Faletto, Enzo; Ruiz, Eduardo; Zemelman, Hugo. Génesis histórica del proceso político chileno. Ed. Quimantú. Santiago. 1971.
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I. LA CRISIS DE LA DOMINACION OLIGARQUICA ENZO FALETTO EDUARDO RUIZ
EL SISTEMA DE PODER EN EL PARTIDO ANTERIOR A LA CRISIS PARLAMENTARIA LA ESTRUCTURA ECONOMICA La Economía Salitrera La vinculación de la economía salitrera con el capitalismo inglés a partir de las últimas décadas de 1800 se establece de modo principal a través de la explotación de la riqueza salitrera, lo que, naturalmente, implica otro tipo de conexiones, como se verá más adelante. Las salitreras inglesas, que se habían constituido a través de un serie de golpes especulativos , y con la complicidad o anuencia de sectores nacionales, representaban el grueso de las inversiones del capital inglés en la economía chilena y su forma de funcionamiento expresa el modo que asume la dependencia en ese particular momento. Parece evidente que la superioridad inglesa en este tipo de explotación está basada en el control que ese capitalismo ejerce en el ámbito de la comercialización internacional del producto, como también se fundamenta en la disponibilidad de capitales que permitirá la utilización de tecnologías más avanzadas. Sin embargo, un punto que merece destacarse es el del dominio financiero ejercido por el capital inglés. La dominación que ejerció en el campo de la propiedad del salitre es casi inexplicable si no se tienen en cuenta el predominio respecto a los grupos financieros nacionales, a los que logra asociar en forma subordinada o simplemente desplazar. Las salitreras que aún quedaban en manos nacionales van a trabajar con un nivel tecnológico más bajo y desde el punto de vista de comercialización aparecen subordinadas al esquema salitrero inglés. No debe olvidarse, sin embargo, que además de las salitreras inglesas y nacionales pueden encontrarse en este período grupos salitreros alemanes (y franceses) principalmente que tienen una significación importante y que por lo demás evidencian el contenido competitivo que en ese momento manifiestan los distintos i mperialismos. La economía salitrera, en su conjunto, es la fuente principal del financiamiento fiscal. Si la subordinación nacional al capitalismo externo aparece manifiesta por el control que éste ejerce en el sistema productivo mismo, no es menor la dependencia del estado nacional en términos de sus finanzas respecto del imperialismo. Lo que con esto se quiere significar es que la alianza de clases interna que ejerce el poder no tan sólo está vinculada al imperialismo por la simple presencia de éste en la explotación de un sector económico, sino que además el estado –forma de expresión política de esta alianza- está subordinado a través del crédito al capitalismo inglés. Por otra parte, conviene destacar que la riqueza generada por el salitre, vía impuestos, permite a los sectores nacionales dominantes mantener una forma de dominación –el aparato del Estado- que no implica mayores atribuciones para estos mismos grupos. El funcionamiento de la economía salitrera tiene también importantes repercusiones en planos no estrictamente económicos. La explotación del salitre se basa en una utilización extensiva de mano de obra; el aumento demográfico de los sectores populares, los excedentes de la población rural son absorbidos por la economía del salitre. De modo que mientras funciones la economía salitrera será posible, por este proceso de absorción, evitar la generación de conflictos con los grupos económicos internos. Como señalábamos, la economía inglesa no sólo se vincula con el sistema nacional a través del control del sistema productivo, sino que también lo hace a través de varios otros mecanismos.
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Ya se ha notado en varios estudios la importancia de la vinculación con el sistema financiero bancario, pero además es importante la vinculación de los ingleses con el comercio de importación. La economía inglesa funciona no tan sólo en torno a su capacidad para controlar un sistema de comercialización mundial de los productos que importa, sino también en términos de su condición de exportador de productos manufacturados; la vinculación entre exportación e importación es lo que define al capitalismo inglés. Este hecho lo liga a la suerte de los mercados internos de las economías dependientes e implica alguna forma de asociación con los sectores comerciales internos. Tan características de este momento son las salitreras inglesas como las casas importadoras y exportadoras de esa nacionalidad. La vinculación de los ingleses se expresa entonces: a) por la economía salitrera misma; b) el sistema financiero; c) el sistema de comercialización vinculado al mercado de consumo interno. Dentro de este sistema el mercado interno puede definirse casi como un mercado de consumo de productos manufacturados que se obtienen vía las importaciones. El problema para los grupos dominantes –esto en términos esquemáticos y caricaturales- es, en lo que se refiere a su capacidad de demanda, proveerse de las fuentes de financiamiento que le permitan satisfacerla, lo que se asegura por su vinculación a la economía salitrera; respecto a los grupos no oligárquicos –es decir, no participantes en la alianza de poder- sus presiones se intentaban resolver por medio de su incorporación a este mercado definido en términos de consumo. Lo que se intenta señalar es que al definir mercado en términos de capacidad de consumo, la ampliación de éste –para los grupos dominantes- no implica necesariamente la política de expansión del sistema productivo interno. Esto no significa que no existe un determinado desarrollo de sectores productivos internos, incluso industrial; lo que se enfatiza es que no son estos sectores los que definen el mercado. Debe señalarse, para atenuar lo dicho, que la misma región salitrera constituyó un mercado de alguna importancia para la economía nacional. Los productos alimenticios y algunos productos manufacturados encontraban un mercado de consumo en las salitreras, aun cuando mantenían importancia las exportaciones desde el exterior. El rasgo que debe destacarse en la economía del salitre es que el conjunto de la economía, tanto en lo que a bienes como a servicios se refiere, aparece en gran parte subordinado a la suerte salitrera. De modo que la dinámica de los sectores internos no es la más de las veces sino el reflejo de la dinámica del salitre. Ahora bien, a pesar de estas vinculaciones, como se señaló, la economía del salitre no significa la no existencia de una economía interna. Es por esto que el dominio de los grupos nacionales no sólo es expresión del grado de vinculación que hayan podido establecer con el imperialismo, sino también expresión de su dominación de sectores productivos que siguen siendo significativos en el mercado nacional. La economía agraria en este caso, pro su posibilidad de conexiones múltiples, adquiere singular relieve. Los elementos apuntados implican entonces un complejo de relaciones entre los grupos nacionales y la economía orientada hacia el exterior. La modalidad económica de la dominación inglesa, fundada en un sistema de exportación-importación, significa la asociación en un plano económico, y no sólo político, con los grupos eco nómicos internos. La subordinación de la economía nacional al salitre implica entonces, además, importantes repercusiones en el orden social. No sólo las alternativas económicas aparecen limitadas por las oportunidades que ofrece la expansión salitrera, sino que también las experiencias políticas -y por tanto el modo que asumen las relaciones sociales- se dan en el marco que ofrece el sistema de dominación definido por las salitreras y los grupos productivos nacionales con base de poder interno. La forma en que se ejerce la dominación sobre el proletariado salitrero muestra algunas de las peculiaridades que asume la relación social. Los conflictos que este proletariado tiene con las compañías, determinados por las relaciones económicas y de trabajo que ellas imponen, son zanjados por la intervención policial del Estado, en donde ésta asume el carácter de “intervención en territorio extranjero”. El Estado interviene para asegurar la continuidad del funcionamiento de la actividad económica, en cuyo éxito está interesado. Esta actividad económica
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tiene todos los rasgos de una “concesión”: el Estado asegura a las compañías la mantención de los términos en los que la “concesión” fue pactada y por tanto interviene para garantizar la necesaria dominación de los obreros. Es este carácter de “concesión” lo que define la relación entre Estado y salitre. Si bien es cierto que la mayor parte de los grupos que constituyen el Estado establecen alguna forma dc relación con la economía salitrera, no significa eso que el Estado pretenda determinar de algún modo la política económica de las compañías extranjeras. No implica esto que no estén conscientes de la importancia interna de la “buena marcha del negocio”, pero generalmente sólo se tiene preocupación por el monto que puedan alcanzar los impuestos o a veces por la capacidad que tengan las salitreras de absorber mano de obra. Lo que se quiere enfatizar con el rasgo de “concesión” es que el Estado define una política de participación al nivel de las ganancias o “efectos secundarios” y no imprime una orientación a esa actividad económica; la relación del Estado con las compañías es una simple participación en los derechos que como Estado le corresponden en cualquiera empresa particular. Ahora bien, en la medida en que los grupos que conforman el Estado son socios de las compañías, lo utilizarán para mejorar su condición en la sociedad o para asegurarle a ésta en su conjunto un máximo de posibilidades de “buen funcionamiento”. En este sentido se utilizará al Estado para crear condiciones favorables de mercado. Se crearán, por ejemplo, monopolios de venta protegidos por el Estado. Incluso este mecanismo permitirá a algunas productoras nacionales incorporarse al verdadero “trust” que forman las compañías extranjeras. La política salitrera adquiere el carácter de protección a la “empresa”, pero no en el sentido -por lo menos verbal- que el proteccionismo tendrá en el momento de la “sustitución de importaciones”, sino más bien porque asociados los grupos que detentan el poder con la empresa salitrera la “protegen” como modo de asegurar una posición de privilegio. La política económica exterior del Estado en materias salitreras tiene un marcado carácter “empresarial”, lo que da cuenta de lo que se sugiere. El Sistema Comercial El carácter exportador-importador de la economía inglesa llevó a que la presencia del capital de ese origen se manifestara preponderantemente a través de las denominadas “casas comerciales”. La casi totalidad de éstas tienen su sede principal en Inglaterra y sus agencias en muchos de los países latinoamericanos. El abastecimiento de las explotaciones salitreras, maquinarias, productos manufacturados e incluso artículos de consumo se realizaba a través de estas “casas”, las que además proveían el mercado interno de las demandas no satisfechas por la industria nacional, incipiente aunque existente. Fuera de esto, tales “casas” no tan só1o aparecen vinculadas al comercio dc importación y exportación, sino que también tienen fuertes intereses en cl movimiento interno de mercancías; los productos agrarios nacionales, por ejemplo, serán a menudo comercializados por estas entidades. Las operaciones comerciales, como es evidente, requerirán de una fuente de financiamiento, por lo que la relación entre bancos y casas comerciales será particularmente estrecha. Lo que interesa destacar es que esta red que incorpora actividades salitreras, agrícolas, comerciales y bancarias implica un complejo de vinculaciones entre grupos nacionales y grupos extranjeros. Sin embargo, pese a esta asociación, es manifiesto cl predominio externo, sobre todo en la comercialización. Por otra parte los valores comerciales y salitreros se cotizaban en la Bolsa de Londres, lo que aumentaba las posibilidades del control financiero del capital inglés. El control de la comercialización por los ingleses, su predominio financiero en el juego de la bolsa, etc., los constituyen en el eje económico nacional, en donde los capitales nacionales asociados, pese a su poderío, serán dependientes del movimiento del capital inglés. El auge salitrero y la expansión del comercio implican, como es natural, un aumento en la urbanización del país. Este fenómeno significo, como ya se señalaba, que el mercado urbano se definiera casi en términos de un mercado de consumo. Los grupos sociales urbanos, los sectores
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populares incluidos, pasaron a presionar fuertemente por sus posibilidades de acceso al consumo. Incluso importantes manifestaciones populares (“la huelga de la carne” en 1905) tuvieron marcadamente ese carácter. La existencia dc un mercado con tales rasgos condicionó el tipo de desarrollo industrial. No es que este fuera inexistente -puesto que investigaciones económicas mas acuciosas han demostrado que tienen una importancia mayor que la que posteriormente se le supuso-, pero la tendencia fue a expandirse en aquellos rubros en que no entra en contradicción con el sistema importador; son de importancia las industrias alimenticias, textiles e incluso de manufactura dc herramientas simples, tanto para los trabajos agrícolas como mineros. El consumo popular urbano pareciera que también fue abastecido por la industria nacional. Las enormes diferencias en la distribución del ingreso determinaron tipos de consumo. Las memorias de la época muestran a la clase adinerada como trasplantando París a Santiago, lo cual es cierto con toda seguridad, pero esto no significa necesariamente la inexistencia de consumos mas bajos, cuya fuente de aprovisionamiento no tenia por que ser París. El Sector Agrario Las exportaciones dc este sector habían decaído notablemente y su significación en esos términos, comparada con la del salitre, era mínima. Pero, a pesar de esto, la economía salitrera y el crecimiento urbano constituyeron un mercado interno de alguna importancia. Cabe anotar, además, que en el periodo alguna parte de los capitales generados en cl salitre y el comercio se reinvirtieron en cl agro, dándose origen a formas mas desarrolladas de producción agraria. La viticultura, por ejemplo, adquiere amplia difusión; además, inversiones en obras de regadío mejoran la calidad productiva de los fundos. Aunque parezca exagerado, la inversión más “rentable” en el sector agrario la constituyen los inquilinos. Estos forman un poder electoral dominado por el patrón, que hace posible la influencia política y la participación en el control del Estado; a través de este mecanismo, control agrario-participación en el Estado, es posible vincularse a todo el sistema económico financierosalitrero controlado por los ingleses. La significación del Estado en el Proceso Económico Aunque el hecho no es absoluto, sin embargo puede decirse que mientras duró el salitre el Estado se financió en gran parte por los ingresos que éste produjo, de modo que las actividades económicas internas gozaban de un régimen de franquicias excepcional. Pero pese a los ingresos salitreros el Estado recurrió permanentemente al crédito externo; los proveedores de este crédito eran los capitalistas ingleses, de manera que la dependencia del Estado respecto a los ingleses aparece determinada por la dependencia del Estado respecto a la economía salitrera y por la dependencia del crédito externo. Ahora bien, la economía de exportación-importación existente y el carácter consumidor del mercado sitúan al Estado en un lugar estratégico. Este tenderá a actuar como aval del sistema e intervendrá para asegurar su buen funcionamiento. Por ejemplo, los créditos estatales estarán abiertos para asegurar la expansión de las explotaciones existentes y a través de mecanismos como el régimen de concesión de propiedades salitreras fiscales se tenderá a consolidar el monopolio de las grandes empresas. Actúa también el Estado como el instrumento de distribución de la renta, en especial a través de su capacidad para crear empleos. La ampliación de los servicios, en particular el servicio público, constituyó la forma más socorrida para proporcionar empleo a los sectores medios, y la puesta en marcha de obras públicas, el mecanismo para dar trabajo a los sectores populares. Ya se ha señalado en varios estudios que el Estado aparece vinculado, como asociado muchas veces, a las empresas
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particulares; basta señalar que los ingresos de las reparticiones fiscales se depositaban en bancos privados, “asociando” de este modo los dineros fiscales al juego privado bancario. El Sector Financiero Aun cuando el salitre es el eje de la econom ía del período, la composición de la intrincada marcha de relaciones económicas queda de manifiesto cuando se analizan las vinculaciones de un banco. Se reúnen en él intereses agrarios, entre los cuales se contabilizaban los votos campesinos los que constituirán “la influencia electoral que poseía el banco ante sus clientes”-, fuertes intereses salitreros, emisiones para la Bolsa de Londres y de París y contratos con otras bancas latinoamericanas vinculadas al capital inglés; Banco de México y South America, por ejemplo. Es así como se expresa en la banca la asociación de los distintos intereses económicos entrelazados a las variadas formas de expresión política.
LA ESTRUCTURA SOCIAL Sectores Económicos y Estratificación El complejo sistema de actividades económicas implica, como es obvio, un diferenciado sistema de estratificación social. Lo que tradicionalmente se califica como “oligarquía” se caracteriza por la homogeneidad de su interés económico, de preferencia agrario, que resulta en una cierta homogeneidad política, expresada en el Partido Conservador. Lo más importante de este grupo es la posesión de un sistema de dominación social propio. El dominio sobre la tierra es, a la vez, dominio sobre los campesinos y, por lo tanto, base electoral como para asegurar la representación política del grupo. Paulatinamente fueron creando toda una normatividad adecuada a sus “bases de poder”, lo que les facilitará los mecanismos más convenientes para ejercer un efectivo control del Estado; la Ley de la Comuna Autónoma, etc. serán formas que le permitan acceder de manera ventajosa a la generación del poder. Su capacidad para incorporarse al aparato del Estado radica esencialmente en la hegemonía que poseen en las provincias. No debe pensarse, sin embargo, que los grupos agrarios se circunscribían a esa actividad; la oligarquía se expande hacia otras actividades utilizando precisamente su poder en el Estado. La burguesía, por el contrario, expresa una heterogeneidad de intereses económicos, comerciales, industriales, financieros, etc. Esta heterogeneidad de intereses no implica necesariamente la existencia de conflictos insuperables entre los distintos grupos, pero sí una cierta diversidad de vinculaciones .políticas. El ejemplo del Partido Liberal puede contribuir a explicar el hecho. Tradicionalmente se ha pensado que el Partido Liberal expresaba los intereses de la “burguesía”; ahora bien, este partido aparece dividido en distintas fracciones que se caracterizan por alianzas o vinculaciones con grupos sociales distintos; es así como se daban alianzas entre liberales y conservadores, liberales y radicales, etc. De esto se desprende de que si bien la “burguesía” es el grupo dinámico de los sectores económicos nacionales, no logran establecer una estructura política que exprese su capacidad hegemónica de dominación. ¿Cómo explicar esto? Las actividades económicas a las que la burguesía se liga pueden ser las más prósperas, pero sin embargo no le permiten constituir una base social de dominación. Los grupos sociales a través de los cuales se legitima el sistema político, grupos rurales o urbanos, no aparecen directamente incorporados a la actividad económica de la burguesía -por ser ésta preferentemente comercial y financiera-, de modo que la expresión política de la “burguesía” tendrá que pasar por una alianza con aquellos que sí tienen una vinculación directa, los sectores agrarios, dueños de la tierra y de los campesinos, o los sectores urbanos que por una forma de clientismo político dominan a los grupos medios y populares urbanos.
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Es así como la burguesía puede constituir en algunos casos el eje de una alianza política, .pero el carácter de su propia actividad económica le dificulta imponer a los sectores medios y populares un tipo de relación de clases que implique necesariamente que éstas se constituyen en su base de dominación. Tienen los sectores medios, en el periodo que se describe, un mareado carácter urbano y lo que los define es su dependencia frente al Estado, tanto económica como política. Los sectores medios. incorporados al aparato del Estado como cuadros burocrático-administrativos, lograrán, en algunos casos, vincularse al sistema económico como gestores de las actividades privadas -la función de los políticos radicales en estos casos es ejemplar- y a la vez podrán presionar en el ámbito del poder político para imponer una política redistributivista que les favorezca como grupo social. La dependencia frente al Estado es por tanto muy marcada; éste les sirve para vincularse a la economía y les proporciona los mecanismos para establecer una relación con los miembros de su propia clase y de los sectores populares, que por su mediación conseguirán alguna participación en la política de redistribución. La expansión de la actividad estatal, el crecimiento urbano y la bonanza económica proveniente del salitre, hacen que los sectores medios se encuentren en un proceso de movilidad ascendente que. tu la medida en que la totalidad del sistema “funcione bien”, les convertirá en aliados satisfechos de la burguesía en el plano económico y del sistema político oligárquico en su conjunto. Podemos calificar a muchos de los sectores medios de la época corno la “clase política” de la burguesía. Servirán como clase política para acopiar votos de los sectores medios y populares urbanos servirán como clase política en la administración del Estado, y servirán como clase política en las alternativas de cambio de las condiciones gubernativas de “oligarcas” y burgueses. Los sectores populares tienen como clase un origen rural y reciente y es característica su heterogeneidad en términos de las actividades a que aparecen ligados. En las zonas urbanas mantienen significación los grupos artesanales. aunque empiezan a surgir grupos obreros industriales o grupos ligados a servicios, como por ejemplo transportes o algunos servicios estatales. Son importantes también los grupos obreros vinculados a las obras públicas. El grupo más compacto lo constituyen los mineros, tanto los de la minería del salitre como los de la del carbón. En el caso del salitre la organización minera logra incorporar al conjunto de las actividades de la zona, de modo que es posible ver un comportamiento similar o común para los grupos obreros de ese lugar en la medida que cíe una forma u otra la suerte de todos depende del salitre, esta heterogeneidad de actividades —artesanales, industriales, de servicios, mineras—, vinculadas al reciente origen rural, implica también una cierta heterogeneidad en las organizaciones sindicales. Las de mayor peso son, evidentemente, las “mancomunales” del salitre y los sindicatos del carbón, pero su misma ubicación geográfica —entre otros factores— les dificulta el constituirse en el centro de una organización sindical de carácter nacional. Por otra parte, contribuyen a la heterogeneidad sindical los rasgos que imponen, en términos de comportamiento, las distintas actividades de los obreros. Así, por ejemplo, los grupos artesanales tienden a agruparse en forma muy parecida a como se organiza el “oficio”, por lo que difícilmente pueden constituirse en agrupaciones de masas. Los mismos movimientos populares expresan esta dificultad, aunque es innegable la capacidad de movilización en los momentos culminantes del conflicto; pasado éste, no se logra crear una organización permanente. Ligado a este hecho de la heterogeneidad sindical se encuentra la falta de expresión política propia de los sectores populares; éstos encuentran como vía de expresión el denominado Partido Democrático, cuyos dirigentes pertenecen a los sectores medios y con alguna base política en los sectores populares, fundamentalmente artesanales. La política de los grupos sindicales es sobre todo reivindicativa y predominan los intereses profesionales por encima de los intereses de clase; el apoyo que electoralmente prestan a políticos de clase media está determinado por la capacidad de estos últimos para imponer medidas redistributivas al nivel del Fstado que puedan favorecer a los sectores populares. La heterogeneidad sindical influye en este hecho; el ejemplo del salitre ilustra lo que se apunta. Si bien es cierto que las organizaciones sindicales salitreras tienen la suficiente
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fuerza y capacidad organizativa como para enfrentar los conflictos que derivan de la lucha reivindicativa, deben pactar con el Partido Democrático para elegir un representante político que les exprese en el ámbito del sistema parlamentario; es así como Recabarren, el líder de los obreros del salitre, será elegido diputado por el Partido Democrático. Los sectores campesinos no tienen, en el período que se hace referencia, identidad .política, pero constituyen, como ya se ha subrayado, la base de dominación social que legitima el poder de la oligarquía. La Estructura Política El sistema político que expresa la estructura nómica y social puede definirse como un sistema de dominación oligárquica, teniendo en cuenta sobre todo que se basa en la exclusión de la participación real en el poder de los sectores populares. Esto no implica que en alguna medida no existan mecanismos que asimilen —tanto a los sectores medios como a los populares— al sistema oligárquicamente controlado; pero la dominación misma tiene como supuesto la expulsión de los grupos populares del poder. La incorporación al sistema oligárquico se hace sobre la base de la captación por parte de quienes mandan v controlan el sistema y, las más de las veces, sólo por alguna específica conveniencia, generalmente vinculada a los intereses económicos de los grupos tradicionales. No aparece como una “apertura del sistema”, por cuanto no se trata de una verdadera incorporación a él, sino del otorgamiento de un privilegio conveniente para ambos. La forma parlamentaria de gobierno es la que más se adecua a la complejidad de las relaciones entre la estructura económica y los distintos grupos sociales. Si de algún modo puede definirse el sistema parlamentario es como un sistema de compensación de intereses. La fisonomía ministerial y por tanto las políticas que puede diseñar el Ejecutivo, dependerán de las múltiples combinaciones que puedan estructurarse al nivel del Parlamento; en este estarían representados todos los intereses económicos y sociales significativos. Hay un hecho que conviene destacar: el funcionamiento de una estructura política de tal carácter implicó la existencia de una verdadera “clase política”, lo cual es mucho más notorio en lo que a los sectores medios se refiere. Esta clase política —que si bien es cierto en alguna medida podría representar intereses propios— deriva su poder de la capacidad de articular tu distintas alianzas los fluctuantes intereses de los grupos económicos más dinámicos o poderosos. El sistema que se describe empezará a hacer crisis en la medida en que su base de sustentación —el salitre y la dependencia de Inglaterra— comience a resquebrajarse para dar paso a nuevas actividades económicas in ternas y a una dependencia externa ahora con Estados Unidos; sin embargo, se ha querido poner de relieve que la comprensión del modo político que asume la crisis sólo es posible cuando se tiene en cuenta la complejidad de relaciones económicas y sociales que el sistema anterior implicaba.
LA ESTRUCTURA DE PODER Y LA CRISIS La Economía Estatal y su Significación Política Históricamente, en Chile, la posibilidad de establecer un sistema de dominación nacional depende de la capacidad de control del Estado. Ninguna “base de poder económico propio” le permite a un grupo social establecer esta dominación al margen de las instituciones políticas. Las relaciones de dominación económica sólo permitirían disponer de “bases de apoyo” político, a partir de las cuales se buscan las mejores posiciones en la estructura de poder. La gestión económica del Estado, vista desde el ángulo de los intereses de los grupos de poder, adquiera especial importancia, por la posibilidad de su instrumentalización política. El Estado aparece como el principal sostenedor de la capacidad adquisitiva del mercad interno; otorga
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los privilegios y concesiones nacionales y extranjeras; concentra importante caudal del crédito interno y externo; es la fuente principal de empleo; nutre importantes sectores de la actividad productiva nacional, y es el mecanismo redistributivo por esencia. La importancia económica del Estado denota claramente una doble dimensión. Por una parte, el gasto fiscal está en íntima conexión a la posibilidad de los sectores de poder de obtener legitimidad política, y, por la otra, es la ingerencia en el poder político lo que permitirá a los diferentes grupos consolidar sus intereses económicos, sobre todo cuando éstos dependen fundamentalmente de las características que adopten las vinculaciones con las formas imperialistas dominantes. La crisis salitrera afecta de manera significativa el financiamiento de la actividad fiscal. El papel de sostén le la economía de mercado, que ejercía el salitre a traes del Estado, aparece sensiblemente lesionado, con lo cual se afecta la base infraestructural de todo el sistema. Ni capacidad para crear condiciones monopólicas de funcionamiento de la economía; de manipulación de la a distribución de los ingresos; de mantención de política de empleo, etc., aparece seriamente comprometida. Los grupos que aprovechaban su detentación del poder para mantener una política .fiscal que contribuyó a legitimar su situación, se resienten por la dificultad de hacer frente al financiamiento de un Estado omnipotente en las relaciones económicas internas. En la práctica, las medidas económicas requeridas para mantener esta legitimidad expresaban, en alguna forma, un contenido redistributivo. Por la estrecha dependencia que del Estado tienen los intereses económicos y políticos privados, la crisis salitrera hace menester que, unida a sus intenciones hegemónicas, los grupos en pugna busquen formas de financiamiento fiscal. La estructura de la economía de la época, así como los contenidos ideológicos de los grupos de poder, orientan la búsqueda de los recursos necesarios en las vinculaciones de dependencia del capital extranjero. Los grupos terratenientes tradicionales aparecen manteniendo sus vinculaciones con el imperialismo inglés, debilitado después de la Primera Guerra Mundial y en nuestro país especialmente, por la crisis salitrera. Por otra parte, los grupos dé contrapoder, encabezados por una pequeña burguesía naciente, aparecen interesados en la vinculación con el imperialismo norteamericano. Es el período en que los intereses norteamericanos arbitran formas más importantes y privilegiadas de explotación en nuestro país, sobre la base del desplazamiento del ya esmirriado poder del imperialismo inglés.
LA ESTRUCTURA DE PODER Y LOS GRUPOS SOCIALES La nueva dimensión del conflicto: oligarquía y burguesía. Es importante hacer notar que la incorporación de la economía salitrera, en un contexto de dependencia que tiende a generar un sistema de economía de mercado, había logrado paulatinamente debilitar la base estructural de la dominación tradicional. La economía agraria del tipo “hacienda” había ido perdiendo su carácter cerrado y “feudal”. Las exportaciones agropecuarias declinaban sin cesar. La mano de obra salitrera se reclutaba de preferencia en el trabajador campesino de la zona central. El debilitamiento económico del Estado, producido por la crisis salitrera, atenta contra la dominación “legítima” del grupo terrateniente tradicional. Su capacidad prebendaría y de otorgamiento, su capacidad de empleo, su poder de mantención de una expectativa de consumo en el mercado, etc., tienden a declinar, y con ello a aumentar las posibilidades de conflictos e inestabilidad. A esto debemos agregar las dificultades provenientes del debilitamiento económico de las actividades periféricas al salitre, comerciales, financieras, industriales, etc., que les permitían sus mayores ingresos y que implicaban una estrecha vinculación con los intereses británicos.
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La crisis salitrera, en suma, conlleva la crisis de las formas oligárquicas de dominación, ejercidas por los grupos terratenientes tradicionales a través del Estado. El sistema descansaba, por una parte, en su capacidad de contar con una base de apoyo interno, otorgado por la propiedad de la tierra, y, por otra, en sus vinculaciones con el imperialismo inglés, que controlaba la explotación salitrera. La declinación de los grupos terratenientes tradicionales, que hasta 1920 constituían claramente el eje de poder político y económico, permite a los grupos sociales “periféricos” al sistema, que cumplen funciones eminentemente “burguesas” y “administrativas”, asumir la característica de “grupos de contrapoder”, situación que se mantiene durante casi toda la década del veinte. Se trata de aquellos sectores que aprovechan los manejos económicos del estamento tradicional, en cuanto significan una “apertura del sistema”, generalmente de conveniencia para ambos. Surgen unos —burguesía— al amparo de las explotaciones mineras, de las actividades comerciales, o de las especulaciones propias de las actividades financieras de la época. Otros provienen de la actividad del Estado, que vitaliza poco a poco a los sectores medios, los que llegan a adquirir alguna importancia política, que, sin embargo, es notoriamente más relativa y precaria que la del grupo anterior, y que sólo aparece tomo una cooptación necesaria al sistema. Sus limitaciones expresan la ausencia de un caudal de apoyo propio, a lo menos al comienzo. Al momento de la crisis, la naciente burguesía aparece subdividida en grupos que buscan las formas más convenientes del momento, para sortear la quiebra que la crisis salitrera les pueda ocasionar, en la medida que las fuentes de sus ingresos estaban estrechamente relacionadas a las actividades económicas de los estratos tradicionales, dependientes de la economía salitrera. La vinculación de estos sectores a los intereses extranjeros se hace a través de vías y posibilidades otorgadas por quienes detentaban el control de esas conexiones. Esta situación de dependencia indirecta les facilitará su desvinculación táctica al momento de la crisis del enclave salitrero. Por otra parte, al no controlar directamente los mecanismos de poder, que en el régimen oligárquico permitían el acceso al Estado, tienen, al momento de la crisis, mayor flexibilidad de relación con los sectores emergentes. Aparecen menos vinculados a la imagen opresora del Estado. Es el caso de los sectores más “liberales”, vinculados al sistema anterior pero, por sobre todo, usufructuarios de sus potencialidades económicas. Esta mayor flexibilidad, atribuible a la incipiente burguesía nacional, que empieza a aparecer con una personalidad distinta de sus progenitores y protectores oligárquicos de la víspera, no sólo es apreciable en sus alianzas políticas internas, sino especialmente en sus relaciones con los intereses extranjeros. El capitalismo norteamericano, que en el ámbito latinoamericano busca reemplazar de modo definitivo la influencia imperialista inglesa, encuentra en ellos un aliado, necesario para la penetración económica en Chile, que comienza por lo empréstitos, absolutamente indispensables para mantener el nivel del gasto fiscal, requerido por los nuevos grupos de poder a los efectos de su propia estabilidad política. Las características de la nueva dependencia económica se imponen desde fuera en la medida que el contexto nacional lo requiere para consolidar una nueva estructura de poder. Esta capacidad de diferenciación les permite una mayor flexibilidad política, que la traducen en proyectos populistas, al encabezar movimientos policlasistas, con sectores medios y populares, como la “alianza liberal” que en el año 1920 postula la candidatura de Arturo Alessandri Palma. Su mayor capacidad de alianza les permite poder reflejar, en un momento dado, las reivindicaciones democráticas de los sectores medios, así como también la necesidad de soluciones económicas de los sectores populares, derivada de la crisis salitrera. Este bloqueo .político y social se enfrenta a los sectores que aparecen más identificables con el sistema político oligárquico y vinculados al sistema del capitalismo inglés. Es dable hacer notar, no obstante, que en la Unión Nacional se mantienen grupos no pertenecientes al sector más tradicional, pero que sin embargo defienden a través de ellos sus vinculaciones con el capital inglés. Esta burguesía emergente busca el establecimiento de un sistema propio de relaciones económicas, incluyendo naturalmente aquellas con el capital extranjero que le permitan, como es
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necesario en el marco de la dependencia, su fortalecimiento como sector económico de poder nacional. En este caso la crisis salitrera y la quiebra mundial del imperialismo inglés, después de la Primera Gran Guerra, permiten su vinculación con el imperialismo norteamericano. Esta nueva dependencia les posibilitan afincarse como grupos económicos, y como tales pretenden su afianzamiento en el .poder. Las crisis de gobierno producidas durante el periodo de Alessandri parecieran reflejar los intentos de reivindicar el poder de los sectores oligárquicos, los cuales, a pesar de la crisis, mantienen importantes bases económicas políticas. Las medidas que aparece propiciando el nuevo gobierno, sin duda atentan directamente contra sus intereses. Por una parte, las reformas a la normatividad existente, que reflejan una modificación de los mecanismos de poder y una ampliación del sistema político, liquidan de modo concluyente sus posibilidades de control del aparato político. Por otra parte, las medidas económicas tienden a someterlos al poder económico de los sectores nuevos que se apoderan de los mecanismos del Estado. Su capacidad de lucha aun se mantiene fuerte, lo que significa que el período comprendido entre 1920 y 1926 no se caracteriza sino por una disputa de algunos grupos que pretenden lograr definitivamente el poder en hombros de los sectores medios y populares y otros que buscan los medios para defenderse de la crisis económica que significa también en su repliegue político. El rol de las clases medias Al parecer las clases medias chilenas no están plenamente ajenas, en su comportamiento político, a los esquemas de análisis que han surgido en Latinoamérica. Se trata de sectores que en un comienzo podríamos asimilar a las “viejas clases medias”. Pertenecen, periféricamente, al sistema tradicional y en alguna forma le deben su surgimiento y constitución. Es posible verlos presentes en el aparato del Gobierno sirviendo de elemento de corroboración de una legitimidad esencialmente tradicional. Su importancia, desde este punto de vista, es más clara por el surgimiento de sectores populares, que requieren de gestores políticos, que, a su vez, funcionalizan d eventual conflicto que se le pueda presentar al régimen tradicional. Forman una especie de clase política necesaria al sistema. Su presencia en el sistema político no significaba otra ventaja que la de ser tímidos voceros de las esperanzas de sectores medios más nuevo o de ser jueces comprometidos de las injusticias de la dominación excluyente que predominaba. Sus manejos económicos estaban estrechamente vinculados al sistema imperante, a costa del cual hacían negocios y se enriquecían. Sin embargo, postulan una ideología que busca modificaciones formales del sistema político, y que aparecen como las reivindicaciones fundamentales en un período de represión, excluyentes de las demandas de los sectores sometidos. Esta característica los hace mas flexibles a soportar los embates de la crisis. La vieja clase media adquiere mayores posibilidades de lograr una fisonomía propia, en especial cuando nuevos sectores comienzan a emerger en el ámbito estudiantil y profesional, con una ideología democrática y libertaria, que recibe el respaldo de los sectores populares emergentes. Sin embargo, no se transforman todavía, sobre todo en la década del 20, en el sector social más dinamizador del proceso, quedando esta función radicada de preferencia en los sectores que aparecen con características más definidamente burguesas, como ya lo hemos expresado. Es importante destacar la permeabilidad demostrada por la “vieja clase media”, que logra, en aras de su supervivencia, fundir sus intereses con los de los nuevos sectores, que buscan una mayor autonomía. Se aprecia con claridad la ausencia de un intento de conflicto que busque el desplazamiento del grupo menos fuerte. De alguna manera se hacen mutuamente indispensables. Los sectores medios más tradicionales requieren de la mayor capacidad demostrada por la “nueva clase media” de vinculación y expresión de los intereses populares, absolutamente necesarios como base de apoyo a sus postulaciones de poder. A su vez, esta “nueva clase media” aprovecha las vinculaciones económicas y la capacidad administrativa y política de sus antecesores más tradicionales.
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En ese primer momento cumplen, por una parte, el papel de puente ideológico y social entre la burguesía emergente y los sectores populares, lo cual permite su fortalecimiento político, al ser indispensable por sus vinculaciones a cualquier política populista que pretendiera ser antioligárquica; y, por otra parte, facilitan la organización y desarrollo de los agentes populares sindicales y políticos. Su contenido ideológico, muy influido por ideas positivistas, no aparece, en todo caso, claramente definido, en especial en relación con la situación de dependencia de la economía nacional, y frente a la entrada del capitalismo norteamericano, que se empieza a consolidar con el nuevo esquema político posterior a la crisis. La pugna por la democratización del sistema político, eliminando aquellos rasgos discriminatorios que eran la expresión de la dominación oligárquica, constituye el contenido político de las clases medias que surgen como fuerzas en la década del 20. La República Parlamentaria aparece como el sistema de gobierno representativo de una situación opresora y discriminatoria. En lo formal, el régimen presidencial, el voto directo, la mayor amplitud de la base electoral, aparecen como medidas democratizadoras del sistema. Además, la entrega de mayores atribuciones al Poder Ejecutivo, así como su irresponsabilidad ante el Congreso, surgen como necesidades importantes para terminar con la participación de los pequeños grupos económicos, que desde sus bancas parlamentarias pretendían influir en las decisiones políticas, en función de sus intereses específicos. Se estima que la mayor estabilidad política que puede lograr un gobierno presidencial redundará, en definitiva, en beneficio de los sectores colocados en la base del sistema. El régimen presidencial constituye la expresión más cabal de la nueva estructura de poder que pretende la burguesía, al darles a los más altos status de poder un grado de capacidad de decisión que les permitirá controlar los procesos políticos, económicos y sociales, debidamente cubiertos con una pretendida mayor amplitud v participación política de los sectores populares y medios que aparecen legitimando el nuevo sistema. Con todo, su rol como agentes modernizadores no va más allá de las modificaciones de la estructura formal del Estado ya expresada. Sus rasgos más característicos estarían en sus vinculaciones al proceso de consolidación de los intereses económicos de la burguesía. Participación de los militares La lucha de todos los sectores por salvarse del pago de la crisis destruye orgánicamente los partidos, permitiendo múltiples alianzas, algunas muy efímeras y circunstanciales, entre los grupos originados por estas divisiones. Se limitan de modo considerable las posibilidades de ejercer un gobierno con un mínimo de estabilidad. Recordemos que aún se vive en la República Parlamentaria, en que el Ejecutivo es responsable ante el Congreso. Las especulaciones económicas adquieren un ritmo acelerado y se practican desembozadamente. La anomia política legitima todo procedimiento en defensa de los bastiones económicos amenazados, quedando la impresión de estar sujeto el .país a los vaivenes de las circunstanciales alianza? parlamentarias de grupos audaces, que defienden lesionados por la crisis, o que buscan la entrega del país a nuevos intereses extranjeros. Una de las expresiones de la crisis política la indica la incapacidad de los partidos para representar los intereses de los grupos económico-sociales que, de alguna manera, constituyen los actores del proceso: la oligarquía y los emergentes grupos burgueses y medios. Los viejos partidos, que hasta entonces constituían sus agentes, no logran unificar los intereses contradictorios de los distintos grupos que pugnan por su supervivencia o por el poder. Frente a esta situación aparece el Ejército como la institución más íntegra y que puede pasar a comandar el poder “en aras de los intereses nacionales”. Sin embargo, dentro de sus filas, de alguna forma, se reedita la situación anterior. La oligarquía trata de servirse de los altos mandos que le pertenecen como clase, pretendiendo usar a través de ellos al Ejército para recuperar el poder. Por otra parte, surge en las filas del Ejército un sector medio que pugna por soluciones de orden y de estabilidad. Representa a grupos de la oficialidad del Ejército no vinculados ni
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provenientes de los sectores más tradicionales, los cuales dentro de la institución clasista que es el Ejército de la época no tienen posibilidades de ascenso hasta los más altos mandos. Su situación interna, amén de las condiciones políticas imperantes, les permiten emerger en representación de intereses no profesionales y sus reivindicaciones pretenden representar a los sectores de la clase media y populares, que hasta entonces eran claramente utilizados en las disputas por el control económico y político. Los sectores populares En el momento de la crisis, los sectores populares aún carecen de agentes representativos propios, que signifiquen una expresión masiva de sus intereses. Sin embargo, la gran concentración obrera a que da origen la explotación del salitre permite el surgimiento de una conciencia, en términos de su potencialidad de acción, que de alguna manera se manifiesta, generando represiones violentas, expresión del intento excluyente que significa el sistema de dominación imperante. El incipiente desarrollo de sus organizaciones de tipo sindical y político les impide ejercer presión sobre la base de sus propias necesidades. Ellas deben representarse, por consiguiente, al nivel del sistema, por aquellos sectores medios o “burgueses” con mayores posibilidades de alianza y vinculación, sufriendo las deformaciones propias de sus ideologías. El sistema económico mercantil, así como la actividad del Estado, habían generado un flujo hacia las ciudades que dio origen a una importante corriente de urbanización; lo cual se agudiza en este período con el desmantelamiento de las salitreras. Esta situación urbana configura un elemento descontrolado y antagónico a los intereses de los sectores tradicionales y su estructura de poder. Aumenta así la capacidad de maniobrar de los sectores ubicados en posiciones expectables en el esquema de contrapoder, teniendo la real posibilidad de contrarrestar el poder provincial de los sectores tradicionales. Sus alianzas y representaciones tienen el sello de la postulación por una mayor amplitud del sistema. En suma, la gran reivindicación del momento es la necesidad de una mayor participación, que adquiere para todos los sectores dimensiones distintas, propias del mismo contexto. Para los sectores burgueses y medios cada vez más fortalecidos, la mayor amplitud les permite adscribirse a posiciones sociales y económicas mejores, y contar con una base de apoyo constituida por los sectores populares. Sus posibilidades de reconstrucción económica aparecen nuevamente dependientes de la economía pública y de las vinculaciones que es posible establecer, través del Estado, con el imperialismo. Para los sectores populares, la apertura del sistema constituye, por una parte, una posibilidad de presión de las decisiones políticas, es decir incorporándose al sistema, pero fundamentalmente adquiere el rasgo de una importante significación económica. El Estado también aparece para estos sectores como omnipotente en la posibilidad de solución de sus necesidades más urgentes. La crisis salitrera, con el desmantelamiento de sus oficinas, la paralización de obras públicas, la cesación de actividades terciarias, como transporte y comercialización del salitre, y del flujo de artículos importados, a que su ingreso daba origen, hacen que los sectores populares sientan masivamente, más que ningún otro, la crisis económica. La pauperización creciente y la cesantía contribuyen a crear la imagen del Estado como único agente eficaz en la solución de las urgencias económicas populares. Se postula la necesidad de que reasuma su carácter empleador y redistributivo. Los sectores populares no aparecen con otra posibilidad que la de servir de “base de apoyo” a los sectores medios y a la burguesía incipiente que buscan el poder, depositando en esa alternativa sus esperanzas inmediatas.