SEC Txetxu Núñez
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SEC Txetxu Núñez
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SECUESTRADA
Todos
los amaneceres, lo primero
que hacía Brandon, era subirse a un alto del bosque y desde allí vigilar a través de sus prismáticos. El tiempo de caza hacía una semana que había acabado, pero de vez en cuando aparecía algún grupo de cazadores furtivos que se saltaban las leyes matando a todos los animales que se les ponían por delante.
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Desde que su mujer había muerto y su hijo se había ido a estudiar a Nueva York, tenía todo el tiempo del mundo para vigilar el bosque de Bialowieza, de cincuenta kilómetros cuadrados de superficie. Bialowieza está situado entre Polonia y Bielorrusia. Brandon llevaba trabajando en aquel bosque como guarda forestal desde hacía muchos años. El tiempo que llevaba recorriendo aquel extenso paraje lleno de grandes árboles y arbustos le había hecho conocer cada rincón de aquel territorio totalmente verde y casi sin explorar. Muchos días, nada más amanecer, Brandon salía de su cabaña montado en su caballo Pardo y acompañado de su fiel amigo León, un lobo recién nacido que había recogido el invierno pasado en una cueva. Lo había encontrado totalmente desnutrido y más muerto que vivo. Seguramente su madre había muerto y el cachorrillo se había quedado solo y abandonado a su suerte. Brandon lo recogió 3
y se lo llevó a su cabaña. A partir de ese momento fueron amigos inseparables. Brandon cabalgaba kilómetros y kilómetros río arriba inspeccionando cada palmo de terreno, sólo usaba su cabaña para ir a dormir cuando la nieve hacía acto de presencia en aquel territorio lleno de exuberante arbolado. Durante el tiempo de verano dormía en el bosque al aire libre, prefería ver el cielo cubierto de estrellas, esto le hacía recordar a Natalia, su mujer. Hacía bastante tiempo que su hijo se había ido a Estados Unidos para seguir los estudios de Ingeniería Forestal, era igual que su padre, amaba el bosque y no podía vivir fuera de aquel entorno durante mucho tiempo. Brandon estuvo largo tiempo mirando a través de sus prismáticos, pero no vio nada sospechoso. De repente, empezó a nevar, estaban en marzo y aunque había empezado la primavera seguía haciendo mucho frío. 4
-
¡Vamos Pardo!, dijo a su caballo al mismo tiempo que miraba a León. Regresemos a la cabaña, parece que está empeorando el tiempo, no me gustaría que la nieve nos impida regresar.
Horas más tarde Brandon llegaba a su cabaña echa de troncos, desmontó de su caballo y lo llevó al cobertizo. Seguidamente se dirigió a su cabaña seguido de su fiel amigo León. Poco después estaban cenando estofado de carne, de vez en cuando Brandon le dirigía una mirada a su lobo y éste le correspondía. León terminó su cena mucho antes que su amo, miró hacia el fuego y seguido se echó junto a la chimenea mirando fijamente a las llamas que subían y bajaban como si de un baile se tratase. Cuando Brandon terminó de cenar se levantó de la mesa y cogió la última carta que había recibido de su hijo hacía más de un mes y la volvió a leer: 5
-
Querido padre: Cada vez queda menos para que regrese a tu lado, ya tengo ganas de pisar el bosque de nuevo. Supongo que León el lobo que encontraste el pasado año ya habrá crecido, tengo ganas de verle y salir a cazar con él, seguro que será un buen compañero de caza. 6
Echo de menos el canto de los pájaros, el silencio del bosque, ir a cazar contigo y hablar por la noche junto a la chimenea después de la jornada de trabajo. Espero que sigas en forma recorriendo tu querido bosque durante horas. Un abrazo, Héctor
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Después de terminar de leer la carta, la dobló y la volvió a meter dentro del sobre. Seguidamente se sentó junto a la chimenea mirando como las llamas bajaban y subían al mismo tiempo que éstas se apoderaban de los troncos convirtiéndolos en brasas encendidas, León estaba a sus pies dormitando. Pasó el tiempo, Brandon se quedó dormido. De repente, se despertó con una sacudida, estaba sudando y el fuego estaba casi apagado, miró el reloj, eran las tres de la mañana. Se había quedado dormido y una pesadilla le había despertado, intentó recordar lo que había soñado, después de unos instantes le vino a la cabeza, -unos hombres armados habían entrado en el bosque y estaban matando a todos los animales por el placer de matar-, él les había dado el alto y ellos le habían respondido disparándole. Se levantó de la 8
mecedora y se quitó la camisa, la tenía empapada. Seguidamente se fue a su habitación y se metió en la cama, aún era de noche y quedaban muchas horas para que amaneciese. León al ver que a su amo había desaparecido tras la puerta, también se levantó y se dirigió a la habitación, pero no entró, se tumbó junto a la puerta mirando a su amo fijamente.
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Muy
lejos de allí, en Suiza,
hombres muy peligrosos preparaban un secuestro. El jefe de ellos se hacía llamar Hildemar, era de origen alemán. -
Está todo preparado, se oyó la voz de Hildemar. En cuanto nos hagamos con la chica nos trasladaremos a Polonia, allí hay un bosque donde estuve hace años durante la guerra, será un buen escondrijo para que no nos busquen allí. En aquel bosque no llegan las ondas, nada funciona, está totalmente aislado del mundo. En cuanto nos den el rescate por la chica desapareceremos sin dejar rastro.
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-
¿Y si no nos dan el rescate?, preguntó Yanick, uno de sus hombres.
Hildemar miró a Yanick con cara de pocos amigos, no le gustaba que nadie le contradijese, durante unos segundos se le quedó mirando muy serio. Yanick tuvo que bajar la vista, se había dado cuenta que había metido la pata. De repente, Hildemar cambió la cara, sonriendo, respondió: -
Alexander tiene muchísimo dinero, quiere a su hija más que a nada en el mundo, desde que perdió a su mujer en un accidente anda pendiente de su querida hija todo el día, no puede negarse a pagar.
Después de unos momentos de silencio, siguió hablando: -
¡Y si no quiere pagar, mataré a su hija y se la enviaré en un paquete! 11
Yanick, Wallas, Fredy, Brais, Lusaka, Dietmar, Eckard, Gunnar y Aaron se dieron cuenta por la expresión de la cara de Hildemar que cumpliría su amenaza si no pagaban el dinero por el rescate. -
Mañana será el día, dijo Hildemar. Ya sabéis lo que tenéis que hacer, no quiero fallos.
Al día siguiente, a las diez de la mañana, Yanick, Wallas, Fredy y Brais se acercaron con un viejo automóvil a la universidad y aparcaron cerca de la puerta de entrada. -
¡Hacerlo rápido!, dijo Yanick.
Fredy y Brais salieron del coche y se metieron dentro del recinto, había gran cantidad de chicos y chicas que iban de una parte a otra, otros estaban tumbados en las
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zonas verdes hablando o leyendo algún libro. -
Yo me quedaré aquí, dijo Fredy. Tú, vete un poco más abajo. El que la vea primero, que avise.
-
¡De acuerdo!, dijo Brais.
Poco después ambos se habían separado. Media hora más tarde el móvil de Brais empezó a vibrar. -
¡Sí!, contestó Brais.
-
La tengo a la vista, se oyó por el móvil.
-
¿Dónde estás?, preguntó Brais.
-
Junto a la entrada al edificio principal, contestó Fredy.
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Brais guardó el móvil en el bolsillo trasero del pantalón y se dirigió rápidamente a la entrada principal. Poco después ambos estaban juntos. -
¡Ahí está!, hablando con aquellas chicas, dijo Fredy. Esperaremos a que salga de la universidad, no hay prisa.
Media hora más tarde Eimy salía del edificio central acompañada de una amiga, iban hablando. -
¡Atento!, dijo Fredy. Tenemos que hacerlo rápido y limpiamente. Nadie se tiene que dar cuenta.
Cuando Eimy y su amiga pasaron por delante de ellos, éstos las empezaron a seguir a una distancia prudencial para que no se diesen cuenta de que las seguían, no querían llamar la atención de nadie. Poco después las chicas salieron del recinto 14
universitario caminando por una de las aceras que conducían a la Gran Vía. Fredy le hizo una seña con la mano a Yanick para que las siguiese con el coche. Poco después, el coche las seguía unos metros por detrás. De repente, Yanick aceleró un poco y el coche se paró junto a la cera por delante de ellas. Yanick sacando la cabeza por la ventanilla y enseñando un mapa, las preguntó: -
¡Por favor!, ¿podéis indicarme donde está la calle El Glamour, número14?
Eimy y su amiga se acercaron al coche para mirar el mapa que les enseñaba Yanick. De repente, todo sucedió muy rápido, cuando las chicas se quisieron dar cuenta estaban dentro del coche sin conocimiento, habían sido narcotizadas. El coche arrancó y se perdió entre las filas de coches que circulaban por la Gran Avenida. 15
Fredy y Brais siguieron caminando por la acera hasta la boca de metro más cercana, poco después desaparecían bajo tierra. Más tarde Yanick salía con el coche de la ciudad, se metió por una carretera que la desviación les conducía lejos de donde estaban las últimas casas. Más tarde circulaban por una carretera de segunda mano por donde había poco tráfico, más bien era un camino que les llevaba a un descampado. Wallas aprovechó para llamar a Hildemar por el móvil. -
¡Sí ¡ contestó Hildemar.
-
¡Ya está hecho! Contestó Wallas. Seguidamente Hildemar hizo una llamada.
-
¡Sí!, contestaron desde la otra parte.
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-
¡Su hija ha sido secuestrada!, si quiere recuperarla con vida tendrá que pagar diez millones de dólares.
-
¿Quién es usted?, preguntó Alexander, el padre de Eimy asustado. ¿Cómo sé que ha sido secuestrada, que no me está engañando?
-
Recibirá un mechón de su cabello, su medalla, su sortija y un trozo de su blusa. Supongo que con esto sabrá que no miento. Dentro de dos días volveré a llamarle para decirle dónde tiene que llevar el dinero. Espero que no llame a la policía, porque si lo hace no volverá a ver a su hija con vida.
Seguidamente Hildemar colgó el teléfono.
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Poco después Yanick paraba el coche en un lugar solitario, a la vista tenían una avioneta y cerca de ella estaban: Lusaka, Diezmar, Eckard, Gunnar, Aaron y Hildemar. -
¡Ayudad a Yanick!, mandó Hildemar.
Aaron y Gunnar se acercaron al coche y ayudaron a Yanick y Wallas a llevar a las chicas a la avioneta. -
¿Qué hacemos con la otra chica?, preguntó Yanick.
-
¡Matadla!, dijo Hildemar.
-
Es una pena matar a una chica tan joven, dijo Aaron.
-
Haz lo que quieras con ella, contestó Hildemar, pero no quiero volver a verla. ¡Que desaparezca! 18
Aaron cogió a la chica que aún permanecía inconsciente, la metió en el coche y arrancó. Poco después regresó solo. -
¿Ya te has desembarazado de ella? Le preguntó Hildemar.
-
¡Sí!¡, contestó Aaron.
En ese momento llegaron Fredy y Brais montados en una moto, la metieron en un agujero que habían hecho sus compañeros y la enterraron. Seguidamente subieron a la avioneta. Lusaka puso en movimiento la avioneta, poco después había despegado cogiendo cada vez más altura. Más tarde volaban por encima de las nubes a gran velocidad. -
¿Dónde estoy?, preguntó Eimy nada más despertar y mirando a todas partes sin saber lo que decía. ¿Dónde está mi amiga? 19
-
¡Has sido secuestrada!, se oyó la voz metálica de Hildemar. Estate tranquila y no te pasará nada. A tu amiga la hemos dejado marchar. En cuanto tu padre pague el rescate te dejaremos libre.
Eimy estaba asustada, veía a hombres por todas partes y todos ellos tenían unas caras que la daban miedo. Aaron se acercó a Eimy y le dijo: -
¡No te preocupes!, nadie te hará daño. Dentro de poco estarás libre.
Lo que le había dicho Aaron la reconfortó un poco, por lo menos alguien la trataba bien. Cuatro horas más tarde la avioneta llegaba a su destino. -
¡Estamos llegando ¡ se oyó la voz de Lusaka que era de origen japonés. 20
-
¡Preparaos!, mandó Hildemar.
Poco después todos tenían sus paracaídas puestos para tirarse de la avioneta. Hildemar abrió la puerta de la avioneta y seguidamente se fueron tirando: Yanick, Wallas, Fredy, Brais, Diezmar, Eckard, Gunnar y Aaron con la chica. -
¡Ya sabes lo que tienes que hacer!, dijo Hildemar a Lusaka antes de tirarse.
Seguidamente Hildemar se tiró de la avioneta. Lusaka dio un giro a la avioneta e hizo el camino de regreso. Hildemar desde el aire iba cayendo a una velocidad endiablada, poco después tiró de la anilla y se abrió su paracaídas. Desde más arriba iba viendo a sus hombres que ya estaban a punto de tomar tierra.
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Más tarde todos habían aterrizado, estaban recogiendo sus paracaídas para esconderlos bajo tierra. Cuando terminaron, la noche les había caído encima. -
Esta noche la pasaremos aquí, dijo Hildemar. Sacad las tiendas de campaña y encended algún fuego alrededor del campamento. No me gustaría que alguna fiera nos haga una visita mientras dormimos.
Poco después mientras comían unas latas de conservas Hildemar le dijo a Eckard: -
Empieza tú la guardia, después vete llamando a los demás. Seguidamente le dijo a Aaron:
-
Tú te encargarás de la chica, no quiero que nadie la moleste, no la 22
pierdas de vista en ningún momento. Aaron asintió con la cabeza a su jefe. Eimy seguía asustada, pero no como cuando despertó en la avioneta. Se había mentalizado de la situación y esperaba que su padre la rescatase cuanto antes. Eckard después de comer cogió su fusil y se dispuso a hacer la primera guardia.
Aaron había dejado a la amiga de Eimy junto a la carretera. Horas después la había recogido un coche que la llevó a la ciudad. La chica fue a la policía para decirles lo que le había sucedido. Más tarde la policía junto con la chica se presentaron en la casa del padre de Eimy.
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H
éctor había comprado una moto
de segunda mano y había empezado el camino de regreso a Bialowieza. Ya nada le ataba a Nueva York, había sacado el título de Ingeniero Forestal y con ese título podría trabajar en cualquier empresa que se dedicase al estudio y mantenimiento de los bosques. El viento le pegaba en el casco con fuerza y eso hacía que se sintiese libre. 24
En poco tiempo llegó a Boston, aparcó la moto y se acercó a uno de los muelles para coger el primer barco que zarpase con dirección a Dinamarca. Mientras iba caminando por el muelle se encontró a un hombre mayor, su cara lo decía todo. Había sido marinero toda su vida, tenía la piel curtida de la cara, casi negra por vivir a la intemperie en el mar durante muchos años, las manos grandes y callosas por haber bregado con cuerdas y redes. -
¿Podría decirme donde puedo encontrar un barco con destino a Dinamarca?, preguntó Héctor.
El viejo se le quedó mirando minuciosamente durante unos segundos y después del examen, le preguntó con una sonrisa en los labios: -
¿Cuánto mides?
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Héctor que no se esperaba aquella pregunta sonriendo al viejo, le contestó: -
La última vez que me medí, creo que era un metro ochenta y ocho centímetros.
-
¡Increíble!, dijo el viejo que tan solo medía un metro setenta centímetros. Si yo hubiese tenido tu estatura sería el capitán del mar.
-
Me llamo Prant, dijo el viejo extendiéndole la mano grande y callosa.
-
Yo me llamo Héctor, dijo el chico. Pero no has contestado a mi pregunta.
-
Mañana sale una barcaza hacia Dinamarca, dijo el viejo. 26
-
¿Y con quién tengo que hablar?, preguntó Héctor.
-
¡Conmigo!, dijo Prant. Héctor sonrió.
-
O sea, que tú eres el amo de la barcaza, dijo Héctor.
-
¡Así es!, dijo Prant. Pero si quieres que te lleve tendrás que pagar quinientos dólares.
-
¡Me parece bien! ¿dónde puedo comer algo y dormir? Le preguntó Héctor.
-
Ahí a la vuelta hay una cantina que sirven comidas, dijo Prant. Pero ten cuidado porque allí solo hay gentuza. Como huelan que llevas dinero en los bolsillos son capaces 27
de hacerte un agujero en la tripa para robarte... Para dormir puedes venir a la barcaza, así no tendrás que pagar a nadie más. Es esa que ves ahí en el muelle “La reina del mar”. -
Muchas gracias, dijo Héctor. En cuanto termine de comer algo iré a la barcaza.
Seguidamente Héctor y Prant se separaron. Héctor se dirigió a la cantina y Prant fue hacia la barcaza. Había empezado a anochecer, Héctor se fijó en el cartel que había fuera de la cantina, “El búho”. Desde luego no parecía que tuviese buena pinta, pero era la única que había en aquel muelle y él tenía un hambre voraz. Empujó la puerta y ésta empezó a chirriar. Todas las miradas de los que estaban dentro se fueron hacia él. Héctor paseó la mirada por la cantina y vio a hombres y mujeres con muy malas pintas, se podría decir que si 28
estuviesen en otra época podrían ser piratas. Fue sorteando las mesas y sillas que tenía por delante hasta que llegó al mostrador, allí había varios hombres y mujeres bebiendo, se le quedaron mirando con aire insolente. -
¡Me pone una cerveza por favor! dijo Héctor.
El hombre de mediana edad, un poco calvo y con un bigote enorme que le tapaba los labios, sin mirarle en ningún momento le sirvió la cerveza. Antes de que se alejase, Héctor le volvió a preguntar: -
¡Podría comer algo!
El hombre se le acercó todo lo que pudo y en un susurro, le dijo: -
No se lo aconsejo, vallase enseguida, este no es un lugar seguro para gente honrada. 29
-
¡Se lo agradezco!, dijo Héctor, pero me gustaría comer algo, estoy hambriento.
-
Como usted quiera, dijo el hombre del mostacho.
Héctor miró hacia atrás y vio que había una mesa vacía en un rincón, era la única que había en aquel antro, cogió su cerveza y se dirigió hacia allí, se sentó de cara a todos y cogiendo su vaso echó un trago a la espera de que le sirviesen algo para comer. Poco después vio entrar a Prant, el viejo de la barcaza, se dirigió al mostrador y pidió algo, en cuanto le sirvieron se giró al mismo tiempo que se llevaba el vaso a la boca, paseó su mirada por toda la cantina hasta que se encontró con los ojos de Héctor, ambos se saludaron con un gesto en la distancia. Seguidamente el cantinero salió de detrás del mostrador con un par de platos en las manos y un 30
trozo de pan, se dirigió hacia donde estaba Héctor. Seguidamente dejó todo sobre la mesa y regresó al mostrador. El chico miró lo que había en los platos y para su sorpresa vio que en uno había un trozo de pizza y en el otro dos huevos fritos con dos rodajas de beicon y un trozo de chorizo. Cogió el plato con los huevos, el beicon y el chorizo y se lo acercó. Seguidamente cogió el pan y empezó a comer con verdaderas ganas. Mientras estaba en ello se le acercó una chica y le preguntó: -
¿Puedo sentarme?
Héctor sin levantar la mirada del plato siguió comiendo. Cuando pudo vaciar la boca, contestó: -
Puede hacer lo que quiera, a mí no me molesta.
Seguidamente volvió a llenar la boca con un trozo de huevo, beicon, chorizo y pan. La chica se sentó mirando a Héctor 31
que no paraba de comer. Cuando terminó el primer plato, sin levantar la cabeza cogió el otro plato con la pizza y siguió comiendo. De repente, se oyó un grito: -
¡Margarita! ¿qué haces ahí?
Héctor seguía comiendo la pizza sin levantar la cabeza del plato, parecía que todo lo que sucedía a su alrededor o no lo oía, o le traía sin cuidado. De repente, el hombre que había gritado se acercó a la mesa de Héctor, cogió a la chica por los pelos y la levantó de la silla sin ningún miramiento. -
¡Haaayyyyy!
Gritó la chica al mismo tiempo que se echaba las dos manos a la cabeza. -
¡Deja a la chica en paz!
Se oyó la voz de Héctor que seguía comiendo sin levantar la cabeza del plato. 32
-
¡Quéeee!
Gritó el hombre que había cogido del pelo a la chica. Prant disimuladamente siguió mirando todo lo que estaba sucediendo a seis metros escasos de donde se encontraba. Por la cabeza se le empezaron a pasar cantidad de cosas en pocos segundos, una de ellas era que aquel chico le quedaba muy poco tiempo de vida. Había desafiado nada más y nada menos que al jefe de toda aquella partida de malhechores que estaban allí. Era un hombre muy grande, por debajo de su camisa se podía adivinar que tenía unos brazos enormes y como consecuencia de ello, una gran fuerza. Guntar se acercó a la mesa y cogiéndola con una sola mano la levantó del suelo lanzándola a un lado y tirando los platos y el vaso por el suelo.
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- ¡No
me has dejado terminar de comer!
Dijo Héctor levantando la cabeza y mirando a Guntar a los ojos con cara de pocos amigos. Todos los que estaban en la cantina se levantaron de sus asientos y se echaron hacia atrás, ya sabían por experiencia lo que su jefe era capaz de hacer sin necesidad de ayuda. Prant se tuvo que mover de su sitio para no perderse ningún detalle, se fijó en los ojos del chico y no vio ningún miedo. A partir de ese momento algo en su interior le decía que aquel chico era especial, que no era como los demás. Guntar estaba furioso, nunca nadie le había hablado de esa forma, lanzó un puñetazo con toda su fuerza a la cabeza de Héctor, pero éste se echó hacia atrás al mismo tiempo que el puño le pasaba por delante de la cara, eso hizo que Guntar se pusiese mucho más furioso de lo que estaba y se lanzó contra el chico con los 34
puños por delante. Héctor al mismo tiempo que paraba el primer ataque con el antebrazo izquierdo, golpeó con su puño derecho la cara de Guntar, éste notó en la cara el impacto fortísimo del muchacho, pero no le hizo perder el equilibrio, simplemente se llevó la mano a la parte de la cara donde le había golpeado. Seguidamente Guntar volvió a arremeter contra el chico lanzándole un puño seguido del otro, pero Héctor esquivó el primero, paró el segundo y seguidamente le lanzó otro puñetazo terrible a la cara, ésta vez Guntar empezó a tambalearse y se tuvo que agarrar a uno de sus hombres para no caer al suelo, viendo que no conseguía nada con los puños, sacó un cuchillo de grandes dimensiones de una cartuchera que tenía escondida en el costado. -
Si quieres lo podemos dejar aquí antes de que nos hagamos daño de verdad, dijo Héctor.
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-
¡Jaaaajaaaajaaa! Se oyó la risa de todos los que estaban en la cantina.
-
Aquí el único que se va a hacer daño eres tú, dijo Guntar sonriendo por primera vez.
Seguidamente se fue hacia Héctor con el cuchillo por delante para rajarle. El chico no perdía de vista la mano donde tenía el cuchillo. Guntar le lanzó varias cuchilladas de arriba abajo y de abajo arriba. Héctor se echó hacia atrás, pero se encontró con la pared, no tenía más sitio para retroceder. En la cara de Guntar apareció una risa malévola. -
Ya te tengo, no tienes para donde ir, dijo Guntar.
Y seguido le lanzó una cuchillada profunda al estómago. Héctor se giró de costado al mismo tiempo que le desviaba el brazo y le golpeaba con el codo en la cara. 36
Guntar cayó al suelo, pero no había soltado el cuchillo, se levantó rápidamente y volvió a arremeter contra Héctor, éste saltando hacia arriba le golpeó con el pie en la cara. Guntar al sentir la patada en su cara salió disparado hacia atrás y perdiendo el equilibrio cayó al suelo soltando el cuchillo. Los hombres de Guntar corrieron a socorrerle, le intentaron levantar, pero él mirándoles con la cara desencajada y gritando a pleno pulmón, dijo: -
A qué esperáis, ¡matadle!
Los cinco hombres se lanzaron contra Héctor, el último en salir cayó al suelo zancadilleado por Prant desde atrás, se dio un golpetazo terrible contra el suelo. El chico recibió al primero con una patada en la cara, éste cayó hacia atrás llevándose en su caída caída a otro. Los otros dos se acercaron al chico, uno por un lado y otro por otro, intentaban golpearle, pero no se atrevían. Héctor no les perdía de vista, de repente, ambos se lanzaron al mismo tiempo a por 37
él, éste se giró por detrás lanzándoles una patada voladora que golpeó a los dos en plena cara cuando entraban a golpearle. El primero que había recibido la patada en la cara se levantó del suelo medio aturdido, miró al chico, pero no tenía intención de seguir pelando, tenía la nariz partida. Viendo Héctor que todo había acabado se acercó al mostrador y pagó la comida. Seguidamente salió de aquel antro ante las miradas de todos y seguido de Prant. Una vez fuera Prant se acercó a Héctor. -
Al principio temí por ti, dijo Prant, pero cuando dejaste cao a Guntar supe que saldrías ileso de su guarida.
-
¡Gracias por haberme ayudado!, dijo Héctor.
-
Sólo le he echado la zancadilla a uno, dijo Prant sonriendo. Yo también quería divertirme un poco. 38
Siguieron caminando en busca de “La reina del mar”. Poco después habían subido a bordo. -
Te enseñaré donde puedes dormir esta noche, dijo Prant.
Más tarde Prant había soltado amarras y “La reina del mar” se había separado de tierra varios metros. Prant era un hombre previsor y sabía que si seguían amarrados al muelle podrían tener problemas. Al día siguiente se hicieron a mar abierto con un día estupendo para navegar, el viento soplaba suavemente. -
¿Cuánto tardaremos en llegar?, preguntó Héctor.
-
Si tenemos buen tiempo y el viento sopla como hasta ahora, en tres semanas habremos llegado, pero si 39
el tiempo empeora, solo Dios sabe cuando llegaremos. Pasaron las semanas y el tiempo les acompañaba en el viaje. Héctor aprovechó para descansar y pensar en todo lo que quería hacer en cuanto llegase a casa, tenía muchas ilusiones y ganas de trabajar. Semana y media más tarde la barcaza llegaba a Rótterdam. -
Muchas gracias por el viaje, dijo Héctor despidiéndose del viejo Prant. Espero que cuando regreses no te busques problemas con Guntar.
-
En un tiempo no regresaré. Me quedaré por aquí a ver si consigo clientela.
Poco después ambos se separaban después de darse un fuerte abrazo. Más tarde Héctor estaba preguntando para 40
alquilar un todoterreno. Una hora después iba en dirección a Polonia. El chico estaba nervioso, después de tanto tiempo regresaba a casa, volvería a estar con su padre, volverían a ir de caza como habían hecho tantas veces cuando era niño. Las lágrimas le empezaron a caer por las mejillas, todo su cuerpo vibraba de contento. Se había metido por una carretera larga, muy larga, apenas hacía falta que tuviese los cinco sentidos puestos en el asfalto, no había tráfico, hacía varias horas que no se había encontrado con ningún otro coche. Al anochecer llegó a un pequeño pueblo, aparcó el coche para comer algo caliente. Media hora más tarde volvió a coger el coche y se puso en marcha para seguir su camino, no le importaba conducir de noche, lo único que quería era llegar cuanto antes a su bosque y oler su perfume. Cuando empezó a amanecer llegó a un puente, tenía una longitud de cincuenta metros, era muy estrecho, solo podía pasar 41
un coche cada vez. Héctor empezó a pasar y cuando le faltaban varios metros para salir del puente se metió en dirección contraria otro coche, ambos coches se fueron a encontrar al final del puente. Héctor asomando la cabeza por la ventanilla, dijo: -
¡Puedes dejarme salir por favor! Como puedes ver yo he entrado antes en el puente y estoy a punto de salir.
De repente, del otro coche salieron un hombre y una mujer. El hombre era muy grande y fuerte, más alto que Héctor. -
¡Has oído a ese mequetrefe!, dijo el hombre con cuello de toro dirigiéndose a la chica.
-
No le hagas mucho daño, dijo la chica sonriendo y mirando a Héctor con burla. 42
Héctor al oír a la chica “no le hagas mucho daño” no se lo podía creer. -
Yo he sido el primero en entrar en el puente, dijo Héctor sin levantar la voz y con buenos modales. Tú me has cerrado el paso. Además tu solo tienes que echar el coche un poco hacia atrás para que yo pueda salir.
El gigantón se dirigió hacia Héctor, la chica se quedó atrás observándolo todo atentamente, sabía de lo que era capaz su novio. Cuando llegó a un metro de donde estaba Héctor, se pudo ver la desproporción entre uno y otro. El gigantón le sacaba una cabeza y tenía una espalda como una puerta. Ambos se miraron a los ojos durante unos breves momentos.
43
-
Yo no pienso dejarte pasar, dijo Héctor. He entrado el primero en el puente.
El gigantón lanzó un golpe a la cara de Héctor con la mano abierta. El chico agarró con su mano la mano del gigantón antes de que la manaza llegase a su cara. El gigantón se llevó una sorpresa por la rapidez con que había actuado el chico, pero al ver que tenía agarrada la mano del chico apretó con todas sus fuerzas con la intención de romperle todos los huesos, pero Héctor aguantó la presión hercúlea del gigantón, después de unos momentos de tensión por ambas partes, los dos aflojaron la presión y se soltaron sacudiéndose la mano. A ambos se les había quedado dormida la mano. El gigantón que no se esperaba esto del chico, empezó a mirarle de otro modo. Un hombre que apretaba de aquel modo pensó, tenía que tener mucha fuerza y no había que despreciarle.
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-
¡Está bien!, dijo el gigantón después de unos segundos, te dejaré pasar, reconozco que tienes razón.
El gigantón se giró y empezó a andar hacia su coche, cuando llegó cerca de la chica, ésta le dijo: -
¿Por qué no le has dado su merecido?
-
No vale la pena, contestó el gigantón. El tiene prioridad, ha entrado en el puente antes que yo. Además, no puedo andar pegándome con todo el mundo.
La chica se quedó contrariada con su novio, nunca había dado su brazo a torcer ante nadie. Siempre pasaba por encima de todo el mundo. El gigantón se metió en el coche y empezó a dar marcha atrás, poco después había salido del puente dejándolo libre. Héctor arrancó su coche y pasó el 45
puente despacio, cuando llegó a la altura del coche del gigantón se asomó por la ventanilla y dijo: -
¡Muchas gracias!
El gigantón se quedó desconcertado. La chica, dijo: -
Encima te toma el pelo.
-
No creo que lo haya dicho para reírse de mí, dijo el gigantón, ese chico parece un tío legal.
Héctor puso el coche a toda velocidad, en poco tiempo se perdió en el horizonte. Después de varios días consiguió llegar a Reszel, el pueblo donde vivía una prima que había vivido con él de pequeña, aparcó el coche y seguidamente buscó su casa. Poco después estaba llamando al timbre. Al otro lado de la puerta oyó que alguien miraba por la 46
mirilla. Seguidamente la puerta se abrió y apareció su prima. Ambos se quedaron mirando durante unos instantes sin decir nada, hasta que… -
¡Soy Héctor!, ¿te acuerdas de mí? Reszel que así se llamaba la chica, contestó:
-
¡Has cambiado mucho!
-
Lo mismo digo, dijo Héctor sonriendo.
-
¡Pasa!, no te quedes fuera, Reszel.
dijo
Héctor pasó y le dio un par de besos a su prima. De repente, apareció una niña de cuatro años que se le quedó mirando. -
Esta es mi hija Ritza, dijo Reszel. 47
-
¡Me das un beso!, soy tu primo Héctor.
La niña no se movió de su sitio sin dejar de mirar a Héctor. -
¡Siéntate!, le dijo Reszel. Perdona a mi hija, pero no está acostumbrada a dar besos a ningún desconocido. Hugo se sentó en un sofá y su prima en otro enfrente de él.
-
¿A qué se debe tu visita después de tanto tiempo? Preguntó Reszel.
-
He estado estudiando en Estados Unidos y por fin he acabado la carrera. Estoy de camino a casa y he pasado por aquí para hacerte una visita y al mismo tiempo ver qué tal te va la vida.
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Hugo se fijó en la cara de su prima, vio que la tenía un poco hinchada y amarillenta, no se había dado cuenta hasta que la tuvo de frente. -
¿Te has dado un golpe en la cara?, le preguntó Hugo. Reszel hizo que no le había oído y preguntó:
-
¿Qué tal está tu padre?
-
Hace tiempo que no le veo, pero por las cartas que nos hemos escrito está bien. Perdona por haberte preguntado por tu cara, no es asunto mío. De repente, se oyó la voz de Ritza.
-
La ha pegado papá.
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Reszel miró a su hija enfadada y rápidamente dijo: -
Fue sin querer, no la hagas caso, ya sabes como son los niños.
-
Yo estaba cuando la pegó, replicó Ritza.
-
¿Quieres comer algo?, preguntó Reszel para volver a cambiar de tema.
-
Pues si me sacas algo de comer te lo agradecería, hace horas que no meto nada en el estómago.
Poco después Héctor estaba comiendo un buen trozo de pizza y bebiendo una cerveza. Ritza no le quitaba el ojo de encima. De repente, se oyó el ruido de una puerta que se abría y se cerraba, alguien había entrado en la casa. 50
-
Será mi marido, dijo Reszel un poco nerviosa.
Ritza corrió a esconderse en una habitación. A Héctor no le pasó desapercibido ese detalle. -
¿Quién es éste?, preguntó el marido de Reszel de malas maneras.
-
¡Es mi primo!, contestó Reszel con apenas un hilillo de voz. Viene de Estados Unidos y regresa a casa, no tardará en marcharse.
Héctor se levantó de su asiento y miró al hombre que tenía delante, era un poco más bajo que él, pero era un tipo fuerte, le tendió la mano, pero el marido de su prima hizo que no la veía, y dándose la vuelta, dijo:
51
-
En cuanto termines de comer lárgate y no vuelvas, no queremos vagabundos por esta casa.
Reszel no dijo nada, Héctor veía en su cara que estaba asustada. -
Si mi prima quiere que me quede en su casa, me quedaré, dijo Héctor.
-
No hagas que te eche yo a patadas, dijo el marido de su prima. Héctor miró a su prima y ésta mirándole, le dijo:
-
¡Vete por favor!
Héctor se levantó y se acercó al marido de su prima, ambos se miraron a la cara a escasos centímetros una de la otra: -
Me iré porque mi prima quiere que me vaya, pero quiero hacerte una 52
advertencia. Como me entere que pegas a mi prima o maltratas a su hija volveré y te daré tal paliza que no te vas a reconocer ni tú mismo. El marido de Reszel se quedó mirando a Héctor a los ojos, vio en ellos que no mentía, que era un hombre que cumplía sus promesas. Héctor se acercó a su prima y abrazándose a ella, dijo: -
Si este animal vuelve a tocarte házmelo saber y vendré para romperle las piernas.
Seguidamente se dirigió a la puerta que daba a la calle y abriéndola desapareció en la noche. Más tarde iba conduciendo por una larga carretera. Cuando empezó a amanecer llegó a la cabaña, salió del coche y se quedó contemplándola durante un tiempo, estaba igual que cuando se fue de allí hacía ya unos años. Se dirigió a la puerta y llamó, 53
poco después se habría apareciendo en el umbral su padre, ambos se quedaron mirando durante un rato. A Héctor le pareció que su padre había envejecido en aquellos años de ausencia, su pelo se había vuelto más blanco y tenía algunas arrugas en su cara que no recordaba, por lo demás estaba tan fuerte como siempre. Brandon sin embargo se llevó una gran sorpresa al ver a su hijo, durante su ausencia había crecido unos veinte centímetros y su cuerpo ya no era el de un chico en fase de crecimiento, ahora se había convertido en un hombre fuerte, se intuía que debajo de su camisa había unos brazos musculosos. Después de la inspección por parte de ambos se abrazaron y ahí fue cuando Brandon se dio cuenta que no se había equivocado, el cuerpo de su hijo estaba como una roca. -
Estos años te han sentado bien, dijo Brandon.
54
-
Lo mismo digo, dijo Héctor. Por ti no pasan los años.
-
¿Has desayunado?, preguntó Brandon.
-
¡No!, contestó Héctor.
-
Pues mientras deshaces las maletas te preparo el desayuno.
Héctor se quedó mirando el interior de la cabaña, todo estaba en su sitio: la cabeza del alce encima de la chimenea, la pequeña biblioteca abarrotada de libros, la mesa del comedor con sus sillas de respaldo alto donde había comido tantas veces, las pieles de lobo sobre el suelo de madera. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, por fin estaba en casa. Seguidamente fue derecho a su habitación, una vez allí empezó a deshacer las maletas. Más tarde estaba colgando y metiendo todo en su armario. Seguidamente fue al baño y 55
se dio una ducha de agua caliente, tenía el cuerpo cansado del viaje. Cuando salió del baño e hizo su entrada en la cocina no se lo podía creer, su padre le había preparado un abundante desayuno: huevos fritos con beicon, un tazón de leche con café, unas rebanadas de pan untadas con mantequilla y fruta. -
¡Gracias padre!, hacía tiempo que no había visto un desayuno como éste.
-
Cuando termines, te espero fuera. Pensaba ir de caza, supongo que tendrás ganas, dijo Brandon.
-
Has supuesto bien, contestó rápidamente Héctor con una sonrisa.
Mientras Héctor atacaba el desayuno, Brandon salió fuera de la cabaña, en ese preciso momento llegaba León, había 56
pasado la noche fuera, de vez en cuando le gustaba perderse en la noche en busca de aventuras, a Brandon no le parecía mal, era un lobo y como tal se tenía que comportar. Poco después salió Héctor con su ballesta y su carcaj lleno de flechas. León nada más verle se le quedó mirando con cara de pocos amigos. Héctor hizo intención de acercarse a él, pero León empezó a gruñir enseñándole los dientes. -
¡Tranquilo! Dijo Brandon acercándose a Héctor y cogiéndole por el hombro.
-
Este es mi hijo Héctor, del que tantas veces te he hablado. León se quedó mirando a ambos durante un tiempo, poco después dejó de gruñir.
57
-
¡Así me gusta!, dijo Brandon. Que reconozcas a Héctor.
Seguidamente Héctor se acercó a León y le puso una mano en su cabezota acariciándole, éste se dejó hacer. Brandon les miró con alegría, por fin había regresado su hijo para hacerle compañía en aquel bosque inmenso, juntos tendrían tiempo para cazar y hablar. -
¡Vamos! dijo Brandon mirando a su hijo.
-
Espero no haber perdido la puntería que tenía, dijo Héctor. Hace tanto tiempo...
-
La puntería no se pierde, dijo Brandon, igual al principio te cuesta un poco el cogerle el tranquillo, pero después lo harás bien.
58
Se internaron entre los árboles y los matorrales acompañados de su fiel amigo León. En aquel bosque había pocos caminos, algunos senderos y todo lo demás era tierra virgen, había que tener un sentido muy desarrollado del terreno para no perderse. Poco después seguían avanzando con cautela en busca de alguna pieza para cazar, se movían como si fuesen dos indios. Brandon le dijo a su hijo en un susurro: -
Si por casualidad nos llegamos a separar espero que sepas regresar a la cabaña.
-
¡No te preocupes!, dijo Héctor también en un susurro. Me he criado en este bosque y conozco todos los recovecos, creo que hasta los árboles me conocen.
Brandon sonrió, esperaba esa respuesta por parte de su hijo. Siguieron 59
avanzando preparados para la caza. De repente, oyeron unos ruidos. Brandon levantó la mano. Héctor y León se pararon en seco al ver la mano de Brandon levantada, éste apartó con cuidado los arbustos que tenía delante de su cara apareciendo ante sus ojos un hermoso jabalí que estaba escarbando en el suelo. Brandon miró hacia atrás y le hizo una seña a su hijo con la mano indicándole que allí había algo. Héctor preparó su ballesta y se acercó con cautela hasta donde estaba su padre seguido de León. Brandon levantó su rifle con mucho cuidado y apuntó al jabalí, en ese preciso momento el jabalí olió algo en el aire y levantó su enorme cabeza con un colmillo a cada lado, Brandon disparó y la bala le rozó la cabeza al jabalí, éste se puso como loco y salió a toda velocidad hacia donde estaba Brandon. León que le vio pegó un salto increíble desde atrás poniéndose delante de su amo para recibir al jabalí. Héctor viendo que el jabalí iba a cargar contra León y su padre levantó rápidamente la 60
ballesta y sin casi poder apuntar disparó, la flecha salió derecha hacia la cabeza del jabalí atravesándosela de parte a parte. El bicho cayó a escasos metros de León que le esperaba preparado para defender a su amo. -
De buena me he librado, dijo Brandon aún nervioso. Gracias hijo, gracias León, si no es por vosotros me habría ensartado con sus colmillos.
Poco después padre e hijo regresaban con el jabalí a cuestas hacia la cabaña, León les seguía de cerca. -
Como pesa este bicharraco, dijo Brandon que le caía el sudor desde la frente al suelo.
-
Si quieres lo llevo yo, dijo Héctor.
61
-
¡Pesa demasiado para uno solo!, dijo Brandon, por lo menos pesa ciento cuarenta kilos.
Tuvieron que descansar varias veces para que Brandon cogiese aire. Cuando Brandon se recuperaba seguían caminando. Una hora después llegaron a la cabaña. -
Con este jabalí tenemos comida para una buena temporada, dijo Brandon orgulloso.
Al día siguiente decidieron ir de pesca al río, salieron de la cabaña, se internaron entre los árboles y después de un par de horas llegaron al río. León daba vueltas de un sitio para otro, parecía intranquilo. Brandon y Héctor sacaron las cañas de las fundas y poco después ambos estaban pescando. Al principio estaban a unos pocos metros de distancia, pero un tiempo después se habían alejado tanto uno del otro que no se veían. Lobo se había 62
perdido entre la maleza del bosque. De repente, a Héctor se le empezó a mover el sedal, se puso nervioso, pero rápidamente recuperó la calma, había que tener paciencia si quería coger aquella trucha. Poco después se movió la caña y ahí fue cuando empezó la lucha. El chico le dio más sedal para que la trucha se cansase y seguido recogía el sedal, esto lo hizo unas cuantas veces hasta que notó que el bicho que había atrapado ya no ofrecía tanta resistencia. -
¡Ya te tengo!, dijo Héctor sonriendo.
Seguidamente empezó a recoger el sedal de la caña. Poco a poco lo fue acercando hasta que empezó a salir la cabeza del agua, era enorme. La cara de Héctor se iluminó, había pescado una trucha que pesaría unos seis kilos. De repente, salió del agua la cabeza de una serpiente pitón tragándose la trucha. La cara de Héctor se puso blanca y después roja de indignación. 63
-
¡Maldita serpiente!, gritó Héctor enfurecido.
Pasaron los días, tanto Brandon como Héctor salían todos los días de caza o pesca. Brandon cada día que pasaba estaba más orgulloso de su hijo. León estaba disfrutando como nunca, desde primera hora de la mañana hasta la última hora de la tarde se pasaban los días recorriendo el bosque.
Un día al levantarse Héctor vio que su padre no se había levantado de la cama, al principio lo encontró normal, pero poco a poco la intranquilidad se fue metiendo en su cuerpo. El chico llamó a la puerta de su habitación. -
¡Entra!, contestó Brandon.
64
-
¡Qué raro que aún no te hayas levantado!, dijo Héctor.
-
No me encuentro bien, descansaré un poco, dijo Brandon.
-
Entonces me quedaré contigo, dijo Héctor.
-
¡No!, tú vete a cazar o pescar. Hoy descansaré, mañana volveremos a salir juntos, dijo Brandon, no es nada serio.
-
Le diré a León que se quede contigo, dijo Héctor.
-
¡No!, quiero estar tranquilo y León necesita hacer ejercicio. Tú vete y no te preocupes por mí, estoy bien.
-
Como tú quieras, dijo Héctor. 65
Poco después Héctor salía de caza acompañado de su lobo.
***************
66
L
usaka no tardó mucho en
visualizar el lugar donde tenía previsto aterrizar. Poco después hizo descender la avioneta hasta que tocó tierra. Más tarde tapó con unas grandes ramas de árboles la avioneta para que pasase totalmente desapercibida, no quería dejar ninguna huella de la avioneta. Seguidamente se metió en el coche todo terreno que tenía escondido entre los árboles y arrancó dirigiéndose a la ciudad. Una vez allí se metió en una cabina telefónica y marcó el número de Alexander, padre de Eimy. - ¡Sí!, contestó Alexander. En otro teléfono de la casa estaba escuchando un inspector de policía. -
Si quiere recuperar a su hija con vida, tiene que llevar mañana a las 67
ocho de la mañana en una maleta el dinero que le pedimos. -
¿A dónde?, preguntó Alexander.
-
A la Torre de Messeturm.
-
Pero tiene ciento cinco pisos de altura, contestó Alexander.
-
No se preocupe yo le encontraré, usted lleve el maletín. Seguidamente colgó el teléfono.
-
¿Lo habéis localizado?, se oyó la voz de inspector.
-
¡Sí!, contestaron sus hombres. Ha llamado desde una cabina de teléfono en el centro de la ciudad.
68
-
¡No importa!, dijo el inspector. Mañana le cogeremos con las manos en la masa. El inspector se dirigió a Alexander y le dijo:
-
Mañana, a la hora convenida llevará el maletín. No se preocupe, no le perderemos de vista.
Al día siguiente, a la hora convenida, Alexander se trasladó en coche hasta la Torre de Messeturm. Una vez allí aparcó el coche cerca del edificio, cogió el maletín y se metió en la Torre de ciento cinco pisos de altura. En vez de coger uno de los ascensores empezó a subir de planta en planta, muy cerca de él tres policías de paisano le seguían turnándose. Cuando llegó a la tercera planta notó que alguien le arrebataba el maletín por detrás. Alexander se giró y vio a un hombre de su estatura que corría hacia el ascensor desapareciendo 69
dentro de él. Los tres policías corrieron detrás, pero cuando llegaron a las puertas del ascensor se habían cerrado. Uno de los policías llamó por teléfono a los compañeros que estaban en la planta baja para alertarles que el individuo se les había escapado con el maletín. Los cuatro policías que estaban abajo se dispersaron para rodear el edificio. Cuando el ascensor llegó al último piso, Lusaka salió fuera, había algunas personas admirando las preciosas vistas que se veían desde allí arriba. Lusaka cogió la mochila que tenía colgada de la espalda, sacó un traje de Wingfly (traje volador), se lo empezó a poner ante la mirada asombrada de las personas que estaban allí, seguidamente metió el dinero del maletín en la mochila. Poco después se subió a la barandilla ante la mirada atónita de todos y se lanzó al vacío. -
¡Ohhhhhhh ¡ gritaron las personas al verle caer. 70
En ese momento llegaron varios policías a la última planta, pero solo pudieron ver como se les escapaba su presa. Lusaka abrió los brazos y las piernas y empezó a bajar a una velocidad increíble. -
¡Mirad!, gritó uno de los policías que estaban abajo. Se nos escapa.
Lusaka seguía volando muy lejos del edificio hasta que por fin consiguió llegar a tierra. Una vez allí se quitó el traje, cogió el coche que había dejado el día anterior y poco después había desaparecido. Más tarde se presentó la policía, pero no encontraron nada, habían perdido la pista. -
¡Cómo es posible que se nos haya escapado!, gritó el inspector de policía fuera de sí. Qué bloqueen 71
todas las carreteras, no quiero que ese hombre consiga salir del país. Casi de inmediato, todas las carreteras quedaron cortadas por la policía. Cuando Alexander, el padre de la chica se enteró, dijo: -
Espero que cumplan su palabra y dejen libre a mi hija, que no tomen represalias por lo que ha sucedido.
Lusaka consiguió llegar de noche a un barrio de casas que había a las afueras de Suiza. Poco después estaba dentro de una de ellas que había alquilado hacía tiempo. Tenía que permanecer allí sin llamar la atención durante dos meses, hasta que nadie hablase del secuestro. Había abastecido el piso de comida y bebida para mucho tiempo.
72
Yanick, Wallas, Fredy, Brais, Dietmar, Eckard, Gunnar, Aaron y Hildemar seguían acampados en el bosque Bialowieza. -
Llevamos un mes aquí y ya estoy cansado, no hay más que mosquitos, bichos que corren por todas partes y un silencio que me pone nervioso, dijo Eckard. Echo en falta los bares, la gente, las calles, el bullicio.
-
Ya queda poco, dijo Brais. Todos estamos cansados de estar aquí, pero hay que aguantar. Dentro de un mes podremos regresar y coger nuestra parte del botín y entonces podremos disfru -tarlo en el país que queramos.
-
Cada vez tenemos menos comida y bebida, dijo Dietmar. 73
Entonces se oyó la voz de Hildemar: -
Cuando se nos acabe la comida y la bebida tendremos que cazar y beber agua del río. No saldremos de aquí hasta que se cumpla el tiempo establecido, y si alguno no está de acuerdo que me lo haga saber.
Ninguno más se atrevió a dar su opinión. Las palabras del jefe habían sido claras y sabían que era mejor no llevarle la contraria o ponerle nervioso. Una semana más tarde apenas tenían comida y bebida. -
Aun quedan quince días para que nos vayamos de aquí, dijo Hildemar. Durante estos quince días tenemos que abastecernos del bosque. Yanick y Wallas serán los encargados de conseguir la comida 74
y Brais y Dietmar de conseguir el agua. ¿Alguna pregunta? Nadie dijo nada, pero en las caras de Yanick, Wallas, Brais y Dietmar se veía el descontento, ¿por qué les había tocado a ellos y no a otros? Al día siguiente, a primera hora de la mañana Yanick, Wallas, Brais y Dietmar salieron del campamento para ir en busca de algún animal que cazar y de algún lugar para coger el agua, enseguida se separaron unos de otros. Yanick y Wallas llevaban sus fusiles y pistolas preparadas para la caza, en poco tiempo se alejaron del campamento. Los ruidos del bosque eran continuos y muy diferentes, eso hacia que tanto Yanick como Wallas estuvieran nerviosos, no sabían con lo que se podían encontrar a cada paso que daban. Siguieron andando durante mucho tiempo hasta que Yanick se quedó parado.
75
-
¡Qué pasa!, ¡qué has visto!, preguntó Wallas nervioso.
-
¡Una cabaña!, dijo Yanick sin poder creérselo.
-
¡Una cabaña!, dijo sorprendido Wallas. ¡Déjame ver!
Yanick se apartó para que su compañero viese la cabaña a través de las hojas de los árboles que tenían delante de sus narices. -
Hemos tenido un golpe de suerte, dijo Wallas, no tendremos que cazar.
Yanick y Wallas se acercaron a la cabaña con cuidado de no alertar a las personas que hubiera dentro. Miraron por una de las ventanas y vieron a un hombre de espaldas cocinando.
76
-
¿Estará solo?, preguntó Yanick en un susurro.
-
¡Yo creo que sí!, contestó Wallas.
Yanick dio un rodeo a la cabaña seguido de su compañero hasta que llegaron a la puerta. -
Tú quédate aquí por si hay alguien más fuera de la cabaña, dijo en un susurro Yanick a Wallas.
Wallas le hizo un gesto con la cabeza a su compañero haciéndole ver que le había entendido. Seguidamente Yanick dando una fuerte patada a la puerta entró de golpe en la cabaña. Brandon se echó hacia atrás asustado. -
¿Qué es esto?, ¿Quién es usted? ¿Qué quiere? Preguntó Brandon tartamudeando. 77
-
¿Vive usted solo? Preguntó Yanick apuntándole con su fusil.
-
¡Sí!, contestó Brandon aparentemente nervioso. Soy el guardabosques.
-
¡Enséñeme la casa!, dijo Yanick, no me fío de lo que me dice.
Brandon abrió las puertas de las habitaciones para que viese que allí no había nadie. De repente, Yanick se fijó que en una de las habitaciones había ropa encima de una silla. -
Esta ropa, de ¿quién es?, porque no me dirás que es tuya.
-
Es de mi hijo, dijo Brandon rápidamente, pero no está aquí. Ha ido a la ciudad a casa de un amigo a pasar unos días. 78
Yanick se acercó a Brandon y le dio en la cara con la culata del fusil. Brandon cayó al suelo sangrando por la nariz. -
No me mientas, gritó Yanick rojo de cólera. ¿Dónde está tu hijo? Te lo pregunto por última vez.
-
Ha salido de caza, dijo Brandon.
-
Eso me gusta más, contestó Yanick sonriendo. ¡Wallas!, puedes entrar. De repente, apareció Wallas en la puerta.
-
¡Átale mientras yo le sigo apuntando!, dijo Yanick.
Wallas cogió una cuerda y empezó a atar a Brandon a una silla, poco después estaba atado y amordazado para que no gritara.
79
-
Ahora esperaremos a que venga el hijo, dijo Yanick. Pasó el tiempo, pero Héctor no regresaba.
-
Dentro de pocas horas empezará a anochecer, dijo Yanick. Uno de nosotros tendrá que regresar al campamento y decirle a Hildemar que hemos encontrado una cabaña llena de provisiones.
-
¡Yo iré!, dijo rápidamente Wallas.
-
Llévate un saco con comida para esta noche, dijo Yanick.
-
Buena idea, dijo Wallas, si voy sin nada Hildemar es capaz de despellejarme vivo.
80
Poco después Wallas salía de la cabaña con un saco lleno de comida y algunas botellas de cerveza y de licor. -
Tú y yo esperaremos a que regrese tu hijo, dijo Yanick sonriendo maliciosamente al guardabosques.
Cuando ya había anochecido Héctor regresaba con León a la cabaña, habían tenido un buen día de caza, llevaba colgados de una cuerda cuatro patos salvajes y seis conejos. -
Padre se pondrá contento con la caza que llevamos, decía Héctor a León.
Cuando salieron del arbolado y apareció la cabaña, León empezó a gruñir. -
¡Qué sucede!, preguntó a León que no dejaba de gruñir. ¡Quédate aquí!, echaré un vistazo. 81
Héctor se acercó a la cabaña con sigilo, se dirigió hacia una de las ventanas y con cuidado miró dentro, pero no vio a nadie, esperó un rato a ver lo que sucedía, pero todo seguía igual. La luz estaba encendida, pero su padre no se dejaba ver. -
Seguirá enfermo y estará en la cama, se dijo Héctor.
Poco después se acercó a la puerta, vio que la puerta estaba violentada, la habían abierto por la fuerza, se dirigió a la puerta de la habitación de su padre y nada más abrir recibió un golpe en la cabeza. Héctor cayó al suelo sin sentido. Brandon desde una esquina de la habitación había visto todo, de sus ojos le empezaron a caer las lágrimas, estaban perdidos, a merced de aquella gentuza. De repente, apareció en la puerta de la habitación la cabeza de León gruñendo, antes de que Yanick pudiese reaccionar el lobo le saltó encima, el fusil se le escapó de las manos cayendo lejos. 82
León estaba encima de Yanick enseñándole los colmillos. Yanick estaba aterrado de miedo, miraba a los ojos del animal y leía en ellos que si hacía un pequeño movimiento le hincaría los dientes en la garganta. Héctor empezó a recobrar el conocimiento, se movió un poco, luego se echó una mano a la cabeza y seguido empezó a levantarse. -
¿Qué ha pasado?, se preguntó mientras se levantaba del suelo.
Lo primero que vio fue a León que estaba encima de un individuo y a su padre que estaba en una esquina de la habitación atado y amordazado. Entonces recobró la consciencia, como se había asomado a la habitación de su padre y recibió un golpe. Rápidamente se dirigió a donde estaba su padre y empezó a desatarle y a quitarle de la boca el pañuelo.
83
-
¿Quién es este hombre?, le preguntó Héctor a su padre.
-
Aparecieron aquí de repente, empezó diciendo Brandon. Pero Héctor le interrumpió...
-
¡Cómo que aparecieron!, hay más individuos.
-
¡Sí!, contestó Brandon, debe haber muchos más. Aparecieron dos y uno de ellos se fue a avisar a los demás.
Héctor cogió el fusil que estaba en el suelo y apuntando al individuo, dijo. -
¡Siéntate en esa silla!
Yanick obedeció rápidamente, tenía un miedo terrible a aquel animal. Lobo seguía cerca de él enseñándole los dientes.
84
Seguidamente Héctor le ató con la misma cuerda que él había atado a su padre. -
Ahora nos vas a decir que hacéis aquí y cuántos sois.
Al principio Yanick no quería decir nada. Héctor llamó a León para que se acercara hasta donde estaba Yanick. León se acercó tanto a él que casi le tocaba con el morro la cabeza. El lobo empezó a gruñir al mismo tiempo que le enseñaba los colmillos. Yanick empezó a gritar: -
¡Aléjalo de mí! ¡aléjalo de mí! Decía con terror.
-
Cuando nos digas todo lo que queremos saber, dijo Héctor.
-
¡Os diré todo!
-
León ven aquí, se oyó la voz de Brandon. 85
El lobo fue hacia su amo, Brandon le acarició la cabezota y le dijo: -
¡Siéntate!, parece que quiere hablar. Yanick empezó a decir...
-
Estamos aquí pasando unas vacaciones unos amigos y yo.
-
Como sigas mintiendo, dijo Héctor, te echaré a León.
Yanick se dio cuenta que el chico le decía la verdad, así que rectificó rápidamente. -
Hemos raptado a una chica, es la hija de un hombre que tiene mucho dinero. Estamos esperando a que nos pague su padre, después nos iremos de aquí y no volveremos más. 86
-
Eso es más creíble, dijo Héctor sonriendo.
-
¿Cuántos sois?, preguntó Héctor.
-
¡Cuatro!, contestó Yanick.
Héctor le hizo una seña a su padre para que se acercara a él. -
¡Vamos fuera!, le dijo Héctor a su padre. Una vez fuera de la cabaña, Héctor dijo:
-
Voy en busca de sus amigos, quiero saber cuantos son en realidad y como está la chica.
-
¡Pero ahora es de noche!, dijo Brandon. 87
-
Ya sabes que para mí el bosque no tiene misterios, conozco cada árbol y cada recoveco.
Poco después Héctor cogió su carjad lleno de flechas, su ballesta, su cuchillo de monte y una mochila pequeña con algunas provisiones. -
No te preocupes por mí, dijo Héctor a su padre.
Seguidamente Héctor desapareció en la oscuridad de la noche.
****************
88
C
uando Wallas consiguió llegar al
campamento, había anochecido. -
Ya os ha costado regresar, dijo Fredy. Pero ¿dónde está Yanick?
-
Es una larga historia, dijo Wallas al mismo tiempo que dejaba el saco en el suelo. Brais se acercó al saco y abriéndolo, exclamó:
-
¡Comida y bebida!, nos vamos a poner hasta las trancas.
Hildemar salió al encuentro de Wallas y vio todo lo que había traído en el saco: carne de ciervo, carne de jabalí, seis conejos, seis botellas de cerveza y cuatro de licor. Seguidamente le preguntó: 89
-
Ahora cuéntanos donde está Yanick y que os ha pasado.
-
Empezamos la cacería, pero no veíamos ningún animal que nos llamara la atención, empezó diciendo Wallas, después de mucho andar y pensando que nos habíamos perdido nos encontramos de repente con una cabaña. Miramos desde fuera y vimos a un hombre en su interior, después de cerciorarnos que estaba solo entramos y le atamos a una silla, nos dijo que vivía con su hijo, pero que se había ido de caza y no sabía cuando regresaría. Como se hizo tarde, Yanick me dijo que regresase con este saco, que él se quedaba con el viejo esperando al hijo.
90
-
¡Eso está bien!, dijo Hildemar. Una cabaña nos vendrá bien para pasar el tiempo que nos queda aquí.
Eimy miraba a Hildemar con odio, ya había perdido la cuenta de los días que llevaba en aquel bosque y no sabía si al final la dejarían en libertad. Estaba atada con una cuerda a un árbol y apenas podía moverse. Aaron era el encargado de vigilarla y se portaba bien con ella, eso hacía que el secuestro fuera más llevadero. La noche cayó bruscamente sobre el campamento, comieron y bebieron de lo que les había llevado Wallas, acabaron con todas las botellas de cerveza y después continuaron con las de whisky. Muy entrada la noche todos estaban que no se tenían de pie, se reían por cualquier cosa y no decían más que tonterías, ninguno de ellos era capaz de llegar a su tienda, se habían quedado dormidos en el mismo lugar donde estaban. 91
Hildemar era el único que no perdió el conocimiento, se quedó haciendo la primera guardia al lado del fuego que alumbraba una parte del campamento, por su cabeza fueron pasando muchas cosas para cuando estuvieran fuera de aquel lugar. Eimy intentó una vez más soltarse de sus ataduras, pero la habían atado a conciencia, tenía las muñecas doloridas de tanto forcejear con la cuerda.
**************
Héctor se internó en el bosque. Los animales que cazaban de noche andaban sigilosamente por todas partes para atrapar a sus presas. El chico había visto pasar a un grupo de lobos desde lo alto de uno de los 92
árboles. Poco después bajó y siguió su camino en busca de los hombres que habían secuestrado a la chica y habían golpeado a su padre. Cuando empezó a amanecer consiguió ver el fuego que aún tenían en el campamento, tras un árbol vio a un hombre con un fusil sentado cerca del fuego y alrededor suyo, esparcidos por el suelo había cinco o seis hombres tumbados, parecían dormidos, había b o t e l l a s t i r a d a s p o r t o d a s p a r t e s . Seguidamente vio a la chica tumbada en el suelo y atada a un árbol. Héctor se dio cuenta que todos se habían emborrachado, por eso estaban de aquella forma, empezó a pensar rápidamente en la forma de liberar a la chica sin que los malhechores se dieran cuenta. Poco después, se dijo: -
¡Ya lo tengo¡
Seguidamente se tumbó en el suelo y empezó a reptar como una serpiente hacia 93
el campamento. Se iba acercando poco a poco entre la hojarasca que inundaba el suelo. En poco tiempo llegó cerca de donde estaba el hombre que hacía guardia. Héctor levantó un poco la cabeza para ver mejor su situación, pero se dio cuenta que por allí le sería imposible seguir avanzando sin que le viese, rápidamente se giró y dio un rodeo para ponerse a la espalda del vigía. Más tarde lo había conseguido, estaba a escasos metros de su espalda. Héctor miró bien para calcular la distancia que le separaba de su enemigo, se fue levantando con mucho cuidado hasta ponerse a gatas y pegando un salto cayó encima de él al mismo tiempo que le golpeaba en la cabeza con el mango de su cuchillo. El vigía cayó al suelo sin sentido. Héctor miró a su alrededor por si alguno de los hombres que estaban tumbados en el suelo había oído algo, todo parecía en orden, fue hacia la chica que estaba durmiendo, le puso una mano en la boca para que no chillara y la zarandeó para despertarla. Eimy abrió los ojos sobresaltada. 94
-
¡Soy un amigo!, dijo Héctor en voz baja. He venido para llevarte con tu padre. Ahora voy a quitarte la mano de la boca, no metas ruido.
Héctor fue quitando la mano de la boca de la chica poco a poco. Eimy miraba a Héctor a los ojos intentando ver si estaba soñando o lo que le estaba sucediendo era verdad. Poco después Héctor estaba cortando la cuerda que la chica tenía atada a las muñecas. Seguidamente ambos salieron del campamento sigilosamente intentando no despertar a los demás. Poco después se internaron entre los árboles del bosque y desaparecieron. Poco después Eckard recobró el conocimiento. -
¿Qué ha pasado? Se preguntó agarrándose la cabeza.
Enseguida se le abrieron los ojos como platos, su cabeza empezaba a 95
funcionar. Miró hacia donde tenía que estar la chica y al no verla y ver las cuerdas cortadas en el suelo, gritó: -
¡Alerta¡, ¡alerta! Nos han atacado, se han llevado a la chica.
El primero en despertar fue Hildemar, cogió su fusil y empezó a apuntar a todas partes intentando ver quien les atacaba. Seguidamente fueron despertando los demás, todos se levantaron del suelo agarrándose de la cabeza, la resaca que tenían de la borrachera del día anterior estaba pasando su factura. Hildemar se acercó a Eckard que se agarraba de la cabeza, le preguntó: -
¿Qué ha pasado?, ¿quién te ha golpeado?
-
¡No sé!, contestó Eckard, recibí un golpe por detrás y ahora he recobrado el conocimiento, no he 96
visto a nadie, solo se que la chica ha desaparecido. -
¡Wallas y Fredy!, ¡Brais y Dietmar!, ¡Gunnar y Aaron! Empezad a buscar a ese maldito por todas partes, no regreséis hasta que hayáis acabado con él y recuperéis a la chica, gritó Hildemar fuera de sí.
Rápidamente los hombres de Hildemar armados hasta los dientes se internaron en el bosque a la caza del hombre que se había burlado de ellos llevándose a la chica. El sol había salido por el horizonte alumbrando con sus rayos el bosque. Wallas y Fredy corrían entre los árboles intentando dar caza a su enemigo. Brais y Dietmar también buscaban a aquel hombre que se había atrevido a llevarse la chica y Gunnar y Aaron querían ser los primeros en dar caza al desconocido, Gunnar era un buen rastreador, fácilmente
97
encontraba y sabía seguir las huellas de sus enemigos. Héctor y Eimy seguían corriendo por entre los árboles del bosque para escapar de sus enemigos. Héctor arrastraba a Eimy de la mano obligándola a seguir huyendo porque la chica no podía con su cuerpo, estaba totalmente agotada. Los días de inactividad le estaban pasando factura. -
¡Descansemos un poco!, dijo Héctor viendo que Eimy no podía dar un paso más.
Eimy miró a Héctor y una sonrisa se dibujó en su cara para agradecerle lo que estaba haciendo por ella. Wallas y Fredy, Brais y Dietmar y Gunnar y Aaron seguían corriendo en persecución de sus presas. La pareja que consiguiese atraparles tendría el reconocimiento de Hildemar. Pasó el tiempo, viendo Héctor que Eimy no se 98
recuperaba decidió hacer otra cosa, escondería a la chica cerca de allí y él seguiría su camino hasta llegar a su cabaña y alertar a su padre. Poco después Héctor cogió a Eimy en brazos y bajó por un sendero apenas perceptible para la vista humana, no muy lejos de allí conocía una cueva totalmente camuflada por las plantas enredaderas que tapaban totalmente su entrada. Cuando llegaron Héctor traspasó la muralla de hojas que subían y bajaban tapando la entrada. Una vez dentro dejó a Eimy en el suelo. -
¡Aquí estás a salvo!, dijo Héctor. Te dejo unas cuantas provisiones para que aguantes hasta que vuelva a por ti. Aquí tienes agua y comida, no se te ocurra salir de este lugar por ningún concepto, puede ser peligroso.
-
¡Gracias!, dijo Eimy con un hilillo de voz, no tardes en volver. 99
Héctor sonrió, seguidamente traspasó la puerta verde desapareciendo de la vista de Eimy. El chico empezó a correr hacia la cabaña donde estaba su padre. La noche le cogió por el camino, aún así, no paró, sabía que su padre estaba en peligro. Cuando estaba amaneciendo llegó a la cabaña. De repente, un vuelco le dio el corazón, León estaba tumbado junto a la puerta. Héctor corrió hacia él sin pensar en el peligro. Cuando llegó donde estaba su lobo vio que le habían pegado un tiro en la cabeza, entró en la cabaña con su ballesta preparada para disparar, pero después de mirar en todas las habitaciones minuciosamente se dio cuenta que la cabaña estaba vacía, se sentó en el suelo sin saber qué hacer, ¿qué habrían hecho con su padre? Se preguntaba una y otra vez. Cuando recobró el ánimo salió de la cabaña para salir en busca de su padre, pero entonces lo vio, estaba atado a un árbol, le habían acribillado a balazos, se habían estado divertido con él. 100
Más tarde en la oscuridad de la noche estaba cavando dos agujeros. Uno para enterrar a su padre y otro para enterrar a su lobo. Cuando terminó estaba completamente sudado y cansado, las fuerzas le habían abandonado, decidió meterse en la cabaña y descansar. Al día siguiente ya pensaría que hacer... A pesar de lo que le había sucedido, había conseguido dormir durante la noche a trompicones. Cuando se levantó de la cama se dio una ducha de agua fría, eso hizo que su cuerpo despertase del letargo en el que había estado. Seguidamente se preparó un buen desayuno y después cogió provisiones para una buena temporada. Antes de salir de la cabaña se cercioró de que no le faltase nada: flechas suficientes para una cacería y su cuchillo en la funda preparado para usarlo. Abrió la puerta con cautela y salió al exterior, miró las tumbas de su padre y su lobo y seguidamente empezó a correr adentrándose en el 101
bosque. Enseguida vio las primeras huellas marcadas en el suelo.
Lejos de allí: Yanik, Wallas, Fredy, Brais, Diezmar, Eckard, Gunnar y Aaron regresaron a su campamento. La cara de Hildemar nada más verles llegar sin la chica se empezó a poner roja para pasar al color morado, una vena le recorría el cuello como una serpiente. -
¿Dónde está la chica?, preguntó con una voz que parecía de otro mundo.
Al principio nadie respondió a la pregunta de su jefe, pero después de unos minutos que parecieron eternos se oyó la voz de Wallas. -
Encontramos la cabaña y después de matar al viejo y a su lobo liberamos a Yanick, pero de la chica 102
y del hijo del viejo no hemos encontrado ni rastro. -
Os dije que no regresarais hasta que no hubieseis matado al hombre y traído a la chica de vuelta. Todos fuera de aquí. ¡Traedme a la chica y matad al que se la llevó!
Yanick junto con Wallas cogieron p r o v i s i o n e s y d e s a p a r e c i e r o n d e l campamento. Seguidamente también lo hicieron Fredy y Brais. Dietmar y Eckard y por último Gunnar y Aaron. Poco después Hildemar se había quedado solo en el campamento, se había sentado cerca del fuego y lo miraba fijamente. Más tarde los tres grupos se habían dispersado por el bosque en busca de Héctor y Eimy. Héctor consiguió llegar a la cueva donde estaba escondida Eimy. El chico pasó a través de la cortina de enredaderas que tapaban completamente la entrada a la 103
cueva. Eimy se sobresaltó al ver aparecer a Héctor sin meter ruido. -
¡Qué susto!, pensaba que me habían descubierto.
-
¡Tranquila!, dijo Héctor, soy yo. Te he traído más víveres.
-
¿No nos vamos de aquí?, preguntó Eimy desconcertada.
-
¡Aún no!, contestó Héctor. que resolver unos asuntos.
-
Pero ya he descansado lo suficiente. Tengo las fuerzas suficientes para correr durante mucho tiempo.
-
¡Lo siento!, te tendrás que quedar aquí algún tiempo más. Cuando termine lo que tengo que hacer regresaré a por ti, te lo prometo. 104
Tengo
A Eimy le cayeron unas lágrimas de los ojos, pero no dijo nada. Seguidamente Héctor salió de la cueva con precaución para no ser visto y empezó a correr adentrándose en el bosque nuevamente. La noche empezó a caer, en poco tiempo no se veía nada. Héctor se subió a un árbol para protegerse de los animales. La noche pasaba lenta, empezó a pensar en la mejor forma de dar caza a todos los hombres que habían dado muerte a su padre y a su lobo, apenas durmió unas horas, nada más amanecer bajó del árbol y empezó a preparar trampas en su bosque. Mientras preparaba una de ellas oyó ruidos de pasos que se iban acercando cada vez más. Terminó de preparar la última trampa y se subió al mismo árbol donde había pasado la noche, era un árbol enorme, podía ser de los más viejos del bosque. Tenía un tronco que no lo abarcaban tres hombres agarrándose las manos. La altura era tremenda. Héctor subió para camuflarse entre las ramas, poco después bajó un poco para ver bien a los que pasaban por debajo. 105
Pasó el tiempo, de repente, Héctor agudizó el oído, le había parecido oír algo. -
¿Dónde se habrán metido ese malnacido?, se oyó una voz.
-
¡Yo que sé!, contestó otra. Ese maldito puede estar escondido en cualquier parte, podemos estar meses buscándole y no encontrar nada.
-
¡Espero que sí¡, volvió a oírse la primera voz.
Héctor apartó un poco las ramas del árbol intentando ver cuantos hombres había allí abajo, después de mucho mirar solo vio uno, desde aquel sitio donde estaba escondido no se podía ver bien la parte baja, pero él sabía que había por lo menos dos hombres, ya que había oído dos voces distintas, bajó con cuidado todo lo que pudo para ver cuántos hombres había. 106
Poco después les estaba viendo, eran solo dos hombres armados con fusiles. Héctor cogió su ballesta, metió una flecha dentro y apuntó a uno de ellos, segundos después la flecha salía disparada hacia la cabeza del que estaba más cerca cayendo fulminado poco después. Wallas al ver a su compañero caer a su lado con una flecha clavada en la frente apuntó con su fusil hacia arriba y empezó a disparar al árbol a lo loco. Héctor se escondió detrás de una gran rama que le cubría totalmente, desde allí armó su ballesta de nuevo y disparó su segunda flecha, segundos después Wallas dejó de disparar, cayó al lado de su compañero. -
¡Dos menos!, dijo Héctor.
Rápidamente bajó del árbol y corrió entre los árboles, se tumbó en el suelo y se empezó a taparse rápidamente con todas las hojas que había por todas partes, cargó su ballesta de nuevo dispuesta para disparar, no se había equivocado, 107
enseguida se empezaron a oír las pisadas que retumbaban en el bosque porque se acercaban a toda velocidad. De repente, aparecieron otros dos hombres armados con fusiles mirando a todas partes dispuestos a disparar sus armas ante cualquier movimiento extraño. Héctor les miraba desde el suelo preparado para atacar. -
¡No aguanto más!, dijo uno de ellos, estoy harto de correr de un lugar a otro sin encontrar ni siquiera una pista.
-
¡Tienes razón!, contestó el otro, descansemos aquí y tomémoslo con calma.
Brais y Fredy se sentaron junto a uno de los árboles que había allí. Héctor se encontraba escondido a tres metros escasos de donde estaban ellos, les miraba
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atentamente desde debajo de un montón de hojas que le cubrían totalmente el cuerpo. - Yanick me contó, empezó diciendo Brais, que el viejo tenía en su cabaña muchas botellas de licor. Fredy miró a Brais de reojo y después de unos minutos dijo: -
¿Quieres que vayamos a la cabaña?
La cara de Brais se iluminó, apareciendo una sonrisa, dijo: -
Vayamos a bebernos todas esas botellas, después seguiremos con la caza.
Nada más terminar de decir eso, se levantaron los dos del suelo y desaparecieron entre los árboles.
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-
Os concedo unas horas más de vida, dijo Héctor al mismo tiempo que salía de debajo de las hojas. De repente, una voz no lejos de allí, gritó:
-
¡Han matado a Yanick y Wallas!
-
¡Maldito!, gritó otra voz. Ese malnacido se ha cargado a nuestros amigos. Como le atrape le voy a despellejar vivo.
Héctor no se encontraba lejos de donde estaban Dietmar y Eckard, se deslizó a través de los árboles para tenerles a la vista, poco después veía a los dos desde detrás de un árbol. El chico miraba como hacían un agujero para meter allí a sus amigos. Una hora más tarde estaban terminando de tapar el agujero.
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-
Estoy agotado, dijo Eckard. Tapar este maldito agujero ha acabado con todas mis fuerzas.
-
¡Descansemos!, no tenemos prisa, dijo Dietmar. Que le atrapemos dentro de una hora o dos nos da lo mismo.
Seguidamente ambos se tumbaron junto a uno de los árboles dejando sus fusiles en el suelo. Héctor no les perdía de vista, los tenía a tiro, podía acabar con ellos cuando quisiera, pero no tenía prisa, quería saborear aquel momento. La noche fue cayendo poco a poco sobre el bosque. Héctor preparó su ballesta y apuntó a uno de aquellos asesinos que habían matado a su padre, segundos después la flecha salía disparada de su ballesta buscando la cabeza de Dietmar, se oyó un sonido sordo. Eckard tenía los ojos medio cerrados y no se había percatado de lo que le había
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sucedido a su compañero. De repente, oyó una voz cerca de él: -
¿Quién mató a mi padre?
Eckard abrió los ojos sobresaltado al mismo tiempo que se levantaba del suelo, tenía enfrente al chico que andaban buscando. Le estaba apuntado con una flecha, miró a Dietmar y vio con horror que tenía una flecha clavada en la frente. -
Te estoy esperando, dijo Héctor con una voz nada amigable.
-
¡Yo no se nada!, dijo Eckard nervioso. Yo no he sido.
-
Te lo preguntaré por última vez, dijo Héctor apuntándole a la cabeza con su ballesta.
-
¡Espera, espera!, a tu padre le mató Gunnar. 112
-
Eso está mejor, dijo Héctor.
-
¿Qué vas a hacer conmigo?, le pregunta Eckard muerto de miedo.
-
Solo quería saber quien había matado a mi padre. Te puedes ir.
Héctor se giró para marcharse de allí. Eckard se agachó rápidamente para coger su fusil del suelo y matarle por la espalda, pero Héctor que ya se lo esperaba se giró y disparó su ballesta, la flecha salió dirigida al pecho de Eckard, éste notó que algo duro le traspasaba, soltó el fusil y cayó de rodillas, segundos después cayó al suelo sin vida. -
Tú te lo has buscado, dijo Héctor.
Poco después Héctor había desaparecido de allí buscando alguna presa más. 113
Fredy y Brais consiguieron llegar a la cabaña. -
¡Ahí está! Dijo Fredy. Ya te decía que no debía de estar muy lejos.
-
¡Entremos!, dijo Brais.
Fredy y Brais se dirigieron a la puerta de la cabaña y empujándola entraron dentro. -
Aquí nadie nos buscará, dijo Fredy. Además hay suficiente bebida para pasar una buena temporada.
Brais no decía nada, pero sus ojos le delataban, estaba tan contento como su compañero, iban a pasar una larga temporada allí, iban a perder el conocimiento bebiendo. Poco después cada uno tenía una botella, brindaron y empezaron a beber, siguieron brindando y 114
siguieron bebiendo hasta que ambos se sentaron porque no aguantaban sus cuerpos. -
Esto es vida, dijo Brais, no pienso irme de esta cabaña hasta que hayamos acabado con todas las botellas.
Fredy se reía, no le salía ni el habla. Cuando empezó a anochecer ambos estaban completamente borrachos y tirados en el suelo.
Héctor corrió a la cueva donde estaba Eimy para ver que tal se encontraba. Cuando llegó entró con mucho cuidado para no asustarla. -
¡Hola!, ¿qué tal estás?, le preguntó Héctor. 115
-
¡No sé!, contestó Eimy. Tengo ganas de salir de aquí.
-
Ya falta poco, dijo Héctor, aguanta un poco más y te llevaré de regreso a tu casa.
Eimy sonrió a Héctor, sabía que le decía la verdad y eso la ayudaba a seguir aguantando en aquella cueva. -
¡Me tengo que ir!, dijo Héctor de repente.
-
Pero si acabas de llegar, dijo Eimy, descansa un poco.
-
No hay tiempo, dijo Héctor.
Eimy le miró resignada, sabía que se iba a volver a quedar sola entre aquellas cuatro paredes de roca, cuando se quiso dar cuenta, Héctor había desaparecido. 116
Cuando empezó a amanecer no lejos de allí Gunnar y Aaron seguían buscando al chico. -
¡Maldito chico!, exclamó Gunnar. ¿Dónde se habrá metido ese condenado?
-
Igual ya le han capturado los demás, dijo Aaron.
-
Si le hubiesen capturado o matado nos habrían avisado de alguna forma, dijo Gunnar enfurecido.
-
¡Tú crees!, dijo Aaron.
Gunnar miró a Aaron con cara de pocos amigos, incluso levantó su fusil hacia él, pero enseguida lo bajó. -
Si le hubiese cogido cuando cogí a su padre los dos estarían muertos y 117
nosotros no estaríamos aquí buscándole, dijo Gunnar enfurecido. No lejos de allí estaba Héctor observándoles con un catalejo. Seguidamente el chico cogió una flecha de su carjad y la metió en la ballesta al mismo tiempo que se iba acercando a ellos escondido entre los árboles del bosque. Gunnar y Aaron iban andando derechos hacia él sin percatarse de que cada vez les quedaba menos tiempo de vida. De repente, Héctor levantó la ballesta y la flecha salió despedida hacia Aaron. - ¡Ahhhhhh!, gritó Aaron cayendo al suelo. Me ha dado en una pierna. La flecha le había atravesado la pierna derecha. Mientras Aaron se quejaba en el suelo, Gunnar se escondió detrás de un árbol con el fusil preparado para disparar.
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-
¡Da la cara!, gritó Gunnar escondido tras un árbol.
Héctor le había visto donde se había escondido y dio un rodeo para sorprenderle por po r detr de trás ás.. Gunn Gu nnar ar desp de spué uéss de unos un os minutos insoportables por la tensión empezó a disparar su fusil sin saber a donde disparaba. De repente, se oyó una voz por detrás: -
¡Deja el fusil en el suelo!
Gunnar al principio se quedó rígido, segundos después quiso sorprenderle y se giró rápidamente para dispararle, pero no fue lo suficientemente rápido. Héctor disparó su flecha atravesándole el costado. -
¡Ahhhhhhh!, maldito, gritó Gunnar.
-
Ahora me vais a decir ¿quién mató a mi padre?, dijo Héctor. 119
-
¡Vete al infierno!, gritó Gunnar.
Héctor se acercó a Aaron y mirándole a los ojos le preguntó: -
¿Quién mató a mi padre? Aaron miró a Héctor.
-
¡No le digas nada!, gritó Gunnar.
-
Fue él, dijo Aaron. Se volvió como loco, empezó a dispararle y le descargó un cargador entero. Yo le dije que no lo haría....
-
¡Mentira!, gritó Gunnar.
-
¡Te puedes marchar!, dijo Héctor dirigiéndose a Aaron. Si mañana te encuentro en este bosque te mataré.
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Aaron se levantó agarrándose a un árbol y empezó a andar cojeando, quería alejarse de allí cuanto antes. -
Tú no te preocupes, dijo Héctor dirigiéndose a Gunnar, no te voy a matar, no mereces que desperdicie otra flecha contigo. Los animales del bosque se encargarán de ti. En cuanto anochezca no tardarás en tener compañía.
Nada más decir esto, Héctor echó a correr desapareciendo entre los árboles. Gunnar se quedó completamente solo, intentó varias veces ponerse en pie, pero no podía, podía , la flecha flech a que le atravesaba atrave saba el costado derecho le producía un dolor insoportable, además había perdido mucha sangre y estaba débil, muy débil para ponerse en pie, pero no se dio por vencido e intentó arrastrarse por el suelo para buscar un escondrijo donde esconderse. Fue pasando el tiempo y seguía 121
arrastrándose poco a poco con mucho esfuerzo, ya casi había conseguido llegar a un árbol que tenía un agujero donde meterse cuando oyó detrás de él un gruñido. La cara de Gunnar se quedó blanca, giró la cabeza para ver que es lo que tenía detrás y vio a tres lobos que se acercaban a él gruñendo. De repente, el más grande dio un salto y le clavó los dientes en el cuello. Gunnar abrió desmesuradamente los ojos y seguido los cerró. A pesar de la flecha que le atravesaba la pierna derecha a Aaron siguió andando por el bosque buscando el campamento. Estaba empezando a caer la noche cuando vio a lo lejos un fuego. -
¡Ahí está!, se dijo dándose ánimos. Lo has conseguido.
Poco después hacía su entrada en el campamento. De repente, notó que algo duro se le metía en la espalda. 122
-
¡Soy yo!, ¡soy yo!, dijo Aaron levantando las manos.
-
¿Dónde está la chica?, preguntó Hildemar.
-
El hijo del viejo nos atacó y he conseguido huir, dijo Aaron.
-
Con que has conseguido huir, gritó Hildemar. No te dije que no volvieseis hasta haberle matado.
-
¡Si!, pero yo.....
No pudo decir nada más, Hildemar le disparó a bocajarro. Aaron cayó al suelo sin vida. Héctor escondido entre los árboles y en medio de la oscuridad de la noche, lo vio todo. Ahora se dio cuenta de que el jefe de aquellos terroristas era Hildemar, se había quedado en el campamento a la espera de que sus 123
hombres acabaran con él y le devolviesen a la chica. Héctor se deslizó entre los árboles hasta que llegó a escasos metros del campamento. -
¡Manos arriba!, se oyó la voz de Héctor.
Hildemar se sobresaltó al verse sorprendido, se dio la vuelta muy lentamente para ver a su enemigo de frente. -
¡Suelta el rifle!, mandó Héctor. Hildemar soltó el rifle.
-
O sea, que tú eres el jefe de toda esta banda de terroristas, dijo Héctor fuera de sí. Habéis matado a mi padre y a mi lobo.
Hildemar no movía un músculo, notaba que enfrente de él tenía a un hombre que sabía luchar, tenía que esperar 124
el momento oportuno. Héctor no dejaba de apuntarle con su ballesta al mismo tiempo que daba pasos alrededor de su enemigo. De repente, algo explotó en el fuego del campamento, Héctor perdió por unos segundos la concentración e Hildemar aprovechó su única ocasión, saltó sobre él y ambos rodaron por el suelo, la ballesta de Héctor salió volando por los aires quedando desarmado, después de unas volteretas y golpes en el suelo consiguieron levantarse. -
¡Ahora estás perdido!, dijo sonriendo Hildemar. He matado a muchos hombres con mis manos y tú vas a aumentar el número.
Héctor no dijo nada, pero en su cara no se reflejaba ningún temor, de eso se dio cuenta Hildemar y eso le hizo tomarse la pelea más en serio, no sabía nada del hombre que tenía enfrente. Hildemar fue el primero en atacar con una serie de golpes 125
encadenados de puño, codo y pierna. Héctor fue desviando los golpes de puño, parando los golpes de codo y alejándose al mismo tiempo que las patadas de su enemigo le pasaban rozando la cara. -
No ha estado mal, dijo Hildemar sonriendo. Veo que conoces el jiu jitsu. Cuando te mate no tendré dolor de conciencia por haber matado a un pacifista.
Héctor no decía nada, solo miraba a su enemigo, no le perdía de vista en ningún momento, sabía que tenía delante de él a un experto en lucha japonesa. Ambos se miraban esperando el momento oportuno para descargar sus golpes mortíferos sobre el cuerpo de su contrario. De repente, Héctor lanzó varios ataques de patadas y puñetazos dirigidos al cuerpo de Hildemar, pero éste los paró con maestría al mismo tiempo que contraatacó con una serie de golpes encadenados de puños y patadas. 126
Héctor paró los primeros y seguido tuvo que echarse hacia atrás para no ser alcanzado por los demás. -
Eso ha estado bien, dijo Hildemar, pero ya me estoy cansando de jugar contigo, no tengo todo el tiempo del mundo para perderlo.
Según dijo esto le lanzó una patada a Héctor, pero el chico se deslizó hacia un lado al mismo tiempo que le cogía la pierna y le barría la otra. Hildemar cayó al suelo al mismo tiempo que Héctor caía sobre él agarrándole un brazo y retorciéndoselo hacia atrás, mientras que con el otro le agarraba del cuello para que no se moviese. Hildemar trataba por todos los medios de librarse de aquella llave mortal, pero cuanto más esfuerzos hacia, Héctor apretaba más, y eso hizo que Hildemar al final perdiese el conocimiento. Cuando volvió en sí estaba atado a un árbol. 127
-
¡Suéltame!, gritó una y otra vez Hildemar ¡suéltame!
-
Te quedarás aquí hasta que venga la policía, reza para que antes no te encuentren los lobos y te despedacen.
El sol empezó a salir tímidamente y los rayos empezaron a filtrarse a través de las hojas de los grandes árboles de aquel bosque majestuoso y salvaje. De repente, se oyeron varias voces: -
¡Manos arriba!
Héctor al girarse se vio rodeado de policías por todas partes. -
Soy el inspector Mancort, de la Brigada Criminal.
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Dos policías cogieron a Héctor de los brazos y le esposaron. Seguidamente desataron a Hildemar y también le esposaron. -
¿Quién ha matado a este hombre?, se oyó la voz del inspector Mancort.
-
Ha sido él, dijo Hildemar gritando. El inspector miró a Héctor y le preguntó:
-
¿Tú, que dices?
-
¡Que miente! Contestó Héctor. Aún quedan dos hombres con vida, los encontrará en una cabaña que está.... No pudo terminar la frase.
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-
Ya están presos, estaban completamente borrachos, dijo el inspector.
-
¿Dónde está la chica?, preguntó el inspector.
-
No está lejos de aquí, contestó Héctor.
-
Llévanos hasta donde está ella y en el juicio lo tendrá en cuenta el juez.
Poco después, el inspector, diez policías, Héctor e Hildemar caminaban por el bosque en dirección a la cueva donde estaba escondida Eimy. Cuando llegaron, Héctor les desveló donde se encontraba, pues ni el inspector ni los policías veían nada, todo estaba velado a sus ojos. -
¡Ahí está!, detrás de esas plantas que suben hacia lo alto, dijo Héctor. 130
El inspector con dos policías se acercaron temerosos de que detrás de aquellas plantas hubiese alguna trampa. El inspector hizo una señal a uno de sus policías para que atravesara aquella muralla de plantas, éste temeroso ante lo desconocido así lo hizo y desapareció en el acto tragado por aquellas enredaderas que lo cubrían todo. El inspector y el otro policía con las armas en las manos esperaban fuera. De repente, el policía volvió a aparecer con la chica. -
¡Aquí está!, dijo éste envalentonado después del primer susto.
Cuando Eimy vio a Héctor corrió a echarse en sus brazos, pero enseguida se dio cuenta que estaba esposado. -
¿Por qué han esposada a Héctor? Dijo Eimy sobresaltada.
131
-
Porque es uno de ellos, dijo el inspector.
-
¡No!, gritó Eimy. Héctor es mi salvador, si no es por él ahora mismo estaría muerta. El inspector mirando a Eimy, preguntó:
-
¿Está usted segura de que no es uno de ellos?
-
¡Segurísima!, contestó rápidamente Eimy llorando. Además, estos asesinos también han asesinado a su padre.
El inspector hizo una señal a uno de sus hombres y éste rápidamente se acercó a Héctor para quitarte las esposas. Al verse libre Héctor de las esposas se frotó las muñecas para que la sangre circulara nuevamente. 132
-
Ahora regresamos a Suiza, tu padre está ansioso por verte, dijo el inspector Mancort. Este caso está cerrado.
-
Pero falta por apresar a un hombre, dijo Eimy. Al hombre que tiene todo el dinero del rescate, se llama Lusaka.
-
Lusaka fue el que nos dijo que te tenían aquí secuestrada, en el Bosque de Bialowieza entre Polonia y Bielorrusia. Le seguimos la pista desde un principio hasta que le atrapamos.
Al día siguiente aterrizaron en el Aeropuerto de Ginebra en Zurich, nada más bajar del avión les estaba esperando Alexander, el padre de Eimy, ambos se abrazaron en un mar de lágrimas. 133
-
¡Gracias a Dios!, decía Alexander una y otra vez abrazando a su hija.
Poco después Eimy al separarse de su padre, le dijo: -
Te presento a Héctor, él fue mi salvador, el que me liberó de mis secuestradotes.
Alexander le tendió la mano a Héctor y ambos se dieron un apretón. -
¡Gracias!, dijo Alexander. Si algo puedo hacer por ti no tienes nada más que pedírmelo.
Seguidamente Alexander también le dio las gracias al inspector Mancort, el jefe de la operación. Mientras iban andando camino de la aduana, Eimy le dijo a su padre:
134
-
¡Padre!
-
Si, hija. ¡Dime!
-
No me gustaría perder a Héctor, es un buen chico y creo que ambos congeniamos.
-
Bueno, dijo Alexander. Entonces habrá que tomar medidas para no perderle de vista. ¿Quieres que le ponga un detective privado para saber donde se encuentra en todo momento?
-
Por favor papá. Con eso quiero decir....
Pero Alexander no la dejó terminar la frase, se abrazó a su hija y le dijo al oído: -
Nada más verle me he dado cuenta de lo buen chico que es, será un 135
placer invitarle para que venga a comer a casa. Eimy, dijo: -
Eres el mejor padre del mundo.
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