Sebastián Hernaiz
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Literatura, memoria y politica: el Mundial´78 ...la final del evento más hermoso de la tierra, del deporte más poético del mundo, fútbol-poesía-viva, la destreza del pie y la armonía de la pelota. Santiago Vega, “Oración del repositor en el supermercado” ------Desde ese entonces sentía que al hablar de fútbol y poesía hablábamos básicamente de lo mismo. Leopoldo Brizuela, “La fiesta de junio” ------Gente olvidándose, una y otra vez la marchita del mundial 78 mientras camina por la calle en la mañana siguiente al día más frío del año. Santiago Llach, “Abajo del agua” -------
I Me gustaría empezar justificando el objetivo de este trabajo: es decir, justificar el análisis de las representaciones del Mundial de fútbol realizado en la Argentina en 1976 como un modo de participar en la serie de discusiones sobre las memorias de la última dictadura militar argentina. En Crímenes perfectos, uno de sus temas más famosos, Andrés Calamaro define, en un fuerte pacto autobiográfico: “soy de la quinta que vio el Mundial´78”, definiendo así, varios años después, varios mundiales después, a un grupo social –“la quinta”- en relación a aquel Mundial. En la autobiografía de Inés de Mendonça que acompaña a sus textos del 2005 en www.elinterpretador.net, se lee: “Nací el día antes al inicio del Mundial´78”, frase que, si por un lado da por supuesto al Mundial´78 como una fecha que es parte del saber social, a su vez funciona como inscripción biográfica en la serie “hijos de la dictadura”. En “Los Mickey”, un poema del libro La raza, de Santiago Llach, del ´98 y reeditado en el 2002, se lee: “Los Mickey hicimos historia, y yo /reclamo mi parte. /El gordo Manfre dice que fue en el ochenta, /pero para mí fue un par de años /antes, /para el Mundial.” (13-14), en donde, sinécdoque mediante, se encuentra al año 1978 referido por un evento particular de ese año: el Mundial. La lista de apariciones podría seguir en distintas textualidades del presente: en alguna novela de Fogwill, en algún cuento de Leopoldo Brizuela o en esténciles de grupos de arte callejero: el Mundial´78 sigue, hoy, organizando y generando significaciones. Si en la definición de grupo que citamos de Calamaro se puede ver cómo el Mundial´78 se ha
constituido en un lugar de la memoria para una generación cuya adolescencia transcurre durante la dictadura, y en la autobiografía de de Mendonça se intuyen las marcas que dejó ese acontecimiento en una generación posterior, esa que nacía o apenas tenía apenas unos años durante la dictadura, particular interés genera para este trabajo el procedimiento de Llach, porque en la posibilidad misma de la existencia efectiva de esa sinécdoque se puede ver el estado en que se encuentra el tópico Mundial´78 en la memoria colectiva de los lectores supuestos por ese poema. Un estado que podemos pensar como latente en la organización actual de los relatos sobre la dictadura de 1976. En este contexto, entonces, nos interesa pensar los modos en que la literatura se ha acercado para trabajar con este tema latente en la memoria colectiva como material narrativo. Tomaremos para esto tres textos que demarcan las líneas principales que aparecen en el modo de representar el Mundial´78: “Argentina, con todo”, que es una ficción incluida en el libro documental Yo fui testigo. Los militares y el mundial (Cárdenas-Lamadrid y Halac), de 1986. Esta publicación, Yo fui testigo, publicó en esos años una colección de tomos donde buscaban analizar, entremezclando el tono de denuncia e información, distintos temas “de actualidad”. Con este proyecto, la colección fue fuertemente subsidiaria del clima de “destape” propio de la primavera alfonsinista, donde se intenta insistentemente “contar la verdad” del mundial y de la dictadura. El segundo texto a ser tenido en cuenta será la novela Viva la muerte, de Jorge de la Cruz: un thriller editado en 1989 en Buenos Aires sin mayores repercusiones críticas ni subsiguientes reediciones. El tercer texto, y en el que nos centraremos con especial atención, es la novela Dos veces junio, de Martín Kohan, editada en el 2002. Ubicada repetidas veces por la crítica 1 en la línea de nuevas narrativas sobre la dictadura que inaugura Villa de Luis Gusmán, en la novela de Kohan encontramos reelaborados los modos que trabajan los otros textos y, desde su inscripción en la serie de nuevas narrativas sobre la dictadura, complejiza su mirada sobre el Mundial, su relación con la represión y con la complicidad civil.
II Es necesario para este trabajo analizar primero los discursos que contribuían alrededor del año 78 a construir las significaciones del Mundial, ya que es frente a ellos que se cargan de significados todas las producciones con las que trabajaremos nosotros 2. El material discursivo con el que los textos seleccionados trabajarán se encuentra determinado por las condiciones de producción de ese entonces. Apenas asumido el gobierno, en la primera reunión de la Junta Militar, el representante de la Marina, Almirante Emilio E. Massera, plantea las ventajas de organizar el Mundial cuya realización el gobierno peronista depuesto había ya confirmado anteriormente a la F.I.F.A. para el año 1978. Su argumento principal: era una oportunidad inigualable para hacer circular una “buena imagen de Argentina en el mundo”. Recién instalados como gobierno de facto, en mayo de 1976, se reconfirma a la F.I.F.A. que la Argentina organizará el Mundial. En junio se crea el Ente Autárquico Mundial´78, que tendrá a libre disposición dinero y servicios del Estado para cumplir sus fines. En julio la Junta Militar declara al Mundial “de interés nacional” por vía de la ley 21.349. En agosto de ese año es asesinado Omar Actis, quien presidía el Ente Autárquico, y, aunque se nombra un sucesor en su puesto, Carlos A. Lacoste, enviado personal de Massera, será el principal encargado de la organización del Mundial. Él manejará gran parte de los 700 millones de dólares que se gastarían en total (casi 5 veces más que lo que gastara España en el Mundial siguiente), y él será el encargado de contratar a la consultora norteamericana Burson y Masteller para que trabaje la imagen de la Argentina ligada al Mundial, consultora “que le cobrara al Estado argentino casi medio millón de dólares por gestiones realizadas para silenciar y desmentir a los militantes por los derechos humanos” (Llonto, 2005: 73). A meses del Mundial, por las redacciones de los diarios, las emisoras radiales y los estudios de TV, circula un memo oficial que prohibe cualquier crítica a la selección, fuera de la índole que fuera. Marcado por la censura, el discurso que estos medios masivos efectivamente practican puede caracterizarse, según Alabarces (2002, 126-128) y Tuner (1998), por cuatro modos argumentales principales. Se instaura entonces “un poderoso nosotros inclusivo”, un nosotros sin fisura alguna marcado por tonos fuertemente pedagógicos sostenido en una radical estandarización cultural del otro; los textos se organizan en un tono nostálgico, viendo a la selección como un “retorno a una edad de oro”, recayéndose en verbos como “reorganizar”, “devolver”, “recuperar”, “reencontrar”; y, por último, se inscribe al hecho deportivo como un hecho histórico, y al Mundial como clímax de una serie histórica. Estos tópicos constituyen lo hegemónico en los modos específicos de representar el Mundial en la prensa deportiva del ´78. En general, por fuera de la prensa especializada, se da la “asociación entre éxito futbolístico y representación patriótica”, con marcada tendencia al militarizado “nacionalismo agresivo y fascistizante de la dictadura” (Alabarces, 130). Podemos citar en este
sentido unas ilustrativas líneas de la revista deportiva El Gráfico del 15 de junio del 78, pleno Mundial: Crecida en las orillas del mar o de las zanjas. Educada en los penales que se cobran a trompadas y sometida a la desgracia que levantó las banderas de su origen, aún en los campos más extraños. Territorios conquistados con mágicas gambetas que parecían vengar antiguas ofensas. Dominios alcanzados para siempre con el fabuloso poder de los goles a un toque. Una valerosa historia que se mantuvo en pie y soportó altiva los crueles ataques que le dirigen con fuerza y potencia, que se hizo grande aguantando alevosos golpes y codazos.... (p. 38, citado en Alabarces, 2002: 128).
Como señala Alabarces, este discurso es el discurso oficial, y el discurso oficial parece serlo todo: en el ´78, el Mundial “domina todas las textualidades”, y es simbolizado como “júbilo, festejo y unitarismo: toda otra palabra queda silenciada”. Las marchas y canciones oficiales del Mundial, la película La fiesta de todos que realiza Renán a pedido del Estado, los medios gráficos, radiales y televisivos, todos son agentes de construcción del significado del Mundial en ese momento y reproducen el discurso oficial esencializante, totalizante, belicista, dogmático, xenófobo, machista homofóbico y militarizado donde “la otredad se designa como un enemigo”, y el “todos universal” que se construye aniquila la disidencia. La serie política se anula frente a las fuerzas represivas, y la relación entre el individuo y la realidad social está fuertemente orientada por los medios oficiales. De este análisis, nos interesan destacar, particularmente, la simbolización del Mundial como un festejo de “todos” que cubre “todas las textualidades”, la simbolización marcada por el tono belicista y la lógica militarista, y que esta red de voces y silencios fue sostenida en gran parte por los medios masivos que participaban de la hegemonía política y cultural del gobierno. Un detalle notable es el sistema retórico defensivo de esta discursividad. En el monólogo final de la película estatal La fiesta de todos, en el que, en nombre de la Alta Ciencia Histórica, Félix Luna vocea la moraleja oficial, se ve impelido a remarcar ese “todos” que repite una y otra vez homologándolo a un “nosotros universal” como si no fuera la definición misma de “todos” el hecho de no excluir a nadie: “esta es la fiesta de todos, sin que nadie se sienta derrotado o marginado”. En el libro oficial del Mundial´78 que edita el EAM3 antes del comienzo del torneo, y en el que incluye una supuesta visión total de la Argentina -juntando mapas, fotos e información geográfica, histórica, cultural, turística, costumbrista y gastronómica, entre otras- se podía leer un movimiento similar. Se explica allí por qué las Fuerzas Armadas se hicieron cargo del gobierno en el 76: “Es una decisión por la Patria y no supone, por lo tanto, discriminaciones contra ninguna militancia cívica o sector social alguno.” (EAM, 1978: 111). Borges debería haberles recordado, entonces, aquello de que no hay camellos en el Corán. Ahora bien, dentro de la política comunicacional del Estado, la película La fiesta de todos estaba pensada para circular en el interior del país, mientras que el libro del EAM se pensaba para ser entregado a los periodistas y turistas que llegaran del extranjero. En esa divergencia -adentro / afuera- habrá dos modos diferenciados de trabajar la “imagen del país”. Por un lado, hacia el
interior, apoyados en el soporte ideológico que el discurso hegemónico que venimos comentando generaba, se plantea no sólo al hecho deportivo como algo que incumbe a todos (“25 millones de argentinos /jugaremos el Mundial”), sino que (como se lee en el Clarín del día del inicio del campeonato) “Asegurar el éxito (del Torneo) es una obligación, porque va más allá de lo deportivo, para configurar la imagen del país, una imagen a la que todos damos vida” (Clarín, 1/6/78, citado en Revista Todo es historia: 46). Organizarlo sería algo que nos mostraría “lo que los Argentinos podemos ser”, decía el entonces ministro de economía, Martínez de Hoz. Hacia el exterior, en cambio, se planteaba la necesidad de recibir a los periodistas extranjeros mostrándose como una sociedad ordenada y limpia, con taxistas de corbata y con hinchadas que no tiraran papelitos en la cancha, lo que implicaría, supuestamente, que no habría, entre tanto orden visible, un desorden de centros de detención ilegal y tortura ocultos. Caloi recuerda, 20 años después: La campaña era que los argentinos tenían que comportarse bien. A los tacheros les decían que no había que llevar a los turistas a dar vueltas para cobrarles más, no había que empujar. Nos trataban a todos como inadaptados. El subtexto de eso era “acá son todos unos hijos de puta, pero que no se note”. Era una campaña muy agresiva, en radio, en televisión, en la prensa, bien organizadita por la Secretaría de Difusión Pública. (Gandolfo: 1996: 17-20)
Hacia el exterior, la discusión era contra la influencia en la opinión internacional de los grupos de exiliados que se habían organizado para boicotear el mundial y que, sobre todo en Holanda, Inglaterra, Alemania y Francia, habían conseguido difundir información sobre las violaciones a los derechos humanos que se cometían en Argentina, logrando, incluso, poner en cuestión si las selecciones europeas debían asistir a jugar el Mundial: en Francia y Holanda llegaron a hacerse consultas públicas en los diarios a sus lectores sobre si se debía o no se debía ir a la Argentina. En Inglaterra se hizo circular por la BBC un informe sobre las violaciones a los DD.HH. en Argentina, y en las transmisiones alemanas de los partidos aparecerían, ya durante los partidos, leyendas sobreimpresas que informaban sobre la represión estatal. Frente a este movimiento, el gobierno de facto mostraba su cara más ordenada y eficaz, al tiempo que el discurso oficial reabsorbió las denuncias catalogándolas como una “campaña antiargentina”, con lo que alimentaba ese “nosotros nacionalista sin fisuras” en que se sostenía su discurso. La visibilidad que el país gana por el Mundial en la prensa internacional hace que la imagen a proyectar sea un terreno de disputa. Por esto, los militares entendían que un ataque a la organización podía ser un “bocado atractivo para la subversión”, y, en los grupos “de la subversión” que quedaban activos, de hecho, la posibilidad del boicot fue discutida 4, y todavía hoy se insinúa que hubo entre Massera y los Montoneros un acuerdo de no-boicot. Por lo pronto, lo cierto es que Montoneros no atacó directamente al Mundial, sino que lo aceptó, aunque intentando cargarlo de acento crítico: repartían, en la poca medida de sus posibilidades desde la clandestinidad, volantes con la leyenda “Argentina campeón /Videla al paredón” y símiles. Aparte, durante el transcurso del Mundial realizaron -según Llonto, que en su investigación mantuvo entrevistas con varios líderes
montoneros- 18 atentados contra objetivos militares, con una repercusión en la prensa anulada por la censura y la hegemonía mundialista. Con este contexto de preparativos, llega junio, el Mundial se realiza, se dan resultados imposibles, Argentina sale campeón, contra el protocolo de la FIFA, es Videla y no Avelange el que entrega la copa5, se festeja en las calles 6, al exterior llegan postales que edita la revista Para Ti en las que muestra la alegría de ser “derecho y humano”, se filma y proyecta La fiesta de todos, Montoneros piensa en la contraofensiva, se aplica la tablita devaluacionista de la moneda y Maradona entrena para salir, al año siguiente, campeón juvenil en Japón. La Comisión Internacional por los Derechos Humanos estará en Argentina en el ´79 y los festejos que los medios radiales inducen por el triunfo de la selección juvenil de Maradona se cruzan en las cercanías de Plaza de Mayo con la cola de familiares de detenidos-desaparecidos que esperan para hacer sus denuncias. José María Muñoz, el nefasto y mítico relator, incitaba desde Radio Rivadavia, a los gritos en el micrófono: “Vayamos todos a la Avenida de Mayo y demostremos a los señores de la Comisión de Derechos Humanos que la Argentina nada tiene que ocultar” (Bayer: 1990: 135) Pero pasado el clima festivo marcado por estos discursos, ya sobre finales de la dictadura y comienzos de la democracia, el “campeonato comienza a transformarse en metáfora del ocultamiento y el silencio, en símbolo de la manipulación, del escamoteo, de la estupidez colectiva.”. Con el agregado de la distancia temporal, para los participantes de los festejos, atravesados ahora por la “conciencia de la dictadura”, “recordar los festejos significa inmediatamente acotaciones del tipo `no sabíamos lo que estaba pasando´, `nos usaron´”. Luego llegará el Mundial ´82 y la asociación fútbol-patria quedará opacada por la realidad de una guerra que aún no deja de producir ficciones y que reubica al belicismo patriotero futbolista. (cf. sobre esto Alabarces, 2002: 134-136) III Los libros. -1Las dictaduras suelen hacer del deporte un apreciado medio para imponer ideologías. Y a favor de la ceguera de las masas, siempre propensas a vitorear antes que a pensar, se suele agraviar la dignidad humana tras el velo que el triunfo deportivo representa. El Mundial´78 estuvo enmarcado en especiales condiciones políticas. Dijeron que fue “La fiesta de todos” aunque, en rigor, fue el negocio de unos pocos Pablo A. Ramírez, “Todos los mundiales” (Revista Todo es historia, 1986)
Es por demás singular que la nota de Ramírez de la que tomamos el epígrafe de este parágrafo se publica precisamente en la revista dirigida por Félix Luna, aquel que cerraba ocho años atrás, con su monólogo laudatorio, la película estatal La fiesta de todos, de la que ahora se toma radical distancia. En esa posibilidad de la distancia tomada, en la necesidad de distanciarse de los posicionamientos y decisiones no tan lejanos, reside acaso la clave desde la que leer el texto que sigue, también
publicado en 1986. El primer texto que nos interesa trabajar, “Argentina, con todo”, plantea, desde su paratexto, un fuerte posicionamiento frente al lugar de la ficción, que será entendida como como “posibilidad de lo real”. El texto lleva como nota introductoria dentro del libro que la incluye un encabezado que dice: “Si no fue así pudo serlo”. La ficción, entonces, será una herramienta más para estos autores en su proyecto de entender e informar lo sucedido: saber qué pasó. Su estructura es la de un texto teatral en cuyas escenas se encuentran frente a la televisación del partido Argentina-Perú una pareja anfitriona, un primo español del anfitrión, un amigo de la familia y una pareja de amigos. El hermano de la mujer de esta última pareja, nos enteraremos luego, está desaparecido. El primo español, por su parte, aparece representado como un joven con información sobre la represión estatal, tímido, excluido del “nosotros los argentinos” y de “la fiesta de todos”, y muy crítico de “lo mucho que les importa este Mundial... frente a otras cosas que... (SONRÍE, MENEANDO LA CABEZA)” (Cardenas-Halac: 1986: 34) Con tono costumbrista, repitiendo tics como el “por algo será”, o la asociación de las críticas al Mundial con ser un “tirabombas subversivo” y un clima de paranoia de ser escuchados diciendo “comunistas”, “subversión” o “desaparecidos”, el texto está plagado de marcas que hacen sentir empatía al lector con ese extranjero que aparece no comprometido con la hegemonía discursiva y que “ve lo que está pasando”. “Plagado de marcas” dije e insisto en eso: el texto incluye palabras resaltadas, negritas, mayúsculas, muchos puntos suspensivos aclarados entre paréntesis por gestos, sonrisas, caras. El Mundial aparece representado por vía del relato que se escucha por el televisor, y cuya función en la economía estética de la obra es informativa del resultado y aplacadora de voces: cuando el primo español saca el tema de los desaparecidos y los campos de concentración, en la primera escena, Miguel, el amigo de la familia, intervendrá: “¡Paren... paren un poco de hablar...! ¡Che...!¡Empezó el partido! (GRITANDO) ¡Argentina...Argentina!” (35). El lector encuentra su lugar llenando fácilmente los puntos suspensivos que deja el primo español y siendo el que lo intenta escuchar cuando las otras voces tapan su voluntad de denuncia. El clímax de la obra será una discusión entre el español y Miguel, en la que el español le “arruina la fiesta” a éste al decirle que no es “un milagro” la goleada a Perú, sino que insinúa que la Junta Militar compró el resultado. Ya publicado el Nunca más, ya realizados los Juicios a la Juntas, ya ganado un nuevo Mundial –”el bueno”- hace unos pocos meses, el texto pone a este personaje, Miguel, yéndose de un portazo y diciendo: “Que hay campos de concentración... que el partido está comprado... ¡Me importa un corno! ¡Yo quiero ser feliz! ¿Entendés? ¡Comunista!”. En ese contexto, es imposible para el lector no sentir empatía por el personaje del español y desprecio por el otro cuando el significado de “campos de concentración” pasó de ser un supuesto secreto a voces para ser una verdad revelada. Sin embargo, en el departamento, luego de un instante de silencio incómodo, la mujer de la casa dice: “Sigue el partido...siéntense... ¡Vamos! ¡Argentina!
¡Argentina!”. Carlos Gamerro señala que en los 80 hubo una “necesidad casi febril de saber qué había pasado, de obtener datos, de conocer la verdad -la verdad que había sido silenciada, casi eliminada por la dictadura militar” (Gamerro, 2004: 64). Este texto se inscribe en la serie de trabajos que buscaban “saber lo que pasó en esos años”, y se pliega, a su vez, al modo de memoria del Mundial que, con Alabarces, señalábamos como hegemónico luego de Malvinas: se entiende al Mundial como un velo que ocultó los crímenes que se cometían, se entiende al festejo de los goles, al relato de la TV como gritos que tapan los gritos de la tortura, la denuncia y la verdad. La lógica del recuerdo, aquí, es: “nosotros que no somos ni desaparecidos ni torturadores, nos distrajimos, acá, con este show deportivo que nos tapaba los ojos mientras allá, en los campos de concentración, torturaban gente”. Este modo de representar al Mundial, consolidado desde principios de los ochenta, aún hoy opera como uno de los vectores más fuertes en la red discursiva.
-2“A menos de dos años del mundial, parecía que Argentina no podría llegar a organizar el Mundial´78. Pero, sin embargo, en aquel 1976 las autoridades políticas argentinas impusieron su disciplina militar y tomando bajo su tutela directa los problemas de la organización, éstos desaparecieron rápidamente. Ventajas de todo régimen dictatorial.” C. Martín de Saez, Los mundiales de fútbol (editado en España a semanas del Mundial´82)
El famoso prólogo original del Nunca más comienza: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda”, sintetizando, promoviendo y plegándose, así, a la llamada “teoría de los dos demonios”. Subsidiaria de esta teoría es la novela Viva la muerte, de Jorge de la Cruz. Ubicada a poco del comienzo del Mundial´78, la novela propone como esquema narrativo la existencia de dos grupos opuestos y simétricos7: por un lado, un grupo del ERP que intentará atentar contra el circuito mundialista, y, por otro lado, “el Departamento Especial para el Control de Seguridad” (19) cuya función es “coordinar el desarrollo, sin contratiempos, de los treinta y ocho partidos que se jugarán en junio, aquí en la Argentina, por la Copa Mundial de Fútbol” (19). Los bandos aparecen corrompidos en su interior y con sus lógicas expuestas en el lenguaje que utilizan y en las frecuentes apreciaciones que exponen directamente la ideología de los personajes: un dogmatismo militar patriótico, por un lado, y un dogmatismo revolucionario con estructura militarizada, por el otro. El Mundial, en este libro, aparece representado, desde la perspectiva de los militares, como un espacio fácil de atacar y que ellos deben cuidar: “Hay cientos de oportunidades en el transcurso del Mundial en las cuales nos pueden hacer la boleta” (27). Y para el grupo guerrillero sobre el que se centra la narración, la otra cara de la misma moneda: el Mundial de Fútbol dará “brillantes oportunidades para desacreditar su paz de cementerio y el orden militar” (42). La tensión narrativa
de la novela se sostiene en el combate de estas fuerzas. Casi folletinescamente, un capítulo se cierra sintetizando la lógica de la novela toda: “Su desenlace era una incógnita. ¿Habrá o no un golpe subversivo?” (189). Así como en los años de la dictadura circulaba una publicidad donde una vaca que pastaba tranquila era atacada por bichitos negros mientras un locutor relataba: “Argentina, tierra de paz y de enorme riqueza. Argentina, bocado deseado por la subversión internacional que intentó debilitarla para poder dominarla...” (Llonto: 65), tanto el Mundial como “la sociedad argentina” aparecen en la novela de Juan de la Cruz como entidades neutras, como vacas pastando ajenas a todo, tanto al terrorismo de Estado y su lógica de terror, como al accionar del grupo guerrillero. El Mundial y la sociedad son representados como ajenos a la lógica militar y al accionar de los campos de concentración; se presentan como entes agredidos por algo externo a sí, aún cuando este discurso funcionase solidariamente con la lógica del “enemigo interno” y la “subversión como cáncer que hay que extirpar de la sociedad”. Lo social, así, intacto, cauterizado como punto neutro entre dos extremos. La estructura narrativa de la novela de de la Cruz se sostiene sobre la lógica del proteger o atacar al Mundial para cuidar o desarmar la imagen del gobierno. Esta lógica presupone un posible “natural desarrollo de las cosas”, e implica la delimitación del Mundial y de la sociedad como un terreno neutro, a-histórico y de significación naturalizada, que es atacado por una fuerza que quiere afectar su natural desarrollo, y defendido por otra que busca sostenerlo a cualquier precio: un demonio y otro demonio, como exabruptos ajenos al funcionamiento “natural” de lo social: el Mundial, como la sociedad civil, entonces, inocentes, ajenos y extraños a todo. En un libro editado en el 2000 por la Editorial de la Policía Federal Argentina, El fútbol: una historia redonda, dedican un capítulo al Mundial´78 donde continúan reproduciendo estas lógicas: el Mundial cual idea platónica a-histórica y de esencia naturalmente dada; y el acceso a esta “idea” como el objetivo a lograr. Se lee allí: Después de tres intentos, Argentina consigue organizar un Mundial. El gobierno de Videla tomó los recaudos de seguridad necesarios para que el Mundial se desarrollara normalmente, y se realiza en los medios de difusión una campaña con un himno que en su primera estrofa decía: “25 millones de Argentinos jugaremos el Mundial”. El Mundial se desarrolla con toda normalidad y además la Selección Argentina lo gana, por lo que la imagen de Videla gritando el gol de Kempes recorre el mundo. Eso sí, con distintos epígrafes de acuerdo a la ideología de cada diario. (Presta: 45-46 –los subrayados son nuestros).
A su vez, esta lógica del “cuidado del desarrollo normal del Mundial” es solidaria también con la que se instauró con la caída de la dictadura: el Mundial como velo, ya que se entiende al “velo” ahistóricamente, y sin pensar sus modos específicos de funcionamiento. El Mundial como “engaño”, como “distracción”, aunque no sea lo central en esta novela, igualmente seguirá operando como modo de representación, aquí y en casi todas las referencias al Mundial que hay en otros textos o películas posteriores a la dictadura. En esta novela, las veces que se hace mención a un partido que se está jugando en ese momento, aparece siempre abriendo una doble temporalidad o doble
espacialidad claramente discontinuas. Se lee en la novela: “-El mundo entero está pendiente del partido por la semifinal del Campeonato Mundial. Entretanto, los militares liquidan a la nación, con nosotros adentro…” (de la Cruz: 131). La cita expone claramente la dualidad de tiempos y lógicas: la deportiva, por un lado, y la represiva por otro. Pero particular interés conlleva esta cita por un detalle que enlaza como solidarias la forma de trabajar con el Mundial´78 de esta novela y la línea que hemos analizado en el parágrafo anterior. La cita decía: “El mundo entero está pendiente del partido por la semifinal”, pero en el Mundial´78 no hubo semifinales, había dos zonas de cuatro equipos cada una y los ganadores de cada una pasaban a la final. En esta novela que constantemente trabaja la mimesis mediante la inclusión de instancias homologables a “la realidad”, aparece este detalle: básicamente, un “error”, o, si se quiere dar el beneficio de la duda a una sutileza, un posible guiño que repone esa distancia entre los hechos y el texto que los reelabora. No importa. Sí importa que la “semifinal” como instancia de resolución del campeonato aparece recién en el siguiente Mundial, en donde en vez de 16 equipos ya son 24 los participantes y cambia el organigrama. Y es significante este desfasaje porque es síntesis del que opera en general en el modo de representar al Mundial´78: el Mundial se reescribe según modos del post-Mundial, las representaciones de aquel momento son anuladas como “engañosas” y reinterpretadas desde la “conciencia de la dictadura”. Así, entonces, desde la “conciencia de la dictadura” organizada a posteriori y marcada por la “lógica de los dos demonios”, se deshistorizan las prácticas discursivas que dieron significado en su contexto al Mundial, se lo equipara a cualquier otro Mundial y la discusión se limita a “cómo un pueblo se dejó engañar así”. -3“Iban mudos en su desolación los miles y miles que pasaban de regreso” Martín Kohan, Dos veces junio “Se pudo constatar que las gentes regresaban mudas del campo de batalla.” Walter Benjamin, Experiencia y pobreza
El último texto que nos gustaría abordar es la novela Dos veces junio, de Martín Kohan, editada en el 2002 y reeditada en el 2005. Adentrándose en un trabajo sobre los estados de la lengua y los discursos que atravesaban, configurándolo, al Mundial´78, la novela de Kohan, a diferencia de las tendencias principales analizadas hasta aquí, plantea un abordaje que complejiza la lógica del mero “velo” y de los “gritos que tapan gritos”. Dos veces junio es una novela que, deudora de la modalidad abierta por Villa de Luis Gusmán8, vuelve sobre el tema de la dictadura con un narrador en primera que es un colimba que hace de chofer y ayudante de un importante médico militar. El trabajo sobre la voz de este segundón acomodaticio, y funcional a la organización militar, le permite a la novela incluirse en la apertura de
las discusiones que llevan a repensar temas como la responsabilidad civil y las condiciones sociales que posibilitaron el terror de la dictadura. En este movimiento, Dos veces junio se permite revisar lo que en un principio hemos señalado como latente: la presencia del Mundial´78 en la memoria colectiva. La novela se estructura en dos partes: la primera, narrada desde un futuro no muy lejano, transcurre el día en que Argentina pierde contra Italia en el Monumental; y la segunda, que funciona a modo de epílogo y está narrada en presente, transcurre al día siguiente de la nueva derrota contra Italia, en España´82. El tono y la lógica del pensamiento del narrador se sostienen desde la primera línea: en un cuaderno de comunicaciones, en la oficina militar en la que el narrador-personaje trabaja, lee que alguien escribió la frase “¿A partir de qué edad se puede empesar a torturar a un bebé?”(11). Su reacción inmediata es realizar una corrección ortográfica: “empesar” está escrito con “s” y debe ir con “z”. El narrador agrega la colita de la “z” y reflexiona: “Pocas cosas me contrarían tanto como las faltas de ortografía” (12) En Dos veces junio, el Mundial aparecerá representado en un trabajo sobre los discursos que lo atraviesan y sus efectos. Y ahí una premisa del texto: los discursos sobre el Mundial son constituyentes del modo de ser del Mundial. Así, entonces, nos encontramos con éste por referencias a charlas en una cantina, por los cantos y silencios de las hinchadas, por un trabajo sobre los comentarios de la radio y de los diarios. Aparece, también, no como referencia directa sino como organizador del pensamiento: hegemonizando los diálogos, siendo un presupuesto totalizador de las prácticas sociales, o como un premisa en la que los modos de entender al Mundial configuran el sentido. Y son, entonces, estos discursos que construyen al Mundial´78 de la novela, los modos específicos de estos discursos, los que hacen del Mundial´78 que propone Dos veces junio un hecho históricamente situado y no naturalizado ni neutro. Una marca particular de esta novela es que todo está cifrado en números que dan título a cada capítulo: años, modelos de autos, segundos que alguien cuenta, resultados de partidos, direcciones, número de conscripto, o diales de radios, entre otros tantos. A su vez, cada capítulo está subdividido en muchos parágrafos introducidos por números romanos y las dos partes que componen el texto, por su lado, son llamadas: “Diez del seis” y “Treinta del seis”. Vale hacer notar, para terminar este racconto, que todos los números, en Dos veces junio, están escritos con palabras. Toda esta numeración contribuye a sostener el tono de la narración, caracterizada por la preeminencia de lo metódico, de una racionalidad efectivista y del discurso militarizado. El texto, así, se organiza de modo que todo es entendido desde metáforas bélicas, las relaciones son siempre jerarquías verticales, y la mirada militar aparece siempre totalizando y reprimiendo diferencias. Es a partir de este trabajo con el discurso del narrador que el crítico Miguel Dalmaroni habla de una “moral de la eficacia del método” al leer esta novela9.
Una segunda marca, solidaria con la primera, es que, entre varios de los parágrafos que delinean la trama de la novela, se intercalan otros basados en la enumeración de datos y detalles: la formación de la selección analizada en sus pormenores, características de una balanza, comodidades de las habitaciones de un hotel alojamiento, diferentes estrategias para lograr una victoria en un enfrentamiento... En fin, variados fragmentos que, si bien no participan directamente del avance de la trama, por su modo de configurar sentidos y por la yuxtaposición con los demás, trabajan sobre las condiciones discursivas que se transforman en productores del sostén ideológico sobre el que se apoya la narración en primera persona. También, intercalados entre la narración en primera persona y estos fragmentos cuyo narrador se desconoce -y que pareciera variable en su ocultarse detrás de descripciones que se simulan neutras-, aparecen otros parágrafos en que se narran en tercera persona escenas de tortura a una detenida y un parto en un centro de detención. La yuxtaposición de todas estas instancias de narración bajo el ordenamiento numérico será uno de los modos más logrados para de generar efectos de sentido en la novela. La forma en que aparece el Mundial será solidario con estas “marcas” que señalamos, ya que los discursos que operan significándolo se caracterizarán por ser belicistas, totalizantes y represivos: en Dos veces junio el Mundial no es un terreno neutro sino que está atravesado constitutivamente por el discurso militar que describíamos al principio en el análisis de la prensa y de la propaganda oficial: me repito, “un discurso esencializante, totalizante, belicista, dogmático, xenófobo, machista homofóbico y militarizado donde `la otredad se designa como un enemigo´, y el `todos universal´ que se construye aniquila la disidencia” (Alabarces, 2002: 130). La crítica Laura Ruiz, en su libro Voces ásperas (2005), donde pretende analizar la producción de novelas de los años 90, dedica algunas páginas (77-79) a leer la novela de Kohan. Como señala Miguel Dalmaroni (2002), una de las preguntas centrales que la novela impone es ¿cómo pudo existir este tipo de colaboracionismo, cómo pudo existir la voz de este narrador? Para responder estas preguntas, Ruiz centra su análisis en la idea de que: El lenguaje de esta novela, poblado de cifras, de información innecesaria y de nimiedades -como el distractivo error de ortografía- enmascara el horror. Se emplea un lenguaje ripioso para disimular un contenido que no se quiere ver: la tortura, las desapariciones, la apropiación de niños recién nacidos. También se agrega excesiva información acerca del campeonato mundial de fútbol de 1978 que se estaba jugando en la Argentina y que el gobierno militar utilizó como pantalla para esconder lo que estaba sucediendo.
De modo que concluye, finalmente, que: Se plantea en este texto un sistema de adhesión basado en la llana simpleza del soldado y en su mero afecto personal por un jefe militar, puesto que no todo lo que el soldado hace o concede es obediencia debida. Consciente de su ´deber´ pero también de sus propias lealtades, el soldado afirma: ´yo preferí no saber´ (27)10 y, a lo largo de la novela, lo que él logra es perderse en la enumeración absurda de un lenguaje vacío. (Ruiz, 2005: 77-79; los subrayados son nuestros)
Básicamente, entendemos, es todo a la inversa: en Dos veces junio el lenguaje no es vacío, y la adhesión del colimba no es explicable por el discutible concepto de “llana simpleza”, sino que el lenguaje, al decir de Marx –como nos señala Raymond Williams-, es “conciencia práctica”: no disimula una “realidad otra”, sino que es constituyente de las prácticas del colimba. La novela no narra “la tortura y las desapariciones” como “escondidas” tras la pantalla del Mundial, sino que trabaja el entramado discursivo en el que el Mundial y lo militar se encuentran y entrelazan: presenta un estado de la lengua con sus hegemonías y puntos de fuga, con sus supuestos y su moral. La lectura de Ruiz queda anclada en el modo de entendimiento que hemos trabajado en los puntos anteriores y no puede ver en Dos veces junio la novedad que en modos de representación del Mundial hay: el Mundial es representado como atravesado y configurado por el discurso militar, y será este discurso -y no la “llana simpleza” del soldado- el sistema que posibilita las acciones que se suceden en la novela. Grosso modo: cuando un personaje le dice a su superior que “tanto Jorge Olguín como Osvaldo Ardiles concitaban una adhesión unánime de todos los argentinos bien nacidos” (Kohan: 2002: 40), o cuando se describen estrategias que en el contexto de la novela homologan al fútbol y la guerra (“La defensa se afirma así en un sector del campo que está bajo su dominio y que el contrario tiene todavía que conquistar” -73) 11, cuando se hace este trabajo sobre los discursos, decíamos, no se está denunciando cual progresista trasnochado al Mundial sólo como velo que impidió ver lo que hoy vemos como obvias atrocidades, sino que se está trabajando sobre un estado de la lengua y de la sociedad en un momento históricamente determinado y a partir de los discursos que la atraviesan y de las prácticas que allí se habilitan y hacen posibles. No es explícito en el texto, pero las enumeraciones arbitrarias y los relatos que podrían ser estrategias de juego o de guerra son adjudicables a la radio que el colimba escucha -puntualmente: Radio Rivadavia. La radio es, de hecho, durante el partido, una mediación que aparece constantemente señalada, pero casi nunca es repuesta su voz en los parágrafos que narran el deambular del personaje en ese lapso. Tan sólo, cuando está en su auto escuchando, el narrador señala lo que podría ser una referencia a esos fragmentos: “en la radio pasaban la formación de la Argentina y la analizaban en sus pormenores” (58). Tras esa acotación, parágrafo por medio se van yuxtaponiendo fragmentos que narran las acciones del personaje con las arbitrarias enumeraciones clasificaciones del equipo nacional. Consecuentemente, una vez comenzado el partido, se intercalarán en el texto los fragmentos en que se describen estrategias que es imposible discernir si son de fútbol o de guerra. Así, este lenguaje seriado, arbitrario y militarizado que se intercala en la narración, aparece como la hiperbolización de los procedimientos y mecanismos de la prensa radial del momento, en tanto voceros del discurso oficial y hegemónico. De esta forma, entonces, el lenguaje que Ruiz lee como “vacío” o “ripioso”, funciona en realidad como un trabajo de puesta en evidencia de las condiciones de producción y de los procedimientos de los medios en tanto que
estos operan en la construcción de la hegemonía discursiva que será condición de posibilidad para el accionar del personaje. En la economía narrativa del texto, la radio ocupa el lugar de sostén del discurso hegemónico. El cierre de la novela será una decisión conciente del narrador entre escuchar la transmisión de Muñoz en Rivadavia, plegándose al discurso hegemónico, o poner una emisora de música clásica, lo que en el texto aparece construido como un punto de fuga posible desde que se ha narrado el encuentro con el hombre que, durante el partido con Italia, en las inmediaciones del estadio de River, come en una pizzería escuchando una radio; pero el hombre, en lugar de sintonizar el partido que todos se supone que escuchan, sintoniza una frecuencia que pasa música clásica. El lenguaje militarizado se asocia a los medios de comunicación hegemónicos y las transmisiones de música clásica aparecen como un contrapunto posible, un modo de resistencia menor, pero existente. En el auto, al final de la novela, el narrador elige, y elige a Muñoz, que vociferará un mensaje de esperanza y aliento al pueblo argentino que está en guerra en las Malvinas y perdiendo el Mundial de España. El texto de Ruiz, como decíamos, es iluminador, pero en sus errores. El lenguaje, en la novela, no es vacío, y la adhesión a su “superior” no es por pura “llaneza” del narrador. Dos veces junio trabaja las condiciones del habla y los discursos sociales que se constituyen en el amparo ideológico de las prácticas de obediencia y lealtad del subordinado para con el médico militar, haciendo del modo de representar al Mundial una cifra de los discursos militarizados y se abre, así, de los modos del recuerdo que ya habían cristalizado en la memoria colectiva.
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Documentales Argentina, una historia: Mundial 78 (producción de Canal á) Mundial 78, la historia paralela (producción de Cuatro Cabezas)
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Cf. Dalmaroni, Miguel (2002, 2003); Gramuglio, María Teresa (2002); y Saítta, Sylvia (2004) Sigo para esto los trabajos de Alabarces (2002), Gilbert-Vitagliano (1998) y Tuner (1998), y el análisis directo de documentación de época, que no encuentra discrepancias nodales en los puntos que siguen con las investigaciones de estos autores. 3 Aparece como la publicación oficial del Ente, pero está financiada por varios de los que se beneficiaron en contratos de construcción, logística y otros negocios que la organización del Mundial implicó. Entre los beneficiados que auspician esta publicación está, por ejemplo, Benito Roggio, que brindó al Ente servicios de remodelación y construcción sobrevaluados. También está el entonces presidente del Club Vélez Sarfield, que hace su aporte para la publicación del libro oficial mientras remodela a costa del Estado gran parte del estadio del club que preside, habiendo presentado con su constructora un inflado presupuesto que gana, sin licitar, la concesión para convertir su estadio en mundialista y para realizar obras de mejora del estadio de River Plate. 4 Según Graciela Daleo, que explayó esta discusión en una charla realizada en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA en el 2006, entre los actos por los 30 años de la dictadura, y el inicio del Mundial´06 5 Según la normativa de la FIFA, es el presidente de esta organización el que entrega la Copa a la Selección ganadora. En el Mundial´78 esta norma se quebró y fue Videla –como se puede verificar en la frondosa dispersión de fotografías que hay de ese momento- quien entrega la Copa a la Selección Nacional. En su investigación, Pablo Llonto sostiene como explicación un favor personal del Presidente de la Junta militar para con el presidente de la FIFA: el hijo de una familia brasilera amiga de Avelange habría estado detenido ilegalmente en Argentina, y éste le habría pedido a Videla personalmente que intervenga, a cambio de lo cual -tras encontrar dónde estaba detenido y extraditar al jovenAvelange deja que Videla entregue la copa a la selección ganadora. 6 El trasfondo político de las manifestaciones callejeras ha generado discusiones desde el mismo momento de los hechos. Sobre el significado -de apoyo al gobierno o de irrupción rebelde en la vía pública- ver los desarrollos de Cardenas-Halac (1986), Bayer (1990), Casullo (1998), Alabarces (2002), Bermúdez (2003) y Llonto (2005). Los documentales que produjeron Cuatro Cabezas y Canal À son también pertinentes a la discusión. 7 “opuestos y simétricos”, decimos, aunque también con vasos comunicantes entre sí como traidores, subdivisiones, rencores internos y agentes dobles. Igualmente, la lógica polarizada entre atacantes y defensores del terreno neutro de lo social se sostiene como estructurante de la narración. 8 La incorporación de una primera persona partícipe, el uso de procedimientos propios del realismo, o la narración directa de lo “inenarrable”, son algunos de los procedimientos que permiten a esta nueva narrativa volver sobre la dictadura para reelaborar los conceptos de memoria, responsabilidad e identidad. (Cf. Dalmaroni (2003), Gramuglio (2002) y Saítta (2005) que se explayan sobre las modalidades de esta línea narrativa que incluye a la novela de Kohan junto a Calle de las Escuelas nª 13 (1999)de Martín Prieto, El secreto y las voces (2002) de Carlos Gamerro, o Ni muerto has perdido tu nombre (2003) del propio Gusmán) 9 Cf. Dalmaroni, Miguel (2002 y 2003) 10 Habría que reponer el contexto que Ruiz oblitera para la cita que realiza: en la página 27, donde el personaje dice haber preferido “no saber” se viene narrando la supuesta historia de la mujer de su “superior”, de la que había dos versiones: una era que estaba enferma y no podía salir a la calle, y otra era que, como estaba enferma, el marido no la dejaba salir a la calle, por vergüenza. Entre estas versiones es que el narrador aclara que “prefirió no saber”. Si bien es posible la lectura de ese “preferir no saber” como lógica general de las prácticas del narrador, la cita es tramposa y cierra lecturas más sutiles, complejas y también posibles. 11 Los ejemplos son múltiples. Baste insistir en los ya señalados, como el juego intertextual con Benjamin que elegimos como epígrafe, en donde campo de batalla y campo de juego están en paralelo o la contundente cita de El Gráfico que tomábamos del trabajo de Alabarces al comenzar este texto: “levantó las banderas de su origen, aún en los campos más extraños. Territorios conquistados con mágicas gambetas que parecían vengar antiguas ofensas. Dominios alcanzados para siempre con el fabuloso poder de los goles” 2