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DJUNA BARNES
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EL BOSQUE DE LA NOCHE Pr61ogo de T. S. ELIOT
Traduccidn del ingles por ANA M.” DE LA FUENTE
Seix Barr Barral al ^
Bibtiot Bibtioteca eca Breve Breve
A Peggy Guggenheim y John Ferrar Ferrar Holms Cubiena: -Magdalena en el bosque del amor», cuadro de Emile Bernard (1868-1941) (1868-1941) © D.D.C-1987 D.D.C-1987 Titulo original; Nightw ood
Primera edicibn: noviembre 1987 © Djuna Barnes, 1936, 1936, 1951 The literary coexecutors of The Djuna Barnes Estate are The Authors League Fund of America, 234 West 44th Stree S treet, t, New York 10036, USA USA, and The Histofic Churches Preservation Trust, Fulham Palace, London SW6 EA Derechos exclusivos de edici^n en castellano reservados para todo el mundo y propiedad de la traduccibn; © 1987; Editorial Edit orial Seix Sei x Barral, S. A, Cbrcega, 270 • 08008 Barcelona ISBN; 84-322-0577-X Depbsito legal; B. 37-506 - 1987 Impreso en Espana 1987.— RomanykA^alls. Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona) Nlnguna parte de esta publicacibn, indu ido el diseno de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmicida en manera alguna ni por ningiin medio, ya
A Peggy Guggenheim y John Ferrar Ferrar Holms Cubiena: -Magdalena en el bosque del amor», cuadro de Emile Bernard (1868-1941) (1868-1941) © D.D.C-1987 D.D.C-1987 Titulo original; Nightw ood
Primera edicibn: noviembre 1987 © Djuna Barnes, 1936, 1936, 1951 The literary coexecutors of The Djuna Barnes Estate are The Authors League Fund of America, 234 West 44th Stree S treet, t, New York 10036, USA USA, and The Histofic Churches Preservation Trust, Fulham Palace, London SW6 EA Derechos exclusivos de edici^n en castellano reservados para todo el mundo y propiedad de la traduccibn; © 1987; Editorial Edit orial Seix Sei x Barral, S. A, Cbrcega, 270 • 08008 Barcelona ISBN; 84-322-0577-X Depbsito legal; B. 37-506 - 1987 Impreso en Espana 1987.— RomanykA^alls. Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona) Nlnguna parte de esta publicacibn, indu ido el diseno de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmicida en manera alguna ni por ningiin medio, ya
PROLOGO Cuando se trata de prologar un libro de orden creativo, siempre me parece que los pocos libros que merecen ser presentados son precisamente aquellos que es impertinencia presentar. Yo he cometido ya dos impertinencias de estas; ahora va la tercera y, si no es la la ultima, ultima, nadie se sorprendera m ^ que yo. yo. Este prologo solo de una manera puedo justificarlo: uno esp era que los d e m ^ v ean en un libro, libro, la la primeprimera vez que lo lean, todo lo que uno ha ido viendo en el en el transcurso de un a larga frecuentacion. Yo Yo he leido El bosqu woc/ze ze mu cha s veces, en manusbosquee de la woc/ crito, en pruebas de imprenta y despues de su publicacion. Lo que puede hacer uno por otros lectores —sup on iend ie nd o que, qu e, si leen le en es te pro logo, log o, lo lean le an al prin cip io— es es bo za r las fas es m as sig nifi cativa cat iva s de su apreciacion del libro. Porque yo tarde algun tiem po en fo rm a r u n a ap reci re ciac ac ion io n d e su sig nifica nif ica do en conjunto. En una descripcion de El bosque bosque de la noc noche he,, hecha con el fin de atraer lectores a la edicion inglesa, dije que «gustara especialmente a los amantes de la poesia» . La fras fr as e es ac ep tabl ta bl e co mo sintes sin tes is pub lici taria, ria, pero quiero aprovec har esta ocasion para m atizar un poco. No es mi deseo sugerir que la excelencia del libro libro sea em inentemente verbal y, y, much o menos, que su aso mbroso lenguaje disimule disimule u na falta de contenicontenido. Si el termino de «novela» no esta ya muy desvirtuado y si se se refiere refiere a un libro en el que se prese ntan unos personajes vivos, con una interrelacion significativa, este libro es una novela. Yo no quiero decir
lo que SI quiero decir es que, en realidad, la mayoria de las novelas contemporaneas no estan «escritas». Adquieren su parte de realidad por la minuciosa reproduccion de los sonidos que, hacen los seres humanos en sus simples necesidades diarias de comunicacion; y la parte de la novela que no esta co mpuesta po r estos sonid os co ns ist e en un a pr os a que no tie ne mas vida que el trabajo de un redactor periodistico o de un funcionario competente. Una prosa viva exige al lector algo que el lector de novelas corriente no esta dispuesto a dar. Decir que El bosgue de la noche gustara especialmente a los lectores de poesia no significa que no sea novela, sino que es una novela tan bu en a qu e solo un a sens ibilid ad ag uz ad a po r la poesia podra apreciarla plenamente. La prosa de Miss Barnes tiene el ritmo propio de la prosa y un fraseo musical que no es el del verso. Este ritmo de prosa pu ed e se r m as o m en os co mple jo o precios ist a, segii n los fines del autor; pero, simple o complejo, es lo que imprime intensidad suprem a al relato. La primera vez que lei el libro, el primer movimiento, hasta la entrada del doctor me parecio un tanto lento y premioso. Y, durante toda la primera lectura, tuve la impresion de que linicamente el doc tor daba vitalidad al libro. Y, tambien, el capitulo fi nal me parecio superfluo. Ahora estoy convencido de que el ultimo capitulo es esencial, tanto para la accion drama tica como p ara la concepcion musical. Sin embargo, lo curioso es que a medida que, en sucesivas lecturas, los otros personajes iban cobrando vida y el foco de interes se desplazaba, la figura del doc tor no quedaba disminuida sino que, al ser integrada en el conjunto, adquiria un relieve diferente y una mayo r trascendencia. El doctor dejab a de ser el actor briUante en un a ob ra gris, in te rp re ta da sin gra n conviccion por el resto de la compania, el actor cuya reaparicion espera uno con impaciencia. Si, en la vida real, este personaje puede tender a monopolizar
pe rs on as m en os comu nic ati vas, ello no oc ur re en este libro. Al principio, solo oimos hablar al doctor y no entendemos por que habla tanto. Poco a poco, ba jo su au to co mpl ac en ci a y pr es un cion —do ct or Matthew-Poderoso-Grano-deSal-Dante-O’Connor— descubrimos u n desesperado altruismo y una profimda humildad. Su humildad no aparece a menudo de forma meridiana como en la prodigiosa escena de la iglesia vacia, pero es lo que, en todo momento, le infunde su desvalido poder sobre los desvalidos. Sus monologos, brillantes e ingeniosos como son, no est ^ dictados por la indiferencia hacia otros seres humanos sino, por el contrario, por una hipersensible pe rce pc ion . Cu an do Nor a va a visitarle po r la no ch e {Vigilante, cque me dices de la noche?), el, inmediatamente, advierte que lo unico que puede hacer por ella («estaba irritado, porque esperaba a otra perso na))) —la unica forma de «salvar la situaci6n»— es hablar torrencialmente, aunque ella apenas se entera de lo que le dice sino que vuelve una y otra vez a su obsesion. Y el al final se subleva, despues de haberse volcado en los demas^ sin recibir a cambio el menor apoyo. Toda la gente de mi vida que me ha amargado
la vida, que venia a mi para saber de la degradacidn y de la noche. Pero, casi siertipre, el habla para ahogar el debil Uanto y el gemido de la humanidad, para hacer mas soportable su vergiienza y menos vil su miseria. En verdad, un personaje como el del doctor O'Connor no podia ser el unico real en una ga lena de munecos: un personaje semejante necesita de otros pe rson ajes rea les , au nq ue se an m en os luc idos, a fin de lograr su plena realidad. No hay en el libro perso naje que no permanezca vivo en mi mente. Felix y su hijo son opresivamente reales. A veces, en una frase, los personajes cobran vida tan subitamente que uno se sobresalta, como el que cree que toca una figura de cera y descubre que es un policia de carne y hue-
bie n has ta qu e tu le va nt as te mi pi ed ra de un pu ntap ie y tu ve qu e salir, to do mus go y ojos.» Ro bin Vote (el personaje que mas nos intriga, porque lo sentimos perfectamente real, sin acabar de comprender el medio por el cual la autora consigue que la sintamos asi) es la vision de un anttlope bajando por
una arboleda coronada de azdhar, con un velo nup cial y una pata levantada en actitud temerosa; y des pu es tie ne unas sienes como las de los venados jove nes cuando les apunta el cuerno, como ojos dormidos. A veces, tambien, una situacion que ya ha biam os in tu id o se co nd en sa br usc am en te co n vivido horror mediante una frase, como cuando Nora, al ver al medico en la cama, piensa: «Dios, los ninos
saben cosas que no pueden explicar: a ellos les gusta ver a Caperucita y al Lobo en la cama.» El libro no es, simplemente, una coleccion de retratos individuales; los personajes estan enlazados entre si, comb las personas de la vida real, por lo due po driam os Uamar el az ar o el de stino m as qu e p o r la eleccion deliberada de la compama del otro: el foco de interes es el dibujo que forman, mas que cualquier componente individual. Llegamos a conocerlos a traves del efecto que surten unos en otros. Y, por ulti mo, huelga decir —aun^ue quiza no para el que lo lea por prime ra vez— que este libro no es un estudio de psicopatias. Las penas que sufren las personas por sus particulares anormalidades de temperamento son visibles en la superficie: el significado mas profundo es que la desgracia y la esclavitud humanas son universales. En las vidas normales, esta desgracia queda escondida; con frecuencia, lo que es mas triste, escondida para el que la padece m ^ que para el observador. El enfermo no sabe lo que tiene; en parte, quiere saberlo, pero lo que mas desea es ocultarse el conocimiento a si mismo. Segun la moral puritana que yo recuerdo, antes se suponia implicitamente que, si uno era laborioso, emprendedor, inteligente,
da les , u no -tenia una v ida feliz y «provechosa». El fracaso se debia a cierta debilidad o perversidad pe culiar del individuo; pero una persona «como Dios manda» no tenia por que padecer. Ahora es mas comun suponer que las desgracias del individuo son culpa de la «sociedad» y que pueden remediarse por cambios del exterior. En el fondo, ambas filosofias, po r disti nta s qu e ap ar ez ca n en su fo rm a de op era r, son iguales. Me parece que todos nosotros, en la medida en que nos aferramos a objetos creados y aplicamos nuestra voluntad a fines temporales, estamos roidog por el mismo gusano. Visto de este modo, El bosque de la noche adquiere un significado mas profun do . Con templar a este gr up o de pe rson as como fenomenos de feria no solo es errar el golpe sino reafirmar nuestra voluntad y endurecer nuestro corazon en u na inveterada soberbia. Yo habria considerado el p^rafo anterior impertinente y tal vez pedante para un prologo que no tiene ma s' arnbicion qiie la de ser u na simple recome ndacion de un libro que a dmiro profun damen te,. si una reseha (por lo menos) de las ya aparecidas, ostensi bl em en te co n anim o de elogio, no pu di er a in du ci r al lector a adoptar esta erronea actitud. Por regia gene ral, al tratar de prevenir una mala interpretacion, se corre el .peligro de s uscita r otra falsa apreciacion im previst a. Es ta es una obra de im aginacibn cre ati va, no un trata do filosofico. Como digo al ,principio, me par ec e una im pe rti ne nc ia el m er o he ch o de pr es en ta r este libro; y el haber leido un libro muchas veces no necesariamente te infunde el conocimiento adecuado de lo que debes decir a los que todavia no lo han leido. Lo que yo pretendo es dejar al lector en disposicion de descubrir la .excelencia de un estilo, la belleza de la frase, la brillantez del ingenio y de la caracterizacion y un sentido del horror y de la fatalidad digno de la tragedia isabelina.
En la segunda edicion Como observa ra el lector, el prologo que antecede fue escrito hace doce anos. Dado que mi admiracion po r el lib ro no ha dism in uido y la lin ica ra zo n para hace r modificaciones seria la de su primir o disimuiar la evidencia de mi falta de madurez en el momento de escribirlo —tentacion que puede presentarse a cualquier critico que repase sus propias palabras tras un lapso de doce anos— me parece conveniente no tocar un prologo que, espero, aun pueda cumplir su finalidad original de apuntar un enfoque que me pa rece util para el nuevo lector.
1949
T. S. Eu ot
UNA PROFUNDA REVERENCIA A principios de 1880, pese a tener fiindadas dudas acerca de la conveniencia de perpetuar esa raza que posee la aprobacion del Senor y la reprobacion de los hombres, Hedvig Volkbein —v ie n e sa d e g ra n V ig or y bell eza m il it ar, e n u n lecho con dosel dejntenso y espectacular carmesi, con las alas bifurcadas de la casa de Habs b u rg o e s ta m p a d a s e n la c e n e fa y e d re d o n d e p lu m a s c o n el e s c u d o d e lo s V olk bein fa stu o sa mente bordado en oro viejo— dio a luz, a los cuarenta y cinco anos, a su linico hijo, siete dias despues del anunciado por su medico para el p a rt o . Volviendose y contemplando su campo vi sual, que vibraba con la trepidacion de un batir de cascos de caballos en la calle, la mujer, con la prosopopeya del general que saluda a la bandera, le puso el no m bre d e Felix, pario y murio. El padre habia sucumbido a unas fiebres seis meses antes. Guido Volkbein, judio de ascendencia italiana, gourmet y dandy, q u e n u n c a s e p r esentaba en publico sin la pelusilla de la cinta de una desconocida condecoracion en el ojal de la solapa, era un hombre bajo, fomido, de altiva timidez, con un abdomen levemente protuberant e e n p u r v a a s c e n d e n t e q u e h a c i a d e s t a c a r lo s b o to n e s d el ch a le co y el p a n ta lo n m a rc a n d o el
tnca que ofrecen las frutas, inevitable secuela de las copiosas dosis de borgona, nata y cerveza. Guido habia hecho del otono su estacion por ser esta para ei epoca de nostalgia y horror, en la que le asaltaba n rec uerd os raciales. Y se le veia pasear por el Prater Uevando en el puno, b ie n visib le , el d eli ca d o p a n u e lo d e lino a m ari ll o y negro que clamaba contra el decreto de 1468 dictado por un tal Pietro Barba, por el que se exigia que los de la raza de Guido corrieran en el Corso, con una cuerda al cuello, para diver s i on d e l p o p u l a c h o c r is t ia n o , m i e n t r a s l a s d a m a s nobles, sentadas en posaderas excesivamente delicadas para el reposo, se ponian en pie y, con los cardenales y los monsig nor i d e r o j a s o t a n a , aplaudian con ese abandono frio e histerico a la vez de un pueblo que es a un tiempo injusto y teliz; el rmsmo Papa soltaba su asidero del cielo, estremecido con la risa del hombre que renuncia a sus angeles para recobrar a la bestia. Este r e c u e r d o y e l p a n u e l o q u e l o s i m b o l i za b a h a b i a n exacerbado en Guido la conciencia de lo que s u p o n e s e r j u d i o ( a l i g u a l q u e c i e r t a s f lo r e s que, estimuladas a la apoteosis de un extasis de rloracion, no bien alcanzan su variedad especi'fica, em piezan a deg ene rar). Y el, sofocado , imprudente y condenado, con los parpados temblorosos sobre sus ojos saltones, compartia livido, un sufrimiento que, al cabo de cuatro siglos, hacia de el una victima, y sentia en la garganta el grito que antano recorriera la Piazza M o n t a n a r a , «Roba vecchiak — l a d e g r a d a c i o n p o r l a q u e s u p u e b lo h a b ia so bre viv id o. Guido, que a los cincuenta y nueve anos aun no habia sido padre, prepare para el hijo que
corazon, imbuido de su propia preocupacion, el implacable homenaje a la nobleza, la genufle xion que la bestia acosada hace por contraccion muscular prosternandose ante lo inminente y lo inaccesible, como ante un gran calor. Elio habia hecho sentir a Guido, como haria sentir a su hijo, el peso d e un a sang re prohibida. Y sin hijos se murio, salvo por la promesa que pendia del cinto cristiano de Hedvig. Guido habia vivido como todos los judios que, separados de su gente por azar o por voluntad, descu b re n q u e h a n d e h a b ita r en u n m u n d o co n st it uido por seres que, por ser diferentes, obKgan a la mente a sucumbir a un populacho imaginario. Cuando un judio muere apoyado en un pecho cristiano, m ue re emp alado. Hedvig, con toda su a n g u s t i a, l l o r a b a p o r u n p a r i a . E n a q u e l m o m e n to, su cuerpo se convirtio en barrera y Guido m u r i o c o n t r a a q u e l l a p a r e d , s ol o y a t o r m e n t a d o . D urante su vida, el hizo cuanto pud o pa ra salvar aquella distancia inconmensurable, y el mas lastimoso y futil de sus esfuerzos fue el de asumir una baronia imaginaria. Adopto la sehal de la cruz; dijo que era austriaco, descendiente de un linaje muy antiguo, casi extinguido y, para pro b a r s u a fi rm ac io n , ex hib ia la m a s a s o m b ro s a y vaga de las pruebas: un escudo de armas usur p a d o y u n a li sta d e a n te p a s a d o s (c o n s u s n o m b re s d e pi la ) a po c ri fa . C u a n d o H ed v ig d e s c u b ri o sus panuelos negros y amarillos, el dijo que los g u a r d a b a e n r e c u e r d o d e u n a r a m a d e s u f am i Ka qu e hab ia florecido en R oma. Guido trato de compenetrarse con ella, adorandola, imitando su paso elastico y marcial que, en el, resultaba forzado y comico. Ella habria
p ro fa n a d o y re tr a id o , e n c a jo el golp e c o m o cumple a una gentil —aproximandose a el con reserva. Ella creia todo lo que e\ le decia, pero con harta frecuencia preguntaba: «tQue sucede?» —ese continuo reproche que era un continuo recordatorio de su amor. Era como una a c u s a c i o n p e r e n n e e n l a v i d a d e G u i do . atormentado, hablaba con encomio de la realeza, p ro fir ie n d o el og io s c o n la fu e rz a q u e se im p ri m e a un chorro pequeno aplicando el pulgar al c a n o . R e i a c o n e x c e s i v a j o v i a li d a d c u a n d o estaba en compama de titulos de menor rango, como si, por su buena disposicion, pudiera pro p o rc io n a rl e s u n a d is ti n c io n s o n a d a . Al e n fre n ta rse nada menos que a un general de crujiente cuero, con esa economia de movimientos com u n a l o s m i l it a re s , q u e p a r e c e n r e s p i r a r d e dentro afuera, exudando olor a polvora y a ca bal lo , le ta rg ic o s p e ro p re p a ra d o s p a r a p a rti c ip a r e n u n a g u e r r a n o p r o g r a m a d a t o d a v i a ( u n ti p o al que Edvig apreciaba mucho), Guido se estremecia con un temblor imperceptible. Advertia en Hedvig el mismo porte, la misma mano vigorosa, aunque fundida en un molde mas peque no, reduccion de tamano tan siniestra como la de una casa de munecas. La pluma de su som b re ro , afi la d a c o m o cuchil lo , p a re c ia tr e m o la r a i m p u l s o s d e u n v i e n to h e r a l d ic o ; e r a u n a m u j e r dotada de fuerte brio natural, rotunda, exuberante y alegre. Al mirarlos a los dos, el se sentia cohibido, como si estuviera a punto de recibir u n a r e p r i m e n d a , n o d e l o fi c ia l s in o d e s u e s p o sa . Cuando ella bailaba, un poco alegre por el vino, la pista era como un campo de maniobras; tenia un taconeo seco y preciso; unos hombros,
de mando; el gesto de la cabeza denotaba la fria vigilancia del centinela cuya ronda no esta exent a d e m o t iv o s d e a p r e n s io n . A p e s a r d e t o d o , Hedvig hacia cuanto podia. Si alguna vez existio l o q u e p o d r i a m o s l l a m a r e l chic macizo, ella lo p e rs o n if ic a b a —p e ro c o n im to q u e d e in q u ie tu d . L o q u e l a m a n t e n i a e n v il o, a u n s i n d a r s e c u e n ta, era la pretension de Guido de que era baron. Ella lo creia como el soldado «cree» una orden. El hormiguillo d e la intuicion, algo d e lo que ella no habria hecho el menor caso, no iba descaminado. Hedvig se habia convertido en baronesa sin cuestionarselo. En la Viena de los tiempos de Volkbein, eran p o c a s la s p ro fe sio n e s e n la s q u e s e re c ib ia co n agrado a los judios, pero en este caso, el, mediante negocios con mercancias del ajuar domestico, con atinadas compras de viejos maestros de la pintura y de primeras ediciones y cambios de moneda, consiguio para Hedvig una c a s a e n e l c a sc o a n t i g u o , c o n v i s ta s a l P r a t e r p o r el Norte, una casa grande, sombria e imponente que se convirtio en fantastico museo de su vida eh comun. Los largos salones barrocos , 'satura do s de terciopelos y oro, estaban poblados de fragraentos r o m a n o s , b l a n c o s e in c o n e x o s ; u n a p i e m a d e c orredor, una fria cabeza de matrona medio vuelta, sobre un busto herido, en cuyos osadbs y ciegos ojos las sombras dibujaban la pupila, como si lo que contemplaran fuera un acto del sol. El salon era de nogal. Encima de la chimenea colgaban unas impresionantes copias del es cudo de los Medicis y, a su lado, el ave austriaca. "
grueso nudo sangre de dragon de unas alfom b r a s m a d ri le n a s (H ed vig h a b ia in te rp re ta d o los V a is e s d e s u j u v e n t u d c o n b r i o c o m p e t e n t e y v a ronil, al ritmo aceierado de su sangre, con ese aire'que imprimen a su ejecucion los vieneses q u e , a u n q u e a n i m a d o s p o r a m o r a l . ri tm o , t o c a n como el que se bate en duelo). El estudio albergaba dos gigantescos escritorios de fastuosa y sanguinolenta madera, A Hedvig le gustaban las c o s a s d e d o s e n d o s y d e t r e s e n t r e s . E n e l a rc o central de cada escritorio se habian clavado tachas de p lata forma ndo las figuras de un leon, u n o so , u n c a r n e r o y u n a p a l o m a y , e n m e d io , una antorcha Uameante. El diseno fue realizado b a jo la su p e rv is io n d e G uid o, q u ie n , im p ro v is an do sobre la marcha, lo reivindico como escudo de los Volkbein, aunque despues result© una fauna her^dica que hacia tiempo habia empezado a decaer a causa del desagrado papal. Los b a lc o n e s (t o q u e fr a n c e s q u e . G u id o c o n s id e ra b a m u y e l e g a n te ) , q u e m i r a b a n a l p a r q u e , t e n i a n cortinajes de terciopelo del pais y telas de Tiinez y las persianas venecianas estaban pintadas de ese tono granate tan caro a los austriacos. Sobre las paredes que se alzaban detras de la larga mesa y que estaban recubiertas con chapa de roble hasta donde se iniciaba la curva del techo, c o l g a b an d o s r e t r a to s d e t a m a n o n a t u r a l d e l p a dre y la m adre q ue G uido se habia adjudicado. Ella era una suntuosa florentina de ojos vivos y maliciosos y boca grande y entreabierta. Las m a n g a s , a b u l l o n a d a s y a d o m a d a s d e p e rl a s , s e alzaban hacia las ondas de encaje almidonado q u e n i m b a b a n s u c a b e z a c o n i c a d e m e l e n a tr e n zada. La acumulacion de t^la del vestido le caia
d e a m b u l a r p o r e n t r e u n f o n d o d e a r bo l es pri m itiv o s; te n ia el e s p e s o r d e u n a a lf o m b ra . La m u j e r p a r e c i a e s t a r e s p e r a n d o u n p a j a r o . El hombre, precariamente montado en un corcel, mas que cabalgar parecia estar descendiendo sobre el. Entre la silla y el calzon que cenia el anca del jinete, se divisaba un trozo de cielo azul italiano. El artista hab ia ca ptad o al, caballo al salir de u n salto, con das crines v olando y la .cola ondulada entre unas patas esbeltas y biseladas. El traje del caballero era una desconcertante mezcla de lo romantic© y lo clerical, y debajo del brazo izquierdo sostenia un empenachado sombrero sin casquete. El conjunto sugeria un capricho carnavalesco. La cabeza del hombre, levemente vuelta hacia un lado, tenia un notable p a re c id o c o n Gu ido- V olk bei n, la m is m a n a ri z majestuosa y cabalistica, unas facciones marcadas y expresivas, salvo en el punto en que el azul virginal del globo ocular abombaba-el par p a d o c o m o si b a jo aq u e ll a c a m e se c o b ij a ra u n organ© que no fuera el de la vista. No habia i nt er va l© e n l a p r o y e c c i o n d e a q u e l l a m i r a d a i n term inab le y objetiva. El parec ido e ra casual. Si alguien se hubiera interesado por hacer averiguaciones, habria descubierto'que aquellas telas reproducian a dos intrepidos y antiguos actores. Guido las habia encontrado olvidadas en un anticua rio y. las adq uirio -al com pren der q ue neces i ta b a > p n a c o a r t a d a p a r a ' s u e s ti rp e . E n e s t e p u n t o e x ac t© , q u e d a b a c o r t a d a l a h is toria para^Felix qUe, treinta afios-despues, salia al m iindo con- estos. hech'os, los d os retra tos y n a d a m a s . ' S u t ia , m i e n t r a s ' s e p e i n a b a l a s t r e n zas con un peine ambar, le cdnto lo que sabia.'
que habia formado a Felix desde el dia de su nacimiento hasta que cumplio los treinta anos era ignorado por el mundo, porque cada hijo sigue el paso del judio errante. No im porta don de ni cuando lo encuentres; notaras que viene de a l g u n l u g a r , n o i m p o r t a c u a l — a l g i in p a i s a l q u e h a d e v o r a d o m a s q u e h a b i ta d o , u n a t i e r ra s e c re ta en la que ha sido alimentado pero que no p u e d e h e re d a r, p o r q u e el ju d io p a re c e e s ta r en todas partes y no venir de ningun sitio. Cuando se mencionaba el nombre de Felix, tres o mas p e rs o n a s ju r a b a n h a b e rl e v is to la s e m a n a p asad a e n t r e s p a i s e s d i f e re n t e s a l m i s m o t ie m p o . Felix se hada Uamar baron Volkbein, al igual que su padre. De que vivia Felix, como habia hecho su fortuna —conoda los numeros como e l p e r r o c o n o c e l a n i d a d a d e p e r d i c e s y t a n i n f atigablem ente co m o el perro seh alab a y- corria—, como habia aprendido siete idiomas, conocimiento que utilizaba ampliamente, nadie lo sabia. Su figura^ y su c ara era n fam iliares a m uc h a s p e r s o n a s . E l n o e r a p o p u l a r , a u n q u e e l p o stumo homenaje rendido a su padre le procure entre sus amistades esa peculiar mirada semicir cular del que, reacio a da r nm trato de igualdad, n o o b s t a n t e , o t o r g a a l a r a m a v i v a ( p o r a q u e l lo d e l a m u e r t e y s u s a n c i o n ) e s a p e q u e n a i n cl in a cion de la cabeza —perdon que presiente una futura aprension—, una reverencia comun a todos nosotros cuando nos encontramos en presencia de esta gente. F e li x e r a m a s g r u e s o y m a s a l t o q u e s u p a d r e . Tenia la frente exce sivamente an cha. .Su cara era un ovalo largo y camoso, marcado por uria insistente melancolia. Solo una de sus facciones
de deseo, como la de ella lo fuera por represion, tensa sobre la estructura osea de los dientes. Las otras facciones eran un poco pesadas: el menton, la nariz y los parpados. Sobre uno de ellos solia colocarse el monoculo que brillaba al sol com o un ojo redondo y ciego. Generalmente, iba solo, a pie o en coche, vestido como para asistir a una gran ceremonia, aunque no habia en el mundo acto alguno para e l q u e p u d i e r a d e c i r se q u e e s t a b a c o r r e c ta m e n t e vestido; su afan por no desentonar en ningun memento le Uevaba a elegir un atuendo que fue ra tan apropiado para la manana como para la tarde. P o r l a s p a s io n e s q u e s e e n t r e m e z c l a b a n e n s u p a s a d o , p o r la d iv e rs id a d d e sa n g re s, p o r la ra zon de mil situaciones imposibles, Felix dio en ser lo que es complejo y simple a la vez: un h o m b r e c o h i bi d o. Su cohibicion le Uevaba a obsesionarse por lo que el Uamaba la «vieja Europa»: la aristocracia, la grandeza, la realeza. Al pronunciar cualquier titulo hacia una pausa antes y despues del nom b re . S a b e d o r d e q u e el c ir c u n lo q u io e r a s u un ico punto de contacto con la nobleza, lo hacia interminable y minucioso. Con la furia del fanatico, trata ba de su bs an ar su pro pia descalifica- cion, recomponiendo la osamenta de olvidadas cortes imperiales (solo las recordadas pueden optar al titulo de olvidadas), escuchando con avida atencion a funcionarios y archiveros, no fuera a perderse por una distraccion algun fragmento valioso para su resurreccion. Le parecia que podria recuperarse un poco de aquel pasa do de grandezas si su reverencia era lo bastante
En mil novecientos veinte, Felix estaba en Paris (su ojo ciego le habia eximido del servicio militar), siempre cdn sus botines y su chaque, con sus reverencias, con sus indagaciones, buscando con sus rapidos movimientos pendulares el objeto al que rendir tributo: justo la calle, el cafe, la casa, el ambiente mas indicados. En los restaurantes se inclinaba levemente ante todo el que parecia «alguien», pero era tan leve la reverencia que su sorprendido destinatario podia p e n s a r q u e Fel ix solo p re te n d ia a rre g la rs e el c h a l e co . A l q ui lo s u s h a b i t a c i o n e s p o r q u e u n B o r b o n sa li o d e el la s p a r a ir a la m u e rt e . T e n ia ay ud a d e c a m a r a y c o c i n e ra ; lo s to m o p o r q u e e l se p a re c ia a L uis X IV y ella, a la re in a V ic to ri a, una Victoria de baratillo, para bolsillo de pobre. E n s u b i i s q u e d a d e l a comedie humaine, Felix fue a dar con los excentricos. Versado en edic> tos y leyes, historias populares y en la herejia, catador de vinos raros, lector de libros mas raros aun, aficionado a cuentos de viejas, que trataban de hombres que se santificaban y de animales que se condenaban, conocedor de todos los pianos de fortificaciones y puentes, visitador de todos los cementerios de todos los caminos, pedante de muchas iglesias y castillos, F el ix p o s e ia u n a m e n t e q u e r e v e r b e r a b a c o n t enue reverencia ante Madame de Sevign^ Goe the, Loyola y Brantdme. Pero.el que pulsaba la nota mas profunda era Loyola: porque vivia solo, retirado y soltero. Una raza que ha huido d e s u s g e n e r a c io n e s d e . c i u d a d e n c i u d a d n o h a tenido el tiempo necesario para acumular esa robustez que produce la obscenidad, ni tampoco, despues de la crucifijdon de ^us ideas, ha
como para crear leyenda. Hay que ser cristiano, p a ra , b lo q u e a n d o e te rn a m e n te al ju d io el ca m ino de la salvacion, asumir las culpas y extraer de las profundidades del arrepentimiento su p e rs ti c io n e s e n c a n ta d o ra s y fa n ta sti c a s, p o r la s cuales el judio que lab ora lenta. e -incansablem e n t e , u n a v e z m a s , s e c o n v i e r te e n « d ep o si ta rio» de su propio pasado. Su desgracia nunca es p ro v e c h o s a h a s ta q u e u n goy l e d a u n a f o r m a que permita una vez mas enarbolarla como «senal». La desgracia del judio nunca le viene de si m ismo sino‘ de Dios; su rehabilitacion n un ca la consigue por si mismo sino por un cristiano. El cristiano, con su trafico de penitencias, ha hecho de la historia de los'judios^una mercancia; es el m e d i o p o r e l c u a l el j u d i o r e c i b e, e n e l m o m e n t o necesario, el suero de su propio pasado, a fin de que pueda volver a ofrecerlo como sangre. De esta m an era el judio participa de las .dos condic l o ne s ; y d e e s t a m a n e r a t a m b i e n F e l ix t o m o e l p e c h o de- s u n o d ri za , c u y a le ch e fu e s u ali m e n to a u n q u e n o e r a .s u y a p o r d e r e c h o n a t u r a l. Desde muy joven, Felix se aficiono a la fast u o s i d a d d e l c i r co y e f t e a t r b . E n c i e r t a m a n e r a , la asociaba con esa superior e inalcanzable fastuosidad de los reyes y las reinas. Las actrices m ejor disp uestas de Praga, V iena, Hung ria, Alemania, Francia e Italia, los acrobatas y tragasa ble s, le a b ri e ro n , en alg u n m o m e n to , su s cam eri nos, sa lones -de me ntirijillas en los que el podia sentirse a sus anchas. Alii no tenia por que dars e la s d e c o m p e t e n t e n i d e e x t r a n j e r o s i n o q u e s e convertia en parte de una esplendida y rancia ficcion. L a g e n t e d e e s t e m u n d o , c o n u n o s f i n e s t o ta l -
agenciado titulos de circunstancias. Habia una p rin c e s a N ad ja , u n b a ro n V on Ti nk , u n a princi pessa S t a s e r a y S t a s e r o , u n r e y B u f f o y u n a d u quesa de Broadback: parodias estridentes y baratas nacidas de una vida bestial, inmensamente h a b i l e s e n - es e in q u i e t a n t e q u e h a c e r d e l e n t r e t e nimiento. Asumian titulos unicamente para desl u m b r a r ' a l b u rg u e s , p a r a h a c e r s u v i d a p u bl ic a (lo unico que tenian) misteriosa y desconcertante, sabiendo perfectamente que la habilidad nunca es tan asombrosa como cuando parece inapropiada. Felix esgrimia su titulo para desl u m b r a r a s u p r o p i a m a r g i n a c i o n . E s o l o s as o ciaba. Cuando se encontraba entre aquella gente, hombres que olian menos que sus animales y mujeres que olian mas, Felix tenia la sensacion de paz que antes experimentara solo en los museos. Evolucionaba con un humilde histerismo entre los brocados y las blondas ajadas del Carnavalet; amaba aquel viejo y documentado es p le n d o r co n u n a m o r p a re c id o al q u e el le o n tiene por el domador —ese enigma sudoroso y s a l p ic a d o d e l e n t e j u e l a s q u e , a l ' i m p o n e r s e a l a n i mal, le muestra un rostro en cierto modo pare cido ^il suyo propio, pero que, aunque curibso y debil, habia extraido de su cerebro la furia necesaria. N a d ja s e h a b ia s e n ta d o d e e sp a ld a s a Fe lix , t a n s e g u r a d e l a p r e c is i o n d e ' su s o j o s c o m o l o habria estado de la precision lineal de un Rops, s a b e d o r a d e q u e F eH x c o m p a r a b a l a e la s t ic i d a d d e s u e sp in a - d o r s a l d e g r a c i l c u r v a t u r a q u e s e cimbreaba hacia la hendidura compacta del el bello y furios ovim iento- de la
L a e s p i r a l e m o t i v a d e l ci rc o , q u e t o m a b a s u vuelo de la inmensa descalificacion del publico, rebotando de su esperanza sin limites, producia en Felix anhelo y desazon. El circo era una cosa a m a d a q u e e l n o p o d i a t o c a r y , p o r l o ta n t o , nunca podria conocer. La gente del teatro y de la pista eran para el tan dramaticos y tan monst r u o s o s c o m o u n a p a r t id a d e m e r c a n c i a s p o r l a que no pudiera pujar. El que el los frecuentara con aquella perseverancia era evidencia de que a l g o e n s u c a r a c t e r s e h a c i a c r i s ti a n o . D e i g u a l f o r m a , s e s o r p r e n d i a - d e s e n t i r a t ra c cion por la Iglesia, aunque esta tension podia manejarla con mas facilidad; descubrio que su p a le s tr a se c ir c u n sc ri b ia al co ra z o n d e c a d a cu al . F e li x d e b i o s u p r i m e r a . c o n v e rs a c i o n c o n u n «caballero de calidad» a la duquesa de Broad b a c k (F ra u M an n) . El la, a la s a zo n en B er lin, le e x p l ic o q u e a q u e l l a p e r s o n a h a b i a t e n i d o « alg o que ven> con ella en el pasado. A el le costaba t r a b a j o i m a g i n a r q u e F r a u M a n n h u b i e r a p o d id o tener «algo» que ver con alguien, pues sus coqueterias eran musculares y localizadas. Su especialidad —el trapecio— parecia haberla conservado. En cierto modo, le dab a cierto encanto. Sus piernas poseian esa elasticidad comun a los artistas aereos; en sus muhecas habia algo de la b a rr a , e n s u s a n d a re s, el s e rr in d e la pis ta , co m o si el aire, por su misma ligereza, por su misma f a l t a d e r e s i s te n c i a , f u e r a u n p r o b l e m a c a s i in s u p e ra b le , lo c u a l h a c ia q u e sif c u e rp o , a u n q u e es b e lt o y c o m p ac to , p a re c ie ra m u c h o m ^ p e s a d o que el de las mujeres que mantienen los pies en el suelo. En su rostro habia la expresion tensa del organismo que sobrevive*en un medio extra-
traje: un maillot a rombos rojos y amarillos, e s c o t a d o e n l a e s p al d a , c o n f r u n c e s e n l as m a n g a s, d e s t e n i d o p o r e l s u d o r d e l a s t r e s f u n c i o n e s diarias, medias rojas y botas con cordones — u no, sin s a b e r p o r q u 4 te n ia la im p re s io n d e que todo aquello penetraba en ella como el di b u jo p e n e tr a ' e n el c a ra m e lo d u ro d e la s fi est as , y el bulto de la ingle, donde se le hincaba la b a r r a , m ie n tr a s s e b a la n c e a b a c o n el p ie e n la pantorrilla, tan solido y pulido com o el roble, s u g e r i a u n a p e r f e c t a e s p e ci a li z a ci o n . E l m a t e r i a l de las medias no era una simple fimda, era ella misma; la tira de la entrepiema, tejida a punto p ri eto , e r a c o m o s u p ro p ia c a m e , y la h a c ia ta n asexuada como una muneca. La aguja que hic i e r a a l a im a p r o p i e d a d . d e l a n i n a h a b i a h e c h o que la otra no pu diera ser propiedad del hombre. —E s ta n o c h e n o s d iv e rt ir e m o s —di jo F ra u Mann a Felix—. A veces, Berlin de noche es enc a n t a d o r , nicht wahr? Y el cond e es d igno de ver. Su casa es muy elegante, toda en r*ojo y azul, a el le gus ta el azul, sab e Dios po r que, y le g u s t a t a m b i e n l a g e n t e i m p o s ib l e , p o r e s o n o s h a invitado... —El baro n encogio la p iem a—. Inclus o p u e d e q u e t e n g a m o s e s t a t u a s. — ^ E s ta tu a s? — di jo Fe lix . —E s ta tu a s v iv ie n te s —^dijo el la —. E l c o n d e la s adora. —A Felix se le cayo el sombrero, que rod o p or el suelo y se par.6. —^Es a le m a n ? —p re g u n to . —Oh , no , es it ali an o, p e ro eso n o im p o rt a , lo habia todo. Me pafece que viene a Alemania a cam biar dinero..., ah ora viene, ahor a se va, y todo sigue igual, salvo que la gente tiene algo que comentar.
—N o lo h e dich o) p e ro se h a c e U am ar c o n d e Onatorio Altamonte. Es una ridiculez, pero dice qu e tiene vinculos con toda s las- naciones; eso a usted deberia agradarle. Habra cena y habra c h a m p a n a . — L a f o r m a e n q u e e l la d e c i a «c en a» y « c h a m p a n a » i m p r i m i a a l a c a m e ,y al liquido su diferenciacion precisa, como si, por haber dom inad o d os m edios, la tierra y el aire, -su talento p u d ie ra d o m in a r to d o s lo s d em as. —^S e d iv ie rt e u n o ? —p re g u n to el. —Oh , m uc his im o .. Ella se inclino hacia delante y empezo a quitarse la pintura con la apresur^da destreza del artista que limpia la paleta. Miro al baron con aire de burla. — Wir setzen- an dieser Stelle liber den Fluss —d ijo .
A un extremo del inmenso salon, de pie alrededor de una mesa, habia un grupo compuesto p o r diez- h o m b re s , to d o s en a c ti tu d p a rl a m e n ta ria y con aspecto de estar decidiendo la suerte de un a nacion, y una m ujer joven. En el momento de la entrada de Felix y la duquesa de Broadback, escuchaban a un «estudiante de medicina» de edad indefinida, cejas hirsutas, abundante cabellera que le dibujaba en la frente un p ro n u n c ia d o «p ico d e la viud a» , u n o s ojo s o sc ur o s y m u y g r a n d e s y u n p o r t e e h t r e a p lo m a d o y contrito. Era el doctor Matthew O'Connor, irlandes de Barbary Coast (Pacific Street, San Fran cisco), cuyo interes por la ginecologia le habia h e c h o r e c o r r e r m e d i o '^ m u n d o . A h o r a h a c i a ;la s veces de anfitrion, puesto que el conde aun no
mismo porque se consideraba el tema mas divertido. —T od os p o d e m o s se r la a ris to c ra c ia d e la Na ti^aleza —decia, y, al oir la palabra «aristocracia», Felix se sintio m ucho m as contento, au nqu e lo que vino a continuacion le dejo un tanto per pl ej o—. iP er o p ie n se n en la s h is to ria a d e p o c a trascendencia! Me refiero a las que estan olvidadas, a pesar de todo lo que el hombre recuerda (a menos que se recuerde a si mismo) simplemente porque le sucedieron sin distincion de cargo o titulo —eso es lo que nosotros Uamamos leyenda y es lo mejor que un pobre puede hacer con su destine; a lo otro —agito su brazo-^ lo Uamamos Historia y es lo mejor que los grandes y p o d e r o s o s p u e d e n h a c e r c o n e l s u yo . L a l e y e n da esta inexpurgada, pero la Historia, a causa de sus actores, esta desflorada —toda nacion con s e n ti d o d e l h u m o r e s u n a n a c i o n p e r d i d a , c om © t o d a m u j e r co n s e n ti d o d el h u m o r e s u n a m u j e r p erd id a . L os ju d io s son el li n ic o p u e b lo q u e tie n e l a s e n s a t ez s u f i ci e n te c o m o p a r a m a n t e n e r e l hu m or de ntro d e la familia; un cristiano lo es p a rc e p o r to d o el m u n do . ~Ja, das ist ganz richtig — d i j o l a d u q u e s a con voz potente, pero la mterrupcion no sirvio de nada. Una vez el doctor tenia su auditorio —y ei doc tor consegu ia su a uditorio po r el senciUomietodo de pronunciar en voz muy alta (una voz quer en tales mementos, era tan irritable y posesiva como la de una nxujer enloquecida) algunos de los primitivos verbos sajones mas cortos, enrevesados y rhordientes^ no habia manera de p a ra rl e El se li m it o a v olv er h a c ia eUa su s g r a n
mujer y en su extraho atuendo que kimediatamente le sugirio algo casi olvidado pero com p ara b le , aso cia cio n q u e le hi zo so lt a r u n a ca rc a ja d a y ex cla m a r: —B ie n, p e ro la P ro v id en cia se si rv e de m ediDs misteriosos pa ra tra er las cosas a m i mente. Ahora me acuerdo de Nikka, el negro que pelea b a c o n el o so e n el C ir que d e P ar is . ,H abia qu e verle, saltando por toda la pista sin mas vestido q u e un t a p a r r a b o s t a n a b u l t a d o c o m o s i c o n t u viera una captura del fondq del mar, tatuado de pie s a c a b e za co n to d o el ame ublement de la depravacion: guirnaldas de capullos de rosa y garabatos del diablo. {Toda ima vision! Aunque no habria podido hacer nada (y se muy bien de lo que hablo, a pesar de todo lo que se ha dicho de los chicos negros) ni dejandole toda una sem a n a e n u n a m a q u i n a d e c a r d a r , e n c ie r ta p a r t e (segun se dice) llevaba escrito Desdemona. Bien, en el vientre habia un angel de Chartres; en cada nalga, un^ publica y la otra privada, una cita del libro de m agia, confirmacion de la teoria ja n sen is ta , m a l q u e m e pese te n e r q u e de ci rl o, y decirlo aqui. En las rodillas, y de esto les doy p a la b ra , en u n a «Yo» y e n la o tr a «pue do». |Conq u e p o n g a n l o j u n t o ! ^ e l b u s to , d e b a j o -d e u n a hermosa carabela con todas las velas desplegadas, dos manos entrelazadas con punos de enca je . E n c a d a te till a, u n co ra z o n a tr a v e s a d o p o r una flecha, cada uno con iniciales distintas pero con identicas gotas de sangre; y, en un costado del cuerpo, de arriba abajo, hacia la axila, la pa labra que pronuncio el principe Arturo Tudor, hijo de Enriq ue YII, cuando , en su noch e de bo- ' das, pidio un vaso de agua (£un vaso de agua2)
le hizo una observacion y recibio en respuesta una palabra tan epigramatica como indigna del grande y noble Imperio britanico, lo cual le prod u j o g r a n s o b r e s a lt o , y e s o e s to d o l o q u e s a b r e mos acerca de ello —dijo el doctor d^dose una p a lr h a d a e n d a c a d e ra — a n o Se r q u e p o s e a n usted es las dotes d e adivino de Tiny M'Caffery. —tY e n la s p ie rn a s? —p re g u n to Fel ix ti m id a rnente. —L as p ie rn a s — di jo el d o c to r O 'C o n n o r-- estaban dedicadas exclusivamente a plantas trepadoras, con el rosal en lo alto, copiado de la re p ro d u c c io n q u e ex is te e n la c a s a d e H a m b u rg o de los Rothschild. En el dos, creanlo o no, y yo no lo creeria, una breve descripcion en antigua caligrafia monacal, que unos llaman indecente y otros gotica, de la deplorable condicion de Paris a n t e s d e l a i n t r o d u c c i o n d e l a h ig i en e , c u a n d o l a N a tu ra le z a te ll e g a b a h a s ta la ro dil la . Y, m is m a mente encima de lo que no puede mencionarse, un p ajaro qu e vo laba Uevando’ en el pico una cinta en la que se leia; «Garde touth Yo le pregunte el porque de toda aquella barbaridad y el me contesto que le gustaba la belleza y queria r o d e a r s e d e e l la . —(^Cono ce u s te d V ie na? —p re g u n to Fe lix . —V ie n a —d ij o el d o c to r—, la c a m a a la -que trepa la plebe, domesticada por el trabajo, y de la qu e salta la n obleza, feroz de dignidad.”^La conozco, pero no lo bastante como para recordarla todavia. Me acuerdo de los colegiales austriacos, bandadas de codornices, sentados du r a n t e e l r e c r e o t o m a n d o e l s ol e h d i s t i n to s l u gares, n ihos d e rnejillas sonirosadas, bo cas ’ rojas y h u m e d a s , o l i e n d o a i n f a n c i a e h r e b a n o , c o n l os
el sol, que pronto se olvidarian y degradarian con la realidad. La juv en tu4 es la causa, el efecto es la edad; o sea que, a medida que se nos e n s a n c h a e l c u e ll o, v a m o s r e c o g i e n d o d a t os . —Y o n o p e n s a b a en s u s n in es, sin o en s u su p e rio rid a d m il it a r, e n s u s g ra n d e s n o m b re s — d ij o Fe lix, s in ti e n d o q u e la- n o c h e y a e s ta b a p e rd id a , p u e s to q u e el a n fi tr io n n o ll e g a b a y a nadie parecia importarle y que toda la velada tenia que ser dedicada a esta persona voluble q u e s e l l a m a b a a s i m i s m o d o c t o r. —E l eje rc it o , fa m il ia d e l celi be —d ij o el d o c to r asintiendcf—. Su unica salvaguardia. L a jo v e n , d e p o c o m e n o s d e t r e i h t a a h o s , se aparto del grupo acercandose a Felix y al doctor y s e q u e d o a p o y a d a -e n l a . m e sa , c o n l a s m a n o s a la espalda. P arecia violenta. —t^ ^i ce n re al m en te * lo q u e p ie n sa n o h a b la n solo por hablar? —se sonrojo y agrego rapidamente—: Soy la encargada de la publicidad del circo; m e llam o No ra Flood. El do ctor dio me dia vuelta, complacido. — jAh! —di jo — . N o ra s o sp e c h a d e la fr ia e incauta melodia del tiempo que se escapa lentamente. Pero —agrego— no he hecho mas que empezar. —De pronto, se dio una palmada en el muslo—. Flood. Nora. jCaramba, Dios mio! jHija, si yo te ay ude a venir al mundo! Felix, tan incomodo como si se esperase de el q u e « h i ci e ra a l go » p a r a e v i t a r u n a c a t a s t r o f e ( de l mismo modo que se espera que uno haga algo cuando se vuelca un vaso cuyo contenido va a go tea r por> el bo rde de la m esa y cae r en el regazo de una sehora), al oir la frase «tiempo que se escapa lentamente», prorrumpio en una risa
de su vida, no Uego a explicarse la reaccion. El grupo, en lugar de quedar reducido al silencio, siguio como si nada, dos o tres de ios hombres mas jovenes hablaban de algo escandaloso y la duquesa, con su voz alta y vacia, decia a un hombre muy grueso algo acerca de las estatuas vivientes. Elio no hizo sino au m en tar el torme nto del baron. Empezo a agitar las manos diciendo: «iPor favor!' jPor favor!» y de pro nto tuvo la intuicion de que lo que hacia no era reir sino algo mucho peor, aunque seguia repitiendose: «|Yo me rio, estoy riendo realmente y nada mas!» Y ag itaba los braz os con deso lacion diciendo: «iPor favor! jPor favor!», mirando al suelo, mu y violento po r lo qu e esta ba haciendo. Bruscamente, irguio el cuerpo, con las manos en los brazos del sillon y se quedo mirando fijam e n t e a l d o c t o r q u e, i n c li n a nd o s e , a r r i m a b a u n a silla y se senta ba fre nte a el. —S i —d ij o el d o c to r so n ri en d o —; d e b e de estar usted decepcionado. In questa tomba oscu ra. jOh, infiel! No soy herbolario, no soy un Rutebeuf, no tengo una panacea, no soy un curandero, es decir, que no puedo o no quiero p o n e rm e c a b e z a ab aj o. No so y sa lt im b a n q u i, ni fraile, ni una Salome siglo tfece que baile sacando el culo sobre un par de hojas toledanas... Pruebe usted de hacer que un a nina enferma de mal de amores, varon o hembra, haga eso hoy. Si no cree usted que antaho pasaban estas cosas, consulte los manuscritos del Museo BritaniCO o vaya a la ca tedral d e C lermon t-Ferrand, a mi todo me da igual; soy como los ricos musulmanes de^Tunez que alquilan a mujeres tontas
hay un a c ura rapid a .para el hom bre. (-Sabe usted lo que el hombre desea realmente? —p re g u n to el d o c to r m ir a n d o con u n a so n ri sa la cara inmovil del baron—. Una de dos: encontrar u n a m u j e r q u e s e a lo b a s t a n te t o n t a c o m o p a r a que se la pueda enganar o amar tanto como p a r a d e ja rs e e n g a n a r el. —Y o n o p e n s a b a en a b s o lu te e n m u je re s —d ij o el b a r o n tr a ta n d o d e p o n e rs e e n pie. —N i- yo ta m p d c o —d ijo el d o c to r— . S ie nte se . —V ol vi o a U en ar se la co p a—. E sta b u e n o el c h a m p a n a — di jo . —G ra ci as, n o b eb o —d ij o Fel ix. —Y a b e b e ra — di jo el d o c to r— . V am os a p la n te a rlo d e o tr o m od o: la Ig le si a lu te r a n a o p r o te s ta n te c o n tra la ca to lica . La cato li c a es la muchacha a la que uno quiere hasta el extreme de dejarse enganar y la protestante es la que te quiere tanto que se deja enganar por uno y ante la que puedes fingir muchas coscis que no sientes. Lutero, y espero que no le importara que yo lo diga, fue el carnero mas basto que haya ensuciado su propia paja, y todo,- porqu e le habian arrebatado la custodia de la «remision» de los p e c a d o s d e la g e n te y la s in d ulg enci as, q u e p o r aquel entonces venia a se r la m itad .de todo lo que tenian, y que el viejo fraile de Wittenberg q u e r i a a d m i n i s t ra r a s u m a n e r a . D e m a n e r a q u e , natura lm ente, .se puso furioso y em pezo a des p o tr ic a r, chil la n do com o u n m o n o e n u n ar bol , y p u s o e n m a rc h a al go en lo ' q u e n u n c a h ab ia p e n s a d o (o, p o r lo m enos , as i p a re c e co n fi rm arl o lo que esta escrito en su lado de la mesa del desayuno), una megalomania obscena —y por furiosa y desvergonzada que sea, tiene que pare-
tQue se escucha en la Iglesia protestante? El discurso de un hombre que ha sido elegido por su elocuencia. Pero, cuidado, no debe extralimitarse con la elocuencia o no tardaran en bajarle del pulpito, no vaya a servirse de su pico de oro p a r a fi n es po li tico s. P o rq u e u n pic o d e o ro n o se da por satisfecho hasta que se hinca en el destino de una nacion, y esto es algo que la Iglesia s a b e m u y b i en . »Pero volvamos a la Iglesia catolica, asistamos a misa en cualquier momento. ^Que es lo que encuentras? Algo que ya esta en tu sangre. Tu conoces la historia que cuenta el sacerdote mientras va de un lado al otro del altar, ya sea cardenal, Leon X o un pobre fulano de Sicilia q u e h a d e s c u b i e r t o q u e pecc are fortiter e n t r e sus cabras ya no basta a su alma y que, bien lo sabe Dios, ha sido hijo de Dios desde el princi pio: n o im p o rt a. ^P or qu e? P o rq u e tu esta s alii sentado con tus propias meditaciones y con una leyenda (que es pellizcar la fruta como la picotea el pajaro) mezclandolas con la Sagrada Cucha ra ,que es esa historia; o p uede s ir al confesonario donde, con sonora prosa a falta de contricion (si no hay mas remedio) puedes ha b la r d e la m a ra n a y los n u d o s del a lm a y se te contesta con ecos goticos, reciprocos e instantaneos; uno que dice hola a tu adios. jEl mal se desenreda y la altisima mano del cielo te devuelve la madeja bien peinada y perdonada! »De las dos Casas —prosiguio—, una es dura, tan dura como el don de la elocuencia y la otra, tan blanda como flanco de cabra, y no p u e d e s ech arl e la cu lp a a n ad ie d e n a d a ni p u e des que rer.a nadie
—(-Si? —d ij o el do ct o r. Felix, inclinandose hacia delante, irritado y en tono de reproche dijo: «A mi me gusta aquel p ri n c ip e q u e e s ta b a le yendo u n li bro c u a n d o el verdugo fue a buscarle, le toco el hombro y le dijo que ya era la hora, y el, al levantarse, antes d e c e r r a r e l li br o , p u so u n a b r e c a r t a s p a r a s e na lar la pagina.» —jAhl —d ij o el d o c to r— . f e e no es u n h o m b re q u e vi va e n su m o m en to , es e es u n h o m b re que vive en su milagro. —Volvio a Uenarse la copa—. Gesundheit —dijo—. Freude sei Each von Gott heschieden, wie heut'so immerdar! —^Habla u s te d d e la p e n a y la co n fu sio n m u y a la ligera —dijo Nora. —U n m o m e n to —r esp o n d io el d o c to r— . La p e n a del h o m b re v a c u e s ta a rr ib a . C ie rto, es muy pesada de transportar, pero tambien es pesada de conservar. Yo, como medico, se en que bo ls illo g u a rd a u n h o m b re su co ra zo n y su alma, y por que sacudida del higado, los rinones y los genitales se vacian estos bolsillos. No existe la pena pura. ^Por que? |Porque es companera de c am a de los pulmone s, los ojos, los huesos, las entranas y de la bills! Solo hay confusiones, en eso tienes mucha razon, Nora, hija. Confusio nes y angustias vencidas, ahi nos tienes a todos y ta da uno de nosotros. Si eres gimnosofista p u e d e s p res cin d ir d e la ro p a y si ere s co jo se ntiras mas viento que otro entre las piemas; sin embargo, todo es confusion. Los elegidos de D i os a n d a n j u n t o a l a p a r ed . »Yo estuve una vez en una guerra —prosiguio el doctor—, en una ciudad pequena, donde las b b b el
do en la que no podrias pensar dentro de un minuto si aquel ruido acertaba al caer. Yo baje corriendo a una bodega y alU habia una vieja b re to n a y u n a v a c a a la q u e h a b ia a r ra s tra d o consigo, y, detras, uno de Dublin decia: «jGloria a Dios!» en un susurro, al otro extreme del ani m a l . G r a c i a s a m i C r e a d o r , yo t e n i a a l a n i m a l d e c a r a, y la p o b r e v a c a t e m b l a b a s o b r e s u s c u a t r o p a ta s d e ta l m o d o q u e d e p ro n to su p e q u e la t ra g e d i a d e u n a n i m ^ p u e d e s e r d o s p a t a s p e o r que la del hombre. La vaca iba soltando su estiercol por el otro extreme, donde la fina voz celta seguia sonando y decia: «iGloria a Jesus!» Y yo me dije: «Ya podria hacerse de dia, para q u e y o p u d i e r a v e r q u e t e n g o e n l a c a ra .» E n t o n ces hubo un relampago y vi que la vaca volvia la cabeza hacia atras de tal modo que los cuernos formaban dos medias lunas contra sus flancos y las lagrimas le empapaban sus grandes ojazos negros. »Yo empece a hablarle, a maldecirme a mi y al irlandes, y a la vieja que parecia estar contemplando toda su vida, como el que apunta con una escopeta. Yo puse la mano en la pobre desgraciada vaca, y su flanco chorreaba como las cascadas de Lahore, presionando contra mi mano como si tom ara impulse para marcharse, p e ro n o se m o v ia d e l sitio ; y y o p e n s e q u e h a y direcciones y velocidades que nadie ha calculad o , p o r q u e , c r e a n l o o n o , a q u e l l a v a c a h a b i a i do a algun sitio muy de prisa, un sitio que nosotros n o c o n o c e m o s , a u n c u a n d o s i g u i e r a alii. El doctor levanto la botella. «Gracias —dijo Felix—. No bebo alcohol.» —B b —d ij el d to
do —continue el doctor—. Es eso de la guillotina. Dicen que el verdugo tiene que llevar su pro p ia c uch il la , c o m o se su p o n e q u e el m a ri d o lle va su propia navaja. Eso es suficiente para envenenarle el corazon antes de que haya cortado la p rim e ra c ab e za. U n a n o ch e, m ie n tr a s p a s e a b a distraido po r el Bo ul’ Mich’ vi a u no que Uevaba un clavel rojo en el ojal. Para entrar en conversacion, le pregunte por que lo Uevaba, y el dijo: «Es prerrogativa del verdugo.» Me quede tan mustio como un secante escamoteado del Senado. «Antiguamente, el verdugo lo sostenia entre los dientes.» Al oir esto, se me retorcieron las tripas, .al im aginarm elo afilando la ho ja con un clavel en la boca, como Carmen. jY tambien el es el unico que puede estar en la iglesia con los guantes puestos! A veces acaban por degoUarse a si mismos. Es un ritmo que al fin les llega a su p ro p io cu eU o. A d ela n to el c u e rp o y p a s o el d e d o p o r el m io d ic ie n d o: «C on ta n to pel o y ta n g ru eso resu lta un p oco dificil», y desde aque l me mento tuve insuficiencia cardiaca para el resto de mi vida. Deje un franco encima de la mesa y sali como alma que lleva el diablo, con el veUo de la nuca mas tieso que la gorguera de la reina Ana. Y no pare hasta que me vi en medio del M u s e e d e C l un y , a g a r r a d o a l p ot ro . En la sala se hizo un subito silencio. El conde estaba en la puerta, girando sobre sus talones, con una mano a cada lado del marco. Un torrente de palabras en italiano que no eran sino culminacion de un tema iniciado en el vestibulo se corto bruscamente. El recien Uegado se dio una palmada en el muslo y se quedo escudrinando el salon, levemente inclinada su alta figu-
ce y el pulgar una lupa redonda que le colgaba d e u n a a n c h a c i n t a n e g ra . C o n la o t r a m a n o s e impulsaba de una silla a una mesa y de un invitado a otro invitado. Detras de el entro una muchacha vestida de amazona. Al Uegar al apara,dor, el giro sobre si mismo con una agilidad horripilante. —V ay anse —di jo su av e m e n te , ap o y a n d o la mano en el hombro de la muchacha—. iVayanse, vayanse! —Eviden tem ente, lo decia .en serio. Se inclinaba ligeramente. Cuando Uegaron a la caUe, la duquesa agarro el dobladillo de blonda que se le enredaba en los helad os tobillos. —(jQ ue le p are ce , m i p o b re .dia bl o? —d ij o ^ Felix. —iV aya ! —d ijo Felix —. M e g u s ta ria s a b e r q u e ha p asado y por que. H d o c t o r p a r o u n t a x i a g it a n d o l a c a b e z a d e p e rro d og o q u e a d o m a b a el p u n o d e s u basto n. «Esto se arreg la en cualq uier bar.» —E sto —di jo la d u q u e s a p o nie n d o se los guantes— es una audiencia breve con la grandeza. Breve, jpero una audiencia! Cuando enfilaban la oscur^ calle, Felix sintio q u e le a r d i a l a c a r a . —,^Es d e v e rd a d u n co n d e? —p re g u n to . —H e rr G ot ti —d ij o la d u q u e s a —. ^S oy yo lo que digo ser? ^Lo es usted? ^Lo es el doctor? —L e ap o yo u n a m a n o §n la rodiU a— . ^Si o no ? El .doctor enc end ia u n cigarrillo y, a su llama, el baron vio qu e reia en silencio. «Nos ha ec hado p o r u n a d e esa s eap e ra n zas q u e p ro n to q u e d a ra frustrada.» A ^to los guantes p or la ventanilla saludando, a otros invitad os, que estaba n en la ace-
—lA que se refiere? —pregunto el baron en un susurro. —E l c o n d e O n ato ri o A lt am onte , n o m b re q ue o j a l a r u e d e a l A r n o d e s d e e l P o n t ^ V e c ch io , h ^ sospech ado que tenia su ultima ereccion. E l d o c t o r s e p u s o a c a n t a r : «Nur eine Nacht». Fra u M ann, con la ca ra p egada al cristal, dijo: «Esta nevando.» Al oir estas palabras, Felix se subio el cuello del abrigo. —(-A d o n d e v am os? —p re g u n to a F ra u M an n. Ella volvia a es tar mu y co ntenta. —V am os’ al ca fe d e H ei nri ch; yo, c u a n d o iiieva, voy siempre. Sirve mas fuertes las bebidas y es buena persona; en su cafe siempre hay sitio p a r a la g en te de l ci rc o. —E sta b ie n —d ij o el d o cto r, dis ponie nd ose ' a golp ear el cristal—. (^D6nde‘ esta el cafe d e tu Heinrich? —H a y q u e b a ja r p o r U n te r d en Lin de n. Yo os indicare. —Si m e perm it en , yo b a jo aq u i —d ij o Felix. Se apeo del taxi y echo a an dar con tra la nieve. Sentados ya en el ambiente calido del cafe, el do ctor dijo desenroUando la bufanda: —N u e str o b a ro n F el ix es to d o d e u n a pi eza, p e ro al m is m o ti em p o p a re c e q u e le fa lt a alg o. E s c o m o s i e s t u v i e ra c o n d e n a d o d e c i n t u r a p a r a arriba, lo que me recuerda a Mademoiselle Basquette, que estaba condenada de cintura para abajo, una chica sin piefnas, construida como un fenomeno medieval. Recorria los Pirineos en u n a tabla co n ruedas. Lo que tenia lo tenia bonito, al estilo tradicional y vulgar, esas caras de la gente que acaban adoptahdo una expresion de as bro racial, no personal. Yo qUeria hacer-
ella me dijo: «Perlas. jVan tan bien con todo!» Imaginese. Y la otra mitad de su persona, todav i a e n l a b o l s a d e l o s tr u c o s d e D i o s. N o m e d i r a que lo que le faltaba no le habia ensenado el valor de lo que tenia. Bueno, en resumidas cuentas —prosiguio el doctor enroUando los guantes—, un dia, un marinero al verla se enamoro de ella. Ella subia por una cuesta y el sol le daba en la espalda cabalgandole en la nuca d o b l a d a y p o n i e n d o d e s t el lo s e n l o s b u c l e s d e s u pe lo , es p le n d id a e in c o m p le ta c o m o el m a s c a ro n de una nave noruega abandonado por el barco. Y el la tomo en brazos con tabla y todo, se la Uevo e hizo con ella lo que le vino en gana. Cuando bubo satisfecho su deseo, muy galantemente la deposit© en su tabla a unas cinco millas de la ciudad y ella tuvo que volver a fuerza de brazos y llorando que daba angustia, porque u n o e s t a a c o s t u m b r a d o a v e r c a e r l a s l a g ri m a s a los pies. jAy, en verdad , a u na m uje r pue de llegarle la tabla de pino hasta la barbilla y aun asi tener motivo de llanto! Yo le digo, madame, que p o d ri a m o s a lu m b ra r u n c o ra z o n m o n d o e n u n a b a n d e ja y a u n asi d ir ia «|A mo r!» y s e e s tr e m e c e r i a c o m o l a p a t a d e- u n a r a n a c e r c e n a d a d e l cuerpo. — Wunderbar —e x cla m o F r a u M a n n —. Wun derbar, jDios mio! —A u n n o h e te rm in a d o —dijo el d o c to r po niendose los guantes en las rodillas—, un dia volvere a ver al baron y entonces le hablare del loco Wittelsbach. Se quedara mas triste que un mochuelo embozado en una bufanda. —jAh! —e x cla m o F r a u M a n n — . E so le g u sta ucho. Es tan te de los titul
das—, yo no quiero hablar de Wittelsbach. [Oh, D io s, c u a n d o m e a c u e r d o d e m i p a s a d o , d e l o gu a p o s q u e e ra n to d o s e n m i fami Ha , m i m a d re co n a q u e l l a c a b e l l e r a m a s r o j a q u e u n a f o g a t a d e p ri ma vera! (Y le hab lo de alia por los ochenta, c ua n d o u n a m u c h a c h a e r a l a re i n a d e l a c i u d a d , y Hegar hasta el limite significaba langosta a la N e w b u rg .) L le v a b a u n s o m b re ro m ^ g ra n d e q u e u n a m e s a , c o n t o d o m e n o s a g u a c o r r ie n t e; c o n u n t a ll e c e n i d o p o r u n c o r s e d e b u r a c a n y m i p a d re , s e n t a d o a s u l ad o , m u y u f a n o : u n r e t r a t o d e c u a n d o s u b i e r o n a l a s m o n t a n a s r u s a s . E l l le v a b a u n a d e e s a s c u r s i s c h a q u e t i t a s a m a r i l la s y u n b o m b i n color canela, encasquetado hasta las orejas, y de b ia d e e s ta r fr e n e ti co , p o rq u e p o n ia lo s o jo s biz c o s, q u i z a f u e r a e l v i e n t o o q u i z a e s t a b a p e n s a n d o e n c o s a s d e m i m a d r e , e n u n m o m e n t© e n q u e n o p o d ia h a c e r n ad a. Frau Mann levanto la copa y la miro guinand o u n o j o. —Y o ta m b ie n te n g o u n M bum —d ij o co n vo z dulce—, y en el todos tienen cara de soldado, aunq ue esten muertos. El doctor sonrio apretando los dientes. Frau Mann trataba de encender un cigarrillo. La lla m a b a i l a b a e n s u m a n o i n se g u ra . Frau Mann estaba un poco achispada y el zumbido insistente de la voz del doctor le daba sueno. Al ver que Frau Mann se habia quedado dormida, el doctor se levanto cautelosamente y se fue hacia la puerta, andando de puntillas. En mal aleman, dijo al camarero: «La senora pagara.» Abrio la puerta y salio quedamente a la noche.
LA SOMNAMBVLE El doc tor vivia cerca de la iglesia de Saint Sul pi ce , cas i e n la e s q u in a d e la ru e S e rra n d o n i. S u figura peque na y desgarbad a era caracteristica de la Place. Para el dueno del Cafe de la Maine du VP e ra casi com o un hijo. Esta plaza, relativamen te pequena, por la que pasa ban tranvias en varias direcciones, limitada a un lado por la iglesia y al otro p or el Ayu ntamiento, e ra la «ciudad» del doc tor.- Lo que no hallara en ella para satisfacer Sus necesidades, le encontraba en las callejuelas adyacentes. Alii se le ha bia visto dispon er det^Ues de funerales en la capilla de pompas fiinebres con sUs cortjnas de ve larte negro y sus fotos de c oches m o f t u o ri o s e n m a r c o s , o c o m p r a r e s ta m p a s y pe~ tits J^ us e n l a bouti que q u e e x h i bi a o m a m e n t o s y artisticas velas. Y, en la M airie du Luxem bourg, h a b i a a p o s t r o fa d o p o r lo m e n o s a u n j u e z c u a n d o una docena de cigarros dej6 de surtir el efecto apetecido. Deambulaba, patetico y solo, por entre los tenderetes de carton de la Foire Saint Germain que, durante algiin tiempo, Ueno la plaza de castillitos de pega. Sele veia bajar con paso rapido p o r la a e e ra iz q u ie rd a d e la -ig les ia p a r a ir a m i s a , y b a n a r e l d e d o e n l a p i la d e l a g u a b e n d i t a como si fuera el unico pajaro con derecho de acceso, empujando a l4s cansadas criadas y a los com erciantes del -barrio co n la impa ciencia
A veces, por la noche, antes de entrar en el Cafe de la M airie du VI®, se le veia co ntem plar las enormes torres de la iglesia que se alzaban al cielo, adustas pero tranquilizadoras, mientras se p a s a b a u n d e d o g ru e so y cali do p o r la g a rg a n ta donde, a pesar de la costumbre, siempre le sor p re n d ia to c a r el p el o q u e le a s o m a b a p o r el cue llo de la camisa. O miraba, pequeno e insubot'dinado, com o c aian las faldas de- agu a de las pilas de la fuente, en una orla desflecada y fluida, g r i ta n d o a v e c es a l a s o m b r a d e u n h o m b r e q u e se alejaba: «|Hermosura!» Al C afe d e la M airie d u VJ® Ueyo a F elix,'q ue aparecio en Paris semanas despues de su encuentro en Berlin. Felix pensaba que, indudablemente, el doctor era una gran embustero, pero un embustero valioso. Sus invenciones parecian s e r l a t r a m a d e u n p l a n o l v i d ad o p e r o i m p o n e n te; una condicion de vida de la que el era el unico exponente que quedaba. Sus modales eran los del servidor de una noble familia difunta, cuyos ademanes recuerdan, aunque en for m a d e g r a d a d a , l o s d e u n a m o e x t i nt o . I n c lu s o e l movimiento favorito del doctor, arrancarse pelillos de la nariz, parecia la «vulgarizaci6n» de lo que en tiempos pudiera haber sido un reflexivo m esado de barbas. Del mismo modo que el altar de una iglesia, sin las ofrendas espontaneas de los humildes y los atribulados, no presentaria sino un cuadro frio y deshumanizado, o el corsage d e u n a m u j e r cob ra dq pronto un m a r c i a l y . d e sg a r ra d o p o r la ro s a in tr o d u c id a e n tr e la s fl o re s m a s de corosas por la mano del enamorado que sufre la violencia de no haber llegado a dar el ultimo
que fuera un pecho exuberante y fastuoso, extrayendole tiempo de la entrana (porque el amante conoce dos tiempos, el que se le otorga y el que el debe crear), asi tambien Felix descu b ri o c o n a s o m b ro q u e la s fl o re s co nm o v ed o r a s q u e e s t a b a n e n e l a l t a r q u e e l h a b i a l e va n tado a su imaginacion habian sido colocadas alii p o r'g e n te s d e u n m u n d o eq u iv o c o y q u e la m a s roja seria la rosa del doctor. A1 cabo de un largo silencio, du ran te el cual el doctor pidio y consumio un Chambery fraise y el baron, un cafe, el doctor comento que el ju d io y el ir la n d e s , s u b ie n d o u n o y b a ja n d o el otro, suelen encontrarse, pala con pala, en el mismo campo. —L os ir la n d e se s p u e d e n s e r ta n o rd in a ri o s como la caca de la ballena, con perdon, en el culo del oceano, con perdon, pero tienen imagi nacion, y —agrego— una miseria creativa que les viene de haber sido derribados por el diaWo y levantados por los angeles. jMisericordioso! jS al va m e, M ar ia , M a d re m ia , y q u e el p ro ji m o se las componga! Pero el judio, t*^ue es el judio en el mejor de los casos? Nunca nada mas que un entrometido y pido perdon por el guantazo, u n e n t r o m e t i d o e x q u i s it o y fa b u l o s o m u c h a s v o ces pero entrometido. —Se inclino ligeramente doblando la cadera—. De acuerdo, los judios se inmiscuyeron y nosotros mentimos, esa es la diferencia, la sutil diferencia. Nosotros decimos que uno es hermoso, por ejemplo, cuando, a decir verdad, probablemente sea mas feo que un peca do . Pero , co n n u e s tra m e n ti ra , n o so tr o s hemos asumido un poder y este es el poder del charlatan, jel mas fuerte! Puede caer sobre cual-
que, en resumidas cuentas, hace el mistico y —a g re g o — h a c e el g ra n m ed ic o. L as u n ic a s p e r s o n a s q u e d e v e r d a d saben algo de medicina son las enfe rm era s y ellas ^e callan, o serian ab ofeteadas. Pero el gran medico es un divino idiota y un sabio. Cierra un ojo, el ojo con que estudio y, p o n ie n d o sus de do s s o b re la s a rt e ria s de l cu er po ; dic e: «Dio s, cu y o ca m in o es es te , m e h a oto rgado permiso para viajar tambien por aqui», lo cual, y que el cielo asista al paciente, es verdad; de esta manera, realiza grandes curas y, a veces, p o r ese cam in o, se tr o pie za, d e sc o n ce rt a d o , co n el Malaje.' El doctor pidio otro Chambery y pregunto al b a ro n q u e q u e ri a to m a r, a lo q u e Fel ix re sp o ndio que nada por el momento, y entonces el doctor agrego; —E l h o m b re n o n e c e s it a q u e se le c u re d e su enfermedad individual; lo que deberia preocu p a r k es s u m a l univ ers al. El baron observe que aquello sonaba a dogma. El doctor le miro. — tS i? C u a n d o ves al M al aje c o m p re n d e s q u e d e u n e m p u j o n t e e c h a r a d e l c am i n o . »Tambien se o tra cosa —prosiguio—: una copa vertida en otra copa nos da un agua diferente. Las lagrimas derra m ada s por un ojo cegarian otro ojo si cayeran en el. El pecho que golpeamos de alegria no es el mismo pecho que golpeamos de dolor; la sonrisa de un hom b re se ri a c o n s te m a c io n en lo s la bio s de o tr o hombre. Atras, rio eterno, aqui viene la desgrac ia . El h o m b r e n o t i e n e a s i d e r o q u e n o s e a t a m b ie n u n c o m p ro m is e . jSea! R ie nd o Ue gue a P aci
del pobre. A mi m e gu stan los pob res y los vagabundos —anadio—, porque la desgracia los hace impersonales, pero a mi... a mi casi se me c o n s i d e r a u n p e s a d o , u n p l o m o , la c e r a q u e h a c e grumos en la bills o en la sangre mediana del hombre, conocida por corazon o haz de los resoplidos. Ojala reviente mi dilatador y se oxide mi especulo y que el panico se apodere de mi dedo indice antes de que yo sehale a mi hom bre. Sus manos (que Uevaba siempre como el perro que anda sobre las patas traseras) parecian a c a p a r a r s u a t en c i o n . Y e n t o n c e s d i j o b a j a n d o sus ojos grandes y melancolicos, con aquel dest e l lo q u e c o n f r e c u e n c i a a p a r e c i a e n e ll os : —^ P o r q u e s ie m p re q u e oi g o m u s ic a m e si en to como u na novia? —N e u r a s te n ia — d ij o Fe lix . El doctor movio neg ativamente la cabeza. —N o; n o e s to y n e u ra s te n ic o ; la g e n te n o m e inspira tanto respeto; lo cual, por cierto, es la b a s e d e la n e u ra s te n ia . —I m p a c ie n c ia . E l d o c t o r a s i n ti o . — Lo s ir la n d e s e s e s ta n im p a c ie n te s d e e te m idad; mienten para adelantarla y mantienen el equilibrio gracias a la pericia de Dios, Dios y el Padre. — E n m il s e is c ie n to s o c h e n ta y c in c o —d ij o el b a r o n c o n c a u s ti c o h u m o r— lo s tu rc o s in tr o d u je r o n el c a f e e n V ie n a, y d e s d e e n to n c e s V ie na , como una mujer, tuvo una impaciencia, algo que le gustaba. Usted ya sabra, desde luego, que a l j o v e n P i t t s e le n e g o l a a l i a n z a p o r q u e c o m e tio la torpeza de ofrecer te. Austria y el te nunca d ri ir ju d iu d d ti b b je
d r e. .. e n A u s t r i a e r a n e l e m p e r a d o r . —E l d o c t o r l e v a n t o l a m i r a d a . E l cha sseu r del Ho tel Recam i e r (a l q u e c o n o c i a p e r fe c t a m e n t e ) s e a c e r c a b a corriendo. —j Eh l —g ri to el d o c to r q u e s ie m p re , a to d a s horas, esperaba algo—. tQue hay? —El muchacho, con su chaleco a rayas rojas y negrais y su gran delantal manchado, se paro delante de el y grito en frances del Midi que la senora del veintinueve se habia desm ayado y no podian hacerla volver en si. El doctor se levanto lentamente, suspirando. «Pague —dijo a Felix— y sigame.» Puesto que n i n g u n o d e l o s m e t o d o s d e l d o c t o r e r a o r to d o x o , Felix no se sorprendid por la invitacion e hizo lo qu e se le decia. En el segundo piso del hotel (una de esas pens io n e s b u r g u e s a s q u e s e e n c u e n t r a n e n c a s i t o d a s las esquinas de Paris, ni buenas ni malas pero tan t ip i c a s q u e p o d r i a n c a m b i a r la s d e s i ti o y e n t o d a s p a r te s ^ c a j a r i a n ) h a b ia u n a p u e r t a a b ie r ta p o r la que se veia una alfombra roja y, al fondo, dos v e n t a n a s e s t r e c h a s q u e d a b a n a l a p la za . En la cama, rodeada por una coleccion de p la n ta s e n m a c e ta s , p a lm e ra s ex o ti c a s y fl o re s cortadas, y las notas ligeramente excesivas de p a ja ro s o c u lt o s q u e p a r e c ia n o lv id ad o s —d e ja d o s si n la h a b it u a l f u n d a s il e n ci a d o ra , p a re c ida al pano de urna funeraria, con la que las b u e n a s a m a s d e c a s a s u e le n t a p a r la j a u la p o r la noche—, semiderrumbada del soporte de los almohadones, abandonada durante un amago de vuelta en si, yacia pesadamente la muchacha, con desaliho, las piernas enfundadas en panta l o n d e f r a n e l a b l a n c a, s e p a r a d a s c o m o e n u n
tos de grueso charol que parecian muy livianos p a ra la p ir u e ta in te rr u m p id a . Las m a n o s, -la rg as y hermosas, a ca da lado de la cara. El perfume que exhalaba su cuerpo era de la calidad de esa ca m e de la tierra que es el hongo, que huele a humedad capturada y, no obs t a n t e , e s s e co , a h o g a d o p o r e l a r o m a d e l a c e i te de ambar que es una enfermedad interna del m a r , s u g e s t iv o d e u n s u e n o i m p r u d e n t e y t o ta l . S u c a m e t e n i a l a t e x t u r a d e l a v id a v e g e t a l y, debajo, se intuia una estructura ancha, porosa y desgastada por el sueno, como si el sueno fuera u n a p o d r e d u m b r e q u e l a r o i a p o r d e n t ro , d e b a j o de la superficie visible. Alrededor de la cabeza tenia un fulgor que era como esa fosforescencia que envuelve las aguas, como si la vida residiera en ella por imprecisas nebulosas —imprimiendole el caracter turbador de la sonambula nata que vive en dos mundos—, hibrido de nino y de bandido. P a r e c i a u n c u a d r o d e l douanier R o u s s e a u , dormida en una selva atrapada en un salon (cuyas paredes, al aprehenderla, habian huido), arrojada erttre plantas carnivoras: su racion. El c o n j u n t o p a r e c i a p r o p i e d a d d e u n dom pte ur in visible, medio senor, medio empresario, cuya entrada se espera que sea saludada por una orquesta de instrumentos de viento de madera c o n u n a s e r e n a t a q u e p o p u l a r i z a r a l a s el va . Felix, por discrecion, se situo detras de las p alm e ra s . El d o c to r, c o n ru d e z a p ro fe s io n a l a c e n t u a d a p o r s u e t e r n o t e m o r a s e r d e s c ub i e rto por las autoridades (no tenia licencia para ejerce r). dijo: , —j Por lo s cl av os d e C ris to fn c c io n e le la s m u
La encontro y, con ademan de cordial familiaridad, le rocio la ca ra con la m ano. Una serie de estremecimientos casi impercept ib l e s f r u n c i e r o n l a p i el d e l a m u j e r c u a n d o e l agua le resbalo por las pestanas y los labios h a c i a l a c a m a . U n e s p a s m o b r o t o d e l a p ro f u n d i dad del desmayo y ella abrio los ojos. Inmediatam ente, trato de incorporarse... —Y o e s ta b a p e rf e c ta m e n te —d ij o y vol vi o a ca er en la postracion del aniquilamiento. Felix, experimentando una redoblada confu sion, miraba ahora al doctor que quedaba parcialmente escondido por el biombo colocado al lado de la cama, y le vio hacer los movimientos p ro p io s del il usi onis ta ; co n el a ir e del que , al p r e p a ra r al p u b li c o p a r a el pr odig io , ti e n e q u e fingir que no hay nada que ocultar, y mueve los hom bros y los codos con «inocencia» cuan do lo que hace es preparar la parte mas flagrante de la supercheria. Felix advirtio que su finalidad era la de escamotear unas gotas de perfume de un frasquito que habia en la mesita de noche, empolvarse la aspera barbilla con la borla y pasar la barra de rojo por los labios, frotandolos despues uno con tra otro, a fin de que pareciera que su subito e m b e l le c im i e n to e r a g r a c ia e s p o n t ^ e a d e l a N aturaleza; creyendose todavia al abrigo de toda mirada, como si aquel velo de magia empezara a desintegrarse, como si los mecanismos de la maquinacion se hubieran desencajado y retrocedieran a la simpUcidad del origen, la mano del doctor se poso sobre un billete de cien francos que ha bia encima de la mesa. Con esa opresion en el estomago que senti-
su seguridad en una pirueta embaruUada y, p ro b a b ie m e n te , m o rt al, Fe lix vi o la m a n o d e s cender, agarrar el billete y desaparecer en el limbo del bolsillo del doctor. El sabia que seguiria sintiendo aprecio por el doctor, pero com p re n d ia q u e el lo s e ri a a c o s ta d e u n a la rg a se ri e de convulsiones del espiritu, analogas a la segregacion del fluido de la ostra que tiene que cu b rir s u d e sa z o n co n u n a p erl a ; as i te n d ria el q u e cubrir al doctor. Al mismo tiempo, sabia que este refrendo de aceptacion (por el cual aquello que debemos querer se convierte en lo que podemos querer) tambien le afectaria a el, aunque n o l o h u b i e r a p r o v o c a d o v o l u n t a r ia m e n t e . Felix, abstraido en las espiras de esta nueva i n q u i e tu d , d i o m e d i a v u e l t a . L a m u c h a c h a s e h a b la s e n ta d o e n la c am a. C o nocia al d o c to r. Le habia visto en otro sitio. Pero, del mismo modo que uno puede estar diez anos comprando en la misma tienda y ser incapaz de decir de que conoce al tendero si lo ve por la calle o en el pro menoir d e u n t e a t r o , p u e s t o q u e l a t i e n d a f o r m a p a r te de s u id e n ti d a d , el la tr a ta b a a h o ra d e situarlo, al verlo fuera del m arco h abitual. —C afe d e la M ai ri e d u VL —dijo el d o c to r a v o le o , a f i n d e t o m a r p a r t e e n e l p r o c e s o d e s u vuelta en si. La muchacha no sonrio, aunque le reconocio al oirle hablar. Cerro los ojos y Felix, que contemplara con avidez su azul misterioso e impresionante, creyo que seguia viendolos tenuemente, transparentandose a traves de los parpados con una luz de eternidad, como si en el iris hu b ie ra a d v e rt id o e sa vis io n d e s e n fo c a d a d e la b e s ti a salv aje q u e n o s e h a a ju s ta d o a s o s te n e r
La mujer que se presenta al espectador como un «cuadro» compuesto y acabado es, para la m en te contem plativa, el m ayo r de los peligros. A veces, uno encuentra a una mujer que es bes tia en trance de hacerse humana. Cada movimiento de esta persona se reducira a la imagen d e u n a e x p e r i e n c ia o l v id a d a , e s pe j is m o d e u n a b o d a e te rn a p ro y e c ta d o s o b re la m e m o ri a ra ci al ; una alegria tan insoportable como lo seria la vi sion de un antilope bajando por una arboleda, Coronado de azahar, con un velo nupcial y una p a ta le v a n ta d a e n a c ti tu d te m e ro s a , c am in a n d o con el p^pito de la carne que se hara mito; al igual que el unicornio no es ni hombre ni animal d i s m i n u i d o s in o a n s i a h u m a n a q u e c o m p r i m e e l p e c h o c o n tr a s u pre sa. Esa mujer es la portadora de germenes del p a sa d o : d e la n te d e el la n os d u e le la e s tru c tu ra de la cabeza y las mandibulas; nos parece que p o d ri a m o s co m ern o sl a , a el la q u e es la m u e rte d e v o r a d a q u e v u e l v e p o r q u e s o lo e n t o n c e s a c e r camos la cara a la sangre que hay en los labios de nuestros antepasados. Algo de esta emocion invadio a Felix. Pero el que, por su raza, era incapaz del abandono, se sintio como el que en un museo contempla un mascaron de proa que, aunque estatico, sin mecerse ya en el tajamar, todavia parece ir contra e l vi en t o; c o m o s i a q u e l la m u c h a c h a r e u n i e r a e n si las dos mitades de un destino roto que, en el sueno, se hubieran encarado a si mismas, como una imagen y su reflejo en un lago parecen es t a r s e p a r a d a s u n i c a m e n t e p o r l a v a c i la c i o n d e l a hora. La voz de esta muchacha tenia el tono del
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«aparte» musitado por el actor que, con la leye avaricia de su discurso, retiene la explicacion hasta el momento oportuno en que haya de lu~ c i rs rs e a n t e s u p u b l i c o — e n s u c a s o , u n a i m p r o v iisacion prudente, aludiendo a lo que diria mas adelante cuando pudiera «verlos». En suma, la f o r m u l a m a s l a r g a d e u n a d e s p e d i d a r a p i d a . X.es invito a entrar a verla cuando «pudiera sentirse mejor».E l d o c t o r , a t r a p a n d o a l p a s o a l chasseur, preg u n t o el el n o m b r e d e l a m u c h a c h a . « M a d em em o i selle selle R obin Vote» Vote»,, respon dio el chasseur. Al salir a la calle calle,, el doctor, deseo so d e tom ar «la ultima antes de ir a la cama», se encamino de nuevo al cafeDespues de un corto silencio, pregunto al ba ron si.algima vez habi'a pensado en las mujeres y el ma trimonio. M antenia la m irada fija en el marmol de la mesa, sabiendo que Felix habia e x p e r i m e n t a d o a l g o e x t r a o r d i n a r io io . El baron respondio que si; el deseaba un hijo que sintiera lo que sentia el por el «gran pasado». Entonces, el doctor, con fingida indiferencia, pregunto de que nacion elegina a la madre de s u hijo. hijo. —A m e ri c a n a —r e s p o n d io e l b a r o n in m s d ia ta mente—. Con una americana puede hacerse todo. E l d o c t o r s e e c h o a r e i r. r. G o l p e o la la m e s a q o n su blando puho. Ahora estaba seguro. «E1 desti ne y las cpmp licaciones ,empiezan o tra vez; el escarabajo pelotero empujando su carga cuesta arriba. jOh, y que dura es la pendiente! ha no bl e za , si, p e r o ^y q u e e s eso ?» El baron fue a responder pero el doctor le-
—U — U n m o m e n to , y a lo se, son los pocos sobre los que los muchos mintieron largo y tendido h a s t a h a c e r l o s i n m o r ta ta l e s , M u y b i e n , u s t e d q u ie ie re un hijo. —Hizo una pausa—. Para el campesino, un rey es un actor que llega a hacerse tan escandaloso que tiene uno que inclinarse ante el. Escandaloso en el sentido mas elevado, desde luego. po r qu e hay que inclinarse ante el? el? Porque ha sido senalado como el unico perro que no debe contenerse dentro de casa; tari elevados son que pueden difamar a Dios y ensuciar su propia casa; pero el pueblo: eso es diferente. El pueblo tiene que respetar a la Iglesia y respetar a la-nacion:-ellos beben, y rezan, y orinan en el lugar indicado. Todo hombre tiene un corazon d om esticado, salvo el gran hombre.. El pue b lo a m a a s u Ig le s ia y la c o n o c e , c o m o el p e rr o conoce la casa en la que ha sido educado, y a ella vuelve, guiado por el instinto. Pero, solo ante la autoridad suprema, el rey, el zar, el em p e ra d o r, q u e p u e d e n h a c e r s u s n e c e s id a d e s en el mismo firmamento, solo ante ellos se inclina. El baron, al que la obscenidad siempre Violentaba, no pudo sentirse ofendido por el doctor; p e rc ib ia la g ra v e d a d , la m e la n co h 'a q u e o c u lt a b a cada broma y cada maldicion que proferia el doctor, y po r eso le le respondio c on seriedad: —R e n d ir h o m e n a je a l p a s a d o es el u n ic o ge sto que ab arca tam bien el futuro. — p o r es o q u ie re u n hi jo ? —P o r es o. Al n in o m o d e m o n o le q u e d a n a d a a lo qu e a'si a'sirs rse. e. 0, m ejor dicho, no le qued a nada con que asirse. Nosotros ahora nos aferramos a la vida con nuestro ultimo musculo: el
locura, recuerdelo. —El doctor se inclino hacia delante—. El ultimo hijo que nace de la aristocracia, a veces, es idiota. Nosotros, por respeto, querem os subir, pero bajamos. El baron dejo caer el monoculo; el ojo desarm a d o e s t a b a i n m o v il il . —N o n e c e s a r ia m e n te —d ijo . Y a g re g o — : P e ro u s t e d e s a m e r i c a n o y p o r e s o n o c r ee ee . _ jU h ! —u lu lo el d o c to r— . P o rq u e s o y a m e ri cano lo creo todo. Por eso le digo: jCuidado! En l a c a m a d e l re re y , s ie ie m p r e s e e n c u e n t r a , j u s t o a n tes de que se convierta en pieza de museo, el excremento de la oveja negra. —Levanto la copa—. Por Robin Vote —dijo—. No tendra mas de veinte anos. El cierre metalico cayo sobre la ventana del Cafe de la Mairie Mairie du VP con u n rugido.
A1 dia siguiente, Felix se pres en to e n el Ho tel R e c a m i e r c o n d o s t o m o s d e l a Vida de los Bor hones. hones. Miss Vote no estaba. Volvio cuatro tardes c o n s e c u t i v a s y, y, c a d a v ez ez , l e d i j e ro ro n q u e a c a b a b a de salir. A la quinta tarde, al torcer por la rue Bo napa rte, se tropezo con ella. ella. Fuera de su marco —las plantas que la rodeaban, el sombrio terciopelo rojo de las sillas y las cortinas, el sonido debil y nocturnal de los p a ja r d s — ella- c o n s e rv a b a la s u g e re h c ia d e s u entorno natural, como los animales. Le pfopuso dar un paseo por los jardines de Luxembourg hacia donde se dirigia cuando el la abordo. Pasearon por los desnudos y frios jardines y Felix era feliz. Le parecia que con ella podia hablar, que podia contarselo todo, aunque ella guarda-
dit Lyonnais, en el que ganaba dos mil quinientos francos a la semana; que hablaba siete idibmas, que era util al Banco y, agrego, tenia a h o r r a d o a l g u n ' d i n er er o , g a n a d o e n e sp sp eC eC u la la ciones. Felix Felix and ab a u n p oco rezagado. Los movimovimientos de la muchacha eran angulosos y un p o c o o b li cu o s, le n to s, al d e s g a ir e , p e ro g ra ci os o s: el paso reposado, de la ron da noc turna. Elia no Uevaba sombrero y su cabeza clara, de cabello corto, aplastado en la frente, que hacian todavia ma s e strech a un os rizos que le caian' casi sobre el fino arco de la c^ja, le daban el aspecto de esos querubines de los teatros del Renacimiento; de perfil, perfil, sus ojos parecian ligeiia ligeiiamente mente abom bados y las sienes, bajas y cuadradas.^Era graciosa p e r o u n p o c o d e sv ai d a , c o m o u n a v ie ja e s ta tu a de u n jardin, que m ue stra las huellas huellas de las inintemperies soportadas, que, mas que obra del hombre, es obra del viento, de la Uuvia y de la sucesiqn de las estaciones y, aunque formada a imagen humana, es una figura de la fatalidad. Felix sentia su presencia como un dolor y tambien como una dicha. Al pensar en ella, rem e m o r a r s u i m a g e n e r a u n a g e s t a d e la la v o lu lu n t a d ; e v o c a r l a in in s e n s i b l e m e n t e c u a n d o s e ib ib a e r a tan facil como evocar una sensacion de belleza abstracta. Cuando sonreia, la sonrisa estaba solo en los labios y era un poco amarga: era la cara de una incufable que todavia no ha enfermado. En dias sucesivos, pasaron muchas horas en los museos, y aunque ello complacia inmensamente a Felix, nO podia menos que sbrprenderse de que, muchas veces, ella, si bien apreciaba lo excelente, tambien elogiaba con una emo'cion no
tocaba un objeto, sus manos parecian hacer las veces de los ojos. El penso: «Tiene el tacto de los ciegos Que, por ver mas con los dedos, olvidan mas con la mente.» Sus dedos avanzaban, vacila ba; b a; c o m o si h u b ie ra n e n c o n tr a d o u n a c a r a e n la oscuridad. Cuando, por fin, la mano quedaba en reposo, la palma se cerraba; era com o si hub iera tapado una boca Uorosa. La mano quedaba quieta y ella se volvia. En aquellos momentos, Felix experimentaba una aprension inexplicable. L a s e n s u a l i d a d d e s u s m a n o s l e a s u s ta ta b a . Sus ropas eran de un periodo que el no aca b a b a d e -i d en tifi ti fica ca r. L le v a b a p lu m a s c o m o la s que solia solia llevar llevar la ma dre de Felix Felix,, aplastad as hacia la cara. Sus faldas, moldeadas a la cadera, tenian una linea amplia. Eran mas largas y con m as vuelo qu e las de otras mu jeres, y' eran de unas sedas pesadas que le daban aspecto de ren o v a d a a n t i g i ie ie d a d . U n d i a e l d e s c u b r i o e l s e c r e te. Al entrar en una tienda de antigiiedades de la orilla del Sena, para pedir precio de un pequeno tapiz, vio a Robin reflejada en el espejo de la p u e r t a d e la tr a s ti e n d a , v e s ti d a c o n u n tr a j e d e grueso brocado que el tiempo habia manchado y TOt TOto en alguno s lugares, pero tan amp lio que p e r m it ia h o lg a d a m e n te el a rr e g lo . F e li li x d e s c u b r i o q u e s u a m o r p o r R o b i n n o era, propiamente, una eleccion; era como si el p e s o d e to d a s u v id a s e h u b ie r a c o n c e n tm d o e n un precipitado unico. El tenia el proposito de forjarse un destino con esfuerzo laborioso y'tenaz; pero llego Robin y su destino se le ofrecio e s p o n t ^ e a m e n t e . C u a n d o le le pi p i di di o q u e s e c a s a r a c o n . e l l o h iz iz o c o n u n p r o n t o t a n i m p r e m e d i t a d o que le sorprendio verse aceptado, como si en la
Primeramente, la Uevo a Viena. Para darse seg uridad a si rmsmo, rmsmo, le m ostro tod os los edifi edifi-cios historicos. El se repetia que, mas tarde o m a s t e m p r a n o , e n e s t e j a r d i n o e n a q u e l p a la la c io io , ella se sentiria subitamente conmovida como se sentia el. Sin embargo, ahora le parecia que tambien el era un turista. Trato de explicarle lo que era Viena antes de la guerra; lo que debio de ser antes de que naciera el; sin embargo, sus recuerdos eran desdibujados y confusos, y se oia a si misrao repetir lo que habia leido, porque eso era lo que mejor sabia. Con metodica ansiedad, la llevo por tod a la ciudad. Le decia: «Ahora «Ahora eres baronesa.» El le hablaba en aleman mientras- ella com ia gu esos Schnitzel y pasteles de c a r n e , o p r i m i e n d o le le l a m a n o s o b r e e l a s a m a c i z a de la jarra de cerveza. Le decia: <.
ewig, darin liegt seine Schdnheit.» Schdnheit.» Paseaban por delante del Palacio Imperial, b a jo u n so l ca li d o y r a d ia n te q u e il u m in a b a lo's recortados setos y las estatuas. Fue con ella al K am m ergarten y alii le le hablo, y luego luego a la GloGloriette y se sentaron primero en un banco y lue go en otro. De pronto, con un sobresalto, el se dio cuenta de que corria de uno a otro banco como si se tratara de butacas de orquesta, como si fuera el quien estuv iera tratando de no perders e nad a; aho ra, al llegar al extrem o del jarjardin, descubrio que habia ansiado ver cada arbol y c a d a e s t a t u a d e s d e u n a n g u l o d i fe fe r e n te te . En el hotel, hotel, ella ella se acerco a la ventan a, corrio las cortinas de terciopelo, retiro el burlete que Viena inserta en las juntas, para defenderse del viento y abriq la ventana, a pesa r de qu e la nonoc h e e r a f r ia ia . H s e p u s o a h a b l a r d e l e m p e r a d o r
hablaba impulsado por el afan implacable de recrear a los grandes, generales, estadistas y em p e ra d o re s . S e n ti a e n el p e c h o u n peso ta n eno rme como si soportara toda la carga de sus atavios y de su destino. A volverse a m irar a R obin tras una interminable catarata de dates y especulaciones, la vio sentada con las piernas extend i da s , l a c a b e z a a p o y a d a e n e l re s p a l d o a d a m a s cado del silion, con un brazo colgando^ y u na mano que, inexplicablemente, parecia mas yieja y mas sabia que el resto del cuerpo; y, al mirarla, el comprendio que no era lo bastante fuerte p a ra h a c e r d e ella lo q u e esp e ra b a; se n e c e sit a b a algo mas que su elocuencia. Se necesitaba el contacto con^personas exoneradas de su condicion terrena por un acusado sesgo espiritual, alguien de aquel aritiguo regimen, una vieja dama d e l as c o r t e s p a s a d a s q u e s o lo r e c o r d a b a a o t r o s a l tr a t a r d e p e n s a r e n s i m i sm a . Por lo tanto, al decimo dia, Felix desistio y regresaron a Paris. Durante los meses siguientes, Felix cifro sus esperanzas en el hecho de que Rob in m os trara inclinaciones religiosas y en el reconocimiento de que era un enigma. Se decia a si mismo que posiblemente bajo aquella aparen te indiferencia- se o cultaba la grandeza. H intuia que, a pesar suyo, la atencion de Robin ya estaba prendida en algo que todavia no habia p a s a d o a la H is to ri a . Ell a sie m p re p a re c ia e s ta r e s c u c h a n d o e l e c o d e u n a e s c a r a m u z a e n l a s an gre que no tenia Una localizacion precisa, y cuando el llego a conocerla mejor esto fue lo unico en lo que pudo fundar su intimidad. El espectaculo tenia cierto patetismo: Felix revivia la tragedia de su padre. Ataviado como un ca-
su paso al de su mujer, Felix, con el monocuio b ie n ate n az a d o , c a m in a b a al la d o d e R obi n, ha bla nd ole , ll a m a n d o s u ate n c io n s o b re e sto y lo o t ro , d e s t r o z a n d o s e a s i m i s m o y d e s t r o z a n d o s u p a z d e e sp ir it u en el a fa n p o r d a rl e a c o n o c e r el destino para el que la habia elegido: el de darle u n o s f ii jo s q u e r e c o n o c i e r a n y h o n r a r a n e l p a s a do. Porque, sin esta reverencia, el pasado, tal como lo concebia el, se perderia. Pero ella no escuchaba y el, irritado pero en tono sereno, dijo: «iTe estoy enganando!» Y se pregunto que hab ria querido decir y por que ella no le oyo. «Un hijd —pensaba el—. |Eso, un hijo!» Y entonces se dijo: «^Y por que no llega?» Esta i d e a le a c o m e t i o b r u s c a m e n t e m i e n t r a s c a v il ab a al tiempo que hacia sus numeros. Corrio a casa con un frenesi de impaciencia, como el niho que o y e d e s f i la r u n r e g i m i e n t o j n o t i e n e a q u i e n p e d ir p erm is o p a r a ir a verl o pero , a p e s a r de todo, co rre a impulsos .desiguales. Cuan do la tuvo delante, lo unico que pudo tartamudear fue: «iY nuestro hijo? Wo ist das Kind? W'arum? Warum?^
Robin se dispuso a conce bir recurriendo a su unico poder: una calma cataleptica y tenaz, creyendose en^inta antes de estarlo; y, extranamente consciente de una tierra incognita de su interior, no p ara ba en casa. Pa seab a po r eL cam po , s u b ia a lo s tr e n e s y se ib a a o tr a s ci udades, sola y absorta. Una vez estuvo tres dias fuera y cuando Felix estaba ya casi loco de angustia, ella aparecio en plena noche y dijo que Habia llegado a m itad de cam ino de Berlin. De pronto, abrazo la religion catolica. Un dia entro qu edam ente en un a iglesia. Las oraciones
meditacion. Luego, como si un inescrutable des e o d e s a lv a c io n , c o m o s i u n a n h e l o m o n s t r u o s o p rb y e c ta ra u n a so m b ra , to d o el m u n d o vol vi o la c a b e z a h a c i a a q u e l l a jo v e n a l ta , c o n t i p o d e m u chacho, que avanzaba lentamente por el pasiUo y se arrodillaba. ^ Re corrio m uch as iglesias: Sa int Julien- le Pauvre, la iglesia de Saint Germain des Pres, Sainte Clothilde. Se arrodillo hasta en las fnas b a ld o sa s d e la ig le si a ru s a , e n la q u e n o h ay b a n c o s : u n a fi g u ra so li ta ri a y e n s im is m a d a q u e Uamaba la atencion, con sus hombrbs anchos y s u s p ie s g r a n d e s y t a n t e r r e n a l e s c o m o l o s d e u n fr^ilo
Un dia, en la rue Picpus, entro e n los jardine s del convento de la Adoration Perpetuelle. Hablo c o n la s m o n j a s y e ll as . s i n ti e n d o q u e m r a b a n a a l g u ie n q u e n u n c a p o d r i a p e d i r n i r e c i b i r m i s e n cordia, la bendijeron desde el fondo de -su coraz6n y le dieron una ramita de rosal. Le ensenaron donde Jean Valjean guardaba sus aperos y d o n d e l a s j o v e n c i t a s d e l a pen sio n h a c i a n s u s c o l c h a s y R o b i n to m o l a r a m i t a s o n n e n d o y c o n t e m p l o l a tu m b a d e L a f a y e t t e, m i e n t r a s p e n saba sus pensamientos despoblados. Arrodillada e n l a c a pi ll a, e n l a q u e n u n c a f a l t a b a u n a m o n j a que rezara el rosario, Robin, tratando de conc e n t r a r l a m e n t e e n e s t a s u b i t a n e c e s id a d , a d v ir t io q u e e s t a b a p r e o c u p a d a p e n s a n d o e n s u e s ta tura. ^Estaria creciendo todavia? Ella trataba de pensar en el mundo al ^ue p e rte n e c e ria su hi jo . P e n s a b a e n el e m p e ra d o r Francisco Jose. Existia una relacion entre la gravidez de su cuerpo y el peso que habia en su
je re s a la s q u e ella re la c io n a b a co n o tr a s mujeres. Extranamente, eran mujeres de la Historia, Louise de La Valliere, Catadina de Rusia, Madame de Maintenon, Catalina de Medicis y dos mujeres de la literatura, Anna Karenina y Catalina Heathcliff; y ahora esta otra mujer, Austria. Ella rezaba, y su oracion era monstruos a, p o r q u e n o q u e d a b a e n e ll a r i lt a rg e n p a r a l a condenacion ni para el perdon, para la alabanza ni para el reproche —los que no pueden conce b ir u n ' p a c to n o p u e d e n s e r sa lv ad o s ni co ndenados. Ella no podia ofrecerse a si misma; solamente hablaba de si mistna; con una p re o c u p a c io n se a u to a li m e n ta b a . Apoyando su cara infantil, de barbilla redonda y Uena, en el prie-dieu, con la m irad a fija,, de p ro n to s e ech o a re ir e n v ir tu d d e c ie rt a o c u lt a c a p a c i d a d , c o n . u n r e c o n d i t o h u m o r s u b t e r ra neo; cuando ceso la risa, doblo el cuerpo hacia delante, en un desvanecimiento, despierta pero con la pesadez del que du erme. Aqu ella noche, cua nd o. Felix volvio a casa , enc o n t r o . a R o b i n d o r m i d a e n u n s il lo n, c o n u n a m ano en la mejilla y un brazo caido. En el suelo, al lado de su mano, habia un libro. Eran las Memorias del marques de Sade. Una linea esta b a s u b ra y a d a : Et lui ren dit pen dant sa captivite
les miile services qu ’un amou r devoue est seul capable de rendre, y, de pronto, a Felix le asalto la p reg un ta: «<^Que es lo q ue es ta mal?» Ella despe rto pero no se m ov id El se acerco, la tomo del brazo y la levantd. Ella apoyo una mano contra el pecho de el, empujandole. Parecia asustada. Abrio la boca, pero no Scdio ni una p a la b ra El di o u n p a s o a tr a s tra to d e h ab la r,
Aquella noche, le empezaron ios dolores. Ella j u r a b a a gr itos, al go q u e pi llo to ta lm e n te d espre venido a Felix; el trataba ridiculamente de ponerla comoda. —iV et e al i n fi e m o ! — g ri to el la. S e m o v ia des pacio, alejandose de el de silla en silla; esta ba bo rracha, con el pelo bailandole delante de los ojos. Robin dio a luz entre gritos freneticos de autoafirmacion y desesperacion. Temblando de dolor y de furor, jurando como un carretero, se incorporaba apoy^dose en un codo, con el camison manchado de san^e, mirando a un lado y o t r o d e l a c a m a c o m o s i h u b i e r a p e r d i d o a l go . «jPor los clavos de Cristo, por los clavos de Cristo!», gritaba llorando como una nina ante el comienzo de un'horror. Al cabo de una semana de dejar la carna, es t a b a p e r d i d a , c o m o s i h u b i e r a h e c h o a lg o i rr e p a rable, y este acto fuera la primer'a cosa de su vida que a traia su atencion. Una noche, Felix entro sin hacer rmdo y la encontro en el centro de la habitacion, sosteniendo en alto a la criatura, como si se dispusiera a estrellarla contra el suelo, pero la bajo con suavidad. La criatura, un niho, era pequeno y triste. D o r m i a d e m a s i a d o , e ; i u n a t r e m u l a p a rM i si s nerviosa. Hacia pocos movimientos voluntaries y lloriqueaba. R o b i n v o l v ia a s a l i r a v a g a r s in r u m b o . H a c i a viajes intermitentes, de los que volvia horas o dias despues, indiferente. La gente se sentia violenta cuando ella les dirigia la palabra, enfrentados^ a u n a c a t a s t r o f e q u e t o d a v i a n o h a b i a c o-
l o d e m a s , f in g i a n o d a r s e c u e n t a d e n a d a . R o b in casi no paraba en casa. El no sabia donde preguntar. A veces, al ir a entrar en un cafe, daba marcha atras porque la habia visto en el bar; a veces, riendo, pero casi siemp re silenciosa, con la cabeza inclinada sobre la copa y el pelo hacia la cara y, alrededor de ella, gente de todas clases. Una noche, al volver a casa a eso de las tres, la encontro a oscuras, al lado de la ventana, en tre los plie.gues de la cortina, adelantando el menton de tal manera que se le recortaban los musculos del cuello. Cuando el se le acercaba, ella dijo, furiosa: «|Yo no lo queria!» Levanto la m ano y le dio un a bofetada. H d i o u n p a s o a t ra s ; s e le c a y o e l m o n o c u l o y lo asio al vuelo. Respiro profundamente. Espero un segundo largo, tratando de aparentar natura lid ad : «Tu- no lo q ue rias —d ijo—. Se inclino, ostensiblemente para desenredar la cinta—. Al p a re c e r, e n e so frac as e. » —tP o r q u e n o ev it a m o s hab .lar d e el? —p re g u n to el la —. H a c e r c o m o si n o ex is tief a. Felix giro e l cue rpo sin m ov er los pies. «(^Que vam os a hacer?» Ella le enseno los dientes en una mueca que no era una sonrisa. «Me marcho», dijo. Cogio la capa. Siempre la Uevaba arrastrando. Miro la ha b it a c io n c o m o si la v ie ra p o r p ri m e ra vez. Durante tres o cuatro meses, la gente del ba rrio pregunto por ella en vano. Nadie sabia adonde habia ido. Cuando volvio a aparecer, iba acompanada de Nora Flood. No explico donde habia estado; no podia o no queria hablar de si misma. El doctor dijo: «En America, que es don de vive Nora. Si lo sabre yo, que la ayude a
RONDA NOCTURNA El «sal6n» mas extrano de America era el de N ora . S u c a s a e s ta b a ro d e a d a d e u n a m a ra n a d e m a l e z a . A n t es d e p a s a r a s e r p r o p i e d a d d e N ora , la fi n ca h a b ia p e rte n e c id o a u n a m is n ia f a m i l ia d u r a n t e d o s c i e n to s a n o s . T e n i a s u p r o p i o cementerio y una capilla ruinosa en la que se conservaban unos mohosos libros de salmos, apilados de diez en diez, levantada cincuenta anos atras en repentino arrebato de perdon y absolucion. Era el salon del «pobre» para poetas, revolucionarios, pordioseros, artistas y enamorados; p a r a ca to licos, p ro te s ta n te s , b ra h m in e s , a d e p to s de la magia negra y de la medicina. De todo habia alrededor de su mesa de roble, delante de la gran chimenea, y Nora escuchaba con la m ano sob re su sabueso, m ientras el fuego proyectaba su sombra y la del perro, agigantadas, en la pared. De toda aquella turba que despotiicaba a gritos, solo eUa se destacaba. El equilibrio de su caracter, energico y refinado, daba a su cabeza, de porte sereno, un gesto de afabilidad. E r a i m a m u j e r a l ta , d e h o m b r o s a n c h o s y , a u n que su cutis era como el de una nina, se adivin a b a q u e p r o n t o s e c u r ti r ia , y a s e a d v e r t i a c o m o m a d u r a b a l a m a d e r a , c o m o a d q u i ri a f u s te s u a r bo l, te st im o n io h is to ri c o d el ti e m p o sin fu e n te s
En seguida se veia en ella a la mujer del Oeste. Al mirarla, los desconocidos recordaban los relates de carretas, animales que iban a be b e r al rio , c a b e z a s d e n in o a so m an d o , so lo hasta los asustados ojos, por ventanas pequenas, mirando a la oscuridad donde acechaba otra raza, emboscada. Mujeres con faldas de pesado ja re to n , m u je re s g ra n d es, q u e a p la s ta b a n los campos que pisaban llevando a Dios tan firmemente asentado en su mente que habrian podido fo rjar el mu ndo con El en siete dias. En aquellas tertulias increibles, sentias que volvia a interpretarse la antigua Historia de America. El tambor, Fuerte Sumter, Lincoln, Booth, te acud ian a la mente, no sabias por que; whigs y lories r o n d a b a n l a e s c e n a , b a r r a s y e s trellas, el ehjambre que crecia con lentitud y p re c is io n e n el p a n a l az ul , la g e s ta del te d e B o s t o n , c a r a b i n a s , la U a m a d a a v o c e s d e u n m u c h a c h o ; p ie s p u r i t a n o s , e n h i e s to s e n l a t u m b a d e s d e hacia tiempo, volvian a pisar la tierra de modo inhabitual, con el tacon de la plegaria hincado en el corazon. Y, en medio de todo aquello, Nora. Por temperamento, Nora era como los primeros cristianos; ella creia en la palabra. En el «sufrimiento del mundo» hay un hueco por el cual el ser singular cae continua, interminablemente; es un cuerpo que se precipita por el espacio observab le, privado de la intim idad de la desaparicion; com o si la intimidad, ap artand ose inexora b le m e n te , p o r el m is m o p o d e r s u s te n ta to ri o de s u retirada, mantuviera el cuerpo descendiendo eternamente, pero siempre en el mismo sitio y siem pre a la vista. Este ser singular era Nora. H a b ia en s u m is m o eq ui lib rio. u n a p e rtu rb a c io n q u e
N o ra te n ia la c a ra de la g e n te q u e a m a a la gente, una cara que seria torva cuando aveng u a s e q u e a m a r s i n re s e r v a s e s s e r t r a ic i o n a d o . N o ra se ro b a b a a si m is m a p o r to d o el m u n do. Insensible a la advertencia, cuando quena r e c o r d a r , y a h a b i a s id o d e f r a u d a d a . L o s \i a j e r o s de todo el mundo le sacaban buen partido porque siempre se la podia vender. Y es que eUa Uevaba el dinero de la traicion en su propio bol^^Los que lo aman todo son despreciados por todo, al igual que los que aman una ciudad, en su sentido mas profundo, se convierten en la vergiienza de la ciudad, los detraques, \os po b re s ; s u b ie n es in c o m u n ic a b le , h a si do . bu rlado , p o r s e r el ru d im e n to d e u n a vid a q u e h a ev olucionado, del mismo modo que en el cuerpo h u m a n o s e h a U a n re l iq u i a s d e n e c e s i d a d e s s u p eradas. Esta particularidad se habia comunicado incluso-a la casa de Nora;-se detectaba en sus invitados y en sus jar'dines abandonados, donde N o ra h a b ia si do c e ra e n la s m a n o s d e to d a s la s fuerzas de la Naturaleza. Dondequiera que se la viera, en la opera, en el teatro, sola y aparte, con el programa boca abaio en las rodillas, uno adv ertia en sus .ojos grandes, saltones y claros, ese brillo no retlectante de los metales pulidos en los que no se advierte el objetq en si sino el movimiento de objeto. Del mismo modo que la superncie del c a n o n d e u n a r m a , a l re f l e ja r i m a e s c e n a , i m p n me en la imagen el caracter de su propia construccion, asi sus ojos contraian y .condensa ban l a o b r a s e g u n s u p r o p i a n a t u r a le z a . P o r l a r o r m a en que erguia la cabeza, uno advertia que sus
Chopin o a Palestrina, o las melodias m ^ ligeras d e l a e s c u e l a vi en e s a, c o n u n a o r q u e s t a c i o n m ^ reducida pero mas intensa. Y ella era la unica m u j e r d e l s ig lo p a s a d o q u e p o d i a s u b i r a u n a m on tan a con los adven tistas del Septimo Dia y c o n f u n d i r a l se p t im o d i a c o n u n a p a s i o n a m i e n t o tan fervoroso en su corazon que daba al septi mo dia una cualidad inmediata. Sus correligion a r i o s c r e i a n e n a q u e h d i a y e n e l fi n d e l m u n d o p o r u n a s eri e d e d e s c o n c e rt a d a s y e m b a ru ll a d a s apreciaciones de los seis dias anteriores; Nora creia por la belleza de aquel dia en si. Ella era una de esas personas que nacen sin recursos, salvo el recu rso d e si mismas. Uno echaba de menos en ella un sentido del humor. Su sonrisa era pronta y franca pero des p e g ad a . De ve z en c u a n d o re ia e n tr e d ie nte s p o r algun chiste, pero era la suya esa risa entre divertida y estoica del que, al levantar la mirada, descubre que ha coincidido con la trayectoria de las necesidades dc u n pajaro. Ella pa recia s abe r poco o nada- del cinismo o de la risa, ese se gund o cap arazo n en ^el que se refugia el ser cuando es desarmado. Ella era una de esas desviaciones por las que el hombre p ie n s a re c o n s tr u ir se . «Confesarse» con ella era u n ac to todav ia m4s secret© que la comunicacion que ofrece el sacerdote. En ella no habia lugar para la malicia; escuc ha ba sin reproch e ni acusacion, ya que- desconocia el autorreproche y la autoacusaciom Esto atraia a la gente y la asustaba-. No' podian ni insultarla ni echarle na da -en cara, a p esa r de que les moitificaba tener que reasumir unadn ju s ti c ia q u e n o h a b ia n co n seg u id o d e s c a rg a r e n
nadie habria sido colgado, encarcelado ni p e rd o n a d o p o rq u e n a d ie h a b ri a si do «a cu sa do ». El mundo y su historia eran para Nora como un b a rc o e n u n a bote lla; el la se m a n te n ia fu e ra , sin identificarse, interminablemente absorta en una p re o c u p a c io n si n p ro b le m a. Entonces conocio a Robin. El circo Denckman, con el que Nora mantenia contacto aunque-no trabajaba para el (algunos artistas visita b a n s u ca sa ), se pre se nt © e n N u e v a Yo rk- e n el otono de 1923. Nora fue sola. Se sento en la p rim e ra fila d e silla s d e pi st a. Payasos de rojo, bianco y amarillo, con las tradicionales manchas de color en la cara, se revolcaban en el serrin como si estuvieran en el vientre de una gran madre en el que quedara sitio para jug arf Un caballo negro, de pie sobre temblorosas patas traseras, convulsas de aprension ante los cascos delanteros levantados, con su hermo sa cabeza em penachada vuelta hacia el latigo del domador, caminaba lentamente agitando las manos. Unos perros diminutos corrian p o r la p is ta im it a n d o a lo s ca b all os. L u e go sa lie ron los elefantes. U n a m u c h a c h a q u e e s t a b a s e n t a d a a l la d o d e N o ra sa c o u n ci garr illo y lo en ce n d io ; le te m b la b a n la s m a n o s , y N o ra s e v o lv io a m ira rla ; la miro porque los animales, al dar la vuelta a la pis ta , ca si s a lt a b a n la vall a e n a q u e l p u n to , co m o si no vieran a la muchacha; pero cuando sus ojos mates tropezaban con ella parecian enfocarla con -su orbita d e luz. Enton ces N ora se volvio. H a b i a n ' m o n t a d o l a g r a n j a u l a d e l os 'l eo n es que iban saliendo de sus j aulas peq uena s. Majes-
lento y pesado, hacian gravitar en el aire una f u e r z a c o n t e n i d a . L ue g o, c u a n d o u n a g r a n l e o n a U eg o a l ^ g u l o d e l a j a u la , s i tu a d o m i s m a m e n t e frente a la muchacha, el animal volvio su gran cabeza furibunda, con sus ojos amarillos encendidos y se agacho pasando las patas por entre l os b a r r o t e s y, a l m i r a r a l a m u c h a c h a , f u e c o m o si un rio se precipitara al otro lado de un calor infranqueable y sus ojos se licuaron en unas lagrimas que no Uegaron a la superficie. A esto la m u c h a c h a s e p u s o d e p ie . N o r a le t o m o l a m a n o . «iVamonos de aqui!», dijo la muchacha, y Nora, sin soltarle la mano, la.llevo afuera. En el vestibulo, Nora dijo: «Me liamo Nora Flood» y se quedo aguardando. Despues de una p a u sa , la m u c h a c h a di jo: «R ob in V ote —m ir o en derredor con desconsuelo—. No quiero estar aqui.» P ero fu e todo lo que dijo; no revelo d onde que ria estar.
Se quedo en casa de Nora hasta mediados de invierno. Dos s entimientos la. movian: am or y deseo de anonimato, tan imbricados el uno en el otro qu e era imposible separarlos. N o ra c e rro la ca sa . F u e ro n a M un ic h, V iena , Budapest y Paris. Robin hablaba poco de su v id a , p e r o , d e u n a u o t r a f o r m a , c o n s t a n t e m e n t e manifestaba su deseo de tener un hogar, como si temiera volver a perderse, como si supiera, implicitamen te, que pertenec ia a- No ra y que, si N ora , c o n s u p ro p ia fu erz a, n o le d a b a asid e ro ella po dria olvidar. N o ra c o m p ro u n a p a rt a ra e n to en la ru e d u Cherche-Midi. 'Lo eligio Rob in. D esde las altas
una mujer de granito, alta, inclinada hacia d e l a n t e c o n l a c a b e z a l e v a n t a d a ; te m 'a u n a m a n o sobre la cadera, en la actitud del que pretende inculcar precaucion a un nino atolondrado. En su convivencia, cada objeto del jardin, cada mueble de la casa, cada palabra que decian, eran prueba de su amor, de su compenetracion. Tenian sillas de circo, caballos de c arton comprados en un viejo tiovivo, candelabr'os venecianos del mercadillo, decorados de Munich, querubines de Viena, colgaduras litiirgicas de Roma, una espineta de Inglaterra y una coleccion de cajas de musica de distintos paises.- Era el museo de su encuentro, al igual que la casa que Felix habia montado por referenci^ fuera t e s t im o n i o d e l ti e m p o e n q u e s u p a d r e v iv io c o n su madre. Cuando Nora empezo a quedarse sola casi t o d a l a n o c h e y p a r t e d e l d ia , la p e r s o n a l i d a d d e la casa la hacia sufrir. Es el castigo de los que amueblan sus vidas en comun. Inconscientemente al principio, procuraba no tocar nada de su sitio; luego, advirtio que sus movimientos ' c a il to s y c u i d a d o s o s r e s p o n d i a n a u n t e m o r i r r acional: si tocaba algo, Robin podria desorientarse. pod ria perd er el rastro. El-amor se convierte en deposito del corazon, an^ogo en todos los aspectos a los «hallazgos» d e u n a t u m b a . S i e n l a tu m b a s e m a r c a e l em p la zam ie n to de l cu er po ,. la s 'v e sti d u ra s, .l os u te n silios par a la o tra Vida, tam bien en el corazon se detecta, como sombra indeleble, el objeto de su amor. En el corazon de Nora estaba el fosil de R o b in , la e n t a l la d u r a d e s u i d e n t id a d , e n t o r n o a l a c u al , p a r a s u m a n t e n i m i e n t o , c i r c u l a b a l a s a h-
nunca podia ser odiado ni corrompido, ni extraido. Robin estaba ahora mas alia de los cambios temporales, salvo por la sangre que la animaba. L a i d e a - d e q u e ' p u d i e r a n h a c e r s e l a p e r d e r f i j ab a la imagen de Robin en la imaginacion de Nora con negros temores. Robin sola, cruzando la calle, Robin en peligro. Por la fuerza de la obsesion, Robin adquirla un tamano enorme y polarizaba todos los peligros y catastrofes, magnetismo de todas las tribulaciones; Nora se despertaba por la noche gritanto, y reseguia la m a r e a d e l os s u e n o s e n l a q u e l a a n g u s t i a la h a b ia su m id o , ll evand o co nsi gn el c u e rp o d e R obin como las criaturas de la tierra se Uevan el cada ver, con infinita paciencia, con minuciosa perseverancia, dejando su contomo en la hierba com o si, al llevarselo, lo bo rdar an. Si; ahora, cuando estaban solas y contentas, apartadas del mundo por su vision del mundo, entraba pon Robin una compania extrana e im p re vis ta . A ve ce s, se d e te c ta b a co n c la ri d a d en las canciones que cantaba, canciones italianas, francesas o alemanas, canciones populares, can ciones obscenas y canciones de caza, que Nora no habia oido nunca o que no habia oido con R o b i n. C u a n d o c a m b i a b a l a c a d e n c ia , c u a n d o l a cancion se repetia en tono menor, ella comprendia que Robin cantaba una vida en la que Nora n o t e n i a p a r te ; r e t a z o s d e a r m o n i a t a n r e ve l ad o res como las posesiones de un trotamundos. Eran unas canciones que hacian lo que la prost i t u t a a r t e r a q u e n o d ic e- q u e n o a n i n g u n o m eno s al qu e la quiere. A veces, No ra l‘e hac ia coro, con la cohibicion del que ensaya una Pancion en u na lengua extrana, sin sa ber que .dice
que por decir tan poco decia tanto, interrumpia a R o b i n c o n u n a p r e g u n ta . P e r o t o d a v i a e r a m a s triste el momento en que, despues de una pausa, l a c a n c i o n r e n a c i a d e s d e u n a m b i t o in t e r i o r d o n de Robin, a hurtadillas, lanzaba un eco de su vida desconocida mas acorde con su origen. A veces, la cancion quedaba interrumpida hasta que, maquinalmente, en el preciso instante de s a li r de c a s a , R o b in l a re a n u d a b a c o m o u n a a n t ic i p ac i on , t r o c a n d o e l to n o d e r e m i n i s c e n c i a p o r el de expectativa. Pero a veces, al cruzarse por la casa, se abraz a b a n c o n a n g u s ti a , m i r ^ d o s e a l a c a r a , su je tandose la cabeza mutuamente, tan tensas a su contacto que el espacio que quedaba entre las d o s p a r e c i a a l e j a r a u n a d e o t r a . A v e c es , e n a q u el lo s , m e m e n t o s d e i n c o n s o l a b l e d o l or , R o b i n hacia un ademan o utilizaba un modismo pecu liar no habitual en ella, ajena a la delacion por la que Nora era informada de que Robin habia v u e l to d e u n m u n d o a l qu e^ p e n s a b a r e g r e s a r . Para retenerla (habia en Robin ese anhelo de que la retuvieran, porque se sabia extraviada), N o ra s a b ia q u e n o h a b ia m a s m e d io q u e la muerte. En la muerte, Robin seria suya. La m u e r t e i b a c o n e l la s, e s t u v i e r a n j u n t a s o s e p a r a das, y, con el torm en to y la catastrofe , iba la i d e a d e l a r e s u r r e c c i o n , e l s e g u n d o d u e lo . Mientras m iraba el sol pon iente del cielo inv e r n a l, s o b r e e l q u e -s e r e c o r t a b a u n a p e q u e h a torre situada muy cerca de la ventana del dormitono, Nora deducia por los sonidos la fase exacta del arreglo de Robin; tintineo de frascos de cosmetic© y tarros de crema, el leve aroma del cabello ca len tad a po r la tenacilla electrica..
c i on d e l o s b u c k s ' d e l a fr e n t e d e R o b i n y co m o el pelo se iba rizando desde la coronilla hasta la n u c a c o n s u a v e s c u r v a s a s c e n d e n t e s , - so br e a q u e l l a c a b e z a h e r m e t i c a c o n u n s i l en c io e s p a n toso. Medio narcotizada por los snnidos y por el conocimiento de que anunciaban la marcha, N o ra se d ec ia : «En la re su rr e c c io n , c u a n d o nos alcemos mirando atras, buscandonos la una a la otra, yo no conocere a nadie mas que a ti. Mi oido girara en la orbita d e mi cabeza, mis ojos se desprenderan en el punto en que yo me haga torbellino en torno a la deuda saldada y mi pie se hincara, terco, en la tierra removida de tu tumba .» Robin, desde la puerta, le decia: «No me esperes.» D uran te los anos que vivieron junta s, las salidas de Robin siguieron un ritmo que fue aceler ^ d o s e p r o g r e s iv a m e n t e . Al p r in c ip i o, N o r a i b a con Robin, pero, al advertir en Robin una ten^ sion creciente, incapaz de sop ortar la idea de que la estorbaba o de que estaba olvidada, al ver a Robin ir de mesa en mesa, de copa en copa y de persona en persona, al comprender que, de no estar alii, Robin podia volver a ella como al que, por'haber permanecido apartado de la turbulencia de la noche, tiene algo nuevo que ofrecer, Nora se quedaba en casa, durmiendo o despierta. A medida que avanzaba la no che, la ausencia de Robin se convertia en una p ri v a c io n fi si ca, in s o p o rt a b le e ir re p a ra b le . Si no se puede nenegar de una m ano am putada, p o rq u e e s ta e x p e rim e n ta n d o u n fu tu ro cu y a victima es el ahtepasado, asi Robin era una am p u ta c io n d e la q u e N o ra n o p o d ia de se nte nder-se. Y, como anhela el munon, asi anhelaba su-
de si misma, rehuyendo el cafe en el que p u d ie ra e n tr e v e r a R ob in . Una vez en la calle, Robin caminaba sumida en una vaga meditacion, con las manos metidas en las mangas del abrigo, dirigiendo sus pasos hacia aquella vida nocturna que estaba torm a d a p o r u n a t r a y e c t o r i a c o n o c i d a e n t r e I 'J or a y los cafes. Sus meditaciones, durante este recor r id o , e r a n p a r t e d e l p l a c e r q u e e s p e r a b a e n c o n trar al final del trayecto. Era esta distancia exac ta lo que impedia que los dos extremos de su. v i d a —N o r a y lo s c a f e s — ll e g a r a n a f o r m a r u n m o n s t r u o d e d o s c a b e z as . Sus pensamientos eran en si una forma de locOmocion. Andaba con la cabeza erguida y parecia mirar a todos los transeuntes. No ob stante s u m i r a d a e s t a b a a n c l a d a e n l a a n t ic i p a c io n y e l p e sar. U na ex p re sio n d e ir ri ta c io n in te n s a y pre cipitada ensombrecia su rostro y le hacia torcer la boca al acercarse a compama nocturna; sin embargo, a medida que sus ojos recorrian las fachadas de los edificios, buscando la cabeza tallada en piedra que les gustaba a ella y a Nora (una cabez a griega, con los ojos p rotu be r antes d e a s o m b r o , p o r lo s c u a l e s la b o c a d e s c o n s o l a d a p a re c ia d e r ra m a r la g ri m as ), u n a s e re n a ale g ri a irradiaba de sus propios ojos; porque esta cabe za era recordatorio de Nora y de su amor, y hacia que aquella ilusion que tenia por reun^se con aquella gente se le antojara insipida y Mste. Asi, maquinalmente, dobl.aba la esquina de la calle. Si, como ocurria a veces, tenia, que desviarse porque se tropezaba con una formacion de soldados, una boda o un entierro, entonces, p o r s u agit aci on, p a re c ia fo rm a r p a rte de l co rt e -
relacion con el calor que sera su muerte, se asocia con la llama como parte componente de su actividad. E ra esta c aracteristica lo que la salvaba de que alguien le preguntara «adonde» iba. Los transeuntes, que sentian la pregunta en la p u n ta d e la le ng ua, al o b s e rv a r s u a b s tr a c c io n y su confusion, se reprimian y se limitaban a mir a r s e u n o s a o tr o s. El doctor, al ver a Nora sola en la calle, se dijo, cuando la alta figura de la capa negra le ade lanto a la luz de un farol: «Ahi va la desmantelada. El amor se le ha caido de la pared. Una m ujer religiosa, sin la alegria ni la seguridad de la fe catolica que, como por ensalmo, te cubre los huecos de la pared de los que se han des p re n d id o los re tr a to s d e la fa m ilia ; si a u n a m u je r le q u it a s e sa se g u ri d a d —s e di jo a si m is m o, apre tand o el paso para seguirla—, el am or se suelta y se mete por las vigas. En todas partes la ve —agrego mirando a Nora que se perdia en la oscuridad—. Va buscan do lo que tem e encontrar: Robin. Madre angustiada que trata de llevars^ el mu ndo a casa.» Mirando a cada pareja que pasaba, a cada carruaje, a cada automovil, las ventanas iluminad as -de las casas, tratan do de de scub rir no ya a Robin sino la huella de Robin, influencias de su vida (y a los que' aun ‘ tenian q ue ser traicionados), Nora espiaba en cada figura que pasaba algiin movimiento que le recordara un ademan que hacia Robin; rehuyendo la zona donde sa b ia q u e e sta b a , d o nd e, p o r s u s p ro p io s m ov imientos, los camareros y la gente de las terrazas p o d ria n d e s c u b rir q u e el la fo rm a b a p a rt e d e la vida de Robin. Regresaba a casa y empezaba
sonidos de la calie, y todos los murmuUos del ja rd in , a c e c h a n d o el le v e zu m b id o q u e p ro m etiera convertirse en el ruido que anunciaria la vuelta a casa de Robin, Nora, echada en la cama, golpeaba la almohada sin fuerza, sin poder Uorar, con las piernas encogidas. A veces, se levantaba y paseaba como si quisiera ayudar a p a s a r el ti em p o, c o m o si, a c e le ra n d o el la ti d o de su corazon, pudiera adelantar el regreso de Ro bin . Y, d e ja n d o d e a n d a r e n v ano , d e p ro n to , se sentaba en una de las sillas de circo, colocadas al pie de la a lta ven tana q ue da ba al jardin, inclinaba el cuerpo hacia deiante, ponia las manos en tre las rodillas y se ec ha ba a Uorar. wjOh, Dios! jOh , Dios!», re p e ti d o ta n ta s v ece s q ue , a l fin al , tenia el efecto de toda s las palabras. que se dicen en vano. Se quedaba traspuesta, despertaba otra vez y empezaba a Uorar antes de abrir los ojos. Y v o l v ia a l a c a m a , y c a i a e n u n s u e n o q u e r e c o nocia; aunque, por el caracter definitivo de esta v e rs i on , c o m p r e n d i a q u e e l s u e n o n o h a b i a e s ta do «bien sonado» antes. Lo que el sueno tuviera d e . i m p o n d e r a b l e a h o r a q u e d a b a f ij ad o c o n l a e n t r a d a d e R o b in . N o ra s o n a b a q u e e s ta b a e n lo alt o d e u n a casa, es decir, en el penultimo piso —la habitacion de la abuela—, fastuosa y rancia; a pesar de que contenia todos los objetos de su abuela, estaba tan vacia como el nido del pajaro que no ha de volver. Retratos del tio-abuelo LleweUyn, m u e r t o e n l a g u e r r a d e S e c e s io n , a l f o m b r a s d e s c o l o r id a s , .c o r t in a s q u e p a r e c i a n c o l u m n a s - p o r e l tiempo de. su inmov ilidad; un a plu m a y un tintero,‘ la tin ta d el can on, pMida. Nora, d e pie, mira b a la c a s a c o m o .d e s d e u n a n d a m io y a h o ra e n
con m uc ha gente. No ra se dijo: «E1 sueno no volvera a ser sohado.» Un disco de luz que parecia venir de alguien o de algo que estaba a su espalda y que todavia era una sombra, Uumina b a la c a ra d e R ob in v u e lt a h a c ia a rr ib a , co n so nrisa de «unico superviviente», una sonrisa embe b id a e n m ie d o h a s ta el h u eso . N ora , a n g u s ti a d a , oyo su p ro p ia vo z q u e decia a s u lado: «Sube., Es la hab itacio n d e la abuela.» Pero sa bia que era imposible, porq ue la' ha bita cion estaba prohibida. Y’cuanto mas gritaba mas se alejaba el piso bajo, como si Robin y ella e s t u v i e r a n u n a a c a d a l a d o , de u n o s g e m e l o s d e teatro puestos del reves, disminuidas por su amor doloroso, un vertigo que proyectaba en sentidos opuestos los extremos de la casa y que estiraba a N ora descoyuntandola. Este sueno, ahora ya completo, tenia aun la anterior cualidad de no haber sido nunca el cuarto de la abuela. Ella no parecia estar alii en p e rs o n a ni p o d e r fo rm u la r im a in v itac io n. Ella q u e r i a p o n e r s u s m a n o s e n a lg o d e la h a b i t a c io n p a ra d e m o str a rl o ; el s u e n o n u n c a se lo per m itio . Esta habitacion, que nunca fue la de su abuela, que, por el contrario, parecia el reverso de cualquier habitacion en la que hubiera estado su abuela, no obstante, estaba saturada de la presencia perdida de la abuela que parecia conti-. n u a m e n t e e n t r a n c e d e a b a n d o n a r l a . L a ar qu itectura del sueno la habia- reconstruido p e rd u ra b le y co n ti n u a , d e s a p a re c ie n d o c on u n vestido largo de suaves pliegues y cuello de em caje. Los frunces de la espalda de los que arranc a b a l a c o la , d e s c r i b ia n u n a h u r v a ' a s c e n d e n t e de las caderas a los hombros en una linea apta
edad sino el temor del encorvamiento. Con esta imagen de su abuela que no era iel todo su abuela tal como ella la recordaba, iba un recuerdo de su ninez, como la vio el dia en que se tropezo con ella en una esquina de la casa —la abuela que, por alguna razon desconocida, se habia vestido de hombre, Uevaba bombfn y un b ig ote p in ta d o c o n c o r c h o q u e m a d o . E sta b a rid icula y regordeta, con pantalon cenido y chaleco rojo y extendia los brazos diciendo con amplia sonrisa: «(Cielo mio!» Su abuela, «manipulada» como una ruina prehistorica que simbolizaba su v i d a f u e r a d e s u v id a , y q u e a h o r a s e a p a r e c i a a N o ra p a r a sim b o li z a r a lg o q u e se h a c ia a R obi n, Robin desfigurada y eternizada por los jeroglificos del suen o y el dolor. Desperto, empezo a pasear otra vez y, al mira r al jardin, a l a luz del am anec er, distinguio u n a s o m b r a d o b l e q u e s e d e s p r e n d i a d e l a e st a tua. Pensando que podia ser Robin, la Uamo, p e r o n o re c ib io re s p u e s ta . In m ov il , e n to rn a n d o los ojos, vio emerger de la oscuridad la luz d e lo s o j os d e R o b in , y e l t e m o r q u e h a b i a e n ellos aumentaba su luminosidad hasta que, por la intensidad de su doble mirada, los ojos de R o b i n s e e n c o n t r a r o n c o n l o s s u y o s y la s d o s s e quedaron mirandose. Como si esa luz tuviera el p o d e r d e s it u a r el o b je to d e su te m o r e n la z on a de catastrofe, Nora vio el cuerpo de otra m ujer surgir de la s6mbra d? la estatua, con la cabeza inclinada para que los nuevos ojos no aumentaran la iluminacion; sus brazos rodeaban el cuello de Robin, su cu erp o oprimia el de Robin, s u s p i e rn a s a b a n d o n a d a s e n e l ab r a z o . I n c a p a z d e a p a r t a r l a m i r a d a , s in p o d e r h a -
-completa y devastadora, Nora cayd de rodillas p a r a q u e su s o jo s n o f u e r a n a p f r l a d o r S a
descendtJ: b a r h i l t
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e l e f a n t it o s d e m a r f i l o d e LA SQUATTER J e n n y P e t h e rb r i d g e e r a u n a m u j e r d e m e d i a na edad, cuatro veces viuda. Todos sus maridos habian muerto consumidos; ella era como una a r d il la q u e h i c i e r a g i ra r l a r u e d a d i a y n o d \ e , e n s u a f ^ . p o r h a c e r l o s h i s to r ic o s , y e l lo s n o l o r e sistian. Tenia un perfil anguloso y un cuerpo pequen o , d e b il y f e ro z q u e t e h a c i a n p e n s a r , s i n s a b e r p o r q u e, e n la m u je r d e P o p ey e; n o c a s a b a n . Cualquier parte de su persona solo hubiera p o d id o c o n s id e ra rs e « co rr e ct a» s e p a r a d a d el re s to. En sus mufiecas y en sus dedos habia un tremulo ardor como de represion compleja. Parecia vieja y, al mismo tiempo, expectante de vejez. Te daba la impresion de estar humeando con el vapor de otra persona que estuviera en trance de muerte; sin embargo, sugeria a la mente el olor (porque hay olores puramente m e n t a l e s q u e n o t i e n e n r e a li d a d ) d e l a m u j e r que va a parir. Su cuerpo sufria.con su regimen de risas y migajas, invectiva e indulgencia. Pero si extendias el brazo para tocarla, su cabeza se movia perceptiblemente con el arco quebrado de dos instintos, retroceder y adelantar, de man e r a q u e l a c a b e z a g i r a b a c o n t im id ez * y a g r e s ividad a la vez, dotada de un ritmc) tiriton y ex p e c ta n te . J e n n y s u f ri a p o r l a in c a p a c id a d d e d -l b ie E
fu e ra ^ ^ ^ o n d eq u ie ra q u e fuera dejaba un reguero de figuritas de elefantey and aba siempre de prisa y siempre jadeando. ' r e bo s L a n '^ ^ H c on b ^
arm arios y sus canteran os t ra n sa cc io n es d e s eg u n d a m a n o
intrepido para agenciarse un botin de primera ”
°
casamiento
de su biblioteca eran eleccion de otra persona. una habitacion conservada «tal como estaba cuando...». Andaba de puntiUas hasta a] entrar en el cuarto de bano para Uenar la banera, nerlanm J S e p a r a b a , a g i t a d a y f eb r il , d elante de cada objeto de la casa. No tenia sentido t id u m T p b “ P “ ’ “ y ‘r em u l a in cerd u m b r e h a c i a q u e m c l u s o l o s o b je t o s q u e e l la m o s t r a b a c o m o « m i V i r g e n d e P a lm a » o «el retrocedieran difum m a n d o s e e n l a d i s ta n c ia , d e m o d o q u e a l i n te r -
dis4 u^ lo“
s^-
a w r c a ri^e ” ™ com entario jocoso acerca de un suceso contemporaneo, eUa le mif^ ^era^ un ^ ^ '^ ^ P ° “ “ “ " d al iz ad a c om o si tuera una inconveniencia, por lo que su aten-
Con he
d e t e c t a r l o s faux pas. Con frecuencia decia que tal o cual cosa seria ^ u d a l o h a b r i a s id o , d e h a b e r la s u f n d o e lla an t e s q u e n ad ie . P a r e d a q u e t s
p re s ta d o ; d e h a b e r sid o o b li g ad a a in v e n ta rs e u n vocabulario, este habria constado unicamente de «iAh!» y «jOh!». Pla ne an do , tem bla nd o, andando con sigilo, referia anecdota tras anecdota en atropellado siseo, con una vocecita que p a re c ia sie m p re a p u n to d e q u e b ra rs e , e n ro n queciendo y convirtiendose en una voz «normal», pero nunca se convertia. Los cuentos eran humoristicos y los contaba bien. Sonreia, gesticulaba, abria mucho los ojos; inmediatamente, todos los presentes tenian la sensacion d e q u e s e p e r d i a a lg o , d e q u e a lii h a b i a u n a p e r sona a la que se le pasaba por alto la importancia del momento, alguien que no habia oido el cuento: la propia narradora. Tenia infinidad de recortes de periodico y viejos programas de teatro. Frecuentaba la Comedie Frangaise, hablaba de Moliere, de Racine y de La Dame aux Camelias. Era generosa con el dinero. Hacia regalos esplendidos con espontaneidad pero ella era la p e o r re c e p to ra d e re g alo s del m u n d o . E n v ia b a canastillas de flores a las actrices porque sentia p a sio n p o r lo s p e rs o n a je s q u e in te rp re ta b a n . La s flores estaban atadas con metros de cinta de sat e n y e l b il le t e q u e l a s a c o m p a n a b a e r a a f a b l e y efusivo. A los hom bres les env iaba libros a docenas; la impresion general era la de que era una gran lectora, aunque quiza no habia leido ni diez libros en toda su vida. Tenia una constante ra p a c id a d p o r los h e c h o s d e la s vid as aje nas; p o r q u e a b s o r b i a e l t ie m p o s e c o n s i d e r a b a r e s p o n s a ble d e lo s p ers o n a je s h is to ri co s; e ra av id a y desordenada de corazon. Con su pasion por ser una persona, profanaba el sentido mismo de la
tia la tension del accidente que hizo del animal un conato de ser humano. El futuro la inquietaba y ello la hacia indelicada. Era una de las mujeres malas mas insignif i c a n t e s d e s u t ie m p o ; p o r q u e n o p o d i a d e j a r e n p az a s u tiem po, y si n e m b a rg o n o p o d ia fo rm a r p a rte d e el. Q u e ri a s e r la ra z o n d e to d o y n o e ra causa de nada. Tenia la facilidad de palabra y de accion que la Divina Providencia otorga a los que no pueden pensar por si mismos. Era maestra d e la frase melosa y del abrazo apretadisimo. I n e v it a b l e m e n t e , u n o s e l a i m a g i n a b a d u r a n t e el acto d el am or lanzando las floridas exclamaciones propias de la comm edia delVarte; a u n q u e no deberia uno haberla imaginado en absoluto durante el acto del amor. Ella casi no pensaba en otra cosa, y aunque siempre se sometia al acto y siempre hablaba del espiritu del amor y aspiraba al espiritu del amor, era incapaz de alcanzarlo. N ad ie p o d ia s e r u n in tr u so c on el la p o rq u e n o habia lugar para la intrusion. Esta incapacidad la hacia sublevarse; no podia participar de un gra n amo r, solo podia relatarlo. Dado que ,sus reacciones sentimentales eran anodinas, tenia que recurrir a las emociones del pasado, a los grandes amores ya vividos y relatados, y con ellos p arecia sufrir y alegrarse. Cuando se enamoraba, lo hacia con el furor de la malicia acumulada; inmediatamente, se convertia en traficante de emociones de segunda mano, emociones incalculables por lo tanto. Al igual q ue de los solidos arch ivos de 4a cos tum bre se ^prop iara de_ la dignidad de la pa
nado que conocia, el de Nora por Robin. Era u n a squatter'pov instinto. J e n n y s u p o d e N o r a i n m e d i a ta m e n t e ; c o n o c e r a Robin, hablar con ella diez minutos ya era co nocer a Nora. Robin hablaba de ella con frases largas, difusas y vehementes. Jenny aguzo el oido. Aquello s d os amor es parecian uno solo y p a re c i' an el su y o p ro pio . D es d e a q u e l m o m e n to , la catastrofe fue inevitable. Fue en mil novecientos ve intisiete. En sus citas anteriores, Jenny siempre llegaba t e m p r a n o y R o b i n t a r d e . P o d i a s e r e n e l A m b as sadeurs (Jenn y temi'a encontrarse con Nora), 0 p o d i a s e r u n a c e n a e n e l B o is —J e n n y t e n i a las rentas conjuntas de cuatro maridos—, Robin entraba arrastrando un poco los pies, con ese an da r un poco agresivo de- las personas altas suavizado por la lisura de la cadera; con las. manos en los bolsillos y el cinturo n de la trinchera colgando, frunciendo el ent recejo con el g esto rebelde. Jenny se inclinaba sobre la mesa. Robin echaba el cuerpo atras, con las piemas debajo de la silla para equilibrar l a inclinacion del cuer po , y Je n n y se a d e la n ta b a ta n to q u e te n ia q u e sujetar sus co rtas piemas en la pata de la sU la, dobiando el tobillo por la parte de fuera, con los dedos hacia dentro, para no salir lanzada hacia d e l a n te ; d e e s t e m o d o , f o r m a b a n l a s d o s m i t a d e s de un movimiento que, como en la escultura, tenia la belleza y el absurdo del deseo que florece pero que no puede dar fruto, que no puede realizar su destino; un movimiento que no pue d e d e n o t a r n i c a u t e l a n i o s a d ia p o r q u e e n n i n g u na de las dos se daba la condicion fundamental p a r a la c o n su m a c io n ; e r a n c o m o c o r re d o r e s
M adas
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las palabras de la marchesa, J e n n y e m p e z o a temblar levemente, y las puntas del pelo —un pelo h ir s u te , viril y re p e le n te — se le- ag it ab an . Empezo a deslizarse por el enorme sofa, con las p ie rn a s d e b a jo d el cu e rp o , en d ir e c c io n a la marchesa y de pron to se levanto. —jP ed ir em os lo s c a rr u a je s ! —excla m o — . |E n seguida! |Salgamo s a pasear! |Necesitam os tom ar el aire! —Se volvio de espaldas, hablando con agitacion—. jEso, eso, pediremos los coches! |Esto esta irrespirablel —cQ ue c a rru a je s ? —p re g im to el d o c to r mi rando a unos y otros—. ^Que carruajes? —Oyo que la criad^ abria la puerta de la caUe y Uama b a a los co c h e ro s. S e oyo el a g u d o c re p it a r de unas ruedas que se arrimaban a la acera y los g r it o s a p a g a d o s d e u n a v o z c o n a c e n t o e x t ra n j e ro. Robin se volvio y dijo con una leve sonrisa maliciosa: «Ahora le ha entrado el panico y ha b r a q u e h a c e r alg o.» D ej o la c o p a y se p u s o de pi e, d e e sp ald a s al sal on. C u a d ro s u s an c h o s h o m b r o s y , a p e s a r d e q u e e s t a b a b e b i d a , s e o bservaba en sus ademanes una cierta reserva y el d e s e o d e m a r c h a r d e allL —A h o ra h a id o a v e sti rs e —d ijo a p o y a n d o s e en el piano y extendiendo la mano con la que sostenia la copa—. A vestirse. Esperen. Ya veran. —L ue go , a d e la n ta n d o el m e n to n h a s ta q u e se le transparentaron los nervios del cuello, agrego—; A vestirse de epoca. El doctor, que estaba tal vez mas violento que ninguno de.los presentes y que, sin embargo, no p o dia p re s c in d ir d el escan d alo , o n o te n d ri a d e q u e m u r m u r a r c u a n d o h a b l a r a d e la s « m an if es taciones» de nuestra epoca hizo «iSsssh!» con un
to, en la puerta del dormitorio aparecio Jenny vestida con una falda de riiirinaque, un sombrerito y un manton y se quedo mirando a Robin que no le hacia el menor caso y estaba hablando con la nina. Jenny, con el vivo interes de la persona que esta convencida de ser parte de la armonia del concierto que esta escuchando, apropiandose en cierta medida su identidad, emitia pequenas jaculatorias exclamativas. Habia en total tres carruajes, esos landos que, si se buscan con tiempo, aun pueden encontrars e e n P a r is . J e n n y t e n i a u n a r e s e r v a p e r m a n e n t e y, aunque no se les Uamara, siempre daban vuelt a s p o r lo s a l r e d e d o r e s d e s u c a s a , c o m o m o s c a s que rondaran un tazon de nata. Los tres coche ros estaban encorvados en el pescante, con el capote subido hasta las orejas, porque, aunque e l o t o n a n o h a b i a h e c h o m ^ q u e e m p e z ar , a lre dedor de las doce de la noche hacia frio. Los h a b i a n l l a m a d o p a r a l a s o n c e y U e v ab a n u n a hora esperando. J e n n y , h e l a d a d e p a n i c o p o r q u e R o b i n p u di e ra subir a uno de los otros carruajes con una m u c h a c h a i ng le s a, a l t a y d e e x p r e s io n u n p o c b s o r p r e n d i d a , s e s e n t o e n e l ri n c o n d e l p r im e r fia cre y se puso a gritar: «iAqui! iAqui!», dejando que el resto de los invitados se distribuyeran por si mismos. La nina, Sylvia, se sento frente a ella, a p r e t a n d o c o n l a s m a n o s l a r a i d a m a n t a g r is . Se oia uila algarab ia de voces y risas y Jenny advirtio, horrorizada, que Robin se dirigia hacia el s e g u n d o c o c h e, e n e l q u e y a s e h a b i a s e n t a d o l a inglesa. —iAh, no , no ! —g ri to Jenny , y g o lp e ab a la ta p ic e ri a d el as ie nto , le v a n ta n d o u n a n u b e d e po l-
como si estuviera muriendose—. Venid aqm conmigo las dos —agrego con voz ahogada; y, ayudada por el doctor, Robin subio al coche y, para mortificacion de Jenny, la inglesa se instalo a su lado. El doctor O'Connor se volvio entonces al cochero y le grito: — Ecoute, mon gosse, va com me si trente-six diables etai ent accroc hes d tes fesses! —Luego, agitando la mano con ademan de abandono, agrego—: ado nde sino a los bosque s, los dulces bosques de Paris? Fais le tour du Bois! —g ri to . Y, le n ta m e n te , lo s tr e s c a rr u a je s , u n ca ball o tra s o tr o , sa ii e ro n a lo s C h a m p s Ely se es . Jenny, sin nada que la protegiera del frio de la noche mas que su manton de Manila, que resultaba ridiculo sobre su vaporoso vestido de m i r in a q u e y c o n l a m a n t a s o b r e l a s r o di ll a s, i b a desplomada en el asiento, con los hombros caidos. Sus ojos, con una increible celeridad, iban como dardos de una a otra de las muchachas, m i e n t ra s - e l d o c t o r , q u e s e p r e g u n t a b a c o m o s e las habria ingeniado el para meterse en aquel coche con tres mujeres y una nina, escuchaba las leves risas que sonaban en los otros coches, con una leve punzada de intriga. «jAh! —m u r m u ro e n tr e d ie n te s—. J u s to la m u c h a c h a que Dios olvid6.» Dicho lo cua l le parecio q ue se p re c ip it a b a e n la s sa la s d e la ju s ti c ia d o n d e h a b ia s u fr id o d u ra n te v e in ti c u a tr o h o ra s . «|D ios nos valga!», dijo en v o r alta.-A lo qu e la nin a se v o lv io li g e ra m e n t e e n s u a s ie n t o m i r ^ d o l e c o n sus grandes ojos inteligentes que, de haberse p e rc a ta d o el, le h a b ria n sil e n cia d o in s ta n ta n e a m e n t e - (p o r q u e -el d o c t o r s e n t i a u n a r e v e r e n c i a
a q u e l q u e t i e n e q u e a d o p t a r a l o s hi jo s d e s u h e r mano para convertirse en madre, y suena que d u e r m e c o n l a e s p o sa d e s u h e r m a n o p a r a d a r le un futuro? Es algo que bastaria pa ra atra er la negra m aldicion de Kerry.» —(iQ ue? —e x c la m o Jenny, co n in te n c io n de interrumpir la conversacion susurrada entre Ro b in y la in gl es a. El d o c to r se su b io el cu el lo . —D ec ia , m a d a m e , q u e p o r s u p e c u li a r p erv ers i d ad , D io s h a h e c h o d e m i u n e m b u s t e r o . —tQ u e ? tQ u e dic e? —i n q u ir io J e n n y p e re n to riamente, con los ojos fijos todavia en Robin, de manera que su pregunta parecia ir dirigida a aque l angulo del coche, m as qu e al doctor. —M ad am e , ti e n e u s te d d e la n te a u n h o m b re que fue creado en la ansiedad —dijo el—. Mi p a d re , Dios h a y a ac og id o su al m a, n u n c a se sin tio satisfecho d e mi. Cuando m e aliste en el ejercito se ablando un poco al sospechar que era p o sib le q u e yo s u fri e ra d a h o e n to d o es e ba ru U o que a veces pone a un hijo en la lista de los «desaparecido desde...». Al fin y al cabo, tampoco d e s e a b a q u e m e e n m e n d a r a n a f u e r z a d e m e t r a11a. Una vez entro en mi cuarto de madrugada p a ra d e c ir m e q u e m e p e rd o n a b a , m a s au n , q u e esperaba ser perdonado, que nunca habia podido comprenderme pero que, tras muchas cavilaclones y profundas lecturas, venia a ofrecerme su amor, que lo sentia mucho, que habia venido a ofrecerme eso-y que esperaba que yo sabria p o rta rm e co m o u n sold ado. P a re c ia d a rs e cuen ta de mi triste situacion: ser carne de canon y c a e r c o m o u n a n i n a q u e l i o r a U a m a n d o a -s u mama. De modo que me puse de rodillas encima del colchon y me arrastre hasta los pies de
i m p o r t a l o q u e h a y a s p e n s a d o : te te m a s r a z o n y e n mi corazon no hay para ti mas que amor y res pe to .» Jenny, acurrucada bajo la manta, no le escuchaba. Sus ojos seguian todos los movimientos de la mano de Robin que estaba ora posada en la de la la* nina ora en su pelo ac ariciand oselo, y la nin ninaa so nreia m irando las copas de los arboles. arboles. —j Oh, p o r el a m o r d e Dio s! —d ij o el d o c to r. Jenny empezo a Uorar suavemente, con lagrimas gruesas, sub itas y calidas en su cara contraida po r una rara tribulacion. AqueKo entristecio al doctor con un pesar gratamente sentido, animo con el que el solia lanzar sus mejores reflexiones. Observo, sin saber por qu^ que al Uor ar ella parecia una personalidad singular, que, al m ultiplicar sus lagrimas, se colocab a en la situacion del que es visto veinte veces en veinte espejos. Que sigue siendo u no pero su p e n a es m u lt ip le . J e n n y U o ra b a y a d e s c a ra d a mente. Puesto que el suave l lan fo inicial no ha b ia a tr a id o la a te n c io n d e R o bi n, a h o r a J e n n y se sirvio de los espasmos de la garganta para llamarla con esa furia insistente que uno siente cuando trata de atraer a una persona determin a d a e n u n a h a b i t a c i o n l l e n a d e g e n te te . E l U an an to to se hizo tan preciso como el monotone acompanamiento de una melodia, a pesar de la incapacidad de su corazon. El doctor, que ahora ib a s e n t a d o c o n e l c u e r p o l i g e r a m e n t e i n c li li n a d o h a cia delante, dijo en u n tono de voz casi pr ofesio n a l ( h a c ia ia r a t o q u e h a b i a n d e j a d o a t r a s e l e s ta ta n ^ q u e y e l p a r q u e y v o lv lv i an an d a n d o u n r o d e o p o r los barrios b ajo s de la ciud ad ): «Amor de mujer
de angustia desenfrenada y sombria m ate rm da d sm reso lver ?» ^>ui ^>uinD nDn na '-iO h, oh, mirenlaJ —dijo —dijo ella. ella. Hizo un ademan sehalando a Robin y a la nina como si del presentes, com o si form aran parte
jAh! —d ij o el— . A m or , c o sa te rr ib le . sahe ^ ban qu eta con el pun o «,-Q «,-Que ue s a b e u s t e d d e e so so ? L os os h o m b r e s n o L b e n n a d a
d o y m V a m S s ^ ^ ^ n d t r '" l a r o S ^ ’^" c J t Poniendole la m ano en ces m d s M d ic e s. N o h a b t d e f e a t ^ ^ ^ "^ d e s n a d a . Es u n te rr iK os ^dentifi ^dentificas cascT cT n rtios. rtios. —Sonreia. La mglesa. respira nd o de nrisa encendio un cigarrillo. La nina se g u l ca cauTda uTda c o m o lo lo e s tu tu v o d u r a n t e t o d o e l p f s e o c o n la la t o t L X d^ ha h a c ia ia R o bi b i n , m ir i r an a n d o la la f y am am e n t e y tratando de imp ed ir que sus pies, que no llena coche
m o v i m i e n t i d el el
y
? ^ ° b i n a r a n a n d o la la ^ Uorando hi stericamente. Lenm ?*? r ' i e m pe p e zo z o a r es e s b al a l ar ar p o r k s mejdl mejdlas as
Y^m-
’’ " “ n ‘^ T ^ ^ ^ d o e n a c t it it u d
to, casi como una escena proyectada a camara lenta, se se inclinaba inclinaba h acia delante, de ma ne ra que, cuando se complete el movimiento, las manos de Robin quedaron aprisionadas entre el pecho leve y blando y las rodillas de Jenny. Y de pron to la nina se echo hacia atras en la banqueta, con la cara vuelta hacia el exterior, diciendo con una voz impropia de una niha porque estaba controlada por el terror: (qDejadme marchar, de ja d m e m a rc h a r, d e ja d m e m a rc h a r! » El coche torcio suavemente por la rue du Cherche-Midi y Robin salto al suelo antes de que se detuviera. Jenny bajo tras ella y la siguio ha sta el jardin. Poco despues de aqueUo, Nora y Robin se se p a ra ro n ; a l p o c o ti e m p o , J e n n y y R o b in za rp a b a n p a r a A m er ic a.
VIGILANTE^tOUE ME CUENTAS DE LA NOCHE? A eso de las tres de la madrugada, Nora Uamo a la puertecita vidriera de la vivienda de la concierge y pregunto si el doctor estaba en casa. L a concierge, con la acritud del sueho interrum pi d o, le di jo q u e s u b ie r a a l s e x to piso pi so , q u e e n la p u e r ta d e la iz q u ie rd a lo e n c o n tr a ri a . N o ra s u b io d e sp a ci o . N o s a b ia q u e el d o c to r fuera tan pobre. Golpeo la puerta con los nudiIlos y tanteo en la madera, buscando el picaporte. Solo la desesperacion podia traerla a aquella hora, a pesar de que sabia que su amigo era un gran trasnochador. Al oir su «iAdeIante!» ella abrio la puerta y, durante un segundo, vacilo al ver el^increible desorden. La habitacion era tan p e q u e n a q u e p a r a a c e r c a r s e a la c a m a h a b ia q u e a n d a r d e l ad ad o ; e r a c o m o si, p o r e s t a r c o n d e nado a la tumba, el doctor hubiera decidido inst a l a r s e e n e l la la c o n e l m a y o r a b a n d o n o . Un monton de libros de medicina y de temas diversos, polvorientos y con manchas de humedad, Uegaba casi ha sta el techo. techo. Encim a de ello ellos, s, habia una ventanita con barrotes, la linica ventilacion. Sobre un tocador de arce, que no era de factura europea, se veian unos oxidados forceps, u n e s c a lp lp e l o r o to to y m e d i a d o c e n a d e i n s tr tr u m e n tos varios que ella no pudo identificar: un cate-
vacios, pomadas, cremas, bcirras de labios, polveras y borlas. De los cajones entreabiertos de este tocador colgaban puntillas, cintas, medias, ropa interior de senora y una faja abdominal que te hacia pensar que la fina lenceria habia sido objeto de un asalto sexual. Junto a la cabec e r a d e l a c a m a h a b i a u n a p a l a n g a n a q u e r e bo bo saba abominaciones. Aquella habitacion tenia una horripilante degradacion, como las habitaciones de los burd eles que h asta al mas inocente h a c e s e n t i r s e c o m p li li ce ce ; s in in e m b a r g o , a l a h a b i t a cion no le faltaba un cierto aire varonil; un cruc e d e cham bre d couc her y s a l a d e e n t r e n a m i e n to de boxeador. En una habitacion en la que u n a m u j e r n u n c a h a p u e s t o e l p ie ie s e o b s e rv rv a una cierta beligerancia. Cada objeto parece batallar contra su propia opresion y hay un olor m e t a li li c o , c o m o d e h i e r r o b a t i d o e n h e r r e r ia ia . En la estrecha cama de hierro, entre sucias y g r u e s a s s a b a n a s d e l in in o , e s ta ta b a e l d o c t o r , c o n u n camison de franela de m ujer. La cabeza del doctor, con sus grandes ojos negros, sus mejillas mejillas gris acero, acero, estab a enm arcada en el semicirculo dorado de una peluca con unos tirabuzones que liegaban hasta los hom b ro s y, al q u e d a r c o m p ri m id o s c o n tr a la al m o hada, mostraban su oscuro interior. Tenia los la b io s m u y ro jo s y la s p e s ta n a s p in ta d a s . U n a id e a asalto a Nora de pronto: «iDios, los nihos saben cosas que no pueden explicar! ;A ellos les gusta ver a Caperucita y al Lobo en la cama!» Pero e s t e p e n s a m i e n to to , q u e n o f u e s i no no u n a s e n s a c i o n de pensamiento, apenas duro un segundo, mientras abria la puerta; al momento, el doctor se
cama, se subio la sabana hasta el pecho. Nora, e n c u a n t o p u d o r e p o n e r s e , d ij ij o: o: —D — D o ct o r, v en g o a p e d ir le q u e m e h a b le d e la noche. Mientras lo decia, se preguntaba por que la acongojaba tanto haber sorprendido al doctor en la hora en que, despues de cumplir con la costumbre, habia recuperado su verdadero traje. El do ctor dijo: dijo: —Y a v es q u e p u e d e s p r e g u n ta r m e lo to d o. Con lo cual disipo la la cohibicion de am bos. Ella se dijo: «(:No es la tunica la vestidura na tural de las situaciones extremas? (-Que pueblo, que religion, que fantasma, que sueno no la ha Ilevado? Los ninos, los angeles, los sacerdotes, los muertos; tpor que el doctor, en el grave dilem a de su alquimia, no ha bia d e vestir la la tunica?» tunica?» Y pen so: El se se viste viste pa ra y acer jun to a si mismo, p o r q u e e s ta c o n s ti tu id o d e ta l m a n e r a q u e el am or, pa ra el, solo pued e ser algo especial; especial; en una habitacion que al evidenciar que es ocupad a p o r e l s e m u e s t r a t a n l a c e r a d a c o m o l a p o sstrera agonia. — cE s q u e n u n c a h a s p e n s a d o e n la n o ch e ? — p r e g u n to el d o c to r c o n c ie r ta iro m 'a; e s ta b a i r ri ri ta ta d o , p o r q u e e s p e r a b a a o t r a p e r s o n a , a p e s a r de que su topico favorite, del que hablaba a la m e n o r o c a si si o n, n, e r a l a n o ch ch e . — Si — d ijo ij o N o ra s e n ta n d o s e e n la u n ic a siII2 ) he pen sado en ella. ella. Pero de n ad a sirve sirve p e n s a r e n al g o d e lo q u e n a d a se sa b e. (^Nunca has pensado en esa peculiar polaridad de un tiempo y otro tiempo y el sueno? El sueno, becerro bianco sacrificado. Bien, yo el doctor Matthew-Poderoso-Grano-de-Sal-Dante-
n o c h e p o r s u d i s o c ia c io n . L a m i s m a c o n s t i t u c i o n S r c r e p u s c u l o es u n a f ab d o s a r e ^ o n s t r ^ cion del miedo, el miedo con el cabeza abajo. Cada dia esta do, pero la noc he no esta ® La esta a un lado, pero el camison esta al otro. La n o c h e , « ic u id a do c o n e s a p u e r t a o ^ c u r a » —Y o p e n s a b a q u e la g en te , se nc iU am en te , se i b a a d o r m i r o, s i n o , q u e c a d a c u a l s e g u i a ^ e d o e l m i s m o - d i j o N o r a— P e r o ^h o r ^ .^ E ^ cendio un cigarriUo, y le tem blab an las m anos • A h o r a v e o q u e l a n o c h e h a c e a l go c o n l a i d e n t i d a d d e l a p er s o n a, a u n q u e d u e r m a . —;Ah ' —ex cla m o el d o c to r— . C u a n d o el h om b re s e ti e n d e en el G ra n L ec h o no le pertenece. Su «confianza» le abandona y s u « v o l un ta d » s e t ra n s f o r m a . S u s u f r m i e n t o e s atroz y anonimo. Duerme en una Ciudad de Tin i eb l as , m i e m b r o d e u n a h e r m a n d a d ^ e c r e ta no se conoce ni a si mismo m a sus camaradas. ■jAsola una dimension temible y desmonta, milagrosamente, en la cama! inoar »E1 corazon le brinc a en el pecho, un lu g ^ o s c u ro , a u n q u e a lg u n o s se s u m e r g e n ^ l a n o che como la cuchara corta el agua s e la n z a n d e c a b e z a c o n t r a u n a n u e v a c o n m v e n cL; sus cuernos emiten un crujido seco como la l a n g o s t a q u e v a a m u d a r l a s a la s. »;Has pensado en la noche ah ora e tiempo, en paises extranjeros, en Pans. Cuand la s c ^ e s r e b os a b a n d e co s as q u e t u n o h a n a s m p o r m ia ap u e sta , ey h a s p e n s a d o e n lo q u e ocu rria entonces? iLos cuellos de los faisanes y los pic os d e lo s p a to s, b a la n c e a n d o s e p an to rr il la s d e lo s gala n es, y sin p a v im e n to e n
hedor que se te agarraba a la nariz a veinte leguas de distancia! [Los vendedores, voceando el p re c io d e l vi no , y al alb a, lo s b u e n o s em p le ado s rebosantes de meado y vinagre! Y en las calle ju ela s, lo s s a n g ra d o re s , y u n a p ri n ce sa ca sq ui vana, en camisa de seda, aullando bajo una sang u i ju e l a. Y n o d i g a m o s l o q u e o c u m a e n l o s p a la cio s d e N y m p h e n b u rg en lo s q u e h a s ta Vi ena resonaban los ecos de las visitas nocturnas de antiguos reyes que hacian aguas menores en tazas recubiertas de terciopelos y maderas tallad a s . N o — d ij o m i r ^ d o l a f i ja m e n t e — , y a v e o que no lo has pensado, y deberias, porque hace m u c h o t i em p o q u e e x is t e l a n o ch e . —Y o n o la h e con o c id o h a s ta h o ra —d ijo N o ra —. C re i q u e la con oci a, p e ro aq uell o n o e ra conocerla. —E x a c ta m e n te -^ d ij o el d o c to r— . T u cre ia s conocerla, pero ni siquiera habias barajado las cartas. Aunque no lo creas, las noches de un p eri o d o no -S on la s n o ch e s d e otr o. Ni la s n o ch es de una ciudad son las noches de otra. Vamos a t o m a r a P a r i s p o r e j em p l o y a F r a n c i a p o r u n h e c h o . Ah, mon Dieu! La nu it effroyable! La nuit
qui est une immense plaine et le cceur, qui est une petite extremite! Ah, M adre m ia, Notre Dan^e-dezbonne-garde i n t e r c e d e p o r m i a h o r a , m ientras explico a lo que voy. Las noches francesas son las que todas las naciones del mundo b u s c a n . cT e h a b ia s d a d o c u e n ta ? P re g ii n ta le al doctor Poderoso O^Connor. La razon por la que e l d o c t o r l o s a b e to d o e s q u e h a e s t a d o e n t o d a s p a rt e s e n el m a l m o m e n to y a h o ra se h a h ec h o anonimo. —P ero es q u e yo n u n c a p e n se e n la n o c h e com o vida, yo nun ca la vivi. £Por qu e ella si?
—A h o ra te h a b lo d e la s n o c h e s fra n c e s a s —dijo el d o c to r— y p o r q u e to d o s v am o s a elias . La no che y el dia son dos viajes, y los franceses, p o r m a s eg o is ta s y a v ari cio so s q u e a v ece s se an , son los unicos que al alba rinden cuentas de una y ,d e o t r o . N o s o t r o s d e s t r o z a m o s a u n a e n b i e n del otro. Los franceses, no. »(JY eso po r que? Po rque ellos con tinuam ente v e n a l o s d o s c o m o u n o s o l o y ti e n e n p r e s e n t e a la noche, como los frailes que repiten: "Sehor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mi” doce mil veces o mas durante las veinticuatro horas del dia, hasta que para bien o para mal, eso se les graba en la cabeza insensiblemente. Los franceses recorren el mundo doblando el cuerpo p o r la cin tu ra , ev o lu cio n a n d o en to m o al G ra n Enigma, como un pariente alrededor de una cuna, y el Gran Enigma no se puede concebir a no ser que vuelvas la cara hacia otro lado y te p o n g as a p e n s a r c o n es e ojo q u e te m e s y q u e es e l o c c ip u c io , e l o j o q u e u s a m o s p a r a c o n t e m p l a r a la a m a d a e n u n l u g a r o s c u r o y e lla t a r d a e n llegar porque viene de muy lejos. Nos ahogamos con el espesor de nuestra lengua cuando decimos "Te quiero", del mismo modo que en los ojos de un nino pe rdido du rante m uch o tiempo se advierte la imagen contraida de esta distancia: un nino que se empequenece en las garras d e u n a n im a l q u e s u r g e i m p e t u o s a m e n t e d e l as fauces del iris. No somos sino piel tirante sobre un viento con los musculos crispados contra la mortalidad. Dormimos sumidos en un polvo de reproches contra nosotros mismos. Estamos lienos hasta la garganta de los nombres que damos al sufrimiento. La vida, el pasado en el que la noch e selecciona y m astica el ali to
que nutre nuestra desesperacion. La vida, el permiso para conocer a la muerte. Nosotros fuimos creados a fin de que la Tierra pudiera advertir su sabor inhumane, y el amor, a fin de que el cuerpo sea tan querido que hasta la misma Tie rra gima con el. Si; nosotros que estamos ahitos de sufrimiento hasta la garganta, deberiamos m i r a r b i en e n d e r r ed o r , d u d a n d o d e t o d o l o q u e se ve, se hace o se dice, precisamente porque tenemos una palabra para ello y no para su alquiniia. »Para pensar en la bellota hay que convertirse en arbol, y el arbol de la noChe es el m as du ro de escalar, el m as arido, el de ramas mas mhospitas, el mas aspero al tacto, y exuda una resina y gotea un caucho en la palma con el que nosotros no contabamos. Los gurus que, como ya debes de saber, son maestros indios, te aconsejan que contemples la bellota du rante diez anos seguidos y, si en este tiempo no has averiguado algo mas de eha, es que no eres muy listo, y esta es la unica ensehanza que sacaras, lo cual es una conclusion bastante triste p a r a u n fi nal de c a rre ra , p o rq u e n a d ie p u e d e descubrir una verdad mayor que lo que su rino n tolere. Y yo, el do ctor M atthew Po deroso O'Connor, te aconsejo que pienses en la noche durante todo el dia y en el dia durante toda la noche, si no quieres que, en un momento de d i s tr a c c io n , s e t e e c h e e n c i m a c o m o u n a m a q u i na, arremetiendo contra tu pecho y frenando sus rued as con tu corazon, a ho ser que le hayas abierto camino. »Los franceses dan un rodeo por la obscenidad. iAh, la buena guarreria! Pero tu eres de una
lavado, y esto no os deja salida. La lucha de la f i e r a m a r c a u n a s e n d a a l a f ie r a . P e r o v o s o t r o s o s l a v ^ s l a s h u e l la s d e l a lu c h a c o n c a d a p e n s a miento, con cada gesto, con cada emoliente y savon imaginable, y luego esperais encontrar el camino. El frances hace navegable una hora con u n m e c h o n d e p e l o , u n a bretelle a r ra n c a d a , u n a c a m a r e v u e l ta . L a la g r i m a d e l v in o p e r m a n e c e e n s u c o p a p a r a r e c o g e r l a s u m a d e s u a fl ic c io n ; s u s cantiques cabalgan sobre dos lomos: la noche y el dia. —P ero , (iq ue p u e d o h a c e r yo? — d ijo ella . —S e r co m o el fr a n ce s, q u e p o r la n o c h e ec h a u n sou al cepillo de los pobres, para tener una moneda para sus necesidades matutinas. El pued e r e g r e s a r s i g u i en d o e l r a s t r o d e s u s e d im e n t o , vegetal y animal, y asi resp irar el arom a del vino en sus dos recorridos, a la ida y a la vuelta, condensado bajo un aire que no ha cambiado d u r a n t e t o d a l a o p e r a c io n . »<>Y qu e ha ce el am erican o? Se pa ra el dia y la noche por miedo a la indignidad, y asi el misterio queda cortado por todos los nervios, el dibu jo se e n m a r a n a p o r la cha rter mortalis y ahi tienes el crimen. La campana de la sorpresa e m p i e z a a t o c a r a r e b a t e e n e l es t o m a g o , e l p el o o n d e a h a c i a a r r ib a , ti r a n d e t i h a c ia a t r ^ p o r l a c o r o n i ll a y t e q u e d a s e n s e h a n d o l a t r i p a t e m b l o rosa de la conciencia. » Lo s h u e s o s s o l o d u e l e n c u a n d o t i e n e n c a m e e n c im a , a u n q u e l a e s ti r es h a s t a d e j a r l a m a s f i n a que la sien de una enferma, aun servira para martirizar y mover el hueso. Asi tambien la no che es un a piel que se ten sa sob re la cabeza del dia, a fin de que el dia sufra tormento. No en-
l uy a , h a s t a q u e l a f u r i a d e l a n o c h e e x t in g a s u fuego. —E n to n c e s —dijo N o ra —, es o q u ie re d e cir q u e y o n u n c a p o d r e c o m p r e n d e rl a , q u e s ie m p r e estare tan atorm entada como ahora. —lE sc u ch a! lEs que a la luz del sol las cosas son iguales que en la oscuridad? (-Son la mano, la cara, el pie, la misma cara, la misma mano y el mismo pie? Porque ahora la mano esta en sombras, sus encantos y sus defectos estan difuminados. El ala del sombrero hiende el pomulo con un cuchillo de sombra y ahora tienes media cara que imaginar. Una hoja de sombra ha caido bajo la barbilla y se te han agrandado las orbitas. Hasta los mismos ojos han cambiado de color. Incluso la cabeza de tu madre por la que ju r a s te e n el b an q u il lo d e lo s a c u sa d o s es a h o ra una cabeza mas pesada, coronada de majestuosa cab ellera. »^Y el sueno de los animales, el gran suen o de los elefantes y el sueno fino y tenue del pajaro? —N o p u e d o resis ti rl o —d ijo N o ra—. N o se como... Estoy asustada. ^Que pasa? ^Que fuerza h a y e n e ll a q u e p u e d a h a c e r e s to ? —jOh , p o r Dio s! —d ijo el d o c to r—. D am e las sales. —Ella se levanto y busco en el revoltijo del tocador. El inhalo hundiendo la cabeza en la almohada y dijo—: Fijate en la Historia de no che. Di, ^lo has pensado alguna vez? ^Fue de noche cuando Sodoma se convirtio en Gomorra? jDe noche fue, lo juro! Una ciudad entregad a a las* s o m b r a s y p o r e s o h a s t a h o y n o h a p o d id o r e f re n d a rs e n i co m p re n d erse . E sp e ra u n momento, luego volvere sobre eso. Roma ardio toda la noche. Imaginatelo a mediodia y pier-
q u e ? P o r q u e d u r a n t e t o d o s e s to s a n o s h a ' e jd st ido para el ojo de la mente sobre un cielo negro. Incendia Roma en suenos y podras aprehender l a v e r d a d e r a d i m e n s i o n d e l a c a la m i d a d . P o r q u e solo los suenos tienen el pigmen to de la realidad. E l h o m b r e q u e h a d e p r e s c i n d i r d el c o l o r n o encontrara el color que le conviene o, si lo encuentra, sera para otro furor. Roma fue el huevo pero el color, el germen. —Si —d ijo N or a. —L os m u e rt o s h a n c o m e ti d o u n a p a r te del mal de la noche; el sueno y el amor, la otra. ^De que no es responsable el durmiente? ^Que dialogo mantiene y con quien? El se acuesta con su N elly y s e d u e rra e e n b ra z o s d e s u G re tc h en . A s u c a m a a c u d e n m i le s s i n h a b e r s i d o l la m a das. Pero, icomo va uno a distinguir la verdad si no esta nunca entre los presentes? Muchachas que el durmiente no se cree con derecho a de sear abren las piernas en torno a el, a las ordenes de Morfeo. Tan habituado esta a dormir que, con los anos y la costumbre, incluso el sue no que devora sus fronteras se sosiega y en ese b a n q u e te la s v oces se m e z c la n y d is c u te n si n arrebato. El durmiente es dueno de una tierra desconocida. El, en la oscuridad, se dedica a otros menesteres y nosotros, sus compaheros, los que vamos a la opera, los que escuchamos las habladurias del cafe, los que paseamos p o r lo s b u le v a re s o n os m a n te n e m o s al m a rg e n no podemos permitirnos comprar ni tm palmo de esa tierra, ni aun pagandola con sangre no tiene lindes ni caja registradora. El que esta de pie c o n te m p la n d o al q u e d u e rm e c o n o c e el m iedo horizontal, el mied o insoportable. Po rque solo
su destino el ser humano. No fue creado para conocer ese otro ni fue advertido de su conspiracion. »Trituras el higado de un pato y obtienes pdte; g o l p e a s e l m u s c u l o c a r d i a c o d e u n h o m b r e y obtienes un filosofo. —lY e s o t e n g o y o q u e a p r e n d e r ? — p r e g u n t o e ll a a m a r g a m e n t e . El doc tor la miro. —L o q u e d e s tr o z a el co ra z o n del e n a m o ra d o es la noche en la que se sume aquella a quien ama; el la despierta y solo se encuentra cara a c a r a c o n l a h i e n a d e s u s o n r is a c u a n d o e ll a d ej a aquella compania. »Mientras duerme, (-no abre la pierna para una guarnicion desconocida? (-0 en un memen to que solo ocupa u n segund o nos asesina con el hacha? ^^0 se come nuestra oreja en un pastel? (-0 nos aparta empujandonos con el dorso de la mano, mientras navega rumbo al puerto en un b a rc o llen o de m a ri n e ro s y e s tu d ia n te s de m ed icina? que hay de nu estro propio sueno? No vamos nosotros a el con mejor disposicion y la enganamos con la virtud de nuestros dias. Nos otros observamos la continencia durante mucho tiempo, pero en cuanto nuestra cabeza se hunde e n i a a l m o h a d a y n u e s t r o s o j o s d e j a n e l d ia , ac u de u na legion de juerguistas, d and o y recibiendo. Nosotros despertamos de nuestras fechorias b a h a d o s e n su d or, p o rq u e h a n su c e d id o en u n a casa sin senas, en una calle que no es de ninguna ciudad, poblada por unas gentes que no tie nen nombre por el que podamos negarlas. Su misma falta de identidad las convierte en nos otros mismos, porque, mediante el nombre de
dejamos de acusarnos a nosotros mismos. El sueno exige de nosotros una inmunidad culpa bl e. N o h a y ni u n o so lo d e n o so tr o s q ue, p ro v is to de un incognito etemo, sin una huella dactilar q u e c o t e j a r c o n n u e s t r a a l m a , n o c o m e t ie r a v io lacion, asesinato y todas las abom inaciones. Porque, si de su culo volaran palomas o de sus ore ja s b r o ta r a n ca sl illo s, el h o m b r e s en ti ria la inquietud de saber cual era su destino, si casa, p a ja ro o s e r h u m a n e . P o sib le m en te q u e so lo el que durmiera tres generaciones podria salir inclemne de este aniquilamiento despoblado. —El d o c t o r s e v o lv io p e s a d a m e n t e e n l a c am a . »Por el peso del sueno que gravita sobre el d u r m i e n t e , n o s o tr o s “p e r d o n a m o s ”, co m o p e r d o namos a los muertos por la acumtilacion de tierra que tienen encima. Lo que no se ve, nos dicen, no duele. Sin embargo, la noche y el sue no nos hostigan, porque la sospecha es el sueno m ^ pesado y el horror, la traUa. El corazon del celoso conoce el mejor y mas grato amor, el de la cama del otro, donde el rival perfecciona las imperfecciones del enamorado. La fantasia galo p a a p a rti c ip a r en es e du el o, li b re de la ob lig acion de las reg las de este juego invisible. »Nosotros volvemos los ojos a Oriente, en b u s c a de u n a s a b id u ria q u e n o uti li zare m o s, y al durmiente en busca de un secreto que no encontrarem os. Po r eso yo digo, hay de la noche, la noche terrible? La noche es la alacena en la que tu enamorada guarda su corazon, ella es el ave nocturna que picotea su espiritu y el tuyo, dejando caer entre ella y tu la horrible enajenacion de sus entranas. El goteo de tus lagrimas es su pulso implacable. Las criaturas de
nen al cuello, a ti, su en am orad a que vela, de tu cuello los cuelgan, despojados de la corteza de sus gestos. Y don de tu vayas ir a contigo, tu, viva, con la m ue rta de ella que n o quiere m orir; hacia la luz, hacia la vida, hacia el dolor, hasta que las dos seals carrona. »jEspera! Ya Uego a la noche de las noches, a la noche de la que quieres saber mas que de ninguna otra, porque incluso la mayor de las generalidades tiene una pequena particularidad. ^Nunca reparaste en ello? Por todo valor se exi ge un alto precio, porque, en si, todo valor es renunciamiento. Nosotros nos lavamos de nuestro sentido de culpabilidad. ^Y que es lo que el b a h o n o s d e p a ra ? Un p e c a d o lim pi o y rel u cie n te . (-En que se baha un latino? En el puro polvo. N o so tr o s co m eti m o s el e r r o r g a rr a fa l, n o so tr os usamos agua y por eso recordamos con crudeza. Un europeo se levanta de la cama con un desorden que le permite mantener el equilibrio. Las razones de su acto pueden seguirse capa tras capa y, al fin, descubrimos como se arrastra la babosa. L ’Echo de Paris y las sabanas de su cama saiieron de la misma prensa. En uno y en las otras puede uno leer los afanes que ha costado a la vida; el posee el ingenio esencial necesario para la 'Venta” de ambas ediciones, la de la noch e y la del dia. »|A cada raza, su forma de lucha! Algunas tum ban a la fiera del otro lado, con el hedo r del excremento, la sangre y las flores, los tres aceites esenciales de su peripecia. El hombre hace s u h i s t o r ia c o n u n a m a n o y l a " m a n t i e n e a r ay a " con la otra. »0h, Dios mi'o, estoy cansado de este discur-
americano trata de afrontarlo con la bebida. Es la unica clave de si mismo. La esgrime cuando el jabon lo ha dejado tan limpio que no hay quien lo reconozca. El anglosajon ha cometido u n e r r o r g a r r a f a l; a f u e r z a d e a g u a , h a d e j a d o l a p a g in a e n b ia n co . El s u fr im ie n to le c o n s u m e d u rante el dia y el sueno, durante la noche. Sus afanes por la labor del dia han hecho insoluble su sueho. N o ra se le v a n to y vo lv io a se n ta rs e . —E n to n c es, ^co m o lo s o p o rt a ? —p re g u n to —. (iComo puede vivir si esta sabiduria suya no es s o lo l a v e r d a d s i n o t a m b i e n s u p r ec i o ? —Oh , h e c h ic e ri a n o c tu rn a q u e gim e e n el za rzal, roya del grano, mildiu del maiz —dijo el doctor—. Pido perdon por mi canto y por mi voz, los cuales eran mejores hasta que, en la guerra, di mi rinon izquierdo a. Francia, y he recorrido medio murtdo bebiendo y maldiciendola por habermelo arrancado. Si las cosas se hicieran dos veces, a pesar de que es un gran pa is , yo s eri a la m u c h a c h a q u e a c e c h a en la re taguardia o que se mezcla con la gente de la m o n t a n a , t o d o eUo p a r a d e s c a n s a r u n ,p o co d e mi conocimiento al que en seguida vuelvo. Estoy Uegando a lo que importa. Misericordia, ^acaso no soy chica que sabe de lo que esta hablando? N o so tr os v a m o s a n u e s tr a s c a s a s ll evad os p o r nuestra naturaleza, y nuestra naturaleza, sea la q u e s e a , te n e m o s q u e s o p o r t a r la t o d o s . E n c u a n to a mi, asi me hizo Dios, mi Qasa es la puerta del urinario. cTengo yo la culpa si ya me han Uamado otras veces y esta es mi ultima y mas p e re g ri n a U am ad a? T al ve z a n te s fu i u n a m u chacha de Marsella que batia el puerto con un
pe rs ig u e. D ic en lo s sab io s q u e el re c u e rd o q u e cons'ervanios de las cosas pasadas es todo cuanto tenemos para el futuro, y ^tengo yo la culpa si esta vez he salido de modo distinto a como deberia, cuando lo que yo queria era ser una soprano ligera con unos rizos color de trigo q u e m e c a y e r a h h a s t a l as p o s a d e ra s c o n u n vientre tan duro como la tetera del rey y un b u s to ta n alt o co m o el b a u p re s d e u n a b a rc a de p es ca ? Y to n e r q u e c o n fo rm a rm e c o n u n a c a ra qu e p arec e 'el culo de un nino viejo, iX& p a re c e que es una dichs? »jJehova, Sabaoth, Elohim, Eloi, Helion, Jodheva, Shaddai! iQue Dios nos permita morir a nuestra maneral Yo frecuento los urinarios con la misma naturalidad con que la pastora de Irlanda apacienta sus vacas en la ribera del Dee... y por los trasgos det infiemo, que he visto ident ic o a f ^ o b r a r e n u n a m u c h a c h a . |P e ro d e sp u e s hablaremos de eso! Yo he malbaratado mi destino por excesd de locuacidad, como el noventa p o r c ie n to d e la gente , p o rq u e, h a g a lo q u e hag a, lo que ansio desde el fondo de mi corazon es unos ninos y una labor de media. |Dios mio, yo nunca pedi mas que poder guisar patatas para qri buen hombre y darle un hijo cada nueve meses! ^Es culpa mia que mi unico hogar sea el m e a d e r o ? ^Y q u e n o p u e d a c o l g a r la b u f a n d a , los guantes' y mi paraguas de Bannybrobk en algo mejor que\una mampara metalica que me llega Hasta los ojos, y que tfenga qu e s er v aliente, caiga quien cMga, pa ra qu e nO 'se' m e c orra el rimmel? (-Imaginas que esos quioscos redondbs n o m e h a n a c a r r e a d o g r a n d e s d i s c u si o n es ? ^ H a s mirado alguna vez a alguno de noche cerrada y
p e ru z a y s u s ci e n p a ta s? U n ci em pie s. Y m ir a s al suelo y eliges tus pies, y diez contra uno que encontraras a un pajarillo de ala ligera o un p a to vie jo d e ro d il la d e m a d e ra , o al go q u e lleva anos viviendo en el desconsuelo. parece? Yo he discutido con otros en largas mesas durante toda la noche sobre los meritos particul a re s d e t a l o c u a l b a r r io p a r a e s t a s c o s a s , d e u n quiosco sobre otro quiosco. ,^Imaginas que esta b a n d e a c u e rd o co n m ig o o q u e alg u ie n coin ci dia con alguien? Habia tantas discrepancias como. las que se hubieran producido para elegir un nuevo orden de gobierno. Jed decia que si el N o rt e y J o d q u e si el S u r, y yo , s e n ta d o e n tre lo s d o s, m e p o m a - fu r i o so , p o r q u e p a r a a lg o s o y m e dico y coleccionista y se latin, y soy una especie d e m u r c i e l a g o d e l c r e p u s c u l o y un fisonomista al que no desconcierta un rasgo que desentone en la cara justa, y yo decia que el m ejor puerto estaba en la Place de la Bastille, y ellos se me echaron encima, cada uno apostando por un arro ndissement d is t in t o , h a s t a q u e e m p e c e a d a r p a lm a d a s co m o la b u e n a m u je r d e la ca n c io n que vivia en un zapato, y pedi silencio a voces y g o l pe e l a m e s a , p o r b r u je r i a , c o n u n g r a n formi dable y vocifere: «Alguno de vosotros sabe algo acerca de la presion atmosferica y el nivel del m ar? jBien! Pu es el nivel del mar^ y la presion a t m o s f e r i c a y l a to p o g r a f i a d e t e r m i n a n u n a g r a n diferencia.» Se me quebro la voz al decir «diferenciaw en un agudo divino, y dije: «Si os habeis c r e id o q u e h a y c o s a s q u e n o p r o c l a m a n d e - q u e distrito procede n, -incluso con, ap uran do, h asta el arr ondissement es q u e n o ' b u s c M s u n a e s p ec i e determinada y os conformais con cualquier pie-
h a b l o d e c o s a s i m p o r t a n t e s c o n g e n t e t a n s u p e rficial.» Entonces pedi otra copa y me quede sentado con la cabeza bien alta. «Pero —dijo otro— tienes que juzgar por la cara.» «jLa cara! —ex cla m e —. L a ca ra , p a ra lo s nec io s. Si pescas p o r la c a ra p e s c a ra s dis gust os, c la ro q u e en el m a r t a m b i e n h a y o t r o s p e ce s . jL a c a r a e s l o q u e los Pescadores capturan durante el dia, pero el m ar es la noche!» N o ra vo lv io la' ca ra . — vo y a h a c e r? —iAh, la g ra n in co gni ta ! —d ijo el d o c to r— . ^Has pensado en todas las puertas que se han cerrado por la noche y que han vuelto a abrirse? lEn t p d a s l a s m u j e r e s q u e h a n m i r a d o a q u i y alia con lamparas como tu deshzandose sobre pie s li ge ro s, a n d a n d o co m o m il ra to n e s p o r a q u i y por alia, ora de prisa, ora despacio, unas parandose detras de las puertas, otras tratando de e n c o n t r a r l a s e s c a l er a s , t o d a s b u s c a n d o o d e ja n do su cebo, en una rendija, en un sofa, en el suelo, detras de un armario; y en todas las ventanas grandes y pequenas desde las que el amor y el miedo han atisbado relucientes y con lagrim a s ? P o n e s a s v e n t a n a s u n a a l l a d o d e la o t r a y la vidriera daria la vuelta al mundo. Reune esos mil ojos en uno solo y taladrarias la noche con el gran foco ciego del corazon. A Nora empezaban a correrle las lagrimas p o r la ca ra . —Y c o n o c e re yo a m is so d o m it as —d ijo el do ctor tristem ente—. Y lo que tiene qu e su frir el corazon si se enam ora de u no d e ellos, sobre todo si el que se enam ora de ellos es mu jer. Lo que ellas descubren entonces es que este aman-
capaz de existir, y se encuentran con un muneco en los brazos. El ultimo asalto de Dios, b o x e a n d o c o n u n a so m b ra , p a r a q u e el co ra z o n p u e d a s e r ase sin a d o y a r r a s tr a d o a ese lu g a r tranquilo y silencioso en el que pueda pararse y decir: «Una vez fui, ahor a pu edo descansar.» »Bueno, pero eso todavia no es mas que una p a r te d e la h is to ri a —dijo tr a ta n d o d e c o r ta r el Uanto de Nora— y aunque la gente normal te dira que a oscuras todos son iguales, negros y b la n co s, yo dig o q u e p u e d e s dis ti nguir lo s, y pu edes adivinar de donde vienen y que barrio frec u e n t a n p o r e l ta m a n o y l a c a li d ad , y e n l a B a s tille, y yo se lo que me digo, los encuentras tan m a g n i f i co s c o m o l as m o r t a d e l a s e x p u e s t a s s o b r e la mesa. »Tu gourm et sabe, por ejemplo, en que aguas f u e c a p t u r a d o s u p e s c a d o , c o n o c e l a zo n a , la r e gion y a que ano debe su vino, distingue una trufa de otra y si es raiz de Bretana o viene del N o rt e. Y a h o r a u ste d e s, se h o re s, m e d ic e n q u e la region no importa. ^Es que aqui no hay nadie m as q ue yo q ue s epa lo que se dice? ,^Y tengo yo acaso, como los escritores precavidos, que d e f e n d e r m e d e l a s c o n c l u s io n e s d e m i s l e c t o r e s? S jj N o he cerrado yo mis ojos con el postigo extra d e la noche y extendido la m ano? Y lo mismo vale para las muchachas —dijo—. Las que hacen noche del dia, las jovenes, las drogadictas, las disolutas, las borrachas y esa, la mas triste, la am ante q ue vela tod a la noche, tem eros a y a n g u s ti a d a . E s t a s n u n c a m a s p o d r m v iv ir la vida del dia. Si las encuentras a mediodia, exhalan como una emanacion protectora, un algo oscuro y desvaido. La luz ya no las favore-
como si estuvieran castigadas constantemente p o r lo s golp es d e u n a d v e rs a rio invi sibl e. Adquieren una expresion «recalcitrante»: envejecen sin compensacion, son como el pajaro viudo que sus pira en el tom o del cielo: «|Aleluya! jEstoy clavado! SkoW Sko W \Me muero!» »0 pasea por la habitacion retorciendose las manos; o yace en el suelo, de bruces, con ese terrible anhelo del cuerpo que, en su-dolor, ansia incrustarse en la tierra, perderse mas alia de la tumba, anulado, borrado, sin que quede en el p a v im e n to ni u n a le ve h u ell a d o lo ri d a q u e pu d i e r a s e r c o n j u r a d a d e n u e v o a l a n a d a s i n o bj eto, retrocediendo a traves del bianco, trayendo consigo el pu nto del impacto... —jSi! — di jo N or a. —B u s c a ta m b ie n a la s m u c h a c h a s e n los aseos por la noche y las encontraras arrodilladas en ese gran confesonario secreto, gritando hipoc r i t a m e n t e e l t e rr i b le a n a t e m a : »"|Asi seas c on de na da al infierno! jAsi m uer as de pie! jAsi seas condenada de abajo arriba! iMaldito sea este punto maldito y terrible! |Asi se p u d r a en so n ris a d e ca la v e ra y e sa b o c a b a ja s e r e p l ie g u e e n u n a m u e c a v a c i a d e l a in g k ! iQue este sea tu torm ento y tu condena! Dios m e condeno a mi antes que a ti y como yo seras condenada, una de rodillas y la otra de pie hasta que desaparezcamos. Porque,
ble s. tQ u e sab es d e m i? jAsi te al eje s d e m i, co n d e n a d a ! j C o n d e n a d a y t r a id o r a ! ” »Ahi tienes una buena maldicion —dijo el—. Y y o la he oido. —jOh , n o! —d ij o N o ra —. N o, no . —P ero , si p ie n sas q u e es o es to d o lo q u e pu ede d ecirse de la noch e, estas loca —prosiguio—. jMozo, tr a e la pala! ^Soy yo el san Juan Crisostomo Pico de Oro, el griego que dijo lo de la otra mejilla? No; yo soy un pedo en un vendaval, una humilde violeta debajo de una plasta de vaca. Pero —agrego con pesar— incluso el mal acaba un dia en nosotros. Los errores pueden hacerte i n m o r t a l . U n a m u j e r p a s o a l a H i s to r i a p o r h a b e r a g u a n ta d o to d o Parsifal h a s t a e l p u n t o e n e l q u e s e d a m u e r t e a l c i sn e y e n t o n c e s e x c l a m o : «jSanto Dios, han m atad o al San to Grial!» Pero n o t o d o e l m u n d o e s ta n b u e n o ; t u g u a r d a s p a r a la vejez, Nora, hija mia, la debilidad suficiente p a r a o lv id ar la s p asio n es d e tu ju v e n tu d , pas io nes que tardaste anos en robustecer. Piensa tambien en eso. En cuanto a mi, yo por la noche me arrebujo bien, satisfecho de ser mi propio charlatan. Yo, el Lirio de Killamey, compongo una nueva cancion con lagrimas y con celos, p o rq u e h e le id o q u e J u a n e r a s u p re d il e cto cuando tenia que haberlo sido yo, preste Mateo. La cancion se titula «Madre, guarda la rueca q u e e s t a n o c h e n o p u e d a h i la r» o « P a r a m i, to d o el mundo es una especie de hijo-de-puta», con acompanamiento de dos armonicas y acordeon o, si no la hubiere, arpa judia y que Dios nos valga. Yo no soy mas que un nino con los ojos m u y a b i er to s . —M a tt h e w —d ijo N o ra —, va a ser de
—P a r a n u e s tr o s am ig os, m o rim o s to d o s lo s dias —contest© el—. Pero para nosotros solo morimos al final. Nosotros no conocemos la m uerte ni sabemos cuantas veces ha tanteado nuestro espiritu mas vital. Cuando estamos en el salon, ella visita la despensa. Dice Montaigne que para dar muerte a un hombre se necesita una luz clara y brillante, pero el se referia a la c o n c i e n c i a r e s p e c t o d e o t r o s h o m b r e s . P e r o , ly nuestra muerte? Nosotros culpamos a la noche, p o r q u e en el la m o rim o s so lo s. D o n n e di ce : «Nosotros somos concebidos en carcel estrecha, en e l c l a u s t r o m a t e m o e s t a m o s t o d o s p r i s io n e r o s . Cuando nacemos, nacemos tan solo a la libertad de la casa, toda nuestra vida no es sino el camino hasta el lugar de la ejecucion y la muerte. Aho ra dime, s a b e d e a l g u ie n q u e s e h a y a dormido en la carreta mientras era conducido de Newgate a Tyburn, alguien duerme entre la carcel y el patibulo?» Pero el dice tambien: «Los hombres duermen toda la vida.» jCuanto mas no ha de asaltarles el sueno cuando caminan en la oscuridad! —S i — dijo ella—; pe ro ... —iUn m o m en to ! P o r m a s q u e ta rd e e n Uegar, yo me dirijo a una noche determinada, una neg r a n o c h e d e o t o n o , e s a n o c h e d e l a q u e t u q u ie res saber, porque yo soy pescador de hombres y mi cara brinca sobre todas las aguas, para pes> car lo que pueda. Mi relato tiene un hilo con d u c t o r , p e r o t e c o s t a r a t r a b a j o d e s c u b r ir l o . »La pena nos rasguea en las costillas y nadie d e b e r i a m e t e r l a m a n o e n n a d a ; la v i a d i r e c t a n o existe. El feto de la simetria se nutre de contradicciones, ahi radica su maravillosa infelicidad...
que las mujeres tienen sangre de perdiz y son tan dadas a complicarlo todo?! Los lugares que Jenny frecuenta son su unica distincion, es una cristiana errante. Sonne con la sonrisa amplia del que se insulta a si mismo, que se irradia a la cara partiendo de una anomalia central localizada, la personificacion de la 'lad ro na ”. Siente pasion por la propiedad ajena pero no bien la po se e la p ro p ie d a d p ie rd e p a rte d e su val or, po rque es la estima del poseedor lo que le da valor. Y ella fue la que te robo a tu R obin. — ^C om o es ella? —p re g u n to N or a. —V era s —di jo el d o c to r—, yo sie m p re cr ei que era la criatura mas comica de la faz de la Tierra, hasta que vi a Jenny, bufon de comedia desmedrado, presuroso y deteriorado, con cara de careta y un olor como de nido de ratones. Es una «urraca», siempre nerviosa. Yo juraria que hasta cuando duerme mueve los pies y contrae y dilata los orificios de su cuerpo como el iris de un ojo suspicaz. Dice del projimO que le ha arre b a ta d o su «fe» e n el, co m o si la fe f u e r a u n ob je to tr an s p o rta b le . D u ra n te to d a s u vid a h a cu ltivado el sentimiento de la «sustracci6n». Si fue ra soldado, definiria la derr ota co n esta frase: «E1 enemigo se ha Uevado la guerra.w Puesto que, en cierto modo, se siente disminuida, se empena en hacer acopio de destino, y para ella el linico destino es el am or, el am or d e cualquiera, o sea, el suyo. De m an era que' solo el amo r ajeno es su amor. Canto el gallo y ella fue puesta, su presente es siempre el pasado de otro, vuelto del reves y colgando. »Sin embargo, todo lo que roba lo conserva mediante la incomparable fascinacion de la maduracion y la descomposicion. Ella posee la
fuerza de un accidente incompleto: uno espera siempre verlo terminar, descubrir la ultima imp ureza que lo redondee; ella nacio en el punto de la muerte, pero, desgraciadamente, no rejuvenece con la edad, lo cual es un grave error de la Naturaleza. |Cuanto mas pulcro habria sido nacer viejos e ir hasta la nihez con el paso de los anos, para terminar no al borde de la tumba sino del seno materno; ser amamantados al ter minar el ciclo de vida para introducimos en el vientre m atem o en lugar de ,tener que dirigir nuestros pasos vacilantes hacia el polvo de la m u e r t e , y e n c o n t ra r u n a s e n d a h u m e d a y c a m o sa! jY lo comico que seria ver como, al final de l a j o m a d a , n o s e n c a m i n a m o s h a c i a n u e s t r a g u arida respectiva, mientras las mujeres, temblando de terror, no se atreverian a poner el pie en la calle! »Pero, poco a poco, voy llegando a la narracion de la noche que hace que todas las demas noches parezcan relativamente decentes, la no che en que, ataviada con mitones de encaje mostrando los bajos de unos pololos, que por cierto habian caido en desuso tres madres atras, Jenny Petherbridge, que asi se llama, por si te interesa —puntualizo con u na sonrisa—, envuelta en un manton de Manila de fantasia madrilena... en realidad, el atuendo vino despues, pero no importa, se present© en la opera a primeros de otono, creo que daban Rigoletto, y no me equivoco, paseando por la galena y registrando con la mirada los alrededores, en busca de pro ble m as, p o r m a s q u e despu es ju r a r a q u e n a d a mas lejos de su imaginacion, y alii descubrio a Robin, sentada .en un palco, mientras yo pasea b a a r rib a y ab aj o, h ab la n d o so lo en el m e jo r
frances de la Comedie Frangaise, tratando de mantenerme al margen de algo que sabia que i b a a t r a e r d i s g u s to s p a r a t o d a u n a g e n e r a c i o n y deseando estar escuchando el ciclo de Schu mann, cuando, con siseo de sedas, aparece la m a r r a n a d e e s a e s p e ci e d e c o n d e d a n e s . M i co razon sangra por todas las pobres criaturas fachendosas que luego no tienen un triste orinal d o n d e m e a r n i u n a v e n t a n a p o r d o n d e e c ha r lo , y me puse a pensar, y no se por qu^ en todos los jardines cerrados del mundo, en los que la gente puede elevar sus pensamientos a gran altura por lo angosto del lugar, y lo hermoso, y en los anchos campos en los que el corazon puede expansionarse y diluir su vulgaridad, por eso yo como ensalada, y pensaba que todos deberiamos tener un lugar en el que depositar nuestras flores, como yo que una vez, siendo joven, me a g e n c i e u n a corbeille de orquideas pero, ^me las quede? No te impacientes, que ya vuelvo. No; m e q u e d e s e n t a d o m i e n t r a s t o m a b a e l t e , d ic ie n do: “Sois muy hermosas y haceis un gran honor a mi armario, pero hay un lugar mejor que os espera../', y las tome de la mano y las lleve a la iglesia catolica y dije: “Dios es aquello que nosotros hacemos de El, y no parece que la vida vay a a m ejo r”, y sail de pu ntillas. »Recorri la g alena po r terc era vez,. y yo sab ia que, a pesar de no ser hindii, habia descubierto que era lo que andaba mal en el mundo, y dije que el mundo es como esa pobre lagarta triste de Jenny, que nunca sabe por donde ponerse los mitones, picoteando aqui y alia como u n a u r r a c a r e c e lo s a , h a s t a q u e a q u e U a n o c h e e s p ec ia l la in vit o a u n b a n q u e te (e n el q u e d esd e
durmiente atribulada, con su cara de asombro. Aquello era mas de lo que un chico como yo ( q u e s o y l a u l ti m a m u j e r s o b r e l a t i e rr a , a u n q u e mujer barbuda, desde luego) podia soportar, y empece a echar espuma de desesperacion al contemplarlas, pensando en ti, y en como al fi nal todas sucumbiriais enredadas unas con o t r a s, c o m o e s o s p o b r e s a n i m a l e s q u e e n t re l a z a n los cuemos y luego aparecen muertos, enzarzados, con las cabezas aplastadas y un conocimiento el uno del otro que no habian deseado, despues de haber tenido que contemplarse, ca b e z a co n c a b e z a y oj o c o n ojo, h a s ta m ori r; bie n, asi estareis, tu y Jenny y Robin. Tu, que hubieras debido tener mil hijos, y Robin que hubiera tenido q ue s er todos ellos; y Jenny, el pajaro q ue roba la avena del guano del amor, y entonces me volvi loco, porque yo soy asi. |Vaya una autopsia la que yo deparare, con todo lo que Uevo en el intestino! Un rinon y un trozo de herradura perdidos en el circo romano; im higado y un aliento exhaustos, un a bills y un a coleccion de tarascas de Milan, y mi corazon que todavia Uorara cuando se enfrien mis ojos, para no ha b la r d e la n o sta lg ia de Cellini en m i o sa m en ta , p o r to d o lo q u e d eb io d e s u fr ir c u a n d o des cu b rio q u e n o p o d ria e s ta r p e r o r a n d o si em pre : cuesta mucho divulgar el nombre de la belleza. Y el forro de mi vientre, sembrado de los rizos que he cortado aqui y alia, nido de pajaro en el que pon er mis huev os perdidos, y m i "gente, buenos donde los haya y desde que los hay, transitando por el triste camino que va del “No sabem o s ” h a s t a e l “N o im a g i n a m o s ' p o r q u e ” . »Bien, pense en ti, todo lo mas una mujer, y tsabes que quiere decir eso? Por la mahana, no
m ucho ,. aten azad a en las bridas d el dolor. Y entonces volvi los ojos hacia Jenny que miraba en derredor buscando brega, porque ella estaba entonces en ese punto critico de la v i d a q u e e ll a s a b i a e r a s u u l t im o m o m e n t o . hay que ser medico para sab er que esa es una hora mala y extrana para una mujer? Si t o d a s l a s m u j e r e s l a p a s a r a n a l m i s m o t ie m p o , p o d ri a s e x te rm in a rla s en b lo q u e , co m o u n a pl ag a d e e s c o r p i o n e s; p e r o l es d a u n a a u n a y e s u n nunca acabar, y se sumen de cabeza en ese est a d o s o la s . P a r a l o s h o m b r e s d e m i c la s e n o e s t a n m a lo ; yo n u n c a p e d i m a s q u e p o d e r v e r a m i p e rs o n a je d e c a b o a rab o , n o im p o r ta lo d e ca id o que este. Pero para una mujer como Jenny, la p o b re p e r r a d e sp elu za d a , e n fin , b ie n s a b e Dios que lo senti por ella, porque entonces descubria la clase de mujer que era, una mujer que habia p a s a d o la v id a rev o lv ie n d o fo to g ra fi as d el p asa do, buscando a la sirena que apareciera apoyada d e l a d o , c o n u n a m i r a d a c o m o s i lo s a n g e le s le s u b i e r a n p o r l a c ad e r a , u n g r a n a m o r q u e p o d i a muy bien no tener cara pero que debia estar p ro v is to d e b u e n a an ca, re c o s ta d a e n p a n o d e terciopelo escoces, con un pedestal recubierto d e h i e d r a a l a iz q u i e r d a , u n c u c h i l lo e n l a b o t a y la ingle abultada como si ahi guardara el coraz 6 n . 0 r e b u s c a n d o e n v i ej o s l ib r o s l a p a s io n q u e fuera toda abnegacion y tuberculosis, con flores en el pecho. Asi era Jenny . De ma ne ra qu e ya p u e d e s im a g in a r co m o te m b la b a al v erse ca m ino de los cincuenta, sin haber hecho nada que p u d ie ra p o n e r en s u ep it afi o n i te n e r n a d a e n su p a s a d o q u e ju s ti f ic a r a el q u e p u s ie r a n s u n o m b re a u n a flor . L a vi a d e la n ta rs e , a n d a n d o co n
dome (yo la conocia, si puedes decir que conoc e s a u n a m u j e r p o r h a b e r l e p a l p a d o e l r ih o n ): "(^Nos presenta?" Y las rodillas me temblaban, y sentia en el corazon un peso como si encima se me hubiera sentado el buey de Adan, porque tu eres amiga mia, y una buena persona, bien lo sabe Dios, incapaz de poner fin a nada, porque te pueden derribar, pero tu seguiras arrastrandote siempre, mientras sirva de algo. De modo que dije: “^Por que no, maldita sea?” Y las present4 como si Robin no hubiera conocido ya a b a s ta n te g en te , sin m i ay u d a. —Si — dijo el la — . C o no cia a to d o el m u n d o . —E n fi n —c o n ti n u e el—. El te a tr o e m p ez ab a a vaciarse. La gente bajaba las escaleras hablando de la Diva (a la fuerza tiene que haber algo malo en un arte que hace a una mujer toda b u st o ), c o m e n ta n d o co m o h a b ia d a d o el d o d e p ec h o , y to d o el m u n d o m ir a n d o p o r el ra b illo del ojo para ver como iban vestidos los demas, y algunas abriendose la capa para hacer que a los hombres se les despertara la bestia y les atenazara el cuello... sin sospechar que era yo, con mis dos hombros bien cubiertos, el que hacia congestionarse las venas de las sienes de sus acompanantes... caminando todos muy dignos y solemnes, mientras a mi se me revolvia el estomago al pensar en ti, y Robin sonreia con la b o c a to rc id a co m o el g a to q u e ti en e q u e ju st if icar unas plumas de canario, y Jenny brincaba a s u l a d o , t a n p r e s u r o s a q u e s e a d e l a n t a b a y l u eg o tenia que retroceder, dando grititos de presuncion y diciendo con voz quejumbrosa: "Tienen q u e v e n i r a c e n a r a c a s a .” »Y, Dios me asista, fui. Porque, ^quien es el
mismo por un whisky con soda, caviar y un b u e n fu eg o ? Y e sto m e Ue va al p a seo q u e dim os’ despues. Como dijo Antonio hace tiempo: "^Tuviste una buena npche?", y Claudio respondio: “Si, pardiez. Y una buena mahana; porque a eso de las o cho del dia^ siguien te, jzas!, tod os and a b a n d e hi noj os , b e s a n d o s e y q u e m a n d o m ueble s, b e b ie ro n a m i sa lu d, ro m p ie r o n la s cop as y as i se despidieron." As! lo dijo Cibber y yo lo digo en palabras de Taylor: “^Acaso Periandro no c r e y o o p o r t u n o y a c e r c o n M e li sa , s u m u j e r , d e s p u es d e q u e el la s u b ie ra al ci el o? " lU o es este trabajo nocturno de otro orden pero nocturno al cabo? Y en otro lugar, com o dice M ontaigne; “No parece ser un amor lunatico el de la Luna que, al no poder de otro modo gozar de Endimion, su amado, lo durmiera durante meses p a r a g o z a r del q u e n o se co n m o v ia sin o en suenos." »Bien, despues de recoger por el camino a una nina, sobrina de alguien que conocia Jenny, nos fuimos todos en coche por los Champs Elysees. Cruzamos rapidamente por el Pont Neuf y torcimos por la rue du Cherche-Midi, |que Dios nos perdone!, donde tu, fragil barquichuela del amor, velabas preguntandote donde... mientras Jenny cometia ese acto tan vil y abominable como el cometido por Catalina de Rusia, y no me digas que no, que confundio el trono del viejo Poniatovsky con un inodoro. Y de pronto yo me alegre de ser tan simple y de no ambicionar nada de este mundo que no pueda conseguirse por cinco francos. Y no envidie a Jenny nada de lo que tenia en su casa, aunque reconozco que le habia echado el ojo a un par de libros que le hubiera escamoteado, de no estar
encuadernados en piel. Y es que yo no tendria inconveniente en robar la mente de Petronio, desde luego, pero nunca la piel de un becerro. Por lo demas, la casa estaba Uena de lo peor en lo qu e podia u no gastarse la herencia. Y yo, en la feria, habia tenido una suerte fenomenal y, tirando una hilera de orinales y haciendo girar con buena mano una docena de ruedas de la fortuna, pude proveer mi alacena, porque mien tras los demas, por mil francos, no se Uevaban mas que unos perritos de trapo o unas munecas de c ara trasnoc hada ,
El docto r es taba v iolento p or el rigido silencio de N ora. Prosiguio: —Y o ib a in c li n ad o h a c ia d ela n te , ap o y a d o en el baston que su jetaba con las dos manos, cuando nos metimos por debajo de los arboles. Mi coche negro iba seguido por otro coche negro y este, por btro. Las ruedas giraban. Y yo empece a decirme: los arboles son buenos, y la hierba es b u en a , y lo s a n im ale s so n b u e n o s, y lo s p a ja ro s que vuelan por el aire son estupendos. Y todo lo q u e h a c e m o s e s d e c e n t e c u a n d o l a m e n t e empieza a olvidar: es el designio de la- vida; y todo es bueno cuando hemos olvidado: es el de signio de la muerte. Yo empece a entristecerme p o r m i e sp ir it u y p o r el esp ir it u d e to d a s la s p e rs o n a s q u e p ro y e c ta n u n a s o m b r a m u c h o m a s larga que lo que son ellos, y por todas las bestias que caminan solas en la oscuridad; empece a U o ra r p o r t o d a s l as b e s te z u e la s q u e e s t ^ d e n t r o de su madre, que van a tener que salir y portars e b ie n , e n v u e l t a s e n l a u n i c a p i el q u e l e s d u r a r a tod a la vida. Y m e dije: po r ellas yo cae ria de rodillas, pero no por esta mujer. A ella, ni por orinarle encima aunque la viera arder, dije. Jenny es tan egoista que no daria ni su mierda a los cuervos. Y enton ces pense: P ob re zorra. Si e s t u v i e r a m u r i e n d o s e , d e b r u c e s e n e l su e lo , c o n la cara hundida en unos largos guantes negros, ^la perdonaria? Comprendi que la perdonaria, como perdonaria a todo el que ofreciera un b u e n c u a d ro . Y en to n ce s em p ec e a m ir a r a la gente del coche, levantando los ojos cuidadosamente para que no advirtieran nada extrano, y vi a la m uc ha ch a inglesa, muy erguida, satisfecha y asustada.
zada y huia de algo adulto; la vi alH sentada, muy quieta y, sin embargo, corria; se le nptaba en los ojos y en la barbilla, hu nd ida en el pecho, y en los ojos mu y abiertos. Y enton ces vi a Jenny alii'Sentada, temblando y dije: "jDios mio, no es un buen cuadro!” Y a Robin que se inclinaba hacia delante, mientras le corria la sangre, m u y r o j a, d o n d e - J e n n y l a h a b i a a r a h a d o , y y o grite pensan do: "Algun dia, .Nora de jara a esta c h ic a ; - pe ro a u n q u e l a s e n t i e r r e n a c a d a u n a e n im extremo de la Tierra, un mismo perro las e n c o n t r a r a a l a s d o s. ”
DONDE CAE EL ARBOL El baron Felix, que habia renunciado a su cargo en el Banco, aunque no a sus relaciones con el, habia sido visto en muchos paises, delante de la puerta del palacio de cada pais, manteniendo las enguantadas manos ante si, insinuando un ademan de pleitesia, contemplando monumentos y reliquias con una tension en la p ie rn a q u e le h a c ia d a r el p a so a d e la n te o a tr a s a n t e s q u e c u a l q u i e r o t r o t u r is t a . S i a n t a h o h a b i a e s c r it o a l o s p e r io d i c o s s o b r e tal o cual noble (sin ver publicadas sus cartas), si habia enviado misivas a casas en decadencia, sin recibir respuesta, ahora amasaba un cumido d e e s p e c u l a c i o n e s r e li g io s a s q u e p e n s a b a e n v i a r al Papa. La razon era que, a medida que pasaba el tiempo, se hacia mas evidente que su hijo, si p a r a al go h a b ia n ac id o , e r a p a r a la d e c a d e n c ia sagrada. El niho era deficiente en lo mental y s u p e r d o t a d o e n lo e m o t iv o ; a d e p t o d e l a m u e r t e ; a los diez ahos aparentaba seis, usaba gafas, tro p e z a b a al c o rr e r, te n ia sie m p re la s m a n o s fr ia s y seguia a su padre con cara de ansiedad, tem b la n d o d e u n a e x cit ac io n q u e e ra u n ex ta si s p re coz. De la mano de su padre, subia las escaleras de palacios e iglesias, con la flexion de pierna que exigen unas medidas que no han sido calcul a d a s p e n s a n d o e n l a in f a n c i a; c o n t e m p l a b a c u a -
dotes con la respiracion rapida de las personas en las que la concentracion tiene que ocupar el lugar de la participacion, como en la cicatriz de un animal herido se observa el estremecimiento de su recuperacion. La primera vez que Guido hablo de su deseo de entrar en la Iglesia, Felix quedo anonadado p o r la im p re si o n . El sab ia q u e G uid o n o e ra como otros ninos, que no se podia razonar con el. Al aceptar a su hijo, el baron comprendio que aceptaba la demolicion de su propia vida. Evidentemente, el nino nunca podria cuidar de si mismo. El baron compro a su hijo una Virgen de metal con una cinta roja y se la colgo del cuello. Aquel cuello fino, al inclinarse para reci b ir la ci n ta , le re co rd © el cu ello d e R obin , cu an do la vio de e spaida s a el, en la tiend a ’de antigiiedades del Sena. Por lo tanto, Felix empezo a ocuparse de la Iglesia. Miraba inquisitivamente la cara de cada sace rdo te q ue veia por la calle; leia letanias, con tem plab a casullas, repasab a el Credo y se interesaba por el estado de los monasterios. Despues de mucho reflexionar, escribio al Papa ima larga disquisicion sobre el estado de la clerecia. Hacia mencion de los frailes franciscanos y de los curas franceses, y senalaba que una religion que, con su profunda unidad, podia producir dos tipos tan dispates —uno, el romano, rapado y esperando, segun se advertia al mirar su cara inexpresiva y absorta, nada mas glorioso que una resurreccion muscular; mientras que el otro, el cura frances, parecia compuesto de hombre y mujer en conjuncion con el pecado original, llevando con ellos una porcion de bien y d e m a l e n a u m e n t o y d i s m i n u c i o n c u a n t i ta t i v a
constante, y ofrecia el triste espectaculo de un ente unico venido a una multiple disolucion— f o r z o s a m e n t e h a b i a d e s e r e n e x t r e m e e l a st ic a . Felix preguntaba si ello podia ser producto del diverse talante confesional de uno y otro pa is . P re g u n ta b a si n o d e b ia d a rse p e r d esc o n ta do que el oido italiano tenia que estar menos confundido porque, posiblemente, estaba atento al eco de su pasado, mientras que el frances lo estaba al del future. lEra concebible que las «confesiones» de una y otra nacion pudieran p ro d u c ir en u n c a s e ese co m a v iv ie n te y ex pee tante y en el otro, esa mundana, increible, indecente glotoneria? El decia que, personalmente, habia sacado la conclusion de que los f ra n c e se s , m ^ s e cu l ar e s, e r a n u n p u e b lo m u y p o ro so . P a rti e n d o d e es ta su p o si ci o n, e ra n a tu ra l que, por tener que escuchar los mil y un pecados mundanos, el sacerdote, al llegar a los cuarenta ahos, encontrara dificil dar la absolucion, p u e s el p e n it en te o p ta b a a u n a p ec u li a r cla se d e p erd o n ; n o ta n to ab so lu cio n co m o ex ig en cia, p o rq u e el s a c e rd o te e r a y a en si u n v aso llen o a rebosar y otorgaba el perdon porque ya no po d i a c o n t e n e r s e y h a c i a a p r e s u r a d a m e n t e e l si gn o de la cruz, tenso, como una vejiga Uena a reventar y ansioso de soledad. El franciscano, por el contrario, aun podia esperar. No habia en su iris la tangente del que, al dar la bendicion, busca la expansion. Felix no recibio respuesta. Ni la esperaba. El escribio para aclarar sus propias ideas. El sabia que, con toda probabilidad, el nino nunca seria «llamado». Si lo era, el baron esperaba que ello sucediera en Austria, entre sus compatriotas, y a tal efecto decidio fijar su residenc ia en Viena.
Pero, antes d e partir, fue a ver al doctor. Este no estaba en su domicilio. El baron, sin saber adonde ir, enderezo sus pasos hacia la plaza. AUi vio venir la pequena figura vestida de negro. El doctor venia de un entierro y se dirigia al Cafe de la M airie du VI® pa ra re m on tar el animo. El b a ro n o b se rv e co n est u p o r, d u r a n te los se gundos que el doctor tardo en descubrirle, que parecia avejentado, mas de lo que sus cincuenta y tantos anos justificaban. Se mo via despacio, como si anduviera por el agua; las rodillas, en l as q u e u n o n u n c a s e f ij a b a p u e s t o q u e e l d o c t o r casi siempre estaba sentado, se le doblaban. Su oscuro menton se hundia con una melancolia que pare cia no ten er ni principio ni fin. El baro n le Uamo e inmediatamente el doctor se despojo de su personalidad oculta, como se esconde p re c ip it a d a m e n te u n a v id a secreta . S on ri o , irgulo el cuerpo y levanto la mano saludando aunque, como es habitual en las personas a las que se ha pillado desprevenidas, un poco a la defensiva. —( iQu e es d e su vi da ? —p re g u n to , p a ra n d o s e a media manzana—. Hace meses que no le veia, y es un a lastima —agrego. El baron sonrio. —H e te n id o in q u ie tu d es es p ir it u ale s —dijo, empezando a andar al lado del doctor—. ^Tiene c o m p r o m i s o p a r a c e n a r? —N o —d ijo el d o c to r—. V en g o de e n te rr a r a un sujeto excelente. No creo que usted lo conociera, un cabila, un arabe de lo mejor. Tienen sangre romana y pueden palidecer con una fuerte impresion, que es mas de lo que puede decirse de la mayoria —agrego, andando un p o co d e lado co m o el q u e n o s a b e a d o n d e va el
c o m p a n e r o — . S i h a c e s a lg o p o r u n c a b il a, p o r delante o por detras, el te recompensara con un camello o con un saco de datiles —suspiro, pas a n d o s e l a m a n o p o r e l m e n t o n — . El u n i c o q u e he conocido que me ofrecio cinco francos antes de que yo pudiera sacar los mios. Enmarque el b il le te co n flo r d e a z a h a r y lo co lg u e d e la esta n teria. El baron iba distrmdo pero sonrio por cortesia. Propuso cenar en el Bois. El doctor se mostro encantado y, ante la buena noticia, esbozo esa serie de ademanes del que recibe una gra ta sorpresa: alzo ligeramente las manos —sin guantes—, casi palpo el bolsillo del pecho —panuelo—, se miro los zapatos y se sintio agradecido al entierro: estaban relucientes. En conjunto, estaba bastante presentable. Se toco la corbata t e n s a n d o l o s m u s c u l o s d e l c ue ll o. Mientras el coche avanzaba por el Bois, el doctor repasaba mentalmente lo que podia pedir: pato -a la naran ja, no. Al cabo de tan tos anos de c om er con bolsillo de -pobre, sus h abitos se red uc ian a platos sencillos, al ajo. Se estremecio. Tenia que pensar en algo diferente. Lo unico que s6 le ocurria era cafe y Grand Marnier, calentando la gran copa en la palma de la mano, como sus paisanos se calentaban con el fuego de turba. «^Si?», dijb al advertir que el baron e s t a b a h a b l a n d o . E l d o c t o r l e v a n t o l a b a r b i l la a l a i r e d e l a n o c h e y e s c u c h o c o n i n t e n s a a t e n c io n , a f in d e p o d e r r e c o n s t r u i r l a f r a s e c o m p l e ta . —E s e x tr a n o , p e ro a la b a r o n e s a n u n c a la h a b ia v is to a e s ta lu z —d e cia el b a r o n c r u z a n d a l as p ie m a s —. Si tr a ta r a d e e x p re s a rl o co n p ala b ras, m e r e f i e r o a c o m o l a v e i a e n r e al id a d , r e s u l t a r i a
ra me doy cuenta de que nunca, en ningun me m e n t o , t u v e u n a i d e a c l a ra . Y o d e e ll a t e n i a u n a i m a g e n , p e r o n o e s lo m i s m o . U n a i m a g e n e s u n alto que hace la mente entre dos incertidum b re s. Yo h a b ia re co g id o m u c h a s co sas d e uste d , desde luego, y, despues, cuando ella se fue, de otras personas, pero esto solo aumento mi con fusion. Cuanto mas averiguamos acerca de una p e r s o n a m e n o s sab em o s. P o r ej em plo , yo n o s a b r e n a d a d e C h a rt re s, a p a r te el d a to d e q u e po see una catedral, si no he vivido en Chartres y p u e d o e s ta b le c e r u n a p ro p o rc io n e n tr e la a lt u r a de la catedral y las vidas de sus vecinos. De otro modo, el saber que un tal Jean de esa ciudad h a b i a p u e s t o a s u m u j e r d e p i e en c i m a d e l p o z o no serviria mas que para desconcertarme; al imag inar el acto, se me aparece ta n alto como la c a t e d r a l; d e l a m i s m a m a n e r a q u e l o s n in o s q u e no saben gran cosa de la vida dibujan a un h o m b r e y u n g r a n e r o a l a m i s m a e sc al a. — S u d ev o cio n p o r el p a sa d o p u e d e s e r co m o el dibujo de un niho —observo el doctor mirando el taximetro con aprension. E l b a r o n a s in t io . E s t a b a p r e o c u p a d o . —Mi fa m il ia se h a p rS se rv ad o p o rq u e c u a n to se de ella se ciffa en los recuerdos de una sola mujer, mi tia. Por lo tanto, tiene un caracter sin gular, claro e inalterable. En esto he tenido suerte. Elio me da un sentido de inmortalidad. N u e s tr a id e a fu n d a m e n ta l d e e te rn id a d es u n a -condicion qu e no pue de variar. Es la motivacion d e l m a t r i m o n i o . E n r e a li d a d , n o h a y h o m b r e ' q u e desee la libertad. El hombre adquiere un habito c o n t o d a l a r a p i d e z p o si bl e. E s u n a f o r m a d e i n mortalidad.
la persona que la rompe, alegando que con ello h a r o t o l a im a g e n d e n u e s t r a s e g u r id a d . El baro n asintid. —E sta cu a li d a d d e u n a co n d ic io n lin ic a, q u e era tan caracteristica de la baronesa, era lo q u e m e a t r a i a e n e lla ; u n a m a n e r a d e s e r q u e , en aquel entonces, ni siquiera habia elegido deli b e r a d a m e n te , si no q u e e r a u n a esp ecie d e pose sion fluida que me daba la sensacion de que yo p o d ria n o so lo a lc a n z a r la in m o rta li d a d si no t a m b i e n s e r l ib r e p a r a e l eg i r m i p r o p i a e s p e c ie . —E lla sie m p re so st u v o b o c a ab a jo la b o ls a d e los truc os de Dios —dijo el doctor. —S in e m b a rg o —p ro sig u io el b a r o n —, a d e cir v e r d a d , l a m i s m a a b u n d a n c i a d e l o q u e - e n to n ces me parecia seguridad y que en realidad era la privacion mas absoluta, era lo que nle daba mayor placer y tambien una terrible sensacion de angustia, que result© plenamente justificada. E l d o c t o r e n c e n d i o un cigarrillo. —Y o lo to m a b a p o r a q u ie sc e n c ia —p ro sig u io el‘ ba ro n— . Y con ello co m eti’ m i g ran erro r. -En realidad, ella era como esaS personas que, al ehtrar inopinadamente en una habitaciori, inter r u m p e n t o d a s la s c o n v e r s a c io n e s p o r q u e b u scan a alguien que no esta. —Golpeo el cristal del taxi, se bajo y pago. Cuando subian por el camino de grava, prosiguio—: Lo que yo queria pregun tarle especialm ente era po r que' ella se caSo conmigo. Me ha dejado en la oscuridad para el resto d e mi vida. —T o m e u s te d el caso d e la ye gu a- q u e sa b ia d e m a s i a d o — d ij o e l d o c t o r — y q u e p o r l a m a f ia na miraba entre las-ramas, pinb o cipres. Sufria p o r al go q u e le h a b ia sid o - a rre b a ta d o d u ra n t'e' la
algo yacia entre sus cascos, pero ella no movia ni una rama, aunque su flanco era un torrente ^ de dolor; estaba condenada hasta las corvas, que la hierba acariciaba suavemente al ondear. Sus pestanas tenian el gris negruzco de las de u n n e g r o , y e n e l s u a v e c e n t r e d e s u s a n c a s p a l p it a b a u n pu lso , f in o co m o d e vio lin . M i e n tr a s r e p a s a b a e l m e n u , e l b a r o n d i jo r —L a P e th e rb rid g e vin o a v er m e. —Dios ru ti la n te —e x cla m o el d o cto r, d eja n d o la cartu lina sobre la m esa—. eso Uego? Nunca.lo hu biera creido. —A l p ri n ci p io , yo n o te n ia id e a d e q u ie n e ra —d ijo el b a ro n —. N o h a b ia a h o rra d o es fu erz o s p a r a h a c e r s u a tu e n d o ra n c io y tr is te , a b a s e d e velos y un vestido de una tela oscura y neutra con flor.es, de corte sencillo, muy cenida a un b u s to m u y p e q u e h o y co n f ru n c e s e n .l a cin tu ra , sin duda para disimular las, anchuras de la que ha dejado muy atras los cuarenta. Parecia tener p ri sa. M e.h ab l6 .d e u ste d . El doc tor dej6 el m en u s obre las rodillas. Levan to sus oscu ros ojos con las cejas hirsutas. —tQ u e di jo ? El baron respondio, evidentemente sin sospechar que con sus palabras tocaba un punto sensible: —D is p ar ate s a c e rc a d e q u e a u s te d se le ve casi todos los dias en un convent© donde hace sus devociones, recibe comida gratis y atiende casos q ue son , digamos, ilegales. El bar6n levantp la mirada. Entonces advirtio con sorpresa que el doctor se habia wdeteriorado» h.asta la condicion en que le viera en la calle, c u a n d o c r e i a q u e n a d i e l e o b s e rv a b a . En voz muy alta, el doctor dijo al camarero a
menos de dos dedos de sus labios: «Si, y con las naranjas, naranjas.» E l b a r o n p r o s ig u i o r a p i d a m e n t e : —Y o m e se n ti a vio le n to , p o r q u e G uid o e s ta b a d e l a n te . E li a d ij o q u e h a b l a v e n i d o a c o m p r a r m e un cuadro. Efectivamente, me ofrecio un buen p re cio , q u e estu v e te n ta d o d e ace p ta r. .. u lt im amente me he dedicado a la compraventa de cuadros, para mi viaje a Viena, pero luego resulto que el cuadro que queria era el retrato de mi abuela, del cual yo nunca podria desprenderme. Pero no Uevaba ni cinco minutos en la habitac io n c u a n d o m e d i c u e n t a d e q u e l o d el c u a d r o era un pretexto y que lo que ella-buscaba era otra cosa. Se puso a hablar de la baronesa casi inmediatamente, aunque al principio sin dar nombres, y yo no relacione el relato con mi es p o s a h a s ta el fina l. M e di jo : «Es r e a lm e n te extraordinaria. Yo no la comprendo en absoluto, p e ro te n g o q u e d ec ir q u e la c o m p re n d o m e jo r que otras personas.» Y entonces anadio con una vehemencia forzada: «Siempre deja morir a los animalitos. Los mima, los mima y luego ios abandona. Del mismo modo que los aniniales se aban do na n a si mismos.» »A mi aquello no me gusto en absoluto, por que Guido quiere mucho a los animales, y yo m e d a b a c u e n t a d e l o q u e p a s a b a p o r e l- N o e s como otros ninos, cruel o insensible. Por eso le llaman “raro”. He observado que al niho que es maduro, quiero decir maduro de corazon, siem p re se le U am a d ef ic ie n te . —Pid io la c e n a y p r o siguio—: Ento nces ella cam bio d e tema. —Z ig za g u ean d o c o m o u n a b a r c a z a a im p ulsos del viento —dijo el doc tor. —B ie si, 'p h b la d nina * la
que tenia en su casa, Sylvia la Uamo; por aquel entonces, la baronesa tambien vivia con ella,a u n q u e y o n o s u p e h a s t a d e s p u e s q u e e s a p e r so na fuera la baronesa. Bien, lo cierto es que al p are c e r, la p e q u e n a Sylv ia se h a b ia w en am or ado» de la baronesa y eUa, la baronesa, no hacia m a s q u e d e s p e r t a rl a p o r l a n o c h e p a r a p r e g u n tarle si la «amaba». »Durante las vacaciones, mientras la niha est f b a f u e r a , l a P e t h e r b r i d g e e m p e z 6 - a s e n t ir " a nsiedad''... asi se expre so ella, por si realm en te "la jo v e n te n ia o n o te n ia co ra zo n ". —Y, p a r a av eri g u arl o , vol vio a tr a e r a la n in a —esp ec u lo - el d o cto r, o b se rv a n d o a la ele g an te con curren cia que em pezaba a ilenar el comedor. —E x a c ta m e n te —di jo el b a r o n m ie n tr a s p ed ia el vino—. Yo lance una exclamacion y ella dijo rapidamente: «Usted no puede reprocharmelo, no puede acusarme de servirme de una niha p a r a m is p ro p io s fin es. » Bi en ,. q u e, si no, se reduce eso? —E sa m u je r n o v acil aria en se rv ir se d e la te rcera resurreccion de un muerto para sus pro pio s fi n es —d ijo el d o c to r in sta la n d o se m a s c6 modamente en su silla—. Aunque tengo que r e c o n o c e r q u e e s m u y g e n e r o s a c o n e l d i n er o . —E so d e d u je d e la o fe r ta q u e m e hiz o p o r el retrato —dijo el baron haciendo una mueca—. Bien, luego dijo que, cuando volvieron a reunirse, la baronesa la habia olvidado hasta el extre m e de q ue la nih a se sintio «avergonzada». Dijo «la vergiienza la recorrio de arriba abajo». Ya estaba en la puerta cuando pronuncio la ultima frase. En realidad, interpreto toda la escena como si mi salon fuera un escenario y en aquel
»“Robin, dijo, la baronesa Robin Volkbein; quiza sea alguien de su familia." »Me quede sin poder moverme durante todo un minuto. Cuando me volvi, vi que Guido esta b a m a re a d o . Lo to m e en b ra zo s y le h a b le en a le m a n . & m e p r e g u n t a b a m u c h o p o r s u m a d r e , y yo siempre habia conseguido inducirle a esperarla. E l d o c t o r s e v o lv io h a c i a . e l b a r o n c o n u n a d e sus siibitas iluminaciones: —E x a c ta m e n te —d ijo —. C on G u id o u s te d esta siempre en presencia del «inadaptado». \Es per e! N o utiliz o la p a la b r a e n se n ti d o p eyo ra tiv o ; en realidad, mi m ayo r virtud es que n un ca .utili zo lo pey orativo en -el sentido hab itual. La p ie d ad es u n a in tr u sio n c u a n d o se ap Uc a a u n a p e rso n a q u e es u n n u e v o asie n to en u n a vie ja 'cuenta. Porque eso es su hijo. Uno solo puede compadecer a los que estan limitados a su pro p ia g en era cio n . L a p ie d a d es te m p o ra l, es dec ir , q u e m u e r e c o n l a p er s o n a ; u n h o m b r e d i g n o d e p ie d a d es el u lt im o e sla b o n d e si m is m o. U st ed h a t r a t a d o b i e n a G u i d o. El baro n se- qu edo inmovil, con el cuchillo inclinado hacig: abajo. Lev anto la m irada: —^S ab e, d o cto r? , la id e a d e q u e m i h ij o pu ed a m o r i r a e d a d t e m p r a n a m e p r o d u c e u na> e s p eci e de tr is te fe U cida d p o r q u e su m u e rte es lo mas espantoso que puede sucederme. En-lo insopo rtable se halla el nacimiento. de la cu rva de la alegria. Yo me siento preso en la sombra de un amp lio tem or que- es mi hijo; el es el cen tre en torno al cual giran la,vida y la muerte, el enc uen tro co n el es mi designio final. —cY Robin? —pregun to el doctor. Ella e sta co n m ig o en G ui do; lo s d o s so n in-
separables, y esta vez —dijo el baron atrapando el monoculo— con su pleno consentimiento. —S e in cl in o h a c ia d ela n te y le v an to la serv illeta—. La batronesa siempre parecia estar buscando a algmen que le dijera que era inocente. Gui do se le parece mucho, salvo en que el es inocente. La baronesa siempre busco en la direccion equivocada hasta que encontro a Nora Flood que, por lo poco que se de ella, parece ser una persona Integra, por lo menos, en intencion. »Hay personas —prosiguio— que necesitan p e rm is b p a r a vivir. Y si la b a ro n e s a no en cu entra quien le de ese permiso, se construira una inocencia para si; una espantosa clase de inocencia primitiva. Tal vez nuestra generacion la considere «depravada», pero nuestra generacion no lo sabe todo. —Sonrio—. Por ejemplo, Guido. ^Cuantos son lbs (^e lo aprecian en lo que vale? La ,vida de cada cual le es propia de un modo p e c u li a r c u a n d o u n o la h a in v en ta d o. El do ctor se limpid losdabios. —E n la ace p ta c id n d e la d ep ra v a cid n es co m o m ejo r se cap ta el sentido d el’ pasado . ^Que es una ruina siho el tiempo que se alivia de la resistencia? La corru pcidn es la Eda d del Tiempo. Es el cuerpo y la sangre del extasis, la religidn y el amor. [Ah, si! —agregd el doctor—. Nosotros no «trepamos» .a las alturas, sino qu e som os consu midos hacia eUas y entonces la confo rmida d y el orden dejan de procuramos satisfaccion. El hombre nace tal como muere, abominando de la limpieza; y‘ luego esta su cond icidn 'intermed ia, el descuido que, generalmente, acompana al cuerpo «atractivo» upa especie de tierra de la q u e s e n u t r e e l am o r . —E rd d di jo Felix h ia
La baronesa tenia un desalino indefinible, una especie de «olor de recuerdo» como la persona que ha venido de un lugar que hemos olvidado y que dariam os la vida por recordar. E l d o c t o r a l a r g o l a m a n o h a c i a e l p an . —A si p u es, la raz o n d e n u e s tr a 'li m p ie za se hace evidente; la limpieza es una forma de aprension; nuestra deficiente memoria racial esta engendrada por el miedo. El destino y la historia son desordenados; nosotros tememos el r e c u e r d o d e e s e d e s o r d e n . R o b i n n o l o t e m i a. —N o —d ijo Felix en vo z b a ja —. N o lo te m ia . —E l e sta d o casi fo si liza d o d e n u e s tr a ca paci dad de recordar esta demostrado por nuestros asesinos y por quienes leen hasta el ultimo detaUe del crimen con apasionada avidez —prosiguio el doctor—. Solo por tales medidas extremas p u e d e el h o m b re m e d io r e c o r d a r al go o c u rrid o hace mucho tiempo; ciertamente, no es que rec u e r d e , s in o q u e e l c r im e n e n s i e s l a p u e r t a q u e c o n d u c e a u n a a c u m u l a c io n , l a fo r m a d e p a l p a r el estremecimiento de un p a s a d o q u e t o d a v i a vibra. E l b a r o n g u a r d o s il e nc io u n m o m e n t o . L u e go , dijo: —Si; al go d e este ri g o r te n ia la b aro n e sa , al go asi como un primer esbozo; se advertia en su anda r, en su fo rm a de vestir, en su silencio, que escondia un lenguaje confuso y mal articulado. En todos sus movimientos habia una gravid'ez, una premiosidad como si el pasado fuera una red que la envolvia como esa red que el tiempo extiende sob re el edificio m uy viejo. Hay -una p erc e p ti b le g ra v id ez e n el air e q u e en v u elv e u n edificio del siglo trece —dijo con leve pedante-
rodea una estructura nueva; lo nuevo parece re p e le r y lo viejo a b s o r b e r el ai re . Asi h a b ia en la b a r o n e s a u n a d en sid a d n o d e ed ad , si n o d e ju ventud . Tal vez fuer a eso lo que m e atrajo. —Los an im a le s se o rie n ta n p ri n cip alm en te p o r u n o lf ato m u y se nsi ble —di jo el d o c to r—. N o so tr o s, p a r a d if e re n c ia rn o s d e ello s, p erd im o s e l n u e s t r o y ^ q u e te n e m o s e n s u l u g a r? U n a t e n sion del espiritu que es la contraccion de la li b e rta d . P e ro —t e rm in o — to d o s lo s h ec h o s h o rri b le s ti en en p o r fi n ali d ad el p ro v ec h o . Felix comio un m om ento en silencio. Luego p r e g u n to a q u em a rro p a : —U st ed s a b e lo q u e a m i m e p reo c u p a . ^Me jo r a r a m i h ijo ? El doctor, cuanto mas viejo, mas parecia ha b la r co n si g o m is m o c u a n d o te n ia q u e re s p o n d e r a u n a p r e g u n t a , y c u a n d o l a r e s p u e s t a le p e r t u r b a b a d a b a la im p re sio n d e q u e se en co gia . Dijo : —N o si g a b u s c a n d o la cala m id ad ; la ti en e en su hijo. Al fin y al cabo, la calamidad es lo'que todos perseguimos. Usted la ha encontrado. El hombre esta completo solo cuando toma en consideracion a su sombra ademas de a si mis cy s s l a s o m b r a d e u n h o m b r e s in o su asombro postrado? Guido es la-sombra de su angustia, y la sombra de Guido es la sombra de Dios. —T am b ie n a G u id o le g u s ta n la s m u je res d e la Historia —dijo Felix. —L a s o m b ra d e M aria —di jo el d oct o r. Felix volvio la. cabeza . El bord e d el mon ocu lo lanzo un destello. —D ice la g en te q u e G u id o n o ti en e la m en te S a n a . ^Que dice usted? di im la l
vez sea mas apta que la de usted y que la mia. A el el habito no le da seguridad, y aiu siempre cabe la esperanza. —E s q u e n o c rec e —s u s u r ro Felix. —S u ex ceso d e sen si b il id ad p u e d e co h ib ir su espiritu —dijo Matthew—. Su cordura es un es p acio d es co n o cid o : u n es p aci o co n o cid o si em p re es menor que un espacio desconocido. Yo que usted, portaria la mente de ese nino como la copa que se recibe en la oscuridad. No se sabe lo que puede contener. El se alimenta de extranos restos que nosotros no hemos catalogado; el come un sueho que no es nuestro sueho. En la enfermedad hay mucho mas que el nombre de esa enfermedad. En la persona corriente, lo pe culiar es lo que ha sido desterrado, y en el ser p e cu li a r lo q u e se d e s c a r ta es lo co rri en te ; a la gente siempre le da miedo aquello que requiere vigilancia. Felix pidio fine. El doc tor sonrio: —Y a le dije q u e a c a b a ria b eb ie n d o —r e co rd o , v a c i a n d o d e u n t r a g o s u p r o p i a c op a . —L o se —r esp o n d io Fe lix —; p e ro en to n ce s no lo entendi. Crei que se referia a otra cosa. — que? Felix titubeo haciendo girar entre sus dedos temblorosos la pequen a copa. —Y o crei q u e q u e ria u s te d d ec ir q u e ab a n d o naria. El doctor bajo la m irada. —Q uiz a fu e lo q u e q u is e d ec ir . P ero a vec es me equivoco. —Miro a Felix desde debajo de sus gruesas cejas—. El hombre nace condenado e inocente desde el principio, y, tristemente, no hay otro rem edio, ajus ta su m elodia -a estos dos
El baron se inclino hacia delan te y dijo en voz baj a; —( -E stab a c o n d en a d a la b a ro n e sa ? El doctor delibero un segundo, sabiendo lo que Felix habia env uelto en aquella pregunta. —G u id o n o es ta c o n d e n a d o —d ijo . Y el b aro n se volvio rap idam ente—. Guido —prosiguio el doctor— es un bienaventurdo, es la paz de espi ritu, es lo que usted siempre persiguio. La aristocracia —dijo sonriendo— es una condicion que adquiere la mente de la persona al tratar de p e n s a r e n al go m a s g ra n d e y m ejo r. T ie n e g racia que un hombre nunca sepa cuando ha encontrado lo que siempre anduvo b uscando —anadio secamente. —^Y la b a ro n e sa? —d ijo Fe lix —. <^Sabe algo de ella? —A h o ra e sta en A m er ic a, p e ro es o y a d eb e usted de saberlo. Si; escribe de vez en cuando, no a mi, no lo perm ita Dios, sino a o tros. —lY que dice? —pregunto Felix tratando de disimu lar la emocion. —Dice: «R ec o rd ad m e» —r esp o n d io el d o c tor—. Y es que quiza le cueste traba jo reco rdarse a si misma. El baron asio el monoculo. —A lta m on te , q u e h a re g re sa d o d e A m er ica, me dice que la encontro «ausente». Una vez, yo p re te n d i, co m o u ste d q u e d e to d o se en te ra, y a deb e de sab er —dijo colocando .el mo nocu lo en su sitio—, pretend i situarm e entre bastidores, como si dijeramos dentro del escenario de nuestra actual condicion, para averiguar si era posi b le d e s c u b ri r el se creto d el tiem p o ; ta l ve z se a u n a s u e r t e q u e e s ta s e a u n a a m b i c i o n im p o s ib l e p a ra la m en te sa n a. A ho ra es to y seg u ro d e q u e
uno tiene que estar un poco loco para leer en el p a s a d o o en el fu tu ro . H ay q u e e s ta r u n p o co a p a r t a d o d e l a v i d a p a r a c o n o c e r l a v id a , la v i d a oscura, vislumbrada confusamente; la condicion en la que vive mi hijo. Quiza ese sea tambien el a f a n q u e m u e v e a l a b a r o n e sa . El baro n saco el panuelo, se quito el monoculo y lo limpio cuidado sam ente.
Con un maletin lleno de medicamentos y un frasquito de aceite para las manos de su hijo, Felix arribo a Viena con el niho al lado; Frau Mann, opulenta y alegre, iba en el asiento de d e l a n te , s o s t e n i e n d o l a m a n t a p a r a l o s p i e s d e l niho. Ahora Felix bebia copiosamente, y para ocultar el tinte rojo de sus mejillas se habia de ja d o u n a b a r b a q u e te r m in a b a en d o s p u n ta s p e in ad a s h a c ia lo s la d os. E n lo d e b e b er, F ra u M a n n n o l e ib a a l a z a g a. E r a n m u c h o s l o s c a f e s que frecuentaba el extraho trio: entre los dos, el niho, con unos gruesos lentes que le agrandaban los ojos, muy erguido, con el cuello rigido, manteniendo la cabeza en actitud atenta, observando como las monedas de su padre rodaban por e l s u e l o m a s y m a s l ej o s a m e d i d a q u e a v a n z a b a la noche, a los pies de los musicos, a los que Felix pedia m arch as m ilitares, Wacht am Rhein, Morgenrot, W a g n e r ; e l m o n o c u l o , e m p a h a d o p o r el calor de la sala, bien encajado, Felix muy cor r e c t o y b o r r ac h o , t r a ta n d o d e n o b u s c a r lo q u e siempre buscara, el vastago de una noble casa venida a menos; con los ojos vueltos hacia el techo o puestos en el lugar de la mesa en que el pulgar y el mehique seguian el compas de la musica, como si solo tocaran las dos notas im-
p o r ta n te s d e u n a o cta v a, la g ra v e y la a g u d a, o m o v i e n d a l a c a b e z a y s o n r ie n d o a s u h i jo , c o m o uno de esos jugue tes mecanicos que m ueven la cabeza al contact© de una mano infantil. Guido a p r e t a b a l a m a n o c o n t r a e l e s t o m a g o d o n d e , d e b a jo d e la cam is a, p o d ia s e n ti r la m ed all a c o n tr a la carne. Frau Mann, agarrando firmemente la j a r r a d e la ce rv eza, h a b la b a y re ia fu erte m en te . Una tarde, al entrar en su cafe favorito del Ring, Felix vio sentado en un rincon a un horn b r e alt o al q u e en se g u id a re co n o c io p o r mAs que se resistia a admitirlo: estaba seguro de que era el gran duque Alejandro de Rusia, primo y cuhado del difunto zar Nicolas, y durante la prim e r a p a r t e d e l a n o c h e s e a b s t u v o d e m i r a r le . Pero, cuando las saetas del reloj marcaban las doce, Felix (con el abandon© de su propia locura) tuvo que sucumbir y, cuando se levantaron p a r a m a rc h a rs e , co n la s m ejil la s d esco lo rid as y las puntas de la barba dobladas hacia abajo por la crispacion del menton, dio media vuelta, hizo una leve inclinacion y, en su turbacion, laded la cabeza, con ese movimiento con el que el animal desvia la mirada al tropezarse con los ojos del h o m b r e , c o m o s i s u f r ie r a u n a v e r g i i e n z a m o r ta l. Al ir a subir al coche dio un traspies. «Vamos —d ijo to m a n d o e n tr e lo s su y o s lo s d ed o s de Guido—. Estas helado.» Extrajo del frasco unas gotas de aceite y empezd a friccionar las manos del niho.
DESCIENDE, MATTHEW —^E s q u e n o p u e d e s p a ra r? —dij o el d o c to r. Llego a la casa 'Si m e d i a t a r d e y e n c o n t r o a N o r a escribiendo una carta—. ^Es que no puedes de ja rl o ? tN o p u e d e s e s ta r tr a n q u il a , a h o r a ;q u e sa b e s lo q u e b u s c a el m u n d o , q u e n o b u s c a n a d a ? —S e q u it e el s o m b re ro y el a b ri g o si n se r in vi ta do a hacerlo, dejo el paraguas en un rincon y avanzo hacia.el centre-de la habitacion—. Y yo que parezco rare porque nadie me ha visto desd e h a c e u n m i ll o n d e a n o s y a h o r a m e v e n . ^ T a n necesario es el sufrimiento para alcanzar la belleza? Sueltate del infierno y tu caida quedara interrumpida por el tejado del cielo. —Ins p e cc io n o la. b a n d e ja d e l te y, al n o ta r q u e la tetera estaba fria, se sirvio una generosa dosis de oporto. Se dejo caer en un sillon y agrego mas suavemente cuando Nora levantaba la ca b e z a d e la c a r ta — : E n lo s c o n fi n e s d e la In d ia hay un hombre que esta sentado al pie de un a r b o l. ^ P o r q u e n o d e s c a n s a r ? ^ P o r q u e n o d e j a r la pluma? es bastante durp para Robin es tar perdida en dgiin lugar sin recibir correo? J e n n y , q u e h a c e a h o r a ? ^ S e h a d a d o, a l a b e b id a y se h a a p ro p ia d o d e la m e n te d e -Ro binc o n v u l g a r i n e x a c ti t u d , c o m o l o d e e s a s o c h e n t a y dos virgenes de escayola que compro porque Robin tenia una autentica? Cuando uno se rie de las ochenta y dos, puestas en fila, Jenny corre
a la pared, hacia el retrato de su madre y se queda alii de pie entre dos torturas: el pasado que no puede compartir y el presente que no p u e d e cop ia r. ^Y q u e v a a h a c e r el la ? R e g is tr a sus habitaciones con gritos lacerantes y groseros; sepulta su cuerpo por los dos extremos, escudrinando el mundo para tratar de hallar el camino de vuelta hacia lo que deseo hace mucho tiempo. El recuerdo ha pasado, y solo por coincidencia, percibe un viento o el temblor de una hora, o la envUelve una oleada de tremendos recuerdos, y ella se desvanece al saberlo p e rd id p : ^N o p u e d e u n a c o sa h o rre h d a se r an aloga a una cosa exquisita si ambas son aprensibn e s ? M u c h a s v e ce s , a m a r d o s c o s a s n o s p e r m i t e saber cual es la buena. Piensa en los peces que Tecorren* el' m ar. S u am or al aire y al ag ua los hace girar como ruedas, mordiendo el agua con la cola y con los dientes, con la espina dorsal retorcida en el aire. j^No es asi Jenny? Klla que n u n c a p u d o ‘ a b a r c a r n a d a p o r e n t e r o s in o c o n los dientes y la cola y con la espina doblada. |Por el am or d e Dios!, ^es que no p uede s des cansar? —Si n o Ife e sc ri bo, p u e d o h a c e r? N o vo y a e star siempre aqui sentada, esperando. —Terra damnat a et maledicta! —exclamo el doctor, dando un punetazo—. Mi tio Octavio, el pescador de truchas de Itchen, lo hacia me jo r: el, c u a n d o c a p tu r a b a u n pe z, se lo com ia . |Pero tu, tu tienes que devanar el destino, tienes qu e vo lver a b us ca r a R obin! >Eso es lo que vas a ' h a c e r; E n t u s il la h u b i e r a n t e n i d o q u e m o n t a r l a P i e d r a S a g r a d a , p a r a q u e d i j e r a si a t u s i y n o a tu no; pero no, esta perdida en la abadia de W estminster, y si yo hu bie ra po dido Salir al paso
a Brec cuando la Uevaba a Irlanda y decirle una palabrita al oido le hubiera dicho: «Espera», aunque aquello fue setecientos anos antes de Jesucristo; podia haberle dado el mensaje. Eso po dia haberte detenido; pero no, tu siempre estas escribiendo a Robin. Nada te detiene, tu la has jc onv er tid o en le y e n d a y s o b re su ca b e z a h a s colocado la Luz Eterna, y seguiras perseverando aunque esto ie obligue a abrir un millon de so b re s h a s ta el fi n al d e su s dias . ^A ca so sab es tu de que sueno la arrancas? ^Que palabras tiene que pronunciar para acaUar el silbido con el que el cartero llama a otra muchacha que se alza a n s i o s a m e n t e s o b r e u n c o d o ? ^ Es q u e n o p u e d e s soltarnos a ninguno? ^Es que no sabes que tu p erse v era n c ia es s u u n ic a fe licid ad y ta m b ie n su linica desgracia? Tu escribes y lloras y piensas y cavilas, y mientras tanto, ^que hace Robin? Pues arra nc a florecillas o juega a los soldaditos sentada en el suelo; de manera que no me llores a mi; que no tengo a quien escribir y que no hago m ^ q u e r e c o g e r e s ta r o p i ta t e n d id a q u e s e - co noce con el nombre de la Colada Mundial. Haz un hoyo y entierrame en el. Quia. La Pasion segun san M ateo de Bach voy a ser. yo. Du rante una vida puedes usarlo todo, eso es lo que he averiguado. —T en go q u e es cr ib ir le —di jo N o ra —. T en go que escribirle. —E so n ad ie lo sa b e m e jo r q u e yo , yo q u e so y el dios de la os curidad. E sta bien, pero ' ente rate de lo peor. ^Que me dices de Felix y de su hijo Guido, ese niho febril, enferm o y quejumbre»so? P ara el un frio de m ue rte es un -tonico. Al igual que todos los nuevos jovenes, su unico recurso la je la d t
m atu ra. <-Que espiritus le co ntesta n a el, que n u n c a ' U e g a ra a l e s t a d o d e h o m b r e ? P o b r e vivacidad destrozada-. Y yo pregunto ahora: (-no sera que Robin fue apartada adrede? ^No habra sido Jenny un instrumento? |A saber que cuchillos la tritura n ahora! tu no puede s descan sar ya, soltar la pluma? Oh, papelero, ^no he hecho ya un resumen de mi tiempo? Un dia me sentare a descansar a la orilla de Saxon-les-Bains y me lo bebere hasta dejarlo seco, o me arruinare en la mesa de juego de Hamburgo, o acabare como Madame de Stael, con una afinidad por Alemania. Yo tendre toda clase de finales. Ah, si, c o n u n a g r u p e r a d e c r in d e d o n ce ll a, p a r a m a n tenerme el alma en su sitio, y en mi vanguardia u n a p a l o m a d e p l u m a j e e s p ec i al q u e s e m a n t e n ga a m i viento, cuan do yo‘ cabalgue en ese cabaUo furioso que tiene en cada casco goma suficiente para franquear mis actos cuando me echen d buzon y m e sellen con tierra. Con el tiempo todo es posible y en el espacio todo es p erd o n ab le . L a vid a n o es si no el vicio in te rm edio. Hay una etemidad para el sonrojo. La vida, devanada de cabo a rabo, es lo que provoca un flujo de sangre al clero. ^No puedes descansar, soltar la pluma? iOh, los pobres gusanos que nunca llegan! |Que un angel complice ruegue p o r noso tr os! N oso tr o s n o p o d re m o s ab a rc a rl o , el tetrico murmullo del nervio cardiaco dicta a cada cual su paso. ^Y Robin? jYo se donde esta tu m ente! Ella, la etem a espontanea, Robin, que siempre fue- la segu nda persona del singular. iBien! —dijo con violencia—. jEchate a liorar es p a d a e n m an o! ^A ca so yo n o m e h e com id o ta m bie n u n li bro ? ^C om o lo s ^ g e l e s y los p ro fe ta s? ^Y no era un libro amargo? Los expedientes de
m i s a t e n t a d o s c o n t r a l a l ey , su s t r a i d o s d e l o s a r chives indiscretos por mi i nfluyente amigo. lY n o m e c o m i e s t a p a g i n a , y a r r a n q u e e s a o t r a , y pisotee otr as, y desgarre ot ras y eche otras al inodoro para aliviarme de ellas? Pues ahora p ie n sa e n Je nn y, si n u n a c o m a q u e U ey ar se a lo s dientes, y en Robin sin nada que la sostenga mas que un nqmbre carinoso, el nombre carinoso que tu le diste; y es que los nonib res carinosos son un seguro contra la perdida, como la musica primitiva. Pero, ^es un a su m a ese nom. b re ? ^E s in c lu so n u e s tr o fi n u n a su m a ? No ; n o me contestes, yo se que hasta la memoria pesa. Un dia, durante-la guerra, vi un caballo muerto que llevaba m uch o tiempo. en el suelo. .El tiem po , y lo s p a ja ro s y su p ro p io p p s tr e r e sfu e rz o habian dejado el cuerpo a gran distancia de la cabeza. Mientras contemplaba aquella cabeza, en mi memoria pesaba el cuerpo perdido; y a causa de aquella magnitud ausente, la cabeza yacia e n el suelo con m ayor' peso. Asi el amor, cua nd o se v a Uevandose al tiem po cofisigo 'deja u n r e c u e r d o d e p e so . —E ll a es c o m o y o m is m a . ^Q ^e p u e d o h a c e r? —H a z nid os d e p a ja r o s c o n lo s d ie n te s; es o seria preferible —dijo el init'ado—. Como mi amiga, la inglesa. A los pajaros les gusta ban tanto' qu e d ejaro n d e hac erlos ellos. (^Te- rec ue rda esto algun nido que hayas hecho para un pajaro desviandole con ello de su desti no?) Cuando Uega la primavera, hacen cola junto a la ventana d e s u d o r m i to r i o , y e s p e r a n t u r n o , a g u ^ n t a n d o s e los huevos como pueden, hasta que ella los atiende, y pase and o arrib a y abajo- del alfeizar con los ojos hundid os en las pl umas, brillantes y agudos, roidos por la impaciencia, como el que
espera en l a puerta del aseo que saiga el que se ha m etido -en el para le er la Historia de la decade ncia y caida d el Imperio Romano. Y luego p ie n sa e n R ob in q u e n u n c a p u d o h a c e r n a d a p o r si m is m a sa lv o a tr a v e s d e 't i. E n fi n —d ij o entre dientes—, felices aqUellos a los que el aisl a m i e n t o h a c e i n oc e n t es . N o ra se vo lv io y, c o n u n a vo z q u e tr a t a b a d e se r firme, dijo: — U na ve z, al v e rl a d o rm ir , d e se 6 s u m u e rt e . Ahora eso no reme diaria nada. El doctor asintio y se arreglo la corbata con dos dedos. —E l s a b e r q u e te n e m o s lo s d ia s c o n ta d o s no nos permite mirar cara a cara a la muerte de nuestra amant e. Mientras vivimos, la conociamos bien pero nunca la comprendimos, porque entonces nuestro siguiente gesto traia el siguiehte equivoco. Pero la m ue rte es la intimidad que camina hacia a^as. Enloquecemos de dolor cuan do' ella, qu e un a vez nos dio p ermiso para acercamos, nos deja solo el recuerdo. Entonces derramamos las lagrimas de la quiebra. Por lo tanto, vale mas que no nos otorgue su permiso. — S u sp ir o — . T ii Jo da via sufr e s. Yo p e n s a b a q ue ya lo habrias superado. Debi figu rar melo. Nada es como uno desea. El mundo se rige por esta ley. Personalmente, si pudiera, yo instauraria el Dia del Cuchillo Carnicero y, llevado de la bond a d d e mi- corazon , os c orta ria la. cab eza a ti y un par mas. A todo ser humano habria que conced erle un dia y un hacha p ara desahogarse. —c Q ue no s p a s a r a a h o ra , a m i y a el la ? —p r e g u n to N ora . .—Nada —respondio el doctor—. C omo siem-
pre . T o d o s ca em o s e n la b ata lla, p e ro to d o s vo lvemos a casa. —Y o so lo p u ed o v o lv er a e n c o n tr a r la e n m i sueno o en su muerte; en los dos se ha olvidado de mi. —O ye —dijo el d o cto r, d e ja n d o la co p a—. Mi guerra me trajo muchas cosas, procura tu que la tuya te traiga a ti otras tantas. La vida no es p a r a s e r c o n ta d a y, p o r m a s q u e tu gri te s, ella no te dara explicaciones. Nadie sera mucho ni sera poco salvo en la mente de otro, conque ten cuidado con las mentes en las que te metes, y acuerdate de Lady Macbeth que tenia la mente en la mano. No todos podemos actuar con esa seguridad. N o ra se le v a n to n e rv io sa m e n te y em p ezo a p ase ar. —S oy ta n d esg ra c ia d a, M att h ew . N o se co m o, p e ro te n g o q u e h ab la r, te n g o q u e h a b la r co n alguien. No puedo seguir asi. —Se retorcia las manos y, sin mira r al doctor, siguio paseando. —^ Ti en es m a s o p o rt o ? —p re g u n to el d o c to r dejand o la botella vacia encima de la mesa. Maquinalmente, Nora le trajo otra botella. El quito el tapon , lo olio y se sirvio una copa. —T u esta s e x p e rim e n ta n d o la c o n san g u in id a d del dolor —dijo el catando el vino entre el labio inferior y los dientes—. La mayoria no nos atrevemos. Nosotros nos casamos con un desconocido y de este modo «resolvemos» nuestro p ro b le m a. P ero c u a n d o tu c o n tr a e s m atr im o n io endogamico con el sufrimiento, lo que es tanto como decir que has contraido todas las enfermedades y de este modo perdonado a tu came, eres desmantelada y destruida como desaparece u n a o b r a m a e s t r a d e l a p i n tu r a b a j o e l r a s p a d o r
del dentifico que quiere saber como fue pintada. Yo imagino que la muerte sera perdonada p o r el m is m o p ro c eso d e id en ti fi ca cio n ; to d o s llevamos en nosotros mismos la casa de la m uerte, el esqueleto, pero, a diferencia d e la tortuga, tenemos la seguridad dentro y el peligro, fuera. El tiempo es una gran conferencia que p ro y e c ta n u e s tr o fin , y la ju v e n tu d n o es m as que el pasado que adelanta la pieraa. jAh, quien p u d ie ra a fe rr a r s e al s u fri m ie n to p e ro d e ja f lib re el espiritu! A proposito de destruccion, recuerdo que, estando en Londres, yo corria una noche con las manos extendidas, rezando a todos los santos para poder llegar a casa, meterme en la cam a y desp ertarm e al dia siguiente sin encontrarm e las m ano s en las caderas. Corria hacia el Puente de Londres... de eso hace mucho tiempo, y m as vale que m e and e con cu idado o el .dia menos pensado, con una de estas historias, voy a delatar mi edad. »Bien, al pasar por debajo del Puente de Lon dres, tque crees que vi? Pues vi a una Tupenny Upright, o sea, Dos-Peniques De-Pie. ^Sabes tu lo que es? Una Tupenny es una muchacha de las de antes, y el Puente de Londres, su ultima estacion, como la ultima estacion de una grue es Marsella, si no tiene dinero suficiente pa ra llegar a Sing apur. P or dos p eniques, •ella te hace, de pie , to d o lo q u e p u e d a s e sp e ra r. S olian p a s e a r despacio, todas volantes y colgajos, con unos sombrerazos terrorificos, con el alfUer clavado encima del ojo y atravesandoles toda la copa, con la mitad de la sombra en el suelo y la otra mitad arrastrandose por la pared; damas de la haute q u e d a b a n s u u l t i m o p a s e o , d e a m b u l a n d o p o r s u u lt im o R o tt en Raw c a m in a n d o d es p ac io
en la oscuridad, levantandose I'os remendados volantes de la faida o quedandose quietas, para que se los levantaras tu, dejandote hacer, caUadas e indiferentes como los muertOs, como si p e n s a r a n en tiem po s m e jo res o e s p e ra ra n al go que 'les prom etieron cu ando eran ninas; con sus p o b re s vest id os m ald it o s le v a n ta d o s y ca yend oles por el anca, todas frunc es y galones, com o la montura de un cruzado, con todos los arreos revueltos, de la pena Mientras el doctor hablaba, Nora dejo de pasear, como si el hubiera captado su atencion por p rim e r a vez. —Y u n a ve z el p a d re L u ca s m e dijo: «T ien es que ser simple, Matthew, la vida es un Ubro mu y simple, un libro abierto, tu lee y se simple* com o los animales del campo; no basta con ser desgraciado, tienes que saber sufrir.» Entonces me p u s e a p e n s a r y m e dij e: «E sto q u e m e m a n d a el p a d r e L u c a s es te rr ib le : se sim ple co m o lo s a n i males y, ademas, piensa y no hagaS dano a nadie.»-Entonces eche a andar. Anochecia y estaba nevando. Me dirigi hacia la He porque veia briUar los vitrales de Notre-Dame, con todos los ninos que rezaban en la penumbra, y todas las velas que parpadeaban, los ninos que rezaban sus oraciones bajito, con ese aliento leve' que s a le d e lo s pu l m o n e s p eq u e no s , s u s u r r ^ d o c o n fatalismo sobre nada, que es como los ninos dicen sus oraciones. Entonces me dije: «Matthew, esta noche tienes que encontrar una iglesia peq u e n a , d o n d e n o h a y a n a d ie , d o n d e p u e d a s e s t a r solo como un animal y, no obstante, pensar.» Conque di media vuelta y fui bajando hasta que llegue a Saint Merri' y entre y alii me qu ede. Las velas ardian con ^hinco por todas las penas que
la gente les habia confiado, y yo estaba casi solo, p o rq u e n o h a b ia m a s q u e u n a vi ej a q u e re z a b a el rosario en un rincon. »Me acerque al cepillo de las animas del Purg a t or io , s ol o p a r a d e m o s t r a r q u e e r a u n p e c a d o r de ve rdad, p or si hab ia po r alii, algun protestante. Yo trataba de decidir cual de mis manos era mas bendita, porque en el Raspail hay una hucha que dice que la mano con la que das a las Hermanitas de los Pobres estara bendita todo el dia. Ha sta que desisti, confiando en que fuera la derecha. Me arrodille en un rincon oscuro e in cline la cabeza y me p use a h ablar a Tiny O'Too le porque le tocaba a el; yo lo habia probado todo. Esta vez no habia mas remedio que obligarle a. enfren tarse-al m isterio, pa ra q ue yo pudiera verle tan claramente como el a mi. Enton ces s usu rre: “(iQue. es esto, Sehor?" y em pec e a liorar; las lagrimas caian comp cae la Uuvia so-^ b re el m u n d o , si n to c a r la c a r a del cie lo. De pr on to ,- m e di p u e n ta d e q u e e r a la p rim e ra ve z en mi vida que mis lagrimas me eran extr^nas, porque me salian de los ojos hacia delante; yo lloraba porque tenia que hacer que Tiny se sintiera violen to,'a ver si esc£irmentaba. »Yo lloraba y golpeaba el prie-dieu con la mano izquierda, y mientras tanto Tiny O'Toole estaba desmayado. Yo dije: "He buscado, y lo unico que hallo es que soy yo, Senor, el linico q u e s a b e q u e h a y b e l le z a e n u n e r r o r p e r m a n e n te como yo." ^No lo decia yo? "Pero —agregue— n o p o d r e p e r s e v e r a r a ’m e n o s q u e t u m e a y u de s , joh , L ib ro de la O cu ltac io n! C’est le plaisir qui me bouleverse! |E1 leon rugiente sale en busca de SU' prop ia furia! Asi que dim e q u e es lo perm anente- de mi, yo o el.” Asi que alii estab a yo
en la iglesia casi vacia, con' todas las penas de la gente parpa dean do alrededor. Y yo dije: "Este mundo seria estupendo, Senor, si pudieras sacar de el a toda la gente.” Y alii estaba yo, abrazado a Tiny, inclinado y Uorando y pregun tando has ta olvidarme de todo, y segui Uorando y deje a Tiny como un pajaro roto, y sail de la iglesia y eche a andar mirando a las estreUas que brilla b a n y dije : si do si m ple co m o u n an im al , S e n o r, o h e e s t a d o p e n s a n d o ? ” ^ a sonrio: —A ve ce s, no se p o r q u e h ab lo co nt ig o. E re s como un nino. Pero otras veces si lo se, y muy bi en . —A pro po’si to d e ni no s, y g ra c ia s p o r el cum pli do , a hi tien es , p o r ej em pl o, el caso d e d o n Anticolo, el joven tenor de Beirut, que se sacaba a su Wagner de la pelvis y a Verdi, del plexo solar. Cantando habia dado una vuelta y media al mundo, viudo, con un hijo pequeno, de apenas diez anos reloj en mano, cuando, presto, el niho fue mordido por una rata mientras se banaba en Venecia y eso le dio unas fiebres. Su padre entraba a verlo y lo palpaba cada diez minutos, ^o era cada media hora?, para ver si estaba menos o mas caliente. El papa estaba loco de dolor y de angustia, pero, (-se apartaba un solo instante de su cama? Se apartaba, porque, aunque el nino estaba enfermo, habia anclado la flota. Claro esta que, como era padre, rezaba mientras b e b ia el c h a m p a h a ; y p ed ia la rg a vid a p a r a s u hijo mientras mamaba encima de la brujula e invito a casa a toda la tripulacion, de la proa a la botavara. Cuando Uego a casa, el nino habia muerto. El joven tenor prorrumpio en llanto, lo incinero y puso las cenizas en una cajita de cine
que no era mas grande que una caja de munecas y le dedico una ceremonia, con doce marineros vestidos de azul alrededor de la mesa de madera blanca, con el vaso en la mano, y la 'afliccion en sus ojos de m irar al mar, de fino p a rp a d o e n to rn a d o al hori zonte , m ie n tr a s el de sconsolado padre y cantante empujaba la cajita de un lado al otro de la mesa diciendo: «iEsto, sehores, es mi hijo. Esto, chicos, mi hijo, mis marinos, mi pequeno!» Y se a balan zab a sob re la caja, la levantaba y volvia a bajarla, repitiendo y Uorando: «|Hijo mio, mi nino, mi chiquitin!» Pal p a n d o la c a ja co n d ed os te m b lo ro so s aq ui y alia, de un lado al otro de la mesa, una docena de veces, abalanzandose sobre eUa, siguiendola, tocandola, Uorando y gritando, como el perro que olfatea el pajaro que, por algrma extrana razon, ha dejado de m o verse. El docto r se levanto y volvio a sentarse: —Si, co m o h ay Dios, R obin e r a h erm o sa. A m i no me gusta, pero tengo que reconocerlo. Tenia como un azul fluido debajo de la piel, como Si le hubieran arrancado la corteza del tiempo y, con eUa, todas las transacciones del conocimiento. Una especie de primer estado de la atencion, una cara que envejecera solo bajo los golpes de la nihez perpetua. Unas sienes, como las de los animales jovenes cuando les apunta el cuerno, como ojos dormidos. Y esa expresion de la cara que perseguimos como un fuego de san Telmo. Los brujos conocen el poder de los cuernos'. Tu encuentra un cuerno donde quieras y sabras que ha sido identificado. Podrias tropezarte con mU craneos humanos sin sentir la misma trepidacion. jSi lo sabran las viejas duquesas! ^Has visto alguna que se prcsente en pubUco, ya sea
en la opera o en cualquier sarao, sin que le tremolen en la sien plumas, flores, ramitas de avena o cualqu ier otxa frusleria? Ella no le oia. —C a d a h o r a es m i ult im a h o r a —d ijo co n desesperacion—. |Y no se pued e e star tod a la vida viviendo un a ultima hora! El jun to las m anos. —In clu so la vid a c o n te m p la ti va n o es m a s que un esfuerzo, Nora, hija mia, para esconder el ,cuerpo de m ane ra qu e no asom en los pies. |Ah^ quien fuera el animal que nace al abrir los ojos, solo va hacia delante y, al final del dia, al cer rar los parpados, cierra la memoria! —El ti em po no es lo b as ta n te , la rg o —d ijo el la golpeando la mesa—, no es lo bastante largo p a r a d a r ca b id a a su s noch es. |Dios! —exclamo—. (iQue es el amor? (-El hombre que busca su propia cabeza? jLa cabeza Humana esta tan desgarrada por el sufrimiento que hasta los los dientes le pesan! Ella no podia decirme la verdad porque nunca hacia un plan; su vida era u n c o n t i n u e a c c id e n t e , como va uno a estar p re p a ra d o p a r a es o? T odo lo d e e ste m u n d o q u e no podemos soportar lo encontramos un dia en una persona y en el acto nos prendamos de ello. U n s e n t id o d e i d e n t i d a d r o b u s t o d a a l a p e r s o n a la idea de que no puede hacer nada malo; un sentido debil produce el mismo efecto. Hay naturalezas que no pueden apreciar sino solo anorar. ^Sera Robin de las personas que solo a n o r a n ? — S e i n te r r u m p i o b r u s c a m e n t e , a s i en d o con fuerza el respaldo de la siila—. Quiza no, p o rq u e h a s ta el r e c u e rd o la fa ti gab a. —E n to n ces dijo con la violencia del desconsuelo—: jHay algo perverso ep mi qu e am a el mal y la degra-
dacion, el reverso negro de la pureza! AlgP que ama la honestidad con un amor horrendo. ^Por que, si no, he ido siempre a buscarla a la puerta del embustero? —M ir a —d ijo el d o c to r— , ^sa be s q u e es lo que ha hecho de mi el mayor embustero a este lado de la Luna? El contar mis historias a gente c o m o t u p a r a s a c a rl e s d e l a e n t r a n a l a a n g u s t ia mortal e impedir que vayan rodando por ahi, que encojan las piernas, dando alaridos, con los ojos desorbitados por encima de los nudillos, con un sufrimiento que tratan de ahogar diciendo: «Diga algo, docto r, po r el am or d e Dios.» Y yo, hablando a borbotones, com o un loco. »Sup6n que tu corazon tuviera un metro de diametro, ,^lo destrozarias por un corazon que n o f u e r a m a y o r q u e u n a c a g a d i t a d e r a to n ? ^ Te arrojarias a un lago, con el tamano que ahora tienes, por una mujer a la que tuvieras que buscar con lupa o por un chico tan alto como la Torre Eiffel o que cagara como las moscas? No; nosotros amamos por tamanos pero, a medida que envejecemos, gritamos con una vocecita cada vez mas pequena al Dios estentoreo. Enve je c e r n o es si no e c h a rse vi d^ a la esp al da; de manera que al fin perdonas incluso a aquellos a los que no has empezado a olvidar. Esta indiferencia es lo que te da valor, que, a decir verdad, no tiene nada de valor. No hay verdad, pero vosotras la habiais colocado entre las dos; fuiste t a n i m p r u d e n te c o m o p a r a f a b r ic a r u n a f o r m u la; vestiste lo incognoscible con las ropas de lo conocido. —El h o m b re —d ijo el la co n u n te m b lo r en los p a rp a d o s —, al so m e te rs e af n iied o, c re o a Dio s; del mismo m odo que la prehistoria, al someterse
a la esperanza, creo al hombre... provoco el enfriamiento de la corteza terrestre y la retirada de las aguas. Y yo, que necesito fuerza, elijo a u n a m u c h a c h a q u e p a r e c e u n c h ic o . —E x a c to —d ij o el d o c to r —. T u n u n c a h a b ia s querido ni querras a nadie como quieres a Ro bi n. M uy bie n,
cado del sueno lo encierra en su corazon, como en su corazon guarda uno el negro horror de la p e sa d il la in ti m a ,. n a c id a y m u e rt a p a r a la m e n te p a rt ic u la r, d e m a n e r a q u e si u n o d e el lo s m u e re de-viruelas, de eso tambien querra morir el otro, con do s sentimientos, horror y alegria, fundidos de nuevo en un mar informe donde un cisne, que podemos ser nosotros, o ella, o el, o l a suma m isteriosa de todos, se hund e gritando. —A m or , se n ti d o c o n pas io n, es m u e rt e , lo se, p o r es o el a m o r es sa b id u ri a . Yo la a m o c o m o el que cumple una condena. — jAy, v iu d a L ^ a r o ! jR e su c it a d a d e tu s m u e rtos! (Humor lun atico de la Lun a! Contempla este arbol del espanto en el que canta el pajaro del h o r r o r , Turdas musicus, e l t o r d o c a n t o r d e Europa; que canta el estribillo, posado en la rama, en la noche humeda de llanto, con trino q u e e m p i e z a largo p e r p t e r m i n a c o m o I Hear You Calling Me, o Kiss Me Again a ritmo frenetico. ^Y Diana, donde esta? Diana de Efeso, de los Jardines Griegos, que canta y se estremece en todos los pechos; y Tormento y D ev astacion, los perros del Vaticano que corren arriba y abajo de la explanada pontificia y salen a las Ramblas con rosas en la cola para ahuyentar la ang ustia. jSi los con oce re yo! que te has creido que yo, la Vieja del A rmari o, no sabe que todos l os ninos, de cualquier tiempo, han nacido p re h is to ri c a m e n te y q u e h a sta el p e n sa m ie n to equivocado le ha costado a la mente humana un esfuerzo increible? Sacu de el ^ b o l del conocimiento y har as volar un extrano p ajaro . El sufrimiento puede estar compuesto de maldad y p r o d u c ir c on v uls io n e s in fe ri or e s. El f u r o r y la tergiversacion aulian y hacen estaUar el hueso.
p o r q u e , c o n tr a r ia m e n te a lo q u e se c re e , no t o d o e l su f r i m i e n t o p u r i fi c a , c o n p e r d o n d e t o d o el mundo, que es como decir como sabe todo el m u n d o . A a l g u n o s lo s e m p u j a c o n d e s e s p e r a c i o n al perjurio; el peritoneo hierve y provoca una oracion vulgar y barata, envuelta en un a agon ia inutil. —J e n n y —d ij o ell a. —E st o le q u it a el su e n o . Je n n y es u n a d e e sa s p e rs o n a s q u e .c o m e n c o m o u n p a ja r o y e v a c u a n como un buey: los pobrecillos solo estan un p o c o m a ld it o s. E so ta m b ie n p u e d e s e r u n a to rt u ra. Ninguno de nosotros sufre tanto como deberia, ni am a tanto com o dice. El am or es la prim era m entira; la sa biduria, la ultima. (?Acaso no se yo que la linica forma de conocer el mal es p o r la v e r d a d ? Los m a lo s y lo s b u e n o s so lo se c o n o c e n c u a n d o s e r e v e l a n - su s e c r e t o c a r a a cara. El verdadero bien que encuentra al verdadero mal (Santa Madre de Misericordia, ^existe e s to ? ) d e s c u b r e l a f o r m a d e n o a c e p t a r n i lo uno ni lo otro; la cara del un o re vela a la^ car a del otro la mitad de la historia que los dos olvidaron. *»Ser inocente del todo seria ser del todo desconocido, jespecialmente por uno mismo! —termino. —A v e c e s R o b in p a r e c ia v o lv e r a m i ^ d i j o ' N o ra si n e sc u c h a r le — e n b u s c a d e d e sc a n so y seguridad. Pero siempre volvia a marcharse — a g re g o c o n a m a r g u r a . El doctor encendio un cigairillo; alzando la b a rb il la e xp uls o el h u m o h a c ia lo al to . — P a r a tr a t a r a su s e n a m o r a d a s c o n la g r a n indiferencia apasionada. jPues elaro! —ex clamo b a ja n d o el m e n to ri — El a lb a n a tu r a lm e n te jel
alba! Entonces regresaba asustad a. A esa ho ra, el ciudadano de la noche hace equilibrios sobre u n h i lo m u y d e l g a d o . — S olo lo im p o si b le d u r a si e m p re ; c o n el tiempo,. se hac e accesible. El am or de Robin y m i am or siem pre’ fue imposible y , am andono s, ya no amamos. Sin embargo, nos amamos la u n a a l a o t r a m o r ta l m e n t e. — jH um l —m u r m u r o el d o c to r —. P o r m a s q u e a p o r r e e s l a v i d a c o m o u n - g o n g, h a y u n a hora que no suena, la hora de la ruptura. En fin —s u s p i r o ^ , a l c a b o to d o s lo s h o m b r e s m u e re n de 'ese vene no -que se llam a «coraz6n en la bo ca ». T u ll e va s el tu y o e n la m a n o . G u a rd a lo . Al q u e l o c o m e d e g u s t a r a t u s a b o r - y a l f in s u h ocico te ladrara entre las costillas. Yo no soy una excepcion, bien lo sabe Dios; so y el ultimo de l a familia, la linea mas debil. Es una atrocidad que e l h o m b r e s o l o s e a c a p az d e a p r e n d e r p o r m e d i o de lo que tiene en tre una pierna y ia ot ra. Ay, el p e q u e n o c o lg a n te . C on s u a c ti v id a d c o rr o m p e mos a la mortalidad. Nunca sabras cuM de tus dos extremos es aquel del que nunca puedes apartar tu pensamiento. —S i t u p u d ie r a s a p a r ta r m i p e n sa m ie n to de mi propia cabeza, Matthew... ahora, en esta casa que tome para que el pensamiento de Robin y el mio pu die ran ir al unisono . Es ‘curioso, ^no?, p e r o so y m a s fe li z a h o ra , e sta n d o so la , si n ella ,' p o rq u e c u a n d o e ll a e s ta b a c o nm ig o e n e sta casa, tenia que verla deseando m archarse y quedandose. ^Cuanta vida ponemos en nuestra v i d a p a r a p o d e r s e r ^ c o n d e n a d o s ? L u e g o e l l a v o l via, y se la oia tropezar por la casa otra vez, a c e c h a n d o u n p a s o e n e l p a ti o , u n p r e t e x t o p a r ah u i r . si n m a r c h a r se , t r a t a n d o d e a b s o r b e r p o r l a
intensidad de su oido cualquier sonido que me hiciera sospechar, y, a pesar de todo, esperando que yo me desesperara, aunque manteniendome a salvo, desde luego; ella necesitaba esta certid u m b r e . M a tt h e w , ^ f u e p e c a d o c r e e rl a ? —N atu ra lm e n te ; es o fa ls e a b a su vida . —P ero d eje d e cr eerl a, d e sp u e s d e la n o ch e en que fui a verte; y a todas horas tengo que p e n s a r e n es o, n o m e a tr e v o a d e ja r d e p en sar , p o r m ie d o a v o lv er a em p ez ar . —E l re m o rd im ie n to p e sa c o m o cu lo d e to ro —di jo e l d o cto r—. T u te m as la p re s u n cio n d e la «honestidad» pa ra imp edir que ese culo te reventara el corazon; pero. ique tem a ella? Solo tu confianza en ella, y se la retiraste. Debiste mantenerla siempre, consciente de que era un mito; no es prudente destruir un mito. jAh, la debilidad de los fuertes! Lo malo de ti es que no eres solo una fabricante de mitos, sino tambien una destructora. Creaste una hermosa fabula y lue go le metiste a Voltaire en la cama. jAh, la Mar cha fun ebre de «Saul»! N o ra pro si gu io , co m o si el no, la h u b ie ra in terrumpido: —P o rq u e, d esp u es d e aq u ell a n o ch e, fu i a v e r a Jenny. Recuerdo la escalera. Era de madera m arro n y el portal, oscuro y* feo. El ap artam ento era deprimente. Nadie habria dicho que alquella mujer tenia dinero. El papel de la pared era de color mostaza hasta el salon y en e\ recibidochabia algo espantosb rojo, verde y negro, y, al fondo, frente a la puerta de la escalera, un dormitorio con una cama de matrimonio. Apoyada en la almohada habia una muneca. Robin me h a b i a r e g a l a d o a 'm i t a m b i e n u n a m u n e c a . E n tonces supe que aquella era la casa, antes de
p re g u n ta r: «U sted es la a m a n te d e Robin , ^v erdad?» Aquella pobre criatura que temblaba de pie s a ca b e za te n ia u n o s h u e so s pel vic os q u e se le transparentaban a traves de la tela del vestido. Me dieron ganas de reir de.terror. Estaba encogida en la silla, de la sorpresa, y levanto su p ic o d e c u e rv o y dijo : «Si.» E n to n c es le v an te la mirada, y vi que en la pared estaba la foto de Robin de nina: la que me dijo que se habia perdido. »EUa se desmorono; cayo hacia delante en mi regazo. Cuando siguio hablando, vi que yo para ella no era peligro sino alguien que podia com p r e n d e r s u to rm e n to . C on g ran ag it ac io n dij o: “Esta tarde he salido. Crei que no vendria, por que usted, segun me dijo Robin, se habia ido al campo y volvia esta noche y ella tendria que quedarse en casa con usted, porque usted siem p re fu e m u y b u e n a .c o n ella; a u n q u e b ie n sa b e D i os q u e c r e o q u e y a n o h a y n a d a e n t r e u s t ed e s , qiie son ^6lo 'bue na s am igas’; ella m e lo ha ex pl icad o. .. Sin em b arg o , cas i m e v uel v o lo ca cuando, al regresar, me doy cXienta de que en m i a u s e n c i a e l la h a e s t a d o a q u i. j C u ^ t a s v e c e s no m e ha br a dicho: ‘No saigas, porque no se cuando voy a poder venir, porque no puedo hacerle dan o a Nora.’" La voz de Nora se ahogo. Luego, siguio ha bla n do : —E n to n ce s Jen n y dijo : «^ Qu e p ie n sa u ste d hacer? ^Que quiere que yo haga?» Yo comprendia que ella no podria hacer mas de«lo que quisi'era hace r y q ue, fue ra lo' que fuera, aqu ella mujer era una embustera, por mucha verdad que dijera. Yo estaba muerta. Entonces me sbnti mas fuerte y le dije que si, que tomaria ima
copa. Ella sirvio dos, golpeando el vaso con la b o te ll a y d e rra m a n d o el li c o r e n la fe a a lf b m b ra b sc u ra . Yo p e n sa b a : lo q u o m e ha 'ce d a n o ? ; y e n t o n c e s l o su p e : e r a l a m u n e c a , l a m u neca que habia encima de la cama. —Nora se sento de cara al doctor—. Cuando damos una muneca a una nina le regalamos muerte, es la eEigie y el sudario; cu and o u na m uje r la rega la a otra mujer, le da la vida que no pueden engendrar; es su vida, sagrada y profana; por eso, cuando vi aquella otra muneca... —Nora no p u d o c o n ti n u a r. S e e c h o a ll o ra r—. |N o se d e que especie de monstruosidad-formo parte, pero siem pre estoy Uorando a su lado! »Cuando llegue a- casa, Rob in esta ba esperandome y por mi tardanza,comprendio que habia ocurrido algo. Yo dije: "Se acabo. No puedo con tinuar. Siempre me has mentido, y a ella le has dicho que-no habia nada entre nosotras. No lo soporto mas.” »EUa se levanto y salio al recibidor. De un tiron, descolgo el abrigo del perchero y yo le •dije: "^No tienes nada que decirme?” Ella me m i ro . S u c a r a e r a c o m o ^ g o q u e h a s i do h e r m o so' y ah ora te lo en cue ntras en el rio... y salio b ru sc am 'e n te . —Y tu , U ora ndo —dij o el d o c to r m o ’id end o la cabeza—. Recorrias la casa a la deriva, abrumada pOr la falta de peso. Estabas rota y tfe golpeabas las manos, riendo como una loca y c a n t u r r e a n d o y c u b r i e n d o t e la c a r a d o n la s m a nos. Los adem.anbs del teatro estan sacados de l a v i da , y a l s o r p r e n d e r t e a t i m i s m a u t il iz a n d o los sentiste confusion y Verguenza. Cuando sal ia s a b u s c a r a a l g u i e n p a r a ’a t u r d i r t e , l a g e n t e decia: «jPof el am or d e Dios, m irad a Nora!» Y es
q u e Ja d e m o l i ci o n d e u n a r u i n a m o n u m e n t a l es un espectaculo esplendido y sobregogedor. ^Y tu p o r que, q u ie re s h a b la r conm ig o? P o rq u e y o so y l a o t r a m u j e r o l v i d a d a p o r D io s. —N o h a y 'n a d a q u e n o s guie , M a tt h e w —d ijb eUa—. No -sabe uno hac ia d ond e ir. Un hom bre es otra persona; una mujer es siempre tu mis ma, sorprendida en el momento en que vuelves la cara con panico; en su boca besas tu propia b o ca . Si te la q u it a n g ri ta s c o m o si te r o b a ra n a ti misma. Dios se rie de mi, pero su risa es mi amor. —T u te ha s- m u e rto y h a s re s u c it a d o p o r am or —dijo M atthew—. Pero, a diferen'cia del asno que vuelve del mercado, tu Uevas siempre la m ism a carg a. jOh, poi*‘los clavo s de C risto! ^Es que nun ca te dio asco? ^Nunca 'te alegraste de t e n e r l a n o c h e p a r a t i s o la y c u a n d o p o r f in e l la v o lv i a n o d e s e a b a s q u e n o h u b i e r a v u e lt o ? —N u n c a y si em p re ; te m ia q u e p u d ie ra vo lv er a s e r b u e n a c o n m i g o . Y e se e s u n m i e d o t e r r ib l e — di jo — . M ie do al m o m e n to en q u e el la hic ie ra con sus palabras un lenguaje secfeto, que nadie mas que nosotras podria compartir, y dijera: «No me dejes, o no podria seguir viviendo.» Perq una noche corrja detras de mi por el barrio de Montparnasse adonde yo habia ido a buscarla p o rq u e . m e h a b ia n ll a m ad o p a r a a v is a rm e de q u e e s t a b a e n f e r m a y n o p o d i a v o l v e r a c a s a ; yo habia dejado de salir con ella porque no podia soportar «lo que veian mis ojos»; corria detras de mi, du ran te varias travesias, diciendo con un ja d e o fu rio so : «jE res u n de m on io ! jT od o lo, e nsu cias!» Yo habia. tra ta d a de, quitarle una s m anos d e e n c i m a . S i e m p r e la* s o b a b a n c u a n d o e s t a b a
b o rra c h a . «|H ac es q u e m e sie n ta su ci a, c a n sa d a y vieja!» »Yo me volvi hacia la pared. Se paraba la gente, y policias. Yo tenia frio y estaba avergonzada. "(-Lo dices en serio?'', pregunte. Me dijo que si. Apoyo la cabeza en el hombro de un po lic ia . E sta b a b o rra c h a . El la te n ia -as ida p o r la m u n e c a y l e h a b i a p u e s t o u n a m a n o e n- e l tr a s e ro. Ella no protestaba, porqtie no se daba cuenta y seguia escupiendome cosas horribles. Entonces me fui de alii muy de prisa. Me parecia que tenia la cabeza en un lugar muy grande. Ella venia corriendo detras de mi. Yo segui andando. Tenia frio, pero ya no estaba desesperada. Ella m e a g a r r o d e l h o m b r o y s e a r r i m o a m i s o n ri en do. Tropezo y yo la sostuve, y entonces, al ver a una pobre prostituta astrosa dijo: “Dale dinero, |todo el dinero!" Tiro los francos al suelo y se agacho delante de la desgraciad a cr iatura .y le acariciaba el pelo, gris con el polvo de los anos, diciendo furiosa: “Todos estan dejados de la mano de Dios, y tu mas que nadie, porque no quieren dejarte ser feliz. No quieren que bebas. jP ue s to m a, be be ! Yo te doy d in ero y te doy perm is o. E sta s m u je re s s o n to d a s co m o ella. To das son buenas, todas quieren salvamos." Se sento al lado de la mujer. »E1 gargon y y o t a r d a m o s m e d i a h o r a e n p o nerla de pie y Uevarla hasta el portal, y cuando la tuve aUi ella empezo a debatirse con tal fuerza que, de pronto, sin pensar, por el cansancio y la desesperacion, le di una bofetada; y entonces ella tuvo u n sob resalto y sonrio y subio las escaleras conmigo sin una protesta. Comia huevos, sen tad a en la c am a y m e Uam aba: "jAngel! jAngel!" Y luego se comio mi radon, se echo y se
quedo dormida. Entonces yo la bese, le acaricie las manos y los pies y dije: "Muerete ahora, y tendras paz, y no volveran a tocarte con manos sucias, y no cogeras m i corazon y m i cuerpo y lo daras a oler a los perros. Muerete ahora y seras mia para siempre.” ^Quien tiene derecho a eso? —N o ra hi zo u n a p a u sa —. Sol o e ra m ia cu a n d o estaba borracha y habia perdido el conocimiento, Matthew. Eso es lo terrible, que al final solo era mia cuando estaba completamente borra cha. Yo en ningun momento crei que su vida fuera lo que era y, sin embargo, el que no lo creyera demuestra que algo anda mal en mi. Yo l a v e ia c o m o u n a n i n a g r a n d e q u e h a c r e c i d o d e pri sa , p e ro q u e n ec esit a a y u d a y se g uri dad . P o r que ella estaba en su propia pesadilla. Yo trata b a d e sa iv ar la , p e ro e ra .c o m o u n a s o m b ra en su sueno y nunca podia alcanzarla a tiempo. Como el grito del que duerme no tiene eco, yo era el e c o q u e t r a t a b a d e c o n t e s ta r ; e ll a e r a c o m o u n a nueva sombra que caminaba peligrosamente cerca del telon exterior y yo me desesperaba p o rq u e e s ta b a d es p ie rta y la vei a y no p o d ia al canzarla, ni quitarle de encima a la gente, y la sombra se movia casi sin andar, con cara de Santa y de idiota. »Y llego' aquel dia que reco rda re toda m i vida en que dije: "jSe acabo!"; ella dormia, yo la des p e r te go lp ea ndol a. La vi d e s p e rta r y d e g e n e ra r d e l a n t e d e ' m i , e l la q u e d u r a n t e a q u e l s u e n o h a b ia con seg u id o m a n te n e rse In te gra . M at th ew , p o r el a m o r d e Dios, di alg o, ere s lo b a s ta n te b esti a co m o p a r a de ci rlo, |d i algo! Yo n o sa bi a, no sab ia que al final seria yo la que haria lo m as terrible. H asta entonces n o la habia alcanzado la p o d r e d u m b re y alii, a n te m is ojo s, la 'v i de re -
p e n te c o r ro m p id a y m a rc h it a , p o rq u e y o h a b ia disipado su sueno. Yo me desespere, y d esde entonces estoy desesperada, y no hay nada que ha cer, nad a. Di algo, por Djos, di algo. — [B as ta ya ! jB as ta ya ! —e x c la m o el— . jD ej a ya de gritar! jBaja esas manos! jTu eras una «buena m ujer», es decir, un a pecora,, en u n pia no elevado, la unica c apaz de m ata rte a ti m,isma-y a Robin! Robin se apartaba del «tipo humano», era una criatura salyaje, pres^ en una pi e l d e m u je r, m o n s tr u o sa m e n te so la , m o n str u o samente vanidosa; como el paralitico de la feria de Coney Island... quitale a un hom bre- su conformidad y le habras quitado su remedio, que t e n i a q u e p e r m a n e c e r e c h a d o d e e s p a l d as e n una caja, pero era una caja forrada de terciopelo y el ho m bre llevab a los dedos llenos de sorti ja s, y su sp e n d id o so b re el e n u n lu g a r d e l q u e no podia apartar los ojos, habia un espejo con m a r c o a z u l c e l e st e , p o r q u e e l h o m b r e q u e r i a g ozar d e su prop ia «diferencia». Robin mo esta en tu vida, tu estas en su sueno y nunca saldras de e l lY p o r q u e s e s i e n t e in o c e n t e R o b i n ? C a d a c a m a q u e a b a n d o n a c o n i n d i f e r e n c i a le U e na el corazon de paz y felicidad. Ella ha vuelto.a conseguir su «evasion». Por eso no puede ponerse en el lug ar de o tro, la su ya es la u nica «posiT ci6n»; por eso le due le qu e le reproc hes lo que' hace. Ella se sabe inocente porque no puede ha c e r n a d a e n r e l a c i o n c on - n a d i e m a s q u e c o n s i g o nusm a. T u pasi la .apresastp, pe ro ella sup o esca^ b u li ir se rn iu y in te li g e n te m e n te c o n v ir ti e n d o te en la Madonna. ,jD e que te hab ran seryido tu paciencia y tu terror de todos estos anos, si no supiste conse rvarlos po r e l bien de ella? ^Temas t u q u e a d q u i r i r d e e l l a 'l a s a b id u r i a ?
»iOh, po r el dulc e am or de Dibs!, qu e no p o d ia s r e si st ir el n o a p r e n d e r tu le c c io n ? P o r que, si 'aprend eihos un a leccion, es siemp re a costa de dar a nuestro amante la muerte y una espada. Tu rebosas orguUo, pero yo soy una vasija vacia q ue sigue adelahte, r ezando mis orac i o n e s e n u n l u g a r o s c u r o , p o r q u e s e q u e na* die ama; y yo menos qu e nadie', y que hadie me am a' a tni. Esto es lo que ha ce a la m ayoria de la gente tan apa siona da y ’tan brillarite. Porque e ll os q l i i e r e n a m a r y s e r a m a d o s , c u a n d o t o d o se reduce a una pequena mentira dicha al oido, p a r a h a c e r q u e el bid o olv id e lo q u e n o s tr a e el tiempo. Por eso yo, el doctor O 'Connor, te digo: arrastrate despacito, despacito, y no ^prehdas n a d a , p o r q u e s i e m p r e s e a p r e n d e d e l c u e r p o a j en o ; o b r a 'e n t u c o r a z o n y c u i d a a q u i e n m m a s, p o r q u e u n a m a n te q u e m u e re , p o r o lv id a do q u e este, se lleva a la tum ba algo de ti. Se hum ilde com o 'el polvo, tal com o Dios queria, y arras tra te, hasta que airastrandotb Uegues al final del arroyo, y nadie te echara de menos ni te recordaran deriiasiado. —A v e c e s —d ij o N o ra —, se q u e d a b a e n c a sa t o d o e l d ia , m i r a n d o p o r l a v e n t a n a , ju g a n d o c o n sus jug uetes , sus Irenes, sus ani m ales y sus coches de cUerda, Pon sils munecas, y sus canicas, y sus sdldados. Pero sin dejar de ob servarm'e, p a r a a se gil t’ar se d e q u e n a d ie m b v is it a ba , de que no sonaba el timbre, de que no recibia correspond encia, ni nadie Uamaba desd e el patio,- a p e s a r d e q u e el la sa b ia q u e n in g u n a d e e st a s c o s a s p o d i a o c u r r i r , q u e m i v id a e r a s u y a. »A veces, si se habia emborra'chado al anochecer, la encontraba en el centro de la habitacion, v estida db hombre, girando sobre si misma,
con la muneca que nos.habia comprado, nuestra "hija”, en alto, como si fuera a arrojarla al suelo, y una expresion de furor en la cara, y una vez, cu and o volvio a casa a eso d e la tres' de la m a d r u g a d a , s e i n d i gn o p o r q u e , e x c e p c i o n a l m e n te, yo no habia estado alii todo el tiempo esperando. Agarro la muneca y la tiro al suelo, y la pi so te o, c la v an d o le el ta co n . C u a n d o y o m e acercaba por detras, Uorando, le dio un punta pie , y s u c a b e z a d e p o rc e la n a q u e d o h e c h a an icos y las falditas rigidas temblaban dando tum b o s p o r el s ue lo . E l d o c t o r ju n t o l a s p a l m a s d e l a s m a n o s . —S i tu , q u e a fu e rz a d e a m o r e sta s se d ie n ta de sangre, la hubieras dejado en paz,
b r a ase x u ada ! S u re in o n o ti e n e p re c e d e n te . (-Por que crees tu que he pasado casi cincuenta a h o s U o r a n do p o r l os b a r e s s i n o p o r q u e s o y u n o de eUos? jEl ^ g e l de shabitado! |Eso es lo que siemp re estuviste persiguiendo! —M att hew , ^ se ra q u e q ui^ a e xis te n lo s dem onios? ^Qui€n sabe si hay demonios? Quiza se han asentado en los deshabitados. ^Fui yo su demonio al tratar de darle consuelo? Yo entro en m is m uerto s y no les Jlevo consuelo, ni siqu iera en- mis suenos. En m i sueho estaba m i ^buela, a la que he querido mas que a nadie, enredada en la hierba de la tumba, con flores que volaban alrededor; o tendida en la tumba, en el bosque, en un ataud de cristal y, volando baj o, m i p a d re , q u e to d a v ia vive , v en ia ra sa n d o el suelo y entraba en la tumba, a su lado, con la cabeza echada hacia atras y los rizos sueltos, p e le a n d o te rrib le m e n te c o n la m u e rte d e eUa y yo, caminando sobre el borde, Uorando en silencio; girando y girando, mientras los veia luchar con aquella muerte, como si lucharan con el m a r y m i v id a ; y o l l o r a b a s in p o d e r h a c e r n a d a ni a pa rtar m e d e eUos. Alii esta ba n los dos, en el c r i st a l d e l a tu m b a y e n e l a g u a d e l a tu m b a , y las flores de la tumba, y'el tiempo de la tumba, uno vivo y la o tra m uerta. Y, otra, dormida. AqueUo no acababa nunca, aunque se habia p a ra d o . Mi p a d r e de jo d e p e g a r y se q u e d o flotando , a su lado, inmovil, pero de rivando ha cia un lugar estrecho. Y yo desperte y aquello cont i n u a b a ; s e h u n d i a e n l a t ie r r a o s c u r a d e m i d es p e rta r, .co m o si yo lo s e n t e r ra ra c o n la ti e r ra de m i s u e n o p e r d id o . E s t o le h i ce a l a m a d r e d e m i p a d re . S o n a n d o a tr a v e s d e m i pa d re . Y lo s h e a t o r m e n t a d o c o n m i s l a g ri m a s y c o n m i s s u en o s .
p o rq u e to d o s volv em os a m o ri r en el su e n o de otro. Y esto le hice a Robin: solo a traves de mi ella morira ima y otra vez y solo a traves de mi, de toda mi familia, mi abuela muere una y ot'ra vez. Me levante de la cania y, poniendo las manos entre las rodillas, pregunte: «(-Que estaba diciendome ese Sueno? Por el amor de Dios, (jque sueno era ese?» Por<^ue-t'ambien'era por mi. De pronto, el doctor Matthew O'Connor dijd: —L o q u e y o an si o es a m i m a d re , fsin di sc usion! —Y luego, con voz potente, trono— I jM adr e de Dios, yo queria ser hijo tuyo, me habria conformado con ser el segundon, el bien amado y desconoci'do! —j Oh, M at th ew ! N o se q u e h a c e r. N o Se h a c ia donde volverme. Si la ves, dile que siempre 1^ tengo en mis brazos y siempre la tendre, hasta l a m u e r t e . D il e q u e h a g a l o q u e t e n g a q u e h a c e r , p e ro q u e n o ol vi de . —D isel o t u —r e sp o n d io el -d oct or— . O q u e d a te sentada con tu pena, si lo prefieres; 16 mismo les ocurre a los arminos, esos preciosos armihos amarillos que tan caros pagan las senoras. (-C6mo adquineron ese color tan valioso? Quedandose sentados en la cama toda la vida, m e a n d o s e ' e n l a s s a b a n a s ' o l l o ra n d o a s u m a n e ra. Ocurre lo mismo con las personas; s6lo tienen valor cuando se exponen a las -«inmundi-^ ciaS», las suyas y las del mundo. El ritual en si c o n s t it u y e l a i n ic i ac i on . D e m a n e r a - q u e r e ^ e s a - ’ mo s al luga r 'del que parti; rezale al b ue n Dios' que Ella' te proteg eta. ‘Personalm ente, le Uam o‘ «Ella» po r ha berm e he cho asi. De este modo, queda compensado el error. —Se levantq y se acerco a la ventaria—. Esa inapreciable galaxia d e d e s i n f o r m a c i d n q u e U a m a m o s m e r it e, u n c i d a
a*esa esplendida y deshilachada fuerza de coerc i 6 n l la m a d a a l m a , b a j a n d o a l p a s o p o r l a s e n d a casi borr ad a del bien y del mal, trazad a al azar... es el sagrado habeas corpus, l a f o r m a p o r l a q u e el cuerpo es Uevado a presepcia del juez... de tpdqs modos... al final Robin querra verte en un convento, donde esta lo que ella amaba,.puesta a bue n recau do, segura, porq ue tal com o .estds no haces sino «sacarla -a flote» una y otra vez, c o m o l os c a h o n e s s a c a n a f l o te a l o s m u e r t o s d e las agua s profundas. —Al fin al , to d a s v en ia n a m i —di jo N o ra —, todas las n>uchachas,a las que Robin volvia locas. |A mi! |Para que las consolara! —Se ech6 a reir—. jDios mio, la de m ujeres que h abr e tenido sob re las rodillas! —L as m u je re s n a c e n d e ro dil la s —d ij o el -d oc tor-r-; por eso yo nunca pude hacer nada con ellas; yo estoy c asi siemp re sob re las mjas. —D e p ro n to , c o m p re n d i Jo q u e h a b ia si do m i vida,. Matthew, lo que yo esp erab a que fue ra R o bi n, el to rm e n to se g u ro . E s lo m e jo r q u e no s cabi^ esperar, excepto.la esperanza. Si yo, lloran do, le pedia que no saliera, ella salja. de todos modos, y mientras bajaba la escalera se sentia m as ufan a, porqu e yo ia .habia conmovido. ■*—Co n es e p a n cr ia n los. le on es ,1a me le na y* echa n los dientes los zorros —com entd el doctor. —C u an d o y o tr a ta b a de im p ed ir le q u e be bi era y que pasara las noches fuera de casa y que se env ileciera, ella decia: «iAh, m e sien tg ta n lin) p ia y ta n cp nt en ta !» , co m o si la ce sa c io n de l insulto fuera su unica felicidad y paz de espiri-, tu; y yo peleaba-con ella-como con los entresijos dp mi proprio eoraz6n, sujetandola del pelo, golpeandola contra mis rodillas, como la gente
que, en la afliccion, se da palmaditas en las manos; y ella, como si fuera un juego, se incorporaba y apoyaba la cabeza en mi regazo, como un nino se mece en la cuna para excitarse, aunque sea p or alguien al que ban rajado con un pu fial . Yo c re i q u e la a m a b a p o r si m is m a y de scubri que la amab a por mi misma. — Lo se —dij o el d o c to r—. Tu, s e n ta d a en todo lo alto, como en un trono, con xm rosal en el trasero. Ella le’miro sonriendo. — tC b m o lo h a s a d iv in ad o ? —Y o so y u n a s e h o ra y n o to le ro in su lt o s. Lo se y basta. — Si —di jo ell a— . T u sa b e s lo q u e n in g u n o de n o s o t ro s s a b r a h a s t a q u e h a y a m u e r t o . T u y a e s t a b a s m u e r t o a l p ri n c ip i o . A v a n z a b a e l c r e p u s c u l o . E n t o m o a l os f a ro l e s d e l a c a ll e h a b i a u n a b r u m a e s p e s a . —iFor q u e n o d e s c a n s a s a h o r a ? — p r e g u n t o el doctor—. Tu cuerpo te lo pide y el cuerpo tambien tiene su politica, y una vida qiie a ti te g u s t a c r e e r q u e e s t u v i da . Y a tu v e u n a v e z u n espiritu nuevo, pero comprendi que era un misterio que se volvia siempre hacia el exterior y que no era mio. —^Lo se —d ij o el la —. Ahor a lo se. —Bruscamente, empezo a Uorar y a retorcerse las manos—. M atthew, ^nu nca has' qu erido a algu ien y l u e g o r e s u l to q u e e r a s t u m i s m o ? El tardo en contestar. Levanto la botella a contraluz. — R o b in p u e d e ir a c u a lq u ie r p a rte y h a c e r cualquier cosa —prosiguio Nora-=^. Porque ella s e o l v i d a y y o n o p u e d o i r a n i n g i i n si ti o p o r q u e yo recuerdo. —Se acerco a el—. Matthew, (^tu
crees que siemprq he sido asi?. Hubo un tiempo e n q u e y o e r a i m p e n i t e n te , p e r o e s t e e s o t r o amor, va conmigo a todas partes; no ceja y me esta devorando. ^Como iba ella a decirme algo si no tenia nada q ue decirme que no la acusara? —T u sa b e s q u e n o so tr o s e ra m o s d o c e h e rm a nos, que nos criamos trece y que algunos vivimos —dijo el doctor—. Uno de mis hermanos, al q u e y o m ^ q u e ri a , se m u r i o c u a n do - h a c i a y a cuatro anos que no nos veiamos. ^Y con quien crees tu que queria hablar mi madre? No con los que le h abia n visto hasta el fin sino conmigo, que le -habia visto m ejor q ue nadie, c omo si mi recuerdo de el fuese el mismo; y puesto que tu olvidas a Robin mejor que nadie, es a ti a quien acu de un a y o tra vez._ Viene tem bland o y desafiando, beligerante, de acuerdo, pero es para que tu puedas devolverla a si misma tal como tu la olvidaste; tu eres la unica lo bastante fuerte como para haber escuchado a la acusacion, tu vida; y para haber construido la asombrosa defensa, tu corazon. »E1 escalpelo y las Escrituras me han ensenado lo poco que jio sabia ya. Yo me defendia b a s ta n te b ie n — di jo se c a m e n te — h a s ta .q u e tu levantaste mi piedra de un puntapie y tuve que salir, todo musgo y ojos; y aqui me tienes tan desnudo como esas criaturas a las que les han arrancado la casa por diversion, y era mi unica pie l... y yo q u e n o q u e ria si no co n so la rt e . (jEs que tengo que sacrificar mi paraiso, esa esplend i d a a c l im a t a c i o n , p a r a c o n s u e l o ' d e U o r o na s y melancolicos? Mira a Felix ahora. Valiente judio esta hecho. Arremetiendo contra la tradicion c o m o u n jn u r c i e l a g o c o n t r a e l cr is t al d e u n a yentana, en lo alto de la ciudad, con un hijo que
e s u n n i n o q u e l l o r a “s o b r e t u m b a s d e e s p e r a n z a y placer perdidos”. »Ah, si, yo am o a mi projimo. Caem os ju n to s como un a m anzana podrida pegada a otra manzana podrida, sin una vacilacion en la podred u m b r e , p o r q u e s i la i n t u y o , a p r i e t o ' e l p e c h o con mas firmeza para que se pud ra tan de prisa como yo, que es lo que necesita, si es que no confundo-el grito. jYo, que me pudro mas aprisa que cualquier fruto! El calor de su supuracion mezcla su corazon con el mio y ha Uevado al mio a su cenit antes de tiempo. El estorbo de mi mismo lo deseche hace tiempo para poder ir con mis debilitados am igos p echo co ntra ,pecho.c r e e s t u q u e m e q u i e r e n p o r e so ? C o r jq u e m e h e d i v o r c i a d o d e m i n o p o r q u e f u e r a m a s f e o d e. l o q u e D i os s e a t r e v i e r a a p r e m e d i t a r s i n o ' p o r que con mis propensiones y el conocimiento del m a l . h e d a n a d o m i p r o p i p v a lo r . la m uerte? ^Has pensado en la muerte? ^Que riesgo-corres? (■Sabes ya c ua l m orir a prim ero, si tu o ella? cY q u e p a r t e e s l a m a s l a s ti m o s a , la c a b e z a o l os pie s? Yo, c o n el b u e n o d e d o n .A nticolo, dig o q u e l o s p ie s . C u a l q u i e r a p u e d e m i r a r . a l a c a r a d e l o s muertos, pero nadie puede mirar los pies. Estan espantosamente despegados de la lierra. Tam b ie n yo lo h e p en sa d o . |P o r el a m o r d e Dios ! ■—gr i0, de pro nto —. ^Es que te has creidg que soy tan fpliz que p ue de s venir a colgarte .de mi cuello para Uorar'cuando se te antoje? ^Es que, t e . h as c r e j d o q u e n o h a y e n e s t e m u n d o m a s p e n a q u e la tu y a ? ^-No h a y p o r a h i u n s a n to pa ciente y rabnegado? ^Es que na die pu ede ofrecernos un pan que no venga untado de amarga m antec a? Yo, tan b ue n -catolico com o pi que mas, he abrazado todo tipo de esperanzas.y sin
embargo se muy bien que a pesar de todos nuestros clamores y nuestras luchas, para la p ro x im a g e n e ra c io n n o sere m o s el e st ie rc o l de scomunal de dinosaurio sino la motita que deja e l c o li br i; d e m a n e r a q u e m ^ v a l e c a n t a r n u es t r o Chi vuol la Zingarella... jy como les gusta a las mujeres!', mientras yo entono mi Senate au Crepuscule, agregando, de regalo, Der Erlkon ig y, (^como no?, Who is Sylvia? lY quien es cual quiera? »(Ohl —exclamo—. jTu tienes un corazon destrozado!‘Pues yo teng o los pies pianos, caspa, un rinon flotante, los nervios deshechos y u n c o r a zon destrozado! ^Y a c a s o ' a n d o p o r a h i g r i t a n d o q u e u n a g u i la m e t i e n e a g a r r a d o p o r l as b o la s o m e h a de jado Caer su' plasta en la cabez a? ^Voy p o r a h i g ri ta n d o q u e m e duele , q u e m e vue lv o loco, d sujetan dom e las tripas como* si fue ran un lio de cuchillos? jPero tu no hace s que gritar y hacer mohines y alargar la mano y dar vueltas y vueltasl t^oy yo a Uorar a las ni'ontahas pordas penas que he sufrido en el valle, o me quejo a cada piedra del camino por los hues os q u e m e h a r o to , a p o r c a d a m e n t i ra q u e m e ha caido eh el vientre y ha hecho un nido para empollarme hasta mi muerte? ^^Acaso no tiene cada uno en este mundo su chifladura particu lar y no soy el mas loco de todos? De manera que vengo rdsistiendome y mugiendo como una ternera camihd del matadero que sabe qlie sus g r it o s n o h a n d e ' r e c o r r e r m a s q u e m e d i a v a r a p a ra p r o te s ta r d e su m uert e. .. co m o su m u e rte n o t i en e q u e r e c o r r e r m ^ que^ u n a v a r a p a r a p ro te s ta r d e su m ugid o. ^A ca so te pa 'se as p o r elsupremo cielo sin ^apatos? ^Eres tu la unica per sona que ha pisado el rastrillo con el pie descal-
zo? |Pobre vac a ciega! No vengas a inco rdiar. Me revuelves las plumas y me atosigas, recordando m e m is males. fin es dxilce? H asta el pelo te rm in a e n p u n ta . so n d u lc e s la s p u n ta s del pelo. cua ndo tienes qu e con tarlas? —E sc u c h a m e —d ij o N o ra —. T ie n es q u e esc ucharme. A veces, al volver despues de haber pasado la noche por toda la ciudad, se aco^taba a mi lado y me decia: «Quiero hacer feliz a todo el mundo», y lo decia con la boca triste. «Quiero que todo el mundo este contento, contento. Tu eres la linica que no d ebe s er feliz», me decia abrazandome. «Tu no, solo todos los demas.» Ella sabia que estaba volviendqme loca de pena y de miedo; pero no podia remediarlo, porque ya estaba lejos y esperando empezar. Por eso ella odia al que tiene a su lado. Por eso se deja atrapar por todo, como el que esta sonando. Por eso desea que la quieran y que la dejen en paz, todo al mismo tiempo. Ella mataria al mundo p a ra ll eg a r a si m is m a, si el m u n d o se a tr a v e s a ra e n s u c a m i n o , y e l m u n d o s e atraviesa e n s u camino. Sobre .ella se proyectaba una sombra, mi sombra,. y eso la volvia loca. —Em pezo 3 pa^ sea r otra vez—. Yo he sido am ad a —dijo—, am ada por algo extrano que me ha olvidado. —T enia fi ja la m ira d a y p a re c ia fe ab la r con si go misma—. Era yo, yo, la que le ponia los pelos de p u n ta p o rq u e la a m a b a . E ll a se re b e la b a p o rq u e yo daba una dimension colosal a su destino. Ella b u s c a b a m e n ta lm e n te la o sc u rid a d , d e ja r e n la sombra todo aquello que no podia cambiar: su vida depravada, su vida nocturna; y yo, yo se lo impedia. Ya no caben explicaciones —dijo N o ra—. Y a es ta r d e p a ra es o. H u e lg a n ex p li ca ciones entre los que han amado demasi^do.
de modo que para mi no puede haber final. Lo m a l o e s q u e y o n o p u e d o e s p e r a r s i e m p r e — di jo freneticamente—. |Yo no puedo vivir sin el corazon! »A1 principio, cuando Robin se fue a America con Jenny, estuve buscandola por los puertos. N o li te ra lm e n te ; d e o tr a fo rm a . El su fr im ie n to es deterioro del corazon; todo aquello que hemos a m a d o s e c o n v i e r te e n l o " p r o h i b id o ' ' c u a n d o n o lo hemos comprendido, del mismo modo que el p o b re es el ru d im e n to d e la c iu d a d p o rq u e sa b e de la ciudad algo que la ciudad, a causa die su p ro p io dest in o, p re te n d e ol vid ar. De m a n e ra q u e el que ama tiene que violentar la Naturaleza p a r a e n c o n tr a r el am o r. Yo b u sq u e a R o b in en MarseUa, en Tanger, en Napoles, a fin de com p re n d e rla , a fi n d e d o m in a r m i te rr o r. M e de ci a: “Hare lo que hacia ella, amare lo que ella amaba y asi volvere a encontrarla.” En un principio, pa recia que lo unico que yo tenia que hacer era “disiparme", buscar a las muchachas que ella amo, pero descubri que no eran mas que unas chiquillas a las qu e ella hab ia olvidado. Reco rria l os c a f e s e n l o s q u e R o b i n h a c i a s u v i d a n o c t u r na; bebia con los homb res y bailaba con las mu je re s, p e ro lo u n ic o q u e d e s c u b ria e ra q u e otr o s h a b i a n d o r m i d o c o n . mi a m a n t e y c o n m i h ij a. Porque Robin tambien es el incesto; ese es uno de sus poderes. En ella se cifra el tiempo pasado, y el tiempo pasado es patrimonio de todos. Sin embargo, sin ser famiHa, esta mas presen te que la familia. Un familiar se hace presente cuando nace, cuando sufre y cuando muere, a no ser que se convierta en tu amante, y entonces tiene q ue serlo todo, como lo era R obin; y, al mismo tiempo, no tanto como ella, porque Ro-
b in e r a co m o u n p a ri e n te h all ad o en o tr a gen eracion. Yo pensaba: “Hare algo que ella no p u e d a p e rd o n a r y en to n ce s p o d rem o s v o lv er a empezar como dos desconocidas." Pero el marinero no paso del recibidor. Dijo: “Mon Dieu, il y
a deux chevaux de bois dans la cham bre a coucher!' —jH os tia ! —m u rm u r o el d o ct o r. —E n to n c es d ej e P ar is —p ro sig u io N o ra—. R ecorri las calles de Marsella, el puerto de Tanger y el basso por to de Napoles. En las calles estrechas de Napoles, enredad eras y flores cub rian las p are d e s ru in o sas. D eb aj o d e la s g ra n d e s es ca linatas de las calles do rm ian los mendigos al lado de imagenes de san Genaro; las muchachas que iban a rezar a la iglesia Uamaban a los chicos en las plazas. En los portales ardian a todas bo ras las lamparillas ante chillonas estampas de la Virgen. En una habitacion que daba al callejon, delante de una cama cubierta con una pesada colcha barata de saten, una muchacha estaba s e n t a d a e n u n a s i ll a a p o y a d a e n e l r e s p a l d o c o n un brazo sobre el y el otro colgando, como si la mitad de ella durmiera y la otra mitad sufriera. Al verme se echo a reir, como rien las ninas, cohibida. Al m irar a la Madonna con sus velas, comprendi que para ella aquella imagen era lo que yo hab ia sido pa ra Robin, no- un a santa, ni mucho menos, sino una desazon constante, el e s p a ci o e n t r e la c a b e z a h u m a n a y l a c a b e z a s a n ta, la palestra del eterno «indecente». En aquel momento, yo me encontraba en el centre del e r o t is m o y l a m u e r t e , l a m u e r t e q u e R a ce m a s p eq u en o s a lo s m u e rt o s, al ig u a l q u e el a m a n te al que hemos empezado a olvidar se reduce y desdibuja; porque el amor y la vida son una
masa de la que pueden extraerse el cuerpo y el corazon, y yo comprendi que sobre aquella cama Robin me habria derribado. En aque lla cama habriamos relegado nuestras vidas a los confines de la memoria, fundido nuestros miembros, como se funden las figuras de cera p a r a re d u c ir la s a su an ec d o ta , y as i n o s o tr a s h a b ria m o s si d o re d u cid a s a n u e s tr o am o r. Tambaleandose, el doctor recogio el sombre ro y el abrigo. Se quedo inmovil, en un silencio violento y triste. Se fue a la puerta; con el pica p o rte en la m an o , se vo lv io a m ir a r a la m u je r. Luego se fue.
El doctor, con el cuello del abrigo subido, entro en el Cafe de la Mairie du VP. Se acerco al most r a d o r y p i d io u n a c o p a; m i r a n d o a l a g e n te q u e habia en el pequeno local, saturado de humo azul, se dijo: «iEscuchal» Le inquietaba Nora, la vida de Nora y la vida de las personas de su vida. «iEntre la niebla camina el hombre!», dijo. Colgo el paraguas del borde del mostrador. «Pensar es estar enfermo», le dijo al camarero. El cam arero asintio. Los clientes del cafe esperaban lo que iria a d e c i r el d o c t o r, s a b i e n d o q u e e s t a b a b o r r a c h o y que hablaria; sus declaraciones brotaban en largas frases declamatorias; nadie sabia lo que era v e r d a d y l o q u e n o I9 era. «Si de verdad quieres saber lo duro que pega un boxeador —dijo mh rand o en der redo r—, tienes que m eterte en' el circulo de su furia y aguantar hasta que se te Ueven arrastrando de los talones y no solo hasta la cu en ta de diez.» Uno se rio. El doc tor se vo lvi6.1entamente:
—^ T an se g u ro te si en te s? —p r e g u n to sa rc a sticamente—. ^Tan condenadamente seguro? Bien, espera a verte en la carcel pateando de desconsuelo. —Alargo la mano hacia la copa, m u r m u r a n d o e n tr e d ie n te s— M a tth ew , n u n c a encajaste a tiempo en la vida de nadie y nun ca seras recordado. jQue Dios nos guarde un p u e sto v ac a n te ! H a sta el m e jo r in s tr u m e n to se desafina con el tiempo... eso es todo, el instru mento se rompe, y debo tener eso presente cuando todo el mundo me sea extrano; es el instrumento que no responde. Lapidario, grabam e l o e n l a lo s a c u a n d o M a t t h e w e s t e a c a b a d o y p e rd id o e n u n c a m p o . —M ir o e n d e r re d o r —. Es e l i n s t r u m e n t o , s e n o r e s , q u e h a p e r d i d o e l la, que, si no, estaria tocando una bonita melodia; si no, lanzaria su viento con el viento del Norte... o sea qu e se tocaria el bombin. »S61o los despreciados y los ridiculos son t e m a d e b u e n a s h i s t o r ia s — a g r e g 6 ir r it a d o , a l v e r s o n r e i r a l o s habitu^ —■, j c o n q u e y a p o d e i s imaginar lo que sera la vuestra! La vida no da m a s q u e p a r a u n o f ic io . \ E s q es el que teneis que p ro b ar! Un cura que habia colgado los habitos, un hombre grueso y palido, con manos de mujer y con muchas sortijas, amigo del doctor, le Uamo y le invito a un trago. El doctor se acerco, Uev a n d o c u i d a d o s a m e n t e e l p a ra g u a s y e l s o m b r e ro. El cu ra le dijo: — S ie m p re q u is e s a b e r si realmente se caso usted o no. — (^Y y o h e d e sa b e rlo ? —p re g u n to el d o c tor—. Yo he dicho q u e e s t a b a c a s a d o , y d i ' n o m b re a la c h ic a y tu v e h ij o s c o n ella, y lu eg o ip re stol la mate con la misma facilidad con que
m ue ren los cisnes. ^Y se me repro cho esa historia? SL Porque incluso a tus amigos les duele Uorar por un mito, jcomo si no fuera este el destino de casi todas las lagrimas del mundo! <{Y que, si la m uc hk ch a era l a m u j e r d e m i h e r mano y los hijos, los hijos de mi hermano? Cuando la tend!, su s m i e m b r o s e s t a b a n t a n b o nitos y tan quietos como dos ramas de la poda de mayo. ^Hizb el tanto por ella? Yo la llevaba e n m i c o r a z o n t a n p u r a c o m o u n a e s t a m p a f r a nc es a, u n a m u c h a c h a t o d a p e c h o m e n u d o y j a u l a de pajaro, tendida comodamente con el mar al fondo y una guirnalda de rosas que la sostenia. tSe trato mejor a la esposa de alguien?
entonces viene la amarga consternacion, porque de tan gordos no pueden alzar el vuelo, y hay que verlos, Dios mio, aletear com o desesp erados en el otoho, gritando y mesandose el pelo, por que su naturaleza esta lastrada por el pan y su migracion, impedida por las migajas. Te retuerces las manos al verlo y ese es otro ejem pl o del am or; ai fin esta s ta n go rd o, co n la g ula del estomago, que no puede s ni m overte. Y —agrego— a m i me ocu rriria otro tanto, si me descuidara, con el viento que sopla por un lado y el ciclon por el otro. De todos modos, a algunos los he descuidado por el bien de mi es pi ri tu , lo s v e te ran o s d e la G u a rd ia y lo s al abarderos de la Torre de Londres, por el rihon frio y p o r la s can as, es os y la cl ase d e m u c h a c h o qu e solo conoce dos existencias: el y el espejo, por detras y por delante. —Estaba muy borracho. Sorprendio a uno dando un codazo al vecino. Miro al ex cura y juro—: jQue gente! Todos, raros pero repugnantes. Una vez, en este mundo, h a b i a a l g u n q u e o t r o r a r o decente... pero ninguno de vosotros los conocera —dijo dirigiendose a la concurrencia—. Os habeis creido cuajados de brillantes, ^no? Bueno, levantad los brillantes y enco ntrare is ca m e de bab osa. {Dios mio! —dijo girando sobre si mismo—. jCuando pienso! —G olp eab a la m e s a co n el vas o—. jM al dito s sean todos! jToda la gente de mi vida que me ha a m a r g a d o k v id a, q u e v e n ia a m i p a r a s a b e r d e la deg radacion y ,de la noche! N ora, golpeandose el corazon con la cabeza, encorvada sobre si misma, cerr^dose la vida con el pensamiento como se cierra un abanico, podrida hasta los huesos de amor por Robin. [Dios mio, como se a f e r r a e s a m u j e r a u n a i d e a ! \Y esa vieja gruUa
de Jenny! |0h, es una sobefbia historia sordida! tQuien dice que yo sea un delator? jHay que contar al mundo la historia del mundo, digo yo! —C o rr en ti em p o s tr is te s y co rro m p id o s —d ijo el ex cura. M atthew O’Connor pidio otra copa. — pa r a q u e a c u d e n a m i? q u e m e lo cuentan todo, si piensan que se me quedara dentro, como el conejo que va a morir a la madriguera? Y ese baron Felix, que maldito si ha dicho ni una palabra en toda su vida, pero tiene unos silencios que crian como el musgo en un estanque; y ese hijo suyo, Guido, suyo y de Ro bi n, tr a ta n d o d e v e r co n la gri m as en los ojos que hay al otro lado del Danubio, y Felix agarrado a su mano y el chico, agarrado a la medalla de la Virgen colgada de una cinta roja tirando a granate, sintiendo en el metal un sagrado tironc it o h a c ia a r r i b a y U a m ^ d o l a m a d r e ; y y o, q u e no se ni de donde me Uegara mi final. Por eso, cu and o Felix m e pregunto : «^Es deficiente mi hijo?», yo dije: w^Era deficiente el rey loco de Baviera?» Yo no soy de los que cortan el nudo arrojandose a un lago, ni siquiera a la huella de u n a h e r r a d u r a , p o r m u c h o q u e h a y a l lo vid o. La gente habia empezado a cuchichear y los camareros se acercaron a escuchar. El ex cura sonreia pa ra si, pero O 'Connor parecia no ver ni oir nad a que no fu era su propio corazon. —H ay p e rs o n a s q u e se ti ra n d e c ab ez a al p ri m er rio que encu entran y seis vasos ma s alia, eri Haarlem , alguien pilla un tifus po r hab erse bebido su desesperacion. Dios, tom am e de la man o y sacame de esta gran discusion... cuanto mas vayas contra tu naturaleza, mas sabras de ella. jEscuchame, Cielo! Yo he hecho y he sido todo
aquello que no queria ser ni hacer... Senor, apaga la luz... aqm me tienes apaleado, magullado y l lo r a nd o , p o r q u e a h o r a s e q u e n o s o y lo q u e c r e i q u e e r a, u n b u e n h o m b r e q u e h a d a m a l , s in o u n mal hombre que no hace gran cosa, y ni esto te d i r ia s i n o f u e r a p o r q u e e s t o y h a b l a n d o c o n m i g o mismo. Hablo de mas porque he tenido que sufrir mucho por lo que tu te callas. Yo soy una l e o n a v i e ja y c a n s a d a , a c o b a r d a d o e n m i ri n co n . |Por salvar mi v^entia, nunca he sido la unica cosa que soy, para averiguar lo que soy! iAqui yace el cuerpo del cielo! El pajaro burlon.ulula entre los pilares del Paraiso. |0h, Senor! En el cielo yace la muerte sobre un firmamento aborregado con un casco sobre el pecho y, a los pies , u n p o tr o c o n si le ncio sa s cri n e s d e m arm ol. En los ojos le pesa el sueno noctu rno. —E s u n ti p o m u y g ra cio so —d ijo alg u ie n —. N o p a r a d e h a b la r. S ie m p re p o n ie n d o e n evidencia a unos y otros al tratar de disculparlos p o rq u e el n o p u e d e d is c u lp a rs e a si m is m o. ’L a b e s ti a a g a z a p a d a q u e sale d e no ch e. .. —C u an d o el ho m bre de jo de hablar, la voz del do ctor decia: —cY q u e s o y y o? S o y u n c o n d e n a d o , y c u i d a d o s a m e n t e p u b l ic o . Rebusco un cigarrillo, lo encontro y lo encendio. —U na vez, y o e s c u c h a b a a u n c h a rl a ta n .p re stidigitador que decia: «Ahora, sehoras y Caballe ros, antes de que le corte la cabeza ai niho, voy a obsequiarles con unos cuantos trucos de sa16n.» Llevaba un turbante torcido y un gemido e n s u v e n t r ic u l o i z q u ie r d o q u e t e n i a q u e s i m u l a r la queja de Tophet, y un taparrabos del tamano d e u n a t ie n d a d e c a m p a n a y q u e o c u l ta b a lo
los trucos. Hizo crecer un arbol de su hombro izquierdo y saco dos conejos de los punos y sostuvo' tres huevo s en equilibrio sob re la nariz. Un cura que habia entre el publico se echo a reir, y cuando se rie un cura a mi me da por retorcerme las manos de inquietud. La otra vez, fue cuando Catalina la Grande me mando 11am a r p a r a q u e l a s a n g r a r a . S e s o m e t io a l a s an guijuela,con un abandono sajon y barriobajero diciendo: «iQue beba; siem pre quise es tar en dos sitios a la vez!» —j P or el a m o r d e Bio s! |A cue rd ese p o r lo .m enos del siglo en que vive! —dijo el ex cura . El doctor le miro un momento con indignacion. —Oiga , n o m e in te rru m p a —le dijo — . Lo q u e me hace tan extraordinario es mi facultad para r e c o r d a r a l a s p e rs o n a s i n c lu s o c u a n d o n o e s t a n. S o n l o s m o z o s q u e p a r e c e n m a s i n fe l ic e s q u e u n cubo los que te traen disgustos, no un hombre c o n m e m o r i a p r e h is t o ri c a . —L a s m u je re s ta m b ie n d a n dis gu st os —d ijo el ex cu ra co n gazmofieria. —f e a es o tr a h is to ri a —di jo el d o c to r— . tQ u e o t r a c o s a h a h e c h o J e n n y y q u e o t r a c o s a .h a hech o Robin? Nora, qu e hizo sino provocar, al meterlas en casa por la noche como en un gallinero? Y yo ojala no hu biera tenido u n boton en la bragueta. Porque lo que yo.haya hecho o dejado de hacer se reduce a eso: para ser apreciada, una alhaja tendria que estar expuesta en campo abierto; jpero yo reluzco entre la maleza! Si no quieres sufrir tienes que hacerte pedazos. (•Acaso las distintas partes de Carolina.de Habs b u rg o n o fu e ro n d e p o sit a d as e n tr e s m o n u m en -
Agustinos, los intestinos, en San Esteban, y lo que quedaba de su cuerpo, en la cripta de los Capuchinos. Salvada por la division. ;Pero yo estoy entero! jOh, la lun a nu eva! A propo sito, ^cuan do sale? —B o rra ch o y n o d is im u la —d ijo u n o . El d o c tor lo oyo, pero ya estaba muy lanzado como p a r a q u e le im p o rta ra , m u y e m b aru U ad b co m o p a r a d i s c u t ir y y a U o r a ba . —V en g a co n m ig o —dijo el ex c u r a —. Le Uevare a su casa. El doctor agito un brazo. —L a v en g a n za es p a r a lo s q u e b a n a m a d o u n poco , p a r a al g o m a s q u e es o ap en a s b a s ta la ju st ic ia . C u a lq u ie r d ia m e vo y a L o u rd es, m e co loco en primera fila y me lanzo a hablar de todos vosotros. —Tenia los ojos casi cerrados. Los abrio, m iro en to rno y se en furecio—. jCristo Todopoderoso! —dijo—. ^Es que toda esa gente no v a a d e j a rm e e n p a z ? —V en g a co n m ig o —r ep it io el ex c u r a —. Le llevare a casa. E l d o c t o r t r a t o d e l e v a n t a r se . E s t a b a c o m p l etamente borracho y, de repente, enojadisimo. Cuando, con un brusco ademan, aparto la mano q u e p r e t e n d i a a y u d a r l e , e l p a r a g u a s c a y o a l s ue lo con un ru ido d e vidrios rotos. —j F uer a! jF uer a! —g ri to — . j Q ue a n o co n d en a do! iQue asco de tiempo! ^Como ha sido? (-De d o n d e h a v e n i d o? Em pezo a gritar con u na risa soUozante: —T od os v en g a a h ab la rm e.. . to d o s se n ta d o s encima de mi, mas pesados que un caballo percheron. jY veng a a hablar! Y el am or q ue cae al s u e lo c o n e l l a d o u n t a d o p a r a a b a j o y e l d e st in o que cae con el culo para arriba! ^Por que nadie
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mas que yo sabe cuando termina una cosa? jEsa idiota de Nora, aferr^dose con uhas y dientes, saliendo a buscar a Robin! Y Felix... jPara un ju d io n i la e te rn id a d es lo b a s ta n te la rg a! Pe ro , habia otra persona... ^qui^i^ ®ra, maldita sea, quien era? jSi yo los conocia a todos! —decia—. jA to do s! —C ay o d e b ru c e s so b re la m e sa co n los brazos extendidos, los ojos abiertos, Uorando, viendo volar la ceniza a cada soUozo—. jPor el d u lc e a m o r d e Je su cri st o ! —d ijo , y s u voz e ra u n s us urro —. A h ora q ue ya ha be is oid o lo q ue queriais oir, (-no pod riais de jarm e en paz? No es solo q ue yo h ay a vivido m i v id a en vano , es q ue la he c o n ta d o e n v an o. jA b om in ab le e n tr e lo s viles! Ya se que ya termino todo, todo acabo, y eso nadie l o s a b e m a s q u e y o, m a s b o r r a c h o q u e u n a Cuba... Demasiado ha durado... —Trato de ponerse en pie y desistio—. Ahora —dijo— esto es el fin... fijense en lo q ue. voy a decirles... ahora ,^
/nada mas qu e colera y llanto!
LA POSESA Cuando Robin Uego a Nueva York con Jenny Petherbridge parecia aturdida. No quiso ni olr hablar de los planes de Jenny de ir a vivir al campo. Dijo que el hotel «bastaba». Jenny no po dia con eila; era como si la fuerza motriz que habia accionado la vida de Robin, tanto sus ch'as como sus noches, se hubiera agotado. Estuvo un a o dos se m ana s sin q ue rer salir a la -caUe, y luego, al creerse sola, empezo a rondar por las estaciones, y a subir a Irenes en una y otra dir e c c io n , a d e a m b u l a r s in r u m b o , a- e n t r a r e n iglesias apartadas, sentandose en el rincon mas oscuro o quedandose apoyada en la pared, con un pie vuelto Hacia el dedo gordo del otro, c o n l a s m a n o s e n t r e l a z a d a s y l a c a b e z a b a j a. Puesto que habia abrazado la fe catolica hacia mucho tiempo, ahora entraba en la iglesia como el que abjura de algo; se arrodillaba con la cara entre las manos, mordiendose la palma, fija en un estqpor inmovil, como el que de pronto oye h a b l a r d e m u e r te ; d e u n a m u e r t e q u e n o p u e d e p la sm a rse h a s ta q u e la le n g u a c o n s te r n a d a le d a p erm is o . C on el g e sto del a m a d e c a s a q u e v ie n e a ' p o n e r o r d e n e n h o g a r a j e n o , se a d e l a n t a b a c o n u n a v e la e n c e n d id a , la c o l o c a b a y d a b a m e dia vuelta calzandose sus gruesos guantes blancos y, con su zancada lenta, salia de la iglesia. Al cabo de un momento, Jenny, que la habia segui-
do, mirando en derredo r para asegurarse de que nadie la observaba, se lanzaba sobre la vela, la sacaba del candelero, la soplaba, volvia a encenderla y la ponia otra vez. Robin recorria los campos de la misma manera, arrancando flores y hablando a los animales en voz baja. A los que se acercaban a ella, los agarraba tirandoles del pelo hacia atras, h a s t a q u e e n t o r n a b a n l o s o jo s y ' e n s e n a b a n l o s dientes y ella ensenaba los suyos, como si su p ro p ia m a n o le ti r a r a d e la pie l d el c ue llo . Puesto que las citas de Robin eran con algo invisible, pu esto q ue en su lengua je y en sus gestos habia un desesperado anonimato, Jenny se p o n ia h is te ri ca. A cu so a R o b in d e « co m u n i6 n sensual con espiritus impuros». Y, al poner su maldad en palabras, se derribo a si misma. No comprendia nada de lo que Robin sentia o hacia, lo cual era mas insoportable que su ausencia. Jenny paseaba por la habitacion del hotel, a oscu ras, Uorando y tropezand o. Robin se acercaba a la zona del pais de donde era Nora. Iba estrechando el circulo. A veces, dormia en el bosque; el silencio causado por su Uegada volvia a ser roto por los insectos y por los pajaros que regresaban, olvidada la intrusion p o r e fe c to d e la in m o v ilid ad d e R ob in , an u la d a como la gota de agua es anulada al caer en el e s t a n q u e . A v e ce s, d o r m i a e n u n b a n c o d e l a ruinosa capilla (habia llevado hasta alii algunos de sus efectos), pero nunca fue mas lejos. Una noche, le de^perto el ladrido lejano del perro de N ora . Si s u a li en to lle vo al b o sq u e el si le nci o del temor, ahora el ladrifio del perro la hizo incor p o r a r s e a ella, ri g id a e inm ov il. Medio acre a li a, N o r a, s e n t a d a j u n