¿PARA QUÉ SIRVE LA EDUCACIÓN EN CHILE?
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
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¿PARA QUÉ SIRVE LA EDUCACIÓN EN CHILE?
Prof. Dr. Adolfo Vásquez Rocca1
1 Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de 'Konvergencias', Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil y del Cuerpo Editorial de Sophia –Revista de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador– . Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Consultor Académico Carrera de Filosofía y Teología, Universidad Cristiana de Chile UCCH – Profesor visitante Florida Christian University USA y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
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Esto es ¿para qué se educa? ¿Cuáles son los objetivos de la educación en Chile? ¿En qué dirección educan los que educan? –y de paso– ¿Quiénes son los que educan? Y ¿En razón de qué detentan dicho derecho a educar? Cuestiones todas que nos sitúan frente al desafío de examinar qué podemos esperar de la Educación. Dado que uno no puede considerar ninguna pregunta sobre el quehacer humano en lo que se refiere a su valor, a su utilidad, o a lo que uno puede obtener de él, si no se pregunta lo que quiere. Preguntas como: ¿qué queremos de la educación?, ¿para qué queremos educar?, y en último término, ¿qué clase de país queremos?, son cuestionamientos necesarios. Esta claro que la noción de servir es una noción relacional; algo sirve para algo en relación a un deseo, nada sirve en sí. De modo qué debiéramos proponemos investigar la naturaleza e índole de dichos deseos, los que informan el alma de Chile, esto, en el supuesto de que tras la aparente diversidad de nuestras identidades, haya un propósito común; un proyecto país y que éste este contenido en algún documento marco, como la Ley General de Educación (L.G.E) o en sus implementaciones particulares, los Proyectos Educacionales Institucionales (P.E.I). De modo que la necesaria franqueza investigadora nos haría detenernos –por una parte– en aquellas declaraciones de principios ya referidas como Proyectos Educativos y –por otra– en la concreción práctica de dichos Proyectos los que por definición se desarrollan en contextos socio-económicos disimiles, a saber,la educación pública municipalizada y la educación particular pagada.
La diferencia que existe entre prepararse para el mundo del trabajo o para la universidad marca una determinada direccionalidad en las estrategias y enfoques educativos de uno y otro sector. Por una parte parece ser que en los Colegios del sector público municipalizado se busca mediante el desarrollo de las así llamadas competencias funcionarias la inserción inmediata –tras un breve y pragmático paso por la educación media– en el mercado
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ocupacional semi-calificado. Mientras que en los colegios particulares se enfatizan – según creemos– el desarrollo de las competencias necesarias para el desarrollo exitoso de una carrera universitaria –tradicional y rentable–. Este objetivo, junto con la formación del carácter, la asertividad y el liderazgo, para funciones de mando y dirección asociados a las profesiones liberales altamente calificadas o al estatus gerencial, será la impronta que distinguirá los esfuerzos y orientación de los enfoques educativos en el ámbito particular.
Aquí cabe notar que la educación como “sistema educacional” configura un mundo y los educandos confirman en su vivir el mundo que vivieron en su educación. De modo que existe una directa relación en los modo de convivencia y prácticas tenidas lugar durante el periodo de educación formal, cualquiera sea este, y las prácticas, valoraciones y conductas en el despliegue de la vida como adultos, inserto en el mundo productivo, cualquiera sea el rol o estatus que en él desempeñen. La educación es un proceso continuo que dura toda la vida y que hace de la comunidad donde vivimos un mundo espontáneamente conservador en lo que al educar se refiere.
Como parece verse, en materia educacional, se trata de dos mundos completamente distintos –el público y el particular (privado)– con intencionalidades y sensibilidades opuestas. Aún cuando en ambos casos parece ser que se forma al estudiante para enfrentar la competencia, sólo que en escenarios muy distintos, uno en la inmediatez de lo laboral y otro en los rigores de la formación académica, aún cuando en ambos casos el ámbito de internaciones queda definido –como señala Maturana– por el intento de la negación del otro bajo el pretexto de la sana competencia impuesta por el mercado. La competencia no es ni puede ser sana porque se constituye en la negación del otro y en el cierre del universo de la colaboración, la empatía y la solidaridad. Hoy los estudiantes se encuentran en el dilema de escoger entre lo que de ellos se pide, que es prepararse para competir en un mercado profesional, y el impulso de su empatía social que los lleva a desear cambiar un orden político – cultural generador de excesivas
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desigualdades que traen pobreza y sufrimiento material y espiritual.
El fenómeno de la competencia que se da en el ámbito educativo implica la visualización del otro como rival. La competencia en este contexto es vivenciada como una coincidencia – o confluencia– espacial en un mundo demasiado denso (lleno) donde sólo podemos abrirnos paso a codazos. De modo que lo deformante de las emociones involucradas en el fomento de la competencia estaría no en el motor de progreso y auto superación que ella supone, sino en la centralidad que ocupa el hecho de que debe haber alguien que pierda, dado que “aquí no cabemos todos”.
2.En razón de las consideraciones anteriores cabría preguntarnos si estamos educando en los colegios de escasos recursos con el fin de crear buenos empleados, promoviendo aptitudes funcionarias –propias de un perfil inhibido– preparando así a los alumnos –de modo prioritario– para su desempeño como empleados y subordinados de nivel medio. Al igual como en el ámbito educacional privado nuestra partitura nos prescribiría promover en los alumnos competencias asociadas al liderazgo, potenciando el carácter, la competencia deportiva y la autoestima personal.
Cabe admitir sí, la posibilidad de que estas apreciaciones teóricas –en torno a que la nuestra educación apunta hacia un fin de lucro y no hacia la forja de mejores personas– surjan desde el prejuicio o la mirada parcial, pero precisamente estas cavilaciones son las que nos han motivado ha emprender la investigación que aquí presentamos y que esperamos refrendar con ejemplos concretos y prácticos derivados de la observación directa en los distintos escenarios donde esta realidad tiene lugar, los colegios de uno y otro sector. [En Desarrollo]
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Dr. Adolfo Vásquez Rocca Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Universidad Andrés Bello UNAB Universidad Complutense de Madrid Tlf. (56) 32 - 2333475 | E-mail:
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