La Europa Revolucionaria b
(17891848) Javier Paniagua
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ntre 1789 y 1848 Europa se transfor ma. La Revolución Francesa y los proce sos posteriores - e l Imperio Napoleónico, la Restauración y los ciclos revolucionarios de 1 8 2 0 ,1 8 3 0 y 1 8 4 8 -, acompañados de profundos cambios económicos y sociales, configuran la sociedad europea basada en los principios liberales, impulsores de la proclamación de constituciones. El Roman ticismo, el surgimiento de los movimientos nacionalistas y el inicio de las ideas socia listas son algunos de los factores que esta blecen los fundamentos del mundo con temporáneo, que intenta superar la estruc tura feudal del Antiguo Régimen propug nando la igualdad, la libertad y la fraterni dad de todos los ciudadanos. JAVIER PANIAGUA, profesor e investigador de Historia Social, ha sido Jefe de Formación del Profesorado del ICE de la Universidad de Valencia, Director General de Enseñan za de la Generalitat Valenciana y Director del centro de la UNED de Alcira (Valencia). Es autor de numerosos trabajos sobre el movimiento obrero español.
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9 7 88420 734422
1544044
ISBN 84-207-3442-X
Colección: Biblioteca Básica Serie: Historia Diseño: Narcís Fernández Maquetación: Pablo Rico Ayudante de edición: Estrella Molina y Olga Escobar Coordinación científica: Joaquim Prats i Cuevas (Catedrático de Instituto y Profesor de Historia de la Universidad de Barcelona) Coordinación editorial:
Juan Diego Pérez González Enrique Posse Andrada
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 534-bis del C ódigo Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorización.
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del texto, Javier Paniagua, 1989 de la edición española, Grupo Anaya, S. A .. 1989 Telém aco, 43. 28027 Madrid Primera edición, septiembre 1989 Segunda edición, corregida, julio 1992 I.S .B .N .: 84-207-3442-X Depósito legal: M-18.639-1992 Impreso por O R Y M U , S. A . C/ Ruiz de Alda, 1 Polígono de la Estación. Pinto (Madrid) Impreso en España - Printed in Spain
Contenido De súbdito a ciudadano, de pueblo a nación 1
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La Revolución francesa: el nacimiento de una nueva era
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El Congreso de Viena: intento de restauración del viejo orden
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El mundo de las ideas: del liberalismo al socialismo
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El ciclo revolucionario: 1820-1830
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El ciclo revolucionario: 1848, «año de las revoluciones democráticas»
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Datos para una historia
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G losario
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Indice alfabético
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Bibliografía
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De súbdito a ciudadano, de pueblo a nación
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Los h isto ria d o re s han discutido las causas y las conse cuencias de la R e volución Francesa. Entre las explica ciones destacan la difusión de las ideas de la Ilustración, la crisis económica de aquellos años, la in capacidad política para encauzar las protestas sociales, la m a la g estió n , etc... Desde los pri m eros m om entos d e lo s a c o n t e c i m ien to s a lg u n o s protagonistas y es pectadores señala ron que éstos supo nían la derrota de la s o c ie d a d fe u d a l, con sus privilegios de clase, y el ascen so de los burgueses, t e s is q u e se h a m an ten id o h asta n u e s tro s d ía s . O tros han cuestio nado esta interpre tación argumentan do que la burguesía y la aristocracia no eran antagónicas.
Un viajero que recorriera los polvorientos caminos euro peos unos meses antes de julio de 1789 no observaría nada especialmente significativo. Los tres estamentos feudales — clérigos, nobles y ciudadanos— mantenían su situación. Los monarcas absolutos, influidos por el despotismo ilustrado, impulsaron el crecimiento econó mico de sus pueblos y acrecentaron el poder burocráti co del Estado. Pero una tempestad se avecinaba. El llamado Tercer Estado, amalgama de burgueses, comerciantes, campe sinos, artesanos y obreros, rechazaba las condiciones p o líticas que le imponían todo tipo de deberes sin ningún derecho. La oportunidad de rechazar este esquema so cial surgió cuando el rey de Francia, Luis X V I, con vo có los Estados Generales del Reino, a la manera de sus antecesores. Ello marcaría el comienzo de una nueva era. La Revolución que siguió representa el inicio del mundo contem poráneo y, a la postre, el cambio de la humanidad entera: de súbditos, los hombres y mujeres pasaron a ser ciudadanos. Muchos sucesos acontecieron desde el 14 de julio de 1789. El proceso no fue uniforme, y aquella fraterni dad proclamada por la Revolución no se convirtió en un abrazo permanente de Repúblicas hermanas. La pro pia Revolución pasó por períodos contradictorios, y uno de sus generales — Bonaparte — , proclamándose em perador a la manera de los antiguos romanos, extendió su poder por toda Europa. Los europeos, al tiempo que luchaban contra el ejército napoleónico, despertaban su propia conciencia nacionalista y proclamaban constitu ciones basadas en la D e c la r a c ió n U n iv e r s a l d e lo s D e re c h o s d e l H o m b re . Después de W aterloo muchos reyes y nobles pensa ron que todo había sido un mal sueño; en 1815 inten taron volver a los viejos tiempos, pero ya nada era igual. Las nuevas ideas y la fuerza de los pujantes naciona lismos, tanto de los pueblos oprimidos com o de los di vididos en pequeños Estados, no podían ser conteni das. Las revoluciones de 1820, 1830 y 1848 consoli daron el triunfo de la burguesía, la ideología liberal y el pensamiento científico, al tiempo que la industrialización se abría camino desde Inglaterra, país que no necesitó
d e l tra u m a r e v o lu c io n a r io p a r a a fr o n ta r las r e fo r m a s f 50líticas a d e c u a d a s a lo s n u e v o s t ie m p o s , q u e in tro d u je .
De súbditos a ciudadanos
r o n e n e l v o c a b u la r io d e lo s p u e b lo s té r m in o s ta le s 'o m o « fá b r ic a » , « fe r r o c a r r il», « s o c i o l o g í a » , «n a c io n a lis m j » , « s o c ia lis m o » , « h u e l g a » . . . D e s d e e n t o n c e s , n u e v a s fu e r za s s o c ia le s — lo s t r a b a ja d o r e s in d u s tr ia le s —
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La Revolución francesa: el nacimiento de una nueva era El 14 de julio de 1789, a media tarde, el pueblo de Pa rís se lanzó jubiloso a la calle y se extendió por doquier una gran noticia: «L a Bastilla ha sido tom ada». La ca beza del gobernador de la fortaleza era paseada com o trofeo del triunfo sobre aquella prisión del Estado, sím bolo del despotismo y la represión del poder real. En aquellos momentos sólo había en ella siete reclusos: un joven aristócrata pendenciero, dos locos y cuatro falsi ficadores. La guarnición la formaban 82 excombatien tes y 32 soldados suizos y, pese a disponer de cañones, no tenían suficientes provisiones para resistir un asedio. Los asaltantes eran una amalgama de carpinteros, eba nistas, cerrajeros, zapateros, tenderos, comerciantes y asalariados cuyas edades oscilaban entre más de seten ta y dos y menos de diez años. Aquel acontecimiento fijó el inicio de una nueva era, y al mismo tiempo, el comienzo del fin del Antiguo R é gimen, basado en el poder de un monarca absoluto y que sólo concedía todos los derechos a las 350.000 per sonas que componían la nobleza en Francia. Existían, sin duda, grandes diferencias entre ellos: unos pocos re sidían en la Corte de Versalles, donde llevaban una vi da de extraordinario lujo, mientras que la mayoría vivía en las distintas provincias francesas a costa de los dere chos feudales que pagaban los campesinos.
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Los Sans-culottes, llam ados así por el pantalón que utili zaban, en sustitu c ió n d e l c a lz ó n , iban con gorro rojo, sable y pica. Prota gonizaron m a s c a radas, motines e in surrecciones por las calles de París.
El clero, al que pertenecían unas 120.000 personas, también basaba su poder en el dominio de la tierra, de la que recibían un impuesto especial: el diezmo. Su com posición era muy desigual: obispos, abades y canóni gos procedían de la nobleza, mientras que párrocos y vicarios, integrantes del bajo clero, a duras penas sub sistían con sus escasas rentas. El resto de los ciudadanos, más de 25 millones, for maban el llamado Tercer Estado: burgueses, obreros, artesanos y campesinos. La burguesía había consegui do acumular riquezas mediante el comercio, la banca o una industria todavía de carácter artesanal. Tenía plena conciencia de su dinamismo económ ico y de su escasa representación política. En cambio, los artesanos y obre ros aún carecían de independencia, tanto ideológica co-
mo política, y apoyaban los movimientos burgueses. Las malas cosechas y el consiguiente encarecimiento del trigo les ocasionaban dificultades para obtener su principal ali mento, el pan, y ello les llevaba a salir a la calle y pro nunciarse contra una monarquía a la que consideraban corrupta. En efecto, todos los testimonios coinciden en que ni el rey de Francia, Luis XVI, de aspecto rechon cho y bonachón, ni su esposa. María Antonieta, des pertaban el entusiasmo de las clases populares. Los gobiernos de Luis X V I no habían podido atajar la bancarrota de la Hacienda del Estado, a pesar de los esfuerzos del ministro Necker, y echaban mano de nue vos impuestos, con la subsiguiente protesta de las pro vincias. Precisamente, la quiebra financiera fue lo que obligó a convocar, el 8 de agosto de 1788, los Estados Generales de Francia, que no se reunían desde 1614.
El fin del Antiguo Régimen
El 14 de julio de 1789 el pueblo de París asaltó la ve tusta fortaleza de La Bastilla, inicián dose el proceso re v o lu c io n a rio que conducirá al fin del Antiguo Régimen.
C om ienza la Revolución El Tercer Estado era un conglom era do poco hom ogé neo: b u rg u e se s, obreros y cam pesi nos. T odos tenían algo en común: h a bía que acabar con el sistema feudal. Para unos, la lucha era un medio para salir de la miseria, para otros, era un m odo de hacerse con el poder.
Una Asamblea Constituyente en un París tumultuoso Los representantes, elegidos a razón de cuatro diputa dos por cada una de las 300 jurisdicciones — uno por la nobleza, otro por el clero y dos por el Tercer Estado — , llegaron a París con sus cuadernos de quejas bajo el bra zo («L es cahiers de doléan ces»); en ellos se reflejaba el malestar de los pueblos y ciudades, insistiendo en la si tuación de los bienes comunales, los impuestos, la jus ticia o las cargas de los derechos señoriales. Las sesiones fueron inauguradas el 5 de mayo de 1789 por el monarca, en el palacio de Versalies. Luis X V I y sus colaboradores pretendieron que los Es tados Generales funcionaran a la vieja usanza, con los tres estamentos (nobleza, clero y burguesía) separados, pero el Tercer Estado, que representaba el 96 por 100 de la población de Francia, deseaba una reunión con junta, e intentó en vano que acudieran a ella la nobleza
y el clero. El 17 de junio se constituyeron en Asamblea Nacional. El rey les impidió el acceso a la sala de deba tes. y por tal causa hubieron de reunirse en una gran sala, el J e u d e P a u m e — Juego de Pelota— ; el 20 de junio juraron no separarse hasta elaborar una Constitu ción. Mientras, la camarilla de la Corte, aferrada a la tradición, forzó la destitución del ministro Necker, que intentaba llegar a un acuerdo con los asambleístas, y con centró tropas en Versalles. La Revolución había c o menzado. Impulsados por el hambre y las privaciones, tras pa decer dos años de malas cosechas, los ciudadanos de París, conocedores de estas intenciones, buscaron ar mas en la noche del 12 al 13 de julio. Hallaron unos 30.000 fusiles en el Hotel des Invalides, que utilizaron para asaltar la Bastilla. En el Ayuntamiento de París, un Comité Permanente improvisó una milicia, que consti tuyó el inicio de la Guardia Nacional, mandada por el general La Fayette. Al monarca no le quedó más remedio que aceptar los hechos y volvió a utilizar los servicios de Necker. En tre tanto, cada uno de los 60 distritos de la capital eligió a dos representantes, form ando una Asamblea perma-
C om ienza la Revolución
El abate Sieyés pu b lic ó un fo lle t o «¿Qué es el Tercer Estado?» en el que se pedía una repre sentación contraria a la de los estamen tos del Antiguo R é gimen. La Revolu ción Francesa creó las elecciones polí ticas contem porá neas, basad as en el voto personal y se creto de aquellos ciudadanos que te nían derecho al su fragio.
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Los D erechos del H om bre
El espíritu de esta caricatura. L o s tres
e sta d o s fo rja n una nueva co n stitu ció n , pronto se reveló in viable ante las pro fundas diferencias que separaban al pueblo de sus cla ses dirigentes.
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nente de la Comuna de París. El hecho se propagó por toda Francia, y las administraciones provinciales fueron ocupadas por los nuevos dirigentes burgueses. También los campesinos, que constituían el 85 por 100 de la p o blación, aprovecharon las circunstancias para manifes tarse y reclamar la abolición de los derechos señoriales y otros tributos. Muchos aristócratas fueron sitiados en sus mansiones, y se quemaron los archivos señoriales para destruir los documentos justificativos de aquellas cargas. En la noche del 3 al 4 de agosto de 1789 los nobles y el clero, presionados por los acontecimientos, renunciaron a sus privilegios: diezmos, derechos de ca za, exenciones fiscales y derechos señoriales. El 26 de agosto los diputados de la Asamblea aprobaron por v o tación la D e c la r a c ió n d e lo s D e r e c h o s d e l H o m b r e y d e l C iu d a d a n o , símbolo de los nuevos tiempos y acta de defunción del Antiguo Régimen. Allí se establecía la igualdad y la libertad de los hombres, el derecho invio lable y sagrado de la propiedad, la separación de p o d e res y la soberanía popular, en una línea semejante a la que se había promulgado en 1776 en los Estados Uni dos con ocasión de su independencia.
Un rey acorralado La presión popular obligó a Luis X V I a sancionar las re soluciones de la Asamblea, al tiempo que muchos pari sinos asaltaban el palacio de Versalles. La familia real se instaló en el de las Tullerías en París, próximo al lu gar donde realizaba sus trabajos la Asamblea, que du rante 1790 y 1791 intentaba consolidar un régimen de monarquía constitucional. Pero el monarca no aceptaba fácilmente el recorte de su poder absoluto y conspiraba enviando emisarios a otros reyes europeos para que acudieran en su ayuda, y él mismo optó por huir al extranjero, a fin de ponerse al frente de un ejército contrarrevolucionario. En plena huida, el mesonero Drouet, de Sainte-Menehould, le reconoció al darle el monarca una moneda con su efi gie. La familia real fue apresada en Varennes, a cinco leguas de París, el 22 de junio de 1790, pero se consi deró que el rey había sido secuestrado y que no era res ponsable, a pesar de que había firmado un manifiesto crítico contra la Asamblea el 20 de junio. El 13 de septiembre de 1791 se votó la Constitución, la primera de Europa que se había redactado teniendo com o referencia la D e c la r a c ió n d e D e r e c h o s . Sin em bargo, sus preceptos eran bastante moderados: un sis tema de elección restringida, que sólo permitía votar a los varones mayores de veinticinco años que pagaran una contribución directa equivalente a tres jornadas de
La huida del rey
Con trajes de bue nos burgueses, Luis XVI, M aría Antonieta y sus hijos hu yeron de París el 21 de junio de 1791, para reunirse en Metz con el ejército contrarrevoluciona rio, comandado por Bouillé. Reconoci dos, tuvieron que regresar a las Tullería s fla n q u e a d o s por la Guardia N a cional y en medio de un gran silencio del pueblo, tal co mo se había ordenad o: «El que aplauda al rey será apaleado, el que le silbe, ah orcad o.»
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La Constitución
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La m ayoría del cle ro y los aristócratas formaron el bando de los contrarrevo lucionarios, debido a la supresión de sus bienes por par te del nuevo siste ma político. El con flicto de clases sur gía en paralelo al conflicto político.
trabajo. Se establecía la inviolabilidad del soberano con la divisa de «rey de los franceses por la gracia de Dios y de la ley constitucional del Estado». Era, por tanto, máximo representante de la nación y jefe del Ejército, aunque correspondía a la Asamblea declarar la guerra y firmar la paz. Con su rúbrica, el rey debía sancionar las leyes emanadas de aquélla, pero tenía cierta capa cidad de veto por un tiempo máximo de cuatro años. Gobernaba con los ministros y nombraba a los altos fun cionarios. Los jueces gozaban de independencia respec to de los demás poderes para ejercer su función. Francia fue dividida en 83 departamentos, subdividi dos a su vez en distritos, cantones y municipios, con un Consejo General de 36 miembros, elegidos por cuatro años, y un procurador que representaba a la monarquía. París formaba una unidad propia, con 48 secciones, cu yos representantes constituían el Consejo General de la Comuna de París. Los antiguos impuestos fueron sustituidos por contri buciones directas de carácter territorial y personal. Sólo se mantuvieron algunos impuestos indirectos sobre el Correo, Timbre o lotería. Quedaron suprimidas igual mente las tasas interiores y de peaje, que dificultaban la libre circulación de las mercancías, y un decreto so bre la libertad de cultivo permitió las cosechas de nue vos productos. Los bienes del clero se pusieron a la venta, com o re curso de urgencia para solucionar la crisis financiera,
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agravada ante la imposibilidad de recaudar los nuevos impuestos: el catastro de las tierras no estaba hecho y los municipios tendían a autoabastecerse. Sin embargo, la aprobación en la Asamblea Nacional de la Constitu ción Civil del Clero dio lugar a múltiples tensiones. Las circunscripciones eclesiásticas tenían que adaptarse a la nueva división administrativa y adecuarse al signo de los tiempos, y por ello párrocos y obispos debían ser ele gidos en asambleas. Luis XVI, tras muchas dudas, rati ficó la ley el 24 de agosto de 1790, pero los eclesiásti cos se dividieron en ju r a m e n ta d o s — partidarios de la Constitución— y r e fra c ta rio s — contrarios a ella— . El pa pa Pío VI condenó esta ley en marzo de 1791, dejando al rey en una difícil situación. En resumen: las necesidades de libertad de los nue vos intereses económ icos burgueses requerían una le gislación adecuada y unos cauces políticos propios, don de las proclamas de libertad no alcanzaban todavía el derecho de huelga y de asociación, prohibidos por la ley Chapelier, de junio de 1791. El monarca, a pesar de todo, juró la Constitución, y la Asamblea Constituyente se disolvió con el grito de «¡Viva el rey!».
Constitución
Ante la resistencia de los estamentos privilegiados a ser relegados a la con dición de «ciudada nos», la represión llenó las cárceles de sospechosos de «re fractarios» a la R e volución.
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La Nación Soberana
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La Guardia N acio nal, creada por la Asam blea Constitu yente, se convirtió en la alternativa al ejército del Antiguo Régimen, y sostén de los principios re v o lu c io n a rio s . El m arqués de La Fayette (1757-1834) fue su primer jefe. Sobre estas líneas, v o lu n t a r io de la Guardia Nacional.
El rey muere ajusticiado en nombre de la nación francesa Un año después de aquel 14 de julio los miembros de la Asamblea, junto a los representantes de los Departa mentos, celebraron en el Cam po de Marte de París el aniversario de la toma de la Bastilla. Allí, La Fayette juró, en nombre de la Guardia Nacional, fidelidad a la Nación Soberana, y lo mismo hizo Luis XV I. Francia había dejado de ser patrimonio de un monarca para for mar parte de una entidad colectiva, cuyos habitantes d e jaban de ser súbditos para convertirse en ciudadanos. La Nación, com o fuerza integradora y política, sería a partir de entonces un elemento de reivindicación popular en Europa y en el mundo. Las tropas francesas, que luchaban contra las monar quías europeas contrarias a la Revolución, lo hacían en nombre de una patria en peligro, y pese a la desorgani zación de! ejército, privado de muchos oficiales, los v o luntarios suplieron las múltiples deficiencias con entu siasmo, conscientes de su papel de defensores de una Francia que proclama «la libertad, la igualdad y la fra ternidad» de sus ciudadanos. Suprimido el poder absoluto del rey y los privilegios de los nobles y el clero, la nueva Asamblea comenzó a funcionar en octubre de 1791. con sus 745 diputados electos. Pero la unidad de la Nación no se demostraba ya por la fidelidad política; distintas alternativas ideoló gicas empezaban a circular entre los representantes del pueblo. Los partidarios de cada tendencia se agrupa ban en c lu b s , según la afinidad de sus miembros: esta ban naciendo los partidos com o cauce de las opiniones y expectativas de los ciudadanos; los términos iz q u ie r d a y d e r e c h a comenzaron a adquirir su significado. Los grupos más importantes eran los girondinos y los jacobinos. Los primeros, llamados así por proceder de la región de la Gironda, al sur del país, representaban a la pequeña burguesía ilustrada, partidaria de la des centralización política y administrativa y de extender los principios revolucionarios por el mundo. Tenían en Brissot, en el matrimonio Roland y en Vergniaud a sus principales líderes. A su izquierda, los jacobinos, o mon tañeses (así denominados por sentarse en la parte más alta de la Asam blea), eran una mezcolanza de grupos
•ocíales diversos; entre los más conocidos estaban Robespierre, Marat, Danton y Saint-Just, que cubrían des de las posiciones más moderadas a las más radicales, defendidas éstas, en parte, por los c o r d e lie r s , donde se iqrupaban muchos artesanos y obreros. Fuera de estos círculos, y sin representación política, estaban los partidarios de volver al viejo orden, princi palmente los e m ig r a d o s , nobles en su mayoría, que huían al extranjero y desde allí conspiraban para resta blecer la monarquía absoluta, com o el conde de Artois, hermano de Luis XVI. Sus bienes fueron confiscados. Si se les detenía, eran condenados a morir en la guillolina. En algunos casos contaron con el apoyo del cam pesinado, com o ocurrió en marzo de 1793, en los de partamentos de la Vendée, sublevados contra el inten to de reclutar soldados para defender las fronteras. P e ro en el fondo de estas revueltas estaba la política de reparto de las tierras comunales, que perjudicaba a los campesinos pobres, incapaces de adquirir ningún lote.
La Nación Soberana
Batalla de Jemappes entre el ejército francés y las fuerzas imperiales austría cas. Las victorias revolucionarias em pezaron a multipli carse después del inesperado éxito de Valm y, en 1792.
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En m arzo de 1973 estalla una de las insurrecciones c a m p e s in a s m ás sangrientas contra la Convención, la Vendée, en protesta por las levas forzo s a s , d irig id a por monárquicos y esti m ulada por el clero católico.
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La fuerza radical la constituían los s a n s - c u lo tte s (los «sin calzones»), amalgama de los sectores más humil des de la sociedad: artesanos, tenderos, obreros, mar ginados de las grandes ciudades, quienes con frecuen cia se identificaban con los discursos de Marat. En esta situación, la guerra contra el exterior y la R e volución estuvieron estrechamente ligadas. La nación se identificó con los revolucionarios. Las clases popu lares veían al rey cada vez más vinculado a los emigra dos, y al Antiguo Régimen. De ahí que cuando el duque de Brunswik, general de los ejércitos contrarre volucionarios. emitió un manifiesto amenazador para to dos aquellos que osaran vituperar la persona del m o narca, el ánimo de los parisienses se encrespó, mien tras voluntarios de otras ciudades acudían a la capital para defender a la patria. En aquellas circunstancias los marselleses hicieron popular la C a n c ió n d e l E jé r c it o d e l R h in (conocida después com o L a M a rs e lle s a ), que com pusiera un ingeniero, Rouget de Lille, expresión del sen timiento nacionalista y adoptada com o himno de la R e pública francesa.
El 10 de agosto de 1792 el pueblo de París asaltó el palacio de las Tullerías y constituyó la Comuna, un g o bierno revolucionario paralelo controlado por los jaco binos, que presionó a la Asamblea para que tomara me didas contra los sospechosos de boicotear la Revolución. Miles de detenidos fueron ajusticiados en la guillotina, acusados de connivencia con los ejércitos contrarrevo lucionarios. La Asamblea suspendió las funciones del rey y lo destituyó. Fueron convocadas nuevas eleccio nes por sufragio universal y nació la Convención N a cional, a imitación de la norteamericana. Girondinos y jacobinos mantenían un equilibrio de fuerzas. La victoria de Valmy sobre los prusianos el 20 de sep tiembre de 1792 el mismo día en que se inauguró la Convención, dio fuerza a los revolucionarios para abo lir la monarquía, proclamar la república e iniciar el pro ceso contra el «ciudadano C apeto». Luis XV I. com o sa boteador de la Revolución. El 21 de enero de 1793 su cabeza caía en la guillotina, y meses más tarde, el 16 de octubre, su esposa, María Antonieta. sufrió la mis ma suerte. La ejecución del rey provocó enfrentamien tos entre girondinos y jacobinos.
El rey en la guillotina
El médico francés José Guillotin (1738-1814), funda dor de la Academ ia de Medicina, pro puso a la A sam blea Legislativa el ins trumento que lleva su nom bre a fin de disminuir los sufri mientos de los con denados a muerte, decapitados hasta entonces mediante un hacha o m ando ble. Los primeros ensayos se hacen en 1792 en cadáve res de animales.
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Desde el Terror al Directorio
El Terror
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El ciudadano Robespierre fue el re presentante más ra dical del partido ja cobino, que llegó al poder a finales de 1792. Su gobierno fu e d e n o m i n a d o con justicia del «te rror», y la devasta dora cuchilla de la guillotina apenas tuvo reposo duran te este período.
La situación se deterioraba día a día: una gran coalición de potencias europeas contra Francia amenazaba la es tabilidad política; las masas populares exigían la reduc ción de precios de los productos de primera necesidad; entre los voluntarios del ejército se produjeron actos de indisciplina (Dumouriez. el general victorioso en Valmy, se volvió contra el gobierno para restablecer la m o narquía, después de ser derrotado en Bélgica en marzo de 1973); las provincias reclamaban mayor autonomía y los campesinos de la región de la V en dée se sublevarón . En tales circunstancias, con una Francia asediada y con dificultades para encontrar los alimentos indis pensables. el ciudadano Robespierre (denominado e l in c o r r u p tib le ) , uno de los líderes jacobinos, encauzó la situación a través del Comité de Salvación Pública, que, junto al Comité de Seguridad General, constituían el verdadero gobierno de Francia. Es el período con o cido com o «el Terror» a causa de los numerosos ajusti ciamientos en la guillotina. Robespierre se desembara zó de izquierdistas, com o Hébert y Roux, líderes de los e n r a g é s o exaltados, que exigían el derecho al trabajo, instrucción gratuita y pensiones para los ancianos. De la misma manera, se eliminó a los partidarios m o derados de Danton y a los girondinos, acusados de traidores. Revolucionarios com o Maximiliano Robespierre inten taron que sus ideales no se concretaran sólo en un cam bio político, y abarcaron otros muchos aspectos de la vida, creyendo así iniciar una nueva etapa de la histo ria. Tras abolir la monarquía, establecieron que el año I. primero de la República, debía comenzar el 22 de septiembre de 1792, y los meses cambiaron de nom bre; Vendimiario, Brumario, Frimario, Nivoso, Pluvio so, Ventoso, Germinal, Floreal, Pradial, Messidor, Thermidor y Fructidor. La religión fue racionalizada con el culto al Ser Supremo; Robespierre era partidario de la educación libre, al estilo de Rousseau, y creía en la exis tencia del alma y en Dios. Un decreto del 18 de Floreal proclamaba la fiesta del Ser Supremo y de la Naturale za, y cuando aquel puritano, convencido de su papel de salvador de la patria, fue elegido presidente de la
Convención, acudió al acto con un ramo de flores y de espigas en sus manos. La guerra y la falta de alimentos constituyeron los pro blemas principales del gobierno revolucionario. Había que controlar la producción de grano y equipar a los soldados. Un millón de hombres fueron movilizados para formar un ejército popular, cuyos miembros elegían a sus jefes, y en el que la disciplina era elogiada com o un principio básico. «Am ad la disciplina, que hace vencer», decía Saint-Just. La Convención, para mantener el orden, decretó la pena de muerte contra ladrones y desertores.
Ham bre y guerra
El funcionamiento continuo de la gui llo tin a defin ió el modelo político del p eríod o conocido com o «el Terror».
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Ai mismo tiempo, los revolucionarios quisieron satis facer las reivindicaciones de los campesinos: los dere chos feudales quedaron suprimidos en su totalidad, sin ningún tipo de indemnización, y muchas tierras de los nobles emigrados fueron parceladas y repartidas entre los agricultores. Se elaboró una nueva Constitución, que fue votada el 24 de junio de 1793; su declaración de derechos era más avanzada que la de 1789. La Asamblea habría de ser elegida por sufragio directo, y el Consejo Ejecutivo — lo que llamaríamos gobierno— era designado por aquélla. La educación pasó a considerarse com o un d e recho de todos los ciudadanos, y se aceptó el reconoci miento de la asistencia a los pobres. Un plebiscito p o pular la aprobó el 10 de agosto, aniversario de la caída de la monarquía. Sin embargo, su aplicación quedó aplazada, depositada en el a rc a santa, hasta estar la R e En el plano político, el equilibrio de fuer volución a salvo y lograrse la paz. A los catorce meses de la llegada de los jacobinos al zas representado en esta caricatura se poder, Francia había conseguido desembarazarse de sus inclinó claramente, principales problemas y reforzar su nacionalismo popu durante el mandato lar: rechazadas las invasiones extranjeras, el ejército pasó jacobino, a favor de a la ofensiva y ocupó Bélgica. Aquella alianza de las cla los elementos popu ses medias y los s a n s - c u lo tte s funcionó a la perfección lares representados durante un año y sentó las bases de un Estado centrali p or lo s s a n s - c u zado y democrático. lo tte s.
La nueva Constitución
Pero finalmente, una coalición de diputados m ode rados y radicales, que habían sido marginados y a los que unió el m iedo a la guillotina, derrotó a Robespierre y a sus seguidores, que fueron detenidos el 9 de Thermidor y condenados a la pena capital. Parece que las últimas palabras de Robespierre fueron: «L a República está perdida, los bandidos están en el poder». Esta reac ción thermidoriana, que propició un período de diez años (1794-1804) de inestabilidad política y social, cul minó con la coronación de Napoleón com o emperador. En 1795, III año de la República, se elaboró una nue va Constitución, más moderada, en la que desaparecía el sufragio universal y se hacía una explícita alusión al derecho de propiedad (según el artículo 5 .° , «L a pro piedad es el derecho de gozar y disponer de los bienes, de las rentas, del fruto del trabajo y de las industrias») y a un concepto restringido de la igualdad («L a igual dad consiste en que la ley sea igual para todos»). Se
La muerte de Robespierre
El mismo procedi miento de elimina ción física em plea do por los jacobinos fue utilizado contra ellos para desban c a rle s del p od er: Robespierre y otros líderes ja c o b in o s murieron en la gui llotina.
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El D irectorio
El ejército francés descansa en Syene (Egipto) durante su cam paña por este país, en la que des tacó un joven gene ral que pronto ad quiriría prestigio in ternacional: N a p o león Bonaparte.
establecieron dos Cámaras: el Consejo de Ancianos y el Consejo de los Quinientos, renovadas en un tercio cada año. El Directorio ejercía el poder ejecutivo, con cinco miembros nombrados por los Ancianos, y con la obligación de cambiar uno de ellos cada año. En aquellos años, el poder de los s a n s - c u lo tte s pari sienses íue disminuyendo, al tiempo que la escasez de los bienes de primera necesidad incrementaba los pre cios. El hambre y la miseria se extendieron por los ba rrios de las principales ciudades. Estallaban frecuente mente reyertas en las grandes colas que se formaban para comprar el pan, la carne o el carbón. Los nuevos poderes trataban de controlar la situación mediante una policía eficaz, que procuraba desbaratar cualquier nue va conspiración. Proliferaron las sublevaciones al grito de «Pan y Constitución de 1793». En 1796, Babeuf pro tagonizó la de mayor renombre y trascendencia, la de «L o s Iguales»: querían establecer una sociedad iguali taria; el intento llevó a la guillotina a sus principales di rigentes. También los realistas y los jacobinos em pren dieron conjuras para conquistar el poder, mientras un joven general, Napoleón Bonaparte, cosechaba triun fos militares en Italia y en Egipto y asentaba, en cierto m odo, la estabilidad de la República.
Napoleón, cónsul y emperador Nacido en Córcega en los tiempos en que la isla había pasado de G énova a Francia, Napoleón había de repre sentar a partir de entonces un papel importantísimo en la historia de Europa. Napoleón Bonaparte es el sím bolo de muchas cosas y ha sido analizado com o proto tipo de la ambición personal para alcanzar el poder. En efecto, aquel hombre de corta estatura y ancho de es paldas, a quien el pueblo llamaba «le petit tondu» (el esquilado) por su peculiar peinado, tenía un afán des medido por convertirse en el centro del mundo. Se creía destinado a salvar a Francia, a la manera de los em pe radores romanos, que imponían su ley a los pueblos bár baros. C om o todos en su época, sentía gran admiración por el protagonismo histórico de la antigua Rom a y lo que aquélla supuso para la humanidad: la supremacía sobre la barbarie, que después consiguió prevalecer du rante muchos siglos, con la invasión de los pueblos de más allá de las fronteras del Imperio. La Revolución, en cierta medida, volvía a recuperar el sentido racional de las cosas contra la arbitrariedad de los señores feu dales y los monarcas autocráticos. Consideraba necesario un poder fuerte para defen derse de los reyes absolutistas enemigos de Francia, y al mismo tiempo, para encauzar a un pueblo tantos años sometido a normas y formas de poder autoritarios, que
Napoleón Bonaparte
El pintor neoclásico Proudhon imaginó el triunfo de N a p o león com o una vic toria de la ideología ilustrada de finales del xviil. El ascenso del general corso a las m ás altas ins tancias del poder significaba el triun fo de este m o v i miento, que debía reconducir el tam baleante rum bo de la Revolución fran cesa.
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N apoleón Bonaparte
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La instauración del Consulado, en no viembre de 1799, con N apoleón co mo primer cónsul, tan sólo significó un paréntesis en la c a rrera de Bonaparte hacia el trono im perial, com o si de un n u e v o C é s a r Augusto se tratara.
no podía fácilmente asimilar la camaradería que supo nía la difusión del nombre de «ciudadano» a todas las personas con uso de razón. Napoleón se coronó a sí mis mo em perador y estableció una corte fastuosa, al tiem po que sus tropas, bien pertrechadas, iban derrotando a las europeas, pretendiendo liberar a los pueblos por medio de los principios que habían configurado la R e volución Francesa. Paradójicamente, ocupaban después los tronos de países vencidos, com o ocurrió con José Bonaparte en España. T o d o había comenzado el 18 de Brumario (19 de no viembre de 1799), con la desaparición del Directorio, al que resultaba difícil mantener la autoridad del ejecu tivo. Una mayoría del Consejo de Ancianos y el de los Quinientos confió el poder a tres «cónsules»: Bonapar te, Sieyés y Ducos. Se redactó una nueva Constitución — la del año VIII — . El legislativo quedó muy fracciona do con el establecimiento de cuatro asambleas: sus pro yectos debían emanar de la iniciativa del primer cónsul, que tenía el auténtico poder ejecutivo, con una dura ción de diez años.
El Consulado le sirvió a Napoleón para reforzar sus planes de hacerse con el control del gobierno; duró des de enero de 1800 hasta el 18 de mayo de 1804. m o mento en el que decidió coronarse emperador. Sólo te nía treinta y cinco años y ya se le consideraba un genio de la estrategia militar. Su pretensión era tranquilizar los ánimos de la socie dad francesa, cansada de tantas vicisitudes y convulsio nada por la inestabilidad y la debilidad de sus sucesivos gobiernos, tal vez com o reacción frente a lo que supu so una monarquía absoluta habituada a la arbitrariedad y a decidir sin contar con ninguna otra instancia. Las Asambleas Legislativas o Convenciones surgidas durante la Revolución pretendían ser la expresión de la volun tad popular y habían intentado que los gobiernos actua ran según los dictados de aquéllas. Ahora, Napoleón imponía una autoridad que recordaba en muchos as pectos a la de los antiguos soberanos. Sin embargo, el emperador respetó numerosas conquistas revoluciona rias y elaboró un nuevo Código Civil, que después ins piró las nuevas recopilaciones legislativas de derechos y deberes en numerosos países europeos. Igualmente, contribuyó a la creación de la enseñanza pública, ins taurando los liceos para la enseñanza secundaria, con trolada por el Estado, que serían la base para la forma-
N apoleón Bonaparte
El pintor Louis D a vid recreó la coro nación de Napoleón y Josefina, una ce rem onia fastuosa que d aba a B o n a parte una aureola de nue v o C é s a r , con poderes y a m biciones muy simi lares a los otorga dos a los em pera dores romanos.
N apoleón Bonaparte
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Busto de Beethoven, el genial músi co alem án que h a bía enaltecido en su sinfonía H e ro ic a al em p era d o r B o n a parte, y que luego volvió la espalda a los nuevos signos del imperio y acabó por a p o y a r a los enemigos tradicio nales de N apoleón.
ción de una elite que contribuyera al engrandecimiento de la nación. Al principio, Bonaparte adquirió fama y prestigio por toda Europa. Beethoven. y como él muchos jóvenes ale manes, recibió con agrado a una figura que considera ba representativa de los ideales revolucionarios, y le d e dicó una de sus nueve sinfonías, la H e r o ic a , pero, al parecer, le decepcionó que se coronase emperador y tachó la primera dedicatoria, sustituyéndola por « A la memoria de un gran hom bre», todo un símbolo de la trayectoria de aquel imperio. La guerra, que se extendió más allá de sus fronteras, significaba también, al margen de la gloria, heridos, muertos, campos y ciudades arrasados. Para que el resto del continente respetara a Francia había que derrotar y someter a sus monarquías absolutas y aislar a Inglate rra, que mantenía el dominio de los mares e impedía la salida de los productos franceses; el almirante Nelson había vencido a la flota franco-española en Trafalgar (1805). En los primeros años parecía que los prin cipales planes de Napoleón se cumplían, al conseguir victorias resonantes en Austerlitz (1805), Jena (1806) o Wagran (1809), pero el esfuerzo militar causaba al país innumerables gastos y fuertes pérdidas humanas, cal culadas en más de medio millón de muertos. Su poder em pezó a declinar precisamente en España, con la d e rrota de la batalla de Bailén y el hostigamiento de gru pos «guerrilleros» — vocablo que adquirió difusión in ternacional desde entonces— que no pudieron ser aniquilados. La campaña de Rusia debilitó profunda mente al emperador. Sus tropas se vieron acosadas por la nieve, el hambre y las enfermedades. La retirada des de Moscú — iniciada el 19 de octubre de 1812— es uno de los episodios más trágicos de la historia contem po ránea. De los 650.000 soldados que la iniciaron sólo unos 100.000 sobrevivieron. En 1813, los principales países europeos (Inglaterra, Prusia. Rusia y Austria) formaron una coalición. Des pués de la batalla de Leipzig conocida com o la «batalla de las naciones» por la cantidad de soldados de distin tas nacionalidades que intervinieron, los acontecimien tos se precipitaron, y aunque su resultado fue incierto, el ejército napoleónico sufrió numerosas bajas. Los alia
dos entraron en París el 30 de marzo de 1814: el em perador fue sustituido por un gobierno provisional, pre sidido por Talleyrand, en nombre de Luis XVIII. N apo león abdicó en Fontainebleau, asignándosele la isla de Elba com o residencia, y Francia vio reducidas sus fron teras a las que tenía en 1792. Sin embargo, aún haría Bonaparte otro intento de re cuperar el poder. En 1815 escapó de Elba y regresó a París, aclamado por muchos franceses, mientras el rey Borbón huía del país. Napoleón se mantuvo al frente de la nación durante cien días. La derrota infligida a su ejército por las tropas inglesas y prusianas, mandadas por el general británico Wellington, en W aterloo, aca bó definitivamente con su carrera. De nuevo, renunció al trono el 22 de junio y partió al destierro de la isla de Santa Elena, donde murió, al parecer envenenado, el 5 de mayo de 1821.
Napoleón Bonaparte
La victoria de Austerlitz fue uno de los m ayores éxitos del triu n fa d o r B o n a parte. Pero las con tinuas c a m p a ñ a s militares ocasiona ban innum erables pérdidas hum anas: la retirada de Rusia es la otra cara de una m oneda de do lor y gloria.
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El Congreso de Viena, intento de restauración del viejo orden
Las potencias que rem odelaron Euro pa en el Congreso de Viena intentaron resolver dos im por tantes problem as: desm antelar el Im perio napoleónico c o n s i g u i e n d o el equilibrio entre los estados más fuertes y, así, una paz du radera, y restaurar los principios de la so cied ad eu ropea d e s tru id o s p o r la R ev o lu ció n F ra n cesa.
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Las cuatro potencias vencedoras sobre Napoleón (Ru sia, Prusia, Austria e Inglaterra), a las que se uniría la nueva Francia, intentaron establecer un acuerdo que condujera al equilibrio de poder en Europa dentro de los principios de legitimidad, es decir, llegaron al con vencimiento de que los distintos reinos habían de ser g o bernados por las monarquías tradicionales y mantener sus territorios históricos. Las ideas revolucionarias d e berían ser extirpadas radicalmente y no reaparecer nunca más, y lo ocurrido en Francia sería sólo un episodio re legado al recuerdo, triste testimonio de a lo que las tur bas populares pueden llegar si no están sujetas a los sagrados principios de la tradición y el respeto a los so beranos, a la usanza del Antiguo Régimen. Reunidos en Viena, pretendieron la vuelta al viejo or den, condenando las ideas de la Ilustración com o pro pias de francmasones y apoyando las tradicionales costumbres políticas y sociales. El alma del Congreso, celebrado entre septiembre de 1814 y junio de 1815, fue el canciller austríaco Metternich — conocido com o «la roca del orden» — , quien elaboró prácticamente to-
das las cláusulas de la nueva realidad política, que su maron un total de 121 artículos. Cabe destacar a otros dos personajes importantes. Uno fue el inglés Castlereagh. ministro de Asuntos Ex teriores, quien pretendía atraerse a Francia y reducir la influencia rusa. El otro era el zar Alejandro I de Rusia, cuyo ejército participó activamente en la derrota de Napoleón. Había accedido al trono en 1801, al ser ase sinado el zar Pablo, su padre, víctima de una cons piración palaciega. El novelista Pushkin lo calificó de «enigm ático». Mantenía la creencia de que Dios le te nía destinado a salvar al mundo y que la paz había de estar asentada sobre los principios del cristianismo. En el Congreso de Viena se concentraron más de 200 diplomáticos de las naciones europeas, de los principa dos italianos, de las ciudades libres alemanas, los caba lleros teutones o de la Orden de Malta, así com o otras muchas asociaciones que deseaban participar en la es tructura que se estaba fraguando, haciendo valer sus de rechos históricos.
El C ongreso de Viena
El Congreso de Vie na (caricaturizado aquí), pese al exce sivo protagonismo del canciller a u s tríaco Metternich y del zar Alejandro I, logró un principio de a c u e rd o p a ra instaurar un nuevo y restaurado Anti guo Régimen.
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El C ongreso de Viena
El príncipe de Metternich destacó por su defensa del Anti guo Régim en. De joven fue diplomáti co y enem igo de la Francia revolucio naria. En 1809 fue nom brado ministro de Asuntos exterio res defendiendo un equilibrio europeo que evitase el pre dominio de una po tencia y permitiese la pervivencia del Imperio Austríaco. Tuvo un papel pre ponderante en el Congreso de Viena (1 8 1 4 -1 8 1 5 ) que puso fin al imperio napoleónico, consi guiendo la restau ración del dominio austríaco en Italia y Alem ania y frenar el expansionism o de Rusia y Prusia con la idea de un equilibrio europeo.
Los palacios de los aristócratas servían de local a las recepciones. Beethoven puso su música al servicio del nuevo orden con el estreno de la ópera F id e lio , en un ambiente de competencia entre los príncipes para mos trar el mayor esplendor posible. Pese a estas frivolidades, las distintas reuniones g e nerales que se celebraron dispusieron la remodelación del mapa de Europa. Una serie de comités abordaron temas colaterales, com o la navegación por los grandes ríos o la abolición del comercio de esclavos. Las conclusiones del Congreso condicionaron la p o lítica continental durante varios años: — E l I m p e r io A u s t r í a c o se anexionó el reino de Lombardía-Venecia y las antiguas provincias Iliónicas, man teniendo una presencia importante en Italia, a la vez que una fuerte influencia en la Confederación Germánica, que agrupaba a los 39 Estados alemanes. — G r a n B r e t a ñ a consiguió el dominio sobre el mar a través de puntos estratégicos com o Malta o las islas Jó nicas en el Mediterráneo, Heligoland en el mar del Norte, El Cabo en Sudáfrica, Ceilán en el Indico, y otras islas en las Antillas.
R u s ia extendió sus fronteras 400 kilómetros hacia el oeste, con la constitución de un reino polaco bajo su protectorado, al tiempo que ocupaba Finlandia, antes en manos de Suecia, a quien ahora se le agregó N o ruega, tras separarse de Dinamarca. — P ru s ia obtuvo otras tierras de Polonia y una zona de Sajonia, así com o diversos territorios del Rhin. — F r a n c ia , que logró formar parte de las potencias con capacidad de decisión, se vio reducida a sus antiguas fronteras y obligada a pagar una indemnización, mien tras nacían pequeños países a su alrededor, com o los Países Bajos, la Confederación Helvética y el reino de Piam onte-Cerdeña. — Ita lia se fragmentó en siete Estados, al margen del territorio incorporado a Austria, nación que instaló sus propias dinastías en los principados de Parma, Módena y el Gran Ducado de Toscana. — A le m a n ia , con la Confederación de príncipes ale manes, quedó sometida a las fuerzas contrapuestas, de Prusia y Austria, que acabarían enfrentándose. Una Die ta germánica constituía el único órgano común de to dos los Estados, pero sin verdadero poder decisorio. I KUECIA
CUALANDIA
EUROPA EN 1815
Confederación Germánica
Imperio Austríaco
Reino de Prusia MOfiEA
El C ongreso de Viena
He aquí el m apa de Europa en 1815. La d e l i m i t a c i ó n de áreas de influencia en el viejo continen te daba una clara ventaja a Inglaterra en su intento por lo grar la hegemonía mundial, que ap o y ará su creciente p o d e río c o lo n ia l. Tan sólo Rusia, en el este, podía dispu tar a los británicos su control del mun do, mientras que el resto de las nacio nes europeas no s a lían de una condi ción de potencias secundarias, ya fue se por su dispersión política (A lem ania e Italia) o por sus crisis internas (Francia y España).
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U n a A lia n z a « S a n t a »
La Santa A lianza
En septiembre de 1815 se reunieron en París el zar Alejandro 1, el em perador de Austria. Francisco 1. y Fe derico II de Prusia. Firmaron, bajo la advocación de la Santísima Trinidad, un acuerdo bautizado com o Santa Alianza, según los principios apuntados en Viena y d e fendidos principalmente por el zar en una extraña com binación entre diplomacia y religión. Su propósito era controlar los intereses de las grandes potencias y evitar la aparición de brotes revolucionarios. Inglaterra, repre sentada por Castlereagh, no quiso participar en un tra tado que no contenía ninguna disposición concreta, ale gando que el rey Jorge III no estaba en pleno uso de sus facultades mentales, pero sí lo hizo en otra poste rior, la Cuádruple, en compañía de las demás poten cias. Los Estados firmantes se comprometían a mante ner la situación política establecida en el Congreso de Viena, al tiempo que constituían una fuerza de interven ción para acudir a aquellos países que rompieran la le gitimidad histórica. De acuerdo con el artículo 6 .°: «... las altas partes contratantes han venido en renovar en épo cas determinadas reuniones consagradas a los grandes inte reses comunes y al examen de las medidas que serán juzga das más saludables para el reposo y la prosperidad de los pue blos y para el mantenimiento de la paz en Europa.»
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L a s c o n c lu sio n e s del C o n g r e s o de Viena (abajo) repre sentaron el último intento del viejo or den por perpetuarse en el nuevo siglo XIX. N o obstante, el intento resultó limi tado en sus am bi ciones iniciales y sin futuro a medio plazo.
Representaba algo más que una alianza militar, en cuanto intentaba extender los principios del despotismo ilustrado, pero cuando ya habían sido superados por la Revolución Francesa, que proclamó la soberanía del pueblo por encima de la voluntad de los monarcas. El sistema no había de durar mucho tiempo. La riva lidad entre los aliados hizo que los compromisos per dieran su eficacia. Escasos fueron los resultados de los cuatro encuentros siguientes, celebrados entre 1818 y 1822. En el primero, el de Aquisgrán, Francia logró que las tropas de ocupación se retiraran, al tiempo que se incorporó al directorio de las potencias, convirtiéndola en Quíntuple Alianza. En los siguientes (Troppau, 1820; Laibach, 1821, y Verona, 1822) afloraron las diferen cias entre Inglaterra y Francia respecto a Austria, Prusia y especialmente Rusia, al tiempo que el Imperio austríaco temía la expansión rusa en los Balcanes. Los distintos focos liberales surgidos en diversos puntos de Europa fueron reprimidos no por fuerzas conjuntas, si no por el interés de cada Estado en los territorios afec tados. Austria actuó en las sublevaciones de Italia y Alemania, mientras un ejército francés, los Cien Mil H i jos de San Luis, entró en España para restablecer el absolutismo (en la figura de Fernando VII) y abolir la Constitución de 1812.
La Santa Alianza
La falta de proyec ción de los acuer dos de Viena vino dada por la fuerza de las nuevas ideo logías y la adhesión de la burguesía a los principios políti cos que antes había com batido. Pronto los s alo n es y las reuniones sociales se convirtieron en cenáculos políticos de nuevos conspira dores liberales.
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El mundo de las ideas: del liberalismo al socialismo El liberalismo no es una doctrina muy elaborada, carac terizada por una filosofía concreta. Supone más bien una mentalidad general, fruto de la confluencia de distintas corrientes de pensamiento, que destacan la capacidad de respuesta individual por encima de los principios in mutables establecidos por la tradición o las costumbres. Es el fruto de un largo proceso, iniciado en las civiliza ciones grecorromanas, que fue creciendo y extendién dose a lo largo de la Edad Media y la Moderna, con la conquista de fórmulas racionales para entender el mun do y rechazando argumentos de autoridad no co m probados. Los descubrimientos científicos producidos a partir del siglo XVI, la filosofía empirista y las ideas políticas de la Ilustración constituyen elementos fundamentales para comprender la formación del liberalismo, desarrollados a partir de la independencia de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa. La ideología liberal corre pareja con el ascenso de la burguesía en Europa, que se consolida con la Revolu ción Industrial, y con ella creará su concepción del mun do y la defensa de sus intereses, concretados en la sal vaguardia de los derechos individuales. Libertad, por tanto, para fabricar, comerciar y ampliar los mercados. Libertad para elegir el gobierno apropiado a los intere ses de cada uno y votar las leyes deseadas. Libertad para El escritor y filó sofo Jean-Jacques pensar y expresarse sin censura. El Estado será siem Rousseau (según un pre el valedor de la libertad, y su objetivo consistirá en retrato de Quintín velar por los derechos de las personas, sin intervenir en La Tour). Producto las relaciones económicas o sociales. de la cultura enci clopedista ilustrada d e l s ig lo X V III, Rousseau acabaría por ser reconocido com o p en sad or esencial por los re v o lu c io n a rio s del XIX. En la página opuesta, la Virtud visita la tumba del filósofo francés.
Pero en el liberalismo encontramos diversos matices acerca de cóm o ha de ser entendida y practicada dicha libertad. De ahí que se hable de liberalismo económ ico, político, moral, religioso, etc., y, dentro de ellos, dis tintas posturas, desde las más radicales a las más m o deradas, configuran un panorama ideológico variado, pero que tiene com o punto de partida la D e c la r a c ió n d e D e r e c h o s d e l H o m b r e y la potestad de todos los se res humanos a ser iguales ante la ley e intervenir en al gún grado en las cuestiones de gobierno.
Fue en la Inglaterra del siglo XIX. el país más desa rrollado industrialmente en la época, donde estas ideas El liberalism o adquirieron su mayor consistencia teórica. Son una bue na muestra economistas com o Adam Smith. Malthus o Ricardo, y pensadores de la talla de Bentham y Stuart Mili. Todos ellos, junto a los franceses Benjamín Constant y Alexis Tocqueville, establecieron los principios fundamentales del liberalismo político y económ ico moderno. Tras la derrota de Napoleón, las fuerzas que intenta ron la vuelta al Antiguo Régimen reaccionaron contra todo lo que les recordara la Revolución, considerada co mo fuente de todos los males acaecidos, al querer tras tocar el sentido tradicional de las sociedades. Pensaban En la Inglaterra del que había sido un castigo de la Providencia ante unas primer tercio del si doctrinas y una experiencia que alteraban el orden na glo xix, el miedo a tural. El francés Joseph Maistre, teórico del tradiciona la Revolución caló profundamente en lismo de aquella época, escribía: tre su clase dirigen te, que veía de esta fo rm a tan p e c u liar el avance de las ideas liberales y democráticas.
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«El hombre puede plantar un pepino, hacer crecer un árbol, perfeccionarlo mediante injertos y podarlo de cien modos dis tintos. pero jamás ha podido imaginar que pueda crear un ár bol. ¿Cómo ha podido entonces imaginarse que tuviera p o der para crear una Constitución?»
Sin embargo, para los liberales — denominación que se utilizaba al principio en tono despectivo— , sólo a tra vés del descubrimiento progresivo de la verdad con el concurso de la razón puede el hombre alcanzar una so ciedad más justa. En este sentido, el parlamentarismo liberal representa la confianza en el diálogo y en la con frontación organizada de opiniones. Los Congresos o las Asambleas de diputados discuten distintos aspectos de la realidad hasta lograr el acuerdo o consenso, se gún la relación de fuerzas políticas existentes. Esto lleva a un rechazo de los dogmas impuestos por cualquier Iglesia o por la tradición y a un reconocimiento del rela tivismo de todas las verdades. Por tanto, el poder ha brá de estar limitado, siendo lo más adecuado dividirlo y establecer la separación entre ejecutivo — gobierno— , legislativo — Parlamento— y judicial — los tribunales de justicia— , tal com o ya señalara Montesquieu. La ideología liberal adquiere carácter revolucionario durante la primera mitad del siglo XIX. a medida que se convierte en la bandera reivindicativa frente a las fuerzas del Antiguo Régimen. Por tanto, en aquellos años fue un movimiento subversivo (1815-1848), pro tagonizado por burgueses, profesionales liberales (abo gados. médicos, funcionarios), comerciantes y también por muchos obreros. Juntos lucharon en las barricadas
El liberalism o
La pujanza indus trial de Inglaterra d a b a a este país una condición de «la b o r a t o r io de pruebas» del proce so re volu c io n ario de la época indus trial. La formación de partidos y sindi catos obreros en contró en Inglaterra su m ejo r terreno para fructificar, al abrigo de las nue vas factorías y ciu dades industriales.
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El liberalism o
El crecimiento eco nómico que el libe ralismo propugna ba derivó en una di visión social entre los poseedores de los medios econó micos, por un lado, V, por otro, la fuer za del trabajo, com puesta por el prole tariado industrial, agrupado en los su burbios de las gran des c iu d a d e s . El conflicto entre cla ses sociales enfren tadas era tan inmi nente com o inevita ble.
para derrotar a los reaccionarios, que querían mante ner el viejo orden social y económ ico, ajenos al empuje de las nuevas fuerzas productivas que estaba generan do la creciente industrialización y las transformaciones en la agricultura. Sin embargo, para aquellos liberales era fundamen tal no compartir el poder que arrebataban a los monar cas absolutos; en muchos casos limitaron la capacidad de voto o de elección únicamente a los dotados de un cierto nivel económ ico o una alta formación intelectual. Entendían que tan sólo en ellos podía recaer la sobera nía popular, pues eran quienes hacían progresar la na ción. El resto de la población habría de limitarse, según ellos, a trabajar y disfrutar de la riqueza que habían crea do los hombres de empresa o los propietarios agrícolas. Este punto encerraba una contradicción: si se predi caba la libertad para todos, resultaban injustificables las trabas y exclusiones que sufría una inmensa mayoría de los ciudadanos. Así, conforme avance el siglo XIX, ten dencias más radicales exigirán el sufragio universal. S o cialistas y anarquistas ponían en evidencia las con tradicciones del liberalismo; la falsa libertad por ellos proclamada, falsa porque sólo podían disfrutarla los p o seedores de algún medio de producción, mientras los obreros se veían en la obligación de vender su fuerza de trabajo sin otras contrapartidas. Aun así, a principios del siglo XIX. el pensamiento liberal constituyó una ideolo gía revolucionaria frente a la legitimación de lo tradicio nal propugnada por la Restauración.
El
ro m a n tic is m o
N o resulta fácil definir o delimitar cronológicamente el romanticismo, que desde principios del siglo XIX se con virtió en la principal expresión literaria, artística y estéti ca de la nueva sociedad industrial naciente en Europa. El neoclasicismo (la «vuelta a lo clásico») del siglo an terior concebía el arte com o la combinación de ciertos elementos: armonía, unidad y carencia de individuali zación (los autores grecorromanos eran los modelos imi tados) y la estética estaba basada en reglas establecidas. Así. las obras teatrales se regían por la unidad del espa cio (que no cambiaba en el transcurso de las mismas) la unidad del tiempo (sólo estaba permitida una dura ción máxima de veinticuatro horas en el desarrollo de la acción) y la unidad de la trama, tal com o señaló Aris tóteles. Igualmente, no podía mezclarse lo trágico con lo cómico, ni representarse la violencia en escena. El romanticismo tiene sus antecedentes en la segun da mitad del siglo XVIII. principalmente en escritores alemanes que reaccionan contra el racionalismo de los ilustrados. Un autor. Klinger, escribió en 1777 una tra gedia, S tu r m u n d D r a n g ( T e m p e s ta d y e m p u je ) , que
El r o m a n tic is m o
En Alem ania el ro manticismo se fun damenta en la crea ción filosófica y en la teoría literaria. Kant, Fichte, Schelling y Hegel fueron los pensadores más importantes de fi nales del XVIII y principios del XIX, y constituirán una de las bases de la in t e r p r e t a c ió n d e l mundo contem po ráneo.
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El rom anticism o
El pintor G a s p a r D a v i d F r ie d r i c h puede considerarse el más genuino re presentante del ro m a n tic is m o a le mán. Sus cuadros, com o éste, titulado L a s tre s e d a d e s, re bosan de una exal tación apasionada, con un equilibrio com positivo entre paisaje, luz y figura humana, en el m ar co de una atm ósfe ra fantástica.
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sirvió para dar nombre a un movimiento literario en el que se preconizaba la defensa del individuo contra la uniformidad de la sociedad. Los hermanos Schlegel, Fe derico y Augusto, estudiaron y difundieron las obras de Shakespeare y Calderón de la Barca com o prototipos de autores que no seguían los moldes clásicos. También la novela de Jean-Jacques Rousseau, L a n u e v a E lo ís a . cargada de sentimentalismo, ejercía gran influencia en tre los escritores alemanes, primero, y posteriormente entre los ingleses. Curiosamente, en la Francia revolu cionaria la estética romántica desplazó a la tradición gre corromana cuando el Imperio napoleónico empezaba su decadencia. Quizá cabe pensar que existe una «re lación de opuestos»: los avances sociales y políticos refuerzan las ideas culturales tradicionales, mientras, contrariamente, el conservadurismo político genera m o vimientos intelectuales radicales. Los románticos lucharon contra la situación vigente en cada caso. Eso explica que representaran muchas y variadas cosas: un sentido de rebelión amplia contra
la sociedad, contra el clasicismo, la Iglesia establecida, la Revolución Francesa y Napoleón, la aristocracia, el absolutismo y contra los comportamientos de la burgue sía. Al mismo tiempo crean sus propios héroes, unos inspirados en el m edievo — el Corsario, Guillermo Tell, Don Juan — , mientras otros siguen un m odelo que pa sa por ser el prototipo de vida romántica, con personajes inmersos en la amargura, la melancolía, el desengaño, dispuestos a sacrificarse por un ideal — el poeta inglés Byron murió de peste en Missolonghi, donde había ido para luchar por la independencia de G recia— , por un amor no correspondido — Kleist. que se suicidó después de matar a su amante, o Larra, que se quitó la vida a los veintiocho años— . Otros padecieron la desespera ción, las privaciones y fallecieron también jóvenes, co mo Novalis. Shelley, Keats, Leopardi. Schubert, Chopin y el pintor Delacroix. A pesar de lo difícil de encontrar una definición g e neral del movimiento romántico pueden destacarse al gunos rasgos característicos, tales com o la libertad de imaginación no sujeta a ninguna norma, ni constreñida a resaltar determinados principios morales. Se valora la creación artística por sí misma y se buscan nuevos es cenarios en donde la experiencia humana se desenvuel va; de ahí que los lugares lejanos — la India, o Egipto—
rom anticism o
Lord G eorge G ordon Byron (17881824) encarna al héroe rom ántico, identificado con sus personajes litera rios. Perseguido por el escándalo de una vid a sentim ental a g i t a d a , en u n a época de costum bres muy rígidas, abandonó Inglate rra en 1816. Resi dió en G inebra y Venecia y murió, víctima de la peste, en M is s o lo n g h i , donde se encontra ba para defender la in dependen cia de Grecia.
adquieran un gran atractivo. Delacroix buscó inspiración en Argelia, y Teófilo Gautier popularizó una imagen exó tica de España con sus gitanos, bandoleros y majas. De rom anticism o igual manera, les resultaba sugerente la Edad Media y se divulgaron el R o m a n c e r o español, la C h a n s o n d e R o la n d , el S ig fr id o de los Nibelungos y las M il y u n a n o c h e s , entre otros. El escocés Walter Scott escribió mul titud de novelas de ambiente medieval. Otra característica fue el valor que se atribuía a la na turaleza, que no tenía ya el sentido de materia científi ca, regida por leyes inmutables descubiertas por el aná lisis de la razón y comprobadas por la experimentación, es decir, desprovista de significado moral. Para el ro mántico constituye una fuente de inspiración y conoci miento en la que el poeta, el novelista, el escultor o el músico se reconocen e intervienen, desde una perspec tiva subjetiva, en la visión de los paisajes. Junto a ello, M adam e de Staél, c u y o a u té n t ic o una tendencia a buscar nuevos símbolos que reflejen nombre era G erm a los sentimientos, las pasiones, al m odo del F a u s to de na Necker, hija del Goethe, que pacta con el diablo para adquirir la eterna m inistro de Luis juventud, o la condición humana, com o en L o s mise XVI, fue la primera teorizadora del m o rables de Víctor Hugo. En resumidas cuentas, en Europa este movimiento, vimiento romántico fra n c é s , con su que va de 1770 a 1850, representó la expresión de una obra «D e la literatu nueva sensibilidad artística en un mundo cambiante, ra», en la que cues donde los modelos políticos habían sido alterados por tiona la teoría clási la Revolución Francesa y los económicos, por la indus ca de la belleza a b soluta y propone la trialización. El impacto de todo ello condicionó la obra relatividad de la de muchos artistas, quienes, fieles testigos de su tiem misma según paí po, supieron recoger las contradicciones de una época ses o lugares. Pero que parecía no poder ser entendida únicamente por m e fue V ícto r H u g o dio de la razón y la ciencia. Se mostró a la vez reaccio (1802-1885) el es nario y revolucionario, burgués y antiburgués, en per c rito r ro m á n tic o m ás im p o rta n te , fecta sincronía con la situación vivida por los hombres cuya obra teatral y mujeres de aquellos años en que la cultura adquiría «H ernani» supuso, cada vez más difusión entre las clases medias. el día del estreno en El romanticismo acentuó el individualismo en contra 1830, la b a t a lla posición a los que defendían el arte com o expresión de frontal contra los las ideas comunes, y no de los sentimientos persona presupuestos de la dramaturgia greco- les. El ser humano había com enzado su nuevo destino rom ana. Sobre es de soledad entre la multitud, en un m edio inestable, tas líneas, Víctor cambiante, donde se impone el anonimato, en unas ciu Hugo. dades cada vez más populosas.
El
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El nacionalismo
La conciencia nacional El liberalismo apor tó un sentimiento nacionalista a pue b lo s so m etido s a poderes ajenos a su propio espíritu na cional. Italia y A le mania constituían, en la primera mitad del s ig lo X IX , un m osaico de peque ños estados, que se levantaron contra sus opresores, en pro de la unidad de sus terrotorios na cion ales respecti vos. Aquí, plebisci to en la Universidad de N ápoles a favor de la unidad italia na, en 1830.
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En los albores de la Edad Media el sentimiento común más importante era el de ser cristiano, en unas condi ciones bajo las cuales la mayoría de las gentes vivían y morían en el mismo lugar donde habían nacido. Con el transcurso del tiempo fue formándose una concien cia vaga, primero, y definida, después, de pertenecer a una comunidad más amplia que el espacio donde es taba el hogar permanente, vinculado por lazos de leal tad o servidumbre a un señor feudal o a un rey. El despertar de las naciones fue un proceso que ad quirió su mayor fuerza en el siglo XIX y continuó vigen te en el XX. La Revolución Francesa sustituyó, como sa bemos, al rey com o fuente de soberanía por la Nación; los Estados Generales pasaron a denominarse Asam blea Nacional, y los soldados franceses clamaron en Valmy: «¡V iva la Nación!». Ella se convirtió a partir de entonces en el elemento aglutinador de los pueblos que, por su propia voluntad, han decidido vivir juntos. Sin embargo, esta concepción supone el expreso con sentimiento por parte de los individuos de un territorio determinado. En esto difieren la mayoría de los pensa dores alemanes, para quienes la nación es algo vivo,
con fuerza interior, generadora de un espíritu popular («Volgeist») que la convierte en algo superior a los hom bres. Los ciudadanos no pueden alterar algo no creado por ellos, sino que, transmitido de generación en gene ración, representa el sustento de unas costumbres, una lengua, un folclore, una cultura en suma, que no cam bia por la iniciativa momentánea de unas personas. Estas dos visiones de la nacionalidad pugnarán entre sí a lo largo del siglo XIX Un autor francés, Ernest R e nán, en una conferencia pronunciada en 1882 sobre el tema «¿Q ué es la Nación?», mantenía — en defensa de la soberanía francesa sobre Alsacia y Loren a— el prin cipio de la voluntad de los habitantes de un territorio para permanecer juntos. Mientras, los alemanes alega ban argumentos históricos, étnicos y lingüísticos para anexionarse dichas regiones y, siguiendo al filósofo Herder, afirmaban que «el alma era la madre de toda cul tura en la tierra». Esta conciencia de diferenciación fue también una fuerza ideológica que movilizó a muchos pueblos duran-
La conciencia nacional
Italia mantuvo una difícil lucha por su identidad nacional; tanto en el norte co mo en el sur se pro dujeron revueltas nacionalistas con tra a u s t r í a c o s y borbones, así como contra el poder p a pal en los Estados Pontificios del cen tro de la península Italiana.
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La conciencia nacional
te el siglo XIX. Napoleón despertó con sus conquistas dicho sentimiento, y precisamente el nombre de «bata lla de las naciones», dado a la coalición contra el em pe rador en Leipzig en 1813, tiene un carácter simbólico. A partir de entonces, ideas com o «las fronteras na cionales» o «la soberanía nacional» adquieren mayor fuerza, y habrían de concretarse en el concepto de Es tado, unido principalmente por un idioma común que condiciona una manera determinada de pensar. El poeta alemán Arndt solía decir que la patria se extiende «tan lejos com o resuena la lengua alemana». A partir del primer tercio del siglo XIX el término «n a cionalidad» adquirió plena vigencia. La Academia Fran cesa lo adoptó en 1835, y el movimiento Joven Euro pa, prom ocionado por Mazzini — luchador en pro de la unificación italiana— proclamaba en el mismo año que «todo pueblo tiene su misión especial, que es cooperar al lo gro de la misión general de la humanidad, la nacionalidad».
Si para los italianos, polacos, griegos, húngaros, ser vios, alemanes..., el nacionalismo fue una ideología pro gresista que propugnaba la autodeterminación y la lu cha contra sus opresores, sirvió también para inspirar a los conservadores, defensores de la tradición, que
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Para los italianos la unidad nacional era algo más que una consecuencia ideo lógica: significaba la posibilidad histó rica de form ar un sólo estado desde la d e s a p a r ic ió n del Im p e rio ro m a n o . La bandera tricolor se convirtió en el sím bolo de la uni dad nacional.
reaccionaron contra lo que representaba Napoleón: la difusión de las ideas revolucionarias y de unificación de los Estados. El nacionalismo estimuló en cada país los estudios fi lológicos sobre la lengua propia y dio lugar a que se des pertara el interés por el pasado histórico. El folclore, la épica, las costumbres ancestrales se analizaron y se di vulgaron: en todo el proceso fue clave el papel de los autores románticos que glorificaron la supuesta libertad de otras épocas, ahora perdida. Cuando existe una disparidad entre idioma oficial de un Estado y el que habla una determinada minoría, éste se convierte en un arma reivindicativa de reafirma ción nacional, y de él se hace bandera política. Húnga ros, polacos y muchos otros lucharon por extender su lengua en todos los ámbitos de la vida, sobre todo en las escuelas. También en el caso de diferencias de cre do, com o en Irlanda respecto a Gran Bretaña, Bélgica respetó a Holanda, Grecia al Imperio Turco, etcétera: la religión actúa com o catalizadora de «los movim ien tos nacionales». En suma, el nacionalismo, al igual que el liberalismo o el romanticismo, no es una ideología de una sola di rección y puede adquirir, según el contexto, un carác ter progresista o reaccionario. En algunos casos cabal gan juntos para establecer un régimen constitucional que elimine los elementos tradicionales y feudales de la so ciedad del Antiguo Régimen: el movimiento de unifica ción italiana, la independencia de Bélgica o la batalla
La conciencia nacional
El esfuerzo de Italia por su unidad na c io n a l im p lic a b a pactar un modelo de E stado. P a ra ello, el rey del Piamonte, Víctor M a nuel III (arriba) hu bo de llegar a un acuerdo con el muy re p u b lic a n o G iu s e p p e G a r ib a ld i, que tras su victoria en Calafatini (iz quierda), tenía la llave de la unidad nacional italiana.
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La conciencia nacional
La definición ideo lógica del naciona lismo no fue unifor me. En España, el carlismo representó un movimiento na cionalista de carác ter tradicional que propugnaba un es tado au to crático, basado en los prin cipios del Antiguo Régimen.
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de los liberales españoles contra los sectores tradiciona les. En esa dinámica, las revoluciones del 48 serán con sideradas com o la «primavera de los pueblos». En unas ocasiones se busca la unidad de zonas divididas; en otras, la separación de un Estado que controla la admi nistración política y cultural. A pesar de que muchas de estas iniciativas no llegaran a consolidarse, las reivindi caciones de libertad y progreso que esgrimían perma necieron vigentes durante los siglos XIX y XX C om o ya se ha dicho, los sentimientos nacionales no fueron siempre acompañados de una ideología progre sista, sino que reclamaban derechos antiguos, vincula dos a los intereses de la aristocracia — tal fue el caso de Hungría. Checoslovaquia y Polonia, en parte— . Repre sentaba una corriente contraria a la centralización ad ministrativa, a las ideas racionalistas de la Ilustración, y conducía a la glorificación del pasado com o fuente de las reivindicaciones nacionales. En España, los carlistas se identificaron con esta concepción, defendiendo una nación basada en la rehabilitación de los antiguos fue ros y el rechazo de un Estado unitario y laico.
El socialismo El siglo XIX es también el período de articulación del m o vimiento y la ideología socialistas. El término em pezó a divulgarse en la década de los años treinta en Inglate rra y Francia. Parece que se em pleó por primera vez en el periódico francés L e G lo b e , dirigido en 1832 por Pierre Leroux, y desde cuyas páginas se defendían las ideas de Saint-Simon. Sin embargo, su significado en aquellos años era diverso y en él se incluían todo tipo de proyectos, profecías o protestas sobre las condicio nes sociales y económicas de la época. Tras las guerras napoleónicas, un gran número de sol dados británicos se encontraron con dificultades para en contrar trabajo. Muchas empresas metalúrgicas y texti les cerraron, al no tener ya un mercado asegurado por las necesidades bélicas, y dejaron en paro a numerosos trabajadores, que deambulaban por campos y ciudades buscando algún em pleo ocasional o dedicándose a la caza furtiva. Adem ás, el Parlamento había dispuesto la protección del trigo inglés, favoreciendo a los grandes terratenientes e impidiendo la importación de grano, con el consiguiente encarecimiento del pan, base de la ali mentación de las clases obreras. El malestar social provocó que muchos obreros reco rrieran por la noche, y sin dejar rastro, determinadas zo nas de Inglaterra, destruyendo las máquinas de las na cientes fábricas, a las que consideraban responsables de sus males. Eran los lu d d ita s , llamados así por su diri gente, un tal Ludd. Hubo otros estallidos violentos, co-
E1 socialism o
Esta im agen repre senta una de las pri meras asociaciones socialistas inglesas. Inglaterra, por su especial desarrollo in d u stria l, fue el país donde se inspi raron para sus an á lisis teóricos, que con taban con los precedentes de los s o c ia lis t a s p rim i tivos.
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mo el protagonizado por Jeremías Braudeth, tejedor en paro, quien organizó una revuelta y condujo a sus se guidores contra Londres para participar en una revolu ción que creía inminente. Shelley escribiría después de presenciar su muerte en la horca un apasionado p o e ma, C a n c ió n a lo s h o m b r e s d e In g la te r r a : «Hombres de Inglaterra, ¿por qué labráis?, ¿para dar de co mer a los señores que os humillan?... (...) Lo que los hom bres ganan dignamente / eso sólo deberían poseer.»
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La necesidad de los obreros ingleses de m ejorar sus inhu m anas condiciones de trabajo les obli gó a asociarse para defender sus intere ses. La respuesta de la prensa conserva dora fue identificar el socialism o con un enemigo público decidido a envene nar los centros de trabajo; el empeño no tuvo dem asiado éxito gracias a la fu erza m o s tra d a por los obreros en la defensa de sus derechos, pese al coste social de las huelgas y a la dure za de la represión política.
No eran muy favorables tampoco las condiciones de vida de los que tenían trabajo en la Inglaterra de la R e volución Industrial. La jornada se prolongaba más de quince horas diarias en fábricas y minas. Los niños y las mujeres tenían que trabajar para contribuir al salario familiar. En 1832, una comisión parlamentaria recogió testimonios de la situación de la mujer y la infancia y sólo logró que se limitara su horario a doce horas. Diez años más tarde las cosas no habían cambiado mucho, y está documentado el caso de un niño de seis años que pasaba todas esas horas en el fondo de una mina, con la misión de cerrar y abrir las compuertas de la ventila ción para permitir el paso de las vagonetas. Las condiciones no eran mucho mejores fuera de Gran Bretaña. En Francia o Alemania, a principios del siglo XIX. los sectores industriales no habían adquirido el predominio económ ico y social y los trabajadores padecían igualmente la crisdis del mercado. El nivel de vida no superaba la pura subsistencia y residían en viviendas precarias, construidas rápidamente para gua recerse, sin desagües y en calles llenas de barro y su ciedad. Todo era consecuencia de los cambios acelerados que desde mediados del siglo XVIII venían produciéndose en Inglaterra a causa de la Revolución Industrial y que se fueron extendiendo con mayor o menor intensidad por el resto de Europa. La reflexión sobre esta realidad y el deseo de buscar solución a las alteraciones de la vida tradicional de muchas familias en la ciudad y en el campo estimularon la proliferación de escritos y manifiestos en los que se opinaba sobre el mejor m odo de resolver las contradicciones sociales y económicas.
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El socialism o
N o obstante, en aquellos primeros años del siglo XIX. el incipiente movimiento obrero y las ideas socialistas expresadas por diversos autores no iban necesariamente unidos. Estas se desarrollaron, en un principio, aislada mente, manteniendo una influencia restringida en cier tos círculos, para ir poco a poco calando en la clase tra bajadora. En 1848, el M a n if ie s to C o m u n is ta de Carlos Marx significó un salto importante en la vinculación de ambos. Hasta entonces, los programas elaborados tenían matices muy dispares, y en ellos influía decisivamente la Revolución Francesa, sobre todo, episodios com o el de la «Conspiración de los Iguales», de Graco Babeuf (1796), descrita años más tarde por Filippo Buonarroti. uno de sus colaboradores. En ella se proclamaba: «H a llegado el momento de fundar la República de los Igua les, este inmenso albergue abierto a todos los hombres.»
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El socialism o a d quirió pronto rango de movimiento po lítico transnacional. La creación de la Primera Internacio nal en 1864 p ro pició el encuentro entre las diferentes corrientes del pen samiento socialista.
Jean-Jacques Rousseau fue tal vez el primero en ana lizar las causas de las desigualdades sociales entre los hombres y apuntó una explicación de la historia de la Humanidad, según la cual ésta, al evolucionar la civili zación, se habría desviado de un orden natural en el que todos eran iguales, al compartir sus bienes en comuni dad. En ningún caso el pensamiento rousseauniano pue de ser considerado socialista, pero dio pie a que se cues tionara la inamovilidad de la propiedad privada. Las propuestas de aquellos primeros socialistas para solucionar los males del capitalismo fueron heterogé neas. Fourier atacó el nuevo orden industiral y buscó en las comunas libres el camino adecuado. Robert Owen defendió el cooperativismo y pretendió aplicarlo en una ciudad tipo. El francés Pierre Proudhon desechó la ac ción política, propició un mutualismo permanente en tre los obreros, sin la intervención del Estado (m odelo reivindicado años más tarde por los anarquistas). En cambio, Louis Blanc veía en los Talleres Nacionales un sistema de proporcionar trabajo y eliminar la com peten cia a la que consideraba nefasta para la estabilidad so cial. Auguste Blanqui creía que la capacidad revolucio naria de un grupo de hombres formados estimularía la insurrección para construir un nuevo orden. En algu nos casos se partía de una diferencia radical entre las
clases sociales y su imposibilidad de concertación, y en tonces utilizaban el término c o m u n is ta , com o lo haría Marx en su M a n ifie s to . De uno u otro m odo, todos estaban imbuidos del d e seo de igualdad y justicia social, y criticaban el enrique cimiento de unos pocos y la pobreza de muchos, cues tionando así el derecho de propiedad y la libertad de mercado defendidos por el liberalismo. Un seguidor de Fourier, Víctor Prosper Considérant, llegaría a expre sarlo nítidamente en 1847: «Las generaciones que nacen en la penuria, la pobreza o la miseria ven transcurrir su existencia en medio de la penuria, la pobreza o la miseria, y transmiten tan fatal herencia a sus descendientes.»
El socialism o
R e tra to d e P rou dh o n y su fa m ilia , cuadro de Courbet dedicado al creador del entonces inci piente anarquismo.
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El ciclo revolucionario: 1820-1830 Europa era a principios del siglo XIX la zona más desa rrollada del planeta, a pesar de las diferencias entre los distintos países. Su población crecía con más rapidez y disfrutaba de mejores condiciones económicas y socia les que los americanos, africanos o asiáticos. Si en 1800 su población suponía el 21 por 100 de la mundial, en 1850 alcanzaba ya el 23 por 100, es decir, pasó de los 187 millones de habitantes a 266. La capacidad cientí fica y tecnológica permitía controlar territorios exten sos en otros continentes y proseguir la exploración de tierras ignotas, comunidades aisladas y desconocidas, allende los mares. Las travesías marítimas planteaban todavía ciertas dificultades y los nuevos buques a vela, los c lip p e r s . aunque más rápidos, necesitaban aún n o venta días para cubrir la ruta Londres-Hong Kong o C a lifornia. Los barcos de vapor estaban aún poco adapta dos para largos recorridos y requerían gran cantidad de carbón com o combustible.
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El siglo XIX es el si glo de la burguesía. Su triunfo económi co y político dotó a esta clase de los medios para osten tar su riqueza en los salones y a la vez permitirle el control del poder político.
La capacidad productiva, científica y cultural no puede hacernos olvidar que la Revolución Industrial estaba en sus inicios, y salvo en Inglaterra, las fábricas, con sus chimeneas humeantes, resultaban extrañas en el paisa je europeo. La mayoría de la gente vivía en el campo y cultivaba la tierra de acuerdo con las tradiciones de la zona, talando los bosques o sacando a pastar a las ovejas, cabras o vacas. Hubo mejoras, sobre todo en el siglo XVIII, de los sistemas de cultivo, desigualmente extendidas, que trajeron consigo el incremento de la pro ducción de forrajes, la supresión de barbechos y m ejo ra de las cosechas de cereales (el trigo seguía siendo la base de la alimentación de la mayoría de la población). El hambre, frecuente en épocas de clima adverso, co menzaba a reducirse, aunque el aumento de la pobla ción incitaba a roturar tierras de bajo rendimiento. La situación sirvió al economista inglés Malthus para d e nunciar, en tono pesimista, la imposibilidad de adecuar el ritmo de crecimiento dem ográfico con la producción de alimentos en su libro E n s a y o s o b re e l p r in c ip io d e p o b la c ió n , publicado en 1798. En general, la alimentación mejoró poco a poco, prin cipalmente gracias a la extensión del cultivo de la pata
ta, la habichuela, el maíz y el arroz, que permitieron en muchos casos suplir las malas cosechas de trigo. Los campesinos, además, también vivían de realizar traba jos industriales a domicilio: los fabricantes les propor cionaban las materias primas, y ellos les entregaban el producto acabado. Con todo, un mal año para el cam po seguía representando hambre. Tal es el caso de la crisis que asoló Irlanda en 1847, con la pérdida de la cosecha de patata, que provocó una elevadísima mortandad. En términos generales, la estructura social agraria no experimentó grandes alteraciones, a pesar de lo que su puso la lucha de los campesinos de la Revolución Fran cesa. Las formas de propiedad continuaban siendo muy diversas de un país a otro, e incluso de unas regiones a otras de un mismo Estado. La nobleza terrateniente mantenía los grandes latifundios, unos, gracias a la lar ga tradición de su estirpe: otros, ennoblecidos por m e dio de fortunas más recientes, logradas en los nuevos negocios, que invirtieron en la compra de tierras. Los pequeños campesinos o los jornaleros padecían la pre sión de los señores, con altos impuestos o salarios ba-
Epocas de revoluciones
La estructura eco nómica del capita lis m o g e n e ró un crecimiento de la o ferta de trab ajo que, en condiciones m uy p r e c a r ia s , m arcó el nacimien to de un mercado laboral, con perío dos sucesivos de trabajo y de paro forzoso, lo cual fa cilitó la aparición de «oficinas de em pleo» com o la que aparece aquí.
Epocas de revoluciones
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En 1816 se inaugu ra una escuela en N ew Lanark inspi r a d a en la s id e a s de R o b e r t O w e n , quien hacía de la educación elem en to básico de la for mación del indivi duo. Este galés h a bía em pezado de te n d e ro a los 10 años y se convirtió en un rico fabrican te. Q uiso reformar el capitalism o fun d a n d o c o o p e ra t i vas, creando ciuda des m odelo com o N ew H arm ony en los Estados Unidos y c o n s t it u y e n d o Bolsas de Trabajo. Fueron los obreros ligados a las Bolsas quienes impulsaron en 1834 una Gran Asociación de T ra bajadores, de corta duración.
jos y duras condiciones de trabajo. Las formas y las men talidades del sistema de servidumbre siguían vigentes en muchos lugares, pese a la teórica libertad que se iba pro clamando por todos los países. Las rentas agrícolas cons tituían el elem ento básico de prestigio y poder en la so ciedad. Los terratenientes eran todavía los verdaderos dirigentes sociales, imponiendo su control político so bre las instituciones. Los nuevos ricos, salidos del capi talismo industrial y comercial, imitaban en sus gustos y costumbres a la nobleza, con la que trataban de em parentar. En este contexto, tras la derrota de Napoleón en 1815, los supervivientes del Antiguo Régimen creían ha ber acabado definitivamente con las fuerzas revolucio narias y consideraban el tiempo pasado desde 1789 co mo una pesadilla. Los aristócratas franceses, a su regre so, reclamaron sus viejas tierras, que les fueron devuel tas siempre que no hubiesen sido vendidas — lo que ocu rría en la mayoría de los casos— , o recibieron una in demnización en tiempos de Carlos X. En el resto de Europa, los nobles mantenían sus privilegios, actuando com o si nada estuviera pasando. Sin embargo, las cosas ya no serían iguales. A lgo es taba cambiando en la vieja Europa y los ideales de la Revolución Francesa irían calando poco a poco en las mentalidades de todos sus habitantes. Para enal tecerlas o criticarlas, la libertad y la igualdad estarían presentes durante todo el siglo XIX. y a medida que cre cían las nuevas clases populares urbanas, la presión con tra las leyes, normas y hábitos del antiguo orden se iba incrementando.
Los habitantes de las ciudades, base de las revoluciones La peste bubónica, que había azotado y diezmado des de la Edad Media los campos y ciudades europeos, desapareció casi por completo, tal vez a causa del ex terminio de la rata negra, transmisora de la enfermedad. Sin embargo, otras epidemias dejaron su huella, com o el cólera, introducido en los años treinta por las tropas rusas en su campaña de Armenia, y posteriormente, en Polonia, y que difundieron a partir de 1833 los barcos procedentes de Asia, a través de Portugal. En España provocó más de 100.000 víctimas entre 1833 y 1834. El tifus y la tuberculosis eran enfermedades endém i cas, contra las que no existían remedios efectivos, y pro vocaron numerosas muertes en distintos períodos a lo largo del siglo. La viruela fue controlada poco a poco, gracias a la vacuna descubierta por Jenner. La lepra re dujo su extensión a las zonas mediterráneas, en las que también tenía importancia el paludismo, en concreto en las regiones pantanosas. Las ciudades absorbieron la población rural a medi da que se extendieron las industrias o los servicios, de reciente aparición. En 1800 había en Europa unas 22 ciudades con más de 100.000 habitantes; en 1847 eran 47. Londres superaba los dos millones: París, el
El proletariado urbano
Los m ás «afortuna dos» entre los prole tarios vivían en b a rrios com o éste di b u jad o por D o ré, perteneciente al ex trarrad io de L on dres. donde las pé sim as condiciones de habitabilidad y salubridad diezm a ron a la población de estos poblados de s e m ic h a b o la s, en los que la morta lidad infantil y adul ta era altísima.
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millón; Viena contaba con 700.000; Nápoles, 450.000, y Birmingham, centro industrial inglés, alcanzaba los 437.000. De igual m odo, la fisonomía urbana fue cam biando: se destruyeron las antiguas murallas, y cre cieron nuevos barrios a su alrededor, donde fueron instalándose los negocios de los burgueses. Los edifi cios modernos sustituyeron com o lugar de residencia a los tradicionales palacetes. Fue un tiempo de esplendor para arquitectos y urbanistas. N o obstante, no todo resultaba tan innovador y agra dable: eran mayoría las familias que se hacinaban en ca sas de mala construcción, carentes de servicios higiéni cos, con calles embarradas, por las que deambulaban durante todo el día niños y viejos, rebuscando entre las basuras algo para comer. Fue en ese ambiente de las grandes urbes, lleno de contrastes, donde en los prime ros años del siglo XIX estallaron buen número de las re vueltas, que posteriormente se extendieron a otras p o blaciones. En las calles, las barricadas sirvieron para luchar por sus reivindicaciones políticas y sociales a los obreros, funcionarios y burgueses, que en aquel tiem po todavía se mostraban unidos: unos batallaban por mejores condiciones sociales y económicas; otros, por conquistar el poder político, pero siempre solidarios con tra las fuerzas reaccionarias del Antiguo Régimen, que pretendían que la sociedad no cambiara sus normas ni La burguesía adqui alterara sus estructuras.
El proletariado urbano
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rió pronto la nece s a ria c a p a c id a d te cn o ló gica p ara lle v a r a c a b o la transformación del medio agrario que debía abastecer a las crecientes ciu d a d e s . La nueva maquinaria agríco la re p re se n tó un enorme avance en las técnicas de sup e r p r o d u c c ió n . Aquí vemos una de mostración de m a quinaria agrícola a m e d ia d o s del s i glo XIX.
Las ciudades presentaban también el amplio abanico de las diferencias sociales. La burguesía no constituía un grupo social hom ogéneo, ya que comprendía des de grandes financieros — los Rothschild. los Peper o los Peel— , a toda una gama de capas escalonadas de acuer do con sus posibilidades económicas. Así, la alta bur guesía, minoritaria, dueña de las fábricas, los ferroca rriles, las navieras, los bancos..., poco o nada tenía en común con los pequeños burgueses, propietarios de pe queños negocios: tenderos, abogados, médicos, profe sores, etcétera, conjunto heterogéneo e inestable, que oscilaba en sus tendencias políticas. En el mismo senti do, las llamadas clases populares se mostraban fragmen tadas en grupos con ocupaciones muy variadas: arte sanos. obreros, pequeños comerciantes. Muchos oficios artesanales empezaban a retroceder ante la com peten cia de las industrias, que reunían un número variable de operarios, trabajando ya distintos aspectos de un mis mo producto. Sus salarios eran, en general, bajos, ló justo para subsistir, y sufrían las consecuencias de las crisis económicas, con el paro y el hambre cebándose en sus familias. El alcoholismo o la delincuencia eran los resultados más frecuentes de estas situaciones de miseria.
El proletariado urbano
A m ed id a que el avance económico se consolidaba, los intercambios finan cieros crecían a rit mo acelerado; los m ercados de valo res o bolsas de co mercio, com o esta de N u e v a Y o rk , alc a n z a ro n cifras de negocios muy elevadas.
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Los transportes acercan a los pueblos
Mejores comunicaciones
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La m ejora de los transportes fue po sible gracias al uso de las m áquinas de vapor. Mares, ríos y canales vieron las siluetas de las chi m en eas surcan d o sus aguas, mientras en tierra los ferro carriles unían ciu dades y países entre sí, favoreciendo el c o m e r c i o y lo s viajes.
Los caminos europeos a principios del XIX eran por lo general polvorientos, difíciles de transitar en épocas de lluvias o nieves a causa del barro. Muchos pueblos qu e daban incomunicados gran parte del año, y las gentes tendían a vivir casi toda su vida en la misma comarca, o se trasladaban a pie. Sin embargo, a medida que la Revolución industrial se consolidó, la Europa al oeste del Elba experimentó un aumento importante de las c o municaciones, que facilitó el intercambio de mercancías y personas. Las carreteras se reforzaron con nuevos revestimientos. Francia e Inglaterra disponían de la red viaria más tupida, con 30.000 y 32.000 kilómetros, respectivamente. Los servicios públicos de transporte intensificaron sus recorridos, y el c o a c h (diligencia) in glés hacía en cuarenta y dos horas la distancia entre Lon dres y Edimburgo. Las diligencias francesas, con capa cidad para 15 pasajeros, tardaban seis días en recorrer el trayecto de París a Lyon, siempre al ritmo de un fuerte e incóm odo traqueteo. Los ríos y canales permitían transportar a bajo coste toda clase de mercancías, que tardaban varias semanas o meses en alcanzar su destino. La gran revolución del transporte llegó con el ferrocarril, que no adquirió ple na expansión hasta la segunda mitad del siglo. En reali dad. los raíles y las vagonetas para el carbón arrastra das por caballos ya existían en Inglaterra desde el siglo XVIII. pero fue G eorge Stephenson (1781-1848) quien aplicó y perfeccionó la máquina de vapor: así nació la locomotora. En 1825 em pezó a funcionar el primer tren en un tramo de tres kilómetros, entre Stockton y Darlington, al sur de la ciudad inglesa de Newcastle. El primer gran triunfo lo constituyó la línea que unió Manchester con Liverpool, diseñada y construida por Stephenson, a pesar de la oposición de los transportis tas de los canales y de los terratenientes, temerosos de que el ferrocarril perjudicara a sus vacas. Su hijo Robert ganó un concurso convocado al efecto con la locom o tora R o c k e t ( C o h e t e ) para arrastrar los vagones de viajeros y mercancías. El 15 de septiembre de 1830 se inauguró la línea, y quiso el destino que el diputado Huskisson, de Liverpool, gran admirador del invento, mu riera accidentalmente arrollado por la máquina.
La extensión del ferrocarril por Europa fue impara ble y se convirtió en el símbolo de los nuevos tiempos. Para algunos, era un artefacto infernal, que podía ma tar a las personas por su alta velocidad, o destruir el pai saje con el humo, pero para otros representaba el triunfo del progreso y la posibilidad de conseguir intercambios más rápidos y seguros. En 1850, Gran Bretaña tenía ya 10.000 kilómetros de vía férrea, y ello contribuyó sin duda a movilizar fortunas y al crecimiento de la siderur gia. La vida de muchas personas cambió y los merca dos tendieron a su unificación. Francia tardó algunos años más en construir su red ferroviaria, que despega ría a partir de 1845, mientras que en Alemania fue el gobierno de Prusia el prom otor de su construcción. En España, el primer tramo se tendió entre Barcelona y Ma tará en 1848. Pero donde alcanzó mayor desarrollo fue en los Estados Unidos. En general, impulsó la industria lización y el capitalismo.
Mejores comunicaciones
Pese a los avances en los transportes y en las economías nacionales, las in fraestructuras pú blicas de comunica ciones y urbanismo pronto resultaron insuficientes, des bordadas por el in cremento de la po blación. Doré vio de esta manera el desordenado creci m ie n to d el g r a n Londres, superpo blado y agobiado por su gigantesco crecimiento.
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La ciencia, estímulo del progreso
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El trazado de los fe rrocarriles implicó no sólo la m ejora de las comunicacio nes, sino también un crecimiento p a ralelo de las nuevas ciencias y técnicas al servicio del pro greso industrial y económ ico que exi gía una sociedad en proceso de transfor m a c ió n . En esta im agen, ferrocarril de la línea ParísVersalles, a m edia dos del siglo XIX.
La ciencia dejó de ser la actividad aislada de unos cuan tos solitarios que con tesón y trabajo conseguían ciertos resultados espectaculares, ante la indiferencia general. Nuevos métodos y teorías se difundieron por los labo ratorios, y algunas universidades comenzaron a acoger ya a los científicos dispuestos a demostrar sus hipótesis mediante experimentos, contando además con la posi bilidad de aplicación práctica de los inventos. C om en zaron a funcionar las Escuelas Politécnicas y a difundir se las ideas científicas y técnicas en los congresos. Las Matemáticas fueron la base de posteriores des cubrimientos en la Física y la Astronomía. M onge ini ció la Geometría Descriptiva: Pierre Simón Laplace (1749-1827) escribió T e o r ía a n a lític a d e la s p o s ib ilid a d e s , y en su M e c á n ic a c e le s te explicó el origen del mundo a partir de la disgregación de una gran nebulo sa. William Herschel (1738-1822) descubrió el planeta Urano; años más tarde haría lo mismo Le Verrier (1811-1877) con Neptuno. El francés Cauchy avanzó en el estudio las funciones de una variable imaginaria, y Evaristo Galois, un matemático de vida novelesca, par tidario de la Revolución y muerto en un duelo, desa rrolló la T e o r ía d e lo s g r u p o s , que tuvo ulteriores apli caciones en la Geometría y en el cálculo diferencial. El ingeniero francés Fresnel estableció las vibraciones de los fenóm enos luminosos y aplicó sus teorías a las lentes escalonadas utilizadas en los faros. El italiano Volta
inventó la pila eléctrica, para la que no se encontró en tonces ninguna aplicación. El inglés Faraday obtuvo corriente alterna mediante un imán introducido en una bobina. Los trabajos de Gauss posibilitarían que Morse descubriera en 1833 el telégrafo eléctrico. Los estudios de Chevreyl, Dumas, Liebig y Wóhler iniciaron la química orgánica, con aplicaciones en la ela boración de los abonos químicos. El naturalista Cuvier (1769-1832) sentó las bases de la anatomía compara da y de la paleontología. Jean Lamarck (1744-1829) abrió el camino a la biología evolucionista, con la teoría de la transmisión de los caracteres adquiridos, que le serviría a Darwin (1809-1882) para desarrollar sus tesis sobre la evolución. Los inicios de la fotografía datan de 1839, cuando se iniciaron los experimentos de Daguerre. El inglés Lyell, con sus P r in c ip io s d e la g e o lo g ía , describió la secuencia de los ciclos geológicos de la Tierra, y la geografía dió un gran paso con la obra del alemán Alexander von Humboldt, quien publicó Kosmos, obra de gran trascen dencia en los estudios posteriores sobre la materia. También las ciencias humanas buscaron métodos de análisis científico, y ello repercutió en la filología, las ins tituciones políticas y sociales, en la historia, etc. Franz Bopp (1791-1867) propugnó el parentesco de las len guas europeas con el lenguaje de los libros antiguos escritos en la India y propuso el indoeuropeo com o ori gen de la mayoría de las lenguas de Europa. La arqueo logía experimentó un fuerte empuje, con los hallazgos
Ciencia y progreso
Las co m u n icac io nes, m ejoradas por el uso del vapor, re dujeron el espacio universal, favo re ciendo el co n o ci miento del mundo gracias a los viaje ros que recorrieron los cinco continen tes, aportando su visión de todas y c a d a u n a de las partes de un plane ta que en este siglo tomó conciencia de su v e r d a d e r a d i mensión territorial.
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La p rim e ra m ita d del siglo XIX fue una época de profundas tra n s f o rm a c io n e s : el a p rovecham iento de las m a te ria s p ri m a s y el auge de la m inería dieron paso a nuevas industrias de tra n s fo rm a ció n , que a b rie ro n nu e vos c a m p o s a las ciencias a p lica d a s.
de los palacios asirios y los restos de la civilización grie ga. El francés Champollion descifró los jeroglíficos egip cios por medio de la piedra R o s s e ta . Ranke (1795-1866) basó el estudio de historia en las fuentes primarias. Eu ropa em pezó a concebirse com o un conjunto cultural unitario, y así, el ministro de Luis Felipe. Guillermo Guizot, escribió la H is t o r ia g e n e r a l d e la c iv iliz a c ió n e u r o p e a . Augusto Comte (1798-1857) pretendió establecer leyes, com o en las ciencias naturales, para medir el com portamiento social, y puso los cimientos de la sociolo gía, por la que habría de descubrirse el camino auténti co del desarrollo de la sociedad. Las ideas de Rousseau indujeron a prestar una aten ción cada vez mayor a la educación. Jean Pestalozzi (1745-1827) fue un claro antecedente de los movimien tos de renovación de la enseñanza, concebida com o vía de la liberación del hombre. Aquellos primeros cincuenta años del siglo XIX fu e ron, en suma, una época de profundas transformacio nes, lentas y pausadas algunas, violentas y radicales otras. Todas contribuyeron al progreso de Europa y, en última instancia, al de toda la humanidad. La revolu ción constituye un proceso global, que afecta a todos los aspectos de la vida. Esta, en su evolución, pasó pri mero por la etapa religiosa; después, la metafísica, y, por último, la científica, que era la que debía ocupar el interés del investigador.
1819-1824: la represión del liberalismo El sistema ideado por Metternich, con la Quíntuple Alianza, hubo de enfrentarse pronto a una serie de m o vimientos contrarios al orden político y social estableci do en Viena. El pensamiento del primer ministro aus tríaco de que «...e n Europa sólo hay un problema: la revolución», resumía bien una situación que cada día se veía desbordada por las exigencias de libertad. En Alemania, fragmentada en pequeños estados, que oscilaban entre la influencia de Prusia o Austria, surgie ron entre los universitarios distintas asociaciones que pre tendían fomentar la conciencia de una patria común. Intentaban superar una inoperante Dieta establecida en Francfort en 1816, com o expresión de la Confedera ción Germánica, en la que en territorios, com o Baviera, Wittenberg o Sajonia-Weimar, ya se habían otorgado constituciones. En 1818 surgió la Asociación General de Estudiantes Alemanes, partiendo de la fun dada en Jena, con la participación de 14 universidades. Esta «joven Alemania» no comulgaba con los principios legitimistas de la Restauración y era proclive al liberalis mo. Ni Prusia ni Austria estaban dispuestas a permitir un movimiento que no controlaban ni favorecía sus in tereses. Y cuando, el 23 de marzo de 1819, un estu diante, Carlos Sand, asesinó a un escritor famoso de la época, Kotzebue (quien hacía propaganda, al pare cer pagado por Rusia, contra las propuestas universita rias de proclamar una Constitución para Alemania), Metternich aprovechó el suceso para desencadenar una fuerte represión, intentando que se identificasen libera lismo y amenaza francesa entre aquéllos que habían lu chado contra la Francia revolucionaria. C om o él mis mo proclamaría en el balneario de Calrstad: «Espero vencer la revolución alemana con la ayuda de Dios, como he vencido al conquistador del mundo.»
Las universidades eran vigiladas por representantes gubernamentales, muchos profesores fueron destituidos y prohibidas todas las asociaciones estudiantiles, con centrándose en Maguncia una comisión central de in vestigación, y la Dieta aún fue más vaciada de conteni do, no quedándole ninguna capacidad de maniobra.
La represión antiliberal
La m a so n e ría , aso cia ció n nacida en los co m ie n zo s del sig lo XVIII a g ru p ó en el sig lo XIX a los elem entos liberales de diferentes ten den cia s, que se re fu g iaro n en la c la n destinidad ante la creciente represión de lo s g o b ie r n o s conservadores c o n tra sus m iem bro s, a los que se acusaba de c o n s p ira r para a lte ra r el o rden so c ia l y d e s tru ir la m o ra l tra d ic io n a l.
La represión antiliberal
E l lib e ra lism o p o lí tico del p rim e r te r c io de l s ig lo XIX m a n tu vo posiciones revolucionarias, co m o las pro tagoniza das por los liberales e s p a ñ o le s c o n t r a F e rn a n d o V i l. P ero a m e d id a qu e a l c a n z a ro n c o ta s de p oder, su actuación p o lítica se diversifi c ó , a p a re cie n d o li berales, ra d ica le s y co n se rva d ore s.
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En España se sublevó una parte del ejército que se concentraba en Cádiz para ir a combatir contra los re beldes americanos — que lograrían finalmente la in dependencia— , reclamando la Constitución de 1812, abolida por Fernando VII a su regreso al país, tras la derrota napoleónica. El complot revolucionario, instiga do por la masonería y acaudillado por el entonces co mandante Riego desde Cabezas de San Juan, consiguió restaurar la Constitución de Cádiz, con la consiguiente puesta en libertad de muchos liberales encarcelados. Es tuvo vigente durante un trienio (1820-1823), durante el cual moderados y exaltados lucharon entre sí, mien tras el monarca conspiraba contra una situación que le obligaba a gobernar contando con unas Cortes y un g o bierno democráticos. Los absolutistas acudieron a la Quíntuple Alianza en busca de ayuda, y en octubre de 1822, en la reunión de Verona, se decidió, contra la opinión de Inglaterra, que Francia interviniera. Un ejér cito francés, el llamado L o s C ie n M il H ijo s d e S a n L u is , cruzó la frontera, sin que los militares liberales espa ñoles contaran con un apoyo popular decidido para oponérseles. Gobierno. Cortes y rey se refugiaron en Cádiz, importante núcleo de comerciantes con ideas li berales, pero no se pudo resistir la presión de las tropas francesas, al mando del duque de Angulema. El abso lutismo volvió a España.
En Italia, las ideas de la Revolución y la invasión de Bonaparte habían extendido el proyecto de una unidad nacional. Los siete Estados en que se dividía la penín sula Itálica sufrían la presión de Austria. El papa Pío VII restableció la administración pontificia en sus territorios, mientras que, en Ñapóles, el general napoleónico Murat fue desposeído del reino en favor de la monarquía tradicional, encarnada en Fernando I, quien abolió la Constitución de 1812, inspirada en la española del mismo año. Los carbonarios, organización similar a la masonería, influyentes en el ejército, conspiraban, y en julio de 1820. el día de San Teobaldo, su santo protector, el ge neral Pepe, siguiendo los pasos de Riego, levantó a sus tropas y consiguió que el rey aceptara la Constitución, al tiempo que era nombrado primer ministro. Fernan do I partió con la promesa de defender ante las poten cias extranjeras reunidas en enero de 1821 el siste ma constitucional. Lejos de hacerlo, pidió al canciller Metternich que interviniese, y así un ejército austríaco entró en Nápoles y acabó con la situación. L o mismo
La represión antiliberal
El modelo impues to por la insurrec ción militar de Rie go en España fue segu id o en Italia por la sociedad se creta de los C a rb o narios que, infiltra dos en el ejército, promovieron el le vantamiento liberal de 1812 en N á p o les, una de las pri m eras chispas que encenderían la ho guera de la inde pendencia nacional de Italia en los años siguientes.
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La represión antiliberal
La entrada de C a r los Alberto de S a boya en Pavía, en 1848, fue un hecho más en el proceso de unidad italiana (acontecida definiti vam en te en 1861) por el que la m o n a r q u ía d el P ia m onte aceptó re presentar a todas las corrientes políti cas italianas, inclui das las republica nas, que convivie ron en un modelo de estado liberal.
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hizo en el de Piamonte, donde, tras la abdicación de Víctor Manuel 1, el regente Carlos Alberto había otor gado una Constitución en marzo de 1821, ante la pre sión liberal. La represión se extendió por toda la p e nínsula Itálica y muchos liberales fueron fusilados o tuvieron que emigrar. La causa de la unidad italiana que daba aplazada para años después. El pronunciamiento de Riego influyó igualmente en Portugal, donde se produjo un alzamiento militar en Oporto en agosto de 1820, que pronto se extendió a todo el país. Un consejo de regencia establecido a la es pera del retorno del rey Juan VI desde Brasil aceptó las bases de una Constitución similar a la española, pero los núcleos absolutistas contrarrestaron el impulso libe ral y el monarca la anuló en 1824. En marzo de 1826 el heredero del trono, Pedro, otorgó una Carta Consti tucional e intentó una alianza con su hermano Miguel, líder de los absolutistas, sin lograrlo. Los absolutistas ocu paron Lisboa en 1828, le proclamaron rey y pretendie ron volver a la monarquía absoluta, en la línea de Car los X de Francia.
La independencia de Grecia Cuna de la civilización occidental, Grecia estaba desde hacía siglos bajo el dominio del Imperio turco, que ha bía perdido su fuerza militar y social de principios de la Edad Moderna, y en los albores del siglo X IX se limita ba a mantener el control militar y político sobre una se rie de pueblos de los Balcanes. Y a desde finales del XVlll surgieron en estas comunidades núcleos de resistencia, y en 1815 Servia conquistó una autonomía relativa. En Grecia, campesinos, comerciantes y religiosos reclama ban su independencia, protagonizando un movimiento nacional que culminó en el alzamiento popular de 1821.
Grecia independiente La m a ta n z a de Q u io s, pintada por Delacroix, es el tri buto del rom anti cismo francés a la lucha por la inde pendencia nacional del pueblo griego.
G recia independiente
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Toda la península balcánica se vio in fluida por las aspi raciones de inde pendencia logradas por los griegos con tra Turquía. D e es ta m anera, B u lg a ria, cuyo pueblo, de religión cristiana, soportaba la dom i n ac ió n is lá m ic a , encontró en el m o delo griego el cam i no para su posterior independencia, re presentada aquí por esta alegoría de la nueva nación de los Balcanes.
En las colonias mercantiles helénicas de todo el Medi terráneo oriental surgieron las h e te r ia s , sociedades nacionalistas que organizaban la resistencia antiturca y proporcionaban recursos para la lucha. Los turcos apli caron una dura represión, con grandes matanzas. Un ejército de guerrilleros se refugió en las montañas y ob tuvo algunos éxitos en la península de Morea. En Epidauro se celebró en 1821 un congreso que proclamó la independencia de la zona y estableció la capital en Corinto. La reacción otomana fue violenta, y con la ayu da del pachá de Egipto, vasallo suyo, ocasionó la muerte de más de 23.000 personas en Quios, y otras muchas fueron vendidas com o esclavos. Este suceso generó en toda Europa un sentimiento de simpatía por los venci dos, y románticos conservadores, com o Chateaubriand, recordaron las pasadas luchas entre la cruz y la media luna, pero fue sobre todo el poeta Byron el más ardien te defensor de los griegos. Distintas facciones nacionalistas se disputaban el lide razgo, mientras que las grandes potencias no mantuvie ron al principio una postura clara, por las implicaciones que tenían en la región. Austria, defensora de la legiti midad, no deseaba cambios, por temor siempre al ex pansionismo zarista. Inglaterra optaba por una Turquía débil, que daba facilidades a sus barcos y podía propor cionarle el control del estrecho del mar Negro, cosa que no ocurriría en el caso de una hegemonía rusa. Rusia, cristiana ortodoxa, com o los griegos, les apoyaba decididamente. A partir de 1826 un acuerdo entre Inglaterra y Rusia — gobernada ahora por el zar Nicolás 1— , al que se ad hirió Francia, junto a la neutralidad austríaca y prusia na, supuso el respaldo definitivo a la causa helénica. En 1827 una flota aliada destruyó a la escuadra turca y una expedición francesa expulsó a los egipcios de Morea; en ese mismo año los rusos invadieron los Balcanes, lle gando a las puertas de la ciudad de Adrianópolis. El tra tado del 14 de septiembre de 1829 terminó con la gue rra. Rusia consiguió prerrogativas en el mar Negro, y Grecia logró la autonomía, que se transformaría en com pleta independencia por la Convención de Londres de 1830. El príncipe bávaro Otón 1 fue proclamado rey de Grecia dos años después.
Francia, 1830: el triunfo del liberalismo moderado Por muchas declaraciones que se hicieran, la Restau ración iniciada en Viena tras la derrota de Napoleón no acabó con el mundo creado por la Revolución Fran cesa. Luis XVIII, el nuevo monarca, mayor, obeso, mor daz, bonachón y de temperamento flemático, sabía que no era posible volver a la corte esplendorosa de Luis X V I. Ni siquiera se instaló en Versalles, acondicio nado com o asilo de ancianos nobles sin hogar que re gresaban de la emigración. El rey fijó su residencia en las Tullerías. Posiblemen te desde sus balcones veía la plaza donde fue guilloti nado su hermano. Pretendía apaciguar los ánimos de muchos aristócratas que regresaron con deseos de ven ganza, que lograron llevar a la práctica en algunas zo nas, com o en la Provenza y el Languedoc, donde esti mularon y dirigieron matanzas y apaleamientos contra aquellos que se habían significado en el pasado por d e fender la Revolución o manifestarse a favor de N a p o león . El denominado te r r o r b la n c o adquirió fuerza en tre 1815 y 1816, sobre todo acabados los cien días de gobierno napoleónico. La represión indiscriminada de jó profundas huellas en la población e impidió la recon ciliación. El mariscal Fouché, que había sido jacobino y ministro de Bonaparte, se puso ahora al servicio de
El liberalismo en Francia
Tras la restauración de la monarquía legitimista a la caída de Napoleón se pro dujeron sucesivos levantam ientos li b e ra le s contra el nuevo absolutismo. A sí, en 1820, París conoció la primera de las muchas revo luciones para reins taurar los principios de libertad, igual dad y fraternidad c o n q u is t a d o s en la R evo lu ció n de 1789.
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Carlos X, sucesor de Luis XVIII en el trono francés, m an tuvo desde su coro nación posiciones de in tran sigen cia política que le en fre n ta ro n co n la mayoría de sus súb ditos. Su rigor a b solutista provocó una sublevación po pular que le costó el trono y supuso el fin de su dinastía en Francia.
la monarquía restaurada y dirigió la persecución poli cial contra cualquier intento de desestabilizar el nuevo orden. Luis X VIII no gobernó según el absolutismo a la anti gua usanza: respetó la administración napoleónica y sus códigos civil y penal. En 1817 dictó una ley electoral, y en 1818 una tímida ley de prensa abría caminos a las opiniones divergentes. La Carta Constitucional otorga da, de 1814, pretendía inspirarse en el Parlamento bri tánico: había dos cámaras, la de los Pares, nombrados con carácter hereditario por el monarca, generalmente entre las familias nobiliarias, y la de los Diputados, ele gidos sólo por electores mayores de treinta años y que pagaran más de 300 francos de impuestos. Los elegi bles superarían los cuarenta años y los 1.000 francos. Su poder se limitaba a votar las leyes, al ser com peten cia del gobierno su elaboración. Sin embargo, el asesi nato del sobrino del rey y heredero del trono, el duque de Berry, en 1828, a manos de un antiguo soldado del em perador que declaró querer exterminar a los Borbones, permitió a los «ultras» contrarrestar las medidas liberalizadoras: reaccionaron contra la libertad de prensa y provocaron la caída del primer ministro. La Iglesia c o laboró con estas posiciones, reivindicando la moral, la educación y las costumbres tradicionales, al tiempo que los liberales franceses publicaban clandestinamente fo lletos contra la casa reinante, componían canciones bur lescas y los libelos glorificaban el pasado imperial, en contraposición a la decadencia borbónica. Cuando Carlos X sucedió, en 1824, a su hermano, muerto a los sesenta y siete años, los partidarios de pos turas más reaccionarias creyeron haber ganado definiti vamente. El nuevo monarca fue consagrado en la cate dral de Reims, para recordar las glorias de la monar quía tradicional, y en el transcurso de la ceremonia se exhibió com o reliquia una espada de Carlomagno. Pro mulgó enseguida una ley contra el sacrilegio — que cas tigaba con pena de muerte la profanación de las formas consagradas— y otra por la que indemnizaba a la aris tocracia que había perdido sus posesiones durante las Revoluciones, gravando el Tesoro Público en más de 600 millones de francos. Trató de rehabilitar los m ayo razgos, pero las protestas fueron tantas que el primer
ministro, Villeté, retiró la ley, en cuyo preámbulo se pro clamaba claramente que:
E1 liberalism o en Francia
«...S e comprende que en una república haya igualdad entre los hijos para las herencias de ios padres, pero en una monar quía es de toda evidencia que el régimen debe ser la desigualdad.»
La oposición recordaba las semejanzas con la Fran cia de antes de la Revolución, y algunos hacían com paraciones históricas: si Carlos I de Inglaterra había su frido igual suerte que Luis XVI, Carlos X terminaría des tronado, com o Jacobo II. En las principales ciudades la carestía del pan cundió a partir de 1827, y el trabajo escaseaba. Las protestas callejeras eran cada día más frecuentes, con gritos de «¡Abajo los ministros!» Las elecciones de noviembre de 1827 dieron la ma yoría a los monárquicos moderados, temerosos de que las disposiciones de los «ultras» hicieran estallar otra re volución. Villeté dimitió y su sucesor, Martignac, inten tó medidas contemporizadoras, siendo destituido por el rey sin previo conocimiento de la Cámara de Diputa dos. La protesta se extendió por todo el país y el an-
El levan tam ien to popular contra C ar los X tuvo muchos rasgos similares a los sucesos de 1789 y 1792. Nuevam en te el pueblo de P a rís invadió el recin to de las Tullerías y se dedicó al saqueo y al desorden, co mo exponentes más espectaculares de una nueva revolu ción, dirigida por la burguesía m ás m o derada, partidaria de Luis Felipe de Orleans.
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El liberalism o en Francia Luis Felipe de O rleans, el «rey ciuda dano», subió al tro no el 9 de agosto de 1830, convirtiéndo se en representante de los intereses de la burguesía, defen sora de un liberalis mo m oderado. Era el primogénito de Luis Felipe José de O rleans quien, par tidario de la Revo lu c ió n F r a n c e s a , cam bió su nom bre p o r el d e F e l i p e Ig u a ld a d . Colaboró con los jacobinos, hasta que en 1793 se exilió a Suiza, re gresando a Francia en 1817.
ciano general La Fayette, recuerdo vivo de 1789, fue aclamado en un viaje a Auvernia. Algunos periódicos, com o L e N a t io n a l, pidieron directamente el destrona miento del monarca. La crisis estalló entre el 26 de julio y el 6 de agosto de 1830, al suprimir el rey la libertad de prensa, disol ver la Cámara, pretender reformar la ley electoral y con vocar nuevos consejeros, a la vez que emprendía una política de expansión colonial con la conquista de A r gel. En los famosos tre s d ía s d e ju lio , el pueblo de París y otras ciudades saltó a la calle, y entre manifestaciones y barricadas hizo frente al ejército, que no pudo ni supo contener la presión popular. Las gentes vitoreaban a N a poleón y la República. Carlos X abdicó en favor de su nieto Enrique V , pero ya era demasiado tarde y se im puso la candidatura de Luis Felipe de Orleans, apoya da por La Fayette y liberales moderados, com o Thiers y Laffitte, que preferían cambiar de soberano antes que de régimen. El 7 de agosto la Cámara de los Diputados refrendó su nombramiento y la bandera tricolor volvió a sustituir a la flor de lis borbónica. Quedaba inaugura da la m o n a r q u ía d e ju lio , triunfo del liberalismo m ode rado de los grandes burgueses, y se ponía fin al princi pio de legitimidad proclamado por Metternich.
El liberalismo se extiende por Europa Francia no fue el único caso de alteración de los presu puestos de la Restauración. La Revolución afectó tam bién a Bélgica y Polonia, donde la influencia francesa siempre fue importante. El Congreso de Viena había creado el reino de los Países Bajos bajo la dinastía holandesa de los OrangeNassau, asimilando a los belgas para impedir la expan sión francesa. Bélgica era en realidad una nacionalidad dual, formada por flamencos, con su lengua propia, y valones, de habla francesa, en contacto con las ideas de la Ilustración y que sólo tenían en común el catoli cismo frente al calvinismo de los holandeses. El peso político de Holanda era muy superior, al controlar la ad-
E1 liberalismo en Bélgica
L a s c o s tu m b re s , ideología y formas e x p re s iv a s de la burguesía triunfan definitivamente en 1830. Los banque ros, industriales, al tos cargos de la A d ministración, iban a co n vertirse en la clase dirigente de la sociedad europea, que en muchos c a sos emparentaron con la vieja aristo cracia o accedieron directam ente a la nobleza. Defendían un liberalismo m o derado, con sufra gio censitario, don de sólo vota un nú mero restringido de ciudadanos. Otros sectores — peq u e ños n e g o c ia n te s , artesan o s, o b re ro s— pugnarán por alcanzar los dere chos políticos. En la im agen, calles y canales de la ciu dad de Utrech.
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El liberalism o en B élgica
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El espíritu naciona lista de la primera mitad del siglo XIX iba asociado a sen timientos de em oti vid ad difíciles de controlar, tanto en sus manifestaciones políticas com o a r tísticas. La ópera y el teatro sirvieron en esta época como elementos de agita ción social. Los es trenos de L a M uette d e P o rtic i, de Auber, y E m a n i son dos muestras repre sentativas de este clima de exaltación m elodram ática li gad a a lo político.
ministración pública y al favorecer la ley electoral a sus representantes, pese a ser dos millones frente a los tres millones de belgas. Los sectores industriales — patronos y obreros— , va lones principalmente, eran los más partidarios de la in dependencia, mientras que los comerciantes y armado res de Amberes tenían mayor interés en continuar con la unión para mantener el mercado colonial holandés. Los acontecimientos acaecidos en Francia precipitaron las cosas, y el 25 de agosto, al finalizar en la Ópera de Bruselas la representación de L a m u e tte d e P o r tic i, obra en la que se narra la rebelión de un pescador napolita no contra los españoles, una manifestación se extendió por la ciudad, asaltó el palacio del ministro de Justicia y la casa del jefe de la policía; en el Ayuntamiento se izó la bandera negra, amarilla y roja, símbolo de los belgas. Una extraña alianza entre el clero católico, que veía perjudicada su posición ante el laicismo de Guiller mo I, y los liberales dio fuerza al movimiento de libera ción, que en sus inicios no tuvo unos objetivos claros. Las tropas enviadas por el rey fracasaron ante las barri cadas. Se constituyó entonces un gobierno provisional, que proclamó la independencia el 4 de octubre. Un C on greso Nacional ofreció la corona al duque de Nemours, hijo de Luis Felipe. Las grandes potencias no reaccionaron, a pesar de la promesa del zar Nicolás I de ayudar a Guillermo de Orange en el sofocamiento de la rebelión. Inglaterra es taba de acuerdo en aceptar la situación, siempre que
el trono no fuese ocupado por un descendiente de la casa de Orleans. Para facilitar el proceso el nuevo monarca francés, en nombre de su hijo, rehusó el trono. El 20 de noviembre, la Conferencia de Londres acordó la independencia de Bélgica, y el 20 de enero de 1831 se estipuló su neutralidad perpetua. El 4 de ju nio el Congreso Nacional nombró rey a Leopoldo de Sajonia-Coburgo. Los polacos gozaban de cierta autonomía con respecto a Rusia. Disponían de una Dieta y un ejército con man dos propios, pero vinculado al imperio de los zares. Sin embargo, el deseo de alcanzar la soberanía nacional se mantenía vivo. Un amplio movimiento de intelectuales, aristócratas, campesinos y burgueses respaldaba las aspiraciones de independencia. Las tropas polacas, m o vilizadas por Nicolás I para intervenir en Bélgica, apro vecharon la ocasión para ocupar Varsovia el 29 de no viembre de 1830. El 3 de diciembre establecieron un gobierno provisional, presidido por el antiguo general napoleónico Chlopicki, que intentó negociar con el zar la reincorporación de aquellos territorios segregados en el reparto de 1772. Ante su negativa a cualquier tran sacción, los sectores más radicales declararon la inde pendencia. La Guardia Imperial ocupó el país y una fuerte represión se extendió por Varsovia y otros nú cleos. Francia no acudió en defensa de los patriotas, c o mo estos esperaban, y se limitó a expresar sus sim patías por la causa polaca. El contexto internacional
El liberalism o en Polonia
Incidentes calleje ros en Dublín du rante la d o m in a ción inglesa de Ir landa. El apoyo in glés a movimien tos n a c io n a lis ta s europeos (polacos, b e l g a s , g r ie g o s , etc.), era más pro ducto de sus intere ses estratégicos que de la ideología bri tánica a favor de la independencia de los pueblos. La ac titud de Inglaterra ante los patriotas ir landeses que lucha ban por la indepen dencia no fue muy diferente a la de otras potencias co lonizadoras.
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Italia y A lem ania
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Italia y A le m an ia conseguirán en este s ig lo su a n s ia d a unidad. El pangermanismo reivindicativo de una cultu ra común a los pue blos teutónicos, re presentado en esta edición de cancio nes medievales ale m anas, fue un ele mento de unión en tre los alem anes, com o lo fue la his toria m onum ental de las espléndidas ciudades italianas, com o Parm a (a la derecha), para los habitantes de la pe nínsula italiana.
no favorecía la ayuda a Polonia, que quedó reducida a simple provincia rusa, mientras muchos polacos eran deportados a Siberia y otros se exiliaban. También en Italia y Alemania el nacionalismo y el li beralismo continuaron ampliando su influencia, por m e dio de los carbonarios y los círculos de jóvenes univer sitarios. En la Romana, región controlada por el Papa, así com o en Parma y Módena, estallaron motines. El ejército austríaco, a petición del pontífice Gregorio X VI, intervino sofocando el movimiento, pero el primer mi nistro francés, Casimiro Pesier, amenazó con enviar tro pas para contrarrestar la presión austríaca. La guerra no llegó a producirse y muchos liberales acabaron en el exilio, y en algunos casos radicalizaron sus propuestas: Mazzini (1805-1872), apóstol de la unidad italiana, en su periódico, L a J o v e n Ita lia , proponía claramente ins taurar la República. En Alemania hubo manifestaciones y altercados en determinados puntos: Sajonia, Brunswick, Hesse y Hannover consiguieron constituciones. En Hambach, ciudad del Palatinado bávaro, en el transcurso de un banquete, un gran número de comensales liberales al zaron sus voces en pro de una Alemania unificada. R e nació la «Joven Alemania», en la que destacaba el poeta Heine. Metternich, de nuevo, la reprimió, contando con la colaboración de Prusia, que, con mayor sentido prác tico y pensando tal vez en el futuro, estableció en 1832 la «Zolverein», especie de unificación aduanera, con los
Estados vecinos, en la que no participaba Austria. El can ciller austríaco, en una carta dirigida al emperador en 1831, ya predecía el futuro: «Austria será considerada un cuerpo extraño, y esta exclusión material tendrá consecuencias políticas.»
Los vientos de libertad llegaron igualmente a Suiza, Portugal y España. La muerte del monarca español Fer nando VII propició la llegada al poder de los m odera dos, que apoyaron a su hija Isabel II, en contra de su hermano Carlos, absolutista. El enfrentamiento arma do entre carlistas y liberales se extendió por algunas re giones y perduró con altibajos hasta finales de siglo. En Suiza una profunda división entre cantones liberales (Berna, Zurich, Lucerna...) y reaccionarios (Basilea, Uri...) llevó a una guerra civil que acabó con el recono cimiento de la abolición de los privilegios de las antiguas familias, la implantación de la igualdad jurídica y la li bertad de prensa. Muchos exiliados políticos fueron aco gidos allí sin problemas desde entonces.
Suiza, Portugal y España A sam blea nacional alemana reunida en Francfort en 1848. El Imperio austría co trató de frenar la unidad a le m a n a , defendida por libe rales y conservado res, unas veces con la represión y otras mediante concesio nes e c o n ó m ic a s , com o la creación del Zolverein: pero en am bos casos la idea de nación y es tado alem anes su peraran los propó sitos imperiales.
El ciclo revolucionario: 1848, «año de las revoluciones democráticas»
La fecha de 1848 cierra el ciclo revo lucionario de la pri mera mitad del si glo. Las banderas tricolores, signos de libertad y naciona lism o, invaden el continen te, entre las barricadas ocu padas por militares y paisanos unidos por el común de n o m in ad o r de su ideología liberal.
A 1848 se le llama e l a ñ o d e la s r e v o lu c io n e s . La ma yor parte de Europa se vio envuelta en un proceso que adquirió tanta repercusión com o el de 1789. Los levan tamientos populares, las barricadas, las insurrecciones, los cambios políticos y la represión se sucedieron en p o cos días en gran número de ciudades italianas — Turín, Nápoles, Venecia. Milán, R om a— , así com o en París, Praga, Viena, Budapest, Berlín, Badén, Varsovia y en otros muchos lugares. Aquellos revolucionarios no consiguieron sus ideales democráticos de inmediato, y en 1851 todo parecía nuevamente controlado por los gobiernos, pero habían conm ovido profundamente los regímenes políticos y dieron un paso importante hacia la extensión de los derechos civiles y nacionales, el su fragio universal, la liberación de la servidumbre de los campesinos centroeuropeos, el avance en la libertad de prensa o la difusión de libros. Los historiadores han descrito, analizado y discutido los orígenes y causas de todo el proceso. Algunos lo hi cieron desde las circunstancias propias de su naciona lidad, y de esa manera, para italianos y alemanes, el objetivo de la revolución era la unificación de sus terri torios. Franceses e ingleses, según la ideología del ana lista, mostraron que todo fue continuación de la gran
catástrofe que supuso el rompimiento de la legitimidad o, por el contrario, el paso de gigante dado por el pue blo en la lucha por la libertad, frustrada de nuevo por Napoleón. En otros casos se expusieron razones basa das en la «gran conspiración internacional» provocada por revolucionarios profesionales. En los últimos tiempos, los investigadores han pre tendido dar una explicación global y unitaria a los di versos brotes revolucionarios que aparecieron en aquel año, a pesar de que las motivaciones difieran según los países. Los factores económicos fueron ya resaltados por contemporáneos de los hechos, com o Marx, Engels y Tocqueville, que los achacaban a la crisis de 1847, con el cierre de numerosas empresas, la baja de los salarios o un paro intenso que sumió en la miseria a muchas familias. También los campesinos vieron disminuir sus recursos a causa de las malas cosechas, con el encare cimiento del precio del trigo y al ir desapareciendo una de sus fuentes de ingresos, el trabajo domiciliario que realizaban para muchos fabricantes textiles. La mecani zación desplazó a la industria rural de tejidos, y éste fue un factor más de desestabilización en el mundo agra rio. Pero la revolución tuvo su fuerza en las ciudades.
E l«a ñ o de las revoluciones»
El gobierno provi sional de la Repú blica, em anado de la revolución del 48 en Francia, intenta garantizar el traba jo a todos los ciuda danos, la jornada laboral queda redu cida a 10 horas y se crea una «Comisión para los Trabajado res» con represen tantes de los patro nos y obreros para alcanzar acuerdos sobre temas labora les. Se pone en fun cionamiento la idea de Luis Blanc de constituir desde el estado unos T alle res Nacionales para em plear a los p ara dos, pero con esca so éxito por los re sultados antieconó m icos, q ued an do reducidos a meras instituciones de c a ridad.
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El «año de las revoluciones»
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Aunque es en París donde se inició la revolución de 1848, se propagó rápida mente por todo el continente, y es tal vez la m ás europea de todas las que se produjeron con pos terioridad. C o m o diría en la C ám ara de los Diputados de Francia el pensador Alexis de Tocqueville a principios de aquel año: «E sta mos durmiendo so bre un volcán. ¿No se d an u s te d e s cuenta de que la tie rra tiembla de nue vo? So p la un vien to revolucionario y la tempestad se ve ya en el horizonte.»
entre los artesanos, obreros, comerciantes y pequeños burgueses, y las motivaciones políticas adquirieron gran empuje. París en aquellos años era la capital del liberalismo, donde pervivía el recuerdo revolucionario. Allí emigra ban los exiliados de otras naciones y las tertulias p o líticas y literarias estaban en todo su esplendor: en ellas participaban Georges Sand — una de las prime ras escritoras feministas— Liszt. Chopin, Mickiewicz — máximo representante del romanticismo polaco— , Lamartine, Víctor Hugo, Michelet y muchos más. Aquella generación no había vivido directamente la convulsión de los años anteriores, pero su presencia se dejaba sentir en la cultura transmitida por los mayores, aunque entendida ya com o parte de la historia. Los firmantes de la paz de Viena habían presenciado mul titud de acontecimientos, el paso del Antiguo Régimen a la sociedad moderna. Políticos com o Talleyrand vi vieron desde 1754 a 1838; Castlereag, de 1769 a 1822; Metternich, de 1773 a 1856; Alejandro 1, de 1772 a 1822. La infancia de otros transcurrió en los años revo lucionarios y en el imperio napoleónico. Guizot y Comte habían nacido en 1789; Thiers, en 1799; el novelista Balzac, en 1790; Víctor Hugo, en 1802; Tocqueville y Mazzini, en 1805; Marx, en 1818. Durante estos años mueren figuras de gran importancia: Beethoven, en 1827; Schubert, en 1828; Constant, en 1830; Hegel, en 1831 G oethe y Walter Scott, en 1832; La Fayette. en 1834. Ahora es el tiempo de la «Joven A le mania», la «Joven Italia» o los «Jóvenes hegelianos».
Gran Bretaña, un caso aparte Las convulsiones revolucionarias que afectaron al con tinente desde finales del siglo XVIll no tuvieron inciden cia en el Reino Unido, sin que por ello dejara éste de experimentar crisis y revueltas importantes, si bien nin guna de ellas afectó al régimen parlamentario o a la monarquía. Muchos liberales conservadores europeos consideraron modélicas las reformas paulatinas introdu cidas en Gran Bretaña. La industrialización estaba más avanzada que en el resto de los países europeos y los burgueses comenzaban a ser los dirigentes de la socie dad, desplazando a los grandes terratenientes, partida rios de mantener el proteccionismo sobre la agricultura inglesa. El industrial Richard Cobden desató una cam paña en pro del librecambismo y contra la ley anti-grano. que triunfó a finales de los años cuarenta y facilitó el despegue del capitalismo inglés por todo el mundo. El sistema parlamentario estaba dominado por los grandes propietarios, agrupados en dos partidos, el Tory (representantes de la aristocracia agraria) y el Whig (co merciantes e industriales). El sistema electoral favore cía a los condados que poseían extensas explotaciones agrícolas, en perjuicio de los núcleos fabriles. Así, L o n dres sólo tenía derecho a cuatro diputados en la Cám a ra de los Comunes; Manchester o Birmingham no te nían ninguno, mientras que otras circunscripciones casi
El caso británico
Asam blea de cartistas en M anchester para exigir la reform a d e l s is t e m a electoral vigente en Gran Bretaña. La dem anda de mayor re p re se n ta tiv id a d del sistema parla mentario fue p ara lela al nacimiento de a s o c i a c i o n e s obreras y al mayor peso de la clase tra bajadora en los par tidos re fo rm is ta s británicos.
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El caso británico
El r á p id o c r e c i miento del capita lismo inglés provo có un movimiento de respuesta en los sectores m ás des p r o t e g id o s , que veían la necesidad de asociarse ante los abusos del siste ma. Esta caricatura muestra la opinión de los obreros sobre el sistema capitalis ta en los años trein ta del siglo XIX.
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despobladas — los llamados b u r g o s p o d r id o s — casi su peraban los 30. Desde principios del siglo XIX, una serie de reforma dores reivindicaron el cambio. La agitación política se extendió fundamentalmente por la Inglaterra industrial, y en algunos casos se mezcló con la crisis provocada por la mecanización. La represión provocó en ocasiones si tuaciones dramáticas, com o la de St. Peter Fields — el Peterloo, parodiando a W aterloo— , cerca de Manchester, donde los soldados dispararon contra una gran mu chedumbre allí concentrada. En 1832, el sufragio se am plió de 430.000 a 800.000 electores, desapareció la representación de muchos condados y, aunque las medidas no se consideraron plenamente satisfactorias, permitieron que los burgueses propietarios de fábricas tuvieran representación parlamentaria. El cartismo, de nominado así por los seis puntos recogidos en una C a r ta aprobada el 8 de mayo de 1828 en una magna Asam blea celebrada en Glasgow, demandaba la ampliación de los derechos electorales a los obreros. Fue un m ovi miento de masas heterogéneo, que osciló entre plan teamientos revolucionarios, pidiendo del reparto de las grandes propiedades, y posiciones moderadas.
La revolución se expande como una mancha de aceite París, una vez más, va a ser el foco de una nuevo pro ceso revolucionario. La monarquía de Luis Felipe, «el rey burgués», acumulaba cada día mayor impopulari dad, y sus partidarios estaban divididos. Desde la dere cha y la izquierda se conspiraba para su derrocamien to. Los legitimistas deseaban la vuelta de los Borbones; otros, el retorno del bonapartismo con el sobrino del em perador. Desde la izquierda se hablaba claramente de República. El rey intentaba aplacar los ánimos. Su esti lo populista le llevaba a pasear por las calles de la capi tal y estrechar la mano a los transeúntes. En algunos momentos el ejército intervino para reprimir las pro testas. com o la insurrección de los obreros de Lyon en 1831. Los gobiernos se sucedían a ritmo acelerado, incrementando la inestabilidad. Thiers, del ala izquier da del orleanismo, buscó sostener el régimen recurriendo a medidas de prestigio y a reformas de las Cámaras, pero no pudo desarrollar su cometido. El conservador Guizot fue dueño de la situación a partir de 1841, pero pron to escapó a su control, en medio de una creciente agi tación y una fuerte crisis económica.
La revolución se extiende
La victoria de los prin cipales m o vi mientos revolucio narios en 1848 sig nificó el estableci miento de un nuevo sistema político p a ra Europa. La bur guesía de inspira ción liberal asumió en casi todos los países el protago nismo político que, desde la Revolución francesa, le habían disputado los pode res tradicionales.
Los días 22, 23 y 24 de febrero, por un incidente que aparentaba no revestir ninguna importancia, estalló la revolución: se suspendió en París uno de tantos ban quetes políticos que se venían celebrando en las princi pales ciudades francesas, organizados por los sectores radicales. Una gran multitud se concentró en la plaza de la Concordia y com enzó a gritar: «¡Abajo Guizot!», «¡Viva la República!», al tiempo que entonaban L a M a rs e lle s a . Pronto hicieron su aparición las barricadas, y la Guardia Nacional al final se les unió. Una manifestación se dirigió al día siguiente a la plaza de la Magdalena y se enfrentó al ejército, que disparó indiscriminadamen te, matando a muchas personas. Algún manifestante al zó una bandera roja, que se convirtió en símbolo revo lucionario. Thiers volvió a hacerse cargo del ejecutivo e intentó tranquilizar el ambiente, prometiendo la diso lución de las Cámara de Diputados y una serie de re formas, pero todo estaba perdido. Los sublevados ocu paron las Tullerías y el rey abdicó en su nieto, quien no pudo tomar posesión porque la Guardia Nacional y una multitud de voluntarios armados lo impedía. Un gobier no provisional tom ó el poder; en él figuraban, entre otros, Lamartine, Leduc-Rollin, Garnier-Pagés, Louis En diciem bre de Blanc y el obrero Albert. Q uedó proclamada la II R e 1848 Luis Napoleón pública y se convocó una Asamblea Nacional constitu Bonaparte es elegi yente. A partir de entonces se aprobaron muchas leyes:
La revolución se extiende
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do presidente de la repú blica con el apoyo mayoritario de los cam pesinos franceses. Era su venganza contra un régimen que les ha bía olvidado total m e n t e . C o n su s banderas acudieron a las urnas. «¡N o m á s im p u e s t o s ! ¡Mueran los ricos! ¡V iv a el e m p e r a dor!». En 1851, el presidente B o n a parte se p roclam a ría, tras un golpe de Estado, en N a p o león III.
sufragio universal, libertad de prensa, abolición de la p e na de muerte, supresión de la esclavitud, garantía de trabajo para todos mediante la creación de los Talleres Nacionales, impulsados por Blanc, etc. Toda Europa vivía momentos de convulsión. El Im perio austríaco, férreamente controlado por Metternich, poco industrializado y con un campesinado que vivía aún bajo la servidumbre feudal, sufrió en parte el envi te. En realidad, era un estado débil, formado por un con glomerado de pueblos diversos que reclamaban su auto determinación. En Hungría se constituyó un gobierno autónomo. Los checos clamaban por sus derechos p o líticos. Viena protagonizó el 13 de marzo una gran ma nifestación en demanda de una Constitución. El can ciller Metternich huyó de la ciudad y el emperador Fernando 1 hubo de ceder. En Italia el reino de Lombardía-Véneto se alzo en armas, los austríacos fueron expulsados de Venecia, mientras la multitud liberaba a los líderes nacionalistas encarcelados. La agitación se ex-
La revolución se extiende En Italia, la exalta ción política no era menor que en Fran cia. La alianza en tre la m o n arqu ía del Piamonte y los republicanos para expulsar a austría cos y borbones se consolidó en 1848, pero el gran proble ma eran los E sta dos Pontificios: el Papa no estaba dis puesto a perder sus dominios.
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Nuevos planteam ientos
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Retrato del músico W agn er, uno de los intelectuales y artis tas inspiradores del nacionalism o a le mán. A la derecha, in au gu rac ió n del monumento a W a g ner en Berlín. El ci clo revolucionario inspirado en el na c io n a lism o h a b ía triu n fa d o ; a h o r a surgirán las contra dicciones entre los sectores dom inan tes en la nueva si tuación, y aparece rán tensiónes socia les que darán a la segunda mitad del siglo un signo cla ramente reivindicativo y social.
tendió a los ducados de Parma y Módena. Desde el reino del Piamonte, Cavour intentó convencer al rey Carlos Alberto para que encabezara el proceso de uni ficación de Italia y se enfrentara a los austríacos. De la misma manera, en Alemania la revolución ad quirió fuerza com o movimiento de reivindicación nacio nal, acompañada de las peticiones de libertad política. Los campesinos se sublevaron en muchas regiones, pi diendo la abolición de las rentas señoriales. En Berlín, en medio de barricadas y manifestaciones, se imponen los derechos ciudadanos, y Federico Guillermo IV acepta que una Asamblea Nacional redacte el Estatuto de Prusia. Sajonia y Hannover participan del mismo ambien te de agitación. El 31 de marzo se reúne en Francfort un parlamento integrado por 600 miembros, que pro pone una Asamblea Nacional Constituyente alemana, elegida por sufragio universal. Su primera sesión se abrió el 18 de mayo y se estableció en ella un gobierno provi sional con la misión de formar un ejército y elaborar una Constitución para todos los germanos. Los partidarios de la Gran Alemania incluían en ella a Austria, y los de la Pequeña Alemania la excluían por su antiliberalismo. El 28 de mayo fue elegido emperador Federico Guiller mo IV de Prusia por 290 votos contra 248. Austria no aceptó los hechos, y la revolución fue remitiendo. El nuevo Parlamento acabó disolviéndose. El reflujo comenzó a finales del año 1848. Las con tradicciones entre los sectores liberales y nacionalistas afloraron pronto: los burgueses no podían aceptar el pe so, cada vez mayor, del proletariado; los reyes no d e seaban una libertad política, que haría peligrar su tro no, y las nacionalidades oprimidas tuvieron dificultades para aglutinar una fuerza coherente para conseguir un Estado soberano. El papado y el rey de Ñapóles temie ron la preponderancia del reino de Piamonte, los hún garos y los checos fueron aplastados por las tropas aus tríacas, que también derrotaron a los italianos en la batalla de Custozza. Después de 1848 los planteamientos no tendrían ya el carácter unitario de lucha contra la reacción. Los tér minos libertad y fraternidad se ampliaron con las recla maciones de igualdad real, formuladas por el socialis mo y el anarquismo.
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Datos para una historia
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A rte, cultura, ciencia y técnica
| Añ o
Política y sociedad
1789
Francia, inicios de la Revolución. Tom a de la Bastilla (14 de julio). Declaración de Los Derechos del H om bre (26 de agosto). EE UU.: Washington. l e' presidente.
Haydn: Sinfonía «O xford *. Cadalso: Cartas marruecas.
1790
Francia: reformas de la Asamblea Consti tuyente; adopción de la bandera tricolor; abolición de la nobleza.
Kant publica la Crítica de la razón pura. Lavoisier elabora su tabla de 31 elemen tos químicos.
1791
Francia: Luis X V I intenta huir y es deteni Mozart com pone La Pauta y el Réquiem. do . Se aprueba la Constitución (3 de sep Mirabeau: Discursos. tiembre) . Paz de Sistova entre Austria y el Sade: Justine. Imperio Otomano.
1792
Francia declara la guerra a Austria (20 de Schlller publica la Historia de la Guerra de abril). Proclamación de la República (20 de los Treinta Años. septiembre). El rey y su familia, encarce lados. Los rusos invaden Polonia.
1793
Francia: ejecución de Luis X V I (21 de ene París: el Louvre, Galería Nacional de A r ro). Sublevación de la Vandée. Asesinato te; se funda la Escuela Politécnica. de Marat. Comienzo del Terror. Ejecución Primer telégrafo visual (París-Lille), de María Antonieta (16 de octubre).
1794
Francia: ejecución de hebertistas. (24 mar Robespierre: Sobre el Ser Suprem o zo), seguidores de Dantón (5 abril) y Ro- Hólderlin: Hyperion. bespierre (28 julio).
1795
Francia: comienza el Directorio Insurrec Jovellanos: Informe sobre los problemas del ción de los «sans-culottes» en París. Nue cam po español. va Constitución. Paz con Prusia y España.
1796
Campañas de Napoleón en Italia. Muere Catalina 11 de Rusia.
Goethe publica Wilhelm Meister. Jenner inicia sus estudios sobre vacunación.
1798
Campaña de Napoleón en Egipto.
Malthus: Ensayo sobre la población.
1799
Francia: instauración del Consulado (9 de noviembre); Napoleón, primer cónsul.
Beethoven: sonata para piano Patética. Hallazgo en Egipto de la piedra Rosetta.
1800
Francia derrota a Austria en Marengo.
Volta fabrica la primera pila eléctrica.
1802
Francia: Napoleón, cónsul vitalicio por ple Dalton enuncia su teoría atómica. Beethoven: Segunda Sinfonía. biscito (2 de agosto).
1804
Francia: coronación imperial de Napoleón (2 de diciembre).
Chateaubriand: El genio del cristianismo. Beethoven: Tercera Sinfonía. «H eroica*.
1805
La flota inglesa derrota a la hispanofran cesa en Trafalgar. Napoleón derrota a austríacos y rusos en Austerlitz (2 d e diciembre).
Ingres: Mademoiselle Riviére. Cuvier: Lecciones de anatomía Gros: Bonaparte visitando a los apestados de Jaffa (1804).
1808
Francia ocupa España: inicio de la Guerra de la Independencia (2 de mayo)
Gay Lussac: combinación de los gases. Primera máquina de escribir práctica.
1810
Napoleón casa con María Luisa de Austria.
Davy: Lámpara eléctrica de arco.
| Añ o
Política y sociedad
Arte, cultura, ciencia y técnica
1812
Napoleón emprende la campaña de Rusia.
Berzelius enuncia su teoría electroquímica.
1814
Napoleón abdica: es exiliado en Elba. Comienza el Congreso de Viena.
Primera locomotora de Stephenson. Impresoras a vapor en el Times.
1815
Napoleón regresa a Francia («los Cien Davy inventa la lámpara de minero. Días»). Derrotado en Waterloo (18 de ju Laennec (Fr.) inventa el estetoscopio. nio) y confinado en Santa Elena. Pellico: Francesco da Rim iní
1820
España: pronunciamiento del coronel Rie Gericault pinta La balsa de la Medusa, go para restaurar la Constitución.
1821
Grecia inicia su guerra por la indepen H egel: Leccion es dencia contra el Imperio Otomano. derecho.
1823
España: la rebelión de Riego, aplastada; in Beethoven com pone la N ovena Sinfonía tervención de los «Cien Mil Hijos de San Stephenson (Inglaterra: Primer tren de pa Luis». sajeros con locomotora (1825)
1830
Francia: la Revolución de Julio, en París, derriba a Carlos X. Bélgica, independiente. Insurrec. en Polonia, Suiza y Alemania.
Balzac: La comedia humana (1829) Víctor Hugo: Hernani Primeras vías férreas en Francia y EE.UU. Lyell: Principios de geología.
1832
Inglaterra: el Acta de Reforma permite votar a las clases medias.
Goethe: segunda parte de Fausto. Darwin inicia su viaje en el Beagle.
1833
Inglaterra: abolición de la esclavitud en el Imperio; prohibición de trabajar a los m e nores de nueve años. España: primera Guerra Carlista.
Babbage desarrolla la primera calculadora analítica. Primera turbina práctica de agua (Fourneyron, Francia).
1834
Francia: insurrecciones obreras en París y Lyon.
Alexis de Tocqueville: La Dém ocratie en Amérique.
1838
Inglaterra: movimiento Cañista, pro voto de todos los varones adultos.
Napier inicia la construcción de barcos de hierro.
1845
Hambrunas en Irlanda por la crisis de la José Zorrilla: D on Juan Tenorio (1844). patata. Primeros neumáticos (Thomson. Ingl.).
1847
Inglaterra: se aprueba la jornada laboral de diez horas.
Singer: máquina de coser doméstica. Cavour funda en Turín el periódico Risorgimento.
1848
«A ñ o de las Revoluciones» en Europa. Manifiesto Comunista de Marx y Engels. En París, Luis Felipe abdica; se proclama la S e gunda República: Luis Napoleón, presiden te (se proclamará emperador en 1851). Insurrecciones en Milán, Nápoles, Venecia y Roma. El Piamonte se rebela contra Aus tria. Rebeliones en Berlín, Viena (donde el emperador Femando 1abdica y huye). Pra ga y Budapest. Austria: abolición de la es clavitud; subida al trono de Francisco José.
Morse transmite su primer mensaje tele gráfico. Pasteur sienta las bases de la este reoquímica. Claude Bemard estudia la fisiología del azú car en el hígado. Stuart Mili publica los Principios de E con o mía Política. Holman Hunt, Millais y Rossett fundan en Inglaterra la Hermandad de Pintores Prerrafaelistas.
sobre
filosofía
del
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Glosario absolutismo Evolución lógica de la monarquía autoritaria mediante el aumento de poder de los monar cas, apoyados por juristas que justifican el poder absoluto de la realeza basándolo en su origen divino, por lo que sólo ante Dios deben responder de sus actos. La oposición de la bur guesía a la estructura del Antiguo Régimen y al absolutismo, se plasmó por primera vez en la Revolución inglesa de 1688, que limitó el poder de los reyes, convertidos en m o narcas parlamentarios, y que hacía recaer aquél en los representantes del pueblo La evolución final se dio a partir de la Revolución fran cesa de 1789, que limitaba el poder del rey a ser la encarnación del estado, del que es jefe; pero el poder real recae en el pueblo, que ejerce su soberanía a través de sus repre sentantes en el parlamento y del gobierno sa lido de éste.
de un problema sucesorio, sino del enfrenta miento entre dos concepciones políticas: los carlistas apostólicos, que defienden el Antiguo Régimen, y los isabelinos, que propugnan las transformaciones liberales. El carlista Vázquez de Mella definió los principios fundamentales del carlismo: monarquía autoritaria y no par lamentaria; proteccionismo y corporativismo económico; fueros y tradición católica. Ambos partidos se enfrentaron en las llamadas guerras carlistas.
anarquismo Doctrina política que defiende la libertad del in dividuo, la supresión del Estado y de la pro piedad privada de los bienes de producción. Sus comentarios ideológicos son difíciles de de finir. Se dan en él influencias de la Ilustración, el liberalismo y el socialismo.
Cien Mil H ijos de San Luis Ejército francés que invadió España en 1823 por decisión del Congreso de Verona para d e fender el absolutismo de Fernando Vil contra los liberales. Contaba con 130.000 soldados al mando del duque de Angulema La exp e dición entró el 7 de abril por el Bidasoa y los generales españoles pactaron o capitularon sin presentar resistencia En Cádiz, las tropas de Angulema tomaron el 21 de septiembre el cas tillo de Santi Petri, y el rey refrendó la acción uniéndoseles en el Puerto de Santa María. Así terminó el gobierno liberal y se restableció el régimen absolutista.
carbonarios Miembros de una sociedad secreta surgida en el sur de Italia (Nápoles) en los inicios del si glo XIX con el propósito de difundir las ideas liberales y establecer un régimen político que acabara con la monarquía absoluta y proda mara un sistema constitucional. A l principio lu charon contra la dominación napoleónica (1807-1812) y después contra la restauración borbónica. En años subsiguientes también ac tuaron contra la dominación austríaca en la R o mana. Piamonte y otras zonas de Italia. A partir de 1831 sus elementos más activos pasaron a formar parte de la «Joven Italia» de Mazzini. Su nombre viene del origen de sus primeros organizadores; traficantes de carbón
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carlism o Movimiento político que tuvo su origen en el enfrentamiento entre el infante Carlos María Isi dro — del que recibe su nombre— y la reina Isabel II. por la Sucesión al trono de España. a la muerte de Fernando V IL No se trata sólo
catastro Censo de las fincas rústicas y urbanas, En Es paña se denominó así a la contribución que Fe lipe V impuso a Cataluña tras la Guerra de Su cesión Este sistema tributario, más equitativo y racional, indujo a los gobernantes ilustrados a implantarlo en Castilla, con el nombre de úni co contribución
Dieta Nombre dado a las asambleas del Sacro lm perio, Polonia, Hungría, la Confederación Hel vética, Suecia. Dinamarca y Croacia en la Edad Media. Desapareció en 1805, a la vez que el Imperio. El Congreso de Viena la restableció en 1815 y fijó su sede en Francfort. Reunía a los embajadores de los 39 Estados alemanes y tenía una mera función testimonia!, ya que carecía de poderes para imponer una política com ún. estamento También llamado estado u orden, es la base de la sociedad feudal europea. Tres eran los es tamentos: el clero, que reza; la nobleza, que guerrea, y el pueblo, que trabaja, y con su tra
bajo debe mantener a los otros dos. Esta divi sión social se justificaba con argumentos reli giosos: era la voluntad de Dios la que había elegido a cada cual para cumplir una misión terrenal que beneficiaba por igual al propio estamento y a los otros dos. Los siervos, el pue blo llano, con su trabajo se mantenía a sí mis mo y a los otros dos estamentos, los cuales, bien los defendían del enemigo (la noble za), bien intercedían ante Dios por ellos (el clero). girondinos Miembros de un grupo político de la Revolu ción francesa que actuó en la Asamblea Legis lativa y en la Convención. El nombre provie ne de que tenían varios diputados de la región de Gironde. Revolucionarios y republi canos progresistas, apoyaron las medidas más importantes de la Revolución, oponiéndose al radicalismo de los jacobinos, quienes los e x pulsaron de la Convención y los persiguieron, hasta su desaparición. Ilustración Movimiento intelectual europeo centrado en tre finales del siglo xvn y la Revolución fran cesa de 1789 Nacido en Gran Bretaña, se e x tendió por el continente, en especial por Francia donde adquirió mayor fuerza. Se caracterizó por la confianza que despiertan la razón, la cien cia y la educación como elementos del progreso que llevará a los hombres a la felicidad. D e fendía la libertad frente al dirigismo de la so ciedad del Antiguo Régimen y frente al abuso de poder del absolutismo. Estas críticas crea ron el ambiente en que se gestó la necesidad de introducir cambios profundos, que culmi naron en la Revolución francesa jacobinos Calificación que recibieron durante la Revolu ción francesa los miembros del club localizado en el convento de los dominicos, conocidos co mo jacobinos (lat. lacobus) que estaba situado en la Calle Saint-Jacques de París. Se carac terizaron por su radicalismo revolucionario bur gués y democrático. Se impusieron durante el período del Terror. A partir de 1792 figuraron com o líderes más destacados algunos republi canos radicales, com o Robespierre. Danton y Saint Just, Intentaron instaurar una república
democrática basada en el sufragio universal. Fueron suprimidos en 1794 con el golpe de es tado de Termidor Por extensión, posterior mente se ha aplicado este calificativo al libera lismo radical y democrático. librecam bism o Teoría económica opuesta al proteccionismo, que propugna un mercado libre de restriccio nes. Históricamente la teoría librecambista apa rece en el siglo xvn com o reacción al protec cionismo. masonería Institución que se define com o una asociación universal, filantrópica y progresiva, favorece dora de la verdad, de las ciencias, de la tole rancia y la solidaridad. Los masones constitu yeron sociedades secretas a partir del siglo XVill, estructuradas en «logias», que conserva ron y adaptaron los rituales de los gremios de constructores medievales (la palabra masón de riva de la francesa maçon: albañil) y sirvieron para difundir las ideas liberales durante todo el siglo XIX Muchos de sus prosélitos eran ofi ciales del ejército o funcionarios, pero también había grandes propietarios m ayorazgo Institución que hacía que los bienes territoria les de la nobleza pasaran íntegros al heredero del título: el hijo mayor. De esta manera la pro piedad formaba una unidad que no se podía vender ni dividir. Su origen se remonta a la Edad Media castellana y se Interpreta como una medida para evitar la descomposición del pa trimonio familiar. Su permanencia hasta prin cipios del siglo XIX constituyó una dificultad para el desarrollo agrícola. Durante el Trienio Liberal (1820-1823) se abolieron los mayoraz gos y se autorizó la venta libre de las propie dades reaccionario Término que se aplica a quien pretende resta blecer lo abolido o es contrario a las inno vaciones. sufragio universal Sistema electoral que no excluye del derecho de votar a ninguna categoría de ciudadano.
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Indice alfabético Alejandro I de Rusia. 29, 32. 82 Antiguo Régimen, 7, 10, 16, 28, 29. 36, 37, 47, 56, 58. 82 Artoise, conde de, 15 Asamblea Constituyente, 8, 13 Asamblea Nacional, 8, 13. 44. 86 Asociación General de Estudiantes Alemanes. 55 Austerlitz, 26, 27 Ayuntamiento de París. 9, 74
Babeuf, 52 Bailón, batalla de, 26 Bastilla, la, 6, 7, 14 Berry, duque de. 72 Beethoven. 26. 30 Bentham, 36 Blanc, Louis, 52, 86, 87 Blanqui, Auguste, 52 Bonaparte, José. 24 Bonaparte. Napoleón, 4, 20. 22, 23. 24. 25. 26, 27. 36. 41. 46, 71 Bopp, F. 53 Brandeth, 50 Brissot. 14 Brumario. 18, 24 Brunswik, duque de, 16 Buonarroti, 52 Byron, 41. 70
Calderón de la Barca. 40 Cam po de Marte. 14 carbonarios, 67, 78 carlistas. 48 Carlos Alberto de Saboya,
68. 88
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Carlos X de Francia, 56, 68, 72, 73, 74 carlismo, 84 Castlereagh, 29, 32 Cauchy, 62 Cavour, 88 Cien Mil Hijos de San Luis, 33, 66
clubs, 14 Cobden, 83 Comité de Salvación Pública. 18 Comité de Seguridad Nacional, 18 Comte, A ., 64, 82 Comuna, la, 18 Confederación Germánica, 30, 65 Confederación Helvética, 31 Congreso de Aquisgrán. 33 Congreso de Laibch, 33 Congreso de Troppau, 33 Congreso de Verona, 33 Congreso de Viena. 28, 29. 30, 31, 32, 75 Consejo de Ancianos. 22. 24 Consejo de los Quinientos,
22 Consejo General de la Comuna de París. 12 Considérant, 53 Constant, B. 36 Constitución Civil del Clero, 13 Convención Nacional, 17 Cordellers, 15 cuadernos de quejas, 8 Cuvier. 63
Champollion, 64 Chateaubriand, 70 Chlopicki, 77 Chevreyl, 63 Chopin, 41. 72
Daguerre. 63 Danton, 15, 18 Darwin, 63 David, Louis, 25 Declaración Universal de los Derechos del Hombre. 4, 10. 11. 34 Delacroíx, 41, 42 Directorio, 18, 22 Drouet, 11 Dumouriez, 18 Ducos, 24
Engels, 49, 81 enragés, 18 Ernani, 76 Escuelas Politécnicas, 62 Estados Generales del Reino, 4, 7, 8, 44 Estados Pontificios, 45 Estados Unidos, 10, 34
Federico II de Prusia, 32 Federico Guillermo IV de Prusia. 88 Femando V il. 33, 66, 79 Fernando I de Nápoles. 67 Fidelio, 30 Floreal. 18 Fontainebleau, 27 Fouché, 71 Fourier, 52 Francisco I de Austria, 32 Fresnel, 62 Frimario, 18 Fructidor, 18
Galois, 62 Garibaldi, 47 Gautier, T.. 42 Germinal, 18 girondinos, 14, 17 Goethe, 42, 82 Gregorio XVI, 78 Guardia Nacional, 9, 14 Guillermo I de Orange, 76 guillotina, 18, 22 Guizot, 64. 82, 85, 86
Hébert, 18 Heine, 78 Herder, 45 Heroica, sinfonía, 36 Herschel, 62 heterias, 70 Hugo, Víctor, 42, 82
Isabel II, 79
jacobinos, 14, 16, 17, 21.
22 Jemappes. batalla de, 15 Jena, 26 Jorge III de Inglaterra, 32 Juan VI de Portugal, 68 Juego de Pelota, 9 juramentados, 13
Keats. 41 Kleist. 41 Klinger, 39
La Fayette, 9. 14. 74 La Tour, Quintín, 34 Laffitte, 74 Lamarck, 63 Laplace, P. S., 62 Larra, 41 Leipzig, batalla de, 26, 46 Leopardi, 41 Leopoldo de SajoniaCoburgo, 77 Leroux, 49 Le Verrler, 62 Liberalismo, doctrina del, 34, 36-38, 44, 47. 71-78 Liebig, 63 Liszt, 82 luddltas, 49 Luis X V I de Francia, 7, 8, 11, 13-15, 71, 73 Luis XVIII de Francia. 27, 71, 72 Luis Felipe de Orleans, 73, 74, 76, 85 Lyell, 63 Maistre. J., 36 Malta, Orden de, 29 Malthus, 36, 54 Manifiesto Comunista, 52, 53 Marat, 15, 16 Marta Antonieta, 7, 17 Marsellesa, la. 16, 86 Martignac, 73 Marx, 49, 81, 82 masonería, 65 Matanza de Quios, 68, 70 Mazzini, 46, 78. 82
Messidor. 18 Metternich, 28, 65, 67. 74. 82, 87 Mili. Stuart. 36 Monge, 62 Montesquieu. 37 Muette de Portici, la, 76 Mural, 67
nacionalismo, 44. 47. 78 Necker, 7, 9 Nelson, almirante, 26 Nemours, duque de, 76 neoclasicismo, 39 Nicolás I de Rusia, 70, 76, 77 Nivoso, 18 Novalis, 41
Otón I, 70 Owen, 52
Pesier, Casimiro, 78 Pestalozzi, 64 Pío VI, 13 Pío VIL 67 Pluvioso, 18 Pradial, 18 proletariado urbano, 57-59 Proudhon, 23, 52, 53 Pushkin, 29
Quíntuple Alianza, 33, 65,
66 Ranke. 64 refractarios, 13 Renán, E., 45 Revolución Industrial, 50, 54 Ricardo, 36 Riego, 66-68 Robespierre, M., 15, 18,
Rouget de Lille, 16 Rousseau, J. J., 18, 34, 40, 52, 64 Roux, 18
Saint-Just, 15, 19 Saint-Simon, 49 Sand, Georges, 82 sansculottes, 16, 20. 22 Santa Alianza, 32, 33 Schlegel, A . 40 Schlegel, F., 40 Ser Supremo. 18 Shakespeare, 40 Shelley, 41, 50 Shubert, 41, 82 Sieyés, 24 Smith. Adam , 36 Syene, 22
Talleyrand, 27, 82 Tercer Estado, 4. 6, 8 Terror, el, 18. 19 terror blanco, 71 Thermidor, 18, 21 Thiers, 74, 82, 85, 86 Tocqueville, A. 36
Valmy, batalla de. 15, 17, 18, 44 Varennes, 11 Vendée. la, 15, 18 Vendimiario, 18 Ventoso, 18 Vergniaud, 14 Versalles, 8, 9, 11 Víctor Manuel III, 47 Villeté, 73 Volta, 62
Wagner, R. 88 Wagran, 26 Waterloo, 4. 27 Wellington, general, 27
21 Roland, 14 romanticismo. 39-42, 47
«Zolverein», 78, 79
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