En 1572, el virrey del Perú, francisco de Toledo, envió una expedición armada a la selva de Vilcabamba a capturar a Túpac Amaru, último pretendiente del trono inca. Fue sumariamente condenado a muerte, pero la supervivencia de un estado inca independiente, fue considerada como una amenaza para la paz y la estabilidad del dominio español en Perú. La ejecución del último monarca inca, marco el fin de la época posterior a la conquista en que Perú había sido gobernado por una incoherente alianza entre kurakas y encomenderos. El virrey justifico la ejecución arguyendo que la existencia de Vilcabamba impedía que Perú obtuviese “asiento”, es decir, un asentamiento firme y duradero de su orden político. Después del asesinato “judicial de Atahualpa por Pizarro, los españoles habían reconocido a su medio hermano Manco Inca. Este fue maltratado y humillado así que realizo una revuelta, en 1539, tras el fracaso, este se estableció en Vilcabamba. Durante el decenio de 1560, kurakas proyectaron un levantamiento general para restaurar el trono de los incas, y su conspiración ofreció claras pruebas del papel que aún desempeñaba Manco en Vilcabamba. Mientras que otros virreyes se contentaban con reducir sus papales a Lima, él viajó extensamente por las mesetas, encabezando personalmente una expedición armada contra los indios no pacificados de las tierras bajas. Toledo pudo basarse en el compuesto por Matienzo, quien analizaba los problemas de la región y proponía una serie de reformas. Lo que distinguió los 12 años en que Toledo gobernó Perú, fue la implacable aplicación de medidas fundamentales destinadas a trasformar o reconstruir sobre fundamentos duraderos todo el orden político y social del país. Quiso legar a la comunidad un código de leyes por las cuales Perú seria gobernado durante muchos años.
En 1564, la corona aceptó el parecer del consejo de indias y negó a los encomenderos su solicitud de cesiones a perpetuidad, acompañadas por jurisdicción, criminal y civil, sobre indios. En aquellos mismos años Bartolomé de las casas denunciaba al gobierno español como una tiranía, arguyendo que los kurakas, los señores indios, eran los únicos gobernantes legítimos del país y que debía devolverse cierta medida de autoridad a los incas. Los encomenderos formaban una nobleza local y su residencia era casa abierta para un pequeño grupo de españoles. Dominaban los cabildos y actuaban como magistrados municipales. Y sin embargo, les obsesionaba el temor de que loa corona decidiera no renovar sus cesiones para otra generación, privando así a sus hijos de sus posición y de sus fuentes de ingresos. Por esta razón, el dominio de García de Toledo arguyó que las encomiendas debían convertirse en mayorazgos, para permitir a los españoles echar raíces en Perú, y “en f in, hacerse ya otra España”. Toledo recomendó que unas cuantas se otorgaran en perpetuidad en cada ciudad y el resto volviera a la corona, a la muerte de su actual poseedor o simplemente se extendiera a otra generación. Toledo se opuso rotundamente a toda concesión de jurisdicción y en realidad insistió en que los encomenderos fijaran su residencia en ciudades españolas. Además, afirmo que no debían poseer tierras dentro del territorio de la encomiendas y que no tenían derecho a mano de obra gratuita de los indios de su concesión. Realizo un censo detallado de la población india , impuso una “reducción” o redistribución general de la población india, concentrando a los habitantes de los dispersos pueblos que había en las estribaciones de los montes, en pequeñas ciudades, cada una cuando menos de 500 familias. Exigió una estricta obediencia a las Nuevas Leyes, pidiendo que todo trabajo desempeñado por los indios para el sector español fuera remunerado mediante el pago de un salario, preferiblemente en efectivo: ningún español tenía derecho a servicios gratuitos. Ordeno que se tenga una lista detallada de los tributarios, es decir de todos los varones casados entre las edades de 18 y 55 años. Toledo decreto que la clase de campesinos indios conocida como los , que residían en fincas
españolas y no en sus comunidades, en adelante se los consideraría como permanente adscritos a estas fincas. Se les negaba la libertad de desplazamiento, pero en cambio se les garantizaba una parcela. Aunque inicialmente adoptara Toledo una actitud crítica hacia los kurakas, los señores aborígenes, acusándolos de ejercer una autoridad tiránica sobre sus súbditos, acabó por concluir que es “forzoso que los naturales sean gobernados por medio de sus caciques”. Para asegurar el surgimiento de una clase de hombres calificados para actuar como intermediarios entre las autoridades coloniales y las comunidades indias, Toledo propuso establecer dos colegios, situados respectivamente en cuzco y en lima, para la educación de los hijos de la nobleza existentes. La reforma del gobierno provincial fue completada por el nombramiento de corregidores, magistrados reales encargados del cobro de los tributos y de la administración de justicia de primera instancia. Este dividió el virreinato en unos 70 grandes distritos. Dado que estos funcionarios también presidian el cabildo de toda ciudad o pueblo español que quedara dentro de su jurisdicción, efectivamente reemplazaron a los encomenderos y magistrados municipales como figuras centrales de la administración local. Como el clero local y los Kurakas, recibían un salario deducido de los tributos, un ingreso complementado de los frutos de la justicia y por otras fuentes más irregulares. Dado que los tributos se pagaban en especies y no en dinero, los corregidores pronto participaron del comercio, vendiendo los productos que cobraban para la corona y utilizando el dinero del tributo para fundar sus propias empresas mercantiles. Abusando claramente de su posición, hicieron levas de trabajo para la fabricación de artículos de lana, y emplearon a súbditos indios para trasportar bienes con objeto de venderlos en los campamentos mineros, justificando en ambos casos su explotación por la necesidad de obtener medios para que los indios reunieran dinero para el pago de sus tributos. Su reemplazo de los encomenderos como principales agentes de gobierno local ciertamente fortaleció la autoridad real pero hizo poco por mejorar la condición o el trato
que recibían los indios. Un rasgo esencial de las reformas toledanas fue la destrucción de la idolatría y la llegada de instrucción cristiana a la población aborigen: a cada pueblo se le asignó un sacerdote, que recibiría su paga de los tributos. Se les prohibió azotar o aprisionar a miembros de su Grey indígena. Todos los nombramientos eclesiásticos tenían que ser confirmados por el virrey. Para asegurar que el clero pudiera predicar el evangelio en quechua, lengua general del Perú, Toledo fundo una cátedra de tal lengua en la universidad de San Marcos y decretó que todos los candidatos a la parroquia debían ser examinados de su conocimiento en quechua. Si Toledo logro asegurar el nombramiento de los sacerdotes en las ciudades en que se había reasentado a la población indígena, asegurando la presencia de agentes activos de la aculturación y la conversión, en cambio no logró modificar sustancialmente el modo en que los indios consideraron su nueva religión. El mayor logro de Toledo es el resurgimiento de la industria minera. Desde sus descubrimientos en 1545, el cerro rico de Potosí había sido fuente de producción de plata sin paralelo: su rico mineral de hierro fácilmente se fundía en tornos de barro construidos y operados por indios. Sin embargo, durante el decenio de 1560, la producción sufrió un radical declinar. Pero, por otra parte, ya se habían descubierto en la Nueva España una nueva técnica por la cual se podía refinar mineral de hierro de baja calidad por un proceso de amalgamación con mercurio, ayudado con mezclas de sal, barro y cobre. Ahora, empresarios españoles se pusieron al frente del sector de la refinación, operado hasta entonces por indios, y construyeron molinos impulsados por agua. Las explotaciones en Perú revelaron abundantes depósitos de mercurio en Huancavelica, en la meseta central. Una vez más, fue Toledo quien inicio a producción de esta mina, arrendándola en contrato a empresarios independientes. El enorme aumento de la producción de plata no se derivó simplemente de innovaciones tecnológicas e inversiones de capital en nuevas plantas. Más bien dependió de la enorme y forzosa movilización de los campesinos de los Andes. El principio de las levas de trabajo no era nuevo. En Perú tanto como en la nueva España, la anulación del derecho de los
encomenderos a gozar de trabajos gratis condujo a la introducción de los repartimientos de labor, conocidos localmente como , por las cuales una proporción fija de tributarios debían presentarse a trabajar en el sector hispánico, aunque ahora a cambio de un salario. Potosí ya poseía una cuota de trabajadores libres, atraídos por el pago de un salario, la mita represento un enorme insumo de mano de obra barata, ya que los recibían menos de la mitad de la paga ofrecida a los otros trabajadores.
El rasgo más distintivo de su enfoque era la búsqueda de precedentes y argumentos en el pasado inca, en los cuales fundamentar y justificar sus medidas de reforma. En realidad, sin tal precedente y la experiencia que generaba, bien podían verse obligados a adoptar otros expedientes. En el de la si los incas no hubiesen convocado a miles de campesinos para que recorrieran grandes distancias e ir a trabajar en obras imperiales ¿se habría atrevido Toledo a organizar las levas de trabajo de Potosí en semejante escala? Al comienzo de sus investigaciones, el circulo toledano considero necesario confrontar el argumento de las Casas, expuesto en sus donde había denunciado al régimen español, tildándolo de simple tiranía. La tarea de socavar la autoridad de las Casas recayó en García de Toledo. Todo el mundo se había alarmado con los dichos de Las Casas donde afirmaba que los incas y kurakas eran los legítimos señores naturales de Perú. Sin embargo, su premisa era errónea: el meollo de la cuestión es que los incas eran tiranos, a su vez conquistadores recientes, pues su imperio no había existido más de 80 años, que habían privado a sus súbditos de tierra y libertad, exigiéndoles tributo y servicios como si fueran esclavos. Más aún, de ahí se seguía que los kurakas eran un fenómeno igualmente transitorio, simples verdugos de los incas, recién nombrados, sin ningún derecho a la sucesión hereditaria, cuya retención del poder en los niveles locales solo amenazaba con dificultar el labor de conversión. García de Toledo reconoció que los conquistadores han cometido muchos crímenes y atrocidades, aunque luego
observa que eran simples guerreros, quienes habían atestiguado que pensaban que servían para matar a los enemigos de dios. Aun así, al enterarse de que Las Casas condenaba sus crímenes, algunos conquistadores sintieron tales remordimientos y se preocuparon tanto que se cansaron con herederas de los incas, para obtener propiedades por medio de matrimonios y herencias, en lugar se sostener el derecho de conquista. Pero ¿cuáles eran los motivos para declarar que los incas habían sido tiranos? Obviamente, eso solo podía resolverse apelando a la historia. El panorama se habría alterado considerablemente si Pedro Cieza de León hubiese vivido para publicar la segunda parte de su que trataba del estado inca, pues en ella ofrecía un relato de la bestial barbarie en que los aborígenes del Perú habían vivido antes de que los incas lograran establecerse, a la vez, su dominio y civilización. No podía ser mayor el contraste presentado por la pues el objetivo de pedro sarmiento de Gamboa fue demostrar mediante la exposición de los registros históricos que los incas habían sido tiranos de origen y tiranos en la práctica, y que por tanto su gobierno quedaba definido como radicalmente ilegitimo. Gamboa en cada punto insistió en el despotismo de su gobierno, que habían privado de sus propiedades y libertad a sus vasallos, obligándolos a trabajar para sus amos sin ninguna recompensa. El sacrificio humano era parte regular del rito religioso. Dado que cada ascenso era impugnado por otros pretendientes, no podía decirse que ningún inca había disfrutado de la autoridad legítima que se derivaba de la herencia justa, observación que podía aplicarse con especial fuerza a Atahualpa y a Huascar, los rivales en el momento de la llegada de los españoles al Perú. En suma, de las declaraciones de los indígenas, compiladas durante la visitación general, Gamboa obtuvo una declaración notablemente sombría de la historia de los gobiernos de los incas. A la vez exculpaba la conquista española, diciendo que había sido una liberación de la tiranía. La importancia que Toledo le atribuyo a estos argumentos históricos se demostró en la siniestra farsa que organizo en Cuzco en 1572, cuando
representantes de los 12 o linajes incas, todos los cuales ostensiblemente descendían de los soberanos anteriores, fueron convocados a escuchar una lectura pública de la . Una vez terminada la sesión, se les pidió firmar una declaración notarial, en la que reconocían su autenticidad. En el de Matienzo, se arguye que el miedo fue la base de la diabólica tiranía de los incas, mientras que la conquista española fue un acto de liberación cristiana. Por desgracia, afirmo Matienzo, los indios no estaban dispuestos ni capacitados para aprovechar la libertad que les ofrecía el régimen español. En lugar de entrar por su propia voluntad en la economía del mercado, vendiendo sus productos y ofreciéndose para el trabajo asalariado, simplemente se habían retirado a un régimen de pura subsistencia, pasando sus días de ocio. Las razones de este fracaso debían encontrarse en la ausencia de libertades individuales dentro de la comunidad india y en su sometimiento colectivo a la autoridad de los kurakas, lo que significaba que los campesinos tenían pocos incentivos para tratar de mejorar su condición, pues los salarios que ganaban a menudo les eran arrebatados con propósitos comunales. Además, Matienzo planteo: por naturaleza, los indios eran sombríos, tímidos, melancólicos, crédulos, propensos a la embriaguez, y rara vez dotados de algún pensamiento o preocupación para el futuro. Si por razón de su historia y su naturaleza los indios eran incapaces de disfrutar los frutos de la libertad cristiana, entonces se le habría de obligar a trabajar para los españoles. “démosles doctrina, enseñémosle a vivir como hombres, y ellos nos darán plata, o ro y las cosas que valen”. Sin un guía y un control firme los aborígenes se sentían perdidos, incapaces, de conservar sus propias almas o su propiedad. Todo esto condujo la conclusión general de que, siendo tiranos los incas y los kurakas, entonces Felipe II era, el soberano indiscutible del Perú. Además, el rey era libre de nombrar aquellos kurakas que les parecía conveniente, de distribuir tierras a los españoles, y de apropiarse de los tesoros locales. Pensaban que tenían el deber de dictar leyes para la conservación y aplicarlas con cierto rigor, con el objeto
de impedir que aquellos sus tierras mediante la ociosidad y una indebida libertad. Si Toledo restauro una economía por orden de los andes, fue porque temió que los estímulos de los mercados, los salarios y la propiedad no bastaran para atraer a los indios a trabajar para los españoles. El capitalismo mercantil en el Perú, basado en la difusión del dinero como medida de valor, dependió así de la intervención del estado para movilizar a los campesinos a prestar servicios en la industria minera y la agricultura comercial. Mientras que los franciscanos trataron de captar la esencia del pensamiento indio sobre la religión, dominando el Náhuatl para crear una nueva literatura y una nueva historia, por contraste el circulo toledano se mostró obsesionado por las realizaciones materiales del imperio inca, más preocupado por descubrir los medios de movilizar la mano de obra india, dando la prioridad a la aculturación por encima de la conversión. IV En su último informe a Felipe II, Toledo se quejó de que su devoción al servicio del rey había hecho que le acusaran de “tirano, mal cristiano y robador”. Pese a sus logros el rey no había contestado sus cartas en sus últimos años de su gestión. Según rumores, en su audiencia con el rey, Felipe II lo censuro fríamente por sus duras medidas y, en particular, condenó la ejecución pública de Túpac Amaru. El resurgimiento de potosí dio a la corona un extraordinario aumento de ingresos. Fue este inmenso y continuo flujo de metal el que rescató a la corona de la virtual bancarrota y permitió a Felipe II financiar sus guerras en Europa. si la corona española surgió como principal potencia de Europa durante los últimos decenios de del siglo XVI, ello fue , en alto grado, por las duras medidas de Toledo, o dicho con mejor justicia, gracias a los esfuerzos y sufrimiento de los campesinos de los andes que trabajaron en las minas de potosí y de Huancavelica.