EL EXISTENCIALISMO El existe existenci nciali alismo smo fue moda moda durant durantee much muchos os año años en Europ ropa. Much Muchos os de los los postulados y tesis existencialistas han sido de tal manera asumidos asumidos por el hombre europeo, que constituyen ya la “ carne de su propia sustancia”, para decirlo con términos términos unamunian unamunianos. os. Cabe reco record rdar ar tamb tambié ién n que que lo que que cons consti titu tuye yen n el motivo casi obsesivo de la meditación existencialista, la realización de la plenitud del individuo humano mediante la actualización de su liberta rtad, es hoy tambi mbién mot motivo de pre preoc ocup upac ació ión n para para la filo filoso sofí fía. a. Aunq Aunque ue por por motivos distintos, bien parcialmente, la situación del individuo en nuestra sociedad es muy similar a la de la época en la que surge la meditación exis existe tenc ncia iali lissta. ta. Ento Entonc nces es,, como como ahor ahora, a, la sociedad se encontraba desgarrada por las luchas entre intereses encontrados, donde el hombre se sentía sentía amenaz amenazado ado en su indivi individu duali alidad dad,, en su real realid idad ad conc concre reta ta,, impo impote tent ntee ante ante fuer fuerza zass poderosas que empujan al individuo a su propia autodestrucción. Si nos decidiéramos a utilizar la termin terminolo ologí gíaa existe existenc ncial ialist ista, a, tendrí tendríamo amoss que decir que el “ para-sí ” se encuentra en peligro de convertirse en “ en-sí ”, ”, porque el proceso social le empuja a ello. La filosofía existencialista tuvo la intención de responder a esta situación, y la filo filoso sofí fíaa hoy hoy tien tienee la obli obliga gaci ción ón,, mutatis mutandis, de responder a una situación similar. Por todo ello, no es inoportuno reavivar una corriente filosófica que tanto ha contribuido a desper despertar tar la concie concienci nciaa human humanaa y tanto tanto ha hecho por la libertad del individuo. Es posible que, como forma literaria, el afirmar, sin temor a exag exager erar ar,, que que los los prob proble lema mass sobr sobree los los que que reflex reflexion ionaba aban n los existe existenci nciali alista stass contin continúan úan teniendo plena vigencia. El hecho de que los historiadores suelan presentar presentar como representan representantes tes de la corriente corriente existe existenci nciali alist staa a una serie de autor autores es que van desde Kierkegaard hasta Sartre y Merleau Ponty, pasando por Martín Heidegger, Karl Jaspers y Gabriel Marcel, nos podría llevar a pensar que todos ellos coinciden, como suele ocurrir con los integrantes de un grupo que forman una Escuela, en los conteni contenidos dos de sus doctrin doctrinas, as, o, por por lo meno menos, s, en las las tesi tesiss más impo import rtan ante tess de las las mismas. Esto, sin embargo, no es exacto. Los auto autore ress ante antess cita citado doss sost sostie iene nen n teor teoría íass tan tan divergent divergentes, es, que más bien inducirían inducirían a pensar pensar que que no tien tienen en nada nada que que ver ver entr entree sí. sí. Como Como
ejemplo, tomemos la frase que se ha hecho tan popularmen popularmente te famosa famosa como caracterís característica tica del La exis existe tenc ncia ia prec preced edee a la existenci existencialis alismo: mo: “ La esencia”. Formulada así, en general, todos los existenci existencialis alistas tas estarían estarían dispuestos dispuestos a aceptarla; aceptarla; pero a la hora de las explicaciones se producirían profundas divergencias entre ellos; Kierkegaard llegaría, incluso, a negarla rotundamente y sin paliativos. Estas divergencias son las que plantean dificultades a la hora de intentar una definición pre preci cisa sa que que nos nos pued puedaa prop propor orci cion onar ar una una distinción precisa de lo que es el existencialismo frent frentee a otras otras corrie corriente ntess de pensam pensamien iento. to. No obstante, podemos intentar presentar una serie de rasgos rasgos que, que, aunque aunque no nos propor proporcio cione nen n una defi defini nici ción ón estr estric icta ta de la filo filoso sofí fía, a, sí nos nos ofrece ofrecerán rán datos datos sufici suficient entes es para para descri describir bir el espíritu y el talante del movimiento existencialista, y así quedaría justificado el que podamos podamos hablar hablar del existenci existencialis alismo mo como una corr corrie ient ntee de pens pensam amie ient nto o sufi sufici cien ente teme ment ntee precisa. Lo que primeramente salta a la vista de cualqu cualquier ieraa que conozc conozcaa un poco poco de litera literatur turaa filo filosó sófi fica ca es la acti actitu tud d que que los los filó filóso sofo foss exis existe tenc ncia iali list stas as adop adopta tan n ante ante su tare tareaa de filósofos. Es comúnmente admitido por filósofos y científicos que, en la elaboración de la teoría, el filosofo o el científico, como personas, como ciudadanos, etc., deben quedar desterrados de la teoría, en modo alguno deben influir en ella. En la medida en que esto no se consiga, la teoría puede ser acusada de falsedad; o, cuando menos, de falta de objetividad. Este problema ha sido motivo de grandes controversias en psicología y sociología, así como en las ciencias humanas en general. Estas ciencias han sido acusadas de falta de objetividad por el hecho de que quien las elaboraba elaboraba era un hombre, y, por lo tanto, tanto, estaba estaba implicado en el objeto de la ciencia. De ahí, se suele suele conclu concluir, ir, que las cienci ciencias as humana humanass no pue pueda dan n tene tenerr cará caráct cter er cien cientí tífi fico co.. De algu alguna na manera, también en la filosofía se ha defendido, aunque no con tanto rigor, que el filosofo debe establecer cierta distancia entre él y el objeto que tien tienee entr entree mano manos. s. Esta Esta leja lejaní níaa le perm permit itee presentar su interpretación del mundo de manera universalmente válida. El fil filoso osofo exis existe ten ncia cialis lista, ta, por el contrario, no ve tanto peligro para la validez de la teoría en el hecho de que la vivencia personal sea intro introdu ducid cidaa formal formalmen mente te en la reflex reflexión ión
filosófica. Ejemplo paradigmático de esta actitud es Kierkegaard. Su filosofía es una filosofía fundamentalmente autobiográfica. Su pensamiento está en función de sus propios problemas personales; brota como respuesta a los problemas que tiene planteados su individualidad creyente. En él no hay distancia alguna entre su vida personal y su reflexión filosófica; se encuentra vitalmente implicado en los objetos de su reflexión. Con esto no queremos significar que a los filósofos no les deben interesar los problemas que abordan, sino que este interés no debe formar parte de su actividad como filosofo. Para el existencialista, su interés apasionado es un momento esencial de su filosofía. No se pueden resolver los problemas filosóficos olvidándose uno de sí mismo. En esto, como en otros temas, hay diferencias importantes entre los filósofos existencialistas; los casos están personalizados en Kierkegaard y Heidegger. Pero los filósofos existencialistas no sólo tienen ciertas concomitancias en el talante con que abordan el filosofar, sino que, además, tienen en común el hecho de que los temas que tratan en sus reflexiones se mueven siempre alrededor del hombre y la realidad humana: el hombre, la libertad, la realidad individual, la existencia diaria, etc., son los temas que cubren todo el ámbito de la reflexión existencialista. Desde una u otra perspectiva, según los autores, el tema del hombre adquiere una importancia de primera magnitud en la filosofía existencialista. Heidegger es el autor que podría parecer más alejado de esta perspectiva. Como es sabido, el siempre ha manifestado que la intención última que guía sus investigaciones es la búsqueda del ser, o, mejor, el sentido del ser. El problema fundamental de la filosofía es el problema ontológico. Los demás problemas son secundarios y derivados de éste. La comprensión ontológica es fundamental respecto de las demás comprensiones. Por tanto, es verdad que el problema de la comprensión de ese ente que es el hombre tiene que encontrar su solución en la comprensión ontológica. El problema del hombre queda subordinado, pues, al problema del ser. Pero, aún siendo verdad lo dicho, no es menos cierto que el ser-ahí, el ente que es el hombre, ocupa un lugar privilegiado en la pregunta por el ser. El lugar privilegiado que el análisis del hombre y de la existencia humana ocupa en obras tan importantes como Kant y el
problema de la metafísica y Ser y tiempo nos obliga a pensar que el tema del hombre tiene gran importancia en el pensamiento heideggeriano. Algo similar tendríamos que decir de autores como Karl Jaspers y Gabriel Marcel. En el primero, el tema de la elección y realización de las posibilidades humanas, juntamente con la afirmación de la trascendencia, constituye el hilo conductor de toda su obra. En el segundo, el tema de la persona y su relación con las demás personas y con Dios es tema casi exclusivo de su pensamiento. Por lo demás, perece inútil insistir en que el hombre es el tema alrededor del cual gira el pensamiento de autores como Sartre, Camus, Merleau Ponty y otros. No parece, pues, disparatado afirmar que el ocuparse del tema del hombre sea un rasgo característico de la filosofía existencialista. Pero con esto no lo hemos dicho todo. Nos queda por señalar el modo característico como los existencialistas abordan el tema del hombre. No voy a cansar al lector describiendo como las diversas ciencias se ocupan del hombre. La biología, la fisiología, la sociología, la psicología y otras muchas son ciencias que se ocupan del hombre, y lo característico del modo en que se ocupan de él es que lo consideran como objeto sometido a leyes, especialmente como objeto cuantificable. Bien, pues justamente el contrario es el modo como la filosofía existencialista aborda el tema del hombre. Ante todo, lo que el hombre no es, en ningún caso, para los existencialistas, es mero objeto. La realidad del hombre supera. Es más, el hombre considerado como objeto de las ciencias humanas no es específicamente humano, es cosa entre las cosas. El hombre es específicamente hombre cuando se le considera como sujeto, como para-sí, como persona, para utilizar términos muy queridos a los existencialistas. Pero este sujeto no es el sujeto epistemológico, como primordialmente ocurre en Husserl, ni es un yo aislado en su propia autosuficiencia, como ocurre con el yo cartesiano. La filosofía existencialista es ante todo un sujeto-en-el-mundo y abierto al mundo. Se trata de un sujeto activo que se realiza en la historia, y en su realizarse trasciende y se proyecta. Dicho con términos sartrianos, el hombre se crea a sí mismo y en esta creación continuada se proyecta, y de este modo se libera del determinismo de su pasado.
Con lo anterior está conectado otro de los temas que podemos encontrar en todas las obras de los autores existencialistas: el tema de la libertad. El interés de los existencialistas por la libertad no tiene un interés académico; no es la definición de la libertad, como presupuesto del acto moral, lo que interesaba a la filosofía existencialista. Se trata de la libertad que posibilita la elección, la cual, a su vez, posibilita la realización del individuo. Por muchas objeciones que se puedan oponer a algunos de los autores considerados como existencialistas (Heidegger fue acusado injustamente de colaboracionista con la Alemania nazi), no se puede negar que el existencialismo significó, en la Europa deprimida de la época, la reafirmación de la libertad del individuo frente a las tendencias totalitarias de la sociedad contemporánea, no sólo en el ámbito político, sino también, y sobre todo, en el cultural. El existencialismo tiene la significación histórica de haber sido una de las corrientes intelectuales que han planteado dura batalla a la dictadura de la razón formalizada. Como es sabido, Weber sostuvo – frente a Marx – que la sociedad capitalista se caracteriza – y por ello se distingue de las sociedades capitalistas – por el tipo de racionalidad que aplica en las relaciones sociales. El proceso de formalización de la razón acompaña al proceso de formación de la sociedad capitalista y la impregna en todos sus ámbitos. La formalización alcanza a las relaciones sociales, que sufren una profunda transformación. En las sociedades precapitalistas, las relaciones sociales básicas tenían la forma que los sociólogos actuales denominan “cara a cara”; es decir, eran relaciones con rostro humano. En la medida en que la formalización se apodera de la sociedad, estas relaciones se van humanizando, van perdiendo su rostro humano. Esta es la denuncia que Weber hace de las tendencias de nuestra sociedad. Pues bien, el existencialismo presenta batalla a estas tendencias sociales y se convierte en paladín de las libertades del individuo. En esto radica, creo yo, el éxito popular y las inevitables implicaciones políticas del existencialismo, aun cuando no todos los autores llamados existencialistas hayan querido voluntaria y conscientemente esas implicaciones. Esa reivindicación de lo que podríamos llamar “razón individual ” es la causa polémica habida con los defensores a ultranza de la razón formal,
es decir, los positivistas afines al Círculo de Viena. Para los positivistas lógicos, la existencia de la filosofía existencialista es una especie de “escándalo de la razón”. Cuando mucho, le conceden el valor de una “ ideología”, como hace Carnap, o lo califican de palabrería sin sentido, cosa no infrecuente en ellos, cuando de calificar a otras filosofías se trata. Es cierto que, con lo dicho hasta ahora, no podemos establecer una definición, en el estricto sentido del término, de lo que sea el existencialismo; tampoco era ésta mi intención. Como hemos dicho más arriba, pretendíamos describir el espíritu y el talante de la filosofía existencialista con el fin de que el lector no introducido en la filosofía pudiera tener elementos suficientes para identificar tal filosofía frente a otras. Quizá sería conveniente hacer alusión a una división que el mismo Sartre hace: se trata del existencialismo ateo y del teísta. Entre los últimos se suele incluir a Kierkegaard, Marcel, Jaspers; mientras que entre los primeros se suele incluir a Sartre y Heidegger. Esta división carece de interés filosófico y tampoco es muy exacta.
Oscar Martín García de Zúñiga Asunción - Paraguay