El Cantar del Mío Cid y su supuesta autoría arabe.pdf

AL-QANÆARA XXXI 1, enero-junio 2010 pp. 311-323 ISSN 0211-3589

NOTA BIBLIOGRÁFICA EL CANTAR DE MIO CID Y SU SUPUESTA AUTORÍA ÁRABE EL CANTAR DE MIO CID AND ITS SUPPOSED ARABIC AUTHOR LUIS MOLINA

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OLIVER PÉREZ, Dolores, El Cantar de Mío Cid: génesis y autoría árabe, Almería, Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2008, 410 pp. Cuando una teoría innovadora, que rompe con lo establecido y propo-ne revisar todo lo aceptado con anterioridad, surge del descubrimiento de datos hasta entonces desconocidos o de la aportación de nuevas pruebas dignas de ser tomadas en consideración, la crítica a la que debe ser some-tida esa teoría tiene unos límites claros y bien definidos, pues se centrará primordialmente en comprobar que el nuevo dato es fiable, que ha sido in-terpretado correctamente y que las conclusiones a las que se ha llegado gracias a él son válidas. Pero en otras ocasiones las teorías innovadoras son el resultado de un voluntarismo indómito que pasa por encima de con-venciones científicas e incluso lógicas para llegar a resultados que, para sorpresa de ingenuos, coinciden punto por punto con lo que el autor había previsto hallar. Lo que ocurre es que, para alcanzar esas conclusiones, se ha prescindido de los datos fehacientes, de las pruebas irrebatibles, de los hechos incuestionables, que han sido sustituidos por un abrumador acopio de indicios evanescentes y coincidencias anecdóticas, en un vano intento por vencer la resistencia del lector escéptico, sin reparar en que difícil-mente una andanada de pompas de jabón, por muy copiosa que sea, puede derribar el muro de la incredulidad. El problema para el crítico que debe juzgar un trabajo de esas características no es demostrar la inconsistencia de esas argumentaciones, por lo general tan endebles que ceden al primer soplo; el riesgo que corre es enfangarse en la ciénaga de la nimiedad hasta la extenuación, intentando rebatir tanto razonamiento extraviado, de forma que, una vez cumplida esa tarea y cuando cree haber socavado los cimien--

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tos de la peregrina teoría, comprueba con frustración que sus esfuerzos han servido de poco porque no había cimientos que socavar: todos esos argu-mentos, pruebas y evidencias, formados de material deleznable, no tienen en realidad una función estructural, sino que son elementos decorativos que enmascaran el hecho de que el paso de teoría descabellada a conclusiones inaceptables se ha producido por medio de un salto en el vacío. Por ello, aunque el crítico haya desmontado uno por uno los ladrillos que había su-puesto que eran la base sobre la que se asentaba el edificio, éste seguirá en pie incólume, inmutable, porque lo bueno que tienen los argumentos inanes es que, aunque no sirvan para demostrar una teoría, tampoco la invalidan cuando son refutados. Tal vez por eso son tan utilizados. El Cantar de Mío Cid: génesis y autoría árabe es un eminente ejem-plo de esa forma de enfrentarse a la investigación. Por ello cometeríamos un burdo error si descendiéramos a la discusión por menudo de tantas eti-mologías arriesgadas, peregrinas propuestas de calcos lingüísticos, traduc-ciones hábilmente encauzadas y rentables correcciones en la lectura de textos, por no hablar del constante recurso a unas supuestas virtudes be-duinas que caracterizarían al personaje literario del Cid. Resistamos, por tanto, el poderoso impulso de enzarzarnos en escaramuzas de victoria fácil pero magro botín y centrémonos en la crítica de la tesis que la autora de-fiende: el Cantar de Mío CidHVREUDGHXQDXWRUDQGDOXV­$EīO:DOëGDO :DTTDġëTXHUHVLG­DHQ9DOHQFLDFXDQGRODFLXGDGIXHWRPDGDSRUODVWURpas del Cid y que falleció en Denia en junio de 1096. En esos dos años MXVWRV TXH WUDQVFXUULHURQ HQWUH OD WRPD GH 9DOHQFLD MXQLR GH   \ HO fallecimiento del supuesto autor del Cantar de Mío Cid se habría elabora-GR HO SRHPD HQ HO TXH DO:DTTDġë FRQYHUWLGR HQ DPLJR ­QWLPR GHO JXHUUHUR FDVWHOODQR FDQWDU­D ODV DODEDQ]DV GHO QXHYR VH±RU GH 9DOHQFLD WDO \ como tenían costumbre de hacer los poetas cortesanos árabes en los pane-gíricos que dedicaban a sus soberanos. Este planteamiento es, de partida, tan asombroso e increíble que invita a no tomarlo en consideración y a ol-vidarse de él lo más rápidamente posible, pero la actitud de mirar hacia otro lado cuando opiniones tan discutibles como ésta se difunden en me-dios científicos lleva a resultados indeseados. De hecho el caso que nos ocupa es un buen ejemplo de ello: si los diversos trabajos que la autora ha ido publicando anteriormente, en los que esbozaba ya las líneas básicas de su teoría, hubiesen sido sometidos a una crítica seria y sin miramientos, tal vez ello hubiera ayudado a que la investigación se encaminara por sen-deros menos descarriados. El silencio, unas veces despreciativo, otras cómplice, los comentarios no favorables, pero sí condescendientes, las va-loraciones “democráticas” que presentan en un plano de aséptica igualdad todas las opiniones, tanto las fundadas como las disparatadas, todas estas actitudes conducen a perpetuar los errores, a alentar a los extraviados para que porfíen o profundicen en sus dislates y a sembrar la confusión en los lectores no especialistas, que se debaten entre la fatal atracción que susci-Al-QanÐara (AQ) XXXI 1, enero-junio 2010, pp. 311-323 ISSN 0211-3589

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tan las hipótesis innovadoras y espectaculares y las lógicas sospechas que las mismas despiertan. Como, por otra parte, los medios de comunicación muestran una irresistible tendencia a prestar atención a todo lo que se pre-VHQWHFRQFRORUHVOODPDWLYRV\WUD]RJUXHVRHOUHVXOWDGRHVTXHODVWHRU­DV HVWULGHQWHV SRU GLVFXWLEOHV TXH VHDQ JR]DQ GH XQD HVSHFLDO GLIXVL³Q HQ ¡PELWRV QR DFDG©PLFRV VLQ TXH HO PXQGR FLHQW­ILFR PDQLILHVWH HO PHQRU interés en contrarrestarlo. Preciso es, por tanto, que quebremos ese silen-FLRSDUDTXHQRSXHGDVHUFRQIXQGLGRFRQDTXLHVFHQFLD &RPRDQWHVDSXQW¡EDPRVQRVOLPLWDUHPRVDFULWLFDUODO­QHDJHQHUDOGH la argumentación y dejaremos de lado la discusión sobre los argumentos FRQFUHWRV SRU VHU HQ VX PD\RU­D LUUHOHYDQWHV SDUD HO REMHWLYR SHUVHJXLGR por la autora y, por ende, para el nuestro. Ello no debe ser interpretado FRPR XQD GHVFDOLILFDFL³Q WRWDO QL PHQRV DºQ FRPR XQD DFHSWDFL³Q LQWHJUDOGHWDOHVDUJXPHQWRV+D\DOJXQRVTXHPHUHFHU­DQXQDPD\RU\PHMRU DWHQFL³Q SRU VHU HOHPHQWRV ºWLOHV SDUD SURIXQGL]DU HQ ODV UHODFLRQHV HQWUH ODVOLWHUDWXUDVDUDERDQGDOXV­\FDVWHOODQDSHURHQVXPD\RU­DHVW¡QWDQPHGLDWL]DGRV SRU HO DI¡Q GH REWHQHU SUXHEDV IDYRUDEOHV D OD WHRU­D GHIHQGLGD HQODREUDTXHDFDEDQFRQYHUWLGRVHQPHURVIXHJRVGHDUWLILFLR Uno de los aspectos que más llaman la atención en (O &DQWDU GH 0­R &LGJ©QHVLV\DXWRU­D¡UDEHHVVXHVWUXFWXUDRUJDQL]DWLYDODIRUPDHQTXH OD DXWRUD KD GLVSXHVWR OD SUHVHQWDFL³Q GH VXV UD]RQDPLHQWRV \ OD H[SRVLFL³QGHODVSUXHEDV(QXQWUDEDMRFLHQW­ILFRW­SLFRHOSURFHVRDUJXPHQWDWLYR VLJXH XQ RUGHQ O³JLFR \ FODULILFDGRU TXH QR VLHPSUH KD GH VHU HO PLVPR SRUTXH ODV GLYHUVDV GLVFLSOLQDV HO GLVWLQWR WLSR GH PDWHULDO XWLOL]DGR incluso la certidumbre de los resultados logrados, condicionan en cierta medida el orden en el que la presentación de datos, su manejo y su proce-VRKDQGHVHUFRORFDGRV/RTXHQRHVPX\IUHFXHQWHHVTXHHOSDWU³QTXH VH VLJD SDUD HVWUXFWXUDU HO WUDEDMR VHD HO DXWRELRJU¡ILFR HQ SDODEUDV GH 'RORUHV 2OLYHU ǾS Ǿ l(VWH OLEUR VH GLYLGH SXHV HQ FXDWUR SDUWHV TXH corresponden a cuatro etapas de nuestra vida, aunque ello no supone el li-PLWDUQRV D RIUHFHU HQ FDGD XQD GH HOODV ORV WUDEDMRV UHDOL]DGRV HQ GLFKR SHULRGR{ 7DOYH]HVWDSHFXOLDURUJDQL]DFL³QGHOOLEURQRVHDODP¡VKDELtual para trabajos de tipo académico, pero lo cierto es que en este caso es ODTXHPHMRUVHDFRPRGDDODVFDUDFWHU­VWLFDVGHOTXHQRVRFXSD3RUTXHOR TXH QRV RIUHFH 2OLYHU QR HV H[DFWDPHQWH XQ KDOOD]JR FLHQW­ILFR VLQR XQD revelación, una revelación que va abriéndose camino en la mente de la au-WRUDKDVWDPDQLIHVWDUVH\DOLEUHGHWRGDPROHVWDGXGDHQHOºOWLPRFDS­WXlo, en el que se nos desvelan todos los misterios que hasta este momento KDE­D JXDUGDGR FHORVDPHQWH HO &DQWDU GH 0­R &LG \ FRQRFHPRV SRU ILQ TXL©QIXHVXDXWRUG³QGHORFRPSXVRFX¡OHUDHODXGLWRULRDOTXHLEDGLULJLGRTX©UD]RQHVOROOHYDURQDKDFHUORHQTX©IHFKDVHUHFLW³SRUSULPHUD YH] (Q HVH SXQWR FREUDQ VHQWLGR PXFKRV GH ORV SDVRV TXH VH LEDQ GDQGR HQORVFDS­WXORVDQWHULRUHV\TXHHQVXPRPHQWRQRVSDUHF­DQHUU¡WLFRV\ YDFLODQWHVDTXHOWURSH]³QO³JLFRHVHUHVEDO³QILORO³JLFRHVHRWURSDVRHQ Al-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661



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IDOVR KLVW³ULFR WRGRV HVRV DSDUHQWHV WUDVSL©V QR HUDQ WDOHV VLQR IRU]DGRV FDPELRVGHUXPERK¡ELOPHQWHHQPDVFDUDGRVTXHFRQGXF­DQKDVWDHOSXQto de destino previamente decidido. /D REUD VH KDOOD GLYLGLGD HQ FXDWUR ȆSHU­RGRVȇ UHIHULGRV D VXFHVLYDV IDVHV GH OD YLGD FLHQW­ILFD GH OD DXWRUD FDGD XQR GH ORV FXDOHV UHSUHVHQWD XQDHWDSDHQHOSURFHVRGHFRQILUPDFL³QGHODVVRVSHFKDVTXHGHVGHPX\ MRYHQDQLGDURQHQVXHVS­ULWX (Q HO SULPHU ȆSHU­RGRȇ VH SUHWHQGH GHPRVWUDU TXH HO &LG GHO &DQWDU lHVWDEDP¡VFHUFDQRDOPXQGRRULHQWDOTXHDORFFLGHQWDO{S SDUWLHQGRGHODSHUFHSFL³QGHTXHHOK©URHlQRDFWXDEDFRPRXQFDEDOOHURKLVSDQRJRGR VLQR FRPR XQ DXW©QWLFR MHIH WULEDO{ S   $ OR ODUJR GHO WUDEDMR de D. Oliver se emplea con insistencia la oposición caballero hispanogo-GREHGXLQRFRQFHSWRVTXHUHVXOWDQFKRFDQWHVDSOLFDGRVDUHDOLGDGHVGHILnales del siglo XI PRPHQWR HQ HO TXH VHJºQ OD DXWRUD VH FRPSXVR HO &DQWDU GH 0­R &LG  /DV FDUDFWHU­VWLFDV GH OD SHUVRQDOLGDG ȆEHGXLQDȇ TXH FUHHKDOODUHQODILJXUDGHO&LGVRQ WDQQXPHURVDVFRPRLQDVLEOHV\VLUYD FRPRHMHPSORODUHODFL³QTXH2OLYHUKDFHGHODVYLUWXGHVTXHlGHVGHWLHPpos inmemoriales adornaban a los beduinos: generosidad, coraje, inteligen-FLD\PHVXUD{S 3UHWHQGHUTXHWRGDVHVWDVYLUWXGHVVRQH[FOXVLYDVGH los beduinos implica suponer que en otras sociedades o culturas el valor o OD LQWHOLJHQFLD VRQ VL QR GHIHFWRV V­ YDORUHV GH HVFDVD UHOHYDQFLD 3HUR VL HVWHDUJXPHQWRVREUHODȆEHGXLQLGDGȇGHO&LGQRIXHUDSRUV­VRORORVXILFLHQWHPHQWHSDVPRVRHOHIHFWRVHDFUHFLHQWDFXDQGRFRPSUREDPRVORTXH VLJQLILFDSDUDODDXWRUDHOW©UPLQRȆEHGXLQRȇl(VWDPRVDQWHODWUDGXFFL³Q de DUDEëYR]TXHSDUDORVKLVWRULDGRUHVDQGDOXV­HVQRUHIOHMDODSHUWHQHQcia a un territorio sino la adopción de una postura vital muy particular. Es GHFLU HO EHGXLQR HV XQ ¡UDEH TXH IUHQWH D RWURV KRPEUHV GH VX PLVPD HWQLD VLJXH DSHJDGR D YLHMDV WUDGLFLRQHV \ FRQWLQºD GHIHQGLHQGR LGHDV \ FRPSRUWDPLHQWRV SURSLRV GH XQD VRFLHGDG WULEDO DºQ YLYD HQ WLHPSRV GHO &DPSHDGRU{QGHS (VGLI­FLOFRQGHQVDUHQWDQSRFDVO­QHDVWDQWD DILUPDFL³Q JUDWXLWD LPSUHFLVD R HUU³QHD ǿHPSH]DQGR SRU OD FRQIXVL³Q entre DUDEë y aUÁEëǾFODUDPXHVWUDGHTXHGHVGHODVSULPHUDVS¡JLQDVHO objetivo es decididamente moldear la realidad, porque no sólo interpreta a VXDQWRMRORVUDVJRVGHILQLWRULRVGHOSHUVRQDMHGHO&LGSDUDTXHVHDGDSWHQ DO PRGHOR TXH OH LQWHUHVD VLQR TXH WDPEL©Q LQYHQWD HO PRGHOR GH IRUPD TXH WHQLHQGR FRPSOHWD OLEHUWDG SDUD FDUDFWHUL]DU ORV GRV W©UPLQRV GH XQD comparación, es imposible que no se obtengan los resultados buscados. &L±©QGRVH HVFUXSXORVDPHQWH D HVWD SDXWD GH DFWXDFL³Q 2OLYHU QRV YD desgranando el interminable rosario de paralelismos que encuentra entre el comportamiento y la mentalidad del Cid y de los beduinos: su mesnada IXQFLRQD H[DFWDPHQWH LJXDO TXH XQ JUXSR WULEDO EHGXLQR FRKHVLRQDGR SRU la tanta veces mentada en vano aabiyya, que incluso cuenta con su pro-SLRFDQWRUTXHlKDGHLQPRUWDOL]DUODVKD]D±DVGHOJUXSRDOTXHVLUYH{OD SHUVRQDOLGDG GH HVH EDUGR V³OR QRV VHU¡ UHYHODGD DO ILQDO GHO OLEUR  ǾDXQAl-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661

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que no dice mucho del nivel de la tribu del Cid el hecho de que el poeta lFX\DPLVL³QHUDQDUUDUODVJHVWDVJXHUUHUDVGHVXFODQ{SHUPDQHFLHUDlHQ Q³PLQD{DSHQDVXQRVPHVHVHQWUHODWRPDGH9DOHQFLD\HOPRPHQWRHQHO TXH HO SRHWD RSWD SRU DEDQGRQDU OD WULEX \ HPLJUDU R KXLU  D 'HQLDǾ 6HJºQ OD LQWHUSUHWDFL³Q TXH VH QRV RIUHFH HO &LG VH FRPSRUWD FRPR XQ DXténtico VD\\LG por encima de los cambios en sus circunstancias vitales, porque, para Oliver, VD\\LG tiene, entre otras, dos acepciones que hacen al FDVRVH±RUWULEDO\UH\GHWDLIDHYLGHQWHPHQWHHO&LGVHU­DXQVH±RUWULEDO GXUDQWH VX YDJDU SRU WLHUUDV IURQWHUL]DV \ XQ VH±RU GH WDLID FXDQGR VH LQVWDO³ HQ 9DOHQFLD DIRUWXQDGD FDVXDOLGDG TXH LPDJLQDPRV TXH KDU­D SU¡FWLcamente inevitable que el Campeador acabara siendo conocido como el &LG VD\\LG). Los indicios de la orientalidad del personaje cidiano se si-JXHQDFXPXODQGRVXFRQFHSWRGHODQREOH]D\GHOKRQRUVXLJXDOLWDULVPR VXWUDWRDORVTXHHVW¡QEDMRVXPDQGRVXDVWXFLDVXDSHJRDORVDJ¼HURV Desde cualquier perspectiva que se contemple la personalidad del Cid del &DQWDU, Oliver aprecia indiscutibles rasgos orientales, árabes o beduinos, FRQXQDREVWLQDFL³QTXHDOSULQFLSLRDVRPEUDOXHJRGLYLHUWH\ILQDOPHQWH VHWRUQDLQVXIULEOH 1R SRGHPRV GHWHQHUQRV HQ DQDOL]DU QL VLTXLHUD VXSHUILFLDOPHQWH ORV VLJXLHQWHV SHU­RGRV \ FDS­WXORV HQ ORV TXH OD DXWRUD SUHWHQGH GHPRVWUDU TXH OD IRUPD GH JXHUUHDU GHO &LG HV LQGXGDEOHPHQWH EHGXLQD TXH ORV UHGDFWRUHVGHODVFU³QLFDVFDVWHOODQDVTXHSURVLILFDURQHO&DQWDU lo sometie-ron a una censura estricta para que desapareciera todo rasgo árabe de la SHUVRQDOLGDG GHO K©URH R TXH WRGDV ODV WHRU­DV VREUH OD IHFKD \ OXJDU GH composición del &DQWDU y sobre su autor son erróneas. 3UHSDUDGR FRQYHQLHQWHPHQWH HO WHUUHQR HO ºOWLPR ȆSHU­RGRȇ QRV HQFDmina ya decididamente a la resolución de la intriga que se ha ido tejiendo D OR ODUJR GH ORV FDS­WXORV DQWHULRUHV VL ELHQ 2OLYHU VH GHPRUD WRGDY­D XQ SRFRRIUHFLHQGRDOFRPLHQ]RGHHVWDVHFFL³QGRVFDS­WXORVTXHDXQTXHVH eleven un poco por encima del nivel general de la obra, no aportan nada HVSHFLDOPHQWH QRYHGRVR (O HVWXGLR GH ODV Ȇ)XHQWHV XWLOL]DGDV SDUD FRQRFHU DO &LG KLVW³ULFRȇ FDS 9,  \ OD FDUDFWHUL]DFL³Q GH HVH Ȇ&LG KLVW³ULFRȇ FDS 9,,  WHPDV VXILFLHQWHPHQWH WUDWDGRV SRU OD KLVWRULRJUDI­D FRQWHPSRU¡QHD VRQ FRQ GLIHUHQFLD OR P¡V VHULR GH WRGR HO WUDEDMR DXQTXH QR VH libran de su cuota de interpretación personal con el objetivo de aportar SUXHEDVHQIDYRUGHODWHRU­DGHIHQGLGDHQHOOLEUR (Q ORV GRV FDS­WXORV ILQDOHV GH OD REUD WRGDV ODV GLYDJDFLRQHV DQWHULRUHV VH FRQYLHUWHQ PLODJURVD \ UHSHQWLQDPHQWH HQ XQD WHRU­D SHUIHFWDPHQWH estructurada y de una apariencia sólida y consistente. Poco importa que su ilación con todos los argumentos expuestos previamente sea inapreciable y TXH SRU WDQWR HVW© HGLILFDGD VREUH OD QDGD OD GRVLV GH YROXQWDULVPR TXH HO HQWXVLDVPR GH OD DXWRUD OH LQ\HFWD HV VXILFLHQWH SDUD TXH XQ FDVFDU³Q hueco adquiera la apariencia de un cuerpo sólido. Al-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661



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(OUHVXPHQGHVXWHRU­DVHU­D©VWHGHPRVWUDGRHQORVFDS­WXORVDQWHULRres que el personaje del protagonista del &DQWDU es presentado por su autor FRQWRGRVORVUDVJRVGHOFDEDOOHUR¡UDEHWDQWRHQVXIRUPDGHSHQVDUFRPR HQ VX DFWXDFL³Q HVSHFLDOPHQWH HQ VX IRUPD GH JXHUUHDU  UDVJRV TXH QR V³OR VHU­DQ H[WUD±RV HQ XQ DPELHQWH FULVWLDQR VLQR TXH LQFOXVR VHU­DQ UHFKD]DEOHVRFHQVXUDEOHVKHPRVGHFRQFOXLUTXHWDQWRHODXWRUFRPRHOSºEOLFR DO TXH LU­D GHVWLQDGR GHE­DQ VHU DQGDOXV­HV 6³OR TXHGD SRU VDEHU quién, dónde y cuándo se compuso el &DQWDUǾ\\DSXHVWRVSRUTX©PRWLYRV\FRQTX©REMHWLYRǾ Ni que decir tiene que no existe la menor evidencia positiva que per-PLWDGDUUHVSXHVWDDHVDVSUHJXQWDVSHURFRPRWDPSRFRODKDE­DSDUDOOHJDU D OD FRQFOXVL³Q GH TXH DXWRU \ DXGLWRULR HUDQ DQGDOXV­HV VXSHUDU HVH REVW¡FXORQROHUHVXOWDGLI­FLOD2OLYHU1RYDPRVDFRPHQWDUDTX­WRGRHO SURFHVR O³JLFR TXH GHVDUUROOD KDVWD DOFDQ]DU HO ILQDO GHO FDPLQR VLQR TXH nos limitaremos a resumir su resultado: (O &LG WUDV OD FRQTXLVWD GH 9DOHQFLD GHVHRVR GH JDQDUVH HO DIHFWR GH VXVQXHYRVVºEGLWRVKDFHTXHXQSUHVWLJLRVRDOIDTX­GHOOXJDUDO:DTTDġë FRPSRQJD HQ VX KRQRU \ SDUD GLJQLILFDU VX ILJXUD XQ SRHPD ©SLFR HQ HO TXHVHFDQWHQODVKD]D±DVGHOVREHUDQRGHODFLXGDG(VHSRHPDHVHO&DQWDU GH 0­R &LG 8QD YH] FXPSOLGR HO HQFDUJR GH VX VH±RU DO:DTTDġë VH UHWLU³D'HQLDGRQGHIDOOHFHU­DDOSRFRWLHPSR Dolores Oliver es consciente de que el texto que nos ha llegado del Can-WDUQRSXHGHVHUHOVDOLGRGHODSOXPDGHOVDELRDQGDOXV­HQWUHRWUDVUD]RQHV SRUTXH UHEDVDU­D ORV O­PLWHV GH OR ULG­FXOR HO SUHWHQGHU TXH XQD REUD HVFULWD SRUXQVDELRDUDERPXVXOP¡QGHILQDOHVGHOVLJOR XI y destinada a un audito-ULR DUDERPXVXOP¡Q VH KDE­D UHGDFWDGR HQ FDVWHOODQR 3HUR VLQ OOHJDU D HVR Oliver parece apuntar la posibilidad de que, junto al texto árabe redactado SRUDO:DTTDġëǾHQ¡UDEHFO¡VLFRYXOJDURFRQYHUVLRQHVHQDPERVǾVHHODERUDVH HQ HVH PLVPR PRPHQWR XQD WUDGXFFL³Q DO URPDQFH TXH VHU­D OD TXH OHVHUYLU­DD3HU$EEDWSDUDSODVPDUODYHUVL³QTXHQRVKDOOHJDGRGHO&DQWDU(QFXDQWRDOWH[WR¡UDEHGHDO:DTTDġëVHDSXQWDQWUHVSRVLEOHVIRUPDV literarias: el MDEDU histórico, la prosa literaria y la XUķī]DHQDOJºQPRPHQWR parece inclinarse por la opción del MDEDU lHO RULJLQDO FUHDGR \ UHFLWDGR HQ 9DOHQFLD SXGR VHU XQD REUD HQ SURVD GHO WLSR DMEÁU DXQTXH VHU­D SUHFLVR partir de la suposición de que, al no ser transmitida por un tradicionista, como era usual, sino por un narrador popular, hubiera sido preparada para VHUVDOPRGLDGD{ǾSǾORTXHQRVVXPHHQODLQVDWLVIHFKDFXULRVLGDGGH saber cómo se recitaba o salmodiaba un relato de DMEÁU; tampoco nos queda PX\ FODUR HO SDSHO ȆXVXDOȇ GH ORV WUDGLFLRQLVWDV HQ WRGR HVWR  6LQ HPEDUJR ILQDOPHQWHQRVHGHFLGHSRUQLQJXQDGHODVWUHVSRVLELOLGDGHVWDOYH]SRUTXH HVGLI­FLOGLVFHUQLUFX¡OGHHOODVHVODPHQRVLPSUREDEOH /RVUD]RQDPLHQWRVTXHUHVSDOGDQHVWDWHRU­DVRQVLFDEHP¡VGHVODYD]DGRVTXHORVHPSOHDGRVHQFDS­WXORVDQWHULRUHV7DPSRFRHQHOORVQRVKHPRV de detener, pero no nos podemos resistir a mencionar uno de los elementos Al-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661

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SUREDWRULRV HVJULPLGRV SRU OD DXWRUD SDUD SRQHU GH PDQLILHVWR ODV GLILFXOWDGHVFRQODVTXHVHHQFRQWUDU­DHOWUDGXFWRUDOURPDQFHGHO&DQWDU; para ilus-WUDUODVDQDOL]DODYHUVL³Q¡UDEHTXHKL]RHQDO†ÁKLU0DNNë\FRPSUXHED lOR VHQFLOOR TXH UHVXOWD YHUVLILFDU HQ GLFKD OHQJXD >¡UDEH@ XQ SRHPD URPDQFH GHELGR D TXH ODV ULPDV VXUJHQ GH PDQHUD QDWXUDO FRPR IUXWR GHO XVRDEXVLYRGHSURQRPEUHVDILMRV\GHDFXVDWLYRVDGYHUELDOHV{S  8QR GH ORV DFLHUWRV GH OD DXWRUD HV QR KDEHU FRQIXQGLGR FDVL QXQFD OD ILJXUDGHO&LGOLWHUDULRFRQHOSHUVRQDMHKLVW³ULFR1RHVSHTXH±RP©ULWRD la vista de que otros han llegado a encontrar huellas arqueológicas de la presencia del Cid en lugares mencionados en el &DQWDU y por los que nunca SDV³HQODUHDOLGDG3HURVLDFHSWDPRVTXHODLQPHQVDPD\RU­DGHORVDFRQtecimientos narrados en el &DQWDU VRQ IDEXORVRV R HQ HO PHMRU GH ORV FDVRVVRQXQDYHUVL³QSURIXQGDPHQWHGHIRUPDGDGHODUHDOLGDGQRVUHVXOWDU¡ HYLGHQWHTXHVXVXSXHVWDIXQFL³QGHYHK­FXORGHSURSDJDQGDFLGLDQDGLULJLGRDORVKDELWDQWHVGH9DOHQFLDTXHWLHQHQDQWHV­DOSURWDJRQLVWDGHODVKD]D±DV TXH VH OHV HVW¡Q FRQWDQGR TXHGDU¡ VHULDPHQWH DIHFWDGD \D TXH ORV receptores del mensaje se darán cuenta en el mismo momento de escuchar el poema de que lo que les están contando, recitando o salmodiando no es P¡V TXH XQD VDUWD GH IDOVHGDGHV FRQ OR TXH HO HIHFWR SHUVHJXLGR TXHGDU¡ OHMRV GH REWHQHUVH 2OLYHU HV FRQVFLHQWH GH HVWD GLILFXOWDG GH KHFKR HV WDQ consciente que recurre a un argumento idéntico para negar la posibilidad de que el &DQWDU hubiera sido escrito o recitado en Burgos algunos decenios GHVSX©VGHODPXHUWHGHO&LGSXHVDORVEXUJDOHVHVGHHVHSHU­RGRlWHQGU­D TXH VRQDUOHV IDOVD HVD GUDP¡WLFD HVFHQD GH OD TXH VXV DQWHSDVDGRV IXHURQ SURWDJRQLVWDVSXHVHOQRKDEHUOOHJDGRDVXVR­GRVUXPRUDOJXQRGHOKXPLOODQWHWUDWRUHFLELGRSRUHO&LGHQODFDSLWDOFDVWHOODQDV³ORSRGU­DVLJQLILFDU TXH QR HUD UHIOHMR GH XQ KHFKR UHDO{ S   (VD VDJDFLGDG TXH 2OLYHU DWULEX\H D ORV EXUJDOHVHV TXH OHV LPSHGLU­D DFHSWDU FRPR DXW©QWLFDV KLVWRrias de hechos acaecidos en su ciudad dos o tres generaciones antes, no pa-UHF­DQWHQHUODORVȆPRURVȇGH9DOHQFLDTXHVHHPRFLRQDEDQKDVWDlGHUUDPDU lágrimas, al escuchar de boca del UÁZë palabras del mismo poeta relativas a ORV SDGHFLPLHQWRVGHVXVH±RU{LELGHP), sin apercibirse de que los hechos que les narran, sucedidos en ese momento o poco tiempo antes, no son ciertos, de que las batallas que tienen lugar a las mismas puertas de su ciu-dad no han sido como les están contando, de que los generales enemigos PHQFLRQDGRV QDGD WHQ­DQ TXH YHU FRQ ORV TXH DVHGLDEDQ OD SOD]D GH TXH PXFKRVGHORVLQVHSDUDEOHVFRPSD±HURVGHO&LGQRPEUDGRVHQHO&DQWDU ni siquiera estaban presentes, de que sus hijas no se llamaban Elvira y Sol, VLQR&ULVWLQD\0DU­DQLVHFDVDURQFRQORVLQIDQWHVGH&DUUL³QǾ\SRUWDQWR QR H[LVWL³ OD DIUHQWD GH &RUSHVǾ HWF )UHQWH D ORV VDJDFHV EXUJDOHVHV ORVF¡QGLGRVYDOHQFLDQRVFRQVWLWXLU­DQHOSºEOLFRLGHDOSDUDUHFLELU\DFHSWDU ODVDUWDGHWUXIDVSDODGLQDVTXHVHTXLHUHKDFHUSDVDUFRPRUHODWRKLVW³ULFR /RPDORHVTXHXQSºEOLFRDV­QLH[LVWL³QLH[LVWH Al-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661

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/D REUD TXH HVWDPRV YDORUDQGR WLHQH IHFKD GH SXEOLFDFL³Q GH  SHURGHODELEOLRJUDI­DFLWDGDVHGHVSUHQGHTXHHOWUDEDMRGHEL³GHVHUFRQFOXLGRWUHVRFXDWURD±RVDQWHV3RUHOORQRVHOHSXHGHUHSURFKDUHOQRKDEHUXWLOL]DGRODHGLFL³QGHO&DQWDUGH$OEHUWR0RQWDQHUDSDUHFLGDHQ TXHFXHQWDFRQXQPDJQ­ILFRHVWXGLR\XQDDEUXPDGRUDDQRWDFL³QHQGRQGH 2OLYHUKXELHUDHQFRQWUDGRODUHVSXHVWDFRUUHFWD\FLHQW­ILFDDPXFKDVGHODV cuestiones que ella plantea en su obra y que resuelve de manera muy per-VRQDO3HURRFXUUHTXHEXHQDSDUWHGHODVDSRUWDFLRQHVGH0RQWDQHUVHKDOODEDQ \D HQ XQD HGLFL³Q DQWHULRU GH  FRQ OR TXH UHVXOWD P¡V GLI­FLO GLVFXOSDUODLPSRUWDQWH\ǾYLVWRVORVUHVXOWDGRVǾWUDVFHQGHQWHRPLVL³Q $SHVDUGHWRGDVODVFU­WLFDVTXHVHSXHGHQKDFHUDHVWHOLEURHVLQGXdable que en el haber de la autora debe apuntarse el entusiasmo y el es-IXHU]R TXH KD GHELGR GH HPSH±DU SDUD TXH HVWD REUD YHD OD OX] 6RPRV conscientes de que en los tiempos que corren publicar un trabajo de esta FDWHJRU­D HV XQD ODERU DUGXD \ FRPSOLFDGD 2 DO PHQRV GHEHU­D KDEHUOR sido. LUIS MOLINA (Q ODV O­QHDV TXH DQWHFHGHQ /XLV 0ROLQD KD GLVHFFLRQDGR FRQ SUHFLsión milimétrica el PRGXV RSHUDQGL de Dolores Oliver en su volumen ci-diano y ȆGHFRQVWUXLGRȇ LPSHFDEOHPHQWH XQD SURSXHVWD FDUHQWH GH EDVH KDVWD HO SXQWR GH TXH HQ ULJRU SRFR PH TXHGD TXH D±DGLU SXHV VXVFULER SXQWRSRUSXQWRWRGDVXH[SRVLFL³Q1RREVWDQWHFUHRTXHVHSXHGHQD±Ddir algunas precisiones sobre los problemas metodológicos subyacentes a la exposición de Oliver, porque no son inmunes a algunos de ellos otros autores que se han ocupado, desde posiciones en principio más sólidas, de ODV UHODFLRQHV FXOWXUDOHV HQWUH $ODQGDOºV \ ORV UHLQRV FULVWLDQRV GH OD 3HQ­QVXOD,E©ULFD (QHVWHFRPRHQRWURVFDVRVSLHQVRSRUHMHPSORHQHOGH-XDQ5XL] y su /LEURGHEXHQDPRU VHGDXQDKDELWXDOFRQIXVL³QGHWUHVSODQRVGLVWLQWRV HO GH OD LQIOXHQFLD GH OD VRFLHGDG \ OD FXOWXUD DQGDOXV­HV VREUH ODV FULVWLDQDVSHQLQVXODUHVTXHHVFRPSOHWDPHQWHLQQHJDEOH HOGHODLQIOXHQcia literaria árabe en determinadas obras de la literatura hispánica en ro-PDQFH OR FXDO SODQWHD P¡V GXGDV VDOYR FXDQGR HVW¡ ELHQ GRFXPHQWDGD ODH[LVWHQFLDGHWUDGXFFLRQHVTXHVLUYDQGHLQWHUPHGLDULR \HOGHOLQIOXMR GH HVD VLWXDFL³Q D OD KRUD GH GLOXFLGDU OD SRVLEOH DXWRU­D GH OD REUD TXH es lo que usualmente da lugar a las tesis más originales, aunque por lo FRPºQHVFDVDPHQWHYLDEOHV $JUDQGHVUDVJRVODDXWRUDSDVDGHXQHVWDGLR D RWUR GH HVWRV WUHV D OR ODUJR GH ORV WUDEDMRV DTX­ UHFRJLGRV SXHVWRV por orden cronológico, como corresponde al itinerario espiritual que re-SUHVHQWDQ VHJºQ KD VXEUD\DGR 0ROLQD SUHYLDPHQWH  $V­ OR TXH 2OLYHU VH±DOD VREUH SDUDOHOLVPRV HQ OD IRUPD GH FRPEDWLU HQWUH ODV EDWDOODV GHO Al-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661

N27$%,%/,2*5),&$

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&DQWDUGH0LR&LG\ODVW¡FWLFDV¡UDEHVHVVLQGXGDFLHUWRVLELHQIUHQWH a lo que dicha autora sostiene, lo que esto revela es que en la sociedad KLVSDQRFULVWLDQD PHGLHYDO VH KDE­D SURGXFLGR XQ LQIOXMR PX\ QRWDEOH GH PRGHORVDQGDOXV­HVDOPHQRVHQGHWHUPLQDGRV¡PELWRVORTXHFLHUWDPHQWH \D VDE­DPRV H LQFOXVR FRQ XQ DOFDQFH PX\ VXSHULRU DO TXH 2OLYHU GHWHFWD (Q FDPELR UHVXOWD P¡V GXGRVR TXH FRPR SUHYLDPHQWH KDE­DQ GHIHQGLGR *DOP©V R 0DUFRV 0DU­Q DPERV FLWDGRV HQ OD ELEOLRJUDI­D SHUR DSHQDVDSURYHFKDGRVHQODDUJXPHQWDFL³Q HVHLQIOXMRVHKD\DHMHUFLGRGH OLWHUDWXUDDOLWHUDWXUD(VGHFLUTXHODVIRUPDVGHODOLWHUDWXUDKHURLFD¡UDEH KD\DQ LQIOXLGR VREUH ODV GH OD ©SLFD FDVWHOODQD 1R VRVWHQJR TXH HVH FRQWDFWR VHD FRPSOHWDPHQWH LPSRVLEOH VLHPSUH TXH DSHOHPRV D PRWLYRV tradicionales que hayan podido transmitirse a través de material dialectal DFFHVLEOH D SHUVRQDV ELOLQJ¼HV  SHUR WRGRV ORV TXH VH KDQ VH±DODGR KDVWD ahora tienen también paralelos en la tradición románica, muchos en la germánica y en algunos casos en la eslava, e incluso en tradiciones más DOHMDGDV FRPR ODV DIULFDQDV R ODV GHO ([WUHPR 2ULHQWH WRGR OR FXDO \D HVW¡ HVWXGLDGR HQ ELEOLRJUDI­D DO DOFDQFH GH FXDOTXLHU HVWXGLRVR  VLQ TXH KD\DUD]RQHVGHSHVRSDUDGDUODSULPDF­DDVXFRLQFLGHQFLDFRQODOLWHUDWXUD ¡UDEH VREUH RWUDV 'H PRGR TXH KDEODU DTX­ GH LQIOXMRV HQ OXJDU GH HVWDEOHFHUSDUDOHOLVPRVHQEDVWDQWHVFDVRVVLQGXGDSROLJHQ©WLFRV UHVXOta extremadamente arriesgado. Ejemplo palmario de esta actitud es todo lo relacionado con el VD\\LG, cuyas virtudes, aducidas como privativas de un modelo de comportamien-to beduino, no son ni más ni menos que loci communes de casi todas las WUDGLFLRQHVKHURLFDV3RGU­DREMHWDUVHTXHSUHFLVDPHQWHHOVREUHQRPEUHGHO héroe, &LGUHPLWHGHIRUPDH[SUHVDDHVHUHIHUHQWH¡UDEHSHURVHWUDWDGH un ejemplo paradigmático de este tipo de extrapolaciones. Como revelan la &U³QLFD GH &DVWLOOD \ VX PX\ GLIXQGLGD YHUVL³Q DFRUWDGD OD &U³QLFD 3DUWLFXODU GHO &LG, esos cronistas medievales a los que Oliver acusa de KDEHUȆGHVDUDEL]DGRȇD5RGULJR'­D]VDE­DQ\DTXHGLFKRVREUHQRPEUHQR GHULYD GH OD IRUPD SOHQD VD\\LG VLQR GH VX IRUPD FRQWUDFWD DQGDOXV­ V­G, HPSOHDGDFRPRW­WXORGHUHVSHWRVHJºQKR\VHDFRVWXPEUDDºQSDUDGHWHUPLQDGDV SHUVRQDV HQ HO 1RUWH GH IULFD 3RU OR WDQWR SDUD H[SOLFDU HO DOFDQFHGHGLFKRW­WXORQRVHSXHGHSDUWLUGHODFDUJDVHP¡QWLFDGHODIRUPD plena, VD\\LG VLQR GH OD TXH FRUUHVSRQGH D HVD GHVLJQDFL³Q GH FRUWHV­D R ceremonia, que, obviamente, tiene connotaciones de superioridad y domi-nio, pero está ya completamente desvinculada del viejo modelo del VD\\LG EHGXLQR3DUDHQWHQGHUQRVVHU­DFRPRVLDOHQFRQWUDUQRVFRQODH[SUHVL³Q l(OLQIDQWHGRQ$XGDOOD{TXHDSDUHFHHQYDULDVRFDVLRQHVHQHO3RHPDGH Alfonso Onceno SUHWHQGL©VHPRV TXH HO PHQWDGR SU­QFLSH Ȃ$EG $OOÁK HUD FDUDFWHUL]DGRFRPRXQGRPLQXV o GXH±R en el sentido del poseedor de los GHUHFKRV GH GRPLQLFDWXUD HQ HO VHQR GHO U©JLPHQ VH±RULDO GH ORV UHLQRV cristianos, lo que a nadie se le escapará que es completamente gratuito, pese a que GRQVHDXQDIRUPDDEUHYLDGDGHGRPLQXV. Como es obvio, hacer Al-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661

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ODRSHUDFL³QLQYHUVDFDUHFHLJXDOPHQWHGHIXQGDPHQWR\VLHQGRWDOGHVLJQDFL³Q HO ºQLFR VXVWHQWR SRVLWLYR GH OD VXSXHVWD HTXLSDUDFL³Q GHO &LG Campeador con un VD\\LG beduino, todo lo demás es sencillamente super-IOXR Llegados a este punto podemos admitir que el &DQWDU GH PLR &LG re-IOHMD SRU Y­D LQGLUHFWD FRQ WRWDO VHJXULGDG  OD DVLPLODFL³Q SRU SDUWH GH OD cultura cristiana de toda una serie de elementos de la cultura árabo-islámi-FDHQVXYHUVL³QDQGDOXV­HLQGHSHQGLHQWHPHQWHSRGHPRVVH±DODUGHWHUPLnados paralelismos que, sin que haya pruebas para derivar unos de otros, V­ UHVXOWDQ LQGLFDGRUHV GH TXH SRU XQ ODGR ORV PRGHORV SDUDGLJP¡WLFRV GHOEXHQJXHUUHURFDEDOOHURIÁULV QRHUDQWDQGLIHUHQWHVHQWUHDPEDVFXOturas y, por otro, nos iluminan sobre el modo de elaboración de la propia OLWHUDWXUD KHURLFD $KRUD ELHQ VL SRVWXODU GHVGH HVWRV GDWRV XQ UHIOHMR GLrecto de modelos árabes en el &DQWDU FDVWHOODQR \D HV DEXVLYR GH DK­ D GDU HO VDOWR D XQD DXWRU­D ¡UDEH PHGLD XQ DELVPR < GHVGH OXHJR 2OLYHU no construye el puente que lo salve. &RPR/XLV0ROLQDKDSXHVWRGHPDQLILHVWRHOYROXQWDULVPRVXSOHDTX­ el raciocinio y, como de costumbre en estos casos, mientras se alegan ar-JXPHQWRVTXHV³ORWDQJHQFLDOPHQWHDSR\DQODWHVLVGHIHQGLGDVHVLOHQFLDQ o tergiversan los datos más elementales que la echan por tierra sin reme-dio. El caso más palmario se da, posiblemente, cuando Oliver se desen-WLHQGH SRU HO I¡FLO H[SHGLHQWH GH FRQVLGHUDUORV lFODUDV LQWHUSRODFLRQHV{ SHWSDVVLP GHORVIODJUDQWHVDQDFURQLVPRVGHO&DQWDU respecto de OD ©SRFD GH 5RGULJR '­D] TXH QR DEDUFDQ V³OR DOJXQDV DOXVLRQHV FRQFUHWDVFRPRODHQWURQL]DFL³QLPSHULDOGH$OIRQVR9,,HQY VLQR WRGDXQDVHULHGHHOHPHQWRVTXHDIHFWDQDODFXOWXUDPDWHULDODODUHDOLGDG institucional y a las mentalidades, bien dilucidados por la investigación previa y que hacen que, pese a las divergencias en los márgenes de data-FL³Q GHIHQGLGRV SRU ORV GLIHUHQWHV HVWXGLRVRV QR VHD SRVLEOH VLWXDU OD IHFKDGHOSRHPDVLQRDSDUWLUGH\PX\SUREDEOHPHQWHHQORVDOHGD±RV de 1200. Lo mismo sucede con los aspectos socioculturales de los que de-pende el planteamiento general de la obra, por ejemplo la división social entre hidalgos y villanos o la existencia de determinadas instituciones FRPR OD LUD UHJLD R S©UGLGD GHO IDYRU GHO UH\ TXH REOLJDED DO YDVDOOR D GHVWHUUDUVH  \ HO UHWR HQWUH KLGDOJRV OD DFXVDFL³Q SºEOLFD GH XQ KLGDOJR D otro, que se solventaba mediante un combate judicial) que son completa-mente ajenos a la tradición islámica y corresponden a los elementos bási-cos que articulan respectivamente la primera parte del argumento del &DQWDU HO GHVWLHUUR  \ OD VHJXQGD OD DIUHQWD GH &RUSHV  FRQ HO D±DGLGR GH TXH HO UHWR QR VH IRUPDOL]D HQ OD PDQHUD HQ TXH OR UHSUHVHQWD HO SRHPD hasta la segunda mitad del siglo XII HQ SDUWLFXODU HQ ODV FRUWHV GH 1¡MHUD de 1185). Lo mismo sucede con la pretensión de que el texto se compuso en ára-EH \ VH WUDGXMR DO URPDQFH 3DUD HPSH]DU \ KDVWD GRQGH VH PH DOFDQ]D Al-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661

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QRKD\WUDGXFFLRQHVPHGLHYDOHVYHUVLILFDGDVGHSRHV­D¡UDEH&D\HQGR©VWD IXHUD GHO LQWHU©V GH ORV WUDGXFWRUHV R P¡V ELHQ GH VXV SDWURFLQDGRUHV FXDQGRRFDVLRQDOPHQWHDSDUHFHQHQWH[WRVFURQ­VWLFRVRGHRWUD­QGROHORV poemas se suprimen o se traducen en prosa. La materia que nos ocupa RIUHFH XQD EXHQD PXHVWUD GH HOOR HQ OD OODPDGD (OHJ­D ¡UDEH GH 9DOHQFLD GHDO:DTTDġëTXHHQOD9HUVL³QVDQFKLQD de la (VWRULDGH(VSD±DDOIRQV­ OR TXH 2OLYHU FRQ WHUPLQRORJ­D \ SODQWHDPLHQWRV GH KDFH WUHV OXVWURV VLgue considerando 3ULPHUD &U³QLFD *HQHUDO) aparece traducida del árabe FO¡VLFR DO DQGDOXV­ \ GH DK­ DO URPDQFH HQ DPEDV RFDVLRQHV HQ SURVD 6LHQGR HVWR DV­ SRVWXODU QR \D XQD WUDGXFFL³Q HQ YHUVR GH XQ SRHPD ¡UDEHVLQRODYHUVLILFDFL³QURPDQFHGHXQDREUD¡UDEHHQSURVDHVRWUDKLS³tesis absolutamente gratuita. Pero esto es sólo la guinda del pastel, porque cualquiera que haya trabajado con los textos traducidos del árabe en la (GDG0HGLDSXHGHDGYHUWLUGHXQPRGRPHULGLDQDPHQWHFODURTXHHO&DQWDUQRSUHVHQWDORVUDVJRVFDUDFWHU­VWLFRVGHODVREUDVWUDVYDVDGDVGHGLFKD OHQJXD\DVHDQORVFDUDFWHU­VWLFRVGHODOLWHUDWXUDDOMDPLDGD\DORVSURSLRV GHWH[WRVYHUWLGRVSRUORVP¡VFXLGDGRVRVWUDGXFWRUHVDOIRQV­HVTXHHQWRGRV ORV FDVRV SRU OLWHUDOLGDG GH ODV WUDGXFFLRQHV R SRU IDOWD GH FRPSHWHQFLD VXILFLHQWH SUHVHQWDQ KXHOODV LQGHOHEOHV GH VX RULJHQ FRPR SXHGH DGvertirse comparando el &DQWDU FRQ HO WUDEDMR GH *DOP©V VREUH OD VLQWD[LV GHORVPLVPRVGHOTXH2OLYHUFLWDODSULPHUDHGLFL³QGHDXQTXHVLQ mayor provecho) u otros trabajos sobre dichas traducciones. Tampoco el plano léxico da un solo indicio al respecto, pues ninguno de los arabismos del &DQWDU HV SULYDWLYR GHO PLVPR QL VLTXLHUD HV LQIUHFXHQWH WRGRV HVW¡Q ELHQ GRFXPHQWDGRV HQ RWUDV IXHQWHV FDVWHOODQDV PHGLHYDOHV QL ORV KD\ HQ XQD DEXQGDQFLD TXH UHVXOWH OODPDWLYD DOJR TXH D 2OLYHU D TXLHQ VH GHEH un interesante trabajo sobre los arabismos de la documentación latina cas-tellano-leonesa medieval, no debiera habérsele escapado). Para acabar con HVWH DVSHFWR KD\ TXH VH±DODU TXH HO DUJXPHQWR EDVDGR HQ HO PHWUR DYDQ]DGR\DSRU*DOP©V\0DUFRV0DU­Q WDPSRFRVHVRVWLHQHSRUODVHQFLOOD UD]³Q GH TXH QR KD\ HQ ©O QLQJXQD VLQJXODULGDG WRGD OD ©SLFD PHGLHYDO KLVSDQD \ OD URP¡QLFD GH RWUDV ]RQDV  HVW¡ HQ HVH PLVPR WLSR GH PHWUR DV­FRPRHQVXYHUVL³QGHDUWHPHQRU HQRWURVSRHPDVEDVDGRVHQIXHQWHVODWLQDVElena y María RIUDQFHVDV6DQWD0DU­D(JLSFLDFD). 9D\DPRV SDUD ILQDOL]DU D OD VXSXHVWD LGHQWLILFDFL³Q GHO DXWRU ,QFOXVR VLWRGRORDQWHULRUQRKLFLHVHLQYLDEOHXQDDXWRU­D¡UDEHODDWULEXFL³QFRQFUHWD D DO:DTTDġë VHU­D VHQFLOODPHQWH DUELWUDULD 'HO FDS­WXOR ,; FRQVDgrado a dicho asunto, la parte dedicada a las supuestas relaciones entre 5RGULJR '­D] \ HO HUXGLWR DOIDTX­  \   WLHQH PXFKR P¡V GH QRYHOD histórica que de auténtica historia, pues carece de todo apoyo positivo. 4XHHORFWRJHQDULRMXULVWD DQGDOXV­ DFHSWDVHHO SXHVWR GH FDG­ GH 9DOHQFLD VHJXUDPHQWH FRPR PDO PHQRU  QR SUXHED HQ DEVROXWR TXH HVWXYLHVH HQ EXHQDVUHODFLRQHVFRQHOQXHYRVH±RUGHODFLXGDGPLHQWUDVTXHVXSURQWD SDUWLGDKXLGDVHU­DTXL]¡P¡VDGHFXDGR D'HQLDUHYHODTXHQDGDORUHWHAl-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661

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Q­D HQ 9DOHQFLD OR TXH HV FRPSOHWDPHQWH LQFRKHUHQWH FRQ OD DPLVWDG TXH 2OLYHU VXSRQH VXUJLGD HQWUH DPERV SHUVRQDMHV VLQ SUXHED DOJXQD GH QR DFHSWDUFRPRYHU­GLFDODLQYLDEOHYHUVL³QGHOD/H\HQGDGH&DUGH±D, cuan-GRFXHQWDODFRQYHUVL³QGHOFDG­\VXEDXWLVPRFRPR*LO'­D] $IRUWXQDGDPHQWH FRQRFHPRV GH SULPHUD PDQR OD DFWLWXG GHO DO:DTTDġë KLVW³ULFR HQ FX\D FLWDGD HOHJ­D GH 9DOHQFLD FRQVLGHUD DO &LG XQD HVSDQWRVD FDODPLGDG FDOLILF¡QGROR OLWHUDOPHQWH GH D§DED DOPD§DRU ȆORER UDELRVRȇ DV­ TXH no parece muy probable que luego cambiase de signo hasta el punto de FRPSRQHU FDVL FXDWUR PLO YHUVRV R VX HTXLYDOHQWH HQ SURVD  HQ KRQRU GH TXLHQKDE­DUHWUDWDGRV³ORXQRVPHVHVDQWHVFRPRXQSUHGDGRUTXHVHDEDODQ]DEDVREUH9DOHQFLDFRPRDODFHWȆHOOH³QȇVREUHVXSUHVD Este es el tipo de cosas que sucede cuando se invierte el proceso me-todológico correcto y se pretende dar sustento a una hipótesis ociosa: una explicación ha de plantearse para intentar resolver un problema o dar ra-]³Q GH XQ IHQ³PHQR SHUR HQ HVWH FDVR VH KD LQYHQWDGR HO SUREOHPD SRUTXH VH WHQ­D GH DQWHPDQR XQD H[SOLFDFL³Q TXH XWLOL]DU 'HVGH OXHJR HO &DQWDU GH PLR &LG no puede entenderse sólo desde la óptica románica, SHURHVRSDVDFRQWRGDOD©SLFDGHIURQWHUDDVXQWRVREUHHOTXHHQ(VSD±D hemos trabajado Eusebi Ayensa, Pedro Bádenas o yo mismo), lo que sin GXGD LQFLGH VREUH OD HVSHFLDO VLWXDFL³Q GH ODV ]RQDV IURQWHUL]DV \ REOLJD D plantearse los problemas del contacto cultural. En ese sentido, los prime-ros trabajos de Dolores Oliver sobre estos temas no carecen de interés y SRGU­DQ KDEHU UHVXOWDGR GH PD\RU XWLOLGDG VL QR IXHUD SRUTXH HVWDEDQ YLFLDGRV GH RULJHQ SRU XQD YLVL³Q HVWULFWDPHQWH GLIXVLRQLVWD GH ORV PRWLYRV OLWHUDULRV FRVD TXH FRPSDUWH FRQ ORV WUDEDMRV GH *DOP©V \ 0DUFRV 0DU­Q ya aludidos), con el agravante de que Oliver desconoce casi completamen-WH OD WUDGLFL³Q URP¡QLFD \ DWULEX\H D LQIOXMR ¡UDEH FRVDV TXH QR OR VRQ R TXH QR WLHQHQ SRU TX© VHUOR )LQDOPHQWH LQFOXVR HVD OODPDGD GH DWHQFL³Q VREUHODQHFHVLGDGGHWHQHUHQFXHQWDHOFRPSRQHQWHDQGDOXV­GHODFXOWXUD hispánica medieval queda perjudicada en su trabajo, puesto que al plantear XQD SURSXHVWD WDQ LQYHURV­PLO FRPR OD DXWRU­D ¡UDEH GHO &DQWDU, el lector medianamente sensato tiende a pensar que todo lo que ha planteado carece GH YDOLGH] FXDQGR QR VLHPSUH HV DV­ DXQTXH V³OR HO HVSHFLDOLVWD HVW© HQ condiciones de separar el poco trigo de la mucha paja. Lamentablemente, ORV PHGLRV GH FRPXQLFDFL³Q QR VH FDUDFWHUL]DQ SRU VX VHQVDWH] \ VH KDQ KHFKR DPSOLR \ IDYRUDEOH HFR GH XQD SURSXHVWD TXH DP©Q GH SUHWHQGHUVH URPSHGRUD HV SRO­WLFDPHQWH FRUUHFWD FRQ HO WHO³Q GH IRQGR GHO VXSXHVWR ȆGL¡ORJR HQWUH FXOWXUDVȇ FRQ HO FXULRVR HIHFWR GH TXH HVWR YHQ­D D UHLYLQGLFDU D XQ SHUVRQDMH FRQ IUHFXHQFLD EXUGDPHQWH HWLTXHWDGR FRPR ȆFUX]DGRȇFXDQGRQRGLUHFWDPHQWHFRPRȆUHDFFLRQDULRȇ 6LQGXGDODILJXUDGHO&LGIXHSRFRDSRFRDEVRUELGDSRUODLGHRORJ­D de reconquista, pero se trata de una adscripción muy dudosa en el caso del personaje histórico y desde luego no aplicable al protagonista del &DQWDU, TXHSHUWHQHFHDODHVWLUSHGHORVK©URHVGHIURQWHUDORTXHORGRWDGHXQD Al-QanÐara$4 ;;;,HQHURMXQLRSS ,661

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FLHUWD DPELJ¼HGDG HQ VXV UHODFLRQHV FRQ HO HQHPLJR P¡V ELHQ DGYHUVDrio), que es una de las cosas que ha despistado a Oliver a la hora de anali-]DUHOVXSXHVWRDUDELVPRGHOSRHPD'HHVWHPRGRSDXODWLQDPHQWHDSDUHció una visión de un Cid matamoros y salvapatrias que no guarda mucha UHODFL³Q QL FRQ OD KLVWRULD QL FRQ OD SULPLWLYD OLWHUDWXUD VREUH HO K©URH )LQDOPHQWHVXXVRFRPRXQRGHORVLFRQRVGHOD(VSD±DHWHUQD\GHVXVYDORUHV WUDGLFLRQDOHV SRU SDUWH GHO IUDQTXLVPR DFDEDURQ SRU HPSD±DU OD SHUFHSFL³QGHORTXHHOSHUVRQDMHIXHHQYLGD\HQHOLQLFLRGHVXWUD\HFWRULD OLWHUDULD3HVHDHVWHODVWUHTXHDYHFHVOHSDVDIDFWXUDVREUHWRGRFXDQGR VHOHFRQVLGHUDGHIRUPDFRPSOHWDPHQWHDQDFU³QLFDFRPRUHSUHVHQWDQWHGH XQ VXSXHVWR ȆLPSHULDOLVPRȇ FDVWHOODQR HQ JHQHUDO HO &LG JR]D GH EXHQD VDOXGHQHOLPDJLQDULRFROHFWLYRGHQXHVWURVG­DVVLQTXHKDJDIDOWDWHUJLversar para ello los datos disponibles. $IRUWXQDGDPHQWHSDUDHOFRQRFLPLHQWRKLVW³ULFRSRUPXFKRTXHVHDHO YXHORGHODIDQWDV­DGHDOJXQRVDXWRUHVORVKHFKRVVRQWHQDFHV\QRVHGHMDQ REYLDU WDQ I¡FLOPHQWH < GHVGH OXHJR HQWUH HOORV QR VH HQFXHQWUD OD DXWRU­D¡UDEHGHO&DQWDUGHPLR&LG ALBERTO MONTANER

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