasis puesto en la necesidad del acceso autónomo a la tecnología –componentes propios de la orientación del peronismo– habían motivado muchas de las decisiones iniciales de Iraolagoitía y habían marcado los pasos iniciales del área nuclear, luego del eclipse de la figura de Gaviola como líder de la física argentina, el creciente protagonismo de Sabato puede interpretarse como el surgimiento dentro de la CNEA de la primera figura civil con capacidad de traducir aquellos componentes ideológicos en formas de organización del trabajo y en senderos concretos de desarrollo tecnológico. Este proceso fue favorecido por el prestigio internacional de la energía nuclear durante aquellos años, lo que explica parcialmente la convergencia de valoraciones positivas provenientes de sectores políticos divergentes –tanto civiles como militares–, y por la incapacidad del gobierno de facto de articular ar ticular políticas de desarrollo industrial y tecnológico. En este escenario, la CNEA atravesó el gobierno de facto sin alterar la orientación dada por el gobierno que ahora se prohibía nombrar. Incluso, durante la dictadura del general Aramburu y el almirante Rojas, como veremos, se consolidaron los componentes ideológicos que el peronismo había impreso al sector.
El primer reactor de investigación Entre los objetivos del programa Átomos para la Paz se encontraba la creación de un organismo internacional que promoviera el uso y se encargara del control de la circulación de materiales y tecnologías nucleares. Con este objetivo, a fines de octubre o ctubre de 1956 se abrió a la l a firma en la ONU el Estatuto del Organismo Internacional de Energía Atómica, concebido como organización intergubernamental y autónoma. La Argentina formó parte del grupo de países que firmaron el acta que impulsó la resolución presentada por EE. UU. y Gran Bretaña ante la Asamblea General de la ONU, donde se proponía la creación de una agencia de Átomos para la Paz.163
82
LOS SECRETOS DEL URANIO
El mes siguiente, Quihillalt anunció que la Argentina compraría el primer reactor nuclear de investigación a EE. UU. Seleccionado a partir de un proceso de licitación entre siete empresas norteamericanas y una británica, el reactor sería construido por la empresa General Electric a un costo de entre 1 y 2 millones de dólares.164 El grado de compromiso de la Argentina con EE. UU. puede ilustrarse con una anécdota: en diciembre, el representante argentino en la ONU tuvo que abandonar su cargo después de afirmar que el gobierno argentino mostraba alguna preferencia por el equipo británico.165 En este punto, considerando que entre 1956 y 1959 EE. UU. iba a exportar alrededor de cuarenta reactores de investigación, parece claro que la Argentina era un país más dentro de la esfera de influencia de la agresiva política exterior norteamericana para avanzar sobre el incipiente mercado de reactores de investigación. Como parte del “Atoms“Atomsfor-Peace Program Grants for Research Reactors”, EE. UU. concedía al país comprador un subsidio de 350.000 dólares.166 Para concretar la compra, Quihillalt viajó a Nueva York a comienzos de 1957. Allí encontró que la venta se había postergado a causa de problemas legales. Por esos días, entre el personal de la CNEA circulaba que Brasil estaba también detrás de la compra de un reactor de investigación. A comienzos de diciembre de 1955, el general Bernardino Correa de Matos, presidente de la Comissão de Energia Atômica del CNPq, había hecho pública la voluntad de Brasil de adquirir un reactor de investigación.167 Tácitamente, ambos países comenzaban a competir para ver cuál iba a poner en marcha el primer reactor de América Latina. Mientras esperaba que se destrabara el trámite, Quihillalt viajó a Filadelfia para asistir a un ciclo de conferencias. Allí encontró a Carlos Büchler,, un ex miembro de CNEA que estaba trabajando en el Argonne Nachler tional Laboratory (ANL), en Chicago.168 Por recomendación de Büchler, Quihillalt viajó al ANL para ver un pequeño reactor llamado Argonaut, puesto a funcionar unas pocas semanas atrás. La idea de construir un reactor tipo Argonaut en la Argentina, en lugar de comprar un reactor a una empresa norteamericana, habría sido sugerida por Büchler. El Argonaut era un reactor de investigación de baja potencia, bajo costo y moderado con agua. Había sido diseñado para ser s er suficientemente seguro para el uso de estudiantes. El costo de todos los componentes del reactor y su construcción no podría exceder los 100.000 dólares.169
DIEGO HURTADO
83
De Chicago, Quihillalt fue a Washington para encontrarse con John Hall, funcionario de la US AEC a cargo de las relaciones con otros países. Fue a través de Hall que Quihillalt consiguió los planos del pequeño reactor y el permiso para enviar tres personas para entrenarse en el ANL. 170 Y Yaa en Buenos Aires, a comienzos de abril de 1957, Quihillalt comunicó la decisión de que el reactor no se compraría, sino que se construiría en CNEA.171 Las acciones se aceleraron. El reactor sería serí a instalado en un terreno cedido por la DGFM. En abril, doce toneladas de grafito de calidad nuclear fueron compradas a Francia. A comienzos de mayo fue contratado el trabajo para las obras civiles. civi les. También, También, a través de una serie de reuniones con industriales, algunos funcionarios de la CNEA comenzaron a explorar cómo maximizar la participación participació n de este sector. En junio, se inició el montaje del sistema de control electrónico. A mediados de agosto, las primeras partes del reactor fueron ensambladas. Al mes siguiente llegaron las 12 toneladas de grafito y se iniciaron las tareas de su corte a medida y maquinado. En septiembre, comenzó el trabajo sobre el blindaje de concreto del reactor.172 Mientras esto ocurría, tres científicos de la CNEA –Carlos Domingo, Fidel Alsina Fuertes, Miguel Geiger– viajaron al ANL. Si bien el objetivo era que se familiarizaran con el funcionamiento del reactor Argonaut, sobre todo para preparar la puesta a crítico del reactor argentino, Alsina Fuertes y Geiger dedicaron las dos primeras semanas semanas de su estadía en EE. UU. a la gestión de trámites sobre la contratación de la empresa que se iba a encargar “del arriendo del material fisionable” (uranio enriquecido), que era la misma que proveía al reactor Argonaut norteamericano, así como a la búsqueda en la US AEC de informes relacionados con la producción del óxido de uranio para los elementos combustibles.173 Sin embargo, los primeros ensayos realizados en agosto con uranio natural hicieron que se considerara seriamente la posibilidad de fabricar los elementos combustibles en la CNEA.174 Durante su estadía, los tres argentinos recibieron un prototipo de elemento combustible enviado por Mazza desde Buenos Aires. Se lo mostraron a Harry Bryant, director del reactor, y luego de someterlo a examen se concluyó que era un trabajo de alta calidad. Si bien ahora no se justificaba comprar los elementos combustibles a la empresa norteamericana, por razones contractuales era necesario hacerlo. hacerl o. A Bryant se
84
LOS SECRETOS DEL URANIO
le ocurrió argumentar ante las autoridades del ANL que, dada la baja calidad de los elementos combustibles que recibían, se cancelara el contrato con la empresa y se le encargara la producción de los elementos combustibles a la CNEA. Sabiendo que esto último no era posible, la argucia alcanzó para suspender la cláusula de compra de los elementos combustibles y permitir que su fabricación quedara a cargo del grupo de metalurgia de Sabato.175 En simultáneo, a fines de septiembre, el físico brasileño Marcelo Damy de Souza Santos, director del Instituto de Energía Atómica de la Universidad de São Paulo, anunció que Brasil había logrado la primera reacción en cadena en América Latina.176 Esta noticia podría haber puesto fin a la carrera tácita entre Brasil y la Argentina. Sin embargo, es probable que el grupo de la CNEA no haya sabido de esta novedad, aunque también es cierto que no se trataba de la inauguración pública y oficial, sino de lo que habría sido una prueba del reactor que Brasil había comprado a la empresa norteamericana Babcock & Wilcox. El 31 de octubre la CNEA firmó el contrato en Washington con la US AEC para adquirir los seis kilogramos de uranio 238 enriquecido al 20% en uranio 235, cantidad estipulada por el acuerdo de cooperación firmado en 1955, que aseguraba la provisión de combustible necesaria para el reactor de investigación argentino. La llegada del óxido de uranio se esperaba para la primera quincena de noviembre, pero el mal tiempo reinante en la zona del aeropuerto internacional neoyorkino obligó a suspender el embarque, que recién llegó en la segunda semana de diciembre. De acuerdo con Quihillalt, era la primera vez que EE. UU. exportaba materia prima para que otro país elaborara sus propios elementos combustibles.177 Luego de algunas semanas en las que se volvieron rutinarias las jornadas de trabajo de 12 a 18 horas, a mediados de enero de 1958 los elementos combustibles ya estaban listos y el reactor ensamblado. “Cuando llegó la preparación del experimento crítico bajo la dirección de Alsina, estábamos algo asustados”, cuenta Domingo. La fuente de neutrones era muy pequeña para el arranque. Al ir agregando uranio, existía el peligro de que el reactor se volviera supercrítico a un nivel indetectable de flujo neutrónico y, en décimas de segundo, se tuviera un nivel incontrolable de potencia. El uranio se fue agregando de a poco. Todo se hizo con gran lentitud. Se sabía que Brasil haría la inauguración oficial de su reactor de Saõ
DIEGO HURTADO
85
Paulo pocos días después y las autoridades de la CNEA estaban empecinadas en llegar primero.178 La presión era grande. Las pruebas para la puesta a crítico se habían comenzado al mediodía del 16 de enero. Ese mismo día había salido una columna en el diario La Prensa donde aparecía como un hecho consumado que el lunes 20 de enero se realizaría la inauguración oficial. Incluso, la columna citaba palabras de Quihillalt, que afirmaba que el costo del reactor argentino había sido menor que el costo del reactor original hecho en el ANL.179 Ya en la madrugada del día siguiente, luego de varios intentos en los que se fue incrementando el número de elementos combustibles, parecía que no iba a ser suficiente el uranio. A alguien se le ocurrió que cambiando la configuración de los elementos combustibles que ya estaban en el interior del reactor se podría mejorar la eficiencia. Finalmente, a las 6:25 horas del 17 de enero de 1958 –a 36 días de haber recibido el óxido de uranio enriquecido de EE. UU.–, el reactor de investigación, bautizado RA-1 (Reactor Argentino 1), alcanzó estado crítico.180 Tres días más tarde, el 20 de enero, tuvo lugar la inauguración oficial. La importancia política otorgada al evento se manifiesta en la lista de asistentes. Estuvieron presentes en la inauguración el presidente y vicepresidente de facto, los ministros del Interior, de Educación y Justicia, de Comunicaciones, de Transporte, de Economía, de Obras Públicas, de Aeronáutica, de la Armada, de Relaciones Exteriores, de Trabajo y Previsión Social y de Comercio e Industria, un delegado del ministro de Guerra, el embajador norteamericano, el delegado para América Latina de US AEC e, incluso, miembros de la Iglesia Católica. En el discurso de inauguración, Quihillalt sostuvo que a través del RA-1 el país iba a “disponer de ciertos radioisótopos que, por su corta vida media, hacen su importación imposible” y se podría “estudiar el uranio metálico que produce nuestra fábrica, proveniente del mineral argentino”. En cuanto al significado tecnológico del RA-1, Quihillalt interpretó que “este modesto reactor” era un primer paso hacia los reactores de potencia “como uno de los modos que pueden concurrir a conjugar el déficit energético en el porvenir”. 181 También enfatizó que habían participado 32 empresas argentinas en su construcción. 182 El día posterior a la inauguración del RA-1, una noticia de apenas nueve líneas en The New York Times anunciaba: “El presidente Pedro Eugenio Aramburu encendió el primer reactor atómico en América Latina”,
86
LOS SECRETOS DEL URANIO
contradiciendo lo que el mismo diario había publicado en septiembre de 1957 acerca de la primera reacción en cadena en Brasil.183 El 24 de enero, convencido de que la Argentina tenía la prioridad en la región, y probablemente en el hemisferio sur, Quihillalt viajó a Brasil para asistir a la inauguración oficial del primer reactor de investigación brasileño que tuvo lugar al día siguiente. 184 Sin embargo, un diario de Buenos Aires aclaró que el presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, en realidad había encendido el reactor por segunda vez, dado que el año anterior, “en septiembre, había sido probado por algunos días y declarado en perfecto estado de funcionamiento”.185 Esta carrera por la prioridad puede ser interpretada como una temprana expresión de los anhelos de liderazgo nuclear regional, ya estaban presentes de forma embrionaria en el imaginario de políticos y militares de ambos países. A modo de manifestación mediática didáctica, Ribeiro de Andrade cuenta que cuando la Argentina compró, en 1951, el sincrociclotrón a la empresa Philips, la revista más popular de Brasil en aquellos días, O Cruzeiro, sugirió que este hecho “podría ser el comienzo de una guerra fría en América Latina”.186 Otro ejemplo de rivalidad temprana se observa en el episodio desencadenado con motivo de la aprobación del Estatuto del OIEA en octubre de 1956. El artículo 6 de este documento explicaba cómo se conformaba la Junta de Gobernadores del OIEA. La junta saliente “designará para integrar la Junta a los cinco miembros más avanzados en la tecnología de la energía atómica [...] y el miembro más avanzado en la tecnología de la energía atómica, incluyendo la producción de fuentes materiales, en cada una de las siguientes áreas no representadas por los cinco previamente considerados”.187 Una de estas áreas era América Latina. Este párrafo desencadenó una prolongada disputa entre Brasil y la Argentina para determinar cuál de los dos países era el más avanzado. A mediados de 1962, se llegó a conformar un panel con tres expertos internacionales que no llegó a un fallo que tomara partido por uno de los dos países. Así, la decisión fue que ambos países se alternaran cada año “como el miembro más adelantado” de la región, mientras que el otro también integraría la junta como “miembro electo”. Carasales interpreta este episodio como “una buena muestra de la competitividad que caracterizó en esa época la relación argentino-brasileña en materia nuclear”.188
DIEGO HURTADO
87
Elementos para una tecnopolítica En la Argentina de mediados de los años cuarenta una comunidad científica incipiente comenzaba a organizarse y el complejo institucional estaba en pleno proceso de formación. La pequeña comunidad de físicos vio la energía atómica como una oportunidad para promover la creación de instituciones de enseñanza e investigación en física experimental y, también, para ganar visibilidad e interlocución frente al poder político. El gobierno y un grupo de militares de orientación industrialista vieron en la energía atómica un camino para diversificar las fuentes de energía y avanzar en la construcción de capacidades autónomas en un nuevo sector estratégico. A pesar de los intereses aparentemente complementarios, los pocos físicos de relevancia que había en la Argentina mantuvieron relaciones conflictivas con el gobierno, a diferencia de otros países donde la alianza entre gobierno, militares y científicos –con diferentes modalidades de consenso– pudo funcionar como catalizador e impulsor del área atómica. Mientras que los físicos propugnaban por un entorno institucional vinculado a valores académicos –interpelados por la experiencia de la guerra–, el gobierno, con la mirada puesta en algunos países avanzados, aunque sin experiencia en política tecnológica, concibió que la energía atómica era una pieza importante para industrializar al país. Por su parte, el sector industrial argentino, sin mucha expectativa o interés, no jugó un papel dinámico relevante. Las presiones externas que recibió el gobierno de Perón, propias de un país semiperiférico que pretende modificar su estatus en el sistema económico mundial, completan el complejo escenario político e institucional en el que se comenzó a diseñar un entorno institucional para la energía atómica. La creación de la CNEA y la DNEA, la clausura del proyecto Huemul, la transferencia del área atómica del Ejército a la Armada y el relevo de Gaviola por Balseiro en el diálogo entre científicos y oficiales de la Armada fueron factores que contribuyeron a la confluencia de objetivos. La entrada en escena de Jorge Sabato, un tecnólogo civil capaz de comprender los dos extremos del problema, consolidó este proceso de convergencia. Las condiciones de trabajo creadas en la DNEA –incluida la compra de dos aceleradores y la presencia del radioquímico alemán Seelmann-Eggebert–, los inicios de la prospección del territorio nacional en busca de uranio, la
88
LOS SECRETOS DEL URANIO
creación del Instituto de Física de Bariloche con Balseiro como director y de un área de metalurgia a cargo de Sabato son ejemplos de las iniciativas que hicieron posible iniciar un proceso progresivo de consolidación del área nuclear. Es un hecho políticamente significativo para evaluar el lugar que el gobierno peronista otorgó a la consolidación institucional de la ciencia y la técnica que, en momentos de debilidad económica y escasez de divisas, esta gestión haya concretado inversiones importantes en equipamiento, infraestructura y formación de recursos humanos. El gobierno de facto revirtió la orientación planificadora. En 1956 creó el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), al año siguiente el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y, a pocos días de la puesta a crítico del RA-1, en febrero de 1958, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Mientras que el INTA y el INTI se concebían como institutos tecnológicos para el agro y la industria, el CONICET tenía el objetivo de fortalecer la investigación en las universidades y se inspiraba en los principios del “universalismo científico”. Ahora bien, el desmantelamiento de los organismos de planificación heredados del peronismo, la compartimentalización del Estado y la ausencia de políticas públicas para la ciencia y la tecnología derivaron en un panorama institucional fragmentado que tendría consecuencias de largo plazo.189 Sin embargo, a pesar de la ruptura política traumática que significó el golpe de Estado de 1955, la afinidad de las gestiones de Iraolagoitía y Quihillalt dio continuidad a una dirección de crecimiento y diversificación institucional que condujo a la construcción y puesta en funcionamiento del RA-1. Evaluado por Quihillalt como una adquisición modesta desde la perspectiva del mainstream nuclear, en este artefacto se comenzó a esbozar un imaginario tecnológico-industrial como rasgo institucional y se materializó una orientación tecnopolítica que mostraba sus potencialidades como paradigma alternativo a la ciencia académica, tanto por su capacidad de definir una agenda de metas tecnológicas que buscaban dar solución a problemáticas locales, como por las formas complejas de organización que eran su condición de posibilidad. A diferencia del universalismo de la ciencia académica –de su reclamo de libertad de investigación y autorregulación, de su valoración de la investigación básica y de una agenda definida por “la comunidad científica in-
DIEGO HURTADO
89
ternacional”–, la posibilidad de contar con lineamientos de política tecnológica de mediano plazo también creaba las condiciones para el trabajo multidisciplinario y para el surgimiento de nuevos perfiles socioprofesionales en el país vinculados a la elaboración y gestión de proyectos tecnológicos. Estos elementos comienzan a configurar un régimen tecnopolítico como factor dinámico en la definición de un horizonte de objetivos políticos, institucionales y tecnológicos. El sentido simbólico del RA-1 se completaba con la venta del knowhow desarrollado en el proceso de fabricación de sus elementos combustibles a la empresa alemana Degussa. Este desarrollo había sido presentado, en agosto de 1958, en la Segunda Conferencia Internacional sobre Usos Pacíficos de la Energía Atómica. La venta se concretó en noviembre en Frankfurt, donde la CNEA entregó un informe completo del proceso de fabricación a cambio de la suma de 14.000 dólares. Esta transferencia era la primera exportación de tecnología nuclear de la Argentina. 190
Notas Expresión del New York Herald Tribune citada por Boyer (1985: 109). Maddock (2009: 121-122). 3 Idem (2009: 125). 4 La tecnología que había permitido obtener el uranio enriquecido y el plutonio para el Proyecto Manhattan había sido provista por empresas como Du Pont y Union Carbide. Al final de la guerra se sumaron a los beneficios –a través de la transferencia de forma directa de tecnología y de know-how – otras empresas, como Westinghouse o Dow Chemical, mientras el gobierno construía un complejo de instalaciones para el programa atómico militar. Sobre este tema, puede verse: Hertsgaard (1983: 10-34). 5 Ribeiro de Andrade (2006: 18). 6 Fischer (1997: 19-21). 7 Balogh (1991: 24-25). 8 El folleto Movilización industrial iba a influir en un sector de las Fuerzas Armadas (Savio, 1933). Puede verse: Ortiz (1996: 167-170). 9 Potash (1971 [1969]: 181); Belini y Rougier (2008: 49-82). 10 Savio (1942: 33-34). 11 Barbero (1997: 381); Belini (2004: 74-77). 12 Gimbel (1990: 452). 13 Decreto 22.855 de septiembre de 1945. 14 Bush (1960 [1945]: 12). 15 Guston (2000: 42-62). 16 Firmantes del Manifiesto (1945). Puede verse: Zanatta (2009: 44-45). 1 2
90
LOS SECRETOS DEL URANIO
Pueden verse: Science (1943); Shellenberger (1944; 1945); Panamerican [seudónimo] (1944); Cortesi (1943a; b; 1945). 18 Berrotarán (2003: 85). 19 A esto se agregaba la firme creencia del gobierno en la inminencia de una nueva guerra mundial que podría fortalecer la posición económica de la Argentina. Todavía a mediados de 1952, el propio Perón –bajo el seudónimo de Descartes– escribía en el periódico Democracia , sobre la “función de Latinoamérica en la tercera guerra” (Descartes, 1953: 396). 20 Guzmán y Altomonte (1982: 25); Rock (1999 [1985]: 333). 21 Hurtado (2010: 54-55). 22 Mariscotti (1985); Hurtado y Busala (2002). 23 Isnardi (1943). 24 Galloni (1945). 25 US State Department (1946). 26 MacDonald (1980: 388-391). 27 Hurvich y Dowker (1947). 28 Rapoport (1980: 277-278; 1994: 40). 29 Tewksbury (1946). 30 Passos Videira (2001: 160-167). 31 Gaviola (s/fa: 2). 32 Mariscotti (1985: 35-90); Bernaola (2001: 161-181, 373-458). 33 Gaviola (1946b: 221). 34 Idem (1946a). 35 Idem (1946b: 216-219). 36 The New York Times (1947a: 7). 37 Gaviola (1947a). 38 Idem (1947a: 11-12, 17). 39 Artin y Courant (1947: 1-3). 40 Gaviola (s/fa). 41 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores (1946a). 42 Mariscotti (1985: 64). 43 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores (1946b; c). 44 Un análisis de estos proyectos puede verse en: Feld (2007). 45 Gaviola (s/fa). 46 Mizelle (1947a). 47 Crítica (1947). 48 Beck (1947). 49 The New York Times (1947b). 50 Mizelle (1947b). 51 Wallace (1947). 52 Cabral (1990: 12). 53 Rapoport (1995). 54 Barsky y Gelman (2001: 299-300). Sobre el boicot norteamericano, puede verse: Escudé (1988). 55 Ver, por ejemplo: The New Republic (1946a; b). 56 Hovey (1947: 29-30). 57 Cabral (1988: 657). 17
DIEGO HURTADO
91
Ver, por ejemplo, Gaviola (1948). Puede verse también: Bernaola (2001: 406-407). Gans había estado en la Argentina entre 1912 y 1925 como director del Instituto de Física de la UNLP (Gaviola, 1954). También puede verse: Pyenson (1985: 179-185); Cabral (1994: 52-53). 60 Gaviola (1954). 61 Gans moriría en la Argentina en 1954 (Gaviola, 1954). 62 Sobre la ley universitaria de 1948, puede verse: Mangone y Warley (1984: 27-28) y Pronko (2000). 63 Meding (1999: 278). 64 La lista del grupo de Tank puede verse en: Meding (1999: 317). 65 Un relato exhaustivo del “affair Richter” puede verse en: Mariscotti (1985). También puede verse: Gaviola (1955a); Isnardi et al. (1958); Primera Plana (1967); Westerkamp (1975: 44-46); Mariscotti (1990); Meding (1999: 273-288). 66 Isnardi et al. (1958: 47). 67 Falicov (1970: 9); Isnardi et al. (1958: 86). 68 Decreto 10.936 del 31 de mayo de 1950. 69 En 1953 pasaría a llamarse Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. 70 González (1950); Gaviola (1950). 71 Mariscotti (1985: 120). 72 Sobre Mundo Atómico puede verse: Hurtado y Feld (2010). 73 Mariscotti (1985: 138). 74 The Washington Post (1951a). 75 Idem (1951b). 76 Mundo Atómico (1951a: 4). 77 Idem (1951b: 71). 78 Idem (1951c: 5). 79 Mariscotti (1985: 143). Un relato detallado sobre el desarrollo de reactores de fusión puede verse en: Herman (1990: 16-53). 80 Los documentos se reproducen en Van Der Karr (1990: 221, 223). 81 Gaviola (1951). 82 Beck (1951). Beck se marchó ese mismo año a Río de Janeiro contratado por el recién creado Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas. Ver: Passos Videira (2001). 83 Galloni (1951a). 84 Isnardi et al. (1958: 49). 85 Balseiro (1952); Isnardi et al. (1958: 50-51); Puglisi (2011: 35). 86 Mariscotti (1985: 247-252). 87 El tokamak es un dispositivo toroidal, desarrollado desde mediados de los años cincuenta por físicos soviéticos, que utiliza campos magnéticos para confinar el plasma. 88 Winterberg (2003; 2004). 89 Hand (2011: 19). 90 Cochran et al. (1987: 16, 152-154). 91 Gilpin (1962: 37). 92 Ribeiro de Andrade y Muniz (2006: 319). 93 Idem (2006: 320). 94 Idem (2006: 322-325). 95 Cabral (1996). 58 59
92
LOS SECRETOS DEL URANIO
Westerkamp (1975: 47); Vessuri (1995: 198-199). Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación (1947); Tagashira (2012: 104). 98 González (1988); Radicella (1993). 99 Gaviola (s/fa). 100 Idem (s/fa). 101 Idem (s/fa; s/fb). 102 Idem (1931: 9). 103 Idem (1947b). 104 López Dávalos y Badino (2000: 169) sugieren que otra razón de la ruptura fue la demanda de Gaviola de conservar el nuevo instituto fuera de la esfera militar. 105 Idem (2000: 158-159, 173-174). 106 Balseiro (1956); López Dávalos y Badino (2000); García y Reising (2002). 107 CNEA, Resolución N° 194 de 1954. 108 Martínez Vidal (1995: 80-83). 109 Sabato (1964: 1). 110 También participaron en la etapa inicial Pierre Lacombe, de la École des Mines de París (Francia), y Erich Gebhardt, del Max Planck Institute de Stuttgart (Alemania). 111 Freimuth (1953); Antúnez (1953); Mundo Atómico (1954a; 1955a); Balseiro (1954); Angelelli (1955); Randers (1955). 112 The New York Times (1951a; b). 113 Se trataba de un sincrociclotrón de energía fija, de 28 MeV para deuterones y 56 MeV para partículas alfa y de un acelerador Cockroft-Walton de 1.2 MV (megavoltios). El costo estimado era de un millón de dólares al valor de aquellos años. El pago consistió en un 30% al momento de la firma del contrato, un 30% a los seis meses, 30% al año y el 10% restante a los quince días de puesto en funcionamiento (Galloni, 1981: 30). 114 Mariscotti (1990: 23). 115 Galloni (1951b). 116 Mayo (1981: 53). 117 Galloni (1981: 29). 118 Las investigaciones posteriores a la caída de Perón llegaron a la conclusión de que en el proyecto Huemul se habían invertido 62 millones y medio de pesos (Isnardi et al., 1956: 74). 119 Mundo Atómico (1954c: 14, 17). 120 Idem (1954c: 17-18). 121 Báncora (1954). 122 Parry-Giles (2002: 164-166). 123 Medhurst (1997: 571-572). 124 Parry-Giles (2002: 166-168). 125 Brand (1989). 126 Chernus (2002: 120-127). 127 Medhurst (1997: 588). 128 Watson (1997: 457), citado en: Krige (2006: 162 n. 3). 129 Leviero (1947). 130 White (1948: 14); Popham (1948). 131 Aebersold (1949: 358). 132 Feld y Busala (2010). 96 97
DIEGO HURTADO
93
Mundo Atómico (1954b). Hewlett y Holl (1989: 172-177). 135 Krige (2006: 174-180). 136 Willrich (1971a: 59). 137 Krige (2006: 166). 138 Medhurst (1997: 588). 139 Sobre las repercusiones locales puede verse: La Nación (1955). 140 Ver: Hewlett y Holl (1989: 236, 581); Ordóñez y Sánchez-Ron (1996: 195-197). 141 Iraolagoitía (1955a); Mundo Atómico (1955b); Martínez Vidal (1995: 178-179). La lista de los radioisótopos puede verse en: Radicella (2002: 25). 142 Radicella (2002: 23). 143 Iraolagoitía (1955b). 144 Alegría et al. (1972: 8); Redick (1972: 12); Sabato (1973: 23a). 145 Potash (1980 [1981]: 292-293, 297, 306-307). 146 Sikkink (1991: 75-83). 147 Rouquié (1982 [1978]: 348). 148 Oszlak (1984a: 25). Puede verse también: Solingen (1996: 37-39, 210 n. 47). 149 Decreto 12.205 de 1954. 150 Decreto 384 de octubre de 1955 y decreto-ley 22.498 de diciembre de 1956. 151 Decreto-ley 22.477 de diciembre de 1956 y decreto 5.423 de mayo de 1957. 152 Westerkamp (1975: 48). 153 Gaviola (1955b). 154 Idem (1956). 155 Falicov (1970: 10). 156 Sahni (2000: 9, 11). 157 Quihillalt (1949a; 1949b; 1951). Ver: Babini (2003: 15-16). 158 Alegría et al. (1972, 9). 159 Sabato y Tanis (1981). 160 Sabato (1973a: 26). 161 Idem (1972: 10). 162 Idem (1962: 10). 163 The New York Times (1955a). El OIEA iba a crear el sistema de salvaguardias. Aceptarlas significaba aceptar las inspecciones del OIEA. El estatuto y el sistema de salvaguardias del OIEA puede verse en: United Nations (1957). La Argentina se incorpora como miembro activo por medio del decreto-ley 5.071 de 1957. 164 Idem (1956a). 165 Idem (1956b). 166 Goldschmidt (1985: 111). 167 The New York Times (1955b). 168 Domingo (2003: 29). 169 Holl (1997: 147). 170 González (1988: 41-42). 171 Quihillalt (1979). 172 Forlerer y Palacios (1998: 43). 173 CNEA (1957b: 16; 1957f: 22). 133 134
94
LOS SECRETOS DEL URANIO
Idem (1957c: 13). Domingo (2003: 30). Mazza estuvo a cargo provisoriamente, dado que Sabato viajó en agosto a Gran Bretaña para trabajar en el laboratorio de metalurgia de la Universidad de Birmingham, bajo la dirección de Robert Cahn. 176 The New York Times (1957). 177 La Prensa (1958b). 178 Domingo (2003: 30). 179 La Prensa (1958a). 180 Forlerer y Palacios (1998: 43). 181 CNEA (1958a: 10-12); La Prensa (1958b). 182 La lista completa de las empresas puede verse en: CNEA (1958a: 13). 183 The New York Times (1958). 184 La Prensa (1958c). 185 Idem (1958d). 186 Ribeiro de Andrade (2006: 319-320). 187 United Nations (1957: 470). 188 Carasales (1997a: 46-47). 189 Un análisis de este proceso puede verse en: Hurtado (2010: 92-118). 190 Martínez Vidal (1995: 180); Coll y Radicella (1998: 98-99). 174 175
Capítulo 2 “Desarrollismo” y proliferación nuclear Antes de asumir la presidencia en mayo de 1958, Arturo Frondizi habló de la industrialización como el camino inexorable hacia el desarrollo económico y sostuvo que la “industria pesada” y la infraestructura básica harían posible una estructura industrial integrada. El punto que ocultó era que estos objetivos pensaba concretarlos con un flujo masivo de inversiones extranjeras. El rol del Estado como orientador de estas inversiones hacia las áreas prioritarias completaba el proyecto desarrollista. Así, a fines de 1958, el Congreso votó una nueva ley de inversiones extranjeras y otra de promoción industrial, que se proponía promover la inversión local. El gobierno reglamentó rápidamente la primera. Como sostiene Schvarzer, “tanto la ley como los decretos específicos y su posterior aplicación, mostraban tal interés por atraer a esos capitales que dejaron de lado las posibilidades de regulación real de esas inversiones”.1 Como sugerente contraposición, la ley de promoción industrial fue reglamentada recién a mediados de 1961. Sikkink analiza los desarrollismos argentino y brasileño y destaca la importancia de la continuidad institucional del Estado y de sus cuadros técnicos para que las ideas que guían un programa político se incorporen a las instituciones y las políticas sean implementadas de forma exitosa. Para Sikkink, el gobierno de Kubitschek (1956-1961) en Brasil fue capaz de construir sobre la infraestructura institucional y las competencias técnicoadministrativas acumuladas durante los gobiernos previos. Y agrega: “En la Argentina, muchas de las instituciones económicas creadas por el gobierno peronista fueron más tarde desmanteladas. Frondizi intentó formar una ‘administración paralela’, pero esta no fue comparable a la compleja estructura
96
LOS SECRETOS DEL URANIO
institucional erigida en Brasil”. Como consecuencia, concluye, en la Argentina no hubo continuidad de personal entre los diferentes gobiernos, haciendo imposible el proceso de aprendizaje político y de acumulación de capacidades técnico-administrativas que hubieran resultado imprescindibles para la implementación eficaz de las políticas desarrollistas.2 Un corolario fue la ausencia de una política tecnológica para la industria nacional y la consolidación de la dependencia de tecnología importada que acompañó el incentivo de la inversión extranjera directa. Como señala Schvarzer, al proyecto de sustitución de importaciones de Frondizi “se lo podría haber llamado, con más precisión, ‘industrialización por desborde de las empresas transnacionales de su mercado local’”. La “actitud renuente a promover el capital local” y la aceptación por parte de los grandes empresarios locales de que la “asociación subordinada a las transnacionales era una alternativa ventajosa” consolidaron hábitos rentísticos de aversión al riesgo y el atraso técnico.3 Es comprensible que la CNEA quedara fuera del foco de interés de las prioridades políticas que promovió el gobierno de Frondizi. Ahora bien, la energía nuclear era, por lo menos en términos simbólicos, un ícono de desarrollo y modernidad. Este reconocimiento, sumado a la dependencia del área nuclear de la Armada –no importa si real o formal para un gobierno jaqueado por las Fuerzas Armadas–, le dio a la CNEA un amplio margen de legitimidad y autonomía, combinación que también significaba su relegamiento a un limbo de prestigio no prioritario. La CNEA no fue durante este período una excepción a las discontinuidades de gestión institucional. Iraolagoitía había sido reemplazado por Quihillalt en septiembre de 1955. Ahora, la transición hacia lo que sería un breve interregno semidemocrático también motivaba un cambio de autoridades. Quihillalt puso su renuncia a disposición del nuevo gobierno. La renuncia fue aceptada y Quihillalt y todo su directorio fueron reemplazados. Sin embargo, un importante atenuante a estos reemplazos recurrentes era que los sucesivos presidentes de la CNEA eran todos militares navales y se proponían continuar, en términos generales, con la orientación de sus antecesores. El 24 de junio de 1958 el contraalmirante Helio López, ingeniero electricista con un posgrado en óptica realizado en Italia, asumió como nuevo presidente. López había participado de la comisión que se había
DIEGO HURTADO
97
creado en 1956 para estudiar los antecedentes de creación de consejos nacionales de ciencia y técnica en el mundo y cuando asumió como presidente de la CNEA era integrante del directorio del CONICET como representante de las Fuerzas Armadas. Como nuevos miembros del directorio fueron designados el físico Alsina Fuertes y el químico Oscar Varsavsky.4 Sin embargo, a poco más de un año de asumir, Helio López iba a ser severamente criticado por falta de liderazgo y administración deficiente. En octubre de 1959 se produjeron cambios en el directorio –entre ellos, la partida de Varsavsky y la incorporación del ingeniero Humberto Ciancaglini–, y López finalmente renunció en mayo de 1960. El retorno de Quihillalt a la presidencia de la CNEA permitió recuperar la orientación previa del programa nuclear e iniciar un ciclo de continuidad que iba a contrastar con la inestabilidad política y económica que erosionó a otras instituciones de ciencia y tecnología.5 En paralelo al aumento de la potencia del RA-1, el diseño de un nuevo reactor y el crecimiento del área de metalurgia, la CNEA comenzó a elaborar una respuesta ambiciosa a la demanda creciente de radioisótopos a escala nacional, que en su gran mayoría debían importarse de Gran Bretaña, Francia y EE. UU. Una figura clave en este proceso fue el ingeniero Celso Papadópulos, puesto al frente del Departamento de Radioisótopos.6 Papadópulos se había desempeñado como jefe de la Sección Astronomía y Gravedad del Instituto Geográfico Militar, había sido docente en la UBA y profesor en la Escuela Superior Técnica del Ejército. Con su ingreso a la CNEA se comenzó a dar regularidad a la formación y difusión sobre el uso de radioisótopos, especialmente en medicina. Eran numerosos los centros médicos que utilizaban radioisótopos en el país. En especial, trabajaban con cobalto provisto por la CNEA el Hospital de Oncología “Ángel H. Roffo”, el Hospital Militar Central, el Instituto de Investigaciones del Cáncer, el Hospital Británico y el Hospital Ramos Mejía. 7 Papadópulos comenzó a promover la regulación de la actividad, la elaboración de una logística para abastecer las necesidades de radioisótopos a nivel nacional, coordinar y fiscalizar la comercialización de los radioisótopos importados, formar especialistas, fomentar su empleo en el sector privado y proteger a la población.8 La contraparte de un marco regulatorio era el diseño de una estrategia para comenzar a producir radioisótopos para aumentar la participación en
98
LOS SECRETOS DEL URANIO
el abastecimiento de la demanda local, ahorrar divisas y fomentar su uso en la industria. Si bien se sumaba el RA-1 a la investigación y producción de radioisótopos –que hasta ese momento se realizaban únicamente con el sincrociclotrón–,9 la capacidad de producción seguía siendo limitada, especialmente si se consideraba que en 1959 se proyectaba que se quintuplicaría la importación registrada en 1958, la que a su vez había triplicado el consumo de 1957. En octubre de 1958, el directorio de la CNEA aprobó la construcción de un nuevo reactor de investigación, el RAEP (Reactor Argentino de Experimentación y Producción) o RA-3, que tendría como principal meta la producción de radioisótopos. El físico Alsina Fuertes quedó al frente del proyecto.10 Además de metalurgia, radioisótopos y reactores de investigación, los otros dos objetivos centrales de la CNEA, a fines de la década, eran la prospección y procesamiento del uranio y, aunque aún lejana, la producción de electricidad. La exploración había comenzado en 1950. Sin embargo, al organizarse un Departamento de Materias Primas en 1955 y al asumir la CNEA la tarea de realizar la prospección sistemática del territorio nacional en búsqueda de minerales nucleares, aún no existía el instrumento legal para esta actividad. El decreto-ley fue promulgado a fines de 1956 y su reglamentación en el mes de enero siguiente.11 Como complemento de las tareas de prospección, la CNEA se proponía “diseñar y operar plantas industriales, cuya producción asegure el autoabastecimiento de combustible nuclear, para los futuros reactores de potencia”. Para entonces ya funcionaban dos plantas piloto con equipos de fabricación nacional –en Malargüe, provincia de Mendoza, y en la ciudad de Córdoba–, y una planta piloto de producción en Ezeiza, provincia de Buenos Aires, comprada a Alemania Federal en 1954. Las dos primeras plantas recibían el mineral de los yacimientos y lo transformaban en el óxido de uranio conocido como yellow-cake o concentrado de uranio. La fábrica de Ezeiza recibía este óxido y lo transformaba en uranio de pureza nuclear.12 Poco más tarde, para bajar costos, se comenzó a construir en Malargüe una planta con capacidad diez veces mayor diseñada en la CNEA y otra en Córdoba.13 A comienzos de septiembre de 1960, la empresa alemana Degussa adquirió cinco toneladas de yellow-cake elaborado por la CNEA. Un funcionario español en Buenos Aires relataba esta transacción al ministro de Comercio español y comentaba que el precio era “superior
DIEGO HURTADO
99
al que rige internacionalmente en los mercados de EE. UU., Canadá y Francia”. Lo interpretaba como un signo del “progreso alcanzado por la Argentina”, dado que “la operación fue concertada en libre competencia con los antedichos países productores”.14 En octubre de 1956 la reina Elizabeth II había puesto en funcionamiento los reactores nucleares de Calder Hall, que comenzaron a suministrar potencia a la red eléctrica inglesa. Mientras el OIEA exploraba la factibilidad de que los países en desarrollo incorporaran la producción de electricidad de origen nuclear, la CNEA promovía este objetivo a nivel local.15 Una prioridad para el gobierno de Frondizi era el autoabastecimiento energético, pero en el discurso de asunción declaraba que se concentraría “en la explotación de los yacimientos de petróleo y carbón y en la utilización de la potencia hidroeléctrica”.16 La presión de la CNEA y las recomendaciones del OIEA, a mediados de 1960, llevaron a Frondizi a declarar el programa nuclear de “alto interés nacional”, aunque las medidas de austeridad significaron una reducción del presupuesto de la CNEA de 10 a 4,5 millones de dólares.17 Finalmente, la aspiración argentina a tener algún protagonismo en el área nuclear se canalizó a través de la promoción de vínculos de colaboración regional para asistir principalmente, aunque no únicamente, a países de la región. Durante la década de 1960, tecnólogos argentinos iban a viajar a Paraguay, Bolivia y El Salvador para dar capacitación en aplicaciones médicas de radioisótopos, a Colombia para capacitación en radioquímica, a Guatemala para introducir el tema de la producción de energía nuclear.18 A comienzos de los años sesenta, Quihillalt manifestaba la preocupación de “presentar objetivamente a la opinión pública” las ventajas potenciales de “la ciencia atómica”. De lo contrario, “la nación no aceptará los sacrificios financieros indispensables para seguir una política de inversiones”. Las actividades de la CNEA se desarrollaban “desde el extremo norte, sobre la frontera con Bolivia, hasta el extremo sur, en la Antártida”. El país, explicaba, “está cubierto con una serie de dependencias que se dedican, fundamentalmente, a la búsqueda de minerales uraníferos”. En ese momento, la CNEA contaba “con un personal del orden de los 2.000 agentes y un presupuesto del orden de los m$n 400.000.000” (aproximadamente 4,8 millones de dólares).19
100
LOS SECRETOS DEL URANIO
Hasta la fecha apenas se había explorado “el 10% de las áreas con posibilidades uraníferas del país”. Con referencia a la ley de minería nuclear, si bien se esperaba que diera un “impulso vigoroso”, Quihillalt aclaraba que habían surgido inconvenientes, principalmente porque “aún no constituimos un país con conciencia minera”. Y agregaba: “El ‘tabú’ de la propiedad de la tierra se ha trasplantado, también, al minero”. En este punto, Quihillalt se anticipaba a lo que iba a ser, en los próximos años, una producción más bien errática.20 A pesar de todo, a mediados de 1960, la Argentina se ubicaba entre las primeras nueve naciones en reservas de uranio.21 La necesidad de divisas había motivado la decisión de exportar uranio: “La ley prohíbe vender uranio, pero permite el trueque de uranio por material, por aparatos para la industria atómica”. De esta forma, “nuestro equipamiento no le cuesta divisas al Estado”.22 En una exposición en la Escuela Naval en 1962, Quihillalt sostenía que “si bien se trata de desarrollar la tecnología específicamente nuclear, se promueve al mismo tiempo la elevación del nivel de la tecnología nacional en su conjunto”. Quihillalt contaba que una compañía “de una poderosa república del norte” intentó contratar al grupo de metalurgistas: “En masa. A todos. Pagaban alrededor de tres veces más que nosotros […] Pese a ese ‘canto de sirena’, nuestros profesionales rechazaron la oferta”. A cambio, se comenzó a investigar por contrato para instituciones argentinas y extranjeras, “cuando esa investigación se encuentra en la misma línea de los propios planes de la comisión”. Los contratos del exterior, explicaba, “son del orden de los diez o quince mil dólares”. Entre las instituciones con las que se trabajaba por contrato, mencionaba a la OEA, la National Science Foundation, la Army Research Office, la Office of Naval Research y la US AEC. 23 También con la colaboración de organismos internacionales, incluido el OIEA, a fines de marzo de aquel año, la CNEA organizó el Primer Curso Panamericano de Metalurgia Nuclear. El curso de diez meses se dictó para catorce becarios de ocho países de América Latina.24 El Departamento de Metalurgia contaba entonces con 25 científicos, 50 técnicos, 1.500 metros cuadrados de instalaciones y más de 40 millones de pesos (aproximadamente 475.000 dólares) invertidos en equipos. Alrededor de veinte graduados ya habían pasado por laboratorios de metalurgia europeos con becas de CNEA, CONICET, OEA, OIEA o Fundación Ford. 25
DIEGO HURTADO
101
Otra prioridad era la construcción de un reactor de investigación más potente para la producción de radioisótopos. Se trataba de un problema vital, entre otras razones, debido a la fuga de divisas: “Son millones de pesos que se gastan en el exterior”. En su gran mayoría, los radioisótopos importados provenían de Gran Bretaña, pero también se importaban de Francia y EE. UU., y en casi su totalidad ya venían fraccionados. “La producción local es casi nula […] Además, el flete es carísimo”. Con un reactor más potente era posible, incluso, “que hasta podamos asegurar las necesidades de los países vecinos”.26 Con base en la antigua división de radioquímica se había formado el grupo de producción de radioisótopos. Al frente de este había quedado el químico Juan Flegenheimer y a cargo del subgrupo del sincrociclotrón el químico Renato Radicella. Ambos habían trabajado con Seelmann-Eggebert en la DNEA. A mediados de 1961 se había logrado desarrollar la tecnología para comenzar a fraccionar de forma rutinaria el radioisótopo Iodo-131. Además de sus propios laboratorios, la CNEA utilizaba otros 27 pertenecientes a centros de investigación de universidades y hospitales.27 La robusta tradición biomédica local y las nuevas técnicas promovidas por el INTA en el contexto de la llamada “revolución verde” creaban un entorno institucional propicio para la expansión de la red de influencias de la CNEA.28 Para 1962, la gerencia de energía tenía más de 30 convenios con organismos dedicados a la medicina, la agricultura y la industria, especialmente la química.29 Así, a comienzos de 1962, a pesar de un contexto de austeridad en el gasto público, escasez de personal y bajos sueldos, la CNEA continuaba creciendo, tanto por la diversificación interna como por la ampliación de la red de influencias.
Reactores de investigación e industria nacional El RA-1 fue utilizado para producir radioisótopos. También se sustituyó parte de su instrumental importado –cámaras detectoras de neutrones, un registrador, un rectificador de corriente– por componentes nacionales y se trabajó en el aumento de su potencia. A fines de 1959 se logró multiplicar su potencia por diez y los radioisótopos que se producían en 40 horas,
102
LOS SECRETOS DEL URANIO
ahora se podían obtener en dos o tres horas.30 En 1960 se finalizó el RA-0, un reactor auxiliar de potencia cero –llamado facilidad crítica– para ensayar mejoras en el RA-1. También permitió avanzar en el diseño del RA-2, otra facilidad crítica de mayor envergadura que, a su vez, permitiría avanzar en el diseño de un reactor productor de radioisótopos.31 Desde la CNEA y Cancillería se hicieron gestiones para obtener el subsidio que EE. UU. otorgaba, como parte del programa Átomos para la Paz, para incentivar la instalación de reactores de investigación. Jorge Cosentino, ingeniero químico de la Universidad Nacional del Litoral, fue nombrado jefe del Departamento de Reactores y puesto a cargo del proyecto del nuevo reactor en reemplazo de Alsina Fuertes. La línea de desarrollo de reactores de investigación también se proponía promover la participación de la industria local como proveedora de los componentes del reactor y de sus instalaciones. En enero de 1961, por iniciativa de Sabato, el Departamento de Metalurgia y la Asociación de Industriales Metalúrgicos crearon la firma SATI (Servicio de Asistencia Técnica a la Industria) como organismo mixto sin fines de lucro. El plan era resolver problemas planteados por las propias industrias locales relacionados con la metalurgia. Esto, a su vez, haría posible difundir nuevos métodos de producción, el uso de nuevos metales, materias primas, máquinas e instrumentos, desarrollar mejores métodos de control de calidad, adecuarse al mercado local y, en palabras de Sabato, “preparar a la industria del país para la profunda transformación tecnológica que se producirá en los próximos años”.32 El 29 de marzo de 1962 fue expulsado Frondizi de la presidencia y a comienzos de abril asumió el presidente del Senado, José María Guido, una figura sin gravitación política. Este gobierno representó una transición de dieciséis meses. Los enfrentamientos entre el Ejército y la Armada no tuvieron consecuencias para el área nuclear. Mientras que para la CNEA depender de la Armada significaba cierta cobertura que la colocaba por encima de la línea de flotación de los sismos políticos, para la Armada el desarrollo nuclear la afirmaba en un lugar de vanguardia dentro de las Fuerzas Armadas. Cumpliendo nuevamente con el ritual, Quihillalt puso su renuncia a disposición del nuevo presidente de facto, pero esta vez no fue aceptada. En mayo de 1962, el presidente de US AEC, Glenn Seaborg, informó al embajador argentino en Washington, Emilio del Carril, que Átomos
DIEGO HURTADO
103
para la Paz iba a contribuir con 350.000 dólares o el 50% del costo del reactor, de acuerdo a qué opción representara la menor cantidad. Seaborg ponía algunas condiciones. La primera era un acuerdo de cooperación entre la Argentina y EE. UU. para que fuera posible suministrar el uranio enriquecido al 90% requerido por el reactor, salvo que se optara por un acuerdo de transferencia entre la Argentina y el OIEA. Además, como el reactor no iba a ser comprado a una empresa norteamericana, el subsidio se haría efectivo solo cuando el reactor alcanzara estado crítico y se presentaran pruebas satisfactorias de su funcionamiento. Finalmente, explicaba Seaborg, “los principales componentes del reactor serán manufacturados por firmas norteamericanas o argentinas y el reactor será montado y construido por compañías norteamericanas o argentinas”. En la certificación del gobierno argentino se debía garantizar que las partes del reactor fabricadas en EE. UU. iban a estar rotuladas o estampadas como productos norteamericanos.33 Para la CNEA el nuevo reactor era clave para ir ganando escala de forma incremental, tanto en experiencia de desarrollo como en la construcción de una red de proveedores nacionales. El proyecto se inició con un equipo de quince profesionales y técnicos y la licitación del edificio y los componentes mecánicos mayores. En paralelo a la construcción del reactor, el Departamento de Materiales también se encargaría de los elementos combustibles. Para esto era necesario uranio enriquecido al 90%, que finalmente se decidió que fuera provisto como donación por EE. UU. y que la operación se concretara a través del OIEA. 34 Mientras esto ocurría en Buenos Aires, a fines de marzo de 1962 murió, a los 42 años, José Balseiro. Esto significó una crisis profunda para el Instituto de Física, agravada por el golpe de Estado. El físico Víctor Ponce, entonces estudiante, cuenta que reinaba un ambiente de desasosiego y que el destino del instituto parecía indefinido. El traslado, en agosto, de los restos de Balseiro al interior del instituto rebautizado con su nombre es interpretado por Ponce como “un servicio post mortem que se le pidió a Balseiro, porque con sus restos aquí sería más difícil que cerraran el instituto”.35 A pedido de un alumno de Balseiro, Jorge Agudín, Beck retornó a Bariloche en 1963 y fue profesor del instituto hasta 1975, cuando retornó definitivamente a Brasil.36 El instituto pudo continuar y a mediados de los sesenta se encontraban cursando 51 alumnos. Para entonces ya habían
104
LOS SECRETOS DEL URANIO
egresado otros 90, de los cuales 39 habían sido enviados con becas al exterior y 12 ya se habían doctorado, 7 en el país, 5 en el extranjero. En ese momento se volvió a cuestionar la existencia del instituto cuando en la FCEN florecía un Departamento de Física con figuras como Juan José Giambiagi y Carlos Bollini, quienes junto con Daniel Bes, se contaban entre los físicos más prestigiosos y activos que tenía entonces la Argentina. Por otras razones, también desde la propia CNEA se cuestionó el esfuerzo de sostener el instituto.37 En 1965, en ocasión de los primeros diez años del Instituto Balseiro, Beck se preguntaba: “¿Valía la pena?”. El instituto “ha logrado, hasta ahora, en un país y en un continente no preparado para tal tarea, establecer algunas de las condiciones necesarias para el progreso de las investigaciones en física. Algunas de las condiciones, no todas”. Luego de una evaluación sombría del contexto político y cultural, agregaba: “Los institutos científicos son instrumentos muy frágiles […] El trabajo cuidadoso de muchos años puede ser destruido en pocos minutos”. Ahora bien, a pesar de los golpes de Estado, la inflación y los sueldos magros, la experiencia de la física brasileña y el Instituto Balseiro mostraban que “se puede construir en América Latina institutos científicos cuando se encuentran las personas adecuadas y cuando se les deja, durante una década, autonomía interna suficiente para poder organizar su trabajo”.38
La producción de electricidad en el horizonte A partir de 1963, la decisión de iniciar los estudios para la compra de la primera central de potencia marca el inicio de un nuevo estadio en la historia de la CNEA y la consolidación de un perfil de institución que, a diferencia de lo que ocurría con la ciencia académica –anclada en el internacionalismo y la investigación básica–, fue derivando hacia una agenda integrada por una red cada vez más densa de problemas cuya solución requería de desarrollos tecnológicos y organizacionales, de la adquisición de nuevas competencias, del diseño y construcción de plantas de producción. Los objetivos eran bajar costos, autoabastecerse de procesos y materiales, construir una doble articulación con la industria local –resolviendo algunos de sus problemas e incentivando su integración a la red de proveedores
DIEGO HURTADO
105
de los proyectos de la CNEA– y realizar actividades regionales de formación y asistencia para ir construyendo una posición de liderazgo en América Latina. No era un problema menor disponer de la capacidad de importación de aquello que todavía no estaba al alcance de las competencias locales. También se realizaba investigación básica en la CNEA, pero esta era un aspecto más de una institución multifacética, que a través de sus planes y objetivos comenzaba a configurar lo que podríamos llamar una tecnopolítica sectorial –que incluía eslabones de investigación, desarrollo y producción– definida por una frontera tecnológica local que se desacoplaba de las modas o las agendas internacionales. Contrastando con esta orientación, la política económica del gobierno de facto había dado un golpe de timón para dar paso a lo que Rapoport sintetiza como “el retorno de la ortodoxia”.39 El fracaso de esta gestión derivó en un severo período de recesión y endeudamiento con el FMI, cuyas recetas profundizaron la crisis. Mientras se realizaban las elecciones con el peronismo proscripto, se intentó mejorar la posición de la balanza de pagos disponiendo por decreto, en julio de 1963, que los organismos del gobierno, así como las empresas públicas de propiedad del gobierno nacional, debían dar preferencia, en sus compras, a los productos fabricados en el país. Esta iniciativa fue conocida como decreto de “Compre Argentino”.40 En una evaluación retrospectiva de esta medida, que incumplía las pautas impuestas por el FMI, Sabato y Oscar Wortman –ingeniero del grupo de metalurgia– sostenían: “El balance final es ciertamente positivo: el régimen de compre argentino ha sido sin duda uno de los más poderosos instrumentos en favor del desarrollo de la industria argentina”. El decreto determinaba la conformación de un comité integrado por representantes del sector industrial privado y de las empresas y reparticiones del Estado, ante quien debían presentarse las solicitudes de excepción. Para Sabato y Wortman, a través de este comité “los representantes del sector industrial aprendieron a conocer mejor las necesidades del Estado al tiempo que los representantes de éste adquirieron un real conocimiento de la capacidad de la industria local”.41 Ese mismo año se creó el Comité de Centrales Nucleares para iniciar los estudios para los futuros reactores de potencia.42 En ese momento se encontraban en operación en el mundo 50 reactores para la producción de energía eléctrica –la mayoría en EE. UU., Gran Bretaña y la Unión Soviética– con
106
LOS SECRETOS DEL URANIO
una potencia total instalada de 4.000 MW; otros de 6.000 MW estaban en construcción y se estimaba un ritmo de crecimiento de aproximadamente 1.500 MW anuales.43 Arturo Illia asumió la presidencia en octubre del 1963. Aceptadas las estimaciones que afirmaban que la potencia eléctrica del Gran Buenos Aires-Litoral se incrementaría en 1.300 MW en el período 1966-1972, se decidió que la primera central nuclear debía ubicarse en esta región. La decisión se basaba también en que ninguna de las plantas hidroeléctricas en construcción iba a estar terminada antes de 1972. La CNEA propuso no contratar una empresa extranjera para elaborar el informe de factibilidad. En abril de 1964, la Comisión Nacional de Coordinación de Grandes Obras Eléctricas respaldó esta decisión y, a comienzos de 1965, Illia firmó el decreto que encargaba a la CNEA los estudios de preliminares. 44 La Secretaría de Energía y Combustibles le facilitaría toda la información necesaria y el plazo concedido era de catorce meses. Finalmente, se asignaban hasta 88 millones de pesos moneda nacional (aproximadamente 350.000 dólares) para este objetivo.45 La CNEA formó un equipo especial de trabajo presidido por Quihillalt, que contaba con dos vocales, Papadópulos, gerente de Energía, y Sabato, gerente de Tecnología, y un equipo técnico liderado por el ingeniero Béla Csik.46 En febrero se anunciaba que habían comenzado “las conversaciones” entre funcionarios de la Secretaría de Energía y Combustibles, Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA), Agua y Energía Eléctrica y la CNEA. En esta primera reunión, el subsecretario de la Secretaría de Energía y Combustibles, Juan Sabato, mencionaba que “hasta el momento que entren en funcionamiento las centrales hidroeléctricas de Salto Grande y Chocón-Cerros Colorados, será necesario aumentar en 1 millón de kW [kilowatts] la potencia actual”. También afirmaba que en el país había uranio suficiente “para autoabastecerse durante los próximos 50 años, por lo menos” y que estaban dados todos los elementos que permitirán, “a través de una promoción activa e inteligente, el nacimiento de una industria nuclear argentina”.47 La decisión de optar por la construcción de un reactor de potencia de uranio natural para poder utilizar el producido por la CNEA y así no depender del uranio enriquecido de EE. UU. –único proveedor durante aquellos años– ya estaba presente en estas primeras iniciativas. El acuerdo de colabo-
DIEGO HURTADO
107
ración nuclear firmado por Illia durante la visita de De Gaulle a comienzos de 1964 permitió dar los primeros pasos.48 Cuenta Jorge Sabato: La primera ronda de negociaciones fue con los franceses. Ellos fueron los primeros porque habían mostrado un profundo y muy temprano interés en Atucha […] En el mismo sentido, CNEA también estaba interesada en un reactor enfriado a gas [el tipo desarrollado por Francia], porque éste representaba una de las pocas posibilidades de tener una central de uranio natural. 49 La CNEA pudo contar con expertos del Commissariat à l’Energie Atomique de Francia (CEA), que visitaron el sitio de Atucha. Esta visita fue continuada por un viaje a Francia de industriales argentinos y profesionales de la CNEA, que visitaron Chinon y Saint Laurent des Eaux, donde había centrales de potencia en operación y en construcción. Luego de estos intercambios se elaboró el borrador de una carta de intención. Sin embargo, cuenta Sabato: “Estas negociaciones fueron repentinamente canceladas por el lado francés de la manera más extraordinaria y poco ortodoxa”. A fines de 1966, no se cumplió con la presentación acordada de una oferta provisional, ni se comunicó a la CNEA esta decisión. Quihillalt insistió, pero sin resultado. “CNEA nunca recibió explicación alguna por este comportamiento y es realmente difícil averiguar lo que realmente ocurrió”, concluye Sabato. Si bien al mismo tiempo que Francia negociaba con la Argentina acordaba con EE. UU. la provisión de uranio enriquecido para el primer submarino nuclear francés, Sabato se mostraba escéptico ante los “rumores” que sostenían que Washington había presionado al gobierno de De Gaulle para que no concretara el acuerdo con la Argentina.50 Por su parte, Jorge Martínez Favini, a cargo de los asuntos jurídicos de la CNEA, coincide con Sabato. “Acá se había preparado todo”, cuenta, y el presidente Illia apoyaba la iniciativa. El director del Crédit Lyonnais, que financiaría el proyecto, le aseguró a Quihillalt que iba a venir a la Argentina. Sin embargo, de forma inesperada, en una tarjeta de Navidad sostenía que no había podido cumplir con su promesa. Favini cuenta que el químico francés Bertrand Goldschmidt, director del Departamento de Química del CEA, le comentó que no tenía que ver con EE. UU., sino con “problemas financieros, que no había plata”.51 Hymans, luego de consultar documentos
108
LOS SECRETOS DEL URANIO
del archivo del organismo nuclear francés, sostiene: “Los franceses estaban listos para vender a los argentinos lo que ellos desearan pero únicamente a un alto precio”.52 Ahora bien, argumentos como “problemas financieros” o “un alto precio” –aunque la costosa oferta parece no haber sido transmitida– pueden ser también excusas para obstaculizar una venta y así, tácitamente, responder a las presiones de EE. UU., que podría desear que la primera central nuclear argentina fuera comprada a una empresa norteamericana. En la CNEA se continuó con el estudio de factibilidad. Se estudiaron los problemas técnicos, económico-financieros, políticos, jurídicos, sociales y sanitarios inherentes a una central nuclear, así como sus efectos sobre la conservación de recursos naturales, el futuro mercado latinoamericano de energía nuclear y el impacto sociocultural. Se consideraron cuatro tipos de reactores, dos de uranio natural y dos de uranio enriquecido. Si la opción final fuera una central de uranio enriquecido, se esperaba enviar a enriquecer al exterior el uranio argentino. La central nuclear debía comenzar a operar en 1971 y se consideraba una vida útil de 25 años. El equipo de la CNEA recurrió a estudios previos de la Secretaría de Energía y Combustibles y del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) y se consultaron a algunos organismos internacionales, como EURATOM (Comunidad Europea de Energía Atómica) y, por supuesto, al OIEA. 53 El informe final constaba de ocho capítulos en dos volúmenes principales y siete volúmenes anexos y se titulaba Estudio de Preinversión de una Central Nuclear para el Suministro de Electricidad al Área del Gran Buenos Aires-Litoral . Cuando se presentó al Poder Ejecutivo a fines de julio de 1966, hacía poco más de dos semanas que Illia había sido expulsado del gobierno por un nuevo golpe de Estado encabezado por el general Juan Onganía. En el Estudio de Preinversión ya aparecía como meta crucial, aunque lejana, la necesidad de completar el ciclo del combustible, esto es, disponer de todas las tecnologías para la producción industrial de los insumos necesarios –agua pesada y elementos combustibles– para el funcionamiento de una central de potencia, incluido el reprocesamiento de los elementos combustibles gastados. También se recomendaba la instalación de una planta nuclear de entre 300 a 500 MW a 100 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, sobre la margen derecha del río Paraná de las Palmas, para disponer de un gran caudal de agua para refrigeración. 54 El costo de pro-
DIEGO HURTADO
109
ducción de energía eléctrica de una central nuclear se estimaba inferior al de una central térmica convencional equivalente. Explicaba Sabato: Pues, si bien la central es más cara en cuanto a su instalación, es más barata de operar. Y a lo largo de los 25 años de funcionamiento, si se hace el estudio económico-financiero, se mide la tasa de retorno del capital, y se miden, en fin, los distintos parámetros económicos y financieros, resulta que se gana con ella. Creo que a los seis años o a los siete se equiparan, y después es ventaja neta. 55 El informe también sostenía en sus conclusiones que la industria nacional podría intervenir en la construcción en un orden del 40%. Ahora bien, a pesar de las ventajas de un nivel de potencia estimado entre 500 y 550 MW, contaba Sabato, “había en las altas esferas del gobierno un poderoso grupo, respaldado por la Secretaría de Energía, completamente en contra a cualquier planta nuclear”. Y agregaba: “Solamente después de una dura batalla, se aceptó la idea de una planta de 300 MW de potencia”. 56 Esta oposición no impidió que, a fines de 1967, la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) firmara un convenio para que la CNEA realizara un informe de factibilidad para instalar una segunda central nuclear en la provincia de Córdoba.57 La preparación del Estudio de Preinversión fue clave para consensuar un sentido para la consigna de autonomía tecnológica, que no era unánime. Algunos miembros de la CNEA –entre ellos Papadópulos y el gerente de seguridad Dan Beninson, médico recibido en la UBA que se había doctorado en física en el Lawrence Radiation Laboratory de Berkeley– defendían la idea de desarrollar un prototipo de potencia intermedia. Esta idea se oponía a los que pensaban que el desarrollo de un reactor de potencia sin el acceso a tecnología extranjera era demasiado arduo. Según esta opción, la CNEA debía dar un salto cualitativo a través de un contrato de compra que permitiera “abrir” y desagregar la tecnología adquirida para generar capacidades locales crecientes en la fabricación de los componentes. Cuenta Hymans que algunos partidarios de la orientación de Papadópulos llegaron a cuestionar las credenciales “nacionalistas” de Sabato.En una reunión realizada en octubre de 1966, Sabato y Quihillalt se opusieron a la idea de Papadópulos de desarrollar un reactor de uranio natural de 30/40 MW.
110
LOS SECRETOS DEL URANIO
Papadópulos renunció a su cargo de gerente –que fue ocupado por Cosentino– y pasó al Departamento de Fuentes Intensas de Radiación.58 En los años siguientes, Sabato iba a dedicar numerosos escritos a los procesos de importación de tecnología e iba a distinguir la “importación ciega”, que conduce “a una alienación social y cultura de los países importadores”, de la “capacidad tecnológica autónoma”, entendida como la “capacidad [de un país] para definir, establecer y controlar la mezcla de tecnología (tecnología nacional-tecnología importada) más apropiada y conveniente para satisfacer sus propios intereses”. La encrucijada planteada por la primera central de potencia iba a reaparecer de forma recurrente cuando se decidiera avanzar sobre las otras tecnologías del ciclo de combustible. “Se ha propuesto que la mejor manera de lograr ese control efectivo del flujo tecnológico sería a través de una drástica reducción de la tecnología importada y aun de su total eliminación (autarquía tecnológica)”, explicaba Sabato poco más tarde. El caso de la República Popular China y su abandono de la autarquía tecnológica iba en contra de esta posición. La clave estaba en comprender que “la política tecnológica integra la política económica”. De la “plena compatibilidad” de ambas deben extraerse los criterios “para poder así evaluar el ‘grado de dependencia tecnológica’ ya existente en el sector y compararla con la que se desea que haya”. Para controlar la tecnología importada se requería del desarrollo de las capacidades para una “importación ‘abierta’ e inteligente”.59 Esta era una lección del Estudio de Preinversión, que se completaría con la experiencia del proceso de compra y construcción de la central de Atucha.
El “hecho atómico” y la seguridad interna En el “Mensaje de la Junta Revolucionaria al Pueblo Argentino” del 28 de junio de 1966, la nueva dictadura explicaba: “La modernización del país es impostergable”.60 Mientras la CNEA se embarcaba en el llamado a ofertas para la primera central de potencia de la región, las ocho universidades públicas fueron intervenidas y una violenta represión tuvo lugar el 29 de julio. El incidente tuvo repercusión internacional. El resultado fue la masiva renuncia de profesores y el éxodo de prestigiosos científicos.61 La CNEA fue afectada lateralmente por este evento e iba a padecer en los años
DIEGO HURTADO
111
siguientes la decadencia general de las actividades científicas que siguieron a este período. Un artículo de The New York Times anunciaba: “Reclutadores universitarios listos para ubicar profesores”. Allí se informaba que algunas de las universidades líderes de EE. UU., incluida Harvard y el MIT, habían establecido contacto con profesores “para planificar su partida”.62 La dictadura de Onganía acompañaba el proceso de surgimiento sincrónico de dictaduras en América Latina. La asimilación de la Doctrina de la Seguridad Nacional significaba para las Fuerzas Armadas de los países de la región que la seguridad del Estado estaba amenazada por enemigos internos. Entre muchas otras cosas, esto significaba que el acoplamiento sinérgico entre defensa e industrialización, característico de la ideología de militares como Savio, Mosconi, el propio Perón o los presidentes de la CNEA, era eclipsado por una ideología que, en contra de su retórica, desacoplaba el problema de la defensa del objetivo de la industrialización e intentaba construir una nueva unidad conceptual entre las nociones de desarrollo y seguridad. El general Osiris Villegas, uno de los jefes militares del golpe, que iba a quedar al frente de la Secretaría del Consejo Nacional de Seguridad (CONASE) –organismo clave en el diseño institucional de este período–, “desarrolló la que habría de ser la versión más completa de la Doctrina de la Seguridad Nacional”, sostiene De Riz.63 En Políticas y Estrategias para el Desarrollo y la Seguridad Nacional , Villegas reconoce que “como consecuencia de la industrialización, se acentúa el problema social”, de allí “la imperiosa necesidad de planificar”. Es decir, en la lógica de esta dictadura la planificación aparecía como un recurso disciplinador. Por otro lado, argumentaba el ideólogo, “postergar el desarrollo” era “posibilitar la gestación de condiciones que lleven a situaciones sociales explosivas”. Por lo tanto, era “imperativo de la hora romper esquemas perimidos y constituir una verdadera conciencia industrial nacional”. En este esquema, “la ciencia y la técnica se constituyen en basamento fundamental del desarrollo y, por ende, de la seguridad”. Para Villegas, “la construcción del comple jo hidroeléctrico del Chocón-Cerros Colorados y de la Usina Termonuclear de Atucha” eran parte de las condiciones de posibilidad para la transformación del país.64 Villegas titula un capítulo de su libro “Política nuclear, desarrollo y seguridad nacional”. Allí sostiene: “Cuando el ‘hecho atómico’ llegue a
112
LOS SECRETOS DEL URANIO
convertirse en la fuente principal de energía, las consecuencias pueden ser decisivas para los estados que no cuenten con la independencia necesaria”. Sin embargo, “se observa que los países con un potencial nuclear de significación presionan, por todos los medios, para obtener un instrumento de valor internacional que les permita cristalizar la relación de poder en su favor”. Por eso, “debemos ser opositores al empleo de armas nucleares y defensores del uso irrestricto de la energía nuclear con fines pacíficos, sin que ello signifique atarnos de pies y manos, colocándonos a merced de voluntades ajenas al interés nacional”. Asumida esta posición, “nuestro país sufrirá el embate de las presiones, principalmente de las potencias nucleares”. La conclusión enfática era que “el desarrollo y la seguridad de la república estarán, invariablemente, asociados y dependientes del dominio que pueda alcanzarse en materia fisionable”. 65 Estas ideas de Villegas aparecen como un esfuerzo doctrinario crucial para entender cómo la energía nuclear y, en general, el factor tecnológico, como variable de desarrollo económico, se integraron en una trama de sentidos forzados y contradictorios, aunque perdurables a lo largo del ciclo de dictaduras que llega hasta fines de 1983. La condición de posibilidad para integrar desarrollo, industrialización y seguridad era la planificación, presentada como dispositivo de disciplinamiento social que debía guiar el peligroso proceso de transformación, mal necesario incompatible con la ideología conservadora del grupo de militares golpistas. En el plano político e institucional, esta tensión entre orden y transformación se expresaba en la contradicción entre la defensa de la planificación, que era la defensa de un orden desarrollista, y la política económica del ministro Krieger Vasena y sus colaboradores, grupo que O’Donnell describe como “las fracciones más dinámicas y transnacionalizadas de las clases dominantes”.66 Como veremos, el componente confrontativo con las potencias nucleares, incompatible con la apuesta a la expansión de las grandes empresas de capital nacional y al fomento de la inversión extranjera directa, habla del desdoblamiento entre componentes ideológicos nacionalistas y la aceptación de una dependencia económica inocultable. Una ecuación histórica sin solución. En la consigna “seguridad y desarrollo”, los sentidos de ambos conceptos son excluyentes. En esta contradicción se esconde el germen de la imposibilidad lógica para esta dictadura de avanzar en el proceso de “modernización”.
DIEGO HURTADO
113
Fue en este contexto inviable de desarrollo autoritario dependiente que, mientras la CNEA inauguraba el reactor de investigación RA-3 e iniciaba la construcción de su primera central de potencia, los diplomáticos argentinos iban a tomar posición frente a los marcos regulatorios internacionales, los cuales eran percibidos, desde la perspectiva de los países en desarrollo con ambiciones nucleares, como francamente discriminatorios y obstaculizadores de sus planes de acceso a la tecnología nuclear.67
El negocio de las explosiones nucleares pacíficas A mediados de los años sesenta comenzó a crecer en la arena internacional la cuestión de la “proliferación nuclear”. En la superficie semántica de este concepto se mostraba la preocupación de las potencias nucleares por el desarrollo de tecnologías que facilitaran el acceso de los países del Tercer Mundo a la construcción de explosivos atómicos. Sin embargo, en un segundo sustrato de sentido, el concepto de proliferación, combinado con la cuestión del “avance del comunismo”, iba a abrir un horizonte de posibilidades ilimitadas para el despliegue de dispositivos de presión. Sus efectos más tenaces se iban a concentrar en los países pobres que aspiraban a construir una industria nuclear. Veremos cómo la noción de proliferación nuclear nació impregnada de sentidos múltiples y cómo heredó todas las ambigüedades propias del sentido político de todo desarrollo tecnológico codiciado y cómo estas ambigüedades fueron utilizadas por las potencias nucleares, principalmente por EE. UU., para avanzar sobre marcos legales que cristalizaran un estado de cosas que a fines de los años sesenta iba a caracterizarse como discriminador. Esta tendencia, avalada por la consolidación de la industria nuclear norteamericana y eventos como la prueba nuclear de China, en octubre de 1964, y la reacción de la India, fue acompañada por un desplazamiento de valores, sentidos y actitudes. Mientras que el programa Átomos para la Paz había tenido como principal objetivo la disputa con la Unión Soviética, y construir hegemonía nuclear significaba avanzar sobre un horizonte de variantes políticas y tecnológicas inciertas, el problema de la proliferación de los países periféricos también era funcional a sus ambiciones comerciales oligopólicas. Mientras que las superpotencias habían llegado a
114
LOS SECRETOS DEL URANIO
algunos acuerdos básicos y la industria nuclear norteamericana ya estaba en plena actividad, un objetivo que tomaba forma era el bloqueo del desarrollo nuclear de los países no industrializados. La maquinaria discursiva que inició y acompañó este complejo y contradictorio reordenamiento del campo de fuerzas internacional fue tomando la forma de una supuesta “ciencia” del cálculo de intenciones. Desplegada por un ejército de “expertos” en relaciones internacionales, su función era reproducir los rituales y escenarios de las ciencias sociales para desplegar aquello que, en la superficie de esta práctica, parecía ser su objeto de estudio: la estructura de motivaciones que impulsan a un país al desarrollo de una tecnología sensitiva. Por debajo de esta superficie visible, la propia metodología que guiaba esta práctica estaba concebida para trabajar como un instrumento más de los objetivos hegemónicos implícitos en la guerra fría y, en esta misma dirección, a favor de los intereses oligopólicos de los países exportadores de tecnología nuclear. En definitiva, este enorme dispositivo político de coerción que tomó prestada la escenografía del mundo académico y algunos aspectos formales de las ciencias sociales conocía a priori los resultados de sus análisis: todo país en desarrollo con capacidades tecnológicas nucleares autónomas era proliferador. Inexorablemente, junto con Brasil, India, Pakistán, Sudáfrica, entre otros, desde mediados de los años sesenta la Argentina iba a pasar a integrar esta lista. Mientras se derramaban ríos de tinta para demostrar las supuestas intenciones ocultas de los países pobres que buscaban desarrollar capacidades nucleares autónomas, y especular cómo se los debía persuadir o presionar, desde mediados de los años cincuenta se estudiaban las posibilidades de utilizar explosiones nucleares en grandes obras de infraestructura. En febrero de 1957, se realizó un simposio en el Livermore Laboratory en California, donde se concluyó que había razones atractivas para usar explosivos nucleares para aplicaciones no militares, como excavación, minería o la obtención de datos científicos de detonaciones subterráneas. El reporte semestral de enero de 1958 de la US AEC al Congreso de EE. UU. sugería la aprobación del programa “Plowshare” (“Arado”). El nombre se inspiraba en una sentencia bíblica: “Y transformaron sus espadas en arados”. 68 En 1961, US AEC creó la División de Explosivos Nucleares Pacíficos. Los principales usos identificados incluían excavación de canales, puertos y embalses, acceso a depósitos minerales y petróleo y la creación de cavernas
DIEGO HURTADO
115
subterráneas para almacenar fluidos. Este programa significaba “un salto de escala en los esfuerzos del hombre en la redisposición de los materiales terrestres”, sostenía un informe de 1964.69 Mientras se estudiaban las “explosiones nucleares pacíficas”, en diciembre de 1959 se abría a la firma el Tratado Antártico. La Argentina estuvo entre los doce países que lo suscribió. Este tratado disponía que “la Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos”. En su artículo 5 prohibía el almacenamiento de residuos nucleares y las explosiones atómicas. Esto último había sido una propuesta de la delegación argentina. Adolfo Scilingo, jefe de la misma en Washington, se refiere a “la reacción inicial de incredulidad y asombro provocada por la iniciativa argentina en materia nuclear”. 70 A comienzos de marzo de 1961, Frondizi aludía al tema: “Proscriptas en la Antártida las detonaciones atómicas, la Argentina alienta el ferviente anhelo solidario de que una prohibición semejante se extienda al mundo entero”.71 En simultáneo, en 1960, una evaluación acerca de las naciones con capacidad para construir armas atómicas ubicaba a la Argentina, junto con Brasil, México, Noruega, España y Sudáfrica, entre aquellas que, a pesar de su desarrollo industrial limitado y la escasez de científicos capacitados, podrían sostener un programa de este tipo. 72 La crisis de los misiles en Cuba, en octubre de 1962, sumada a la preocupación por la contaminación producida luego de cada prueba nuclear, impulsaron el Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares, suscripto en Moscú en agosto de 1963 por los países que lo habían negociado: EE. UU., Gran Bretaña y la Unión Soviética. Este tratado prohibía los ensayos con armas nucleares en la atmósfera, el espacio ultraterrestre y debajo del agua. Francia y la República Popular China no suscribieron. El texto del tratado abarcaba de forma implícita la prohibición de explosiones nucleares con fines pacíficos. La Argentina firmó el mismo día que fue abierto a la firma, aunque tardó más de veinte años en ratificarlo, a diferencia de la gran mayoría de los signatarios, incluidos Brasil y la India, que lo ratificaron al poco tiempo de la firma.73 Julio César Carasales, funcionario de carrera del Servicio Exterior argentino y especialista en cuestiones nucleares y desarme, sostiene que las razones de esta demora nunca se explicitaron, “aunque cabe sospechar que tienen que ver con la tradicional posición argentina en defensa de la posibilidad de efectuar explo-
116
LOS SECRETOS DEL URANIO
siones pacíficas”.74 Sin embargo, no queda claro que hasta 1967 la Argentina tuviera una postura consistente sobre las explosiones nucleares con fines pacíficos. La prueba nuclear en Lop Nur, en octubre de 1964, ubicó a la República Popular China como quinto socio del “club” de la bomba. El evento alteraba el balance internacional de poder y comprometía la situación en el sur asiático. India había sido derrotada por China en 1962. En abril de 1964, India acordaba con Canadá el financiamiento de un reactor de potencia CANadian Deuterium Uranium (CANDU) y en julio ponía en marcha una planta de reprocesamiento de plutonio en Trombay. Homi Bhabha, líder del programa atómico indio, había sugerido a fines de febrero en la Conferencia Pugwash realizada en Udaipur, India, que las superpotencias deberían evitar los incentivos que empujan a proliferar a países como India, o bien expresando de forma inequívoca garantías de seguridad, o bien liderando el proceso de desarme nuclear. La prueba nuclear en China motivó que la India reclamara a Washington y Moscú que, si no deseaban que India desarrollara su propia bomba, debían garantizar su seguridad. Sin embargo, estas garantías nunca llegarían, entre otras razones, porque EE. UU. había creado vínculos con Pakistán –la provisión de armas entre otros–, quien a su vez temía el desarrollo nuclear indio y buscaba una alianza estratégica con China y asistencia nuclear, abierta o encubierta, de donde fuera. En este contexto, EE. UU. y la Unión Soviética comenzaron a promover en el seno de la ONU la elaboración de un tratado internacional de no proliferación, que se proponía como principal objetivo congelar a perpetuidad el número de países que retendrían el derecho a fabricar explosivos nucleares.75 Durante esos días, la US AEC continuó promoviendo con entusiasmo el empleo de explosiones nucleares pacíficas para proyectos como la excavación de un segundo canal de Panamá. Los vínculos entre el tópico de la proliferación y los intereses comerciales eran explícitos. Seaborg propuso que EE. UU. impulsara explosiones pacíficas de bajo costo para países que no tenían armas nucleares. Según su razonamiento, esto evitaría la proliferación y abriría un mercado internacional de explosiones pacíficas para EE. UU. que aumentaría la popularidad de la tecnología nuclear y promovería dentro del Congreso el consenso para un aumento de presupuesto para la US AEC.76
DIEGO HURTADO
117
En América Latina, un grupo de países trabajaba en la propuesta de transformar la región en zona libre de armas nucleares. Presentada en septiembre de 1962 por el canciller brasileño ante la ONU, se hablaba de hacer de América Latina una “zona desnuclearizada”. Pocas semanas más tarde, la llamada “crisis de los misiles” le dio un protagonismo inesperado a la propuesta. En abril de 1963, los presidentes de Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México firmaron una declaración a favor de un acuerdo que comprometiera a los países de la región a “no fabricar, ni almacenar, ni ensayar armas nucleares o dispositivos para el lanzamiento de armas nucleares”. La Argentina participó del proceso que tuvo origen en esta declaración. Al establecerse el Comité Preparatorio para la Desnuclearización de América Latina (COPREDAL), con sede en la ciudad de México, la actitud de la Cancillería argentina fue renuente. Sin embargo, para la tercera reunión del COPREDAL, cuando ya se encontraba redactada una versión preliminar del tratado, Buenos Aires comprometió una delegación especial. Finalmente, la Argentina se encontró entre los firmantes del anteproyecto de resolución titulado “Desnuclearización de la América Latina” que fue presentado y aprobado en la Asamblea General de la ONU en noviembre de 1963.77
Relaciones internacionales y feudalismo nuclear Luego de tres años de negociaciones, el 14 de febrero de 1967 se abrió a la firma el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina, conocido como Tratado de Tlatelolco. La intención de crear una zona libre de armas nucleares significaba también la prohibición de instalar bases con armas de este tipo. Una característica de este tratado era la exigencia de todas las firmas para ingresar en el acuerdo de salvaguardias del OIEA.78 La Argentina firmó en septiembre de 1967. Durante las discusiones iniciales, la ambigüedad del término “desnuclearización” habla de la débil percepción de las consecuencias posibles de la iniciativa. Con el correr de las discusiones, el término “desnuclearización” fue dejado de lado y en el tratado fue utilizada la expresión “proscripción de armas nucleares”. Tampoco se mencionaban en los primeros borradores las “explosiones nucleares pacíficas”. Ahora bien, en marzo de 1965,
118
LOS SECRETOS DEL URANIO
la Argentina y Brasil –que desde el golpe militar ocurrido el año anterior había cambiado radicalmente su posición– insistieron en que el tratado debía permitir este tipo de tecnología, mientras que Panamá y Nicaragua querían asegurarse de que no interfiriera con el uso de explosiones nucleares para la excavación de un canal a través del istmo. Desde mayo de 1966, la evolución del borrador del tratado comenzó a considerar este punto, cuando se decidió aprobar la incorporación de una definición de “arma nuclear” basada en el concepto de “intención”: un explosivo nuclear será considerado un arma solamente “si tiene la intención de ser usado con propósitos militares”. Británicos y norteamericanos rápidamente expresaron su desaprobación y el tema se tornó conflictivo. En el estado actual de la tecnología, argumentaron los británicos, no es posible hacer esta distinción. Años más tarde Seaborg explicaba: “EE. UU. acordó con los británicos sobre esto y, con un ojo en el futuro del programa Plowshare, impulsó que el tratado prohibiera todas las explosiones nucleares en América Latina, excepto donde un país latinoamericano obtuviera un servicio de PNE [explosión nuclear con fines pacíficos] de un estado poseedor de armas nucleares”.79 Desde la perspectiva de la Argentina y Brasil, el punto crucial se encontraba en el artículo 18. Si bien las explosiones nucleares pacíficas exigían una información detallada al OIEA sobre fecha, lugar y otros datos, junto con la obligación de aceptar personal técnico para observar sin limitaciones si el procedimiento se ajustaba a la reglamentación vigente, Roberto Ornstein, capitán de Fragata con estudios de posgrado en el Royal Navy College, en Inglaterra, y asesor militar en las negociaciones del Tratado de Tlatelolco, afirmaba que “no queda en modo alguno restringida la posibilidad de desarrollar la tecnología necesaria para producir –y experimentar– artefactos explosivos nucleares con fines pacíficos, aun similares a los bélicos, siempre y cuando los mismos no tengan el conjunto de atributos específicos que permitan identificarlos como destinados al empleo con fines bélicos”. Ornstein aludía al pasaje del artículo 18 que aclaraba que quedaban permitidas “inclusive explosiones que presupongan artefactos similares a los empleados en el armamento nuclear”.80 Antes de la firma del tratado, sin embargo, en el COPREDAL se volvió a discutir intensamente qué cosa era un arma nuclear. El resultado quedó plasmado en el artículo 5 del tratado, donde se afirma que no solo
DIEGO HURTADO
119
el artefacto debe ser “susceptible de liberar energía nuclear en forma no controlada”, sino también que debe tener “un conjunto de características propias del empleo con fines bélicos”. El delegado argentino Luis Sanz sostuvo que es “el destino” con que se concibe el artefacto el factor básico para identificar un arma nuclear.81 Desde la aprobación del Tratado de Tlatelolco, el artículo 18, en combinación con los artículos 1 y 5, iba a ser fuente de controversias. No resultaba claro si se autorizaban las explosiones pacíficas o si esto ocurría solo cuando existiera un mecanismo para distinguirlas de las explosiones con fines bélicos. Esta segunda interpretación, apoyada por EE. UU., significaría la veda de las explosiones pacíficas por tiempo indefinido.82 Los gobiernos de la Argentina y Brasil, al suscribir el tratado, formularon una declaración donde afirmaron sus derechos a las explosiones nucleares con fines pacíficos.83 Sin embargo, rumores sobre el desarrollo de un explosivo nuclear en Bariloche puestos a circular por militares brasileños motivaron declaraciones del presidente de facto de Brasil sobre la posibilidad de que su país se embarcara en la construcción de la bomba. Este episodio –que describimos en el siguiente capítulo– obligó a la Argentina a negar los rumores y a diferenciar su posición de la del país vecino.84 En paralelo al Tratado de Tlatelolco, en Ginebra, la Conferencia de Desarme de las Dieciocho Naciones negociaba el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). A pesar de los esfuerzos de sus diplomáticos, la Argentina no logró ser designada para integrar este comité. 85 A mediados de 1967, Seaborg viajó a América Latina para visitar varios países, entre ellos Brasil y la Argentina. Un objetivo era buscar apoyo en el proceso de negociación del TNP en curso. “Sentíamos una particular necesidad de hacer esto en el caso de Brasil”, cuenta, dado que integraba el Comité de Desarme y se opondría al TNP si este obstaculizaba las explosiones nucleares con fines pacíficos. Seaborg se reunió con el canciller brasileño José Pinto. Para Seaborg “los brasileños habían al parecer interpretado de manera demasiado entusiasta un folleto de la AEC sobre nuestro programa Plowshare”.86 Para enfriar este entusiasmo, le explicó a Pinto que si EE. UU. proponía prestar “servicios de explosiones pacíficas” a otros países bajo el TNP, la intención no era “incluir en el precio alguna parte del tremendo costo de investigación y desarrollo contraído en conexión con nuestro programa
120
LOS SECRETOS DEL URANIO
de armas”. Esta era una razón importante, concluía Seaborg, de “por qué podríamos proveer el servicio a sólo una fracción de lo que esto costaría a los brasileños proveérselos por sí mismos”.87 Es decir, los países periféricos no debían aspirar al desarrollo de tecnología nuclear, sino acceder a sus beneficios en la forma de un servicio. Sin embargo, para países como la Argentina y Brasil, el proceso de desarrollo de las tecnologías nucleares era tan importante como disponer de sus beneficios. Se trataba de impulsar una “industria industrializante”, según la expresión difundida por aquellos años por el economista François Perroux.88 En octubre de 1967, Quihillalt había sido electo para presidir la Junta de Gobernadores del OIEA en Viena.89 Desde Cancillería, esta elección se interpretaba como un reconocimiento de “la activa participación de nuestro país en el campo de la cooperación”, pero también “del alto nivel tecnológico alcanzado por la Argentina en los temas nucleares”.90 En este contexto, Quihillalt interpretaba que no firmar el TNP significaba un riesgo para el programa nuclear argentino. Quihillalt se reunió con Onganía y su ministro de Relaciones Exteriores, Nicanor Costa Méndez, pero sus argumentos a favor de adherir al TNP no parecieron convincentes. A comienzos de 1968, Costa Méndez viajó a Brasil para discutir una estrategia conjunta frente a la inminente reunión en la ONU en la que se discutiría el TNP. 91 En julio de 1968, el TNP se abría a la firma y era aprobado por 95 votos a favor, 4 en contra y 21 abstenciones. En este último grupo se encontraba la Argentina, junto con Brasil, India, Israel Pakistán, Sudáfrica, España y Francia, entre otros.92 José María Ruda, el representante argentino ante la Asamblea General de la ONU, sostuvo en Nueva York que la Argentina “cree que el actual proyecto pone mucho énfasis en los aspectos de la seguridad pero muy poco en el del desarrollo”.93 Ruda fundamentó la posición argentina en dos consideraciones. La primera, que el TNP congelaba la situación existente, esto es, un panorama internacional con países nucleares y no nucleares. Esto significaba un riesgo a la seguridad de los miembros de la comunidad internacional. La segunda era la protección del avance tecnológico de los países en desarrollo. También sostuvo que para el gobierno argentino era fundamental que el tratado no significara “un escollo a nuestro desarrollo económico por una parte y, por la otra, que pueda constituir la base jurídica de una dependencia tecnológica que se ha venido acentuando cada vez más en los últimos
DIEGO HURTADO
121
tiempos”. Cuando el TNP todavía era un proyecto, el representante argentino había propuesto sin éxito la inclusión de una fórmula similar a la contenida en el artículo 18 del Tratado de Tlatelolco para las explosiones pacíficas.94 El artículo 5 del TNP, según Ruda, era sumamente vago. Los países nucleares no asumían ningún compromiso concreto, en contraste con las concretas obligaciones que se imponían a los países no nucleares en los artículos 2 y 3. Las inspecciones sobre usos pacíficos solamente se aplicaban a los estados no poseedores de armas nucleares. Finalmente, luego de calificar el artículo 6 –por el cual los estados se comprometían a efectuar “negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armas nucleares”– como “una mera declaración de buenos deseos”, Ruda explicaba que las potencias “deben entender que el sacrificio que realizan los países no nucleares, dentro del régimen del tratado, es sumamente grande, sin obtener suficientes seguridades que hagan suponer un futuro más auspicioso en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales”. El diplomático argentino cerró su intervención con una frase que iba a adquirir cierta popularidad: “Este tratado significa paradó jicamente el desarme de los desarmados”.95 Desde entonces, la Argentina y Brasil iban a repetir una y otra vez que el TNP les resultaba inaceptable por su carácter discriminatorio y por violar el principio de igualdad jurídica de los estados. El 16 de octubre, Costa Méndez sostuvo en la ONU que “los países menores necesitan un sistema de garantías debidamente ajustado a sus requerimientos”, además de, “y sobre todo, seguridad de contar con amplia libertad para su avance tecnológico”. Y concluía: “En caso contrario, estaríamos contribuyendo a cristalizar un statu quo y establecer indefinidamente una relación de dependencia política y tecnológica de sombrías e inaceptables consecuencias”.96 Mientras que el TNP no planteaba conflictos a países como México, que no habían logrado un desarrollo nuclear apreciable, representaba un verdadero conflicto para aquellos pocos países en desarrollo que desde la década de 1950 intentaban impulsar una industria nuclear. 97 Ahora, cuando los sacrificios parecían próximos a rendir frutos, el TNP pretendía exigir a estos países los mayores renunciamientos. En paralelo, antes de ratificar el Tratado de Tlatelolco, a semejanza de algunos países desarrollados al suscribir el TNP, la Argentina intentó negociar
122
LOS SECRETOS DEL URANIO
con el OIEA el acuerdo de salvaguardias. Sin embargo, el OIEA proponía incorporar el sistema de salvaguardias del TNP. La Argentina se negó dado que el TNP era posterior al Tratado de Tlatelolco.98 Otra vez el punto conflictivo eran las explosiones pacíficas, prohibidas por el TNP, aunque para la Argentina autorizadas por el Tratado de Tlatelolco. El resultado final fue que la Argentina dejó sin firmar el TNP y sin ratificar el Tratado de Tlatelolco por más de dos décadas. Parecía claro para la Argentina, que en este momento ya se encontraba embarcada en la construcción de la primera central de potencia de uranio natural, que el objetivo de la autonomía tecnológica, independientemente de los fines e intenciones, coincidía con alguno de los múltiples senderos que conducían a la proliferación. Al asumir una posición “principista” ante los foros internacionales, la diplomacia argentina no podía evitar construir un horizonte incierto para su programa nuclear: ¿hasta qué punto no haber ratificado el Tratado de Tlatelolco y no haber firmado el TNP iba a comprometer el acceso a asistencia técnica y transferencia de tecnología?99
Física nuclear y ejercicios de supervivencia A comienzos de la década de 1960, la física experimental en América Latina presentaba debilidades estructurales. Las principales razones se vinculaban con el costo y la capacidad de gestión de las grandes máquinas, que eran una condición necesaria de creciente complejidad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La llamada big science había surgido de la física. Como correlato, las deficiencias de financiamiento históricas de los laboratorios universitarios eran una limitación adicional que explicaba la ausencia de grandes máquinas en las universidades. Así parece comprensible que en la Argentina la física experimental de grandes instrumentos –como aceleradores y reactores nucleares de investigación– haya tenido como epicentro a la CNEA. Esta orientación, como vimos, se inició con la decisión política, a comienzos de los años cincuenta, de embarcar al país en el desarrollo de capacidades en el área de la energía atómica y decidir la compra de dos aceleradores a la firma holandesa Philips. Esta iniciativa también explica que, cuando se habla de física experimental de grandes instrumentos en el país,
DIEGO HURTADO
123
haya que enfocarse, hasta los años noventa, en la física nuclear. Finalmente, digamos que, a diferencia de áreas como la astronomía, donde la falta de competencias organizacionales y administrativas en la compra, instalación y gestión de grandes telescopios aparece como una debilidad crónica, en la CNEA se puede hablar de un proceso en incremento de acumulación de competencias. El hecho de tratarse de una institución que desde el comienzo manejó grandes presupuestos y sistemas administrativos complejos de compra, instalación y gestión de equipamientos diversos –aun con las limitaciones propias del sector público y las dificultades de un país semiperiférico para acceder a instrumentos de punta– parece una razón adicional que explica que haya sido posible el desarrollo de una tradición de física experimental que pudo contar con aceleradores de partículas ya desde comienzos de la década del cincuenta. Al poco tiempo de su creación en abril de 1955, en el Instituto de Física de Bariloche se impulsó la construcción de un acelerador. En septiembre de 1954, José Balseiro conoció al científico alemán especialista en microondas Wolfgang Meckbach.100 Ambos tenían entonces 35 años. En este período de expansión de la física nuclear a nivel mundial, la CNEA había logrado establecer contacto con institutos de Upsala y Estocolmo, Suecia, y recibió la visita de varios físicos, algunos de los cuales pasaron por Bariloche, como los profesores Ingmar Bergström, especialista en espectroscopía nuclear del Siegbahn Institute, y Torsten Lindquist, físico nuclear de Upsala.101 Meckbach conocía el acelerador Cockroft-Walton instalado en la sede central de la CNEA, en Buenos Aires, y otro menor que estaba construyendo el grupo del físico Waldemar Kowalewski, siguiendo un prototipo desarrollado en Upsala. En 1957, Meckbach se embarcó en la construcción de un acelerador Cockroft-Walton que utilizaría una fuente de iones que había desarrollado con el ingeniero italiano Manlio Abele. En los años siguientes se trasladó el acelerador de Kowalewski a Bariloche. En 1960, Samuel King Allison, director del Instituto Enrico Fermi de la Universidad de Chicago, visitó Bariloche para asesorar sobre el inicio de una línea en física de neutrones. Luego de una estadía en Chicago, Meckbach regresó en enero de 1963 a Bariloche y trabajó en la mejora del Cockroft-Walton. El resultado, por sugerencia de Allison, fue llamado “kevatrón”.102
124
LOS SECRETOS DEL URANIO
En Buenos Aires, a mediados de los sesenta el sincrociclotrón comenzaba a ser un instrumento obsoleto. Luego de largas e infructuosas gestiones para conseguir el millón de dólares necesario para la obtención de haces de energía variable, algunas nuevas modificaciones realizadas por el equipo de ingenieros y técnicos del Departamento de Física Nuclear de la CNEA permitieron realizar algunas mejoras. Paralelamente se comenzaron a incorporar físicos teóricos t eóricos al laboratorio. El primero fue Ernesto Maqueda, en enero 1968, que había realizado su posdoctorado en la Universidad de Sussex, Inglaterra, y había trabajado durante 1967 en el Caltech, EE. UU. A pesar de las dificultades y de la evidencia de que el sincrociclosincrocicl otrón ya era un instrumento obsoleto, por primera vez se contaba en la Argentina con un equipo de investigación en física nuclear dotado de infraestructura técnica y científica para desarrollarse a nivel internacional. 103 Sin embargo, aun con las distintas modificaciones realizadas, se hacía cada vez más difícil publicar trabajos. Así, en los últimos años de la década d écada del sesenta, se inició un segundo intento por modernizar el laboratorio, cuando se asumió que, en lugar de proponer modificaciones, había que reemplazar el sincrociclotrón por un acelerador más moderno para mantener un nivel de trabajo competitivo. En este escenario, se intentó impulsar la adquisición de un ciclotrón isócrono de protones de 130 MeV. El proyecto, con un costo estimado entre 4 y 5 millones de dólares, se proponía crear un laboratorio nacional con proyecciones regionales.104 Estuvo cerca de firmarse el contrato con la empresa norteamericana AEG a comienzos de la década de 1970, aunque el proyecto finalmente fracasó por limitaciones presupuestarias. Este segundo fracaso produjo el desmembramiento parcial del grupo del sincrociclotrón.105 En paralelo con los trabajos del laboratorio del sincrociclotrón, a comienzos de 1966 se inició una nueva línea de trabajo en el Departamento de Física Nuclear. Nuclear. A mediados de 1965, Daniel Bes, físico teórico que había realizado su doctorado en el Instituto Niels Bohr en Copenhague, Dinamarca, y que desde 1959 era profesor de la FCEN en la UBA, fue invitado a hablar en una conferencia internacional en la Universidad de Aarhus, Dinamar Dinamarca. ca. 106 Allí pudo conocer con detalle los llamados programas ISOLDE del CERN, Suiza, y TRISTAN de la Universidad de Ames, EE. UU., enfocado en Isótopos Alejados de la Línea de Estabilidad (IALE). Al regresar a la Argentina, Bes propuso a los grupos de espectros-
DIEGO HURTADO
125
copía nuclear y separación de isótopos del Departamento de Física Nuclear de CNEA que se integraran para iniciar una nueva línea de trabajo en esta área de investigación. Esta ambiciosa propuesta fue bien recibida. Para su realización se integraron los grupos de física nuclear y física teórica de la FCEN y se reacondicionó el acelerador Cockroft-Walton. Cockroft-Walton. La física Emma Pérez Ferreira –que ese año había disuelto el laboratorio de partículas elementales por tratarse de una línea muy costosa– quedó al frente del proyecto IALE.107 Sin embargo, la masiva renuncia de profesores y el éxodo de científicos que siguió al golpe de junio de 1966, si bien no impactó de forma directa sobre la CNEA, sí fue responsable de que algunas de sus actividades padecieran el estado de decadencia general que siguió a este período. 108 Los grupos de física nuclear y física teórica de la FCEN resultaron desmembrados y el proyecto IALE se tuvo que iniciar únicamente con el grupo de la CNEA. A pesar de todo, a comienzos de 1970 se consolidaba como la línea de investigación de mayor gravitación dentro de la física nuclear argentina.109
Ezeiza y Bariloche en los años sesenta Luego de casi cuatro años de trabajo, durante 1966 se pudo finalizar el RA-2. Luego de algunos atrasos, el RA-3 fue también puesto a crítico en Ezeiza en la madrugada del 17 de mayo de 1967, inicialmente a una potencia de 0,5 MW MW.. La mayor parte par te de sus componentes habían sido fabricados en la Argentina, incluyendo el 90% de la electrónica y el equipo de control.110 Este reactor, diseñado para funcionar con uranio enriquecido al 90% y producir 5 MW de potencia máxima, fue oficialmente inaugurado el 20 de diciembre.111 En esa misma ocasión se inauguró la primera etapa del Centro Atómico Ezeiza (CAE). Además de Onganía y algunos ministros, también asistieron al acto el gobernador de Buenos Aires, el rector interventor de la UBA y el arzobispo de Buenos Aires. Entre los representantes de organismos internacionales de energía atómica estaban Walter Schnurr, director del Instituto de Investigaciones Nucleares de Karlsruhe, Alemania Federal; Federal; Israel Israel Dostrovsky Dostrovsky,, presidente presidente de la Comisión de Energía Energía Atómica de Israel; y Uriel da Costa Ribeiro, de la Comissão Nacional de Energia Nuclear (CNEN) de Brasil. 112 En esa ocasión, Quihillalt recibió el
126
LOS SECRETOS DEL URANIO
cheque de 350.000 dólares de manos del encargado de negocios de la Embajada de EE. UU. En la construcción del RA-3 habían participado 67 empresas argentinas y su costo total había sido 1.020.000 dólares.113 De acuerdo a Quihillalt, el nuevo reactor no suponía “un especial avance en cuanto a la tecnología de reactores se refiere”, pero pero significaba “la apertura de nuevos cauces a la industria nacional”. También También se adelantaba a posibles críticas: “Es probable que ante un frío análisis económico eco nómico pueda argüirse que el costo del reactor ha resultado bastante mayor que el calculado en las estimaciones previas del proyecto original; como asimismo, que se haya demorado en realizarlo más tiempo del previsto”. Sin embargo, para Quihillalt estos costos se compensaban largamente a partir de “beneficios intangibles que a largo plazo reditúan estas obras”, como “la expansión de las industrias de base, la capacitación tecnológica, la investigación científica y técnica, técni ca, el integral aprovechamiento de los recursos naturales y, y, en suma, la modernización del país”. La industria nuclear debe cumplir “etapas necesarias”. Así era concebida “la política o si se quiere la filosofía que determinó la ejecución del RA-3”.114 Mientras en la provincia de Buenos Aires se inauguraba el RA-3, un indicio del reconocimiento de las competencias c ompetencias de la Argentina en lo referido a reactores de investigación fue el envío del ingeniero Humberto Ciancaglini a Irán, contratado como experto del OIEA para trabajar, trabajar, entre fines de 1966 y 1967, en la puesta a crítico del reactor de investigación de 5 MW instalado en Teherán por una empresa norteamericana. Como reconocimiento a su labor labor,, hoy se puede ver una placa (en farsi) en las paredes del recinto del reactor.115 V Veremos eremos más adelante que esta colaboración colaboració n iba a poner en movimiento una prolongada participación argentina en el desarrollo nuclear de Irán, que llegó hasta comienzos de los años noventa. Junto al edificio del RA-3 se inauguraron otras instalaciones. Un sector de laboratorios se enfocaba en seguridad nuclear. nuclear. Allí se estudiaban “los problemas relativos a la prevención de riesgos, al control radiosanitario de la población, a la descontaminación y eliminación de desechos radiactivos”, explicaba Quihillalt. Un Un tercer grupo de laboratorios laboratori os se dedicaba a la aplicación de radiaciones de alta actividad en campos tales como el diagnóstico y tratamiento médicos, la esterilización, la conservación de alimentos y la erradicación de plagas agrícolas. Según el presidente de la CNEA, “su incorporación masiva en nuestro país reportará beneficios económicos
DIEGO HURTADO
127
y sociales de incalculable magnitud”. Finalmente, Finalmente, un cuarto grupo se dedicaba al montaje de una planta piloto de reprocesamiento de combustible irradiado para la separación de plutonio, diseñada por el químico Juan Flegenheimer –que había sido miembro del grupo de Seelmann-Eggebert–, “especializado en esta difícil y riesgosa línea de producción”. 116 En ese momento, dentro del conjunto de países en desarrollo, solo la India tenía una planta de reprocesamiento para separar plutonio. En 1968, el grupo de Flegenheimer puso en funcionamiento una planta piloto de reprocesamiento –llamada Planta de Reprocesamiento 1 o PR1– y al año siguiente logró separar poco menos de medio gramo (435 miligramos) de plutonio de once elementos combustibles co mbustibles del RA-1, cuyo uranio había sido provisto por EE. UU.117 Los intereses de la CNEA en el reprocesamiento de plutonio se enfocaban en la opción de acceder en el fast breeder futuro a la tecnología de los reactores de reproducción rápida ( fast reactors ). ). Esta línea de reactores, ampliamente promocionada por las potencias nucleares, prometía grandes adelantos en el rendimiento de los combustibles nucleares, dado que durante su funcionamiento produce plutonio en mayor proporción que el combustible que consume. Finalmente, en 1971 iba a comenzar a operar junto al RA-3 una planta de producción de radioisótopos, que había tomado como modelo una planta construida en Saclay por el CEA de Francia. Con esta planta se proyectaba abastecer buena parte de las necesidades del mercado local de radioisótopos durante los años setenta.118 Mientras tanto, a fines de 1966, Quihillalt le había ofrecido a Gaviola que se hiciera cargo de la dirección di rección del Instituto Balseiro y del Centro Atómico Bariloche (CAB). La oferta, sostuvo Gaviola, “me honra en grado sumo y asegura mi profundo agradecimiento”. Ahora bien, el físico se propuso retomar y ampliar sus ideas originales. Su propuesta era crear los dos años iniciales de la carrera, ampliar el instituto a “Facultad de Ciencias Nucleares” Nucleares” –incluyendo biología, biolo gía, físicoquímica y geología–, reemplazar el cargo de director por el de decano “nombrado por el Poder Ejecutivo a propuesta de la CNEA”, crear un consejo formado por los directores de laboratorio y otorgar también el título de profesor, entre otros puntos.119 Para ese momento, el plan de Gaviola parecía algo descontextualizado y no resulta extraño que finalmente no asumiera la dirección del instituto ni del CAB.
128
LOS SECRETOS DEL URANIO
Todavía durante esos años el Instituto Balseiro recibía los embates de científicos de otras instituciones, especialmente de la FCEN. En 1967, Oscar Varsavsky publicaba en una revista norteamericana un artículo titulado “Scientific colonialism in the hard sciences”, sciences”, donde afirmaba que el Instituto Balseiro “se “se sostiene en un espléndido aislamiento”, aislamiento”, el cual quedaba demostrado por “el grado de esnobismo que ha sido alcanzado últimamente”.120 Sabato salió al cruce de esta crítica. Trabajaban en Bariloche, argumentó, unos 90 científicos dedicados full time a a realizar investigaciones en tres instituciones independientes: el CAB, el INTA y la Fundación Bariloche. También explicó que, para fines de 1967, el instituto ya había producido 120 licenciados en física, de los cuales 95 trabajaban en la Argentina. 121 Ahora bien, al margen de la defensa de Sabato, era un hecho que el Instituto Balseiro no lograba estabilizarse. Todavía Todavía a fines de los años sesenta, algunos problemas de organización y desacuerdos dentro del instituto motivaron la migración de varios profesores, dejando un vacío alarmante en el plantel docente. Sin embargo, el instituto logró sobreponerse y desde comienzos de los años setenta, momento en que comenzaron a defenderse las primeras tesis doctorales en temas experimentales, comenzó a mostrar los primeros signos de estabilización y a ser reconocido como uno de los lugares más importantes de formación de físicos de América Latina. A modo de síntesis digamos que, a fines de los años sesenta, el régimen tecnopolítico nuclear, en términos de densidad y orientación, or ientación, había alcanzado un umbral inédito para la Argentina. En términos de objetivos, se había materializado una línea de desarrollo creciente de reactores de investigación, se había concretado la decisión de seguir la línea de centrales de potencia de uranio natural y estaban en marcha los planes de participación de la industria nacional en la construcción de la primera central de potencia. También También se había dado un primer paso en el avance sobre las tecnologías “sensibles” “sensibles” del ciclo del combustible nuclear al reprocesar los primeros miligramos de plutonio y se había logrado un lugar de reconocimiento en los programas de asistencia técnica del OIEA. Finalmente, no había sido un objetivo menor, especialmente desde la perspectiva de expandir la cultura nuclear, avanzar en la formación de físicos nucleares y diversificar los vínculos con las universidades y otras instituciones del sector público y,
DIEGO HURTADO
129
como parte de este objetivo, en el abastecimiento de la demanda local de radioisótopos. En términos de los componentes ideológicos que daban entidad a lo que nos interesa definir como una frontera tecnológica local, se había discutido y aceptado –lo que no significa que fuera un problema resuelto– que la meta de la autonomía tecnológica no era incompatible con la compra de tecnología extranjera. Avanzar en la búsqueda de capacidades autónomas y en la afirmación de los fines pacíficos del desarrollo nuclear argentino –como respuesta a la estrategia de construcción de la opacidad y la sospecha alrededor de los desarrollos nucleares de algunos países de la semiperiferia– eran los componentes ideológicos que se imponían como dominantes, aunque permanecía el conflicto alrededor de la posibilidad po sibilidad de dejar abierta la opción de las “explosiones nucleares pacíficas”. Este último punto se complementaba, en el plano de las relaciones internacionales, con la decisión de no ratificar el Tratado Tratado de Tlatelolco y de abstenerse de firmar el TNP por considerarlos discriminatorios.
Notas 1
Schvarzer (2000: 225). (1991: 24-25). 3 Schvarzer (2000: 222, 228, 236). 4 CNEA (1958b: 1); López Dávalos y Badino (2000: 212-213). 5 Poneman (1982: 71). 6 CNEA (1957e: 23-24). 7 Idem (1957a: 7-8). 8 El “Reglamento para el Uso de Radioisótopos y Radiaciones Ionizantes” fue aprobado por el decreto 842 de enero de 1958. El reglamento puede verse en: CNEA (1957g: 15-24). 9 Idem (1958b: 5-11). 10 Idem (1958c: 1, 31; 1958d: 13-15). 11 Decreto-ley 22.498 de diciembre de 1956. 12 Pureza nuclear significa un gramo de impurezas por tonelada. 13 CNEA (1959: 23-24; 1961: 10-12; 1962c: 18). 14 Gamir (1960). 15 Hewlett y Hall (1989: 357). 16 Citado en: Menotti (1998: 183). 17 Decreto 7.006 de junio de 1960; CNEA (1970a: 78). 18 Ver la sección “Technical Assistance Experts in the Field”, del durante los años sesenta. IAEAB durante 19 Citado en: CNEA (1961: 8-9). 2 Sikkink
130
LOS SECRETOS DEL URANIO 20
A lrededor de 20.000 toneladas de uranio en 1958, 5.000 toneladas durante todo el período de la presidencia de Frondizi, 58.000 toneladas en 1965 y 13.000 en 1966. 21 Citado en: CNEA (1961: 10); Eklund (1964: 14); Alegría et al. (1972a: 8); Poneman (1982: 74). 22 Citado en: CNEA (1961: 12). 23 Idem (1961: 13). Ver también: CNEA (1962c: 19-20). 24 CNEA (1962b: 14). 25 Sabato (1962: 10). Ver también: Sabato (1963). 26 Citado en: CNEA (1961: 14-15). 27 IAEAB (1962a: 15-17; 1962b: 9; 1969a: 19). 28 Ver, por ejemplo: CNEA (1958c: 12-13); Mayo (1967). 29 CNEA (1962c: 21). 30 Domingo (2003: 31). 31 CNEA (1962a: 24). El RA-0 fue transferido a la Universidad Nacional de Córdoba. 32 Sabato (1964: 4-8). 33 Seaborg (1962). 34 Palfrey (1965); Quihillalt (1967a). 35 Ponce (2004). 36 Passos Videira (2001: 166). 37 Beck (1965: 555); Ponce (2004). 38 Beck (1965: 557, 559). 39 Rapoport (2007: 468-470). 40 Decreto 5.340 de julio de 1963. 41 Sabato y Wortman (1973: 42-43). 42 Wortman (1996: 28). 43 CNEA (1962c: 26). 44 Decreto 485 de enero de 1965. 45 Alegría et al. (1964: 4, 11); Quihillalt (1969: 435); Sabato (1973a: 30). 46 La Nación (1965a). 47 Citado en: La Nación (1965b). 48 Illia (2001: 169). 49 Sabato (1973a: 32). 50 Idem (1973a: 32-33). 51 Favini (2007). 52 Hymans (2006: 146). 53 La Prensa (1966). 54 CNEA (1965). 55 Sabato (1970: 35). 56 Idem (1973a: 32). 57 CNEA (1968a: 10). 58 Hymans (2001: 160); Placer (2008); Fernández (2010: 6). Papadópulos falleció en 1971 cuando tenía solo 49 años. 59 Sabato y Mackenzie (1982: 216, 218, 220). 60 Citado en: Villegas (1969: 258-259). 61 Tellez (1966); Maidenberg (1966). 62 The New York Times (1966). 63 De Riz (2000: 36).
DIEGO HURTADO 64
131
Villegas (1969: 150-151, 169, 179). Idem (1969: 187, 191, 197, 201); itálicas en el original. 66 O’Donnell (2009 [1982]: 112). 67 Sobre “desarrollo dependiente” ver: Evans (1979). 68 Hewlett y Holl (1989: 528-529). 69 Wilson et al. (1964: 109). 70 Scilingo (1963: 47-70). 71 Citado en: Menotti (1998: 246). 72 Citado en: Burns (1965: 865-866). 73 Carasales (1987: 31). 74 Idem (1987: 32). 75 Perkovich (1999: 60-67, 99). 76 Idem (1999: 90-91, 536 n. 28). El programa Plowshare realizó en total 41 explosiones atómicas, la mayoría entre 1963 y 1968, y fue cancelado en 1978 (Seaborg, 1987: 350-352). 77 Ornstein (1970: 81-82); Carasales (1997a: 50). 78 Alonso (1985: 86). 79 Seaborg y Loeb (1987: 342); itálicas en el original. 80 Ornstein (1970: 86). 81 Citado en: Carasales (1997b: 504). 82 Cuando EE. UU. firmó el Protocolo Adicional II de este tratado, estableció que interpretaba que el Tratado de Tlatelolco prohibía las explosiones nucleares pacíficas (Courtney, 1980: 257). 83 Carasales (1997b: 505-506). 84 La Nación (1967a; 1968b). 85 Carasales (1987: 25). 86 Ver, por ejemplo: Brooks y Krutilla (1969: 45). 87 Seaborg y Loeb (1987: 257-258). 88 Puede verse: Potier (1969: II.11-II.14). 89 IAEAB (1967: 10); La Nación (1967b). 90 La Nación (1967b). 91 Carasales (1987: 290). 92 IAEAB (1968: 11). 93 La Nación (1968b). 94 Ruda (1970: 75, 77). 95 Idem (1970: 79). 96 Citado en: Carasales (1987: 290). 97 Carasales (1987: 49). 98 Guglialmelli (1978: 10). 99 Garasino (1970: 72-74). 100 Meckbach se había doctorado en 1951 en la Universidad Goethe de Frankfurt (Suárez, 2005: 56-57). 101 Ortiz y Rubinstein (2005: 43) evalúan la influencia de la física nuclear de los países escandinavos en el desarrollo de la física nuclear en la Argentina. 102 Suárez (2005: 58-59). Suárez presenta un relato detallado del acelerador construido por Meckbach en Bariloche. 103 Mayo (1981: 54-55). 104 Sametband (1970). 65
132
LOS SECRETOS DEL URANIO 105
Erramuspe (1981: 21, 23); Fazzini (1981: 79-80). Bes (1965). 107 Pérez Ferreira (2004); Mariscotti (1978: 2). Pérez Ferreira había ingresado a la CNEA en 1952. 108 En el Departamento de Física de la FCEN renunciaron quince de los diecisiete profesores y el 95% de los docentes auxiliares (Westerkamp, 1975: 135-136). 109 Mariscotti (1978: 2); Bes et al. (1976: 4). 110 Sabato (1973: 28). 111 Recién en 1969 el RA-3 comenzó a operar con una potencia máxima de 2,5 MW y en 1971 a 4 MW, también se realizaron algunas pruebas a 5 y 6 MW. 112 CNEA (1967a: 7). 113 Idem (1967b: 16-17; 1968a: 175); Quihillalt (1967b; c). 114 Citado en: CNEA (1967b: 1-2). 115 Ciancaglini (2008: 19). 116 CNEA (1967a: 14-15). 117 Radicella (2005); Solanilla (2007). 118 Coll y Radicella (1998: 103). 119 Gaviola (1966). 120 Varsavsky (1967). 121 Sabato (1968: 356). 106
Capítulo 3 Sobre electricidad y bombas periféricas A fines de los años sesenta, poco antes de renunciar a su cargo como gerente de Tecnología de la CNEA para hacerse cargo de la dirección de la empresa estatal de electricidad SEGBA, Jorge Sabato explicaba en una revista chilena “que lo realizado en Argentina en energía atómica no sólo suministra un modelo interesante de una política atómica ‘sin bomba’, sino que demuestra cuánto es posible hacer pese a que el país haya estado (y esté) sumergido en uno de los procesos socioeconómico-políticos más difíciles y confusos de su historia contemporánea”.1 A comienzos de 1967, la elaboración del “Programa Nuclear Nacional a 10 años” coincidía con el inicio de las negociaciones preliminares con las empresas interesadas en la construcción de la primera central de potencia y con sus respectivos gobiernos. Antes de la apertura de la licitación, la CNEA ya había decidido a priori algunos puntos. El hecho de que los reactores de uranio enriquecido presentaban a EE. UU. como único proveedor fue considerado una desventaja decisiva. Si bien la opción no fue descartada, se favorecerían las ofertas basadas en reactores de uranio natural. El agua pesada que requerían estos reactores, si bien significaba también cierto grado de dependencia de fuentes extranjeras, podía obtenerse de más de un proveedor y se trataba de un compromiso a corto plazo, dado que la producción de agua pesada pasaría a ser una de las prioridades de la CNEA. Un grado menor de dependencia compensaría el mayor precio de los reactores de uranio natural. Finalmente, como la Argentina no era rica en fuentes convencionales de energía –petróleo, gas o carbón–, la posibilidad de incorporar el uranio local era un paso hacia la diversificación de las
134
LOS SECRETOS DEL URANIO
fuentes de energía. Estas consideraciones fueron conservadas en el más estricto secreto para incentivar la competencia.2 A continuación de la presentación del Estudio de Preinversión se formó otro equipo de trabajo con miembros de la CNEA, la Secretaría de Energía y Minería y el sector eléctrico para analizar la incorporación de la central nuclear al sistema eléctrico Gran Buenos Aires-Litoral y estudiar algunas preofertas. Los resultados de este trabajo fueron presentados en junio de 1967 en un informe titulado “Estudio Técnico-Económico-Financiero de Ofertas Preliminares de la Central Nuclear para el Gran Buenos AiresLitoral”. Finalmente, el gobierno autorizó el llamado a la presentación de ofertas definitivas con fecha límite el 31 de julio.3 Este proceso tuvo dos aspectos importantes: (i) dado que la CNEA había decidido por adelantado que no pediría financiamiento a agencias internacionales, tales como el Banco Mundial, el financiamiento propuesto tenía que ser incluido explícitamente en las ofertas de manera detallada; y (ii) solamente aquellas ofertas que consideraran una intensa participación de la industria local serían tenidas en cuenta. En cuanto a los elementos combustibles, aún si la selección favoreciera la opción de uranio enriquecido, ellos debían ser manufacturados en la Argentina.4 A tres semanas del cierre de la presentación de ofertas, algunos militares brasileños reaccionaron. En dos de los diarios de mayor circulación en Brasil se afirmaba que en la Argentina se estaba trabajando en un proyecto secreto de bomba atómica. O Jornal do Brasil citaba “a un alto militar brasileño” que afirmaba que “intensos estudios nucleares previos a la construcción de una bomba” se estaban realizando en Bariloche. Brasil no podía quedar rezagado, explicaba el jefe militar, “no sólo por razones de seguridad nacional, sino también porque ello iría en desmedro de sus prestigios como principal potencia de la América del Sur”. Por su parte, el diario O Estado de São Paulo sostenía que el presidente Da Costa e Silva había emprendido “una política nuclear que dará al país su bomba atómica” y el plazo estimado para obtenerla era de seis años.5 La polémica alcanzó los diarios norteamericanos. Quihillalt era citado aclarando que “nunca pensamos en hacer un dispositivo nuclear en el país”. Por el contrario, el fundamento era económico: “No puedo responder por las autoridades militares, pero, con nuestros padecimientos presupuestarios, sería ridículo pensar en la construcción de una bomba”.6 Estos anuncios, como vimos, habían
DIEGO HURTADO
135
motivado la visita del presidente de US AEC, Glenn Seaborg, a comienzos de julio. Un corresponsal del diario La Nación en Río de Janeiro iniciaba un análisis de la política nuclear brasileña con el siguiente comentario: Cuando el presidente Arthur da Costa e Silva decidió comenzar una batalla por la independencia nuclear del Brasil, tuvo que encomendarle a su canciller que se subiera al tejado y sacara de allí una pelota que el Tío Sam puso fuera de circulación, por entender que está destinada a un juego que no es para niños. En Brasil, desilusionados por la esterilidad del acuerdo de cooperación con EE. UU., explicaba el cronista, también se iniciaba la discusión acerca de la necesidad de emplear uranio natural para evitar la dependencia norteamericana. Marcelo Damy, uno de los físicos más destacados de Brasil, refiriéndose a las promesas de colaboración con EE. UU., explicaba que después de once años su país “no recibió más que la visita de dos o tres técnicos, cuya estadía fue pagada por el presupuesto brasileño”. Por el contrario, Damy elogiaba la colaboración con Francia. Desde la firma de un acuerdo en 1962, este país había enviado más de cincuenta expertos y la embajada francesa era la única que tenía en Brasil un agregado en cuestiones nucleares.7 En un segundo artículo, el corresponsal del diario porteño sostenía: “Itamaraty le ha hecho saber a Washington que no aspira a fabricar la bomba, pero que tampoco está dispuesto a abandonar sus planes de que el Brasil realice explosiones nucleares con fines pacíficos”. El cronista argentino también citaba desacuerdos internos, como la preocupación del ministro de Planeamiento de Brasil, Roberto Campos, acerca de que el anuncio despertara “un sentimiento de susceptibilidad, concretamente en la Argentina”. Campos pensaba que se perjudicaban ambos países, “porque frente a un asunto que, como éste, está destinado a producir un formidable impacto emocional en el orden interno, nos veríamos arrastrados a inversiones antieconómicas”. Brasil también estaba comprometido en el financiamiento de dos ambiciosos complejos hidroeléctricos en construcción, que pesaban sobre las espaldas del Ministerio de Energía, del cual dependía la CNEN. Esto despertaba el temor de que la política nuclear anunciada por el gobierno se impulsara en desmedro del potencial hidroeléctrico.8
136
LOS SECRETOS DEL URANIO
La primera central de potencia El 31 de julio, en la sede central de la CNEA se habían recibido diecisiete ofertas de diez firmas de Francia, Canadá, EE. UU. y Alemania. El proceso de selección fue conducido por el mismo grupo que había estado a cargo del informe de factibilidad. La CNEA había intentado obtener una oferta del grupo Nuclear Design & Constructions para una central como la de Calder Hall, pero a cambio esta empresa británica ofreció un modelo que estaba desarrollando la UK Atomic Energy Authority, un reactor tipo AGR (Advanced GasCooled Reactor). La oferta presentaba dos debilidades: no existía en operación ningún reactor de este tipo y empleaba uranio enriquecido. La CNEA preguntó de dónde saldría el uranio enriquecido y la respuesta fue que se podría obtener de EE. UU. mediante un acuerdo de arrendamiento trilateral, admitido por la ley norteamericana. La CNEA sostuvo que se podría acordar este procedimiento solamente si el gobierno británico diera garantías completas por escrito de que proveería el uranio enriquecido en caso de que surgiera algún problema entre EE. UU. y la Argentina que discontinuara la provisión del combustible. “Los negociadores británicos se mostraron un poco sorprendidos por esta condición, pero finalmente la aceptaron y en su debido momento informaron a CNEA que el gabinete británico había acordado extender los requerimientos de la garantía”, cuenta Sabato. Esto probó que era posible obtener uranio enriquecido de fuentes alternativas a EE. UU. Sin embargo, los británicos fueron menos flexibles en aspectos tales como la participación de la industria local, la manufactura de los elementos combustibles, el financiamiento y el tiempo de entrega. Consideraban que 48 a 52 meses era un tiempo muy corto. 9 Sin mostrar evidencia, Finch sugiere que el rechazo de la oferta británica pudo haber sido una forma de represalia de la Argentina por la prohibición británica de importar carne argentina.10 En comparación, la oferta de la empresa General Electric (Canadá) presentaba algunas ventajas: era una central de uranio natural y agua pesada con características de diseño e ingeniería que la hacían especialmente apta para la participación de la industria eléctrica, mecánica y metalúrgica nacional. Sin embargo, a pesar de la imperiosa necesidad de vender una central, los canadienses eran refractarios a los mismos aspectos que los bri-
DIEGO HURTADO
137
tánicos. Extrañamente, “se comportaron como si ellos fueran seguros ganadores”, cuenta Sabato, “y cuando finalmente reaccionaron ya era demasiado tarde”.11 Por su parte, las dos empresas norteamericanas relevantes, Westinghouse y General Electric, no mostraron mucho interés y fueron muy cautelosas, “como si estuvieran convencidas que no iba a haber ninguna central de potencia en la Argentina”. Dado que las ofertas norteamericanas eran necesarias para comparar las opciones de uranio natural con las de uranio enriquecido, el grupo de la CNEA logró que Westinghouse presentara una oferta. Finalmente, dos empresas alemanas, AEG y Siemens, presentaron ofertas que fueron respaldadas con interés por el gobierno alemán.12 En diciembre fue elevada la decisión al Poder Ejecutivo. El 20 de febrero de 1968, este promulgó el decreto 749, que autorizaba a la CNEA a aceptar la oferta presentada por Siemens. De acuerdo al contrato, la empresa alemana era responsable del diseño, la construcción y la puesta en marcha de un reactor de agua pesada (a presión) y uranio natural de 319 MW de potencia, basado en un diseño de la empresa norteamericana Westinghouse licenciado a Siemens. El contrato estipulaba que la central debía estar terminada el 15 de junio de 1972. Para Alemania significaba la primera exportación de una central nuclear. Para la Argentina significaba la primera central nucleoeléctrica que se iba a construir en América Latina y que utilizaría el uranio natural procesado en el país. Como consecuencia de este compromiso, se elaboró un anexo al contrato, dedicado al “Suministro y prestaciones de origen argentino”, donde se acordaba que se dedicaría un “monto mínimo de 100 millones de marcos alemanes para suministro y prestaciones de origen argentino”, de los cuales se asignaba “un monto mínimo de 13 millones de marcos alemanes para suministros electromecánicos” y se presentaba una lista de 71 suministros que debían ser fabricados en el país.13 Esta lista había comenzado a ser elaborada en 1965, empleando la experiencia adquirida a través del SATI y la construcción del RA-3, además de información del CONADE. Para la concreción del acuerdo con la firma alemana, el SATI había organizado un comité llamado Grupo de Industrias Nacionales, que también se dedicó a evaluar el sobreprecio que se podía pagar por los suministros nacionales. Finalmente, con la intervención del Ministerio de Economía y la Secretaría de Industria y Comercio Interior, se gestionaron los instrumentos
138
LOS SECRETOS DEL URANIO
legales para incentivar la participación de proveedores nacionales: reintegro de impuestos, exención de impuestos a las ventas, introducción libre de derechos de importación o de depósitos previos de materiales que no se fabricaran en el país. En dos años y medio de trabajo, el SATI identificó 112 ítems electromecánicos –el 12% del total de las órdenes de compra– que podrían ser cubiertos por firmas nacionales y el 90% de la obra civil. Si bien el objetivo era mantener la competitividad respecto de la oferta alemana, se estableció que, luego de aplicar los beneficios impositivos para la industria nacional, el sobreprecio de los suministros locales no debía superar el 20%.14 El costo de la planta era de 70 millones de dólares. El agua pesada y el combustible no estaban incluidos en el paquete, que podríamos caracterizar como “semi-llave en mano”,15 lo que hizo posible introducir el concepto de “apertura de paquetes tecnológicos”. Teniendo en cuenta estos y algunos otros ítems adicionales, el costo de la planta ascendía a 105 millones de dólares. Las 341 toneladas de agua pesada que se necesitaban para el funcionamiento de la central serían adquiridas de US AEC a través de un acuerdo de colaboración entre la Argentina y EE. UU. que fue firmado en 1969. El Export-Import Bank y un banco comercial norteamericano prestarían a la Argentina alrededor de 19 millones de dólares para la compra.16 Los elementos combustibles deberían ser fabricados con uranio procesado por la CNEA.17 Por su parte, Siemens había ofrecido el 100% del financiamiento, incluido los costos locales. “Todo el mundo afirmaba que no podríamos conseguir algo así”, sostenía Sabato.18 Un punto desfavorable era que la central ofrecida era la primera que se construiría de su tipo. La firma alemana solo contaba con un prototipo en operación de 50 MW.19 Finalmente, el acuerdo consideraba que no habría dominios reservados, lo que hizo posible que en 1970 la CNEA mantuviera dieciséis técnicos en la casa Siemens, en Alemania. “Hay equipos argentinos metidos en todos los recovecos de esta central”, diría Sabato poco más tarde.20 A dos días de aprobarse la compra a Siemens, The New York Times no ocultaba una dosis de resentimiento: “Fuertes elementos de nacionalismo argentino y un deseo de evitar ataduras con Estados Unidos estuvieron involucrados en la elección de Siemens A.G.”. Este era el segundo fracaso de la industria norteamericana en la Argentina en pocos meses, explicaba,
DIEGO HURTADO
139
con referencia al contrato por 5,5 millones de dólares que la Argentina había firmado con un consorcio italiano para la construcción de una estación de comunicación satelital. The New York Times vaticinaba: “Las relaciones entre Washington y Buenos Aires estos días parecen algo frías y efectos económicos adicionales parecen probables”. Además, la Argentina habría firmado un contrato con Francia para la compra de tanques. EE. UU. había planeado la venta de 40 tanques a la Argentina poco antes del golpe de Estado, pero “Estados Unidos, que oficialmente desaprueba los golpes militares en América Latina, suspendió el envío”. También comentaba que las relaciones de la Argentina y Gran Bretaña estaban declinando desde que Londres suspendió la importación de carne argentina, que “podría ser la causa de una desastrosa epizootia de aftosa”. Y finalmente aludía a los fuertes lazos que tradicionalmente la Argentina mantenía con Italia y Alemania: “Aun después de la Segunda Guerra Mundial, el ejército argentino usaba cascos alemanes y marchaba con el paso de ganso”.21 Brevemente, no haber comprado un reactor norteamericano transformaba a la Argentina en blanco de represalias económicas y en país de tendencia fascista. A fines de abril, Carolina Atucha Ocampo de Urquiza Anchorena y Florencio Atucha y Ocampo firmaban el documento por el cual donaban a la CNEA el terreno de 70 hectáreas donde se pensaba instalar la central nuclear –a 11 kilómetros de la localidad de Lima y a 116 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires– y el camino que la uniría con la ciudad de Lima. 22 El documento de la donación expresaba que “sería para nosotros un motivo de orgullo que la central fuera designada con el apellido heredado de nuestro padre”.23 Desde la creación de la petrolera estatal YPF a comienzos de los años veinte, el viejo anhelo del autoabastecimiento energético mantenía una cada vez más perentoria vigencia. El ministro de Energía y Minería, ingeniero Luis Gotelli, en un mensaje transmitido por cadena nacional, a fines de marzo de 1968, sostenía que no era inalcanzable. “Las frustraciones e incumplimientos de promesas han sido muchos”, reconocía. La Argentina estaba por debajo del promedio mundial en relación al consumo de energía por habitante. “Australia, país en que las actividades agropecuarias constituyen, como en el nuestro, un factor económico de enorme importancia, tiene un consumo de energía por habitante tres veces y medio superior al argentino.”24
140
LOS SECRETOS DEL URANIO
En el área nuclear, el autoabastecimiento energético se vinculaba al ciclo completo del combustible nuclear. Esto significaba, básicamente, la capacidad industrial de fabricar los elementos combustibles y agua pesada, separar el plutonio contenido en los elementos combustibles quemados (reprocesamiento) y enriquecer uranio. En términos ideológicos, este objetivo se cristalizó en la consigna de autonomía tecnológica, que significaba, desde la perspectiva científico-técnica, el acceso a las competencias –codificadas y tácitas– necesarias para alcanzar los objetivos tecnológicos y, desde la perspectiva política, la capacidad del país para alcanzar estos objetivos sin interferencias o restricciones externas. A su vez, aprender a construir reactores de potencia y desarrollar las tecnologías del ciclo del combustible nuclear eran condiciones de posibilidad para la integración y articulación de la industria local en la forma inicial de una red de proveedores. Cumplidos estos primeros estadios y consolidada una industria nuclear nacional, entonces un cuarto elemento –crucial en las proyecciones de la tecnopolítica nuclear argentina– era lograr que el país alcanzara el liderazgo regional: exportar radioisótopos, reactores de investigación con sus elementos combustibles y, finalmente, reactores de potencia. Si en el orden externo este ambicioso plan debía afrontar los obstáculos legales y las presiones crecientes, en el orden interno parecía ir también a contracorriente de un panorama económico que O’Donnell caracteriza como “capitalismo extensamente industrializado, dependiente, desequilibrado y profundamente penetrado por el capital transnacional”.25 Si desde el punto de vista sectorial la compra de un reactor de potencia parecía oponerse al proceso de profundización de la dependencia económica al crear un ámbito de tracción de la industria local, desde el punto de vista macroeconómico se trataba de una compra onerosa a una empresa extran jera. Es en esta angosta cornisa donde se consolida una tecnopolítica con fuerte contenido pragmático, que no logra cerrar un sentido más allá de una “lógica” sectorial. El propio Sabato, sensible a los límites de esta perspectiva, explicaba que comprar o vender una central nuclear de potencia “es mucho más que una simple operación comercial”. Para el país comprador e importador, “porque al hacerlo ingresa a la ‘era nuclear’, con todas sus implicancias y consecuencias políticas, técnicas y socioculturales”. Para el país vendedor y exportador, “porque significa la apertura de un nuevo mercado y también un camino para aumentar la influencia política sobre, y la penetración técnica y sociocultural en, el país que está comprando”.26
DIEGO HURTADO
141
Uranio natural versus uranio enriquecido En diciembre de 1968 se firmó un acuerdo entre los gobiernos de la Argentina y Alemania Federal por un crédito de 100 millones de dólares. Mientras en los diarios locales se publicaban avisos pagados por Siemens que mostraban fotos de los avances de la central y promocionaban otros productos, o se leían titulares como “Encamínase la Argentina a un claro liderazgo nuclear”,27 las noticias de Brasil no se hicieron esperar. A mediados de aquel año, en la prensa internacional se anunciaba que “el histórico rival” de la Argentina comenzaría en 1969 a construir su primera central de potencia cerca de Río de Janeiro. En The Washington Post podía leerse que, igual que la Argentina, “Brasil ha renunciado a toda intención de fabricar armas nucleares, a pesar que los reactores de ambas naciones serán del tipo que produce plutonio, el cual conduce a los explosivos atómicos”.28 En marzo de 1970, una publicidad de la CNEA de media página a seis columnas fue publicada en The New York Times . Allí se presentaba una evolución detallada del desarrollo nuclear en la Argentina. El artículo se ilustraba con una foto de Atucha en construcción, un mapa del país con las “áreas con posibilidades uraníferas” y dos cuadros. Uno destacaba el presupuesto anual de la CNEA, que había pasado de 4,5 millones de dólares en 1960 a poco más de 10 millones en 1965 y superaba los 22 millones en 1969. El otro cuadro mostraba el crecimiento del personal, que alcanzaba en 1969 a 3.000 empleados, un tercio de los cuales eran graduados universitarios y técnicos especializados. “Con excepción del enriquecimiento de uranio, los requerimientos de combustible nuclear pueden ser provistos localmente”, sostenía el texto, y aclaraba que todos los reactores y las instalaciones estaban bajo las normas de salvaguardias del OIEA. El texto cerraba aludiendo a los fines pacíficos y enumerando las áreas prioritarias para el futuro próximo: producción de potencia; tecnología de reactores rápidos; aplicaciones de radioisótopos; investigación básica, aplicada y desarrollo; seguridad nuclear y protección radiológica.29 De la publicidad en The New York Times no se infería el descontento social ante la frustración política y el deterioro de la economía, que había derivado en un levantamiento de obreros y estudiantes a fines de mayo de 1969 en la provincia de Córdoba, ni el reciente reemplazo del ministro de Econo-
142
LOS SECRETOS DEL URANIO
mía Krieger Vasena por José Dagnino Pasatore, de orientación nacionalista, ni la inminente destitución de Onganía en junio de 1970. 30 Como señala Fiszbein, en un escenario de creciente preocupación por la dudosa contribución del capital extranjero a la balanza de pagos y “su predominio en la innovación tecnológica”, si bien el gobierno de facto no adoptaba una “actitud xenófoba” –según la expresión de un documento del CONADE–, la reorientación de objetivos incluía el apoyo explícito al capital nacional. 31 La junta de comandantes en jefe que desplazó a Onganía aprobó las llamadas “Políticas Nacionales”. Esta iniciativa obligatoria para el sector público se proponía “promover la concentración de industrias de capital nacional en los casos en que exista la posibilidad de obtener economías de escala, derivadas de la producción misma como del desarrollo tecnológico”.32 La iniciativa iba acompañada de la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo y Seguridad 1971-1975 . Allí se sostenía que, en 1975, no menos del 50% de la inversión global en ciencia y técnica –que debería tender al 1,5% del PBI al final de la década– debería destinarse a financiar investigaciones orientadas a resolver problemas de los distintos sectores de la economía. Con sugerente previsión, en “Políticas Nacionales” se sustituía la frase “uranio natural” por “uranio nacional”, lo que insinuaba la opción por las centrales de potencia de uranio enriquecido.33 Onganía fue reemplazado por el general Roberto Levingston. El nuevo presidente de facto nombró primero como ministro de Obras Públicas y a fines de octubre como ministro de Economía a Aldo Ferrer, economista vinculado a las ideas de la CEPAL, partidario del fortalecimiento del Estado y de la industria nacional. Durante su gestión, además de una política crediticia orientada a las empresas nacionales, se promulgó en diciembre la ley de “Compre Nacional”, que obligaba a las dependencias estatales a adquirir bienes y servicios de firmas argentinas. 34 Sabato y Wortman interpretaban que esta ley, que reemplazaba “con señaladas ventajas” al decreto de “Compre Argentino”, era el producto del “efecto de demostración” de Atucha, que “institucionalizó en forma terminante la ‘apertura de paquetes tecnológicos’”. Para demostrar esta afirmación citaban el mensaje del ministro de Economía al elevar la ley, que hacía referencia a “la profunda incidencia sobre la economía del país” del “poder de compra que concentra en su jurisdicción el Estado”. Una característica significativa de la ley de “Compre Nacional” se refería
DIEGO HURTADO
143
al ítem aludido como “Contrate Nacional”, que hablaba, en palabras de Ferrer, “de no admitir créditos del exterior para estudios de factibilidad atados a la importación de la consultoría extranjera que implican, normalmente, diseñar y proyectar para lo importado”. Con referencia a este tipo de servicios de consultoría, también reconocía Ferrer que el desarrollo de un país “no sólo reside en su acumulación de capital físico, sino tal vez en mayor medida, en la densidad de su capital intangible dado por el entrenamiento, los conocimientos, la experiencia y la capacidad de decisión y organización de sus profesionales y técnicos”. Para Sabato y Wortman, estos objetivos reproducían exactamente lo que impulsaba el desarrollo del plan nuclear.35 A pesar de esta orientación, el ritmo incierto que impuso la inflación y las demandas sectoriales a la economía, sumado a las divergencias entre el presidente y la junta de comandantes en jefe, motivaron la rápida expulsión de Levingston en marzo de 1971. En su reemplazo asumió el general Alejandro Lanusse.36 Razonaba Sabato que “la crisis argentina no es un estado patológico, anormal, transitorio; la crisis es el estado normal de la Argentina, lo ha sido durante los últimos 40 años y lo más probable es que lo siga siendo por muchos años más”. Había que aprender a trabajar en estas condiciones, concluía.37 En 1967, mientras se concretaba la compra de la central de Atucha, la CNEA había iniciado, por convenio con la EPEC, el estudio de factibilidad para una segunda central del doble de potencia destinada a la región central del país. El acuerdo encomendaba a la CNEA la realización del “Estudio de preinversión para una central nuclear en Córdoba”. A inicios de 1971, Levingston había aprobado estos planes y Lanusse, como nuevo presidente de facto, anunció que la segunda central de potencia, a un costo aproximado de 150 millones de dólares, sería construida en Río Tercero, provincia de Córdoba, y que se esperaba que entrara en servicio a fines de 1978.38 Quihillalt remarcaba en una conferencia de prensa a comienzos de 1972: “Utilizaremos en esa central el 50% de industria nacional y de ingeniería argentina”. También comentaba que se estaba estudiando la posibilidad de una tercera central en Bahía Blanca, que se ubicaría cerca de Punta Alta, una cuarta que sería vecina de la central de Atucha y una quinta central en Mendoza. Con respecto a la segunda central de potencia, se decidió no solicitar financiamiento a organismos internacionales como el
144
LOS SECRETOS DEL URANIO
Banco Mundial. Acudir a este tipo de organismos podría significar la pérdida de mucho tiempo. Se asumía que había un mercado vendedor de centrales y que la presión por el financiamiento podía quedar del lado del oferente.39 En 1973, en paralelo a las declaraciones de Lanusse en España a favor de seleccionar una central de uranio enriquecido, circularon rumores sobre la intención del presidente de facto y el Ejército de favorecer la oferta de un reactor de uranio enriquecido de la firma norteamericana Westinghouse.40 Sin embargo, la discusión acerca de la tecnología adecuada para la segunda central fue objeto de una intensa discusión pública, en la que intervinieron algunas voces universitarias, la AFA, los periódicos y la televisión. 41 La proporción que alcanzó el debate comenzó a preocupar a los directivos de la CNEA, que temían la posibilidad de un atraso del cronograma. Sabato veía en “el agitado debate que se libra actualmente con referencia al combustible atómico que alimentará a la central de Río Tercero” una “dramática muestra de la vigencia alcanzada por la energía atómica en la Argentina”. La polémica había “alcanzado la cima misma del gobierno”, que ante la dificultad de la elección había resuelto “que se efectúen estudios complementarios”.42 Como parte de este debate, la Asociación de Profesionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica (APCNEA) manifestó su inclinación por la línea de reactores de uranio natural. Las centrales que emplean este tipo de combustible producen el doble de plutonio que las de uranio enriquecido. En palabras de la APCNEA, “el plutonio puede adicionarse al combustible de uranio utilizado disminuyendo de esta manera los requerimientos del mineral”. Además, el plutonio “debe ser considerado como el combustible del futuro”. Finalmente, la adopción de reactores que emplean uranio enriquecido significaba “por un lapso indefinido la dependencia estrecha de un único proveedor […], situación generadora de presiones políticas y económicas”.43 Por su parte, la AFA no estaba de acuerdo en dar prioridad a la política nuclear para resolver el problema energético. “La compra de una central nuclear de producción de energía eléctrica a las empresas multinacionales implica una política análoga a la que el país ha seguido en materia de centrales térmicas convencionales, acentuando en consecuencia la situación de dependencia”. También se refería al “bajo porcentaje de energía hidroeléc-
DIEGO HURTADO
145
trica instalada” y a “la utilización irracional que se hace del petróleo”. Los directivos de la AFA no compartían la visión épica del plan nuclear que ya era moneda corriente dentro de la CNEA: “Los antecedentes y ejemplos de industrias extranjeras radicadas en el país, conducen a preguntarse si ello no significará, también en este caso, una creciente subordinación de la actividad de la CNEA y de sus investigadores y técnicos a la esfera de los intereses de las empresas proveedoras”. El caso de Atucha “es un principio de respuesta a esta pregunta” que podía “resumirse –como lo expresara un funcionario de la CNEA– en la ‘adquisición de la capacidad de compra’”. La AFA reclamaba que la discusión trascendiera la opción entre centrales de uranio natural o enriquecido para debatir sobre la política energética en su conjunto. Con referencia a la posibilidad abierta en el documento “Políticas Nacionales”, sostenía: “La situación actual se vería francamente agravada en caso de adoptarse la línea de uranio enriquecido”. Su propuesta inmediata era “postergar la adjudicación de la Central Nuclear Córdoba”.44 Por su parte, el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE), que editaba la prestigiosa revista Realidad Económica , recomendaba la explotación de recursos hídricos y nucleares como opción para “modificar la alarmante proporción con que actualmente se recurre a combustibles perecederos”. Con referencia a la política nuclear sostenía que “hay un verdadero ocultamiento a la opinión pública de los planes oficiales”. A los argumentos del ministro de Obras y Servicios Públicos de Lanusse sobre la mayor confiabilidad de las usinas de uranio enriquecido, el IADE recordaba que, por orden de la US AEC, numerosas plantas norteamericanas tuvieron que reducir su potencia en un 40% “debido a fisuras producidas en sus elementos combustibles”. En definitiva, la orientación que parecía favorecer el gobierno de facto “obstaculizará el desarrollo de una política nuclear independiente”.45 Este debate tuvo sus ecos en Brasil. El físico José Goldemberg, director del Instituto de Física de la Universidad de São Paulo, se refirió al tema en varios de los artículos que publicaba en el diario O Estado de São Paulo.46 Goldemberg comparaba la “opción argentina”, con la adoptada por Brasil, donde se estaba “instalando un reactor de uranio enriquecido totalmente importado”. La conclusión del físico brasileño era que, “desde el punto de vista político […] la ‘línea argentina’ da más opciones nacionales que la línea esencialmente ‘comercial’ adoptada por Brasil”. Si bien se podría
146
LOS SECRETOS DEL URANIO
argumentar, sostiene Goldemberg, “que la línea argentina utiliza una tecnología menos avanzada […] y que, por consiguiente, aquel país está entrando en este campo con equipamiento obsoleto y antieconómico”, también habría que preguntar “cuál es la finalidad de un programa atómico”. Goldemberg comparaba el programa nuclear de su país con la forma en que se impulsaba la industria aeronáutica, donde la empresa brasileña “EMBRAER ha comprado materiales y equipamientos complejos de varias fuentes y países” y, sin embargo, “la concepción de los aviones ha sido local y está en marcha un programa progresivo de nacionalización”. Y agregaba: “No veo por qué esto no sería posible también con la energía atómica: el país no necesita partir del tipo más avanzado de reactor nuclear para tener un programa significativo”.47 Como diagnóstico, la palabra “economía”, sostenía Goldemberg, solía ponerse por encima de “consideraciones más profundas de soberanía nacional y prestigio continental”, y concluía: Lo irónico de la comparación Brasil-Argentina en el campo de la energía atómica es que la Argentina parece haber tomado las decisiones correctas hace más tiempo y a pesar de las fluctuaciones políticas ha conseguido implementarlas lentamente con más seguridad. Brasil, que cuenta indudablemente con un parque industrial más avanzado y –principalmente– con un desarrollo científico y tecnológico superior está tanteando en procura de una “línea”.48 En diciembre de 1971 se abrió el llamado a ofertas para la segunda central de potencia. La evaluación fue realizada por 80 científicos e ingenieros de la CNEA. El dictamen fue elevado al Poder Ejecutivo. La central seleccionada era de uranio natural. Entre los fundamentos decisivos, se mencionaba la manufactura nacional del combustible para las dos centrales de potencia. Ahora bien, como explicaba Sabato en un diario de Buenos Aires, esta decisión obligaba a “acelerar al máximo la instalación de las plantas industriales de procesamiento de mineral de uranio y de fabricación de los combustibles”. Pero aclaraba también que la opción del uranio natural no debía llevar a cancelar las investigaciones en plutonio o uranio enriquecido. La existencia de una planta piloto en la CNEA permitirá oportuna-
DIEGO HURTADO
147
mente “la introducción eventual de plutonio en los elementos combustibles de las plantas industriales”. En cuanto al uranio enriquecido, “creo que la decisión tomada, justamente en la medida en que ratifica nuestra capacidad autónoma de decisión, fortalece nuestra capacidad de negociación para eventualmente ingresar en proyectos tan audaces como el enriquecimiento y otros similares”. Por estas razones, hacía falta una intensa dedicación de nuestro país “que demostrara nuestra capacidad de manejar y mejorar esta tecnología”. Y concluía Sabato que “la independencia tecnológica merece esfuerzos y sacrificios”.49 Durante esos días, se extrajo del reactor MZFR del Centro de Investigaciones de Karlsruhe, en Alemania Federal, el primer prototipo de elemento combustible para un reactor de potencia manufacturado por el Departamento de Metalurgia de la CNEA, en colaboración con la empresa SIAM Electromecánica. “Se hizo así no porque SIAM tuviera experiencia en metalurgia nuclear (en realidad no tenía ninguna) sino para comenzar a interesar a la industria argentina en lo que va a ser –en pocos años– un gran negocio”, explicaba Sabato. Y estimaba que solo Atucha consumiría más de 2,5 millones de dólares por año de combustible durante sus próximas tres décadas de vida útil.50
La Argentina, país proliferador Para los “expertos” en proliferación nuclear, los reactores de uranio natural eran una opción proliferadora. Mason Willrich, director del Center for the Study of Science, Technology and Public Policy de la Universidad de Virginia, explicaba que estos reactores presentaban una doble ventaja: al consumir uranio producían mayor cantidad de plutonio que los reactores de uranio enriquecido y sus elementos combustibles podían ser retirados sin necesidad de detener el reactor, lo que dificultaba la vigilancia contemplada en el sistema de salvaguardias del OIEA. Brevemente, con los reactores de uranio natural era más fácil obtener plutonio de manera furtiva. Peor aún, “el reactor de uranio natural desarrollado en Alemania bajo las condiciones europeas no puede competir con el de uranio enriquecido”. Así, la elección de esta opción parecía denunciar intenciones proliferadoras inequívocas. Sin embargo, Willrich reconocía que “hay un pequeño mercado
148
LOS SECRETOS DEL URANIO
de exportación para reactores de este tipo en países que disponen de una provisión de uranio y no desean depender de servicios de enriquecimiento externo: por ejemplo, la Argentina y probablemente India”.51 Ahora bien, veremos que los “expertos” no estaban dispuestos a evaluar este último matiz. En junio de 1972, la prensa local publicaba la evaluación que hacía del desarrollo nuclear argentino el prestigioso anuario del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI).52 El análisis abarcaba a quince países que no habían firmado o ratificado el TNP. Allí se afirmaba que la Argentina era el país latinoamericano más avanzado en el campo nuclear y se reconocía que su principal objetivo, igual que Brasil, era “la contribución de la energía nuclear al desarrollo económico”. También aclaraba que “la Argentina no ha sido tan exigente como Brasil en cuanto al derecho de desarrollar y usar explosivos nucleares pacíficos”. Con referencia a la planta de reprocesamiento de plutonio en el CAE, el SIPRI señalaba que “la Argentina es uno de los pocos países del mundo, al margen de las potencias que poseen armas nucleares, que cuenta con una planta de separación química, si bien su producción es pequeña”. Ahora bien, si se consideraba que “la Argentina también tiene substanciales depósitos de uranio”, el conjunto la ubica “un paso más cerca de una futura opción de armas nucleares”.53 En un cuadro general, el SIPRI indicaba que la Argentina tenía una “pequeña planta de separación química” y un reactor de potencia en construcción, y en el ítem “Producción anual aproximada de plutonio (kg)” se indicaba “200” y en “Producción anual de plutonio estimada” para 1977 se indicaba “400”, dado que se suponía que habría dos centrales de potencia en funcionamiento para ese año.54 Es decir, mientras que la Argentina había producido para esa fecha menos de medio gramo de plutonio, el cuadro del SIPRI daba a entender que tenía capacidad o ya estaba produciendo 200 kilogramos por año, en contradicción con la columna que indicaba que la única central de potencia que podría producir ese plutonio estaba aún en construcción. Es interesante ver cómo este número erróneo –200 kilogramos de plutonio– fue rápidamente reproducido por “expertos” en proliferación sin aludir al contexto. John Redick, doctorado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Virginia, explicaba: “Es una asunción básica de este
DIEGO HURTADO
149
artículo que no se ha producido la decisión de ninguna nación de América Latina de producir armas nucleares”. Sin embargo, aclara, “trata de lo que se considera una realidad endémica de los programas nucleares latinoamericanos: esto es, orientados hacia fines pacíficos pero con potencialidades militares”. Por si no quedara claro: La existencia de programas nucleares civiles no implica necesariamente el futuro desarrollo de armas nucleares. Sin embargo, el clima político dentro de una nación puede cambiar rápidamente: las intenciones pueden ser alteradas con un cambio de rumbo en el gobierno, en respuesta a la percepción de una amenaza externa y muchos otros factores. El punto importante es que el inevitable subproducto del desarrollo de la producción de energía nuclear es un potencial militar.55 Poco más abajo, Redick aclaraba: “5 a 10 kilogramos de plutonio son suficientes para la construcción de una bomba que puede arrasar una ciudad de tamaño medio”. Y a continuación reproducía los datos del SIPRI, que estimaba que la Argentina y Brasil producirían “400 y 190 kilogramos respectivamente para 1977”.56 Todavía en 1984, Walter Patterson, consultor editorial del prestigioso Bulletin of the Atomic Scientists , publicaba un extenso trabajo titulado The Plutonium Business and the Spread of the Bomb a pedido del Nuclear Control Institute. Allí sostenía: [la Argentina] construyó una planta piloto de reprocesamiento en su centro nuclear de Ezeiza, cerca de Buenos Aires. La planta operó entre 1969 y 1972. Surgieron –y persistieron– extrañas discrepancias sobre su capacidad. Años más tarde, el gobierno de Bonn sostenía que la planta podía manejar solamente 1 kilogramo de combustible gastado por año. Sin embargo, el autorizado e independiente Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz dio la cifra de 200 kilogramos por año.57 Una cifra infundada publicada en 1972 había circulado más de una década. Sin embargo, como veremos más adelante, la historia de la producción
150
LOS SECRETOS DEL URANIO
de plutonio en la Argentina es más bien sinuosa y dramática y para fines de la década de 1980 no se había reprocesado más plutonio que la cantidad menor a medio gramo. Es interesante volver al trabajo de Redick y al problema de los reactores de uranio natural, para ver cómo trabajaba la retórica de los “expertos” en cuestiones nucleares. Explicaba Redick: Con respecto al posible desarrollo de armas nucleares por la Argentina, es de notar que uno de los propósitos de la CNEA fue definido, en el momento de su creación, como “proponer al Poder Ejecutivo la adopción de las previsiones necesarias a los fines de la defensa de la nación”. Cerca de veinte años más tarde, un funcionario de la CNEA reconoció abiertamente un posible rol militar al describir la comisión como un poderoso órgano del gobierno de considerable autonomía que respondía al jefe de Estado” “con responsabilidad directa... [por] la producción y utilización de la energía nuclear para fines pacíficos y bélicos” (Sabato, 1968: 333).58 Esta cita merece ser desenredada. La primera frase que cita Redick está tomada del decreto 10.936 de mayo de 1950 por el cual se crea la CNEA. El “funcionario de la CNEA” citado, como puede verse por el paréntesis final, es Sabato, y sus palabras son tomadas de un artículo suyo publicado en una revista chilena. La frase de Sabato, donde Redick se olvidó de abrir las comillas, que se aplicaría a la CNEA (en el inglés original, “by describing the commission as a powerful government organ of considerable autonomy answerable to the chief of state”), está tomada de un párrafo en el que Sabato habla de la importancia del surgimiento de la energía nuclear en el planeta y, al traducirla al inglés, es recortada y alterada –un plural pasa a singular– para modificar su sentido. Dice Sabato en el original: Fue así que nacieron las Comisiones de Energía Atómica, órganos de gobierno dotados de gran autonomía y poder (dependientes generalmente en forma directa del jefe de Estado) , con responsabilidad directa en la ejecución de todo aquello conducente a la producción y utilización de la energía nuclear, sea para fines pacíficos o para fines
DIEGO HURTADO
151
bélicos . Su creación en los países más avanzados (la de EE. UU. lo fue en 1945) naturalmente impulsó a los demás a seguirlos. Y así fue que la Comisión Nacional de Energía Atómica de la Argentina se creó el 31 de mayo de 1950 [...]. 59 Para mostrar que se trata de una alteración intencional de la cita, avancemos un poco más en el argumento del “experto”: La postura de la Argentina sobre los esfuerzos para controlar las armas nucleares más su ambicioso programa nuclear ha provocado la preocupación de algunos por la posibilidad de que haya habido una decisión nacional de desarrollar armas nucleares como fue expresado en un artículo presentado en la Doceava Conferencia Anual Pugwash en Sochi, URSS, en octubre de 1969. Allí fue sugerido que la Argentina está movilizando a sus físicos para hacer posible este resultado dentro de diez a quince años. Fue también argumentado que el gobierno argentino fue motivado por el miedo que una revolución tipo Castro en Brasil pudiera amenazar la seguridad de la nación (The New York Times , 1969).60 La fuente de Redick es un artículo The New York Times . Este artículo comenzaba así: “Los científicos que asistieron a la 12a Conferencia Anual Pugwash han escuchado que la Argentina parece estar desarrollando la habilidad de producir armas nucleares”. ¿Quién afirmó esto? Un subtítulo del artículo de The New York Times aclara: “Orador no identificado”. A continuación se explicaba que los desarrollos argentinos fueron presentados por un “especialista” asociado al esfuerzo internacional de “evitar la dispersión de armas nucleares”. El autor del artículo, Walter Sullivan –renombrado editor de ciencia de The New York Times –, explicaba que el anonimato del especialista era parte de “las normas de la conferencia”, que “se proponen estimular la sinceridad y permitir que los participantes hagan propuestas no ortodoxas sin comprometerse a sí mismos o a sus gobiernos”. ¿En qué consistía la argumentación no ortodoxa sobre la Argentina? Sullivan cuenta que el especialista no identificado sostuvo que “en 1972 la Argentina tendrá un reactor de 316 megavatios capaz de producir plutonio utilizable en armas nucleares”.61 Es decir, el único dato cierto de Redick era la decisión argentina de tener un
152
LOS SECRETOS DEL URANIO
reactor de uranio natural. Concluía el “experto”: “Es dificultoso escapar a la conclusión de que el camino elegido por la Argentina en el desarrollo de una capacidad nuclear civil se presta más fácilmente al desarrollo de armas que otros que podría haber seguido”.62 Este autor escribirá sobre el desarrollo nuclear argentino hasta bien entrados los años noventa. En síntesis, comenzaba a crecer en la arena internacional una maquinaria de producción de diagnósticos sobre los programas nucleares de algunos países en desarrollo que copiaba los protocolos y rituales del mundo académico, que se alineaba con la política exterior norteamericana y que era amplificado por la prensa. El objetivo era dar forma a una matriz discursiva que buscaba el monopolio interpretativo de la cuestión nuclear en el terreno de las relaciones internacionales y que ocultaba los intereses comerciales de EE. UU. detrás del argumento de la proliferación. Este discurso desplazaba a la Argentina hacia la categoría de país sospechoso. La Argentina no había ratificado el Tratado de Tlatelolco, no había firmado el TNP, reprocesaba plutonio y seguía la línea de reactores de uranio natural.
Vuelve Perón, vuelve Iraolagoitía En diciembre de 1972 se formó un grupo para el análisis de las ofertas presentadas para la construcción de la central de Embalse, en la provincia de Córdoba. Integrado por miembros de la CNEA y del Consejo Federal de Inversiones, este grupo se proponía realizar un estudio de la posible participación de la industria y la ingeniería nacional en el programa de centrales nucleares. La CNEA avanzó sobre la creación de dos consorcios, NUCLAR y ARGATOM, donde intervenían empresas argentinas de ingeniería y montaje, y acordó con ellos una serie de condiciones para favorecer procesos de aprendizaje en temas como especificaciones y regulaciones sobre calidad en la industria nuclear o el alquiler de equipamiento para grandes obras, entre otras cuestiones. En el caso de NUCLAR, integrado por las cinco empresas constructoras más importantes –Sade,63 Techint, Maqui, Tauro y Deasi– el objetivo era, de acuerdo a Wortman, “armar un contratista lo suficientemente fuerte como para competir en el exterior”, estrategia que no había sido empleada hasta ese momento “ni en los programas hidráulicos, ni en los programas ferroviarios, ni en los programas
DIEGO HURTADO
153
militares”. Wortman comentaba que, a pesar del “pésimo nivel” de los dirigentes de las empresas que componían NUCLAR, y de que “no comparten un objetivo común sino que hay intereses encontrados entre los socios”, el consorcio llegó a cotizar el montaje de una central de la empresa norteamericana Westinghouse en Egipto.64 Como paso inicial de la licitación de la segunda central se había acordado en pedir a los oferentes una “lista positiva” de suministros que se podrían diseñar y construir. Así, en el llamado a licitación se habían listado 103 ítems en la “lista positiva”, ampliada con una “lista probable”.65 A comienzos de marzo de 1973, antes de las elecciones presidenciales convocadas por Lanusse, se difundió que el consorcio integrado por la empresa estatal canadiense AECL (Atomic Energy of Canada Limited) y la italiana Italimpianti había sido seleccionado para construir en la provincia de Córdoba un reactor tipo PHWR (Pressurized Heavy Water Reactor). Las expectativas comerciales de Canadá se habían enfocado en Chile, México y Brasil. La decisión argentina, que había elegido tecnología alemana para Atucha, era un logro inesperado. Entre las razones que favorecieron a AECL estaba el acuerdo de transferencia de tecnología, concebido durante el proceso de adjudicación. Canadá se comprometía a transferir a la CNEA la tecnología completa de los reactores CANDU, incluyendo la tecnología de fabricación de sus elementos combustibles, y cedía a la CNEA los derechos para el empleo de esta tecnología dentro del territorio argentino sin pago adicional de licencias, regalías o cualquier otro concepto. La transferencia se concretaría por transmisión de información y datos de diseño, capacitación de personal y asistencia técnica. Además, el número original de ítems que podrían aportar firmas locales fue elevado a 217, lo que planteaba la necesidad de adquirir licencias extranjeras o contratar asesoramiento en ingeniería.66 Héctor Cámpora, candidato del peronismo, ganó las elecciones. En este momento, la presencia de grupos armados de izquierda agregó elementos de incertidumbre “novedosos” al desarrollo nuclear. Durante estos días circularon en el ámbito internacional algunas versiones de un ataque del grupo armado ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) a la central de Atucha, en construcción.67 La revista Estrella Roja , publicación del ERP, explicaba que el domingo 25 de marzo “una unidad de nuestro Ejército, tomó por asalto el destacamento policial que custodia la Central Atómica
154
LOS SECRETOS DEL URANIO
de Atucha”. Para intentar la rendición del personal policial se realizó “una ráfaga de ametralladora sobre el edificio” y “se lanzó una granada contra el destacamento, lo que provocó la inmediata rendición del enemigo”. A continuación, “se ocupó la planta atómica, pintando leyendas con consignas revolucionarias, y se izó la bandera de la organización […] Terminada la operación, nuestras unidades procedieron a retirarse”.68 En un entorno de polarización política creciente, la fórmula Juan Domingo Perón-María Estela Martínez de Perón ganó las nuevas elecciones con más del 62% de los votos y, luego de 18 años de exilio, en octubre Perón asumió por tercera vez la presidencia. Quihillalt puso su renuncia a disposición del nuevo presidente y fue aceptada. Luego de 18 años al frente de la CNEA, cuenta Quihillalt que fue él quien recomendó para reemplazarlo a Iraolagoitía, a quien debió ir a ver a su casa para convencerlo de que aceptara.69 Igual que ocurrió a fines de 1955, ahora el enroque inverso tampoco iba a modificar la tecnopolítica nuclear. Por su parte, luego de abandonar la presidencia de la CNEA, Quihillalt, junto con un equipo de científicos e ingenieros de la CNEA, se marchó a Irán contratado por el gobierno del Shah Reza Pahlevi para trabajar como asesor del programa nuclear iraní.70 Quihillalt estaba encargado de asesorar en las negociaciones con los diferentes proveedores potenciales al físico Akbar Etemad, director de la Organización de Energía Atómica de Irán. Un ingeniero que viajó a Irán con Quihillalt sostiene que “dado que el plan iraní contemplaba la compra de centrales a Francia, Alemania y EE. UU., el grupo argentino les aseguraba asesoramiento independiente y conocimiento en esas relaciones complejas con tantos oferentes que presentaban conceptos técnicos muy diferentes”.71 El grupo de ingenieros que acompañó a Quihillalt participó en los estudios de factibilidad para una central de potencia, asesorando sobre cuestiones contractuales, seguridad nuclear, radiología, normativas de protección radiológica, instrumentación y aspectos de control de calidad para la recepción de materiales. También había dos geólogos en el equipo argentino, que eran los encargados de asesorar en prospección minera de uranio en territorio iraní y dos ingenieros que trabajaron en el Centro de Investigación Nuclear de Teherán, donde se hacía investigación y desarrollo. Los argentinos también intervinieron en las negociaciones con Francia, que buscaban que Irán se integrara con una participación del 10% en la cons-
DIEGO HURTADO
155
trucción de una instalación para enriquecimiento de uranio construido por los consorcios EURODIF –integrado por Francia, Bélgica, España e Italia– y COREDIF, que nunca llegó a concretarse. Esta colaboración encabezada por Quihillalt terminó con la revolución de 1979, que inició el período de gobierno del ayatollah Komeini, aunque veremos más adelante que se iba a retomar a mediados de la década siguiente.72
La segunda central de potencia Creada por Perón, con el retorno del peronismo al gobierno la CNEA recuperaba su entorno político natural. José Bel Gelbard, el ministro de Economía de Perón, entendía que el Estado debía responder a las necesidades financieras y productivas de la burguesía nacional y, simultáneamente, proveerse de la producción local. Lograr que todo el espectro de la industria nacional avanzara a un ritmo mayor que los capitales extranjeros haría posible avanzar hacia la “independencia económica”.73 El 20 de diciembre, la CNEA, AECL e Italimpianti firmaron el contrato por la venta del reactor por 420 millones de dólares. Un segundo contrato fue firmado por AECL e Italimpianti, por el cual se reconocía que 270 millones se destinaban a los generadores convencionales y a las secciones de planta de la central nuclear a cargo de Italimpianti. Un tercer contrato fue firmado entre AECL y la CNEA por 150 millones de dólares, de los cuales 61 millones eran por bienes y servicios canadienses, 56 millones por bienes y servicios argentinos, 30 millones por la provisión de agua pesada y 3 millones opcionales, si la Argentina decidía adquirir uranio canadiense. El monto del contrato entre AECL y la CNEA iba a ser financiado por EDC (Export Development Canada), que otorgaba un crédito por 129,45 millones a 25 años, a una tasa de interés conveniente y considerando una inflación máxima del 25%. Para sectores que en Canadá se oponían a esta venta, las condiciones desfavorables del contrato no se explicaban por la ineptitud de la empresa, sino por “la desesperación de AECL por exportar un reactor”. Desde la propia empresa se argumentaba a favor de la intención de “construir una reputación como proveedor nuclear a bajos costos”. Los contratos entraron finalmente en vigencia en abril de 1974.74
156
LOS SECRETOS DEL URANIO
Un mes más tarde, el 18 de mayo, la India realizó una “prueba nuclear pacífica” subterránea en el desierto de Rajasthan. El artefacto indio se había construido con plutonio provisto por el reactor de investigación CIRUS de tecnología canadiense. La noticia produjo una crisis en el gabinete canadiense y despertó un aluvión de críticas internas. A “[l]a posición autoflagelante de Canadá con respecto a la explosión india” debía sumarse “el señalamiento público de sus amigos americanos”, comenta Bratt, y agrega que el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, mientras negaba cualquier contribución de su país a la bomba atómica india –afirmación que no era evidente–, cargaba toda la culpa sobre Canadá, finalmente un competidor comercial. A fines de 1973, el ministro de Energía, Minas y Recursos canadiense, Donald Macdonald, anunció un dramático viraje en la política canadiense de exportación de reactores. El objetivo era introducir exigencias de salvaguardias más rigurosas y renegociar en el nuevo escenario las ventas de sus reactores CANDU, que habían sido acordadas con la Argentina y Corea del Sur. 75 El contrato original firmado con la Argentina –en contraste con el firmado con Corea del Sur, que exigía la adhesión al TNP– aceptaba el compromiso argentino de firmar un acuerdo de salvaguardias con el OIEA. A las nuevas exigencias canadienses, la Argentina respondía, en septiembre de 1974, comprometiéndose a no utilizar tecnología, material o competencias canadienses para producir cualquier tipo de explosivo nuclear. Ahora bien, poco tiempo más tarde Canadá intentó avanzar en un segundo acuerdo, que buscaba imponer mayores exigencias, pero además renegociar el contrato comercial de Embalse. Para los canadienses, las previsiones del contrato original –que suponían un ajuste máximo del 25% en concepto de inflación sobre los pagos de la Argentina– resultaban inadecuadas frente a una tasa de inflación mensual del 30% a fines de 1975 y una creciente inestabilidad política. Para los sectores del gobierno canadiense que eran partidarios de cancelar la venta del reactor, a las pérdidas por la hiperinflación debía sumarse el generoso paquete de financiamiento. Otro motivo de conflicto en la segunda rueda de negociación fue el veto de Ottawa a la posibilidad de reprocesar los elementos combustibles de Embalse, fueran o no de origen canadiense. 76 Para Canadá era un foco de conflictos internos la imposibilidad de separar las cuestiones de seguridad de los intereses comerciales. Además
DIEGO HURTADO
157
de las pérdidas ocasionadas por la cancelación de la cooperación nuclear con India y Pakistán, una decisión unilateral de Ottawa con respecto a los compromisos adquiridos con la Argentina conduciría a un juicio de cientos de millones, que seguramente ganaría la CNEA, así como a la pérdida de todo lo que surgía en el horizonte como producto de la venta del reactor: futuros contratos para reparaciones y mejoras técnicas de Embalse, venta de componentes de recambio, nuevos reactores de potencia, inversiones en áreas no nucleares. Por el lado de la Argentina, se interpretaba que la insistencia en el refuerzo de las salvaguardias era una táctica canadiense para condicionar la renegociación comercial.77 El 30 de enero de 1976, la Argentina y Canadá firmaron un nuevo acuerdo, que renovaba las intenciones originales de transferencia de tecnología. Cuando se completó la renegociación, en marzo, la percepción canadiense era que el acuerdo de salvaguardias había influido decisivamente en el resultado no óptimo del nuevo acuerdo comercial y, viceversa, que el objetivo de la renegociación comercial había entorpecido la negociación por el nuevo acuerdo de salvaguardias. Por su parte, la percepción argentina era que Canadá comenzaba a ser un comprador poco confiable, que avanzaba sobre decisiones unilaterales.78
Balance a comienzos de los años setenta El panorama del sector de ciencia y tecnología en la Argentina de comienzos de la década de 1970 no era muy alentador. En el momento más avanzado del proceso de industrialización, el ingeniero Alberto Aráoz, principal promotor de un censo científico impulsado por el gobierno a fines de los sesenta, sostenía que “es relativamente pequeño el esfuerzo que el sistema científico argentino dedica a proyectos de ID [investigación y desarrollo] para objetivos industriales”, esto es, “menos del 6% del total de proyectos”. Aráoz concluía: “Si bien es cierto que las industrias dinámicas trabajan continuamente con tecnología importada, no deja de llamar la atención el magro apoyo del sistema científico”.79 En un diagnóstico realizado en 1976 sobre la situación de las instituciones públicas dedicadas a ciencia y tecnología en la Argentina, Oszlak comparaba la CNEA con el INTA y el INTI. Allí señalaba que una vez
158
LOS SECRETOS DEL URANIO
alcanzado “un estado de régimen y una relativa madurez”, la legitimidad de ambos institutos tecnológicos estaba cuestionada y enfrentaban “el riesgo de convertirse en organismos altamente burocratizados e inoperantes”.80 En su diagnóstico de mediados de los años setenta, Oszlak señalaba algunas características que a su criterio transformaban a la CNEA en una singularidad. En primer lugar, mientras la “CNEA se ha fijado como prioridad el desarrollo de una política nuclear”, los programas y planes de trabajo de otras instituciones “no se inscriben por lo general en el marco de una política C&T para sus respectivos sectores”. Además, la “CNEA se ha caracterizado por una extraordinaria estabilidad de sus elencos directivos”. Por último, este autor también señalaba la dependencia del Poder Ejecutivo y la notoria “existencia de una jerarquía militar paralela derivada del control ejercido sobre la Comisión por el arma de Marina”.81 Para Schvarzer, la CNEA era a esta altura “uno de los mayores propulsores de desarrollo tecnológico y fabril del país”.82 Además de una política de desarrollo de proveedores y de contratos para la participación de empresas locales, también colaboraba la CNEA con organismos públicos como YPF, Agua y Energía, INTA, INTI, Ministerio de Salud Pública, CONICET, CITEFA, Obras Sanitarias de la Nación y Secretaría de Obras Públicas. Entre la variedad de los temas en los que se involucraba, se encontraban el control de deshielos; navegabilidad de puertos; pérdidas en conductos de gas, agua y otros líquidos, anomalías geofísicas para localización de yacimientos petrolíferos; funcionamiento de altos hornos siderúrgicos; estudios hidrológicos y geoquímicos. En cuanto a la colaboración en actividades agropecuarias, sus laboratorios trabajaban en desinsectización de cereales, plagas agrícolas, fungicidas, fertilizantes, mejoramiento de especies y esterilización y conservación de alimentos.83 Para ese momento, el 80% de los radioisótopos requeridos por el mercado local eran producidos en el país. Existían entonces más de 470 centros utilizando radioisótopos.84 En 1960, Sabato había organizado el Curso Panamericano sobre Metalurgia Nuclear.85 Desde entonces, este curso se había repetido con cierta regularidad con un total de 139 participantes entre 1962 y 1971, de los cuales 79 eran extranjeros. 86 Cooperaban en esta iniciativa la UNESCO, el Banco Interamericano de Desarrollo, la OEA, el Ejército, la Armada, la Ford Foundation y empresas como SIAM Electro-
DIEGO HURTADO
159
mecánica, Astarsa y Hojalata y Lámina, que becaban a sus ingenieros para que realizaran este curso.87 En cuanto al panorama nuclear internacional, en 1970, el número de reactores de investigación en el mundo era de 366, de los cuales 132 se encontraban en Europa occidental, 38 en Europa oriental, 139 en EE. UU., 33 en otros países desarrollados y catorce en el resto del mundo. De este último grupo, diez se encontraban en América Latina, cuatro de ellos en la Argentina y tres en Brasil.88 Todos los reactores de investigación argentinos operaban con uranio enriquecido obtenido de EE. UU. A fines de 1970 estaba finalizado el anteproyecto del RA-5, con el cual la CNEA esperaba avanzar en el desarrollo de un reactor reproductor rápido, aunque el proyecto quedaría inconcluso.89 Con respecto al panorama energético, en 1970 había reactores de potencia en operación en quince países y otros siete tenían reactores en construcción, entre ellos la Argentina. La potencia nuclear total instalada para la producción de energía eléctrica era de 15.986 MW. De esta cifra, EE. UU. producía 5.096 MW –más 39.288 MW estaban en construcción–, Gran Bretaña producía 4.171 MW, y la Unión Soviética y Francia rondaban los 1.900 MW. Del conjunto de países en desarrollo, solo la India producía 380 MW. Las proyecciones indicaban que el 80% de los reactores de potencia en funcionamiento en 1980 utilizarían uranio enriquecido.90 En cuanto a la capacidad total de potencia eléctrica instalada en la Argentina, en 1969 era de 6.318 MW. Las proyecciones estimaban 13.836 MW para 1975 y 20.300 MW para 1980. 91 En este marco, la CNEA contemplaba la instalación de tres centrales antes de 1980. En 1972, a la construcción de la central de Atucha se sumaba la construcción de la central de Embalse, que aportaría 600 MW, y una tercera central de 1.000 MW estaba programada para 1979. Desde la primera mitad de la década de 1980 se consideraba necesaria la instalación de 1.000 MW de origen nuclear cada dos años.92 Si retrospectivamente estas cifras pueden parecer demasiado ambiciosas, las metas de Argentina eran más bien tímidas en comparación con los programas brasileño y mexicano. Estas expectativas, retrospectivamente irreales, no desentonaban con las ambiciones de las grandes empresas nucleares de los países avanzados, que en rondas de diálogo bilateral con gobernantes de países en desarrollo alentaban estos planes.93
160
LOS SECRETOS DEL URANIO
Los primeros años de la década de 1970 representan una encrucijada. Para los países avanzados, el dilema era concretar las ambiciones comerciales alentadas desde fines de la década de 1950 y, simultáneamente, obturar los procesos de transferencia de “tecnologías proliferantes” hacia los países en desarrollo. Para los países de la semiperiferia con programas nucleares, el dilema era cómo generar procesos de transferencia y aprendizaje para acumular capacidades propias y evitar la sangría de divisas necesarias para el proceso de industrialización. La retórica de colaboración internacional difundida desde los años cincuenta iba dejando lugar a marcos regulatorios que comenzaban a obstruir aquello que se les había prometido a los países en desarrollo. No es casualidad que esto ocurriera cuando algunos países de la semiperiferia comenzaban a entrever la posibilidad de exportar tecnología nuclear a otros países en desarrollo. Los representantes de la CNEA aprovecharon la Cuarta Conferencia Internacional en Ginebra para explicar que la cooperación se “endurece en forma coincidente con la iniciación de la industrialización”.94
La consolidación del grupo de física nuclear A comienzos de los años setenta, dos circunstancias favorecieron que el Departamento de Física Nuclear iniciara un período de crecimiento: el retorno de algunos físicos del exterior y el inicio, en 1973, de un programa de espectroscopía que empleaba el sincrociclotrón. Regularizada parcialmente la situación en la FCEN, Mariscotti –que había trabajado varios años en el Brookhaven National Laboratory– fue nombrado allí profesor de física nuclear. Un acuerdo entre la FCEN y la CNEA hizo posible que trabajara en el RA-3, donde obtuvo el primer haz externo de neutrones de la Argentina.95 Sin embargo, había poca asistencia técnica en el RA-3. En una ocasión la rotura de un tubo inundó la sala experimental con agua del reactor. En contraste con este panorama, el sincrociclotrón contaba con un equipo técnico y un grupo de electrónica con mucha experiencia.96 Mariscotti concibió la posibilidad de utilizar el sincrociclotrón para trabajar con partículas alfa en cierto tipo de reacciones, llamadas reacciones de fusión, que no requerían ni haces intensos ni una buena definición
DIEGO HURTADO
161
de la energía del haz. 97 El grupo tomó la decisión de trabajar en un “nicho” –estados rotacionales de núcleos impar-impar– en el cual podía ser competitivo. Al borde de la extinción poco tiempo atrás, este programa tuvo el mérito de atraer nuevos investigadores y fortalecer al grupo del sincrociclotrón.98 Entre 1972 y 1974, este último había mantenido correspondencia con fabricantes de aceleradores electrostáticos, principalmente con la empresa norteamericana High Voltage Corporation. El nuevo crecimiento de la agrupación y el desarrollo del proyecto IALE lograron conformar una masa crítica de investigadores, ingenieros y técnicos que podía justificar la compra de un nuevo acelerador.99 Ahora bien, en septiembre de 1974 –a pocos meses de la muerte de Perón– asumía Alberto Ottalagano como rector interino de la UBA. Vinculado a la extrema derecha peronista, Ottalagano sostuvo que iba a terminar con el liderazgo del peronismo de izquierda en su universidad. 100 Alrededor del 80% de los docentes del Departamento de Física de la FCEN quedaron cesantes. Mariscotti perdió su cargo de profesor titular y tuvo que abandonar la CNEA. Los miembros del grupo del sincrociclotrón perdían así a su físico experimental de mayor trayectoria. Sin embargo, Iraolagoitía logró que algunos científicos expulsados de la UBA ingresaran a la CNEA.101 Mariscotti fue contratado en enero de 1975 y elegido director del Departamento de Física Nuclear de la CNEA en julio. En septiembre regresó al país para trabajar en el proyecto de un nuevo acelerador el físico Edgardo Ventura, que se había ido de la Argentina en 1966, luego de “la noche de los bastones largos”. Ventura había realizado su doctorado en la Universidad de Stanford, donde había un acelerador lineal. Él y Mariscotti se habían conocido en 1970 en California. Allí, Ventura también había conocido al físico Gvirol Goldring, del Instituto Weizmann de Israel, donde se estaba construyendo un acelerador semejante al proyectado por los físicos argentinos. Pocos meses más tarde también se integró al grupo Daniel Bes, que a esta altura era el físico teórico más importante de la Argentina.102 En el marco de un convenio entre el CONICET y la National Science Foundation de EE. UU., el grupo de física nuclear estableció un acuerdo entre la CNEA y el Brookhaven National Laboratory, donde trabajaba el físico Peter Thieberger, amigo de Mariscotti. Nacido en Viena en 1935, su familia había migrado a la Argentina. Thieberger había estudiado en el
162
LOS SECRETOS DEL URANIO
Instituto Balseiro y luego partido para EE. UU., donde obtuvo la ciudadanía y, desde 1975, estaba al frente de un acelerador electrostático en Brookhaven. Dado que conocía “la gran capacidad e ingenio de los ingenieros, físicos y técnicos que mantenían en buen funcionamiento ese viejo acelerador”, Thieberger estuvo de acuerdo en que un acelerador tipo tándem ofrecería las ventajas de gran flexibilidad en cuanto al tipo de iones, energías, estabilidad y precisión, necesarias para realizar experimentos de punta en física nuclear.103 En octubre de ese mismo año, los integrantes del Departamento de Física Nuclear decidieron elaborar un estudio de factibilidad para la compra de un acelerador. El informe estuvo listo en febrero de 1976. Allí se analizaban las diversas tecnologías disponibles para acelerar iones pesados. El informe presentaba también un gráfico del número de trabajos publicados en física nuclear entre 1955 y 1974 en función de los diversos tipos de máquina utilizados. El gráfico mostraba una tendencia creciente ampliamente favorable a los aceleradores Van de Graaff. Finalmente, luego de considerar las ventajas y desventajas y dejando de lado los proyectos de avanzada, “limitados por obvias razones económicas”, el informe se inclinaba por un acelerador electrostático tipo tándem de 16-20 MV.104 Entre las conclusiones, se destacaba que la nueva máquina debía ampliar al máximo su impacto en la comunidad científica argentina y su ubicación debía facilitar su uso por estudiantes graduados, personal de las universidades y de otros organismos de investigación y desarrollo del país. Si bien los estándares internacionales establecían que el costo anual de mantenimiento de una instalación como la que discutía el informe era estimado en el orden del 10% de su costo total, el valor estimado para el proyecto TANDAR (Tándem Argentino) era del 2%. Este porcentaje sensiblemente inferior era debido al rubro salarios “drásticamente deprimido”.105 La decisión, a mediados de 1975, de embarcarse en la adquisición de un acelerador electrostático de iones pesados de entre 16 y 20 MV era inédita en cuanto a costos, niveles de organización y conocimientos involucrados. Sin embargo, hasta aquí se trataba únicamente de un ejercicio que, además de actualizar y dar forma concreta a los reclamos, daba visibilidad y rigor a la “presión de evolución” del grupo de física nuclear sobre las autoridades de la CNEA. No obstante, si la supervivencia del
DIEGO HURTADO
163
grupo exigía de manera perentoria una máquina moderna, los costos involucrados eran absolutamente incompatibles con el panorama económico de hiperinflación. El proyecto TANDAR suponía la necesidad de contar con un “laboratorio nacional” con influencia regional y detener la fuga de cerebros en física. Era parte del aprendizaje de la CNEA que los grandes proyectos eran un remedio eficaz. Cosentino sostenía en 1972 que “la decisión de construir el RA-1 significó en su momento la interrupción de una corriente de migración de personal”. Al repetirse esta situación posteriormente, “el problema prácticamente desapareció una vez decidida la construcción del RA-3”.106 Si se adquiría el acelerador, argumentaba el grupo de física nuclear, sería el instrumento de mayor envergadura de América Latina y ellos mismos participarían como un actor reconocido en la arena internacional. Finalmente, también sostenían que, si bien el principal objetivo era la investigación básica, las características y envergadura del instrumento también hacían factible pensar en algunos desarrollos tecnológicos y en la participación de la industria local. En términos generales, tanto por el costo del instrumento como por el tipo de organización y coordinación de técnicos, ingenieros, físicos y administradores, además de las conexiones políticas requeridas y la red de contactos internacionales, el proyecto TANDAR cumplía con muchas de las características que definen la llamada big science .107 Sin embargo, durante el gobierno de Isabel Perón este grupo no encontró los canales institucionales para impulsar este proyecto.
La “explosión pacífica” de la India En la primera plana del diario Noticias del 21 de marzo de 1974 dominaba una foto del líder montonero saludando desde la ventana de un local de la Juventud Peronista y el titular “Firmenich en libertad”. En esta misma edición, una nota se titulaba “Perón puso a funcionar Atucha”. Luego de varios retrasos,108 la Argentina se convertía “en el primer país latinoamericano que suministra energía a usuarios particulares originada por la fisión del átomo”. Explicaba la nota que Perón había llegado al mediodía, en helicóptero, acompañado de Gelbard. En otro helicóptero también habían arribado los ministros del Interior, Defensa, Bienestar Social, de Trabajo,
164
LOS SECRETOS DEL URANIO
de Energía y el secretario general de la Central General de los Trabajadores. Como había ocurrido veinte años atrás con la inauguración del sincrociclotrón, Perón ponía ahora en funcionamiento la primera central de potencia de América Latina. Gelbard aludió en su discurso a la “dura pelea” librada contra los que sostenían que “la Argentina debía integrarse al club de la tecnología dependiente e importada”. La obra había demandado una inversión de 278 millones de marcos amortizables en veinte años, con financiación extranjera a un interés del 6% sobre saldos.109 En el contrato de compra se aclaraba que emplearía uranio argentino y el agua pesada sería provista por EE. UU. a condición de que la planta cumpliera con las condiciones de seguridad establecidas por el OIEA.110 Ahora bien, simultáneamente a la inauguración de Atucha I, en el plano internacional se consolidaba un proceso de reevaluación de las estrategias de los países exportadores de tecnología nuclear a partir de dos cuestiones cruciales: la crisis del petróleo desencadenada en 1973, que alteraba drásticamente el mapa geopolítico energético, y la prueba nuclear de la India, en mayo del año siguiente, que motivó una rápida reacción de las potencias nucleares. Para la Argentina, el panorama se complicaba. Con referencia al problema del petróleo, el inicio de la guerra entre Egipto e Israel, a comienzos de septiembre de 1973, puso fin a un período de energía abundante y barata. Los precios del petróleo se cuadruplicaron –en los siguientes diez años se iban a decuplicar– y las grandes compañías que dominaban el mercado de la extracción perdieron el control del precio del barril, que pasó a manos de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Se resignificaban así el sentido y el valor de la energía nuclear. Para la Argentina, el 90% del consumo energético del país se satisfacía mediante hidrocarburos (petróleo y gas), en tanto que el 13% de la energía eléctrica generada provenía de aprovechamientos hidráulicos. El país importaba alrededor del 10% del consumo de petróleo, lo que significaba una pesada carga económica.111 Con referencia a la explosión del artefacto atómico indio, el hecho de que poco antes se hiciera público un acuerdo entre la India y la Argentina fue un motivo adicional para profundizar las sospechas sobre las intenciones ocultas del programa nuclear argentino. De acuerdo con Redick, el programa mostraba una “semejanza perturbadora” con el de la India: ambos países contaban con excelentes cuadros de especialistas; ambos se deci-
DIEGO HURTADO
165
dieron por la línea de reactores de uranio natural, que presentaba ventajas militares; finalmente, a juicio del analista, ambos habían acumulado la cantidad necesaria de experiencia como para no depender de la tecnología extranjera. Y terminaba diciendo: “Es difícil escapar a la conclusión de que cada paso del programa nuclear argentino parece haber sido diseñado para poder pasar rápidamente al desarrollo de armas”.112 Este tipo de afirmaciones fueron enfáticamente desmentidas por varios portavoces civiles de la CNEA. “No tenemos un programa militar y, lo que es más importante, no podemos tenerlo en este momento”, explicaba en The Washington Post el ingeniero Cosentino, que estaba a cargo del funcionamiento de la central Atucha I. Y agregaba: “Nosotros producimos 100 kilogramos de plutonio por año en Atucha, pero tal como sale del reactor no tiene la composición correcta. Para tener la composición correcta, tendríamos que cambiar los elementos combustibles cada hora, no cada día”. En el mismo artículo, Mario Báncora, al frente de la División de Reactores de la CNEA, sostenía: “Lo único que la bomba india hizo por nosotros fue complicar terriblemente nuestras vidas”.113 Como si este panorama no fuera lo suficientemente complejo, el tema nuclear también se enredaba en la trama geopolítica regional. En 1973 se había desencadenado una crisis en las relaciones argentino-brasileñas por el Tratado de Itaipú, firmado por los presidentes de facto de Brasil y Paraguay, por el cual se formalizaba la construcción de una enorme represa sobre el río Paraná, no lejos de la frontera con la Argentina, que perjudicaba el futuro aprovechamiento argentino-paraguayo de la central de Corpus. Este episodio esbozaba la posibilidad de un conflicto armado. El tema fue planteado en distintos foros internacionales, como la Asamblea General de la ONU y la Conferencia Cumbre del Movimiento de Países No Alineados. Sin embargo, otro episodio modificó este escenario. El masivo acuerdo nuclear entre Brasil y Alemania Federal firmado en junio de 1975 –la mayor transferencia de tecnología nuclear a la que accedía un país en desarrollo– despertó la fuerte oposición norteamericana. The New York Times titulaba el episodio “Locura nuclear” y señalaba que este “paso temerario” podría “desencadenar una carrera nuclear en América Latina” y que “ponía en peligro la seguridad de Estados Unidos y del mundo entero”.114 Algunas voces desde la Argentina apoyaron el derecho de Brasil al acceso a tecnología nuclear avanzada. Mientras se producían estas oscilaciones en
166
LOS SECRETOS DEL URANIO
las relaciones argentino-brasileñas, la CNEA había ido construyendo en esos años una fluida “cooperación no institucionalizada” en el ámbito nuclear con distintos grupos del ámbito académico brasileño.115 Sentado esto, si la Argentina apoyó el acuerdo brasileño-germano, el Plan Nuclear 1975/1985 elevado por las autoridades de la CNEA al Congreso a comienzos de 1976 puede entenderse como una respuesta a las ambiciones brasileñas. El costo del plan era de 5.000 millones de dólares y preveía la construcción de una “industria integral del ciclo de combustible en todas sus etapas”. En cuanto a la producción de electricidad, para 1985 se iban a encontrar en operación cinco centrales de potencia: Atucha I, que ya había entrado en operación; la central de Embalse, de aproximadamente 600 MW, que se esperaba finalizar en 1979; se comenzaba la licitación de Atucha II, también de 600 MW, que debía estar lista para 1981; finalmente, también se preveían otras dos centrales de 600 MW, una de ellas para la región de Cuyo. Este plan también suponía que para el final del período se encontrarían otras seis centrales de potencia en construcción, que proyectaban un aporte adicional de 3.600 MW para la década de 1990. A partir de Atucha II se esperaba que las centrales de potencia fueran construidas casi en su totalidad en el país, que funcionaran con uranio argentino y con elementos combustibles de industria nacional.116 Para el director de la revista Estrategia , el general retirado Juan Guglialmelli, que había estado a cargo del CONADE durante la presidencia de Levingston, la existencia de este plan “no debe alentar sin embargo, un exagerado optimismo”.117 Además de los recursos financieros y de la necesidad de “encontrar una solución definitiva al conocido y alarmante éxodo de nuestros técnicos que pueden, incluso, ser requeridos desde el Brasil”, Guglialmelli aludía a la necesidad de contar con “la capacidad política para resolver las muchas dificultades que podrán plantearse desde fuera del país por intereses deseosos de trabar nuestro posible desarrollo nuclear”.118 Por otra parte, el acuerdo brasileño-germano podría afectar drásticamente los intereses regionales del programa nuclear argentino. Luego de analizar algunas afirmaciones de militares y científicos brasileños, Guglialmelli concluía que había elementos de juicio que hacían posible afirmar que “existe en el país vecino la firme decisión de [...] fabricar una bomba atómica bajo el concepto de hacerlo para usos pacíficos ”. Esta conclusión era reforzada por “la conocida vocación imperial-hegemónica de algunos in-
DIEGO HURTADO
167
fluyentes círculos dirigentes, para los cuales un artefacto nuclear constituye un paso decisivo para alcanzar su decisorio de gran potencia”. Sin embargo, antes de embarcar a la Argentina en la construcción de su propio artefacto nuclear, Guglialmelli insistía con una tesis “que sostuvimos a fines de 1974” como respuesta a la coyuntura planteada por la prueba nuclear de la India: “Convenir con Brasil, en el marco de una negociación global, un acuerdo de información, consulta y eventual cooperación técnica en el campo nuclear que, entre otros aspectos determine seguridades efectivas y recíprocas ante la posible fabricación de artefactos nucleares, aunque éstos se destinen para usos pacíficos ”.119 Junto a las razones geopolíticas, Guglialmelli daba simétrica importancia a las razones geoeconómicas: “¿Enfrentamiento o alianza para la liberación?”. A pesar de los numerosos puntos de conflicto entre la Argentina y Brasil y de la existencia de “grupos dirigentes brasileños adscriptos al ‘Destino Manifiesto’ de un Brasil imperial, vocación ésta a la que favorece el papel de ‘país llave’ y la tesis de una Argentina granja, a escala regional”, para Guglialmelli era imperativo ampliar la capacidad negociadora entre la Argentina y Brasil, sin descartar que la Argentina debía estar preparada para una “alternativa de rechazo”. Frente a esta posibilidad, “nada mejor que negociar desde adecuadas condiciones de fuerza y con la firme convicción de enfrentar, en caso necesario las peores alternativas, incluido el conflicto armado”.120 De esta forma, en las vísperas del golpe militar de marzo de 1976, la histórica rivalidad con Brasil comenzaba a dejar algún lugar a la consideración de un vínculo más complejo. Esto también significaba que la tecnopolítica nuclear enfrentaba el desafío de resignificar lo que durante muchos años había sido concebido como la búsqueda del liderazgo nuclear regional. Si bien estas ambiciones no dejaban de estar presentes (a veces bajo la ambigua forma de cierta inercia discursiva), se relativizaban frente a la necesidad de construir un vínculo colaborativo con Brasil. Este punto no era independiente de la necesidad de dar señales claras sobre los fines pacíficos del desarrollo nuclear argentino en un momento en que la crisis del petróleo y la bomba india habían creado las condiciones para que los países exportadores de tecnología nuclear impulsaran estrategias más agresivas de obstaculización de los programas nucleares de la semiperiferia.
168
LOS SECRETOS DEL URANIO
En este escenario, la CNEA había comenzado a producir energía eléctrica para la red nacional y sus políticas de incentivo de la ingeniería y la industria nacionales marcaban el rumbo a otros sectores donde el Estado jugaba roles protagónicos –como el hidroeléctrico, el de transportes o el de comunicaciones–, aunque también comenzaba a poner de manifiesto los límites –culturales e ideológicos– de la “burguesía” industrial local. Sobre el final de “la luna de miel con el capital extranjero”, según la expresión de Schvarzer,121 la energía nuclear ya comenzaba a aparecer como un poderoso referente simbólico asociado a posiciones nacionalistas. Ahora bien, el propio sentido difuso del término “nacionalismo” sugiere la convivencia de componentes ideológicos divergentes dentro de la propia cultura nuclear. Parece evidente que el tipo de nacionalismo que vehiculizaba la tecnopolítica nuclear en la posición de los principales portavoces civiles de la CNEA –que no era unívoca– no coincidía con el sentido asignado a la energía nuclear en los esquemas nacionalistas del sector militar, que tampoco era homogéneo. En este punto puede ayudar a comprender, según Barletta, “la importancia de la ambigüedad en la consolidación de una coalición heterogénea y contradictoria”, el concepto de “multivocalidad”.122 Padgett y Ansell señalan que la multivocalidad se refiere a situaciones en las cuales un conjunto de “acciones individuales pueden ser interpretadas coherentemente desde múltiples perspectivas simultáneamente” o, dicho de otra manera, este concepto caracteriza aquellas “acciones individuales que pueden ser jugadas en muchos juegos”.123 Sobre el despliegue del desarrollo nuclear a mediados de los años setenta convergían posiciones que en otros ámbitos de la vida social divergían notoriamente. Por motivos diferentes, miliares golpistas y científicos y tecnólogos civiles, militantes de izquierda y de derecha, pequeñas empresas y grupos económicos veían que el desarrollo nuclear de una u otra forma encarnaba algunas de sus aspiraciones. La debacle política y económica posterior a la muerte de Perón puso a prueba la cohesión y la resistencia del régimen tecnopolítico nuclear. Los siguientes años sombríos de dictadura y terrorismo de Estado, como veremos, iban a producir la primera ruptura o torsión estructural con respecto a su trayectoria histórica.
DIEGO HURTADO
Notas 1 Sabato
(1968: 352). Idem (1970: 35; 1973: 32); Luddemann (1983: 380-381). 3 CNEA (1968a: 9). 4 Quihillalt (1969: 438); Sabato (1970: 37); Idem (1973a: 30-32). 5 La Nación (1967a). 6 Citado en: Ingrey (1967). 7 Escribano (1967a). 8 Idem (1967b). 9 Sabato (1973a: 33); CNEA (1968a: 9-10). 10 Finch (1986: 50). 11 Sabato (1973a: 33). 12 Idem (1973a: 33-34). 13 100 millones de marcos equivalían a 25 millones de dólares. 14 Báez et al. (1973: 4-5); Adler (1988: 74); Quilici (2008: 6-7). 15 Esta caracterización fue sugerida por Santiago Harriague. 16 Redick (1972: 18). 17 IAEAB (1969b: 28). 18 Sabato (1970: 38). 19 Quihillalt (1969: 439). 20 Sabato (1970: 38). 21 Browne (1968). 22 CNEA (1968b). 23 Idem (1968c). 24 La Nación (1968a: 1). 25 O’Donnell (2009 [1982]: 117). 26 Sabato (1973b: 35). 27 La Nación (1968c). 28 Kent (1968). 29 CNEA (1970b). 30 De Riz (2000: 69-85). 31 Fiszbein (2010: 33). 32 Citado en: Schvarzer (2000: 270). 33 CONADE y CONASE (1971). En anexo pueden verse las “Políticas Nacionales”. 34 Ley 18.875 de diciembre de 1970. 35 Citado en: Sabato y Wortman (1973: 74-75). 36 De Riz (2000: 86-91); Rouquié (1982: 286-292). 37 Sabato (1972: 12). 38 Nuclear News (1971: 60). 39 La Nación (1972: 9). 40 IADE (1973: 102). 41 Gorenstein y Lezama (1981: 24); Solingen (1996: 43); Poneman (1982: 75). 42 Sabato (1973b). 43 APCNEA (1972: 40-41). 2
169
170
LOS SECRETOS DEL URANIO 44
AFA (1972). Puede verse también: Giambiagi (2001: 27-28). IADE (1973). 46 Entre otros cargos destacados, Goldemberg iba a ser rector de la Universidad de São Paulo entre 1985 y 1989 y ministro de Educación entre 1991 y 1992. 47 Goldemberg (1978 [1972]: 11, 14-15). 48 Idem (1978 [1972]: 16). 49 Sabato (1973c). 50 Idem (1972: 8). 51 Willrich (1971b: 29). 52 Ver, por ejemplo: La Prensa (1972: 1). 53 SIPRI (1972: 332-333). 54 Idem (1972: 296-297). 55 Redick (1972: 5). 56 Idem (1972: 10). 57 Patterson (1984: 47). 58 Redick (1972: 15-16). 59 Sabato (1968: 333); las itálicas son nuestras. 60 Redick (1972: 16). 61 Sullivan (1969). 62 Redick (1972: 17). 63 Sade pertenecía al grupo Pérez Companc (Azpiazu et al., 1988: 144). 64 Citado en: Quintana (1995: 136-137). 65 Quilici (2008: 9). 66 Nuclear Industry (1973b: 49-50; 1973d: 68); Castro Madero (1976a: 11); Quilici (2008: 8-10). 67 Nuclear Industry (1973c: 49). 68 Estrella Roja (1973). 69 Sahni (2000: 12). 70 Clarity (1974: 2). 71 Solanilla (2006). 72 Hurtado (2006). 73 Horowicz (1986). 74 Finch (1986: 52-53). 75 Bratt (2006: 118-119, 131). 76 Idem (2006: 132, 135); Rock (1999 [1985]: 450). 77 Bratt (2006: 132). 78 Idem (2006: 132-134); Fundación Arturo Illia (1989: 197). 79 Aráoz (1973: 51, 55). 80 Oszlak (1977: 82). 81 Idem (1977: 85-86). 82 Schvarzer (2000: 272). 83 Sabato (1968: 343-345). 84 IAEAB (1972: 4). 85 Idem (1961: 42). 86 Libanatti y Baro (1971: 516-517). 87 CNEA (1968d: 5). 45
DIEGO HURTADO 88
171
Vélez (1972: 186-188). En 1969 Alemania Federal había donado a la Argentina un reactor de investigación Siemens SUR-100 –bautizado RA-4–, que fue instalado en la Universidad Nacional de Rosario. 89 CNEA (1970a: 47-48); Cosentino (1972: 292); Sabato (1973: 28, 30); Rapoport (1985). 90 Willrich (1971a: 68-69). 91 Kreuthmeier y Crow (1971: 15). 92 Alegría et al. (1972b: 662). 93 Vélez (1972: 192); Stevis y Mumme (1991: 61, 66); Luddemann (1983: 389-390). 94 Alegría et al. (1972b: 664). 95 Westerkamp (1975: 140). 96 Mariscotti (2004). 97 Idem (1987). 98 Idem (1978: 3). 99 Idem (2005). 100 Kandell (1974); Novitski (1974a). 101 Entre otros, Gustavo Dussel, Roberto Fernández Prini, Santiago Harriague, Emilio Matatagui, Antonio Misetich, Aarón Pinczuk (Harriague, 2012). 102 Ventura (2004); Maqueda (2004). 103 Thieberger (2003). 104 Bes et al. (1976: 7-13, 22, 29, 32). 105 Idem (1976: 41, 52). 106 Cosentino (1972: 292). 107 Sobre la noción de big science , puede verse: Galison y Helvy (1992). Según Holmfeld (1991: 295), a comienzos de los años noventa una instalación que supere los 25 millones de dólares puede considerarse big science . 108 Energy International (1972: 55); Nuclear Industry (1973a: 36). 109 Noticias (1974: 10). 110 Martínez Vidal (1994: 183). 111 Sabato y Frydman (1976: 55-56). 112 Redick (1975: 419-420). 113 Novitski (1974b). 114 Pueden verse: Gillette (1975); Gall (1976); Lowrance (1976). 115 Martínez Vidal y Ornstein (1988: 340); Carasales (1997a: 54-57). 116 Una síntesis de este plan puede verse en Guglialmelli (1975b: 34-35). 117 Sobre la relevancia de la revista Estrategia , ver: Child (1979: 95). 118 Guglialmelli (1975a: 35-36); itálicas en el original. 119 Idem (1976a: 37-39); itálicas en el original. 120 Idem (1976a: 41, 70-71); itálicas en el original. 121 Schvarzer (2000: 253). 122 Barletta (1997: 3). 123 Padgett y Ansell (1993: 1263).
Capítulo 4 Dictadura, desindustrialización y aceleración del plan nuclear A mediados de los años setenta el desarrollo nuclear argentino era considerado, detrás de la India, el más avanzado de los países en desarrollo.1 A partir del golpe militar que expulsó de la presidencia a María Estela Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976, el desarrollo nuclear comenzó a acelerarse. La economía maltrecha heredada del breve interregno democrático no fue un obstáculo para que la nueva dictadura anunciara las enormes inversiones para el área nuclear. Como nuevo presidente de la CNEA asumió el capitán (más tarde vicealmirante) Carlos Castro Madero. Egresado con el mejor promedio de la promoción 75 de la Escuela Naval y graduado en Física Nuclear en el Instituto Balseiro en 1963 –también con el mejor promedio–, Castro Madero había realizado una estadía de posgrado en el Vallecitos Atomic Laboratory, en California, y se había doctorado en el Instituto Balseiro. Castro Madero retomó los objetivos del Plan Nuclear 1975/1985. En los primeros meses de gestión sostuvo públicamente que el monto estimado de inversiones en el área nuclear en los próximos diez años iba a ser “del orden de 5.500 millones de dólares, de los cuales 3.500 millones serán insumos nacionales que deberán ser provistos por el Tesoro Nacional”. De los 2.000 millones restantes, “es muy factible obtener financiación por 1.000 millones”, mientras que el resto iba a ser provisto por los “ahorros de petróleo producidos por la producción de electricidad de Atucha y Embalse”.2 También sostuvo que la Argentina ya estaba capacitada para “asumir la responsabilidad de la dirección, construcción, montaje y puesta en ope-
174
LOS SECRETOS DEL URANIO
ración de las próximas centrales”. El objetivo era liberar cuanto antes al país de los contratos “llave en mano”.3 Desde el comienzo, en la retórica analítica de Castro Madero aparecían en el primer plano, como semiesferas complementarias, la necesidad urgente de alcanzar el dominio del ciclo completo del combustible nuclear y la insistencia en la orientación pacífica, componente cuya verosimilitud dependería de su capacidad de confrontar con un discurso hegemónico construido alrededor de la sospecha y el cálculo de las supuestas intenciones ocultas de la Argentina. El hecho de estar al frente del proyecto nuclear de una dictadura genocida –factor decisivo, como veremos, en la construcción de la Argentina como país proliferador y poco confiable– iba a debilitar las argumentaciones de Castro Madero. Los anuncios del nuevo presidente de la CNEA eran simultáneos a la presentación del ambicioso proyecto económico de la nueva dictadura. Con resonancias refundacionales, se anunciaba una política económica de perfil neoliberal que iniciaba un proceso de apertura económica y de adaptación compulsiva a las condiciones dominantes en el sistema financiero internacional. A través de enormes costos sociales, sostiene Schvarzer, los primeros cinco años de política económica de la dictadura iban a “modificar la estructura de poder económico (y político) en favor de los dueños del dinero y, sobre todo, de aquellos que operan en el mercado financiero”. 4 Un enfoque antiestatista y antiproteccionista dejaba a la intemperie a pequeñas y medianas empresas,5 aquellas que habían sido el objeto de intervención del SATI. Como explican Azpiazu y Schorr, el ministro de Economía de la dictadura buscó compatibilizar las prácticas de especulación financiera dominantes en el ámbito internacional con la expansión local de unas pocas actividades industriales vinculadas al aprovechamiento de los recursos naturales, caracterizadas por “estructuras de mercado altamente concentradas”. El legado de este modelo fue “una marcada reprimarización del tejido productivo-exportador”, así como una ostensible desarticulación de la matriz industrial.6 Puede aparecer como una paradoja que, mientras que el desplazamiento del centro de gravedad económico hacia la valorización financiera iniciaba un proceso de drástico quiebre de cuatro décadas de industrialización sustitutiva como núcleo articulador del modelo de acumulación, en paralelo la política nuclear mantuvo “la misma” dirección que había adop-
DIEGO HURTADO
175
tado desde los años sesenta. La industria nuclear, sostenía por esos días Castro Madero, “ejerce un efecto multiplicador sobre otras actividades industriales” y “constituye un importante foco de atracción para nuestros profesionales de prácticamente todas las disciplinas científico-tecnológicas”.7 Ahora bien, si Castro Madero asumía que el programa nuclear debía promover el eslabonamiento de las capacidades de la industria local y la construcción de una trama científico-tecnológico-industrial, entonces la política nuclear sería incompatible con la política económica de la dictadura. Abstrayendo por un instante el contexto de terrorismo de Estado, podría preguntarse: ¿son, efectivamente, los componentes ideológicos que guían a la CNEA durante la dictadura los mismos que guiaron a la CNEA anterior, aquella que creó el SATI y que hizo posible a Jorge Sabato y Natalio Botana inferir, como propuesta orientadora de la política tecnológica nacional, la necesidad de construir “triángulos sectoriales” –especialmente en sectores como siderurgia, petróleo o energía– en un contexto de sustitución de importaciones? ¿Son los mismos sectores de la producción los que se proponen “traccionar” el programa nuclear de la última dictadura? ¿Cuáles son los elementos de continuidad y cuáles las rupturas que conectan la CNEA de Iraolagoitía, Quihillalt y Sabato con la CNEA de Castro Madero? Para avanzar sobre esta aparente contradicción entre la política económica nacional y una política tecnológica e industrial concebida en la escala sectorial es crucial enfocar dos cuestiones. Por un lado, el desarrollo nuclear es uno de los focos de tensión dentro de la cúpula militar gobernante y objeto de la resistencia que algunos sectores de las Fuerzas Armadas –especialmente de la Armada y de algunos grupos de militares “estatistas” defensores del complejo militar-industrial– opusieron a la política económica del ministro José Martínez de Hoz. 8 Como sostiene Sidicaro, desde los comienzos del gobierno militar coexisten dos proyectos divergentes. En paralelo al programa de apertura indiscriminada impulsado por el equipo económico de Martínez de Hoz, un sector de la cúpula militar golpista promueve una concepción neodesarrollista que continúa asignando un papel estratégico al Estado en la determinación de los objetivos económicos y sociales del país. Con referencia al Ministerio de Planeamiento, creado por la dictadura a los pocos meses del golpe de Estado, Sidicaro cita a Álvaro Alsogaray, para quien la creación de este ministerio “implica un contrasentido total”, dado que el sistema de libre
176
LOS SECRETOS DEL URANIO
empresa apunta en la dirección diametralmente opuesta al de la economía planificada.9 En síntesis, como explican Novaro y Palermo, Palermo, la cúpula militar gobernante, a pesar de los enfrentamientos internos, tuvo la capacidad de construir un consenso por el cual los neodesarrollistas no planteaban una oposición irreductible a las reformas económicas del grupo de Martínez de Hoz y, a cambio, los liberales aprobaban los gastos militares, el sostenimiento de las empresas del Estado y el plan de obras públicas, 10 entre ellas, las que impulsaba Castro Madero. Como resultado, un sector privilegiado de grandes empresas oligopólicas vinculadas a los capitales transnacionales, sostiene Pucciarelli, fue promovido por la exacerbación del contratismo, esto es, por la proliferación de contratos para la provisión de obras y por “la participación en la provisión de bienes, materiales estratégicos y asistencia tecnológica a las nuevas ramas en expansión monopolizadas por el Estado, tales como la industria bélica, aeronáutica y nuclear”, además de otros beneficios. 11 De esta forma, si en la retórica de Castro Madero los objetivos de la CNEA parecen inalterados, la transformación traumática del contexto social y económico, que es condición de posibilidad del salto de escala en la dimensión financiera del programa nuclear, resignificó el sentido político del desarrollo nuclear. Las grandes obras impulsadas en este sector desplazaron (torsionaron) el foco de los objetivos autonomistas e industrialistas de la CNEA, hasta entonces orientado principalmente al apoyo de lo que tradicionalmente se conoció como industria nacional, hacia el grupo de capitales concentrados privilegiados por su cercanía y funcionalidad al poder de facto y a su capacidad de lobby en en el ámbito de las los capitales transnacionales. Si los inicios de este proceso pueden ubicarse en la gestión de Krieger Vasena, Vasena, la mutación del contexto macroeconómico transformó t ransformó al desarrollo nuclear –un sector capital intensivo– en instrumento para la contratista . Una consecuencia crucial de consolidación de la llamada patria contratista estas transformaciones será el sobredimensionamiento del plan nuclear. Cuando caiga la dictadura, la herencia de este gigante con pies de barro –en la forma de deuda externa y de onerosas obras en curso en manos de las grandes empresas contratistas– iba a ser una carga pesada para la incipiente democracia. El complemento necesario de una política polític a económica que inauguraba un proceso acelerado de desindustrialización y precarización laboral fue la
DIEGO HURTADO
177
construcción de una estructura estr uctura represiva que desencadenó una escalada de terrorismo de Estado y que en pocos meses alcanzó la dimensión de genocidio. La CNEA no estuvo al margen de sus estragos. La desaparición de la esfera pública aparece como una segunda condición de posibilidad para la concepción del ambicioso plan nuclear, cuya magnitud y objetivos no necesitaron ser consensuados con otros sectores de la sociedad. A nivel nacional, las políticas de terrorismo de Estado del régimen militar tuvieron efectos devastadores sobre el sector de ciencia c iencia y tecnología. El propio Castro Madero, sin aludir a las causas, reconocía que el éxodo de científicos afectaba seriamente los objetivos del plan nuclear.12 En 28 universidades estatales, durante los primeros meses de dictadura, al menos 3.000 personas, entre profesores, personal administrativo y estudiantes, fueron expulsadas por razones políticas. Muchos otros renunciaron. Algunos profesores fueron llevados a prisión como parte de “acciones antisubversivas”.13 En el CONICET en los primeros meses se expulsó a casi un centenar de investigadores por razones ideológicas. Se inició también una reorganización que, a mediano plazo, significó el debilitamiento de su vínculo con las universidades.14 En el INTI, al día siguiente del golpe fueron despedidas 150 personas. En los meses siguientes áreas completas fueron clausuradas por razones políticas o por ser evaluadas como económicamente inviables –electroquímica o semiconductores, por ejemplo– y hubo secuestros y desaparición de personas.15 En el INTA, INTA, a diciembre de 1976 se estiman más de 180 cesantías y 20 personas arrestadas.16 En este instituto se consolida una línea de trabajo funcional a los intereses de las grandes corporaciones terratenientes, dando inicio a un proceso de fragmentación y mercantilización de sus actividades y, como corolario, a la desarticulación de las actividades de extensión, enfocadas en la familia rural y los pequeños productores. 17 La CNEA no estuvo al margen de las políticas de terrorismo de Estado, si bien, como veremos en la siguiente sección, existen algunos rasgos que agregan un matiz contradictorio y específico. Uno de ellos es la defend efensa que realizaron retrospectivamente algunos científicos e ingenieros de la CNEA de la figura de Castro Madero, posición que parece estar en franca contradicción con las desapariciones y detenciones que padecieron integrantes del personal de la CNEA. El segundo rasgo distintivo, tratado en el capítulo siguiente, se relaciona con el hecho de que Castro Madero
178
LOS SECRETOS DEL URANIO
durante los primeros meses de gobierno democrático aparecerá como el único funcionario de la última dictadura con cierto reconocimiento por parte de la opinión pública.
La CNEA y el terrorismo de Estado Hoy se sabe que, durante el período 1976-1983, además de los centenares de despidos, veinticinco miembros de la CNEA fueron secuestrados, de los cuales quince figuran en la lista de desaparecidos.18 Si bien al comienzo de la última dictadura gran parte del personal de la CNEA manifestó su oposición al régimen militar, la escalada de la represión fue silenciando las manifestaciones de crítica u oposición explícitas. Más de diez científicos de la CNEA fueron arrestados en abril de 1976. Entre ellos se encontraba, por ejemplo, Antonio Misetich, peronista de izquierda que había retornado a la Argentina en 1970 con un doctorado del Massachusetts Institute of Technology echnology.. Misetich, que había sido serio candidato a la presidencia de la CNEA con el retorno de Perón, fue arrestado el 19 de abril y hoy figura entre los quince miembros de la CNEA que desaparecieron durante la última dictadura.19 Tres científicos de la CNEA y militantes peronistas, el ingeniero químico Carlos Calle, el químico Santiago Morazzo y el físico Máximo Victoria, cuentan que “fueron secuestrados, torturados, saqueadas las casas de sus familia f amiliares res más cercanos, difamados, puestos a disposición del Poder Poder Ejecutivo nacional, sin causa, y luego de recuperar milagrosamente la libertad, siete meses más tarde, tuvieron que irse del país […]”. 20 El físico Victoria, egresado en 1961 del Instituto Balseiro, cuenta que fue secuestrado, junto con otros nueve o diez colegas, en la CNEA. Por esos días, de licencia en la CNEA, ocupaba un cargo directivo en el INTI, donde se desempeñaba desde 1973. El día del golpe, el director del INTI le comunicó que debía volver a su antiguo puesto en la CNEA. Allí fue recibido por Castro Madero, que le ordenó presentarse ante el jefe de logística. De la oficina del jefe de logística –un capitán de navío– fue sacado “a punta de fusil”. Los nueve detenidos, la mayoría del área de reprocesamiento reprocesamiento de combustibles irradiados irradiado s y separación de plutonio, fueron llevados al buque Bahía Aguirre, atracado en el puerto de Buenos Aires. Allí permanecieron veinte días, sometidos a
DIEGO HURTADO
179
interrogatorios y tortura. Luego de extensas gestiones realizadas por colegas dentro del país y desde des de el exterior, fueron trasladados a otro barco por un par de días y finalmente fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo, que decidió, sin causa penal abierta, enviarlos a la cárcel de Villa Devoto, en la ciudad de Buenos Aires. Luego de cuatro meses en el pabellón de máxima seguridad, en septiembre, ocho de los arrestados fueron trasladados a la Unidad 9 de La Plata y dos –uno de d e ellos Victoria– a Sierra Chica, en la provincia de Buenos Aires, junto con otros presos políticos.21 El hermano de Victoria, radicado en Bélgica, lo visitó mientras estaba en prisión y contó que “había sido golpeado y había perdido algunos dientes”. Finalmente, por presiones internacionales, luego de siete meses de prisión, a comienzos de octubre Victoria y sus colegas fueron liberados y algunos pudieron viajar a Europa.22 Cuenta Victoria que una de las primeras medidas de Castro Madero “fue convocar al personal de la CNEA a una reunión en el salón de actos”, donde “pronunció amenazas más o menos veladas contra aquellos que ‘rompieran con el orden establecido en la casa’”.23 Hoy existen evidencias claras de que una parte del personal de la CNEA estuvo bajo estricta vigilancia, como más tarde fue confirmado por el descubrimiento de alrededor de 200 legajos personales “paralelos”, con información ideológica, gremial y política, creados durante la gestión de Castro Madero.24 De acuerdo con Arcomano, a través de la Ley de Prescindibilidad se echó a 107 trabajadores –sin indemnización–, quedaron cesantes 120 y 370 renunciaron por el clima de persecución imperante. Como contrapartida, fue incorporado numeroso personal contratado, “previamente supervisados por la Secretaría de Inteligencia del Estado, y controlados internamente como el resto del personal, a través de la elaboración de legajos paralelos, con información gremial, ideológica y política suministrada en parte por elementos de inteligencia interna”. A interna”. A fines de 1976 habían sido desvinculados por distintos mecanismos alrededor de 600 profesionales, técnicos y administrativos de la institución.25 Hasta aquí la CNEA siguió el mismo patrón de persecuciones y secuestros aplicado a otras instituciones de ciencia y tecnología durante la dictadura. Sin embargo, debe agregarse un componente que puede parecer a primera vista paradójico, pero que resulta asimilable a otros casos de la
180
LOS SECRETOS DEL URANIO
historia de la ciencia y la tecnología en regímenes totalitarios. De acuerdo con numerosos testimonios de científicos, ingenieros y técnicos de la CNEA, desde el comienzo de la dictadura Castro Madero se habría esforzado por proteger al personal de la institución y habría confrontado con autoridades militares sobre este punto. A modo de ejemplo, puede citarse el testimonio de algunos miembros del grupo de física nuclear. En la mañana inmediatamente posterior al golpe de Estado, recuerdan, el personal de la CNEA que llegaba a su lugar de trabajo en la sede central, en Buenos Aires, debía identificarse ante soldados con fusiles apostados en la entrada. Luego de chequear en una lista, a algunos se les permitía pasar y a otros se los enviaba al salón de actos. Los guardias dejaron pasar por error a un físico, a quien fueron a buscar a su laboratorio un poco más tarde para llevarlo, a punta de fusil, al salón de actos. Fue en ese momento que los colegas que presenciaron la escena comprendieron que los enviados al salón de actos eran detenidos con destino incierto. Castro Madero fue puesto al tanto de lo que estaba ocurriendo y su intervención habría permitido que el personal reunido en el salón de actos volviera a sus puestos de trabajo. 26 Tomás Buch, químico que debió migrar luego del golpe militar de 1966 y que más tarde regresó a la Argentina, cuenta: “En cuanto a la actitud de los empleados y profesionales de la CNEA, fue como en todas las demás instituciones: supongo que estábamos todos debajo de la alfombra tratando de que nos olvidaran. o lvidaran. Aunque en la CNEA hubo varios desaparecidos, me consta que Castro Madero hizo lo que pudo para proteger a la gente de la represión. Lo hizo en mi caso”. Y agrega Buch: “Cuando me echaron del CONICET y de la universidad, me tomaron en INV INVAP AP a escondidas de la SIDE, con la anuencia de Castro Madero”. 27 Los testimonios podrían multiplicarse. Este consenso parcial en la valoración positiva de la figura de Castro Madero presenta otro componente complementario vinculado a su retórica, que se esforzó, con notable coherencia a lo largo de los siete años y medio de su gestión, por identificar la política nuclear con los objetivos históricos de la institución. Para mediados de los setenta, trabajaban en la CNEA unas 4.000 personas, de las cuales alrededor de 1.900 eran profesionales y técnicos con alto nivel de competencia profesional y con una tradición de participación del personal en los procesos de toma de decisiones. Esto significaba también la existencia de un fuerte compromiso del
DIEGO HURTADO
181
personal con la política polític a nuclear. nuclear. Así, mientras otras instituciones perdían el rumbo o eran sencillamente devastadas por la política económica y el terrorismo de Estado, la orientación de Castro Madero hacia la búsqueda de la autonomía nuclear, el énfasis puesto en los fines pacíficos y el enorme presupuesto que fue capaz de canalizar a favor de la institución –al margen de la racionalidad económica de estas inversiones– crearon las condiciones de posibilidad para acelerar la expansión del programa nuclear. Para algunos científicos e ingenieros de la l a CNEA, este contexto permitía una lectura justificadora: trabajar para el desarrollo nuclear no significaba trabajar para la dictadura; por el contrario, el enorme presupuesto canalizado por Castro Madero hacía posible la aceleración del desarrollo nuclear, cuyos objetivos la trascendían. Después de todo, ya se habían atravesado otras crisis económicas y otras dictaduras. Cuando finalmente retornara la democracia, los avances tecnológicos e industriales conseguidos durante esos años sombríos podrían ponerse al servicio del país y la democracia. El grupo de física nuclear, por ejemplo, debatió en numerosas ocasiones sobre qué era lo que estaba ocurriendo y qué decisión debían tomar en relación al proyecto de adquirir un gran acelerador. El grupo consideró la posibilidad de migrar. La migración de físicos que siguió al golpe de 1966 y la insuficiencia crónica de recursos había llevado al grupo de física nuclear al borde de la extinción. Con gran esfuerzo, había podido reconstituirse a comienzos de los setenta y ahora, por primera vez en 25 años, Castro Madero ponía a su disposición los fondos para comprar un instrumento costoso.28 Veremos más adelante que una concepción semejante guió al grupo de científicos, ingenieros y técnicos que desarrollaron la planta de enriquecimiento de uranio en Pilcaniyeu. Como indican numerosos estudios sobre el desarrollo de actividades de investigación y desarrollo bajo distintas formas de totalitarismo, condiciones de trabajo anómalas exigieron de los actores conductas de adaptación anómalas. Un integrante del grupo de física nuclear sintetiza esta idea: Éramos un poco inconscientes. Yo creo que uno se autoanestesia para poder sobrevivir. En la época del Holocausto debe haber pasado lo mismo […] Debe haber una cierta anestesia que uno desarrolla para vivir. Y nosotros creo que la desarrollamos […]
182
LOS SECRETOS DEL URANIO
Cuando desapareció Ardito [ingeniero electrónico integrante del grupo de física nuclear], al día siguiente íbamos a hacer mansamente lo que habíamos dejado el día anterior.29 Domingo Quilici, un científico del grupo de reprocesamiento que fue secuestrado junto con Victoria, sintetizó las tensiones generadas alrededor de la figura de Castro Madero: Negar la responsabilidad de Carlos Castro Madero en las consecuencias que tuvo “el Proceso” en la CNEA, es imposible. Seguramente estaba en conocimiento que su presidencia venía acompañada con una “limpieza” ideológica. Si era consciente o no de que ello iba a significar la desaparición de personas, es discutible. Pero tuvo la oportunidad de haber actuado, no avalando ese proceder y no lo hizo […]. Este científico concluye aludiendo a otro de los componentes importantes de la figura de Castro Madero, que fue el lugar de prestigio que había logrado en los foros internacionales: “Castro Madero trató de evitar quedar ‘pegado’ en los foros internacionales y en las academias, como un verdugo más de los que asolaban la Argentina en aquellos momentos y en cierto sentido lo consiguió”.30
Los senderos del plutonio que se bifurcan La expansión del programa nuclear, según Castro Madero, se justificaba por la necesidad de incrementar la capacidad energética del país. A comienzos de la dictadura, la capacidad eléctrica instalada era aproximadamente de 6.000 MW, de los cuales 340 eran provistos por Atucha I. Castro Madero estimaba que para el fin de siglo el país necesitaría 15.000 MW de origen nuclear, lo que significaba una inversión de aproximadamente 30.000 millones de dólares en 25 años. Estas previsiones podrían concretarse mediante la construcción de cinco reactores de 600 MW hasta 1990, mientras que los restantes 12.000 MW podrían ser instalados en la década siguiente.31
DIEGO HURTADO
183
En cuanto a la previsión de combustible, se iban a intensificar las actividades de prospección geológica. Si bien evitó hacer pública la situación, la baja producción de uranio que encontró Castro Madero al hacerse cargo de la CNEA comprometía el futuro del plan nuclear. Los centros de producción minera por esos días eran los yacimientos Don Otto en Salta y los yacimientos de Sierra Pintada del Complejo Minero San Rafael en Mendoza. La explotación de los yacimientos Huemul (Mendoza) y Los Adobes (Chubut) se había completado. La concentración de los minerales se realizaba en las instalaciones de los complejos fabriles de Tonca (Salta), Malargüe (Mendoza) y Pichiñan (Chubut), y el proceso de purificación del yellow cake se completaba en el llamado Complejo Fabril Córdoba, donde se esperaba llegar a la producción de dióxido de uranio de pureza nuclear, uno de los componentes finales para producir los elementos combustibles.32 Si bien la Argentina, explicaba Castro Madero, contaba con uranio para alimentar Atucha I y seis centrales adicionales de 600 MW por los próximos 30 años, los estudios que se habían realizado hasta entonces permitían afirmar “con optimismo” que se contaba con uranio para alimentar alrededor de cuarenta centrales durante 30 años o ser un país exportador de uranio. Por esos mismos días, funcionarios brasileños hablaban de construir 63 centrales de potencia, aunque los compromisos asumidos por Alemania Federal, producto del acuerdo firmado en 1975, contemplaban hasta ese momento solo dos reactores.33 En cuanto a la tecnología de enriquecimiento de uranio, si bien Castro Madero sostuvo que aún quedaba por definir una política sobre el tema, era claro que, siendo la Argentina un potencial exportador de uranio, mayor iba a ser el beneficio cuanto mayor fuera el valor agregado. Durante esos primeros meses al frente de la CNEA, también expuso una propuesta, que nunca saldría del limbo de las ideas, centrada en estudiar la factibilidad de “una planta multirregional de enriquecimiento en América Latina”. Finalmente, sobre la necesidad de acceder a las tecnologías para el uso de plutonio, afirmaba que en el año 2000 el país habría acumulado en los elementos combustibles irradiados “una cantidad de plutonio que representará una energía potencial equivalente al total de nuestras reservas en minerales fósiles y uraníferos y que será, seguramente, necesario reprocesar”. Es por esta razón que “la Argentina debe ir desde ahora implementando la infraestructura suficiente en este campo”.34
184
LOS SECRETOS DEL URANIO
Vimos que en el CAE, en 1969, el grupo de Flegenheimer había logrado montar una planta de reprocesamiento de combustibles irradiados y había separado alrededor de medio gramo de plutonio en la planta piloto RP1. Poco después del retorno del peronismo al poder en 1973, Flegenheimer debió abandonar la CNEA. Una versión sostiene que su alejamiento forzado se debió a que el químico informaba a “los yanquis” de sus avances. Acusación infundada, dado que los elementos combustibles del RA-1 estaban fabricados con uranio altamente enriquecido arrendado a la US AEC mediante contratos que incluían la obligación de informar sobre modificaciones y movimientos de este material. Al poco tiempo de la obtención de los primeros miligramos de plutonio, la PR1 fue demolida. El propio proceso de demolición de la estructura de hormigón de la PR1 tuvo características cinematográficas: fue volada por expertos en explosivos de Gendarmería. El objetivo era reemplazarla por la PR2, de mayor capacidad, donde se esperaban reprocesar los elementos combustibles irradiados del RA-3. También se comenzaron los estudios para dotar a este reactor de un llamado manto fértil (o blanket ) de uranio destinado a la producción de plutonio.35 Sin embargo, la PR2 nunca fue más allá de los planos. En 1973, un grupo de científicos de la CNEA, militantes de izquierda de la Juventud Peronista, promovieron la renuncia de Flegenheimer y el traslado de otros miembros de su grupo –como los químicos Alberto Maroto y Osvaldo Cristallini– a la llamada Facilidad Alfa, en el Centro Atómico Constituyentes (CAC), y quedaron a cargo del área de reprocesamiento. Santiago Morazzo, miembro del grupo que desplazó a Flegenheimer, fue nombrado director de un programa considerado prioritario, llamado Ensamble de Reprocesamiento (ERE), que llegó a tener contacto directo con el Poder Ejecutivo. El programa ERE reemplazó a su vez el proyecto de la PR2, si bien también se proponía producir plutonio en pequeña escala con fines disuasivos. En 1974, Iraolagoitía llevó a Morazzo a la Casa Rosada para mantener una reunión con Perón. En una entrevista realizada por Santoro, Morazzo recuerda el argumento de Perón para explicar su interés por la producción de plutonio: “Nuestro objetivo estratégico no es producir grandes cantidades de material nuclear, sino demostrar nuestra capacidad. Es algo así como producir una (sola) aspirina pero que no se pueda distinguir de una de la Bayer”.36 Según testimonios
DIEGO HURTADO
185
de esa época, Morazzo se convierte desde ese momento en “el hombre del plutonio de Perón”.37 Cuando asumió Castro Madero, como vimos, los miembros del ERE fueron a prisión y se hizo cargo del proyecto de reprocesamiento el coronel Luis Argüello, licenciado en Física del Instituto Balseiro. En diversos testimonios, varios miembros del grupo de reprocesamiento relatan que, luego de ser detenidos, iba a visitarlos a la cárcel de Villa Devoto el propio Argüello, “que nos traía ‘los deberes’”, es decir, una serie de documentos sobre problemas técnicos.38 Durante los primeros dos años se intentó avanzar con el proyecto ERE, que se instalaría en el CAE, debajo de la línea de aproximación de una de las cabeceras del Aeropuerto Internacional Pistarini. Apenas comenzadas las obras de excavación, el 3 de agosto de 1978, un Boeing 707 de la empresa LAN Chile se acercaba a la pista 11 del aeropuerto en medio de la niebla cuando el fuselaje golpeó la copa de unos árboles. Si bien no hubo víctimas, el avión aterrizó y se prendió fuego en terrenos del CAE, cerca del lugar elegido para la instalación del ERE. El hecho produjo incertidumbre y puso en cuestión el proyecto, que finalmente, igual que la PR2, no alcanzó a salir de los planos. Castro Madero canceló finalmente el ERE y puso en marcha un proyecto mucho más ambicioso, aprobado a fines de 1977, conocido como Laboratorio de Procesos Radioquímicos (LPR), nombre que insinúa que había que evitar el uso explícito del término “reprocesamiento”. El objetivo del LPR era reprocesar los combustibles irradiados de las centrales de Atucha I y Embalse. Veremos más adelante que este proyecto, que tuvo como principal contratista a la empresa Techint, avanzó hasta 1983.39 Con el retorno a la democracia, iba a hibernar hasta 1991 –aunque con riguroso pago a la empresa del lucro cesante–, momento en que finalmente sería clausurado.40 En paralelo a esta serie de iniciativas de creciente ambición, en el CAC se puso en marcha el proyecto llamado Facilidad Alfa, que abarcaba un conjunto de laboratorios destinados al desarrollo de combustible mixto uranio-plutonio. Durante 1977, se obtuvo la licencia para operar bajo salvaguardias del OIEA con un total de hasta 5 gramos de plutonio, que ese mismo año se extendió a 200 gramos.41 Para 1978, las instalaciones de la Facilidad Alfa, explica una memoria de la CNEA, estaban “operando con un régimen de 24 horas diarias […] no habiéndose registrado
186
LOS SECRETOS DEL URANIO
anormalidades ni excedido los límites de descarga de Pu [plutonio] por chimenea”. Ese año también se finalizó en el CAB el edificio del llamado Laboratorio Frío para Óxidos Mixtos de Plutonio, y al año siguiente se obtendría un prototipo de barra de combustible de óxido mixto uranioplutonio.42 Además de la tecnología de plutonio, otros dos programas prioritarios para el objetivo de “alcanzar la máxima autonomía” eran heredados por Castro Madero. El desarrollo de la capacidad para fabricar a escala industrial los elementos combustibles para las centrales de potencia. En este punto, sostenía Castro Madero, “la Argentina está débil, porque depende en casi un 100% de suministros del exterior”. Si bien los elementos combustibles eran fabricados con uranio argentino, se producían en Alemania Federal. Como vimos, con este país se habían iniciado las gestiones para las pruebas de irradiación en el reactor MZFR de Karlsruhe de un prototipo de elemento combustible fabricado por la CNEA, mientras se avanzaba, en paralelo, en la construcción del complejo industrial a instalarse en el CAE, que estaría integrado inicialmente por las empresas FECN (Fábrica de Elementos Combustibles Nucleares) y FAE (Fábrica de Aleaciones Especiales), destinada a la producción de insumos requeridos por la FECN.43 El otro objetivo prioritario era el desarrollo de la capacidad de producción a escala industrial de agua pesada. A comienzos de 1974 se había creado en la CNEA la Dirección de Proyectos de Agua Pesada y al año siguiente se había finalizado el “Estudio de Factibilidad de Planta Industrial de Agua Pesada” para la compra de una planta, inicialmente concebida para producir 400 toneladas por año, con el objetivo de responder a la demanda inmediata.44 En el mismo estudio se seleccionaba para su instalación la localidad de Arroyito, provincia del Neuquén, luego de evaluar la disponibilidad y el costo de energía eléctrica, la proximidad de yacimientos de gas y la concentración de deuterio –elemento que compone las moléculas de agua pesada– superior a la normal en las aguas del río Limay. También se hablaba del desarrollo de una planta piloto con capacidad de 20 toneladas por año, que tendría como objetivo el desarrollo local de la tecnología de producción de agua pesada y el entrenamiento de personal para operar la planta industrial. Esta planta piloto también se instalaría en Arroyito. En diciembre de 1975 se firmó un convenio con el Instituto de De-
DIEGO HURTADO
187
sarrollo Tecnológico para la Industria Química (INTEC), de la Universidad Nacional del Litoral, y el CONICET para realizar los estudios de ingeniería básica. El entonces director del INTEC, el químico Alberto Cassano, cuenta que “a partir de la negativa de la India a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear, se había cerrado el acceso a toda la literatura de libre disponibilidad sobre el tema”. Y agrega: “Era como empezar de 5 en una escala de 0 a 100”. Con el golpe de marzo de 1976 el área de agua pesada quedó prácticamente disuelta y sus miembros se dispersaron. Sin embargo, el proyecto siguió vigente; en diciembre fue nombrado Amílcar Funes –físico egresado del Instituto Balseiro– como director del área y ambos proyectos fueron redimensionados. Con respecto a la planta piloto, cuenta Cassano que “cambió la envergadura del proyecto en 1.000% y de igual forma su presupuesto, que hasta 1979 pasó a ser del orden de US$ 1.000.000 por año”, transformándose en la Planta Experimental de Agua Pesada.45 En los años siguientes, la capacidad para la planta industrial, que debía adquirirse en el extranjero, se redujo a 250 toneladas por año, mientras que la planta piloto, bautizada Planta Modelo Experimental de Agua Pesada (PMEAP), se redujo a un orden de hasta 3 toneladas por año y se decidió que, en lugar de Arroyito, sería instalada en los terrenos de Atucha I para facilitar la provisión de insumos. Como complemento, también se concibió el proyecto de una tercera planta, llamada Módulo 80 –por su capacidad máxima de producción de 80 toneladas anuales–, que debía ser fabricada en el país.46
Presiones internacionales y reacciones locales Los ambiciosos planes iniciales de Castro Madero se vieron seriamente obstaculizados por los acuerdos entre los países exportadores de tecnología nuclear. Atucha I había comenzado a producir electricidad en marzo de 1974 y la performance de sus primeros años había superado las expectativas iniciales.47 En abril de aquel año, un segundo reactor de potencia tipo CANDU había sido adquirido al consorcio integrado AECL-Italimpianti para ser instalado en la provincia de Córdoba.48 Un mes más tarde, la prueba nuclear de la India –utilizando tecnología canadiense– provocaba el
188
LOS SECRETOS DEL URANIO
rápido deterioro de las relaciones de la Argentina con Alemania Federal y Canadá. Por iniciativa de EE. UU., en 1974 los países exportadores de tecnología nuclear se habían comenzado a reunir en forma secreta. Las reuniones de este grupo, poco más tarde conocido como el “Club de Londres”, fueron conducidas inicialmente por el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger.49 Como sostiene Redick, estas reuniones “fueron “fuer on particularmente ofensivas para las sensibilidades argentina y brasileña”.50 El objetivo era poner restricciones al comercio de equipos y tecnologías nucleares y evitar que la competencia entre los países exportadores debilitara las exigencias de salvaguardias. Mientras que el TNP se proponía establecer un límite entre un conjunto minoritario de países que podían fabricar artefactos nucleares y los que debían abstenerse, el Club de Londres intentaba ahora definir por tiempo indeterminado una nueva demarcación entre unos pocos países que podrían desarrollar el ciclo completo del combustible nuclear y los que deberían resignarse al papel de importadores de esta tecnología. Ignorando al OIEA, este grupo trabajó en la redacción secreta de las “Pautas de Londres”, aprobadas en septiembre de 1977 y finalmente comunicadas al OIEA en enero del año siguiente.51 En marzo, el Congreso de EE. UU. acompañaba este proceso con la aprobación de la Nuclear Non-Proliferation Non-Proliferation Act, que establecía la prohibición de cooperar en el área nuclear con países que no aceptaran salvaguardias completas del OIEA de todas sus instalaciones.52 Este escenario, que buscó justificar decisiones unilaterales con aplicación retroactiva, fue configurando un contexto que iba a perjudicar de forma incremental a los países en desarrollo que habían apostado a programas nucleares ambiciosos, como la Argentina, Brasil, India, Pakistán, Yugoslavia y Filipinas. Poco después de la prueba nuclear de la India, el gobierno de Alemania Federal pidió a la Argentina la extensión de las salvaguardias que se aplicaban sobre Atucha I a toda la vida útil de la central como condición para continuar c ontinuar la provisión de sus elementos combustibles. La empresa canadiense AECL, como vimos, también comenzó a demandar nuevos costos para la aplicación de normas adicionales de seguridad, a lo que agregaba la necesidad de protegerse de las pérdidas adicionales por trabajar en la Argentina, donde la inflación había trepado al 200%, la moneda padecía devaluaciones recurrentes y el horizonte hori zonte económico era incierto.53
DIEGO HURTADO
189
Jorge Sabato sostenía que “la elección de la línea uranio natural-agua pesada significa también, necesariamente, reprocesar combustible quemado, para así obtener el plutonio imprescindible para desarrollar los combustibles a óxidos mixtos de plutonio-uranio que podrá emplear [la Argentina] en sus reactores futuros”. Estas decisiones, agregaba, “coherentes y racionales, tropiezan con la firme oposición de los países centrales que, so pretexto de impedir la proliferación de armas nucleares, tratan de impedir a toda costa que los países en desarrollo alcancen pleno dominio de las técnicas de reprocesamiento y de enriquecimiento”.54 Incluso, por esos días, desafiando los vaticinios vaticinio s de los “analistas” “analistas” internacionales, que auguraban una escalada nuclear en la región, Sabato defendía el plan nuclear de Brasil, su acuerdo con Alemania Federal y la “estricta racionalidad técnicoeconómica” que suponía que el país vecino dispusiera de “fuentes propias de uranio enriquecido y de facilidades facilid ades propias para el reprocesamiento del combustible”. Su argumento aplicaba a Brasil los mismos principios de política nuclear que sostenía para la Argentina. Sabato infería que había fundamentos para sospechar que la actitud de EE. UU. no obedecía “al temor de la proliferación nuclear sino a causas de otra naturaleza, como podría ser su interés en establecer en forma definitiva el cartel nuclear”. Por estos motivos, la decisión de Brasil creaba “las condiciones para establecer con la Argentina una colaboración muy amplia y sobre so bre bases sanas, porque ambos obtendrán beneficios concretos, al tiempo que los fortificará frente a las presiones externas que hoy se ejercen sobre Brasil y mañana lo serán sobre la Argentina”. Sabato citaba al politólogo poli tólogo brasileño Helio Jaguaribe: “La llave de la independencia de América Latina es el entendimiento argentino-brasileño [...] Y la llave del entendimiento argentino-brasileño es la cooperación nuclear”.55 Para Castro Madero, el énfasis de su preocupación por las presiones y amenazas externas se enfocaba también en el potencial económico. Una relación de colaboración con Brasil no debía oscurecer osc urecer la competencia por el mercado nuclear regional. Mientras que Brasil había optado o ptado por reactores de uranio enriquecido, la Argentina había optado por reactores de uranio natural. Una decisión masiva del resto de los países de la región por una de estas opciones “puede significar una sensible disminución de costos” y “abre “abre una magnífica posibilidad de incursionar en nuevos mercados internacionales”.56 Desde la década de 1960, la Argentina se esforzaba por
190
LOS SECRETOS DEL URANIO
colaborar con el OIEA, poniendo a disposición de este organismo alrededor de cincuenta expertos para ayudar a la región y promoviendo una política de acuerdos bilaterales de cooperación con países vecinos.57 Al comienzo de la dictadura, la Argentina llevaba firmados acuerdos de colaboración para usos pacíficos de la energía atómica –que mantenían su vigencia– con Colombia (1967), Paraguay (1967), Perú (1968), Uruguay (1968) y Bolivia (1970), y durante los primeros tres años de la dictadura firmó convenios con Chile (1976), Ecuador (1977) y Venezuela (1979). De hecho la producción de radioisótopos permitiría permit iría cubrir pedidos de Uruguay Uruguay,, Paraguay, Paraguay, Bolivia y Chile.58 Ahora bien, en diciembre de 1976, Canadá buscaba otra vez dar marcha atrás con sus compromisos. La presentación de su nueva política nuclear, explicaba años más tarde Castro Madero, “establecía que el Canadá no transferiría tecnología a países que no hubiesen sometido todas sus instalaciones nucleares a salvaguardias del OIEA”.59 Las dificultades del acuerdo con Canadá eran un claro ejemplo de los obstáculos que debían enfrentar los países en desarrollo. Las contradicciones entre las iniciativas para evitar la proliferación y los intereses comerciales de los países exportadores de tecnología nuclear se vehiculizaban a través de la sospecha, que debilitaba la posición de los países en desarrollo con ambiciones nucleares, y de posiciones de negociación que llegaban, incluso, a desconocer acuerdos previos. Cuando Canadá proveía de plutonio o uranio a EE. UU. o Gran Bretaña, las explosiones nucleares pacíficas eran aceptadas, pero se trataba de evitar como fuera que un país en desarrollo reprocesara plutonio por sus propios medios, aun cuando se declaraba que se lo emplearía para mejorar su capacidad energética y no existieran pruebas que lo contradijeran. A la lista de obstáculos heredada por Castro Madero, se sumaba también un caso de corrupción. A fines de noviembre de 1976, el ministro de Energía canadiense hizo público que en abril de 1974 el presidente de la AECL había autorizado que un depósito de 2,415 millones de dólares girados desde la Banca della Svizzera Italiana en Lugano, Suiza, fuera transferido a una cuenta en el Intercontinental General Trading Trading Establishment (IGT) en Liechtenstein, en concepto de pago por servicios no especificados a algún extranjero vinculado a la promoción de la venta del reactor CANDU a la Argentina. El presidente de la AECL sostuvo que esta operación se había hecho por pedido de la empresa Italimpianti para pagar a un
DIEGO HURTADO
191
“agente comercial”. La empresa italiana había transferido igual cantidad a la misma cuenta. Bajo la sospecha de soborno, un comité parlamentario canadiense inició una investigación, que incluía 8 millones pagados a un “agente” en Tel Tel Aviv, Aviv, operación operac ión vinculad vi nculadaa a la venta de d e un reactor reacto r CANDU a Corea del Sur. También la justicia italiana realizó investigaciones. Estos misteriosos desembolsos, se especuló, tendrían la intención de lograr una reducción de los impuestos que debían pagar los países compradores. Para promover la venta de reactores, las corporaciones estatales canadienses argumentaban que debían emplear la estrategia de sus competidores, incluyendo el empleo de agentes con conexiones políticas dentro del país comprador. Hasta allí pudo llegar la investigación del comité canadiense. A la indignación que este suceso produjo en la opinión pública canadiense, se sumaba la percepción de un proceso de negociación desastroso para las finanzas públicas de Canadá. Para mediados de 1977, la AECL declaraba que la venta del reactor CANDU a la Argentina le había ocasionado pérdidas por 25 millones de dólares y que las proyecciones mostraban que esta cifra aumentaría de forma significativa. El 7 de julio era anunciado el despido del director de la AECL.60 En un campo de fuerzas contradictorio, Canadá intentaba jugar a favor de sus intereses comerciales, pero dejando claro su alineamiento sin fisuras a una posición de creciente endurecimiento del gobierno de EE. UU. El golpe de Estado de marzo de 1976 no había resultado un motivo de conflicto para el presidente republicano Gerald Ford. Por el contrario, la nueva dictadura era vista vist a como una salida necesaria al caos social y al vacío político que había producido el gobierno de Isabel The Washington Washington Post o The New New Perón. Diarios norteamericanos como The o The York Times –“brazo doméstico del programa de propaganda internacional norteamericano”, según Parry-Giles– dieron sustento a esta posición.61 T También ambién el Fondo Monetario Internacional saludaba sa ludaba a la nueva dictadura. Sin embargo, en enero en ero de 1977, la llegada de James Carter a la presidencia de EE. UU. reorientó el escenario. Como sostienen Escudé y Cisneros: “La nueva administración demócrata estuvo obsesionada con dos cuestiones que la llevaron inevitablemente a chocar con el régimen militar argentino: las violaciones a los derechos humanos practicadas por el régimen militar y la prioridad que el gobierno argentino otorgó al desarrollo nuclear”.62
192
LOS SECRETOS DEL URANIO
A los seis meses de la asunción de Carter Cart er,, un extenso artículo en The Washington Post explicaba explicaba que, paralizada por los precios del petróleo y “ansiosa por reclamar su lugar en el mundo desarrollado, América Latina se está preparando para entrar en el campo nuclear a lo grande”. Sin embargo, si bien la Argentina y Brasil, que lideraban esta tendencia, “dicen no tener intenciones de construir bombas”, no han ratificado el Tratado de Tlatelolco ni el TNP, “a pesar de las fuertes presiones”. Ambos países mantienen sus propias salvaguardias, producto de acuerdos bilaterales con los países proveedores. Incluso, “Argentina, “Argentina, de lejos el líder nuclear latinoamericano […] firmó un acuerdo el último mes para proveer a Perú de un The W Washin ashington gton Post también reactor de entrenamiento de baja potencia”. The también comentaba que Quihillalt era el principal consejero nuclear del Shah de Irán y citaba a Castro Madero, que sostenía que la Argentina “estaba en condiciones de hacer un explosivo nuclear” y que la decisión de no hacerlo “era de índole política y no tecnológica”. Con el propósito de restringir el número de países capaces de fabricar bombas, explicaba, el gobierno de Carter prohibió a los proveedores norteamericanos de tecnología nuclear toda to da venta a países que no hayan firmado el TNP. “Para presionar a la Argentina para que firme, se espera el apoyo de Canadá a esta política y su rechazo anticipado a vender agua pesada a la Argentina para su nueva planta nuclear”. 63
Diplomacia de salón o juego de tahúres A comienzos de abril de 1977, visitó la Argentina el general norteamericano Gordon Sumner, Sumner, director del Consejo Interamericano de Defensa, crítico de la política del gobierno demócrata y simpatizante del gobierno militar argentino. En la reunión que Sumner mantuvo con Videla, el presidente de facto habría sostenido que la Argentina “necesitaría asistencia de US o de algún otro país en la etapa de agua pesada”. pesada”. Videla también habría agregado que “la Argentina no puede estar de acuerdo con un tratado de no proliferación que es perjudicial a las necesidades energéticas futuras del país y en el cual el país asume voluntariamente un estatus de ‘segunda categoría’”.64 El 15 de agosto, el secretario para Asuntos Interamericanos, Terence Todman, también se reunió con Videla. Entre otros temas, Todman expresó la preocupación de Carter sobre la dispersión de armas nu-
DIEGO HURTADO
193
cleares y pidió “si el presidente Videla podría poner su más seria atención en la posibilidad de ratificación del Tratado Tratado de Tlatelolco”. A lo cual Videla habría respondido que el gobierno argentino había “aceptado “aceptado salvaguardias nucleares, las cuales en términos prácticos plantean controles más amplios que aquellas del Tratado NFZ [Tlatelolco]”, según telegrama de la Embajada de EE. UU. El telegrama citaba la respuesta esquiva de Videla: “Miraremos la situación, sin embargo, y veremos si la aceptación puede ser factible”.65 Videla conformó una Comisión Interministerial de Desarme, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, y organizó una consulta secreta a los comandos en jefe de las tres fuerzas, al Ministerio de Defensa, al Ministerio de Planeamiento, a la Secretaría de Inteligencia del Estado y a la CNEA. Sobre la conformación de esta comisión y del análisis de las respuestas del proceso de consulta, Hymans infiere que “la posición diplomática argentina no buscaba encubrir la ambición de armas nucleares”.66 La percepción compartida era que la ratificación significaba ceder frente a las exigencias de EE. UU. y que solo se justificaba si, como compensación, se obtenía una sustancial transferencia de tecnología. El interés principal se inclinaba hacia la tecnología de producción de agua pesada. A fines de septiembre, un documento del Departamento de Estado de EE. UU. hacía una síntesis y un balance sobre “conversaciones bilaterales” con el ministro de Relaciones Exteriores de la dictadura, vicealmirante Oscar Montes, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Suponiendo que la Argentina avanzaba rápidamente en el desarrollo de la tecnología de reprocesamiento sin salvaguardias y considerando esta “posibilidad suficientemente peligrosa”, peligrosa”, el documento proponía que EE. UU. negociara la transferencia de la tecnología de producción de agua pesada a condición de que la Argentina renunciara al reprocesamiento. También También consideraba que cualquier aproximación a la Argentina debía ser hecha en tándem con un movimiento de aproximación a Brasil, dado que ambos países “se miran con cautela”. Y agregaba: agregaba: “El presidente Videla le dijo al presidente Carter que la Argentina ratificaría Tlatelolco, pero no dijo cuándo”. 67 Por su parte, el embajador argentino en EE. UU., Aja Espil, según un telegrama de Washington Washington a la Embajada en Buenos Aires, “sugirió no muy sutilmente, que podría haber un intercambio entre derechos humanos y no proliferación nuclear”. La respuesta del gobierno de EE. UU. era que ambas cuestiones debían mantenerse separadas.68
194
LOS SECRETOS DEL URANIO
Mientras la comisión interministerial llevaba a cabo la consulta secreta y se tensaba la negociación por los derechos humanos y la firma de Tlatelolco, en octubre, un decreto del Poder Ejecutivo reforzaba el compromiso con la instalación de más centrales nucleares y reafirmaba la idea de dominar el ciclo completo del combustible nuclear.69 A esto debía agregarse que, como veremos en la siguiente sección, funcionarios de la CNEA a comienzos de noviembre concretaban la firma de un contrato para exportar tecnología nuclear a Perú, el cual no tenía precedentes en el ámbito de la colaboración tecnológica entre países en desarrollo. Un documento enviado por Washington a la Embajada de EE. UU. en Buenos Aires, que daba cuenta de una reunión durante los primeros días de noviembre entre el subsecretario de Relaciones Internacionales de la dictadura, Walter Allara, y Todman, sostenía que “toda la evidencia hasta la fecha sugiere que el principal objetivo de la Argentina en el campo nuclear es obtener la tecnología de agua pesada” y que funcionarios del gobierno argentino “no mostraban el deseo de pagar el precio de aplazar el reprocesamiento”. Por su parte, el gobierno de EE. UU. parecía tener claro lo que pensaba dar a cambio: “Persiste la cuestión de si ellos [funcionarios del gobierno argentino] estarían dispuestos a jugar su mejor carta aceptable –la ratificación del Tratado de Tlatelolco– a cambio del objetivo menos importante de obtener una provisión segura de agua pesada y HEU [uranio altamente enriquecido] para sus reactores de investigación”.70 Debe notarse que no se habla de transferir la tecnología, sino de proveer agua pesada y uranio enriquecido. A fines de noviembre de 1977, llegó a la Argentina una delegación encabezada por el secretario de Estado norteamericano Cyrus Vance e integrada por el embajador especial para control nuclear internacional, Gerard Smith, uno de los responsables del diseño de la política de no proliferación de la administración Carter, Joseph Nye, y la coordinadora de derechos humanos del Departamento de Estado, Patricia Derian. Además de expresar su preocupación por la violación a los derechos humanos, la delegación norteamericana esperaba que el gobierno militar ratificara el Tratado de Tlatelolco. También entregó al gobierno de facto una lista de 7.500 personas desaparecidas o encarceladas elaborada por organizaciones de derechos humanos. Como resultado de la realización de reuniones de trabajo entre miembros de la delegación y funcionarios argentinos –Castro
DIEGO HURTADO
195
Madero entre ellos– se firmó un “comunicado conjunto”.71 La cúpula militar se comprometía a iniciar la ratificación de Tlatelolco y EE. UU. a ampliar el rango de aplicación del acuerdo de cooperación en usos pacíficos de la energía nuclear para “incluir la necesaria tecnología y los medios para satisfacer los requerimientos argentinos de agua pesada, así como la provisión de combustible para ser utilizado en los reactores de investigación que la Argentina se prepara para exportar a Perú”.72 Una semana más tarde, en una conferencia de prensa, el nuevo embajador de EE. UU. en Buenos Aires, Raúl Castro, reiteró que la visita de Vance había estado motivada por “dos problemas capitales”: el Tratado de Tlatelolco y los derechos humanos. Con una retórica cautelosa y esquiva que anunciaba el propósito de superar episodios recientes, que habían provocado “un gran enfrentamiento entre la Argentina y los Estados Unidos”, Castro elogió el desarrollo nuclear argentino y sostuvo que “tal vez los Estados Unidos podrían suministrar a la Argentina agua pesada, o uranio [enriquecido] si fuera necesario, para que la Argentina pueda cumplir con su tratado con Perú”, si la Argentina ratificaba Tlatelolco. A la pregunta de un periodista, Castro respondió que lo que la Argentina necesita “para continuar el desarrollo es uranio enriquecido que los Estados Unidos está dispuesto a proveerle”, además de “continuar esa cooperación para que Argentina se considere en el grupo de Londres, que es un grupo muy selecto de países que sobresalen en asuntos nucleares”. Esforzándose por dar señales de la voluntad de iniciar “una nueva etapa” en la relación de ambos países, Castro dijo lo que el gobierno de facto esperaba escuchar: Llegará el momento, si esto sigue en la forma en que va, que Argentina sería un país exportador; exportador de tecnología nuclear y no en las esperanzas que alguien venga a ayudarle. Y como van las cosas, veo que verdaderamente en el próximo futuro existe la posibilidad de que Argentina va a ser el único país de esta región exportador de teoría [sic] nuclear y no importador.73 Sin embargo, el embajador utilizaba el potencial como tiempo verbal de estas afirmaciones, mientras la Argentina concretaba la venta de tecnología nuclear a Perú. Con referencia al comunicado conjunto firmado por los gobiernos de ambos países, Castro reconocía el deseo argentino de ratificar
196
LOS SECRETOS DEL URANIO
Tlatelolco y sostenía que EE. UU. se preparaba “para proveer a la Argentina con agua pesada y el uranio enriquecido que necesitaba para cumplir su contrato con Perú”.74 A pesar de estas señales, para consternación de Castro Madero, EE. UU. bloqueó la transferencia de una planta de agua pesada un 85% canadiense y un 15% norteamericana. El gobierno norteamericano interpretaba que el comunicado conjunto expresaba que su compromiso se limitaba a no interferir en los desarrollos argentinos para la obtención de agua pesada. Según Castro Madero, si bien la Argentina había estado muy cerca de adherir al Tratado de Tlatelolco, “la confusa posición diplomática norteamericana” habría disuadido al gobierno de facto. A fines de 1977, el director del área de agua pesada de la CNEA viajó a Rumania para estudiar una planta piloto con capacidad de cuatro toneladas anuales en aquel país.75 Como señalan Escudé y Cisneros, la actitud del gobierno de facto despertó críticas desde los sectores nacionalistas y “desarrollistas” afines. Estos autores citan un editorial de Cabildo –revista de un sector fundamentalista del catolicismo nacionalista–, donde se remarcaban las tensiones entre la posición ambigua de Videla y la defensa del derecho argentino al desarrollo autónomo sostenida por Castro Madero y por el embajador argentino en la ONU.76
Exportación de tecnología nuclear a Perú A comienzos de los años setenta el Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN) estaba interesado en adquirir un reactor de investigación en Francia o Inglaterra. Una delegación del IPEN visitó la CNEA para obtener asesoramiento para la firma de un acuerdo con Francia. Durante este intercambio, el asesor legal de la CNEA, Martínez Favini, convenció a los funcionarios del IPEN de negociar la compra con la Argentina. Una comisión de la CNEA viajó a Perú para iniciar las negociaciones. Mientras la delegación de la CNEA estaba en Lima, en la Argentina tuvo lugar el golpe de Estado de marzo de 1976. Castro Madero apoyó la iniciativa. El éxito de las negociaciones iniciales se debía, en buena parte, a que la CNEA había ofrecido construir una facilidad crítica para entrenar al personal del IPEN, que sería donada si el contrato se firmaba.77
DIEGO HURTADO
197
La oferta argentina incluía, además, el diseño y construcción de un reactor de 10 MW, una planta de producción de radioisótopos y radiofármacos y laboratorios auxiliares para física, química y protección radiológica. En noviembre de 1977 se firmó el contrato para “la ejecución del diseño y la construcción, instalación y puesta en marcha del Centro Nuclear de Investigaciones” en Huarangal, a 35 kilómetros de Lima.78 La transacción incluía un acuerdo financiero por el cual el Banco Nacional de Desarrollo de la Argentina otorgaba al Banco de la Nación del Perú un crédito por un valor del orden de los 48,5 millones de dólares para financiar la construcción de las instalaciones. Para Radicella, que estuvo a cargo de las negociaciones, “esta fue la primera transferencia de tecnología importante realizada por la CNEA”. El químico destacaba tiempo más tarde la experiencia ganada por la Argentina, que además “no perdió plata a pesar de la inflación”, y el respaldo del Banco Central y la Aduana. “Tuvimos el país atrás”, explicaba, y ponía como ejemplo la promulgación de la “ley del proyecto Perú”, que facilitó los aspectos administrativos de la venta, declaró el proyecto de interés nacional y otorgó a la CNEA “facilidades especiales”.79 La facilidad crítica, bautizada RP-0, entró en operación en julio de 1978. Un aspecto importante del contrato fue el entrenamiento de 150 científicos y técnicos peruanos, que en parte fue realizado en la Argentina.80 Castro Madero interpretaba el acuerdo con Perú como algo inédito en América Latina y como un ejemplo privilegiado de lo que se entiende por “transferencia horizontal”.81 El RP-10 –el reactor de investigación de 10 MW, corazón del proyecto alrededor del cual se había diseñado el conjunto de las instalaciones– sería el de mayor potencia en operación en América Latina. Un punto delicado era que hubiera sido diseñado para operar con uranio enriquecido al 90%. La CNEA decidió rediseñar el reactor para que pudiera trabajar con uranio enriquecido al 20%, opción considerada no proliferante. A pesar de esta iniciativa, la Nuclear Non-Proliferation Act aprobada por el Congreso de EE. UU. en marzo de 1978, establecía la prohibición de cooperar en el área nuclear con países que no aceptaran salvaguardias completas. Esto significaba, entre otras cosas, que se ponía fin al compromiso de EE. UU. de proveer el uranio enriquecido para que la Argentina pudiera fabricar los elementos combustibles para sus propios reactores de investigación y para el reactor peruano. Mientras que el uranio enriquecido para el RA-3 fue comprado a la Unión Soviética, el uranio enriquecido al 20% para
198
LOS SECRETOS DEL URANIO
el reactor peruano tuvo que ser enviado desde EE. UU. a Alemania, donde una empresa de este país se encargó de la construcción de los elementos combustibles con ingeniería provista por la CNEA.82 Castro Madero opinaba que resultaba muy difícil “discriminar hasta dónde se trata de evitar la proliferación y hasta dónde se permite que existan monopolios, que existan intereses comerciales o que exista el interés de que algunos países no tengan la posibilidad de desarrollar sus planes autónomos”.83 Este viraje de EE. UU. empujó al gobierno de facto a asumir una orientación más decidida hacia la “autosuficiencia en materia nuclear”. Una decisión clave era la contratación de la tercera central de potencia. La CNEA había participado de la elaboración del Plan de Equipamiento Eléctrico Nacional, realizado por la Secretaría de Energía, donde se intentó proyectar las futuras contribuciones de los sectores nuclear, hidroeléctrico y térmico convencional. Parte de esta iniciativa era una primera versión del Plan Nuclear Argentino para el período 1978-1997, que fue enviado al Poder Ejecutivo. Allí se contemplaba una tercera central nuclear con una potencia comprendida entre 540 y 640 MW, que se instalaría al lado de Atucha I y que debía integrarse al suministro de energía eléctrica en 1987. Si bien lo ideal hubiera sido que fuera canadiense, explicaba Castro Madero, “Canadá no nos da todavía una respuesta definitiva sobre su decisión de seguir adelante en su colaboración con la Argentina para el desarrollo integral de su plan nuclear”. En 1978 alrededor de 55 técnicos y profesionales de la CNEA se encontraban en Italia y Canadá, involucrados en actividades vinculadas a la construcción de la central de Embalse. Como alternativa “que preserve la filosofía del uranio natural y el agua pesada”, se había firmado un contrato para la elaboración, en conjunto con la CNEA, de un estudio de factibilidad con la empresa alemana Kraftwerk Union AG (KWU), subsidiaria de la empresa Siemens, que se finalizó ese mismo año.84 En octubre, también se hizo público un Estudio de ubicación de una central nuclear en la región de Cuyo y se iniciaron estudios preliminares para determinar “posibles emplazamientos de centrales nucleares en la región del noroeste argentino”. Dado que junto con las centrales nucleares surgía el problema acerca de dónde y cómo almacenar los residuos, también se iniciaron estudios en el sur de la provincia de San Luis “en procura de posibles ubicaciones para depósitos de desechos radiactivos de mediana y alta actividad”.85
DIEGO HURTADO
199
En este punto, era clave asegurar la disponibilidad de uranio. Según Castro Madero, cuando quedó a cargo de la CNEA encontró “una situación crítica que ponía en peligro el abastecimiento de la central de Atucha I”. Se había superado provisoriamente la emergencia firmando un contrato con la RBU, filial de la firma KWU, que entonces fabricaba los elementos combustibles de Atucha I. En ese momento se impulsó la explotación de los yacimientos en Chubut y la construcción de una planta de concentrado de uranio de 60 toneladas en el lugar, inaugurada a mediados de 1977. También se intensificó la explotación en Sierra Pintada en Mendoza, la principal provincia productora de uranio. Salvada la situación del uranio para Atucha I, “para satisfacer los requerimientos del plan nuclear” se triplicó la capacidad de producción de la planta de concentrado de uranio de Malargüe –llevándose a 120 toneladas anuales– y se construyó otra planta con capacidad de 60 toneladas en San Rafael, también en Mendoza. Esta tendencia se continuó en los años siguientes. Los inconvenientes que se presentaron cuando se comenzó a adjudicar la explotación de algunos yacimientos a firmas privadas motivaron la creación, en 1977, de la empresa Nuclear Mendoza, como Sociedad del Estado con el 100% en manos del gobierno provincial de Mendoza. Luego de que el Club de Londres hiciera fracasar las gestiones para comprar a Francia una planta de producción de dióxido de uranio, “acuciados siempre por la urgencia de cortar el cordón umbilical con los suministros de elementos combustibles provenientes de Alemania, cada vez más riesgosos”, se logró que la firma KBU transfiriera “llave en mano” una planta “sin requerimientos de salvaguardia adicionales” –con capacidad de 150 toneladas anuales–, que se iba a inaugurar en 1982. De todas formas, no se abandonó la idea de desarrollar localmente la tecnología de producción de dióxido de uranio.86 Esta era la situación en octubre de 1978, cuando Castro Madero anunció, “para consternación de la administración Carter”, explicaba The Washington Post , que la Argentina iba a construir en el “fuertemente custodiado” CAE una planta “experimental” de reprocesamiento de plutonio con tecnología desarrollada en la CNEA. Desafiando los esfuerzos de EE. UU. para detener este proyecto, Castro Madero explicaba en el diario norteamericano que científicos e ingenieros argentinos ya habían reprocesado “algunos miligramos de plutonio”. Como respuesta a las sospechas de proliferación, Castro Madero afirmaba que “tenemos salvaguardias completas de
200
LOS SECRETOS DEL URANIO
facto”. Y explicaba: “Cuando en el futuro nosotros construyamos una planta de reprocesamiento, esta también estará bajo salvaguardias a partir del momento mismo de la llegada del combustible, tanto para los reactores de investigación como para Atucha, porque todos los elementos combustibles están bajo salvaguardias y llevan las salvaguardias con ellos”. Sin embargo, poco más adelante se hablaba de una fábrica de elementos combustibles para Atucha que, según Castro Madero, se esperaba que el próximo año comenzara “la fabricación a escala industrial”.87 El artículo también mencionaba que se iba a comenzar el proyecto –anunciado desde un par de años atrás– de construcción de una planta experimental de agua pesada con tecnología argentina, que podría finalizarse en 1980. “Una vez que hayamos adquirido todo el know-how , estaremos en posición de llamar a ofertas para una planta industrial de 250 toneladas”, explicaba Castro Madero. Como contrapunto, el artículo especulaba que el acceso a la tecnología para la producción de agua pesada le daría a la Argentina la capacidad de construir un gran reactor de investigación como el de Dimona, en Israel, “el cual produce suficiente plutonio para producir varias armas nucleares por año”. Sin embargo, Castro Madero aclaraba que la Argentina no necesitaba armas nucleares y que se trataba de un problema económico. Y agregaba: “Ahora los Estados Unidos dicen ‘no reprocesen’. Al día siguiente, ellos dirán sí […] Para un país como el nuestro, toma tiempo desarrollar una nueva tecnología. Por eso estamos planificando llegar preparados a la década de 1990 para estar en posición de decidir por nosotros mismos si reprocesar o no”.88 Agreguemos que para la ingeniería integral del proyecto de reprocesamiento en Ezeiza se contrató a la empresa Techint. Para la PMEAP, que pasó a llamarse PEAP (Planta Experimental de Agua Pesada), en febrero de 1979 tuvo lugar la firma del contrato con el consorcio argentino integrado por las empresas Astra S. A. y Evangelista y Cía. S. A.89 Por esos mismos días, EE. UU. especulaba con la preocupación argentina por el estado de deterioro de las relaciones bilaterales, las cuales estaban tomando estado público. El estilo “paternalista” del discurso de Carter en la apertura de la Asamblea General de la OEA, el 21 de junio de 1978, había producido indignación en la cúpula militar. Allí Carter había anunciado la apertura a la firma de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y la ratificación, por parte de EE. UU., del Protocolo Adicional
DIEGO HURTADO
201
I del Tratado de Tlatelolco –que había firmado años atrás– y que en realidad terminaría ratificando cuatro años más tarde el gobierno de Ronald Reagan.90 Al poco tiempo, el general Roberto Viola, que en 1981 sería presidente de facto, le expresaba al embajador de los EE. UU. que, si bien consideraba a Castro Madero “un sensible y buen oficial”, estaba alarmado por sus declaraciones públicas.91
Ingreso a la big science 92 Los físicos del Departamento de Física Nuclear de la CNEA habían concluido a mediados de 1975 sobre la necesidad de adquirir un acelerador electrostático de iones pesados de entre 16 y 20 millones de voltios (MV). El costo estimado del proyecto era de 35 millones de dólares. En ese momento, tanto el contexto institucional como las condiciones políticas y económicas del país hacían del proyecto una utopía irrealizable. Con la llegada de Castro Madero y el redimensionamiento del plan nuclear, de pronto el acelerador se transformaba en un instrumento accesible. Las inversiones que requería su compra eran ahora del orden del 1% de las inversiones previstas para el área nuclear. El grupo de física nuclear presentó el proyecto, que fue aprobado en junio. Las numerosas instancias de discusión y consenso con diferentes sectores de la comunidad científica a nivel nacional para evaluar el tipo de instrumento, la energía más conveniente y sus posibles aplicaciones, que en los países avanzados acompañan de forma ineludible a los proyectos de big science , estuvieron ausentes en el caso del acelerador TANDAR. 93 Los avances del terrorismo de Estado favorecían la fragmentación y el aislamiento. La AFA se disgregó y dejó de funcionar durante este período. En octubre de 1976, Roberto Ardito, ingeniero electrónico de 33 años, integrante del grupo de asistencia técnica del acelerador, fue secuestrado, junto con su esposa y su hermana, y al presente figuran en la lista de desaparecidos. Pérez Ferreira fue elegida jefa del proyecto TANDAR y Ventura coordinador. La CNEA recibió tres ofertas para la compra de un acelerador electrostático, un modelo de la firma High Voltage Engineering Corporation (HVEC), de Massachusetts, y dos modelos de la National Elecrostatics
202
LOS SECRETOS DEL URANIO
Corporation (NEC), de Wisconsin. Si bien al comienzo se pensó en HVEC, porque era el tipo de máquina que Thieberger usaba en Brookhaven, HVEC no estaba muy interesada en desarrollar un acelerador de 20 MV, algo más grande que sus modelos estándar. Esa falta de interés y las dudas expresadas respecto a la necesidad de una máquina tan grande en un país como la Argentina volcó la decisión a favor de NEC.94 A mediados de 1977, cuando se firmó el contrato de compra con NEC, no había en funcionamiento una máquina de ese voltaje. Se estaban construyendo máquinas semejantes en Japón, Inglaterra y EE. UU., lo que hacía prever que cuando el acelerador argentino entrara en funcionamiento en 1982, compartiría la vanguardia con apenas tres laboratorios.95 Un serio obstáculo de esta etapa inicial fue la financiación de la compra en el exterior. El Banco Central había puesto en vigencia una circular por la cual no se podía pagar más de un millón de dólares al contado.96 Debía conseguirse financiación en un momento muy difícil. El contrato con NEC era por 8,2 millones de dólares. Con el permiso concedido por Castro Madero, Mariscotti se reunió con el subgerente del Banco Central, Pedro Camilo López. “Sin muchas esperanzas, busqué el cargo más alto que no fuera político”, cuenta Mariscotti. López aceptó ayudarlos. 97 La decisión favorable era inesperada para los responsables del proyecto TANDAR, ya que en el mismo momento en que el Banco Central aceptaba financiar un acelerador de partículas, había problemas en el financiamiento de la compra de elementos combustibles para la central nuclear Atucha I, que se encontraba entre las prioridades del plan nuclear.98 Según el contrato con NEC, la construcción del acelerador en Wisconsin comenzaría a fines de 1977 y se trasladaría a Buenos Aires a fines de 1980. Para entonces debería estar lista la obra civil. El acelerador entraría en operación a mediados de 1982. Las oficinas y los laboratorios auxiliares se finalizarían luego de la puesta en marcha del acelerador. 99 A mediados de 1978 existían diecisiete grupos, cada uno formado por dos, tres o cuatro especialistas dedicados a estudiar diversos aspectos específicos.100 Asegurado el financiamiento, había que elaborar un plan de capacitación y la búsqueda del lugar adecuado para instalar el acelerador. El número de físicos que haría uso del acelerador se estimaba en 35. Esto significaba que se necesitaba capacitar a por lo menos veinte físicos para alcanzar una cifra aproximada. La debilidad más evidente era que los fondos para este plan dependían del sec-
DIEGO HURTADO
203
tor de finanzas de la CNEA que, si bien tenía experiencia en proyectos complejos, no dejaba de formar parte del sector público.101 A fines de 1977, luego de meses de complicadas discusiones con los proveedores, se lograron innovaciones que permitieron ahorrar una suma considerable de fondos. Entre otras cuestiones, el contrato con NEC preveía un imán que finalmente no sería necesario. La solución al problema de la capacitación consistió en “un acuerdo de palabra y de honor” con la firma proveedora del acelerador.102 La firma NEC creó una cuenta bancaria a nombre de tres integrantes del grupo del acelerador. Es probable que de otra forma el plan de capacitación no se hubiera podido concretar, entre otras razones, porque el rubro “capacitación” no estaba contemplado en este tipo de proyectos.103 De esta forma, en simultáneo con la construcción de la máquina en Wisconsin, se puso en marcha un programa intensivo de formación con el objetivo de incorporar para 1983 alrededor de veinte nuevos físicos nucleares experimentales. El programa se organizó a partir de la creación de un sistema de “becas internas” otorgadas a través de un proceso de selección muy riguroso. Así, en 1977 fueron becados siete licenciados en Física, otros siete en 1978, uno en 1979 y cuatro en 1980. Terminada la formación básica en física nuclear, el perfeccionamiento preveía el envío de los estudiantes a realizar su doctorado en el exterior. La relación del peso ley –moneda argentina corriente entre 1970 y 1983– con las monedas extran jeras valorizaba por entonces los sueldos recibidos en la CNEA. Esta cantidad, sumada a las becas o estipendios otorgados por las instituciones huéspedes era suficiente para financiar las estadías en el exterior. Se lograron posiciones en once laboratorios de EE. UU., Inglaterra, Alemania, Israel y Dinamarca.104 En cuanto al lugar más conveniente para instalar el acelerador, Castro Madero propuso el CAB. Sin embargo, Mariscotti y Pérez Ferreira pudieron convencerlo de que la mayor parte de los potenciales usuarios se encontraban en Buenos Aires. En esta ciudad las opciones eran varias. El CAE parecía un buen lugar, pero la Fuerza Aérea no aceptó una torre de setenta metros en las cercanías del Aeropuerto Internacional Pistarini. Luego de analizar opciones, el único lugar disponible parecía ser el CAC, cercano al Centro de Cómputos de la CNEA y la FCEN, y con fácil acceso al Aeroparque y al Aeropuerto Internacional. El problema era que
204
LOS SECRETOS DEL URANIO
las instalaciones del nuevo acelerador necesitaban cuatro hectáreas que no existían. El CAC lindaba con una instalación de la empresa Gas del Estado de un lado y con el INTI del otro. Luego de las respuestas negativas de ambos organismos, a fines de 1978, Castro Madero obtuvo la cesión de las cuatro hectáreas de terreno del INTI acudiendo a influencias políticas. Con el espacio disponible, se realizó una licitación para la obra civil. La empresa VIALCO S. A. obtuvo la licitación; Industria Mendoza Pescarmona S. A. (IMPSA) fue contratada para la construcción del tanque a presión que iba a contener al acelerador; y para la ingeniería integral se contrató a la firma Techint.105 En diciembre del año siguiente, cuando se cumplían veinticinco años de la entrada en operación del sincrociclotrón, a casi quince años de que el grupo de física nuclear considerara imperiosa la necesidad de una nueva máquina, finalmente se inauguraban las obras civiles para lo que iba a ser el Laboratorio Nacional TANDAR.106
La tercera central de potencia En octubre de 1978, la CNEA presentó ante el gabinete del gobierno de facto un ambicioso plan nuclear de largo plazo. El plan fue derivado a una comisión interministerial encabezada por el presidente de la CNEA e integrada por representantes de los ministerios de Economía, Relaciones Exteriores, Defensa, Interior y las secretarías de Energía, Planeamiento y Ciencia y Técnica. Esta comisión aprobó y, en enero de 1979, el presidente de facto ratificó con la firma de un decreto un plan nuclear que autorizaba la construcción de cuatro reactores de 600 MW en los próximos veinte años, una planta de producción de agua pesada a escala industrial y que, en términos generales, se proponía completar el ciclo del combustible nuclear para 1997.107 Esta comisión interministerial también aprobó “la política del uranio”, que se orientaba a dar participación a empresas privadas en la minería del uranio y en el desarrollo de áreas uraníferas. Como consecuencia de estos planes, el presupuesto de la CNEA superó al año siguiente los 1.000 millones de dólares anuales.108 Varios años más tarde, Castro Madero sostenía que, al elaborar este plan, se había asumido “que se establecería un criterio razonable para la
DIEGO HURTADO
205
fijación de tarifas eléctricas que permitiría la autofinanciación del plan”. Para no sacrificar uno de sus objetivos, “que era la máxima participación de la industria e ingeniería nacionales, fue necesario solicitar al Tesoro Nacional la financiación de los componentes y servicios locales”.109 Con estas suposiciones, quedaba despejado el camino para que en 1980 se diera inicio al plan y se llamara a licitación la tercera central de potencia Atucha II, que debería entrar en operación en 1987. La licitación establecería que la empresa seleccionada se asociaría con la CNEA en la conformación de una empresa de ingeniería, a través de la cual se esperaba concretar una participación de la CNEA en la gestión del proyecto mayor que la que había tenido lugar en Atucha I y Embalse.110 Antes de la licitación se elaboró una base de datos de proveedores nacionales y se les envío un cuestionario para tener un panorama sobre qué rubros podían encargarse al sector privado y cuáles requerían la intervención del Estado. La encuesta fue dirigida a 600 empresas. Luego de haber recibido respuesta de alrededor de la mitad, se hizo el llamado a licitación para la tercera central nuclear. Allí se especificaba que la central debía ser de 700 MW, uranio natural y agua pesada. En abril presentaron sus ofertas dos firmas canadienses –entre ellas AECL–, una firma del Reino Unido, la alemana KWU y una italiana. 111 En paralelo con este proceso, se había realizado también el llamado a licitación para la construcción de una planta de producción de agua pesada, al que se habían presentado las empresas AECL, la empresa suiza Sulzer Brothers Ltd. y dos empresas de Alemania Federal.112 El contenido de las ofertas fue analizado por una comisión que se proponía evaluar la integración de la industria nacional teniendo en cuenta la participación en ingeniería, los suministros, el montaje, la puesta en marcha y la accesibilidad de la tecnología. A esto se agregaba la evaluación de la capacidad de la oferta de articular con el resto de las centrales nucleares previstas por el plan nuclear, así como los programas de transferencia de tecnología y los mecanismos de colaboración con la empresa de ingeniería nacional de centrales nucleares que estaba prevista conformar.113 En agosto, los resultados del análisis de las ofertas fueron enviados al Poder Ejecutivo y al mes siguiente se aprobó por decreto la central de potencia ofertada por la empresa KWU –por 1.300 millones de dólares– y la conformación de una empresa mixta de ingeniería entre la CNEA y KWU
206
LOS SECRETOS DEL URANIO
para la construcción de la central. También por decreto se autorizaba a la CNEA a aceptar la oferta presentada por la empresa suiza para la construcción de una planta comercial de agua pesada –por 300 millones de dólares–, que preveía una participación nacional del orden del 30% del monto del proyecto.114 Sulzer Brothers se comprometía a construir la planta en Arroyito, provincia de Neuquén, con una capacidad de producción de 250 toneladas anuales, que debía estar terminada a fines de 1983. 115 Si bien la oferta de AECL –que incluía una planta de agua pesada– parecía la más conveniente desde el punto de vista tecnológico y presupuestario, sobre todo porque presentaba la mayor facilidad de integración en el suministro de componentes –la CNEA y la empresa canadiense avanzaban en la construcción de Embalse–, fueron dos razones las que inclinaron la balanza a favor de KWU. Por un lado, la capacidad de la empresa alemana para negociar y concretar con la empresa suiza la provisión de una planta de agua pesada. Por otro lado, la falta de autonomía canadiense frente a las iniciativas norteamericanas, que ya se había manifestado en los obstáculos que habían surgido durante las renegociaciones por Embalse. Incluso, la falta de consenso dentro del propio gobierno canadiense era otro factor de incertidumbre. A las discusiones sobre las pérdidas comerciales y la necesidad de continuar endureciendo las exigencias sobre las salvaguardias, en la discusión sobre la oferta para la tercera central argentina, el gobierno canadiense sumaba el problema del terrorismo de Estado en la Argentina. En mayo de 1978, el partido conservador progresista, que desde la oposición se había negado a la exportación de reactores CANDU –y especialmente a la venta del reactor para Embalse–, había ganado la elección para primer ministro. La nueva ministra de Relaciones Exteriores, Flora MacDonald, contrariando los esfuerzos de la empresa AECL y de su propio gabinete, se había opuesto de forma explícita a que su país autorizara la exportación de una planta de agua pesada a la Argentina, condenando en un discurso pronunciado en la ONU, el 15 de septiembre, la violación a los derechos humanos en la Argentina, mientras simultáneamente miembros del gobierno canadiense viajaban a Buenos Aires para tratar de vender el reactor CANDU a los generales argentinos.116 El planteo del partido gobernante canadiense en relación a la violación a los derechos humanos en la Argentina tenía importantes aliados en la sociedad civil. La manifestación más visible fue la campaña impulsada por
DIEGO HURTADO
207
el grupo No CANDU, que tenía el apoyo de más de 50 organizaciones, 48 de ellas sindicales –incluido el mayor sindicato de la industria nuclear canadiense–, organizaciones latinoamericanas y grupos religiosos. La campaña buscó el apoyo de miembros del Parlamento de Canadá, hizo circular cartas y artículos y apuntó contra la incoherencia política del gobierno de su país y del grupo de países exportadores de tecnología nuclear a los países del Tercer Mundo. Su principal objetivo era impedir las exportaciones necesarias para la construcción de la central de Embalse. Bob Carty, el vocero del grupo No CANDU, sostuvo que “Canadá está vendiendo una potencial arma de destrucción masiva a un régimen que reprime, tortura y asesina a sus propios ciudadanos”.117 El 3 de julio de 1979, en el puerto de la ciudad de Saint John, en New Brunswick, alrededor de cien trabajadores portuarios y ferroviarios bloquearon el paso en una terminal donde se estaba cargando agua pesada para la central de Embalse. La protesta retrasó el embarque por un día. Este gesto simbólico, que atrajo la atención internacional, también reclamó la liberación de dieciseis sindicalistas argentinos detenidos por la dictadura. Desde la perspectiva del gobierno de facto argentino, estos hechos ponían en cuestión la confiabilidad de la compañía AECL como proveedora de tecnología nuclear. Cuando se anunció que una empresa alemana había ganado la licitación de Atucha II, el grupo No CANDU envió una “Carta abierta al pueblo de Alemania Federal”.118 Ignorando los reclamos por los derechos humanos, Castro Madero explicaba que, si la AECL hubiera ganado el contrato para la construcción de Atucha II, el país se habría atado a un solo proveedor y esto “habría afectado la capacidad de la Argentina de desarrollar un programa independiente con un mínimo de posibilidades de interferencias externas”.119 En paralelo a estos episodios, la diplomacia norteamericana inició gestiones ante los gobiernos de Alemania Federal y Suiza para que las ventas quedaran condicionadas a que el gobierno argentino sometiera todas sus instalaciones nucleares al sistema de salvaguardias del OIEA. Mientras que el gobierno suizo transmitió su preocupación al gobierno de facto pero siguió adelante con lo acordado, con el gobierno de Alemania Federal las cosas fueron un poco más complicadas. El gobierno canadiense difundió que la decisión argentina se fundaba en que KWU no exigiría salvaguardias totales, contrariamente a lo acordado en el Club de Londres. Esto obligó al
208
LOS SECRETOS DEL URANIO
gobierno alemán a plantear algunas exigencias al gobierno de facto argentino, aunque finalmente se autorizaron las exportaciones para Atucha II en las condiciones acordadas inicialmente.120 A lo largo de 1979, mientras la dictadura intentaba atemperar la maquinaria de terrorismo de Estado para responder a las presiones internacionales, distintos miembros de la cúpula militar repetían al embajador norteamericano la erosionada promesa de que Videla firmaría el Tratado de Tlatelolco. Por su parte, Washington insistía en la firma del tratado y en una modificación del acuerdo bilateral vigente que se encuadrara en la nueva legislación norteamericana. También había que insistir para que la Argentina pusiera en vigencia un sistema de salvaguardias totales y desistiera del acceso al reprocesamiento de plutonio. La provisión del uranio enriquecido para los reactores de investigación argentinos parecía el factor de presión más eficaz.121 Como contrapunto, Castro Madero no dejaba pasar una semana sin reiterar la intención de la Argentina de acceder al ciclo del combustible nuclear, así como la oposición al TNP por discriminatorio. En marzo había expresado su indignación por los intentos de EE. UU. de obstruir la venta del reactor de potencia y la planta de agua pesada, aunque un telegrama de la embajada reconocía que poco más tarde había moderado sus referencias a EE. UU.122 A comienzos de 1980, se inauguró en el CAE la planta para la producción de circaloy, aleación de circonio con la que se fabrican las vainas de los elementos combustibles que contienen el uranio natural. A fines de marzo, mientras Gerard Smith volvía a visitar Buenos Aires, el secretario general de la CNEA, Jorge Coll –químico que había ingresado a la CNEA en 1955–, y el director de Asuntos Internacionales, Roberto Ornstein –egresado de la Escuela Naval que había integrado la delegación argentina que negoció el Tratado de Tratelolco en 1967–, viajaron a Moscú para discutir la posible compra de agua pesada, de tecnología para la manufactura de tubos de circaloy, y también para ver si era posible entrenar especialistas argentinos en la Unión Soviética. Las negociaciones también incluían la asistencia soviética al programa hidroeléctrico argentino y la venta de granos y de carne argentinos.123 Frente a este panorama, un documento de la embajada instaba a “encontrar la manera de reabrir un diálogo sobre el problema de la prolifera-
DIEGO HURTADO
209
ción”. Y agregaba: “Al presente, el almirante Castro Madero y su personal son en buena medida los formadores de la percepción de los líderes argentinos sobre estas cuestiones”. No parecía una iniciativa conveniente la suspensión de la provisión de uranio enriquecido, que forzaría a la Argentina a poner fuera de servicio por lo menos uno de sus reactores de investigación que operaba con uranio enriquecido al 93%. El documento hablaba de la existencia de un plan de contingencia de la CNEA previendo la posibilidad de este corte.124 El embajador Castro sostenía que la Argentina podría golpear la política norteamericana limitando el suplemento de granos a la Unión Soviética y tenía a su alcance “la capacidad técnica para torpedear los objetivos de no proliferación de Estados Unidos”. Para superar las actuales políticas de coerción que habían empujado a la Argentina hacia otros proveedores, Castro proponía nuevas políticas que debían “tener como objetivo la reconstrucción de la confianza”. Castro veía asomar la creciente colaboración nuclear entre la Argentina y Brasil, variable que jugaría un papel crucial en las próximas décadas y que EE. UU. tenía que saber aprovechar.125 A mediados de octubre de 1979, en parte debido al agravamiento del conflicto con Chile por el canal de Beagle, la diplomacia argentina evaluó que era favorable el acercamiento con Brasil. El acuerdo tripartito sobre Corpus e Itaipú entre la Argentina, Brasil y Paraguay planteó un nuevo escenario favorable para la colaboración argentino-brasileña.126 En mayo del año siguiente, el presidente de facto de Brasil, el general João Figueiredo, y Videla firmaron en Buenos Aires una declaración conjunta donde se ratificaba los fines pacíficos de los programas nucleares de ambos países.127 También se firmó un convenio de cooperación entre la CNEA y la Comissão Nacional de Energia Nuclear (CNEN) de Brasil y otro entre la CNEA y Empresas Nucleares Brasileñas S. A. (NUCLEBRAS), que incluía un protocolo de cooperación industrial, por el cual la CNEA le arrendaba 240 toneladas de concentrado de uranio a NUCLEBRAS, mientras que la empresa brasileña participaba como subcontratista de la empresa alemana KWU en la construcción de Atucha II.128 Ambos países mostraban la intención de comenzar a construir una coalición que pudiera hacer frente a las presiones internacionales, mientras Washington observaba con atención.129 Ahora bien, el consenso entre las facciones militares en el poder y los principales grupos económicos que, junto con un contexto internacional
210
LOS SECRETOS DEL URANIO
favorable, había hecho posible sostener en el tiempo una política económica, sostiene Rapoport, de “una fragilidad asombrosa desde el punto de vista técnico”, comenzó a desmoronarse frente a la amplificación de desequilibrios macroeconómicos.130 Los nuevos lineamientos de política económica de EE. UU., que modificaron radicalmente los mercados financieros, transformaron en una carga difícil de sobrellevar los pagos de los intereses de la deuda contraída en los últimos años. La crisis se desató en marzo de 1980. En este contexto, a comienzos de mayo, se creó la Empresa Nuclear Argentina de Centrales Eléctricas S. A. (ENACE), sociedad mixta con una participación accionaria inicial del 75% de CNEA y del 25% de KWU. Constituida legalmente en noviembre, ENACE significaba un cambio organizacional importante, dado que se proponía garantizar que la dirección de las obras, hasta el final del plan nuclear, quedara a cargo de esta empresa, a la vez que se esperaba que el porcentaje accionario en manos de KWU se fuera reduciendo progresivamente, hasta anularse al inicio de la cuarta central. Para llevar adelante “esta nueva expansión de la capacidad industrial en el área nuclear”, la tarea de esta empresa, en palabras de Castro Madero, era “desagregar los distintos paquetes tecnológicos que componen una central nuclear, para poder individualizar aquellas partes del paquete que podrían ser realizadas o provistas por empresas nacionales”. Entre los objetivos de ENACE estaban la promoción e integración de la industria local alrededor del plan nuclear, la gestión de contratos de transferencia de tecnología y la precalificación de empresas proveedoras. Con la contratación de la firma IMPSA se daba comienzo a “la participación de la industria nacional en la producción de grandes componentes para centrales nucleares”. Con este fin ENACE adquirió las licencias de fabricación, que luego “fueron ofrecidas a las principales empresas metalúrgicas argentinas, junto con importantes medidas de promoción industrial”.131 Conformada por un presidente elegido por la CNEA y cuatro directores, dos de la CNEA y dos de KWU, cuenta Quilici, “ENACE fue una empresa que llegó a contar con más de seiscientos empleados, casi todos profesionales y técnicos”, su sede era “un edificio propio, en la ‘city’ de la ciudad de Buenos Aires” y alcanzó a manejar “centenares de contratos simultáneamente”.132 Entre 1980 y 1983, alrededor de treinta especialistas de ENACE estuvieron en Alemania y del orden de cinco delegados de KWU en la Ar-
DIEGO HURTADO
211
gentina. Para 1984 se habían transferido a ENACE alrededor de 14.000 documentos y se había alcanzado un total de 1.200.000 horas hombre de ingeniería. Con referencia al contrato de transferencia de tecnología y construcción de generadores de vapor y presurizadores entre la CNEA y el consorcio alemán-austríaco KWU-MAN GHH-VOEST ALPINE, por ejemplo, Quilici explica que fue firmado por la CNEA y cedido a ENACE, quien a su vez cedió gratuitamente la licencia a la empresa IMPSA. Financiado por ENACE, IMPSA pudo capacitar personal en talleres alemanes, fue receptora de transferencia de ingeniería básica de componentes importantes para centrales nucleares y tuvo facilidades en el acceso a bienes de capital. En cuanto al sobreprecio de algunos suministros para que fueran fabricados en el país, una estimación supone que en algunos casos el costo real fue de órdenes de magnitud superior para el Estado argentino.133 El 15 de julio de 1981, al poco tiempo que el general Viola había reemplazado a Videla, se inauguraron las obras de Atucha II.
El proyecto secreto de Pilcaniyeu Mientras las presiones de EE. UU. se enfocaban en la planta de reprocesamiento de Ezeiza y Castro Madero lograba dividir el frente de proveedores para las grandes obras nucleares, durante 1978, en plena crisis por la provisión del uranio enriquecido para los reactores de investigación argentinos y para el RP-10 peruano, el presidente de la CNEA decidió impulsar un programa secreto para desarrollar la tecnología de enriquecimiento de uranio. La idea fue propuesta por un grupo de la CNEA y de la empresa INVAP (INVestigaciones APlicadas), que se había conformado en octubre de 1976 bajo la forma jurídica de Sociedad del Estado. INVAP se había originado en el Programa de Investigaciones Aplicadas (PIA), creado en 1971 por un grupo de físicos, ingenieros nucleares y químicos del CAB. El principal objetivo del PIA era asistir a la industria local en la solución de sus problemas. La compleja burocracia de la CNEA y, como consecuencia, la dificultad de concretar acuerdos comerciales motivaron la creación de INVAP. La iniciativa fue impulsada por el físico Conrado Varotto, doctorado en el Instituto Balseiro, que entonces retornaba de la Universidad de Stanford en pleno florecimiento de las empresas de microelectrónica del Silicon Valley.134
212
LOS SECRETOS DEL URANIO
En 1974, luego de consultar con Jorge Kittl, ingeniero químico responsable del Proyecto Circaloy, Varotto propuso iniciar, dentro del PIA, el desarrollo de una planta piloto de esponja de circonio, que es la forma del metal de circonio necesaria para la producción de aleaciones metálicas empleadas en los elementos combustibles. Esta iniciativa significaba para el grupo del CAB un salto de escala. Con excepción de la Unión Soviética, había solo dos plantas de esponja de circonio en el resto del mundo, en EE. UU. y Francia. La estructura administrativa del CAB, concebida para el gerenciamiento de laboratorios de investigación, se vio “sobrepasada por la necesidad de encarar tareas de contrataciones de obras y de ingeniería propias de una planta industrial”, cuenta el físico Eduardo Santos. “Allí aprendimos por primera vez a lidiar con los contratistas de obras públicas y con la ley respectiva [...] Aprendimos que desarrollar tecnología es una labor multidisciplinaria, desespecializada y de realización colectiva”.135 Ese mismo año la CNEA y el gobierno de la provincia de Río Negro negociaron la creación de una empresa, aunque la iniciativa se concretó luego del golpe militar, en octubre de 1976, por acuerdo entre el nuevo gobernador de la provincia de Río Negro y Castro Madero, ambos de la Marina.136 En sus inicios, INVAP estuvo casi enteramente dedicada a los requerimientos del área nuclear. La planta piloto de esponja de circonio fue inaugurada a fines de 1977 y al año siguiente, con un personal de alrededor de 130 personas, la empresa también comenzó a participar en la construcción del RA-6, un reactor de investigación de 500 kW de potencia para la carrera de Ingeniería Nuclear que se acababa de crear en el Instituto Balseiro. En 1980, la empresa fue contratada por la CNEA para proveer los instrumentos para el reactor de Perú. Sin embargo, la mayor tarea de aquellos años fue el desarrollo secreto de una planta de enriquecimiento de uranio por difusión gaseosa. “La determinación de avanzar vino en 1978, cuando el Congreso norteamericano aprobó la ley de no proliferación. Carter no proveería combustible enriquecido para un reactor de investigación que la Argentina estaba vendiendo a Perú y para la producción de radioisótopos para medicina e industria que nosotros exportamos”, explicaba más tarde Varotto.137 La CNEA informó a la cúpula militar de esta posibilidad y pidió la autorización al presidente de facto. El secreto era necesario, según Castro Madero y Takacs, dado que si el proyecto “fuese detectado, sería muy difícil convencer de que sólo se perseguía objetivos
DIEGO HURTADO
213
pacíficos al tiempo que se reforzarían las sospechas, publicadas frecuentemente en la prensa internacional”. 138 Varotto reclutó a un grupo de ingenieros y científicos jóvenes. Durante el otoño de 1978 la agrupación inicial comenzó a revisar la bibliografía sobre enriquecimiento de uranio en la biblioteca del CAB. Así se obtuvo la información inicial sobre el hexafluoruro de uranio, la forma de trabajar con el uranio en estado gaseoso. Un libro de Karl Cohen de 1951, donde se presentaba la formulación original de la teoría de la cascada de difusión, y los artículos franceses presentados en la reunión de Ginebra en 1958 permitieron una aproximación a los problemas que debían ser resueltos. Poco más tarde, resultó de mucha utilidad un informe de la firma Goodyear. 139 A partir de este primer contacto con el tema se evaluó que la tecnología de difusión gaseosa estaba al alcance de la capacidad tecnológica e industrial doméstica, incluida la capacidad mecánica para construir una cascada de 4.000 compresores. También se evaluó que no era posible desarrollar la tecnología de enriquecimiento por ultracentrifugación, dadas las condiciones de extrema exigencia a tensiones y vibraciones que debían soportar las máquinas requeridas.140 El 1° de agosto, Castro Madero firmó un documento secreto autorizando los estudios sobre enriquecimiento de uranio. El llamado “Informe DDG 1/78” había sido redactado en junio de ese año por Santos, después de una reunión de la que participaron Castro Madero, Varotto y el físico Daniel Esparza, además de funcionarios de la CNEA. Este documento proponía: “Desarrollar la tecnología de enriquecimiento de uranio por el método de difusión gaseosa, en escalas de entre 50 y 500 kg/año de uranio metálico equivalente, con un enriquecimiento de hasta un 20% de U 235”. Allí también se hablaba de un plazo de doce meses (esto es, hasta junio de 1979) para la primera etapa, que consistía en el diseño y la construcción de una cascada de “hasta 20 etapas de separación por difusión gaseosa”.141 No se mencionaban plazos para la segunda etapa, donde se hablaba de una “planta de enriquecimiento por difusión gaseosa, con una capacidad de entre 2.000 y 20.000 UTS [unidades de trabajo separativo]”. Para la producción de hexafluoruro de uranio se necesitaba “desarrollar la tecnología de producción de flúor gaseoso, que en el país no se produce, por no existir mercado”. En las pautas para la organización del personal se mencionaba: “Sólo determinado personal tendrá conocimiento del Proyecto en su totalidad”. Si fuera necesario,
214
LOS SECRETOS DEL URANIO
Gendarmería Nacional se podría ocupar de la custodia de las instalaciones. El mayor volumen del informe se dedicaba a la “Memoria técnica del proceso”. Allí se consideraba la cascada, las membranas porosas –uno de los problemas críticos de este proceso–, cuestiones de ingeniería de vacío, corrosión, compresores, etc. En el documento también se presentaba un plan de traba jo y dos anexos. Uno de ellos aclaraba: “Los beneficios que producirá el Proyecto hacen estrictamente a la Seguridad Nacional y a la independencia en la toma de decisiones internacionales por parte del país”.142 Un breve paréntesis sobre la alusión a la “Seguridad Nacional”. Hymans aporta un ejemplo sugerente de la incomprensión demostrada por académicos de países centrales. Este autor conecta la “críptica referencia a la ‘seguridad nacional’” que citamos con la producción de uranio enriquecido para submarinos nucleares. Eduardo Santos niega este punto y aclara que esta expresión se refiere a “la defensa de los intereses económicos nacionales”, y explica: “Allí [en el informe] se menciona como principio estratégico el completo control del ciclo del combustible con el objetivo de alcanzar la independencia en la elección de alternativas para la producción nucleoeléctrica. Nada más”.143 El mismo 1° de agosto por la mañana, un primer grupo tomó posesión de unas instalaciones alquiladas, ubicadas a 25 kilómetros de Bariloche, llamadas por los miembros de INVAP “los laboratorios de Villa Golf ”. Fueron reclutados alrededor de veinte profesionales de la CNEA e INVAP, todos civiles: ingenieros mecánicos, químicos y electrónicos; químicos; físicos; técnicos. Este grupo comenzó a investigar sobre tópicos básicos vinculados a la cascada, la producción de alúmina para las membranas porosas, de flúor para el hexafluoruro de uranio, además de la producción del propio hexafluoruro.144 Mientras tanto, la CNEA había adquirido un terreno en Pilcaniyeu, a 60 kilómetros de Bariloche, al borde del río Pichi Leufu, y Vialidad Nacional había comenzado la construcción del camino de acceso. En este lugar aislado sería construido el complejo para el enriquecimiento de uranio.145 El 11 de octubre de 1978, la Embajada Argentina en Bonn recibió una oferta para la compra de una instalación completa de enriquecimiento de uranio basado en cascadas de máquinas ultracentrífugas, “para ser confiada personalmente dentro de la máxima reserva al Doctor COLL de la Comisión Nacional de Energía Atómica”.146 Cancillería le entregó a Va-
DIEGO HURTADO
215
rotto un informe con dos notas entregadas en la Embajada Argentina en Bonn. Allí se lee, en alemán: “5 unidades centrífugas: 6.340.000 marcos alemanes [...] 20 unidades centrífugas: 20.000.000 marcos alemanes”. Las notas venían acompañadas de datos técnicos y llevaban las firmas de dos representantes de la empresa Leybold-Heraeus.147 Varotto encargó a Santos y Esparza que viajaran con él a Alemania. El viaje se concretó a fines de mayo de 1979. En la Embajada Argentina en Bonn les informaron que había nuevas ofertas.148 Mientras exploraban estos contactos, Castro Madero ordenó que se cancelara todo. El resultado final de estos ambiguos sondeos fue la decisión de que los equipos e insumos que fueran adquiridos en el exterior se basaran en especificaciones técnicas propias y que todos fueran de libre comercialización.149 A fines de octubre, se creó una “Comisión de preadjudicaciones ad-hoc”, que intervendría en las contrataciones entre la CNEA e INVAP, “cualquiera sea su monto”. 150 A fines de 1978 la guerra con Chile parecía inevitable y la movilización de tropas en Bariloche mantuvo en vilo al proyecto. El 20 de julio de 1979 se realizó una reunión de la que participaron nueve integrantes del grupo. Allí se reformuló el proyecto en tres partes. La primera se desarrollaría en Villa Golf, donde se construiría la DDG, una cascada experimental de veinte etapas para ensayo de materiales. La segunda parte, que tendría lugar en Pilcaniyeu, se proponía pasar a una planta del 10% del tamaño de la planta final. La tercera parte era la planta final, estimada en una cascada de 2.112 unidades.151 En esta reunión también se trató el tema de los proveedores, se ordenaron las prioridades y se asignaron responsabilidades. El físico Héctor Otheguy estaría a cargo de la coordinación y el control de todas las actividades de Villa Golf; Esparza del desarrollo del material y proceso de fabricación de las membranas y de la dirección de las tareas de investigación y desarrollo de la DDG; Varotto se ocuparía de las obras de infraestructura de Pilcaniyeu; el químico José Astigueta sería el responsable del desarrollo de la producción en escala de flúor, tetrafluoruro de uranio y hexafluoruro de uranio. Finalmente, el ingeniero mecánico Hugo Brendstrup sería el responsable de las 200 unidades que integrarían la planta intermedia y Santos de la auditoría técnica de todo el proyecto, del control de obras y también colaboraría con el físico Adrián Furman en la elaboración del modelo matemático. En el informe de la reunión se concluía que para fines de 1979 había que tener listos 500 kilogramos de hexafluoruro de uranio.152
216
LOS SECRETOS DEL URANIO
La falta de información llevó a que la cascada de veinte etapas fuera diseñada en dos tamaños distintos. Uno de los problemas más complejos fue averiguar cómo reaccionaba el hexafluoruro de uranio con componentes del aire, como el oxígeno o el nitrógeno, procesos que, al competir con el de enriquecimiento, disminuían la eficiencia de este último. Develar este asunto llevó dos años enteros. La electrónica de la instalación también planteó problemas. Cada compresor contaba con sensores de presión, caudal, vacío, temperatura y otros parámetros. Multiplicados por veinte se obtenía un número elevado de señales que había que controlar. Sin develar para qué se lo emplearía, se encargó al departamento de electrónica de INVAP un equipo de adquisición de datos con tecnología de telefonía –kilómetros de cables multipolares, lógicas de relays y un tablero lleno de pulsadores y luces desde donde se controlaba la planta– capaz de capturar 1.024 señales analógicas, digitalizarlas, leerlas con frecuencia de un minuto y que, a su vez, contara con 200 alarmas para casos de desviación del régimen esperado. Este encargo, cuenta Santos, dio origen a la marca registrada ELAPALM (ELectrónica APlicada AL Misteriómetro) y a un producto industrial para múltiples aplicaciones que fue exportado a EE. UU. y Corea del Sur.153 Debido al mal clima durante el invierno de 1980, Vialidad Nacional se atrasó en la construcción del camino de acceso a Pilcaniyeu. Esto a su vez dilató el comienzo de las obras civiles.154 Para proveer de electricidad a las instalaciones se comenzó con tres grupos portátiles de 500 kW traídos de Suiza. En forma paralela Horacio Osuna –un discípulo de Jorge Sabato que había trabajado en química del plutonio con Flegenheimer– se encargó de licitar una usina adicional más potente. El pliego licitatorio era de una línea: “Usina eléctrica, cantidad 1 (una), potencia 7.000 (siete mil) kW”. Mientras tanto, Gas del Estado no se decidía a construir el gasoducto cordillerano, ni las compañías Hidronor y Agua y Energía estaban interesadas en construir la línea de alta tensión a Bariloche. Finalmente, Varotto y Osuna lograron ambos objetivos, lo que significó también traer energía a esta ciudad.155 En julio, Varotto envió a Castro Madero y al físico Hugo Erramuspe, al frente del Departamento de Investigación y Desarrollo de la CNEA, varios modelos alternativos para la planta de difusión gaseosa. A pesar de las diferencias, todos los modelos apuntaban a enriquecer uranio hasta un 20% y a
DIEGO HURTADO
217
permitir “obtener cantidades adecuadas de material para leve enriquecimiento de Río III [la central de Embalse] o Atucha”. 156 El 2 de octubre de 1980 se formalizó el contrato entre la CNEA e INVAP. 157 En este extenso documento se acordaba, entre muchas otras cosas, que INVAP debía asegurar ante las autoridades nacionales, provinciales o municipales una reserva de agua adecuada del río Pichi Leufu y una extensión de terreno “que asegure que en el futuro no se instale en la cercanía poblaciones, explotaciones agropecuarias o de otro tipo, que puedan ser afectadas seriamente por un accidente de eliminación de sustancias radiactivas”. También debería realizar un estudio “siguiendo las normas recomendadas por el OIEA para los centros de investigación nuclear y/o instalaciones nucleares [...]”.158 Entre febrero de 1980 y noviembre de 1981, José Astigueta realizó cinco viajes a Alemania Federal. Los objetivos fueron tratar con la empresa Leybold-Heraeus cuestiones vinculadas al estudio de una planta de condensación-sublimación de hexafluoruro de uranio y la compra de espectrómetros de masa para determinar el grado de enriquecimiento, además de compresores y aceites especiales, válvulas y caudalímetros compatibles con hexafluoruro de uranio. En el último viaje, del 22 al 26 de noviembre, Astigueta recibió de Leybold-Heraeus la carpeta con la ingeniería de detalle de un sistema de sublimadores-desublimadores para la cascada.159 En diciembre de 1981, Eduardo D’Amato –físico recibido en el Instituto Balseiro– viajó a EE. UU. para contactar algunas empresas en Connecticut, Filadelfia, Detroit y Atlanta, con las que se podría avanzar sobre cuestiones como el niquelado de piezas, la capacitación de una persona para la operación de un horno, la discusión de problemas de rotura de piezas en las maquinarias de extrusión y la adquisición de detectores de presión y bibliografía.160 En el invierno de 1980 se había terminado el montaje de la DDG y se había logrado hacer funcionar cada componente por separado. Luego de varios meses de hacer funcionar el conjunto, el 26 de febrero de 1981 fueron obtenidos en Villa Golf los primeros miligramos de uranio enriquecido. Como aún no se contaba con espectrómetros de masa, se corroboró el enriquecimiento utilizando el método de espectrometría gama. El químico Cristallini llevó a cabo las mediciones durante las noches del 26 y 27 de febrero, en un laboratorio del CAB. Este resultado alentó a que se iniciaran las inversiones para la obra civil de la planta de Pilcaniyeu. En el otoño
218
LOS SECRETOS DEL URANIO
Castro Madero sufrió un ataque cardíaco y tuvo que someterse a una cirugía de triple bypass. A comienzos de 1982, las plantas de producción de hexafluoruro de uranio y de hidróxido de aluminio –la materia prima para las membranas–, que componían lo que se llamó complejo Pilca I, estaban listas para comenzar a producir. Entonces se inició el complejo Pilca II, que se proponía llevar la cascada de 20 unidades a las dimensiones de una planta piloto de 200 unidades.161 La guerra de Malvinas interfirió la marcha del proyecto solamente en cuestiones menores. A mediados de agosto de 1982 INVAP presentó a la CNEA el informe de avance correspondiente a abril-junio de 1982. Este reportaba algunas dilaciones debido al atraso en la autorización de fondos, a una inflación superior a lo previsto y al duro invierno, con temperaturas por debajo de los 25 grados centígrados bajo cero. De todas formas, se cumplirían los principales objetivos con atrasos no mayores a un mes. El informe daba cuenta de la mudanza de la planta de producción de membranas de Villa Golf a Pilcaniyeu y aclaraba que el montaje de un horno de recocido de cerámicas avanzaba en plazo, salvo por una pequeña demora provocada por el hecho de que “el proveedor pertenecía a uno de los países que no apoyaban a la Argentina” en la guerra de Malvinas. Lo mismo ocurría con la firma proveedora de las máquinas extrusoras. También se sostenía que no se habían emitido órdenes de compra al exterior “por el bloqueo económico establecido sobre nuestro país”. El informe mencionaba la compra de 150 compresores dentro del país.162 En junio, la CNEA entregó a INVAP “tres tambores” de 600 kilogramos de dióxido de uranio para ser empleados en las tareas del “Proyecto D.I.G.”, siglas con las que se alude a la planta de difusión gaseosa en muchos documentos.163 En octubre, Miguel Audero, miembro de la CNEA responsable de la seguridad radiológica del proyecto, informó que en los laboratorios de Pilca I, desde el 10 de septiembre, no se estaban haciendo los controles necesarios sobre el personal que estaba en contacto con el dióxido de uranio u otros compuestos de uranio. Como consecuencia del informe, la CNEA exigió a INVAP retomar los controles sanitarios.164 En el “ayuda memoria” que llevó Varotto a la reunión que mantuvo el 19 de octubre de 1982 en Buenos Aires con Castro Madero y Erramuspe, se sintetizaba el estado de situación del proyecto. El documento incluía
DIEGO HURTADO
219
una curiosa sección final titulada “Argumentos”, que se iniciaba con la leyenda “Si se da a conocer... se puede decir...”. Allí Varotto se refería a lo que a su juicio debía decirse si se daban a conocer las actividades de construcción de una planta de producción de uranio enriquecido. El texto se dividía en lo que debía decirse si el anuncio se hacía “ahora”, si se hacía a “fin de año” o a “mediados de 1983”. En los tres casos, los anuncios que proponía Varotto presentaban una lista de pasos exitosos. Al final aclaraba que, en cualquiera de los tres casos, se debía agregar que “el 100% de la tecnología es propia” y que “se han importado sólo materias primas y materiales y equipos no incluidos en ninguna lista de embargos”. Y agregaba: “Los equipos para producción de membranas son 100% USA y algunos llegaron incluso durante la guerra de las Malvinas”. El documento finalizaba con “Sugerencias”. Allí se incluía “no mencionar por ahora la existencia de INVAP” y “no mencionar la existencia de Pichi Leufu”. En caso de que se decidiera hacer público el proyecto, pedía “dos o tres meses” para “organizar la seguridad física para esa situación nueva”.165 En noviembre, la CNEA informó a INVAP algunas estimaciones sobre costos de producción de uranio enriquecido al 0,84% y de amortización de la inversión. El informe sostenía que los costos de la materia prima y de la mano de obra eran muy elevados debido a la baja capacidad de la planta. La comparación con la planta de Chalk River, en EE. UU., arrojaba que la cantidad de personal resultaba allí 56 veces menor por unidad de producción.166 También se estimaba que, entre el 16 de octubre y el 15 de noviembre, un equivalente de 236 personas trabajaron full time en el proyecto de enriquecimiento.167 A fines de 1982, los químicos lograron producir en Pilca I la primera tonelada de hexafluoruro de uranio. También se descubrió que los compresores no eran los adecuados y, entre nervios y peleas, Furman tuvo que volver a calcular todo de nuevo. A comienzos de 1983, toda la infraestructura de Pilca II estaba en funcionamiento.168
Las islas Malvinas y la bomba imaginaria La primera descripción pública del proyecto TANDAR apareció a fines de 1980 en Convicción, diario creado por esos días para promover la carrera política del almirante Massera.169 Allí se comentaba la participación
220
LOS SECRETOS DEL URANIO
de la industria nacional y la física Pérez Ferreira sostenía que “no está excluido el uso del instrumento para investigación aplicada [...] pero se trata de un aparato para investigación básica”.170 En paralelo a la construcción del acelerador TANDAR y de la planta de enriquecimiento en Pilcaniyeu, se había abierto la licitación, restringida a empresas de capital nacional, para formar la sociedad que iba a operar la FECN. Este proceso culminó a fines de octubre de 1981 con la sanción de un decreto que autorizaba a la CNEA a constituir la empresa mixta CONUAR S. A. (Combustibles Nucleares Argentinos), con una participación de un 33%, y el 67% restante en manos de la firma Pecom Nuclear S. A. del grupo Pérez Companc,171 con el objetivo de lograr el autoabastecimiento de los elementos combustibles para las centrales de potencia locales.172 La planta comenzó la producción industrial en marzo del año siguiente a un costo del 60% de lo que se pagaba por su importación. El 2 de abril –el mismo día en que se iniciaba la guerra de Malvinas–, luego de más de dos décadas de actividades de investigación y desarrollo, se inauguró finalmente la FECN en el CAE, concebida para producir el combustible para las centrales nucleares “actuales y futuras, contempladas en el Plan Nuclear”.173 Castro Madero explicaba este evento como “un paso hacia la autosuficiencia que liberará a la Argentina del colonialismo científico y tecnológico”.174 CONUAR finalizó en su primer año la fabricación de los 250 elementos combustibles para Atucha I. Como Embalse entraría pronto en operación, también se decidió comprar 3.000 elementos combustibles a Canadá. Durante la guerra de Malvinas, los detalles del embarque se filtraron y una vez más los trabajadores portuarios de Saint John, en New Brunswick, votaron a favor del boicot a todo equipamiento nuclear que se dirigiera a la Argentina. “No podemos detener este embarque para siempre, pero podemos llamar la atención sobre la violación de los derechos humanos en la Argentina y el peligro de que la Argentina pueda construir una bomba atómica”, aclaraba Larry Hanley, presidente del Consejo Laboral de Saint John. También criticaba a Galtieri y agregaba: “Nosotros actuamos en solidaridad con el pueblo argentino por la libertad en su país y la paz en nuestro hemisferio”. El gobierno canadiense hizo llegar los elementos combustibles a Montreal, desde donde fueron enviados a Córdoba en un vuelo especial.175
DIEGO HURTADO
221
The New York Times explicaba que la fabricación de elementos combustibles para Atucha I estaba sujeta a salvaguardias, pero que una segunda línea de producción que se proponía fabricar los elementos combustibles para Embalse no estaba sujeta a inspección. Luego que Canadá rechazara la provisión de asistencia, la planta estaba siendo construida sin ayuda extranjera y, por lo tanto, estaba libre de salvaguardias. El mismo artículo contaba que Castro Madero había hecho público el rechazo de inspecciones a la planta de reprocesamiento por las mismas razones. Si bien el OIEA había realizado inspecciones recientemente en la Argentina y no había encontrado irregularidades, no había tenido éxito en negociar un acuerdo único de salvaguardias que cubriera todas las instalaciones argentinas.176 A los pocos días de la inauguración de la fábrica de elementos combustibles, el 6 de abril, Castro Madero hizo público que la Unión Soviética había acordado enriquecer 4.000 kilogramos de concentrado de uranio argentino a cambio de granos. La Argentina ya había comprado a la Unión Soviética cinco toneladas de agua pesada el año anterior, para recomponer las pérdidas de Atucha I, y equipo de laminado para su planta de circaloy en Ezeiza. También había recibido agua pesada de China y un embarque de uranio norteamericano.177 A fines de 1982, Castro Madero iba a concretar un acuerdo para que China proveyera uranio enriquecido al 20% para los reactores de investigación argentinos y con una firma francesa para la provisión de circonio.178 Un tópico de estos días fue la especulación sobre cómo la guerra de Malvinas influiría en el desarrollo nuclear argentino. Algunos diarios norteamericanos fueron elocuentes: “La derrota de Falklands [Malvinas] podría acelerar la bomba A argentina”,179 o “Falklands [Malvinas], la ‘bomba latina’ y la proliferación nuclear”.180 El 14 de mayo, un artículo publicado en The Washington Post , titulado “Informe dice que Argentina podría tener la bomba pronto”, comenzaba explicando que un informe que circulaba en el Parlamento de EE. UU. sostenía “que la Argentina, la nación nuclear más avanzada de América Latina, podría probar un explosivo nuclear a mediados de los ochenta, aunque es improbable que tenga un arsenal nuclear hasta los años noventa”.181 La BBC difundió durante la guerra un documental que denunciaba un plan argentino para el desarrollo de armas nucleares en complicidad con Alemania Federal. Según el documental, la colaboración tenía su origen en
222
LOS SECRETOS DEL URANIO
los científicos atómicos nazis refugiados en la Argentina al final de la Segunda Guerra Mundial y se habría continuado con los contratos de Atucha I y II. Con la autorización de Castro Madero, la BBC había podido filmar a fines de 1981 distintas instalaciones de la CNEA. Esta historia –que fue motivo de una protesta diplomática de Alemania Federal a Gran Bretaña– fue amplificada por “expertos” en temas nucleares.182 En una guía de actividades nucleares en el Tercer Mundo se involucraba como promotor del desarrollo nuclear argentino a Walter Schnurr, cuyo “colorido pasado incluye haber trabajado como químico para I. G. Farben, que desarrolló el gas usado en los campos de exterminio nazi”. La guía reproduce las cifras del SIPRI que vimos en el capítulo anterior, aunque “existe gran discrepancia sobre cuánto combustible gastado fue tratado”. Sin embargo, comenta esta guía, si esta cifra fuera correcta, “la Argentina podría haber producido suficiente plutonio para una bomba durante este período”. Peor aún, la planta de reprocesamiento que estaba siendo construida con ayuda de Alemania Federal “podría producir suficiente plutonio para 10 bombas por año”.183 Este tipo de versiones tomó nuevo vigor cuando Castro Madero denunció ante el OIEA el uso de submarinos nucleares británicos durante la guerra de Malvinas. El OIEA respondió que la propulsión naval no era una aplicación prohibida por los tratados de no proliferación. Frente a esta respuesta, la Argentina manifestó en foros internacionales que se reservaba el derecho a trabajar en propulsión nuclear con aplicaciones navales. Castro Madero sostenía algunos años más tarde que “un reactor de propulsión nuclear puede ser para la Argentina la base para el desarrollo de centrales nucleoeléctricas de pequeña potencia”.184 El presidente de la CNEA hacía público un viejo proyecto. En 1969, la Argentina había iniciado negociaciones con el astillero alemán Howaldtswerke-Deutsche Werft AG, de Kiel, para la construcción de dos submarinos Tipo 209-1200.185 En simultáneo, la Armada firmaba un convenio con la CNEA para la realización de un estudio de factibilidad sobre propulsión naval nuclear.186 Durante la breve tercera presidencia de Perón se inició el ensamble de los dos primeros submarinos en el astillero Tandanor y, mediante otro estudio de factibilidad, avalado por una serie de decretos del Poder Ejecutivo,187 se contrató al astillero alemán Thyssen Nordseewerke GmbH, de Emden, para completar el ensamblado de otros seis submari-
DIEGO HURTADO
223
nos de la serie TR-1700. Los primeros dos se construirían en Alemania y los siguientes deberían construirse íntegramente en la Argentina. Con este objetivo se construyó el Astillero Ministro Domecq García S. A. Solo se completaron los dos submarinos construidos en Alemania. Como muestra Hymans, en 1973 la CNEA y la Armada habían acordado avanzar sobre el desarrollo de reactores de potencia compactos para la propulsión naval.188 La presencia de submarinos británicos en el límite territorial durante el conflicto de Malvinas motivó a que un grupo de la CNEA e INVAP –liderado por el físico Juan José Gil Gerbino– se embarcara en los primeros estudios de diseño de pequeños reactores de potencia y, al año siguiente, expusiera ante un grupo de almirantes una versión preliminar del reactor que más tarde se conocerá como CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares) y un modelo más pequeño diseñado para submarinos de la serie TR-1700. Si bien resultaba claro, de acuerdo con Carasales, que la decisión de producir submarinos nucleares “introduciría un factor desestabilizador en la región, que obligaría probablemente a Chile a dar un paso similar y naturalmente también a Brasil”, y los efectos de la controversia alrededor de las islas Malvinas “lógicamente impulsarían al Reino Unido a desarrollar una campaña para prevenirlo”, también era cierto que el TNP no decía nada sobre submarinos nucleares, lo que significaba que no existía “ninguna prohibición de carácter legal”.189 A fines de abril de 1982, Castro Madero sostuvo públicamente que “al presente la dependencia del programa nuclear argentino de los Estados Unidos es prácticamente nula”. Y agregaba: “Por esta razón, la única cosa que puede ocurrir es un mejoramiento, porque las relaciones y cooperación con los Estados Unidos en nuestra área no podrían ser peores”.190 En agosto, las numerosas obras comprometidas comenzaron a ser amenazadas por la escasez de fondos. La deuda externa, de 9.700 millones de dólares en marzo de 1976, era ahora de 43.600 millones, y la caída de las reservas era alarmante. El estancamiento económico obligaba a aceptar un atraso de por lo menos un año en la construcción de la tercera central nuclear y de la planta de agua pesada.191 También quedaba congelada cualquier consideración acerca de las restantes plantas nucleares consideradas en el plan nuclear y el proyecto del submarino nuclear. En cuanto al atraso en la construcción de la planta de reprocesamiento, Castro Madero explicaba que la Argentina estaba tratando de construirla sin ayuda extranjera: “Tenemos
224
LOS SECRETOS DEL URANIO
que adaptarnos a nuestra nueva situación económica [...] sin caer en el pesimismo acerca de lo que podemos conseguir”.192 A pesar de todo, a fines de aquel mismo año se inauguró en Bariloche el reactor multipropósito RA-6, diseñado por personal de la CNEA y construido por INVAP, que sería utilizado para la carrera de Ingeniería Nuclear del Instituto Balseiro que se había iniciado en 1977. A mediados de 1982 se produjo un giro en la política norteamericana. La administración Reagan autorizó la exportación de un sistema de control computarizado provisto por la empresa Foxboro para la planta de agua pesada y en agosto del año siguiente aprobó la venta de agua pesada. A pesar de que la Ley de No Proliferación de 1978 prohibía la cooperación de EE. UU. con la Argentina, la administración Reagan fue capaz de autorizar la exportación del sistema digital haciendo figurar en los papeles a la firma suiza Sulzer.193 El presidente Reagan tenía una relación totalmente diferente que la de su antecesor con la industria nuclear norteamericana. Varios de sus colaboradores claves provenían de este sector. George Schultz, antes de ser nombrado secretario de Estado en 1982, había sido durante ocho años presidente de Bechtel Corporation, una empresa constructora de reactores de potencia. De este nuevo enfoque surgía una aproximación también muy diferente al problema de la proliferación. Reagan consideraba que podría mejorarse el control de la proliferación “restableciendo la posición de Estados Unidos como el proveedor nuclear primordial”. Según el paralelismo que hacía Bertram Wolfe, vicepresidente de General Electric en el área nuclear, la política de no proliferación de Reagan podría describirse como un “Átomos para la Paz, Fase II”.194 El 3 de mayo de 1983 se inauguró la central de Embalse. La participación de empresas argentinas en ingeniería había alcanzado el 35%, en la obra civil el 95%, en los suministros electromecánicos el 33% y en los trabajos de montaje, tanto del sector nuclear como del convencional, el 90%. Esto representaba una participación total del 67%. Sin embargo, el panorama no era alentador. El gobierno de facto se derrumbaba y las restricciones presupuestarias eran cada vez mayores. La demora acumulada en la construcción de la tercera central se estimaba en dos años, lo que atrasaba su finalización a junio de 1989. Con respecto a la planta de agua pesada de Arroyito, la obra civil había sido adjudicada al consorcio Impresit-SidecoDycasa-Losinger, la construcción del gasoducto para alimentarla a la firma
DIEGO HURTADO
225
Conevial-Transpetrel, y la firma Hidronor había finalizado las líneas para el suministro de electricidad. Sin embargo, si bien el avance rondaba el 80% del total del proyecto, durante 1983 apenas se pudo avanzar un 6,5%, atrasando su entrada en operación al primer semestre de 1986. Sulzer había firmado un contrato con la firma Techint para el montaje electromecánico, pero la CNEA debió postergar esta adjudicación.195 En este punto se decidió darle prioridad a la finalización de la primera etapa de Pilcaniyeu. Durante el primer semestre de 1983, había sido puesta en funcionamiento la cascada de 20 unidades que formaba parte de las instalaciones de Pilca II. En las primeras pruebas, el promedio de vida de la cascada había sido de diez minutos. Era necesario alcanzar las 10.000 horas de operación continua. Durante estos ensayos, habían sido compradas todas las correas de automóvil disponibles en los negocios de Bariloche y algunas más se habían comprado en la ciudad de Neuquén. Hacia fines de mayo, para lograr la puesta en marcha se organizaron turnos de trabajo de 24 horas, sin distinción de jerarquías. Por esos días, llegó a Pilcaniyeu el prototipo ELAPALM. En julio las cosas no mejoraban y seguían apareciendo problemas. Cuenta Santos: “Como en una novela de suspenso, de pronto todo se arregló, el vacío era bueno, los servicios funcionaban, los motores tenían estabilizadas sus temperaturas”. En la madrugada del 16 de julio de 1983 se leyeron los primeros valores de concentración de uranio 235, superiores a los obtenidos en Villa Golf. “El día siguiente fue San Varotto y descansamos.”196 A partir de agosto, el cronograma de trabajo fue vertiginoso. El gobierno militar, debilitado por la derrota de Malvinas, intentaba negociar el retorno a la democracia. Mientras Castro Madero viajaba a Argelia y firmaba dos acuerdos de cooperación para la construcción de un centro de actividades nucleares en aquel país, el 18 de octubre la planta de Pilcaniyeu operó y se obtuvieron varios kilogramos de hexafluoruro de uranio enriquecido. Todo el proyecto había sido realizado dentro del marco de la ley de Obras Públicas y Régimen de Contrataciones del Estado, con toda la contabilidad a la vista. Los gastos habían sido cubiertos con fondos de los presupuestos anuales de la CNEA a lo largo de los cinco años, con un costo total de 112.132.000 pesos argentinos a valores históricos –equivalentes a 62.585.000 dólares corrientes–, de los cuales la adquisición de bienes en el exterior había representado el 15,6% del total, mientras que el 84,4% de
226
LOS SECRETOS DEL URANIO
la inversión había correspondido al pago de bienes y servicios en el país. El 46,2% del total había sido invertido en la provincia de Río Negro.197 En tanto esto ocurría en Bariloche, en el CAC, en Buenos Aires, el viernes 23 de septiembre tuvo lugar un accidente en el RA-2 mientras se modificaba la configuración de los elementos combustibles para la realización de un experimento. De acuerdo con el reporte realizado por una comisión ad hoc para ser enviado a la Oficina de Inspección y Aplicación de la Comisión Regulatoria Nuclear de EE. UU., un error de procedimiento desencadenó un estado crítico –una reacción en cadena– del orden de los 50 milisegundos que liberó radiación gamma y neutrones. Un técnico que trabajaba dentro de la sala del reactor recibió una dosis que ocasionó su muerte dos días más tarde. Otros ocho operarios que estaban en la sala de control y en las cercanías de la instalación también fueron expuestos a altos niveles de radiación. El informe de la investigación expresaba que también se habían “identificado deficiencias en la instalación y en los procedimientos de operación, así como en la manera en que la aprobación fue obtenida y la supervisión del experimento fue llevada a cabo”. Y agregaba: “Dado que el reactor había estado operando por tantos años sin incidentes, un excesivo grado de confianza había sido fomentado en lo referido a las operaciones menores”.198 El accidente no tuvo difusión pública.
Final senza misura El 30 de octubre Raúl Alfonsín ganó las elecciones presidenciales y debía asumir el 10 de diciembre. El anuncio público que informaría sobre la existencia de las instalaciones de Pilcaniyeu y el éxito en el desarrollo de la tecnología de enriquecimiento de uranio por difusión gaseosa fue programado para el 18 de noviembre. No sin ironía, dos días antes de esta fecha moría Jorge Sabato, la figura más significativa y emblemática de la cultura nuclear. A comienzos de noviembre, Castro Madero pudo reunirse con Alfonsín en la casa de Martínez Favini, asesor legal de la CNEA. Allí se le informó al futuro presidente sobre la existencia del proyecto Pilcaniyeu. Alfonsín se preocupó sobre las posibles sanciones contra el país. Castro Madero argumentó que esto no ocurriría si era el propio gobierno argentino quien
DIEGO HURTADO
227
hiciera pública la noticia. Por esta misma razón, era fundamental que la información no se filtrara antes de la fecha convenida. Alfonsín y Castro Madero acordaron realizar el anuncio antes del día de la asunción.199 La compleja arquitectura del evento merece un detalle. A través de Dan Beninson, funcionario de la CNEA reconocido por sus contribuciones a la protección radiológica, Castro Madero envió una carta a Hans Blix, director general del OIEA, y otra, a través de Esteban Takacs –ex embajador argentino en EE. UU.–, para Richard Kennedy, consejero especial de la Secretaría de Estado sobre políticas de no proliferación. Takacs también debía entrevistarse con Jeanne Kirkpatrick, embajadora de EE. UU. ante Naciones Unidas. Estos contactos debían concretarse pocas horas antes de la conferencia de prensa convocada por Castro Madero para el 18 de noviembre a las 15:30 horas. Durante la mañana de ese mismo día el canciller argentino entregaría una nota del presidente de facto a los embajadores de EE. UU., Rusia, China y Francia, e invitaría a los embajadores de América Latina a un almuerzo. Todos estos pasos fueron escrupulosamente cumplidos. Para Castro Madero el anuncio fue un éxito diplomático.200 Entre otras cosas, sostuvo en esa ocasión que “ha sido demostrado que la política de negaciones, forzada por las grandes potencias […] ha fallado en dar los resultados esperados”.201 Mientras tanto, la economía argentina padecía una inflación anual del 400%. Algún caricaturista explicaba por esos días que la única cosa enriquecida en la Argentina era el uranio. “Nosotros estamos ofreciendo a América Latina la posibilidad de contar con un proveedor regional confiable”, sostenía Castro Madero. 202 La Argentina era considerada por esos días el tercer proveedor del mundo de asistencia nuclear a otros países en desarrollo. Varios países de América Latina compraban radioisótopos para usos médicos a la Argentina, y Brasil adquiría tubos de circonio para encapsular las barras de combustible para su planta nuclear. Los ingenieros argentinos estaban construyendo el reactor de investigación en Perú y, en 1981, la Argentina había provisto 68 millones de dólares para el programa nuclear peruano. Otro equipo estaba estudiando la factibilidad de un centro de investigación nuclear en Argelia y se estaban dando los primeros pasos en la colaboración con Colombia, Uruguay y Chile. Finalmente, pronto se retomaría también la asistencia nuclear a Irán. 203
228
LOS SECRETOS DEL URANIO
La existencia de Pilcaniyeu tomó a las agencias de inteligencia norteamericanas por sorpresa. Meses antes del anuncio, la administración Reagan había acusado a Castro Madero de intentar desviar una tonelada de uranio para fabricar elementos combustibles a espaldas del OIEA. Se especulaba que las barras de combustible podrían ser deslizadas dentro del reactor, parcialmente irradiadas y luego reprocesadas para extraer el plutonio. La acusación aparecía en un informe de la CIA. 204 Solo tres semanas antes del anuncio de Castro Madero, en el diario The Washington Post , se afirmaba que una fuente de inteligencia norteamericana había establecido que “los argentinos no pueden usar uranio enriquecido para una bomba, dado que no tienen un programa para esto”.205 Luego del anuncio de Castro Madero, un editorial de la revista New Scientist comentaba con indignación: “¿Qué clase de tontos emplea la CIA en América Latina?”.206 Al final de 1983, la presentación del proyecto Pilcaniyeu cerraba el período de mayor aceleración del programa nuclear argentino. De acuerdo con Castro Madero, las erogaciones que entre 1976 y 1983 se hicieron en el área nuclear, “por todo concepto”, fueron de 3.680 millones de dólares y su incidencia sobre la deuda externa fue de 879,1 millones de dólares en créditos blandos de largo plazo y 538,4 millones de dólares a corto plazo sobre una deuda de 46.200 millones de dólares (poco menos del 70% del PBI).207 Las propias contradicciones del frente de proveedores de tecnología nuclear fue otra de sus condiciones de posibilidad. A pesar de los acuerdos del Club de Londres, la Ley de No Proliferación Nuclear en EE. UU. y las acusaciones contra la dictadura argentina por violaciones a los derechos humanos, Castro Madero había logrado concretar acuerdos comerciales con Alemania Federal, Canadá, Italia, Suiza, EE. UU., Gran Bretaña, la Unión Soviética, China y Francia. De acuerdo con Reiss, un propósito implícito en el anuncio de Pilcaniyeu era “restaurar el orgullo nacional y recuperar el prestigio internacional después de la derrota de Falkland-Malvinas”, conflicto en el que Londres no se había privado de enviar submarinos nucleares que, según rumores, portaban armas nucleares. La Argentina, agrega Reiss, también pudo haber obtenido “una gratificación adicional del anuncio”, dado que Washington, que había apoyado a los británicos durante la guerra, se oponía a las facilidades sin salvaguardias.208 Desde una perspectiva macroeconómica, durante la última dictadura la CNEA había avanzado en una dirección que se oponía a la orientación
DIEGO HURTADO
229
de la política económica del gobierno de facto. El caso brasileño demuestra que la política económica impulsada por la dictadura argentina no era el producto de algún determinante regional. Los gobiernos militares brasileños continuaron estimulando, durante los años setenta, la sustitución de importaciones de productos de la industria pesada y de bienes de capital, explica Rapoport, “llegando a altos grados de integración intersectorial, una producción más diversificada y una escasa exposición a la competencia externa”. En especial, Brasil no utilizó el endeudamiento externo “para promover una política liberal de importaciones de bienes de consumo sino para iniciar un conjunto de grandes proyectos, con el objetivo de fortalecer la infraestructura energética e industrial y el sector de maquinarias y equipos”.209 Si bien las grandes obras impulsadas por la CNEA durante este período parecen orientarse en esta última dirección, un marcado contraste con el caso brasileño, que pone en evidencia las contradicciones entre las facciones del gobierno de facto argentino, lo refleja la idea difundida por un secretario de Comercio de Martínez de Hoz, Alejandro Estrada, que explicaba a comienzos de los años ochenta que “es el mercado quien debe decidir si el país va a producir acero o caramelos”.210 Esta frase emblemática pone en evidencia el lugar de marginalidad que para el equipo económico de la dictadura ocupaba el enfoque implícito en la tecnopolítica nuclear. Esta tensión encuentra su resolución en un tercer componente: las pocas grandes empresas de capitales privados nacionales que prosperaron durante la dictadura –aquellas que encarnaron la industrialización nuclear en este período– no eran casos exitosos de un proceso de evolución y selección en un entorno en el que operaron mecanismos de competencia, sino que eran el resultado de su opaca capacidad de lobby en un entorno de terrorismo de Estado y ausencia de esfera pública. Al accionar selectivo del mercado del que se jactaba Estrada, que en los hechos arrasó a los sectores de la pequeña y mediana industria, la dictadura opuso una sólida muralla de regulaciones acordadas entre militares golpistas y grupos económicos concentrados con el objetivo de consolidar posiciones oligopólicas. El acceso a lo que Nochteff llamó “cuasi-rentas” de privilegio fue el resultado de la incapacidad de esta elite económica de iniciar el círculo virtuoso del desarrollo a partir de la búsqueda de lo que este mismo autor caracterizó como “cuasi-rentas tecnológicas”, derivadas de las actividades de innovación.211
230
LOS SECRETOS DEL URANIO
Ahora bien, aun en este escenario de cooptación del Estado y crisis de las instituciones, podría argumentarse que la tecnopolítica nuclear había logrado transferir importantes capacidades tecnológicas al sector privado concentrado con consecuencias de largo plazo. Grupos como Techint o Pescarmona podrían ser buenos ejemplos. 212 Después de todo, desde fines de los años sesenta había quienes diagnosticaban como debilidad esencial de la estructura económica argentina la ausencia de una burguesía nacional que fuera capaz de superar el proyecto de país de las elites agroexportadoras. Sin embargo, los costos sociales eran desmesurados y el efecto sobre la estructura productiva –finalmente primarizada– era devastador, entre otras razones porque los grupos concentrados beneficiados tenían poco de “nacionales”. Por el contrario, sus intereses y sus “lógicas” de acumulación se orientaban hacia la articulación con los capitales transnacionales. Inmersa en este campo de fuerzas, es difícil pensar que la CNEA podría emerger ilesa. Aun si se pudiera decir, como parecen creerlo muchos actores centrales de la cultura nuclear durante este período, que internamente la CNEA había conservado sus códigos de identidad –sus componentes ideológicos, su manera de comprender los vínculos entre política y tecnología, sus ob jetivos nacionales y regionales–, era evidente que había mutado como institución. El espejismo de que había permanecido inalterada en sus componentes esenciales frente a la drástica mutación estructural del contexto socioeconómico era refutado por la propia reconfiguración de los mecanismos de vinculación del plan nuclear con este contexto macroeconómico. Dicho brevemente, la CNEA emergía de la última dictadura como pieza funcional de lo que Castellani llamó “ámbitos privilegiados de acumulación”, responsables de incrementar las restricciones al desarrollo en nuestro país.213 Mientras que en el imaginario de la cultura nuclear el régimen tecnopolítico nuclear había crecido y se había diversificado en la dirección de incentivar la industria nacional y la práctica incremental de “apertura del paquete”, la búsqueda de la autonomía tecnológica en el área nuclear desembocaba al final de la dictadura en una ristra de grandes obras públicas, con diferentes grados de avance, en manos de empresas extranjeras o de grandes grupos económicos locales.
DIEGO HURTADO
231
Notas 1
Ver, por ejemplo: Redick (1975); De Young (1977). 2 Castro Madero (1976a: 10). 3 Idem (1976b); CNEA (1978a: 27); Guglialmelli (1976b). 4 Schvarzer (1998: 33-71). 5 Pucciarelli (2004: 113). 6 Azpiazu y Schorr (2010: 19-33). 7 Castro Madero (1976b: 47). 8 Canelo (2004: 222-223). 9 Sidicaro (1996: 17). 10 Novaro y Palermo (2003: 51-65). 11 Pucciarelli (2004: 113-114). 12 Castro Madero (1976b: 47). 13 Onis (1976a; b; c). 14 Sobre el CONICET durante este período, ver: Bekerman (2010). 15 Saber Cómo (2006). 16 Ver: Amembassy Buenos Aires (1976). 17 Gargano (2011: 141). 18 CDHPCNEA (2006). 19 CDHPCNEA es el acrónimo de Comisión de Derechos Humanos del Personal de CNEA . Las noticias que circularon en el exterior sobre Misetich, pueden verse en: Wade (1976: 1398); O’Toole (1977); Starr (1977). Sobre represión de científicos e ingenieros en la Argentina, puede verse: Stover (1981); Westerkamp (1982: 37-38). 20 Calle et al. (1983: 53). 21 Clarín (1983a); Tiempo Argentino (1983); Westerkamp (1983: 15); Arcomano (2012). 22 Wade (1976: 1398). 23 Citado en: Arcomano (2012). 24 Ya en democracia, la CDHPCNEA intentó recuperar estos legajos “paralelos”,, pero Castro Madero había ordenado enviarlos a Gendarmería sobre el final de la dictadura. A fines de los años ochenta, siguiendo una petición judicial de CNEA, realizada durante la presidencia de Emma Pérez Ferreira –quien sostuvo haber sido protegida por Castro Madero–, Gendarmería envió de regreso parte de estos legajos (Maqueda, 2004). 25 Arcomano (2012). 26 Mariscotti (2004); Pérez Ferreira (2004); Ventura (2004). 27 Buch (2006). INVAP es una empresa que surgió en octubre de 1976 como un desprendimiento de CNEA. Más adelante nos referiremos a ella. 28 Maqueda (2004); Ventura (2004). 29 Ventura (2004). 30 Quilici (2006). 31 Castro Madero (1976b: 43-44). 32 CNEA (1978a: 7). 33 Gall (1976: 194). 34 Castro Madero (1976b: 45-46); CNEA (1978a: 7-8, 10).
232
LOS SECRETOS DEL URANIO 35
CNEA (1972: 8). Citado en: Santoro (2006). 37 Santoro (2006). 38 Clarín (1983a); Tiempo Argentino (1983). 39 Una reseña histórica de Techint, uno de los casos de expansión posterior a 1976 más significativa, puede verse en: Azpiazu et al. (1988: 165-169). 40 La información más relevante que hizo posible esta reconstrucción de los episodios es producto de comunicaciones personales con miembros de la CNEA de aquel período. 41 La “licencia de operación” alude a la licencia de la Gerencia de Protección Radiológica y Seguridad Nuclear de la CNEA para operar bajo salvaguardias del OIEA. 42 CNEA (1978a: 10; 1979: 17; 1980a: 21; 1980b: 27). 43 Castro Madero (1978a: 7); CNEA (1978a: 9-10; 1979: 10, 16). FAE se dedicará a la fabricación de tubos y demás implementos de circaloy y se creará recién en 1986. 44 Según el Plan Nuclear 1975/1985, la central de Embalse necesitaría 470 toneladas de agua pesada (Conde Bidabehere, 2000: 43). 45 Conde Bidabehere (2000: 28, 34-36, 71-72); Cassano (2011). 46 CNEA (1978a: 10-11; 1979: 19); Conde Bidabehere (2000: 73). 47 Sobre el desempeño de Atucha I –séptima en el mundo durante 1976–, puede verse: CNEA (1978a: 5; 1979: 5; 1982a: 5); Castro Madero (1978a: 6). 48 Poneman (1982: 76-77). 49 Este grupo se oficializaría como “Nuclear Suppliers Group”. 50 Redick (1995: 19). 51 La inclusión del agua pesada en la lista de materiales sensitivos motivó a la CNEA a impulsar la PMEAP. 52 Hofmann (1976); Carasales (1987: 118-120). 53 Carasales (1987: 120-23); Luddemann (1983: 381); Castro Madero y Takacs (1991: 41). 54 Sabato y Frydman (1976: 61). 55 Sabato (1977: 13, 17). 56 Castro Madero (1976b: 46). 57 Yriart (1976). 58 CNEA (1978a: 14); Fundación Arturo Illia (1989: 197-200). 59 Castro Madero y Takacs (1991: 41). 60 The New York Times (1976); Trumbull (1976a; b; 1977a; b); Finch (1986: 54). Cuenta Seoane (1998: 300) que José Ber Gelbard “[…] recibió parte de ese monto, unos 4 millones de dólares. El resto fue repartido entre funcionarios de Defensa”. Ver también: Castro Madero y Takacs (1991: 179-181). 61 Parry-Giles (2000: 99). 62 Escudé y Cisneros (2000). 63 De Young (1977). 64 Amembassy Buenos Aires (1977a: 5). 65 Idem (1977b: 4-5). 66 Hymans (2006: 150-151). 67 Department of State (1977: 2-3). 68 Secretary of State (1977a). 69 Decreto 3.183 de octubre de 1977, artículo 13. 70 Secretary of State (1977b: 4-5). 36
DIEGO HURTADO 71
233
Amembassy Buenos Aires (1977d: 2); Onis (1977). Citado en: Castro Madero y Takacs (1991: 156-157). 73 Citado en: Amembassy Buenos Aires (1977f: 2-3, 6). 74 Amembassy Buenos Aires (1977e: 2-3; 1977f). 75 Castro Madero y Takacs (1991: 157-158); Conde Bidabehere (2000: 74). 76 Escudé y Cisneros (2000: n. 41). 77 Radicella (2005). 78 Castro Madero (1978a: 37). 79 La “ley del proyecto Perú” es la ley 21.889 de octubre de 1978. 80 CNEA (1980a: 31-32); Gorenstein y Lezama (1981: 23); Radicella (2005). 81 Castro Madero (1978b: 7). 82 Radicella (1998: 120); Harriague (2010). 83 Castro Madero (1978b: 5). 84 Idem (1978a: 35; 1978b: 7). 85 CNEA (1979: 6; 1980a: 6-7). 86 Castro Madero y Takacs (1991: 64-67). De esta forma, se pasó de producir 22.000 toneladas en 1975 a 187.000 en 1980. 87 Citado en: Benjamin (1978). 88 Ibidem. 89 CNEA (1980b: 28). 90 El Protocolo Adicional I del Tratado de Tlatelolco interpela a aquellas naciones que están fuera de América Latina, pero que tienen territorios en la zona, “sobre los cuales ellas son responsables de jure o de facto”. Este protocolo se aplicaba a Estados Unidos por Puerto Rico, las islas Vírgenes y la Bahía de Guantánamo. Para Estados Unidos significaba un obstáculo para su plan de instalación de armas nucleares. 91 Amembassy (1978a; b). 92 Esta sección se basa en: Hurtado y Vara (2006). 93 Holmfeld (1991: 295) estipula que el costo de construcción de una instalación que pueda caracterizarse como big science debe estar por encima de los 25 millones de dólares. 94 Ceballos et al. (1977); Thieberger (2003). 95 Mariscotti (1978: 3). 96 Castro Madero (1977). 97 López (1977). 98 Mariscotti (2004). 99 Idem (1978: 5, 15). 100 Idem (1978: 14). 101 Maqueda (2004); Ventura (2004). 102 Ventura (2004). 103 Mariscotti (2004); Ventura (2004). 104 CNEA (1981). 105 Puede verse: Boletín Informativo de TECHINT (1981). 106 CNEA (1980b: 29). 107 Decreto 302 de enero de 1979. 108 Gorenstein y Lezama (1981: 25); CNEA (1982a: 47); Castro Madero y Takacs (1991: 102). 109 Castro Madero y Takacs (1991: 23). 72
234
LOS SECRETOS DEL URANIO 110
Poneman (1987: 174-175). CNEA (1980b: 7). 112 Quilici (2008: 11). 113 Idem (2008: 12). 114 Decreto 2.441 de septiembre de 1979. 115 CNEA (1978b; 1980b: 7, 13); Nuclear Engineering International (1979). 116 Bratt (2006: 63, 156, 162-165). 117 Carty (1978). 118 De la Court et al. (1982: 27); Ellwood (1982). 119 Nuclear Engineering International (1979). 120 Castro Madero y Takacs (1991: 167-168). 121 US Department of State (1979). 122 Amembassy (1979). 123 Potter (1985: 484-485). 124 Amembassy (1980a: 1, 3). 125 Idem (1980b: 1, 3). 126 Redick (1995: 19-20); Escudé (1986: 47-49). 127 Carasales (1997a: 135-142). 128 Martínez Vidal y Ornstein (1988: 345); CNEA (1983a: 15). 129 Carasales (1997a: 65-70). 130 Rapoport (2007: 669). 131 Castro Madero y Takacs (1991: 104-105); CNEA (1982a: 6). 132 Quilici (2008: 13-14). 133 Idem (2008: 15); Volman de Tanis (1986: 56). 134 Versino (2006: 95-99). 135 Santos (s/f: 51, 54). 136 Buch (2004). 137 Martin (1984). 138 Castro Madero y Takacs (1991: 82). 139 DeWitt (1960); Weinberg (1992: 323-324). 140 Santos (s/f: 67, 79, 90-91). 141 Las siglas DDG se refieren a la Unidad de Demostración de Difusión Gaseosa de 20 etapas. 142 CNEA (1978c: 1-5, 8-27, 33). 143 Hymans (2006, 156-159); Santos (2008). 144 Santos (s/f: 82-84). 145 Idem (s/f: 142-145). 146 Embajada de la República Argentina [en Bonn] (1978); mayúsculas en el original. 147 Leybold-Heraeus aportó tecnología durante 1977 para el desarrollo del programa nuclear pakistaní. 148 Santos (s/f: 192-193). 149 Idem (s/f: 199, 202). 150 CNEA (1978d). 151 Santos (s/f: 67, 79, 83-84, 90-91); Resumen de la reunión (1979: 2, 7). 152 Resumen de la reunión (1979: 6-7); CNEA (1983b). 153 Santos (s/f: 99-105). 111
DIEGO HURTADO 154
235
INVAP (1980a). (s/f: 162, 168, 170). 156 Varotto (1980). 157 CNEA-INVAP (1980: 1). 158 Idem (1980: 1, 24). 159 Astigueta (1981). 160 D’Amato (1982). 161 Santos (s/f: 107, 154). 162 INVAP (1982: 2-7). 163 CNEA (1982b). 164 Idem (1982c). 165 Varotto (1982). 166 CNEA (1982d). 167 Idem (1982e). 168 Santos (s/f: 188-189). 169 Uriarte (1998: 314). 170 Citada en: Orione (1980b). 171 El grupo Pérez Companc se había iniciado en la actividad industrial en 1961 y desde el golpe de Estado de marzo de 1976 había tenido “un crecimiento explosivo hacia el sector industrial –de muy pobre relieve hasta 1975– y el de construcciones” (Azpiazu et al., 1988: 144). 172 Decreto 1.719 de 1981. 173 CNEA (1983a: 16; s/fa: 15); Castro Madero y Takacs (1991: 70). 174 Citado en: Miller (1982b). 175 Citado en: Ellwood (1982). 176 Miller (1982b). 177 Kessler (1983); Miller (1982b); De la Court et al. (1982: 25); Potter (1985: 485); Markham (1982). 178 Laufer (1982). 179 Christian Science Monitor (1982). 180 Kondracke (1982). 181 United Press International (1982). 182 Agradezco esta información a Santiago Harriague. 183 De la Court et al. (1982: 22). 184 Castro Madero (1992: 47). 185 La Nación (1969). 186 CNEA (1970a: 23-24). 187 Decreto 768 de 1973, decreto 956 de 1974 y decreto 336 de 1978. 188 Hymans (2006: 156-157). 189 Carasales (1992: 17, 38). 190 Fialka y Seib (1982). 191 Rapoport (2007: 660). 192 Citado en: Diehl (1982). 193 Benjamin (1982). 194 Wolfe (1980). Puede verse también: Hertsgaard (1983: 230-232). 195 CNEA (s/fa: 15; s/fb: 5, 7, 13); The New York Times (1983); Conde Bidabehere (2000: 92-93). 196 Santos (s/f: 218-223). 155 Santos
236
LOS SECRETOS DEL URANIO 197
Castro Madero y Takacs (1991: 84-85, 132); CNEA (s/fb: 51). (1984). 199 Favini (2007). 200 Castro Madero y Takacs (1991: 85-88); Santos (2005: 232, 236). 201 Citado en: Starr (1984: 957). 202 Citado en: Schumacher (1983: 6). 203 Martin (1983); Perera (1983: 726); Hurtado de Mendoza (2006: 65). 204 Fialka y Seib (1982). 205 Anderson (1983). 206 New Scientist (1983). 207 Castro Madero y Takacs (1991: 133); Rapoport (2007: 738). Un valor cercano a los 3.680 millones de dólares puede obtenerse de la suma de las erogaciones publicadas en las memorias anuales de la CNEA con el valor del dólar a diciembre de cada ejercicio. Si el valor del dólar anual se toma como un promedio mensual, las erogaciones totales de la CNEA durante el período 1976-1983 ascienden a 5.010 millones de dólares. 208 Reiss (1995: 48, 75). 209 Rapoport (2007: 689-691). 210 Citado en: Pucciarelli (2004: 123). 211 Nochteff (1994). 212 Inicialmente una pequeña planta metalúrgica de Mendoza, Pescarmona se transformó en un grupo económico de envergadura a partir de tareas encomendadas por el sector nuclear. Puede verse: Sabato (1980: 10). 213 Castellani (2012: 17). 198 CNEA
Capítulo 5 Democracia, deuda externa y desarticulación del plan nuclear Si se considera que desde los inicios del gobierno de Raúl Alfonsín el repudio a la dictadura saliente era casi unánime, como contrapunto de este registro monocorde la cuestión nuclear emergió en la esfera pública con las aristas propias de un tema controvertido, aunque con un sesgo hacia las valoraciones favorables. Si bien las opiniones que circularon durante esos días eran variadas, resulta llamativo que, con pocas excepciones, se acordara en un punto no menor: la energía nuclear aparecía como el único episodio que podía rescatarse, no sin críticas, de la última dictadura. El retorno a la democracia pondrá de manifiesto la compleja densidad y diversidad alcanzada por la cultura nuclear, capaz de traspasar el período más sombrío de la historia argentina del siglo veinte conservando cierta unidad ideológica, factor que funcionó como núcleo estructurador de un amplio consenso respecto de los principales rasgos –tecnológicos y políticos– del desarrollo nuclear en momentos de incertidumbre y fuertes presiones externas. A meses del final de la dictadura se realizaron las “Jornadas sobre la Argentina próxima”, organizadas por la Universidad de Belgrano, en las que participaron más de doscientos científicos e ingenieros. El físico Luis Másperi –presidente de la AFA, organización que había retomado sus actividades en 1982, luego de varios años de desarticulación– contaba que la tercera parte de los egresados del Instituto Balseiro estaba en el exterior. Como miembro de un partido de centroizquierda –el Partido Intransigente–, Másperi también explicaba que, de los 500 socios que tenía en ese momento la AFA, la mitad eran de la CNEA, otros 150 del CONICET y
238
LOS SECRETOS DEL URANIO
“sólo 100 son de las universidades”. En su intento de mostrar que “lo que aún funciona en el país son instituciones aisladas”, quedaba implícito el papel dominante de la CNEA, que había tenido apoyo de la dictadura “por circunstancias extracientíficas”. No sin cierta ambigüedad, Másperi intentaba fundamentar esta idea: Creo que la palabra “atómica” da brillo a los regímenes autoritarios. No obstante, se han logrado realizaciones positivas, como el buen funcionamiento de la central de Atucha, la fábrica de elementos combustibles, el hecho de que está realizando una colaboración latinoamericana importante. De todas formas, el área nuclear no escapaba a una debilidad mayor que afectaba a todas las actividades de ciencia y tecnología, señalaba Másperi, como era “la falta de una política nacional bien definida”, carencia responsable de “tomar iniciativas que considero inapropiadas”, como “el estudio de factibilidad del submarino nuclear”.1 La Unión Cívica Radical, el primer partido que iba a gobernar en el retorno a la democracia, sobre el final de la dictadura realizó un “Encuentro Nacional”. Allí se sostuvo que para el área nuclear se iba a continuar con “los desarrollos de componentes de centrales nucleares y de la totalidad del ciclo de combustibles” y se iba a “evaluar un proyecto de desarrollo de equipamientos nucleo eléctricos que puedan ser vendidos al mercado latinoamericano”. Se reconocía que, luego de 30 años de actividad nuclear, la Argentina podía “aspirar a alcanzar una verdadera autonomía” y también que “se deberá propender a consolidar lo hecho hasta el presente”. Finalmente, luego de diagnosticar como debilidad del área energética la falta de continuidad política y de incentivo a “la formación de empresas de consultoría e ingeniería y de contratistas de suficiente tamaño y nivel técnico”, el documento afirmaba: “La excepción es el área de la energía nuclear, donde la política seguida ha tenido continuidad en el pasado y promete tenerla también en el futuro”. Un ejemplo era la empresa mixta de ingeniería ENACE, “destinada a convertirse en el ‘arquitecto industrial’ de futuras centrales nucleoeléctricas”.2 El partido radical no cuestionaba el programa nuclear heredado y proponía darle continuidad a los componentes centrales de la tecnopolítica nuclear de Castro Madero.
DIEGO HURTADO
239
Faltando pocos días para la asunción de Alfonsín, el anuncio que hizo público que la Argentina dominaba la tecnología de enriquecimiento de uranio volvió a poner a prueba la cohesión y la capacidad de asimilar acontecimientos problemáticos por parte de la cultura nuclear. El futuro titular de la Secretaría de Energía, Conrado Storani, sostenía que la política de la CNEA era “la más correcta y que cumple los objetivos políticos de la nación”. Frente a la consulta acerca de si Castro Madero continuaría en su cargo, respondió que “a mi juicio sí”, aunque esa era una decisión privativa del presidente.3 Roberto Perazzo, físico asesor del presidente electo, explicaba que el haber hecho pública la capacidad de enriquecer uranio “mostraba los fines pacíficos”. Con referencia al Tratado de Tlatelolco, Perazzo recuperaba una frase histórica de la cultura nuclear al calificarlo como el intento “de desarmar a los desarmados”. Para la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales la capacidad de enriquecimiento de uranio era “una revolución en el campo político, económico y científico de nuestro país” que mostraba el “alto nivel al que han llegado los físicos y tecnólogos argentinos en el campo de la física nuclear”.4 En síntesis, si bien era casi unánime el enorme desprestigio y la reprobación con que la sociedad evaluaba los siete años de dictadura, y se aceptaba como evidente la devastación de las instituciones, una importante diversidad de voces –en representación de partidos políticos, instituciones o asociaciones científicas– aparecían en la esfera pública evaluando positivamente el desarrollo nuclear. Sin dejar de alertar algunas de ellas sobre las reminiscencias autoritarias, todas rescataban y reconocían una evolución positiva de este sector. Como contrapunto, entre las opiniones de franca oposición al desarrollo nuclear de la dictadura, la más visible fue expresada por el físico José Westerkamp, que reclamaba un debate público y aparecía en los diarios afirmando que el anuncio de Castro Madero era “un engaño a la población”, que “nos pone en ridículo frente al mundo científico”. Sin embargo, la posición de Westerkamp parece minoritaria.5 También en los primeros meses de 1984, como veremos, ganó protagonismo un grupo de altos funcionarios del gobierno –entre ellos el canciller argentino Dante Caputo– que veían el área nuclear, según Sheinin, como “una creación siniestra de la dictadura” que se proponía fabricar armas nucleares.6
240
LOS SECRETOS DEL URANIO
Por su parte, el sector oficial de ciencia y tecnología mostró una posición indefinida que, con ambiguas reservas, valoró positivamente la herencia nuclear. Una evaluación retrospectiva que la Secretaría de Ciencia y Técnica (SECyT) elaboró sobre el final del gobierno de Alfonsín explicaba su filiación con las ideas de Jorge Sabato: “El paradigma de éxito es la CNEA, donde se realizó un esfuerzo sostenido para implementar la contribución tecnológica local en Atucha I (alrededor del 40%) y Embalse (alrededor del 45%)”. Allí se “dio fundamento a la posición autonomista” y se hizo “un esfuerzo vigoroso por ‘abrir el paquete’ y sustituir importaciones tecnológicas con el aporte de la industria local”. Sin embargo, se sostenía a continuación: Se discute cada vez más, sin embargo, el costo de esta política y también se ponen en duda sus resultados reales, independientemente de los réditos de prestigio. Se ha hecho notar el empantanamiento financiero ulterior [durante el gobierno de Alfonsín] cuando el tesoro no pudo seguir utilizando el ahorro nacional y explotó la bomba de la deuda externa y el pago de intereses. 7 La cita, de una ambigüedad formidable, podría parafrasearse como “el paradigma de éxito es la CNEA, pero sus resultados son inciertos y su costo muy alto”. Retrospectivamente, parece claro que hay un interrogante implícito en esta sinuosa evaluación, cuya respuesta requería de competencias de política tecnológica que en la Argentina de comienzos de los años ochenta tal vez no existían fuera de la CNEA: ¿cuáles son los costos –económico, social y político– del “éxito” en el desarrollo de tecnologías estratégicas capital-intensivas en la semiperiferia? Y, como complemento: ¿cómo decidir si el país puede o debe pagarlo a costa de otras áreas de la ciencia y la tecnología? La postura ambivalente de la SECyT reflejaba y amplificaba los recelos silenciosos que buena parte de los científicos que trabajaban en las universidades sentían hacia el desarrollo nuclear, que había impulsado desarrollos secretos y había sido generosamente financiado durante la dictadura, contrariamente a lo que había ocurrido en muchas otras áreas del sector de ciencia y tecnología. Si bien el gobierno de Alfonsín, como veremos, “admitió una insistencia en ese modelo” e, incluso, lo respaldó inicialmente con una política
DIEGO HURTADO
241
exterior de tendencia autonomista, el principal condicionante del desarrollo nuclear durante este período iba a ser un contexto de ajuste económico estructural y limitaciones presupuestarias extremas. La ausencia de una postura clara desde la SECyT estuvo modulada por esta restricción: “Los acreedores externos no son amigos de financiar la autonomía tecnológica de los deudores”.8 Los recursos para ciencia y tecnología iban a permanecer congelados entre 1984 y 1989. Así, al margen de los consensos, las oposiciones y las ambivalencias, en los primeros meses de gestión del nuevo gobierno democrático el endeudamiento con los organismos internacionales de crédito comenzaba a poner al descubierto que el programa nuclear heredado estaba indudablemente sobredimensionado para la capacidad económica y financiera del país. La carga presupuestaria que significaban las grandes obras en curso –Atucha II, la planta de Arroyito, la planta de reprocesamiento de Ezeiza y la ampliación a escala industrial de la planta de Pilcaniyeu, entre las más onerosas– potenciaba la extrema vulnerabilidad del desarrollo nuclear, que un nuevo contraataque de la diplomacia norteamericana intentaba capitalizar. Según Sheinin, el único “fuerte desacuerdo” entre EE. UU. y la Argentina durante el gobierno de Alfonsín fue el desarrollo nuclear, aunque no se habría tratado de un asunto prioritario para EE. UU.9 Aun aceptando esto último, las presiones formales e informales que padeció la Argentina durante este período, como veremos, fueron decisivas en la determinación del proceso de toma de decisiones sobre el futuro de su programa nuclear y su relación con la política exterior argentina. De acuerdo con Roberto Russell, la superación de la política errática de la dictadura “requería la emisión de mensajes claros a la comunidad internacional a fin de dar predictibilidad a la acción externa de gobierno y recuperar la credibilidad del país”. Frente a la crítica situación de vulnerabilidad externa y fragilidad interna, “el gobierno de Alfonsín llevó a cabo una cuidadosa y progresiva tarea de resignificación de la ‘occidentalidad’ de Argentina y de su condición de país no alineado y en desarrollo”.10 Mientras que la cuestión de la proliferación nuclear iba a ser un tema espinoso de esta agenda, desde lo económico las señales fueron más claras. Más allá de la incertidumbre que produjo a la administración Reagan, a los organismos de crédito y a la banca privada la gestión del primer ministro de Economía, Bernardo Grispun, durante el primer año de gobierno radical, el
242
LOS SECRETOS DEL URANIO
llamado “giro realista” adoptado desde 1985 puso en evidencia la continuidad de “algunos de los rasgos más perversos engendrados durante la dictadura” en la intervención económica estatal, sostiene Castellani, y el afianzamiento del nuevo patrón de acumulación proclive a la ortodoxia. 11 Para Carlos Escudé, el panorama era bien diferente al delineado por Russell. La Argentina había estado al borde de una guerra con Chile, había afrontado una guerra con Gran Bretaña y “se ha negado a declarar que esa guerra ha terminado aún bajo su nuevo gobierno democrático y continúa negándose a ratificar el Tratado de Tlatelolco, a la vez que tiene la tecnología nuclear más avanzada de la región”. Escudé concluía que, “desde afuera, la Argentina, con o sin democracia, no puede dejar de percibirse como un país potencialmente peligroso”.12 Retrospectivamente, esta última afirmación era corroborada a grandes rasgos, como veremos, por la percepción puesta de manifiesto por los principales diarios norteamericanos. Es cierto que, luego del alto grado de confrontación que la dictadura había desplegado alrededor del programa nuclear –que llegaba al presente anudado con cuestiones como el terrorismo de Estado, la guerra de Malvinas y la deuda externa–, el retorno a la democracia había generado en la arena internacional expectativas de un giro drástico en la política nuclear argentina. Aun antes de asumir la presidencia, Alfonsín se había esforzado por dar una señal clara en esta dirección. Poco antes de su asunción, podía leerse en el diario The Washington Post : La decisión de Alfonsín de crear una comisión asesora y remitir una nueva ley para el desarrollo nuclear al Congreso fue interpretada aquí por los analistas como una manera de asegurar que el programa nuclear sería controlado por el presidente y el Congreso en lugar de los militares. Esto también parece diseñado para calmar las preocupaciones internacionales acerca del programa argentino sin dar aún el paso de aceptar los controles internacionales.13
Cultura nuclear y esfera pública A fines de diciembre de 1983 Alfonsín asumió la presidencia y se produjo la renuncia de Castro Madero, que fue reemplazado por el ingeniero Al-
DIEGO HURTADO
243
berto Costantini, el primer presidente civil en la historia de la CNEA. El objetivo de modificar la imagen argentina asociada al desarrollo nuclear explica los primeros movimientos del gobierno que, retrospectivamente, pueden verse como sobreactuaciones motivadas por la improvisación. Para averiguar en qué cosas se trabajaba en la CNEA se creó una comisión especial, liderada por el canciller Caputo, que produjo algunos equívocos internos. De acuerdo con Eduardo Santos, físico que había participado en el proyecto Pilcaniyeu, esta comisión fue “a buscar el lugar donde estábamos fabricando la bomba”. Y agregaba: “Con sus actividades e investigaciones esta comisión hizo mucho daño a nuestro desarrollo nuclear, creando una imagen incorrecta del mismo”.14 A pesar de estos desajustes, en enero de 1984, Alfonsín reiteró la orientación pacífica y afirmó que llevaría un control personal del programa nuclear, pero también sostuvo, para alarma de Washington, que no ratificaría el Tratado de Tlatelolco, por lo menos en el corto plazo.15 Con la vuelta a la democracia, los científicos argentinos reaparecieron en la escena pública. Entre los físicos de la AFA existía el temor de que la tecnología de enriquecimiento fuera utilizada con fines bélicos. La Sociedade Brasileira de Física y la AFA expusieron un documento conjunto a través de sus presidentes “reclamando de los gobiernos de Argentina y Brasil el establecimiento de un acuerdo de colaboración y control mutuo”.16 El 11 de enero, la AFA hizo pública una nota enviada a Alfonsín donde manifestaba el apoyo a la posición del presidente de la nación y de su canciller. La nota hablaba de la preocupación por la producción de uranio enriquecido y solicitaba al gobierno que “reafirme ante todos los foros internacionales la posición argentina en favor del uso estrictamente pacífico de la energía nuclear”, que interrumpa “la injerencia militar” y que establezca “una legislación adecuada, la que debería estar garantizada por la fiscalización parlamentaria de todas las actividades nucleares en el país, con el asesoramiento de científicos y técnicos independientes”. Finalmente, la nota sostenía que, si bien era “necesario preservar el prestigio nacional e internacional de la CNEA”, se debía asegurar que “sus proyectos no sean decididos en forma secreta, aun respetando en algunos casos la comprensible reserva sobre los detalles tecnológicos”.17 Una semana más tarde, se publicaba en un diario de circulación nacional la opinión del químico nuclear Juan Flegenheimer, quien había repro-
244
LOS SECRETOS DEL URANIO
cesado medio gramo de plutonio quince años atrás. Retirado desde 1973, Flegenheimer era todavía una figura con alguna ascendencia dentro de la cultura nuclear cuando el diario La Prensa le publicó un extenso artículo con su interpretación acerca de las opciones de reprocesamiento de plutonio y enriquecimiento de uranio. Cuando EE. UU. tomó la decisión de suspender el suministro de uranio enriquecido en 1978, explicaba Flegenheimer, la CNEA reaccionó con dos iniciativas: recurrir a la URSS y “hacer un crash-program en uranio enriquecido”. Y agregaba: “Ninguna Cámara de Diputados tendría que filtrar la decisión. Si la Argentina aumentaba sus deudas, ¿qué era eso comparado con los 40.000 o 50.000 millones de dólares que adeuda?”. Para Flegenheimer, el problema era otro: “La verdadera brecha que hay que cerrar es que el país no construye todavía sus propios reactores de potencia”. En su balance, la crisis presupuestaria era decisiva, “o la planta de reprocesamiento de Ezeiza está de más, o la planta de enriquecimiento de Pilcaniyeu está de más”.18 A fines de marzo de 1984, la primera crisis ministerial que enfrentó el gobierno de Alfonsín se produjo “por motivos nucleares”. La renuncia del secretario de Asuntos Especiales del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hugo Gobbi, estaba vinculada a versiones sobre el “posible desmantelamiento de la planta de enriquecimiento de uranio de Pilcaniyeu”. Gobbi, defensor intransigente del plan nuclear, fue sucedido por Jorge Federico Sabato, primo de quien liderara el desarrollo nuclear durante los sesenta e integrante de la comisión especial de Caputo. Este reemplazo “constituye la punta de una complicada operación de presión que despliegan poderosos intereses, para cambiar el rumbo de la política nuclear argentina”, especulaba el diario Primera Plana . ¿Qué significaba “poderosos intereses”? Casi en simultáneo con este desplazamiento, visitó la Argentina el vicesecretario de Estado para Asuntos Interamericanos de EE. UU., Lowell Kilday. La misión de Kilday era persuadir al gobierno argentino de ratificar el Tratado de Tlatelolco y firmar el TNP. Dado que la Argentina solo tenía bajo salvaguardia sus centrales nucleares, además de las instalaciones que empleaban tecnología adquirida en el extranjero –como la línea de producción de elementos combustibles para Atucha I en CONUAR–, 19 para la percepción sesgada de los funcionarios norteamericanos se trataba de un país en desarrollo en posición de producir armas nucleares. Kilday planteó entonces la nueva estrategia del gobierno de EE. UU.: el “reordenamiento”
DIEGO HURTADO
245
del plan nuclear era condición necesaria para la renegociación de la deuda externa. En simultáneo con esta visita de Kilday se dio a conocer la reducción al 50% del presupuesto de la CNEA.20 Detrás de Kilday visitaron el país Paul Leventhal y Theodore Taylor, directivos del Nuclear Control Institute y asesores del Congreso de EE. UU. en cuestiones de no proliferación. También en marzo visitó el país una delegación de la Federation of American Scientists, que incluía a su director Jeremy Stone. Se trataba de “ayudar” a un grupo de físicos de la AFA –y también a físicos brasileños– a desarrollar conocimientos sobre las relaciones entre aspectos civiles y militares de la energía nuclear y sobre mecanismos de control parlamentario. ¿Hasta qué punto Stone no actuaba en sintonía con la diplomacia norteamericana y esta manifestación de “internacionalismo” no era funcional a los intereses norteamericanos? Como contrapartida, es difícil pensar en la articulación de una posición entre los físicos locales y la política exterior argentina. Miembros de la Federation of American Scientists continuaron visitando Brasil y la Argentina entre 1985 y 1990.21 Los medios de comunicación se hicieron eco de la incertidumbre que comenzaba a cernirse sobre el desarrollo nuclear argentino y de las grandes obras en curso. En abril, un editorial del diario Clarín defendía su continuidad: “Mientras que otros ítems de la industrialización eran arrasados por las políticas económicas, la CNEA no sólo sobrevivió, sino que se constituyó en una lección elocuente de que el desarrollo es posible”. Y más abajo, agregaba: “La ‘isla’ de modernización que es la industria atómica merece, entonces, reencontrarse con el resto del proceso productivo”. El editorial aludía a las dificultades para afrontar pagos vencidos de la planta de Arroyito e intentaba separar el desarrollo nuclear de los intereses militares.22 Como contrapunto, una nota publicada en The New York Times sostenía que la negativa de la Argentina a firmar los tratados concebidos para evitar la proliferación de armas nucleares era “Tópico Uno en la lista de Washington sobre las cuestiones que separaban a ambos países”. Mientras que funcionarios norteamericanos sostenían que la ratificación argentina del Tratado de Tlatelolco sería un importante paso hacia la no proliferación, explicaba el corresponsal en Buenos Aires de The New York Times , Caputo recordaba que este tratado no entraría en vigencia hasta que fuera ratificado por todos los países de la región. Dado que Cuba condicionaba su rati-
246
LOS SECRETOS DEL URANIO
ficación al abandono norteamericano de su base naval en Guantánamo, la aplicación del tratado resultaba dilatada por largo tiempo. Por su parte, Alfonsín había rehusado reunirse ese mismo mes con el presidente mexicano Miguel de la Madrid Hurtado para discutir la firma del tratado.23 Ahora bien, días más tarde el mismo diario evaluaba como positivo el severo corte presupuestario al área nuclear y reconocía que Alfonsín estaba impulsando una ley para ponerla bajo la dependencia del Congreso. La negación a firmar los tratados “no es porque [Alfonsín] comparta las ambiciones nucleares de sus predecesores militares, sino a causa del conspicuo lugar del programa nuclear en la conciencia nacional”. El diario norteamericano finalizaba sugiriendo que se le debería “permitir a Mr. Alfonsín domar el tigre a su manera”.24 Desde la oposición política, el corte presupuestario era el inicio de “la desarticulación del plan nuclear argentino”. De acuerdo con un diputado nacional peronista, el desarrollo nuclear atravesaba “uno de los momentos más críticos como consecuencia de las presiones de la banca internacional y de los EE. UU., que proponen flexibilizar la negociación de la deuda externa únicamente si la Argentina decide poner fin a su plan en materia atómica”.25 A fines de abril, el ingeniero Jorge Cosentino, a cargo de la Dirección de Centrales Nucleares de la CNEA, explicaba que el corte presupuestario no afectaría los trabajos en la planta de Pilcaniyeu, a diferencia de lo que ocurriría con la construcción de la central Atucha II y la planta de agua pesada en Arroyito, que sí sufrirían retrasos y pérdidas en concepto de pagos de intereses, estacionamiento de equipos en países proveedores y un aumento de la desocupación por la paralización y demora en las obras. En el caso de la planta de agua pesada, se habían rediseñado los contratos, tanto con la contratista principal suiza Sulzer como con los subcontratistas de la obra civil y del montaje electromecánico, Sideco-Dycasa-Losinger y Techint, y se había fijado un nuevo cronograma que suponía la finalización para el segundo trimestre de 1988.26 En mayo, Alfonsín visitó Atucha acompañado por el actual presidente de la CNEA, Costantini, y dos ex presidentes, Quihillalt y Castro Madero, además de algunos funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores. La idea era utilizar este escenario para “transmitir al país los principales lineamientos políticos que orientarán la actividad nuclear en estos próximos años”. El diario La Nación caracterizó el discurso del presidente como
DIEGO HURTADO
247
“Mensaje en dos direcciones: el frente externo y el local”.27 Alfonsín anunció que elevaría al Congreso un proyecto de ley para asegurar que los objetivos de la política de energía atómica serían establecidos “por los poderes emanados del voto de la ciudadanía”, así como “el monopolio del Estado sobre el desarrollo, la adquisición y el uso de la tecnología nuclear”. De paso, se comenzaba a explicitar que el plan nuclear heredado de la dictadura estaba sobredimensionado para la capacidad económica y financiera del país. Al respecto, Alfonsín sostuvo que el gobierno se proponía “compatibilizar las metas fijadas en el actual Plan Nuclear Argentino con las posibilidades de inversión del país”. En ningún momento mencionó ni el TNP ni el Tratado de Tlatelolco, aunque aludió a los fines pacíficos y al “alto grado de autonomía” alcanzado en el campo nuclear.28 Asociada a la derrota militar de Malvinas, a lo que se sumaba la creciente conciencia pública de la magnitud aberrante que había alcanzado el terrorismo de Estado y la corrupción y la fragilidad económica que jaqueaba a la incipiente democracia, la última dictadura –junto con los funcionarios identificados con ella– había alcanzado por aquellos días un altísimo nivel de desprestigio. Si a este panorama se agrega la percepción del riesgo ambiental y los posibles usos militares asociados a la tecnología nuclear, aparece como una singularidad significativa –correlativa a la mencionada percepción positiva del desarrollo nuclear argentino– la valoración pública de la figura de Castro Madero. A mediados de mayo, el diario La Nación publicó dos extensos artículos firmados por él, presentado como “actual consultor de la presidencia”, en directa oposición con la causa judicial iniciada apenas recuperada la democracia por los familiares de los desaparecidos de la CNEA. A partir de una frase crítica que circulaba en ese momento –“para enriquecer uranio se empobreció al país”–, Castro Madero defendía su gestión y argumentaba lo poco que había costado Pilcaniyeu: “No existen antecedentes en el país, ni creo que los haya en el exterior, que registren un rendimiento tan óptimo de fondos invertidos como en este caso y que sorprende a los expertos del mundo entero”. Castro Madero también sostenía que “se debe calificar a este éxito como el desarrollo más importante y trascendente realizado en la Argentina”. Y concluía con su acostumbrado desafío a “las grandes potencias” y a “su política de las negativas”, que “no sólo es irritativa por su carácter discriminatorio, sino que además es ineficiente”.29
248
LOS SECRETOS DEL URANIO
Sin embargo, la precariedad celebratoria esbozada por Castro Madero era cada vez más evidente. A fines de junio, el presidente de la CNEA sostuvo públicamente que con el presupuesto asignado, si bien se podría continuar con las actividades programadas, no se podría continuar con el plan de obras públicas. A ese paso, en diciembre de 1984, Atucha II habría acumulado un atraso de tres años. Costantini se quejaba de que su gestión se reducía a “administrar la deuda”, cuando debería ser “dirigir el desarrollo nuclear argentino”, y se preguntaba: “¿De qué sirve capacitar técnicos si estos no tienen forma de aplicar sus conocimientos, ayudando a que prosiga la fuga de cerebros?”. Según el presidente de la CNEA, se estaba manejando el área nuclear “solamente desde una óptica política”, estaba faltando “un estudio técnico serio” y el corte presupuestario era equivocado.30 Por esos días, también se realizó en Buenos Aires un Foro Interdisciplinario de Política Nuclear bajo la consigna de que era necesario definir la política nuclear para el nuevo contexto político y económico. Las conclusiones de este foro fueron elevadas al Poder Ejecutivo y al Congreso y fueron hechas públicas con el propósito de iniciar un “debate nacional”. 31 Como parte del mismo clima de discusión, a comienzos de julio se realizó una reunión sobre política nuclear en la Universidad de Belgrano. Allí, como director de Investigación y Desarrollo de la CNEA, Mariscotti transmitió su preocupación por las demoras en la aprobación de un presupuesto probable, que incluía cortes presupuestarios importantes. Perazzo, nombrado subsecretario de la SECyT, dijo ante la prensa que la CNEA “aparecía como un Everest en el conjunto científico-técnico” y que era preciso emparejar los desniveles. Sin embargo, destacó “que ello no implicaba una crítica a la comisión [CNEA], en la cual la SECyT reconoce un esfuerzo importante y un contenido de gran valor para el país”. Perazzo habló también de la necesidad de estrechar la colaboración de la CNEA con las universidades.32 Contrastando con estos debates, a la creciente indignación del gobierno norteamericano frente a la negativa del gobierno argentino de ratificar el Tratado de Tlatelolco, se sumaba un panorama local que, aun condenando en bloque a la dictadura y a pesar de la crisis económica, no solo rescataba el desarrollo nuclear realizado en ese período, sino que debatía el me jor camino para continuarlo. The Wall Street Journal transmitía el enojo sin sutilezas:
DIEGO HURTADO
249
La prensa occidental frecuentemente asoció el rechazo a las salvaguardias nucleares completas por parte del régimen militar difunto con el recurrente nacionalismo que dio color a la aventura fallida de las islas Falkland [Malvinas]. Para desgracia de Washington, sin embargo, el gobierno electo de Raúl Alfonsín [...] no ha mostrado inclinación a aceptar las salvaguardias totales. Mr. Alfonsín ha adoptado esencialmente la línea política de sus predecesores militares en esta cuestión.33 El mismo artículo sostenía que “los argentinos pronto tendrán una instalación […] para la producción de uranio apto para armas”. En un juego retórico de ecuanimidad, también se mencionaba que desde la CNEA se denunciaba que los funcionarios del OIEA violaban los códigos de la organización al transmitir a sus respectivos gobiernos la información obtenida durante las operaciones de inspección. Se citaba a “un especialista en energía y consejero del bloque peronista”, que explicaba que la planta de Pilcaniyeu había sido muy mejorada. “¿Por qué deberíamos revelar este secreto?”, preguntaba. Se trataba de tecnologías desarrolladas de forma independiente que no tenían por qué someterse a salvaguardias. Incluso la adhesión a un sistema de salvaguardias totales pasaba por alto la falta de garantías de que Gran Bretaña no estuviera acumulando armas nucleares en las islas Malvinas. Finalmente, el artículo aludía al “sentimiento nacionalista sobre la cuestión nuclear que prevalece entre los políticos argentinos”, que resultaba en un condicionamiento que Alfonsín no podía pasar por alto. Ahora bien, este balance equitativo era finalmente decorativo frente al punto fundamental que devolvía la cuestión al punto cero, sin importar razones o necesidades: la Argentina era un país inestable. En palabras de The Wall Street Journal : “Estados Unidos no puede descontar por completo la posibilidad que la Argentina pueda en algún momento ser gobernada por militares lunáticos ansiosos de expresar su fervor patriótico construyendo ‘la bomba’”.34 Junto con la deuda externa, este argumento iba a ser parte de la nueva estrategia de presión.
250
LOS SECRETOS DEL URANIO
Atrasos, presiones y paralización de obras En la segunda mitad de 1984, a pesar de los cortes presupuestarios, ya era claro que el gobierno democrático se afirmaba en una posición “autonomista” en el tema nuclear. Si bien esto significaba dar continuidad a la herencia nuclear de la dictadura, lo que pasaba por alto el artículo de The Wall Street Journal era que Castro Madero había asumido, a su vez, una ideología compatible con la trayectoria de la CNEA previa a la dictadura. Desde una perspectiva interna al sector nuclear, Castro Madero había representado una continuidad –ideológica y política– del desarrollo nuclear, y el gobierno de Alfonsín, a su vez, retomaba ahora esta misma dirección. Dilucidar que la política económica de la dictadura había transformado el programa nuclear en un sector funcional a los grupos concentrados y enmarcar la dirección que le imprimió Castro Madero a la CNEA en un campo de contradicciones entre facciones de la cúpula militar era una asignatura pendiente para la primera política económica del gobierno de Alfonsín. Sin embargo, sí estaba claro para el gobierno que el plan de obras públicas heredado era una carga excesiva para las espaldas de la frágil democracia recién recuperada. Así, la novedad del gobierno democrático, como respuesta a los reclamos internos y a las presiones de EE. UU., fue dar un peso mayor a la política exterior en la definición y manejo de la política nuclear a través de la creación de la Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme en el ámbito del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. El principal objetivo de esta iniciativa era ganar transparencia y poner de manifiesto de forma verosímil –y ostensiva– las intenciones pacíficas en los foros internacionales, aunque también reservarse el derecho a tomar decisiones “autónomas”.35 A comienzos de octubre, el ex presidente norteamericano James Carter visitó la Argentina. Entre los temas destacados de su agenda figuraban la cuestión de los derechos humanos, la deuda externa, las islas Malvinas y la firma del TNP. Apenas arribó al país, Carter sostuvo frente a la prensa que “todas las instalaciones nucleares que puedan ser utilizadas para la fabricación de explosivos atómicos, en cualquier lugar del mundo, debieran ser puestas bajo salvaguardias y control internacional”. A su partida, aclaró a la prensa que el único tema en el que no había coincidido con el presidente argentino era en la necesidad de que la Argentina firmara el TNP.
DIEGO HURTADO
251
Carter aceptaba que el gobierno argentino “no tiene intención de producir explosivos con su uranio enriquecido”, aunque también sugería que negarse a firmar ese tratado “entraña un peligro bélico para Latinoamérica”. Repitiendo viejos argumentos, Carter sostuvo que si la Argentina no firmaba el TNP iba a tener “dificultades cuando esté lista para comerciar sus productos nucleares, ya que los principales productores no podrán cooperar con este país”.36 Carter pasaba por alto que todas las transferencias internacionales realizadas por la Argentina en materia nuclear se encontraban bajo salvaguardia del OIEA. La visita de Carter desencadenó varias reacciones a favor y en contra. En el diario Clarín se publicó una solicitada titulada “Neuquén y Río Negro ante el tema nuclear”, firmada por los gobernadores de ambas provincias, por representantes de la Iglesia, de sectores sindicales y políticos, además de científicos y académicos. Con enorme ingenuidad –espontánea o fingida–, allí se hacía “un llamado a la conciencia nacional”, a estimular la convicción de crear zonas libres de armas nucleares y prevenir la proliferación. Con una retórica altisonante y universalista, que incluía una cita del papa Juan Pablo II, se llamaba a “la verificación internacional de las instalaciones nucleares” en nombre de la paz.37 La solicitada tuvo alguna repercusión. Un editorial de La Nación contaba que el gobierno la había recibido con “una sonrisa de sorpresa o de desorientación” y especulaba que podría desencadenar un debate “precisamente cuando la política nuclear atraviesa el cuello de botella de los severos recortes presupuestarios”.38 En los intercambios que ocurrieron durante esos días, quedaba clara la decisión de Alfonsín –reiterada a Reagan y a Carter– de no firmar el TNP en las presentes circunstancias. 39 El diario La Razón atizó la discusión con una nota titulada “Brasil desarrolla un programa nuclear con fines bélicos”. Allí se afirmaba que “pese a la política de austeridad”, Figueiredo se proponía continuar con el programa nuclear y se recordaba un “reciente anuncio de que Brasil está en condiciones de fabricar submarinos de propulsión nuclear”. También se mencionaba la preocupación del país vecino por “reducir la distancia que separa en este campo a Brasil de la Argentina”.40 Todavía a fines de octubre se publicaban notas a favor y en contra de la firma del TNP. 41 Este debate demostraba la sensibilidad del tema nuclear en la agenda política. Problemas presupuestarios y paralización de obras públicas,
252
LOS SECRETOS DEL URANIO
confrontación de posiciones internas con respecto a la firma de los tratados de no proliferación, presiones norteamericanas que vinculaban el desarrollo nuclear a la deuda externa y se esforzaban por construir un escenario de potencial conflictividad con Brasil, las iniciativas argentino-brasileñas que intentaban impulsar la colaboración, mientras algunos militares brasileños difundían la existencia de un proyecto nuclear con orientación bélica, eran algunas de las caras de un poliedro que ponía de manifiesto la multidimensionalidad política del tema nuclear. A medida que estas discusiones se desplegaban, cobraba nitidez la existencia de un discurso que reivindicaba una posición histórica supuestamente inalterada a lo largo de varias décadas, cuya amplia base de sustentación dependía de la polivalencia de algunos conceptos centrales –industrialización, autonomía tecnológica, independencia energética, nacionalismo– y de las variaciones de sentido como consecuencia de las drásticas transformaciones del contexto sociopolítico. Así, este discurso denso y de fronteras difusas, activamente reproducido por una variedad de actores, era capaz de impactar sobre la esfera pública y, entre otras consecuencias, en la medida en que se fortalecía provocaba un aumento de las tensiones con el gobierno de EE. UU., que a su vez, como respuesta, incrementaba las presiones sobre el gobierno argentino. El freno a esta espiral de confrontación lo ponía la sequía presupuestaria. En noviembre, a menos de un año de gobierno democrático, The New York Times recordaba los tratados que la Argentina no había firmado, su resistencia a las salvaguardias, su dominio de la tecnología de enriquecimiento, “la planta de plutonio de $ 500 millones” en construcción en Ezeiza, y clamaba que “esta nación del Tercer Mundo ha hecho el trabajo por sí misma”. El artículo retomaba la muletilla que habían encontrado los analistas desde la asunción de Alfonsín: “El gobierno, ahora en manos de civiles, renuncia a las ambiciones de un arma nuclear y ha comenzado a imponer nuevos controles sobre el programa nuclear. Pero desde afuera se preguntan qué ocurriría si el control del gobierno retorna de nuevo a los militares”. Y también se apelaba al tema del orgullo nacionalista como “un poderoso factor”. Como ejemplo, el artículo reproducía el modo en que se “jactaba” un físico argentino, Conrado Varotto, de que “no hay casi nada relacionado a la tecnología nuclear estándar que no podamos hacer en la Argentina”.42 El artículo enfocaba sus esperanzas en las penurias económicas del país:
DIEGO HURTADO
253
En 1980, la comisión atómica [CNEA] tuvo $ 1.200 millones para gastar sin supervisión. Este año está recibiendo $ 100 millones. Los pagos a los contratistas de los mayores proyectos se están atrasando. Como resultado, la fuerza de trabajo en la planta de plutonio ha sido cortada de 1.300 trabajadores a 250. 43 En febrero de 1985 las consecuencias de la crisis presupuestaria empezaban a ocupar de forma excluyente el centro del escenario. Mariscotti hizo público que la planta de Pilcaniyeu no iba a poder comenzar a producir uranio enriquecido hasta fines de 1986. INVAP, sostuvo el físico, “soporta una situación económica decididamente crítica”, aunque también mencionó que, “pese a los problemas presupuestarios, el grupo de Pilcaniyeu efectúa estudios para la producción de un pequeño reactor”. Si bien el origen de esta iniciativa –que se conocerá como proyecto CAREM– se vinculaba al proyecto de un submarino nuclear, había sido reformulada como reactor de baja potencia para ser empleado en poblaciones de no más de 30.000 habitantes y había sido presentado en marzo del año anterior en Lima (Perú), durante una conferencia del OIEA sobre reactores pequeños y medianos.44 En abril, un cronista del diario norteamericano Houston Chronicle en Buenos Aires presentaba un análisis del desarrollo nuclear argentino que se remontaba a Perón, texto que puede ser útil analizar con algún detalle para comprender los componentes y la estructura de una retórica que hace posible vetar un desarrollo tecnológico con probabilidades de éxito en una democracia pobre: “A comienzos de 1950, el presidente Juan Perón anunció que su país había dominado al átomo. Pero el anuncio, basado sobre un trabajo científico defectuoso, fue prematuro y la Argentina encontró que era el hazmerreír del mundo nuclear. Ahora nadie se ríe”. Continuaba el cronista con un registro que revelaba que las fantasías confabulatorias de algunos expertos, si se perseveraba, podían germinar en imaginarios públicos: “Con la ayuda de un número de científicos nucleares nazis que llegaron aquí después de la Segunda Guerra Mundial por invitación de Perón, la Argentina completó el primer reactor nuclear de investigación de América Latina en 1957”. Recordemos que la construcción del primer reactor de investigación se inició luego del derrocamiento de Perón, el grupo estuvo integrado en su totalidad por argentinos y utilizó los planos cedidos por
254
LOS SECRETOS DEL URANIO
el Argonne National Laboratory de EE. UU. Luego de afirmar que la Argentina “podría transformarse en el primer país del hemisferio, además de Estados Unidos, en desarrollar una bomba nuclear”, reconocía que la elección de Alfonsín había “removido temporalmente la preocupación de que la Argentina pudiera reproducir la evidente trayectoria de Pakistán”. Según un funcionario norteamericano que seguía el desarrollo argentino, citaba el artículo, “Alfonsín y su administración están aterrados con las armas nucleares [...] Es lo último que desean tener”.45 En este punto, se producía la contorsión ya familiar, momento en que el aparente balance y reconocimiento de las buenas intenciones del gobierno argentino eran finalmente neutralizados y superados por un contexto político y económico inestable y, por lo tanto, peligroso para el mundo occidental. Así, la intención de Alfonsín quedaba desvirtuada por la crisis económica, que había despertado la preocupación del retorno de los militares al gobierno y de un renovado “interés en la bomba entre los iconoclastas, nacionalistas, impredecibles y a veces belicosos argentinos”. Más aún, a pesar del rechazo de la bomba, la Argentina mostraba inclinación a continuar siendo líder nuclear en América Latina, lo que incluía esfuerzos en medicina nuclear. “Pero la clave es su continuo énfasis en la exportación de combustible y tecnología nuclear –y probablemente aun plutonio, un ingrediente clave de la bomba”. A esta altura no hace falta llamar la atención sobre el “probablemente”. Y, como era previsible, llegado a este punto se repasaba el prontuario de tratados internacionales no firmados o no ratificados, la guerra de Malvinas, etc. Ahora bien, el supuesto rechazo a la bomba de pronto también se relativizaba, dado que “Alfonsín también ha rechazado descartar la posibilidad de explosiones nucleares pacíficas”. Un estudio de Carnegie Endowment for International Peace explicaba esta actitud por la histórica y persistente competencia por la preeminencia regional con Brasil. Finalmente, la autosuficiencia nuclear de la Argentina –“una diplomática solitaria durante gran parte de su vida moderna”– se completaba con la autosuficiencia en alimentos y los masivos acuerdos comerciales con la Unión Soviética, China e Irán.46 Igual que en otros artículos de la prensa norteamericana, la esperanza que podría desbaratar la supuesta ristra de calamidades que ocasionaría la autonomía nuclear de un país pobre era su crisis económica: “Una inflación anual del 800% y una deuda externa de $ 48.000 millones”. En este
DIEGO HURTADO
255
panorama de creciente debilidad, los funcionarios norteamericanos continuaban insistiendo para que la Argentina firmara los dos tratados con el objetivo de “controlar el impacto de sus actividades de exportación”. Es decir, aun si se le creyera a Alfonsín que no se buscaba desarrollar la bomba y que no hubiera un nuevo golpe militar, seguía existiendo un problema grave: la exportación de tecnología nuclear. En simultáneo a las presiones del gobierno norteamericano, el artículo explicaba: “La tecnología americana es también ofrecida como una zanahoria”.47 La referencia a Irán aludía al reinicio de la colaboración argentinoiraní, cuando el domo de contención de una de las centrales ubicada en la provincia de Bushehr fue perforado durante un bombardeo de aviones iraquíes. Irán solicitó entonces asistencia argentina, dado que había roto sus vínculos con la empresa Siemens, responsable de la construcción de la central iraní. La ruptura había sido motivada por el elevado costo solicitado por Siemens como respuesta a las presiones de EE. UU. para que Alemania cesara su colaboración con Irán. En este escenario, la entrada en escena de ENACE, empresa argentina con participación técnica y societaria de Siemens, parecía una solución adecuada, dado que hacía posible que Siemens no perdiera totalmente el negocio. Inicialmente, hubo conversaciones confidenciales para no irritar a EE. UU. y, finalmente, una delegación de tres ingenieros de ENACE –Jorge Mazza entre ellos– viajó a Teherán a estudiar las averías. Si bien surgía de la inspección que se podía continuar la construcción a pesar del impacto, la noche anterior a la firma de los contratos la Embajada Argentina en Irán recibió la orden de Cancillería de cancelar el acuerdo. Una versión oral sostiene que la Embajada de EE. UU. en Buenos Aires había enviado a Cancillería el contrato que se iba a firmar –donde solo faltaban algunas modificaciones que se habían introducido el último día– con la aclaración “eso no se puede firmar”. A mediados de 1985, como compensación, el OIEA solicitó a la CNEA que realizara un trabajo de redimensionamiento del núcleo del reactor de investigación de Teherán provisto por EE. UU., diseñado originalmente para funcionar con uranio enriquecido al 90%. Concebida como una tarea “antiproliferante”, la idea era que el reactor pudiera ser utilizado con uranio enriquecido al 20%. También, en mayo del mismo año, la empresa INVAP concretaba una serie de acuerdos con la República Argelina Democrática y Popular, entre los
256
LOS SECRETOS DEL URANIO
que se acordaba construir un reactor de investigación y entrenamiento de 1 MW para el Commissariat aux Energies Nouvelles de ese país. Los acuerdos también incluían un plan de capacitación de profesionales argelinos.48 En estos primeros dos años de democracia, las restricciones presupuestarias produjeron demoras en todas las grandes obras. En especial, el cumplimiento del cronograma de Atucha II se retrasaba a junio de 1990 y la planta de agua pesada de Arroyito apenas había avanzado un 2,5%, si bien se encontraba en un 82% de avance. También se produjeron serias demoras en las obras civiles del centro de energía nuclear peruano y en la construcción del reactor RP-10 por dificultades económicas del Instituto Peruano de Energía Nuclear. Ahora bien, la elaboración de radioisótopos en la CNEA había aumentado en el último año, al punto de que el porcenta je de autoabastecimiento superó el 85% del consumo local, cuando desde 1980 había estado por debajo del 30%. También Techint había continuado con la construcción de la planta de reprocesamiento LPR, que había alcanzado un avance del 75%, y se había comenzado a pensar en una planta piloto para la fabricación de elementos combustibles de óxidos mixtos (uranio y plutonio). Sin embargo, al año siguiente el proyecto quedaría paralizado y comenzaría a pensarse en un redimensionamiento del área de reprocesamiento. El presupuesto de la CNEA cayó un 40% en 1985. 49 A pesar de la tendencia presupuestaria decreciente, su personal mostraba una tendencia inversa: mientras que en 1984 trabajaban 6.463 agentes, al año siguiente se incorporarían 372, pasando a ser 6.835 a fines de 1985. Finalmente, mientras que la FAE esperaba la puesta en marcha a nivel industrial y se intentaba avanzar en su privatización, la empresa CONUAR cumplió con la provisión de 240 elementos combustibles para Atucha I y se firmó el contrato para la transferencia de la tecnología de fabricación de los elementos combustibles tipo CANDU para la central de Embalse.50
Inauguración del acelerador TANDAR 51 A fines de 1984, la física Pérez Ferreira fue llamada por el nuevo gobierno para integrar el Consejo para la Consolidación de la Democracia, y Ventura quedó como nuevo jefe del proyecto TANDAR. También Mariscotti
DIEGO HURTADO
257
había pasado a hacerse cargo de la Dirección de Investigación y Desarrollo de la CNEA, quedando Maqueda como director del Departamento de Física. Si bien en diciembre se había obtenido un haz acelerado con volta je de 11,5 MV, para la inauguración se había decidido esperar a tener el primer experimento en marcha y alcanzar las condiciones previstas de 20 MV. En abril de 1985, para obtener la “bendición internacional”, cuenta Ventura, se organizó en las instalaciones del TANDAR la Cuarta Conferencia Internacional sobre Tecnología de Aceleradores Electrostáticos y Boosters Asociados. Para entonces el acelerador podía alcanzar 17 MV.52 A partir de 1985, la circulación de críticas al proyecto dentro de la comunidad de físicos argentinos e, incluso, también dentro de la CNEA, que ponían en duda la elección de la máquina, provocó la circulación de algunos memorandos internos que ponían de manifiesto la preocupación por evitar equívocos acerca del costo del acelerador y sus instalaciones. Uno de ellos se quejaba de una planilla que había circulado dentro de la CNEA, “que ha conducido a errores y exageraciones”. Un informe que alude a esta planilla sostiene que el TANDAR costó casi 70 millones de dólares, cuando en realidad esta cifra se referiría al costo del acelerador más el resto de las instalaciones.53 Finalmente, el 23 de octubre de 1986 fue inaugurado el acelerador con la presencia del presidente de la nación, el secretario de Ciencia y Técnica y científicos de Brasil, Bangladesh, Colombia, Cuba, Marruecos, México, Perú, Tailandia, Turquía y Yugoslavia, que habían sido invitados para participar de un evento científico en torno a la inauguración. Los discursos pronunciados en el acto pusieron en evidencia los sentidos simbólicos y políticos que se le atribuían a la nueva máquina. Alfonsín sostuvo que “nuevas tecnologías pueden incorporarse al aparato productivo de un país de muy diversas maneras”, pudiendo servir “para contribuir a su autonomía”, o bien “ser instrumentos para profundizar el cautiverio de su economía”. Y agregaba que “una de las estrategias que suelen utilizarse desde los centros de poder es la venta de paquetes cerrados de tecnología”. Finalmente, Alfonsín recordaba a Jorge Sabato y a su “estrategia de incorporar tecnología en paquetes abiertos”.54 En esta misma dirección, Maqueda afirmaba: Creemos modestamente haberle ganado una partida al subdesarrollo, en su propio terreno pero con nuestras propias reglas de
258
LOS SECRETOS DEL URANIO
juego. Estamos dispuestos a seguir venciendo al atraso. Sólo pedimos tener más tiempo para trabajar en aquello para lo que hemos sido capacitados y menos en seguir anacrónicos expedientes. Maqueda recordó al ingeniero Ardito, “que fuera responsable de nuestro grupo de electrónica, detenido-desaparecido y cuyo secuestro hace diez años marcó nuestro momento de mayor dolor e incertidumbre”. Con referencia a los invitados extranjeros, agregaba: “Hemos elegido para la inauguración la presencia en este laboratorio de colegas de países, que como el nuestro, buscan alcanzar niveles adecuados de desarrollo y calidad de vida”.55 La noticia de la inauguración apareció en los principales periódicos. Uno de ellos volvió a encender la disputa por el costo del acelerador al atribuir al nuevo laboratorio un valor de 100 millones de dólares.56 Maqueda y Ventura escribieron al director del diario aclarando que el costo total del equipamiento más el edificio había sido de 38.800.000 dólares: “De esta cifra, sensiblemente menor a la publicada por su diario, una cuarta parte (9.700.000 dólares) fueron inversiones en moneda extranjera y el resto fueron contratos con empresas locales por construcciones o elementos producidos en el país”.57 Si bien la máquina en sí misma y la computadora para el sistema de adquisición de datos habían sido adquiridas en el exterior, el tanque de presión, los tanques de almacenamiento de hexafluoruro de azufre y su sistema de transporte, los equipos de detección y el resto de los componentes habían sido diseñados y construidos en el país.58
Repositorio o basurero nuclear Poco antes de la inauguración del acelerador TANDAR, a fines de septiembre, el gerente de Protección Radiológica y Seguridad de la CNEA, Elías Palacio, había hecho pública la realización de un estudio de prefactibilidad para la construcción de un repositorio de residuos nucleares: “Sierra del Medio, 70 kilómetros al oeste del minúsculo poblado de Gastre [provincia de Chubut], ofrecía el mejor afloramiento granítico para construir el primer Repositorio de Desechos Radiactivos de Alta Actividad del planeta”, explicaba Palacio en el diario Clarín, y agregaba que se esperaba “arrendar el repositorio a otras naciones”.59
DIEGO HURTADO
259
En realidad, este proyecto se remontaba a la última dictadura. A comienzos de 1982, Castro Madero había anunciado que se proyectaba instalar en el país un depósito de residuos nucleares.60 Con la colaboración del Instituto de Investigaciones Mineras de la Universidad Nacional de San Juan, la CNEA se había embarcado, desde 1979, en la identificación de lugares potencialmente aptos para la instalación de repositorios para “los subproductos terminales del ciclo de combustible del Plan Nuclear Argentino”. Si bien en una primera selección se habían identificado alrededor de doscientos sitios, luego de dos años de análisis adicionales se seleccionó una zona de Sierra del Medio, a unos cincuenta kilómetros de la localidad de Gastre, en la provincia de Chubut. 61 Los estudios habían incluido, según la propia CNEA, “perforaciones exploratorias de hasta 800 metros de profundidad y estudios hidrológicos, petrográficos y sísmicos en la formación granítica”.62 En febrero de 1982, técnicos de la Universidad Nacional de San Juan sostenían que “el macizo granítico de Sierra del Medio era el lugar ideal para alojar definitivamente los residuos radioactivos”.63 Ese mismo mes Sabato sostenía en la prensa que “es importante que la opinión pública sea correctamente informada sobre algunos de sus aspectos significativos y tenga, eventualmente, oportunidad de expresarse al respecto”, y afirmaba que era necesario “un amplio debate”. Luego de explicar las complejidades del tema –“justamente por ello está en discusión en el mundo entero”–, sostenía: Pese a mi gran respeto por la competencia técnica de la CNEA, y por su seriedad y responsabilidad, me permito llamar la atención sobre el hecho de que en ningún país democrático se ha podido llegar hasta el momento a una decisión sobre lo que es un lugar seguro y una instalación segura para depositar los residuos nucleares. Dado que “no hay una solución técnica probada”, resultaba “de la mayor importancia disponer de la máxima información sobre la propuesta de la CNEA”. A continuación, Sabato presentaba una lista de once preguntas, que iban desde la necesidad de conocer qué cantidad de residuos por año se proyectaba almacenar, la composición de los residuos y sus características, información sobre la tecnología de encapsulamiento, qué estudios se
260
LOS SECRETOS DEL URANIO
habían realizado, qué “seguridades hay de que el agua no tendrá acceso al depósito” y cómo se controlaría ese acceso, el tamaño de la instalación y si se proyectaba recibir residuos de otros países.64 En abril de 1979 se había ofrecido a Suiza un lugar para sus desechos nucleares. Pocos años más tarde también se iba a saber que, por la ley 23.387, que había recibido media sanción de la Cámara de Diputados a fines de septiembre de 1988, la Argentina aceptaba la gestión y eliminación de residuos radiactivos de la República Popular China y Yugoslavia.65 Para Sabato, “una cosa es una instalación para servir a un programa de centrales nucleares modesto, como es el de la Argentina”, y otra muy diferente si fuera para almacenar residuos de países donde el número de centrales era alto. En este último caso, era comprensible que estuvieran muy interesados “en poder depositar en otros países, ya que en sus propios territorios no les es fácil obtener buenos lugares para depósito y, además, que sean aceptados por la población”. Sabato aclaraba que “la mera razón técnica de un grupo de profesionales no es un justificativo para un acto autoritario ni tampoco garantía de éxito”.66 Ante las crecientes movilizaciones de oposición al bautizado “basurero nuclear” que siguieron al anuncio de Palacio a fines de septiembre de 1986, a pocos meses de ocurrido el accidente de Chernobyl en Ucrania, el gobernador Atilio Viglione pidió públicamente información a la CNEA “para que el pueblo y el gobierno chubutense den a conocer su opinión al respecto”. La CNEA respondió con un comunicado esquivo, donde se explicaba que resultaba “prematura la información de que el mencionado repositorio será levantado en la localidad chubutense de Gastre”. Sin embargo, la decisión final, aclaraba el comunicado, quedaba a cargo del Poder Ejecutivo, que finalmente dejaría paralizado el proyecto.67 En 1991, el propio Castro Madero, en el exacto registro que Sabato llamaba “razón técnica”, explicaba la oposición que enfrentaban los proyectos de repositorios nucleares en Europa, que se expresaba con la frase not in my back yard (“no en mi patio trasero”), y cómo un error en la selección del lugar en los EE. UU. “dio argumentos a los grupos antinucleares, que cuestionaron la capacidad técnica de la Comisión de Energía Atómica [de EE. UU.] y paralizaron, por muchos años, la reanudación de nuevos intentos”.68 A pesar de las muestras masivas de oposición, veremos que el proyecto reaparecerá unos años más tarde, durante la presidencia de Carlos Menem,
DIEGO HURTADO
261
y que, a pesar de lo expresado en el comunicado de la CNEA, Gastre continuaba siendo el sitio seleccionado.
La colaboración nuclear con Brasil Aceptada la crisis presupuestaria, el proceso de integración con Brasil fue una iniciativa eficaz para debilitar el argumento de la desestabilización que produciría una supuesta “escalada nuclear” en América Latina. Vimos que los primeros contactos convergentes entre las políticas nucleares de Brasil y la Argentina habían comenzado con las reuniones del COPREDAL, que derivaron en el Tratado de Tlatelolco, firmado pero no ratificado por la Argentina. Un acercamiento esporádico se produjo a fines de los años sesenta, cuando ambos países comenzaron a compartir la percepción inequívoca de que el TNP representaba la cristalización de un orden internacional que los relegaba. En 1973, la firma del Tratado de Itaipú por los presidentes de facto de Brasil y Paraguay inició un período de tensiones y la firma del acuerdo entre Brasil y Alemania Federal, al deteriorar las relaciones entre EE. UU. y Brasil, produjo en la segunda mitad de los años setenta un acercamiento entre los vecinos latinoamericanos. Mientras se producían estas oscilaciones, la CNEA había ido construyendo en esos años una fluida cooperación no institucionalizada en el ámbito nuclear con distintos sectores del ámbito científico brasileño. Finalmente, también presentamos cómo, a fines de los años ochenta, el agravamiento del conflicto con Chile y la firma del Acuerdo Tripartito sobre Corpus e Itaipú inauguró un nuevo período en las relaciones argentino-brasileñas, que incluyó la colaboración formal en el área nuclear. Un hito de este proceso ocurrió el 30 de noviembre de 1985, cuando se reunieron en Foz de Iguazú los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney. A través de la Declaración de Iguazú se acordó la formación de un grupo de trabajo mixto presidido por ambos cancilleres e integrado por diplomáticos, científicos y técnicos de los dos países. En esa ocasión se firmó también la Declaración Conjunta sobre Política Nuclear. Luego de ocho meses de negociaciones, a fines de julio de 1986 se firmó el Acta de Integración y doce protocolos. Por esos días se hizo pública la invitación de Alfonsín a
262
LOS SECRETOS DEL URANIO
Sarney para visitar la planta de enriquecimiento de uranio de Pilcaniyeu, que no estaba sujeta a salvaguardias del OIEA.69 A pesar de estos episodios auspiciosos, la construcción de la colaboración nuclear entre ambos países debía andar por un camino espinoso. Meses antes del encuentro de Foz de Iguazú, el ministro de Ejército de Brasil defendió en una sesión parlamentaria la necesidad de fabricar la bomba para disuadir a los “potenciales agresores” que podían surgir de los países vecinos.70 La invitación de Alfonsín a Sarney alertó a los militares brasileños que, decepcionados por la cooperación con Alemania Federal, habían comenzado a trabajar, desde fines de los años setenta, en el llamado Programa Autônomo de Tecnologia Nuclear (PATN) o “programa paralelo”. El PATN se había propuesto dominar el ciclo del combustible nuclear –especialmente el enriquecimiento de uranio–, que haría posible el empleo de las abundantes reservas de uranio que tenía Brasil. Las tres armas se distribuyeron tareas. Los éxitos más relevantes los alcanzó la Armada brasileña. En diciembre de 1981, un equipo del Instituto de Pesquisas Energéticas e Nucleares de São Paulo había logrado construir la primera máquina centrífuga. En septiembre de 1984 se había puesto en operación una minicascada de nueve máquinas ultracentrífugas. En 1986, cuando Alfonsín invitaba a Sarney a visitar Pilcaniyeu, la Armada brasileña alcanzó el dominio de la tecnología de enriquecimiento, pero el anuncio público fue demorado con el objetivo de asegurarse primero la capacidad para construir sus propias ultracentrífugas. De hecho, la invitación de Alfonsín había acelerado el proyecto de la Armada brasileña, dado que la aceptación de Sarney requería del gesto recíproco que revelaría la capacidad de Brasil.71 La difusión del “programa paralelo” se inició en agosto de 1986, cuando el diario Folha de São Paulo habló de un sitio subterráneo para una prueba nuclear en Serro de Cachimbo, en el estado de Pará –corazón del Amazonas–, construido entre 1984 y 1985 como parte del llamado “Proyecto Soimoes”. Brasilia negó que tuviera un programa para el desarrollo de armas nucleares. En diciembre de 1986, el presidente de la CNEN, Rex Nazareth, había revelado que Brasil tenía un programa nuclear “secreto”, pero había negado que se propusiera producir bombas atómicas. En ese mismo mes, funcionarios argentinos visitaron el Instituto de Pesquisas Energéticas e Nucleares, donde la Armada desarrollaba sus programas al margen de las salvaguardias del OIEA. 72
DIEGO HURTADO
263
Mientras Alfonsín y Sarney se esforzaban por fortalecer los vínculos, a fines de marzo de 1987, el general brasileño Haroldo Erichsen da Fonseca, secretario de Ciencia y Tecnología del Ejército, afirmaba públicamente que “nosotros no tenemos el objetivo de hacer una bomba atómica, pero si fuera necesario la haremos”. Sin embargo, la afirmación fue negada por otro general, Hermano Lomba Santoro, que estaba al frente de un centro técnico del Ejército. Para el momento en que se hizo público que Brasil era capaz de enriquecer uranio, en septiembre, las ultracentrífugas brasileñas llevaban miles de horas de funcionamiento y Brasil contaba con la capacidad de fabricar sus propias ultracentrífugas.73 En ese momento, algunos críticos de la política exterior argentina evaluaban que había fracasado la convergencia hacia un sistema de salvaguardias bilaterales argentino-brasileñas. “Brasil posee una ventaja diplomática en cuanto ‘se ha portado bien’, ratificando Tlatelolco, a la vez que mantiene toda su libertad de acción, porque el tratado no tiene vigencia, en parte porque la Argentina no lo ha ratificado”, sostenía Escudé. Argumentando que la Declaración de Iguazú, que había creado una comisión binacional para estudiar posibles inspecciones, había derivado en un protocolo que únicamente garantizaba la asistencia mutua en el caso de un accidente nuclear, Escudé agregaba: “A Brasil tendría que sobrarle buena voluntad para renunciar a esta ventaja diplomática a cambio de nada, y de hecho hay suficientes ‘halcones’ brasileños que, al igual que sus hermanos argentinos, quieren la bomba, como para que la iniciativa de Alfonsín tuviera su fracaso garantizado”. A su juicio, si bien “el acierto supremo” de la política exterior de Alfonsín era la integración con Brasil, la principal razón de que el acercamiento en materia nuclear terminara en pura retórica se debía a “que la política exterior argentina está afectada por una sobredosis de confrontaciones”.74 Para este tipo de evaluaciones era un problema que la Argentina integrara el Grupo de los Seis, junto a México, Grecia, Suecia, India y Tanzania, que impulsaba el desarme y se proponía, a fines de 1986, para el monitoreo de los acuerdos soviético-norteamericanos de prohibición de pruebas nucleares, mientras que, en simultáneo, firmaba un acuerdo de cooperación para usos pacíficos de la energía atómica con Cuba. La primera central nuclear de potencia cubana se encontraba en ese momento en construcción en Bahía de Cienfuegos.75
264
LOS SECRETOS DEL URANIO
Finalmente, a mediados de julio de 1987, Alfonsín y Sarney viajaron a Bariloche para firmar un conjunto de actas entre las que se incluía un acta de cooperación e intercambio de tecnología nuclear. Allí se reiteró el compromiso de mantener las reuniones cuatrimestrales entre especialistas argentinos y brasileños. El encuentro de los presidentes incluyó la visita a “la ultrasecreta planta de enriquecimiento de uranio” de Pilcaniyeu, a 50 kilómetros de Bariloche.76 El enriquecimiento de uranio estaba incluido entre los proyectos a desarrollar en conjunto, además de nuevas modalidades de salvaguardia e investigación sobre fusión, y se excluía el área militar.77 Dos meses más tarde, Sarney anunció que el Instituto de Pesquisas Energéticas e Nucleares había enriquecido uranio. Impertérrito ante estos acontecimientos, empecinado en deducir la realidad de los países periféricos a partir de sus propios prejuicios, el prestigioso anuario del SIPRI de Estocolmo sostenía que la política argentina “de adquirir elementos para un programa de armas nucleares no ha dado sus frutos: no ha mejorado la seguridad del Estado, su reputación internacional, la cohesión de la nación o las condiciones materiales del pueblo”. Y agregaba, “los precisos blancos de las posibles armas nucleares argentinas han sido siempre oscuros”. Luego de decir otro tanto de “los grandiosos proyectos de energía nuclear, totalmente injustificables” de Brasil, finalizaba: “En cualquier caso, Argentina y Brasil al presente enfrentan una estrechez económica que los obliga a descartar los programas de armas nucleares”.78 De esta forma, el acercamiento argentino-brasileño parecía una consecuencia del fracaso de sus inexplicables y ambiguos programas, y las crisis económicas de ambos países era la garantía para evitarlos. Por esos mismos días, Cynthia Watson, una experta en proliferación nuclear, refiriéndose a Brasil y la Argentina, afirmaba: “Pero la luz al final del túnel para aquellos preocupados por la dispersión de armas nucleares y la industria nuclear es que la crisis económica que enfrentan estos estados sea probablemente prohibitiva de cualquier expansión nuclear grandiosa para los próximos años”.79 Igual que para el SIPRI, para Watson la pobreza de los países periféricos era una fuente de esperanza para los países exportadores de tecnología nuclear. A fines de mayo de 1987, el riesgo de paralización de las principales obras, el estado crítico de los salarios del personal y la falta de respuesta del
DIEGO HURTADO
265
Ministerio de Economía motivaron la renuncia del ingeniero Costantini. Pérez Ferreira fue nombrada en su reemplazo. Miembro del Consejo de Consolidación de la Democracia convocado por Alfonsín, su primera iniciativa fue crear un comité para reestructurar la CNEA. Sin embargo, como explicó más tarde la propia Pérez Ferreira, “el peso de los sectores sindicales en ese período, las dificultades de tipo económico que padecimos, la necesidad de atender al mismo tiempo la búsqueda de créditos para continuar con las grandes obras” hicieron que el período de dos años y medio que duró su gestión “resultara absolutamente breve para concretar modificaciones sustanciales”.80 Mientras que aceptaba que “la CNEA no puede constituir una isla dentro de la Argentina democrática” y promovía la necesidad de asignar un carácter empresarial a las actividades productivas de la CNEA, frente a rumores de privatización de los sectores de producción de electricidad o de radioisótopos, Pérez Ferreira aclaraba que se oponía a cualquier proyecto de desmembramiento de la institución.81 Respecto de este último, “un secreto a voces”, sostenía el periodista Arias, “alguien quiso y quiere quedarse con las centrales nucleares de la CNEA”. Arias explicaba que a los 100 millones de dólares anuales que facturaban las dos centrales de la CNEA había que agregar “los 100 millones adicionales que supondría una actualización de tarifas (al Estado, no al usuario)” y “el as de espadas que representa políticamente generar el 15% de la electricidad que recorre la red nacional”. Como contrapartida, el cercenamiento del presupuesto histórico de la CNEA a su tercera parte desde 1985 y su consecuente pauperización tuvo “expresiones concretas en los reactores: repuestos que no llegan nunca, expertos que se van para siempre”. A esto debía agregarse que el llamado Plan Austral –lanzado por el segundo ministro de Economía de Alfonsín, Juan Sourrouille– había reducido al 19% la capacidad de compra de los salarios. 82 De este panorama se infería la disminución de la seguridad operativa de las centrales. Daniel Castillo, de la Asociación de Profesionales de la CNEA, sostuvo en ese momento que “en un contexto nacional de fuga de capitales y especulación, resulta difícil creer que una firma privada garantice la autoinversión gigantesca que supone ya no la investigación y el desarrollo del futuro parque nuclear, sino el mantenimiento del actual en condiciones de seguridad”.83 También sectores sindicales salieron al cruce de los planes de privatización.
266
LOS SECRETOS DEL URANIO
A mediados de 1987, las centrales Atucha I y Embalse habían sido puestas fuera de servicio. En un primer momento, la CNEA informó que se trataba de actividades de mantenimiento, pero cuando Atucha I volvió a operar, el 22 de diciembre, se produjo la rotura de algunos tubos, “cuando se soltó el tapón de cierre de un canal sin elemento combustible” que provocó el derrame de 60 toneladas de agua pesada. La planta entró nuevamente en servicio y tuvo que volver a ser parada manualmente el 19 de abril, luego de operar con algunas interrupciones. En ese momento se conformó un grupo de análisis del incidente, compuesto por profesionales de la CNEA, ENACE y Siemens. Se concluyó que se debía operar dentro del recipiente de presión y del tanque del moderador, donde las altas dosis de radiación hacían que solo se pudiera acceder mediante instrumental robotizado. Siemens hizo una oferta muy costosa. Pérez Ferreira decidió que la CNEA se haría responsable de la reparación, iniciativa que significó el diseño y la construcción de equipamiento sofisticado, que quedaron a cargo de un grupo de trabajo compuesto por personal de la CNEA, Techint, CONUAR e INVAP. También Embalse tuvo que detenerse, en abril, por desperfectos y volvió a entrar en operación a mediados de mayo.84 A fines de abril de 1988, luego del rechazo de varios bancos internacionales y con el tesoro exhausto, la CNEA estaba al borde de paralizar las obras de Atucha II. Se necesitaba para mitad de aquel año el financiamiento de 750 millones de dólares. Por su parte, la planta de agua pesada de Arroyito necesitaba alrededor de 150 millones de dólares para comenzar a operar. A fines de julio se rescindió el contrato con Sideco-Dycasa-Losinger, que pasó a manos de Techint, y se concibió una nueva estructura empresaria que llevó a crear la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería S.E. (ENSI S.E.) en abril de 1991, con el 49% de las acciones en manos de la CNEA y el resto en manos de la provincia. Ahora bien, si Atucha II quedaba inconclusa, ¿dónde se emplearía el agua pesada producida en Arroyito? Por problemas financieros también se retrasaba la construcción de la PEAP, “instalación esencial para el desarrollo de una opción independiente” y punto de partida para una futura planta industrial capaz de producir 80 toneladas por año, llamada Módulo 80.85 Este panorama decadente era balanceado por la inauguración del Centro Nuclear de Investigaciones en Perú, en diciembre de 1988. Su cos-
DIEGO HURTADO
267
to total había sido aproximadamente de 106 millones de dólares.86 También estaba FAE, finalmente creada a mediados de 1986 para producir las vainas de circaloy necesarias para que CONUAR fabricara los elementos combustibles. FAE se había constituido con una participación del 68% de CONUAR y el 32% de la CNEA. Por su parte, CONUAR, en su séptimo año de entregas, llevaba un total de 1.850 elementos para Atucha I y de 5.558 para Embalse.87 Por último, en Pilcaniyeu se ensayaba la producción de elementos combustibles enriquecidos al 0,85% para Atucha.88 En abril de aquel año, Alfonsín y Sarney visitaron la planta nuclear de Aramar, en la localidad de Iperó, Brasil. Además de firmar una declaración, también habían acordado transformar el Grupo de Trabajo Conjunto de Energía Nuclear, creado en 1985, en el Comité Permanente sobre Política Nuclear. A fines de noviembre ambos presidentes también visitaron la instalación piloto de reprocesamiento de combustibles irradiados en construcción en el CAE.89 En enero de 1989, un artículo de The New York Times explicaba que la sequía que reducía el nivel de los ríos que alimentaban las represas hidroeléctricas y la salida de operación de las centrales nucleares obligaron al gobierno a establecer un programa de cortes de energía eléctrica. Embalse, que hacía poco tiempo había salido de operación, a fines de diciembre volvió a presentar problemas. El mismo artículo explicaba que Atucha I había funcionado de forma intermitente con extensos períodos de inactividad y daba detalles de los inconvenientes.90 Mientras el programa nuclear perdía impulso, la empresa INVAP firmaba un contrato de 5,6 millones de dólares con la Organización de Energía Atómica de Irán para trabajos de redimensionamiento de un reactor para uso de uranio enriquecido al 20%. INVAP se comprometía a proveer 80 elementos combustibles. Dado que no existía la capacidad industrial para producir los 120 kilogramos de uranio enriquecido necesarios, INVAP tuvo que buscar un proveedor extranjero. La tarea resultó complicada como consecuencia de las disputas fomentadas por EE. UU. En noviembre, el canciller argentino pidió a Irán que confirmara que las instalaciones en las que iba a trabajar INVAP serían utilizadas con propósitos pacíficos. El trabajo se inició en abril. Un nuevo contrato se firmó en octubre de 1988 por alrededor de 25 millones de dólares, que consideraba actividades de entrenamiento de personal y la construcción de dos plantas piloto para
268
LOS SECRETOS DEL URANIO
el Centro de Tecnología Nuclear de Isfahan, una de conversión y purificación de dióxido de uranio, otra para manufactura de elementos combustibles. Durante esta instancia, el Banco Central Iraní rechazó al Banco de la Nación Argentina como garante de la operación, lo que obligó la renegociación de los contratos.91 A mediados del mismo año, la empresa INVAP y el Haut Commisariat a la Recherche, organismo estatal de Argelia, firmaron un acuerdo y en marzo de 1989 era inaugurado el reactor de investigación NUR de 1 MW, construido por INVAP con una importante participación de la CNEA, especialmente en el entrenamiento de numerosos técnicos y profesionales argelinos.92 Versino señala que, entre 1982 y 1984, desde la gerencia de INVAP se había comenzado a impulsar en Bariloche la formación de empresas asociadas dirigidas por ex miembros de INVAP. Ingenieros, químicos y físicos de la entidad se habían embarcado en emprendimientos tecnológicos de una complejidad que muchos analistas suponían fuera del alcance de América Latina. De este proceso surgieron las empresas ANVAP (servicios de análisis químicos y físicos), TRAVAP (tratamientos anticorrosivos a equipos industriales), ROTVAP (equipos y maquinarias), EQUIVAP (sensores y control de procesos), SIAP Patagonia (sensores para meteorología) y UNIVAP (producción de software de diseño).93 En 1985 se creó la empresa ALTEC, otra sociedad del Estado, dedicada a productos y servicios en el área de informática y electrónica, que en poco tiempo se convirtió en la principal proveedora de productos informáticos de la provincia de Río Negro.94 Algunos miembros de INVAP, conscientes del abismo que separaba una experiencia como la del Silicon Valley, en la costa oeste de los EE. UU., de la escala y potencialidades de la economía argentina, encontraban sin embargo paralelismos notorios con lo que estaba ocurriendo en Bariloche.95 Ahora bien, a pesar de un desempeño estable hasta 1987, este conglomerado de firmas fue diezmado por la crisis económica de 1989. Con enormes dificultades, INVAP iba a lograr sobrevivir al caos hiperinflacionario. “Esta década tuvo para nosotros un aspecto negativo en lo local, aunque a su vez tuvo un efecto positivo que fue el volcarnos a la exportación”, cuenta Héctor Otheguy miembro del plantel fundador de la empresa.96
DIEGO HURTADO
269
“País periférico, empobrecido, endeudado y poco relevante” En momentos de la debacle económica y el final vertiginoso del gobierno de Alfonsín, los países deudores, sostiene Beltrán, debían “presentarse a sí mismos como ‘confiables’ para acceder a créditos y refinanciamiento”.97 Con el término “globalización”, surgido del ámbito de los negocios, comenzó a aludirse a un escenario mundial de creciente disociación entre los mercados financieros y el mundo de la producción.98 Reforzada esta configuración por el derrumbe del socialismo, los think tanks neoliberales locales comenzaron a construir un andamiaje ideológico que suponía que pensar en términos de industrialización era demodé en la Argentina y en la región. Como explica Brown, la economía neoclásica “ha surgido del supuesto fracaso de las políticas económicas estructuralistas”. Y agrega: Es decir, los restos evidentes de la industrialización por sustitución de importaciones –que supuestamente produjeron la hiperinflación, la moratoria de la deuda, el malestar social, las rebeliones de la guerrilla y las represiones militares de las décadas de 1960 y 1970– desacreditaron al estructuralismo y revivieron la economía neoclásica dentro de la academia.99 Como si las dictaduras se explicaran como el producto de la libre flotación de la historia, poniendo el efecto como causa, esta maniobra ideológica intentaba presentar la crisis económica y la inflación como pruebas del fracaso del modelo de sustitución de importaciones. Según este enfoque, el desarrollo de tecnología nuclear, promovido a contramano de la historia por un nacionalismo trasnochado, se habría tornado irrelevante y anacrónico. Un elemento adicional en esta misma dirección era el descrédito creciente sobre el futuro de la energía nuclear en EE. UU. y en algunos países de Europa. Si el accidente de Three Miles Island, en Pensilvania, a fines de marzo de 1978, fue crucial como evento amplificador de los movimientos de oposición a la energía nuclear y de su influencia sobre la opinión pública dentro de EE. UU., el accidente de Chernobyl lo fue a escala global. Para el gobierno norteamericano el problema de fondo era económico y la preocupación mayor se enfocaba en la competitividad de la industria norteamericana. Cuenta Smith que, a fines de la década de 1980, en EE. UU.
270
LOS SECRETOS DEL URANIO
y otros países europeos “las tempranas mitologías de energía ‘barata’ y ‘pacífica’” llegaban a un punto muerto.100 Un año antes de Chernobyl sostenía la revista Forbes : “El fracaso del programa nuclear de Estados Unidos se ubica como el mayor desastre de gerenciamiento en la historia de los negocios, un desastre de escala monumental”.101 De todas formas, como señala Rucht con referencia a países avanzados, la fuerte resistencia a la energía nuclear no necesariamente obstaculizó la continuidad de corto plazo de los programas nucleares, como muestra el hecho de que se finalizaran los reactores de potencia que estaban en construcción. En cambio, al margen de las notorias diferencias que muestran los estudios de caso específicos, los movimientos de resistencia a la energía nuclear a fines de los años ochenta sí podrían haber afectado las decisiones tomadas en la década siguiente.102 Ahora bien, si estas cuestiones indudablemente están presentes en las discusiones sobre política nuclear en la Argentina, debe también tenerse en cuenta que no parecen jugar un papel decisivo. Si bien para una evaluación más ajustada hacen falta estudios específicos, con la notoria excepción de la oposición social al repositorio de Gastre, puede decirse que las dinámicas de resistencia a la tecnología nuclear en la Argentina fueron muy diferentes –en principio, de menor escala– a las desplegadas en EE. UU. y Europa.103 En las puertas de las elecciones presidenciales de mayo de 1989, los medios norteamericanos iniciaban una previsora campaña para condicionar al próximo gobierno argentino en el tema nuclear. Para algunos diarios norteamericanos, la posibilidad de que “el ultranacionalista partido peronista” ganara las elecciones arrojaba un manto de incertidumbre sobre la continuidad de las relaciones argentino-brasileñas, ya amenazada por las severas crisis económicas que afrontaban ambos países y por el creciente poder del sector militar en la Argentina. Un artículo del Bulletin of the Atomic Scientists , que se titulaba “Los peronistas buscan ‘la grandeza nuclear’”, afirmaba: “Si se puede creer en las encuestas de opinión, el peronismo, movimiento argentino de masas autoritario y xenófobo, retornará al poder en las elecciones del 14 de mayo”. Y agregaba poco más abajo: “Esto ha renovado la preocupación sobre el desarrollo nuclear en la Argentina, un país con una larga historia de inestabilidad política y nacionalismo militante”.104 En caso de que el gobierno peronista decidiera volver a dar impulso al programa nuclear, “una deuda de 60.000 millones de dólares, la economía
DIEGO HURTADO
271
estancada y una inflación endémica de tres dígitos” descartaban un incremento de recursos locales, a la vez que la posición argentina sobre la no proliferación descartaba la posibilidad de préstamos internacionales. Sin embargo, la verdadera preocupación era que la Argentina exportara “materiales nucleares” a otros países de la periferia: “Alfonsín puede haber allanado el camino para este método de financiar el programa al establecer un número de dudosos contactos”. Esta administración había cooperado con Irán mientras estaba todavía en guerra con Irak, estableció vínculos con Cuba y “habló seriamente con Albania varios años atrás” y, finalmente, cuando Canadá rechazó asistir a Pakistán en la reparación de una planta nuclear de origen canadiense, “funcionarios argentinos abrieron las puertas de una planta similar de diseño canadiense al equipo de expertos nucleares de Pakistán”, sostenía la prestigiosa publicación. Otro tema alarmante provenía de “reportes confiables” que afirmaban que Menem había ofrecido restituir al frente de la CNEA a Castro Madero. Finalmente, una vez en el poder, “los peronistas podrían deshacer una de las más significativas iniciativas de Alfonsín, su esfuerzo por desactivar la rivalidad de la Argentina con Brasil”.105 A mediados de 1989, la crisis económica obligó a Alfonsín a dejar la presidencia antes de la finalización de su mandato. Con la asunción de Carlos Menem, Pérez Ferreira fue reemplazada por Manuel Mondino, físico doctorado en el Instituto Balseiro, que había estado a cargo de la Gerencia de Desarrollo. Como respuesta a la inestabilidad política, la crisis económica y las presiones externas, el gobierno de Carlos Menem inició un plan de “reforma estructural”, que incluyó la apertura de la economía, la desregulación de los mercados –en especial, de los mercados financiero y laboral–, un programa de privatización de las principales empresas públicas y la concesión de los servicios públicos a firmas en su mayoría extran jeras. La consigna de “achicamiento del Estado” significó en el área nuclear una “reestructuración” traumática y lo que podríamos caracterizar como un proceso de fuga de cerebros interna , al promover iniciativas de retiro, con notable pérdida de conocimiento tácito acumulado. Los sucesivos cancilleres, Domingo Cavallo y Guido Di Tella, impulsaron una política exterior que complementó la política económica y el trabajo de los think tanks . Carlos Escudé, uno de los ideólogos de este cambio de rumbo, argumentaba que, como consecuencia de que raramente se
272
LOS SECRETOS DEL URANIO
explicitan los vínculos entre el modelo de nación y las propuestas de política exterior, “en la democrática Argentina de Alfonsín, pudo haberse adoptado una política dotada de alardes belicistas respecto de Malvinas, a la vez que se continuó aceleradamente con el desarrollo del misil Cóndor 2 y se rehusó ratificar el Tratado de Tlatelolco para la prohibición de armas nucleares en América Latina”. Como consecuencia, razonaba Escudé, “este desafío al orden impuesto por las potencias centrales, operado desde la vulnerabilidad argentina , generó graves costos para este país”. Como política exterior para un “país periférico, empobrecido, endeudado y poco relevante para los intereses vitales de las potencias centrales”, Escudé sostenía que la Argentina debía “bajar el nivel de sus confrontaciones políticas con las grandes potencias a prácticamente cero”. Su propuesta era el alineamiento con EE. UU. fundado en la “aceptación realista del liderazgo norteamericano en el hemisferio occidental”.106 De esta forma, además del debilitamiento presupuestario y la creciente amenaza de reestructuración y achicamiento, era la primera vez en cuatro décadas que el régimen tecnopolítico nuclear recibía el embate frontal desde lo que podríamos entender como una construcción ideológica oficial. Esta nueva encrucijada no solo amenazaba su dimensión material, sino que también comenzaba a socavar los cimientos institucionales e ideológicos desde todos los frentes, incluido el de una política exterior que se integraba funcionalmente a la construcción del gran relato neoliberal que, como sostiene Beltrán, reinventaba al Estado como enemigo común.107 La percepción difundida por Escudé era corroborada por las representaciones vigentes en la prensa. En octubre de 1989, un columnista del diario Buenos Aires Herald escribía en un diario norteamericano que, si bien las exportaciones nucleares argentinas a Argelia, Irán, Perú, Rumania y Turquía se realizaban bajo salvaguardias del OIEA, el submarino nuclear que se estaba desarrollando con la ayuda de Alemania Federal, la planta de agua pesada con ayuda suiza y el “proyecto alfa”, un repositorio de desechos nucleares a 50 kilómetros de Buenos Aires, eran todos emprendimientos que carecían de salvaguardias. Este panorama ominoso, según el cronista, se completaba con los desarrollos de las Fuerzas Armadas brasileñas, que también impulsaban un submarino nuclear, un misil de 700 millas y un sitio subterráneo para pruebas nucleares en el Amazonas. En el mismo momento en que el Banco Mundial urgía a los países pobres a
DIEGO HURTADO
273
gastar más en desarrollo económico y menos en defensa, “la carrera entre la Argentina y Brasil por la supremacía nuclear regional está tomando un fuerte carácter geopolítico”. Es decir, la maniobra consistía ahora en colocar el desarrollo de tecnología nuclear, que en la Argentina estaba bajo la órbita civil desde 1983, en el sector de defensa. A pesar de las conversaciones sobre integración económica, sostenía el autor, las Fuerzas Armadas de ambas naciones permanecían intranquilas y continuaban forzando a sus gobiernos electos a obtener costosas tecnologías nucleares europeas bajo el disfraz de desarrollo económico. Frente a este escenario, el embajador norteamericano Richard Kennedy urgía a Menen a ratificar el Tratado de Tlatelolco durante su visita a Buenos Aires en agosto.108 En junio de 1990, nuevos problemas de operación en ambas centrales de potencia hicieron resurgir críticas acerca de su seguridad. Un artículo publicado en el Bulletin of the Atomic Scientists relacionaba estos problemas con los desperfectos ocurridos poco tiempo atrás y alertaba con extrema crudeza sobre las versiones contradictorias que circulaban alrededor de los “problemas de operación” de las centrales de potencia argentinas. El autor del artículo, Joe Goldman –un periodista norteamericano free lance que vivía en Buenos Aires–, explicaba que en 1986 había llegado a la prensa un informe realizado por Rodolfo Touzet, del Consejo Asesor para el Licenciamiento de Instalaciones Nucleares (CALIN), organismo compuesto en su mayoría por funcionarios de la CNEA. Este informe se refería a procedimientos de seguridad y mantenimiento que no eran satisfactorios. Touzet concluía que Atucha I carecía de personal capacitado en el lugar de operación y que no se cumplían los procedimientos de seguridad estándar. El mismo informe sostenía que la planta experimentaba una excesiva inactividad por problemas relacionados con la obsolescencia de la computadora. Finalmente, el programa de control de calidad que la CNEA había aprobado como condición para el inicio de actividades de Atucha I en 1974 nunca había sido completamente puesto en vigencia. Touzet también afirmaba que Atucha I había estado funcionando sin interrupción durante cinco años, a pesar de que la regulación vigente requería que la planta se detuviera cada tres años para un completo chequeo y actividades de mantenimiento. El accidente que produjo el derrame de sesenta toneladas de agua pesada en diciembre de 1987 era “el mayor en la historia de la energía nuclear comercial”, según el artículo del Bulletin of the Atomic Scientists .109
274
LOS SECRETOS DEL URANIO
Luego de relatar el desperfecto que obligó a una nueva parada de Atucha en 1988, Goldman señalaba: “La vida de los 32 millones de argentinos fue severamente interrumpida por cortes diarios de electricidad de siete horas, sin que la CNEA se sintiera obligada de informar al público acerca de los cortes”. Según el autor, Atucha I volvió a entrar en operación en enero de 1990. Ahora bien, también el reactor de Embalse había tenido problemas y a fines de 1989 había sido detenido tres veces en cuatro días y más de una vez dos meses más tarde. Goldman enfatizaba que, a pesar de estos inconvenientes, los funcionarios de la CNEA habían rechazado la visita de funcionarios de la empresa canadiense AECL. Goldman finalizaba con una caracterización irreverente y ambigua de la CNEA: “Los críticos la ven como una agencia reservada, esclerótica y endogámica y reclaman un control más ajustado del gobierno”.110 El mismo autor volvió sobre el tema en la edición siguiente. Esta vez contaba que, el 18 de mayo, el embajador norteamericano Kennedy, luego de pasar por Buenos Aires, había sostenido que la Argentina tenía credenciales “impecables” en materia de no proliferación y que la vigilancia de las dos centrales de potencia funcionaba bien. Kennedy había argumentado frente a periodistas que “hay pocas causas, si es que hay alguna, para sospechar” que el programa nuclear argentino tenía propósitos bélicos y que la administración de George Bush no daba créditos a los reportes que sostenían que la Argentina desarrolla programas de armas nucleares y misiles balísticos con Egipto o con Irán. Frente a estas declaraciones, el periodista free lance encontraba que el tablero había mutado inexplicablemente y que se le arrebataba un caso fácil para lucir la agudeza de su pluma indignada: “Kennedy no puede decir por qué Estados Unidos, después de décadas de dudas, ahora cree las promesas de la Argentina sobre no proliferación, dado el continuo secreto que rodea sus plantas dedicadas al ciclo de combustible”. Ocurría que la aplicación del realismo periférico comenzaba a funcionar, las relaciones con los EE. UU. mejoraban y las cuatro décadas de sospechas mágicamente se evaporaban. Luego de más de medio siglo de recelos y enconos, Bush se había transformado en el primer presidente de los EE. UU. que realizaba una visita oficial a la Argentina. Desconsolado, Goldman agregaba: “Mientras tanto, analistas políticos dicen que Estados Unidos perderá una oportunidad de oro, mientras la Argentina viene, con el sombrero en la mano, a pedir a Washington fondos para rescatar a la
DIEGO HURTADO
275
castigada economía”. Antes de considerar las súplicas de Menem para que se le concediera ayuda financiera, “la administración Bush debería presionar a la Argentina para que ratifique los tratados de no proliferación y termine con el Cóndor-2”.111 En un tercer artículo consecutivo publicado en el número de septiembre del Bulletin of the Atomic Scientists , Goldman insistía en atacar el desarrollo nuclear argentino, esta vez comparando favorablemente el programa nuclear de Chile con los de la Argentina y Brasil: “El realismo chileno acerca de la energía nuclear se refleja en la preocupación pública por sus peligros. En lugar de la mezcla de secreto y excesivo nacionalismo nuclear de la Argentina, las autoridades chilenas han intentado educar activamente al público acerca de estas cuestiones”, sostenía Goldman refiriéndose a Chile, que volvía hacía apenas unos meses de la dictadura de 18 años de Pinochet y cuyo programa nuclear contaba, desde los años setenta, con solo dos reactores de investigación. En este mismo artículo, un Goldman resignado, luego de comentar que funcionarios de la CNEA habían anunciado que a fines de julio Atucha I sería nuevamente detenida, como mínimo por 45 días, finalizaba: “En la Argentina, donde nadie desea criticar la energía nuclear (y, por implicación, ni a la CNEA y otros), los ambientalistas no han tenido impacto”.112 Si bien resignificado por el nuevo contexto, el proceso de integración con Brasil continuó durante el gobierno de Menem. En septiembre de 1990, el presidente Collor de Mello había arrojado una palada simbólica de cal dentro del profundo hoyo que en el Amazonas los militares brasileños habían construido como parte de las instalaciones secretas para probar explosivos nucleares. A fines de noviembre, Collor de Mello y Menem se encontraron en las Cataratas del Iguazú para firmar lo que Goldman calificaba ahora como “acuerdo nuclear histórico”.113 Bush felicitaba a los presidentes de la Argentina y de Brasil.114 En marzo de 1991, mientras Domingo Cavallo pasaba de canciller a ministro de Economía, representantes de ambos países se reunieron en Viena para firmar un acuerdo conjunto de salvaguardias por el cual los dos países abrirían sus instalaciones nucleares a inspecciones del OIEA. Luego de esta sucesión de eventos, que aprobaba un sistema común de gerenciamiento y control e impulsaba inspecciones iniciales e intercambio de información, el proceso se completaría cuando los dos países ratificaran
276
LOS SECRETOS DEL URANIO
el Tratado de Tlatelolco. Solo quedaba actualizar el texto de este tratado y obtener el consentimiento de los parlamentos de ambos países. “Ninguna de estas tareas será simple”, vaticinaba Goldman. También citaba a un funcionario argentino que explicaba que se habían “intercambiado listas de instalaciones e inventarios de materiales” y llamaba la atención sobre la facilidad con que se había avanzado en este proceso. “Al mismo tiempo que deseamos dar garantías, no deseamos revelar nuestros secretos industriales”, sostenía el mismo funcionario. Y aclaraba: “Estamos compitiendo por un pequeño, pero para nosotros sustancial, lugar en el mercado de reactores de investigación”.115 Este proceso culminó con la concertación del “Acuerdo entre la República Argentina y la República Federativa del Brasil sobre el uso exclusivamente pacífico de la energía nuclear”, firmado en Guadalajara, México, el 18 de julio de 1991. Por medio de este acuerdo se creaba un sistema común de control de materiales nucleares que se implementaría a través de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC) con sede en Río de Janeiro. Este ciclo de colaboración se cerraba, el 13 de diciembre, con la firma en Viena de un acuerdo para la aplicación de salvaguardias en ambos países.116 Este acercamiento era finalmente interpretado desde algunos sectores de la arena internacional como parte del proceso de consolidación de las democracias, del inicio de relaciones de cooperación política y económica y del esfuerzo por superar las rivalidades históricas alimentadas por los sectores militares de ambos países. Ahora bien, también aparecieron voces que veían puntos problemáticos. A mediados de 1991, algunos militares brasileños sostenían que no había que involucrarse con inspecciones del OIEA. El 2 de febrero de 1992, el diario Estado de São Paulo citaba en primera plana las quejas del secretario de Ciencia y Tecnología, general Romero Lepesqueur, sobre los 30 millones de dólares que el presidente Collor de Mello estaba reteniendo, destinados a financiar un reactor de grafito en el centro de investigación del Ejército. Lepesqueur no tenía problemas en afirmar que el reactor se proponía producir pequeñas cantidades de plutonio para, entre otras cosas, desarrollar armas nucleares. Un editorial en el mismo diario se refería a las dudas que estas declaraciones despertaban sobre el control civil del programa nuclear brasileño.117
DIEGO HURTADO
277
Pocos días más tarde, un artículo en el diario norteamericano Christian Science Monitor , titulado “The bombs from Brazil”, acusaba a científicos y técnicos nucleares brasileños de apoyar el desarrollo de armas nucleares en el Irak de Saddam Hussein.118 A fines de febrero, en el mismo diario, el embajador brasileño en EE. UU., Rubens Ricupero, replicaba a estas afirmaciones: “En cuanto a la presunta participación de técnicos brasileños en el programa nuclear de Irak, debe ser aclarado que el gobierno brasileño no ha estado involucrado ni ha sido complaciente con tales actividades”. Es decir que el embajador brasileño no desmentía la participación de técnicos de su país, sino que aclaraba el desacuerdo de su gobierno. Y agregaba que, consciente del problema de la exportación de tecnologías sensitivas, la administración de Collor había remitido al Congreso brasileño un proyecto de ley que proveyera un marco legal para castigar exportaciones y servicios no autorizados vinculados a tecnologías estratégicas.119 En paralelo a estos episodios, el gobierno argentino solicitaba la retirada de INVAP de Irán. Vimos que, desde 1988, ingenieros y técnicos de INVAP trabajaban en el plan nuclear iraní. El problema de los 120 kilogramos de uranio enriquecido necesarios para producir los 80 elementos combustibles fue finalmente resuelto en abril de 1991, cuando se acordó que Rusia enriquecería el uranio provisto por la Argentina. Sin embargo, en noviembre de aquel año, cuando INVAP tenía el primer embarque de equipamiento listo para dejar el puerto, la empresa recibió instrucciones del canciller Guido Di Tella –motivado por un pedido de Washington– de detener el envío. Si bien Irán había firmado el TNP, la difícil situación política en Medio Oriente, se argumentaba, hacía pensar en el riesgo que significaba que Irán pudiera utilizar los materiales provistos por la Argentina para el desarrollo de armas. Di Tella pidió por escrito al presidente de la CNEA que “reduzca los contactos en el área nuclear con Irán al mínimo indispensable para cumplir con los contratos ya pactados”.120 El ex canciller Caputo, a favor de las exportaciones de tecnología nuclear a países en desarrollo que había impulsado el gobierno de Alfonsín, acusó a Di Tella de promover un “apartheid tecnológico”.121 Incluso, el redimensionamiento del núcleo del reactor de investigación de la Universidad de Teherán había sido solicitado por el OIEA. La reacción de Caputo era compartida por el ministro de Defensa de Menem, Erman González, que criticaba a Di Tella por ceder más de lo necesario.122 Finalmente, por decisión de
278
LOS SECRETOS DEL URANIO
Menem, fueron cancelados gran parte de los compromisos ya adquiridos, con excepción de los trabajos considerados “antiproliferantes”, que fueron completados en octubre de 1993. Inmediatamente se iniciaron las negociaciones para llegar a un acuerdo acerca de la compensación que la Argentina debía pagar a Irán por el incumplimiento de sus compromisos. Inicialmente, los iraníes comenzaron pidiendo una indemnización de 100 millones de dólares, aunque INVAP terminó acordando unos 5,5 millones. La cancelación de los contratos, a fines de 1991, que significaba para INVAP una pérdida de 25 millones de dólares, complicó su situación financiera. “Fue un duro golpe para INVAP y no sabíamos si podríamos recobrarnos”, explicaba Tomás Buch, químico y miembro de INVAP. 123 Este clima enrarecido fue el marco en que la Argentina ratificó finalmente, luego de décadas de resistencia, el Tratado de Tlatelolco el 5 de agosto de 1992. Al mes siguiente, luego de una visita de Menen a Egipto, se hizo público que este país había firmado el contrato con la empresa INVAP para comprar un reactor de investigación de 22 MW –incluida la planta para la fabricación de los elementos combustibles–, iniciativa que volvía a poner en carrera a la empresa argentina. Se trataba de una transacción por 85 millones de dólares, “la mayor venta al contado de una instalación ‘llave en mano’ hecha por una empresa argentina”, que INVAP había ganado luego de competir con empresas de EE. UU., Canadá, Alemania Federal y Francia.124 Para poder afrontar las condiciones del contrato, debió crearse una filial de INVAP en Egipto. El reactor sería instalado en Inshas, a 50 kilómetros de El Cairo; reemplazaría a un viejo reactor comprado a la Unión Soviética en 1961 para ser utilizado en medicina, agricultura e industria. También se difundió que en octubre el gobierno tenía la intención de comenzar el proceso de privatización del área nuclear, iniciativa que incluía sus dos centrales de potencia, la tercera planta en construcción y las plantas de enriquecimiento de uranio y producción de agua pesada.125
Desguace del sector nuclear Luego de rescindir el contrato con la empresa Sulzer en 1990, reconociéndole una compensación económica de poco más de 140 millones de francos suizos, la planta de agua pesada de Arroyito fue finalizada y puesta en
DIEGO HURTADO
279
marcha por ENSI y la CNEA en abril de1993. El costo final estimado era de 790 millones de dólares, sostiene Conde Bidabehere, “aunque hemos escuchado a directivos de CNEA hablar de 1.030 millones de dólares como costo real efectivo al final de las obras”.126 A mediados de los años noventa también se finalizó, en las vecindades de Atucha I, la PEAP a un costo aproximado de 100 millones de dólares. La PEAP, que tenía una capacidad de hasta tres toneladas por año, debería ser el primer paso para construir el llamado Módulo 80, proyecto que no se concretaría. Por su parte, la PEAP tampoco llegó a operar y fue finalmente desmantelada a los pocos años de ser finalizada. Las obras de Atucha II y la ampliación de Pilcaniyeu finalmente se paralizaron y, por presiones de EE. UU. simultáneas a las presiones para el retiro de INVAP de Irán, se canceló definitivamente la planta de reprocesamiento de plutonio LPR, que había hibernado entre 1983 y 1991, luego de pagar a Techint a lo largo de diez años –en concepto de improductivos de obra y lucro cesante y, en 1993, por la rescisión del contrato– una cifra equivalente a la necesaria para terminar la planta LPR (alrededor de 40 millones de dólares), aunque para operarla, en caso de haberse finalizado, hubiera sido necesario construir una planta de tratamiento de residuos de alta actividad, presupuestada en 200 millones de dólares adicionales. La aventura del reprocesamiento de plutonio en la Argentina, marcada por una sucesión de proyectos de creciente envergadura que iban dejando inconclusos a sus antecesores –la PR1 llegó a funcionar y se desmanteló; la PR2 tuvo comienzo de ejecución y fue cancelada; el ERE nunca salió de los papeles–, finalizaba con la clausura de la planta LPR a un costo final de alrededor de 400 millones de dólares. Al año siguiente, Oscar Wortman estimaba las inversiones de tres grandes proyectos: la planta de agua pesada, “que empezó con una presupuestación de 270 millones y actualmente va por los 1.000”; Atucha II, “que empezó con 1.700 millones de dólares, y hoy yo no conozco la cifra exacta, pero, digamos, conservadoramente, que está en los 4.000”; el tercer proyecto era la planta de reprocesamiento, de la cual “desconozco en cuánto se presupuestó y con cuánto terminó”, pero en total, estimaba, “deben redondear los 7.000 millones esas tres obras que están inconclusas”.127 Esta situación general del sector nuclear, que potenciaba una atmósfera de opinión amplificada por los think tanks que acompañaban las políticas
280
LOS SECRETOS DEL URANIO
oficiales, contrastaba con la percepción positiva que circulaba de INVAP. A comienzos de febrero de 1994, un extenso artículo de The New York Times igualaba la empresa argentina INVAP a “una pequeña versión argentina de una compañía de Silicon Valley”. El artículo hablaba de “un equipo de elite de ingenieros electrónicos y nucleares” que estaban trabajando “no exactamente en secreto, pero con un muy bajo perfil”. Su principal proyecto era la construcción de un satélite de investigación de 7 millones de dólares en colaboración con la NASA. Si bien se trataba de una empresa pequeña –trabajaban 300 empleados y las ventas no superaban los 40 millones de dólares anuales–, “INVAP ha encontrado que en ciertos nichos de mercado –como la construcción de pequeños reactores de investigación– puede competir con gigantes internacionales como General Atomics de San Diego y Babcock & Wilcox de Nueva Orleans”. La tecnología norteamericana que la NASA estaba transfiriendo a INVAP, sostenía el artículo, “habría sido imposible sólo cuatro años atrás”. Y agregaba más abajo que “muchos dicen” que el contrato con la NASA era una compensación que Estados Unidos daba a INVAP por haber roto los contratos con Irán”.128 Mientras INVAP aparecía en la vidriera internacional como el resultado más visible y positivo de la trayectoria nuclear argentina, en simultáneo a la publicación de este artículo se habían vuelto a desencadenar una serie de protestas por el repositorio de residuos nucleares que la CNEA venía planeando construir en la localidad de Gastre desde fines de los años setenta. Frente a la firme oposición pública, algunos representantes de la CNEA argumentaban que la capacidad de almacenar los residuos nucleares iba a alcanzar su límite en los primeros años del nuevo milenio y que el país tenía que decidir dónde continuaría su almacenamiento. Según las investigaciones en Gastre, se insistía en que, debajo del pie de unos montes del lugar había un macizo de granito compacto y puro. Dado que la humedad finalmente iba a penetrar los contenedores de los residuos radiactivos, unos hoyos de prueba habían sido excavados en el sitio para medir la capacidad de la roca para prevenir que esta humedad contaminara los sistemas de agua vecinos. La idea era conservar los residuos nucleares en el granito por lo menos un millón de años antes que la radiactividad se redujera a niveles seguros.129 Frente al movimiento de protesta creciente, el gobierno difundió en febrero de 1996 que todavía no había sido tomada una decisión y que el proyecto había sido detenido. Sin embargo, las actividades de análisis de
DIEGO HURTADO
281
muestras de granito del lugar continuaban. Por esos días, también tomó estado público que algunas compañías francesas habían hecho contacto con el gobierno argentino para considerar la posibilidad de que se pudieran almacenar en Gastre residuos nucleares provenientes de Francia, aunque funcionarios de la CNEA negaban esta posibilidad. 130 De hecho, en la reforma de la Constitución de 1994 se prohibía explícitamente la recepción de residuos radiactivos provenientes del exterior. En simultáneo, el presidente de la CNEA negociaba con el Poder Ejecutivo la forma en que se iba a reestructurar el sector nuclear y cómo se privatizarían las centrales de potencia. A mediados de 1994, a la salida de una reunión con Menem, sin poder ocultar su enojo, comentaba Mondino: “Vemos con poca simpatía el proyecto de Cavallo porque aparenta ser un desguace de la CNEA y la llevará a su total destrucción en 18 meses”.131 Mondino se oponía al proyecto oficial, elaborado por la Fundación Mediterránea, que pretendía privatizar solo las centrales de Embalse y Atucha I. Según este plan, se recurriría a inversiones privadas para financiar la finalización de Atucha II. Mondino se preguntaba qué ocurriría con las áreas de investigación y desarrollo, con el TANDAR y con las asociaciones en emprendimientos de desarrollo con la empresa INVAP, sectores y actividades que se solventaban con el superávit que producía la generación de energía. Otros puntos oscuros del plan de privatización de Cavallo eran los compromisos ambientales, civiles y comerciales de las empresas que se harían cargo de las centrales de potencia, especialmente el destino de los combustibles gastados. Mondino proponía un plan alternativo: dividir a la CNEA en dos empresas y un organismo regulador que funcionara autárquicamente y que solventara el área de investigación y desarrollo con 59 millones de pesos (que es lo que se le otorgaba hasta ese momento) y que mantuviera a 500 de los 4.800 empleados. El resto se convertiría en un holding que podría venderse en acciones en bloque o subdividido por actividad, algo similar a lo que se había hecho con la privatización de YPF. Con este plan se suponía que la CNEA mantendría su unidad actual. Mondino también reclamaba los 70 millones de pesos que durante el primer semestre de 1994 debía girarle el gobierno a cuenta de la terminación de Atucha II y reclamaba otros 403 millones de pesos que no lograba cobrar, que fueron facturados por empresas estatales –pero al momento del reclamo ya privatizadas–, especialmente por SEGBA.132
282
LOS SECRETOS DEL URANIO
El plan finalmente promulgado a fines de agosto por decreto presidencial fue el del ministro Cavallo. Allí se decidía que la operación de las dos centrales de potencia en funcionamiento, así como la construcción, puesta en marcha y operación de Atucha II pasarían a depender de la empresa Nucleoeléctrica Argentina S. A., creada como sociedad anónima, con el Estado como único accionista, con el objetivo más bien perentorio de privatizarla. Entre los considerandos del decreto, se argumentaba que “en la actualidad la expansión de la oferta de generación nucleoeléctrica depende del aporte de fondos públicos, siendo que es conveniente y necesario concentrar los esfuerzos del Estado nacional en las áreas sociales y evitar su participación en las inversiones de riesgo” y que “resulta conveniente que la Central Nucleoeléctrica Atucha II sea terminada en tiempo útil y con costos razonables”, objetivos ambos que no iban a ser cumplidos. El decreto también fijaba un canon que la empresa debía pagar a la CNEA, “destinado a financiar las funciones de Investigación y Desarrollo”. Hasta fines de 1994, lo que quedaba de la CNEA recibiría 10 millones de dólares y, a partir del año siguiente, el 15% de los ingresos por la supuesta venta de la empresa Nucleoeléctrica Argentina, suma que no podría ser inferior a los 30 millones de dólares. También se separaron de la CNEA todas las actividades de regulación de la actividad nuclear a escala nacional, creándose para tal fin el Ente Nacional Regulador Nuclear (ENREN), dependiente de la presidencia de la nación. La CNEA debía transferir a esta entidad regulatoria la suma de 1,5 millones de dólares anuales en concepto de “tasa regulatoria”. Finalmente, también se debía traspasar a la esfera de la actividad privada la dirección y ejecución de la construcción de Atucha II y las centrales que se construyeran en el futuro. Esta función, que estaba a cargo de ENACE –que en 1995 iba a ser absorbida por Nucleoeléctrica Argentina–, pasaba ahora a la órbita del Ministerio de Economía. 133 Sobre minería, el nuevo Código Minero del menemismo eliminaba el carácter estratégico de los minerales de uranio, permitiendo su exportación por empresas mineras privadas. Lo que ocurría con la CNEA era el modus operandi aplicado a otras áreas del Estado como ENTEL, Gas del Estado o Agua y Energía: (i) se creaba una sociedad anónima que era depositaria de los activos de la empresa estatal sujeta a privatización; (ii) se creaba un ente regulador de la actividad; y (iii) el organismo “residual” del Estado quedaba con todo el pasivo y se liquidaba.
DIEGO HURTADO
283
El decreto presidencial dejaba sin decidir qué ocurriría con las empresas productoras del combustible nuclear, ni el destino que tendrían las minas de uranio, la producción de radioisótopos y de agua pesada. Además, quedaban en la CNEA las deudas por Atucha I y Embalse, los retiros voluntarios, el corte de presupuesto, etc. En algún momento circuló que el Ministerio de Economía pensaba cerrar CONUAR e importar los combustibles de Atucha I y Embalse, dado que existían ofertas que bajaban los costos, aunque finalmente no se logró avanzar en esta iniciativa. Mientras ocurrían estos episodios, continuando con la política exterior de alineamiento con EE. UU., impulsada por el canciller Guido Di Tella, el 23 de diciembre de 1994 la Argentina adhirió finalmente al Tratado de No Proliferación. Frente a la precaria realidad material e institucional del sector nuclear, esta iniciativa, que en otro momento podría haber sido interpretada como una reorientación drástica de la tecnopolítica nuclear, ahora solo agregaba un matiz simbólico adicional de sumisión a la evidente ausencia de un lugar para la ciencia y la tecnología en el proyecto de país neoliberal. Como reacción al desguace de la CNEA, Mondino había abandonado “el trono del uranio”, como se apodaba con ironía la presidencia de la institución por aquellos días. Un sondeo realizado, a pedido de Eduardo Bauzá, jefe de Gabinete de Ministros, por Guillermo Padín Zabal, ingeniero vinculado a INVAP, mostraba que no había candidatos “potables” para reemplazar a Mondino. Padín había rechazado el ofrecimiento, aunque finalmente Bauzá lo había conminado a que aceptara o de lo contrario, según una versión de circulación oral, “se la regalo [la CNEA] al Mingo [Cavallo]”. En el breve intervalo en el que asumió como interventor de la CNEA, Padín logró negociar la regalía de 10 millones de dólares a cambio de la separación de las centrales de potencia. En febrero de 1995, aun sabiendo de su afinidad con el partido radical, Bauzá nombró como nuevo presidente de la CNEA al físico Eduardo Santos, que había sido miembro del grupo original que impulsó el proyecto de Pilcaniyeu. La gestión de Santos no contó con respaldo político. Cuenta el entonces presidente de la CNEA que, a mediados de 1995, cuando comenzaron a discutir con funcionarios del Ministerio de Economía el presupuesto del año siguiente, se enteraron de que allí se consideraba a la CNEA como “Organismo en Disolución”. Les llevó más de un año hacerle entender al
284
LOS SECRETOS DEL URANIO
entonces subsecretario de Presupuesto que la CNEA era un organismo que se encontraba en plena actividad. Aparentemente, la renuncia de Cavallo, en agosto de 1996, habría frenado la disolución de la CNEA. 134 En octubre, un nuevo decreto hizo que la llamada “CNEA residual” dejara de depender directamente del Poder Ejecutivo para quedar bajo la esfera de la Secretaría de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación.135 El proceso de disgregación del sector nuclear se completaba con un plan de retiros voluntarios y con el congelamiento de vacantes para el ingreso de nuevo personal. El contexto internacional no colaboraba. Ese mismo año se inauguró la última planta nuclear en EE. UU., que fue seguida por una interrupción de nuevos compromisos.136 A fines de marzo de 1997 fue finalmente desactivado por el directorio de la CNEA el proyecto de repositorio en Gastre, que había provocado una caravana de protestas, en junio del año anterior, que había recorrido 400 kilómetros en repudio al “basurero nuclear”. En mayo de aquel año, en una visita a Sierra del Medio, el presidente de la CNEA sostuvo: “Podremos proponer la solución técnica más brillante a los residuos nucleares, pero si la opinión pública no la acepta, aún cuando tengamos el marco legal, es imposible llevarla adelante”. Sin embargo, algún día, agregaba: “Gastre fue un estudio. Algún día una generación futura tendrá que tomar la decisión del lugar y la tecnología”.137 A pesar del panorama más bien sombrío que atravesaba el sector nuclear, a mediados de julio parecía una noticia alentadora la puesta a crítico del RA-8, un reactor experimental de uranio enriquecido que había sido concebido para ensayos sobre el diseño del reactor CAREM. 138 A pocos meses de su inauguración también entró en operación el reactor multipropósito en Inshas, Egipto. El proyecto había estado a cargo de INVAP y habían participado diversos grupos de la CNEA en diferentes aspectos del diseño, ingeniería de sistemas, entrenamiento de personal, provisión del combustible y puesta en marcha.139 En este momento se conformó la empresa DIOXITEK S. A. como un camino que permitía superar la prohibición de las actividades de producción en la CNEA y mantener las instalaciones de producción de polvo de dióxido de uranio –tanto de uranio natural como levemente enriquecido– para combustibles de reactores de investigación y de potencia. Única proveedora de CONUAR, el 99% de la propiedad de DIOXITEK pertenecía
DIEGO HURTADO
285
a la CNEA y el 1% restante quedaba en manos de Nuclear Mendoza. Si bien se sostenía que el objetivo inmediato era privatizar esta empresa, nunca existió la intención de hacerlo, ni interesados en adquirirla. El plan era que DIOXITEK, FAE y CONUAR funcionaran como un encadenamiento encargado de fabricar, respectivamente, el dióxido de uranio, los lingotes, los tubos de circaloy y de acero inoxidable, y los elementos combustibles para las centrales de potencia.140 Un caso que merece ser destacado es el de ENSI, a cargo de la planta de agua pesada de Arroyito, que había estado a punto de ser cerrada en 1995. La primera exportación de 30 toneladas, en octubre, a la empresa KEPCO, de Corea del Sur, luego de ganar una licitación internacional, no era suficiente para alterar la evaluación que hacía el gobierno, que la consideraba una planta inviable. Frente a la decisión del Ministerio de Economía de cortar los subsidios y sin otros contratos de suministro de agua pesada en el horizonte, ENSI decidió, con el apoyo de la provincia del Neuquén, impulsar nuevas alternativas que le permitieran utilizar sus recursos humanos más calificados en la diversificación de sus actividades. Fue así que la empresa neuquina logró competir con éxito en la prestación de servicios de ingeniería, montaje y mantenimiento a industrias de la región. Mientras ENSI lograba prolongar de esta manera su existencia, la intervención del gobernador Felipe Sapag ante el presidente Menem logró que el Estado contratara a la planta, a través de Nucleoeléctrica Argentina, para producir las 448 toneladas de agua pesada para devolver a Canadá la misma cantidad que había arrendado la Argentina para la puesta en funcionamiento de Embalse. Si esta operación no se concretaba, el Estado debería pagar 200 millones de dólares a Canadá cuando se produjera el vencimiento del contrato de arrendamiento. Esta propuesta, acordada en mayo de 1996, y la renuncia de Cavallo al cargo de ministro de Economía un par de meses más tarde, hicieron posible la reactivación de la planta de Arroyito. En los años siguientes se fueron concretando nuevos contratos de provisión a la misma empresa coreana KEPCO, la alemana MUKEM y la canadiense AECL.141 Santos debió pedir licencia como presidente de la CNEA debido a un sumario administrativo que alegaba irregularidades en el manejo de fondos, acusación que, si bien años más tarde demostró ser improcedente, derivó en su definitivo abandono del cargo en octubre de 1998, fatigado
286
LOS SECRETOS DEL URANIO
por una sucesión interminable de conflictos y la falta de apoyo de su propio directorio. Este complejo escenario interno, donde las posiciones afines al menemismo sostenían, en nombre de la “investigación de excelencia”, el cierre del RA-3 y de la planta de producción de radioisótopos de Ezeiza, debe completarse con el comienzo, en 1998, de una crisis económica sin precedentes que marcaba el inicio del fin de la era neoliberal. Como cuentan Azpiazu y Schorr, el derrumbe de la economía dejaba a fines de la década a un sector fabril con “un perfil productivo mucho menos denso y articulado que el existente a fines de la época de la sustitución de importaciones”, proceso que los autores caracterizan como “desindustrialización por crisis y reestructuración regresiva ”.142 Entre fines de 1998 y 2001 se sucedieron tres presidentes: el médico y doctor en física Dan Beninson; el ingeniero Aldo Ferrer, que había impulsado en los años setenta la ley de “Compre Nacional”, derogada al comienzo del gobierno de Menem; y el ingeniero Jorge Lapeña, secretario de energía y presidente de YPF durante el gobierno de Alfonsín. Beninson fue presidente por poco más de un año, a finales del mandato de Menem, e intentó impulsar el proyecto CAREM, además de lograr que la CNEA saliera de la órbita de la SECyT y pasara a depender de la Secretaría General de la Presidencia. Por su parte, Ferrer sucedió a Beninson cuando Fernando de la Rúa asumió la presidencia. Ferrer se concentró en que el gobierno finalizara Atucha II. A fines de julio de 2001, explicaba, se llevaban invertidos 3.300 millones de dólares, se había avanzado hasta el 81% de las obras y hacía falta una inversión de 686 millones para finalizarlas. Ferrer no estaba de acuerdo con las privatizaciones de Atucha I y Embalse. El fracaso de esta iniciativa, sostenía, se debía a que no hubo interesados, dada la complejidad de los procesos involucrados. La necesidad de “marcos regulatorios muy severos”, razonaba Ferrer, desincentivaba la inversión.143 Como amigo de Fernando Henrique Cardozo, entonces presidente de Brasil, Ferrer también intentó fortalecer la colaboración nuclear con este país, promoviendo la formación de equipos que completaran sucesivamente la central nuclear brasileña Angra II y Atucha II. La insistencia de los reclamos de Ferrer al presidente motivaron que fuera relevado en agosto. Por pocos meses –hasta la caída de De la Rúa– le sucedió Jorge Lapeña, miembro del directorio de la CNEA. Entre 1989 y 2001, la CNEA tuvo tantos presidentes como en las primeras cuatro décadas de su historia.144
DIEGO HURTADO
287
Relanzamiento y final abierto En 1997 un informe del Departamento de Energía de EE. UU. clasificaba la capacidad nuclear mundial en cinco grupos: América del Norte, Europa Occidental, Europa Oriental, Lejano Oriente y Otros. Sobre los países que integraban esta última categoría –Argentina, Brasil, India, México, Pakistán y Sudáfrica– se afirmaba que “tienen planes nucleares relativamente pequeños en comparación con las regiones de mayor importancia y en conjunto dan cuenta del 2% de la capacidad nuclear mundial”. En un cuadro con los diez países con las mejores performances en la producción de electricidad, la Argentina aparecía sexta.145 En ese momento el sector nuclear estaba conformado por la sede central, tres centros atómicos –Bariloche, Consituyentes y Ezeiza– y las instalaciones de Pilcaniyeu, la ENREN, las sociedades del Estado INVAP, ENSI y Nuclear Mendoza, y las sociedades anónimas FAE, CONUAR, Nucloeléctrica Argentina y DIOXITEK. En el área de formación académica estaban el Instituto Balseiro –dependiente de la CNEA y de la Universidad Nacional de Cuyo–; la Fundación Escuela de Medicina Nuclear de Mendoza (FUESMEN), organización sin fines de lucro para el desarrollo de la medicina nuclear y la atención de pacientes, que había quedado constituida formalmente en 1991, por acuerdo entre la provincia de Mendoza, la Universidad Nacional de Cuyo y la CNEA; y el Instituto de Tecnología Jorge Sabato, enfocado en el área de ingeniería de materiales, creado a fines de 1996 por acuerdo entre la CNEA y la Universidad Nacional de San Martín.146 Este conglomerado de instituciones y empresas llegaba a fines de los años noventa fragmentado en el nivel de la estructura organizacional y desarticulado en cuanto a los objetivos. La política económica de los años noventa había promovido una primarización ruinosa de la trama industrial y la privatización de más de 290 empresas públicas no había impedido que la deuda externa pasara de alrededor de 65.000 millones de dólares en 1989 a más de 121.000 millones en 1999 y a alrededor de 144.000 millones a fines de 2001.147 La política exterior de este período había utilizado desarrollos tecnológicos que costaron décadas como carta de negociación para la obtención de préstamos para el pago de los intereses de la deuda. La ausencia de políticas tecnológicas que guiaran a las instituciones públicas
288
LOS SECRETOS DEL URANIO
de investigación y desarrollo actuaba como fuerza centrífuga sobre sus unidades de investigación y desarrollo, compelidas a buscar “clientes” que decidieran el rumbo de sus actividades con el objetivo último de autofinanciar su supervivencia. Irónicamente, fue en este panorama de enorme incertidumbre que la empresa INVAP, a mediados del año 2000, ganó una licitación abierta por la Australian Nuclear Science and Technology Organization (ANSTO) para construir un reactor nuclear de investigación y producción de radioisótopos por valor de 180 millones de dólares.148 INVAP había competido exitosamente con las empresas Siemens de Alemania, Technicatome de Francia y la AECL de Canadá. La noticia desató rápidamente la oposición de grupos ambientalistas en la Argentina, con Greenpeace entre los más visibles, que se oponían a la cláusula del contrato que contemplaba la posibilidad de que los combustibles gastados del reactor australiano sean reprocesados en la Argentina. Defendiendo la posición de INVAP de los embates que intentaban obstaculizar la venta, Tomás Buch sostenía: “Sólo llamo la atención sobre un hecho internacional: una empresa argentina gana una licitación importante para exportar un producto de alta tecnología, ganando mercados a expensas de empresas de los países centrales. Enseguida se desata –en tres continentes– una tempestad para impedirlo”.149 Este episodio fue para la cultura nuclear un incentivo para persistir, en condiciones de enorme precariedad institucional, en la conservación de sus componentes ideológicos. Por un lado, como sostienen Powell y Di Maggio al hablar de las instituciones, “el consenso ideológico representa un sustituto eficiente de las reglas formales”.150 Por otro lado, siguiendo a Hughes, puede pensarse esta persistencia en términos de la inercia que presentan los sistemas tecnológicos.151 Luego de la crisis del 2001, del derrumbamiento de la matriz neoliberal y del inicio de una política económica que se propuso impulsar un proceso de recuperación del Estado y un proyecto de país industrial, en agosto de 2006, en un contexto de fuerte crecimiento económico, el gobierno de Néstor Kirchner anunció la reactivación del sector nuclear. Esta iniciativa local era acompañada por una resignificación de la energía nuclear en la arena internacional. Desde fines del siglo veinte, el calentamiento global y las proyecciones alarmantes sobre el consumo energético habían comenzado a reconfigurar los imaginarios sociales sobre la energía nuclear
DIEGO HURTADO
289
que dominaban en los países centrales. Mientras que la presión de los movimientos antinucleares había dejado de tener la virulencia de las décadas de 1970 y 1980, algunos gobiernos habían comenzado a anunciar el retorno masivo de la energía nuclear. Sin dejar de ser un tema conflictivo –tanto desde el punto de vista ambiental como político y económico– y al margen de la persistencia de los problemas globales que plantea la minería del uranio y la necesidad de repositorios para los residuos radioactivos, a partir del 2001 comenzó a hablarse del “renacimiento nuclear”.152 En uno de los discursos de relanzamiento del plan nuclear pronunciado en la Casa Rosada, el ministro de Planificación, Julio de Vido, habló de la “recuperación de sus objetivos estratégicos, retomando decidida y rápidamente los lineamientos del decreto 10.936 [de mayo de 1950]”. Traducido al presente, estos objetivos significaban “la generación masiva de energía nucleoeléctrica” y las “aplicaciones de la energía nuclear a la salud pública y en la industria”. La iniciativa con mayor contenido simbólico era la finalización de las obras de la central Atucha II –que aportaría 745 MW a la red eléctrica–, que quedaba a cargo de la empresa Nucleoeléctrica Argentina. “En todas estas actividades se dará la máxima intervención posible a los contratistas y proveedores locales”, explicaba De Vido. En el mismo discurso también anunció la puesta en marcha de la planta de Arroyito para producir 600 toneladas de agua pesada para los siguientes tres años, aludió a una cuarta central de potencia, a la finalización del proyecto CAREM, al impulso de la minería del uranio y a la importancia de la medicina nuclear. Finalmente, De Vido explicaba que la CNEA había firmado un acuerdo con dos empresas locales proveedoras de radioisótopos “por el cual se entregarán radioisótopos en forma gratuita a varios hospitales públicos para el uso en pacientes de recursos escasos”. Con referencia a una lectura de la posición estratégica de la Argentina, señalaba que en el futuro “sólo aquellos Estados capaces de desarrollar tecnología nuclear podrán usarla convenientemente para satisfacer sus necesidades energéticas como así también influir en las políticas mundiales en este tema de tan alta sensibilidad”. Es decir, los elementos centrales del régimen tecnopolítico nuclear volvían a emerger como si, en términos ideológicos y políticos, los años noventa no hubieran ocurrido. En paralelo, se iniciaba el proceso de reconfiguración de una frontera tecnológica local que debería devolver la legitimidad y
290
LOS SECRETOS DEL URANIO
la orientación de mediano plazo al sistema tecnológico nuclear, aunque con una única modificación crucial que De Vido se encargaba de explicitar: Recordemos que todo el programa nuclear argentino se encuentra bajo salvaguardias totales del OIEA, de conformidad con el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) y el Tratado de Tlatelolco, además de los acuerdos bilaterales existentes con el Brasil. Asimismo toda exportación nuclear que realice Argentina requiere como requisito previo que el Estado receptor haya suscripto los acuerdos de salvaguardia correspondientes con el OIEA. A un costo altísimo, el premio consuelo que dejaba el menemismo había sido la puesta de los papeles en regla. Incluso, si bien De Vido no hacía mención explícita, podría agregarse que el país llevaba más de veinte años ininterrumpidos de democracia y que el sector militar había sido desactivado en su capacidad de amenazar la estabilidad democrática. De esta forma, en total cumplimiento del orden regulatorio internacional, De Vido podía hablar explícitamente, por ejemplo, del desarrollo de tecnologías alternativas de enriquecimiento de uranio. “Asimismo, para que el proceso bilateral con el Brasil en el área nuclear tenga profundidad y sentido estratégico resulta indispensable que Argentina restablezca sus capacidades en ciertas áreas tecnológicas tales como la del enriquecimiento de uranio”.153 Razonaba Hymans en 2001: “Se le otorga a las políticas de Estados Unidos el crédito de haber transformado a la Argentina de un ‘canalla’ nuclear en un ‘monaguillo’ nuclear”. 154 Es interesante este análisis de la valoración que se hace de la Argentina en el momento más incierto en la historia de su régimen tecnopolítico nuclear. Ahora bien, ¿luego del relanzamiento del plan nuclear en agosto de 2006, la Argentina continuó siendo percibida como un “monaguillo nuclear”? Evidentemente no. A modo de último ejemplo, citemos la evaluación que en enero de 2008 hacía la publicación del Carnegie Endowment for International Peace con referencia a la reunión de la presidenta Cristina Fernández con el presidente brasileño Lula da Silva. Allí se explicaba que la alianza con la Argentina “permitiría a Brasil proyectar un liderazgo regional y global –de acuerdo con sus expectativas– sobre bases más sólidas” y ayudarlo “a ganar
DIEGO HURTADO
291
una mayor confianza institucional y a despejar dudas previas sobre posibles intenciones ocultas respecto de su programa nuclear”. Para la Argentina, podría significar “una revitalización de su industria nuclear”. 155 Es decir, desde un organismo norteamericano “para la paz” volvía a asomar el rancio recurso de la alusión a “intenciones ocultas”. Pero esta vez la transparencia política e institucional de la colaboración argentino-brasileña dejaba un corredor argumentativo de márgenes muy estrechos y poco verosímiles para pensar en bombas atómicas o en ventas de tecnología sensitiva al terrorismo internacional. Finalmente, en este nuevo escenario también debe considerarse que, a diferencia de las expectativas comerciales que tenía el selecto grupo de países exportadores de tecnología nuclear durante los años sesenta –expectativas que, como mencionamos, fueron defraudadas–, a fines de la primera década del nuevo siglo la industria nuclear no parecía figurar en la lista de los sectores industriales líderes en expansión, aquellos que se infiere asegurarán a los países centrales los procesos de acumulación de mayor envergadura y por los cuales EE. UU. estaría hoy disputando su segundo ciclo de hegemonía global. De ser así, hoy existiría un margen menos restrictivo para que algunos países de la semiperiferia puedan avanzar sobre algunos frentes de la tecnología nuclear que en otros momentos fueron considerados como botín excluyente de las potencias.
Notas 1
Citado en: Fundación Editorial de Belgrano (1983: 18-19). Unión Cívica Radical (1983: 61, 137-139, 238). 3 Citado en: La Razón (1983). 4 Citados en: Buenos Aires Herald (1983). 5 Citado en: La Voz (1983). Ver también: Buenos Aires Herald (1983). 6 Sheinin (2006: 188). 7 SECyT (1989: 61). 8 Idem (1989: 61). 9 Sheinin (2006: 186). 10 Russell (1988: 153, 156, 159). 11 Castellani (2012: 29-30). 12 Escudé (1987: 35). 13 Diehl (1983: A27). 14 Santos (s/f: 23-24). 2
292
LOS SECRETOS DEL URANIO 15
Defensa (1984). Másperi (1999: 189). 17 Regionales (1984a). 18 Flegenheimer (1984). 19 Basados en tecnología propia, no estaban bajo salvaguardia, por ejemplo, ni los reactores de investigación ni la línea de producción de combustible para Embalse. 20 Primera Plana (1984). 21 Ibidem ; Wrobel y Redick (2006: 176-177). 22 Clarín (1984a). 23 Schumacher (1984). 24 The New York Times (1984). 25 Regionales (1984). 26 Clarín (1984b); Conde Bidabehere (2000: 93). 27 La Nación (1984a); Lascano (1984). 28 Alfonsín (1984). 29 Castro Madero (1984a; b); Pasqualini (2012). 30 Citado en: La Nación (1984b). 31 Ceron (1984). 32 Citado en: Orione (1984). 33 Leigh (1984). 34 Idem (1984). 35 Russell (1989: 77). 36 Clarín (1984c; d). 37 Idem (1984e). 38 La Nación (1984c). 39 Ver, por ejemplo: Regionales (1984c; d). 40 La Razón (1984). 41 Ver, por ejemplo: Aráoz (1984); Tiempo Argentino (1984). 42 Citado en: Martin (1984). 43 Martin (1984). 44 Tiempo Argentino (1985); Buenos Aires Herald (1985). 45 Oster (1985). 46 Idem (1985). 47 Oster (1985). 48 Hurtado (2006); CNEA (s/fd: 49). 49 CNEA (s/fc: 6, 14, 39, 44; s/fd: 43, 51). 50 Idem (s/fc: 10, 46; s/fd: 49). 51 Esta sección se basa en: Hurtado y Vara (2006). 52 Ventura (2004). 53 CNEA (1985). 54 Alfonsín (1986). 55 Maqueda (1986). 56 La Nación (1986). 57 Maqueda y Ventura (1986). 16
DIEGO HURTADO 58
293
Pérez Ferreira (2001: 244). Citado en: Rodríguez Pardo (2006: 15). 60 Castro Madero y Takacs (1991: 92). 61 CNEA (1983a: 43). 62 Idem (s/fb: 25-26). 63 Citado en: Rodríguez Pardo (2006: 14). 64 Sabato (1982). 65 Citado en: Rodríguez Pardo (2006: 48, 50). 66 Sabato (1982). 67 Citado en: La Razón (1986). 68 Castro Madero y Takacs (1991: 93). 69 Escudé (1986: 48-49). 70 Spector (1985: 197, 306). 71 Barletta (1997: 6-7). 72 Reiss (1995: 51, 55). 73 Los Angeles Times (1987); Reiss (1995: 51, 55). 74 Escudé (1987: 36-37, 47). 75 Los Angeles Times (1986a). 76 DyN (1987). 77 Calmon Alves y Braga (1987). 78 SIPRI (1986: 477). 79 Watson (1987: 209). 80 Citada en: Quintana (1995: 149). 81 Citada en: Clarín (1987). 82 Arias (1987). El Plan Austral significó una importante devaluación acompañada de un cambio de la moneda corriente. 83 Citado en: Arias (1987). 84 CNEA (s/ff: 12-13); Goldman (1990a: 8); Harriague (2012). 85 Christian (1988); CNEA (s/fe: 27-28). 86 Radicella (1998: 122; 2001). 87 CNEA (s/fe: 74; s/ff: 72). 88 Idem (s/ff: 48). 89 Idem (s/ff: 55); Página /12 (1988a; b; c). 90 Christian (1989). 91 Hurtado (2006: 65). 92 Harriague (2012). 93 Versino (2006: 108). 94 CNEA (s/ff: 71). 95 Santos (2007); Buch (2007). 96 Otheguy (2009). 97 Beltrán (2006: 204). 98 Rapoport (2007: 711). 99 Brown (2005: 99). 100 Smith (2006: 10). 59
294
LOS SECRETOS DEL URANIO 101
Citado en: Smith (2006: 10). Rucht (1995: 286-287). 103 Vara (2007). Hay una línea de estudios incipientes sobre resistencia a la tecnología nuclear en la Argentina. Ver: Polino y Fazio (2009); Vara y Píaz (2013). Agradezco a Ana M. Vara los comentarios y la bibliografía. 104 Kessler (1989). Ver también: Albright (1989). 105 Kessler (1989). 106 Escudé (1992: 20, 24 y 31); itálicas en el original. 107 Beltrán (2006: 210). 108 Ehrmann (1989). 109 Goldman (1990a: 8). 110 Idem (1990a: 9). 111 Idem (1990b: 10). 112 Idem (1990c: 7). 113 Idem (1991: 9). 114 La Nación (1990a; b). 115 Citado en: Goldman (1991: 9-10). 116 Ornstein (1998: 133-141); Redick (1995: 24-33). 117 Citado en: Krasno (1992). 118 Ehrmann y Barton (1992). 119 Ricupero (1992). 120 Nash (1994a). 121 Clarín (1992). 122 Página/12 (1992). 123 Citado en: Nash (1994a). Ver también: Hurtado (2006: 65-66). Para la Argentina, recién en enero de 1997 el asunto iba a ser considerado definitivamente cerrado. 124 Buch (1998: 172). 125 The Wall Street Journal (1992a; 1992b). 126 Conde Bidabehere (2000: 96). 127 Citado en: Quintana (1995: 138). 128 Nash (1994a). 129 Idem (1994b). 130 Nash (1994b). 131 Citado en: Borches (1994a). 132 Borches (1994a); Harriague (2010). 133 Decreto 1.540 de agosto de 1994. 134 Santos (2012). 135 Decreto 660 de 1996. 136 Smith (2006: 10). 137 Citado en: Castro Ruiz (1997). 138 El RA-8 fue clausurado en 2001, una vez completados los ensayos para el CAREM. 139 CNEA (1998: 7-8). 140 Idem (1998: 6, 9, 10, 31). 141 Idem (1997: 29); Conde Bidabehere (2000: 107-114); Santos (2012). 102
DIEGO HURTADO 142
295
Azpiazu y Schorr (2010: 150, 152); itálicas en el original. Citado en: Télam (2001). 144 Harriague (2012). 145 DOE/EIA (1997: 5, 11). 146 CNEA (1997: 5). 147 Zaiat (2012: 249). 148 Jinchuk (2002: 121). 149 Buch (2002: 148). 150 Powell y Di Maggio (1991: 5). 151 Sostiene Hughes: “La definición de objetivos es más importante para un sistema joven que para uno antiguo, en el cual el impulso provee una inercia de movimiento orientado” y, por lo tanto, una tendencia de resistencia al cambio (Hughes, 1983: 5, 140). 152 Puede verse: Smith (2006). 153 De Vido (2006: 3-8). 154 Hymans (2001: 153). 155 Argüello (2009); las itálicas son nuestras. 143
Epílogo Entre los corolarios que parecen desprenderse de esta historia, nos interesa subrayar la centralidad de aquellos rasgos de la cultura nuclear –en sus aspectos materiales, organizacionales, discursivos y simbólicos– que estuvieron en el “código genético” del proceso de institucionalización del sector. Como expresión de identidad y cohesión política de nivel cero, su orientación industrialista y autonomista, así como su origen estatal y su valoración del papel estratégico del Estado –afines al lugar y la función que el peronismo asignó al factor tecnológico–, parecen cruciales para comprender cómo fue moldeado, transformado y diversificado el régimen tecnopolítico nuclear a lo largo de las décadas. En este punto puede ser sugerente remitirnos a la noción de “autonomía enraizada” (“embedded autonomy”) que Evans aplica a su caracterización de la organización interna de lo que llama “estados desarrollistas”. “Reclutamiento meritocrático altamente selectivo y recompensas con carreras de largo plazo crean compromiso y un sentido de coherencia corporativa”, explica Evans. A su vez, la coherencia corporativa da “un cierto tipo de ‘autonomía’” al interior del Estado. Pero lo crucial para este autor es que la autonomía es virtuosa en la medida en que no significa aislamiento. Así, en los casos exitosos que presenta Evans se observa un conjunto concreto de vínculos que “conectan al estado con la sociedad y proveen canales institucionalizados para la continua negociación de objetivos y políticas”. Es decir, solo cuando la autonomía y el enraizamiento vienen juntos puede un Estado llamarse desarrollista.1 El mejor ejemplo que presenta Evans de “autonomía enraizada” es el Estado coreano durante los años ochenta. Para los casos “intermedios”, donde se observan desviaciones respecto del tipo ideal, Evans habla de la presencia de “bolsones de eficiencia” (“pockets of efficiency”) dentro del Estado, los cuales, si bien no son suficientes “como semillas para una reno-
298
LOS SECRETOS DEL URANIO
vación más general del aparato de estado, ellos han proporcionado sin embargo las bases para un número de proyectos exitosos de transformación sectorial”.2 ¿El régimen tecnopolítico nuclear podría considerarse un bolsón de eficiencia que presenta esta propiedad de enraizamiento que habría hecho posible la negociación de objetivos y políticas con otros sectores de la sociedad? Creemos que los primeros capítulos de este libro muestran cómo, durante los años sesenta, se produjo una activa construcción de vínculos de la CNEA con sectores de la industria, la salud y el agro, así como su integración a las políticas públicas de energía. Es decir que, si se acepta que el enfoque de Evans puede aplicarse a este caso, podríamos decir que el régimen tecnopolítico nuclear potenció su autonomía con la capacidad de concretar conexiones con otros ámbitos e, incluso, podría decirse entonces que ya durante la primera mitad de los años sesenta se trata de un caso de autonomía en proceso creciente de enraizamiento. Ahora bien, si la combinación de autonomía y enraizamiento puso en evidencia la capacidad de producir un entorno institucional eficaz con características sistémicas, su condición de posibilidad fue el impulso (o “momentum”, según Hughes) del régimen tecnopolítico nuclear,3 que se mostró como un antídoto sectorial de las debilidades institucionales y organizacionales características de los contextos semiperiféricos. El impulso del régimen tecnopolítico nuclear produjo estabilidad institucional. Superado un umbral de impulso relativo a la capacidad presupuestaria y financiera, los límites de esta dinámica –que son también los límites del pragmatismo tecnocrático– pusieron en evidencia la precariedad de las competencias y capacidades de maniobra del “Estado burocrático autoritario”, incapaz de proteger y dimensionar esta evolución sectorial. El hecho de que a partir del giro neoliberal el impulso del régimen tecnopolítico nuclear haya sido funcional a las estrategias de cooptación de grupos económicos con objetivos predatorios –y haya sido redimensionado por estos intereses– es la manifestación de estos límites. Finalmente, una característica que presentó desde los inicios el desarrollo nuclear en la Argentina fue la capacidad de reemplazar las instancias internacionales de legitimación de sus actividades por instancias locales de legitimación: objetivos tecnológicos y políticos adaptados a necesidades económicas y de infraestructura locales, legitimados por componentes
DIEGO HURTADO
299
ideológicos que hicieron posible representarlos como políticamente significativos y materialmente viables. Es decir, el régimen tecnopolítico nuclear produjo una frontera tecnológica local capaz de dar sentido –relativamente estable y persistente en el largo plazo– al propio devenir de país semiperiférico. En definitiva, si bien esta trayectoria sectorial no produjo hasta la fecha premios Nobel, sí produjo algunos hitos que enseñan cómo utilizar la tecnología para dar batalla a la dependencia cultural y económica.
Notas Evans (1995: 12). 2 Evans (1995: 64-65). 3 Hughes (1989: 76). 1
Bibliografía Adler, E.: The Power of Ideology: The Quest for Technological Autonomy in Argentina and Brazil , Berkeley, University of California Press, 1987. ————: “State Institutions, Ideology, and Autonomous Tecnological Development”, Latin American Research Review , v. 3, 1988, pp. 59-90. Aebersold, P. “Isotopes-Their Distribution and Use”, The Scientific Monthly , v. 69, n.° 6, 1949, pp. 349-359. AFA: “La Asociación Física Argentina y el Plan de Centrales Nucleares”, Ciencia Nueva , año 3, n.° 20, 1972, pp. 44-45. Albright, D.: “The arms race in South America”, Wall Street Journal , 11 de mayo de 1989, p. 1. Alegría, J. L.; Coll, J. A. y Quihillalt, O. A.: “El efecto de la cooperación internacional en el plan nuclear argentino”, en Peaceful Uses of Atomic Energy: Proceedings of the Fourth International Conference , v. 1, Nueva York, United Nations, 1972, pp. 661-665. Alegría, J. L.; Coll, J. A. y Suter, T.: “Una breve reseña histórica de la CNEA”, mimeo, Buenos Aires, CNEA-P, 1972. Alegría, J. L. et al.: “La contribución de la energía nuclear a la solución del problema energético argentino”, Informe N° 115 , Buenos Aires, CNEA, 1964. Alfonsín, R.: “Discurso del señor presidente durante su visita a las centrales nucleares de Atucha, el 11 de mayo de 1984”. Ver en http://lanic.utexas.edu/ larrp/pm/sample1/argentin/alfonsin/840336d.html. Consultado en mayo de 2009. ————: “Palabras pronunciadas por el presidente Raúl Alfonsín durante su visita al acelerador de iones pesados TANDAR en el Centro Atómico Constituyentes. Buenos Aires, 23 de octubre de 1986”, archivo personal de Ernesto Maqueda, mimeo. Alonso, M.: “The Impact in Latin America”, en Pilat, J., Pendley, R. y Ebinger, Ch. (eds.), Atoms for Peace: An Analysis After Thirty Years , Boulder, Westview Press, 1985, pp. 83-90.
302
LOS SECRETOS DEL URANIO
Amembassy Buenos Aires: “Firings an arrests in Argentine Technology Institutes”, telegrama 6.834 al Departamento de Estado de Estados Unidos, Buenos Aires, 4 de diciembre de 1976. Ver en http://www.desclasificados.com.ar/i. php?i=4507&frames=top. Consultado en enero de 2012. ————: “Visit to Argentina of LTG Gordon Sumner, Chairman, Inter-American Defense Board (IADB)”, telegrama 2.595 a la Secretaría de Estado (Washington, D. C.), Buenos Aires, 11 de abril, 1977a. Ver en http://www. cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000a0fe.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Asst Sec Todman’s Meeting With President Videla”, telegrama 6.281 a la Secretaría de Estado (Washington, D. C.), Buenos Aires, 24 de agosto, 1977b. Ver en http://www.cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000a33b.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Joint Comunique of the Argentina Republic and the United States”, mimeo, Buenos Aires, 21 de noviembre, 1977d. Ver en http://www.cipol. org/pdfs/Tlatelolco/0000a4fd.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Ambassador Castro’s Press Conference”, telegrama 9.074 a la Secretaría de Estado (Washington, D. C.), Buenos Ares, 30 de noviembre, 1977e. Ver en http://www.cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000a41f.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Transcripción de la conferencia de prensa ofrecida por el embajador de los Estados Unidos en la Argentina, Dr. Raúl Castro, el 29 de noviembre de 1977”, mimeo, Buenos Aires, noviembre, 1977f. Ver en http://www.cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000a41d.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Argentine Distress Over Carter OAS Speech”, telegrama 4.943 a la Secretaría de Estado (Washington, D. C.), Buenos Aires, 27 de junio, 1978a. Ver en http://www.cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000a80f.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Ambassador Meeting with General Viola”, telegrama 8.473 a la Secretaría de Estado (Washington, D. C.), Buenos Aires, 25 de octubre, 1978b. Ver en http://www.cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000ab40.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Argentina Airs Complaints of US Interferencia”, telegrama 8.359 a la Secretaría de Estado (Washington, D. C.), Buenos Aires, 11 de mayo de 1979. Ver en http://www.cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000a9af.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Ambassador Gerard C. Smith’s Visit to Argentina, March 24-26, 1980”, Scope Paper , Buenos Aires, 20 de marzo, 1980a. Ver en http://www. cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000aca3.pdf. Consultado en enero de 2012.
DIEGO HURTADO
303
————: “1980-82 Goals and Objectives: Ambassador’s Policy Assessment”, telegrama 8.410, Buenos Aires, 2 de abril, 1980b. Ver en http://www.cipol. org/pdfs/Tlatelolco/0000ae54.pdf. Consultado en enero de 2012. Anderson, J.: “Buenos Aires Can Produce Nuclear Arms”, The Washington Post , 12 de diciembre de 1983, p. C19. Angelelli, V.: “Yacimientos minerales de uranio en la Argentina”, Mundo Atómico, año 6, n.° 20, 1955, pp. 31-34. Antúnez, E.: “Incidencia de la energía atómica en el campo del derecho”, Mundo Atómico, año 4, n.° 11, 1953, pp. 71-73. APCNEA: “La política nuclear argentina”, Ciencia Nueva , año 3, n.° 19, 1972, pp. 40-43. Aráoz, A.: “¿Qué hace el sistema científico por la industria en Argentina?”, Ciencia Nueva , n.° 26, 1973, pp. 50-55. Aráoz, C.: “Desarrollo y política nuclear”, Clarín, 30 de octubre de1984, pp. 16-17. Arcomano, R.: “Los desaparecidos de la CNEA”, Miradas al Sur , año 5, n.° 219, 2012. Ver en http://sur.infonews.com/notas/los-desaparecidos-de-la-cnea. Consultado en noviembre de 2012. Argüello, I: “Brazil and Argentina’s Nuclear Cooperation”, Publications of Carnegie Endowment for Internacional Peace, 8 de enero de 2009. Ver en http://carnegieendowment.org/2009/01/08/brazil-and-argentina-s-nuclear-cooperation/3jqa. Consultado en enero de 2013. Arias, D.: “¿Quién quiere quedarse con las centrales nucleares?”, Clarín, 16 de junio de 1987, p. 17. Arrighi, G.: The Long Twentieth Century. Money, Power and the Origins of our Times , Londres/Nueva York, Verso, 2010 [1994]. Artin, N. y Courant, R.: “Report on Impressions of Scientific Work in Goettingen and Hamburg, Germany-July, 1947”, mimeo, Biblioteca del Courant Institute of Mathematical Sciences, New York University Press, 1947. Astigueta, J.: Manuscrito adjunto al “Proyecto: D.I.G. Nota de pedido N° 82-1025-01”, INVAP, 1982. Bariloche, Archivo INVAP, 25 de octubre de 1981. Azpiazu, D., Khavisse, M. y Basualdo, E.: El nuevo poder económico, Buenos Aires, Hyspamérica, 1988. Azpiazu, D. y Schorr, M.: Hecho en la Argentina. Industria y economía, 1976 2007 , Buenos Aires, Siglo XXI, 2010. Babini, N.: La Argentina y la computadora , Buenos Aires, Dunken, 2003. Baer, W.: “Import Substitution and Industrialization in Latin America: Experiences and Interpretations”, Latin American Research Review , v. 7, n.° 1, 1972, pp. 95-122.
304
LOS SECRETOS DEL URANIO
Báez, J. et al.: “Participación de la industria argentina en la Central Nuclear de Atucha y futuras”, Buenos Aires, CNEA 345, 1973. Balogh, B.: Chain Reaction. Expert debate & public participation in American commercial nuclear power, 1945-1975 , Cambridge, Cambridge University Press, 1991. Balseiro, J.: Informe del Dr. José Antonio Balseiro referente a la inspección realizada en la isla Huemul en septiembre de 1952 , Buenos Aires, Comisión Nacional de Energía Atómica, 1988. Ver en http://www.ib.edu.ar/historia/informes_ huemul/informes_huemul.htm. Consultado en octubre de 2004. ————: “Mesones”, Mundo Atómico, año 5, n.° 15, 1954, pp. 70-72. ————: Carta a José Babini, San Carlos de Bariloche, 5 de abril de 1956. Archivo del Instituto Balseiro, Centro Atómico Bariloche, San Carlos de Bariloche. Báncora, M.: “Construcción de un ciclotrón de 35 cm de diámetro polar”, Mundo Atómico, año 5, n.° 19, 1954, pp. 42-48. Barbero, M.: “Argentina: Industrial growth and enterprise organization, 1880s1980s”, en Chandler, A.; Amatori, F. y Hikino, T. (eds.), Big Business and the Wealth of Nations , Cambridge, Cambridge University Press, 1997, pp. 368393. Barletta, M.: “The Military Nuclear Program in Brazil”, Working Paper , Center for International Security and Arms Control, Stanford University, 1997. Ver en http://iis-db.stanford.edu/pubs/10340/barletta.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Ambiguity, Autonomy, and the Atom: Emergence of the ArgentineBrazilian Nuclear Regime”, Tesis de Doctorado, Madison, University of Wisconsin, 2000. Barsky, O. y Gelman J.: Historia del agro argentino. Desde la Conquista hasta fines del siglo XX , Buenos Aires, Grijalbo, 2001. Bauman, Z. “From Pilgrim to Tourist –or a Short History of Identity”, en Hall, S. y Du Gay, P. (comps.), Questions of Cultural Identity , Londres, Sage, 1996, pp. 18-36. Beck, G.: “Beck Writes the Editor”, The New Republic , 31 de marzo de 1947, p. 21. ————: “XVIII Reunión de la Asociación Física Argentina”, Ciencia e Investi gación, v. 7, 1951, pp. 512-313. ————: “Reflexiones al cumplirse diez años desde la creación del Centro Atómico Bariloche”, Ciencia e Investigación, v. 21, 1965, pp. 555-560. Bekerman, F.: “Modernización conservadora: la investigación científica durante el último gobierno militar en Argentina”, en Beigel, F. (dir.), Autonomía y de pendencia académica , Buenos Aires, Biblos, 2010, pp. 207-232.
DIEGO HURTADO
305
Belini, C.: “Estado y política industrial durante el primer peronismo (19461955)”, en Berrotarán, P.; Jáuregui, A. y Rougier, M. (eds.), Sueños de bienestar en la Argentina. Estado y políticas públicas durante el peronismo, 1946/1955 , Buenos Aires, Imago Mundi, 2004, pp. 73-106. Belini, C. y Rougier, M.: El Estado empresario en la industria Argentina. Conformación y crisis , Buenos Aires, Manantial, 2008. Beltrán, G.: “Acción empresaria e ideología. La génesis de las reformas estructurales”, en Pucciarelli, A. (coord.), Los años de Alfonsín, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, pp. 199-243. Benjamin, M.: “Argentina on Threshold Of Nuclear Reprocessing”, The Washington Post , 16 de octubre de 1978, pp. A1, A21. ————: “US Is Allowing Argentina to Buy Critical A-System”, The Washington Post , 19 de julio de 1982, pp. A1, A4. Bernaola, O.: Enrique Gaviola y el Observatorio Astronómico de Córdoba. Su impacto en el desarrollo de la ciencia argentina , Buenos Aires, Saber y Tiempo, 2001. Berrotarán, P.: Del plan a la planificación. El estado durante la época peronista , Buenos Aires, Imago Mundi, 2003. Bes, D.: “Nuclear structure away from the region of b-stability”, Nuclear Instruments and Methods , v. 38, 1965, pp. 277-281. ————: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Buenos Aires, 9 de febrero de 2004. Bes, D. et al.: Estudio para la instalación de un acelerador electrostático , Buenos Aires, Departamento de Física de la CNEA, 1976. Blanpied, W.: “Inventing US Science Policy”, Physics Today , v. 51, n.° 2, 1998, pp. 34-41. Borches, C.: “CNEA: el negocio y la investigación”, Microsemanario, año 4, n.° 159, 6 de julio, 1994a. Ver en http://www.fcen.uba.ar/prensa/micro/1994/ms159. htm. Consultado en marzo de 2012. Boyer, P.: By the Bomb’s Early Light. American Thought and Culture at the Dawn of the Atomic Age , Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1885. Brand, H. W.: “The Age of Vulnerability: Eisenhower and the National Insecurity State”, American Historical Review , v. 94, 1989, pp. 963-989. Bratt, D.: The Politics of CANDU Exports , Toronto, Universtity of Toronto Press, 2006. Braun Menéndez, E.: Bases para el progreso de las ciencias en la Argentina , Buenos Aires, Ateneo del Club Universitario, 1946. Brooks, D. y Krutilla, J.: Peaceful Use of Nuclear Explosives. Some Economic Aspects , Washington, The Johns Hopkins Press for Resources for the Future, 1969.
306
LOS SECRETOS DEL URANIO
Brown, J.: “From Structuralism to the New Institutional Economics: A Half Century of Latin American Economic Historiography”, Latin American Research Review , v. 40, n.° 3, 2005, pp. 97.99. Browne, M.: “Argentine Atom Job Is Won by Germans”, The New York Times , 23 de febrero de 1968, pp. 49, 52. Buch, T.: “La proyección comercial internacional”, en Carasales, J. y Ornstein, R. (coords.), La cooperación internacional de la Argentina en el campo nuclear , Buenos Aires, CARI, 1998, pp. 147-205. ————: “INVAP en Australia. Realidades, prejuicios y manipulaciones”, Redes , v. 10, n.° 19, 2002, pp. 135-148. ————: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Bariloche, 21 de noviembre de 2004. ————: Comunicación personal por correo electrónico, 16 de enero de 2006. ————: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Bariloche, 20 de agosto de 2007. Buenos Aires Herald : “Radical adviser expects superpower ‘blackmail’”, 20 de noviembre de 1983, p. 1. ————: “Nuke research awaiting funds”, 15 de febrero de 1985, p. 7. Bush, V.: Science. The Endless Frontier , Washington, National Science Foundation, 1960 [1945]. Cabral, R.: “The Peron-Richter Fusion Program, 1948-1953”, XVIIIth International Congress for the History of Science , University of California, 1-8 de agosto de 1985. ————: “Ameaças atômicas norte-americanas contra a América Latina: o caso da Argentina, 1947”, Ciência e Cultura , v. 40, n.° 7, 1988, pp. 656-658. ————: “Cultural Dimensions of the Latin American Nuclear Debate”, en Cabral, R. (ed.), The Nuclear Technology Debate in Latin America , Suecia, University of Gothenburg, 1990, pp. 3-15. ————: “Niels Bohr e as Contribuções de Ricardo Gans à Teoria Electrônica dos Metais”, Quipu, v. 11, n.° 1, 1994, pp. 51-62. ————: “El desarrollo de las ciencias exactas en América Latina y la política internacional”, en Saldaña, J. J. (ed.), Historia social de las ciencias en América Latina , México, UNAM-Porrúa, 1996, pp. 493-510. Caldelari, M. et al.: “Instituciones de promoción y gobierno de las actividades de investigación”, en Oteiza, E. (ed.), La política de investigación científica y tecnológica argentina. Historia y perspectivas , Buenos Aires, CEAL, 1992, pp. 168-193. Calle, C.; Morazzo, S. y Victoria, M.: “Castro Madero, la represión ideológica en la CNEA”, El Porteño, v. 2, n.° 24, 1983, pp. 51-53.
DIEGO HURTADO
307
Calmon Alves, R. y Braga, M.: “Brasil e Argentina já trocam seus segredos nucleares”, Jornal do Brasil , 17 de julio de 1987, p. 8. Canelo, P., “La política contra la economía: los elencos militares frente al plan económico de Martínez de Hoz durante el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1981)”, en Pucciarelli, A. (coord.), Empresarios, tecnócratas y militares. La trama corporativa de la última dictadura , Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 219-312. Capshew, J. y Rader, K.: “Big science: Price to present”, Osiris , v. 7, 1992, pp. 3-25. Carasales, J.: El desarme de los desarmados. Argentina y el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares , Buenos Aires, Pleamar, 1987. ————: “Argentina y el submarino de propulsión nuclear: posibilidades y políticas en el mundo actual”, en Argentina y el submarino de propulsión nuclear. Posibilidades y dificultades , Buenos Aires, Servicio de Hidrografía Naval, 1992, pp. 13-44. ————: De rivales a socios. El proceso de cooperación nuclear entre Argentina y Brasil , Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1997a. ————: “Las explosiones nucleares pacíficas y la actitud argentina”, Boletín del Centro Naval , v. 115, n.° 787, 1997b, pp. 485-512. Carty, B.: “No CANDU for Argentina”, New Internationalist , n.° 6, marzo de 1978, p. 27. Cassano, A.: “Ciencia y tecnología en la región (III). Los inicios de un gran proyecto”, El Litoral , 24 de febrero de 2011. Ver en http://www.ellitoral.com/ index.php/diarios/2011/02/24/opinion/OPIN-03.html. Consultado en diciembre de 2012. Castellani, A.: “Acumulación privilegiada en Argentina (1966-1989)”, en Castellani, A. (coord.), Recursos públicos, intereses privados. Ámbitos privilegiados de acumulación. Argentina, 1966-2000 , San Martín, UNSAM Edita, 2012, pp. 15-42. Castex, M.: El Escorial de Onganía , Buenos Aires, Espérides, 1981. Castro Madero, C.: “Comisión Nacional de Energía Atómica. Sus planes”, Industria y Química , n.° 238, 1976a, pp. 10-12. ————: “Argentina. Política nuclear”, Estrategia , n.° 42, 1976b, pp. 42-47. ————: Carta al presidente del Banco Central de la República Argentina Dr. D. Adolfo César Diz, Buenos Aires, 29 de abril de 1977. CNEA, K. B. 931/77. ————: “Argentina. Situación nuclear actual”, Estrategia , n.° 51, 1978a, pp. 30-41. ————: “Proyecto nuclear argentino en América Latina”, Ciencia Nueva , v. 7, n.° 38, 1978b, pp. 2-9.
308
LOS SECRETOS DEL URANIO
————: “El conocimiento científico supera los vaivenes de la política”, La Nación, 18 de mayo, 1984a, p. 7. ————: “Algunas opiniones adversas, pese al éxito obtenido”, La Nación, 19 de mayo, 1984b, p. 7. ————: “Factibilidad de construir un submarino con propulsión nuclear en la Argentina”, en Argentina y el submarino de propulsión nuclear. Posibilidades y dificultades , Buenos Aires, Servicio de Hidrografía Naval, 1992, pp. 45-74. Castro Madero, C. y Takacs, E.: Política nuclear argentina. ¿Avance o retroceso?, Buenos Aires, El Ateneo, 1991. ————: Hacia un desarrollo tecnológico sostenible , Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales del Centro Naval, 1993. Castro Ruiz, O.: “Decidieron cerrar el basurero de Gastre y temen la privatización”, La Nación, 30 de marzo de 1997. Ver en http://www.lanacion.com. ar/66049-decidieron-cerrar-el-basurero-de-gastre-y-temen-la-privatizacion. CDHPCNEA: “A 30 años del Golpe Militar. Declaración conjunta de la Comisión de Derechos Humanos del Personal de la CNEA, la Asociación de Profesionales de la CNEA, la Asociación de Trabajadores del Estado –CNEA Junta Interna Buenos Aires–, leída en el acto realizado el 22 de marzo de 2006 en la Sede Central de CNEA”, mimeo, 2006. Ceballos, A.; Pérez Ferreira, E. y Ventura, E.: “Análisis de ofertas para la compra de un acelerador electrostático”, mimeo, archivo personal de M. Mariscotti, 1977. Ceron, S.: “Entre tecnocracia y tecnofobia hay lugar para la racionalidad”, Tiempo Argentino, 27 de mayo de 1984. Chalk, R.: “AAAS Workshop on Scientific Freedom and Human Right”, Science , v. 197, 1977, pp. 40-41. Chase-Dunn, Ch. y Reifer, T.: “US Hegemony and Biotechnology: The Geopolitics of New Lead Technology”, Working Paper n.° 9, Riverside, Institute for Research on World Systems, University of California, 2002. Chernus, I.: Eisenhower’s Atoms for Peace , College Station, Texas, Texas A&M University Press, 2002. Child, J.: “Geopolitical Thinking in Latin America”, Latin American Research Review , v. 14, n.° 2, 1979, pp. 89-111. Christian, S.: “Argentina is Likely to Halt Work on Atom Power Plant”, The New York Times , 23 de abril de 1988. pp. 1-2. Christian, S.: “Power Supply Going Down in Argentina”, The New York Times , 5 de enero de 1989, p. A11. Christian Science Monitor : “Falklands defeat could speed Argentine A-bomb”, 16 de junio de 1982, p. 22.
DIEGO HURTADO
309
Ciancaglini, H.: “Entrevista a Humberto Ciancaglini”, Ciencia Hoy , v. 17, n.° 102, 2008, pp. 15-20. Clarín: “Graves acusaciones a ex autoridades de la CNEA”, 19 de diciembre, 1983a, p. 11. ————: “Cesaría Carlos Castro Madero”, 6 de diciembre, 1983b, p. 11. ————: “¿Trabas en el plan nuclear?”, 13 de abril, 1984a. ————: “La producción de uranio enriquecido continuará”, 24 de abril, 1984b. ————: “Llegó James Carter y pidió la firma del T.N.P.”, 9 de octubre, 1984c, p. 13. ————: “‘La Argentina no firmará el T.N.P.’, afirmó James Carter”, 11 de octubre, 1984d, p. 14. ————: “Solicitada. Neuquén y Río Negro ante el tema nuclear”, 16 de octubre, 1984e, p. 57. ————: “Energía atómica se moverá con los fondos disponibles”, 23 de mayo, 1987, p. 12. ————: “Por la suspensión del envío nuclear a Irán. Acusan al canciller de ‘apartheid tecnológico’”, 11 de marzo de 1992, p. 15. Clarity, J.: “Iran Negotiates for Nuclear Energy Aid”, The New York Times , 27 de mayo de 1974, p. 2. CNEA: Boletín Informativo, año 1, n.° 1, 1957a. ————: Ibidem, año 1, n.° 4, 1957b. ————: Ibidem, año 1, n.° 5, 1957c. ————: Ibidem, año 1, n.° 5, 1957d. ————: Ibidem, año 1, n.° 6, 1957e. ————: Ibidem, año 1, n.° 7, 1957f. ————: Ibidem, año 1, n.° 8, 1957g. ————: Ibidem, año 2, n.° 2, 1958a. ————: Ibidem, año 2, n.° 7, 1958b. ————: Ibidem, año 2, n.° 10, 1958c. ————: Ibidem, año 2, n.° 11, 1958d. ————: Ibidem, año 3, n.° 4, 1959. ————: Ibidem, año 5, n.° 2, 1961. ————: Ibidem, año 6, n.° 1, 1962a. ————: Ibidem, año 6, n.° 2, 1962b. ————: Ibidem, año 6, n.° 4, 1962c. ————: Estudio de Preinversión de una Central Nuclear para el Suministro de Electricidad al Área del Gran Buenos Aires-Litoral , 9 vols., Buenos Aires, CNEA, 1965.
310
LOS SECRETOS DEL URANIO
————: Boletín Informativo, año 10, n.° 3, 1967a. ————: Informe sobre el RA-3. Reactor nuclear de experimentación y producción, Buenos Aires, CNEA, 1967b. ————: Memoria Anual 1967 , Buenos Aires, CNEA, 1968a. ————: Comunicado de prensa n.° 4/68. Donación de terrenos para la central nuclear de Atucha, Buenos Aires, 25 de abril, 1968b. ————: Documento de donación firmado por Carolina Atucha de Urquiza Anchorena y Florencio Atucha y Ocampo dirigido a Oscar Armando Quihillalt, Buenos Aires, 16 de abril, 1968c. ————: Boletín Informativo, año 11, n.° 1, 1968d. ————: Memoria Anual 1970 , Buenos Aires, CNEA, 1970a. ————: “Nuclear Energy in Argentina”, The New York Times , 22 de marzo, 1970b, p. 179. ————: Memoria Anual 1970 , Buenos Aires, CNEA, 1972. ————: Memoria Anual 1971, Buenos Aires, CNEA, 1973. ————: Memoria Anual 1976 , Buenos Aires, CNEA, 1978a. ————: Informe preparado por la Comisión Interministerial Ad Hoc para el análisis del Plan Nuclear , Buenos Aires, CNEA, 1978b. ————: “Informe DDG 1/78. Orden de Servicio N° 78-06-14-01”, Bariloche, 14 de junio, 1978c. ————: Resolución N° 975, Buenos Aires, 25 de octubre, 1978d. ————: Memoria Anual 1977 , Buenos Aires, CNEA, 1979. ————: Memoria Anual 1978 , Buenos Aires, CNEA, 1980a. ————: Memoria Anual 1979 , Buenos Aires, CNEA, 1980b. ————: Programa de Capacitación. Proyecto TANDAR. Informe , Buenos Aires, Dirección de Investigación y Desarrollo de la CNEA, 1981. ————: Memoria Anual 1980 , Buenos Aires, CNEA, 1982a. ————: “Proyecto D.I.G. Orden de Servicio N° 82-06-10-01”, Bariloche, 10 de junio, 1982b. ————: “Proyecto D.I.G. Orden de Servicio N° 82-10-15-02”, Bariloche, 10 de octubre, 1982c. ————: “Proyecto D.I.G. Orden de Servicio N° 82-11-10-01”, Bariloche, 10 de noviembre, 1982d. ————: “Proyecto D.I.G. Orden de Servicio N° 82-11-19-01”. Bariloche, 19 de noviembre, 1982e. ————: Memoria Anual 1981, Buenos Aires, CNEA, 1983a. ————: “Proyecto D.I.G. Orden de Servicio N° 83-07-01-01. Objeto: Adjuntar Nota Dr. Varotto Referente Situación Escalafonaria Personal Proyecto DIG”, Bariloche, 1° de julio, 1983b, fojas 106-124.
DIEGO HURTADO
311
————: “Report of the Accident that Occurred to the Critical Assembly RA-2 Reactor on September 23, 1984”, 1984. Ver en http://www.nrc.gov/readingrm/doc-collections/gen-comm/info-notices/1983/in83066s1.html. Consultado en marzo de 2012. ————: Memorando, Buenos Aires, 23 de julio de 1985. ————: Memoria Anual 1982 , Buenos Aires, s/fa. ————: Memoria Anual 1983, Buenos Aires, s/fb. ————: Memoria Anual 1984 , Buenos Aires, s/fc. ————: Memoria Anual 1985 , Buenos Aires, s/fd. ————: Memoria Anual 1986/1987 , Buenos Aires, s/fe. ————: Memoria Anual 1988 , Buenos Aires, s/ff. ————: Memoria Anual 1997 , Buenos Aires, 1998. ————: Memoria Anual 1998 , Buenos Aires, 1999. CNEA-INVAP: Contrato entre la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Empresa Investigación Aplicada Sociedad del Estado, Bariloche, 2 de octubre de 1980. Cochran, T. et al.: Nuclear Weapons Databook, Volume II: U.S. Nuclear Warhead Production , Cambridge, Ballinger, 1987. Cohen, K.: The Theory of Isotope Separation as Applied to the Large-Scale Production of U235 , Nueva York, Mc Graw Hill, 1951. Coll, J. y Radicella, R.: “Las primeras transferencias de tecnología nuclear y los desarrollos posteriores en el campo de los radioisótopos”, en Carasales, J. y Ornstein, R. (coords.), La cooperación internacional de la Argentina en el campo nuclear , Buenos Aires, CARI, 1998, pp. 95-108. CONADE y CONASE: Plan Nacional de Desarrollo y Seguridad 1971-1975 , Buenos Aires, Presidencia de la Nación, 1971. En anexo pueden verse las “Políticas Nacionales”. Conde Bidabehere, L.: Agua pesada. Un proyecto original en la Patagonia argentina , s/l, Editorial Ciencia y Tecnología, 2000. Cortesi, A.: “Rebellions Grows Among Argentines”, The New York Times , 21 de octubre, 1943a, p. 10. ————: “Argentina Widens ‘Communist’ Hunt”, The New York Times , 3 de diciembre, 1943b, p. 15. ————: “6 Colleges Close Doors in Argentina”, The New York Times , 30 de septiembre de 1945, p. 26. Cosentino, J.: “Papel de los reactores de investigación en el programa nuclear argentino”, en Peaceful Uses of Atomic Energy: Proceedings of the Fourth National Conference , v. 6, Nueva York, United Nations, 1972, pp. 291298.
312
LOS SECRETOS DEL URANIO
Courtney, W.: “Nuclear Choices for Friendly Rivals”, en Yager, J. (ed.), Nonproli feration and U.S. Foreign Policy , Washington, Brookings Institution, 1980, pp. 241-279. Crítica : “La Argentina no prepara atómicas”, 27 de marzo de 1947, p. 9. Cueto, M.: “The Rockefeller Foundation’s Medical Policy and Scientific Research in Latin America”, en Cueto, M. (ed.), Missionaries of Science. The Rockefeller Foundation and Latin America , Bloomington, Indiana University Press, 1994, pp. 126-148. D’Amato, E.: “Informe: Viajes al exterior”, manuscrito adjunto a: INVAP, “Proyecto D.I.G. Nota de pedido N° 82-11-09-02”, mimeo. Bariloche, Archivo INVAP, 9 de noviembre de 1982. David, P.: “Why are Institutions the ‘Carriers of History’? Path Dependence and the Evolutions of Conventions, Organizations, and Institutions”, Structural Change and Economic Dynamics , v. 5, n.º 2, 1994, pp. 205-220. Defensa : “Editorial. Energía nuclear: un derecho soberano”, año 7, n.º 70, febrero de 1984, p. 1. De la Court, T.; Pick, D. y Nordquist, D.: “Argentina”, en The Nuclear Fix. A Guide to Nuclear Activities in the Third World , Amsterdam, World Information Service on Energy, 1982, pp. 21-27. De Onis, J.: “Argentine Purges Major University”, The New York Times , 5 de agosto, 1976a, p. 6. ————: “Argentina Pushes for Atomic Power”, The New York Times , 31 de agosto, 1976b, p. 6. ————: “Argentine President Supports Autonomy For the Universities”, The New York Times , 12 de septiembre, 1976c, p. 5. ————: “Vance Starts Latin Trip, Stressing Nuclear Dangers”, The New York Times , 21 de noviembre de 1977, p. 3. Department of State: “Bilateral Talks During UNGA. Argentina - Foreign Minister Oscar Montes”, Briefing Paper , 28 de septiembre de 1977. Ver en http://www. cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000a2a3.pdf. Consultado en enero de 2012. De Riz, L.: La política en suspenso: 1966-1976 , Buenos Aires, Paidós, 2000. Descartes [pseudónimo]: Política y estrategia (no ataco, critico) , Buenos Aires, s/e, 1953. De Young, K.: “Latin Americans Hurry to Catch Up in Nuclear Power”, The Washington Post , 8 de junio de 1977, p. A14. De Vido, J.: “Reactivación de la actividad nuclear en la República Argentina” (Discurso pronunciado el 23 de agosto de 2006 en la Casa Rosada), Boletín Energético, n.º 17, pp. 3-8. Ver en http://www.cnea.gov.ar/xxi/energe/b17/ Bolet%C3%ADn17art01.pdf. Consultado en noviembre de 2012.
DIEGO HURTADO
313
Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores : Reunión 42ª, Tomo II, 12 de septiembre, 1946a, pp. 380-383. ————: Reunión 50ª, Tomo II, 28 de septiembre, 1946b, pp. 669-676. ————: Reunión 83ª, Tomo III, 13 de diciembre, 1946c, pp. 614-648. Diehl, J.: “Ambitious Argentine Nuclear Development Program Hits Snags”, The Washington Post , 31 de agosto de 1982, p. A14. ————: “Nuclear Policy Shift Signaled in Argentina”, The Washington Post , 9 de diciembre de 1983, pp. A25, A27. DOE/EIA: Nuclear Power Generation and Fuel Cycle Report 1997 , Washington, Energy Information Administration, U.S. Department of Energy, DOE/ EIA-0436(97), 1997. Domingo, C.: “Breve historia del reactor RA1”, La Revista de la Comisión Nacional de Energía Atómica , v. 3, n.os 11 y 12, 2003, pp. 29-31. DyN: “Sarney y Alfonsín firman acuerdos hoy en Bariloche”, Río Negro, 16 de julio de 1987, p. 1. Ehrmann, E.: “The Latin Arms Race Ought to Stop”, Chicago Tribune , 21 de octubre de 1989, p. 13. Ehrmann, E. y Barton, Ch.: “The Bombs from Brazil”, Christian Science Monitor , 10 de febrero de 1992, p. 21. Eklund, S.: “Some Topical Atomic Power Questions”, International Atomic Energy Agency Bulletin, v. 6, n.º 3, 1964, pp. 7-16. Ellwood, W.: “No CANDU for Argentina”, New Internationalist , n.º 175, 1982, pp. 17-18. Embajada de la República Argentina [en Bonn]: Nota “S” 17/78 al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Bonn, 11 de octubre de 1978. Energy Internacional : “Nuclear Plans in Latin America”, v. 9, n.º 6, 1972, p. 55. Erramuspe, H.: “Palabras de apertura del Sr. Director de Investigación y Desarrollo”, en 25 años. Actas de las jornadas conmemorativas de los 25 años del sincrociclotrón y del comienzo de las obras del acelerador TANDAR, Buenos Aires, CNEA, NT 23/81, 1981, pp. 15-23. Escribano, J.: “Emprende el Brasil una política nuclear propia”, La Nación, 11 de agosto, 1967a. ————: “Emprende el Brasil una política nuclear propia. II”, La Nación, 12 de agosto, 1967b. Escudé, C.: La Argentina vs. las grandes potencias. El precio del desafío, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1986. ————: Patología del nacionalismo. El caso argentino, Buenos Aires, Tesis, 1987. ————: El boicot norteamericano a la Argentina en la década del 40 , Buenos Aires, CEAL, 1988.
314
LOS SECRETOS DEL URANIO
————: Realismo periférico. Fundamentos para la nueva política exterior argentina , Buenos Aires, Planeta, 1992. Escudé, C. y Cisneros, A.: Historia de las relaciones exteriores argentinas , Tomo XIV, Buenos Aires, Centro Argentino para las Relaciones Internacionales, 2000. Ver en http://www.argentina-rree.com/14/14-043.htm. Consultado en noviembre de 2011. Estrella Roja : “Copamiento de la Central de Atucha”, n.º 18, 1973, p. 15. Etzkowitz, H. y Leydesdorff, L.: “The dynamics of innovation: from National Systems and ‘Mode 2’ to a Triple Helix of university-industry-government relations”, Policy Research, v. 29, 2000, pp. 109-123. Evans, P.: Dependent Development. The Alliance of Multinational, State, and Local Capital in Brazil , Princeton, Princeton University Press, 1979. ————: Embedded Autonomy. States & Industrial Transformation, Princeton, Princeton University Press, 1995. Fajnzylber, F.: Unavoidable Industrial Restructuring in Latin America , Durham/ Londres, Duke University Press, 1990. Falcoff, M.: A Tale of Two Policies. U.S. Relations with the Argentine Junta, 19761983, Filadelfia, Foreign Policy Research Institute, 1989. Falicov, L.: “Physics and Politics in Latin America: A Personal Experience”, Bulletin of the Atomic Scientists , v. 26, 1970, pp. 8-10 y 41-45. Fazzini, N.: “Pequeñas historias del sincrociclotrón”, en 25 años. Actas de las jornadas conmemorativas de los 25 años del sincrociclotrón y del comienzo de las obras del acelerador TANDAR , Buenos Aires, CNEA-NT 23/81, 1981, pp. 75-85. ————: Entrevista realizada por Ana María Vara, Buenos Aires, 23 de marzo de 2004. Feld, A.: “Ciencia, Estado y poder: dimensiones locales e internacionales de la institucionalización de la política científica en Argentina (1946-1958)”, Tesis de Maestría, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2007. Feld, A. y Busala, A.: “Investigar y curar: conocimientos y profilaxis del bocio endémico en la Argentina (1916- 1958)”, Asclepio, v. 62, n.º 2, 2010, pp. 375-404. Fernández, J.: “Importación de tecnologías capital-intensivas en contextos periféricos: el caso de Atucha I (1964-1974)”, Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad , v. 6, n.º 16, 2010, pp. 9-37. Fialka, J. y Seib, G.: “Argentina’s Nuclear-Weapon Capability Is Estimated to Be Closer Than Thought”, The Wall Street Journal , 29 de abril de 1982, p. 6. Fidanza, A.: “Una renuncia por motivos nucleares”, Primera Plana , n.º 46, 16 de marzo de 1984, p. 15.
DIEGO HURTADO
315
Finch, R.: Exporting Danger. A History of the Canadian Nuclear Energy Export Programme , Montreal, Black Rose Books, 1986. Firmantes del Manifiesto: Por qué no nos reincorporamos (folleto), Buenos Aires, Talleres Gráficos de Emilio Bustos, 1945. Fischer, D.: History of the International Atomic Energy Agency. The First Forty years , Viena, OIEA, 1997. Fiszbein, M.: “Instituciones e ideas en desarrollo. La planificación económica en la Argentina”, en Rougier, M. (dir.), Estudios sobre la industria argentina. Políticas de promoción y estrategias empresariales 2 , Buenos Aires, Lenguaje Claro Editora, 2010, pp. 15-50. Flegenheimer, J.: “El dedo en la llaga nuclear”, La Prensa , 19 de enero de 1984, p. 6. Forlerer, E. y Palacios, T.: CAC-RA1, 1958-1998 , Buenos Aires, CNEA, 1998. Freimuth, H.: “Separación de Isótopos por el Método Espectrográfico”, Mundo Atómico, año 4, n.º 11, 1953, pp. 11-15. Fundación Arturo Illia: Desarme y desarrollo, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1989. Fundación Editorial de Belgrano: La Argentina próxima. Ciencia y tecnología , Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1983. Furtado, C.: Economic Development of Latin America , Cambridge, Cambridge University Press, 1970. Galison, P. y Helvy, B. (eds.): Big science. The growth of large scale research, Stanford, Stanford University Press, 1992. Gall, N.: “Atoms for Brazil, Dangers for All”, Foreign Policy , n.º 23, 1976, pp. 155-201. Galloni, E.: “Necesidades de la industria”, Ciencia e Investigación, v. 1, 1945, pp. 279-282. ————: Carta de Galloni a Gaviola, Buenos Aires, 16 de diciembre, 1951a. Archivo Gaviola, Biblioteca del Centro Atómico Bariloche, B4-148. ————: “17ª Reunión de la Asociación Física Argentina: designó a Teófilo Isnardi presidente de la reunión”, Ciencia e Investigación, año 7, n.º 7, 1951b, p. 323. ————: “Instalación y puesta en marcha del sincrociclotrón”, en 25 años. Actas de las jornadas conmemorativas de los 25 años del Sincrociclotrón y del comienzo de las obras del acelerador TANDAR , Buenos Aires, CNEA-NT 23/81, 1981, pp. 25-32. Gamir, C.: Carta al ministro de Comercio de España, Buenos Aires, 6 de septiembre de 1960. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, Lega jo 10.116, E-49-54 (Ar). Garasino, L.: “El Tratado de No Proliferación Nuclear. Realidad Presente e Interrogantes”, Estrategia , n.º 9, 1970, pp. 65-74.
316
LOS SECRETOS DEL URANIO
García, M. y Reising, A.: “La consolidación del Centro Atómico Bariloche: una aproximación desde el desarrollo de la física experimental”, Saber y Tiempo, v. 4, n.º 14, 2002, pp. 33-55. Gargano, C.: “La reorganización de las agendas de investigación y extensión del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) durante la última dictadura militar argentina (1976-1983)”, Realidad Económica , n.º 258, 2011, pp. 120-149. Gaviola, E.: Reforma de la universidad argentina y breviario del reformista , Buenos Aires, Talleres Gráficos Argentinos L. J. Rosso, 1931. ————: “Memorándum: la Argentina y la era atómica”, Revista de la Unión Matemática Argentina y de la Asociación Física Argentina , v. 11, n.º 6, 1946a, pp. 213-219. ————: “Empleo de la energía atómica (nuclear) para fines industriales y militares”, Revista de la Unión Matemática Argentina y de la Asociación Física Argentina , v. 11, n.º 6, 1946b, pp. 220-238. ————: “Sobre la invitación al Premio Nobel Heisenberg y el Instituto Radiotécnico”, carta de Gaviola al Jefe de Estado Mayor de la Armada, contraalmirante Juan M. Carranza, Córdoba, 11 de marzo, 1947a. Archivo Gaviola, Biblioteca del Centro Atómico Bariloche, C4-21. ————: El problema moral argentino y la necesidad de universidades particulares , Buenos Aires, Ateneo del Club Universitario de Buenos Aires, 1947b. ————: “La industria y la investigación científica”, Ciencia e Investigación, v. 4, 1948, pp. 511-516. ————: Carta de Gaviola al coronel Enrique González, Córdoba, 14 de agosto de 1950. Archivo Gaviola, Biblioteca del Centro Atómico Bariloche, B4-297. ————: “XVIII Reunión de la Asociación Física Argentina”, Ciencia e Investi gación, v. 7, 1951, p. 512. ————: “Richard Gans (1880-1954)”, Ciencia e Investigación, v. 10, 1954, pp. 381-384. ————: “El caso Richter”, Esto Es , n.º 96, 1955a, pp. 26-29. ————: “La herencia de Richter: parasitismo atómico”, Mundo Argentino, 21 de diciembre, 1955b, pp. 17-18. ————: “A un problema universitario se refiere el doctor Gaviola”, Los Princi pios , 3 de diciembre de 1956, p. 18. ————: “Sobre un Instituto de Ciencias Nucleares en Bariloche”, manuscrito, Bariloche, 27 de octubre de 1966. Archivo Gaviola, Biblioteca del Centro Atómico Bariloche, C5-18.
DIEGO HURTADO
317
————: “La Asociación Física Argentina. Su historia hasta 1965”, mimeo, s/fa. Archivo Gaviola, Biblioteca del Centro Atómico Bariloche. Ver en http://www. cab.cnea.gov.ar/news/varios/InformeAFA.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Cronología de la prehistoria de la creación del Centro Atómico Bariloche”, mimeo, s/fb. Archivo Gaviola, Biblioteca del Centro Atómico Bariloche, C4-27. Gilpin, R.: American Scientists and Nuclear Weapons Policy , Princeton, Princeton University Press, 1962. Gillette, R.: “Nuclear Proliferation: India, Germany May Accelerate the Process”, Science , v. 188, 1975, pp. 911-914. Gimbel, J.: “German Scientists, United States Denazification Policy, and the ‘Paperclip Conspiracy’”, International History Review , v. 12, n.º 3, 1990, pp. 441-465. Goldemberg, J.: Energia Nuclear no Brasil. As Origens das Decisões , San Pablo, Editora Hucitec, 1978 [1972]. Goldman, J.: “Bad news in Buenos Aires”, Bulletin of the Atomic Scientists , v. 46, n.º 5, 1990a, pp. 8-9. ————: “U.S. endorses Menem’s nuclear plans”, Bulletin of the Atomic Scientists , v. 46, n.º 6, 1990b, pp. 9-10. ————: “Chile takes the open road”, Bulletin of the Atomic Scientists , v. 46, n.º 7, 1990c, pp. 7-8. ————: “Argentina, Brazil open to inspections”, Bulletin of the Atomic Scientists , v. 47, n.º 4, 1991, pp. 8-10. Goldschmidt, B.: “From Nuclear Middle Ages to Nuclear Renaissance”, en Pilat, J.; Pendley, R. y Ebinger, Ch. (eds.), Atoms for Peace: An Analysis after Thirty Years , Boulder/Londres, Westview Press, 1985, pp. 111-124. González, A.: “El RA-1: a 30 años de una silenciosa hazaña”, Boletín de la Sociedad Argentina de Radiología , v. 10, 1988, pp. 41-50. González, E.: Carta de González a Gaviola, Buenos Aires, 9 de agosto de 1950. Archivo Gaviola, Biblioteca del Centro Atómico Bariloche, B4-296. Gorenstein, M. y Lezama, R.: “Energía nuclear. ¿Soberanía o dependencia?”, Síntomas , año 2, n.º 3, 1981, pp. 22-28. Guglialmelli, J.: “¿Y si Brasil fabrica la bomba atómica? (A propósito del acuerdo brasileño-alemán)”, Estrategia , n.os 34/35, 1975a, pp. 5-21. ————: “Argentina-Brasil: enfrentamiento o alianza para la liberación”, Estrategia , n.º 36, 1975b, pp. 1-29. ————: Argentina, Brasil y la bomba atómica , Buenos Aires, Tierra Nueva, 1976a.
318
LOS SECRETOS DEL URANIO
————: “Argentina. Plan nuclear y presiones externas”, Estrategia , n.º 42, 1976b, pp. 5-19. ————: “Argentina ratifica el Tratado de Tlatelolco, mientras las superpotencias condicionan su adhesión al segundo protocolo adicional”, Estrategia , n.º 52/53, 1978, pp. 5-29. Guston, D.: Between Politics and Science. Assuring the Integrity and Productivity of Research, Cambridge, Cambridge University Press, 2000. Guzmán, O. y Altomonte, H.: Perspectivas energéticas y crecimiento económico en Argentina , México, El Colegio de México, 1982. Hall, T. y Chase-Dunn, Ch.: “Global Social Change in the Long Run”, en ChaseDunn, Ch. y Babones, S. (eds.), Global Social Change. Historical and Com parative Perspectives , Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 2006, pp. 33-58. Halperín Donghi, T.: Historia de la Universidad de Buenos Aires , Buenos Aires, EUDEBA, 1962. Hand, C.: The Great Hope for an Energy Alternative. Laser-Powered Fusion Energy , Nueva York, The Rosen Publishing Group, 2011. Harriague, S.: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Buenos Aires, 10 de noviembre de 2010. ————: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Buenos Aires, 13 de noviembre de 2012. Hecht, G.: The Radiance of France. Nuclear Power and National Identity after World War II , Cambridge, The MIT Press, 1998. ————: “Technology, Politics, and National Identity in France”, en Allen, M. y Hecht, G., Technologies of Power , Cambridge, The MIT Press, 2001, pp. 253-293. Herman, R.: Fusion. The Search for Endless Energy , Cambridge, Cambridge University Press, 1990. Hertsgaard, M.: Nuclear Inc. The Men and Money Behind Nuclear Energy , Nueva York, Pantheon Books, 1983. Hewlett, R. y Holl, J.: Atoms for Peace and War, 1953-1961, Berkeley, University of California Press, 1989. Hofmann, P.: “Atomic Agency Says It Is Bypassed”, The New York Times , 24 de octubre de 1976, p. 20. Holl, J.: Argonne National Laboratory, 1946-96 , Urbana/Chicago, University of Illinois Press, 1997. Holmfeld, J.: “Broadening the Use of Quantitative Information in Science Policy”, en Meredith, M.; Nelson, S. y Teich, A. (eds.), AAAS Science and Technology Policy Yearbook 1991 , Washington, AAAS, 1991, pp. 285-301.
DIEGO HURTADO
319
Horowicz, A.: Los cuatro peronismos , Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. Hovey, G.: “Uruguay Walks a Tightrope”, The New Republic , 28 de abril de 1947, pp. 28-30. Hughes, T.: Networks of Power. Electrification in Western Society, 1880-1930 , Baltimore/Londres, The Johns Hopkins University Press, 1983. ————: “The Evolution of Large Technological Systems”, en Bijker, W.; Hughes, T. y Pinch, T. (eds.), The Social Construction of Technological Systems , Cambridge, The MIT Press, 1989, pp. 51-82. Hurtado de Mendoza, D.: “Autonomy, even regional hegemony: Argentina and the ‘hard way’ toward the first research reactor (1945-1958)”, Science in Context , v. 18, n.º 2, 2005a, pp. 285-308. ————: “De ‘Átomos para la paz’ a los reactores de potencia. Tecnología nuclear y diplomacia en la Argentina (1955-1976)”, Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad , v. 2, n.º 4, 2005b, pp. 41-66. ————: “Excelencia versus contingencia: origen y consolidación del Instituto Balseiro”, Ciencia Hoy , v. 15, n.º 88, 2005c, pp. 14-19. ————: “Breve historia nuclear de Irán”, Ciencia Hoy , v. 16, n.º 93, 2006, pp. 56-62. ————: La ciencia argentina. Un proyecto inconcluso (1930-2000) , Buenos Aires, Edhasa, 2010. Hurtado de Mendoza, D. y Busala, A.: Los ideales de universidad “científica” (19311959). Elitismo y función social de la ciencia en la Argentina , Buenos Aires, Libros del Rojas, 2002a. Hurtado de Mendoza, D. y Vara, A.: “Political Storms, Financial Uncertainties, and Dreams of ‘Big science’: The Construction of a Heavy Ion Accelerator in Argentina”, Historical Studies in the Physical and Biological Sciences , v. 36, n.º 2, 2006, pp. 343-366. Hurtado de Mendoza, D. y Feld, A.: “La revista Mundo Atómico y la ‘Nueva Argentina’ científica (1950-1955)”, en Panella C. y Korn G. (eds.), Ideas y debates para la Nueva Argentina. Revistas culturales y políticas del peronismo (1946-1955), 2010, pp. 199-228. Hurvich, L. y Dowker, H.: “Purge of Democratic Elements, Policy of Repression Alleged”, The New York Times , 5 de febrero de 1947, p. 22. Hymans, J.: “Of Gauchos and Gringos: Why Argentina Never Wanted the Bomb, and Why America Thought It Did”, Security Studies , v. 10, n.º 3, 2001, pp. 153-185. ————: The Psychology of Nuclear Proliferation, Cambridge, Cambridge University Press, 2006. IADE: “El IADE opina sobre uranio natural y política nuclear independiente”, Realidad Económica , n.º 12, 1973, pp. 102-105.
320
LOS SECRETOS DEL URANIO
IAEAB : “Another Survey in Latin America”, v. 4, n.º 2, 1962a, pp. 15-19. ————: “Assistance to Life Science Studies in Argentina”, v. 4, n.º 3, 1962b, pp. 8-9. ————: “The New Board of Governors”, v. 9, n.º 6, 1967, pp. 9-10. ————: “How the UN Approved the NPT”, v. 10, n.º 4, 1968, pp. 9-17. ————: “Radiation and the Green Revolution”, v. 11, n.º 5, 1969a, pp. 16-19. ————: “Nuclear Power to Aid Development”, v. 11, n.º 6, 1969b, pp. 26-31. ————: “Development of Nuclear Energy in the Republic of Argentina”, v. 14, n.º 6, 1972, pp. 2-9. Illia, R.: Arturo Illia: su vida, principios y doctrina . Buenos Aires, Corregidor, 2001. Ingrey, N.: “A-bomb charges ebb in Latin America”, Christian Science Monitor , 5 de agosto de 1967, p. 2. INVAP: “Proyecto: D.I.G. Nota de pedido N° 80-09-30-03”, 1980. Bariloche, Archivo INVAP, 30 de septiembre de 1980. ————: “Proyecto DIG. Informe progresivo segundo trimestre 1982”, Bariloche, 1º de julio de 1982, adjunto a: “Proyecto: D.I.G. Nota de pedido N° 82-08-16-04”, Bariloche, 8 de agosto de 1982. Bariloche, Archivo INVAP. Iraolagoitía, P.: “Argentina se impuso a la consideración de Ginebra”, Mundo Atómico, año 6, n.º 23, 1955a, p. 4. ————: “Papel de la energía atómica en la República Argentina”, mimeo, Conferencia Internacional sobre la Utilización de la Energía Nuclear con Fines Pacíficos, 7 de julio, 1955b. Biblioteca CNEA. Isnardi, T.: “La investigación científica. La universidad y la industria en nuestro país”, Revista de la Universidad de Buenos Aires , tercera época, año 1, n.º 2, 1943, pp. 213-236. Isnardi, T.; Collo, J. y Galloni, E.: “Comisión Nº 12”, en Casos de la Segunda Tiranía . 1er Tomo: Jorge Antonio, Ronald Richter, U.E.S y I.A.P.I ., Buenos Aires, Integración, 1958. Jinchik, D.: “La verdad sobre el contrato para la provisión de un reactor a Australia”, Redes , v. 10, n.º 19, 2002, pp. 121-126. Kandell, J.: “Argentina Tries to Curb Students”, The New York Times , 19 de septiembre de 1974, p. 12. Kates, R.: “Human Issues in Human Rights”, Science , v. 201, 1978, pp. 502-506. Katz, J.: “Reformas estructurales y comportamiento tecnológico”, en Agosin, M. y Saavedra, L. (eds.), Sistemas nacionales de innovación. ¿Qué puede América Latina aprender de Japón? , Caracas/Santiago de Chile, Dolmen Ediciones, 2000, pp. 255-287.
DIEGO HURTADO
321
————: “Innovación, tecnología y desarrollo en la economía argentina”, en Katz, J. (coord.), Del Ford Taunus a la soja transgénica. Reflexiones en torno a la transición argentina al siglo XXI , Buenos Aires, Edhasa, 2009, pp. 29-49. Kent, F.: “Brazil Plans Nuclear Station to Rival Argentina’s”, The Washington Post , 3 de julio de 1968, p. A22. Kessler, R.: “US Approval for West Germany to Sell 143 Tonnes of Heavy Water to Argentina”, Nucleonics Week , 25 de agosto de 1983, p. 7. ————: “Peronists seek ‘nuclear greatness’”, Bulletin of the Atomic Scientists , v. 45, n.º 4, 1989, pp. 13-15. Kevles, D.: The Physicists. The History of a Scientific Community in Modern America , Cambridge, Harvard University Press, 1995 [1978]. Kondracke, M.: “The Falklands, the ‘Latin Bomb’ and Nuclear Proliferation”, The Wall Street Journal , 27 de mayo de 1982, p. 29. Krasno, J.: “Brazil, Argentina make it official”, Bulletin of the Atomic Scientists , v. 48, n.º 3, 1992, pp. 10-11. Kreuthmeier, J. y Crow, R.: “What Nuclear Power Has to Offer Developing Countries”, Energy International , v. 8, n.º 9, 1971, pp. 14-17. Krige, J.: “Atoms for Peace, Scientific Internationalism, and Scientific Intelligence”, Osiris , v. 21, 2006, pp. 161-181. La Nación: “Argentina recibirá material radioactivo”, 30 de julio de 1955, p. 1. ————: “Una central nuclear para el suministro de la electricidad”, 27 de enero, 1965a, p. 1. ————: “Factibilidad de una central eléctrica nuclear en el país”, 13 de febrero, 1965b, pp. 1 y 3. ————: “Supuesta actividad de orden nuclear de la Argentina”, 9 de julio, 1967a, p. 3. ————: “Preside la AIDEA el Alte. Quihillalt”, 4 de octubre, 1967b, p. 2. ————: “Reseña y perspectivas en materia energética”, 29 de marzo, 1968a, pp. 1 y 18. ————: “Ruda habló sobre el tratado nuclear”, 22 de mayo, 1968b, p. 1. ————: “Encamínase la Argentina a un claro liderazgo nuclear”, 8 de julio, 1968c, p. 2. ————: “Piezas para submarinos argentinos”, 28 de marzo, 1969, p. 3. ————: “Atucha entrará en actividad el año próximo”, 20 de enero, 1972, pp. 1 y 9. ————: “Una ley fijará la política nuclear”, 12 de mayo, 1984a, p. 1. ————: “Se demorará el desarrollo del plan nuclear argentino”, 29 de julio, 1984b, p. 20. ————: “Al filo de un debate nuclear”, 18 de octubre, 1984c, p. 20.
322
LOS SECRETOS DEL URANIO
————: “Fue inaugurado un acelerador de iones”, 24 de octubre de 1986, pp.1 y 17. ————: “Cálido elogio de Bush al presidente Carlos Menem”, 6 de diciembre, 1990a, p. 11. ————: “Satisface a EE. UU. el acuerdo nuclear entre Argentina y Brasil”, 6 de diciembre, 1990b, p. 20. La Prensa : “El lunes se pondrá en marcha el primer reactor nuclear del país”, 16 de enero, 1958a, pp. 1 y 3. ————: “Funciona desde ayer el primer reactor nuclear”, 21 de enero, 1958b, p. 1. ————: “Llegó a Río el Jefe de la Comisión de Energía Atómica de Argentina”, 25 de enero, 1958c, p. 2. ————: “Inauguraron el primer reactor atómico del Brasil en San Pablo”, 26 de enero, 1958d, p. 1. ————: “Proyecto de una central eléctrica nuclear en el país”, 24 de julio de 1966, p. 2. ————: “Posibilidades nucleares de la Argentina”, 14 de junio de 1972, pp. 1 y 2. La Razón: “Define el futuro gobierno su política energética”, 16 de noviembre de 1983, p. 5. ————: “Brasil desarrolla un programa nuclear con fines bélicos”, 17 de octubre de 1984. ————: “La polémica construcción del basurero nuclear”, 30 de septiembre de 1986, p. 3. Lascano, F.: “Mensaje con dos direcciones: el frente externo y el local”, La Nación, 12 de mayo de 1984, p. 1. Laufer, R.: “Chinese Enriched Uranium Sale to Argentina Delayed by Money Problems”, Nucleonics Week , 11 de noviembre de 1982, p. 1. La Voz : “Polemizan sobre el anuncio nuclear”, 21 de noviembre de 1983, p. 1. Leigh, C.: “Washington’s Nuclear Policy Bombs Out in Argentina”, The Wall Street Journal , 28 de septiembre de 1984, p. 1. Leviero, A.: “Atomic Board Bars Export of Isotopes”, The New York Times , 13 de junio de 1947, p. 6. López, C.: Carta al Presidente de la CNEA, Carlos Castro Madero, Buenos Aires, 27 de mayo de 1977. Banco Central, 600-E-20497/77, 027/48. López Dávalos, A. y Badino, N.: J. A. Balseiro: crónica de una ilusión. Una historia de la física en la Argentina , Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000. Los Angeles Times : “Cuba, Argentina Sign Nuclear Energy Pact”, 10 de noviembre de 1986, p. 2.
DIEGO HURTADO
323
————: “Brazil Could Build Atomic Bomb in 2 Years, General Says”, 23 de marzo de 1987, p. 8. Lowrance, W.: “Nuclear Futures for Sale: To Brazil from West Germany, 1975”, International Security , v. 1, n.° 2, 1976, pp. 147-166. Luddemann, M.: “Nuclear Power in Latin America: An Overview of Its Present Status”, Journal of Interamerican Studies and World Affairs , v. 25, n.° 3, 1983, pp. 377-415. Lundvall, B.: “Investigación en el campo de los sistemas de innovación: orígenes y posible futuro (Post-criptum )”, en Lundvall, B. (ed.), Sistemas nacionales de innovación. Hacia una teoría de la innovación y el aprendizaje por interacción, Buenos Aires, UNSAM Edita, 2009, pp. 359-387. MacDonald, C. A.: “The Politic of Intervention: The United States and Argentina, 1941-1946”, Journal of Latin American Studies , v. 12, n.° 2, 1980, pp. 365-396. Maddock, S.: “Defending the American Way and Containing the Atom”, en Mariner, R. y Piehler, G. (eds.), The Atomic Bomb and the American Society. New Perspectives , Knoxville, The University of Tennessee Press, 2009, pp. 121-152. Manfredi, A.: “Argentina y la conquista del espacio”, 2005. Ver en http://www. reconquistaydefensa.org.ar/_historia/espacio/conquista.htm. Consultado en diciembre de 2006. Mangone, C. y Warley, J.: Universidad y peronismo (1946-1955). Buenos Aires, CEAL, 1984. Maqueda, E.: Discurso pronunciado por Ernesto Maqueda en la inauguración del acelerador TANDAR, mimeo, Buenos Aires, 23 de octubre de 1986. Archivo personal de Ernesto Maqueda. ————: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Buenos Aires, 23 de abril de 2004. Maqueda, E. y Ventura, E.: Carta a Bartolomé Mitre, director del diario La Nación, Buenos Aires, 27 de octubre de 1986. Mariscotti, M.: “El proyecto TANDAR de Buenos Aires”, Reunião de Trabalho sobre Física Nuclear no Brasil , Cambuquira, Brazil, septiembre de 1978. ————: El secreto atómico de Huemul. Crónica del origen de la energía atómica en la Argentina , Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1985. ————: “Estudios de la estructura nuclear con el sincrociclotrón de Buenos Aires, en la década del 70”, Anales de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales , v. 39, 1987, pp. 31-39. Mariscotti, M.: “The Bizarre Origins in Atomic Energy in Argentina”, en Cabral, R. (ed.), The Nuclear Technology Debate in Latin America , Suecia, University of Gothenburg, 1990, pp. 3-15.
324
LOS SECRETOS DEL URANIO
————: Entrevista realizada por Diego Hurtado, La Horqueta, 26 de febrero, 2004. Markham, J.: “Argentine Officials Warn of New Soviet Influence”, The New York Times , 17 de abril de 1982, p. 5. Martin, E.: “Expensive Argentine Nuclear Program Elicits National Pride as Well as Worry”, The Wall Street Journal , 5 de diciembre de 1983, p. 33. ————: “Nuclear Club: Set to Explode? Argentina Develops Its Own Nuclear Facilities, But National Austerity Hampers the Program”, The Wall Street Journal , 29 de noviembre de 1984, p. 1. Martínez Favini, J.: Entrevista realizada por Ana María Vara, Buenos Aires, 20 de abril de 2007. Martínez Vidal, C.: “Jorge Alberto Sabato: una vida”, en Ciapuscio, H. (comp.), Repensando la política tecnológica. Homenaje a Jorge A. Sabato, Buenos Aires, Nueva Visión, 1994, pp. 79-102. ————: “La Comisión Nacional de Energía Atómica: su evolución”, en Análisis de Instituciones Científicas y Tecnológicas , Buenos Aires, Centro de Estudios Avanzados, 1995, pp. 177-200. Martínez Vidal, C. y Ornstein, R.: “La cooperación argentino-brasileña en el campo de los usos pacíficos de la energía nuclear”, en Hirst, M. (comp.), Argentina-Brasil. El largo camino de la integración, Buenos Aires, Legasa, 1988. Másperi, L.: “El desarrollo nuclear argentino”, Interciencia , v. 24, n.° 3, 1999, pp. 187-189. Mayo, J.: “Contribución de las radiaciones ionizantes al estudio de la fiebre aftosa”, Boletín Informativo, año 10, n.° 2, 1967, pp. 26-34. Mayo, S.: “El sincrociclotrón de Buenos Aires de 180 cm. Los primeros años”, en 25 años. Actas de las jornadas conmemorativas de los 25 años del Sincrociclotrón y del comienzo de las obras del acelerador TANDAR , Buenos Aires, CNEA-NT 23/81, 1981, pp. 51-55. Medhurst, M.: “Atoms for Peace and Nuclear Hegemony: The Rhetorical Structure of a Cold War Campaign”, Armed Forces and Society , v. 23, 1997, pp. 571-593. Meding, H.: La ruta de los nazis en tiempos de Perón, Buenos Aires, Emecé, 1999. Menotti, E.: Arturo Frondizi. Biografía , Buenos Aires, Planeta, 1998. Miller, J.: “US Says Argentina Can Make A-Bomb Soon”, The New York Times , 2 de mayo, 1982a, p. 14. ————: “US Is Holding Up Peking Atom Talks”, The New York Times , 19 de septiembre, 1982b, p. 14.
DIEGO HURTADO
325
Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación: Proyecto de Plan Quinquenal Analítico de la Universidad Nacional de Tucumán 1947. Tomo III: Plan Analítico de la Estructura y Labor de la Facultad de Ciencias Exactas, Puras y Aplicadas en el Quinquenio 1947-1951, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 1947. Mizelle, W.: “Perón’s Atomic Plans”, The New Republic , 24 de febrero, 1947a, p. 22. ————: “More About Peron’s Atom Plans”, The New Republic , 31 de marzo, 1947b, pp. 20-21. Modelski, G. y Thompson, W.: Leading Sectors and World Powers , Columbia, University of South Carolina, 1996. Moncalvillo, M.: “Mano a mano con la mona”, en Sabato, J., Ensayos con Humor , Buenos Aires, Ediciones de la Urraca, 1983, pp. 10-25. Morán-López, J.: “Physics in Latin America Comes of Age”, Physics Today , v. 53, 2000, pp. 38-43. Muhlmana, M.: “Chile podrá adquirir tecnología de uranio enriquecido argentino que hasta ahora se ha mantenido en secreto”, La Razón, 21 de agosto de 1984, p. 8. Mundo Atómico: “Argentina realizó la liberación controlada de energía”, año 2, n.° 4, 1951a, pp. 4-5, 76-78. ————: “Reacciones termonucleares”, año 2, n.° 4, 1951b, pp. 6-8, 10, 63-67. ————: “El mensaje de la victoria”, año 2, n.° 5, 1951c, p. 5. ————: “El cobalto radiactivo en la lucha contra el cáncer”, año 5, n.° 15, 1954a, pp. 9-10. ————: “Empleo de radioisótopos en medicina y biología”, Editorial, año 5, n.° 18, 1954b, p. 4. ————: “Ya están en marcha el sincrociclotrón y un ciclotrón”, año 5, n.° 19, 1954c, pp. 9-18. ————: “La energía atómica al servicio de la agricultura”, año 6, n.° 20, 1955a, pp. 43-45. ————: “Resumen oficial de los 37 trabajos presentados por la delegación argentina a la Conferencia Átomos para la Paz en Ginebra”, año 6, n.° 23, 1955b, pp. 11-22. Nash, H.: “Nuclear Roots Grow Into an Argentine Silicon Valley ”, The New York Times , 6 de febrero, 1994a, p. 14. ————: “Gastre Journal; For the Desperate, Nuclear Waste Isn’t Dreadful”, The New York Times , 24 de febrero, 1994b, p. A4. ————: “Getting Tough with Peron”, 25 de noviembre, 1946b, pp. 685-687. New Scientist : “Why did we not know”, v. 100, 1983, p. 718. ————: s/t, 1° de marzo, 1947c, p. 5.
326
LOS SECRETOS DEL URANIO
Nochteff, H.: “Evolución reciente del complejo electrónico en la Argentina y lineamientos para su reestructuración”, Buenos Aires, CEPAL, Documento de Trabajo Nº 42, LC/BUE/L.124, 1992. ————: “Los senderos perdidos del desarrollo”, en El desarrollo ausente. Restricciones al desarrollo, neoconservadorismo y elite económica en la Argentina. Ensa yos de Economía Política , Buenos Aires, Norma, 1994, pp. 21-156. North, D.: Instituciones, cambio institucional y desempeño económico , México, Fondo de Cultura Económica, 2006 [1990]. Noticias : “Perón puso a funcionar Atucha”, 21 de marzo de 1974, p. 10. Novitski, J.: “Argentine Chief Seeks Support Against Terror”, The Washington Post , 9 de octubre, 1974a, p. A30. ————: “Argentina: Nuclear Power”, The Washington Post , 26 de diciembre, 1974b, p. A20. Novaro, M. y Palermo, V.: La dictadura militar. 1976/1983 , Buenos Aires, Paidós, 2003. Nuclear Engineering International : “Kraftwerk Union to build Atucha II”, v. 24, n.° 292, 1979, p. 3. Nuclear Industry: “International News Notes”, v. 20, n. 1, 1973a, p. 36. ————: “AECL, After Decade of Frustrations, Sells PHWR to Argentina”, v. 20, n.° 4, 1973b, pp. 49-50. ————: “Attack at Atucha Station”, v. 20, n.° 4, 1973c, pp. 49-50. ————: “International News Notes”, v. 20, n.° 11, 1973d, p. 68. Nuclear News : “Second Plant Planned”, v. 14, 1971, p. 60. O’Donnell, G.: El estado burocrático autoritario , Buenos Aires, Prometeo, 2009 [1982]. Ordóñez, J. y Sánchez-Ron, J.: “Nuclear Energy in Spain: From Hiroshima to the Sixties”, en Forman, P. y Sánchez-Ron, J. (eds.), National Military Establishments and the Advancement of Science and Technology , Dordrecht, Kluwer Academic Publishers, 1996, pp. 185-213. Orione, J.: “El Tandar es un instrumento proyectado especialmente para investigación básica”, Convicción, 7 de diciembre de 1980, p. 16. ————: “La investigación en energía nuclear”, Tiempo Argentino, 2 de julio de 1984, p. 4. Ornstein, R. “La desnuclearización de América Latina”, Estrategia , n.° 9, 1970, pp. 81-92. ————: “La complementación con Brasil”, en Carasales, J. y Ornstein, R. (coords.), La cooperación internacional de la Argentina en el campo nuclear , Buenos Aires, CARI, 1998, pp. 127-146.
DIEGO HURTADO
327
Ortiz, E.: “Army and Science in Argentina: 1850-1950”, en Forman, P. y SánchezRon, J. (eds.), National Military Establishments and the Advancement of Science and Technology , Dordrecht, Kluwer Academic Publishers, 1996, pp. 153-184. Ortiz, E. y Rubinstein, H.: “Impacto de los países escandinavos en el desarrollo de la física en la Argentina: 1960-2000”, Ciencia Hoy , v. 15, n.° 88, 2005, pp. 38-45. Oster, P.: “Argentina nearing goal of nuclear bomb”, Houston Chronicle , 23 de abril de 1985, p. 10. Oszlak, O.: “Política y organización estatal de las actividades científico-técnicas en la Argentina: crítica de modelos y prescripciones corrientes”, Austin, University of Texas, ILAS, Technical Papers Series n.° 9, 1977. ————: “Políticas Públicas y Regímenes Políticos: Reflexiones a partir de algunas experiencias Latinoamericanas”, Buenos Aires, Documento de Estudios CEDES, v. 3, n.° 2, 1984a, pp. 1-40. ————: El INTI y el desarrollo tecnológico en la industria argentina , Buenos Aires, INTI, 1984b. Otheguy, H.: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Buenos Aires, 1° de septiembre de 2009. O’Toole, T.: “Science Academy Sets Rights Drive on 8 in Prison”, The Washington Post , 28 de abril de 1977, p. B17. Padgett, J. y Ansell, Ch.: “Robust Action and the Rise of the Medici, 1400-1434”, American Journal of Sociology , v. 98, n.° 6, 1993, pp. 1259-1319. Página/12 : “Alfonsín a Brasil. Un texto y un gesto atómicos”, 5 de abril, 1988a, p. 7. ————: “Argentina y Brasil. Acuerdo histórico en serio”, 8 de abril, 1988b, p. 7. ————: “Alfonsín en Iperó. Un paseo por el átomo”, 9 de abril, 1988c, p. 7. ————: “Habla Erman González sobre las relaciones con Estados Unidos”, 15 de marzo de 1992, p. 2. Palfrey, J.: Carta del Acting Chairman de US AEC al presidente de CNEA, Quihillalt, Washington, 1° de octubre de 1965. Archivo CNEA. Panamerican [pseudónimo]: “Education in Argentina”, Science , v. 100, 1944, p. 472. Parry-Giles, S.: “Militarizing America’s Propaganda Program, 1945-55”, en Medhurst, M. y Brands, H. (eds.), Critical Reflexions on the Cold War. Linking Rhetoric and History , Texas, College Station, Texas A&M University Press, 2000, pp. 95-133. ————: The Rhetorical Presidency, Propaganda, and the Cold War, 1945-1955 , West Port, CT: Praeger, 2002. Pasqualini, E.: “Los trabajadores queremos que se haga justicia”, Miradas al Sur , año 5, n.° 219, 2012.
328
LOS SECRETOS DEL URANIO
Passos Videira, A.: “Um vienense nos trópicos. A vida e a obra de Guido Beck entre 1943 e 1988”, en Passos Videira, A. y Bibiloni, A. (eds.), Encontro de Histórica da Ciencia , Río de Janeiro, CBPF, 2001, pp. 146-181. Patterson, W.: The Plutonium Business and the Spread of the Bomb , Londres, Granada Publishing, 1984. Perera, J.: “Argentina’s nuclear red herring”, New Scientist , v. 100, 1983, pp. 726-727. Pérez, C.: “Technological revolutions and techno-economic paradigms”, Working Paper, Technology Governance and Economic Dynamics, The Other Canon Foundation, Tallinn University of Technology, 2009. Pérez Ferreira, E.: “El proyecto ‘IALE’ de la CNEA”, Acta científica , v. 1, n.° 4, 1968, pp. 49-50. ————: “La Comisión Nacional de Energía Atómica”, en Passos Videira, A. y Bibiloni, A. (eds.), Encontro de Histórica da Ciencia , Río de Janeiro, CBPF, 2001, pp. 240-245. ————: Entrevista realizada por Ana María Vara, Buenos Aires, 20 de febrero de 2004. Pérez Ferreira, E. et al.: “The Argentine 20 MV Tandem Accelerator Project”, Nuclear Instruments and Methods , v. 184, 1981, pp. 161-172. Perkovich, G.: India’s Nuclear Bomb. The Impact on Global Proliferation , Berkeley, University of California Press, 1999. Placer, A.: “Disertación pronunciada en el acto realizado en su homenaje el 30/04/08 en la CNEA”. Ver en http://www.cnea.gov.ar/xxi/noticias/2008/ MAY/papadopulos.asp. Consultado en noviembre de 2011. Polino, C. y Fazio, M.: “Energía nuclear en la Argentina: opinión pública y riesgo percibido”, en Moreno, C. (ed.), Comunicar los riesgos. Ciencia y tecnología en la sociedad de la información , Madrid, Biblioteca Nueva-OEI, 2009, pp. 65-84. Ponce, V.: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Bariloche, 9 de noviembre de 2004. Poneman, D.: Nuclear Power in the Developing World , Londres, George Allen and Unwin, 1982. ————: Argentina: Democracy on Trial , Nueva York, Paragon House, 1987. Popham, J.: “U.S. Isotopes Sent to Eight Countries”, The New York Times , 4 de marzo de 1948, p. 38. Potash, R.: El ejército y la política en la Argentina, 1928-1945 , Buenos Aires, Sudamericana, 1971 [1969]. ————: El ejército y la política en la Argentina, 1945-1962 , Buenos Aires, Sudamericana, 1980 [1981].
DIEGO HURTADO
329
Potier, M.: “La industrialización”, en Seminario sobre economía de la energía , 2328 de julio, Bariloche, Fundación Bariloche, 1969, pp. II.1-II.14. Potter, W.: “The Soviet Union and Nuclear Proliferation”, Slavic Review , v. 44, n.° 3, 1985, pp. 468-488. Primera Plana : “Un sabio atómico”, n.° 240, 1967, pp. 36-39. ————: “Ya vino Mr. Lowell Kilday”, n.° 47, 23 de marzo de 1984, p. 9. Pronko, M.: El Peronismo en la Universidad , Buenos Aires, EUDEBA, 2000. Pucciarelli, A.: “La patria contratista. El nuevo discurso liberal de la dictadura encubre una vieja práctica corporativa”, en Pucciarelli, A. (coord.), Empresarios, tecnócratas y militares. La trama corporativa de la última dictadura , Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 99-171. Puglisi, A.: “La enseñanza de la física en la Escuela Naval Militar”, Revista de Publicaciones Navales , v. 140, n.° 707, 2011, p. 35. Pyenson, L.: Cultural Imperialism and Exact Sciences: German Expansion Overseas, 1900-1930 , Nueva York, Peter Lang, 1985. Quihillalt, O.: Modernas máquinas de cálculo aplicadas a la balística . Buenos Aires: Dirección General del Material Naval, 1949a. ————: “Modernas máquinas de calcular”, Boletín del Centro Naval , v. 67, 1949b, pp. 117-146. ————: “Calculadoras numéricas electrónicas”, Ciencia e Investigación, v. 7, 1951, pp. 542-551. ————: Carta del presidente de CNEA al Chairman de US AEC, Glenn Seaborg, Buenos Aires, 27 de mayo, 1967a. Archivo CNEA. ————: Carta del presidente de CNEA al Chairman de US AEC, Glenn Seaborg, Buenos Aires, 20 de septiembre, 1967b. Archivo CNEA. ————: Carta del presidente de CNEA al representante científico de US AEC, Robert Goeckermann, Buenos Aires, 26 de diciembre, 1967c. Archivo CNEA. ————: “La central nuclear en Atucha”, Ciencia e Investigación, v. 25, n.º 10, 1969, pp. 435-446. ————: “Argentine experiences in its nuclear programme”, mimeo, Archivo Gaviola, Biblioteca del Centro Atómico Bariloche, ca. 1979. Quilici, D.: “Carta abierta a mis colegas de la CNEA y a los socios de la AATN”, Buenos Aires, 25 de abril de 2006. ————: “Desarrollo de proveedores para la industria nuclear argentina. Visión desde las Centrales Nucleares”, H-industri@. Revista de historia de la industria argentina y latinoamericana , año 2, n.º 2, 2008, pp. 1-23. Ver en http:// www.hindustria.com.ar/images/client_gallery/HindustriaNro2Quilici.pdf. Consultado en diciembre de 2009.
330
LOS SECRETOS DEL URANIO
Quintana, G. (coord.): “Gastos en inversión en el sector nuclear: gestión y organización”, en Análisis de instituciones científicas y tecnológicas. La Comisión Nacional de Energía Atómica , Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1995, pp. 133-165. Radicella, R.: “Walter Seelmann Eggebert, el fundador de la radioquímica argentina”, Ciencia e Investigación, v. 45, n. 1, 1993, pp. 34-37. ————: “El Proyecto Perú”, en Carasales, J. y Ornstein, R. (coords.), La Coo peración Internacional de la Argentina en el Campo Nuclear , Buenos Aires, CARI, 1998, pp. 109-126. ————: “Peruvian Project”, en Ornstein, R. (coord.), Argentina as an Exporter of Nuclear Technology. Past, Present and Future , Buenos Aires, CARI, 2001, pp. 39-43. ————: “Los veinte radioisótopos descubiertos en la Argentina”, La revista de la Comisión Nacional de Energía Atómica , año 2, n.os 5 y 6, 2002, pp. 21-25. ————: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Buenos Aires, 15 de noviembre de 2005. Randers, G.: “La energía atómica como fuente de energía industrial”, Mundo Atómico, año 6, n.º 20, 1955, pp. 46-49. Rapoport, H.: “Una reseña de los reactores de investigación y su utilización en la República Argentina”, Encuentro del décimo aniversario de la sección latinoamericana de la American Nuclear Society , Río de Janeiro, Brasil, agosto de 1985. Rapoport, M.: 1940-1945. Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes ar gentinas , Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1980. ————: Estados Unidos y el peronismo. La política norteamericana en la Ar gentina: 1949-1955 , Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1994. ————: “Argentina y la Segunda Guerra Mundial: mitos y realidades”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe , v. 6, n.º 1, 1995. Ver en http://www.tau.ac.il/eial/VI_1/rapoport.htm. Consultado en enero de 2011. ————: Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003), Buenos Aires, Emecé, 2007. Recondo, E. (coord.): “Investigación científica, desarrollo tecnológico: extensión y servicios”, en Análisis de instituciones científicas y tecnológicas. La Comisión Nacional de Energía Atómica , Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1995, pp. 29-41. Redick, J.: Military Potential of Latin American Nuclear Energy Programs , Beverly Hills/Londres, Sage Publications, 1972.
DIEGO HURTADO
331
————: “Regional Nuclear Arms Control in Latin America”, International Or ganization, v. 29, n.º 2, 1975, pp. 415-445. ————: “Nuclear Illusions: Argentina and Brasil”, Occassional Paper N.º 25 , Washington, The Henry L. Stimson Center, 1995. Regionales : “Nota de la Asociación Física a Raúl Alfonsín”, 11 de enero, 1984a, p. 8. ————: “Fabricaríase la bomba en 10 años”, 24 de abril, 1984b, p. 12. ————: “Repercusiones del documento sobre la desnuclearización”, 19 de octubre, 1984c, p. 8. ————: “Decisión de Brasil”, 19 de octubre, 1984d, p. 8. Reiss, M.: Bridled Ambitions. Why Countries Constrain Their Nuclear Capabilities , Washington, The Woodrow Wilson Center Press, 1995. Rennstich, J.: The Making of a Digital World: The Evolution of Technological Change and How It Shaped Our World (Evolutionary Processes in World Politics), Nueva York, Palgrave Macmillan, 2008. Resumen de la reunión: “Reunión del día 20 de julio de 1979”, mimeo, s/f, s/l. Biblioteca de INVAP. Ribeiro de Andrade, A.: “O Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas e História”, en Passos Videira, A. y Bibiloni, A. (eds.), Encontro de Histórica da Ciencia , Río de Janeiro, CBPF, 2001, pp. 212-239. ————: A opção nuclear. 50 anos rumo à autonomía , Río de Janeiro, CNENMuseu de Astronomia y Ciências Afins, 2006. Ribeiro de Andrade, A. y Muniz, R.: “The quest for the Brazilian synchrocyclotron”, Historical Studies in the Physical and Biological Studies , v. 36, segunda parte, 2006, pp. 311-327. Ricupero, R.: “No Bombs for Brazil”, Christian Science Monitor , 27 de febrero de 1992, p. 20. Rock, D.: Argentina 1516-1987 , Madrid, Alianza, 1999 [1985]. Rodríguez Pardo, J.: En la Patagonia No. Crónica de la epopeya antinuclear de Gastre. Veinte años de movilizaciones que impidieron el basurero atómico en Chubut , El Bolsón, s/e, 2006. Rouquié, A.: Poder militar y sociedad política en la Argentina. II. 1943-1973, Buenos Aires, Emecé, 1982 [1978]. Rucht, D.: “The impact of antinuclear power movements in international comparison”, en Bauer, M. (ed.), Resistance to New Technology. Nuclear Power, Information Technology and Biotechnology , Cambridge, Cambridge University Press, 1995, pp. 277-291. Ruda, J.: “La posición argentina en cuanto al Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares”, Estrategia , n.º 9, 1970, pp. 75-80.
332
LOS SECRETOS DEL URANIO
Russell, R.: “Democracia y política exterior”, en Perina, R. y Russell, R., Argentina en el mundo (1973-1987), Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1988, pp. 151-170. ————: “La posición argentina frente al desarme, la no proliferación y el uso pacífico de la energía nuclear”, en Desarme y desarrollo, Buenos Aires, Fundación Arturo Illia-Grupo Editor Latinoamericano, 1989, pp. 53-82. Russell, R. y Tokatlian, J.: “From Antagonistic Autonomy to Relational Autonomy: A Theoretical Reflection from the Southern Cone”, Latin American Politics and Society , v. 45, n.º 1, 2003, pp. 1-24. Sabato, J.: “La formación de especialistas en metalurgia en la Argentina”, Ciencia Interamericana , v. 3, n.º 1, 1962, pp. 8-11. ————: “Metallurgy at the Argentine Atomic Energy Commission”, The Metallurgist , julio de 1963, pp. 238-243. ————: “Plan de actividades del Departamento de Metalurgia de la Comisión Nacional de Energía Atómica, Argentina”, Conferencia de Expertos Latinoamericanos en Metalurgia de Transformación, Buenos Aires, CNEA-OEA-INTI-US Air Force Office of Scientific Research, 18-23 de agosto de 1964. ————: “Energía Atómica en Argentina”, Estudios Internacionales , v. 2, n.º 3, octubre-diciembre de 1968, pp. 332-357. ————: “Para el prontuario del Plan Nuclear Argentino”, Ciencia Nueva , año 1, n.º 1, 1970, pp. 32-46. ————: “Quince años de metalurgia en la Comisión Nacional de Energía Atómica”, Ciencia Nueva , año 3, n.º 15, 1972, pp. 7-15. ————: “Atomic Energy in Argentina: a Case Study”, World Development , v. 1, n.º 8, 1973a, pp. 23-38. ————: “La mayoría de edad”, Visión, 24 de marzo, 1973b, pp. 28-36. ————: “Uranio natural. La independencia tecnológica merece esfuerzos y sacrificios”, El Cronista Comercial , 16 de marzo, 1973c, p. 7. ————: “El plan nuclear brasileño y la bomba atómica”, Criterio, n.º 1.765, junio de 1977, pp. 13-17. ————: “Energía nuclear en Argentina. Autonomía tecnológica y desarrollo industrial”, mimeo. Programa de Transferencia, Fundación Bariloche, San Carlos de Bariloche, Río Negro, diciembre de 1980. ————: “Bases para un debate sobre los residuos nucleares”, Clarín, 27 de marzo de 1982, p. 13. ————: “El misterio atómico”, en Ensayos con Humor . Buenos Aires, Ediciones de la Urraca, 1983, pp. 138-141. Sabato, J. y Botana, N.: “La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina”, en Sabato, J. (comp.), El pensamiento latinoamericano en la
DIEGO HURTADO
333
problemática ciencia-tecnología-desarrollo-dependencia , Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, 2011 [2005], pp. 215-231. Sabato, J. y Frydman, R.: “La energía nuclear en América Latina”, Estrategia , n.º 42, 1976, pp. 54-62. Sabato, J. y Volman de Tanis, S.: “Desarrollo de recursos humanos en metalurgia: balance de una experiencia”, Interciencia , vol. 6, n.° 6, 1981, pp. 412-415. Sabato, J. y Wortman, O.: “Apertura del paquete tecnológico para la central nuclear de Atucha (Argentina)”, Seminario sobre “Métodos de Evaluación de Tecnología” , OEA, Washington, Doc. OEASG/P.1 PPTT/7.d, 1973, pp. 29-95. Sabato, J. y Mackenzie, M.: La producción de tecnología. Autónoma o transnacional , México, Nueva Imagen, 1982. Saber Cómo, “Dictadura y memoria en el INTI”, n.º 39, 2006, p. 2. Sahni, V.: “Coexistence, Consensus, Competition, Conflict: Interservice Contestation in Military-Dominated Argentina”, México, Documento de Trabajo 54, Centro de Investigación y Docencia Económica, 2000. Sametband, M.: El ciclotrón isócrono de 130 MeV de la CNEA. Estudio de factibilidad , Buenos Aires, CNEA, 1970. Santoro, D.: “Perón quería obtener plutonio para una estrategia de disuasión”, Clarín, 8 de enero de 2006. Ver en http://edant.clarin.com/suplementos/ zona/2006/01/08/z-03601.htm. Consultado en enero de 2009. Santos, E.: Notas sobre viaje a Alemania. Archivo INVAP, Bariloche, mayo-junio de 1979. ————: Entrevista realizada por Diego Hurtado, Bariloche, 11 de octubre de 2007. ————: Comunicación por correo electrónico, Bariloche, 22 y 24 de enero de 2008. ————: Comunicación por correo electrónico, Bariloche, 12 de octubre de 2012. ————: El diablo de Maxwell , mimeo, Bariloche, archivo personal de Eduardo Santos, s/f. Sarlo, B.: La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. Savio, M.: Movilización Industrial , Buenos Aires, Ejército Argentino, Escuela Superior Técnica, 1933. ————: Política de la producción metalúrgica argentina , Buenos Aires, Talleres Gráficos Plantié, 1942. Schumacher, E.: “Argentina Claims Nuclear Capacity”, The New York Times , 19 de noviembre de 1983, pp. 1 y 6. ————: “Hemispheric Pressure on Argentina to Ban the Bomb”, The New York Times , 15 de abril de 1984, p. A2.
334
LOS SECRETOS DEL URANIO
Schvarzer, J.: Implantación de un modelo económico. La experiencia argentina entre 1975 y el 2000 , Buenos Aires, A-Z Editora, 1998. ————: La industria que supimos conseguir. Una historia político-social de la industria argentina , Buenos Aires, Ediciones Cooperativas, 2000. Science : “Declaration of Citizens of Argentina”, v. 98, 1943, pp. 467-468. Scilingo, A.: El Tratado Antártico , Buenos Aires, Hachette, 1963. Seaborg, G.: Carta del Chairman de US AEC al embajador argentino en Washington, Washington, 18 de mayo de 1962. Archivo CNEA. Seaborg, G. y Loeb, B.: Stemming the Tide. Arms Control in the Johnson Years , Lexington, Lexington Books, 1987. Secretary of State: “Conversation with Ambassador Aja Espil”, Documento dirigido a la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, Washington, 14 de octubre, 1977a. Ver en http://www.cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000a49.pdf. Consultado en enero de 2012. ————: “Deputy Foreign Minister Allara Meeting with Assistant Secretary Todman”, Documento número 1977STATE270157 a la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, Washington, 11 de noviembre, 1977b. Ver en http://www.cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000a51e.pdf. Consultado en enero de 2012. SECyT: Memoria crítica de una gestión. 1983-1989 , Buenos Aires, Talleres Gráficos Litodar, 1989. Seoane, M.: El burgués maldito, Buenos Aires, Planeta, 1998. Sheinin, D.: Argentina and the United States: An Alliance Contained , Athens, The University of Giorgia Press, 2006. Shellenberger, J.: “Education in Argentina”, Science , v. 100, 1944, p. 11. ————: “Education in Argentina”, Science , v. 101, 1945, p. 64. Sidicaro, R.: “El régimen autoritario de 1976: refundación frustrada y contrarrevolución exitosa”, en Quiroga, H. y Tcach, C. (comps.), A veinte años del golpe. Con memoria democrática , Rosario, Homo Sapiens, 1996, pp. 9-25. ————: La crisis del Estado y los actores políticos y socioeconómicos en la Argentina (1989-2001), Buenos Aires, Libros del Rojas, 2002. Sikkink, K.: Ideas and Institutions. Developmentalism in Brazil and Argentina , Ithaca/Londres, Cornell University Press, 1991. SIPRI: World Armaments and Disarmament. SIPRI Yearbook , Estocolmo, Almqvist & Wiksell, 1972. ————: Idem, Oxford, Oxford University Press, 1986. Smith, B.: Insurmountable Risks. The Dangers of Using Nuclear Power to Combat Global Climate Change , Maryland, IEER Press, 2006.
DIEGO HURTADO
335
Solanilla, R.: Comunicación personal, Buenos Aires, 15 de mayo de 2006. Solingen, E.: “The Political Economy of Nuclear Restraint”, International Security , v. 19, n.° 2, 1994, pp. 126-169. ————: Industrial Policy, Technology, and International Bargaining: Designing Nuclear Industries in Argentina and Brazil , Stanford, Stanford University Press, 1996. Spector, L.: Nuclear Proliferation Today , Nueva York, Vintage Books, 1984. ————: The New Nuclear Nations , Nueva York, Carnegie Endowment for International Peace, 1985. Starr, D.: “Scientists Tortured in S. America”, Christian Science Monitor , 6 de julio de 1977, p. 21. Starr, Ch.: “Uranium Power and Horizontal Proliferation of Nuclear Weapons”, Science , v. 224, 1984, pp. 952-957. Stevis, D. y Mumme, S.: “Nuclear Power, Technological Autonomy, and the State in Mexico”, Latin America Research Review , v. 26, n.° 3, 1991, pp. 55-82. Stover, E.: Scientists and Human Rights in Argentina since 1976 , Washington, AAAS, 1981. Suárez, S.: “Wolfgang Meckbach y el inicio de las colisiones atómicas en Bariloche”, Ciencia Hoy , v. 15, n.° 88, 2005, pp. 56-59. Sullivan, W.: “Pugwash Parley in Sochi told of Argentina’s Nuclear Plans”, The New York Times , 27 de octubre de 1969, p. 19. Tagashira, R.: “La institucionalización y el desarrollo de la Física en la Universidad Nacional de Tucumán hasta la década de 1980”, en Hurtado, D. (ed.), La Física y los físicos argentinos. Una historia para el presente , Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 2012, pp. 91-124. Techint: “TANDAR: nuevo centro de investigaciones de la Comisión Nacional de Energía Atómica”, Boletín Informativo de Techint , n.° 224, 1981. Télam: “El titular de la CNEA pide al Ejecutivo que termine Atucha II”, 30 de julio de 2001. Ver en http://www.elistas.net/lista/grupoeducativoambiental/ archivo/indice/749/msg/882/. Consultado en noviembre de 2012. Tellez, T.: “The Crisis of Argentine Science”, Bulletin of the Atomic Scientists , v. 22, 1966, pp. 32-34. Tewksbury, H.: Carta al secretario de Estado de Estados Unidos, Buenos Aires, 12 de marzo de 1946. NA, RG 59, 835.646/1-2646, Washington. The New Republic : “Peron’s Dilemma”, 16 de agosto, 1946a, pp. 187-188. The New York Times : “Soviet Said to ‘Buy’ German Atom Men”, 24 de febrero, 1947a, pp. 1 y 7. ————: s/t, 1º de marzo, 1947b, p. 5.
336
LOS SECRETOS DEL URANIO
————: “Bernhard to visit Latins”, 13 de marzo, 1951a, p. 20. ————: “Visit to Argentina is Set”, 17 de mayo, 1951b, p. 17. ————: “More Back Atoms Unit”, 25 de octubre, 1955a, p. 13. ————: “Brazil to Get Reactor”, 10 de diciembre, 1955b, p. 19. ————: “Argentina buys Atomic Reactor”, 30 de noviembre, 1956a, p. A6. ————: “Argentina Appoints Acting Envoy to U.N.”, 8 de diciembre, 1956b, p. 4. ————: “Brazil Sets Off Atomic Reaction”, 21 de septiembre de 1957, p. 5. ————: “Atomic Reactor for Argentina”, 21 de enero de 1958, p. 12. ————: “U.S. Jobs Sought For Argentines”, 25 de agosto de 1966, p. 11. ————: “Nuclear Madness”, 13 de junio de 1975, p. 36. ————: “Canadian Concern Says It Paid Agent Fees to Liechtenstein Bank”, 26 de noviembre de 1976, p. 78. ————: “Argentina Gets US A-Plant Aid”, 18 de agosto de 1983, p. A3. ————: “Let Mr. Alfonsin Tame His Tiger”, 21 de abril de 1984, pp. 1 y 18. The Washington Post : “Peron Is Irked By Atom ‘Find’ Disbelievers”, 26 de marzo, 1951a, pp. 1-2. ————: “Atomic Claim ‘Crazy’, U.S. Astronomer Says”, 26 de marzo, 1951b, p. 2. Therborn, G.: The Ideology of Power and the Power of Ideology , Londres, Verso, 1980. Thieberger, P.: Comunicación personal por correo electrónico, 30 de diciembre de 2003. Tiempo Argentino: “Científicos desaparecidos denuncian a Castro Madero”, 19 de diciembre de 1983, p. 4. ————: “Sectores de la vida nacional evaluaron la política nuclear”, 2 de noviembre de 1984, p. 6. ————: “Crisis presupuestaria en los planes nucleares”, 6 de febrero de 1985, p. 9. Trumbull, R.: “Canada’s Parliament Opens Inquiry On Payments to Aid Reactor Sales”, The New York Times , 3 de diciembre, 1976a, p. 16. ————: “Canada Acts to Bar Illegal Deals by Agencies Abroad”, The New York Times , 18 de diciembre, 1976b, p. 3. ————: “Canada Dismisses Atom Agency Head In Wake of Losses”, The New York Times , 8 de julio, 1977a, pp. 63 y 67. ————: “Ottawa’s Fiscal Practices Criticized”, The New York Times , 4 de diciembre, 1977b, p. 23. Unión Cívica Radical: Ciencia, tecnología y desarrollo. Encuentro Nacional , Buenos Aires, Imprenta de los Buenos Ayres, 1983.
DIEGO HURTADO
337
United Nations: “Statute of the International Atomic Energy Agency”, American Journal of International Law , v. 51, n.° 2, 1957, pp. 466-485. United Press International: “Report Says Argentina Might Have Bomb Soon”, The Washington Post , 14 de mayo de 1982, p. A8. Uriarte, C.: “Recuerdos de redacción: invierno en Convicción”, en Blaustein, E. y Zubieta, M. (eds.), Decíamos Ayer: la prensa argentina bajo el Proceso, Buenos Aires, Colihue, 1998, pp. 314-325. US Department of State: “Implementation Plans”, telegrama a la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, 17 de abril de 1979. Ver en http://www. cipol.org/pdfs/Tlatelolco/0000b049.pdf. Consultado en enero de 2012. US State Department: Consultation among the American Republics With Regard to the Argentine Situation, Washington, State Department, Interamerican Series, 1946. Valeiras, J.: “Principales instituciones especializadas de investigación y extensión”, en Oteiza, E. (ed.), La política de investigación científica y tecnológica argentina. Historia y perspectivas , Buenos Aires, CEAL, 1992, pp. 129-167. Van Der Karr, J.: Perón y los Estados Unidos , Buenos Aires, Vinciguerra, 1990. Vara, A.: “‘Sí a la vida, no a las papeleras’. En torno a una controversia ambiental inédita en América Latina”, Redes , v. 12, n.° 25, 2007, pp. 15-49. Vara, A. y Piaz, A.: “Tecnología nuclear, percepción de riesgo y debate entre expertos: la movilización por las napas de agua en Ezeiza”, en Tula Molina, F. y Vara, A. M. (eds.), Riesgo, política y alternativas tecnológicas: entre la regulación y la discusión pública , Buenos Aires, Prometeo, 2013, pp. 335-387. Varotto, C.: “Memorando. Para información de: Sr. Presidente de CNEA, Sr. Director de Investigación y Desarrollo. Objeto: Análisis de alternativas. DDG / 2 Esquemas para opciones”, mimeo, 1980. ————: “Ayuda Memoria”, mimeo, adjunto a: CNEA, “Proyecto D.I.G. Orden de Servicio N° 82-10-19-01”, Bariloche, 19 de octubre de 1982. Varsavsky, O.: “Scientific colonialism in the hard sciences”, The American Behavioral Scientists , v. 10, 1967, pp. 22-23. ————: Obras escogidas , Buenos Aires, CEAL, 1982. Vázquez, J.: “Sadosky y la política científica”, Tiempo Argentino, 22 de diciembre de 1983, p. 31. Vélez, C.: “Reactores nucleares en la América Latina”, en Peaceful Uses of Atomic Energy: Proceedings of the Fourth National Conference , v. 1, Nueva York, United Nations, 1972, pp. 184-194. Velho, L. y Pessoa Jr., O.: “The Decision-Making Process in the Construction of the Synchrotron Light National Laboratory in Brazil”, Social Studies of Science , v. 2, n.° 28, 1998, pp. 195-219.
338
LOS SECRETOS DEL URANIO
Ventura, E.: Entrevista realizada por Ana María Vara y Diego Hurtado, Buenos Aires, 3 de marzo de 2004. Versino, M.: “Análise sócio-técnica de proccesos de produção de tecnologías intensivas em conhecimento em países subdesenvolvidos. A trajetória de uma empresa nuclear e espacial argentina (1970-2000)”, Tesis de Doctorado, PósGraduação em Política Científica e Tecnológica, Universidade Estadual de Campinas, Campinas, 2006. Vessuri, H.: “El crecimiento de una comunidad científica en Argentina”, Cadernos de História e Filosofia da Ciencia , v. 5, 1995, pp. 173-222. Villamayor, O.: Problemas de la investigación científica argentina , Buenos Aires:, s/e, 1972. Villegas, O.: Políticas y Estrategias para el Desarrollo de la Seguridad Nacional. En foques y Temas , Buenos Aires, Pleamar, 1969. Volman de Tanis, S.: “Desarrollo del mercado nuclear argentino y de sus proveedores”, Informe de la CNEA, CNEA-NT 23/86, 1986. Wade, N.: “Repression in Argentina: Scientists Caught Up in Tide of Terror”, Science , v. 194, 1976, pp. 1397-1399. Wallace, H.: “Henry Wallace Reply”, The New Republic , 31 de marzo de 1947, p. 21. Wallerstein, I.: “The Rise and Future Demise of the World Capitalist System: Concepts for Comparative Analysis”, Comparative Studies in Society and History , v. 16, n.° 4, 1974a, pp. 387-415. ————: “Dependence in an Interdependent World: The Limited Possibilities of Transformation within the Capitalist World Economy”, African Studies Review , v. 17, n.° 1, 1974b, pp. 1-26. ————: “Semi-Peripheral Countries and the Contemporary World Crisis”, Theory and Society , v. 3, n.° 4, 1976, pp. 461-483. Wall Street Journal : “Egypt Agrees to Buy Small Nuclear Reactor from Argentine Firm”, 21 de septiembre, 1992a, p. B78. ————: “Argentine Nuclear Privatization”, 28 de octubre, 1992b, p. A14. Warren, Virginia L.: “Argentina Adopts Code for Colleges”, The New York Times , 28 de septiembre, 1947a, p. 52. ————: “Peron Paper Ridicules Nobel Prize Winner; Says Houssay Got Award for Political Aims”, The New York Times , 3 de noviembre, 1947b, p. 25. ————: “Anti-Peron Group to Form College”, The New York Times , 26 de diciembre, 1947c, p. 17. Watson, C.: “Will Civilians Control the Nuclear Tiger in Argentina?”, en Worsley, P. y Buenor Hadjor, K. (eds.), On the Brink. Nuclear Proliferation and the Third World , Londres, Third World Communications, 1987, pp. 209-214.
DIEGO HURTADO
339
Watson, R.: History of the Office of the Secretary of Defense. V. IV . Into the Missile Age, 1956-1960 , Washington, Historical Office, Office of the Secretary of Defense, 1997. Weart, S.: Nuclear Fear. A History of Images , Cambridge, Harvard University Press, 1988. Weinberg, A.: Nuclear Reactions: Science and Trans-Science , Nueva York, The American Institute of Physics, 1992. Westerkamp, J.: Evolución de las ciencias en la República Argentina, 1923-1972. Tomo II: Física , Buenos Aires, Sociedad Científica Argentina, 1975. ————: “Acerca de la física en la Argentina, durante la última década”, Síntomas , n.° 4, 1982, pp. 33-38. ————: “Armamentismo y energía atómica III”, El Porteño, v. 2, n.° 24, 1983, pp. 13-15. White, W.: “Vast New Atomic Research Makes Improved Weapons”, The New York Times , 3 de febrero de 1948, pp. 1 y 14. Willrich, M.: Global Politics of Nuclear Energy , Nueva York, Praeger Publishers, 1971a. ————: Civil Nuclear Power and International Security , Nueva York, Praeger Publishers, 1971b. Wilson, A.; Pender, E. y Carter, E.: Peaceful Uses of Nuclear Explosives: An Evaluation for Australian Purposes of Proposed Civil Engineering and Mining Applications , Congee, Australia, Australian Atomic Energy Commission, 1964. Winterberg, F.: “Ronald Richter, Genius or Nut?” (letter), Physics Today , v. 56, n.° 12, 2003, pp. 12-13. ————: “More on the Value of Ronald Richter” (letter), Physics Today , v. 57, n.° 14, 2004, pp. 14-15. Wolfe, B.: “Could America’s nuclear policies be counterproductive?”, The Bulletin of the Atomic Scientists , enero de 1980, pp. 43-48. Wonder, E.: “Nuclear Commerce and Nuclear Proliferation: Germany and Brazil, 1975”, Orbis , v. 21, n.° 2, 1977, pp. 277-306. Wortman, O.: “Investigación científica, desarrollo tecnológico: extensión y servicios”, en Análisis de Instituciones Científicas y Tecnológicas , Buenos Aires, Centro de Estudios Avanzados, 1995, pp. 29-41. ————: “Sabato y la industria argentina”, en Sabato en CNEA, Buenos Aires, CNEA, 1996, pp. 23-32. Wrobel, P. y Redick, J.: “Nuclear Cooperation in South America: The Role of Scientists in the Argentine–Brazilian Rapprochement”, Annals of the New York Academy of Sciences , v. 866, 2006, pp. 165-181.
340
LOS SECRETOS DEL URANIO
Yriart, M.: “La política exterior argentina en materia de energía nuclear”, Estrate gia , n.° 42, 1976, pp. 48-53. Zaiat, A.: Economía a contramano. Cómo entender la economía política , Buenos Aires, Planeta, 2012. Zanatta, L.: Breve historia del peronismo clásico, Buenos Aires, Sudamericana, 2009.
Agradecimientos Es difícil formalizar el agradecimiento por la variedad de ideas, sugerencias y correcciones recibidas de Santiago Harriague, Eduardo Santos, Domingo Quilici y Tomás Buch. A lo largo de nueve años de trabajo este intercambio modificó y enriqueció radicalmente mis ideas iniciales. Retrospectivamente, me resulta impensable este libro sin la compilación de los escritos de Jorge Sabato. Mi agradecimiento a su familia y un recuerdo especial a Carlos Martínez Vidal, impulsor de la compilación. Eduardo Ortiz me aportó sus interpretaciones sobre muchos aspectos importantes del primer período y me hizo llegar generosamente fuentes primarias de difícil acceso. Con enorme paciencia, en el transcurso de los años, Rafael Castro puso a mi disposición un caudal valioso de documentos que jamás hubiera encontrado en bibliotecas y archivos. Ana María Vara me guió en el recorrido de una numerosa bibliografía vinculada al problema de la resistencia a la tecnología nuclear. Con ella trabajamos el tema de los aceleradores de partícula e iniciamos una línea comparativa con Brasil. Muchos de los conceptos abordados surgieron de sus investigaciones. Las discusiones sobre política tecnológica con Juan Carlos del Bello, Eduardo Mallo y Mariana Versino, sostenidas a lo largo de los años, me hacen deudor de ideas, lecturas y enfoques. A Pablo Souza y a Cristina Mantegari le agradezco sus innumerables reflexiones sobre el difícil equilibrio entre mirada histórica y teoría. A Ana Spivak L’Hoste su insistencia en enfocar las contradicciones y los conflictos ocultos detrás del uso que este libro hace de la noción de “cultura nuclear”. Como parte de las actividades del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica “José Babini” de la UNSAM, las investigaciones
342
LOS SECRETOS DEL URANIO
en curso de Daniel Blinder, Érica Carrizo, María José Fernández, Cecilia Gargano y Agustín Piaz son condición de posibilidad para una mirada multidimensional en contexto del problema de la tecnología nuclear. En este mismo sentido debo incluir los intercambios con los colegas de la Fundación Bariloche, Manuel Lugones, Marisa García y Ailín Reising, con quienes finalmente nos embarcamos en un proyecto conjunto. Poder acceder a las numerosas tesis doctorales y de maestría producidas por el grupo de Hernán Thomas de la Universidad Nacional de Quilmes fue enormemente enriquecedor. Marcaron este libro las críticas implacables y siempre constructivas de Sara Rietti, así como su militancia infatigable sobre el sentido crucial de la obra de Oscar Varsavsky. El libro descansa en buena parte en los testimonios, sugerencias y, en algunos casos, en la documentación que pusieron a mi disposición Mario Mariscotti, Carlos Abeledo, Renato Radicella, Arturo López Dávalos, Emma Pérez Ferreira, Daniel Bes, Ernesto Maqueda, Rolando Granada, Omar Bernaola, Raúl Barrachina, Edgardo Ventura, Peter Thieberger, Emilio Roslin, Víctor Ponce, Héctor Rubinstein, Roberto Solanilla, Horacio Rapoport y Octaviano Saracho. Para trabajar en este libro, recibí los siguientes apoyos: - PICT-2004 de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, que hizo posible, entre otras cosas, dos estadías en la Universidad de California (Riverside). - Subsidio de investigación otorgado por la UNSAM en 2005. - Invitación de la Fundación Balseiro para consulta de los archivos históricos del Centro Atómico Bariloche. - El acceso reiterado a la biblioteca de la empresa INVAP. - Projeto conjunto de Centros Associados del Programa de Pós-graduação em Política Científica e Tecnológica (DPCT-IG-UNICAMP / Brasil) y Programa de Pós-Graduação em Política e Gestão de Ciência e Tecnologia (UBA / Argentina). - Subsidio de CAPES para estadía de investigación en el Museo de Astronomia e Ciências Afins/MCT, Río de Janeiro, en mayo de 2008. Esta estadía me permitió trabajar con la profesora y especialista en la
DIEGO HURTADO
343
historia de la energía nuclear en Brasil Ana Ribeiro de Andrade, que hizo posible este subsidio. - Beca Carolina para estancia posdoctoral en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanas del CSIC (Madrid), en el verano de 2010, para trabajar en contacto con la profesora Ana Romero de Pablos, especialista en la historia de la energía nuclear en España. Sin el respaldo permanente e incondicional de la UNSAM, donde transcurre mi vida, este libro no hubiera sido posible. Finalmente, quiero agradecer el sentido de la empatía y la mirada sabia de editor de Fernando Fagnani. Por segunda vez sus consejos mejoraron sustancialmente lo que yo ingenuamente creí que era la versión final de este texto.