Crítica de la economía vulgar: reproducción del capital y dependencia. Jaime Osorio.
La economía ha devenido en una ciencia vulgar y desarticulada de la mano de aquellos especialistas que se recrean diseñando curvas de oferta y demanda, ecuaciones para alcanzar modelos de equilibrio general, cálculos sobre riesgos bursátiles o sobre las preferencias subjetivas de los consumidores. Sólo retomando su vocación srcinal, en tanto economía política, como una ciencia con perspectivas metodológicas y teóricas que permiten una visión del conjunto del proceso económico de producción, distribución, cambio y consumo, y de la organización societal, la economía podrá sortear la superficialidad y fragmentación que actualmente la caracterizan, asuntos que no logran encubrirse con estériles sofisticaciones matemáticas y estadísticas. A partir de la noción patrón de reproducción de capital y de interrogarse sobre las particularidades del capitalismo dependiente, en este libro se articula unaypropuesta de análisis económico alternativo a los enfoques neoclasicos neoestructuralistas. CONTENIDO. Presentación: La economía política frente a la economía vulgar Capítulo 1. Sobre epistemología y método en Marx ! Lo relacional ! Red de relaciones sociales versus individualismo metodológico ! De la totalidad ! Proceso histórico y periodización ! Ley y singularidad ! Superficie y naturaleza interna ! Sobre el método: del proceso de abstracción ! ! ! !
Máslógico sobreyel Lo lométodo históricoy la investigación Niveles de abstracción A modo de conclusión
Capítulo 2. Patrón de reproducción del capital: Una alternativa en el análisis económico. ! Las huellas del capital
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Distintas caras de la reproducción del capital El espacio teórico de la noción patrón de reproducción del capital Los esquemas de reproducción y los ciclos del capital Las limitaciones de los esquemas de reproducción Los ciclos del capital El patrón de reproducción desde el ciclo del capital-dinero Primera fase de la circulación Fase del capital productivo Segunda fase de la circulación Ganancia, cuota media de ganancia y ganancia extraordinaria Reproducción de las contradicciones Patrón de reproducción y políticas económicas Reproducción del capital e impactos territoriales Clases sociales y reproducción del capital Patrón de reproducción y crisis Crisis y teoría del "derrumbe" del capitalismo ¿Una o diversas crisis? Sistema mundial capitalista y división internacional del trabajo Patrones de reproducción del capital en América Latina Ondas largas, patrón de reproducción y mundialización Reproducción del capital en las economías dependientes Conclusión
Capítulo 3. Dependencia y superexplotación. ! Breve contextualización ! La superexplotación del trabajo en el marxismo ! Los supuestos en el análisis de El capital ! Explotación y superexplotación Valor de la fuerza de trabajo y lucha de clases ! ! Diversas modalidades del capitalismo ! A modo de conclusión: superexplotación y totalidad
Capítulo 4. El nuevo patrón explotador latinoamericano. ! Ahorro interno e inversión ! Deuda externa y capital extranjero ! Los ejes productivos en el nuevo modelo ! Las transformaciones del mercado interno ! Desempleo y salarios ! Pobreza e indigencia ! Polarización del mercado Los mercados externos ! ! Conclusiones: fortalezas y debilidades del nuevo patrón exportador
Capítulo 5. El marxismo latinoamericano y la dependencia.
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El inicio y sus razones históricas Exogenistas y endogenistas: una falsa disyuntiva El sistema mundial y América Latina Dependencia y marxismo Nuevo estatuto teórico de la dependencia La articulación de modos de producción Dependentistas y neodesarrollistas Conclusiones
Capítulo 6. Sobre recetas para salir del subdesarrollo. Crítica al neoestructuralismo. ! Introducción ! Los ingredientes para alcanzar el desarrollo ! El diagnóstico ! Cómo se concibe el subdesarrollo ! Razones históricas del subdesarrollo ! ¿Una vía capitalista para salir del subdesarrollo? ! ¿Una vía socialista para salir del subdesarrollo? ! La caracterización de América Latina ! La caracterización del Estado Observaciones críticas ! ! El sistema mundial capitalista: un asunto secundario ! Individualismo metodológico ! Un enfoque endogenista ! Reedición de las teorías de la modernización ! Recetario formal ! Lo descriptivo por sobre lo explicativo ! El Estado como reino de la razón ! El subdesarrollo: ¿un capitalismo inmaduro? ! Características del capitalismo dependiente ! Claves en el srcen y reproducción del subdesarrollo latinoamericano ! Bibliografía
Capítulo 7. El desarrollo como utopía: dilemas de un proyecto alternativo ! Los clásicos como historia presente ! Proyecto alternativo y proyecto político ! Crisis de proyectos civilizatorios ! El desarrollo como utopía ! Bibliografía
Capítulo 1
Sobre epistemología y método en Marx
[…] toda la concepción de Marx no es un a doctrina sino un método. N o ofrece dogmas hechos, sino pun tos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha inv estigación. 1
Carta de Engels a Sombart, marzo de1895
T ODA REFLEXIÓN científi ca, de m ane ra abierta u oculta, s e realiz a a p artir d e ciert as concep cione s, sea sobre la rea lidad, sobre qué signific a conocer y cóm o alcanzar conocimiento, sobre la relación individuo-sociedad y muchas otras. Ellas definen el horizonte de visibilidad de la refl exión, los pr oblemas y pr eguntas que se plan tea, lo que ilumina y lo que qued a a oscuras . La r eflexión de Marx no es ajen a a esta situación. Sin e m bargo, com o e n muchos otros terrenos, salvo contadas páginas de su inmensa producción, en d ond e se ubi carían pr ivilegiadam ente la I n troducción a la crítica de la econo mía política y algunas cartas, no se encuentr a un trabajo que d esarrol le su postura epistemológica y metodológica sobre el quehacer científico. De allí que todo ello d ebe ser d esent rañad o d e su obra misma, lo que imp lica una tare a nad a fácil, sea por la densidad d e los tem as abordad os, como p or la complejid ad d e los p roblem as epistemológicos y metod ológicos imbr icados en el tra tamiento anterior. En las págin as que si guen de sarrollarem os los elem en tos bás icos que defi nen la postura d e Marx en su tarea de conoc er y prod ucir cienc ia. Adelant emos que ellos se ubican en franca oposición a los supuestos que guían la reflexión actual en las ciencias s ociales en gen era l y en la econom ía en p art icular. Lo relacional
Un o d e los elem en tos clave en la re flexión de Marx es su esfuerzo p or de sentr añar las relaciones que organizan la vida en sociedad, las que terminan confor1
En Marx-Engels , Obras escogidas , tres tom os, Editorial Progreso, Mosc ú, 1984, tom o 11
II I , p. 534.
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mando una densa red que articula las actividades de los hombres. Por ello, dirá Enge ls, “la eco nom ía polític a n o tr ata d e cosas, sino de rel aci on es en tre personas y, en última instancia, entre clases; si bien estas relaciones van siempre unidas a cosas y aparecen como cosas ”.2 Un planteamiento de esta naturaleza da por supuesto que la suerte social de los hom bres está “ amar rad a” a la s uert e social de otros. Que existen r elacione s y que é stas tienen inciden cia en las cuestion es sustan ciales de la vi da social. Pero tan imp orta n te como asum ir que la ci en cia soc ial debe dar cuen ta de lo rel acion al es la tarea de construcci ón concept ual ca p az de dar cuenta d e este proceso. Este es un aspecto central de las categorías empleadas por M a rx 3. Si habla de capital entien d e que “no es un a cosa, sino de term inada relación social de producción perteneciente a determinada formación histórico-social […]”. 4 El capital ex p resa d e m an era concentr ad a un a forma de sociedad organizada sobre la base de propietarios y no propietarios de medios de p roducc ión, que entran en relaciones sociales a partir de esa situación concre ,t a p rop iciand o la gestac ión d e tr abajo ex ceden te b ajo l a form a d e p lusvalía , un a de las fo rm as o encar naciones del capital. Lo m ism o p od emo s de cir d e la n oción plusvalía. Ella re mite a un pro d ucto exceden te (que debe asumir la forma d e dinero e n el capital ismo) que queda e n man os de un agrup amiento soci al dis tinto al que lo produ jo, lo que deja a este último en “liber tad” d e ven der su capacidad d e tr abajo par a vivir. La noción de potlusvalía d aracue nta laenre tonlación ces deexlap loretalación road p iao.cióTamb n -ex pién rop iación en ras p alab s, de d or -expaplot salar io o,y renta enfatizan aspectos del reparto de la riqueza específicos, pero establecen, a su vez, el campo relacional. En fin, la propia noción de valor no puede sin o ser ent en did a como un asunt o social: p ro d u ctores in de p en dien tes d e m ercancí as que deben som eterse al tiemp o d el tr abajo soc ial n eces ario, e sto es, al tiem po d e tr aba jo d e otro s p ro d u ct o re s. Esta es un a particularidad del sistema categorial de M arx. Sus concep tos son “abiertos”, en el sentido qu e conforman pu ente s para establ ecer las artic ulaciones que or ganizan a la soc iedad . Y esos pu ent es no sól o pe rm iten d escubrir las articul aciones en el camp o económic o, sino que lo rebasan p ara en trar en lo social y lo político. Plusvalía es también la forma de apropiación de la riqueza 2
Engels, “ Carlos Marx. Con tribución la críti de la economía p olíti ca”, escogidas, tres tom os, Editorial Progreso, Mosa cú, 1980,catomo I , p . 529 (cursiv as enenel Marx-Engels, srcinal).
Obras
“Es en esta naturaleza social de las categorías materiales donde Marx veía sus «conexiones internas». Los economistas v ulgares sólo estudiaban las aparien cias extern as que son formas «enajenadas» de las relaci one s económicas [… ] sin captar su carácter social.” I.I. Rubin, Ensayos sobre la teoría marxista del valor, Pasado y Presente, Córdoba, n úm. 53, 1974, p. 74. 4 K. Marx, El capital, F C E , Méxic o, t. 3 ( citado p or G. Ther born , Ciencia, clase y sociedad , Siglo XXI, Madrid, 1980, p. 381). 3
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social por p art e de u n agr up am iento soci al, de un a clase s ocial, l a burg uesía. Salario es la form a de ap rop iación de r iqueza de otra clas e, dif eren te d e la primer a, pero defi nida p or su relac ión con aquéll a, y dif erent e, pero en mutuas dep end encias sociales, a su vez, del agru pam iento h uma no que se ap rop ia de la renta y que da vida a la clase terrateniente. Cada una de estas clases gestará relaci ones diferenciadas en el camp o polític o y frente al p oder en función de posic iones es tructur ales diferenciadas, en e l terren o d e la exp lotación y de la dominación. Tenem os entonces un corpus conceptu al en donde lo transdisciplinario forma parte de su propia construcción. Esto, de p artida , ofrece un t ipo de a nális is diame tralmen te d istinto a los esfuerzos i nter disc ipli nar ios que a rra ncan con categorías o c onceptos “c err ados”, lo que term ina da nd o como resultado algo más cercano a un collage (más grand e o más peque ño), que a un an álisis integrad o. Red de relaciones socialesversus individualismo metodológico
El énfas is en Marx p or d estacar las relac iones soc iales tien e como sustrato la hipótesis de que la sociedad no constituye un simple agregado de átomos (individuos) , sino un a en tidad d iferente, m ucho m ás comp leja que las particul aridad es de sus componentes aislados, y que antecedece al individuo, determinándolo. Tenem os “ind ividuos que p rodeste ucenesennaturalmente sociedad, oelsea la p de roducc ión dDe e ind ividuos socialmente determinada: punto partida”. n inguna man era “el caz ador o el p escador solos, aislados, c on los que comienzan Smith y Ricard o …”.5 Esta tesis está en las antíp oda s del indiv idualis mo me todológico, pa ra quien “los hombres en el estado de sociedad son fundamentalmente individu os” y que “al reun irse, no se convierten en una sustancia distinta, dotada de p ropied ad es dif ere nte s”. En de finitiv a, par a este enfoque “los seres hum an os en sociedad no tien en m ás prop iedad es que las der ivadas de las leyes de la natu6 raleza individual y que pueden reducirse a ésta”. Para la economía neoclásica y el rational choice“los colectivos no actúan , n o tienen intereses; los colectivos no tienen planes […]. Quien verdaderamente actúa, tiene inter eses, plan es, etc éter a, es el i nd ividuo. Esta es, en síntesis la tesis del individualismo metodológico”.7 Marx, Grundrisse, Siglo XXI, Méxic o, tres tom os, 1971, t. 1, p. 3. J.S. Mill , Systeme de loguique déductive et inductive, t. 2, Lacan, París, 1909, p. 468 (citado p or José Valen zuela Feijóo en “El fracaso de la teo ría econ ómica conven cional”, Argumentos, núm. 23, UAM-Xochimilco, Méxic o, septiembre de 1995, p. 46). 7 P. Schwartz, C. Rodríguez y F. Méndez Ibisate (comps.), Encuentro con Karl Popper , Alianza Editor ial, Madr id, 1993, p. 29 (cursiv as del autor ). 5 6
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En el extrem o Marx dirá que “el hombre es [… ] no sol amen te un animal social, sino un an imal que sólo puede individualizarse en la sociedad”. Asumir en el an álisis “la pro du cción (… ) de un ind ividuo a islado, fuera de la socied ad ” –las “robinsonead as” de la econom ía neoclás ica– “no es men os abs urd a que la idea de un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan jun tos y ha blen en tre sí”. 8 Como p odrá apreciarse , no es que el mar xismo n o ha ble o no pued a cons ide rar a los ind ividuos en su an álisis . El problema reside si asumirlos aislados del cam po social en que se desenv uelven, desde una naturaleza abstracta y atemporal, y desde allí definir sus acciones, motivaciones, intereses, necesidades y racionalidades, com o lo considera n la econo mía n eoclás ica, la ci encia p olítica d el rational choice o la sociología de la acción social, 9 o bien considerar que sus motivaciones, intereses, necesidad es y racionalidad es están enm arcadas por el camp o de re laciones sociales en do nd e esos i n dividuos se ubican. Tenemos así dos perspectivas de lo societal que conducen a derroteros totalmente diferentes, los que no encuentran puntos de convergencia una vez asumido uno u otro punto de p artida. 10 De la totalidad
La tesi s que la soc iedad cons tituy e un a un idad que r ebas a la simple sumator ia del acc ionar d e sus compon ent es ind ividuales remite en Mar x a la i dea d e totali dad de un a un, cuya idad comp comp ren lej sión a, artic y j erar e n los el emen tosque la c ,omp onen n oulada se alcanza porquiz el ada agregamiento d e par 11 12 tes, por má s exhaustiv o que éste sea. Marx, Grundrisse, tomo I , Siglo XXI, México, 1971, p. 4 (cursivas del autor). “La economía mar ginalis ta p arte d el actor ind ividual que calcula c ómo alcanzar sus fi nes con m edios esc asos”, señala G. Th erbor n, y agrega que “la soc iología i nter pr etativ a de Weber –pad re d e la teoría de la acción social (JO)– no se concibe […] como un arte imaginativo. Es una generalización de la economía marginalista”. Therborn, Ciencia, clase y sociedad , Siglo XXI, Madrid , 1980, p. 294. 10 De allí los res ultados limitados a los que ar riba el mar xismo an alíti co, por ejemp lo, en su intent o por conci liar lo irreconcil iable. E n esta línea, John Roemer afirma: “Con respecto al métod o, creo que la teoría económica marxista tiene mucho qu e apr end er d e la teoría económica neocl ásica” y que “respecto a la investigación sustantiva […] la teoría económica neoclásica tiene mucho que aprender de la teoría económ ica m arxista”. V éase su en sayo “Marxismo d e «elección r acional» : algun as cuesti ones d e m étod o y contenido”, en su libro (comp.), El marxismo: una perspectiva analítica , Fondo de Cultura Económica, México, 1989, p. 219. 11 “Reunir todos los hechos no significa aún conocer la realidad, y todos los hechos (juntos) no constituyen aun la totalidad.” K. Kosík, Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México, 1967, p. 55. A esta forma de conocer, Kosík lo llama “conocimiento sistemá tico- acumulativo, que d ifiere del con ocimiento dialéctic o en su concepción de la realidad. “Si la realidad es un conjunto de hechos, el conocimiento humano sólo puede ser abstracto, un conocimiento sistemático-analítico de las partes abstractas de la realidad, mientras que el todo de la realidad es incognosci ble.” K . Kosík, op. cit., pp. 61-62. 12 En esta línea es que Bloch señala que “el conocimiento de los fragmentos estudiados sucesivamente, cada uno de por sí, no d ará jamás el del co njunto, no dará siquiera el de los fragmentos”. M. Bloch, In tro ducción a la historia, Fond o de Cultura Económ ica, México, 1987, p. 40 (cursiv as en el or iginal) . 8
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El conocimiento d e la totalidad no signifi ca que p odam os al canzar un conocimient o de tod o lo que ac ont ece en soc iedad (que iría as ociado a la idea d e completud), 13 sino de los elementos que articulan, organizan y jerarquizan la vida soci etal y que h acen p osible que se rep rod uzca, m ater ial y socialmente , de una manera determinada. 14 Esto supon e un cuestionam iento a los aná lisis que c ree n que r econstruirán la visión global a p artir de la s um atoria d e conoci mient os parcelarios , como tam bién d e los estudios que se abocan a alguna par cel a de la realidad y que busc an “conocer ”, sin un a m ínima h ipóte sis del lugar en15 –y las relac iones de esa parcela c on– el todo m ayor d el cual f orm an p arte. Lo an terior no signifi ca un rechazo sin m ás a los es tud ios parcial es, al análisis de fragme nt os de la re alidad . Lo que se cuesti ona es la re alización de este tipo d e an áli sis sin un a inter pr etaci ón del lugar y de las relac iones que tales par cialidad es y fragmen tos mantienen con la unidad comp leja o totalidad en la que se artic ulan y f orm an par te. La idea de totalidad, en definitiva, va estrechamente asociada al aspecto relacional in dicado al comien zo de esta exp osición. Pero, e s necesario insistir, n o se trata del simple peldaño en donde “todo tiene que ver con todo”, quedando atrap ados en un a visión de la comp lejidad eleme ntal. La noci ón d e totali dad en Marx está jer arq uizad a y bu sca e stablecer cuáles relaciones y de qué manera tienen mayor incidencia en la explicación de las regularidades cómo se produce y rep rodLa ucetotalidad un a sociedad . por otra parte, se asume como una unidad contradicmarxista, toria, lo que significa que, de manera simultánea, se le concibe como unidad y lucha d e op uestos, que se conform a con polos sociales que se atr aen y que se re p elen, sien do las clases y la lucha de clases su ex p resión soci eta l má s imp orta nte. Proceso histórico y periodización
El conocimiento d e los fenó men os sociales no p ued e separ arse del p ostulado de que la realidad sobre la que reflexiona, por sus contradicciones, se recrea y 13
Edgar Mor in introd uce este c oncepto, p ero sin d arle un estatuto en su cuerp o disc ursivo. Véase s u
In troducción al pensamiento complejo , Barcel ona, Ged isa Editores, 1998, p . 142. 14
“[…] en el pen samiento d ialéc tico la realidad se concibe y rep resenta como un t odo, que no es
sólo un Dialéctica con junto ddeelos relaciones, pr ocesos, bién suLacreación sutot estru alidad ctura, se su reconstrug énesis. ” K. Kosík, concreto, hechos op. cit.,yp. 63 (cursiv sino as entam el srcinal). noción ,de ye de acuerd o con los niv eles de abstracc ión (que veremos m ás adelante) en que se m ueve el anális is. No es la mis ma en el modo de p rodu cción, que a n ivel del si stema mun dial o de u na formación soc ial. Pero en cualquier nivel el análisis no puede eludir su formulación y establecer la relación de las partes con la unidad com pleja en donde ellas se articulan y jerarquizan. 15 En n uestros días se mu ltiplican las investigaciones de “pedacería” soc ial, económica, p olítica, etcétera, sin re f e rentes al papel y las relaciones que esos “pedazos” con la totalidad de la cual forman parte.
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se encuentr a en un pr oceso constante d e vida y muert e, inic io, desarroll o y liquidación, por lo que el c onocimiento está obl igado a da r cuenta d el proceso que a na liza y de sus etapas o periodizaciones.16 Un o d e los grand es debates de Marx con la econom ía políti ca clásica se de sarrolla teniendo como eje los supuestos de esta última de que los procesos de los cual es inten taba dar cuenta eran inher ente s a todo ord en soc ial y no constru cciones soc iales tem po rales. Por ello señala que “los econo mistas burgue ses […] consider an al capital c omo u na form a pr odu ctiva eter na y c onform e a la naturaleza (no a la historia)”, 17 y que “sólo l os burgu eses de h orizonte s limitados […] conciben las formas capitalistas como las formas absolutas de la produ cción, como sus f orm as natu rales y eter na s”. 18 Por el contrar io, par a Marx “las form as económicas b ajo las que los hombres pr oducen, consumen y cambian, s on transitorias e históricas”. Y agre ga: “Al adqu irir nue vas fuerzas prod uctivas, los hom bres c ambian su modo d e pr odu cción, y c on e l mod o de pr odu cción cambian tod as las relaci one s econó micas , que no eran más que las relac iones nec esarias de aquel modo concreto de p r oducción.” 19 Por otr a p arte se entiend e que también las categorí as son históric as, que form an p arte d el proceso de c onocimiento en su sentid o gener al, y que como explic ación de la realidad tienen validez par a m ome ntos h istóricos es pe cíficos, por lo que otras teorías, en otros momentos, podrán reemplazarlas, o revolucionarlas. Ley y singularidad
En la propuesta teórica de Marx una de las preocupaciones centrales es establecer las regular idad es que exp liquen la vida soc ietal y que en el cam po d e la ciencia se expr esan bajo la n oción de leyes. Estas leyes presentan en el campo de las ciencias sociales diferencias con las que pueden presentarse en el campo de las ciencias de la naturaleza. La más inmed iata es que las pr imer as son “sociales”, constr uccione s que son pro d u cid as por las inter relaciones de los hombre s, en ta nto las s egun das son “ na turales”, en 16 “La dialéctica no puede concebir la totalidad como un todo ya acabado y formalizado que determina las partes, por cuanto a la propia deter minación de la totali dad per tenece la génesis y el desarrollode
nace la totalidad, lo queson implas lic a desde el p de unto de vis ta metod ológic.”oK. la Kosík, indagación de cómo la totalidad y cuáles , op. fuentes internas su desarrollo y movimiento Dialéctica de lo concreto cit., pp . 71-72 (cursi vas en el srcinal). 17 Marx, Grundrisse, Siglo XXI, México, 1971, t. 1, p . 421. 18 Marx, H istoria crítica de la teoría de la plusvalía , citado por L. Coll etti, El marxismo y el “derrumbe” del capitalismo, Sigl o XXI, México, 1978, p . 26. 19 Carta d e Marx a Ann ekov, 28 de diciembre 1846, en Marx-Engels , Obras escogidas,tres tomos, Editorial Progreso, Mosc ú, 1980, t. 1, p . 533.
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el sen tido qu e emergen de la na turaleza misma. El lo im plica que las primer as son “históric as”, por lo que pu eden ser m odificadas en tan to se en tiend a la lóg ica que las rige y las razones de su surgimiento en determinados momentos del desarrollo societal, mientr as las segund as se p resentan como leyes pe rm anen tes e inm ut a b l e20s . Im por ta d estac ar que las regu larida des, ex p resadas como leyes, a pesar de ser construcciones sociales, terminan presentándose como resultado de re l acion es en tre cosas. E sto hace r eferencia al fen ómen o caracter izad o por Marx como “fetichización”, en donde, por ejemplo, “el carácter social del trabajo” se proyecta ante los hombres “como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si […] la relación social que me dia en tre los p ro d u ctores y el t ra bajo colectivo d e la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al m a rgen d e sus pro d u ct o re s”2. 1 Junto al hecho de que las relaciones sociales se presenten de manera trastocada, como fenómenos de las cosas, las “regularidades” sociales se constituyen en estructuras, esto es, en redes densas de relaciones que terminan imponiendo a los hombres espacios de acción y de conducta societal, y que escapan a su control en tan to desconozcan sus reglas de fun cionamien to, lo que impide tomar la construcción de la historia en sus manos. Tal es el significado d e “leyes ” com o qu e “en la p rodu cción soci al d e su vi da , los hom bre s contraen determinadas volunt a d ” 2,2 las “relacion esrelaciones d e p ro d unecesarias cción”, o equindependientes e “el m od o dde e psurod ucción d e la vida ma ter ial c on dici ona el pr oceso de la vi da social, p olíti ca y es pirit ual en g e n e r a l 2”3 . También alcanzan ese carácter de “exterioridad” leyes como la tendencia a la c aída de la tasa de gan anci a, la que te rmina oper and o en contr a de la v olun tad m anifi esta de los capitalis tas ind ividu ales, que busc an a ctuar en un sentido que reh úya sus efec tos y pro curan do evitar las crisis, 24 o la ley general de la acumulac ión capitali sta, que prop icia un acrecentamien to d el polo de la mi20 No en el sentido que las ciencias naturales no puedan establecer nuevas leyes, que modifiquen, cuestionen e incluso nieguen las establecidas en determinado momento. Permanentes e inmutables en tan to regularid ades ajenas o externa s a la acc ión d e los hombres, y que éstos, v ía la cienc ia, co nstr uyen explicac iones par a dar cuent a de ellas. I. Wallerstei n p lantea que en la mod ern a ep istemo logía, la tajante separación entre ciencias sociales y naturales tiende a desapare c e r. Véase su Abrir las ciencias sociales,
Siglo 21 XXI, México, 1996. Marx, El capital , op. cit., t. 1, p. 37. 22 Como los condici onan tes soc iales que supon e nacer en una deter minad a clase social, que term ina definiendo, en gran med ida, la v ida soci al de los indiv iduos en ter renos como el tipo d e estudios , de vida laboral, de ingresos, y de vi da social en gen eral. 23 Marx, p rólogo d e la “Contribución a la crític a de la economía p olíti ca”, en Mar x-Engels , Obras escogidas, tres tomos, Editorial Progreso, Mosc ú, 1980, t. 1, pp. 517-519. 24 Marx, El capital, op. cit., t. 3, capítulos XIII , XIV y XV.
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seria c omo resultado d e los mis mos esf uerzos que buscan au men tar el polo d e la riqueza. 25 Estos dos últi mos ejemp los pe rm iten señalar que las l eyes oper an d e maner a tend encial , lo que implic a que exis ten facto res que p ueden actuar en el sentido de contrarrestarlas y/o msrcerar su determinación. Sin embargo, tal situación no implica que ellas “quede(n) anulada(s) o suprimida(s)”. De lo contrar io “ni se comp ren der ía por qué hay que hablar d e ley(es)”.26 La búsqueda de regularidades que expliquen la vida social no supone el des precio por las particularidades de los hechos singulares, como incorrectamente seña-
lan algunos críticos. Por el contrario, éstos son asumidos en toda su significación, p ero en un contexto que les dé intelig ibilidad y pu edan ser explic ados. Un ejemplo clásico en Marx en tal sentido es su obra El 18 Brumario de Luis Bona parte, en donde desde el prólogo Marx pone de manifiesto su objetivo en ese trabajo: demostrar “cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las cond iciones que per mitieron a un per son aje med iocre y grote sco r ep rese ntar el pap el de héro e”. 27 La clásica oposición entre ley y hecho singular, o entre ciencias nomotéticas e id iográficas , 28 encuentra e n Marx un a solución que romp e con su p olaridad. La explicación de las tendencias generales es indispensable para dar cuenta de fenómenos particulares. La singularidad de estos fenómenos, sin embargo, sólo puede ser entendida en el cuadro de las tendencias generales de los procesos en donde dichos fenómenos se inscriben. Superficie y naturaleza interna
Cono cer es sup era r las man ifestaciones s up erfic iales d e los p rocesos estu diad os, a fin d e alc anzar su ar tic ulac ión inter n a, ya que “si la fo rm a de ma nifestación y esencia de las cosas coincidiesen directamente […] toda ciencia sería superflua”. 2 9 En los cere b ros del “economista vulgar […] no se refleja nunca más que la forma directa de e x p re s de i ónla realidad y no la trabazón interna de ésta”. 30 E s t o s 25 I bidem, t. 1, capítulo X X I I. IParte de los problemas de la economía neoclásica para enfrentar los problemas de la pobreza arranca del desconocimiento de estos procesos. Su fórmula de “crear más riqueza” para combatir la pobreza conlleva, en las condiciones capitalistas, exactamente al resultado contrario. 26 L. Colletti, El marxismo y el “derrumbe” del capitalismo, Sigl o XXI Ed itores, Méxic o, 1978, p . 36. 27 Marx, “El 18 Brumar io de Luis B onap arte”, en Mar x-Engels , Obras escogidas , op. cit., t. 1, p. 405. 28 Nom bre que p rop uso W. Windelband en el contexto d e las dis cusiones s obre el métod o en la Al eman ia de finales del sigl o XIX e inicios del siglo XX . 29 Marx, El capital , op, cit., tomo 3, citado por Rosdolsky, Genésis y estructura de El capital de Marx , Siglo XXI, México, 1978, p. 81. 30 Carta de Marx a Engels, 27 de junio 1867, en El capital, op. cit., t. 1, p. 686 (cursivas en el srcinal).
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economistas v ieron g anan cias, inter és, rent a d el suel o, per o no a lcanzaron la n oción de plusvalía en tan to d en ominad or comú n de todas las f or mas an ter iore s. En carta a Kugelman n, Marx in siste en la idea d e que es necesario alc anzar la “c onexión intern a”, dis tinta a la “apariencia” , y que el fenóm eno estudiado (en este cas o se refi ere al valor) “ tiene u n segun do fond o”, 31 que es el que hay que alc anzar p ara r ealmente conocer. En la super ficie los procesos tienen la par ticularidad no sólo de “esc ond er” la dinám ica inter na, sino tam bién d e distorsi onar la. Es conoci da la te sis de la fetichizac ión p lantead a p or Marx, en don de las relac iones entre los hom bres s e les presentan a éstos como relaciones entre cosas. Al capitalista “en la competencia, todo se le repr esenta cabal men te al revés ”, por lo que la ganan cia ap arece como “una fuente de ingr eso indep end iente del trabajo” e indep end iente “de la c ant idad d e trabajo no r etribuido que é l mis mo «pr oduce» ”, 32 y que en la comp etencia da como r esul tado la fijación d e un a gan ancia med ia. Llegar a e se “segu nd o fond o” y a las “conexiones inter nas” no es res ultad o de un a simp le esp eculación teórica (o esfuerzo lógico d e reflexión ), sino que va d e la ma no con e l desarroll o h istórico, que h ace que “un e leme nto (ap arezca) como lo común a m uchos, como común a todos los elementos. Entonces deja d e ser pen sado solamente bajo una forma particular”. La noción de trabajo abstracto, por ejemp lo, el trabajo cread or de valor, sólo e s posible allí en don de “la ind ifere n cia por un trabajo particular corresponde a una forma de sociedad en la cual los individuos pueden pasar es fácilmente defortu un trabajo y ento,lainque el género ter min ado de trabajo par a ellos ito y, paorotro lo tan difere n te”. 33dePero eso no es tod o. Pasar de la superfic ie a la “trabazón in tern a” implic a alcanzar la “artic ulac ión” del fenómen o estudiado “en el interior d e la m oderna sociedad burguesa”, 34 por que “si es verd ad que las c ategor ías de la economía bur guesa poseen cierto grad o de val idez par a toda s las otras f orm as de s ociedad ”, lo que a juic io de Marx d ebe ser tomad o cum grano salis,35 ellas debe n ser capa ces de d ar cuent a de “la dif eren cia” que alc anzan en tre u nas form as de 36 sociedad y otras, asunto que “será siempre esencial”. Por ejemplo, la gestación de un producto excedente rebasa al capitalismo. Pero sólo en este dicho producto asume la forma de plusv alí a, es deci r, d e un pr oducto exc edente que requiere la forma de dinero para que el ciclo D-M-D’ pueda realizarse, tema que desar roll amos más amp liamen te en el capítulo 2 de este li bro. 31 Car ta de Marx a Kugelman n, 11 de julio 1868, en Marx -En ge ls , Obras escogidas, tres to mos, Editor ial Pro greso, M oscú, 1980, t. 2, p . 442 . 32 Marx, Teorías sobre la plusvalía , Fond o de Cultura Económica, Méxic o, 1980, t. II , p. 57. 33 Marx, Grundrisse, op. cit., t. 1, p. 25. 34 Ibidem, p. 29. Esto en el cas o de q ue sea un elem ento o pr oceso de la soci edad capitalis ta. 35 Con sumo cuidado. 36 Marx, Grundrisse, op. cit., t. 1, p. 27.
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El c amin o que va de la super ficie, o apar iencia, a l a conexión in tern a, pa ra r econstruir las relaci ones de la soc iedad , apun ta a los pr oblemas referidos al métod o y en par ticular al p roces o d e abstracc ión. A borde mos en tonces es te problema. Sobre el método: del proceso de abstracción
El sentido común n os ofrece por lo gen eral un or den y una vi sión inte grad a de la realidad. Conocer científicamente supone poner en cuestión ese orden y esa integr ación, deconstru irlo, alc anzar sus eleme nto s simp les y la lógi ca de su organizac ión, par a volver a integrar lo, pero ah ora d esde un a exp licación ci entífica. Para ta l efecto, partir d e “lo real y lo concret o” proyec tad o en n uestra m en te (el c oncreto r epr esentado) y quedarnos “amarr ados” a categ orías agregadas como econom ía, poblaci ón u otr as es un camin o que “se r evela (c omo ) falso” señala Marx. Es to p orque la p oblación es una abstra cción si de jo de lad o, po r ejemp lo, las c lases de que se compone. Estas clases son, a su vez, una palabra huera si desconozco los eleme nt os sobre los c uales reposan , por ejemp lo, el trabajo asalariado, e l cap ital, etcétera. Estos últimos s up onen el cam bio, la div isión de l traba jo, l os precios , etcéter a. El capital [ …] no es nad a sin tr abajo as alariado, sin valor, d inero , p reci os, etcétera. Si comenzara, pu es, por la pobla ción, tendría una representación caótica del conjunto… 3 7 Por e llo n o h ay otro camino que llegar “a conceptos cada vez má s simp les” que tengan la particularidad de develar la articulación específica de la realidad que quiere explicarse. Este es el p roces o d e abstracc ión. A bstraer imp lica tomar distanci a d e la realidad, p ero no en el sentido de crear una ficción, inexistente, sino de sepa rar y ana lizar elemen tos s imp les y red ucidos de la pr opia rea lidad . O, en palabra s de Sweezy, “el prop ósito legítimo d e la abstracción en la cien cia social no e s nun ca alej arse de l mun do r eal, s ino m ás bi en aislar ci ertos aspectos 38 del mundo real para fines de investigación intensiva”. El proces o d e abstracc ión, por lo tanto, n ada tien e qu e ver con la c onstr ucción d e u n tip o id eal, el cual pierd e r eferen tes con la re alidad que busca analizar, al convertirse en “un realce unilateral de elementos que derivan de nu estro in ter és cognitiv o”, 39 con los cuales “ constr u imos conexiones a las 37
Ibidem, p. 21 (cursiv as del au tor). P. Sweezy, Teoría del desarrollo capitalista , Fondo de Cultur a Económica, Méxic o, 1945, p. 28. 39 M. Gil A nt ón, Conocimiento científico y acción social. Crítica epistemológica a la concepción de ciencia en Max W eber, Gedisa Editores, Barcel ona, 1997, p. 63. 38
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que nuestra fan tasía disciplinada y orientada en vista de la realidad, j u z ga a d e c u a da s4”0. Importa destacar que el aislamiento de elementos simples se realiza con categorías que ponen de manifiesto las relaciones sociales que subyacen en los proces os, y que el proceso de a bstr acción es un mom en to d el análisi s que busc a, como objetiv o fin al, d ar cuen ta, d e totalidad es comp lejas , o en el len guaje d e Marx , d e u n “concre to” en tan to “sí nt esis de mú ltiples deter minac i o n e s4 1” . Sin embar go, apar ece el inter rogante : ¿cómo de finir o d elimitar cuáles son aque llos “concep tos s imp les” que p erm iten de velar la ar ticulac ión esp ecífica que d efine a la soc iedad? Para responder a él Marx señala un criterio fundamental: “En todas las formas de sociedad existe una determinada producción que asigna a todas las otras su correspondiente rango (e) influencia, y cuyas relaciones, por lo 42 tanto, asignan a todas las otras el rango y la influencia”, p or lo que “s ería […] err óneo alinear las c atego rías económ icas en el ord en en que fuero n históric amen te d eterm inan tes” . Por e l contrar io “su orden de suces ión está […] determ inad o po r las rel aciones que exis ten entre ellas en la m od erna socie dad burg u e sa …”,43 y en esa s ociedad e s el c ap ital “ la po ten cia económ ica que lo d om ina tod o”. 4 4 Establec ido este pu nto de par tida, el pr oceso de abstracc ión imp lica por 45
privilegiar la relación social capital-trabajo tanto esptaued etapa del tr abajo de investi gaci ón a tod as las de más, re dejando lacionesdesoclado, ialesen que en pr esentars e en la sociedad bur guesa ( como la ren ta de la ti erra, que será abor dada pos terio rmente en El capital). Pero la propia relación social capital-trabajo debe ser llevada a sus elementos más sim ples. Aque lla es un a relación de cambio, po r lo que el an álisis d e los p ro d uctos destinad os al camb io, las mercancías – en un a sociedad “que se n os aparece como un «inm enso ar senal de mer cancí as» y la mer cancí a como su forma elemental ”46 – 40 M. Weber, Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1973, p. 82 (cursivas en el srcin al). 41 Marx, Grundrisse, op, cit., t. 1, p. 21. 42 Ibidem , pp. 27-28. 43 Ibidem, pp. 28-29. 44 Ibidem , p. 28. 45 Para diferenciar “en la complicada red de fenómenos sociales”, Marx encontró un “criterio objetivo” par a de stacar “los fenóm eno s imp orta ntes d e los que no lo e ran”, y d icho criterio es “de stacar las re lacion es de p rod ucción com o estructur a de la sociedad …” V.I., Lenin , “Quiéne s son los «amigos d el pueb lo», O br a s com p l et, México, as Ediciones Salvador Allende, 1978, t. 1, p. 150. Lup orini retoma este texto de Lenin par a fundamentar la idea de lo relacional como punto central para diferenciar “lo importante” de lo “no importante” en el análisis de Marx. Véase su “Dialéctica marxista e historicismo”, en El concepto de “formación econó m i co- so ci ”, a lde C. Luporini et al., Cuader nos de Pasado y P resen te, Córdoba, núm . 39, 1973. 46 Marx, El capital, op. cit., t. 1, p . 3 (cursiv as en el srcinal).
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se con vierten en el e lemen to desde don de inicia la d escom posición y re com p osición de la “ana tom ía de la mo der na socied ad burg u esa”. Será en tonces el es tudio de la mercancí a el pun to de p artida d e la exposi ción que Marx pr esenta en El capital, ya que en ella se encierra la contradicción en tre valo r (de cambio) y valor d e uso, pun to n od al par a comp rend er –en un a sociedad en d ond e la f uerza de tr abajo as um e la f orma de m ercancía– el origen de la p lusvalía. Este p un to de par tida en la exposi ción –desde la m ercancí a– sólo adquiere sentid o en ta nt o ya se ti en e, a niv el de la inv estigac ión, respu esta al i nte rrogante de cuáles son los elemen tos s imples “ de u na d eterm inad a pr odu cción que asigna a todas las otras su correspondiente rango (e) influencia”. En palabras de Kos ík “la mercancí a p odía ser el pun to d e p artida d e la exposic ión ci entífica porque ya se conocía el capitalismo en su conjunto”.47 La exposic ión, por tanto, está suped itada a los resultad os de la inves tigaci ón. 48 Más sobre el método y la investigación
De lo s eñalado an teriormen te, pod emos c oncl uir que el método de conocimiento en Marx imp lica par tir de las rep resentaciones iniciales, o concreto rep resentado, p ara p asar a la s ep ara ción y anális is de e lemen tos simp les, pro ceso de abstra cción, que perm ita d escifrar las articul acione s espe cíficas, y a p art ir d e ellas reconstruir totali dad ” con múltiples det erm inaci “síntesis” ones y relac io49 nes”, esto“una es, un rica nuevo concreto, pero“sus diferente al inicial, en tanto y “unidad de lo diverso”, que organiza y jerarquiza las relaciones y procesos, lo que nos revela y explica la realidad societal. Este m étodo consti tuye un o d e los más i mp ortantes ap ortes de Marx a la teor ía soc ial y a la econom ía política en p art icular, 50 por lo que conv iene señalar –adem ás de lo y a ind icado sobre el pr oces o de abstracc ión– algunos otros elementos para su mejor compren sión. Vista la producción de Marx en su conjun to destaca que su ar ribo a los pr oblemas expuestos en El capital, se realiza p or “aproxim aciones sucesivas”, esto es, que 47
K. Kosík, Dialéctica de lo concreto , Grijalbo, México, 1968, p. 198.(cursivas del autor). Con esto discrepamos de quienes afirman que la interpretación correcta del método de Marx en El capital está ind isolublem en te ligad o al con cept o de la “ex p o sició n”. A. Schm idt , “Sobre el concep 48
La crítica de la economía política hoy
et al.,
to cognitivo de economía política”, en 1983, p. 70. Esto es confundir el problema , de del R. método Ro s d o l sde ky U n iversidad Autónoma de Puebla, México, investigación, que es el que permite llegar a resul t a d os, con su exposición, referido a cómo exponer esos re su l t ad os . En el apar tado Lo lógic o y lo his tórico, en la página 27, abord amos uno de los debates c entr ales en tor no a este últi mo punt o. 49 Marx, Grundrisse, Siglo XXI, México, 1971, t. 1, p . 21, 50 Véase en tal sen tido de R.. Rosd o lsky, “Ob servaciones sobre el m éto do de El Capital”, en La crítica de la economía política, hoy , de R. Ro sd ol skyet al., Universidad Autónoma de Puebla, México, 1983.
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va d efiniend o p roblemas de investigación y encontran do soluciones, que lo lanzan a la form ulación d e nuevos problemas y a l a búsqued a d e nuevas solucione s. El pr opio Marx se encarga de d ar cuent a de este pr oces o. En el “ Prólogo de la contribución a la crític a d e la econom ía polític a” 51 hace un recuento de sus es tud ios de econom ía po lítica y de los logros alc anzad os en etap as div ersas de sus inv estigaciones. Allí señ ala qu e en los Anales franco-alemanes de 1844 (que reúne en tre otros dos de sus trabajos, “Contribución al problema judío” y “Contribución (o Introdu cción) a la c rítica de la f ilosofía de l der echo d e H egel”) exp one un a investigación (que) desemboca en el (siguiente) resultado : […] tant o las relaciones
jurídicas como las formas de Estad o no pued en com prenderse por sí m ismas ni p or la llamada evol ución gen eral del espíritu hum ano, si no qu e radican, p or el contr ario, en las c ond iciones mate riales de v ida cuy o conjunto resume Hegel […] bajo el nombre de «sociedad civil», y que la anatomía de la soc iedad civil hay que buscarla en la Econom ía Políti ca. 52 De la jurispru den cia, de la fi losofía y de la h istoria, Mar x inici aba el giro hacia la economía política, y de sus primeras investigaciones en este terreno concluy e que es en la an atomía d e la economía d e la soc iedad (que aqu í llama aún en tér min os hegelianos como “s ocieda d civil”) don de rad ica la exp licación necesaria de los procesos sociales y políticos. Estamos aún m uy lejos de d esentrañ ar “la anatomía de la soc iedad bu rgue sa”. Pero se ha alc anzad o un r esultado que constituy e un p rime r p aso en aquella dirección. La investigación prosigue. En 184 6 se pr od uce un salto de calidad sign ificativo. Marx y Engels esc riben e n Bru selas La ideología alemana, obra que a juicio de Man del “f und a la teoría d el mat erialis mo h istórico” . 53 El informe de Marx sobre este trabajo es muy relevante: El resultado generala que llegué y que, un a vez obtenid o, sirvió de h ilo conductor a m is estudios pued e re sumirse as í: en la p rod ucción soc ial de su v ida, los hombres contraen deter minad as relac iones nec esarias e i nd epen 51
Marx-Engels, Obras escogidas,en tr es tomos,E ditorial Progreso, Mosc ú, t. 1, pp . 516-520.
52
Obras escogidas, 53 E. Marx, “Prólogo la contr del ibución…”, en económico p. ,517 del autor). Mandel, La aformación pensamiento de Marx Sigl(cursivas o XXI, México, 1968, p p. 33 -34. Este juic io es c omp artido p or G. T her born. Véas e Ciencia, clase y sociedad , op. cit., p. 332. Mand el considera ésta un a obra filos ófica, en tan to Alfred Schm idt se pr egun ta: “¿ Qu é clase de libro e s La ideología ale mana ? ¿Es una obra económica, filosófica, sociológica? Creo que este trabajo no se deja encasillar en ningún rubr o. Es un análisi s de la situación soci al en su conjunto”. En “Sobre el concepto cognosc itivo d e la crítica de Econo mía Po lítica”, en e l libro La crítica de la economía política, hoy, de R. Rosdolsk y et al.,op. cit., p. 90. Me inclino por la posición de Schmidt en este punto.
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dientes de su voluntad, r elaciones de p rodu cción, que correspon den a un a deter minad a fas e d e d esarrol lo de sus f uerzas prod ucti vas mater ial es. E l conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la soc iedad , la bas e r eal sob re la que se lev anta la superestructura jurídica y polític a y a la que correspon den det erm inad as form as de conci encia social. El mod o de pr oducci ón d e la vida m aterial condici ona el pr oceso de la vida social, política y espiritual en general […]. Y pr osigue: “Al llegar a u na det erm inad a fase de desar rollo, las fuerzas productiv as mater iales de la sociedad entr an en contrad icción con las relac iones de pr odu cción existente s […]. De form as de de sarrollo de las fuer zas pr odu ctivas, estas relaci one s se convi ert en en tra bas suyas. Y se abre a sí un a ép oca de revolución social.” 54 H ay que d estac ar que el prólogo, don de Mar x señala l o ant erior, lo es cribe en 1859, muy c erca de comen zar la redacc ión de El capital y en tiemp os don de ya ha producido obras mayores, como la Crítica de la economía políticay los Grundrisse, es decir, en su etapa de mayor madurez intelectual. En e se c onte xto Marx realiza un aná lisis ec onóm ico d esde el cual busc a comp rend er las relac iones c ontrad ictorias del c onjunto d e la soc iedad burgue sa (lo econó mico, lo político, l o soci al y lo ideológico) , pa ra arr ibar a un a tesis sobre el d esarrollo de la cris is de esa socieda d y de su revol ución. Es i mp orta nte destacar lo laanterior maduro,así crítico economía política,y nunca relega visión porque generaleldeMarx la sociedad, comodeellaasunto del cambio 55 de la revol ución. Su concepci ón dialéc tic a d e la realidad como un a un idad contrad ictoria se l o impid e. 56 Más aún, las tesis anterior es las c onsidera “hilo condu ctor” de los traba jos po steriores. 54 M a rx, “Prólogo a la Contribución a la crítica…”, Obras escogidas,pp . 517-518. Resal to resultado gene ral para enfatizar que estamos ante conclusiones de una investigación. Ellas abren la puerta para pro s e g u i r nuevas investigaciones, que es lo que hace Marx. Frente a la tardanza en la publicación de La ideología ale m a n, aMarx señala que “entregamos el manuscrito a la crítica roedora de los ratones, muy de buen grado,
pu es nuestro objeto p rincipal: esc larecer nu estras prop ias ideas estaba conseguido”. “Pról ogo…”, p. 519. 55 Por el contrar io, dando cuenta de la conexión en tre los tres l ibros de El capital, Marx escribe a Engels el 30 de abr il de 1868: “L legamos por fin a las f orma s externas que sirv en d e pu nto d e par tida al econom ista vulgar, la r ent a d el suelo […] ; la gan ancia […] ; el salario […] ; aque llas tres [f orm as] […] constituyen las fuentes d e r entas d e las tres clases , o sea, los ter raten ientes, los capitali stas, los obrer os asalariados, tenemos como final de todo la lucha de clases , a don de vie ne a desembocar todo el movi miento y que Dialéctica de lo concreto , Grijalbo, nos da la1967, clave p.para esta basura Citado México, 203,acabar pie d con e pá gina (cursi[…]”. vas del autopor r). K. Kosík, 56 En relación con la dialécti ca, Lenin señala que “la f orm ulaci ón d e Marx y Engels, arr ancand o de H egel, es mucho m ás vasta, más rica de c onte nido ”, par a agregar que es “ un d esarrollo que no disc ur re en línea recta, sino en espiral […]; un desarrollo a saltos a través de catástrofes y de revoluciones, que son otras tant as «interr up ciones en e l proceso grad ual», otras tanta s transformaciones de la cantidad en calidad …” Lenin, “Carlos M arx”, en V.I. Lenin, Obras escogidas , tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1961, t. 1, p. 31.
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H acia 1847 y en el curso de nu evas inv estigac iones, Marx p ublic a Miseria obra que considera como u na exp osición científ ica de sus tesis. 57 Pero h ay mu cho más. M and el sosti ene que es en esta obra en don de ya no h ay lugar a d udas de que Marx acepta la teoría del v alor-trabajo, como resultado de “la profundización de los estudios económicos […] y de un rebasamient o an alí tic o de las contrad icciones que h abía c reído descubrir ante riorme nte en [esa] teoría…. ”. 58 La exposic ión de Man de l a este “rebasamient o” es inter esante: de la filosofía, pr imera
Lo que había molestado a Marx, en ocasión de su primer encuentro con Ricard o y toda la escuela clás ica era la op osición ap aren te entre los efectos de la comp eten cia (las fluctu aciones de los precios eran resultado d el juego de la ley de la oferta y la demanda) y la estabilidad relativa del “valor de cambio” determ inado p or la cantidad d e traba jo n ecesario para su p roducción […]. Los preci os del mer cado v arían constantemen te [… ] [U]n m omen to d e reflexión, así c omo el examen emp írico d e la rea lidad económic a re velan que estas fluctuaciones no s e efec túan , de n ingum a ma ner a al az ar, si no en tor no a un eje deter minad o […]. Emp íricamen te se desc ubre que los c ostos de prod ucción son e l eje de las fluctuaci one s de los pr ecios. 59 Super adas las reticencias a la prop uesta de Ricardo, Marx tom a distan cia de 60
éste “enburgueses un punto que de importancia capital”, en estas al dcategorías estacar eleconómicas “error de los economistas pretenden descubrir leyes eter na s y no leyes his tóri cas, que son leyes sino p ara un de term inad o d esarro llo histórico, para un de sar rollo de ter min ad o de las fuerzas pro d u ctivas”. 61 “La elaboración de su teoría del materialismo histórico (...) había permitido [a Marx], al mismo tiem po, desc ub rir el « núcleo r aciona l» de la t eor ía del v alortrabajo, su carácter históricamente limitado .”62 Marx rean uda sus es tudios de economía p olítica en 1850 en Lon dr es, en donde decide “volver a empezar desde el principio”, pero mejor armado teóricamente, lo que le ayudará a alcanzar importantes resultados en la tarea de aislar o abstraer concept os simples, para analiz arlos a pr ofund idad y regr esar a reconstruir totalidades mayores, cada vez más reveladoras y explicativas de la anatom ía de la sociedad burguesa. 57
“Prólogo de la Contr ibución…”, op. cit., p. 519. Mandel, La formación del pensamiento económico de Marx , op. cit., p. 45. 59 Ibidem, pp. 45-46. 60 Ibidem, p. 48. 61 Carta de Marx a Annekov, 28 de diciembre de 1846, citado por Mandel, 62 Ibidem, p. 4 8 (cursi vas en el srcinal).
58
op. cit., p. 48.
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En la segunda mitad de los años cincuenta del siglo XIX Marx y a ha elabo rad o la may oría de las c ategor ías que constituirán sus ap orte s más imp orta nte s a la economía p olítica, las cual es se exp ond rán con mayor o m enor deta lle en Contribución a la crítica de la economía política (1858); en los Grundrisse (18571858) y en Teoría sobre la plusvalía(1861-1863) , las obras que an teceden a la p ublicación de El capital.63 Sin em bargo, an tes de las tre s últimas obras men ciona das, l a noción d e p lusv alía no ap are ce en sus es critos, ni siquiera en el Manifiesto comun ista, y sólo se hace presen te en El capital. Un a vez alcanzad a d icha categoría, cul minaba un a etap a fundam ental en los esfuerzos por lograr una síntes is de la an atomía d e la soc iedad burguesa, la c ual pod ía ser ah ora exp uesta. E sta es la razón por la cual debe consi der arse a El capital como la obra de mayor madur ez intelectual de Marx. Los apor tes de Marx a la ec onom ía políti ca podr ían re sumirse en los siguientes pun tos: –La form ula ción d e la n oción d e trabajo abstracto, es decir, “la sustan cia creador a de val or”, 64 dif eren te al tr abaj o concreto, c read or de valores de uso. “ Nad ie hasta ahor a, había p uesto de r elieve críti camente este doble carácter d el trabajo rep resentad o p or la m ercancí a.” Y “[…] este p unto es el 65 eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política…”. entre valor de cambio y valor de uso de la fuerza de trabajo –La distinción , punto fund amen tal, a s u vez, par a compr end er el si guiente. –La plusvalía , en t anto u n val or que rebasa el v alor de cambio de la fuerza de trabajo, y que se logra al hacer uso de ella p or el capital.
Cada p roceso de inv estigación fue p rod uciend o sus pr opios resultados. E n este s ent ido el concreto rep resentad o de la siguiente inves tigac ión er a cada vez más complej o y arrancaba con pr obl emas, pregun tas y her ram ientas c onceptuales más sof isticad as o dep ura da s. El proceso de abstracción, a su vez, se desarrolla en torno a conceptos que apuntan a dar cuenta de los núcleos organizativos y dinámicos de la sociedad burguesa: me rcancías, tr abajo, valor, plu svalía, cap ital, ganan cia, etcéter a, an alizados de m ane ra simp le, aislad os de los elemen tos que p ertur ban su c omp rensión en el c u a d ro de relaciones del sistema. Así Marx fue alcanzando síntesis o totalidades cada vez má s concret as d e la anatom ía d e la socied ad burgu esa. 63 El primer tom o se public a en 1867, ed itado por el prop io Marx. Los tomos los edita Engels. 64 Marx, El capital, op. cit., t. 1, p. 6. 65 Ibidem, t. 1, p. 9.
II
(1885) y
III
(1894)
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Desde esta p erspecti va, la obra d e Marx en su conjunto p uede ser per cibida tam bién como un único y gran pr oyecto de inves tigac ión. S in em bargo, se perdería de vista el problema de los descubrimientos parciales, los que fueron orien tan do las inv esti gaci one s en d irecc iones que inici almen te n o se c onte mplaban, o que lo obligaron a “volver a em pezar d esde el p rinci pio”. 66 El capital mismo, del primer o al terc er tom o, es una obr a que se muev e de mayores a menor es niv eles de abstracc ión. S iendo en gener al una obra que en su conjunto es muy abstracta (en el sentido de abstracción que aquí hemos expue sto), en tan to avanz a la exp osición va inc orp oran do nuevos elementos que pe rm iten un a ma yor ap roximación a la realidad. Los v alores s e conv ierten en precios; el valor de la fuerza de trabajo se traduce en salario; la plusvalía en ganan cia y ésta en ganan cia m edia, por la concurren cia. Lo lógico y lo histórico
Tenemos así un movimiento en espiral cada vez más envolvente. Ello también se hace p resente en el ter reno de la con jugación d e lo lógico y lo his tórico. H ablan de ello los permanentes tiempos que se toma Marx, desde el primer tomo de El ca p i t, a pal ra significar d esde la his toria e l tema qu e aborda te óricam ente. 67 Desde esta per spectiv a se fortalece el tratam iento te órico de los pr oblemas con su manifestación y desarrollo histórico y el cómo se imbrican en el análisis. No h ay en Marx, p or tan to, una p reem inenci a de u n m étodo lógic o (cualqui er cosa que esto s ignif ique) po r sobre un m étod o históric o, problem a que h a pr o68 piciado un intenso y extenso debate entre los marxólogos. Consider and o el objeto de inv estigación, que dic ho de m aner a ráp ida pued e sintetiz arse en el esfuerzo de desentrañ ar la anatom ía de la socieda d burgues a, lo lógico y lo histórico van de la mano, en los límites –y para los fines– de ese prop .ósi t o No debe olvidarse que Marx no está tratando de hacer una historia general, sino de recupe rar aquellos as ideros d e la re alidad que le ayude n a comp rend er la or gan ización y dinámica de la sociedad capitalista. Para resolver ese dilema re c u p e r a perspectivas históricas, por lo que va dejando en el camino aquellas “otras histo69 rias” que no apunten a comprender y explicar aquel problema fundamental. Marx, “Prólogo d e la Cont ribución a la crític a…”, op. cit., p. 519. Dond e pue de me ncionarse, s ólo en relaci ón con el pr imer tom o, los apar tados históricos sobre la jornada de trabajo ( cap. VII); el capítulo XII s o b re el srcen de la manufactura y la divisón del trabajo; el capítulo X I I Isobre la m aquina ria y la gran indu stria, hasta el capítulo X X I ,Vsobre la acumulación srcinaria. 68 Sólo a modo de ejemplo, véanse los materiales reunidos en el libro La crítica de la economía políti ca, hoy (Coloquio de Frankfurt), de R. Rosdolsky, N. Poulantzas et al., Un iversidad Autónoma d e Puebla, México, 1983. 69 “[…] el único métod o indicado er a el lógic o. Pero éste no es, en realidad , más que el méto do h istórico, despojado ún icamen te de su forma histórica y de las contingencias pertur bador as”. F. Engels , “Marx. Contr ibuci ón a la crític a de la economía p olíti ca”, en Marx-Engels , Obras escogidas,t. 1, p. 528. 66 67
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“La sociedad burguesa –escribía– es la más compleja y desarrollada organización h istórica de la p rod ucción. Las c ategor ías que e xpr esan sus c ond iciones y la comp ren sión d e su organ ización p erm iten al mis mo tiemp o comp ren der la organización y las relaciones de producción de todas las formas de sociedad pasadas [ …].” Des de esa per specti va “la anat omía d el hom bre es una clave p ara la anatom ía del m ono”, por lo que “l a econom ía burguesa suministra así l a clave de la econom ía antigua, etcétera. Pero n o ciertam ent e al mod o de los econom istas, que cancelan toda s las diferen cias históric as y ven la forma burgu esa en todas las f orm as de soci edad ”. 70 Y es “el capital […] la p oten cia e conóm ica que lo dom ina todo en la sociedad bur gues a”. Por tanto, “debe ser el pun to de par tida y el pun to de llegada…” . 71 La mercancía se convierteasí en el inicio lógico e histórico de la exposición .72 Lógico, por que la m ercancía enci err a la doble d imen sión de valor (de cambio) y valor de uso, clave para desentrañar la gestación de plusvalía en una sociedad en don de la fuerza de trabajo as ume la forma de mer cancí a, con la particul aridad de q ue su uso genera u n val or super ior a su v alor de cambio. H istórico, p orque en la p roducció n me rcant il simp le ya se encuen tra n p resentes los nud os que –desamararrados por el análisis– permiten explicar el funcionamiento de la p rodu cción m ercantil capitali sta. En de finitiva, es en la m ercancía en do nd e está la pun ta d e la mad eja que p erm ite desentr aña r las claves de la relac ión social capital-trabajo, soporte de la organización societal capitalista. Niveles de abstracción
Como h emos v isto, el proces o de abstracc ión es un m omen to del p roces o de investigación, el intermedio y necesario, que hace posible pasar del concreto representado al concreto síntesis, o totalidad con múltiples determinaciones. Cuando hablamos de niveles de abstracción hacemos re f e rencia a la totalidad que se reconstruy e en el conocimiento y a la conside ración de una realidad simplificad a (más abstracta ) o una má s compleja (men os abstr acta). En definitiva, ex isten totalidad es con d iversos gra dos de a bstracción. En el mar xismo pod emos distinguir las siguientes: mod o de prod ucción, mod o d e producción capitalis ta, sistem a m undial, patrón de re p roducción de capital, formación social y coyuntura. En tanto teoría y metodología el marxismo puede considerarse un co r p u s unitario. Ello no significa, sin embargo, que dentro de su unidad no ex i s t a n ele me nto s teór icos y m etod ológico s d ifere n ciad ore s, sien do los n iveles de absMarx, Grundrisse, op. cit., t. 1, p. 26. p. 28. 72 “[…] la mercancía podía ser el punto de partida de la exposición científica porque ya se conocía el capitalismo en su conjunto”. K. Kosík, Dialéctica de lo concreto , Grijalbo, Méxic o, 1967, p . 198. 70
7 1Ibidem,
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tracc ión un factor fund amen tal en tal sentido. Mientras men os abs tracta sea la totalidad (o concreto sín tesis) que se bu sca construir a nivel d el conoci mien to, el anális is d eberá in copor ar un a m ayor cantid ad de categor ías, concep tos y relaciones de los niveles más abstractos, al tiempo que requerirá de categorías p ar ticu lares y de met od olog ías esp ecíficas par a alcan zar sus fine s. Y m ayor la cantidad d e d atos de la real idad pro cesados a la luz d e los elementos ante riores. De ah í que a un m enor nivel de abstracc ión p asemos a mayores niveles d e c o m pl e j id a d . Así, la totalidad en el an álisis de coyunt ura , que implica un man ejo d e re ferencias de la realidad en su ex p resión má s cercana y de corto plazo, debe cont ar con todo el arsenal teórico y metodológico de los niveles más abstractos, como cond ición n ecesaria. Pe ro n o le son suficientes, p or lo que deberá d esarrollar catego rías ap ropiad as para ese n ivel de abstracc ión en especí fico a fin d e p rocesar a aqué llas. Cuan do h ablamos de n iveles men os abs tractos hablamos de r econstruccione s más c omp lejas , de un a rea lidad m ás concre ta, y allí nos encon tra mos, por ejemp lo, que en nin guna sociedad capitali sta sólo exis ten tres cl ases, como sucede a niv el del mod o de p rod ucción capitalis ta, don de sólo tenem os obr eros, capitalis tas y ter rat en iente s. 73 A las tres anter iores habría que agregar a la pe queñ a bur guesía, al c am pe sina do y a las dif ere nt es fracci one s y sectore s que subdiv iden a cada un a d e ellas . exi tos gencias se plantean cuand o nosciaprop os ana lizar engan n iveles men Iguales os ab strac problemas c omo la ten den a la conem aída de la tas a de ancia, la pauperización (¿absoluta o relativa?) o las crisis, para simplemente enunciar algun os problem as relev ant es. En este sentido, las formulaciones de Marx en El capital son absolutamente necesarias, pero insuficientes para aplicarlas a situaciones 74 históricas específicas.
Un o de los problemas en el anális is de p ensador es marxistas estriba en la dificultad de realizar las mediaciones, esto es, de establecer los puentes desde los nivel es más abstractos a los me nos abstractos, y no q ued arse “ama rr ad o” a los conc ep tos de los prim eros cuando se quiere h acer an áli sis de totalidad es más conc retas. Pl ant earse el problem a de las mediaciones supone asumir pr imeramente la existencia de niveles de abstracción diferenciados y ubicar las pr egun tas de inves tigac ión, c uestiones que no si em pr e ocur re. 73 A este respecto Marx se pre gunta .“¿qué es lo que convierte a los obrer os asal ariados, a los capitalistas y a los terratenientes en factores de las tres grandes clases sociales? […] Trátase de tres grandes grupos soci ales c uyos comp onen tes, los i nd ividuos que los form an, viv en respectivamente de u n salario, d e la ganan cia o de la re nta d el suelo, es decir, de la explotación de su fuerza de t rabajo, de su capital o de su propiedad territorial”. El capital , Fond o de Cultura Económica, Méxic o, t. II I, 1946, p. 817. 74 El tema lo desar rollamos en el c apítulo 2 d e este li bro.
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A modo de conclusión
Los supuestos con los cuales enfrenta Marx los problemas de cómo los hombres ha cen h istor ia y re suelven sus ne cesidad es económicas y actúan en sociedad , y de cómo alcanzar conocimiento de la realidad societal, difieren radicalmente de los que se en cuentr an en la base de los par adigm as ec onóm icos neocl ási cos, de la sociología de la acción social, así como de la ciencia política del rational choice, los cual es pre dom inan hoy en los progr ama s de estudio y de investi gación Mientras en la acade mia. no se d iscutan los s up uestos pr esentes en los prin cipales par adigmas que pa rtici pan en el debat e actual, sus segui dor es pod rán segui r p olemizando (cuando no simplemente ignorándose), pero sin adentrarse en la raíz que m arca s us diferen cias, las que arr ancan d e par arse f ren te a la realidad d esde po sicione s div ersas, lo que pr opicia v er “agente s” y pr oces os distintos, as í como establecer horizontes de visibilidaddiversos. 75 Desde esta per spectiv a, las diferen cias entr e el mar xis mo y para digm as como los ant es mencionad os son p rofund as y van m ás al lá del pr oblema d e nom brar “cosas” o “procesos ”. Detrás de los conceptos y categorías emp leadas por un os y otro s hay div erg encias respecto al qué y al cómo conocer. Bibliografía
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Capítulo 2
Patrón de reproducción del capital: una alternativa en el análisis económico
FRENTE A la fragmentación que predomina en los análisis económicos y de las ciencias sociales en general, la nociónde patrón de reproducción del capital permite romper con esa tendencia y alcanzar una visión integradora de la realidad societal. Los distintos “temas” que acaparan la atención de los investigadores en el campo económico, sea capital financiero, salarios, tecnologías, mercados (en general) y mercados de trabajo (en particular), procesos de trabajo, análisis de sectores productivos o de ramas, acumulación, crisis, etcétera, se nos presentan aquí relacionados y en interdependencia, a la luz de la lógica cómo el capital se reproduce. A partir de interrogar cómo se reproduce el capital en tiempos históricos y espacios geoespaciales determinados, la apertura a otras esferas del campo societal –sean el social, elsepolítico, que han sido asumidos como cotos de caza de distintas disciplinas–, hace ineludible. En lo que sigue buscaremos establecer los parámetros teóricos y metodológicos que permiten acotar la especificidad de la noción patrón de reproducción del capital y poner de manifiesto su innovación integradora en el análisis económico y societal. La exposición la hemos dividido en 15 apartados. En los tres primeros se busca presentar el espacio teórico y analítico que ocupa la noción patrón de reproducción de capital a partir de las formulaciones de Marx y su particularidad como unidad de análisis. El cuarto apartado (p. 38) revisa la pertinencia analítica de los esquemas de reproducción y los ciclos del capital, y el siguiente, el más extenso, se aboca a presentar los diversos temas y variables que esa noción reclama para su estudio, a partir de la fórmula del ciclo del capital-dinero. En el apartado de la página 54 se exponen el papel de las nociones de ganancia y ganancia extraordinaria para el análisis y en el siguiente se exponen el tema de la reproducción de las contradicciones capitalistas. En el apartado de la página 56 se presenta la relación que se establece entre patrón y políticas económicas; en tanto, el de la página 60 se aboca a los impactos territoriales 33
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diversos que realiza el capital en su reproducción, y el de la página 62, a sus repercusiones en el terreno de las clases sociales. La crisis es el tema del apartado de la página 65 en donde se discute tanto su vinculación con las tesis del “derrumbe” del capitalismo, así como a si existen uno o varios tipos de crisis, para continuar en el siguiente apartado con el tema del sistema mundial y la división internacional del trabajo y la revisión de los patrones de reproducción en América Latina en el apartado de la página 73. El apartado que sigue aborda el análisis de la relación entre patrones de reproducción y las ondas largas, y un breve intento, en ese cuadro, de caracterizar la mundialización, para cerrar (el último apartado) con algunas caracterizaciones de la reproducción del capital en las economías dependientes. Al final se agrega una pequeña conclusión y la bibliografía. Las huellas del capital
En su ciclo de valorización el capital sufre un proceso de metamorfosis, asumiendo las formas de dinero (D y D’) (capital-dinero), fuerza de trabajo (Ft) y medios de producción (Mp), (capital productivo (P)), y mercancías (M’) (capitalmercancías). Si para un capital individual alguna proporción del mismo sufre cada una de estas transformaciones de manera simultánea, el fenómeno es más general si se considera el capital social en su conjunto. Mientras determinados montos encuentran bajo la capital-dinero, otros lo estarán en ladel decapital capitalseproductivo y otros enforma la de de capital-mercancías. En situaciones históricas específicas si bien estas formas las asume el capital en ramas y/o sectores productivos diferenciados, no debe perderse de vista que son algunos sectores y ramas las que concitan las mayores o más importantes inversiones, en tanto se constituyen en ejes de la acumulación y de la reproducción del capital. Esto significa que elcapital no siempre privilegia los mismos sectores ni las mismas ramas como sectores motores de su proceso de valorización y que ello varía en diversos momentos históricos. El paso del capital bajo las distintas formas en su ciclo va dejando huellas en la producción y en la circulación. Estas huellas se convierten en brechas cuando ya no es uno o son unos pocos los capitales que se lanzan a invertir en determinadas ramas y sectores, sino que son muchos y que, con diferentes ritmos, pero en tiempos determinados, van realizando el ciclo o proceso de metamorfosis. El seguimiento de esas huellas y de las brechas que se van creando nos dan pistas de análisis a fin de desentrañar cómo el capital se reproduce en determinados momentos históricos. En definitiva, el capital va estableciendo patrones de conducta en su reproducción en periodos históricos determinados, ya sea porque privilegia determinadas ramas
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o sectores para la inversión, utiliza tecnologías y medios de producción específicos, explota de maneras diferentes o reproduce –redefiniendo– lo que ha hecho en la materia en otros momentos, produce determinados valores de uso y los destina hacia mercados –internos o externos– adecuados a sus necesidades, todo lo cual, visto en su conjunto, difiere de cómo realiza estos pasos o cómo se reproduce en otros periodos. La integración de la valorización y de las formas materiales que ésta asume, al encarnarse en determinados valores de uso, constituye uno de los problemas que la noción de patrón de reproducción del capital permite enfrentar con éxito, asuntos que por lo general, y violentando el sentido del análisis de Marx, se tienden a examinar por separado. Distintas caras de la reproducción del capital
La producción capitalista tiene sentido en tanto búsqueda incesante de la valorización del capital. En ese sentido no puede ser asumida sólo como un proceso de producción, sino, principalmente, como un proceso de reproducción. Junto con generar de manera recurrente nuevos valores, la producción capitalista genera a su vez las condiciones sociales y materiales para que dicha reproducción pueda llevarse a cabo: dueños del capital en un extremo, y en el otro los poseedores de la fuerza de trabajo, dejando establecidos los agrupamientos humanos básicos y las relaciones sociales que como hacencapital. posible1 que los medios de producción se enfrenten a los trabajadores La reproducción capitalista supone a su vez la producción de los valores de uso que permiten la reposición de los valores utilizados y de los nuevos valores de uso que la reproducción reclama, sean medios de producción (máquinas, herramientas, materias primas, repuestos en general, etcétera) (sector I), y medios de consumo necesarios, cuando apuntan al consumo de los asalariados, y de lujo, cuando se destinan al consumo de las clases que viven de la plusvalía y su reparto (renta, interés, etcétera) (sector II). 2 1 “[…] los medios de producción […] tienen que existir ya como capital frente al obrero para que el acto D-Ft pueda convertirse en un acto social de carácter general”. Así, “[…] la producción capitalista, una vez instaurada, no se limita, en su desarrollo, a reproducir esta separación, sino que la va ampliando en condiciones cada vez mayores, hasta convertirla en el régimen social imperante”. Marx, El capital, FCE, México, 1946, séptima reimpresión, 1973, tomo II, p. 34. Cuando no se señala lo contrario, ésta será la edición que se empleará en el resto de este trabajo. “El señor Proudhon ha sabido ver muy bien que los hombres hacen el paño, el lienzo, la seda […] . Lo que […] no ha sabido ver es que los hombres producen también […] lasrelaciones sociales en que producen el paño y el lienzo.” Carta de Marx a Annenkov, en Marx-Engels , Obras escogidas, tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1980, tomoI, p. 538 (cursivas en srcinal). 2 Tema que Marx aborda en la sección tercera del tomo II de El capital, referida a los esquemas de reproducción.
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El sistema capitalista de producción está preñado de contradicciones y su reproducción no puede sino ser la reproducción de dichas contradicciones en forma ampliada.3 La ley tendencial a la caída de la tasa de ganancia constituye el núcleo de esas contradicciones, pero están también allí presentes las tendencias de la acumulación capitalista a generar un polo de la miseria cada vez más amplio frente a un polo de la riqueza cada vez más concentrado; 4 la producción ilimitada frente a un consumo limitado por las relaciones sociales existentes; la sobreacumulación y los problemas de realización,5 entre los principales. El espacio teórico de la noción patrón de reproducción del capital
Para comprender el papel heurístico de la noción patrón de reproducción del capital es necesario entender que en el marxismo existen diferentes niveles de análisis y de abstracción, o unidades de análisis, que van desde las más abstractas a las más concretas, donde pueden distinguirse modo de producción, modo de producción capitalista, sistema mundial, patrón de reproducción de capital, formación económico-social y coyuntura.6 El patrón de reproducción del capital apunta a dar cuenta de las formas cómo el capital se reproduce en periodos históricos específicos y en espacios económico-geográficos y sociales determinados, sean regiones o formaciones económicos sociales. En este sentido el paes una categoría que permite establecer mediaciones trón de capitalde entrede losreproducción niveles más generales análisis y niveles menos abstractos o históricos concretos. De esta forma se alimenta de los aportes interpretativos, conceptuales y metodológicos presentes en los niveles más abstratos, pero que reclama de categorías y metodologías que le son propias. En El capital, en tanto la formulación más acabada de las particularidades del modo de producción capitalista, Marx devela los mecanismos de funcionamiento de ese modo de producción, siendo el srcen de la plusvalía en la relación capital-trabajo asalariado, y los mecanismos que generan la ley tendencial a la caída de la tasa de ganancia dos de sus aportes más significativos. 3 “El proceso de movimiento de la sociedad capitalista es un proceso de continua reproducción de las contradicciones capitalistas […] El proceso de reproducción ampliada es un proceso de reproducción ampliada de esas contradicciones.” N. Bujarin, “El imperialismo y la acumulación del capital”, en El imperialismo y la acumulación del capital, R. Luxemburgo y N. Bujarin, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 51 , Córdoba, 1975, p. 203. 4 Marx, El capital , t. I, cap. XXIII, “La ley general de la acumulación capitalista”. 5 Ibidem, t. III, cap. XV, “Desarrollo de las contradicciones internas de la ley”. 6 Con la incorporación de la noción patrón de reproducción de capital ampliamos la propuesta que sobre las “unidades de análisis” en el marxismo hicimos en el capítulo IV: “Estructuras y sujetos: una relación desequilibrada”, en el libro Fundamentos del análisis social. La realidada social y su conocimiento , Fondo de Cultura Económica-UAM-Xochimilco, México, 2001.
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Como sistema mundial el capitalismo se estructura de manera heterogénea, entre centros, semiperiferias y periferias, o –dicho de manera más ortodoxa– entre economías imperialistas y economías dependientes, en donde las últimas, bajo diferentes mecanismos, según diversos momentos históricos, transfieren valor a las primeras, propiciando modalidades particulares de capitalismos. 7 Es en este nivel que se ubican problemas como el mercado mundial, la división internacional del trabajo y los movimientos cíclicos del capital, con sus ondas largas y sus fases de ascenso y descenso,8 temas que abordaremos más adelante en su relación con el patrón de reproducción. Las tres últimas unidades de análisis sonlas que presentan menores desarrollos teóricos, aunque la noción de formación económico-social cuenta con una mayor producción dentro de un cuadro todavía escaso.9 El patrón de reproducción del capital expresa las distinciones cómo el capital se reproduce en un sistema mundial diferenciado entre centros imperialistas, semiperfierias y periferias dependientes, en las regiones y las formaciones sociales que los caracterizan, y considera las relaciones económicas (particularmente de apropiación-expropiación) que en diferentes momentos (y bajo diferentes mecanismos) establecen estas unidades. La noción de patrón de reproducción del capital permite historizar el movimiento de la economía a la luz de las modalidades que asume la reproducción en diferentes
momentos históricos, sea en mundo imperial o en la el reproducción dependiente, en marco de sus interrelaciones. La el capacidad de historizar delelcapital implica comprender las condiciones que hacen posible el ascenso, auge y decli7 Este nivel de análisis alcanzó sus primeros desarrollos a partir de las obras clásicas de Lenin, Rosa Luxemburgo, Hilferding y Bujarin sobre el imperialismo, y ha vuelto a ganar atención a partir de la producción de Immanuel Wallerstein, Samir Amin y Giovanni Arrighi. La vertiente marxista de la teoría de la dependencia es la que mejor desarrolló este problema desde las economías dependientes. Su expresión más acabada la realizó Ruy Mauro Marini en Dialéctica de la dependencia, Editorial Era, México, 1973. Para una exposición de las corrientes y aportes de la teoría de la dependencia, véase el capítulo 5 de este libro. También puede consultarse el capítulo IX: “La construcción de paradigmas. Sobre el subdesarrollo y la dependencia”, en mi libro Fundamentos del análisis social. La realidad social y su conocimiento, op. cit. 8 E. Mandel señala que el ciclo industrial dura entre siete a diez años y que “Marx determinó (su) longitud […] por la duración del tiempo necesario para la rotación y reconstrucción del capital fijo.” Pero “la historia del capitalismo en el plano internacional surge […] no sólo como una sucesión de movimientos cíclicos de una duración de siete o diez años, sino también como una sucesión de periodos más largos, de aproximadamente 50 años […]”. El capitalismo tardío, Editorial Era, México, 1979, pp. 107 y 117. 9 Parte de esa producción puede verse en El concepto de “for mación económico-social ”, de Cesare Luporini y Emilio Sereni, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 39, Córdoba, 1973. Sobre patrón de reproducción la productividad es aún menor, y se puede consultar de José Valenzuela Feijóo, ¿Qué es un patrón de acumulación?, Facultad de Economía, UNAM , México, 1990. En torno a la noción de coyuntura puede verse el capítulo IV de Fundamentos del análisis social. La realidad social y su conocimiento , op. cit.
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nación de un patrón o su crisis, al tiempo que considera los momentos detránsito, donde un antiguo patrón no termina de desaparecer o constituirse en patrón subordinado y otro nuevo no termina de madurar o convertirse en patrón predominante. Los esquemas de reproducción y los ciclos del capital
En el andamiaje teórico de Marx existen a lo menos dos fuentes en donde buscar elementos para construir la propuesta analítica del patrón de reproducción del capital. Nos referimos a los esquemas de reproducción y al estudio que realiza de los ciclos del capital. Nos detendremos en ellas para ver su pertinencia en la tarea que nos proponemos. Las limitaciones de los esquemas de reproducción
Cuando Marx analiza los esquemas de reproducción abandona la visión del capital individual para adentrarse en el análisis del capital social . Allí señala que: la producción total de la sociedad se divide en dos grandes sectores: I. Mediosproductivo, de producción, cuya forma actuar las obliga a entrar consumo o pormercancías lo menos les permite de ese modo.en el II. Medios de consumo, mercancías cuya forma las destina a entrar en el consumo individual de la clase capitalista y de la clase obrera.10 Este último sector lo divide a su vez en un subsector de “medios de consumo que se destinan al consumo de la clase obrera”, al que denomina “medios de consumo necesarios”, y otro de “medios de consumo de lujo, que sólo se destinan al consumo de la clase capitalista”.11 Los esquemas de reproducción están construidos sobre una serie de supuestos: • una economía capitalista pura; • la existencia de sólo dos clases sociales: capitalistas y obreros; • una escala de reproducción sobre la misma duración e intensidad del trabajo; 10 El
capital , t. 2, p. 353.
11 Ibidem,
pp. 359-360.
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• no varía la composición orgánica del capital, ni el grado de explotación, ni la relación básica de distribución; • se excluye el comercio exterior. Estos supuestos le permiten a Marx establecer las condiciones de funcionamiento en equilibrio de la producción capitalista. Esto es, en la reproducción capitalista, y respetando la ley del valor, qué valores de uso son necesarios para mantener el equilibrio. Para reproducir su capital –señala Rosdolsky– la “sociedad”, vale decir el “capitalista total” debe disponer no sólo de un fondo de valores sino también encontrar esos valores, en una forma de uso determinada –en la forma de máquinas, materias primas, medios de vida– y todo ello en las proporciones determinadas por las exigencias técnicas de la producción. 12 La contradicción presente en la producción capitalista entre producir valor bajo la forma de valores de uso encuentra en los esquemas toda su complejidad y una vía de solución “recurriendo a un modelo sumamente abstracto y sencillo”, en donde “cada uno de [los] sectores (I y II) debe velar […] por la sustitución del valor de sus elementos de producción, pero sólo puede hacerlo si toma 13 una parte de esos elementos de producción del otro sector, en una forma materialmente apropiada”. Frente al problema señalado en la pregunta de Marx sobre “¿cómo se repone a base del producto anual el valor del capital absorbido por la producción y cómo se entrelaza el movimiento de esa reposición con el consumo de la plusvalía por los capitalistas y del salario por los obreros?”,14 Marini responde que “su solución pasa por la consideración del valor bajo su forma natural de medios de producción y de medios de consumo […] es decir, por la consideración del valor en íntima conexión con el valor de uso”.15 Para “buscar establecer las proporciones en que se intercambian las mercancías, tomadas como unidad de valor y de valor de uso, Marx debía desechar necesariamente los cambios en la productividad o en la magnitud intensiva del
Roman Rosdolsky, Génesis y estructura de El capital de Marx , Siglo XXI, México, 1978, pp. 500-501. Rosdolsky, op. cit., pp. 501-502. Bujarin señala que en la reproducción simple la proporción entre los sectores I y II para el equilibrio debe ser: I (v + p)= IIc, y para la reproducción ampliada: I (v + &v + @p) = II (c + &c), en donde @ expresa la plusvalía consumida improductivamente y & la parte acumulada. En “El imperialismo y la acumulación de capital”, en R. Luxemburgo y N. Bujarin , El imperialismo y la acumulación de capita l, op. cit ., pp. 102 y ss. 14 Marx, El capital , t. 2, p. 351. 15 Ruy Mauro Marini, “Plusvalía extraordinaria y acumulación de capital”, en Cuadernos Políticos, núm. 20, abril-junio de 1979, México, p. 23. 12 13
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trabajo, así como, en general, en el grado de explotación”. De allí “el papel específico –y por eso mismo limitado– que cumplen los esquemas en la construcción teórica de Marx, cuyo hilo conductor es precisamente la transformación de la capacidad productiva del trabajo…”.16 Estas razones nos llevan a buscar en otros derroteros de la producción teórica de Marx los elementos que nos permitan conformar la estructura conceptual y metodológica para el análisis de la noción patrón de reproducción del capital, lo que no implica abandonar algunos de los principales problemas planteados en los esquemas, como el vínculo valor-valor de uso y las relaciones entre sector I y sector II. Los ciclos del capital
Para realizar su ciclo el capital debe pasar por las esferas de la producción y de la circulación, asumiendo las formas de capital-dinero, capital productivo y capital-mercancías. Cada una de estas formasdel capital presenta su propio ciclo. Sin embargo, es la unidad de estos ciclos y el paso del capital social de manera simul17 tánea por cada uno de ellos lo que caracteriza la producción capitalista. La fórmula de los tres ciclos integrados se nos presenta de la siguiente forma: I
II
Ft D-M
Ft ….P….M’ - D’- M ….P….M’ - D’……. Mp Mp III
En donde: D M FT Mp P M’
= dinero = mercancía = fuerza de trabajo = medios de producción = producción = mercancía con nuevo valor
R.M. Marini, op. cit., p. 26. “El verdadero ciclo del capital industrial, en su continuidad, no es […] solamente la unidad del proceso de circulación y del proceso de producción, sino la unidad de sus tres ciclos. Pero, para ello, es necesario que cada una de las diferentes partes del capital vaya recorriendo sucesivamente las distintas fases del ciclo, pase de una fase, de una forma funcional a otra, que el capital industrial, como el conjunto de todas estas partes, aparezca, por tanto, simultáneamente , en las diferentes fases y funciones, describiendo con ello los tres ciclos al mismo tiempo”, Marx, El capital , t. 2, p. 92. 16 17
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D’= dinero incrementado La llave I (D-D’) representa el ciclo del capital-dinero. La llave II (P….P) representa el ciclo del capital productivo. La llave III (M’-M’) representa el ciclo del capital-mercancías. En tanto el ciclo del capital-dinero pone de manifiesto la esencia del dinero que funciona como capital, la de valorizarse, el ciclo del capital productivo permite ver no sólo la producción de plusvalía “sino la reproducción periódica de plusvalía”, estoperiódicamente”. es, “no como una18 función ejecutada vez, sino como función repetida Por último, el ciclouna delsola capital-mercancías nos muestra la valorización, pero como parte de un proceso en donde al capital, para lograr este objetivo, no puede desprenderse del valor de uso de las mercancías. M’ debe venderse (porque tiene alguna utilidad) para realizar en dinero (D’) el plustrabajo que contiene. El patrón de reproducción desde el ciclo del capital-dinero
En el análisis del patrón de reproducción debemos considerar todos estos aspectos. Particular énfasis debe prestarse a la integración de los procesos de valorización y su encarnación en la producción de valores de uso específicos, asunto que en general desligarse en los análisis más recurrentes. Unosque porque fatizan eltienden primer aaspecto, olvidando o relegando la forma material debeenalcanzar el capital para valorizarse. Otros, porque privilegian la forma material (producción automotriz, electrónicos, etcétera), sin preguntarse por las razones y el papel que tales valores de uso juegan en el proceso de valorización en momentos históricos determinados. Para fines de la exposición nos centraremos en el ciclo del capital-dinero para el desglose pormenorizado de los problemas que reclama seguir las huellas y rumbos que sigue el capital en su reproducción. 19 Como ya hemos visto, la fórmula del ciclo del capital-dinero nos indica: Ft D-M
……P…… M’-D’ Mp
1a. fase circulación
fase 2a. fase producción circulación
p. 58. “La forma general del ciclo del capital industrial es el ciclo del capital-dinero, siempre dando por supuesto el sistema capitalista de producción”. Marx, El capital , t. 2, p. 57. 18 Ibidem, 19
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En este ciclo tenemos la presencia de dos fases que se desarrollan en la circulación y una en la producción, la que cumple la labor de intermediación de las dos primeras. Cada fase reclama tareas específicas a ser resueltas por el capital. Pasaremos al análisis de cada una de ellas (y de las metamorfosis que reclaman) a efectos de destacar los problemas de interés que se nos presentan para el análisis de la reproducción del capital. 20 Primera fase de la circulación
a) D
Con D se nos plantean los interrogantes respecto a quiénes invierten, cuánto invierten y dónde invierten. En el quiénes invierten se presentan las siguientes opciones: capital privado, sea nacional o extranjero, y capital público o estatal.21 Las proporciones entre estos actores de la inversión varía de acuerdo con el patrón específico que nos referimos. Es sabido que en los inicios de la industrialización y hasta bien avanzados los años setenta del siglo XX el Estado jugó en América Latina un papel clave en la puesta en marcha de grandes proyectos de infraestructura y servicios, además de industrias básicas como la producción de acero y otros bienes. Esto se modifica desde los años ochenta de ese siglo, con un peso creciente de la inversión privada y, dentro de ésta, de la extranjera, compás nuevas políticas económicas y de la puesta en marcha de un nuevoalpatrón dede reproducción del capital. En las preguntas sobre el monto de las inversiones y dónde se realizan podemos encontrar algunas claves para determinar las ramas y sectores que están ocupando un lugar eje en la acumulación y en la reproducción del capital. Quienes cumplan con esa función seguramente tenderán a concentrar una masa significativa de las inversiones en un periodo determinado, absorbidas por los rubros que propician las mayores ganancias. El incremento de las inversiones favorece la concentración de capitales, así como tendencias a la monopolización y a la consecución de ganancias extraordinarias por parte de las empresas que producen con costos por debajo de la media social. Esto va aparejado, por lo general, con la disposición de porcentajes más elevados de las inversiones a la compra de nuevos equipos, maquinarias y tec20 En su artículo “El ciclo del capital en la economía dependiente” (en el libro Mercado y dependencia , de U. Oswald (coord.), Nueva Imagen, México, 1979), R.M. Marini realiza un ejercicio como el que aquí iniciamos, aunque enfatizando sus modalidades en el capitalismo dependiente. Aquí retomaremos algunas ideas allí vertidas. El análisis se moverá en un nivel general, aunque en algunos puntos nos detendremos en las especificidades que presenta la reproducción del capital en América Latina. 21 Para simplificar dejamos fuera la posibilidad de capitales “mixtos”.
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nologías, que conforman el capital constante, en desmedro del capital destinado al capital variable (fuerza de trabajo), lo que propicia elevaciones en la composición orgánica del capital, proceso que tarde o temprano se revertirá en tendencias a la baja de la cuota de ganancia. Es importante poner atención en las ramas y segmentos de la producción que en determinados momentos privilegiael capital con sus inversiones, porque no todos tienen la misma capacidad dearrastre –o la capacidad de convertirse en pequeñas locomotoras que jalen a la expansión– de otras ramas ysectores. La industria automotriz, por ejemplo, tiene la capacidad de demandar una enorme cantidad de materias primas y una multiplicidad de partes y componentes que intervienen en la producción de autos. El establecimiento de estas empresas favorece así el desarrollo de una gran variedad de industrias, en tanto opere como fabricación de automóviles y no sólo como plantas ensambladoras de piezas y partes fabricadas en otras latitudes.22 También es importante prestar atención al aspecto valor de uso que fabrican las industrias que ganan atención de las inversiones y que tienden a convertirse en ejes de la acumulación. No es lo mismo fabricar salchichas que armas. En otras palabras, si bien la producción tiende a dirigirse a sectores en donde existe una demanda (o mercado), también puede incidir en crear mercado para los bienes que produce, y no todos los valores de uso responden a las mismas necesidades sociales. Hay algunos (como tanques, aviones de guerra o bombas) que marcan produciendo más claramente las distancias entrelaslasnecesidades necesidadessociales del capital de valorizarse, cualquier bien, con de la mayoría de la población, que reclama bienes útiles de otra naturaleza. El peso del capital financiero-especulativo y su “volatilidad” debe ser un elemento a considerar en las actuales condiciones de reproducción del capital, porque introduce un elemento relativamente novedoso, pero de enorme significación en tal proceso, considerado tanto en términos “locales” como del sistema mundial. b) D-Mp
Una parte del dinero que quiere circular como capital industrial23 debe destinarse a la compra de medios de producción: galpones o naves industriales, máquinas y herramientas, materias primas o brutas, repuestos, lubricantes, gasolinas, computadoras, software, tecnologías, licencias, etcétera. 22 Que es lo que ha tendido a ocurrir en América Latina en los últimos 20 años, donde la demanda de las plantas automotrices instaladas, a la industria local, es mínima. 23 “[…] industrial, en el sentido de que abarca todas las ramas de producción explotadas sobre bases capitalistas”. Marx, El capital , t. 2, p. 49.
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La capacidad productiva de una empresa está determinada en gran medida por el grado de avance de sus medios de producción en relación con la media social. Mientras más sobresalga de esa media social tendrá mayores posibilidades de apropiarse de ganancias extraordinarias, a la hora de la fijación de los precios de producción y de reparto de la cuota media de ganancia en la economía. La temprana monopolización que presenta el sector secundario de la economía latinoamericana –apoyado en inversiones extranjeras– puede explicarse por esta lógica. Esto pone al capital frente a una de s us grandes contradicciones: la necesidad de realizar avances permanentes en el campo de la productividad, para apropiarse de mayores ganancias, con el costo de que ello propicia una caída de la tasa de ganancia, al elevarse la composición orgánica del capital, y disminuir el capital variable en relación con el total del capital invertido. Es importante determinar dónde son adquiridos los equipos, maquinarias y tecnologías, tanto del sector I (medios de producción), como del sector II (medios de consumo), esto es, si en la economía interna o en los mercados externos. El asunto es relevante porque tiene consecuencias a lo menos en dos direcciones: por una parte, si son adquiridos en el exterior, nos habla del débil desarrollo interno del sector I y, de otra, que una parte sustantiva de D, apenas iniciado el proceso, saldrá inmediatamente al exterior como forma de pago para la compra de esos bienes. c) D-Ft La compra de fuerza de trabajo por el capital es el proceso más importante en términos de valorización, ya que esta mercancía es la única que tiene la capacidad de generar un valor extra, superior al que ella vale. Aquí reside la clave de la producción del plusvalor. Dimensiones en el análisis del valor de la fuerza de trabajo
En el análisis de Marx respecto al valor de la fuerza de trabajo se encuentran presentes dos dimensiones: por un lado, el valor diario; por otro, el valor total. Este último considera el tiempo total de vida útil del trabajador o el total de días que el poseedor de la fuerza de trabajo puede vender su mercancía en el mercado en buenas condiciones, además de los años de vida en que ya no participará en la producción o años de retiro. Es el valor total de la fuerza de trabajo el que determina su valor diario. A ello alude Marx cuando indica que “[…] el valor de un día de fuerza de traba-
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jo está calculado […] sobre su duración normal media o sobre la duración normal de la vida de un obrero y sobre el desgaste normal medio…”. 24 El valor diario de la fuerza de trabajo se debe calcular entonces considerando un determinado tiempo de vida útil de los trabajadores y de vida promedio total, de acuerdo con las condiciones imperantes en la época. Los avances en la medicina social, por ejemplo, han permitido elevar la esperanza de vida, por lo que el tiempo de vida productiva y de vida total también se han prolongado. Esto implica que si en la actualidad un individuo puede laborar 30 años bajo condiciones normales, el pago diario de la fuerza de trabajo debe permitirle reproducirse de tal forma que pueda presentarse en el mercado laboral durante 30 años y vivir un determinado monto de años de retiro en condiciones normales, y no menos. Un salario insuficiente o un proceso de trabajo con sobredesgaste (sea por la prolongación de la jornada laboral, sea por la intensif icación del trabajo), que acorten el tiempo de vida útil y de vida total, constituyen casos en donde el capital se está apropiando hoy de años futuros de trabajo y de vida .25 En definitiva, estamos frente 26 a procesos de superexplotación, en tanto se viola el valor de la fuerza de trabajo. Es importante considerar que con los elementos anteriores la idea de remunerar a la fuerza de trabajo por su valor no puede ser reducida a un asunto puramente salarial. El trabajador debe encontrar el conjunto de condiciones que son indispensables para producir y reproducir su fuerza de trabajo, y dentro de ellas el salario es importante, pero no es el único elemento. Pueden producirse de trabajo quedealarguen la jornada o que la intensifiquen a tal puntoprocesos que –a pesar del pago horas extras o de incrementos salariales por incrementos en las mercancías producidas– terminarán reduciendo la vida útil y la vida total del trabajador. Ello es así porque si bien se podrá acceder a la cantidad necesaria (e incluso mayor) de bienes que conforman los medios de vida para asegurar la reproducción del trabajador, éste no puede 24 Marx, El capital , t. 1, p. 440 (cursivas del autor). Marx reitera esta idea cuando indica: “Sabemos que el valor diario de la fuerza de trabajo se calcula tomando como base una determinada duración de vida del obrero…”. Ibidem, p. 451 (cursivas del autor). 25 Bajo la forma del discurso de un obrero a un capitalista, Marx argumenta así esta situación: “[…] calculando que el periodo normal de vida de un obrero medio que trabaje racionalmente es de 30 años, tendremos que el valor diario de mi fuerza de trabajo, que tú me abonas un día con otro, representa a 1 , o sea 1 de su valor total. Pero si dejo que la consumas en 10 años y me abones 1 en 10950 365 x 30 10950 vez de 1 de su valor total, resultará que sólo me pagas 1/3 de su valor diario robándome, por tanto, 3650
2/3 diarios tres”. Marx,del El valor capitalde , t.mi 1, mercancía. p. 180. Es como si pagases la fuerza de trabajo de un día empleando la de 26 La formulación teórica de este tema se encuentra en el libro de Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, Era, México, 1973. En el apartado de la página 73 de este capítulo 2 desarrollamos algunas consecuencias de la superexplotación en el curso general de la reproducción del capital en las economías dependientes. En el capítulo 3 de este libro se explican las razones por las cuales Marx no abordó teóricamente el problema de la violación del valor de la fuerza de trabajo o, en palabras de Marini, la superexplotación.
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alcanzar las horas y días de descanso necesarios para reponer el desgaste físico y mental de largas o intensas jornadas. Cuando ello ocurre, el salario extra sólo compensa una parte de los años futuros que el capital se apropia con jornadas extenuantes o de trabajo redoblado. Una vez establecido el tiempo de vida útil promedio y de vida total de los trabajadores, cifra que en cada época está determinada por las condiciones médico-sociales imperantes, se debe pasar al cálculo del valor diario de la fuerza de trabajo, mismo que debe hacer posible la venta de la fuerza de trabajo en condiciones normales por el monto de años arriba considerados. El valor diario de la fuerza de trabajo se determina por el valor de los medios de vida necesarios para asegurar la subsistencia y reproducción de su poseedor. Aparecen aquí las necesidades referidas a alimentos, vestido, vivienda, educación, salud, etcétera. Con las dimensiones espacio y tiempo se hacen presente nuevos elementos a considerar. El lugar geográfico es importante en relación con el valor de la fuerza de trabajo, ya que las particularidades climáticas definen necesidades específicas. Considérese simplemente las diferencias que reclama una zona de clima frío frente a otra de clima tropical en relación con el tipo de alimentación, vestuario, vivienda, etcétera. También deben considerarse cuestiones referidas a la educación, la cultura y las costumbres en las que han sido educados los trabajadores, lo que hace que determinadas necesidades básicas resuelvan maneras distintaseneneldiversos países, regiones y culturas. Por se ejemplo, unadecultura sustentada maíz soluciona sus necesidades básicas en materia alimenticia de manera distinta a otras sustentadas en el trigo o en el arroz. Pero la historicidad del problema no termina aquí. Las necesidades básicas de la población trabajadora no son las mismas hoy en día que a finales del siglo XIX o a comienzos del siglo XX, simplemente porque ellas han variado para el conjunto de la sociedad. Contar con un radio, un refrigerador o un televisor, por ejemplo, constituyen necesidades sociales tan sustantivas en nuestro tiempo como contar con pan (o tortillas), leche o frijoles. La reproducción de los trabajadores, –que incluye alas nuevas generaciones, por lo que debe contemplar en su valor a la familia obrera–, no puede ser calculada como la suma de un monto determinado de calorías, proteínas y vitaminas que se encuentren en bienes cualesquiera, lo que implicaría considerar la reproducción fisiológica como quien le da de comer a un animal de carga. Existen elementos históricos y morales que no pueden ser soslayados, que hacen que esas calorías, vitaminas y proteínas no puedan ser calculadas sobre la base de cualquier alimento, sino sobre aquellos que constituyen parte de la cultura y de la historia alimenticia de un pueblo.
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El desarrollo material de la sociedad y la generalización de nuevos bienes van convirtiendo a éstos en bienes necesarios en épocas determinadas. Por ello, no tiene nada de extraño que en barriadas urbanas pobres se multipliquen las antenas de televisión, a pesar de que sus habitantes no cuenten con los alimentos básicos. Lo que debe sorprender no son las antenas, sino que a estas alturas del desarrollo societal existan personas que no pueden contar con los bienes materiales básicos, propios de la época en que viven, y satisfacer al mismo tiempo el resto de sus necesidades de manera suficiente. El incremento del número de bienes necesarios que propicia el desarrollo histórico presiona hacia la elevación del valor de la fuerza de trabajo. Pero el incremento de la productividad y el abaratamiento de los bienes indispensables en general, actúa en sentido contrario, con lo cual el valor de la fuerza de trabajo se ve permanentemente tensionado por estas dos fuerzas. Una vez expuestos los criterios teóricos a considerar en la compra-venta de la fuerza de trabajo, deben señalarse otros puntos de interés a la hora del examen de un patrón de reproducción del capital. Entre ellos destacan los sectores, ramas e industrias que demandan fuerza de trabajo en determinados momentos históricos, las características diferenciadas de la fuerza de trabajo, las condiciones en que se establece esa demanda, así como su localización territorial. Sobre este último punto puede considerarse la relevancia del problema de los enclaves mineros en América Latina en los siglos XIX y XX, muchos de ellos ubicados en zonasloinhóspitas y/o alejados de procesos núcleos urbanos, como las plantas salitreras chilenas, que propició acelerados de proletarización, al concentrar a miles de trabajadores en campamentos y depender delsalario comoforma fundamental de subsistencia, ante la imposibilidad de desarrollar alguna producción agrícola de subsistencia, lo que los diferencia de otros casos en donde esta combinación fue posible, lo que generaba un híbrido de obreros-campesinos. La aparición de corredores industriales, en la segunda mitad del siglo XX, también genera, desde el punto de vista del proceso de proletarización, fenómenos importantes, al concentrar a masas elevadas de trabajadores en espacios urbanos o semiurbanos muy acotados, lo que favorece la integración y la organización sindical y política. Asuntos como el monto de trabajadores contratados, la calificación de los mismos y los tipos de contratos que prevalecen en la compra-venta, son asuntos de la mayor importancia. En todos estos terrenos nos encontraremos con diferencias o similitudes entre diversos patrones de reproducción. Por ejemplo, la llamada “precariedad laboral” (que alude, entre otros asuntos a la compra de fuerza de trabajo sin contratos o con contratos temporales, con escasos o nulos mecanismos de protección y de beneficios sociales referidos a antigüedad, salud, etcétera), es un rasgo que presenta similitudes entre el patrón de finales
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del siglo XIX y comienzos del XX, con el que se instaura a finales del siglo XX y a inicios del XXI. Fase del capital productivo
Bajo las formas de fuerza de trabajo y de medios de producción, el capital está listo para ingresar a la fase productiva. Allí la mercancía fuerza de trabajo pondrá de manifiesto su capacidad de generar un valor por encima de su propio valor, la valorización, al tiempo que permite reponer su valor y traspasar al producto final el valor de los medios de producción que en él intervienen, la creación de valor.27 Desde esta dimensión la fuerza de trabajo se presenta como capital variable, en tanto los medios de producción funcionan como capital constante. El primer aspecto a considerar una vez que el capital abandona la primera fase de la circulación e ingresa a la fase productiva se refiere al trabajo mismo, que es la forma como el capital consume la fuerza de trabajo.28 En aras de incrementar la tasa de explotación, esto es, la relación entre la plusvalía y el capital que la genera, el capital variable (p/v), se distinguen cuatro formas fundamentales: la compra de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, la prolongación de la jornada de trabajo, el incremento de la productividad del trabajo y la intensificación del trabajo. La primera de ellas se realiza en la primera fase de la circulación, donde ya hemos señalado algunos de sus puntos fundamentales, por lo que no redundaremos en ella. Veamos entonces las tres restantes. a) Prolongación de la jornada de trabajo
Existen límites máximos que marcan la posible duración de una jornada de trabajo. Ellos están impuestos por el hecho que el obrero necesita cada día determinadas horas para reponer el desgaste de sus energías físicas y mentales. A ello se agregan las “fronteras de carácter moral. El obrero necesita una parte del tiempo para satisfacer necesidades espirituales y sociales cuyo número y extensión dependen del nivel general de cultura”.29 En condiciones normales de trabajo la jornada de trabajo no puede durar 24 horas. Su límite mínimo en el capitalismo, por otro lado, es el tiempo de trabajo necesario (en donde el obrero reproduce el valor de su fuerza de trabajo) más alguna magnitud extra de 27 “[…] el proceso de valorización no es más que el mismo proceso de creación de valor prolongado a partir de un determinado punto”, Marx, El capital , t. 1, p. 146. 28 El paso de una fase a otra Marx la dibuja así: “El antiguo poseedor de dinero abre la marcha convertido en capitalista, y tras él viene el poseedor de la fuerza de trabajo transformado enobrero suyo; aquél pisando recio y sonriendo desdeñoso, todo ajetreado; éste tímido y receloso, de mala gana, como quien va a vender su propia pelleja y sabe la suerte que le aguarda…”,El capital, t. 1, p. 129 (cursivas en el srcinal). 29 Ibidem, p. 178.
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tiempo en donde se genere plusvalor. Entre estos dos extremos se mueve la duración de la jornada de trabajo. No existe por ello una magnitud constante. Su duración es variable y estará determinada en definitiva por la lucha de clases.30 En términos del valor de la uf erza de trabajo, hemos visto que la prolongación de la jornada tiene como consecuencia una elevación de dicho valor, al requerirse una mayor cantidad de bienes necesarios para reponer el desgaste de las ho ras extras. Pero rebasado cierto punto, en donde el desgaste físico y mental no alcanza a reponerse, el aumento de horas de trabajo diarias no logra ser compensado por el aumento del salario.31 En esos casos el capital se está apropiando hoy de años futuros de trabajo, lo que no sólo viola el valor de la fuerza de trabajo, sino que ello implica, además, la reducción de la vida útil del trabajador y la reducción de su esperanza de vida, de acuerdo con las condiciones normales imperantes. El incremento de la plusvalía vía la prolongación de la jornada forma parte de la plusvalía absoluta, esto es, de un incremento del tiempo de trabajo excedente por el incremento absoluto de la jornada de trabajo. Por lo general, la prolongación de la jornada de trabajo tiende a constituir un mecanismo de incremento de la plusvalía en empresas con niveles tecnológicos atrasados y menores niveles de capitalización, recurso preferentemente empleado por medianas y pequeñas industrias. Sin embargo, en situaciones de crisis y/o de una ofensiva del capital que termina rompiendo los diques de defensa de la clase obrera en la materia (como ocurre desde las últimas décadas del siglo XX y
a comienzos del siglo XXIy), su la prolongación de la jornada puede trasladarse al conjunto de la producción disminución dependerá de un cambio en las correlaciones de fuerza en la sociedad. b) La productividad del trabajo
Con una jornada de trabajo constante se puede modificar la relación entre trabajo necesario y trabajo excedente por la vía de una disminución del valor 30 “[…] en la historia de la producción capitalista, la reglamentación de la jornada de trabajo se nos revela como una lucha que se libra en torno a los límites de la jornada; lucha ventilada entre el capitalista universal, o sea, la clase capitalista, de un lado, y de otro el obrero universal, o sea, la clase obrera”, ibidem, p. 180. 31 “Hasta cierto punto cabe compensar el desgaste mayor de la fuerza de trabajo que necesariamente supone toda prolongación de la jornada aumentando al mismo tiempo la remuneración. Pero, rebasado ese punto, el desgaste crece en progresión geométrica, destruyéndose al mismo tiempo las condiciones normales de reproducción y de funcionamiento de la fuerza de trabajo.” Marx, El capital , t. 1, p. 440. (cursivas del autor). Cabe hacer notar que es recurrente la utilización por parte de Marx de ideas sobre “lo normal”, que nada tiene que ver con la idea de promedio respecto a lo que ocurre. Esto para contraponerlo a quienes creen que no existe norma alguna en el tema como el capital utiliza la fuerza de trabajo y que sólo lo que ocurre de manera cotidiana en la realidad es “lo normal”. De esta forma, si la jornada dura 12 o 14 horas diarias, eso sería “lo normal”. El punto de vista de Marx, como vemos, no concuerda con esta postura “realista-empirista” del capital.
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de la fuerza de trabajo y, por ende, del tiempo de trabajo necesario. Así, sin variar la jornada, crece el tiempo de generación de plusvalía, lo que permite incrementar la cuota de plusvalía. Esta es la forma clásica de generación de plusvalía relativa. Esto sólo puede darse como resultado de una elevación de la productividad del trabajo en las ramas que producen los medios de consumo de los obreros, lo que reduce su valor unitario y, por esta vía, inciden en disminuir el valor de la fuerza de trabajo. Es importante destacar que aquí se produce un incremento de la tasa de explotación y del tiempo de trabajo excedente sin violar el valor de la fuerza de trabajo , sino respetándolo. Es más, el incremento de la productividad general en la sociedad permit e incluso incrementar la masa de bien es que pasan a formar parte de la canasta de bienes indispensables de la clase obrera, al abaratar el valor unitario de los productos (sean radios, periódicos, televisores, etcétera). Este incremento en la canasta de bienes indispensables no acarrea necesariamente el incremento del valor de la fuerza de trabajo, sino que, por el contrario puede ir acompañado por su descenso, al descender el valor unitario de los nuevos bienes incorporados, junto al descenso que opera en los bienes básicos (alimentos, vestuarios, etcétera) por efectos de la elevación de la productividad. En estas condiciones, el incremento de la productividad del trabajo supone aumentos en el consumo obrero, sin que se eincremente el valor defuerza la fuerza de trabajo. También supone un desgaste igual incluso inferior de la de 32 trabajo. Las nuevas tecnologías o las nuevas organizaciones del trabajo permiten producir lo mismo o incluso más, sin mayor desgaste. Pero el capitalismo no está para ofrecer mejores condiciones de vida. Su objetivo es la valorización, por lo que hace de los avances tecnológicos y en la organización del trabajo no una forma de liberación, sino de mayor sometimiento y explotación. En esta lógica,33 la elevación de la productividad propicia la elevación de la intensidad del trabajo. c) La intensidad del trabajo
Vistos desde la producción final, la elevación de la productividad y de la intensidad propician su incremento. Pero con diferencias sustanciales. La segunda se 32 “En general, el método de producción de la plusvalía relativa consiste en hacer que el obrero, intensificando la fuerza productiva del trabajo, pueda producir más, con el mismo desgaste de trabajo y en el mismo tiempo.” Ibidem, p. 337. 33 Esto es, en la lógica del capital. En otra lógica, los incrementos de la productividad generan las condiciones para incrementar el tiempo libre.
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logra sobre la base de aprovechar los avances tecnológicos y en la organización del trabajo para incrementar el desgaste de los trabajadores, lo que no ocurre con la primera. La no comprensión de este elemento lleva a confundir productividad con intensidad. Es cierto que para que se eleve la intensidad es necesario que se produzcan cambios tecnológicos y en la organización del trabajo que van asociados a la productividad. Sobre esas bases el capital busca transformar todos los “tiempos muertos” en la producción en tiempos de valorización, 34 acelerando los ritmos de producción, encomendando cada vez mayores tareas a un mismo trabajador, etcétera.35 Todo esto supone la aplicación de avances técnicos a la producción que terminan por propiciar una supeditación real del trabajo al capital y que éste cuente así con las condiciones de disponer de los trabajadores bajo las condiciones que requiera en toda la jornada de trabajo.36 Al igual que la prolongación de la jornada, el incremento de la intensidad supone mayor cantidad de trabajo desplegado, por lo que debe ir acompañado de incrementos de la remuneración, para compensar el mayor desgaste físicoy mental. Pero también hay un punto en donde las mayores remuneraciones son insuficientes para compensar tal desgaste si éste se incrementa. La intensidad es uno de los mecanismos empleados por el capital para elevar la tasa de explotación en condiciones que generan violaciones al valorde la fuerza de trabajo, ya sea en su valorLadiario como en valor total. intensidad delsutrabajo tiende a producirse preferentemente en empresas de punta, con elevados niveles tecnológicos y productivos, en donde la duración de la jornada de trabajo es la “normal” e incluso inferior a la normal. Ello porque no es posible sostener por largas horas y de manera regular en el tiempo una atención redoblada como la que exige la intensificación del trabajo. 37 34 Frente a la imposición de “una jornada normal de trabajo, limitada por la ley ”, el capital establece una “intensificación del trabajo”, esto es, “impone […] un desgaste mayor de trabajo durante el mismo tiempo, una tensión redoblada de la fuerza de trabajo , tupiendo más densamente los poros del tiempo de trabajo, es decir, obligando al obrero a condensar el trabajo hasta un grado que sólo es posible sostener durante una jornada de trabajo corta ”. Marx, El capital , t. 1, pp. 336 y 337 (cursivas en el srcinal). “La intensidad creciente del trabajo supone un despliegue mayor de trabajo dentro del mismo espacio de tiempo.” Ibidem, p. 438. 35 “[…] la máquina se convierte, en manos del capital, en un medio objetivo y sistemáticamente aplicado para estrujar más trabajo dentro del mismo tiempo. Esto se consigue de un doble modo: aumentando la velocidad de las máquinas y extendiendo el radio de acción de la maquinaria que ha de vigilar el mismo obrero, o sea, el radio de trabajo de éste.” Ibidem, p. 339. 36 “La producción de plusvalía relativa supone […] un régimen de producción específicamente capitalista […] a base de la supeditación formal del trabajo al capital. Esta supeditación formal es sustituida por la supeditación real del obrero al capitalista”. Ibidem, p. 426 (cursivas en el srcinal). 37 “[…] tiene que sobrevenir necesariamente un punto, un nudo, en que la prolongación de la jornada de trabajo y la intensidad de éste se excluyan recíprocamente…” Marx, ibidem, p. 337.
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La intensidad del trabajo propicia un tipo de desgaste que termina reduciendo la vida útil del trabajador “en condiciones normales”, por la vía de enfermedades nerviosas y mentales, y por una elevación de los accidentes del trabajo, a diferencia de la prolongación de la jornada, con desgastes físicos inmediatos no sólo por accidentes. La organización del trabajo
La forma como el capital organiza la producción ha ido variando desde el trabajo a domicilio, las primeras manufacturas, las grandes industrias, el fordismo y su trabajo en cadena, el posfordismo (o “toyotismo”) y la conformación de equipos flexibles, la producción just in time y el regreso a empresas de tamaño medio. El predominio de cierta organización del trabajo no supone necesariamente la extinción de las formas previas, sino regularmente su combinación.38 Junto a la grande o mediana industria de punta se desarrollan, por ejemplo, múltiples talleres organizados como en la etapa de manufactura e incluso que emplean el trabajo domiciliario, vía la subcontratación realizada por las primeras sobre las segundas. De la mano con la búsqueda de incrementar la valorización del capital, la organización del trabajo está definida por el tipo de valores de uso que se producen. Una fábrica de computadoras o de automóviles tiene una organización diferente a la producción dedel vino, maderas o frutas La composición técnica capital también tienefrescas. incidencias en la organizaación de la producción. Si se cuenta o no con cadenas y líneas de montaje, robots, producción por computadoras, etcétera, son elementos que repercuten en las posibilidades de la organización productiva. Segunda fase de la circulación
Una vez concluida la fase productiva, el capital toma la forma de mercancías que buscan ser vendidas para volver a asumir la forma de dinero, aunque acrecentado. Esta fase plantea el análisis una serie de importantes problemas. Al salir las mercancías a la circulación, el primer interrogante es a qué mercados se dirigen, porque éste siempre es una categoría social. Así es necesario distinguir el mercado de medios de producción, la demanda que genera el capital, en sus diversos sectores (grande, mediano y pequeño) para reponer el desgaste de esos medios, sean máquinas, herramientas, repuestos, materias 38 Para un análisis que presenta las similitudes y diferencias entre el fordismo y el toyotismo puede verse Huberto Juárez Núñez, “Los sistemasjust-in-time/Kaban, un paradigma productivo”, Política y Cultura, núm. 18, Departamento de Política y Cultura,UAM-Xochimilco, otoño de 2002.
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primas, o para ensanchar la producción. Después tenemos el mercado que genera la plusvalía no consumida productivamente, que el capital destina al consumo individual y que se satisface con medios de consumo necesarios y otros “de lujo”39 o suntuarios. En algunas franjas de este mercado participan también sectores de la pequeña burguesía propietaria, como profesionales con despachos propios (médicos, arquitectos, publicistas, etcétera), y de la no propietaria (gerentes, profesionales y técnicos con cargos elevados en el sector privado, parte de la clase política y de la clase reinante, etcétera).40 En un mercado socialmente diferente participa el grueso de la pequeña burguesía y algunas capas altas de la clase obrera. Más abajo se encuentra la demanda de las capas bajas del proletariado activo y el proletariado inactivo de manera temporal. Por último, los desempleados crónicos y el pauperismo en general. ¿A cuáles de estos mercados va dirigida la producción de manera predominante? La forma que asumen los mercados nos da una idea de la forma que asumen los sectores y ramas de la producción en una economía y viceversa. En el mediano y largo plazo son elementos que tienden a alcanzar una relativa congruencia en su desarrollo. Cuando nos preguntamos por los mercados a los que se dirige la producción también se debe considerar el problema de los mercados externos (fr ente a lo ya señalado en relación con los mercados internos). Aquí, de manera gruesa, distinguirse ciertos bloques: Estados Unidos-Canadá; la Co-y munidadpueden Económica Europea, Japón y el sudeste asiático, América Latina 41 otros. Otro asunto de interés en esta fase se refiere al tipo y monto de los valores de uso que han sido lanzados al mercado. Esto es relevante por muchos motivos, como darnos una idea del nivel de desarrollo de una economía y las ramas o sectores ejes de la producción. Pero también nos ayudará entender problemas derivados de las fluctuaciones de los mercados en relación con determinados valores de uso. Por ejemplo, una crisis generalizada tiende a propiciar der rumbes de mercados, pero por lo general economías que producen bienes de consumo indispensable (como carne, trigo, etcétera) serán menos golpeadas que economías que producen bienes de consumo no indispensables (café, plátanos y otras frutas) o in39
Siguiendo con el nombre que da Marx al sector IIb en los esquemas de reproducción. Véase El
capital, t. 2, pp. 359-360.
La distinción de estas fracciones y sectores de la pequeña burguesía y del resto de clases sociales en el capitalismo lo hemos realizado en el capítulo VI: Articulación de la totalidad social: las clases sociales, en el libro Fundamento del análisis social. La realidad social y su conocimiento, op. cit. 41 Es una distinción gruesa que orienta para un primer análisis. Estudios más específicos debieran discriminar. Por ejemplo, a qué países de la Comunidad Europea se orientan las exportaciones latinoamericanas; a cuáles países de América Latina se dirige la producción estadounidense o de algún país latinoamericano en particular, etcétera. 40
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42 Esto porque la demanda de mecluso materias primas (estaño, cobre, etcétera). dios de producción tiende a decaer a la larga en contextos de crisis, en tanto, a pesar de la crisis, hay un consumo individual indispensable que se realizará. Dentro de las diversas fases del ciclo del capital, ésta es una de las más proclives a desatar crisis. Si bien cualquier interrupción, en cualquier fase del ciclo del capital, es propiciatoria de crisis, la fase M’-D’ es la más aguda, porque pone de manifiesto la anarquía en que se mueven las decisiones en la producción capitalista en general, y es posible que las mercancías no encuentren mercados,
por lo que se interrumpe el proceso de realización de la plusvalía.43 Este es el momento en que se comprueba si las decisiones de inversión y de producir determinados bienes fue correcta, o si , por el contrario, se destinó tiempo de trabajo social mayor al necesario. La ley del valor alcanza aquí toda su fuerza.44 Ganancia, cuota media de ganancia y ganancia extraordinaria
La plusvalía, como expresión de un valor nuevo gestado por el capital variable, se transfigura en la ganancia, y aparece como un remanente que emerge del conjunto de gastos que realiza el capital, tanto en capital variable como en capital constante. Así, la plusvalía bajo la forma de ganancia termina por ocultar el srcen del nuevo valor que expresa. 45 al conjunto delelcapital que interviene en sulaproducción, y no sóloAlalconsiderar capital variable, que es que realmente valoriza, cuota de ganancia 42 Esta fue una de las razones por la cual la crisis mundial que va de la Primera a la Segunda Guerra, pasando por la crisis de 1929, afectó de manera desigual a los países latinoamericanos. Los grandes productores de bienes de consumo indispensables (como Argentina, productora de carnes y trigo) se vieron menos afectados que los productores de materias primas (Chile, salitre; Bolivia, estaño), o que los productores de bienes de consumo no indispensables (Brasil y Colombia, café; países centroamericanos y caribeños, que producían bananos y azúcar). Ello permitió que en Argentina los sectores ligados al patrón primario-exportador mantuvieran un peso económico y político que en otros países latinoamericanos se debilitó con aquella larga crisis. 43 Marx señala que en ciertos momentos el capitalista industrial puede vender al capitalista comercial sus mercancías, y seguir produciendo como si las mercancías hubieran salido de la órbita del mercado. Si ello no ha ocurrido, “una oleada de mercancías sigue a la otra, hasta que por último se comprueba que la oleada anterior no ha sido absorbida por el consumo más que en apariencia. Los capitales en mercancías se disputan unos a otros el lugar que ocupan en el mercado […]. Los que las tienen en su poder se ven obligados a declararse insolventes o a venderlas a cualquier precio para poder pagar […] Es entonces cuando estalla la crisis”. Marx, El capital , t. 2, p. 69. 44 “La gracia de la sociedad burguesa consiste precisamente […] en que a priori no existe en ella una regulación consciente, social de la producción. Lo racional y lo naturalmente necesario sólo se impone en ella como un ciego promedio”. Carta de Marx a Kugelman, en El capital , t. 2, p. 706. 45 “[…] la ganancia es […] una forma transfigurada de la plusvalía, forma en la que se desdibujan y se borran su srcen y el secreto de su existencia”. Marx, El capital , t. 3, p. 63. “La relación del capital se mistifica al presentar a todas sus partes por igual como fuente del valor remanente (la ganancia)”. Marx, ibidem, p. 60.
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(p/c+v) se presenta inferior a la cuota de plusvalíap/v ( ). Visto de manera individual, la tasa de ganancia de los capitales que gastan una mayor proporción en capital constante tenderán a contar con una tasa de ganancia inferior al resto. Sin embargo, en la economía capitalista se establece una cuota de ganancia media (o cuota general de ganancia), esto es, capitales sociales en concurrencia, con distintas composiciones orgánicas de capital, tienden a igualar sus tasas de ganancia, la 46 que sumada a los precios de costo nos da precios de producción diferenciados. Al operar como componentes del capital social, los capitales individuales no terminan apropiándose de la plusvalía producida por cada uno, sino de una ganancia regida por una cuota media (o cuota general), en donde los capitales con composiciones orgánicas más altas, a pesar que de manera individual les correspondería una cuota de ganancia inferior (por el mayor gasto en capital constante), recibirán dicha cuota media superior. La competencia mueve a los capitales a buscar reducir el valor de sus mercancías, por lo que deberán destinar mayores montos del capital total a gastos en capital constante y de esa forma elevar la productividad. Pero tendrán otro aliciente para realizar estos movimientos. Dentro de una misma rama de producción, el reducir el valor individual y ubicarlo por debajo del valor comercial, podrán obtener una ganancia extraordinaria,47 lo que no sólo reditúa incrementos en las ganancias, sino también la posibilidad de desplazar de la competencia a los capitales que no puedan hacer frente a la avalancha de mercancías máspuede baratas que el la ciclo elevación de la productividad Como verse, del capital, para el análisismedia de lagenera. reproducción del capital, debe complementarse con la visión del capital social, esto es, como el conjunto del capital en competencia, en donde aparecen procesos como los antes enunciados. Reproducción de las contradicciones
Como proceso de reproducción, una vez transformada M’ en D’, el ciclo está en condiciones de continuar, pero recreando las contradicciones que le son inherentes. La lógica capitalista no permite que el ciclo se reproduzca de manera continua bajo las mismas condiciones técnicas. La elevación de la composición 46 “Cuando […] un capitalista vende su mercancía por su precio de producción, retira dinero en proporción a la magnitud de valor del capital consumido por él en la producción y obtiene una ganancia proporcional a su capital invertido, considerado como simple parte alícuota del capital total de la sociedad.” Ibidem, p. 165. 47 “Si la oferta de mercancías al valor medio […] satisface la demanda normal, las mercancías cuyo valor individual es inferior al valor comercial realizan una plusvalía o ganancia extraordinaria, mientras que aquellas cuyo valor individual es superior al valor comercial no pueden realizar una parte de la plusvalía que en ellas se contiene.” Ibidem, p. 183.
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orgánica, con gastos crecientes en capital constante, y en nuevas tecnologías, equipos y maquinarias más avanzadas, eleva la productividad, pero a costa de ir generando una masa de sobrepoblación relativa, como resultado de la disminución relativa en capital variable. Por otra parte, la elevación de la productividad aumenta la masa de valores de uso en donde se encarna el valor. El capital comprobará que “cuanto más se desarrolla la capacidad productiva, más choca con la angosta [franja] sobre [la] que descansan las condiciones de consumo”.48 La elevación de la composición orgánica provoca a su vez la caída tendencial de la tasa de ganancia, lo que propicia la sobreacumulación (relativa) de equipos, maquinarias y materias primas, los que no pueden ser reincorporados a la producción en tanto no se eleve la tasa de ganancia. Mientra ello no ocurre, la crisis se hará presente y múltiples capitales se verán destruidos o absorbidos por otros. Las crisis sirven como detonante para restablecer nuevas condiciones para la rentabilidad del capital, para volver a propiciar la renovación de su ciclo de reproducción y de sus contradicciones en nuevos estadios.49 Patrón de reproducción y políticas económicas
Para que la reproducción del capital genere un patrón es necesario que reproduzca ciertas pautas por algún tiempo, esto es, que su paso por las esferas de la producción la proceso circulación deje huellas aelbase de repeticiones. además, que eny el de reproducción capital debe sortear Hemos diversosvisto, obstáculos referidos a su metamorfosis, esto es, a las diversas formas que asume a lo largo de ese proceso. Uno de los mecanismos fundamentales con que cuenta el capital para el logro de esos objetivos lo constituye la política económica. Ésta ha sido definida como “la manipulación deliberada de ciertos medios con el objeto de alcanzar ciertos fines económicos”50 o bien, como la “acción general del poder político central, consciente, coherente y finalista ejercida en el campo económico de la producción, del intercambio, del consumo y de la distribución”.51 48 Ibidem, p. 243. La traducción en la edición de Pedro Scaron para Siglo XXI es más clara en este párrafo: “Pero cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, tanto más entra en conflicto con la estrecha base en la cual se fundan las relaciones de consumo.” Marx, El capital , tomo III, vol. 6, Siglo XXI Editores, México, 1976. 49 Para una síntesis de las contradicciones del capitalismo véase El capital, t. 3, capítulo XV: Desarrollo de las contradicciones internas de la ley. 50 J. Tinbergen, Política económica , Fondo de Cultura Económica, México, 1961, citado por S. Lichtensztejn, en “Enfoques y categorías de la política económica”, Antología de Política Económica, de R.M. Magaña, J.M. Martinelli y G. Vargas Larios, UAM-Iztapalapa, México, 1997, p. 18. 51 J. Saint Geours, Le Politique Economique, citado por S. Lichtensztejn, op. cit., p. 18.
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Lichtensztejn considera que toda política económica tiene a lo menos cuatro componentes básicos: i) un centro o poder de decisión (Estado, gobierno, etcétera); ii) prácticas o mecanismos de decisión (acciones, medios, instrumentos, medidas, etcétera); iii) destinatarios sociales de las decisiones (sectores, clases, grupos, etcétera); y iv) propósitos de las decisiones (fines, objetivos, metas, etcétera).52 A la luz de los elementos anteriores no es difícil percibir que “la política económica tiene que ver con elementos de orden económico, que, a su vez, son necesariamente políticos; es un corte simultáneo de dos planos que están perfectamente integrados y que no se pueden aislar”.53 Esto es importante de destacar en tiempos en que se enfatiza el aspecto técnico-administrativo dela política económica (y de las políticas públicas en general), relegándose su aspecto político. Una rápida visión de los instrumentos que se utilizan en política económica nos muestra lo siguiente:54 CUADRO 1
Campo de aplicación
Instrumento
Monetario
Tasas de interés
Fiscal
Impuestos (personas y empresas)
Comercio exterior
Gasto público Tipo de cambio Nivel de aranceles
Inversión extranjera
Impuestos a utilidades Préstamos
Consumo
Impuestos de compraventa Seguro social
Mano de obra
Tasas de salarios
Producción
Subsidios Control de precios
Inversión
Tasa de interés Exención de impuestos Inversión pública
“Enfoques y categorías de la política económica”, op. cit., pp. 17-18. G. Vargas Larios, “Notas de clase de Samuel Lichtensztejn: los enfoques de política económica”, en Antología de política económica, de R.M. Magaña et al., op. cit., p. 51. 54 Síntesis construida a partir de H.B. Chenery, “Política y programas de desarrollo”, en Boletín Económico de América Latina, CEPAL, Santiago, marzo de 1958, vol. III, núm. 1, tomado de “Política económica”, de F.J. Herschel, en Antología de política económica, R.M. Magaña et al., op. cit., pp. 122-123. 52 53
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El campo de acción de la política económica es extenso y cubre prácticamente todos los terrenos que recorre el capital en su ciclo y en su reproducción. Esto significa que a través de los instrumentos de política económica, se puede incidir en ayudar al capital a que su tránsito por el ciclo sea lo más fluido y favorable a sus necesidades. Para tal efecto, el capital deberá velar porque sus intereses encarnen en el Estado, para que éste impulse políticas económicas favorables a sus proyectos de reproducción. De allí la imbricación de lo económico y lo político en la política económica. Aquí hablamos de capital en general, pero en el nivel de análisis de un patrón de reproducción es necesario distinguir fracciones del capital y sectores. Entre las primeras están el capital financiero y/o bancario, el capital industrial, agrícola, y el capital comercial. Entre los segundos: gran capital, mediano y capital pequeño. Estas diferenciaciones son importantes porque la política económica no puede resolver las necesidades de reproducción de todas estas fracciones y sectores de igual manera. Algunos sectores o fracciones se verán más favorecidos y otros tantos más perjudicados. Esto significa, visto desde el campo de la política, que a nivel del Estado, los sectores más favorecidos cuentan con mayores cuotas de poder y las hacen sentir en la aplicación de políticas económicas que propicien de mejor manera su desarrollo o reproducción particular. No existe una sola política económica, sino varias, dependiendo de las corrientes económicas de las cuales se deriven. Si se consideran el siguientes: énfasis ya sea en el Estado o en el mercado, sin ánimo exhaustivo, tenemos las CUADRO 2
Énfasis en la acción estatal
Énfasis en la acción del mercado
Keynesiana
Liberal
Estructuralista
Neoliberal
Neoestructuralista
Monetarista
Lo importante de la distinción anterior es poner de manifiesto que en cada una de estas escuelas o corrientes de política económica, los instrumentos señalados en el cuadro anterior se aplican de distintas maneras. Pero cabe hacer la pregunta: ¿qué define que en determinado momento predomine y se aplique una u otra corriente de política económica? La res-
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puesta se encuentra en la economía y en la política. En la economía, en tanto distintos patrones de reproducción del capital reclaman políticas económicas diferentes; y en la política, en cuanto los requerimientos de los sectores del capital que se convierten en ejes de un determinado patrón, tenderán a buscar las mayores cuotas de poder estatal y de esta forma lograr la aplicación de las políticas económicas que m ejor se ajusten a sus necesidades de reproducción. Un patrón de industrialización como el que se impulsa en América Latina en los años cuarenta a setenta del siglo XX requería, por ejemplo, políticas económicas proteccionistas en términos arancelarios; fuerte intervención del Estado en materia de inversiones; un tipo de banca de desarrollo con créditos a bajas tasas de interés para las empresas; un sistema bancario con condiciones de fomentar el consumo individual, vía préstamos blandos; políticas salariales que permitieran la incorporación de segmentos obreros al consumo y de esa forma alcanzar una ampliación del mercado interno; en la misma línea, un Estado que impulsara políticas sociales que ampliara la demanda de los asalariados (jubilaciones, prestaciones sociales, etcétera). Medidas de política económica como las anteriores, que jugaron un papel sustantivo en propiciar y resolver cuellos de botella de la reproduccion del capital bajo un patrón industrial, son diametralmente distintas a las que se aplican en América Latina de manera generalizada desde los años ochenXXI. En la nueva situata dellasiglo pasado y vigentesapunta una veza iniciado siglo de ción, política económica reducir elel papel los asalariados en el consumo y su participación en el mercado; se propicia una concentración del ingreso, proceso que unido al anterior genera una aguda polarización social; ya no se protege a sectores industriales vía aranceles, sino que éstos se reducen significativamente; la competencia y el mercado, se señala, deben asignar recursos, por lo que se retiran subsidios y diversas formas de protección. Parte sustantiva de la producción se dirige al mercado mundial, con lo cual se aplican medidas de política económica que fomenten las exportaciones y como el discurso del libre comercio gana terreno, también se fomenta la apertura de fronteras para las importaciones. Esta rápida visión sólo pretende poner de manifiesto las diferencias de políticas económicas en función de cambios en el patrón de reproducción del capital. Las necesidades económicas de cada patrón son distintas por lo que reclaman de instrumentos apropiados para sus necesidades específicas. Estos cambios económicos, en el plano político suponen fuertes enfrentamientos sociales, ya que tanto el cambio de patrón como el cambio de políticas económicos implica para ciertos agrupamientos humanos (clases, fracciones, sectores) la pérdida de posiciones, cuando no su liquidación, y el avance de
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otros. Esto, más temprano que tarde, deberá expresarse en cambios de fuerzas al interior del Estado, el centro o punto fundamental de condensación del poder político y del ejercicio de la hegemonía. Reproducción del capital e impactos territoriales
Cada patrón de reproducción de capital presenta especificidades en cuanto al uso que realiza del espacio geográfico. El capital interviene en el territorio de maneras diversas, según las necesidades particulares que su metamorfosis reclama. Señalemos algunos ejemplos. Bajo el patrón agrominero exportador, que fue la modalidad como América Latina se insertó al mercado mundial luego de los procesos de independencia, es posible distinguir a lo menos dos modalidades que asumió dicho patrón: economías que reclaman un uso extensivo de territorios y economías con uso intensivo. Entre las primeras están las grandes plantaciones trigueras y los campos para la cría de ganado. Entre las segundas, los enclaves mineros son el modelo típico. En todos los casos se reclama de infraestructura (preferentemente instalaciones ferroviarias y también caminos), que establezca la conexión entre los espacios productivos y los puertos, principal zona de salida de las exportaciones y de arribo de las importaciones, lo que convierte a muchos de ellos en importantes financieros cuando y de población. Encentros muchoscomerciales, casos, particularmente ciertos minerales se encuentran en zonas alejadas de centros urbanos, se desarrolla la infraestructura para concentrar mano de obra abundante, creándose verdaderos pueblos mineros, que tiene como correlato la proletarización de sectores campesinos o semicampesinos, al ser alejados de su relación con la tierra como forma de subsistencia y pasar a depender del salario. Esta modalidad de uso del territorio difiere de lo que se establece cuando consideramos el patrón de industrialización entre los años cuarenta y setenta del siglo XX. Aquí aparecen corredores industriales, por la necesidad de contar con materias primas y demás requerimientos en una economía en escala que busca abaratar sus abastecimientos. Estos corredores, a su vez, emergen en zonas urbanas o semiurbanas, por la necesidad de contar con mano de obra abundante, así como por la proximidad con los mercados para los cuales se produce. Inversiones estatales en plantas siderúrgicas, electricidad y otros energéticos, agua, carreteras y en infraestructura urbana constituyen requerimientos básicos de este patrón. Esta situación sufre modificaciones significativas si consideramos ahora el patrón exportador de especialización productiva que se establece en América
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Latina en las últimas décadas del siglo XX y a comienzos del siglo XXI.55 El hecho de ser un patrón con vocación exportadora (pero que requiere a su vez de grandes montos de importaciones de bienes de consumo, así como de medios de producción), reclama de una fuerte infraestructura en puertos, aeropuertos y carreteras. En relación con los primeros, se ha señalado que “los grandes puertos concentradores” o “puertos pivotes”, que se “caracterizan por la capacidad para concentrar carga cuyo srcen o destino sobrepasa el hinterland o zona de influencia tradicional y alcanza lugares distantes dentro o fuera del país de pertenencia”, “se han convertido en el nuevo paradigma de desarrollo del transporte y el comercio marítimo latinoamericanos”.56 Actualmente “no hay país (latinoamericano) sin algún proyecto de puerto pivote en sus litorales”, destacando en el Pacífico los puertos de “Mejillones en Chile, Callao en Perú, Manta y/o Guayaquil en Ecuador, (y) Buenaventura en Colombia”,57 entre los más nombrados. Estos puertos, que deben tener la capacidad para recibir barcos cada vez más grandes y con una elevada capacidad de carga, también se contemplan para países centroamericanos, muchas veces en ligazón a otras obras de infraestructura en materia de transporte multimodal. Destacan el proyecto de “un canal interoceánico” en Nicaragua, “un puente terrestre o canal seco que implicaría la construcción de tendidos ferroviarios y puertos concentradores 58
[…] “En en elPanamá litoral del y del –a Pacífico su vez– se ha Atlántico”. avanzado en el proyecto de transformación del puerto de Balboa en un pivote regional”, el que “se verá fortalecido con la modernización del ferrocarril que lo vincula con la Terminal Internacional de Manzanillo (Panamá), ubicada en la costa del Atlántico”.59 Por último, mencionemos que “en el sur de México se ha planteado la posibilidad de desarrollar el corredor del Istmo de Tehuantepec, mediante la reconversión de los puertos de Salina Cruz (Pacífico) y Coatzacoalcos (golfo de México) y la modernización del eje carretero y ferroviario que une estos dos puertos”.60 Los tres últimos proyectos rebasan las necesidades de reproducción local del capital y se inscriben en tendencias que responden a las necesidades del sistema mundial capitalista en tiempos de mundialización. 55 Una visión abarcadora del problema puede verse en los diversos ensayos reunidos en el libro Globalización y territorio. Impacto y perspectivas, de Carlos A. de Mattos, Daniel Hiernaux y Darío Restrepo
(comps.), FCE, Santiago, Instituto de Estudios Urbanos, Universidad Católica de Chile, 1998. 56 C. Martner, “Puertos pivotes en México: límites y posibilidades”, Revista de la CEPAL núm. 76, Santiago, abril de 2002, p. 124. 57 Idem. 58 Idem. 59 Idem. 60 Idem.
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En algunos casos las maquiladoras asumen un papel preponderante, concentrándose en franjas fronterizas que facilitan y abaratan el transporte.61 En otros casos, las actividades ligadas a las exportaciones se realizan en el interior del territorio, lo cual exige de sistemas carreteros aptos para un uso intensivo de un elevado flujo de camiones de carga. Todo esto pone en evidencia que el mapa que termina dibujando el capital sobre el territorio difiere de un patrón a otro, gestándose a su vez patrones de distribución espacial.62 Aunque algunas nervaduras se mantengan, pasan a ser redefinidas en las nuevas localizaciones o relocalizaciones que la reproducción necesita y terminan articulándose con los requerimientos que las nuevas modalidades de reproducción reclaman. Clases sociales y reproducción del capital
La estructura de las clases sociales se encuentra –en gran medida– definida por las características que presenta la reproducción del capital. Igual consideración puede realizarse respecto a su distribución espacial en un territorio. Cada patrón de reproducción tiene sus propias particularidades en materia de clases sociales. No desconocemos que las características que asume la dominación, esto es, los aspectos políticos que alcanzan forma en un sistema de dominación y en determinadas formas de gobierno, tienen incidencia también en elPara problema, como veremos más una mejor comprensión deadelante. este problema es necesario tener en cuenta que en una sociedad capitalista se distinguen cinco clases: terratenientes, burguesía, pequeña burguesía, proletariado y campesinado. Cada una de estas clases se subdivide en fracciones (por ejemplo, en el caso de la burguesía, tenemos las fracciones agraria, industrial, financiera y comercial) y en sectores (siempre para la burguesía: gran burguesía, mediana y pequeña).63 Señalemos un par de asuntos en relación con el proletariado y la pequeña burguesía, que serán de interés para el tratamiento del tema que aquí nos ocupa. En el proletariado debe distinguirse el ejército obrero activo (esto es, los obreros que se encuentran con trabajo de manera permanente) y el ejército 61 Para 1994, de 171 plantas maquiladoras ligadas a la industria automotriz en México, 123 se concentraban en la frontera norte, junto a territorio de Estados Unidos, y sólo 48 se localizaban en el interior del país. S. Maldonado, “La rama automovilística y los corredores industriales en el noroeste de México”, en Comercio Exterior, vol. 45, núm. 6, junio de 1995, p. 490. 62 Véase sobre el tema, de M.A. Corona Jiménez, “Efectos de la globalización en la distribución espacial de las actividades económicas”, Comercio Exterior, vol. 53, núm. 1, México, enero de 2003. 63 El tratamiento de este tema lo he desarrollado en el libro Fundamentos del análisis social. La realidad social y su conocimiento , Fondo de Cultura Económ, ICA-UAM-X, México, 2001, capítulo VI: Articulación de la totalidad social: las clases sociales.
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obrero inactivo (que considera a los obreros con trabajos intermitentes, hasta los desempleados permanentes y el pauperismo). A este último sector obrero Marx califica como superpoblación relativa o ejército industrial de reserva.64 Para el caso de la pequeña burguesía es necesario distinguir dos grandes fracciones: la propietaria (que se reproduce vía la relación mercantil simple, recurriendo a su trabajo y al trabajo familiar, sea en actividades artesanales: herreros, zapateros, etcétera; en pequeños comercios y talleres; y profesionales con despachos privados), y la no propietaria (donde encontramos a profesionales en empresas privadas o estatales y a funcionarios en general, sea en el sector público o privado). En el recuento de la estructura de clases en América Latina es posible constatar que algunas clases, fracciones y sectores sólo han emergido de la mano del desarrollo de determinados patrones de reproducción. A mediados del siglo XIX es difícil hablar de una burguesía industrial en la región, si bien en algunos países ya se encuentran sus antecedentes sociales previos en incipientes grupos manufactureros. Esta clase y sus fracciones se desarrolla plenamente bajo el patrón industrial en el sigloXX. Y es a mediados de ese siglo que la distinción entre sectores comienza a cobrar pleno sentido, particularmente con el fortalecimiento del gran capital, en la industria, la banca y el comercio, en estrecha asociación con el capital extranjero. La suerte de la fracción de la pequeña burguesía no propietaria ha ido de la mano de lade mayor o menor injerencia deldel Estado en ladeleconomía ensula capaciimplementación políticas sociales. Es decir, tamaño Estado yyde dad de generar empleos. En las primeras décadas del patrón industrial, con la preeminencia de políticas keynesianas que propician grandes inversiones estatales y la generación de empleos, fomentando el crecimiento de la burocracia estatal, y alentándose la educaciónen todos los niveles, la pequeña burguesía funcionaria encontró un campo propicio para desarrollarse. Ello se modifica radicalmente para finales del siglo XX y a comienzos del siglo XXI, cuando el patrón exportador de especialización productiva ha ganado terrreno, acompañado de políticas económicas de corte neoliberal. La privatización de empresas estatales, la reducción de la burocracia estatal por la vía del despido, y en general la disminución de personal en las empresas privadas a fin de abaratar costos y hacer frente a la competitividad, provocaron fuertes golpes a esta fracción de la pequeña burguesía. Muchos de sus contingentes pasaron a la fracción propietaria, estableciéndose como trabajadores por cuenta propia; otros fueron lanzados directamente al proletariado (activo e inactivo), bajo la forma de trabajadores “informales” (vendedores callejeros o sobrevi64
Marx, El capital , t. 1, cap. XXIII: La ley general de la acumulación capitalista.
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viendo en comercios diversos), en donde conviven con franjas del proletariado pobre y con capas pobres de la pequeña burguesía propietaria, la mayoría de las veces en condiciones de simple subsistencia. El auge de las actividades de exportación, las financieras y de marketing ha propiciado el desarrollo de una capa pequeño burguesa con ingresos elevados y un significativo poder de consumo.65 Constituye en todo caso una franja muy reducida frente al conjunto de su clase. El impulso del patrón exportador de especialización productiva en América Latina sólo ha sido posible en momentos de un elevado desarrollo del gran capital local, en todas sus fracciones, en asociación al capital extranjero. Ese desarrollo estructural ha ido acompañado de una gran ofensiva política, tanto por medios coercitivos (de allí muchas de las dictaduras de los años setenta en la región), como consensuales (arropada en la llamada “transición o consolidación democrática”), lo que le ha permitido alcanzar la hegemonía estatal y avanzar en el impulso de las políticas económicas que fortalezcan las modalidades de reproducción del capital afines a sus intereses. Todo ello ha propiciado el debilitamiento de las franjas burguesas centradas en el mercado interno. El proletariado ha modificado la relación entre su sector activo e inactivo según el patrón del que hablemos. Tras un crecimiento importante de su franja activa en las primeras décadas del patrón industrial, la situación comienza a revertirse en la segunda etapa de ese patrón, con la ausencia de reformas agrarias el campode o la implementación muy débiles, lo que propicia laenexpulsión fuertes contingentesdedereformas población rural a las ciudades, y la creciente incapacidad de la industria de absorber dicha mano de obra, generando un crecimiento del proletariado inactivo, amén de cordones de miseria en torno a los grandes centros urbanos de la región. La incorporación masiva de la mujer al empleo (industrial y en servicios) desde las últimas décadas del sigloXX ha introducido modificaciones en la estructura del proletariado latinoamericano y en sus condiciones de existencia. En muchos casos el aumento del trabajo femenino va asociado al incremento de las actividades de maquila, que “durante los últimos 15 añosha sido la actividad industrial más dinámica en América Latina”, conuna participación que “ha alcanzado niveles de en66 tre 25 y 40 por ciento del empleo manufacturero total en una serie de países”. 65 Para una visión desde el empleo de los cambios en la estructura de clases, véase de J. Weller, “La evolución del empleo en América Latina en los años noventa”, Papeles de Población, núm. 18, CIAEP-UAEM, octubre-diciembre de 1998. Una versión un tanto modificada de este material salió publicado en Revista de la CEPAL, núm. 72, diciembre de 2000 bajo el título “Tendencias del empleo en los años noventa en América Latina y el Caribe”. 66 J. Weller, op. cit., p. 22. Allí se agrega que “en México, a mediados de 1998, el empleo en las maquiladoras se acercó a un millón de personas. En Costa Rica, Honduras y Guatemala se registran entre 70 mil y 75 mil y en El Salvador, 59 mil puestos de trabajo en la maquila”. Idem.
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El incremento del trabajo precario, sin contratos, 67 o con contratos temporales, la baja salarial y el incremento de las jornadas de trabajo pasan a constituir aspectos “normales” en el escenario del mundo del trabajo de la región. El aumento de la subcontratación ejercida por grandes empresas sobre empresas pequeñas también ha incidido en problemas de precariedad como los arriba apuntados. En general, desde los años noventa del sigloXX los empleos que más crecen en América Latina son los empleos precarios,68 permitiendo que la tasa de desempleo en la región no se eleve demasiado.69 Las referencias anteriores ponen de manifiesto la relación que guardan el patrón de reproducción, la estructura de clases y las condiciones de vida de dichas clases. Patrón de reproducción y crisis Crisis y teoría del “derrumbe” del capitalismo
¿Qué papel ocupan las crisis en el cuerpo teórico de Marx? ¿Son procesos que ineludiblemente conllevan a la catástrofe y a la liquidación de la organización capitalista, o sólo constituyen desequilibrios momentáneos que permiten restablecer un equilibrio inherente a la reproducción capitalista? u otra posición nos Colletti ubica enlohorizontes de visibilidad teóricos y políticosUna radicalmente distintos. expresa así: […] si la obra de Marx no fuese simultáneamente una crítica del capitalismo, o sea un análisis de las contradicciones internas que lo minan y al mismo tiempo una exposición y reconstrucción del modo en que, a pesar de todo, se superan las contradicciones y existe y funciona el sistema, en ella quedaría la hueca simplicidad de uno de estos dos errores. O el error de esas críticas del capitalismo q ue […] al esforzarse por agudizar las contradicciones internas del sistema, terminan por demostrar no ya la contradictoriedad del sistema existente, sino directamente su imposibilidad , la 67 “[…] en 1998 la proporción de asalariados sin contrato de trabajo superaba el quinto de los trabajadores (22 por ciento)” en Chile, “y era de casi dos quintos […] (38 por ciento)” en México, CEPAL, Panorama social de América Latina, Santiago, 1999-2000, p. 99. 68 A partir de datos para el periodo 1992-1994, en un estudio sobre el empleo en Chile, Rafael Agacino concluye que “lo que está ocurriendo […] es una precarización de los puestos de trabajo, pues aumentan las ocupaciones para pobres y disminuyen aquéllas para no pobres”. En “Cinco ecuaciones «virtuosas» del modelo económico chileno y orientaciones para una nueva política económica”, en Economía y Trabajo en Chile. Informe anual 1995-1996, Santiago, PET, 1996, p. 63. 69 La tasa de desempleo abierto en América Latina pasa de 5.8 por ciento en 1990, al 8.7 por ciento en 1999. CEPAL, Panorama social de América Latina 1999-2000, Santiago, p. 96.
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imposibilidad de su existencia y de su funcionamiento […]. O bien se vería obligada a repetir el error opuesto de quien –aprisionado y comprimido por la existencia del mecanismo que indaga– atenúa y minimiza sus desequilibrios internos hasta el punto de tornar absoluta y eterna esa existencia y, por ende, no ver ya las razones por las cuales el sistema mismo no puede funcionar y durar hasta el infinito… 70 Los derroteros de las crisis no son entonces o la catástrofe o el estallamiento de desequilibrios que sólo contribuyen a la restitución de nuevos equilibrios. Las crisis operan en una dimensión que rebasa esta dicotomía, como veremos en lo que sigue. Si bien existen en la obra de Marx elementos para analizar las crisis, éstas no son desarrolladas de manera explícita en El capital71 ni en el resto de sus otras obras mayores de economía politica. 72 En el plan de trabajo de 1857 el tema estaba previsto ser analizado en el Libro VI (señalado como “el libro del mercado mundial y de las crisis”), pero desaparece en el plan de 1866. 73 La ley tendencial a la caída de la tasa de ganancia constituye el aporte fundamental de Marx al análisis de las crisis capitalistas. 74 Su formulación “parece sumamente sencilla”: 75 por su naturaleza, el capital busca incrementarse de manera constante y para ello debe elevar la productividad del trabajo, lo que le permite bajar precios y ganar posiciones en la competencia. El resto de los capitales deben moverse en igual dirección, ya sea para simplemente sobrevivir o para alcanzar ganancias extraordinarias. El gasto en equipos, maquinarias, nuevas tecnologías y conocimientos se convierte en un factor que impulsa al capital a revolucionar de manera recurrente la producción. Esta dinámica implica un renovado proceso de elevación de la composición orgánica del capital, al tener que destinar cada vez mayores montos de 70 L. Colletti, El marxismo y el “derrumbe” del capitalismo, México, Siglo XXI, 1978, pp. 33-34 (cursivas en el srcinal). 71 Son reiteradas las observaciones en esta obra de que “el análisis más profundo de las crisis […] se halla al margen de nuestra observación”. Véase El capital , op. cit., t. III , vol. 7, Siglo XXI, pp. 463-466. 72 Contribución a la crítica de la economía política; los Grundrisse; y Teorías sobre l a plusvalía (varias ediciones). 73 Plan que tampoco Marx logra concluir. Rosdolsky realiza una pormenorizada revisión de estos planes de trabajo y de las razones de sus cambios. Véase Génesis y estructura de El capital de Marx,
op. cit. 74 Marx la considera, además, “la ley más importante de la moderna economía política” y “desde el punto de vista histórico, la ley más importante”. Citado por Rosdolsky, op. cit., pp. 421-422. 75 Sin embargo “toda la economía política no ha logrado descubrirla hasta el presente…”, Marx, El capital, op. cit., t. III, vol. 6, Siglo XXI, p. 272.
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capital a la adquisición de capital constante en desmedro del capital variable. El resultado de este proceso provoca la ley tendencial a la caída de la tasa de ganancia, esto es, la reducción (relativa) de la plusvalía frente al monto total de capital que debe movilizarse para producirla. La caída de la tasa de ganancia no implica, por lo tanto, una reducción de la masa de plusvalía (por el contrario, ésta puede crecer), sino de la disminución de su proporción frente al capital total.
Si bien constituye una ley, en el sentido que la dinámica capitalista conlleva a propiciar su caída, existen mecanismos que76 apuntan a contrarrestar sus efectos, lo que la convierte en una ley tendencial. Entre esos mecanismos destacan los que favorecen el incremento de la tasa de explotación sin elevar la composición orgánica del capital, como la prolongación de la jornada, la intensificación del trabajo y la remuneración de la fuerza de trabajo por debajo de su valor.77 En todos estos casos, la presencia de una superpoblación relativa excedente favorece el accionar del capital. En igual sentido se mueven la incorporación de la mujer al trabajo y el de los niños y adolescentes, ya que “ahora la familia entera puede suministrar al capital una masa mayor de trabajo sobrante”,78 lo que opera también en la elevación de la tasa de explotación, sea porque se obtiene una misma masa de trabajo a menores salarios, sea porque aumenta el monto de trabajo disponible. El comercio exerior, cuando permite abaratar el valor de la fuerza de trabajo también favorece la elevación del gradoque de conforman explotación.el capital constante, sea El abaratamiento de los elementos por la elevación de la productividad interna, sea por bienes adquiridos en el comercio exterior, favorecen a su vez la elevación de la cuota de ganancia. Las crisis aceleran la muerte de capitales. Pero también propician la desvalorización de capitales y de los salarios, elementos todos que se constituyen en alicientes para una recuperación de la tasa de ganancia y el inicio de un nuevo periodo de reactivación de la reproducción capitalista. En este sentido las crisis son condición de muerte y resurrección del capital.
El énfasis en uno u otro de estos aspectos, y no su unidad, conduce a suponer ya sea que el capitalismo caerá por el peso de las contradicciones económi76 Como bien señala Colletti, su carácter de “tendencia” “[…] no quiere decir que la ley quede anulada o suprimida, sino que «su vigencia absoluta se ve contenida, entorpecida»; vale decir que la ley tiene vigencia, pero en un arco más largo de tiempo y a través de un proceso más complicado”. Porque “si así no fuese, ni siquiera se comprendería por qué hay que hablar de ley”. En El marxismo y el “derrumbe” del capitalismo , op. cit., p. 36 (cursivas en el srcinal). 77 Este tema, que “es […] una de las causas más importantes que contribuyen a contrarrestar la tendencia decreciente de la cuota de ganancia”, no es desarrollado , porque “nada tiene que ver con el análisis general del capital…”. Marx, El capital , t. 3, p. 235. 78 Ibidem, p. 233.
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cas que genera, o bien, que siempre encuentra un punto para restablecer su equilibrio. Tales son los términos simples del debate en torno a si existe en Marx, y en El capital en particular, una “teoría del derrumbe”.79 Por de pronto, afirmar “que la ley del valor es o bien el principio que regula el equilibrio del sistema, o bien el principio que expresa su contradicción fundamental”, es moverse en una lógica que olvida que dicha ley “es tanto el principio que explica la existencia del sistema como el que lo niega”.80 En efecto, el capitalismo genera condiciones para reproducirse, pero a condición de reproducir de manera ampliada sus contradicciones. El análisis de El capital desentraña la lógica de este proceso y pone de manifiesto no sólo la historicidad de las leyes que lo rigen, sino la naturaleza perecedera de ese orden societal. Pero ello no implica suponer un “derrumbe”, esto es, la idea de una crisis donde el sistema se paralice y se desintegre, dando vida a otra forma de organización social. De ser así, en Marx no habría necesidad de una teoría de la revolución social. Porque aquello no ocurrirá es que el socialismo es concebido como resultado de una búsqueda consciente y apoyada su construcción sobre las bases reales que mueven al capitalismo.81 La revolución social en el capitalismo no sólo es deseable, sino que es posible , permitiendo a la humanidad iniciar el paso de la prehistoria a la historia. Más que una “teoría del derrumbe” lo que tenemos en El capital es el estudio las condiciones queserpermiten al capitalismo reproducirse, pero, al mismo de tiempo, que pueda revolucionado y superado por otra organización societal. Y en ambos terrenos, sus contradicciones, y la crisis, como punto culminante de aquéllas, juegan un papel central. ¿Una o diversas crisis?
Visto desde el ciclo del capital, la ley a la baja tendencial de la tasa de ganancia se expresa de formas diversas, según la etapa de la metamorfosis en que se
79 Según Colletti, ese debate ha puesto en posiciones encontradas a autores tanto de “izquierda” como “revisionistas”. Bernstein y Rosa Luxemburgo se ubicarían entre los que sostienen que en Marx existe una teoría del derrrumbe, en tanto la negarían Kausky, Lenin, Hilferding y Bujarin, op. cit., p. 35. Para incrementar las confusiones Colleti señala: “la convicción que nos hemos formado a propósito de esto es que en la obra de Marx hay una «teoría del derrumbe» pero que allí, por otra parte, también hay razones para refutar, en principio, la validez de cualquier teoría de esta especie”(!!), op. cit., p. 36. Rosdolsky en tiempos posteriores también se adscribe a la posición del “derrumbe”. Véase Génesis y estructura de El capital de Marx , Siglo XXI Editores, México, 1978, p. 423. 80 Es Colletti quien se refuta a sí mismo, op. cit., p. 33. 81 Lo que marca algunas de las grandes diferencias entre el proyecto de Marx y el de los diversos socialismos utópicos.
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encuentre el capital. Desde la forma dinero puede observarse que aquella ley puede propiciar la sobreacumulación relativa de capitales, es decir, excesos de capital en relación con la tasa de ganancia existente; en definitiva, capitales que no se invierten esperando su elevación. El capital también asume la forma de mercancías en su ciclo. Y como la producción capitalista se orienta a ciegas respecto al monto de mercancías que se deben producir, al tender a la permanente elevación de la productividad del trabajo, y con ello incrementar la masa de mercancías lanzadas al mercado, propicia sobreproducciones de medios de producción y de medios de subsistencia, en donde muchos no alcanzarán a realizarse, esto es, a transfomar M’ en D’, o lo alcanzarán por debajo del valor contenido, reduciendo de esta forma la tasa de ganancia.82 Tendremos así crisis de sobreproducción de mercancías, o crisis de realización.83 Desde el ángulo del consumo, esto implica que el capitalismo genera una capacidad de demanda limitada respecto a su poderoso potencial productivo. A ello alude Marx cuando indica que “cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, tanto más entra en conflicto con la estrecha base en la cual se fundan las relaciones de consumo”.84 En relación con su capacidad de producir, el capitalismo siempre genera subconsumo, esto es, no es una producción establecida para resolver las necesidades de la población, sino para producir mercancías que le permitan valorizarse. En palabras de Marx, la contradicción […] consiste en que, de una parte, el régimen capitalista de producción tiende al desarrollo absoluto de las fuerzas productivas, prescindiendo del valor y de la plusvalía implícita en él y prescindiendo también de las condiciones sociales dentro de las que se desenvuelve la producción capitalista, mientras que, por otra parte, tiene como objetivo la conservación
del valor-capital existente y su valorización hasta el máximo…85 Porque la capacidad de consumo de la sociedad “no se halla determinada ni por la capacidad productiva absoluta ni por la capacidad absoluta de 82 “La masa total de mercancías […] necesita ser vendida. Si no logra venderse o sólo se vende en parte o a precios inferiores a los de su producción, [la] explotación no se realiza como tal para el capitalista […] o solamente va unida a la realización parcial de la plusvalía estrujada, pudiendo incluso llevar aparejada la pérdida de su capital en todo o en parte”. Marx, El capital , t. 3, p. 243. 83 “[…] se producen demasiadas mercancías para poder realizar y convertir en nuevo capital, en las condiciones de distribución y de consumo trazadas por la producción capitalista, el valor y la plusvalía contenidos en ellas, es decir, para llevar a cabo este proceso sin explosiones constatemente reiteradas” .Ibidem, p. 255. 84 Marx, El capital , Siglo XXI Editores, op. cit.,1976, t. 3, vol. 6, p. 314. (Esta edición es más clara en ese punto, que la del FCE, que señala que “cuanto más se desarrolla la capacidad productiva, más choca con la angosta [sic] sobre que descansan las condiciones del consumo”, op. cit., p. 243). 85 Ibidem, p. 247 (cursivas del autor).
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consumo, sino por la capacidad de consumo a base de las condiciones antagónicas de distribución que reducen el consumo de las masas de la sociedad a un mínimo susceptible de variaciones dentro de límites muy estrechos”, 86 los límites de la valorización del capital, que reclama cuotas de explotación determinadas y sobrepoblación excedente que presione para elevar esa cuota, limitan la satisfacción adecuada de necesidades en los asalariados. Entre la fase de producción (o de explotación) y el paso en la circulación a la realización de las mercancías, existe una distancia marcada por el hecho que estos dos procesos difieren en el tiempo y en el espacio. Y la realización se halla limitada “por la proporcionalidad entre las distintas ramas de producción y por la capacidad de consumo de la sociedad”.87 Además de crisis de consumo, las crisis asumen la forma de crisis de desproporción entre sectores: el de medios de producción y el de medios de consumo. 88 Como cualquier fase en los ciclos del capital es una metamorfosis de éste, siempre las crisis asumen la forma general de crisis de sobreproducción de capital , sea bajo la forma de dinero, de medios de producción (equipos, maquinarias, materias primas) o de mercancías. El nombre de la crisis dependerá de la fase del ciclo de la que hablemos . La no comprensión de este asunto ha gastado mucha tinta, 89 en donde por lo general se da por sentado que si calificamos la crisis de una determinada manera (sobreproducción, realización, desproporción, etcétera), ella es contradictoria con cualquierasubconsumo, otra. El capital, visto en su sentido social, como la suma de los múltiples capitales, recorre simultáneamente todas las fases, por lo que a la hora de producirse una baja de la tasa de ganancia quedará “atrapado” en todas ellas, sea como capital-dinero, sea como capital productivo, o sea como capital-mercancía. El ciclo se interrumpe dando vida a una crisis. Los factores que propician la caída de la tasa de ganancia, esto es, la búsqueda de elevación de la productividad para ganar y/o sobrevivir en la competencia, vía al elevación de la composición orgánica, son los mismos que operan en el incremento de la masa de mercancías que requieren ser vendi-
86 Ibidem
, p. 243.
87 Idem. 88
Los dos sectores que Marx distingue cuando analiza los esquemas de reproducción. Véase
El
capital , t. 2. capítulos XX y XXI . 89 Sólo a modo de ejemplo, véanse los trabajos de P. Sweezy ( Teoría del desarrollo capitalista , Fondo de Cultura Económica, México, 1974, séptima reimpresión); de M. Dobb (Economía política y capitalismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1966, tercera edición) y de. L. Colletti ( El marxismo y el “derrumbe” del capitalismo ”, op. cit.), entre otros.
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das para recuperar el plusvalor en ellas contenido. Por tanto confrontar estos dos elementos 90 (o caída de la tasa de ganancia o realización) como procesos independientes y desligados uno de otro es no comprender las “contradicciones internas de la ley” 91 tendencial a la caída de la cuota de ganancia, como el “conflicto entre la expansión de la producción y la valorización”. 92 En esta misma lógica, sólo una lectura fragmentada puede propiciar juicios como los que afirman que en ciertos pasajes Marx se presenta como adscribiéndose93a la idea de crisis por el subconsumo, en otros, a la realización, etcétera. Para Marx, como hemos dicho, las crisis terminan manifestándose de todas esas maneras. Todo dependerá de la fase de la reproducción que se enfatice, porque las crisis son simultáneamente la expr esión de la unidad del capital y sus varios rostr os o metamorfosis en sus ciclos de reproducción. Las crisis, por razones como las arriba comentadas, pueden propiciar el agotamiento de un pat rón de reproducción, con lo cual se crean las condiciones para el surgimiento de uno nuevo, periodo que puede ser precedido por una etapa de transición, en donde el antiguo no termina de morir o de subordinarse, y el nuevo, de imponerse y prevalecer. Cuando un nuevo patrón prevalece, lo que tenemos es que el capital ha encontrado nuevas condiciones para reproducirse, provocando cambios en los sectores otrabajo, ramas en quelas fungirán como técnicas, ejes de laenacumulación, en laproducidas, organización condiciones las mercancías en del los mercados a los cuales dirigirá su producción, en los agentes que inverti rán, en el tipo de asociación con el capital extranjero, en fin, en el conjunto o en algunos de los prin cipales estad ios que mar can el rumbo del ciclo del capital.
90 Colletti señala que en el marxismo “[…] a menudo terminó por prevalecer la concepción de las llamadas “crisis de realización”: concepción ésta a partir de la cual la crisis siempre se hace derivar de la declinación de la ganancia, aunque esta declinación se explique no por las contradicciones de la acumulación y por el aumento de la composición orgánica del capital, sino por la imposibilidad de los capitalistas de realizar el pleno valor de las mercancías que producen”. En El marxismo y el “derrumbe” del capitalismo, op. cit., p. 97. Colletti agrega que las teorías que enfatizan la realización en las crisis “provienen, por lo general, de autores que por una u otra razón no concuerdan con Marx en el reconocimiento de la ley de la 91baja tendencial de la tasa de ganancia”, op. cit., p. 97. Así se llama justamente el capítulo XV del tomo III de El cap ita l , que cierra la sección tercera en donde se ha desarrollado “la ley como tal” (cap. XIII ) y las “causas que contrarrestan la ley” (cap. XIV ). 92 Marx, El capital, t. 3, p. 245. La otra contradicción señalada en el capítulo XV es el “exceso de capital y exceso de población” (p. 248). 93 M. Dobb en Economía política y capitalismo, op. cit., incurre en comentarios en esta línea, pp. 85-86.
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Sistema mundial capitalista y división internacional del trabajo
La consideración del sistema mundial (capitalista) en el análisis introduce un conjunto de problemas de significativa relevancia en el tema que nos ocupa. Aquél constituye una unidad heterogénea desde varias perspectivas. La más relevante se refiere a la imbricación que establece entre núcleos económicoespaciales, el llamado centro o centros, con la capacidad de apropiarse –vía diversos mecanismos– de valores producidos en otras extensiones Así, económico-espaciales, las llamadas periferias o economías dependientes. tenemos un sistema mundial que opera con núcleos de acumulación de valor f rente a amplios territorios que sufren de desacumulación. Es como resultado de esta heterogeneidad intrínseca al sistema mundial capitalista que se gestan diversas modalidades de desarrollo capitalista, sea si nos referimos a las regiones o naciones que tienen la capacidad de atraer valores, o bien a aquellas que no tienen la capacidad de retenerlo. A ello aluden, por ejemplo, las nociones de economías imperialistas y de economías dependientes. Todas son capitalistas, sólo que operan y se reproducen de diferentes maneras. Los procesos que permiten la transferencia de valores de unas a otras regiones y economías varían en el tiempo. Si en la etapa colonial ello era posible por vías preferentemente políticas (las colonias entregando tributos e impuestos a las metrópolis, o sufriendo de despojos de riquezas y metales preciosos por la simple condición colonial), posteriormente tal proceso tiende a descansar de manera predominante en mecanismos económicos (deterioro en los términos de intercambio o intercambio desigual, pago de regalías, transferencias por el monopolio de conocimientos, intereses de la deuda, etcétera). Esta situación tiene repercusiones en las condiciones en que se desenvuelven los patrones de reproducción, sea en el centro o en el mundo dependiente, incidiendo en los niveles de acumulación, condiciones de explotación y superexplotación de la fuerza de trabajo, de los tamaños y modalidades de constitución de los mercados internos y externos, en fin, en el conjunto de factores que inciden en la reproducción del capital. Constituye, por tanto, una variable de significativa importancia a la hora del análisis de cómo se reproduce el capital, determinar el papel de una economía en el reparto del valor a nivel mundial, así como de los mecanismos que pueden beneficiarla o afectarla en términos de acumulación o desacumulación. Pero el sistema mundial capitalista no es sólo reparto desigual de valor. También refiere a modalidades diversas de producción de valores de uso, lo que nos lleva al tema de la división internacional del trabajo ( DIT) que se gesta en diversos momentos históricos.
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La monopolización de determinadas líneas de producción (y la producción, por ende, de determinados valores de uso) por las regiones centrales, va de la mano con la competencia que se produce en el mundo dependiente en torno a líneas de producción y de bienes, sean primarios, secundarios o terciarios. Ello pone de manifiesto que la DIT no es solamente un reparto de funciones diferenciadas a nivel del sistema mundial en materia de valores de uso, sino que ello también tiene implicaciones en el campo del valor como tal. Mantener prerrogativas monopólicas sobre determinados bienes o conocimientos, tiene implicaciones en la capacidad de apropiación de valor. Esto no significa desconocer que ciertas economías dependientes pueden contar con ventajas naturales, como yacimientos petrolíferos, lo que les permite limitar en periodos coyunturales la transferencia de valores al centro en el terreno comercial. Sin embargo, tales limitaciones no impiden que sigan operando otros mecanismos (como la capacidad de empresas financieras del centro de captar los excedentes alcanzados por economías dependientes en el comercio internacional), con lo cual el proceso heterogéneo de acumulación-desacumulación continúa operando en el mediano y largo plazo. Todo esto pone de manifiesto la necesidad de considerar estos problemas a la hora del análisis de las condiciones, a nivel del sistema mundial, en que se desenvuelve un determinado patrón de reproducción de capital. Patrones de reproducción del capital en América Latina
En situaciones históricas específicas nos encontraremos por lo general que existen articulaciones, en donde se produce la convivencia de un patrón de reproducción subordinado junto a un nuevo patrón que se convierte en el dinamizador del proceso de reproducción del capital en su conjunto. También será necesario introducir al análisis la noción de transición: momentos en donde un patrón no termina de subordinarse y el que emerge no termina de dominar con claridad. En general, se puede observar que el patrón primario-exportador atraviesa la reproducción del capital en la región, desde el siglo XIX a lo que va recorrido del siglo XXI . En la primera e tapa como pa trón domi nante. Con posterioridad, subordinado a los nuevos patrones existentes, readecuándose a las nuevas condiciones. Así ocurre en México, que sigue exportando plata, petróleo u hortalizas, en plena marcha del patrón exportador de especialización productiva, con automóviles, televisores, motores de combustión interna, etcétera. O en Chile, que junto a la pulpa de madera, harina de pescado, uvas y otras frutas y maderas, mantiene la exportación de cobre
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(refinado y sin refinar) en un nivel significativo. Mucho más abajo, también oro. 94 En una simple enumeración de los patrones ejes de la reproducción de capital que ha recorrido la región a partir de su etapa de independencia,95 podemos observar el siguiente cuadro: CUADRO 3
Patrón de reproducción a) Patrón primario-ex-
Periodo que cubre Hasta la segunda década del siglo xx
portador
b) Etapa de transición
Años treinta
c) Patrón industrial
De los años treinta a mediados de los años cincuenta
–Patrón internalizado y autónomo
Mediados de los años cincuenta a los años setenta
–Patrón industrial diversificado
Mediados de los setenta a los ochenta
d) Etapa de transición
Mediados de los ochenta a la fecha
e) Patrón exportador de especialización productiva
Cada uno de estos patrones (y sus subdivisiones) tiene su lógica interna de reproducción. Sin embargo, debe considerarse que ellos forman parte de un movimiento más general, el del sistema mundial capitalista, por lo que su análisis debe integrarse a los procesos que marcan el curso de dicho sistema, de las etapas que va cursando y de la lógica que rige cada una de sus periodizaciones. Lo particular del análisis no debe ir separado entonces de los procesos generales de los cuales forma parte. Esto implica asumir las características que presenta el proceso mundial de acumulación de capitales y la forma heterogénea que de ella se deriva en cuanto a la generación de centros, semiperiferias y periferias, o de centros imperialistas y regiones y naciones dependientes, y los movimientos y relaciones que en el proceso histórico se producen entre estas unidades interrelacionadas. , Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe, Santiago, 1996. Considerando la situación de los países de mayor desarrollo relativo.
94 CEPAL 95
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El sistema mundial capitalista establece en su curso diversas divisiones internacionales del trabajo, en donde alcanza sentido el papel fundamental que juega América Latina como región productora de metales preciosos, materias primas y alimentos desde la etapa colonial hasta la etapa del patrón primarioexportador. La crisis de este patrón, la etapa de tránsito que se genera y la posterior conformación del patrón industrial en América Latina tiene lógicas internas, pero ellas se articulan con las crisis del mercado mundial derivadas de la larga etapa que va de la primera guerra, la crisis de 1929 y la segunda guerra. En fin, el actual patrón exportador de especialización productiva alcanza sentido en el cuadro de modificaciones profundas en las comunicaciones, abaratamientos de los transportes y un nuevo estadio del capital financiero, todo lo cual ha propiciado integraciones del mercado mundial más intensas, así como nuevas posibilidades de segmentación de los procesos productivos, de relocalización de industrias y servicios y una elevada movilidad del capital, procesos que en la literatura en boga ha sido sintetizados bajo la noción de globalización. Pero si el seguimiento de los cambios en la divisi ón internacional de l trabajo privilegia la mirada sobre los cambios en la organización de la producción capitalista concebida como producción o fábrica mundial de valores de uso, ello debe complementarse con el análisis de la producción de valor y con los movimientos de apropiación-expropiación que el sistema mundial capitalista genera , asuntos que presentan particularidades en su realización en momentos históricos diversos.
Un problema teórico y metodológico de la mayor importancia es desentrañar los elementos que hacen posible que los cambios en los centros imperiales propicien cambios en las economías dependientes, o, dicho de otra manera, que “lo externo” se “internalice”, y cómo las modificaciones en el mundo dependiente repercuten en el mundo imperialista, o cómo “lo interno” (visto desde la periferia) se “externaliza”. Plantearse estos problemas evita mecanicismos, como suponer que bastaría conocer la dinámica de las economías imperialistas para entender lo que acontece en el conjunto del sistema mundial capitalista, o su contraparte, quedar reducido a los movimientos en las regiones dependientes y suponerles una autonomía absoluta. Debe considerarse que si hablamos de un patrón que alcanza forma en diversas economías (por ejemplo, el patrón primario-exportador) ello nos habla de rasgos generales comunes. Sin embargo, es necesario diferenciar las especificidades como tal patrón se desarrolla en las diversas formaciones económico-sociales. El patrón primario-exportador, para seguir con el ejemplo, no tuvo las mismas características en Argentina que en Bolivia o en México. Los valores de uso pro-
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ducidos en unos y otros casos, sus implicaciones para dinamizar o no manufacturas locales o el tipo de propiedad sobre los principales rubros de exportación (economías de enclave o de control nacional, para asumir la distinción en la materia que plantearon Cardoso y Faletto)96 y sus repercusiones en la estructura de clases y en el Estado, son elementos que permiten diferencias “nacionales” dentro de un mismo patrón de reproducción de capital. Ondas largas, patrón de reproducción y mundialización
Hemos mencionado que una de las características de la noción patrón de reproducción del capital es su función mediadora entre las unidades de análisis y categorías más abstractas (modo de producción, sistema mundial capitalista), y las unidades y categorías menos abstractas (formación económico-social, coyuntura). En este apartado nos detendremos con mayor detalle en esta particularidad y buscaremos poner en evidencia los problemas que esa función y su integración con otras unidades y categorías abre al análisis. Considerado el capitalismo como sistema mundial, éste presenta a lo menos cuatro ondas largas desde la etapa propiamente industrial a nuestros días, con sus consiguientes fases A (ascenso) y fase B (declinación):97 Onda larga Revolución Industrial
Onda larga 1a. Revolución tecnológica
Onda larga 2a. Revolución tecnológica
Onda larga 3a. Revolución tecnológica
A) 1789 a 1825 B) 1826 a 1847
1848 a 1873 1874 a 1893
1894 a 1913 1914 a 1939-1944
1940-1945a 1966 1966 a …?
Estas ondas expresan ciclos en el movimiento de la tasa media de ganancia, de incremento y posterior descenso, en periodos que abarcan aproximadamente entre 50 a 60 años, la cual una vez recuperada permite masivas inversiones. El paso de una onda larga a otra implica revoluciones tecnológicas aplicadas a la producción que terminan reestructuraciones de los procesos de reproducción del capital en todas sus dimensiones. Así por ejemplo, la onda larga de la primera revolución tecnológica supuso la aplicación productiva de maquinaria con motor de vapor, la onda larga de la segunda, de motores Véase su libro Dependencia y desarrollo en América Latina , Siglo XXI, México, 1969. Véase de E. Mandel, El capitalismo tardío , México, Editorial Era, 1979, pp. 127-130. También del mismo autor, Las ondas largas del desarrollo capitalista. La interpretación marxista , Siglo XXI Editores, España, 1986, p. 92. 96 97
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de combustión interna y eléctricos, en tanto la onda larga de la tercera implicó el control de máquinas por medio de aparatos electrónicos. No es difícil deducir de aquí que tales cambios en la reproducción del capital en el mundo central terminará provocando serias modificaciones en los procesos de reproducción del capital en las regiones semiperiféricas y dependientes, cuando no una nueva división internacional del trabajo (DIT). Al fin que estamos hablando de procesos que ocurren en regiones y economías que se encuentran interrelacionadas e integradas con otras regiones, en tanto el capitalismo funciona de formas “nacionales”, pero también como sistema, un sistema mundial. ¿Qué tienen que ver estas “ondas largas” con los patrones de reproducción? En lo más inmediato, ellas expresan ciclos de la tasa media de ganancia en el mundo central , esto es, los ciclos de sus patrones de reproducción, proceso en donde intervienen elementos que rebasan a ese mundo y que se “internalizan” en las economías dependientes, por la expansión del mercado mundial (vía la integración de nuevas áreas, de manera extensiva, o de áreas ya integradas, pero de una mayor intensidad en su integración), apropiación de valores generados fuera de sus fronteras, etcétera. Las tendencias que conducen a la caída de la tasa de ganancia, a pesar de la presencia de elementos que la puedan contrarrestar, terminan imponiéndose en la reproducción capitalista en el centro y en el mercado mundial, provocando crisis y recesiones de larga duración. En tanto partes nodales del sistema mundial capitalista, el ascenso de la tasa media de ganancia en las regiones centrales, o su declinación, desde la larga duración, propicia condiciones, sea para arrastrar o poner freno a los procesos de reproducción del capital en las regiones semiperiféricas y periféricas.Las ondas largas, en definitiva, ponen en evidencia los ciclos de reproducción del capital en tanto sistema mundial capitalista, esto es, como articulación de las particularidades de lare-
producción del capital en el mundo central y en el mundo semiperiférico y periférico, pero jerarquizado, con un mayor peso de los núcleos geográficos y económicos que funjen como ejes de la acumulación a nivel mundial, los cuales se concentran en las economías centrales.98 Lo anterior no implica suponer que las regiones y naciones semiperiféricas y dependientes operarán como simples reflejos en su reproducción capitalista de lo que acontece en los centros del sistema. Pero su espacio de acción estará en el largo plazo delimitado por los movimientos de la reproducción considerada de manera sistémica, si bien en periodos cortos y coyunturales, parecieran 98 “Estas ondas largas son más evidentes en las economías de los países capitalistas más avanzados […] y más en la producción mundial en su conjunto que en las economías de los países capitalistas considerados aisladamente”. Mandel, Las ondas largas del desarrollo capitalista , op. cit., p. 2.
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sobrepasar tales delimitaciones.99 Esto también es cierto incluso para casos de las propias economías centrales. Una fase depresiva puede implicar que algunas de tales economías presenten procesos de acumulación acelerados. 100 A la luz de lo antes expuesto pueden observarse algunos asuntos relevantes si se superponen a la periodización de las ondas largas antes señaladas los patrones de reproducción del capital gestados en América Latina.101 La primera onda larga abarca tanto los procesos de independencia en América Latina como las luchas intestinas que terminarán conformando estados nacionales, así como los primeros pasos de la integración de las naciones formalmente independientes al mercado mundial. Esta incipiente inserción, así como las debilidades de un proceso interno de acumulación propician campos de mayor autonomía entre los movimientos del ciclo en las economías centrales y América Latina. El patrón primario exportador que caracteriza esta etapa de la historia del capitalismo latinoamericano se extiende hasta finales del siglo XIX y algunas décadas del siglo XX, con lo cual se superpone al segundo ciclo que presentan las economías centrales. La fase descendente de este segundo ciclo (que culmina en 1893) coincide, en todo caso, con el periodo en donde el patrón primario exportador entrará en crisis en nuestra región. Aquí cabe subrayar que el sistema mundial capitalista presenta una clara división internacional del trabajo (DIT), en donde las economías centrales concentran en la producción industrial, en tanto,primas a lo menos América Latinasus se esfuerzos ha especializado en la producción de materias y alimentos. Esta primera DIT será la que entre en crisis con la propia crisis de la segunda y tercera onda larga en el mundo central y con la crisis del patrón primario exportador en América Latina. Una larga etapa de tránsición se inicia en la región, en donde se anuncia la emergencia de un nuevo patrón, el industrial, pero que no termina de imponerse, sino hasta el fin de la segunda guerra, que marca a su vez el fin de la fase descendente de la tercera onda larga (1940-1945). La larga etapa de prosperidad capitalista que se inicia en la economía estadounidense, y que posteriormente también se presenta en Europa occidental 99 Como la bonanza que vivieron los países productores de petróleo ante la elevación del precio del crudo, en los años setenta, en plena crisis económica de los países centrales. 100 “[…] como fue el caso de Estados Unidos después de la Guerra de Secesión y de Japón en el siglo XX [que] arrojan tasas de crecimiento superiores a la media incluso durante la fase de estancamiento de una onda larga”. Mandel, Las ondas largas del desarrollo capitalista , op. cit., p. 2. 101 El nivel general de las observaciones que siguen nos impide entrar en matices sobre las diferencias “nacionales”, las cuales es necesario considerar en un análisis más particular. Aquí simplemente pretendemos presentar hipótesis de investigación. Como en casos anteriores, tenemos como referentes a los países latinoamericanos de mayor desarrollo relativo.
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y Japón, tiene como correlato en América Latina el avance y consolidación del patrón industrial y su paso de una modalidad internalizada y autónoma (hasta mediados de los años cincuenta), a otra, diversificada y más integrada al capital extranjero (desde mediados de los cincuenta en adelante). Esta subdivisión alude al papel significativo del Estado latinoamericano en el impulso a la industrialización y a sectores burgueses locales, los cuales asumen un papel fundamental ante la retracción que los efectos de la guerra provocó en el mundo central. Esta situación sufre cambios radicales en los años cincuenta, cuando ante la necesidad de pasar a nuevas fases en la industrialización (creación de máquinas y herramientas, esto es, del sector I, medios de producción), el Estado y el capital industrial latinoamericano optan por asociarse con el capital extranjero, permitiendo que equipos obsoletos en la economía estadounidense, principalmente, resuelvan las necesidades anteriores, para lo cual se abren las puertas del sector secundario al capital extranjero. Ello provocará virajes significativos en el curso de la industrialización latinoamericana en materia de acelerada monopolización, cambios en la conformación del mercado interno, en tanto los equipos importados, si bien en el mundo central podían formar parte de la producción de bienes necesarios, en el mundo dependiente emergen como bienes suntuarios (autos, productos eléctricos: refrigeradores, radios, televisores, etcétera), propiciando fracturas y polarizaciones que terminarán por ahondarse en tiempos posteriores.102 La larga recesiva de ladecuarta onda larga de las economías centrales (iniciada en lafase segunda mitad los años sesenta) coincide grosso modo con el declive del patrón industrial diversificado en América Latina, que se manifestará en crisis de crecimiento, crisis de la deuda externa y la llamada “década perdida” al decir de la CEPAL, y que se prolonga en general hasta nuestros días. Ello no supone que no puedan producirse momentos de crecimiento, sea regionales o en países determinados. Una fase recesiva simplemente implica tendencialmente que los ciclos cortos de crecimiento serán más cortos y que los de estancamiento o recesión más prolongados. En la fase ascendente de una onda larga, por el contrario, las recesiones serán más cortas y los ciclos de crecimiento más prolongados. Es en esta etapa que emerge en el lenguaje de la economía y de las ciencias sociales el término “globalización”, que a la luz de los elementos hasta aquí considerados alcanza contenidos más específicos que el sinnúmero de ingredientes que por lo general tienden a atribuírsele, dando cuenta de todo y, por ello mismo, de nada. La noción de mundialización (con lo que abandonamos su nominación vulg ar, en tanto globalización) remite a una periodiza102
El tema ha sido desarrollado por R.M. Marini en Dialéctica de la dependencia , op. cit.
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ción referida a los procesos de constitución del sistema mundial capitalista. 103 En la etapa de mundialización se presenta la fase descendente, recesiva, del largo ciclo de expansión capitalista que se inició con posterioridad a la segunda guerra y que tuvo a Estados Unidos como eje central de la acumulación mundial. Esa fase descendente pone de manifiesto el fin de una modalidad de reproducción del capital en el centro, en la semiperiferia y en la periferia, así como el fin de la DIT que acompañó a esa reproducción en el sistema mundial capitalista, y de las correlaciones de fuerza que acompañaron estos procesos, con la apertura de un periodo de significativas pérdidas de posiciones del trabajo frente al capital. En la mundialización se presenta, a su vez, un periodo de tránsito, en donde el capital, sobre nuevos avances tecnológicos, busca las condiciones para la conformación de nuevas modalidades de reproducción y de recuperación de la tasa media de ganancia, propiciando reestructuraciones que liquidan o readecuan las formas organizativas de la reproducción de capital, tantos en las esferas de la circulación como en la producción, que reclama nuevas formas de relocalización productiva, de movilidad del capital, de explotación de la fuerza de trabajo y de reorganización del mercado mundial, aprovechando la expansión del mercado mundial con la desintegración de la ex Unión Soviética y la incoporación activa de China a dicho mercado, así como de los significativos avances en materia de transporte y comunicaciones. Desde esta óptica la mundialización puede ser entendida y aprehendida como parte de las categorías y procesos que permiten la periodización del capitalismo (entre las que se ubican ciclos u ondas largas, expansión del mercado mundial (que constituye su especificidad) y patrones), y ya no como una entelequia indefinida donde se diluyen los conceptos y procesos con los cuales se conjuga y de los cuales puede formar parte. Podemos contar entonces con elementos que nos permiten centrar la mira respecto a los procesos que le dan significación, ya sea respecto a las rupturas que esta periodización presenta, así como de las continuidades que ella arrastra. En tanto incorpora un periodo de tránsito y de agotamiento de condiciones de elevación de la tasa media de ganancia y de no emergencia de condiciones que permitan su recuperación sostenida, la mundialización supone para el sistema mundial capitalista un periodo de incertidumbre en varias direcciones: sea si el capitalismo encontrara esas nuevas condiciones, lo que daría paso al inicio de un nuevo ciclo de expansión; sea, respecto a la nueva DIT que ello podría implicar; sea sobre los patrones de reproducción que tomarán forma, tanto en el centro, la semiperiferia y en la periferia. 103
Un desarrollo más amplio de la noción mundialización puede verse en J. Osorio , El Estado en el
centro de la mundialización, Fondo de Cultura Económica, México (en prensa).
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Es en este cuadro de incertidumbres que emergen, en el plano económico, algunos signos que apuntan a la oc nformación de un nuevo patrón de reproducción en América Latina y que calificamos como patrón exportador de especialización productiva, el cual comienza a tomar forma desde los años setenta-ochenta del siglo XX, y que se caracteriza por el regreso a producciones selectivas, sea de bienes secundarios y/o primarios, relocalización de segmentos productivos, nuevas organizaciones de la producción, en general calificadas como “toyotismo”, flexibilidad laboral y precariedad, economías volcadas a la exportación, drásticas reducciones del mercado interno y segmentación del mismo, fuertes polarizaciones sociales, incrementos de la explotación y de la superexplotación y niveles elevados de pobreza e indigencia.104 La suerte de este “patrón”, así como de los que se han conformado en otras latitudes en este periodo (particularmente en el sudeste asiático) dependerán de la reorganización general del sistema mundial capitalista considerando a lo menos el conjunto de variables antes señaladas. Reproducción del capital en las economías dependientes
Si las tesis que formulan la existencia de centros, semiperiferias y periferias en el sistema mundial tienen alguna validez, ellas permiten señalar que la reproducción se realiza bajo formas cada uno estos espacios y del quecapital una tarea del análisis es llegarparticulares a formularen hipótesis quedeexpliquen esas particularidades. Para las economías dependientes, como las latinoamericanas, una de las claves se encuentra en la superexplotación del trabajo. 105 Este proceso rebasa la fase de la compra-venta de la fuerza de trabajo (D-Ft), en donde se pagaría un salario inferior al valor de aquella mercancía, o a lo que ocurre en la fase de la producción (P) en materia de prolongación de la jornada e intensidad del trabajo y sus consecuencias en acortar el tiempo de vida útil total de los trabajadores. La superexplotación tiene repercusiones en el conjunto de los eslabones que conforman la reproducción del capital en una economía dependiente y determina el curso de este proceso. 106 Señalemos simplemente algunos eleIV de este libro. Puntos que aquí simplemente enumeramos y que son objeto de análisis en el capítulo Para Marini, la superexplotación es el elemento definitorio de una economía dependiente. Véase Dialéctica de la dependencia , Edit. Era, México, 1973. 106 La condición de dependencia de una economía es mucho más que la acentuación de procesos del capital en general, los cuales se agudizarían en las regiones dependientes. Son transferencias de valor hacia el mundo central, rupturas en su ciclo del capital, etcétera. También son rasgos sui generis. Muchos procesos propios a toda economía capitalista, alcanzan en las regiones dependientes connotaciones particulares. 104 105
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mentos para ejemplificar la significación de esta afirmación. 107 La fase M ’D’, esto, la realización, se ve condicionada por la superexplotación en las economías dependientes debido al escaso peso de los salarios en la conformación de los mercados. Esto propicia una acentuada segmentación, en donde el mercado de consumo alto (plusvalía, rentas elevadas y salarios altos) tiene poco o ningún contacto con el resto de los mercados, sea el conformado por salarios medios y por salarios bajos. Lo que en las economías centrales es una tensión permanente, en las dependientes termina por convertirse en una ruptura. Este proceso alienta a su vez la acentuada especialización de las industrias respecto a los mercados (internos) segmentados a los cuales dirigen su producción. De esta forma, tanto los mercados y la planta industrial de una economía dependiente presenta una marcada heterogeneidad, a la cual se han referido diversos autores y corrientes. El elemento que explica esa tendencia parece encontrarse en la superexplotación. Igual afirmación puede formularse cuando dirigimos nuestra atención al mundo del trabajo y tratamos de explicar sus principales características. Por ejemplo, las prolongadas jornadas de trabajo y la elevada intensidad en la reproducción del capital dependiente, acentúan las tendencias presentes en la elevación de la composición orgánica del capital a expulsar mano de obra, y lanzarla al ejército de reserva. Si un trabajador puede dar, por esos mecanismos, trabajo de uno yque medio o dos trabajadores, capital “agotar” aellos trabajadores ya emplea, antes de darelpaso a laprivilegiará incoporación de nuevos trabajadores. El capital en las economías dependientes logra así, incrementar la masa de trabajo sin necesidad de elevar el número de trabajadores empleados. De esta forma, un mecanismo propio a cualquier economía capitalista, asume en las economías dependientes una connotación tanto más perversa: desgastando de manera superexplotativa a los trabajadores activos, el capital permite incrementar la masa de trabajadores inactivos, los cuales presionan sobre los trabajadores activos obligándolos a aceptar brutales condiciones de superexplotación. A su vez, aquéllos están disponibles para reemplazar a éstos para cuando opere el desgaste prematuro. El círculo que permite el sometimiento real del trabajo al capital termina por cerrarse. En esta línea tiene sentido el enorme peso que alcanza el ejército obrero inactivo, o superpoblación relativa, en las economías dependientes, así como sus diversas formas de existencia, todo lo cual ha propiciado extensos debates 107 Para una exposición más sistemática y extensa remitimos al artículo de R.M. Marini “El ciclo del capital en la economía dependiente”, en el libro de U. Oswald (comp.), Mercado y dependencia, Nueva Imagen, México, 1979.
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en torno a nociones como trabajo formal e informal, precarización, desempleosubempleo, terciarización y muchas otras, englobadas en la atención a la pobreza, dada la magnitud que alcanza este problema en el mundo en donde la superexplotación prevalece. Conclusión
Frente a la tendencia actual –en la economía y en las ciencias sociales en general–, a convertir el análisis en investigación de “pedacería”, la noción de patrón de reproducción del capital permite reconstruir la totalidad en una doble dimensión: primero, como la búsqueda de la lógica y de los ejes que articulan y organizan las formas fragmentadas como se presenta el capital (en dinero, en medios de producción, en fuerza de trabajo, en mercancías, si se consideran su metamorfosis), lo que también acontece cuando se privilegian sectores (minería, agricultura, manufactura, servicios), o ramas productivas (alimentos, vestuario, automotriz, etcétera), así como “temas” diversos, como procesos de trabajo, salarios, impactos territoriales, etcétera, para sólo mencionar algunos de los que concitan la atención en las investigaciones. Preguntarse por la lógica que guía los movimientos de un patrón de reproducción del capital, en su dinámica interna y en sus interrelaciones dentro del sistema mundial capitalista, no implica desdeñar la especialización que cualquiera deEllosproblema “temas” es o “fragmentos” antes mencionados, o cualquiera otro, reclama. que esta especia lización asume otra s características, ya que exige ubicarse dentro de un todo (o proceso) mayor del cual los “temas” o “fragmentos” forman parte, lo que permite “observar” interconexiones y lógicas internas que vistos de manera aislada ni siquiera se plantean. 108 En segundo lugar, favorece una visión que obliga a romper con las fronteras intradisciplinarias y con las disciplinarias, las que se han convertido en verdaderas camisas de fuerza, alentando la fragmentación-fragmentada (frente a la totalidad-fragmentada) en el análisis social y su reflexión. Estos son algunos de los principales valores heurísticos de la categoría patrón de reproducción del capital, amén de permitir desentrañar y periodizar la lógica que guía los movimientos del capital. Con ello, las nociones más abstractas presentes en la obra de Marx alcanzan las mediaciones necesarias que favorecen el estudio de situaciones más concretas. 108 Con todas las precauciones de trasladar ejemplos de la biología a las ciencias sociales, se puede ejemplificar lo anterior con el especialista que estudia el ojo. Podrá describirlo de manera exhaustiva en cada una de sus nervaduras, tejidos y líquidos. Pero nunca alcanzará a descifrar la visión, ya que ésta sólo alcanza sentido como función del ojo en tanto parte de un organismo mayor.
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Capítulo 3
Dependencia y superexplotación
EN EL 2003 se c um plieron 30 a ños de la p ublicación d e Dialéctica de la dependen cia,1 material que dentro de una producción amplia, constituye el trabajo más importante de Ruy Mauro Marini. Este libro, como muchas obras clásicas, ha suscitado desde su aparición múltiples y –no pocas– enconadas discusiones, tanto desde posicione s ajenas al ma rxismo, como d esde el inter ior d e esta corriente. Tal situación no es casual. Dialéctica de la dependencia (Dd en adelante) constituye el p unt o m ás alto en la exp licación d e las p art icular idad es como se r ep rod uce el capitalismo dependiente. Las críticas desde fuera del marxismo por lo general se encuentran adscritas a la idea de que el capitalismo latinoamericano puede alcanzar las modalidades de desarrollo del capitalismo central, o por lo menos una forma más “civilizada” (¿más equitativo? ¿más integrado? ¿menos h eterogéne o?) queparte la que a e“deformaciones” n la re gión, p oroloestadios q ue susque “barbar actuales formarían de present “atrasos”, serán idad su- es” perad os, en la med ida que avance justam en te el cap italismo. De allí su re cur so a térm inos como “pa íses en vías d e de sarr ollo” u otros similare s. Frent e a un a obra que le da sus ten to teór ico a plan team ientos “ rad icales ” como los f ormu lados por A nd ré Gun der Frank en torn o a que el capital ismo en la re gión lleva al “desar roll o d el subd esarroll o”, 2 no es difi cil enten der el afanoso es fuer zo por d esacred itar la ci ent ificidad de los plant eam ientos de Dd. Desde el marxismo, la s críticas se ap egan a u na or todo xia mal enten d ida (po r ejemp lo, que el an ális is d e Marin i es “c irculac ionis ta”, cuando debe p redo mina r la “pr od u cción”; qu e tod o cuan to suced e con el cap italism o “re al” ya está d icho en El capital , por lo que cualquier concepto que allí no se haya d esarrollado se con viert e en objeto de sospech a). Pero tam bién se en cuent ran críticos que se apegan a un Marx que el propio Marx desconocería (sea porque se ubic an en u n p re m arxis m o y/o por que de sconocen p unt os cen trales d e esta teor ía). 1 2
Editorial Era, México, 1973. En Capitalismo y subdesarrollo en América Latina , Siglo XXI Editores, Buenos A ires, 1970. 87
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El fin d e este tr abajo es una síntesi s teóric a que pe rm ita pon er de m anifi esto la actuali dad de las tesis de Dd par a pen sar el capitalis mo latinoam ericano d e n uestros días y su p er tinen cia p ara explicar las ten den cias fund ame nt ales que lo atr aviesan. La exposic ión ten drá como núcleo cent ral la categ oría superex p lotación, señalada por Marini c omo “fundam ento d e la dep end encia” ( p. 101) y que ha concentrado los embates centrales en las críticas a Dd. Breve contextualización
Desde la década de los cincuen ta a m ediad os de los s eten ta d el siglo XX América Latina vive una etapa de febril producción intelectual. Los debates tienen como un o de sus ejes cent rales la c aracter ización del capitalis mo e n la región. 3 Tras el triun fo de la Rev oluci ón cuban a en 1959, el as pe cto polític o de l debate teórico hizo a éste más inten so. ¿Cómo era posibl e la r evolución en una isla del Caribe en don de se s up onía un capitali smo inm adur o y, de acuerdo con la ortod oxia, l as fuer zas pr odu ctivas no es taban desarrolladas al pu nto d e ent rar en contrad icción con las relaciones de p rod ucción? El camino de respuesta a estos problemas tomó rum bos i nsos pechad os. El mar xismo latinoamer icano, en gener al anquilo sado en inter pr etaci ones mecá nicas y evoluci onistas de la “suc esión de mod os de p rod ucción”, no las po día encontr ar. La crític a m arxista a ese marxismo sól o alc anzará e n la r egión un a form a m adur a hasta los años s esenta. Con la creación de la Comis ión Económ ica p ar a Amé rica Latina y el C aribe (C E PAL), a finales de los añ os cuarenta, organismo d epen dien te d e Nacion es Un idas, se abrió una puerta por donde menos se esperaba. La crisis regional que p ropició la larga crisis del mercado mundial que va de la primera a la segunda guerr a y el d er rum be casi generalizado d e los preci os de las mate rias pr imas que sosten ían el pa tró n agr o-m in ero expor tad or en la zona , p rop ició en C E PALla atención po r el llamad o “det erioro d e los tér minos de int erc am bio”. Las mercancías que exportaba América Latina (como parte de la periferia) reclamaban mon tos mayores para obtener los mismos bi en es indu striales impor tados de los países centrales, los cuales se veían favorecidos en el intercambio, en d esm ed ro de los p aíses e specializad os en la pr oducción prim aria . Esta constatación alc anzada de la mano de Raúl Pre bisch y de un grup o selecto d e economistas (entr e ellos, Cels o Fur tad o y Aníbal Pinto), p uso en eviden cia los er ro res de las tesis clásicas del comercio internacional, que postulaban que la especialización p rod uctiva en bien es sobre los que se tuvieran ventajas comp arativas prop iciar ía el d esar rollo de las n aciones participan tes en tales relacion es com erc iales. 3 Este d ebate tu vo un a d e sus der ivaciones en la disc usión sobre el carácter feud América Latina.
al o capitalis ta d e
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Para la C E PALde aquello s años la sol ución se encon traba en la ind ustrial ización, e n tant o este proceso p erm itiría el progreso técnic o p ara de esta for ma revert ir o al men os dete ne r la tr ansferen cia de r ecursos de la “periferia” al “ centr o”. Desde el ma rxismo emer gerá un a corriente qu e pon e a disc usión este supuesto, enfatizando que es el capitalismo como sistema mundial el que genera desarrollo y subdesarrollo, tesis que es compartida por las vertientes de izquierda d e la C E PAL, en p articul ar d el Instituto Latinoam ericano de Planif icación Económica y Social ( ILPES ), organis mo d epend iente de C E PAL.4 Pero se llega más lejos. La ind ustriali zación no resolv erá el p roblema, ya que la lógi ca que or ienta el cap italis m o dep end ien te lleva al “d esar rollo d el subd esarr o llo”, 5 o en p alab ras de Mari ni, “e l fruto d e la d epen den cia no p uede ser [… ] sino más dependencia” ( Dd, p. 18), por lo que aq uel p royecto sól o ag ud izar ía los viejos p roblem as estructur ales y crearía otros n uevos . La h istoria region al ter min aría dá nd ole la r azón a e sta form ulación , califi cada a lo men os d e ex tre m ist a en su momento. Per o a p esar de su correcc ión, esta tesis carecí a d e sustentos teóricos que pu dieran exp licar las razones que ha cían p osible su funci onam iento. 6 Este es el vacío que termina por resolver Dd. En unas pocas páginas, en don de se pintaron “a brochazos” “algunas de las conclusiones” a las que había llegado en su investigación, Marini termina por cerrar un círculo en la definición de las tenden cias que rigen la repr oducci ón d el cap ital en las ec onom ías dep end ientes, en el marco del d esarrollo capitali esod , onde p ero tamp oco menos. Por ello afdelirmam os smo en otrcomo a parsistetem queaesm und Ddial. la oSólo bra en se form ulan “las bases de la ec onom ía polític a de la dep en den cia” y de u na “teorí a m arxis ta d e la dep end enci a”. 7 4 Es aquí en donde F.H. Cardoso y Enzo Faletto escriben Dependencia y desarrollo en América Latina , Siglo XXI Ed itores, México, 1969 , y Osvaldo Sun kel y Pedro Paz su libr o El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo , Siglo XXI Editores, Méxic o, 1970. 5 A.G. Frank, op. cit. Esta formulaci ón n ada tien e que ver con la idea del “estancamiento”, o de la imposibilidad de crecimiento de las economías dependientes, como de manera errónea y reiterada repiten mu chos críticos . 6 En el en sayo “América Latina como p roblema teór ico” se pued e encontr ar u na crític a a los supuestos teóricos y meto dológicos del trabajo de Fr ank. En m i libro Las dos caras del espejo. R uptura y contin ui dad en la sociología latinoamericana, Triana Editore s, Méxic o, 1995. 7 En “El m arxismo latinoameric ano y la d epend encia”, Cuadernospolíticos nú m. 39, México, enero -m a rzo de 198 4 y reed itado aquí como capítulo 5. Para Jo sé Valen zuela Feijóo, estos son juicios “ditir ámbicos” (véase “So b reexp lotación y depend encia”, en Inv estigación Económica, núm. 221, juli o-septiembre d e 1997, nota a pie,
p. 10 de 8). Marini. Pero los En elogios “excescrítico ivos” tambié los rea lizan otros a utores, mu chosque d e ellos en las desacuerdo con las tesis un trabajo a Dd,nque se propone “poner obstáculos cierren falsas salidas”, igual o más lar go que la obra que critic an, Fernan do Hen rique Cardoso y Jos é Serra, señalan que se ocuparán de la obra de Marini, ya que éste “fue sin duda quien presentó un cuadro explicativo más general para dar coherencia a los análisis”, y quien “propuso una ambiciosa teoría para explicar la dialéctica de la dependencia”. En “Las desventuras de la dialéctica de la dependencia”, Revista Mexicana de Sociología, n úm ero extr a o rdinario 78, vol. XL, 1 978. La respu esta d e Mar ini (“Las r azones d el n eod esarro llism o”) se e ncuen tra en el mismo n úmero d e esa revista, por lo que no n os ocupa remos aquí de aquel trabajo.
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La superexplotación del trabajo en el marxismo
La superexplotación apunta a dar cuenta de una modalidad de acumulación en don de d e ma ner a estructural y recurrent e se viola el v alor de la fuer za de tr abajo. Es una categor ía que no ap arece en El capital, lo que p rovoc a r eticenci as de mu chos c ríticos a Dd. Para compr end er su signifi cación en tanto categoría que busca dar cuenta del aspecto central de la reproducción del capital en el capitalismo dependiente , esto es, dentrotodedeformaciones económico-sociales gestadas el funcionamien l cap itali smo como s istem a muespecíficas nd ial, es neces ario por pa rtir d e un a cuestión m etod ológic a elem ent al: la exis ten cia d e d istintos niv eles de abstracci ón y de un idades de anális is en el m arxismo, a s aber: mod o de producc ión, modo d e pr oducc ión capital ista, si stema mun dial, patrón de rep rodu cción d el capital , formación económico-social y coyuntura. Cada un o de estos niv eles, en tan to un idad es que v an d e la may or a la me nor abstracc ión, s i bien form an p arte de u n sistem a conceptu al y categorial interrelaci onad o, reclama d e conceptos especí ficos, por que se abocan a p roblema s pa rticulares. En El capital tenem os los el emen tos centr ales que definen el mod o de pr oducci ón capitali sta, en d ond e d estac an las nociones de p lus valía ( forma qu e asume el pr odu cto excede nte en un a organ ización soc ietal def inida p or la relación capital -trabaj o asalariado) , y l a ten den cia d escend ente de la tasa de ganancia. Las categor ías y relaci one s de aquella obra constituy en e l pun to de pa rtid a para analizar la organización de las unidades de análisis menos abstractas (o más concretas), pero no las agotan . De all í la neces idad de nu evas categor ías pa ra abordar el análisis del sistema mundial capitalista, los patrones de reproducción del capital, las formaciones económico-sociales y la coyuntura. No ciones co mo imp erialis mo y dep end en cia (o “cen tros” y “per iferias” en el antiguo lenguaje cepa lino), o intercam bio desi gual, p or ejemp lo, ofrecen h er r am ien tas par a el a nálisis de l sistem a mun dial capita lista y las difere ncias y h et erogeneidades en materia de formaciones económico-sociales que genera el capitali smo en este n ivel de an álisis. La noción de superexplotación explica la forma como en las economías depe nd ientes se re p rodu ce e l capital, en e l ma rco d el d esar rollo d e d icho sistema . Su tr atam iento, como e l del imp erialis mo o las categorías para el anális is de coyun tura, n o las encontraremos en la obra mayo r d e Marx, porque las unidades de análisis que ellas ex p resan no es el que se aborda en El capital. La disc usión de si el c ap itali smo reclama en las regiones d ep end iente s la violación del valor de la fuerza de trabajo para funcionar, como lo postula
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Ruy Mauro Marini, 8 exige res p ond er a las razones p or las c uales M arx, en su análisis en El capital, no desarrolla este problema. ¿Ello es así porque este p roces o n o p ued e p roducirse? , ¿es una decis ión asumid a a p ar tir d e consi derar qué constituye un fenómeno irrelevante?, ¿o, simplemente, porque el nivel de abstracc ión ap licad o en el anális is exige no cont em plarlo? Los supuestos en el análisis de El capital
Todo par ece indicar que lo último es lo correc to. S on muchos los s eñalam ientos en don de Marx m anifiesta su atenci ón p or el p roblema. Y a en el tomo I , ed itad o y pu blicado en vida d el autor, Marx ind ica que “hacer descender el salario del obrero por debajo del valor de la fuerza de trabajo ”, es un “métod o, que desempe ña un pa pel m uy imp ortan te en e l mov imiento r eal de los sal arios” y que “queda excl uido” de sus c onsideraciones “ por una razón: por que aquí p artimos del supuesto que las mercancías, incl uyend o en tre ellas la fuer za de t rabajo, se compr an y v enden siempre p or todo su valor”. 9 El anális is del “capital e n g ener al” obliga a d ejar d e lad o considera cion es que en el terreno h i st ór ipueden co jugar papeles significativos. Pe ro aparece como el único camino que permita alcanzar el núcleo interno que organiza la economía política capitalista, al fin que “la transformación del dinero en capital ha de investigarse a base de leyes inmanentes al cambio de mercancías, tomando, por tanto, 10
como punto de partida , el cambio de equivalentes ”.
a p creado esar dep ello, cap ital obtene r un p lusvalor, d ada la diferencia entre el Y, valor or laelfuerz a delogr tra-a bajo en su utilización, es decir, puesta a trabajar, y su valor de cambio. En el p lan d e tr abajo de Mar x, el paso a n iveles más c oncretos de anális is (por ejemp lo, ap roximar se a situaciones en d ond e algunos de los supuestos considerad os no se c ump len, pero ah ora con element os teóricos par a comp ren der por qué n o se cump len), estaba c onte mp lado. A sí señalaba en 1857 11 la reda cción d e seis l ibros, 12 en d ond e en el primer o se anali zaría el c apital en gene ra l, la sección sobre la comp eten cia, la sec ción sobre el sis tem a cred iticio y la sección sobre el capital accionario. Par a 1866 la obra se h a red ucido a cuatro libros, los tres de El capital q u e conocemos , má s un cuarto conf orm ado p or los tres tomos de las Teorías so bre la plusvalía . Si en los dos primeros libros de El capital el an álisis se mu eve Véase su Dialéctica de la dependencia , Editorial Era, México, 1973. Marx, El capital, t. 1, p . 251 (últimas cursiv as del aut or). 10 Ibidem, p. 120 (prim er cursiv as del autor). 11 Plan esboz ado p or Mar x al fi nal de la Introd ucción d e 1857. V éase Grundrisse, Siglo XXI Editores, México, 1971, t. 1, pp. 29-30. 12 Ellos eran: el libro del capital ; el de la pr opiedad de la tierra; el d el trabajo asa lariado; el li bro d el Estado; el del comer cio exter ior y el li bro d el mer cado mu nd ial y de las crisis. 8
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en tor no a la abstracc ión de l capital “en gen eral”, en el ter cero “s e in cluyen también […] los temas de la competencia, del crédito y del capital accionario [… ] aunque n o […] en la medid a en que se lo había prop uesto Marx inic ia l m en t e 1”3 . Ello explic a, por ejemp lo, que en ese tercer lib ro d e El capital , a pesa r d e que ya se c onsidera n diferencias entr e valores y precios ( asunto q ue n o se hace en los libros I y II), s e señale qu e si bien la re du cción d el sal ario p or debajo d el valor d e la fuer za de tr abajo es “una d e las causas má s imp orta nte s que contr ibuyen a contr arrestar la tend encia decreci ente de la cuota de gan ancia” , el problema no se ana liza y sólo se ci ta “em pír icam en te, [… ] pue sto que […] como tan tas ot ra s cosas (…) nada tiene que ver con el análisis general del capital , sino que se relaci ona con el problema de la concurrencia, que no se estudia en esta obra”.14 Como que da en eviden cia, el hecho que p or el niv el de abstracc ión en qu e se mueve el análisis en El capital no se abord e el tem a d e la violac ión d el valor de la fuerza d e tra bajo, ell o no signif ica que e l fen óm eno fuese de scono cido p or Marx o que lo considerar a un asunto irrelev ante . Muy al contr ario, los límites que se autoi mp one p or razones de mét odo, a f in de d esentrañ ar la ló gica que orga niza, articul a y rep rod uce la ec onom ía burgue sa, lo llevan a n o ana lizar el problema. Estos lím ites ya n o existen cuan do en niveles más con cretos de análisi s, y en p a r t icu lar, cu an do se con side ra el sistem a mun dia l cap itali sta, es ne cesar io distinguir par que ticularidad entreseeconom quey funcionan como de l,sistema, dlas e otras op eranescomo m iperif ías erias dep end ien tes (o pcentro eriféricas en el len guaje de la C E PALde los años cincuenta y sesenta del siglo pasado). En d efinitiv a, el niv el de historic idad y de ap roximación a r eali dad es más conc retas (c omo las c onsiderad as por Mar x en su plan d e tr abajo de 1857, y que n o alcanzó a escri bir, referidas, por ejemp lo, al c omer cio exter ior o al m ercado mun dial) requ ieren d e la consideración de p roces os que an tes, a pesar d e conocer su importan cia, eran dejados de lado, pero que ahora se conv ierten en ele mentos sustanciales para dar cuenta de los problemas abordados . En esa ló gica es que Mari ni p ostula que “el f und amen to de la dep enden cia es la superexplotación del trabajo” 15 (n o m bre que oto rga al proce so d e viola ción del valor de la fuerza de trabajo). Con ello postulaba la tesis más significativa generada hasta hoy para identificar el núcleo central cómo se reproduce el capitalismo d e p en d i e. n t e
Esta te sis no n iega la exis ten cia d e super explotación en las llama das eco nom ías centrales, sea de man era coy unt ural, s ea en t iemp os de m ayor d ura13 14 15
R. Ro sdolsky, Génesis y estructura de El capital de Marx, Siglo XXI Editores, Méxi co, 1978, p. 69. Marx, El capital, t. 3, p . 235 (cursiv as del aut or). R.M. Marini, Dialéctica de la dependencia , Editorial Era, México, 1973, p. 101.
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ción. La d iferen cia r adic a que en las eco nom ías dep end ientes es a m odalidad de exp lotac ión se encuentra en el centr o de la ac umu lación. No es entonces ni coyuntural ni tangencial a la lógica como estas sociedades se organizan. Y alcanza s en tido en tan to se analiz a el cap itali smo como s istem a mu nd ial, que r eclam a tr an sfere ncias de v alores de las regiones pe riféric as al c ent ro y que las primeras, como forma de compensar dichas transferencias, terminan convirtiendo parte del “fondo necesario de consumo del obre ro” en un “fondo de acumulación de capital” , 16 dan do paso a una for ma part icular d e r ep rodu cción cap italista y a una forma part icular de capitalismo, el dep end iente. Explotación y superexplotación
La superexplotación, en tant o violación d el valor d e la fuerza de t rabajo, no impli ca mayor explotación. Ésta ha sido otra d e las pied ras en la que han trop ezado
mu chos c ríticos de la supe rexplotación. La noció n de explotac ión en el capitalismo remite al p roblema de la ap rop iación por pa rte de l capital d e un pro d ucto exceden te gestado p or los trabajadore s. La gestación d e ese p rod ucto excedente se da p or la d iferen cia en tre e l valor de la fuerza d e tra bajo y el valor p rod ucido m ás al lá de aqu el valor. O, dicho de otra m aner a, por la exis tencia de un trabajo ex cedente más allá del tiemp o de trabajo necesari o. El incremento del producto excedente puede darse de múltiples maneras: pducien rolongando la jornad de traba jo; elev prod do uctividad do el tiemp o de atraba jo n ecesar io;ando in tenlasifican el t rabadel jo; trabajo ap ro p iáynred ose el capital de parte del fondo de consumo (o de parte del tiempo de trabajo n ecesario) par a convertirlo en fond o de acumulac ión. A esta última m odalidad es la que Mar ini llama super explotac ión. Remi te por tanto a una forma de explotación en donde no se respeta el valor de la fuerza de trabajo. Y ello, c omo hem os visto –véase en el capítulo 2 d e este libro el ap arta do sob re Dimensiones en el an áli sis del v alor d e la fuerza de tr abajo, p. 44– pu ede dar se d e m aner a directa sobre el v alor diario, v ía salarios . O bien de m aner a ind irecta, v ía pr olongaci ones d e la jornad a o inten sificación d el trabajo, que aun que vay an acomp añad as de aum entos sal arial es, term inen afectand o el valor tot al de la fuerza d e tr abajo y de a llí a su valor d iario. En este cuadro e s que deben leerse c iertas f rases en el trabajo de Marin i en don de la sup erexplotación es asimilada a “mayor explotación del trabajad or” 16 Reforzando las consideraciones metodológicas y de abstracciones que hemos señalado anteriormente, Marx señala aquí que “al estudiar la prod ucción de plusv alía, par timos s iempre del supuesto de que el salario representa, p or lo m enos, el v alor de la fuerza de trabajo. S in embar go, en la p ráctic a la reducci ón forzada del sal ario por debajo de este v alor tiene una imp ortan cia dem asiado gran de…” El capi tal, t. 1, p . 505 (cursiv as del aut or).
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(Dd, p. 23, por ejemplo). Su señalamiento, visto el contexto general de los planteamientos en Dd es a dif erencia r en tre un a explotac ión que se apoya en el “aum en to d e la capacidad pr oductiva” , lo qu e pu ede alcanzarse r esp etan d o el v alor d e la fuerza de t rab ajo y pr op iciar m ejores s alarios y ma yor consum o (que pr ed om in a en el mu nd o “cent ra l”), de las form as de ex p lotación que se sustent an en la violaci ón de l valor de la fuerza de tra bajo (q u e p re d omina en el mundo dependiente), como veremos en un par de puntos más a d e l a nt e . Valor de la fuerza de trabajo y lucha de clases
Es sobre las bas es objetiv as que d efine n el valor d e la fuerza d e tr abajo 17 que pu ed e enten derse el pap el del des arroll o de la l ucha de c lases en la determ inación de los salarios, al igual que son la plusvalía y su transfiguración en ganancia y en ganancia media, en la concurrencia, los elementos clave para compre n d e r la d ispu ta en tre cap itales. En d efinitiva, no es la lucha de clases la que determina el v a l or , sino que es éste el que define el eje en torno al cual se desarrollará la lucha de clases. Visto en un a p erspectiv a gen eral , el problema que Marx busca resolver es la de finición de las bases objetivas que explican la lu cha de clases en el capitalismo, y no al revés, que la lucha d e clases exp lique los pr oblem as que h ay que in vestigar. Por este últil omo o qued amos atratodo; pad os callej sinlasal clases ter camin mina ría exp licando pereno,un ¿qué exp ónlica lucida: ha ladel ucha clasesd?,e ¿cuáles s on sus det erm inaciones en e l cap itali smo? A par tir de esto podem os ent end er el error de quienes s ostienen que un descenso en los salarios, de la forma que sea, imp lica un d escenso d el valor d e la fuerza de trabajo. 18 Hemos visto que sólo por la vía de incrementos en la productividad de los biene s-salarios y el d escen so del valor y de los p recios de e stos bi en es, se p ued e lograr un descenso en el valor d e la fuerza d e tr abajo, en pr op orción a l pe so de estos bienes en aquel val or. Pero u n d escenso sal arial pr opici ado p or otr os efectos (como p or la fuerza alcanzada p or e l cap ital en la lucha d e clases, lo que 17 18
Tema que he mos desar rollado en el capítulo 2 de este l ibro. Como lo sos tiene Val enzuela Feijóo cuando indica: “¿ Qué sucede cuando vg el salario real de ten -
se qu cae? queh ablar hablardeaquí sobreexplotación? nuestra no una lo debemos hdencia acer. Lo e sí[…] corr¿Tenemos espon de es un de descenso en el valor En de la fuerzaopinión, de trabajo , de red ef i n i cih ón acia abajo y por la vía de la reducción salarial, de ese valor”. op. cit., p. 113 (últimas cursivas del autor). En Marx el camino va en la dirección contraria a la que postula Valenzuela Feijóo. No es el salario el criterio par a deter minar el val or. Si así fuese, no se entiende tod o el trabajo de Marx par a ir más al lá del mund o inmed iato (el mund o don de los v alores s e tran sfiguran en p recios y el valor de la fuerza de trabajo en salario) y aden trarse en la tarea de pr ecisar una teor ía del v alor. A quello no sólo no tiene nad a que ver con Marx, n i siquiera con la economía clás ica p rem arxista.
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le permite “imponer” descensos salariales), sólo nos está poniendo de manifiesto cond iciones a tr avés de las cuales el capital ter min a violand o el val or d e la fuerza de trabajo. Si la p rod uctividad del tr abajo es más elev ada en los país es impe rialis tas (o centrales) 19 es lógico sup oner que ella también se extiend e a las ram as prod uctoras de bienes-salarios, con lo cual el valor de la fuerza de trabajo y los salarios en esos país es y regiones d ebieran ser má s baj os que en los países dependien tes. Lo c ur ioso es que ocur re exactame nt e lo cont rar io. ¿Ello se explic aría por que la luc ha d e clases es más exac erbad a en los prim eros que en los s egun dos? Ciertamente, como lo hemos señalado en páginas anteriores, la respuesta no se encuen tra en ese niv el. Diversas modalidades del capitalismo
En los país es y regiones i mp erial es el c apital s e rep rodu ce d e un a m anera par ticular. E n un d eterm inado mom ento de su desar rollo debieron incorporar d e ma ner a activ a a los trabajad ores a la reali zación, esto es , gener aron un a mod alidad de capital ismo don de par te sus tantiv a d e su pr oducc ión se dirige al mer cado intern o y en d ond e los asal ariados j uegan un p ape l relev ante . No es que los cap itali stas de l mu nd o centr al fueran má s civilizad os o tuvi era n más ética a la hor a de t oma r estas decis iones. El pr oblema, a este n ivel, s e rem itió a que necesi tabanidad m ercado interp no enor me p crear rod ucción que la ones el evación e la pr oductiv gen eraba, or ploara queladebieron las condici par a dincre mentar la explotación y, al mismo tiempo, elevar el consumo de los asalariados . Eso se puede lograr por la vía de elevar la productividad del trabajo en general y desde allí, abaratar los bienes-salarios en particular, con lo que reducen el tiemp o de trabajo n ecesario y se amp lía el tiemp o de producción d e p lusvalía. Valenzuela Feijóo aquí nuevamente se equivoca, afirmando que Marini sostendría lo contrario ( op. post scriptum que acompaña a Dd, que dice, consider ando más líneas , que “la superexplotac ión n o correspond e a u na sup ervivencia de modos p rimitiv os de acumulación de cap ital, sino qu e es inh eren te a ésta y crece cor relativame nt e al desarro llo de la fuerza productiva del trabajo” ( Dd, p. 98). La frase está inscrita en la discusión de Marini con F.H. Cardoso, quien postula que la superexplotación se identifica con la plusvalía absoluta, y en tanto el capitalismo industrial se sostien e en la p lusvalía relat iva, “p or significativa q ue sea (la) impo rt ancia h istórica (d e la su perex p lo tación), carece de inter és teórico” ( Dd, p. 92). En es e cuadro Marini argumenta que, particul armen te en el ca 19
cit., p. 109). Su soporte es una frase aislada, tomada del
pitalismo la prod , las fórmulas plusvalía superexplotación, tividad ladependiente intensificación del trabajo .de Enlaesto sigue relativa a Marx propician quien señala que la intensi dad al delfavorec trabajoerper miteu c imponer “un de sgaste may or d e tr abajo durant e el mismo tiemp o”, “tupiendo más den samente los poro s d el tiemp o d e trabajo” ( Marx, El capital, t. 1, pp. 336-337). Basta leer el conjunto de Dd para constatar la d e scon t extu alización qu e r ealiza Valen zuela Feijóo de la p osición d e Mar ini. Tamp oco se en tien de qu e un investigador serio, apoyado en fórmulas que no terminan de tapar los erro res teóricos, festeje su “descubr im ien to” de que “Estad os Un idos e s un a econ omía de pen dient e y Nicaragua un a po tencia dom inan te” (p. 112),
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Ese p aso en el capitali smo centr al estuv o m arcado por las rev oluciones tecnológicas que se gestan en su seno –proceso que requir ió de acumu laciones en don de n o son ajenas l as transf eren cias de met ales pr eciosos de la p eriferia al centro– así c omo de la acti va incorp oració n de Amér ica Latina al mer cado mu ndial co mo región prod uctora d e a liment os, lo que abarató elemen tos del c apital var iable e incidió en la reducc ión d el tiemp o de traba jo n ecesario en las econom ías cen trales, al tiemp o que las export acione s regionales de mat erias prim as operaban en a baratar el capital constante. De esta f orm a Amé rica Latina ay ud ó a que el capitalis mo cen tra l lograr a resol ver la ecuaci ón d e elev ar la tasa de exp lotac ión acomp añad a d e un a elev ación de los salarios; resol ver pr oblemas de realizac ión, en sanchand o su mer cado inter no con la inc orp oraci ón creci ente de su poblac ión trabajadora al m ercado; y contrar restar las tend encias a la caí da de la tasa de gan ancia. En ese m arco estructura l es que s e d a la lucha de clases en esas region es, a lo que habría que agregar la per man ente tr ansferen cia de r ecurs os de las regiones dependientes al mundo central, proceso que presenta modalidades diversas en diferent es mom ent os his tóricos . Como bien señala Marini, mientr as la i n serción d e Amér ica Latina al mercado mundial en el siglo XI X coadyuvó a generar los efectos antes señalados en el mun do centr al, s us res ultados al i n terior d e la regió n fueron d iametralmen te disti ntos ( Dd, pp . 23 en adelan te). Al conta r d esde la e tapa colonial c on un a econodemind ía volcad a alciamercad ex terr ifuerza or, h echo dizadetrl as los p rocesos epen den y con omayo en laque segseunprofun da mitad siglo X I X (conf orm án dose el pa trón o mod elo agro -m in ero expor tad or ), el capital latinoamericano contó con todas las condiciones objetivas para agudizar al máximo la t ensión que en frenta el capital de buscar explotar al máxim o a los tr abajad ores, a la ho ra de la p rod ucción, y e spe ra r que cuen te n con salar ios suficien te s a la hor a que eso s p ro d u ct o res, en la segun da fase de la circ u la ció n , se deben convertir en consumidores, para participar en la realización de la plusvalía. Aquí ya se hací a p resente un pr imer fac tor objetiv o par a pon er en mar cha los mecanis mos d e la sup erexplotaci ón. Los trabajador es loc ales no constituían un factor f und amen tal en la realiz ación, ya que el grueso de la pr oducc ión iba destinado a otr os mercados, ubic ados en Eur opa y Es tados Un idos de man era preferente. A este primer factor se une otro: la transferencia de valores y el intercambio desi gual entr e un as y otras economías, dada la diferen cia de p rod uctividad (y sobre esto, adem ás, de fuer za en el mer cado m un dial), buscó ser c om pe nsado p or el capital en las ec onom ías dep end ientes por el fác il exped iente d e ap rop iarse de par te del “f ond o de consumo” de los asalariados, para convertir-
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lo en “fond o d e acumu lación”. Con ello s e h acían pr esentes las condici ones objetivas p ar a gestar una mod alidad de cap italismo, el dep en diente, que termina ha cien do d e la s up erexplotaci ón un mot or cl ave de su rep rod ucción, proceso que ter mina expr esándose en la f ractura d e su c iclo del capital, al ges tar u n ap arat o pr odu ctivo que se div orcia de las neces idad es de consumo d e la población trabajadora. Es sobre estos cimientos estructurales que se desenvuelve la lucha de clases en la región y desde don de p ued en leer se los diversos pr oyectos (o pa tron es) de rep rodu cción p resentes en la h istoria posterior d e Amér ica Latina, los cuales se reorientan en algún grad o en los pr imeros pasos del ll amad o mod elo de indu strial ización, con la gestaci ón de ram as que p rivilegian el m ercado inter no y l a débil inc orp oración de asalariados a dic ho m ercado (en un mer cado mu nd ial trastocado y en crisis po r los ef ectos de la pr imer a guer ra, la cris is de 1929 y la segun da gu err a), pa ra vol ver a agu dizarse l a rup tur a en las últimas décadas d el p royecto industriali zador, h asta ll egar a n uestros días , con la gestación de un patr ón d e rep rodu cción que tiend e a p rivilegiar l os mer cados e xter nos y el mer cado inte rn o alto, c on lo que se v uelv e a re iterar , bajo nuevas condici one s, la brutal fractura en tre lo que se p rod uce y pa ra qu iénes, y las necesidad es del gru eso de la po blación local. 20 Ant e esta situaci ón , no e s difícil enten de r e l malestar de ciert os críticos , que quisi era n ver un capitalis mo m ás civilizado o m en os salvaje en el m un do d ependiente y en en América Latinano enlej particular, que allí creen éste con se la r eahar á pre sente algún futuro ano. 21oPero losposible deseosque chocan lidad. Pensar que los capitalistas que hegemonizaron estos procesos en América Latin a p od rían h abe r actu ad o d e man er as distin tas a las a quí re su m id as es olv idar las deter m inaciones objetiv as en las cuales s e en ma rcan las accione s de las c lases . ¿Por qué no inici aron p roces os de indu strializ ación en el si glo X I X ? ¿Por qu é n o llevaron a cabo revoluci on es ind ustr iales y po ster iore s 20 Estos son los temas centrales abordados en los puntos 1 (Integración al mercado mundial) y 2 (El se cret o d el in ter cambio desigu al) en Dd. A este ú ltimo p un to Valenzuela lo califica com o “un follón teórico descomunal”, al cual “más vale olvidar”, ya que le es “imposible desenredar”. Curiosa forma de discutir: lo que no se entiende se descalifica. Bastaría regresar a la discusión de Cardoso-Serra y Marini, citada en n ota 7, do nd e se encuentr a un a extensa crític a y réplic a aclaratoria sobre el tema. Pero las des calificaciones se comprenden cuando Valenzuela Feijóo afirma que el investigador sólo debe “recoger” datos, es-
tablecer de salarios con ellos dar por sentado del valor“promedios de la fuerzaponderados”, de tr abajo. constatar Los datos la escaída tán dad os, sóloybasta “recogerlos ”. Ademelás,descenso con algunas sofisticaciones estadís ticas los pr oblemas quedan resueltos . Tod o hu ele a un emp irismo d e un a ingen uidad extrema . Extraño en un investigador que teor iza y que cuenta con u na form ación sólida, no sólo en econom ía p olíti ca. 21 Los planteamientos d e F.H. Car doso y J. S erra se ubic an claramen te en esta perspectiv a, op. cit. Sus prácticas en las tareas gubernamentales que llevan a cabo en Brasil en años posteriores (el primero como Presidente y el segundo como secretario de Hacienda), terminan por confirmar lo anterior.
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gastos en la búsqueda de in novac ione s tecnológicas ? ¿Por q ué n o incorp oraron a los trabajadores al consumo y ampliaron el mercado interno vía mejores salarios? Si no lo hici eron y no lo sig uen haciendo, n o es por que fueran (o sean) me nos civilizados que sus pare s en Estad os Unido s y en Eu rop a. No es por que d esconoci eran (y desconozc an) fund ame nt os de econom ía y teorías del d esarroll o. Actuaron y ac túan en la raci onalidad que imp one la lógi ca de la r epr oducci ón del capital en circunstancias determinadas. Al contar con m ercados externos par a la pr oducc ión de plátan o, azúcar, s alitre o e staño, no h abía elemen tos que los llevaran a invent ar o crear ind ustrias en el siglo XIX. Si en aquellos mercado s resol vían la venta p rincipal d e sus produ ctos, ¿qué p odía imp ulsarlos a pr oducir otros bienes- salarios para amp liar el mer cado i nter no? S i sus trabaj ador es no p artici paban de m aner a central en la realiz ación, ¿a título de qué –que n o sean sup uestos i mp era tivos mora lesy religiosos– iban a elevar salarios? Si trasladam os estos inter rogant es a la situaci ón actual las respuestas c am inar án en la mis ma d irec ción. A modo de conclusión: superexplotación y totalidad
En loslas esfcuerzos por d inten el signos atraso yc eloinci s ubdesar latinoamericano, orr ientes e los tar másexplic v ariadar os den en rollo un aspecto: of recen elementos dispersos que nunca terminan de integrarse en algún esquema interpretativo. La lista de factor es en estas diver sas corr ien tes que cara cter izan y/o p ro p ician el subdesarrollo puede ser larga: débil crecimiento, falta de equidad; polarización soci al; bajos salarios ; enor me población exc ed ente ; elevad os ran gos de pobreza y mis eria; insufi cient e capacitaci ón de los rec ursos hum anos; m ercados inter nos débiles ; pobre desar rollo tecnológic o; ausencia de e mp resarios emp re nd ed ores; inversione s in suficien tes; heter ogen eid ade s e stru ctura les; ausencia de p rofun das reformas en el campo; falta de integr ación p rodu ctiva; carencia de institucio nes sóli das; corru pción, et céter a. 22 Por lo gene ral, en las visiones que r ecogen un o o varios d e los element os antes enunciados, nunca aparecen los factores que expliquen las razones del p orqu é Amé rica Latin a p resen ta esta s (u ot ras) caracter ísticas. M ucho m en os 22 Muchos de estos elementos se hacen p resentes en los “diagnóstic os” de or ganismos intern aciona les, como la nueva CEPAL, adscrita al pen samiento n eoestructural. Para un a visión crítica de los supuestos teóricos y metod ológic os de esta corr iente, véase el c apítulo 6 de este libro.
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los pr ocesos que p odrían revertir lo que se cons ideran tend encias antidesarrollo . En el f ond o nad a d e eso s e p ued e lograr p orque e stos diagnóstic os presentan una aguda carencia de explicaciones teóricas, que primero den cuenta d e lo q ue exis te, y má s tard e se p regun ten cómo –a part ir de las tendencias que predominan y de lo que ocurre– modificar el estado de cosas imperante. La ausenci a d e teor izaciones se s up le por lo genera l con e l trasl ado mecánico de algún m odelo de d esarrol lo construido a p artir d e la experiencia de un o o varios países centr ales y /o algunos “emer gen tes”, y a p art ir d e allí s e constata n las “desv iaciones”, las “distorsiones” o las “insufic ien cias”. Desde ese pun to de par tida, todo s e reduce a encuadrar la reali dad al mod elo pr opuesto. Pero como la realidad se comporta con otras lógicas, mal para la realidad, al fin que el mod elo –gener almente acompañ ado d e más o men os sofisticadas f órm ulas–, está lógica y racionalm en te constr uido. Desde e l mar xismo las c osas no caminan mejor. O se repiten fórm ulas a un nivel de gen eralidad válidas par a toda economía capitali sta en algún m omento, como debilidades o crisis en la acumulación, caídas de la tasa de ganancia, despr opor ción en tre sectores, etcétera, o bien el li stado de e lemen tos se hace con lengua je “marxista” : débil desar rollo d e las fuer zas pr odu ctivas; baj a com posic ión or gán ica d el capital y baja pr odu ctividad ; red ucción d e salarios ; acrecentamiento d el polo de la riqueza f ren te al polo de la m iseria; expan sión del ejérci ind ustrial de reserva, etcétera. razonesMdelucho porqm ás uélaseintegr pr esentan tos pr to ocesos y fenóm enos brillan p or suLas ausencia. ación esde las mismas en un esquema qu e no sea la repe tición de lo que El capital establece. La “teoría” , así asumida, n unca term ina p or integr arse c on la re alidad que inten ta exp licar. A par tir de la prop ues ta teóric a formulada p or Marini en Dd, que gira en torn o a la noci ón d e super explotaci ón, el pr oceso históric o que h a dad o vida a la form a par ticular de r epr oducci ón d el capital en el c apitalis mo d epe nd iente alcanza un nivel de integración que no alcanzan otros esquemas interpretativos, permitiéndonos comprender sus movimientos y periodos, a la luz de las tend encias pr esentes en el s istema mu nd ial capital ista, c omo d e man era ap retada h emos bos quejado en páginas anter iores . Frente al desarm e teór ico y a la especial ización fragm enta ria que pr evalece en escuelas, f acultades y c en tros d e in vestigac ión e n econom ía y de las ciencias soci ales en gen era l, alimen tad a po r el auge d e vert ient es neoclás icas y neoe structurales, l as pr opu estas teórica y met odológic a d e Dd camina a contracorriente. Su radicalismo no es sino la reconstrucción, en el plano del conocimiento, de un a reali dad porfiadamente r adic al.
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Capítulo 4
El nuevo patrón exportador latinoamericano
L AS ECONOMÍ AS latinoamericanas han sufrido profundas transformaciones en las últimas décad as del siglo XX y en los in icios de l siglo XXI . Sus estructur as han sido r em ecidas por crisis locales y el agotam iento d el mod elo de in du striali zación, los esfuerzos internos para reconvertirse y –al calor de la mundialización– crear nuevas economías exportadoras. Metodoló gicamen te h emos s eguido la noci ón d e p atrón de rep roducc ión del capital como guía par a este anális is, en ta nto n os perm ite una visión integral del pr oces o económic o, desde pr egunt arn os quiénes y dón de invi erten , 1 hasta a qué mercados se dirige la producción. Lueg o de un p eriodo de i nter regno, ha term in ado por tomar forma en Am érica Latina un n uevo pat ró n d e re p rodu cción d el capital, qu e en sus l íalesnu p ued caracte rizar se como un en nuecias vo con m odelelomeod xpelo or taex d opr.orSin enemas bagen rgo ,eresta eva eecon om ía p resen ta d ifer tador que América Latina conoció en el siglo X I X y a comien zos del siglo X X . Por e llo caracterizamos l a n ueva ec onom ía como un patrón exportador de especia lización productiva, que en fatiza el aban don o de l pro yecto de ind ustriali zación d i v e r isf i ac dp earo, qu e deja a bierta la idea de eco nom ías que p ued en seguir ind ustrializ ánd ose, s ólo que en rubros específ icos. Tam bién p er mite com pr ende r que la re in serción inter nacional pu ed e susten tar se en rub ros agr ícolas o m in eros, n o sólo in du striales, y que , e n cualqu ier caso, acen túa la vocación ex p o r t a d o r2a. En los primer os pun tos de este capítulo nos oc up arem os de los ej es produ ctivos en torn o a los cuales se constru ye el nue vo p atrón exp orta dor latinoame ricano, v iend o el c omp ortam iento d e las inversiones y el pap el del c ap ital extranjer o. En los pu nto s finales analiz amos el tema de los mer cados, tan to inter nos como exter nos. La rep rod ucción exige dar le soluci ón a la rea lización, El tratamiento teórico del problema puede verse en el capítulo 2 de este libro. Por tal razón n os parece inadecuado la noción “modelo s ecundario exportad or” empleada p or José Valenzue la Feijóo para car acterizar el n uevo patr ón . Véase ¿Qué es un patrón de acumulación?,Facultad de Economía, UNAM , 1990. 1
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por lo que el c apital l atinoameric ano h a debido c rear m ercados adec uados par a resolver sus movi mie nt os. Al diluc idar las tend encias que op eran en la constituc ión d e los mercados ten em os una r adiogr afía d e los s ectores soc iales inter nos conv ocados a p art icipar como cons umidor es, y de las regiones y países , en el exterior h acia d ond e se d irige la p roducc ión loc al. E sto n os perm ite responder a un o d e los i nter rogan tes claves del aná lisis económ ico: ¿par a quién se pr odu ce? Concluimos con una visión de conjunto, resaltando fortalezas y debilidades del ac tual patrón exp ortador. Consider am os en e l análisi s los casos de Chile y M éxico, dos econom ías parad igmátic as, por razones div ersas . La primer a es presentad a por la literatura especializada como un modelo a seguir, ante sus regulares y elevadas tasas de crecimiento. Méxic o, por su par te, tiene un p eso s ignif icativ o en el cont exto r egional, por el tamañ o de su econom ía. También e s un cas o atractiv o por sus creci ente s víncul os con la economía estadoun idense y el pap el pr ivilegiado qu e le h a otorgado históricamente el capital extranjero. Chile y México dif ieren re specto a las ram as y sector es en tor no a los cuales construy en sus nuevas economías. Pero tam bién en el grad o de a vance en esa cons tru cción. Ch ile in ició sus transf orm aciones p rod uctivas mu y temp ran ame nte , apen as unos años despu és del golpe m ilitar de 1973. Esta s ituaci ón, más condici ones de fuerza en amp quelioseespacio impu sieron pr inci pales med idas tran las sform ador as, otorgar on un de manlasiobra a los sectores hegemónicos. En México, el inicio de la actual re conversión se ubic a bajo el man dat o de l pr esiden te Miguel de la Mad rid (1982-1988) . Adem ás, las tran sform acione s se desarrollan en un cuadro de crecientes competencias electorales, lo que ha obligado a negociaciones internas, por lo que el camino ha sido más sinuoso que en Chil e. Ahorro interno e in versión
Un o de los aspectos relev an tes de los c am bios acaeci dos en la econom ía chilena en las últimas décadas tiene relación con la elevación de la tasa de inversión. H asta 1 970 el prom edio históri co de esta tas a era de l 15 por ciento, muy por deb ajo de cif ras que reba saban el 20 p or ciento en Brasil y cercanas a esa ci fra en México. 3 Pero un a vez superad a la crisis de inicios de los años ochen ta, la ta sa de inversión en Chile presenta un repunte significativo. 3 CEPAL
, América Latina en el umbral de los ochenta, Santiago, nov iembre d e 1979, p. 18.
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Si consi der am os los coef icientes d e in versión br uta fija, c omo p orcent aje del pr oducto i ntern o bruto, v emos que en Chil e este indic ador ha pasado del 21 por ciento en 1980 al 28.9 por ci ent o en 1996. Cabe destac ar que el pr omedio lati noam eric ano p ara este últi mo añ o fue d e 20.7 por ciento. Las cifras caminan en sen tido cont rar io en México. E n 1980 e l coeficien te de inversión bruta fija en este país f ue d e 24 p or ciento, desc end iendo al 15.3 por ciento en 1996. 4 El brusco desc en so en este añ o está asoci ad o a la cris is de 1995. Si n e mb argo , las cifras de añ os pr evios (1985, 17.4 por cien to; 1990, 17.9 por ciento), pon en d e man ifiesto un a tend encia a l a baja. Las carac terísti cas del ahorro per miten una pr imera ap roximaci ón al d isímil c omp ortam iento d e las inversiones en am bos país es. Lo pr imero qu e d estaca en este aspecto es el peso del ahorro inter no en el proceso de inv ersión en Ch ile y sus limita ciones en el caso mexican o. Veam os algun as estad ísticas: C UADRO 1
CHILE Y MÉXICO: COEFICIENTES DEL AHORRO INTERNO (Porcentajes del i ngr eso interno bruto real a p recios constantes de 1990)
Fuente:
Año
Chile
México
1980 1985 1990 1995
15.7 20.7 28.1 30.8
33.2 29.6 24.0 21.1
CEPAL,
Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 199 6, Santiago, 1997, p. 110.
El coeficiente del ahor ro intern o bruto ha seguido ten den cias opuestas en Chile y Méxic o. En el pr imer país s e d up licó en 15 añ os, en tan to en Méxic o, par a esos mis mos años, desc end ió del 33.2 al 21.1 p or ciento. Como por centaj e del PIB, el ahorro inter no m ás que d up licó en Ch ile su pa rtici pa ción en 1991, respecto al pr ome dio del pe riodo 1976-1981, al pasar del 14.2 al 29.3 por ciento. En Méxic o el co mp ortam iento fue más mod esto y con ten den cias a la baja, pasando en igual es años del 24.6 al 20.4 por ciento. 5 La clave del asc enso en Ch ile se encuentr a en la m asa de diner o que la pr ivatización d e los fond os de p ensiones ha d ejado d ispon ible en man os de div er4 5
CEPAL, CEPAL,
Estudio económico de América Latina y el Caribe 1996 -1997 , Santiago, 1997, p. 26. Políticas para mejorar la inserción en la economía mundial , Santiago, 1994, pp. 280-281.
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sos grupos económicos. Baste considerar que en julio de 1995 los activos de los fond os de p ensiones as cendían a 25,997 mill ones de dólares, c ifra sup erior al 40 por ciento del p rodu cto geográfi co bruto ( PGB ), y que p ara el año 2000 esos fond os se cal cula que rep resentaron el 80 por ciento del PGB .6 En México la pr ivatiz ación de los fond os de pen siones se inici ó r ecién en 1997, y para ese año se s eñala que el ahor ro p rev isional s e acercó al 1. 0 p or ciento del PIB, con un a cifra que o scilaría ent re los 3, 200 y 3, 500 m illone s de dólares. 7 El cam bio en la inversión y el ahor ro int ern o (al alz a en Chile y a l a baja en México) es un factor clav e en el sos ten ido y elev ad o crecimien to d e la econom ía chilena en la últi ma década d el siglo XX , así como en las dificultades de la ec onom ía mexic ana en igual periodo. Deuda externa y capital extranjero
Los pa gos a l a de ud a exter na constituyen f actores de d esc ap itali zac ión que oper an d e man eras div ersas en Méxic o y Chile. La deud a extern a mexicana ha tend ido a c recer enor mem ente, p asando de 50,700 mil lones de d ólares en 1980 a 166,381 m illones en 1999, 8 y ha e xigido sustantiv os recursos anu ales que han mermado las potencialidades de inversión. De 1986 hasta 1991 México pagó p or int ere ses de la d eud a cifras super iores a los 8,000 millones de dólares anualesmillones , con núm por en arr19 iba89 deylos 10, 000 mill ones entr e 1982 y 1985 9 y de 9,000 de deros ólares 1990. En el c aso chileno la deu da exte rn a es men or, per o con ten den cias a increme nt arse; s e elevó de los 21,768 millones de dólare s en 1994, a 40,395 mill ones de d ólares en el 2002, 10 y la sangría an ual para comp ensarla ha si do m enor también. Per o m ás allá de los núm eros abs olutos , lo impor tante es que esta s angría tien e p esos relativos distintos en a mba s econ omías. A sí, par a 1991, el servicio de la deu da m exican a constituy ó el 33.7 por ciento d el PIB, en tanto para Chile f ue d el 26.6 por ciento. 11 Fren te a las de ficiencias del ah orro in ter no y a los pa gos por la deu da , el recur so al capital ex tr an jero ha sido un recur so cent ral pa ra el capitalismo 6 Jaime Ruiz Tagle, El nu evo sistema de pensiones en Chile. Un a evalu ación provisoria (1 98 1 -1995 ), Programa de Economía del Trabajo (mimeo.), Santiago, enero de 1996, p. 9. 7
Seguridad o inseguri Juan los Arancibi “Lalaref orma del sisOsorio tema dy eBeren pen siones y el ahorTrroiana interEditor no”, en dad social: riesgosa, de reforma , de Saúl ice Ramírez, es- UNAM , México, 1997, p. 191. 8 CEPAL, Estudio económico de América Latin a y el Caribe 2002-2003 , Santiago, 2003, p. 41. Cabe notar que la deuda ha decrecido en los últimos años, llegando a 141,000 millones de dólares en el 2002. 9 Véase CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1992 , Santiago, pp. 488-489. 10 Idem. 11 CEPAL, La inversión extranjera en América Latina y el Caribe. In forme 1996 , Santiago, 1997, p. 7.
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mexicano, mostran do ta mbién u n p eso s ignif icativo en la dinám ica del n uevo capitali smo chilen o. Las cifras de la inv ersión extr anjera dire cta ( IED ) para los años noventa indican que se han mod ificado a lgunas tend encias pr esentes en los años oc hen ta y que ll evaban a re legar a América Latina d e los prin cipa les flujos exter nos. En 1990 la IED sólo d esti nó 31,800 millones de dólare s a los ll amad os “pa íses en desar rollo” (15.8 por ci ent o del total), en tan to par a 1994 es ta ci fra h abía ascend ido a 88,800 mill ones de d ólares ( 40.9 por ciento d el total) , sup eran do en 19 95 los 100,000 millones de d ólares. 12 Los países asiáticos y América Latina son los grandes destinatarios de estas inversiones. Los pr imeros pa saron del 9.1 por cient o en 1990, al 2 3.1 por ciento en 1994, en tan to los países lati noam ericanos el evaron su p artici pación d el 4 p or ciento (8,061 mill ones de dólares) , al 12 p or ciento (25,991 mill ones de dólar es) en los mismos años. 13 Los i n gresos d e I E D vin cula da a los proce sos d e p rivat ización re p re se n t aron e l 37.6 , 69.5 y 61.8 por ciento d el total de I E D en Améric a Latina e n los añ os 1993, 19 94 y 1995 re sp e ct i va m e n t e .14 Para años posteriores, la privatización d e Telebras en Brasil, YPF en Argentina y la comp ra de Banamex en México, por Citicorp, constituyeron grandes hitos de privatizaciones en don de pa rticipó el capita l ex tr an jero, lo que p erm itió ma nt ener elev ad o el monto de I E D en la región, el cual desc iende, sin em bargo, en el global a p ar15
tir del 2000. el comportamiento de la IED en el interior de América Latina Siaño miramos constatamos que ella ha ten dido a p rivilegiar de man era constante a México, Brasil y, en menor medida, a Argentina y Chile. 16 Para 1994, de un total de IED d e 25,991 millones de dólares en América Latina y el Caribe, México captó el 42.2 por ciento, Brasil el 11.8 por ciento y Argentina el 10.6 por ciento. Bastante más abajo se ubican Perú, Chile y Col omb ia. 17 Para el 2002 Brasil (14,084 millones de d ólares) ha desp lazado a México (13,627 millones de dólar es) d el pr imer lugar y Chile se ubica m uy lejos de estos do s países (con 1,139 millones d e d ólar es). 18 Idem. Ibidem, p. 9. Tal como lo ind ica CEPAL, es necesario subrayar que la IED dirigida a América Latina entre 1990 y 1994 tuvo una tasa acumulativa de crecimiento anual de 34 por ciento, superior a la de los países as iátic os, que fue de 2 8.7 por ciento. En Ibidem, p. 8. 12 13
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Ibidem p. 54.de 105,156 m illones de d ólares en 1999, se desc iende a 88,469 mill ones de dólares, De un ,total en 2000, y a 79,708 millones de d ólares en 2001. CEPAL, La in versión extranjera en América Latina y el Caribe 2001 , p. 27. 16 Arm and o Di Fil ippo, “ Tran snacionali zación e integra ción pr oductiv a en Amér ica Latina”, Revista de la CEPAL, núm. 57, Santiago, diciembre de 1995, p. 136. 17 CEPAL, La inversión extranjera… In forme 1996 , op. cit., p. 21. 18 CEPAL, Estudio económico de América Latina y el Caribe, 200 2-2003 , op. cit., p. 40. 15
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Más al lá de los núm er os abs olutos, el p eso de la IED en la eco nom ía de América Latina ha aumentado significativamente en los últimos años. De un 3.59 por cien to como p orcent aje de la inv ersión bru ta fi ja ( IBF ) para 1990, l a IED pasó al 8.1 2 p or ciento en 1994. 19 Si consi de ram os el ru bro d e las 200 m ayores emp resas expor tador as, desde 1996 el pe so de las emp resas extran jeras ha ten dido a ir en const ante aum ento, pas ando de 78, en ese año, a 98 en el 2000. 20 Por ot ra par te los bancos extran jeros han dad o saltos signifi cati vos en su par ticipaci ón en el total de acti vos en la ban ca regional. En México el proceso m uestra los may ores cambios : de un por centaje 0 en 1990, la banca ex tranjera ha pasado a controlar el 90 por ciento de sus activos en 2001. En Chile, de 19 p or ci ento h a pasado al 62 por ciento en iguales años. 21 El curso de la IED nos da pistas para descifrar el nuevo rumbo de la economía latinoamericana, ya que las ramas y sectores que ha privilegiado son los que presentan mayor dinam ismo y los que ten den cialmen te consti tuyen la base de la n ueva economía exportad ora. Los ejes productivos en el nuevo modelo
En el c aso de Chile s e ha señalad o que la reestructura ción d e la ec onom ía ha imp licado un p roceso de “desindu strial ización”, c aracterizado p or la pér did a de p osicione s de l sector m an ufacture ro en el p rod ucto global , así com o un peso 22
poco ativo ade1974, ese sec tor enlalas exp ortya aciones. Si considera el pe riodo quesignific va de 1950 cuando industria se ha convertido en unmos sector consolidado y aún no se inic ia la tran sform ación llev ada a cabo con p oster ioridad al gol p e militar , ten emos que en Chile la par ticipación del sec tor secun dar io en el pr oducto geográfi co br uto es d el 24.1 por cien to, en tanto dicho p ro m edio, para el per iodo de 1975 a 1989, sól o llega al 21. 1 p or ciento. 23 La idea d e un a pérd ida de posic ión de la ind ustria en la econom ía chil ena no par ece e q ui vo c a da . Sin em bargo, m ás que a un pr oceso d e “desi nd ustrial ización”, noció n que pu ede cond ucir al equív oco de supon er un desman telamiento d el sector s ecundar io, qui zá sea m ás acert ado señalar q ue estamos f ren te a un p roceso de rees19
CEPAL,
La inv ersión extranjera… In forme 1996 , op. cit., p. 23.
20 21 CEPAL, La inv ersión extranjera… In forme 2001 , op. cit., p. 41. Tendencias en igual dirección se presentan para Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela y Uruguay. Véase Ibidem, p. 19. 22 Véase, por ejemplo, de Ricardo Bielschowsky y Giovanni Stumpo, “Empresas transnacionales y cambios estructurales en la in du stria de Argen tina, Brasil, Chile y Méxi co”, Revista de la CEPAL, núm. 55, abril de 1995, Santiago. 23 Cifra calc ulada a p artir d e información en CEPAL, Inversión extranjera y empresas transnacionales en la economía chilena (1974-19 89) , pp . 159-162, S antiago, 1992.
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107
tructuraci ón, en don de antiguas ram as, algunas cons iderad as es tratégic as en pr oyecto s anteriores, han per dido pr esenci a. En e ste sen tido d estac a el r etr oceso d e las ram as metalm ecánic as y electró nicas , que d esciend en su p artici pación en el valor agregad o d el 9.7 por ciento en 1972, al 5.1 por ciento en 1992. E sta pérd ida se expli ca por el ci erre d e un imp ortan te nú mer o de em pr esas de biene s de capital y elec trón icas, así como por la contracción sufrida por la industria automotriz, que prácticamente desaparece. Estas ram as –que e n el cas o d e las ec ono mías de mayor d esarrollo relativ o de América Latina son las privilegiadas por el capital extranjero–, descienden en Ch ile su par ticipaci ón e n el valor agrega do ind ustrial del 30.7 por ciento en 1972, al 22 .5 por ciento en 1992. 24 La si tua ción es distinta en las ram as de alime nt os y bebidas y en los es llamados c om m o d i it(bienes int erm ed ios, q ue pr esen tan r ubros re levantes en Ch ile, c om o celulo sa y pa p el), cu yo p eso rela tivo e n la p ro d u cció n industrial pasó del 35.7 por ciento en 1972, al 49.1 por ciento en 1 9 9 22.5 La inversión extranjera ha sido significativa en la producción de celulosa, pap eles y cartones. E sta rama captó el 7 p or ciento del total d e la IED en el periodo 1974-1994, siend o el rubro ind ustrial de m ayor p eso en la aten ción d el capital extranjero. 26 Sin em bargo, istoinversiones en su conjunto, el secentor in dustrial h sectores a sido u esn campo privilegiado porvlas extranjeras Chile, si biennohay pecíf icos que han ganad o aten ción. A diferencia de lo que acontece con las más importantes economías regiona les, han sido la m iner ía, la agr icultur a y actividad es agroind ustriales l as que consti tuyen los s ectores más d inám icos de las exp orta cione s en Ch ile. Del total de las exportaciones en el 2001, los productos primarios aportaron el 82.2 por ciento, en tanto los productos manufacturados sólo lo hicieron con el 17.8 por ciento. 2 7 El dinamis mo exportador del sec tor p rimario n o ha sido ajeno al i nt erés del cap ita l ex t r a n je ro . En tre 197 4 y 1 994 la I ED de stinó el 52.8 por ci ento del total a las ac tividad es agrícol as y m iner as en Chile, con pre em inencia de l rubro extracci ón de miner ales m etálic os, que a bsor bió el 40.9 p or cien to, de24 R. Biel schows ky y Giov ann i Stump o, “Emp resas tra nsnacionales y cambios estructur ales en la industria de Argentina, Brasil, Chile y México”, op. cit., p. 146. 25 Idem. 26 Alvaro Calderón y Stephany Griffith-Jones, “Los flujos de capital extranjero en la economía chilena. Acceso r en ovado y nu evos usos ”, Desarrollo productivo, núm. 24, CEPAL, Santiago, 1995, 27 CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2002, Santiago, 2002, pp. 100-101.
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jand o sólo un 21.3 por ciento en la manufactu ra y u n 25.9 p or ciento en el sector tercia r io .28 La situaci ón es diamet ralm ent e disti nta en Méxic o, en don de la reestru cturación h a imp licado p rofundos cambios en su sector indu stri al, pero éste s igue siendo el espacio en d ond e se ubic an los nic hos pr odu ctivos más dinám icos y los que concentr an las may ores inv ersiones. D e un 87.9 por ciento en el valor d e las exportaciones para 1980, l os prod uctos pr imarios des cendieron al 15 por cient o en 2001, en t anto p ara esos mismos años las expor taci ones manufac turer as pasaron d el 12. 1 al 85 por ciento. 29 Esto nos da un a ráp ida, pero pr ecisa pincel ada d e la profund idad d e los cambios ocurridos en la ec onom ía mexicana e n los últimos años. Las ramas automotriz y de productos electrónicos (particularmente la maquila d e exporta ción) c onstit uyen d os de los rubros en d ond e se han concentrado las inv er siones y, p ar ticularm en te, las inversiones extr anjer as. Estos sectore s form aban par te del mode lo económ ico ant er ior, pero aho ra se han re estr ucturado, manteniendo escasa demanda de bienes locales. El grado de integración nacional promedio de la maquila de exportación fue de 1.08 por ciento entre 1984-1990 y de 1.55 por ciento entre 1991-1996. 30 Este sector se ha expandido de manera significativa en los últimos años. Por ello “la industria maquiladora de exportación […] en el último decenio se conv irtió en la p rincipal f uen te d e d ivisas, des pu és del pe tróleo, y en la generador a deman emptiene leostasas másde importan te delosec anufac turertos” o. Des años ochenta creci mient anutor alesm de d os dígi . 31 de El los explosivo crecimiento de este sector queda de manifiesto en las cifras siguientes: de 578 planta s maquil ador as a niv el nacio nal en 1980, s e p asa a 2,952 p lantas en 1998, en tan to, en mate ria de emp leo, pa ra iguales años, el salto es de 119,546 a 1‘000,304 personas. 32 En el cas o de la industria autom otriz, en tiemp os rec ientes s e han abierto un a serie de p lantas que c onstituy en la p lataf orm a de lanzamient o par a la e xpan sión d e las expor taci ones. L os capitales son pred omina ntem ent e estad ounid enses, j ap one ses, alema ne s y franceses . Entr e otras dif eren cias con la antigua ind ustria automotr iz, ahora se trata de p lantas que pr oducen p ara el mercado exterior, y a sea unidad es comp letas o pa rte s de las mismas, c on e levad a tecnología. La s egm en tación de los pro ceA. Calderón y Stephany Griffith-Jones, Los flujos de capital extranjero en la economía chilena, op. cit., p. 17. CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2002, op. cit., pp. 100-101. 30 Jorge Car rillo y Alfred o H ualde, “Maquiladoras de ter cera gener ación. El cas o de Delphi-General Motors”, Comercio Exterior,vol. 47, núm. 9, septiembre de 1997, p. 747. 31 Idem. 32 En Josefina Morales (coord.), El eslabón industrial. Cuatro imágenes de la maquila en México, Editorial INEGI . Nuestro Tiempo, México, 2000, p. 176, con base en datos del 28
29
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sos pr odu ctivos a niv el inter na ciona l, favore cida en tre otr as cosas por los adelantos en m ater ia de comu nicac iones y tran sportes, c onstituy e un o de los elemen tos que s e en cuen tran en la bas e de estas tran sform aciones. Para 1994, de las 2,121 empresas que integraban la industria maquiladora de exp ortación, 171 emp resas estaban ligadas a l a p rod ucción autom otriz. La front era con Estados Un idos era la zona p rivilegiada, c oncentran do 123 empr esas (120 en el n oroe ste) y sólo 48 se loc alizaban en el inter ior d el pa ís. 33 Según Maldon ad o, l a indu stria autom otr iz se reloc aliz a en tr es núcl eos geográfi cos: en el centr o de l país , alreded or d e la ci udad de Méxi co; en el noreste y centro occ idente , en u na diagonal que va d e Monter rey a Guadalaj ara; y en el noroeste, en tor no a H erm osillo, C iudad Juárez y la ciudad de Chihuahua. 34 La indu stria d e p roductos el ectrónic os también h a sufrido cambios i mp ortan tes, siend o quizá el má s significativo el florecimien to de las planta s maqu ilad oras. Para un a visión del p eso alcanzado p or este sec tor baste consi der ar que en 1994 cerca d e 9,000 millone s de dólares d e las expor taciones totales d e la rama corre sp on d ie ron a la industria maquiladora electrónica de ex p o r tació n .35 Aquí se ubican grandes em presas tr an snacion ales, como Ericsson, AT &T, N EC, Pana sonic, Alcatel, I BM , H ewlett Packard y Motorola, entre otr as. Si bien ap arecen sistemas or ganizaci onales y tecnológic os más comp lejos que per miten h ablar d e una segund a y tercera generació n d e maquilas , dentro 36
de lo queicativa algunos ominan sistema m und m más anufacturas te signif queden se ejerce en elMéxic o figur a enialtredelas s imp les, y peuna or ppara37 gadas en la industria electrónic a a nivel mun dial. En los prim eros años del siglo XXI , la ind ustria m aquilado ra m exicana r esiente una dura comp etenci a, partic ularmente de la ec onomía china. El lo ha r epercuti do en un desc enso en el nú mer o de establec imientos y en el em pleo. Entr e enero d e 2001 y oc tubr e d e 2002, tod os los sector es pr od uctiv os se h an visto afectados , par ticularmen te el del c alzado (c on d escensos del 36.5 por ciento en establecimientos y del 21.2 en personal), textiles y confecciones (27 y 16.6 por cien to respectivame nte ), muebles (18.9 y 12.3 por cient o) y alime ntos (con u n d es33 Seraf ín Maldon ado, “La r ama autom ovilísti ca y l os cor redor es industriales en el n México”, Comercio Exterior, vol. 45, núm . 6, junio de 1995, México, p. 490. 34 Ibidem, p. 489.
oroeste de
35
Véase deMéxico, Alfred op.Salomón, “Perfil de la ind ustria electrón ica”, Comercio Exterior,vol. 45, núm . 8, agosto de 1995, 582. 36 “Las emp resas ( maquiladora s) de p rimer a gener ación se pu eden caracteriz ar como «bas adas en la inten sificación de l trabajo m anu al», las de segund a, «basadas en la racionalizac ión d el trabajo» y las emergente s o de tercera g ener ación, « basadas en comp etencias i nten sivas en conocimiento ». Jorge Car rillo y Alfredo H ualde, “Maquil adoras d e tercera generación. El cas o d e Delph i-General Motor s”, Comercio Exterior, vol. 47, núm. 9, México, s ept iembre d e 1997, p. 749. 37 A. Salomón, “Perfil de la industria electrónica”, op. cit., p. 582.
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censo del 18.2 por ciento en establecimientos). El sector automotriz (con descensos del 5 y 6.7 por ciento) ha sido el menos afectado. El electrónico ve descender levemen te el núm ero de estableci mientos (8. 9 p or ciento), pero con un a elevación alta del de sempleo (27.1 por ciento), 38 con par ticular a fectación a las plan tas que fabric an insum os más si mp les, n o así las tecnológi cament e m ás comp lejas. 39 Las transformaciones del mercado interno Desempleo y salarios
Iniciemos esta par te d el anális is con sideran do lo qu e acontece c on el desemp leo. C UADRO 2
CH ILE: TAS A DE DESOCUPACIÓN NACION AL
Año
Tasade desocup.
1968 1969 1970 1971 1972
4.9 5.5 5.7 3.8 3.1
1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983
4.8 9.2 14.5 12.9 11.8 14.1 13.6 10.4 11.2 19.4 15.0
Tasade desocup.(a)
Año 1984 1985 1986 1987 1988
16.8 17.8 17.7 18.3 17.5 15.7 16.1 26.4 28.5
Tasade Tasade desocup. desocup.(a) 15.5 12.2 8.8 7.9 6.3
1989 1990(b) 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
5.3 6.5 9.3 7.0 6.2 8.3 7.4 7.2
24.6 21.0 13.9 10.8 7.0
Tasade Año desocup.(c) 2000 2001 2002
9.2 9.1 9.0
7.8(c) 7.4 6.4 6.1 6.4 9.8
Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas ( IN E). Trimestre octubre-dic iembre d e cada año. Tomado de Economía y Trabajo en Chile. I nforme anual 1995-1996, Programa de Economía del Trabajo, Santiago, 1996, p. 268. (a) Incl uye progr amas especial es de em pleo ( PEE ), como e l Pro grama d e Empleo Míni mo (PEM ) y el Programa Ocupacional para Jefes de Hogares ( POJH ). Estos pr ogram as comen zaron en 1975 y terminar on en 1988. (b) Desemp leo urbano región metr opolitana. Tomado d e CEPAL La brecha de la equidad. Améri ca Latina, el Caribe y la cumbre social,1997, p. 53. (c) Desempleo total nacional. Tomado de CEPAL Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2002-2003, Santiago, p. 44. ,
,
38
CEPAL,
39
Idem.
La inversión extranjera en América Latina y el Caribe 2002 , Santiago, p. 40.
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Las c ifras muestran un salto en la d esocupación a p artir d e 1974, pr imer año d el gobi ern o mili tar, que cas i dobla el mon to del añ o anter ior. De 197 5 hasta 1985 la desocupación presenta niveles de dos dígitos, alcanzando los niveles más altos en 1982 (19.4 p or cient o). Debe subrayarse que estamos hablando de más de 10 años con tasas de d e se m p le o por ar riba de los p romed ios históricos (de un 5 p or cien to). Esto es resultado d el elevado n úm ero de e mp resas que quieb ran en estos años, debido a los p roblema s de rent abilidad , y a la reor ient ación d e las inversiones. La tasa de d esoc up ación qu e incorpor a los program as es pecial es de em pleo d a m ejor cuenta d el niv el real d e d esoc up ación, ya que aquéllos fueron formu lados para p aliar el d esemp leo v ía ( el s ubemp leo en) program as de ornato y limp ieza. Consi der and o esas c ifras, desde 1975 a 1985 el desemp leo es sup erior al 15 por ciento, llegando a afec tar a m ás de un cuarto d e la pobla ción econ ómicame nt e activ a en tre 19 82 y 1984. Sólo a par tir de 1989 la desoc up ación d esciende, p ara vol ver a in cremen tarse a finales de los noventa, co n cifras que se m antiene n hasta el 2002 p or e ncima d el 9 por ciento. El abrup to incremen to del desemp leo en la etap a inic ial de la puesta en mar cha del nu evo mod elo se hizo s entir d rástic amen te en los ingresos de la p oblación trabajadora. C UADRO 3
CH ILE: ÍN DICE REA L DE REMUN ERACION ES (Base 1970= 100)
Año
Índice
1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982
100.0 125.3 126.6 —
64.1 62.0 65.4 70.7 75.1 81.4 88.5 96.4 96.1
Año
Índice
1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996
85.8 85.9 82.2 83.8 83.6 89.1 90.8 92.4 96.9 101. 3 99.9 105. 0 109.3 112.9
Año 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Índice(a) 106. 6 109.5 112. 1 113.7 115. 5 117. 9
100 (a) 104.1
Fuente: IN E . Tomado de Economía y Trabajo en Chile. Informe Anual 1995 -19 96 , Programa de Economía del Trabajo, Santiago, p. 276. (a) Índ ice 1995= 100, C E PAL, Estudio económico de América Latina y el Caribe 2002-2003, op. cit., p. 45.
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El año base d el índ ice (1970) c orres pon de al último del gobierno d e Edua rd o Frei (pad re), por lo que no s e encuent ra alterad o por la p olítica de redistribución de l ingreso que im pulsó el gobiern o de Salvad or Allende y que se ma nifies ta en 1971 y 1972. A pesar d e tom ar como base u n año “no inflado” , la caída qu e ex p resa el índice para la segunda mitad de los años setenta y los ochenta es enorme, descendiendo en tres años (1974 a 1976) a poco más de 60 puntos. Recién en 19921993, esto es, 2 0 añ os despué s, se alcan za el nivel d e rem unera ciones de 1970. Las cifras muestran una tímida recuper ación d e las remun eraci ones a p artir d e 1988, p rimer año del gobiern o civil de Patr icio Aylwin. La d ebil idad de esta recuper ación contrasta con las c ifras de expa nsión de la eco nom ía chilena, que d esde me diados de los años oc hen ta m uestra si gnos de u n vigoroso c recimiento, con un p rom edio c ercano al 7 por ciento para la última década d el siglo XX . A la elev ación d el ah orr o y de las inv er sione s, se sum a la cont racci ón salarial en su etap a inici al. Así ap are ce un n uevo s op ort e de l “milagro ch ilen o”: el drástico recorte del poder adquisitivo de los trabajadores. Esto ha d ad o a lugar a un a situación nu eva en A mé rica Lati na y en Chile en particular. Si hasta los años setenta la pobreza iba asociada a desempleo , des de los ochenta en adelante se puede ser pobre a pesar de tener empleo , debid o a la d rástica caída d e los s alarios. A pare cen, en ton ces, los “ ocupad os pobr es”. “En 1992 men -señala gaci no45.5esp decir, or cient o d la e los oc updeados (en Chile) recibía osRafael de d osAsalarios mínunimos: c asi mitad los ocupad os es taba bajo o en la lí nea de la pobreza. Es ta si tuaci ón tiende a r epetirse dos años después: en novi embr e de 1994, un 46.2 p or ciento de los oc up ados se encontr aba en esa situaci ón”. 40 Agacino indica que actualmente “un porcentaje importante de los pobres no son típicamente los excluidos, sino precisamen te los i ncorp orad os al me rcado d e tr abajo. S i esto es así , enton ces el problema es que el prop io mercado de tr abajo está operan do como uno d e los tan41 tos mecanismos reproductores de la pobreza”. Esta situación permite msrcerar el optimismo de las estadísticas oficiales que pr esentan un lev e desc enso del des emp leo en parte d e lo s años nov enta 40
Rafael Agacino, “Cinco ecuaciones « virtu osas» del m ode lo económ ico chileno y orientacione s par a
y Tseñalar rabajoque en Chile. Informe anu al 199 5-1 99 6 , Programa una nue vad política ec onóm ica”,1996, en Economía de ) Economía el Trabajo, S antiago, p. 63. Cabe en 1992 el salario mínimo r equerido ( SMR par a satis facer las neces idades básic as era d e 56,496 p esos (cifra cal culada por el P rograma de Economía del Trabajo ( PET )), y el salario mínimo legal líquido ( SMLL) (desc ontan do los apo rtes a la seguridad social) ascendía a 29,014 pesos. De esta forma, el doble del SMLL era levemente superior (1.03 veces) al SMR, indicador que pued e considerarse como la línea per cápita de la p obreza. V éase R. A gaci no, op. cit., p. 63, nota a p ie de página (6) . 41 Idem.
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del siglo XX (véase c uad ro 2). El em pleo que se exp and e es el empleo pr ecario, aquel que rem uner a por abajo de la lí nea d e la pobreza. 42 Los formas que asum e la pr ecar ización de l emp leo son mú ltiples. La s ubcontratación de trabajadores y labores sin contrato de trabajo son algunos caminos por donde se puede alcanzar empleo, pero re p roduciendo la pobreza. Las estadísticas sobre pr ecarización en el emp leo tiend en a elevarse en la economía chilena De acuerdo con un estud io laboral, “ en 1992 un 15.6 por ciento d e los ocupados asalariados trabaja sin contrato de trabajo escriturado. En 1994, este porcen taje aum ent a a 20.3 p or ciento y en 1996, a 22.3 p or ciento” . 43 En el caso de Méxic o, el desc enso salarial no ha sido m en or en los últimos añ os. Veam os algun as cifras: C UADRO 4
MÉXICO: EVOLU CIÓ N DE LO S SALARIO S REALES (Índic e p romedios anuales 1 980= 100)
Salariosmedios manufactureros
Salariosmínimos
1980 1991 1992 1993
100.0 76.3 84.2 90.6
100.0 40.7 39.4 38.9
1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
93.6 79.3 70.3
38.8 33.3 31.0
Remuneraciones mediasreales
100.0(a) 90.1 89.1 91.5 92.4 98.0 104.5 106.1
Fuente: CEPAL, sobre la base d e cifras ofic iales. Tomad o de Indicadores sociales básicos de la subregión norte de América Latina y el Caribe, edición del bienio 1996-1997, CEPAL, Méxic o, mayo de 1997, p. 8. (a) CEPAL, Estudio Económico de América Latin a y el Caribe 200 2-2003, op. cit., p. 45. 42 Así, por ejemplo, “en la VI región [que corresponde a las antiguas provincias de O’Higgins y Colchagua, pegadas a Santiago en dirección sur (del autor)], en un contexto de pérdida de empleo, las únicas
ocupaciones c readas son empmleos parappersonas obres: ,enpero el periodo 1992-1994 los oc y upad osno noip obres dis minuyen de sde 201 mil 456 a 189 il 987 los ocupados indigentes pobres n digentes aumentan desde 8 mil 654 y 43 mil 363 a 12 mil 429 y 47 mil 305 personas respectivamente. Lo que está ocurr iend o, en consecuencia, es una p recarizaci ón de los pu estos de tra bajo, pu es aumen tan l as ocupa ciones para pobres y disminuyen aquellas para no pobres”. R. Agacino, op. cit., pp . 63 y 64 . 43 Magdalena Echev erría y Verón ica U ribe, Condiciones de trabajo en sistema de subcontratación, Oficina Intern acional del Tr abajo ( OI T ), Equipo técnico multidisciplinario para Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, núm. 81, Santiago, 1998, p. 3.
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Cualquiera que sea el indicador qu e se util ice nos mu estra un brusc o descenso de las remun eraci ones en el cas o mexicano a par tir de la p rimer a mitad de los año s ochent a, que es cuando se inicia d e man era sistem ática el proc eso de reconversión y reestructuración de la economía. Para 1996 el sala rio m edio m anu facture ro h a p erdido cerca de un 30 por cient o de su pod er adquisi tivo respecto a 1980. El s alario mínimo, p or su p arte , ha sido más golpeado: para 1991 ha perdido el 60 por ciento, elevándose esa p érdida al 70 por ciento pa ra 1996. Este m arcado det er ioro d e lo s salarios es ta nt o el r esultado de crisis re cu rrentes, pa rticul arm en te la d e 1995, como de las transform aciones que exige la re est r uc t u r a c i ó n . En los últimos dos d ecenios del sigl o XX la economía m exic ana conoc ió a lo men os tres años en don de el creci mient o de la econom ía fue n egativ o (1983, 1986 y 1995) y muchos años con crecimientos iguales o inferiores al crecimiento d e la p oblaci ón (1987, 1988, 1991 y 1992). Pero si esto es cierto pa ra e l conjun to d e la econom ía, hay s ectores en d onde el c recimiento p ositivo es lo que ha pr edom inado. Si n embar go, el i ncremen to d e los s alarios en estos s ectores s igue si end o p aup érr imo. La situac ión de la ind ustria maquilador a es un buen ejemp lo al respecto. Es te sec tor, que es uno d e los que pr esenta m ejores c omp ortamientos en materia de remu neraci ones, tuv o una m erm a en el sal ario real de m ás de 30 por ciento entr e 1976 y 44
1993.El emp leo pr ecario en México es históricamen te elev ad o y tiend e a crecer . Si en 1990 el em ple o “de spro tegid o” llegaba al 43.4 po r cien to, pa ra 1997 éste se elevaba al 49.6 por cient o. 45 La merma salari al en Ch ile y México, más allá de pe queñas recu p er acion es y de las es pecificidades como se h a d esarrollado este p roceso en cad a caso, pon e de manifiesto que la constru cción d el nu evo p atr ón de re p rodu cción de l capital tiene como un o de sus pilares el traspaso de fondos del consumo d e los trabajad or es al fon do de acumulación . Así, la pobreza ha ten dido a rebasar el ám bito del desemp leo para ad entr arse al territorio de los trabajadores c on em pleo. Pobreza e indigencia
La p obreza e ind igenci a son elem entos consti tutiv os de la n ueva econom ía la tinoamericana. En el periodo d e 30 años c onsi derad os en el s igui ente cuadro, Véase CEPAL, México: la industria maquiladora, México, abril de 1995, p . 91. Dani Rodr ik, “ ¿Por qué h ay tanta inseguridad económica en América Lati na?”, en CEPAL, núm. 73, abril de 2001, Santiago, p. 14. 44 45
R evista de la
EL NUEV O PATR ÓN EXPORTADO R LATINOAMERICANO
115
C UADRO 5
CH ILE Y MÉXICO: H OGARES E N SITU ACIÓN DE POBREZ A E INDIGEN CIA (Porcentaje del total de h ogares)
País Chile
Año 1970 1987 1990 1992 1994 2000(d)
total 17 28
12 39 33 24 17
México
1970 1984 1989 1992 1994 2000(d)
34 34 39 36 36 33
América
1970 1980(c) 1994 1999(d)
40 35 39 35
Latina
Pobreza(a) urbano rural 25 27
20
38 33 24 16 28 34 30 29 27 26 25 34 30
total 6
28
49
45 34 26 19 45 49 46 47 45 62 54 55 54
7
Indigencia(b) urbano 3
14 11 7 5 12
11 14 12 12 11 19 15 17 14
7
rural
11 14 10 6 4 -
7 9 7 6 5 10 9 12 9
8
17 12 8 7
18
20 23 20 20 21 34 28 33 31
Fuente: CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996, Santiago, 1997, pp. 52 y 53. (a) Porcentaje d e h ogares cuy o ingre so es inferior al doble d el costo de u na canasta básic a d e alime ntos. Incluy e los hogares en situación de in digencia. (b) Porcentaje d e h ogares cuy o ingre so es inferior a l costo de un a canasta bási ca d e alimen tos. (c) CEPAL, La brecha de la equidad. América Latina, el Caribe y la Cumbre Social, 1997, p. 14. (d) CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2002, op. cit., p. 65 .
la disminuci ón d e am bas es insi gnifi cante en toda la subregión, a pesar d e las p rofund as reform as llevada s a cabo en el per iodo y de la imp lemen tación d e program as de atención foca lizados. Con r elac ión a Chile, l o p rimero a de stacar es el f uerte incremento de la pobr eza total, que m ás que d up lica en algunos años el mon to de h ogares en situación de p obreza de 1970, y que p ara 1994 super a en un 7 por ciento la ci fra de aquel año, l a que sólo se recup era en el 2000. En México el total de pobr eza es muy al to d esde los años s eten ta y se elev a en 1989, par a m ante ner se alto c on po sterioridad . El pa so a una n ueva econom ía en Chile ha signif icad o pasar también a un a forma de organ ización soci al más desigual , en tanto en Méxic o la desi gualdad his tóric a se ha man tenido en la nuev a economía, ac entuan do, eso sí, su ra sgo urban o.
JAIME OS ORIO
116
A pesar de l elevad o crecimien to del nuevo m ode lo ex p or tad or, en Chile la p obreza sigue siend o m uy sup er ior a los niveles históricos c on ocidos en la et ap a industrial. Tenemos aquí una pobreza de la que no puede responsabilizarse a la crisis d el cap italism o o a su recon versión, sino a su ex p an sió n . La pobr eza mexicana h a sido h istóricamen te alta y ésta s e ma nt iene eleva da en los mom entos de r econv ersi ón d e la eco nomía. Pero todo ap unta a que una vez que se estabilice el nuevo modelo, se seguirá la tendencia presente en Chile en la mater ia. Polarización del mercado
Un a lectur a de la dis tribución de l ingr eso en los últimos años en Ch ile y México nos per mitirá m ayores det alles sobre las caracterís ticas que dom inan en la constituc ión d el mer cado intern o d e estas dos ec onom ías. C UADRO 6
CHILE Y MÉXICO: DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO POR QUINTILES (De m ayor p obreza a m ayor r iquez a)
País
Años
I
II
III
IV
V
Chile
1987 1990 1992(a) 1994 1998(c) 2000
5.1 4.8 4.9 4.6 4.7 4.9
8.9 9.2 8.7 9.5 8.7 9.1
12.7 13.3 12.5 12.4 12.4 12.8
19.3 19.2 18.5 18.5 19.4 18.4
54.0 53.5 55.5 56.1 54.9 54.8
México(b)
1984 1989 1992 1994 1998(c) 2000
7.9 6.2 6.5 6.8 6.8 6.7
12.3 10.1 10.1 10.0 10.5 10.3
16.8 13.4 13.6 13.9 13,6 14.3
21.9 19.0 19.5 19.7 19.3 19.8
41.2 51.3 50.4 49.6 53.9 49.0
Fuente: Para Chile, Mi nisterio de Economía, c itado por H umber to Vega, Presupuesto, distribu ción del ingreso y pobreza, Programa de Econom ía del Tr abaj o, material de d iscus ión, núm . 12, Santiago, novi embre de 1995. (a) Ajustado respecto del Censo de Población 1992 y Cuentas Nacionales 1984. CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996, Santiago, 1997, p. 51. ParaSólo México, (b) considera hogares urbanos. (c) CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 200 2, op. cit., pp . 62- 63.
Las estadís ticas ponen en eviden cia la vocac ión concentrad ora d e la nueva economía latinoamericana. En Chile el 20 por ciento más pobre ve dismi-
EL NUEV O PATR ÓN EXPORTADO R LATINOAMERICANO
117
nu ido su i ngr eso entr e 1987 y el 2000, en tan to el 20 por cien to má s rico acrecienta su par ticipaci ón en el repar to de la riquez a. En el caso de M éxico las estadístic as ocultan algun as tend en cias polar izadoras al estar referidas a los hogares urbanos. Aun así, si bien con cifras menos ne gativ as que en Chile, es tamos frente a un p roceso d e agud izació n de las brech as sociales. El 80 p or cient o de la población se ha em pobr ecido re lativamen te (y m ucho en térm inos abs olutos ), en tan to el 20 por ciento restante se ha en riqueci do en ese l ap so, ganan do cerc a d e 8 por ciento respecto a s us posicion es in iciales. Las nue vas eco nomía s de Chile y Méxic o tiend en a acent uar las distancias sociales que ya existían en sus respectivos mercados internos. Esto alienta el que las ramas productiv as más mo dern as y dinám icas, en d ond e pr edom ina la presencia de capital extranjero, dirijan su producción hacia los reducidos pero p od erosos me rcados int erno s que crean las franjas q ue capt an los m ayores ing re s o s46. A pesar d e su p oder ío, el mercado conf orm ado por estos sectores soc iales es insuficiente para los montos de producción generados por las nuevas inversiones . La aper tura a los mercados externos es as í mucho m ás que una mod a mar cada por la integraci ón. Ésta es más bi en resultado de la neces idad del capital d e buscar n uevos espacios pa ra la rea lización. Dirijamos hacia estos terrenos nuestra aten ción. Los mercados externos
La constitución de economías que se vuelcan a los mercados exteriores es uno de los rasgos centrales del nuevo patr ón cread o en Amér ica Latina e n los últi mos decenios del siglo XX y a com ien zos del siglo XXI . Tanto el v alor de las expor taciones c omo el m onto d e las mismas presentan un crecimiento elev ado en este p eriodo. 47 En este cuadro, Chile y México no son una excepción. Por el contrario, han conf orm ado economías en d ond e la proy ección hacia l os mercados e xter iores es un elem en to distin tivo. En am bos pa íses las exp or ta cion es ha n creci do acel erad amen te e n los úl timos d ecenio s. Consi de rand o el pe so de las exportaciones de estos países en el total mundial, las cifras son re d u c idas. Chile pasa del 0.23 por ciento en 1985 al 0.32 en 1998, mientras en 46 Para 1994 el ingreso prom edio men sual per cápita en los hogares del pr imer decil en Chile era de poco más de 20 dólares, frente a más de 900 dólares de ingreso per cápita en los hogares ubicados en el el décimo decil. Véase “Ministerio de Planificación y Cooperación”, Realidad económico-social de los hogares en Chile: algunos indicadores relevantes, Santiago, juli o de 1996, p. 13 3. 47 De un índ ice 100 p ara 1997, éste sube a 125.1 en el 2000, pasa a 119.9 en el 2001 y 120.9 en el 2002. CEPAL, Estudio Económico para América Latina y el Caribe 2002-2003 , op. cit., p. 35.
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iguales año s Méxic o avan za d el 1.55 al 2.24 por ciento. 4 8 Sin em bargo, estas cifras y a p erm iten vislum brar los avan ces realizados a fin de recon vertir se en eco no mías e xp ortad oras. Veam os esta te nd en cia d esde su v alor en dólar es. C UADRO 7
CH ILE Y MÉ XICO: EXPOR TACION ES (Millones de dólares)
Años
Chile
1965 1970 1980 1990 1992 1994 1995
688 1.234 4.584 8.292 9.646 11.060 15.530
México 1.006 1.205 15.442 26.247 46.153 60.459 79.324
Fuente: CEPAL, Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, Santiago, edición 1996, p p. 184 y 200.
El punto d e p artida es más o men
os s imil ar p ara am bas ec onomías en
1970. all í en adelante la pr ón ydel val sore exp de las ones m nto exicen ana s esDe espectacul ar. El sal to en ogresi tre 1970 1980 licaexportaci por el increme la masa y el valor del p etróleo exporta do. De 1990 en ade lan te los avances en materia de exp ortaciones son r esultad o d e la nue va econom ía exp ortad ora creada desde los años ochenta. En el cas o chileno los av ances también han sido e nor mes, aun que las c ifras se ven en el cuadr o pr opor cionalmen te d isminu idas c uan do se las compar a con Méxic o. Pero n o d ebe olv idarse que el tam año de am bas ec onom ías es muy dis tinto. Baste consider ar q ue en 1995 la p oblac ión d e México ( 93‘670,000 pe rsonas) era 6.5 veces may or que la de Chile (14‘ 237,000 p ersonas), 49 y que el pr oducto intern o bruto m exic ano (169, 472 mill ones de d ólares ), en 1989, era 50 5.3 veces superior al de Chile (31,809 millones de dólares). De allí que las 5.1 veces que son ma yore s las expor taciones mex ican as sobre las chilen as en el cuadr o anterior, s ea una p rop orci ón razonable de acuerdo con el tamaño de sus respectivas economías. 48 Mic hael Mor timor e y Wilson Per es, “ La compe titiv idad emp resarial en América Latina y el Caribe”, Revista de la CEPAL, núm. 74, agosto de 2001, Santiago, p. 14. 49 CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe, 199 2 , Santiago, p. 166. 50 BID , In forme 1990, Washington, 1990, p. 279.
EL NUEV O PATR ÓN EXPORTADO R LATINOAMERICANO
119
Las siguientes ci fras nos dan un a m ejor v isión d el creci ent e p eso de las expor taci ones en el movi miento global de am bas ec onom ías. C UADRO 8
CHILE Y MÉXICO: COEFI CIENT ES DE L AS EXPORTA CIO NES DE BIEN ES Y SERVICIO S (Porcentajes del PIB a pr ecios constantes de 1980)
Año
Chile
México
1970 1980 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991
12.6 23.1 28.6 30.5 30.9 30.4 31.5 33.0 34.0
10.2 11.8 17.5 19.4 21.5 22.1 22.0 22.0 22.4
Fuente:
CEPAL,
Total 18.6 14.0 17.5 17.0 17.9 19.1 19.0 20.9 20.8
Anuario Estadístico de América Latin a y el Caribe 199 2, Santiago, p. 74.
Un a m asa creciente de la pr oducci ón de ambos países es desti nad a a las expor taci ones. Desbos depaís 1980eseestán n Chpile en México, en todos los años las cifras de am or yendesde cima 1986 del p rom edio latinoame ricano. Los por centajes del v alor d e las expor taciones chilenas respecto al PIB crecen aceleradam ente en los años oc hen ta, y par ticularmen te desde 1985, etapa cuando ya se ha consolidado el nuevo modelo exportador. Para el caso mexicano las cifras c omienzan a d espegar d esde med iados de los oc hen ta. Los ru bros más din ám icos en la inserci ón in ter na ciona l de Ch ile y Méxic o son distintos, lo que p one e n evidencia la presencia de p lantas pr odu ctivas con mar cadas dif eren cias. A pe sar de los c am bios ope rad os en la ec onom ía chilena e n las últi mas dé cadas , se man tiene una estructura exp ortad ora relativ amen te establ e del pun to d e vista d e los bi ene s dirigidos al mer cado exte rior. A sí, en 2001 51 persisten cinco (cobre refinado, mineral y concentrado de cobre, pulpa de madera, harina de carne y de pescado, cobre sin refinar) de los 10 rubros principales de exportación de 1970. 52 Sólo miner al de hierro, que oc up a un lugar de stacado este últi mo añ o, ha d esapar ecido d e los primeros lugares . 53 , Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2002, Santiago, p. 124. , Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996 , op. cit., p. 128. 53 CEPAL, Anuario… 2002 , op. cit., p. 124. 51 CEPAL 52 CEPAL
JAIME OS ORIO
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Destaca también el peso de rubros del sector primario y aquéllos con escaso p rocesamiento . Prod uctos n atur ales con vent ajas comp arativas en el m erc ad o m und ial siguen siendo el fuer te de las exportaciones c hilenas. 54 Esto nos habla de una economía que ha crecido sobre una base de inserción al exterior a partir de bienes tradicionales. Si en 1965, las exportaciones primarias y manufacturer as susten tad as e n un uso intensivo de recursos naturalesascendía al 96.1 por ciento, d icha variabl e d esciende levemen te p ara 1999 al 73.0 por ciento. 55 No d ebe dejar d e advertirs e, sin embar go, el men or p eso de los 10 rubros pr inci pales de e xportación en el total del v alor de las expor taci ones. De un 90 po r ciento en 1970, éstos sólo consti tuyen el 65 por ciento e n 1995, lo que nos habla d e un a diversif icación d e la of ert a de bien es export ables , aunque m ant enien do su ses go tra dicional. Esto p one en sus justas dim ensiones los de bates respecto a si s e h a p asa56 do a una segunda fase de exportaciones industriales en Chile. No puede d esconocer se que e l auge exp ortad or h a oblig ad o a mod ificaciones técnic as y en la organización del trabajo, tanto en la producción como en las áreas de tran sporte y comerciali zación. Pero todo esto ocur re sobre una estru ctu ra p roductiva predominantemente tradicional, y sobre bienes que poco o nada tien en que ver con los é xitos ex p or tad ores q ue se h an da do en las ú ltima s d écadas en otra s regi on es per iféricas o semip erif éricas ( como en el sud este asi ático o Chin a). es tructura xpor stador a delo capitali mexicano, dif eren ocia le, haLasufrido un evuelco ustantiv en las úlsmo timas dé cadas.a Ningun dedelosCh10i57 58 pr inci pales rubros de expor taci ón d e 1970 aparecen en 2001 y sólo cuatro lo hacen en 1990. El pes o de los bienes pr imarios , que pr edom inan en 1970, y que tiend en a d ecaer en su peso relativ o en 1980, por la fuert e pr esenci a de los vehículos autom otore s, han da do p aso a l os bienes man ufactur ados en los úl ti mos años, desapar eci end o de los pr inci pales prod uctos de exp ortación en 54 A los cinco productos ya señalados deben agregarse: pescado fresco, oro, minerales de titanio, uvas frescas y tablas as errad as, para comp letar la lis ta d e los 10 prin cipales prod uctos de expor tación en 1995. Véase d e CEPAL, Anuario Estadístico de América Latin a y el Caribe 1996 , Santiago, 1997, p. 128. Recuérdese que las exportaci ones de p roductos primarios representaron el 82.2 por ciento del total de las exportaciones en Ch ile en 2001 ( CEPAL, Anuario… 2002 , p. 100). 55 CEPAL, Crecer con estabilidad. El financiamiento del desarrollo en el nuevo contexto internacional , coedición con Al faomega, Bogotá, 2001, p . 74. 56
Véase, ejempOsvaldo lo, de ÁlRosales varo Díaz, “Chile: la i fase nd ustria en la segund a fase exporComercio tado ra”,exterior, S/ r, Santiago, marzoporde 1995. en “La segunda exportadora en Chile”, vol. 43, núm. 9, septiembre de 1993, plantea la necesi dad de p asar a rubros con mayor v alor agregado en las expor taciones. 57 Ganado vacuno, carne de ganado, crustáceos y moluscos, tomate fresco, azúcar de remolacha, café, algodón en r ama, feldespato, d erivados del petr óleo y plom o y aleaci ones. V éase CEPAL, Anuario estadísti co de América Latina y el Caribe 1996, op. cit., p. 144. 58 CEPAL, Anuario… 200 2 , op. cit., pp . 142- 143.
EL NUEV O PATR ÓN EXPORTADO R LATINOAMERICANO
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2001. S ólo el petr óleo, que no ap are ce en los año s previos, se hace pr esente el últi mo año consi der ado. 59 La pr ofund idad de las tran sform aciones prod ucti vas ha si do mayo r en el caso m exican o que e n e l chileno. Las expor taciones l igadas a la indu stria auto mot riz y a la i nd ustria elec trón ica concentran poco más del 40 por cient o del total exporta do en 1995. El capital ismo mexicano ha pasado a una fase i nd ustrial muy distinta a la del chileno. No debe olvidarse, s in em bargo, que par te sustantiv a d e estas exportaciones industrial es reposan en la indu stria maquiladora, que tiene como una d e sus caracterís ticas deman dar una elevada imp ortación de p artes, por lo que el ensamblado y la débil dem and a d e bienes nacionales cons tituy en algunas de sus cara cterísticas . Las dif eren cias de bienes expor tados entr e Chile y México también p ued en ser vistas en las estadísticas que siguen. C UADRO 9
CHILE Y MÉXICO: EXPORTACIONES (Porcentajes del valor total de las exportaciones)
Años
Productos primarios Chile México
1970 1980 1990 1995 2001( a)
95.2 88.7 89.1 86.8 82.2
66.7 87.9 56.7 22.5 15.0
Productos manufacturados Chile México 4.8 8.3 10.9 13.2 17.8
33.3 12.1 43.3 77.5 85.0
Fuente: CEPAL. Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996, Sant iago, 1997, pp . 114 y 115. (a) CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 200 2, op. cit., pp . 100- 101
La vocación p rimar ia de la economía chil ena se mantiene, a pesar d e los pr ofund os cambios que la han recorrido e stos últimos años y aunqu e las expor taciones manufactureras han crecido cerca de cuatro veces entre 1970 y 2001. En Méxic o, por e l cont rar io, el inc rem en to de las expor tacione s secun da rias es ma nifiesto y s e sostiene en cifras altas desde 1990, jun to al d escen so de las ex59 La lista de los 10 principales rubros de exportación de 2001 contempla vehículos automotore s , petróleo, máquinas de estadística, equipos para telecomunicaciones, camiones y camionetas, aparatos re ce p t o res d e t elevisi ón , hi los y cables con aislant es, ot ras pa rt es p ar a vehícul os, m áqu inas e léctricas y mecanism os eléctricos. Véas e CEPAL, Anuario estadístico para América Latina y el Caribe 2002 , op. cit., p p . 142-143.
JAIME OS ORIO
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por taci ones pr imar ias. Ten emos así dos mod alidades div ersas de inserci ón al mercado mundial. 60 Las difere n cias también p ersis ten cuan do el inte rrogan te es a qué mer cados exportan los capitales que invierten en Chile y México. Veamos que o cu rre allí. C UADRO 10
CH ILE: DESTIN O DE L AS EXPORTA CION ES 1995 (Porcentajes)
Región
Bienes primarios
AméricaLatina Estados Un idos Japón UniónEuropea Asia Otros Total
15.9 14.8 32.8 21.9 9.5 4.9 100.0
Bienes industrializados 21.6 11.7 11.9 28.5 20.0 6.2 100.0
Total 19.8 12.6 18.3 26.1 16.5 6.8 100.0
Fuente: CEPAL. Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, S a n t i a g o , edici ón d e 1996, p. 185.
Lo pr imer o que de stac a es la div ersif icación d e mer cados y el equilibrio que éstos pr esentan como d esti no d e las exp ortaciones c hilenas. E n tér min os global es, la Un ión Europ ea, A mér ica Latina y Japón, en ese orden , son los pr inci pales mer cados de Chile. En los bienes prim arios destac an las export aciones a Japón y la Unión Europ ea, en ta nto qu e en los bienes i nd ustrial izados, la Un ión Eur op ea, Amé rica Latina y Asia ocupa n las pr imer as posic iones. En cuanto a las exporta ciones h acia Amé rica Latina, Brasi l (1,064 m illones de dólares), Argentina (584 millones) y Perú (432 millones), constituyen los pr incipa les recep tores de bienes c hilenos en 1995, m uy po r en cima d e Boli via, Colombia y Méxic o, que si guen en e se orde n. 61 60
200).
En otro trabajo ( Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe , op. cit., pp. 184 y cifras e n dond e, p or el con trar io, son los bienes ind ustrializ ado s los qu e pre d om in an
C E PALp resenta
Esí -en Chile y, m ayorLatina fuerza,y en México.1996 La ra zón de esta d iferen cia con lo la en de el Anuario tadístico decon América el Caribe , antes c itado, parece encontrarse enque otrosemseñaaterial C E PAL, Pol ticas para mejorar la inserción en la economía mundial , op. cit., p. 80. Aquí se i n troduce, entre los productos primarios y manufacture ros, la variable bienes semimanufacturados, mismos que presentan en Chile un peso significativo (31.2 por ciento) en el total de las exportaciones de 1992. Así, si este rubro se suma a bienes prim arios o a bienes industria les, tiende a presentar cuadros diametralmente distintos s obre el tipo de productos en que se sustentan las ex p o r t a cio n e s. 61 Véase CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996 , Santiago, p. 590.
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Los mer cados exter nos del c ap itali smo mexicano pr esentan diferencia respe cto a Chil e. C UADRO 11
MÉXICO: DES TI NO DE L AS EXPOR TACIO NES, 1995 (Porcentajes)
Región
Bienes primarios
AméricaLatina EstadosUnidos Japón Unión Europea Asia Otros Total
2.7 81.3 4.2 7.9 0.5 3.4 100.0
Bienes industrializados 5.5 84.2 0.2 3.5 1.4 4.8 100.0
Total 5.1 83.7 1.2 4.2 1.2 4.6 100.0
Fuente: CEPAL. Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, Santiago, edición d e 1996, p. 201.
El pe so de Estado s U nidos com o recep tor de las exp or tacion es mex ican as es abruma dor. Tanelto 80 en por bienes p rimar ios como en secund arioslaeleconomía me rcado estadounidense supera ciento del total. En términos reales, m exicana está volcada hacia Estados Unidos. En estas condiciones, los porc e ntajes de expo rt acion es d estina dos a l resto de region es y p aíses son marg in ales. En este contexto, deben de stacars e las exportaci on es de bienes p rimarios a la Unión Europea y las exportaciones de bienes industriales a América Latina. Brasil (793 millones de dólares), Chile (473 millones) y Colombia (447 millones de d ólares), constitu yen los p rin cipales m ercados latin oam ericanos d e México. Conclusiones: fortalezas y debilidades del nuevo patrón exportador
Dentro del denominador común a conformar modelos productivos que privilegian e l mer cado m un dial, Chile y México s usten tan sus nu evas vocaci one s expor tador as sobre bases diametralmen te d istintas. E l pr imero h a vuelto a construir un a eco nom ía que s e asemeja en muchos as pectos al mod elo exportad or pr evalec iente en la segund a m itad d el siglo pasado: sus tenta do en bienes provenien tes del s ector pr imar io, sean mine rales, con mayor o men or p rocesamien to, y prod uctos agríc olas y agroin du striales .
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Destaca el hecho que la m ayoría de los pr oductos de exp ortación actuales ya formaba pa rte de las ant iguas plataform as de ven tas de Ch ile al exter ior. Así, tenem os una economía expor tadora que ha revoluc ionado an tiguas bases productivas. En México la nueva economía exportadora se sostiene en ramas industriales, como la autom otriz y la elec trón ica. Es tas y a se en contraban oper and o en medio del antiguo modelo de industrialización, pero han sufrido profundas tran sform aciones par a sal ir de l mer cado intern o h acia el exterior . Los s ectores y rama s que p rivilegi a el capital en Chile y M éxico pr op icia mod elos de inserci ón intern acional c on fuertes debili dad es. E n el pr imer país, por que su bonan za se sus tenta en bienes en d ond e p reval ecen las ventajas naturales, con escaso agregamiento de valor. Esto nos pone ante una economía cuya vulner abili dad pr odu ctiva es en orm e y pre carios los nic hos alcanzados en el mercado mun dial. Chile ya conoció en su historia modalidades exportadoras exitosas, que por las razones antes men cionad as, culminar on e n agu das cris is. La pr imera se p resentó en los año s sesenta y s eten ta d el siglo XIX , cuan do al ci er re de los mer cados de Calif orn ia y Australia, ant e el agotam iento d e la mine ría de l oro en esas regiones, s e d err um baron las expor taciones agrícol as del país, l o que combina do con la decadencia de los yacimiento de plata en el Norte Chico provocaron un a agud a cris is. 62 XX , cuando las exportaciones saliLasesegund a fue en los albores del sigl trer as derr umbar on como res ultado de lao entrad a al mer cado i nter nacio nal del sal itre si ntét ico, lo que pr opici ó el desplome de un exitos o mod elo exportador. Sin em bargo, la s imili tud del actual mode lo export ador con el pr evaleciente en la segunda mitad del siglo pasado y comienzos del actual tiene límites. Un a diferen cia sus tan cial es la fuer te p ene tración d e inv ersiones de capitales pr ovenien tes de Ch ile en el exterior . 63 Esta situación nos pone ante un proceso novedoso que –en tre otras cos as– le otorga espaci os de fortalecimiento al capitalis mo chileno. Tanto la industria automotriz como la electrónica (y la química) constituyen sectores d e avan zada del p unto de vista tecn ológico, lo que permitir ía ubicar a la 62
Véaseautores, de A lberto Baltra,”D esarroll o1967. gen era l de la econo mía”, en CORFO , Geografía económica de Chile, varios capítulo XIV, Santiago, 63 A finales de 1995, los capitales provenientes de Chile inv ertidos en el exterior sumaban poco más de 2,400 millones de dólares. A rgen tina ha sido el p rincipal receptor, captan do cerca del 38 por ciento y le si guen en imp ortan cia países c entr oame ricanos y del Caribe y últimamen te Brasil y Perú. V éase al respecto, CEPAL, Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, edición de 1996, Santiago, 1996. También de A. Calderón y S. Griffith-Jones, Los flujos de capital extranjero en la economía chilena. Acceso renovado y nuevos usos , Desarroll o p rod uctivo, núm . 24, CEPAL, Santiago, 1995.
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economía mexicana en un circuito ventajoso. Sin embargo, debe señalarse que los p rocesos de segm ent ación in tern acion al de los procesos prod uctivos perm iten qu e sean los componentes menos avanzados los que tienden a trasladarse a los países latinoamericanos y, en muchos casos, con escasa vinculación con el resto de la planta productiva local. Tal es la situación de la industria maquiladora, que juega hoy un importante papel en México. Todo esto hace que, en un nuevo estadio, vuelvan a presentar se p rocesos q ue se aseme jan a los an tiguos “en claves” p ro d uctivos, con tod as las limit aciones que la liter atura ha señalado al resp ecto. Ambas ec onom ías tienen como den ominad or común la reestructuraci ón del m ercado inter no, lo que ha implic ado m arginar a am plias capas s ociales y la creación d e un a esf era alta d e consumo p oder osa. Aquí habr ía que señalar que h ay disti ntas m odalidades de inserci ón al mer cado mu nd ial. No es lo m ismo constituir economías exportadoras sobre la base de una mantención o incluso ampliac ión del m ercado inter no, que h acerlo – como oc urre hoy en Ch ile y Méxic o (y en Amé rica Latina e n g en eral)– s obre la base de un a r estricc ión de d icho m ercado. En estos casos, los rasgos modernizantes que exige un capitalismo competitivo a nivel inter nacion al se en cuen tran imbricad os con los rasgo s re t a rd a t a r io s de exclusión qu e se pr esentan en el me rcad o local. Las consecuen cias sociales y políticas de este fenómeno rebasan los límites de este trabajo. Sólo cabría señalar que econ omías de este tip o presen tan d ifíciles con ciliacione s con org an izaciones sustentadas en fórmulas que impliquen una activa participación ciud adapolíticas na y consensos estables. Bibliografía
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Capítulo 5
El marxismo latinoamericano y la dependencia
E STE CAPÍTULO interp reta el des arrollo de la teoría de la dep end encia, al ti em po que p ostul a un a evaluac ión d el desenvol vimiento d e d icha t emática, de sus etap as, ap ortes y contrad icciones. S e d a p rioridad al es tud io de cómo d esde el marxismo se abordó el pr oblema, c itando aq uell os autores que h an concentra do la aten ción d e la c rític a, que son más polém icos o que m ás han ap ortad o a los tem as en d iscusión. El inicio y sus razones históricas
En la segun da mitad de los año s sesenta y los inic ios de los seten ta, los pun tos má s altos del desar rollo soc iala dene la América ieron directamen te relac ionados c ondelalaprteoría oblemátic d epen Latina den cia.estuv L a incorporaci ón de esta noción al c amp o del m arxis mo fue un o de los el emen tos que poten ciaron el avance d e las c iencias s ocial es en esos años. La apropiaci ón po r el marxis mo de la catego ría “depen den cia” no fue un proces o fác il ni ex ent o d e contr adicc iones. P or e l cont rar io, sólo después de un a d écad a d e d iscusi on es, av an ces y re troces os, s e log ra rom p er con el cord ón um bilic al h etero d oxo que caracter iza su nacimien to en Am ér ica Latina. Dos grandes procesos marcan la historia y el curso de las ciencias sociales latinoam ericanas en los añ os sesenta. A mbos, con ra íces totalmen te contr adictor ias, están en la base de los fenómenos que generaron los estudios de la dependencia y el curso de estos análisis. El primero de ellos es la Revolución cubana, que se constituy ó en un o d e los pr incipales par ámetr os en las de finiciones teór icas y políticas del continen te en la época. El proces o cuban o, en lo que aquí no s preocupa, tuvo c omo efecto profund izar la cris is p olí tic a y teóric a del marxismo ortod oxo p revalec iente e n Amér ica Latina. És te p oco ha bía apor tad o, en las década s previ as a la ges ta 129
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cuban a, a l a inter pretación d e los p roblemas f un dam entales del c ap ital ism o l a t in o a m e r i ca n1o . La Rev oluci ón cuban a, más que 1,000 d ocumen tos, puso en eviden cia lo anqu ilosado y estéril de d ichas refl exiones, abriend o las pu ertas par a un a n ueva re flexión sobre la realidad latinoa mer icana a p artir d el ma rxismo. Es en este mar co que los estudios mar xistas de la dep en den cia hacen su entr ada en las cien cias soc iales de Amé rica Latin a. Otro factor que inc ide en el surgimiento d e la dep end enci a, como temática de an álisis en las cien cias sociales latino am erican as, es la cre cien te in tegr ación d el pr oceso p rod uctivo d e las econom ías de América Latina con el c ap ital extran jero, en los años c incuent a y sesent a, fenó men o que ag ud iza las contradicc iones soc iales en la r egión. Este p roceso pon e fin a las i lusiones d e un capitali smo autón omo y al carácter d emocrátic o y pr ogresi sta d e la bur guesí a in du strial, lo que h izo en trar en crisi s la refl exión d e los intelectuales que dier on vida a la ll amad a “teoría d el desar rollo”, 2 y pro vocó fi suras teór icas en e l sen o de la Comis ión Económ ica p ara Améric a Latina y el Caribe ( CEPAL),3 proceso que rad icalizará l a noción de d ep end encia. Exogenistas y endogenistas: una falsa disyuntiva
En su vers ión latinoamer icana, la d epen den cia es as umid a en las concepciones iniciales como un fenómeno que las economías pe-suc ed en riferia están subor din ad as yexterno: de pendseenentiende de las decis iones y vaivendeeslaque en el c en tro d esarroll ad o. Así, se señalará, p or ejem p lo, que p or la cris is de 1929, A mérica Lati na sufre el agotamiento d e su mod elo pr imario- expor tador, o que por razones de la Segund a Guer ra Mun dial, l a zona se v e en la neces idad de iniciar la sustitución de importaciones, lo que provocará nuevas formas de subordinación frente a las metrópolis. El entorno termina por alterar el funcionamiento d e la ec onom ía latinoameric ana. Pero la noci ón de d epen den cia no permite analizar el comportamiento de estas economías y los factores que desde dentro reproducen el subdesarrollo. 1 Sería absurdo n egar que, a pesar d e dichas li mitac iones, s e p rodujeron por parte de intelectual es del marxismo “ortodoxo” valiosos trabajos. Entre sus autores podemos citar a Blas Roca, Rodney Aris-
mend i, Cai o Prado Junior, Hquedan ernán excluidos Ramírez Nec ochea, etc étera. DadoPara el per iodo que alizamosla, autores como Mella y Mariátegui de estas consideraciones. una visión delanmarxismo tinoam ericano d esde comien zos de este siglo, véas e d e Michael Lowy , El marxismo en América Latina , Ed. Era, México, 1982. 2 Véase en pa rticular , W.W. Rostow, Las etapas del crecimiento económico , FCE , México, 1961. 3 Para una visión sobre este tema, véase el ensayo “Las fuentes de la teoría de la dependencia”, en J. Osorio, Las dos caras del espejo. R uptura y continuidad en la sociología latinoamericana , Triana Editores, México, 1995.
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Estos análisis, entre los que se ubican los trabajos de la CEPAL, 4 los podemos carac terizar como “exogenistas ”, en t ant o n o establec en la relaci ón de los f actores exter nos con los i nte rn os al anali zar el “atras o” de Amér ica Latina. N o apar ecen los elementos que “i nter naliz an” la dep end encia. Com o contr ap art ida a estos anális is, y en particular a los anális is ma rxistas sobre el tema, s urgirán corr ientes teóric as que, def inidas c omo antide pen den tistas, llamar án p artic ularm ente la aten ción sobre los elemen tos i nter nos par a exp licar el subd esarrol lo, inclina nd o la balanza al lado contrar io. Estas corr ientes “en do gen istas” inten tará n exp licar las especif icidad es del de sarrollo c ap italista latinoam ericano a p artir d el anális is de las relaci on es de p rod ucción vi gen tes, de la ar ticulac ión q ue é stas establecen con las fuerzas pro du ctivas, en las mod ali dad es de la explotaci ón, etcétera, s in comp ren der que estos asp ectos , un a vez insc rita Amér ica Latin a en los circuitos del comercio inte rn acion al, sól o se pued en e xplic ar a la luz de las vincul aciones de la zona con el mercado m un dial. En p ocas p alabras, el capitalis m o en Am érica Lati na n o fue el s imple resultado de la maduración de las fuerzas productivas y de las relaciones de p rod ucci ón, sin o que la in serción d e la región en la exp ansión del me rcad o mundial capitalista jugó un papel clave en su gestación. El sistema mundial y América Latina
Un o de los pre sentes en los deb ates s i Amér ica Latina era feud al o capitalis ta epro ntreblemas los siglos XVI y XIX estaba relac ionad o con la un idad d e análisis con sidera da. ¿Cuál debía ser esa un idad ? ¿Amé rica Latina aislada, y sus relaciones soci ales i n tern as? ¿El sistema mu nd ial, desc on ocien d o las relaci on es sociales int ern as? Al man ten erse el debate en esta polarida d, las c orr ientes en dispu ta “veían” p rocesos dis tinto s. Las neces idade s de incremen tar la masa de metales precios os, m aterias primas y alimentos llevaron a los colonizadores españoles y portugueses y a la oligarquía loc al, un a vez r ealiz ado s los proc esos d e ind ep en den cia, a implantar modalidades serviles de explotación, así como a importar mano de obr a escl ava. Para qu ienes miran el p roblema d esde las neces idades del si stema mun dial capital ista en asc enso, c omo And ré Gu nd er Fran k e In man uel W all erstein, quien se inserta e n estos de bates en añ os posteriores, A mér ica Latina es capitali sta p orqu e su p rod ucción está incidiend o en favorecer el avance de ese s istema a n ivel planetar io. 4 En rigor, la CEPAL, en sus trabajos iniciales, de la mano de Raúl Prebisch, no habla de “dependencia”, sino de economías periféricas.
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Pero p ara qu ienes miran el p roblema d esde las relac iones de p rod ucción inter na s, como Laclau, S emp at Assod our ian y otros, 5 Amé rica Latina es feudal o a lo me no s pr ecapitalis ta, p or el p eso de las relac iones servi les y esclavistas en su inter ior. El pr oblema de este diál ogo de sordos deriv aba de m irar s epar adam ente un o u otro aspecto: el todo llamad o sistema m und ial o la par te ll amad a América Lati na. U n a vía de soluc ión es analiz ar el fenóm en o conjun tam en te y allí apar ece un pr oblema par adójic o: mientras A mér ica Lati na p asa a jugar un p ap el clave p ara el avance y consol idaci ón de un a n ueva organizac ión r epr odu ctiva m un dial, el c apitali smo como si stema, lo hace rep rod uci end o en su seno no relaciones capitalistas, sino modalidades atrasadas de explotación. Es allí don de se conjugan d e man era si mu ltánea lo “ arcai co” y lo “mod ern o”. El pr oblema pasaba por en contr ar un a per specti va que integrara am bas p erspecti vas y las categorías que d ieran cuen ta d e la novedad , per o n o como “deform ación ”, al com p ara rla con las c ara cterísti cas econó micas o p olític as de algún m odelo (el llamad o mun do d esar roll ado), s ino como un a form a srcinal y particular de organización capitalista, distinta a otras formas posibles. En d efinitiv a, el pr oblema no se logra ba re solver si s e tien e en la mira sim plem ente el sistema global : per o tam po co se en tiend e si se ti ene enfren te sól o a Amér ica Latina, separ ada de los movi mien tos del si stema m un dial en ascenso. Junto a un a teoría d el sistema mun dial c apitalis ta era indispen sable entonces un del reflexiones capital ismo iente. Lasa teoría primeras de dlaep end constituyen una ruptura con las visioCEPAL nes teóric as del c omer cio intern acional, que daban p or supu esto que cual quie ra q ue fuese la es p ecialización en do nd e se c on tara con v en tajas comp arativ as de u na e conomía, el c omer cio intern acion al prop iciaría el desarrollo, c on lo que se daba por sup uesto que para Améric a Lati na n o era p roblema p rosegui r con la pr odu cción d e ma terias primas y alimen tos. F ren te a ello la CEPAL plantea la neces idad de indu stri alizar la región, como f orm a d e revertir el deter ioro en los térm inos de intercambio que p rovoc an las disparid ade s de p rod uctividad , y ret en er así, l os fru tos del p rog reso técnico. En esta pr imeras f orm ulac iones de la CEPAL la ec onom ía intern acional es vista como una organización heterogénea, articulada entre centros y periferias. Los pr imeros alc anzan ventajas de sus adelantos en m ateria de pr odu ctividad , en tan to los s egun do s sufren tran sferen cias de val or h acia las econom ías centrales. Estas form ulac iones c onstituy eron en su mo men to verd ad eras rup tura s con los planteamientos predominantes en la época. 5 Véase Modos de producción en América Latin a , Cuadern os de Pasado y P resente, núm. 40, Córdoba, 1973, que r eúne ensayos de los autore s antes ci tados.
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A comienzos de los años ses en ta, cuand o el p roceso de in du strial ización latinoamericano ha recorrido un camino significativo, y no se logran los resultados es pe rad os, sino que, p or el contrar io aparecen nu evos problemas, l a CEPAL comien za a pon er aten ción en el tema d e las reformas. La rápida constituci ón de gru po s mon op ólicos, resultado de la asoc iación d e capitales l ocal es con extran jeros , y la i ncapacidad de la i nd ustria l ocal de crear em pleos, c on lo que crece la m asa d e p obres que se c oncen tran en las grand es ciudad es, d and o vida a los es tud ios de la llamada “marginalidad”, pon en de man ifiesto la ne cesidad de p ensar los pr oblemas en otr os términos. Esto p rop icia que al i nter ior de CEPAL se dé inicio a un p roceso de r evisión de sus v isiones prim igenias , lo que llev ará a un a segun da r up tur a, pero ah ora al i nte rior m ismo d e la CEPAL. El tem a de las par ticularid ad es del c ap itali smo per iféric o o dep end iente tiend e a convertirs e en un tema centr al de r eflexi ón. El es p acio p rincipal de estos nu evos enfoques toma asiento en el Instituto Latinoam ericano de Planif icación Econ ómica y S ocial ( ILPES ), organi smo dep en diente de CEPAL, cread o en 1962, y que logra r eun ir –a dif eren cia de CEPAL, en do nd e p red omin an los econom istas– a cien tíficos sociales pr oven ientes de diversas disciplinas sociales, como resultado de la percepción de que los problema s del ( sub) de sarrollo req uer ían d e visiones mu ltidis ciplinarias. Es en este contexto que Fer nan do H enr ique Card oso y Enzo Fal etto esc riben Dependencia y desarrollo en América Latina, 6 pu bli cado en Méxic o en 1969, ILPES pero que circuló como material sde 1966. La viráinculac de lo extern o y lo intern o en los interno anális isdel de la dep enddeencia, que abr f ructífión eras p erspectiv as, adq uiere en e l trabajo de Card oso y Faletto una d e sus prime ras expr esiones . Allí se p lantea qu e “el c oncepto de dep end enci a [… ] preten de otorgar signif icado a un a serie de h echos y situac iones que ap arecen conjunta men te en u n m omen to dad o y se busc a es tablec er p or su intermed io l as relaciones que hacen inteligibles las situaciones empíricas en función del modo de conexión entre los componentes estructurales internos y externos” (pp. 19-20). Visto en p ersp ectiva, e l libro de Card oso y Faletto exp resa la confluencia en tre un a re flexión que ap un ta a rom p er con la visión teór ica y me tod ológica d e sa r ro llad a por la C E PA ,L y el pensamiento marxista que hace de los estudio s de la dep en den cia su objeto sus tan cial de an álisis. Esta si tuación p erm ite a los autore s sup erar diversas l imitac iones y abrir h orizontes a la d iscusión d e signif icativa imp ortan cia. Sin em bargo, no se logran aband onar tota lmen te los
6 Ed. Siglo XXI, México, 1969. Es en ILPES también en dond e Osvaldo Sunkel y Pedro Paz señalarán que el desar roll o y el subdes arroll o sólo pued en ser entend idos c omo dos caras de un único proceso, l a conformación de la economía capitalis ta como economía m und ial. Véase su libr o El subdesarollo latinoame ricano y la teoría del desarrol, lSiglo o XXI, México, 1970. La prime ra im presión d el pr imer capítulo de e sta obra fue realizada por el ILPES en 1967.
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lastres del camp o intele ctual que se buscan sup era r. En los t raba jos d e la esa fecha, uno de los rasgos más notorios lo constituía el énfasis en los elementos económicos como aspectos explicativos del subdesarrollo. Pe ro hablamos de un énfasis económico, no de un enfoque de economía política, p or lo qu e dich os aná lisis, al de sligar se de las cl ases y su gestión , se limitab an a la consideración de las variables “técnicas” del atraso y los desequilibrios. Card oso y Faletto en frenta n esta situación oto rgan do a l an álisis de las cl ases y sus alianzas u na signif icativ a imp or tan cia. Si n em bargo, en palabras de Van ia
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Bam bir ra, “lo econ óm ico e stá p resente en este estud io sólo como un ma rc o mu y gene ral, a p artir d el cual s e d esarroll a un aná lisis esencial men te soc ioló g ico”; est o es, que lo económ ico imp orta sólo en cuanto d efine los patr one s estructurales, mientras el estudio se centra en “la acción de los distintos grupos” tomados desde el punto de vista sociológico […] [lo que] no permite revelar en tod a su comp lejidad la gama intr incada d e la ac ción d e los divers os gru pos y clases sociales que actúan en función de intereses económicos objetivos, cuya imp osición exige la luc ha po r la h egem onía p olítica. 7 La importancia de Fernando H. Cardoso en el desarrollo de la teoría de la dependencia supera con mucho el trabajo que comentamos. Más allá de la amplia que tos el libro citado oblación ha tenido,relativa creemosy marg que suinensayo so b redifusión los concep d e sobrep a lid a d ”“Comentarios ,8 en polémic a con 9 José Nun , con stituye s u m ás valioso ap orte a los problemas que a quí n os ocup an . Ap oyado e n u na r igurosa c on ceptualiz ación y en la comp ren sión de la d inám ica d e la acumulaci ón y sus rep ercusi on es sobre la poblaci ón obrer a, Cardo so critic a agu da men te los s up uestos al th usserian os y fun cion alistas pr esentes en la obra de N un . Cabe hacer no tar que los estudios de la ll amad a “mar ginalidad ” ganaron crec iente aten ción en los año s sesen ta, s iend o fuer teme nt e influid os p or vision es ecléc ticas. Dependencia y marxismo
En el marxis mo, la ref lexi ón d esarroll ada en torn o a la depen den cia no p artió de cero; s e ap oyó en diversos trabaj os que se habían realiz ado en años p revi os 7 8
El capitalismo dependiente latinoamericano , Siglo XXI, México, 1974, p. 17. Public ado en Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, núm . 1-2, S antiago, 1971.
9 “Superpoblación relativa, ejército industrial de reserva y masa marginal”, publicado inicialmente en R evista Latinoamericana de Sociología , vol. V, núm . 2, Santiago. Este ensay o, así c omo el d e Card oso antes menci onados fueron r eeditados en el lib ro d e J. Nun , Marginalidad y exclusión social , Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001.
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y que ten ían c omo d enom inador común n egar el c arácter f eudal d e la f orm ación social latinoamericana. Un trabajo pionero en este sentido es el libro de Se rgio Bagú, Economía de la sociedad colonial: ensayo de historia comparada de Améri ca Latina, publicado en 1949 .10 Los tr aba jos in iciales de And ré Gun der Fr an k, donde criticaba la teoría del desarrollo y las tesis de una América Latina feudal, se ubi can de lleno en la nue va corriente en torn o a la dep end encia, y consti tuyen un “p arteaguas” fundam en tal par a el tratamiento d e la tem ática. 11 Posteriormen te ap arecerán n uev os es tud ios que inciden en el mis mo pro12 blema, en particular “América Latina: ¿feudal o capitalista?”, de Luis Vitale, publicado en 1966, y el en sayo d e Rod olfo Stav en hagen , “Siete tesis equ ivocadas sobre América Latina”, 13 que gan ó en orm e difus ión al s intetizar v arios de los p rinci p ales p un tos en discusión. Algun as de las tesis que levan ta la nu eva cor rien te m arxista frente al m ar xismo en do genista y f ren te a las con cepcione s desarrolli stas pued en sintetizarse así :
• El capital ismo lati noam eric ano es un capital ismo especí fico y en su d esenv olvimiento sigue u na legali da d q ue n o es la del capitali smo llamado ind ustrial o desar roll ado. • El subdesa rrollo y los desequili brios de las sociedad es lati noam eric anas son un a resultante d e la exp ansi ón mun dial del capital ismo y de la repr odu cción de éste en su interior. • El rez el ago y l os desd equil de lasmo formaci ón lat inoameric ana son,tepor tanto, resultado e unibrios capitali y no simplemen prosui generis ducto de una insuficiencia capitalista. • Por ello, más que alc anzar las metas y peldañ os de las ec onom ías indu strial es, se rec orre u n camino diverso de pr ofun dizac ión d el subd esar rollo, con sus ma nifes taciones de op ulen cia y mo de rn izacion es sobr e un mar de miseria y atraso. En manos de intelectuales que reivindican el marxismo como su cuerpo teórico y metod ológico d e an álisis, los estudios s obre la d epe nd encia pu sieron en primer plano la re p rod ucción del atr aso y de l subd esar rollo en las for maciones soci ales latinoamericanas. Sin embargo, dichos estudios continuaron presentando por un largo p er iodo diversos las tres de su p asado , el cual se n egab a a desapar ecer. Si Ed. Ateneo, Buen os Aires, 1949. Exis te un a n ueva edición en Grijal bo-Conaculta, Méxic o, 1993. Véanse sus trabajos “Sociología del desarrollo…”, op. cit., y “El capitalismo y el mito del feudalismo en la agric ultura br asileña”, ambos en Capitalismo y subdesarrollo en América Latina , Ed. Si glo XXI , Bueno s Aires, 1970. 12 Publicado en la revista Estrategia, núm . 3, Santiago, 1966. 13 Publi cado en junio d e 1965 en el diario mexic ano El Día . Una vers ión cor regida s e encuentr a en el libro Sociología y subdesarrollo , Ed. Nuestro T iempo, México, 1972. 10
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bien se superaban muchas de las limitaciones anteriores, predominó en ellos un sesgo sociologista y descriptivo, sin poder avanzar en las leyes económicas que permitieran explicar las particularidades del capitalismo dependiente. Por estas razone s, du ran te algún tiemp o ten dió a se r m ás claro el c orte en el plano p olítico que en el p lan o p rop iament e teór ico con el legado prem arxista d el estud io. Pero esta s ituac ión n o imp licó un estanc amiento . Por e l contr ario, los análisis de la depen den cia no s ólo ganaron en pr ofusión, amp liand o enorm emen te el c amp o d e p roblemas abordad os desde la nueva per spectiv a, sino tam bién en r uptu ras c on el pasado. Un o d e los autores que m ás a yud aron a d efinir, en el plano teó rico y metodológico, el nuevo objeto de estudio, fue el sociólogo brasileño Theotonio Dos San tos. S us cr íticas a la teo r ía de l d esarro llo y sus for mu lacion es sobr e las diversas “ form as de d epen d encia” , per mitier on mostrar que el es tud io de esa p roblemá tica e ra u n camino ind ispe nsable d e an álisis. Su libro Imperialismo y d e p en d e n, 1ic4aeditado muy posteriormente, recoge buena parte de los mejores traba jos de sar roll ad os en esta ép oca, j un to a estud ios más rec ientes sobre el imperialismo y la crisis mundial capitalista, temas hacia los que desplazó su atención. Iguales méritos c orrespond en a Vania Bambirra, también un a d e las pr ecursoras de esta nu eva corrien te m arxista. A l critic ar la tipo logía prop uesta po r Card oso y Faletto ent re e conom ías de en clave y ec on omías c on control n acional d el ido, pr oces rod ucti desde aspdependiente ectos metlatinoamericano odo lógic os hasta 15 as p ectos de conten en osuplibro Bambirra pr oEl vo, capitalismo pone un a n ueva clasificación d e los país es latino amer ican os en función d el tipo de estruc tura p rod ucti va que pr esentan en el momen to de la i ntegración monop ólica que s e pr od uce c on p osterioridad a la S egun da Gu err a Mund ial. Allí establ ece dos tip os: 1. Es tru cturas div ersi ficadas, en las c uales aún p red omin a el sector p rimario expor tador , exi stiendo, si n em bargo, un pr oceso de industrializ ación en exp an sión , y 2. estructuras pr imario-expor tad oras, c uyo s ector secun d ario e staba comp uesto casi exclusi vamen te p or ind ustrias artesanales (cfr. p . 23). El análisis de los diversos tipos propuestos, en particular el de los países “tipo A” (estructuras diversificadas): Argentina, México, Brasil, Chile y Uruguay, constituy e un valios o avance en la cara cterizac ión d e las f orm as que asum ían las formaciones soc iales de pen dien tes. En este es tadio d el desarr oll o d e la teoría de la d epen den cia, f ueron los trabajos de A nd ré Gun der Fran k los que se c on stituy eron en el centro d e la críEd. Era, México, 1978. Bambirra, op. cit. También consúltese de esta autora Teoría de la dependencia: una anticrítica , Ed. Era, México, 1978, en donde polemiza con diversas corrientes antidependentistas. 14
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tica de las corr ientes antidep end en tistas, tant o del marxismo endog en ista com o de la h istor iogr afía económ ica marxista y no m arxista, as í com o de los teór icos desarro l l i s t a s. Esto no fue casual. En Fran k se sintetizaron con m ucha clarid ad los elemento s que d efinían la teoría marxista de la dep end encia en ese momen to. Sus f orm ulaci on es s obr e la especif icidad d el capitalis mo latinoam ericano se topaban con las dif icultades de encontrar las her ramientas teórico- metod ológicas y los conceptos que p ud ieran d ar cuent a de la s ituaci ón , pro blema que en Fran k qued a d e m anif ies to en su m ás c omen tado trabajo, “ El des arroll o d el subd esarrollo cap itali sta en Chile”, 16 en el que formula la relac ión metr ópolisatéli te como base de la exp rop iación d el “exced en te econ óm ico” a que se asiste en el sistema capitali sta. Por otra pa rte, la conclus ión d e qu e la ún ica vía rea l de soluc ión p ara los pu eblos del continen te se encontr aba en el s oci ali smo, constituí a p iedra d e esc ánd alo par a los pen sador es no m arxis tas y par a los impu lsores de la rev oluc ión p or etap as. Ap oyado más en geniales i ntu iciones que en un bagaje teóric o r iguroso, el trabajo d e Fran k ap un tó a p roblem as claves y a líneas polític as pr ecisas. 17 Así, po r ejemp lo, su h asta hoy v álida fórm ula de l “desarr ollo del subd esar rollo” s intetiz aba agu dam en te la p rofund ización de los de sequil ibrios y los atrasos de América Latina respecto de las economías industriales, en tanto se siguiera un a vía cap italis ta d e d esarroll o, pero al exten der históric am en te la s ituaci ón de d epen den cia de A mér ica Latina a los mom ento s de la conquis ta, c onfund ía a aquélla situaciónescolonial. Ante con las dlaebilidad de l aná lisis y las pr ovocativ as tesis políticas , no fue extrañ o que d esde distintos bandos s e cues tionaran los planteam ientos de Fran k. A pesar de las limitaciones antes indicadas, creemos que Frank es quien mejor sinteti za es ta p rimera asunc ión del enfoque de la d epen den cia por p arte d el marxismo latinoamericano, en un esfuerzo intelectual que no logra resolver de un solo golp e –y tales s ucesos no ocur ren e n e l plan o teór ico– los div ersos problemas de su desar rollo. Nuevo estatuto teórico de la dependencia
Un o d e los p rinci p ales pr oblemas del nu evo mar xismo en los años ses enta fue su incapacidad para avanzar en una economía política de la dependencia, cuestión que en p arte se explic a po rqu e la may oría de los teóric os de esta c orr iente eran sociólogos o provenían de escuelas ajenas a la economía política. Tal era 16 Incluido en el libro Capitalismo y subdesarrollo …, op. cit. Véase en pa rticular e l pu nto A, “Tesis del subdesarrollo capitalista”, pp. 15-25. 17 Véase, por ejemplo, su artículo “¿Quién es el enemigo inmediato?”, en el libro América Latina: sub desarrollo o revolución , Ed. Era, México, 1973, pp . 327-357.
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el caso de Dos S an tos, Fran k, Bambirr a, Vascon i, etc éter a. Igual situaci ón prevaleci ó en los anális is de Car do so y Faletto. El déb il desar rollo d e esta d isciplina pr ovenía de décadas anteriores en el marxis mo lat inoameric ano, en el que la historiografía económica predominó por sobre los análisis propiamente económ icos. Ellos fuero n pa trimon io de corr ientes no m arxistas , como en el caso de los trabajos de la CEPAL. Esto no constituí a un pr oblema men or en el tema que n os oc up a, ya que mar có los límites a los c uales pod ía arribar el m arxis mo lati no amer icano en la exploraci ón de las raíc es de la forma dep end iente d e d esarroll o. El problema tenía su nud o en el c amp o económico, y es allí dond e había que en contrar los fun dam entos del subdesar roll o. La exp licación neces ariamen te d ebía realiz arse en el plano d e la ec ono mía p olítica, como b ase para p osteriores es tud ios que dieran cuenta de los fenómenos del Estado, las clases, la política, etcétera. Sólo un a econom ía políti ca de la dep end encia pod ía ges tar la compr ensi ón de la legal idad vigente en la pr odu cción y repro du cción d el c apitali smo lati noa mericano. Los autores anter iores incurs ionan en el camp o d e la economía, pero tales av an ces sólo si rven par a acom pañ ar tan gen cialment e el an ális is sociológico, o se realizan con base en categ orías qu e dific ult an la cabal comp re n sión del pro b l e m a.18 Curiosa men te, y como u na p rue ba más de las d ebil id ades de la economía m arxista latinoa ricana, va a ser un sociólogo Ruy ro ,Ma rin i, e ol qu formulará las bas me es de la econom ía políti ca de la d , ep endMau encia marcand cone 19 su libro, Dialéctica de la dependencia, el corte en el proces o de tran sición d e una categoría que, s urgida en un camp o teóric o ajeno al marxis mo, asume un estatuto teórico marxista. En Dialéctica de la dependencia, el marxismo latinoame rican o alcanza s u p un to más alto en tan to formulaci ón d e las leyes y ten den cias que en gend ran y mu even al c apitali smo sui generis llamado d epend iente. Esto se alc an zaba l uego de un a d écada d e ard uos es tud ios y disc usion es sobre el tema. A p esar de la n eces idad de caminar en e sa línea, y a que el tr abajo de Marini, por su n ivel gener al, no incursi ona en el examen de situac iones particul ares que p erm itirían intr od ucir cierto gr ad o de r elativ ización en mu chas de las afirm aciones, ll ama la atención la esterili dad p resente en la ec ono mía p olítica pr odu cida con p osterioridad a dicho li bro. En este s entido, el trabajo de Mari ni es pionero y s ólo ha ten ido alguna continu idad en otros ensay os que tam18 Como ocurre en el trabajo de Frank, en donde el concepto de “excedente económico”, elaborado por Paul Baran, juega un p apel clav e. 19 Editado por Era, Méxic o, 1973. La obra anter ior de Marini n o es ajena a los l ímites comentados para el periodo p recedente. V éase en particul ar Subdesarrollo y revolución , Ed. Siglo XXI,México, 1969.
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bién le pertenecen: “Plusvalía extraordinaria y acumulación de capital” y “Las razones del neod esar roll ismo”. 20 H e aquí al gun as de las aportaci ones de Marini que p ermiten h abla r d e la fund ación de u na verdadera teoría marxi sta de la d epen den cia: a) la dep end encia … “es una relaci ón de subord inaci ón entr e n aciones f or -
malmen te indep end ientes, en cuy o mar co las relac iones de pr odu cción de las na cion es subor din ada s son mod ificada s o recread as para asegur ar la reDd, p. 18 ); producción ampliada de la dependencia” ( b) la form aci ón d el c apitali smo dep end iente sól o p ued e en tend erse “ en
fun ción d e la ac um ulaci ón d e capital en esc ala mun dial y en p articular de su r esorte v ital , la c uota gene ral d e gan ancia” ( Dd, p. 16); c) Amér ica Latina ayuda a contrar restar las tend encias a la caí da de la tasa de g anan cia en las ec on omías desarroll ada s, favoreciend o el increm en to d e la tasa de e xp lotación (v ía red ucción del valor d e los bi en es y salarios, al incremen tar su oferta en el mer cado mu nd ial) y rebajand o el valor del capital constante (vía exportación masiva de materias primas); d) en las relac iones comercial es intern acion ales y dad a la m on op olización que ejercen las economías industriales sobre bienes industriales y tecnología, s e establece un inter cambio d esigual d esfavora ble a las econom ías latinoam ericana s, las cuales tra nsfieren valor a los p aíses ind ustriales; e) como m ecan ismo d e comp en sación a esta exac ción , el capital lati n oamerica n o redobla la explotac ión con el fin d e incre m entar la masa de
valor; esto se realiza sobre la base de la superexplotación de los trabaja d o re s ; f ) apoyado en la superexplotación de manera permanente, el capitalismo dependiente genera un ciclo del capital en donde se produce una ru pt ur a ent re la es fera de la p rodu cción y la es fera d e la ci rcul ación, qu e desde otra p ersp ect iva n o es más que el c rec iente d ivorci o en tre el ap arato productivo y las necesidades de consumo de las amplias mayorías de la población; g) el fun dam ento d e la de pe nd encia es así la sup erexplotación, en tan to explic a la f orm a fund amen tal de p rod ucc ión d e p lus valí a, y da cuenta d el p orq ué el apar ato p rod uctiv o y la es fera de la c irculac ión tiend en a caminar desl igados , rep rod uciend o un capitali smo que extr ema las c ontr adic ciones i nh eren tes al modo de pr odu cción capitali sta. 20 El primero public ado en Cuadernos Polí t i cos, núm. 20, abril-junio de 1979, Ed. Era, México, y el segundo en la R evista Mexicana de Sociología , número ex t r a o rdinario (E), México, 1978. En esta línea, debe incluirse también su ensay o “El c iclo del capital en la economía d epen diente”, p ublicado en Mercado y de pendencia , de Úrsula Oswald et al., Ed. Nueva Imagen , Méxic o, 1979.
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En t rabajos p osteriores , Marini i n trodu ce nuevos elemen tos en el desar rollo d e la teoría de la d ep en d encia, e n p articular en lo que se re fiere al p eso que asume la p rod ucción d e plusv alía ex tr aordinar ia e n la econom ía latin oam e r i ca n a2 1. Luego d e su p ublic ación , las tes is de Dialéctica de la dependencia concentraron en el cor to p lazo la aten ción de los cient íficos sociales de la re gión , y las posiciones críticas desde diversos ángulos no se hicieron esperar. Así, Cardoso y Serr a, y Castañed a y H ett, 22 plan tearon un juicio común : el anális is de Mar ini es marcad ame nte econom icista, desconociend o los críti cos un a de las defic ien cias más notables del marxismo latinoamericano: su débil desarrollo en la economía política. En este tip o d e críti ca se h ace palpable el soc iologismo reinan te en las cien cias social es latinoam erican as, en d on de las es feras s ocial y p olític a ad qu ieren tanta au ton omía que se explic an a sí mis mas, dejando de lad o la i ncidencia de la econ om ía en la definici ón d e los procesos sociales . Se fun da me nt an , sin em bargo, en un problema real: el grosero estructuralismo económico prevaleciente en el mar xismo vul gar, en d ond e la infra lo explica todo. Arr an cand o d e las v isiones soci ologis tas, s e p lantea que en los anális is económ icos de Marin i no ap arecen las clases social es ni la lucha de clases. Son las mismas c on fusiones de quien es creen que el an álisis de las c lases en El capital de Marx sólo se inic ia en el capítulo LII del ter cer tomo y no v en q ue está presente se a lorealiza largo bajo de toda obra, en de tanto el análisis de de laslaclases econó-samico las la categorías plusvalía, valor fuerzaa nivel de trabajo, lario y ganan cia. Otr a críti ca m uy generaliz ada, d esde un espectro de p osiciones muy amp lio, es la que plante a que en Dialéctica de la dependencia prevalec e un an álisis circulac ionis ta, p or sobre el anális is de la esf era pr od uctiv a. H e aqu í cómo un pr oblema d e métod o, es to es, la neces idad d e par tir de la c irculaci ón d e cap itales y mer cancí as para comp ren de r la v inculac ión d e Amér ica Latina al mer cado mundial, se confunde con un problema de objeto, cual es analizar el ciclo del capital que a p artir de dicha vi nculaci ón se crea en la región, y las leyes que asume en su rep rod ucción. S up onen los crí ticos erróneam ente, p or la c onfusión a nte rior, que Mar ini postularía la s up rem acía de la ci rculac ión p or sobre la pr odu cción en el fun cionam iento d el capitalis mo. Digamos, por último, que la categoría superexplotación se convirtió en uno de los puntos más polémicos de las ciencias sociales latinoamericanas. “Plusvalía extraordinaria…”, op. cit. F.H. Car doso y J. S err a, “Las desventuras de la dialécti ca de la dep end encia”, Revista Mexicana de Sociología, núm ero extraor dinario (E) , 1978. De Cas tañed a y Hett, El economismo dependentista , Ed. Siglo XXI, Méxi co, 1978. 21
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Ente nd ida como el pr oces o m ed iante el cual “( la fuerza de) tra bajo se re m unera por debajo de su v alor” ( Dd, p. 42 ) y no como “u na sup erviv encia de m odos primitivos de acumulación de capital, sino […] inherente a ésta y [que] crece c or relativ ame nte al d esar rollo d e la fuerza pr odu ctiva d el tra bajo” ( Dd, p. 98), la categoría superexplotación ha sufrido todo tipo de equívocos, y es un o de los p un tos c lave de las dispu tas res pecto al carácter d el cap itali smo lat i n o a m e ri ca n o . Para algun os consti tuy e un a categoría que d a cuenta de pr oces os pretér itos, anteriores al capitalismo. Otros, aceptando que es un fenómeno que puede dar se en el capitali smo, la restringen a las form as de p rod ucción d e p lusva lía absol uta y, en tanto dan por supuesto que el capital i nd ustri al se rige p or la p rod ucción de p lusvalía relativ a, la entien den como un m ecanis mo extr aord inar io y acciden tal. Terceros l a confund en con el pr oceso d e p aup eriz ación absoluta y, como el c ap ital no pu ede “liquidar” la f uerza de trabajo, s up on en in correcta la tesis de la superexplotación. No e s dif ícil constatar qu e en e sta div ersidad de o p inion es lo que se hace man ifies to es la i ncomp ren sión del térm ino y de los proces os de los que d a cuenta. No repetiremos aquí ideas ya desarrolladas que refutan los planteamientos anter iores .23 Digamos tan sólo que la superexplotación es l a pied ra angular p ara comp ren der la es p ecificidad d el cap itali smo latinoam ericano, en tanto da cuen ta d e las form as partic ulares en que se asi enta la prod ucción d e plusvalía, cómolaesciexp lotada za de t rabajo y l as tend encias que d e ello s e de rivan hacia rculaci ón ylalafuer distribución. Si Frank consti tuye el pu nto más alto en el trán sito de la dep end encia al mar xismo, Marini f un da la teoría mar xista de la d epen den cia. Decíamos anteriormen te que este autor p erman eció prácti camen te sol o en tre su gener ación en el desarrollo de e sta temática y con un a p rod ucción r ica, per o esc asa. Esto no d eja de ser un p roceso c urioso. Jus to cuand o se da ban las bas es para qu e en el plano teór ico el marxis mo latinoam eric ano p ud iera dar u n salto general, s e pr odu ce el abandon o de esta tarea po r d iversos intelec tuales ligad os ant eriorme nt e a estos proyec tos. Esta pa rad oja tiene par te d e su explic ación en el p roces o con trar re volucionario que se desata en el cono sur de América Latina, con particular fuerza en la p rim er a m itad de los añ os seten ta. P or su inciden cia en el tem a que nos ocupa, es p articularmen te significativo el golpe m ilitar en Chile, y a qu e allí se concent raba p arte imp orta nt e de los i nt elec tu ales ma rxis tas que d iero n 23 Véase al res pecto del p rop io Marini la parte II de Dialéctica de la dependencia y el pun to III d e “Las razones…”, op. cit., pp . 85-99. También de Jaime O sorio, “ Super explotaci ón y clase obr era: el caso mexicano”, Cuadernos Políticos , núm . 6, octubre-dic iembre d e 1975, Era, Méxic o, en particular las pp. 5 a 10, y el capítulo 3 “Depend encia y s up erexplotaci ón” de este li bro.
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vida a los estudios de la de pe nd en cia. T ras el golpe m ili tar en ese país, s e p rod uce la diáspor a qu e d esarticul a eq uipos d e tr abajo y tem as de in vest i g a c ói n . El marxismo, en sus principales vertientes, resintió agudamente el pro c e s o con tr arrevoluciona rio: un as como sosten es id eológ icos d e la “vía ch ilen a al socialism o”; o tr as, com o resultad o del violen to cambio en las cor relacione s d e fuerz a y po r la liquidación d e sus p royectos. Tod as, por la re p resión . Pero d esde an tes del golpe m ilitar, al gun os de los más impor tantes teóric os de la dep end encia hab ían inic iado un camin o que los apar taba de los temas c ent rales p rop uestos a debate. A nd ré Gun der Frank, por ejemplo, y a había esc rito “ La dep end enci a ha mu erto, vi va la d ep end en cia y l a lucha d e clas es”, 24 ensa yo en d ond e se ha cía ev iden te su agotamiento en aq uella problemát ica. Th eoton io dos S anto s, po r otra par te, inic iaba s us estudios s obre el imp eriali smo, que si bien estaban ligado s a los pr oblemas de la dep end en cia, pon ían el ac ent o en las ec ono mías desarrollad as y en los av an ces tec n ológicos. 25 De esta f or ma , Marini no sólo concentró las críticas, sino la ta rea de avanzar en el tema. 26 Más al lá de los elemen tos pun tuales de la c rític a a la obra d e Marin i, an tes señalados, exis ten dos gran des corrientes que, en form a m ás gl obal, plantearon propuestas alternativas a la posición de este autor. Nos referimos a los trabaj os prov enientes del marxis mo en dogen ista que, luego de un largo periodo de rep liegue teór ico, busc ó n uevos aires tras las tesis de la “artic ulaci ón de mo do s deantiguos p rod ucción”, y aliberales, las formhan ulaciones de an dep encalificó de ntistas que, junto con teóricos dado vida a lotiguos que Marini como “neodesarrollismo”. En Capitalismo y subdesarrollo …, op. cit. Luego de su salida de Chile, Dos Santos se establece en México, en donde prosigue sus estudios sobre la cris is económ ica y el imp erialis mo. Los resultados de e ste trabajo se encuentr an en la pr imera y segunda parte d e su li bro Imperialismo y dependencia , ya citado. Con posteriorid ad, Dos Santos se traslada a Brasil donde retoma una activa vida política. Vania Bambirra realiza un periplo geográfico similar, desplazando su aten ción teór ica a p roblemas políti cos, como el aporte de Len in a u na teor ía de la r evolución y el socialismo. 26 Al sali r d e Ch ile, y tras un a corta estadía en Panam á y Aleman ia Fede ral, Marini se establece en México en 1974, iniciando un prolífico trabajo de formación de equipos de investigación en el Cen tro de In form ación, Docume nta ción y Análisis del Movimient o O bre ro ( C I D AM O), que crea y dirige, en d ond e se prod ucen vali osos materiales s obre análisis d e coyuntur a intern acional, así c om o investigaciones sobre diversos países latinoamericanos. En México, Marini escribe Las razones del n eode sa r rol l i sm y oPlusv alía extraordinaria y acumulación de capital . Tamb ién algun os ensay os sobr e el Estado y la lucha por la democracia. En general, su producción se reduce, en medio de intensas tareas docentes y de dirección de investigaciones y equipos de trabajo, y por el reflujo general que viven los m a rx istas d e la d ep en d en cia. A me dia dos de los och en ta, re g resa a Bra sil en don d e inicia u na re visió n de las teorías del desarrollo latinoamericano, así como del socialismo. En 1993, de vuelta en México, dirige el Centr o de Estud ios Latinoamer ican os (Cela) de la U N AM, en donde encabeza seminarios de revi sión de la teor ía soci al latinoame rican a, el cual d eja a m ediados d e 1994 par a re gresar a Bra sil, en donde fallece en 1997. Sus memorias así como sus principales trabajos pueden consultarse en la p ágin a h ttp ://www. m a r in i- e sc r it os . un a m .m x 24 25
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La articulación de modos de producción
La cris is que vivió el mar xismo en do gen ista en los años s esenta, con la “sorpr esa” de la Revoluc ión cubana, el agotam iento de sus tes is políti cas y el quiebre de mu chas de sus organizac iones, c reó dificultad es a su elaboración te órica. S us planteam ientos res pecto a las f ormu laciones de la dep end enci a ten dieron a ser más contestatarios , lo que le r estó f uer zas en la creación d e p un tos de vi sta nuevos en la caracterizac ión d el cap ital ismo lati no amer ican o. Sólo a m ed iados de 27 son los setenta, la situación seenmodifica, ciertas gestadas en Europa, particularmente Francia, cuando retomformulaciones adas por teóric os latinoamer icanos, dan do vuelo a l a teoría d e la “articulac ión d e mod os de pr od ucción”, en un claro sentid o altern ativo a las tes is de la dep end encia. Agustín Cue va h a sido si n dud a el má s lúcido expo nen te d e esta inte rp re tación en nuestro continen te. Su libro, El desarrollo del capitalismo en América Latin a,28 es una de las obras más valiosas producidas en la segunda mitad de los años setent a en la zona. En el trabajo d e Cueva s e rep iten viejas tes is teóric as y políticas del marxismo endogenista, aunque con significativas innovaciones, muchas de ellas toma das de las prop uestas de los teór icos de la dep en den cia. Estos cam bios, p resentes en ideas como “las de form acion es del ap arato pro ductivo cap italista debido a nuestra integración en el orden económico mundial”, “situaciones de dependencia” o sobre explotación, harán más corta la brecha entre este enfoque y las formulaciones marxistas de la dependencia. En el libro de Cuev a h ay un esf uerzo ev iden te p or sup erar las limitaci ones endogenistas más recalcitrantes, tratando de integrar en el análisis los condicionan tes exteriores c on los factores i nter nos p ara ex plic ar la srcinalidad del capitali smo latinoam ericano. Es as í como se ind ica qu e “la plen a incorp oración de Amér ica Latina al si stem a capitali sta m un dial [ …] no ocurre a p artir de un vacío, sin o sobre la base d e u na matr iz econ óm ico-social pr eexistent e”, por lo que esta s ituaci ón “n os coloca ante la c om plejidad d e un proces o en el que lo inter n o y lo extern o, lo económ ico y lo polític o, van u rd iend o un a tram a histórica hecha de mú ltiples y rec íprocas determ inaci ones” ( pp . 11 y 12). La idea de “rec íprocas determ inaci ones” de los f actores externos e int ernos, s i bien sup era los enfoques unilaterales que consideraban sólo un o d e los elemen tos, no nos ay ud a a iden tificar el hilo c on du ctor que d ebe guiar el análisis. El pro blema n o se acl ara con un a sumator ia de elemen tos y conceptos, o
con un equil ibri o ind eterminad o d e factores internos y externos. ¿ Dónd e están las raíc es de nu estro subd esarroll o?, ¿ cuáles son los elemen tos definitorios en 27 Pierre-Philippe Rey, Les alliances de classes , Ed. Maspero, Par ís, 1973. Exis te edición en esp añol en Siglo XXI . 28 Ed. Siglo XXI, México, 1977.
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la ges taci ón d el c ap itali smo p articular lati no ame ricano? Cuev a formula un a prop uesta. A sí señala que el subdesarrollo latinoamericano sólo se torna comprensible al conceptualizarlo como un proceso de acumulación muy particular de contradicciones que n o d erivan ún icamen te d e los el emen tos his tóric os en que hem os enf atizado […] (“pru sianismo” agr ar io, “de for m aciones” del ap ara to pro d u ctivo capitali sta debido a nue stra int egració n en el orden econ ómico m un dial, s ucción de exced entes po r el capital mon op ólico), sino también de un a h eterogeneidad más amplia, explicable en términos de articulación de modos de p rod ucción , sin cuyo a nálisis resulta im posible en ten der el p rop io d esar ro llo con creto de los elemen tos estud iados h asta ah ora (p. 100). El pes o d e la res pu esta de Cuev a, en m edio d e un agregad o de factores, s e inclina cl aram en te a hacer de la “artic ulación d e mod os de p rod ucción” un eleme nt o clave en la exp licación. El subdesarrollo latinoamericano se presenta a primera vista como un p roceso atrasad o e insufic ient em en te capita lista, f ren te a las f orm as y mod alidad es que asumió el cap ital ismo en los l lamad os países centrales. P or esta razón, la idea d e la “ar ticulación d e mo do s d e pro d ucción” (en tan to in teg ración de form as “atrasadas” y “mod ern as” de p rod ucción), no es más que qued arse en la descripción en se cómo capitalismo se asum e mu estra y se expdel resa.problema, Pe ro p oco h a el a van zado en latinoamericano exp licar por qué esas f or ma s. Señalemos tres ideas centrales en relación con los problemas que nos o cu p a n : 1. Lo que deter min a la imbr icación qu e se prod uce entr e los disti nt os “modos de pr odu cción” en A mér ica Latina es el ti p o de inserc ión qu e establ ece es ta reg ión con el m ercado m un dial c apitali sta. 2. La vinculaci ón d e Amér ica Latina al m ercado m un dial (que se m od ifica al avanzar el proceso histórico, de ahí la necesidad de estudiar los fenómenos de la d epen den cia) gener a p articularidad es en su ci clo d el capital, el c ual en dete rmin ad as situacion es no sólo perm ite, sin o que re q u ie re la re p ro d u cció n de form as no típ icam en te capit alistas para con solidar se y d esar ro llar se. 3. Esta “ar ticulació n de mo dos de pro d u cción” no se d a a nivel de la pro d u cción inmediata, sino de la circulación. Pe ro al hacerse presentes las tendencias p rop ias d e la p rod ucción de plusvalía y cap ital, los mod os d e pro d u cción existentes se readecuan y reestructuran, sufriendo variadas alteraciones, par a ha cer fren te a lo s requ er imien tos q ue imp on e e l cap ital a la p ro d u cción
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m ercantil. El c apita l buscar a pro piar se no sólo de la p er iferia d e los diversos tipos d e pro du cción , sino de sus bases mismas. Si en A mér ica Latina estas readecuaci on es en la p rod ucción n o asumen formas cl ásicas, no es tan to p or u na insufi cien cia d e d esar rollo capitalis ta, po rqu e “aun cuand o se trate realmen te d e un desar roll o insuf iciente d e las relaci one s capitalis tas, esa noción se refi ere a aspectos de un a realidad que, p or su estructur a global y su funci on amien to, no p od rá n un ca desar rollarse de la mis ma forma como se h an desarrollado las ec on om ías capitali stas llama das avanzadas. Es po r lo que m ás que u n p recapitali smo, lo que se tiene es un capitali smo sui ge neris” ( Dd, p. 14 ). En esta f orm a, salvo que aún se sos tenga que n os encontram os en estadios inferiores de d esar rollo f ren te al capitalis mo clásico, el c ap italis mo latinoa mericano h a mad urad o de u na m anera especí fica, marcada por sus modali dad es de integraci ón al mercado mu nd ial, lo que h a defi nido par ticularidades en la reprod ucción d el capital. En otro or den de cos as, Cuev a ins iste en la dom inaci ón d e un mod o de pr odu cción feudal en A mér ica Latina, pero a dif eren cia de los plan teamient os ante riores del marxismo end ogen ista, no lo extiende h asta el s iglo XX , sino h asta las tres cuartas partes del siglo XIX . Así, ind ica: “Al finaliz ar la form a d e imp lanta ción de l cap italis mo en Amé rica Latina cenreemo parela de la comp d e este blema, e stricstohaber rigor sentado no es, enlasel bases siglo xx, la tranrensión sform ación delpro feuda lismoque en capitalis mo , pue sto que este pr oceso, en sus l íneas gen erales, s e h a op erad o ya du ran te la f ase oli gárq uica” (p. 148). En todo caso, el hacer retroceder en el tiempo el feudalismo tiene implicaciones p olíticas imp or tan tes. Para Cueva se h ace difí cil sostener la vigenci a p ar a el siglo XX de r evoluci on es demo crátic o-burgu esas reales y , por end e, de alianzas del movi miento pop ular con la burgu esía i nd ustri al. D e este mod o, en un verdadero mea culpa, plantea algo que el marxis mo d e la depen den cia form uló desde sus inicios: Pe ro esta misma confrontación [entre la fracción agraria e industrial], que en ép ocas de cris is alcanzó el grado máximo de paroxismo , está teñ ida sie mp re de ambigüedades, en la medida en que la tendencia expansiva del capital ind ustrial, que en pr incipio lo impu lsa a buscar una amp liación del mer cad o interno, se ve contrarrestada por el temor de desarticular el motor principal ya establecido de acumulación de capital en general. Por esta razón, la burgue sía ind ustrial latinoam er icana no ha de sem peña do un pa pel re volucion ario, sino q ue se h a d etenido en las front eras d e u n tibio reformismo; la re vo-
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lución d e m ocr á tico-bu rguesa le ha parecido como un gran “salto al vacío”, como un riesgo d e p ersp ectivas inciertas que n unca se decidió a asumir (p. 15 0). Esta últi ma p arte av anzada p or el marxis mo en dogen ista también ayudará a crea r cond icion es p ar a que en el p lano político pued a pr od ucirse el a cerc am iento en tre las v ertien tes comu nistas y la llamad a izquierd a revolucion aria en América Lat ina, a finales de los s eten ta y a comienzos de los ochen ta del sigl o XX. La confl uen cia de fuerzas po líticas d el marxis m o end ogen ista y de pe nd en tistas, proceso in édito en Amér ica La tin a hasta esa fecha y que alcan za ex p re sio n e s significativas en El Salvador, Guatemala, Chile y Bolivia, propiciará el reflujo de la discusión m an tenida e ntre el marxismo end ogen ista y la teor ía marxis ta de la dependencia. Desde ambos campos la polémica fue reducida, prevaleciendo el criter io d e forta lecer la incip ient e u nid ad po lítica. Este e s otro factor que ex p lica la paraliz ación de la dis cusión en tor no a los pro blemas d e la dep end encia, a pa rtir de los años ochenta en América Latina. Ot ro p roceso der ivad o también d el mov imiento p olítico real c ont ribuyó a min imiz ar las diferencias en el plan o teór ico. La mu ltip licación d e golp es militares en la región, par ticularmente en el cono sur del continente, en la primera m itad d e los s etenta del si glo XX , pu so en el c entr o del debate la caracteri zación d el nuevo Es tado lati noam eric ano. El tema p asó a ser abor dad o d esde diversas corrien tes teóricas mar xistas y no mar xistas, multiplic án do se los ensayosatención. y trabajos sobre u n campo que en fechas anteriores había d esper tado esca sa En r elac ión con las c orr ientes que aq uí nos ocupa n, la disc usi ón asumió cortes en d ond e la dic otomía c asi general, presentada an teriormente, en tre en do gen istas y de pend en tistas, se exp resó en n uevas mod alida des. Muc ho s de los mar xistas de la dep en de ncia s e adscribi ero n a la caracteriz ación q ue el mar xismo end ogenis ta realiz ó d e los nuev os gobi ern os mil itares e n tanto regímenes de corte fascista, agregando en algunos casos la connotación de fascismo depen diente. U na buen a síntesi s de las div ersas posic iones encontrad as es el ma terial “La cuestión d el fas cismo e n Amér ica Latin a”, 29 que reú ne la par ticipación d e teór icos end ogen istas ( Agustín Cueva) , dep en de n tistas que coi nciden en la caracterizac ión d e fas cismo (Theot onio d os San tos, Pí o Gar cía) y de pe nden tistas que p ostul an un a p osición disti nta (Ruy Mauro Marini), que caracteriz an el fenóm eno como “Estado de cuarto pod er”, por el peso de las f uerzas arm adas en el cuadro estatal. 30 Public ado en Cuadernos Políticos , núm . 18, oc tubre-diciembre d e 1978, Ed. Era, Méxic o. En un trabajo p osterior , “La cues tión d el Estado y la lucha de clases en América Latina”, Monthly R e v i ew , Barcelona, octubr e d e 1 980 , vol. 4-1, M arin i reto ma el aná lisis d el E stado, ar ticuland o la exp osición con las consecuencias que la nueva situación plantea desde el punto de vista de la lucha democrática. 29 30
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La disc usión d e estos tem as, que p erm itió un sustancial avan ce de la teoría política marxista latinoam ericana, t amb ién en tró en un a sue rte de r eflujo, como resultad o en p rim er lugar d e los acer camien tos p olític os en tr e las corrien tes m arxistas antes señaladas, pero tamb ién como prod ucto de los cam bios ope ra dos en los regímen es mili tares que, al in stituci on alizars e, d ieron p aso a fórm ulas civiles de g obier no, con lo cual la id ea de fasci smo per dió n o sólo fuer za teó ri ca, sino también el carácter agitativo y de denuncia que en algún momento pudo ser útil. 3 1 Dependentistas y neodesarrollistas
Las dif erencias y contr ad icciones ent re los teóric os de la dep end en cia sól o a su m ie ron un cará cter sign ificativ o lue go d e la pub licación de Dialéctica de la . Ello d e p en d en ci a obedeció al claro corte de aguas que estableció el análisis de Mar ini en el plan o teórico. A par tir de ese pu n to, y a no tod os los d ep endentistas asumieron esta condición, porque el calificativo comenzó a significar mu chas más c osas que en sus inic ios. El marx ismo se había ap ropiad o d e dich a categ oría, d ánd ole conn otacione s específ icas al en foque de los p ro blema s que afron ta el c apitalis m o latinoamer icano , lo que obli gó a formu lar d ef i n i c i o ne s . El primer signo de este decantamiento fue el trabajo de Cardoso “Notas 32
sAllí obreCard e l estado los e ame stud nt iose sobre d ep en n cia”, escrito en 1972. oso in actual icia mdode erad sus oblajecion es de a la catego ría su perex p lotación en tanto factor clave del capitalismo dependiente, al considerarla una forma antediluviana de explotación y no resultado del desarrollo del capitalismo como tal. 33 Posteriorm en te, bajo un n uevo c uad ro p olíti co en Brasil , con pasos sign ificati vos de la dic tad ur a mili tar p or instituci on ali zars e en m ed io de ap ertu ras p olíti cas, y un a creci en te r ecomp osición y reactiv ación de l movi mien to p op ular, Cardoso lanza un violento ataque a la obra d e Marini, rechazand o las tes is de la supe rexplotaci ón y de l subimp erialis mo . Su en sayo “Las de sven tur as de 31 El tema del Estado ha continuado desarrollándose, aunque con visiones más parciales. Una buena selecc ión de trabajos se encuentra en el libro Estado y política en América Latina, de Norbert Lechner et al., Siglo XX I, Méxic o, 1981. La disc usión posterior se tr asladó al tem a de la de mocracia y de las transi-
ciones a lacorr democracia, en de donde como el mismoy Lechner y O´Donnell. una crítica de esta iente véase Atildestacan io Borón,autores Estado, capitalismo democracia en América Para Latina , Ediciones Imago Mundi, Buenos Aires, 1991, y de Jaime Osorio, El Estado en el centro de la mundialización, Fondo de Cultura Económ ica, México, 2004. 32 Publicado inicialmente en R evista L atinoamericana de Ciencias S ociales, núm. 4, Santiago, 1972. Posteriorme nte se incluy ó en Problemas del subdesarrollo latinoamericano, Ed. Nu estro Tiem po, Méx ico, 1976. 33 La respuesta de Marini a estas observaciones aparece en la parte II de Dialéctica de la dependencia , op. cit.
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la dialéc tica d e la dep end encia” , 34 en colaboración con José S err a, es una verdad era d efensa d el capitali smo brasil eño. 35 Marini responde a las “desventuras” con su ensayo “Las razones del neodes a rro l li sm o”36 ,en do nd e p recisa una ser ie de elem en tos en to rn o a la sup erex p lotación, que en sus trabajos anteriores no fueron considerados, al igual que sobre el subimperialismo. Conclusiones
Difícilm ente p uede h abla rse de un a teoría de la dep end enci a engloband o en tal af irmación un a tem átic a que h a debid o suf rir variadas mutaciones teóricas y políticas desde su surgimiento hasta nuestros días y que, en la diversid ad d e corrientes y autores q ue hem os r ese ñ ado, apun ta a p robl emas dis tintos y con desiguales niveles de concreción. En rigor, sólo se ha constituido un a teoría de la dep end en cia cuan do ésta h a sid o ap ropiad a p or el m arx ismo. Es de sde esta es cuela qu e sól o h a sido p osible defi n ir con p rec isión u na perspectiva de análisis, la integración de América Latina al mercado mund ial c apitalis ta, y un objeto específ ico d e estud io: el c ap itali smo d ep en diente, su s leye s de ge sta ción y de re p ro d u cció n . Muchos de los problemas aquí esboz ados, y que gan aron la atenci ón de los intelectuales en los años ses en ta y seten ta d el siglo XX , fueron abandonad os en el p osterior pcons or erva razones , entdelremu las cual setrabajo incluy yen también el av ance pe d elriodo pen samiento dor ,dlasiversas derrotas nd oesd el la crisis y de rr um be d el llamad o mu ndo soci alista, todo lo cual rep ercutió en la reflexión d e los pen sador es marxistas .
En Revista Mexicana de Sociología, número extraordinario (E), 1978. Tras c or tas estadías en Chile y en Francia, luego d el golp e m ilitar en Brasil en 1 964, Card oso re gresa a Brasil, en do nd e crea el Cen tro Bra sileiro de Analise e Plane amien to (Cebrap ), que se tr an sforma al poco t iempo en uno de los ins titutos en cienc ias sociales más prod ucti vos del c ontinen te. S e adscribe al Movimiento Democrático Brasileño ( MDB ), organizac ión p olítica d e centro, con activ idad destacada en los proces os políti cos tend ientes a dem ocratiz ar el p aís. En 1982 ocup a el cargo de senador por el Estado d e Sao Paulo y par ticipa activ amen te en la Asamblea Consti tuyente que elabora la nueva Cons titución p romulgada en 1988, fungiendo también como dirigente del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB ), organización disidente del PMDB . En 1992, asume la cartera de r elac iones exteriores y al año siguiente la de Hacienda, bajo el gobierno de Itamar Franco, quien sucede a Fernando Collor de Mello al abandonar éste la Presidencia del país, bajo acusaciones de corrupción. Posteriormente llega a la Presiden cia de Brasil, s iend o reelegido y term ina su man dato con fuer tes críticas del centro y la izquierd a de haber realizado una gestión orien tada p or p olíti cas neoliberales. Le s ucedió Lula en el cargo. 36 Marini, op. cit. 34 35
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Capítulo 6
Sobre recetas para salir del subdesarrollo. Crítica al neoestructuralismo Introducción
H AY D E MAS I ADAhistoria en el peregrinar latinoame ricano p or alcanzar el desarrollo, por lo que es difícil aproxima rse de m an era ing enu a a las propu estas que se formu lan en tal sent ido. Por lo gen era l, ba jo n uevos en voltorios, aparecen viejas re cetas y soluciones que –paro dian do a Marx–, ren uevan como farsa traged ias antiguas. Volver a re flexionar sobre los p roblema s d el d esar rollo latin oam ericano tien e la virtud de obligarn os a rep ensar en la regi ón : sobre sus particul ar idad es, el sentido de la extrañ a convivencia en tre “lo arc aico” y “lo mo der no”, sobre su p ap el en el sistema mun dial cap italista, temas d e signif icativa imp ortan cia que –parad ójicame nte– han sido relegados en las p reocup acion es de las ciencias sociales latinoa mer ican as en las últimas décadas del si glo XX y a com ienzos de l siglo XXI, periodo marcado p or el auge del pen samiento n eoliberal y que ha prop iciado un d esarme eórico n ad a fácil dehasuper ar. ofrecer una visión alternativa a la visión Elt neoestructuralismo intentado neoclásica d om inante y sus diver sas der ivacion es. Con la finali dad d e an alizar este plan teamiento –plaus ible, pero limitado en sus logros– nos centraremos de man era principal –aunque no exclusivamente– en los trabajos de Fernando Fajnzylber y de Ugo Pipitone. La razón de esta elección no es gratuita. Fajnzylber es el autor más consisten te dentro de esta cor rien te y d e sus p ro p uestas 1 a brevan las for mulacione s de la Com isión Económica par a Amé rica Latina ( C E PAL), partic ularmen te las de comienzos de los años noventa, 2 así como otros autores neoestructurales. 3 1 Formu ladas especi almente en La industrialización trunca de América Latin a , Nueva Imagen, México, 1983 (It en adelante) e Industrialización en América Latina: de la “caja negra” al “casillero vacío”: comparación de patrones (1990). contemporáneos de industrialización 2 Nos referimos especi almente a Transformación productiva con equidad, CEPAL, Santiago, 1990 ( Te en adelante), y a toda la pr oducci ón posterior qu e giró en torno a este tema. Ricard o Biel schowsky señala
que “los textos [de Fajnzy lberq an tesinici señalados las piezasEn pr “Ev incipales de de la tran sición la pro dudos cción cepalina a la et apa ue se aría en(JO)] los sañosonnoventa”. olución las ideas de lade CEPAL”, R evista de la CEPAL, núm ero extraord inario, S antiago, oc tubre d e 1998, p. 39. En “La CEPAL y el neoliberalismo” (entrevista), (en R evista de la CEPAL, núm . 52, abril de 1994) Faj nzylber hace una apr etada síntesis de las dif eren cias entre el pen samiento cepalino y el neolib eralis mo, m aterial en el que también n os apoyaremos p ara algun as dis cusiones en este trabajo. 3 En tre los qu e destacan Osvaldo Sunkel, J oseph Ram os, Víctor E. Tokm an y Ricardo Fre n ch -Davis, todo s ellos ligad os en diversos mom entos y bajo div ersas formas a C E PALo a otr os organis mos int erna cionales, 151
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Pipitone n os inter esa p orque d e man era d iáfana p one de m anif iesto los supuestos teóricos y me tod ológicos de sde los que se c on struye el dis curso ne oestru ctural, así c om o sus li mitaciones en la caracteriz ación d e Amé rica Latina y 4 en las soluciones para resolver los problemas del subdesarrollo. La exposición la hemos dividido en cuatro grandes apartados. En el primero p re se n tarem os la p rop uesta neoestru ctura l en torn o a cómo alcanzar el desarrollo. En el segu ndo, exp on d rem os el diagn óstico que realiza de l subd esarro llo, sus causas o m an ifestaci on es, la caracter ización sobre América Latina y del Estad o y las respuestas al interrogante si existe una vía capitalista –así como una socialista– , para super arlo. E n am bos a par tados hemos optad o por un a amp lia ex posición d e citas a f in d e resp etar a l máximo las i de as, así como las he rr amien tas conceptuales a las que se recurre. En el tercer ap artado anali zamos los temas anteriores desde un a p erspec tiva crític a, tan to d e los s up uestos metod ológic os y ep istem ológic os pr esentes en la con strucc ión teó rica, as í como de la caracterizac ión d el subd esarrollo y de Amé rica L atina q ue r ealiz a el neoestru cturalis mo . La exp osición sintétic a d e las c laves que a nu estro en tend er explic an el subdesarrollo latinoamericano (y como contrapartida, el desarrollo de las regiones centr ales ), cons tituy e el tema central d el últi mo ap artad o, que a mo do d e conclusión p rivilegia elem en tos exp licativ os que confron tan a las v isiones n eoestructurales. Los ingredientes para alcanzar el desarrollo
Para inic iar esta exp osición toma rem os las tres c on dicion es para alcan zar el desarrollo f ormu ladas por Pipitone. La p rimera se refi ere a la neces idad de “profund as tran sform acion es en las estructur as pr od uctiv as agríc olas” , ya que “un a agricultura m ode rn a y eficien te [… ] parecería ser un a conditio sine qua non para la salida del atraso económico” ( FCE , p. 20 ). Fajnzylber concuerd a en la imp orta ncia de “la tran sform ación d e la es tru ctura agraria”, y a que “la exp erienci a en seña que en muchos cas os de ind ustri ay que dieron forma al libro El desarrollo desde dentro, d e Sunkel (comp .), Lecturas d e El Tr im e st re Econ ómico, Méxi co, 1991. A esta lista, de sde Méxic o, se agrega Ug o Pipitone . No d eja de llamar la atención el h echo que Pipiton e, a lo me nos en sus tr aba jos p rin cipales, nu nca hag a re feren cia a los escritos de Fa jn zylbe r ni de laa.C E PAL an tes se ñalad os, a pesar d e las c laras heren cias teóricas y metodológicas que de éstos p resent 4 C o n sid e r a rem os tre s d e sus escritos. El más imp ort an te en to rno al p roblem a que aqu í n os ocupa, La salida del atraso: un estudio histórico comparativo, Fondo de Cultura Económica, México, 1994 ( F C E , en adelante); el segundo, “Crecimiento y distribución del ingreso en América Latina: un nudo i r re su e lt o”,C omercio Exterior, vol. 46, núm. 7, México, julio de 1996 ( Ce, en adelante), y “Ensayo sobre dem ocracia, de sarrollo, A mérica Latina y otras dud as”, M etapolítica, vol. 2, núm. 7, México, julio-septiembre de 1998 (M, en adelante).
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lización la tran sform ación estructur al del s ector agríc ola desemp eñó u n p ap el importante”. 5 Sin embargo, establece jerarquizaciones precisas: “la articulación productiva” exige “reconocer las diferentes especificidades sectoriales. No es lo mismo servi cios, ind ustria o agr icultur a; tod os estos sectores tiene n r oles com p lementar ios y dif eren tes ”. E n este sentido t erm ina p rivilegiand o a la ind ustria, y a que “tiene un pap el cruci al por ser p ortad ora y dif usora del pr ogreso técnico”. 6 Para CEPAL, de la man o d e Fajnzy lber, tam bién “la i nd ustriali zación constituye el ej e de la tran sform ación p rod ucti va, principalmen 7 te por ser portad ora de la incorporación y difusión del progreso técnico….”. Más al lá de las dif eren cias sobre el s ector económico deton ador de ener gías virtuosas , imp orta d estacar que tan to en el planteam iento d e Pipitone como en los de CEPAL y Fajnzylber exi ste un común d enom inador : todos apun tan a la bús queda d e un “núcle o end ógeno” 8 que desate y dinamice las potencialidad es del desarrollo, baj o la fi gura de l progreso técnico. La segun da cond ición en Pip itone se d iri ge a las caracterís ticas de l Estado. Es necesario “que el Estado haya alcanzado niveles relativamente elevados de consolidación política interna y eficiencia administrativa” ( F C E , p. 20), idea que en C E PA Ly en Fajnzylber se traduce en “la concertación estrégica público-privada”, 9 esto es “acuerdos explícitos e implícitos de largo alcance entre el Estado y los principales actores políticos y sociales, en torno amien la transformación productiva fin de generar tos c onvergentes c on loscon propequidad” ósitos caomu nes” y que “comporta“inh iban las dinám icas de los in tereses de gr up os qu e p od rían comp rom eter los p ro p ósitos c o l e c t i v 1o0 s ” . Esto va de la man o con la tercera c on dici ón señalad a po r Pipiton e, referi da a la “masa de en ergía soc ial” y el factor tiemp o: “L a realidad del atr aso no es generalmente un proceso lento de acumulación progresiva de circunstancias favorables . Al contr ario, pod ría d ecirse que el trán sito a la mad urez gen eralmen te tiene un carác ter comp uls ivo po r m edio d el cual en p ocas décad as se 5 6 7
In dustrialización en América Latina: de la “caja negra” al “casillero vacío ”, op. cit., p. 56. “La CEPAL y el neoliberalismo”, op. cit., p. 208. Transformación productiva con equidad , op. cit., p. 14.
8 Aquí existen matices que val e la p ena reten er. Si en Pipiton e “la historia del subdesar rollo lati noamericano” es resultado d e “una moder nizac ión agr aria frustrada” (“E nsay o sobre democracia, desarrollo…”, op. cit., p. 476), para Fajnz ylber el pr oblema reside en una “modern ización tr unca y precaria”, ubicando el “núcleo endógen o” particularmen te en el sec tor d e bienes de capital. ( La indu strialización trunca … op. cit., cap. V: “Ref lexiones par a un a nu eva industrializ ación”). Es ta especifi cidad se pierd e en Trans formación productiva con equidad , quedand o el sec tor indu stri al en gener al como m otor del “núcleo endógeno” ( CEPAL, op. cit.). 9 “La CEPAL y el neoliberalismo”, op. cit., p. 208. 10 Transformación productiva con equidad, op. cit., p. 15.
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concentra un a masa de ene rgía s ocial adecuada p ara imp ulsar las tran sform aciones necesarias” ( FCE , p. 20 ). Esa masa de en ergía “pued e refi gurar se como u na sec uen cia din ámica entre t res dim en sion es: la inn ovación técnico- cien tífica, la amp liación d el mer cado y la creativ idad emp resarial que, p ara cerrar el círcul o, retroalimen tan la innovación técn ico-cien tífica” ( FCE , p. 461). La críti ca al pap el subsidiario d el Estad o en la con cepci ón ne oliberal se encuentra exp lícita en la postura n eoes tructural. De “ men os Estado” d e la p rimera se debe d ar p aso a un “mej or Est ado” en la segunda.
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El diagnóstico Cómo se concibe el subdesarrollo
Son varios los signos que caracterizan el subdesarrollo. El primero es como deform a ci ón. “La clave del subdesarrollo –indica Pipitone– no está en una insuficiencia, en algo que puede entenderse por medio de un signo de menos, sino en una deformación que distorsiona la posibilidad de promover formas de desarrollo que empalmen ent re sí hom bres, recursos natur ales y necesidad es sociales” ( FCE, p. 25 ).12 El subdear rollo también se p resent a “[…] como dualismo de estructuras pro ductivas y socialesque n o term inan d e encontr ar los actores y las ideas para un a integ ración int era ctiva d e los div ersos s ubsis tem as que constituy en un a org an ización social” ( FCE , p. 25, cursivas del autor). Se conforma así “un híbrido histórico y un a situaci ón de con vivencia pr ecaria entr e m oder nid ad y arcaismo….” (FCE , p. 4 41). En Fajnzy lber, el s ubdesarroll o se p resent a como un a “mo de rn izaci ón” “trun ca”, “pre caria” y “distorsi on ada ” respecto a la ind ustriali zación de los países avanzados, 13 la que debe d ar p aso a un a “nueva i nd ustri alización”, que p ri vilegie el sec tor de bienes de capital, en tan to ”un a d e las es pecificidad es de e ste sec tor reside [… ] en el hech o d e que un o d e los objetiv os que se per siguen 14 con su desarrollo es el fortalecimiento del acervo tecnológico nacional”. 11 Para Sunkel “la intervenc ión d el Es tado debe ser analiz ada con un criterio más pragm átic o, que reconozca la vital presencia de un Estado eficiente en suplir las deficiencias del mercado y en eliminar las tend encias exc luyentes en la distribuci ón de los benefi cios del crecimiento y que rescate su v erd ader o p a-
desarrollo desde dentro, 12 Reiterando pel orientad or del el desar ….” Elque ., p. 69. puntorollo se señala “el problema central op. delcit subdesarrollo no es por tanto un p roblema d e insufic iencia, s ino d e de formación. Resul tado inevi table d e un a her encia histórica en la cual el c apitalis mo, como re sultado de la expansión m und ial europea, n ació an tes que los ca pitalist as” ( F C E , p. 2 5). 13 La in dustrialización trun ca… op. cit., cap. II I : “América Latina: imagen fiel o reflejo deformado de indu striali zación d e los p aíses avanzados” , p p. 149-267. 14 La indu strialización trunca …, op. cit., p. 387.
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Razones históricas del subdesarrollo
Entr e los factores históric os que inte rvinier on en la gestac ión d el subd esarrollo se d estac an tres. El pr imero e s la idea d e un “transplante históric o frac asado”. “Áreas extra eur op eas, inm en sos terr itorios de la A mé rica que sería l atina, d e Asia y más tarde de África, –señala Pipitone – fueron abrup tamen te integr ados a esquemas de or gan ización p rod uctiv a intern acion al en el ámbito d e los cuales, sin embar go, la lógi ca de f un cionam iento era d el todo exter na a su anat oFCE
mía yMás fisiología tradicionales” , p. 24terminado ). aún: “Se transfirió un( producto sin que fuese posible tran sferir a quellos f actores materiales y espirituales que h abían h echo d el cap ital ismo un p roducto maduro de la Edad Modern a europea. Un tran splante d e órganos que a l o largo de 500 años no h a sido ni asi m ilado d el todo ni del to do re ch a za d o” (F C E , p. 24). En los or ígen es de l subd esar rollo tam bién está p resen te la ex p an sión europ ea, ya que si “el atr aso es fund amen talmen te un fenóm en o eu ro p eo, o sea un fenóm eno típic amen te semiper iférico, el s ubd esarroll o es, en sustan cia, e l p rod ucto de la exp an sión m un d ial d el cap italis mo euro p e o”( F C E , p. 23). El énfasi s en este a specto es ma nifies to: Aquell o que p ud iese haber sido “atras o” […] de otras partes d el mun d o al c ontacto con un a Europa que se p royecta haci a el mu nd o se c on vierte en subde sarr ollo. F ren te al p od erío, la vitali dad y la agresiv idad ex p ansionista de Europa, el subdesarrollo no tuvo ninguna posibilidad histórica para evolucionar hacia formas superiores (y propias) de conocimiento científico, innovación tecnológica y organización social ( F C E , p. 24, cursivas d el auto r). 15 La expan sión eur op ea gestó c olonias y este as un to constituy e u n an teceden te ce n tral pa ra en tend er el s ubd esarro llo actual d e regiones y p aíses: “El haber sido colonias a lo largo de siglos en los cuales en Europa y Estados Unidos se consolidaban estructuras históricas del capitalismo […] supuso para los países que hoy denominamos subdesarrollados la acumulación de
15 El autor no quiere dejar lugar a dudas en este asunto. Por ello reitera que “la Conquista antes y la dependencia económica después no explican todo, y si lo hacen es sólo en la medida en que ponen en evidenc ia la imposibilidad histórica de que los países periféricos pudieran realizar las transform acio nes que , en Europa, cre aron las c ond iciones par a un a n ueva estructura al mismo tiempo integrad a, confl ictual y dinámica de organizac ión d e la p roducció n y de la sociedad” ( F C E , p p. 14-1 5, cursivas del autor).
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atrasos y deformaciones que constituyen una pesada herencia histórica” (F C E, p. 441). Pero si las con quistas c oloniales ay ud an a exp licar el subd esar rollo, ell o n o es as í par a en ten der el desarrollo. Porque “en la his toria d el capitali smo europe o las c on quistas colon iales consoli da ron y d ieron más fuerza a los pro cesos que h acían tran sitar a Europ a d el feud ali smo a la ec onom ía de m ercado y f inalmen te al capital ismo indu strial moder no. Pero no fueron ni las c onqu istas ni las c olonias el f actor d eterm inan te” ( FCE , P. 441). 16 ¿Una vía capitalista parasalir del subdesarrollo?
Sobre este tema, en la obra d e Pipitone se hacen p dictorias. Así, en FCE señala qu e
resentes res pu estas c ontr a-
hasta hoy la historia ha indicado que existe un camino capitalista para salir del atraso. La experiencia de países como Suecia, Dinamarca, Alemania o Italia en el siglo pasado y comienzos del presente, […] son demasiado evidentes para que sea necesario insistir sobre este punto. Sin em bargo, no resulta eviden te, a juzgar p or los hech os m ad uros h asta ho y, que exista un camino capitalista capaz de conducir a los países subdesarrollados hacia la integración de sus estructuras productivas y sociales (F C E , p p. 2 6-27) ( cursiv as en el srcina l). Esta id ea es reforzada con sus af irmaciones sobre la “imp osibilida d histórica” de los países subdesarrollados de lograr procesos de integración y de innovación tecnológica que los llevaran a estadios superiores de desarrollo. En este mis mo texto ap arece a pie de p ágina una afirmaci ón qu e intenta, sin em bargo, mat izar su po stura al af irmar que […] si proyec tamos la mirada al otro lado d el mun do, n o p ued e dejarse de recono cer el extrao rd inario éxito obten ido p or varios pe queñ os países asiáticos entr e los años ses ent a y ochent a d e este sigl o [ XX , (JO)]. En los casos de Corea d el Sur, T aiwán, H ong Kong y S ingap ur, creci miento económic o e integración nacional pudieron realizarse al mismo tiempo y tal vez justamen te gracias a dos requisi tos que h an faltado hasta ahor a en la gran m ayoría d e los países del Ter cer Mun do: la exi stencia de estructur as estatales 16 Hay un claro cuestionamiento a la idea que “desarrollo y subdesarrollo son las dos caras de un mismo p roceso” , como afi rm ó la teoría de la dep end encia, tanto en su vertiente cepalina rad ical, como m arxista. Véase, por ejemplo, de Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del de sarrollo, Siglo XXI, México, 1970.
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fuertes y l a capaci dad par a op erar, an tes del despli egue ind ustri al, profundas reformas agrarias”( FCE , p. 27, pie de página n úm. 10). En el últi mo texto aqu í con siderad o las du das desapar ecen, adsc ribiénd ose a la tesis de que es factible una salida capitalista del subdesarrollo : La conclusi ón es i n escapa ble: no existen en la realidad contemporán ea otros caminos al desarrollo que no sean capitalistas, caminos que pu edan hacerse reali dad in de pen dientem ent e de la capa cidad d e los país es par a mov erse con e ficac ia en me rcados c ad a vez má s com p etido s y en red es finan cieras internacionales que puedan apoyar u obstaculizar las aspiraciones de desarrollo de los países que permanecen entrampados en el atra so económ ico, en agud as for mas de p olariza ción social y en con textos de escasa solidez de las instituciones estatales ( M , p. 466) (cursivas del autor). ¿Una vía socialista para salir del subdesarrollo?
Frente al soc ial ismo y sus p osibil idad es en mat eria d e d esarrol lo, el planteamient o se mueve en la confus ión. In icialmen te psuocas du das d eberían caber acercdea Estado d el éxito económ como ico d elinstrumensoc ialismo (en versión histórica de capitalismo autoritario) to po lítico par a pr omo ver la s alida d el subd esarroll o. H acien do a u n lad o toda cons ideraci ón relativ a a los problem as de la d emocraci a, la exper iencia de u n p aís como Chin a en las últimas c uatr o décad as p arecen m ostrar la ef icacia d el “socialismo” p ara r omp er con un a p arte considerable d e los du alismo s típic os del subd esar rollo [… ]( FCE , p. 27 ). Pero es una salida d el subd esarrollo li mitad a. Sólo “hacia formas histórica mente srcinales de atraso en el ámbito de las cual es operan factores de rigidez políti co insti tuci onal qu e term inan por trabar la continuación de procesos sosteni ”. ( FCE , pp . 27-28)( cursiv as del au tor ). 17 dos de crecimiento a largo plazo Las citas parecen apuntar a la idea de que el socialismo (chino, en particular) per mite el paso del subdesar rollo haci a el atraso, pero sin p erm itir la inte17 “El capitalismo ha mostrado su eficacia histórica para promover el tránsito del atraso al desarrollo. E l socialismo se ha r evelado (aun que sea en los límites de un a realidad de capitalismo de Estado autoritario) en algunos casos nacionales como un instrumento eficaz para romper una parte considerable de las inercias y las deformaciones del subdesarrollo sin poder, sin embargo, constituir estructuras sociales y eco ” ( FCE , p. 28) (cursivas del autor). nómicas con altos grados de interacción dinámica
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gración propia d el d esarr ollo. 18 El texto h asta aqu í citado, p ublicado en 1996, puede exp licar el error de afirma r que “operan factores de rigidez p olítico instit ucional qu e t erm inan por traba r la cont inu ación de procesos sostenid os d e cre cim iento a largo p lazo”, siendo China un caso excep cional en materia d e crecimiento e n las últimas décadas. Pero en el t exto M el caso chino ya no aparece ubicado en el atraso, sino en el d el desarr ollo. A d em ás, c omo p aís cap ital ista. A l h ablar d e los “ d istintos esti los (de d esarrollo ec on óm ico)”, y al “c ierre d el segun d o y la ap ertu ra del tercer mil enio”, Pipitone ind ica que “no h ay mane ra d e n adar sino en el
río universal que es el capitalismo”, ubican do a C hin a ju n to a p aíses desar ro llado s como A lema nia, Estado s Un idos, S uecia y Core a de l Sur. ( M , p. 466 ) (cur -
sivas del autor). Los escritos no ap ortan , sin em bargo, los elemen tos que de 1996 a 1998 (fechas de los textos c itados) l levan a Ch ina d el atraso al d esarrollo y de n ación socialista a cap italista. La caracterización de América Latina
Para Pip itone, “[ …] gran p arte d e la historia del subdesar rollo latinoamer icano es imagen especular de un a mod ern ización agrar ia frustrada. H istoria de la imposibi lidad de convertir a la agricul tura en factor d e integr ación d e los mercados, ovilidad ascros endcapaces ent e, dedesemill e capacidades p resarial es, de de m g ener ación social de ahor en trareros endcircuito con losempr ocesos gener ales de mod ern ización” ( M , p. 47 6). Desgl osand o consec uen cias Pipitone señ ala: Atra so a grícol a imp lica, desde siemp re, esc asa gen er ación d e ah orr o, d esvío d e recursos es casos a la ad quisi ción d e alimen tos en e l m ercado in ternacional, imposibilidad de activación de dinámicas económicas locales, procesos caóticos, y siempre costosísimos, de urbanización, elevado desempleo que detiene la dinámica ascendente de los salarios reales y,
18 Algunas confus iones en torn o a la distinci ón entr e atr aso y s ubdesarrollo las introdu ce Pi pitone cuando indica que “sobre todo en la tercera parte de este libro [ FCE , JO] se usará a veces la exp resión
“atraso” comoo como sinónimo circunstancial de “subdesarrollo”, que sería más claro decir que se usará subdesarroll sinónimo d e atraso, JO], en tan to “el[creo s ubdesarrollo se nos presenta así como un a forma d e un fenóm eno gen eral que es el atraso” ( FCE , p. 25). En el capítulo XIV, ubicado en esa tercera parte, hace sin embargo, esfuerzos de distinción entre atraso y subdesarrollo, cuando señala que “el subdesarrollo se nos presenta así, a diferencia del atraso, ya no como una situación de estancamiento y pobreza técnica generalizada” -para regresar a las confusiones- “sino como una situación en que la modernización avanza por caminos que retroalimentan el atraso, impidiend o el trán sito a un a integración técnico soc ial de la economía” ( FCE , p . 456) (cursi vas del a utor).
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con ello, es trecha la amp litud de los mer cados nacionales as í com o la activación de presiones endógenas a la innovación tecnológica ( M, p . 4 7 7) 1.9 El asun to d e la f alta de int egración d e estructuras y p roces os es reiterad amen te señalado: “L a agud a p olariz ación del ingreso en Amér ica Latina es uno de los indicadores más cl aros de la elev ada segmentación inter na de los países de la región. Testimon io vivo, pod ría decirs e, de u n inacabado proceso histórico de integración (o, l o qu e es lo mis mo , de form aci ón )
nacional” (Ce, pp . 516 517)(cursivas del autor). Todo ello d a srcen a un a forma p artic ular de mod ernizac ión: “ G l o b a lmente hablando, América Latina es el indiscutible paradigma mundial de lo que se p od ría llamar «mod ern ización exc luyent e»” ( Ce, p. 519). 2 0 En Fajnzy lber “la i nd ustriali zación d inám ica con u rban ización ” que se ha gestado en Amér ica Latina en tre los años c uaren ta y s eten ta, “ti ene lugar en una región que posee, entre mucha otras, dos características que la diferencian fund amen talmente d e los país es avanzados : en pr imer lugar, un incremen to de la pob lación qu e alcanza l os niv eles más altos del mu nd o y, en segund o lugar, un a acentuad a conc entr ación d el ingr eso” ( It, p. 166). 19
La lista de “consecuencias” o “manifestaciones” del subdesarrollo latinoamericano se hace más ex-
tensa. Así señala quebien “El la problema icaoLatina, ] casi nu nca h a sid opsurod incapacidad para cre cese r, sino m ás dificultad deparlaaregión crecer [A al mér tiemp que se JO consolidan estructuras uctivas integr ada s y se form an tejidos sociotécnicos capaces d e hacer de las sociedad es reg ionale s cuerp os re co rr id o s por factores dinám icos de r enovación y creciente cohere ncia inter na” ( Ce, p. 515). “América Latina ha experimentando ciclos de crecimiento prolongados que, sin embargo, dejaron tras de sí una estela de deform aciones estructurales y desequili brios macroeconóm icos de d istinta gr avedad” ( Ce, p. 515). “¿Cuáles son e sas deformacion es y rigid eces ac um ulada s a lo largo de décadas […]? […] Las más gran des y est orbosas s on: el dualis mo sectorial y t erritor ial que c aracteriza a gran par te d e las economías regionales; el desempleo, pero sobre todo el subempleo crónico de amplios sectores de la población e conómicam en te activ a; la elev ad a polar ización del ingreso que con tribu ye a segment ar las es tructuras productivas y a impedir economías de escala adecuadas para muchas empresas; la insuficiente consolidación de administraciones y eficaces depositarias de amplios márgenes de legitimación social; el uso de tecnologías «fuera de línea» respecto a los precios relativos nacionales; la periódica fragilidad de las cuentas externas excesivamente dependientes de exportaciones de bienes con escasa elasticidad, ingreso en su demanda internacional, y la ya crónica deficiencia de ahorro interno que vuel ve a la región en exceso dep en dient e –a m enu do de mane ra crítica- del flujo de capitales ex ternos” ( Ce, p. 516). 20 El símil con la “moder nizaci ón de e scapar ate” señalada por Fajnzy lber (1983, 1990) es man ifiesto. la Esargum pertinenentaci te insis que son maunque uchasnlas uestro her encias epalinas y en par ticul d e Fern and o Fajnzy lber en ón dtire Pipitone, autorcnun ca las señale. La “arheterogen eidad estructural” (planteada por Aníbal Pinto), o temas claves en la propuesta de la “transformación productiva con equidad ”, como ”el progr eso técnic o”, “l a art iculaci ón pr oductiv a”; “el pleno em pleo” y “l a equid ad” como “condición necesaria para la competitividad”, “la concertación estratégica público-privada” y el papel del Esta do, temas recurrentes en Pipitone, son sólo una m uestra de los que señalamos . Véase de CEPAL, Transformación productiva con equidad, op. cit. También de Fernando Fajnzylber, “La CEPAL y el neoliberalismo”, op. cit.
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Esto no es atribuible a la industrialización como tal, sino “a la ausencia de liderazgo efectivo en la construcción de un potencial industrial endógeno capaz de adap tar, innovar y competir inter naci onalmen te en un a gama signif icativa de sectores productivos” ( It, pp . 176 y 177) , resul tado de “la p recariedad del em pr esariado ind ustrial naci onal” ( It, p . 171 ) y de la “in eficien cia de las estructuras pr odu cti vas que h an conf igurado” las empr esas extranjeras ( It, p . 176) , agentes que han sido objeto de un “protecc ionis mo frívolo” en contrap osición a u n “protecc ionis mo p ara el ap ren dizaj e ( It, p. 180). En tod o esto h ay “resp on sabilidad es int ern as”, qu e recaen en “la re lativame nte frágil vocación in dustrial izad ora d e la cúp ula dirigente” ( do nde han participado sectores no despreciales del empresariado local), que ha establecido las p autas de acción de los agentes econ óm icos locale s y extr a n je ros ( I t, p. 179). La caracterización del Estado
Según Pipitone “Occ idente es, en gener al, expresi ón de formas d emocrátic as de sali da d el atraso mientras Or iente exp resa en este f in d e sigl o el éxi to d e fórmu las polític as autor itarias” ( M , p. 466). Pero en Occiden te “debajo d e las form as autoritarias y de mo crátic as exist(e) una capa más profunda del Estado , no si emp re inm ediatamen te v isible, que h omologa en tre sí regímen es políti cos de d istinta n atur aleza” ( M , p . 467 )(cursiv as del autor). Ese “máximo común denominador” sería: Primero: la existencia de una administración pública profesionalizada, eficaz y con un alto espíritu d e cuerp o. Segun do : la suficien te fuerza o p restigio del E stado que le per mita un mar gen signif icativo de aut ono mía f ren te a int ereses ol igárqu icos int eresado s en conservar estructuras p rod uctivas trad icionales . Ter cero: la exis tencia de u na per cep ción gen eraliz ada ent re los líde res po líticos de la urge ncia del de sarrollo c om o factor d e segurid ad na cion al. Cuarto : sinergias po sitivas y abiertas a elevados grad os de cooperación en tre sis tem a-emp resas y sistema-E stado. Q uinto : la cap acida d d e la po lítica económ ica d e m odif icarse en la marcha adap tánd ose a ci rcunstancias y priorid ad es cam biante s. Sexto: la existencia entr e las má ximas autorid ad es del Es tad o y la adm inistraci ón públic a, cen tral y periféric a, de un a relac ión fluida y de r ecípro ca con fian za ( M , p. 467). Dentr o d e los “ cimien tos” p ara el d esarroll o, ausentes en Amér ica Latina, Pipiton e señala “[ …] la con stru cción de un a ad ministraci ón pú blica al tamen te profesionalizada con espíritu de cuerpo, sentido de responsabilidad colectiva y
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am plios márge nes de auto no mía re specto a los vaiven es de la polític a” ( M , pp . 478-479), al fin qu e “no exis ten casos de d esarroll o económ ico d e largo p lazo que se hay an d ado en condici ones de corrup ción m ás o menos f lagrantes, de inefic acia, de gr aves y reite rad os desv íos de re cursos, de clien telis mo p olític ocorporativo y de pobre credibilidad pública de las instituciones” ( M , p. 479). Refiriénd ose a “la base s ocial de susten taci ón “ de la “nue va ind ustrializ ación ” Fajnzy lber p erfila s u visión del Estado y las cara cterístic as de los actor es que d eben da r vi da al p royec to. A sí señala que “el c en tro d e gravedad ” de aquella base soc ial “ debe localizars e en movi mien tos, agrup acion es o p artido s capaces de asumir un compromiso estratégico con la dignidad nacional, la super ación de las car en cias s ociales heredad as, el d esar roll o de la pot en cialidad cre ativ a d e la p obla ción y la so ber an ía en el us o d e los rec ursos naturales” ( I t, p. 414). También deben formar parte de aquella “la burocracia empresarial pública”, “po rtad ores de u na p rop orción elevada d el acervo téc nico c on q ue se c uen ta en la región” ( It, p. 415). So bre el te ma , la C E PA Lseñ ala que “la realiz ación d e la tran sformación p rod uctiv a con equ id ad […] ent rañ a ciertos req uisitos soci op olític os en tre los cuales se destaca el apoyo de los distintos agentes sociales”, asunto particularmente importante “cuando ésta debe llevarse a cabo en sistemas dem ocr áticos ” ( Te, p. 57). Estos dem ocrátic tables exigen p resencia pa rtido s po-líticos consistema amp liosap oyo, que eosxp“es resen los” inter eses“lacoheren tes de de clas es o gru pos den tro d e la s ociedad, p ero qu e estén dis pu estos a llegar a acuerdos en forma realista” ( Te, p. 58 ). El Estado , por otra p arte, en fren ta d os tareas c rucial es: “partici par en la superación d e las carencias acumulad as en los ámbitos de la equidad y de la competitividad internacional” ( Te, p. 154). 21 Observaciones críticas El sistema mundial capitalista: un asunto secundario
A p esar d e qu e Pipitone hace señalamientos, en d
iversos momen tos , sobre el
ptros apely dp erif el sistema mu nd y susecen repcomo ercusiun onesmar en colosgener pr ocesos cen-de erias , éstos perialman al queque no gestan term ina 21 Dejamos nuestros comentarios críticos para el apartado que sigue. Señalemos simplemente que todo indica que el Estado latinoamericano ha caminado más en resolver la segunda “tarea crucial” señalada por C E PAL, a costa justamente de acumular carencias en el ámbito de la equidad. ¿Por qué ocurre esto? En los trabajos posteriores de C E PALes difícil encontrar alguna respuesta a este interrogante.
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jugar un p ap el significativo ni actual en el an álisis. El sistema-m undo ap ar ece pred ominantemente en la historia pasada. Es así como m en cion a que “aqu ello que p ud iera ha ber sido « atraso» […] de o tras par tes del mun do a l con tacto c on una Europa que se proyecta hacia el mundo se convierte en subdesarrollo”, y que “f ren te al pod erío, la v itali da d y la agresiv idad exp an sion ista d e Europ a, el subdesar rollo no tuvo ningu na p osibilidad históric a p ara evol ucion ar h acia formas superiores (y propias) de conocimiento científico, innovación tecnológica y or gan ización social”. 22 O cuan do cita a Paul Bairoc h par a afi rm ar q ue “s i la colonizac ión no juega un p apel impor tante en exp licar por qué n osotros nos hici mo s ric os, sí juega un p ap el crucial en exp licar el por qué «el los qued aron pobres»”( FCE , p. 441). Las referen cias se ubican cl aram en te en los s iglos de co lonización. Más allá que se señale que “subdesarrollo y desarrollo son situaciones que comp arten el mis mo tiemp o históric o; fragm entos al mis mo tiemp o separad os y vinculad os, de un a misma r ealidad viva” ( FCE , p. 44 3), los conceptos que permi tan dar cuenta de los tejidos y relaciones, de lo que sep ara y v incula ( p or ejem p lo, det erioro en los términos de inter cambio, intercambio desigual, apr op iación de valor u otros) no apar ecen, h aciéndose p resentes el s ubd esar roll o y el desarrollo, ah ora sí, c omo “frag men tos” en el anális is. El sistema m un dial, en d efiniti va, per man ece c omo un sustrato que a lo m ás al canz a lugares sec un dar ios en la exposic ión, ofrec iénd ose al gun as estadísti cas que n o ter min an de ser integra M , y coda actual e centr semiper iferias y el periferias mos uennalar constituc eferen ciaión muy de p daso, se enos, tregan cifras s obre pag o de. En u tilidad es 23 24 e inter eses, o del peso de la deuda extern a. Pero n o hay atenci ón p ara mostrar sus efectos en tér min os de reproducir de sarrollo y subdesar rollo. En la ev oluci ón d e los p lanteam ientos de CEPAL la pérd ida o r elegami ento de las no cion es cen tro -periferia, que caracteriz aron su etap a inici al, 25 son e xp resión d el aband on o de u na vis ión si stémica mun d ial y de sus ef ectos en los pr oblemas que nos ocupan, p ara en fatizar p osteriormen te los as untos referi dos al “nú cleo end ógeno”. En este cuadro, el campo de la economía internacional se hace presente en las dis cusiones sobre las “políti cas p ara mejorar la inserci ón en la econom ía 22
La salida del atraso … op. cit., p. 24.
“Si a mediados de los años setenta el pago n eto regional p ara utilidades e intereses giraba alrededor de 6 mil millones de dólares anuales, en 1980 la cifra se ubicaba alrededor de 19 mil millones. Y la M , p. 470). crisis de la deuda aún no había llegado” ( 24 “[…] el problema con e fectos macroeconóm icos más pote ncialmente d esestabil izadores en el próximo futuro es la persis tencia de un a deud a exterior espec ialmente elev ada qu e en 1997 está por arriba de l 40 por ciento del PIB” (M , p. 473). 25 Bielschowky sostiene, por el contrar io, que el “enfoque históric o-estructura l, basado en la idea d e la relación centr o-periferia” constituy e un o d e los “rasgos analític os comune s a los ci nco d ecenios” en la historia de la CEPAL, en Evolución de las ideas de la CEPAL, op. cit., p. 22. 23
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mundial”, 26 y en los procesos de integración, tras la noción de “regionalismo abierto”, 27 plan teamien tos en d ond e se anali zan las po tencial idad es y obstác ulos de “lo extern o” para las polí tic as de ap ertu ra. La i de a de u na tot ali dad mu nd ial integr ad a y con legali da des que gestan d esarrollo y subdesarroll o ha desaparecido. La pr op ia concep tualiz ación em p leada p or Fajnzy lber desde su trabajo de 1983 ( It), en don de habla d e p aíses av anzados y atrasados, es un antici po del aban don o d e la v isión si stémic a d e la ec ono mía inter nacional en CEPAL y de la asunci ón, a lo m eno s en este terren o, del l engu aje neoc lásico p red ominan te. Si bien la no ción centro-perif eria presenta límites, 28 a lo me nos alude a un sistema integra do y jerarquizado, c on núcleos geográfi cos que se aprop ian de excedentes de regiones y naciones que se ubican en posiciones subordinadas. Hablar de países avan zados y atr asad os es rom per con los vínculos que los liga y en fatiza, por el contrario, la idea de naciones o regiones que pueden interactuar, pero sin consecuencias sustanciales en materia de desarrollo y subdesarrollo. Individualismo metodológico
La ausencia de la n oción de sistema m un dial (o s istem a-mun do ) cap itali sta y de categorí as que expliquen la heter ogénea r ed d e relac iones entre n aciones y regiones no es un asunto cas ual . Ello obedece a que lo que se jerarquiza en el análisis 29
es la historia de naciones, más que la red de relaciones entre naciones o regiones,
que p or razones i nter nas, –aunque en un contexto d ond e exis ten otr as naci o-las nes y regiones–, term inan d estraband o o entr aband o las ene rgías económicas , sociales y p olític as que las llev an al d esarro llo o al subd esarrollo. Ten em os así un anális is inscrito en los p arám etros del in dividualis mo metod ológi co, que es el trasf on do ep istémico- meto dológico de las teorías neocl ásicas en el campo económico, o del rational choice en el p olí tico, en d ond e es l a raci onalidad de las unidades consideradas la que permite explicar los fenómenos societales. El atomismo prevalece por sobre el aspecto relacional. En e ste terren o el neoe structuralis mo si gue a Popp er, quien afi rm a que: “Tod os los fenóm en os social es, y especialmen te el funciona mien to d e las i nstituciones s ocial es, d eben ser si em p re con sid erad os resultados de las ac cion es, acti tud es, etc étera, d e los indiv iduos h um anos y [ …] nu nca d ebemos confor26
CEPAL, Políticas para mejorar la inserción en la economía mundial , Santiago, 1995.
, El regionalismo abierto en América Latina y el Caribe. Santiago, 1994. Como su acento en las relaci ones extern as entre n aciones y regiones, dejand o de lad o los elementos inter nos que las pr opici an y repr oducen. 29 Como es el caso del estudio d e los div ersos c asos naci onales que se p resentan en La salida del atra so… op. cit.,y en La in dustrialización trunca en América Latina, op. cit . 27 CEPAL 28
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ma rn os con exp licaciones elabor ad as en función d e los « colectiv os» (estad os, naciones, razas)”. 30 Al fin q ue “los c olectivos no actúan , no tiene n inter eses; los colectiv os no tienen plan es, aun que p od amo s d ecir (por razon es de senci llez) que los c olec tivos ac túan , tienen inter eses , tienen p lanes, etc éter a. Qu ien verdad eram en te actúa, tiene inter eses , plan es, etcétera, es el ind ividuo [o las naciones, agreguemos, JO]. Ésta es, en síntesis, la tesis del individualismo metodológico”. 31 En d efinitiv a, p ara los ind ividualis tas metod ológic os en el campo de la econo mía inter nacional, el s istema mu nd ial capitalis ta es un simp le recurso disc ursivo, pe ro sin inciden cia en la historia real. 32 Un enfoque endogenista
En el mar co de naciones y no d e las relaciones entre naciones , el énfasis está centrad o en la defi nici ón de los elemen tos i nte rn os “que h icieron d el cap ital ismo europ eo un p rodu cto his tóric o de extraor dinario poten cial dinám ico, un p rodu cto his tórico obv iamen te anterior a las conquistas, los saqueos y los comercios co loniales” ( FCE , p . 22)(c ur sivas de l auto r). La p reocupaci ón d e los neoestructuralis tas es i d en tificar el “núcl eo e nd ógen o”, c om o h em os vi sto e n el pr imer ap art ad o d e e ste t rab ajo. Frente a los discursos teóricos que enfatizaron los problemas externos como fuente 33
dcada, e exp subdenesar ro llotípoda , ems:erge a p ostu igualm equfacivop licación ero q ue sedel ubica las an las cun ausas s e enracuen tranenente los tores int er n os. La tarea d e iden tificar elemen tos i nter nos no es banal. S in em bargo, existe un a estrecha imbr icación de los factore s extern os y de los inter no s en la gestación del subdesar rollo (y del desar rollo). Tiene razón Pipiton e cuan do ind ica que “de la misma man era como el re naci miento del comerci o eu rop eo an tecedió en cuatro siglos a la expan sión colonial, hub o tr es siglos (por lo men os) de evolución econó mica del capitalis mo an tes de la Rev oluci ón I ndu strial ” ( FCE , p. 7 7), y que “las dos gran des ventajas 30 31
La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, M adr id, 1981, p. 283. Encuentro con Karl Popper, de Ped ro Schwartz, Carlos Rodríguez Braun y Fernan
(comp s.), Alianza Editorial, Madrid,
do Mén dez Ibisate
1993, p . 29.
32
Porteóric ello, no que las citas de Pipitone sobre Fernand Braudel por o Immanuel dos de los os es queextraño h an r evivido las prop uestas ges tadas inici almente los teóricWallerstein, os del subdesar rollo y la depen den cia en tor no al si stema mun dial c omo un idad básic a par a compren der el de sar rollo y el subdesarrollo, son por lo general la toma de datos para reforzar algún tema referido a los elementos endógen os de algun os de los cas os considerad os, sin m ayores men ciones al pap el del sis tema-mun do. Además, Prebisc h, Fr ank, Dos Santos o Marini simplemen te n o existen. 33 Donde se ubic an las primeras p rop uestas de las teorías c epalinas, que en definiti va cump lían la función polític a de dejar intactas l as responsabilidades de los poder es nacionales en el subdesarrollo.
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de Inglaterra frente al res to de Europ a fueron, antes de la Rev oluc ión In du strial, de or igen soc iopolíti co: un Estado n aciona l fuert e y una estructur a agr aria liberada de rigideces serviles” ( FCE , p. 79), enfatiz an do justam en te los ele men tos i nt ern os que fav orecieron el desarrollo y auge cap italis ta y la c on versión de Inglaterra en centro del s istema m und ial por un largo p eriodo. Sin em bargo, tod as esas transf orm aciones “i nt ern as” no son suficien tes par a explic ar e l caso inglés, porque “es s abido qu e, con la f orm ación d e los moder n os imp erios mercantiles a pa rtir d el siglo XVI y el consigu iente aug e d el comerci o colonial, en ciertas reg iones d e Eur op a se estuvo o pe ran do u n imp or tant e p ro ceso de acumulación de capitales”, 34 que van a jugar un p apel prepon derante en los p rocesos posteriores que darán srcen , en tre ot ros, a la R evolución In du strial. Ésta, p or lo tan to, no es […] un proceso que pueda explicarse y comprenderse sólo en términos de países aislados, como Inglaterra o de regiones aisladas, como Europ a n orocc iden tal. En r eali dad , se desenvuelv e d en tro d e u n sistema económ ico y polític o m un dial qu e vincula aqu ellos pa íses y region es ent re sí y con sus respectivas áreas coloniales y países dependientes; dichas vinc ulac iones c ontr ibuy eron de man era imp ortan te al p roc eso mis mo d e la Rev oluci ón In du strial a través d e la ge ner ación y e xtra cción d e un excede nte, la ap ertu ra de me rcado s y e l ap rovecham ien to de los r ecu r sos 35
naturales y humanos de las áreas periféricas. En definitiva, el capitalismo y sus resultados en términos de naciones y regiones desarrolladas y subdesarrolladas no puede sino explicarse desde una vi sión qu e imbrique lo e xtern o y lo i n tern o, en d ond e ambo s element os se integran, permitiendo que lo exógeno se in ternalice y lo endógeno se externalice, conf orm and o u na ene rgí a soc ial unif icad a. 36 34 Osvaldo Sunkel y Pe d ro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo , Siglo XXI, México, 1970, p. 43. 35 Ibidem, pp. 44-45. 36 Considerando los casos del sudeste asiático, uno de los ejemplos más re c u rrido por la literatura económ ica neo estrucural como m odelos de sal ida d el subd esarrollo en tiem pos recien tes, generalmente se de stacan elementos como el papel del Estado, el proteccionismo, la capacidad de innovación tecnológica, etcétera, y se p one poca atención a factores de la eco n omía intern acional que oper aron d e m anera significativa en tal direcci ón. Se olvida, p or e jemp lo, que “la ind ustrialización susten tada en las expor taciones [en esa re -
gión, JO]del no trabajo, habría tenido éxito sin siguientes […] lasa modificaciones en desarrollo la división[…]”; internacional propiciadas porlos el traslado de [….] líneasfactores: de producción países con escaso “el inicio de las estrategias exportadoras coincidió con un periodo de rápida expansión del comercio internacional y con el aum ento d el precio de los prod uctos man ufactura dos”; “el variado ap oyo que estos país es re cibieron por su p apel geop olítico en el enfrenta mien to E ste-Oeste”, y el lider azgo y el e fecto d inam izador que ejerció Japón sobre sus antiguas colonias. Véase de Ernesto Marcos Giacomán, “Las exportaciones como factor de arr a s t re del desarrollo industrial. La experiencia del sudeste de Asia y sus enseñanzas para M é xi co”, en ComercioExterior, vol. 38, núm . 4, Méxic o, abril de 1988, p . 281.
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Reedición de las teorías de la modernización
Un o d e los problemas de las teorías de la mod ern ización en los camp os ec onómico y sociológico es su ah istor icidad y su for ma lismo . Los países desar rollad os cubrieron de term inad as etapas, l as cuales s on inelud ibles para los p aíses subdesarroll ados, s i quieren apr oximarse a las metas de los primer os. 37 Pipiton e si bi en señala “que el d esarroll o d el cap ital ismo a esc ala mu nd ial se da a tra vés de p rocesos que n o «rep iten» exp erien cias pre vias, sino qu e p r omueven estructuras económicas, todod«lógicas funcionamiento», que dif ícilmen te serían reconocipero blessobre a p artir el moldede metrop olitano pr imario”, 38 al mismo tiemp o señala que “la historia n o es [ …] un a suc esión d e h echos y c ircunstancias acciden tales que imp osibilitan tod a d efinici ón de secuen ”. 39 cias relativamente confiables Más allá del c uida do d e este autor por evi tar u bicar a los país es desarrollados como modelos, así como de identificar “etapas de desarrollo”, la recurrencia a calificativos tales como que el subdesarrollo es una “deformación” (¿respecto a qu é?); que el de sarrollo imp licó pasar d e “form as arcai cas a formas maduras”, 40 y otras en igual s en tido, po ne n en eviden cia la figuración de u n m odelo d e d esarrol lo y de etap as o “ cimientos” que d eben cump lirse, c omo un a “agric ultur a efi cien te y s ocialmen te inte grad a” y “una adm inis tración p úblic a altamente profesiona lizad a con espíritu de cuerp o”. La i dea se repite cuando se señala “q ue el capitali smo de sarrolla do pued e refi gurar se como un a secu enci ad iná mica ent re tres dimen siones: la i n novación té cnico-científi ca, la amp liación del m ercad o y la creatividad em pre sarial , p ara cerr ar el círculo, re troaliment an do la inn ovación técnico-cient ífica […]” ( FCE, p . 461)(cursivas del autor ). En igual sentido d ebe leerse la i dea de un “dualis mo estructural” en América Latina, en d ond e conv iven “moder nid ad y arcai smo”, ideas que rem iten a las viejas tesis mo dern izad or as de “obstáculos ” (arcaicos ) que d eben ser rem ovidos para alcanzar el desarrollo. 41 37 La formulación clásica en términos económicos correspondió a Walt W. Ro s t o w, en Las etapas del creci , Fondo de Cultura Económica, México, 1961. Su mejor y más conocida versión sociológica miento económico pertenece a G ino Germani, Política y sociedad en una época de transición , Paidós, Buen os Aires, 1966. 38 La salida del atraso, op. cit., pp. 13-14. 39 Ibidem, p. 17 (cursivas del autor). 40 Germani lo señala así: “El desarrollo económico es concebido en términos de tránsito de una sociedad «tradicional» ’ a un a sociedad «de sarrollada» . La p rimer a se caract eriza sobre tod o p or u na econom ía de
subsistencia; la segunda, p orenu una na econom ía expansiv n un a creciente a plicación de lalas técnica derna”. Política , op.a fund 71.eCambiand o algunos térm inos, ideas mopr ey sociedad época en transición cit., p.ada sentes en Pipitone están cl arame nte expu estas hace mucho p or los teóric os de la mod ern ización. 41 Las críticas en la literatura latinoamericana a estas propuestas teóricas y metodológicas son elementales y antiguas . Pero an te la reed ición del moder nismo en las propuestas neoestruc turales hay que volver a me ncionarlas. V éase, por ejemp lo, de A.G. Frank, “Soc iología del desar rollo y subdesarr ollo de la sociol ogía”, en América Latina: subdesarrollo o revolución , Editor ial Era, México, 1973. De Dos Santos consúltes e sus ensayos “ La crisi s de la teor ía del d esarrollo” y “La cris is del m odelo de desar rollo en Améri -
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Desde la ut ilización de la categoría “p aíses avan zados” Faj nzylber p on e d e ma nifi esto el supu esto de en tidad es que se c on stituyen en “metas” a alc an zar p or los “ p aíses atras ados”. Por otr a p arte, en el tratamiento compar ativo 42 qu e establec e en tre estos países , el supu esto imp lícito e s la as un ción d e “los av anzados” como m od elo a s eguir. La ind ustriali zación en Amér ica Latina es “trun ca”, “precaria” o “distorsionada”, porque alcanza “similitudes formales”, pero no de fond o, con la de los pa íses avanzado s. Recetario formal
Desde ese h oriz onte de refl exión, el n eoes tructuralis mo term ina establ eciendo un listado de med idas l levadas a cabo en el m un do desarrollado, y otro con las acciones no realizadas en el mundo periférico o subdesarrollado, ambos con el signo de un receta rio que p uede conten er m ayores o menores med idas frente a otr os recetarios c on struid os con la misma lógic a. El pr oblema cent ral, más all á d e un a lógic a ah istórica y form al, es que se da por resuelto un problema de investigación exactamente en el pun to en donde debe comen zar. ¿Por qué tales medidas se realizaron en ciertas regiones y países y por qué
ellas no alcanzaron concreción en otras? De man era má s específica: ¿Por qué en América Latin a no se h an re alizad o los tip os de refor mas agr ícolas o las in dustr ializacione s que Pipito ne y Fajn zylber consideran fund amen tales?, ¿por qu é en los casos en q ue las reforma s se han llevado a cabo y la industrialización ha tomado curso no terminan de cumplir con esa vocación virtuosa alcanzada en otras regiones?, ¿por qué no se gesta un proceso que dinamice la innovación técnico-científica? Y la lista puede continuar. Sin un a respuesta explicativa a estos y otro s int er rogan tes, el an álisis qued a redu cido, a l a hor a de las pr opu estas, en un a enum eraci ón d e buenas i nten ciones, pero carentes de h istoria, por m ás que l as prop uestas enumerad as emanen de ejemp los históricos . Lo descriptivo por sobre lo explicativo
La falta de respu estas a inter rogante s como los antes enu nciados no es un a sun to me nor . Obed ece a l a ausenci a (o def icienci a) de in terp retación, lo que propici a un sobred imensionamiento de lo desc riptiv o p or sobre lo exp licati vo. ca Latina”, escritos a f inales de los sesenta y reed itados en su libro Imperialismo y dependencia , Edit. Era, México, 1978. Por último, véase de Rodolfo Stavenhagen “Siete tesis equivocadas sobre América Latina”, en Sociología y subdesarrollo , Edit. Nuestro T iempo, México, 1972. 42 Para evitar d iscusiones inútiles s eñalemos que el pr oblema en Fajnz ylber o Pipitone n o es que realicen estudios comparativos, sino las categorías y metodologías con las cuales éstos se realizan.
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Exis te en el anális is de Pipitone u na suer te d e abuso de categorías que “des criben” un m apa qu e recl ama esf uerzos de otr a natur alez a par a enten der la form a como d eterm inad os procesos se motorizan. “M od ern ización excluy ente”, “estructuras productivas desintegradas”, “dualismo estructural”, “segmentación in tern a”, “polarizac ión social”, “deform acion es estru cturales” , y muchas otras son emp leadas p ara carac terizar el subd esarroll o. Es difí cil señalar alguna conc atenaci ón de categorías que per mita el p aso d e la desc ripci ón al c ampo de la explic ación. El trabajo de Fajnzy lber es más sól ido en el camp o teór ico y metod ológic o. Pero e l peso d e las categorías c on que se re aliza (sustent ad o básic ame nt e en las teorías de la mod ern ización ) y los sup uestos des de don de se construye (l os del individualismo metodológico) constituyen una pesada carga que limita el horizonte de reflexión. Ante esas limitaciones, la recurrencia a lo descriptivo gana lugar: in du strial ización “trun ca”, pr otecc ionismo “f rívolo”, mod ern ización “de escaparate”, etcétera. Si al go car acteriza a las c iencias s ocial es, en g en eral, y a las l atin oam erican as, en p articul ar, en los ti emp os actual es es s u d ebil idad teóric a, en tanto construcción de cuerpos conceptuales interrelacionados que permitan explicar . Es uno de los signos de nuestro tiempo, mismo que el neoestructuralismo no logra sortear. El Estado como reino de la razón
En la prop uesta neoestructural el Estad o juega un p apel c en tral en tanto cataliz ad or d e las ene rgías sociales que d an vida al de sar rollo. P ero n o es cualquier Estado, sino uno en donde existe “una administración pública altam en te p rofesion alizada con esp íritu de cuer p o, sen tid o d e re sp on sa bilid ad colectiva y amplios márgenes respecto a los vaivenes de la política” ( M , pp. 478-479). También un Estado que “desarrolle la potencialidad creativa de la población y la sober an ía en e l uso de sus recursos natu rales” , al f in qu e “la his tor ia mu estra que la solidez de los av an ces que se logran con el esf uer zo int ern o es significativamente mayor que los que, circunstancialmente, se obtienen a cambio de conces iones en la auton omía” ( It, p. 414). En fin, un Estado que permita superar las “carencias acumuladas” en el campo de la equidad y que p erm ita c omp atibi lizar esta tarea con avances en la comp etiti vidad intern acional ( Te, p. 154). En las p ropu estas neo estructurales pr evalece l a vi sión del Estado com o reino d e la razón, op era nd o p or en cima de los confli ctivos i n tereses de clases ( y d e los vaiven es de la p olí tica), y p rop iciand o la bú sque da del b ien co-
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m ú n 4.3 No sé si ese Estado existe en alguna parte, incluso considerando el mundo de sar rollad o. Pero concediend o tal supue sto, cabe p regun tarse: ¿ Por q ué dicho Estado no se ha conform ado e n la pe riferia?, ¿qué r azone s explica n su ausencia ?, ¿po r qu é el Estad o latinoam ericano n o reún e las cualidad es que n uestros autore s suponen a los estados de las regiones y naciones desarrolladas y que los convirtió en un motor y catalizador de energías modernizantes? Como frente a otras pregun tas, en la p rop uesta neo estr uctur al n o existen respu estas a estos inter rogan tes. La falta de h istor icidad y el for ma lismo vuelven a hacerse pre sen tes. Desde este pun to se pued e dibujar el mejor de los mun dos posib les y suponer que los emp resarios ahorra rán e incr eme ntarán sus inversiones; que destinarán recursos a l a innova ción tecnológi ca; que pagarán salario s que p ermitirán ensanch ar el mercad o int ern o y disminu ir la de sigua ldad social; que prop iciar án una nueva industrialización e invertirán en las ramas de bienes de capital; que el Estado op era rá como exp resión de un a comu nid ad y n o de pod eres excluyen tes; que se realizarán transformaciones en el agro quebrando el poder de viejas y nu evas oligarqu ías allí en quistada s; que habr á un a tr an sfor mación prod u ctiva con equidad , etcétera, pero nunca se explicará el mundo político, social y económico que , ni los act ores soc iales que p udiera n llevar a cabo tales tareas, en realmente tenemos la lógica de un capitalismo, el dependiente, que nos muestra conductas sociales, a lo meno s de las fr accion es em pre sarial es hegem ón icas, que camina n e n un a dirección opuesta. El subdesarrollo: ¿un capitalismo inmaduro?
En su caracterizac ión d el subd esarrollo, Pipiton e señala qu e su cl ave “no está en u na insuf icienc ia, en algo que p ueda en tend erse por m edio de un signo de men os, sino en un a deformación que distorsi ona la posi bilidad de pr omover f orma s de d esar rollo (…)”. 44 Ya h em os ind icad o qu e en el aná lisis de Fajnzylber y Pipitone, a pesar de los esfuerzos p or tom ar distancia con la id ea de un mod elo d e cap italismo, el sub desarrollo es visto com o un estadio, si n o previo, a lo m en os alejado de d icho mod elo; si no, ¿cuá l es el parám etro p ara h ablar d el subde sar rollo como “deform a c i ó n”45?¿cuál , p ara h ablar d e “distor sión”?, ¿cuál es el c ap italismo n or mal, regular, n o de form ad o, no distor sion ad o? 43 Para una sintética exposición y contrapunteo entre la visión del Estado como “reino de la razón” y como “reino de la fuerza”, puede verse de Norberto Bobbio, “Marx, el Estado y los clásicos”, en N orberto Bobbio: el filósofo y la política , antología c omp ilada por José Fern ánd ez Santill án, Fondo d e Cultura Económica, México, 1996. 44 La salida del atraso … op. cit., p. 25 (cursivas el autor). 45 Algunos sinónimos d e “deform e” son: contrah echo, irregular, an ómalo, anor mal, grotesco. V éase Pequeño Larousse Ilustrado , Méxic o, 1982, p . 321.
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El cap itali smo latinoam ericano (y el per iférico en gen eral) es disti nt o al capitalismo del llamado mundo desarrollado (o central). No basta con concebir al desarrollo y al subd esarroll o como p roces os simultáne os “que comp arten el mismo tiempo h istórico” , sino ent end er que han madurado y se siguen desarrollan do de maneras diversasen la contem poran eidad de sus i nt errelaci on es y en las diná micas que h an g estado y que recor ren y da n form a a sus circuitos y procesos internos. A estas altur as del de sarroll o d el sistem a mu nd ial capitalis ta lo que te n emos en ton ces son formas d iversas de capitalis mos –que la literatur a económ ica ha cal ificad o como d esar rollado y subdesar rollado; centr al, semiper iférico y pe riférico; i mp eriali sta y dep en dien te, según los es quem as teóricos elegidos– , que se imbrican y se cond icionan , per o en do nd e, y esto es quizá l o más imp or tante, son maduros, cada uno a su manera . T ene mos así capitali smos srcinales, que en sus interrel aciones terminan por alimen tar formas par ticulares de constru irse como capitali smo, de p rod ucir capitali smo y de r ep rod ucirse c omo entidad es cap itali stas. En este sentido, las supuestas “insuficiencias”, “deformaciones” o “distorsiones” del subd esarrollo ( que tom and o algun as de la s prop uestas de Pipitone se exp resan en “dualis mo estructural” , con viven cia en tre “arcaismo y mod er nid ad”, polar izacion es sociales, in suficien te int egr ación nacion al, etcéte ra, y en Fa jn zylbe r com o in dustriali zación “trun ca”, mod er nización “precaria” o “distorsi ona da ”), n o 46
son más qu eesar exproll resione de laces, m ad d ecap e se cap no de sua inm ad ure z. 47 El subd o, ens ton nourez es “un ital italismo ismo de , segund categoría”, en do nd e sól o el capitali smo d esarrol lado “l egíti mam ente m erece el nom bre de capitalis mo ”. 48 Característicasdel capitalismo dependiente
En su estudio clásico sobre las características srcinales del capitalismo latinoamer icano , Ruy Mauro Mar ini s eñ ala que “es el con ocimien to d e la f orm a p articular que acabó por ad optar el capitali smo dep end iente lati noam eric ano lo que ilumin a el es tud io de su ges taci ón y per mite conocer an alíti camen te las tend encias que d esemboc aron en ese resultado”. 49 46
formas maduras de Idea presente frases se como queque, “en previa ningúnopaís que pasó de formas arcaicas a transformacio, elentránsito dio sin simultáneamente, se dieran profundas d esar rollo capitalista nes en las estructuras productivas agrícolas”. La salida del atraso…, op. cit., p. 20. (cursivas del autor). 47 La salida del atraso …, op. cit., p. 461. 48 Ibidem, p . 461 . No creo que sea un asunto m enor la form a apologétic a como Pipitone –“ desde un a
gran per specti va históric a”– termina caracteriz and o el capitali smo que “legíti mam ente merece” ese nombre, a pesar de señalar, de manera previa, algunas de sus aberraciones. 49 Dialéctica de la dependencia , Editorial Era, México, 1973, p. 15.
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En es a línea n os deten dr emos en al gunos pun tos que per miten compr ender la f orma qu e ha terminad o as umiend o el c apital ismo d epen diente y que hacen q ue Amér ica Latina, a pesar d e exp erimen tar “c iclos de crecimiento p rolongad os”, éstos “ dejaron tras de sí una estel a d e d eformaciones es tru cturales y desequil ibrios macroec onó micos de d istinta gravedad ”, 50 o bien pr ocesos de ind ustriali zación tr un cos o estancado s. 51 En tre otr as, a esta peculiarid ad de la d ep en de ncia ha ce r eferen cia la g en eralmen te mal enten dida fras e d e And ré Gund er Fran k del “ desarroll o del subdes a rro l lo”52. Las econ omías latin oam er icana s pu ed en crecer, p ero lo h ará n al costo de exacerbar sus condiciones de dependencia y subdesarrollo, esto es, de agudizar las “d efor macione s estr uctu rales y los d esequ ilibrios” a los q ue alud e Pip iton e . En este s en tido es de d estacar que a lo men os en este terreno Pipitone comp rend e algo que ot ros críticos de F rank y de la teoría d e la dep en den cia aún no term inan de enten der: que s ubd esarrollo o dep end en cia no es lo mismo que es t a n c a m i e n53t oque ; se puede cre c e r, y por largos periodos y con tasas elevadas, p ero a l costo d e p rofun d izar los d esequilibrios in tern os y de ensan char la br ech a en tre de sarro llo y subd esar rollo. Claves en el origen y reproducción del 54 subdesarrollo latinoamericano
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Tras pr ocesos indepmundial end encia países latino ricanos s e insertar on en losloscircuitos del de sistema comolos exportadores de ame materias primas y 50 Pipitone, “Crecimiento y distribuci ón del ing reso en Amér ica Latina”, op. cit., p. 515. Nuev amen te debe llamarse la atención a la similitud de ideas de este trabajo con los realizados por Fajnzylber, el cual nunca aparece mencionado. 51 Fajnzylber, La industrialización trunca de América Latina, op. cit., p. 155. 52 Idea formulada en , Siglo X X IEd it o res, Buenos Aires, 1970. Capitalismo y subdesarrollo enAméricaLa ti n a 53 “El subdesarrollo no es una modalidad específica para un fenómeno general que pudiéramos llamar estancamiento”. La salida del atraso , op. cit., p. 259. Celso Furtado es uno de los autores que estableció esa relación. Véase Subdesarrollo y estancamiento en América Latina, Eudeba , Buenos A ires, 1966. Debe señalarse, sin embargo, que fue un caso excepcional en la materia entre los teóricos del subdesarrollo y de la dep end encia. C omo un ejemplo de cómo en la actualidad se s igue repitiend o esta i dea, achacada al conjunto de la teoría de la dependencia, Alejandro Portes señala que “esta literatura [la teoría de la dependen cia, JO] busc ó dem ostrar cómo el fluj o de capitales desde O ccidente , en vez de contribuir al desarrollo de los países periféricos, produjo estancamiento (…)”. Véase “El neoliberalismo y la sociología del d esarrollo: ten den cias emerge nte s y efectos inesper ados”, en Roland o Fran co (coord.), Sociología del de sar rollo, políticas sociales y democracia, Siglo X X I- C E PAL, México, 2001, p. 63. 54
Podependiente n d remo s én fasis envez, algunas quedeexplican los mo vimien tos y form asque d eperciben rep rodu Pipitone cción dely capitalismo y, a su en lasclaves razones los “arcaísmos” o “desviaciones” Fajnzylber en el subdesarrollo. Nos apoyamos en las tesis centrales de Marini formuladas en Dialéctica de la Era, México, 1973 y en “El ciclo del capital en la economía dependiente”, en el libro d ep en d en, ciEditorial a M ercado y dependencia, compilado p or U rsula Oswald, Editorial Nueva Imagen, México, 1979. 55 Dejamos d e lado, no por falta de impor tancia, el saqueo de metales preci osos y materias primas que su fr ieron las colonias latin oame ricanas y caribeñ as en el p eriod o colonial, y q ue como hem os visto, jugaro n un pap el de significativa relevancia en la acumu lación de capitales que se realiz a en Europa p rincipalmente.
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alimen tos , par ticularmente par a el mu nd o central, s igui end o el p atrón inic iado en la etapa colonial. Este proceso, que ha sido caracterizado como el modelo agro-minero exp ortad or, tuvo div ersas consec uen cias para los pr oblemas que nos oc upan : a) Prop ició la ges taci ón de un a d ivisión inter nacional del tr abajo que op e-
rará bajo los parámetros de un intercambio desigual. Cada vez se debieron exportar mayores mon tos de mate rias pr imas y ali men tos para acc eder a bienes manufacturados, fuesen equipos, maquinarias o bienes de consumo. Prebis ch caracterizó es te p roceso c om o el “deter ioro en los térm inos de intercam bio”, en perjuici o d e las nacion es per iféricas , en u na críti ca a la teoría clás ica d el comer cio in tern acion al. b) Esta modalidad de inserción al mercado mundial permitió a los capitalistas loc ales conta r d esde sus i n icios con un me rcad o constituid o, el que ofrecí a la dem an da de los p aíses cen trales, áv idos de carne , trigo, azúcar , café, sal itre, p lata, oro, etcétera. Ell o constituy ó un elemen to qu e n o alentó las fuerzas que op eran en aras de exp and ir s ocialmen te el mercado interno. La deman da extern a era, por el co ntrar io, el motor que p otenci aba el pr oces o, al tiemp o qu e las imp ortaciones de bienes ind ustriales sati sfacía los req uer imient os de consumo de las c ap as locales que p od ían acc ed er a esos productos. c) Esta situación va a favorecer la gestación de un capitalismo particular: para compensar la transferencia de valor realizada en el comercio internacional, los cap itales locales buscarán equilibrar d ichas tr an sferencias tr aspasan do p ar te del fondo de consumo de los trabajadores al fondo de la acumulación. La explotaci ón tomó a sí la forma de u na sobre explotaci ón , esto e s, d e un a d inámica estructural sustentada en la violación del valor de la fuerza de trabajo. De esta forma se estrechaban aún más las potencialidades de gestación y ensancham iento d el me rcado inter no. Los c apitales loc ales estaban má s pre ocupados por el potencial de consumo de los trabajadores y capitalistas del mu nd o de sar rollad o, que el de los trabajado res del mu ndo p eriférico. El proceso implicó así, ya no sólo una compensación a la transferencia de valor entre nacione s, sino el desarrollo de mecanismos de traspaso de plusvalía (entre clases . La polarización social tiene una sociales) al interior de las economías dependientes vieja data y no es sino una manifestación de una dinámica estructural en las economías periféricas. d) Esta mod alidad de funci onam iento del mod elo agro- miner o expor tador tuvo otro s efectos s ustantiv os, ahor a p ara las ec on omías centr ales . El abaratamiento relativo de materias primas y alimentos, sea por el deterioro en los térm inos de inter cambio que fav orecía el mon op olio ind ustrial man te-
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nido por las economías c entr ales, o absol uto, p or el incremen to d e la of erta de aqu ellos bienes como un a med ida par a comp ensar el deterioro de sus pr ecios, perm itió contrar restar las tend en cias a la caí da de la tasa de gana ncia en las region es desarrolladas, al red ucir los costos en capital c on stan te y en capital v ariable. Junto con contrar restar la caí da de la tasa de ganan cia en el centr o, el pro ceso favorecía el ensancham iento d el mercado en esas region es y nacion es. Su contr ap artid a fue acentuar las limitaciones del mer cado intern o p erif éric o conformad o p or el salari o y redoblar los meca nismos de sobreex plotaci ón . La dep en de ncia alcan zaba as í los perfil es madu ros de su c ond ición. e) El desgas te y mu erte p rematura de la fuerz a d e trabajo en la periferi a, iniciada desde la etapa colonial, dadas las brutales condiciones a la que fue sometida, se extend ió también con p osterioridad a los proc esos de in dep end enci a. La ab und ante of erta de mano de obra se mantuv o co n la imp orta ción d e esc lavos par a sos ten er cultiv os de a zúcar, caf é, algod ón e incluso par a la p rod ucción m iner a. A su vez se re d oblaron los m ecan ismo s de extracc ión de p rod uctos ex ceden tes en las organ izacion es pr od uctivas agr ícolas (ha cien da s, fun do s, et céter a), re forzánd ose mod alida de s servi les y otr as cercan as a la orga nización feud al. De esta for ma se re p rod u jeron form as de p rod ucción (esclavistas o servil es) n o típ icamen te salaria les ( o capitali stas ), pero en el c uad ro d e un inc remen to d e ganan cias capitalistas. base de la aparente ral”. Lo arcaiAllí co se y loencuentra m oder nlao se imbricaron en la“dualidad g estac iónestructud e lógicas cap itali stas . No fueron, ni s on , por t anto, elemen tos que caminaran de m anera autónoma e indep endiente. f) Las tend encias par a incrementar la ganancia en el mund o central debieron camina r en ot ra d irecc ión. La expan sión d e la oferta de bienes i nd ustriales obli gó a los c ap itali stas a bu scar me canis mo s que, jun to con incremen tar la exp lotac ión, per mitie ran la inc opor ación d e los trabaj adores al cons umo . La s oluc ión a este dilema se encontrará e n el incremen to d e la productividad del trabajo, que junto con favorecer la reducción del valor de la fuerza de tra bajo ( al red ucirse el tiemp o de trabajo ne cesario), perm ite un incremen to del tiemp o de tr abajo e xceden te. Así pud ieron crec er de man era simultánea m ercado inter no y plusv alí a. Las bases p ara u na búsqueda cada vez más intensa de innovación tecnológica estaban creadas. Ellas se reforzarán por la lucha inte rcapitalis ta d e ap rop iación d e p lusvalía extraordinar ia. El capitali smo d esar roll ad o gen eraba a sí un camin o de reproducción diametralmente distinto al del capitalismo dependiente. g) Los p rocesos de ind ustriali zación in iciados en Amér ica Latina , un a vez avanzado el siglo XX, alcan zaron form a sobre e stas bases es tr uctur ales y son
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ellas las que nos per miten en ten de r sus li mitaciones y contr ad iccion es. Así, por eje mp lo, la prod ucti vidad se mov erá sobre una d inámic a en don de el traspaso de p arte d el fond o de consumo al f ond o de acumu lación y a era par te de la organ ización estructural del c apitali smo dep end iente. h) La crisis de l m od elo agro -m in ero exp or tad or no im plicó la m ue rte de los sectores oligárqu icos q ue le d ieron vida. A pesar de la ban carrot a en los p recios de las mater ias prim as y aliment os pro vocados p or la crisi s de 1929 y la segund a guer ra, las div isas de las e xp orta ciones de aquellos prod uctos sigu ieron siendo uno de los sopo rtes de las inversio ne s en la n aciente ind ustr ia. De esta forma la oligarquía latinoamericana pudo seguir contando con importan tes cuotas d e p od er estatal, ex p resadas en alian zas con tra dictorias c on la bu rgu esía ind ustr ial. Esto exp lica las dificultad es de llevar a cabo t ran sfor ma cion es agrar ias sustant ivas en la región, lo que no aconteció en el mu nd o central en donde –por lo general– la burguesía industrial debió romper desde temp ran o con el p oder agrario, ref orm and o sus bas es de sus tenta ción, a f in de a lcan zar la heg emon ía estatal. En A mérica Latina, las refor mas al camp o, hasta 1952, en Bolivia, fueron resultado de revueltas o revoluciones campesinas, nunca de iniciativas burguesas. Sólo en la segunda mitad del siglo XX se d ieron m archa a algun as reform as burguesas en e l camp o que sólo af ectaron a los núcleos agrar ios más p arasitarios. i) La industrialización, en su primera etapa, se limitó en lo sustancial a la sustitución importaciones, esto es, a la producción deados algunos bienes man de ufacturad os adquiridos anteri orm ente eninterna los merc del mu ndo centr al. Naci ó p or tan to para satisfacer un mercado interno ya creado, fun d am entalme nte el de las clases dom inante s y de franjas de la peq ueña burg uesía, por lo que no se enfrentó a la urgencia de crear merca dcon o la fuerza que debió hacers e en el mund o central. En su seg und a etapa, la importaci ón d e equipos y maquinarias del mundo central, particularmente de bienes obsoletos en la econom ía estad ounid ense, tras la renov ación de eq uip os que all í se produce luego de la segunda guerra, favorecerá la producción de bienes indu striales que si bi en en Estados Un idos f orm aban parte d e los bienes s alar ios (autos, re fr ig e r a d o res, televisore s, e tcéter a), en Amér ica Latin a, dad a la br utal con stricción de los salarios prop iciad os por la sobr eexp lotación, se co n stitu ye ron en bie nes su n tuar ios. El desfase en tre producción y merc a d o qu e caracter izó el mod elo agro -m in e ro ex p o r ta d o r, te rm inó tr aslad án dose al interior d e las econom ías latinoam ericanas, gestánd ose un me rcad o alto, estrecho socialm en te, p ero con un elevado pod er de con sum o, y un merc ado bajo, extenso socialmente, pero de demanda estrecha. De esta forma, más que cerr ar la brecha soc ial, la in dustriali zación term inó m an ten iendo a lo menos la polarización social.
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j) Bajo es te esquema, m uchas ec ono mías regionales p ud ieron crec er, p ero agudizando viejos desequilibrios y creando nuevos, haciendo patente el “desarroll o d el subdesarrollo” . De e stos últi mo s, destaca la gestaci ón d e enor mes c ord ones de m iseria alreded or d e las gran des urbes, resul tado de m asivas mi graci ones rurales y de una indu stria que n o dem and a emp leos suficientes, dad a su es tre chez y su abrup to p aso a una com p osición orgá nica del capital elev ad a respe cto a las cond iciones intern as, ant e la imp ortación de equip os p rovenientes de ec onom ías en d ond e el p eso del c a-
pital constante es alto.
k) Con la gestación de un nuevo modelo volcado al exterior, en las últimas
décad as del sigl o XX, Amé rica Latina vuelv e a ree ditar , bajo nue vas con dicion es, l os desfas es y d esequilibrios s ocial es del m od elo agr o-min ero exp ortad or. La agud ización de las form as de exp lotac ión (oc ultas en categorías c omo flexi bilidad laboral o pr ecariedad en el emp leo) no hacen sino pon er d e man ifiesto un a mod alidad de desarrol lo capitali sta que en lo sustan cial pr ivilegi a el consumo en los me rcado s extern os y en la es fera alta intern a, deterioran do el mercado conformado por los salari os. La polarización soci al, l a inform ali da d y el s ubem p leo no son si no algun as de las manifestaciones más inmediatas de este proceso. l) En sus aspectos centr ales, el Estado latinoam er ican o h a ex p resado los intereses de clase de los pr oyectos económ icos que de forma ap retad a he mos esbozado. Loslaactuales procesos de del reforma estatal van dirigidosestatal, a hacer más eficiente parte administrativa manejo y funcionamiento p ero n o a cuestionar su aspecto p olítico: el p od er de las c lases que he gem onizan los actuales pro yectos. La m ultip licación d e consultas electorales, desde los añ os ochen ta d el siglo XX, que d esató un auge inusi tado d e estudios sobre la “tra nsición d emo cr ática” y má s tard e sobre la “con solidación dem ocrática”, entrado el siglo XXI tien de a re gresar e l agu a a sus niveles : esa forma de dem ocratiz ación (procedimen tal) no h a lograd o tocar los c en tros re ales de l pod er estatal y, por el con tr ar io, se a siste a un a neoo ligar qu ización estatal en med io de u n “coro elec toral”. 56 m) En este c on texto alc anza sentido la par adoja de n acione s que se emp obrecen frente al crecimiento de en orm es riquezas locales , las cuales no se han visto afec tadas p or “décadas per didas” y otros eufemis mos em p leados par a ocul tar tan to las enor mes tran sferen cias de recursos de la p erif eria al centr o (vía pago d e intereses de deud as externas que si guen crec iendo, p atentes, traspas o d e gan ancias de tran snaci onales a sus países de srcen, et 56 Estos temas los hemos desar rollado en “Paradojas de la p olíti ca y la d emocracia en América Latina. U na crític a a la teor ía de la tr ansic ión d emocrática” , Sociológica, año 16, núm s. 45- 46, enero-agosto de 2001.
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cétera) , así como el incremen to d e la sobreexplotaci ón y de las transf eren cias de plusvalía d e las clas es asalariada s al capital (v ía constr iccion es bru tales de los sal arios, emp leo p recario, largas jornad as laborales , etcétera), y favoreciend o la con stitución d e p od erosos grup os econ óm icos (vía la ven ta de e mp resas estatales a p recios irrisorios , aume nto d e la int ervención esta tal dirigida a salv aguar da r n egocios de aque llos grup os, etcétera). Por ello, a p esar d e las “moder nizac iones” ec on ómicas l levadas a cabo en la p erif eria, con un nuevo patrón d e rep roducc ión exportador , en el marc o de la mu nd ialización , la brecha en tre d esarrollo y subdesarro llo se acentú a, así como la polarización social interna. Bibliografía
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Capítulo 7
El desarrollo como utopía: dilemas de un proyecto alternativo
Tras larga observación de los hechos y mucha reflexión me he convencido que las grandes fallas del desarrollo latinoamericano carecen de solución dentro del sistema prevaleciente.
R AÚL P REBISCH
E N EL último tiemp o tiend e a crec er el malestar de d iversos sectores de la p oblación y de nú cleos intelec tuales y po líticos ante el mod elo económ ico en marcha en Amér ica Latina y las políti cas que lo han imp ulsado . Este m alestar presenta como sal d o p ositivo, en el camp o in telec tual, un a creciente preocup ación p or el as un to d el d esar roll o y por las p articulari dad es d e las s ociedad es latinoam er ican as. Como ex p resión de este p roceso s e m ultiplican lo s tra bajos qu e vuelv en la m irad a a la p rod ucción teór ica que se re alizó ent re los años ci ncuenta y seten ta d el si glo XX en Améric a Latina en torno a estos temas, particul arm ent e a las teorías f orm uladas p or la Com isión Económica para América Latina ( C E PAL) y a las propuestas de la teoría de la dep e n d e n c i a1 . Este re greso al p asad o va a com p añ ado –no siem p re en la plum a d e los mismos autores– de los esfuerzos por levantar un “proyecto alternativo” a los modelos en marcha. Esta situación es explicable dados los enormes dañ os econó mi cos y sociales que h a p rovoc ad o “el capit alis m o rea lmen te ex is1 Por ejemplo, de Bjorn H ettne, Development T heory and the Three Worlds, Longman, Lond res, 1990 ; Diana H unt, Economic Theories of Development. An Analysis of Competing Paradigms, Hemel Hempstead, UK, H arvester Wheatshe af, 1989; Cr istobal Kay , Latin American T heories of Development and U nderdevelopment , Routledge, Londres y Nueva York, 1989; Jorge Larraín, T heories of Development: Capitalism, Colonialism and Dependency, Polity Press, Londres, 1989; David Lehmann, Democracy and Development in Latin America . Polity Press, Londr es, 1990; Márgar a Millán y Ruy Mauro Marini (coords.), La teoría social latinoamericana , tomos I a IV, Ediciones El Caballito- UNAM , Méxic o, 1994 a 1996; André‚ Gunder Frank, El subdesarrollo del desarrollo,Nueva Sociedad, Caracas, 1991. 179
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tente” y también p or la estrec ha relac ión qu e la academia lati no americana man tiene con la p olí tic a. En este ensayo con side rarem os ciertas cuestiones históricas y teór icas que vale la p ena ten er en cuenta en la dis cusión de una propuesta s obre el de sarroll o y en la form ulación de un proyecto alter nativo, así c om o la p er tinen cia d e re tom ar los debates de aquellos años formulados en América Latina sobre estos temas. Ten d rem os así, un a ap roximación a los límites y dil ema s que en fren ta actualm ente un a tarea c omo la arr iba men cionad a. Los clásicos como historia presente
“Un a cien cia que vaci la en olvi da r a sus f un da dore s está p erd ida”, s eñ ala Whitehead. 2 Esta afi rm aci ón, q ue Kuh n consi der a que deb e re lati vizarse en las cien cias nat ur ales, ya qu e al fin y al cabo las comun idad es cien tíficas, com o m uchas otras emp resas , neces itan d e sus hér oes, debe toma rse c on mu cho mayor cuidad o e n las ciencias s ocial es. No es por cas uali dad que d e man era recurren te los debates en economía acudan a la autorid ad d e Ricard o, Smith , Stuart Mill o Marx, para fund amen tar posicion es; a H obbes, Rouss eau, Mon tesquieu o Locke en cien cia p olíti ca; a Weber, Durkheim o también a Marx en sociología. La exp licación más bu rd a a esta si tuación señala qu e las ci en cias sociales, y en p articular ociología, on stituyen on eses,teóricas o h an adelcanzado la m laadsure z de las cc ienci as naturform ales ,ulaci las cual dada laque capnacidad acum ular conoci mientos, no d eman dan a sus academ ias regresar al p asado. Es por ello, se afirma, que “el físico […) no precisa apoyarse en el Principio de Ne wton , o el biólogo [… ] leer y re leer El srcen de las especies de Darwin” 3 para avan zar en sus teor ías. En juici os com o los an terior es hay un fuert e sesgo p ositivista qu e supo ne a las cien cias natu rales como el p ara digm a d e d esarrollo d e las cien cias sociales, adem ás que asumen que el c on ocimien to av anza po r acumulaci ón, asunto qu e ha p rop iciado un a aguda e interesante d iscusión. 4 Conviene tener presente que las ciencias sociales se constituyen en cuanto tales en m ed io de los p rocesos de con form ación y mad ura ción de la soc iedad 2
Citado por T.S. Kuhn en
La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica,
3 1971, p. 216. México, Robert K. Merton, On theoretical Sociology . The Free Press, Nueva York, 1967, p. 34. 4 Un a posici ón crítica s obre este supu esto pued e verse en T.S. K uh n, La estructura de las revoluciones científicas, op. cit. Para conocer parte d el debate sobre el tema pued e consul tarse La crítica y el desarrollo del conocimiento, de Lakatos y Musgrave (eds.), Ediciones Grijalbo, Barcelona, España, 1975, en particular los ensa yos “La ciencia n or mal y sus p eligros”, d e K. Popp er; “La falsación y la met odo logía d e los p ro gr am as de investigación científica”, de I. Lakatos, y “Lógica del descubrimiento o psicología de la investigación” de T.S. Ku h n .
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bur guesa y los p roblema s que esta s ocieda d pr esenta son sus objetos centrales de reflexión. Es a soc iedad , a la que p od emo s añad irle los calificativ os de “indu strial , cap itali sta, mo de rn a o inform ática – ind ica Ian ni– se mo difica a lo largo d el tiemp o”. Sin e mb arg o, “con serva […] algun as cara cterís ticas esenciales . Es dif eren te, per o al m ismo tiempo igual ”. 5 “En el um bral d el siglo XXI –añ ad e Ianni– se han mantenido aspectos esenciales del XIX: libertad e igualdad, trabajo y alienación, sufrimien to y resi gn ación , ideología y utop ía.” Es p or e sto que, p or ejemp lo, “la mod ern idad raci onaliz ada, d escubierta p or Weber, ti ene mu cho de la mod ern idad op resiva y sofocant e revel ada p or Marcuse” . 6 Para d ecirlo ráp idam ent e, las preocup acion es y deb ates de h ace uno o d os siglos atrás, siguen teniend o una en orm e actuali dad , tanto por los pr oblemas plantead os, los interrogantes que se formularon, así como por las respuestas ofrecidas. El creciente interés por los planteamientos teóricos desarrollados por Raúl Prebis ch, Cels o Fur tad o, Aníbal Pinto, Fern and o H . Card oso, E nzo Faletto, A ndré Gunder Frank o Ruy M auro Marini, forma parte d e la tenden cia general presen te en las cien cias sociales a reg resar a fuen tes srcinales, al pen samiento clásico, pa ra r eflexi on ar sobre el p resente. Si n embar go, como v erem os más adelante, este regreso no es tá exento de p roblemas dada la rad icalidad que al canzó el an álisis y los cam bios pr esent es en el clima in telectual. La teoría del subdesar roll o d e la CEPAL y la teoría de la dep end encia c on stituy en dos de los ap ortes más srcinales que h a gen erad o la teoría soc ial lati noam 7 ana. Es tos dos parad igmas terminan por conf ormar una econom ía políticaeric y, más en gen eral, un a teor ía soc ial, tras as um ir a Amér ica Latin a como p roblema teóric o. 8 El mirar el p resente como historia respon de a la urgen cia de resc atar p regun tas y respu estas p ara los p roblemas de h oy. El asun to p ued e plan tearse en los siguientes términos: ¿Tienen algo que decir los debates y formulaciones de las teorías del subd esarrol lo y la dep end en cia a los pr oblemas actuales de América Latina? ¿El horizonte de reflexión que estas teorías abrieron tiene algún sentido en la época de la m un diali zación y de la aldea global? Nu estra r espu esta a los inter rogantes anter iores es que s e p ued e disc rep ar con muchas de las respuestas que se formularon, pero los problemas plantea5
Octavio Ianni, “La crisi s de p arad igmas en la sociología” , en Acta sociológica , Facultad de Cienci as
UNAM 6 O. y Políticas Sociales, México, vol. IV, núm . 1, enero-abril de 1991, p. 123. Iann i, op. cit., p.,124. 7 Refiriénd ose a los autores de la C E PALde los sesenta, Valenzuela Feijóo señala que son clásicos –entre o t ros elementos– por “ser los fundadores de la economía política regional, la que –al igual que en Euro p a – em e rge a sociad a al auge de l pro ceso de ind ustrialización”. V éase Aníbal Pinto , América Latina: una visión es y prólogo de José Valenzuela, Facultad de Economía, U N AM, México, 1991, p. 9. t r u tc u r a l iSelección st a , 8 Este aspecto lo desarrollamos en el ensayo “América Latina como problema teórico”, en el libro Las dos caras del espejo . Ru ptura y continuidad en la sociología latinoamericana, Triana Editores, México, 1995.
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dos p or cepalinos y dep end entistas y el horizonte de visibilidad que abrieron siguen ten iendo un a enorm e ac tuali dad . Para deci rlo a l a man era de Ian ni, el mun do ha cambiado m ucho en estos úl timos 30 años , per o en cierto s entido sigue si end o el mis mo: un a econom ía inter nacional que gen era “c entr os” y “periferias ”; transf eren cia d e r ecurs os e inter cambio desigual entr e n aciones; ten den cia en las ec onom ías dep end ientes a generar mod elos de desarrol lo en don de se extrem an las tensi ones entr e la pr odu cción y el c onsumo; la superexplotaci ón sigue s iendo u n elemen to central del f uncionamiento d e nu estras economías; l a d ep end encia, en de finiti va, sigue gen eran do subdesarrol lo. No es nuestra intención exponer aquí los aportes, similitudes y diferencias en tre las teorías cepalinas y de la d ep end en cia y los que subyac en al inte rior d e cada un a. 9 Ind iquemos tan sól o que ofrec en u na p rop uesta teóri ca y metodológica d e vital imp orta ncia p ara el an álisis de las f orm acion es sociales l atinoam ericanas y de los avatares de las políticas de desarrollo (como la necesidad de analizar a América Latina en el concierto de la economía internacional, integran do los factores externos e inter nos, y p reci sar los elemento s que inter nalizan el subdesarroll o y tienden a r epr odu cirlo) , cues tiones que en los tiemp os del d iscurs o n eoli beral, en d ond e se pr etend e borr ar las f ron teras es tructurales entr e d esarrollo y s ubd esarroll o, son ind isp en sabl es volver a considerar . H e aquí un a buen a razón p ara r egresar a n uestros c lásicos en la materia. En el caso de la C E PAL, los trabajos de Prebisch y el equipo que con él colabora, al definir presencia de centros periferiasnoeneslahomogénea, economía internacional, apunta a ponerlade manifiesto que esa yeconomía sino estructuralmente heterogénea, y que no camina hacia una sola meta, el desarrollo, como supo nía la te oría clásica de l com ercio inter na cion al, sino, p or e l con trar io, a re p rodu cir desar rollo y subd esarr ollo. El deter ioro en los térm inos de intercam bio es un factor clave e n esta situaci ón . En sus versiones m ás avan zadas, s ubd esarrollo y desarr ollo s on las dos f ormas mad uras de exp resión d e un ú nico proces o, la constituc ión y exp ansión del capital ismo como un sistema mu nd ial. En la p rop uesta cepalina clás ica, el subdesarrollo aparece c omo r esultado de factores extern os, a p esar que se man ifieste inter nam ente con ci ertas par ticul aride s estru cturales . Pero estas p articularidades n o alc an zan la magn itud que suby ace en la teoría de la dep end encia y , en este terren o, la teoría de P rebisch se ve de algun a man era re stringida a los pa rám etros de la teoría del desarrollo, en tanto sup one q ue la pu esta en mar cha y avance de la ind ustri aliza 9 Puntos que hemos abordado en el c apítulo 4 de este lib ro. T ambién puede con sultarse de J. Osorio, Fundamentos del análisis social. La realidad social y su conocimiento , capítulo I X : “La construcción de p arad igmas. S obre el subdesarrollo y la depen den cia”, Fon do d e Cultura Económ ica- UAM , M éx ic o , 2001.
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ción p erm itirá acortar las dis tan cias entr e las region es per iféricas y el cen tro . En p ocas p alabras, l as d eforma cion es estructur ales son un obstáculo que se pued e superar en el marco de la ec onom ía capital ista, nun ca un imped imento para el desarrollo. 10 Más al lá de las críticas que p ued an form ularse a estos planteamien tos, l o cierto es que la CEPAL dio pasos que fueron fundamentales para las reflexiones posteriores de los dependentistas. Para las version es más avanzada s de la teoría d e la dep en den cia, 11 el capitalismo dependiente constituye una forma sui generis de capitalismo, siendo la superexplotación del trabajo su rasgo fundamental, con re p e rcusiones que atraviesan el resto del tejido económico, social y político. Aquí las particularidades estructurales, en el marco de la economía mundial capitalista, constituyen una traba que impide alcan zar el d esarroll o. Lo que e ste capitalis mo pu ede ofrecer ent onces es “d esarrollo d el sub desar rollo”, al decir de Fran k, for mu lación que, vale la p en a insist ir, no significa estancamiento,12 sino re p roducción de una matriz económica que –a p esar d e crecer – pe rvierte a extrem os las contr ad iccione s prop ias de las s ocieda des cap italistas. 13 En otr o ord en de cosas, es imp ortan te d estac ar la imbricac ión que alcanzan las teorías de la CEPAL y de la d ep end en cia con fuerzas s ociales que convierten sus prop uestas en p royec tos factibles y altern ativos. Este es un pun to d e viPara un anális is del planteamiento d e la CEPAL, véas e el ya clási co traba jo de Octavio Rodrígu ez, CEPAL, Siglo XXI, Méxi co, 1980; Prebisch y laCEPAL, de Jos eph H odara, El Colegio de México, México, 1987. 11 En especial las propuestas por Ruy Mauro Marini en Dialéctica de la dependencia , Editorial Era, México, 1973. 12 A pesar de que la afirmación ha sido refutada de manera reiterada y desde hace mucho tiempo, todavía se sigue diciendo que la teoría de la dependencia formuló la imposibilidad del crecimiento, como un a rgumento que justifica el porqué fue dejada de lado. Véase, por ejemplo, de Christián Larraín y Gonzalo Rivas, “Problem as y op ciones d el d esar rollo latinoa mer icano: aná lisis crítico y criter ios p ara un a p rop u esta alternativa”, e n In vestigación Económica núm . 115, ener o-m arzo d e 19 91, Escuela de Econom ía, U N AM, México. Aquí habr ía que señalar que sólo alguno s autores i den tificaron depe nd encia y estancamiento. Entre ellos Celso Furtado ( S ubdesar rollo y estancamiento en América La ti n,aEd. Eudeba, Buenos Aires, 1966). En “Las desventuras de la dialéc tica d e la d epend encia” ( Revista Mexicana de Sociología, núm ero extr ao rdin ario (E), 1978, I IS-U N AM, México), Fernando H. Cardoso y José Serra atribuyeron a toda la teoría de la dependencia la adscripción a la idea de subdesarrollo y estancamiento, pero agregando un nuevo ingrediente: también serían estan cacionistas los que re ch azaron la posiblidad de un proyecto burgu és n acional d esarrollista. Así inten taban salvar la idea de la fac tibil idad de este último p or la vía d e d escalificar la idea d el subdesarrollo- estancamiento. Para una crítica sobre ést e y otros p lanteamientos pued e consul tarse “Las raz ones d el neod esarrollism o”, de Ruy Maur o Ma rin i, en el m ismo n úm ero de la Revista Mexicana de Sociología . 13 Señalo sólo un dato para ejemplificar lo anterior. La economía chilena viene mostrando signos elevados de crecimiento desde la segunda m itad de los años ochenta y en la pr imera d e los nov enta. Sin embargo, según estadísti cas del Banco Mund ial, de u n tot al de 46 p aíses considerad os, Chil e ap arece en 1991 en el lugar 36 en cuanto a las desigualdades de d istribución del ingre so, muy abaj o de Taiwán, Singapur y Corea del Sur, por sólo mencionar algunos casos. El quintil inferior de la población percibe el 4.2 por ciento d e los ingr esos, en tan to el quintil s upe rior p ercibe el 60. 4 por ciento. Véas e de Rod rigo Vergara, “Nuevos mod elos de crecimiento: una r evisión de la literatura y algunos elementos par a una estra tegia de d esarroll o”, en Estudios Públicos, núm . 43, inv ierno d e 1991, Centr o de Estudios P úblicos, Santiago, Chile. 10
La teoría del subdesarrollo de la
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tal i mp ortanci a p orque ap unta a un a d e las piedras de toque en la dis cusión actual en tor no a la urgenci a de generar pr oyectos al tern ativ os: un gran dilema es la vialibi lidad de los mismos, pu nt o qu e m uchas v eces se ve cuesti on ad o p or las dificultad es de p recis ar el cont en ido d el nu evo p royec to y/o d e iden tificar a los actores que p odr ían m otorizarlo. V eamos cómo se resuelv en en el caso de la CEPAL y de la teoría d e la dep end encia es tos problemas. Proyecto alternativo y proyecto político
Refiriénd ose en p articular a la p rod ucción d e Prebi sch y al equ ipo q ue con é l labora en la CEPAL, per o que pod ríamos amp liar a los pr inci pales teóric os de la dep en de ncia, Valenzuela Feij óo afi rm a que son cl ásicos […] en cuan to ideólogos que efec túan un ap orte cread or en un per iodo d e ascenso históric o y que, p or lo mis mo, h acen c ohe ren te el proyecto global de la clase (o f racci ón de clase) he gem ón ica d el mom en to. Dicho d e otro m od o, un clásico es aque l cuyo pen samiento se si nt etiza o f un de con la neces idad o racionali dad históri ca d el per iodo, v a a su en cuentro, lo aclara, l o em pu ja –con los métod os dis cursi vos que le son p rop ios– a su gén esis y ma ter ialización. 14 capacidad d e ciertas p rop uestas as de con vertirse en proyectos tern La ativos es un asunto que combina dosteóric p roblemas c ru ciales y diferenci ados:allacalidad de las propuestas y, además, la posibilidad de las mismas de transformar se en p royectos políti cos, esto es, de encarna r un a utop ía con cap acidad de enraizarse con actores sociales que tienen la disposición de llevarlos adelante. Las pr op uestas de la CEPAL tuv ieron impacto por que respond ieron a esos dos asp ectos c ru ciales. Diver sos p aíses de Amé rica Latina ya h abían p uesto en marcha procesos de industrialización antes de la creación de la CEPAL en 1948. Pero las f orm ulaciones de este or ganismo los i mp ulsarán , ayud and o a qu e la industrialización se convierta en proyecto nacional. En su etap a inic ial la i nd ustrial ización se p resenta como u na fórm ula de modernización progresista, ya que muestra capacidad de ensanchar el mercado in tern o, incorp oran do a n uevos segmen tos sociales al emp leo y al con sumo, situación que fav orece el apoyo de capas obrer as y de la p eque ña bu rgu esí a profesional y de la burocracia estatal a los planes económicos y políticos del actor fun da men tal de este p royec to d e d esarrol lo: la burguesí a indu strial. Se combina así el proyec to con los ac tores que lo impu lsan. Esto es l o qu e p erm i14
América Latina: una visión estructuralista. op. cit., p.10.
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te al disc ur so de la CEPAL constitui rse en un pr oyecto polí tico, en un a p rop uesta alter na tiva r eal y v iable. Avanzados los años sesenta, la industrialización comienza a mostrar perfiles en don de las contradic ciones que gen era super an los pr oblemas que resuel ve. De pr oyecto de m oder nizac ión p rogr esista p asa al de m ode rn ización con predominancia retardataria o conservadora. Es en esos mom entos en d ond e emerge la teoría de la depen den cia, la que pondrá en cuestión muchos de los supuestos teóricos y derivaciones políticas de l dis curso de la CEPAL y de la teoría d el desarroll o. La teoría de la dep end encia se constituy ó muy rápidam ente en un p royecto alternativo. El carácter modernizante conservador que comienza a presentar la ind ustriali zación se v e agud izad o p or la p resencia en el esc en ario latinoam erican o d e un nu evo mo delo d e d esarrol lo. Tr as el tri un fo de la Rev oluc ión cuban a, la idea d e un pr oyecto dis tinto al capitali smo ap arece pa ra am p lios sectores s ociales –des plazados o relegados a lugares de tercer ord en en el rep arto de “los frutos d el desarrollo” ( par a d ecirlo en un lenguaje caro a CEPAL)– com o un a sol ución a sus dem and as. La teoría de la dependencia surge así como una re f l exión que termina por darle consistencia y legitimidad en el campo teórico a un proceso político ya en m a rc h a . Diversos países de América Latina vivieron en los sesenta y comienzos de los setenta exp aeriencias olíticas en dcomo ond euna la iposibilidad dea d e la rup el c ap italismo aparecía los ojos dep la sociedad real.turLaa con Revolución cubana e ra la cús pide d e esas esper an zas, las que s e verán reforzada s posteriorm ent e con los av ances del F rente Amp lio en Ur uguay, el gobierno d e Juan José Tor res en Boliv ia y con el tr iun fo elec tor al de Salv ad or Al lend e en Chile , y la puesta en mar cha d el gobi ern o de la Un idad Pop ular. No hu bo, por tanto, u na simple d efinic ión teór ica d e un a p rop uesta al tern ativa, ni de los actores s ociales que p odr ían imp ulsar el p roy ecto. La teoría de la dep end encia , pa ra de cirlo con Valenzuela Feij óo, se imbricó con “la racionalidad históric a” de ese periodo, 15 exp licó sus raíc es y ten de ncias , por lo que alen tó su ma rcha. 16 En función d e la re flexi ón que venimos realiz and o, vale la pen a d estac ar que tan to en el caso de la teorí a d e la CEPAL como d e la dep end enci a, sus pro15 16 Idem.
Es difícil desconocer las relaciones que mantuvo la teoría de la dependencia con la teoría de la revolución en América Latina en los años sesenta y parte de los setenta. Sin embargo, es pertinente señalar una obviedad: los teóricos de la dependencia no inventaron la Revolución cubana, ni los procesos guerr illeros que se sucedieron en Amé rica Latina en los sesenta, ni las expe riencias ya s eñ aladas en Ur uguay, Bolivia y Ch ile, q ue se p lan tear on la met a socialista. Sí d ebe recon ocerse como er ro res la sobre p o n d e r a ción de alguno de estos procesos, así como ciertas lecturas que de ellos se hicieron, marcadas, por ejemplo, por un sesgo voluntarista.
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puestas alcanzan sus form as más desarroll adas despu és de q ue en la prop ia realidad mad ura n pr oces os con los cual es el las se imbr ican. Con esto querem os destac ar que h ay mom entos en d ond e la realidad v a abriendo p uertas al cono cimiento. Así, por ejemplo, las rupturas y los procesos sociales que apuntaban en esa direcc ión “obli garon ” a los dep end entistas a reflexi onar sobre nu evos temas, en este c aso, respond er al qué h abía de p artic ular en la es tructura y dinámica del capitalismo latinoamericano que alentaba quiebres revolucionarios. Sin em bargo, también es i mp ortante consi der ar qu e an tes de qu e cris tali cen las pr opu estas más madur as de la CEPAL y de la teoría de la dep end encia, existen trabajos que abon an el camino par a que emer jan estas nu evas ref lexi o nes, as í como la pu esta en m archa d e aquellos proces os. En p ocas p alabras , hay un a relac ión en tre teor ía y pr oces os en d on de am bos se retro alimen tan. En esta relac ión h ay mom entos en d ond e ciertos procesos en m arch a exigen reflexión y exp licación: las c iencias s ocial es siguen las ten de ncias d e la realidad , las orden an , las explic an y l as proyec tan . En otro s, por el c ontr ario, es l a refl exión la que apar ece c omo alimen to n ecesario p ara alentar los brote s germin ales de nu evos pro cesos. No es que la refl exión in ven te esas tend encias , sino qu e señala alguno de sus rum bos posi bles , antes que aquéll as terminen de d espun tar de man era cl ara. La si tuaci ón actual del p ensamiento crític o latinoamer icano se apr oxima más a es te s egun do m omen to, l o que nos pu ede d ar un a idea del s entido , alcances limitaciones que p cons ued etruir ten er oy la refl exión y el desde lay pr eocup ación p or prhoyectos alternativ os.trabajo intelectual En t odo caso, se de be con tem plar q ue la relación ent re re flexión y actores n o siem p re te rm ina po r con jugars e. La m ejor p rop uesta qu edar á r educida a esa condición, y no de proyecto, mientras no existan –o no se integre con– actores que ten gan vocación y cap acidad de imp ulsarla. Ac tores m ovilizados, p ero sin pro yecto, por otra parte, es otro de los desfases que puede presentar la historia. Crisis de proyectos civilizatorios
Un p roblem a d en tro d e la urgen cia actua l por la re flexión crítica es que ella d ebe llevarse a cabo en medio de un clima intelectual, político e institucional que no le es especialmente favorable. Mencionemos, por ejemplo, que el auge del pensamiento neoliberal y neoconservador y de sus proyec tos po líticos en las últimas décadas ha provocado efectos negativos para el desarrollo del pensamiento crítico. Aquí se deben considerar desde los aspectos más generales y burdos, como los golp es militares que se sucedieron en Amé rica Latina de sde finales de los s esenta de l siglo XX, y que culmin an en Argen tina en 1976, con el c ierre d e instituciones dedicadas a la docencia e investigación en ciencias sociales, la persecución
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y encarcelam ien to de intelectu ales, h asta los a spe ctos má s p arcia les y re fin ad os referidos a qué debe considerarse como trabajos de rango científico en ciencias sociales y, por tanto, qué debe investigarse, escribirse y publicarse. Efectos similares ha p rovocado la d ebacle po lítica del llama do mundo socialista, proceso que empata con el auge neoconservador (que se inicia políticamente con los gobiernos de Thatcher en Inglaterra (1979) y Reagan en Estados Unidos (1981)) y que se ve alimen tado de a lgun a man era p or ese auge, pero que tiene, si n em bargo, sus prop ias r azone s in ter nas, de mayor peso, par a comp re n d er lo. La utopía socialista y el marxismo se han visto seriamente conmocionados por estos dos pr ocesos. La disc usión sobre el de sarrollo y l os pr oyectos al tern ativos se d ebe llev ar ad elant e en cond iciones ad versas. Pero é sta ha sido un a caracterís tica bastante recurren te en la pro du cción d e algunas de las más impor tan tes contr ibuci on es del p en samiento críti co a las c iencias sociales 17 (como tam bién o currió siglos atr ás en las cien cias natu rales; bas te re cord ar el conocido caso d e Cop érn ico y su é pur si muove). Un pr oblema d el pen samiento críti co es p recis ar cuáles son los p un tos en los que tien e que ser in tran sigente y cuál es deben ser objeto d e agud as crític as y aband onos. El asun to n o es f ácil si con side ram os que estas decis ione s se tien en que tomar e n un contexto en d ond e la utopía s ocialista se encuentr a en en tred icho y el par adigma de refl exión que le ha serv ido d e sus tento en el últi mo sigl o, el mardesf xismo, d ebe anzar en der sus rotas prop del uestas o insti co avorab le yavde serias mu en nduondcuadr el trabajo y tucion d e susal-académiorg an izaciones políticas y sociales. En todo caso, es importante considerar que la crisis del socialismo y el d err um be d e las s ocied ade s del ll am ad o soci alism o real form an p art e de un p roceso m ás gen er al refer ido a la crisis de los p royectos civilizator ios, en la cual se in cluye ta mb ién al cap italism o re alme n te ex ist e n te . Si en la p erif eria h ace ti emp o que el c apitali smo dejó d e ser un pr oyecto de m od ern ización p rogr esista, esta c ond ición tam bién comienza a p erd erse, y con mucha fuerza, en el pr op io mun do d esarrollado. El problema n o es sólo un asunto m oral y étic o, si no que alcanza ter renos mu cho m ás tangibles : la destru cción que p rop icia el capitali smo en el med io natur al; su pérd ida de legitimid ad como m ode lo que resuelv e las ne cesidad es de las f utu ras gener acion es en materia de empleo y mejores condiciones de vida; las dificultades, en general, de sostener y elevar la cali da d d e vida; el creci mien to d e la po breza, de los homeless, etc étera. La lis ta p od ría segui r am pliánd ose. 17 U n ejemp lo, en tre m uchos, d e esta a firm ación es el re p resivo clima político y las dif íciles cond iciones pe rsonales en las que Antonio Gram sci realiz ó su p roducci ón fund amen tal, reunida en los llamados Cuadernos de la cárcel (varias ediciones).
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Los pr oble mas del marxis mo, por otra p arte, tambi én forman par te de un a crisis más gene ral de p arad igmas. La teoría d e la dem ocrac ia liberal s e en cuentra cues tionad a; el neo liberalis mo h ace agua. No existe en este momen to ningún cuerp o teór ico que la crisis de p royec tos civilizator ios no esté po nien do en cuestión. 18 En esta si tuaci ón es norm al que sean m ás l as dud as e inc ertidum bres que las certezas . ¿Cuáles pod rían ser algunas certidum bres? E l ries go d e h acer un listado es enorme, pero podríamos señalar las siguientes: el capitalismo, como cualquiera de los órd en es económ ico-sociales que le p recedier on t iene un carácter h istórico, por lo que en algún m omen to se verá sometido a u na cris is terminal; e n su reem plaz o p uede em erger un orden social en d ond e la l ibertad p ositiva y la justic ia soc ial alc an cen ma yore s equilibrios s ocial es, en d on de la conv ivenci a del ho mbre con su entor no n atural s ea men os depr edad or y destructivo y exista mayor cooperación y solidaridad entre los hombres. Esta utopía, dibujada con líneas muy gruesas, que podemos llamar socialismo, tiene p oco que v er con lo qu e se c onsideraba n verd ades incues tionad as de lo que conocimos hasta ah ora b ajo tal noci ón . Piezas sueltas de las exper iencias del soc ialismo re al es posible que p ued an recoger se. Pero v istas en su globalidad , lo más s egur o es que s e ne cesite pen sar las cosas a p artir d e un cambio rad ical. En tod o cas o, la d oble cris is de p royec tos c ivilizator ios y de p arad igmas pu ede constitui r un yaliciente ara la refnuevos lexi ón,interrogantes en tan to seyromp en fronter as y respuestas conocidas obliga apformular problemas. El desarrollo como utopía
El desarrollo es un a de las metas anh eladas por los gobiern os y por los pueblos desde que las sociedad es entr aron al mun do d e la mod ern ización. Des pu és de la segun da guerr a el tem a alc anzó un carácter un iversal . 19 Para A mé rica Latina el desarrollo ha sido u na met a inalcanzabl e. Ya h an sido varios l os mom ent os en d on de –al i gual que los espeji smos de ag ua en el desi erto– mien tras más nos acercamos, más termina por alejarse. Esto obliga a d esech ar las ideas fáci les y las fór mu las mágicas . El d esarrollo es una srcinalidad históric a en don de e l camino segui do p or u na sociedad nu nca se ha vue lto a re p e tir. Los mo delos en cien cias sociales son siem pr e for malismos; las más d e las veces for ma lismo s hu ecos. 18 Un lúcido análisis de e stos problem as pued e verse en E. H obsbaw m, “Crisis de las ideologías: li ber alismo y soc ialismo”, en revista Memoria, núm . 41, abril de 1992, México. 19 Véase de Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, Siglo XXI, México, 1970.
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A Amér ica Latina le han ofrecido en la segun da m itad d e este s iglo m uchos mod elos a segui r. En u n tiempo fueron Inglaterra, Estados Unidos, l as experien cias históric as clásicas. Más tard e Jap ón y la imb ricac ión d e la r acion alidad estatal c on la emp resarial. H oy son algun os “tigres” del sudeste asiátic o, como Corea d el Sur o T aiwan. Últimamen te también Ch ina. No cabe d ud a que la h istoria y el estudio de ex per ienci as div ersas pu ede dar algun as pistas y enseñan zas que n o pu eden desdeñ arse. Ten dr emos as í ciertos den omin ad ores c omu nes en cas os en d on de el desar rol lo fue p osible (como transformaciones agrícolas, ingerencia estatal, capacidad de adaptar y gen erar tecnologías, de sarroll o de u na clas e emp resarial no ren tista) y otro s en don de el subd esarrol lo per siste (carencias de los elemen tos anter iores, desequilibrios y “deformaciones” diversas). Pero estos elementos no son más que piezas sueltas de un rom p ecabez as, de scripciones que r eclaman pa sar al niv el de las articulaciones y explicaciones. Un a teoría d el desarroll o y del subdesarrol lo, en el m arco de la c onstitución y rep rod ucción d el c ap ital ismo como si stema m un dial, es vital para enfren tar la emp resa de las alternativ as de Améric a Latina. Al mis mo tiemp o es f un dam ental contar con un a interp retaci ón de la original idad d e nuestra región, en don de la ref lexi ón n o pu ede ser as umida como la simple sumatoria de partes, sino que exige una reinterpretación global. En estos pun tos res ide un o d e los as pectos f un dam entales a resc atar d e las teorías lati noam eric anas ubdesar y deesarroll la dep o, end encia. señala que e l cap itaTras disti ngu del ir ens tre atrasoroll y s oubd Pipitone lismo ha mostrado capacidad para lograr que economías atrasadas puedan alcanzar el desarrollo. Pero h a si do in eficient e en p erm iti r qu e las sociedad es subd esarrolladas pued an cruzar esa f ron tera. 20 Si esto es así, y la h istor ia p arece av alar lo ante rior, el desarroll o en Amé rica Latina sólo s erá p osi ble en el contexto d e un a nu eva econom ía y un a n ueva s oci ed ad (que a falta de otro nombre seguiremos llamando socialista). Como ya hem os visto, la teoría de la dep end encia puso de m an ifiesto que el desar roll o lati noa mer icano sólo es p osible a partir d e la rupt ura. H ablar de dep end enci a –en últi mo térm ino– es hablar no sólo de recuperar autonomía políti ca y económ ica frente a l mun do e xter ior. Llev a a consi de rar la necesi da d de modificar las relaciones sociales y las estructuras locales que internalizan y reprod ucen el s ubd esar rollo. 21 20 Véase La salida del atraso: un estudio histórico comparativo, op. cit., pp . 26 y 27. En el c apítulo 6 “Sobre recetas par a salir del subdesarr ollo” en este libro, hem os realiz ad o un a crítica a la construcci ón teórica del neoestructuralismo, en don de se ubic a Pipitone. 21 Los planteamientos anteriores requieren ser rep ensados a la luz de los proces os de integración y de m und ialización, que r ebasan los lí mites de este en sayo.
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El “comp rom iso” de la dep end encia c on la ru p tura n o signifi ca sup one r, como ocurrió en los años ses ent a y parte de los seten ta d el siglo XX , por el clima re inan te, que el nu evo ord en está a l a vuelta de la es quina. Por otra p arte, ese c omp rom iso n o inval ida la riqueza teóric a y metodológic a p resente en el paradigma de la dependencia para la comprensión de América Latina, tarea intelec tual que en estos tiemp os par ece más urgen te que n un ca. En el actual ordenamiento económico-social no hay espacios en América Latina pa ra el desarrollo, par a “economías con rostro hum ano ”, pa ra “transf ormaci ones pr odu ctivas c on equidad ”, o cual quier otro nom bre qu e se quiera da rle a las utop ías de alcanzar sociedad es más jus tas. E sto –dad o el “es píritu de ép oca l iteralmen te rea ccionar io” 22 que p red omin a– es difí cil de aceptar . Pero, ¿dónd e están los referentes par a afirmar otra cos a? Las l imitaci on es para logr ar el d esarrollo l atinoa mer ican o en las ac tuales con diciones refuerzan su c ond ición de u top ía. Pero p arece una constante el que toda reflexión alcance una condición utópica en tanto no aparezcan los puentes que la liguen con actores y le den viabi lidad . Aferrados a un serio esfuerzo reflexivo, al pensamiento crítico le correspon de seguir pr efigurando utopías . En esta tarea no se encontrará solo. El prop io Raúl Prebis ch, hacia s us años f inales, de spués de un a larga vi da d ed icad a al es fuer zo teóric o d e construir un a sal ida p ara el atraso latinoame ricano y de inci dir en la defi nici ón d e po líticas p ara tal ef ecto, term inó d ibujando u top ías cuandsólo opeexistí nsó que s cabez ali da da)elque subd esarrol traba la enli bertad un a soci (que a enlasu fuese capazlodese encon combinar deedad l ca23 pitalismo con la justicia social del socialismo. ¿Y dón de e stá la v iabi lidad de u n p royec to como el f orm ulado p or CEPAL en su p rop uesta d e un a “transf ormaci ón pr oducti va con equidad ”? 24 ¿dón de están los ac tores que p ued an p oner lo en p rácti ca?, ¿no e stamos, también en este caso, ante un a utop ía más? El problem a de la teor ía crític a es precis ar ut op ías que se f un dan con la racionalidad histórica, lo que –a diferencia de los ejemplos anteriores– demanda un esfuerzo d e reflexi ón que se imbrique a ten den cias reales . Jürgen H abermas, en Escritos Políticos, Editorial Península, Es pañ a, 1988. Véase de Raúl Prebisch, “Cinco etapas de mi pensamiento sobre el desarrollo”, Comercio Exterior, vol. 37, n úm . 5, 198 4, México. A llí Prebi sch señala que su reflexión se d irige “a un a versión de l socialis22
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mo basada en laa ser libertad del individuo y en nuevasFformas convivencia social”, desechando que esta fórmula pued la s ocialdemocracia europea. rente de a este planteamien to Hod ara se pregu nta: “¿ Cuál es el s istema inn omin ado q ue Prebis ch pr opicia? Por supu esto, uno que comp atibil ice creci miento d inámico y equitativ o con libertad . Mas, ¿ dón de h a cristal izado e mp íricamen te? Su falta de r espuesta recon firm a mi te sis: Prebisc h se interesa en la reflexión utóp ica, juic io que par ece «sacrilegio» a algun o d e sus devotos s eguidore s.” Véase de J. H odar a, Prebisch y laCEPAL, El Colegio de Méxic o, México, 1987, p.106. 24 Véase Transformación productiva con equidad, Santiago de Chile, 1990, y Equidad ytransformación pro ductiva: un enfoque integrado, Santiago de Ch ile, 1992.
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Para cualquier utop ía sobre el desarrollo desde el pen samiento crítico latino ame ricano, así como p ara d ibujar las posibles fron ter as de cualquier p royecto altern ativo, es fun dam en tal una r eflexión sobre las pa rticul arida des de América Latina en el marco de su inserci ón cambiante en la ec onom ía mun dial, l as razones i nter nas del subdesarroll o y la d epen den cia y por q ué seguimos en esa cond ición, a p esar de los eno rm es es fuer zos sociales de splegad os. En esta tarea, retomar las líneas formuladas por la CEPAL y en e special por la teor ía de la de pe nd encia, nu estros clásicos en la mater ia, ap arece c omo u n p aso ine ludible. Bibliografía CEPAL, Transformación productiva con equidad, San tiago, 1990. –––––––, Equ idad y tran sformación produ ctiva: un enfoque integrado, Santiago, 1992. F RANK, A.G., El subdesarrollo del desarrollo, Nu eva Socied ad , Caracas, 1991. F URTADO , C., Subdesarrollo y estancamiento en América Latina, Ed. Eudeba, B uen os Aires, 196 6. H ETTNE , B., Development T heory and the Three Worlds, Lond res, Logman , 1990. H OBSBAWN, E., “Crisi s de las ideolog ías: li ber alism o y soci alismo ”, en Memoria, nú m. 41, Méxic o, abril de 1992. H ODARA, J., Prebisch y laCEPAL, El Colegio de México, Méxic o, 1987 . T , D., Economic Theories of Development. An Analysis of Competing Paradigms, H UNHemel Hempstead, UK, H avester W heatsheaf, 1989.
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