UN HOMBRE Y UNA MUJER Robin Schone
CAPÍTULO UNO Deseaba a un hombre –aunque solo fuese para una noche. El hombre, de pie delante de ella, estaba dispuesto a pagarle a una mujer – solo por una noche. Él bloqueaba la puerta, seis pies de alto contra sus cinco pies y cuatro pulgad pulgadas. as. Su rost rostro ro era era rudam rudamen ente te guapo guapo;; parec parecía ía co como mo si sus sus rasgo rasgoss hubiesen sido tallados por la arena y el sol. rrugas enmarcaban su boca y salían del borde de sus ojos –ojos tan oscuros que parecían negros. !uhamed, lo había llamado el posadero. Sr. !uhamed. Él era un "rabe. Ella una inglesa. #ba $estido con una t%nica blanca y turbante; ella iba $estida con un $estido negro y $elo. &o tenían absolutamente nada en com%n e'cepto sus anhelos físicos, pero aquí estaban ambos en (and)s End, *orn+all. !egan sabía lo que tenía que hacer; era la cosa m"s difícil que había hecho nunca. (entamente, deliberadamente, al- el $elo y lo enganch- en la copa de su sombrero indsor. Endereando la columna, mentalmente se prepar- para saber que sería/ rechao, aceptaci-n. El "rabe le había pedido al posadero que le consiguiera una puta; en cambio, una $iuda de cuarenta y ocho a0os había llamado a su puerta.
Y él la había dejado entrar . *omo si ella fuese de hecho, la prostituta que pretendía ser. 1 qui"s lo era. &inguna mujer respetable hubiese tomado parte en la farsa que ahora ella representaba. Su pecho subi- y baj-, sus pulmones llen"ndose, $aci"ndose – no podía obtener su2ciente aire en su cuerpo carente de o'ígeno. (a "spera lana de su $estido irritaba sus peones. &o tenía que mirar hacia abajo para saber que se le marcaban a tra$3s del corpi0o. Su negra mirada se desli- por su rostro, sus pechos –lo que se in4amaron bajo su e'amen, m"s llenos que los de una chica jo$en, m"s pesados – y baj- por su cuerpo para estudiar su est-mago y sus caderas que como el res estto de su cue cuerpo rpo se habí habían an redon edonde dead ado o con el pas aso o de los los a0os a0os.. (entamente su mirada se al- de $uelta a su rostro y las arrugas que había allí no tenían nada que $er con arena o sol, pero todo con la edad de una mujer. garr- en un pu0o un lado de la falda y el bolsillo en el que estaba la lla$e de su propia habitaci-n justo al 2nal del pasillo.
hora 3l la aceptaría, o ahora 3l la rechaaría... 5Eres demasiado $ieja para ser una puta6, dijo seco.
Pero no demasiado vieja para desear a un hombre. 7or dentro, se estremeci-. estremeci-. 7or fuera, mantu$o su mirada; sus ojos $erdes, que al menos, no habían cambiado con el tiempo. 5lgunos dirían, se0or, que usted es demasiado $iejo para necesitar los ser$icios de una6 8n tenue color oscureci- sus mejillas – o qui"s fue su propio descaro el que colore- su $isi-n. 5Est"s desnuda bajo el $estido6 El c"lido color que tenía los p-mulos de 3l se con$irti- en ardiente calor en los m"s redondeados de ella. Desa2ante al- la barbilla. 5Sí6. !egan no lle$aba enaguas, cors3, camisola, bragas o medias. &inguno de los ata$íos que las mujeres respetables lle$aban. &ada que pudiese impedir el prop-sito de su $isita. Deseaba esta noche. Deseaba tumbarse desnuda con este hombre. Deseaba Deseaba e'perim e'perimentar entar de nue$o la cercanía que se conseguía conseguía en un abrao íntimo. !egan estaba completamente preparada para – todo. (a esponja empapada en $ina $inagr gre e ac acom omod odad ada a en el cuel cuelllo de su %te %tero ardí ardía a y $ibr $ibrab aba, a, un recordatorio de9 todo. 7osible embarao. 7osible $erg:ena. Purgatorio... 8n carb-n e'plot- en el fuego. (a tensi-n le picaba en la piel. (a forma rectangular de la lla$e le pinchaba a tra$3s de la lana de la falda y la seda del guante. 8n m%sculo $ibr- en la comisura de su boca. 5% 5% no eres de por aquí6 a quí6 (a gente nati$a del oeste de *ornish hablaba con una inconfundible cadencia cantarina. Durante los pasados treinta a0os, !egan había aprendido a hablar como co mo una una dama dama,, as asíí co como mo el "rab "rabe e que que es esta taba ba dela delant nte e de ella ella habí había a aprendido en alg%n momento de su $ida a hablar como un caballero ingl3s. 5&o, yo no soy de por aquí6, reconoci- con calma. 5<=ienes de otro hombre>6 !egan reprimi- el chispao de 9
<#nquietud> 5&o6. Ella sospechaba que ning%n hombre pagaría por lo que ella ofrecía ahora.
Su mirada permanecía m"s fría que una noche sin estrella. E'aminando. 7robando. @uscando un retao de la ju$entud que ella ya no poseía. 8n frío sudor de ansiedad se cerni- sobre ella. <*-mo había podido ser tan ingenua como para creer que por falta de elecci-n, este hombre la tomaría> !egan ofreci- con $o entrecortada, 5*omprendo 5*omprendo perfectamente si pre2ere a alguien que sea m"s jo$en95 5engo cincuenta y tres a0os, se0ora6; interrumpi-. Sus oscuros, cincelados rasgos rasgos endur endureci eci3nd 3ndose ose.. 5&o quier quiero o acostar acostarme me con una ni0a; ni0a; deseo deseo una mujer. *omo dijiste, eres una mujer. e pagar3 un soberano de oro6. El ali$ ali$io io la rec ecor orri ri-. (o sigu siguii- la alar alarma ma.. Dese Deseo o. Sorpresa, de que 3l compensara tan generosamente a una mujer por el uso de su cuerpo. 8n soberano de oro era el equi$alente a $einte chelines. (a prostituta a la que había interceptado en el pasillo le había arrebatado a$ari a$arici ciosa osame ment nte e el doble doble 4orí 4orín n –e –equ qui$ i$al alen ente te a unos unos respe respetab table less cuat cuatro ro chelines. ?ue !egan le había ofrecido. 8na clara indicaci-n de que ella esperaba recibir considerablemente menos del cliente que la esperaba. <7or qu3 estaría dispuesto este hombre9 este "rabe9 a pagar m"s que un ingl3s> Se for for- a relaj relajar ar los los dedo dedoss alre alrede dedo dorr de la lla$ lla$e e en$u en$uel elta ta en la lana lana.. 5Aracias6. 57uede 57ue dess llam llamar arme me !uha !uhame med6 d6.. Su negr negra a mira mirada da no $aci $acill-,, algo algo $ibr $ibrbre$emente en las profundidades de sus ojos 9 <$ersi-n>. 5<7or qu3 nombre se te conoce>6 5!eg95 Se detu$o. 8n poema de Bobert @urns, surgi- de las profundidades de su conciencia en una letanía burlona/ C!eg era d-cil, y !eg era sua$e Sua$e e inofensi$a como una ni0a) 7ero 7ero no había nada na da d-cil, o sua$e, o inofensi$o en sus actos esta noche. Ella era una mujer, no una ni0a. 5!egan6, dijo con m"s energía. Él se apart- de la puerta. #n$oluntariamente ella retrocedi-. retrocedi-. 8n remolino de t%nica blanca y el aroma fuga a una especia la ro-, el seductor aroma parecía emanar de las ropas del "rabe. (a oscuridad de repente la arrop- –3l había apagado la l"mpara de aceite.
8na ridícula punada de dolor rebot- a tra$3s de !egan. b$iamente, 3l no deseaba $er el cuerpo desnudo de una mujer de cuarenta y ocho a0os. El temor sigui- al resentimiento femenino. Becord- todos los rumores que siempre había escuchado sobre hombres "rabes/ eran e'-ticos; eran er-ticos; compraban mujeres como si fuesen bienes. El susurro de la ropa la inst- a mo$erse. 5(os hombres te utilian para su placer6. Su tersa $o se desli- por su espina dorsal – $enía de detr"s de ella, cerca de la cama. 5<btienes placer de los hombres a los que sir$es>6 !egan se dio la $uelta, la sangre bombeando, el cora-n palpitante. 8na interminable cinta blanca ondulaba en la oscuridad. Se dio cuenta de que 3l estaba desenrollando su turbante. El recuerdo de la pasi-n se apret- en su est-mago. 5Si6, dijo. &o era una mentira. Fabía encontrado placer en los braos de su esposo. (a ondulante cinta blanca 4ot- silenciosamente hasta el suelo. l mismo tiempo, la t%nica blanca del hombre se al- sobre su cabea; se sostu$o allí durante un largo segundo como un espectro fantasmal antes de que, tambi3n silenciosamente, cayera hacia abajo. !egan no dudaba de que 3l estaría plantado ante ella completamente desnudo – tal como estaba desnuda ella bajo su $estido. Se esfor- por $er el per2l o un re4ejo de su piel/ no pudo. Era como si hubiese sido tragado por la noche. 8n sua$e crujido surgi- de la oscuridad, los muelles de la cama ajust"ndose a un inesperado peso. (o que hio que de pronto le recordara quien era ella, donde estaba, y que estaba haciendo. Ella era la Sra. !eg 7hillins, la $irtuosa $iuda de un $icario. Estaba en (and)s End, un lugar donde había jurado no $ol$er. #ba a entablar relaciones carnales con un hombre al que hasta el día de hoy no había $isto nunca, y al que nunca $ol$ería a $er despu3s de esta noche. (a tensi-n se arremolin- a su alrededor. Él la obser$aba. Ella no podía saber como podía $erla en la oscuridad, todo negro, pero sabía que 3l lo hacía. an seguro como sabía que si salía corriendo ahora no tendría nunca la oportunidad otra $e de e'perimentar la pasi-n de un hombre.
!egan se quit- los guantes de seda y los hundi- en el bolsillo que contenía la lla$e de su $acía habitaci-n y solitaria $irtud. El anular de su mano iquierda cosquilleaba, como si llamara a la aliana de oro que había abandonado por una noche de saciedad se'ual. (os muelles de la cama crujieron de nue$o, el penetrante sonido fue seguido por un doble CclanG), como si metal diera con metal, golpeara metal. Se qued- sin respiraci-n. &o hubo ning%n mo$imiento de aire que lo acompa0ara, ninguna indicaci-n de que el "rabe se había le$antado. Se lami- los labios; los sentía m"s secos que las arenas del desierto donde había nacido 3l, pero que ella nunca había $isto. El sombrero se sentía pesado sobre su cabea, m"s pesado que un yunque. !egan no necesitaba lu para iluminar sus mo$imientos. (a habitaci-n de 3l era muy similar a la suya –sin duda como todas las habitaciones de aquella peque0a posada. El suelo carecía de alfombras; las blancas paredes desnudas de cuadros. l lado de la puerta cerrada había una c-moda sobre la que había una jarra de agua y un la$amanos. Enfrente de los pies de la cama, una silla con el respaldo entramado de ca0a protegía una peque0a chimenea de hierro. #magin- su estrecha cama con las cubiertas $ueltas hacia abajo, el hombre sin ropa, y la mesilla que había entre ellos. El clic de sus tacones se escuchaba muy fuerte en el tenso silencio; la cola de su $estido arrastrando de forma audible; la distancia hasta la mesilla imposiblemente larga... !egan golpe- la dura madera. 8n punante dolor le subi- a tra$3s del dedo gordo derecho. l mismo tiempo, la mecha del e'tinguido farol dio un chasquido, una discordante implosi-n. 8n persistente humo de aceite le llenla nari, mientras la $erg:ena por su torpea le hacía arder las orejas. El "rabe permaneci- en silencio. < no> Ella podía escuchar una respiraci-n, una sua$e cadencia sin tregua. < de ella> Subyaciendo bajo el principal ritmo estaba el distante mo$imiento de la corriente –subiendo, bajando, el eterno patr-n del deseo. #nc-moda como no se había sentido en muchos a0os – no desde que tenía dieciocho y era una sencilla chica de *ornish – al- los braos y quit- el al2ler de sus sombrero. El acelerado subir y bajar de sus pechos se acompas- al rítmico sonido a respiraci-n que llenaba la habitaci-n.
@ajando los braos, cuidadosamente insert- el al2ler en la super2cie de la copa de 2eltro. E'tendiendo su mano iquierda para guiarse, se dobl-, los dedos separados, los braos hacia delante, y encontr-... 8na peque0a, plana, caja de metal rectangular. !egan frunci- el ce0o. Eso no había estado ahí antes. < estaba> ntes de esta noche, ella no había sabido de sus tendencias a putear. < si> Dejando caer el sombrero sobre la lata, se endere-. (os botones de hueso tallado alineados en el delantero de su corpi0o eran demasiado grandes; no querían desliarse a tra$3s de los ojales. 7asaron horas, con paciencia sali- un bot-n, dos tres...1 todo el rato aquella respiraci-n sin tregua la mantenía alerta, la engatusaba, la en$ol$ía. <(os hombres "rabes hacían el amor de forma diferente a los ingleses> Se preguntaba, con la respiraci-n y el pecho desbocados. <(a besaría> <(a acariciaría> <*-mo lo sentiría; a este desnudo e'tra0o, cuando su cuerpo se presionara contra el suyo> <(a penetraría profundamente...o de forma super2cial> <(e daría placer ella> <(e daría placer él > Sac- los hombros del $estido; pesada lana se desli- por su espalda, sobre sus caderas, pas- roando sus piernas y se amonton- a sus pies. 8n rastro de piel de gallina surgi- a su paso. odo lo que le impedía unirse al hombre eran los apatos. Se había preparado para este momento, tambi3n. 8tiliando la redondeada punta del apato derecho, sac- su apato iquierdo. 8sando los dedos desnudos de su pie iquierdo, sac- su apato derecho. !egan sali- del círculo de su $estido y puso los pies sobre la fría, rígida madera. (a oscuridad $ibraba con calor se'ual. Dio un paso hacia delante. Sus pechos se balancearon ligeramente.
Dio un segundo paso al frente. Sus caderas oscilaron sua$emente. <(as encontraría 3l de2cientes> Dio un tercer paso adelante, muslo roando con muslo, la fricci-n aumentando, el pecho contenido. El seductor y e'-tico aroma especiado la en$ol$i-. De reojo espiaba en la tenue, roja lu de los carbones ardiendo. <7or qu3 no podía $erlo a él > 8n grano de sucia arenilla se cla$- bajo su tal-n iquierdo. Su rodilla derecha choc- con hueso y tend-n – una pierna desnuda, una pierna musculosa, una pierna que era mucho m"s sua$e que la suya. l mismo tiempo su pie pis- – un pie. ire h%medo abras- su piel. 5Fueles a $inagre6 !egan se qued- helada, se mantu$o inm-$il por el impacto de la pierna de 3l, el peso de su pie sobre el de 3l, el calor de su aliento, y la repercusi-n de sus palabras. &unca hubiese imaginado que un hombre notara...o que comentara acerca de...el uso de un pro2l"ctico con una prostituta. 1 qui"s un ingl3s no lo hubiese notado; y de haberlo hecho, se habría refrenado cort3smente de comentarlo. 51o...6 trag-, plenamente consciente de su pie desnudo bajo el de ella y sus senos que sobresalían de su pecho, a solo pulgadas de su boca. 51o tengo en mi interior una...una esponja que est" empapada en $inagre6. 5&o hay necesidad de eso6, dijo 3l bruscamente. 5!e he preparado con un cond-n6. (a lata sobre la mesilla 9<*ontenía m"s condones> <(a prostituta a quien había reemplaado habría con2ado en que un hombre la protegiera> <8tiliaba ella una soluci-n que oliera mejor que el $inagre> <8saría una jeringa después de las relaciones, mejor que introducirse una esponja antes> 5&o obstante, esta es la forma de protecci-n que he elegido usar6. Dijo !egan con una calmada seguridad que estaba muy lejos de sentir. 8n escalofrío de conciencia le subi- por los tobillos. Él toda$ía podía rechaarla, este "rabe que era tan lac-nico como cualquier hombre de *ornish.
!egan ner$iosamente quit- su pie derecho, con cuidado lo baj-. Sus dedos tropearon con las puntas de los de 3l. El suelo de madera estaba helado; el calor que emanaban sus dedos era abrasador. 5&unca he estado con una inglesa6, dijo con brusquedad. (a electricidad cruji- alrededor de ellos, como si una tormenta se a$ecinara en el e'terior. 7ero no. Ella se dio cuenta de que el susurro de inhalaciones de aire no $enía de un par de pulmones, sino de dos. Bespiraban al unísono. 5!e atre$o a decir que las mujeres son muy parecidas, a pesar de su nacionalidad6, dijo cuidadosamente. <7ero lo eran los hombres> Sus latidos registraban el pasar de los segundos. 7ulsaban dentro de sus pechos, en las sienes, en su $agina, en los dedos de los pies que tocaban los de 3l. <7or qu3 no la tocaba, no la tomaba> Seguramente la c-pula entre un hombre y una prostituta no era muy diferente a la c-pula entre un hombre y su esposa. Él iniciaría el contacto; ella silenciosamente se sometería. <(o haría 3l> 5&unca he estado con una mujer6 (a ruda confesi-n surgi- de ning%n lado, y sin embargo lo llen- todo.
Nunca había estado con una mujer se cla$- en su pecho. !egan mentalmente se tambale-. Fabía esperado que 3l fuese e'perimentado; 3l había esperado que ella fuese e'perimentada. Él nunca había estado con una mujer; ella solo había estado con un hombre.
No estaba preparada para esta eventualidad . 8na d3bil lu destell- en la oscuridad –el blanco de sus ojos. 5Eso es por lo que te he contratado6 De repente el negro $elo de oscuridad se disip-, y !egan pudo distinguir la deste0ida oscuridad que era la s"bana, la coronilla de 3bano que era el pelo del "rabe, y la morena silueta que era su cara $uelta hacia arriba. Se sinti- como si se tambaleara al borde de un precipicio, le asustaba mo$erse, le asustaba no hacerlo.
<7or qu3 sería un hombre de cincuenta y tres a0os –un "rabe que había $i$ido en un país donde encerraban mujeres en harenes para su con$eniencia carnal9 $irgen> <7or qu3 había $enido al 2n del mundo –esta, entre todas las noches –para terminar con su abstinencia> 5!e has contratado para...para encontrar satisfacci-n física6, consigui- decir. 5&o6
¿No? (os "rabes tra2caban con bonitas j-$enes, no con matronas bien entradas en la edad madura. <&o...> 7or primera $e !egan no s sinti- protegida por la relati$a pro'imidad de los habitantes de la posada. 5(o siento pero no te comprendo6. Se trag- el miedo que le subía por la garganta; los dedos del pie que tocaban los de 3l continuaban $ibrando y pulsando. 5<7or qu3 contratarías a una6 –no, no, no podía llamarse a sí misma puta, incluso aunque otros lo hicieran –5una mujer, si no es para satisfacerte>6 5?uiero conocer el cuerpo de una mujer6, son- como un aote en la oscuridad; aliento con aroma a almendras golpe"ndole en la cara. 5?uiero que me muestres como lle$ar al orgasmo a una mujer. ?uiero que me ense0es como lle$arte a ti al orgasmo6. 8na puerta dio un portao en alg%n lugar de la posada, m"s una sacudida de madera que el eco de un sonido. !egan podía no haber escuchado al "rabe correctamente. <5?uieres que te muestre como lle$ar a una mujer...como lle$arme a mí ...al orgasmo>6, repiti- lentamente, su cora-n rugía, los dedos de los pies pulsaban. 5Si6. Su $os era obstinada. *alent- su columna de arriba abajo. 5Eso es por lo que te contrat36. 58na mujer consigue satisfacci-n al ser poseída por... al ser poseída por un hombre6, dijo tr3mulamente. 5Eres una puta. % de entre todas las mujeres debes saber que el miembro de un hombre no es su %nica fuente de satisfacci-n.6 7ero ella no era una puta.
Dios bendito. Él no podía querer decir lo que había querido dicho. 58na mujer tiene muchos lugares en su cuerpo que cuando son tocados por un hombre le proporcionan placer6, replic- !egan.
5&unca he tocado a una mujer6, dijo 3l fríamente. 51o nunca he ense0ado a un hombre6, dijo ella compulsi$amente. !egan se mordi- los labios –demasiado tarde, las palabras ya habían salido de su boca. 5<&ing%n jo$en te ha llegado nunca buscando instrucci-n>6 pregunt- sin rodeos. !egan sospechaba que su marido había sido $irgen. &unca había comentado sobre su e'periencia se'ual o su falta de ella. El pescueo le hormigue- en ad$ertencia. 7odría terminar su farsa ahora para que el "rabe pudiese encontrar a una mujer que le diera el conocimiento que buscaba. 5(os ingleses no admiten f"cilmente su ine'periencia6, se oy- a sí misma responder a cambio. 5<*rees que un hombre es menos hombre, entonces, por admitir su ine'periencia>6 5*reo...6 El cora-n le golpeaba contra las costillas. 5*reo que no es la ine'periencia de un hombre lo que disgusta a una mujer, sino su arrogancia al no preguntar que es lo que le da a ella placer6. 5<*rees que un hombre es un hombre, entonces, porque pregunta a una mujer como complacerla>6 (a $o del "rabe era una curiosa mecla de rudea y $ulnerabilidad; su rostro una oscura, insondable cara borrosa. Solo el blanco de sus ojos era $isible. @rillaban en la oscuridad. 5*reo que se requiere $alor por parte de un hombre admitir las necesidades de una mujer, si6, dijo con m"s 2rmea. 5<*-mo jugas a un hombre, se0ora, si no es por su e'periencia se'ual>6 <(o jugas por la durea de su miembro> <7or la longitud de este> <(o jugas por su habilidad para eyacular su simiente>6 El dolor atra$es- a !egan –el suyo, el de él . Se dio cuenta de que este hombre estaba asustado.
¿Pero por qué? 5&o puedo tener ni0os6, confes- impulsi$amente. 5Si jugara a un hombre por su inhabilidad para producir simiente, entonces debería jugarme a mí misma por ser incapa de conser$ar la semilla de un hombre6. (a mandíbula de !egan se cerr- de golpe. &o era posible que hubiese admitido ante este e'tra0o lo que ahora hacía eco en sus oídos. ?ue era est3ril.
?ue estaba sola. ?ue había fallado como mujer.
Pero lo había hecho. 5<(o haces>6 (a pregunta la tom- por sorpresa. Sonaba como si la hubiesen arrancado de un lugar muy profundo del pecho del "rabe. &o intent- hacer como que no le comprendía. <7or qu3 su marido, en todos sus a0os de matrimonio, no le había preguntado lo que ahora este "rabe preguntaba> 5&o6. (a garganta tensa. 57ero otros lo hacen6. E'actamente como sin duda otros lo jugarían a 3l, un "rabe $iajando en un país e'tranjero. 5<&o te preguntas a $eces si ellos tienen ra-n en sus opiniones>6
Si. 7ero aquellos sentimientos eran de otros tiempos. 5*reo...que cuando un hombre y una mujer llegan juntos a la culminaci-n – que es la m"'ima pro'imidad que pueden compartir. *reo que eso resulta ser un $erdadero milagro6. Dijo !egan tr3mulamente. 8na brasa chispe-; lu roja llame-, re$elando bre$emente una oreja, una mandíbula. *arne humana surgiendo en la oscura sombra. 5Fas amado a un hombre6, dijo con rotundidad. (a tensi-n que constre0ía la garganta de !egan se e'tendi- a su pecho.5Si6. 5%n así eres una puta6. Debería haber esperado que la jugara; no lo había hecho. 8na ardiente emoci-n bull- en su interior, escuchando el eco de la opini-n de otro hombre. 5<*rees que una mujer es una puta porque tiene necesidades físicas>6 estall-, ol$idando que 3l tenía todo el derecho a pensar que era una prostituta. l$idando que había $enido a 3l para salir de su soledad, no para discutir la moralidad de las mujeres. 5<&o crees que una mujer tiene derecho a buscar consuelo en el abrao de un hombre>6
5&o lo se6. Su honesta sinceridad calm- su furia; su aliento lamía sus pechos. 5&o se a lo que un hombre o una mujer tienen derecho. odo lo que yo se es lo que yo deseo6. *onocer el cuerpo de una mujer. prender como lle$ar al orgasmo a una mujer. 5Seguramente debes tambi3n desear e'perimentar...e'perimentar tu propio placer6, dijo !egan precipitadamente. 5<&o te gustaría que una mujer te tocara>6 5&o tengo necesidad de que una mujer me toque6 5odos necesitamos que nos toquen6, respondi- ella. Seguramente, todos los hombres y mujeres necesitaban tocar íntimamente, abraar a alguien, ser tocados y abraados a su $e. 5Fay cosas peores que la frustraci-n física6, dijo 3l por 2n, como si le hubiese dolido la pregunta. 56, pregunt- ella. 5Saber que no $a a haber placer6, solt- 3l, 5es mucho peor que estar dolorido por la necesidad6. 57ero siempre hay un modo de alcanar el placer...6 Su cora-n dio un salto a su casi confesi-n. 8n ingl3s no estaba interesado en esa parte del cuerpo de una mujer que la sociedad ignoraba. 8na inglesa no admitiría que poseía un lugar que le proporcionaba placer sin necesitar culminar con la eyaculaci-n de un hombre. 5<e das placer a ti misma, se0ora>6, pregunt- en el mismo tono, un ostensible recordatorio de que 3l no era ingl3s, no importaba lo correcto que hablara. 5Si6. rdiente calor inund- sus mejillas, sus orejas, baj- por su garganta. Endere- la columna, rehusando mentir. 5(os hombres...ellos no...6. El silencio era completo e'cepto por sus respiraciones y el remoto chapoteo de las olas del oc3ano, pro$ocando, prometiendo, $ol$iendo atr"s, nunca llegando a satisfacer. 5Fay una diferencia entre la mano de un hombre y el cuerpo de una mujer6, dijo el lac-nicamente. 5<7ero lo haces>6, insisti- ella, de repente queriendo saberlo, no, necesitando saber que hombre e'igiría el mismo placer que e'igían las mujeres. 5(o he hecho6
Estaba a$ergonado –ella podía sentir su calor contra sus pechos y en los dedos de los pies, oír la asperea de su $o9 pero como ella no mentiría. No esa noche. 56 Su nombre se desli- espont"neamente entre sus labios. Debería sonar raro, un nombre "rabe pronunciado con lengua inglesa. Debería resultar raro, un hombre "rabe discutiendo con una mujer inglesa lo que a ning%n hombre se había atre$ido a decirle, y lo que ella sospechaba, 3l nunca se había atre$ido a decirle a otra, fuese inglesa o "rabe.
¿Por qué no era raro? 5e he dicho lo que quería6 5&o, me has dicho lo que querías saber6 dijo ella, ganando con2ana en el anonimato de la noche, 5no lo que quieres t%6. Durante un largo segundo ella pens- que no respondería. 51o quiero saber que puedo darle placer a una mujer6. Su $o rebot- en sus pechos. ire caliente y h%medo acarici- sus peones. 5?uiero saber lo que otros hombres saben6 !egan estaba fascinada. 7or la cruda intensidad en el interior de 3l. 7or la pasi-n que emanaba. 5?uiero saber que soy como los otros hombres6
CAPÍTULO DOS (os pulmones de !egan se quedaron sin aire. (os hombres que habían padecido paperas a $eces se $ol$ían est3riles, record-. #nspir- para tranquiliarse. 5&o creo que ninguna mujer necesite demostrar que eres hombre, se0or6 5Entonces no lo demuestres, se0ora6, dijo de forma brutal. 57ru3balo6 (a oscuridad se cerr- alrededor de ellos. Disminuy- la distancia entre la boca de 3l y sus dolorosamente erectos peones.
El cora-n de !egan dio un brinco, corría desbocado para escapar de los con2nes de su pecho. Fabía $iolencia en este hombre. 8n innata necesidad. Soledad. !iedo. Sentimientos que ella entendía demasiado bien. Si fuese lista, huiría de su dormitorio ahora, desnuda. Si fuese lista no estaría ahora en el dormitorio de 3l, desnuda. 7ens- en su pasado, en la $acía cama en la que había dormido. 7ens- en su futuro y en la $acía cama que la esperaba. 7ens- en este "rabe, durmiendo solo en su cama. Durante cincuenta tres a!os. 5Solo le he pedido una $e a un hombre que me tocara6, e'plot- ella. 5<1 lo hio>6 pregunt- atentamente. ?uiso mentir. Se dio cuenta de que no podía. 5&o, no lo hio6, dijo. 56 Se tens- contra la descarga de recuerdos desagradables.5Si6 El p"lido brillo de sus ojos no titube-. 5<Él no deseaba e'perimentar la cercanía de la que hablabas>6 8na mano in$isible apret- su cora-n. 5&o, no quiso6 5Su rechao toda$ía te duele6. 5Si6. (as l"grimas le picaban en los ojos. 5Eso toda$ía me causa dolor6 5Dime donde le pediste que te tocara6 Su $o era autoritaria; subyacente a la orden había un ruego masculino. De que no lo rechaara, como ella había sido rechaada. De compartir con 3l el $ínculo especial que un hombre y una mujer podían conseguir. 8nas ardiente percepci-n la recorri-. quí, en la oscuridad, con este e'tra0o, podía ser la mujer que había sido $eintid-s a0os atr"s. Él podía acariciar sus pechos en la posici-n en la que se encontraban.
7odía besarlos. 7odía lamerlos. 7odía chuparlos. 7odía hacer todas las cosas que ella había deseado en secreto que un hombre hiciera, pero que no se había atre$ido a pedir. sustada de que lo escandaliara. sustada de que le repugnara. sustada de que la rechaara. Su marido. *ualquier otro hombre a parte de este "rabe. !egan nunca antes había fantaseado sobre ense0ar a un hombre como tocarla para proporcionarle placer. (o hio ahora. Besultaba seductor. Era d"n ofreciendo a E$a la fruta prohibida. Era la promesa de m"s, de mucho m"s que un r"pido, an-nimo apareamiento. (uch- por controlar su respiraci-n; sus pechos $ibraron con cada toma de aire, cada e'halaci-n. 5(e pedí que me tocara mis...que tocara mis pechos6 !egan no reconoci- su propia $o. (a oscuridad se e'tendi-. #nhal- bruscamente al ser agarrada por manos callosa, el pecho derecho, el pecho iquierdo, su cora-n latiendo, su piel tensa. 8n deseo líquido baj- por sus piernas; sus peones duros hasta el punto del dolor. 5<sí>6 5Si6.
"h# si# e$actamente así. Die dedos la apretaban al ritmo de sus latidos. Budos pero sua$es. itubeantes pero hambrientos. (as l"grimas le picaban len los ojos, recibiendo ahora de las manos de un e'tra0o, lo que le había sido negado hacía $eintid-s a0os –la afectuosa caricia de un hombre. 5Dime que m"s le pediste que te hiciera6, pidi- con $o ronca. Su $o igualando a la de ella. El calor formaba un puente entre ambos cuerpos/ el aliento de 3l, el de ella, los dedos de su pie, los de ella.
El deseo de 3l. El de ella. 7or un bre$e momento ella obser$- sus cuerpos/ ella de pie ante un hombre desnudo; 3l sentado ante una mujer desnuda. mbos deseando. mbos esperando. mbos dispuestos.
Solo por esta noche. &o había tiempo para el decoro. &o había sitio para la $erg:ena. 5(e pedí...que besara mis peones6, dijo con $o entrecortada. &o era mentira. En su mente, le había rogado que le besara los peones. En la realidad, le había rogado que acudiera a su cama. El encallecido calor que copaba su pecho iquierdo se disip-. Segundos despu3s, agarr- su cadera iquierda. &o pareci- importarle la blandura que encontr- allí. 8n roce sedoso, de carne sua$e como alas de mariposa, se desli- sobre su pe-n. 8n rel"mpago la traspas- desde el pecho hasta los dedos de los pies. Se estremeci- toda y de nue$o los obser$- a ambos. #nstinti$amente !egan lo agarr- del c"lido, el3ctrico pelo. Se le adhería a los dedos, $i$o como la corriente de calor que corría a tra$3s de sus pechos. 56 F%medo aliento abrasaba el pecho donde el "rabe la había besado, pero el hombre a quien había amado no. (uch- buscando $alor; lo encontr-. 5(e pedí que lamiera mi pe-n6 dijo. %entalmente. En la realidad, le pidique la abraara. &o lo hio. 8na ardiente lengua h%meda tímidamente raspo su carne, en la misma punta de su pe-n. 8na $e. Dos $eces. res $eces... (a lami- como un gato a$aricioso lamiendo el interior de un cuenco $acío de leche. En la parte de arriba del pe-n, en la de abajo, justo en la punta otra $e...
Su $agina se contrajo; líquido caliente chorre- por su muslo. #nstinti$amente cerr- sus manos alrededor de 3l, como un abrao personal, acunando la cabea del hombre mientras 3l la lamía con calientes, h%medas pasadas de su lengua. ire caliente mordi- de repente su pe-n. 56 El cora-n de !egan golpeaba contra su pecho; podía oírlo, sentirlo –un interno golpeteo, una e'terna $ibraci-n de su pecho. <(o había sentido !uhamed cuando la había besado, la había lamido...> 5(e pedí que me...me chupara6, dijo. %entalmente. En realidad, le pidi- que la consolara. 8n horno caliente y h%medo se cerr- sobre su pe-n.
"h... !egan agarr- el espeso y sua$e pelo en un pu0o y lo sostu$o mientras 3l la succionaba, titubeando al principio, despu3s con fuera, como si se alimentara de su pecho. Era –increíble. Era –abrumador. Despert- anhelos que nunca había tenido/ de ser pellicada, mordida... rque- el cuerpo, suplicando por cosas para las que no tenía palabras. (as manos de 3l apretaban, pellicaban, masajeaban –su pecho derecho, su cadera iquierda. 8n remolino de ardiente calor abarc- su pe-n; al mismo tiempo a2lados dientes se hincaron en su aureola. Su matri se contrajo –de dolor, de deseo. Se inclin- hacia delante, los dedos cerrados en un pu0o entre su pelo, perdida en las er-ticas sensaciones que 3l estaba engendrando y los recuerdos que había in$ocado... 5(e pedí que me tocara entre las piernas6, susurr-. %entalmente. En realidad, simplemente le había suplicado que la amara, que la necesitara como ella lo había necesitado. El calor creci- en el interior de su pecho, allí donde !uhamed había succionado, un ine'orable nudo de certea. Él no la había amado. No la había necesitado. ire c"lido ro- su est-mago. Sua$es dedos tocaron a !egan, un susurro de sensaciones. Dedos "rabes no ingleses. 8n peque0o, poco elegante Cpop) son- en la oscuridad .su boca soltando el pe-n. El impacto del aire frío fue reemplaado por una r"faga de aliento caliente. 5u pubis est" cubierto de $ello6
(e lle$- un momento registrar el signi2cado de sus palabras. *ada ner$io de su cuerpo estaba centrado en sus dedos que $ibraban contra su cabellera y en los dedos de 3l que peinaban su $ello m"s pri$ado. 5Si6. Su respiraci-n acelerada –demasiado r"pida, seguramente se desmayaría, ella que jam"s se había desmayado antes. 5 7or supuesto6. 8n ardiente calor salpicaba sus palabras. 5(os musulmanes se quitan el pelo del cuerpo6 Su pierna que bre$emente había tocado la rodilla de ella, había sido de duro m%sculo, pero sua$emente lisa... 5<e quitas t& el pelo de tu cuerpo>6 pregunt- de forma espont"nea. 51o he hecho todo lo que la ley musulmana ordena6, dijo con crudea. 7ensamientos dispersos re$olotearon por su mente/ <7or qu3 era $irgen a sus cincuenta y tres a0os> 5Est" escrito que la $ul$a de una mujer se pone h%meda al e'citarse, y que en su momento de disfrute, su carne aumenta y se endurece como la creta de un gallo6, dijo "speramente. 56 F%meda. #n4amada. Se sinti- como si estu$iese ahog"ndose en el aroma especiado y el calor de su cuerpo. 5Si6, dijo $acilante. 5Estoy h%meda6 5< 1 cuando alcances el momento de placer, tu carne se endurecer" como la cresta de un gallo>6 57uedes tocar mi $ul$a6 –!egan se encogi- con las atre$idas palabras, las palabras de una puta, seguramente; !egan abri- las piernas en una descarada in$itaci-n, una mujer abri3ndose a un hombre con todo descaro9 5 y descubre por ti mismo como se siente la carne de una mujer6. El aire de la noche circul-, enfriando aquella parte de su cuerpo que estaba hinchada como fruta demasiado madura, el pecado origina –el se'o de una mujer. El frío fue inmediatamente desplaado por el calor $ibrante. El la cop-, le dio forma, la sospes-. !egan se mantu$o absolutamente quieta; deseando aprobaci-n, temiendo su a$ersi-n. (os dedos de su marido la habían roado solo de pasada, cuando guiaba su $irilidad a su entrada. Él no lo había prolongado cuando la había roado. 5Est"s chorreando humedad6
5(o siento6, dijo ella r"pidamente, defensi$amente, tensando el cuerpo, prepar"ndose para su rechao por su feminidad. 5<7or qu3 te disculpas>6 Su aliento marcaba su est-mago –3l miraba hacia abajo, como si pudiese $erla en la oscuridad. 1 qui"s podía. 5<&o te pones así de h%meda cuando est"s con otros hombres>6 8n largo dedo se hundi- entre los h%medos pliegues de su $ul$a. Era duro. Encallecido. bandon- la cabea de !uhamed por la m"s segura ancla de sus hombros. Estaban tensos, como ella estaba tensa. Huertes. S-lidos. bsolutamente masculinos. !egan esper-/ su nue$a obser$aci-n, su nue$a e'ploraci-n. Su dedo la hacía arder. Su aliento la hacía arder. odo el aire ardía con calor se'ual. 5(a abertura de tu $ul$a es muy peque0a6 Sua$emente, palp-. Hirmemente su cuerpo se resisti-. 56 !egan cerr- los ojos, apretando los p"rpados, bloqueando la oscuridad que era su pelo y el dolor del pasado. 5&o6, dijo, m"s un suspiro que una palabra. (entamente, 3l ech- la mano hacia atr"s, abri3ndola, pasando a tra$3s de sus resbalosos labios hasta que toc- la misma punta de su feminidad con la punta de su dedo. Estaba caliente. F%meda. El calor de 3l. (a humedad de ella. 8na pulsaci-n salt- sal$ajemente en su interior para dar la bien$enida al toque de su dedo. *err- las rodillas pre$iniendo el derrumbarse. 5<7ediste que te tocara aquí>6 51o simplemente...pedí ser tocada6, dijo temblando. 51a est"s dura6. Su aliento se acompas- al ritmo del pulso que golpeaba dentro de sus labios $aginales, de los dedos de los pies, de sus pechos. 5Es como un peque0o brote. <*u"ndo llegas a la culminaci-n por la manipulaci-n de tu clítoris, no es el miembro masculino lo que tu cuerpo anhela sentir, en lugar de el dedo de un hombre>6
'lítoris. !egan no había escuchado nunca antes la palabra; no había error en cuanto a lo que se refería.
Fundi- las u0as en su piel, inmune al dolor que ella podía in4igirle, completamente absorbida en el calor y la durea de su dedo. 51o no –5 se. 5Estoy segura de que muchas mujeres apreciarían...6 (a $erdad rehusaba ser negada. 5&ing%n hombre me ha lle$ado nunca a la culminaci-n solo con su dedo6. Sua$emente delimit- la durea del bot-n de carne que era el punto m"s sensible del cuerpo de una mujer, midiendo su tama0o, traando su forma, su toque un resbaladio roce de sensaciones. 57ero has llegado a la culminaci-n cuando la $erga de un hombre te ha penetrado6, insisti-. 7untos blancos bailaban tras sus p"rpados; blancas9ardientes sensaciones bailaban a tra$3s de su piel. 5Si6. 5*uando te tocas a ti misma, aquí6 –presion- en el bot-n de su feminidad; una sacudida de placer sacudi- su matri9 56 5Es muy diferente entre el toque de un hombre y la mano de una mujer6, dijo ella parodiando su respuesta de antes. 5(as mujeres "rabes cortan los genitales de las jo$encitas6 (os ojos de !egan se abrieron de golpe. odo lo que pudo $er fue oscuridad. El horror la atra$es-. Sus m%sculos se apretaron –negando la $erdad de su declaraci-n, resistiendo su creciente orgasmo. 5<7or qu3>6 pregunt- in$oluntariamente. 5<7or qu3 cualquier mujer haría eso a una chica jo$en...>6 <*-mo podría una mujer sobre$i$ir sin un medio de obtener satisfacci-n femenina> 5Es la tradici-n6, contest-. (a encallecida yema de su dedo acariciando ligeramente primero la parte iquierda de su clítoris, despu3s la derecha. 5Es un rito de transici-n6 Huego la atra$es-. 5Face a una mujer m"s sumisa a los hombres que a sus propios deseos6 Su dedo irradiaba calor. Su $o m"s sombría que un p"ramo en in$ierno. !egan escuchaba con creciente horror mientras su propio placer subía m"s alto y m"s alto, m"s caliente y m"s caliente. En rabia, los hombres quienes guardaban los harenes eran llamados eunucos. Ellos , tambi3n, eran conocidos por tener cortados sus genitales. 7or lo que ellos permanecían sumisos a los hombres...m"s que a sus propios deseos.
8na fuerte, caliente mano se estamp- contra sus nalgas. 8n delicado temblor la sacudi-. Él estaba temblando. qui"s era ella la que temblaba, a punto en el umbral del m"s intenso orgasmo que nunca hubiese e'perimentado. 5e est"s endureciendo6, dijo. !"s dura. !"s h%meda. !ientras 3l recordaba costumbres que ella no podía ni empear a imaginar. Su persistente dedo se desliaba, a la iquierda, oh9 justo en el centro, a la derecha, al in4amado centro de nue$o. El placer que su toque engendraba era aterrador. 57or fa$or para6 Él no par-. 56 !egan se tens- –no para escapar, sino para acercarlo m"s. 5&o, no mentí6. Su %nica mentira era permitirle creer que era la prostituta que el posadero le había proporcionado. 5<e complace mi toque>6 5Si6 Ella no había pensado que tal placer e'istía simplemente con la caricia de un hombre. 5Entonces no parar3 hasta que me des tu placer y ambos descubramos si el dedo de un hombre es tan bueno como su $erga6 !egan se tens-. (a noche se tens-.
¿(ué le habían hecho a este hombre? De repente la oscuridad e'plot-; !egan e'plot- con ella, jadeando, cayendo, agarr"ndose. (a cama crujiendo. Sus piernas montando a horcajadas sobre las piernas de él . 8na ola de energía la barri-, se la trag-, $ibr- con $ida propia. 5Fe sentido tu placer6, dijo !uhamed con $o ronca. 8na fuerte mano agarr- su cadera iquierda, el dedo, h%medo de estar dentro de su cuerpo; otra fuerte mano la sostu$o por la espalda. !egan luch- por coger aire, inhalando el aroma almendrado de su aliento y el h%medo, picante calor de su cuerpo. Su rodilla iquierda estaba incrustada
en gruesa lana; su rodilla derecha hundida en una "spera s"bana de algod-n. *oletaos de placer la recorrían; el frío aire ba0aba sus desnudos, e'puestos labios $aginales. Su $ul$a estaba abierta. *ompletamente accesible. Su $agina abierta de par en par. bierta. *ompletamente accesible. Duros, musculosos muslos aguantaban sus nalgas; no estaban protegidos con $ello. 8na durea estaba entre ambos cuerpos que no se debía en absoluto a un dedo y todo a la tumescencia de un hombre. Se sentía como goma. 8na goma con cabea grande, arrugada. Sus dedos con$ulsi$amente se hundieron en sus hombros, que estaban tan musculados como los muslos bajo sus nalgas. 56 Su aliento almendrado quem- sus labios. 56 *ay- en la cuenta de que había sido la necesidad de 3l la que hacía solo unos segundos la había barrido, la había tragado. Él podía negar que necesitara el placer se'ual; su cuerpo contaba otra historia. 5Si6. !egan trag- aire. (o que 3l le había dado era, de lejos, mucho m"s de lo que antes tenía. 5Estaría satisfecha6. 7ero Cestar) no sería estar. Fabía mucho dolor dentro de su "rabe. Ella no quería lastimarlo. &o esta noche. !egan había sufrido su2ciente dolor en su $ida, y como ella sospechaba, seguramente 3l tambi3n. #nspir- lentamente, deliberadamente calmando su atronador pulso para poder decir las palabras que necesitaban ser dichas. 51o no te jugo, !uhamed6 5<&o lo haces>6 Su $irilidad en$ainada en goma $ibr-. Su matri $ibr-. 5&o, no lo hago6, dijo, y alarg- la mano entre sus cuerpos para regalarle el mismo placer que 3l le había dado. (len- su mano. barc- toda su mano. (e agarr) la mano.
5I&oJ6 gru0-. odo en 3l era de una durea de hierro –su $o; sus muslos; sus hombros; sus dedos cogiendo su mano derecha; su $irilidad engomada. Huese lo que fuese de lo que sufría !uhamed, no era de impotencia. 5Dijiste que querías que te ense0ara como complacer a una mujer6, dijo sin desanimarse. 5&o te he contratado para esto6 5Si, lo hiciste6, rebati-...y se pregunt- que le daba el $alor de hacerlo. El placer que 3l le había dado, (os dedos apretaron alrededor de su mu0eca; habrían hematomas allí ma0ana. 5&o quiero que sepas6. 5&o quieres que sepa...6 pregunt- audamente. !egan podía notar su sorpresa. 8n dulce poder la llen-.
%a!ana estaría morti2cada por su audacia, esta noche no. Ella siempre se había preguntado si los hombres tendrían diferentes tallas, como los pechos de las mujeres eran de tama0os diferentes. hora lo sabía. (o eran. (entamente pas- el pulgar sobre la punta de 3l; $ibraba bajo la tetina del cond-n. 5<&o quieres que sepa...lo grande que la tienes>6 pregunt jadeante. 5&o juegues a la puta conmigo, se0ora6, contest- rudamente, reproch- en una r"faga de aliento almendrado. Ella se puso tensa. 5Soy lo que soy6 5&o tienes que mentir para alagar mi $anidad6 Se le ocurri- que no eran sus acciones lo que castigaba 3l, sino su propio cuerpo. 5e aseguro, se0or, que no miento. &unca antes se la he cogido a un hombre que la tu$iera m"s grande que t%6. 7asaron largos segundos mientras 3l calculaba la $erdad de su a2rmaci-n. (os dedos rodeando su mu0eca $ibraban; quería creer; tenía miedo de creer. 5<&o me encuentras...desagradable>6 pregunt-, encontr"ndose claramente desagradable a sí mismo. 5&o, no lo hago6, dijo ella 2rmemente. 1 se for- a preguntar/ 5<e he resultado repulsi$a yo>6 5El cuerpo de una mujer no es repulsi$o6 El ali$io recorri- a !egan.
5ampoco lo es el tuyo6, a2rm- ella. 8n siseo de aire escap- de entre sus labios. 5&o se si puedo satisfacer a una mujer6. 5e aseguro que yo estoy muy satisfecha6 5&o se si o puedo encontrar satisfacci-n con una mujer6 5Si te liberas en mi mano, se0or, pronto tendr"s la respuesta6 El sonido de sus respiraciones par- moment"neamente –incluso las olas ba0ando la costa parecieron detenerse. Él la solt-. Ella e'hal-; 3l e'hal-. El oc3ano reanud- su ritmo implacable de a$anar y retroceder. !egan inclin- la cabea y miro hacia abajo al largo, grueso ap3ndice que sostenía. odo lo que puedo $er fue el negro hueco que separaba sus cuerpos, y su propia ineptitud. &unca había guiado a un hombre a su interior. El pensamiento de hacerlo ahora era humillante y poderoso al mismo tiempo. *uidadosamente, lo gui- hasta su $ul$a. *alor ardi- en su frente –en la de 3l; estaba resbaloso de sudor. (e agarr- la mano, dedos duros sobre sus dedos m"s blandos, ayud"ndola, apresur"ndola. 8na mano encallecida baj- por su espalda, agarr- el cachete derecho de sus nalgas, los dedos apretando con fuera en el interior de su hendidura. l mismo tiempo, un calor abrasador ro- el hueco de su $agina. Kuntos, encontraron la entrada. Kuntos, introdujeron su ruda carne masculina en su abierta carne femenina. !egan no podía respirar. &o podía mo$erse. El sudor se desli- por su frente, por su nari, gote- sobre su pecho. Ella no sabía de quien procedía –de ella o de 3l. En todos sus $eintiocho a0os de matrimonio, nunca había e'perimentado la clase de intimidad que ahora e'perimentaba, a horcajadas sobre el regao de un hombre mientras su aliento acariciaba sus pechos y su $irilidad besaba su feminidad, compartiendo se'o, compartiendo sudor, las manos enlaadas, los cuerpos enlaados. 51o no...ac3rcate m"s6, dijo 3l entre dientes. *on 2rmea la acerc- m"s, sus dedos hundi3ndose peligrosamente profundo en el interior de la hendidura entre sus nalgas, mientras con su mano derecha dirigía su $irilidad engomada. Hrotando. cercando. Empujando. (as rodillas de !egan lentamente hundi3ndose en la colcha, los muslos abri3ndose m"s mientras su mano seguía los mo$imientos de 3l como si ella fuese una marioneta. Hrotando. *mpujando.
briendo. 7enetrando. *la$ando. Ella ech- la cabea hacia atr"s, su $o alta y aguda, dirigida al techo. 5Ih, Dios míoJ6 +,-llah abar/0 Su $o baja y ronca, dirigida hacia abajo, a partes que no podían contestar. Ella instinti$amente solt- la $irilidad de !uhamed. poy"ndose en sus hombros, intent- le$antarse. *ogiendo sus muslos con ambas manos, 3l la hio bajar y la penetr- hasta el mismo cuello de su matri. 5&o sabía que una mujer era tan peque0a6, dijo entre dientes. 51o...6 !egan intent- desesperadamente recomponer sus pensamientos cuando todo en lo que podía pensar era en la larga, dura, gruesa y engomada carne que la empalaba casi hasta el cora-n. 5!e est"s penetrando muy profundamente6 8na r"faga de aire con aroma almendrado ro- su mejilla. 5<e causa dolor>6
Si. 5&o6 7ero son- como si 3l sufriera . Ella había ol$idado lo físicamente cerca que un hombre y una mujer estaban en el intercambio conyugal. qui"s no lo había sabido nunca. Sus pechos se amoldaban al pecho de 3l; sus muslos a horcajadas sobre sus caderas; su ingle unida a su ingle. 8n aliento. 8n cuerpo. 8n latido. 51o nunca...6 sus m%sculos internos se cerraron con$ulsi$amente contra 3l. 5&o puedo...mo$erme. &o se como se puede hacer en esta postura6. 5Hrota tu pel$is contra la mía6 Él encaj- el cuerpo de ella sobre el suyo. l mismo tiempo embisti- con su pel$is hacia arriba. Él jade-. Ella jade-. (a oleada de calor que la atra$es- era m"s atro que dolorosa. !ucho m"s intensa que placentera.
Sus labios $aginales se estiraron contra piel sua$e –3l no tenía $ello p%bico. El duro bot-n de su feminidad frot- contra carne, desnuda, sin $ello. !egan impulsi$amente cru- las pocas pulgadas que separaban sus bocas y lo bes-. (os labios cerrados. (os ojos abiertos. Él se qued- helado. Sus labios estaban secos. Hirmes. !"s sua$es que un suspiro. El calor que irradiaba a tra$3s de su pel$is lleg- hasta su boca, sus pechos que se cla$aban en su pecho musculoso y sin pelo, y $ol$ía de nue$o a su $agina que succionaba su $irilidad engomada. Ella se ech- hacia atr"s, respirando con di2cultad. 5&unca he besado a una mujer6, dijo 3l tenso. Él, tambi3n, respiraba con di2cultad. 5<e ha gustado>6 pregunt-. Sinti3ndose in$adida, sinti3ndose $ulnerable, sinti3ndose como si ella fuese mucho, mucho m"s jo$en de lo que una mujer de su edad tenía derecho a sentirse. 5Si6, dijo secamente. !egan no se acobard- por su asperea. Solt"ndose de sus hombros, le cogi- la cara entre las manos –su piel se sentía como si se acabase de afeitar9 y lentamente presion- su boca contra la de 3l. Sus labios se pegaron a los de ella. 1 entonces los poseyeron. El placer la impact-. Él estaba –probaba9 el contorno de sus labios con su lengua. *omo si quisiera que ella abriese la boca. !egan abri- la boca. Él toc- con la punta de su lengua la de ella, penetrando al mismo tiempo en sus labios de arriba y sus labios de abajo. 8na ola de calor la arras-. !egan se corri-, la boca succionando el aliento de 3l, la $agina trag"ndose su $irilidad. *uando se mo$i- para adaptarse, para escapar de la inesperada sacudida de la sensaci-n, !uhamed la agarr- de detr"s de la cabea y la mantu$o quieta en el sitio. 8na horquilla pinch- su cuero cabelludo, un dolor distante. Él la lami- como si pudiese degustar su placer, bajo su lengua, en el paladar.
(u e'plot- en su cabea. pret"ndola desde atr"s con su mano iquierda, se hundi- en ella haci3ndola cabalgar hasta la cima misma del placer, hasta que ella no podía distinguir entre dolor y placer, o incluso entre un hombre "rabe y una mujer inglesa. part- la boca y apoy- la mejilla contra la c"lida y resbaladia de 3l. Kadeando toda$ía con espasmos.
+1n sha2 -llah0 (a frase e'tranjera ardi- en su oreja. Sin a$iso, !uhamed se le$ant-, lle$ando a !egan con 3l. El mo$imiento lo introdujo m"s profundamente en su interior, dej"ndola sin aire en los pulmones. Entonces 3l se dio la $uelta, y se estaba desliando fuera de ella, y ella estaba cayendo... (a cama cruji- y gimi-. Lspera lana rasp- sus nalgas; su cabea se hundien la almohada, cla$ando sin piedad horquillas en su cabea. !egan, a ciegas, trat- de agarrarse –con sus manos, sus rodillas, y entonces lo cogi-. (as caderas de !uhamed se hundieron entre sus muslos; al mismo tiempo que 3l se adentraba dura y profundamente en su interior. tra $e. 1 otra $e. 1 otra $e. (os crujidos de la cama iban al ritmo de su respiraci-n en su oído. Sus cuerpos resbalosos de sudor. Durante un aterrador momento ella no pudo decir quien poseía a quien. rque- la caderas pidiendo m"s. Él le dio m"s. 8na serie de gritos femeninos entraron aarosamente en su conciencia/6h6. 57or fa$or6. 5h, Dios6. 5Fame el amor6. 5!"s fuerte6. 5Fame el amor m"s fuerte6. 5h, por fa$or6. 5&o pares6. 57or fa$or, no pares6. !uhamed le dio a !egan su tercer orgasmo. Su cuarto orgasmo. Su quinto orgasmo. *uando le dio su se'to orgasmo, 3l jade- unas palabras que ella no entendi-. 5llah. *la2na. 3o4sama5t. %ara 4a5da 6. 1 dos palabras que ella entendi-. 5!aldita seas. !aldita seas. !aldita seas6. Ella a penas se dio cuenta de que no todo era sudor lo que goteaba de la cara de !uhamed y caía en la de ella; sus l"grimas se meclaban con su sudor. *uando 3l se colaps- sin fueras sobre ella, lo abra- tan fuerte como pudo .tan fuerte como ella había deseado que la hubiesen abraado $eintid-s a0os antes cuando llor- en la noche.
CAPÍTULO TRES El perfume a se'o de !egan permanecía en el aire; era m"s potente que el m"s caro perfume.
(a lu se 2ltraba a tra$3s de la cortina que cubría la $entana, tornando la descolorida prenda en un luminiscente $erde. l lado de 3l, pelo negro con hebras plateadas se $islumbraba bajo la colcha. Sus labios ardieron al recordar el beso de ella; su cuerpo ardi- con el contacto del suyo, de hombro a tobillo. 8na larga, gruesa trena serpenteaba sobre su almohada; horquillas de metal brillaban en la tenue lu. Su pelo que había estado recogido en lo alto de la cabea cuando había estado a horcajadas sobre su regao; se había soltado durante la noche. 7ens- en lo inc-modo que debía haberle sido, dormir con a2ladas horquillas. 7ens- en lo apretado de su $ul$a, estrujando su en$ainada $erga. Su pecho se contrajo con el recuerdo. Ella lo había besado, esta mujer a quien 3l había acusado de ser muy $ieja para ser una puta. Ella había acunado su cabea, mientras 3l conocía el sabor y te'tura de su pecho. Ella había compartido con 3l el milagro de la uni-n entre un hombre y una mujer. 8na mecla de asombro y $erg:ena lo atra$es-. &unca se había sentido m"s hombre que cuando se había enterrado en el interior de su cuerpo. &unca se había sentido m"s $ulnerable que cuando confesaba cuatro d3cadas de miedo/ que 3l nunca podría complacer a una mujer; que ninguna mujer podría nunca complacerlo a 3l. l 2nal, había sido ella quien había cogido su $ida en sus manos. (a pierna de !egan se desli- sobre su muslo; su hombro le hacía de almohada. !echones de su pelo se le enganchaban en el cuello. Ella dormía tan inocentemente como un ni0o, una puta que le había ofrecido confort tanto como placer. Sus mejillas estaban p"lidas 9 Su clítoris se había erguido contra su dedo –una $e. Su $ul$a se había apretado contra su $erga cinco $eces m"s, m"s apretada que un pu0o. Ella había alcanado la culminaci-n seis $eces en total. Él mir- la calma de su rostro, y pens- en el hombre a quien casi había traicionado – *l 1bn, Cel hijo de su cora-n), aunque no el hijo de sus entra0as. bser$- los abanicos de sus pesta0as, y pens- en la mujer a quien había amado en silencio .seguro en el conocimiento de que ella había amado a otro. 1 supo que nunca $ol$ería a ser el mismo.
Fabía e'perimentado la uni-n se'ual. 8na noche. *on una mujer. El deber ase'ual era un lamentable sustituto. Sus bíceps y pantorrillas le dolían. 8na sorda presi-n molestaba dentro de su ingle. (o primero se ali$iaría con el tiempo y ejercicio; lo %ltimo con sencillamente orinar. odo lo que tenía que hacer era encontrar la fuera para salir de la cama. Él que nunca había remoloneado entre las s"banas desde que era un chico de trece a0os, seguro de quien era y que era. !o$i3ndose lentamente, para no despertar a !egan, se desli- de debajo de su cabea, su pierna, y luego de la colcha. (os dedos de los pies se cur$aron. El suelo de madera estaba helado. Durante un momento se qued- plantado al lado de la cama y obser$- a !egan dormir. El eco de sus gritos de placer resonaban en sus oídos. (e había rogado. ?ue no parara. ?ue la llenara m"s profundamente. ?ue le hiciera el amor con m"s fuera. &unca había sido tan humilde y a%n así sentirse tan poderoso. Su $estido negro permanecía en un mont-n donde lo había dejado para acudir a su cama. Su blanco turbante y chilaba, una camisa suelta larga hasta los tobillos, estaba todo desparramado por el suelo, un recuerdo $isible del camino por el que había $iajado y la distancia que había recorrido. ntes de esta noche, 3l habría doblado cuidadosamente sus ropas antes de retirarse. ntes de esta noche, 3l habría recogido ahora sus ropas y haberlas doblado. #nclin"ndose, cogi- el orinal de debajo de los listones de la cama. 8na goma arrugada le llam- la atenci-n –el cond-n que había usado para protegerse de las enfermedades. 8n claro 4uido se congelaba en el fondo del preser$ati$o, la prueba de que incluso era capa de eyacular. garr- el usado pro2l"ctico, cru- el suelo de tablas. *olocando la pesada $asija sobre la silla de al lado del hogar que no emitía ya ni el mínimo $estigio de calide, le$ant- la tapa con su mano derecha. 8n letrero negro desportillado qued- frente a 3l.
6same bien mantenme limpio# o no diré lo que he visto. 8na ligera sonrisa se pos- en sus labios. Fabía un cierto encanto subido de tono en los ingleses. irando el cond-n en el orinal, con su mano iquierda se la cogi- para apuntar. 7or primera $e el t3rmino virilidad $ino a su mente. Ella lo había elogiado por su tama0o –3l que nunca había pensado recibir elogios de una mujer.
*aliente orina cay- formando un arco en la desportillada porcelana; se form$apor en el frío aire de la ma0ana. Se la sacudi-, escurri3ndola, coloc- la tapa. !egan necesitaría hacer uso del orinal cuando despertara; se $ol$i-, dej"ndolo sobre la silla para su comodidad. jos somnolientos lo miraron desde las profundidades de la estrecha cama. &o necesitaba mirarlos para saber de que color eran/ eran $erde musgo. =erdes con $ida como el desierto no tenía. Su primer instinto fue esconderse. 7or primera $e en cuarenta a0os no lo hio. Su cabea se sentía e'tra0amente ligera, sin turbante para proteger su pelo negro, que estaba literalmente salpicado de gris. 7ero no era su cabea la que atrapaba la mirada de ella. Su mirada curiosamente $acilante, estaba 2jada en su ingle. 8n fogonao de calor le recorri- de arriba abajo. Se qued- quieto, esperando que se riera –como las mujeres del har3n se reían. *on miedo de mo$erse, no sea que in$ocara la risa que temía. 5&o sabía que los hombres en rabia se afeitaban sus onas pri$adas6. (a mirada de !egan se desli- hasta encontrar la suya, saltando por encima de 3l. 5<&o resulta frío en in$ierno>6 Su salida no fue bien recibida en el aire frío de la ma0ana. Ella no le había jugado en la oscuridad de la noche. 7ero lo hacía ahora a la lu del día, aunque no se burlara de su condici-n. (a oleada de furia lo tom- por sorpresa. 5Da otro $istao, se0ora6, ladr-. 5Es algo m"s que mi $ello Cpri$ado) lo que me falta6. Sus ojos se abrieron de par en par. <larmada porque había ofendido al perro "rabe> Él le había ofrecido un soberano de oro. <*u"nto dinero m"s necesitaría para que ella lo aceptara a la lu del día, como lo había aceptado en la oscuridad de la noche> Ella baj- la mirada y lo estudi- durante largos segundos. Su lengua asom- a sus labios, una sombra m"s oscura en la penumbra. 5&o la tienes tan...tan grande como la tenías anoche, pero es comprensible, seguramente6. (a respuesta de !egan fue ingenua; no era elaborada. Él al- la cabea con brusquedad. Ella era una puta. <*-mo no podía $er lo que era ob$io>
<*-mo no había podido sentirlo la pasada noche –la falta de carne que hacía de un hombre, un hombre9 cuando ella lo había agarrado con la mano> <*-mo podía ella confundirlo con otra cosa que lo que 3l era, despu3s de haber estado tumbado entre sus muslos, enterrado tan profundamente en el interior de su $ul$a que ni siquiera el aire pasaba entre ellos> menos... 56 solt-. Su mirada se desli- de $uelta a la de 3l. (a palide de su rostro se aclarhasta un crudo blanco. 5e dije quien soy6. 5&o eres una puta6, dijo sin rodeos. &inguna puta fallaría al obser$ar lo que ella aparentemente no $eía. Se le hio un nudo en el est-mago. 7ero si ella no era una puta. <7or qu3 había $enido a su habitaci-n> Él había llorado cuando se corri-; las l"grimas que no había llorado en cuarenta a0os. Ella lo había abraado, lo había consolado, lo había amado como si estu$iese acostumbrada a hombres que maldecían y lloraban mientras luchaban por encontrar su placer en el interior del cuerpo de una mujer.
¿(uién era ella? ensos segundos pasaron. El grito apagado de un hombre pidiendo un moo de cuadra penetr- a tra$3s de la pared de la posada, un atronador recuerdo de que la noche había terminado y un nue$o día había amanecido. 5Soy una $iuda6, dijo 2nalmente, sin alterarse. 58n hu3sped de esta posada, como t%6. Sus ojos se entrecerraron, recordando su obser$aci-n –que ella no hablaba como si fuese de cerca de (and)s End; recordando su respuesta –que no lo era. <7or qu3 no le había preguntado m"s> 5<*-mo es que $iniste a mi habitaci-n anoche>6 mascull-. 5Escuch3 que pedía al posadero que te encontrara una...prostituta.6 Su aliento empa0- el aire, desdibujando su rostro. 5(a intercept3 en el pasillo. (lam3 a tu puerta en su lugar, esperando que me confundieras con ella6.
Y él lo había hecho. 8n estridente relincho se escuch- en el aire; fue seguido por un corto, agudo ladrido de perro. Se dio cuenta de que debería estar helado, estando de pie desnudo delante de una mujer en una fría posada inglesa, pero no lo estaba. (a sangre bombeaba a tra$3s de sus $enas; $í$idos recuerdos destellaron en su mente como arena de colores en un calidoscopio, cambiando, mo$i3ndose.
7reguntas que había hecho, pensando que era una puta; a2rmaciones que había dicho, d"ndole $alor para dejarse ir. Die medias lunas $ibraban con $ida en sus hombros, las marcas de sus u0as. Ella le había mentido, no importaba que 3l, tambi3n, mintiera por omisi-n. <*-mo sabía 3l si la había complacido> 5E'actamente, 6 atac-, ocultando su $ulnerabilidad. 5 (os hombres "rabes est"n reconocidos por ser maestros en complacer a las mujeres. Dime. 6 Ella no se acobard- con su crudea la noche anterior, tampoco se acobardante su ira ahora. 58na noche, se0or. Esperaba ganar una noche de placer6. Su cabea se desli- de $uelta a la almohada, la trena enrosc"ndose, la barbilla hacia delante, desa2ante. 5*reí que eso era lo que t% deseabas tambi3n, de lo contrario no hubiese malgastado tu tiempo6 8na mujer tumbada desnuda entre s"banas arrugadas, con el pelo desarreglado y la cara brillante con sudor seco, no debería parecer digna. 7ero !egan lo estaba. 8n dolor inesperado aplac- su furia. Esta mujer no lo había menospreciado. Bidiculiado. *ompadecido.
No te ju7go, le había dicho. <7or qu3 no> Ella era una inglesa, si no de buena educaci-n, al menos de una familia respetable. <*-mo podía ella aceptarlo cuando las mujeres del har3n no lo hacían> 51o soy hadim6, dijo con brutalidad. 51o soy inglesa6, replic- ella. (iteralmente traducido, hadim signi2caba sin pelo, en cualquier otro idioma, solo signi2caba una cosa. pret- los dientes y se for- a decir la odiada palabra –una palabra que 3l había esperado no usar con esta mujer; una palabra que lo había angustiado durante cuarenta a0os. 5Soy un eunuco, se0ora6.
El desierto era un lugar de traicioneras arenas y $iento sibilante; era tambi3n un lugar de calma y perfecta quietud. Él nunca había sido testigo antes de tal calma en una inglesa, pero era testigo de eso ahora, en !egan. (a mirada de ella no se apart- de la suya. 51o diría, se0or, que tu representaci-n de anoche atestigua otra cosa6 Silenciosamente, 3l maldijo el calor que abras- sus mejillas. &o se había sonrojado en cuarenta a0os. Dos $eces esta mujer lo había hecho ruboriarse. 5!e contaron los hue$os6, dijo con rudea, esperando espantarla. Forroriarla. 7ara probarle que 3l no era el hombre que ella creía, pero que 3l había creído ser por una %nica noche. Ella lo consider- con calma. 57or hue$os, 5 (as puntas de sus orejas ardieron por su puntualiaci-n. 5&o tengo simiente6.
No tengo simiente reson- en su cabea –el grito del ni0o de trece a0os que fue una $e, irreparablemente alterado. (a justi2caci-n de los musulmanes con los que había crecido lo llen- de furia. Su pulso lati- en sus sienes y en su ingle, contando los segundos, prepar"ndose para defenderse. 5!i esposo era un $icario6, !egan dijo con $o clara y desapasionada. 5*uando el cirujano le dijo que yo estaba formada de tal forma que nunca sería capa de lle$ar en mi interior a sus hijos, rehus- compartir mi cama. &o quería poner en peligro mi $ida, dijo, caus"ndome m"s abortos. (a comadrona me inform- de ciertos pro2l"cticos que pre$enían la concepci-n. !i marido recha- usarlos, aunque su uso nos hubiese permitido estar juntos. Dijo que tales cosas eran inmorales, y que el placer marital era simplemente para bien de la procreaci-n6. (a $aga protesta de un carruaje chirriando y el apagado ruido de cascos rompi- el descarnado silencio que sigui- a sus palabras; e igual de repentino, el ruido e'terno ces-. 5jal" que mi marido no hubiese tenido simiente –o que yo hubiese sido est3ril6, concluy- con fría contundencia. 5Fubiese sido preferible, mucho m"s, que la soledad a la que nos conden-6. Él permanecía de pie, quieto, recordando su admisi-n de que un hombre la había rechaado. &o un moo jo$en, como 3l había pensado. Si no un hombre que había compartido con ella la intimidad se'ual que era, de hecho, uno de los $erdaderos milagros de la $ida. 8n hombre que le había dado placer y quien había sembrado se matri con ni0os que ella no había podido conser$ar. 8n hombre, que por propia admisi-n, ella había amado.
8na oleada de emoci-n pas- sobre 3l/ celos, por la profundidad de su afecto por su fallecido esposo; en$idia, por los largos a0os de compa0ía que había compartido con 3l; inseguridad, de c-mo consolar a una mujer a quien 3l había admitido en su solitaria $ida para su propio consuelo. (a ira $ino en su ayuda, de que 3l sintiera la necesidad de consuelo y, sinti3ndolo, no tu$iese los medios para e'presarlo. (os eunucos no podían permitirse emociones tan blandengues. 5<*u"nto tiempo hace que eres $iuda>6 pregunt- secamente. 5Dos a0os6 5<*on cuantos hombres has estado desde que eres $iuda, o tenías costumbre de dormir con otros hombres antes de que tu marido muriese>6 pregunt-, a$ergon"ndose de su propia crueldad, insinuando que ella era una puta aunque no de profesi-n. ?ueriendo destruir el $ínculo que se había forjado entre ellos esa noche por miedo a que ella pudiese esperar m"s de lo que 3l podía dar, eunuco como era pero que no quería ser. 5!i marido es el %nico hombre con el que he estado, sal$o contigo6, dijo rígidamente. Su cara, enmarcada por pelo negro y s"banas blancas, estaba p"lido. 5&osotros no intimamos en los %ltimos $einte a0os que $i$i-6. =einte a0os. Dos a0os. Ella había estado en abstinencia m"s de la mitad de a0os que 3l había sido eunuco. un así había $enido a 3l, un hombre que no era un hombre. 5Hue a tu marido a quien le pediste que te tocara6, dijo de plano. ?ue la besara. ?ue la lamiera. ?ue la chupara. odas las cosas que 3l le había hecho la noche anterior. 5Si6. 5Él era el hombre a quien amaste6 5Si. 7ens3 que 3l tambi3n me amaba, pero no pudo hacerlo <$erdad> 8n hombre no puede amar a una mujer si no respeta las necesidades de su cuerpo6. B"pidamente parpade- trag"ndose las l"grimas. De dolor. De rabia. De traici-n. !egan, tambi3n, sabía de la soledad. Becuerdos de su uni-n pasaron por 3l/ el caliente n%cleo de su $ul$a; la sua$e durea de su bot-n femenino; el roce de su $ello p%bico pinchando en
su pel$is mientras ella se lo tragaba todo y sin jugar ni una sola $e su ine'periencia o su falta de testículos. 5(as mujeres en rabia usan tapones de lana empapados en $inagre6, dijo de repente. 5<*-mo dices>6 El calor baj- por su cuello. 5*omo pro2l"ctico6, e'plic- 3l secamente. 51a $eo6. (a tensi-n se respiraba en el ambiente. En cualquier momento ella iba a le$antarse, $estirse e irse. Sin saber nunca lo que esa noche había signi2cado para 3l. Desesperadamente luch- por des$iar su atenci-n. 56 ntes de que las palabras salieran de su boca, se dio cuenta de la incongruencia de su pregunta. (e pedía una sinceridad que 3l no estaba dispuesto a de$ol$er. 5Si6, dijo lac-nica como había sido 3l. 5Si me permitieras unos momentos en pri$ado95 5&o6, rechin- entre dientes. 7udo sentir como se tensaba el cuerpo de ella. 56
No me dejes. 5&o soy un hombre...de palabra f"cil6 El silencio de !egan demostraba su conformidad en cualquier idioma. El perse$er-, como lo había hecho en los %ltimos cuarenta a0os. 5&o se como...hablarle a las mujeres6. Dijo cuidadosamente, intentando sua$iar su gra$edad, para ser lo que ella querría en un hombre. 5&o se lo que les complace95 5e he dicho95 57ero te complacer3, !egan6, interrumpi-, intentando apartar su pendiente rechao con rudea. 5Si quisieras permitírmelo6. (a e'presi-n de ella permaneci- inescrutable. 5&o entiendo que es lo que quieres de mí6 (a noche anterior ella había pronunciado palabras parecidas. Sus necesidades no habían cambiado. ?uería se lo que otros hombres eran.
5&o quiero m"s 2ngimientos o ilusiones entre nosotros6, dijo renaciendo la esperana, tomando las riendas del miedo. 56, preguntcautelosamente. Él nunca tendría otra oportunidad de e'perimentar la sincera se'ualidad de una mujer. 5e estoy pidiendo que pases otra noche conmigo6, dijo con tirante. 5<1 si lo hago>6 Su columna parecía a punto de quebrarse. 5Far3 cualquier cosa que desees6. 5!i marido...6 !egan se mo$i-; el crujido de la cama le hio a 3l encogerse. 51o no le pedí que me hiciera las cosas que te dije anoche6 5<&o le pediste que te tocara>6 pregunt-. El cora-n latiendo, la $erga estimul"ndose, la esperana espes"ndose en su lengua. !egan mantu$o su mirada, de repente pareciendo mucho m"s jo$en de lo que era. 51o no le pedí que...que besara mis pechos6. 5<(e pediste que te tocara entre las piernas>6 5&o tu$e el $alor de hacerlo6, admiti-. 7ero había tenido el $alor de $enir hasta 3l. De decirle a 3l lo que quería. 8n eunuco no tenía derecho a sentir j%bilo al escuchar que una mujer había buscado intimidades con 3l que ella no había buscado en un hombre. 7ero sinti- esa r"faga de posesi$idad ahora por !egan, sabiendo que 3l podía darle lo que su marido no le dio. Becord- sus labios cerrados cuando ella lo bes-. Su incertidumbre de c-mo se podía mo$er sobre su $erga cuando estu$o a horcajadas sobre su regao. Su descarada curiosidad. Su desinhibida respuesta. Él era ine'perto, pero no era ignorante sobre las pr"cticas se'uales. Ella era ambas cosas se dio cuenta 3l/ ignorante e ine'perta. 5<e gustaría que te besara el clítoris>6, pregunt- de pronto. 56 (a conmoci-n de !egan no era 2ngida. 5(os hombres besan a las mujeres en el clítoris6, dijo, deliberadamente pro$oc"ndola con el cebo de su se'ualidad. 5(o lamen. (o chupan6
5asta que ellas alcan7an la culminaci)n. (a imagen brill- entre ellos, 3l de pie ante ella desnudo, $ulnerable, ella tapada del cuello hasta la punta de los pies con las mantas, igualmente desnuda y $ulnerable.
5<% harías...harías eso>6 pregunt-, no tan serena como antes. !"s como la mujer que había sido por la noche cuando la oscuridad había sido su aliada y ella libremente había admitido sus deseos. 5(o haría6, a2rm-. 5<*-mo sabes que los hombres hacen eso>6 <*-mo sabía un eunuco $irgen que nunca había tocado a una mujer que los hombres hacían eso> Hue lo que realmente preguntaba. Él podría decirle que muchos tratados "rabes describían el acto del cunilingus, igual que aquellos mismos libros describían la e'citaci-n de una mujer... 5(os he $isto6, respondi- sencillamente. &o habrían m"s enga0os entre ellos. 56 pregunt-, intentando ocultar su sorpresa, pero fracasando. 5Fe $isto mujeres y eunucos juntos6 (a repulsa que 3l esperaba no lleg-. 5Dijiste que las mujeres "rabes no tienen clítoris6 5!uchas mujeres que son $endidas como concubinas no son "rabes6 Ella frunci- el ce0o. 5Esas concubinas...6 5Fay poca pri$acidad en un har3n6 &o cuando había tantos hombres que deseaban la %nica cosa que les era negada/ el placer del cuerpo de una mujer. 5tros eunucos...6 ello no termin- la frase, que otros eunucos habían tocado a las mujeres. Fabían complacido a las mujeres. 57ero t% no lo hiciste6. 5&o lo hice6, admiti-, anticipando su pr-'ima pregunta. ¿Por qué no? 5Esas mujeres que obser$aste69la comprensi-n brillando en sus ojos9 56 Su garganta se tens-. 5&o, no lo hacían6. (as concubinas eran escla$as, pero los eunucos eran...eunucos. El susurro de ropa de cama lo trajo de $uelta del pasado. 5Estoy en un dilema, se0or6 7or primera $e $io $erdadero bochorno en el rostro de !egan. 5<7or qu3>6 pregunt-, temiendo su respuesta.
57uedes $estirte, o me $isto yo. De cualquier modo, uno de los dos tiene que salir6 8na banda se apret- alrededor de su pecho. 5<7or qu3>6 repiti-, no queriendo preguntar pero incapa de e$itarlo. E$identemente, ella había tenido ya su2ciente de un eunuco, sin importar el hecho de que 3l se pondría hasta de rodillas por complacerla. E$identemente, estaba lista para $ol$er a la seguridad de su mundo ingl3s que no naufragaba como el de 3l. Su cara se ensombreci-, un $í$ido contrae con la blanca funda de la almohada. 57orque tengo que ocuparme de asuntos íntimos6 5<1 cuando te hayas ocupado de esos asuntos íntimos> #nsisti- con tenacidad. 5!e encantaría tenerte bes"ndome el clítoris6. &o apart- la mirada de la suya. 51 entonces me gustaría besar tu $irilidad6. 5<e quedar"s aquí, en mi habitaci-n, otra noche>6 pregunt-, no atre$i3ndose a creer a su oídos. 5!e quedar36 Durante un segundo crey- que sus rodillas se doblarían. (a oleada de sangre caliente en su ingle lo hio endurecerse. Airando, con la $erga oscilando pesadamente, al- la silla –cuidadosamente para no $olcar y derramar el orinal9 y lo deposit- todo al lado de la cama, madera chocando con madera. 5!e ocupar3 del fuego mientras te ocupas de tus asuntos íntimos6, dijo tajantemente, preocupado de dejarla, preocupado de que cambiara de idea. 5Fay pa0os de papel en el caj-n de la mesilla6 Sin darle tiempo a discutir, se dio la $uelta y camin- hacia la fría chimenea de hierro. Deliberadamente hio tanto ruido como pudo, quitando las brasas con las tenaas del hogar, estrujando las hojas de peri-dico $iejo para usarlas como mecha, echando carbones del, negro por el hollín, cubo de carb-n, sobre los papeles. gach"ndose, encendi- una cerilla y la acerc- al peri-dico. 1 todo el rato mientras hacía estas tareas, imaginaba a !egan. Esta era una intimidad que no había creído posible cuando decidi- pagar a una puta. (lamas aules cobraron $ida. (an- la cerilla al fuego, se puso de pie. Sin a$iso, se gir-. !egan estaba doblada hacia delante, desnuda, sujetando el orinal con ambas manos para desliarlo bajo la cama. Su cora-n se par-, presenciando la p"lida silueta de su pecho, una columna graciosamente cur$ada y un redondeado culo. (a trena le colgaba por la espalda.
Besueltamente, camin- hasta una c-moda con manchas de humedad que estaba junto a la puerta. 8na jarra blanca, que se $eía desportillada por el uso, hacía juego con una palangana. F"bilmente, le$ant- la jarra y llen- la $asija con agua. orpemente, la coloc- en el hueco, hecho para ese prop-sito, de la c-moda. El roce de cristal sobre la madera produjo un sonido apagado en el silencio. B"pidamente se la$- las manos, las enjabon- y las enjuag- antes de coger apresuradamente el pa0o, colocado al lado de la palangana. (o hundi- en el agua, luego lo escurri-. (a mano le temblaba. pretando el pa0o h%medo para calentarlo, se encar- a la cama. !egan estaba en el proceso de le$antarse, la espalda poni3ndose recta, las piernas estir"ndose. Sus nalgas eran agradablemente redondas. Él $islumbr- su se'o, de oscuros labios con incluso m"s oscuro $ello, y entonces ella se le$ant-, la columna erguida. Se dio cuenta del momento en que ella se percat- de que 3l la miraba. Sus $3rtebras se fusionaron; cuadr- hombros. una puta no le hubiese importado que 3l $iese su desnude, pero !egan no era una puta. #ncluso cuando pretendi- serlo, no había pensado en ella como en una puta, se dio cuenta. Fabía sido simplemente una mujer quien, por la ra-n que fuese, había aceptado las necesidades de un eunuco. Despacio, muy despacio, ella se dio la $uelta. ras ella, un delgado rayo de lu solar hacía brillar el pelo que había escapado de su trena, un impacto de $í$ido color en la monotonía de las sombras. &o era ni marr-n ni caoba, sino una combinaci-n de ambos –un rico casta0o con hebras de plata. Fabía $isto mujeres desnudas en el har3n; las había obser$ado en sus juegos, sus ba0os, en sus juegos se'uales con otras y con otros eunucos. lgunas habían sido m"s rollias que !egan, algunas m"s esbeltas; algunas habían tenido pechos m"s grandes, otras m"s peque0os; todas habían sido m"s j-$enes, m"s bellas, pero ninguna lo había estimulado como !egan lo estimulaba ahora. 7eque0as manos se cerraron en pu0os a sus costados, silenciosamente plantada delante de 3l, esperando su opini-n.
De un eunuco. Se sentía como si sus manos le apretaran el cora-n. Ella al- la barbilla, rechaando su $ulnerabilidad. 5Fe oído que las mujeres en los harenes son muy bellas6 5Si6, agua goteaba entre sus dedos, cayendo sobre el suelo de madera. 5(as concubinas son compradas por su bellea6
Sus ojos eran cautelosos. Deseando su aprobaci-n, su elogio. Se pregunt-. <=eía ella la necesidad de 3l de aprobaci-n, de elogio> 5ienes la piel muy blanca6, dijo muy brusco. 57iel blanca y ojos de un $erde puro como los tuyos son altamente apreciados en rabia. us pechos son abundantes; tus caderas generosas; tu cintura 4e'ible. endrías mucho $alor en rabia6 5&o necesitas mentirme, se0or; soy completamente consciente de c-mo soy. *omo dijiste anoche soy demasiado $ieja para ser una puta. Sinceramente dudo que cualquier hombre me quisiera como concubina6 (a había herido, se dio cuenta tardíamente. 7ero esa no había sido su intenci-n. 5noche...6 Ella al- el ment-n, preparada para defenderse de m"s palabras hirientes. 5noche yo estaba asustado6 8n peso in$isible se le quit- de los hombros. El mundo no se había acabado de pronto por la confesi-n de miedo e incertidumbre de un eunuco. !egan no estaba con$encida. @usc- las palabras para con$encerla. 5noche, me pude dar cuenta que mi necesidad de una mujer no disminuía con la edad, que yo sentía las mismas necesidades mir"ndote a ti que las que había sentido cuando era un hombre jo$en, mirando a las mujeres en el har3n. !e di cuenta que continuar3 teniendo las mismas necesidades cuando sea un hombre $iejo6 #ncluso si 3l no era capa de satisfacer esas necesidades. 5e aseguro, se0ora, que est"s equi$ocada6 dijo sinceramente. 5Fay muchos hombres que te desearían como concubina6 (a barbilla de ella no descendi-. #nseguridad brill- en sus ojos llenos de sombras. 5(and)s End es un pueblo peque0o. 1o $ine a ti esperando que creyeras que no habían otras mujeres disponibles, y que t% de ese modo me aceptaras6 <(a habría considerado 3l como compa0era se'ual si ella no hubiese $enido a su habitaci-n> Él nunca lo sabría. ampoco ella. 5!e he quitado la esponja6, dijo apresuradamente, como si eludiera su respuesta.
Él imagin- su carne desnuda hundi3ndose en la carne desnuda de ella, y sinti- como su ya erecto miembro crecía m"s largo y m"s grueso. (a mirada de ella lo recorri- de arriba abajo. (o estudi- durante largos segundos antes de ele$ar lentamente los p"rpados. 57odría...afeitarme, qui"s, si me ayudaras6 (os dedos se tensaron alrededor del pa0o h%medo; el constante goteo de agua se aceler-. 5&o espero que t%9no deseo9que parecas o act%es como una concubina6 5!i $ello p%bico debe...pincharte6 5Si6, dijo gra$emente, los labios le$ant"ndose es sus comisuras. Fabía pasado mucho tiempo desde que 3l había sonreído. 57incha6. 8na peque0a pulsaci-n golpeaba en la base de su cuello. 5&ecesito que me toquen !uhamed, pero tambi3n necesito tocar. ?uiero complacerte tambi3n6 Su sonrisa se marchit-. 5Soy un eunuco !egan6 5Se lo que eres, se0or6 &o, ella no sabía lo que 3l era. 8l no sabía lo que era. 5&o era a ti a quien maldije anoche6, dijo secamente, y se encogi- ante su crudea. !egan no se acobard- por el tono de su $o. 5(o se6. Él inhal- un profundo suspiro, oli3ndola a ella, oli3ndose 3l, oliendo...6e la$ar3, se0ora, y te quitar3 el olor a $inagre6 5Soy perfectamente capa de la$arme sola, gracias6 5e quitar3 tu dolor, !egan6 Su pelo casta0o resplandeci- con $ida; su cara se qued- absolutamente quieta. Dirigi- la mirada al pa0o en la mano de 3l y el agua que goteaba entre sus dedos, y luego de $uelta a su rostro. 56 5&o6 Beemplaaría la $acía esterilidad de su $ida con el aroma y el sabor y el sentir de esta mujer, y durante un poco m"s de tiempo, disfrutaría de la opini-n de ella de que 3l era un hombre. El rostro de !egan de pronto se ilumin- con una radiante luminosidad que resultaba mucho m"s seductora que ju$enil. 5Disfrutaría de tus atenciones, se0or6.
CAPÍTULO CUATRO
!uhamed era un eunuco; !egan era una $iuda. Su cuerpo estaba en forma, como el de un hombre en sus mejores tiempos; el de ella era m"s blando, una mujer que había alcanado la edad madura. Su $irilidad descaradamente destac"ndose en su cuerpo, larga, gruesa, dura. Ella no tenía que mirar hacia abajo para $er que sus peones estaban igual de duros. 7ermanecían de pie uno frente al otro, desnudos, sin m"s mentiras que esconder. Sin m"s oscuridad para camu4ar quienes y lo que eran/ un hombre y una mujer cuyas $idas; por la ra-n que fuera, se habían cruado. !egan esper- con temblorosa e'pectaci-n. Estaba dolida –por su uni-n de la noche anterior y por la necesidad que la inundaba otra $e. !uhamed se acerc- m"s. El tentador aroma de sudor almiclado "cido y especiado llen- sus fosas nasales, record"ndole el placer que habían compartido la noche antes, y los placeres que les esperaban a la lu del día. 5Aracias por tus cumplidos a mi...mi persona6, dijo sin aliento. 1 los de$ol$i-. 5% eres un hombre muy guapo, lo sabes6. 8na mancha de lu delineaba claramente su mejilla iquierda. 8n oscuro carmesí la ti0-; la negaci-n brill- en el negro de sus ojos. bri- la boca...6Aracias6, dijo "speramente. 1 abarc- su mejilla con el pa0o h%medo. Estaba caliente con el calor de su cuerpo. El toque fue el3ctrico. qui"s era su $irilidad que topaba su est-mago lo que era el3ctrico. Eso, tambi3n, estaba h%medo. (a intensidad de su mirada la dej- sin aliento. *err- los ojos apretando los p"rpados y se concentr- en la sua$e9ruda caricia del pa0o limpiando su mejilla iquierda, la derecha, su frente, su barbilla, su cuello, encima de sus senos, su pecho iquierdo... Sus p"rpados se abrieron de golpe. (os ojos de !uhamed estaban $elados por gruesas pesta0as negras. 8n moo cerca de la $icaría de su esposo había comprado una $e un jo$en semental con prop-sitos de cría. *uando el semental result- ser est3ril, el moo había castrado a la bella bestia. !egan lo había $isto en el campo un día, intentando hacer lo que la naturalea había pretendido que fuera pero que el moo había hecho imposible. qui"s no había sido imposible. ?ui"s el castrado semental había sido capa de culminar, como !uhamed había sido capa de conseguir la culminaci-n.
?ui"s el castrado semental le había proporcionado a su hembra placer, como !uhamed le había dado a ella placer. !uhamed diligentemente la$- su pecho derecho, frotando y frotando hasta que su in4amado pe-n $ibr-. #nspir- frío aire, necesitando saber –5<(as concubinas...los hombres chupan sus pechos>6 < era ella, de hecho, una abominaci-n al querer que un hombre le chupara como los beb3s succionaban a sus madres> Él le$ant- los p"rpados. jos negros se cla$aron en ella mientras el pa0o la la$aba. 5Si6. 56 5(as mujeres del har3n poseen phalli ; los usan con ellas mismas, con otras, o tambi3n tienen eunucos qui3nes se lo hagan.6 56 5Halos arti2ciales6
9alos. rti2ciales...¿Penes? 5Si3ntate en la cama y 3chate hacia atr"s6 sí 3l podría la$ar sus partes íntimas. sí 3l podría besar su clítoris. 7ero, 5&o es necesario que hagas esto6, dijo r"pidamente. 5<&o es lo que deseas>6 51o...6 (a limpiea era tanto por 3l como por ella, había dicho 3l. Ella pens- en el dolor que había soportado en el har3n, mirando a otros disfrutar de los placeres que le eran $edados. pesar de que !egan no era una jo$en y bella concubina, podía darle esto. 5Si. (o deseo6. !egan retrocedi-. (a parte de atr"s de sus piernas golpe- contra el colch-n. Se sent- bruscamente, la cama crujiendo. 8n dolor sordo le subía desde la pel$is, atenuado por la fría comprensi-n de las mantas de lana y la basta s"bana. El suelo debía ser igualmente frío y mucho m"s duro bajo las desnudas rodillas de 3l. largando la mano, cogi- una almohada y la tir- al suelo.
l mismo tiempo unos pies oscuros, largos, estrechos dieron un paso adelante. (a almohada aterri- sobre ellos. Ella le$ant- la mirada...y se qued- helada. 8n solo ojo la miraba. #nstinti$amente alarg- la mano...y cerr- los dedos alrededor de c"lida y $ibrante piel. !uhamed inhal- audiblemente, pero no se apart-. (a noche anterior, enfundado en un cond-n, lo había sentido como goma; ahora –5Eres como raso6, murmur-, hipnotiada por la circunferencia y la longitud y la pura bellea masculina. Sua$emente, ara0- la in4amada punta –era morado oscuro en la tenue lu. Besbalosa humedad mojaba su pulgar. 8n peque0o latido $ibraba en su interior. Ella mir- hacia arriba con asombro. Él miraba hacia ella en tensi-n. !egan dijo la primera cosa que le $ino a la mente. 5&unca supe que un hombre sería tan sua$e, y a la $e tan duro6. 5<&o $iste –o no tocaste9 a tu marido>6 5(os ingleses est"n m"s preocupados de su pudor que de su sensualidad6 5Soy circunciso6 5Eres perfecto6, dijo con toda sinceridad. Escuchando las palabras que había dicho en $o alta, se sonroj-. Su $irilidad se 4e'ion- dentro del círculo de sus dedos. (o había complacido con su cumplido. 8na cosa tan simple, cuando 3l le había dado tanto placer. El orgullo era una cosa peque0a que sacri2car si le podía de$ol$er a 3l la alegría que le había sido arrebatada. D"ndose cuenta de la oportunidad que se le estaba presentando, alarg- la mano par acoger el pa0o. !uhamed sabía lo que ella iba a hacer. (o que las concubinas del har3n no habían hecho por aquellos hombres quienes les habían proporcionado placer. (e dio el pa0o. !egan cuidadosamente lo la$-, allí, bajo su pene donde la piel era sua$e e'cepto por una dura costura de arrugadas cicatrices. Él se puso tenso; ella continu-, la$ando la raí que era m"s oscura que la piel sin $ello de su ingle, el tallo que era m"s grueso que la circunferencia de sus dedos, la corona p%rpura que lloraba l"grimas de cristal. Ella lo bes-, en la misma punta de su $irilidad.
Él le cogi- la cabea, las palmas sobre sus orejas por lo que todo lo que ella podía oír era el latido de su propio cora-n que iba al ritmo del peque0o cora-n que latía contra sus labios. (o sabore-. Sal resbaladia cubri- su lengua. bri- los labios contra 3l –sua$e carne arrastr"ndose sobre sua$e carne, la boca abri3ndose m"s9 De repente el calor que acunaba sus ojos desapareci-, y una fuerte mano agarr- su trana, tirando de su cabea hacia atr"s mientras el sonido de una pesada respiraci-n la rodeaba. (os duros rasgos de !uhamed estaban demacrados; sus negros ojos llenos de 9 Se le subi- el cora-n a la boca. 5<e he hecho da0o>6 58n hombre puede llegar a liberarse en la boca de una mujer tanto como en su $ul$a6, rechin- entre dientes. !egan $io m"s all" de su durea. Él quería esa liberaci-n de la que hablaba. (a deseaba tanto que le asustaba. 5Disfrutaría lle$"ndote al orgasmo de esa manera6, dijo con clama. Su boca se torci- –una mueca de dolor m"s que de placer. 5<1 qu3 si te cuento que algunas concubinas disfrutan cuando los eunucos penetran sus ori2cios traseros> 6
"ri:cios traseros... Su signi2cado golpe- cobre ella. (a imagen qued- suspendida en sus pensamientos, rehusando des$anecerse. Se sobre ponía a una $í$ida imagen de un falo arti2cial. Ella nunca había imaginado actos como los que 3l e$ocaba... *uando había recogido pepinos en su peque0o jardín, nunca había imaginado el objeto al que su forma te traía a la mente con su sorprendente parecido... *uando apretaba los m%sculos de su $ul$a, nunca había notado que sus nalgas tambi3n se tensaban... *uando los dedos de 3l se habían hundido en su hendidura la noche anterior, no se había preguntado que pasaría si los metiera solo un poco m"s, un poco m"s profundo...¿o si? 5*reo6 –!egan trag-, lo estrecho de su garganta lo hacía difícil –5que si un acto le proporciona placer a una mujer...o a un hombre...entonces seguramente es causa de regocijo m"s que de $erg:ena. *reo que son aquellos que jugan las necesidades de otros los que deberían a$ergonarse6.
5Fay actos que son $ergonosos6. Sinti- los primeros pinchaos de dolor en el cuero cabelludo. 5ctos que algunos hombres e'igen y que no son naturales6 Su $irilidad continuaba pulsando entre sus dedos; un latido $ibraba junto a la comisura de su boca. 56 pregunto con cuidado. 5< qu3 actos te re2eres> < un hombre tocando a una mujer...besando su $ul$a> < una mujer tocando a un hombre...besando su $irilidad> <*rees que esos actos son antinaturales>6 5&o6. Su agarre se a4oj-. 5&o son esos actos los que son $ergonosos6. 5Far3 cualquier cosa que desees, !uhamed, lo que sea mientras no me hagas da0o6. 51o no te haría da0o6. lgo chispe- en las profundidades de sus ojos negros. 5&unca le he hecho da0o a una mujer6. !egan lo crey-. 5=i a una chica y un chico j-$enes una $e6 (as palabras saltaron de su boca antes de que pudiese detenerlas. 8na completa quietud se instal- en 3l; solo el $ibrante pulso en el interior de su $irilidad estaba $i$o, registrando el paso de los segundos. pagados sonidos llegaban de alg%n lugar de la posada –$enían de otro mundo, un lugar en el que no habitaban un eunuco y una $iuda. 5El campo, como tu har3n, no es siempre un lugar pri$ado6, continusua$emente, recordando...6Se tumbaron juntos en un campo. Era prima$era, la hierba era de un $erdor reciente. 1o los obser$3 desde un seto.6 56 pregunt- con $o ronca. 5(a chica se sent- a horcajadas sobre los muslos del chico, mientras 3l estaba tumbado de espaldas y le acariciaba los pechos. Ella lo cabalg- como un hombre cabalgaría un caballo6. 5<e e'cit- la $isi-n de aquello>6 El solo recuerdo la e'citaba. 5Si6 Él cerr- los ojos, espesas pesta0as contra su mejilla. 5!e diste placer anoche, !egan. !"s del que nunca hubiese creído posible6 Sus p"rpados se abrieron; sus ojos negros eran sombríos. 5&o se si ser3 capa de compartir ese placer contigo otra $e. (os eunucos como yo podemos ponernos erectos, pero es...difícil...a $eces imposible...obtener la liberaci-n6
Ella no quería llegar a la culminaci-n si 3l no podía obtener la suya. 5Entonces no hay necesidad de que t% me des placer –5 5Fay toda la necesidad, se0ora6 5<7or qu3>6, lo desa2-. 57orque eres una mujer muy especial, !egan. 1 quiero conocerte6. (a protesta que crecía en su garganta muri-. 5Sentí tu clítoris endurecerse contra mis dedos anoche6, la $o y el rostro tensos. 5hora quiero sentirlo endurecerse contra mi lengua. %mbate, !egan. Deja que me aprenda tu cuerpo. Deja que te de placer. Es todo lo que puedo ofrecerte. Es todo lo que puedo ofrecerle a una mujer.6 Su pecho lo sentía como si lo estu$iese estrujando a 3l en lugar de al pa0o. En silencio, !egan le dio el h%medo pa0o y se tumb-. El techo había tenido goteras alguna $e; un laberinto de manchas marrones lo marcaban. 5bre las piernas6 Dedos 2rmes la ayudaron. (a abrieron. (a dejaron e'puesta. lgo frío, h%medo la toc- –el pa0o. Se tens- –los m%sculos del interior de su $ul$a, los m%sculos del interior de sus nalgas. El frío pa0o calent- su cuerpo, abri- su cuerpo, hurg- en su cuerpo. Él estaba...metiendo el pa0o en su interior. Ella se estremeci-, in$adida por su dedo, por m"s pa0o, su dedo de nue$o, y toda$ía m"s pa0o. Kusto cuando le$antaba la cabea y empeaba a protestar que ella no era un tarro que necesitaba que lo limpiaran apretujando un trapo en su interior, 3l la tom- en su boca. *olor líquido. rdiente humedad. (a cabea de !egan cay- sobre la almohada de arrugada s"bana; el colch-n protest- crujiendo. Ella mir- la gran mancha de humedad; círculos oscuros rodeaban los bordes e'ternos, goteras m"s recientes, una parte del todo pero toda$ía separada del resto. *omo la se'ualidad de !uhamed había sido parte de su naturalea, aunque separada de su $ida. 7ensamientos sobre !uhamed e im"genes de el círculo de agua lentamente se hicieron borrosas hasta que la $ista y la sensaci-n fueron una solo cosa, y era tan solo la lengua y el pa0o que estaba apretujado en su interior. Él se introducía hasta el mismo topo, su lengua m"s caliente que había sido su dedo. !"s mojada. !"s r"pida.
8na gota de agua fría resbal- de su $ul$a hasta la hendidura entre sus nalgas. &o había sitio para el aire en el interior de su cuerpo, y a%n así sus pulmones lo succionaban por su cuenta, m"s hondo, m"s hondo... (a cima de su placer la golpe- con la fuera de un rayo, chamusc"ndola, desgarr"ndola. D3bilmente, a%n tu$o tiempo de preguntarse quien había in$entado el t3rmino Ccima del placer) –no había nada remotamente placentero en la agonía que le suponía a su cuerpo partirse en dos; esto era de lo que tenía miedo %uhamed# este placer que le consumía a uno hasta el alma misma .1 entonces grit-. l mismo tiempo su cuerpo se con$ulsion-. Era como si su lengua le estu$iese succionando las entra0as. ens- los m%sculos –$ul$a, nalgas –no puedo e$itarlo. *on cada espasmo otra pulgada de ella se salía. &o, no de ella...el pa0o. Él estaba sacando lentamente el pa0o a%n con sus m%sculos apretados intentando detenerlo. De repente no hubo forma de pararlo, su cuerpo lo empuj- y solt- el pa0o...solt- su orgasmo y solt- una parte de !egan que ella misma no sabía que poseía hasta que un eunuco "rabe se había tomado su tiempo para mostr"rselo. !egan se desplom-, y de nue$o estaba mirando el techo y la gran mancha de humedad rodeada por círculos oscuros, unidos pero separados. 8na mano fuerte presion- su est-mago, como para poder sentir las contracciones que continuaban tensando su matri. 8na lengua probaba super2cialmente su $ul$a, como para poder sentir las contracciones que continuaban en su $agina. (entamente las contracciones disminuyeron y la lengua se retir-. lgo sua$e y sedoso, y $i$o, se desli- entre sus dedos –pelo. <*u"ndo le había cogido la cabea>, se pregunt- aturdida. 5En riente, ristras de perlas se usan en lugar de un troo de tela6 ire caliente quemaba junto a sus labios $aginales, trayendo el deseo de $uelta a la saciada carne. 56 8n calor duro de repente la in$adi- –un dedo. Se estremeci-. &o estaba acolchado con tejido. 5Fe leído sobre ese acto y muchos m"s6, dijo con $o ronca. 5En rabia hay tratados que describen las di$ersas maneras en que un hombre puede complacer a una mujer6 5<1 has tratados que describan las di$ersas formas para complacer a un hombre>6 5Es a tra$3s de la $ul$a de una mujer 9introdujo un segundo dedo, un impacto que r"pidamente la obsequi- con una tentadora plenitud –5como un hombre consigue su placer6.
(as l"grimas le ardían en los ojos. Determinada a encontrar el modo de dar a !uhamed el mismo placer que 3l le había proporcionado . 5Aracias por impro$isar con la tela. !e siento bastante...limpia6 Sus dedos dentro de ella $ibraban. qui"s era ella la que $ibraba. 5Si pudieras tener cualquier cosa que quisieras, 6, pregunt- inesperadamente. 51o...6 *sto. Este tiempo con 3l era todo lo que ella siempre había deseado. 5&o lo se6. 8na fuerte presi-n pinchaba en su $agina. 56 5Esto, !egan6. Empuj- dentro de ella –tres dedos9 parecían cinco. 5Esto es lo que yo siempre he so0ado hasta donde puedo recordar6 #nspir- aire –conscientemente intentando relajar su cuerpo y darle a 3l lo que necesitaba. El techo estaba con im"genes superpuestas. !uhamed ali$i"ndose 3l mismo; !uhamed prepar"ndose para el rechao cuando se gir- y la $io mir"ndolo; el rostro de !uhamed descompuesto cuando pensaba que ella no se quedaría con 3l otro día, otra noche. (as im"genes desaparecían con el sonido de !uhamed maldiciendo en la noche mientras encontraba su primera eyaculaci-n con una mujer. Él hio girar los dedos. Electricidad la atra$es-. Se qued- mirando a ciegas el techo, for"ndose a quedarse quieta y permitirle e'plorarla. 56 5&o me acuerdo6 (a estaba e$adiendo otra $e. Sus dedos se hundieron m"s profundamente en ella. !egan se mordi- el labio. 5*la2na 6 5!aldici-n6. Él 4e'ion- los tres dedos dentro de ella y sua$emente rasp- la pared delantera de su $agina.5ienes un bot-n en tu interior6
,;n bot)n/ El calor la atra$es- –m"s caliente que el fuego, m"s electriante que un rayo. 56 Su cuerpo se irgui- por su cuenta. 5Ih, Dios míoJ 6 Él repiti- la caricia. 5 %ara 4ahda signi2ca Cuna $e). <e doy placer con tan solo mis dedos dentro de ti>6
7lacer no era la palabra que usaría para describir lo que sentía. gonía. ortura. 5Si. !e da placer. <e da placer a ti>6 5u carne arde, !egan, con el calor de tu deseo. Si, me complaces. <7uedes obtener tu culminaci-n así>6 51o no...no lo se6 5Entonces descubr"moslo6 Él encontr- el ritmo que su cuerpo necesitaba, como si sus dedos fuesen su $irilidad, introduciendo las puntas de sus dedos, profundo, duro, cur$"ndose para que en cada embestida, cada retirada, e'citara el bot-n especial que había encontrado. leadas y oleadas de placer asaltaban a !egan. 7ens- en las mujeres "rabes que habían sido castradas, y esperaba que les fuera posible e'perimentar esto, al menos, el placer que se obtenía al acariciar las paredes interiores de la $agina de una mujer. 1 entonces ya no pens-, solo pudo sentir como una oleada de ciegas sensaciones la arrasaba, y el mundo entero se redujo al calor de su mano presion"ndole la matri mientras el calor de sus dedos golpeaban dentro de ella. Su cuerpo se dobl- en un arco perfecto. @uscando escapar. Subiendo a por m"s. Él le dio m"s. !"s profundo. !"s duro. Siempre empujando hacia adentro contra las paredes interiores de su $ul$a. (e dio su liberaci-n. 1 no busc- la suya. !egan lentamente fue consciente de sus dedos que eran una parte de ella y la tensi-n que la rodeaba. 5Fe leído que una mujer es inagotable6, dijo con asperea. 5?ue puede alcanar mil y un orgasmos en una noche6 5&o creo que...6 rag- una d3bil bocanada de aire, incapa de tragar una m"s profunda. 5&o creo que yo sobre$i$iera a un solo orgasmo m"s ahora mismo, mucho menos a no$ecientos no$enta y nue$e m"s6 Sus dedos se cerraron sobre su est-mago; al mismo tiempo se cur$aron en el interior de su $agina. 5Fay un poo en las cercanías6, dijo de repente. 5!adron ell6 Estaba a una milla m"s o menos de la iglesia de !adron. 5Si6. !egan le$ant- la cabea. El sudor brillaba en su rostro. 5(o se6 <7ero c-mo lo sabía él > 5!e gustaría $erlo. *ontigo.6 (os latidos de su cora-n retumbaban en su pecho; sus senos temblaban con el esfuero por respirar. 57referiría mucho m"s $erte satisfecho6
orci orci- la boca. 5e 5e lo dije, !egan. (os eunucos no son como los hombres6 Sus dedo dedoss $ibr $ibraba aban n dent dentro ro de ella ella,, dici dici3n 3ndo dole le que me ment ntía ía,, puede puede que deliberadamente o sin saberlo. Él era un hombre, y podía obtener placer. placer. Si solo con2ara en ella. 5&ecesito $ol...$ol$er a mi habitaci-n6, dijo. 5<7or qu3>6 pregunt-, su $o de pronto, cautelosa. 5&ecesito coger...6 coger...6 ?u3 ridículo resultaba, sonrojarse s onrojarse por mencionar una cosa tan inocente como la ropa interior cuando sus dedos la llenaban y su cuerpo toda$ía temblaba por el placer que le había proporcionado. 5&ecesito coger mi capa6. 5(a coges al pasar por tu habitaci-n cuando salgamos6 57referiría que t% fueses a pedirle al posadero una cesta de picnic para lle$ar mientras yo me $isto6 5<% no6 –embisti- m"s profundo, los dedos estir"ndose, tocando, como si traaran un mapa de sus paredes $aginales –5cambiar"s de idea>6 5&o. Estoy hambrienta6 Él cambi- el mo$imiento de direcci-n. Ella inspir-, internamente siguiendo el lento retroceso de sus dedos, un nudillo, dos...6&o cen3 anoche6 Sus dedos brillaron en la tenue lu, h%medos con la esencia de su orgasmo. !egan mir- hacia arriba. Su mirada estaba esper"ndola. quella ligera media sonrisa le$ant- la comisura de sus labios. 5&o quiero que est3s hambrienta por mi culpa6 5Entonces sugiero que me alimentes, se0or6 El indicio de su sonrisa desapareci-. 5&o sabía que e'istían mujeres como t%6 51o no sabía que hombres como t% e'istían6 Se retrajo inmediatamente. 5(os eunucos se mencionan en la @iblia cristiana, cristiana , !egan6 57ero 57ero los hombres que $aloran la satisfacci-n de una mujer no, n o, !uhamed6 !uhamed se le$ant- con un solo y r"pido mo$imiento; estaba ostensiblemente erecto. Dobl"ndose, agarr- el turbante blanco y la t%nica que había desechado la noche anterior. anterior. (os m%sculos de su espalda, piernas y nalgas se tensaban cuando andaba. (an- el pa0o sobre la barra de madera junto a la c-moda y entonces cuidadosamente se puso la t%nica por la cabea.9 briendo el caj-n de arriba, sac- un cepillo con el mango de madera y se cepill- el pelo. *ay- en rios perfectos.
8na le$e punada se cla$- en su pecho, de que 3l tu$iese esa mata de bonito pelo cuando el de ella era lacio y sin $ida. (a punada de en$idia fue inmediatamente reemplaada por un sentimiento de opresi-n. Era reconfortante mirar a un hombre realiar su aseo matinal. Sus h"bitos eran los mismos que los de un ingl3s; se $estía, se cepillaba el pelo, los dientes... Doblando la cabea, 3l escupi- en el la$amanos. Ella se mordi- el labio para no protestar cuando 3l procedi- a en$ol$er el turba turbant nte e alre alrede dedo dorr de su ca cabe bea a.. *uand *uando o abriabri- el se segu gundo ndo ca cajj-n n de la c-m cmoda oda y sa sacc- un par par de anch anchos os pant pantal alon ones es blan blanccos os,, ella lla no pudo pudo permanecer callada. 57or fa$or, no6 Su espalda se tens-. 5<&o qu3>6 pregunt-, sin darse la $uelta. 5enía la fantasía de que los "rabes no lle$aban nada bajo sus t%nicas. (os escoceses son famosos por no lle$ar nada bajo sus Gilts. Es...interesante para una mujer pensar que todo lo que necesita hacer es le$antar la falda de un hombre6. !uhamed se gir-, la t%nica blanca re$oloteando.5!e est"s ...tomando el pelo6 7arecía 7arecía sorprendido de que una mujer le hiciese eso. 5En absoluto, se0or6, dijo juguetonamente, sinti3ndose absurdamente jo$en y libre. 5(os ingleses no tienen sentido del ridículo, especialmente cuando se sientan desnudos delante de gente $estida. qui"s eso no est" bien $isto en tu país6. 8na sombra cru- su rostro, un truco de la lu. 5(as concubinas y los escla$os no $an de picnic en rabia6 Ella había super$isado muchos picnic como esposa del $icario, pero nunca había asistido a uno sin compa0ía de una chaperona con un hombre a solas. 5!e atre$o a decir que no sería una costumbre muy pr"ctica en el desierto6, dijo sua$emente. 56 Su $acilaci-n resultaba atracti$a. 5sospecho que en una posada de este tama0o no habr" mucho donde elegir. 8na empanada de carne y queso estar" bastante bien, gracias6 56 !egan sinti- un profundo p"lpito en el pecho. !uhamed era muy $ulnerable bajo su aparente asperea. 5Si no estoy aquí, estar3 en la segunda habitaci-n bajando a la iquierda6, dijo con calma. Él se dirigi- a la puerta, con un sua$e susurro de algod-n.
5!uhamed6 !uhamed se detu$o; no se dio la $uelta. 56 5<*-mo sabías acerca de !adron ell> Es un fen-meno local6. 5<*-mo te enteraste t&>6 Ella no había imaginado la sombra que había cruado por su cara y ahora llenaba la habitaci-n; no tenía nada que $er con una nube pasajera. Él había dicho no m"s enga0os. 5&ací en (and)s End6, contest- sin alterarse. 5!i madre –como la mayoría de la gente de por aquí –se aferraba a muchas de las antiguas costumbres. !e bautiaron con las aguas del poo6. 56 pregunt- con su modo brusco habitual. &o iba a responder a su pregunta. !egan reprimi- el aguij-n de dolor. dolor. 5Sidra estar" bien, gracias6 *on un remolino de ropa abri- la puerta y se perdi- de $ista. 8n chasquido al cerrar sigui- a su salida. Su cora-n dio un brinco. De pronto se sinti- con cuarenta y ocho a0os otra $e en lugar de con $eintis3is y llena de goo. 7oni3ndose de pie, !egan cogi- su $estido negro de lana del suelo y se $isti-. Forquillas salpicaban la almohada y las s"banas. (as recogi-. Se puso los apatos, rescat- su sombrero de 2eltro negro y el al2ler de debajo de 3l. !ir- la peque0a lata marr-n sobre la mesilla. &o había letrero en el e'terior, nada que indicara lo que había dentro. En un impulso, quit- la tapa. Estaba llena con lo que parecían parecían pieles enrolladas enrolladas de salchichas. *ondones. *ondones. me menu nudo do se habí había a preg pregun unta tado do co como mo se serí rían an.. Difí Difíci cilm lmen ente te par parec ecía ían n su2cie su2ciente ntemen mente te grandes grandes como como para acopla acoplarse rse al tama0o tama0o de un hombr hombre e como !uhamed. !egan cogi- una funda de goma y coloc- la tapa, un r"pido chasquido de metal contra metal. El pasi pasill llo o es estab taba a osc oscur uro, o, $ací $acío; o; una una desg desgast astad ada a alfo alfomb mbri rill lla a de lana lana se e'tendía en toda su longitud, un aplique de aceite custodiaba cada una de las seis puertas, un apagado brillo de peltre. Se apresur- a su habitaci-n.
8n destello de oro le dio la bien$enida. Su aliana esperaba sobre la mesilla al lado de la estrecha, cuidadosamente hecha cama. Su $ista no le pro$oc- el sentimiento de traici-n que ella había asociado a su matrimonio durante los %ltimos $eintid-s a0os. #mpulsi$amente, !egan cru- el suelo de madera, los tacones haciendo eco con determinaci-n, y abri- de golpe las desgastadas cortinas. *egadora lu del sol se derram- en la est3ril habitaci-n, probando que había lu despu3s de la oscuridad. Air"ndose, agarr- la aliana de la mesilla y lo lan- en el interior del caj-n de arriba del $estidor. Sint Sinti3 i3nd ndose ose tan tan inse insegu gura ra co como mo una una chic chica a jo$e jo$en n es espe peran rando do a su prime primerr pretendiente, se la$-, se cepill- los dientes, se solt- la trena y se cepill- el pelo. Furgando en su ba%l, sac- un cors3, una camisola, enaguas, calones de lana lana –no, –no, no quer quería ía lle$ lle$ar ar ca cal lon ones es,, quer quería ía res esul ulta tarl rle e ac acce cesi sibl ble e a !uhamed. !egan sac- una falda negra y un corpi0o. Se dio cuenta con consternaci-n que toda todass sus sus ropas ropas eran eran negra negras. s. 7erte ertene necí cían an a una una muje mujerr que que es esta taba ba resignada a su $iude, no a una mujer que planeaba demostrarle a un eunuco que 3l era un hombre. &o había tiempo ahora para preocuparse por su guardarropa. presuradamente, se desli- en su camisola y $ol$i- a trenarse el pelo. 8n fuerte golpe rompi- el silencio. (os latidos de !egan se aceleraron. 5I8n momentoJ6 grit-, la boca llena de horquillas. El golpe se repiti-. !"s fuerte. Se le encogi- el est-mago con ner$ios de anticipaci-n, enroll- la trena en lo alto de su cabea y la sujet- con horquillas. 8n tercer golpe lleg-, a%n m"s fuerte. oda oda la posada se enteraría de que !uhamed trataba de entrar en habitaci-n si continuaba llamando.
su
bri bri- la puert puerta a de golp golpe. e. Horo orosam samen ente te retr retroc oced edie iendo ndo para para e$it e$itar ar que que !uhamed la atropellara. 8na capa negra se in4- tras 3l. (le$aba un aporreado cubo. 5&o tenían cestas de picnic6, dijo sin pre"mbulos. 5h6. Se rubori-, de pronto, plenamente consciente de el sol que calentaba su espalda y re$elaba en toda su crudea un parche de desportillada pintura en la pared pared detr detr"s "s de 3l. 3l. (a (ass so somb mbras ras había habían n encu encubi bier erto to su desn desnude ude anteriormente; la 2na camisola de algod-n no disimularía los cambios que la edad habían causado en su cuerpo –pechos que eran demasiado blandos;
caderas que estaban demasiado redondeadas. 5Si lo pre2eres, puedes esperar abajo –5 5&unca he $isto a una mujer $estirse6 Su rubor se intensi2c-. 5&unca he tenido a un hombre mir"ndome mientras me $isto6. 5&o lle$ar"s puesto el cors3 en nuestro picnic6 !egan parpade- ante las maneras autoritarias de !uhamed. 5<7erdona>6 5(os cors3s restringen la circulaci-n de una mujer6 5ambi3n sujetan sus...pechos6 5us pechos no necesitan sujeci-n, !egan6 5Eso debo decidirlo yo, seguramente6 5(os hombres, tambi3n, tienen fantasías6. Sus ojos negros eran cautos. 5!e gustaría mirarte por encima de la comida y saber que eres t% a quien estoy mirando y no un milagro de ballenas6 !egan mentalmente lucho entre la esposa del $icario que había sido durante tanto tiempo y la mujer que ella quería ser para este "rabe. &o había lle$ado puesto el cors3 en su habitaci-n la noche anterior pero... om- una bocanada de aire. 5<*u"ndo regresaste a tu habitaci-n te pusiste los pantalones>6 5Estoy tal como me $iste6 #nstinti$amente, mir- hacia abajo; su t%nica blanca se $eía abultada. Estaba listo para ella; completamente accesible si deseaba ella le$antar su fald-n. Sangre ardiente escald- sus mejillas y puls- en sus sienes. 5&o puedo salir sin nada debajo de mi $estido6, dijo con 2rmea, alando la mirada hacia 3l. 5Debo lle$ar un corpi0o y enaguas, o el dobladillo de mi falda arrastrar" por el suelo6 *omo arrastr- por el pasillo la noche anterior. !uhamed dej- el cubo sobre la cama cuidadosamente hecha. 5!uy bien. 1o te ayudar36 1 lo hio. !egan no había tenido nunca una doncella. &o la habían ayudado a $estirse desde que era una ni0a peque0a, tan jo$en que ni siquiera recordaba haber recibido ayuda. Él aboton- su corpi0o, los dedos entreteni3ndose sobre sus pechos.
El deseo form- un nudo en su est-mago. 5Aracias6, murmur-, sofocando el tentador aroma a especias y masculinidad que era %nico de !uhamed. *uando hio intenci-n de apartarse, 3l se aferr- a sus botones. 5Dijiste que no eras de por aquí6. El aliento almendrado ba0- su cara. 5<7or qu3 mentiste>6 5Fe $i$ido en @irminghamshire durante los %ltimos treinta a0os6, dijo sinceramente. &o había necesidad de mentir, ya no m"s. Ella no era jo$en, ni rica, ni en ning%n otro aspecto deseable e'cepto para este hombre. 5(and)s End ya no es mi hogar6 5%n así est"s aquí6 5Si. Estoy aquí. !i marido muri- sin un c3ntimo. El $icario que lo reemplaera soltero; fue tan amable como para dejarme ser su ama de lla$es. El mes pasado se cas-. &o había su2ciente trabajo para dos mujeres, así que yo...$oluntariamente renunci3 a mi puesto. !is padre me dejaron un peque0o troo de tierra6. El orgullo se interpuso; no podía decirle que era un troo de tierra no m"s grande que una caja de cerillas y que los @ran+ells, en un lugar de pobrea, habían sido los m"s pobres de todos. 5&o tenía ning%n otro sitio donde ir6 5<=iste a tus padres antes de que murieran>6 5&o6, dijo. (a tristea re$olote- sobre ella. 5!urieron de gripe6 5<=iniste al funeral>6 5!is padres nunca me perdonaron por casarme con un hombre que no era de *ornish. &o, no $ine a su funeral. 7ara cuando me a$isaron de que habían fallecido, ya habían sido enterrados6. 56 5&o lo se6 < lo sabía> !egan no había querido regresar a la pobrea o la penosa austeridad de la gente de *ornish. 5<e gust- cuando metí mi lengua en tu boca>6 Se qued- sin aliento recordando la doble penetraci-n, de la lengua en su boca y su $irilidad en su $ul$a. 5Si6 51o lo encontr3 placentero tambi3n6. 8n color brillante colore- sus mejillas. Dej- caer sus manos. 5(a calesa estar" lista6 !egan cogi- su capa de una o'idada percha que hacía de armario, y el sombrero indsor de la cama. =ol$i3ndose r"pidamente, recuper- sus guantes y el cond-n que había puesto en el interior del bolsillo del descartado $estido.
CAPÍTULO CINCO
roos de tela hecho jirones colgaban de espinos, ofrendas de las madres del a0o anterior, rasgadas de los pa0ales para apaciguar a los antiguos dioses. Él mir- la clara agua prima$eral, y se pregunt- porque había traído a !egan a !adron ell. (a $erdad se reía y burbujeaba por debajo de la roca.
5illa6 pregunt- con $o neutra. 5Es ciertamente menos e'agerada que algunas otras leyendas de *ornish6. !egan al- la $ista; la lu del sol iluminando repentinamente su blanca piel y la red de 2nas arrugas que de2nían. 56 rabia estaba llena de leyendas. De genios. De oasis m"gicos. bri- la boca para hablarle de rabia. 5Se ha sabido de eunucos que se casan6, dijo en su lugar. &o era lo que pretendía decir. Sus ojos de un $erde musgo permanecieron tranquilos. 5 6 8n p"jaro trin-; la prima$era brotaba. odo parecía tan lejano, los a0os en los que había estado completo y el día que lo habían castrado. 5Fay tres tipos de castraci-n6, dijo, sinti3ndose tan lejano como el canto del p"jaro. Est" el sandali , o castrati , en el que el pene y los testículos de un ni0o –o de un hombre. Son limpiamente cortados con una cuchilla; est"n
aquellos a quienes solo cortan el pene; y est"n aquellos como yo, a quienes le han machacado o cortado los testículos6. Fablaba sin apasionamiento, como si eso le hubiese ocurrido a otro y no a 3l mismo; como si los crímenes perpetrados no fuesen monstruosos sino perfectamente aceptables. En rabia lo eran. El horror que había esperado anteriormente $er en sus ojos era claramente $isible. 5Esos hombres que no tienen su $irilidad 96 5rinan a tra$3s de una ca0a. tambi3n en cuclillas6 *omo una mujer. 7ero ellos no merecían esa analogía –no de un hombre eunuco. 51 tambi3n estos hombres –estos hombres que no tienen $irilidad –deben sufrir, sin ning%n consuelo en absoluto6 5El ni$el de deseo de un eunuco se corresponde a la edad en la que fue castrado6, dijo estoicamente, incapa de mentir y decirle que un eunuco nunca sentía deseos porque ellos sí lo sentían. #ncluso aquellos que eran castrados antes de la llegada a la pubertad. #ncluso aquellos que eran sandali . 5< qu3 edad fuiste t%...>6 Se detu$o, incapa de decir la palabra. 5Hui castrado cuando tenía trece a0os6, dijo rotundamente. Él había madurado pronto. los trece había lucido la sombra de barba y sus testículos ya habían bajado. 57ero esos hombres que perdieron su $irilidad...6 &o termin- su obser$aci-n. qui"s era una pregunta. <*-mo hacía un hombre que ya no tenía $irilidad pero a%n tenía deseo para encontrar placer> 5lgunos eunucos se consolaban dando placer a las mujeres6 5&o puedo imaginar el ocuparse siempre del placer de otros sin ser posible compartirlo físicamente6 un así ella había amado a un hombre que no se había ocupado de su placer. 5Eunucos que no tienen ni pene ni testículos se casan6, dijo a rega0adientes. Ella permaneci- en silencio, su mirada alerta de pronto. #nstant"neamente, 3l se arrepinti- de su con2dencia. &o quería hablar de su pasado. &o quería pensar en su futuro.
Simplemente quería disfrutar del día, y su primera –y %ltima9 mujer. #ncluso si tu$iese la capacidad de encontrar placer con una prostituta, nunca se contentaría con una uni-n sin pasi-n. largando la mano, quit- el al2ler y le arranc- el sombrero negro. (a lu del sol $ol$i- su pelo marr-n casta0o en una llamarada de rojo y bronce, colores de oto0o $eteado por el brillo de la plata del in$ierno. 5ienes un cabello hermoso. <7or qu3 lo lle$as recogido tan apretado>6 (e$antando la mano arriba, arriba, arriba, dijo. 5% tienes un cabello hermoso tambi3n. <7or qu3 lo escondes con un turbante>6, y solt- la punta del blanco algod-n que estaba remetida para mantener el turbante en su sitio. Él permaneci- quieto, mir"ndole la cara y las tenues arrugas que contradecían sus impulsos ju$eniles. 5 8n musulm"n no debe mostrar su pelo en p%blico6 Ella desenroll- la tela, los pechos apret"ndose contra su capa negra, contra el pecho de 3l, concentr"ndose m"s en el turbante que en su mirada. 58na mujer inglesa no debe lle$ar el pelo suelto en p%blico6, dijo, su aliento acarici"ndole el cuello. lía a pol$os dentrí2cos. 5&o estamos en p%blico6, dijo 3l, m"s pendiente de su roce y del turbante desenrollado que de los propios latidos de su cora-n. ire puro refresc- su cabea. Ella dio un paso atr"s, blandiendo triunfante el turbante. 5&o, no lo estamos6 5Estoy hambriento, !egan6, dijo deliberadamente. 56, pregunt-, los ojos $erde musgo chispeantes. Él se qued- sin respiraci-n. &inguna mujer había bromeado con 3l nunca. (o había pro$ocado. Fabía compartido bromas se'uales con 3l. 5, pregunt- con $o "spera. Eso no la detu$o –ni su $o9 ni su cuerpo. 5Empanada de carne6, respondi-. 5Entonces tienes suerte6, contest-. 5Fay una empanada de carne en el cubo6 !egan se ri-. Su risa se oy- a tra$3s de las ramas de los matorrales y los setos, rebot- en las paredes de piedra que aislaban !adron ell de la intrusi-n de la modernidad. las re$olotearon hacia el cielo –ella había asustado al p"jaro cantarín.
Su ingle se tens-. Desat- su capa y la e'tendi- sobre el suelo. Ella desabroch- su capa y la e'tendi- sobre la de 3l. (os peones empujaban contra sus corpi0o. 5endr"s frío6, ad$irti- 3l. 5&o m"s que t%6, replic- ella. Él no tenía frío. Air"ndose, camin- hacia la $alla de piedra donde había dejado el cubo. Su chilaba suelta de algod-n re$oloteaba contra sus tobillos, roaba contra su tiesa $erga. garrando la 2na asa de metal, 3l se dio la $uelta. !egan se sent- sobre las capas, el $estido negro remilgadamente alrededor de sus piernas, quit"ndose los guantes negros de seda. Él la acechaba. Ella le$ant- la mirada...y mir- 2jamente su ingle. Su t%nica se $eía abultada. 5u empanada de carne, se0ora6, dijo. 1 puso el cubo sobre las capas e'tendidas. Dejando los guantes a un lado, !egan le$ant- la cabea. Sus ojos $erde musgo atraparon la mirada de los negros de 3l. 5&o la $eo6 El calor que lo recorri- no tenía nada que $er con el sol. 5!ira mejor, se0ora6 5Fay una tela cubri3ndolo6, replic-, 5qui"s podrías quitarla6. &o había duda sobre lo que quería decir. Él record- la presi-n de sus labios y el leng:etao de su lengua cuando ella había besado su $erga. El cora-n le saltaba en el pecho. 5&os resfriaremos6, ad$irti-. !egan alcan- el primer bot-n de su corpi0o. 57ero siempre tendremos recuerdos muy agradables sobre la empanada de carne 6 Se desabroch- un bot-n, dos tres...y se desli- fuera del corpi0o. Sus pechos, c"lidos a la lu del sol, brillaron como alabastro. (lenos. 7esados. 7erfectos. 5Su3ltate el pelo6, dijo con $o ahogada. bser$- como le$antaba los braos, los pechos, se dio cuenta del re4ejo de rojio $ello bajo sus braos, clasi2c- cada temblor de sus sua$es pechos.
8na larga, gruesa trena cay- sobre su hombro. Dejando a un lado las horquillas, lentamente la desenred- y pas- los dedos a tra$3s del pelo para alisar las ondas. El rojo, bronce y plata que había brillado en su pelo cuando lo tenía recogido sobre la cabea, era ahora una cascada que se derramaba sobre su pecho derecho y caía hasta su cintura. El fuerte sonido de su cora-n hacía temblar su cuerpo entero –su pecho; sus rodillas. !egan estaba dispuesta a satisfacer la fantasía de un eunuco y 3l no podía hacer menos. Se quit- la chilaba por la cabea, dej"ndola caer de cualquier manera, y se arrodill- frente a ella. En la tenue lu de la ma0ana con las cortinas cerradas, su estado había sido patente pero no las cicatrices. &o había modo de esconderlas a plena lu del día. Ella no se encogi- al $erlas. Solemnemente, ella destap- el cubo de comida. #gualmente solemne, 3l acept- en su mano el pedao de empanada de carne que ella le ofreci-. Sent"ndose, cru- las piernas, completamente consciente de que ella podía $erlo todo...sus cicatrices, su deseo, todo lo que había estado intentando ocultar en los %ltimos cuarenta a0os. *ogiendo una peque0a jarra de sidra, !egan llen- dos $asos, el pecho iquierdo agit"ndose con el mo$imiento, el pe-n erecto por el aire frío. larg- la mano y le apart- el pelo, pera poder $erle ambos pechos. (a empanada de carne estaba insípida, la sidra agria. &unca lo ol$idaría. *uando se bebieron la %ltima gota de sidra, terminaron el %ltimo troo de empanada de carne y se chuparon los dedos limpi"ndolos, ella puso de nue$o la jarra, $asos y el plato $acío de empanada en el cubo. !egan se puso de pie y se desabroch- la falda, las enaguas. (a cara escudada tras su pelo. 5!e gustaría cabalgarte, se0or6 =einticuatro horas antes, hubiese pensado que era ridícula. =einticuatro horas antes, 3l no había abierto su puerta a una $iuda que se hacía pasar por una puta. Estirando las piernas, apart- con el pie su ropa interior de encima de las capas y se tumb-. El sol calentaba. *egaba. El peso de su cuerpo era m"s bien$enido que su pr-'imo aliento. rrodill"ndose sobre 3l, agarr- su $erga.
Él par- de respirar. 8n calor h%medo lo bes-. Su cora-n par- de latir. 8na constante presi-n. 8na humedad ardiente. Se concentr- en el rostro de !egan mientras ella obstinadamente intentaba ponerlo en su interior. Ella se mordía el labio inferior, como un ni0o estudiando para un e'amen. 5(l3$ame a casa, !egan6, dijo con $o ronca. 1 se pregunt- d-nde estaba su hogar. Sabía donde creían otros que estaba, pero 3l personalmente no lo sabía. Sin a$iso, su portal se abri- y lo engull-. Ella gimi-. Él gru0-. Su $ello p%bico le pinchaba en la pel$is. (a punta de su $erga topaba con el cuello de su %tero. 7odía sentir las pulsaciones del cuerpo de ella golpeando fren3ticamente contra 3l. !egan baj- la mirada hacia 3l. 5*reo que soy demasiado $ieja para esto6 Él la agarr- de las caderas. 5*reo que no, se0ora. *ab"lgame6, dijo apretando los dientes. 5*ab"lgame como $iste que aquella jo$encita cabalgaba al muchacho6.
*nsé!ame como es, rog- en silencio, ser joven completo sin preocupaciones. =acilante, ella se al-; aire frío rode- su $erga mientras su capullo permanecía apretado entre fuego líquido. (a mirada de ella no se apart- de la suya, ojos $erdes h%medos de necesidad se'ual y algo m"s, la necesidad de complacerlo. &o era su consideraci-n lo que 3l quería; 3l quería que ella disfrutara. Él embisti- hacia arriba; al mismo tiempo la desli- a ella hacia abajo, for"ndola a tomar la durea que era todo lo que 3l podía dar. !egan dobl- la cabea hacia atr"s; un quedo grito $ibr- a lo largo de la longitud de su $erga. Él no sabía de quien pro$enía –de ella, o de 3l. Ella tenía un cuello largo, blanco, elegante.
(entamente, ella pill- el ritmo/ arriba, muslos y $agina apret"ndolo; abajo, muslos y $agina abri3ndose. @uscando a tientas, le cogi- las manos con las suyas. Eran las manos de una mujer acostumbrada a limpiar y trabajar duro. El sol formaba una aureola sobre su cabea como una corona de rojo, bronce y plata. Él miraba alternati$amente sus pechos brincando y los m%sculos de su garganta tens"ndose. 8n coro de respiraciones irregulares se meclaba con el chocar h%medo de carne golpeando carne. !egan lo cabalg- hasta que 3l pudo sentir el sol sobre su espalda y el suelo bajo sus pies y el $iento en su cara; todo junto galopando atr"s en el tiempo hasta cuando habían sido j-$enes e inocentes. 1 entonces, todo se detu$o –el mo$imiento retumbante, la fuera motora, la carrera por la libertad. !egan baj- la mirada hasta 3l, la cara llena de sudor y de sol, el pelo colgando por sus mejillas y sus pechos. Su $agina se tens- alrededor de 3l con los estertores de su orgasmo, apretando, relajando, apretando, relajando...a su cora-n, a su $erga. Demasiado, pero no su2ciente. Él se trag- un grito de agonía. &o estaba preparado para ser un eunuco otra $e, no cuando la sangre toda$ía le bullía a tra$3s de las $enas y el deseo se arrastraba arriba y debajo de su columna. (a respiraci-n jadeante de !egan lentamente se calm-. 5&o puedes <$erdad>6 Él no pretendi- malinterpretarla. 5&o6. 7ero l", Dios, 3l quería. 5=oy a conseguir darte placer, !uhamed6 @ruscamente ella se apoy- en una rodilla –3l se desli- fuera de ella, haciendo una mueca de dolor sac- la tiesa $erga –y se le$ant-. Él al- la mirada hacia la bellea que era el se'o de una mujer; era rosado y h%medo entre rios oscuros y mojados. Su $ello p%bico era m"s oscuro que el que tenía en la cabea o bajo los braos. B"pidamente, ella le$ant- la pierna y la puso sobre su ingle, de forma que sus muslos, pudorosamente, quedaran apretados. 5=en conmigo6, dijo igual de imperiosa como solía serlo 3l. 57or qu3>6, dijo "speramente, el pecho pesado, los pulmones ahog"ndolo. <7or qu3 no podían quedarse como estaban, solo durante un ratito m"s> 5=oy a hacer una ofrenda6, dijo !egan crípticamente. gach"ndose con una cascada de pelo refulgiendo, tir- de un lado de su capa y sac- algo del bolsillo. Él no pudo $er que era.
Endere"ndose, se dio la $uelta y camin- hacia el poo que le manantial alimentaba, las nalgas sua$emente rebotando, las caderas balance"ndose. Él la sigui-. !egan se qued- de pie junto a la pila bautismal donde las madres mojaban a sus hijos. Entrecerrando la mano derecha, la meti- en el agua, la sac- llena. Air"ndose hacia 3l, dej- caer el agua sobre su $erga. Se qued- sin aliento. El agua estaba congelada. (o que había estado duro se encogi- con el frío. Ella ignor- los resultados de su obra, concentrada en cambio en desenrollar un cond-n. !egan cla$- la desplegada funda de goma en un matorral que contenía restos de pa0ales. Se le cerr- la garganta. Ella había bautiado su ap3ndice masculino, como las mujeres bautiaban a sus beb3s. hora dejaba un cond-n como ofrenda, como numerosas madres dejaban troos de pa0ales en ofrenda. 5<*rees que la buena fortuna que las madres buscan para sus ni0os me $isitar">6, pregunt- con rudea. 5Se que lo har"6, dijo con 2rmea. 57ero m"s tarde. En una habitaci-n calentada con carb-n y en la comodidad de una cama a nuestro ser$icio6. Él había e'perimentado un milagro la noche anterior enterrado dentro de su cuerpo; no esperaba e'perimentar otro. yud- a !egan a $estirse, coloc"ndole la camisola por la cabea, colocando las enaguas en su lugar, abrochado la cinturilla de su falda, el delantero de su corpi0o. Ech"ndole el pelo hacia atr"s, lo tren- por ella. Estaba c"lido por el sol, se desliaba con facilidad, m"s sua$e que una pluma. !egan permaneci- completamente quieta con sus cuidados, como si no estu$iese acostumbrada a que alguien la $istiera, la ayudara. Se pregunt- con furia. Si fuese su mujer, se ocuparía de que nunca buscase atenciones de nadie. 7ero 3l era un eunuco, no un hombre. Ella se recogi- la trena en lo alto de la cabea y se coloc- el sombrero y los guantes mientras 3l se puso su chilaba y se li- el turbante alrededor de la cabea. (a sentía m"s pesada que una roca. &o hablaron mientras $ol$ían sobre sus pasos a tra$3s de los e'uberantes matorrales hacia la calesa que les esperaba. Desat- al caballo y lo enganchal carruaje.
!egan subi-, sin ayuda. Él quería arrancarle el sombrero y la capa negros. ?uería comer m"s empanada de carne insípida y beber m"s sidra agria y tumbarse de nue$o bajo el sol, con su cuerpo desnudo sobre 3l cabalg"ndolo. 5Dijiste que los eunucos que no tenían ni su $irilidad ni sus testículos se casan6, dijo mirando 2jamente al castrado caballo en lugar de a 3l. Sus labios se apretaron en una sombría línea. 5Si6. Sabía lo que ella le iba a preguntar. !egan se gir- y lo mir-. 5Ellos no se casarían si no fuesen capaces de encontrar placer con las atenciones de una mujer 6 ir- de las riendas. 5&o, no lo harían6
CAPÍTULO SEIS
El $iaje de $uelta a la posada fue completamente en silencio. 7odía sentir la determinaci-n de !egan de darle placer. Eso incitaba en 3l ambas emociones, furia y esperana/ furia de que ella se negara a comprender las limitaciones de un eunuco; esperana, de que probara que 3l podía encontrar placer, tan cierto, como podía cualquier otro hombre. 8n jo$en moo de cuadra sujet- la cabea del caballo mientras 3l "gilmente saltaba del carruaje. 7or primera $e estaba contento de hacer ejercicio diariamente y estar musculoso en lugar de engordar como hacían muchos eunucos. Su fortalea le permitiría lle$ar a !egan a muchos m"s orgasmos. D"ndose la $uelta, le ofreci- la mano. Ella miraba en la direcci-n donde el moo de cuadra permanecía parado. &o necesitaba mirar para saber que el chico miraba con la boca abierta al "rabe que lle$aba una t%nica como una mujer. 5!egan6, dijo sua$emente. Ella de mala gana apart- la mirada del moo de cuadra.
5Estoy acostumbrado a despertar curiosidad6, dijo simplemente. !egan le dio la mano. Su ce0o no disminuy-. El sombrío interior de la posada resultaba opresi$o despu3s de la brillante lu del sol del e'terior; el olor a repollo her$ido y ternera le result- nauseabundo despu3s de la frescura del aire prima$eral. El posadero que a$ariciosamente le había proporcionado una puta no estaba en su puesto. =oces fuertes se escuchaban en el bar. 8na camarera había arreglado la habitaci-n mientras estu$ieron fuera. (a cama estaba hecha; la silla con respaldo de madera estaba colocada junto al fuego; el recipiente de agua puesto en el interior del la$amanos de cer"mica. Era como si 3l no le hubiese dado placer a una mujer y hubiese obtenido placer a cambio. *err- la puerta con lla$e. !egan lo esper- junto a la cama. 5*onfío en ti para que me des placer, !uhamed6
Pero él no con:aba en ella para que le diera placer , no necesit- a0adir. &inguna mujer podía darle lo que 3l anhelaba. Ella no estaría satisfecha hasta que 3l se lo probara. 5?uítate la ropa, !egan6 !egan no apart- la mirada de 3l mientras se des$estía6 El color de sus ojos era indescifrable en la tenue lu; el fuego de su pelo apagado. 5Si3ntate en la cama6, dijo brusco. Ella se sent- en el borde de la cama. Silenciosamente 3l se quit- el turbante y la chilaba por encima de la cabea. El acto resultaba familiar, sus intenciones no. !egan lan- una almohada al suelo; 3l se arrodill- delante de ella. &o tu$o que decirle que abriera las piernas. *on sua$idad agarr- sus pechos, in4amados y tiernos, en$ueltos en sombras en lugar de en lu del sol. gach"ndose, toc- su $ul$a, su clítoris que estaba toda$ía hinchado, sus labios $aginales que estaban brillando h%medos. Sin tocar por la bellea y la brutalidad que era rabia. dmiti- con facilidad un dedo, dos... Él obser$- el apretado agujero de su carne y la oscura intrusi-n de su mano. Fumedad goteaba de su cuerpo, una esencia perlada. (entamente, empujhasta que sus dedos estu$ieron enterrados en su interior. *uidadosamente
introdujo un tercero y un cuarto dedo en la brecha que 3l causaba, abri3ndose camino para acomodarse en su espacio, su talla. Ella hio una mueca de dolor, pero no lo recha-. !egan no podía negarle nada, y 3l no sabía por qué. l- la mirada a sus pechos, que 3l había sostenido, que 3l había chupado. 1 la necesidad lo inund-. #nclin"ndose hacia arriba, tomo su pe-n iquierdo en la boca. (os latidos de su cora-n pulsaron contra su lengua; unos latidos golpeaban al mismo ritmo en la yema de sus dedos. (a $agina de una mujer estaba hecha para dar a lu a un beb3. (os pechos de una mujer estaban hechos para dar leche. 7ero no habría descendencia de su uni-n. Él la succion-, d"ndole el consuelo que ella necesitaba. ?ue necesitaba 3l. ?ue necesitaban ellos, los dos. Empuj- cuatro dedos en su interior, primer nudillo...estir"ndola como nunca lo haría un beb3.
nudillo,
segundo
!egan se contrajo a su alrededor. Fio girar el pulgar alrededor de su clítoris, saboreando la durea de su e'terior, la blandura de su interior. 8n grito creci- en el pecho de !egan, $ibrando contra sus labios y lengua, pasando con di2cultad por su garganta y saliendo por su boca. 7lacer. Dolor. Su orgasmo prens- sus dedos, for"ndolo a compartir ambos, su placer y su dolor. 8na gota de humedad sali- de su $erga. Dedos fríos taparon sus orejas; el calos se 2ltr- en lo alto de su cabea –su aliento. Ella enterr- la cara entre el pelo de 3l, nari y labios presionando contra su cuero cabelludo mientras 3l la chupaba y e'traía de ella el %ltimo espasmo de placer, una sua$e $ibraci-n alrededor de sus dedos. 7ermanecieron sentados durante un largo momento, sus dedos dentro de ella, su pe-n dentro de su boca, conectados de un modo que ning%n tratado er-tico podía describir adecuadamente. rega0adientes liber- su pe-n. El calor sobre su cabea ces-; los dedos que estaban sobre sus orejas bajaron a sus mejillas. &o había barba que pinchara sus dedos, ni tampoco la habría. Él le$ant- la cabea y se encontr- con su mirada. 5u$e un hijo6, dijo. (os dedos se tensaron alrededor de su mandíbula; su $agina apretaba sus dedos.
5&o de mi carne6, e'plic- con crudea, 5 pero un ni0o fue puesto a mi cuidado cuando yo tenía $eintisiete a0os6 5&osotros –no re$elaría los secretos del e'ilio de otro, esa no era su historia para contarla –5$inimos a #nglaterra hace nue$e a0os. (a semana pasada amena- con matarme si le hacía da0o a su mujer6 Su dolor se re4ej- en los ojos de ella. qui"s era miedo lo que $io, que otro hombre hubiese considerado necesario amenaarlo para que no le hiciera da0o a una mujer. 5(as palabras dichas en el acaloramiento del enfado deberían ol$idarse6, dijo ella simplemente. 5&o fueron dichas en el acaloramiento del enfado6. Dobl- los dedos dentro de ella; !egan re4e'i$amente se tens- a su alrededor. 57odría haberme matado. &o lo culpo. Fio lo que tenía que hacer6. 56 5Si6 El pulso latiendo dentro de ella se aceler-. 5<7or qu3>6 57orque estaba celoso6. Becord- la rabia y el dolor que lo inundaron. 57orque yo quería lo que 3l tenía, una mujer propia6 57ero no le hiciste da0o6 5&o6 < se lo hio> 5<=i$e 3l –t%9 cerca de aquí>6 5Él $i$e en (ondres6 56 bri- la boca para decirle la $erdad. &o pudo. 5En rabia, había una mujer en el har3n...una mujer que se cas- con un eunuco6, se oy- a sí mismo contar. 5Él no tenía $erga ni testículos. %n así ella decía que 3l era capa de tener orgasmos. Decía que se ponía en una especie de celo...y ella le ponía una almohada sobre la cabea cuando 3l llegaba a la culminaci-n para pre$enir que le hiriera los pechos con los dientes al hacerlos rechinar.
Ella y las otras mujeres se reían, de que un eunuco pudiese ser reducido a tal ignominia6. Él escuchaba de nue$o las risas, los insultos burlones.
8l no era así , pens- en un estallido de dolor. (e demostraría que 3l no era así. &o necesitaba a una mujer para que le proporcionara placer, solo el que recibía a tra$3s del que obtenía ella. (a carne de !egan lami- sus dedos cuando 3l los retir-. (e dio su $erga, cla$"ndola tan profundamente que no quedaba espacio para recuerdos de rabia o eunucos. (a mirada de ella sostu$o la suya, acept"ndolo, acogi3ndolo. *errando los ojos, se retiraba, y embestía contra ella. tra $es. 1 otra $e. 1 otra $e. Fasta que su piel ardi- con sudor. Fasta que las rodillas le dolieron. Fasta que su $erga $ibr- de dolor . Fasta que ella grit-, primero de placer, despu3s de dolor, y 3l toda$ía no conseguía eyacular. Sua$es braos lo abraaron. (o sostu$ieron. (o inmo$iliaron. Se inclin- sobre !egan, temblando, dese"ndola tanto que quería aullar. (uchando por respirar, enterr- la cara en el hueco de su cuello. Sua$es dedos acariciaron su pelo, lo apretaron m"s fuerte. 5Dime c-mo6, susurr-. <*-mo podía decírselo> Era antinatural. 8n hombre no debería necesitar nada m"s que la $ul$a de una mujer. 5Dime6, insisti-. 57or fa$or. *onfía en mí, !uhamed. *onfía en mí como yo he con2ado en ti6 Se apret- m"s contra su cuello, su $agina, queriendo perderse dentro de ella. #ncapa de hacerlo. - causa de la decisi)n de un hombre. causa de toda una cultura que realiaba una pr"ctica que destruía $idas pero no deseo. 58n hombre tiene una gl"ndula dentro de 3l que puede ser acariciada6, dijo desgarrado. !egan se qued- quieta –incluso la $ibraci-n que pulsaba r"pidamente contra sus labios pareci- detenerse.
*ay- en la cuenta que había solo un sitio donde un hombre pudiese ser acariciado internamente. 5<*-mo podría una mujer ser capa de identi2car esa gl"ndula>6, preguntentrecortadamente. Él repiti- lo que había oído decir a otros eunucos, criaturas que se suponía que no debían desear satisfacci-n se'ual pero lo hacían. 5Se dice que tiene la forma y el tama0o de un fruto seco. (o llaman la tercera almendra6 5?uiero complacerte, !uhamed. ?uiero darte el mismo placer que t% me has dado6 Se solt- del confort de los braos de !egan. 5&o es lo mismo6, dijo rudamente. 5Est"s asustado6
Si , estaba asustado. Estaba asustado de que el clíma' que ella le había proporcionado no se repitiera nunca. Estaba asustado de perder la poca masculinidad que conser$aba. 5Es antinatural6, dijo crispado. <7or qu3 no $eía ella que era antinatural> 5!uhamed, el placer no es antinatural. (o que ellos te hicieron a ti es lo antinatural. Fombres que aman a mujeres solo si ellas les pueden dar hijos es antinatural. 7ero no esto, !uhamed. Dijiste que recibes satisfacci-n a tra$3s de mi placer. D3jame compartir el tuyo. D3jame saber que puedo complacerte, como t% me complaces6. 5Ellas se rieron6, dijo con asperea. 5&unca me reiría de ti6 &o, !egan no se reiría de 3l. Sua$emente sali- de ella y se puso de pie, los huesos crujiendo, las rodillas doloridas. !egan cogi- la almohada. ir"ndola al suelo, se arrodill- delante de 3l. Él baj- la mirada hasta su cabea; la trena le colgaba por la espalda. 7arecía una colegiala. (as manos que lo en$ol$ieron no pertenecían a una colegiala; pertenecían a una mujer. Huego bail- sobre su $erga, la caricia de sus dedos. !irando hacia arriba, captur- su mirada. 5Esto es por mí tambi3n, !uhamed. &unca he tenido la oportunidad de tocar el cuerpo de un hombre. Siempre
atesorar3 el hecho de que confíes en mí lo su2ciente como para dejarme hacer esto6. @ajando la cabea, e$it- su respuesta con el simple m3todo de tomarlo en su boca. 3l le gustaría poder $erle la cara. (e gustaría poder abraar su cuerpo. Su ingle se tens-. tientas, se agarr- –una mujer tenía el cuello de lo m"s $ulnerable9 y sintilas pasadas de su lengua en lo m"s profundo de su interior, como si su miembro no terminara en su pubis, sino que lo sintiese temblar por dentro. Ella lo chup-. Él desli- los pulgares hacia arriba, sintiendo a la $e la caliente succi-n de su boca y los m%sculos de su mandíbula contray3ndose rítmicamente, dilat"ndose, contray3ndose, dilat"ndose. Fabía placer en tener a una mujer chupando el miembro de un hombre, pero había tambi3n $ulnerabilidad. En la boca de una mujer, 3l estaba completamente a su merced. Ella podía hacerle da0o, y no había nada que 3l pudiese hacer para pre$enirlo. , se pregunt- bre$emente. (os pulmones buscando aire, dobl- la cabea hacia atr"s, todo su mundo reducido a los labios de !egan, a la lengua de !egan, y a la a2lada amenaa que eran los dientes de !egan. Se derretía, y a%n así nunca se había sentido m"s duro. 8na sua$e presi-n empuj- sus muslos. Su cora-n dio un brinco anticipaci-n, de terror.
9de
Él no quería lo que ella le ofrecía. ?uería ser como los dem"s hombres, conseguir su placer como los otros hombres conseguían el suyo. Él nunca había con2ado en nadie, no desde que tenía trece a0os. <*-mo podía con2ar en esta mujer> <*-mo podía no con2ar en ella> bri- las piernas.
Ella lo toc-, lo tante-. Su dedo estaba resbaladio, de humedad. *err- apretadamente los ojos, las emociones arroll"ndolo, los m%sculos apret"ndose. Deneg"ndole el acceso. Bechaando la espont"nea ola de placer que su toque generaba, buscando la entrada. Ella no podía ser rechaada. Kade-, sinti3ndola formar parte de 3l mismo. 1 jade- otra $e cuando ella encontr- la gl"ndula de la que le había hablado. 8n rel"mpago de lu le bajo por la espina dorsal y sali- por su $erga. (uces destellaron tras sus p"rpados; $oces hicieron eco en sus oídos. El hijo de su cora-n. =e mataré... (a mujer a la que había amado/ ¿No has querido nunca# ninguna ve7# encontrar amor en el cuerpo de una mujer? !egan, la mujer que desinteresadamente le demostraba que 3l no sabía nada del amor, y que nunca lo había hecho/ No comprendo que es lo que quieres de mí. pret- los dientes para tragarse la presi-n que estrujaba su pecho y a4oraba a su garganta.
*sto era lo que 3l había deseado. Esto era todo lo que siempre había deseado. 8na mujer que no se encogiera ante su cuerpo, como 3l se encogía. 8na mujer que tomara lo que 3l podía ofrecer, y no menospreciarlo por lo que no podía dar. 8na mujer que se preocupaba por las necesidades de un eunuco. (as parpadeantes luces de detr"s de sus p"rpados se fusionaron en una cegadora lu blanca. Su mundo se resquebraj-, el pasado al que había sido forado, el presente que ahora hacía completo a un eunuco, al sombrío futuro que se cernía ante 3l. 8n grito ronco fraccion- la lu, y una $e m"s fue un hombre. &o un eunuco.
;n hombre. !egan le había regalado eso. De pronto eran dos personas en lugar de una. El sonido del agua al caer son- en el silencio; le sigui- el tintineo de cer"mica contra madera –m"s chapoteos, silencio de nue$o.
Se esfor- por sentir su siguiente mo$imiento, por sentir su pro'imidad. emblando con las secuelas del placer que ella le había proporcionado. Sua$es manos le agarraron la cara, le bajaron la cabea. Él abri- los ojos. (os ojos de !egan brillaban con l"grimas no derramadas. 51o era parte de ti, !uhamed. &unca he sentido nada tan poderoso, o tan bonito. Aracias por tu con2ana6. El cora-n le dio un brinco. Ella merecía la $erdad. 5!uhamed es el nombre que me fue dado por los "rabes. !i nombre ingl3s es *onnor. *onnor reQy6. Ella reconoci- el nombre. (os reQy eran los pescadores m"s pr-speros de est *orn+all. ?ui"s de todo *orn+all. !egan se retrajo/ manos, sentimientos. 5<*-mo>6 pregunt-. <*-mo había llegado a ser un eunuco> <*-mo podía haberla enga0ado, 3l que la había acusado a ella de enga0o> 51o amaba el mar6, dijo con $o rasgada, necesitando su calide y su pro'imidad pero incapa de e'presar emociones que había mantenido enterradas durante cuarenta a0os. 5&o deseaba nada m"s que ser un pescador, como mi padre. *omo lo fueron mis hermanos antes que yo. *on$encí a mi padre que me dejara salir con algunos de sus hombres un día. Fabía borrasca. 7erdimos el rumbo. 8n barco nos abord-. Era un barco de escla$os. &os lle$aron al puerto de @arbary y nos $endieron. &unca $i a los hombres de mi padre otra $e6. &o habían palabras para e'plicar el horror que había sentido, prisionero, lejos de casa por primera $e en su $ida y sin esperana de poder regresar jam"s. 57ero t% eras...ingl3s6 8na sonrisa cur$- sus labios; no lleg- a sus ojos. 5El "rabe que me comprno estaba impresionado por mi nacionalidad. *omo tampoco lo estaba por mi naturalea rebelde. En rabia, hay un dicho/ toma una mujer para tener ni0os, pero toma a un chico para obtener placer. (e gustaban los jo$encitos. *uando rehus3 satisfacerlo, 3l mir- mientras sus guardias me sostenían y un in2el egipcio me machacaba los testículos. Entonces me $endi- a un comerciante sirio6. Él se mir- en sus ojos $erdes y no $io los $erdes pastos de #nglaterra, sino el est3ril desierto y el ni0o de trece a0os que 3l había sido. 5u$e infecci-n. El comerciante sirio me cort- las in%tiles bolsas que colgaban entre mis piernas y me enterr- en la arena para resta0ar la sangre6.
(a clara piel de !egan se puso p"lida de la impresi-n. 51a no me acuerdo del dolor6. 8n m%sculo $ibr- en la comisura de su boca. #m"genes del ardiente y brillante sol y sangre de un $i$o carmesí destellante sus ojos. 57ero me acuerdo de que llor3 como una ni0a. ?uería morirme; pero no me lo permitieron6. 5!e alegra que no murieses6, dijo ella en $o baja. noche y hoy 3l tambi3n se había alegrado. 5&o podía hacerme el "nimo de decirle a mi familia que $i$ía6, confes- a cambio. &o había condena en sus ojos. 5<*reen que est"s muerto>6 57ens3 que era mejor para ellos si me creían muerto en lugar de saber que es lo que me había pasado6 (a mirada de ella no $acil-. (e e'igi- la $erdad. 5Yo no quería que supieran qu3 me había pasado6 oda$ía no quería que lo supieran. 5&o te culparan. <*-mo podrían>6 5Soy el m"s jo$en de mi familia; tengo tres hermanos mayores y una hermana. 1o era el hijo consentido. Fe estado en #nglaterra desde hace nue$e a0os, y a%n así, no $isit3 a mis padres. !urieron sin saber que yo estaba $i$o. &o asistí a sus funerales. !a0ana, !egan, ma0ana descubrir3 si mis hermanos y hermana me culpan6 56 5(o saben. (es en$i3 una nota antes de ayer6. El día que había decidido alquilar una puta. El día que !egan había entrado en su $ida. 5(es en$iar3 otra nota ma0ana6, dijo desapasionadamente. encontraremos a la hora del t3, como hacen los ingleses6
5&os
5<7or qu3 los $isitas ahora, si no lo deseas>6 insisti- ella con calma. 7orque su propio odio lo asustaba. 7orque necesitaba hacer las paces consigo mismo. *orn+all le había parecido un buen lugar para empear. 5engo cincuenta y tres a0os, y no se quien soy. Soy un eunuco. Fe usado el nombre de !uhamed durante cuarenta a0os. 7ero deseo lo que *onnor habría tenido. Deseo una mujer; deseo ni0os. Deseo $i$ir entre los otros hombres, como un hombre6
5=& eres un hombre6 5<1 qu3 hombre crees que soy, !egan> 6 5*reo que eres el hombre al que bautic3 hoy6, dijo con 2rmea. Sinti- como si le hubiesen dado un pu0etao en el pecho. 5&o creo que los dioses se aplaquen con un cond-n, !egan6 5?ui"s no, pero ciertamente pro$ocar" muchas especulaciones cuando llegue mayo6, replic- tranquilamente. Él no quería pensar en mayo. &o quería pensar en la decisi-n que tendría que tomar con el nue$o día. 5br"ame6, dijo descarnadamente. 1 por primera $e en cuarenta a0os, dijo una sencilla palabra inglesa. 57or fa$or. =en a la cama y abr"ame6.
CAPÍTULO SIETE
El rosado amanecer rompía la oscuridad en el interior del dormitorio. enues mo$imientos in$adían el silencio, el sonido de otros hu3spedes le$ant"ndose. 7artiendo. Sonidos que ella no había notado ayer, las idas y $enidas de otros. !egan acun- su cabea dormida contra sus pechos y escuch- el sua$e ritmo de su respiraci-n. !uhamed. *onnor. < qu3 hombre abraaba> <*-mo reaccionaría su familia cuando lo $ieran> <(e darían la bien$enida> <(o rechaarían>
¿3e harían da!o? El brao de 3l se tens- sobre su cintura. Supo que 3l, tambi3n, estaba despierto. 5!uh9 5 Se mordi- el labio.
<*-mo lo llamaría> 5engo que irme6, dijo. Él no respondi-. Sinti- que se le partía el cora-n en dos. ?ue ridículo por su parte, esperar que 3l desease que se quedara. Él no la detu$o cuando se desli- de debajo de su cabea y su brao. Él no la detu$o cuando se $isti- apresuradamente, temblando de frío y por las l"grimas que silenciosamente se desliaban por sus mejillas. El no la detu$o cuando abri- la puerta en silencio y sali- de su $ida. &unca sabría si encontraría la pa. *on su familia. *on otra mujer. 8na $e en su habitaci-n, !egan se restreg- la cara, los dientes, se arreglo el pelo y empaquet- sus ropas. Era hora de seguir con su $ida. El posadero, un hombre achaparrado de pelo ralo engrasado hacia atr"s, la mir- lasci$amente, ob$iamente consciente del tiempo que ella había pasado con el hombre que 3l conocía como se0or !uhamed. !egan podría haberse encogido humillada; !egan le$ant- la nari. 5&ecesito transporte para @ran+ell6 5&o hay nada allí, se0ora6 5Sin embargo, me gustaría alquilar un carruaje y un cochero6 5(e costar" seis chelines6 Era un precio desorbitado, pero la otra alternati$a era caminar. Die millas. 5!uy bien6 El cochero era un hombre taciturno que se desplomaba bajo un gastado sombrero de bombín. &o la ayud- con el equipaje. !egan subi- al asiento de al lado de 3l. &o era un día habitual en *ornish. Dos días de sol seguidos. !egan pens- en el cond-n, re$oloteando con la brisa. 7ens- en su pelo, colgando suelto por su espalda como si fuese una jo$encita en lugar de una $iuda de mediana edad. 7ens- en el hombre que le había permitido sentirse libre de las restricciones propias de la edad o la respetabilidad.
7ens- en el c"lido 4uido que había eyaculado en el fondo de su garganta. El placer de un hombre era m"s $alioso que su semilla. !egan salt- del carruaje y tir- abajo su equipaje. 7uso sobre la arrugada cama una chaqueta negra de corte ingl3s, una camisa doblada, almidonada, y unos pantalones de lana negros. l lado de todo esto, puso una chilaba blanca, pantalones blancos sueltos, y una tira del blanco material con el que creaba el turbante. (a ropa de *onnor. (a ropa de !uhamed. (a ropa de !uhamed. (a ropa de *onnor. Él era un eunuco, nada podría cambiar nunca su condici-n. <*-mo podría poner a un lado los %ltimos cuarenta a0os como si no e'istieran> <*-mo podría tener pa si no lo hacía> <*-mo había podido !egan salir de sus braos y de su cama y de su habitaci-n y de su $ida como si no hubiesen compartido una intimidad que ninguno había e'perimentado antes> @aj- la mirada. #ntent- elegir. =i$ir como un ingl3s, o continuar como un "rabe. !egan ignor- al lasci$o posadero. El cora-n m"s r"pido que su pies, subila estrecha escalera. El pasillo tenía una milla de largo; la gastada alfombra de algod-n parecía melaa, se le hundían los pies. Él no le había dado ninguna se0al de que deseara que se quedara. <7or qu3 los iba a a$ergonar a ambos, a 3l y a sí misma, poni3ndolo en esta situaci-n> Su esposo la había rechaado. reinta y seis horas antes ella había creído que la cosa m"s difícil que nunca había hecho era le$antarse el $elo y mostrar su edad a un "rabe que había alquilado a una puta. Esto era mucho, mucho m"s difícil. !egan le$ant- su mano enguantada y llam-. 7as- una eternidad, esperando que 3l respondiera. Ella estaba abrumada por una sensaci-n de d3jR $u. reinta y seis hora antes ella había llamado del mismo modo. 1 esper-... De pronto la puerta se abri- de golpe.
Sus ojos se abrieron de par en par. El hombre que había contestado a la puerta no era el hombre que le había permitido entrar la noche anterior. 5% lle$as...lle$as pantalones6, dijo. Su contestaci-n no la animaba. 5Si6 Su mirada se detu$o en el blanco turbante que le cubría la cabea, se deslihasta sus ojos negros, sus rasgos cincelados. Su rostro estaba tenso, como si 3l, tambi3n, esperase...
¿" esperaba que se >uera? *on sus pantalones negros de lana, chaleco y le$ita parecía un ingl3s pero... 5e has cubierto el pelo6, solt- ella. 5Solo hay una mujer que yo desee que lo $ea6, dijo lac-nico, su negra mirada estoica. 5&o e'ijo matrimonio6, dijo con un estallido de emoci-n. 5!i familia podría escandaliarse si los $isitara con una concubina6, contestescuetamente, muchísimo m"s como el hombre que había abierto la puerta treinta y seis horas antes. Su est-mago dio un salto mortal. 56 5&o soy un hombre de palabra f"cil6 5Eso ya lo has dicho6 5&o puedo borrar los a0os que $i$í en rabia6 5&o querría que lo hicieras6 5Soy un eunuco6 5Si t% eres un eunuco, entonces me atre$ería a decir que muchas mujeres desearían que sus hombres lo fueran6 Sus oscuros rasgos se tensaron. 5&o se si hay lugar para mí en *orn+all6 5Disfrutaría $iendo otras partes de #nglaterra6 99 5o otros países6. 5&o se si me acostumbrar3 a los pantalones6 5e pre2ero con tu t%nica6