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Alfonso García Marqués y Joaquín García-Huidobro (eds.),
Razón y Praxis, Edeval, Valparaíso (Chile) 1994.
CAPÍTULO I.
¿QUÉ ES ESO DE METAFÍSICA ? Alfonso García Marqués Universidad de Murcia, España
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Más que la simple constatación de la desaparición de la metafísica, la descripción hecha por Hegel —hace ya casi dos siglos— parece haber sido una profecía sobre su futuro y definitivo olvido: “Lo que antes… se llamaba metafísica fue, por así decir, totalmente arrancado de raíz y ha desaparecido del conjunto de las ciencias. ¿Dónde se oyen o pueden oírse todavía las voces de la antigua ontología, de la psicología racional, de la cosmología e incluso de la antigua teología natural? ¿Dónde encontrarían todavía interés, por ejemplo, indagaciones sobre la inmaterialidad del alma, sobre las causas mecánicas y finales? Asimismo las pruebas de antaño en favor de la existencia de Dios sólo se citan ahora por su interés histórico o para edificación y elevación del espíritu. Esto demuestra que se ha perdido el interés ya por el contenido, ya por la forma de la metafísica anterior, o 1 por ambos” . Efectivamente, hoy día, tras el neopositivismo y el pensiero debole —por no citar sino dos casos extremos—, se habla del fin de la filosofía en general: ya no hace falta siquiera molestarse en mencionar la total liquidación de ese saber de otros tiempos que recibió el curioso nombre de metafísica. _____ 1
Hegel, G.W.F.,Wissenschaft der Logik, p. 13; cito siempre por Werke, E. Moldenhauer u. K.M. Michel, Suhrkamp, Frankfurt 1969 y ss.; utilizo, para la Ciencia de la Lógica, la traducción de A. y R. Mondolfo, Ediciones Solar, Buenos Aires 1982.
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Sin embargo, uno de los que establecieron —hace milenios— las “reglas” del quehacer filosófico, indicó que, si alguien se atreviera a negar su existencia y validez, se vería indefecti2 blemente envuelto en un discurso de estricto carácter filosófico —quizá por eso, hoy muchos no niegan la metafísica, simplemente la ignoran—, e incluso se atrevió a añadir que el 3 objeto de ese saber siempre sería tema de investigación . Es, pues, claro que, desde el mismo nacimiento de la metafísica, no han faltado quienes le hayan negado el derecho a la existencia, como si ella no fuese más que una vana e inútil ilusión de la razón. Sin embargo, su vitalidad multisecular es una buena prueba de que algo muy especial pasa con eso que se llama metafísica. Más aún, no sólo en tiempos pasados, cuando era llamada —sin ironía— reina de las ciencias, se la consideraba el saber fundamental, sino que incluso en nuestro siglo, algunos —y no precisamente los más torpes— se han atrevido a decir que en ella 4 se juega el destino de Occidente y que la crisis vital de la humanidad europea es, en definitiva, una crisis metafísica, en la que el cientifismo, el escepticismo y el irracionalismo han quebrado la confianza en la razón, al negar la posibilidad de un 5 conocimiento estricto del mundo real . _____ 2
“En resumen, si hay que filosofar, es preciso filosofar, y si no hay que filosofar, es preciso igualmente filosofar; así pues, en cualquier caso es necesario filosofar. Si existe efectivamente la filosofía, todos estamos obligados de cualquier forma a filosofar, dado que existe. Pero, si no existe, aun en este caso nos vemos obligados a investigar por qué no existe la filosofía; pero, investigando, filosofamos, porque investigar es la causa de la filosofía” (Aristóteles, Protréptico, frag. 2, Ross). 3 “Lo que desde tiempos antiguos, así como ahora y siempre, se ha buscado y constituye eterno problema de investigación es «qué es el ente»” (Aristóteles, Met., VII, 1, 1028 b 2-4; utilizo la ed. trilingüe de V. García Yebra, Gredos, Madrid 1987, aunque no siempre sigo su traducción). 4 Cfr. Heidegger, M., Introducción a la metafísica, Nova, Buenos Aires 1980, p. 76. 5 Cfr. Husserl, E., Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomenologie, en “Husserliana”, vol. 6, Nijhoff, Haag 1962, §§. 1-6.
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Con total independencia de los juicios de valor que sobre la metafísica se puedan emitir, parece, pues, una cuestión de primer orden entender a fondo qué es lo que aún hoy día nos jugamos bajo el título de metafísica. 1. Surgimiento histórico de la metafísica Señala Vico que, para aferrar la verdadera naturaleza de algo, hay que atender al momento y al modo en que nace, antes de que 6 el decurso del tiempo la transforme . Consideremos, pues, el proceso histórico de constitución de la metafísica, que podemos articular en tres momentos sucesivos, cuyos nombres serían: Parménides, Platón, Aristóteles. Con esto no quiero decir que la metafísica tal como aparece en esos autores —con sus tesis y contenidos concretos— sea la metafísica sin más, sino simplemente que ellos crearon este saber con unas características peculiares, que ya nunca perdería. Parece, pues, claro que el primer despuntar de la metafísica se encuentra en la famosa afirmación de Parménides: “Lo mismo es 7 pensar y ser” . Este saber comenzó cuando el espíritu humano se hizo consciente de que lo real sin más no es lo que nos ofrecen los sentidos, no son los hechos brutos, sino lo que se aferra con el pensamiento. Lo que se nos ofrece de modo inmediato —colores, figuras, sensaciones, el rumor callejero o el canto de los pájaros— no es real en el sentido fuerte de la palabra; lo realmente real es lo que se capta a través del pensamiento. Es lo que Parménides llama “ente” y que caracteriza ingenuamente a través de una serie de deducciones conceptuales, al margen de los datos de los sentidos, como ingénito, incorruptible, sin pasado, presente o futuro, inmutable, indivisible, uno, homogéneo… _____ 6
“Natura di cose altro non è che nascimento di esse in certi tempi e con certi guise, le quali sempre che sono tali, indi tale e non altre nascono le cose” (Vico, G.B., Principi di Scienza Nuova d’intorno alla comune natura delle nazioni, ed. di Fausto Nicolini, Laterza, Bari 1953, § 147; cfr. § 148). 7 Parménides, frag. 3 (Die Fragmente der Vorsokratiker, griechisch und deutsch von H. Diels, Weidmannsche, Berlin 1934).
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La filosofía occidental ya nunca perdería esta ganancia de Parménides: sólo a través del pensamiento se capta lo real; sólo lo real es lo verdaderamente pensable. Comentando esta doctrina parmenídea, escribe Hegel: “«Lo mismo es el pensar y aquello por lo que el pensamiento es. Pues no sin el ente, en el cual se expresa (se manifiesta), encontrarás el pensar, pues nada es y nada será fuera del ente» (frag. 8, 34-38). Ése es el pensamiento principal. El pensar se produce; y lo que se produce es un pensamiento; pensar es, pues, idéntico a su ser, pues nada es fuera del ser, de 8 esta gran afirmación” . El mismo Hegel utilizará como pieza fun9 damental de su sistema esa identidad entre lo racional y lo real .
huesos y tendones; que los huesos son duros y tienen articulaciones […]. E igualmente, con respecto a mi conversación con vosotros, os expusiera otras causas análogas imputándolo a la voz, al aire, al oído y a otras mil cosas de esta índole, y descuidándome de decir las verdaderas causas, a saber: que puesto que a los atenienses les ha parecido lo mejor el condenarme, por esta razón 11 a mí también me ha parecido lo mejor el estar aquí sentado…” . Platón es consciente de que está introduciendo algo nuevo en la historia de la filosofía. Por eso, con un cierto tono solemne, anuncia que va a exponer su propio pensamiento: “¿Quieres que te exponga, Cebes, la segunda navegación que en busca de la causa he realizado? […] Así es que voy a intentar exponerte el tipo de causa con el que me he ocupado […], que hay algo que es bello en sí y de por sí, bueno, grande, y que igualmente existen las demás 12 realidades de esta índole” . Es así cómo Platón introduce la noción de causa suprasensible, para dar una explicación más adecuada de las cosas sensibles. Ése es, a mi juicio, el segundo paso en la constitución histórica de la metafísica: el descubrimiento de lo suprasensible-inteligible. Esa realidad suprasensible se descubre a través del pensamiento, es lo realmente real —Platón conserva la herencia de Parménides—, y da razón de lo sensible. Esas nuevas realidades, como es sabido, son las ideas, que constituyen un mundo separado, al margen del sensible, y que, no obstante, son lo realmente real y la fuente o principio de todo lo demás. Igualmente que en el caso de Parménides, la genuina aportación de Platón —el descubrimiento de lo suprasensible-inteligible— permanecerá para siempre como una ganancia definitiva en la 13 historia de occidente . Sin embargo, el modo en que Platón concretó su descubrimiento no deja de tener sus problemas. La introducida _____
Según narra Platón en el Fedón, mientras Sócrates esperaba su muerte, hizo un balance de lo que había sido su vida filosófica. Empieza describiendo su “primera navegación”: “Yo, Cebes, cuando era joven —comenzó Sócrates— deseé extraordinariamente ese saber que llaman investigación de la naturaleza. Parecíame espléndido, en efecto, conocer las causas de 10 cada cosa…” . A continuación, describe el intento de los presocráticos de dar razón de los objetos empíricos a partir de causas sensibles (aire, fuego, sangre, lo caliente, lo frío…). E inmediatamente muestra la insuficiencia de ese tipo de respuestas, a través de dos ejemplos: “[como si alguien], al intentar enumerar las causas de cada uno de los actos que realizo, dijera en primer lugar que estoy aquí sentado porque mi cuerpo se compone de _____ 8
Hegel, G.W.F., Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, vol. I, pp. 289-290. 9 “Was vernünftig ist, das ist wirklich; und was wirklich ist, das ist vernünftig” (Hegel, G.W.F., Grundlinien der Philosophie des Rechts, p. 24). Con referencia a ese pasaje, vuelve sobre dicho principio en la Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften, § 6). Igualmente Husserl, en nuestro siglo, escribe: “Al ser en sí corresponden las verdades en sí y a éstas, a su vez, los enunciados en sí, fijos y unívocos (…). La razón objetiva no conoce límites” (Investigaciones lógicas, Revista de Occidente, Madrid 1967, vol. I, p. 384). 10 Platón, Fedón, 96 a. (Cito por “Oeuvres Complètes”, ed. bilingüe, Les Belles Lettres, Paris 1920 y ss.; utilizo la traducción de L. Gil, en “Obras completas”, Aguilar, Madrid 1969).
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Ibidem, 98 c-e. Ibidem, 99 d-100 b.
Cfr. Reale, G., I problemi del pensiero antico dalle origine ad Aristotele, Milano 1973, p. 435.
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duplicidad de mundos —el sensible y el inteligible— genera nuevas dificultades. Por un lado, la misma problematicidad de la existencia del segundo mundo. Por otro, lo cual es más grave, la espinosa cuestión de la conexión entre esos dos órdenes separados de realidades contrapuestas, tanto en sentido ascendente —acceso a tal mundo—, como en el descendente —justificar lo sensible como participación de lo suprasensible—. Aristóteles cierra el periodo de constitución de la metafísica. Busca de modo reflexivo y consciente una ciencia, hasta el momento inexistente, pero que se sitúe en continuidad con la 14 tradición platónica ; es decir, que sea una filosofía en el sentido fuerte y estricto del término. Así describe Aristóteles ese saber buscado: “Hay una ciencia que contempla el ente en cuanto ente y lo que le corresponde de suyo. Y esta ciencia no se identifica con ninguna de las que llamamos particulares […]. Y, puesto que buscamos los principios y las causas más altas, es evidente que serán necesariamente principios y causas de cierto objeto en cuanto tal […]. Por eso también nosotros debemos comprender las 15 primeras causas del ente en cuanto ente” . Intentemos comprender el sentido y alcance de la aportación aristotélica. En primer lugar, hay que señalar que la metafísica se distingue de las ciencias particulares. Ella no considera un sector de lo real, sino todo lo real, y además, en cuanto tal. Es decir, no considera aspectos que por casualidad correspondan a todas las cosas, sino lo que le corresponde de suyo o —digamos— de modo estructural, por exigencia intrínseca. En este sentido, se dice que la metafísica no es saber categorial, relativo a un sector de lo real por muy extenso o importante que sea (como lo material, la cultura o el hombre), sino que es un saber transcendental: afecta a todo lo real en cuanto tal.
Además, ha señalado Aristóteles que esta ciencia estudia también las causas y principios de toda la realidad, del ente en cuanto ente. Esto implica la conciencia de la insuficiencia de lo 16 sensible para dar razón de sí ; de ahí la necesidad de buscar, a través de la causalidad, una justificación ulterior de los objetos de la experiencia. Ésta es precisamente la tarea que Aristóteles asigna a la metafísica o filosofía primera: buscar unos principios que permitan comprender la experiencia en toda su riqueza y 17 problematicidad . El problema que se platea inmediatamente es: ¿qué tipo de principios son esos que afectan a todo lo real?; ¿se tratará de causas sensibles o suprasensibles? Podemos contestar sin paliativos que sólo pueden ser principios suprasensibles, pues precisamente todo lo que sea sensible es lo que nos es dado en nuestra experiencia inmediata y es lo que, en definitiva, hay que justificar. Como he señalado arriba, la ganancia platónica ya nunca se perdería. Así pues, Aristóteles sostiene que las causas empíricas nunca darán razón suficiente de la totalidad de la experiencia: las causas asignadas por las ciencias particulares a sus objetos nunca justificarán plenamente toda la riqueza de esos objetos. Una explicación puramente mecánica, por ejemplo, de un organismo viviente, no es suficiente: sin tener en cuenta una materia —no perceptible sensorialmente— que se va formando en estructuras sensibles merced a un principio teleológico, sería imposible, según el Estagirita, entender mínimamente el fenómeno de los organismos. Igualmente, por ejemplo, siempre será posible dar una explicación puramente empírica de la conducta humana a partir de motivos psicológicos, pero tal explicación nunca será completa y, si pretende serlo, violentará el fenómeno que intenta justificar.
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No en vano se ha señalado que “Aristóteles fue el más genuino de los discípulos de Platón” (Diógenes de Laercio, V 1; apud Reale, G., Storia della Filosofia Antica, Vita e Pensiero, Milano 1982, vol. 2, p. 239). 15 Aristóteles, Met., IV, 1, 1003 a 21-31.
Sobre este punto, cuestión clave de la metafísica, volveré más adelante. Cfr. Berti, E., La filosofia del primo Aristotele, Padova 1962, por ejemplo, p. 142: “hallar un principio que explicase los hechos, conservando intacto su modo genuino de presentarse”; y también Studi aristotelici, Japadre, L’Aquila 1975, p. 15.
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Tradicionalmente se emplea la oposición entre causas primeras y causas últimas para formular técnicamente la diferencia entre ciencias particulares y metafísica. Sin embargo, fácilmente puede quedar duda sobre si una causa que se aduce es lo suficientemente última o no. Mucho más clara, me parece, la distinción entre causas sensibles y causas suprasensibles: siempre que se aduzca una causa sensible se estará en el ámbito de las ciencias particulares; y cuando se aduzca una causa suprasensible se estará en el plano metafísico o trabajando en una ciencia que dependa de la metafísica (filosofías segundas). De este modo, se ve claro cómo, por ejemplo, la física experimental no podrá jamás argumentar en favor o en contra de la existencia de Dios o de la creación del mundo, pues Dios, en caso de existir, es un principio suprasensible de la realidad, y la creación, el modo en que el mundo depende de ese principio. La física sólo podrá señalar las causas empíricas antecedentes que permiten entender los aspectos estrictamente materiales de un 18 fenómeno . Igualmente, una psicología empírica no podrá aducir argumentos ni en pro ni en contra de la existencia del alma, pues se trata de un principio suprasensible, cuya realidad o irrealidad ha de ser establecida de otro modo. Paralelamente, cuando se buscan clasificaciones de la totalidad de lo real atendiendo a aspectos empíricos —por ejemplo, la división en reinos: mineral, vegetal, animal—, no se está haciendo metafísica, aunque algunos autores llaman a eso “grados del ser” y lo consideren un problema metafísico. En mi opinión, esa clasificación es, en sentido estricto, 19 una generalización empírica .
Podemos, pues, resumir esta descripción del concepto aristotélico de metafísica, diciendo que este saber consiste en la investigación intelectual de los principios suprasensibles de toda la realidad; dicho de otro modo: la filosofía primera se constituye en Aristóteles como una explicación racional de lo sensible a 20 partir de lo suprasensible . El resultado obtenido puede sonar demasiado a platónico, y ciertamente lo es. Pero una no pequeña diferencia los separa. En Platón los principios suprasensibles son de carácter ideal y están separados de lo sensible. En Aristóteles, por el contrario, esos principios ni tienen carácter ideal ni están, por tanto, separados de lo sensible. La metafísica, para el Estagirita, busca lo suprasensible en lo sensible, es decir, busca los principios internos que permiten dar razón de los objetos de experiencia. Son principios que continuamente están constituyendo desde dentro lo real, son las fuentes de donde brotan los objetos de la experiencia. En consecuencia, en Aristóteles, la realidad no está escindida en dos mundos, y ni siquiera hay una estricta contraposición entre lo sensible y lo inteligible. La único que existe en sentido riguroso es el objeto en su totalidad, no los principios. Éstos son los límites a los que se llega en el análisis de lo real, por eso, únicamente tienen existencia en cuanto algo —principio, causa, límite, fuente, fundamento— de los objetos reales. Lo que sí hay es una distinción entre la causa y lo causado, el principio y lo principiado, pero no separación: el individuo no se identifica sin
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Por esto mismo, en el orden físico, los filósofos han sostenido la posibilidad de la eternidad del mundo: todo estado del mundo ha de ser explicado, en el orden físico, a partir de otro estado físico anterior. Esto no dice nada, ni a favor ni en contra, de una causa suprasensible de la totalidad. Cfr., por ejemplo, Averroes, Destructio destructionum philosophiae Algazelis, III, § 17 (ed. B.H. Zedler, The Marquette University Press, Milwaukee —Wisconsin— 1961) y Tomás de Aquino, In Physicam, VIII. lt. 2, n. 974 (Marietti, Taurini-Romae 1965). 19 En todo caso, utilizando una terminología en boga, podríamos decir que son clasificaciones ónticas, pero no ontológicas.
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Igualmente Hegel escribiría: “Puesto que el hombre es pensante, ni el buen sentido ni la filosofía lograrán persuadirnos jamás de no elevarnos desde y por medio de la contemplación empírica del mundo a Dios. Esta elevación no tiene otro fundamento que la consideración pensante, no meramente sensible o animal, del mundo. Esencia, substancia, potencia universal y finalidad es para el pensamiento y sólo para el pensamiento. Las llamadas pruebas de la existencia de Dios han de ser consideradas como las descripciones y el análisis del proceder del espíritu en sí, que es un proceder pensante y piensa lo sensible. La elevación del pensamiento sobre lo sensible, su progresar desde lo finito hasta lo infinito, el salto que viene hecho al romper la serie de lo sensible en lo suprasensible, todo eso es el pensamiento mismo; este paso es solamente pensamiento. Decir que ese paso no deba hacerse, es decir que no se debe pensar” (Hegel, Enzyklopädie, § 50, p. 131).
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más con su materia o con su forma, pero su materia y la forma no tienen ninguna realidad al margen del sujeto. ¿Implica esto, para Aristóteles, la imposibilidad de la existencia de algo suprasensible separado? Ciertamente no. La concepción aristotélica de la metafísica es clara: la filosofía primera investiga las causas suprasensibles de toda la realidad, lo cual, evidentemente, no prejuzga la existencia o inexistencia de una fuente separada; el sentido y alcance de ese principio será un problema concreto de la metafísica. Por esto, a la pregunta de si Dios es el objeto de la metafísica, simplemente hay que contestar que no. Dios aparecerá —si es el caso— al final de los tratamientos metafísicos, como una última causa o como la fuente suprema y límite de lo real; pero no es estudiado por la metafísica como un objeto cuya naturaleza, propiedades y causas haya que 21 determinar . Pero eso no obsta a que el establecimiento de esa causa suprema sea el momento último y definitivo de la metafísica, en el cual se decide de modo radical su suerte como 22 ciencia suprema y autónoma .
Ciertamente la metafísica clásica insistió en los aspectos ontológicos de la metafísica, pero no descuidó por completo los gnoseológicos. “Búsqueda de los principios de los objetos de la experiencia” es una fórmula con un doble sentido. Cabe entender “objeto” en cuanto algo en sí, independiente del sujeto cognoscente; o también cabe entenderlo en cuanto objeto dado a un sujeto, es decir, en cuanto objeto de conocimiento. Por esto, la metafísica tiene dos partes fundamentales: la ontología, que indaga las causas de los objetos tomados en el primer sentido, y la gnoseología que lo hace respecto a los objetos de conocimiento. Tanto en un caso como en otro, se dibujará el mapa general de sus objetos y se buscarán los principios suprasensibles que los constituyen, entre los cuales puede aparecer Dios, principio suprasensible y separado no sólo del orden ontológico sino también del gnoseológico. Tanto en la metafísica clásica como en la moderna aparecen 23 estos dos tipos de estudios . La diferencia —hablando de modo general— consiste en el orden de fundamentación. Mientras que en la metafísica clásica era primero el ámbito ontológico y en él se apoyaba el gnoseológico, en la metafísica moderna ocurre lo contrario: el ámbito capital y fundante es el gnoseológico. Tomemos un ejemplo paradigmático. Kant, en ¿Cuáles son los
2. ¿Otras concepciones de la metafísica? Hasta ahora he mostrado cómo fue concebida la filosofía primera en el momento histórico en que nació. Podría objetarse fácilmente que en el decurso del tiempo ha cambiado totalmente lo que se entiende por metafísica, en especial con la aparición de la modernidad y su preocupación gnoseológica. _____ 21
Por esto mismo, el problema de la metafísica no es el de la división de los entes en finito e infinito, con el correspondiente estudio de ambos como algo propio de ella, tal como han pretendido no pocos autores bajo el influjo de la religión, por ejemplo, Alfarabí, Avicena, Suárez… 22 Por esto, Aristóteles señala tajantemente que “si las substancias físicas son las primeras entre los entes, también la Física será la primera de las ciencias. Pero, si hay otra naturaleza y substancia separada e inmóvil, otra será también necesariamente la ciencia que la estudie, y anterior a la Física, y universal por ser anterior” (Met., XI, 7, 1064 b 9-14; cfr. VI, 1, 1026 a 27-29). Por Física no hay que entender nuestra ciencia positiva, sino una filosofía de la naturaleza: ése sería el saber supremo que podría existir.
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progresos reales que ha efectuado la metafísica en Alemania desde los tiempos de Leibniz y de Wolff?, identifica ontología,
filosofía transcendental y crítica de la razón pura: “La ontología es aquella ciencia (como parte de la metafísica), que forma un sistema de todos los conceptos y principios del entendimiento, pero sólo en cuanto se refieren a los objetos dados a los sentidos y que, por tanto, sólo a través de la experiencia pueden ser alcanzados. No alcanza lo suprasensible, que es, sin embargo, el fin final de la metafísica; pertenece, pues, a ésta sólo como propedéutica, como vestíbulo o atrio de la metafísica estricta _____ 23
Recordemos, por ejemplo, la doctrina platónica de la dialéctica o de la reminiscencia; las consideraciones aristotélicas sobre el ser veritativo, su doctrina sobre la verdad, su teoría de la ciencia, etc.
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mente dicha, y se la llama filosofía transcendental, porque contiene a priori las condiciones y primeros elementos de todo 24 nuestro conocimiento” . Y al final de su vida, expone sintéticamente qué es la filosofía transcendental: “La filosofía transcendental es la doctrina del conjunto de las ideas que contiene la totalidad del conocimiento sintético a priori por conceptos en un sistema tanto de la razón teorético-especulativa como de la moral-práctica, bajo un principio, a través del cual el sujeto pensante se constituye a sí mismo en un idealismo, no como cosa, sino como persona, y es él mismo el autor de aquel 25 sistema de ideas” . Explicitando estas ideas kantianas, comenta Llano: “La filosofía transcendental se constituye como una philosophia prima, en cuya superior unidad se integran, a semejanza de la antigua metafísica, la indagación de las estructuras fundantes de los objetos de experiencia (ontología) y la intelección de las realidades suprasensibles, que es preciso postular como una exigencia moral (teología). La continuidad de este proyecto con el de la más clásica versión de la filosofía primera es patente, pero no lo es 26 menos la transformación que la más alta ciencia ha sufrido” . Tenemos, pues, que en Kant, al igual que en la metafísica clásica, la ontología es el sistema de los principios del entendimiento —por tanto, suprasensibles— que dan razón de los objetos de la experiencia. Pero, a diferencia de la antigua metafísica, estos objetos no son las realidades en sí, sino los objetos dados a los sentidos. Esa ontología kantiana, diseñada en la Crítica de la razón pura, no es capaz de acceder a lo suprasensible separado —Dios—, pues Kant ha declarado la ilegitimidad de la aplicación de las categorías del entendimiento a _____
la realidad en sí. Sin embargo, Dios aparece en el ámbito práctico, como principio que justifica la realidad moral. De ahí que la Crítica de la razón práctica se constituya en una teología práctica, en estricto paralelismo con la teología natural como última parte de la metafísica clásica. Me parece que la consecuencia de todo esto es clara. Siempre que se ha construido —o intentado construir— una filosofía primera o metafísica se ha realizado una tarea del mismo tipo, perfectamente reconocible en medio de sus diversas concreciones 27 y transformaciones históricas .
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Kant, I., Welches sind die wirklichen Fortschritte, die die Metaphysik seit Leibnizens und Wolff’s Zeiten in Deutschland gemacht hat?, vol. XX, p. 260 (cito por “Werke”, hrsg. von der Preußischen Akademie der Wissenschaften, Berlin 1910 y ss.). 25 Kant, I., Opus postumum, vol. XXI, p. 91. 26 Llano, A., Filosofía trascendental y filosofía analítica. Trasformación de la metafísica, “Anuario Filosófico” XI-1 (1978) 103.
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3. La cuestión decisiva Podríamos preguntarnos qué interés tiene todo esto para cualquier persona que no tenga como estricta dedicación la metafísica o la filosofía puramente teorética. De todo lo que he expuesto, creo que se puede echar de ver que la admisión o rechazo del acceso a lo suprasensible a través del pensamiento decide no pocas cosas importantes en muchísimos sectores —por no decir todos— de la realidad. He señalado que, en la constitución definitiva de la metafísica, lo suprasensible es concebido como principio que da razón de lo sensible. Por tanto, sin metafísica cualquier objeto físico o, especialmente, todo objeto o praxis humanas quedan sin fundamento adecuado. Casi todos los conceptos que empleamos para pensar —justificar, defender, obrar coherentemente…— las realidades humanas son suprasensibles y, por tanto, metafísicos o aplicaciones de los conceptos metafísicos a un campo concreto. Esto no es simplemente poner un título a algunos de los más importantes conceptos que empleamos, sino mostrar que hay un ámbito de fundamentación que no es realizado por ninguna ciencia _____ 27
Así también, el intento de Wittgenstein por construir una nueva filosofía, ha conducido igualmente a una filosofía primera como transformación de la metafísica kantiana. Sobre esto, cfr. A. Llano, Metafísica y lenguaje, Eunsa, Pamplona 1984, pp. 34-64. Sobre la metafísica descriptiva de Strawson, cfr. J.C. León Sánchez, Análisis proposicional y Ontología, Publicaciones de la Universidad de Murcia, Murcia 1984, pp. 32-50.
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particular, sino por la filosofía en sus dos momentos: directamente por las filosofías segundas (filosofía de…), que, a su vez, se apoyan en la filosofía primera. ¿A qué principios suprasensibles me estoy refiriendo?, ¿qué es eso que perdemos al negar todo acceso a lo suprasensible? Me refiero a conceptos tales como persona, sujeto, naturaleza, fin, entendimiento, voluntad, espíritu, libertad, alma, responsabilidad, derecho, Dios… Evidentemente ninguna ciencia empírica tiene la tarea de acceder a esos principios, ni la de mostrar su conexión con los diversos ámbitos de la realidad o con la totalidad. Ni siquiera las versiones empíricas de las ciencias humanas asumen tal tarea; quiero decir que la psicología experimental o la antropología cultural no tienen como función establecer, por ejemplo, la libertad humana o la existencia del alma. Es precisamente la filosofía quien se encarga de esas tareas, sea como filosofía segunda (antropología filosófica, filosofía del derecho…), sea, en su última instancia, como metafísica (el concepto de persona descansa en el de substancia y sujeto; el de alma, en el de acto, etc.). Podemos poner también de relieve, tomando ejemplos del ámbito jurídico, cómo no es posible pensar la realidad al margen de la metafísica. Lo justo es algo que se da en lo sensible: es algo de una acción, de un fallo judicial, de un contrato. Pero, evidentemente, no es una realidad física o sensible; por mucho que se analice químicamente el papel, la tinta, etc. del contrato, no 28 aparecerá lo justo . E incluso otros conceptos jurídicos que parecen más pegados a lo físico, también son de ámbito suprasensible. Por ejemplo, el concepto jurídico de tener no pertenece al ámbito físico (como si fuera tener una cosa en la mano y, por tanto, sería medible físicamente el peso de esa cosa, la presión que sobre ella ejerce la mano, el coeficiente de _____
rozamiento entre los dos cuerpos, etc.). El tener jurídico habría que entenderlo más bien como una concreción de la categoría de relación al ámbito de los sujetos racionales y volitivos (o si se quiere, una concreción en el ámbito jurídico de la categoría que la metafísica clásica llamó habitus). Por todo esto, me parece claro que, si se prescinde totalmente de la metafísica, no es posible, no ya fundamentar absolutamente, sino tan siquiera pensar adecuadamente algún ámbito de lo real. La utilidad de la metafísica es, pues, indudable. Pero ¿es suficiente la utilidad para sostener la validez teorética de la metafísica? Teniendo presente lo que hasta el momento se ha mostrado, la respuesta es evidente: no. Si justamente la metafísica es una ciencia, un saber riguroso sobre todo lo real, incluso sobre el conocimiento de lo real, es indudable que ha de encontrar la última justificación en sí misma. No cabe una meta-metafísica (abriría un proceso al infinito: tendría que haber meta-metametafísica, etc.), ni tampoco su aceptación por razones puramente pragmáticas. Esto supondría la disolución de la filosofía primera, pues tal metafísica no podría fundamentar absolutamente nada: el pragmatismo sería la última razón, no la metafísica. Así pues, la filosofía primera sólo puede justificarse desde sí misma. Y para dar razón de sí ha de poder responder suficientemente a su gran cuestión: ¿cómo se accede a lo suprasensible? Heidegger expone así ese problema central: “En la metafísica, como conocimiento puro y racional del ente «en general» y de la totalidad de sus regiones principales, se efectúa un «traspasar» de lo que la experiencia puede ofrecer de parcial y particular. Traspasando lo sensible, este conocimiento trata de aprehender al ente suprasensible. […] ¿Qué es lo que da a la metafísica la 29 posibilidad interna de ser, en realidad, lo que pretende ser?” . Me parece que el rechazo del tránsito a lo suprasensible se debe, en no pocos autores, a la no correcta intelección de los términos del problema. Quiero decir que cuando la metafísica, en
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Podría complicarse el intento de fundamentación puramente sensible, introduciendo “estados cerebrales”, “funciones” u otras diversas entidades “físicas” más o menos sutiles. Sin embargo, no parece que tales entidades —tomadas como algo puramente sensible; por ejemplo, un determinado estado eléctrico del cerebro— puedan dar razón suficiente de que, por ejemplo, un contrato sea o no justo.
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Heidegger, M., Kant y el problema de la metafísica, F.C.E., México 1986, p.
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ALFONSO GARCÍA MARQUÉS
CAP. I. ¿QUÉ ES ESO DE METAFÍSICA?
su tarea de autolegitimación, se pregunta por ese tránsito, no pretende que se admita de entrada la existencia de Dios, con todos las propiedades que la metafísica tradicional y la religión le atribuyen, o la de un alma inmortal y espiritual, etc. Lo que se intenta de entrada —y yo añadiría que también “de salida”— es mucho más modesto. Simplemente se pregunta si, respecto a los objetos de nuestra experiencia, la asignación de puras causas físicas o empíricas es una explicación suficiente y exhaustiva en todos los planos que podamos concebir; o sea, si se trata de una justificación que, por así decir, agota totalmente el objeto. Pienso que una respuesta positiva a tal pregunta muy difícilmente puede ser sostenida en serio —¿quién conseguirá dar una explicación exhaustiva del fenómeno jurídico basándose tan sólo en causas físico-empíricas?—. Si se admite, por tanto, la insuficiencia del ámbito sensible, sólo cabe proseguir en dos líneas: o renunciar a toda comprensión o admitir el paso a lo suprasensible. Así pues, si no queremos renunciar a la racionalidad —¿puede la razón renunciar a sí misma?—, se hace necesario recurrir a unos principios de carácter intelectivo que aporten una explicación que las puras causas físicas no daban. A partir de este momento y siempre en función de la justificación de lo sensible, se pueden establecer los principios que sean la condición de inteligibilidad y de realidad de los objetos empíricos. Nótese bien que no se trata, pues, de inventar “entidades”, sino tan sólo de afirmar que si distinguimos, por ejemplo en cuanto a las matemáticas, entre el matemático que puede demostrar tal teorema, el muchacho que no sabe pero puede aprender a hacerlo y el chimpancé que ni sabe ni puede aprender, es preciso reconocer que el chimpancé carece de toda capacidad respecto a la matemática, que el muchacho tiene una capacidad de la que carece el chimpancé y que le hace posible llegar a ser como el matemático y, por último, que el matemático tiene una capacidad de la que carecen los otros dos. Admitir una capacidad —o potencia— es necesario para explicar las diferencias entre los tres; capacidades que no son sensibles, ni realidades empíricas detectables, como sería, por ejemplo, el estar haciendo de hecho la demostración. En una palabra, la realidad no se reduce sin más a
su pura facticidad empírica: es algo más; y ese “más” ha de ser necesariamente supraempírico. Si consideramos esto mismo desde otro punto de vista, podemos describir la filosofía primera como aquel saber que explicita lo que está implícito y presupuesto de modo atemático en cualquier discurso racional. Para aclarar el sentido de lo que estoy diciendo, podemos establecer un cierto paralelismo con la lógica formal. Ateniéndonos al enfoque que ahora tenemos, podemos considerar la lógica como el estudio de la estructura formal del pensamiento. Es decir, en cualquier discurso racional (científico, jurídico, etc.), hay un conjunto de leyes (por ejemplo, la de implicación) presupuestas, que si no tuviesen plena vigencia y validez, el discurso racional dejaría de ser tal. La lógica, precisamente, explicita esas leyes. De ahí su fuerza y su necesidad: quien intente negar las leyes formales del pensamiento a través de un discurso racional, necesariamente se ve obligado a utilizarlas. Pues bien, la metafísica tiene un papel estrictamente paralelo a lo que acabo de describir para la lógica. La diferencia estriba en que mientras que la lógica se atiene sólo a las leyes formales, la filosofía primera, atiende a contenidos. Justamente la metafísica es la explicitación de lo que no podemos no presuponer en nuestros discursos racionales: es el saber sobre lo que siempre está operante en cualquier justificación racional. De ahí que Aristóteles al defender la metafísica sostuviese que basta con que alguien intente atacarla mediante un discurso para que ya la esté 30 afirmando implícitamente . De este modo, en cualquier discurso, está siempre operante — por ejemplo— el principio de contradicción, el concepto de realidad, el de unidad, de multiplicidad…; o el concepto de causalidad, el de substancia, el de teleología… Es decir, siempre que pensamos, tenemos un conjunto de conceptos, de contenidos pensados, en los cuales se apoya la racionalidad de nuestro discurso y, por tanto, están siempre y necesariamente operantes. _____ 30
Cfr. nota 2.
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Tomar conciencia de esto es darse cuenta de la necesidad de la filosofía primera: no podemos obviar el discurso sobre los fundamentos implícitos. En suma, pienso que no es del todo despreciable esta justificación de la metafísica: ella es la explicitación de lo que no podemos no pensar.
explica que la metafísica comenzó su andadura cuando se estableció la correlación entre pensar y ser: lo realmente real es el pensamiento y no la facticidad, y a partir de él se explica cualquier otra realidad.
Pero aún se puede añadir algo más para mostrar la no arbitrariedad del paso a lo suprasensible, puesto que tenemos un acceso privilegiado a ello a través del pensamiento y de su exteriorización mediante la palabra. Lo humano, lo racionalinteligible, se da en lo sensible y lo “vivifica”, pero no es una parte sensible de lo real. Así, por ejemplo, no parece que haya diferencia física entre una frase dicha por un loro y la pronunciada por un hombre en el hablar cotidiano; sin embargo, creo que difícilmente alguien daría la razón a quien sostuviera la total identidad, en todos sus aspectos, entre las dos expresiones. La posición privilegiada del pensamiento se debe a que él no es una realidad sin más del mundo empírico, sino que presenta características opuestas a lo sensible —especialmente, la universalidad—, que permiten mostrar su no absoluta dependencia de la 31 materia, de lo empírico individual y concreto . Por eso, lo suprasensible se identifica en ultimidad con lo intelectivo, es decir, con el pensamiento. Y por esto, la metafísica, en su momento culminante, se convierte en una teoría del pensar, sea del pensamiento que se halla en lo sensible aunque sea independiente de ello —el humano—, sea el pensamiento 32 absolutamente separado —Dios— . Esto es lo que, en definitiva, _____ 31
Pueden verse, al respecto, las rigurosas demostraciones de Husserl en las dos primeras investigaciones de sus Logische Untersuchungen: “Expresión y significado” y “La unidad ideal de la especie y la nueva teoría de la abstracción” (en Gesammelte Werke —Husserliana—, vol. 18, Nijhoff, Haag 1984). 32 Así, por ejemplo, en Aristóteles, Dios es caracterizado como “pensamiento del pensamiento (novhsi" nohvsew")” (Met., XII, 7, 1072 b 18-24), o sea, un acto de pensar que se autopiensa, y en Husserl, como “Logos absoluto, Verdad absoluta en sentido último y total” (Ms. E III 4 —1930—, p. 61; citado por DIEMER , A., E. Husserl. Versuch einer systematischen Darstellung seiner Phänomenologie, Hain, Meisenheim 1965, p. 313).
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4. Conclusión Algunas cosas han ido apareciendo a lo largo de estas breves y esquemáticas observaciones en torno a la naturaleza de la metafísica. Es el momento ahora de subrayar algunos de los aspectos que, a mi juicio, merece la pena destacar. En primer lugar, insistiría en la modestia de la metafísica: ésta no es un saber abstracto, intemporal, sobre los arquetipos eternos de las cosas, que consiga aferrar, mediante rigurosos procesos deductivos, la esencia divina u otras realidades de ese tipo. La filosofía primera es más bien el esfuerzo de la humanidad por dar una explicación a los objetos de su experiencia algo más adecuada que la que consigue por la mera asignación de causas empíricas. Esto no significa que a partir de la metafísica podamos deducir nuestros conocimientos sobre la realidad física o las realidades humanas. De la metafísica no se deduce nada práctico u operativo: de la noción de ente, del concepto de potencia o del principio de contradicción, poco se puede sacar para la misma metafísica y más bien nada para las ciencias físicas o las humanas. No hay, pues, un proceso descendente desde la metafísica a las ciencias particulares. Sin embargo, sin la filosofía primera no se puede dar una fundamentación adecuada a ningún ámbito de lo real; hay, pues, más bien un tránsito de lo empírico y de lo que nos es dado inmediatamente hacia lo supraempírico y fundante. Además, eso supraempírico fundante es algo presupuesto necesariamente en cualquier justificación racional, en cualquier discurso científico sobre la realidad. De ahí surge la necesidad de la metafísica: ella es la explicitación de esos implícitos, necesariamente presupuestos; ella es la manifestación de lo que no podemos no pensar, de lo que siempre está operando, aunque implícitamente, en todo discurso racional. De este modo, tomamos conciencia de que la realidad, las cosas, son algo más que pura facticidad y sucesión de facti-
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cidades. Su realidad depende más bien de otras causas de carácter no sensible, sin las cuales no es posible pensar los objetos de la experiencia. El desprecio hacia una consideración de los objetos en busca de sus fuentes supraempíricas constituyentes, significa la renuncia a la comprensión del mundo que nos rodea y, lo que es más importante, la pérdida de la racionalidad de nuestra propia vida humana.