Bernard Manin Elección de representantes
Grado de autonomía de los representantes Libertad de opinión pública
Juicio mediante la discusión
Parlamentarismo Elección de una persona de confianza. Expresión de vínculos locales. Notables Los miembros electos votan como les dicta la conciencia Opinión pública y expresión electoral no coinciden. La voz del pueblo ante las “puertas del parlamento” Parlamento
Democracia de partidos Lealtad a un único partido. Expresión de pertenencia a una clase. Activista/burócrata de partido El liderazgo tiene libertad de dictar las prioridades dentro del programa Coincidencia de opinión pública y expresión electoral. Oposición
Democracia de audiencia Elección de una persona de confianza. Respuesta a los términos de oferta electoral. Experto en medios de comunicación. Elección inducida por imágenes
Debate dentro del partido. Negociaciones entre partidos. Neocorporativismo
Negociaciones entre gobierno y grupos de interés. Debate en los medios/votante flotante
Opinión pública y expresión electoral no coinciden. Encuestas de opinión
El interrogante que plantea Manin: ¿Hay realmente crisis de re presentación o es una metamorfosis? Existe una tensión natural entre los dos elementos de la democracia representativa: el representativo y el participativo. La democracia representativa no constituye una forma indirecta de gobierno del pueblo, ya que no tiene sus orígenes en la democracia directa, sino en las 3 revoluciones. Esto supone un salto cualitativo que implica la incorporación del elemento represe ntativo. ●Representantes
elemento aristocrático
Rel. Dialéctica
●Representados
elemento democrático
La idea de representación supone la idea de ausencia. Es una solución para que el pueblo deje de tomar decisiones que no está capacitado para tomar
visión elitista de la democracia.
Manin plantea una metamorfosis basando su argumento en que no se pierden los 4 elementos característicos de la democracia:
1. 2. 3. 4.
Elección de representantes Autonomía de los representantes Libertad de la opinión pública Juicio mediante la discusión
Si no están presentes los 4 elementos la tensión desaparece y se vuelca para un solo lado
“Los gobiernos representativos siguen siendo lo que fueron desde su fundación, un gobierno de élites
distinguidas del grueso de la ciudadanía por su posición social, modo de vida y educación. A lo que estamos asistiendo hoy no es más que al auge de una nueva élite y el declive de otra”
Manin construye y compara 3 tipos ideales de gobierno representativo. Son deliberadamente esquemáticos y no pretenden dar un análisis detallado de cada tipo de gobierno existente, sino permitir la comparación entre las formas que asumen las 4 características nombradas en cada uno. Los tipos ideales solo los analiza en función del tipo de representación que presentan. Es decir, la relación representantes/representados que contienen. (Deja fuera del análisis la extensión del derecho al voto y el tamaño de la población representada) a) Gobierno Parlamentario.
Elección de representantes. Medio para situar en el gobierno a personas que gozaban de la confianza de sus conciudadanos. La relación de confianza tiene un carácter esencialmente personal. Los candidatos inspiran confianza mediante la individualidad, no a través de conexiones. Representante tiene relación directa con las circunscripciones. La elección es reflejo de interacciones no políticas, ya que los representantes pertenecen a la misma comunidad social y definida geográficamente. La elección selecciona un tipo particular de élite: los notables.
Autonomía parcial de los representantes. Cada representante electo tiene libertad de votar de acuerdo con su juicio personal. No tiene el deber de transmitir una voluntad política ya definida fuera del parlamento. No es portavoz de sus electores, sino fideicomisario (concepto de Burke). La independecia de cada representante se debe en parte a que es elegido por factores no políticos, tales como la reputación local.
Libertad de la opinión pública. La libertad de opinión pública en esta forma de gobierno incrementa la posibilidad de que se abra una brecha entre la opinión pública y el parlamento. La libertad de opinión pública parece indisociable de ciertos riesgos para el orden público.
Juicio mediante la discusión. Los representantes no están atados a los deseos de los que los eligen, el parlamento puede ser un órgano deliberador. Es decir, un lugar donde los representantes forman su voluntad mediante la discusión y en el que se llega al consentimiento de la mayoría a través del intercambio de argumentos. La posibilidad de que los representantes cambien de opinión es una condición necesaria, aunque no suficiente, de la discusión persuasiva. La libertad de los representantes puede verse en el constante cambio de divisiones y agrupaciones entre los representantes.
b) Democracia de partidos. Elección de representantes. Ya no hay relación personal con los representantes debido a la ampliación del electorado. Los ciudadanos ya no votan a alguien que conocen, sino a un miembro de partido. Los partidos políticos fueron creados para movilizar un electorado más amplio. Se suponía que la creación de los partidos de masas iban a significar el fin del elitismo del sistema parlamentario, pero esto no fue así ya que se abrió una brecha enorme entre los dirigentes y las bases de un paradigmático partico de masas y clase. Aunque los líderes pudieran
tener orígenes en la clase trabajadora, llevaban una vida pequeño burguesa. El partido pasa a ser dominado por élites “desproletarizadas”.
Autonomía parcial de los representantes. El representante ya no es libre para votar a su propio juicio: tiene obligaciones con el partido, al que debe su elección. Es un mero delegado de su partido. El parlamento se convierte en un instrumento que mide y registra la fuerza relativa de los intereses sociales en conflicto. Los votantes individuales se adhieren a uno de los bandos con todos sus intereses y beneficios, si un bando triunfa, el opuesto está sometido a una derrota total que se extiende a todas las áreas: podría preferir el recurso de las armas. La estabilidad electoral incluso aumenta el riesgo: hay pocas chances de que la situación se revierta en un futuro cercano. Entonces, maximiza el riesgo de enfrentamiento abierto. Pero ese mismo riesgo crea un incentivo para que los partidos eviten ese resultado. El bando mayoritario debe llegar a un compromiso con la minoría. Es viable si los intereses contrapuestos aceptan explícitamente el principio de compromiso político. Los partidos optan desde el principio por dejar espacio a voluntades ajenas Los partidos tienen la libertad de no llevar a cabo todos los planes una vez en el poder: deben reservarse espacios de maniobra. La democracia de partidos no elimina de facto la independencia parcial de los que están en el poder respecto de los deseos de los votantes.
Libertad de la opinión pública. Los partidos organizan la competencia electoral y la expresión de la opinión pública. Las diversas asociaciones y la prensa están relacionadas con alguno de los partidos. Se obtiene información con orientación política. Se está poco expuesto a las opinions de la oposición, lo que refuerza la estabilidad. La división de la opinión pública coincide con las divisiones electorales. En la democracia de partidos, la opinión pública adopta la forma de libertad de oposición.
Juicio mediante la discusión. Las sesiones parlamentarias dejan de ser el foro de discusión deliberativa. Los grupos parlamentarios votan en función de su actitud frente al gobierno. No votan de acuerdo a los argumentos intercambiados en el parlamento, sino como resultado de las decisiones tomadas en otros ámbitos, antes del debate. La discusión se desplazó a otros foros. Cuando la democracia de partidos es una forma estable de gobierno, no funciona a través de los programas rígidos de los partidos. c)
Democracia de “audiencia”.
Elección de representantes. Los resultados de las elecciones varían significativamente de unas elecciones a otras, permaneciendo invariable el trasfondo cultural y socioeconómico de los votantes.
Personalización de la opción electoral. Las personas cambian su voto de una elección a otra dependiendo de la persona en particular que compita por su voto. Se tiende cada vez más a votar a la persona y no al partido o programa. Esto supone una desviación del comportamiento normal del voto. Es posible ver esto, no como una crisis, sino como el retorno a un rasgo del parlamentarismo. De todos modos, los partidos siguen cumpliendo un rol fundamental: proporcionan redes de influencias, recolección de fondos y trabajo voluntario. Esto se debe a dos causas principales: a través de los medios de comunicación los representantes pueden
volver a contactarse personalmente con sus circunscripciones sin la necesidad de la mediación de los partidos. Los candidatos exitosos no son ahora los notables locales, sino los “personajes mediáticos”. Aquí notamos que se conserva el carácter elitista, pero con un cambio en el tipo de
élite seleccionada. El experto en comunicación ha reemplazado al activista político y al burócrata de partido. Por otro lado, a los candidatos les resulta más difícil efectuar promesas detalladas, entonces, los programas que lo intentaran serían incomprensibles. Ha aumentado el ámbito de la actividad gubernamental. El entorno en el que actúan los gobiernos se ha vuelto más complejo. Los problemas a afrontar son más impredecibles. Por eso, los políticos no se atan las manos con programas detallados. Puede que haya finalizado la época de votar programas de los candidatos, pero tal vez es la era de votar el historial de los gobernantes.
El papel de la opción electoral en general. El comportamiento de los votantes varía según los términos de la opción electoral. Es decir, el voto depende de lo que esté en juego en cada elección, más que de características socioeconómicas o culturales. Los votantes responden a términos particulares ofrecidos en cada elección, más que expresar sus identidades social o cultural. Predomina la dimensión reactiva del voto. Un candidato no solo se debe presentar a sí mismo, sino también presentar una diferencia: debe definirse a sí mismo, pero también a su adversario. Las divisiones sociales son un recurso fundamental. Un electorado es susceptible a ser escindido en diferentes divisiones elegidas por los políticos según cuál sea más ventajosa para ellos. La iniciativa de los términos de la opción electoral compete al político y no al electorado (esto explica el carácter reactivo del voto). El electorado aparece como una audiencia que responde a los términos que se presentan en el ámbito del escenario político. Las divisiones más eficaces políticamente son las que se corresponden con preocupaciones del electorado: el proceso tiende a producir una convergencia entre los términos de la opción electoral y las divisiones entre el público. La convergencia se establece por sí misma y con el tiempo a través de un proceso de prueba y error. La opción final no es el resultado de un plan deliberado. Los representantes ya no son portavoces, sino fideicomisarios. Pero son también actores, seleccionando y exponiendo divisiones. AGREGAR METÁFORA DEL MERCADO Y
SCHUMPETER. Autonomía parcial de los representantes. Los representantes actuales son elegidos por su imagen, pero no debe pensarse como en contraposición de la sustancia y el contenido político. Las imágenes son representaciones simplificadas que sirven para resolver el problema de los costes de información (hay una desproporción entre los costes de la información política y la influencia que esperan ejercer sobre el resultado electoral). Los representantes, al ser elegidos a partir de imágenes esquemáticas, tienen cierta libertad de acción una vez en el cargo.
Libertad de la opinión pública. Los canales de la comunicación pública son en mayor parte políticamente neutrales o no partidistas. No están vinculados estructuralmente con los partidos que compiten por los votos. De esta manera, todo individuo recibe la misma información y esto genera que la percepción tienda a ser independiente de las inclinaciones partidistas individuales.