L. RVBIO
Introducción a la SINTAXIS ESTRVCTVRAL DEL LATIN
ARIEL
L. Rubio INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN Esta obra se publicó anteriormente en dos vo lúmenes: Introducción a la sintaxis estructural del latin: I, Casos y Preposiciones, en 1966; y II, L a oración, en 1976. La edición que hoy ofrecemos, además de la presentación en volumen único, aporta las si guientes novedades: a) se han corregido algu nos errores deslizados en las ediciones prece dentes : b) se han insertado algunos añadidos a a redacción primitiva de ciertos capítulos; y se han agregado dos nuevos capítulos al fi nal de la obra. ¿ '.lidiantes y profesores de latín solicitaban y ñuscaban en vano esta sintaxis latina desde -ace tiempo agotada. La Editorial A R IE L re quirió el consentimiento del autor p ara una nueva edición de esta obra recom endada den;ro ;■ fuera de España en estudios especializa dos y en sintaxis posteriores. A título de ejemp.o. en los últimos años se hacían referencias . giosas a los estudios del prof. Rubio en Italia (G. Calboli, L a lingüistica moderna e il '.Mino, Bologna, 1976), Francia (Ch. Toura;¡er. R e l . 1977; P. de Carvalho, O r p h e a V o c e , Bordeaux, 1980), Alemania (A. Sche rer. Lateinische S vn ta x, Heidelberg, 1975; A. Tovar, K r a t y l o s , X X II, 1977) y EE.UU. (D. Panhuis, C l a s s i c a l J o u r n a l , 1978), etc. En una ciencia multisecular y tradicionalmente más arraigada que otra cualquiera, la radical novedad del prof. Rubio, lejos de levantar se rias polémicas, ha conseguido el asenso gene ralizado entre profesores y alumnos, entre es tudiosos y críticos. Sin adscribirse a ninguna de las escuelas actuales ni desconocer las acer tadas intuiciones de la gram ática tradicional —dice Touratier— “ il faut reconnaître que ses idées sont toujours très originales, très in génieuses et très brillantes, et que l’on a ainsi véritablement plaisir à le lire” (R e l . 1977, pp. 416-17). Un juicio análogo sobre la inde pendencia de los análisis de Rubio y su analo-
gía ocasional con una u otra escuela moderna puede leerse en K r a t y l o s , X X II, 1977, pp. 132-35 (reseña de A. Tovar). Entre las reseñas publicadas en España recor demos una que, además de adelantarse a sub rayar la óptica tan personal del prof. Rubio, pondera ya otros méritos generalmente reco nocidos también después a su obra: “ El autor reúne dos cualidades envidiables en todo pro fesor universitario. Por un lado, un buen hacer pedagógico que se refleja en esa difícil mezcla de claridad y brevedad... N o se encontrará aquí la perturbadora casuística ni los sutiles distingos típicos de nuestras sintaxis. Pero, por otro lado, la obra es de gran rigor científico y metodológico... Partiendo siempre de unos principios simplicísimos y llevando de la mano al lector..., todos aquellos malentendidos, con tradicciones y obscuridades tradicionales se desvanecen como por encanto” (E. Montero, D u r iu s , 1976, pp. 320-3).
LISARDO RUBIO
Introducción a la SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
EDITORIAL ARIEL BARCELONA - CARACAS - MÉXICO
1.a edición: Vol. I: 1966 Vol. II: 1976 1.a edición en un volumen: enero de 1982 © 1966, 1976 y 1982: Lisardo Rubio , © 1966, 1976 y 1982 de los derechos exclusivos de edición reservados para todo el mundo: Ariel, S. A., Tambor del Bruc, 10 - Sant Joan Despi (Barcelona) Depósito legal: B. 1.184 - 1982 ISBN: 84 344 3951 4 Impreso en España 1982. — I. G. Seix y Barrai Hnos., S. A. Carretera de Comellá, 134, Esplugues de Llobregat (Barcelona) Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en m anera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de 'fotocopia, sin permiso previo del editor.
A D. Antonio Tovar, el maestro de Salamanca.
PRÓLOGO Esta Introducción a la Sintaxis Estructural del Latín sA· pu blicó anteriormente en dos volúmenes: el primero vio la. luz en 1966 y el segundo en 1976. Agotada ya totalmente la edición del volumen II y prácticamente también la última tirada del I, pre sentamos ahora la obra en un solo volumen. Cuando, hace 15 años, iniciamos la publicación de nuestros estudios de Sintaxis latina-, nos embargaba el temor de un re chazo general ante la novedad de nuestros planteamientos en una ciencia multisecular y tradicionalmente más arraigada que otra cualquiera. Pero la acogida que se nos ha dispensado tanto en España como en el extranjero superó todas nuestras esperanzas (reseñas muy positivas de los más ilustres especialistas en Italia, Francia, Alemania y Estados Unidos). Es cierto que nosotros intentamos preparar a nuestros lec tores con wna introducción de doce capitulillos (57 páginas en total) sobre “ Nociones básicas de la nueva sintaxis” . En el pró logo de aquel primer volumen escribíamos: “ Hemos creído indis pensable reunir algunas de las muchísimas ideas que han ilumi nado en los últimos decenios el oscuro horizonte de la lingüís tica; hemos seleccionado en esas páginas las nociones que nos parecen tener aplicación más constante en las consideraciones sintácticas. Los especialistas en la lingüística actual pueden aho rrarse la molestia de leer estas páginas previas sin interés para ellos. En cambio, conviene que las>lean con cierta atención las personas —jóvenes o mayores— acostumbradas a operar única-
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PRÓLOGO
mente con los moldes tradicionales del pensamiento gramatical” . Py.es bien, ahora, quince años más tarde, esas ideas de lin güística general han hecho mucho camino al andar; vemos que nuestros niños de bachillerato y hasta de Educación General Bá sica ya estudian, por ejemplo, la fecundísima lección de “ las fun ciones del lenguaje” , noción que no sonaba en absoluto a la in mensa mayoría de nuestros profesores de latín en la década de los 60. Ante este cambio de la mentalidad lingüistica general, quizá podríamos ahorrarnos, como ya innecesarios, esos doce capitulilíos iniciales; más todavía, quizá debiéramos suprimirlos también porque, según nos han comentado amigablemente ciertos colegas más duchos que nosotros en la materia, algunas de nuestras refe rencias a esos principios generales ya no están rigurosamente al día. Pensamos, pues, muy seriamente en eliminar ahora esas 57 páginas iniciales. Pero, después de muchos titubeos, optamos por dejarlas, ya que quizá no sean todavía inútiles a cierto número de lectores (sobre todo a profesores de latín en edad avanzada y aferrados a la enseñanza tradicional), y, en todo caso, ahí queda eso como testimonio de una etapa en el desarrollo de los estudios sintácticos del latín. En suma, no suprimimos hoy nada de lo que ya publicamos anteriormente en dos volúmenes. Vamos en cambio a añadir al gunas páginas nuevas: a) Un apéndice al capítulo del orden de palabras en latín; no se trata de retoques doctrinales, pero sí de una presentación distinta y que parece haber tenido bastante éxito cuando hemos presentado las mismas ideas bajo esa nueva perspectiva, b) La principal novedad de esta nueva edición seráñ dos breves capítulos al final de la obra: uno sobre la consecutio temporum, y el otro sobre la atracción modal; ambos temas figu ran en los actuales programas oficiales del Curso de Orientación Universitaria y hemos tenido que tratarlos. en recientes publica ciones destinadas a alumnos de ese nivel, c) Y, por último, aña diremos un simple pero ilustrativo ejemplo de alternancia com pletiva infinitiva / completiva con ut (pág. 322). L. R ubio Los Endrinales, 1 de enero de 1981.
ÍNDICE P ró lo g o .................................................. ..................................................
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PRIMERA PARTE: NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS I. — Las funciones del lenguaje ..................................... 17 II. — Lengua y h a b la ............................................. 23 III. — El signo lingüístico...........................................26 29 IV. — Arbitrariedad del signo lingüístico........................ V. — Carácter lineal del signo lingüístico: la cadena ha blada .................................................................... 32 VI. — Sentido básico y sentido contextual........................ 36 VII. — Sincronía y diacronía................................................. 43 VIII. — El “dogma” del léxico y la gramática........................ 46 IX. — Las unidades lingüísticas básicas............................... 50 X. — Partes de la oración y clases de palabras . . . . 56 XI. — Las categorías gramaticales..................................... 60 XII.— La gramática: “Ars obligatoria” ............................... 70 SEGUNDA PARTE: ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS I. — Teorías antiguas sobre el nominativo: 1. Teoría aristotélica................................................. 2. Teoría e sto ica ....................................................... II. — La teoría moderna del nominativo caso “cero”: A) Exposición............................................................. B) Crítica: 1. La oración nominal........................................... 2. La oración pasiva........................................... 3. Los ejemplos típicos de nominativo “caso cero” y “fuera de contexto” .....................................
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III. — Algunos principios teóricos: 1. Casos gramaticales y casos semánticos . . . . 2. La transferencia lingüística . ; ......................... IV. — Nuestra interpretación de los casos latinos: 1. Esquema básico.................................................... 102 2. La oposición nominativo-acusativo......................104 3. El par nominativo-acusativo frente alvocativo . . 4. Casos nominales y casos no nominales. . . . 5. Neutralización de las oposiciones causales . . . V. — Función de los casos nominales: 1. Vocativo................................................................ 118 2. Nominativo . .............................................. 118 3. Acusativo: 1) Acusativo de “dirección” .................................119 2) La gama del acusativo: desde el “ interno” al “ adverbial” ......................................................121 3) El acusativo de relación: acusativo“estático” . 4) El doble acusativo........................................ 127 4. Usos neutros de los casos nominales: sintaxis re lajada .....................................................................128 VI. — Casos no nominales: 1. Genitivo: 1) Genitivo adnominal........................................ 133 1 bis) Genitivo dependiente de adjetivos y parti cipios ..........................................................137 2) El genitivo adverbal....................................... 139 2. Dativo: 1) Función del dativo........................................ 142 2) Carácter unitario de todos los dativos . .. 3) Dativo adnom inal........................................ 152 3. Ablativo: 1) Ablativo y preposiciones de ablativo . .. 2) Significado del ablativo.................................. 155 3) Sentidos contextúales del ablativo . . . . 4) El ablativo agente y el ablativo absoluto . .
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TERCERA PARTE: LAS PREPOSICIONES § 1. — Afinidad entre casos y preposiciones.........................165 § 2. — Diferencias entre casos y preposiciones.........................166 §3 . — Semántica de las preposiciones: Generalidades . . . 171 § 4. — Las preposiciones en particular . ............................... 176 § 5. — Addenda........................ .................................................186
ÍNDICE
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CUARTA PARTE: LA ORACIÓN I.
El orden de palabras en latín clásico 1. I n t r o d u c c i ó n .........................................; 191 2. Los latinos tenían conciencia de una ordenación natural de las palabras en su lengua . . . 192 3. Orden de palabras: reglasgenerales y su alcance 199 4. Las excepciones al “ ordo rectus” : 1) Secuencias fijas ................................................203 2) Desviaciones libres o estilísticas . . . 205 5. El orden de palabras como indicio de orienta- . ción e s tilís tica ...................................................... -215 6. El orden de palabras como indicio de orienta ción s in tá ctica ...................................................... 218 7. C on clu sión .............................................................219 A p é n d i c e .............................................................220 II. Los modos verbales latinos en oración independiente 1. Límites de este estudio........................................ 234 2. Planteamiento del problema de los modos . . 234 3. La indispensable consideración de los dos ejes . 239 4. Los modos al nivel de la forma verbal (eje I) . 242 5. Los modos al nivel de la frase (eje II) . . . 245 ~6. El infinitivo...................................................... ■ . 249 ”7. El im p e r a t iv o ..................................................... 251 8. Los trabajos de García Calvo y Mariner . . 253 9. C on clu sión ..................................................... ...... 255 III. Estructura del estilo indirecto en latín y en castellallano. Problemas de traducción 1. I n t r o d u c c i ó n ..................................................... 257 * 2. Las fronteras entre el estilodirecto, el estilo in directo y la subordinación: A) Verbo introductor; pausa y partículas su bordinantes; unidades melódicas . . . 260 B) Modalidades de la frase y modos verbales . 262 C) Transposiciones temporales, pronominales, adjetivales y adverbiales........................... 266 3. Problemas de t r a d u c c ió n .................................267
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IV.
V.
VI.
VII.
INTRODUCCIÓN A LA SIN T A X IS ESTRU CTU RA L DEL LATIN
La subordinación 1. I n t r o d u c c i ó n ....................................................... 271 2. La subordinación relativa : A) Bases morfológicas . . . . 277 B) La oración pronominal relativa . . 279 C) La oración adjetivo-relativa . . . . 284 D) El modo verbal en las oraciones de relati vo: subjuntivo de subordinación . . . 289 E) La subordinación adverbial relativa (de l u g a r ) ................................................................295 3. Subordinación conjuntiva ( = m arcada por con junciones de subordinación) : A) G e n e ra lid a d e s................................................. 297 B) Sistema de subordinación con partícula única: V T ........................................................ 301 C) Subordinación basada en partículas diver sificadas ........................................................ 322 4. La subordinación in te rro g a tiv a ............................353 5. La oración de i n f i n i t o .......................................... 361 La coordinación 1. Coordinación por yuxtaposición . . . . 366 2. Coordinación por p o lis ín d e to n ............................369 3. Las partículas coordinantes: A) Coordinación c o p u la t iv a .....................370 B) Coordinación d i s y u n t i v a .................... 381 C) Coordinación a d v e rs a tiv a .................... 383 D) Coordinación “causal” y “conclusiva” . .385 La “coneecutio tem porum ” 1. Qué es la “consecutio tem porum ” . . . . 387 2. La concordancia temporal en latín (y en caste llano) .......................................................................388 3. E j e m p l o s ...............................................................389 4. Concordancia temporal entre tiempos de un mismo modo: el in d icativ o ................................... 391 5. Alcance de la regla de la concordancia tem p o ral. 392 6. C o n c lu s ió n ............................................................... 395 La atracción modal 1. En qué consiste la atracción modal . . . . 396 2. Alcance de la atracción m o d a l............................398 3. C o n c lu s ió n ............................................................... 402
PRIMERA PARTE
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS
I LAS FUNCIONES DEL LENGUAJE
1. Hasta no hace mucho se admitía, explícita o tácitamente, que el lenguaje tenía como función única la de comunicar al prójimo lo que pensamos o sentimos. Parecía perfecto çl si guiente esquema: una persona ( = la “primera” persona grama tical) expone a otra ( = la “ segunda” persona gramatical) algo referente a algo o a alguien ( = la “tercera” persona gramatical). Efectivamente, el lenguaje es frecuentemente eso: un instru mento de comunicación mediante el cual alguien hace saber algo a alguien. 2. Pero el lenguaje es un instrumento bastante más complejo, y tiene otras funciones que no podemos ignorar sin empobrecer grandemente nuestra comprensión de múltiples hechos lingüís ticos. K. Bühler (Teoría del lenguaje, trad. esp. de Julián Marías, pp. 51-56, Madrid, 19612) fue el primero que habló de las fun ciones del lenguaje en plural y deslindó claramente algunas de ellas. Varios autores han utilizado —y completado— sus ideas en diversos estudios gramaticales; en España, por ejemplo, A. García Calvo en un artículo sobre el verbo griego (“Emerita” , 28, 1960, pp. 1-47). R. Jakobson (Essais de linguistique, trad. fr. de Ruwet, cap. XI, Paris, 1963) ha desarrollado el tema de las funciones del lenguaje con gran claridad. Siguiendo, pues, pre ferentemente a este último autor, trataremos de “ desmontar” el mecanismo del lenguaje para considerar los factores constituti vos del proceso lingüístico. De los elementos que integran el acto de la comunicación verbal se deducirán, paralelamente, las diversas funciones que tiene el lenguaje.
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' 3. Para que se produzca un acto de comunicación verbal han de existir un h ab lan te , un tem a de conversación y un o y e n t e ; esto es tan obvio que no necesitamos insistir en ello. Pero son igualmente indispensables otros factores en que, generalmente, no habíamos reparado. Hace falta que exista un contacto entre hablante y oyente : proximidad física entre ambos o algún “meca nismo” que, a pesar de la distancia física, permita establecer y mantener el contacto entre los presuntos interlocutores. Pero tampoco eso basta. Dos personas pueden coincidir en un medio de transporte y verse condenadas a largas horas de silencio, a pesar del contacto físico y de los excelentes temas de conversación que ofrecen los viajes. Ello ocurre cuando les falta un código o lengua com ún para el diálogo. Nuevo factor, pues, tan imprescindible como los anteriores. Dadas ya las condiciones que acabamos de señalar, puede el hablante consumar el acto de la comunicación verbal emi tiendo el m en saje que desee. 4. El siguiente esquema recoge los factores que integran el acto lingüístico: Factores del lenguaje: TEMA HABLANTE
' MENSAJE
OYENTE
CONTACTO LENGUA
5. A cada uno de esos seis factores del proceso lingüístico corresponde, en perfecto paralelismo, una función específica del lenguaje. Al esquema que precede se superpone, pues, este otro: Funciones del lenguaje: DECLARATIVA EXPRESIVA
POÉTICA
IMPRESIVA
FÁTICA METALINGÜÍSTICA
6. Muy pocos procesos lingüísticos cumplen sólo y exclusiva mente con una de estas funciones. El hablante centrará su inte-
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res preferentemente en uno de los factores que integran el acto de la comunicación y, por lo mismo, la correspondiente función se hará predominante —si no exclusiva— y determinará la for mulación más adecuada al logro de sus fines. 6.1. La función declarativa. — La función declarativa pone de relieve la orientación del proceso lingüístico hacia los obje tos y relaciones que percibe el hombre a su alrededor; es evi dente que la misión de la palabra consiste en exteriorizar nues tra “representación” de ese mundo que nos envuelve. Esta fue la función que se reconoció siempre al lenguaje desde la antigüedad. Pocos autores dejan de reconocer aún hoy que es su función predominante, aunque no exclusiva. Sin em bargo, no faltan lingüistas de prestigio que ni siquiera man tienen a la función declarativa esta preferencia jerárquic'a entre las restantes funciones del lenguaje. N o ta . — La terminología varía según los autores : “función declarativa” , o “función lógica” , o “función cognoscitiva” , o “función referencial” , o “función denotativa” .
6.2. La función expresiva. — La función expresiva (llamada también “ emotiva” o “ emocional” ) centra el mensaje sobre el hablante y trata de comunicar la actitud subjetiva del autor frente al tema que está refiriendo. Se ha hecho notar repetidas veces estos últimos años que la capa puramente expresiva de la lengua está ¡representada por las interjecciones con su especial configuración fónica y su originalísimo papel sintáctico en todas las lenguas. La función cla ramente expresiva de las interjecciones no había pasado inadver tida a San Agustín (Tract, in loan Euang., 51, 2); interiectio ...magis affectum indicans quam rem aliquam significans .. .u t cum dolentes dicimus “ heu!” , uel cum delectamur “uah!” dici mus, uel cum miramur dicimus “ o!” , etc. Hemos de añadir que la función expresiva aflora con similar pureza en la mayoría de los incisos, exclamaciones, etc., que sur gen como elementos advenedizos, esto es, que no ligan sintagmá ticamente con el resto del enunciado. Como en el caso de las in terjecciones, se trata de una invasión de la sintaxis expresiva dentro de la sintaxis declarativa.
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Fuera de las circunstancias en que el predominio afectivo reduce â cero los elementos intelectuales de nuestra comunica ción, la función expresiva está rara vez ausente de un enun ciado cualquiera, aun en los mensajes aparentemente más ob jetivos e intelectualizados. Aun cuando pretendemos silenciar nuestros sentimientos y expresar nuestras ideas desnudas de toda afectividad personal, nuestro esfuerzo en aras de la imparcialidad resulta vano, “ por que somos esclavos de nuestro yo : lo mezclamos constantemente a la realidad y ésta, en vez de reflejarse fielmente en nosotros, lo que hace es refractarse en nosotros, sufriendo así una defor mación cuya causa es la naturaleza de nuestro yo” (Ch. Bally, Traite de stylistique française, 1951a, I, p. 6). 6.3. La función impresiva. — La función impresiva (o “ conativa” , o “ de apelación” , o “ mágica” ) centra el enunciado en el oyente: pretende influir sobre él e inducirlo a actuar en la di rección que señala el hablante. También la función impresiva, cuando alcanza preponderan cia absoluta, tiene expresión gramatical propia: el imperativo y el vocativo son formas exclusivas de la sintaxis impresiva. La originalidad de una frase imperativa frente a otra declarativa salta a la vista si observamos que ante una forma declarativa, como “ Pedro es puntual” , cabe preguntarse si aquello que se dice es o no es cierto; ante un imperativo, como “ ¡Pedro, sé puntual!” , no tiene sentido la pregunta. 6.4. La función fática. — Al factor “ contacto” corresponde la función fática : ésta asegura la comunicación entre los interlocu tores. Hay enunciados cuya finalidad única consiste en verificar el funcionamiento del circuito. Frases como “ oiga, oiga, ¿me oye? ... Diga, dígame” , no son recurso exclusivo de quienes entablan una conversación telefó nica. No es raro leer las mismas fórmulas u otras similares en las obras literarias: Propera. Atque audin? / Verbum unum caue... (Ter., An., 209), “Apresúrate. Y ¿me oyes? ¡Ojo! Ni una palabra...”
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S o st rat a (a su esposo C r e m e s ) :
(Filius noster) subditum se suspicatur. C r e m e s . — “ Subditum” ain tu? (Ter., Heaut., 1014). “ (Nuestro hijo) sospecha que es un expósito?” “Expósito” , dices?” (O sea: “¿He entendido bien?” ). P a r m e n o . — Senex si quaeret me, modo isse dicito
ad portum percontatum aduentum Pamphili. Audin quid dicam, Scirte? Si quaeret me, uti... (Ter., Hecyra, 76-78.) “ Si el viejo preguntara por mí, dile que acabo de salir hacia el puerto a informarme de la lle gada de Panfilo. ¿Oyes lo que te digo, Escírto? Que si preguntara...” Todos tenemos igualmente experiencia de cierto “hablar por hablar” , sin más objeto que el de mantener la conversación y de evitar un molesto silencio; en textos literarios no es raro encon trar largas series de frases carentes de contenido o de contenido intrascendente, cuya función es exclusivamente fática. 6.5. La función metalingüística.— El lenguaje, al igual que otro objeto externo cualquiera, puede tomarse él también como “ tema” de nuestras disertaciones: es lo que ocurre normalmente en el estudio de la gramática, de las lenguas, de la lógica, y, en menor grado, en el estudio de otras ciencias (cuando precisan y “ definen” el significado de su terminología específica). Para designar la operación en que el lenguaje funciona simul táneamente como instrumento de comunicación y como objeto de esa misma comunicación, se va generalizando cada vez más el nombre de metalenguaje. No es raro que aun en nuestro ha blar cotidiano hayamos de verificar el alcance de los signos lingüísticos utilizados y asegurarnos que los aplicamos a idén ticos significados, es decir, que los interlocutores hablamos la misma lengua. Así, en los Captiui (189 y ss.) de Plauto, Hegión accede a que el parásito Ergásilo venga a cenar con él, pero le advierte que ha de contentarse con una cena “ frugal” . He aquí
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cómo precisa Hegión el sentido de un término que el parásito quisiera interpretar al dictado de su apetito: H egio . — “ Terrestris” cena est. E r g a sil v s . — Sus “ terrestris” bestia est. H egio . — Multis oleribus.
Hegión. — Mi cena es “ terrestre” ... Ergásilo. — El cerdo es animal “ terrestre” ... Hegión. — ¡...a base de muchas verduras! Como es bien sabido, son incontables los capítulos de la obra de Cicerón (tanto en la correspondencia como en los discursos como en las obras retóricas o filosóficas) que no tienen más fina lidad que precisar la uis uerborum en la lengua latina e incluso en la griega.
6.6. La función poética. — La actividad verbal puede, final mente, centrar su interés primordial en el propio mensaje: así ocurre en la “ bella literatura” , que se recomienda precisamente, y ante todo, por la calidad artística del mensaje transmitido. Sea cual fuere el género literario que cultive, todo escritor que se precie de conocer el arte del lenguaje vive la preocupación de la “función poética” ; tal preocupación es casi “ pura” en el poema lírico; pero tampoco falta en los géneros más “ expositivos” o “ referenciales” : la oratoria o la historia también tienen su “poé tica” , ininterrumpidamente estudiada por los retóricos en la an tigüedad y los actuales cultivadores de la teoría literaria y la estilística.
π LENGUA Y HABLA
1. Uno de los puntos de vista más fecundos introducidos por Saussure en la lingüística es la distinción que establece entre “langue et parole” , “ lengua y habla” en español según la acer tada traducción de A. Alonso. El habla es un “ acto concreto” y “único” de un hablante de terminado frente a un oyente determinado en un lugar deter minado y referente a un estado de cosas determinado. Pero el h abla supone la existencia de un lenguaje vivo en la conciencia de los miembros de la comunidad lingüística: ese lenguaje virtual es condición previa a todo “ acto de habla” . La lengua es algo general y constante: existe virtualmente en la conciencia de todos los miembros de la comunidad lingüística y es el fundamento de todos los “ actos de habla” concretos. La lengua no tiene más razón de ser que el hacer posible “ el acto de habla” ; no existe sino en la medida que “ actos de habla” se refieren a ella, es decir, en la medida en que se realiza en “ actos de habla” concretos. (N. S. Troubetzkoy, Principes de phonolo gie, París, 1949, p. 1.) 2. He aquí los párrafos esenciales en que F. de Saussure for muló su doctrina (remitimos a la edición francesa de 1931) : “ El h ab la consiste en “ actos individuales” (p. 29, 30, 38), en “ mani festaciones individuales momentáneas del hablante” ; es “la suma de lo que dice la gente” , “ la suma de los casos particulares” (p. 38). La len gua , en cambio, es el “modelo colectivo” y virtual a que ha de atenerse toda realización en el habla: “Es un tesoro depositado por la práctica del habla en los miembros pertene-
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
cientes a una misma comunidad, un sistema gramatical virtual mente existente en cada cerebro.” “Al separar lengua y habla se separa a la vez: 1.° ‘lo que es social (lengua) de lo que es indi vidual (habla); 2.° ‘lo que es esencial’ (lengua) ‘de lo que es accesorio y más o menos accidental’ (habla)” (p. 30). “ La len gua existe en la colectividad bajo la forma de una suma de improntas depositadas en cada cerebro, poco más o menos como un diccionario, cuyos ejemplares, idénticos, se hubieran repar tido en su totalidad entre los individuos” (p. 38). “El estudio del lenguaje comprende, pues, dos partes: una, esencial, tiene por objeto la lengua, que es social en su esencia e independiente del individuo...; la otra, secundaria, tiene por objeto la parte individual del lenguaje” (p. 37). 3. Un discípulo de Saussure, Von Wartburg, resume las ideas del maestro diciendo que la lengua es común, social y sistemá tica; y el habla, en cambio, es la explotación y utilización indi viduales de ese sistema. (Problèmes et méthodes de la linguisti que, 19632, p. 7.) 4. Estas últimas palabras nos abren otra perspectiva esencial en los estudios lingüísticos: la lengua es un sistema de oposi ciones en que los términos carecen de valor aisladamente y sólo cobran su significado cuando se les integra en el juego de opo siciones que les corresponde en el sistema (como ocurre en el juego de ajedrez, donde cada pieza tiene un valor solidario del resto de las piezas utilizadas). Así, la palabra am o r tendrá valores distintos según se integre en la categoría nominal o en la verbal (pasivo de amo) ; además, entrará en relación con otras “clases de palabras” , como con amabilis '(adjetivo) y amabiliter (adv.) ; y, dentro de la cate goría del nombre, se opondrá: como nominativo, a am o r e m , a m o r is , etc.; como singular, a a m o r e s ; como lexema, se opondrá a todo el léxico latino y, ante todo, acotará una parcela en la esfera del léxico sentimental, esfera delimitada por otras desig naciones más o menos sinónimas o antónimas. Como en el caso de amor, hay para todo signo lingüístico (fonema, lexema o morfema) un cuadro de oposiciones ordenado sistemáticamente en leng ua . Pero en el habla podrán darse
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realizaciones concretas en que no entre en “juego” alguna de las oposiciones existentes en la lengua: en miles jortiter pugnauit (“los soldados lucharon valientemente” ) , o en manus manum lauat (“ una mano lava a la otra mano” ), el singular (miles, manus) no es auténtico singular, ya que el contexto no com porta la noción de número.
Ill EL SIGNO LINGÜÍSTICO
1. Llamamos signo lingüístico a la combinación de un con cepto y su imagen acústica. El signo lingüístico tiene, pues, dos caras : A ) Un significante, es decir, una forma acústica: ejemplo, _____ >> perro . B) Un significado, es decir, un concepto o sentido: la idea evocada por la palabra “ perro” . La cara A)' es aprehensible por cualquier oyente, aunque la imagen acústica aprehendida por el oído no evoque en el oyente ninguna idea (por no hablar nuestra lengua, o, aunque hable nuestra lengua, por desconocer concretamente la palabra en cuestión). Para que el signo sirva de medio de comunicación es im prescindible que las dos caras (nombre y sentido) se asocien en relación recíproca y reversible; si uno oye la palabra “perro” , ha de pensar en el correspondiente animal (o concepto) ; si piensa en el animal, ha de poder decir la palabra “ perro” . 2. Este principio tan sencillo, que pasa generalmente por uno de los grandes descubrimientos de Saussure (Cours, p. 97 y ss.), era ya familiar a San Agustín y la escolástica. Santo Tomás, Duns Scoto, etc., distinguen claramente el signans ( ~ signifi cante) y el signatum ( = significado) ; resulta muy “ moderno” , por ejemplo, este párrafo de Santo Tomás (In Perth., lect. 8) : “ La voz es signo del entendimiento y el entendimiento es signo de la cosa” . 3. Si, en una traducción interlingual, decimos que lat. canis es lo mismo que cast, perro, sólo aludimos a la cara del signifi
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cado, a la coincidencia de ambos significantes en la cara del sig nificado; si decimos que canis es bisílabo o tiene cinco letras, sólo aludimos a la cara del significante, no al signo en su totalidad, como medio de comunicación.
Para un mismo "significado” las diversas lenguas (latín, castellano, francés, etc.) tienen diversos “significantes”.
En el adjunto esquema admitimos, provisionalmente, que los significantes de varias lenguas (lat. canis, esp. perro, fr. chien) se cubren exactamente por la cara del significado, es decir, se aplican a conceptos idénticos; veremos más adelante (p. 60-61) que normalmente tampoco hay equivalencia exacta entre los signos por la cara del significado. 4. Una visión superficial del signo lingüístico puede llevar a creer que en el signo convergen y se asocian directamente dos entes reales: una “ cosa” y un “ nombre” . Saussure insiste en que el problema es más complejo: El signo lingüístico no une una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica (p. 98). Reflexiónese sobre el adjunto esquema y se verá que se pueden plantear múltiples problemas: el de las relaciones entre el concepto y cosa (campo de la psicología y de las ciencias na turales); el de las relaciones entre la imagen acústica y el ma terial sonoro (campo de la fisiología y la fonética) ; el de las re-
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
¡aciones entre el concepto y la imagen acústica (campo de la psi cología, la lógica y la lingüística) ; etc.
5. Lo específicamente lingüístico es la asociación del signi ficante (imagen acústica) y del significado (concepto). Esta aso ciación es un hecho psíquico, y psíquicos son los elementos asociados (imagen acústica y concepto). Por último, el proceso asociativo es bipolar y reversible: el nombre evoca el sentido y el sentido evoca la contrapartida material del nombre.
IV ARBITRARIEDAD DEL SIGNO LINGÜÍSTICO
1. “El lazo que une el significantë al significado es arbitra rio” ; en fórmula más concisa: “El signo lingüístico es arbitra rio” (Saussure, Cours, p. 100) o “ inmotivado” (p. 101). No hay ninguna relación natural entre el animal “ perro” y el nombre “perro” o canis: este axioma lingüístico se pone en manifiesta evidencia cuando tenemos presente que al mismo significado corresponden innumerables significantes en las mil lenguas que se hablan en el mundo; y, viceversa, que las pala bras “ perro” , “canis” , son un puro flatus uocis para quien no sepa, respectivamente, español o latín. Por convención social, un mismo animal es designado en una comunidad lingüística con el significante “perro” y en otra con el significante “ canis” , etcétera, como es bien patente en el esquema anteriormente propuesto. La “arbitrariedad” o, mejor dicho, el “convencionalismo” es lo que separa al signo lingüístico de los signos naturales (las nubes como señal de lluvia, o el humo como indicio de que una casa está habitada) y de los signos iconográficos utilizados en el arte (pintura, escultura, etc.), que, sin excluir ciertos convencionalismos estéticos o estilísticos, tienden a representar directamente la realidad (líneas, colores, masas, sonidos, etc.). Un signo natural sólo puede convertirse en instrumento de co municación si se le suma “ un convencionalismo” , como en el caso del “ humo” que anuncia a los romanos la elección de un nuevo Papa. 2. El principio irrebatible de la arbitrariedad del signo lin güístico “ no es impugnado por nadie” , escribió Saussure (p. 100). Sin embargo, los párrafos del Curso en que se formula el
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IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN
aludido -principio han suscitado, paradójicamente, una acalorada y larga discusión sobre la arbitrariedad o no arbitrariedad del signo lingüístico: lo que parecía un axiom a se ha convertido en uno de los problemas que han hecho correr más tinta en las últimas generaciones de lingüistas. En realidad, más que un problem a de fondo, lo que ha habido es un tremendo confusio nismo alrededor de los términos “ arbitrariedad” y “ m otivación” . Véase en C. F. S., 19 (1962), pp. 1-66, unas 70 opiniones de otros tantos lingüistas sobre la “ arbitrariedad” del signo lingüístico.
3. El signo lingüístico es esencialmente convencional y arb trario, pero ello no quiere decir que sea “ inm otivado” . En un reducido número de casos, la motivación es natural: ello ocurre cuando entre la form a fónica del signo y la cosa significada hay una concordancia de orden material, com o sucede en las pala bras onomatopéyicas : Esp. cucú, lat. cuculus, gr. xdxxu-, etc. Piénsese en el tic-tac del reloj o el guau, guau del perro, etc. Pero estos términos realmente iconográficos no ptledeñ darse sino en un área m uy reducida del léxico: la esfera de los ruidos y sonidos. Y aun ahí la correspondencia imitativa es sólo apro ximada y convencional a medias, puesto que hay sensible dife rencia (Saussure, p. 102) entre el ouaoua francés, el wauwau alemán y el guauguau español. Tam bién se ha observado que las voces onomatopéyicas, des pués de introducirse en la lengua, son más o menos arrastradas por la evolución general (fonética, m orfológica, etc.) de los otros términos, “ prueba evidente, según Saussure, de que han perdido algo de su carácter prim itivo para revestir el del signo lingüís tico en general, que es ‘inm otivado’ (Nosotros diríamos “ con vencional” en lugar de “ inm otivado” ). Más frecuentemente, la “ m otivación” es intralingüística:
A) M orfológica: Así, en el vocabulario latino del “ juego” : e verbo, ludo, los sustantivos ludus (o lusus) y el adjetivo lusor o lusorius, etc., están m orfológicam ente “ motivados” : a partir de un término cualquiera nos parece “ motivada” morfológicam ente toda la serie; pero seguirá siendo convencional el lud- como significante de los conceptos del juego.
N OCION ES BÁSICAS DE LA NUEVA S IN T A X IS
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B) Semántica: Hay cierta razón para que a determinad “ form ación militar de ataque” se le haya dado el nombre de la tortuga (“ testudo” ) ; incluso hay visible “ m otivo” para iden tificar este significante con el de testa (“ concha” , “ teja” ) y “ tes tum” . Pero ello no resta arbitrariedad al signo test- com o desig nación de la zona semántica en cuestión. Toda etim ología consiste en ofrecer una “ m otivación” intralingüística: El numeral uno, inmotivado para muchos hispanohablantes, es “ m otivado” para quien lo hace remontar al latín unu(m ); con ello no desaparece el convencionalism o del signo; qufeda tras ladado a la com unidad latinohablante; el que hace remontar el lat. unus al indoeuropeo *oinos asigna lo arbitrario del signo a la com unidad indoeuropea. 4. “ Convencional” y “ m otivado” no son, pues, términos que se excluyan. Conocem os la historia de muchas palabras desde su nacim iento: no hay ninguna inmotivada. Más todavía: vem os nacer muchos términos nuevos en nuestros días: todos motiva dos en su origen; sin embargo, “ m otivación” no es “ necesidad” ; para el “ creador” del signo hay una libre elección entre varias posibilidades; y los ulteriores usuarios del término no necesitan conocer el detalle que m otivó la elección: se puede pedir un bi llete para el T A L G O , el T A F o el TER, aunque esos nombres parezcan arbitrarios e inmotivados a gran parte del público, y, según nuestra información, el TER (“ Tren Español Rápido” ) apareció en los prim eros anuncios de la Renfe com o T A R (“ Tren de Alum inio Rápido” ) ; pero luego se desechó la form a T A R por evitar confusiones entre dos significantes demasiado pare cidos acústica y gráficamente (T A F -T A R ). 5. En suma, el signo lingüístico es siempre convencional (“ arbitrario” , según la terminología de Saussure) ; ésa es su ca racterística esencial. La nota suplementaria de “ m otivado” o “ inm otivado” no afecta a la esencia del signo.
V CARÁCTER LINEAL DEL SIGNO LINGÜÍSTICO: LA CADENA HABLADA
1. El signo lingüístico, por la materia prima de su signifi cante, se sitúa en el tiempo : su extensión coincide con el tiempo que necesariamente ha de invertirse en la articulación de los ele mentos fónicos. Todo el material sonoro se ordena lineal y su cesivamente en dirección única e irreversible como la marcha del tiempo. Los sonidos, sílabas, palabras y oraciones son como otros tantos eslabones que forman una cadena: “ la cadena ha blada” . Esta ordenación en cadena viene impuesta por la natu raleza, ya que nuestros órganos fonatorios no nos permiten emi tir dos palabras simultáneamente: ha de dejar de existir una para que surja la siguiente. 2. El carácter lineal de la cadena hablada se proyecta auto máticamente en la línea escrita (o impresa) : una obra escrita se reduce en último término a una línea que por su excesiva lon gitud se ha “troceado” para “almacenarla” en un libro. Los mo dernos medios de comunicación han acudido a denominaciones que reflejan igualmente el carácter fundamental de la cadena hablada: líneas telefónicas, líneas telegráficas, etc. 3. Todo el mecanismo de la lengua está implicado en el ca rácter lineal del signo lingüístico. La misma materia fónica puede tener uno u otro sentido, según sea una u otra su orde nación en línea: cf. español :
sal son
cf. francés:
/ las / NOS
Pierre bat Paul y Paul bat Pierre
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS
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4. Para que un enunciado cualquiera llegue a ser una unidad significativa han de hallarse todos sus elementos simultánea mente presentes en la conciencia del oyente, pues sólo así podrá relacionarlos y descubrir en ellos un sentido. El significante mesa no empieza a descubrirnos su sentido por etapas sucesivas desde el primer fonema para completarse casi con el penúltimo y del todo con el último; un buen chiste no suele provocar la risa in crescendo, sino la explosiva carcajada final. Lo mismo sucede con un largo período oratorio: hasta que no se cierra el círculo en una síntesis psíquica no surge el sentido : y cuando surge no lo hace paulatinamente, sino de golpe: la comprensión o es instantánea o no existe. De ahí el alivio experimentado por el estudiante cuando, después de mucho cavilar, llega repentina mente la iluminación y todo · el párrafo que está traduciendo pasa, en un instante, de la plena oscuridad a la meridiana cla ridad. 5. Hay, pues, así, una verdadera antinomia entre el carácter temporal-lineal-material del significante y el carácter atemporalalineal-psíquico del significado. Un término cualquiera del enunciado puede entrar en múl tiples relaciones con los restantes términos : piénsese en el verbo que, como pieza central de la frase, conecta sintácticamente a la vez con el sujeto, con uno o varios complementos y el adverbio; y, no obstante, en la cadena, hablada sólo puede estar en con tacto con dos “ eslabones” : la palabra que precede y la que sigue. A la solución de esta antinomia se reducen muchas de las dificultades con que tropieza el traductor. Comprender una len gua es llegar a establecer conexiones sintácticas, aunque no se hallen expresadas por secuencias en la cadena hablada; y, vice versa, hablar una lengua es transformar el “ orden sintáctico” en orden lineal (cf. L. Tesnière, Éléments de syntaxe structurale, pp. 16-24, París, 1959). 6. Cada lengua resuelve a su modo la antinomia a que nos referimos. El orden de los elementos en la cadena puede ex presar ya una relación sintáctica : es el conocido uso del francés en que el nombre que precede al verbo es sujeto y el nombre que le sigue es complemento directo. Cuando no hay posibilida-
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
des de contacto en la cadena se acudirá a otros procedimientos gramaticales: la concordancia en género o número o en ambas cosas a la vez es entonces capital, ya que gracias a la concor dancia podrán romperse secuencias sin que sufra la claridad. Por ello, cuanto más rica sea una lengua en morfemas gramati cales mayor libertad tendrá para romper secuenciás lineales, y, viceversa, a menos posibilidades morfológicas, menos libertad para romper las secuencias lineales (cf. Tesnière, ô. c., p. 21). 7. La norma general que regula la antinomia orden linealorden estructural del enunciado es una de las características que más visiblemente distinguen a las lenguas entre sí. Unas lenguas se caracterizan por el acentuado orden lineal en que han de aparecer sus términos y otras por su extraña (?) libertad. Cual quier estudiante pensará aquí en el “ desorden” , en el libérrimo “ hipérbaton” de la lengua latina, y en la notable disciplina del español, o en la rigurosa sucesión sujeto-verbo-complemento di recto del francés. Nosotros hemos de ver que tampoco en latín el “ desorden” es tan grande como creen los principiantes, y aun esperamos que muchos maestros queden tan extrañados como nosotros ante la sorprendente regularidad de la cadena hablada en largos textos literarios del latín. Por ahora nos bastará re cordar cosas ya sabidas : que en latín, por norma, el término de terminante (o regido) precede al elemento determinado (o re gente) ; el español procede a la inversa; con arreglo a esta norma tan regular es, por ejemplo, el Iouis templum latino como nues tro templo de Júpiter. 8. A la ordenación del tipo latino suele llamársele secuencia regresiva; la ordenación del tipo castellano recibe el nombre de secuencia progresiva. Lo normal es que las lenguas se atengan a una u otra secuencia, aunque cabe, como antes dijimos, cierta libertad más o menos acentuada. Todo lo dicho sobre la antinomia “ orden lineal”-“ orden sin táctico” y sobre la solución dada en las diversas lenguas puede observarse en lo que pasa hoy en ciertas siglas internacionales que nos son muy familiares. Varias comunidades políticas, o, mejor desde nuestro punto de vista, varias comunidades lingüísticas llegan a un acuerdo : en unos pueblos, el tratado se llama OTAN y en otros NATO.
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Sin la ineludible característica lineal del signo lingüístico, el tratado sería para todos: V7~
del tiempo
0
(rganización) del T (ratado) del A (tlántico) N (orte)
Por el lado del significado es una unidad psíquica en que se combinan armónicamente las cuatro “ notas significativas” ; si los humanos tuviéramos un aparato fonatorio adecuado — algo así como un piano— , emitiríamos simultáneamente el acorde; como no cabe esa posibilidad, hemos de emitir' en sucesión lineal una nota tras otra; unas lenguas proyectan la imposible simul taneidad psíquica en la posible sucesividad del tiempo empe zando por un extremo de la serie y otras por el extremo opuesto. Resultado : Línea del tiempo
orden progresivo N
O T A N
orden regresivo O más simplemente:
OTAN orden progresivo orden regresivo
VI SENTIDO BÁSICO Y SENTIDO CONTEXTUAL
1. Teóricamente, la comunicación postula una sola forma fó nica para cada unidad de sentido, y un solo sentido para cada forma fónica. A priori, no parece posible entenderse si a un mismo significante corresponden varios significados. Y, sin em bargo, ¿quién no se ha desesperado al comprobar que en el aprendizaje de una lengua cualquiera nunca acaba uno por co nocer “todos los sentidos” de una palabra, de un caso nominal, de una forma verbal ni de una preposición? ¿Cuántas veces con sulta el latinista principiante su diccionario para ver qué sig nifican palabras tan usuales como ago, facio, sum, ad, etc.? 2. En lugar de la ideal monovalencia del signo lingüístico, el estudiante se encuentra siempre con una inextricable poliva lencia en ambas caras del signo (tanto en los signos léxicos como en los gramaticales) : varios significantes para un mismo signi ficado (polinimia o, como decimos más habitualmente, sinonimia) y varios significados para un mismo significante (polisemia). 3. Pues bien, ¿hasta qué punto es cierta esta plurivalencia significativa de los signos lingüísticos? ¿Cómo explicar este com plicado juego de las significaciones de los signos? 4. Para facilitar la exposición general, nos fijaremos ahora exclusivamente en la polisemia y sinonimia léxicas; tendremos múltiples ocasiones de discutir la pretendida plurivalencia de los morfemas gramaticales cuando nos adentremos en el terreno de la sintaxis específicamente latina.
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5. En primer lugar es fácil comprobar que los diferentes sen tidos de una palabra no se hallan todos en plano de igualdad. Aun los no especialistas saben que las palabras tienen un “ sen tido propio” y un “ sentido figurado” . 6. Las cosas se simplifican mucho con la distinción básica entre leng ua y h ab la . Las palabras tienen un sentido en la es fera de la lengua y un sentido en la esfera del habla. Los dos sentidos están a veces muy próximos y a veces muy alejados. La distinción entre ambos sentidos es un hecho generalmente reconocido en la actualidad: con frecuencia se habla de sentido en la lengua y valores en el habla, o de “ sentido fundamental” y “sentidos accesorios” , o de “ sentido independiente” y “ senti dos condicionados” , o de “ sentido” y “ significación” , o de'-“ sen tido” y “efectos de sentido” . Nosotros diremos más sencillamen te, con Guiraud (La Grammaire, p. 70, Presses Universitaires, 1961), “ sentido básico” . (en la lengua) y “ sentido contextual” (en el habla). 7. Pongamos un ejemplo con tres sinónimos (?) latinos que pueden designar “ el vino” : uinum, Bacchus y deus. Superficial mente, podría decir un diccionario que Bacchus tiene dos signi ficados: designa a un determinado “ dios” y también a un deter minado líquido, más corrientemente llamado “uinum” . Se acepta que Bacchus es, por derecho propio, un “ dios” , y (¡cuando uno sabe que “Baco es el dios del vino” !) también se acepta sin aspa vientos el cambio metonímico de las cosas. Pero para llamar al vino uinum (que es el único nombre que le corresponde en lengua), el hablante no necesita tomar precau ciones; cualquier latino que tuviera vino y quisiera venderlo podía poner el siguiente letrero en la puerta de su casa: vin vm vendo . Pero no podría cambiar caprichosamente el mencionado anuncio por bacchvm vendo , ya que este texto resultaría enigmá tico: “ vendo (al dios) Baco (? )” , “vendo un Baco (una esta tua) (? )” . No habrá inconveniente en anunciar vendo bacchvm si el lector comprueba, al leer el cartel, que se trata de una taberna, con los toneles y los vasos a la vista: pues, en tal caso, el contexto situacional ya invita al lector a dar, sin violencia, a Bacchus un sentido que no le corresponde en lengua, o, lo que
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN
es lo mismo, a darle a cierto líquido un nombre que en lengua no tiene. Si falta ese contexto situacional y el vendedor persiste en el intento de anunciar “poéticamente” su mercancía, tendrá que inducir de algún modo a su lector a realizar juntamente con el anunciante el cambio metonímico: por ejemplo, dibujando junto al mismo letrero a un bebedor con el jarro a punto, etc. Del mismo modo, el artista literario tampoco puede hacer significar caprichosamente “ vino” al nombre que en el fichero de la lengua designa a cierta divinidad; si quiere operar el cam bio, le es indispensable crear un contexto — ahora lingüístico, naturalmente— para que el lector acepte la novedad sin vio lencia, aunque con cierto grado más o menos acentuado de sor presa. Así procede Virgilio en la Égloga 5, 69: et multo in primis hilarans conuiuia Baccho... Podrá observarse que ya los dos versos' anteriores hablan de “líquidos” (leche y aceite) como preparación de la metonimia. Finalmente, entre multo y Baccho van intercalados dos términos “ orientadores” : hilarans y conuiuia. Resulta mucho más imprevisible que, en un momento dado, también deus pueda designar el “vino” . No conozco más que un caso de este “ atrevimiento” en la literatura latina (Virgilio, En., IX, 335-337) : ... illa qui plurima nocte luserat, insignis facie, multoque iacebat membra deo uictus. (Niso degüella al joven Serrano) que había estado divertidí simo aquella noche y que yacía vencido por el “ abundante vino” (multo ... deo!) “multo ... deo” , en lengua, es imposible; tan imposible como en castellano “mucho dios” . Para que el hecho de habla se en tienda como “ mucho vino” y se acepte la sorprendente metoni mia, el poeta ha de tomar extraordinarias precauciones. Virgilio arrastrará la aquiescencia del lector gracias a todo un proceso, muy cuidadosamente estudiado, que comprende tres etapas: una lejana, otra próxima y la tercera inmediata. Con mucha antelación, ya en los vv. 188-189, Virgilio nos
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presenta a los Rútulos presuntuosamente confiados en la propia situación: se entregan, despreocupados, al sueño y al vino: (Rutuli) SOMNO VINOQTJE SOLVTI PROCVBVERE.
Por segunda vez, en los vv. 236-237, el poeta insiste : RVTVLI SOMNO VINOQVE SOLVTI CONTICVERE.
No se trata de un descuido en un poema’ inacabado como es la Eneida: el llamativo término inicial de verso, con su reite ración de la estructura métrica, de la morfología (-ere), del no table volumen fónico (cinco sílabas), y, por contraste, con la variante semántica (procubuere / conticuere), prueba Suficien temente que la repetición es intencional. En el verso 316 vuelve por tercera vez el estribillo somno uinoque soluti. Pero esta vez de modo definitivo: se va a ofre cer al lector una visión total del campamento de los Rútulos: un campamento de borrachos, “ vencidos por el vino y el sueño” . A la designación de las cosas por “ su” nombre en lengua suce den sus afines semánticos: “yacer” , “ roncar” , “rendirse” , etc., salen machaconamente hasta culminar en el multo ... deo. (Niso y Euríalo) passim somno uinoque per herbam corpora fusa u id e n t........................................ (316-317) uina s i m u l ......................................................(319) (Ramnes) toto proflabat pectore somnum . . (325-326) inter tela iacentes............................................... (329) pendentia colla (la postura típica del borracho d o r m id o ) ..................................................... (331) ... multo que iacebat membra deo u ic t u s ........................................ (336-337) Los 20 versos constituyen el “ cuadro de los borrachos de Virgilio” ; los 18 primeros son tan gráficos y sus términos tan ajus tados al patrón de la lengua común, que ya puede el poeta per mitirse, como última y definitiva pincelada, una atrevida “ des
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INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
viación” , confiado en que su expresión no resultará oscura y lo grará el asentimiento del lector. Hemos visto cómo Virgilio logra llamar al vino “ dios” y que sus lectores lo entiendan, aunque nunca hayan oído tal “lengua” . Pero si no hubiera en el texto estudiado más que una mera sus titución de nomenclatura, Virgilio sería un simple “malabarista verbal” , un sorprendente mago de la palabra, pero sin la hon dura, seriedad y calor humano que atribuimos generalmente a “la magia” del poeta frente a los malabarismos y magias de puro entretenimiento. Si Virgilio llama “ dios” al vino, no es para demostrarnos que ¿1 puede permitirse el capricho de poner un rótulo cualquiera a cualquier producto. Si Virgilio se refiere al vino y no lo llama “ vino” es que vislumbra en el vino algo que sólo él ha visto, alguna “ nota” no incluida, según el código lingüístico, en el sig nificado “ vino” ; tal es la razón por la cual no le sirve tampoco el significante “ vino” y acude a un sustituto, al que, por los pro cedimientos que hemos analizado, hará significar “vino” , y que, por otra parte, conllevará la “nueva nota” que el poeta pretende añadir al concepto de ese líquido llamado “ vino” : devs = v iNVM + X. Tratemos de averiguar qué representa la incógnita X : en esa incógnita se esconde la razón de la metonimia y la magia de la verdadera poesía. El contexto, con tiempo, desde los versos 188 y 236, con ma yor insistencia desde el 316, y de modo apremiante con el con texto inmediato, nos obliga a pensar, ante todo, en “mucho vino” ; pero, como en lugar de multo ... uino, el poeta nos sorprende con multo ... deo, hemos de sumar al significado “ vino” , ya in culcado al lector de antemano, el significado del inesperado sig nificante deo; por lo tanto, deus es, accidentalmente, un signifi cante complejo: vino + dios. La intuición del poeta es intransferible; podemos, si no tra ducirla, analizar ^sí su contenido: (El joven Serrano yacía vencido por) “ el abundante vino + -|- la virtud divina que, como soporífero, tiene el vino” . Pero en el comentario analítico, en la descomposición lineal de lo que es un continuum psíquico, se esfuma la vivencia del
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instante poético plasmado en multo deo, y desaparece la poesía. Es curioso ver a los innumerables traductores de Virgilio deba tirse, desesperados, ante la síntesis virgiliana. Entre las interpre taciones consultadas, nos quedamos con la de Echave Sustaeta (“ Serrano vencido por el mucho Baco” ), que traduce la meto nimia del original por otra metonimia: es la única que, al con servar el recurso poético, puede guardar también algo de poesía. Pero aun con esta interpretación Virgilio nos llega enorme mente empobrecido; “Baco” por “vino” es un tópico literario, una figura poética en vías de lexicalización y, por lo tanto, de limitado poder evocador; por eso Virgilio forjó una metonimia de nuevo cuño, cuya expresividad no puede, en modo alguno, pasar inadvertida. El resto de los traductores sólo nos dan parte del contenido que nosotros hemos analizado en multo ... deo: unos dicen, sim plemente, “mucho vino” , sin hacernos pensar en la suplementa ria “ nota divina” del vino; otros acentúan el significado en len gua de deo, y como entonces es imposible “mucho dios” , desha cen el sintagma multo ... deo, ya sea sacrificando llanamente el multo (“ Serrano vencido por el dios del vino” o “ por el dios del sueño” ), ya sea añadiendo en sintagma aparte ese multo: “ Serrano vencido por el dios del vino, del que había abusado” . (Esta última interpretación es la de la colección Budé.) Como en nuestro comentario, todas estas traducciones evapo ran la expresión poética: la “ intuición” del artista al pasar por el tamiz intelectual del intérprete se queda en una enumeración más o menos completa de miembros inertes, que en el original forman una síntesis viva. El Virgilio auténtico — el poeta— está en el multo ... deo: ahí tenemos su “alma de cristal” reflejando fielmente la impresión que le produce la realidad circundante; el Virgilio traducido es un simple narrador, más o menos co rrecto, de una realidad que le es ajena. En una palabra, el men saje esencialmente “ poético” del original se desintegra con la traducción en un mensaje esencialmente “ informativo” . 8. Vistas así las cosas, desaparece la antinomia de la sinoni mia y polisemia a que aludimos al principio en los párrafos 1-6. Y lo que decimos aquí del léxico (uinum, Bacchus, deus) ha de aplicarse rigurosamente a la sintaxis en toda su extensión:
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entre los signos gramaticales tampoco hay equivalencias ni plurivalencias: nunca hay, por ejemplo, sinonimia entre dos casos o dos preposiciones, y viceversa, un caso o una preposición no tienen dos, tres, cuatro, cinco, etc. significados distintos, sino que, en lengua, les corresponde uno solo (del que pueden irra diar diversos matices contextúales). Hemos de volver con frecuencia sobre estas ideas; véase, por ejemplo, pp. 86-88, 171 y ss. y 186-187.
VII SINCRONÍA Y DIACRONÍA
1. Gramática comparada. — El siglo x ix representa el triunfo del historicismo en la lingüística. En sus comienzos, y gracias al reciente descubrimiento del sánscrito, nació la gramática com parada de las lenguas indoeuropeas : lat. genus lat. generis etc.
— gr. γένος = ser. jánas; = gr. γένεος = ser. jánasas; etc. etc.
F. Bopp (1791-1867) aplicó sistemáticamente por vez primera (1816) el método que explica esas concordancias entre lenguas derivadas de un tronco común. Y, en 1861, Schleicher compen dia los resultados obtenidos en la lingüística indoeuropea por el método comparativo. 2. Gramática histórica o diacronía. — De la comparación en tre concordancias se pasó, hacia 1870 (por iniciativa de los neogramáticos Brugmann, Osthoff, Sievers, Paul, etc.), a situar los hechos comparados en la línea de su sucesión natural en el tiempo; es decir, se pasó al estudio histórico de la lengua. Los resultados de la tarea sorprendieron por su claridad y objeti vidad; los neogramáticos descubrieron leyes (leyes fonéticas) al parecer, tan “ determinantes” (?) como las leyes naturales. La generación neogramática, deslumbrada por sus éxitos, creía haber encontrado el auténtico y único camino de la inves tigación lingüística: el método histórico. Toda la ciencia del len guaje tendría que ser o gramática histórica o historia de la lengua.
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
3. Sincronía. — En plena euforia historicista surge, como voz discordante, la personalidad de Saussure (1857-1913). En sus conversaciones particulares, en alguna carta y, sobre todo, en sus cursos universitarios de Ginebra (a partir de 1906) proclama frecuentemente la insuficiencia de la lingüística histórica de su época (lingüística que él mismo tenía que explicar como asig natura de los programas a la sazón vigentes). Saussure afirma que el estudio descriptivo de la lengua es más interesante y tan científicamente posible como el estudio histórico. El lenguaje se nos ofrece como objeto de estudio en dos pers pectivas. Por un lado, la lengua es algo inestable y en constante evolución: es el aspecto minuciosamente estudiado —y con asom broso éxito— por la lingüística histórica. Pero, a la vez, la len gua se nos ofrece bajo un aspecto estático, como un sistéma de oposiciones y contrastes en el que los elementos que entran en juego no tienen valor absoluto en sí, sino que lo reciben del conjunto en que se integran (cf. el ejemplo antes citado de a m o r , a m o r is , am o rem ... a m a b il is , etc. Este sistema de oposiciones no se explica por la evolución, sino que tiene su razón de ser en sí mismo, como un vasto cuadro pictórico, donde cada parte está relacionada con el conjunto y no puede modificarse o despla zarse sin romper la armonía interna de la obra. Es legítimo, pues, estudiar la evolución de la lengua a través del tiempo, pero también merece estudiarse un estado de la lengua en un momento dado, sin intervención del factor tiempo. El propio Saussure ilustró claramente sus ideas en el siguiente esquema :
-B
D El eje AB simboliza la simultaneidad (objeto de la lingüística CD, la sucesión temporal (objeto de la lingüís tica d ia c r ó n ic a ). sin c r ó n ic a ) ;
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4. La distinción entre sincronía y diacronía es un axioma del que ha de partir todo estudio lingüístico. Suscribimos sin reser vas la afirmación rotunda de Saussure (p. 115-116) : es imposible organizar las investigaciones sin tener en cuenta los dos ejes, sin distinguir por un lado el sistema de los valores considerados en sí mismos y, por otro lado, esos mismos valores conside rados en función del tiempo. Pero no estamos de acuerdo con Saussure cuando proclama, con la misma energía, “ que nos está absolutamente prohibido es tudiar simultáneamente las relaciones en el tiempo y las rela ciones en el sistema” ; ni puede decirse, con L. Hjeliñslev (Prin cipes de grammaire genérale, p. 47), que “la oposición entre los dos puntos de vista es absoluta y no admite compromisos” . Nosotros no creemos que haya que optar necesaria e intran sigentemente entre la sincronía y la diacronía, sino que puede añadirse la consideración estructural (sincrónica) a la conside ración evolutiva (diacrónica). Por esta vía se ha llegado — pre cisamente en España y dentro de la lingüística indoeuropea— a resultados muy fecundos en los últimos años; baste recordar aquí — entre otros trabajos importantes y otros autores— el só lido estudio de M. Sánchez-Ruipérez sobre el verbo griego y las dos obras maestras de F. Rodríguez Adrados sobre las laringales y el verbo indoeuropeo. Más que al objeto, la diferencia entre sincronía y diacronía afecta al observador. Ambas consideraciones aisladas nos dan sólo una visión parcial del lenguaje. Nuestra presentación de la sintaxis latina será fundamental mente sincrónica; sólo ocasionalmente, y ante hechos incom prensibles para la sincronía, haremos alguna alusión diacrónica.
VIII EL “DOGMA” DEL LÉXICO Y LA GRAMÁTICA
1. Tal vez no haya principio de mayor trascendencia para nuestros análisis que el formulado por K. Biihler (p. 101 y ss. de la traducción española) como dogma fundamental de la inves tigación lingüística: sepárese cuidadosamente lo que: corresponde al léxico y lo que corresponde a la sintaxis (en lugar de sintaxis, nosotros diríamos más bien gramática). Efectivamente, el lenguaje usa un sistema de signos de dos clases: unos elementos son léxicos y otros son gramaticales: dos enunciados pueden distinguirse por variar un elemento lé xico; compárese: tuus canis apr-um momordit, “ tu perro mordió al jabalí” ; tuus canis lup-um momordit, “ tu perro mordió al lobo” . En cambio, en los dos enunciados siguientes, la diferencia radica en elementos gramaticales (morfológicos o, lo que es lo mismo, sintácticos) : tu-us can-is lup-um momordit, “ tu perro mordió al lobo” ; tu-um can-em lup-us momordit, “ el lobo mordió a tu perro” . 2. En el capítulo siguiente, al tratar de las unidades signi ficativas, insistiremos más en la esencial diferencia entre las dos clases de signos que integran el lenguaje. Aquí nos limitaremos a esbozar la cuestión, sin penetrar todavía en la irreductible diferencia de las unidades mínimas de significación. Una obser vación incluso superficial permite advertir que, en un mensaje dado, la gramática puede ser más o menos indispensable según
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los casos; puede haber incluso mensajes exentos de gramática, puramente léxicos: si una persona se encuentra en una comuni dad lingüística que le es extraña, puede, con el solo uso del dic cionario, emitir mensajes pregramaticales, pero válidos para la comunicación: por ejemplo, una serie de palabras sueltas, como cazador, liebre, matar, puede ser un mensaje comprensible, ya que los lexemas dados difícilmente admiten una concatenación que no sea: “ el cazador mató una liebre” (sería inverosímil que “una liebre matara al cazador” ) ; por ello, tal enunciado puede prescindir de la gramática sin grave perjuicio paça la compren sión. En cambio, la sintaxis — o un sustituto de ésta, cf. infra, p. 64 y ss.— es de imperiosa necesidad si en lugar de liebre tu viéramos que poner león: “cazador, león, matar” ya no es inte ligible unívocamente y resulta indispensable precisar dónde está el agente y donde está la víctima. Ha de venir la gramática en ayuda de los elementos léxicos para fijar en el haz de posibili dades la relación efectiva y única que queremos establecer entre los significados autónomos del léxico. La significación grama tical (sintáctica) se superpone a la significación léxica, pero a otro nivel: a nivel del sintagma. 3. El valor semántico global de una frase es el total de dos sumandos: 1.°, la sustancia significativa (léxica, material) de las palabras y grupos de palabras contenidos en la frase; 2.°, la sig nificación de sus relaciones lógico-sintácticas. Puer librum legit tiene, a nivel sintáctico, la misma e inva riable significación en todo enunciado que presente el esquema. Sujeto - complemento directo - verbo. Sobre este patrón abstracto podrán formularse innumerables mensajes reales; pero mientras subsista el tipo de construcción, es decir, la misma forma gramatical, sólo cambiará la sustancia significativa léxica. La forma es lo único que interesa al gramá tico; aunque éste no pueda prescindir del “ ejemplo” , es decir, aunque haya de acudir a realizaciones concretas en el habla, le es preciso elevarse “ abstractivamente” hasta la forma, fein de jarse ahogar por los valores que en toda frase real precipita el léxico, pero que no son de la incumbencia del gramático.
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4. Por atender sólo a la forma, y no a la sustancia semántica, el gramático considera legítimos ciertos tipos de enunciados into lerables para el lógico. “ Si, ante una mesa redonda, alguien dice: esta mesa es cuadrada — escribe K. Bühler, p. 90 y ss.— , el gramático calla plenamente satisfecho; sólo el lógico protesta: ¡absurdo!” En cambio, provocará la censura del gramático quien diga: h ic tabvlam svn t ro tvnd vm , porque aquí hay un puro flatus uocis “ sin sentido” de ninguna clase. El gramático es insen sible al contrasentido, como “círculo cuadrado” , pero es muy sensible al “ sinsentido” , ¡que es algo muy distinto! Un enunciado agramatical ( h ic tabv la m . . . ) nunca tendrá sen tido ninguno; pero un enunciado gramaticalmente correcto tiene ya un sentido en sí, independientemente de lo que opine la ló gica: los niños saben muy bien lo que dicen cuando cantan: “por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, etc.” ; saben muy bien que sus afirmaciones son perfectamente comprensi bles, pero esperan hacer gracia por lo sorprendente de esas afir maciones ante la experiencia y “ saber” de los oyentes. “ Oro negro” , siempre aceptable para el gramático, pareció absurdo al lógico hasta no hace demasiadas generaciones; lac gallinaceum (“leche de gallina” ) es tan correcto en gramática como ouum gallinaceum (“huevo de gallina” ) . Pero, mientras sea tan difícil encontrar “ leche de gallina” como encontrarle “ tres pies al gato” , sólo nos servirá el correctísimo complejo lac gal linaceum para referirnos a “ un imposible” como ya lo hicieron Plinio (Nat. Hist., Praef. 23) y Petronio, Satiricon, 38: lacte gal linaceum si quaesieris inuenies, “ si se te ocurriera buscar leche de gallina, la hallarás (en casa de Trimalción) ” . 5. La diferencia esencial entre léxico y gramática puede ob servarse a diario en las clases y ejercicios de traducción: una traducción “falla” porque un término (nombre, adjetivo, verbo, adverbio) no ha sido interpretado con acierto: el estudiante “ coge” en el diccionario la palabra menos adecuada al contexto estudiado; otra traducción “ falla” porque el alumno “ no vio la construcción” . Aunque, ocasionalmente, una falta léxica puede llegar a ser grave y alguna falta gramatical puede motivar un error leve, lo normal es que los errores léxicos acarreen “fallos” muy limitados y que los errores gramaticales, en cambio, hun
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dan todo un enunciado. La razón es obvia: un adjetivo en lugar de otro adjetivo, un nombre en lugar de otro nombre, un verbo en lugar de otro verbo, etc., son errores “limitados” dentro de la misma categoría gramatical; pero quien no ve una concordan cia, quien toma un nombre o adjetivo por verbo, etc., baraja las categorías gramaticales, destruye el molde que informa todo el sintagma afectado y, por lo tanto, destruye todo el sistema de relaciones y arruina el mensaje en su totalidad.
IX LAS UNIDADES LINGÜÍSTICAS BÁSICAS
§ 1. — La palabra: fantasma del lenguaje Desde Aristóteles se vino creyendo a pies juntillas que la unidad mínima de significación era la palabra. De la palabra se partía para establecer enunciados más amplios y a la pala bra se llegaba en el análisis de cualquier enunciado complejo. La palabra fue el irreductible átomo de la ciencia del lenguaje desde su nacimiento hasta nuestros días. Pero cuando, últimamente, la lingüística quiso “ definir” lo que es la palabra como elemento básico de su ciencia, se encon tró con una noción sumamente ambigua. No logró dar con una definición aceptable de la palabra ni establecer criterios firmes para separar y distinguir en la cadena hablada esas pretendidas unidades, dándose así la curiosa paradoja de que, entre todas las ciencias, la ciencia del lenguaje era la única que no sabía con qué unidades operaba. El año 1948, fecha del VI Congreso Internacional de Lingüís tica, celebrado en París, constituye un hito muy destacado en la historia de la ciencia del lenguaje. Ese congreso puso en evi dencia la extraña fragilidad de muchos principios tenidos du rante milenios como firmes y definitivos. La labor de esta im presionante reunión de sabios, con especialistas en casi toda clase de lenguas, resultó esencialmente destructiva: un verdadero desmantelamiento del edificio gramatical existente. El enigma de la palabra fue, tal vez, la máxima preocupación del Congreso, y la primera columna que crujió y se desmoronó en el edificio tradicional. El vulgo cree discernir claramente la individualidad de las
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palabras; son, en cambio, los profesionales quienes confiesan ignorar lo que es la palabra. Hay una amplísima bibliografía réciente sobre el problema. Sin pretender entrar en la discusión, báste recordar aquí algunos hechos de experiencia común. Cuan do uno se pone a escribir en su propia lengua, no tarda en tro pezar con la dificultad de separar las palabras: ¿diecisiete o diez y siete?, ¿enseguida o en seguida?, ¿ “ un dicho” aparte o a parte? En latín quedan a discreción del editor un crecido número de grafías: bene facere o benefacere, animum aduortere o animaduortere, quo minus o quominus, quam ob rem o quamobrem, etcétera. Si ahora reparamos en las traducciones, ¿quién no ha obser vado con qué frecuencia a una palabra corresponden dos o más en otra lengua? Latín horto — esp. “ en el huerto” , lat. apud = — esp. “ en casa de” , etc.
§ 2 .— Las verdaderas unidades lingüísticas A) U nidades s ig n if ic a t iv a s . — Sin ahondar más en la cues tión, parece evidente que “la palabra” no constituye una unidad básica suficientemente clara y firme para cimentar los análisis gramaticales. Por eso, los últimos años se ha intentado desinte grar el “ átomo de la palabra” y por este camino se han logrado nociones mejor elaboradas y más fecundas. Un enunciado de cuatro palabras como el siguiente puede descomponerse en elementos menores provistos de significado: Discipul-vs libr-VM heri leg-i t ( “ el a lu m n o le y ó a y e r un li b r o ” ) .
Discijml- es el significante de una noción básica (“ alumno” ). -vs es el significante que simultáneamente nos dice: 1.° Se trata de un solo alumno (número singular); 2.° Dicha persona está clasificada entre los seres del género masculino; 3.° Entra en el enunciado como actor del proceso (nominativo). De modo análogo puede analizarse el contenido de las dos unidades que hay en libr-VM y en leg- i t (unos núcleos léxicos
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en el radical significativo de las palabras y unos morfemas o formantes que relacionan las nociones básicas del léxico). El significante h eri, en cambio, es indivisible: no admite por debajo del nivel semántico un análisis en elementos significativos menores. En h e r i coincide la palabra con la unidad mínima de significación, es decir, coinciden “ palabra” y “monema” . Ya se habrá advertido que con este análisis descubrimos signos de dos clases y que volvemos a recaer en el “ dogma del léxico y la gramática” (cf. su p ra , p. 46). Los elementos signi ficativos escritos en minúscula son unidades léxicas; los escritos en versalitas son unidades gramaticales. N o m e n c la t u r a : monema, le x e m a y m o rfe m a . — Es corriente designar a ambas subclases con los términos de sem a n tem a s y m o rfem a s, respectivamente; pero esta terminología tiene el grave inconveniente de sugerir que sólo los sem a n tem a s son portado res de sentido y que los morfemas carecen de él. Otra nomen clatura en boga habla de e le m e n to s lle n o s (semantemas) y e le m en to s v a c ío s (morfemas) ; estos términos son totalmente inacep tables, pues no sólo sugieren el posible error antes aludido, sino que lo suponen en su concepción originaria y lo consagran en formulación explícita. Nosotros analizaremos la cadena hablada en segmentos cada vez más reducidos hasta llegar a elementos formales mínimos provistos de significación, ya sea léxica, ya gramatical. Alcan zado este nivel de unidades mínimas significativas, adoptaremos la nomenclatura de Cantineau : “Todo elemento formal portador de un valor gramatical será llamado m o r fe m a ; los elementos for males de valor léxico serán llamados l e x e m a s (C. F. S., 10, 1952, p. 17). Cuando pretendemos referirnos a la unidad significativa ele mental (prescindiendo de su índole léxica o gramatical), la lla maremos m onem a, como propone Martinet (É lé m e n ts d e lin g u is tiq u e g é n é r a le , 19633, p. 20). Para evitar el tremendo confusionismo a que da lugar la anárquica terminología de la moderna lingüística, conviene re cordar que lo que aquí llamamos monem as es lo que los lingüis tas eslavos y americanos suelen denominar m o r f e m a s .
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B) U nidades d is t in t iv a s . — El que se ocupa de sintaxis no necesita seguir descomponiendo la cadena hablada por debajo de los monemas. Pero el análisis lingüístico no acaba necesaria mente ahí. Puede disolver todavía los monemas en sus compo nentes últimos, que son los fonemas. Los fonemas también poseen la doble cara de todo signo lin güístico; pero “ su significado” no es de la misma índole que el significado de los monemas. Un fonema “ no tiene referente que le sea propio” (E. Sapir, “ Sound patterns in language” , Se lected Writings, Los Ángeles, 1949, p. 34); es decir, un fonema no hace referencia a ninguna cosa del mundo que nos rodea ni a ninguna relación concebida por la mente humana entre las cosas; su significación es meramente distintiva: distingue y se para un significante de otro significante; y, por último, así como hemos señalado dos subclases de monemas, así también hay dos subclases de fonemas: fonemas silábicos (o vocálicos) y fonemas asilábicos (o consonánticos). Gracias a la oposición de los fone mas vocálicos e / i, el significante misa es materialmente “otra cosa” que el significante mesa; gracias a la oposición p / t / c, se distinguen pasa / tasa / casa, etc. Los dos niveles del lenguaje y del análisis lingüístico han de estudiarse separadamente: al nivel semántico corresponde el estudio de las unidades significativas simples y complejas desde el monema hasta la frase e incluso hasta una obra literaria en toda su extensión (morfología, sintaxis, lexicología y estilís tica); al nivel fonológico corresponde el estudio de las unidades simples y complejas con función puramente distintiva (dominio exclusivo de la fonología). La honda diferencia que separa la función significativa de los monemas y la función distintiva propia de los fonemas puede oscurecerse en ciertos casos patológicos. Hay afásicos que redu cen a un solo nivel las dos clases de signos: el nivel único con servado puede ser el de la clase significativa o el de la clase distintiva. En el primer caso, el enfermo entiende y repite se cuencias como café o m esa , pero no capta ni puede repetir se cuencias sin sentido como feca o same (con el mismo contenido fónico que café y mesa); en el segundo caso, el enfermo repite con la misma facilidad feca y same que café y m esa , pero enton ces café y mesa son para él tan carentes de sentido como feca
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y same, es decir, c a fé y m esa se degradan hasta quedar reducidos al puro valor distintivo que normalmente corresponde a los fo nemas. Esta alteración patológica subraya claramente la diferencia entre unidades significativas y unidades distintivas, es decir, la diferencia entre lo que toman como objeto de estudio, respecti vamente, la sintaxis y la fonología. Conviene tener esto presente, ya que la diferencia del objeto puede condicionar el método aplicable al estudio en sí.
§ 3.— La doble articulación del lenguaje Aunque se puede hablar del lenguaje de las abejas, o de las flores, etc., en realidad no hay lenguaje comparable al lenguaje humano;, y en la esfera de lo humano, aunque se pueda hablar del lenguaje de la música, de la pintura, etc., en el fondo el único lenguaje humano propiamente dicho es el lenguaje audi tivo : éste tiene en exclusiva una característica incomparable, que lo distingue de cualquier otro tipo de lenguaje: sólo el lenguaje auditivo es articu lad o. Martinet ha insistido en múltiples trabajos sobre la propie dad del determinante “ articulado” aplicado al lenguaje. Efecti vamente, el lenguaje humano es d o b le m e n te a rticu lad o. En una primera articulación se suceden y encadenan las unidades signi ficativas que hemos llamado monemas. En una segunda articula ción, cada monema, a su vez, se reduce en el plano formal a una sucesión y encadenamiento de unidades distintivas : los fonemas. La doble articulación de unidades lingüísticas básicas mul tiplica hasta el infinito las posibilidades de comunicación entre los hombres, y ello con un sistema de signos relativamente e c o n ó m ico , sencillo y de fácil manejo. Gracias a la primera articulación, con p o c o s m illa res d e m o n em a s pueden formularse mensajes distintos en número ilimi tado. Y, gracias a la segunda articulación, c o n m u y p o c a s d e c en a s d e fo n em a s puede asignarse a todos los monemas necesarios a la comunicación humana una forma específica e identificable sin riesgos de confusión.
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En resumen: en el nivel semántico del lenguaje, los monemas por una parte y, por otra, la oración, que los articula en men sajes inteligibles, son las dos unidades funcionales básicas sus ceptibles de comparación en todas las lenguas. En cambio, las unidades formales denominadas “palabras” , como complejos hí bridos en que se agrupan una o varias nociones específicamente léxicas con una o varias nociones generales (“ gramaticalizadas” ) , no son susceptibles de comparación entre las lenguas. Natural mente, cuando en una palabra no se da el aludido complejo de nociones dispares, sí cabe la comparación, porque entonces coin ciden palabra y monema, como ya dijimos antes.
X •
PARTES DE LA ORACIÓN Y CLASES DE PALABRAS
1. He aquí el principio de un conocidísimo tratado de gra mática latina, el Ars grammatica minor, de Donato: —Partes orationis quot sunt? — Octo. — Quae? —Nomen, pronomen, uerbum, aduerbium, participium, coniunctio, praepositio, interiectio. —Nomen quid est? —Pars orationis quae... 2. Nuestras gramáticas escolares siguen traduciendo sustan cialmente a los gramáticos latinos: — ¿Cuántas son las partes de la oración? (Se contesta con el número de clases de palabras.) Después, las respuestas a las sucesivas preguntas ¿Qué es nombre?, ¿Qué es adjetivo?, ¿Qué es verbo?, etc., empiezan in variablemente: La parte de la oración que... 3. Y, así como nosotros repetimos la nomenclatura de los la tinos, éstos, a su vez, la habían heredado de los griegos: partes orationis traduce τα τού λόγου μέρη. 4. “Partes de la oración” y “ clases de palabras” se toman, pues, tradicionalmente como expresiones sinónimas. Es cierto que no deja de existir un notable paralelismo entre clases de palabras y miembros de frase. Así, la clase de pala-
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bras llamadas “ nombres” funcionan en la oración como sujeto o complemento directo, es decir, como auténticos miembros o “ partes” de la oración; el verbo, que, como clase de palabras, designa un estado o un proceso, constituye, como miembro de la frase, el predicado; el adjetivo, que, como clase de palabras, designa cualidades, funciona, en cuanto miembro de frase, como determinante del nombre, etc. Por lo tanto, “ clases de palabras” y “ partes de la oración” parecen apuntar efectivamente hacia el mismo objeto; por eso no se ha sentido la necesidad de distinguir entre “ clases de pa labras” y “ partes de la oración” . Pero, si observamos más atentamente la realidad, hemos de reconocer que las dos nociones “clases de palabras” y “ partes de la oración” no cubren exactamente el mismo campo : un miem bro de frase puede coincidir con una forma léxica (una clase de palabras), pero no ha de coincidir necesariamente con una deter minada clase de vocablos. Casi siempre puede aparecer en el mismo lugar de la frase, en vez de una forma léxica esperada, ya sea otra forma léxica no esperada, ya sea un complejo de pa labras; un miembro de frase puede incluso tomar la forma de un enunciado estructurado predicativamente (W. Porzig, El mun do maravilloso del lenguaje, trad. Gredos, 1964, p. 152). Ni los nombres existentes en una lengua cubren todas las necesidades de nombrar, ni los adjetivos todas las necesida des de determinación nominal, ni los verbos todas las necesidades predicativas, ni los adverbios todas las necesidades adverbia les, etc. Gracias a la transferencia de funciones, pueden satisfa cerse todas las necesidades de la comunicación sin sobrecargar la memoria con un inacabable léxico. Así, en latín y castellano es económico disponer de una serie adverbial como: hie ( = in hoc loco) — “ aquí” ( = en el lugar cercano a mí); istic ( = in isto loco) — “ ahí” ( = en el lugar cercano a ti); illic ( = i n illo loco) — “ allí” (— en lugar alejado de ambos). Ese léxico adverbial es económico, de “mucho rendimiento” , por expresar relaciones espaciales de manejo continuo en la vida diaria. La misma orientación espacial, pero referida a puntos me
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nos utilizados, se expresará no por nuevos adverbios léxicos, sino por un complejo de significantes de categorías no adverbiales: in hac urbe, in ista urbe, in illa urbe: urbe nombra el lugar; in lo relaciona con el resto del enunciado, como escenario en que ha de situarse el proceso, o, en otros términos, transfiere la categoría nominal a la adverbial; y, por último, el demostrativo coloca el nuevo adverbio funcional dentro de la esfera espacial del hablante (hac), del oyente (ista), o fuera de la esfera espa cial de ambos (illa). 5. Si se abre un texto cualquiera, será fácil descubrir casos similares a los latinos que citamos a continuación: 5.1. Transferencias de funciones entre categorías léxicas: Tácito, Hist., I, 8: uir facundus et pacis artibus, “ hombre elocuente y con dotes (de mando en tiempos) de paz” . Obsérvese que facundus y pacis artibus son idénticos como “partes de la oración” : ambos tienen la común función de ser determinantes del sustantivo uir; pero facundus es morfológica mente adjetivo, es decir, pertenece a la clase de palabras previs tas en el fichero de la lengua como determinantes del sustantivo; en cambio, el llamado “ ablativo de cualidad” (pacis) artibus, no es morfológicamente adjetivo, aunque aquí funcione como adje tivo y esté coordinado con un adjetivo: los dos términos coordi nados son, pues, homofuncionales como “ partes de la oración” , pero heterocategoriales como “ clases de palabras” . Cicerón, Cat., 1, 32: secedant improbi, secernant se a bonis!, “ ¡retírense los malos, aléjense de las personas honradas!” Aquí, los adjetivos desempeñan funciones propias del nom bre: están “ sustantivados” . Cic., Att., 12, 1, 2: noctuabundus ad me uenit, “ vino a mi (casa) de noche” . Según dicen nuestras gramáticas, ahí aparece el adjetivo noctuabundus “ usado como adverbio” . 5.2. Transferencias de funciones entre categorías léxicas y frases predicativas completas. — Con mayor frecuencia, un
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miembro de frase (una verdadera parte de la oración) toma la forma de un enunciado predicativo completo. Bien conocido es el caso de las “oraciones sustantivas” , que reciben esa deno minación por funcionar como sujeto o complemento directo, aun que ellas no sean léxica y morfológicamente “ sustantivos” . Ahí se aprecian, pues, claramente disociadas las nociones de “ clases de palabras” y “partes de la oración” . Lo mismo ocurre con las oraciones de relativo y las subordi nadas adverbiales. No creemos necesario insistir. » 6. En estas transferencias de funciones se fundan ciertos im portantes tratados de sintaxis de los últimos lustros. Entre los autores de estas sintaxis transformacionalistas baste citar aquí: Zellig S. Harris, Methods in Structural Linguistics, Chicago, 1951; Noam Chomsky, Syntactic Structures, La Haya, 1957; L. Tesnière, Éléments de syntaxe structurale, Paris, 1959. Este último dedica cientos de páginas al estudio de las “tras laciones” de funciones sintácticas. 7. En resumen: a) Una categoría sintáctica no es patrimonio exclusivo de una categoría léxica. Las unidades complejas de la oración pueden, en virtud de su función sintáctica, distribuirse en los mismos apartados formales en que se clasifican las unida des sencillas (o palabras) en virtud de sus caracteres morfoló gicos. b) Viceversa: una categoría léxica (o palabra) no va indefec tiblemente unida a una función sintáctica, o, como dice Porzig, “la palabra no está cortada a la medida de una determinada función” (o. c., p. 151). 8. En consecuencia, debiera reservarse el nombre de “partes de la oración” a los miembros que funcionalmente integran la frase, y llamar “ clases de palabras” a lo que tradicionalmente se llama “partes de la oración” .
XI LAS CATEGORÍAS GRAMATICALES
§ 1. — Arbitrariedad en el léxico Todo en el lenguaje es arbitrario, tanto en la esfera del lé xico como en la gramatical. Veamos lo que pasa en léxico como introducción a lo que hemos de ver “ aumentado” en lo grama tical. El vulgo cree que el léxico es una nomenclatura que calca realidades con existencia propia e independiente de las denomi naciones que el hombre ponga o deje de poner a esas realidades. Esa visión simplista es relativamente válida para una pequeña fracción del léxico : el que se aplica a series de objetos bien dife renciados por la naturaleza (“ hombre” , “ cordero” , etc.; cf. Gé nesis, 2, 18-19: “El eterno Dios formó de la tierra todos los ani males de los campos, y todas las aves del cielo y los hizo venir hacia el hombre para ver cómo debía llamarlos y para que todo ser viviente llevara el nombre que el hombre le diera” ) o por la industria humana (“ bicicleta” , “ estatua” , etc.). Pero, en la inmensa mayoría de los casos, la realidad exterior no se nos presenta como una exposición de piezas distintas a las que tan sólo falta la “ etiqueta” , sino como un continuum, y hemos de empezar por dividir, analizar y clasificar los datos de la expe riencia antes de registrarlos en el lenguaje. En la organización de la experiencia ya entra en juego la arbitrariedad. Cada co munidad de hablantes analizará el mundo a su modo y pondrá un nombre a cada elemento separado por su análisis: de donde se sigue que, en la traducción interlingual, los signos de una lengua no sólo difieren de los signos de la otra por la cara del significante, sino también (¡y con frecuencia sustancialmente!)
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por la cara del significado. Un idioma es, ante todo, un modo de ver la realidad, y, secundariamente, un modo de expresar esa realidad para comunicarla a los demás. Muchas de las dificultades de la traducción arrancan de las diferencias de los conceptos léxicos en una y otra lengua. Deci mos que ducere uxorem es una “frase hecha” latina que signi fica “casarse” ; pero el significante latino ducere uxorem y el sig nificante castellano “ casarse” no coinciden exactamente por el lado del significado, es decir, no recubren exactamente el mismo campo semántico. El “ casarse” español vale para la mujer como para el hombre; el ducere uxorem latino sólo es aplicable al hombre; abarca, pues, tan sólo la mitad de nuestro “casarse” ; el otro medio concepto está concebido aparte y expresado con sig nificante propio : nubere, “ casarse, hablando de la mujer” . Si seguimos ahondando en los conceptos latinos de ducere uxorem y nubere, vemos que son expresiones metonímicas. En el ceremonial del matrimonio, a los romanos les llamó la aten ción, en cuanto al novio, el “ rapto” (fingido) de la novia y la “conducción” de ésta, entre algaradas populares, al nuevo hogar conyugal: ducere uxorem no es, pues, una “frase hecha” , sino una construcción regular y de un contenido muy concreto: el hombre se lleva una mujer a su casa como esposa: domum ducit uxorem. La metonimia paralela de nubere por “ casarse la mujer” arranca del rito según el cual la novia “ se cubría la cabeza con el flammeum, “ el velo de novia” ; ahora bien, “ cubrirse” , “ tapar se” , “velarse” es lo que, según Donato (Hecyra, 656), significa nubere, con la misma etimología que nubes. Si vemos, pues, “la realidad” con los ojos de los romanos, las expresiones ducere uxorem y nubere dejan de ser frases hechas y nos parecen “ significantes” , tan legítimas y admisibles como nuestro casarse. Pero son etiquetas diferentes: a) por pertenecer a lenguas diferentes; b) por aplicarse a “mercancías” igualmente distintas. Entre los mil ejemplos que podrían citarse del subjetivismo en el análisis de la realidad y la consiguiente organización del léxico en las diversas lenguas es ya clásico recordar el espectro solar. En la mayoría de los idiomas que nos son familiares se descompone la unidad del espectro en siete colores; hay, en
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cambio, lenguas que dividen la misma unidad en sólo dos fran jas, contentándose, pues, con sólo dos colores básicos.
§ 2. — Arbitrariedad en las categorías gramaticales Mayor arbitrariedad y diversidad hay que esperar en los conceptos gramaticales, ya que éstos tienen un apoyo menos di recto que los léxicos en el mundo concreto de los sentidos y en los datos de la experiencia. También los conceptos gramaticales arrancan, sin embargo, de la realidad. El género masculino, por ejemplo, tiene una base real como clasificador de los seres del reino animal, donde hay machos y hembras. Pero cuando hace mos entrar en los mismos casilleros a todos los sustantivos y de cimos que silla es femenino, y libro, masculino, caemos en puro y arbitrario formalismo; con la misma razón o, mejor dicho, con la misma sinrazón podía la lengua haber adoptado otro criterio clasificador. Las categorías gramaticales sólo tienen, pues, una semirrealidad; y no ha de extrañarnos, pues, que todas ellas difieran extraordinariamente de lengua a lengua, todas ellas, in cluso las que pueden parecemos más esenciales, como el género, el número, las clases de palabras, etc. A) C lases de pa la b r a s . — Las clases de palabras, llamadas comúnmente “partes de la oración” , varían en número y moda lidades según las lenguas. 1) Ciertos idiomas, llamados “ aislantes” , ignoran nuestras clasificaciones verbales en nombres, adjetivos, verbos, etc., ya que en ellos los elementos léxicos y los elementos relacionantes son mutuamente independientes en la cadena hablada. No se dan, pues, unidades complejas como am-or-em, ama-ba-nt, etc., en que los morfemas gramaticales se agregan a los lexemas y les confieren la categoría nominal, verbal, etc. En tales lenguas, un mismo signo puede asumir, indiferentemente, el valor de lo que para nosotros sería un sustantivo o un adjetivo o un verbo, etcétera. Así, el chino ignora las clases de palabras caracteriza das formalmente: lai la equivale al lat. uenit, cast, (él) vino: lai es la noción pura y simple de “ venir” ; y la le agrega en palabra aparte el tiempo pasado.
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2) Muchos idiomas no distinguen en absoluto entre nombres y adjetivos: para expresar una determinación nominal acuden regularmente a un segundo nombre, como en ocasiones también ocurre en nuestras lenguas: esp. hombre-rana, fr. timbre-poste. Cuando existen nombre y adjetivo puede haber grados de diferenciación máxima o mínima. En latín son leves las dife rencias: tienen la misma morfología en conjunto, y sabido es con qué facilidad se sustantivan los adjetivos en sintaxis. Los gramáticos latinos, que veían en el participio una más entre “las partes de la oración” , no distinguían entre nombre y adje tivo: sólo a partir de la edad media se establece ia separación entre nomen substantiuum y nomen adiectiuum. 3) El sistema de los pronombres demostrativos puede orga nizarse de modos muy diversos. Frente al reparto del campo mostrativo en tres zonas, como en castellano (éste, ése, aquél) o en latín (hic, iste, Ule), el francés se conforma con dos zonas: celui-ci, celui-là; el inglés, que en un tiempo poseía la triple forma,, ahora tiene dos, como el francés. En cambio, un idioma filipino, el ilocano, dispone de un sistema mostrativo muchísimo más rico: tres formas para referirse al campo mostrativo de los objetos visibles, como nosotros, y, además, una cuarta forma referente a los objetos invisibles y una quinta para los objetos que han dejado de existir. 4) Muchas lenguas exigen para el nombre un mínimo de determinación. Destacan, pues, uno entre todos los posibles de terminantes del nombre y hacen de él una categoría gramatical aparte: el artículo. Cuando existe, parece indispensable a la co municación y se convierte en la palabra más utilizada por los hablantes. Otras lenguas, de las que es típico ejemplo el latín, no tienen artículo ni lo echan en absoluto de menos, como dice Quintiliano (I, 4, 18) : les basta el contexto para indicar el sen tido definido o indefinido en que piensa el autor. Por último, si hay artículo, es muy variable su posición en la cadena hablada con relación al nombre. Lo más usual es que el artículo preceda al nombre, pero no es imposible que se pos ponga a él, como ocurre en rumano entre las lenguas románicas, en las lenguas germánicas del norte (sueco, danés, noruego), en búlgaro moderno (la única lengua eslava que se ha creado un ar tículo) o en chino.
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B) Los “ accidentes g ram a tic ale s ” . — Hay categorías gra maticales más abstractas, tradicionalmente llamadas “ accidentes gramaticales” , porque añaden al concepto básico del lexema ciertas modalidades variables, “ accidentales” en la representa ción de los seres, las cualidades o los procesos. Los accidentes gramaticales más comunes son el número, el género, la persona, el tiempo, el aspecto, el modo y la voz. Varios de estos accidentes pueden afectar simultáneamente a un verbo, a un nombre y a un adjetivo; algunos son exclusivos de una determinada clase de palabras, otros son comunes al verbo, al nombre y al adjetivo (el número, por ejemplo), aun que no sean aplicables del mismo modo a una u otra noción léxica; algunas lenguas pueden ignorar alguno de los accidentes que hemos enumerado y utilizar otros cuya existencia descono cemos; también pueden utilizar nuestros mismos conceptos gra maticales, pero para fines que no sospecha nuestra conciencia lingüística. 1) El número gramatical, en las lenguas más cercanas a nos otros, sólo distingue entre “uno” y “ más de uno” : singular y plural. Las antiguas lenguas indoeuropeas (sánscrito y griego, por ejemplo) distinguían, además, un dual para designar las co sas a pares, tanto si suelen existir realmente a pares (los ojos, las manos, los pies, etc.) como si, eventualmente, se presentaban a pares (dos personas o dos cosas cualesquiera); el latín sólo tiene algún vestigio de dual. Hay lenguas que disponen hasta de un trial e incluso un quatrial. En el extremo opuesto, las hay que no han gramaticalizado ninguna noción numeral (algunas lenguas exóticas ame ricanas y australianas). Si en tales idiomas se precisa distinguir la singularidad o pluralidad reales, no faltarán recursos, pero serán de tipo léxico y no gramatical, en cuyo caso la singularidad o pluralidad sólo afectará a un término determinado, sin matizar a otros elementos del enunciado (mediante la concordancia), como ocurre en las lenguas que elevan el concepto de número a categoría gramatical. Tanto la formación del plural gramaticalizado como la ex presión de la pluralidad real, cuando no existe tal categoría, pue den revestir las más variadas formas. Sapir cita como ejemplo cuatro métodos para la formación del plural en una lengua india
n o c io n e s
b á s ic a s
de
la
nueva
s in t a x is
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americana, el nass de la Columbia británica: 1.° La mayoría de los sustantivos y verbos forman el plural mediante una re duplicación muy similar formalmente a la que utiliza el verbo griego o latino con unas funciones que nada tienen que ver con el número: gyat, “persona” ; gyigyat, “personas” ; 2.° Pueden emplearse ciertos prefijos característicos: an’on, “mano” ; ka-an’on, “manos” ; wax, “ uno rema” ; lu-wai, “varios reman” ; 3.° Cabe también el procedimiento de los cambios vocálicos internos, que recuerdan en la forma y función las alternancias del inglés y alemán en la formación de algunos de sus plurales; 4.° Por úl timo, se acude, en ocasiones, al recurso, familiar para nosotros, de elementos pospuestos: waky, “hermano” ; wakyízw, “her manos” . Y como cualquier recurso es bueno para expresar cualquier noción gramatical, en una lengua del Alto Nilo, el shilluk, el plural de un sustantivo difiere del singular por el tono: y it, con entonación alta, “ oreja” , y con entonación baja, “ orejas” . El mismo procedimiento de la entonación sirve en otras len guas para expresar el tiempo o para distinguir un nombre de un verbo; al latín, y aun al español, le sirve para distinguir la im portante serie de los interrogativos de la serie relativa-indefinida: ubi?-ubi, “ ¿cuándo?-cuando” , etc. 2) El género clasifica a los nombres según criterios muy di versos. Las lenguas románicas distinguen un masculino y un femenino, que, como ya dijimos, sólo pueden coincidir con el sexo natural en la estrecha zona léxica de los seres vivos. Sub siste —principalmente en castellano— algún leve vestigio del neutro que tenía el latín y las lenguas indoeuropeas en general. Fuera del área románica aún hay lénguas (el alemán y el ruso) con el triple género del indoeuropeo antiguo. Otra clasificación posible es la que opone lo animado a lo inanimado. Se cree generalmente que el triple género indoeu ropeo sucedió a una visión del mundo que anteriormente dis tinguía los seres y las cosas por su sexo o ausencia de sexo; masculino y femenino fueron subcategoíías de lo animado; y, frente a esos dos nuevos términos, lo inanimado pasó a ser neutro. La mayoría de los idiomas no poseen nada parecido al gé nero indoeuropeo. Unos carecen por completo de género: por
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ejemplo, el mapuche entre los idiomas americanos. Si, eventual mente, han de expresar el sexo real, lo dicen con alguna palabra adecuada. En latín arcaico hallamos todavía algunos curiosos ejemplos de género no gramaticalizado : En los fragmentos de las Leges Regiae leemos: lunoni ... agnum feminam caedito y Ianui Quirino agnum marem caedito. “agnum feminam’’ = agnam, “ una cordera” ; “agnum marem” — = agnum, “cordero” . En el ritual de los sacrificios se conservó el arcaísmo, según la información transmitida por Festo. En el extremo opuesto hay lenguas que ofrecen una exube rante gramaticalización del género, pero se basan en criterios totalmente ajenos a nuestra mentalidad. Como en español “ se nos hace saber de una vez para siempre que un objeto es mascu lino o femenino..., así en muchos idiomas indios de los Estados Unidos o del Asia oriental es preciso hacer constar, antes de llegar a denominar un objeto, que pertenece a cierta categoría por su forma: por ejemplo, circular como un anillo, esférico como una pelota; largo y delgado, cilindrico, parecido a una lá mina, o macizo como el azúcar: se dice, por ejemplo: “ dos, cate goría-de-pelota, manzanas” ; “tres, categoría-de-lámina, tapetes” , etcétera” . (Sapir, p. 117.) 3) La categoría del tiempo es para nuestra conciencia lin güística occidental una característica exclusivamente verbal. El verbo es, como explícitamente dice la lengua alemana, “ la pala bra temporal” (das Zeitwort). Metafísicamente, no hay razón para negar al nombre vocación temporal. No es raro que haya mos de referirnos a nombres para situarlos en la línea del tiem po : “pre-historia, historia antigua, media, moderna, contemporá nea” , y hasta historia “ del futuro” ; “ ex ministro, ministro, fu turo ministro” , etc. En lugar de estos recursos léxicos, la lengua puede proveer de mbrfemas temporales al nombre. Martinet cita como ejemplo el kalispell, lengua india de Washington, donde sólo hay una incipiente diferenciación entre nombre y verbo, y significantes como nuestros nombres “isla” , “ montaña” o “lago” no son totalmente ajenos a ciertos accidentes gramaticales que nosotros nos figuramos como exclusivamente verbales. 4) El griego y otras lenguas combinan regularmente la no ción temporal con el aspecto; este nuevo “ accidente” presenta la
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acción como ya cumplida, como durativa, como iniciada, como iterativa, etc. La misma diversidad cabría señalar en el mundo lingüístico en lo que se refiere a otros accidentes verbales, como la per sona, los modos, las voces, etc. C) L as r e la cio n e s s in t á c t ic a s . — 1 ) Ya las clases de pala bras apuntan a determinadas relaciones sintácticas. El nombre y pronombre tienen, como función primaria, el servir de sujeto u objeto del verbo, aunque secundariamente puedan desempe ñar otras funciones; el verbo tiene como función primaria ser predicado; el adjetivo y el adverbio serán, en función primaria, los determinantes del nombre y del verbo, respectivamente. Las preposiciones y conjunciones siempre se han definido exclusiva mente por su función sintáctica. 2) También los accidentes gramaticales tienen una misión sintáctica. Es posible incluso, como opinan ciertos autores, que no tengan justificación al nivel de la palabra. Martinet insiste en que el género, por ejemplo, no tiene razón de ser en el nombre en sí mismo, ya que con mucha frecuencia los nombres o bien implican el género por sí solos (hombre / mujer) o bien no en cajan lógicamente en la oposición masculino / femenino (libro, mesa, etc.). La verdadera justificación del género gramatical re side en las necesidades sintácticas: es de la mayor utilidad para la articulación de la frase, ya que, gracias a la concordancia en género, un adjetivo o un pronombre se marcan como inconfun diblemente referidos a tal o cual nombre y de ninguna manera a otro cercano en la cadena hablada. 3) Los morfemas gramaticales son los factores de la unidad sintáctica: son las auténticas articulaciones que marcan la mu tua interdependencia entre los lexemas (unidades léxicas). Los lexemas, gracias a los morfemas, dejan de ser un aglomerado informe — como en el diccionario— para organizarse en una unidad viva superior, cuyo sentido unitario ya no resulta de la asociación directa de cada signo a una cosa significada, sino de las relaciones establecidas entre los signos. La diferencia del nivel léxico y del sintáctico se pone de manifiesto cada vez que una palabra de menos o de más cambia radicalmente el sentido de un enunciado en su totalidad (compárese: A mí no me gusta
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el vino y A mí no me gusta el vino... aguado) o cuando en un enunciado eliminamos toda gramática (como en hic tabulam ro tundum sunt). Las lenguas conocen procedimientos muy variados para ar ticular sintácticamente los elementos de la frase: el orden de palabras, la yuxtaposición, las preposiciones, los casos, etc. Pue den acudir a sistemas relacionantes mixtos (orden de palabras y preposiciones,, preposiciones y casos) y explotar en diversa medida un sistema dado : en las lenguas flexionales, frente a los cinco o seis casos del griego y latín, hay idiomas con tres o cuatro docenas de casos. La proporción entre lexemas y morfemas puede variar enor memente de una lengua a otra, ya que lo que una lengua ex presa mediante léxico, otra lo expresa por gramática (sufijos e infijos). Hay lenguas acentuadamente léxicas y lenguas acentua damente gramaticales. En nuestras lenguas, el léxico es un reper torio amplio, abierto, ilimitado; el repertorio morfológico-sintáctico es reducido y cerrado : el número de categorías gramaticales es un numerus clausus de pocas nociones básicas. En muchas lenguas exóticas, el número de morfemas es casi ilimitado, de modo que la lista de sus infijos y sufijos resulta mucho más volu minosa que la de los signos léxicos; entonces, a decir verdad, “la frase no está constituida, como en nuestras lenguas, por seman temas combinados por medio de morfemas; está constituida por morfemas combinados por medio de semantemas” (L. Roudet, BSL., XXVIII, 2, 1928, p. 74). Sapir nos da ejemplos como el siguiente, del chinook: i-n-i-a-l-u-d-a-m, palabra-frase equivalente a “yo vine a dár selo a ella” . Sólo hay ahí un lexema -d-, “ dar” . Todo lo demás son morfemas gramaticales (seis prefijos y un sufijo) que ex presan todo el léxico y toda la sintaxis de nuestra frase corres pondiente. El “ contenido” de cada elemento puede verse en Sa pir, que comenta ese y otros ejemplos (El lenguaje, p. 84 y ss. de ¿ a traducción española). C o n c l u s ió n . — Ante categorías gramaticales tan dispares se ha pretendido, a veces, sacar conclusiones de orden cultural. Se han comparado las lenguas para dictaminar sus valores lógicos y determinar su eficacia como instrumentos de comunicación.
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Hoy se reconoce comúnmente que no ha lugar el planteamiento de tales cuestiones:· la claridad u oscuridad, la lógica o falta de lógica, nunca son imputables a la lengua, sino al hablante que de ella se sirve; en todas partes hay mentes claras, capaces de expresar con precisión sus ideas, y mentes oscuras que no saben clarificar sus mensajes. No se puede calificar despectivamente a ciertos idiomas de lenguas primitivas, sino simplemente de len guas organizadas con criterios distintos de los nuestros, pero siempre al mismo nivel que los nuestros.
XII LA GRAMÁTICA: ARS OBLIGATORIA
1. Las categorías gramaticales, como hemos visto, son arbi trarias y variables en las distintas lenguas. La lingüística actual tiene planteadas dos preguntas complementarias: ¿Hay catego rías indispensables y, por lo tanto, universales? ¿Cuáles son esas categorías, comunes a la universalidad de las lenguas humanas? No se ha podido contestar todavía adecuadamente. No es nada fácil citar categorías válidas para todos los idiomas, y ello es ya una buena prueba de que., en todo caso, la mayoría de los con ceptos gramaticales no son sustancialmente indispensables. De hecho, ya hemos visto que la falta de una categoría cualquiera en una lengua cualquiera no implica la imposibilidad de captar la noción correspondiente ni la imposibilidad de expresarla even tualmente por procedimientos léxicos. 2. La obligatoriedad de la gramática. ■— Ahora bien, si es cierto que una lengua es libre en la elección de sus categorías gramaticales, no lo es menos que, una vez fijados los principios que han de constituir su cuadro de clasificaciones gramaticales, esos principios se convierten en ineludibles reglas a las que ine xorablemente ha de someterse toda la actividad lingüística de los hablantes de la lengua en cuestión: la gramática es un ars obligatoria. Franz Boas (“Language” , en General Anthropology, Boston, 1938) puso de manifiesto esta característica de los hechos gra maticales en un célebre comentario a la sencilla frase inglesa The man killed the bull, “ El hombre mató al toro” . Roman Ja kobson (“Boas view of grammatical meaning” , en American Anthropologist, vol. 61, num. 5, 1959) insistió a su vez en la no ción de la significación gramatical, siguiendo las ideas de Boas. He aquí lo esencial de su exposición.
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“La gramática elige, clasifica y expresa diferentes aspectos de la experiencia y, además, cumple otra función importante: determina cuáles son los aspectos de cada experiencia que deben ser ex]; , sados. Boas indica con finura que el carácter obliga torio de las categorías gramaticales es el rasgo específico que las distingue de los significados léxicos.” Recuérdese que tam bién del léxico hemos dicho (supra, p. 60-61) que elige, clasifica y expresa diferentes aspectos de la experiencia. En español, como en inglés, cuando decimos El hombre mató al toro, entendemos que un hombre único y definido (“ el” hom bre) mató (tiempo pasado) un toro único y definido (“ el” toro). Puesto que necesariamente el nombre ha de ir precedido del artículo, no es posible comunicar la experiencia de modo que subsista la menor duda sobre el hecho que se trata de .una per sona definida o indefinida (e, igualmente, de un toro definido o indefinido), de una o de varias personas (e, igualmente, de uno o de varios toros) ; puesto que con la misma ineludible ne cesidad hemos de poner el verbo en alguno de sus tiempos, tam poco subsistirá la menor duda sobre la situación temporal de la referida experiencia en el pasado, presente o futuro. Hemos de elegir entre los aspectos y quedarnos con uno u otro. Los as pectos obligatorios son expresados mediante los procedimientos gramaticales. 3. La verdadera divergencia interlingual. — Tanto es así que las lenguas no se diferencian entre sí por lo que pueden o no pueden expresar (como ya hemos repetido en varias ocasiones, todas pueden expresarlo todo con recursos léxicos) : la verdadera diferencia entre las lenguas reside en lo que necesariamente deben o no deben transmitir. “Los aspectos elegidos varían fun damentalmente según los grupos lingüísticos.” Así, mientras para nosotros los conceptos de lo definido o indefinido, del número y del tiempo son obligatorios, en otra lengua hallamos como as pectos obligatorios los siguientes: el lugar: la muerte del toro se produjo cerca del locutor, o en otra parte; la fuente de la información: directa (por la vista o el oído) o indirecta, es decir, lograda por deducción.
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En una lengua de este tipo, el mensaje El hombre mató al toro se convertiría en algo así como “Este (estos) hombre(s) mata (tiempo indeterminado) visto-por-mí este (estos) toro(s). No menos ilustrativo es el siguiente ejemplo del ruso: Ja napisal prijatelju, “ He escrito a un amigo”. El ruso, como el latín, es insensible al carácter definido o indefinido del amigo, ya que ignora la oposición el-uno del artículo; en cambio, al dis poner de la categoría verbal “ aspecto” , le es imprescindible in dicar que la carta está acabada; y, por último, como dato más sorprendente para nuestra conciencia lingüística, el verbo ruso —por tener el “accidente gramatical del género”— ha de expre sar el sexo del amigo para arreglar la ineludible concordancia del verbo en género. Estas precisiones no son omisibles para el ruso; en cambio, un inglés o un español que acabaran de pro nunciar la correspondiente frase He escrito a un amigo tomarían por un entremetido a quien tuviera la ocurrencia de pregun tarles si la carta estaba terminada e iba dirigida a un amigo o a una amiga. 4. Ejemplos latino-castellanos. — Muchas divergencias lin güísticas tienen su explicación en la obligatoriedad de la gra mática. Veamos algunas aplicaciones a nuestras lenguas. 1) En español es normal un enunciado como “ El mayor de mis hijos está ausente” . Tal enunciado es indiferente al número de hijos que uno tenga (dos o más de dos) ; nosotros podemos, eventualmente, precisar: “ El mayor de mis dos hijos, de mis tres hijos, etc.” , pero se trata de una precisión facultativa, su plementaria, no sistemáticamente obligatoria; en cambio, el la tín en ningún caso puede omitir esta precisión, por tenerla “ gramaticalizada” ; en consecuencia, ha de expresarla siempre, eli giendo necesariamente entre maior natu, “ el mayor de mis dos hijos” , o maximus natu, “ el mayor de mis hijos en número su perior a dos” . 2) La utilidad de las categorías gramaticales es evidente en la mayoría de los casos. Así, dado que los procesos verbales se desarrollan con frecuencia en el tiempo, es útil disponer de marcas temporales que sitúen automáticamente al verbo en la línea temporal. Puede ocurrir, no obstante, que la categoría del tiempo —u otra cualquiera— nos sea ociosa e incluso nos estor
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be: por ejemplo, cuando afirmamos algo atemporal, tan válido en un momento futuro o pasado como en el presente; entonces, al no disponer en latín ni en castellano de una forma personal morfológicamente atemporal en el verbo, imaginamos un pre sente “ estirado hacia atrás y hacia adelante de manera que lle gue a abarcar toda la eternidad” (Sapir, p. 116) : son los llama dos praesens pro futuro y praesens pro praeterito en nuestras gramáticas. Para afirmar que “los hombres son mortales” huelga, además del tiempo en el verbo, el número en el nombre y en el mismo verbo (y en castellano, por añadidura, 1¿^determinación del ar tículo); sin embargo, por las reglas del juego, ha de elegirse entre Homo est mortalis y Homines sunt mortales, sin atribuir relevancia a la oposición singular-plural. Las imperfecciones de este tipo no llaman demasiado nuestra atención; la costumbre y el uso hacen que aceptemos a gusto las “ obligaciones gramaticales” en gracia de la positiva como didad que habitualmente nos proporcionan.
SEGUNDA PARTE
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATCNOS
I TEORÍAS ANTIGUAS SOBRE EL NOMINATIVO •
.
§ 1. — Teoría aristotélica A) E x p o s ic ió n . — E n el capítulo II del peri hermeneías de Aristóteles al tratar del nombre, se dice que το δε Φίλωνος ή Φίλωνι καί βσα το'.αΰτα no son nombres, sino casos del nombre : efectiva mente, añade, si se les agrega el verbo ser en cualquiera de sus formas de indicativo resulta un enunciado sin sentido alguno; en cambio el nombre (esto es, el caso nominativo) siempre cons tituye un enunciado inteligible (verdadero o falso). Esta doctrina pasa a todos los gramáticos antiguos o medie vales que tratan del nombre: oponen el nominativo o caso recto al resto de la flexión en bloque. El nominativo es el auténtico nombre o pura designación de las cosas; de la declinación de ese nombre absoluto nacen o “ caen” los casos oblicuos (recuérdese que casus y cadere significan respectivamente “ caída” y “ caer” ) . Sólo el nominativo es nombre, y no un caso del nombre; sólo los casos oblicuos son casos, y no son nombres. He aquí, como mues tras, algunas fórmulas de los tratadistas antiguos: casus rectus ... nominatiuus dicitur. Per ipsum enim no minatio fit ...Rectus autem dicitur, quod ipse primus na tura nascitur, uel positione, et ab eo facta flexione na scuntur obliqui casus (Prisciano, II, 185, Keil). Catonis autem uel Catoni et quaecumque talia non sunt nomina, sed casus nominis ... Cato nomen nullius inflexio est, nec omnino casus est. Ceteri autem casus qui dicuntur nominatiui inflexione formantur: Catonis et Ca toni et Catonem. ...Sed hic Cato nomen est, casus igitur
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nomina non sunt. (Boetius, Commentarii in librum Aristo telis perl hermeneias, I, 2, Meiser, p. 53.) Nomen in casu obliquo cum est uel fuit uel erit iunctum neque uerum neque falsum est. Nomen in casu recto uero semper ... facit uerum uel falsum cum est uel fuit uel erit iunctum (Boetius, ibidem, p. 65). B) C r ít ic a . — 1) Los antiguos razonan ’filosóficamente. Em piezan por sentar las dos premisas siguientes: a) El nombre o sustantivo designa seres o sustancias o algo imaginado como tal por el hablante: canis, lignum, pulchritudo, etc.; b) De todo ser o sustancia puede decirse, por definición, que existe o que no existe. Luego —concluyen— será nom en toda palabra que pueda anteponerse a est ( fv it , e r it ) o n o n est ( f v it , e r it ) . El criterio de Aristóteles y sus seguidores para distinguir en tre el nom en y el n o - nom en es estrecho: evidentemente, al lado del verbo de existencia o el nombre irá en nominativo o no ha brá nombre. Pero la existencia no es la única predicación posible ante un sustantivo. Además de existir, los seres pueden actuar, y dos de entre ellos pueden eventualmente actuar uno sobre otro, envuel tos en el mismo proceso; las lenguas disponen de varios recursos para nombrarlos y a la vez indicar cuál de los dos domina en el juego de su actuación recíproca (agente y paciente) ; si el no minativo es nombre, no lo es menos el acusativo. Tal vez los antiguos ya se sintieron incómodos ante el acusa tivo, automáticamente excluido por su recurso al verbo ser como clave para de ibrir al nombre. Lo cierto es que, como caso recto, se cita en el peri hermeneias un nombre en nominativo, y como casos oblicuos un nombre en genitivo y dativo. Se silen cia el acusativo y únicamente el acusativo (el ablativo no tiene por qué figurar en una teoría de origen griego y que, por lo tanto, ignora ese caso; el vocativo no cuenta entre los casos hasta que, en el siglo i antes de J. C., lo introduce en el paradigma de la declinación Dionisio Tracio). Nos parecen enigmáticas las palabras del original griego καί όσα τοιαΰτα y de su traducción literal latina en Boecio: et quaecumque talia sunt. Las “ cosas
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similares” a que se alude, ¿serán todos los demás posibles ejem plos concretos de genitivo y dativo? ¿O serán “ los demás casos similares” al genitivo y dativo? Y, en esta segunda alternativa, ¿por qué no se cita al acusativo como único caso restante? 2) Frecuentemente, la antigüedad funda su teoría del nomen o casvs RECTvs en consideraciones morfológicas. El nominatiuus se llama casus rectus, según Prisciano, quod ipse primus natura nascitur uel positione, et ab eo facta flexione nascuntur obliqui casus... (Nominatiuus) quem primum natura protulit, ipse primum locum defendit. La gramática histórica ha demostrado definitivamente que la base sobre la cual se organiza la flexión es el tema y no el nomi nativo. Éste es, morfológicamente, un caso como los demás, for mado como los demás por alguna marca añadida al desnudo tema. Hay en todo nombre un tema (*lupo~) sin existencia real (o autónoma); el sintagma real y autónomo es el tema provisto de una desinencia que lo habilite para entrar en frase y lo deje dispuesto, según la desinencia que reciba, a desempeñar una de sus dos .funciones específicas (sujeto u objeto de la acción) o in cluso otras funciones menos o nada “ nominales” . Aristóteles y sus seguidores antiguos (¡y modernos!), al supo ner un lupus existente absolutamente por physis o por thesis, previo a toda relación sintáctica, han identificado el nombre real en nominativo con el tema abstracto. 3) Admitiremos que el nominativo es un n o m e n , pero un n o m e n relacionado gramaticalmente como sujeto del enunciado; afirmaremos exactamente lo mismo del acusativo : también es un nomen igualmente relacionado como objeto de alguna actividad. Si se quiere calificar de casus rectus al nominativo, también debe calificarse de rectus al acusativo (y al vocativo, si se le incluye en el sistema casual). Estos dos (o tres) casos son rectos en el sentido de que siguen siendo, semántica y funcionalmente, nombres. Por último, admitiremos con los antiguos, y sin reserva al guna, que los casos oblicuos no son nombres, porque o bien añaden algo ajeno a la comprensión del nombre (dativo y abla tivo) , o bien desempeñan funciones impropias del nombre y pro-
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pias de otras categorías gramaticales (dativo, ablativo y geni tivo) . Excluimos al acusativo (y vocativo), como queda dicho, de entre los casos oblicuos.
§ 2. — Teoría estoica Un punto esencial en la estructuración de los casos radica en el concepto del nominativo y, por lo tanto, de su incorporación en una oposición parcial dentro del sistema casual o —lo que nos parece desacertado— en una oposición como caso “cero” a todo el resto del sistema en bloque: La escuela estoica rectificó sustancialmente el concepto aris totélico del casics nominatiuus, pero tal rectificación no ha tenido eco ni entre los gramáticos antiguos ni entre los estructuralistas modernos, que siguen hablando del caso recto como de un caso cero o caso de la pura referencia. Puede verse una clara exposi ción de las ideas estoicas sobre este problema en un artículo de K. Barwick (Gnomon, IX, pp. 590-594). Los estoicos también hablan de los casos como πτώσεις; pero sostienen qué no puede haber χτάσις fuera de un hecho de habla real y, por otra parte, que todas las formas de un nombre inte grado en un enunciado deben considerarse igualmente como “ ca sos” . Por lo tanto, el nominativo es un auténtico caso como los demás. Ahora bien, Aristóteles y sus seguidores, al salvar un caso “recto” — que no era verdadero caso, sino un nomen absolutum—, tenían en él un punto de partida para el resto de la flexión. Pero si el nominativo es un auténtico caso como los demás, ¿dónde pondrá la nueva escuela el punto de partida de la flexión? ¿De dónde “ caerán” sus casos? “ Del concepto del alma” (απώ τού νοήματος τοϋ έν τή ψαχ^), contestan los estoicos. Este “concepto del alma” sí que es algo abstracto y previo al discurso; en nuestra opinión, viene a coincidir con el significante rbstracto y previo al discurso que la lingüística moderna llama “ tema” .
π L A TEORÍA MODERNA DEL NOMINATIVO CASO “ CERO”
A ) EXPOSICIÓN 1. Que el nominativo y el acusativo — o, en las lenguas, sin flexión, el sujeto y el objeto— constituyen la oposición más clara y constante en la sintaxis nominal es un principio generalmente evidente para cuantos se atienen al dictado de su conciencia lin güística, sin ahondar en especulaciones teóricas. Entre los teóri cos, la cuestión se ha convertido últimamente en un arduo pro blema, en una auténtica “manzana de discordia” , según expre sión de Bally. 2. Es normal que se hable de “agente y paciente” en los libros de lingüística como de cosa sabida (por ejemplo, en toda la obra de Meillet, en todos los manuales de gramática). En un es tudio reciente sobre el sistema latino de los casos y preposicio nes (B. Pottier, Systématique des éléments de relation, París, 1962, p. 270) se despacha la cuestión en una línea: “El nomina tivo es apto para ser el caso del sujeto animado; por lo tanto, del agente.” En un artículo de Karcevsky sobre el verbo ruso (CFS. 14, 1956) se afirma, sin que asome la duda: “El sujeto es pensado como fuente de energía que desencadena el proceso, como su causa. El sujeto domina el objeto; su poder llega al má ximo cuando la acción del sujeto reduce a la nada el objeto.” 3. Veamos ahora la opinión opuesta, que cuenta con la adhe sión de no pocos lingüistas eminentes y constituye el presupuesto básico de varios estudios recientes sobre la estructuración de los casos. He aquí cómo se expresan algunos representantes de esta doctrina.
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN
(El nominativo), “como su nombre indica, sirve esencial mente para nombrar la persona o el objeto, para presentar a esta persona o a este objeto independientemente de toda relación gra matical. Nos sentimos demasiado tentados de buscar en el nomi nativo la indicación de una relación del nombre en este caso con el verbo, de ver en él, en cierto modo, la contrapartida del acusativo... El sujeto en nominativo es lo que se presenta, inde pendientemente de lo que de él se pretenda luego decir. Como el vocativo, el nominativo debe entenderse fuera de contexto...” (Martinet, Linguistique structurale et grammaire comparée, TIL. vol. I, 1956, p. 13). El holandés A. W. de Groot, que lleva muchos años dedicado al estudio de los casos, parte en todos sus trabajos de la misma inconmovible premisa: “El nominativo ... no es, como generalmente se piensa, el caso del sujeto, sino el caso de la pura referencia” (Classification and uses of cases, For Roman Jakobson, 1956, p. 189). La teoría del nominativo como “ caso cero” o caso “ de la pura referencia” se funda en argumentos de peso muy variable. Se funda en primer lugar, en la terminología antigua (hemos oído a Martinet: “El nominativo, como su nombre indica...” ) y en las ideas aristotélicas. Ya nos hemos referido a esta cuestión. Otro argumento más fundado es el hecho de que el nomina tivo tiene funciones aparentemente irreductibles a la unidad. Además-de funcionar como sujeto agente, puede ser: sujeto de la oración nominal pura o de verbo de estado; y, sobre todo —lo que parece argumento irrebatible y decisivo contra el concepto unitario de “ caso activo”— , funciona también como “caso pa sivo” (sujeto “paciente” en la oración pasiva) y entonces el caso “activo” es el ablativo “ agente” . Por último, se citan múltiples hechos de habla en que se pre tende ver al nominativo sin relación alguna con el contexto, como auténtico “caso cero” , como “pura referencia” .
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B)
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CRÍTICA
§ 1. — La oración nominal Ciertamente, hemos de reconocer que el sujeto no es siempre “lógicamente” activo, sino “ estático” . Como es sabido, hay mu chas lenguas que distinguen claramente ambos tipos de sujeto, con una forma específica para el caso activo o “ergativo” . Tal no es el caso de las lenguas indoeuropeas, cuya característica más notable es precisamente la confusión del predicativo y erga tivo (N. S. Troubetzkoy, Acto Lingüistica, 1939). El indoeuropeo es indiferente a la oposición entre sujeto ac tivo y sujeto estático, como lo es igual y paralelamente a ,las di ferencias verbales entre estado, transición de un estado a otro y acción. Según la conocida definición — semántica— de Meillet: “El verbo indica el proceso, tanto si se trata de acciones como de estados o transiciones de un estado a otro” : est, uiret, cadit, currit, capit, etc., quedan englobados por igual en la voz “ activa” . Si la morfología es idéntica para verbos de estado y verbos de acción, la sintaxis, por la facilidad con que responde con una predicación “ estática” a una actitud previamente pensada como activa, parece revelar la misma indiferencia: Terencio, Adelphoe, 326: Quid is ergo? Alienus est ab nostra familia. ¿Qué hizo, pues, él? Es un extraño para nuestra familia” Virgilio, Eneida, III, 339: Quid puer Ascanius? Superatne...? “ ¿Qué (hace) el joven Ascanio? ¿Vive todavía...?” En consecuencia, no debiera hablarse de verbos de estado ni de sujeto “ estático” cuando “no se advierte en la lengua una clara oposición entre esos verbos y los de otra categoría” (R. Go del, Verbes d’état et verbes d’événement, CFS. 9, 1950, p. 35). En todo caso, nada tiene de extraño que el caso “ activo” sea su jeto de cualquier verbo formalmente “activo” . Todo verbo activo (de estado o de acción) “ corresponde a una
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
representación dinámica de los hechos e implica, por lo tanto, cierto grado de actividad... Pero ese grado de actividad es extre madamente variable” (Godel, I. c., p. 36). Decrece (en los verbos de estado) o aumenta (en los verbos de acción) en la medida que el lexema verbal adquiere valores más abstractos. Las len guas que no han alcanzado una gramaticalización sistemática de la oposición entre verbos de estado o verbos de acción la ex presan por léxico, llegando en un caso extremo de abstracción a un verbo genérico que es “puro activo” (agere, facere, sin es pecificación alguna de la naturaleza de la actividad), y a otro verbo genérico que es “puro estado” (esse, sin especificación alguna del estado). Cf. la serie : haec mulier incedit, patet, fit, uidetur, est dea. El verbo activo y su correspondiente sujeto activo cubren una zona activa variable entre dos límites: el activo “ cero” de la cópula estática (equivalente a la frase verbal cero de las len guas que, como el árabe, han gramaticalizado la oposición es tado/acción) y el infinito “ activo” del ngere o facere (equiva lente a la frase verbal árabe), en que el poder del sujeto puede llegar, como dijo Karcevsky, al aniquilamiento del objeto. Es apreciable cierta actividad positiva en los verbos de estado a partir del límite de la simple cópula estática. Godel (l. c.) se ñala el contraste estilístico entre formas casi intercambiables: candidus est — candet pallidus est — pallet uiridis est — uiret, etc. etc. “ EI verbo es más sugestivo o más descriptivo que el predi cado analítico.” Compárense también giros como éstos: Una persona es diferente o difiere de otra, pero Dos personas difieren de opinión.
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§ 2. — La oración pasiva El argumento decisivo para rechazar el concepto de nomi nativo como caso “ agente” está en el nominativo que funciona como sujeto-paciente del verbo pasivo. Ahí tenemos la gran ex cepción que no parece conciliable con el pretendido “caso de la actividad” . Si el nominativo puede funcionar como agente y como paciente, es que per se no es ni agente ni paciente: ha de interpretarse como un título, fuera de contexto. “Por lo demás, la existencia de la oposición entre .voz activa y voz pasiva basta para arruinar toda esperanza de conferir un sentido propio a la relación entre sujeto y verbo. En una frase como El gato come al ratón, el ser que ejecuta la acción de comer va designado por el sujeto; pero la frase El ratón es comido par el gato tiene exactamente el mismo sentido; ahora bien, aquí el sujeto que ejecuta la acción está designado por el complemento agente; por lo tanto, la relación entre el ser que actúa y su acción puede expresarse por diversas relaciones sintácticas” (E. Buyssens, Vérité et langue: Langue et Pensée, Bruselas, 1960, p. 38). Ante el sujeto “pasivo” no se sienten cómodos los que, a pe sar de todo, creen en el nominativo como caso “ activo” . ¿Cómo puede el caso agente convertirse de pronto, contradictoriamente, en paciente sin arruinar la noción básica que le suponemos ex presar por esencia? En nuestra opinión, la antinomia radica en una inexacta in terpretación de la oración pasiva frente a la activa. Se quiere que ambas construcciones se correspondan, término por término, con una simetría que no existe. Es cierto que, ante una misma experiencia, los hablantes pue den optar libremente por formularla en activa o pasiva: Caesar uicit Pompeium y Pompeius uictus est a Caesare son mensajes prácticamente equivalentes. “ Si todos los elementos están ex presados, no hay — dice Lenz— ninguna diferencia lógica entre la frase activa y la pas.iva; la distinción es psicológica, pues el mayor interés se concentra en el sujeto gramatical. Podríamos decir que la proposición “ César venció a Pompeyo” pertenece a la biografía de César; la pasiva “Pompeyo fue vencido por Cé-
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
sar” corresponde a la biografía de Pompeyo” (R. Lenz, La ora ción y sus partes, Madrid, 19353, p. 108).
A ) No
HAY SINONIMIAS SINTACTICAS
Para entender este y otros muchos casos de aparente sinoni mia sintáctica, que discutiremos en este libro, hemos de tener presente un gran principio que C. de Boer expone en los si guientes términos: “ Cuando nos hallamos ante dos giros que significan la misma cosa y son equivalentes entre sí, ello no quiere decir en modo alguno que esos giros no difieran esencial mente uno de otro desde el punto de vista de la naturaleza. Equi valencia desde el punto de vista de su significado no quiere decir en modo alguno que sintácticamente (esto es, desde el punto de vista de su función sintáctica) haya de existir entonces equi valencia entre dos formas” (Syntaxe de français moderne, Lei den, 19542, p. 83). Insistamos un poco en este principio. Frecuentemente, en nuestras gramáticas se señalan “ interfe rencias” entre casos, entre tiempos, modos, etc., y se concluye que una determinada categoría se identifica en un momento dado con otra categoría, lo que da lugar a un inextricable confusio nismo. En realidad, la pretendida “ interferencia” funcional es un simple fallo de perspectiva por parte del observador. No es raro que dos rectas (dos cables, por ejemplo) parezcan coincidir en el mismo plano y tener un punto de intersección común; luego, cuando nos situamos en la adecuada perspectiva, compro bamos que no se hallan en el mismo plano ni existe tal inter sección. En el mismo orden de ideas, recordemos que las lenguas sugieren más de lo que realmente dicen : no es incluso raro que importe más lo que se sugiere que lo que se dice: de ahí arranca la fuerza expresiva o el efecto jocoso de muchos enunciados. Pero lo que sugiere una categoría gramatical (lo que sugiere un caso, por ejemplo) no forma parte del contenido de esa ca tegoría (de ese caso, por ejemplo). Ilustremos estas ideas con algún ejemplo. En nuestros ma nuales de sintaxis latina (cf. Bassols, Sintaxis latina, I, Madrid,
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1956, p. 107, con bibliografía) se habla de una eventual sinoni mia entre el dativo (al que se califica de “ dativo separativo” ) , el ablativo e incluso el genitivo. Se dice que hay un “ dativo sepa rativo” en argentum alicui adimere, “ quitarle a alguien su di nero” . En realidad, el dativo tiene aquí exactamente el mismo valor que en argentum alicui dare, “ dar dinero a alguien” : siem pre representa a la persona “ interesada” (por el daño o prove cho resultante); la idea de separación está en el lexema verbal “ quitar” y no en el morfema de dativo. Se dice igualmente que, en el ejemplo citado, el alicui puede sustituirse por alicuius (ge nitivo) o por el ablativo con a, y que, por lo tanto, “ es difícil determinar si el dativo evoca una idea de separación o dinámi ca” (?). Es cierto que puede aparecer en el mismo lugar de esa frase alicui, alicuius o ab aliquo. Pero ello no quiere, decir que interfieran los tres casos como sinónimos : ninguno de ellos aparece nunca por otro como simple sustituto o equivalente, sino que aparece por sí mismo, con su valor propio y exclusivo : el da tivo, como dativo de interés (o daño); el genitivo, como deter minante del nombre (“quitar el dinero-de-alguien” ) y el ablativo (¡si no lleva preposición!), con su valor propio, “ separativo” : “sustraer el dinero a alguien” , pero con la simple idea “ espa cial” de punto de partida, como si dijéramos “ sustraer el dinero del-bolsillo-de-alguien” (cf. se eripuit flamma, Cic., Brutus, 90). Si el ablativo lleva preposición, al quedar mecánicamente regi do, ya no aporta ninguna información; subsiste el sentido sepa rativo, pero expresado entonces por la preposición “ separativa” a(b), no por el morfema de ablativo (neutralizado). Repetimos que el hablante podrá elegir entre el genitivo, dativo o ablativo (sin que sus valores se confundan), según preva lezca en su mente la idea de ese “ alguien” : a) como poseedor del dinero (argentum alicuius), b) como persona perjudicada (adimere alicui), c) como punto “ espacial” de donde arrancó la sustracción del dinero (adimere ab aliquo). Cada uno de los tres casos expresará, pues, un sentido dis tinto, aunque, eventualmente, el contexto pueda “ sugerir” lo que positivamente dirían otros casos en su lugar. Así, el contenido del mensaje argentum alicui adimere se reduce simplemente a
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INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
esto: “ se perjudica a alguien al dejarlo sin dinero” ; ahora bien, entre líneas puede leerse (¡aunque lo “ sugerido” no forma parte del contenido del dativo!) : “se ha sustraído un dinero que pro cedía de alguien (ab aliquo)” ·, y “ el dinero pertenecía a ese al guien y no a otra persona (argentum alicuius)” .
B) El
LLAMADO ABLATIVO AGENTE
NO ES AGENTE
A la luz de estas ideas volvamos ahora al confrontamiento que insinuamos antes: Caesar uicit Pompeium / Pompeius uictus est a Caesare. La oposición activo / pasivo parece muy sencilla cuando se enfrentan los paradigmas: amo amas
amor amaris
En los paradigmas, las formas se oponen paralelamente en plano horizontal. En cuanto hacemos entrar en frase las formas, todo se com plica : ego te amo i ^__ tu me amas T ^
Z r 4 e9° a te amor } tu a me amaris
Ahora, cualquiera de las cuatro formas parece entrar en opo sición activo / pasivo con cualquiera de las otras tres: horizon talmente, verticalmente, diagonalmente. Sin embargo, olvidamos ahora la oposición horizontal y consideramos sólo válida la opo sición en diagonal. Los pares verticales constituyen mensajes distintos en có digos idénticos: los pares horizontales constituyen mensajes dis tintos en códigos igualmente distintos; los pares en diagonal constituyen mensajes equivalentes en códigos distintos. La sinonimia entre Caesar uicit Pompeium y Pompeius uictus est a Caesare 110 quiere decir que haya equivalencia en las for mas sintácticas, como, según vimos, no había equivalencia entre el dativo (separativo) y el ablativo.
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Comparemos el sujeto agente (Caesar) con el ablativo lla mado agente (a Caesare). Se nos ha acostumbrado a admitir como cosa natural la más sorprendente paradoja, a saber, que pueda existir el mismo sig nificado “ agente” en Caesar y a Caesare, aunque no haya nada de común en los significantes (morfemas gramaticales). Y, pa ralelamente, se nos ha acostumbrado a admitir “ distinto signi ficado” (respectivamente, “ agente” y “paciente” ) en Caesar y Pompeius, aunque gramaticalmente sean un mismo significante (morfema de nominativo). Nosotros estimamos que, como no hay nada de común en los significantes, tampoco hay nada de común en el significado ca sual de Caesar y a Caesare, sino que sus respectivos significados se basan en nociones distintas: Caesar es un auténtico sujeto “ activo” , como generalmente se entiende; a Caesare, en cambicf, es indiferente a la noción de actividad: sólo mira al punto de partida del proceso en el espacio exterior. Tratemos de expresarnos con mayor claridad acudiendo a algunos ejemplos. César, B. G. I, 20, 4: Si quid, ei a Caesare grauius accidisset... “ Si de-parte-deCésar le hubiera ocurrido algo (algún contratiempo) de cierta gravedad.” En a Caesare, todo el mundo ve un ablativo de pro cedencia: “ de-parte-de César” . Efectivamente, es el sentido que siempre tiene el ablativo (recordemos, sin embargo, que el sen tido “ separativo” está en la preposición, ya que el ablativo va regido, es decir, queda neutralizado). Supongamos ahora que se sustituya el accidisset por inlatum esset; entonces nuestras gramáticas ya dirían que el a Caesare se convierte en ablativo agente. Lo cual resulta una arbitrarie dad. Lo único que cambia es el verbo; por lo tanto, es razonable seguir interpretando: “ Si de-parte-de-César le hubiera sido infe rido algo (algún contratiempo) de cierta gravedad.” Otro ejemplo: Terencio, Adelphoe, 494: una a pueris sumus educti, “juntos fuimos criados desde niños” . Otro claro ablativo separativo.
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Supongamos estas mismas palabras en un cuento infantil y en boca de unos muñecos “ animados” ; entonces, sin duda, se inter pretará: “fuimos criados por unos chiquillos” (¡ablativo agente!). Supongamos, por último, el siguiente cambio en el texto de Terencio: una a parentibus sumus educti, “ fuimos criados jun tos por nuestros padres” . ¡Otra vez ablativo agente! Si nos fijamos en otro ejemplo de Terencio (Hecyra, 667) : neutra in re uobis difficultas a me erit, “ en ninguno de los dos casos habrá para vosotros dificultad por-mi-parte” , vemos que ese a me es el mismo ablativo que antes con accidisset, o con inlatum esset, o con sumus educti (o con uictus est). El único significado de Pompeius uictus est a Caesare se re duce, pues, a “Pompeyo fue vencido por-parte-de-César” . Ahora bien: cuando el punto de partida del proceso es una cosa “ inerte” (ablativo de “ cosa” ), no se nos ocurre ver en el ablativo más que lo que en sí mismo significa, a saber, la rela ción externa con el proceso; en cambio, si el punto de partida es “ una persona” , el significado léxico “ animado” s u g i e r e , junto al significado positivo del caso, que tal persona no sólo es el punto “ geográfico” de partida del proceso, sino su promotor. Pero ni siquiera el rasgo “animado” justifica automáticamente la interpretación pasiva: A Volscis et Aequis bellum timebatur (T. Livio, III, 15, 4), “ se temía la guerra en la frontera de los Volscos y los Equos” (¡la temían los romanos!). Conclusión: Ablativo agente per se no existe en lengua; se trata de un ablativo normal (con preposición o sin ella) como otro cualquiera. Si se le quiere seguir llamando ablativo agente, por comodidad o por tradición, no hay inconveniente, con tal de no atribuirle la función específica “ agente” que corresponde al nominativo. El ablativo no afirma la función agente: tan sólo es susceptible de s u g e r i r l a en determinadas condiciones con textúales. C ) V lC T V S
EST
NO
ES AUTENTICO
PASIVO
DE V IC IT
Si, como acabamos de ver, el ablativo agente no es el reverso del sujeto agente, otro tanto hay que pensar de uictus est con relación a uicit.
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ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS
Caesar vicit Pompeium se interpreta dinámicamente así:
Caesar
vicit
Pompeium
Nominativo
verbo
'acusativo
------------ >
----- >
--------- ^
(con lo que estamos de acuerdo). Pompeius uictus est a-Caesare suele interpretarse con el mismo dinamismo en sentido opuesto: »
Nominativo < ----------- < —
verbo
ablativo. <--------
Hemos negado el dinamismo en el tercer término (a-Caesare). En consecuencia, tampoco podemos verlo en uictus est. ¿En qué consiste, pues, la oposición verbal uicit / uictus est? Aquí recordamos unas líneas de Meillet que apuntan a la raíz del problema, aunque ni él ni otros autores que han tenido parecida intuición hayan insistido en las consecuencias que de tal intuición se derivan: “El verbo indoeuropeo —dice Meillet— presenta el proceso esencialmente en cuanto es actuación de un agente, y apenas comporta una formación de valor pasivo... Lo que tiene forma propia al lado de la voz activa es la voz media, como en griego φέρω y φέρομαι. Entonces, continúa Meillet, la forma media φέρομαι, gracias a su significación peculiar, se pres taba a expresar el pasivo, y ello constituye un uso que no es raro en griego...” (Introduction à l’étude comparée des langues i. e., París, 19378, p. 245). Por lo demás, es de todos bien sabido que la formación pasiva es reciente. Nosotros estimamos íntegramente aplicables al latín histórico los anteriores párrafos de Meillet: “ el latín apen?ü comporta una formación de valor pasivo” . a) En primer lugar, recuérdese el inextricable laberinto de nuestros manuales de gramática latina cuando intentan distin guir, frente a la voz activa, una voz media y una pasiva, o, más simple y acertadamente, una voz medio-pasiva, lo cual viene a ser el reconocimiento más o menos explícito de que no existe una gramaticalización sistemática de la oposición activo / pasivo. Las sintaxis históricas han ido engrosando ininterrumpida
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
mente el apartado de los verbos medio-pasivos: el grupo de “ los verbos cuya voz pasiva conserva todavía un reflejo de su primi tiva acepción media es más numeroso de lo que hasta hace poco se creía” (Bassols, II, 1, p. 108, Barcelona, 1948, con biblio grafía) . Aún hay que ir más lejos por este camino, hasta englo bar en el mismo apartado a todos los verbos llamados pasivos. b) Recuérdese igualmente el capítulo perturbador de los ver bos deponentes, que se clasifican uelint nolint en la voz que mor fológicamente no les corresponde. c) La oposición medio / pasiva no tiene significante propio : por lo tanto, no existe en lengua. Si logramos distinguir valores medios o pasivos, será por consideraciones contextúales semán ticas (ajenas, por consiguiente, a la forma verbal en sí misma). He aquí un ejemplo que tomamos de Ronconi (II verbo latino, Florencia, 1959, p. 34) : proicio aliquem ad pedes alicuius, “ arrojo a alguien a los pies de alguien” ; me proicio ad pedes alicuius, “me arrojo a los pies de alguien” ; es decir, “ arrojo a otro o me arrojo a mí mismo consciente y vo luntariamente” , con clara distinción del agere y el pati. En cambio, frente a proicio, ¿qué significará proicior? El con texto será decisivo: proicior ad pedes alicuius, “caigo a los pies de alguien” , pero “ caigo instintivamente” , sin distinción del agere y el pati. Se dirá que aquí proicior es voz media (no pasiva). proicior ah aliquo ad pedes alicuius> “ soy arrojado por alguien a los pies de alguien” . Según opinión común, sólo en este caso se presentan las formas proicio / proicior en oposición activo / pasivo. (Lo cual no es obstáculo para que luego se vea la oposición activo / pasivo no en horizontal, sino en diagonal, según el esquema antes citado.) Pues bien, para nosotros, ni aun en este último caso pro icio / proicior se oponen como voz activa y pasiva. Nos fundamos en el hecho real de que la voz pasiva carece de significante pro pio y no puede haber significado sin significante.
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Para que proicior se interprete como pasivo necesita el apoyo de algo ajeno al verbo, a saber, el llamado ablativo agente (proicior ab aliquo); si fuera pasivo per se, se bastaría a sí mismo. Ya se ha hecho observar algunas veces que para que haya equivalencia “lógica entre la frase activa y la pasiva” han de ir expresados todos los elementos (Lenz). Si no van expresados to dos los elementos, no sabremos en principio (¡porque la lengua no lo dice!) si hemos de interpretar la forma como media o como pasiva. Como prueba significativa de nuestra tesis, nos permitimos citar un texto al que aludimos en el último párrafo de nuestra introducción a los Adelfos de Terencio (Biblioteca Clásica de Autores Gr. y Lat., tomo III, 1966). Se trata de una nota de Do nato (v. 938) que dice: Apud Menandrum senex de nuptiis non grauatur. EI verbo grauatur ha dado lugar a una polémica ya secular entre los investigadores de “las fuentes” de Terencio. Unos entienden que en Menandro “no se importunaba al anciano Mición con el matrimonio” , es decir, que no se le proponía la boda con Sóstrata; otros entienden que, en Menandro, Mición “no se disgustaba” ante la propuesta del matrimonio. En suma, la polémica se reduce a saber si grauatur es voz pasiva o media. En esta discusión nunca se apeló a argumentos lingüísticos, sino a las conveniencias contextúales; aun así parecen triunfar los que ven en grauatur una voz media. Según nuestro concepto de la voz pasiva, ni siquiera hubiera debido plantearse la discu sión. Esta anécdota filológica demuestra en todo caso que ni aun los buenos latinistas —la mayoría de estas monografías están escritas en excelente latín— pueden sentir la voz pasiva en la ausencia del llamado ablativo agente. Sencillamente, porque carece de significante, es decir, en una palabra, porque no existe la voz pasiva como tal. ¿A qué responde, pues, la diferencia uicit / uictus est? Creemos que a la noción actividad / no actividad; la ausencia de actividad no es todavía la pasividad: non agere no es lo mismo que pati. El que uno no sea asesino no implica que tenga que ser asesinado. El morfema llamado pasivo anula el verbc en cuanto activo (causativo, factitivo), o, si se prefiere, descarta todo eventual acusativo (el verdadero caso “paciente” ). Recordemos lo dicho
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
anteriormente sobre los dos extremos de la actividad expresada por el verbo activo: la cópula estática (est), como actividad mí nima o cero, y el verbo agere, jacere, como actividad máxima. Pues bien, las desinencias verbales “pasivas” colocan a todo verbo afectado por ellas en el extremo de la cópula estática. En otros términos: todo verbo llamado pasivo es verbo de estado y no más pasivo que el verbo estático: uictus est viene a coin cidir, en cuanto a actividad, con viridis est. La identidad mor fológica no es accidental. El que en el tema de presente no aparezca, como en el tema de perfecto, el signo genérico de estado revela otro posible recurso en la expresión de la no-acti vidad; pero si uincor forma paradigma con uictus est, el rasgo no-activo ha de extenderse por igual a todo el paradigma, a la forma sintética del tema de presente como a la forma analítica del perfecto. Conclusión: El sujeto paciente no es “ paciente” , sino “ es tático” . Nota complementaria. — Se ha observado muchas veces que la falta del sujeto agente en ablativo no da la impresión de elip sis violenta, que supondría la ausencia del sujeto agente en no minativo. Compárese: (Caesar) uicit Pompeium
y
Pompeius uictus est (a Caesare)
La razón está en la naturaleza estática de uictus est, que no necesita sujeto-agente (simple circunstancia accesoria, según di jimos), como no se echaría de menos el a me del ejemplo antes citado : neutra in re uobis difficultas (a me) erit. D)
R esum en
1.° En la oración activa hay realmente sujeto agente, verbo activo y objeto paciente. 2.° En la oración pasiva no existe, como serie paralela, ni un sujeto paciente ni un verbo pasivo ni un ablativo agente en el sentido habitualmente atribuido a esos términos. Lo que hay es un sujeto estático, un verbo estático y un ablativo normal (separativo).
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3.° La oración activa es dinámica: Caesar uicit Pompeium
-------» ----> ------------ > Caesarem uicit Pompeius <----------- <------- ---------—--4.° La oración pasiva no salva el dinamismo como limitán dose a permutar los polos de su orientación: no ha lugar una representación así: Pompeius uictus est a Caesare
<— -----
———
c-----------
Lo que hace la voz pasiva es reducir a cero el dinamismo de la activa. La oración pasiva es estática. 5.° La oración pasiva, en ciertas condiciones (si todos sus términos son explícitos y si el término separativo es un ser ani mado), puede s u g e r ir (nunca “significar” ) un contenido prácti camente equivalente al de la oración activa.
§ 3. — Los ejemplos típicos de nominativo “ caso cero” y “fuera de contexto” Los que sientan como principio qut! el nominativo es el caso de la designación pura, fuera de contexto, citan como ejemplos una serie de nominativos que no están todos por igual “fuera de contexto” . 1) Se citan los anuncios, los rótulos, los títulos de un libro, etcétera. Pero esto es hacerse una idea demasiado estrecha del “contexto” . Un contexto “ situacional” (cf. T. Slama Cazacu, Langage et contexte, 1961, Mouton & Co. ’S-Gravenhage, passim, y, sobre todo, pp. 207-231) ya basta para relacionar de algún modo esos nominativos “ sueltos” . “Brutus” se entiende sobre la tapa de un libro, o al pie de una escultura, como una predica ción estática implícita; no se entendería si lo leyéramos en un cartel colgado en la copa de un árbol. 2) También se citan nominativos sueltos (nominatiuus pen dens) por ruptura de construcción. Pero nos resulta contradic-
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torio hablar de un nominativo que se vuelve suelto por ruptura de construcción: hablar de ruptura de construcción supone que el nominativo no es forma destinada previa y conscientemente a quedar suelta como quedaría normalmente un caso “ cero” . 3) Si existe un caso “cero” hay que buscarlo no en construc ciones “rotas” , sino en construcciones perfectamente logradas en las que sea forzoso usar el caso cero, si existe el caso “ cero” , de la designación pura. Ello ocurre cada vez que (¡y sólo enton ces!) nos apartamos del asunto que tratamos para verificar el valor que en el código léxico atribuimos a un término antes de utilizarlo en el habla. En este apartado entran nominativos como éstos: Cognomen habuit “ Cominus” (“ Se llamó Corvino” ), Cl. Quadrig. 12, Peter I, p. 212. Est uia ... “ lactea” nomen habet (Ovidio, Met. I, 168-9). En todos ellos sé toma el nombre por sí mismo, en su suposi ción material, según la terminología escolástica, en función metalingüística, según terminología muy reciente. Los usos metalingüísticos nos parecieron en un principio un gran argumento a favor del nominativo caso cero, reñido con el concepto de nominativo caso agente y término opuesto al acu sativo (paciente). Tras la lectura de unos cuantos textos para observar las ope raciones metalingiiísticas hemos sacado las siguientes conclu siones : 1.° En uso metalingüístico alternan el nominativo y el acu sativo : resonent mihi “ Cynthia” siluae, “háganme resonar los bosques (el nombre de) Cintia” (Propercio, 1, 18, 31) ; resonare ... “Amaryllida” , “hacer resonar (el nombre de) Amarilis” (Virgilio, Egl., 1, 5) ; ... princeps; cum dico “princeps” (Plinio, Ep. 3, 2, 2); ... nullus sumptus ... “nullum” cum dico (Cicerón, Att. 6, 2, 4).
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Pero es más frecuente el tipo “ nullum” cum dico que el tipo “princeps” cum dico. Los partidarios del nominativo como caso de la designación pura podrían pensar que, en principio, hay siempre un nominativo, pero que las excepciones (!) se explican como una atracción o desplazamiento secundario del auténtico caso cero hacia la transitividad de dico. Pero tal objeción queda invalidada ante la consideración siguiente. 2.° Nunca hemos hallado en el uso metalingüístico un nomi nativo (¡el pretendido caso de la designación pura!) ni un acusa tivo cuando en la operación metalingüística se recoge un ge nitivo, un dativo o un ablativo. •
Ejemplos: cum istius mulieris uiro, “fratre” uolui dicere (Cic., Cael., 32) : “ Con el marido de esta mujer, quise decir “ el hermano” (Cicerón finge irónicamente un lapsus linguae). Cf. más ejemplos: Cic., Phil., 5, 18, 49; 11, 8, 20; Tuse., 5, 36* 105; Plin., Ep., 2, 20, 2; Quint., 9, 2, 83; Séneca, ¡Ep., 83, 12; etc. Aquí tenemos un argumento a favor de nuestra tesis general sobre los casos: vemos que el par nominativo-acusativo forma grupo aparte frente al genitivo-dativo-ablativo. El nominativo y acusativo son casos nominales en las operaciones metalingüísticas: ambos son, entonces, casos cero, ambos son designación pura. Es decir, al neutralizarse la oposición que mantienen en el lenguaje declarativo, cualquiera de los dos sirve para repre sentar al puro nom en fuera de contexto, es decir, ese nom en que, según la teoría estoica, el hablante lleva en lo íntimo de su con ciencia lingüística antes de dejarlo “ caer” del alma y realizarlo en un hecho concreto de habla, integrándolo en la oposición verbo-nominal.
Ill ALGUNOS PRINCIPIOS TEÓRICOS
§ 1. — Casos gramaticales y casos semánticos Estamos de acuerdo con un principio, unánimemente acep tado por los estructuralistas en sus clasificaciones de los casos. Es el siguiente: existen funciones casuales semánticas y funcio nes casuales sintácticas. O, como dijo De Groot en 1939 (Les oppositions dans les systèmes de la syntaxe et dès cas, p. 127), hay “ casos con función sintáctica sin función semántica” y “casos con función sintáctica con función semántica” Desgraciadamente, la unanimidad se desvanece en cuanto se desciende del plano teórico a la aplicación del principio como criterio clasificador de los casos en una lengua dada. Surgen dis crepancias entre los autores y —lo que nos parece más grave— hay contradicciones internas en las clasificaciones que se han intentado. Nosotros no hemos logrado descifrar, en los trabajos de Kurylowicz ni de D · Groot, qué casos son para ellos “ casos sintác ticos” , “ casos semánticos” o “ casos semántico-sintácticos” . Así, Kurylowicz, a lo largo de su artículo (Bulletin de la So ciété Polonaise de Linguistique, IX, 1949), parece admitir que todos los casos — excepto el nominativo y vocativo— son a la vez semánticos y sintácticos, aunque en proporción inversa: el geni tivo y acusativo tienen como función primaria la gramatical (sintáctica), y como función secundaria, la semántica (adver bial); y, viceversa, el dativo y el ablativo tienen como función primaria la semántica (adverbial) y como función secundaria la sintáctica. Ahora bien, en la página 42 leemos: “las relacio nes mutuas entre casos gramaticales (nominativo, acusativo, ge nitivo) ...”
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La inseguridad de De Groot nos parece todavía más notable. En 1939 (o. c., p. 125) dice del acusativo : “En mi opinion, el acu sativo ... no tiene función semántica.” En la página 127 se ex presa en términos análogos sobre el genitivo. En la miscelánea For Roman Jakobson, su artículo sobre los casos latinos concluye que, salvo el vocativo, todos los casos tienen función sintáctica y que el nominativo tan sólo tiene esa función sintáctica'(?). Por último (en Lingua, VI, p. 154), nos parece volver a titubear en la interpretación del genitivo y acusativo. Lo cierto es que no se ha logrado una organización clara y coherente de los casos sobre la feliz intuición qup distingue va lores sintácticos y valores semánticos en el contenido casual.
§ 2. — La transferencia lingüística a) Transferencia funcional; b) Transferencia semántica Nuestro nuevo intento arranca del mismo principio formu lado por De Groot (o. c., Mél. Bally, 1939, p. 122) : “ Los casos pueden tener funciones sintácticas y funciones semánticas. Hay, pues, siempre, o generalmente, dos sistemas de funciones, que son más o menos independientes.” Ahora bien, este principio es un caso particular de otro gran principio, muy general y de mayor alcance: el principio de las transferencias lingüísticas: transferencias funcionales y transfe rencias semánticas. a) Como ya dijimos (p. 56 y ss.), una categoría léxica no está invariablemente unida a una función sintáctica única o, para repetir una cita de Porzig anteriormente transcrita, “ la palabra no está cortada a la medida de una determinada función” . El sustantivo designa normalmente una cosa (o persona) y funciona como sujeto u objeto del verbo; pero pueden citarse sustantivos que funcionan como adjetivos (“he tomado un café café) y, al contrario, sujetos o complementos directos que no son morfoló gicamente sustantivos (las llamadas oraciones completivas, por ejemplo). Otro tanto cabe decir del adjetivo, del verbo y del adverbio. Categorías léxicas y funciones sintácticas no son series rigurosamente paralelas. Sin embargo, entre las categorías lé
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xicas (clases de palabras) y funciones sintácticas (partes de la oración), aunque independientes entre sí, no deja de existir cierta correlación: en principio, un sustantivo está predestinado a ser sujeto o complemento directo; el adjetivo está predesti nado a determinar al nombre; el adverbio, a determinar al ver bo. Esa es su respectiva función primaria y propia (aunque no les pertenezca en exclusiva). Sustantivo y verbo, sustantivo y adje tivo, verbo y adverbio, son en principio categorías complemen tarias. Si un sustantivo funciona como adjetivo, o un adjetivo como sustantivo, y, generalizando, si una categoría cualquiera forma sintagma con otra que, en principio, no le corresponde como complementaria, lo hacen secundariamente, por transferen cia de funciones (conservando su valor léxico previo a la trans ferencia funcional) : así, repitiendo ejemplos de Bally (el pio nero de la teoría de las transferencias entre categorías), planeta y campo, sin cambio de sentido, se vuelven funcionalmente adje tivos en (sistema) planetario y (casa) de campo (obsérvese que en planetario hay transferencia morfológica del nombre en adje tivo, y no sólo transferencia funcional); la frase mientes con serva su sentido al convertirse funcionalmente en sustantivo y complemento directo en (sé) que mientes. A estos intercambios gramaticales les dio Bally el nombre de “ transpositions fonction nelles” (Ling. Générale et Ling. Française, 19634, p. 116) ; la sin taxis estructural de Tesnière (y de las escuelas “transformacionistas” en general) es fundamentalmente un estudio de estas transposiciones, que él llama “ traslaciones” . Nosotros las llama remos “ transferencias funcionales” , terminología usada ya en castellano por A. García Calvo en uno de nuestros Congresos (cf. Actas del II Congreso Español de Est. Clásicos, Madrid, 1964, p. 118 y ss.). b) La transferencia funcional, “que afecta exclusivamente a la gramática, ha de distinguirse cuidadosamente de la transfe rencia semántica, que interesa también al léxico porque los sig nos cambian de sentido a la vez que de categoría. Así —seguimos citando a Bally— , la vegetación tropical es la que se halla bajo los trópicos (transferencia funcional —y morfológica— de tró pico) ; un calor tropical es un calor tan intenso como el que reina en esas regiones (transferencia semántica — y morfológica— de trópico). En el primer caso, trópico se toma en extensión, como
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una cosa, y, en el segundo, se abstrae de su comprensión una característica peculiar” (Bally, o. c., p. 116). La distinción entre transferencia funcional y transferencia semántica resulta a veces delicada; ambos fenómenos, aunque independientes, pueden coincidir y superponerse en un momento dado. Por ejemplo, si un cazador, narrando sus hazañas, dijera que “ (había comido) corazón de hiena” , tendríamos en “hiena” una sencilla transferencia funcional; “hiena” sería el nombre “hiena” con la función adjetiva de determinación de otro nom bre, y nada más. En cambio, cuando se dice de alguien que “ (tiene) corazón de hiena” , vemos la misma transferencia fun cional que en el ejemplo anterior; pero, además, hay, simultá neamente, una transferencia semántica, ya que ahora “hiena” no designa a la fiera en toda su extensión: ha cambiado de sen tido, para designar tan sólo la ferocidad característica de la hiena. Si ahora pensáramos estos dos ejemplos en latín, el primero nos haría ver en el genitivo un caso puramente sintáctico; pero el segundo tal vez podría parecemos sintáctico-semántico. (En realidad, el genitivo sólo es responsable de la transferencia gra matical; la posible superposición de la transferencia semántica es fruto del contexto y no forma parte del contenido casual “ genitivo” ).
IV NUESTRA INTERPRETACIÓN DE LOS CASOS LATINOS
§ 1. — Esquema básico Si tomamos el principio de las transferencias lingüísticas en tre categorías como criterio clasificador de los casos, llegamos al siguiente resultado.
N o m in a t iw s n om . A c cv s .
et
a c c v s a tiv v s
sunt et
n o m in a
et
c a s v s n o m in is
Son semántica y funcionalmente nombres. No suponen ni transferencia semántica ni transferencia sintáctica del nombre. Semánticamente, el nominativo y el acusativo designan a las personas y cosas por lo que son en sí mismas, en toda su extensión como personas o cosas. Por otra parte, son dos formas distintas y reales del nombre (“ virtual” ) para cada una de las dos funciones propias del nombre. Nominativo y acusativo gramaticalizan (expresan por morfemas gramaticales) la oposi ción que, ocasionalmente, aparece aislada (lexicalizada) en temas diferentes: ego / me, tu / te (cf. alemán Wirt ¡ Gast, “huésped” que da / recibe la hospitalidad).
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G e n e t iw s , d ativvs et a b l a t iw s non sunt n o m in a ,
sed casus nominis genet .
Es semánticamente nombre y funcionalmente adjetivo. No supone transferencia semántica del nombre, ya que designa a una persona o cosa como tal persona o cosa en toda su comprensión; pero sí supone transferencia sintáctica del nombre en adjetivo, ya que el nombre en genitivo es regularmente determinante’ de otro nombre: el morfema de genitivo eleva, pues, la noción del sustan tivo a la idea más “ general” del adjetivo (cf. infra, p. 133 y ss.).
Da t iv .
No son nombres ni semántica ni funcionalmente.
ABLAT.
Suponen a la vez transferencia semántica y transferen cia sintáctica del nombre en adverbio. El dativo no es semánticamente nombre porque el nom bre en dativo no designa a una persona (o cosa) por lo que es en sí misma (en su extensión normal), sino por una característica accidental, a saber, su condición de “persona interesada” en el proceso verbal (transferencia semántica). Tampoco entra como sujeto u objeto en el sistema cen tral, interno del verbo; su situación es “marginal” , ad verbial (transferencia funcional). El ablativo no es semánticamente nombre, porque el nombre en ablativo no designa a una cosa (o persona) por lo que es en sí misma (en su extensión normal), sino por una característica accidental, a saber, su situa ción en la zona del proceso. Esta relación externa, en cierto modo “ geográfica” , pertenece propiamente al adverbio (de lugar, modo, causa, etc.) : transferencia funcional.
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RESUMEN CASOS N O -N O M IN A LES
CASOS NOMINALES
Nombre de la Sintaxis impresivaexpresiva
VOCATIVO
Nombre de la Sintaxis declarativa Nombre activo
Nombre pasivo
N 0M 3N .
ACUSA!.
Caso adjetival Semánticamente: Nombre Funcionalmente: Adjetivo
GENITIVO
Casos adverbiales No son nombres ni semán tica ni funcionalmente Designación de persona “interesada”
Designación de “circuns tancia”
DATIVO
ABLATIVO
§ 2. — La oposición nominativo / acusativo — Caso activo / Caso pasivo De la visión que se tenga del nominativo y acusativo depende toda la organización del sistema casual. El nominativo (o sujeto) no es el determinado absoluto para quien está hecha la frase, sin ser él determinante de nada; ni es tampoco “ un complemento como todos los demás” , según la in sistente teoría opuesta de Tesniére. El acusativo (o complemento directo) ni está tan distanciado del nominativo (o sujeto) ni tan próximo a los restantes casos como lo pretende la teoría del nominativo “ caso cero” . Ambos andan juntos en la órbita verbal: atraen al verbo y, a la vez, reciben su influjo en una relación sui generis de mutua interdependencia. Ni el verbo puede subsistir normalmente sin ellos ni ellos, sin el verbo. El significado total del sintagma verbo-ncminal no es una suma de sus elementos constituyentes, sino la “ novedad” resul tante del choque entre los conceptos básicos expresados por el verbo y el nombre (o los nombres) integrados en la unidad su perior que es el sintagma verbo-nominal con la interdeterminación mutua entre verbo y nombre(s). 1) Un hecho esencial en la relación verbo-nominal es que sujeto y objeto del verbo se hallan, en principio, sobre el mismo
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plano en el equilibrio de los principales miembros de la frase (cf. Blinkenberg, Le problème de la transitivité en jr. moderne, Copenhague, 1960, p. 39). El sustantivo está predestinado a la función de sujeto, como siempre se ha reconocido. Pero no es menos cierto que una gran masa de verbos tampoco se conciben sin su segundo término, aunque la situación dispense con frecuencia de expresarlo por intuirse ese segundo término o por no ofrecer interés su especi ficación léxica: “ el enfermo oye” , es decir, “ conserva la facultad auditiva” , sin que importe saber “qué es lo que oye” . La catego ría por excelencia del objeto como del sujeto es el sustantivo. 2) El nominativo y el acusativo señalan en el nombre una polaridad —respectivamente, activa y pasiva— del proceso antes que el verbo haga su aparición en el enunciado: manus manurn lauat (proverbio); ego te et tu me jeres (Terencio, Hecyra, 610) ; Magnum Claudius, Crassum Nero interjecerant (Tácito, Hist., I, 48, 2). Señalan esa polaridad incluso sin que se diga explícitamente qué proceso concreto envuelve a los dos términos: Quid puer Ascanius? (Virg., En., 3, 339) ; Quid is ergo? (Terencio, Adelphoe, 326) Piénsese en las numerosas frases incompletas del tipo quos ego ... (Virg., En., 1, 135). tu me ... (Terencio, Adelphoe, 539). La situación permite siempre al lector poner un verbo que su conciencia lingüística echa de menos; pero ¿quién puede garan tizar que tal es precisamente el verbo “ omitido” (!) por el autor? De hecho, no es raro que comentaristas y traductores no coinci dan en el verbo “ sobreentendido” . En realidad, cada cual puede leer entre líneas el verbo que más le guste : ahí está la elocuen cia del silencio (figura retórica de la aposiopesis). Pero no queda al arbitrio del lector la relación activo / pasivo de los términos. El autor impone esa limitación a la libertad interpretativa: la
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elección queda circunscrita por la zona de la transitividad. Así, en Terencio (Adelphoe, 158), el leño, a quien le han arrebatado a viva fuerza una de sus muchachas, dice, airado: ego istarn ( = uirginem) inuitis ómnibus... O sea: “ A pesar de todos vos otros, yo la...” . Aunque nada ganaría la traducción, en lugar de los puntos suspensivos cabe poner “ arrebataré” , “llevaré (con m igo)” , “recobraré” , “ detendré” , etc. No es admisible la traduc ción de Marouzeau: “ Moi? Elle? En dépit de vous tous...” . El moi y el elle no están orientados como sujeto y término del (in definido) proceso. La oposición nominativo / acusativo, dentro del género ani mado, es un ineludible corolario de la oposición animado / in animado. Efectivamente, cuando dos seres animados se ven invo lucrados en el mismo proceso, y uno domina al otro, volvemos a una situación prácticamente idéntica a lo animado / inani mado: lupus agnum uiderat. Sin duda, no es accidental que agnum coincida con el inanimado templum. Ambos deben ser el simple tema, eventualmente ampliado con un elemento nasal, originariamente exento de valor casual; el valor “ casual” (pa sivo) lo recibirá precisamente al enfrentarse al caso positiva mente marcado como “ ergativo” . El caso nominativo es invariablemente atribuido al determi nante verbal concebido como más agente, y el acusativo al tér mino más paciente. Si se considera la siguiente serie de ejem plos, se verá cambiar la orientación dinámica entre los dos términos relacionados, según vayan alternativamente en nomi nativo o acusativo: (ego) capio obliuionem alicuius rei (cf. Plinio, 7, 24, 24). cepit nos oblimo seruitufis (cf. Cicerón, P - , 3, 4, 9). (ego) cepi satietatem alicuius rei (cf. Plauio, Amph., 472). cepit me satietas alicuius rei (cf. Livio, 27, 49, 8). (senatores) metum ceperunt (cf. Livio, 33, 27, 10). senatum, metus cepit (cf. Livio, 23, 14, 8). etcétera. 3) EI nominativo y el acusativo constituyen con el verbo el sistema sintáctico interno en que la categoría nominal y la verbal
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se determinan mutuamente. Los otros casos permanecen fuera de la estricta oposición verbo-nominal. En cualquier lengua pueden señalarse hechos como éstos del castellano : SU JETO
su madre un toro la policía el tren una tormenta · una hormiga (?)
(al niño) lo cogió
s. s. s. s. s. s.
1 2 3 4 5 6
OBJETO
(a) su víctima el arma el tren ) fruta una pulmonía la luna (?)
( I \
o." 1 o. 2 o. 3 o. 4 o. 5 o. 6
Pueden representarse así los posibles sujetos y objetos de cogió: s. s. s. s. s.
1 2 3 4 5
cogio
o. o. o. o. o.
1 2 3 4 5
s" Ahora bien, la acción de “ coger” , lejos de permanecer idén tica a sí misma, varía sensiblemente: a) según el sujeto a quien se atribuya: el “coger” de la madre no es el “ coger” del tren, ni del toro, etc.; b) según el objeto “ cogido” : el arma, el tren, la pulmonía, etc. Ello no es obstáculo para que el castellano “ ex prese” , simbólicamente, todos esos procesos como “ idénticos” , contando con que, gracias al· saber de hablantes y oyentes, nadie
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se llame a engaño. Los usuarios del idioma envuelven en una representación única el término activo y el pasivo alrededor de un lexema verbal más o menos elástico, y el significado resul tante depende tanto de los protagonistas del proceso como de la representación prefabricada que en el fichero de la lengua se llama “ coger” . La relación expresada por el sujeto y objeto no se distingue de la acción en sí ni se concibe sin ella. En cambio, la posible añadidura de un eventual beneficiario (dativo) o de una circuns tancia de tiempo, lugar, causa, etc. (ablativo) constituyen refe rencias marginales a personas o cosas externas, que no alteran sustancialmente el proceso ya prefijado en el sistema interno antedicho. 4) Digamos de paso que el espectro semántico de un verbo dado varía de lengua a lengua: los largos artículos de un diccio nario no son, en último término, sino un análisis de ese espectro semántico para señalar la zona que coincide y, sobre todo, las zonas que no coinciden con el espectro semántico del verbo que habitualmente le corresponde en nuestra propia lengua. Y aun dentro de una misma lengua puede variar, diacrónicamente, ese espectro, tanto por la cara pasiva como por la ac tiva como por ambas a la vez. Así, la serie de posibles sujetos y posibles objetos que hemos visto funcionar con “ coger” ha quedado reducida, en el castellano de América, a un solo término por cada cara: “ el hom bre coge a una mujer” ; el verbo se ha convertido en una palabra fea y, por lo tanto, desterrada de la buena conversación. Se le sustituye por tomar, alcanzar y, sobre todo (como puede obser varse a diario en las películas que llegan a nuestras pantallas desde el continente americano), atrapar. Estos últimos años hemos visto enriquecerse extraordinaria mente la cara pasiva del verbo bailar, antaño “ intransitivo” : “ se bailaba” (simplemente, “ el baile” regional); ahora, cada tem porada trae un nuevo “ bailable” . Un ejemplo latino: latrare. Es un verbo de espectro semán tico reducidísimo en lengua por ambas caras. Por la cara activa sólo admite propiamente un solo sustantivo: “ de verdad” sólo ladran “ los perros” : canes latrant. Pero Cicerón, en un hecho de habla, dijo que ladraban ciertos
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oradores: latrant iam quiclem oratores, non loquuntur (Brutus, 15, 58). Y, por el camino de la estilística, los escritores hicieron “ladrar” al estómago (Horacio, Sat., 2, 2, 17), a las preocupacio nes (Estacio, Theb., 2, 238), a las entrañas (Estacio, Silu., 2, 1, 13), a los mares (Plinio, 4, 5, 9, 19), etc. Por la cara pasiva, sólo se pueden ladrar “ladridos” (latratus, cf. Ovidio, latratus edere, Met., 4, 450), y, como no hace falta decirlo, el verbo es intransitivo. Luego, ya es posible “ladrar” algo más que ladridos; los poetas hacen que los perros ladren “una piel· de ciervo” (Horacio, Epod., 5, 57; Ep., 1, 2, 66), o las nubes (Estacio, Theb., 1, 551), etc. 5) Todo complemento directo es “ interno” : desde la interio ridad total (acusativo “ interno” ), en que no se aprecia ninguna diferencia semántica entre verbo y objeto, se pasa a una interio ridad menos llamativa, pero siempre real : el rasgo actum —confio el agens— siempre está presente en el agere: son categorías soli darias y no simplemente complementarias, como el nombre y el adjetivo, o el verbo y el adverbio. El sujeto y el objeto son cosustanciales al proceso verbal. 6) N o t a : Sugerencias de la terminología antigua: nota histó rica sobre la interpretación del acusativo. — Una nomenclatura inadecuada puede motivar confusiones duraderas. Así ha ocu rrido con el nominativo, según hemos visto. Como se ha dicho repetidas veces, la denominación del acusativo arranca de una equivocada traducción latina de αιτιατική πτώσις, “ el caso de la αίτία; αίτία es “causa” y, secundariamente, ' “ cargo” , “ acusa ción” . El traductor latino se fue por el significado marginal de “ acusación” , que triunfó generalmente y dio lugar a observa ciones peregrinas como la de Prisciano: el acusativo es el caso qui uero magis ad inimicos attinet (Gramm. Lat., Keil, II, 186). Hallamos otras denominaciones aplicadas al mismo caso: casus incusatiuus se llama en Charisius (I, 17, 6), al parecer como simple sinónimo de accusatiuus: incusatiuus, qui et accusatiuus uocatur. También se le llama, de paso y sin comentarios, casus causatiuus (Prisciano, GLK., II, 185, 25), que es la traducción co rrecta del original griego, y resulta denominación adecuada, como complemento del verbo causativo (factitivo). El Ars anonyma Bernensis (Supplem. Gramm. Lat. Keil, p. 87)
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nos sorprende llamando al acusativo casus actiuus, pero el co mentario justifica plenamente el motivo; en primer lugar, se hace notar allí —contra la tradicción— que el acusativo no sólo sirve “para acusar a los enemigos” , sino también “para alabar a los amigos” ; en segundo lugar, aun recogiendo la nomencla tura tradicional, allí se rectifica con una apostilla que nos suena a auténtica impresión personal de un hablante latino sob e el valor del acusativo : aceusatiuus ... hoc est actiuus ... Accusatiuus uim accusandi et actum alterius declarat, quasi patiatur ab eo. En suma: el acusativo “acusa la actividad del otro” . (Ese “ otro” no puede ser, evidentemente, más que el nominativo). Se llama “ activo” al acusativo por acusar esa “ actividad” , y acusarla quasi patiatur ab eo; es decir, el acusativo se erige en acusador como “ víctima” de la actividad denunciada (“ acusada” ) . Ahí te nemos, pues, un explícito reconocimiento antiguo de la oposición nominativo / acusativo, que Martinet y otros teóricos modernos se niegan a admitir.
§ 3. — El par nominativo-acusativo frente al vocativo Frente al par nominativo-acusativo, y dentro del bloque de los casos nominales, ha de situarse el vocativo. El nombre en vocativo queda habilitado para funcionar en la ßintaxis expresiva-impresiva, y en nominativo-acusativo, para funcionar en la sintaxis declarativa. El vocativo, por un lado, y, por otro, el nominativo-acusativo pertenecen a distintas zonas del lenguaje. 1. Siempre se ha reconocido en el vocativo un caso muy es pecial. Los gramáticos indios lo excluyeron de la serie de los casos. Su criterio fue general en la antigüedad hasta el siglo i anterior a nuestra era. La incorporación definitiva del vocativo al paradigma nominal se debe a Dionisio Tracio. Los estoicos — consecuentes con su principio de que no podía hablarse de “ casos” fuera de un contexto y, viceversa, que toda forma nomi nal integrada en un contexto debía ser considerada como “ caso”— no admiten al vocativo en la serie casual, ya que ese pretendido caso no forma parte de la frase y es independiente del contexto
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(cf. la teoría estoica, supra, p. 80). Los estructuralistas mo dernos, después de negar la legitimidad del nominativo como caso y excluirlo del sistema casual, oponen el vocativo a todos los casos restantes: el vocativo, como caso “ actitudinal” , y los demás, como casos de contenido “referencial” . También la morfología refleja cierta originalidad del voca tivo: cuando no tiene significante propio (y sólo lo tiene en los temas en o /e ), se confunde normalmente con el tema puro (de sinencia cero), lo que cuadra muy bien a una forma desligada del contexto declarativo. 2. En nuestra ordenación de los casos latinos respetamos igualmente la originalidad del vocativo, pero con una particula ridad de cierta importancia con relación a la doctrina tradicional y a los estudios recientes que nos han precedido (De Groot, Kurylowicz y otros). En lugar de oponer el vocativo directamente al conjunto de los restantes casos, lo incluimos, en la primera dicotomía, dentro del grupo de los casos estrictamente nominales: a) La morfología nos invita claramente a ello, como se dirá infra, p. 113 y ss. b) Por otra parte, el vocativo cumple una función designativa, como el nominativo-acusativo: ahí está la notable diferen cia entre el vocativo y algún otro signo expresivo-impresivo que invade la sintaxis declarativa: piénsese, por ejemplo, en las in terjecciones, cuyo contenido semántico tiende a cero. c) Por último, vemos que, frecuentemente —siempre en sin taxis expresiva— , con el vocativo pueden alternar el nominativo y el acusativo (neutralizados, como ‘diremos, p. 128 y ss.); no pueden alternar con el vocativo los casos no-nominales. El no men de la sintaxis declarativa asume la función evocativa por el procedimiento lingüísticamente marginal de la tonalidad. Y sólo como miembro perteneciente al grupo de los casos nominales se opone el vocativo — secundariamente y sobre dis tinta base— al genitivo, dativo y ablativo.
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§ 4. — Casos nominales y casos no-nominales La primera dicotomía que se impone en la ordenación de los casos latinos es la que distingue entre casos nominales y casos no-nominales. Recapitulemos en apoyo de nuestra tesis algunos argumentos dispersos en las páginas anteriores e insistamos ahora en algunos que tan sólo hemos insinuado. Hay un cambio de nivel sintáctico, o semántico, o semánticosintáctico, cuando de la serie vocativo-nominativo-acusativo se pasa a la serie genitivo-dativo-ablativo. Nuestros predecesores (sobre todo, Kurylowicz) han visto la diferencia entre los extremos: vocativo-nominativo, por un lado, y dativo-ablativo, por otro. El genitivo y acusativo han consti tuido para ellos la zona oscura y discutida: ¿casos gramaticales? ¿casos adverbiales (semánticos)? Nosotros, al negar el nominativo como “caso cero” y “ caso de la pura referencia” , volvemos ipso facto al acercamiento clá sico nominativo-acusativo y vocativo. Estimamos que esos tres casos son distintos de los demás y los enfrentamos como nomina et casus nominis al resto del paradigma o non nomina sed casus nominis. A) Consideraciones sintácticas. — Los cambios radicales de sintaxis afectan al nominativo-acusativo (y vocativo), sin afectar al genitivo-dativo-ablativo. Nos referimos a hechos como los si guientes : a) En la sintaxis estrictamente impresiva-expresiva, el nom bre tiene una forma propia, el vocativo, o caso “ actitudinal” . Con él pueden alternar, en determinadas condiciones, el nomi nativo y acusativo (no el genitivo, dativo y ablativo) : Ego miser!
Nugas!
b) En el metalenguaje hemos visto que, como caso de la “ pura referencia” , pueden funcionar cualquiera de los dos términos de la oposición (neutralizada) nominativo / acusativo. En cambio, no hemos hallado el genitivo, dativo o ablativo porque, según dijimos, no son nombres, sino “ designación” más
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“ algún rasgo” sintáctico (genitivo) o semántico-sintáctico (dativo y ablativo) ; por lo cual el metalenguaje lia de conservarlos “ in variablemente” en su forma adjetival o adverbial. c) Cuando el gran nexo verbo-nominal se relaja, como ocurre en el estilo indirecto, en la oración de infinitivo en general (in cluido el infinitivo llamado “histórico” ), los cambios sustancia les en la relación nombre-verbo no tienen ninguna repercusión en los casos que nosotros llamamos no-nominales. d) Otro tanto se observa en el gran cambio verbo-nominal entre oración activa y pasiva (no importa que se entienda la opo sición activo / pasivo a la manera tradicional o de otro modo; cf. supra, p. 90 y ss). B) Consideraciones morfológicas. — Si del campo de la sin taxis pasamos al de la morfología, ésta nos orienta claramente hacia la oposición del bloque nominativo-vocativo-acusativo fren te al genitivo-dativo-ablativo. E l‘ hecho ha sido luminosamente expuesto por Meillet. He aquí algunas de sus observaciones (cf. Introd. à l’étude comparative des langues indoeuropéennes, 8.a ed., pp. 339-349). 1. Sólo en el nominativo-acusativo-vocativo se marca la opo sición animado / inanimado, es decir, masculino-femenino / neu tro. Fuera de estos tres casos hay una forma única para el neutro y para el masculino-femenino: alius-alia (“ otra persona” : hom bre o mujer, según el subgénero) / aliud (“ otra cosa” ) . En cam bio, en genitivo-dativo-ablativo no hay forma específica para lo inanimado. Frente a aliud (“otra cosa” ), el genitivo alius sería ambiguo respecto a la noción de animado / inanimado; y, por lo tanto, se impone un procedimiento léxico para salvaguardar la claridad: alius rei. 2. En los tres casos nominales, sólo para los nombres neutros hay una oposición (positivamente marcada) singular / plural; dicho de otro modo : dentro de cada número, un sustantivo neu tro presenta una forma única para el bloque nom. voc. acus. : SIN G U LAR
PLU R A L
yugam
yuga
ζογο'ν
ζυγά
iugum
iuga
en védico; en griego; en latín.
114
INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
Y, viceversa, dentro del bloque nom. voc. acus. sólo para el género animado hay forma específica para distinguir estos tres casos. 3. Es notable igualmente que, con frecuencia, el nominativo y acusativo neutros hayan pertenecido a un tema distinto del que hallamos en los restantes casos (alternancia *-er / *-en): ser.
yákrt, yaknáh
gr. lat.
ή π α ρ , ή π α τος
iter, itin(er)is.
(Cf. E. Benveniste, Origines de la formation des noms en in do-européen, París, 19623, pp. 3-22).
§ 5. — Neutralización de las oposiciones casuales Hemos dicho anteriormente que no hay sinonimia entre casos ni polisemia en un caso dado. En la ordenación de los casos latinos que precedç hemos atri buido un valor casual único y bien definido a cada morfema del paradigma. Antes de cerrar esta exposición hemos de referirnos somera mente a ciertos hechos “ perturbadores” que, en opinión de al gunos estudiosos, condenan de antemano al fracaso cualquier intento de sistematización de los casos. Un hecho perturbador sería ya la alternancia del nominativo y acusativo con el vocativo en la sintaxis expresiva-impresiva. Ya hemos aludido anteriormente a ello e insistiremos de nuevo en la p. 128 y ss. Más graves son los siguientes: a) El acusativo sujeto y el acusativo (o ablativo) con prepo sición. — A. V. Isacenko (CFS. 7, 1948, p. 24) escribe : “El acu sativo latino amorem ... indica que esta forma puede figurar ya sea como complemento directo, ya sea como sujeto lógico de una oración de infinitivo, o, también, que puede aparecer tras ciertas preposiciones. Está claro que esta indicación gramatical es muy vaga, muy difusa. Indudablemente, no puede hablarse aquí de un significado... Una forma casual comporta varios contenidos semánticos” . .. b) Las alternancias entre genitivo, dativo y ablativo con el acusativo. — Se trata de construcciones como miseremini socio rum, moenibus inminebant, officio fungor, etc. Aquí, un geni tivo, un dativo o un ablativo parecen “variantes” o “ sinónimos” del acusativo. Incluso se dan con frecuencia las dos construccio nes: memini Ciceronis o memini Ciceronem, officio fungor o officium fungor, etc.
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN
En el apartado a) hay dos tipos de construcciones en que el sistema casual no funciona: el acusativo con infinitivo y el acu sativo (u otro caso cualquiera) con preposición. Sin ahondar en el delicado problema de la neutralización, se trata siempre de algún tipo de neutralización casual, es decir, se trata de usos en que el significante casual se desprende de su significado positivo en el juego normal de la lengua, sin adqui rir por ello ningún otro significado nuevo. El acusativo o el ablativo, al aparecer mecánicamente regi dos por una preposición, no nos dan absolutamente ninguna in formación en ad urb(em), de cael(o), el morfema casual se vacía de todo significado, ya que con ad o de no existe alternativa en la elección casual (lo único que subsiste es, junto al significado del lexema, el “ rasgo número” :· -em / -es, -o / is). El acusativo con infinitivo es considerado por unos autores como “sujeto” , lo cual arruinaría, evidentemente, la idea básica de la oposición “sujeto” / “ objeto” ; otros lo interpretan como un “ acusativo normal”, objeto del verbo principal; por último, otros ven, más acertadamente, en la oración de infinitivo una “ neutralización” de la oposición “ nominativo” / “ acusativo” (cf. R. Godel, CFS., 13, y M. S. Ruipérez, TIL., II, 1957, p. 117) : “En la oración de infinitivo en latín, al ir el sujeto en el mismo caso que el objeto directo, el acusativo no pfoporciona ninguna información para establecer el contraste “ sujeto” / “ objeto” , de tal modo que una frase como dico te esse uicturum Romanum es absolutamente ambigua” (Ruipérez, l. c.). Nos resulta sorprendente que Godel, en la Réponse au Ques tionnaire (p. 41), se retracte de su interpretación anterior: “No tengo ya por válido — dice— el ejemplo que imprudentemente di del sujeto y el objeto de la oración infinitiva: las dos funciones continúan oponiéndose, a pesar de la identidad del caso : te unum ex omnibus Venus me uoluit magnificare” (Plauto, Men., 370371). Nosotros consideramos que su ejemplo es perfectamente vá lido. En lengua, no sabemos si el citado ejemplo ha de significar Quiso Venus que yo te aprecie a ti solo entre todos o Quiso V e nus que tú solo entre todos me aprecies a mí. No “ continúan opiniéndose las dos funciones” : si logramos atribuir a uno de los dos acusativos la función “ sujeto” y al otro
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la función “ objeto” , será por sugerencia del léxico o el contexto, no porque lo indique positivamente la lengua. En realidad, la oración de infinitivo es una construcción “ relajada” en que la sintaxis (nominal y verbal) se reduce a cero, aunque la “lógica” pueda — eventualmente— descubrir un sujeto nominal y un tiempo o modo en el verbo, a pesar de que la lengua silencie todo eso. Podemos inferir un sujeto, una persona, un tiempo y un modo en un enunciado asintáctico como canario-gato-ayermatar; no sería posible la misma inferencia en toro-toreroayer-matar; cf. igualmente estos enunciados normales en caste llano: después de intervenir la mercancía y después de interve nir la policía. El problema del genitivo, dativo y ablativo como “ variantes” del acusativo es algo distinto. Si se admite nuestra dicotomía entre casos nominales y casos no-nominales, se habrá observa'do que ambos grupos constituyen una oposición privativa: los casos no-nominales son el término positivo por añadir al nomen algo que no corresponde a su función semántica o a su función sin táctica primaria. Si en un momento dado se prescinde del ras go positivo de los casos no-nominales, éstos se vuelven equiva lentes del caso nominal acusativo: fungor officio se interpreta como fungor officium (cf. “ cumplo con mi deber” y “ cumplo mi deber” ). El acusativo es la piedra angular del sistema casual latino: se opone por un lado, como caso nominal, al nominativo; y, por otro lado, se opone a los casos no-nominales: “la primera oposición funciona con notable estabilidad... La segunda cono ció destinos más variables...” (J. Perret, REL., 1957, p. 160). La variabilidad consiste en un continuo progreso del acusativo a ex pensas de los casos no-nominales: nunca al revés. Es decir, fun gor officio, por irrelevancia del rasgo ablativo, se vuelve equi valente de fungor officium; y, finalmente, esta última construc ción desplaza a la primera (cf. Kurylowicz, Le problème du clas sement des cas, p. 35). Sobre las cuestiones tratadas en este apartado hemos de volver a lo largo de este libro; véase, en particular, todo el § 4 del capítulo siguiente.
V FUNCIÓN DE LOS CASOS NOMINALES
§ 1. — Vocativo El vocativo es, como dijimos, el nombre de la sintaxis afec tiva. La aparición de-un vocativo supone siempre la irrupción de la función impresiva-expresiva al primer plano entre las fun ciones del lenguaje: Tu regere imperio populos, Romane, memento (Virg., En., 6, 851). Es tan sensible el cambio de plano sintáctico que siempre se ha reconocido la originalidad del vocativo o “ caso actitudinal” . La lengua destaca el cambio de nivel sintáctico por procedi mientos marginalmente lingüísticos, como son la entonación (ma terializada, en ocasiones particularmente emotivas, en la inter jección o) y el aislamiento del nombre en vocativo entre carac terísticas pausas. Estos procedimientos marginales son incluso el significante único cuando la morfología no dispone de una forma propia de vocativo, como ocurre en la mayoría de los te mas nominales: sólo los temas en -o (y no todos) tienen forma específica de vocativo. El vocativo nunca “ asume” la función de ningún otro caso (cf. infra, p. 128-129). § 2. — Nominativo 1) El nominativo es el caso del sujeto agente o estático, como antes dijimos: Deus caelum et terram creauit. Deus omnisciens (est).
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2) No necesitamos insistir en el nominativo como aposición, ni como predicativo ni como predicado, ya que lo que entonces importa es el hecho de la concordancia y no el caso como tal. Estamos en esto totalmente de acuerdo con Kurylowicz: “Las funciones de la aposición, del predicativo y del predicado están expresadas no por las desinencias casuales, sino por la concor dancia de las desinencias” (p. 40). 3) Ya nos hemos referido ampliamente a la teoría del nomi nativo como pretendido “ caso fuera de contexto” y caso de “la designación pura” (supra, p. 81 y ss.). 4) Pero el nominativo, como otros casos, puede tener usos “neutros” , que estudiaremos infra, p. 129 y ss.
§ 3. — El acusativo F. Blatt, en su sintaxis latina (Trad, francesa, París, 1952, p. 77) da una definición del acusativo que responde a nuestro concepto de este caso semántica y funcionalmente nominal. “El acusativo — dice— sirve para designar la noción nominal que marca en toda su extensión el objetivo y resultado (comple mento directo) de la acción verbal.” Ahora bien: ¿Tiene el acusativo un valor uniforme en todos sus empleos o hemos de renunciar a ver en el acusativo un caso unitario? ¿Hay al lado del acusativo gramatical (con su función “nominal” de complemento directo) otro acusativo adverbial (nonominal, por lo tanto, como sería el acusativo de dirección, de extensión, etc.)?
1. — A cu sa tiv o de “ d ir e c c ió n ”
Sobre este problema están muy divididos los gramáticos. Nos otros creemos en el valor unitario del acusativo. Examinemos el tipo de acusativo “ adverbial” que se considera como más cla ro: el acusativo de dirección. 1) Oigamos a Kurylowicz (Le problème du classement des cas, p. 27) : “ Se puede hablar, pues, de una función primaria del acusativo y de una serie de funciones secundarias: acusativo de
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dirección (Romam ire), de extensión, de precio, etc. Las condi ciones de empleo en función secundaria son siempre definibles, y de un modo positivo. Esas condiciones no radican en el con texto en el sentido vago de la palabra, sino, ante todo y sobre todo, en el valor semántico del verbo... La desinencia del acu sativo se asimila al verbo, penetrándose de su sentido especial. La función primaria, en cambio, no se deja definir de este modo.” 2) Pues bien, replicamos nosotros, si “ la dirección” está con dicionada, si “ la desinencia de acusativo se asimila al verbo, pe netrándose de su sentido especial” , en una palabra, si “la direc ción” es una sugerencia de la semántica del verbo, hemos de concluir que la dirección no forma parte del contenido “ casual” del acusativo: el acusativo de dirección no es “un caso concreto de movimiento” , un caso “ adverbial” distinto del caso grama tical y abstracto; lo que es muy concreto es el sentido del verbo (“movimiento” ) y el sentido del nombre puesto en acusativo (“ lugar menor”). 3) La costumbre de analizar las lenguas que nos son ajenas por las traducciones que les damos en la lengua propia es, sin duda, lo que nos impide ver el valor uniforme del acusativo latino. Que el latín vea gramaticalmente igual a eo Romam y peto pacem no sorprendería a otros pueblos como nos sorprende generalmente a nosotros. En chino (citado por Mirambel, Jour nal de Psychologie, 1950, p. 142 y ss.) se dice lo mismo en cuanto a gramática: “ sube al piso” y “ lee libros” . En términos castellanos, la forma china sería ésta: Acción de subir — es suya — dirigida al piso. Acción de leer — es suya — dirigida a los libros. Tal vez podrían citarse en nuestra propia lengua hechos simi lares. Nosotros vemos gramaticalmente iguales estos giros: ganar altura y ganar dinero; dirigirse a Roma y dirigirse al Jefe del Estado. Y en latín: adire Romam y adire consulem; peto Romam y peto pacem.
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Vemos en “ altura” un complemento directo tan legítimo como en “ dinero” ; sin embargo, “ganar altura” es algo comparable a un “ acusativo de dirección” . El diccionario dice que “ganar” sig nifica, entre otras cosas, “llegar al sitio o lugar que se pretende” En realidad, cuando el verbo tiene un espectro semántico dila tado como el español “ ganar” o el latín “ petere” , es el comple mento directo quien, por la semántica del nombre, confiere al lexema verbal el matiz de movimiento. Y cuando el verbo tiene un espectro semántico muy restringido y concreto, indicando ya per se movimiento (iré, uenire, etc.), si por añadidura es con creto y “ local” el lexema nominal, todo contribuye a ia expre sión del movimiento; y basta entonces el caso acusativo para in dicar el objetivo, como basta el ablativo para expresar el punto de partida del movimiento: Assoro itur Hennam. Si se trata de expresar relaciones espaciales más complejas, el latín ya no lasconfía a la simple flexión, sino que acude a las preposiciones, como las lenguas románicas. 5) Conclusión: Puesto que ninguna caracterización gramati cal distingue eo Romam, peto pacem y uerbero puerum, es ve rosímil pensar que los hablantes latinos no verían ahí acusativos heterogéneos, como no vemos nosotros dos complementos direc tos heterogéneos en ganar dinero y ganar altura o en peto pacem y peto Romam (cf. Cicerón, De imp. Pomp., 34: Siciliam adiit, Africam expiorauit..., Sardiniam ... uenit).
2. — L a gama d e l a c u s a t iv o : desd e e l “ i n t e r n o ” AL “ ad ve r b ia l ”
Consideraciones análogas podrían hacerse sobre todos los ti pos de acusativos registrados en nuestras gramáticas. El hecho sintáctico nos parece idéntico en esencia; lo único que cambia es el léxico, esto es, la semántica verbal y nominal: “ acusativo ‘interno’, ‘de dirección’, ‘de extensión’ (espacial o temporal), ‘de relación’, etc., son etiquetas cómodas, pero convencionales; no designan funciones distintas del acusativo, sino una misma re lación directa verbo-nominal, cuyo primer término presenta va lores variados” (J. Humbert, Synt. Grecque, I9603, p. 254). En
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nuestra opinión, los dos términos, no sólo el primero, presentan valores varios. Echemos una rápida ojeada a los aludidos tipos de acusativo. a) En el acusativo de la figura etymologica, verbo y nombre cubren exactamente la misma zona semántica (acusativo “ inter no” ). Todo verbo puede llevar en principio ese acusativo, ya que, por restringido y concreto que sea su espectro semántico, siempre admitirá como posible determinante el acusativo de un nombre (si éste existe en la lengua) que repite la noción verbal: gaudia gaudere, doleré dolorem, seruitutem seruire, uiuere uitam, pugnam pugnare, etc. b) Aunque no se dé la figura etimológica, no es menos “ in terno” el acusativo cuando nombre y verbo —sin coincidencia etimológica— cubren más o menos exactamente la misma zona semántica: proelium pugnare, aetatem uiuere, longam ire uiam, etcétera. La diferencia entre el iré uiam de Virgilio (En., 4, 467-68) y el ire Romam es puramente léxica. c) El acusativo de “ extensión espacial” siempre se da junto a un verbo de “extensión espacial” (¿otro acusativo “ interno” ?) : César, B. G., 2, 17, 2: magnum spatium abesse, “distar una gran distancia” . Cicerón, Deiot., 42: discedere pedem, “ separarse (una sepa ración de) un pie” . Cicerón, De signis, 14, 33: Pueri ... oculos de isto nusquam deicere neque ab argento digitum discedere, “Los esclavos ... no le quitaban ojo de encima ni se apartaban un dedo de la plata” . Gramaticalmente, deicere oculos y discedere digitum presentan idéntica caracterización sintáctica. d) Exactamente lo mismo ocurre con la “ extensión tempo ral” o acusativo “ de duración” : como se dice uiuere uitam, aeta tem, aeuum, etc., se dirá con el mismo acusativo (¿interno?) uiuere unum diem (Cic., Tuse., 1, 94). Paralelamente a regnare regnum se dirá regnare tres annos. Y así sucesivamente. La interioridad o exterioridad del acusativo es cuestión de grados. En el fondo, todos los acusativos son “internos” , como dijimos en otro lugar. La interioridad o exterioridad semántica entre el lexema verbal y el lexema nominal es variable : hay in-
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terioridad total en uitam uiuere o seruitutem seruire (¿Qué se ha de vivir sino la “vida” y servir sino la “ servidumbre” ? ). Hay más exterioridad semántica en diruere urbem, ya que se pueden “ demoler” “muchas demoliciones” y entre ellas puede estar como una de tantas la “ demolición de una ciudad” . Pero, desde el momento en que se unen urbem y diruere, “la demo lición de la ciudad” queda incorporada, “ interiorizada” , con ex clusión de cualquiera otra demolición, como se incorporan uitam y uiuere en uiuere uitam. Como dijimos en su lugar, el sujeto, verbo y objeto directo forman el sistema interno verbo-nominal. Si es lícito calificar de acusativo de distancia, de'movimiento, de duración, etc., a los acusativos que acompañan, respectiva mente, a abest, it, regnat, etc., con la misma lógica puede ha blarse de acusativo “ de afecto” , “ de destrucción” , “de bebida” , etcétera, a los acusativos con amo, diruo, bibo, etc. (cf. J. Perret, REL., 35, 1957, p. 158).
3. — E l a c u s a t iv o d e r e l a c i ó n : a c u s a t iv o “ e s t á t i c o ” Los acusativos aparentemente más irreductibles al tipo nor mal son los diversos acusativos que se han agrupado bajo el epí grafe de acusativo de relación o acusativo griego. Tales denomi naciones son ya un indicio del apuro que ante esos acusativos han sentido los gramáticos. ¿Hay algún acusativo que no ex prese relación? ¿No son todas las formas casuales formas que relacionan al nombre en la frase? El llamar “ griegos” a esos acusativos tampoco resuelve nada: es trasladar el problema al campo del griego. Por lo demás, cree mos ya generalizada entre los latinistas la opinión que ve en el acusativo “griego” un auténtico acusativo “latino” , aunque no es imposible que la influencia griega haya contribuido a exten der su uso en la literatura latina. Como siempre, resulta difícil marcar la frontera entre un acusativo normal y un acusativo de relación. Se cita como un acusativo griego o de relación el tipo fre cuente redit exuuias indutus Achilli (Virg., En., 2, 275), “ vuelve revestido de los despojos de Aquiles” . Este tipo es para F. Blatt (p. 86), sencillamente, un acusa
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tivo normal “regido por el verbo medio induor” (cf. Virg., En., 7, 640: loricam induitur, “ ciñe su coraza” ). Nos parece interesante citar un párrafo, aunque largo, de Bassols (Sint. Lat., I, p. 48, Madrid, 1956) : “El acusativo se llama de relación cuando depende de formas verbales (generalmente, participios usados con valor pasivo) para indicar la parte de una persona o cosa afectada por la acción verbal... Es, pues, indispen sable para el uso de esta construcción que el verbo no se emplee con acepción media, pues, en este caso, el acusativo no es ya de relación, sino simple complemento directo... En cambio, si atri buimos al participio acepción pasiva, el acusativo es ya de rela ción... En realidad, los acusativos de relación no son más que primitivos complementos directos regidos por verbos que han dejado de usarse con valor medio para adquirir una acepción pasiva” . Se ve en esas líneas un tremendo esfuerzo por discernir lo indiscernible. Según interpretemos como medio o como pasivo el participio verbal, tendremos un acusativo normal o un acu sativo de relación; pero ya nos hemos referido a la escasa con sistencia de la oposición medio / pasivo (cf. supra, p. 90 y ss.). Y ahora, al tratarse de formas nominales del verbo, ¿quién pue de asegurarnos que tienen sentido activo, pasivo o medio? Lo que nosotros deducimos de la doctrina tradicional es que hay un denominador común a todos los acusativos de relación, tanto verbales (doleo pedem, gr. άλγεΐν τούς ποδας) como parti cipiales (exuuias indutus) como “ adjetivales” (nuda genu, flaua comas): anda siempre en juego la diátesis medio-pasiva, y se trata siempre de un acusativo que “indica la parte de una per sona afectada por la acción verbal” o por la cualidad del adje tivo: en otros términos, se trata siempre de una “ transforma ción o estado” (Leroy, Notes de Gramm. Lat., I, 32). Si ahora recordamos que el nominativo es el caso del sujeto activo o (en el caso límite de la actividad) “estático” , paralelamente ve mos que el acusativo es el caso del objeto “ paciente” o (en el caso límite de la pasividad) “ estático” . Como el nominativo es sujeto estático en la oración nominal pura, en la oración con verbo esse y, por último, en la oración verbal estática (llamada comúnmente “ pasiva” ), igualmente puede haber un acusativo “estático” :
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a) En la oración nominal pura: Sujeto estático: Omnia praeclara rara. Objeto estático: Omnia Mercurio similis (Virg., En., 4, 558). Sujeto estático: murus altus, “la muralla es alta” . Objeto estático: murus decem pedes altus, “la muralla tiene diez pies de altura” . Sujeto estático: Qui?, “ ¿Quiénes (sois)?” . Objeto estático: Qui genus? (Virg., Επ., 8, 114), “ ¿Qué origen tenéis?” b) En la oración verbal “estática” : ya sea con verbo de “ estado” puro (cf. Terencio, Hecyra, 185, 747, etc.). illic est dies complures aetatem etc.
“ allí se está unos cuantos días, una eternidad” , etc.
ya sea con verbo “ activo de sentimiento” : Sujeto estático: (ego) gaudeo, “ estoy contento” . Objeto estático: gaudeo id, “ estoy contento de esto” . gaudeo dolorem alicuius, “me alegro del dolor de alguien” (cf. Estacio, Teb., 4, 231). Sujeto estático: (ego) doleo, “estoy dolido” . Objeto estático: doleo pedes, “ tengo dolor de pies” . ya sea con verbo “pasivo” (en el fondo, igualmente estático) : Sujeto, activo y objeto pasivo: lorie am induit (Curcio, IV, 6, 27), “ se pone la coraza” (se la pone consciente y voluntaria mente) . Sujeto y objeto estáticos: loricam induitur (Virg., En., 7, 640), “ (ya) tiene puesta su coraza” . Este ejemplo requiere un comentario. En loricam induit se ve un acusativo normal, lo cual es evidente; en loricam induitur hay división de opiniones: unos
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ven otro acusativo normal (con “voz media” ), otros un acusa tivo de relac. m; para todos hay perfecta sinonimia entre loricam induit y loricam induitur. Tal vez no sea perfecta la sinonimia. Virgilio inicia el cuadro de la movilización de Ausonia diciendo que “Ausonia era un pueblo tranquilo y que nunca se había movido anteriormente” (v. 623); se arma, pues, sin vocación guerrera, sin complacerse en la guerra; y el cuadro se cierra di ciendo que “ e'1 Ausonio (ya) tiene puesta su coraza” (sin ver dadera actividad en el sujeto ni verdadera pasividad en el ob jeto). Una gran diferencia separa al latín (y al indoeuropeo en ge neral) de las lenguas románicas actuales: éstas enfrentan al verbo genérico de “ acción” , hacer, dos verbos de “estado” : uno intransitivo, ser (en castellano, además, estar) y otro transitivo, haber (en castellano, además, tener). El latín, a sus verbos ge néricos de acción, facere y agere, sólo opone un verbo de estado, el intransitivo esse. No tiene, en cambio, nada comparable al verbo transitivo de estado tan familiar e indispensable al ha blante románico. Para cubrir el inmenso campo de nuestro ha ber y tener, el latín (y el indoeuropeo en general) acude a va rios recursos: uno de ellos es el llamado “ acusativo de rela ción” , susceptible siempre de una traducción con haber o tener. Los otros recursos son: a) algún verbo “ haber” como habeo, Ιχω, pero siempre con un sentido mucho más restringido que el “haber“ románico; b) unos cuantos verbos “ de estado espe cífico” : gaudeo, “ estoy contento” ; uiret, “está verde” ; timeo, “tengo miedo” ; sitio, “ tengo sed” , etc¡; c) el verbo esse con da tivo. En suma: con el acusativo de relación o acusativo griego al canzamos un valor “crítico” en la gama del acusativo: rozamos la zona de los usos neutros, en que el acusativo deja de oponerse al nominativo, esto es, de erigirse en antinominativo. Nosotros, sin embargo, preferimos situar a dicho acusativo en el extremo de la gama del “objeto” porque aún nos parece apuntar la opo sición sujeto / objeto bajo la forma borrosa de sujeto estático y objeto estático. Con todo, nos parece un detalle intrascendente para el concepto general del acusativo el concebirlo todavía como el último eslabón en la gama del antinominativo o incluirlo entre los usos neutros del acusativo.
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Pero antes de pasar al estudio de los evidentes usos neutros del acusativo, hemos de referirnos a la típica construcción del doble acusativo. 4. — E l d o b le a c u s a t iv o
El doble acusativo no ofrece dificultades de interpretación. a) El doble acusativo, llamado “ del todo y de la parte” , es en realidad un solo acusativo por naturaleza: el acusativo “ de la parte” es una simple aposición que precisa “el todo” : Virg., En., 10, 698-699: Latagum... occupat os faciemque, “hiere a Latago ... su rostro y su cabeza” . b) En el doble acusativo de “persona y cosa” hay realmente dos acusativos: ambos normales, ya que van siempre junto a verbos “ causativos” : — doceo (frente a disco) es “yo hago (a alguien) aprender (algo)” : doceo pueros grammaticam, “ hago a los niños apren der la gramática” ; — rogo (frente a regó) = “ hago (a alguien) expresar [pro piamente “ alinear” ] (algo)” : rogo senatorem sententiam, “ hago al senador expresar su parecer” , o sea “ pido el parecer del se nador” ; — moneo (frente a memini) = “hago (a alguien) recordar (algo)” : Fahius ea me ... mOnuit (Cic., Fam., 3, 3, 1), “Fabio me ha hecho recordar estas cosas” . Si los verbos causativos se vuelven “pasivos” (según nuestra teoría, “ estáticos” ), lo único que cambia es lo que doceo, rogo, moneo, etc., añaden a disco, rego, memini, etc., es decir, la diá tesis causativa; en consecuencia, el complemento “ de cosa” per manece invariable como complemento directo normal del anti causativo : pueri docentur grammaticam, “ se hace a los niños aprender la gramática” ; sententiam rogari, “ ser requerido a expresar la (propia) opinión” . La diátesis causativa puede ser simplemente léxica (no gramaticalizada, como en doceo, rogo, moneo, con su vocalismo ca racterístico -o); cf. en esp. “ matar” = “hacer morir” :
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— transduco = “hago (a alguien) traspasar (algo) : exerci tum Ligerim traducit, “hace pasar a su ejército el Loira” . — creare = “hacer ser” (causativo de estado) : creare Cice ronem consulem, “hacer a Cicerón ser cónsul” , o sea “nombrar cónsul a Cicerón” . Etcétera.
§ 4. — Usos neutros de los casos nominales: sintaxis relajada En nuestros manuales de sintaxis latina figuran apartados con los siguientes epígrafes: “Nominativo en función de voca tivo” , “Vocativo por nominativo” , “Acusativo en función de no minativo” , “ Acusativo libre” , “Acusativo exclamativo” , “Acusa tivo elíptico” , etc. En esos apartados encontramos hechos muy dispares, que intentaremos deslindar. A) Las formas de vocativo nos parecen siempre normales: no admitimos que el vocativo pueda asumir la función del no minativo ni del acusativo. No conocemos usos neutros del vo cativo. Se dice que hay un vocativo por nominativo en textos como los siguientes: Tibulo, I, 7, 53: Sic nenias hodierne. Virgilio, En., 2, 283: Quibus Héctor ab oris exspectate uenis? Ibid., 3, 382: uicinosque, ignare, paras inuadere portus. Es cierto que en todos esos ejemplos podría aparecer el no minativo (hodiernus, expectatus, ignarus), y tendríamos enton ces predicativos según la concordancia normal de la sintaxis declarativa; pero lo que han hecho los poetas es salirse del plano de la sintaxis declarativa y saltar al plano de la sintaxis “ afec tiva” , cuya forma característica es el vocativo. Es de advertir que esa falta de concordancia se da siempre en frases notoriamente “ emotivas” : la forma “vocativa” en el adjetivo aísla a ese ad jetivo y, por lo tanto, al independizarlo un tanto del verbo, lo destaca. Es Un uso esencialmente estilístico, en que el vocativo no es un “ sustituto” del nominativo, sino un auténtico vocativo, con su valor propio de vocativo.
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Se dice igualmente que hay un vocativo por acusativo en ejemplos como éste de Propercio (I, 11, 9) : Atque utinam mage te, remis confisa minutis, paruula Lu crina cymba moretur aqua, “ ¡Ojalá — ¡confiada a diminutos re mos!— la barquita te detenga en las aguas del Lucrino!” Blatt (p. 74) comenta: “ Es preferible ver aquí una falta de concordancia y no suponer, con Wackemagel, que el vocativo pueda asumir el papel de acusativo” (cf. Wackernagel, I, 308). Para nosotros (como en los ejemplos anteriores), ni siquiera hay falta de concordancia, sino que el confisa (en lugar de confisam) supone un salto de la sintaxis declarativa a la sintaxis afectiva. Así lo hemos querido reflejar en nuestra traducción, que nos dispensa de más comentario. B) El resto del material citado en los aludidos apartados .de nuestros manuales (y algunos hechos más que vamos a añadir aquí nosotros) puede interpretarse bajo la perspectiva única de la neutralización entre casos nominales y la propensión a impo ner el acusativo en las posiciones neutras. 1) Existen nominativos y acusativos en función propia de vocativo.· Evitaremos, no obstante, el término de “ alternancia” , ya que, según dijimos, no existe la situación inversa. El vocativo es un caso morfológicamente mal caracterizado: sólo tiene forma propia en el singular de los temas en -o, y no en todos (cf. uir, deus, puer, e incluso populus, etc.). En la gran mayoría de nombres hay una forma común para el nominativo y vocativo. No es, pues, extraño que la forma del nominativo suplante al vocativo incluso cuando cabría dar a éste su posible forma propia. En la sintaxis afectiva hallamos también el acusativo en lugar del vocativo. Lo que sucede entonces es que, tanto el nominativo como el acusativo, dejan de oponerse entre sí como lo hacen normalmente en la sintaxis declarativa: la gran oposición su jeto / objeto queda en suspenso al relajarse la estricta sintaxis declarativa; ambos términos se vuelven “ neutros” , y ambos sir ven por igual, ya sea como nomen uocatiuum o exclamatiuum (fabulae! -nugas! Ego miser! -Me miserum!); ya sea como nomen nominatiuum, es decir, como “ designación pura” en las opera ciones metalingüísticas (según vimos en otro lugar).
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2) Todos los ejemplos que se citan de “nominativo libre” , “ acusativo libre” , “ acusativo en función de nominativo” ... son usos “ neutros” de los casos nominales, y se dan siempre en cons trucciones sin trabazón sintáctica rigurosa. Cuando hay sintaxis “ de verdad” , la oposición nominativo / acusativo es inconfundi ble; cuando la sintaxis “ se relaja” , o, lo que es lo mismo, “ deja de existir” , también deja de existir la oposición nominativo / acu sativo; ambos casos, como en el metalenguaje, se convierten en tonces en “ designaciones puras” y, por lo tanto, negativamente equivalentes. Aquí podemos citar ejemplos como los siguientes: a) Nominativo o acusativo de un nombre en aposición a una frase entera: N o m in a t iv o : Cic., Tuse., I, 65: Ganymedem ab dis raptum ait (Homerus) propter formam...; non iusta causa cur... A c u s a t iv o : ibid., I, 102: hoc dicto admoneor ut aliquid etiam de humatione ... dicendum existimem: rem, non difficilem...
b) Nominativo o acusativo en listas de nombres “ sueltos” : N o m in a t iv o : CIL, VI, 100, 52: uicit Scorpus equis his: Pega sus, Elates, Andraemo, Cotynus, “triunfó Scorpo con los siguien tes caballos: Pegaso, Elates, etc.” . A cusativo : Catón, Agr., 37 : Stercus unde facias: stramenta, lupinum, paleas, fabalia, frondem iligneam, querneam, “ Puedes sacar estiércol de esto: ramaje, lupino, paja, plantas de habas, hojarasca de encina, de roble” . c) Más bien acusativo que nominativo en la sintaxis más a-sintáctica, es decir, más relajada. El acusativo se emplea libre mente siempre que una noción susceptible de expresarse por un sustantivo se ofrezca a la mente como un simple esbozo y haya de consignarse como tal (cf. Blatt, p. 87) : Horacio, Epist., I, 5, 12: quo mihi fortunam?, “ ¿de qué me sirve la fortuna?” ; Sat., II, 7, 116: unde mihi lapidem?, “ ¿de dónde sacaría yo una piedra?” Petronio, Satiricon, 52: aquam foras, uinum introi, “ ¡fuera el agua, venga vino!” Estos acusativos son, a veces, llamados elípticos, dando a en tender que son acusativos normales con un verbo sobreenten
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dido como alguno de los verbos que nos vemos forzados a intro ducir en nuestras traducciones. En realidad, “ no se sobreentiende en tales casos ningún verbo determinado... El hablante se con tenta con indicar el objeto que se presenta a su mente... Refi riéndose al acusativo cauneas (grito del vendedor de higos), Madvig observa que ya puede uno darse el gusto de sobreen tender emite; no deja de ser cierto que los vendedores, cuando gritan “ ¡alcachofas!, ¡alcachofas!” , no sobreentienden nada” (Blatt, p. 87). 3) Junto a los acusativos “libres” anteriores hemos de colo car el acusativo llamado “sujeto del infinitivo” ; i¿al acusativo, por sernos más familiar, no resulta menos extraño y ambiguo que los anteriores. La oración de infinitivo representa una relajación total del sintagma verbo-nominal: el infinitivo es un modo im personal, y el modo impersonal excluye el sujeto; el gfupo su jeto-verbo está rigurosamente caracterizado en latín por la con cordancia en número y persona; todo esto desaparece en la ora ción de infinitivo. El sujeto en acusativo es, pues, un pseudosujeto, o, a lo sumo, un sujeto “lógico” , ya que por la semántica nominal y verbal podemos “ adivinar” cuál sería el sujeto si se diera forma sintáctica a ese mensaje a-sintáctico; pero, cuando la semántica nos falla, el mensaje es irremisiblemente indesci frable. Cicerón da como ejemplo de perfecta anfibología el orácu lo de Apolo aio te, Aeacida, Romanos uincere (De div., II, 116), “ yo declaro, Eácida, — tu a los Romanos / los Romanos a ti— vencer” . 4) En la misma perspectiva de la sintaxis relajada hemos de ver la oración exclamativa en infinitivo: Virg., En., I, 37: mene incepto desistere uictam?, “ ¿renunciar yo, vencida, a mi propósito?” La sintaxis no es totalmente relajada en el nominativo sujeto del llamado (arbitrariamente) infinitivo histórico: Terencio, And., 146-147: ego illud sedulo [ negare factum, “yo me puse a negar enérgicamente tal hecho” . Aquí, el nominativo ya apunta claramente hacia la función que le es propia. Falta, sin embargo, la caracterización verbal para que haya construcción “sintác tica” . La transición entre la construcción a-sintáctica y la sintác tica puede observarse en estos ejemplos:
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a) Dicitur Homerum caecum fuisse (sin ninguna sintaxis); b) Dicitur Homerus caecum fuisse (con sintaxis incipiente en el sintagma nombre-verbo; pero no parece legítimo hablar aquí de “ oración de infinitivo con sujeto en nominativo” : la gra mática nos dice que Homerus es sujeto de dicitur y no de caecum fuisse). c) Dicitur Homerus caecus fuisse (enunciado totalmente sin táctico) . 5) Todavía dentro del latín literario hemos de señalar otros usos del acusativo como caso de la relajación sintáctica: horam amplius, “ más de una hora” ; plus mille homines, “ más de mil hombres” ; aliquid id genus, “ algo por el estilo” ; data a. d. IV K. Nou. (— data ante diem IV Kalendas Nouembres); el kalendas nouembres queda tan “ suelto” sintácticamente como los lexemas “ numéricos” de nuestras fechas o los lexemas “nominales” de las señas que figuran en nuestra correspon dencia. Cabría alargar indefinidamente la lista con acusativos fosili zados: quod, quia, iam, partim, statim, etc. Ha de reconocerse una evidente propensión de todo nombre a caer en la forma de acusativo en cuanto se relajan las cone xiones sintácticas de un enunciado. Hemos dicho en otro lugar que el acusativo es la piedra angular del sistema casual latino: el caso morfológicamente cero (tema puro o ampliado eventual mente con un sufijo nasal sin valor casual), cuyo valor sintáctico se define esencialmente por entrar en oposición con el nomina tivo positivamente marcado. En cuanto se relaja esa oposición, el nombre recae en su forma más neutra : las lenguas románicas llegarán al final de esta evolución: al acusativo como caso único, o sea al nombre indeclinable.
VI CASOS NO-NOMINALES
S 1. — Genitivo 1. — G e n it iv o adnom inal
1) Como dijimos (supra, p. 103), la diferencia entre el geni tivo y los casos nominales es de orden sintáctico, no semántico. El nombre en genitivo es todavía semánticamente nombre, por que designa todavía la noción nominal íntegra como el nomina tivo y el acusativo; pero la función sintáctica del nombre en genitivo ya no es la que corresponde por definición a la cate goría léxica del “ sustantivo” , sino a la categoría del adjetivo: .a saber, la función determinativa del sustantivo. El morfema del genitivo realiza, pues, la transferencia funcional del nombre a la categoría (funcional) del adjetivo. 2) Esta transferencia, como todas las demás, es un proce dimiento de economía lingüística: ahorra una masa muy nota ble de léxico (una masa de adjetivos). Para cubrir la función “ adjetiva” , la lengua tiene cierto nú mero de palabras ad hoc: las que son morfológicamente adjeti vos y constituyen la categoría del adjetivo. Pero el léxico adje tival sólo cubre las determinaciones nominales más frecuentes, habituales y sencillas; gracias a las transferencias lingüísticas, el hablante podrá añadir a cualquier sustantivo cualquier determi nación nueva que le pase por la mente, aunque la lengua carezca del correspondiente adjetivo morfológico. Los dos grandes re cursos (¡no los únicos!) del latín para cubrir la función adjetiva, sin adjetivo morfológico, serán el nombre en genitivo y la ora ción de relativo.
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He aquí una triple “ adjetivación” sin adjetivo (morfológico) Petronio, 140 : matrona ... quae multas saepe hereditates officio aetatis extorserat, tum anus et floris extincti..., “ una señora ... que (antaño), gracias a su juventud, había escamoteado en múl tiples ocasiones numerosas herencias, ahora vieja y marchita...” Obsérvese la triple transferencia adjetival: a) La oración de relativo; b) el sustantivo anus “ adjetivado”; c) el genitivo floris extincti: como decimos nosotros, “ una señora de edad avanzada” , Petronio dice “una señora de flor marchita” . 3) El genitivo es un caso puramente sintáctico: expresa una “ relación cualquiera de sustantivo a sustantivo” . Un nombre en genitivo es una determinación no-particularizada de otro sustan tivo del cual depende. En el plano gramatical sólo existe un tipo de genitivo adno minal, y siempre con el mismo significado, a saber: relación ge neral de nombre a nombre. Podemos dar una traducción léxica del contenido gramatical del genitivo. Llamemos N1 al sustan tivo regente, y N2 al sustantivo regido o genitivo: JV'JV2 = Nl tiene-que-ver-con N2 domus p atr -is = “ la-casa tiene-que-ver-con el-padre” Ahora bien, ¿qué es lo que concretamente tiene que v.er N1 con IV2? En otros términos: ¿cuál es la relación específica que hay entre N1 y /V2? A esa pregunta no contesta la gramática, sino la lógica o el sentido común. El genitivo expresa la “relación ge neral” entre dos nombres, no desciende al análisis de la “ gene ralidad” en sus múltiples variedades concretas y particulares: el genitivo no “particulariza” . Esta realidad no pasó inadvertida a la perspicacia de los gramáticos griegos, que llamaron al ge nitivo γενική χτώσις, es decir, “caso general” , o, mejor dicho, “ caso genérico” , porque expresa “ el género” ; γενικός es un derivado de γένος, , “género” . Pero ,los latinos, menos aptos para captar las ideas generales, no conocieron el alcance de la denominación griega. Sólo vieron el caso particular en que el genitivo sirve para expresar el ori gen, la paternidad: en Diodorus Timarchidi, “Diodoro (hijo)
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de T.” {Cic.,. Verr., 2, 4, 138), sólo vieron la noción genética, y así tradujeron γενικός por genetiuus, como si en griego hubiera γεννητικός (“ propio a la generación” ), derivado de γέννησις (“ acción de engendrar” o “generación” ). Así, la verdadera naturaleza del genitivo, perfectamente vista por los griegos, quedó oscurecida para la tradición latina que es todavía la nuestra (cf. L. Tesniére, Synt. Structurale, p. 439 y ss.). El genitivo adnominal puede cubrir todas las relaciones es pecíficas “significadas” por los demás casos e incluso otras mu chas que carecen de expresión casual. Si N1 es un sustantivo verbal, el genitivo (N2) podrá, lógicamente, ser agenté o paciente y representar a los casos nominales (nominativo y acusativo) del sintagma verbo-nominal: timor hostium = “ los enemigos temen” o “ se teme a los enemigos” . 4) Pero insistamos: el precisar en la categoría unitaria del genitivo subtipos como genitivo subjetivo, objetivo, posesivo, de materia, etc., es un ejercicio de pura lógica, que nada tiene que ver con la gramática. La lógica opera en su dictamen con la se mántica: por el significado léxico de los elementos relacionados por la gramática, la lógica deduce a posteriori varias docenas de usos del genitivo sin interés para el gramático. Así: domus patris, la relación general se concreta en “ po sesión” , ya que no es presumible otra posibilidad de relación entre las dos nociones “ casa” y “ padre” ; en poculum auri (“ copa” y “ oro” ), lo más probable es que se trate de “ objeto” y “ma teria” ; en cambio, en poculum lactis (Tibulo, 3, 5, 34) o en po culum ambrosiae (Apuleyo, Asno de Oro, 6, 23) debe (?) tra tarse de “continente” y “ contenido” ; y en poculum mortis (Cic., Cluent., 31) o poculum amoris (Plauto, Truc., 43; Horacio, Epod., 5, 38) podemos elegir razonablemente entre el genitivo posesivo, objetivo, subjetivo, etc. Tal vez quede más claro lo que pretendemos demostrar con otro ejemplo ya clásico entre los estructuralistas. “ Statua My ronis” no significa ni más ni menos que “la estatua de Mirón” . Pero el genitivo no especifica si “Mirón” es él dueño de la esta tua, o el artista que la cinceló, o el personaje representado por el artista; si llegamos a intuir qué relación específica liga a Mi rón con estatua no será por lo que nos enseña la gramática —que no distingue entre genitivo posesivo, subjetivo ni ob je-
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tivo— , sino por razones ajenas a la gramática: por nuestros co nocimientos directos o indirectos sobre la aludida estatua y el personaje llamado aquí Mirón. Y de esos conocimientos deduci remos, a posteriori, que el genitivo es posesivo o subjetivo u ob jetivo. Buen ejemplo es también el genitivo de “familia” : He ctoris Andromacha = “Andrómaca (la) de Héctor” ; pero ignora remos si se trata de la esposa, la hija, la esclava o la liberta de Héctor, o, si logramos saberlo, ·será por consideraciones extralingüísticas. Todo esto ya lo vio con mucha claridad, hace medio siglo, el gran Meillet: “El genitivo expresa sencillamente que un nom bre determina a un sustantivo, y resulta tan inútil como imprac ticable el intento de pasar revista a todos los matices de sen tido que el genitivo puede expresar” (Introd. à l’étude compara tive des langues i. e., Paris, 1937s, p. 346). Resulta inútil pasar revista a los matices semánticos que pro duce el choque de los dos sustantivos implicados en la interdeterminación, ya que la comprensión del sintagma es normal mente instantánea e inconsciente. No contribuye demasiado a ilustrar al latinista la explicación que ve un genitivo de materia en lauri folia, “hojas de laurel” ; no es lo mismo “hojas de laurel” que “hojas de plata” , o “ de papel” , etc. Además, dicha tarea es irrealizable, ya que más de una vez caben varias especificaciones igualmente válidas dentro de la re lación general: en el ejemplo clásico de genitivo de materia sebi ac picis glebas (“bolas de sebo y pez” ) “ no es imposible el sen tido partitivo” (Ernout, p. 43). Puede observarse que lo que un autor incluye en un casillero de su sintaxis, otro, con la misma razón (o la misma sinrazón), lo pone en otro casillero distinto. Por último, lanzados ya a precisar la imprecisión del genitivo, podríamos seguir añadiendo indefinidamente nuevos apartados: — genitivo de “edad” : puer nouem annorum, “niño de nueve años (de edad)” ; — genitivo “ de reclamación o exigencia” : res multi laboris, “trabajo que exige mucho sacrificio” ; — genitivo “de necesidad” : adulescens maxumae escae (Plauto, Men., 100), “ joven de muchísimo comer” (“ que nece sita muchísima comida” ), etc.
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1 bis. — G e n itiv o dependiendo dé a d je tiv o s y p a r t ic ip io s
1. El adjetivo no figura entre las partes de la oración (partes orationis) en la antigüedad. El capítulo de nomine estudia como categoría unitaria lo que a partir de la edad media se subdivide en nomen substantiuum y nomen adiectiuum. Entre los accidentes gramaticales del nombre señalan las gramáticas antiguas los “ grados de comparación” , característica — drcen— que sólo afecta a los “ nombres” de la “ cualidad o la cantidad” . No faltan razones para defender el punto de vista de los tra tados antiguos: la morfología es prácticamente la misma para el nombre y para el adjetivo; y la sintaxis usa gran número de vocablos en función sustantiva o adjetiva sin caracterizar grama ticalmente por nada el cambio de función. De todos modos, si los hablantes latinos y sus teóricos — con razón o sin ella— no vieron diferencia entre el nombre y el ad jetivo, si ambas categorías eran para ellos nomen, tampoco hay necesidad para nosotros de subdividir el estudio del genitivo según vaya determinando a un nombre o un adjetivo. 2. De hecho, ya lo han entendido así algunos gramáticos mo dernos (como F. Blatt y, en cierto modo, aunque confusamente, Ernout), que incluyen el genitivo con adjetivo en el apartado del genitivo “ adnominal” . Que la noción principal del sintagma vaya expresada con un nomen substantiuum o un nomen adiectiuum es una circuns tancia que no influye en el genitivo como determinante de esa noción: — fastidium cibi (Cic., Inu., 1, 25), “ el hastío de la comida” ; — fastidiosus litterarum (Cic., Brut., 247), “ hastiado de la literatura” . — studium sapientiae, “ el estudio de la filosofía” ; — studiosus sapientiae (Cic., Tuse., 5, 9), “ estudioso de la filosofía” . — integritas uitae, “ la integridad de vida” ; — integer uitae (Horacio, Carm., 1, 22, 1), “íntegro de vida” o “ de vida íntegra” .
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— cupiditas regni (César, B. G., 1, 2, 1), “el deseo del reino” o “el deseo de reinar” ; — cupidus pecuniae, “ ansioso de dinero” . 3. Junto al participio, como zona fronteriza entre la cate goría nominal y la verbal, puede aparecer el genitivo o el acusa tivo, sin que haya sinonimia entre ambas construcciones : A) miles patiens frigoris; B) miles patiens frigus. “ EI genitivo —dice Ernout, p. 58— corresponde al empleo iel participio como adjetivo, el acusativo al empleo como verbo” ; o, mejor dicho, el genitivo, precisamente por ser “el comple mento adnominal” , nos invita a ver en A) una representación de la cualidad estable (¡nominal!) : “ Soldadq acostumbrado a so portar el frío” ; y el acusativo, como complemento adverbal, nos invita a ver en B) una representación dinámica (¡verbal!) de un hecho actual y transitorio: “ Soldado que pasa momentánea mente frío” . 4. Todo adjetivo latino, como todo nombre, puede llevar en principio un complemento en genitivo. Hay adjetivos que, por su semántica, sólo se prestan a llevar un complemento en geni tivo: dubius, incertus, trepidus..., de significado impreciso, sólo se construyen con genitivo, el caso general de la imprecisión. Otros se prestan a regir un genitivo, un dativo o un ablativo. Ello no quiere decir que los diversos casos se vuelvan entonces sinó nimos: mantienen normalmente su valor propio, más o menos perceptible según los contextos: A) ut sibi sui liberi superstites essent (Cic., Nat. Deor., 2, 72), “ para que sus hijos le sobrevivieran” ; B) utinam te non solum uitae sed etiam dignitatis meae superstitem reliquissem! (Cic., Quinct. Fr., 1, 3, 1), “ ¡Ojalá so brevivieras no sólo a mi persona, sino también a mi dignidad!” Vemos que el complemento general, sin matices especiales (uitae, dignitatis) de superstes va en genitivo (ejemplo B ); en cambio, en el ejemplo A, sibi va en dativo porque designa a “la persona interesada” en la supervivencia. Tendremos ocasión de volver sobre las “ alternancias” entre casos.
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2. — E l g e n it iv o a d v e r b a l 1. Todos los usos del genitivo adverbal figuran, acertada mente, en la sintaxis de Ernout bajo el epígrafe de “ usos en regresión: pervivencias” . Lo que nos parece menos acertado es mezclar, en el mismo apartado, con los genitivos adverbales, otros muchos no-adverbales y, en parte, “ vivos” en La lengua. También nos parecen acertadas algunas observaciones de Bassols a determinados genitivos adverbales aislados: “la prosa clá sica se muestra ... reacia a aceptar esta construction” (I, p. 67; se trata de los verbos de abundancia y privación con genitivo) ; el uso del “genitivo de referencia ... aparece en latín limitado a unas pocas construcciones...” (p. 69); “ el genitivo de xúbrica ha tenido ... una vida muy precaria en latín” (p. 73). Bajo ese prisma de “ pervivencias en regresión” hemos de ver todos los usos adverbales del genitivo latino. 2. Sólo el genitivo adnominal se presenta al hablante latino como uso “libre” , “ incondicionado” , “productivo” . El uso adver bal queda reducido a un número muy limitado de verbos y “ con dicionado” por esos verbos: no es libremente productivo, como el genitivo adnominal. El genitivo adverbal es un producto “ muerto” , arbitrario e inexplicable en la perspectiva sincrónica (es decir, “ funcional” ) del latín; su estudio no es, pues, de la es tricta incumbencia del gramático, que sólo se interesa por las construcciones regulares y libremente productivas; el autor de una sintaxis puede desentenderse del genitivo adverbal y de jarlo — como producto “ muerto” , como residuo “fosilizado” de estados lingüísticos pretéritos— en manos del historiador de la lengua. Para el gramático, el genitivo “ no funciona” como com plemento del verbo; y si a veces — a pesar de la norma lingüís tica vigente— se encuentra con un genitivo adverbal, lo tratará como una frase hecha, relegándolo, por lo tanto, a la lexicología. 3. No todos los genitivos adverbales latinos presentan el mis mo grado de arbitrariedad e irreductibilidad a la norma vigente en la lengua. Si nos permitimos una rápida digresión diacrónica, observamos: a) que algunos genitivos considerados como adver bales son todavía “ normales” , es decir, adnominales; b) que otros son totalmente aberrantes con relación a la norma vigente en
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el latín histórico; c) y que otros son tipos intermedios entre los dos extremos anteriores. a) Como muestra del primer grupo señalamos, entre varios ejemplos de los manuales de sintaxis latina, el texto de Plauto (Cist., 562) : talenta uiginti det dotis. En dotis hay un genitivo adverbal “ de relación” para Ernout (p. 56), “ de concepto o rú brica” para Bassols (I, p. 72) ; sin embargo, puede verse un ge nitivo normal dependiente del sustantivo talenta: “ que entregue veinte talentos de dote” . Naturalmente, cabe precisar la impre cisión del genitivo traduciendo: “veinte talentos (en concepto de / a título de / como) dote”). Pero tales posibles traduccio nes no deben llevarnos a creer que dotis sea “ más y mejor geni tivo de relación” que patris en domus patris. b) Genitivo aberrante (y acusativo no menos “ inmotivado” ) tenemos con los verbos paenitet, miseret, piget, taedet y pudet: paenitet me culpae meae, “me arrepiento de mi culpa” , es frase cuya construcción no obedece a ninguna norma conocida, y sig nifica lo que significa “porque sí” , no por lo que la organización gramatical añade al léxico. Otro genitivo “ fuera de sistema” es el llamado genitivo ex clamativo: o mercis malae!, “ ¡Oh la mala mercancía!” (Plauto, Truc., 409). Sólo existen otros tres ejemplos seguros en toda la latinidad clásica: uno más en Plauto (Most., 912), otro en Lucre cio (2, 45) y el tercero en Propercio (4, 7, 21). c) Dentro ya del tercer grupo, es presumible que el geni tivo con referí (y, paralelamente, con su sinónimo interest) fue, en una etapa prehistórica, un genitivo adnominal: *patris res fert, “ el interés del padre comporta” > patris refert, “ es del interés de mi padre” . El genitivo de precio o estimación, el genitivo con esse (“ ser propio de” ) y el genitivo “ de finalidad” son derivaciones del ge nitivo normal y, en ocasiones, todavía claros genitivos adnomi nales : Tenemos genitivos adnominales de precio en senex minimi pretii (Plauto, Bacch., 444) y homo nihili (Trin., 1017). Estos genitivos siguen marcando la misma dependencia en la frase nominal con esse: meam erus esse operam deputat parui pretii (Terencio, Hecyra, 799), “ el amo considera que es servi-
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cio de poco precio el mío” ; nullus tam parui pretii (Plauto, Aul., 1017), “ nadie es de tan escaso valor” . Si en lugar de la simple cópula aparece otro verbo semánti camente menos neutro, ya tenemos el genitivo ' “adverbal” de precio o estimación: uoluptatem ... uirtus minimi facit (Cic., Fin., 2, 42), “ la virtud no hace el menor caso del placer” . Un genitivo tan normal como iudicis officium pasa igual mente con la cópula a iudicis est (officium): Iudicis officium est, ut res, ita tempora rerum quaerere (Ovi dio, Trist., 1, 1, 37), “Es deber del juez examinar* las circuns tancias de los hechos como los mismos hechos en sí” . Y, sin el apoyo nominal, tenemos ya el genitivo con esse (“ser propio de” ) : cuiusuis hominis est errare, nullius nisi'insi pientis perseuerare in errore (Cc., Philipp., 12, 5), “ Es prtfpio de todo hombre el equivocarse, pero tan sólo es propio del in sensato el perseverar en la equivocación” . No hay fundamento para establecer el tipo llamado “genitivo de finalidad” , ya que no suele faltarle a tal genitivo el apoyo no minal. Bassols (p. 96) comenta exercitus opprimundae libertatis (Salustio, Hist, fragm., I, 77, 3) como “el ejército de la represión de la libertad” > “ el ejército para la represión de la libertad” > > “ ... para reprimir la libertad” . Pero ha de tenerse muy en cuenta que lo único que existe en la perspectiva del latín es la primera de las tres interpretaciones; las otras dos son simples sugerencias del gerundivo, simples traducciones, y nada de eso forma parte del contenido casual del genitivo. Todos loe geni tivos de finalidad que citan los manuales van acompañados del gerundivo: esta forma es la que sugiere siempre la idea de “fu turo” y hace interpretar la relación general expresada por el ge nitivo como “ relación final” . Sólo una vez falta al genitivo de finalidad el apoyo adnomi nal: Germanicus Aegyptum proficiscitur cognoscendae ueritatis (Tac., Ann., 2, 59, 1), “ Germánico se va a Egipto para conocer la verdad” . Es, por lo tanto, el único genitivo que en la litera tura latina clásica podría llamarse con cierta propiedad “geni tivo de finalidad” . Pero un hecho aislado “ de habla” no cons tituye un tipo sintáctico, un hecho de lengua.
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INTRODUCCION A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
4. Por último, hay un genitivo auténticamente adverbal con el reducido grupo de los verbos que “rigen genitivo” : los verbos de abundancia o privación (implere), los de recuerdo u olvido (memini, obliuiscor) y los uerba iudicialia (damnare, accusare). Al lado de la construcción “inmotivada” con genitivo adver bal suele coexistir la construcción “ motivada” por la norma sin táctica viva: — implere aquae, uini, etc., o (con el ablativo instrumental regular) aqua, uino, etc. — memini offici, Ciceronis, etc., o (coh el caso normal del objeto) officium, Ciceronem, etc. — accusare, damnare, proditionis, caedis, furti, maiestatis, pecuniae, etc., o (con el ablativo regular de causa) proditione, caede, furto, maiestate, pecunia, etc. N o t a : condemnare aliquem certam pecuniam, “ h a ce r pagar a a lg u ien cierta ca n tid a d d e d in e r o ” , es la c o n s tr u cc ió n re g u la r “ ca u sa tiv a ” estu d iad a supra, p. 127.
§ 2. — Dativo 1. — F un ció n del dativo
1. El morfema de dativo añade a la función designativa del nombre la nota de “persona (o, eventualmente, cosa) interesada” en la acción que se menciona. Es, pues, un caso semántico-sintáctico: semántico por la nota que añade a la función designa tiva; sintáctico, por relacionar con el verbo al nombre previa mente modificado semánticamente. 2. La persona puede estar “ interesada” en el proceso por resultar “beneficiada” o “perjudicada” (provecho o daño) o, sim plemente, por verse llamada a juzgar de lo que se dice (dativo de relación o datiuus iudicantis). 3. Al significado gramatical del morfema dativo suele co rresponder el significado (también muy gramatical) de nuestras preposiciones a y para; y es, efectivamente, la traducción que en
Or d e n a c i ó n d e l o s c a s o s l a t i n o s
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la gran mayoría de ocasiones damos al dativo. Siempre cabe, no obstante, otra traducción “más léxica” . En estas páginas hemos de desarrollar con frecuencia mediante léxico la traducción del dativo para insistir en el valor claramente unitario de este caso. El léxico específico castellano que cubre el significado grama tical (es decir, genérico) del dativo es éste: en-pro-de / encontra-de, en-beneficio-de / en-perjuicio-de, en-provecho-de / endetrimento-de, para-bien-de / para-mal-de, por-desgracia-para / por-suerte-para, para-con / contra, en-interés-de / en-detrimento-de, para-defensa-de / para-ataque-de; a-los-ojos-de, a-juiciode, a-disposición-de, en-el-haber-de, en-opinión-de, etc. Frente al genitivo, que es el caso de la relación en general (cualquier relación de nombre a nombre), el dativo es un caso de relación específica, puesto que se limita a expresar una sola relación: la de interés. Pero lo mismo que el genitivo ne espe cifica dentro de la relación general y que las posibles especifi caciones (genitivo posesivo, de materia, etc.) quedan a merced del contexto, paralelamente el dativo no especifica subtipos “ den tro de la relación de interés” : por lo tanto, las especificaciones que nosotros establecemos en nuestras traducciones (provecho / daño, para bien / para mal, para la defensa / para el ataque, etcétera) serán fruto del contexto: el único contenido del da tivo es “ relación de interés” , noción ésta que abarca por igual los dos términos de cada oposición reflejada en nuestra lista del “léxico del interés” . Así, circumdare aliquam rem alicui signi ficará, simplemente, “ colocar-alrededor alguna-cosa por-interéshacia-alguien” . Este esquema abstracto de lengua puede reali zarse en hechos de habla aparentemente contradictorios: circumdare murum urbi (cf. T. Livio, 41, 20, 6) significa “ disponer-alrededor una-muralla en-interés-de-la-ciudad” . Y sólo gracias al contexto podemos especificar más: “ una muralla
en-interés-de la-ciudad” para-bien-de para-salvación-de para-defensa-de etc.
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En cambio, circumdare exercitum castris hostium (cf. T. Li vio, 3, 28, 2) será: “ disponer un ejército: en-interés-de
el campamento enemigo”
para-ataque-de para-mal-de para-destrucción-de etc. Lo mismo ocurre con la relación puramente “ espacial” que expresa el castellano en “ disponer un ejército alrededor de un campamento” . En un contexto dado podrá inferirse si se rodea el campamento para defenderlo o para atacarlo: todo depende de quién sea el que pone el cerco al campamento; una determi nación del sustantivo “ campamento” puede ser indicio suficiente de orientación: “ alrededor del campamento (enemigo)” ya per mitiría saber que el cerco es de los atacantes y no de los pro pios defensores del campamento. Esta ambigüedad del dativo dentro de la noción de “ interés” puede: a) evitarse: hay mil recursos para lograrlo; uno de ellos es el contexto, como la determinación de castris por el hostium en el ejemplo citado; cabe también prescindir del dativo y acudir a procedimientos más léxicos: ad castra oppugnanda o ad castra tutanda en vez del simple dativo castris; uestra reique publicae causa (Cic., Verr., 5, 173), “ en vuestro interés y en interés del estado” , etc. b) explotarse estilísticamente, como lo hace el malabarismo cómico de Plauto. Así, tibi reddo quod tibi abstuleram significa en principio: “a ti te devuelvo lo que yo a ti te había sustraído” o, también, “ a ti te devuelvo lo que yo para ti había sustraído (a otro)” ; es de cir, el tibí (con auferre) puede representar a la “persona intere sada” como “víctima del robo” o como “ beneficiaria del robo” . Normalmente entenderemos la frase como “ a ti te devuelvo lo que a ti te había robado” (dativo de provecho con reddo y da
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tivo de daño con abstuleram). Pero veamos lo que pasa en Plauto (Aulularia, 634-635) : S t r o b il v s . —· E v c l io . —
Quid tibi uis reddam? Rogas?
S t r o b i l v s . — Nihil equidem tib i a b stu li. E v c lio . —
A t illud quod tib i a b stu lera s.
La afirmación rotunda de Estróbilo, “ En verdad, yo a ti no te he robado nada” , es interpretada por Euclión —y ahí radica el efecto cómico— “yo para ti no robé nada (a nadie)” , y, en consecuencia, le replica : “ Pero devuélveme lo que habías robado para ti” . Plauto juega con la indistinción fundamental del dativo como de provecho o de daño. 4. Los manuales clásicos nos hacen aprender de memoriä_al gunas docenas de verbos que “rigen” dativo. Si el dativo fuera un caso “ regido” , se convertiría en un caso “muerto” , carente de información casual, como lo es el genitivo adverbal o cualquier caso regido mecánicamente por una preposición. El saber de memoria que memini rige genitivo, que las preposiciones ad o ab arrastran tras sí, respectivamente, el acusativo o el ablativo nos dispensa de bucear más en el valor del caso en cuestión. El dativo no es nunca un caso necesariamente arrastrado como el caso regido por una preposición; tampoco es, como el genitivo adverbal, un hecho aislado, inexplicable por el sistema vivo de la lengua latina; la construcción memini Ciceronis no puede extenderse a otros giros en que se halle la misma relación verbo-nominal que hay entre memini y Ciceronis. El dativo no queda circunscrito a ciertos tipos fijos y heredados: se usará libremente —sea cual fuere el verbo y sea cual fuere el nom bre de persona (o cosa)— siempre que se haya de expresar la misma relación que hay entre do y pauperibus en do (panem) pauperibus. 5. La realidad es que el dativo tiene siempre un valor en sí mismo, totalmente independiente del verbo determinado por él. La independencia del valor “ dativo” frente al verbo se pone de manifiesto cuando, por conmutación, se hace variar, en un mensaje, el morfema casual y nada más que el morfema casual:
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cauere:
a) con dativo: canere alicui, “ estar-alerta al-serviciode-alguien” , o sea, “ velar por alguien” ; cauere está usado intransitivamente; equivale, transitivamente, a cauere cautionem, con ese acusativo interno del len guaje jurídico que leemos en Digest., 46, 8, 6. b) con acusativo: caue caneml, “ ¡ojo al perro!” Aquí tenemos un “ estar-alerta” transitivo; ya no se trata de cauere cautionem, sino de cauere canem, pof lo tanto, algo así como “ vigilar al perro (para guardarse de é l)” . c) con acusativo y dativo a la vez: scabiem pecori caueto (Catón, Agr., 5, 7), “Estáte-atento a ( = vigila) la sarna para-bien-de-tu-ganado” , o sea “presta aten ción a la sarna del ganado” . d) con preposición y ablativo: cauere ab aliquo, “ es tar-alerta del-lado-de alguien” ; ab aliquo sólo alude a “la zona geográfica del peligro” . e) con dativo y preposición de ablativo: mi abs te caueo (Plauto, Men., 151), “ para-mi-seguridad estoyatento por-tu-lado” , o sea “ tomo mis precauciones frente a ti” .
metuere:
metuo alicui, “ tengo-miedo en-interés-de-alguien” , o sea “ temo por alguien” ; metuo aliquem, “ temo a al guien” .
consulere: consulere alicui, “hacer-consultas a-favor-de-alguien” , o sea “mirar por alguien” ; consulere aliquem, “ con sultar a alguien” . Puesto que lo único que cambia en tales ejemplos es “ el caso” , parece lógico atribuir al cambio “ casual” (gramatical) la respon sabilidad del cambio del mensaje y no al revés: no hay funda mento objetivo para pensar que el verbo (¡invariable!) cambia previamente de sentido y que ese cambio semántico (léxico) mo tiva el cambio de la construcción. 6. En consecuencia, no es previsible si tal o cual verbo lle vará o no llevará junto a sí un dativo. Si nos referimos a los tex
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tos, vemos que cualquier verbo latino es susceptible de llevar un determinante en dativo. La terminología nos dice que el dutiuus es el casus dandi; y, en algunas lenguas (chino y cambodgiano), el verbo d ar se em plea en un sentido abstracto, como mero símbolo de le relación “objetiva indirecta” ; es decir, d a r se convierte en morfema equi valente al morfema indoeuropeo de dativo. Naturalmente, si algún verbo se presta, por su semántica, a ir acompañado de un beneficiario es el verbo d ar , ya que dar supone como noción complementaria el recibir en la persona favorecida por la dádiva: Hic panem
damus, “ aquí damos pan” (lo regalamos).
Hic panem
pauperibus esurientibus canibus etc.
damus.
En cambio, euenire, uiuere, exsistere, peccare, arare, etc., no apuntan por su semántica hacia un previsible beneficiario y, en consecuencia, los manuales de sintaxis no los pondrán entre los verbos que se construyen con dativo; pero este caso puede apare cer a su lado y tendrá con ellos el mismo valor que tiene junto a dare, es decir, “ designará a la persona favorecida o perjudi cada” en el euenire, en el uiuere, en el exsistere, en el peccare, en el arare, etc., como junto a dare designa a “la persona favo recida o perjudicada” por la acción de “ dar” : Ejemplos: euenire: mihi ... bene et feliciter euenit (Cic., Mur., 1; ad fam. 4, 14, 1), “ en buena y feliz hora ocurrió esto para-mi-bien” , o, sencillamente, “ me ocurrió esto” . uiuere: síbi uiuere, “vivir para sí (solo)” , o sea “vivir en egoísta” (cf. Terencio, Eun., 480) ; satis diu uel naturae uixi uel gloriae (Cic., Marc., 8, 25), “ viví lo suficiente tanto para-satisfacción-de-la-naturaleza como de mi gloria” ; sibi uixit, sibi sum ptum fecit (Ter., Ad., 865), “ vivió a-su-gusto, gastó a-su-gusto” . exsistere: Nam nisi illi (referido a Aquiles) ars illa (el arte de Homero) exstitisset, idem tumulus qui corpus eius contexerat,
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nomen etiam obruisset (Cic., pro Arch., 10, 24), “ Pues si para él ( = por-fortuna-para-él, es decir, para Aquiles) no hubiera sur gido aquel genio (el de Homero), la tumba que había cubierto su cadáver hubiera enterrado igualmente su nombre” . peccare: si quid peccat (filius) ... mihi peccat (Ter., Adelphoe, 115-116), “ si algún desmán comete mi hijo, a-mis-expensas lo cometé” . arare: tibi aras, ... tibi seris, tibi ... metis (Plauto, Mer., 71), “para ti aras, para ti siembras, para ti cosecharás” (tibi = “ en-tuprovecho” ) .
2. — C a r á c t e r
u n it a r io de todos lo s dativos
Έ1 dativo es siempre el caso que expresa “la persona intere sada” (como favorecida o perjudicada). Nos parece ocioso acudir a nuevas nociones para explicar los usos del dativo, ya que todos los usos tienen por base la única noción del “ interés” . 1. D at iv o con s v m . — El dativo con sum, llamado “ dativo posesivo” , como otro dativo cualquiera, designa la “persona in teresada” en la noción del verbo existencial esse: est mihi domus, interpretado al pie de la letra, dice : “ existe
a-mi-disposición una casa” , en-mi-haber para-mi-aprovechamiento etc.
O, sencillamente, dicho con otra sintaxis: “ tengo una casa” . Al lado de domus est mihi cabe decir, aunque es menos usual, domum habeo. Existe en castellano, aunque en proporción in versa de frecuencia, la misma doble posibilidad de articulación: cf. “hoy hay carta para ti” y “hoy tienes carta” . El alumno, ante las reglas de nuestras sintaxis latinas, cree que en domus est mihi hay una “frase hecha” a la que no debe buscarse explicación razonable: le parece que, en ella, ni el
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verbo sum es el auténtico verbo sum, ni el nominativo es au téntico nominativo, ni el dativo un complemento indirecto nor mal; así, todo se vuelve terreno movedizo, tanto en el plano del léxico como en el de la gramática. La normalidad del dativo con sum se hace evidente compa rando estos dos ejemplos: Lac mihi ... non défit (Virg., Egl., 2, 22), “Para mí no falta la leche” , o “siempre tengo leche” ; Lac mihi non est, “Para mí no existe la leche” , o “No tengo leche” . ‘ El dativo llamado “ de finalidad” con el verbo sum (o con otro verbo cualquiera) sigue siendo el dativo de siempre: j(filius meus) alicui rei est etiam (Terencio, Adelph., 358), “mi hijo está todavía para-algo” , o sea “ sirve todavía para algo” . Si junto al verbo sum (u otro verbo cualquiera) nos encontra mos con doble dativo (generalmente, uno de persona y otro de cosa), la naturaleza del dativo no se altera: el dativo de cosa no hace más que precisar, por yuxtaposición, al dativo “perso nal” : ilumina en la zona de la personalidad un sector particular mente “ interesado” : Id est mihi gaudio, “Esto hay para mí (con cretamente) para mi alegría” , o sea, entre otras traducciones po sibles, “Es para mí una alegría” , “ Esto me sirve de alegría” , etc. El doble dativo es, en realidad, uno solo, como dijimos que el doble acusativo con verbos no-causativos es un solo acusativo (cf. supra, p. 127). Tum uero exarsit iuueni dolor ossibus ingens (Virg., En., 5, 172), “ Entonces sobre todo se le inflamó al joven, a sus huesos, un inmenso dolor”, o sea “Entonces sobre todo sintió el joven un inmenso dolor en la médula de sus huesos” . Quis mihi subueniet tergo aut capiti? (Plauto, Cas., 337), “ ¿Quién acudirá en-mi-auxilio, (en-auxilio-de) mi espalda o mi cabeza?” 2. D ativo ag en te . — El dativo llamado “ agente” es otro da tivo de interés; es el dativo de la persona interesada, pero que
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aquí coincide con la que ejecuta la acción. Esta afirmación, más o menos tímida, ya se ha insinuado repetidas veces desde Brugmann. Emout (p. 74 y s.) es bastante explícito, a pesar de todas sus reservas: el dativo agente — dice— resulta un término en gran parte impropio ... Es un dativo de interés: con el adjetivo verbal en -ndus indica para quién existe la obligación: facien dum est mihi..., “ me es preciso hacer...” ; con el verbo pasivo designa igualmente la persona para la cual existe un estado o una situación: mihi consilium captum est, “ es para mí una de cisión tomada hace ya tiempo” ; por último —viene a decir to davía Ernout—, en mihi rem quaero y mihi res quaeritur, “ pro curo enriquecerme” , tenemos en el fondo el mismo dativo. El cambio activo / pasivo no afecta al complemento externo que es mihi. Hemos sostenido (supra, p. 88 y ss.) que el “agente” en el ablativo agente es una “sugerencia” contextual y no un signifi cado del ablativo; la misma teoría es aplicable al dativo-agente. 3. D at iv o s epa ra tiv o y dativo de d ir e c c ió n . — Ya hemos te nido ocasión de analizar, sin utilizar la noción de “separación” , dos ejemplos en que habitualmente se ve un dativo “ separativo” : argentum alicui eripere y aliquid alicui auferre (cf. supra, pá gina 86 y s.). La noción de “ separación” está en la semántica verbal, no en el dativo: el caso dativo se limita a señalar “la persona inte resada” en la separación a que alude el lexema verbal. Silici scintillam excudere (Virg., En., 1, 174) no es equivalente a e si lice scintillam excudere, como creen los que ven en silici un da tivo separativo; el dativo nos dice que la piedra guarda celosa mente el fuego, con la avaricia de una persona, y que ha de “robársele” como a una persona; e sílice significaría que “la piedra” es algo inerte: el lugar de donde se tomaría el fuego sin resistencia “ viva” . Y, viceversa, el dativo tampoco aloja en su significado nin guna noción de “ aproximación” o “ dirección” en el llamado “ dativo de dirección” . La dirección está siempre en la semántica verbd: el dativo sigue siendo “la persona interesada” , incluso cuando el nombre no sea estrictamente de persona, como aca bamos de ver en el silici de Virgilio.
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En el clásico ejemplo de dativo “ de dirección” (it clamor) cáelo ya reconoce Löfstedt (I, 180 y ss.) que “ detrás del nombre de la morada de los dioses late, evidentemente, el pensamiento en los mismos dioses” . Una observación similar es aplicable a todos los dativos de dirección. Insistiendo en las palabras de Löfstedt, nosotros diríamos que el it clamor cáelo supone que hay en “ el cielo” caelites susceptibles de interesarse y prestar atención al clamorío que llega a sus oídos; ad caelum (en lugar de cáelo) sería “ la zona espacial inerte del firmamento” . Reflexiónese, por último, en esta doble construcción de in ferre en T. Livio: lacustrarum nubes in Apuliam inlatae sunt (42, 10, 7), “nubes de langostas se echaron sobre Apulia” , y Ti beris inlatus urbi (33, 16, 8), “ el Tiber desbordado sobre la ciu dad” . El dativo marca positivamente la ciudad como “ víctima” del desbordamiento; sin duda, le afectaba más al escritor “ su ciudad” invadida por las aguas que Apulia invadida por las langostas. 4. D at iv o é t ic o . — El dativo llamado “ético” o “ de senti miento” es la forma más pura del dativo de interés: Quid sibi uult clamor? (T. Livio, 44, 12, 1), “ ¿Qué pretende este griterío?” “Pretende” es una traducción léxica de sibi uult, ya que “ pre tender” significa “querer o buscar algo para sí o para otro” . Suele considerarse al dativo ético como pleonástico, y, con frecuencia, los traductores sacrificamos por las buenas los dati vos de este tipo. En realidad, nunca son pleonásticos, ya que siempre señalan un especial interés personal de alguien. He aquí un buen ejemplo de dativo ético (Terencio, Adelph., 46-47) : nati fili duo; ...maiorem adoptaui mihi. No conocemos ninguna traducción que se haga eco del mihi; todas interpretan como si el mihi no existiera o fuera un autén tico pleonasmo: “ (mi hermano) ... tuvo dos hijos; ... yo adopté al mayor” . En nuestra edición de Terencio hemos querido reflejar el in terés personal que hubo en la adopción interpretando “ tuve el gusto de adoptar al mayor” .
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Obsérvese la diferencia estilística entre estos dos textos de Plauto : Persa, 815: restira tu tibi cape ...ac suspende te!, “ ¡Tú, có gete una cuerda y cuélgate!” Poen., 396: capias restira ac te suspendas!, “ ¡Podrías coger una cuerda y colgarte!” 5. D a tivv s sy m p a t h e t ic v s . — El dativo “ simpatético” se defi ne en los manuales como un dativo equivalente a un genitivo o a un adjetivo: Cic., Att., 1, 6, 2: pater
nobis Petri noster etc.
decessit.
Se trata, en realidad, de articulaciones sintácticas distintas y con distinto sentido. El dativo relaciona al verbo y, mediante el verbo, a todo el enunciado con la persona “ afectada” por él: “ Se nos ha muerto el padre” es un mensaje “ afectivo” , senti mental (cf. el dativo ético) ; “ nuestro padre” ha muerto, o “ el padre de Pedro” ha muerto son mensajes puramente informa tivos. 6. D a t iv o de r e l a c ió n . — Como e l dativo simpatético, el d a
tivo de relación o datiuus iudicantis también relaciona a una persona con toda la oración, pero esta vez el interés se centra más en el criterio estimativo (datiuus iudicantis!) que en la pura afectividad de la persona: Quintia formosa est multis (Catulo, 86, 1), “ Quintia es her mosa en-opinión-de-muchos” .
3. — D at iv o adnom inal
El dativo adnominal, con sustantivo o adjetivo, tiene el mismo significado que con el verbo : designa a la persona (o cosa) inte resada en la noción nominal: adiutores triumuiris, “ colabora dores para los triunviros” ; bubus medicamentum, “ medicina para
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los bueyes” ; satui semen, “ semilla para la siembra” ; mons pe cori bonus, “ un monte bueno para el ganado” ; utilis tibi, “útil para ti” , etc.
§ 3. — El ablativo 1. — A blativo y p r e p o s ic io n e s de ablativo
Unas veces la gramática clásica ve en las formas casuales más de lo que comportan en sí mismas: por ejemplo,' cuando se hace significar al morfema de genitivo la posesión, la cualidad, la materia, etc., nociones éstas totalmente ajenas al significado del genitivo y que se le prestan gratuitamente como por una sobreestimación de la forma casual. Otras veces, la misma gramática sólo atribuye a las formas casuales un significado muy borroso e impreciso que realmente tampoco les corresponde: así ocurre cuando se nos dice, sin dis criminación, que tal o cual verbo “ rige” o “ se construye” con de terminados çasos: si se admite que memini se construye mecá nicamente y “porque sí” con genitivo — como efectivamente ocu rre— , no hay que bucear más en el significado de ese genitivo, ya que tal caso no tiene niagún significado en sí mismo; pero si, con la misma perspectiva, se nos dice que dare “ se construye con dativo” , ya no se está en lo cierto: se subestima entonces el valor del morfema dativo, ya que el significado de este dativo es muy positivo y no se esfuma como el del genitivo con memini, según dijimos en su lugar. A l llegar al estudio del a b la tiv o hemos de evitar atribuirle significados que no tiene o desposeerlo del significado que tiene. Aquí, las confusiones pueden arrancar del verbo determinado por el ablativo y, sobre todo y ante todo, del uso de las preposi ciones. Ya hemos aludido algunas veces (cf. p. 87), de paso, a la necesidad de separar tajantemente el caso con y sin prepo sición. Que el caso vaya con o sin preposición no es nunca un detalle sin importancia o de importancia secundaria para la sin taxis: la sintaxis de los casos es radicalmente distinta según va yan con o sin preposición. Un ablativo castris (sin preposición) y otro ablativo (e) castris (con preposición), a pesar de la equi
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valencia entre castris y e castrie en un mensaje dado, son dos * cosas gramaticalmente tan heterogéneas entre sí que no pueden equipararse ni estudiarse juntas, so pena de condenarse a no entender ni una ni otra de las dos construcciones. A) castris egressi (César, B. G., 2, 11, 1) ; B) e castris egressi (César, B. G., 1, 27, 4) ; (cf. igualmente muro deiecti, César, B. G., 7, 28, 1, y de muro se deiecerunt, César, B. G., 1, 18, 3; etc.). El mensaje A ), en una traducción léxica de todo su contenido léxico-gramatical, se reduciría a esto: castr-is = “ campamento(s) ” — “ lugar-de-donde-parte-el hecho-que-se-menciona-en-el-verbo-determinado-porel-ablativo” . Se observará que castr- es puro léxico: “ ca m p a m e n to (s)y que -is es pura gramática, con el significado gramatical trans crito. En el mensaje B ), castr-is es algo muy distinto. El elemento castr- sigue con su función léxica: “ campamento(s)” ; pero el -is, mecánicamente esperado, no suministra ninguna información: se ha vaciado, pues, de toda su carga significativa (gramatical); se ha convertido en peso muerto (significativamente irrelevante) : un satélite en la órbita de otro signo, que es la preposición e. En menos palabras, en el castris A, el ablativo significa todo lo que se añade al lexema castr-; en el c astris B, el ablativo no añade nada al lexema castr-, es decir, no significa nada como caso (si gue significando el “ número plural” ). En castris sin preposición tenemos dos unidades significati vas: un lexema puro, castr-, y un morfema puro (sin ningún co lorido léxico), -is. Las unidades significativas en e castris son: un lexema puro, castr-, y un monema semiléxico-semigramatical, e...(is), con un “ color léxico” muy perceptible y equivalente grosso modo a nuestro “ fuera de” : e castr-is = “ fuera-de : elcampamento” . El intrincado capítulo del ablativo latino quedará ya relativa
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mente despejado y aliviado si eliminamos todos los ablativos con preposición, cuyo análisis remitimos al capítulo de las preposi ciones. 2. — S ignificado del ablativo
La gramática histórica nos ha enseñado que en el ablativo latino confluyen tres casos morfológica y funcionalmente autó nomos en la prehistoria de la lengua: esos tres casos, atribuidos al indoeuropeo, son el ablativo propiamente dicho, el instrumen tal-sociativo y el locativo, que aparecen todavía vivos en el pe ríodo histórico de ciertas lenguas indoeuropeas (sánscrito, litua no, eslavo). El instrumental y locativo han desaparecido del sistema casual vivo del latín y su fusión (o sincretismo) con el ablativo es un hecho consumado desde los primeros textos conservados (algunas pervivencias del locativo como belli, domi, Romae, Lugduni, etc., no tienen vigencia como tipo productivo y libre: son construcciones fosilizadas, “ irregularidades” en el sistema casual). Esta útil orientación de la lingüística histórica sería nefasta si sólo viéramos el sincretismo en el plano del significante y cre yéramos que el morfema de ablativo sigue alojando en la cara de su significado las tres nociones antiguas como nociones dife renciadas. Si los tres morfemas casuales han confluido en un solo morfema casual (el ablativo), hemos de pensar que, para lelamente, las tres nociones primitivamente distintas (“ separa ción” , “ instrumento” y “lugar” ) se han sincretizado en una noción única, más general, que abarca a las tres antiguas sin distingos. El sincretismo morfológico supone, a la vez, un sin cretismo sintáctico: en rigor, no hay, pues, tres ablativos (un ablativo “ separativo” , otro ablativo “instrumental” y un tercero “ locativo” ), sino uno sólo: el ablativo de “ relación a causa ina nimada” , como dijo De Groot. El latín abarca, bajo la noción única de la “ contigüidad ex terna del proceso” , tanto el punto de partida (espacial o tempo ral), como el lugar y tiempo de su desarrollo o las circunstan cias concomitantes en que se produce. Ello no puede resultar demasiado extraño si consideramos que el límite entre esas tres
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nociones es con frecuencia borroso y que no resulta nada fácil decidir a veces, ante una forma de ablativo, si corresponde a un ablativo propiamente dicho, a un locativo o a un instrumentalsociativo. Todo ablativo sitúa la acción verbal por referencia a ciertas coordenadas externas a la acción en sí: es, pues, el caso de la “ relación de contigüidad externa” . El nombre en ablativo no de signa a una cosa (o persona) por lo que es en sí misma, sino por una característica accidental, a saber, su situación en la zona del proceso. Esta relación externa que expresa el nombre en ablativo pertenece como función primaria a la categoría léxica del adverbio (lugar, tiempo, modo, causa, etc.). Nos parecen ociosas las discusiones que se han planteado frecuentemente por saber si tal o cual ablativo es separativo o instrumental (así para el ablativo “ agente” o los ablativos con doleo, laetor, gaudeo, etc.), instrumental o locativo (curru uehi, “ir en / con un carro” ; includere aliquem carcere, “ encerrar a alguien en / con la cárcel” , superioribus bellis exercitati, “ adies trados en / por los combates precedentes” , etc.). Si los autores acuden al uso de las preposiciones, ya no hay duda ni, por lo tanto, problema: así, in curru uehi es “ en carro” y no “con carro” . La contigüidad externa de un proceso reviste mil variedades concretas que sería imposible confiar a un morfema casual único. El latín, mediante- el ablativo, sólo expresa las relaciones exter nas más sencillas e inequívocas, habida cuenta de la semántica de los elementos relacionados. En el siguiente ejemplo, Cicerón “sitúa” una afirmación suya con relación a tres puntos de refe rencia: a su criterio personal, al espacio geográfico y al tiempo: Menippus Stratonicensis meo indicio tota Asia illis tempo ribus disertissimus (Brutus, 315), “Menipo Str., en mi opinion el (hombre) más elocuente en (de) toda Asia en aquellos tiem pos” . Si la relación de contigüidad es compleja o la noción nomi nal que sirve de punto de referencia no se presta a una inter pretación como causa “ inanimada” , el latín prescinde del caso y acude al sistema de las preposiciones (con neutralización del morfema ablativo). La distinción entre un ablativo separativo (cuestión unde), un ablativo-locativo (cuestión ubi) y un ablativo instrumental-socia-
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tivo (cu e stió n qua) n o e ^ g r a m á ñ c á t ? sin o c ö -c o h t e x t ila l·^ Así, n o h a y d istin tos ablaíivO s^en estos e je m p lo s :
Athenis redeo, “ vuelvo de Atenas” ; Athenis uiuo, “ vivo en Atenas” ; uia A-p-pia redii, “ he vuelto por la vía Apia” . Lo que hay ahí es distinta semántica. El ablativo es siempre el mismo y expresa la misma noción, a saber, “ relacióndelproceso a cansa inarjirrn'V’ los ejemplos citados, la referencia es rigurosamente topográfica. . Athenis redire, “ regresar Roma rure etc.
de Atenas” de Roma del campo etc.
El ablativo es aquí suficiente signo de orientación, por tra tarse de términos del léxico estrictamente espacial y que por su misma semántica invitan a situar en ellos el punto de partida del “regreso” . En cambio, Caesare redire no es tan fácilmente interpretable, ya que Caesar no es un “ nombre de lugar” ; en con secuencia, se neutralizará el morfema ablativo y se le antepon drá un elemento de “colorido léxico espacial” , como es la pre posición a: a Caesare redire (Cic., Quint. Fr., 2, 4, 6), “ volver de-junto-a-César” . En uia Appia redire, “regresar por la vía Apia” , el ablativo basta para expresar la relación más sencilla entre uia y redire; entre un “regresar” y un “ camino” , lo más natural es que el “ca mino” sea el lugar de paso para “ el regreso” , y basta el ablativo como referencia topográfica de la noción verbal; pero si se pre tendiera decir que “ se regresa del camino” sin pasar por él, haría falta algún elemento más explícito: a uia Appia redeo, “vengo del-lado-de la vía Apia” . Con un nombre del léxico temporal (anno, mense, hora, di luculo, hieme, aestate, kalendis, idibus, etc.) bastará el ablativo para situar un proceso en el tiempo (cuestión ubi o quando): Tacito, An., 1, 53, 16: Quattuordecim annis exsilium tolerauit, “soportó el destierro durante catorce años” . Pero si estos nom bres no han de designar la extensión temporal como escenario
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del proceso, sino el punto temporal a partir del cual se inicia, el proceso o el punto final del mismo, ya será preciso acudir a las preposiciones : ante annum, ab anno, usque ad annum, etc. Y otro tanto sucederá si se toma como punto de referencia tempo ral una noción que en sí misma nada tiene de temporal: a puer o, a pueritia, etc.; y con mayor razón si se toma como hito tem poral e inerte a lo que en lengua es normalmente un nombre propio de persona: Quod augures omnes usque a Romulo decreuerunt (Cic., Vatin., 8), “Todos los augures, sin interrupción, desde-tiempos-de Rómulo, lo decretaron” . Con un nombre del léxico instrumental bastará el ablativo para orientar la relación externa como “instrumental” : ferire gladio, “herir con la espada” , pero adesse cum gladio será, sim plemente, “ estar presente can la espada (armado), sin utilizarla; obsidere cum gladiis curiam (Cic., Cat., 1, 32) significa “ asediar la curia con-la-espada-en-mano” ; gladiis (sin el cum) supondría el uso normal del instrumento, es decir, significaría “ a sablazos” ; igualmente en gladiis rem gerunt (César, B. G., 7, 88, 3), “com baten con la(s) espada(s); pero en (equites) pedibus rem gerunt, el sentido común —no la gramática— nos invita a ver en pedi bus un ablativo de modo y no un instrumental: “ (los jinetes) combaten a pie (no “ a patadas” ) . 3. — S en tid os
co n t e x t ú a l e s del ablativo
Las reflexiones generales que anteceden nos permiten ser muy breves en el examen de los sentidos contextúales que puede cobrar el ablativo. El ablativo, según dijimos, se funda siempre en una noción de contigüidad externa con el proceso verbal. Esta contigüidad puede ser real o nocional. Hay contigüidad real en el ablativo de nombres geográficos, que expresan una situación topográfica estricta del proceso: Ejemplo 1: Roma proficiscitur, “ sale de Roma” . Nota: a Roma proficiscitur sería: “sale
de-las-proximidades-de Roma” (noción espacial comdel-lado-de pleja que no se confía al etc. ablativo).
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Ejemplo 2: Athenis sumus, “ estamos en Atenas” . Nota: Frente a Athenis sumus se dirá —cuando subsiste el locativo— Romae sumus. Hay contigüidad, ya real ya metafórica, en los usos que nues tras gramáticas señalan como ablativos separativos o derivados del mismo, a saber: ablativo de origen, ablativo de materia y ablativo comparativo: Ablativo “separativo” : non recedit loco (Plauto, Amph., 239), “no.se retira del sitio” . liberamur mortis metu (Cic., Fin., 1, 63), “ nos vemos li bres del miedo a la muerte” ; flagitiis abstinere (Cic., Phil., 13, 17), “ abstenerse de in famias” . Nota: a me quidem abstinuit (Cic., De cnat., 3, 171), “en ver dad me perdonó” (literalmente, “ se abstuvo de mí” ); aquí con preposición porque un pronombre “personal” , como polo opuesto del léxico “ geográfico” , no se presta con facilidad a servir de punto inanimado de referencia. Ablativo de origen (con natus, (ex)ortus, genitus, etc.) : nobili genere natus, “hijo de noble familia” . Gnaiuod patre (CIL., h, 30) de Gneo su padre” . humana matre (Pl., Amph., 28) de madre humana” , etc. etc. Nota: Frente a los ejemplos citados se usa regularmente la preposición con un pronombre (Plauto, Epid., 574, ex te nata); la relación de contigüidad entre “hijo” y “noble familia” o “pa dre” o “ madre” es tan obvia que basta el ablativo para orientar la comprensión; pero la relación entre “hijo” y “ tu” resulta me nos previsible y conviene acudir a la sintaxis más explícita de las preposiciones. No nos convence la explicación de Löfstedt (I, 297-98), que ve en la preposición un recurso compensatorio del reducido volumen fonético de las palabras pronominales.
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Ablativo de materia: fornices lapide polito, “ bóvedas de piedra pulimentada” . Ablativo comparativo: doctior Petro, “ particularmente sabio al-lado-de Pedro”. desde a-partir-de etc. El ablativo señala al objeto que sirve de punto de referencia para emitir un juicio comparativo. La contigüidad nocional —gracias al conocimiento de la no ción nominal y la verbal— podrá dar lugar a una interpretación de la circunstancia concomitante como causa, modo, medio, ins trumento, precio o· cantidad:
aliqua re
laetari, dolere, onerare, implere, ferire, uiuere, alere, conuincere, mori, emere, etc.
“alegrarse “sufrir “cargar “llenar “herir “ vivir “ alimentar “ convencer “morir “ comprar etc.
de / con/por-algo”
Y en ocasiones, como ya dijimos, es indiferente la interpre tación de la contigüidad bajo una u otra de las nociones aquí apuntadas.
4. — E l
ablativo agente y
el abla tiv o absolu to
Concluiremos este capítulo con observaciones sobre dos tipos de ablativo muy destacados en las sintaxis latinas: el ablativo agente y el ablativo absoluto. 1) El ablativo llamado agente — sin preposición— no se dis-
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tingue del ablativo de causa, medio, instrumento u otra inter pretación cualquiera de la contigüidad nocional: maerore conficior, “ estoy agobiado de tristeza” . por a-causa-de a-partir-de etc. his rebus adductus, “ inducido por estas cosas” . a-causa-de mediante etc. Cuando el ablativo agente lleva preposición, el rasgo ablativo se neutraliza y sólo importa la preposición, como hemos dicho repetidas veces (cf. supra, p. 153-154). 2) El ablativo absoluto, como todo ablativo, también ^expresa una relación de contigüidad entre la noción nominal y la del verbo principal. Como en todo ablativo, el contexto permite in terpretar esa contigüidad (circunstancia concomitante) como temporal (la mayoría de las veces), o causal, o instrumental, o modal, etc.; pueden ser legítimas simultáneamente varias de es tas posibilidades de interpretación. El término “ absoluto” no es rigurosamente exacto: el abla tivo “ absoluto” está “ relacionado” , como cualquier otro ablativo, con el verbo principal; no es, por lo tanto, absoluto, es decir, “desligado” del resto del enunciado. Lo que sucede es que la contigüidad entre la noción nominal en ablativo y la noción ver bal determinada por aquélla puede presentarse como más o me nos estrecha, o, si se prefiere, como más o menos laxa: la dife rencia entre un ablativo absoluto y otro no-absoluto es cuestión de grados en la contigüidad real o nocional; las comas que en nuestras ediciones encuadran habitualmente al ablativo abso luto marcan la “relativa independencia” del ablativo absoluto frente al verbo determinado por él. Incitato equo se hostibus obtulit (César, B. G., 4, 12, 6) puede interpretarse como ablativo no-absoluto: “ con-(su)-caballo espo leado se lanzó cara al enemigo” ; también cabe interpretarlo como
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
ablativo absoluto (entonces la contigüidad será meramente tem poral) : “ Después de espolear (su) caballo, se lanzó cara al enemigo” . “ Una vez espoleado “ Habiendo espoleado etc. Otro ejemplo: dux capta praeda Romam rediit puede inter pretarse como ablativo no-absoluto : “El general regresó a Roma con el botín conquistado” . -Condición necesaria y normalmente suficiente para que un ablativo sea susceptible de interpretación “ absoluta” es que el sustantivo vaya determinado por un participio:*« urbe capta, his rebus actis, etc.
hostes discesserunt.
Así tenemos un ablativo no-absoluto en silentio noctis ex castris egressi sunt, “ se retiraron del campamento en el silencio de la noche; pero en silentio facto, ex castris egressi sunt, ya ve ríamos un ablativo absoluto. El sintagma en ablativo absoluto contiene, pues, todo un su ceso en relación de contigüidad marcadamente externa con otro suceso expresado por el verbo principal. El contenido del abla tivo absoluto puede resolverse siempre —tanto en latín como en nuestras traducciones— por una oración subordinada “ cir cunstancial” . El ablativo no-absoluto tiene siempre una función propia mente adverbial y es comparable a la categoría léxica del “ ad verbio” ; el ablativo absoluto tiene exactamente la misma función “ adverbial” , pero es comparable no a la categoría léxica del adverbio, sino a la oración subordinada “ adverbial” . El ablativo “ absoluto” es “ absoluto” , o sea “ desligado” , “independiente” del verbo principal en la medida que una oración subordinada “ ad verbial” es independiente (?) de su oración principal.
TERCERA PARTE
LAS PREPOSICIONES
§ 1. — Afinidad entre casos y preposiciones 1. Hemos visto que las desinencias de los casos oblicuos son monemas funcionales que habilitan al nombre para desempeñar funciones sintácticas no-nominales (función adjetiva del genitivo y función adverbial del dativo y ablativo). 2. Las preposiciones habilitan igualmente al sustantivo (ñombre o pronombre) para una función no-nominal. Y la nueva función resultante es siempre, en principio, “ adverbial” : ubi? quo? unde? qua?
hic huc hinc hac
— — — —
in urbe in urbem ex urbe per urbem
— — — —
in ea; in eam; ex ea; per eam.
3. Decimos adverbial “ en principio” ; pues, por el gran recur so de las transferencias lingüísticas (cf. supra, p. 99 y ss.), siem pre es posible un segundo traslado de este “ adverbio funcional” a una tercera categoría funcional: así, ab epistula o ab epistulis junto a un verbo serán adverbios funcionales (“ complementos circunstanciales” ) : longius ab epistula digressa est oratio mea (Cic., Verr., 3, 163) ; pero si, accidentalmente, ab epistulis deter mina a un nombre, desempeñará una función adjetiva: libertus ab epistulis, “el liberto del-lado-de las cartas” , o, ya que en nuestra lengua no admitimos esa articulación y disponemos, en cambio, de un adjetivo adecuado, “ el liberto secretario” . Tácito (Hist., 1, 11, 1) escribe: Africa ac legiones in ea, “África y las legiones en ella” , o sea, con un adjetivo morfoló gico, “ África y sus legiones” ; si no dispusiéramos de un adjetivo adecuado o no quisiéramos servirnos de él, podríamos conservar el “en ella” en su primera función normal de “ adverbio funcio
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nal” , pero nos veríamos obligados entonces a desarticular el sin tagma legiones in ea e “ inventar” un verbo en que apoyar ese adverbio funcional: “ África y las legiones (que) en ella (había)” . A la adjetivación existente en legiones in ea, que resulta inad misible para el castellano, pueden compararse éstas del mismo tipo que nos son muy familiares: “ café con leche” , “un día sin pan” , o un título como “la pelota en el tejado” , etc. He aquí más ejemplos ciceronianos: Nat. deor., 2, 52, a te uerba, “ tus palabras” o “las palabras (escritas, pronunciadas, etc.) por ti” ; Cluent., 163, caupo de uia Latina, “ un cantinero de la vía La tina; De diu., 2, 32, ab aqua aut ab igni pericula, “los peligros del agua o del fuego” ; etc. He aquí varias posibilidades admisibles simultáneamente en ocasiones : uas aureum (transferencia adjetival por derivación) ; uas auri (transferencia adjetival sencilla por flexión) ; uas ex auro (doble transferencia: adverbial y adjetival). 4. De lo dicho se infiere la afinidad entre casos y preposicio nes : ambas categorías tienen en común su carácter de elementos funcionales; ambas sirven para indicar la relación del nombre (o pronombre) con el resto del enunciado. Pero sería erróneo asimilar simplemente casos y preposiciones viendo exactamente la misma realidad lingüística cubierta, respectivamente, por un procedimiento sintético ( = casos) y un procedimiento analítico (== preposiciones).
§ 2. — Diferencias entre casos y preposiciones Nos hemos referido (supra, p. 46) a la existencia en el len guaje de dos códigos, que Bühler llama “ léxico” y “ sintaxis” , y a la necesidad de distinguir en los estudios lingüísticos dos tipos de elementos significativos: los que pertenecen al léxico y los que pertenecen a la sintaxis o gramática. Los morfemas casuales son signos de pura relación gramati cal, sin ningún apoyo directo en el mundo externo de la expe
LAS PREPOSICIONES
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riencia. Son, ante todo, formas distintivas del nombre y varían según el tema nominal (vocálico, sonántico, consonántico) al que hayan de aplicarse; su valor deriva exclusivamente no de la ex periencia externa, sino del sistema o paradigma en que se inte gran, como ocurre con todos los signos estrictamente gramatica les: piénsese, en nuestra lengua materna, a la -s de plural, a la -a del femenino, a los formantes de persona, tiempo, modo, etí. Los morfemas casuales se sitúan, pues, claramente en el có digo de la más pura gramática; el léxico, o código opuesto, des cansa directamente en la experiencia externa, cuyos elementos, dados por naturaleza o diferenciados más o menos arbitraria mente por el hombre, reciben una designación léxica: un nom bre, un adjetivo, un verbo o un adverbio. Si el léxico, como todo signo lingüístico, es arbitrario, los morfemas gramaticales son doblemente arbitrarios : prime'ro, por que, así como, en el léxico, otros signos posibles cumplirían la misma función designativa que los realmente utilizados, también otros formantes podrían sustituir a los existentes y desempeñar su misma función gramatical; segundo, porque el sistema o pa radigma en que se integran y del que reciben su significado constituye una nueva y más pura arbitrariedad. Ahora bien, el capítulo de las preposiciones pone al lingüista en un aprieto: ¿ha de colocar a las preposiciones entre los signos léxicos, junto al nombre, el adjetivo, etc., o ha de situarlas entre los signos gramaticales, como los morfemas de caso, número, gé nero, persona, etc.? 1. Se dice que casos y preposiciones cubren los mismos con ceptos. Las nociones que las lenguas flexivas expresan mediante las desinencias casuales se traducen en las lenguas no-flexivas con el recurso de las preposiciones; la única diferencia entre casos y preposiciones se reduciría a su distinta posición en la cadena hablada: el sistema casual sería una declinación por su fijos; el sistema preposicional sería una “flexión por prefijos” Pero, en el fondo, habría identidad de contenido: matr-is = de-la madre; matr-i — a-la madre.
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Y aun sin salimos del latín parecen existir igualdades como las siguientes: res apta naturae (Cic., Fin., 5, 24) = res apta ad naturam (Fin., 5, 39); poculum auri = poculum ex auro; etc. 2. Como casos y preposiciones coinciden en ser monemas funcionales, muchos gramáticos han pensado y piensan todavía que casos y preposiciones constituyen una misma y única cate goría gramatical. En nuestras gramáticas castellanas de tiempos no muy pretéritos, nunca faltaba un capítulo de los “casos en castellano” . Y una sintaxis francesa moderna, de merecido pres tigio científico, vuelve a resucitar en las lenguas románicas la categoría de los “casos sintácticos” , aunque la morfología los ignore. En la misma obra se establece un grupo de “ preposicio nes casuales” , que desempeñan en francés — dice el autor— exac tamente el mismo papel sintáctico que las desinencias en una lengua como la latina (C. de Boer, La syntaxe du français mo derne, Leyden, 1954a, p. 106 y ss.). * Nuestras sintaxis latinas clásicas, que con tanta frecuencia nos hablan del uso de un caso dado con o sin preposición, tam bién admiten implícitamente una indistinción básica entre la ca tegoría de los casos y la de las preposiciones. 3.1. Sin embargo, si nos atenemos a las características for males, desinencias y preposiciones nos parecen elementos acen tuadamente distintos. Las preposiciones son separables de los términos modificados por ellas: esp. de la madre — de la difunta madre; a la madre■ — a la difunta madre, etc. latín ob causam — ob eam causam; etc. En cambio, matris o matri constituyen unidades indivisibles. Conviene recordar igualmente que, a pesar de la etimología (praepositio), la secuencia preposición-nombre está lejos del ri gor que caracteriza a la secuencia nombre-desinencia casual. Y,
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por último, que, si una preposición afecta por igual a varios sus tantivos, no se repite, como se repite necesariamente la desinen cia en todos los sustantivos coordinados en idéntica función. 3.2. Las preposiciones, en contraste con las desinencias, se hallan, por su semántica — como veremos en las páginas siguien tes— sensiblemente más cercanas a las palabras autónomas que a los puros morfemas gramaticales. Esta consideración semántica no elimina, sin embargo, las dificultades. Los que equiparan preposiciones y casos se fijan preferentemente en las preposiciones llamadas, con 'Sechehaye (Essai sur la structure logique de la pJirase, Paris, 1926, p. 77), preposiciones “ débiles” , o, con De Boer (o. c., p. 107), preposi ciones “ casuales” , o, por último, con W. von Wartburg, prepo siciones “ incoloras” : por ejemplo, las preposiciones románicas a y de. En cambio, los que separan preposiciones y casos ponen el acento en las preposiciones llamadas “fuertes” , “ no casuales” , “llenas” , como contra, hacia, desde, etc. Ciertamente, las preposiciones no caen de lleno ni en el có digo del léxico ni en el código de la gramática: constituyen la zona intermedia o de transición entre los dos extremos. Las preposiciones latinas forman, no obstante, un grupo más homogéneo que las preposiciones románicas. En latín no hay “preposiciones casuales” , es decir, “ desemantizadas” y, en la mis ma medida, “ gramaticalizadas” . Todas las preposiciones latinas son “fuertes” , “ no casuales” , semánticamente “ llenas” . 3.3. Frente a los morfemas casuales, que expresan conceptos puros de relación, sin apoyo en nociones concretas, las preposicio nes latinas expresan conceptos concretos de relación: apuntan directamente al mundo externo de los sentidos, a los datos de la experiencia espacial (o temporal, ya que las nociones de es pacio y tiempo son inseparables). Como se ha dicho (cf. supra, p. 154), las preposiciones, al regir mecánicamente un determinado caso, neutralizan el valor del morfema casual y convierten al nombre declinado en mera designación del objeto nombrado. Entonces son ellas quienes pa san a señalar la relación del sustantivo en el enunciado; pero —y aquí está la originalidad de las preposiciones frente a la fie-
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xión— la relación se establece por medio del “significado léxico” de la preposición: ueniunt in..., “ vienen hacia-el-interior-de...” ; ueniunt ex..., “ vienen desde-el-interior-de...” ; ueniunt ad..., “ vienen hacia-la-proximidad-de...” . Es de advertir que los términos “ llamados” por la preposición ya están relacionados antes de que aparezcan; bastará, pues, “nombrarlos” para que automáticamente queden relacionados: in castra ex urbe ad nos ueniunt flentes principes (Plauto, Amph., 256), “los jefes llorando vienen de la ciudad al campa mento ante nosotros” . 3.4. Es razonable pensar que una lengua no necesitaría pre posiciones si tuviera un nutrido léxico verbal para expresar no sólo, como ocurre en nuestras lenguas, el movimiento en gene ral o algunos aspectos del movimiento, sino la gran mayoría de los movimientos concretos previsibles con sus múltiples modali dades de orientación y limitación. La hipótesis es una realidad que se da en mapuche, según Lenz (La oración y sus partes, Madrid, 19353, p. 235), y tal vez en un gran número de lenguas exóticas (cf. V. Brondal, Théorie des prépositions, Copenhague, 1950, p. 18 y s.). 3.5. Preposiciones y casos descansan, pues, sobre nociones esencialmente distintas, aun cuando prácticamente, y a efectos de la traducción, resulten a veces equivalentes. Ya hemos ilus trado esta doctrina con ejemplos (cf. supra, p. 154) ; pero insista mos una última vez. El giro preposicional ad naturam y el dativo naturae parecen intercambiables : res apta naturae (Cic., Fin., 5, 24); res apta ad naturam (Cic., Fin., 5, 39). La misma traducción vale (?) para ambos textos: “ cosa apro piada a la naturaleza” . Pero el dativo se funda en la noción de interés centrado en la naturaleza, y el giro preposicional expresa
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simplemente una “ orientación por referencia a la naturaleza” ; el giro casual puede parafrasearse así: “ una cosa adecuada a los intereses de la naturaleza” , es decir, “ de la cual sale beneficiada la naturaleza” ; y el giro preposicional significa “una cosa apro piada a la norma de la naturaleza” , sin aludir a su repercusión favorable o desfavorable para la naturaleza en sí (cf. Cic., Fin., 5, 26: secundum -naturam uiuere). Cicerón no nos parece barajar al azar el naturae y el ad na turam. Dice que “ el instinto animal busca res aptas o accommo datas naturae: omne animal appetit quod naturae est accom modatum; y, en cambio, que finis bonorum est λ . uiuere ad na turam accommodatissime (“ el bien supremo consiste ... en vivir del modo más adecuado a (las normas de) la naturaleza” .
§ 3. — Semántica de las preposiciones: Generalidades 1. Si recordamos que un signo lingüístico es la combinación de un concepto y su imagen acústica, cabe poner en duda la legi timidad de las preposiciones como signos lingüísticos. Efectiva mente, en este capítulo de la lengua se diría que los conceptos y sus imágenes acústicas andan a la deriva sin lograr una com binación estable, sino más bien circunstancial y caprichosa, dan do lugar ya sea a una inextricable polisemia (varios sentidos para una forma fónica única), ya sea a una no menos inextricable si nonimia (varias formas para un solo sentido previamente deter minado) . Las monografías o los léxicos (cf., por ejemplo, el Forcellini o el Thesaurus) nos explican que una preposición (ab, por ejem plo) tiene una exuberante polisemia con veinte, treinta y hasta más de cincuenta significados distintos. Pero luego la gran masa de esos significados se atribuyen por igual a ex y de en los co rrespondientes artículos, como si las tres preposiciones fueran prácticamente sinónimas. En una monografía de 134 páginas, de gran formato y letra menuda, sobre la preposición latina de se llega a un total escep ticismo sobre la semántica de las preposiciones : “ imposible ha llar algún tipo de significado medio resultante de los innumera bles usos, y con frecuencia contradictorios, de una misma prepo
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sición” (A. Guillemin, La préposition “ de” dans la littérature< latine, París, 1920, p. I l l ) . 2. En su estudio sobre las preposiciones, Viggo Brondal es cribe (p. 22) : “En la práctica gramatical y .lexicográfica se in siste generalmente sobre la variabilidad de las preposiciones (se gún la situación, el objeto o la función sintáctica). Cuanto más pormenorizada es una exposición, mayor número de grupos, subgrupos y matices distintos comprende (hasta llegar a usos pura mente individuales) ... En cambio, lo que regularmente falta (o se indica de un modo totalmente rudimentario) es la unidad que se esconde tras esta multiplicidad, la fórmula unificadora capaz de explicar precisamente cómo esas variantes son varian tes de una sola y misma unidad” ... (p. 25): “Una preposición tiene un significado central y uno solo, cualquiera que sea el ob jeto al. que se aplique” . Esos párrafos de Brondal constituyen todo un programa no sólo para el capítulo de las preposiciones, sino para la sintaxis en toda su extensión. ¿Qué otra cosa hemos pretendido a lo largo de este estudio sobre los casos, sino intentar descubrir latinidad básica en lengua de cada caso por encima de la variedad de sus realizaciones en el habla? 3. En primer lugar, no podemos admitir que las preposicio nes (ni ningún otro signo lingüístico) tengan sentidos “ contra dictorios” en una lengua dada: por ejemplo, que la preposición latina de signifique, como admite el Thesaurus, “ de arriba abajo” y “ de abajo arriba” , o que in signifiqué “ a favor de” y “ en con tra de” . En el plano de la lengua latina no hay sentidos “ contradicto rios” , ni siquiera “sentidos” en plural; la pluralidad y contradic ción son una ilusión contextual o una interpretación del latín a través de sus posibles traducciones en nuestra lengua. Así, senatus consultum in eos ( = Haeduos) factum (César, B. G., 1, 43, 7) se traduce: “ decreto senatorial tomado a-favor-de los Heduos” ; y, en cambio, habemus senatus consultum in te, Catilina, uehemens et graue (Salust., Cat., 1, 1) se traduce: “ contra ti, Catilina, tenemos un terrible decreto senatorial” .
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Pero la representación mental del hablante latino es la misma en los dos textos. Dijimos en su lugar que no hay un dativo d¿ provecho y otro de daño, sino uno solo: el de interés; si el inte rés se resuelve en provecho o daño, será por sugerencia contex tual. De modo análogo, el in en in Haeduos o en in te sólo mira a la noción única de “ dirección” o “ incidencia” sobre el término en acusativo; y depende del contexto la posible interpretación de la incidencia como favorable (“ a-favor-de” ) o desfavorable (“en-contra-de” ) . 4. La sinonimia y polisemia son también ilusione ¿ y obede cen a las mismas razones contextúales o a las mismas traduc ciones interlinguales. de corpore fugit (dolor) (Virg., En., 12, 421); fugit e corpore sanguis (Ovid., Met., 14, 754); fugit ab ara taurus (Lucano, 7, 165). A fugit de, fugit e, fugit ab corresponderá en castellano una traducción única: “ huye de...” . Esto puede llevarnos a creer que no hay diferencia apreciable entre fugit de, fugit e, fugit ab, y que, por lo tanto, el latín baraja arbitrariamente (o por como didades métricas) de, ex, ab como perfectos sinónimos en con textos idénticos, según tesis sostenida por F. Pradel (Bemerkun gen zu der Sprache und Technik der römischen Daktyliker, “ Glotta” , 2, 1910, pp. 56-75). La falta de signos castellanos equivalentes a las preposicio nes latinas (y, en general, a la mayoría de los signos, tanto lé xicos como gramaticales, del latín o de otra lengua cualquiera, cf. supra, p. 60 y ss.) plantea problemas de traducción interlin gual que en la práctica se resuelven instintivamente con mayor o menor acierto, pero cuya explicación racional permanece ocul ta la mayoría de las veces, y de la que conviene, no obstante, tomar conciencia para evitar malentendidos. Ejemplo: natus ... ex (Argo patre), Plauto, Amph., 98; (prisco) natus ab (Inacho), Horacio, Carm., 2, 3, 21.
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Los traductores interpretan muy bien estos dos textos, respectivamente, como: “hijo de (padre Argiano)” y “ descendiente de (el antiguo Inaco)” . Los traductores caen en la cuenta de que en el primer caso se trata de lo que nosotros llamamos un “hijo” y, en el segundo, de lo que en nuestro código se llama un “ descendiente” . Se nos plantean, pues, estos problemas de “equivalencias” : a) ¿Qué significa natus? ¿ “Hijo” ?, ¿ “ descendiente” ? ¿O sim plemente “nacido” ? Normalmente se admite sin escrúpulo la polisemia: se cree que los tres significados son igualmente legítimos (y están in cluso consignados en los diccionarios bajo un solo artículo o bajo artículos distintos) y que ha de dejarse al traductor la libertad de elección que mejor cuadre al texto estudiado. b) ¿Son equivalentes en latín ex y ab? Normalmente se ad mite también, sin escrúpulos, la sinonimia y, por lo tanto, nadie se sorprende de su traducción “única” por el castellano de. Por estos caminos es difícil salir de la pura subjetividad y hacer ciencia, es decir, lograr explicaciones objetivas. Si analizamos las unidades significativas latinas desde el in terior del latín, veremos que estas unidades significativas no son terreno movedizo que cada cual puede sortear a su antojo e in terpretar por apreciaciones personales. natus ex y natus ab son cosas distintas, y ambos términos de cada grupo difieren, por el contenido, de lo que en castellano parece corresponderles; a la manera de los matemáticos, pode mos establecer una serie de desigualdades e igualdades: L a t ín :
natus ex φ natus ab; ex φ ab; natus = natus.
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L a t ín -C a s t e l l a n o :
natus = “nacido” ; natus ab — “ descendiente de” ; natus ex = “hijo de” ; natus =j= “ descendiente (en lat., posterus)”; natus φ “hijo (en lat., filius)”; ex φ “ de” ; ab φ “ de” . El conjunto natus ab es equivalente, como mensaje, al con junto “ descendiente de” , y el conjunto natus ex ,es equivalente al conjunto “ hijo de” ; pero no hay equivalencias de lengua a lengua en las partes que integran los conjuntos: se trata de men sajes equivalentes en códigos distintos. Interpretemos por separado las unidades significativa^ lati nas (sobre el significado que propiamente corresponde a ex y ab cf. infra, p. 177 y ss.) : natus-ex (aliquo) = “ nacido”-“ inmediatamente de (alguien) ” , o sea, prescindiendo de la forma interior del latín, y pensando a la española, “ hijo de (alguien)” ; natus-ab (aliquo) = “ nacido”-“mediatamente de (alguien) ” , o sea, pensando en castellano, “ descendiente de (alguien)” . Todo esto puede ilustrarse esquemáticamente: A) natus ex = “hijo de” : Forma latina . .
natus ( = 1)
ex ( = 2 + 3)
(1) + (2 + 3) — Contenido de ambos mensajes (el latino y el castellano)
nacido
-inmediatamente ■ ( 2)
( 1)
—
hijo ( = 1 + 2)
Forma castellana . . . .
de — (3)
de ( = 3)
= (1 + 2) + ( 3 )
B) natus ab = “descendiente de” : Forma l a t i n a .....................................
natus (1)
ab (2 + 3)
( 1 ) + ( 2 + 3) = Contenido de ambos mensajes (el latino y el castellano)
J^>
Forma castellana................................ = (1 + 2 ) + ( 3 )
(2)
(1)
descendiente (1 + 2) -
(3) de (3)
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
Desmontando así el mecanismo de las equivalencias se ve que la traducción tiene sus fundamentos objetivos y no es fruto de apreciaciones subjetivas.
§ 4. — Las preposiciones en particular 1. — C u e s t i ó n q v a :
per
Per responde a la cuestión q va (“por donde” ). Evoca siempre un movimiento a través de una extensión continua o discontinua y recorrida total o parcialmente. A falta de un signo equivalente en nuestra lengua, acudire mos a diversos signos castellanos que, con su mayor compren sión (en rasgos pertinentes) y menor extensión, recogerán uno u otro aspecto contextual del’ per latino (con menor compren sión y mayor extensión que cualquiera de los términos o circun locuciones que le corresponderán en nuestras traducciones) : por (el signo castellano que más se acerca al latín per y cubre, por lo tanto, la mayoría de sus usos), a-través-de, sobre, pormedio-de, durante, etc. coronam auream per forum ferre (Cic., Att., 14, 16, 2), “ lle var la corona áurea por el foro” ; uagi per castra (Livio, 30, 4, 2), “ desperdigados por el cam pamento” ; per membranas oculorum cernere (Cic., Nat. deor., 2, 142), “ver a-través-de los ojos” ; per corpora transire (César, B. G., 2, 10, 2), “pasar sobre los cadáveres” ; sacra per mulieres confici solent (Cic., Verr., 4, 99), “los sa crificios suelen hacerse por-medio-de mujeres” ; per triennium (Cic., Verr., 4, 136), “ durante un trienio” .
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2 . — C u e s t ió n v n d e : d e, e x , a b
Las tres preposiciones de, ex y ab responden a la cuestión (“ de dónde” ), es decir, expresan por igual el alejamiento a partir de algo. Pero de no expresa más que eso; en cambio, ex y ab son más precisas : añaden un rasgo peculiar a la noción de alejamiento; ex denota un alejamiento a partir “ del interior” y ab a partir “ del exterior” del objeto. Cicerón, en uno de sus discursos (Pro Caecina, 87 y ss.), se complace en jugar con las diferencias que oponen entre sí a estas tres preposiciones. He aquí algunos párrafos de los mas notables (87-88) : vnde
Si qui m eam familiam de m eo fu n do deiecerit, e x eo m e loco deiecerit; si qui mihi praesto fu erit cum arma tis hominibus extra m eum fundum et m e introire prohibuerit, non e x eo, sed ab eo loco m e d eiecerit...
Si alguien expulsara a m i personal de mi tierra, a mí mismo m e expul saría de ella; si alguien se presenta ra ante m í con gente armada fuera de m i tierra y me prohibiera entrar (en ella), no m e expulsaría d el-in terior, sino de-las-proxim idades de ese lugar...
Vnde deiectus est Cinna? — E x urbe. V nde deieçtus Telesinus? —A b urbe. Vnde d eiecti Galli? —A Capitolio.
¿D e dónde fue expulsado Cinna? — D el-in terior-d e la ciudad. ¿D e dónde fu e expulsado Telesino? — D e-las-proxim idades-de la ciudad. ¿De dónde fueron expulsados los ga los? — De-las-proximidades del Capitolio. ¿D e dónde los partidarios de G raco? —D el-in terior-d el Capitolio. Veis, pues, que con la misma pa labra v n d e se pueden expresar dos cosas: “del interior de” y “ de las proximidades d e” . etc., etc.
Vnde qui cum G raccho fuerunt? —Ex Capitolio. Videtis igitur hoc uno v erbo vn d e significari■res duas, et e x quo et a quo. etc., etc.
Como es fácil observar, Cicerón inicia esta larga disertación lingüística con el término no caracterizado de: de meo fundo; y luego establece la oposición ex / ab como términos caracteri zados y opuestos ambos al impreciso' de. Todos los teóricos antiguos coinciden al explicarnos la semán tica de estas tres preposiciones. “Estas preposiciones no signi-
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fican una sola y misma cosa, como algunos creen. Efectivamente, no es lo mismo “ venir a theatro y ex theatro. Pues quien dice a theatro no afirma que venga del mismo teatro en sí, sino de un lugar que se halla próximo al teatro; quien afirma venir ex theatro viene del mismo teatro (Diomedes, GLK, I, p. 415). No serían intercambiables a y ex en este ejemplo de Plauto (Trin., 771): quasi ad adulescentem a patre ex Seleucia ueniat, “ (se pre senta) ante el joven como si viniera de Seleucia de-parte-de su padre” . Los grandes escritores no barajan al azar las preposiciones aun cuando aparentemente lo hacen. Marcial escribe (IV, 61, 9-10) : Here de theatro, Pollione cantante, cum subito abires... “ ayer, cuando de pronto te ibas del teatro, a pesar de estar cantando Polión...” De buenas a primeras choca el de theatro; cualquier latinista actual preferiría ex theatro, y cree que Marcial cedió aquí a “ ne cesidades métricas” . Sin embargo, el de tiene plena justificación en lengua. Si prestamos atención al contexto, vemos que Marcial pone el acento no en el hecho de que Mancino se vaya “ del-interior-del teatro” (en cuyo caso era de esperar ex theatro), sino en que se retire en plena actuación de un célebre artista, que abandone “la sesión” en un momento del mayor interés. La misma justificación valdría para todo el material a que alude Guillemin en una observación puramente empírica, pero muy objetiva: “ Se hallan con mucha frecuencia complementos con de junto a verbos que denotan salida y alejamiento cuando se trata de locales, lugares de reunión, asambleas, etc., con una función en la vida privada y pública de los romanos” (La ‘p répo sition “ de” ..., p. 13). Como término neutro, de puede usarse por ab o ex: de meo fundo deiectus sum, de prouincia uenio, etc. Resulta curioso oír a Terentius Scaurus (GLK, 7, 31, 1 y ss.) que distingue perfecta mente ex y de, pero califica de incorrecto el uso del impreciso
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de por ex: "de” quoque nonnumquam perperam ponitur pro “ e x ” , ut cum “de prouincia uenire” quis dicit... De acuerdo con la aludida semántica, para indicar el origen familiar de las personas se usan, regularmente, ex ante el nom bre de los padres, ab ante el nombre de los antepasados (origen lejano en general) y de ante “ orígenes” menos claros y precisos : ex: filia nascitur e x me (Juv., 9, 83) ; ex Philippa matre natam (Plauto, Ep., 636); Amphitruo natus ex Argo patre (Plauto, Amph., 98) ; etc. * a: a loue ortus (Cic., Plane., 59), “ descendiente de...” ; prisco natus ab Inacho (Hor., Carm., 2, 3, 21), “descen diente de...” ; etc. de: de gente nasci (creari, gigni, etc.) de stirpe de sanguine de paelice natus, “hijo de cortesana”, con cierta discre ción que no tiene ex paelice filius.
3 .— C u e st ió n
qvo:
in
con acusativo y
ad
Al grupo preposicional de-ex-ab, contestando a la cuestión corresponde, en contestación a la cuestión qvo (“hacia dónde” ), el par ad-in. Sigamos oyendo el testimonio de Diomedes (GLK, p. 415) : “A estas preposiciones ( = de, ex, ab) se oponen ad e in, que tam poco significan una sola y misma cosa, porque in forum ire es ‘penetrar en el foro en sí’, pero ad forum ire es ‘ir a un lugar cercano al foro’ : así, no es lo mismo in tribunal y ad tribunal uenire, ya que ad tribunal uenit litigator ( = ‘ante el tribunal viene o se presenta el litigante’); en cambio, in tribunal uenit praetor aut iudex ( = ‘al tribunal viene o dentro del tribunal penetra el pretor o el juez’) ” . Existe, pues, entre ad e in la misma relación que vimos entre ah y ex; frente al ejemplo de Plauto citado supra (a patre ex vnde ,
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Seleucia, de Trin., 771) he aquí el paralelo (Captiui, 43) con, ad e in: reducemque faciet liberum in patriam ad patrem, “y lo hará volver libre a su patria ante su padre” . Obsérvese igualmente: a-ad: fossam a maioribus castris ad minora perduxit (César, B. G., 1, 36, 6), “ dispuso un foso desde el campa mento mayor hasta el menor” ; ex-in: ex castris in oppidum sese recipiunt (César, B. G., 2, 35, 5), “partiendo de (el interior de) el campamento se refugian en (el interior je) la plaza fuerte” ; ex-ad: e castris egressi ad Rhenum contenderunt (César, B. G., 1, 27, 4), “ saliendo de (el interior de) el cam pamento se dirigieron al ( = a la orilla del) Rin” . Ante las tres preposiciones de la cuestión vnde sólo hay pa ralelo para dos en la cuestión qvo ; queda sin correspondencia el de. Sin embargo, aquí nos parece observar una evolución en el período histórico del latín, En la época arcaica, ob aparece con un claro sentido local “hacia” que podría situarse junto al par ad-in como término simétrico de de frente a ex-ab: ob Romam legiones ducere (Ennio, Ann., 297); ob portum obuagulatum ito (XII Tablas, 2, 3), “ id a ar mar escándalo ante su puerta” ; follem obstringit ob gulam (Plauto, Aul., 302), “ aprieta la bolsa contra el cuello” ; etc. Festo afirma taxativamente que “los antiguos usaban ob en lugar de ad” . Y este ob local puede rastrearse en toda la lite ratura latina entre los autores adictos a la tradición primitiva: Virg. (En., 12, 865), Cicerón (Rab. Post., 39) y, sobre todo, Apuleyo, del que citamos algunos ejemplos: Met., 8, 15: ob iter illud qua nobis erat commeandum iacere semesa hominum corpora, “ a lo largo de la ruta que debíamos recorrer yacían cadáveres humanos medio roídos” ;
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ibidem, 10, 27 : ob incepti negotii persecutionem, “para com pletar el negocio emprendido” . Los editores modernos suelen rechazar este ob, perfectamente atestiguado por la tradición ma nuscrita, y ponen en su lugar un ad.
4. — C u e st ió n v b i : in con ablativo y ad
1) Es algo ambigua la fórmula según la cual in con acusa tivo indica movimiento, y con ablativo indica reposo. Tanto mo vimiento y ausencia de reposo hay en in foro curro .(“ estoy co rriendo en el foro” ) o in foro ambulo (“estoy paseando en el foro” ) como en in forum curro (“ voy corriendo al foro” ) o in forum ambulo (“ voy paseando al foro” ) . La diferencia real está en la permanencia o el desplazamiento. In foro denota “permanencia en el foro” con o sin movi miento : con movimiento: in foro ambulo, “ estoy-paseando en el foro” ; sin movimiento: in foro sedeo, “ estoy-sentado en el foro” . In forum denota “ desplazamiento con relación al foro” , haya o no haya movimiento en el sujeto “ desplazado” : con movimiento: in forum ambulo, “voy-paseando al foro” ; sin movimiento : sella in forum uehor, “ voy-(transportado) en litera al foro” . Puede observarse en estos ejemplos una notable diferencia entre el latín y el castellano : el latín expresa el movimiento o la ausencia del movimiento en el verbo (curro, ambulo - sedeo, uehor) y el desplazamiento o ausencia del desplazamiento en el giro preposicional (in forum - in foro); el castellano normalmente expresa mediante el verbo el desplazamiento o permanencia (“voy” - “ estoy” ) y añade el movimiento como una modalidad —adverbial o predicativa— del desplazamiento (“ corriendo” , “ paseando” ) ; cf. “voy andando” y “ voy mecanizado” ; esta última expresión es equivalente, por el contenido, de uehor, aunque nuestras máquinas de transporte difieran de los vehículos anti guos. Como dijimos antes en nuestro análisis de natus ex y na tus ab, se articulan los elementos del contenido en forma muy distinta.
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2) El juego del acusativo o ablativo con in se repite con super y sub: ensis super ceruice pendit (Horacio, Carm., 3, 1, 17), “la es pada cuelga sobre su cabeza” ; super aspidem adsidere (Cic., Fin., 2, 59), “ sentarse sobre una serpiente” . sub terra esse, “ estar bajo tierra” ; sub terram ire, “ ir bajo tierra” . Frente a sub o super, el término genérico in puede polari zarse y ser, por lo tanto, equivalente a super (frente a sub) o a sub (frente a super); así (CIL., I2, 1211), de una madre que ha bía tenido dos hijos se dice que horunc alterum in terra linquit, alium sub terra locat, “ de estos dos hijos deja a uno en ( = sol ··) la tierra, al otro bajo la tierra” (es decir, uno le sobrevive, el otro le precede en la muerte). 3) Con muchos verbos de movimiento (condere, ponere, collocare, figere, statuere, congregare, cogere, etc.), el hablante latino puede centrar su atención ya sea en el desplazamiento, ya sea en el emplazamiento resultante del desplazamiento: condere in puteum (Plauto, Aul., 347); condere in pectore (Plauto, Pseud., 941). Aquí nos conformamos generalmente con una interpretación insensible a la diferencia que hay entre in con uno u otro caso: “ esconder en el pozo” ; “ esconder en el corazón” . Pero si queremos traducir “la mentalidad” latina, hemos de acudir a verbos dinámicos o estáticos: “ir-a-esconder al pozo” ; “tener-escondido en el corazón” (recuérdese que tener es forma transitiva de estar).
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LAS PREPOSICIONES
4) Con las restantes preposiciones no establece el latín nin guna diferenciación entre las cuestiones q v o y v b i ; confía a la semántica verbal la interpretación según una u otra noción, como hace el francés en “Je vais à Madrid y “Je suis à Madrid” , frente al castellano “ Voy a M.” , “Estoy en M.” . Ad sirve igual para expresar la aproximación a un lugar ( q v o ) o la situación en las proximidades de un lugar ( v b i ) : ad urbem uenire (Cic., Verr., 2, 167), “ venir a...” ; ad urbem esse (Cic., Verr., 2, 21), “ estar en...” . t
En
e l s ig u ie n te e je m p lo a p a r e c e
ad
s u c e s iv a m e n t e c o m o lu -
gar-V B i y lu g a r-Q V o:
Inter proelium ... ad castra Romana pugnatum est adtiërsus partem copiarum ... ad castra missam (Livio, 4, 19, 7), “En el transcurso del combate se luchó junto al campamento contra el contingente de fuerzas enviado al campamento” .
5. — O t r a s p r e p o s ic io n e s
Junto al genérico in (“ hacia” con acusativo o “ en el interior de” con ablativo) surgen como especificaciones : Inter, “ en el interior de” , tratándose de unidades disconti nuas: inter bina castra (César, B. C., 3, 19, 1), “ entre ambos campamentos” ; Inira-extra: intra, “ en el interior de” , con perspectiva de un límite frente “ al exterior” ; extra, “ en el exterior de” , con pers pectiva de un límite frente “ al interior” : suos intra castra continuit (César, B. G., 5, 58, 1), “retuvo a los suyos en el interior del campamento” ; extra castra congrediemur (Cic., Phil., 12, 28), “nos reuni remos fuera del campamento” ; intra eoctraque munitiones (César, B. C., 3, 72, 2), “ dentro y fuera de las fortificaciones” .
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN
Sub-super: ya nos hemos referido a la situación “ encimadebajo” con sub-super (cf. supra, p. 182). Infra-supra: obsérvese, frente a in luna (Cic., Nat. Deor., 2, 88), infra lunam (Cic., Nat. Deor., 2, 56), “ bajo la luna” ; supra lunam (Cic., Rep., 6, 17), “ sobre la luna” . Junto al genérico ad (“ hacia o en las proximidades de” ) ca ben las siguientes precisiones situacionales : Circa o circum (sinónimos), “ alrededor de” : (Galbae caput) circum castra portarunt (Suetonio, Galba, 20), “ llevaron la cabeza de Galba alrededor del campa mento” ; erant circum castra Pompei colles (César, B. C., 3, 43, 1), “había colinas alrededor del campamento de Pompeyo” ; circa castra, circa urbem fuerat certamen (Livio, 10, 44, 10), “había habido lucha alrededor del campamento, alre dedor de la ciudad” . Ante-post; pro-contra; prae: ante, “ delante de” , y post, “ de trás de” , expresan la relación antero-posterior más general: ante oppidum considunt (César, B. G., 7, 79, 4), “ toman posiciones ante la plaza fuerte” ; post castra esse (César, B. G., 2, 9, 3), “ estar detrás del campamento” . pro y contra expresan situaciones más complejas; pro, “ de lante dando la espalda al lugar de referencia” ; contra, “ delante dando la cara al lugar de referencia” : in statione pro castris erant (César, B. C., 1, 43, 4), “ esta ban de guardia ante el campamento (para defenderlo)” ; contra Labieni castra considunt (César, B. G., 7, 58, 6), “ se sitúan ante el campamento de Labieno (para ata carlo)” . Como es fácil observar, pro y contra son un “ delante de” situado en el exterior del lugar de referencia y con la doble orientación señalada para el sujeto y el objeto; prae es un “ de
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lante-de” sin solución de continuidad con el lugar de referencia u objeto :. “ indica la posición no ‘delante’, sino ‘en la parte anterior’ de un objeto...; prae especifica la porción anterior del objeto en relación con la porción posterior” (Benveniste, Le sys tème sublogiqúe des prépositions en latin, TCLC., 5, 1949, p. 176184); prae aliqua re es, pues, “ en el límite o extremo anterior de una cosa” ; sobre esta base semántica explica acertadamente Benveniste todos los usos de prae y, concretamente, su sentido “ causal” y “ comparativo” : prae laetitia lacrimae prosiliunt mihi (Plauto, Stich., 466), “ al-límite-de la alegría ( = “ a causa de la alegría” ) me saltan las lágrimas” ; prae gaudio loqui nequit, “en-el-extremo-de de” ) su alegría no puede hablar” ;
“a causa
prae candoribus tuis sol occaecatust (cf. Plauto, Men., 181), “en-el-extremo-de ( = “ al-lado-de” o “ en-comparación-de” ) tu esplendor palidece el sol” . Cis, citra - trans, ultra, “ del lado de acá” - “ del lado de allá” . La situación se determina por referencia a un límite y el límite está orientado a su vez por la posición de un observador: cis Padum ultraque (Livio, 5, 35, 4), “ de este y del otro lado del Po” ; omnibus ultra castra transque montes exploratis (Livio, 22, 43, 7), “ explorados todos los lugares al otro lado del campamento y tras las montañas” . Prope, propter, praeter: prope, “ cerca de”, sin excluir la propinquitas, que alcanza el límite, extiende la noción de “ cerca nía” a un área no colindante con él: copias prope castra uidere (César, B. G., 1, 22, 3), “ver tropas en las cercanías del campamento” . Lo mismo ocurre con propter, como derivado de prope: propter Platonis statuam consedimus (Cic., Brutus, 24), “ nos sentamos junto a la estatua de Platon” ;
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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN
fanum eius est in agro propter ipsam uiam (Cic., Verr., 4, 96), “su santuario está en el campo junto a la misma vía” ; agros propter Karthaginem nouam uendit (Cic., De leg. agr., 2, 51), “ vende unos campos en las cercanías de Car tagena” . praeter, derivado de prae, denota un punto de contacto tran sitorio: (Ariouistus) praeter castra Caesaris suas copias traduxit (César, B. G., 1, 48, 2), “Ariovisto hizo pasar sus fuerzas ante (“rayando el límite de” ) el campamento de César” ; mustela murem abstulit praeter pedes (Plauto, Stich., 460), “ una comadreja cobró a mis pies un ratón” . cum-sine hacen el mismo juego que nuestro “ con-sin” : (ibo) cum fratre an sine eo cum filio? (Cic., Att., 8, 3, 5), “ (¿he de ir) con mi hermano o sin él (y) con mi hijo?”
§ 5. Addenda N ota I. — No nos detenemos en el examen de otras prepo siciones menos sistematizadas, como apud, secundum, (ad)uersus,
coram, causa, gratia, etc. Su semántica no ofrece oscuridades y está aún visiblemente ligada a formas “ sustantivas” de todos conocidas. N ota II. — Hemos prestado atención exclusiva al sentido “lo cal” de las preposiciones; del sentido local irradia, sin violencia, el sentido “temporal” y los diversos sentidos “figurados” o “no cionales” . Nos limitaremos a dar algunos ejemplos.
ante urbem es “ ante la ciudad” (sentido local estricto) ; pero ante hunc diem será “ antes del día de hoy” (sentido “ temporal” ) ; el contexto también nos invita a ver sentido temporal en ante tubam (Virgilio, En., 11, 424), “ antes (del toque) de la· trom peta” ; por último, en ante alios pulcherrimus omnis Turnus (Vir gilio, En., 7, 55) tendremos — ¡en nuestra traducción!— un ante comparativo: “Turno, más hermoso que todos los demás” .
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Nos hemos referido a ab en su sentido local, acompañando al punto de partida. Ahora bien: según varíe la naturaleza del sustantivo tomado como punto de referencia y la naturaleza de lo que situemos frente a ese punto de referencia variarán nues tras traducciones por no sernos usual la representación unitaria que se hace el latín de situaciones diversas para nuestra men talidad : A ) Varía la semántica del sustantivo regido por la preposi ción: ab urbe (uenio) — “ (vengo) de la ciudad” ; pero ab urbe condita es “ temporal” , porque el grupo regido urbet condita con tiene “ un suceso” , y automáticamente nos situamos en la línea del tiempo; por la semántica del sustantivo hay noción temporal en a principio, “ desde el principio” , y sugerencia temporal en a puero, “ desde la niñez” , etc.; a parece causal en (mare) a'sole (conlucet), “ (el mar brilla) a-partir-de ( = por efecto de, a causa de) el sol” , etc. B) Varía lo que situamos frente al punto de referencia: en si quid ei a Caesare grauius accidisset nos parece hallarnos ante un a “ separativo” ; pero en si quid ei a Caesare grauius inlatum esset ya queremos ver un a distinto, un a que exprese el sujeto agente (sobre este y otros ejemplos cf. supra, p. 160 s.). “El sentitido de ab explica que haya podido servir para introducir el com plemento del verbo pasivo, no, como se dice con frecuencia, para expresar el nombre del agente, el sujeto “ lógico” de la acción, sino ... para indicar de quién procede la acción expresada por el verbo; así, en iniuria abs te ( = que me viene de ti) afficior, el sentido de abs es el mismo que en leuior est plaga ab amico quam a debitore (Cic., Fam., 9, 16, 7), “la herida es más leve inferida por un amigo que por un deudor” (Ernout-Meillet, Dic tionnaire Etymol., s. u.). Por último, en numerosas construcciones, como doleo ab oculis, “me duelen los ojos” (literalmente, “ sufro de-parte-de los ojos” ); petere (regem) a loue, “ pedir (un rey) a Júpiter” (lite ralmente, ab loue = procedente-de Júp.); timere ab aliquo, “ te ner miedo de-parte-de alguien” , o, mejor, “ temer a alguien” , etc., nuestras gramáticas soslayan el problema diciendo, simplemente, que esos verbos se construyen con la preposición ab, como si ello constituyera una explicación o como si no fuera posible averi guar las correspondencias entre las unidades significativas.
CUARTAPARTE
LA ORACIÓN
I EL ORDEN DE PALABRAS EN LATÍN CLÁSICO *
§ 1. — Introducción El primer autor moderno que se ha interesado por el orden de las palabras en las lenguas clásicas ha sido H. Weil (De Vordre des mots dans les langues anciennes comparées aux langues mo dernes, Paris, 1844, 2.a ed. 1869). El interés por la cuestión se ha mantenido a cierto apreciable nivel hasta principios del siglo actual; desde entonces ha decrecido muy sensiblemente: basta para comprobarlo recorrer nuestros repertorios bibliográficos. Los manuales universitarios más utilizados en la actualidad no tocan en absoluto el problema o pasan rápidamente, como sobre ascuas, si aluden a él. Los manuales a que nos referimos son concretamente las sintaxis latinas, ya que no puede asignarse al orden de palabras un lugar fuera de la sintaxis y, por otra parte, no hay problema más propiamente sintáctico que la orde nación de los elementos que integran la unidad de la frase. Tal vez la razón del escaso interés por el orden de las palabras latinas se explique, en buena medida, por la propia obra de Weil y de sus seguidores, cuya doctrina, más bien negativa, se ha impuesto con demasiada facilidad en el ámbito de nuestros estu dios. Las conclusiones de Weil, aceptadas prácticamente sin re servas, vienen a ser éstas: Frente a las lenguas modernas, que son lenguas de construcción fija, las lenguas antiguas son lenguas de construcción libre; es cierto que los latinos tienen marcada predilección por colocar sus verbos después de los complementos;
* Este capítulo se p ublicó com o artículo independiente en H om enaje a Antonio T ocar, Gredos, Madrid, 1972, pp. 403-423.
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es cierto igualmente que hay en latín muchos giros de palabras fijas; pero no cabe pretender fundar sobre esas observaciones un sistema de construcción usual ya que cualquier regla se vería “ cien veces quebrantada” en cada página de cualquier autor la tino. Por otra parte, y sin afán de paradoja, nos atreveríamos a afirmar lo siguiente: los escasos autores que, de un siglo a esta parte, han pretendido defender teóricamente el orden de las pa labras en latín, han conseguido un efecto contraproducente: dan al lector la impresión real de que no existe ningún orden en la colocación de las palabras. Pensamos ahora en obras muy repre sentativas como la tan manoseada y tantas veces reeditada y traducida estilística latina de E. Berger, con sus 70 páginas sobre el orden de palabras o como los tres volúmenes de Marouzeau sobre el mismo tema. Según estos autores son tantos los principios reguladores deí orden y tantas las excepciones y contraexcepciones a tener en cuenta que el lector acaba preguntándose si sus reglas merecen ser recordadas o si el título apropiado a sus trabajos es el de “el orden” o el “desorden” de las palabras en latín. Nosotros creemos que en el gran período clásico existe un principio general que realmente rige la ordenación de las pala bras latinas; y pensamos que no puede menospreciarse su alcance ya que, aunque “cien veces quebrantado en cada página” , como — ¡con notoria hipérbole!— , dijo Weil, es patente también en cada página que la relación entre orden excepcional y orden habitual, lejos de ser equilibrada, supone siempre un triunfo rotundo del orden sobre las desviaciones, de tal modo que la norma no se oscurece nunca y sirve precisamente de pauta o punto de referencia para contrastar las desviaciones que se pue dan presentar.
§ 2 . — Los latinos tenían conciencia de una ordenación natural de las palabras en su lengxia En este punto nos parece que el sentir de los hablantes latinos con relación a su lengua fue aproximadamente el mismo que tiene un hablante románico con relación a la suya. Pero una cosa
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es “sentir” la natural ordenación de las palabras y otra muy distinta es llegar a formular los principios que rigen tal ordena ción. Más todavía, el orden de palabras en la propia lengua pa rece cosa tan natural y tan sabida que apenas despierta una espontánea curiosidad por estudiarlo y formular los principios teóricos que rigen dicha ordenación. Repetimos que los hablantes latinos, como los actuales ha blantes románicos, nos parecen dar por supuesto un orden na tural de las palabras en sus frases. Aluden muchísimas veces a esa ordenación espontánea, aunque lo hacen de pasada y sin insistir, como refiriéndose a algo que nadie pone en duda ni necesita demostración. He aquí una serie de testimonios en apoyo de nuestra tesis. Testimonios de Quintiliano. — Quintiliano es sin duda el au tor antiguo más explícito y que más reiteradamente se refiere a “ un orden normal” de las palabras en latín. Transcribimos en primer lugar un texto suyo bastante largo pero que nos resistimos a recortar, ya que nos parece ilustrativo en toda su extensión. Subrayamos en negritas las expresiones más interesantes y sobre ellas centraremos nuestro breve comentario. Inst. Orat., VIII, 6, 62 ss.: 62. Hyperbaton... id est uerbi transgressionem (“el despla zamiento de una palabra” ), quoniam frequenter ratio composi tionis et decor poscit, non inmérito inter uirtutes habemus. Fit enim frequentissime aspera et dura et dissoluta et hians oratio, si ad necessitatem ordinis sui uerba redigantur et, ut quodque oritur, ita proximis, etiam si uincire non potest, adligetur. 63. Differenda igitur quaedam et praesumenda, atque ut in structuris lapidum impolitorum loco, quo conuenit, quodque ponendum. Non enim recidere ea nec polire possumus, quo coagmentata se magis iungant, sed utendam iis, qualia sunt eligendaeque sedes. 64. Nec aliud potest sermonem facere numerosum quam oppor tuna ordinis permutatio; ñeque alio ceris Platonis inuenta sunt quattuor illa uerba, quibus in illo pulcherrimo operum in Pi raeum se descendisse significat, plurimis modis scripta, quam quod eum quoque maxime numerosum facere experiretur. (Sigue este ejemplo: “Animaduerti, iudices, omnem accusa toris orationem in duas diuisam esse partes” ( = Cic., pro
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Cluent., 1). Nam “ in duas partes diuisam esse” rectum erat, sed durum et incomptum. Observaciones: 1. Parecen especialmente significativas las siguientes expre siones: a) “El hipérbaton, es decir, el desplazamiento de una palabra...” ; b) “ si las palabras se sometieran al imperativo de la ordenación que propiamente les corresponde” ; c) “ Un opor tuno cambio de ordenación...” . Parece evidente que no podría hablarse de hipérbaton, de desplazamiento de una palabra, de la imperativa ordenación que propiamente corresponde a las palabras, sin tener in mente un orden básico y previo como punto de referencia y contraste para las desviaciones que se mencionan. 2. En el texto (tomado de Cicerón, pro Cluent., 1) que Quin tiliano trae a colación para ejemplificar un hipérbaton, quizá convenga recordar que no hay más que una desviación al orden normal de las palabras latinas y es precisamente la desviación que anota Quintiliano: sólo la palabra partes está fuera de su sitio; pero no es raro que modernamente se vea un hipérbaton más llamativo en accusatoris; evidentemente es ésta una falsa perspectiva moderna que descubre desviaciones imaginarias por tomar como punto de referencia la ordenación normal en nuestras lenguas actuales. 3. Pero quizá lo más ilustrativo de esta larga cita de Quin tiliano sea su comentario final: Nam “in duas partes diuisam esse” rectum erat, sed durum et incomptum (es decir, in duas partes diuisam esse hubiera sido lo normal, pero resultaría duro y sin arte). El sentido de rectum erat no es aquí en modo alguno dudoso. Y esto nos permitirá afirmar más adelante cuando Quin tiliano nos hable del rectus ordo uerborum, que no puede refe rirse más que al “ orden normal” u “ orden básico” de las palabras latinas. En el libro IX Quintiliano repite la misma doctrina y añade nuevas e importantes precisiones: Inst. Orat., IX, 4, 26-27 : Vetbo sensum eludere, multo, si com positio patiatur, optimum est. In uerbis enim uis est. Si id aspe rum erit, cedet haec ratio numeris, ut fit apud summos Graecos Latinosque oratores frequentissime. Sine dubio erit omne, quod non chidet, hyperbaton...
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Non enim ad pedes uerba dimensa sunt, ideoque ex loco trans feruntur in locum, ut iungantur quo congruunt maxime, sicut in structura saxorum, rudium etiam ipsa enormitas inuenit cui applicari et in quo possit insistere. Felicissimus tamen sermo est, cui et rectus ordo et apta iunctura et cum his numerus oppor tune cadens contigit. Merece especialísima atención la afirmación final de la cita: “ Sin embargo, el discurso mejor logrado es aquél en que se dan el orden normal, el adecuado ensamblamiento y, a la vez que esto, una combinación métrica adecuada” . He aquí, ya sin comentarios, otros testimonio^ de Quintiliano : I, 5, 39: Transmutatione, qua ordo turbatur (Y siguen aquí ejemplos de esos desplazamientos de palabras que perturban el orden normal). VIII, 2, 22: Nobis prima sit uirtus perspicuitas, propria·uerba, rectus ordo, non in longum dilata conclusio “Para nosotros la primera cualidad es la claridad, la propiedad de las palabras, su orden normal, un período que no difiera mucho su conclusión” . IX, 1, 6-7: In hyperbato commutatio est ordinis... Transfert tamen uerbum aut partem eius a suo loco in alienum. .. Et propiis uerbis et ordine collocatis figura fieri potest “En el hipérbaton hay una inversión del orden normal... [El hipérbaton] traslada una palabra o parte de ella de su sitio propio a otro sitio que no es el suyo... [Frente al hipérbaton] con palabras propias y colo cadas -en el orden normal puede darse una figura de dicción” . IX, 3, 91: Verborum autem concinna transgressio, id est hy perbaton “ Una inversión elegante de los vocablos, es decir el hipérbaton... (Cicerón usa la misma expresión en de orat., III, 207). IX, 4, 32: ... uitiosa locatio uerborum... Si [ordo] uitiosus est, licet et uincta et apte cadens oratio, tamen merito incompo sita dicatur. Testimonios de Cicerón. — En lo que afecta al orden de las palabras ningún autor nos ha dejado traslucir su conciencia lin güística con tanta claridad como Quintiliano. Sin embargo, vale la pena recordar aquí todavía algunos testimonios más. Y, en primer lugar, los de Cicerón. Quintiliano inicia el capítulo de compositione (IX, 4), donde
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precisamente hemos hallado sus indicaciones más claras y ex tensas sobre nuestro tema, con un cálido elogio de Cicerón: “ So bre la composición, en verdad no me atrevería a escribir después de Marco Tulio (y dudo que haya en su obra otra parte más cui dada que ésta), si sus contemporáneos no se hubiesen atrevido ya a criticarlo incluso en cartas dirigidas a él personalmente... Por lo tanto seguiré a Cicerón en la mayoría de las cuestiones...; en algunos puntos tal vez me separe de él” . Esta declaración de Quintiliano nos indica ya que el sentir de Cicerón sobre la collocatio uerborum coincidirá sustancialmente con las teorías de Quintiliano expuestas anteriormente. Pero hemos de reconocer que el pensamiento de Cicerón sobre la ordenación de las palabras no transparenta con demasiada claridad. La gran preocupación del orador es la prosa oratoria; se extiende pues en numerosos capítulos (Orator y de oratore) sobre la armonía de la frase, las cláusulas rítmicas y la concin nitas uerborum (“ la artística disposición de las palabras” ), sin oponer esa concinnitas uerborum al ordo rectus uerborum como ocurría frecuentemente en Quintiliano. Con todo y gracias a la ayuda de Quintiliano, podemos des cubrir el pensamiento de Cicerón e interpretar su vacilante ter minología. Empezaremos por descifrar tres textos del Orator que" son clave para nuestro problema : 201. Terneae sunt... partes... collocationis (uerborum): com positio, concinnitas, numerus. 202. Quod numerosum in oratione dicitur non semper nu mero (fit), sed nonnumquam aut concinnitate aut constructione uerborum. 219. Et quia non numero solum numerosa oratio sed et com positione fit et genere... concinnitatis, compositione potest intel legi cum ita structa uerba sunt, ut numerus non quaesitus sed ipse secutus esse uideatur, ut apud Crassum: “ Nam ubi libido dominatur, innocentiae leue praesidium est” ; ordo enim uerbo rum efficit numerum sine ulla aperta oratoris industria. En los tres párrafos aquí citados se habla de las mismas tres facetas a tener en cuenta en la collocatio uerborum; pero la nomenclatura es fluctuante. 201: compositio, concinnitas, numerus.
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202: numerus, concinnitas, constructio. 219: numerus, concinnitas, compositio uel ordo uerborum. Ahora bien : Quintiliano, hablando exactamente de lo mismo, se expresa en los siguientes términos (IX, 4, 22) : In omni porro compositione tria sunt genera necessaria: ordo, iunctura, nume rus. Y, con una leve variante, repite en IX, 4, 147 : ordo, coniunctio, numerus. Si comparamos las diversas nomenclaturas, podremos aclarar los términos oscuros:
Cicerón
Quintiliano
collocatio uerborum
compositio
compositio = constructio = ordo concinnitas numerus
ordo iunctura uel coniunctio numerus
La collocatio uerborum de Cicerón es la expresión genérica para designar “la colocación de las palabras en general” , sea cual fuere el criterio que rija esa ordenación; a esa expresión gené rica corresponde, con idéntico sentido e idéntica generalidad, la compositio de Quintiliano, para quien compositio es el “ arte de componer o redactar” (“composición” aún pervive en algunas tradiciones escolares de Europa como sinónimo de “redacción” ). La compositio de Cicerón tiene un sentido restringido : es una de las tres maneras de “componer” ; es la composición espontá nea, no estudiada, en que la propia constitución de las palabras y en su orden normal produce ya un ritmo satisfactorio, sin que el autor haya puesto nada de su parte por conseguirlo. Esta sencilla compositio corresponde al rectus ordo de Quintiliano. Nuestra interpretación se confirma con el ejemplo del discurso de Craso que nos da Cicerón: las palabras están en el orden básico que rigurosamente les corresponde en latín y, por añadi_
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u o
dura, forman una bella cláusula: leue praesidium) est: “Por composición — dice Cicerón— puede entenderse el caso en que las palabras están constituidas de tal forma que el ritmo no pa rezca ser buscado, sino que parezca venir por sí mismo, como
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en Craso: Nam ubi libido dominatur} innocentiae leue praesi dium est”; efectivamente, el orden (natural) de las palabras pro duce el ritmo sin ningún recurso aparente por parte del orador” . Recuérdese que este tipo de composición es el ideal, según Quintiliano: Felicissimus tamen sermo est cui et rectus ordo et apta iunctura et cum his numerus opportune cadens contigit (IX, 4, 26-27). A esta compositio artística per se dentro de su espontaneidad se opone la concinnitas: ésta es una técnica que, mediante la in versión del ordo rectus, busca una ordenación artística: es, pues, una “inversión artística” , una concinna transgressio, según dicen al unísono en otros lugares Cicerón (de orat., III, 207, etc.; Ora tor, 87) y Quintiliano (IX, 3, 91). . La concinnitas uerborum de Cicerón corresponde a la iunctu ra o coniunctio de Quintiliano. Ambos nos explican en términos muy parecidos que cuando los materiales de construcción —pie dras o palabras— no caen a medida, hay que agruparlos buscán doles la cara que permita el mejor acoplamiento. Por último, como dato interesante para interpretar a Cicerón, recordamos esta afirmación dç P. Festo (33, 25) : concinnare est apte componere. A la misma concinna collocatio uerborum, pero con una no menclatura muy próxima a la de Quintiliano, se refiere sin duda Horacio cuando habla a los Pisones de la callida iunctura verbo rum (Ars poet., 46-48). ' A otros testimonios de Cicerón hemos de referirnos más ade lante. Testimonios del autor de la “Rhetorica ad Herennium” . — De la Rhetorica ad Herennium son los siguientes párrafos: IV, 32, 44: Transgressio (— excepción al orden normal) est quae uerborum permutat ordinem peruersione (— inversión) aut transiectione ( = disyunción). Peruersione sic: “Hoc uobis deos immortales arbitror dedisse uirtute pro uestra” . Transiec tione sic: “Instabilis in istum plurimum fortuna ualuit” ... Huiusmodi transiectio, quae rem non redit obscuram, multum prode rit ad continuationes... in quibus oportet uerba sicuti ad poeti cum quemdam extruere numerum. IV, 12, 18: Verborum transiectionem uitabimus, nisi quae
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erit concinna. Y cita, como disyunción defectuosa, ésta de Coelius: “In priore libro has res ad te scriptas Luci, misimus, A eli” . Testimonios de Séneca. — Otro autor a tener en cuenta es nuestro Séneca. Aunque muy breve, es bastante explícito en ciertos párrafos de su correspondencia con Lucilio. En la carta 100, 5, hace el elogio de un contemporáneo suyo entre cuyos méritos señala en primer lugar un léxico “ selecto” , pero no re buscado, y en segundo lugar una “resistencia” a seguir la moda reinante que invertía el orden de las palabras y les asignaba una colocación antinatural : electa uerba... non captata - nec huius saeculi more contra naturam suam posita et inuersa... En otra carta, la 114, dedica varios párrafos al mismo tema; concretamente, en el § 7 se refiere a las palabras “ ordenadas con absoluto desprecio de la norma general vigente” : uerba tam im probe structa, tam neglegenter abiecta, tam contra consuetudi nem omnium posita. Y poco después (§ 16) señala como vicio en la composición de la frase esas disyunciones en que los tér minos esenciales de un enunciado se hacen esperar demasiado: Quid de illa (compositione) loquar in qua uerba differuntur et diu expectata uix ad clausulas redeunt? De todo lo dicho se deduce que el latín, como nuestras len guas actuales, tenía un orden gramatical regular; pero así como nuestras lenguas de hoy están condenadas a seguirlo con cierto servilismo so pena de caer en la ambigüedad, el latín y las len guas antiguas en general podían, gracias a su rica flexión, libe rarse de ese orden, pero sin que por ello se oscureciera en la conciencia de los hablantes la pauta reguladora básica.
§ 3. — Orden de palabras: regias generales y su alcance A) Reglas generales: 1. El sintagma predicativo. — Normalmente, el sujeto enca beza la oración y el predicado la cierra. 2. Sintagma determinativo. — Todo elemento determinante precede normalmente al determinado. La ley es única para todas
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las variantes del sintagma determinativo: tipo adverbio-verbo; tipo adjetivo-sustantivo (organizado según el mecanismo de la concordancia) y tipo sustantivo en dependencia de un verbo o de otro sustantivo (organizado según el mecanismo de la rección). 3. Las preposiciones preceden al sustantivo que rigen; las conjunciones preceden a los términos que enlazan. B) Su alcance Comprobemos inmediatamene hasta qué punto llega la regu laridad de estas normas: 1. Aunque puede efectuarse la comprobación con un texto clásico cualquiera de cierta extensión, empecemos por estudiar un texto de Cicerón en el que Quintiliano señala una sola pala bra fuera de su sitio: un adverbio colocado detrás de su verbo (aunque como determinante del verbo era de esperar que lo pre cediera en la cadena hablada). Quintiliano justifica esta intencionada desviación estilística de Cicerón; pero lo único que ahora nos interesa es saber que para Quintiliano, como para nosotros, esa palabra está fuera de su sitio normal, y que todas las demás ocupan el lugar que normal mente les corresponde. La cita de Quintiliano está en Inst. Orat. IX, 4, 30; y el texto de Cicerón corresponde a Philipp. II, 63. Asignamos a cada palabra el número que en la ordenación lineal de Cicerón le corresponde. No asignamos número a las preposi ciones ni a las conjunciones, pues consideramos que las preposi ciones forman unidad con sus respectivos sustantivos y la con junción ut con su verbo subordinado: Tu (1) istis (2) faucibus (3), istis (4) lateribus (5), ista (6) gladiatoria (7) totius (8) corporis (9) firmitate (10), tantum (11) uini (12) in Hippiae (13) nuptiis (14) exhauseras (15) ut tibi (16) necesse esset (17) in populi (18) Romani (19) conspectu (20) uomere (21) postridie (22). “ Tu” , como sujeto, encabeza la frase; “ istis” precede a fauci bus, a quien determina; y así sucesivamente. Sólo falla la ordena ción de 4 números en un total de 22; es decir, están en su sitio, al tenor de las reglas básicas, el 82 por ciento de las palabras. Si nos fijamos ahora en los fallos (números 12, 17, 19 y 22),
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observamos que los números 12 y 19 presentan una particu laridad muy notable: cualquier estudiante medianamente fami liarizado con el latín sabe que las secuencias tantum uini- y po pulus Romanus son secuencias fijas y que prácticamente no ca ben las inversiones uini tantum ni Romanus populus; por lo tanto, los números 12 y 19 están también en su sitio; es verdad que, al no obedecer al orden del sintagma determinativo, plan tean un nuevo problema, al que hemos de referirnos más ade lante. El número 17, es decir, el verbo de la oración subordinada, adelantado en cabeza de su frase, es un caso de hipérbaton, como 'dice Quintiliano en otro lugar (cf. supra, p. 16). No obstante, esta posición del verbo subordinado, enfrentado de cerca con el verbo principal (núm. 15), ni chocó a Quintiliano ni nos sor prende a nosotros, los modernos. Subsiste, pues, como única desviación estilística notable el núm. 22, comentado por Quintiliano; pero aun computando la excepción del núm. 17 resulta que el 91 por ciento de las pa labras están rigurosamente ordenadas. 2. He aquí ahora, elegidos por nosotros, dos ejemplos de lo que es el orden normal de las palabras en latín. Subrayamos to das las excepciones, incluso algunas que sólo son aparentes (por tratarse de secuencias fijas). Pero, aun así, su coeficiente de re gularidad es superior al 96 por ciento. El texto que sigue es el principio de la obra de Valerio Má ximo, la dedicatoria de su libro al emperador Tiberio: Urbis Romae exterarumque gentium facta simul ac dicta me moratu digna, quae apud alios latius diffusa sunt quam ut breuiter cognosci possint, ab illustribus electa auctoribus digerere constitui, ut documenta sumere nolentibus longae inquisitionis labor absit. Nec mihi cuncta complectendi cupido incessit: quis enim omnis aeui gesta modico uoluminum numero comprehen derit? aut quis compos mentis, domesticae peregrinaeque histo riae seriem, felici superiorum stilo conditam, uel attentiore cura, uel praestantiore facundia traditurum se sperauerit? He aquí ahora un largo período ciceroniano (pro Rab., 21) : Cum armatus M. Aemilius, princeps senatus, in coinitio cons titisset, qui cum ingredi uix posset, non ad insequendum sibi tar ditatem pedum, sed ad fugiendum impedimento fore putabat,
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cum denique Q. Scaeuola confectus senectute, perditus morbo., mancus, et membris omnibus captus ac debilis, hastili nixus et animi uim et infirmitatem corporis ostenderet, cum L. Metellus, Ser. Galba... omnesque qui tum erant consulares pro salute communi arma cepissent, cum omnes praetores, cuncta nobilitas ac iuuentus accurreret, Cn. et L. Domitii, L. Crassus..., cum omnes Octaui, Metelli..., cum L. Philippus, L. Scipio, cum M. Lepidius, cum D. Brutus, cum hic ipse P. Seruilius, quo tu im peratore, Labiene, meruisti, cum hic Q. Catulus, admodum tum adulescens,-cum hic C. Curio, cum denique omnes clarissimi uiri cum consulibus essent: quid tandem C. Rabirium facere conuenit? 3. Volvamos ahora a Cicerón. En el Orator (232-233) nos da tres ejemplos de palabras correctamente dispuestas por él en uno de sus discursos y otras tantas posibles dislocaciones que — según dice— lo echarían todo a perder. Orator, 232: Quantum autem sit apte dicere, experiri licet, si aut compositi oratoris bene structam collocationem dissoluas permutatione uerborum; ...u t haec nostra in Corneliana: a) “Neque me diuitiae mouent, quibus omnis Africanos et _ v/ —. — Laelios multiuenalici mercatoresque superarunt” . Immuta pau lulum: “ Multi superarunt mercatores uenaliciique” : perierit tota res. b) “Neque uestis aut caelatum aurum et argentum, quo nos tros ueteres Marcellos Maximosque multi eunuchi e Syria Aegyptoque uicerunt” ; uerba permuta sic: “ uicerunt eunuchi e Syria Aegyptoque” . c) Adde tertium: “Neque uero ornamenta ista uillarum, qui bus L. Paullum et L. Mummium, qui rebus his urbem ltalzamque omnem referserunt, ab aliquo uideo perfacile Deliaco aut __
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Syro potuisse superari” ; fac ita: “potuisse superari ab aliquo Syro aut Deliaco” . 233: Videsne, ut ordine uerborum paululum commutato, is dem tamen uerbis stante sententia, ad nihilum omnia recidant, cum sint ex aptis dissoluta? Es verdad que, cuando Cicerón recomienda una ordenación de palabras y condena otra ordenación distinta, sólo parece pre ocuparse de la belleza rítmica de sus cláusulas: las cláusulas
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adoptadas por Cicerón en el ejemplo a) y el ejemplo c) son del
-- V-/ 'w'
V·
tipo de su famoso esse uideatur; en el ejemplo b) Cicerón logra un crético-espondeo, otra de las cláusulas más gratas a su oído Naturalmente, todo esto desaparecería en la hipotética segunda redacción. Ahora bien: a nuestro juicio es muy notable que, indepen dientemente de la rítmica, la ordenación dada como artística por Cicerón coincide exactamente con la ordenación normal de las palabras; y que, con la misma regularidad, la dislocación que “ lo echa todo a perder” quebranta las reglas básicas del orden de palabras. Esto nos lleva a creer que Cicerón, aunque él no nos lo diga expresamente, piensa como Quintiliano (IX, 4, 27) : Feli cissimus tamen sermo est, cui et rectus ordo et apta iunctura et cum his numerus opportune cadens contigit.
§ 4 . — Las excepciones al “ ordo rectus”
1)
S ecuencias f ij a s
Cuando hablamos de orden normal y orden excepcional nos referimos a aquellas secuencias de la cadena hablada en que puede jugar la libertad del escritor para adoptar una u otra ordenación. Pero, de hecho, hay en latín un número no despreciable de secuencias fijas. Hemos de registrarlas simplemente como tales, ya que entonces “ el orden del latín” es patente. Así, frente a la regla básica tercera, nadie ignora que hay preposiciones pospuestas: mecum, nobiscum, etc.; hay conjuncio nes igualmente enclíticas: senatus populusque R., plus minusue, etcétera. En el sintagma determinativo (regla básica segunda) hay también notables secuencias fijas, ya sea en el ordo rectus espe rado, ya sea en orden inversivo: Secuencias fijas con mantenimiento del orden normal: Adjetivo-sustantivo: indicta causa, infecta re, quodam modo, tanto opere, pro uirili parte, etc.
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Genitivo-sustantivo: pietatis causa, uerbi gratia, aquae duc-, tus, iuris consultus, etc. Secuencias fijas con inversión: Sustantivo-adjetivo: populus Romanus, res publica, res militaris, res. frumentaria, aes alienum, ius ciuile, nauis longa, nauis oneraria, ora marítima, diz inmortales, Kalendas Matas, Pontifex Maximus, etc. Sustantivo-Genitivo: pater familias, ius duitatis, mos maio rum, tarditas aurium “la sordera” , debilitas pedum “la gota” , debilitas membrorum “ la parálisis” , etc.; tribunus plebis, tribu nus militum, magister equitum, etc.; orbis terrarum, Forum Iulii, Forum Appii, Forum Claudi, Portus Veneris, etc. Obsérvese que estas secuencias fijas, tanto en orden normal como en orden inversivo, son expresiones técnicas por las que se pretende designar, mediante una especie de nombre compues to, conceptos únicos y científicamente definidos: al lenguaje can cilleresco o jurídico pertenecen expresiones inversivas como populus R., res publica, aes alienum, pater familias, ius duitatis, etcétera; nauis longa, nauis oneraria son tipos muy definidos de embarcaciones (“ nave de guerra” y “ nave de carga” , respec tivamente); tarditas aurium, etc., son designaciones médicas; or bis terrarum, Forum lulii, etc., son términos geográficos. Sospechamos que la fijación del orden inversivo puede ser debida a una preocupación definidora (cf. infra, pp. 34-35). Si alguna vez aparecen invertidos los términos en alguna de las expresiones apuntadas, ello es indicio de que tales expresio nes no están usadas como tecnicismos, razón por la que los tér minos vuelven a su colocación normal : así, frente a res publica (“ la cosa pública, en oposición a los intereses particulares” ), publica res será “una cosa pública cualquiera” ; frente a nauis longa (“nave de guerra” ) , longa nauis será “ una nave larga cual quiera” ; frente a praetor urbanus (“ el pretor urbano” ), urbanus praetor es el “pretor gracioso” , etc. Evidentemente, no hemos de buscar preocupaciones estilísti cas en las construcciones inversivas fijas, ya que, por ser fijas, excluyen la intencionalidad del hablante.
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D e s v ia c io n e s l ib r e s
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e s t il ís t ic a s
a) Aclaraciones previas Las normas básicas que regulan el orden de la cadena ha blada latina admiten numerosas “ excepciones” . No obstante, di chas normas no son simples tendencias “ cien veces quebranta das en cada página” y, por tanto, sin importancia teórica ni uti lidad práctica. Por eso las hemos querido destacar como “ nor mas” que efectivamente se cumplen. Las excepciones son real mente “ excepciones” y, por su franca minoría, sirven de con firmación a la regla. Para despejar el terreno quisiéramos, ante todo, aclarar al gunos malentendidos usuales. Es frecuente que por encontrarse algun(os) término(s) en un orden extraño, el lector se crea que falla toda la ordenación de las palabras; sin embargo, si se presta atención al texto será ygeneralmente fácil comprobar que no todo falla y que muy pocos cambios bastarían para restablecer la normal ordenación. No pocas veces, el lector opera con principios ordenadores inexistentes y no tiene en cuenta los criterios que realmente existen. Por último, bastantes malentendidos son fruto de la nomen clatura. Es frecuente hablar del “hipérbaton latino” o desorden ra dical de las palabras latinas. Pero como el concepto de hipérba ton supone por esencia “ transgresión de un orden establecido” , variará el concepto de hipérbaton según lo que cada cual en tienda más o menos conscientemente por orden normal. Así, habrá hipérbaton en louis templum para quien piense que el orden normal es el románico “ templo de Júpiter” ; no habrá hi pérbaton para quien sepa o crea que el orden normal del latín es “ determinante-determinado” . Sin caer en ese error vulgar, la palabra hipérbaton se ha usado desde la antigüedad para designar cuatro o cinco cosas más o menos distintas; sin entrar aquí en detalles que nos pa recen ociosos, recordaremos tan sólo dos variedades de hipér-
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baton que realmente tienen importancia para nuestro tema. Con * el autor de la Rhetorica ad Herennium (IV, 32, 44) definimos el hipérbaton, o, con nomenclatura latina, la transgressio: Trans gressio est quae uerborum permutat ordinem peruersione ( = “ in version” ) aut transiectione (— “ disyunción” ) . Por inversión entiéndase la desviación del orden normal al tenor de nuestras tres reglas básicas. El autor de la Rhet. ad Herenn. da, este ejemplo: uirtute pro uestra (en lugar de pro uestra uirtute). Por transiectio entiéndase la separación de términos sintác ticamente unidos; el autor de la Rhet. ad Herenn. cita como ejemplo: Instabilis in istum plurimum fortuna ualuit; el adje tivo instabilis está distanciado del sustantivo fortuna, al que determina. Los autores modernos entienden generalmente por hipérba ton una u otra de las dos variedades señaladas, olvidándose de la otra. Y como las dos cosas son muy distintas, sus interpreta ciones del orden de palabras son confusas o totalmente equivoca das, como luego veremos con algún ejemplo muy concreto. Nosotros procuraremos evitar en adelante el término “ hi pérbaton” ; emplearemos los de “ inversión” o “ disyunción” , se gún convenga al caso. Insistimos en que sç trata de dos hechos muy distintos y de muy distinto significado en lo que a la ordenación de las pala bras se refiere. Por de pronto, ninguna disyunción como tal se opone a ninguna de las tres normas básicas tantas veces aludidas. En ellas se dice que ciertos elementos de la frase han de ir por delante de otros en la cadena hablada; esta condición se cumple tanto en la secuencia disyuntiva instabilis... fortuna como en la secuencia no-disyuntiva instabilis fortuna. En cambio habría “ in versión” , tanto en fortuna instabilis (inversión sin disyunción) como en fortuna... instabilis (inversión con disyunción). He aquí una muestra de algunos malentendidos a que hacía mos referencia. La tomamos de la Sintaxis de Ernout (1964:i, pá ginas 161-163). Este autor dedica un par de páginas al orden de las palabras; en resumen nos dice que hay una “ vaga tendencia” a que los elementos determinantes precedan a los determinados. Y añade : “Por lo demás, las indicaciones precedentes tan sólo se aplican a la prosa” . En los poetas, insinúa Ernout, sería vano
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buscar criterios de orden; y da como modelo de “ irregularidad” el siguiente pasaje de la Eneida (I, 193-194) : ... (cycnos) Aetheria quos lapsa plaga louis ales aperto Turbabat caelo. “Lapsa —comenta Ernout— está separado de Iouis ales, ae theria de plaga, aperto de cáelo” . Es fácil comprobar que este ejemplo “poético” no invalida sino que confirma la exactitud de la regla según la cual el determi nante precede al determinado; de las siete palabras que — ¡por la disyunción!— desconciertan a Ernout, cuatro (aetheria, lapsa, louis, aperto) son determinantes, y, como tales, preceden "(con o sin disyunción) a los elementos respectivamente determinados por ellas. ¿No hay en esto ya un importante criterio de orden respetado por el poeta? Nosotros señalaríamos como fuera de su sitio, no las siete palabras que comenta Ernout, sino las dos que a él no le llaman la atención, a saber: el relativo quos (que nor malmente encabeza la oración) y el verbo (que normalmente de biera cerrar la frase). La impresión de orden o desorden depende de la perspectiva que adoptemos. b) Desviaciones Ubres: sus límites I. 1) Cuando queda a salvo el orden formulado en las tres reglan básicas, es decir, en otros términos, cuando no hay “ in versión” , las posibles disyunciones pueden alcanzar dimensiones máximas. 2) Y viceversa, cuando se produce la anomalía de la inver sión, el posible efecto multiplicador de la disyunción ha de ser muy reducido o nulo. II. Fijémonos en las inversiones y disyunciones que afectan a la regla tercera (preposiciones, elementos subordinantes y coordinantes), donde precisamente los hechos son más patentes. Preposiciones. — 1) Con tal que la preposición vaya por delante de su régimen, es normal la disyunción y caben disyun
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ciones máximas. He aquí una serie de ejemplos, que cualquier lector podría ampliar indefinidamente: Virg., Georg., I, 345: nouas circum felix eat hostia fruges. Prop., I, 18, 7: felices inter numerabar amantes. Catulo, 17, 5: bonus ex tua pons libidine fiat. Ovidio, Fast., V, 12, 551: ultor ad ipse suos caelo descendit honores. Hör., Sat., I, 3, 69-70: amicus dulcis... cum. mea compenset uitiis bona. Obsérvese cómo los poetas multiplican los efectos disyunti vos, ya que a la disyunción preposición-régimen que ahora co mentamos, se superpone en la mayoría de los ejemplos citados una nueva disyunción, la del adjetivo-sustantivo. Las disyunciones amplias no son exclusivas del lenguaje poé tico: Cic., de off., II, 27: post uero Sullae uictoriam. Val. Max, IV, 4, 3: ln C. uero Fabricii et Q. Aemilii Papir principum SQ£culi, domibus argentum fuisse confitear oportet. 2) En cambio, si se da la anomalía de la inversion (anás trofe) , difícilmente se añadirá la disyunción, y en todo caso ésta ha de ser mínima: anástrofes como haec inter, gente sub Hec torea, ilice sub nigra, etc., nos son relativamente familiares, aun que sentidas como figura retórica. Pero ya son llamativas rarezas las disyunciones, por leves que sean, añadidas a la anástrofe: Lucrecio, 7, 718 : quam fluitans circum. Hör., Sat., I, 3, 68: uitis nemo sine nascitur. II, 3, 40: ¿manos qui inter uereare insanus haberi. Virg., En., XI, 816: ossa sed inter. Elementos subordinantes y coordinantes. — 1) Es de lo más normal que una oración subordinada empiece con la conjunción de subordinación (o pronombre relativo) y concluya con el verbo, sea cual fuere la distancia que medie entre ambos términos.
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Véanse los variados ejemplos que aparecen en el texto siguiente (ut... habeatis, si... delectemini, si... uelitis, si uultis): (populus R.) clamat permittitque uobis ut, si istis hominibus delectemini, si ex eo splendorem ordini atque ornamentum curiae constituere uelitis, habeatis sane istum uobiscum senatorem, etiam de uobis iudicem, si uultis, habeatis (Cic., Verr., 2, 77). 2) Pero la libertad del poeta como la del prosista queda muy limitada cuando a la anomalía de la inversión se pretenda añadir la de la disyunción. Incluso en poesía hay que leer muchas pá ginas para hallar inversiones como éstas: Lucrecio, III, 1.065: tetigit cum limina uillae. VI, 841: rares cit quia terra calore. Hör., Sat., I, 3, 114: diuidit ut bona. I, 4, 32; ampliet ut re'm. Si a la inversión se suma la disyunción, ésta ha de ser muy moderada : Hör., Sat., I, 2, 116: tument tibi cum inguina. I, 3, 28: Euenit, inquirant uitia ut tua. I, 4, 125: flagret rumore malo cum... Por último, y refiriéndonos a las conjunciones de coordina ción, caben inversiones del tipo Virgiliano Turnus et, turribus aut, Veneris nec, etc.; pero no sabríamos dar ejemplos con la añadidura de una disyunción. III. Si ahora nos fijamos en las inversiones y disyunciones que afectan al sintagma predicativo (regla básica 1.°) y al sin tagma determinativo (regla básica 2.‘ ), aunque con mayor mar gen de libertad, los hechos son similares a los que acabamos de ver en el apartado anterior. En el orden normal, es decir si no hay inversión, la distancia que puede mediar ya sea entre el sujeto y su predicado, ya sea entre un determinante y su determinado, puede ser máxima; pero si se produce la anomalía de la inversión, la posible disyun ción de los elementos en cuestión sólo puede alcanzar dimensio nes moderadas. A cualquier lector le será fácil buscar textos en que el sujeto vaya a más de media docena de líneas por delante de su verbo; en cambio, si el verbo precede al sujeto, la distancia susceptible
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de separarlos no puede alcanzar semejantes proporciones. Nos parece ocioso dar ejemplos que están en la mente de todos. Y lo mismo ocurre con las disyunciones entre un determi nante y su determinado, según vayan éstos en su orden normal o anormal. He aquí una notable disyunción (sin inversión) del sintagma Danaum... manu: Iliaci cineres et flamma extrema meorum, testor in occasu uestro nec tela nec ullas uitauisse uices, Danaum et, si fata fuissent ut caderem, meruisse manu. (Virg., En., 431-434). No sería concebible la misma disyunción en el orden inver sivo: manu... Danaum. c) Desviaciones libres: sus motivaciones Si admitimos con los antiguos que toda infracción al ordo rectus es una desviación estilística, se comprenderá fácilmente que no es posible encasillar mecánicamente en “reglas” todas y cada una de las desviaciones estilísticas, es decir las vivencias más personales y no pocas veces irrepetibles que dan lugar a una determinada actuación del escritor en un momento concreto. El efecto y por lo tanto el estudio de una desviación estilística no puede captarse más que en su contexto. Con frecuencia es sufi ciente tener a la vista un contexto breve, y con no menor fre cuencia se impone la consideración de un contexto amplio. A pesar de estas limitaciones, nos parece útil señalar algunos motivos particularmente frecuentes de las transgressiones uer borum. 1. Motivaciones expresivas Desplazamiento del verbo. — Para nosotros, como para Quin tiliano, “ es indudable que toda forma verbal que no cierre frase constituirá un hipérbaton ( = «inversión») y este hipérbaton está catalogado entre los tropos y figuras que dan vigor al estilo” (Quint., IX, 4, 26).
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Vemos pues una inversión en las frases impresivas e interro gativas, cuyos verbos suelen ir en cabeza, como es bien sabido. La razón de esta inversión nos parece obvia: en dichas frases el verbo es habitualmente la palabra clave, el soporte esencial del mensaje; ello motiva su frecuente desplazamiento hacia la cabeza de la frase : ya sea a la posición inicial absoluta en las oraciones impresivas, ya sea a continuación de la palabra propiamente interrogativa en las oraciones interrogativas. No creemos nece sario dar ejemplos. Frecuentemente se da como una ley rígida que las oraciones impresivas e interrogativas han de llevar su ver£>o en cabeza. Nosotros queremos insistir en que la inversión no es nunca auto mática — como ocurre para ese mismo tipo de frases en las len guas románicas— y que si el autor latino quiere subrayar'•enfá ticamente en la frase impresiva o interrogativa otro término' que no sea el verbo, deja a éste en su sitio normal: os hominis insignemque impudentiam cognoscite (C ic, Verr., 4, 66). El acento expresivo está evidentemente en la “cara dura” de Verres. Aun en la modalidad aseverativa cabe desplazar el verbo a la primera posición por diversos motivos. Tácito, por ejemplo, en cabeza con el verbo un capítulo (Hist., I, 26) que por lo demás podríamos presentar como modelo de ordo rectus, ya que sobre un centenar de palabras sólo aparecen dos o tres leves desvia ciones más: Infecit ea tabes... “Alcanzó este contagio...” . Evi dentemente se pretende centrar así la atención sobre la rápida e implacable expansión de un movimiento subversivo que va a pre cipitar la caída de Galba. El desplazamiento del predicado sirve ya sea para presentar rápidamente una sucesión de acontecimientos, ya sea para insistir en una peripecia repentina, ya sea para describir una situación imprevista o dramática: Luget senatus, maeret equester ordo, tota duitas confecta senio est, squalent municipia, adflictantur coloniae (C ic, Pro M il, 20). EI verbo en cabeza de frase, dice Marouzeau (L’ordre des mots en latin, 1953, pp. 48 ss.), subraya una peripecia cómica, insiste en el valor de una argumentación oratoria, traduce un movimiento de tropas en un relato histórico, dramatiza una visión poética, etc. En las páginas citadas se dan series de ejemplos. Desplazamientos de los términos determinantes. — A la reía-
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ción predicativa, única en cada oración, pueden añadirse variadas relaciones de dependencia gramatical en los sintagmas determi nativos. Éstos, formalmente, aparecen, frente al sintagma predi cativo, como secundarios, como “ complementos” . Ahora bien, si en lugar de considerar la estructura sintáctica, consideramos el contenido semántico del mensaje, puede ocurrir que el dato esen cial de la información radique precisamente en un término for malmente “complementario” . La lengua latina entonces despla zará esos determinantes esenciales para destacar la predicación implícita que contienen. Obsérvese el vqlor que cobran el abla tivo luce y el adjetivo omnia al ocupar respectivamente las posi ciones reservadas en principio al sujeto y al verbo: Luce sunt clariora nobis tua consilia omnia (Cic., Cat., 1, 6) : “Más claros que la luz del día son para nosotros tus proyectos en su totali dad” . Lo que nosotros subrayamos melódicamente en el lenguaje hablado o gráficamente en el lenguaje escrito, el latín lo puede subrayar además mediante el orden de palabras. El adjetivo que sea simple determinante del sustantivo ha de preceder a éste; y el adjetivo en función predicativa ha de cerrar la frase: omnia praeclara rara. En este proverbio todo es sen cillo y normal, porque tanto desde el punto de vista formal como desde el punto de vista del contenido, omnia es un claro deter minante, y rara un no menos claro predicado. ' Pero pueden surgir dudas en textos como este de Plauto (Poen., 1.111 ss.) : earum nutrix qua sit facie, mi expedi. — Statura hau magna corpore aquilost... Specie uenusta, ore atque oculis pernigris. Aquí interfieren la función predicativa y la función determi nativa: formalmente los. cuatro adjetivos en ablativo determinan a (son regidos por) sus respectivos sustantivos; pero, lógicamente, son más que simples determinaciones: son verdaderas predica ciones con relación a sus sujetos “ lógicos” ; a ese carácter “ predi cativo” obedece la colocación de las palabras en el sintagma formalmente determinativo. Lo mismo ocurre en las definiciones. Cada término de una definición debe ser una nueva predicación, tanto la predicación
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propiamente dicha que enlaza los términos sujeto-predicado, como las subpredicaciones implícitas en los grupos determina tivos. De aquí el orden excepcional de las palabras que los tratadistas suelen observar en las definiciones: Misericordia est aegritudo ex miseria alterius iniuria laborantis (Cic., Tuse., 4,18). - Lo propio ocurre también en las llamadas “oraciones de abla tivo absoluto” ; y en todas las “ oraciones participiales” en general. El mero hecho de considerar “ oraciones” a estas construcciones (¡sin verbo personal!) inclina a ver entre el sustantivo y el par ticipio una relación predicativa, aunque desde el punto de vista formal se trata de un grupo determinante-determinado. Los au tores podrán entonces optar por el orden normal de la relación predicativa o por el de la relación de dependencia: Prima luce productis omnibus copiis, auxiliis in mediam aciem conieötis quid hostes consilii caperent expectabant (César, B. G., 3, 24, Γ). 2. Motivaciones estéticas Al inagotable capítulo de las desviaciones motivadas por ne cesidades expresivas hay que añadir otro no menos importante : el de las desviaciones por motivos estéticos. Nos encontramos aquí con dos series de hechos: a) las alteraciones al orden nor mal de las palabras en aras del ritmo y la armonía; b) las altera ciones que tienden a adornar el estilo con tropos y figuras re tóricas. a) A la ordenación rítmica de las palabras se refieren mil veces los antiguos, sobre todo Cicerón y Quintiliano : cf. Cicerón, Orator, 67; 83; 134 ss.; 187,195-196; 201-202; 219, etc.; de oratore, III, 171; 201; 207, etc.; Quintiliano, VIII, 6, 62 ss.; IX, 3, 91; 4, 32; 4, 143-144, etc. Ya hemos citado algunos de estos textos en páginas ante riores. Especialmente significativo y claro es Quintiliano en VIII, 6, 62-63: “ Con harta frecuencia — dice— el estilo se haría áspero, duro, suelto y desaliñado si se sometieran las palabras al imperativo de la ordenación que propiamente les correspon de...; y no hay más remedio, para lograr un estilo armonioso, que acudir a un oportuno cambio en la ordenación de las pa labras” . Ahora bien, los antiguos percibían las diferencias cuantita-
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tivas y los efectos producidos por la sucesión periódica de sílabas largas y breves; sabemos que incluso el vulgo analfabeto no perdonaba a un actor que, cansado y medio dormido, había co metido un lapsus cuantitativo. El oído era pues un juez siempre a punto e infalible en la apreciación de los efectos fónicos. Nuestro oído moderno no está desgraciadamente en las mis mas condiciones. No sentimos la cantidad y sólo indirectamente, gracias a nuestros estudios, podemos deducir el valor cuanti tativo de determinados elementos fónicos. Por lo tanto muchas veces nos escapará la razón de ciertas ordenaciones de palabras en aras del ritmo; otras veces si lo gramos captarla será tras un estudio paciente y no consultando directamente nuestro oído. Hemos visto antes (p. 24) que Cicerón se limitaba a decir a sus lectores, sin más explicación, que comprobaran cómo las palabras en determinado orden sonaban bien, y en otro orden “ todo se echaba a perder” . A nosotros sólo las estadísticas nos descubren lo que debía sonarles bien, regular o mal He aquí un nuevo ejemplo, que debemos una vez más a Ci cerón (Orator, 214): temeritas filii comprobauit. Verborum or dinem inmuta, fac sic: comprobauit filii temeritas. Iam nihil erit. Sabemos por las estadísticas de Laurand que nuestro autor busca la cláusula crético-dicoreo y evita el crético-peón 4Λ Ob sérvese además que ni siquiera menciona la posible ordenación normal filii temeritas comprobauit, sin duda porque en este caso desaparecería el crético (filii), pie preferido como base de sus cláusulas. Para descubrir la razón de muchas inversiones es aconsejable reponer provisionalmente las palabras en su orden normal y comparar las dos redacciones. Así Cic., Verr., 5, 170: Facinus est uincire ciuem Romanum, scelus uerberare, prope parricidium necare, quid dicam in crucem tollere? Observamos que hay una excepción al orden normal en uin cire ciuem Romanum en lugar de ciuem Romanum uincire; la razón de la inversión parece clara: el orden normal acarrearía una serie de cuatro espondeos seguidos; en cambio, la redacción de Cicerón logra una base crética, seguida de sólo dos espondeos.
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Del mismo tipo es la inversion que hemos encontrado en pro Rah., 21, pro salute communi (cf. supra, p. 24). b) Otro factor decisivo muchas veces en la ordenación de las palabras es el de las figuras retóricas. Oigamos una vez más a Cicerón (Orator, 134-135) : “Hay todavía otras figuras que nacen de la colocación de las palabras y que, como focos luminosos, añaden mucho brillo al discurso; se parecen en efecto a aquellas galas que se despliegan con ocasión de las grandes solemnidades en el teatro o en la plaza pública : no son los únicos motivos deco rativos de la fiesta, pero sí los que más destacan. Lo mismo ocu rre con las figuras de las palabras, que son los focos* luminosos del discurso y en cierto modo sus galas...” (Sigue aquí en el texto la enumeración de las “figuras” ) . El exámetro Spernitur orator bonus, horridus miles amatur (Enn., Ann., 269), con una ordenación totalmente inversiva "en el primer hemistiquio y totalmente normal en el segundo, nos ofre ce un buen ejemplo de construcción orientada a lograr la insignis exornatio de un triple quiasmo. Las figuras de retórica —sigue diciendo Cicerón— son para el orador “ como un bosque” donde puede acudir en busca de materiales inagotables para nutrir su elocuencia; tienen razón, pues, los comentaristas al acudir, ya desde la antigüedad, a ese mismo bosque para explicarse muchas construcciones literarias.
§ 5. — El orden de palabras como indicio de orientación estilística Los buenos escritores, aun cuando se permiten las más graves y sorprendentes alteraciones del ordo rectus, nunca abusan hasta el punto de oscurecer la norma básica, la invariable pauta que precisamente es indispensable para medir el grado y el arte de una desviación. Las desviaciones están siempre en franca mino ría, una minoría que en ningún momento pone en peligro el orden general reinante en la lengua, pero una minoría, por con traste, muy llamativa y eficazmente expresiva. Veámoslo estudiando dos textos de notoria irregularidad. 1. Prosa. — Fremant omnes licet, dicam quod sentio: biblio thecas mehercule omnium philosophorum unus mihi uidetur XII
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tabularum libellus, si quis legum fontes et capita uiderit, et auctoritatis pondere et utilitatis ubertate superare (Cic., de orat., I, 195). EI principio fremant omnes nos deja ya entrever una afirma ción de máxima solemnidad. Luego hay, aparentemente, más arbitrariedad que orden en la construcción del período. Pero una consideración más atenta demuestra lo contrario; para restable cer el ordo rectus bastaría trasladar el omnium philosophorum a la cabeza y el mihi uidetur a la cola del período; en suma sólo dos desviaciones, pero ambas de la mayor gravedad. En omnium philosophorum hay simultáneamente inversión y disyunción, ya que, además de ir el grupo pospuesto a su término regente, está separado de él por mehercule; y lo propio ocurre con mihi uide tur... superare, donde coincide igualmente con la inversión una disyunción de enormes proporciones. Los efectos que consigue Cicerón son múltiples y en cadena. En primer lugar, al desplazar el verbo de su habitual posición final, logra el autor su cláusula favorita ubertate superare (tipo esse uideatur). Pero es evidente que para conseguir ese fin no necesitaba alejar tanto el verbo de su posición básica final; al llevarlo tan lejos consigue, por añadi dura, una llamativa disyunción (unus... libellus) que pone de relieve el unus y el libellus; a estos dos términos aproxima Ci cerón el omnium philosophorum traído hábilmente aquí por la inversión y disyunción antes anotada. El efecto se hace ahora pa tente: (bibliothecas mehercule) omnium philosophorum iqms... libellus, es decir “ ¡frente a las bibliotecas de todos los filósofos juntos... un solo... folleto!” . 2. Poesía. — Las normas no son esencialmente distintas cuando se pasa de la prosa al verso. Según nos enseña Cicerón (Orator, 201-202), por lo que atañe al ritmo, al léxico y a la colo cación de las palabras, las directrices son substancialmente las mismas en la oratoria y en la poesía; más que en la naturaleza, la diferencia estriba en el grado de aplicación de los principios a seguir: eadem cum faciamus quae poetae, effugimus tamen in oratione poematis similitudinem... frequentiores sunt et liberio res poetae. Cicerón se planteó varias veces la cuestión de saber qué cri-
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terios distintivos separan la poesía y la prosa. Y su contestación insiste generalmente en los mismos puntos: cum licentiam statuo maiorem esse quam in nobis faciendorum iungendorumque uerborum, tum etiam nonnullorum uoluntate uocibus magis quam rebus inseruiunt (Orator, 66-68). He aquí un texto poético de los más audaces que se pueden citar : malamque pectore expuli tussim non inmerenti quam mihi meus uenter. dum sumptuosas appeto, dedit, cenas (Cat., 44, 7-9). Salta a la vista que el poeta es notoriamente más libre que'el prosista. No obstante volvemos a insistir: aun en los casos más extremos el orden básico ha de predominar sin peligro de oscu recimiento. En este famoso texto de Catulo son tres (sobre un total de quince) las palabras desplazadas: tussim, quam, cenas. ¿Qué efectos justifican la extraña disposición? Tratándose de poesía suele prodigarse una respuesta fácil : la de las necesidades métricas. Tal explicación nos parecería válida frente a un vulgar versificador; pero un gran poeta no se conforma nunca, o casi nunca, con rellenar correctamente el esquema métrico. Rara vez saldremos defraudados si reflexionamos sobre las construcciones anómalas para descubrir la intencionalidad del poeta. Aquí el quam produce una disyunción que ya subraya eficazmente el non inmerenti... mihi-, esta primera exornatio incide sobre otra exornatio, a saber la litote non inmerenti (fren te al vulgar bene merenti). Con los otros dos desplazamientos nos parece que Catulo buscó para los tres substantivos una disposición que materia lizara arquitectónicamente, ad oculos, la relación existente entre tres realidades: la tos, la glotonería, los banquetes. Un intento de traducción que no traicionara demasiado el contenido del original podría ser ésta : expulsé de mi pecho una peligrosa tos; no poco merecida la tenía mi glotonería, por codiciar espléndidos banquetes.
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§ 6. — El orden de palabras como indicio de orientación sintáctica Si el orden excepcional es siempre un dato del mayor interés para la interpretación estilística, el orden habitual es siempre un útilísimo indicio de orientación sintáctica, ya que permite al lector prevçr por dónde ha de buscar en principio los términos sintagmáticamente relacionados entre sí. Este indicio llega a ser no pocas veces una indispensable ayuda gracias a la cual la frase latina no se convierte en enigma. Ello ocurre cuando hay sobrecarga de determinaciones suce sivas y en cadena. El escritor debe entonces atenerse tanto más estrictamente al orden normal cuanto mayor sea la aludida sobre carga, para que el lector no se pierda ni pueda titubear en la interpretación. Así ocurre en el siguiente texto de Valerio Máxi mo (I, 6, 11): et illae clades... maiores: ...optimae indolis filii cruore paterni respersi oculi, corpus imperatoris inter promiscuas cadauerum strues auium ferarumque laniatibus obiectum “Ma yores todavía son los desastres siguientes: ...los ojos de un padre salpicados con la sangre de un hijo de inmejorable carácter, el cuerpo de un general expuesto a la voracidad de las aves y de las fieras entre confusos montones de cadáveres” . Todos los determinantes de oculi están rigurosamente orde nados; corpus lleva una determinación única, pospuesta y, como tal, expresiva: “ el cuerpo (nada menos que) de un genera/ ex puesto a ...” ; sigue luego un cúmulo de determinaciones al pre dicado obiectum todas ellas en estricto orden normal. Es decisivo el orden de palabras cuando un determinante puede aplicarse aparentemente con la misma verosimilitud, ya sea a un término que le precede ya sea a otro que le sigue en la cadena hablada. El problema se presenta dos veces en el breve texto siguiente: Inter eius modi uiros et mulieres adulta aetate filius uersabatur, ut eum, etiam si natura a parentis similitudine abriperet, consuetudo tamen ac disciplina patris similem esse cogeret (Cic., Verr., 5, 30). adulta aetate: ¿determina a uiros et mulieres o a filius? patris ¿depende de disciplina o de similem?
EL ORDEN DE PALABRAS EN LA TIN CLASICO
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Los que llevamos ya largos años formando parte de tribuna les examinadores sabemos con qué frecuencia caen en la trampa nuestros estudiantes e incluso nuestros candidatos a cátedras. Pero el orden normal de las palabras nos lleva sin titubeos a la debida interpretación: “ Entre hombres y mujeres de tal calaña se hallaba su hijo ya adulto, de modo que, incluso si la natura leza no lo arrastrara a parecerse a su padre, la costumbre en todo caso y la educación recibida lo forzaran a parecérsele” . •
§ 7 . — Conclusión No hemos pretendido, en un simple artículo, estudiar exhaus tivamente el complicado problema del orden de palabras en la tín; hemos tenido presente tan sólo el período clásico, sin referir nos a la posterior evolución que apunta ya al orden románico. Sin embargo, las cuestiones tratadas nos parecen del mayor in terés teórico y práctico. Muchas de las ideas expuestas son ex clusivamente nuestras; otras, sin ser originales, eran ya letra muerta para varias generaciones. Pensamos que merecían sacarse del olvido y que la consideración del orden de palabras debe ocupar un primer plano en nuestra enseñanza del latín y en nuestro contacto con sus textos.
A P É N D IC E 1
N o v am os a añadir en este a p én d ice nada su stan cialm ente n u e v o resp ecto a lo q u e q u eda d ic h o en el capítu lo. P e r o sí q u erem os dar n u evas p ersp ectiv a s a la m ism a d octrin a y, so b re todo, plasm arla en ilu strativos gráficos. É stos p on d rá n de m anifiesto con clarida d m e ridiana el ord en reinante tanto en el plano in terior y abstracto de la estru ctu ra sintáctica co m o en el plano e x te rn o de la caden a escrita. El ord en d e la caden a escrita es lineal, u n id im en sion al e i r r e v e r sible co m o la línea del tiem po. En cam b io el o rd e n sin tá ctico-estru ctural es plu rid im en sion al (p u e d e co m p o rta r ra m ifica cion es a pa rtir de un p u n to d a d o ), y, adem ás, es r e v e r s ib le : una palabra p u e d e estar con ecta d a co n otra u otras qu e, inm ediata o m ed iatam en te, la sigu en o la p re ce d e n ; p u ed e h a b er c o n e x io n e s hacia adelan te o h acia atrás, y entre térm in os con tig u os o distanciad os (¡c o n frecu en cia m u y d is ta n cia dos!) en la cadena escrita. F ren te a esta realid ad sintáctica, una palabra n o p u ed e form a r eslab ón en el ord en lin ea l m ás q u e ^ntre dos térm in os con tigu os (el p re ce d e n te y el sig u ien te). P ero, a pesar de estas antinom ias, lo cie rto es q u e ord en lin eal y ord en sin táctico-estru ctu ral, lejos de in terferirse y en trar en c o n flicto, andan n orm alm en te coord in a d os: am bos se basan en el m ism o p rin cip io ord en a d or. 1.
Y , para ilustrar la cu estión , o b serv em os c óm o ju eg a n d os p a
labras de la m á xim a a ctu alidad p olítica: en los países latin os h abla m os de la O T A N para r e fe rirn o s al m ism o tratado q u e en los países an glosa jon es se llam a N A T O . N A T O y O T A N se c orresp on d en c om o tr a d u c ció n in terlin gu al en dos áreas lin güísticas distintas. 1. Este apéndice es parte de un artículo que, baio el título de “M étodo audio visual en la enseñanza del Latín”, publicam os en Revista de Bachillerato, Cuaderno M onográfico 6, sobre Lenguas Clásicas, 1980.
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APÉNDICE
2.
A m b a s áreas c o in cid e n al analizar sus resp ectiv as siglas: O (rga n ización )
I (d e l) T (rata do)
! (d e l) A (tlán tico)
I N (orte) P ara am bas está p erfecta m en te clara la jera rq u ía sintáctica: cada térm in o rig e al q u e tien e b a jo su depen den cia. L o s eslabones in term e dios son a la v ez r eg id o s (c o n rela ción al q u e tien en en cim a ) y r e g e n te s (co n r e la ció n al q u e tien en d e b a jo ). 3.
L a com p ren sión d e la sigla es instantánea, atem poral: la m ente-
capta el sen tido d e la totalidad en u n presen te psíqu ico, c om o su cede con cu a lq u iera ora ción p o r larga q u e sea: el o y en te va registran do en su m em oria los datos su cesiv os d e la caden a hablada (o escrita) y, al orga n izarlos lu eg o sin tácticam en te con sus d eb idas con ex ion es en la u n id ad sin táctica su p erior, su rge la com p ren sión . ¿Q u ié n n o recu erd a sus ex p e rie n cia s de tra d u ctor prin cip ian te? ¡C uántas v eces, da n d o v u elta s y v u eltas a una frase en la q u e nada veíam os claro, de p ro n to to d o se h acía lu z para n uestra m en te in qu ieta! L o g rá b a m o s la síntesis tan afanosam ente bu scada, y así p a sábam os instantáneam ente de la ob scu rid a d m ás com pleta a la cla ri dad m ás m eridian a.
X
Y
V a m os a c o n v e n ir q u e la rep resen ta ción v ertica l O
I T
I A
I N alu de a la síntesis a tem poral e instantánea q u e se p r o d u c e en un p u n to de la lín ea tem p ora l X Y . 5.
A h o r a bien , si h em os de co n c e b ir el ord en sin táctico-estru c-
tural c om o instantáneo y a tem poral, el h ech o es q u e la em isión (p o r
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INTRODUCCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C TU R A L DEL LATIN
parte d el h ablante) y la r e ce p c ió n (p o r pa rte d el o y en te) n o p u ed en efectu arse, sino p or u n id ades su cesivas y situadas en la lín ea tem p o ral. Y para transportar las u n id ades sin táctico-estru ctu rales a la se cu en cia lineal, son d os las op cion es q u e se n os ofrecen : em p ezar p o r el ex trem o in ferior de la je ra rq u ía estru ctu ra l o p or su e x tre m o su p erior (véase lám ina 1: el esquem a N A T O T A N ). L as lenguas an glosa jon as em piezan p o r el ex trem o in fe rio r de la je ra rq u ía estructural. L as len gu as n eolatin as em piezan p o r el e x tr e m o su perior. C u riosam en te el latín n o es una len gu a O T A N , c om o las n eola ti nas, sino N A T O , co m o las anglosajonas. L as len gu as del tip o N A T O se den om in an len gu as
centrípetas
(p o r
q u e su caden a h ablada arran ca de la p eriferia hacia el ce n tro ) o
cendentes
as
(p orq u e van d el n iv el in ferior d e la jera rq u ía estru ctu ra l
a su n iv el su perior) ; y, vicev ersa, las len gu as d el tipo O T A N se d e n o
centrífugas
m inan
o
descendentes.
N O T A : L a antinom ia de la a tem poralidad d el ord en estru ctu ra l y la tem poralidad d el ord en lin eal n os está im puesta p o r la n atu ra leza. N uestra fisiología n o d ispon e de un aparato em isor de son idos sim u ltáneos com o el pia n o; este in stru m en to pu ed e p r o d u c ir acordes, p ero el can tor no p u e d e em itir las m ism as notas, sino su cesivam ente, ya sea su biendo, ya b a ja n d o la escala:
“ d o -m i-s o l-d o ” , o “ do-sol-
m i-d o ” .
Radiografía sintáctico-estructural de algunos períodos clásicos V a m os a ob serv a r:
a)
C óm o, ante la sim ple m irada de un grá
fico, se pu ed e co m p ro b a r la regu larida d d el ord en rein a n te en la co lo ca ció n de las pa lab ra s latinas; b) c ó m o las escasas desvia cion es d el ord en norm al refleja n eviden tes m a tices estilísticos; c ) có m o la disp osición de los m ie m b ro s en sabios p e r ío d o s p u ed en retratar
oculos
ad
ciertas facetas estilísticas de sus autores.
H e a q u í los tex tos q u e vam os a ilu strar en las adju ntas lám inas:
1. Non (1) iudicis (2) solum (3) seueritatem (4) in hoc (5) crimine (6) sed prope (7) inimici (8) at que accusatoris (9) uim (10) suscipere (11) d e bes (12). (Cic. Verr. II, IV, 69.) (ORDEN: 1 0 0 # ·) D ebes asumir en esta inculpación no sólo la severidad de un juez sino la energía de un enemigo casi personal y de un acusador.
APÉNDICE
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2. Tu (1) istis (2) faucibus (3), istis (4) lateribus (5), ista (6) gladia toria (7) totius (8) corporis (9) firmitate (10), tantum (11) uini (12) in Hippiae (13) nuptiis (14) exhauseras (15) ut tibi (16) n ecesse esset (17) in populi (18) Romani (19) conspectu (20) u om ere (21) postridie (22). (Quint. I. O. IX , 4, 30; Cic. Phil. II, 63.) (22 + 3 = 25. D ESVIACION ES: 2; ORDEN: 92 % .) Tú, con esas tragaderas, con esos pulmones, con toda esa robustez fí sica de un gladiador, habías engullido tanto vino en la boda de Hippias que te viste en la necesidad de vomitarlo al día siguiente en presencia dsl pueblo. 3. (M agnae Britanorum manus) multitudine (1) nauium (2) perterri tae (3), quae (4) cum annotinis (5) priuatisque (6) quas (7) sui (8) quis que (9) commodi (10) causa (11) fecerat (12) amplius (13) octingentae (14) uno (15) erant uisae (16) tem pore (17) a littore (18) discesserant (19). (César, B. G. V, 8.) (19 + 2 = 21. DESVIACIONES: 2; ORDEN: 91 % .) (Las grandes manadas de británicos) se habían retirado del litoral "Ate rradas ante la masa de embarcaciones, que, entre las del año anterior y las particulares que cada cual se había construido por personal interés, ei'taban simultánemente a la vista en núm ero superior a las 800. 4. His (1) rebus (2) gestis (3), Labieno (4) in continenti (5) cum tribus (6) legionibus (7) et equitum (8) milibus (9) duobus (10) relicto (111, ut portus (12) tueretu r (13) et rem (14) frum entariam (15) prouideret (16), quaeque (17) in Gallia (18) geren tur (19) cognosceret (20) consilium que (21) pro tem pore (22) et pro re (23) caperet (24), ipse (25) cum quinque (26) legionibus (27) et pari (28) num ero (29) equitum (30) quem (31) in continenti (32) reliquerat (33), ad solis (34) occasum (35) naues (36) soluit (37). (César, B. G. V , 8.) (37 + 1 5 = 52. D E SV IA C IO NES: 2; ORDEN: 96,2 % .) 5. Est ridiculum (1) ad ea (2) quae (3) habemus (4) nihil (5) dicere (6) quaerere (7) quae (8) habere (9) non (10) possumus (11) et de homi num (12) memoria (13) tacere (14), litterarum (15) memoriam (16) flagi tare (17), et cum habeas (18) amplissimi (19) uiri (20) religionem (21), integerrim i (22) municipii (23) iusiurandum (24) fidem que (25), ea (26) quae (27) deprauari (28) nullo (29) m odo (30) possunt (31) repudiare (32), tabulas (33), quas (34) idem (35) dicis (36) solere (37) corrum pi (38), desi derare (39). (Cic. Pro A rch. IV, 8.) (39 + 6 = 45. DESVIACIONES: 3; ORDEN: 93,4% .) Es ridículo, por una parte, no mencionar lo que tenemos a mano, bu s car en cam bio pruebas que no se hallan a nuestro alcance; por otra parts, silenciar el testimonio de las personas físicas y reclamar en cambio los testimonios literarios, y, cuando cuentas con la sagrada garantía de un p er sonaje de la m ayor - solvencia, con el juramento y lealtad de un m unici pio sumamente - intachable, rechazar lo que de ningún m odo puede fal-
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LATIN
searse y reclamar los registros, de los que también tú reconoces las ha-^ bituales adulteraciones. 6. Tácito, Hist. I, 5: M iles urbanus longo Caesarum sacramento im butus et ad destituendum N eronem arte magis et impulsu quam su o in ge nio traductus, postquam n eq u e dari donatiuum sub nomine Galbae p ro missum n eq u e magnis meritis ac praemiis eundem in pace quem in bello locum praeuentam que gratiam intellegit apud principem a legionibus factum, pronus ad nouas res scelere insuper Nymphidii Sabini praefecti imperium sibi molientis agitatur. La guarnición urbana, adoctrinada por el largo juramento -de-lealtad a favor de los Césares, fue inducida a destituir a Nerón más p or im pul so-ajen o que por su propio carácter; cuando hubo comprendido que ni se le entregaba el donativo prom etido en nombre de Galba, ni había en la paz la misma oportunidad que en la guerra para importantes méritos y recompensas, y que se le habían adelantado en el favor del princeps las legiones que lo habían entronizado, propensa (ya) a la revuelta, estaba, además, movida por la crim inal-m anipulación del prefecto Ninfidio Sa bino, que maniobraba para hacerse con el poder. N O TA: Este último texto de Tácito y su traducción requerirían un amplio comentario. Digamos tan sólo que su unidad orgâniça se pone de manifiesto en el gráfico; no se refleja en nuestra traducción: incapaces de construir erí nuestra propia lengua un período similar, hemos desdo blado la unidad del original en dos unidades menores. La traducción no sirve, pues, para dar a entender la construcción gramatical del texto tra-\ ducido; éste sólo se entiende a través del gráfico.
Lám inas 1 y 2: Regularidad del orden de palabras. Lámina 1 (a y b). 1. Ponemos a las palabras el número que, conse cutivamente, les corresponde en la secuencia escrita; no asignamos nú mero ni a las preposiciones ni a las conjunciones, pues consideramos una sola unidad el sintagma “ preposición -f- sustantivo” y sólo ponemos n ú mero al sustantivo; análogamente, la conjunción coordinante form a unidad con el elemento coordinado por ella, y (aunque aquí no hay ninguna) la conjunción subordinante con su verbo. Así pues el núm. 6 vale para in crimine; el núm. 9, para atque accusatoris. 2. Analizaremos luego el texto a la manera tradicional: Toda la vida, al analizar, nos hemos expresado en términos com o los siguientes: “ tal palabra rige a tal otra” , o viceversa, “ tal palabra está r e gida por” , o “ subordinada a ...” , o “ depende de tal otra” . Ahora bien “ regir” significa “mandar” , “ser superior” o “ estar por encim a” ; y “ depender” significa etimológicamente “ colgar de” cf. latín dependere) ; por lo tanto todos los términos “ dependientes” o “subordinados” se los “ colgarem os” verticalmente al término del que “ dependen” , o, desde la perspectiva in versa, al término que los “ rige” . Así representaremos el gran conjunto
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IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATÍN
de las conexiones verticales y estableceremos la jerarquía de sus con exio nes en la oración estudiada. Naturalmente, cuando varios términos dependen del mismo regente, la verticalidad habrá de ceder a- la oblicuidad, ya que desde un punto único, A., no podrá caer en vertical más que una línea única: A. ■
I B Si del término A depende no sálo B, sino igualmente C, D, etc., el es quema visual pasará necesariamente a representarse en forma de haz:
B
C
D
Entre la gran masa de conexiones verticales, pueden presentarse tam bién determinadas conexiones horizontales: ello ocurre cuando un m iem bro cualquiera de la organización jerárquica se desdobla mediante la coor dinación (aunque sea en la form a elemental de la yuxtaposición o aposi ción) ; en los gráficos recogem os horizontalmente, con “ llaves” esos ele mentos desdoblados y homofuncionales, a los que corresponde el mismo nivel jerárquico en la estructura sintáctica. 3. Una vez levantado así el plano de la red estructural, quedan v isv ?!mente conectadas todas las palabras, ordenadas jerárquicamente según la función que a cada una le corresponde desempeñar. Por último, transportamos sobre el gráfico, junto a cada palabra, el número de orden que le corresponde en la secuencia lineal. Ahora bien, si se recorren las series numéricas a lo largo de cada hilo de la red, salta a la vista que tales series numéricas quedan “ ordenadas” : ordenadas de menor a m ayor o de mayor a menor, según se recorran las líneas de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo: cf. 1, 3, 11, 12; 2, 4, 11, 12; y así sucesivamente, sin ningún fallo. Nosotros ya habíamos descubierto la regularidad del orden de pala bras en la cadena hablada latina; ya explicábamos en nuestras clases las normas de la colocación de esas palabras tal com o después las formulamos en nuestra Sintaxis; pero, cuando un día, hace unos 15 años, ante un grá fico de la red estructural, se nos ocurrió colocar junto a cada palabra el número que consecutivamente le correspondía en la secuencia lineal, nos quedamos asombrados al saltarnos a la vista que también en la red estruc tural quedaban las palabras “ ordenadas” al tenor de los mismos índices numéricos que les correspondían en la secuencia lineal. Pronto vimos la razón de la sorprendente coincidencia; si nos fijamos en el esquema, advertimos que, verticalm ente,-------------------------------------- > O (en el orden jerárquico), N A TO (en el orden lineal T centrípeto de las lenguas anglosajonas, y la latina) y A OTAN (en el orden lineal de las lenguas neolatinas) N son, en el fondo, una sola y misma realidad, aunque vista desde distintas perspectivas.
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También nos hemos referido anteriormente a las antinomias entre orden lineal y orden estructural. Ahora en esta lámina vemos cómo se salvan sin obstáculo dichas antinomias y, lejos de interferirse, conjugan perfectamente sus exigencias a pesar de sus aparentes incompatibilidades. En ello vemos la confirmación matemática de nuestro acierto al for mular las normas que regían el orden de palabras en la secuencia escrita del latín. 4. Volvam os a la lámina para anotar todavía algunas observaciones de interés. La lámina 1 a, com o queda dicho, representa el orden jerárqu ico-estructural, psíquicamente atemporal. La lámina 1 b pretende representar el inicio del giro hacia el orden lineal y temporal, NATO. Puede com probar el lector que, si se completa el giro hasta poner en línea horizontal todos los elementos de la frase, o también, si se proyectan todas las pala bras sobre una misma base, se reconstruye exactamente el texto tal como lo escribió Cicerón. * Podíamos haber dibujado una tercera variante de la misma lámina,'que sería exactamente la imagen simétrica de 1 b, y que correspondería al orden lineal OTAN, es decir, al orden español. Y es ahora el momento de dar un primer consejo de traductor: consejo fundamental para los alumnos. Éstos, normalmente, deben cambiar el orden NATO del latín al orden O TAN del español, y no conformarse con t*>as lamentables y extrañas traducciones llamadas literales... Tales traduccio nes pueden lanzarse alguna vez en clase, como ensayo a modo de im pro visación, pero nunca deben aceptarse escritas, para evitar esas deform a ciones mentales que tanto tiempo suelen arrastrar nuestros alumnos y que tanto nos cuesta luego enderezar en sus estudios superiores, si es que llegan a ellos.1 Quede, pues, claro que no sólo podemos, sino que debemos, cambiar el orden de las conexiones verticales, pero no podemos ni debemos cambiar el orden de las conexiones horizontales. Cuando una función se desdobla en dos, tres o más elementos (cf. los numerosos casos de “ llaves” en las láminas), dichos elementos desdtitíjttkis no se hallan en conexión vertical, es decir, com o dependientes unos de otros, sino horizontal; entonces el traductor no puede barajarlos a su capricho: han de llevarse traducidos en bloque (y en el orden del original) al sitio que ál bloque le corres ponde en la jerarquía de la verticalidad.
1. Los alumnos ingleses o alemanes de latin están en m ejores condiciones que los nuestros al encontrarse ya de antemano con un orden de palabras en latín tan próxim o a la mentalidad de su propia lengua materna. Hubo una época en que era habitual en nuestra pedagogía oír al profesor dar como consigna una triple ordenanza: ¡L ee, ordena y traduce! Y yo recuerdo a un niño de unos 15 años replicar con tanta ingenuidad com o sentido común: “ Leer es fácil; pero eso de ordenar — ¡ay!— ¡si yo pudiera ordenar, ya lo tendría traducido!” A nuestros latinistas principiantes debem os enseñarles en seguida que la pala bras latinas "ya están ordenadas” , pero ordenadas al estilo N ATO; no les resultará difícil convertir el orden N ATO ep el orden OTAN de su lengua materna.
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATÍN
Lámina 2. Hemos dado el texto de la lámina 1 com o muestra del * orden de palabras en latín, con un '100 por 100 de regularidad. Este ejem plo sencillo e ilustrativo ciertamente, lo hemos elegido nosotros. Y para que nadie piense que, sin ese ejem pio elegido ad hoc y utilitatis causa, no podría demostrarse la exactitud de nuestra teoría, volvamos ahora al texto que daba Quintiliano (cf. supra, pág. 200) a sus discípulos para enseñarles que una palabra, postridie, no estaba colocada en el sitio que normalmente le correspondía (como determinante del verbo debía precederlo y no se guirlo) . Establecemos el gráfico com o lo hicimos en la lámina 1 a. Si recorrem os luego los hilos de la red, vemos que hay cuatro pala bras que no quedan “ ordenadas” : las que llevan los números 12, 17, 19 y 23. Son, a primera vista, cuatro excepciones a las normas esperadas. Hemos marcado dos de los “ fallos" con un círculo, y los otros dos con un recuadro (y de modo análogo procederem os en las sucesivas láminas cuan do haya lugar). Con el círculo marcamos “ fallos” tan sólo aparentes; pues no hay que olvidar que, según dijimos en la sintaxis estructural, existen en latín cier tas “ secuencias fijas” , en las que no cabe libertad de elección entre varias posibilidades de ordenar las palabras, por ejem plo, populus Romanus, res frumentaria, praetor urbanus, consul iterum , consul tertium, etc. No es muy crecido el número de “ secuencias fijas” en estadística absoluta, pero como se trata siempre de expresiones m uy usuales, aunque minoritarias, abultan más de lo que representan en el léxico latinoNo podemos decir, al topar con esas expresiones, que el escritor se haya desviado del orden norm al y esperado, ya que es un orden obliga torio. Y marcamos con un recuadro las desviaciones reales, com o son el p os tridie que comenta Quintiliano (núm. 22) y también el núm. 17. En un total de 25 palabras (22 con núm. y 3 sin él, por tratarse de pre posiciones o conjunciones), hay pues dos desviaciones; el coeficiente de regularidad alcanza el 92 por 100.
Lám ina 3: Orden de palabras y estilística. 1. Para elegir el texto de esta lámina y las siguientes no hemos tenido en cuenta más que su extensión y complejidad, m otivo de múltiples y va riadas dificultades; todo en estas oraciones serán problemas para inexper tos; pero incluso los profesionales nos verem os en algún aprieto, sobre todo a la hora de traducirlas en un estilo aceptablemente satisfactorio. Además, al tratarse de tan sabios períodos, hemos de referirnos a ese estilo tan típicamente clásico y tratar de caracterizarlo. Los gráficos, con sus datos objetivos y visuales, nos ayudarán m uy efi cazmente a ilustrar esos textos y resolver cuantos problemas nos planteen. Los textos 3 y 4 llevan en las láminas la numeración que les corres ponde en la secuencia lineal, para que así el lector siga com probando la
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regularidad del orden de palabras, regularidad que oscila entre el 90,2 y 96,2 por 100, según los textos. No vamos a seguir insistiendo, después de lo dicho anteriormente. 2. Lo que sí queremos es recordar una observación de Quintiliano sobre las desviaciones al orden normal: son, dice, desviaciones intenciona das y, por lo tanto, de carácter estilístico. Es, pues, conveniente fijarse en !as desviaciones para tratar de descubrir los presumibles matices estilís ticos del texto. No siempre alcanzaremos éxito seguro, pero vale la pena intentarlo, y, la mayoría de las veces, daremos con explicaciones convin centes. Veamos como muestra la lámina 3. Ahí tenemos una oración no de masiado com pleja todavía, pero sí con ciertas simetrías jnuy clásicas. El conjunto de la oración comprende una principal en la que encaja una primera subordinada relativa, y luego, dentro de esa relativa, va encajada una segunda relativa. También aquí, si proyectamos perpendicu larmente todos los elementos sobre la base, acertamos a reconstruir el texto tal com o lo redactó César. Las dos desviaciones que saltan a la vista son l ° s números 2 y 16. El 2, un genitivo (nauium ), com o determinante de multitudine, debía preceder a su regente y no seguirlo, como lo sigue en este texto de César y lo ha de seguir necesariamente en castellano. César procedió así para subrayar el término nauium. Las aludidas “ manadas” de británicos (la palabra manus está en el contexto inmediatamente anterior a nuestra cita), que recorrían sus costas en misiones de observación, se quedaron “ aterradas” ( perterri tae) “ por la multitud” , no de hombres o guerreros, que parecían las pala bra llamadas por “ multitud” , sino “ por la multitud de navios” . La pospo sición de nauium en latín corresponde a nuestro subrayado en la tra ducción. El núm. 16 (el verbo) también está ligeramente desplazado: el orden normal hubiera sido uno tem pore erant uisae (el verbo cerrando frase) ; César escribe uno erant uisae tem pore; con ese mínimo desplazamiento el autor logra una expresiva disyunción, un pequeño suspense: uno ...tem p ore, “ en un solo” ¿qué? “ en un solo... instante” , es decir, “ a la vez” o “ al mismo tiempo” . Los británicos, sobre sus costas, tenían la oportunidad de contemplar innumerables embarcaciones, con tal de ir sumando día a día al verlas navegar ante su litoral; lo extraño y “ aterrador” fue el espec táculo de tal multitud de navios “ a la vez” .
Lám inas 4, 5 y 6: Caracterización personal de Cicerón y Tácito. Los gráficos que presentamos reflejan ciertos rasgos estilísticos que di fícilmente captamos en toda su integridad sin dichos esquemas visuales. Se dice del arte clásico que en todas sus manifestaciones (literatura, pintura, escultura, arquitectura, etc.) es un arte equilibrado, simétrico, armonioso y proporcionado en todos sus elementos... Tales características pueden contemplarse en el conjunto de nuestras
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láminas. En cada una de ellas apreciamos una enramada bastante regular, que nos recuerda, no una vegetación desigual y anárquica, sino un jardín cuidado por esmerada labor de poda. También se han comparado esos períodos clásicos a soberbios edificios de entre 6 y 9 pisos cuyos pabello nes forman conjuntos proporcionados en alturas y volúmenes. Podríam os admirar en la lámina 4 el texto de César, con su 96,2 °/< de orden en la colocación de las palabras; dejem os no obstante ya de lado “ el orden” para fijarnos en otros aspectos de la soberbia construcción. Como tantas y tantas veces, un primer y vulgar ablativo absoluto (his rebus g es tis) nos sirve de transición a un nuevo capítulo, al parecer, sin pretensio nes. Pero, apenas cruzado el modesto umbral, ¡qué lujo en el primer pabellón! Es un segundo ablativo absoluto (L abien o... relicto), pero éste no repite ya el ablativo de rutina: es un ablativo absoluto grandioso; abarca él solo más del 50 por 100 del llamativo volum en construido (cf. gráfico). Vamos a insistir algo en las láminas 5 y 6 para captar a lo vivo ciertas sustanciales diferencias entre el estilo de Cicerón y el de Tácito. El texto núm. 5 es un típico período ciceroniano, en el que la simetría y la proporción clásicas alcanzan el summum de la perfección. Quien mire la correspondiente lámina observará que, desde el centro verbal, arrancan dos alas: el ala izquierda com prende 6 elementos em pa rejados y coordinados a pares de bloques: el ala derecha es una pareja más y aparte, com o un pabellón aislado. Las 4 parejas andan muy al uní sono en su estructura. Imaginemos la desnuda y abstracta red estructural en sus líneas representativas prescindiendo ya de los elementos reales es decir, las palabras así estructuradas: com o en un baile de minué, los dos miembros de cada pareja aúnan a la peifección el ritmo de sus m ov i mientos hasta el más mínimo detalle. No sólo hay simetría en el número y coordinación de elementos funcionales, hay también exacto paralelismo en el plano m orfológico y en las oposiciones semánticas; cf., por ejem plo (pareja 2) : tacere-flagitare; de m em oria-m em oriam ; hominum -litterarum. (o pareja 4) : religionem -iusiurandum fidem que; uiri-m unicipi; amplissimi-integerrimi. Si ahora pasamos a contemplar el texto de Tácito, vemos un enorme contraste: si el texto de C icerón nos ha recordado el baile del minué, hemos de añadir, análogamente, que Tácito nos ofrece el espectáculo de un rock and roll. Brillan aquí por su ausencia el sereno equilibrio, la p ro porcionalidad y la simetría entre los miembros del conjunto.
APÉNDICE
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Hay una impresionante desproporción entre los dos miembros que in tegran la oración, el sujeto y el predicado: miles... agitatur. El sujeto se expande en sucesivas ramificaciones: miles urbanus ... im butus... traductus... pronus... Esta última ramificación (miles... pronus) constituye la gran sorpresa; va precedida de una amplísima oración tem poral (postquam ...intellegit) y nos imaginamos que, m uy arropado ya el sujeto, el autor, con esa circunstancia temporal, apunta hacia un predi cado que se está haciendo esperar demasiado; pero surge, de improviso, la última y tardía determinación del sujeto (miles... pronus...); esta rama abraza y envuelve la com pleja oración temporal antes mencionada y así la incorpora, com o a viva fuerza y en volandas, a la masa del sujeto; en este organismo de 60 palabras, más de 50 quedan convertidas en la inmen sa cabeza del sujeto, a la que se añade, com o minúsculo apéndice, el p e queño resto en función predicativa. Estamos, pues, ante una auténtica caricatura, en los antípodos de la proporcionalidad canónica de la escul tura clásica. L o típico y sorprendente de Tácito, lo que no cabe imaginarse en -C iceróp, es el entrecruzamiento en las líneas de conexión (cf. líneas miles... pronus y agitatur-postquam... intellegit). La maniobra envolvente del sujeto arrastra a la órbita de su propia masa el cuerpo de su partenaire en el juego oracional: ese movimiento envolvente es lo que nos recuerda en Tácito ciertos pasos del violento rock and roll, com o la perfecta e impecable simetría de las parejas en el texto de Cicerón nos hacía pensar en un suave minué. Quizá nos hayamos extendido ya demasiado. En general, cada texto reducido a imagen visual sugerirá su comentario adecuado. Bastan los ejem plos aducidos com o muestras de lo que puede aportar a nuestra peda gogía la materialización de las ideas que tan sólo manejamos habitual mente en abstracto.
II LOS MODOS VERBALES LATINOS EN ORACIÓN INDEPENDIENTE *
§ 1 .—■Límites de este estudio Vamos a referirnos aquí exclusivamente a los modos latinos en oración independiente, ya que ahí está el problema fundamen tal planteado por los modos verbales. Dejamos para ulterior ocasión los valores derivados de la subordinación, un segundo problema cuya solución depende del primero.
§ 2 . — Planteamiento del problema de los modos
A) 1. Martinet (Éléments de linguistique générale, 19633, p. 97) habla de una tentación que acecha a todo lingüista: “ la de identificar unidades significativas y unidades de primera ar ticulación” . “ Pero — sigue diciendo Martinet— no hay que ol vidar que un rasgo prosódico, como la elevación de la curva melódica que hace de il pleut? una pregunta, combina un sig nificante, la elevación de la curva, y un significado, el que se reconoce en francés al monema est-ce que. Hay, por tanto, sig nos que no se adaptan a la doble articulación.” 2. Pues bien, todos los autores, en sus interpretaciones de los modos verbales, han sucumbido a la tentación que señala Martinet. Nadie ha distinguido claramente los dos significantes (con sus dos significados correspondientes) que se combinan en cada uno de los siguientes enunciados: * Este capítulo se p ublicó com o artículo independiente en Emérita, Madrid, X X X V (1968), pp. 77-96.
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/ uenit./ ueniat./ueniret./ /uenit? /ueniat? /ueniret? / /uenit!/ueniat!/ueniretl/ 3. Es, no obstante, evidente que cada enunciado constituye un complejo significativo, una suma de dos elementos, a saber: a) Una unidad de primera articulación (uenit, ueniat, ueni ret), es decir, susceptible a) de un primer análisis en varias uni dades significativas, como son el lexema, el morfema de modo y el morfema de tiempo y persona; b) de un segundo análisis a nivel de las unidades distintivas: los fonemas que hay en cadá una de las unidades significativas antedichas. b) Cierta curva melódica, según la modalidad de la frase. Asi: /ueniat./ — /ueniat/ + / . / /ueniat?/ = /ueniat/ -(- /?/ /ueniat!/ = /ueniat/ - f /J/ 4. Ahora bien, si al significante /ueniat/ corresponde algún significado, ese significado ha de buscarse en lo que los tres enunciados tienen de común, es decir, ha de buscarse precisa mente en /ueniat/ y no en los complejos oracionales ¡ueniat./ ueniat? /ueniat!/. 5. Frente a estos axiomas, ¿cuál es la conducta de nuestros gramáticos, tanto antiguos como de última hora? Lo que inva riablemente se ha hecho es considerar frases en bloque; y en tonces, frente a un /ueniat./ se pone la etiqueta ya sea de “ po tencial” , ya sea la de “ afirmación atenuada” ; frente a un /ueniat?/ se nos dice que es o bien un subjuntivo “ potencial” o bien un subjuntivo “ deliberativo” ; frente a un /ueniat!/ se dice “yu sivo” , “ optativo” , etc. Cayendo siempre en la tentación a que alude Martinet, nues tros gramáticos, que ignoran el significante melódico de la frase, atribuyen por derecho propio al desnudo subjuntivo un valor "potencial” o un valor “yusivo” ; y, por añadidura, un valor “ de liberativo” , otro “ optativo” , otro “volitivo” , etc. Por este método — que pretende describir todas las posibles bazas del juego, desentendiéndose de las reglas del juego en sí— ponen cada vez más etiquetas a la misma forma “ subjuntiva” ,
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acabando uno por no saber ya qué significado corresponde a la forma en sí misma o llegándose a dudar de que tal forma sea, por sí misma, portadora de algún significado constante y precisable. Incluso es ya normal que todos nuestros manuales empiecen el capítulo del subjuntivo (o de los modos en general) proclamando la imposibilidad de fijar la significación “fundamental” de los modos y las inevitables discrepancias que surgen entre los auto res al tratar de la “ acepción” que corresponde a las variaciones modales del verbo y más concretamente a las variaciones “ sub juntivas” . B) Frente a este estado de opinión tan general, frente a la afirmación según la cual “ sería vano pretender ser demasiado racional en la descripción del subjuntivo, ese modo que depende esencialmente del dominio de la subjetividad” (Ch. Hyart, Les origines du style indirect latin, Bruselas, 1954, p. 69), nosotros pensamos que todo puede aclararse si desglosamos los complejos /uenit./ueniat./ueniret./, etc., en sus elementos constitutivos y si tuamos en ejes distintos — como un sistema de coordenadas ma temáticas o un sistema de meridianos y paralelos geográficos— los significantes constituidos por las desnudas formas verbales y los significantes melódicos de la frase: Eje I N ivel de la forma verbal
Signific_ -ado
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A cción
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Modalidad l ó g i c a : A s e v e r a tiv a
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Modalidad IMPRESIVA
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A cción
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En el eje I aparecen las nociones de “ real” , “ potencial” e “irreal” que tantas veces se han atribuido a las correspondientes formas verbales. En el eje II tenemos las modalidades de la frase (llamadas también modo (¿?) “ aseverativo”, “ interrogativo” e “ impresivo” ) que, desde fuera, inciden sobre el verbo. Intentaremos desarrollar estas ideas en las páginas siguientes. Pero ya desde ahora, y ante el esquema propuesto, pueden ha cerse ciertas observaciones que nos parecen del mayor interés. C) 1. Las etiquetas de la gramática descriptivá son todas buenas al cincuenta por ciento y deficientes al otro cincuenta por ciento. Se han puesto siempre desde uno de los dos ejes, sin reparar que, en el habla, toda forma verbal representa'jun vértice o cruce de dos conjuntos de nociones que nada tienen de común entre sí. En cada vértice, una forma dada recibe un rasgo de cada eje, sin que estos rasgos pierdan nunca su irreduc tible originalidad o se confundan. Y siempre que los gramáticos discrepan o se contradicen, lo que hacen es darnos la verdad total por entregas: una explicación ofrece la perspectiva desde un eje, y la etiqueta discrepante nos da la perspectiva desde el segundo eje. 2. Así, cuando un autor (por ejemplo, Ernout-Thomas, pá gina 236) llama a una forma como /ueniat?/ subjuntivo “poten cial” , se sitúa en el eje I; y, cuando otro autor (o el mismo, cf. Ernout, p. 242) llama al mismo /ueniat?/ subjuntivo “ deli berativo” es porque se sitúa en el eje II; la descripción total sería en ambos casos “ potencial - deliberativo” : Quid jaciam? “Qué puedo (podría) hacer?” . En la traducción reflejamos el rasgo “ potencial” que hay en jaciam por el léxico “poder” ; y la modulación interrogativa expresa en ambas lenguas la modali dad “ deliberativa” de la frase. Ha de notarse que el rasgo “potencial” es intrínseco a la va riación temática del verbo, y que, en cambio, el rasgo “ delibera tivo” le viene a jaciam de fuera, de la modalidad de la frase; pero como los gramáticos piensan que ambos rasgos son con igual derecho intrínsecamente inherentes a jaciam, se sorpren den luego al encontrarse con indicativos “ deliberativos” , y se creen obligados a explicarnos que “ el indicativo puede sustituir
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al subjuntivo deliberativo” : véase Ernout, p. 250, donde se citan estos “ indicativos deliberativos” : quid fabulabor? (Plauto, Capt., 535), Dedemus ergo Hannibalem? (Liv., X X I, 10, 11), etc. Puede verse también F. Blatt (Syntaxe latine, 1952, p. 187), quien, tras el epígrafe sobre el subjuntivo que él llama “ dubitativo (deli berativo) ” , añade en nota que el indicativo constituye “ un doble te” del subjuntivo “ dubitativo (deliberativo)” y cita, como prue ba, este ejemplo de Catulo (I, 1) : cui dono lepidum nouum li bellum? Tal “ aclaración” es ociosa, o, mejor dicho, no tiene sen tido, como no lo tendría la siguiente explicación fonética: “ El fo nema d es sonoro, pero' con el fonema sonoro d puede alternar el fonema b”. Lo mismo ocurre cuando otro autor (Bassols, Sint. lat., 1 ,1956, p. 320), titubeando ante subjuntivos como estos de Cicerón (pro Sestio, 45) : restitisses, repugnasses, mortem pugnans oppetisses ( = ¡Haber resistido! ¡Haber contraatacado! ¡Haber sucumbido peleando!” ), propone dos interpretaciones posibles (“yusivos de pasado” e “ irreales de pasado” ) o insinúa su preferencia por una de ellas: “ Para los latinos, sin embargo, es probable que preva leciera la primera interpretación, como lo demuestra el hecho de que se usa la partícula ne propia de las prohibiciones” . En rea lidad, la definición total de esos subjuntivos ha de comprender las dos notas: son “ yusivos irreales” , “ irreales” desde el eje I y “ yusivos” desde el eje II. Nos parece innecesario seguir multiplicando los ejemplos. 3. Según se pone de manifiesto en nuestro esquema, los tres términos del eje I pueden alternar en el eje II como “ aseverativos” , como “ deliberativos” o como “ impresivos” . Y tal alter nancia en el eje II ni siquiera es exclusiva de las tres variacio nes verbales que expresan sucesivamente lo real, lo potencial y lo irreal; puede darse la misma alternancia en términos ajenos a la categoría verbal. Así, hay modalidad “ aseverativa” en Aquí. Ahí. Allí. “ deliberativa” en ¿Aquí? ¿Ahí? ¿Allí? “ impresiva” en ¡Aquí! ¡Ahí! ¡Allí! 4. Las discrepancias y contradicciones de los gramáticos han surgido de la consideración a salto de mata desde uno u otro eje,
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sin percatarse de los dos campos que se superponen en una forma verbal cuando se la saca del paradigma y se la integra en un mensaje real. 5. Hemos de hacer más adelante especial mención de los ar tículos que en la revista Emérita publicaron Mariner (X X V [1957], pp. 449-486) y García Calvo (XXVII [1960], pp. 1-47). Estos autores nos han dado una interpretación de los modos ba sada en un conjunto único de nociones: el conjunto “ real-potencial-irreal” en el trabajo de Mariner, y el conjunto “modalida des de la frase” en el de García Calvo. Nuestros cplegas ya no corren, pues, al azar, “ a salto de mata” , a la caza de significados en el subjuntivo, ni se apresuran, por lo tanto — como se hacía antes— , a poner etiquetas con afán de recordar proteicos signi ficados cogidos al vuelo. La indiscutible superioridad que tienen los dos mencionados artículos sobre cuanto anteriormente se ha bía escrito acerca de los modos radica en su visión a perspectiva única, es decir, en su interpretación de los modos según un eje único: nuestro eje I para Mariner, y el eje II para García Calvo. A sus deficiencias hemos de referirnos luego (§ 8) ; pero ya des de ahora puede vislumbrarse la raíz de los reparos que pueden formularse o se han formulado ya (cf. Rodríguez Adrados, Evo lución y estructura del verbo indoeuropeo, pp. 542 ss.) a sus estu dios: es precisamente el ignorar uno u otro de los dos ejes con los que nos parece indispensable operar.
§ 3 . — La indispensable consideración de los dos ejes A) En uenit, ueniat, ueniret hay materia para posibles men sajes, pero esos signos en sí mismos ni dicen nada de nada ni tratan de influir en voluntades ajenas. Un ueniat, por ejemplo, es un elemento susceptible de inte grarse en un mensaje, pero por sí solo no constituye un mensaje ni lógico ni impresívo; lo decisivo para que deje de ser una mera designación verbal es la entonación o modalidad de la frase, es decir, la “ actitud” que el hablante tome ante el signo /ueniat/, actitud reflejada en la modulación del /ueniat/. Sólo “la melodía de la frase y el ritmo descubre lo que domina en el alma del hablante” (W. v. Wartburg, Problemas y métodos en la lingüís
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tica, Madrid, 1951, p. 152). Las diversas modalidades de la frase . corresponden inequívocamente a las diversas διαθέσεις της ψο'/ης o “modalidades del alma” . Los valores lógicos o impresivos no existen a nivel de la forma verbal —la forma verbal es la misma en /ueniat./, /ueniat?/ o /ueniat!/— , sino únicamente a nivel de la frase y gracias exclu sivamente al nuevo significante (la entonación) que modula esas frases ex animo loquentis. Un texto — por ejemplo, publica pro dendo tua nequiquam serues (cf. T. Livio, 26, 36, 9)— puede dar lugar a mensajes enteramente distintos según la entonación (o puntuación) que se le ponga; y, desprovisto de toda entonación, carece de todo sentido. B) Hay una radical diferencia entre los significantes y los significados cuando se pasa de un eje al otro. García Calvo (op. cit., p. 5) ha hecho notar que, en el verbo, las variaciones temáticas destinadas a modificar el semantema (número, voz, aspecto, tiempo) o a situarlo respecto a otros (número, voz) pue den ser sustituidas por léxico: léxico adverbial en sustitución del tiempo y aspecto; léxico numeral para la variación del nú mero; léxico pronominal para las variaciones de la persona y de la voz; pero, añade García Calvo, no cabe pensar que la varia ción modal “ pudiera ser reemplazada por la presencia o ausen cia de morfema adverbial ninguno” . Nos parece que esta fina intuición de García Calvo ha de rectificarse y completarse del me do siguiente: las variaciones del eje I, uenit, ueniat} ueniret, son perfectamente reemplazables por léxico, como veremos en los párrafos siguientes. Lo que, por lo menos en nuestras lenguas, no es susceptible de sustitución léxica es la variación melódica del eje II, la entonación que el hablante añade a los signos lin güísticos normales. Así como el hablante es algo exterior al len guaje, la manifestación de ese hablante tampoco tiene la carac terística de la doble articulación del lenguaje. C) Los modos al nivel de la morfología ( = eje I) pertenecen exclusivamente a la categoría verbal: uenit/ueniat/ueniret¡. En cambió, los modos al nivel de la frase (=: eje II) no son caracte rística verbal; pueden recaer sobre cualquier categoría gramati cal que se convierta en centro de frase:
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Mañana. ¿Mañana? ¡Mañana! Fuego. ¿Fuego? ¡Fuego!, etc. Naturalmente, ninguna categoría gramatical se presta como el verbo a constituirse en centro de frase y, por tanto, en soporte de la modulación de dicha frase. Ésa es, sin duda, la única razón por la que sólo se haya hablado de “ usos lógicos” y “usos im presivos” al estudiar el verbo, y no al estudiar el adverbio, o el adjetivo, o las restantes categorías léxicas. D) Cuando, en el siglo pasado, la gramática histórica intentó reducir a la unidad los “usos del subjuntivo” topó con el irre ductible binomio Potencial-Desiderativo. Se suponía que dichas formas subjuntivas debían tener sólo una u otra de esas dos “ acepciones” como valor primario, del que derivaría secunda riamente el no-primario. El problema ha seguido planteado hasta ' la actualidad: desde Brugmann y Delbrück, los autores se re parten en dos bandos numéricamente equilibrados para sostener las dos tesis opuestas, sin que ninguna se haya impuesto defini tivamente. El binomio es sencillamente irreductible, y toda reducción choca con la realidad: la realidad es que la nota “potencial” per tenece al eje I, es decir, al verbo; y la nota “ desiderativo” no pertenece al verbo, sino a la frase ( = eje II). Pretender confun dir los dos ejes es, en nuestra opinión, condenarse a no entender el juego de los modos. E) Cicerón, explicando lo que es el modo como lugar común en retórica (de inu., 41), dice que hay un modo al nivel de los hechos en sí y un modo al nivel de la intención del agente; por ejemplo, una acción sin testigos puede cambiar radicalmente de significado según haya o no haya mediado intención de ocul tar la propia conducta. El comentarista Victorino (C. Halm, Rhetores latini minores, Lipsiae, 1863, p. 225) admira la perspicacia de Cicerón: Modum Cicero diligenter inspexit atque ita definiuit ut nemo umquam. Namque modum in duobus inspiciendum docet, in modo facti et in animo facientis... Y concluye: Similiter omnes modi ex modo facti et ex animo (facientis) inspiciendi sunt
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Paralelamente al factum y al animus facientis del modo como término del lenguaje usual convendría distinguir en el modo como tecnicismo gramatical entre el dictum y el animus loquentis. Tratemos de analizar esas dos caras de los modos.
§ 4 . — Los modos al nivel de la forma verbal (eje I) A ) Generalmente se cree que en pater uenit. pater ueniat, pater ueniret, se habla siempre de lo mismo: de “la llegada del padre” ; pero que las tres formas verbales representan tres “ acti tudes” diferentes del hablante con relación a esa “ llegada del padre” . Se piensa que el indicativo mira hacia el mundo exterior, hacia la realidad circundante; que la acción verbal expresada en indicativo existe fuera del hablante y se refleja en él, como en un espejo, sin que dicho hablante quite ni ponga nada de su co secha cuando en un mensaje usa una forma de indicativo. El in dicativo es “ el modo de la realidad” . Y, viceversa, en el subjuntivo (potencial e irreal) se piensa que las formas verbales no miran hacia la experiencia externa; que las acciones expresadas en estos modos no tienen apoyo en la realidad circundante, sino tan sólo en el mundo interior del hablante. El subjuntivo sería “el modo de la subjetividad” . Las gramáticas latinas más recientes y usuales acogen gusto sas la definición de Fr. Thomas (Recherches sur le subjonctif latin, Paris, 1938, p. xiv) : “El subjuntivo... es el contrapeso aproximadamente exacto del indicativo, anunciando subjetiva mente lo que éste enuncia objetivamente. Frente al indicativo, modo de lo real, el subjuntivo expresa todo lo que no es dado como real, sino como deseable, querido, posible, eventual, con trario a la realidad, indeterminado, incierto, etc.” . B) 1. Frente a esta opinión, la nuestra es que los tres modos personales (indicativo, potencial e irreal) son por igual “objeti vos” en cuanto al dictum (y, como diremos en § 5, par igual “ sub jetivos” ex animo loquentis): los tres miran por igual hacia el
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mundo de la experiencia y realidad que envuelve al hablante. Las tres formas verbales tienen una primera cara que mira hacia las cosas. Las tres formas verbales suponen ante todo un cam bio en las experiencias que hemos de transmitir, no un cambio de “ nuestra actitud mental” frente a una invariable experien cia. En una palabra, lo que cambia al nivel del eje I es el dictum, no el animus loquentis. Afirmar que el hablante acude a usar uenit, ueniat, ueniret, según conciba en su mente la acción verbal, nos parece una fórmula tan poco afortunada como lo sería esta otra: el hablante usa los términos perro, gato, liebre según “la actitud mental” que adopte ante el animal que tiene delante. Más exacto sería decir que la realidad se impone al ha blante, y que éste elige entre varias especies de predicados (uenit, uenjit, ueniret) el que corresponda más exactamente a las-varias especies de realidades en que enraíza sus conocimientos. ' 2. Las formas uenit, ueniat, ueniret, por esta primera cara que estamos analizando, constituyen tres verbos distintos en derivación léxica y con conjugación específica para cada forma. Decimos “ derivación léxica” ya que la función sintáctica bá sica (la función predicativa o verbal) no se altera al cambiar en tre sí uenit, ueniat, ueniret; cualquiera de las tres formas sirve como núcleo de un mensaje dado: /pater uenit./pater ueniat./ pater ueniret./. Serían igualmente comunes los diversos complementos que pudieran añadirse. No se trata, pues, de una derivación sintáctica del tipo doceo, doctor, doctus, ya que a cada una de estas formas corresponde una función sintáctica radicalmente distinta (respectivamente, verbal, nominal y adjetiva). La variación uenit, ueniat, ueniret es más bien comparable a alguno de los tipos siguientes : latín doctus, doctior, doctissimus (sin alteración de la categoría del adjetivo); español casa, casona, casita (sin salir de la categoría nominal); o incluso series léxicas (sin ligazón derivativa), como aquí, ahí, allí. La diferencia entre uenit, ueniat, ueniret (como entre doctus, doctior, doctissimus, o entre casa, casona, casita, o entre aquí, ahí, allí) es esencialmente semántica y no escapa al gran princi pio de Pierce (The Journal of Philosophy, 18, 1946, p. 91), según el cual todo signo lingüístico es susceptible de sustitución por
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otro(s) signo(s) lingüístico(s) que exprese(n) el mismo sentido desarrollado con mayor amplitud: uenit-potest uenire-poterat uenire (es el indicativo “modal” ■ο “ indicativo por subjuntivo” de nuestros manuales), como doctus-magis doctus-ualde doctus, como casa-casa grande-casa pe queña, como el lugar cercano a mí-el lugar cercano a ti-el lugar alejado de ambos. 3. Este valor semántico de cada una de las tres variaciones verbales nunca desaparece, sea cual fuere el contexto en que se integren: uenit, ueniatt ueniret nunca dejarán de significar, res pectivamente, una acción real, posible e irreal; dicho sentido les es inalienable: donde salgan los significantes saldrán los corres pondientes significados, como las dos caras indisolublemente uni das de todo signo lingüístico. Antes de entrar en frase, es decir, antes de recibir ninguna tonalidad en la comunicación oral o, lo que es lo mismo, nin guna puntuación ( / . / ? / ! / ) en el lenguaje escrito, las formas Jpater uenit/pater ueniat/pater ueniret/ encierran ya un con tenido objetivo (¡un dictum propio y distinto para cada forma!), la materia sobre la que recaerá el mensaje, a saber: 1) “el hecho de la llegada del padre” ; 2) “ la posibilidad de la llegada del padre” ; 3) “la contra-realidad de la llegada del padre” . En oración no-subordinada, ese significado “ real” nunca fal tará a las variaciones modales al nivel de la forma, independien temente del tipo de oración en que aparezcan. Esta idea destaca luminosamente en el meritísimo artículo de Mariner sobre los modos latinos. También remitimos al mismo artículo para la cuestión de los usos neutros de dichas formas verbales, usos que quedan fuera de nuestra consideración por tratar aquí sólo de los modos en posición independiente. La “ actitud” del hablante (¡el animus loquentisl) se manifes tará en la “modulación” de esa materia real, es decir, en la mo dalidad de la frase; y entonces, el significado básico de los sig nificantes se multiplicará por la actitud mental del hablante, se gún la tabla expuesta supra, p. 44. 4. Dicha tabla pone de manifiesto cómo varía “la materia de que se trata” (y su significante: la forma verbal) al pasar de una columna vertical a otra columna vertical (eje I) y, a la vez, cómo
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dicha materia (y su significante) permanece inalterable en toda la profundidad de esas columnas verticales. Simultáneamente se ve cómo “la actitud mental” del ha blante (y su significante: la entonación) varía al pasar de una franja horizontal a otra franja horizontal (eje II) y, a la vez, cómo dicha actitud mental (y su significante) permanece inalte rada en toda la extensión de esas franjas horizontales. Si se nos permite usar terminología y conceptos matemáticos, podemos decir que el juego de los modos es una sencilla “ mul tiplicación de dos conjuntos” . Al existir tres términos en cada conjunto, resulta φ ιε pueden darse tres dicta (eje I) para cada modus dicendi; e, igualmente, tres modi dicendi para cada dictum (eje II).
§ 5. — Los modos al nivel de la frase (eje Π) A) 1. Si ahora pasamos a considerar el eje II, vemos cómo el conjunto de nociones básicas (real, potencial, irreal) expresa das por los modos en su nivel morfológico se multiplican, al nivel de la frase, por un nuevo factor, variable él también; el producto será, por tanto, variable, pero estrictamente definido en cualquier mensaje, si se tiene en cuenta que representa la intersección de dos valores conocidos de las dos variables en cuestión. 2. El nuevo factor es el hablante. H?sta aquí no hemos des cubierto en uenit, ueniat, ueniret más que signos lingüísticos normales: un significante y un significado precisos. Ahora entra en juego un ente extralingüístico, y las variaciones a que dará lugar su intervención no serán reemplazables por signos lin güísticos normales. La intervención del γο-hablante no se mate rializa en “palabras”, sino en el significante sui generis que es la modulación de esas palabras del eje I, cargadas de referencias al “ηο-γο” . 3. El eje II está formado por un “conjunto de actitudes mentales” . Si el eje I mira en toda su extensión hacia el mundo exterior, el eje II es el eje de la “ subjetividad” : en el eje II están las διαθέσεις τη; ψτ/ής, esto es, “las modalidades del alma” ; todo él mira al “Y o” del hablante y distingue tres posturas básicas de ese hablante-frente a lo que él mismo comunica.
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4. Y así como la realidad, la posibilidad o imposibilidad, está fundamentalmente en las cosas, lo que de ningún modo está en las cosas y únicamente en el hablante es /la certeza/la duda/el deseo-voluntad./ Estas tres posturas tienen su peculiar manifes tación en la modalidad de la frase, o eje II de los modos. B) 1. La certeza del hablante se manifiesta en la modula ción aseverativa: /uenit./ (o/non uenit./). Esta modulación reve la una posición de seguridad en la cohesión (o no-cohesión) entre el sujeto y su predicado. La posición de descanso en la seguri dad de lo que se afirma se refleja en la posición de descanso (o descenso) de la voz. Creemos útil repetir aquí que todo el eje II — como eje de las actitudes mentales— es subjetivo: en el indicativo-afirmativo no hay una realidad mecánicamente reflejada en el hablante: hay un pronunciamiento consciente y “firme” del hablante frente a la realidad que comunica. La “ afirmación” es la certeza del hablante en la cohesión (o no-cohesión) entre sujeto y predicado. Pero una cosa es la “cer teza” y otra cosa distinta es la realidad de esa cohesión o nocohesión. Puede existir una efectiva cohesión sin que la mente la haga suya y, por tanto, la “ afirme” . Así, por ejemplo, no basta dibujar un triángulo para que todo el mundo, ante el dibujo, pueda “ afirmar” que los tres ángulos del triángulo suman dos rectos. Más todavía: ante la misma realidad, varios hablantes pueden tener cada uno “ su certeza” , que da lugar a “ aseveracio nes” distintas y aún diametralmente opuestas; en situaciones idénticas, los individuos o los grupos sociales — como las liebres de la fábula— afirman con la misma seguridad, y muchas veces con no poca pasión, que es un galgo lo que para otros es, indu dablemente, un podenco. Si la actitud afirmativa del hablante corresponde adecuada mente a la realidad, la certeza se convierte en verdad (adaequatio rei et intellectus, según fórmula aceptada por el tomismo); si no existe tal adecuación, la certeza se convierte en error. Pero el hablante nunca se limita a registrar pasivamente la realidad, sino que se erige siempre en intérprete — fiel o equivocado— de la misma. 2. En /uenit./ueniat./ueniret./ no hay una gradación en la
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subjetividad o “ actitud afirmativa del hablante” ; lo que varía es el factor I, es decir, la materia u objeto de la afirmación : se afir ma sucesivamente la realidad/la posibilidad/la imposibilidad de la llegada. En principio, la seguridad del hablante en su actitud afirmativa es siempre la misma en cada uno de los tres térmi nos; y si se pretende “ graduar” dicha seguridad, ya no sirve ninguno de los modos verbales; ha de acudirse a determinaciones externas, a formas ajenas a la categoría verbal y aplicables por igual a los tr«s modos verbales (como también a los adjetivos, o a los sustantivos, o a otra categoría gramatical cualquiera) :
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certe / fortasse uenit. certe / fortasse ueniat. certe / fortasse ueniret.
C) Si el hablante tiene presentes los términos de sujeto y predicado, y, por la razón que sea, no está en condiciones de pronunciarse con certeza sobre el enfrentamiento de dichos tér minos, surge la duda (la deliberación, el problema) ; y como todos los problemas, también éste se plantea interrogativamente: uenit? ueniat? ueniret? La actitud de “inseguridad” se refleja en la elevación de la voz: ésta queda en alto, como la decisión entre el sí y el no. Tanto en la modalidad aseverativa como en la modalidad interrogativa, la actitud del hablante, con “ su” certeza (o “ su” duda, respectivamente) busca la verdad y nada más que la verdad o adaequatio intellectus ad rem. Se trata, pues, de dos actitudes lógicas, cuyo interés se centra exclusivamente en la correcta in terpretación del sujeto considerado. D) 1. Muy distinto es el valor de los modos cuando al ha blante no le preocupa fundamentalmente el pensamiento desinte resado (“ la verdad” ) y utiliza en cambio el lenguaje como pa lanca para conseguir algún fin práctico, para modificar la rea lidad a tenor de su voluntad personal. La actitud “pragmática” se revela, como las actitudes lógicas, por una melodía inconfundible, que ni es descendente como la aseverativa, ni ascendente como la interrogativa. La melodía impresiva (desiderativo-yusiva) es llana.
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2. Por no aventurarnos a inventar un nuevo signo de pun tuación hemos representado la modalidad yusiva en nuestro es quema por el signo / ! / , aunque no se nos oculta que, además de no ser del todo adecuado, puede dar lugar a confusiones. Acudimos a ese signo porque, en las ediciones usuales, ya aparece efectivamente — con mayor o menor profusión, según el gusto de los editores— acompañando a la inmensa mayoría de las frases en su modalidad impresiva. Pero tiene el grave inconveniente de hacernos pensar fácil mente en las frases “ exclamativas” , que también lo llevan. Ahora bien, éstas no entran en el sistema de oposiciones enfrentadas en el conjunto: aseverativas / interrogativas / yusivas. La ex clamación no es nuevo término, sino una forma intensiva de la modalidad de la frase, ya sea ésta aseverativa, interrogativa o yusiva. La exclamación es una exageración expresiva de las di ferencias que separan a las tres modalidades básicas que, me diante la exclamación, se convierten respectivamente en asevera ción enérgica / interrogación angustiosa / orden apremiante. 3. La modalidad impresiva enfrenta voluntades: la voluntad del hablante con la voluntad del interlocutor o con voluntades ausentes. Esta orientación del lenguaje da a la comunicación un sentido frecuentemente insospechado desde el puro contenido del nivel léxico. Así, ¡fuego1 , en una operación militar significará “ haced fuego, disparad” ; en cambio, en boca de un ciudadano será nor malmente “ acudid a apagar el fuego” . Según venimos sosteniendo a nivel del eje I, ninguna forma verbal en indicativo o subjuntivo (ni aun el potencial) es per se e intrínsecamente impresiva; y, viceversa, ninguna forma verbal (ni aun el indicativo o el irreal) es, en principio, incompatible con la modalidad impresiva. Así tenemos un indicativo yusivo en Itis, paratis quam primum arma uiri ( Trag. inc. fr. 34 Ribbeck) : “ ¡Guerreros, vais (y) preparáis cuanto antes las armas!” La in equívoca entonación yusiva afecta por igual a los dos indicativos y su “ sujeto” , el vocativo uiri. Tenemos una modalidad (desiderativa) en (Vtinam) uiueret /uixisset! Hemos citado antes (p. 46) el ejemplo del pro Sestio en que aparece la modalidad impresiva (yusiva) en irreal de pasado.
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En el irreal impresivo, el hablante toma partido por lo im posible, por lo que ya no tiene remedio. Este impresivo (ineficaz) se reduce a un simple deseo irrealizable, o a una vana recrimi nación dirigida al oyente. Sin embargo, aunque en principio cualquier forma verbal del eje I puede multiplicarse por cualquier modalidad del eje II, los tres modos formales no se prestan con igual facilidad a entrar en un mensaje impresivo. (Algo así ocurre en otros muchos sec tores del lenguaje: por ejemplo, la combinación adjetivo sustan tivo no tiene, en principio, limitaciones; pero prácticamente, da dos ciertos sustantivos concretos como “leche” o “nieve” , sólo habrá fácilmente ocasión de aplicarles un adjetivo entre todos los que componen el léxico adjetival de los colores.) Lo natural es que los deseos y la voluntad del hablante se sitúen en la zoñ#. de “lo posible” ; por tanto, entre uenit, ueniat, ueniret, la desig nación de la acción impresiva será, en la inmensa mayoría de los casos, la potencial ueniat (no uenit ni ueniret). En el potencial (equivalente a un puede ser sin descartar el puede no ser) el hablante, pragmáticamente y al dictado de su conveniencia, se decide por el “ ¡que sea!” , desentendiéndose de la otra cara de la posibilidad.
§ 6.— El infinitivo A) El infinitivo, al nivel del eje I, se opone al bloque Indicativo-Potencial-Irreal. En los tres modos personales la acción se concibe como “ ac ción de alguien” , acción del sujeto. La acción real, posible o im posible, sólo tiene sentido en función de un sujeto, como soporte de esa realidad, posibilidad o imposibilidad. El infinitivo —como modo impersonal— designa una acción abstraída de todo sujeto, y como existente per se, aislada de su natural soporte. “El infini tivo es una conquista de la abstracción” , según dijo Bréal (Essai de sémantique, París, 19247, p. 82). Es, por tanto, un nombre abstracto, un nomen actionis. El infinitivo ni incluye ni excluye la realidad/posibilidad/imposibilidad. Es indiferente a esas no ciones. Y precisamente por su valor neutro o indiferente puede apa
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recer en sustitución de un indicativo, un potencial o un irreal, según veremos en los siguientes ejemplos. Esto, hasta cierto punto, ya se deduce de Szantyr, II, pp. 365-368, y ya lo dijo muy claramente Mariner (Emerita, X X III [1965], p. 5) ; incluso lo ha bían advertido ya ciertos gramáticos antiguos, que enseñaban hoc uerbum generale esse et pro omni posse accipi modo uerborum (cf. Prisciano, XVIII, 4 = Keil, Gramm, latini, IV, 224). B) En cuanto al eje II, no hay problema: las modalidades de la frase son siempre las mismas y afectan por igual al infinitivo, a los tres modos personales e incluso a términos ajenos a la categoría verbal, según venimos repitiendo insistentemente a lo largo de estas páginas. Si revisamos, pues, los textos en que aparece un infinitivo in dependiente (en el fondo, según explicación definitiva de Krestschmer, Glotta, 2, 1910, pp. 270-287, se trata siempre de oracio nes nominales con un nomen actionis como predicado), nos en contraremos con los tipos esperados: modalidad “aseverativa” : / uenire./ modalidad “ deliberativa” : ¡uenire?/ modalidad “yusiva” : ¡uenire!/ C) Ejemplos: Tipo /uenire./ Sustituye al indicativo en: TH. inuidere omnes mihi, mordere clanculum: ego flocci pendere... (Terencio, Eun., 410 ss.). Es el llamado “ infinitivo histórico” . En oración verbal habría sucesivamente: inuidebant... mordebant... pendebam. Sustituye al subjuntivo (concretamente al irreal) en: Quod ni fecisset, perdere litem (Horacio, Sat., I, 9, 37). En construcción verbal habría perdidisset o perderet. Tipo /uenire?/ Sustituye al indicativo y subjuntivo llamados “ deliberativos” : Quid enim? Sedere totos dies in uilla? (Cicerón, Att., XII, 44, 2). En oración verbal habría sedeam o sedebo.
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Tipo /uenire!/ Es el llamado infinitiuus imperatiuus (Szantyr, p. 366), del que se citan ejemplos relativamente abundantes en el lenguaje téc nico o el conversacional, como ocurre en nuestras lenguas actua les con nuestros propios infinitivos; in cubiculum, cum partu rient, acus substernendum; cum pepererunt, tollere substramen e t recens aliut subicere (Varr., R. R., III, 9, 8). Son posibles estas sustituciones: tollere/ tollatur/ tollito; subicere/ subiciatur/ subicito, exactamente como en castellano: “ después del parto reti rar/retírese/retirad la mullida y echar/echese/ecljad otra nue va” . La entonación vuelve uniformemente yusivas las tres for mas verbales.
§ 7. — El imperativo A ) En resumen, venimos sosteniendo que ninguna forma verbal de las estudiadas hasta aquí es en sí misma ni lógica ni impresiva; que el rasgo lógico o impresivo les viene a todas ellas “ desde fuera” , desde la modalidad de la frase; que estos rasgos lógicos o impresivos son, por tanto, independientes de las varia ciones temáticas verbales, e incluso de la misma categoría verbal en bloque, aunque, como ya quedó advertido, el verbo, en su calidad de centro normal de frase, se presta a encarnar sus mo dalidades mejor que cualquier otra categoría; también hemos anotado que, dentro de la categoría verbal, unas formas son más propicias que otras a recibir determinadas modalidades. Pero, en principio, todas las formas verbales estudiadas hasta aquí son comunes a todas las modalidades lógicas o impresivas y, de he cho, según hemos visto, aparecen usadas indistintamente con uno u otro valor. B) Al llegar al imperativo todo cambia radicalmente. Desde luego, nada se opondría a que una lengua dispusiera de una for ma verbal ad hoc para los usos lógicos y otra forma ad hoc para los usos impresivos; incluso podría disponer, teóricamente, de múltiples formas para las múltiples variantes dentro de las dos modalidades: por ejemplo, una forma yusiva, otra optativa, otra hortativa, otra deprecativa, etc.
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Ignoramos hasta qué punto se da esa profusión formal de mo-dos, en el panorama lingüístico real. Ateniéndonos exclusiva mente al sistema verbal latino, observamos que sólo existe una forma específicamente impresiva: el imperativo. El imperativo no pertenece al sistema de la frase predicativa, en la que no tiene entrada, salvo que se le introduzca mediante el recurso de un inquit; pero en realidad ese inquit aísla al im perativo frente a la frase predicativa y lo mantiene en su sitio propio, que es el de la alocución directa e impresiva. Lo mismo que al imperativo le ocurre al nombre en vocativo y a la inter jección: tres cotos rigurosamente reservados a la sintaxis expresiva-impresiva. C) La originalidad morfológica del imperativo frente a las restantes variaciones modales es obvia y ha sido frecuentemente señalada. Entre las formas imperativas, unas aparecen como puros radi cales sin caracterización de ninguna clase (i, es, ama, age); otras, en cambio, como combinaciones recientes de ese mismo tema con la partícula -to(d), que en nada recuerda las auténticas desi nencias personales ni su funcionamiento: -to(d) es un elemento demostrativo y vale indiferentemente para la segunda y la ter cera persona. En el primer caso, el imperativo parece la forma más antigua y elemental del verbo; en cambio, sus formas se cundarias suelen considerarse como muy recientes: en latín, todavía nos parece alcanzar la etapa en que la lengua busca su creación en varias direcciones. En un mismo texto (CIL h 401) hallamos, junto a la forma en -tod, otra en -tad, y otra en -tid: proiecitad, fundatid, parentatid. También se ha señalado repetidas veces (cf. Szantyr, pp. 399400) el parentesco entre el imperativo, el vocativo y las inter jecciones. Tal vez fuera útil, como ya lo hizo Brugmann (Abré gé..., p. 590), denominar al imperativo “ interjección verbal” ;, en el mismo sentido podría denominarse al vocativo “ interjec ción nominal” y reservar, como se viene haciendo, el nombre de interjección a secas para las voces puramente expresivas-impresivas, sin referencia a procesos ni personas externos al hablante. Esto tendría la ventaja de agrupar los elementos impermeables a la función declarativa: todos ellos verdaderas inter-iectiones
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en el sentido etimológico de la palabra, es decir, incrustaciones insertadas en el cuerpo de la predicación, pero claramente sepa radas de él mediante inequívocas pausas como rígida frontera. D) En consecuencia, el lugar que en nuestro esquema co rresponde al,imperativo es el vértice de la columna “potencial” y la franja hprizontal/'impresiva” . El imperativo es una variante morfológica especializada que en sintaxis impresiva alterna con la forma común del “ potencial” : ualeas/uale, facias/fac, etc., según consta ya en los gramáticos latinos antiguos.·
§ 8 . — Los trabajos de García Calvo y Mariner Como anunciamos antes (p. 47), volvemos ahora brevemente sobre los trabajos de García Calvo y Mariner. A) A García Calvo tenemos que agradecerle el habernos en señado a mirar los modos desde la doctrina di? las modalidades de la frase. Pero, deslumbrado sin duda por su auténtico hallaz go, ha procedido a una explotación precipitada del mismo, sin reparar que la modalidad de la frase no es el único factor a tener en cuenta en el problema de los modos verbales. Prescindiendo de detalles, García Calvo nos dice sustancial mente: a los modos, en oración independiente, corresponden dos funciones radicalmente distintas: a) una función impresiva: ueniat!, “ ¡que venga!” , y b) una función declarativa o lógica: ueniat, “puede que venga” . Y, como la forma verbal es la misma, hemos de hablar de “ un modo con sentido 1.°” (o impresivo) y “ un modo con sen tido 2.°” (o lógico). Parece que a esto no haya nada que objetar. Pero, en todo caso, ahí está no una explicación contundente de los hechos, sino el hiriente problema que los hechos plantean: ¿Cómo puede una misma forma asumir dos valores tan heterogéneos? Eso es lo que habría que explicar. García Calvo lo intenta, sin convencernos en absoluto. Incomprensiblemente, al observar la coincidencia de los dos valores en una forma verbal única, nos dice — en flagrante con
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tradicción con los hechos— que los modos (concretamente el subjuntivo y el optativo) sólo tienen en el fondo un valor, el impresivo, del que derivarían secundariamente los usos lógicos. Siguen entonces consideraciones cada vez más oscuras sobre los caminos que conducen de lo impresivo a lo lógico... Y el autor nos parece enredarse y enredar al lector entre la dualidad al nivel de la frase y la unidad de la forma, como en un laberinto sin salida. . El autor penetra ya en ese laberinto desde el mismo umbral de su teoría, es decir, en cuanto sienta la premisa de “modos con sentido 1.°” y “modos con sentido 2.°” . La realidad, según hemos visto, es: “Modo(s) único(s) con sentido(s) único(s)” en cada forma verbal sobre la que incide “modalidad de frase l.*/modalidad de frase 2.“” , es decir, modalidad impresiva/lógica. B) Con nuestro esquema a la vista, puede apreciar el lector que García Calvo, al proyectar los valores variables y externos de la frase sobre la invariable forma verbal, rompe la unidad de esta forma verbal sin posib · dad de recomposición ulterior. Mariner opera exactamente a la inversa: en lugar.de la proyec ción horizontal de nuestro eje II sobre la forma verbal, proyecta, verticalmente, nuestro eje I sobre las frases; se fija en la cons tante de la forma verbal. Resultado : donde haya un ueniat, hay “potencial” ; ueniat./ueniat?/ueniat! son igualmente potenciales, como ueniret./ueniret?/ueniret! son igualmente irreales. Nos parece insuperable el estudio que hace Mariner de los modos verbales al nivel de la forma ( = nuestro eje I) y estamos de acuerdo con su análisis del bloque Real/Potencial/Irreal, aun que para nosotros esas nociones no son “ actitudes mentales” . Lo que falta en Mariner es la segunda perspectiva, la consi deración de nuestro eje II, o nivel de la modalidad de la frase. El rasgo común y uniforme debido a la forma verbal parece velar a los ojos de Mariner toda la variedad de los mensajes según la modalidad de la frase. La perspectiva única desde el eje I no le permite distinguir la diferencia entre usos lógicos e impresivos; de aquí que llame potenciales o irreales a yusivos como ueniat! uenisset! y a desiderativos como utinam ueniat! utinam uenisset! La consideración de Mariner es exacta desde la perspectiva de la desnuda forma verbal; pero Adrados que la critica (Verbo indo
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europeo, pp. 542 ss.) como indicio de confusion entre usos lógicos y usos impresivos, también tiene razón desde la otra perspectiva, la de la modalidad de la frase.
§ 9. — Conclusión A ) Todo el juego de los modos se explica por la fórmula: X MODALIDAD. Los modos verbales están inequívocamente señalados por la morfología verbal, y son distintas designaciones de la acción en correspondencia con las distintas condiciones en que la expe riencia nos presenta la acción. Las modalidades de la frase revelan la actitud mental del hablante y no caracterizan intrínsecamente al verbo, sino "a la frase; pero, como el verbo es el centro de la frase, resulta que la modalidad de la frase incide normalmente sobre el verbo. Todo verbo integrado en un mensaje es, pues, un complejo en el que se cruza un modo y una modalidad: las etiquetas habituales de nuestras sintaxis son inadecuadas porque siempre recogen un solo rasgo: unas veces el modo, y otras la modalidad, promiscuamente barajados desde uno u otro de nuestros dos ejes. Todo el confusionismo está sintetizado y consagrado en la cono cida definición de los modos que, desde la Lateinische Grammatik (p. 325 de la última edición, la de Szantyr, Munich, 1963), pasó al común de las sintaxis latinas y de otras lenguas : “Los modos son las formas que indican la actitud del hablante en relación con la acción verbal” . Esta fórmula viene a decir que “los modos del verbo son las modalidades de la frase” y resulta, por lo tanto, radicalmente inaceptable. MODO
B) Para terminar, ejemplifiquemos el juego de los modos, aplicando la fórmula m o d o X m o d a l i d a d al modo que siempre ofreció mayor dificultad de regulación: el subjuntivo. Factor m o d o : en el subjuntivo hay dos modos formales: po tencial e irreal. Factor m o d a l i d a d : dos modalidades de frase pueden incidir sobre esos dos modos: una lógica y otra impresiva. Ha de ha blarse, pues, de “ cuatro usos del subjuntivo” :
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2 modos X 2 modalidades = 4 usos, a saber : un potenciallógico, un potencial-impresivo, un irreal-lógico y un irreal-impresivo. Nosotros optaríamos por no introducir más apartados en una Sintaxis. Ahora bien, caben subdivisiones en la modalidad; así nosotros mismos, a lo largo de este artículo hemos subdividido la modalidad lógica en aseverativa e interrogativa (lo hicimos provisionalmente para recoger los apartados del subjuntivo deli berativo, el indicativo deliberativo y el infinitivo indignantis de nuestras Sintaxis usuales). Con esta subdivisión, la fórmula básica m o d o X m o d a l i d a d da: 2 modos X 3 modalidades = 6 usos del “subjuntivo” (que figuran en nuestro esquema). Pero, sobre todo, cabe un número ilimitado de subdivisiones en la modalidad impresiva. Dentro de la actuación sobre per sonas y cosas, puede distinguirse el yusivo, el prohibitivo, el hortativo, el desiderativo, el votivo, etc. Y, según este número indefinido (n) de modalidades, la fórmula básica m o d o X m o d a l i d a d se plantea así: 2 X n — 2n usos del “ subjuntivo” . Se ve, no obstante, que esta posible complicación no oscurece los usos del “subjuntivo” : multiplica innecesaria e inútilmente las bazas pero sin alterar las reglas — siempre precisas y las mismas— del juego de los modos verbales.
Ill ESTRUCTURA DEL ESTILO INDIRECTO EN LATÍN Y EN CASTELLANO. PROBLEMAS DE TRADUCCIÓN *
§ 1. — Introducción El concepto de estilo directo es tan transparente que nunca ha planteado problemas de definición. El estilo indirecto es mucho menos claro y los autores discre pan hondamente al intentar definirlo. En un libro bastante ex tenso, consagrado todo él al estudio del estilo indirecto latino, se distinguen nada menos que ocho formas de estilo indirecto, sin que tantos distingos hayan contribuido demasiado a clarificar el problema.1 Generalmente se admite como correcta definición del estilo indirecto una fórmula como la siguiente que tomamos de MeilletVendryes: 2 “ Se denomina estilo indirecto un tipo sintáctico en el cual las palabras o los pensamientos atribuidos a alguien son transmitidos bajo la forma de oraciones subordinadas a un verbo declarativo expreso o sobreentendido” . (Las negritas son nues tras.) Esperamos demostrar que la fórmula no es adecuada para definir el estilo indirecto típicamente latino, aunque sí podría valer para definir (¡lo que es muy distinto!) el “ llamado” estilo indirecto del castellano y de otras muchas lenguas (antiguas o modernas).
* Este capítulo se publicó com o artículo independiente en Revista Española de Lingüística, Madrid, II, n.° 2 (1972), pp. 259-271. 1. Ch. Hyart, L es origines du style indirect latin e t son em ploi jusqu’à l’époque de César, Bruselas, 1954, pp. 19-23. 2. Traité de grammaire com parée du grec et du latin, Paris, 1927, § 919.
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Normalmente, para explicarse el estilo indirecto latino, todos los estudiosos lo han opuesto al estilo directo y han tendido a ‘ acentuar los rasgo» que los separan, sin reparar en aquellos otros no menos esenciales que los aproximan. Por otra parte, todo el campo sintáctico que queda fuera del estilo directo no es uni formemente “indirecto” . En nuestra opinión y tratándose del latín, hemos de fijar cla ramente no una frontera única, sino dos fronteras : una frente al estilo directo, y otra, no menos importante, frente a la subordi nación. Por no reparar suficientemente en esta segunda frontera, se comprende que el estilo indirecto latino se haya definido funda mentalmente y ante todo como un tipo de subordinación, como una subordinación máxima : y se comprende igualmente que pue da llegarse a extremos como el del antes citado Hyart, que ensancha el concepto de estilo indirecto latino hasta englobar prácticamente toda la subordinación: la llamada interrogación indirecta, las oraciones completivas (con ut, ne, quominus, quin, etcétera), las oraciones de infinitivo, todo esto cae bajo la rúbrica de su estilo indirecto, “ noción —dice— que se extiende a todo el ámbito de la subordinación” (cf. passim toda la obra, pero muy especialmente pp. 18-19 y 29-88).
§ 2 . — Las fronteras entre el estilo directo, el estilo indirecto y la subordinación Si estudiamos atentamente los hechos podemos comprobar que un mensaje directo cualquiera (impresivo, interrogativo o aseverativo) admite en latín dos posibles transposiciones nodirectas (véase el· adjunto esquema en la página siguiente) : Lo primero que puede observarse es que la estructura directa y la no-directa II son comunes al latín y al castellano. Basta com parar el texto de una lengua y su traducción en la otra para ver que el molde sintáctico es idéntico en ambas. En cambio la es tructura no-directa I, por carecer de paralelo castellano, presenta graves problemas de traducción. Por de pronto no hemos aven turado en nuestro esquema ninguna traducción; dedicaremos al problema el último apartado del presente capítulo.
E S TR U C T U R A DEL E STIL O INDIRECTO
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TRANSPOSICIONES NO DIRECTAS
MODALIDAD DE LA FRASE
ESTILO DIRECTO
T ipo A: Modalidad impresiva.
orabant:
0RA3ANT:
AVXILIUM NOBIS FERTE.
AVXILIYM SIBI FERRENT.
Suplicaban: ¡Prestadnos ayuda! T ipo B : Modalidad interrogativa.
LO Q vrruR AFRANIVS: QUIS VENIT?
Habla A franio: ¿Quién ha venido? Tipo C: M odalidad aseverativa. Iré.
II
I
ORABANT VT AVXILIVM SIB I FER REN
Suplicaban que les prestaran ayuda.
Suplicaban: ¿ .................? LOQVITUR AFRANIVS:
LOQVITVR AFRANIVS:
QVis v e n is s e t / qvem VENISSE?
quaerit q v is v e n e r i t . Habla Afranio: pregunta que quién ha venido.
Habla A fran io: ¿ ...................... ?
AFRANIVS Dixrr:
AFRANIVS D ix r r:
IBO
SE ITVRV?ií ESSE.
XTVRVmI ESSE.
A franio dijo:
A franio d ijo:
Afranio dijo que iría*
*
AFRANIVS DIXIT SE
6 ...........................?
La dificultad de la referida traducción es ya una buena mues tra de la originalidad de dicho tipo sintáctico latino. Y precisa mente para ese tipo sintáctico reservaremos nosotros en adelante la denominación de “ estilo indirecto latino” : la transposición no-directa II será, para nosotros, sencillamente “subordinación” . Pero en español y en la generalidad de nuestras lenguas eu ropeas modernas (e incluso antiguas) suele llamarse “estilo indi recto” a la estructura no-directa II, y es natural, ya que no conocen la otra. Sobre este punto y con relación al castellano puede verse el libro de G. Verdín Díaz, Introducción al estilo indirecto libre en español, CSIC, Madrid, 1970. Por último los latinistas que, según dijimos, ensanchan la noción de estilo indirecto hasta englobar más o meDps toda la subordinación, lo que hacen es unificar bajo el mismo concepto y la misma denominación de “ estilo indirecto” las dos transpo siciones no-directas. Ello entraña un grave riesgo, porque en tonces es imposible captar la originalidad del típico estilo indi recto latino y se cae inevitablemente en la confusión de dos estructuras sintácticas hondamente diferenciadas, como vamos a ver a continuación.
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A)
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V erbo in t r o d u c t o r ; pa u s a y p a r t íc u l a s su b o r d in a n t e s ; UNIDADES MELÓDICAS
El estilo indirecto latino es un intermedio entre el estilo directo y la subordinación: tiene características comunes con ambos extremos y rasgos específicos que lo hacen inconfundible con ellos. Hay tres series de factores a tener en cuenta aquí: a) Verbo introductor; pausa y partículas subordinantes; unidades meló dicas; b) Modalidades de la frase y modos (morfológicos) ver bales; y c) transposiciones temporales, pronominales, adjetivales y adverbiales. La primera serie une al estilo directo y al indirecto a la vez que separa a ambos de la subordinación; la segunda serie de factores separa al estilo indirecto del directo y a la vez de la subordinación; y sólo la tercera serie aproxima el estilo indirecto y la subordinación frente al estilo directo. Los factores de la serie a) no pueden considerarse aislada mente ya que todos ellos se condicionan recíprocamente. 1. Así, el estilo directo y el indirecto tienen en común la misma pausa entre el verbo introductor y el discurso reprodu cido. Hay, por lo tanto, dos unidades melódicas; en cambio, en la subordinación (completiva) desaparece dicha pausa. En su lugar aparece necesariamente, y como relleno, una conjunción; las dos unidades melódicas antes mencionadas se funden en una sola: orabant ut sibi auxilium ferrent tiene la misma curva melódica que orabant auxilium. Podemos fijar estas ideas en el siguiente esquema:
E
s t il o
d ir e c t o
e
in d ir e c t o :
S u b o r d in a c ió n :
D
os
u n id a d e s m e ló d ic a s .
Una sola unidad melódica.
orabant ut sibi auxilium ferrent.
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Ahí tenemos ya una clara frontera entre estilo indirecto y subordinación. 2. Pero los rasgos anteriores arrastran a otros paralelos. El estilo directo y ¿1 indirecto admiten ambos por igual: a) una misma variedad de fórmulas introductoras; b) la misma ilimitada extensión y la misma variedad de contenido en el discurso in troducido. El discurso directo y el indirecto pueden extenderse sin difi cultad a varios capítulos; es un hecho igualmente claro que en el estilo indirecto cabe toda la gama de contenido que puede haber en un discurso directo, a saber: mensajes aseverativos, deliberativos e impresivos. La razón de estos hechos nos parece evidente puesto que la pausa da una gran independencia al discurso introducido con relación a la expresión introductora, la semántica de esta expre sión introductora es poco exigente con lo que haya de seguir después de la pausa. En cambio, en el estilo no-directo subordinado, la estrecha unión entre verbo introductor y su complemento directo excluye la inmensa mayoría de las expresiones introductoras del estilo directo e indirecto y exige, por el contrario, un verbo introductor específico: el verbo decir (o un sinónimo) si ha de seguir una aseveración, el verbo preguntar (o un sinónimo) si ha de venir una interrogación, y el verbo mandar (o un sinónimo) si ha de venir una orden. Todos los discursos directos o indirectos que hay en los au tores latinos podrían traspasarse al estilo opuesto sin cambiar para nada la expresión introductora; pero si pretendiéramos pa sarlos al estilo no-directo subordinado, nos veríamos obligados a cambiar la mayoría de las expresiones introductoras para hacer posible la correspondiente “ oración completiva” . En los modelos que damos para las dos estructuras no-directas frente a la única directa, hemos tenido que hacer un esfuerzo para hallar verbos introductores únicos para las tres estructuras (orare y dicere) . Pero lo normal es que no valga el mismo verbo introductor. Ello puede comprobarse en nuestro modelo B), en el que Afranius loquitur admite sin la menor violencia el estilo directo o el indirecto, pero necesita alguna especificación para
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IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TIN
dar paso a la subordinación tanto latina como castellana : Loqui tur Afranius quaerens... o: Loquitur Afranius: quaerit... Las mismas causas arrastran todavía estos efectos paralelos. Tras un verbo dado, la subordinación excluye la variedad de contenido: tras un verbo de “ decir” sólo caben aseveraciones; tras un verbo de “preguntar” sólo pueden venir interrogacio nes, etc. En estas condiciones no es posible “ un largo discurso indi recto subordinado” ; a lo sumo que puede aspirar la subordinación es a un mosaico de “ breves discursos indirectos” . Así a un único discurso directo o indirecto propiamente dicho, la subordinación sólo puede responder por fragmentación total: Dijo que... Man dó que... Preguntó que... E s t il o
d ir e c t o
S
e
in d ir e c t o ,
u b o r d in a c ió n ,
corte
e s q u e m á tic a m e n te :
e s q u e m á tic a m e n te :
corle
corte
C om pru ében se estos esquem as en los tex tos citados en p. 73: C o lu m n a s
I
y
II:
p au sa
ita egit ita cgit
ibimus; 1reminiscere; i ne despidas; j ... ituros; ¡rem inisceretur; ¡n e despiceret; , ...
C o lu m n a
(<3ixit) ituros
III:
corte corte (m onuit/et) ne (monuit) ut reminisceretur ) > despiceret.
B) M odalidades
de la fr a se y
modos verbales
En el juego de los modos verbales es donde se ha centrado siempre la atención de los gramáticos para definir el estilo di
E ST R U C T U R A DEL ESTILO IN DIRECTO
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recto frente al indirecto, o, más exactamente, para explicarse “el paso del estilo directo al indirecto” . 1. Nosotros, con el valioso precedente de Mariner,3 antepo nemos la modalidad de la frase, ya que el distinto uso de los modos en uno y otro estilo es una lógica consecuencia de las dis tintas modalidades que en ellos adopta la frase. En el estilo directo,4 el significante suprasegmental de la en tonación basta para hacer inequívoco el contenido de un mensaje sea cual fuere el modo morfológico verbal usado por el hablante. Así pueden darse órdenes no sólo en imperativo o subjuntivo, sino también en infinitivo (el llamado infinitivo yusivo) e indica tivo (Itis, paratis quam primum arma, uirit en Trag. inc. jr., 34 Ribbeck) ; se puede deliberar no sólo en subjuntivo, sino tam bién en infinitivo (Nonne uidere...? Lucr., II, 16) e indicativo (el llamado indicativo “ deliberativo” ); se pueden expresar asevera ciones no sólo en indicativo, sino en infinitivo (el infinitivo “his tórico” ) y en subjuntivo (en las aseveraciones condicionadas como felix sira, si amicum habeam). Ahora bien: en el estilo indirecto desaparece la entonación melódica que distingue un mensaje impresivo de otro aseverativo; y frente a esta indistinción (o neutralización de la modalidad aseverativa/yusiva) sólo subsiste, positivamente marcada, la modalidad interrogativa, con su característica entonación meló dica (su puntuación “ interrogativa” en la lengua escrita). ¿Cómo se reconocerá entonces en el estilo indirecto la natu raleza aseverativa o impresiva del contenido si nada en el verbo introductor (¡que no es específico como en la subordinación!) ni nada en la modalidad de la frase dejan traslucir la naturaleza de ese contenido? La respuesta está en el originalísimo y sencillísimo juego de los modos verbales del estilo indirecto latino. Éste conserva úni camente dos modos: el infinitivo para expresar el contenido aseverativo (sea cual fuere el modo verbal usado en el estilo directo), y el subjuntivo, para expresar el contenido impresivo (sea cual fuere el modo en el estilo directo). Y, por último, el estilo indirecto usará cualquiera de sus dos modos en las inte3. Cf. su trabajo “ N oción básica de los m odos en el estilo indirecto latino” ,
Emérita, X X X IH (1965), pp. 47-59. 4. Cf. supra, pp. 42 ss.
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN
rrogaciones, ya que aquí, al subsistir la modalidad específica mente interrogativa de la frase, el modo verbal es irrelevante. En su tiempo el gran Riemann (R . P h 7, 1883, pp. 112-131, 164-169) recopiló todas las interrogaciones que pudo hallar en los discursos indirectos latinos en un desesperado intento por dar con la fórmula que explicara el reparto del infinitivo y sub juntivo en tales oraciones. Ni él ni sus sucesores han dado con dicha fórmula; nos parece vano seguir buscándola, ya que, por la razón antes apuntada, el modo en las interrogaciones del estilo indirecto es indiferente: Modo subjuntivo: Ariouistus praedicauit: ...cur in suas pos sessiones ueniret? (César, B. G., I, 44, 7). Modo infinitivo: Alii aspernari: cur illos ipsos non uenire? (Tito Livio, XXII, 50, 5). 2. Los gramáticos han visto siempre, y con razón, en el juego de los modos la frontera esencial entre el estilo directo y el in directo. Pero creemos necesario insistir en un hecho totalmente olvidado : el estilo indirecto, tanto por las modalidades de la frase como por el juego de sus modos no sólo se opone al estilo directo, sino que sigue oponiéndose en igual o mayor medida a la subor dinación. La subordinación es de absoluta “monotonía” : una ora ción subordinada (completiva) al perder toda clase de autonomía y constituirse en simple complemento de un verbo principal, pierde ipso facto su modalidad. En la interrogación subordinada (quaero quis uenerit) desaparecerá la modalidad interrogativa, cuya existencia acabamos de comprobar en el estilo indirecto. Pero la costumbre de llamar “ interrogación indirecta” a la “ in terrogación subordinada” contribuye no poco a confundir el estilo indirecto con la subordinación normal. En cuanto a las partículas, téngase en cuenta que los dos mo dos del estilo indirecto excluyen, como tales, toda partícula subor dinante; en su lugar hay fuerte pausa (o puntuación fuerte en la lengua escrita) : por lo tanto, los dos modos del estilo indirecto nos parecen formas verbales tan independientes como las formas verbales que les corresponden en el estilo directo. Veamos un ejemplo (César, B. G., I, 13) :
E S TR U C T U R A DEL E STIL O IN DIRECTO
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E S m O DIRECTO
ESTILO INDIRECTO
SUBORDINACIÓN
I
II
III
nobiscum faciet ibimus tu nos constitueris p erseuerabis rem iniscere ne nos despidas.
is ita cum Caesare ec/i«. Si pacem populus R. cum Heluetiis faceret in eam partem ituros ubi eos Caesar consti tuisset; sin bello p erse qui p erseueraret, rem inisceretur ueteris incom modi populi R..; ne ipsos despiceret.
(d ixit) ... ituros
(m onuit) ut rem inisce retur (e t) ne ipsos despiceret.
No hay que caer en la tentación de identificar el reminisce retur y el ne despiceret de la columna II con sus formas homó nimas de la columna III. La columna II excluye las partículas subordinantes, exactamente igual que la columna I. El ne de la columna II es el mismo ne de la columna I, es decir, una simple negación: ne despidas se opone a despice o despidas como una prohibición se opone a una orden. En cambio, en la columna III (donde las conjunciones son indispensables en sustitución de la pausa) el ne juega en oposición a ut: ut (reminisceretur) / ne (despiceret). Y ambas oraciones subordinadas completivas nece sitan un verbo específico regente (nosotros hemos puesto monuit) ya que con la expresión introductora usadá por César no cabría la subordinación. La última observación es igualmente aplicable para distinguir el ituros de la columna III, frente al ituros de la columna II (este último mucho más próximo, en cuanto a independencia grama tical, al ibimus de la columna I ) . 3. Para completar la exposición de los modos en el estilo indirecto, sólo nos falta aludir al modo de sus oraciones subordi nadas: el estilo indirecto extiende el único modo personal que
conoce, o sea, el subjuntivo, a todas las oraciones subordinadas en modo personal. Suelen añadir nuestras sintaxis que esta “ regla” tiene algunas excepciones, y que dichas excepciones se explican como un pa réntesis en que el escritor salta al primer plano para hablar en su propio nombre y no en nombrç de su héroe. Esta explicación nos parece satisfactoria, cuando realmente hay excepciones. Pero
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INTRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TÍN
debemos añadir inmediatamente que la mayoría de las preten didas excepciones que se citan son imaginarias; concretamente, todas las que cita Ernout, son simple fruto de la común confusión entre estilo indirecto y subordinación normal. He aquí sus pri meros ejemplos: § 412 a) Dic, hospes, Spartae, nos te hic uidisse iacentes dum sanctis patriae legibus obsequimur. La aparición del impe rativo y del vocativo nos sitúan ya en pleno estilo directo; al die le sigue una oración subordinada completiva y otra oración subordinada temporal en indicativo, todo en subordinación nor mal dentro del más puro estilo directo. § 412 b) César, B. G., I, 38 : Nuntiatum est ei Ariouistum ad occupandum Vesontionem, quod est oppidum maximum Se quanorum, contendere. Aquí tampoco hay estilo indirecto de ninguna clase: hay una oración completiva (contendere), que es el sujeto de nuntiatum est; no sería posible separarlos por la tí pica pausa que precede al estilo indirecto. Y aún se comprobaría más claramente la ausencia del estilo indirecto si se tuviera a la vista la continuación del texto (¡con nuevos verbos principales y nuevas oraciones completivas!), texto que sigue así: Id ne acci deret, sibi praecauendum Caesar existimabat, etc. C)
T r a n s p o sic io n e s t e m po rales , p r o n o m in a le s , ADJETIVALES Y ADVERBIALES
Sólo en este tercer apartado desaparece la frontera entre es tilo indirecto y subordinación, oponiéndose aquí ambos por igual al estilo directo. El diálogo del estilo directo supone, por definición, una inter vención de las personas gramaticales, que actúan en circunstan cias temporales precisas y en un campo mostrativo concreto. En las dos transposiciones no-directas es natural que se alteren los tiempos y personas verbales, los pronombres personales y, en general, todos los elementos deícticos que aluden al campo mos trativo de los interlocutores (adjetivos posesivos y adverbios de lugar). En ambas transposiciones no-directas los tiempos absolutos se vuelven relativos, la tercera persona representará por igual al hablante, al oyente y a las personas u objetos de que tratan;
E S TftU C T U R A DEL E STILO INDIRECTO
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un posesivo como mi (libro), un adverbio como aquí o ahora pa sarán a su (libro), allí, entonces, etc. Sobre el detalle de estas transposiciones no necesitamos insistir. Ahora bien, la mayoría de estos cambios, en que coinciden estilo indirecto y subordinación, son consecuencia de la desapa rición del diálogo, pero no son marcas positivas ni de estilo indi recto ni de subordinación; “ su libro” , “ ahora” , “entonces” , así como el uso de la tercera persona, no son exclusivos de las trans posiciones no-directas; también pueden aparecer en un discurso directo, naturalmente con referencias deícticas distintas. La única transposición que positivamente indica “ subordina ción” o “ dependencia” con relación al verbo introductor es la transposición temporal, la llamada consequutio temporum. Es cosa bien sabida (cf. los ejemplos que nosotros hemos propuesto con otros fines) que, tanto en el estilo indirecto como "en la subordinación, el tiempo suele ir regido, respectivamente, por el tiempo del verbo introductor o del verbo principal. Éste es, en nuestra opinión, el único rasgo que positiva y efectivamente aproxima el estilo indirecto a la subordinación. Pero, a este res pecto, aún quisiéramos recordar — aunque el hecho ya consta claramente en ciertos manuales, como el de Ernout, §§ 415-417— que esta única marca de dependencia está lejos de ser regular y constante. César, por ejemplo (B. G., I, 34, 2) escribe: si quid tpsi a Caesare opus esset, sese ad eum uenturum fuisse; si quid ille a se uelit, illum ad se uenire oportere. A César, más que la congruencia temporal, le interesa conservar la oposición irrea lidad/posibilidad, tal como se expresaría en estilo directo: si quid mihi a Caesare opus esset..., si quid ille a me uelit...
§ 3 . — Problemas de traducción 1. La estructura del estilo indirecto latino, al carecer de co rrespondencia formal en nuestras lenguas, plantea dificultades de traducción. El traductor sólo puede llevar el contenido del estilo indirecto latino, ya sea al extremo de la pura subordina ción, ya sea al extremo opuesto de la independización total. Veamos cómo proceden tres traductores diferentes frente al mismo original. Hemos elegido, como ejemplos, dos fragmentos
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATIN
de César: uno de contenido aseverativo y otro de contenido im presivo. En cuanto a intérpretes, hemos elegido a dos españoles de distinta época y a un francés, a saber: Valbuena, Los comentarios de Cayo Julio César; Madrid, 1798; Mariner, Julio César. Memorias de la guerra civil, I, Alma Mater, Barcelona, 1959; Fabre, La guerre civile, I, Les Belles Lettres, 1941. César, B. C., I, 84, 3: Loquitur Afranius: non esse aut ipsis aut militibùs suscensendum quod fidem erga imperatorem suum Cn. Pompeium conseruare uoluerint. Sed satis iam fecisse officio satisque suppplicii tulisse: perpessos omnium rerum inopiam; nunc uero paene ut feras circummunitos prohiberi aqua, prohi beri ingressu, neque corpore dolorem neque animo ignominiam ferre posse. Itaque se uictos confiteri... T r a d u c c ió n de
M a r in e r
Afranio toma la pa labra, diciendo que no se les ha de reprochar ni a ellos ni a sus sol dados el haber querido guardar fidelidad a su generalísimo Cn. P om peyo. Pero ya habían cumplido su deber su ficientemente y arros trado bastantes penali dades, con haber pade cido escasez de toda clase de recursos; mas ahora que, acorralados poco menos que como animales salvajes, se les privaba el agua, se les privaba la libertad de movimientos, no p o dían resistir más ni el dolor físico ni la igno minia moral. Por lo tanto se declaraban vencidos...
T r a d u c c ió n de
·
V albuena
Rom pió Afranio la plática diciendo: “ Que ni César ni sus tropas debían mirar con in dignación el que ellos hubiesen pretendido guardar fidelidad a su general C. Pompeyo; pero que habían hecho ya lo bastante por su obligación, y padecido harta pena, habiendo llegado al último e x trem o de faltarles todo lo necesario: que al presente, cercados casi com o fieras, se les co r taba el agua y se les estorbaba la marcha: que ni el cuerpo podía ya tolerar tal trabajo, ni el ánimo tanta ign o minia, y así se con fe saban vencidos...” .
T r a d u c c ió n de
F a bre
Afranius prend la parole: “ Il n’y a, dit-il, à s’indigner ni contre les chefs, ni contre les soldats de ce qu’ ils ont voulu rester fidèles à leur général, Cn. P om pée; mais ils ont main tenant assez bien rem pli leur devoir, assez subi de souffrances; ils ont enduré fermement une disette com plète; maintenant, les voici enfermés presque com me des bêtes fauves, on les empêche de faire un mouvement: ils ne peuvent plus supporter ces tortures ghysiques, cette humiliation m o rale. Aussi s’avou entils vaincus...” .
E S TR U C T U R A DEl. ESTILO INDIRECTO
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César, B. C., I, 85, 12: Ad ea Caesar respondit: ... Proinde, ut esset dictum, prouinciis excederent exercitumque dimitterent. Así que, conform e a lo djcho, salgan de las provincias y despidan al ejército.
“ Y así conform e a Io dicho saliesen al instante de las provincias, y licenciasen al ex ércïto” .
“Ainsi, il leur ordonm it, comme il l’avait déjà signifié, de quitter l’Espagne et de dém obiliser leurs troupes” .
Los subrayados, naturalmente, son nuestros. Ninguno de los tres traductores actúa con criteria fijo y uni forme. La traducción de Valbuena (siglo xvm ) es pura subordina ción en el primer texto. Añade una forma verbal (sin correspon dencia en latín) para introducir las sucesivas oraciones comple tivas: diciendo que..., que..., que... De acuerdo con esto, era de esperar que, frente al texto de contenido yusivo, hubiera puesto: mandando que..., que... Pero no lo hace así, sino que independiza: saliesen..., licenciasen... Además, pone el discurso indirecto entre comillas. Fabre (1941) hace exactamente lo contrario. Subordina el texto yusivo: Il leur ordonnait de..., de...; y, en cambio, su tra ducción del primer fragmento es una sucesión de oraciones inde pendientes, con la pausa y puntuación del estilo directo. Y como en estas condiciones no se vería quién es el autor responsable de las sucesivas aseveraciones, añade, en inciso, un dit-il y en cierra entre comillas todo el discurso indirecto. Este entrecomi llado y la añadidura del dit-il son procedimientos que, cierta mente, “ traducen” una información contenida en la estructura del estilo indirecto latino. Por último, Mariner subordina únicamente la primera aseve ración (diciendo que...) er independiza todo el resto. Otra dife rencia de Mariner frente a Valbuena y Fabre es la supresión del entrecomillado. Las comillas son innecesarias en la traducción de Valbuena, pero indispensables en la de Mariner, ya que, como en la de Fabre, sin ellas hay cierta ambigüedad: ¿Es el autor o su protagonista el responsable de las aseveraciones o de las órdenes cursadas? 2. ¿Qué es lo aconsejable ante tan sensibles discrepancias? Un primer consejo nos parece claro: un traductor debe ser con-
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN
secuente consigo mismo: por lo tanto, o subordinemos siempre o independicemos siempre. Y frente a este último dilema, ¿qué solución hemos de adop tar? Nosotros hemos venido sosteniendo en este trabajo que el es tilo indirecto latino está más próximo a la independencia del estilo directo que a la subordinación. En consecuencia, aprecia mos como nadie el mérito de esas traducciones que conservan la independencia gramatical del estilo indirecto latino. No obstante, creemos que la independización tiene más inconvenientes que ventajas. Es ilusorio pensar que»porque se salve un rasgo gra matical del estilo indirecto latino ya se ha logrado una fiel tra ducción formal de la estructura sintáctica latina. Si nosotros tu viéramos que volver al latín un texto independizado como el de Fabre, por ejemplo, lo más natural es que procediéramos así: Non est, inquit, suscensendum quod... Pues, de hecho, no hay nada en el texto francés que nos invite a usar el estilo indirecto latino. En suma: para el estilo indirecto latino no hay correspon dencia formal en nuestras lenguas; por otra parte, la obligación de un traductor es reflejar el contenido, no la tipología gramatical de la lengua originaria. Y, dado que, frente a las dos estructuras no-directas del latín, nosotros sólo tenemos una, que es la subor dinación, lo más indicado parece ser que se responda al estilo indirecto latino por la subordinación del “ llamado” estilo indi recto castellano. POST SCRIPTUM. Cuando publicamos —hace años— este capítulo, nuestro objetivo esencial era dar a entender el meca nismo sintáctico del estilo indirecto. Sólo de pasada consignamos las breves reflexiones precedentes sobre la traducción. Nos pa rece útil y práctico sugerir una nueva opción a los traductores. Aconsejamos una traducción similar a la de Mariner, pero, evi tando el grave reparo que le pusimos; y para ello basta añadir como inciso en cada párrafo independizado un “ decía” o “ aña día” , o algo parecido. (Naturalmente, en los mensajes impresivos el inciso sería “ordenaba” y en los interrogativos “ preguntaba” .) La traducción propuesta sería entonces: ...Pero — añadía— ya habían cumplido... Por lo tanto — seguía diciendo— ...
IV LA SUBORDINACIÓN
§ 1. — Introducción 1. Según definición común — admitida prácticamente sin re servas por todos los autores— , la sintaxis es el estudio líe la oración. Las reservas empiezan al definir la oración. Se han dado de ella más de doscientas definiciones y ninguna consigue el asenso general. Sin embargo, todos los intentos de definición giran alrededor de tres criterios, que indudablemente recogen caracteres funda mentales de la oración y que efectivamente podemos considerar como las tres características esenciales de la oración: a) Unidad de sentido. — La oración se define como unidad de sentido completo. b) Juicio lógico. — La oración es el conjunto de un sujeto (del que se dice algo) y de un predicado (o sea, lo que se dice del sujeto). Esta definición sólo se aplica a la frase declarativa, con siderada tradicionalmente como el modelo de toda oración. c) Unidad melódica o de entonación. — La oración se define —fonéticamente— por un patrón melódico (conjunto de pausas, silencios y, sobre todo, de vicisitudes en la curva melódica). 2. Hay oraciones simples y oraciones compuestas. No vamos a tratar aquí de la oración simple. Su didáctica no presenta gra ves problemas. Pretendemos reflexionar tan sólo sobre la ora ción compuesta.
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Y la primera pregunta que nos formulamos es ésta: “ ¿De qué está compuesta la llamada oración compuesta?” Suele contestarse que una oración compuesta se compone de varias oraciones simples. 3. Por otra parte, se distinguen dos tipos de oraciones com puestas : a) Oraciones compuestas por coordinación; b) Oraciones compuestas por subordinación. Nosotros admitimos que una oración compuesta por coordina ción está, efectivamente, compuesta por varias oraciones simples, ya que la coordinación no destruye la autonomía de las oracio nes simples integradas como elementos de la unidad superior. En otros términos: varias oraciones autónomas, aunque se coor dinen, siguen siendo oraciones según cualquiera de los tres cri terios de definición que hemos reseñado antes: unidad de sen tido, predicación o juicio y unidad melódica. 4. Pero no nos asisten las mismas razones para creer y afirmar que una oración compuesta por subordinación también ella está compuesta de oraciones simples. Aquí, sólo las oraciones llamadas principales siguen siendo oraciones autónomas, con sentido y entonación propios y con ver dadera predicación. Las subordinadas son inconcebibles sin la principal, no constituyen una melodía independiente ni una uni dad de sentido. 5. La expresión “oración subordinada” es contradictoria in adiecto, puesto que la “ oración” , según todas las definiciones, es algo “ absoluto” ; y “ subordinado” , por definición, sólo puede re ferirse a algo “relativo” , “ dependiente” . Sin embargo, los gramáticos seguiremos empleando ese len guaje contradictorio, como los físicos siguen llamando “ átomo” a lo que ya no es indivisible. 6. Quisiéramos insistir aquí sobre ciertas características de la oración subordinada, características que no somos los primeros en señalar, pero que no son comúnmente reconocidas. En un ar tículo reciente de A. García Calvo (Revista Española de Lingüis tica, II, n.° 1, pp. 145 ss) hallamos unas cuantas formulaciones que suscribimos sin reservas: “ Toda subordinación-es un proceso metalingüístico en que un decir aparece reducido a un nombrar ... Por el dispositivo sintáctico de la subordinación, “ una predica
L A SU BORDIN ACIÓN
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ción entera pierde su poder predicativo y funciona como término de otra, como una palabra, dotada por consiguiente de su seman tema..., etc.” . 7. En el mencionado estudio salen repetidas veces expresio nes como “ una predicación reducida a su denominación” . Esta reducción de un decir a un nombrar, y viceversa, nos es fami liar desde la escuela en el sector de la morfología, ya que en la escuela se nos ha acostumbrado a transformar el verbo en nom bre y el nombre en verbo: amar > amor. Se ha dicho que Baja de precios y Bajan los precios pueden servir, ambos por igual, como título de un mismo artículo perio dístico. Sin embargo, los dos títulos no son sinónimos: no impli can necesariamente el mismo contenido. “Baja de precios” sólo implica, como contenido, que se va a tratar de la baja de precios, algo así como una pura teoría sobre reducción de costos; en cambio, “ Bajan los precios” , como aseveración actual, garantiza precios rebajados como una realidad. “Bajan los precios” admite como apostilla de un lector “ Verdad” / “ Mentira” ; el otro títu lo, como simple denominación, no puede ser ni verdad ni men tira. 8. Pues bien: la subordinación es un procedimiento sintác tico (comparable a los procedimientos morfológicos como amor, amar, amable, amablemente) para transponer predicaciones ente ras: la subordinación es “la forma suprema de la transposición, la que se apodera de oraciones enteras para hacer de ellas sustan tivos, adjetivos o adverbios” (Ch. Bally, Linguistique générale, 19654, p. 120). 9. Esta transposición suprema tiene sus indicios o marcas formales. Entre esas marcas está el nutrido grupo de las llamadas “ conjunciones de subordinación” . También aquí hay que precaverse ante la nomenclatura usual. Las “conjunciones de subordinación” tienen muy poco o nada de “conjunciones” . Función “ csnjuntiva” tienen las conjunciones de coordina ción, que, efectivamente, unen o “ conjuntan” elementos homofuncionales: a) ya sean éstos simples: Juan y Pedro estudian; Noche tranquila y serena; El barco se desliza suave y majestuo samente; b) ya complejos: Juan estudia y Pedro se divierte; No acudió porque estaba enfermo y (porque) debía guardar cama.
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En cambio, las llamadas conjunciones de subordinación, más, que unir, lo que hacen es transformar una predicación autónoma en algo que ya no es predicación, sino un producto funcionalmen te nuevo. Las conjunciones de subordinación están más cerca de las preposiciones que de las conjunciones de coordinación: asi como las preposiciones habilitan al sustantivo para desempeñar una función adjetiva (casa del padre — casa paterna) o adverbial (habla con serenidad = habla serenamente), así también las con junciones de subordinación habilitan al verbo para desempeñar funciones que en principio corresponden a clases de palabras específicas en la lengua: función nominal de las oraciones com pletivas o función adverbial de las subordinadas adverbiales (o circunstanciales). La función esencial de las preposiciones y conjunciones de subordinación es la de marcar esas transformaciones a que hemos aludido; si, además, se les quiere atribuir, por añadidura, una función “unitiva” , pase, aunque a nosotros nos parece que la unión entre el determinante derivado de la transformación y el elemento determinado se establece sin necesidad de ayuda, como un adverbio morfológico ' se une a su verbo sin ligamento de ninguna clase. N ota . — Tampoco somos los primeros en señalar esta afinidad entre preposiciones y conjunciones de subordinación. M.a Luisa López (Problemas y métodos en el análisis de las preposiciones, Madrid, 1970, pp. 21 ss.) cita los lingüistas que han sostenido la misma doctrina. Sería deseable que se impusiera cuanto antes en la enseñanza escolar la idea (repetidas veces apuntada en el libro en cuestión y felizmente formulada en la p. 32) de “ incluir preposiciones y conjunciones de subordinación bajo el denomi nador común de s u b o r d in a n t e s , palabras que tienen la función privativa de establecer relaciones entre distintos planos sintác ticos” . 10. Nos hemos referido a lo impropio de la nomenclatura que llama “ oración subordinada” a lo que ya no es propiamente ora ción. De todas formas, hay quizás una razón para seguir justifi cando el lenguaje tradicional, a saber: que una subordinada con tiene todos los elementos — toda la materia prima— de una even-
LA SUBORDINACIÓN
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tuai predicación (o de un eventual mensaje cualquiera, aunque no sea declarativo). Para restablecer una auténtica oración basta desandar el proceso de la subordinación: a) suprimiendo el mor fema transpositor; b) devolviendo a la oración su melodía ade cuada, y c) ’restableciendo el status morfológico (tiempo, modo, persona, elementos deícticos como pronombres personales, ad verbios de lugar y tiempo) alterado por la subordinación. Pero es innecesaria complicación la de extender el nombre de “ oración subordinada” a construcciones puramente nomina les, en las que no figura absolutamente nada parecido a una ora ción de ningún tipo. Así, en ciertas gramáticas se nos enseña que una oración subordinada final puede adoptar en latín hasta una docena de formas, a saber: a) ut con subjuntivo; b) ne con subjuntivo; c) oración relativa; d) gerundivo con preposición (de pace peten da; ad pacem petendam); e) gerundivo sin preposición (praeda diripienda data est); f) gerundivo en genitivo (pacis petendae oratores misit); g) gerundivo en dativo (urbi condendae locw quaerere); h) participio de futuro (legatos misit pacem oraturos); i) causa o gratia con genitivo; j) un nombre cualquiera con pre posición (Caesar me ad pacem hortatur); etc. Evidentemente, hay “ sentido de finalidad” en todos esos giros, y aún se podría alargar más la lista; pero, gramaticalmente, sólo merecen el nombre de oración subordinada final algunos giros (no todos) en que aparece ut/ne con subjuntivo. Sobre la llamada “ oración relativa-final” nos pronunciaremos en su lugar. 11. En la literatura latina, y concretamente en el período de su máximo esplendor, alcanzó la subordinación un grado de des arrollo pocas veces igualado fuera de esta lengua. Los amplios y sabiamente articulados períodos ciceronianos, por ejemplo, tienen muy pocos paralelos en nuestras literaturas modernas. De tales períodos se ha dicho —metafóricamente— que son so berbias construcciones de hasta cinco y seis pisos; nuestros auto res modernos no superan la altura del segundo o tercer piso. Ahora bien, resulta un tanto paradójico que el latín haya logrado tan alto desarrollo hipotáctico con los medios que utili za: sus conjunciones de subordinación —los auténticos ejes de las articulaciones en el complicado mecanismo de la oración compuesta— son como materiales viejos destinados én principio
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a otros usos y, además, en Ja mayoría de los casos, poco caracte rizados para cumplir con el nuevo cometido que se les pretendía confiar, a saber: la expresión de la causa, la finalidad, la conce sión, el tiempo, etc. El latín tiene nutridos grupos de conjuncio nes de subordinación, pero muy pocas conjunciones especializa das que clara y unívocamente signifiquen “porque” , “para que” , “ aunque” , etc. Desde este punto de vista parecen estar mejor dotadas las lenguas modernas y resultar más aptas para expre sar la subordinación. En latín, las conjunciones de mayor ren dimiento (ut, quod, quum) se cargan de “ valores” o “ usos” . ¿No es mejor disponer, por ejemplo, de un único y claro “porque” , como en español, que de varias conjunciones susceptibles de in dicar la causa, sí..., pero como una mera posibilidad más entre varias nociones distintas? El ut es la conjunción subordinante por excelencia: ¡sirve para casi todo! Y, en menor medida, ocurre lo propio con la mayoría de las conjunciones subordinantes. Cla ramente unívocas y de tipo románico, sólo hay en latín las con junciones de subordinación temporal antequam, priusquam, post quam; la causal quia, alguna concesiva como quamquam y la condicional si. La masa de las conjunciones subordinantes latinas son de una polisemia que desespera por igual al principiante y al experto que pretenda sistematizar la subordinación atendiendo a criterios del contenido. No se ha logrado ninguna clasificación satisfactoria: quizá no tanto por culpa de los que intentan ordenar los hechos como por culpa de la materia que se ha de ordenar (Bühler, Teoría del lenguaje, p. 492). Tampoco formalmente las conjunciones de subordinación constituyen un grupo homogéneo. En su origen se reconocen, al menos, cuatro tipos distintos: a) La gran mayoría de ellas son de origen interrogativorelativo : quod, quia, quum, quoniamt quam, quando} ubi, ut, etc. b) Algunas derivan de antiguos demostrativos o anafóricos: si, dum, dummodo, donec, etc. c) Otras son negaciones normales en parataxis; y, sin perder esa condición en posición paratáctica, funcionan, por añadidura, como elementos subordinantes en la hipotaxis: ne, ni. d) Incluso alguna forma verbal, como licet, se ha aislado e independizado de su paradigma verbal para engrosar el renglón de las conjunciones de subordinación.
LA SUBORDINACIÓN
**
277
Con estos medios de fortuna y la ayuda general del contexto, la ayuda de las correlaciones y de los modos verbales, el latín logró su lujosa construcción hipotáctica.
§ 2. — La subordination relativa
A)
B a se s m o r fo ló gic as
» 1. La morfología pone de manifiesto evidentes conexiones entre los términos interrogativos (pronombres, adjetivos, adver bios de lugar, tiempo y modo) y sus posibles respuestas. A un / q v is ? / , por ejemplo, se puede dar: a) una respuesta absoluta: un nombre o pronombre personal; b) una respuesta deíctica: se señala de alguna manera a la persona sin nombrarla por su nombre (común o propio); c) una respuesta “ relativoindividualizadora” : Quis uenit?.— Quem heri uidimus in foro; d) una respuesta “relativo-indefinida” : quicumque, quidam. 2. Las respuestas a un /quis?/, /qui?/, /ubi?/, /quo?/, /qua?/, /unde?/, /ut?/ son absolutamente paralelas. Ello puede comprobarse en el adjunto cuadro (selectivo en cuanto a térmi nos percontativos). Un cuadro similar con más amplio léxico interrogativo puede verse en Kühner-Holzweissig, Grammatik der Lateinischen Sprache, I, pp. 627-628. 3. En el cuadro se pueden apreciar notables simetrías o pro porciones como éstas:
a)
hic/is
hic/ibi
------------- —
-------------- =
qui
ubi
sic/ita --------------
ut
quicumque ubicumque utcumque b) ----------------= -----------------= ------------quisquis ubiubi utut c) Aún se puede señalar la siguiente con variantes no con quis ubi ut signadas en el cuadro: ------------ = ------------- = ------------quisnam ubinam utinam
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279
LA SU BORDIN ACIÓN
4. Nuestra interpretación de la subordinación relativa postula un paralelismo sintáctico en rigurosa correspondencia con el pa ralelismo morfológico. Esta perspectiva única orienta todas las observaciones que vamos a exponer. Y, a la vez, nos indica el plan a seguir : subordinación pronominal relativa; subordinación adjetival-relativa; subordinación adverbial relativa de lugar; su bordinación adverbial general (también ésta de base esencial mente relativa); y, por último, subordinación interrogativa. N o t a . — Nuestra interpretación de toda la subordinación la tina como “ respuesta relativa” a determinadas interrogaciones — tanto si éstas se hallan efectivamente formuladas como si son sencillamente posibles— podrá parecer una gran novedad a mu chos lectores. Es cierto que ninguna sintaxis ha planteado'.desde esta perspectiva el estudio de la subordinación; sin embargo' bien miradas las cosas, es el método inmemorablemente practicado como ejercicio escolar: todos hemos aprendido a reconocer los elementos de una oración sometiendo el texto a determinadas preguntas como éstas: ¿Quién es el que...? ¿Qué es lo que...? ¿Dónde...? ¿Cómo...? ¿Cuándo...? ¿Por qué...? ¿Para qué...?, etcétera. Quizá seamos muchos los que, un día u otro, como el perso naje de cierta comedia, caemos en la cuenta de estar haciendo prosa sin saberlo.
*
B) La
o r a c ió n
p r o n o m in a l
r e l a t iv a
1. La didáctica tradicional considera toda oración de relativo como una determinación de un “ antecedente” (nombre o pro nombre demostrativo). Toda oración de relativo se reduciría a uno de estos dos modelos: a) Con antecedente nominal: Pecuniam, quam credidisti, reddo. b) Con antecedente demostrativo: Tibi id} quod credidisti, reddo. No suele reconocerse entidad gramatical al tipo Tibi quod credidisti reddo (Pl., E p i d 549). Para esta construcción (¡sin
280
IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN
antecedente!) se postula un antecedente (id) “ sobreentendido” , con lo cual queda reducida al modelo considerado normal. Según esta interpretación, debiera eliminarse de nuestro es quema de respuestas la c), o sea, la respuesta “ relativa” ; no ha bría más respuestas que la nominal y la deíctica (a y b), ambas susceptibles de una determinación facultativa mediante la ora ción de relativo. Ahora bien, si comúnmente no se cree indispensable un ante cedente para ubi (lugar o tiempo), quo, unde, qua, ut, etc., nos otros estimamos que tampoco se ha de postular un is, ea, id sobre entendido para la oración de relativo con qui: (Vbi cenabis?) —Vbi tu iusseris (Pl., Truc., 577). (Quo consul peruenit?) — Consul, quo intenderat, peruenit (T. L., 35, 11, 13). (Vt loqueris?) —Loquor ut opinor (Cic., Brut., 131). De la misma manera, y en riguroso paralelismo, interpreta mos nosotros: (Quid faciunt?) — quod iussi sunt faciunt (César, B. G., 3, 6, 1).
(Quis uenit?) — quem heri uidimus in foro. 2. La oración de relativo con antecedente nominal. — Vamos a insistir en las diferencias entre los tipos puer qui/is qui/qui. Admitimos, como todo el mundo, que una oración de relativo, con antecedente nominal, tiene función adjetiva, es decir, consti tuye una determinación de ese antecedente en todo comparable a la función de un adjetivo formal cualquiera referido a un nom bre cualquiera. Esta oración de relativo no es, pues, estructuralmente, un elemento central de la oración principal, sino una expansión se mántica de un elemento de la oración principal, al que añade alguna faceta nueva; esta expansión está “ subordinada” , es decir, a un nivel sintáctico inferior y en conexión vertical con el ele mento determinado por ella. 3. La oración de relativo con antecedente demostrativo. — En Tibi reddo id quod credidisti se dice que el id es el comple mento directo del verbo principal, pero en realidad es un com plemento directo puramente “formal” , sin contenido semántico;
LA SUBORDINACIÓN
281
el auténtico complemento directo es la expansión quod credidisti. /Tibi reddo pecuniam/ es en sí mismo un mensaje completo, tanto por la cara de la forma como por la cara del contenido. /Tibi reddo id/ es un mensaje incompleto, falto del comple mento directo (¡salvo que el mensaje se emita en un campo mostrativo real, es decir, “ visual” , ya que entonces ese id, por señalar materialmente su objeto, no necesita más precisiones!). No ignoramos que el id es un anafórico y no un demostrativo: pero para nuestro caso no necesitamos distinguir entre la deixis in phantasma (mostratio reflexiva o interna) y la mostratio ad oculos. Toda la información que puede proporcionarnos id, fuera del campo mostrativo, se reduce a las nociones de género, número y caso, es decir, las notas formales que definen la categoría'no minal en abstracto. En id hay, pues, si se quiere, un sustantivo en acusativo, pero un sustantivo sin contenido real en el plano se mántico; en id hay el marco de un sustantivo en acusativo, pero un marco que tan sólo encuadra un lienzo en blanco y espera todavía la obra de arte que ha de plasmarse en su superficie. El id no se vuelve inteligible antes de rellenarse semántica mente con el añadido /quod credidisti/. El id representa para el hablante la idea que tiene en la mente antes de expresarla; para el oyente es, al revés, un anun cio precursor de la información que va a llegar acto seguido. En el ejemplo concreto que tenemos a la vista, el id no tiene más contenido que el de una flecha anafórica que apunta hacia /quod credidisti/. Esta correlación anafórico-relativa (id: “ esto es” quod credidisti) nos recuerda no una relación vertical como la que hay en el interior del sintagma sustantivo-adjetivo (en que éste se subordina a aquél determinándolo), sino que nos hace pensar más bien en alguna relación de tipo horizontal, como /quot homines, tot sententiae/, o como la relación “ apositiva” (Vrbs Roma) o, por último, como la epexégesis, en la que un término desarrolla el contenido de otro. 4. La oración de relativo sin antecedente. — La oración de relativo sin antecedente prescinde de la ayuda preparatoria del signo anafórico, prescinde del marco nominal abstracto y expresa tan sólo su contenido real, contando con que el oyente sabrá atri
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN
buirle la forma y función adecuada con la ayuda del contexto y también con el indicio muy orientador de la melodía que dis tingue entre /Tibi id, quod credidisti, reddo/ y /Tibi quod cre didisti reddo/. En el primer caso habría pausas más o menos marcadas, pero en todo caso perceptibles, en los lugares en que los editores suelen poner comas, pausas seguramente similares a las que nos imaginamos en /Quot homines, tot sententiae/, o en tre un sustantivo y su aposición. En cambio, en /Tibi quod cre didisti reddo/ la ausencia de pausas y la función unificadora del acento hacen innecesaria la señalización anafórica. La melodía de /Tibi quod credidisti reddo/ debía ser la misma que se da en /Tibi pecuniam reddo/. 5. Tipos sintácticos distintos. — En cada uno de los tres tipos de oración relativa que hemos examinado, esta oración de rela tivo asciende gradualmente de jerarquía sintáctica: en el primer caso (pecuniam quam credidisti), la oración de relativo está su bordinada a un miembro de la oración principal; en el segundo caso (id quod credidisti), la oración de relativo está al mismo nivel que ese miembro de la oración principal y en yuxtaposición con él; en el tercer caso, la oración de relativo (quod credidisti) desplaza al antecedente y se convierte ella misma en el com plemento directo del verbo principal. Sólo en este último caso la oración de relativo se integra to talmente en la oración principal; en los dos primeros se queda en la antesala como acólito de uno de los componentes de aquella oración principal. Quizá pueda entenderse así la denominación tradicional de “subordinación sustantiva” , esto es, sustancial. Gráficamente : Tipo 1:
reddo 1 tibi
Tipo 2:
!, pecuniam 1 quam credidisti reddo 1 id: quod credidisti
1 tibi Tipo 3:
reddo 1 tibi
1 quod credidisti
LA SU BORDIN ACIÓN
283
Estas representaciones ponen de manifiesto las notables di ferencias estructurales que separan a los tres tipos sintácticos, considerados generalmente como uno solo y el mismo. 6. Comportamiento nominal de la oración de relativo. — El tipo 3 nos muestra la oración de relativo funcionando exacta mente igual que un sustantivo con relación al verbo principal. a) En el modelo propuesto, /quod mihi credidisti/ tiene el mismo valor que un nombre en acusativo. Otros ejemplos nos mostrarán la oración de relativo compor tándose como el nombre en cualquiera de sus funciones: b) Como nombre en nominativo : Cui dolet, meminit “ Quien sufre, recuerda” (Cic., Mur., 42). c) Como nombre en aposición: Sed longis spatiis discreti exercitus, quod saluberrimum est ad continendam militarem fi dem, nec uitiis nec uiribus miscebantur “Pero, separadas por grandes distancias, lo más saludable para mantener la lealtad mi litar, esas tropas no entremezclaban ni sus vicios ni sus fuerzas” (Tác., Hist., I, 9, 4). d) Como nombre en dativo : X erxes praemium proposuit qui inuenisset nouam uoluptatem “Jerjes propuso un premio para quien descubriera un nuevo placer” (Cic., Tusc., 5, 20). e) A nombres en ablativo pueden compararse las oraciones relativas circunstanciales que estudiaremos más adelante. f) En paralelismo con el sintagma preposición -¡- nombre hallamos el sintagma preposición -j- oración de relativo: Nunc redeo ad quae mihi mandas “ Ahora vuelvo a tus recomenda ciones” (Cic., Att., 5, 11, 6). (Algunos editores optan aquí por la lectio facilior de algunos códices del xv ad ea quae...). Cum essent in quibus demostraui angustiis “Como se halla ban en las dificultades que he señalado” (César, B. Ciu., III, 15, 6). g) Como un nombre en ablativo absoluto: Certatim osten tantibus cruentas manus qui occiderant, qui interfuerant, qui uere qui falso... facinus iactabant “Mostrando a porfía sus manos ensangrentadas los que habían asesinado, los que habían estado presentes, los que con razón o sin ella alardeaban del crimen” (Tác., Hist., I, 44, 2).
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN
N o t a . — Como es bien sabido, a un nombre en genitivo co rresponde funcionalmente la oración de relativo con antecedente (tipo 1).
C)
La
o r a c i ó n a d j e t iv o - r e l a t i v a
Nos hemos referido en las páginas anteriores a la oración pronominal relativa. Nos vamos a referir ahora a la oración su bordinada adjetivo-relativa. Las sintaxis latinas la eluden, cuan do no la ignoran por completo. 1. Como preámbulo señalemos una situación muy parecida en la exposición usual de las gramáticas castellanas sobre la ora ción relativa en nuestra propia lengua. Normalmente, en las gramáticas y diccionarios del castellano se dice que “cuyo” es un “ pronombre” relativo cuando, evidente mente, “ cuyo” no es pronombre, sino adjetivo relativo: siempre se refiere a un sustantivo, como claramente lo manifiesta la con cordancia (“ cuyo, cuya, cuyos, cuyas” ) ; y determina a dicho sustantivo como cualquier otro adjetivo. Por otra parte, como “ relativo” , lanza una conexión anafórica hacia un elemento de la oración principal. Es, por tanto, adjetivo-relativo. La naturaleza adjetivo-relativa del cuyo ya la vemos con signada en algunas gramáticas castellanas, aunque no con la de bida claridad. Así, R. Seco (Manual de graviática española, Ma drid, 1965) opera con el criterio de que los pronombres relativos españoles son que, quien, cuyo, cuanto y cual (así consta expre samente en la p. 275). Con este criterio escribe también el pá rrafo de los “ pronombres relativos” (p. 45); pero concluye este párrafo con una acertada observación que arruina su concepto fundamental de cuyo como pronombre relativo; la aludida con clusión dice así: “ ... sin embargo, cuyo no concierta con su ante cedente, sino que, por su carácter adjetivo, debe concertar con el sustantivo al que acompaña” (el subrayado es nuestro). Lo mismo le ocurre a la Real Academia Española en su meritísimo Esbozo de una nueva gramática de la lengua española (Madrid, 1973). Inicia su estudio de los pronombres relativos (p. 218) con la consabida doctrina tradicional: “Los pronom bres relativos ... son que, quien, cual, cuyo y cuanto” . Pero
LA SUBORDINACIÓN
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como los autores del Esbozo ... seguramente se dieron cuenta dç que tal doctrina así formulada es falsa, la enderezan en la misma página y páginas sucesivas. En efecto, añaden en seguida : “Por otra parte, el relativo puede ser pronombre adjetivo («cuya idea», «cuantas personas») o sustantivo fuera de esta construc ción” (el subrayado es nuestro). Y sigue luego un magnífico apartado (p. 221) con el expresivo y adecuado título de “relati vos adjetivos” , donde se habla de cuyo, cual y cuanto. Sólo nos permitiríamos añadir, como leve observación a la Academia, que, así como el cuyo nunca es pronombre relativo, tampoco cual es nunca “ sustantivo” , a menos que se le ’‘sustanti ve”, como a cualquier otro adjetivo, mediante el artículo: el cual, la cual, etcétera. 2. Volvamos ahora al latín. Si a una pregunta pronominal él latín puede contestar con una respuesta pronominal relativa, pa-* ralelamente y con la misma naturalidad, a una pregunta “ adje tival” el latín puede contestar con una “respuesta adjetival re lativa” : (Quam facultatem habetis?) —Habetis quam petistis faculta tem (César, B. G., 6, 8, 3) (Quam rem uis mihi commemorare?) — Quae res mihi non mediocrem consolationem attulit uolo tibi commemorare (Cic., Fami, 4, 5, 4) (Cuius lenitatis est Galba?) — Cuius lenitatis est Galba iam fortasse promissit ut qui nullo exposcente tot millia innocentissimorum trucidauerit (Tác., Hist., I, 37, 3) (Qui modus est aestimationis?) — Qui modus est cupiditatis, idem est aestimationis (Cic., Verr., 4, 7, 14) (Quo modo me consulem fecistis?) —Ita me consulem fecistis, quo modo pauci nobilis consules facti sunt (Cic., Leg. Agr., 2, 1, 3) (Qui finis sermonis?) — Seneca, qui finis omnium cum domi nantibus sermonum, grates egit (Tác., Ann., 14, 56, 6) (Quo...?) —In aedem Telluris, in quo templo... “En el santua rio de Tellus, en cuyo templo...” (Cic., Phil., 1, 1) (Vbi...?) — Vltra eum locum quo in loco Germani consede rant, Caesar castris idoneum locum delegit “Más allá de aquel lugar, en cuyo lugar...” (César, B. G., I, 49, 1) Para traducir textos como los citados sólo tenemos en español
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el paralelo qué (adjetivo interrogativo), correspondiente a la in-, terrogación (directa o indirecta) ; no disponemos de un *que (ad jetivo relativo) para traducir la respuesta relativa. En consecuen cia, podemos dar una traducción literal de la parte inquisitiva de dichos textos, pero no nos es posible calcar del mismo modo la parte résponsiva. Sólo los dos últimos ejemplos, gracias a nuestro pobre cuyo (queremos decir: de pobre rendimiento en la lengua), admiten un calco castellano; por eso son los únicos ejemplos que hemos traducido. En cambio, para los demás no son posibles traducciones como ésta: “ ¿Qué oportunidad tenéis? — *La-que-oportunidad habéis anhelado ( !) ” . Ello nos obliga, en la traducción, a prescindir de la construcción sintáctica latina y a forjar una construcción pro piamente nuestra : un antecedente y un pronombre (en lugar del inexistente adjetivo) relativo: “La oportunidad que habéis an siado” . 3. La didáctica escolar ante la construcción responsiva la tina nos dice: se trata de un “pronombre relativo” que atrae ha cia su oración y hacia su propio caso un “ antecedente” que, “ ló gicamente” (!), debiera aparecer en otra oración distinta y en el caso requerido por su función en aquella oración : así, an te un texto como /quae res mihi non mediocrem consolationem attulit uolo tibi commemorare/ se nos enseña que /quae res/ está por /quae ... (attulit) rem (uolo tibi commemorare) /. Esta explicación admite, pues, implícitamente que los autores latinos han cometido un entuerto, y que nosotros debemos ende rezar ese entuerto y partir luego, para nuestro análisis y traduc ción, del texto así rectificado. Esa doctrina tan extraña es, no obstante, la ortodoxa en todo el mundo de los latinistas. En Kühner-Stegmann (Gramm, der Lat. Sprache, II, 2, p. 314) hay un apartado con abundante ma terial sobre lo que allí se llama “ el tipo Quae tua prudentia est” (Cic., Fam., 10, 27, 2). Por toda explicación se dice que ese tipo ha de entenderse como Tu, pro ea, qua es prudentia. Es decir, eliminan el sintagma quae prudentia (adjetivo relativo y nom bre) para construir y analizar otro distinto. En suma, no recono cen la oración relativa de adjetivo. Tampoco parecen reconocerla los diccionarios más usuales
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entre nosotros: Forcellini, Gaffiot, Lewis-Schort; bajo el epígrafe qui, quae, quod consignan tres apartados: a) pronombre relativo; b) pronombre-adjetivo interrogativo; c) pronombre indefinido. En cambio, sí vemos consignado el qui, quae, quod como adjetivo relativo en un diccionario más antiguo, el de Lebaigue. 4. Comparable al par latino qui adjetivo interrogativo / qui adjetivo relativo es el par castellano cuánto adjetivo interroga tivo / cuanto adjetivo relativo. Nosotros vemos como construc ción normal la siguiente: Cuanto dinero ganaba, lo daba a los pobres; y nadie piensa aquí en una desviación a partir de “ todo el dinero que ganaba lo daba a los pobres” . De la ihisma manera han de verse como normales en latín las construcciones adjetivorelativas. Incluso dentro, del latín se podrían citar paralelismos ilustra tivos. Cicerón (de Fin., 4, 66) escribe: Quae hic reipublicae~uulnera imponebat, eadem ille sanabat. Si Cicerón en lugar de quae ... eadem hubiera escrito quot ... totidem (“ cuantas heridas in fligía uno al estado, otras tantas curaba el otro” ), el tipo de construcción sería el mismo, y suponemos que nadie negaría la naturaleza adjetivo-relativa de quot (uulnera). La relación quot quae • ------------ = ----------- parece evidente. totidem eadem También es significativo el paralelismo morfológico-sintáctico entre qui y quicumque. Está claro que este último funciona como adjetivo relativo indefinido: cf. T. L., 1, 26, 4 :Sic eat quaecum que Romana lugebit hostem “ ¡Perezca así cualquier Romana que llore a un enemigo!” . Cf. igualmente quamcumque fortunam (T. L., 35, 13, 9), cuiuscumque modi (Sal., Cat., 52, 10), quocum que modo (Sal., lug., 103, 3) quacumque aetate (Cic., Sen., 28). ¿Por qué qui no ha de funcionar igualmente como adjetivo relativo definido? 5. Como nuestra interpretación chocará con el sentir general, vamos a analizar con detenimiento un último ejemplo de oración adjetivo-relativa. A una pregunta adjetiva podemos dar evidentemente dos res puestas: ... i t , ( Eo modo quem ab eo sperabamus. Quo modo locutus est!— [ , , , Quo modo ab eo sperabamus.
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IN TRO DU CCIÓN A L A S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN
El que pregunta busca aquí una determinación del sustantivo modo; supone que el sujeto ha hablado de “ alguna manera” ÿ quiere saber “ cuál” es esa manera. El que contesta puede optar entre dos procedimientos: eo modo (“ de esta manera” , que inmediatamente te voy a precisar: el anafórico prefigura la inminente precisión, a sal**") quem ab eo sperabamus. En suma, en la contestación señalada hay un sustantivo (modo), que, por conocido y esperado, no aporta nin guna información, y una oración relativa pronominal que aporta la información deseada. El segundo procedimiento de respuesta consiste en contestar no sólo al elemento estrictamente interrogativo (o sea al adjetivo quo), sino al bloque quo modo; para lo cual basta recoger el quo modo en forma átona y añadirle la determinación adecuada: quo modo ab eo sperabamus. Esta respuesta con adjetivo relativo + sustantivo no existe en español; precisamente el sintagma latino quo modo evolucionó en nuestra lengua hasta confundir los dos elementos componentes en una sola unidad, una unidad nueva, la conjunción “como” : “ Habló como de él esperábamos” . Pero en latín la contestación adjetivo-relativa es completa mente normal como se ve por el paralelismo sistemático de las formas entre preguntas y posibles respuestas apuntadas en el esquema general de preguntas y respuestas y como se ve igual mente en la serie de ejemplos aducidos más arriba (p. 93). Por lo tanto, postulamos entidad gramatical para el tipo quo modo ab eo sperabamus y no nos resignamos a ver en él un tras trueque de este otro (más normal para una mentalidad romá nica) : eo modo quem ab eo sperabamus. Hay que entender una lengua desde dentro y en sí misma, no a través de sus posibles u obligadas traducciones, ya que las lenguas se forjan evidentemente como instrumento arbitrario de comunicación dentro de una comunidad humana: no se forjan pensando en futuras traducciones a otras lenguas con estructuras sintácticas distintas.
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D) E l
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MODO VERBAL EN LAS ORACION ES DE R E LA T IV O : S U B JU N TIVO DE SU BORDIN ACION
1. En una biografía se dirá de un carácter voluble: “ amaba y perdonaba” . Ello indica simplemente que el personaje aludido “ amaba y perdonaba” sucesivamente, sin insinuar ninguna rela ción especial entre el amor y el perdón, salvo que ambos senti mientos se sitúan en el mismo sujeto. Si en cambio se dice : “ amaba y perdonó” , el desenfoque tem poral invita claramente a ver algo, más que sentimientos suce sivos de un carácter voluble; el desenfoque temporal invita a un raciocinio e implica claramente una conexión lógica entre los dos predicados unidos por “y ” . En el caso aludido sería muy vejosímil interpretar tal relación como “causal” ; podría decirse (?) que la “y ” coordinante es entonces una conjunción “ causal” , ya que puede explicitarse así: “ amaba y (por eso) perdonó” , o, “ ama ba y (porque amaba) perdonó” . Algunos teóricos del lenguaje dicen que en “ amaba y per donó” hay una “relación circunstancial” , y que la oración “ subor dinada (? )” ¡y perdonó/ añade “ una magnitud lógica” (Cf. Biihler, Teoría del lenguaje, trad, esp., p. 493). 2. Pues bien, creemos que se da en latín un juego similar entre ciertos términos subordinantes (pronombres relativos y algunas conjunciones) y los modos verbales. Una conjunción de subordinación o un relativo son siempre marca inequívoca de subordinación gramatical; pero, si por aña didura, se observa un desenfoque en los modos, es decir, si apa rece un subjuntivo donde cabía esperar un indicativo, entonces ese desenfoque es una invitación a buscar una relación o conexión suplementaria entre el contenido de la oración principal y el contenido de la subordinada, conexión y relación que ha de sumarse a la idea evocada por el elemento subordinante (conjun ción o pronombre relativo). 3. Como ejemplo podemos citar aquí las oraciones de rela tivo. Nuestras sintaxis tratan primero de las oraciones de rela tivo “ a secas” , que se construyen con indicativo; y, luego, en apéndice, de las oraciones de relativo “ con matiz circunstancial”
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IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN
(final, consecutivo, causal, condicional, concesivo) ; estas relativas llevan el verbo necesariamente en subjuntivo. Evidentemente toda oración encabezada por un relativo es formalmente relativa, y, como tal, nada más que eso; pero si luego viene el inesperado modo subjuntivo, entonces se produce una especie de hipersubordinación, una invitación adicional a buscar una relación suplementaria con el contenido de la oración principal. 4. Vamos a insistir en este punto y tratar de fijar ciertas ideas. Suele hablarse de la oración de relativo como de “ una oración que se subordina a otra oración llamada principal” ; este concepto de la subordinada relativa es inexacto. Como indicamos anteriormente (cf. supra, pp. 87 ss.), la mayoría de las oraciones de relativo no se subordinan a “ la oración principal en su con junto” , sino exclusivamente a un elemento de la oración principal. a) Concretamente las oraciones de relativo consideradas nor males en latín y cuyo modo verbal es el indicativo se limitan a determinar, circunscribir o definir al sustantivo llamado ante cedente. b) En cambio, la oración de relativo en subjuntivo expresa por añadidura una relación recíproca entre el verbo principal y el subordinado (causa, condición, consecuencia, fin, etc., de un proceso a otro). La oración de relativo con subjuntivo tiene pues una doble perspectiva: su elemento relativo remite por un lado, por su concordancia en género y número, a un elemento de la oración principal; pero en segundo lugar, por su modo verbal, mira al verbo de la oración principal y así se subordina realmente a toda la oración principal. 5. Lo que aquí sostenemos ya se vislumbra en ciertos ma nuales, pero no se expone generalmente con suficiente claridad. Así en la sintaxis de Ernout-Thomas (§ 335) se nos enseña que la oración de relativo expresa con frecuencia una “ relación ló gica” y que el subjuntivo “ contribuye” a marcar dicha relación. Debemos precisar los términos “relación lógica” y “contribuir” . Gramáticos y comentaristas ven generalmente relativas causales en construcciones con indicativo como ésta de Plauto (Mil. Gl., 1.376) : Stulte feci qui hunc amisi.
LA SUBORDINACIÓN
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En casos así no podemos condenar como infiel una traducción “ causal” : “ He cometido una tontería, por haberlo soltado” . Pero ha de reconocerse que el matiz causal con el verbo en indicativo es puramente ideológico: es una sugerencia implícita en el con texto. En cambio, si en el mismo texto apareciera el subjuntivo, habría una hipersubordinación explícita, concretable en un sen tido causal no simplemente sugerido. El subjuntivo no “ contribuye” pues a hacer más causal lo que ya era causal, sino que expresa una “relación gramatical” que sin él no quedaba marcada. /qui hunc amisi/ significa únicamente “ (Tonto de mí) que lo solté”. Es cierto que, entre líneas, puede legítimamente dedu cirse: “ (Tonto de mí) por haberlo soltado” . En cambio, /*qui hunc amiserim/ sería “ (Tonto de mí) que lo solté y tonto preci samente por haberlo soltado” . En el siguiente ejemplo, citado igualmente por Ernout, la relación causal no queda ya confiada a la deducción de un buen entendedor, sino que está inequívocamente marcada por el sub juntivo: Amant te omnes mulieres, ñeque iniuria, qui si's tam pulcher “A ti te quieren todas las mujeres, y no sin razón, ya que eres tan guapo” (Plauto, Mil. Gl., 58-59). 6. En resumen : una oración de relativo con verbo en subjun tivo nos invita a ver en ella no sólo una determinación de un elemento de la oración principal, llamado antecedente, sino una relación o concatenación entre el proceso expresad/) en la oración subordinada y la predicación contenida en la oración principal: el subjuntivo marca una segunda subordinación: una supersubordinación, por decirlo de alguna manera. Ejemplos: Relativ a-final: Cic., Verr., 2, 5, 160: (Messanam) sibi (Verres) urbem delegerat, quam haberet adiutricem scelerum “Verres ha bía elegido la ciudad de Mesina para tenerla como cómplice de sus crímenes” . Obsérvese que el relativo quam representa y re mite a urbem, en cambio el subjuntivo haberet está en conexión con delegerat. Nuestra traducción sólo refleja la conexión entre proceso y proceso ( = “había elegido para tener ...”) y prescinde de la relación que el relativo establece con su antecedente urbem.
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN
Si en lugar de haberet se pusiera habebat, la oración relativa sería una pura determinación del antecedente y el significado sería: “Verres había elegido la ciudad de Mesina, la ciudad que él tenía como cómplice de sus crímenes” . Relativa-causal: Ter., And., 646: Me miserum, qui tuom ani mum ex animo spectaui meo “ ¡Desdichado de mí, que juzgué de tu corazón por el mío!” (No es explícitamente causal; pura deter minación del antecedente). En cambio: Cic., Att., 10, 10, 1: Me caecum, qui haec ante non uiderim “ ¡Ciego de mí (que-no-vi y ciego) por no haberlo visto antes!” (Determinación del antecedente y relación explícita, en este caso “causal” , entre el contenido de la oración relativa y el de la principal). He aquí un ejemplo de Terencio en que alternan el indicativo y el subjuntivo; nuestra traducción intentará reflejar el contraste entre un modo y otro : Vt illum di deaeque senium perdant, qui me hodie remoratus est, Meque adeo qui restiterim, tum autem qui illum flocci fecerim ■“ Confundan los dioses y diosas al viejo que hoy me entretuvo, y también a mí por dejarme entretener y más aún por haber hecho el menor caso de él” (Eun., 302-303). «·
Relativa-consecutiva: Cic., Fam., 15, 4, 11: Tu es enim is, qui me in contionibus ad caelum extidisti “Tú eres la persona que en las asambleas me pusiste por las nubes” (pura determinación del antecedente). En cambio, con el subjuntivo en Fam., 5, 12, 6: Ñeque enim tu is es, qui quid sis nescias “Tú no eres tal que puedas ignorar quién eres” . (La relación adicional — en este caso “ consecutiva”— expresada por el modo [-nescias] es explícita.) Pl., Bacch., 807: Qui homost qui dicat me dixisse istuc? “ ¿Quién es la persona capaz de decir que yo dije tal cosa?” (Hipersubordinación explícita: consecutiva). En cambio qui dicit sería una relativa puramente determina tiva; significaría: “ ¿Quién es la persona que anda diciendo que yo dije tal cosa?” En el siguiente texto de Horacio (Ep., II, 2, 180.-182) hay en el
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mismo verso una relación consecutiva y una relativa de pura determinación: Gemmas, marmor, ebur, ... sunt gui non habeant, est qui non curat habere “ Piedras preciosas, mármol, marfil, ... hay personas de-talcondición-que no pueden tenerlos, hay una persona ( = yo sé de una persona) que ni se preocupa de tenerlos.” Relativa-concesiva: Cic., Nat. de or., II, 4: Peccatum suum, quod celari posset, confiteri maluit “Prefirió confesar su culpa, aunque podía haberla mantenido en secreto” . Sin el subjuntivo, la oración sería una pura determinación del antecedente: “Pre firió confesar su culpa, (culpa) que él podía haber mantenido en secreto” . Relativa-condicional: T. Livio, 22, 11, 8: Libertini etiam, qui bus liberi essent... in uerba iurauerant “Incluso los libertos que tuvieran hijos ( = si tenían hijos) habían prestado juramento” . T. Livio usó el subjuntivo, porque el tener hijos era condición exigida para ser admitidos a prestar el juramento en cuestión; con erant en lugar de essent la traducción sería: “ Incluso los li bertos que tenían hijos habían prestado juramento” , pero sin la posibilidad de interpretar el hecho de tener hijos como condición requerida para el juramento; quibus liberi *erant, como pura determinación del antecedente, no condicionaría la aseveración contenida en la oración principal. 7. El subjuntivo de subordinación. — Para este subjuntivo de hipersubordinación que acabamos de señalar en las oraciones de relativo y que volveremos a encontrar en algún otro tipo de subordinadas, quisiéramos nosotros reservar la antiquísima eti queta de “ subjuntivo de subordinación” . Reconocemos que esta etiqueta es peligrosa por venirse apli cando tradicionalmente como explicación de cualquier subjuntivo en oración subordinada. Estamos muy lejos de compartir la idea —bastante difundida entre los latinistas— según la cual el sub juntivo sería el modo propio de la subordinación en general (ΰζοταχνχ,ή Ι-ρλισις = subiunctiuus). Tal idea no puede justifi-
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IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN
carse de ninguna manera: 1) porque el subjuntivo no aparece en todos los tipos de subordinadas; 2) porque el subjuntivo no es el modo exclusivo de las subordinadas, sino que hay en latín innumerables subjuntivos en oraciones principales o indepen dientes; -3) porque en latín no hay oración subordinada cuya marca única de subordinación sea el empleo del subjuntivo; se ha pensado a veces lo contrario aduciendo tipos como uolo facias, sine ueniat, caue cadas, habeas licet, etc.; pero aquí no se trata de auténtica subordinación, sino de arcaísmos o restos de cons trucción paratáctica antigua; esos tipos sintácticos eran origina riamente dos verbos autónomos en yuxtaposición: uolo: facias; sine: ueniat, etc. Y como arcaísmos siguieron usándose al lado de la subordinación organizada mediante marcas formales ex plícitas. N o t a 1. Los gramáticos modernos, que consideran el subjun tivo como modo de la subordinación, se figuran que siguen pen sando como los antiguos cuya nomenclatura adoptan o, mejor dicho, creen adoptar. Pero la realidad es muy distinta y difícil mente podría hallarse un ejemplo de qui pro quo más curioso y sorprendente en la terminología gramatical. En boca de los gramáticos latinos modus subiunctiuus perte nece a la terminología puramente sintáctica, sin alusión a la morfología. Por modus subiunctiuus los antiguos entendían cual quier forma verbal subordinada, tanto si se trataba de una forma verbal de las que ahora llamamos “ indicativo” como de las que ahora llamamos “subjuntivo” ; y en sus ejemplos de modus sub iunctiuus aparecen incluso con más frecuencia formas de indi cativo que de subjuntivo: cum dixero, cum legero, etc., son para ellos modus subiunctiuus. A esas formas las llaman subiunctiuus o adiunctiuus o coniunctiuus por carecer de sentido en sí mismas y necesitar de una “ añadidura” (en términos actuales diríamos “ un verbo princi pal”) para ser inteligibles: cum dixero, audies; cum legero, surgam; etc. Sobre lo que aquí decimos cf. Diomedes (Gramm. Lat., Keil, I, 340, 24), Pompeius (ibid., V, 16,14), Cledonius (ibid., V, 54,10), Macrobii excerpta (ibid., V, 618, 21; 643, 22), etc. Especialmente claras nos parecen unas líneas de Prisciano
LA SU BORDIN ACIÓN
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(Keil, II, pp. 424-25) : Subiunctiuus eget non modo aduerbio uel coniunctione uerum etiam altero uerbo, ut perfectum significet sensum, ut Virgilius in bucolico: Cum faciam uitulam pro frugibus, ipse uenito. (Subiunctiuùs) a constructione nomen accipit. N o t a 2. Nosotros, al usar la expresión “ subjuntivo de subor dinación” , utilizamos el término “ subjuntivo” aplicado a la mor fología; y con el añadido de “subordinación” queremos aludir a los usos en que dicho modo no conserva sus ‘valores propios reconocibles en oración independiente e incluso en la gran ma yoría de las oraciones subordinadas; se trata pues de usos en que dicho modo no tiene sentido en sí-mismo (cf. Diomedes, Gramm. Lat., Keil, I, 340, 24: quod per se non exprimat sensum) sino solamente conectado de alguna manera (cf. làs denominaciones sub-iunctiuus, con-iunctiuus, ad-iunctiuus) con el verbo regente o principal.
E) L a
SU BORDIN ACIÓ N ADVERBIAL R E LATIVA (DE LU G A R )
En el cuadro sinóptico que nos sirvió de punto de partida para el estudio de la subordinación hemos consignado únicamente al adverbio de lugar / v b i ? / . Evidentemente la situación es idéntica para las restantes cuestiones de lugar. Prescindiendo ya de la respuesta absoluta, bueno será recordar —por su especial interés para el estudio de la subordinación— las respuestas deícticas y relativas. R E S P U E S T A S Deíctica Mostrativa
Anafór.
Relat. u b i ...
RelativoindeSnida u b ic u m q u e , u b iu b i
VBI?
h ic , istic, illic
ib i
VNDE? '
h in c , is tin c , illin c
in d e
QVO?
h u c , istu c , illu c
eo
q u o ...
qu ocu m q u e, q u oq u o
QVA?
h a c , ista c, illa e
ea
q u a ...
qu acu m qu e, quaqua
u n d e ...
u n decu m qu e, u n deu n d e
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATIN
Al tratar de la subordinación pronominal-relativa distingui mos tres tipos sintácticos: 1) Tibi reddo pecuniam quam cre didisti; 2) Tibi reddo hoc/ id quod credidisti; 3) Tibi reddo quod credidisti. Ahora, en la subordinación adverbial relativa volve mos a encontrar, en riguroso paralelismo, los mismos tres tipos: VBI?
1) (Natus est) in Sicilia ubi rex Agathocles regnator fuit “ Nació en Sicilia donde reinó el rey Agathocles” (Pl., Men., 409410). 2) Vbi sum, ibi non sum; ubi non sum, ibi est animus “Don de estoy, (allí) no estoy; donde no estoy, allí está mi pensamien to” (PL, Cist., 211-212). 3) Vbi tu Caius, ego Caia “Donde tú seas Gayo, yo seré Gaya” (fórmula de la ceremonia nupcial). Este mismo tipo con relativo indefinido: Illam requiram ubiubi est “ La voy a buscar donde quiera que esté” (Pl., Epid., 492). QVO?
1) Aperiuntur aedes quo ibam “ Se abre la casa adonde yo acudía” (Pl., Trin., 400). 2) Huc uel illuc uortar, quo imperabitis “ Yo giraré para acá o para allá, como (— para donde) mandéis” (Pl., Capt., 370). 3) Abi quo lubet “ Vete a donde te plazca” (Pl., Aul., 657). Este mismo tipo con relativo indefinido: Certa rest me quaerere illam quoquo abductast “Es cosa decidida para mí el buscarla a donde quiera que se la hayan llevado” (Pl., Merc., 858). Y así su cesiv a m en te c o n vnde y qva . El uso de los modos en estas subordinadas es también exacta mente el mismo que señalamos en su lugar para la subordinación relativa.
LA SU BORDIN ACIÓN
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§ 3. — Subordinación conjuntiva ( = marcada por conjunciones de subordinación)
A)
G
e n e r a l id a d e s
1. Por operar siempre con criterios formales prescindimos de la clasificación habitual en oraciones completivas por un lado y oraciones adverbiales (o circunstanciales) por otro, éstas últi mas subdivididas a su vez en temporales, causales, finales, con secutivas, etc. La clasificación habitual, junto a la ventaja de agrupar los distintos giros semánticamente sinónimos, tiene el grave incon veniente de separar distintos usos de una misma forma subordi nante: quod, quum y ut salen bajo distintas rúbricas y en apar tados muy distantes como si la unidad de la forma no existiera o no significara absolutamente nada. Quizá la clasificación por el lado del contenido sea la reco mendable en una sintaxis para principiantes a los que hay que ofrecer medios prácticos de traducción, aunque sea traducción por tanteo. Pero consideramos más ilustrativa la exposición que arranca de las formas para explicarnos los diversos usos que en la lengua adquieren sin transición brusca y a veces sin que se pueda señalar siquiera una clara frontera entre un valor y otro hasta el punto de resultar arbitrario encasillar un quod bajo la rúbrica de completivo o causal, un ut bajo la etiqueta de compa rativo, temporal, etc. A l clasificar bajo distintas rúbricas las comparativas, tempo rales, finales, completivas, etc., con nuestras traducciones pre cisas y ad hoc para cada una de ellas, establecemos unas fronteras claras donde frecuentemente no existen. 2. La subordinación relativa, según hemos comprobado ante riormente, constituye en latín un modelo de regularidad y siste matización. Ahora al entrar en la subordinación marcada por las conjun ciones de subordinación desaparece en gran medida la regulari dad y simetría. La subordinación que aquí vamos a estudiar forma en las
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN
sintaxis tradicionales el gran capítulo de la subordinación “ ad- , verbial” y entra también como parte del capítulo de las “ oracio nes completivas” . La subordinación “ relativa” está marcada por elementos su bordinantes “relativos” ; en cambio, la subordinación “ adverbial” está marcada, según la nomenclatura habitual, por “ conjuncio nes” (y no por “ adverbios” como sistemáticamente podíamos esperar). Ya hemos expuesto antes (p. 82) nuestras reservas a la ’ ■omenclatura y función atribuidas a las “ conjunciones de subornación” . Algunos gramáticos ilustres (Andrés Bello, por ejemplo) han sustituido en sus obras el término de “conjunciones de subordi nación” por el de “ adverbios” . Lo mismo hacen M. A. Caro y R. J. Cuervo en su Gramática de la lengua latina (Bogotá, 1972 10), donde quod es adverbio causal, quum es adverbio de tiempo, ut es adverbio de modo, etc. No obstante, la práctica gramatical, reflejada en nuestros dic cionarios y sintaxis, intenta comúnmente mantener la diferencia entre conjunciones, adverbios relativos y adverbios en general, aunque con frecuencia es difícil establecer un límite entre esos conceptos. Nos sentimos seducidos por el procedimiento de Caro y Cuer vo; sin embargo, no nos decidimos a seguirlo, enfrentándonos con la gran tradición europea. Mantendremos pues las “conjun ciones de subordinación” en estas páginas. 3. De hecho, la subordinación adverbial y, en gran parte, la completiva sigue siendo en latín de base fundamentalmente re lativa y ha tendido a organizarse sobre el modelo de la subordi nación relativa en sentido estricto. Si volvemos una vez más al cuadro sinóptico que nos sirvió de punto de partida observamos que el latín tiene una serie muy completa de términos para expresar las relaciones espaciales (cf. adverbios relativos de lugar, p. 103) ; pero es extremadamente pobre cuando se trata de expresar otras relaciones adverbiales: para las relaciones temporales aprovecha la serie del ubi espa cial; para todas las relaciones más abstractas sólo sistematiza el genérico /ut?/ ( = ¿cómo?) y sus respuestas, según queda con signado en el aludido cuadro sinóptico.
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Alrededor de este ντ como conjunción universal organizó el latín un sistema completo de subordinación: el ut puede intro ducir una oración completiva o comparativa o causal o temporal o concesiva o final o condicional y hasta algún otro tipo de subordinadas que no encajan bien bajo ningún epígrafe de nues tras gramáticas y que sólo se registran en los grandes dicciona rios o en las grandes monografías dedicadas a esta partícula. Al lado de este genérico /ν τ ? / y para indagar cualquier rela ción específica dentro del “ ¿cómo?” , los hablantes latinos acudían igualmente a la pregunta / q v i d ? / . Este “ quid?” , escueto o acom pañado de diversas partículas (Quid, uero?, Quid deinde?, Quid, tum?, Quid ergo?, Quid enim?, Quid igitur?, Quid postea?) puede apuntar a cualquier relación completiva o circunstancial (causa, fin, tiempo, consecuencia, condición, etc.) : Cic., Att., 7, 23, 1: (Dicitur) persequi Caesar Pompeium? Quid? Vt interficiat? “ ¿Se dice que César persigue a Pompeyo? ¿Para qué? ¿Para' matarlo? Pl., Stich., 588: Quid eo tibi opus est? —Ad cenam ut uocem “ ¿Para qué lo necesitas? —Para invitarlo a cenar” Cic., Rose. Am., 34: Accusatis Sex. Roscium. Quid ita? Quia de manibus uestris effugit, quia se occidi passus non est? “Acu sáis a Sex. Roscio. ¿Por qué? Porque se ha escapado de vuestras manos, porque no se ha dejado matar” Cic., de off., 2, 83: Habitent gratis in alieno? Quid ita? Vt cum emerim, aedificarim, tuear, impendam, tu me inuito fruare meo? “ ¿Podrían vivir gratuitamente en casa ajena? ¿Cómo es eso? ¿Que, cuando yo haya comprado o construido una casa, cuando yo cargue con el mantenimiento y gastos, tú vendrás a disfrutar de ella contra mi voluntad?” No es raro incluso que el /quid?/ y el /ut?/ salgan sucesiva mente en el mismo contexto: Pl., Truc., 577: Quid agis? Vt uales? “ ¿Qué haces? ¿Cómo te va?” Pl., Merc., 391: Quid? Ea ut uidetur mulier? “ ¿Qué? ¿Cómo es esta mujer en tu opinion?” Pl., Mil. Gl., 1.073: Quid est? Vt ludo? “ ¿Qué tal? ¿Cómo son mis jugadas?” Pl., Rud., 311: Quid agitis? Vt peritis? “ ¿Qué hacéis? ¿Cómo consumís vuestra existencia?”
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Pl., Trin., 51: Quid tua agit uxor? Vt ualet? “ ¿Qué hace tu, mujer? ¿Cómo le va?” Por esta segunda via del / qvid ? / , y siempre sobre el modelo de la subordinación relativa y con correlaciones similares, nace la compleja subordinación a base de partículas de origen interrogativo-relativo; pero no logra aquí la lengua una sistematización en series tan claras y completas como las que hemos comprobado en la subordinación relativa propiamente dicha. 4. Por lo demás se admite comúnmente que el quid y el ut están etimológicamente emparentados; ambos tenían originaria mente en común el elemento Ky-; pero el ut < *k“ut perdió la labiovelar inicial. Las siguientes correspondencias ponen de manifiesto la doble vía que siguió el latín en busca de sus partículas subordinantes. La gran cantera de extracción es el interrogativo-relativo-indefinido. Dejamos para el final el examen de las pocas partículas de distinto origen: ne, si, dum, donec, lieet.
INTERROGATIVOS
RELATIVOS
INDEFINIDOS
A ) Q u il? Quid?
qui ...
quis “uno cualquiera"
B)
ut ... “ com o”
ut “ de un m odo cualquiera”
V t? “C óm o?”
A)
................................
quicum que “ cualquiera que”
quisque “ cada uno” o “ to dos, uno a uno”
B)
................................
utcum que “ com o quiera que”
utique “de todos m odos”
A)
................................
quisquis "cualquiera que”
nequiquam “en van o”
B)
................................
utut “ com o quiera que”
neutiquam “de ningún m odo”
A)
.....................................
quisquam “alguien”
B)
....................................
utiquam “de algún ntodo”
De la serie A) surgió en primer lugar la subordinación rela tiva en sentido estricto (como hemos visto en su lugar), con ca racteres propios y exclusivos: el más sobresaliente y notable es sin duda el carácter flexivo del relativo (variable según género, número y caso) frente a las demás partículas subordinantes, todas ellas invariables. Ahora, de la misma serie veremos que derivan las partículas quum, quam, quamquam, quod, quia, qui,
LA SUBORDINACIÓN
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quo, qua y sus compuestos. Todas éstas son formas desprendidas del paradigma del relativo para fosilizarse como partículas subor dinantes invariables. Con estas partículas el latín precisó las relaciones englobadas en la conjunción universal ut; con tales partículas, la lengua, por decirlo de alguna manera, apuntaló la subordinación reforzando y especificando sus marcas. De la serie B) vamos a ocuparnos seguidamente. »
B) 1.
S is t e m a
de
s u b o r d in a c ió n
con
p a r t íc u l a
ú n ic a
:
VT
VT como adverbio de modo
Vt es fundamentalmente un adverbio de modo: un adverbio interrogativo-exclamativo-indefinido. Como /quis?/ (interrogativo), /qui .../ (relativo) y /quis/ (indefinido), tenemos para ut la serie paralela: /ut?/ (“¿Cómo?”), / u t.../ (“ como ...” ) y /ut/ (“ de un modo u otro” , o “ de cualquier modo” ) . Cada uno de estos tres valores servirá de base a construc ciones hipotácticas con ut. Pero veámoslo funcionando todavía como puro adverbio modal en oraciones independientes. Adverbio interrogativo. — Vt? = “ ¿Cómo?” Vt uales? “ ¿Cómo te va?” (Pl., Most., 718) Vt vioratast? “ ¿Cómo es de carácter (la joven)?” (Pl., Merc., 392) Vtne tegam spurco Damae latus? “ ¿Cómo podría yo cubrir el costado a un impuro Dama?” (Hör., Sat., II, 5, 18). Con este ut puede alternar qui, forma de. la serie /Q uis?/ / Quid?/: Qui potuit scire? “ ¿Cómo pudo saberlo?” (Pl., Stich., 301) Qui istuc? “ ¿Cómo es eso?” (Pl., Truc., 158). Adverbio exclamativo. — Vt! = “ ¡Cómo!” Este ut es una sencilla variante del anterior: V i errat! “ ¡Cómo se equivoca!” (Ter., Heaut., 844) V t totus iacet! “ ¡Cómo está de hundido todo él!” (Cic., Att., VII, 21, 1)
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Vi ille tum humilis erat! “ ¡Qué humilde era entonces!” (Cic.,. Att., II, 21, 3). Obsérvese que, como adverbio de modo exclamativo, el ut latino puede determinar indiferentemente a un verbo, a un ad jetivo o a otro adverbio; en cambio, en español se impone distinta traducción: “ ¡cómo!” sólo es admisible como determinante del verbo; como determinante de un adjetivo o un adverbio usamos “ ¡qué!” (y no “ ¡cómo!” ) : Vt iurat! “ ¡Cómo jura!” (Pl., Bacch., 898). Pero Vi elegans est! “ ¡Qué elegante es!” (Ter., Heaut., 1.063) Vt lepide deruncinauit militem! “ ¡Qué limpiamente se ha ce pillado al soldado!” (Pl., Mil. Gl., 1.142) Vt subito, ut prope, ut ualids tonuit! “ ¡Qué repentinamente, qué cerca, con qué fuerza empezó a tronar!” (Pl., Amph., 1.062). Adverbio indefinido. — Vt — “ de un modo o de otro” , o “ de cualquier modo” . Contra este uso, comúnmente admitido por los latinistas, se han levantado esporádicamente algunas voces que lo niegan. Sin embargo, el ut como adverbio indefinido de modo nos parece imponerse si se tiene en cuenta los restantes términos de la serie, cuyo valor indefinido nadie pone en duda: utut, ut cumque por un lado, y, por otro, utique, utiquavi, neutiquam. El ut indefinido sobrevive en ciertas frases impresivas; noso tros lo interpretamos como desiderativo — por la modalidad desi derativa de las frases en que aparece— y, en consecuencia, lo traducimos por “ ¡ojalá!” o por un simple “qué” exclamativo. Más literalmente sería algo así como “ de cualquier modo” . Es muy posible que ya los latinos no sintieran en el período clásico el valor indefinido de /ut!/ y consideraran la partícula como un refuerzo del subjuntivo en frases desiderativas; de hecho la partícula ut(inam) fue siempre un añadido facultativo, no indis pensable al mensaje desiderativo. Vt te quidem di deaeque omnes perduint! “ ¡Ojalá te arrastren a la perdición todos los dioses y diosas juntos!” (Terv Heaut., 810-811) Vt pereat positum robigine telum! “ ¡Ojalá el hollín eche a perder el arma arrinconada!” (Hör., Sat., II, 1, 43). También aquí se ve la alternancia ut/ qui de las dos series consabidas :
LA SUBORDINACIÓN
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Qui illum dii omnes perduint! (Ter., Phorm., 124) Qui istum dii perdant! “ ¡Quieran los dioses su perdición!” (PI, Trin., 923) Otros ejemplos: Pl., Aul., 785; Rud., 1.186; Ter., Eun.. 302; Phorm., 123, etc.; C ic, Att., IV, 7, 1; etc. El valor puramente indefinido de qui aparece con suma niti dez en Pl., Amph., 776: Edepol qui factost opus “Por Polux es preciso actuar de alguna manera” . Más ejemplos en Kroll (Sint. científica en la enseñanza del latín, Madrid, 1935, pp. 101-102). Como es bien sabido este ut, en su aplicación, desiderativa, fue normalmente desplazado, ya desde Plauto, por la forma com puesta utinam. 2.
VT como partícula subordinante
A) El
vt
co n indicativo (sin exclusión del subjuntivo)
1. El ut con indicativo es siempre el ut relativo. El ut, como relativo, es decir, como adverbio de modo relativo, funciona exactamente igual que todos los relativos, ya sean éstos variables (qui, quae, quod) o invariables (ubi, quo, qua, unde). El ut relativo constituye la respuesta a la pregunta adverbial /tit?/, corno /qui/ responde a /quis?/, como /ubi .../, /quo .../, /qua .../, /unde .../ responden sucesivamente a ¡vbi?/, /quo?/, /qua?/ y /unde?/: Quid agitis? Vt peritis? — Vt piscatorem aequomst, fame, sitique speque “ ¿Qué hacéis? ¿Cómo consumís vuestra existencia? — Como es lo propio del pescador: a fuerza de sufrir hambre, sed y desesperación” (Pl., Rud., 311-312) Vt uales? — Vt queo “ ¿Cómo estás? —Como puedo” (Pl., Per sa, 17) (Vt respondisti?) — Respondi ut potui, ut uolui, ut debui “ Contesté como pude, como quise (y) como debí hacerlo” (Cic, Verr., 4, 147) Exactamente igual que: (Quid faciunt?) — Quod iussi sunt faciunt “ (¿Qué hacen?) —Hacen lo que se les manda” (César, B. G , 3, 6, 1) Vbi cenabis? —Vbi tu iusseris “ ¿Dónde cenarás? —Donde tú mandes” (P l, Truc., 360), etc, etc.
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TIN
La situación sigue siendo rigurosamente proporcional para todos los relativos en cuanto se refiere a los “ antecedentes” o correlativos : ita ut
is, ea, id qui, quae, quod
ibi
eo
ea
inde
ubi
quo
qua
unde
Faciam ita ut iubes “ Obraré tal como mandas” (Pl., Amph., 1.143) = Mitte id quod scio “Deja de lado lo que sé” (Ter., And., 764) = Ibi sum esse ubi miserum hominem decet “Estoy allí donde debe estar un desgraciado” (Pl., Bacch., 1.107) = etc. Este ut: como cualquier relativo, puede aparecer indistinta mente bajo cualquiera de los tres tipos de oraciones relativas que hemos establecido: Tipo 1: Con antecedente adverbial en consonancia con el ut adverbial; el antecedente será adverbial por pertenecer a la clase de palabras llamadas “ adverbios de modo” (pariter ...ut, proinde ...ut, adaeque ...ut, etc.), o simplemente por tratarse de un sus tantivo en ablativo de “modo” , lo que constituye un adverbio “funcional” , aunque no “formal” (hoc modo ...ut, hoc pacto .. Ait, etc.). Tipo 2: Con antecedente deíctico o anafórico: sic ...ut, ita ...ut, item ...ut, itidem ...ut, etc. Tipo 3: Sin antecedente ninguno. Ejemplos: Tipo 1: Reliquit filium pariter moratum ut pater fuit “Dejó un hijo que es el vivo retrato moral de su padre” (Pl., Aul., 22-23) Hoc modo res gesta est ut dico “El asunto sucedió como digo” (Pl., Rud., 1.072). Tipo 2 : Sic est ut loquor “Es así como te lo estoy explicando” (Pl., Bacch., 468). Tipo 3: Faciam ut iubes “Actuaré como ordenas” (Pl., Bacch., 228) Apparatus sum ut uidetis “Estoy a punto, como veis” (Pl., Merc., 851). 2. Dentro de la noción general del “modo relativo” expresado por este ut, suelen las sintaxis latinas establecer subclases más
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o menos numerosas: distinguen un ut “ comparativo” , un ut tem poral” , un ut causal y, con menos frecuencia, un ut “local” , un ut “proporcional” , etc. Estas precisiones que los traductores expresan tan claramente en sus versiones no siempre aparecen tan claras en latín. Para comprobarlo bastaría confrontar las divergencias entre los tra ductores y las contradicciones y discusiones entre los comenta ristas. En todo caso, tales precisiones, más o menos seguras, son siempre deducciones del contexto, pero no están “gramaticalizadas” . a) V t comparativo. — El ut comparativo es una ligera va riante dentro del genérico ut modal. En efecto se puede expresar “ cómo” es un proceso, “ cómo” es una cosa comparándolos "con otras cosas o procesos similares y conocidos: Ita est amor ballista ut iacitur “El amor es tal como una ba llesta que se lanza” (Pl., Trin., 668). Las sintaxis habituales incluyen bajo el epígrafe de “oracio nes comparativas” la inmensa mayoría de subordinadas con el ut relativo. No vemos inconveniente en ello. Nos parece en cambio poco fructífero seguir discutiendo si es “modal” o “ comparativo” o “ proporcional” un ut como el si guiente de Cicerón (de orat., 2.261) : ut sementem feceris, ita metes “ como siembres, así cosecharás” , o “según siembres, así ...” , o “ en proporción a lo que siembres, así ...” , o “ se cosecha lo que se ha sembrado” . b) V t temporal. — El ut “ temporal” , estadísticamente muy por debajo del ut comparativo, es igualmente una sugerencia contextual del ut relativo : In tonstrina ut sedebam, me infit percontarier “ Como (según, cuando, mientras) yo estaba sentado en la barbería, él empieza a interrogarme” (Pl., Asin., 343) V t numerabatur forte argentum, interuenit homo de improuiso “ Como (según, cuando, mientras) casualmente se estaba contando el dinero, se presentó nuestro hombre de improviso” (Ter., Ad., 406). Los contextos que indican hechos sucesivos, inmediatos o
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simultáneos señalan indirectamente el tiempo, y el traductor* puede permitirse el lujo de precisar en las conjunciones de su propia lengua lo que queda en la penumbra del ut latino; tra ducirá pues el ut por “ desde que” / “ después que” / “cuando”/ / “en cuanto” /, etc. Ésta es, sin duda, la razón más o menos consciente que ha llevado a los gramáticos a clasificar las oraciones “ temporales” con ut atendiendo a los tiempos y modos del verbo en la oración principal y la subordinada; gracias a este juego pueden dichos autores concretar valores “temporales” (!!) del ut que aparece junto a ellos. Pero el latín se conforma muchas veces con el genérico ut. No obstante, si interesa a los hablantes latinos marcar clara mente el tiempo, pueden hacerlo y disponen de muchos recursos para conseguirlo: 1) Expresan la noción temporal con un adverbio explícita mente temporal añadido al u t: ut primum, ut semel, ut simul, extemplo ut, etc. Vt primum ex pueris excessit Archias se ad scribendi studium contulit “En cuanto Arquias salió de la infancia, se dedicó al arte de escribir” (Cic., Arch., 4). 2) Ponen el adverbio temporal, desligado del ut, en la ora ción principal: Vt illo aduenimus, continuo delegit uiros principes “ Según llegamos allí, acto-seguido eligió a personas destacadas” , o (ct¡mo ut ... continuo = “en cuanto” ) “En cuanto llegamos allí, eligió ...” (Pl., Amph., 203). 3) Aprovechan el relativo “espacial” : ubi “ donde” > ubi “cuando” : Vbi quid dederam, quasi columbae pulli in ore ambae meo eratis “ Cuando os traía algún regalo, como palomitas, ambas me comíais a besos” (Pl., Asin., 209). 4) Abandonan la vía del ut y acuden a la vía del quis/ quid donde no faltan partículas que por sí mismas o aglutinadas con otros adverbios son claramente temporales: quum, quoad, ex quo, postquam, antequam, priusquam. 5) Y disponen incluso de alguna partícula temporal sin re lación etimológica ni con el ut ni con el quis : dum, doñee.
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Después de lo dicho no ha de extrañarnos que ante el mismo texto unos autores afirmen y otros nieguen el valor temporal de un determinado u t: Vt quisque uenerat, accedebam “ Según se presentaba cada uno de ellos, yo me iba acercando” , o “A medida que se presen taba ...” , o “ Cuando se presentaba o “En cuanto se presenta ba ...” (Ter, Heaut., 802-803). N o t a . — Ante la posible traducción “ a medida que” de ut, quizá conviniera recordar que /ut?/ como advçrbio de “modo” equivale a fauo modo?/, y que en latín “modo” y “medida” son nociones inseparables y se expresan con el mismo sustantivo: modus.
c) El vt causal. — Es otra derivación del relativo modal. La noción general del “ cómo” incluye el “cuando” , el “porque” , el “ donde” , etc, y puede por lo tanto concretarse eventualmente en cualquiera de esas circunstancias más precisas. En nuestro propio idioma son frecuentemente sinónimos “como” , y “ya que” o “ porque” : “ Como” / “ya que” /porque” / es taba cansado, me acosté temprano” . Aiunt hominem, ut erat furiosus, respondisse... “Dicen que nuestro hombre ‘como’/ ‘según’/ ‘ya que’/ ‘porque’ estaba furioso, contestó que ...” (C ic, Rose. Am., 33). Cuando en nuestras traducciones se impone el valor causal —y ello ocurre muy pocas veces— dicho valor causal es sugeren cia del contexto. d) El vt local. — El ut local tampoco tiene entidad grama tical; la mayoría de las sintaxis latinas o no lo citan o lo despa chan con algún ejemplo poco o nada convincente. Esto último es lo que comprobamos en las distintas revisiones de la Lateinische Grammatik (cf. la más reciente de Szantyr, 1966, p. 631) que cita todavía como ut local el siguiente de Plauto (Amph.,.241) : Quis que ut steterat iacet optinetque ordinem. No rechazamos una tra ducción “ local” como: “ Cada cual yace en el suelo y ocupa el puesto en que (o ‘donde’) había resistido a pie firme” . Pero no son menos legítimas otras traducciones menos o nada “locales” :
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“ Cada cual yace en el suelo y mantiene su puesto como / según. había formado a pie firme” . En todo caso, si se impone alguna rara vez la traducción “lo cal” , ello será debido al contexto y a las servidumbres de toda traducción. e) v t = quanto. — Este valor de ut evidentemente es un efecto contextual: Mercis omnis, ut uolui, uendidi (Pl., Merc., 94). El “como” y “ cuanto” son sinónimos cuando determinan al verbo “ vender” : “ Vendí todas las mercancías como / por cuanto quise” . Vt no es intercambiable por quanto con otros verbos. Así ut uolui ¥= quan to uolui en otros textos : Quod uolui, ut uolui, impetraui “ Conseguí lo que quise (y) como quise” (Pl., Mil. Gl., 1.200). En el siguiente texto, también de Plauto, es la correlación ut ... magis — tanto magis que hace el ut equivalente de quanto : Vt quidquid magis contemplo, tanto magis placet “ Cuanto más contemplo cada detalle, tanto más me encanta” (Most., 831). 3. Hemos encabezado el apartado que aquí finaliza con el epígrafe “ ut con indicativo (sin exclusión del subjuntivo)” . Efectivamente, si el sentido de la oración comparativa con ut requiere el subjuntivo por referirse a un hecho no real, se usará el subjuntivo como se usaría fuera de la subordinación. Com pruébese cómo Cicerón en dos textos muy parecidos acude a uno u otro modo, como lo haría en oración independiente: Cum ceteris, ut quidem uideor, tum mihi ipsi displicio “ He disgustado, como ciertamente creo, a los demás, y, sobre todo, me he disgustado a mi mismo” (Fam., 4, 13, 3) Ñeque id fcucio, ut forsitan quibusdam uidear, simulatione “ Y no obro así, como algunos podrían tal vez pensarlo, por fin gir” (Fam., 1, 8, 2). 4. Conclusión: Todos los usos del ut subordinante con el modo indicativo se reducen al ut adverbio de modo relativo y no parecen plantear problemas: se trata siempre de la subordinación del tipo relativo; y esta subordinación, ahora con partícula ad-
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verbial invariable, es por lo demás un tipo sintáctico paralelo al tipo de subordinación relativa pronominal y, como pronominal, variable. B) El v t con subjuntivo (con exclusión del indicativo) 1. El ut con subjuntivo tiene valores más complejos que con el indicativo: puede introducir oraciones finales, o consecutivas, o concesivas, o condicionales, o completivas; y dentro de las com pletivas aún hay que mencionar los apartados de la subordina ción completiva sujeto / objeto por un lado, y desde* otro punto de vista la interrogación subordinada (o interrogativa “ indirecta” en la nomenclatura habitual de los latinistas). 2. Hay unanimidad en admitir que el ut de las interrogativas subordinadas es el mismo ut de las interrogaciones independien tes. El hecho es evidente: el ut y todos los demás términos per contativos (quis, cur, quantus, qualis, quomodo, etc.) sirven por igual para introducir interrogaciones independientes e interro gaciones subordinadas. Sobre este tipo de subordinadas volve remos en su lugar. Para los tipos restantes (completivas, finales, consecutivas, condicionales y concesivas) buscó la gramática histórica el ori gen o bien en el adverbio de modo relativo o bien en el adverbio de modo indefinido (cf. su-pra, pp. 109 ss.). Hoy se inclinan comúnmente los latinistas, y creemos que con buenas razones, por esta última tesis, es decir por el origen paratáctico : Vt quiescant: moneo “ ¡Que vivan en paz! Se lo aconsejo” (pa rataxis). Y luego: Vt quiescant moneo “Les aconsejo que vivan en paz” (hipotaxis). El texto es de Terencio (And., 22). Lo mismo con ne: Orat frater: ne abeas longius! “ Tu hermano te suplica: ¡No te alejes demasiado!” (parataxis) pasa a: Orat frater ne abeas longius (Ter., And., 882) “Tu hermano te suplica que no te alejes demasiado” (hipotaxis). “ La hipotaxis —concluye Ronconi (II verbo latino, 1959, pp. 158 ss.)— no es sino una más estrecha asociación entre dos ora ciones, por la cual se conviene en llamar conjunción, más bien que adverbio, al ut, que en su origen tiene más la función de
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aclarar la naturaleza de la segunda oración que la de unirla a la, precedente.” 3. Quien intenta estudiar la subordinación con ut tropieza en seguida con la dificultad de delimitar fronteras bien definidas entre los diversos giros con ut y subjuntivo. El embrollo se cen tra sobre todo en el tríptico completivas-finales-consecutivas. Pueden comprobarse las diversas posibilidades de interpre tación ante el /ut cupias/ del siguiente texto de Plauto (Capt 856): Ita faciam ut tu te cupias facere sumptum etsi ege uetem. a) “ Obraré de tal modo que tú mismo desees hacer el gasto, aunque yo te lo prohíba” (¿consecutiva?). b) “Así haré que tú mismo desees hacer el gasto ...” (¿com pletiva?). c) “ Obraré así para que tú mismo desees ...” (¿final?). Y, de hecho, ocurre con harta frecuencia que donde un autor ve una consecutiva, otro ve una final o una completiva, y vice versa. Hemos observado que los autores alemanes y sobre todo los italianos son particularmente propensos a interpretar como fina les múltiples giros que nosotros solemos considerar como com pletivos. Así, un autor de tanta autoridad como Ronconi pone como modelo de “ final” con ut (II verbo latino, p. 159) la frase suadeo ut caneas; a nosotros nos parece más bien un ut comple tivo: “Te aconsejo que te pongas en guardia” . Otro especialista italiano, Tescari (Sintassi latina, p. 268) da como ejemplo de ut final un texto de Livio (2, 37, 1) que para nosotros es igualmente completivo: Ludi quam amplissimi ut fierent senatus decreuit; el texto latino, mirado directamente, nos parece decir: “El senado decretó que ...” , y no: “ El senado dio un decreto para que ...” . En la sintaxis latina de Ernout, tan familiar entre nosotros, se habla (§ 306) de completivas-finales y de completivas-consecutivas; y poco después se añade que “ el ut consecutivo deriva del ut final” . Los tres tipos quedan así involucrados en una indiscer nible unidad. 4. Como base de partida, téngase por último en cuenta que basta introducir variaciones en la oración principal para que la
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misma e invariable oración subordinada encabezada por ut con subjuntivo pase a ser sucesivamente completiva sujeto / objeto, interrogativa “ indirecta” , final, concesiva y consecutiva. Tomamos de Plauto (Men., 841) un ejemplo para someter a cambios su oración principal: la ) Apollo imperat ut ego illic oculos exuram “Apolo me ordena que le queme los ojos (a esta m ujer)” . La oración subor dinada (ut ...exuram) es “completiva” y complemento directo de imperat. b) (Necesse est) ut ego illic oculos exuram “Es preciso que yo le queme los ojos” . La misma subordinada es ’ahora completiva-sujeto. 2) (Apollo lampadas ardentes mihi dat) ut ego illic oculos exuram “Apolo me ofrece antorchas inflamadas para quô-yo le queme los ojos” . V t... exuram — subordinada final. 3) Vt ego illic oculos exuram, (eam tamen non decipiam) “Aunque le quemara los ojos, no podría no obstante engañarla” . Vt ... exuram — oración concesiva. 4) (Tam rabiosus sum) ut ego illic oculos exuram “Estoy tan rabioso que le voy a quemar los ojos” . Vi ... exuram — “conse cutiva” . 5) (Aspice et contempla) ut ego illic oculos exuram “Mira y observa cómo le quemo los ojos” . V t ... exuram, “ interrogativa indirecta” . 5.
Normas de orientación en la sintaxis del
ut
con subjuntivo
1) Una observación atenta de los textos permite formular las siguientes normas: a) Norma de la frecuencia. — Por la frecuencia de aparición destacan, por un lado, las completivas y finales como de máxima frecuencia; y por otro, las consecutivas y concesivas, como de frecuencia muy inferior. b) Norma de las correlaciones. — La misma separación se obtiene atendiendo a las correlaciones : las completivas y finales no llevan correlativos; en cambio, las consecutivas y concesivas suelen llevarlos y difícilmente pueden prescindir de tales corre laciones sin caer en la ambigüedad. Con ello queda establecida la oposición: fin a l e s co m pleti va s
/ co n secu tivas +
co n c esiva s .
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N o t a . — De las dos normas apuntadas se deduce lo siguiente:, puesto que el bloque “consecutivas-concesivas” , con menor índice de frecuencia, necesita una marca (la de las correlaciones) para oponerse al bloque “finales-completivas” , de máxima frecuencia (y sin marca específica), resulta evidente que el bloque “finalescompletivas” es el término negativo (o no-marcado), y el bloque “ consecutivas-concesivas” es el término positivo (o marcado). 2) Norma de las exigencias sintácticas: oposición f in a l e s / co m pl e tiv a s . — La elección entre el valor completivo o el valor final se decide por exigencias puramente sintácticas, según el principio siguiente: el ut con subjuntivo (¡y sin correlaciones!) acude a rellenar los posibles huecos en la estructura sintáctica en riguroso orden preferencial: si lo que falta en el enunciado es alguna de las funciones primarias del nombre (sujeto o com plemento directo) el ut con subjuntivo pasa automáticamente a rellenar ese hueco primario: Subordinada co m pletiva ( o s u s ta n t iva )
.
Si no hay huecos primarios libres, el ut con subjuntivo des ciende automáticamente a la función adverbial: subordinada FINAL.
Observemos algunas muestras. Vt final: Cic., Rose. Am., 55 : Accusatores esse utile est ut metu conti neatur audacia “ Es útil que haya acusadores para que el miedo mantenga a raya la audacia” . Como la función nominal primaria de sujeto está cubierta por la oración de infinitivo (accusatores esse), el ut contineatur pasa automáticamente a oración final. Pero si suprimiéramos el accusatores esse, automáticamente ascendería el ut contineatur a sustituirle como sujeto para salvar la gramaticalidad del enunciado : “Es útil que el miedo mantenga a raya la audacia” , cf. Ter., And., 60-61: (Est) utile ut ne quid nimis. Lo mismo ocurre con ne final: César, B. G., 7, 70, 7: Iubet portas claudi ne castra nudentur “ Manda cerrar las puertas para que el campamento no quede desguarnecido (de defensores)” . Si faltara el portas claudi, as cendería automáticamente el ne nudentur a sustituirle en su fun ción de complemento directo: “Manda que el campamento no quede desguarnecido” .
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Vt completivo: Los ejemplos siguientes ofrecen la situación inversa del ut completivo, ya sea como complemento directo, ya como sujeto: Plauto, Amph., 1.085: Faciam ut aliter praedices “ Haré que hables de otro modo” . La transitividad de faciam reclama la com pletiva. En cambio, si en ese texto apareciera un posible com plemento directo para faciam, la primitiva completiva ut prae dices pasaría automáticamente a final: (Aliquid) faciam ut aliter praedices “Haré (algo) para que Observemos también de paso que, si en lugar de y,t con sub juntivo aparece ut con indicativo, éste no es susceptible de des empeñar la función completiva, sino que, como dijimos en su lugar, será un ut modal o comparativo (o alguna de sus variantes : temporal, causal, etc.): Faciam ut mones, ut iubes, etc. (Cf. Te*r., Hec., 719; Pl., Trin., 1.064; etc.). César, B. G., 4, 29, 1: Accidit ut esset luna plena “ Ocurrió que era luna llena” . Pero, si en este texto apareciera ut erat en lugar de ut esset, ya no podría establecerse la relación sujetoverbo entre la subordinada y la principal; el ut con indicativo sería un complemento circunstancial comparativo-temporal; y, por lo tanto, tendría que darse otro sujeto para accidit: (hoc uel illud) accidit ut erat luna plena “ (Esto o aquello) ocurrió cuando había luna llena” . He aquí, por último, un ejemplo en que salen sucesivamente el ut comparativo y el ut completivo sin que quepa la ambigüe dad: Ter., Heaut., 552: Si euenerit, ut sunt humana, ut faciat filius “ Si se diera el caso, siendo las cosas humanas como son, que tu hijo lo hiciera” . Obsérvese cómo, debido a la aparición de ut sucesivamente con indicativo y con subjuntivo, se desconecta y conecta respectivamente la estrecha relación sintáctica que une al sujeto con su verbo: si euenerit ut sunt humana ... (la relación verbo-sujeto es imposible) ; si euenerit ut faciat (la relación ver bo-sujeto se impone necesariamente). 3) La oposición co n sec u tiva / co n cesiva . — Esta oposición se marca mediante las respectivas correlaciones. El ut con sub juntivo y correlaciones es, según se dijo anteriormente, o conse cutivo o concesivo. La elección entre ambos tipos se decide en primer lugar por sus correlaciones, ya que éstas son específicas : con tamen el ut será concesivo; con todas las demás (sic, adeo,
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tam, talis, tantus, is, etc.) será consecutivo. Otro síntoma orien tador es que las consecutivas siguen siempre a su principal y las concesivas suelen precederla: Erat ea sagacitate ut decipi non possit “ Era tal su sagacidad que no se le podía engañar” (Nep., Ale., 5, 2) Vt desint uires, tamen est laudanda uoluntas “Aunque Jas fuerzas falten, ha de alabarse no obstante la voluntad” (O v, Pont., 3, 4, 79). 6.
Alcance de las normas expuestas
1) Hemos visto la importancia de las correlaciones a la hora de caracterizar los cuatro prototipos de subordinadas con ut -fsubjuntivo. Las oraciones típicas y de máxima frecuencia en cada una de las cuatro clases reúnen las condiciones apuntadas. Hemos de pensar, pues, que la lengua latina buscó en la presencia o au sencia de las correlaciones un medio de concretar valores y mon tar sobre la conjunción única y universal del ut todo un sistema completo de subordinación. 2) Pero si la presencia o la ausencia de las correlaciones dilucidan normalmente con tanta eficacia el valor de las subor dinadas con ut, algunas veces, aunque muy pocas, encontramos consecutivas y concesivas sin el esperado término de correlación. ¿Cómo explicarnos estas excepciones o desviaciones de la norma? 3) En primer lugar los términos correlativos son una ayuda para concretar valores específicos de ese ut, útil para todo en general y siempre impreciso por su misma generalidad; ahora bien, puede ocurrir que el mismo contexto aporte tal información que haga superflua cualquier ayuda para establecer la debida relación entre la principal y su subordinada. a) No es fácil encontrar un ut consecutivo sin algún tipo de correlación. He aquí no obstante uno: Mons altissimus im pendebat, ut facile perpauci prohibere passent “ Una montaña muy alta dominaba la ruta, de tal modo que muy pocos hombres podían fácilmente cortar el paso” (César, B. G., 1, 6, 1). Según las normas generales de la lengua este ut — por la ausencia del correlativo— debiera ser “ final” ; pero como no hay riesgo de tomarlo por tal ya que a nadie se le ocurrirá atribuir
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una “intención” a la montaña, pudo el autor ahorrarse el acci dentalmente superfluo correlativo. b) No es quizás tan difícil citar casos de ut concesivo en ausencia de su típico correlativo tamen : Vt non omnis -peritissimus sim belli, cum Romanis certe bellare didici “Aunque no conozco a fondo el arte de la guerra, lo cierto es que he aprendido a luchar con los romanos” (T. L., 36, 7). Los casos como éste admiten todavía una interpretación pura mente paratáctica: Vt non omnis peritissimus sim belli! Cum Ro manis certe bellare didici “ ¡Sea (verdad) que yo no conozca a fondo el arte de la guerra! Lo cierto es que...” N o t a . — Además, y como complemento de lo dicho aqáí, re cuérdese la ley general y bien conocida según la cual, en cual quier oposición, el término negativo o no marcado puede even tualmente usarse por el positivo: “ Mi vecina ha tenido un niño” puede decirse incluso cuando el recién nacido haya sido niña, pero no sería posible la inversa. 4) Pero la mayor indistinción se da entre las consecutivas, completivas y finales. Estos tres tipos son los que suelen señalar los especialistas como muy próximos entre sí, hasta el punto de pretender derivar de uno de ellos los dos restantes, sin llegar nunca a ponerse de acuerdo sobre cuál de los tres es punto de partida para los otros dos. Ya hemos apuntado anteriormente un texto en que veíamos la dificultad de decidirse por el valor completivo, o consecutivo, o final. Volvamos sobre él: Ita jaciam ut tu te cupias facere sumptum etsi ego uetem (Pl., Capt., 856). ¿En Ita faciam ut cupias nos hallamos ante un ut consecutivo o completivo o final? Según las normas que hemos admitido, las consecutivas no debían confundirse nunca con las completivas ni finales, ya que las primeras deben llevar correlación y los otros dos tipos care cen de ella. Nosotros, ante el ejemplo propuesto y otros similares —pues ni se trata de un caso aislado ni tampoco de un caso demasiado frecuente— , podríamos optar por la interpretación “consecutiva” , insistiendo en la norma según la cual las consecutivas llevan co-
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rrelativos y las demás no lo deben llevar. Así coincidiríamos con Leumann (Mélanges offerts à A. Ernout, Paris, 1940, pp. 230235), según el cual el límite separativo de las consecutivas frente a las demás subordinadas con ut y subjuntivo está marcado por la presencia de ita. No obstante, el problema no es tan sencillo. Hacemos, pues, nuestra la tesis de Leumann, pero no en la fórmula absoluta que él le da, sino tomando algunas precauciones en su aplicación. Un ita en las proximidades de un ut no supone necesariamente correlación entre ambos, aunque la proximidad invita a estable cerla y — generalmente— debe establecerse. El problema es, pues, el de saber si hay o no hay correlación en un texto dado. Lo cierto es que a la ambigüedad de ut se suma en determinados textos, como el que estamos considerando, la ambivalencia del ita, y de todos los correlativos en general : pue den entrar en correlación con otros términos subordinantes, pero pueden también funcionar simplemente como lo que son por sí mismos según la clase de palabras que les corresponde, como adjetivos (tantus, talis...), como adverbios (ita, sic, tam....), como pronombres (is), sin entrar en correlación con ninguna par tícula subordinante. En las consecutivas, el término correlativo de la oración prin cipal llama como algo que ha de venir necesariamente el ut que encabeza la subordinada; esto supondría, sin duda, una cierta melodía sostenida que enlazaría el grupo ita ... ut, sin descenso intermedio de voz entre la principal y la subordinada. En suma, algo similar a lo que ocurre con las consecutivas que en nuestras lenguas actuales llevan igualmente correlativos. Por ejemplo, en castellano: “Tal es mi opinión sobre este caso” y “Mi opinión sobre este caso es tal que me resulta inadmisible tu oferta” . En latín debía suceder lo propio, pues no hay otro tipo de oración subordinada que se ordene en la cadena hablada en secuencia tan rigurosamente invariable como la subordinada consecutiva: sigue siempre a su principal, sin excepciones. Ahora bien, la falta de la aludida información melódica es lo que nos hace vacilar en ita faciam ut tu te cupias... a) Estableciendo la concatenación correlativo - consecutiva : “ Obraré de tal modo que...” b) Sin establecer la correlación y contando el ita como puro
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adverbio referido a jaciam: “Así haré que tú mismo desees...” (completiva); o: “Obraré así para que tú mismo desees...” (final). Entre estas dos últimas posibilidades, la decisión, según las exigencias sintácticas, no suele ser difícil: normalmente se im pondrá la necesidad del complemento directo de jaciam, o sea, la interpretación completiva, salvo que el contexto contenga un claro complemento directo implícito o expreso, en cuyo caso se impondrá la norma regular y consabida: “Lo haré así para que tú mismo desees...” (final). 5) Hemos operado con la norma según la cual las oraciones finales (como las completivas) carecen de correlaciones. Tal nor ma no sería admisible según la doctrina de algunas sintaxis y monografías que nos hablan de las correlaciones de la oración final y nos dan una larga lista de posibles correlativos con ut final, a saber: eo, idcirco, pr opter ea, oh eam rem (causam), eo consilio, ea causa, etc. Fijémonos tan sólo en un ejemplo: Reliquos Catilina abducit eo consilio uti per tramites occulte perjugeret (Sal, Cat., 57). Evidentemente, es aceptable una traducción “ final” : “ Catilina retira a los restantes para huir secretamente a través de sendas” . Pero la noción de finalidad está expresada por eo consilio; una traducción que pretendiera reflejar no sólo el contenido sino la construcción gramatical del texto latino sería más bien así: “ Catilina retira a los restantes con el siguiente propósito: que huyera...” , o, más sencillamente: “ con el propósito de huir” . No insistimos, ya que los mismos autores que hablan de correlaciones con el ut final reconocen (cf. Ernout-Thomas, Synt. lat., § 341) que entonces “ la final, gramaticalmente, no se distin gue ya en nada de la completiva explicativa que desarrolla el correlativo” . 7.
Observaciones complementarias
A) La alternancia completiva injinitiva/completiva con
ut
1) Habitualmente, las sintaxis latinas dedican un largo apar tado a las oraciones completivas con ut. En él suelen darnos fati gosas listas de verbos que introducen dichas completivas: son
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uerba uoluntatis, uerba declarandi, uerba sentiendi, uerba timen di, uerba Impersonalia, etc. Pero en otro apartado, dedicado a la oración de infinitivo, las mismas sintaxis suelen dar aproximadamente la misma lista de verbos como introductores también de la oración de infinitivo, que frecuentemente alterna en función completiva con el ut -fsubjuntivo. Como muestra de lo que decimos pueden compararse, en la sintaxis de Ernout-Thomas (edición de 1964), las páginas 299-306 (dedicadas a las completivas con ut) con las páginas 320331 (dedicadas a la oración de infinitivo). 2) Por otra parte, unas veces no cambia el contenido del enunciado tanto si se usa la completiva-infinitiva como si se usa la completiva con ut; otras veces resulta un mensaje sustancial mente distinto: E quivalencia :
Volo uos scire “ Quiero que sepáis” (Pl., Mil. Gl., 96). Volo ut sciatis significaría lo mismo y, aunque mucbo me nos frecuente, sería igualmente correcto; cf. Cic., in Vat., 14: Volo ut mihi respondeas; Pl., Bacch., 77: Vt ille te uideat uolo; etc. O p o s ic ió n :
Dicam ut reuortantur domum “ Les diré que regresen a casa” (Ter., Heaut., 340). Dicam eos reuerti domum “ Diré que ellos regresan a casa” . 3) Son mucho más numerosos los casos de equivalencia que los casos de oposición; por ello se admite, más o menos explíci tamente, que la completiva infinitiva y la completiva con ut son, en principio, sinónimas por el lado del contenido. 4) En todo caso, se plantea aquí un problema al que no se ha prestado la debida atención: si se admite que ambas subordi nadas son sinónimas, ha de explicarse por qué a veces dejan de serlo; y, viceversa, si se admite que no lo son, hay que explicar por qué las más de las veces se vuelven sinónimas. En la bibliografía a nuestro alcance o se señalan simplemente
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los hechos sin comentario, o, más frecuentemente, se atribuye toda la responsabilidad del cambio de sentido al verbo principal : se hace observar que el verbo dicere (y ocurre lo propio con cen seo, concedo, decerno, moneo, suadeo, persuadeo, etc..; cf. Ernout-Thomas, § 309) tiene dos sentidos: uno “ declarativo’' que arrastra la construcción de infinitivo: “ digo que...” , y otro “ yu sivo” , de modo que dico ut significaría “mando que...” . Nosotros no podemos contentarnos con tal explicación. a) Situémonos ante los enunciados con sus respectivos men sajes diferentes: Oicam ut reuortantur “Diré que vuelvan” . Dicam eos reuerti “ Diré que vuelven” . Si el sentido es distinto y lo que cambia formalmente es la oración subordinada, nos parece absurdo atribuir la responsabi lidad del cambio en el contenido a lo que formalmente perma nece invariable (dicam); creemos que el cambio del contenido se debe al cambio en la forma, es decir, al cambio en la oración súbordinada: ut reuortantur/eos reuerti. b) Aunque admitiéramos que en dicam ut reuortantur ese dicam no es “ decir” , sino “ mandar” , ello no constituiría una razón para excluir la construcción con infinitivo ni para imponer el cambio de sentido, pues los uerba uoluntatis no excluyen la oración de infinitivo ni imponen cambio de sentido; más todavía, los verbos más típicamente “yusivos” , como son iubeo y ueto, prefieren la subordinación infinitiva a la subordinación con ut: el tipo iubeo te facere es mucho más frecuente que iubeo ut fa cias; y ambos son equivalentes por el lado del contenido : “ Mando que hagas” . 5) La alternancia de las oraciones completivas infinitivas y las oraciones completivas con ut, ya sea con o sin cambio de contenido, reclaman, pues, una nueva interpretación. La nuestra enlaza con lo que ya dijimos al intentar separar las nociones de subordinación y estilo indirecto (cf. supra, pp. 66 ss.). La semántica del verbo principal y la semántica de sus posi bles complementos directos se condicionan mutuamente. Así como el verbo “ preguntar” sólo admite como complemento di recto una “pregunta subordinada” (la interrogativa “ indirecta” ) , así también:
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a) A un verbo de semántica estrictamente “impresiva” (iubeo, ueto, sino, uolo, nolo, etc., los auténticos uerba uoluntatis) sólo se les puede subordinar mensajes impresivos: por tanto, sea cual fuere la forma que adopte la oración completiva, infinitivo o ut con subjuntivo, el sentido no cambiará; la suerte está echada, en cuanto a contenido, por la excluyente semántica del verbo principal : iubeo ut facías = ueto ut facias = sino ut facias = uolo ut facias = etc.
iubeo te facere ueto te facere sino te facere uolo te facere etc.
b) A un verbo de semántica estrictamente declarativa (los mejores ejemplos aquí los constituyen las expresiones o uerba Impersonalia: oportet, necesse est, uerum est, mirum est, etc.) no se le puede subordinar más que mensajes informativos; tam bién aquí está echada la suerte por el verbo principal y poco im porta que, como subordinación completiva, salga ut o infinitivo: necesse est ut facias = necesse est te facere mirum est ut facias = mirum est te facere etc. etc. c) Pero hay bastantes verbos que, por su semántica, ni son estrictamente declarativos ni estrictamente impresivos, sino que su espectro semántico es más general y pueden acoplárseles com plementos directos más variados. Así ocurre con dico, que puede considerarse como el prototipo de todos ellos. Cuando alguien se pone a hablar para decir “ algo” , ese “ algo” puede ser una simple información (función declarativa del lenguaje) o puede ser una orden, un ruego, etc. (función impresiva). Por tanto, la suerte no queda echada ya por la aparición del verbo principal (dico), y no sabemos si la completiva subordinada a él va a ser de contenido informativo o impresivo; así las cosas, la doble posible cons trucción completiva va a polarizarse en funciones distintas: la construcción infinitiva reflejará un contenido declarativo y la construcción con ut reflejará un contenido impresivo: la alter nancia es ahora relevante:
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Dico ut uenias φ Dico te uenire “ Digo que vengas” ^ “ Digo que vienes” . Tal es la conclusion de este apartado. Para cerrarlo veamos algunas muestras literarias de estas completivas y, por cierto, de pendiendo de verbos que no figuran en las correspondientes listas de nuestros' manuales (cf. el § 309, antes citado, de ErnoutThomas) : C l a m a r e : Clamare coeperunt sibi ut haberet hereditatem:
“ Se pusieron a gritarle que se quedara con su herencia” (Cic., Verr., 2, 47). Ahí tenemos la subordinación de un rrtensaje impresivo, que, independizado, sería: Tibi habeas heredita tem! “ ¡Quédate con tu herencia!” Sustituyamos ahora la com pletiva con ut por la completiva infinitiva : Clamare coepenint eum sibi habere hereditatem “ Se pusieron a gritarle que'se había encontrado con una herencia” . El mensaje independiza do sería: Hereditatem tibi habes! “ ¡Te has encontrado con una herencia!” M e m i n i : Vt subdola sis memento “Acuérdate de ser astuta” .
(Pl., Cas., 823). El mensaje independizado sería: (Vt) subdo la sis!: “ ¡Sé astuta!” . Pero Subdolam te esse memento sería: “Acuérdate que eres astuta” ; y el mensaje independizado: “Eres astuta” (recuér dalo). M o n e o : Vt quiescant moneo “Les aconsejo que vivan en paz”
(Ter., And., 22). La subordinada independizada sería: (Vt) quiescant! “ ¡Que vivan en paz!” Res ipsa monebat tempus esse “Los mismos acontecimientos me recordaban que era el momento” (Cic., Att., 10, 8, 1). El mensaje independizado sería: Tempus est “Es el momento” . A d d o : Illud addidit (senatus) ut redirem “ El senado añadió
que yo volviera” (Cic., Sest., 129). Mensaje independizado: Redeat Cicero! “ ¡Que vuelva Cicerón!” Addebant me desiderari “Añadían que se me echaba de me nos” (Cic., Att., 16, 7, 1). Mensaje independizado: Tu deside raris “ Se te echa de menos” .
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He aquí por último un ilustrativo ejemplo de Tácito (An. XIV, 5) en el que aparece la doble construcción en dependencia del mismo verbo : Acerronia, dum se Agrippinam esse utque subueniretur matri principis CLAMITAT, contis conficitur “ Acerronia, por ponerse a gritar que ella era Agripina y que se socorrie ra a la madre del príncipe, es abatida a garrotazos” .
B) El modo en las completivas, finales, concesivas y consecu tivas. El modo subjuntivo en las subordinadas que estamos es tudiando no plantea problemas, salvo en el caso de algunas con secutivas. Este subjuntivo subordinado conserva el mismo valor que le corresponde en posición independiente. Dado qiie en di chas oraciones se trata de procesos intencionales, deseados o su puestos, nadie se extraña de que esas oraciones excluyan el indi cativo o modo de la realidad y utilicen en cambio el subjuntivo. Únicamente plantea problemas el subjuntivo de ciertas con secutivas, ya que en éstas no es raro que los períodos subordi nados expresen hechos reales, y podría esperarse entonces la aparición del indicativo. ¿Por qué se halla entonces sistemática mente excluido el indicativo en las consecutivas? Se han dado varias razones muy verosímiles: a) que a la mayoría de las con secutivas les hubiera correspondido también el subjuntivo por su contenido y que tal subjuntivo se habría generalizado hasta desplazar totalmente a la minoría de los posibles indicativos; b) también se ha dicho — y nos parece razón más convincente— que en las consecutivas (que son como la medida de la principal) no se tiene en cuenta tanto la realidad del hecho expresado como la posibilidad de llegar a ella.
C) S u b o r d in ac ió n
basada en p a r t íc u l a s d ive rsific ad as
Nos hemos referido anteriormente a las dos vías que siguió el latín en el desarrollo de su subordinación. En la sección precedente, dedicada al ut, hemos visto cómo, por la vía del ut y valiéndose únicamente de esa partícula, la lengua logró montar un sistema completo de subordinación.
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Ahora vamos a ver el desarollo de un sistema de subordina ción paralelares decir, vamos a ver, por el lado del contenido, los mismos tipos de oraciones subordinadas: comparativas, tem porales, causales, completivas, finales, consecutivas, concesivas y condicionales; por el lado de la forma veremos nuevos medios de expresión para ese contenido: la lengua logró estas nuevas formas por la vía del quis/quid (apartados 1-11) y, accidental mente, por elementos de procedencias varias (apartados 12-16). Este nuevo sistema es más explícito que el anterior, ya que las nuevas partículas, por su semantización, comportan en sí mis mas algunas nociones concretas de tiempo, causa, condición, etc. Sin embargo, también aquí hay grados en la univocidad o plurivalencia, como vamos a ver seguidamente.
1. QVOM 1. El origen de esta partícula es evidente. Quom es el acu sativo singular masculino del tema quo-, como quem lo es del tema qui-. Ante estos dos acusativos del relativo-interrogativo, la forma quom se desprendió del paradigma del relativo, y, ya fosilizado, pasó a conjunción temporal. Es razonable pensar, como dicen nuestros manuales de sinta xis, que el paso de relativo a conjunción, y precisamente a con junción “ temporal” , se produjo por infección a partir de antece dentes —nombres o adverbios— de semántica temporal : tempus, aetas, dies, nunc, tum, etc. Jam aderit tempus quom sese etiam ipse oderit “Pronto llegará el momento en que él se odiará a sí mismo” (PI, Bacch., 417). Hunc uidere saepe optabamus diem Cum ex te esset aliquis qui te appellaret patrem “Muchas ve ces suspirábamos por ver el día en que algún descendiente tuyo te llamara padre” (Ter, H ec, 651-652). En ejemplos como ésos puede darse la alternancia quom/qui, cf. fuerat ille annus quom (C ic, Sest., 15) / is erat annus quo (Caes, B. C , 3, 11). Si nos fijamos en la equivalencia quom = (in) quo, notamos que /(in) quo/ es puro “ representante” o eco del antecedente; en
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cambio, quom, como relativo “semantizado” , se independiza de su antecedente y, en consecuencia, se hace invariable. Ejemplo de adverbio temporal como antecedente: Etiam si dudiim fuerat ambiguom hoc mihi nunc non est, eam cum sequitur alienus puer “Aunque hasta aquí hubiera para mí lugar a dudas, ya no cabe dudar ahora que ella (=: Filomena) arrastra consigo al hijo que no me pertenece” (Ter., Hec., 648-649). Una vez semantizado, el quom ya puede prescindir de todo antecedente, y es entonces pura conjunción subordinante “ tem poral” : Quom narices secabantur C. Mario, dolebat “ Cuando opera ban a C. Mario de sus varices, él sentía dolores” (Cic., Tuse., 2, 35). 2. Como partícula subordinante relativo-temporal, quom debe construirse con el modo indicativo: Hic illest dies quom nulla salus sperabilist “Éste es el día en que no cabe ninguna esperanza de salvación” (Pl., Capt., 518). Omnes quom ualemus recta consilia aegrotis damus “Todos, cuando estamos sanos, damos buenos consejos a los que están enfermos” (Ter., And., 309). N o t a . — Si la oración subordinada temporal, incluso indepen dizada, exigiera el subjuntivo por aludir a un hecho no real, naturalmente, al subordinarse, conservará el subjuntivo, ya que éste no es debido al hecho de la subordinación: Nunc illud est quom me fuisse quam esse nimio uelim “Es ahora cuando yo preferiría, con mucho, estar muerto que seguir viviendo” (Pl., Capt., 511). Ocurre aquí exactamente lo mismo que dijimos del ut comparativo-temporal, que tampoco excluye el subjuntivo, y por la misma razón (cf. supra, p. 116). 3. Como sucedía con todas las relativas, si en lugar del indi cativo sale el subjuntivo, éste añade una nueva nota a la acción temporal expresada por el quom. Habrá, pues, aquí también una subordinación doble: una subordinación temporal-causal o una subordinación temporal-concesiva. En suma, volvemos a encon trarnos aquí con el subjuntivo de subordinación, como quedó definido supra, pp. 97 ss. Cum temporal-causal: Cum graui uulnere esset affectus aqui-
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Ufer inquit... “ Como (es decir: «cuando y precisamente porque») el portaestandarte estaba gravemente herido, dijo...” (César, B. G., 3, 64, 3). Cum temporal-concesivo: Tum est condemnatus cum esset iudex quaestionis “Se le condenó aun cuando/aunque era pre sidente del tribunal” (Cic., Cluent., 89). En los dos ejemplos precedentes, si en lugar de cum esset se dijera cum erat, el sentido sería puramente temporal: “ Cuando estaba herido, dijo” ; “ Se le condenó cuando era..." N o t a . — Para mayor claridad, el cum temporal - concesivo puede llevar el típico correlativo de las concesivas, tamen: Grae cia cum iam diu eloquentia excellat, tamen... “ Grecia, aunque destaca en elocuencia desde hace tiempo, no obstante...” (Gic., Brut., 26). 4. Si se quiere comprobar la exactitud de las normas apunta das, ha de tenerse en cuenta que una cosa es que objetivamente haya relación temporal-causal (o temporal-concesiva) entre dos hechos, y otra cosa muy distinta es que el autor tenga en cuenta esa doble relación. Puede ocurrir, y de hecho ocurre, que al ha blante sólo le interesa expresar la relación temporal, por ser irrelevante para su propósito la relación causal. En este supuesto utilizará cum con indicativo. Un ejemplo ilustrativo puede verse en los siguientes textos citados en un manual de sintaxis latina (Blatt, Syntaxe latine, en Les Langues du Monde, 1952, 292) para demostrar (?) que no hay normas válidas que expliquen el uso de un modo verbal u otro con el cum temporal: Cum uarices secabantur C. Mario, dolebat “ Cuando operaban a C. Mario de sus varices, él séntía dolores” (Cic., Tuse., 2, 35). Marius cum secaretur, ut supra dixi, principio uetuit se alli gari “ Cuando Mario era sometido a la operación, como anterior mente dije, él, al principio, prohibió que se le amarrara” (Cic., Tuse., 2, 53). Esos dos textos, así sueltos y enfrentados entre sí, parecen revelar, efectivamente, una indistinción o irrelevancia del modo verbal con cum. Pero, si los examinamos de más cerca y en su contexto, veremos que obedecen estrictamente a las normas es peradas.
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En Tuse., 2, 35, Cicerón está discutiendo una cuestión lingüís tica; trata de demostrar que dolere y laborare no son sinónimos en latín y pone como ejemplo : Cum narices secabantur C. Mario, dolebat; cum aestu magno agmen ducebat, laborabat “ Cuando operaban a C. Mario de sus varices, dolebat; cuando iba al frente de su ejército en medio de grandes calores, laborabat. Evidentemente ¿a y una relación de causa a efecto entre la intervención quirúrgica y el dolor; entre la marcha a pleno sol y el esfuerzo o trabajo (laborare); pero esa relación no interesa aquí a Cicerón para definir y oponer los términos dolere / labo rare; se ve lo que significan esos términos señalando sencilla mente el tiempo en que se produce el dolere / laborare; es como si el autor dijera: “ durante una intervención quirúrgica, lo que se siente es dolor” y “ durante una marcha agobiante de calor, lo que se siente es fatiga” . Fijémonos ahora en el otro texto: Marius cum secaretur, principio uetuit se alligari. Aquí Cicerón considera no sólo la contigüidad temporal (cum), sino la concatenación o relación de ideas entre la operación quirúrgica y la inmovilización del pa ciente; esa consideración arrastra el subjuntivo: “ Cuando se le operaba y a pesar de la operación, Mario prohibió que se le amarrara” . 2. QVOD 1. El quod, con el ut y el quom, son las tres conjunciones de mayor rendimiento en el desarrollo de la subordinación latina. El quod es el nominativo-acusativo singular neutro del re lativo. Pero el quod siguió siempre formando parte del paradigma del relativo: es decir, fue funcionalmente ambivalente: relativo o conjunción. Esto puede prestarse a confusiones, cosa que no ocurre con el quom, ya que éste quedó fuera —como forma so brante— del paradigma del relativo. El lector moderno no sabe muchas veces si ha de encasillar a un quod dado como pronombre o como conjunción; quizá ya les fuera difícil a los hablantes latinos distinguir entre ambas posibilidades, o quizá no se les planteara ningún problema y no distinguieran en absoluto entre lo que nosotros llamamos quod-
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pronombre y quod-conjunción, por coincidir ambos en el quod como acusativo de relación.
2. Como quiera que sea, nosotros seguiremos la tradición distinguiendo entre el quod pronombre relativo y el quod con junción completiva/ causal. a) La oración completiva con quod puede funcionar: — Como sujeto: Multum ei detraxit quod alienae erat dui tatis “Le restó muchas posibilidades su origen extranjero” (lite ralmente : “el [hecho de] que era de una ciudad extranjera” ) (C. N ep.,18,1,2). — Como complemento directo: Praetereo quod eam sibi do mum delegit “Paso por alto el (hecho de) que se eligió dicha casa” (Cic., Cluent., 188). — Como predicado: Causa transeundi fuit quod ab Suebis bello premebantur “El motivo de su emigración fue la presión militar de los Suevos” (literalmente: “ el [hecho de] que los Sue vos los presionaban” ) (César, B. G., 4, 1, 2). — Como aposición: Causa haec est, quod ñeque tu defendis “ La razón es ésta: que ni tú mismo nos defiendes” (T. L., 23, 42, 11). b) Quod causal: Iura te non nociturum esse nemini quod tu hodie uerberatu’s “Jura que no harás daño a nadie por habér sete azotado hoy” (Pl., Mil. Gl., 1.410-1.412). — Si, como es tan frecuente, quod lleva un correlativo (id, eo, ideo, idcirco, propterea, ob hanc causam, ob eam. rem, etcétera), la noción de “ causa” queda ya apuntada por ese corre lativo y la subordinada con quod es mera epexégesis de dicho correlativo: Exclamant laetae “ uenit” , id quod me derepente aspexerant “Alegres exclaman !ya viene’, por (aquello de) que me habían visto de pronto” (Ter., Rec., 368). Idcirco sum tardior, quod non inuenio fidelem tabellarium “ Tardo bastante en escribirte por la razón que no encuentro mensajero seguro” (Cic., Att., 1, 13, 1). Recuérdese lo dicho supra, pp. 87 ss., de la subordinación re lativa. N ota.
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3. El modo verbal en las subordinadas con quod es el mismo que tendrían en posición independiente; el quod no excluye nin gún modo verbal. a) En consecuencia el quod completivo permite establecer distinciones que no son posibles en las completivas con ut (ni con infinitivo), ya que el ut completivo arrastra automáticamente el subjuntivo : Huc accedit quod paulo tamen occultior uestra ista cupiditas esset “A esto se añade que la pasión que te posee quedaría algo más disimulada” (Cic., Rose. Am., 104). Con erat en lugar de esset, el sentido sería: “ quedaba de hecho” . Si en el mismo texto apareciera ut esset no habría posibilidad de elección entre que daría / quedaba. En la medida que no sea relevante la oposición real / no real, el ut y el quod completivos son intercambiables. b) El quod causal con indicativo — que es la construcción más frecuente— alude, pues, a una causa real y garantizada como tal por el auto": Tu illos dúo olim pro re tollebas tua Quod satis putabas tua bona ambobus fore “En otros tiempos tú educabas a los dos al tenor de tu posición, porque te figurabas que tu fortuna sería suficiente para ambos” (Ter., Ad., 809-810). Una oración causal con quod y subjuntivo expresa una causa fingida : ya sea una causa simplemente imaginada por el hablante pero que a los ojos del propio hablante carece de efectivo atraigo en la realidad: Nemo enim unquam est oratorem, quod Latine loqueretur, admiratus “Nadie admiró jamás a un orador porque hablara en buen latín” (Cic., de or., 3, 52) ; ya sea una causa no garantizada por el hablante, sino simplemente referida como opinión ajena y citada así como mera posibilidad: Noctu ambu labat in publico Themistocles quod somnum capere non posset “ Temistocles paseaba de noche en lugares públicos porque (al parecer o decía él) no podía conciliar el sueño” (Cic., Tuse., 4, 44). 4. Las clásicas oraciones subordinadas completivas y cau sales con quod no agotan las posibilidades de esta conjunción. El quod, a través de sus posibles correlaciones y del uso como acusa-
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tivo de relación, puede funcionar con gran libertad. Los siguientes ejemplos ponen de manifiesto la variedad de tipos en construc ciones con quod y la dificultad de encasillarlos bajo nuestras rúbricas habituales: Sane gaudeo quod te interpellaui “ Me alegro mucho de ha berte interrumpido” . “ Me alegro de que .../ Me alegro por que ...” (C ic, Leg., 3, 1). ¿Nos hallamos ante una completiva o una causal? Quizá no debiera plantearse el problema, ya que con los uerba affectuum el objeto y la causa suelen coincidir. Quod ad me scribis de sorore tua, testis erit ipsd.“ En cuanto a lo que me escribes con relación a tu hermana, ella misma será testigo” (C ic, Att., 1, 5, 2) Est quod te uolo de communi re appellare “ Se da el caso'-que quiero hablarte de un asunto que nos interesa a ambos” (Pl., A u l, 199) Est quod uisam domum “Tengo algo que ir a ver « i casa” (Pl., A u l, 203) Iam diu est quod uentri uictum non datis “ Hace ya tiempo que no dais a mi estómago su alimento” (P l, Amph., 302) Sed quid hoc quod picus ulmum tundit? “Pero ¿qué significa esto, que el pájaro carpintero picotea el olmo?” (P l, Asin., 262) Gnatus quod se assimulat laetum, id dicis? “ Que es fingida la alegría de mi hijo, ¿dices eso?” (Ter, Heaut., 888) Adde quod ingenuas didicisse fideliter artes emollit mores “Añade que el estudio profundo de las artes liberales suaviza las costumbres” (Ovid, Pont., 2, 9, 47) Legati renuntiauerunt quod Pompeium in potestate haberent “Los emisarios anunciaron que tenían en su poder a Pompeyo” (César, B. Hisp., 36, 1). Estos dos últimos ejemplos nos muestran casos de transición hacia la construcción completiva tardía dico quod, scio quod, de tanta transcendencia en el desarrollo posterior del latín que nos lleva directamente al “ que” románico en sustitución de la clásica oración de infinitivo: Scis quod epulum dedi “ Sabes que he dado un banquete” (Petr, 71, 9); Vides quod aliis leporem excitaui “Ves que he levantado la liebre para los demás” (ibid., 131, 7).
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5. La conjunción quod (cf. Szantyr, Lat. Gramm., 1964, pp. 579-584) a lo largo del período histórico, va extendiendo sus usos hasta suplantar a casi todas las demás partículas subordinantes y convertirse en conjunción universal, como lo fuera antes el ut. Pero hay una gran diferencia entre el “ que” de nuestras len guas románicas y el ut latino, a saber: el “que” románico, es cueto, quedó exclusivamente como introductor de oraciones com pletivas: creo que ...; ocurrió que ...; es evidente que ... Para la subordinación circunstancial se hizo preceder de preposiciones o locuciones prepositivas como cualquier otro sustantivo en fun ción adverbial: de que, para que, porque, sin que, después que, mientras que, a fin de que, etc. Así alcanzó el “ que” románico una extensión y una estabili dad que no pudo mantener el ut latino.
3. QV1A 1. Quia, acusativo plural neutro del tema qui-, con correla tivos o sin ellos, es la conjunción causal de mayor rendimiento. C on c o r r e l a t iv o s :
Sin east causa retinendi apud uos quia aegrast... “ Si el mo tivo de retenerla (a Filomena) con vosotros es porque está en ferma ...” (Ter., Hec., 255-256) Nunc adeo si ob eam rem uobis mea uita inuisa, Aeschine, est quia non iusta iniusta prorsus omnia omnino obsequor, missa facio: effundite, emite, facite quod uobis lubet “ Ahora bien, si el motivo de que mi vida os sea odiosa, Esquino, es porque no me presto totalmente a todo, justo o injusto, ya no hago caso: de rrochad, comprad, haced lo que os apetezca” (Ter., Ad., 990-992). S in c o r r e l a t iv o s :
Discrucior animi quia ab domo abeundum est mihi “Estoy angustiado porque he de salir de casa” (Pl., Aul., 105) Eunuchum dixti uelle te, quia solae utuntur his reginae “Di jiste que querías un eunuco porque sólo las reinas los tienen a su servicio” (Ter., Eun., 167).
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2. La subordinación con quia no afecta al modo verbal : man tiene el indicativo o subjuntivo que le correspondería en posición independiente, exactamente en las mismas condiciones que seña lamos al tratar de quod. Ya se ha visto el quia con indicativo en los textos citados anteriormente. He aquí ahora una muestra de quia con subjuntivo: Nunc mea mater iratast mihi quia non redierim domum ad se “Ahora mi madre está enfadada conmigo porque (dice ella) no volví a casa a su lado” (Pl., Cist., 101). El subjuntivo (potencial) revela que la causa del enojo es alegada por la madre, pero no admitida por la hija, Selenia, que nos la refiere. 3. Como conjunción causal, quia es, en el período literario, mucho más frecuente que quod, sin duda por expresar njás uní vocamente la causa: con el quia, al quedar fuera de su primitivo paradigma, no se da la plurivalencia que hemos observado al referirnos al quod. En época tardía, en concurrencia con dico quod, se dijo tam bién con los verbos declarativos dico quia, uideo quia, etc. : Dixi quia mustella comedit “ Le dije que la comadreja los había comido ( = los pajaritos) ” (Petr., 46, 4). Este quia completivo no tuvo sin embargo en románico el éxito que alcanzó el quod en la misma función.
4. QVAM y sus compuestos A)
Q vam
Quam coincide con el acusativo singular femenino del rela tivo, como quom > quum > cum coincide con el acusativo singu lar masculino. En oración independiente aún podemos verlo funcionar como puro adverbio interrogativo-exclamativo en el sentido de “cuán(t o )” , “hasta qué punto” , “ en qué grado” : Haec tota fabella quam est sine argumento! “ ¡Toda esta pequeña comedia cuán exenta está de tramoya!” (Cic., Cael., 64). 1. En hipotaxis puede introducir, como cualquier término percontativo, una interrogación subordinada:
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Vide quam ad me litterae non perferuntur! “ ¡Mira hasta qué punto no me llegan tus cartas!” (Cic., Fam., 2, 10, 1) Non dici potest quam cupida eram huc redeundi “ No hay pa labras para expresar cuán deseosa estaba de volver aquí” (Ter., Hec., 90) Quam bene abs te prospectumst cogita “ Piensa qué bien has tomado tus previsiones” (Ter., Heaut., 638). Obsérvese en los tres ejemplos precedentes cómo este adver bio interrogativo sigue en.posicíón hipotáctica modificando, como cualquier adverbio, a un verbo, a un adjetivo o a otro adverbio. 2. Como relativo, quam responde a tam de la oración prin cipal en correlación paralela a la de tum ...quum·. Tam frictum illum reddam quam frictum est cicer “ Lo voy a poner tan tostado como lo está un garbanzo tostado” (Pl., Bacch., 767) , . Tam facile uinces quam pirum uolpes comest “Te será tan fácil vencer como a una zorra comerse una pera” (PL, Most., 559). 3. La correlación comparativa se extiende a todos los térmi nos morfológica o semánticamente comparativos, cualquiera que sea la categoría léxica a que pertenecen: adverbios (magis quam, potius quam, plus quam, contra quam, aliter quam, etc.), adjetivos (melior quam, doctior quam, alius quam, diuersus quam, etc.), verbos (malo quam): Mortuos pluris pretist quam ego sum “ Un muerto vale más que yo” (Pl., Bacch., 630) Nihil aliud egit quam ut quam plurimis esset auxilio “No hizo más que auxiliar al mayor número posible” (Nep., Att., 11, 1) Principem esse mauult quam uideri “ Prefiere ser que parecer el primero” (Cic., Off., 1, 65). 4. La partícula quam, de función estrictamente comparativa, no influye sobre el modo verbal. B) C om puestos
de qvam
1. Quamquam. — La conjunción de subordinación concesiva quamquam, que nosotros solemos traducir por “ aunque” , se for mó por geminación del simple quam.
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Así como el adverbio de cantidad quam, en su forma interro gativa, significaba “hasta qué punto”, “ en qué grado” , ahora quamquam, como relativo-indefinido (cf. utut, quisquis), signifi cará “ en cualquier grado o medida que” ; y su modo verbal será el de las oraciones relativas indefinidas (cf. supra el apartado correspondiente) : Quamquam tu bella es, malum tibi magnum dabo “ Con-todolo guapa que tú eres, te voy a dar una buena paliza” , o: “ Aunque eres guapa, ...” (P l, Bacch., 1.171-1.172) Cedo, quamquam parum est “ Dame, aunque poco es” (P l, Truc., 910). Este quamquam invariable es paralelo al adjetivo igualmente geminado, pero variable, quantus quantus, que a su vez es sinó nimo del indefinido quantuscumque: Quanta quanta haec mea paupertas est, tamen adhuc curaui unum hoc quidem ut mihi esset fid.es “Por mucha y mucha que sea mi pobreza (o ‘cualquiera que sea mi pobreza’) he tenido sin embargo buen cuidado de que no me faltara al menos una cosa: la lealtad” (Ter, Phorm., 904-905). 2. Tamquam. — Ciertos adverbios al entrar en correlación con el comparativo quam se han aglutinado con éste en unidades léxicas más o menos estables. Tamquam < (tam ...quam) y, más frecuentemente, tamquamsi introduce una comparación hipotética. El modo es, naturalmente, el subjuntivo: Parui primo ortu sic iacent tamquam omnino sine animo sint “Los niños al nacer yacen como si les faltara totalmente el alma” (Cic, Fin., 5, 42). 3. Post(ea)quam. — Post(ea)quam, “ después que” , “ desde que” , introduce una subordinada temporal; su modo es el indi cativo: Postquam copias ad se uenire uidit, maturauit “Después que vio a las tropas venir hacia donde él estaba, se dio prisa” (César, B. G , 2, 5, 4). 4. Antequam y Priusquam. — Estas dos conjunciones ( = “ an tes que”) se construyen con indicativo cuando indican pura reía-
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ción temporal, como suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones : Id actum est quinquennio ante quam consul sum factus “Estosucedió cinco años antes de mi elección como cónsul” (Cic., de amic., 96) Te aspexi priusquam loqui coepisti “ Te vi antes de haber tú empezado a hablarme” (Cic., Vat., 4). Pero no faltan ocasiones para usar el subjuntivo. Ello ocurre: a) Cuando la relación temporal no es accidental, sino bus cada intencionalmente; la subordinada corresponde entonces al subjuntivo potencial desiderativo: Priusquam incipias, consulto opus est “Antes de lanzarte a obrar es preciso reflexionar” (Sal., Cat., 1, 6). Mensaje equiva lente a: “No empieces sin reflexionar antes” . Priusquam comprehenderetur, gladio se transfixit “ Antes que dejarse capturar, se atravesó con la espada” (T. L., 37, 46) Priusquam corpora curarent, arma telaque parant “Antes de dedicarse a sus cuidados personales, preparan sus armas y sus dardos” (T. L., 36, 18, 1). Mensaje equivalente: “ ¡Frimero las armas y los dardos! Después, los cuidados personales” . b) Cuando el hecho expresado en la subordinada temporal no haya tenido lugar, en cuyo caso se acude naturalmente al subjuntivo (potencial o irreal) : Romanus, priusquam fores portarum obiicerentur, inrumpit “ Los romanos se precipitan en la ciudad antes de que se echaran los batientes de las puertas” (T. L., 1, 14, 11). No es raro que las dos razones apuntadas incidan simultánea mente para justificar el empleo del subjuntivo. 5. Quando. — Quando (< quam-dö) puede funcionar como puro adverbio interrogativo-indefinido y como conjunción subor dinante “relativa” . Interrogativo / indefinido: Quando? — (ali)quando, quandocumque. Quando ueniet consul? “ ¿Cuándo llegará el cónsul?” (Cic., Phil., 11, 25). Conjunción subordinante relativa: Quando uult “ Cuandoquiere” ; cf. Pl., Bacch., 224: Veniat quando uolt. 1. En hipotaxis quando introduce, pues: a) Subordinadas interrogativas: Non intellegitur quando
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obrepat senectus “ No se da uno cuenta de cuándo le sorprende la vejez” (Cic., Cat. M., 38). b) Subordinadas temporales “ relativas” con antecedente o sin él : Vbi satur sum., nulla crepitant (intestina): quando esurio, tum crepant “ Cuando estoy harto, las tripas nunca me rugen; cuando estoy hambriento, entonces sí que suenan” (Pl., Men., 926) Mensam quando edo detergeo “ Cuando como dejo la mesa limpia” (Pl., Men., 78). c) Subordinadas causales: Non loquar, quando plus uales “No hablaré ya que (o porque) eres más fuerte” (Pl., A'mph., 390). 2. El quando no influye en el modo verbal. 3. La conjunción temporal quando, frecuente en latín'arcaico, muy poco usual en el período clásico (no aparece en César, ni Salustio, ni T. Livio, ni Tácito) adquiere otra vez pujanza en la lengua posterior y se convierte en la conjunción temporal por excelencia del período románico. 6. Quamuis. — Quamuis es una formación transparente : quam-uis “ cuanto quieras” . Su valor primitivo —no subordinante todavía— subsiste en casos como Quam-uis ridiculus est, ubi uxor non adest “Es todo lo ridículo que quieras, cuando su mujer no está presente” (Pl., Men., 318). Quamuis, fen oración independiente es, pues, sinónimo de quantum uis (cf. Hor., Ep., 2, 2, 39: Quantum uis rusticus “Todo lo campesino que tú quieras” ). El paso semántico a conjunción concesiva no ofrece dificultad: Pollio amat nostram, quo.muis est rustica, Musam “ Con todo lo rústica que es (o aunque sea rústica), Polión ama nuestra Musa” Virg., Egl., 3, 84). En los ejemplos anteriores vemos que quamuis se emplea con el modo indicativo. No obstante, el modo más frecuente con esta conjunción es el subjuntivo (generalmente “ desiderativo”), pues to que en principio se trata de un hecho supuesto, considerado como no realizado o en todo caso independientemente de su realización : Quamuis ille felix sit, sicut est, tamen ... “ Aunque él sea feliz, como efectivamente lo es, sin embargo ...” (Cic., Rose. Am., 22)
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Quamuis res mihi non placeat, tamen pugnare non potefo
5. QVONIAM Quoniam, de *quom-iam, es, como quando, conjunción tem poral, que pronto pasa a causal (cf. nuestras expresiones tempo rales-causales “ya que” , “ desde el momento que” , “ ahora que” ) . Son numerosos los ejemplos de casos-límite hallados en los textos : Nunc aufugit, quoniam capitur oppidum “ Ahora, cuando / porque la ciudad sucumbe, él huye” (P l, Poen., 665) Quoniam fidem magistri cognouistis, cognoscite nunc disci puli aequitatem “ Ya que / puesto que conocéis la buena fe del maestro, ved ahora la equidad del discípulo” (Cic, Rose. Am., 119). Lo mismo que quando tendió a especializarse como “ tempo ral” , quoniam tendió a ser en el período clásico estrictamente causal. El modo del verbo con quoniam será normamente el indi cativo en cuanto expresa una razón efectiva: Perqite, quoniam occepistis “Proseguid, ya que habéis empe zado” (P l, Most., 63). No obstante, como ya dijimos al tratar de las restantes con junciones causales, puede usarse el subjuntivo para representar el pensamiento de un tercero, sin responsabilizarse el autor con la causa alegada: Itaque quoniam ipse pro se dicere non posset, uerba fecit frater “ Y así, puesto que él (según la tradición) no podía hablar -en su propia defensa, habló su hermano” (Nep, Milt., 1, 7, 5).
6. Q VA Qua es el ablativo singular femenino de qui, quae, quod. Las subordinadas con qua siguen siendo puras oraciones de relativo : Tempta qua lubet “ Cachéame por donde te venga en gana” (P l, Aul., 647)
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Perfodi parietem, qua commeatus clam esset hinc huc mulieri “Perforé la pared por donde / para que. la mujer tuviera un pasadizo secreto de un lado al otro” (Pl., Mil. Gl., 142-143). Tenemos ahí —con el modo subjuntivo— una oración relativa-final. Como con cualquier relativo, existe la forma de relativo-inde finido: quaqua (en paralelo con quisquis, utut, ubiubi, etc.) : Quaqua tangit, omne amburit “ Donde quiera que toca, lo abrasa todo” (Pl., Ep., 674).
7. QVO 1. Quo es el ablativo del pronombre relativo. Es bien cono cido su uso como adverbio relativo de lugar (Abi quo lubet “ Vete adonde te plazca” , Pl., Aul., 657) e igualmente como relativo in definido: Certa rest me usque quaerere illam quoquo abductast “Es cosa decidida que la he de buscar adonde quiera que se la hayan llevado” (Pl., Merc., 857-858). 2. A partir de su valor de ablativo (quo “ con lo que” ) puede introducir una subordinada final (“ a fin de que”) y concurre así con el ut final: Rhodum ille profectus est quo melior esset “ Se marchó a Rodas, a fin de perfeccionarse” (Cic., Brut., 151). Tendió a normalizarse el uso de quo en lugar de ut como in troductor de una final en la que apareciera un comparativo (cf. quo melior en el ejemplo anterior). Sin embargo tal tenden cia, dicen nuestros manuales, no debe erigirse en regla, ya que hay algunos textos con quo final sin el esperado comparativo : Ego uos quo pauca monerem aduocaui “ Os he convocado para haceros algunas advertencias” (Sal., Cat., 58, 3) Huic omnia sint facienda ut conliniet, et tamen, ut. omnia fa ciat, quo propositum assequatur, sit hoc quasi ultimum bonum “Éste ( = el tirador) debiera hacer todo lo posible por apuntar, y, sin embargo, el hecho de tomar todas las medidas para dar en el blanco es lo que constituiría en cierto modo su fin último” (Cic., Fin., 3, 22).
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Pero quizá se quebrante la norma sólo en casos especiales y por razones estilísticas. En el ejemplo de Salustio tal vez el pauca sea asimilable por su semántica a un comparativo, aunque for malmente no lo sea. En cuanto al texto de Cicerón, está ya sobre cargado de subordinadas con ut, y, por añadidura, se da la cir cunstancia que la oración final con quo está subordinada a otr<. oración que a su vez también es subordinada con ut; sería cho cante y ambiguo acudir a un tercer ut en sustitución del quo. N o t a . — En algunos casos el quo se adhirió al comparativo que lo acompañaba para formar nuevas unidades más o menos estables y más o menos sentidas como unitarias: quo minus, quo magis, quo setius.
3. Muy próximo a su valor de relativo está igualmente el quo considerado conjunción causal. El uso del quo causal no es tan libre como el de las otras conjunciones causales (quod, quia, quoniam); suele darse en determinadas condiciones como las si guientes : a) Que la oración principal sea negativa y que no se aluda a una causa única, sino a varias causas en contraposición: unas para ser rechazadas (su modo será el subjuntivo) y otras para ser aceptadas como reales (modo indicativo): Non eo dico, C. Aquili, quo mihi ueniat in dubium tua fides, aut quo non spem habere P. Quinctius debeat “No lo digo, C. Aquilio, por (aquello de) que se me ocurra dudar de tu buena fe, o porque P. Quintio no deba tener ya esperanza” (Cic., pro Quinct., 5). Obsérvese la negación de la oración principal y el antecedente correlativo eo. En el ejemplo siguiente ya desaparece el correlativo: Licet huic, illi non licet, non quo dissimilis res sit; sed quo is qui facit “ A uno se le permite, al otro no: no porque el hecho no sea el mismo, sino por no serlo el que lo ejecuta” (Ter., Ad., 825-826). b) Que haya en la oración causal un término comparativo (la misma condición que suele darse con el quo final) : Vexati omnes, et ante alios rex ipse, quo grauior aetate erat, difficultate uiae est “ Todos sufrieron en este penoso viaje, y, más que cualquier otro, el propio rey, en razón de su edad” (T. L., 40, 22, 6).
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N o t a . — En lugar de non quo ... sed quo pueden presentarse las siguientes formas en una y otra de las dos causas alegadas en contraposición: non quod, non quia, non quo, non quin ... sed quod, sed quia, sed quo, sed ut. No importa que se tomen los términos respectivamente iguales o que cualquiera de las formas negativas se asocie a cualquiera de las afirmativas: De consilio meo ad te, non quo celandus esses, nihil scripsi antea, sed quia communicatio consilii tali tempore quasi quaedam uidetur esse efflagitatio ad coeundam societatem uel periculi uel laboris “Nada te escribí anteriormente sobre mi proyecto, no porque éste se te debiera ocultar, sino porque la comunicación de mi proyecto en estas circunstancias parece ser en cierto modo una apremiante invitación a compartir el peligro o la fatiga” (Cic., Fam., 5, 19,2).
8. QVIN 1. Quin, de *qui-ne, es bien conocido en oración indepen diente como adverbio interrogativo: “ ¿cómo? / ¿por qué no?” Quin tu taces? “ ¿Cómo / por qué no te callas?” (Pl., Cure., 84) Quin tu das sauium? “ ¿Cómo? / ¿Por qué no le das un beso?” (Pl., Cure., 94) Quin ego hoc rogem quod nesciam? “ ¿Por qué no habría de preguntar lo que no sé?” (Pl., Mil. Gl., 426). — /Cur non?/ también se traduce por / “ ¿por qué no?” /. Sin embargo no se trata de expresiones absolutamente sinónimas: la pregunta con /cur non?/ indaga sencillamente el motivo de alguna actuación; en la pregunta con /quin?/ subyace una exhortación o mandato a que se haga algo. En los ejemplos anteriores: “ ¿Por qué no callas?” = “ ¡Cállate!” ; “ ¿Por qué no le das un beso?” = “ ¡Dale un beso!” N ota.
2. Como partícula subordinante introduce: a) Oraciones relativo-consecutivas en dependencia de prin cipales generalmente negativas; quin es entonces equivalente a qui (quae, quod) non o a ut non en oraciones consecutivas: Nullast tam facilis res quin ( = quae non) difficilis siet, quom
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inuitus facias “Ninguna cosa es tan fácil que no parezca difícil cuando se hace de mala gana” (Ter., Heaut., 805-806) Nullust quin (— qui non) sciat “No hay nadie que no lo sepa” (Pl., Bacch., 336) Non intermittit tempus quin ( = quo non) eum nominet “No deja pasar un momento sin pronunciar su nombre” (Pl., Bacch.,
210) Nihil est quin (— quod non) illi dixerim “Nada hay que yo no le haya dicho” (Pl., Bacch., 1.012) Nullo modo potest fieri quin (— ut non) dos detur uirgini “Es imposible que no se le dé a la joven su dote” (Pl., Trin., 729); (cf. Cic., Verr., 2, 190: Fieri nullo modo potest ut non dicas). b) Oraciones completivas en dependencia de oraciones prin cipales negativas cuyos verbos expresen prohibiciones, impedi mentos o ideas análogas (uerba impediendi en sentido amplio) : Non possumus quin alii a nobis dissentiant recusare “No po demos rehusar que los demás disientan de nuestro parecer” (Cic., Acad., 2, 7) Non humana ñeque diuina obstant quin socios exscindant “ Ni las leyes humanas ni las divinas impiden (a los Romanos) des truir a sus aliados” (Sal., Hist, ad Mithr., 17) Aegre (= h a u d facile) abstinent quin castra oppugnent “ A duras penas se abstienen de atacar el campamento” (T. L., 2, 45, 10). c) Al tipo causal non quin ... sed ya nos hemos referido su pra (p. 147). d) Por varias razones, merecen mención aparte los giros non dubito quin, non est dubium quin y sus similares. En primer lugar, porque es el tipo más frecuente entre los usos de quin. En segundo lugar, porque el quin, en estos giros, pierde su valor negativo: Nemo dubitat quin sit occisus significa “Nadie duda que haya muerto” ; es decir, “Todo el mundo sabe con certeza que ha muerto” (Cic., Verr., 3, 63). No significa, como podría esperarse, “Nadie duda que no estuviera muerto” , es decir, “Todo el mundo sabe con certeza que no ha muerto” . Hay quien cree que también desaparece el valor negativo de quin en las oraciones consecutivas y en las completivas con uerba impediendi. Pero la apariencia afirmativa del quin consecutivo
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o con los uerba impediendi es mera consecuencia accidental de nuestras posibles traducciones. He aquí algunas muestras. Dare mos dos traducciones igualmente legítimas: primero, una de apariencia afirmativa y luego otra, más cercana a la visión la tina, tratando de reflejar el valor negativo del quin: Pl., Cas., 1.003: Nulla causa est quin me uerberes: 1) “Nada se opone a que me azotes” ; 2) “No hay ninguna razón para que no me azotes” . Pl., Trin., 1.188: Numquid causae est quin uxorem cras du cam? 1) “ ¿Hay algún impedimento a que yo me case mañana?” ; 2) “ ¿Hay algún motivo para que yo no me case.máñana?” Pl., Asin., 352: Argentum non morabor quin jeras: 1) “ Yo no me resistiré a que te lleves el dinero” ; 2) “Yo no me resistiré de manera que no puedas llevarte el dinero” . En cambio, con los uerba dubitandi la situación es distinta y nos parece que realmente se pierde el valor negativo de quin. Efectivamente, si dubito es un uerbum dubitandi, non dubito ya no lo es, puesto que desde el momento que se niega la duda ésta desaparece y se convierte en certeza: non dubito — c er te scio. Así pues, una frase como non dubito quin ueniat no puede ex presar la duda entre “ venir/no venir” , puesto que, si no se duda de una de las dos alternativas, tampoco cabe dudar de la otra. Ante la dificultad de interpretar, pues, como afirmativo o nega tivo el quin ueniat, la lengua reaccionó creando una nueva opo sición afirmativa/negativa con los significantes quin/quin non; es decir: hipercaracterizó positivamente la negación de quin con la añadidura del significante negativo non; y el quin primitivo se polarizó en sentido contrario como afirmativo; en consecuen cia, non dubito quin ueniat (“No dudo que no venga” , o sea, “ vendrá” ) se opuso a Non dubito quin non ueniat (“ No dudo que no venga” , o sea, “ no vendrá” ). Ejemplos: Mihi non est dubium quin uenturae non sint “Para mí no es dudoso que no vendrán” (Cic., Fam., 2, 17, 5). Non dubito quin Ubi ingenio praestiterit nemo “No dudo que no te aventaja nadie en talento” (Cic., Rep., 1, 37). Obsérvese que, en este último ejemplo, la negación añadida al quin está en nemo. Ñeque dubium est quin unus homo familia non sit “No es
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dudoso que un hombre no constituye, él solo, una familia” (Cic., Caec., 55). En cambio, el quin escueto es afirmativo: Haud dubiumst quin eum possim cogere “ No es dudoso que puedo obligarlo” (Ter., And., 530) Ñeque abest suspicio quin sibi mortem consciuerit “Hay quien sospecha que él se suicidó” (César, B. G., 1, 4, 4) Non dubito quin ad te omnes tui scripserunt “ Estoy seguro que todos los tuyos te han escrito” (Cic., Fam., 5, 8, 1). Por último, obsérvese que dubito (¡sin negación!) expresa auténtica duda, de tal modo que no importa en absoluto que el quin se interprete como negativo o afirmativo, puesto que la duda afecta por igual al no y al sí, y no puede resolverse en certeza un término sin que se resuelva automáticamente el otro; por tanto, es absolutamente indiferente que traduzcamos por “ que” o por “ que no” un quin con dubitare: Dubitatis quin illud uerissimum sit? “ ¿Dudáis que ello sea/ no sea auténticamente cierto?” (Cic., Font., 17).
9. QVOMODO y QVEMADMODVM
Quomodo y quemadw.odum son formaciones transparentes (=; quo modo y quera ad modum, respectivamente). Tampoco ofrecen problemas en sus usos durante el período clásico: intro ducen subordinadas interrogativas o comparativas en concurren cia con ut.
10. QVOAD Quoad (< quô-ad) es (cf. supra, p. 145) un adverbio de lugar interrogativo-relativo (“hasta donde” ) : Peruenit quoad progredi potuit hominis amentia “Llegó hasta donde puede llegar la locura humana” (Cic., Phil., 11, 6). En su aplicación temporal (“hasta cuando” , “ hasta que” ) in troduce subordinadas temporales. Los modos verbales conservan sus valores propios:
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Quoad potuit, fortissime restitit “ Mientras pudo, resistió he roicamente” (César, B. G., 4, 12, 5) Ipse quoad legiones collocatas munitaque hiberna cognai.
11. VBI 1. Vbi es otro adverbio de lugar, interrogativo y relativo. Como tal, introduce: a) oraciones subordinadas interrogativas (cf. infra, pp. 161 ss.) ; b) subordinadas relativas; a éstas’. ya nos hemos referido anteriormente (cf. pp. 103 ss.). 2. Por la normal aplicación temporal de los adverbios de lu ga;·, ubi “donde” pasa a ubi “ cuando” . Juntamente con cura, ubi es la conjunción temporal por ex celencia en el período clásico : Id ubi uident, mutant consilium “ Cuando ven esto, cambian de plan” (César, B. C., 2, 11, 2). Muy raras veces hay ocasión de usar el subjuntivo con ubi:· Vbi res posceret, priores erant “ Cuando la ocasión eventualmente-lo-exigía, ellos eran superiores” (T. L., 3, 19, 3).
12. NE 1. Ne es, en parataxis, la negación de los mensajes impresivos: Ne eloquamur “ No hablemos” (Pl., Poen., 251) Ne feceris “ No lo hagas” (Pl., Men., 415). Como tal negación se opone a non, que niega los mensajes ló gicos, ya sean éstos aseverativos (Non loquar, Pl., Amph., 390; Non est ita, Cic., Cluent., 1, 62), ya deliberativos (Non taces? Pl., Amph., 700; Rogem te? Non rogem?, Cic., Fam., 14, 4, 3). 2. La negación ne pasa a ser conjunción a partir de usos pa ralácticos como el siguiente:
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Metuo: ne ueniat (“Tengo miedo: ¡que no venga!” ). Bajo la influencia unificadora del acento, las dos unidades independien tes se funden en una sola: Metuo ne ueniat “ Tengo miedo que venga” . Obsérvese que, en nuestra traducción de la construcción hipotáctica, no transparenta el valor negativo de ne (— “ que no” ); ese valor es evidente en la construcción paraláctica: ueniat!Jnc. ueniat! (z~ “ ¡que venga!/¡que no venga!” ). Lo mismo que con los verbos de temor sucede con los uerba impediendi: Prohibeo: ne ueniat! “Lo prohíbo: ¡que no venga!” ; Prohibeo ne ueniat “Prohíbo que venga” . A la misma aparente contradicción y en condiciones similares nos hemos referido antes al tratar de quin. No hay, en cambio, problemas de traducción con otros ver bos: Rogo ne ueniat “Le ruego que no venga” ; Moneo ne faciatis “ Os aconsejo que no lo hagáis” (Cic., Rab. Post., 18). 3. Como conjunción de subordinación, ne introduce oracio nes completivas o finales, y es el contrapeso exacto, en negativo, del ut completivo o final. Para distinguir ambos valores, vale la norma que dimos en su lugar al separar al ut completivo del ut final. En las líneas que anteceden queda ya ejemplificado el uso del ne completivo. El origen de las finales con ne, a partir directamente de la parataxis, no es imposible, pero tampoco es tan evidente como el origen de las completivas que acabamos de ver. Sin duda, aquí el ut final contribuyó a que su paralelo negativo se interpretara también como introductor de la causa final: Flexit uiam Brutus, ne obuiam fieret “ Bruto desvió su mar cha para no encontrarse con él” (T. L., 1, 80, 1). 4. Tanto es así que el ne. ya sea en su uso completivo, ya en su uso final, se encuentra con frecuencia, en todo el período lite rario, reforzado (¿?) por ut: Hoc ei dicito ut ne quoquam de ingenio degrediatur “ Dde que no se aparte de su carácter en ningún sentido (Pl., Mil. Gl., 185) Cedo consilium cito quae hic sunt uisa ut uisa ne sint, facta ut facta ne sient “ Dame rápidamente un consejo para que lo
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que aquí se ha visto no se vea, para que lo que aquí se ha hecho no sea un hecho” (Pl., Mil. Gl., 236-237) Rex id celatum uoluerat ut ne multi illud ante praeciperent oculis quam populus Romanus “El rey había querido guardarlo ( = el candelabro) en secreto para que no fueran muchos a verlo antes que el pueblo Romano” (Cic., Verr., 4, 64). En el período de Plauto y Terencio, nosotros calculamos, ho jeando el primer volumen de la obra de Bennet (Syntax of early Latin, reimpresión, 1966) que en algo más del 10 por ciento de los casos sale ut ne en lugar de ne. La impresión general de los latinistas es que ut ne constituye un refuerzo secundario de ne, y diacrónicamente posterior a él; quizás hubiera que pensar en una cronología inversa y considerar el ne como una simplificación de ut ne. Sería interesante contfcer la frecuencia de ambos giros a lo largo de todo el período histó rico para resolver el problema que aquí apuntamos.
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1. La forma si remonta, por evolución normal de las leyes fonéticas del latín, a sei; y sei, bien documentado todavía en tex tos arcaicos, es el locativo del tema pronominal so/sa. La misma forma, pero con partícula deíctica, tenemos en sic (< *set-ce). 2. Si, como sic, significaba, pues, en principio, “en este caso” , “en tal situación” , “ así” . De estos si y sic como locativos indiferenciados hay algunos restos en el período histórico. Un si que nada tiene de hipotético ni de función hipotáctica, y es más bien puro adverbio de modo, aparece en el texto siguiente: Expediui ex seruitute filium, si ( = sic) dis placet “ Saqué a mi hijo de la esclavitud, tal es la vo luntad de los dioses” (Pl., Capt., 454). Igual indiferencia puede observarse en: O mihi praeteritos referat si luppiter annos (Verg., Aen., 8, 560) Sic te diua potens Cypri regat (Hör., Carm., 1, 3, 1). 3. Pero normalmente, en época histórica, los dos antiguos locativos se bifurcan en sentidos diferentes: el locativo con par
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tícula deictica (sic) se conservó como adverbio, y el otro (si) se fijó como partícula subordinante condicional. He aquí un texto en el que si puede interpretarse ya como adverbio, ya como conjunción : Pl., Bacch., 239: Extexam ego illum pulchre iam, si di uolunt. 1) Interpretación paratáctica: “ Ahora mismo lo voy a des plumar limpiamente: así lo quieren los dioses” ; 2) Interpretación hipotáctica: “ Ahora mismo lo voy a des plumar limpiamente, si los dioses lo quieren” . Todo depende aquí de la segmentación que hiciera el hablante mediante diferencias prosódicas: la pausa que mediaría entre las dos oraciones y la melodía que recaería sobre el si serían deci sivas para orientar al oyente entre una u otra de las dos inter pretaciones. Pero estos datos escapan a nuestra comprobación por tratarse de una lengua muerta. 4. A) Las oraciones condicionales. — Las subordinadas in troducidas por si son, en su inmensa mayoría, condicionales. El modo del verbo depende de la idea que haya de expre sarse : a) Si con indicativo alude a una condición puramente en abstracto, sin que el hablante se pronuncie sobre si realmente se cumple o no se cumple: Si amicum habeo, felix sum “ Si tengo un amigo ( = siempre que tengo un amigo), soy feliz” (sin pre juzgar si se tiene o no se tiene). b) Si con subjuntivo señala una condición potencial o irreal: Potencial: Si amicum habeam (o habuerim), felix sim “Si tu viera un amigo, sería feliz” (y es posible que lo tenga alguna vez). Irreal presente: Si amicum haberem, felix essem “ Si tuviera un amigo, sería feliz” (pero no lo tengo). Irreal pasado: Si amicum habuissem, felix fuissem “ Si hu biera tenido un amigo, hubiera sido feliz” (pero no lo tenía). B) En los tipos que preceden puede observarse que hay con cordancia temporal y modal entre prótasis y apódosis: 1) si sum — sum. 2) si sim/fuerim —sim. 3) si essem — essem. si fuissem —fuissem.
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Efectivamente, esta concordancia temporal y modal se da con altísima frecuencia. Pero ello no ha de inducirnos a creer que tal concordancia deba darse necesariamente. Así como los tiem pos y modos en las subordinadas con si conservan sus valores propios, otro tanto ocurre con los tiempos y modos de sus res pectivas oraciones principales. En éstas pueden, pues, aparecer todos los tiempos y modos de la oración independiente, incluso el imperativo. Tipo 1) “ Si sum ... sum” : Erras si id, credis “Te equivocas si lo crees” (Ter., Heaut., 105) Saluos sum si haec uera sunt “Estoy salvado si esto es ver dad” (Ter., And., 973). a) Variaciones temporales: "Si sum ... ero” : Si uultis, faciam “ Si queréis, lo haré” (Pl., Amph., 54). “ Si sum ... fui” : Nisi me aliud uis, tibi respondi “ Si no quie res otra cosa de mí, ya tienes mi contestación” (Pl., Trin., 458). y “ Si sum ... fuero” : Si hoc non credis, ego credidero “ Si tú no lo crees, yo seguiré creyendo” (Pl., Trin., 607). “ Si ero ... sum” : Si infitias ibis, testis mecum estanulus “ Si lo niegas, tengo la sortija como testimonio” (Ter., Ad., 347). “Si f u i... ero” : Si parum intellexisti, dicam denuo “ Si lo has entendido mal, te lo diré de nuevo” (Pl., Rud., 1.103). Cualquier tiempo de la prótasis puede aparecer junto a cual quier tiempo de la apódosis. b) Variaciones modales: Si quid in te peccaui, ignosce “ Si en algo te he faltado, perdó name” (Cic., Att., 3, 15, 4). luppiter te perdat, et si sunt et si non sunt “Maldígate Jupi ter, tanto si están como si no están” (Pl., Rud., 569). Tipo 2)
(potencial en la prótasis): “ Si sim/fuerim ...sim” :
Imitari ñeque possim, si uelim, nec uelim fortasse, si possim ■“No podría imitarlos ( = esos discursos), si lo quisiera, y quizás no lo quisiera, si pudiera” (Cic., Brut., 287).
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Nequiquam. Capitolium seruauerim, si ciuem meum in seruitutem duci uideam “ En vano habría yo salvado el Capitolio, si he de ver a un conciudadano mío arrastrado a la esclavitud” (T.L., 6, 14, 4). Variaciones: “Si sim ... sum” : Te ñeque debent adiuuare, si possint, ñeque possunt, si uelint “ Ni deben ayudarte, suponiendo que puedan hacerlo, ni pueden hacerlo suponiendo que quieran” (Cic., Verr., 4, 20). “ Si sim ... ero” : Nec si cupias, licebit “ Y, suponiendo que lo desees, no te será permitido” (Cic., Verr., 2, 167). “ Si fuerim ... sum” : Tua istuc refert, si curaueris “Esto te atañe a ti, si te fijas con cuidado” (Pl., Amph., 740). Etc., etc. Tipo 3) (irreal en la protasis): “ Si essem ... essem” (presen te) ; Si fuissem ... fuissem” (pasado) : Si equus esses, esses indomabilis “ Si fueras un caballo, se rías indomable” (Pl., Cas., 811) Si quiessem, nihil euenisset mali “ Si me hubiera quedado en paz, ninguna desventura nos hubiera acaecido” (Ter., And., 604). Variaciones: “Si essem ... fuissem” : Qui si omnes uiuerent, bellum omni no hoc non fuisset “ Si todos ellos vivieran, de ninguna manera se hubiera producido esta guerra” (Cic., Phil., 13, 28). “Si fuissem ... essem” : Venisset si esset denuntiatum “ Hu biera acudido, si se le hubiera convocado” (Cic., pro Flacc., 92). “No irreal en la principal — irreal en la subordinada” : Prae clare uiceramus, nisi fugientem Lepidus recepisset Antonium “ Habíamos conseguido ya una brillante victoria, si Lépido no hubiera acogido a Antonio en su huida” (Cic., Fam., 12, 10, 3). Si tacuisset anus, tamen ego eram dicturus “ Si la vieja se hubiera callado, de todos modos yo lo iba a decir” (PL, Cist., 152). Obsérvese el matiz concesivo de esa condición: “ Si se hu biera callado” = “Aunque se hubiera callado” . “No irreal en la subordinada — irreal en la principal” : Si meis incommodis laetabantur, urbis tamen pericido commone rentur “ Si se divertían con mis infortunios, debieran al menos
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conmoverse ante el peligro que corría Roma” (Cic., Sest., 54). C) Conclusión. — Los modos y tiempos de la oración condi cional son independientes de los modos y tiempos de la oración principal; y, recíprocamente, los modos y tiempos de la segunda son independientes de los modos y tiempos de la primera. 5. El si completivo. — La partícula si introduce ciertas ora ciones completivas que plantean algunos problemas. a) Introduce interrogaciones subordinadas, es decir, interro gativas “indirectas” , en la terminología habitual. A veces se ha considerado exclusivamente como postclásico este si interroga tivo (equivalente a num o -ne). Sin embargo, no parece aceptable tal opinión a la vista de la siguiente serie de ejemplos: Visam si fortest domi “ Iré a ver si por casualidad está en casa” (Pl., Bacch., 529; cf. Ter., Eun., 545) Volo scire si apud forum est “ Quiero saber si está en el foro” (Ter., Ad., 154) Si quid ex coniecturali quaestione sumi possit, uideri oporte bit “Habrá que examinar si se puede sacar algo por conjetura” (Cic., de inu., 2, 87) Vide, quaere, circumspice, si quis forte est ex ea prouincia qui te nolit perisse “Mira, investiga, observa a tu alrededor, a ver si por casualidad hay alguien en la provincia que no quiera tu perdición” (Cic., Verr., 3, 180) Quaeritur si diuitiae expetendae sint, si fugienda paupertas “ Se trata de saber si se han de buscar las riquezas, si se ha de huir de la pobreza” (Cic., Top., 84) Ambiguunt adgnati si filius mortuus sit “ Sus parientes discu ten si un hijo (que no ha existido) ha muerto” (Cic., de inu., 2,
122) Quaerebam sicca si posset piscis harena uiuere “Yo me pre guntaba si el pez podría vivir en seco sobre la aï· ·■ (Prop., 2, 3, 5) Inspice si possum donata reponere laetus “Mira si puedo re nunciar alegremente a tus dádivas” (Hör., Ep., 1, 7, 39) Ab iis quaesiuit si aquam hominibus iumentisque imposuis sent “Les preguntó si habían embarcado agua (suficiente) para hombres y animales” (T. L., 29, 25, 8). b) Hay un si “ intencional” dependiendo de verbos que sig-
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nifican “ intentar” , “esforzarse” , “ esperar” , “ extrañarse” , etc. (conari, experiri, temptari, expectare, mirari, etc.) : Hanc (paludem) si nostri transirent hostes expectabant “Los enemigos estaban a la expectativa por si los nuestros atravesa ban este terreno pantanoso” (César, B. G., 2, 9, 1) Eques paratus instructusque stetit si quid hostis moueret “ La caballería permanecía preparada y en formación por si el ene migo iniciaba algún movimiento” (T. L., 31, 42, 4). c) Por último, si, en ciertos casos completivos, es equivalente a ut completivo, “ a saber que” : Totum est in eo si... - Totum est in eo ut... Totum est in eo si te uidero antequam ille ineat magistratum “Todo depende de (esto) que yo te vea antes que el otro haya to mado posesión de su cargo” , “ Todo depende de (esto) si yo te veo antes...” (Cic., Att., 2, 22, 5). Totum in eo est tectorium ut concinnum sit “ Todo depende de (esto) que el revocado sea bonito” (Cic., Quint, jr., 3,*1, 1). Is es el antecedente más frecuente — aunque no el único— de este si “completivo” : In eo est peccatum si non licuit “ En esto consiste la falta en que (o si) no fue lícito” (Cic., Parad., 20). Ñeque populus R. eo potest esse contentus, si condemnatus sit is qui adesse noluerit “ Y el pueblo R. no puede quedar satis fecho con (aquello de) que se condene a un acusado que no haya querido comparecer” , o “El pueblo R. no puede quedar satisfecho si se condena a un acusado” , etc. (Cic., Verr., 2, 1, 3). La oración introducida por si en estos giros es un desarrollo del antecedente o, si se prefiere, una aposición al mismo. d) Todos estos usos completivos de si son todavía, para la mayoría de los latinistas, simplemente usos condicionales: las conexiones contextúales serían las únicas responsables de los variados matices que adquiere el mismo si condicional. Algunos autores, sin embargo, insisten en que ciertos usos completivos de si no pueden reducirse al si condicional y piensan que ha de buscarse otra interpretación. Prescindamos del tipo in eo si, donde nadie ve dificultad a la interpretación condicional; y volvamos a dos ejemplos de los antes citados. En el texto de César — dicen los aludidos autores— /si nostri transirent/ no es la condición de /hostes expectabant/ y en el texto de Cicerón Top., 84 — siguen diciendo— , el par
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s i ... si es equivalente a nonne ... nonne y no a un par de con dicionales: quaeritur si diuitiae expetendae sint, si fugienda paupertas. Nosotros pensamos que la explicación por las conexiones contextúales es aceptable al menos para el si interrogativo-subordinado. Como dijimos al distinguir entre estilo indirecto y su bordinación, el verbo “preguntar” convierte automáticamente a todos sus complementos directos en interrogaciones subordina das. Y, efectivamente, el verbo quaero es el gran verbo intro ductor del si interrogativo (como de cualquier otro tipo de inte rrogaciones subordinadas). Junto a quaero puede Aparecer el re ducido número de verbos más o menos análogos a él : percontor, uideo, inspicio, etc. (cf. la serie de ejemplos antes citada). Incluso consideramos suficiente la explicación contextuel para el si dependiendo de verbos de conato, de esperanza, etc., ya que todos ellos nos parecen ser una ampliación del léxico inquisitivo : siempre se trata de saber algo desconocido, de intentar algo in seguro, etc. De todas formas es posible una explicación no-condicional de los mismos giros; consistiría en ver en ellos restos del primitivo valor locativo del si ( = “ así” , “en el caso de que” ) . Esta interpre tación “locativa” cuadra muy bien sobre todo al si en dependen cia de los verbos que denotan intento, esfuerzo, esperanza, etc. Volviendo al texto de César (B. G., 2, 9, 1), puede traducirse así: “Los enemigos estaban a la expectativa para (o en) el caso de que los nuestros atravesaran, etc.” . Y quizá más claro todavía, un texto de Cicerón (R. Am., 56) : Canes aluntur in Capitolio ut significent si fures uenerint “ Se crían unos perros en el Capitolio para que den la alerta en-caso-de-que se presenten ladrones” . 6. Compuestos de si a) Los compuestos de si no ofrecen problemas ni en su for mación ni en su funcionamiento. Ni (< nei)t nisi (< ne-si), sin (< si-ne), si minus introducen condicionales negativas, “ si no” ; el sin ( = “ si por el contrario” ) suele usarse para contraponer una segunda condicional a otra condicional precedente: s i ... sin ( = “ s i ... si por el contrario” ); pero tampoco en este caso es de rigor el uso de sin: junto a s i ... sin puede darse s i ... si, s i ... si autem, s i ... si uero.
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b) Siue (< si-ue) introduce condicionales disyuntivas. c) Etsi (“ incluso si” ) , etiam si (“también si” ) , tametsi (“ igual mente si” ) introducen condicionales concesivas. d)
Quasi (“ como si” ) introduce condicionales comparativas.
14. DVM Dum, de discutida etimología, es, como cum y turn, una par tícula temporal: indica la duración con uno y otro de los dos matices perceptibles en nuestras expresiones “mientras” y “ has ta que” . Suele decirse que dum es, en su origen, un adverbio de tiempo. Pero en el período histórico de la lengua no conocemos ejemplos claramente adverbiales. No nos parecen muy convin centes los que se citan en nuestros manuales; en todo caso, los mejores ejemplos de dum adverbial son los que aparecen enclí ticos: nondum (“ todavía no”), uixdum (“ apenas todavía” ), nihil dum (“ todavía nada” ), manedum (“espera un poco” ). Todos los usos de dum como conjunción son reducibles a su valor temporal. Introduce, pues: 1) Fundamentalmente, subordinadas temporales: a)
“ Mientras” :
Da mihi sauium, dum illic bibit “ Dame un beso mientras el otro bebe” (Pl., Stich., 764). Fruare dum licet “ Disfrutà mientras puedes” (Ter., Heaut., 345). Dum haec dicit, abiit hora “Mientras me dice esto, se ha pa sado una hora” (Ter., Eun., 341). b) “ Hasta que” : Dum mihi a te litterae ueniant, in Italia morabor “ Hasta que me llegue tu carta, me quedaré en Italia” (Cic., Fam., 11, 23, 2). 2) Subordinadas causales. En realidad son temporales a las que en ciertos contextos podemos dar una interpretación causal : Dum ueritus est, non uidit “ Por estar asustado (o ‘mientras estuvo asustado’) no vio” (Cic., Att., 1 , 16, 2).
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3) Subordinadas condicionales restrictivas: Oderint dum metuant “ Que odien con tal que teman” (Accius apud Suet., Cal., 30, y Cic., Off., 1, 97). También este dum es réductible al temporal: “ Que odien mientras ( = con tal que) teman” .
15. DONEC Doñee (arcaico donicum y donique) es otra conjunción tem poral de origen oscuro. De uso más restringido q u e'dum, con curre con él en el sentido de “hasta que” : Ibo odorans quasi canis uenaticus, usque donec persecutus uolpem ero uestigiis “ Iré olfateando como un perro de caza, sin parar hasta que haya rastreado a la zorra (Pl., Mil. Gl., 269-).
16. LICET La conjunción concesiva licet ( = “ aunque” ) es, en su origen, una forma verbal del impersonal licet, licuit o licitum est, licere. Como tal forma verbal, licet significa, pues, “ está permitido” o “ es posible” . El paso a conjunción puede verse en el texto de Cicerón (de orat., 1, 195) : Fremant omnes licet, dicam quod sentio. Según las pausas que pongamos al texto, podemos inter pretar el licet como verbo o ya como conjunción: a) Como verbo: “Protesten todos, de acuerdo ( = les está permitido), yo diré lo que pienso” . b) Como conjunción: “Aunque todos protesten, yo diré lo que pienso” . El modo verbal con la conjunción licet es el subjuntivo (po tencial impresivo) que le corresponde en la construcción paratáctica.
§ 4 . — ha subordinación interrogativa A) 1. Para completar la visión panorámica de la subordina ción latina hemos de referirnos ahora a las oraciones llamadas
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tradicionalmente “ interrogativas indirectas” , y que nosotros ve nimos llamando “ interrogaciones subordinadas” . Para ser consecuentes con nosotros mismos debiéramos seña lar, como hemos hecho hasta aquí, las “partículas” introductoras de este tipo de oraciones. 2. No vamos, sin embargo, a dedicar unos párrafos por sepa rado a cada una de las formas introductoras de “ interrogaciones subordinadas” : en primer lugar, porque el número y variedad de formas subordinantes es aquí muy superior a cuanto hemos visto en cualquier otro tipo de oraciones subordinadas; en se gundo lugar y sobre todo porque la variedad de elementos intro ductores no implica variedad de problemas: el funcionamiento de todas las interrogativas subordinadas es el mismo, cualquiera que sea su forma introductora. 3. Todo el léxico interrogativo sirve por igual para introducir interrogativas subordinadas y no-subordinadas: pronombres, adjetivos, adverbios (quis, quid, uter, qualis, quantus, etc.; ubi, quo, unde, qua; ut, quomodo, quamobrem, cur, quare, quando, etcétera) o partículas interrogativas propiamente dichas (-ne, num, an, utrum, nonne, etc.). Todo este sistema de pronombres y adverbios interrogativos, que parece predestinado por naturaleza a introducir preguntas (como efectivamente las introduce en las interrogaciones direc tas) , se convierte en introductor de respuestas, similares a todas las respuestas que se nos dan en cualquier tipo de oración subor dinada: Quaero quis uenerit “Pregunto — (¿qué?)— que quién ha ve nido” Nescio quis uenerit “No sé — (¿qué?)— quién ha venido” Memorat ut legiones fugauerit “ Está recordando — (qué?) — cómo ha puesto en fuga las legiones” (Pl., Amph., 136) Nec quid agam certum est “No está decidido — (¿qué?)— qué he de hacer” (Ter., And., 209). El léxico interrogativo no pierde nunca, en la subordinación, su valor propio de palabra autónoma: de aquí que no pueda ha blarse de “partículas” subordinantes cuando nos referimos a los pronombres (adjetivos) o adverbios que introducen las interro gaciones subordinadas.
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B) 1. Refiriéndonos a la “ interrogación indirecta” , ya he mos criticado y rechazado el término “ indirecta” (cf. supra, p. 72). Tampoco nos satisface el término “ interrogación” , aun que, cediendo al peso de la tradición, lo vamos a mantener. La verdad es que las interrogaciones o son directas o, si dejan de serlo, se convierten en un producto nuevo y lingüísticamente tan distinto del primero que es un tanto peligroso seguir po niéndole la misma etiqueta de “inteíf-ogativas” , aunque se matice tal denominación con el añadido de “ indirectas” o “ subordi nadas” . Veamos algunas de las hondas diferencias que median entre la interrogación directa y la interrogación subordinada. 2. El rasgo distintivo y propio de una interrogación (directa) es la entonación inconfundible que la caracteriza: Tu me heri hic uidisti? “ ¿Tú' me has visto aquí ayer?” (Pl., Amph., 725) Tu quoque aderas? “ ¿También tú estabas allí?” (Ter., Phorm v 858) Clodius insidias fecit Miloni? “ ¿Clodio tendió emboscadas a Milón?” (Cic., Mil., 60); etc. Suele darse mucha importancia en nuestras descripciones tra dicionales de la interrogación a las partículas interrogativas y a las alteraciones en el orden de palabras que frecuentemente se observan en las frases interrogativas; pero estas particularidades suplementarias no son estrictamente distintivas y pueden silen ciarse a la hora d? caracterizar la modalidad interrogativa (cf. A. Díaz Tejeda, “La frase interrogativa como modalidad” , en Revista Española de Lingüística, III, núm. 1, p. 109). 3. En cambio, lo que no puede silenciarse —y es ésta la se gunda característica de la interrogación— es “ la relevancia im periosa del hablante a nivel de la comunicación” ... “ El valor gra matical de la modalidad interrogativa consiste en una postura de contraste y reacción por parte del hablante, mediante la entona ción que le es pertinente, frente al contenido contextual” (Díaz Tejeda, loe. cit.). La interrogación como modalidad de la frase, es decir, en cuanto modalidad del alma del hablante (διαθέσει τής φυγής). no
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admite transposiciones gramaticales, ya que el hablante es un ente exterior al signo lingüístico (cf. supra, pp. 48 y 53). Por eso en la interrogación subordinada desaparece la típica e insustitui ble entonación de la interrogación directa; o, dicho en otros tér minos, por eso sólo la interrogación directa es susceptible de adoptar la modalidad interrogativa. Entonces, si en la subordinación desaparece el hablante y, con él, la entonación que expresaba su postura ante el contenido contextual, ¿es legítimo seguir llamando “ interrogativa (subor dinada)” a una oración que carece de los rasgos distintivos de una oración interrogativa? En todo caso, quede claro que “ oración interrogativa subordi nada” designa una clase de oraciones subordinadas cuyos térmi nos introductores pertenecen al sistema interrogativo, pero con exclusión de la modalidad interrogativa que podría afectarles en posición independiente. C) 1. Interrogación directa e interrogación indirecta suelen considerarse como variantes que comportan un mismo contenido, a pesar de las diferencias gramaticales que las separan. Ello es cierto sólo hasta cierto punto. Interrogación directa: Accepisti meam epistulam? “ ¿Has re cibido mi carta?” Interrogación indirecta: An acceperim (epistulam tuam) quaeris “ Preguntas si he recibido tu carta” (Pl., Ep., 9, 28, 5). /Accepisti meam epistulam? / es una interrogación en boca de alguien. El hablante no utiliza el verbo quaerere para que su oyente se informe de que el mensaje constituye una pregunta: el significante de la modalidad interrogativa es la entonación de la viva voz (el signo de interrogación en la lengua escrita). /An acceperim tuam epistulam quaeris/ es una traducción, en modalidad declarativa, del mensaje anterior. No requiere la pre sencia del hablante; y en ausencia de éste y de su entonación personal como portadora de la modalidad interrogativa se emplea un verbo que por el semantema verbal (quaero) indica que se trata de una pregunta, y, además, gracias a la categoría verbal de la “persona” , indica quién es el sujeto que pregunta. Pero dicho verbo plantea ¿pso jacto, por su transitividad, un problema: “ pregunto (-as, -a, etc.) ¿qué?. Y, acto seguido, viene
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la respuesta a este problema, es decir, el objeto de la pregunta. Pero todo en pura modalidad declarativa. Basta observar, para comprobarlo, que ante un mensaje que incluya una “ interroga ción subordinada” puede plantearse la cuestión de su veracidad: La primavera ha venido: Nadie sabe cómo ha sido. ¿Es o no es verdad que nadie sabe cómo ha sido? No es posible aplicar semejante prueba a^la interrogación directa: /¿Cóm o ha sido?/ La interrogación “ indirecta” , es decir, subordinada, siempre se queda incorporada como elemento de “ otro mensaje” : otro mensaje que puede adoptar cualquiera de las modalidades de la frase: a) Ejemplo de incorporación a mensajes declarativos: Nescío quis uenerit. b) Ejemplo de incorporación a mensajes interrogativos: Quid illo faciemus, stulta? — Quid facias rogas? “ ¿Qué hare mos con él, tonta? — ¿Preguntas qué has de hacer? (Ter., Eun.x 837). c) Ejemplos de incorporación a mensajes impresivos: Vita quam sit breuis, cogita “ Piensa en la brevedad de la vida” (Pl., Most, 726) Videamus primum deorumne prouidentia mundus regatur, deinde consulantne di rebus humanis “ Veamos en primer lugar si la providencia divina gobierna el mundo, y, después, si los dio ses se preocupan de las cosas humanas” (Cic., deor. nat., 3, 65), 2. Ahora bien, en determinadas condiciones, las interroga ciones subordinadas, incorporadas ya sea a frases declarativas, ya interrogativas, ya impresivas, dejan traslucir lo que pudiera ser una interrogación directa; y tanto el hablante como el oyente las toman por el lado del contenido como si fueran interroga ciones directas. Así, /quaero quis uenerit/ no se interpreta como pura información a la que cabría, por parte del oyente, una re acción como ésta: “ ¡Enterado! Ya sé que preguntas por la iden tidad de alguien que ha llegado” . En lugar de esa interpretación tan lógica, el hablante que dice “ Quaero quis uenerit” y el oyente que capta ese mensaje
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informativo, entienden la declaración como un sustituto de la pregunta absoluta e intempestiva “ Quis uenit?” ; y entonces ya no se contesta con un / “ enterado de lo que dices” /, sino que se contesta: “Ha venido Fulano” . Volviendo al ejemplo de Plinio (E p 9, 28, 5)': An acceperim (epistulam) quaeris. — Non accepi “ Me preguntas si he recibido tu carta. — No la recibí” . Es la misma respuesta que hubiera dado a la interrogación directa: Accepisti epistulam meam? En todo esto no hay nada de extraño. Más difícil parece, y es no obstante frecuente, que un mensaje declarativo como “Fumar es nocivo” pueda, en determinadas circunstancias, sustituir —y resultar equivalente— a un mensaje impresivo: “ ¡No fumes!” D) Como confirmación de la doctrina aquí sostenida, no está de más señala? el paralelismo exacto, en cuanto a modalidad se refiere, entre mensaje interrogativo directo / mensaje interroga tivo indirecto (es decir, subordinado) por un lado, y, por otro, entre mensaje impresivo directo / mensaje impresivo indirecto (es decir, subordinado) : quis uenit?
uenil
quaerit quis uenerit.
iubet te uenire.
fueni!/ es mensaje impresivo; /iubet te uenire/ no lo es. Este último es declarativo, aunque de semántica impresiva (por el léxico utilizado). Su carácter declarativo se comprueba, como siempre, por la posibilidad de someterlo a la prueba de la vera cidad: “ ¿Es verdad o no es verdad que él te manda venir?” No puede someterse a la misma prueba el mensaje impresivo di recto ¡u e ni!/. E) Caracterización de la interrogación subordinada. — Fren te a la interrogación directa, que no requiere más que un ha blante in actu con la entonación adecuada, la interrogación su bordinada exige condicionamientos más complejos tanto en la oración principal como en la propia subordinada. 1. En primer lugar el verbo principal o regente no puede ser cualquiera: ha de ser el verbo “ preguntar” u otro más o menos
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análogo. En latín quaerere es el gran verbo regente de las in terrogativas subordinadas; en su lugar puede salir rogare} que es un sinónimo, y algunos más que, sin ser sinónimos de quae rere, tienen en su semántica algún rasgo que implica búsqueda, averiguación o algo parecido: dubito, scio, nescio, ignoro, (in) certus sum, clam me est, considero, delibero, uideo (sobre todo en imperativo: uide), metuo ( = “ me pregunto con temor” ), exspecto, etc.; y, por supuesto, dico (¡que abarca por definición cuanto es susceptible de decirse!). Los estudiosos se han complacido durante generaciones en establecer listas y contar los verbos que “rigen” ya sea tal o cual caso como complemento nominal, ya sea la construcción de infinitivo, ya sea el ut con subjuntivo, etc., etc. No conocemos ninguna publicación en que se consignen los verbos que -rigen” la oración interrogativa indirecta; si la hubiera comprobaríamos sin duda que el número de verbos susceptibles de llevar interro gaciones subordinadas es muy reducido. 2 a) Caracterización negativa de la propia interrogación su bordinada es la ausencia de la entonación interrogativa, como hemos dicho insistentemente en las páginas anteriores. b) En segundo lugar, en contraste con lo que ocurre con las interrogaciones directas, es indispensable en las interrogaciones subordinadas la presencia de un término introductor pertene ciente al léxico interrogativo. Este término interrogativo intro ductor puede ser una partícula propiamente dicha (-ne, num, utrum, an, etc.), un pronombre (quis), un adjetivo (quantus, qualis, etc.) o un adverbio (ut, ubi, cur, etc.) de las respectivas serie;; de interrogativos. Leemos en algunos tratados (por ejemplo, Ernout-Thomas, § 317) que la presencia de un término introductor no es indis pensable en la interrogación indirecta, como tampoco lo es, según ellos y según hemos dicho nosotros mismos antes, en la interro gación directa. Sin embargo, si nos atenemos a los textos, no puede sostenerse que la interrogación directa y la indirecta res pondan a la misma norma en cuanto a la presencia o ausencia del término interrogativo introductor. La ausencia de dicho tér mino en las interrogaciones directas se da con tanta frecuencia
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que no puede admitirse como norma de la lengua latina su pre sencia. En cambio, los casos de ausencia de un término interrogativo como introductor de la interrogativa subordinada son — nadie lo pone en duda— una auténtica rareza. Nosotros creemos incluso que la norma según la cual una interrogación subordinada ha de llevar siempre un término inte rrogativo se aplica a lo largo de toda la historia de la lengua latina sin excepciones; y que los pretendidos y contados casos de interrogación subordinada sin el correspondiente término in troductor son malas interpretaciones de los editores, que toman, innecesariamente, como construcción hipotáctica lo que en rea lidad es una construcción paratáctica. Veamos algún ejemplo: Velit nolit scire difficile est (Cic., ad Quinct. fr., 3, 8, 4). Se dice que aquí /uelit nolit/ está, excepcionalmente, por /utrum uelit an nolit/ “Es difícil saber si quiere o no quiere” . Pero nada se opone a que interpretemos: Velit? Nolit? Scire difficile est “ ¿Lo querría? ¿No lo querría? Es difícil saberlo” . Exactamente lo mismo ocurre con otro texto de Cicerón (Verr., 3, 62) donde Ernout-Thomas ven una interrogación indi recta en la que /taceret responderet/ estaría por ¡taceretne an responderet/. El texto dice: Homo quid ageret: taceret respon deret, quid faceret denique illa aetate et auctoritate praeditus, nesciebat. Nosotros interpretamos en construcción paratáctica: Homo quid ageret? Taceret? Responderet? Quid faceret denique illa aetate et auctoritate praeditus? Nesciebat. “ ¿Qué podría hacer nuestro hombre? ¿Se callaría? ¿Respondería? ¿Qué podría hacer en una palabra un hombre de su edad y prestigio? No lo sabía.” Evidentemente, la gran frontera entre interrogación directa e interrogación indirecta está en la modalidad de la frase, es decir, en la entonación del hablante. Por lo tanto, el problema puede planteársenos a nosotros al enfrentarnos con un texto antiguo; no se plantearía en el lenguaje vivo y modulado inequí vocamente. c) La presencia de un término del léxico interrogativo y la ausencia de la modalidad interrogativa como frase son, a nues tro juicio, las dos características auténticamente distintivas de la interrogación subordinada. No obstante, nuestros manuales
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de sintaxis insisten más en otra característica menos constante, a saber, el modo verbal de esta clase de subordinadas: el modo subjuntivo. Sin embargo, la generalización del subjuntivo en tales ora ciones es un hecho bastante reciente y sin llegar nunca a elimi nar totalmente el indicativo. Este último modo aparece con relativa frecuencia en período preclásico : Nescio quis loquitur “ No sé quién habla” (Pl., Amph., 1.056) Vides ut expalluit? “ ¿Ves cómo se ha puesto, de pálido?” (Pl., Cure., 311). Y sigue apareciendo, aunque mucho menos, en el período clásico y postclásico : Dic, quaeso, num. te illa terrent “Dime, por favor, si te asu"s,tan aquellas cosas” (Cic., Tuse., 1, 10) Tantum quod mihi non dixerat quid pridie cenaueram “ Tan sólo le faltó decirme qué había yo comido la víspera” (Petr., 76, 11). De estas interrogativas subordinadas con indicativo se ha dicho repetidas veces (cf. Kroll, Sintaxis científica, 1935, p. 86, ed. alemana, 1917; Wackernagel, Vorlesungen über Syntax, I, 1926, p. 242; Blatt, Précis de syntaxe latine, 1952, p. 267; etc.) que faltan de caracterización gramatical, o que no han llegado a subordinarse por completo. Pero, preguntamos nosotros, ¿no queda suficientemente asegurada su caracterización gramatical y su condición de subordinadas mediante el léxico interrogativo y la carencia de modalidad interrogativa? 5 5. — La oración de infinitivo No hay oración subordinada más típica y frecuente en latín que la oración de infinitivo. Es difícil leer un período de cual quier autor clásico sin que nos la encontremos una o varias veces. Las sintaxis latinas dedican tradicionalmente un largo capí tulo a este importantísimo tipo de subordinación. Nuestra expo sición será mucho más breve. 1. En primer lugar porque gran parte del largo capítulo aludido está siempre dedicado a enseñarnos qué verbos requieren
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la construcción con infinitivo y /o con ut completivo; y nosotros ya nos hemos referido a esta alternancia al tratar del ut (cf. pp. 152 ss.). 2. En segundo lugar porque la subordinación mediante el infinitivo no plantea problemas en cuanto a su uso como ele mento no-autónomo. Precisamente la gran diferencia entre la subordinación infinitiva frente al resto de la subordinación ra dica en que la subordinación de verbos en forma personal (salvo restos paralácticos como uolo facías, caue cadas, etc., cf. supra, p. 102) necesita marcas que adviertan del gran cambio, esto es —repitiendo palabras de Bally ya citadas anteriormente— , que adviertan de la transposición suprema que se apodera de una oración entera para convertirla funcionalmente en sustantivo, adjetivo o adverbio. Al estudio de tales marcas hemos dedicado las páginas que preceden sobre la subordinación latina. Pero lo característico de la subordinación infinitiva es que no precisa marca alguna de subordinación. El infinitivo, como forma nominal es, por naturaleza, “ subordinado” ; dicho en otros tér minos, el infinitivo, como cualquier otro nombre, desempeñará por derecho propio cualquiera de las grandes funciones del nom bre (sujeto o complemento directo) u otras funciones nominales de menor envergadura como la de aposición o la de predicado nominal : a) Sujeto: Decorum est pro patria mori “Es honroso morir por la patria” (Hör., Od., 3, 2, 13). b) Objeto : Ego amo esse et bibere ( — cibum et potum) “A mí me gusta el comer y el beber” (Pl., Poen., 313). c) Aposición: lllud est dulce} esse et bibere “ Aquello es lo agradable: el comer y beber” (Pl., Trin., 259). d) Predicado : Illuc est sapere “Eso es sabiduría” (Ter., Eun., 782). I
3. Lo que requiere explicación no son esos usos “ subordina dos” del infinitivo sino sus usos independientes, es decir, esos
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usos en que el infinitivo se convierte en centro de frase, esto es, en predicado independiente como es lo normal de cualquier forma personal; ello ocurre, como es bien sabido, en el llamado infinitivo histórico, el infinitivo exclamativo y el injinitiuus imperatiuus; cuestiones éstas ya tratadas por nosotros al estudiar Jos modos en oración independiente (cf. supra, pp. 57 ss.). 4. Se nos podría tal vez echar en cara que nosotros pare cemos estar pensando tan sólo en el simple y desnudo infinitivo como sujeto u objeto de un verbo (decorum est mori; amo bibere), y olvidamos que tal infinitivo escueto no es lo que constituye la llamada “ oración de infinitivo” ; esta denominación se reserva para el infinitivo con sujeto en acusativo (accusatiuus cum infinitiuo). Pero no es así; lo que pensamos es que la añadidura-al infi nitivo de un acusativo, susceptible de interpretarse como un su jeto, no cambia sustancialmente la situación sintáctica. Supongamos que se diga como recomendación general : Irasci minime decet “De ninguna manera es conveniente montar en cólera” ; o que se diga con Cicerón (Tuse., 4, 55) como recomen dación particular al orador: Oratorem irasci minime decet “De ninguna manera es conveniente que el orador monte en cólera” ; el tipo sintáctico es el mismo. La posible ampliación del núcleo infinitivo mediante un acusativo-sujeto (o un segundo acusativoobjeto, o un adverbio, o un complemento cualquiera) son meras variantes del mismo tipo sintáctico. No parece necesario multiplicar los ejemplos. He aquí, no obstante, algunos:
E l i n f i n i t i v o SIN s u j e t o
E l i n f i n i t i v o CON s u j e t o
EN ACU SATIVO
EN ACUSATIVO
A)
Como sujeto:
Bonum est pauxillum amare Adparet seruum hunc esse do“ Buena cosa es amar un poqui- mini pauperis “Está claro que to” (Pl., Cure., 176). éste es el siervo de un amo po bre” (Ter., Eun., 486).
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INTRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN
B)
Como objeto:
Me quasi murenam exossare co Illam ciuem esse aiunt “Dicen gitat “ Piensa deshuesarme co que la muchacha es ciudadana” mo a una murena” (Pl., Amph., (Ter., And., 833). 319).
C)
Como aposición:
Illiul est dulce, es se et bibere “Lo agradable es aquello, el comer y beber” (Pl., Trin., 259).
Certe hoc scio, tibi esse febrim “Estoy seguro de esto: que tienes fiebre” (PL, Pseud., 642). r
D)
Como predicado:
Illuc est sapere “Eso es sabiduría” (Ter., Ειιη., 782).
Istucine est operam dare bonum sodalem? “ ¿Es ésa la ayu da de un buen compañero?” (Pl., Merc., 620).
5. Un problema que plantea la oración de infinitivo *es la cuestión histórica de su origen. ¿Cómo el acusativo, normalmente el caso del objeto, y, como tal, el polo opuesto del nominativo o sujeto, ha podido llegar a considerarse como sujeto? Hay varias hipótesis ante esta paradoja. La explicación más extendida con siste en ver originariamente en el acusativo un complemento directo normal del verbo principal y una reagrupación posterior dé la articulación sintáctica mediante la cual el acusativo se une más estrechamente al infinitivo que al verbo del que depende en principio: “Lo que hemos convenido en llamar el sujeto de la oración de infinitivo no era en un principio más que un com plemento del verbo en modo personal, que estaba construido con dos acusativos, uno de persona, el otro de la acción: iubeo eum uenire (le doy una orden, la de venir)” (Riemann-Ernout, Syn taxe latine d’après les principes de la grammaire historique, 1942T, p. 317).
LA SU BORDIN ACIÓN
365
Nosotros ya hemos hecho algunas referencias personales al tema (cf. vol. I, pp. 116-117). Y no insistimos más aquí porque tal cuestión diacrónica no condiciona el funcionamiento de la oración de infinitivo como núcleo subordinado en el período histórico. 6. Como no hemos tratado en este volumen las categorías de la voz y el tiempo en su aplicación al verbo latino, tampoco nos referimos ahora a las variaciones de la oración de infinitivo a nivel de dichas categorías gramaticales; tales variaciones están por lo demás perfectamente registradas y ejemplificadas en cual quier gramática latina escolar o científica.
LA COORDINACIÓN
Pasamos ahora a referirnos a la oración compuesta por coor dinación. “ Subordinación” o “hipotaxis” son términos que aluden muy apropiadamente a elementos sintagmáticos en relación vertical y en planos superpuestos, es decir en dependencia jerárquica de inferior a superior (o de “regido” a “ regente” ) en la construc ción del período. “ Coordinación” o “ parataxis” aluden con igual propiedad a elementos en relación horizontal, es decir, situados en el mismo plano, o mismo nivel jerárquico en la construcción del período. Los elementos unidos por coordinación tienen siempre idén tica función sintáctica. Cualquier elemento de una oración y cual quier oración entera (ya sea ésta independiente, ya principal, ya subordinada de cualquier tipo) puede desdoblarse y dar así lugar a la coordinación.
§ 1. — Coordinación por yuxtaposición La coordinación puede realizarse por simple yuxtaposición (άσύνδετον o coordinación asindética) o por medio de partículas (coniunctiones copulatiuae, disiunctiuae et aduersariae).
1. Aunque sea un lugar común, conviene recordar que la simple yuxtaposición constituye el grado más rudimentario y primitivo de la composición sintáctica. No es, pues, de extrañar la frecuencia de este tipo de coordi nación: a) en expresiones arcaicas o en sectores lingüísticos espe-
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cialmente conservadores, como el lenguaje religioso, jurídico o institucional (asyndeton soüemne): Iuppiter Optimus Maximus, uolens propitius, uelitis iubeatis, emptio uenditio, qui damnatus est erit, ... Especial mención merecen los pares de colegas en las magis traturas : Cn. Pompeio, M. Crasso consulibus; ab A. Postumio, Q. Fuluio censoribus ... Pero fuera de las “ fórmulas oficiales” ha de usarse la coordi nación conjuntiva. Así, Cicerón, refiriéndose a los cónsules Marcus Aemilius Lepidus y Lucius Volcacius Tullus, escribe: Lepido et Tullo consulibus (Cat., 1, 15); el motivo es sin duda que la designación de los cónsules exclusivamente por su respectivo cognomen, en lugar del habitual praenomen y nomen, resulta del todo ajena a la fórmula consagrada. Tampoco T. Livio tiene por qué usar la fórmula mecánica de la yuxtaposición cuando en un momento crítico para Roma nos dice quiénes desempeñaban precisamente en aquellas circuns tancias las funciones consulares: Consules tunc Romae erant P. Cornelius Scipio et Ti. Sempronius Longus (21, 63). b) en géneros literarios- próximos al habla popular y fami liar (comedia, cartas, sátira) : Valent pater mater? “ ¿Están bien tu padre (y) tu madre?”, o, mejor: “ ¿Están bien tus padres?” (Pl., Merc., 948) Dictum factum “Dicho (y) hecho” (Ter., Heaut., 381) Melius peius, prosit obsit, nihil uident nisi quod lubet “Lo mejor, lo peor, lo útil, lo perjudicial, nada ven fuera de lo que les gusta” (Ter., Heaut., 643) Par impar ludere “Jugar a pares (y) nones” (Hör., Sat., 2, 3, 248). 2. Pero a pesar de su primitivismo originario, el “ rudimen tario” procedimiento de composición asindética nunca fue des deñosamente olvidado en el período áureo de la bella literatura latina. Al contrario: hasta los autores más refinados acuden a la “ sencilla” yuxtaposición como recurso estilístico de sabios efec tos expresivos. Un significativo ejemplo puede ser el siguiente de Tácito. Ha blando del atormentado período que nos va a describir en sus
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Historias, dice que hubo prodigios tanto en el cielo como sobre la tierra, y que, además, hubo respecto al futuro, praesagia, laeta, tristia, ambigua, manifesta (Hist., 1, 3, 3; transcribimos la pun tuación de la edición Les Belles Lettres); literalmente, con una avara economía sintáctica, dice: “ presagios, alegres, tristes, ambiguos, manifiestos” . La gran sorpresa del lector (antiguo o moderno) es la de compaginar los adjetivos semánticamente tan discordantes y referidos no obstante en buena ley, mediante la concordancia gramatical, al mismo sustantivo: ¿cómo pueden ser los presagios “ alegres y tristes” , “ ambiguos y precisos” ? Para que el lector pueda entender el texto, ha de poner por su cuenta la “gramática” ahorrada por el autor: “presagios (por un lado) alegres (o, al revés) tristes (y por otro lado), ambiguos (o, al revés) precisos” . Y tal lector descansa (¡satisfecho de “su propio” y “ agudo” hallazgo!) cuando cae en la cuenta del único acopla miento posible ante el desnudo material léxico. Los efectos estilísticos de la yuxtaposición pueden ser varia dos. En el ejemplo anterior el asíndeton subraya, según hemos comentado, las antítesis adjetivales. Otras veces subraya una gradación: Ex cupiditatibus odia, discidia, discordiae, seditiones, bella nascuntur “ De las pasiones nacen los odios, las disensiones, las discordias, las revueltas, las guerras” (Cic., Fin., 1, 44). En el famoso ueni, uidi, uici, la yuxtaposición, junto con las reiterativas similaridades fónicas, marca la rápida sucesión de los acontecimientos. Algo análogo ocurre en este verso de Plauto: Ñeque illa ulli homini nutet nietet annuat “ No se entienda con ningún hombre (ni) por señas, (ni) guiños, (ni) muestras de aprobación” (Asín., 784). Al mismo efecto contribuye la tan fre cuente yuxtaposición de los infinitivos llamados históricos (¡que ya son por sí solos una gran muestra de economía gramati cal!) : Interea Catilina in prima acie uersari, laborantibus succu rrere, integros pro sauciis arcessere, omnia prouidere, multum ipse pugnare, saepe hostem ferire “Entretanto Catilina se mul tiplica en la primera línea, socorre a los que se hallan en situa ción crítica, llama tropas de refresco en sustitución de los heridos, está en todo, toma buena *parte personalmente en el combate, alcanza muchas veces al enemigo con sus golpes” (Sal., Cat., 60, 4). Etc., etc.
L A COORDINACIÓN
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§ 2. — Coordinación por polisíndeton El polo opuesto del asíndeton es la coordinación por polisín deton. El polisíndeton es una acumulación de partículas de en lace. Si el asíndeton es un ahorro de gramática, el polisíndeton es un lujo y hasta un despilfarro, con fines estilísticos, de re cursos coordinantes. Por el polisíndeton trata el autor de moderar el correr dis cursivo y fijar la mente en cada elemento coordinado en par ticular : Eum tibi commendo ut et hospitem3 et familiarem meum, et gratum hominem, et uirum bonum et principem duitatis suae (Cic., Fain., 13, 25). La figura retórica del polisíndeton suele asociarse a otras exornationes, como ocurría, según hemos visto, con la yuxtapo sición asindética; además ya sabemos, según doctrina reiterada mente expuesta por nuestro colega Hernández-Vista, que los estilemas no se presentan aisladamente, sino en convergencias desde los diversos estratos de la lengua. En el ejemplo anterior pueden observarse, entre otras cosas, curiosas homofonías simé tricas. Otro tanto puede decirse del texto que sigue: Tu uero ut me et appelles, et interpelles, et obloqimre, et colloquare uelim “ De verdad yo quisiera de ti que me llames la atención, y que me interrumpas, y que me quites la palabra, y que dialogues conmigo” (Cic., Quinct. fr., 2, 8, 1).
§ 3 . — Las partículas coordinantes Entre el extremo de la yuxtaposición (pater mater) y el del polisíndeton (et pater et mater), está la coordinación del tipo pater et mater, más usual en latín y más próxima a las costum bres de nuestra propia lengua: Omnium primum salutem dicito matri et patri “Ante todo saluda a mi madre y a mi padre” (Pl., Capt., 389).
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XNTRODXJCC , ' n A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL L A TIN
A)
C o o r d in a c ió n
c o p u l a t iv a
1. El estudiante que se inicia en la lengua latina se sorpren de al encontrarse con cuatro formas equivalentes (?) a nuestra conjunción “y” : et, atque, ac y la enclítica -que. Aprende pronto que atque y ac son variantes materiales de la misma conjunción, como “y” / “ e” del español, y que el uso de una u otra variante depende, como ocurre en !
(Cic., de orat., 3, 19).
senatus populusque Romanus (fórmula habitual) senatus et populus Romanus (Sal., lug., I l l , 1) populus et senatus Romanus (Sal., lug., 41, 2).
ferro ignique (clisé habitual) ferro et igni (Suet., Caes., 75, 5) igni atque ferro (Tác., An., 14, 38). Etc. etc.
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2. Mención aparte merecen los casos en que las conjunciones parecen barajarse al azar para unir más de dos miembros. Y va mos a empezar por ellos precisamente. Un buen ejemplo, entre mil, puede ser éste de Tácito : Tiberii Gaique et Claudi ac Neronis res florentibus ipsis ob metum falsae, postquam occiderant recentibus odiis compositae sunt (An., 1, 1, 3). Calcamos la traducción francesa de este texto debida a Goelzer (ed. Les Belles Lettres, 1953), que hace caso omiso de las cópulas del original latino: “La historia de Tiberio, de Gayo, de Claudio y de Nerón, falsificada por el miedo en la época de su esplendor, se escribió después de su muerte bajo el dictado de odios todavía vivos” . Es éste uno de los casos en que algunos comentaristas han hablado de arbitrariedad en el uso de las partículas copulativas. Ahora bien, lo menos que puede alegarse para justificar a Tácito es que el gran historiador se sirvió de la variedad de instrumen tos copulativos disponibles en su lengua para agrupar a los cua tro emperadores, no como cuatro términos en serie única y me ramente cronológica (cf. la traducción antes citada), sino como una adición de términos previamente agrupados dos a dos. Esquemáticamente, la traducción que hemos ofrecido se re presentaría así: A - f B + C -fD ; en cambio, el texto de Tácito se representaría así: (A + B) + (C + D ). La perspectiva de Tácito tiene un claro fundamento histó rico : distingue en la dinastía “julio-claudiana” , por un lado a los ¿“julios” (Tiberio y Gayo) y por otro lado a los “ claudios” (Clau dio y Nerón). Tácito apunta aquí por medios puramente grama ticales a la distinción más explícita que hace en Hist., 1, 16, 2, cuando escribe: finita Iuliorum Claudiorumque domo “ extingui da la dinastía de los Julios y los Claudios” . De acuerdo con esta perspectiva y para reflejar el juego de las conjunciones del ori ginal, podemos traducir: “La historia, por un lado, de T. y G., y, por otro, de Claudio y Nerón...”
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A T ÍN
Tácito —y el procedimiento es general en él y en todos, los autores del período clásico— combina los diversos elementos yuntivos del latín para señalar diversas agrupaciones de los tér minos enumerados. Los grupos así establecidos pueden: a) Hallarse en el mismo nivel sintagmático, como ocurre en el aludido texto de Tácito. No acarrea entonces graves conse cuencias el hecho de no reparar en los grupos e interpretarlos como serie única y uniforme, tal como se ha hecho en la men cionada traducción de Goelzer. Lo mismo ocurre en matemáticas, donde sale una respuesta correcta aunque se haga caso omiso de los paréntesis en la suma (A -f- B) -f- (C + D ). b) Pero pueden también hallarse en distintos niveles sintag máticos: entonces traería graves consecuencias el no percatarse de la agrupación establecida: caería el filólogo en un error similar al craso y frecuentísimo error del matemático principiante que no sabe interpretar los paréntesis en una operación como : (A -|-f- B) -f- (C -f- D)R. Agí, plebs sordida et circo ac theatris sueta (Tác., Hist., 1, 4, 3) es un texto muy claro: “la plebe burda y-además ( = eí) acostumbrada al circo y a las representaciones teatrales” ; et une sordida y sue ta, como determinantes de plebs; ac une el bloque circo ac theatris, que determina a sueta. Si pusiéramos un segundo et en lugar de ac, cambiaría la in terpretación; habría que ver en et circo *et theatris un caso de polisíndetoh que uniría exclusivamente los dos ablativos deter minantes de sueta. He aquí ahora un texto de Cicerón que, sin las variaciones copulativas, se convertiría en auténtico jeroglífico: Contemnamus igitur omnis ineptias totamque uim bene uiuendi in animi robore ac magnitudine et in omnium rerum hu manarum contemptione ac despicientia et in omni uirtute pona mus “Despreciemos, pues, todas las frivolidades y hagamos des cansar todo el peso de la felicidad (primero) en el vigor y la grandeza del alma, luego ( = et) en el menosprecio y desdén de todo lo humano y, por último ( = et) exclusivamente en la vir tud” (Tuse., 1, 95). Puede observarse: a) contemnamus ... totamque uim ponamus;
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b) (ponamus) in ... et in ... et in...; c) los dos primeros de estos tres complementos circunstan ciales están compuestos por bloques de dos términos cada uno con ac como yuntivo : in robore ac magnitudine} in contemptione ac despicientia. Aunque menos complejos he aquí todavía un par de ejemplos en que el lector puede apreciar cómo la variación de los elemen tos copulativos facilita la interpretación: ...P ellitu r paternos in sinu ferens deos 'et uxor et uir sordidosque natos
“ Se expulsa a la esposa y al marido que se llevan en su regazo a los dioses de sus padres y también a los propres hijos cubieftos de andrajos” (Hor., Carm., 2, 18, 26-28). Secutum est illud tempus occiso Caesaref quo res publica penes Brutos uideretur esse et Cassium ac tota ciuitas se ad eos conuertisse uideretur “ Ä la muerte de César siguió aquella etapa en que el gobierno parecía estar en manos de los Brutos y tam bién ( = et) de Casio; más todavía (— ac), la ciudad entera parecía haberse asociado a ellos” (C. Nep., Att., 8 ,1 ). Ni los tratados científicos ni los escolares — donde estas ob servaciones serían de especial interés— prestan la debida aten ción a estos sutiles mecanismos copulativos del latín. Vamos a insistir con un último pero llamativo ejemplo en el que han nau fragado ilustres latinistas. Se trata de un pasaje de Tácito (Hist., 1, 10, 6) ; nos permitiremos introducir en el texto variados pa réntesis que no tienen otro objeto sino el de poner de relieve las uniones a diversos niveles que ya están marcadas en Tácito me diante la variación de las cópulas: [Occulta fati] et [(ostentis ac responsis) destinatum [Vespa siano liberisque eius 1 imperium] post fortunam credidimus; esto es: “Los secretos del hado y el destino del imperio (apuntado) por prodigios y oráculos a favor de Vespasiano y de sus hijos, (todo eso) lo hemos creído después de su éxito” . Es evidente la unión del bloque occulta fati e t ... destinatum imperium como complemento directo de credidimus; el bloque unido con ac es el complemento normal del participio destina-
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tum (literalmente: “ destinado por prodigios y oráculos” ) y el bloque unido con la enclítica -que es el complemento indirecto normal del mismo participio (“ destinado para o a favor de...” ). El texto no presenta, pues, dificultades de ningún tipo; sin embargo, editores e intérpretes, evidentemente por no percatarse del valor de las cópulas, han visto ahí grandes problemas y han llegado incluso a sospechar que el texto debía estar corrompido y necesitaba enmiendas. Citamos a continuación un comentario, aunque algo largo, en el que afloran todos los imaginarios pro blemas y los esfuerzos de los filólogos por resolverlos: “ Occulta fati ... credidimus: pasaje oscuro y de difícil inter pretación. La manera más clara de traducirlo consiste en atribuir a la conjunción et significado explicativo, como en otros pasajes acontece (et = id est), en cuyo caso la traducción del mismo será: ‘una vez proclamado Vespasiano emperador (post fortunam), he mos creído en la existencia (fuisse) de una fuerza oculta del des tino, a saber (et — id est) que por los pronósticos y vaticinios (se. de los oráculos) estaba destinado el poder a Vespasiano y a sus hijos’. Por algunos críticos se ha propuesto intercalar el abla tivo ui o potestate entre occulta y fati, en cuyo caso occulta debe ría interpretarse también como ablativo concertado con la pala bra intercalada. Es evidente que con tal enmienda desaparecen todas las dificultades de interpretación que este pasaje ofrece” (Bassols, Tácito, Historias, libro I, p. 137). 3. "Con lo dicho en el apartado precedente sobre la coordi nación múltiple al mismo nivel o a distintos niveles sintagmáti cos, parecemos atribuir a la variación copulativa un valor mera mente distintivo: parecemos admitir que lo importante es la va riación en sí misma, pero que sería indiferente acudir a cual quiera de las tres formas copulativas al iniciar cualquier adición de términos homofuncionales con tal de cambiar y acudir a otra forma cuando haya necesidad de establecer bloques entre los elementos. Aunque la realidad se limitara a sólo eso, ya valdría la pena tener en cuenta la Variación de las cópulas múltiples como pre ciosa y hasta insustituible ayuda a la hora de interpretar ciertos textos, según hemos comprobado. Pero tal concepto de la coordi nación copulativa sería incompleto: seguiríamos sin comprender
375
LA COORDINACIÓN
aquellos hechos en que sintagmas copulativos aparentemente idénticos se presentan en textos diferentes y donde no ha lugar la distinción en grupos, y no obstante aparecen unidos unas ve ces con et, otras veces con ac y otras con la enclítica -que; se guiría, pues, apareciendo como caprichosa la unión copulativa en las series antes citadas como: constare ex animo et corpore /ex corpore animoque/, ex re atque uerbis; etc. 4. Hemos de dar, pues, un paso más. Y aquí seguimos a Coseriu (Coordinación latina y coordinación románica, en Actas del III Congreso Español de Estudios Clásicos, III, pp. 35-57). Si en una lengua, escribe Coseriu, hay varias conjunciones, ellas manifiestan algo más que la mera adición. En el caso del latín, las tres conjunciones et, ac y -que forman un sistema de oposiciones tal como se representa en el siguiente esquema :
ac
et —
-que +
Es decir : en una primera oposición et, como término negativo, se opone al complejo (acj-que), como término positivo; y, dentro del término positivo se establece una segunda oposición en la que ac es término negativo frente al positivo -que. Por tanto, -que es término doblemente caracterizado: caracterizado frente a et y frente a ac; ac es término caracterizado frente a et y no carac terizado frente a -que; y, por último, et es término doblemente no caracterizado: no caracterizado tanto frente a ac como frente a -que. Coseriu concluye con las siguientes definiciones: et = “ adición” ac — “ adición” -f- “ unidad” -que = “ adición” + “ unidad” “ equivalencia” .
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5. Como bien saben los latinistas, et es la conjunción copula tiva más usual. Por tratarse del término no caracterizado, incluye a a c y a -que y, por tanto, puede sustituir a ambas formas en cualquier caso. No así a la inversa: ac y -que son de uso mucho más limitado. Dentro de la oposición ac/-que ocurre lo propio: ac incluye a -que y puede, por tanto, sustituirla; no así a la inversa: -que es de uso mucho más restringido que ac. A c y -que, frente a la adición sin matices expresada por et, marcan el carácter unitario de los términos adicionados: se trata de términos que se presentan al hablante en contigüidad semán tica (sinónimos o antónimos) o en contigüidad “real” y impe rial : infamia atque indignitas, dulcia atque amara; terra marique, ferro igniquc, senatus popidusque Romanus. Por último, la elección entre ac y -que depende de la pers
pectiva que ofrezcan los dos términos implicados en el'bloque: a) Si aparecen como estrechamente unidos o lógicamente equivalentes, el hablante usará -que. Fórmulas como terra ma rique, domi beílique, peto quaesoque, étc., vienen aquí a la mente de cualquier latinista. En Tácito encontramos a poca distancia dos ejemplos menos triviales e igualmente claros: Iuliorum Claudiorumque domus “ la dinastía julio-claudiana” {Hist., 1, 16, 2) y en el capítulo siguiente (1, 17, 2), cuando Galba concluye el discurso en el que proclama a Pisón como su heredero en el tro no, dice el gran historiador, refiriéndose a la contestación d«l princeps electo: Sermo erga patrem imperatoremque reuerens “ Su discurso fue respetuoso hacia la persona de su padre (adop tivo) y (lo que es lo mismo) del emperador” . Véase en un mismo período un doble ejemplo de cópula con -que, una vez en fórmula rutinaria y otra en coordinación no rutinaria: alii terra marique rem gerendam censebant, alii to tum in Hispaniam Hannibalemque intendebant bellum “ Unos opinaban que se debía actuar (contra Cartago) por tierra y por mar (a la vez), otros concentraban todo el peso de la guerra con tra España y (lo que es lo mismo) contra Hannibal” (que estaba atacando en España) (T. Livio, 21, 6, 6).
b) Pero si no existe tal equivalencia o, en todo caso, el ha blante se desentiende de su existencia, usará ac: ista cognitio
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iuris magna atque difficilis “ ese estudio del derecho, largo y di fícil” (Cic., de orat, 1, 185) ; sine tuo quaestu ac maximo quaestu “ Sin tu beneficio y hasta muy considerable beneficio” (Cic., Verr., 3, 52). Es significativo que, para poner de relieve estos miembros explícitamente no-equivalentes, se refuerce eventualmente la con junción con otras partículas: atque adeo, atque etiam, atque in super, ac potius, ac quidem, ac quoque, ac tamen. En la misma línea está también el frecuentísimo uso de ac como conjunción “ comparativa” : aeque ac, alius ac, aliter ac, contra ac, item ac, iuxta ac, simul ac, etc. Con algunas de estas locuciones es posible — aunque no muy frecuente— sustituir ac por et; no es posible la sustitución por -que: Virtus eadem in homine ac deo est “La virtud es la misma en el hombre y/que en la divinidad” (Cic., Leg., 1, 25). En este tèxto subyace, evidentemente, la idea de que el hombre y la divinidad son distintos (no-equivalentes), pero que, no obstante, la virtud es la misma. Siempre se trata, con esas numerosas locuciones, de distin guir dos miembros de una oración o dos oraciones enteras para comparar las dos magnitudes entre sí y medir una de ellas con el patrón de la otra. 6. A título de nuevos ejemplos, volvamos a algunas de aque llas series que nos parecían puramente arbitrarias: a) constare ex animo et corpore constare ex corpore animoque constare ex re atque uerbis. Para comprender el uso de una u otra forma copulativa es imprescindible observar los hechps en su propio contexto; de lo contrario, los tres casos parecen sustancialmente idénticos y no se ve razón alguna que justifique la variedad de cópulas. Perspicuum est hominem e corpore animoque constare “Es evidente que el hombre es un compuesto de cuerpo y alma” (Cic., Fin., 5, 34). Aquí se habla de los dos componentes del hombre, indisolubles y “ equivalentes” como integrantes de la naturaleza humana: corpore animoque es, pues, el grupo espe rado, como terra marique, domi bellique, etc.
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En cambio, el mismo Cicerón (Tuse., 3, 1) inicia una diser tación filosófica así: Constamus ex animo et corpore. La razón es que ve en este momento el cuerpo y el alma no como unidad, sino como elementos separados y distintos, Puede comprobarse, efectivamente, en el texto que, acto seguido, dedica unos párra fos sucesivamente al cuerpo y al alma por separado. Y, en tercer lugar, el mismo Cicerón (de orat., 3, 19) escribe : Cum omnis ex re atque uerbis constet oratio “ Como todo dis curso, consta de fondo y forma” ; utiliza atque por tratarse del par de componentes distintos pero unidos en el discurso; no usa -que, ya sea por no dar la misma importancia al fondo y a la forma, ya sea por no preocuparse en aquel momento de su equi valencia, aunque la tuvieran. b) jerro ignique igni atque ferro (Tác., An., 14, 38, 1) ferro et igni (Suet., Caes., 75, 5).
Quien tenga en cuenta el contexto observará que Tácito, al usar igni atque ferro, deshace el indistinto y formulario grupo ferro ignique para oponer esas dos causas distintas a una ter cera: dice que los belicosos pueblos de Bretaña quedaron arra sados en buena parte por el igni atque ferro ( = grupo de armas distintas utilizadas contra ellos por los romanos) ; pero en igual o mayor medida por el hambre, ya que esas naciones, en su ter quedad, no se preocupaban de sembrar y esperaban sobrevivir — dice el historiador— apoderándose de los víveres de los ro manos. En cuanto a Suetonio (ferro et igni), se está refiriendo a un terco pompeyano que no perdona ni a las personas (libertos y esclavos) adictas a César ni a los animales que César había com prado para un espectáculo; tal individuo se conforma, en cuanto a los animales, con degollarlos en masa (contrucidauerat); con las personas se ensaña más cruelmente: no sólo las degüella: les prende, además, fuego: libertis seruisque eius ferro et igni cru delem in modum enectis. Hay, pues, en este ferro et igni no una ejecución única (o bien por el hierro o bien por el fuego), sino algo así como dos ejecuciones sucesivas.
LA COORDINACIÓN
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c) Senatus populusque Romanus senatus et populus Romanus (Sal., lug., 111, 1) populus et senatus Romanus (Sal., lug., 41, 2). No hay fórmula más constante que la de senatus populusque R.; y ésta es, ciertamente, la copulación esperada, ya que se trata de las dos autoridades ideales del mismo pueblo romano. Sin em bargo, Salustio, en dos ocasiones, no se atiene al formulismo; ello es debido a que el autor no considera entonces el “ conjunto” del pueblo y el senado operando al unísono e indistintamente en cuestiones de gobierno, sino a las dos autoridades actuando en un momento dado por separado. El hecho es patente sobre todo en 41, 2: Populus et senatus Romanus placide inter se rem pu blicam tractabant “El pueblo y el senado romano compartían entre sí el gobierno sin pasión” . El inter se es aquí decisivo para excluir el formalismo habitual. 7. Nos falta referirnos a la coordinación negativa. No esta mos aquí de acuerdo con Coseriu, cuya doctrina nos parece vi ciada por una indebida interpretación de los textos. Para Coseriu (cf. pp. 48-49 de su citado artículo), et non y ac non en ejemplos como patior et non moleste fero, o cum ab hos tibus constanter ac non timide pugnaretur, admitirían dos inter pretaciones igualmente posibles, a saber: a) non puede determinar al adverbio siguiente y formar con él el sintagma adverbial negativo / non-moleste j , /non-timide/; en cuyo caso seguiríamos — dice Coseriu— en la coordinación positiva, con la particularidad que el segundo término coordi nado sería negativo : A -f- (non-B) ; b) non puede disociarse del adverbio, en cuyo caso et non (ac non) constituiría una coordinación negativa como ñeque. Pues bien: para nosotros, solamente es admisible la primera de las dos interpretaciones; la segunda queda excluida por las normas del orden de palabras. Según dichas normas, non debe determinar al término que le sigue en la cadena hablada. Por lo demás, nuestro modo razonado de ver las cosas -está en línea con la fina intuición de los mejores latinistas, como se desprende del comentario que leemos en Ernout (Synt. lat., § 426) y que
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éste, a su vez, recogió de la sintaxis más lejana del gran Riejnann (§ 268) : “non moleste forma una expresión equivalente a aequo animo” (el texto es de Cicerón, Verr., 1, 1), En consecuencia, creemos que la coordinación propiamente negativa, aun en el período clásico, se establece de una manera uniforme con el antiguo ñeque. Y esta partícula, como tal forma coordinante negativa, carece prácticamente de limitaciones en su empleo. Si algunas veces nos encontramos con et non y ac non, pensa mos que siguen funcionando siempre como coordinación positiva, según el propio Coseriu reconoce para la primera de sus dos in terpretaciones del tipo en cuestión. El recurso “estilístico” a las formas analíticas (et non, ac non) tiene la ventaja precisamente de disociar la coordinación y la ne gación para cargar el peso de esta última concretamente en un determinado término del enunciado, que por fuerza ha de ser el primero que en la cadena hablada sea susceptible de negación. La eventual sustitución de ñeque por et (ac) non es en todo paralela a la sustitución de nec quisquam, nec quidquam, ñeque ullus, ñeque unquam, ñeque usquam, respectivamente, por et nemo, et nihil, et nullus, et numquam, et nusquam. He aquí ejemplos muy similares unidos alternativamente por ñeque y et non. La forma analítica está usada para cargar el acento sobre la negación y con ánimo de buscar la expresividad de la lítpte : Optimus uir nec tibi ignotus “ persona excelente y que no te es desconocida” (Cic., Deiot., 33) Vir bonus et non illiteratus “ hombre de bien y muy culto” (Cic., de oratore, 2, 25). Hemos dicho que la conjunción negativa ñeque carece prác ticamente de limitaciones en su empleo. Citan, sin embargo, nuestras sintaxis —y con razón— algunos casos en que se im pone el uso de et non. Creemos que ello ocurre sólo en el metalenguaje, es decir, cuando se usa el lenguaje para analizarse a sí mismo, delimitando el concepto de los términos utilizados. En tonces, como lo fundamental es oponer términos y marcar dife rencias, no basta la conjunción negativa y resulta imprescindible la negación clara del término excluido, como unidad negativa frente al primer término :
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Si hoc projectio et non fuga est “ Si esto es una salida y no una huida” (T. Liv., 2, 38, 5) Poeta facit fabulam et non agit, contra actor agit et non facit “ El poeta compone la comedia y no la representa; el actor, al contrario, la representa y no la compone” (Varr., L. L., 6, 77) Cur appellant omnes aedem deum Consentium et non deorum Consenimm? “ ¿Por qué dice todo el mundo aedem deum Con sentium y no aedem deorum Consentium? (Varr., L. L., 8, 71) Quasi ego dicam eos miseros qui nati non sint et non eos mi seros qui mortui sunt “ Como si yo hablara de los desgraciados que no han nacido y no de los desgraciados que han muerto” (Cic., T u s e 1, 13).
B)
C o o r d in a c ió n
d is y u n tiv a
1. En la coordinación disyuntiva latina observamos una or ganización paralela a la coordinación copulativa. También aquí dispone el latín de tres formas: dos autónomas y una enclítica: aut, uel, -iie. Pueden definirse así; aut — “ alterAativa” uel — “ alternativa” -j- “ elección” -ue r- "alternativa” -f- “ elección” -f- “ equivalencia” .
Aut es el término negativo frente al conjunto (uel/-ue). Como ocurría con et, aut es también, en su serie, la conjun ción más usual y la única que pasa al románico. Puede usarse siempre que se trate de expresar sencillamente la disyunción o alternativa entre dos términos, tanto si se trata de términos que se excluyen como de términos semánticamente unidos y hasta equivalentes o indiferentes a la elección. Con frecuencia consideran los autores (por ejemplo, Ernout, § 423) que aut es la conjunción disyuntiva que implica exclusión en la alternativa; pero ello sólo ocurre en cierta medida, a saber : en cuanto se opone a los términos que implican selección; pero en su uso neutro es indiferente a la noción de exclusión/noexclusión.
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Las formas uel y -ue expresan ambas una alternativa que deja al oyente la elección: -ue marca la alternativa entre térmi nos equivalentes para el hablante; es, pues, la menos disyuntiva de las conjunciones disyuntivas. V el separa dos términos dife rentes (en cuanto se opone a -ue) o equivalentes (en cuanto, como término negativo, incluye a -ue). Ejemplos: a) Aut (simple alternativa) : Hic uincendum aut moriendum est ‘‘Aquí hay que vencer
o morir”, o sea: “Estamos ante la alternativa de vencer o morir” (T. Livio, 21, 43, 5). b) Vel (alternativa con elección) : A Naeuio uel sumpsisti midta., si fateris, uel, si negas , surrupuisti “De Nevio has tomado muchos préstamos, o si no los reconoces, muchos plagios” (Cic., Brut., 76) Venit Epicurus, homo minime malus uel potius uir optimus
“Llega Epicuro, un hombre sin pizca de malicia o, mejor dicho, tin hombre excelente” (Cic., Tuse., 2, 44). c) -ue (alternativa con indiferencia en la elección) : Duabus tribusue horis “ Dos o tres horas” , o, sin dar impor tancia a la disyunción, “ de dos a tres horas” (Cic., Phil., 14, 16) Videtin, uiginti minae quid pollent quidue possunt? “ ¿ Veis qué valor o qué poder tienen veinte minas?” (Pl., Asin., 636) Quod munus reipublicae afferre maius meliusue possumus?
“ ¿Qué servicio mayor o mejor podemos ofrecer al estado?” (Cic., Diuin.* 2, 4). N o t a . — El compuesto siue (seu), como conjunción disyunti va, sigue expresando, al igual que el simple -ue, una alternativa intrascendente: Eiecto siue emisso iavi ex urbe Catilina... “ Cuan do se le expulsó o se le dejó salir de la ciudad, Catilina...” (Cic., Sulla, 17). Por otra parte, según dijimos antes, aut incluye al bloque ¡uel -ue/ y, en consecuencia, puede sustituir a ambos: Aniculae saepe inediam biduum aut triduum ferunt “Las viejecitas aguan tan frecuentemente dos o tres días sin tomar alimentos” (Cic., Tuse., 2, 40). Pero no a la inversa. Así, no se concibe la sustitu ción de aut por uel ni -ue en un texto como el siguiente: Id est
LA COORDINACIÓN
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pronuntiatum, quod est uerum aut falsum “ Un enunciado com porta el ser verdadero o falso” (Cic., Tuse., 1, 14). 2. Como ocurría en la coordinación copulativa, también pue de el latín, gracias a su sistema conjuncional, agrupar disyuncio nes múltiples sin caer en la ambigüedad: es decir, puede incluir, dentro de los términos de una disyunción, nuevas disyunciones. Entonces, la disyunción de mayor amplitud se establece con la conjunción disyuntiva más general (aut), y las alternativas in cluidas sucesivamente en cada miembro se introducen con uel y -ue: Vbi potest illa aetas aut calescere uel apricatione melius uel igni, aut uicissim umbris aquisue refrigerari salubrius? “ ¿Dón de mejor (que allí) pueden los ancianos disfrutar, ya sea del ca lor del sol o del bogar, ya sea por el contrario del saludable fresco de la sombra o de las aguas?” (Cic., Cat. M., 57). Esquema: í aut calescere
uel apricatione uel igiú
(Alternativas sucesivas) / í aut refrigerari
umbris aquisue
3. La coordinación disyuntiva, como la copulativa, puede subrayarse mediante la figura del polisíndeton: Aut bibat aut abeat “Que beba o que se vaya” (Cic., Tuse., 5, 118).
C)
C o o r d in a c ió n
a d v e r s a t iv a
1. El repertorio de conjunciones adversativas latinas es, al parecer, bastante extenso. La mayoría de nuestras sintaxis cuen tan hasta una docena larga: sed, uerum, at, ast, atqui, immo, quin, uero, autem, nihilominus, tamen, certe, quidem. 2. De este repertorio hemos de destacar tres formas, a saber, sed, at y autem, como núcleo fundamental de la relación adver sativa.
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IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S TR U C TU R A L DEL LA TIN
S e d es la conjunción más frecuente y general. No hay limita ciones a su uso en cualquier oposición adversativa, fuerte o débil: Sed haec alia quaestio est; nos ad propositum reuertamur ‘‘Pero ésta es ya otra cuestión; nosotros volvamos a nuestro propósito” (Cic., Tuse., 3, 11). Más todavía: tras una oración negativa, es normalmente la única conjunción adversativa utilizada para in dicar que las cosas no son de cierta manera, sino de otra dis tinta: A dest M. Lucullus, qui se non opinari, sed scire, non audiuisse, sed uidisse, non interfuisse, sed egisse dicit “'He aquí a M. Luculo, que no hace conjeturas, sino que declara saber; que no afirma que ha oído, sino que ha visto; no afirma que ha sido espectador, sino actor’' (Cic., Arch., 8). A t , dé uso más restringido, acentúa fuertemente la oposición adversativa, introduciendo algo nuevo y opuesto: Relictis pilis
comminus gladiis pugnatum est; at Germani phalange facta im petus gladiorum exceperunt “Dejando de lado sus picas, se en
tabló un cuerpo a cuerpo con las espadas; pero los Germanos, formando falange, aguantaron la acometida de las espadas” (Cé sar, B. G., 1, 52, 4). Vestram, indices, aequitatem et mansuetu dinem una nieder oppugnat. A t quae mater! “ Para enfrentarse, jueces, a vuestra justicia y clemencia, tan sólo hay una madre. ¡Pero qué madre!” (Cic., Cluent., 199). Obsérvese, por último, la viva réplica con at en el siguiente diálogo: Quid? Quid? Nescio. ■—At ego scio “ ¿Qué? ¿Qué? No lo sé. — Pero yo, en cambio, sí lo sé” (Ter.; Hec., 850). A v t e m (“'por otra parte” ), marca una simple contraposición y es la menos adversativa de las tres conjunciones apuntadas: Gyges a nullo uidebatur, ipse autem omnia uidebat “ A Gyges no lo veía nadie; él, en cambio ( ~ pero él) lo veía todo” (Cic., Off., 3, 38). 3. Junto a at hemos de situar su compuesto atqui (“pero de alguna manera” ) y, sobre todo, la partícula arcaica ast, que, aunque de distinta etimología, ha sido asimilada a at: “ast” sig nificat “ at" (Fest., 6). Los manuscritos vacilan enormemente en tre ambas formas. Ast se mantiene esporádicamente en el len guaje familiar, el jurídico e incluso en la alta poesía de la época augústea. Para ejemplos puede consultarse el rico material del Thesaurus (s.u.).
L A COORDINACIÓN
385
4. Las restantes “ conjunciones” adversativas son más bien adverbios (acusativos o ablativos adverbiales) y, como ya obser vó el viejo Magvid (cf. Gramm, lat., trad, francesa, París, 18854, p. 475), no constituyen propiamente un enlace gramatical. Así, no hay enlace estricto en: Ad sepulturam corpus uitrici sui negat a me datum. Hoc uero ne P. quidem Clodius dixit unquam “Dice que yo no he devuelto el cadáver de su suegro para enterrarlo. Esto, en verdad, ni el propio P. Clodio me lo echó en cara” (Cic., Phíl., 2, 17). Pero, evidentemente, nada se opone a una interpretación coordinativa-adversativa : “Pero esto ni el propio P. Clodio, etc.” . De hecho, en latín, como es también usual en muchas de nuestras lenguas actuales, ciertos adverbios se prestan a servir de sucedáneos de las partículas adversativas. Frente a la pura relación coordinativo-adversativa de sed, sus sucedáneos adver-' biales añaden diversos matices semánticos: uerum, uero, certe, immo, ceterum, etc., no pudieron gramaticalizarse hasta el punto de vaciarse de su semántica adverbial, ya que al lado de su uso como sustitutos de sed coexistió siempre, paralela y simultánea mente, su utilización como puros adverbios o adjetivos. V e r v m s e a s im iló a sed, in c lu s o e n su u s o tra s u n a n e g a c ió n ; v e r o se c o n v ir t ió m á s b i e n e n s in ó n im o d e autem; y a m b o s c o n e l m a tiz d e “ v e r a c id a d ” o “ r e a lid a d ” im p lic a d o e n su s e m á n tic a .
es una conjunción adversativa con claro matiz “ con cesivo” , como nuestro “ no obstante” o “ sin embargo” . Y ya, por último, es cuestionable el situar entre las conjun ciones a quin (“ al contrario” ) , immo (“ más bien” , “ antes bien”) , nihilominus (“ a pesar de todo” ), certe (“ ciertamente” ), quidem (“ en verdad” ), etc. T am en
D)
C o o r d in a c ió n “ c a u s a l ”
y
“ c o n c l u s iv a ”
Nuestras últimas observaciones sobre los “ adverbios-conjun ciones” de índole adversativa son igualmente válidas: a) Para la llamada coordinación “causal” : nam, enim, quip pe. Se trata de una coordinación meramente ideológica, como la que establecemos en español con nuestro adverbio “efectiva mente” .
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b) Para la coordinación “conclusiva” : Ergo, igitur, ita, cf. nuestro “así” o “ consiguientemente” . Pero aquí la lista de adver bios ideológicamente “ conclusivos” es muy amplia: eo, ideo, idcirco, hinc, inde, proinde, quamobrem, quapropter, quocirca, etcétera. No creemos necesario insistir.
VI
LA ‘'CONSECUTIO TEMPORUM”’ 1
1.
Qué es la “ consecutio temporum”
La consecutio temporum, o “concordancia temporal” , o “atrac ción temporal” , nos dice que entre el verbo de la oración princi pal y el de la subordinada hay congruencia en cuanto al tiempo. Más concretamente : el tiempo de la oración principal «trae a su esfera a ciertas formas temporales de la oración subordinada con exclusión de otras, según se trate de expresar la simultaneidad, la anterioridad o la posterioridad. Es fácil comprobar la aplica ción de esta regla tanto en latín como en castellano: S im u lta n e id a d :
uidemus quod facis: uidebivius quod facies: ■uidebamus (uidimus) quod fa ciebas:
“ v e m o s lo q u e h a c e s ” ; “ v e r e m o s lo q u e h a r á s ” ; “ v e ía m o s (v im o s ) lo q u e h a c ía s ”
A n t e r io r id a d :
uidemus quod fecisti: uidebimus quod feceris: uidimus quod feceras:
“ v e m o s l o q u e h ic is t e ” ; “ v e re m o s lo qu e h a brás h e c h o ” ; “ v im o s lo q u e h a b ía s h e c h o ” .
P o s te r io r id a d :
uidemus quod facturus es: uidebimus quod facturus eris: uidimus quod facturus eras:
“ v e m o s lo qu e vas a h a ce r ” ; “ v e r e m o s lo q u e irás a h a c e r ” ; “ v im o s l o q u e ib a s a h a c e r ” .
1. Este capítulo y el siguiente se publicaron anteriormente en nuestro manual escolar Latín, ed. “Edelvives” , 1978, pp. 127-136.
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IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL L A TIN
2.
La concordancia temporal en latín (y en castellano)
La concordancia temporal puede sistematizarse en un esque ma como el siguiente:
O r a c i ó n s u b o r d in a d a e n r e la c ió n d e :
O r a c ió n p r i n c i p a l
Sim vltan eidad
T iem p o
A nterioridad,
P resen te F u tu ro
J
I m p e r fe c t o
|
P e rfe cto
/
P lu s c u a m p e r fe c t o
P resen te
P e r fe c t o
i m p e r fe c t o
P lu s c u a m p e r fe c t o
P osteriorid a d
P a r tic ip io fu tu r o —p sis
P a r tic ip io fu tu r o -f- esses
J
T a l e s q u e m a a b s tr a c to p u e d e c o n c r e t a r s e o m a te r ia liz a r s e e n e s te o t r o :
ro g o
q u id
'
“ p reg u n to”
quid facias “ q u é h a ces”
rogabo “ p reg u n ta ré”
/
rogaui
\
quid feceris “ qu é has h ech o”
“ p reg u n ta b a ”
quid faceres “ q u é h a c ía s ”
quid fecisses “ q u é h a b ía s h ech o”
rogaueram “ h a b ía p r e g u n t a d o ” >
sis " q u é vas a h a cer”
“ p reg u n té”
rogabam
fa ctu ru s
quid facturus esses “ q u é ib a s a h a cer”
LA “ CONSECUTIO TE M PO R U M ”
389
Si nos fijamos en ese esquema-modelo, podemos comprobar que el tiempo de la oración subordinada se adapta al tiempo de la oración principal según la misma regla de concordancia tanto en latín como en castellano. Lo único que varía es el modo, ya que el latín adopta automáticamente el modo subjuntivo en las interrogaciones subordinadas y, en cambio, el castellano mantie ne el indicativo. Obsérvese también que en el esquema figura siempre un tiem po del indicativo en la oración principal y su correspondiente tiempo subordinado en subjuntivo. Sin embargo, puede darse concordancia temporal con indicativo en ambas oraciones (cf. su pra uidemus quod /acis, uidebimus quod facies, etc.) y también con tiempos de modos entrecruzados; volveremos luego sobre esta cuestión.
3. 1.
Ejemplos
Tipo ‘ rogo quid facias”
Quaero num tu senatui causam tuam permittas: “Te pregunto si abandonas tu causa en manos del senado” (Cic., In Vat.). Nes cis quantas uires uirtus habeat: “ No sabes qué arrestos tiene el valor” (Cic., Parad.). Nemo ignorat quo hic splendore sit: “Nadie ignora en qué esplendorosa situación se halla este hombre” (Cic., Verr. 2, 111). 2.
Tipo "rogo quid feceris"
Non quaero quis percusserit: “No pregunto quién dio el gol pe” (Cic., R. Am.). Vereor ne studia tribunorum amiserimus: “Me temo que hayamos perdido las simpatías de los tribunos” (Cic., Att.). Quanta multitudo conuenerit uides: “ Ya ves qué in mensa multitud ha acudido” (Cic., Plane.). 3.
Tipo “rogo quid facturus sis”
Non quaero quid tu dicturus sis: “ No averiguo lo que vas a decir” (Cic., in Caecil.). Incertum est quam longa cuiusque nos trum uita futura sit: “ Se ignora qué duración va a tener la vida de cada uno de nosotros” (Cic., Verr). Cum quaerimus quid fac
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INTRODUCCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN
turi sint...: “ Cuando consideramos qué van a hacer” (Cic.,.De off.)· 4. He aquí ahora algunas muestras de concordancia tempo ral con formas regentes en presente, pero no del modo indicativo, sino del imperativo y del subjuntivo: Cura nequid ei desit: “ Procura que nada le falte” (Cic., A tt.). Quid agas, ubi futurus sis, quales res nostras reliqueris, cura ut sciamus: “Procura que sepamos qué haces, dónde vas a estar, en qué situación has dejado nuestras cosas” (Cic., Att.). Este ejemplo presenta, a la vez, la triple relación de simultaneidad (agas), posterioridad (futurus sis) y anterioridad (reliqueris); ob sérvese, igualmente, que el presente ut sciavius es regente con relación a agas, futurus sis y reliqueris, y, a la vez, regido con relación al imperativo cura. 5.
Tipos “ rogabo quid facias, quid feceris, quid facturus sis”
Existumabitis qualis illa paz sit: “ Vosotros juzgaréis qué cla se de paz es aquélla” (Sal., lug.). Te disertum putabo si osten•deris quo modo sis defensurus: “ Te juzgaré elocuente si me ex plicas (o cuando me hayas explicado) cómo te vas a defender” (Cic., Phil.). Obsérvese la anterioridad en ostenderis, la poste rioridad en sis defensurus. 6.
Tipo “ rogaui quid faceres”
Quaesiui quid dubitaret: “ Le pregunté por qué titubeaba” (Cic., Cat.). Feci ut prodessem multis: “ Procuré ser útil a muchos” (Cic., A in ic.).
7.
Tipo “rogaui quid fecisses”
Intellexi quid eum pepugisset: “ Comprendí lo que le había picado” (Cic., Rose. Am.). 8.
Tipo “rogaui quid facturus esses”
Quaesiui ex eo quemadmodum agrum esset distributurus: “Le pregunté cómo iba él a distribuir el campo” (Cic., Leg. Agr.).
LA “ CONSECUTIO T EM PORU M ”
9.
391
Tipo “ rogabam quid faceres”
Prima incedebant signa legionum ne quid hostis timeret: “ Se adelantaban las primeras banderas de las legiones para que el enemigo no tuviera ningún temor” (T. L iv.). 10.
Tipo “rogabam quid fecisses”
Quaerebat cur solus uenisset: “Le preguntaba por qué había venido solo” (Cic., Cluent.). 11.
Tipo “ rogabam quid facturus esses”
,
Expectabant homines quidnam acturus esset: “La gente se preguntaba qué iba a hacer él” (Cic., De praet. Sicil.). 12.
Tipo “rogaueram quid faceres”
Quaesierat ex me quidnam sentirem: “ Me había preguntado qué era lo que yo pensaba” (Cic., Rep.).
4.
Concordancia temporal entre tiempos de un mismo modo: el indicativo
Hemos formulado “ la regla” de la concordancia temporal y la hemos visto bien confirmada, punto por punto, en la serie de textos aducidos al efecto. En estos textos casi todos los verbos regentes han aparecido en indicativo y los regidos en subjuntivo. La misma observación sería aplicable a las series de ejemplos citados en los manuales de sintaxis latina en general. Tal coin cidencia en los manuales refleja una realidad, a saber, que la gran mayoría de concordancias temporales observables en los textos literarios se dan entre un tiempo del indicativo en la orac ;ón principal y un tiempo del subjuntivo en la oración subor dinada. Pero el esquema más común no ha de hacernos olvidar que “ la concordancia temporal” afecta tan sólo a los tiempos y nada tiene que ver con los modos. Puede darse, igualmente, por tanto, la situación inversa, es decir, un tiempo de subjun tivo como regente y un tiempo de indicativo vinculado temporal mente a él: Cum ab Rhodo cum iis, quas habueramus, nauibus in Lyciam uenissemus: “ Como hubiésemos llegado de Rodas a
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Licia con las naves que habíamos tenido a nuestra disposición” (Cic., Fam.). Y pueden, finalmente, hallarse vinculados por la concordancia temporal dos tiempos del mismo modo: el subjun tivo (ya hemos comentado antes el ejemplo Quid agas, ubi fu turus sis, quales res nostras reliqueris, cura ut sciamus) o el indicativo. Veamos unas muestras de esta última alternativa (¡con exacto paralelismo castellano!) : Eorum uerborum quorum eaedem erant ■postremae duae litterae quae sunt in “optimus” postremam litteram detrahebant: “En las palabras cuyas dos úl timas letras eran las mismas que hay en “ optimus” , suprimían la última letra” (Cic., Or.) ; quorun erant = quorun sunt. Antiquitas melius ea fortasse quae erant uera cernebat: “La antigüedad discernía tal vez mejor (que nosotros) lo que era la verdad” (Cic., Tuse.) ; quae erant = quae sunt. Ad eum locum, qui appellabatur Palaeste, milites exposuit: “Desembarcó sus tropas en un lugar que se llamaba Palaeste” (César, B. C.); qui apellabatur = qui appellatur.
5.
Alcance de la regla de la concordancia temporal
La regla de la consecutio temporum, tal como se ha formu lado y ejemplificado, parece efectivamente una regla que se cum ple por igual, con bastante paralelismo, en latín y en castellano. Pero el capítulo de la consecutio temporum se complica enorme mente a partir de aquí: las sintaxis latinas citan excepciones a la regla en número ilimitado, como se podrían seguir citando ejemplos conformes a la regla, en número igualmente ilimitado. ¿Qué pasa entonces? ¿Vale o no vale la regla? No entraremos en la enrevesada y voluminosa casuística que suele figurar en los tratados habituales. Nos limitaremos a algu nas consideraciones generales que pueden aclarar la compleja situación : a) En primer lugar, los datos con que hemos jugado en el esquema no son tan transparentes como parece a primera vista. No hemos contado con la elasticidad, por decirlo de alguna ma nera, de los “tiempos” . Concretamente, las formas llamadas pre sente y perfecto — fundamentales en el juego de la consecutio temporum— pueden abarcar períodos ilimitados. Hay un pre-
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sente “ atemporal” , válido para el presente, el pasado y hasta para el futuro (praesens pro futuro); abunda el presente “his tórico” (referido al pasado). En cuanto al perfecto, se reconoce universalmente un “perfecto-presente” , o “ presente lógico” . Ello contribuye a enredar el juego de los tiempos. Son for mas claras por el lado del significante, pero no tan unívocas, y hasta proteicas, por la cara del significado. No es de extrañar entonces que la consecutio temporum, si ha de tener lugar, se regule atendiendo a una u otra faceta de esos tiempos regentes tan complejos. Y las predicaciones nominales (como el infinitivo “ de narra ción” o el “ exclamativo” ), ¿en qué sentido han de influir sobre los verbos que de ellas dependan? Existen todavía las oraciones dependientes de un participio, o de un infinitivo, o de un supino, o de un gerundio. ¿Cómo se efectuará entonces la concordancia? La mayoría de las veces se atiende al uerbum finitum de la oración principal. A todos estos interrogantes tratan de responder —y respon den prolijamente— nuestras sintaxis. Pero es evidente que se va así complicando la sencilla regla de la consecutio previamente formulada. b) Se aclaran bastante las cosas distinguiendo — como ya suele hacerse— ciertos grupos de subordinadas. Hay un grupo de subordinadas que se adaptan generalmente a la regla de la consecutio temporum: son las interrotigavas subordinadas (“ in directas” en la' nomenclatura habitual), las completivas con ut/ne y las finales (incluidas las relativas “finales” ). La totali dad de las ejemplos de la consecutio temporum en las sintaxis latinas (y también en nuestra propia serie de ejemplos) entran en este primer grupo de subordinadas, sobre todo en la clase de las interrogaciones subordinadas. Mantienen, en cambio, su autonomía temporal, sin atenerse a la concordancia, las relativas (incluidas las relativas circunstanciales, menos las de matiz final, como acabamos de decir), las causales, las concesivas, las tem porales, las comparativas y las condicionales. Y, por último, quedan las consecutivas: están más próximas al primer grupo que al segundo, pero su autonomía temporal no es tan manifiesta. Esta clasificación — bastante generalizada— de las oraciones subordinadas reconoce en el fondo que la regla de la consecutio
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temporum no es una norma rígida obligatoria y de alcance ge neral para toda la subordinación latina. c) La aclaración fundamental de los problemas planteados por la concordancia temporal o su ausencia ha de buscarse en la distinción de tiempos absolutos y tiempos relativos. Para ex presar el tiempo de una oración subordinada, puede optarse por tomar como punto de referencia el tiempo de la oración princi pal y señalar que se trata de dos acciones, ya sea -simultáneas, ya sucesivas, en la línea del tiempo; los tiempos de la subordi nada son entonces “ relativos” , es decir, “ referidos” al tiempo de la principal. Pero puede optarse también por expresar el tiem po “ absoluto” , es decir, el tiempo relacionado exclusivamente con el momento actual en que está inmerso el hablante. Enton ces, tanto las acciones expresadas en la oración principal como en la oración subordinada se sitúan absolutamente hablando en el pasado, el presente o el futuro v:on relación a dicho hablante, sin tener para nada en cuenta la congruencia temporal entre verbo y verbo. En latín ocurre lo que ocurre en castellano en frases como las siguientes: “ En la clase anterior hemos discutido lo que era la justicia (tiempo relativo), o lo que es la justicia (tiempo abso luto)” ; “Traté por entonces a un amigo que se llamaba (tiempo relativo), o que se llama (tiempo absoluto) Pedro” . En el § 4 hemos citado varios ejemplos en los que, al lado del tiempo relativo (es decir, en concordancia temporal) usado por los autores, hemos señalado el posible tiempo absoluto (des ligado de la concordancia) ; recordamos uno de ellos para enfren tarlo a otro de la misma estructura y sin concordancia temporal: Ad eum locum, qui appellabatur Palaeste milites exposuit (César, B. C .); appellabatur = appellatur; en cambio, Nepote (18, 5,3) opta por el tiempo “ absoluto” : In castellum quod Nora appellatur confugit: “ Se refugió en el fortín que se llama Nora” . Y este ejemplo sin consecutio no es un caso aislado. No siempre es posible la opción sin que se resienta el sentido; el cambio de sentido puede ser tan grave que no haya lugar a una libre elección razonable. En el ejemplo castellano: “Traté a un amigo que se llamaba/que se llama Pedro” , no sería razonable usar el tiempo absoluto “ se llama’’ si el amigo ya estuviera muer to hace tiempo. Puede darse el caso de que, bajo un mismo verbo
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regente, aparezcan — o por libre elección del hablante o por ne cesidades expresivas— simultáneamente verbos dependientes en tiempo relativo (es decir, con consecutio) y verbos en tiempo absoluto (es decir, sin congruencia con el tiempo regente) ; así ocurre en Suetonio (Claud. I, 10) : Quod equidem magis ne prae termitterem rettuli quam quia uerum putem, cum Augustus Dru sum tanto opere dilexerit: “He referido tal noticia en verdad más bien por no silenciarla que por (porque yo pueda) estimarla ver dadera, ya que Augusto tuvo en tanto aprecio a Druso” . Praeter mitterem está regulado sobre rettuli; no lo están putem ni dile xerit. ' d) Y, por último, hagamos observar que la consecutio tem porum reduce automáticamente a “ tiempo” lo que no es tiempo sino “ modo” . Cuando el uso de los “tiempos del subjuntivo” es consecuencia de una atracción temporal por el verbo regente, queda neutralizada la importante oposición Potencial/Irreal que positivamente debían marcarse mediante las formas faciam, fece rim / facerem, fecissem. El hablante que quiera mantener la opo sición modal, no se atiene a la congruencia temporal (de aquí han surgido muchas “ excepciones” a la consecutio).
6.
Conclusión
Aunque es evidente que hay un sinfín de oraciones subordi nadas cuyos tiempos verbales se regulan visiblemente sobre los verbos de que dependen, creemos que no existe una ars obliga toria, es decir, una regla estricta y obligatoria de concordancia temporal : lo que existe es, simplemente, una posibilidad de elec ción temporal, en determinadas circunstancias, entre tiempos absolutos y tiempos relativos. No debe ampliarse el alcance de la consecutio temporum hasta abarcar obligatoriamente y por principio toda la subordinación y hasta prohibir, como incorrec ción, el uso matizado de tiempos y modos.
VH LA ATRACCIÓN MODAL
1.
En qué consiste la atracción modal
El fenómeno de la atracción modal sólo puede producirse ante un complejo de varias oraciones estructuradas a distintos niveles sintácticos dentro de la misma frase, como ocurre en los siguientes textos de César: Hortatus est ne grauiter ferrent ea quae accidissent: “Invitó a que no aguantaran con malhumor lo que había ocurrido” (B. C. 3, 73,3). Noli existimare hunc esse exercitum qui Galliam deuicerit: “ No te imagines que ése es el ejército que derrotó a la Galia” (B. C. 3, 87,1).
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Con esas muestras a la vista podemos ya definir el fenómeno de la atracción modal: por atracción modal pasa al subjuntivo el verbo de cualquier oración subordinada (la del tercer nivel) en dependencia de otra oración con subjuntivo (ne ferrent), o in finitivo (hunc esse exercitum). La inmensa mayoría de los casos de atracción modal tienen lugar —según reconocen todos los tratadistas— en oraciones de tercer nivel, como la que tenemos a la vista. Incluso, según la opinión más común, sólo entonces podría haber atracción. Sin embargo, hay quienes admiten que la atracción modal puede darse también con sólo dos niveles: Quod tibi suadeam, suadeam patri meo: “ Lo que te aconsejo, se lo aconsejaría a mi propio padre” (Pl. Capt. 237). Por tanto, habría posible atracción tanto en segundo como en tercer nivel: para que un presunto indica tivo pase a subjuntivo, basta que figure en una oración subor dinada en dependencia de otra oración subjuntiva, tanto si ésüa es principal, absolutamente hablando, como sí también ella es subordinada con relación a un tercer término. Hubo una época, ya lejana, en la que se explicaban mil usos del subjuntivo por influjo de la atracción modal: una edad de oro para la doctrina en cuestión. Entonces fue F. Antoine (en un artículo publicado en 1903) quien descubrió la posible atracción modal en oraciones de se gundo nivel. Resumimos sus palabras: hay atracción o, mejor todavía, asimilación modal, cuando una oración subjuntiva (ya se trate de un subjuntivo dependiente, como suele ocurrir las más de las veces, ya independiente — las gramáticas sólo exami nan el caso de subjuntivo dependiente y todos sus ejemplos de atracción modal presentan el subjuntivo dependiente como in ductor) arrastra tras de sí un subjuntivo en la oración secunda ria que la determina y completa. Los dos modos son asimilados en la frase, como dos consonantes próximas en una palabra. Como adfero, adcurro pasan a affero, accurro, así también ut quae secum commentatus erat ea sine scripto redderet pasa a ut quae... esset ea... redderet. Este ejemplo es de Cic., Brut.: Memoria erat tanta ut quae secum commentatus esset, ea sine scripto uerbis eisdem redderet quibus cogitauisset: “ Su memoria era tal que lo que él mental mente había preparado ( = quae commentatus erat) lo expresa-
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ba, sin llevarlo escrito, en los mismos términos en que lo había pensado ( = quibus cogitauerat)” . F. Antoine y, entre otros, el gran Löfstedt, prefieren el tér mino de asimilación al de atracción modal, porque, en esta cons trucción, el subjuntivo de la oración secundaria es de la misma naturaleza que el de la oración inductora. Se ha hecho notar igualmente que en esta asimilación de mo dos no se trata de una asimilación puramente formal y externa, sino también de una asimilación lógica: así, una oración subor dinada a otra subordinada final sería — dicen los autores— una parte del fin propuesto, de la intención : Imperat, dum res adiudi cetur, hominem ut adseruent: “ Manda que, mientras no se deci diera judicialmente el asunto, tuvieran al hombre bajo vigilan cia” (Cic., Verr.) ; dum res adiudicetur forma parte de la orden que debe ser ejecutada; no se manda sólo que adseruent, sino que adseruent dum res adiudicetur.
2.
Alcance de la regla de la atracción modal
1. El período triunfante de la asimilación modal como doc trina fecunda abarca el último cuarto del siglo pasado y el pri mero del actual. Brillan entonces como estrellas de primera mag nitud en la materia Riemann (el autor de la sintaxis latina más estudiada durante muchas generaciones), Löfstedt,‘ Hofmann, Kroll, etc. En los últimos cincuenta años se ha ido restringiendo el al cance de la atracción modal, y hasta podemos citar una sintaxis latina de merecido prestigio (la de Blatt, 1.“ edición en 1952) que, para mencionar la atracción modal, sólo dedica cuatro o cinco líneas: líneas, por añadidura, netamente escépticas y per didas en medio de una página dedicada a explicar el uso de los modos en la oración relativa. Otra sintaxis muy clásica todavía en nuestros días (la de Ernout-Thomas), sin llegar al extremo de ignorar la atracción modal, pone juiciosamente las cosas en su justo medio. Entresa camos y traducimos algunos de sus párrafos (págs. 403 - 404) : “ Un análisis más riguroso y un concepto más amplio (que el de quienes acuden con demasiada facilidad a la explicación por
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atracción modal) de las funciones del subjuntivo latino permiten sustraerle a la atracción modal un alto número de ejemplos que antes se le habían concedido...” Con mayor frecuencia, en el uso de un subjuntivo, lo que se deja traslucir es una noción de eventualidad o de indetermina ción: Pl., Mil. 426; Quin ego hoc rogem quod nesciam?: “ ¿Por qué no preguntaría yo lo que ignoro (es decir, lo que yo puedo igno rar) ?” Este subjuntivo, nesciam, es el mismo que hay en Plauto, As. 29: die, obsecro hercle, serio quod te rogem: “contesta en serio, por Hércules, a mis preguntas (es decir, a lo que yo puedo eventualmente preguntarte)” ; y aquí el contexto no invita a la atracción. Se interpretará igualmente a Pkuto, As. 44: Di tibi dent quaecumque optes: “Concédante los dioses todo cuanto puedas anhe lar” ; Am. 961: Tristis seruus sit, si eri sint tristis!: ¡Que esté triste el esclavo si los amos están (si llegan a estar) tristes!” Para justificar un subjuntivo sin tener que recurrir a la atracc:ón, bastará alegar con frecuencia una relación latente de causa, oposición, etc., o el simple deseo de subrayar una circunstancia característica: César, B. G. 5, 39,2; Accidit ut nonnulli milites qui lignationis causa in siluas discessissent, repentino equitum ad.uentu interciperentur: “ Ocurrió que algunos soldados que se habían alejado para hacer leña, se vieron copados por la brusca intervención de los jinetes” ; la relativa qui discessissent indica la circunstancia que ha permitido (y disculpado) este contra tiempo... Podríamos seguir con Ernout-Thomas y otros autores expli cando usos del subjuntivo sin tener que acudir a la cómoda y fá cil muletilla de la atracción modal. 2.1. Hay todavía otros datos que es preciso tener en cuenta. Como en el tema de la consecutio temporum, según dijimos, ca bría alargarse indefinidamente citando ejemplos con consecutio y ejemplos sin consecutio, también ahora sería posible acumular muestras con atracción y sin atracción modal. No vamos a alar gar esta exposición del tema prodigando inútilmente muestras en favor y en contra. Para nuestro ulterior objetivo, daremos una sola, pero que nos parece presentar especial interés por darse y dejar de darse la atracción en circunstancias, al parecer, idén ticas.
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Plauto, Mil. 370: Numquam hercle deterrebor quin uiderim id quod uiderim: “ Jamás el temor me hará decir que no he visto lo que he visto” ; en cambio, en el verso 345 de la misma come dia leemos: Volo scire utrum ego id quod uidi uiderim: “ Quiero saber si yo he visto lo que he visto” . 2.2. R ecocem os ahora algunas observaciones empíricas y objetivas de los que con mayor afán estudiaron el fenómeno de la atracción modal. Son observaciones sobre la posición de la oración secundaria susceptible de sufrir el posible influjo de un subjuntivo regente. El primero que llamó la atención sobre este punto, fue Thulin en un estudio sobre la lengua de Plauto (De coniunctiuo Plautino, 1899). Su teoría fue posteriormente apli cada a Cicerón por F. Antoine. Ambos llegaron a las mismas conclusiones, a saber: a) La oración secundaria intercalada en la oración subjun tiva regente presenta máximas probabilidades para que la asimi lación triunfe: Volo ut quae fecerim scias. fa) La oración secundaría colocada tras la oración subjun tiva regente también suele sufrir la atracción: Volo ut scias quae fecerim. c) Si la oración secundaria va entre la oración principal y la subjuntiva regente, hay un 50% de probabilidades de atrac ción:
Volo quae
fecerim
ut scias.
d) Y, por último, si la oración secundaria encabeza la frase entera, es muy rara la atracción: Quae feci, uolo ut scias. En suma: se ve que la esfera de atracción del subjuntivo re gente, como un campo magnético, contiene un sector irresistible en cierto modo hacia el centro y cuyo radio de acción va perdien do intensidad hasta un límite nulo. 2.3. Último dato que hay que tener en cuenta: en no pocas oraciones subordinadas, un indicativo y un subjuntivo, sin ser
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sinónimos ciertamente, son intercambiables prácticamente como si lo fueran. Es lo que ocurre en oraciones subordinadas de con tenido indefinido y general, es decir, cuando no se trata de per sonas o cosas precisas, ni de hechos particulares y bien determi nados. Entonces no hay inconveniente en usar el subjuntivo en lugar del indicativo, pues el subjuntivo, como modo de lo virtual y no-actualizado, de lo simplemente posible, sea o no sea real, se prestaba a la sustitución. En casos así no hay inconveniente en elegir entre el indicativo y el subjuntivo; ocurre exactamente lo mismo en castellano. He aquí dos muestras que tomamos de los ejemplos citados en las gramáticas, el primero como “ prueba” de atracción modal y el segundo como “ excepción” . Cic., De orat. 1, 8,30: Ñeque uero mihi quicquam praestabi lius uidetur quam posse dicendo uoluntates impellere quo uelit (quo uult): “Nada es en mi opinión más hohroso que poder, me diante la palabra, arrastrar voluntades a donde uno quiera (a donde uno quiere)” . ¿Con atracción? Cic., Fam. 2, 4,1 : Haec mea causa est ut ñeque ea quae sentio (sentiam) audeam, ñeque ea quae non sentio (sentiam) uelim scri bere: “ Mi causa es tal que ni me atrevería a escribirte lo que pienso (piense) ni quisiera escribirte lo que no pienso (piense) (Sin atracción.) Nosotros creemos que, en casos como ésos, el autor elegirá el indicativo si le interesa subrayar positivamente la realidad del hecho expresado; pero si no tiene especial interés en insistir so bre tal realidad, y, si, por otra parte, coadyuvan las circunstan cias mencionadas en los apartados precedentes, tendrá éxito el influjo del verbo inductor y se producirá la atracción modal; y máxime si a todo ello se añaden eventualmente asonancias ex presivas que no podían ser indiferentes a un oído latino: Numquam deterrebor quin uiderim id quod uiderim (uidi); Quod suadeam (suadeo) suadeam patri meo; etcétera.
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3.
Conclusion
Sería un abuso exagerar los efectos de la atracción modal como se ha hecho en el pasado; pero deben admitirse algunas atracciones modales en circunstancias como las señaladas en los párrafos anteriores, ya que entonces la elección entre el indica tivo o el subjuntivo resulta intrascendente para el contenido del mensaje.