se utilizó para bautizar los aires musicales surgidos de las décimas de vaquería señala en primer lugar una delimitación geográfica regional, “desde “de sde las márgenes del río r ío Ranchería, en La Guajira de hoy hasta el río Magdalena”, sobre el costado oriental292; y en segundo lugar, una orientación económica distintiva marcada por el trabajo a la intemperie definido de acuerdo con jerarquías raciales de raíces coloniales, bien sintetizadas en el concepto de “pata pintá”293. Por cuatro siglos la ciudad de Valledupar fungió de centro político y cultural dominante de esa región económica que el vallenato ha buscado trazar y mediar, hasta 1954 cuando el General Rojas Pinilla, por motivaciones e intereses aún no estudiados, en un “injustificado recurso político sustrajo estos últimos pueblos [sur de la actual Guajira] del seno de la provincia” fusionándolos con la desértica tierra Wayúu definida como Comisaría Especial. La fusión de la indígena Guajira con las poblaciones de la provincia, algunas de ellas fundadas como pueblos de indios pero la gran mayoría surgidas como parroquias de blancos, planteó varias problemáticas a las clases dirigentes locales del gran Valle de Upar, principalmente a las de la ciudad misma de Valledupar quienes se sintieron asaltadas en su buena fe pues “todos los factores y razones etnológicos, espirituales, económicos y ambientales habían mantenido y seguirán manteniendo unidos en un sentimiento común a sus habitantes, llámense guajiros o cesarenses”, según lo expresó Araujonoguera en su obra fundacional, Vallenatología, orígenes y fundamentos de la música vallenata
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Álvaro Castro Socarrás, “Mitos, leyendas y tradiciones vallenatas” en Desarrollo Indoamericano, Vol. 34 (Barranquilla, 2000), pp. 67-73. 293 Explica Araujonoguera citando uno de los versos de la canción Compay Chipuco, de gran éxito nacional e internacional: “‘Vallenato de verdá, con las patas bien pintá”, aludiendo a las manchas, de color blancorosáceas en algunos casos y café oscuro en otros, que en los pies produce el carate”; ver Araujonoguera op. cit., 38. 294 Ibid., 30.
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