tus ladrillos
tus ladrillos
historias que construyen sueños
rorro echávez
Título: Tus ladrillos Historias que construyen sueños Autor: Rorro Echávez Primera edición: Agosto 2017 Portada: Por tada: Daniela Guerrero www.danielaguerrero.net Arte: Monserrat Ramírez www.monserratrt.com Edición: Mariana Gaxiola ® Todos los derechos reservados © Rorro ISBN en proceso Se prohíbe la reproducción de la presente obra por cualquier medio impreso, electrónico o auditivo sin la autorización por escrito del titular de los derechos. Impreso en México Serna Impresos, S.A. de C.V. Calle Ignacio Zaragoza, Col. Centro C.P. 64000, Monterrey, Nuevo León. Tiraje: 2,000 ejemplares www.tusladrillos.com.mx
A mi viej v iejoo y a su chiquita, por darme su corazón y todo lo que soy.
Estimado lector lector,, Me encantaría darte un abrazo y decirte algo en este momento, pero como me es imposible personalmente, pers onalmente, te comparto esta nota antes de que inicies el viaje viaje.. El hecho de que tengas este libro en tus manos me hace sentir una gran esperanza por tres razones: La primera razón es tu apoyo a la causa. Si vas a leer Tus Ladrillos, seguramente conoces su propósito. Este pequeño gran libro tiene como objetivo combatir la pobreza mediante la construcción de casas y centros de formación formación en comunidades comunidades rezagadas, zonas donde viven personas que claman un mensaje de vida. Y tú, con tu apoyo, apoyo, estás gritándoles: “no están solos”. La segunda razón son tus valores. El que hayas coincidido con el propósito del libro no habla bien de ti. Habla excelente de tu persona. Tu empatía, solidaridad y sentido humano brillan al apoyar esta causa. Y en este mundo oscuro necesitamos de tu luz. Urgen estrellas que iluminen a su comunidad. Esto me lleva a la tercera y última razón para sentir esperanza. 5
El hecho de que tú existas, con tus valores e iniciativ iniciativaa de apoyar causas sociales, conrma que sí es posible posible..
Sí es posible sonreír cuando nadie lo hace, abrazar cuando alguien está triste y compartir cuando no sobra. Sí es posible hacer el bien cuando cua ndo no está de moda, ser honesto cuando nadie te ve y colaborar cuando todos compiten. Sí es posible hacer de este mundo un lugar mejor. Con gente como como tú, lector lector,, confío conf ío en que llegaremos llega remos a ver el cambio que tanto queremos. Pero ese cambio no se logra de manera individual. Recordemos que si trabajamos solos llegaremos más rápido, pero si trabajamos baj amos juntos llegaremos l legaremos más lejos. Este libro es un mensa mensaje je de esperanza para par a el mundo, un recordatorio de que sí somos más los buenos. ¡Disfruta del viaje!
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Recorrido
El pescador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 Cazadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 Mi chocolate . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 Sombreros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 79 pesos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 Atacama . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 Estrella fugaz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 En tu patio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46 Eres nadie . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 El hijo que nació lejos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50 Fragmentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 Miedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 La oscuridad de la sala . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 Querido ladrón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Carta a mí mismo cuando tenga 50 años . . . . 96 Permanencias finitas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 1000 Sonrisas tristes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 1022 El soñador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 1044 Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 1077
El pescador
Seis de la mañana
Cada amanecer era único. La gama de azules se asomaba encima de los montes. La oscuridad se encontraba con traba con el reejo del lago, y al a l mismo mis mo tiempo di ferentes tonalidades suavizaban su color. Entonces el cielo se tornaba más claro, más sereno. El silencio de los grillos solía protagonizar la hora en que el vecino, por más arrugas presentes en su frente, se levantaba diario, preparado con su caña de pescar y un frasco anticuado lleno de anzuelos rústicos y coloridos. Llamaba mucho mi atención ver a una persona tan grande hacer lo mismo todos los días desde que tengo memoria. Me despertaba su rasposa tos a distancia, no sabía si era por alguna alg una enfermedad o si la misma edad le raspaba la garganta. Yo sólo ponía atención a su rutina mañanera desde mi diminuta ventana. ven tana. Colocab Colocabaa mis peque pequeñas ñas manos en el vidrio v idrio helado para así obser obser var mejor mejor y no no perder perder ning ningún ún detalle de su rutina. Su viejo bote tenía una frase célebre en la parte trasera, pero a esta distancia no alcanzaba alcan zaba a leerla. leerla. 8
Preparaba todo de manera sistemática, colocando sus pertenencias dentro de su barquito de madera. Se Se agachaba, tomaba dos remos, y con poca fuerza, lograba su despedida de la orilla. Despacio, aquel pescador se iba desvanecien desva neciendo do a través tr avés del lago, dejando su silueta vagando como fantasma; volando encima del agua. agua . Coincidía la l a hora hora en la que ya no alcanzaba ver la lancha con el momento momento en que que mi madre entraba a despertarme despertar me.. –¿Qué haces despierto, Santiago? –¿Qué –Nada, mamá… –No se te olvide rezar tus oraciones de la mañana y tender tu cama. –Sí, mamá –contesté en auto automático, mático, di distra straído ído por mis pensamientos. Había una voz dentro de mí que quería acompañar a ese hombre, hombre, a perderse en el horizon hori zonte te tal ta l y como él lo hacía todo el día. dí a. Soñaba despierto, ¿cómo ¿cómo sería estar pescando pesc ando en medio medio de un paisaje tan bello? bel lo? Claro, prefería eso a realizar las labores domésticas impuestas por mi madre, donde la diversión no era posible debido al cansancio de llevarlas a cabo. Después de un largo día de trabajo, aparecía el vie jo. Me impresionaba verlo entrar a su casa con el cuello quemado, las venas del brazo saltando al cargar la cubeta llena l lena de pescados y con el sombrero de paja paja que no podía faltar. Nunca lograba discernir si tenía 9
pelo o si era calvo. Llegaba cansado pero rejuvenecido; con los hombros caídos pero con una sonrisa de esas que contagian satisfacción y alegría. Quería ser como él. Abrí mi ventana y me atreví a hablarle. –¡Señor! –¡S eñor! –g –grr ité con fuer fuerza za –. ¿Me puede enseñ enseñar ar a pescar? Su mirada cristalina me vio con tranquilidad, y con una pequeña mueca me indicó que me acercara acercar a a donde estaba. Fui enseguida para allá, sin interrumpir a la noche que empezaba a envolver el cielo. –¿Así – ¿Así que quieres aprender aprender a pescar? –preguntó –pregu ntó.. Su armación a rmación sólo sólo me hizo estar más seguro.
–Sí, señor, señor, me gustarí gusta ríaa acompañarle. –Así será. ¿Cuál es tu t u nombre, nombre, joven? joven? Era la primer persona que me decía “joven” a lo largo de mi corta vida. –Santi ago, señor –Santiago, señor. –No me digas diga s señor, señor, así me dicen los desconocidos. Mis amigos me dicen Mateo. Pide permiso a tu madre, Santiago, que mañana salimos temprano, como bien sabes. Corrí de inmediato a contarle a mamá de la futura aventura. Llegué con ella mientras tendía la ropa. Mi corazónn brincaba, mis manos tiritab corazó tir itaban an y mis m is palabras se enredaban entre ellas. 10
–A ver ver,, a ver, tr tranqu anquilo, ilo, hijo, no te apresu apresures res.. Cuéntame. Le conté del vecino y de su invitación inv itación para aprender aprender a pescar. Mi madre me miraba mi raba con un semblante algo deprimido. Nunca la había visto así. –¿Por –¿P or qué qué te pones pones así, ma? –Nada, hijo, es que que no sé. sé. –Porr fa, ma, he hecho muy bien las tareas –Po tarea s de la casa. Después de varios minutos de silencio, aquella expresión negativa desapareció de su cara. Había conseguido el permiso. Cinco y media de la mañana
Don Mateo no salía de su hogar, no se escuchaba su tos ni sus pasos. ¿Habrá pasado algo? Empecé a acelerar el paso de la caminata alrededor de su cabaña, inte i ntentando ntando descubri descubrirr qué pasaba. Me mantenía tranquilo tr anquilo el hecho de nunca haber estado despierto tan temprano, pero me creaba preocupación el hecho de siempre siempre haber escuchado su movim mov imiento iento cada madrugad mad rugada. a. ¿Debía ¿Debía esperar? No sabía si gritar gr itar,, tocar o derribar la puerta.
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Seis y cuarto de la mañana
El sudor recorría todo mi cuerpo, mi frente y mis manos. Tanto nervio me impulsó ir a la entrada. Iba decidido a intentar entrar sin importar nada. Al momento men to de tocar la chapa, ch apa, la puerta se abrió hacia hac ia dentro. Era el pescador con su sonrisa bien colocada, al igual que su sombrero. –Emocionado, ¿verdad, Santiago? –Emocionado, Sa ntiago? Toma, Toma, ayúdame con esto. Enseg uida limpié Enseguida li mpié el sudor sudor de mis manos con la parte trasera de mis rodillas. El viejo me pasó su frasco anticuado, lleno de pececitos plasticados de diferen tes tamaños. –Tardé en sali –T sa lirr por estar esta r buscando tu t u caña de pespes car –me dijo mientras volteaba a ver el artilug art ilugio io en su mano derecha. –Anda, toma, esta le pertenecía a mi hijo h ijo.. Su voz se escuch escuchóó frágil frág il al a l darme dar me el artefacto largo y medio pesado. La caña cañ a estaba cubiert cubiertaa de polvo, polvo, parecía que llevaba años sin ser usada. Llamó mi atención un pedazo de cinta anaranjada, enrollado poco arriba arr iba del del mango negro y gastado. 12
–V – Vamos, Santiago, Santi ago, se nos hará tarde. tar de. Caminamos juntos. Los pastizales acariciaban nuestras sandalias con delicadeza, remojando nuestros pies con las gotas recolectadas por el rocío del alba. Me encantaba respirar el olor a madrugada, sentir la frescura inundar mis pulmones, contemplar cómo la naturaleza recorría mi esencia. Por primera vez pude Por pude distingui disti nguirr la frase fra se escrita en la parte trasera del bote: “El Soñador”. –Señor,, ¿quién es el …? –Señor …? Mateo empezó a reír en silencio si lencio antes antes de que terminara la frase. ¿Por qué reía? –Ya te dije que –Y que no me me digas dig as señor. señor. Dime Mateo. –Mateo… –Mateo … –Dime, Santiago. Santia go. –¿P – ¿Por or qué la lancha tiene escr escrito ito “El Soñador” ? – retomé mi pregunta sin vergüenza. –Porr alguien –Po alg uien que que era como como tú, alguien alg uien que que vivía viv ía soñando despierto. Permanecí en silencio, intentando descifrar lo que acababa de escuchar escucha r. No me hizo h izo sentido. ¿Cómo sabía que así era yo? Mi confusión se desvaneció al contemplar el reejo
del cielo en el lago; parecía ser la voz del agua murmurando con un tono suti sutill y delicado. En ese momen13
to me despejé de todo pensamiento. Miré a Mateo, él seguía concentrado, remando constante, tosiendo de vez en cuando. Yo no dejaba de contemplar la serenidad del paisaje, me brindaba paz y calma. –Ahora es tiempo, ya estamos a bue buena na di distancia stancia – dijo el viejo v iejo.. Me enseñó a preparar el anzuelo de pala, a pescar con lombriz, poner el corcho y unos plomos. –Ca da dí –Cada díaa se apren aprende de algo nuev nuevo, o, ¿verdad? –preguntó mi maestro con satisfacción. –Nunca había sal salido ido a pescar, y eso eso que que vivo al lado del lago –contesté con impresión. –La gente tiene maravill maravi llas as a su alrededor alr ededor y se ciega con su rut rutina, ina, me da gu gusto sto que te hayas ani animado, mado, Santiago, deberías venir más seguido conmigo, pescar es algo muy bonito. –Mateo, ¿y a ti por qué te gusta gu sta pescar? pesca r? –Por –P or mom momentos entos como estos, Santiago. Conviv Convivir ir con la naturaleza te hace viv vivir ir más años. –¿Cuántos – ¿Cuántos años tienes? tienes? –Con – Con deci decirr te que cad cadaa año que pas pasaa me siento más joven. Sus frases fr ases me dejaron pensando, no podía podí a entenderentenderlas pero intuía que signicaban algo.
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–Y en todo este tiempo, ¿qué es lo más –Y má s gr grande ande que has pescado? –Una vez pesqué a una mujer mujer divina div ina de 17 17, cuando cua ndo yo tenía veintinueve años. –¿Có – ¿Cómo mo?? ¿H ¿Hay ay mu muje jeres res nadand nadandoo de deba bajo jo de est estee lago lago?? Mateo soltó una carcajada que logró contagiarme. No entendía; sabía que las mujeres eran diferentes, pero no que pudieran respirar bajo el agua. Aventamos los anzuelos, reímos y platicamos, yo mis aventuras, aventuras, él las suyas. Mis M is historias eran de niñas bonitas y goles de futbol en el recreo de mi escuela, las l as de Mateo eran de viajes místicos y recuerdos lejanos. Me asombraba asombraba escuchar los detalles detal les almacenados alm acenados con tanta felicidad en su memoria. La pesca fue una experiencia asombrosa; sobraba la risa, el silencio y la amistad. Pude notar el temblor anormal de los brazos de mi nuevo amigo. Creo que por eso sostenía la caña en un pequeño tubo metá metálico lico soldado a la banca del bote. Mis pies tocaban el fondo de madera rústico bien sellado, sin dejar entrar el agua que nos abrazaba. Me asomé para ver a los peces nadando cerca, ninguno parecía estar interesado en la lombriz de mi caña. Mientras, el sol salía cada vez más, marcando su trayectoria a lo largo del cielo que apenas hace unas horas estaba recién despierto. 15
–Muchacho –Mucha cho,, no te distraigas, o no vas a pescar nada. La curiosidad me había ganado y lo menos que estaba hacien hac iendo do era pescar. pesc ar. –Perdón –me disculpé. –Perdón discu lpé. –No te preocupes, hijo. Leva Levanta nta la caña y mir miraa el anzuelo,, pierde anzuelo pierde tu mirada m irada mien m ientras tras obse obserr vas el agua, ag ua, verás cómo cómo vas a concen concentra trarte rte y así vas a pescar algo. Ten pacienci paciencia. a. ¿Cómo era tan sabio? ¿Quién le habrá enseñado a él? La duda me invadió de inmediato. –Y a ti, Mateo... ¿quién te enseñó –Y enseñó a pescar? –Me enseñó mi padre cuando tenía tu edad –sus –sus-piró un buen recuerdo en forma de nostalgia –cada día me aseguro de que si estuviera aquí, se sentiría orgulloso orgul loso de de mí. La frase se inco i ncorporó rporó a mi corazón, como como ladril ladr illo lo a la pared de una construcción. –Yo nunca tuve un papá que –Y que me enseñara así como a ti –continué –conti nué con tristeza tri steza –hace muchos muchos años un grugru po de gente mala se lo llevó, me contó mi mamá. Mateo volteó a verme, intentó decir algo pero se quedó sin palabras. Quise cambiar el tema. –Y – Y tú, ¿le enseñaste a tu hijo a pescar? –pregu –pregunté nté.. 16
Sin darme cuenta, toqué bras sensibles.
De inmediato toda la armonía de mi maestro se alteró; su garganta se volvió débil, la tos repentina cobró mayo mayorr intensidad, el temblo temblorr de sus brazos incrementó y su rostro cambió de color. –¿Estás –¿Es tás bi bien en?? –pre –pregunté gunté con un sen sentimien timiento to de culpa. –Sí, Santiago, Sant iago, no te preocupes, preocupes, ya es hora de regre regre-sar –dijo mientras tosía entre palabras. –Pero –Pe ro no pescamos nada. –No importa la pesca.. pesca .... –¿Cómo – ¿Cómo que que no import importa? a? – Lo que importa es sali sa lirr a pescar. No supe qué contestar. –Entonces, ¿mañana –Entonces, ¿maña na saldremos sald remos a pescar otra vez? –Clar – Claroo que sí, joven joven compañero. compañero. Doce del medio m ediodía día
Llega mos a la orilla, Llegamos oril la, Mateo me pidió bajar bajar las cosas. Él caminó con indiferencia, tristeza y algo de enojo a su casa, sin portar la l a sonrisa que tanto tanto lo caracterizaba. Dejé los artefactos en la entrada del viejo, entre ellos la caña de pescar de su hijo, y pude ver a mi madre lavando la vajilla en la cocina. Corrí Corr í a contarle contarle mi aventura.
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–Hijo,, ¿có –Hijo ¿cómo mo te fue con el vecin vecino? o? –pre –preguntó guntó mi madre angustiada ang ustiada –parece – parece que no no la pasaron pasa ron muy muy bien. bien. –T – Todo iba perfecto, ma, estábamos riendo, platicando y divirtiéndonos, hasta que salió el tema de su papá y de su hijo… –¿¿Te platicó de su familia? – fami lia? –me – me cuestionó cuestionó exaltada. exa ltada. –Sí, ma, de cómo su papá le había enseñado ens eñado a pesp escar, y de… –¡Y –¡ Ya! ¡Ya no me cuen cuentes tes nada, Santia Santiago! go! No quería decirte esto, pero ese señor tiene una familia muy mala. mal a. No pensé que fuera a ser así de impruden impr udente te contigo. No debí… –No, mamá, no hizo nada malo. ma lo. –No, hijo, tú ya no vuelves a ir a pescar. Quédate aquí, voy a hablar habla r con él. No es posible pos ible… … –¡Pero, –¡P ero, ma…! ma…! Sentítí la Sen l a puerta puerta en mi cara. Por más Por má s que quería desobedecerla, prefería no verla enojada. Salí corriendo a mi cuarto para poder ver todo desde mi ventan ventana. a. Mi madre mad re llegó a la puerta del vecino, estaba fur furiosa. iosa. Empezó a golpear la entrada con mucha rabia. Salió Mateo, y antes de empezar a hablar, voltearon a verme y cruzamos miradas. Me escondí lo lo más rápido rápido que que pude pude.. Después Después de unos segundos me asomé con cuidado pero ya no estaban. Me embargaron un sinfín de preguntas. ¿Por qué se había enojado tanto? ¿La familia de Mateo le había hecho algo a mi mamá? ¿Acaso era la misma gente mala que se había llevado a papá? 18
La curiosidad empezó a rasguñarme lenta y constantemente. Solo tenía que esperar a la salida de mi madre para recibir una explicación, creo que ya no iba a poder ser amigo del viejo v iejo pescador pescador. Esperé pegapeg ado a mi ventana, intentando ver algo, aunque poco a poco mis párpados luchaban por estar cerrados. Estába mos tres personas sentadas en el bote; el veciEstábamos no, un niño y yo. yo. Mi caña ca ña la tenía tenía el otro muchacho muchacho,, pero noté algo, no tenía el pedazo de cinta anaranjado. Intenté Intenté ver lo que tenía escrito escr ito pero no alcanzaba a visualizarlo. visua lizarlo. La lancha era más larga y ellos el los estaban estaban sentados sen tados hasta la otra orilla. ori lla. Me asomé al agua ag ua y veía algodón de azúcar debajo, debajo, parecía que estábamos o tando en el cielo. Los cerros a lo lejos ya no estaban, solo había un paisaje de nubes blancas. –¡Mateo! –grité –g rité lo más fuerte que pude. pude. Los dos voltearon a verme. El rostro del niño n iño se veía borroso, mientras que el del pescador resplandecía un poco. –Ven, Santi –Ven, Sa ntiago, ago, voy a enseña ens eñarles rles a pesca pes carr a los dos juntos.. juntos Me levanté de mi lugar y me apresuré para par a conocer al nuevo compañero. De pronto, un fuerte golpe me despertó. Enfoqué la vista; la puerta del vecino acababa de ser azotada. Pocos segundos segu ndos después después entró mi madre a mi cuarto muy indignada. 19
–Santi , ya –Santi, y a hablé con ese seño señorr. Nunca más te vuelv uelvas a acercar acerca r. ¿Entendido? ¿Entendido? –Sí, mamá, mam á, pero ¿por qué? qué? –No cuestiones cuestiones y haz caso. cas o. Es una persona mala. ma la. –¿Cómo – ¿Cómo la que que se llevó a papá? La mirada mir ada de mi madre exhaló ex haló tristeza. tr isteza. Nos Nos quedaquedamos viendo. De pronto sus ojitos hermosos se empezaempeza ron a mojar y estalló. Nunca antes había visto llorar a mamá. Me quedé viéndola y no tuve otra respuesta más que abrazarla con todas mis fuerzas. –Solo haz h az caso, Santia Santiago go –me – me dijo d ijo mientras sus lágrimas gr imas besaban mi rostro. rostro. –Sí, mamá mam á –mentí. –mentí. Tenía que saber la verdad, no podía quedarme así. La única ho hora ra dond dondee no estaba despierta mi madre pero el vecino sí, era un poco antes de las seis de la mañana. No podía quedarme con la duda... Cinco y media de la mañana
Tuve el mismo mi smo sueño. sueño. Se veían igu igual al los integrantes i ntegrantes de la lancha: el rostro borroso del otro niño y la cara del pescador mucho mucho más luminosa. lu minosa. Pe Pero ro ahora descubrí algo nuevo, pude notar con más detalle cómo lo abrazaba y lo cuidaba, lo tomaba fuerte de los brazos y le ayudaba a lan lanzar zar la caña caña.. Creo que era su hijo. Creo que yo le recordaba a su niño. ni ño. 20
Me levanté con cuidado, no podía hacer ning ningún ún ruido. Recorrí la casa sigiloso y con cautela. Me asomé a la recámara de mi madre, se veía tan bonita mientras dormía, como de costumbre. Abrí la puerta, salí de mi casa y me acerqué a la entrada del vecino. No No se escuchaba ningún ning ún ruido. r uido. Empecé a deambular por los alrededores al rededores de su hogar hogar y noté las cortinas cerradas. Qué raro, nunca me había jado
que tenía cortinas. Seguí caminando, presentí algo. Regresé a la entrada principal para intentar entrar a la casa. Intenté abrir la puerta, no tenía seguro, se encontraba enco ntraba entreabi entreabierta. erta. Me introduje en el hogar del pescador. pescador. Era Er a clásico, clá sico, rústico rúst ico y olía a polvo. polvo. Mientras me deslizaba desli zaba con calma, vi las fotograf fotografías ías familiares famil iares y mi curiosidad alerta recorrió el pasillo. Estaba vacía, el viejo ya no se encontraba. enco ntraba. Creo que mi mamá m amá tenía tení a razón, ra zón, la gente culpable siempre se escapa y huye de sus problemas. Al pasar por la sala vi la caña. Ya no tenía la cinta anaranjada arriba del mango. Decía “Santiago”. Creo que Mateo le había escrito mi nombre antes de marcharse, marcha rse, aunque aunque la letra letra se veía un poco desgasta desgasta-da. Pero yo ya no quería esa caña que le perteneció a gente mala. La empujé con desprecio y al mismo tiempo saltó un pedazo de papel:
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25 de septiembre de 2000 Santiago, Me tuve que marchar. No me odies odies,, si me fui fui,, fu fuee por buenas razones. Corría peligro nuestra amistad, y preferí mejor cambiar de lugar. Me movió el deseo de continuar platicando platica ndo contigo, conti go, aunque aun que sea por cartas car tas...... –¡Qué haces, Santia Santiago! go! –interr –interrumpió umpió la voz de mi madre desde la entrada. entrada. Escondí la carta car ta de inmediato, no podía dejar que mi mamá la viera. –Vine – Vine a buscar a Mateo, mamá. Quiero saber lo que está pasando pasa ndo.. –Mateo ya se fue, f ue, Santiago.. Santia go.. ¿V ¿Ves? Es gente que no vale la pena, manipuladora, todas las palabras que salen de su boca son mentiras y engaños. No dudo que haya dejado al algú gúnn mensaj mensajee para para ti. Él sabía que vendrías a buscarlo. –No dej dejóó na nada da.. So Solo lo es esaa ca caña ña fea fea,, per peroo ya no la quiero. –V – Vámonos, hijo. hijo. Regresemos a desayuna desayunarr a la casa. Gracias a Dios ya no pasó nada más. Seis de la mañana
Cada amanecer era único. La gama de azules se asomaba encima de los montes. La oscuridad se encontraba con el reejo del lago, y al mismo tiempo
diferentes tonalidades suavizaban su color. Entonces 22
el cielo se tornaba más claro, más sereno. El silencio de los grillos solía protagonizar la hora en que yo me levantaba levan taba diario diar io.. Recargaba mis manos grandes en la ventana ven tana,, pensando que vería vería al a l viej v iejoo amigo ami go que antes antes a la misma hora despertaba. Quizá fue una amistad de un día, pero sentí que lo conocía de toda la vida. Quizá no debí de haber despreciado esa caña que me dio de regalo. Quizá, Qui zá, no sé, algún alg ún día termine de leer leer la carta cart a de Mateo. Mateo.
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Cazadores
Cami naron con cuidado, sin ruido, Caminaron ru ido, con las palabras en las manos. Llegaron a tiempo a su destino. El hijo volteó a ver a su padre, quien estaba perdidamente concentrado. –Pa… –Pa … –inició –in ició el menor menor.. –Shh... no hagas ru ruido ido –murmuró el mayo mayorr –. A l momento mom ento de cazar –continuó en voz baja –es necesario guardar silencio para obtener el trofeo. Confundido y desconcertado, preguntó en un tono más bajo. –Pero, –Pe ro, y si no hay ni ningú ngúnn an anima imal,l, ¿cuá ¿cuáll es el trofeo? trofeo? –Espera un minuto m inuto,, hijo. Al poco tiempo salió el sol, iluminando la vista de los espectadores. –Hay cazadores de ani animales, males, hijo, pero nosotros.. nosotros.... nosotros somos cazadores de paisajes. pais ajes. 24
Mi chocolate
Me encantaba encantaba verla; su sonrisa perfecta, per fecta, sus ojos color turquesa parecidos al mar que roza con la arena, su piel de azúcar morena, su manera de hablar, todo de ella. Cada vez que salía del colegio, me sentaba en la banquita dentro del portón, donde podía observarla sin que ella lo notara, a escondidas, como estas mariposas ocultas dentro de mi mochila. Don Sotero nos cuidaba a todos en aquel lugar, sin dejarnos salir a menos de que trajéramos un recadito rmado por
nuestra mamá. Pasaban las semanas, y entre más la escuchaba hablar, más lindo sentía. Era una mezcla de nervios y frío, pero bonito. Ella no tenía idea de todo lo que provocaba prov ocaba en mí, no se imag i maginaba inaba la forma en que me gustaba. Era mucho más alta y delgada, como diría mi madre, “parecía de porcelana”. Solo había un pequeño detalle: otro le gustaba. Creo que por eso me llamaba la l a atención. atención. A todos mis mi s amigos nos encantaba, pero su corazón pertenecía a uno que no era de nuestro salón. sa lón. Suertudo, ¿qué tenía 25
él que no tuviera yo? Feo no estoy. Todas las amigas de mi mamá siempre me chuleaban y me pellizcaban los cachetes. Y por si fuera poco, sabía muy bien hablar inglés, y la tabla del nueve te la podía recitar sin problemas. Me daba coraje, enojo, pero sobre todo, desamor. Un día llegué l legué triste a mi casa, mi hermana de inmediato se percató. –¿Qué te pasa, Enrique –¿Qué Enr ique?? –preguntó –pregu ntó.. –María, –Mar ía, es que me gu gusta sta alg alguien uien –el –ella la saltó con emoción. –Cuéntame, cuéntame, cuéntame, ¿quién es la afort afortunada? unada? –Me da pena contar contarte, te, ¿después, ¿después, sí? –Claro, –C laro, pero me cuentas. Solo di dime, me, ¿por qué tan triste? –Su corazón ya es de otro, y no no sé qué hacer. hacer. –Solo te di diré ré algo, herman hermanito ito:: en la guer guerra ra y en el amor, todo se vale. –¿Cómo – ¿Cómo?? No entiendo. entiendo. –Si en verdad la quieres, ve y dí díselo, selo, sin si n miedo, no te quedes con las ganas. Anda, ve, inténtalo. ¿Cómo iba yo acercarme? Mis nervios me traicionarían, mis manos empezarían a temblar, todo mi cuerpo dejaría de funcionar en el momento. Pero eso sí, no podía rendirme todavía. Mi hermana se había encargado de dejarme la espinita clavada, c lavada, me sembró esperanza. esperan za. Si le decía que me me gustaba, gu staba, ¿qué perdería? perdería? 26
El “no” ya lo tenía. Así fue como me armé de valentía. Le pedí a mi hermana que me ayudara a conquistarla. –¿Hoy –¿H oy le di dirás? rás? –pregu –preguntó ntó feliz mientras yo por dentro moría. –Sí, Marí Ma ría, a, hoy es el día. –¡Qué emoción! emoción! Ve, Ve, dale esto, seguro le encantará. encantar á. Lo guardé muy bien en mi mochila, en el compartitimiento miento secreto. secreto. Sonó el timbre ti mbre de salida. Nunca había sentido tanto nervio, mi pecho latía muy fuerte. No le conté a ningún amigo, no quería que mi plan fuera estropeado. Cuando la viera, iba a llega llegarr di directo recto con ell ella, a, decirle decirle lo que sentía y entregarle lo que mi hermana me había dado. Caminé, y en cada paso, mi corazón iba botando, más fuerte, más rápido. Pasé el portón, y me senté en un lugar diferente. En eso la vi. “Ahora o nunca”, me dije a mí mismo, imitando esas película pel ículass de acción donde donde el actor pri principal ncipal toma valor.. Me acerqué a la puerta sin miedo valor m iedo.. –Don Sotero, Sotero, ¿me deja deja salir sal ir un momento? momento? 27
–¿A dónde –¿A dónde vas, Quique Qu ique?? –V – Voy rápido rápido a decirle algo a ella. el la. Sotero volteó a verla, y cuando regres regresóó la mirada, supo lo que tenía entre manos y sonrió con gusto. –Claro. –C laro. Vas Vas con todo, campeón. Pasé a todos los demás niños, ni ños, quitando a unos y empujando con cuidado a otros. Nada podía detener mi camino. Iba decidido. –Hola –Ho la –le dije. Nunca la había visto tan de cerca. Era mucho más alta y más bella de lo que pensaba. –Hola, –Ho la, Enriquito, En riquito, ¿qué ¿qué pasa? No pude hablar, no pude moverme. No pude articular ninguna palabra. Me miró confundida, inclinando la cabeza. Actúe rápido, extendí mi brazo y mirándola a los ojos, abrí mi mano. –Solo quería decir decirte te que te quiero, maestr maestra, a, y que te doy mi chocolate.
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Sombreros
Volteo al reejo del espejo; traigo puesto un som -
brero panameño pan ameño.. Me recuerda a mi padre, ¿sabes? Cada día, dependiendo de su humor, selecciona la vestimenta adecuada que cubrirá ligeramente su calva. Así como una dama selecciona con detalle las armas que cargará y llevará puestas al nal de sus
piernas, pierna s, un caballero caba llero determina determi na la forma forma,, el color color y el ángulo del próximo atuendo de su cabeza. Me intriga el ser humano, su vestimenta suele indicar las distintas maneras de percibir lo que le rodea. Si usa una boina, se siente poeta, bohemio y quizá aventurero ave nturero de los años a ños 20, vendiendo periódicos para par a no dormir en el suelo. Si usa gorra, intenta ocultar su pelo de la desvelada desvelada recién disfrutada, o quizá la fama hace que quiera esconderse del ojo de la cámara. Y si usa un sombrero panameño... Volteo de nuevo al reejo del espejo. ¿Cómo me
siento? ¿Imitaré los hábitos de mi viejo? ¿Seguiré mi propio sendero cubierto de un cielo verde y espeso? 29
¿O recorreré su mismo camino ca mino por medio del desierto? Mientras pienso en las respuestas, iré a comprar un helado de Salcedo, uno que me recuerde a mi padre cuando juntos caminábamos por la calle en busca de su nieve favorita...sabor favorita...sabor chocolate con almen al mendr dras. as. Que la vida nos pille preocupados disfrutando de un buen helado.
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79 pesos –Y ya l lega –Y legamos mos –te d ice el señor señor.. Voltea olteass a ver cuánto fue. Sientes que ya has vivido esto; 79 pesos marca el taxímetro. Pones Po nes cara car a de susto. Buscas tu cartera car tera en el bolsil bolsillo lo izquierdo izquierdo de tu pantalón medio desgastado. Metes la mano, temblorosa, con miedo. Una gota de sudor empieza a recorrer tu frente. Haces como si necesitaras necesitara s lentes. –¿79 pesos? –pregu –¿ –preguntas ntas al mismo tiempo que ya tienes tien es tu precaria cartera entre las manos. La abres y la cierras. –79 pesos, jove –79 jovenn –te contes contesta ta el ta taxx ista. Te quedas en silencio si lencio.. No los tienes. Respiras profundo y abres la puerta. Corres, corres sin vol voltear tear atrás. Escuchas Escuchas gritos y maldicion mald iciones, es, provin proviniend iendoo de alg alguien uien que te dio un 31
buen consejo al nal del recorrido.
Sigues corriendo, no paras. El cansancio no te detiene. La vergüenza te impulsa. Doblas a la derecha, luego a la izquierda. Llegas a la reja de Doña Lupita. “Qué ingenua” ingenua”,, piensas piensas mientras la saltas sin probleproblema. Cruzas su pequeño patio, los perros del barrio te desconocen, te ladran. Seguro es la loción, nunca te la habías puesto, puesto, nunca nunca habías utilizado util izado perfume. perf ume. Les chias como siempre, se calman al reconocerte.
Te tranquilizas, el peligro ha pasado. Volteas a ver las calles llenas de baches y de asaltos. Ves niños jugando futbol, soñando en ser futbolistas, futbolist as, en ser héroes nacionales. Los observas un rato más. Ves cómo celebran. Meten goles y se levantan la camiseta, besan su escudo, se abrazan, observas la inocente delidad
hacia a su país. Tú eras idéntico. Recuerdas Recu erdas y suspiras. Te duele el braz brazo, o, sientes como un ra raspón. spón. Volteas y en efecto, efecto, tu camisa cam isa nu nueva eva está rasgada de esa parte. Te da coraje, recién la habías comprado con el 50% de descuento. descuento. Así son las cosas c osas materiales, materi ales, espontáneas, no perduran. Bueno tu pantalón sí, esa mezclilla que compraste en el bazar del barrio era de calidad, cal idad, seguro le perteneció perteneció a algún alg ún niño riquillo r iquillo que lo donó. donó. Sí existe ex iste gente así, compasiva de corazón. 32
Volteas al cielo, la noche crece y con ella también las estrellas. A ella le encantaba ver las estrellas. Haces una mueca que denota tristeza, nostalgia, ganas de volver a verla. Basta. Basta de estar parado en media media calle, ca lle, soñando, extrañando. Caminas cansado, aquella corrida te agotó lo suciente como para bajar tus hombros y
arra strarlos. Los niños ya estaban en sus camas, hacía arrastrarlos. rato que las doñas los llamaron con fuerza. Ninguno desobedece, ni ningu nguno no se atreve a recibir un chanclazo, que quién sabe cómo cada señora del barrio tiene la puntería para darles justo en la boca, tal y como a ellas mismas las educaron: con golpes y uno que otro cinturón cintur ón blanco bien acomodado. Sigues caminando, observando las fachadas llenas de grietas y colores, mecedoras recopiladoras de momentos men tos en las entrad entradas as de las casas, todas las azoteas con perros observá observándote ndote.. Sucios, llenos de pulga pulgas, s, como tu casa. –¿Hijo,, dónd –¿Hijo dóndee estabas? ¡Nos tenías con el Jesús en la boca, hombre! –dice la hermosa voz de tu madre enojada, entre gritando y calmada, claro, sin hacer tanto ruido porque luego despertará a todos tus hermanitos. Bajas Bajas la mirada. mi rada. –Después te cuento, cuento, ma –dices –d ices con decepción. decepción. –¿Qué – ¿Qué pasó, hijo? hijo? ¿Por ¿Por qué qué la cara car a larga? larg a? 33
No quieres contarle, ahorita no. Recién te acaba ac aba de ocurri ocur rirr. Mejor Mejor lo guardas, guarda s, luego le le platicas. Se S e te queda viendo con duda, espera una respuesta. Mientes. –Se me rompió la camisa camis a –dices –d ices mientra mientrass estiras esti ras tu tu codo. El Ella la toma toma tu brazo con fuerza y sin delicadeza. –Y – Y esa, ¿de dónde dónde la sacaste? –Me la prestaron, ma –dices –d ices sin verla a los ojos. ojos. –Pos qué ir irres respons ponsable, able, Hugo. A ver, quít quítatel atela, a, ahorita la coso. Pocas personas como ella; atenta, solucionadora de problemas, probl emas, luchona. Le das da s un beso en la frente, aunque sabes que se merece más má s que eso. –Gracias –Gr acias,, ma. La abrazas, te abraza poco tiempo. Ella nunca ha sido cariñosa. No es que no te quiera, más bien demuestra mu estra su amor a mor por por medio de su servicio serv icio incondicio incondicio-nal, de diferente manera. Por eso, cada vez que lavas los platos te besa y te apapacha tanto. Caminas por tu humilde Caminas humi lde morada, morada, pequeña, estrecha, llena de retratos que que van desde tu tatarabue tata rabuela la hasta tus t us primas terceras. Tu cama te espera con tu hermanos menores ya dentro de ella. Terminas de desvestirte, el pantalón lo avientas avientas a la esquina del cuarto, cua rto, y te me metes tes en calzon calzones es con cuidado para no despertar a nadie. Cierras los ojos para olvidarla, crees que con dejar 34
caer tus párpados podrás borrarla. Duermes, sueñas con ella y despiertas. Comoo cada mañana, la alarma Com a larma de los gallos gal los y los los ra yos de sol te levantan. Cam Caminas inas a la esquina esquina,, recoges tu pantalón, vas al patio por una camiseta y te alistas. al istas. Pan recién horneado y cafecito de olla te esperan en la cocina. El vapor del piloncillo consiente tu nariz y lo saboreas. Tu madre está ah ahí,í, esperándote como siempre siemp re mientras mientra s prepara unos u nos huevos huevos con chorizo. –Ya me voy –Y voy,, ma –te despides despides mientras terminas term inas rár ápido de desayunar. –Hijo, ¿traes lana? –No, no no traigo tra igo nada. –Agarra –Agar ra 50 pesos de ese cajón, cajón, por si acaso. Abres el cajón; tus ojos se iluminan, hacía rato no veías tanto ta nto dinero. Fáci Fácill habían como 200 pesos, si no es que más. Te resulta sencillo tomar el billete de Sor Juana, al cabo no lo piensas piensas usar usa r. Solo “por si acaso”. acaso”. Sales de tu casa con ganas de cambiar tu realidad y la de toda tu fam famililia. ia. Cam Caminas inas a la esquina esquina,, subes al camión, sacas las monedas contadas dentro de tu bolsillo izquierdo y le pagas a Don Carlos. Sostienes el tubo para no caerte. La gente va empujando y embarrando su tristeza, pero a ti no te afecta, tu ves la vida de diferente manera, todo, incluso a ella. Recuerdas Recue rdas y suspiras. 35
Bajas del pesero a dos cuadras de donde trabajas. Vas puntual, no hay prisa de caminar más rápido. Contemplas Conte mplas la ciudad, es muy diferen di ferente te a la l a de donde vienes; bien conservada, moderna, limpia, higiénica. Entras al café por detrás, tomas tu uniforme y te cambias en el baño para empleados. Colocas la placa de tu nombre con orgullo del lado de tu corazón. Saludas a tu compañera Carolina, la chaparrita, igual que tú, echándole ganas a la vida. Realizas a la perfección la rutina de siempre; atiendes con tu sonrisa sonr isa bien puesta, puesta, escuchas escucha s a los clien cl ientes, tes, tomas sus órdenes. Parece ser un día normal, hasta que la ves entrar. No hace falta cerr cerrar ar los ojos para olvidar, hace falta un nuevo perfume que admirar. Nunca habías visto algo parecido, par ecido, desde que que entró entró al a l lugar la atmósfe at mósfera ra tomó otra tonalidad, su cabello se mueve al ritmo de su cadera y los lentes le agregan misterio y sensualidad. Ese vestido amarillo le queda a la perfección. Calculas con rapidez. rapidez. 90–6 90 –600 –90. Bueno, Bueno, quizá un 70 de cintura. Reaccionas. Si te ve con uniforme pierdes cualquierr futura cualquie futur a oportunidad. No, no puedes desperdicia desperdiciarr algo así. –Carolin –Ca rolina, a, ¿me puedes cubrir? Tengo que ir al baño –dices –d ices ngien ng iendo do no aguantar aguanta r las ganas. g anas.
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– Claro, –Clar o, Hugo, Hugo, yo te cubro. cubro. –¡Gracias! –¡Gracia s! Huyes de la caja mostradora. Tomas tu camisa, te cambias con rapidez y regresas regresa s el unifo uni forme rme a su lugar. Sales por donde entraste hace apenas unas horas. No te puede puede ver con ropa ropa tan fea. Checas tu cartera. car tera. Tienes el billete verde patrocinado por mamá, y a lado ves una tienda: “50% de descuento descuento en todas las cam c ami-isas de vestir”. Lo vale. Entras a la tien t ienda da conado, con ado, aunque aunque nunca
habías entrado a una antes. Tomas Tomas la primer pr imer camisa cam isa decente a la vista, a parte de buena, era barata y bonita. La pagas sin pensar. No preguntas cuánto vale, sabes que contar el dinero enfrente de la caja registradora es hacerle saber al cajero que batallas, que no tienes para pagar. pagar. Y sí, batal batallas, las, pero no importa. Ahí mismo te pones tu nueva compra, les dejas a cuidar la camiseta vieja que traías puesta. Porr ti Po t i es mejor ya no tenerla. Acomodas tu cabello, abrochas los botones y entras por la puerta principal, pr incipal, no como empleado, empleado, sino como un cliente frecuente. Carol Carolina ina se queda viendo v iendo impactada y confundida. confu ndida. Vas Vas con ella. ella . – Caro, –Ca ro, otr otroo favors favorsote, ote, da dame me un ca café, fé, despué despuéss lo repongo. 37
Está molesta, pero accede. Deduce tu plan. pla n. Recoges tu café; ca fé; tiene escrito tu nombre nombre por primera vez. Pediste el que más te piden. piden. Lo prueb pr uebas, as, nada nad a parecido al café c afé de olla ol la hecho en casa. casa . Ves Ves a la mujer, mujer, sentada en un sillón con su computadora. ¿Cómo le harás? Piensas alternativas, no encuentras ni una más que acercarte. No te da pena ni miedo, y con tu camisa nueva menos. –¿Me puedo sentar contigo? –¿Me contigo? –interrumpes –interr umpes mientras ella escribe. Voltea a verte, no entiende –.Y te invito un postre –dices la frase como un as bajo la manga. Suelta una risa que levanta sus mejillas. –Claro, –C laro, siéntate. –Señorita –le hablas a Carolina para pedirle pedi rle el postre –. ¿Nos podr podrías ías traer un pay pay de queso queso?? Carolina te mira, cierra sus ojos con celos, ¿acaso será envidia? Pero a ti no te importa, volteas con la nueva chica. Sonríes y suspiras. La plática parece de fantasía, hace mucho que no te divertías divertía s así. Ríes R íes y ella también, la tienes muerta, muerta, fascinada. No tiene sentido, te enamoras con cada mirada mir ada que cruzan. cruza n. Te Te hace preguntas sobre la vida, las contestas y ella se te queda viendo asombrada. Pasan los minutos, las personas entran, toman sus cafés, conversan y se van, pero ustedes ahí siguen, intercambiandoo experiencias, sonrisa intercambiand sonrisass y demás. 38
–Aquí est estáá su post p ostre, re, señor s eñor –interr –i nterrump umpee Carol Ca rolin ina, a, con un tono descortés. Te cae mal el detalle, la volteas a ver con disgusto. Se retira. Ignoras lo sucedido y continúas. Son los últimos últ imos del lugar, ya no hay nadie, solo queda su conversación y las pequeñas muestras de afecto que la mujer de amarillo hace, como acariciar tu mano despacio y con cariño. Compartes tu vida con ligerass modicaciones, ligera modi caciones, no eres capaz de decirle la verdad todavía. Ella igual, te cuenta sus problemas, sus inquietudes y sus penas. No te percatas de que Carolina poco a poco se acerca. –Hugo, ¿me puedes cubrir? Tengo que ir a cuidar a mi abuela, te dejé tu uniforme en donde siempre y aquí está la cuenta. Sientes cómo el mundo se desvanece; las historias que contaste por ho horas ras se difumin difu minan an junto junto con con las cariciass de tu mu ricia mujer jer.. Tomas Tomas la cuenta, la mira m irass y volteas a ver a la chaparrita traicionera. Sacas con cuidado tu cartera, car tera, toda descosida descosida y vieja, vieja, mientras mientras retiras reti ras did inero como en la tienda, tienda, sin saber saber cuánto te queda. Detectas gozo y satisfacción en la sonri sonrisa sa de Carolina. El haberte dado la cuenta enfrente de de tu damisela dam isela fue la venganza perfecta. –Clar – Claroo que sí, Caro, tú tranquila tra nquila,, yo me encargo. encargo. 39
Volteas; tu mujer empieza a empacar sus cosas. –¿A – ¿A dónde dónde vas? Podemos Podemos quedar quedarnos nos un rato más. –No te preocupes, preocupes, ya es tarde. ta rde. Ignora tu mirada y apenas te besa en el cachete por compromiso. En pocos segundos desaparece de tu presencia. Se va del café tal y como la viste entrar; sensual y desconocida. Nunca olvidarás aquel vestido amarillo. Term erminas inas de recoger todos los restos de de conve conversarsaciones que había en el café. Apagas las luces, cierras la puerta de empleados, la misma que te vio entrar en la mañana todo ilusionado, ilusionado, y caminas dos cuadras para ar arriba. riba. No lo puedes creer creer,, por un mom momento ento creíste que habías encontrado a la mujer con todo lo que habías soñado. Ef Efímera. ímera. Falta poco para llegar a la parada, alcanzas ver ver arrancar el vehículo que va directo a tu casa. Volteas a ver tu reloj; es la hora del último camión. Piensas en irte caminando a tu hogar, pero tu tristeza no te lo lo permite, tienes que tomar tomar un tax t axi.i. Nunca tomas el taxi por lo caro que está. Paras al primero quee ves, qu ves, ya no quie quieres res cami caminar nar más. Se oril orilla la a unos unos cinco metros metros de distancia. d istancia. Abres la puerta de atrás, te sientas y descansas. –¿A – ¿A dónde, dónde, joven? joven? –pregunta el taxi ta xista. sta. 40
– A Santa Adriana Adr iana,, si es tan amable. a mable. Ves al taxista por el retrovisor, nunca lo habías visto. Pudo haber sido conocido, algún papá de un amigo o algún otro tío que tienes por ahí perdido. No aguantas las l as ganas de querer querer contar contar tu t u historia. –Ami go –le dices –. ¿P –Amigo ¿Por or qué las mujeres mujeres son tan interesadas? –deto – detonas nas la pregunta preg unta que te llena de rabia. –¿A – ¿A qué te reeres, compadre? –contesta el taxi ta xista. sta.
–Hoy conocí a una chava, guapís guapísima, ima, buena gente, toda una dama. Yo estaba trabajando y tuve que pedirle a mi compañera que me cubriera. Me fui a comprar com prar esta camisa nu nueva eva y llegué al local, disfrazadi sfrazado de cliente. cliente. Platicamos Plat icamos durante dura nte horas, horas, hasta hast a que mi compañera llegó y arruinó todo, le hizo saber que yo era un empleado empleado más. A partir part ir de ahí, ahí , todo se esfumó, esta chava se fue y ni las gracias gra cias me dio por el postre que le invité. Volteas a ver al taxista, lo ves pensando. Miras hacia la ventana, ya está cerca tu casa. – Compadre, ¿por qué los hom –Compadre, hombres bres somos tan t an interesados? –pregunta –preg unta el condu conductor ctor.. –¿A – ¿A qué te reeres? –contestas.
–Me lo acabas de decir; la mism mismaa rabia que tú sientes la sintió tu compañera, creo que tú le gustas, pero ella a ti no te interesa. Tú preeres mujeres más
esbeltas, pero más huecas de la cabeza. Si te dieras una oportunidad con ella, sería muy diferente lo que 41
ahorita me estarías contando. Te quedas pensando. ¿Tend endrá rá ra razón? zón? –Y ya l lega –Y legamos mos –te d ice el señor señor.. Voltea olteass a ver cuánto fue. Sientes que ya has vivido esto; 79 pesos marca el taxímetro. Pones Po nes cara car a de susto.
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Atacama
Te contemplo lejana. Ilusa, por desconocer mi mirada distant dista nte, e, fuera de mi alcance sin posibilidad alguna alg una de abrazar abrazarte. te. Te contemplo cercana. Despeinada, con tu estela dispersa brillante bril lante,, basta con solo solo mirarte mirar te con esperanza esperanza de recibir alguna algu na caricia car icia de tu parte. Te contemplo en medio del desierto entre tanta arena y tanto recuerdo a menos 4,200 metros del nivel del cielo con los pronósticos bajo cero. Te contemplo contemplo,, y estoy seguro que tú tambié ta mbiénn lo estás haciendo haciendo..
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Estrella fugaz
Se miran directo al alma; el roce de sus narices marca la línea clandestina que llevaban queriendo cruzar desde el momento en que se conocieron. Se analizan, cada uno repasa las facciones del otro. Piensan si deberían de intentarlo. Retoman el cruce de miradas; la llama arde más fuerte. Lo L o saben: lo que de fuego está hecho no no puede quemarse. Es imposible sofocar el sentimiento. Se suspiran mien mientras tras inhal inhalan an ese ant a ntoj ojo. o. Dejan caer sus miedos junto con sus párpados. Se funden en uno mismo, los los brazos fuertes separan separ an el cuerpo cuer po de la l a mujer mujer del suelo. Pierden la noción del tiempo t iempo.. Arañan su tentación. El momento dura lo que una estrella fugaz. 44
Ella abre sus ojos repletos de lágrimas. Empuja con fuerza al cuerpo de su cómplice. Aleja sus ganas de querer más. –FFerna – rnanndo do,, ¿có cóm mo po pode dem mos ha hace cerl rlee es esto to a tu herma rmanno?
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En tu patio
El silencio era el protagonista del lugar. El ruido áspero y vacío inundaba los oídos de los presentes. –Pedro, no estoy segura –Pedro, seg ura de esto, creo c reo que mejor no debemos hacerlo. –¿P – ¿Por or qué qué razón, Andrea? A ndrea? ¿Acaso ¿Acas o no me me amas? Las preguntas retadoras rasgaban la piel y el corazón de la mujer. –A estas altu alturas ras no es justo que preguntes pregu ntes eso, simsi mplemente plem ente creo que que no estamos preparados para hacerlo. –¿Conf – ¿Confías ías en mí? La voz grave impactó con fuerza en el corazón de Andrea. –Sí confío. conf ío. 46
A parti par tirr de ese momento, momento, todo silencio desapareció; los pájaros pájaros huyeron de sus nidos, el ruido ru ido se volvió turbio y punzante. La luna fue testigo testi go del acto de amo a morr. Ese disparo d isparo forta fortaleci lecióó aún más la relación. –Es peligr pel igroso oso dejar aquí aqu í el cuerpo, debemos de enterrarlo, terra rlo, mi amor a mor.. –¿Dón – ¿Dónde de preeres? ¿En ¿En tu patio o en el mío?
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Eres nadie
Hoy le quiero dar las gracias a todas esas personas que son nadie para mí. Eres nadie nad ie porque no no eres una persona que menciomencione su apellido para resalta r esaltarr méritos ajenos ajenos o reconocireconocimientos conseguidos por su familia. Eres nadie porque los logros tan reconocidos que has alcanzado, son pequeños a comparación de los que vas a construir. Eres nadie porque tu personalidad es tan grande quee la utilizas qu uti lizas para engrandecer engrandecer a otras person personas. as. Eres nadie nad ie por siempre siempre reconocer la pequeñez de tu existencia en esta vida. De hecho, eres menos que nadie, nunca mencionas tus logros al hablar, y siempre resaltas las virtudes de los demás. Me encanta que aparte de ser nadie, tienes nada. Tienes nada porque tu tipo de riqueza no se puede 48
comprar, no comprar, no la puedes hallar hall ar en ningún ning ún lado más que ahí, en tu nú núcleo cleo vital. Tienes nada porque tu innidad de amistades no
te pertenecen. Incluso, tienes menos que nada, por siempre dar más de lo que recibes. Gracias por ser nadie y tene tenerr nada, porqu porquee créeme, que tú y todo de ti se encuentran en cada persona que conoces.
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El hijo que nació lejos
Ayer fui al Museo de la Memoria en Santiago de Chile. Te relata todo el suceso de la dictadura, cuando en 1973 el ejército derrocó al presidente en un golpe de estado y tomaron a miles de presos políticos. Fueron 15 años de represión, donde desaparecieron a las person personas as opositoras; opositoras; las torturaban y las la s separaban de sus familias. Cabe recalcar, que muchos presos políticos era gente intelectual intel ectual,, personas con estudios y bie bienn preparadas. Caminando por el museo, encontré un poema en una vitrina. Alcancé a leer gran parte, pero no pude leer el nal, no se veía. Estaba incompleto.
Me quedé quedé con las ganas ga nas de sentir el poema complecompleto. Sus Sus palabras trans t ransmitía mitíann un senti sentimiento miento muy fuerfuerte, y no pude dejarlo así. Decidí terminarlo. A partir de “Dentro de este caluroso inerno” agregué mi
parte. No podía dejar de compartir las palabras que me conmovieron. conmovieron. Palabras que partieron par tieron mi corazón. Palabras que me hicieron sentir ahí, encerrado.
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“Al hijo que nació lejos” Autor: José Cavieres Coautor: Coauto r: Rorro Echávez Hijo mío pequeñuelo te escribo desde la Pampa desde un lugar del desierto que un dia fue abandonado pero no es un pueblo muerto (sólo hay hombres que lo habitan) aunque viven entre sombras llevan una luz adentro. Pero a pesar de las sombras parados al mente, es cierto quema el sol como una llama de inmisericorde fuego las estrellas estrel las silen si lenciosas ciosas alumbran más que el lucero y el lucero es una lámpara suspendida allá en el cielo. Aquí recibí la nueva que tuve un hijo, un pequeño que se parece a la madre. ¡Ah cómo será de bello! y a ese hijo le escr escribo ibo sin siquiera conocerlo. conocerlo. 51
Te escribo desde la Pampa niño mío, rapazuelo soploo vital, sopl v ital, capullito capull ito gracia de Dios, don del cielo brote de la vida eterna mamón, mañoso, sugurriento nueva luz que me ilumina en el medio del desierto que eclipsa la luz del sol y brill bri llaa más que el lucero. lucero. Danos tu luz, la señera la del amor a mor verdadero verdadero que disipara las sombras. Dentro de este caluroso inerno
eres mi nuevo motor, mi futuro compañero mi lucha aunque esté herido mi bastón, mi cielo, mi lucero por ti seguiré escribiendo desde la Pampa, Pa mpa, desde lo lejos y espero, muy muy pronto, pronto, conocernos conocernos hijo mío, pequeñuelo hijo que nació lejos.
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Fragmentos
Del lat l at.. fragmen frag mentum tum m. Pizcas de pláticas plática s que tuve, escuché, soñé y que también me encantaría tener. te ner. Distintas charlas que inuyeron inuyeron en mi manera de ser. Sin querer, estamos construidos de las conversaciones que vivimos, ya sean sean imaginaria imag inariass o verdaderas.
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“No te voy a mentir, mis papás son ricos” r icos” dijo con timidez Frank, el holandés. Me impactó este enunciado en unciado que que en mi país lo dirían dir ían con orgullo, orgul lo, sin vergüenza y con bastante prepotencia.
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Tal almud mud le dio un sorbo al a l té y dijo en voz voz baja: baja: “No vemos las cosas como son, nosotros vemos las cosas como somos nosotros mismos”.
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–T – Toma, para que no tengas tengas frío. fr ío.
–Gr – Grac acia ias, s, a sí d is isfr frut utar aréé mejor m i te techo cho de estrellas blancas.
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–¿Cómoo pu –¿Cóm puedes edes amar una bandera que no es la de tu paísís?? –Uno le toma toma cariño a los colores que le dieron vida.
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–Ey, Ro, vamos a tomar el sol y descans –Ey, descansar ar un rato –me – me i nv nvititóó Ju Juho ho,, m i bu buen en a m i g o f i n l a nd ndéé s . –Herman –Herm ano, o, es qu quee nec ecesi esito to… … –Siempre “necesitas” “necesitas”...... –interrumpió –interr umpió con eno enojo. jo. Y tenía razón, siempre estaba “ocupado”. En ese momento fuimos por un café y a tomar el sol. Uno olvida que los amigos son la mejor medicina.
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Un recordatorio diario que debo de tener presente: “Muchos temen perder la vida, pero pe ro no muchos temen temen per perder der el tiempo.”
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–¡ Quee te –¡Qu t e exc excluy luyaa n ot o t ro ros! s! Gritó César indignado i ndignado al a l ver a su hermano meno menorr con miedo de intentar algo nuevo.
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Después de días llegamos a la frontera de Chile y Bolivia, rumbo al mítico Salar de Uyuni en la región de Potosí. Jorge preparó los alimentos para los integrantes del tour, tour, entre ellos, café, ca fé, por supuesto. supuesto. Sirv Sir vió la bebida bebida a todos. No hubo hubo persona que no disfrutar disfr utaraa de su calor. calor. La plática continuó y el guía con añoranza comentó mientras tomaba de su café: “Alrededor de un buen café se forjan forjan las las mejores mejores amistades, amistades, se disfrutan momentos inolvidables y se estab establec lecen en los términos id ideales eales””. Seguro recordó aquellos acuerdos negociados en un pasado quizá qui zá no muy lejano. lejano.
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El príncipe pr íncipe lo tomó de los hombros, hombros, lo vio v io jamente jamente
a los ojos y le dijo: “La gente no escoge sus sueños, los sueños escogen a la gente. Así que, ¿tienes el coraje para cumplir el sueño que te escogió? ¿O vas a dejarlo ir por miedo?”
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–Amigo, –Ami go, ten. Tomé el pedazo de papel que el señor me dio. –¿Qué – ¿Qué es esto? esto? –pregunté. –pregu nté. –Vida, – Vida, amigo, am igo, un pedacito de vida.
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Nadie traía suciente comida,
más que Héctor, el vasco. Tomó sus alimentos, los empezó a dividir y los los demás demás agradeci agradeciero eronn ese ese pequ pequeñ eñoo gesto gesto.. “L o compartido “Lo compart ido bien sabe”, sabe”, comentó comen tó creyendo que su frase fr ase se la llevaría el viento...
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–Si no me la creo yo, ¿en ¿entonces tonces quién? –repetí mientras mien tras me miraba m iraba al espejo antes antes de salir sal ir a dar da r una conferencia a un estadio lleno.
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–Cosita –C osita linda. li nda. Se sonrojó, volteo conm conmigo igo y me contestó: –No español.
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–Dime algo –Dime algo lind lindoo. –T – Tú
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Neruda realizó varias preguntas. Una de ellas me llamó bastante la atención: –Si se termina term ina el amar a marilillo, lo, ¿con qué qué vamos a hacer el pan? Después de 42 años le pude contestar: –Mientras haya comida y amigos, am igos, no importa si el pan es morado morado o amaril amar illo lo..
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–Te vas a arrepentir –T ar repentir si dejas “Rorro” como autor autor de tu t u libro. l ibro. –¿P – ¿Por or qué? qué? ¿Qué tiene tiene de malo? –Porque no –Porque no se ve profesional, profesional, no se ve serio. –Pero –Pe ro yo no quiero quiero ser serio, yo quiero ser ser Rorro.
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Dentro del hospital, su madre suspiró en voz baja: “Nunca me voy a ir.” Su hijo h ijo contestó: contestó: “Yo sé, siempre vas a estar aquí conmigo.”
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No me antojes la dulzura de tus piernas.
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– ¿Qué haces, hermano? –Platico un ratito rat ito con con mi compadre . Me dijo mientras tenía su mirada perdida en donde su mejor amigo descansaba en forma de ceniza.
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La vi vida no no se trata trata de cuán cuánto titien enes. es. La vida, compadre, la vida se trata de cuánto puedes dar.
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–Hola, –Ho la, guapo. g uapo. –Hola, señorita, –Hola, ¿estás apren aprendiendo diendo español? –Sí, pero eres muy guapo. –¿¿Yo? ¿Segura? – ¿Segur a? –Sí. –Una palabra palabra más má s y no la dejo dejo bajar bajar del taxi ta xi..
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–Tienes –Tien es a Dios en tus manos, padre. padr e. –No, Él me tiene tiene a mí, hermano.
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Cada mañana, antes de salir el sol, tengo una pequeña conversación: “Señor, te entrego mis manos para trabajar con amor. Te entrego mis mis pies para seguir seguir tu camino camino con decisión. decisión. Te entrego mis ojos para ver las las necesidades del mundo. Te entrego mi lengua para hablar tus palabras de caridad. car idad. Mi alma al ma es tuya, habíta habí tala, la, all a llíí crezca siempre tu amor. amor. En conanza y fe en ti, vive y ora siempre en mí”.
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Escuché con mucha atención lo que el señor iba a decirme: –Ahora es tu momento momento para viajar v iajar.. Pero no viajes como los demás. Viaja de manera única. Viaja para conocer personas y no lugares. Los lugares se quedarán en tu memoria, pero las personas vivir v ivirán án por siempre siempre en tu corazón.
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Que nadie te arrebate tus sueños, ¡y menos tú mismo!
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–¿Cuál – ¿Cuál es el objetivo de la vida? v ida? –Ser feliz. feli z. –No creo eso –levantó la voz voz Mali Ma lika. ka. –¿Por –¿P or qué no? –preguntamos –preg untamos más de tres t res personas per sonas al al mismo tiempo. –El obj objetivo etivo de la l a vida v ida no sólo es ser feliz, fel iz, el obje objetivo tivo de la vida es compartir tu felicidad con la mayor cantidad de gente posible. posible. ¡Eso es vivir!
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“Mi guerra fue hace 70 años, y ayer” –recordó el veterano mien m ientra trass se que quebró bró su voz y sus memo me morias rias llenaron de lágrimas sus ojos ojos cristalinos. crista linos.
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Me dijo ya algo borracho y quizá un poco volado: –Tú vas a cambiar el mundo. –Tú Paró de fumar su cigarro y continuó: –Nosotros pudimos haber cambiado el mundo, mundo, pero nos nos fuimos fui mos por por el camino cam ino fácil. Nunca tomes el camino fácil. Acercó su cigarro y continuó fumando.
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–¿P – ¿Por or qué qué usas sombrero? sombrero? –Porque simboliza a mi –Porque m i papá, y este rosario rosar io simboliza a mi m i mamá. Asíí siento que As que me acompañan a donde quiera que vaya.
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–¿¿Cuán – uánttos días lllleevas sin cerveza? –13 días, –1 los mismos que llevo sin ella.
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–Es un día d ía hermoso, joven. joven. –Qué –Q ué buen buen clima, cli ma, ¿verdad? El señor volteó a ver a la persona que lo llevaba en silla de ruedas. Y lo reconoció. –Soy tan ta n afortunado afortu nado de tener tener un hijo como como tú. El corazón del hijo h ijo se quebró. quebró. No recordaba haber escuchado algo similar de su padre desde que se enfermó. –Y – Y yo muy muy afortunado afortu nado porque eres mi papá. Se miraron mira ron sin pestañear pestañear Pasaron cinco segundos de silencio, una eternidad. –Es un dí díaa her h ermos moso. o. ¿Qué opinas del clima, joven?
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–¿Quién – ¿Quién eres?–preguntó Roberto.
–Mis circu c ircunsta nstancias ncias y yo.– respondió respondió Farid.
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¿Y si subimos el Everest?
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Miedo
Te coneso... tengo miedo de intentarlo y que
sí funcione. Me paraliza el hecho de verte en mi presente y mi futuro, todas las mujeres que podría haber conocido, mi sueño guajiro de viajar v iajar por el mundo, mundo, probar todo tipo de platillos, plati llos, ser de aquellos aventureros aventureros que recorren países, conociendo extraños, encontrando hermanos perdidos. Tengo miedo de que eso y más no se cumpla por estar contigo, de saber a mi edad con quién voy a estar arriba en el altar. Como todo hombre creo que es normal no querer renunciar a la conquista continúa de mujeres divinas. El problema es que ya llevo tiempo en esto; no me llena una artista, no me emociona una princesa, tú sí, por mucho más. Le he contado a pocos de ti, ninguno quiere que te diga que sí. Pero algo me insiste a mínimo intentar, aunque el miedo me consuma, aunque no esté seguro, segu ro, porque si no me doy doy la oportunidad oport unidad,, nunca sabremos lo que puede pasar. 87
Basta de pensarlo dos veces, ya estoy harto de esconderte. conde rte. Entre estar contigo y sin ti, t i, preero pasar el
resto de mi vida junto a ti. Vamos a intentarlo. Este verano me iré contigo al seminario.
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La oscuridad de la sala
–¡Hijos! ¡V ¡Vengan! ¡Se aproximan! aproxi man! La madre apresurada despertó a sus hijos empijamados, con los ojos entrecerrados llenos de lagañas. –Debemos de –Debemos de ocultarnos ocultar nos –d –dijo ijo la señora señora con miedo. –Madre, –Mad re, ¿qué ¿qué está pasando? –preguntó –pregu ntó el hijo memenor, confundido. –Juan, ¡haz caso! c aso! –contes – contestó tó Pablo, su hermano ma yor.. yor Mientras al Mientras alistaban istaban sus pertenencias, pertenencias, escucharo escucharonn un grito que rompió las lagañas de los niños. –¡Aquí es! ¡V ¡Vamos por ellos! Las palabras Las palabra s rebotaron contra los oídos oídos indefensos de la familia. Ya no había tiempo. En cuanto la madre tomó a sus hijos de las manos, ma nos, se escuchó un fuerte golpe en la puerta puerta principal. Las La s tres víctimas v íctimas se quedaron paralizadas paral izadas al no saber saber a dón dónde de ir. ir. Dieron Dieron la vuelta y empezaron a correr hacia el otro extremo de la casa. Los golpes eran cada vez más bruscos y persistentes, imitando a los latidos de los corazones de los niños. 89
–¡Mamá! ¿Qué está pasando? –volvió a pregunta preguntarr Juan, más confund confundido ido que antes de haber sido despertado. –Ahorita te expl explico, ico, hijo, tenem tenemos os que ocult ocultar arnos, nos, ustedes vayan abajo. Escóndanse bien, yo me quedaré aquí arriba. Nunca se separen. Y los besó en la frente a cada uno. ...... –G eneral Vitores, ya local –General localizamos izamos la casa casa,, se encuentra rumbo al sur, a dos kilómetros del campamento. –¡Qué milag mi lagro, ro, Alvarado! A lvarado! ¿Pues qué estás está s esperanespera ndo? Junta a tu pelotón y vayan de inmediato por esa familia, debemos de quitarle la vida a cada uno de ellos antes a ntes del amanecer. amanecer. –¿¿También a los ni – niños? ños? –pregu –preguntó ntó con tr tristeza isteza el capitán pi tán A lvarado. –¿Es – ¿Es en serio lo que me estás pregunta preguntando? ndo? Déjate de sentimentalismos y ve de inmediato por ellos. El capitán juntó a su equipo, subieron subieron a sus caballos cabal los y con velocidad empezaron empezar on a cabalga caba lgarr hacia hac ia su obj objeetivo. Después de de 40 minu mi nutos tos de viaje llegaron exhausex haustos, pero con órdenes claras clara s de ejecutar. –¡Aquí es! ¡V ¡Vamos por ellos! Los soldados se alistaron, cargaron sus ries y de -
terminados fueron directo a la puerta principal de la 90
casa. Como era de esperarse, la entrada estaba con cerraduras. El capitán tomó vuelo para dar una patada con fuerza pero no tuvo éxito. Después de varios intentos, la puerta perdió su motivo de ser y cayó al suelo, dejando pasar a los intrusos. Empezaron a caminar con silencio y cautela, cuando el capitán paró al grupo. –V – Vaya yann a in insp spec ecci cioona narr arri arribba, yo re revis visar aréé la plan lanta ta baja. El pelotón se distribuyó, dist ribuyó, y el capitán empezó a adentrarse en la casa. Mientras se deslizaba con calma, veía las foto fotogra graff ías familiares fami liares y su arma recorría ale a lerrta el pasillo pasil lo.. Al A l pasar por la sala, escuchó un disparo. –¡Está mue muert rta, a, capitán! c apitán! Faltan los niños ni ños –gritó –g ritó una u na voz del segundo nivel. El capitán volteó hacia atrás, y cuando regresó la mirada los vio: dos hermanos abrazados, temblando, viéndolo con ojos llenos de lágrimas mudas desbordando por sus mejillas. Observándolos con el cañón de su arma, Alvarado A lvarado gritó gr itó con con fuerza. –¡Soldados, aquí no hay nadie! ¡Retirada! ¡Retirad a! Los demás bajaron. Antes de salir de la casa, se escuchó un ruido dentro de ella. –Capit – Capitán án,, ¿de dónde v ino ese son sonido? ido? ¿No rev revis isóó bien la planta baja? 91
–No sé, qui quizá. zá. Vuelvan a rev revis isar ar el pas pasilillo, lo, o la oscuridad de la sala.
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Querido ladrón
Nunca pensé expresa expresarme rme de esta forma, pero bueno, te voy a contar. El domingo 29 de mayo del 2016 me robaron la bicicleta, la desmontaron de mi carro. Tres cosas son las que más me duelen. La primera es que era una bicicleta profesional, de esas para hacer triatlones y entrenar. La segunda es que no era mía, me la prestó una buena amiga. Y la tercera, que es la que más me cala, es que me la robaron mientras yo estaba en misa. Más que triste y desalentado, tengo mucho coraje. ¿Cómo alguien puede ser tan egoísta? Y eso es lo que me mueve mueve a decirte decir te esto. Este mensaje va para ti, t i, persona que me estás leyendo, para que aprendas de lo que estoy viviendo. Pero también va para ti, ladrón, para que conozcas a la persona que le robaste la bicicleta de su carro. Querido ladrón, ¿Qué pensaste al robar la bicicleta de mi camioneta? ¿Qué podía comprar otra sin ningún problema? 93
Estoy seguro que ibas pasando, viste la oportunidad oportu nidad y se te hizo fácil, pero no sé por qué no pudiste pensar en los demás. No sé de qué clase socioeconómica seas, si seas rico o si seas pobre, si ibas saliendo de misa, o si ibas en una camioneta con toda tu pandilla. No creo que ha yas robado la bicicle bicicleta ta para entrenar entrenar,, quiero ser positivo y espero te la hayas llevado para cubrir alguna necesidad. De corazón te digo, espero y la hayas vendido a buen precio, porque en tan solo solo tres minutos te robaste cinco meses de mi esfuerzo. Ojalá el dinero lo utilices en cosas de provecho, como en darle de comer a tu familia, o pagar la operación de tu esposa, o en terminar de pagar la colegiatura para que tu hija hija nalice na lice la secundaria.
Voy a tomar lo positivo de esta est a situación, situac ión, perdonarperdonarte, y darte las gracias gracia s por las cosas que que me me enseñaste. Lo primero pri mero es que que no vuelvo a pedir prestado, siempre pasa algo a lgo con lo ajeno. Lo segundo, es ser cuidadoso pero no descona -
do. No es lo mismo, ser cuidadoso es ser precavido, ser desconado es tener miedo. Y no, no voy a tener
miedo, eso es dañar el tejido social, y de por sí ese lo tenemos ya bien fregado. 94
Lo tercero que me enseñaste es a ser inmediato, no dejar las cosas para el nal. Esa bicicleta la iba a en tregar un día antes, pero por desidia, lo dejé pasar. Pero lo más importante que me enseñaste, fue a no quedarme qu edarme callado. ca llado. Gracias a ti, t i, hice mi primer pr imer video diciendo lo que siento y lo que pienso. A ti, ti, persona que me lee, te dejo este mensaje: mensaje: aprende lo que yo te digo, es mejor y más barato aprender en cabeza ajena. Pero a ti ladrón, te digo otra cosa: espero y tu egoísmo dure poco, y espero que también dure poco el tiempo de sufrimiento. Comparte con alguien estos aprendizajes si alguna vez te han robado. Quiero pensar que así, quizás los ladrones puedan escucharnos, y de alguna manera podamos cambiarlos.
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Carta a mí mismo cuando tenga 50 años
Querido Yo de 50, Espero que estés leyendo esto, que te quiero más vivo que nunca. Seg ún mis Según mi s cálculos, cálcu los, vas a tener, tener, bueno bueno tienes 49 casi 50 años. ¿En qué momento? Creo que eres todo un hombre de familia y un agente de cambio. ¿Recuerdas cuando ¿Recuerdas cua ndo te ganaste la beca para estudiar estudia r la carrera? Te dijeron que no ibas a poder, y mira, ¿quién te detuvo? Esas ganas de salir adelante es algo que desde pequeño te caracteriza. Cada meta alcanzada y cada fracaso experimen ex perimentado tado han construido al ser humano que lee esta carta. Recuerda a ese niñote que llevas dentro. Espero no lo tengas regañado, y si es así, quítale el castigo y sácalo a jugar. Viviste los mejores momentos cuando te rodeaste de niños, cuando eras uno de ellos. ¿Recuerdas que en secundaria ¿Recuerdas secundar ia le dijiste a toda la generación “No hay porque llorar, nos vamos a ver con 96
hijos”, y después estallaste en lágrimas? ¿Que desde ahí eras medio sentimen sentimental? tal? Espero sigas así a tus casi ca si 50 años. ¡Celebra! Te recuerdo que nunca serás tan viejo para disfrutar. Como bien decía un amigo: “Buenos amigos con comida, ¡que bonita es la vida!”. Escoge un motivo de los muchos que hay, márcales a los que más aprecias aprecias y organiza una carnita car nita asada. Hablando de comida.. com ida.... ¿Recuerdas que querías probar toda la comida que pudieras, viajar por el mundo, conocer demasiadas personas, vivir en diferentes lugares y sobre todo, llenar tu corazón de experiencias? Si no lo has hecho, no te castigues por ello, pero, ¡haz algo al a l respecto! ¡Era tu sueño! ¿Qué pasó? ¿Qué pudo haber sido tan grande para detenerte? ¿La edad? ¿El trabajo t rabajo?? ¿La familia? ¿Las deudas? ¿Los compromisos?
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Conf ío en ti, porque confío Confío conf ío en mí, y tú eres yo, yo, aunque un poco más viejo. Tengo el presentimiento de que sí lo lograste y lo disfrutaste de una manera inimaginable. ¿Recuerdas que querías cambiar al mundo? Cuéntame, ¿lo lograste? ¿Qué hiciste? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué obstáculos superaste? Ay, cabrón, me siento orgulloso de ti. Continúa pensando en los demás. Sigue compartiendo tu felicidad. Y si no tienes porqué sonreír hoy, voltea a tu foto del buró, donde seguro tienes a quién más amas: a tu familia. Puede que esté tu esposa que todavía no tengo el gusto gu sto de saber quién es. Dime rápido r ápido,, ¿cómo la conoconociste? ¿Cómo te enamoró? enamoró? Dale un u n beso repentino repenti no sin ningún pretexto. Si te pregunta por qué lo hiciste, le dices que tu yo de 25 años te lo pidió. En el buró puede también que estén tus hijos. ¿Cuántos tienes? tienes? ¿Cómo ¿Cómo se llaman? lla man? Invítales Inv ítales una nieve, escúchalos, platica con ellos de su vida, cuéntales de tu graduación de car carrera. rera. Hazles saber que tú tamta mbién te sentías perdido, y que es necesario perderte para encontrar el camino. Pero seguro Pero seg uro tienes t ienes esa foto foto que te acompañó toda tu carrera, la de tus papás. ¿Cómo están papá y mamá? 98
¿Siguen contigo? En todo momento momento hazlos sen sentir tir orgul orgullosos. losos. Recuerda Recuerda que un éxito tuyo siempre los ha llenado de satisfacción, se encuentren ahí contigo o se hayan adelantado. Yo llorando sin motivo, papá es todo un nogal, seguro dura más de 100 años, y mamá, no creo que exista la manera de dejar de escuchar su risa. Es difícil pensar cómo será tu vida en 25 años, si ni siquiera siqu iera tengo idea de qué pasará pasar á en 6 meses. meses. Más Má s que exigirte o aplaudirte por lo mucho que has caminado, quiero recordarte que el camino ca mino no se mide m ide en los pasos que has dado, sino en las huellas que has dejado. Date cuenta que te quedan mínimo otros 50 años para seguir dejando huella. Sigue Sig ue avanzando, mi Yo de 50. Te ama tanto, tu Yo de 24.
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Permanencias finitas
Esta pluma fuente asegura, guarda y respalda la memoria de una gran persona, del ingeniero Melgarejo, mentor, tutor y muy amigo mío. Me dio la pluma el día de mi graduación de carrera. Al entregarme el regalo, me compartió una historia que quedó marcada en mi corazón, colgada en mi alma a lma,, como el buen cazador de recuerdos que soy. soy. Todo empezó con su bisabuelo bis abuelo italiano, ital iano, quien emiem igró hacia h acia México en busca de una u na nueva vida, pues los tiempos en el viejo continente eran algo complicados. Estuvo dentro de un barco por meses, y el único artefacto ar tefacto que tenía para saber hacia hac ia dónde iba iba era un compás. Después seguimos con el abuelo, quien dio al papá un reloj muy no de aquellos tiempos.
Por último, terminamos con el papá de Melgare jo, quien en su d ía de g radu raduación ación,, le obsequ obsequió ió un unaa pluma fuente.
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Un compás, un reloj y una pluma fuente como la que estoy usando en este momento, son los artefactos, y los regalos de mi colega. Lo bonito de está colección, es que que cada art artículo ículo signica ni ca un enorme enorme valor intangibl intang iblee para mi estimado: est imado:
El compás representa la dirección, hacia dónde ir. El reloj representa el tiempo, el cual termina y es por eso que hay que vivirlo como si no hubiera otro día. Y por último, la pluma, representa la decisión. Cada regalo rega lo tiene un signicado signi cado único. Y no por por ser
edición limitada, olvidemos lo material. Los regalos son extensiones de las personas que nos los dieron, sentimientos envueltos en pequeños detalles. Emociones que trascienden del mundo invisible a nuestra realidad perceptible. Recuerdos almacenados en espacioss limitados. pacio l imitados. Hermosas Hermosas permanencias nitas. nitas.
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Sonrisas tristes
19 de abril de 2083 Querido diario, Lle vo años contándote Llevo contán dote todo lo l o que vivo, vivo , pero como tú sabes, no me gusta gu sta dar vistazos vi stazos al pasado. Te Te platico que hoy disfruté mucho de su compañía; su actitud alegre esparciéndose por todo el patio me contagia su alegría radiante y encanta en cantadora. dora. Me fascinó verlos desde mi terraza. te rraza. Se S e acercaron conmi go transpirand transpirandoo felicid felicidad ad y regaland regalandoo abrazo abrazoss sin juz juzgar gar.. Pregunta Preg untaron ron mi eda edad, d, que cuá cuántos ntos años cumplo. No me acuerdo. Creo que 100, ya no sé. Les contesté con gusto: “entre más años cumplo, más joven me siento”. Doblaron su cabeza cabeza intentando intenta ndo entende e ntenderr mis palabras. Toda Toda la vida vi da he creído en esa bonita losofía losofía..
Mient ras el sol se ocultaba Mientras ocultaba,, los padres de los niños em pezaron a llam llamarles. arles. Cor Corririeron eron a despedirse de mí como siempre lo hacen. Me abrazaron con una fuerza tan tierna, sus caricias acompañadas de miradas encantadoras e inocentes me hicieron hici eron sentir feliz. feliz. 102
Sus padres también lo hicieron, pero percibí algo, se veían contentos y desalentados. Una pequeña muestra de sentimientos encontr en contrados. ados. Me impactó presenciar aquellas a quellas sonrisas tristes trist es dibujadas en sus su s rostro rostros. s. ¿Por qué está estánn as así? í? ¿Qué les falta? Ti Tien enen en todo: hijos hermoso her mosos, s, esposas esposas divinas; tienen tie nen familia. No que uno... solo y abando abandonad nado. o. Bue Bueno, no, no tan desamparado, desde siempre me acompaña una enfermera de buen cuerpo que me trata como rey y me ayuda desde la mañana hasta el anochecer. Pobrecita, nunca logro recordar su nombre. Quizá mañana me acuerde. acu erde. Quizá también vuelva a ver a esos niños que alegran siempre mis atardeceres. Quizá, no sé, algún día termine de leer la carta de Mateo.
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El soñador
25 de septiembre de 2000 Santiago, Me tuve que marchar. No me odies odies,, si me fui fui,, fu fuee por buenas razones. Corría peligro nuestra amistad, y preferí mejor cambiar de lugar. Me movió el deseo de continuar platicando platica ndo contigo, conti go, aunque aun que sea por cartas car tas.. Tu madre es una mujer muy protectora, la vida le ha dado golpes que no cualquiera cualquie ra soporta soporta.. Hoy me quedé im pactado pacta do cuan cuando do me mencio ncionast nastee que gent gentee mala se había h abía llevado a tu papá. Eso no es verdad. Aquella historia la inventó tu madre, ma dre, quizá para para no hacerte hacer te pensar pen sar que tu papá no te quería. Todo este tiempo te ha ocultado el abandono de su esposo. Yo estuve ahí, fue algo muy doloroso. Ell a nunca Ella nu nca e nte ntend ndió ió a su s u mar m arid ido, o, nu nunca nca te ha cont contad adoo cómo era su personalidad, estoy seguro que por miedo a que seas igual y la llegues a abandonar. Tu padre era un soñador, así como tú, vivía en otro mundo, creando universos paralelos mientras miraba el cielo. Era una person pe rsonaa muy int inteli elige gent nte,e, su con conve versac rsació iónn te t e ma mant nten enía ía intrigado, con todas las historias y teorías teoría s que en su tiempo libree había investigado. libr 104
Un día me dejó de jó pensando con una fr f rase que me comentó come ntó mientras comíamos juntos: “Este lugar necesita personas estimuladas por la vida”. L a realid La real idad ad de d e vivir vi vir en un pequ p equee ño puebl p uebloo pega pe gado do a un un hermoso lago le l e quedaba corta a su ambición; él buscaba más. Le interesaba mucho viajar, conocer, platicar, estudiar, enriquecer el alma, la mente y el espíritu. Era un geni ge nioo inco i ncompre mprend ndid ido. o. Tus padres todavía no se casaban, por eso antes de atarse a alguien, Santiago decidió emprender su viaje. Nunc Nu ncaa su supo po de tu ex exisistetenc ncia ia,, si hu hubi biera era sab sabid idoo nu nunca nca se hubiera ido. Él se marchó mucho antes de que tú nacieras, y nunca más regresó. Al principio era fácil la espera, pero duele y lastima el corazón una vez que se vuelve eterna. Meses después tu madre se enteró de su embarazo. Yo fui su apoyo incondicional por mucho tiempo. Ella estaba muy agradecida conmigo, al menos eso creía creía.. Se acercaba a cercaba tu nacimiento nacimi ento y el trato de tu t u madre se volvolvía más frío f río y menos m enos atento. Tuvo Tuvo miedo de que yo pudiepudi era hacerle lo mismo y me apartó. Me alejó de sus vidas. v idas. Nos dist distanci ancióó a ti y a mí desde el pri principi ncipio. o. L os trauma traumass de tu madre hicieron que tú y yo fuéramos desde siempre unos desconocidos. desconocidos. El recuerdo de tu padre la llevó a actuar así;; no quería que su hijo tuvie así tuviera ra ningún tipo de inuencia 105
de alguien alguie n que conociera a su padre. Y tu padre, tu padre era mi mejor amigo. Él era mi único hijo. La caña de pescar que hoy usaste le pertenecía a Santiago, Sa ntiago, el soñador. Es pero Espe ro y no t e ol olvi vidd es de es estt e vi viee jo pe pesca scado dorr qu quee t e ama tanto. Tu abuelo
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Agradecimientos
Gracia s a mi chiquita y a su viej Gracias v iejo, o, por ser ser mi primer pri mer y último últi mo pensamiento de cada día. Gracias a mis hermanos Yaya, Joaco, Olguita y Anita, por acompañarme siempre. Gracias a mi cuñada y mis cuñados Tula, Vasco, Manolo y Mario, por amar a mi familia de una manera ne ra inimag inimaginable inable.. Gracias a mis sobrinos Michel, Adris, Valeria, Josema, María, Paula, Olguita, Dany, Paulina, Joaco, Mario Mar io,, Pato y Marcelo, Marcelo, por inspirarme inspirar me a dar mi m i ma yor esfuerzo para ser su ejemplo ejemplo a segu seguir. ir. Gracia s, Felipe Gracias, Felipe Montes, Montes, por darnos dar nos a tus alumnos la valentía de escribir. Gracias, Monse, Monse, Dany y Maria Ma riana, na, por comparti compartirr su talento y hacer de este libro una realidad. Gracias, amigos y amigas, por formar parte de mi corazón. 107
Gracia s, lectores, ustedes son mi inspiración Gracias, inspir ación y motimotivación para seguir adelante. Gracias a todos por formar parte de mi vida. Estén o ya no no se encuen encuentren tren conmigo, cada plática, gesto, experiencia y momento ha sido un ladrillo muy importante en mi crecimiento. Gracias, Dios, nunca termi terminaré naré de estar agradecid ag radecidoo contigo.
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Rorro es el apodo de Rodrigo Echávez, un joven mexicano, agente de cambio, autor, e ingeniero industrial nacido en Torreón, Coahuila. Misionero por naturaleza, Rorro siempre ha disfrutado servir a los demás. Hace videos reexivos,
realiza proyectos altruistas, da conferencias y gracias a Tus ladrillos inicia una nueva etapa de su vida como emprendedor y lántropo. Cuen ta con más de 430,000 personas que acompañan su trayecto en redes sociales. Al nal del día,
Rorro sólo busca hacer de este mundo un lugar luga r mejor. mejor. Si coincides con su causa, causa , puedes acompaña acompañarlo rlo en: /rorroechavez /rorroechavez /rorroechavez
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