Querida Alejandría
Alpha
Después del impacto que le da la noticia de su casamiento en su cumpleaños catorce, Cleopatra Selene decide escribir una carta interminable detallando su vida desde el principio hasta el punto donde se encuentra, y dedicarla a la ciudad de Alejandría, su ciudad: La decisión de que se casara partió de sus protectores: su madre adoptiva Octavia, su hermano Augusto y la esposa de éste, Livia. Como Cleopatra Selene es hija de una reina, se casará con el hijo de un rey y posteriormente, se ira a vivir con él. Ambos son hijos de reyes vencidos a los que se les ha obligado a permanecer en Roma como trofeos. Los niños Tolomeos: Cleopatra Selene, Alejandro Helios y el pequeño Tolomeo, llegaron a Roma cuando los gemelos mayores tenían apenas diez años. Aunque fueron recibidos con vítores y una lluvia de pétalos de flores, estaban sujetos con cadenas de oro bien pesadas. Era a la vez un desfile triunfal para Octavio, el emperador de emperador de Roma; y una continua caminata llena de dolor, derrota y sobre todo humillación para Egipto y para sus gobernantes muertos, en cuyo lugar se presentaban los tres pequeños. Pero pese a toda esta calumnia primera, el ambiente y el trato otorgado a los niños egipcios por los romanos fue muy respetuoso. Como el cariño del noble joven Marcelo, que hacía las veces del muerto hermano mayor; o como la ternura que les brindó Octavia en lugar de su madre, Cleopatra Séptima. Sus protectores y enemigos, además de ser enemigos de sus padres Marco Antonio y Cleopatra, eligieron para Selene Selen e el esposo adecuado sin saber sa ber que ellos ya se habían elegido antes. El casamiento de Juba, el último númida, y Selene, la última Cleopatra, se realizaría pronto. El primer recuerdo de de Selene consta de un atardecer, con niñeras, pavos reales y su eunuco Basilio; donde ella y su hermano sólo tenían tres años y juntos aguardaban la llegada del padre del cual aún ignoraban su existencia. Él contrajo nupcias con una dama romana, hermana de su enemigo, mientras la reina de Egipto los llevaba aún en su vientre. La dama resultó ser Octavia y el enemigo, y heredero de Julio César, Octavio; quien quería eliminar a toda costa a Cleopatra y su descendencia, y más particularmente a Cesarión o Tolomeo César, el hermano
mayor de los Tolomeos, pues era el verdadero heredero del poder por ser hijo de Cleopatra y Julio César. En esa tarde de pavos reales Marco Antonio mimó a sus hijos como nunca, los reconoció como herederos y alabó la precisión de sus nombres, Cleopatra Selene y Alejandro Helios, la luna y el Sol; tan diferentes y tan importantes. Así como comparaban a sus hijos con deidades, Marco Antonio decía ser Dionisos, el dios de la embriaguez y los excesos; y Cleopatra séptima, con la diosa Isis (la Afrodita de Egipto), por su gran e inigualable belleza. Octavia tuvo la asombrosa idea de juntar en un solo techo a sus hijos y sobrinos, e incluso a los hijos de Marco Antonio a lo largo de su vida. Todos prestando atención a las clases de Deífobo, un preceptor griego. En ese momento estaban presentes siete de los niños imperiales: Alejandro Helios y Cleopatra Selene, Marcelo hijo de Octavia, Antonia la Mayor y Antonia la Menor hijas de Marco Antonio y Octavia, Julio Antonio hijo de Marco Antonio y de Fulvia, Julia hija de Octavio y Escribonia. El tema de esa tarde trataba sobre ciertos pasajes de la Ilíada , pero los conocimientos del maestro fueron superados por los de Selene y Helios, ya que en Alejandría y para su fundador Alejandro, los pergaminos de este poema eran considerados muy importantes y como requerimiento en la educación básica de los alejandrinos, los cuales los recitaban de memoria. Selene empieza a recordar claramente una gloriosa mañana donde ella y su hermano fueron coronados reyes en tronos de oro, junto con su nuevo hermano Tolomeo Filadelfo. La idea de ser una familia llena de reyes provino de Marco Antonio, que por esas épocas estaba librando una batalla con Partia … Esa mañana Cleopatra estaba vestida con representaciones de la diosa Isis, con una túnica blanca bordada en oro, una corona con dos lirios y en su mano el símbolo de la vida. Ella estaba sentada al lado de Marco Antonio, quien vestía una coraza de oro y llevaba alta la cabeza. También estaba presente El hermano mayor, Cesarión de catorce años, quien fue proclamado rey de reyes. Alejandro Helios estaba vistiendo un atuendo de reyes medas y una corona con plumas de pavo real. El pequeño Tolomeo estaba vestido con una clámide púrpura, con botas y un gorro real. Aunque Selene trata, aún no recuerda lo que llevaba puesto ese día; y mientras más intenta recordar, más triste se pone por ver en su mente a toda su familia tan contenta y rodeada de lujos. A toda esa familia que le fue arrebatada de las manos por el poder de la muerte, que ignoró únicamente a la última Cleopatra, Cleopatra Selene.
Beta
No pasó mucho tiempo para que una batalla naval se librara entre Roma y Egipto, en un sitio conocido con el nombre de Actium. La causa de la batalla fue el rechazo de Marco Antonio hacia Octavia, dejando de ser su esposo. Esto aumentó la furia de Octavio, que encontró como única solución la guerra; para la cual Marco Antonio y Cleopatra ya estarían planteando estrategias. Los niños siempre estuvieron al margen de la guerra: Alejandro Helios perdía el tiempo con juguetes mientras que Selene moría de la curiosidad con preguntas sobre la guerra y sus posibles fatales consecuencias; no pasó mucho tiempo para que le preguntara a Basilio qué pasaría si el imperio romano venciera a Egipto. Basilio se quedó un momento en silencio y aunque quiso quitar esa posibilidad de la mente de la niña, no pudo; así que tuvo que explicarle la verdad: si un imperio perdía la guerra, sus reyes serían expuestos como trofeos y obligados a desfilar en un desfile; así como lo hizo su tía Arsinoe al desfilar con el príncipe Juba de cinco años frente a Julio César. Luego de un tiempo llegaron al puerto galeras egipcias intactas trayendo a la reina Cleopatra cubierta de oro. Se impuso tres días de fiesta para celebrar la victoria de Egipto y dar algo de gozo a todo el pueblo de Alejandría, pero sólo Selene y Cesarión con una oscura intuición se dieron cuenta de que todo era una farsa, sobre todo porque Marco Antonio no regresó. La reina ocultaba la cruel verdad: el ejército egipcio era cada vez más vulnerable debido a la pérdida de varios de sus soldados, ya sea por la muerte o por el paso al bando contario. Cleopatra fue iluminada por un momento de lucidez y se dio cuenta que con sólo ignorar a sus hijos no podría protegerlos, así que ideo un plan para alejarlos del peligro: tendría que ocultarlos en lugares remotos, poco conocidos y bien protegidos. Luego de analizar varios mapas decidió enviar a Cesarión a la India, a sus gemelos y al pequeño bebé, y decidió mandarlos a Hispania: donde serían mantenidos con su gran herencia mientras que la reina iría formando allí otro ejército con los enemigos de Octavio. Se decía en la ciudad que Marco Antonio había regresado a Alejandría convertido en filósofo, no pasó mucho para que dejara de lado ese papel y regresara con Cleopatra. Ellos disfrutaban todo lo que podían mientras dejaban de lado a sus hijos, que en total eran 5 en palacio, porque además de Cesarión estaba Antilo, hijo de Marco Antonio y Fulvia. Un cierto día Antilo se le acercó a Selene con la intención de confiarle un secreto, al principio dudó en contárselo por su corta edad pero prosiguió con su propósito. La condujo a un cuarto, con mirillas hacia otra sala más grande donde estaba Cleopatra, Marco Antonio y muchos otros
invitados. Trajeron de pronto a un hombre a quien le obligaron a tomar un vaso, después de un momento sufrió dolorosas convulsiones y al cabo de un rato falleció; lo cual a Antilo no lo sorprendió pues llevaba días presenciando actos similares. Selene desconcertada preguntó qué ocurría y Antilo, sereno y con un tono frívolo, le contestó que su madre estaba probando venenos para acabar con su vida, porque cuando sean vencidos definitivamente, ella se suicidaría y Marco Antonio moriría luchando. Por esos días se sentía el aire pesado de la victoria romana. Y para disimular la situación, Cleopatra celebraba y daba largas fiestas por cualquier motivo. En un breve descanso se anunció la venida del rey Herodes, quien era considerado un espía de Octavio. Trajo noticias poco favorables para Egipto, Octavio estaba avanzando y el fin estaba cada vez más cerca. Herodes aconsejó a Marco Antonio rendirse y convertir a Egipto en una provincia Romana, y como sabía que Cleopatra se opondría a esta decisión, le aconsejó matarla. Todo esto se lo decía porque el mismo Herodes fue aconsejado y al final obligado a matar a su querida Mariamne, el sólo quería pasar su angustia a otra persona, pero no lo logró, porque Marco Antonio no haría nada en contra de su reina y mucho menos la lastimaría. Herodes jamás olvidaría las palabras de Marco Antonio defendiendo a su reina: La reina Cleopatra no moriría al menos que sea junto con Marco Antonio. Octavio y sus grandes tropas forzaron a Marco Antonio a que dejara la batalla y regresara a Alejandría, en donde su reina se enteraría de la proximidad del fin. Selene empieza a recordar la noche en que se levantó de su cama asustada y empapada en sudor, cuando fue al cuarto de Casarión y lo encontró con un disfraz de mercader árabe, listo para partir a un lugar más seguro, donde nadie, ni siquiera Octavio, lo encontraría nunca; o al menos por el tiempo suficiente.
Gamma
Sólo una persona arruinó el pasado de Selene, y esa misma le hace posible un nuevo futuro. Porque Octavio le arrebató toda la familia que tenía, y él mismo es quien le incentiva a casarse para comenzar otra nueva vida, al lado de Juba. Pero pese a lo maravilloso que se ve el futuro, jamás borrará los terribles recuerdos del pasado; como lo es el día de la derrota total de Egipto …. Cesarión había abandonado el palacio y Octavio estaba desembarcando en Egipto, todo estaba perdido. La reina empezó a trasladar sus riquezas a su cripta funeraria, encontró su muerte como la única solución para la tragedia, su orgullo como reina pudo más que el amor que le tenía a sus hijos, tanto así que se ocupaba más en los preparativos que en cuidar y velar por el futuro de los niños. Por otro lado se encontraba Marco Antonio, que así como lo prometió, se encontraba luchando a muerte contra el ejército de Octavio, que estaba formado por soldados que poco antes lo apoyaban. Él no murió en batalla, así como se predijo, sino que al poco tiempo se confirmó su suicidio creyendo que su reina había muerto. Pese a que la muerte iría tomando poco a poco las vidas de los miembros de la familia real y de las personas que le eran más cercanas; los niños no sufrirían ningún daño de parte del enemigo, puesto a que a ellos les tenía un cariño especial; pero como Basilio no era cercano a Octavio, no se pudo hacer nada para prevenir su muerte. Mientras Marco Antonio agonizaba en la cripta de Cleopatra, a donde había sido traído, unos seguidores de Octavio buscaban furiosos a Cesarión por todas las habitaciones, hasta que se entraron a la habitación donde los gemelos escuchaban atentamente las lecciones de Basilio sobre el poema de Homero, cuando los soldados quisieron llevarse a los niños por órdenes de Octavio, Basilio se interpuso entre ambos en un intento inútil de impedirlo. Fue su última voluntad pues, un segundo después, una espada romana estaría atravesándolo y quitándole el último aliento de vida. El día que llegó Octavio a Alejandría escoltado por Arios, un gran filósofo; fue vitoreado por toda la multitud. Pidió ser llevado a la tumba del gran Alejandro Magno, y luego ver a los niños Tolomeos, a quienes les aseguró un buen futuro en las manos de su hermana Octavia, la que se ofrecía como madre voluntariamente de los tres niños, que para ese momento ya eran huérfanos. La muerte de Cleopatra estaba tan bien ingeniada, que ni la seguridad romana pudo evitar el desenlace: sería traída en una canasta por un fiel servidor, una pequeña serpiente muy venenosa cubierta disimuladamente por higos para una merienda mortal. Cleopatra Séptima murió con el orgullo y la dignidad intacta.
Mientras había una procesión gigantesca que la llevaba hacia su tumba, sus tres hijos abordaban una galera con rumbo a Roma. Ver la procesión de su madre no fue el único dolor de los niños, se enteraron poco después de zarpar que ya se había localizado el escondite de Cesarión, y que Antilo yacía muerto hace unas cuantas horas. Cesarión accedió a una entrevista con Octavio con la excusa de ser una reunión con el motivo de darle un trato como el verdadero hijo del César se lo merecía. Cayó en la trampa y cuando apenas pisó el puerto egipcio donde lo esperaban impacientemente, murió rápidamente, atravesado por cuatro espadas romanas. Los primeros días de los niños egipcios en el palacio de Octavio fueron muy acogedores gracias al cariño maternal que Octavia les brindaba diariamente. Para darles una grata bienvenida les regaló una mascota a cada niño: un perro para Alejandro Helios, un gorrión para Selene y una gatita para el pequeño Tolomeo. Lo único malo de esos días en Roma era el hecho de que los niños serían obligados a desfilar durante un buen rato, frente a toda Roma. Octavia hubiera hecho hasta lo imposible por impedir este desfile, sobre todo porque Tolomeo Filadelfo estaba con fiebre desde hace varios. Pero Livia, la esposa de Octavio, le convenció que les dejara marchar. Le puso el ejemplo del pequeño príncipe Juba, que desfiló solo a los 5 años porque su padre se suicidó; y que durante los años se había convertido en un romano ejemplar. Octavia aceptó la idea del desfile. Poco antes del desfile, Octavia dio a los niños algunas instrucciones de cómo se llevaría cabo dicha actividad, incluyendo se presentaría una efigie de Cleopatra Séptima, la cual obviamente recibiría muchos insultos de parte de la población; como escuchar eso le afectaría a los niños, Octavia decidió taparles los oídos con cera. Los gemelos estarían protegidos del desfile, pero aún faltaba el pequeño, lo único que pudo hacer Octavia por él fue ordenar que se le trajese a casa apenas culminara el desfile. El día del desfile se le puso a los príncipes cadenas de oro que cargarían durante toda la ceremonia, así de la misma forma a la matrona que llevaría a Tolomeo Filadelfo. El desfile estaba encabezado por Octavio, su hijo Tiberio y su sobrino Marcelo, seguidos por varios tesoros de Alejandría, animales para el sacrificio, los príncipes vencidos, y tal como se predijo antes, la estatua de Isis que representaba a Cleopatra. Se pasó por varios lugares de Roma y la ceremonia culmino sin ningún inconveniente; a excepción del pequeño Tolomeo, que había empeorado considerablemente y que en pocos días murió de fiebre en el regazo de Octavia.
Delta
Durante todo el velorio del pequeño Tolomeo Filadelfo, Octavia lloró como si uno de sus propios hijos hubiera muerto. El tiempo pasó rápido para los niños imperiales, como Marcelo que dejó las clases de Deífobo para convertirse en hombre y ser admirado fuertemente por Octavio. Selene también tuvo ganas de abandonar las clases pues se hablaba de la batalla de Actium y les echaban en cara a los gemelos su derrota. Deífobo llevó a los niños al Altar a la Victoria que recién se había inaugurado, era una estatua alada de tamaño real que estaba parada sobre una plataforma. Les empezó a explicar niños su valor y significado, hasta que fue interrumpido por un joven alto y apuesto que ingresó a la habitación repentinamente, el cual que presentado inmediatamente a los niños como el príncipe Juba de Numidia. Deífobo le preguntó la causa de su visita y a esto Juba le contestó que fue llamado por la belleza, pero no la de la estatua; sino la de Selene. Juba le dijo a Selene que esta era la segunda vez que la veía, pues la primera fue en Alejandría, cuando acompañó a Octavio para culminar su triunfo. Pero le confesó que él fue ajeno al final de Alejandría, porque ese día fue a la biblioteca y aún al salir, no se dio cuenta de lo sangrienta que fue la batalla hasta que se encontró con el cuerpo de Antilo. Ellos se entendían pues eran muy similares y habían pasado por las mismas cosas; eran los hijos de unos reyes vencidos que se suicidaron para evitar la humillación pública. Juba creía que todo era parte del plan del destino, desde la coronación de Selene haciéndola reina de África cuando era niña, hasta la derrota de Egipto y el encuentro casual de dos príncipes con realidades similares. Un día pasó que los gemelos fueron divergentes al extremo. Ya bien avanzada la noche ninguno dormía, Selene pensaba y admiraba el rostro de Juba en su mente cuando Helios se sentó en su cama y le hizo notar a su hermana una actitud que estaba floreciendo en él. Le comentó a Selene que aunque todos los romanos e incluso ella creían que Egipto había muerto, él estaba seguro de que aún vivía en el alma de los dos, el sol y la luna; él tenía la esperanza de volver a reinar Egipto con su hermana, y además de dominar de nuevo a los romanos. Selene le dijo que eso sería imposible y que mejor se acostumbrara a vivir como un romano, le puso además el ejemplo de Juba, que era ahora un romano respetable; a esto Alejandro Helios respondió que él era sólo un cobarde seguidor de los romanos, este insulto le dolió mucho a Selene. Se distanciaron: el odio había emergido en un gemelo, y en el otro el amor.
El príncipe Númida acompañó a Octavio a otra cruenta guerra en Hispania donde se enfrentaría Roma contra cántabros y astures. Octavio no era un Julio César o un Marco Antonio, así que al primer inconveniente se hizo pasar por enfermo, una de sus tácticas más usadas. Al poco tiempo decidió restablecer su salud y ponerse un poco al margen de las pérdidas de la guerra, así que un día salió a pasear con Juba pues disfrutaba de su conversación, y gracias a él fue salvado de una muerte trágica, pues cuando comenzaba una fuerte tormenta mientras ellos discutían sobre los rayos, Juba empujó repentinamente a Octavio, el cual cayó al suelo, justo dos pasos al lado del lugar donde hubiera muerto partido por un rayo. La guerra continuó en el Monte Vindio, donde los cántabros corrieron para refugiarse y al hacerlo, el monte fue cercado por romanos por un tiempo suficiente para que el frío o el suicidio acabara con cada uno de los cántabros. Por todas estas actitudes Juba empezó a admirar a estas personas más que a los romanos. Pasaron dos años para que culminara la guerra. Y cuando sucedió Octavio fue declarado como el divino niño que anunciaban las religiones, esto entristeció a Selene y a Helios, pues siempre creyeron que ese puesto le correspondía a Cesarión. Julia, la única heredera de Augusto, se casó con Marcelo; y con este matrimonio se iniciaba un período de casamientos pues todos los niños imperiales ya habían llegado a esa edad, y se decía que Selene sería la próxima. Cuando Alejandro Helios se enteró de que Selene amaba a Juba, se distanció más de ella. Comenzó a dejar de lado las clases de Deífobo para ponerse en forma. Aparte de tanto ejercicio tenía otras actividades que hacer, como el aprender persa por medio de un esclavo encargado de realizar las tareas domésticas más bajas, leer la Iliada y la Ciropedia para ir convirtiéndose en un héroe, uno lleno de odio que vengaría a Alejandría y se convertiría en el segundo Alejandro Magno. Augusto recompensó al príncipe Juba por sus hazañas en la guerra, pese a que no había hecho nada a excepción de salvarlo de aquel rayo, devolviéndole el poder de ser el rey de Mauritania y de reinar junto a Selene, su futura e impuesta esposa. Pero la boda sólo hizo que Alejando Helios se dispersara más que antes, él sabía que su hermana se estaba convirtiendo en una total romana y que pronto se iría a Mauritania a vivir con su esposo y a olvidarse poco a poco de su gemelo. Helios le comentó a Selene que no iría a Mauritania acompañándola, sino que se dirigiría a Alejandría para terminar lo que ya había empezado. La ceremonia del matrimonio culminó alegremente con el intercambio de regalos de los novios, Selene le dio a Juba una cruz Egipcia de oro, y él le dio una peineta de plata que le trajo desde Hispania. Juba sabía que era rey de un estado vasallo, pero eso no lo hacía enfurecer, pues la vida lo había dotado de una capacidad de
perdonar indescriptible; así que decidió convertir a su reino en una nueva Alejandría a la cual llamaría Cesarea en honor al gran César, y la reinaría feliz de la mano de Cleopatra Selene. Esa noche Selene se despertó viendo a Alejandro Helios que vestía un traje de viajero y que le pedía que le acompañara. Selene se vistió aunque no quería ir con él porque de seguro los enojarían fuertemente a ambos cuando descubrieran que intentaban escaparse, pero al salir todos dormían, incluso en guardia de noche, lo cual era sospechoso. Afuera se encontraba un carruaje atado a caballos y donde les esperaba un hombre con la cara tapada disimuladamente que le pareció familiar a Selene. El tercer acompañante reveló que era Farses, el esclavo persa con quien se juntaba Helios. Farses le dijo a Selene que él había sido encargado por la misma Cleopatra Séptima para que cuidara de sus hijos, y así lo había hecho hasta ahora; que habiendo reunido un grupo amplio de personas que protegerían a los Tolomeos, se tomó la decisión de llevarlos hasta la India, pues Alejandría era presa de Roma, para que vivieran seguros. Pero Selene ya tenía raíces en Roma y no podía traicionar a todas las personas que le ayudaron durante tanto tiempo, así que rechazó la oferta del esclavo persa y puso al tanto a su hermano de que él debía ir con Farses a cumplir la misión de vengar a Alejandría.
Epsilon
A la mañana siguiente, Selene hizo su rutina diaria con normalidad, hasta que se encontró con Octavia. Su tutora le preguntó si había visto a su hermano pues no había dormido en la casa, y a la respuesta negativa de Selene, Octavia pensó que sólo se había ido a una fiesta por la noche y aún no volvía. Al poco rato se les acercó un esclavo, que entristecido les contó a las dos que el cuerpo de Alejandro Helios había sido encontrado en el río Tibet, primero ahogado y luego devorado por los peces. Octavia palideció prontamente, Selene estaba a punto de desmayarse, hasta que reconoció al esclavo, era Farses, esta noticia no era más que una farsa, ésto significaba que su hermano ya era libre y estaba a salvo. Efectivamente, el cadáver que fue recuperado era muy similar al de su hermano, y como los peces le habían devorado la cara, no se le podía reconocer; mas la ropa que llevaba era de Alejandro Helios, la muerte del joven príncipe no se puso en duda. Octavia lloró desconsoladamente, al igual que Selene, a excepción que ella sólo fingía. Octavio y Livia, más que entristecerse, se alegraron por perder la preocupación que les propiciaba Helios, pues ellos sabían que con un poco más de impulso y carácter, él habría podido ser un digno oponente para el Augusto. La boda de Juba y Selene se aplazó para darle un buen tiempo de luto al príncipe muerto. Un día los novios caminaban por el patio hasta que se toparon con Farses, quien miró de una forma especial a Juba; Selene sospechó un poco. Tenía tanto remordimiento y tanta confianza en su futuro esposo que cuando estuvieron bajo las rozas le confesó que su hermano no había muerto. Para su sorpresa la actitud de Juba no cambió ni un poco: él ya lo sabía todo. Juba y Farses se conocían ya hace mucho tiempo. Su primer encuentro se dio en la Biblioteca de Alejandría, cuando Juba copiaba algunos manuscritos sobre los Tolomeos. Farses se le acercó sigiloso, lo saludó cortésmente y de cierta forma le llamó la atención por prestar más atención a unos viejos manuscritos que a las terribles cosas que estaban ocurriendo frente a sus ojos, como la muerte de los reyes de Alejandría. Juba sabía que Marco Antonio ya había muerto, pero… ¿la reina?. Farses confirmó lo antes mencionado, él mismo le había llevado poco antes a Cleopatra una canasta de higos que contenía oculta una serpiente cuyo veneno ya estaría acabando con su vida. Farses le explicó que formaba parte de la sociedad de los Verdaderos Seguidores, él era un antiguo príncipe persa cuyo padre fue derrotado y perdonado por Alejandro Magno, y su vida ahora estaría destinada a proteger a los hijos de Marco Antonio, pues él hace mucho tiempo había convocado a varias personas con éste fin.
La conversación fluyó convenientemente para el fin que Farses le tenía preparado al príncipe Númida. Poco rato más tarde le invitó a seguirlo, Juba accedió. Pronto se dieron con el lugar donde se encontraba una estatua del rey Filipo y de Zeus. Juba sólo tuvo que hacer gotear su sangre sobre ellas para completar el ritual de iniciación para la sociedad de Verdaderos Seguidores, y aunque no conocía a los príncipes Tolomeos, juró protegerlos solemnemente. Un día antes de la boda Selene le preguntó a Juba quién era el joven que se encontró en el Tíber. Juba explicó que la sociedad de Verdaderos Seguidores se había puesto en acción hace mucho tiempo, comenzaron a buscar un joven parecido a Alejandro Helios en tamaño y contextura, que se sacrificara voluntariamente para salvarlo; después de algún tiempo lo encontraron, se llamaba Alejandro, tal vez un pariente lejano de los Tolomeos. Se ejercitó y leyó igual que el verdadero. Ya era casi una copia el día de su muerte, y cuando vistió la túnica de Alejandro Helios, eran idénticos. Alejandro murió dignamente, salvando así al príncipe. Selene se estremeció de la pena y de total agradecimiento a ese joven que aún cuando era ajeno a la situación de la familia, dio su vida para salvarlos. Selene lo bautizó como Alejandro Soler o Alejandro el Salvador. La guerra, las muertes, la traición y cualquier otro dolor quedaron de lado el día de la boda. Cleopatra Selene fue vestida con un vestido blanco y peinada según las tradiciones romanas. Se siguió el ritual confarreatio al pie de la letra, Juba y Selene ya estaban casados, y eso significaba que ahora vivirían juntos. Para que una novia cambiase de casa se pasaba por varios rituales, extravagantes y muy vergonzosos; estas ceremonias tenían el objetivo de proteger a la pareja y cuidar el matrimonio para que no sufrieran en el futuro. Selene se puso las sandalias y caminó hacia su marido, mientras recordaba poco a poco todos los pasajes de su vida, soñó a sus padres, a su hermano cuyo destino era un misterio, a Farses que hizo las tareas más bajas de la casa por varios años, se imaginó una moneda donde estaba grabada la imagen de Juba y al otro lado una media luna, y sobre todo recordó a su ciudad, a Alejandría, a la cual ya era ajena, porque ya era una completa romana; y siguió soñando hasta que se encontró con Juba, lo tomó de la mano y juntos caminaron hacía un futuro que acababa de comenzar.
