ARQUEOLÓGICAS Y EL ESTUDIO DE LOS PROCESOS CULTURALES Lewis R. Binford Resumen Se ha discutido que la teoría normativa de la cultura, ampliamente sostenida entre arqueólogos, es inadecuada para la generación generación de hipótesis explicativas explicativas fructíferas de los procesos culturales. Una deficiencia obvia de esta posición teórica ha sido el desarrollo de arqueológicas que han obviado cualquier posibilidad de medición de fenómenos multivariados y permiten solo la medición de “diferencias y similitudes culturales” no especificadas, como si estos fueran fenómenos univariables. Como una alternativa a este acercamiento, se ha propuesto que la cultura sea vista como un sistema compuesto de subsistemas, y se ha sugerido que las diferencias y similitudes entre diferentes clases de restos arqueológicos reflejan diferentes subsistemas y por lo tanto se puede esperar esperar que varíen independientemente de los demás en la operación normal del sistema o durante un cambio en este. Una discusión general de clasificaciones cerámicas y de la clasificación clasificación de diferencias y similitudes entre conjuntos se presenta como un ejemplo del acercamiento acercamiento multivariado al estudio de la variabilidad variabilidad cultural. Se ha sugerido que un acercamiento multivarial en las sistemáticas alentará el estudio de la variedad cultural y sus causas y por lo tanto mejorara el estudio de los procesos culturales.
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ILLEY y Phillips Phillips (1958: 50) han planteado dudas de que los conceptos arqueológicos actuales como “fase” tienen tienen significados consistentes en términos de unidades sociales humanas. Es el propósito de este documento explorar algunas de las razones para esta falta de congruencia y para ofrecer un marco de trabajo teórico más consistente con la realidad social. En cualquier marco de trabajo teórico general hay por lo menos dos componentes principales: (1) uno que lidia con los criterios para aislar el fenómeno bajo estudio y con la suposición subyacente sobre la naturaleza de las unidades o ocurrencias partitivas dentro de las clases genéricas reconocidas como fenómeno, y (2) las suposiciones que conciernen la manera en la que estas unidades partitivas son articuladas en la operación de un sistema o durante un cambio. La mayoría de los medios analíticos y herramientas conceptuales de las sistemáticas arqueológicas se han alzado en el contexto de un cuerpo de la teoría cultural, al que se refieren como “escuela normativa”. normativa”. Bajo esta perspectiva normativa normativa el fenómeno bajo estudio es definido variadamente, pero hay un consenso general que la cultura con “C” mayúscula es el tema. En esto los teóricos normativos están en acuerdo con los demás. Es en la definición de conceptos partitivos y en la suposición relacionada con los procesos de dinámicas dinámicas entre unidades que los teóricos normativos difieren
fuertemente de la posición aquí tomada. Una afirmación típica de los normativos es dada por Taylor (1948: 110): 110 ): Por cultura como un concepto concepto partitivo, me refiero refiero a un sistema históricamente derivado de cualidades culturales que es más o menos un segmento cohesivo y separable de la cultura cultura como un todo y cuyas cualidades separadas tienden a ser compartidas por todos o por individuos especialmente diseñados de un grupo o sociedad.
Un punto de vista similar es expresado por Willey y Phillips (1958: 18) cuando hablamos de divisiones espaciales de fenómenos culturales: En términos estrictamente estrictamente arqueológicos, arqueológicos, la localidad es un espacio geográfico suficientemente pequeño para permitir la suposición suposición activa de una completa homogeneidad cultural en cualquier momento dado.
El énfasis en estas dos citas y en la escritura de otros arqueólogos (Ford 1954: 47; Rouse 1939: 15-18; Gifford 1960: 346) está en las características características que comparten sobre el comportamiento humano. Dentro de este cuadro de pensamiento, la cultura es definida como una abstracción del comportamiento humano. De acuerdo al concepto de cultura que se desarrolla aquí, la cultura es una construcción mental que consiste de ideas (Taylor 1948: 101)
O como Ford (1954: 47) ha discutido: Primero, se debe recordar que estas construcciones son productos culturales — y no cultura. Estos arreglos de madera, bamboo y pasto son de interés sólo para los etnólogos debido a que ellos ilustran las ideas aborígenes sobre las maneras apropiadas de construir viviendas.
En resumen, un teórico normativo es aquel que ve como su campo de estudio las bases ideacionales para las diversas formas de vida humana — cultura. La información es obtenida al estudiar productos culturales o la objetivización de ideas normativas sobre las maneras correctas de vida ejecutadas por gente que ya se extinguió. La tarea de la arqueología yace en abstraer de los productos culturales los conceptos normativos existentes en las mentes de los hombres a muertos (Para criticas de esta perspectiva general ver White 1954: 461-8.) En examinar el problema de cómo podemos observar y estudiar fenómenos culturales, surge una pregunta crucial: ¿Qué tipos de unidades pueden ser aisladas para un estudio significativo de la cultura? Para los partidarios de la escuela normativa, normativa, la suposición sobre las unidades o los “paquetes” naturales en los que la
cultura se desarrolla son dependientes sobre suposiciones acerca de las dinámicas de transmisión ideacional. El aprendizaje es la base reconocida de la transmisión cultural entre generaciones y la difusión la base de transmisión entre unidades sociales no conectadas por comportamientos de crianza regulares. El corolario de esta proposición es que la cultura es transmitida entre generaciones y a través de las poblaciones en crianza en proporción inversa al grado de distancia social mantenido en los grupos en cuestión. Dado que la cultura es vista como un gran “todo” transmitido a través del tiempo y el espacio, cualquier intento de romper este “todo” cultural es considerado arbitrario y pensado como un expediente metodológico (Ford 1954: 51; Brew 1946: 49) La partición de la cultura es a menudo catalogada como un aparato heurístico para medir el grado de distancia social entre los grupos cuyos productos culturales están siendo observados. (Una excelente de esta perspectiva se encuentra en Spaulding 1957: 85 — 7). Las discontinuidades espaciales en la distribución de características formales similares son percibidas como ya sea el resultado de (1) barreras naturales para interacciones sociales, o (2) la presencia de un sistema de valores que provee una matriz sicológica conservativa que inhibe la aceptación de cualidades externas, o (3) la migración o intrusión en el área de nuevas personas que perturban el diseño anterior de interacción social. Los cambios formales en la distribución temporal de objetos son vistos como el resultado de innovaciones o la operación de una dinámica creada designada a veces como “desvío” (Ford 1954: 51; Herskovits 1948; 581 — 2).( Para crítica de este concepto, vea Binford 1963: 89 — 93.) Tanto innovación como desvío son considerados naturales a la cultura y, como Caldwell (1958: 1) ha dicho: “mientras las demás cosas sigan siendo iguales, los cambios en la cultura material a través del tiempo y espacio tenderán a ser regulares.” Las discontinuidades en rangos de cambio o en una continuidad formal a través del tiempo son vistas como el resultado de eventos históricos que tienden a cambiar la configuración de unidades sociales a través de mecanismos tales como extensiones del intercambio, migración y la difusión de ideas “centrales” tales como los cultos religiosos (Ritchie 1955). Diferencias y similitudes culturales son expresadas por la escuela normativa en términos de “relaciones culturales”, lo que, tratado en rigor, se divide en uno modelo interpretativo general. Este modelo se basa en la suposición de un “centro cultural” en donde, por razones no especificadas, la tasa de innovación exceden los de las áreas que lo rodean. La nueva cultura se esparce desde el centro y se mezcla con las culturas de los alrededores hasta que se disipa en los bordes, creando culturas marginales. Las relaciones culturales son vistas como el grado de “influencia” mutua o unilateral ejercido entre centros culturales o subcentros. Este marco de trabajo interpretativo implica lo que yo elegí llamar la perspectiva acuática de la cultura. La literatura interpretativa abunda en frases como “corriente cultural” y en referencias al “flujo” de los
elementos culturales nuevos a una región. La cultura es vista como una vasta corriente fluyente con variaciones menores en normas ideacionales que conciernen maneras adecuadas de hacer dinero, casarse, llevarse con la suegra, crear casas, templos (o no crearlos, según sea el caso), e incluso morir. Estas variaciones ideacionales son periódicamente “cristalizadas” en diferentes puntos del tiempo y espacio, las que se convierten en clímax distintivos e incluso a veces culturalmente chocantes, que nos permiten romper la continuidad de la cultura en fases culturales. Una de las más elegantes y completas críticas de los teóricos normativos que ha aparecido en los últimos años es el de David Aberle (1960). Él ha señalado que los seguidores de la posición normativa se ven forzados a explicar las diferencias y similitudes culturales en términos de dos factores, históricos y sicológicos. Él resume la posición normativa de la siguiente manera: No existe cultura que pueda ser entendida solamente por la referencia a su situación actual. Como resultado de los accidentes de la historia, otras culturas proveen el pozo del potencial material cultura en el que las culturas se pueden inspirar. Debido a que no hay una base general para predecir que culturas tendrán contacto con que otras, el factor histórico ha tenido un carácter accidental y fortuito. Con respecto al factor sicológico, hay cualidades en las mentes de los hombres — ya sean tendencias generales a imitar o ciertas actitudes sostenidas por un grupo en particular — que determinan si algún objeto cultural disponible será pedido prestado o no. A pesar de que los contactos son impredecibles, las leyes de la sicología pueden dar cuenta de la aceptación y el rechazo. De ahí que las leyes de la cultura, sean las leyes sicológicas (Aberle 1960: 3).
La perspectiva normativa deja al arqueólogo en la posición de considerarse a si mismo un historiador de la cultura y/o un paleo-sicólogo (para lo cual la mayoría de los arqueólogos son mediocremente entrenados). Esto hace que sea capaz de perseguir la investigación de la cultura histórica, una situación que podría dar cuenta parcialmente del fracaso para desarrollar el nivel explicativo de la teoría arqueológica anotada por Willey y Phillips (1958:5). Se ha discutido aquí que una nueva sistemática, una basada en el concepto diferente de cultura, se necesita para lidiar adecuadamente con la explicación del proceso cultural. Si definimos cultura como los medios extrasomáticos del hombre para la adaptación (White 1959: 8), en el sentido partitivo la cultura es un sistema extrasomático adaptativo que se emplea en la integración de una sociedad con su ambiente y con otros sistemas socioculturales. La cultura es en este sentido no necesariamente dividida; los hombres son los participes de esta. En los sistemas culturales, la gente, las cosas y los lugares son componentes en un campo que consiste de subsistemas socioculturales y ambientales, y los lugares en que ocurren los procesos culturales es en las articulaciones dinámicas de estos subsistemas. Este complejo conjunto de interrelaciones
no es explicable reduciéndolo en un solo componente – ideas — tal como el funcionamiento de un motor no es explicable tampoco en términos de un solo componente, como la gasolina, una batería o un aceite lubricante. Se señalo arriba que en nuestra definición de cultura no es necesariamente algo dividido, sino algo en lo que los hombres participan. Y el grado de participación es diferenciado. Una característica básica de los sistemas culturales es la integración de individuos y unidades sociales realizando diversas tareas, frecuentemente en diferentes localidades, estas unidades individuales y sociales son articuladas por medio de varias instituciones en unidades más amplias que tienen diferentes niveles de inclusión colectiva. Dentro de cualquier sistema cultural, el grado en el q ue los participantes comparten la misma base ideacional varía con el grado de complejidad cultural del sistema como un todo. De hecho, una medida de la complejidad cultural es considerada generalmente el grado de diferenciación estructural interna de la especificidad funcional de los subsistemas participantes (White 1959: 144 – 5). Dentro de cualquier sistema cultural dado, el grado en el que todos los participantes comparten preferencias ideacionales en común debería variar inversamente con la complejidad del sistema como un todo. Los distintos sistemas compartiendo elementos culturales será una función de la naturaleza de los medios culturales de articular los distintos grupos entre sí. Actualmente nuestra sistemática explícitamente señalada se basa en el grado en el que las cualidades culturales son compartidas. El sistema taxonómico de la región central de EE. UU. (Mc-Kern 1935: 70 – 82; y 1939:301 – 13) es un arreglo jerárquico de las características culturales arqueológicamente definidas, a medida que aparecen como manifestaciones temporales o espaciales. Del mismo modo, tales unidades como la fase (Willey y Phillips 1958: 50; Rouse 1955:713 – 14) son agrupaciones de complejos arqueológicos en la base de las características en común. Este énfasis en las características en común en nuestro sistema de resultados clasificatorios en cubrir las diferencias y agrupar los fenómenos podría ser diferenciado bajo otro método taxonómico. La cultura no es un fenómeno invariable, ni su funcionamiento para ser entendido ni medido en términos de una variable simple — la transmisión espacio-temporal de ideas. Por el contrario, la cultura es multivariada, y su operación debe ser entendida en términos de varias variantes causales relevantes, que podrían funcionar independientemente o en variadas combinaciones. Es nuestro trabajo el aislar estos factores causales y buscar relaciones regulares, decibles y predecibles entre ellas. Nuestras taxonomías deberían ser enmarcadas con este propósito en mente. Podríamos dividir nuestros campos de observación de modo que podamos enfatizar la naturaleza de la variabilidad en poblaciones alteradas y facilitar el aislamiento de factores causales relevantes. Nuestras categorías deberían ser justificables en términos de poseer propiedades estructurales o funcionales en común con la operación normal de los sistemas culturales. Estas categorías deberían entonces
ser analizadas en términos de su comportamiento en variados sistemas y en situaciones de cambio sistemático. Por tal método podremos lograr nuestra meta de expresar las leyes del proceso cultural. La sistemática arqueológica debería ser de ayuda en poder cumplir tareas analíticas Como un ejemplo del método sugerido de dividir nuestro marco de observación, dos problemas generales serán discutidos, la clasificación cerámica y la clasificación de conjuntos arqueológicos. La variación formal en las cerámicas ocurre debido a diferencias ya sea en las técnicas de manufactura o en el diseño general del producto terminado; ambos tipos de variación pueden ocurrir independientemente del otro. (Esta distinción es análoga a la distinción hecha por Rouse [1960: 314] entre modos procesuales y conceptuales). Un ejemplo es la producción de un abrupto margen al contrario de el margen cuidadosamente gradual mientras se continua ejecutando el mismo conjunto básico de técnicas de manufactura. Esta variación se conoce como variación morfológica. En adición a la variación morfológica, existe una variación decorativa o modificaciones que se hacen como pasos discretos en las fases finales de la manufacturación. Los diseños pintados y grabados son ejemplos de variación decorativa. Podemos entonces hablar de dos clases principales de variaciones o dimensiones analíticas, en términos de que formas cerámicas pueden ser estudiadas — las dimensiones de técnica y de diseño. Las variaciones morfológica y decorativa pueden ser vistas desde cualquiera de estas dimensiones. Con respecto al contexto sociocultural de la variabilidad formal, dos clases amplias de variación pueden ser reconocidas, las cuales entrecruzan las categorías mencionadas anteriormente. La variación funcional primaria es la que está directamente relacionada con el uso específico del recipiente en cuestión; por ejemplo, la diferencia entre un plato y un bote de conservas. La variación funcional secundaria es el subproducto del contexto social de los manufacturadotes del recipiente o del contexto social del uso destinado para el objeto, o de ambos. Esta variación puede alzarse desde una manera tradicional de hacer las cosas dentro de una familia, o una unidad social mayor, o puede servir como una expresión deliberada de la solidaridad entre el grupo. Ciertas características de diseño pueden volverse estandarizadas como símbolos apropiados para los recipientes usados en contextos sociales específicos. A este nivel de análisis podemos citar la afirmación de Linton (1936: 403 – 21) de que cualquier objeto cultural dado puede variar con respecto a forma, significado, uso, y función en diversos contextos culturales. Tales distinciones son particularmente importantes si el contexto social de la manufactura y uso no son isomórficos, como en el caso de los objetos que circulan extensamente a través de sistemas de intercambio, o que son usados principalmente en el contexto de instituciones funcionando para la articulación intersocial.
La variación formal en los artefactos no necesita y, en la mayoría de los casos probablemente no tiene un solo significado en el contexto de sistema cultural funcional. El estudio de la variación funcional primaria es esencial para el entendimiento de los sistemas socioculturales representados por los artefactos, en este caso las cerámicas. La naturaleza y el número de ocurrencias de los tipos de contenedores funcionalmente diferenciados pueden dar información valuable sobre el tamaño de los segmentos sociales realizando diferentes tareas. Incluso en los casos donde funciones específicas no pueden ser determinadas por los tipos reconocidos, la configuración espacial de su ocurrencia nos dice algo sobre la estructura espacial de las actividades diferenciadas dentro o entre los sitios. Las variables de la función principal pueden permanecer estables, cambiando abruptamente, o cambiando en proporciones diferentes de las variables de la función secundaria. Las proporciones relativas de cambio en estas dos clases de variables pueden decirnos mucho sobre la naturaleza de los cambios dentro de los sistemas en cuestión. Un ejemplo de esto se puede ver al comparar la tradición Havana de Illinois con la tradición Scioto de Ohio. Los contenedores de la tradición Havana son predominantemente largos, calderos de boca abierta, pero existen las ocasionales formas “de florero” con fondo plano. Esto sugiere que la comida se preparaba en esta sociedad para grupos relativamente largos de personas — más largo que familias nucleares — y que la comida era almacenada colectivamente. El modelo de cocina y almacenaje era común para esencialmente todas las sociedades participando de la tradición Havana. La variación funcional secundaria, por otro lado, con respecto tanto a decoración y diseño exhibe diferencias a través del tiempo y espacio, sugiriendo que dentro de los participantes de la tradición Havana los contactos sociales y la continuidad generacional fueron cambiando. Las formas de los contenedores de la tradición Scioto en Ohio, que se cree fueron contemporáneos con la tradición Havana, eran recipientes más pequeños con fondos circulares, el caldero grande era poco común. No obstante, hay diseños comunes y atributos técnicos en las cerámicas de ambas tradiciones. Esto sugiere que, en los grupos de Ohio, las unidades sociales para las que se preparaba comida eran más pequeñas y que los modos de almacenar comida eran correspondientemente diferentes. En la perspectiva tradicional, los elementos en común entre la tradición Havana y la Scioto podrían ser interpretadas como indicando “relaciones culturales”, y hoy en día ambas están agrupadas dentro de la “fase Hopewell”, con cada grupo compartiendo diferentes cualidades de la “cultura Hopewell”. Es sugerido aquí que los sistemas socioculturales representados en las dos tradiciones pueden y probablemente sean totalmente diferentes, y que los elementos en común de la cerámica reflejan patrones de interacción regional común facilitada a través de las diferentes instituciones. Esta perspectiva difiere marcadamente de una en la que
se plantea el flujo de la “cultura Hopewell” fuera de un “centro cultural”. El estudio comparativo de la variación funcional secundaria dentro de una clase de contenedores hace posible el determinar el grado de especialización del trabajo en segmentos sociales diferenciados a la vez q ue el grado de especialización artesanal en la manufactura de clases específicas de contenedores. La demostración empírica de la validez de las suposiciones suby acentes a la interpretación sociológica de la variabilidad de productos artesanales es acumulativa, y un número de estudios recientes demuestra que esta clase de “significado” es recuperable de los datos de la cerámica. Por ejemplo, Cronin (1962: 109) ha demostrado gran similitud en el uso convencional de elementos de diseño decorativos entre tipos de cerámica en un solo sitio que entre tipos de la misma cerámica en distintos sitios. Resultados comparables han sido sugeridos por las recientes discusiones de problemas taxonómicos encontrados por otros (Sears 1960: 327 – 8; Smith 1962) He propuesto recientemente un modelo procesual para este tipo de fenómenos (Binford 1963) Varios estudios recientes han utilizado la medición y las distribuciones espaciales de de minucias estilísticas en la construcción de modelos sociológicos para comunidades prehistóricas (Deetz 1960; Longacre 1963; Freeman y Brown 1964). Si expandimos nuestra perspectiva analítica para incluir el problema de la variabilidad formal en los sistemas socioculturales contemporáneos, y en sistemas socioculturales a través del tiempo, entonces nuestro análisis debe ser aún más crítico. Lo que es una variación funcional secundaria idiosincrática en un grupo, puede simbolizar lazos políticos en otro. La variación funcional primaria en un sistema social puede ser parcialmente incorporada como la variación funcional secundaria en otra. Las complejidades a las que se enfrenta el arqueólogo que intenta este tipo de análisis necesitan el uso de taxonomías enmarcadas múltiples para expresar atributos multivariados. Tales taxonomías deberían reemplazar a las convencionales, que son ya sea clases basadas en tipos sin especificar de similitudes o diferencias, o que son cualidades jerárquicamente organizadas que se presume reflejan relaciones genéricas (Willey y Phillips 1958: 31; Rouse 1960). Sugerimos que esta clasificación debe proceder independientemente con respecto a los atributos técnicos y de diseño, y que las categorías entrecruzadas deberían ser usadas para expresar variaciones morfológicas y decorativas (Tabla 1). El resultado de tal análisis podría ser el reconocimiento de un número de clases de variables que se refieran a una o más de las casillas dispuestas de columnas y filas en la Tabla 1. El análisis podría entonces proceder al asunto del contexto cultural en las clases observadas o en las variables distinguidas en las cuatro categorías mencionadas. Este paso está esquemáticamente hecho en un diagrama en la Tabla 2.Cada columna y fila debería contener las clases formales de variables demostrables derivadas de la clasificación inicial.
El siguiente paso sería la definición de poblaciones de artefactos en términos de factores reconocibles y que se pueda demostrar que son culturalmente diferentes. La discusión de las diferencias y similitudes podría basarse en las variables dependientes e independientes y no en una conglomeración indiferenciada de fenómenos multivariados. La sistemática actual de los conjuntos arqueológicos también acentúa la cantidad de cualidades en común. Los conjuntos se refieren a una fase o un foco sin las asignaciones que corresponden ya sea a una variabilidad estacional o funcional. Aunque es prematuro intentar una presentación final de un conjunto de sistemáticas dado que tal presentación debería estar basada en conocimientos más complejos del alcance de las clases de variabilidad, sentimos que por lo menos tres tipos principales de alineaciones culturales extensas pueden ser distinguidas, las cuales varían independientemente de las otras. La primera categoría es la tradición, cuyo significado elegimos hacer algo más minucioso que lo convencional en literatura arqueológica. (Para la discusión del concepto usado generalmente, ver Willey y Phillips 1958: 34 –40.) Definiremos tradición como la continuidad demostrable a través del tiempo en las propiedades formales de las artesanías locales hechas a mano, siendo esta continuidad solo en una variabilidad funcional secundaria. Puede que tal continuidad se de o no con respecto a la variabilidad funcional primaria. Poniéndolo de otro modo, la tradición es vista como la continuidad en estos atributos formales que varía con el contexto social de manufactura exclusivo de la variabilidad relacionada al uso del objeto. Esto se denomina variabilidad estilística (Binford 1962: 220), y en un único horizonte de tiempo tal tradición sería espacialmente definida como una zona estilística. A través del tiempo podremos estudiar el área de alcance y la estabilidad de las zonas estilísticas y la historia comparativa de las tradiciones locales dentro del marco de la macro-tradición. La continuidad histórica y la filogenia social son particularmente susceptibles al análisis a través del estudio de atributos estilísticos. Debería tenerse en cuenta que el concepto de tradición como se usa aquí puede referirse ya sea a una sola clase de materiales hechos por el hombre, como cerámicas, o a varias clases de artefactos de un sistema cultural que exhibe una continuidad a través del tiempo. Se da por asumido que la variabilidad formal en la función secundaria está directamente relacionada a la matriz social de producción y uso. En el caso de la estabilidad a través del tiempo en la matriz social de producción, podemos esperar observar continuidad temporal y un índice regular de cambio. En el caso de una matriz social de producción cambiante, podremos esperar encontrar discontinuidades en los índices de cambio y en la distribución espacial y temporal de las propiedades formales. Una segunda clase extensa de relaciones socioculturales se ve reflejada en los objetos que son ampliamente intercambiados y que este proceso ocurre en un contexto de distinción social, es decir, objetos socio-técnicos (Binford 1962). Tales objetos pueden ser
analizados en términos de su variabilidad funcional primaria como se infiere a través de la correlación con otros restos arqueológicos que definen el contexto de las relaciones sociales. A través del estudio de las distribuciones espaciales de tales objetos en un solo horizonte de tiempo podremos definir las esferas de interacción — las matrices de áreas de articulación social mantenida regular e institucionalmente. Este término fue adoptado de Caldwell (1962). Me da la impresión de haber visto este término ser usado por otros arqueólogos, pero no he sido capaz de encontrarlo en la literatura. Caldwell (1962) ha señalado las características esenciales de la esfera de interacción: Una esfera de interacción es una clase de fenómeno que puede ser tratada como poseedora de propiedades diferentes a una cultura… las variadas tradiciones regionales estaban presentes antes de que hubiese un a situación Hopewellian. El término cultura estaría mejor aplicado a cada una de estas separadamente más que a la situación en general con la que están interactuando.
Lo que es esencial para el concepto de esfera de interacción es que este denota una situación en la que existen medios regulares de cultura para institucionalizar y mantener la interacción intersocial. Las formas particulares de las instituciones y las funciones secundarias que pueden ser adquiridas por ellas variarán ampliamente en el espectro de la historia. Las esferas de interacción pueden entrecortar tanto las tradiciones y las áreas culturales. Los símbolos en común y la aparición de instituciones similares son menos una función del entorno culturizador tradicional que una articulación compleja de sociedades de antecedentes étnicos diferentes, niveles de complejidad cultural y tipos sociales. El análisis comparativo estructural y funcional de las esferas de interacción es sugerido como un acercamiento que nos permite definir, cuantificar, y explicar la observación de Redfield (1941: 344) que los índices de cambio cultural pueden estar directamente relacionados a los índices de interacción social. La distinción entre la cultura “compartida” de una naturaleza estilística, y la cultura “compartida” de una naturaleza sociopolítica es la base para distinguir la tradición de la esfera de interacción. Ejemplos de esferas de interacción vienen fácilmente a la mente. La presencia de “rasgos” del Missisipi en tradiciones locales en el Piedmont del sudeste de Estados Unidos es uno de estos ejemplos. Otro son los objetos de Hopewell ubicados en tumbas de Illinois (la tradición Havana) y en los osarios de Ohio (la tradición Scioto). La naturaleza de los procesos culturales responsables de los acontecimientos generalizados de objetos culturales similares en estos dos casos no pueden ser explicados por la referencia simplista de compartir ideas similares relacionadas con las maneras adecuadas de manufacturar objetos. La tercera categoría que deseamos discutir es esa del área adaptativa. Un área adaptativa es una en la que se presenta el acontecimiento común de artefactos usados
principalmente en lidiar directamente con el ambiente físico. Tales distribuciones espaciales se esperaría que coincidiesen ampliamente con áreas culturales como se definen convencionalmente; sin embargo, este concepto difiere del concepto de área cultural en el que los atributos estilísticos se excluyen de la definición. Los medios adaptativos de lidiar con los cambios en el ambiente físico no necesitan coincidir con estos que están diseñados para lidiar con los cambio en el ambiente social. Por lo tanto, es necesario estudiar las tradiciones (basadas en los modelos), esferas de interacción (basadas en las relaciones intersociales), y esferas adaptativas (basadas en los medios comunes de lidiar con el ambiente físico), y tratar estos tres aislados como variables independientes. Resumiendo: Se ha discutido que la teoría normativa de la cultura es inadecuada para la generación de hipótesis explicativas fructíferas sobre procesos culturales. Un acercamiento ofrecido en el que la cultura no es reducida a ideas normativas acerca de las maneras correctas de hacer cosas, pero vista como el sistema de todos los medios extrasomáticos de adaptación. Tal sistema involucra un complejo conjunto de relaciones entre gente, lugares y cosas cuya matriz puede ser entendida en términos multivariados. Los pasos en que tal análisis procede en el sentido de particionar las variabilidades demostrables en marcos de trabajo multidimensionales. Usando tales marcos facilitará el aislamiento de las causas de varios tipos de cambios y diferencias y proveerá las bases para estudiar comparativamente los índices y los modelos de cambios en las diferentes clases de fenómenos culturales. Tal acercamiento podría, se discute, facilitar e incrementar nuestro entendimiento de procesos culturales.
de las ideas presentadas en este documento. Stuart Struever, Joseph Caldwell, Howard Winters, James Brown, Melvin Fowler, y el autor tuvieron frecuentes discusiones durante los últimos tres años en un intento por incrementar nuestro entendimiento de la prehistoria en el Medio Oeste. Aunque individualmente cada uno de los pa rticipantes en nuestra propia “esfera de interacción” hemos contribuido a la formulación de los argumentos aquí presentes, acepto la completa responsabilidad de la forma particular en la que las ideas son presentadas. Además, me gustaría expresar mi gratitud a Carl Axel Moberg del Museo Göteburg, Suecia, quién participó en la enseñanza conjunta de una clase junto con Robert J. Braidwood y yo. Los argumentos de Moberg y sus refutaciones ayudaron notablemente en la definición de las ideas aquí presentadas. Mis estudiantes durante los últimos tres años — particularmente William Longacre, James Hill, Leslie Freeman, y Robert Whallon — han sido una constante fuente de estimulación y han iniciado reevaluaciones angustiantes de mi propio pensamiento. De particular importancia es el rol que tuvo mi esposa, Sally Binford .Ella ha sido una crítica severa tanto a mi lógica como a mi sintaxis, y he admitido agradecidamente su edición de este manuscrito.
Tabla 1. CONTINGENCIA DE LA VARIACIÓN FORMAL Variación morfológica Variación decorativa Dimensión técnica Dimensión de diseño
Menciones: Me gustaría mencionar la estimulación intelectual de muchos de mis colegas en la formulación
Tabla 2. C ONTINGENCIA DE LA VARIACIÓN CULTURAL Variación funcional primaria
Variación funcional secundaria Contexto de uso
Tecno-mórfico Diseño morfológico Técnicas decorativas Diseños decorativos
Contexto de producción